LIBRO Políticas públicas Nuevos enfoques y escenarios de la

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POLÍTICAS PÚBLICAS, NUEVOS ENFOQUES Y
ESCENARIOS DE LA DISIDENCIA SEXUAL
Compilación y Estudio Introductorio:
Héctor Miguel Salinas Hernández
(Registro de derechos de autor sobre el contenido de
este documento: 03-2012-013010580900-01)
PRESENTACIÓN
Héctor Miguel Salinas Hernández
Los Encuentros sobre Disidencia Sexual en México, como eventos académicos, tienen sus
antecedentes en 2004, cuando desde el Departamento de Estudios Sobre Movimientos
Sociales del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad
de Guadalajara, se convocó a un grupo de académicos cuyos temas de investigación
giraban en torno a las no heterosexualidades, para que en un evento académico
compartieran sus inquietudes investigativas y generaran un intercambio de ideas respecto
a sus proyectos de trabajo. Nace así el “Encuentro Nacional de Escritor@s (sic): Escrituras
y homosexualidad”.
Como resultado de este primer ejercicio, el grupo de personas allí reunidas nos
dimos a la tarea de convocar un segundo ejercicio de reflexión respecto a la temática de la
no heterosexualidad, abriendo la convocatoria a un grupo más amplio de personas que
estuviesen estudiando la materia. Como resultado de esa invitación, convocada por la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, se realizó la segunda emisión de este
encuentro, al que quienes integramos el Comité Organizador decidimos cambiar el nombre
con la intención de abrir el espectro de las participaciones hacia personas que se
encontraran trabajando no solo sobre las homosexualidades, como sugería el nombre del
primer Encuentro, sino en general sobre lo que denominamos “Disidencia Sexual”, y sobre
las identidades que en torno a ella se construyen.
De tal manera, del 27 al 29 de octubre de 2005, se realizó el “Segundo Encuentro
Nacional de Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas”, efectuado en la
ciudad de México bajo los auspicios de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y
el invaluable apoyo del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, CONAPRED,
entonces presidido por don Gilberto Rincón Gallardo.
La tercera emisión del Encuentro, sin que existiera variación alguna en su nombre,
corrió a cargo del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales y de la Facultad de
Filosofía de la Universidad Veracruzana, quienes convocaron a su realización del 18 al 20
de octubre de 2006, y que se realizó en sus instalaciones.
También con la misma denominación, pero ya con una organización bianual con la
intención de permitir la maduración de algunos de los proyectos presentados en la tercera
emisión, se convocó a la realización del Cuarto Encuentro, cuya responsabilidad corrió a
cargo del Colegio de Antropología Social de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla, que organizó en coordinación con la organización civil “Erósfera”, y con apoyo de
la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Fue también la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, con el apoyo de la
Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, y la Dirección General de Igualdad y
Diversidad Social de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal,
quien organizara la quinta emisión del Encuentro, que esta vez cambió de nombre para
facilitar más la confluencia de las personas interesadas en la temática, denominándose “V
Encuentro de Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas”, (se dejó fuera el
término escritores).
Desde sus orígenes, el propósito fundamental de estos encuentros ha sido dar voz
a quienes desde los ámbitos académicos se encuentran escribiendo respecto a la
temática, con la premisa de que estos temas debían encontrar en las aulas universitarias
un espacio propio de discusión y debate. Por fortuna, cada vez más y de manera más
profesional, la disidencia sexual ha encontrado carta de naturalización en los campi
universitarios y cada vez con más frecuencia es posible encontrar eventos destinados a su
discusión. En este sentido, es indiscutible la importancia del impulso dado a este hecho
desde las convocatorias del Encuentro.
El “V Encuentro de Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas” se
desarrolló en la ciudad de México del 8 al 10 de junio de 2011, en el marco de los trabajos
desarrollados por el Programa de Estudios en Disidencia Sexual de la Universidad
Autónoma de la Ciudad de México.
El libro que tienen en sus manos refleja el trabajo colectivo de un grupo de
personas que se involucraron en la realización del “V Encuentro de Disidencia Sexual e
Identidades Sexuales y Genéricas” y contiene las ponencias magistrales que se
presentaron durante el desarrollo del Encuentro.
El programa del V Encuentro tuvo como eje conductor a las políticas públicas que
se han venido estableciendo para atender las demandas de los sectores del movimiento
social de la disidencia sexual a lo largo del continente Latinoamericano, así como los
nuevos enfoques y escenarios que estas políticas han construido dentro de las realidades
nacionales en los que han tenido efecto.
Así, el Programa del evento contempló tres mesas redondas de carácter magistral,
además de 47 ponencias distribuidas a lo largo de 17 mesas temáticas, en las que
participaron ponentes provenientes de Universidades y Centros Académicos de Brasil,
Colombia, Ecuador, Chile, Estados Unidos y México. Se presentaron, además, cuatro
libros sobre la temática.
Las mesas redondas magistrales se conformaron de la siguiente manera:
“Políticas de Disidencia Sexual en América Latina”, con la participación de la
excelentísima señora Patricia Vaca Narvaja, Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria
de la República de Argentina en México; y del licenciado Martí Batres Guadarrama,
Secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal.
“Nuevos Modelos Familiares: Matrimonio, Adopción y Familias Diversas en las
Sociedades Contemporáneas”, en la que participaron la Doctora Gloria Careaga,
Secretaria General de la International Lesbian and Gay Asociation, ILGA; y el Doctor
Gabriel Gallegos, miembro del Departamento de Estudios de Familia de la Universidad de
Caldas, Colombia, y director de la Revista Latinoamericana de Estudios de Familia.
