Cronología comentada del teatro en Colima durante el siglo XIX

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Memoria
IV Foro Colima y su Región
Arqueología, antropología e historia
Juan Carlos Reyes G. (ed.)
Colima, México; Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura, 2008.
Cronología comentada del teatro en Colima
durante el siglo XIX. 1870-1911.1
Carlos Ramírez Vuelvas
Universidad de Colima
A Víctor Gil Castañeda, Moy
1. Introito: liminares.
Los géneros literarios del siglo XIX en Colima se manifestaron con el tono y estilo de
la expresividad histriónica,2 escritura en los lindes de los géneros del drama. De cualquier
forma, en el escenario literario de nuestro periodo finisecular destacan tanto las
representaciones de guiones de teatro, de los cuales por el momento, pesaroso, los
meramente colimenses parecen imposibles de rescatar; como de otras formas literarias en
los umbrales de la lírica: piezas y poemas destinados a la declamación más que a la letra
impresa, ya sea en la tribuna política, en la palestra de los actos cívicos o en el escenario de
las honras fúnebres, y que después se reproducían en periódicos y/o revistas; discursos con
estructura oratoria, también con intención política o de conmemoración, destinadas a
presentarse en tribunas, palestras y escenarios; amén de las zarzuelas, las operetas además
1
de otras derivaciones menos elocuentes del feliz encuentro entre las combinaciones del
drama, la poesía y la música.3
Esta producción de textos literarios dramáticos se ubicaría en las dos últimas etapas
del siglo XIX, de acuerdo al proyecto de periodización que ya he propuesto para analizar la
trayectoria de las letras colimenses de ese siglo.4 A partir de esa periodización, el presente
artículo muestra la trayectoria del teatro colimense registrada en las páginas del periódico
El Estado de Colima, entre 1870 y 1911. La constante difusión de eventos culturales de este
impreso, al menos en sus primeras décadas hasta antes del siglo XX,5 nos permite observar
el desarrollo de la escena teatral colimense desde un palco honor.
Se sabe que el teatro mexicano en las últimas tres décadas del Diecinueve vio con
morbo y escándalo la llegada de piezas poco parecidas al origen eclesial, cien años atrás, de
las representaciones dramáticas. Las escenas de can-can y zarzuela entonces se granjeaban
el interés del pueblo, con actrices que lucían poca ropa y “demasiados atributos carnales”,
incluso para los críticos más sediciosos como Ignacio Manuel Altamirano o Manuel José
Othón.
Pero este periodo también se caracteriza por una apropiación nacional de la escena
dramática.6 La escritura de las obras ya no dependía exclusivamente de los autores
españoles, o las adaptaciones que ellos hacían de escritores franceses, italianos, ingleses y
alemanes. Un grupo, reducido aún, de autores mexicanos engalanaban la pluma de
dramaturgos, lo que se complementó con el diseño, construcción y ejecución, cada vez más
intensa, de edificios, teatros y escenarios apropiados para las representaciones con una
ambición empresarial. Sobra decirlo, pero el escenario nacional toma sus justas
dimensiones en la provincial Colima.
2. Proscenio: los estudios.
Los estudios sobre el teatro en Colima descansan de manera fundamental en las
plumas, los estudios y las reflexiones de dos acuciosos investigadores sobre el tema: Felipe
Sevilla del Río y Víctor Gil Castañeda.7 El primero legó en letra impresa un extenso ensayo
sobre la fundación del Teatro Hidalgo, titulado “El Teatro Hidalgo y su famosa lámpara”
(incluido en su libro Prosas literarias e históricas,1974), donde ofrece datos abundantes
sobre la actividad dramática, y del que me ocuparé más adelante.
Por su parte, Moy (Víctor Gil) y Cuquita de Anda realizaron una verdadera obra
monumental: Breve historia del teatro en Colima: 1940-2000 (sus grupos y sus montajes),
que tristemente aún no se ha visto impreso en su único modelo posible, un libro de
necesario formato amplio con imágenes insólitas de los dramaturgos, actores, productores y
2
hasta escenarios locales. En cambio, generoso siempre, el profesor de la Facultad de Letras
y Comunicación compartió un fragmento de ese volumen con algunos de sus ex alumnos
(incluyéndome, claro) para una edición del intento de suplemento cultural, ahora extinto,
Zafra del periódico Mileno.
Siguiendo el trabajo de tesis de Blanca Alfaro de Anda, Apuntes del teatro en Colima
durante los siglos XVIII y XIX (2002), Gil Castañeda asegura que durante las primeras
cinco décadas del siglo XIX, hubo varias presentaciones dramáticas en los escenarios de El
Teatro del Puente y del Pabellón Mexicano.8
De igual forma, la labor creativa en la investigación histórica de Servando Ortoll
revela algunas actividades litúrgicas que podrían considerarse otros atisbos de teatro en
Colima. Este historiador describe que, de manera particular, en el siglo XIX, durante la
Semana Santa se establecía una “dimensión religiosa” en la que se intentaba escenificar la
muerte y resurrección de Jesucristo, además de las diversas reacciones que esto provocaba
en la representación colectiva del pueblo.9 Podríamos recordar que el teatro religioso no
sólo se concibió en los abriles, y añadir la conocida estrategia de la evangelización como
una tarea de seducción dramática, sin embargo, a reserva de información más exacta, estas
prácticas no explicitan el carácter histriónico de la literatura colimense que finalmente se
busca en este ensayo, ni tampoco coincide con el momento histórico del que pretendo
ocuparme, ya que el teatro evangelizador en México rindió sus mejores frutos justo antes de
la Independencia.
De cualquier forma, poco puedo hacer frente a tales polígrafos. Por eso, mis páginas
se limitan a las curiosidades de las que soy obseso, y que consisten en la revisión de
impresos periódicos antiguos. Reitero que es tal la producción teatral durante el siglo XIX
colimense que es posible andar su camino en el día a día del diarismo del periódico oficial
El Estado de Colima, y detenerse en algunas pautas en verdad memorables, al menos en la
indagación de tres premisas: 1) la calidad de ese material dramático, ensalzada por los
redactores de prensa; 2) lo inusitado que resultan algunas noticias relativas al teatro
expuestas en las páginas del rotativo; 3) y porque, a final de cuentas, resultan testimonios
invaluables para comprender cómo se practicaban las letras en aquellos ayeres, y por ende,
el escenario cultural de la época.
