José Antonio Álvarez Amorós, Ricardo Miguel Alfonso, Antonio Ballesteros González y Silvia Caporale Bizzini 2004: Teoría literaria y enseñanza de la literatura. Barcelona: Ariel. 186 pp. María D. López Maestre Universidad de Murcia [email protected] El libro Teoría literaria y enseñanza de la literatura, coordinado por José Antonio Álvarez Amorós —quien es también autor del primer capítulo— y publicado por Ariel, nos ofrece una obra rigurosa en la que los estudiosos de la literatura, la crítica literaria y la estilística encontrarán reflexiones críticas y perspicaces acerca de cuestiones de especial relevancia para la enseñanza de la literatura, que lo son aún más, si cabe, en el contexto social y cultural del siglo XXI. De modo convincente, esta recopilación de ensayos demuestra cómo la teoría literaria puede propiciar un acercamiento más consciente y reflexivo, a la vez que enriquecedor, a los estudios literarios y en especial a los relacionados con la labor docente. El volumen de 186 páginas recoge las contribuciones de José Antonio Álvarez Amorós, Ricardo Miguel Alfonso, Antonio Ballesteros González y Silvia Caporale Bizzini. Consta de cuatro capítulos en los que, desde diferentes enfoques, se reflexiona acerca del papel desempeñado por la teoría literaria en la formación y transmisión del saber literario, especialmente en el ámbito de la enseñanza superior. El orden de presentación obedece a una secuenciación lógica y bien estructurada de los contenidos. Los dos primeros capítulos están más orientados hacia la discusión teórica mientras que los dos últimos tienen un carácter más práctico. Se va, en definitiva, de lo general a la exploración de obras concretas, aspecto éste sobre el que versan los capítulos tercero y cuarto. Pasando a comentar con más detenimiento el libro, podemos iniciar esta revisión afirmando que en el capítulo primero, titulado “Crítica y superación de la especificidad literaria,” José Antonio Álvarez Amorós de forma muy acertada y en un ejercicio de responsabilidad académica y coherencia metodológica, examina con detenimiento la propia naturaleza del hecho literario. A través de una reflexión minuciosa y sólidamente argumentada plantea este tema fundamental, que debería constituir un punto de arranque esencial y necesario en el inicio de la docencia y consideración crítica de textos literarios. El autor pone de relieve la naturalidad con la que, tanto en el ámbito docente universitario como en niveles anteriores, se suele admitir la existencia de la literatura como fenómeno objetivo, sin necesidad de clarificación previa, eludiéndose así el planteamiento público de su naturaleza estereotípica. Para Álvarez Amorós llama la atención la frecuencia con la que en las clases de literatura se parte de “un consenso nebuloso e intuitivo” (10) de lo que es el fenómeno literario, sin que se aborde con detenimiento la definición del término ni se cuestione específicamente su naturaleza ontológica. Tal vez cierta comodidad intelectual sea la causa de que se obvie la definición del objeto de estudio y se pase a “enseñar literatura” sin reflexionar acerca de lo que es “saber literatura.” Con coherencia y valentía intelectual, Álvarez Amorós no esquiva abordar este tema y nos ofrece una excelente y muy bien sustentada consideración acerca de la naturaleza del fenómeno literario. Comienza por revisar las diferentes acepciones del término literatura desde un punto de vista histórico, para pasar a continuación a examinar de forma exhaustiva las dos grandes categorías que han articulado la clasificación de las concepciones de la literatura 136 María D. López Maestre —la específica y la inespecífica— así como su implantación cultural y su distribución ideológica. Finalmente argumenta en favor de un modelo transicional o analógico del fenómeno literario, presentándolo como el más aceptable y conveniente por ser el más “ajustado a la realidad, a la evolución histórica de este concepto, y a las necesidades de una moderna pedagogía de la literatura” (10–11). Es interesante destacar que, con el fin de no limitarse al ámbito de la mera especulación, Álvarez Amorós proporciona notas concretas sobre cómo acometer una definición del fenómeno literario de carácter transicional, liminal o de especificidad cuantitativa, basado en la progresiva acumulación de rasgos semánticos, sintácticos y pragmáticos. También esboza, con un par de ejemplos, el modo en que el modelo descrito asigna grados variables de literariedad a obras diferentes, justificando así el lugar que estas obras literarias ocupan en el canon. Un acierto que conviene destacar es que este capítulo abunda en detalles intelectuales que mueven a la reflexión y al debate sin tratar de evitar la controversia. Así, por ejemplo, el autor señala que “la asimilación por parte del alumno de la naturaleza problemática de la literatura y el desarrollo de actitudes rigurosamente motivadas bien a favor o bien en contra de las concepciones