María Zambrano en México JULIETA LIZAOLA Universidad Nacional Autónoma de México A mis queridos profesores Fernando Savater y Tomás Pollán, por invitarme a conocer a Marí María Zambrano “Désele voz y palabra [al exiliado] que no pide otra cosa sino que le dejen dar, dar lo que nunca perdió: la libertad que se llevó consigo y la verdad que ha ido ganando”1 María Zambrano I La presente nota persigue un somero acercamiento a la presencia de María Zambrano en México. Atisbar en su exilio mexicano cómo su pensamiento empieza a permear, poco a poco, las definiciones tradicionales acerca del saber filosófico, hasta alcanzar reconocimiento en los países hispanos, como una de las figuras fundamentales de la filosofía en castellano. María Zambrano llegó a México en febrero del año de 1939; venía a iniciar su largo exilio. Ese privilegio para la vida intelectual mexicana y el exilio español pasó desapercibido en su momento: fue enviada a la Universidad de San Nicolás de Hidalgo en Morelia y con ello alejada de la Casa de España que se encontraba en la Ciudad de México. En esos años estar fuera de la capital federal significaba estar lejos de la circulación de libros, bibliotecas, revistas. Para algunos contemporáneos de la joven filósofa, como Octavio Paz, eso fue resultado de una cierta incomodidad de sus propios compañeros de exilio que se resumiría en la duda que no busca repuesta: “¿una mujer filósofa?”. Sus meses en Morelia son narrados como un tiempo inestable, difícil, con problemas de contratación con la Universidad, sobrecarga de trabajo, presencia de ideologías varias: desde la presión por una educación socialista, resultado de ciertos grupos afines a una de tantas vertientes que resultaron de la revolución mexicana, hasta un incipiente sinarquismo, que veían en ella una posible representante de ideas y militancia comunista… Sin embargo, algo que no podemos perder de vista es 1 ZAMBRANO, M., “Carta sobre el exilio”, La razón en la sombra, Antología de M. Zambrano realizada por Jesús Moreno Sanz, Madrid, Siruela, 1993, p. 391. Revista de Hispanismo Filosófico n.º 13 (2008): 107-112 107 ISSN: 11368071 108 JULIETA LIZAOLA lo fértiles y fecundos que resultaron esos meses para la filósofa. María Zambrano escribió y publicó en México textos de singular importancia para la construcción de su pensamiento. Textos claves sin duda: “Filosofía y poesía”, “Pensamiento y poesía en la vida española”, “San Juan de la Cruz: de la noche oscura a al más clara mística”, “Descartes y Husserl”, “Nietzsche o la soledad enamorada”. Podemos advertir en estos textos que los pilares de su filosofar ya habían alcanzado el lugar de fundamentos: la crítica a la razón moderna y la relación conflictiva entre poesía y filosofía como argumentos centrales de su discusión filosófica. La razón poética se alcanzaba a mostrar ya como un núcleo capaz de generar una nueva filosofía hispana. La riqueza que María Zambrano esparció en México sería el inicio de lo que posteriormente continuaría en La Habana, en Roma y La Pièce en el transcurso de su largo, arduo, y, a la vez, amado exilio. Años más tarde México sería también el lugar de edición de otros libros angulares: El sueño creador y El hombre y lo divino. “Yo llegué a México invitada por la Casa de España, que muy pronto se llamaría Colegio de México. Era un gesto realmente inusitado, ningún país nos quería a los refugiados españoles, sólo México, sólo México, no me cansaría de decirlo, como una oración. Sólo México nos abrazó, nos abrió camino […] Ya profesora de Filosofía como lo era en España, comencé a impartir clases -el mismo día que cayó Madrid en manos de los autollamados salvadoresen la Universidad de Morelia [...]. Comencé a dar mi clase en medio de ese silencio, en ese que tiene el indito, y lo digo con todo cariño, en ese silencio del indito mexicano. Y cómo me escucharon, cómo me arroparon. Su silencio fue para mí como un encaje, como una envoltura o una mantilla de esas que les ponen a los niños que tiemblan.”2 Hasta hace muy poco, en México, no se daba el nombre a los republicanos españoles de exiliados, se les denominaba en el habla común como refugiados, una abreviatura de refugiados políticos. No está de más hacer esta mención, la idea de seres necesitados de refugio da más claridad a lo que se estaba viviendo. Los españoles llegados bajo estas condiciones guarda para mí una remota imagen: mujeres vestidas