3. En la palestra: los escenarios.10
Entre 1870 y 1911, el escenario urbano, pingüe en adoquines, terregoso y poblado
más del verde de la selva baja del Occidente del país que de los tonos ocres de los
materiales de la construcción urbana, siempre envuelto en la bruma de los colores del
3
trópico, la vida de los teatros en Colima se manifestaba entre los nueve bloques de caseríos
que circundaban el centro del pueblo, limitadas al este por el río Colima o Principal y al
oeste por el río Chico o Chiquito. Ha sido siempre, pues, el corazón de ese centro capital, la
Plaza de Armas ahora Jardín Libertad, que desbordaba los límites de sus aceras sobre la
cimbra de la construcción de un Palacio de Gobierno absolutamente en ciernes (acaba de
estrenar su legislación apenas en 1880), donde también, ocasionalmente, se presentan
conciertos y piezas teatrales; ceñido a la igualmente en ciernes edificación de otro recinto
regular de conciertos, la Parroquia, presurosa de allegarse al menos un obispo, que llegaría
en 1881. El escenario no puede ser otro que los cimientos de una ciudad, que ha decidido
mostrar en los espectáculos su principio de urbanidad, dentro de los jacalones adaptados
para no más de un centenar de personas.
Si uno anduviera de nuevo sobre la ahora calle 16 de septiembre, en aquél entonces
Del Jardín Núñez, cruzaría el umbral provinciano de la única zona de teatros que se ha
inscrito en nuestra historia, incluso la única zona con aspiraciones a formar un circuito
cultural, circundada al norte por la calle Principal (Madero) y al Sur con la Del Manzanillo
(Nicolás Bravo). Atentas al paso de los peatones, orgullosos de los vislumbres de
urbanismo que prohíbe las mantas y los taparrabos, lánguidas palmeras arañan el templado
atardecer, hasta convertirse, un poco más al sur de la ciudad, en la huerta poblada por
limones y mangos.
En la esquina que forman las calles San Cayetano (Degollado y Venustiano Carranza)
con Del Jardín Núñez (Hidalgo y 16 de septiembre), el peatón vería cómo se asentó el
irregular Pabellón Mexicano (¿1850?)11 enarbolado por ligeras llamas de lámparas con
mechas que dejan una nata densa del humo provocado por la quema del aceite de coco. Ahí
se presentaba el programa más nutrido de las temporadas teatrales, fue el centro de
espectáculos favorito de la población colimense porque como no discriminaba entre clases
sociales tampoco lo hacía en la presentación de espectáculos, y lo mismo exhibía las luces
afiebradas de las zarzuelas, afamadas por su tufillo a espectáculo de cabaret, como óperas,
eventos de sonambulismo o ligeros sainetes de ocasión.
Digamos que el andante tiene buena fortuna, y ese mismo día, a distinta hora para no
robarse al público selecto, caminando sólo unos cincuenta metros hacia el sur del poblado,
en la esquina de las calles de San Cayetano (Venustiano Carranza y Degollado) con Del
Hospital Civil (Morelos e Independencia), se encontraría con las baldosas encaladas del
Teatro Santa Cruz (1871),12 ahora Teatro Hidalgo, la cúspide de nuestro porfiriato, símbolo
del poderío de Francisco Santa Cruz (el Santa Anna colimense, guiñe José Miguel Romero
de Solís); e icono de nuestro urbanismo decimonónico, diseñado por el poderoso, porque
era casi un líder sindical de obreros, e intuitivo porque acaso alfarero construyó edificios en
tierra de temblores, Lucio Uribe. A falta de la esplendorosa lámpara que llegaría mucho
4
después para coronar su vestíbulo, el teatro aspiraba a ser una auténtica construcción de
estilo porfiriato tardío, si vale la expresión para la arquitectura, a tono con la tendencia
modernoplatera (importada de la Calle Plateros, hoy Madero) de la Ciudad de México, que
se distinguía de todo el país por el aire cosmopolita de su Jockey Club, desde donde
Manuel Gutiérrez Nájera cantaba atiplado, afrancesado, a la duquesa Job.
Nuestro peatón continuaría su marcha más al sur de aquel centro urbano, hasta llegar
a la casa de don Gildardo Gómez, el ex hospital de San Juan de Dios, que el periodista y
político católico se agenció gracias a las buenas obras cometidas a favor de nuestro señor.
Este cruce con el inmueble del ex gobernador, obligaría al peatón a recorrer hacia el oeste
algunos pasos sobre la calle del Hospital Civil, hasta cortar metros al sur por la calle de San
Cayetano (Venustiano Carranza y Degollado) y llegar a la Del Manzanillo (Nicolás Bravo),
para por fin encontrarse en la esquina Del Palacio (Constitución y Reforma), en la Plaza del
Dulce Nombre, donde en un rincón del pueblo, irregular, maltrecho, de maderas podridas y
pobres piolines, participa en el circuito de drama, el Coliseo del Teatro Puente (1848),13 a
ratos clausurado a causa de su penosa construcción, a ratos hospedaje de dramaturgos que
robaban al gobierno.
Igual de informe, el Teatro del Nuevo Mundo asentó sus reales, ahora desaparecidos
incluso en los archivos, en las calles Del Palacio (Constitución y Reforma) y Del Jardín
Núñez (Hidalgo y 16 de septiembre). Como la noche amenaza ya a escampar sobre el
enlutado cielo tropical, nuestro peatón dirigiría sus pasos hacia el norte, para trazar la
topografía cercana a la Plaza de Armas. Justo frente a él se ubica la oficina de redacción del
periódico La voz del Pacífico, que dirige el Barón Brackel Welda quien le escribe cartas
tutelares al Duque Job. La historia del Teatro del Nuevo Mundo es una de las más
inhóspitas, y ha de ser escrita con el montón de vacíos que reflejaban su sillería, sus
programas y los nulos registros que se tienen de él.