expuesta—especificidad, ines p ecificid a d , transicionalidad—constituyen un paso previo inexcusable para abordar cualquiera de las muchas disciplinas literarias de índole filológica, histórica o crítica que pueblan los estudios de humanidades superiores” (62). Creo que éste es un planteamiento ciertamente relevante, que no debiera faltar en las clases de literatura. Es preciso, así mismo, resaltar la excelente documentación y referenciación bibliográfica y el interés de las notas a pie de página, que resultan aclaratorias y aportan datos de interés sobre los temas tratados, facilitando la asimilación de ideas. Por todo lo anterior, este trabajo es una contribución muy interesante para todos aquellos profesionales interesados en la docencia de la literatura, y debería convertirse no sólo en lectura recomendable sino de obligada consulta. En el segundo capítulo, titulado “Estudios literarios y compromiso ético: dos perspectivas modernas,” Ricardo Miguel Alfonso se introduce en una esfera de mayor concreción teórica. En él inquiere acerca de las relaciones entre el discurso de la ética, la literatura y la crítica literaria. En una breve introducción al tema señala cómo, en su opinión, las “relaciones entre filosofía, ética y teoría literaria rara vez han sido sencillas” (63). A menudo el vínculo entre ellas se ha venido articulando de manera un tanto “excéntrica cuando no confusa” (63), sin tratar con el debido cuidado cuestiones relativas a la recepción del texto, ya sea desde del punto de vista personal o de grupo, con lo que se ha dejado al margen la consideración sobre las relaciones más directas entre la obra y el lector. Tras una breve revisión histórica de la visión ética de la literatura, desde las primeras poéticas de fines de la Edad Media hasta el siglo XX, Ricardo Miguel llega a la conclusión de que se puede hablar de una “renovación del interés por la sustancia ética de la literatura” (65), lo cual supone ir más allá de la idea del texto literario como entidad autorreferencial articulada sobre artificios formales de diversa índole. En su opinión: “Hoy parece haber quedado bastante claro que la tradición literaria al completo no nos ofrece solamente la jouissance de la lectura, sino también la posibilidad de explorar realidades distintas y de evaluar cómo interactúan los paradigmas culturales de diferentes comunidades, con lo que al mismo tiempo podemos explorar nuestra percepción de éstos” (65). Por ello y por razones que tienen que ver con el devenir de la estética literaria contemporánea, en opinión Reviews 137 de Ricardo Miguel, la “ética literaria” está más en boga que nunca dentro y fuera del mundo anglosajón. Después de esta introducción teórica, el autor comenta la obra de dos críticos, exponentes de las que, en su opinión, son dos de las corrientes filosóficas más importantes que en la actualidad se ocupan de esta cuestión: la caracterizada por el escepticismo, cuyo mejor representante es Stanley Cavell, y la ideada por Martha Nussbaum, que podríamos llamar “comunitaria” y que propugna una proyección social y pedagógica de la literatura. Digno de resaltar es el hecho de que Ricardo Miguel Alfonso no se queda sólo en el plano teórico, sino que nos ofrece su interpretación particular acerca de los modos de lectura patrocinados por estas dos corrientes filosóficas, y lo ilustra con un poema de Walt Whitman para comprobar hasta qué punto las visiones individualista y comunitaria son en realidad dos caras de la misma moneda y como tales han de plantearse en el ámbito docente. Precisamente por plantear la consideración de la literatura en su dimensión ética, este trabajo es especialmente relevante desde el punto de vista pedagógico y está en la línea de tendencias recientes de la investigación filológica. Un tema como éste, que aborda un punto de vista actual y del que se hacen eco numerosos autores, no podía faltar en un volumen como el que nos ocupa. El capítulo tercero, cuyo autor es Antonio Ballesteros González, se titula “La teoría literaria y la enseñanza de los clásicos: El ejemplo de Paradise Lost.” Es ésta una contribución interesante e iluminadora, aunque no exenta de algunas afirmaciones polémicas y controvertidas de las que el mismo autor es ciertamente consciente y así lo indica. Antonio Ballesteros nos ofrece una reflexión sobre cómo presentar en el aula la obra Paradise Lost, utilizando como base teórica y metodológica diversas corrientes de teoría de la literatura, fundamentalmente las referentes a la estética de la recepción y a las de filiación feminista. Aunque sin citar casos concretos, aboga por un justo equilibrio en la investigación filológica y recomienda que no se olvide el estudio de los clásicos, pese a las dificultades intrínsecas que su estudio conlleva o precisamente por ellas. La enseñanza de Paradise Lost constituye hoy en día un reto pedagógico. Sin embargo el análisis de Antonio Ballesteros contribuye a allanar la tarea, aportando pautas muy útiles que