“El Derecho a la Protección de la Salud de los Sectores de la Disidencia Sexual.
Más allá del VIH: La Salud como un Derecho Humano”, participando en ella el Doctor.
Rafael Mazín, asesor para el Área de Salud de la Familia y la Comunidad de la
Organización Panamericana de la Salud, con sede en Washington D.C; el Maestro Arturo
Granados del Departamento de Atención de la Salud de la Universidad Autónoma
Metropolitana en la ciudad de México; la Maestra Mariaurora Mota, Presidenta de Género,
Ética y Salud Sexual AC, de Nuevo León, México; y la Maestra Angie Rueda, Subjefa del
Departamento de Programas de Equidad de la Jefatura de Servicios de Derechos
Humanos y Participación Social del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
Trabajadores del Estado, e Integrante del Frente Ciudadano Pro Derechos de
Transexuales y Transgéneros, Frente Trans.
Las líneas temáticas sobre las que discutieron las mesas de presentación de
trabajos fueron las siguientes:
•
Identidades sexuales y genéricas: trans, intersex, lésbicas, gays, bisexuales;
•
Cibersexo y uso de nuevas tecnologías;
•
Trabajo sexual;
•
Homoerotismos;
•
Formas de conformación familiar;
•
Homofobia y formas diversas de violencia sexual;
•
Exclusión por raza, etnia y clase;
•
Materialización de los cuerpos: moda, estética corporal;
•
Políticas públicas y espacio público;
•
Nuevos enfoques teóricos;
•
Derechos Humanos y derechos sexuales y reproductivos;
•
Expresiones artísticas de la diversidad sexual.
Los libros presentados fueron: “Florilegio de deseos”, de Mauricio List y Alberto
Teutle; “El Coloquio de las Perras”, de Antonio Marquet; “Políticas de Disidencia Sexual en
América Latina. Sujetos sociales, mercado y gobierno en México, Bogotá y Buenos Aires”,
de Héctor Salinas; y “México se escribe con J”, de Michel Schussler y Miguel Capistrán.
Deseo agradecer ampliamente a las instituciones y personas que se involucraron en
este proyecto de manera decidida y sin cuyo aporte el V Encuentro no hubiera podido ser
el exitoso evento que fue. En primer lugar, a la Universidad Autónoma de la Ciudad de
México (UACM), la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) y la
Dirección General de Igualdad y Diversidad Social (DGIDS) de la Secretaría de Desarrollo
Social del Distrito Federal, por su hospitalidad y su compromiso institucional para con el
evento y con los derechos de los colectivos sociales de la disidencia sexual.
Asimismo, deseo manifestar mi reconocimiento al Doctor Mauricio List Reyes y al
Maestro Javier Gutiérrez Marmolejo, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y
de la UACM, respectivamente, por su participación en el Comité Académico del evento.
También a las licenciadas Ileana Esparza y Norma Angélica López, de la CDHDF y DGIDS
respectivamente, por su trabajo en el Comité Organizador del mismo. No menos
importante resultó el aporte de Óscar Madrigal, Miriam Ramírez y Laura Flores, alumnos
de la carrera de Ciencias Políticas y Administración Urbana de la UACM, quienes
colaboraron en las tareas de la logística y organización.
Finalmente, a quienes depositaron su confianza en este evento y aceptaron
participar como ponentes magistrales; a quienes presentaron sus trabajos de
investigación, y al amplio y numeroso público que asistió a los trabajos de este evento.
Contenido
La primera mesa magistral del Encuentro, “Políticas de Disidencia Sexual en América
Latina”, corrió a cargo de la Excelentísima señora Embajadora de la Argentina en México,
Patricia Vaca Narvaja, y del Secretario de Desarrollo Social de la ciudad de México, Martí
Batres Guadarrama. El propósito de esta mesa fue presentar los avances que en materia
de reconocimiento de derechos para los sectores no heterosexuales han tenido verificativo
tanto en la nación Argentina, como en la ciudad de México, como ejemplos de lo que está
sucediendo en Latinoamérica.
Tanto la embajadora Vaca como el secretario Batres abordaron principalmente la
aprobación de los cambios en la figura jurídica de matrimonio en el marco normativo de
sus respectivas representaciones, como uno de los logros más visibles y simbólicos, de lo
que significa hoy el reconocimiento de derechos para personas no heterosexuales. Al
respecto, Vaca Narvaja, comenta que “las modificaciones del Código Civil argentino,
traducido como ‘matrimonio igualitario’, marcó en el 2010 un hito más en una serie de
políticas públicas inclusivas llevadas a cabo desde el 2003 por un Estado presente y
generador de espacios participativos a la sociedad civil organizada, y legitimada por un
enriquecedor y respetuoso debate legislativo que el juego democrático propone y
dispone”.
Asimismo, en su ponencia, la embajadora Vaca señala el largo camino que han
venido recorriendo estas reivindicaciones en la Argentina, marcando que “el derrotero de
esas iniciativas recorrió más de 20 años”, pues a pesar de la presión de diversos grupos
organizados y legitimados en la sociedad, y a pesar de que se trata de demandas de “uno
de los colectivos o grupos sociales que mayor discriminación ha sufrido a nivel social, era
nada más y nada menos que el Estado el primer discriminador a partir del Código Civil”.