Aún si fuera poco para describir la toponimia de los escenarios del teatro colimense,
el viajante podría beberse una cerveza de Melesio Hernández en la casona de un viejo
vecino, Juan Fermín Huerta, situada en las cercanías de ese cuadro dominado por los
principales centros de drama. Ocasionalmente, en la intimidad de los corredores de la finca
de Fermín Huerta, también se ofrecían representaciones de danza, música y teatro, para el
beneplácito de los vecinos del centro de la ciudad, con especial dedicatoria a aquellos
aficionados a las pastorales, los villancicos y los autos sacramentales.
Oroborus, el andariego, vuelve al principio. Corona el circuito capital del drama
colimense, el kiosco citadino, donde semana a semana, cada jueves, la Lira Colimense
dirigida por José Levy Rheims complace a los diletantes, quienes llegan a descuidar imagen
y compostura civil, para permitirse algunos pasos de vals y una que otra polca.
5
4. Primera llamada: los antecedentes.
Antes de 1870, de acuerdo a Felipe Sevilla del Río, en las primeras cuatro décadas del
siglo XIX:
Colima es visitada por numerosos artistas de la escena y del espectáculo
popular. Cómicos de la legua, pintorescos saltimbanquis, prestidigitadores,
funambulistas fantasmagóricos, maromeros y copleros, alternaban con los
comediantes populares o se unían a éstos para darles más atractivo a sus
diversiones, las cuales seguían escenificándose en los corrales y patios de
mesones y casas particulares y en los atrios de los templos.14
Pero son malas noticias las primeras que se dan a conocer sobre la llegada de un
grupo de teatro en Colima. El 30 de diciembre de 1835, el alcalde primero constitucional,
Ignacio Bravo, extiende una orden de aprehensión en contra de José María Cabral, director
de la Compañía de Cómicos, “en la que figuraban Ignacio El Golondrino, Ramón Pérez,
Matías Hernández y su esposa María Guadalupe, quienes escaparon de Colima sin
presentar las seis comedias que se les pagaron para presentarse en las plazas locales”.15
Son más amables las primicias que ofrece el Fondo del siglo XIX (1826-1861) del
Archivo Histórico del Municipio de Colima (AHMC). Con la proverbial nobleza de los
colimenses, el 29 de enero de 1842, sin dudarlo, a pesar de las malas experiencias, se le
pagan diez funciones de teatro al capitán poblano, metido a empresario de divertimentos,
José María Mata (1819-1895).16 El grupo que encabezaba este distinguido militar y
político, que poco antes de retirarse, en 1880, alcanzó la titularidad del Ministerio de
Relaciones Exteriores con Porfirio Díaz, se puede considerar la primera compañía seria que
llegó a nuestras tierras, y que ofreció la posibilidad de que arribaran a la provincia otras
compañías encabezadas por Cristóbal Rocillo, Santiago Manzano y Apolinar Plata, que
conducían grupos ahora prácticamente desconocidos en la historia del teatro mexicano.
Pero si el teatro “formal” estaba por comenzar, en las plazas colimenses se citaban
grupillos “que actuaron representando comedias y dramas en cortísimos periodos desde
1840 a 1846”.17 Ejemplo de ello es el popular Benigno Muñoz, que el 10 de enero de 1845
solicita permiso para ofrecer sus funciones de circo, maroma y teatro;18 además de
Victoriano Sánchez, quien se presentó como propietario de una compañía teatral ante el
Ayuntamiento, pero que sólo alcanzó a costearse una licencia para realizar media decena de
funciones de actos de saltimbanquis.19
Entre 1850 y 1860, Sevilla del Río suma la llegada de compañía de teatro más
completas, propiedades de José Morari, Desiderio Covarrubias, Susano González, Carlos
Palomera, Agustín Dubreville y Nabor Bracamontes, respectivamente, quienes se
presentaron en alguno de los espacios de la dramaturgia colimense. Pero también visitaron
6
a Colima, en calidad de dramaturgos, el maromero Mateos Sáenz20 y la máquina
fantasmagórica de E. Ángel.21
A partir de la década de los sesenta ventearon aires de cambio. En 1858, Crescencio
Orozco, que a la postre presentará sus propios libretos, cansado de la inestabilidad teatral
decidió invertir 5 mil pesos para allegar a la capital verdaderas funciones de teatro, y a su
manera expuso ante los regidores Joaquín Campos y Ramón Pamplona otra urgencia, la de
edificar un verdadero teatro colimense,22 como el que el gobernador de Jalisco, Santos
Degollado, comenzó a construir en Guadalajara. La descripción de todo el episodio
establecería la protohistoria de nuestro Teatro Hidalgo. Por lo que se puede observar, se
preparaba un escenario distinto que bien pudo tener un esplendor plausible a partir de la
década de los setenta del Diecinueve.
5. Que comience la función: la cronología.
Antes de comenzar, anoto algunas consideraciones sobre el material consultado, y
sobre la presentación que ahora dispongo. He omitido todas las referencias directas al
periódico El Estado de Colima, porque resultaría excesivo y ocioso para el lector. En
cambio, para evitar confusiones, he colocado exactamente la fecha del periódico que se
consultó, y no la de la presentación de las actividades teatrales.
Aunque en un primer sondeo me permití realizar una investigación en la versión
digital del periódico, depositada en la página de Internet de la Secretaría de Cultura
(http://cenedic.ucol.mx/cultura/), para el establecimiento final de la cronología fue
necesario compulsar con los originales, para evitar el mayor número de errores. En las citas
textuales, he corregido erratas obvias y actualizado ortografía.
Por desgracia, aunque la mayor parte de la colección del periódico se conserva en
buen estado, no está completa por lo que es probable que se omitan algunas fechas. Sin
embargo, estoy seguro que esto será una oportunidad para corregir, ampliar y mejorar el
trabajo que ahora ofrezco.
1872
19 de febrero
Impacientes, los redactores de El Estado de Colima esperan desesperados la llegada
de las compañías de teatro, para presenciar el jolgorio en las primeras palestras de la
localidad. En las ocho columnas del matutino, al lado del último decreto del gobierno
7
estatal o las nuevas disposiciones de la federación, los escribanos de la prensa colocan,
como quien solicita en un aviso de ocasión, un comentario sobre las divertidas y culturales
ventajas de las puestas en escena, que se niegan a llegar.