de negro, tez blanca, pelo oscuro y habla graciosa, todas muy amables. Llegaban a visitar a mi madre, a charlar, a pedir algún tipo de ayuda: moral o práctica. Yo no entendía por qué a las españolas a veces las sorprendía llorosas y con un tono grave a pesar de su gentileza. Mi madre me decía: es una refugiada y yo me quedaba en las mismas, en que refugio y tristeza eran algo que iba de la mano. Aún me parece que la palabra “exilio” quita peso al lado del sufrimiento que esta condición encierra. Sufrimiento enorme. Por lo perdido, por la humillación, por lo adverso del enfrentar nuevas circunstancias y porque un lugar ajeno, no elegido, a donde uno se crió, es siempre un lugar ajeno. No importa que se adecue uno muy bien al ambiente, a las costumbres, al habla… hay algo que siempre, como dice mi Maestro Adolfo Sánchez Vázquez, queda como un jirón, como un desgarramiento. Pienso en María Zambrano no sólo como una exiliada, sino también como una refugiada, un ser necesitado, que llevó esa condición extrema al ámbito filosófico. 2 ZAMBRANO, M., “Entre violetas y volcanes”, Las palabras del regreso. Edición de Mercedes Blesa, Salamanca, Amarú, 1995, p. 142. Revista de Hispanismo Filosófico n.º 13 (2008): 107-112 María Zambrano en México 109 Me la imagino vestida sobriamente, con su tez blanca, su pelo negro y luchando entre la rabia y la aceptación de lo que se abría como porvenir. La imagino como una refugiada, es decir, como alguien que luchó por encontrar refugio en la soledad de la escritura. “Para mí el ejercicio de la escritura no ha sido vivido como una carrera, sino mas bien obedece a dos clases de germinación: la que surge de algo que se lleva dentro y la más modesta, la de la necesidad…entre la necesidad y la esperanza.”3 La escritura, nos ha dicho varias veces, será una defensa de este estado, “no se escribe ciertamente por necesidades literarias, sino por necesidad que la vida tiene de expresarse.4 (…) La vida no se expresa sino para transformarse.”5 Y es esa necesidad de transformación la que va marcando la vida de quien la toma con fervor. Escribir para seguir siendo, escribir para ser siempre otro. “Tengo miedo de escribir. Escribir es tan peligroso”, dice Clarice Lispector y parece establecer un diálogo con Zambrano: “…Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar en lo que está oculto pues el mundo no está en la superficie, está oculto en sus raíces, en las profundidades del mar. Para escribir tengo que instalarme en el vacío.”6 A lo que nuestra filósofa podría complementar el diálogo imaginario cuando nos confiesa “todo lo ofrezco a través de la palabra, como temblor. Cuándo dejaré de escribir, me pregunto, cuándo, Señor, dejaré de temblar.”7 Escribir es instalarse en el laberinto de la soledad, recorrerlo como se recorre el desierto, sin saber por donde se puede hacer un camino ni qué se puede encontrar en él. Lo que en él aparezca será lo que se saque a la luz, a formar parte del mundo. De ahí el temblor del pensar. El refugio mexicano, como hemos dicho, se realizó en Morelia, donde María Zambrano pudo escribir, pudo temblar, y ofrecer al pensamiento los primeros frutos de su razón poética. Ahí preparo sus tres célebres conferencias —recogidas en el libro Pensamiento y poesía en la vida española—, donde manifiesta sus reflexiones críticas acerca del racionalismo y ofrece camino para una nueva hermenéutica cuyas claves están en la unión de la vida con el sentir y el sentir con el pensar. Una María Zambrano que empieza a considerar que: “El exiliado está ahí como si naciera, sin más última, metafísica, justificación que ésa: tener que nacer como rechazado de la muerte, como superviviente: se siente, pues casi del todo inocente, puesto que ¿qué remedio tiene sino nacer?”8 La escritura filosófica, que Zambrano realiza en este lapso de tiempo, ofrece avidez por abrir nuevos contextos a la vida, por ofrecer otros paisajes que, sobre todo, nos 3 ZAMBRANO, M., “Palabras de bienvenida de María Zambrano”, Revista Philosophica Malacitana, 1991, IV, p. 13. 4 ZAMBRANO, M., La confesión: género literario, Madrid, Siruela, 1995, p. 25. 5 Ibidem, p. 39. 6 LISPECTOR, C., Soplo de vida, Madrid, Siruela, 1994, p. 15. 7 ZAMBRANO, M., Senderos, Barcelona, Anthropos, 1989, p. 9. 8 ZAMBRANO, M., “Carta sobre el exilio”, op.cit. p. 383. Revista de Hispanismo Filosófico n.