A diferencia de la Argentina, donde este reconocimiento es de carácter federal, la
ciudad de México, de acuerdo con Batres, es “como una suerte de isla, una isla de
derechos humanos donde nosotros tenemos ciertas particularidades” que no viven en el
resto de la república mexicana, situación que requiere seguir impulsándolas en el ámbito
federal.
Por eso, de acuerdo con la presidenta de Argentina Cristina Fernández (citada por
Vaca Narvaja), en esa nación “en realidad no hemos promulgado una ley, hemos
promulgado una construcción social” por lo cual, con las disposiciones que aprobaron el
matrimonio universal, “también debía producirse una afectación respecto del régimen
jurídico de la adopción, así como en otras instituciones ajenas al Código Civil pero
incardinadas igualmente en la configuración institucional de la familia”.
Batres coincide cuando afirma que “la diversificación de las familias está ocurriendo
en el mundo entero, es algo que discuten entre otros países como en España, Estados
Unidos; en México apenas comienza esa discusión”, pero existe la disposición de seguir
impulsándola pues se trata de “un capitulo abierto y vamos a tener que dar nuevas
discusiones
con las comunidades, con la sociedad, con la academia, con el mundo
jurídico, con los legisladores y legisladoras, para nuevas transformaciones, de tal forma
que nosotros tengamos en la igualdad un horizonte general”.
La familia, así, se presenta como uno de los reacomodos sociales más importantes
en las sociedades contemporáneas. Sobre ello versaron las ponencias de la segunda
mesa magistral del Encuentro, denominada “Nuevos Modelos Familiares: Matrimonio,
Adopción y Familias Diversas en las Sociedades Contemporáneas”, en la que participaron
los académicos Gabriel Gallego y Gloria Careaga, y cuyo propósito fue comprender las
nuevas conformaciones familiares que se han establecido a partir de la conquista de
derechos por los sectores no heterosexuales, particularmente el derecho al matrimonio
universal.
En su trabajo, Gallego asegura que el estructural-funcionalismo constituyó la piedra
angular sobre la cual se cimentó el campo de estudio de la familia, y que “cuando se habla
de diversidad familiar se reconoce muy tímidamente las organizaciones familiares que
socavan la herencia de la modernización”, es decir, aquellas que no están “basadas en la
tendencia a la nuclearización, el patriarcalismo y la trilogía de prestigio, soportada en la
heterosexualidad, el parentesco y la corresidencia”. Para el académico, “cualquier
disertación académica, discurso ético-religioso y políticas públicas del Estado en torno a
este grupo social tienen como sustento esta trilogía”.
Y más adelante se pregunta: ¿qué sucede cuando las cosas no funcionan como
convencionalmente han funcionado?, ¿cuando la corresidencia y especialmente la
heterosexualidad no son la norma para todos los arreglos domésticos, debemos seguir
hablando de “la familia”? o ¿éstas rupturas implican construir nuevas categorías de
análisis para ampliar la noción hasta ahora conocida?
Para responder a las preguntas anteriores, Gallego propone re-conceptualizar la
familia, y no “añadir” o asimilar las nuevas organizaciones familiares a la concepción
establecida. Para él, rótulos como “polimorfismo familiar de nuestro tiempo” o “diversidad
familiar”, son expresiones acríticas que reflejan una supuesta variedad de organizaciones
familiares, pero que en realidad reflejan de manera inadecuada las nuevas realidades.
Sobre las parejas del mismo sexo, el investigador de la Universidad de Caldas
señala que el establecimiento de parejas de gays y lesbianas -al ser un arreglo doméstico
minoritario- no desentona con los propósitos demográficos de nuestro tiempo, de ahí su
permisividad y visibilidad social; no obstante, el debate sobre la homoparentalidad hace
resurgir las discusiones en torno a la función reproductora de la familia y la exclusividad de
la descendencia por esta vía. Para demostrar lo anterior, Gallego presenta una serie de
datos duros producto de múltiples investigaciones, que demuestran las formas en las que
las parejas de gays y lesbianas establecen uniones de pareja, así como la forma en la que
instauran relaciones de parentalidad en el seno de esas uniones. El investigador concluye
aseverando que una nueva perspectiva teórica de la familia debe partir de la
deconstrucción del concepto de familia.
Por su parte, Gloria Careaga presenta un recuento de los cambios recientes que ha
sufrido la institución familiar, sobre todo a partir de los impulsos de la discusión de género
y sexualidad, que en las Conferencias internacionales sobre el tema han impulsado los
grupos feministas. Para la doctora Careaga, en muchos de nuestros países con
antecedentes coloniales, los discursos burgueses de autodominio y de la familia ideal y su
codificación legal, han conformado, sin duda alguna, los debates sobre sexualidad. Por
fortuna, esta discusión que ha tomado ya más de 20 años, llevada hasta los espacios
internacionales, ha sido un logro conjunto de feministas y personas LGBTI.
Careaga realiza en su trabajo un amplio recuento de la manera en la que se
construyó el proceso para arribar al matrimonio universal en la ciudad de México, como
una forma de modificar ciertos esquemas en los que se cimienta la familia tradicional. Para
ella, esta lucha por la protección de los derechos de las parejas del mismo sexo, derecho
que poco a poco se ha ido conquistando, se intensificó claramente con la aparición de la
epidemia del VIH-SIDA, y ha sido la forma de lucha que en América Latina ha logrado
articularse de manera preponderante.
En medio de este análisis, en el que presenta los debates entre conservadurismo y
grupos que defendían el matrimonio entre parejas del mismo sexo, reconoce: “sé que
resulta un tanto esquizofrénico. Nosotros defendiendo el matrimonio y ellos cuidando la
laicidad”, pues a decir de la autora, como en muchas otras ocasiones, la polarización y la
emergencia de avanzar aprovechando la coyuntura eludió el debate de fondo, generando
muchas veces un falso debate.