5 de abril
Como vaso de agua en el desierto, llega la Compañía de Oriente, y luce entre sus filas
a la curvilínea actriz, poco a poco venida a menos, doña Evarista González de Azuaga,
levantando los suspiros de los cronistas a quien describen, con disimulada malicia, “cual
canéfora sonora”.
5 de mayo
Un mes exacto después de las últimas noticias de teatro en la ciudad, al fin arriba a la
capital del estado la impresionante Compañía Azuaga. Aunque no hay registros de este
grupo dramático en los anales del teatro nacional, sorprende la calidad de su programa y lo
prolongado de sus temporadas. Para este año la campaña se realizó en el Teatro del
Pabellón Mexicano, donde abrió jornada la obra El corazón de un soldado y la pieza Juan
el cochero.
10 de mayo
Sin mayor relevancia salvo que es su primer intento, el militar y político Pantaleón
Morett consigue presentar su obra Por honor de los partidos o hacer el bien al enemigo,
con el auxilio de los actores y la sapiente producción de la Compañía Azuaga.
12 de mayo
Continúa la Compañía Azuaga, quien ahora ofrece en su cartel la obra Fabio el
novicio, del libreto atribuido a Ventura de la Vega (1807-1865), un dramaturgo español que
a finales del siglo XIX alcanzó celebridad en toda Hispanoamérica debido a sus éxitos en
los géneros menores de la dramaturgia, como la zarzuela, la opereta y las piezas. Fabio el
novicio trata sobre la invasión de Francisco I de Francia a Milán, y las desventuras de las
clases pobres de Italia. La Compañía también presentó la obra Diego Corrientes o el
bandido generoso, original de José María Gutiérrez de Alba, estrenada en 1848 en Madrid,
España, con un éxito tumultuoso, de acuerdo a los reportes de la época, debido a la simpatía
que rápido se granjeó en las clases populares, ya que el argumento cuenta la vida de un
bandolero andaluz que robaba a los ricos para socorrer a los pobres.
8
17 de mayo
El primer colimense al escenario durante el año, fue en turno del inspirado
Crescencio Orozco con la obra Doña Rita o una suegra consejera, que recibe los aplausos
emocionados de los cronistas. Orozco, que ya ha mostrado sus dotes en la poesía, el
periodismo y la oratoria, vestido en su gala habitual, se beneficia de la presencia de la
Compañía Azuaga para culminar su obra y la estancia de los actores para presentarla.
19 de mayo
Los Azuaga presentaron la obra de tres actos en verso Consuelo o la segunda parte de
Diego Corrientes, escrita por Abelardo López de Ayala, además de la pieza cómica de un
acto, La sociedad de los trece, creación del difundido Ventura de la Vega.
26 de mayo
Aprovechando el éxito de la Compañía Azuaga, el tremebundo editor y escritor
jalisciense ya avecinado en Colima desde varios ayeres, Francisco Eulogio Trejo,
presuroso, da los últimos toques a su obra Por huir del mundo o la loca de Bellamar. Antes
de mostrarla al público, pide permiso oficial a las autoridades locales y se prepara para el
aplauso, que al menos sus amigos redactores de El Estado de Colima no le niegan.
2 de junio
El interés que han provocado las obras foráneas, inspira las plumas de nuestros
autores colimenses, quienes incluso trabajan a cuatro manos con los escritores de otros lares
para cumplir los propósitos de ver proyectadas sus obras en el entarimado de un escenario.
Así, el músico José María Rojas Vetiz, que radica lo mismo en Guadalajara o en Colima,
acuerda con el rollizo general y político Pantaleón Morett, coautor del guión, el estreno en
nuestro estado de la sátira Elijo por marido al autor de la comedia. La prensa local no
desaprovecha la ocasión para anunciar, como quien amenaza, que el generalísimo Morett ya
tiene entre el tintero y algunas planas, las primeras líneas de la pieza jacarosa El sistema de
solteros, de la que nunca más se volvió a saber nada.
1873
7 de marzo
La Compañía Dramática Espinosa presentó las obras de teatro La mala semilla y Lo
que sobra de mi madre, de Enrique Pérez Escrihe, en el Pabellón Mexicano. Aunque la
asistencia fue poca, se quejan los redactores de prensa, agradecen el enorme esfuerzo de los
Espinosa, y apenados, prometen mayor difusión en las planas del periódico.
9
18 de abril
La Compañía Solórzano presenta la obra Por derecho de conquista, del poeta Feval,
que “hizo vibrar con entusiasmo los corazones de un pueblo eminentemente democrático,
como lo es el de Colima”. Enfebrecidos, los redactores del periódico no escatiman elogios a
la compañía que logró convocar a un público nutrido en el Pabellón del Pueblo. El señor
Solórzano interpretó el papel de Jorge Simón, y la señora Calderón el de la madre de este
protagonista. En el mismo programa también se presentó La hechicera de París, que agradó
el público pero no despertó la misma curiosidad que la anterior obra. Finalmente, se
anuncia la presentación dominical, el próximo 27 a las 8:30 de la noche, de Una sospecha,
de Ramón Valladarca y Saavedra, además de la zarzuela La cola del diablo.
2 de mayo
Orgullosa, la prensa sólo atina a describir de la siguiente manera el evento más
importante del año en los escenarios colimenses: “Tenemos el placer indecible de poner en
conocimiento de nuestros lectores, que procedente de las repúblicas centroamericanas, ha
llegado a esta ciudad la compañía de ópera, que dirije (sic) el Sr. Compagnoli. Este
acontecimiento es digno de señalarse en nuestra sociedad, y por lo mismo aguardamos que
los dilettanti contribuyan con empeño y entusiasmo al buen éxito de la referida compañía.
Inmediatamente que se halle disponible el local respectivo, comenzarán las funciones que
con ansia esperamos.” Julio Campagnoli era el bajo caricato de la compañía de ópera de Ida
Visconti de Grossi, que en el mismo año se presentó en el Teatro Principal de la Ciudad de
México.
Por otra parte, sin aminorar el ánimo ante semejante competencia, la Compañía
Solórzano continúa con su temporada en el Pabellón Mexicano, al anunciar para el
domingo 4 de mayo, la comedia en tres actos Don Tomás, para culminar con la pieza
Receta contra las suegras.