facilitan su enseñanza. Antonio Ballesteros consigue acercar al lector al estudio de Milton, “quintaesencia junto con Shakespeare del poeta canónico inglés,” según lo califica Álvarez Amorós en la presentación de este volumen (11). Su exposición trasluce un entusiasmo que logra trasmitir al lector, permitiendo que la obra Paradise Lost cobre vida y se haga más cercana y accesible. A la vez que entusiasmo, el autor logra igualmente comunicar su experiencia docente, señalando los aspectos que considera más fructíferos en el análisis y comentario en el aula, por ser más susceptibles de provocar el debate intelectual y la participación de los alumnos. El libro finaliza con un cuarto y último capítulo titulado “Texto literario y texto cinematográfico: crítica cultural y estudios de género en la enseñanza de la literatura inglesa” a cargo de Silvia Caporale Bizzini. En él, la autora examina la obra Frankenstein (1818) de Mary Shelley y la compara con la versión cinematográfica Mary Shelley’s Frankenstein (1994) de Kenneth Branagh. Se trata de una contribución acertada y especialmente pertinente en una era mediática por excelencia. Su análisis revela cómo a través de la comparación de dos medios tan distintos se pueden percibir las carencias, las limitaciones y los encorsetamientos de la obra cinematográfica, para así ahondar en un 138 María D. López Maestre mejor entendimiento del texto original y sus facetas interpretativas. La autora demuestra el valor pedagógico derivado de una exploración profunda del texto literario en relación con la versión cinematográfica y su utilidad como aproximación a la reflexión ideológica, fundamentalmente de corte feminista. Tras una introducción teórica, Silvia Caporale indaga en el papel del lector en la sociedad del espectáculo, considerando las implicaciones y la influencia que los medios audiovisuales pueden tener en nuestros alumnos y en su visión/recreación interpretativa de los textos. Señala la importancia de proporcionarles instrumentos teóricos y analíticos que les permitan desarrollar estrategias interpretativas que posibiliten su reflexión crítica sobre los textos literarios, de forma que se vaya más allá de su dimensión histórica para abarcar aspectos como la clase social, el género y la etnia, todos ellos ejes fundamentales sobre los cuales se cimenta la base teórica de todo discurso contrahegemónico. Para su análisis, utiliza como instrumento crítico algunos de los parámetros y presupuestos teóricos que propone el tipo de crítica feminista que se conoce como “Body Theory” en el ámbito cultural anglonorteamericano. Partiendo de ellos, llega a la conclusión de que la película de Branagh, a pesar de ser considerada una de las versiones que sigue con mayor fidelidad el texto del relato original, no transmite de forma adecuada el discurso de Shelley. Por el contrario la voz de la autora queda sofocada por la importancia que adquiere el personaje de Victor Frankenstein. A través de la reflexión sobre varias escenas de la película, Silvia Caporale muestra cómo Kenneth Branagh manipula los discursos de la maternidad y el feminismo de la igualdad para justificar el discurso científico de Victor Frankenstein, un discurso que define científicamente el cuerpo humano “universal” desde una perspectiva sesgada. Valorando el volumen en su conjunto, cabe destacar la experiencia que rezuman sus páginas. En todos los casos se puede atestiguar que se trata de autores con amplia experiencia docente, lo que hace más valiosa la presentación de los contenidos. Sin embargo, toda obra escrita es perfectible, y no podíamos terminar una revisión crítica sin señalar algunos detalles que, a mi entender son dignos de mejora. Por ejemplo, las—a veces, irremediables—erratas tipográficas que aparecen en el texto, podrían resolverse en una próxima edición o en una fe de erratas. Quizás en aras de hacer más clarificador el texto, las obras citadas por medio de abreviaturas (en el capítulo 2), podrían referenciarse de forma convencional. Y también se debería rectificar alguna referencia bibliográfica que aparece incompleta, aportando los datos pertinentes para facilitar su consulta. Finalmente me gustaría referirme a las palabras introductorias de José Antonio Álvarez cuando hace la siguiente declaración de intenciones: “Confiamos en que este volumen, rectamente entendido, sea útil para profesores y alumnos de literatura de toda condición y especialidad, pero también para críticos independientes, autores y amantes de la lectura atraídos por descubrir cómo puede la teoría literaria fomentar un acercamiento más consciente a la enseñanza de la literatura” (12). En este sentido me gustaría constatar que el editor y sus colaboradores han acertado de pleno al conseguir acercar la teoría literaria a la enseñanza de la literatura. Nos ofrecen un volumen útil, de obligada lectura para profesores y alumnos, fundamentalmente en el ámbito de la enseñanza superior y de los estudios anglonorteamericanos.