A pesar de lo anterior, la autora se congratula de haber entrado “por la puerta
grande a los debates más actuales a nivel mundial”, pues si bien el matrimonio es una
institución de privilegios, que sostiene la heteronormatividad y que es pilar de lo que
Foucault llamó la biopolítica, ha sido inyectado de categorías para las definiciones de
género y de la sexualidad misma que han traído aires refrescantes que nos obligan a
imaginar otros mundos.
La tercera mesa “El Derecho a la Protección de la Salud de los Sectores de la
Disidencia Sexual. Más allá del VIH: La Salud como un Derecho Humano”, tuvo como
propósito abordar las problemáticas de salud de diversos colectivos no heterosexuales,
trascendiendo el tema de VIH/SIDA, y abordando los demás problemas de salud que les
aquejas; así, la maestra Angie Rueda explicó la compleja problemática de salud que viven
las personas transgénero, la maestra Mariaurora Mota se refirió a la problemática de salud
en las mujeres lesbianas, y el maestro Arturo Granados abordó los problemas de salud
que viven los varones gay. Finalmente, el doctor Rafael Mazín hizo un abordaje
globalizador de las tres problemáticas presentadas en la mesa.
Rueda, en su trabajo, realiza un amplio recorrido por la legislación, tanto
internacional como nacional, que se refiere a la salud de las personas Trans, parte de la
idea de que “las circunstancias en que se desarrolla la existencia de las personas con una
condición transexual, transgenérica y travestista están caracterizadas por los prejuicios,
estereotipos, estigmatización, discriminación y violencia arraigados en el sistema sexogénero imperante” y por ello, los problemas de salud de este sector están plenamente
relacionados con el estigma y la discriminación.
Luego de abordar de manera amplia los acuerdos internacionales suscritos por
México en materia de salud y de revisar la legislación mexicana al respecto, Rueda
presenta lo que llama “principales demandas de personas Trans”, en las que desataca la
reasignación y reafirmación de sexo, las terapias de hormonización adecuada y la
despatologización de la condición Trans, entre otros temas.
Por su parte, Mota presenta un análisis de los problemas de salud de las mujeres
lesbianas, lo hace con base en la revisión de cinco investigaciones, las cuales coinciden
en indicar que la lesbofobia implica una especificidad concreta, porque las lesbianas
sufren discriminación por distintos motivos: la primera por ser mujer, después por ser
lesbiana y desafiar el mandato patriarcal de la heterosexualidad, por ser madre, por ser
indígena o por ser discapacitada. La lesbofobia es parte estructural del orden sexual
dominante de nuestra sociedad.
Lo anterior, de acuerdo con la autora, genera distintos tipos de problemas de salud.
Por ejemplo, en lo que hace a los problemas de salud emocional, señala que más de la
mitad de las mujeres estudiadas había tenido ideas suicidas y el 18% había intentado
suicidarse, producto directo de la discriminación sufrida por su condición de mujeres
lesbianas. En lo relativo a la salud física, los estudios analizados por Mota indican un uso
elevado o abuso en sustancias como el alcohol y el tabaco. Además, las lesbianas van a
consulta con menor frecuencia, por miedo a ser discriminadas, lo que disminuye su
posibilidad de enfrentar enfermedades a tiempo y un deterioro en sus niveles y
condiciones de salud.
Los varones gay, por su parte, no tienen solo frente a sí la problemática del SIDA,
pues como señala Granados, la salud es una necesidad humana básica en tanto que
permite la sobrevivencia, y por ello es un asunto muy complejo. De tal suerte que, señala
el autor, la salud se ha definido como “el completo estado de bienestar biopsicosocial”.
En su trabajo, el autor presenta un amplio análisis sobre las definiciones de salud,
así como la forma en la que la ciencia médica ha entendido el concepto de salud, y las
diferencias que existen en distintas poblaciones para accederé a los servicios médicos.
Para Granados, en materia de desigualdades sociales, se ha identificado que el
sistema sexo-género determina una distribución diferencial de las condiciones de salud
entre varones y mujeres, pero también entre varones disidentes de esa norma, razón por
la cual quienes se identifican fuera de la norma enfrentan problemas no solo de tipo físico,
sino también emocional que requieren la intervención de la medicina.
Finalmente, Rafael Mazín presenta en su trabajo un panorama sobre la
problemática de las personas no heterosexuales; al igual que Rueda, Mota y Granados,
coincide en la aseveración de que hablar de salud no solo implica a las condiciones
materiales, sino también emocionales que influyen en los seres humanos de manera
determinante para su desarrollo armonioso.
Así, Mazín indica que las enfermedades que pueden llamarse asociadas a la
disidencia sexual son variadas, y como alude el tema de esta mesa, van más allá del
VIH/SIDA. Cabe aclarar que cuando se señala que son enfermedades asociadas a la
disidencia sexual es porque su presencia en personas no heterosexuales suele ser más
frecuente y, en el caso de algunas de ellas su presencia se debe a las condiciones del
contexto que rodea a estas personas, como es el caso de las enfermedades de tipo
emocional o social.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
Héctor Miguel Salinas Hernández
Democracia, espacio público y políticas públicas
“La homosexualidad al principio era nada. Y después fue
pecado. Y después fue una enfermedad, y también fue un
delito. Y después fue todo junto: pecado, enfermedad y
delito. ¿Cómo reaccionar teniendo en contra la religión, la
ciencia y el Estado?” (Bazán, 2004: 253).