9 de mayo
La Compañía de Ópera de Compagnoli encuentra escenario en el Teatro Puente,
donde hará temporada de ocho funciones, y ofrece abonos al costo de un palco de seis
asientos en 78 pesos y una luneta en 18. Además, los costos por función serán de un palco
con seis asientos, 12 pesos; una luneta dos pesos; segunda fila 76 centavos; y galería 37
centavos.
El periódico anunció pomposamente su elenco: prima donna assoluta, Elisa
D’Aponte; primo tenore assoluto, Antonio Tasso; primo barítono assoluto, Egisto Petrill;
donna comprimaria, Matilde B. de Mancini; primo baso assoluto, Filippo Mancini; primo
buffo assoluto, Giulio Campagnoli; altro primo basso, Manuel Cisneros; tenore
10
comprimario, Genaro Velazco; maestri concertori é director d’orchestra, Fratelli, Valentín
y José María Rojas Vertiz; maestri direttore de cori é suggeritore, Manuel Cisneros.
Además, el repertorio de la función se conformaba con las obras: Ernani, Traviata,
Luisa Miller, Attila, Masnadieri y Macbeth, de Giusseppe Verdi; Lucía de Lamermor y
María de Rohan, de Gaetano Donizetti; Birraje di Preston y Crispido d la Cornare, de
Ricci; Barbieri di Siviglia, de Rossini; Ebrero, de Appolini; Elena d’Tolosa, de Petrella; y
Pipelete, de Ferrari.
Si no fuera suficiente para el público colimense, en el Pabellón Mexicano la
Compañía Solórzano también anunció sus obras para el domingo, en el horario conocido, a
las 8:30 de la noche, con el drama en cinco actos La plegaria de los naufragios, de
Bouchardy.
17 de mayo
Al fin la primera presentación de la Compañía de Ópera, que a pesar de ser
largamente anunciada tuvo una asistencia baja. La función de gala tuvo la pieza Lucia de
Lammermor, de Gaetano Donizetti, y nuevamente los redactores tienen que escribir su
crónica con cierto dejo de culpa ajena: “Como habíamos tenido noticia de las innumerables
dificultades con que tuvo que luchar la Compañía, par aponer en escena esta obra de
mérito, por falta de orquesta a propósito y las personas necesarias para conformar los coros;
a la verdad quedamos agradablemente sorprendidos por la buena ejecución de la ópera, lo
que desde luego nos demostró el empeño y trabajo extraordinario de los señores operistas y
directores de orquesta y coros.” También se anuncia la presentación para el próximo jueves
20 de mayo, la ópera Ernani, de Giusseppe Verdi.
Afanosos como nunca, los cronistas también se permitieron reseñar en términos
positivos el drama montado por la Compañía Solórzano, La plegaria de los náufragos que
llenó la sillería de El Pabellón Mexicano.
30 de mayo
La Compañía Campagnoli, nuevamente, obnubila a los cronistas de prensa, que
dedican una larga crónica para recordar la presentación de Ernani, de Verdi, y El Barbero
de Sevilla, de Rossini. En tono culposo, como es la constante al referirse a esta Compañía
de Ópera, el periodista comienza:
Antes de entrar en el pequeño examen que nos proponemos, parécenos
prudente hacer saber a nuestros lectores que ninguna inteligencia ni
capacidad nos ha dado al naturaleza para juzgar propiamente, ni menos
con su tecnicismo, la buena o mala ejecución de las óperas que se pongan
11
en escena; pero al resolvernos a dar nuestro humilde voto, nos proponemos
obrar en justicia y con imparcialidad.
Esta extensa crónica es una de la pocas que nos muestran algunos aspectos de los
asistentes al teatro:
Las hermosas colimenses engalanadas con sus lujosos trajes y atavíos, han
embellecido el improvisado teatro dándole a éste un ser que, a decir verdad,
estaba muy lejos de tener. Una escogida sociedad se reunió en este, y
preciso es decirlo: nos hemos congratulado al verla tan expresiva como
satisfecha.
A pesar de que varios miembros de la orquesta de la Compañía durante la semana,
con el argumento de que formarían parte de los festejos de un batallón militar, que exigió
su presencia, el redactor de la nota no puede reprochar el desempeño de la orquesta
formada de improvisto y, por el contrario, aplaude su armónico desempeño. Al finalizar, se
anuncia la presentación del próximo domingo de María de Rohán, de Gaetano Donizetti.
6 de junio
La Compañía Campagnoli presentó El Barbero de Sevilla, de Rossini. Los redactores
dedicaron una larga crónica que ocupó casi la mitad de una plana. Luego de destacar el
notable esfuerzo de los actores y lo músicos participantes, de nueva cuenta los cronistas
hacen una apología contra la falta de asistentes a la ópera, particularmente de las clases
sociales bajas: “El teatro estaba notablemente concurrido, la buena sociedad de esta capital
veíase reunida toda, y con sentimiento nuestro, notábamos la falta de concurrencia de
nuestro pueblo.”
Luego recriminan con más ahínco contra la gente de “nuestro pueblo”: “Parece
imposible creer que siendo tan moderado el precio de la entrada para la clase menesterosa o
pobre, no haya el entusiasmo; allí hemos contemplado con indecible satisfacción que la
gran diversión de la Ópera se ha hecho necesaria, modificando y suavizando las costumbres
y los sentimientos de nuestro querido pueblo, hasta llegar a ver en él óptimos frutos de
civilización y buen gusto”.
Y como no queriendo la cosa, presionan con ligereza para que la ópera ocupe una
posición dentro de los proyectos del gobierno:
Colima disfruta por la primera vez de este grandioso espectáculo, y por lo
mismo necesitaría que, una vez que sea concluido nuestro teatro, nuestro
Gobierno facilitara y protegiera estos espectáculos que sin duda serán los
que mejoren los bellos instintos de nuestra sociedad.
12
13 de junio
En turno María Rohan, de Gaetano Donizeti, y La Traviata, Giusseppe Verdi, por la
Compañía de Ópera. Sigue la letanía de elogios y se anuncia la partitura de El Ebreo, de
Apolloci.