º 13 (2008): 107-112 110 JULIETA LIZAOLA alejen de la postración espiritual. Su escritura expresa la necesidad de reconsiderar el sentido de vida y, algo fundamental en su pensar, recuperar la vida del alma. “Por amor a tales recuerdos y vuestra generosa compañía, seguidme hasta una hermosa ciudad de México, Morelia, cuyo camino no busqué, sino que él mismo me llevó a ella, igual que a tantos otros españoles recién llegados al destierro. Allí me encontré yo, precisamente a la misma hora que Madrid —mi Madrid— caía bajo los gritos bárbaros de la victoria. Fui sustraída entonces a la violencia al hallarme en otro recinto de nuestra lengua, el Colegio de San Nicolás de Hidalgo, rodeada de jóvenes y pacientes alumnos. Y, ajena desde siempre a los discurso, ¿sobre qué pude hablarles aquel día a mis alumnos de Morelia? Sin duda alguna de, acerca del nacimiento de la idea de libertad en Grecia.”9 II Otro aspecto a considerar sobre la presencia de María Zambrano en México tiene que ver con su relación con dos de los intelectuales mexicanos más importantes, Alfonso Reyes y Octavio Paz. Con ambos sostiene una relación no sólo de amistad sino de continuo intercambio de ideas. Al llegar al país conoce a Alfonso Reyes, quien era el presidente de la Casa de España. De su fructuosa relación ha quedado una correspondencia que es una mina para comprender las inquietudes que ambos compartían: “fascinación por el mundo clásico y su mitología, una predilección por la forma ensayística, un afán enciclopédico y la convicción de que la literatura (y aún más la poesía) es indispensable de otras formas de conocimiento.”10 Y también de América Latina y la situación del mundo de posguerras. “Me sería muy difícil —escribe María Zambrano años después, ya concluido su exilio— hablar sin emoción de Alfonso Reyes. Quiero referirme a él como testigo, dar testimonio, pero sin nostalgia. ¿Por qué sin nostalgia? Porque la presencia de Reyes, como la presencia de todos los sabios, no deja nostalgia —que es un sentimiento de ausencia— sino que nos acompaña en el presente, como nos acompañan todos lo verdaderamente mediadores”.11 A su vez, la admiración y afecto de Reyes por María Zambrano queda expresada en una carta que éste envía a Jaime Torres Bodet, en ese entonces (1950) Director general de la UNESCO: “[…] Estas líneas tienen por objeto presentarle, aunque de lejos, a la Sra. María Zambrano, cuyas prendas intelectuales y personales difícilmente serían superadas en el mundo en que nos movemos. Muy pronto se dará usted cuenta de la calidad de este espíritu privilegiado.”12 9 VV.AA., MARÍA ZAMBRANO, Premio Miguel de Cervantes 1988, Barcelona, Anthropos, 1989, pp. 53-62. STATON, A., “Alfonso Reyes y María Zambrano. Una relación epistolar”, Homenaje a María Zambrano, México, El Colegio de México, 1998, p. 93. 11 ZAMBRANO, M., “Entre violetas y volcanes”, Las palabras del regreso, op.cit., p. 141. 12 REYES, A., “Carta a Torre Bodet”, Días de Exilio. Edición de Alberto Enríquez Perea, México, Taurus/ Colegio de México, 2006, p. 445. 10 Revista de Hispanismo Filosófico n.º 13 (2008): 107-112 111 María Zambrano en México A Octavio Paz le había conocido en España, en la defensa de la Republica. “[…] Se conocieron en Madrid antes de iniciarse la guerra y luego se encontrarían en México, cuando ella sale de España al destierro y más tarde en Roma y en París.”13 Su amistad no dejó un epistolario pero sí una serie de textos donde se advierte su intensa relación intelectual. “A lo largo de medio siglo hablé con María Zambrano muchas veces y durante horas y horas. Nuestra amistad fue una larga conversación. Guardo de estas pláticas no las ideas que se disipan, sino el sonido de su voz, un sonido de cristal, claro como agua y, como ella, fugitivo, inapresable.”14 Es un hecho que cuando se lee El arco y la lira no se puede dejar de percibir la mirada de María Zambrano entre líneas: relación entre poesía y filosofía, mito, lo sagrado. La Otra orilla que Paz vislumbra en su relación con ella. Por otra parte, en su artículo Un descenso a los infiernos, nuestra filósofa hace clara referencia al Laberinto de la soledad de Paz. De hecho es uno de los ensayos más claros sobre el imprescindible descenso a los ínferos que como condición de vida se debe realizar. Es también un reconocimiento explícito a Paz: “A primera vista nos encontramos con El laberinto de la soledad ante una cierta vacilación: ¿se trata de Poesía o de Filosofía? Mas pronto advertimos que