La democracia en su sentido tradicional, y aún semántico, se entiende como el gobierno
del pueblo. La noción ha ido transformándose con el tiempo y ha sufrido cambios en la
medida que se le ha utilizado para caracterizar a un sistema social, un gobierno o una
organización.
Algunas cosas quedan generalmente claras cuando se aborda esta noción. En
sentido estricto la democracia es una forma de gobierno entendida de manera clásica a
partir de la categorización de las formas de gobierno realizada por Platón, primero, y
Aristóteles después, en tres tipos básicos: monarquía, que es el gobierno de uno;
aristocracia, que es el gobierno "de los mejores" para Platón; y democracia como gobierno
de la multitud para Platón, y "de los más", para Aristóteles (Bobbio, 1978).
Pero si el concepto de democracia como forma de gobierno se remonta a los
filósofos griegos, su uso moderno data de las transformaciones revolucionarias de las
sociedades
occidentales
ocurridas
a
fines
del
siglo
XVII
(Huntington,
1989).
Posteriormente, durante buena parte del siglo XIX, la democracia se diferenció de la
aristocracia, antagonismo que fue introducido en forma elocuente por el pensamiento
político de Tocqueville, y el término tuvo connotaciones desfavorables, de hecho, se lo
utilizaba con frecuencia como palabra oprobiosa, pues se le asociaba a la plebe y a la
ignorancia. A medida que la participación popular aumentaba en el gobierno hacia fines
del siglo XIX, y sus consecuencias se manifestaban menos desastrosas de lo previsto, el
concepto de democracia llegó a ser considerado en forma más favorable (Huntington,
1989).
Ya en el siglo XX, al concluir la segunda guerra mundial y luego de la caída de los
regímenes que la habían combatido y que durante los años veinte y treinta habían cobrado
gran fuerza –bolcheviques, fascistas y nazistas--, la oposición a la democracia
prácticamente desapareció. Incluso, de acuerdo con algunos teóricos (McKeon, 1951;
Sartori, 1962; Huntington, 1989) por primera vez a nivel mundial no se preveían doctrinas
antidemocráticas, y los “tipos” de democracia conformaron una larga lista de definiciones,
de la cual, las tipologías que más prevalecieron fueron democracia directa (cuando la
decisión es adoptada directamente por los interesados); democracia indirecta o
representativa (cuando la decisión es adoptada por personas reconocidas como sus
representantes); y democracia participativa (cuando se aplica un modelo político que
facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan
ejercer una influencia directa en las decisiones públicas) (Silva, 1997).
No obstante, lo multívoco del término generó confusión y un desacuerdo universal
sobre su significado, lo que provocó serias discusiones tendientes a terminar con la
confusión terminológica y conceptual. Esos debates cristalizaron en tres enfoques acerca
de la definición de la democracia. En cuanto forma de gobierno, la democracia se definió
en términos de quién gobierna, cuáles son sus fines y qué medios se empleen. Dicho de
otro modo, la democracia podía ser definida en términos de fuentes, propósitos o
instituciones (Huntington, 1989).
En cuanto a los dos primeros existe una problemática de ambigüedad e imprecisión,
pues existen grandes diferencias entre las definiciones racionalistas, utópicas e idealistas
de la democracia, y las definiciones empíricas, descriptivas e institucionales. Sólo este
último tipo de definición (los medios que se emplean, es decir, las instituciones)
proporciona la precisión analítica y los referentes empíricos que hacen útil el concepto.
A este respecto resulta fundamental la teoría de Robert Dahl, quien asegura que la
democracia no existe más que como noción ideal, es decir, como una abstracción
imposible de materializarse; la democracia, para este autor, es un ideal imposible de
realizar en la cotidianeidad y lo que existe son “prácticas reales” o “poliarquías”, es decir,
combinaciones de liderazgos con control de los no líderes sobre los líderes, regímenes
cuyos actos presentan una correspondencia con los deseos de muchos de sus ciudadanos
durante un largo período de tiempo (Dahl, 1989).
En la poliarquía el control de las decisiones gubernamentales sobre las medidas
oficiales le corresponde a funcionarios electos, los cuales son elegidos y luego sustituidos
por elecciones libres relativamente frecuentes; en esas elecciones tienen derecho a votar
prácticamente todos los adultos, los cuales también tienen derecho a ocupar cargos
presentándose como candidatos; los ciudadanos gozan del derecho de libertad de
expresión, tienen acceso a diversas fuentes de información y tienen derecho a formar
asociaciones políticas que procuran influir en el gobierno rivalizando en las elecciones y en
los procesos políticos (Dalh, 1989).
Las poliarquías existen en sociedades pluralistas, lo que presupone el
reconocimiento de la dispersión en el poder, la presencia de ciudadanos con distintos
intereses con posibilidad de agruparse libremente, la existencia de grupos de interés,
organizados de forma libre y competitiva. Los protagonistas, en este caso, más que los
líderes son los grupos de interés, donde los no líderes controlan a los líderes (Iriarte,
2006:4).
Así, de manera contemporánea podemos entender a la democracia como “un
sistema de instituciones que se orienta a organizar la vida de la sociedad moderna para
asegurar sus condiciones y relaciones de convivencia... cuya propuesta es el paradigma
que tiene como meta la realización de los individuos y las organizaciones que articulan las
diversas energías que dan sustento a la vida de las instituciones” (Uvalle, 2003:69). En
ella, el binomio individual-colectivo canaliza las energías generadas por la dinámica de la
pluralidad social y política.