24 de octubre
Se anuncia la presentación el drama en cuatro actos y un prólogo Catalina Patrick o
la hermana de la caridad y Perico el emperador o Los ciegos hipócritas y embusteros, un
sainete anónimo que denuncia los excesos de la caridad. Para exhibirse a las ocho de la
noche, los costos del Pabellón Mexicano son: plateas de seis entradas, a cuatro pesos; seis
centavos para entrada a plateas o plateas con vista al patio; dos centavos en palco; y un
centavo en galería.
31 de octubre
Juan Grinaldi presenta los dramas El asesino y la huérfana o el abate Lepe y La casa
de campo, que ha sido solicitada por el público colimense. Además, se presenta la banda de
J. Pineda y los actores de Coll, además de las obras: Los bandidos de Londres o sea el
artesano honrado y Las elecciones de un pueblo.
28 de noviembre
A beneficio de la actriz doña Francisca de Luque, la Compañía de Luque presentó un
extenso programa que atrajo a un buen número de pobladores, la presentación incluía: 1)
Una obertura ejecutada por la orquesta; 2) el drama en cinco actos de la ópera Adriana
Lecouvreur, autoría de Eugène Scribe; 3) la pieza jocosa Al fin casé a mi hija; y, 4) el baile
La linda jerezana.
1874
19 de enero
La compañía dramática de Mariano Luque realizó donativos en sus últimas funciones
en beneficio de la construcción del Hospital Civil del Estado. En total, el teatro logró
recaudar la cantidad de 131 pesos con 31 centavos.
24 de julio
El gobernador, Ramón R. de la Vega ofreció un concierto filantrópico a favor del
hospicio de huérfanos.
13
28 de agosto
Se anuncia la visita a Colima del niño prodigioso Romeo Dionesi, de la Compañía
Dionesi y Font: “Sabemos que este niño, que es una verdadera maravilla del arte, según lo
anuncian la mayor parte de los periódicos de la República, se dirige a esta ciudad, trayendo
consigo una buena compañía dramática que es bien recibida en los todos los teatros donde
se ha presentado”, escriben los redactores para abrir boca. Habrá que ver.
El tema de este joven artista cubano, que presumía tener menos de diez años de edad,
no sólo sorprendió a los colimenses, sino que obtuvo el beneplácito de todos los
aficionados a la dramaturgia y el arte en Hispanoamérica. Notas sobre él se escribieron lo
mismo en España que en Latinoamérica, y México no fue la excepción.
23 de octubre
Los colimenses vieron atónitos la llegada de la sorprendente caravana de artistas de la
Compañía Dionesi y Font, con la que Romeo Dionesi arribó a la ciudad.
Su llegada fue sin mucho ruido, pues los colimenses son en lo general algo
cautos en materia de ceremonias. El último domingo se verificó la primera
función en la que tuvimos el gusto de oír a esta maravilla del arte, pues
realmente nos sorprendió tanta perfectibilidad artística en un niño menor
de diez años.
Apenas llegó a Colima, el niño prodigio ofreció su primera función, acompañado por
su padre, Pedro Dionesi en el violín, y Juan Pineda, el colimense director de orquesta
fundador de la sociedad Euterpe, dedicada a la música culta. La exclamación de El Estado
de Colima fue tal que observó en Dionesi la concentración de lo mejor de la humanidad de
los últimos años del siglo XIX: “Ver este niño en una reunión tan respetable que sabía sus
antecedentes, era negocio de levantar mil hosannas al Ser Omnipotente y de votar mil
hurras al último tercio del siglo XIX”.
Juan Pineda interpretó “con exquisita maestría” las piezas de Dionesi, quien cantó en
barítono un aria de la ópera “Un balto in machera”, de Giusseppe Verdi; otra aria más de
Hernsani; y la pieza “Del enemigo el coraje”.
La ascensión de Romeo en la escena es inimitable, expresa las pasiones
como el hombre más ilustrado a los treinta años, su voz aunque débil por su
edad y por la precipitación en educarla, sin embargo, es flexible y la
modula fácilmente, su expresión conmueve, arroba, fascina a los
inteligentes que la escuchan.
14
30 de octubre
Arrobados, en efecto, como lo anticipó el cronista del periódico oficial, el público
colimense no dejaba de hablar del encanto de Romeo Dionesi, el niño prodigio. El poeta
Fermín G. Castro ensayó su lira para dedicarle largas cuartetas al barítono, y J. L. M. le
escribió un soneto. Ambos poemas se publicaron en sendas planas de la prensa.
Ya en su segunda función, el gobierno rindió un homenaje, a su manera, fastuoso. El
plenas tablas, la niña Josefina Díaz felicitó a Dionesi a nombre del pueblo de Colima, le
entregó un ramo de flores y le declamó un sonetos. Además de los poemas ya mencionados,
otros poetas tampoco desperdiciaron la oportunidad, y dedicaron cerca de una decena de
poemas en honor al joven cantante. Rematan los comentaristas: “En fin, este niño
encantador recibió anoche del pueblo colimense una verdadera y merecida ovación.”
4 de septiembre
El periódico oficial cede sus planas para reproducir la exaltada invitación que los
compañeros de oficio de Juan Panadero, hacen a los colimenses para que la población
asista a El Pabellón Mexicano, a presencia la última función que ofrecerá Romeo Dionesi y
la Compañía Dionesi y Font. Además de apoyar a Barolo Lechuga, a quien se le entregará
lo obtenido por la taquilla, los periodistas insisten en ver a “esa maravilla, para oír cantar
ese cenzontle que apenas ha salido del nido y ya embelesa al mundo”.
Cerca del recinto de Dionesi, Juan Fermín Huerta ha preparado uno de sus
tradicionales conciertos, que incluye algunas piezas dramáticas, en un jacalón del centro del
pueblo. La función fue a beneficio de las huérfanas de la ciudad.
1875
22 de enero
La familia del músico José Rojas Vértiz, acompañado de algunas de sus alumnas,
preparó un programa en beneficio de las huérfanas de la ciudad. El programa incluyó la
declamación del poema “La caridad”, de Atanasio Orozco, además de las interpretaciones
de Josefina Gómez y José Rojas Vértiz, de piezas como “Don Carlos” y “Norma”.
La concurrencia fue de lo más selecto de esta sociedad y compuesta de personas de
reconocida filantropía, que asistieron a este acto con el noble objeto de depositar su
óbolo en la urna de la caridad pública.
