¿Son los jóvenes de hoy menos listos que los de ayer? Llevar un

Anuncio
El País
¿Son los jóvenes de hoy menos listos que
los de ayer?
Llevar un libro de Kafka en el bolsillo garantizaba el
éxito social y sexual. Las cosas han cambiado
Patricia Peyró Jiménez
9 AGO 2016 - 17:46 CEST
'Mujeres hombres y viceversa', el programa de Telecinco que en España siguen
diariamente casi 1 millón de espectadores. La mayoría de ellos, jóvenes. Telecinco
En el año 1964, el historiador e intelectual americano Richard Hofstadter ganaba su
segundo premio Pulitzer con El antiintelectualismo en la vida americana, en el que
retrata una tendencia social al desprestigio de las humanidades y de la actividad
intelectual. El autor se pregunta cuáles son las consecuencias de esta inclinación, que,
afirma, cambia la ciencia, las artes y las humanidades, por la distracción ociosa o el
culto a la ignorancia. La obra se ha convertido en un clásico, no solo en América, sino
en otros países de Occidente. ¿Es cierto que estamos sumidos en una ola antiintelectual?
Y si fuera así, ¿responde a nuevas necesidades de la sociedad o nos estamos volviendo
cada vez más vacíos e intrascendentes?
Hay autores que afirman que las corrientes antiintelectuales de las que hablaba
Hofstader, en sus clases de la Universidad de Columbia, "han superado sus predicciones
más apocalípticas sobre el futuro de la cultura americana”. Así de rotunda es Susan
Jacoby en sus afirmaciones. La autora y columnista de The Washington Post opina que
los americanos "tienen un gran problema intelectual debido a que su capital cultural se
encuentra amenazado por una mezcla de antiintelectualismo, antirracionalismo y bajas
expectativas”.
En esta línea, han ido surgiendo otros libros como The Dumbest Generation (La
generación más tonta) de Mark Bauerlein o Idiot America (América idiota) del
periodista Charles Pierce. Ambas obran acusan a los medios de comunicación de todos
los males de nuestro tiempo y, especialmente, de una falta de cultura manifiesta en la
que "se idolatra la estupidez".
Una queja transgeneracional
Existen muchas voces clamando en contra de estas teorías. “La decadencia de la
juventud es un lamento que ha existido a lo largo de toda la historia”, explica Daniel
Gascón, escritor y editor de la revista Letras Libres, hablando de la presunción
anticultural que pesa sobre las nuevas generaciones. “Han cambiado los referentes y lo
que, tradicionalmente, se consideraba cultura ha variado”. Sabemos otras cosas: “el
canon se ha ampliado y dispersado, la cultura letrada ha cedido terreno y la
conversación se ha disgregado”, aclara Gascón. De hecho, gracias a la sociedad de
consumo y a pesar de la crisis, “tenemos más cultura, más barata y accesible que nunca,
algo que ha permitido en España una nueva politización, nuevas manifestaciones
artísticas, gente que ha inventado negocios y jóvenes con gran formación y curiosidad”.
No en vano, no dejamos de escuchar que la actual es la generación más formada de la
historia de este país.
Para Manuel Arias Maldonado, profesor de la Universidad de Málaga y habitual
columnista en medios de comunicación, más que una involución cultural, lo que hace
saltar las alarmas es un problema de excesiva visibilidad, que muestra una falta de
interés por lo intelectual que antes permanecía callada. "¿Las redes sociales han
propiciado una masa opinativa que revela una realidad a la que antes permanecíamos
ciegos?", se pregunta.
Según Arias Maldonado, el verdadero problema social es que existe un desprestigio de
la enseñanza
Para este profesor, el verdadero problema social es que existe un desprestigio de la
enseñanza. En España tenemos muchos buenos profesores, pero la figura del docente no
goza del reconocimiento que merece y que sí se tiene en otros lugares del mundo como
Japón, donde es una profesión contemplada con relevancia y muy bien remunerada.
Según este docente, esto tendría que ver con que la educación ya no pertenece a un
espacio elitista y privilegiado donde la formación se permitía ser exigente: “Los
alumnos venían de un bachillerato muy duro y la cultura gozaba de un prestigio social
del que ahora carece”, comenta.
Es la alta cultura, o la Cultura, con mayúscula, la que se encuentra atacada, según Arias
Maldonado. Como apuntaba Gascón, las diferentes generaciones no comparten
referentes y, hoy en día, la intelectualidad ya no se encuentra en el epicentro cultural de
los jóvenes. “Ya no es, como pasaba en las décadas de los 60 y 70, un aspecto cool:
llevar un libro de Kafka en el bolsillo no garantiza mucho éxito social o sexual. Y esa
falta de interés no contribuye demasiado a la difusión de los contenidos más elevados”,
añade el editor.
El antiintelectualismo de los reality shows, el pop o el gran interés que suscita lo
intrascendente de la vida de Paris Hilton, de las Kardashian o de los ego-bloggers
nacionales más influencers, "podría definirse como el ataque de los profanos contra los
expertos”, explica Arias Maldonado, que asegura que esto es el fruto de "un sentimiento
de inferioridad incubado durante años y que emerge cuando una crisis parece indicar, a
sus ojos, que la élite ha fracasado". Según este historiador, un ejemplo de cómo permea
esta tendencia a todas las capas sociales es la frase del político británico Michael Gove,
durante su campaña a favor del Brexit: "Este país ha tenido ya bastante con los
expertos".
El enemigo es la élite
Por un lado, los autores consideran que el viraje a la frivolidad y al desinterés por los
productos elevados es un cambio natural en los referentes culturales y, por otro, un
resorte que salta en situaciones difíciles contra el modelo anterior, al que se le acusa de
no haber tenido éxito. En este último caso, es interesante observar cómo esta tendencia
es instrumentalizada para ganar votos.
“Han cambiado los referentes y lo que tradicionalmente se consideraba cultura ha
variado”, Daniel Gascón
Según lo entiende Susan Jacoby, la ola antiintelectual se ha adentrado muy
especialmente en la política, donde los protagonistas se ven obligados a aparentar ser
personas cuanto más normales, ordinarias y llanas, mejor; lo más alejados del estigma
de lo elitista, que parece alejarles de las necesidades del pueblo. Si bien, a priori, esta
democratización del discurso parece lo deseable en la política, los autores advierten de
que, en ocasiones, no es más que un papel adoptado por conveniencia. "Muchas veces
los movimientos supuestamente populares y antielitistas parten de las mismas élites,
disfrazadas de gente común”, apunta Gascón: “Hay un elemento cínico y frívolo, una
especie de culto a la autenticidad y al desprecio a los expertos y a lo intelectual”.
Más allá del marketing político, Arias Maldonado asegura que la sociedad, e incluso
"las propias élites, poseen una educación humanista más débil que antes". Generación
tras generación, nuestros referentes culturales cambian, los conocimientos son otros y
los intereses marcan caminos diferentes, "pero eso no significa, ni mucho menos, que
seamos más tontos”, concluye el profesor.
Descargar