Ahora bien, en la democracia moderna, el espacio de lo público juega un papel
fundamental.
“Con la óptica de lo público, se ensancha el universo que corresponde a la vida en
común, en la cual tanto el Estado, el gobierno y la administración pública tienen un lugar
importante para conservarla y desenvolverla. Estas instituciones tienen contenido público
porque su responsabilidad es garantizar condiciones de vida para la sociedad y porque la
esfera de lo colectivo y lo común es la que justifica su razón de ser como instituciones
públicas (Uvalle, 2000:85).
En la actualidad, por definición todo lo gubernamental es público, pero no todo lo
público concierne exclusiva o preponderantemente al ámbito del gobierno
En este
sentido, el alcance del sector gubernamental se encuentra establecido por una serie de
instituciones que cumplen las funciones esenciales del Estado, y lo público rebasa ese
alcance y se incorpora a la dimensión colectiva pero visible que se encuentra fuera del
gobierno. De allí la emergencia del “tercer sector”, diferenciado del gobierno y de la
actividad privada: comparte con el primero la prestación de servicios colectivos,
fundamentalmente sociales, pero carece de poder para ejercer la coacción legítima;
siendo privado, su objetivo no es el mercado. Es en este sentido que el término público
adquiere su dimensión política como espacio de discusión y participación del colectivo en
asuntos que conciernen a todos.
La mayoría de las formas de organización política y social actuales, como formas de
Estado Moderno, se caracterizan por tener como objetivo fundamental la preservación de
la sociedad, considerando para ello las capacidades individuales y las conductas grupales,
en aras de acceder a espacios de colaboración. En este sentido “en la vida moderna el
individuo es el centro rector del quehacer social y político y el Estado es valorado como la
institución que hace posible la realización del ser humano” (Uvalle, 2000:77). La relación
establecida entre el Estado, las organizaciones civiles y los ciudadanos se gesta en el
espacio de lo público, éste es, además, el espacio donde se define el carácter democrático
del Estado.
Así, un Estado democrático es “un Estado que además de sancionar y respaldar los
derechos de ciudadanía política implicados por un régimen democrático, por medio de su
sistema legal e instituciones sanciona y respalda una amplia gama de derechos
emergentes de la ciudadanía civil, social y cultural de sus habitantes (O’Donnell, 2008:4).
El espacio de lo público es ahora más intenso, diferenciado y dinámico. Intenso
porque en su seno se desarrolla la convivencia de una pluralidad creciente, provocada por
la reivindicación de los grupos de su capacidad de autogestión, provocada a su vez por
haberse diluido las relaciones tutelares; diferenciado debido a que en la sociedad existen
grupos viejos y nuevos que no se agotan en la clasificación convencional de las clases
sociales; dinámico por la interdependencia de las acciones sociales y políticas orientadas
a incidir en el comportamiento de instituciones públicas. (Uvalle, 2000:77-78).
El Estado se organiza con mecanismos por medio de los cuales el ciudadano tiene
acceso a lo que es de interés común; entre estos mecanismos destaca el ejercicio real de
la ciudadanía, que implica procesos mucho más complejos que la simple elección de
gobernantes.
“La ciudadanía moderna --libertades, opinión, participación y elección pública- es parte
esencial de la vida en común, porque tiene la oportunidad de organizarse para incidir de
manera directa en los derroteros de la acción pública. La ciudadanía activa es un requisito
de primer orden para que la sociedad civil no sea considerada un cuerpo de átomos o la
mera agregación de voluntades carente de objetivos y medios de acción. Por el contrario
la ciudadanía activa implica la posibilidad de convertir en acción los planes o proyectos
relacionados con alguna cuestión del quehacer público” (Uvalle, 2000:72).
El ejercicio de la ciudadanía se relaciona con la emergencia de actores sociales
dispuestos a ejercer sus derechos para participar en los asuntos de su interés; tiene que
ver con una redistribución democrática del poder entre el Estado y la sociedad, donde
cada uno habita un espacio diferenciado pero coordinado para el ejercicio del poder. La
acción de los ciudadanos en el espacio público a través de la deliberación y la
argumentación de los asuntos de interés común propician la creación de acuerdos entre
las partes, misma que favorece la gobernabilidad democrática, que es en gran parte una
construcción de y para los procesos de democratización latinoamericanos, para avanzar y
consolidar la democracia mejorando su desempeño económico, social y político (Prats,
2001:4).
Lo anterior trae como consecuencia la generación de un gobierno de lo público, que
se caracteriza por el acceso de los ciudadanos y sus organizaciones a los procesos y las
decisiones y acciones. Lo público, así, se transforma de tal manera que la “vida en
privado” cada vez cede más asuntos a la “vida en público”, lo que genera que cada vez
con mayor frecuencia asuntos tradicionalmente colocados bajo el manto de lo personal,
oculto y cerrado, se coloquen en el marco de discusiones colectivas, visibles y abiertas, a
través de la participación de distintos actores sociales en la elaboración de demandas, con
el propósito de incidir en las instituciones públicas proyectando sus asuntos de interés.
En el marco de estos procesos de democratización surgen las políticas públicas
como instrumentos de gobierno que reconocen la pluralidad de pensamientos y el derecho
a la participación ciudadanas como condiciones fundantes de la poliarquía. Así, las
políticas públicas son las respuestas gubernamentales a los planteamientos de los grupos
sociales que se incorporan al espacio público.