5 de marzo
Otro grupo de espectáculos en la ciudad: la Compañía de Emilia Leonardi de Nascé,
que para evitar suspicacias que coloquen sobre tela de juicio la calidad moral de sus
15
integrantes, eligió la recién constituida Parroquia como sede de su primer concierto,
Estabat Mater, de Rossini. Ya de paso, los redactores dan a conocer que el siguiente
domingo se ofrecerá la “hermosísima” zarzuela en tres actos, La hija del regimiento o la
cantinera de Los Alpes, cuya protagonista será interpretada por la mismísima Emilia
Leonardo.
2 de abril
El domingo 26 de marzo se presentó la primera función de la Compañía Leonardi de
zarzuela, con la pieza La hija del regimiento, con partitura de Donizetti. Presentada en el
Pabellón Mexicano, ante el lleno total del anfiteatro, no se escatiman vítores para cada uno
de los actores, aunque sólo mencionados por su apellido, además de la señora Leonardi, la
señora Flores de Serrano, el señor Sánchez, el señor Cabrera, el señor Serrano, el señor
Quiñones.
9 de abril
Tres funciones de zarzuela: Luz y sombra, La sensitiva y Campanone, en la que se
“lucieron los artistas”, apunta El Estado de Colima. Sin embargo, los aplausos del teatro
abarrotado, fueron para la señora Leonarid:
Nosotros no conocemos a otra artista que caracterice en el proscenio mejor
el desdén, la cólera y la ternura, que la señora Leonardo; para nosotros es
la primera hija de Euterpe y de Talía que ha puesto sus plantas en nuestro
Estado.
Y cosa extraña, los cronistas se atreven a apuntar una observación:
Los finales de los duetos, cantados por la primera tiple y el tenor, guardan
una armonía enteramente unísona, que destruye hasta cierto punto el efecto
de las voces, en sus caracteres especiales.
Se anuncia que la próxima función montará la pieza Robinson.
16 de abril
La compañía de zarzuela de Emilia Leonardi presentará Traviata o la Dama de las
Camelias, de Giusseppe Verdi, en honor al tenor Pánfilo Cabrera.
23 de abril
Un recordatorio de las próximas funciones de la Compañía Leonardi: hoy por la
noche, Traviata o la Dama de las Camelias, de Verdi, en honor de Pánfilo Cabrera; el
domingo, La gran duquesa de Gerolstein, de Offenbach; y el miércoles 30, Los madovares,
en honor a Emilia Leonardi de Nascé.
16
30 de abril
Al parecer, las funciones presentadas por la Compañía Leonardo no logró satisfacer al
inesperado exigente cronista de El Estado de Colima. La travista, fue calificada con un
desempeño “no malo”; La gran duquesa de Gerolstein, sólo agradó al público; pero, un
tremendo acabose, fue Los madovares, que además de comenzar con media hora de retraso,
terminar hasta las dos de la mañana, resultó terriblemente tediosa. “Suplicamos a la
compañía nos dé funciones que sean un verdadero solaz para el público”.
6. Se cierra el telón.
Aunque el propósito de este ensayo no es discutir la pertinencia conceptual de los
géneros dramáticos, para hacer una lectura general de la actividad dramática del periodo en
que me ocupo, sí creo conveniente extender la concepción del drama más allá del límite que
lo sitúa entre las bardas y techos de un teatro, para situarlo como un sistema de
comportamiento dentro de un escenario, cualquier que este sea.
Pero si la representación supera los límites del edificio donde se supone debe
ejecutarse, el libreto, como un elemento más de esa representación, tampoco puede
limitarse al uso de ciertos sistemas discursivos.
Aquí quiero sugerir que la naturaleza de los textos dramáticos no
consiste en su carácter dialogado o en la presencia de acotaciones, sino
en un tipo distinto de unidad semántica que no descansa en las
relaciones intertextuales sino en factores externos (que no deben
confundirse con la intertextualidad).
Dichos factores externos están implícitos en las articulaciones
verbales a través de dos estrategias particulares: el empleo de
estructuras verbales perfomativas y/o de estructuras verbales poéticas,
entendiendo éstas últimas, siguiendo a Nrthop Frye, como estructuras
simbólicas.23
Esta definición de la dramaturgia más como una actitud simbólica que como una
condicionante de espacio y texto, nos permite observar con mayor amplitud la presencia de
tres esquemas de representación dramática constantes durante el periodo del que nos
ocupamos: la oratoria, la música en escena y, propiamente, el drama.
Y para ocuparnos de lo meramente colimense, propongo una división genérica de la
actividad dramática en el estado, en tres grandes incisos:
a) La oratoria. Que tuvo su agosto en septiembre, cuando se organizaban las fiestas
patrióticas en la Plaza de Armas. Entre sus principales representantes destacan Francisco
17
Eulogio Trejo y Miguel García Topete. Para entender la historia intelectual de Colima, se
tendrían que revisar las biografías de ambos personajes. El primero formó parte de una
extraordinaria triada de editores liberales, encabezada por Ireneo Paz y secundada por
Arcadio Zúñiga y Tejeda. El segundo fue uno de los más conspicuos poetas, a pesar de que
en este momento carezcamos de una reunión de sus versos.
b) Música en escena: la ópera, la zarzuela y las serenatas. No se ha revisado la influencia
que el músico José María Rojas Vertiz, ha tenido en el desarrollo cultural de Colima, pero
es posible que él fuera uno de los principales actores que permitió la llegada de varios
personajes extranjeros a Colima. Desde luego, en este rubro también destaca la presencia de
José Levy Rheims, de quien se han escrito notas biográficas más o menos extensas.
Asimismo, parece relevante la figura de Pantaleón Morett, quien habría vivido durante
algunas temporadas en nuestro estado, y quien habría escrito divertidas zarzuelas.
c) El drama. Tanto Crescencio Orozco como Francisco Eulogio Trejo, fueron de los pocos
colimenses que se ocuparon de la empresa de escribir guiones dramáticos, que llegaron a
montarse en los teatros de nuestro estado. Este avance de nuestro análisis aún no lo revela,
pero también es importante recordar la presencia de Refugio Barragán y Toscano además
del drama de Miguel García Topete, El ángel de la redención, que tendría una excelente
recepción del público.