idéntica pregunta se formula ante todos los relatos de los viajes al infiernos. […] Paz ha logrado que cuanto escribe se desprenda de esta luz […] El laberinto de la soledad nos ofrece la imagen de uno de esos templos, vacíos hoy, donde el indio desamparado entra en busca de sacrificio. Pues sacrificio es, quizá la palabra clave de todo laberinto humano descifrado.”15 Al pintor Juan Soriano, otro mexicano privilegiado con su amistad, lo tratará muy cercanamente en su exilo europeo, habrá una relación más íntima, una amistad más allá de la complicidad de las ideas. Su pintura será el punto de emociones y expresiones compartidas. Escribirá de su pintura y lo considerará uno de esos seres aurorales que han logrado despertar al alba. “[…] la obra de Juan Soriano ofrece algo todavía más infrecuente, más portentoso y es la prosecución de la Aurora salvada de su reiteración al dar algo que trasciende su suceso. Es una anunciación que se cumple al dar, al fin, seres.”16 III Sin embargo, la lectura y estudio de su pensamiento dejará de ser sólo patrimonio de un estrecho número de lectores hasta después de su muerte. Su difusión se inició a partir de los noventa con la participación fundamental de Ramón Xirau, Adolfo 13 14 15 16 CASTAÑÓN, A., Fulgores de María Zambrano, México, Sin nombre, 2002, pp. 60-61. PAZ, O., “Una voz que venía de lejos”, Homenaje a María Zambrano, op.cit., pp. 24-25. ZAMBRANO, M., “Un descenso a los infiernos”, Homenaje a María Zambrano, p. 22. ZAMBRANO, M., Algunos lugares de la pintura, Madrid, Espasa Calpe, 1989, p. 235. Revista de Hispanismo Filosófico n.º 13 (2008): 107-112 112 JULIETA LIZAOLA Castañón, Mariana Bernárdez y Angelina Muñiz. Este número reducido de escritores y pensadores fueron abriendo y mostrando a los lectores mexicanos, poco a poco, el poderoso pensamiento de María Zambrano. Curiosamente todos ellos son poetas y escritores de ensayo literario y desde ahí, desde el problema de la relación entre poesía y filosofía se inicia en México el descubrimiento de un pensamiento que no ha dejado de expandirse y reconocerse como una voz intelectual que es recibida como gota de agua en tierra seca, es decir como una necesidad que se sabía pero no encontraba como solventarse. No serán los filósofos, sino los poetas, los primeros en reconocerla. Posteriormente, se sumarán a este abrir camino hacia el estudio de su obra Greta Rivara, Anthony Staton, James Valender, Alberto Enríquez y la que esto escribe. Los coloquios sobre su pensamiento irán reuniendo a los conocedores de su obra. De ahí saldrán los primeros artículos y libros como homenajes a la pensadora española. Su entrada en la vida académica de las universidades fue también un lento proceso. Como lo recuerda Adolfo Castañón: “Hubo una época en que algunos profesionales se preguntaban si lo que hacía María Zambrano era realmente filosofía, una época no tan lejana, según recordó José Luis Aranguren en 1983, en el seminario de María Zambrano realizado en Almagro.” 17 Hoy día, aunque sigue siendo mirada con recelo por parte de una academia poco dada a la idea de convivir con las poéticas de la vida, la obra de María Zambrano y la difusión y discusión de sus postulados es un hecho. El Instituto Nacional de Bellas Artes, la Universidad Iberoamericana, el Colegio de México y la UNAM, han sido los espacios donde se ha realizado esta indispensable relación con la razón poética. Siendo la UNAM y, destacadamente, la Facultad de Filosofía y Letras, donde se han realizado las últimas Cátedras especiales dedicadas al estudio de su pensamiento. Los cursos de Filosofía contemporánea, de Filosofía de la cultura, Problemas éticos, Problemas estéticos y Filosofía de la religiosidad han incluido sus textos; por lo que la generación de tesis sobre su estudio es algo en proliferación. La voz de María, que venía de lejos como la conservó Paz, ha tenido el valor de sacar a la filosofía académica de los espacios cerrados. Filosofía teñida de racionalismo, cientificismo, positivismo, que plantea que el pensamiento es fruto de la parte racional del hombre y no de sus necesidades más acuciantes, más ocultas, por provenir, precisamente, de la parte irracional de nuestra vida. El alma, el amor, el sueño, el despertar, las sombras, los dioses, lo sagrado, la nada, la piedad, lo fugaz, la poesía …se escuchan en las aulas. 17 Ibidem, p. 7. Revista de Hispanismo Filosófico n.º 13 (2008): 107-112