La sexualidad como ámbito democrático
La autonomía es la capacidad de reflexionar por sí mismos y autodeterminarse. Con base
en ella, los diversos enfoques de la democracia política buscan, de acuerdo con un
esquema de David Held, consolidar relaciones libres e iguales entre individuos para
obtener el desarrollo de sus potencialidades; su protección frente a la acción del poder
coercitivo del Estado y el uso arbitrario de la autoridad; su participación en la
determinación de las condiciones de su organización; y, finalmente, la expansión de
oportunidades económicas para desarrollar los recursos disponibles (Giddens, 2008:168).
Si la autonomía es la capacidad de auto determinación a partir de la reflexión
propia, resulta imposible ejercerla “mientras los derechos y las obligaciones políticos estén
estrechamente ligados a la tradición y las prerrogativas fijadas, basadas en cierto régimen
de propiedad” (Giddens, 2008:168). Por eso, los individuos deben ser libres e iguales en la
determinación de sus propias vidas, esto es, deben disfrutar de iguales derechos para
generar la diversidad, pues la democracia no es enemiga del pluralismo.
Ahora bien, la autonomía debe tener un marco de condiciones propicio para su
realización. En este marco, las preferencias que expresa cada individuo deben tener igual
importancia y contar con los medios para expresarse, así como acuerdos institucionales
para la discusión (mediación, negociación y logro de compromisos). La responsabilidad
pública es otra característica de una sociedad democrática, pues si bien las decisiones
pueden ser particulares, deben quedar a abiertas al conocimiento público, para generar la
confianza que deriva de la responsabilidad y de la apertura, y que es hilo conductor de
todo orden político democrático.
Aunque la sexualidad suele asociarse con el ámbito de lo privado, de manera
reciente ha ocupado de manera relevante un espacio en las discusiones públicas, de tal
manera que “si se la concibe como una negociación transaccional de lazos personales por
parte de personas iguales… la intimidad implica una absoluta democratización del dominio
interpersonal, en una forma del todo homologable con la democracia en la esfera pública”
(Giddens, 2008:13).
Pensar la sexualidad de esta forma implica reconocer que su discusión pública está
sujeta a la regulación del Estado en tanto asunto de interés público, es decir, un asunto
que si bien se desarrolla en el campo de lo privado –y aún de lo íntimo-- tiene
repercusiones en el ámbito de lo público, es decir, aquello que reconocemos como general
y común, visible y manifiesto, abierto y accesible (Rabottnikof, 1997:17-20).
El enfoque científico de las políticas públicas no solo estudia los problemas básicos
y los modelos complejos que permiten resolverlos, sino que considera de manera
relevante el esclarecimiento de los valores subyacentes de los mismos. En esta lógica se
entiende como valor “una categoría de eventos preferidos… como paz en vez de guerra”
(Lasswell, 1951).
En este orden de ideas, la democratización sexual es la extensión del ámbito
democrático, con la creciente politización de las cuestiones de género y de sexualidad que
revelan y alientan las múltiples controversias públicas actuales, por lo que lejos de
limitarse a la esfera privada, las cuestiones sexuales se sujetan cada vez más a las
mismas exigencias políticas que todas las demás cuestiones sociales, en nombre de los
mismos valores de libertad e igualdad (Fassin, 2009:69).
Como respuesta a esta realidad, el énfasis de las respuestas gubernamentales
debe ponerse en la dignidad humana, como lo establece la “teoría de las ciencias de
políticas de la democracia (policy sciences of democracy)” (Lasswell, 1951), que reconoce
la participación de los grupos sociales en la solución de los problemas que, en nombre de
los valores democráticos y basados en el sentido de dignidad humana, les permitan el
ejercicio de su ciudadanía plena y su inclusión social. Tal es el caso de los grupos sociales
de la disidencia sexual.
Espacio público y disidencia sexual
“El día que nació el orgullo gay comenzó a frenarse la
injusticia. Enorgullecerse de eso que buscan que te
avergüences fue el dique contra el avasallamiento con el que
la mayoría se relacionó con nosotros” (Bazán, 2004: 253).
Dos fenómenos marcaron la incorporación de los asuntos de la disidencia sexual al
espacio de lo público. En un primer momento, la movilización de los grupos que se
organizaron a favor de sus derechos a partir de sus identidades sexuales y genéricas no
heterosexuales, y posteriormente, la ampliación del espacio público producto de los
cambios impuestos en los sistemas políticos por la globalización y sus consecuencias.
La naturaleza dinámica de las relaciones sociales y las conformaciones culturales
generaron en los años setenta del siglo XX la aparición de movimientos sociales que,
basados en la noción de sujeto, comenzaron a manifestar que lo sexual es político. El
feminismo primero y después lo que entonces se llamó “movimiento de liberación
homosexual”, construyeron una base de transformaciones importantes respecto a
conceptos tradicionales como el amor, la sexualidad, la pareja y la familia.
En efecto, desde que en los años setenta del siglo XX comenzó a gestarse el
movimiento social reivindicativo de la disidencia sexual, las identidades no heterosexuales
han ido tomando carta de naturalización en el imaginario colectivo, de tal suerte que las
primeras generaciones de activistas gay legaron un piso de derechos sin el cual sería
imposible pensar las reivindicaciones actuales (Meccia, 2006:101).
A partir de entonces, la lucha de estos actores sociales se ha establecido como un
sistema de conflicto entre los actores y movimientos feministas y de disidencia sexual, por
un lado, que empujan la transformación de las estructuras tradicionales y el arribo de
nuevas formas de arreglo en las relaciones humanas, y por otro, la Iglesia católica y sus
grupos laicos que pugnan por el mantenimiento de dichas estructuras.