Notas
1.- El proyecto todavía se encuentra en su fase de desarrollo. Se ha realizado la exploración del periódico El
Estado de Colima desde 1870 hasta 1890, y versan cerca de 60 cuartillas. Por el momento, debido a las
características del Foro, me limito a presentar la descripción cronológica de cinco años, del periodo que
comprende de 1870 a 1875.
2.- Entiendo por tono y estilo su más sencilla explicación retórica, es decir, el modo y la manera constante en
que se expresa la voz discursiva.
3.- ¿Elementos rituales? ¿Principios de representación? ¿Apenas drama en el drama humano? No es intención
de este artículo presentar una polémica sobre los posibles géneros y subgéneros del drama, mucho menos
demostrar las relaciones genéricas entre el teatro y la oratoria política. Por ello, me sumo a la propuesta de
José Carlos Ferrera Cuesta, cuando afirma –aunque para la historia de España- que en el XIX, el principio de
“espectacularidad” buscado por los autores es el mismo para la dramaturgia y para la oratoria política, lo que
establecería cierta afinidad entre la oratoria y el teatro.“Teatro y oratoria política en el siglo XIX: la
escenificación parlamentaria en la Restauración”, en Ayer, núm. 59, 2005, pp. 201-232.
4.- En mi artículo Notas para la periodización de la literatura colimense durante el siglo XIX (1810-1911),
propongo las bases historiográficas para establecer los cuatro periodos en los que se podría dividir la
evolución de nuestras letras.
5.- Roberto Huerta Sanmiguel lamenta que a partir de 1880 El Estado de Colima dejó de publicar notas sobre
la cultura y la vida cotidiana colimense, para dedicarse con mayor ahínco a la difusión de acuerdos
gubernamentales, legislaciones y normativas ciudadanas.
6.- El investigador José Francisco Conde Ortega (1994) y el escritor Luis Reyes de la Maza (1972), lamentan
que existan pocos estudios sobre el teatro mexicano durante el siglo XIX a pesar de que ambos dedicaron
18
sendos estudios en Teatro mexicano, historia y dramaturgia. XIV Dramas románticos (1830-1886), y Cien
años de teatro en México, México: SepSetentas, 1972, respectivamente.
7.- Existen otros tres autores que hacen aportaciones parciales pero necesarias, a manera de anotaciones, sobre
la trayectoria del teatro colimense en el periodo finisecular: Manuel Velázquez Andrade, Remembranzas de
Colima. 1895-1901 (1949); Miguel Galindo, Colima en el espacio, en el tiempo y en la vida (1963); y,
Roberto Huerta Sanmiguel, Lucio Uribe, el alarife de Colima (1990).
8 Víctor Gil Castañeda y Cuquita de Anda, Breve historia del teatro en Colima: 1940-2000 (sus grupos y sus
montajes), inédito, p. 15.
9.- Servando Ortoll, Dulces inquietudes, amargos desencantos. Los colimenses y sus luchas en el siglo XIX,
México: Gobierno del Estado de Colima. [Historia General de Colima, tomo III], 1997, pp. 333-338.
10.- Para esta reconstrucción principalmente recupero tres documentos: F. Sevilla del Río “El Teatro Hidalgo
y su famosa lámpara”, Prosas literarias e históricas. México: Talleres Tipográficos Benito Juárez, 1974; J.
M. Romero de Solís Crónica del ochenta. O sean los sucesos y menudencias, sueños y tragedias que nuestros
mayores vivieron en Colima durante 1880 (1996) y la consulta de la colección hemerográfica de El Estado de
Colima, de los años 1880 a 1911.
11.- No existen datos sobre la fundación de este teatro, que llegó a ser el más importante en el estado, incluso
cuando ya estaba en funciones el Teatro Santa Cruz. El Pabellón Mexicano fue declarado inservible en 1909,
pero es probable que su clausura obedeciera a la eminente competencia que representaba al inmueble oficial,
el Santa Cruz.
12.- La historia detallada de la fundación de este inmueble se puede revisar en Roberto Huerta Sanmiguel,
Lucio Uribe, el alarife de Colima. México: Gobierno del Estado de Colima, Universidad de Colima, 1990. el
libro Lucio Uribe, el alarife de Colima (1990).
13.- Cuando se comenzó a construir el Teatro Puente, en 1848, se llamó Teatro Coliseo. Su edificación fue
una iniciativa la Compañía Celiceo y Cancelado, quienes comenzaron a visitar Colima alrededor de 1845. Sus
propietarios, Antonio Celiceo y Remigio Cancelado, asociados a Santiago Cárdenas, Antonio Ferrel y Benito
Rincón, solicitaron permiso al Ayuntamiento para establecer el inmueble. Las autoridades no sólo accedieron
gustosos, sino que les regalaron unas viejas bancas que servirían de butacas para los asistentes (Sevilla del
Río, 322). Con el paso de los años, el proyecto fue abandonado debido a serias diferencias entre los
propietarios, y fue retomado en 1848 por Felipe Puente (†1880). Con sus propios recursos, como agiotista y
joyero, Puente trató de sostener la vida del Teatro, pero en 1856 debió solicitar al Ayuntamiento un préstamo
de 4 mil pesos para continuar con el acondicionamiento del local. Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 101,
exp. 1, 179 ff. El prestamista nunca pagó su deuda al ayuntamiento, y las autoridades alegaron que las
estructuras del teatro resultaban peligrosas para la población. Entonces se decidió cancelarlo y ceder sus
derechos a Cenobio Sánchez, que al pagar tres pesos al fondo municipal por función, se dedicó a presentar
tardes de corridas de toros.
14.- Felipe Sevilla del Río, op cit., p. 321.
15.- Idem.
16.- Fondo del siglo XIX, del AHMC (C. 75–A , exp. 29, 3 ff.)
17.- Felipe Sevilla del Río, op. cit, p. 322
18.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 82–A , exp. 52, 2 ff.
19.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 86, exp. 8, 1 f.
20.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 92, exp. 33, 2 ff.
21.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 94, exp. 66, 1 f.
22.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 104, exp. 19, 24 ff.
23.- José Ramón Alcántara Mejía, Teatralidad y cultura: hacia una estética de la representación, México:
Departamento de Letras, Universidad Iberoamericana, 2002, p. 161.
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