Para los años ochenta, con los procesos de democratización en América Latina, el
impacto de la globalización y la revolución tecnológica como fenómenos que
transformaron significativamente a estas sociedades en el campo político, económico y
cultural (Sojo, 2002), propició la participación de nuevos actores en la discusión y
apropiación de asuntos de interés colectivo, e incorporó una óptica de lo público a la forma
de gobierno tradicional. En este nuevo estilo de “gobierno por políticas”, aumentó la
visibilidad del movimiento de disidencia sexual y encontró en el espacio de lo público el
espacio ideal para la búsqueda de sus derechos sociales, los cuales “una vez asegurados
resultaron escasos y, en consecuencia, ampliables y reformulables” (Meccia, 2006:101).
La apuesta por el derecho, es decir, por encontrar en el reconocimiento del Estado
la legitimidad de sus demandas, se generalizó entonces como una estrategia nodal. Hasta
hace muy poco, en el recorrido de las acciones emprendidas en forma coordinada entre
organizaciones civiles e instituciones del Estado, encontramos que éstas estaban
“de un modo recursivo, destinadas a mejorar lo que ya existía; por ejemplo, afinar
mecanismos para la reducción de la discriminación en los ámbitos laborales. (Pero)
difícilmente (podíamos encontrarlas) para elaborar dispositivos de garantías profundas
para los nuevos derechos… porque si existe algo que en términos muy generales han
hecho las agencias del Estado permeables a la cuestión gay en las últimas décadas, es
profundizar mecanismos garantistas de derechos negativos” (Meccia, 2006:94).
A partir de los años noventa, la conformación de los movimientos sociales se ha
visto ampliada por la incorporación de nuevas identidades que han venido a enriquecer las
agendas de la disidencia sexual y la complejidad de un movimiento ya de por sí complejo.
La aparición de personas bisexuales, transgénero, transexuales e intersexuales como
identidades políticas, ha generado nuevas demandas, nuevas agendas y nuevos
mecanismos de acción política, debido a lo cual, en América Latina es cada vez más
frecuente escuchar sobre iniciativas y discusiones legislativas, sociales, políticas y
comunitarias, que apuntan a la búsqueda de la igualdad de algunos derechos y el
reconocimiento de otros
hasta entonces
no alcanzados
por los
sectores no
heterosexuales.
Para la primera década del siglo XXI, los grupos de la disidencia sexual han
elaborado complejas agendas de demandas hacia los sectores gubernamentales. La
complejidad de estas agendas está dada por la conformación de los grupos y las diversas
identidades que les conforman, pues no existe una identidad única dentro del movimiento
social de la disidencia sexual, sino más bien la suma de diversas identidades y
movimientos, con características propias y demandas singulares. Asimismo, la
complejidad de estas demandas se encuentra en la difícil relación que encuentra con los
grupos del conservadurismo, pues aunque México es un país formalmente laico, “la
religiosidad continua siendo la variable que mejor predice la actitud de la población hacia
los derechos sexuales y reproductivos” (Vaggione, 2008:15), pues si bien es cierta la
fuerza que han tomado los movimientos disidentes, es también cierta la fuerza del “lobby
en materia sexual” desatado por la Iglesia católica y sus aliados, así como la legitimidad
social alcanzada por ella en contextos donde la legitimidad de los políticos y gobernantes
es sumamente cuestionada.
Dentro de la agenda del movimiento existen principalmente tres tipos de demandas:
las de tipo “bandera”, las confluyentes y las específicas. Las “demandas bandera”, sirven
para abrir espacios de inclusión y la discusión pública sobre los temas de la disidencia
sexual; la demanda “bandera” más notoria de los movimientos socio-políticos de disidencia
sexual ha sido el derecho al matrimonio igualitario, cuya conquista es hoy una realidad en
la ciudad de México, primera en reconocer este derecho (diciembre de 2010) y en la
República de Argentina, primer país en reconocerlo en su legislación federal (julio de
2011), ambos casos en América Latina, continente en el cual existen o han existido
distintas iniciativas sociales e incluso parlamentarias al respecto.
Las demandas confluyentes son aquellas que encuentran lugar en las agendas de
todas las identidades y expresiones del movimiento socio-político, pues se relacionan con
una problemática generalizada. En este rubro se encuentra la eliminación de toda forma
de discriminación laboral, escolar, familiar y social; la eliminación de los crímenes de odio
por homofobia (entendida aquí como el rechazo irracional hacia todas las manifestaciones
de la disidencia sexual); la generación de políticas incluyentes en distintos ámbitos
sociales, como la salud pública y el reconocimiento de las formas de relación social y
familiar que las personas no heterosexuales se han dado.
Las demandas específicas tienen que ver con las características concretas de cada
grupo o segmento del movimiento, por ejemplo, los asuntos relativos a la masculinidad
dominante para los varones gays; lo relativo a la doble condición de marginación que
implica para las lesbianas su condición sexual y su condición de mujeres; la negación de
la opción bisexual para las personas que se identifican como pertenecientes a este sector
de la disidencia; las necesidades específicas de las personas Trans, cuyo compromiso
corporal implica necesidades de salud, laborales, familiares y de inclusión social muy
particulares; o bien, las de las personas intersexuales, igualmente con sus especificidades
corporales y consecuencias sociales concretas; entre muchos otros para cada sector.
Matrimonio y arreglos familiares a partir de la disidencia sexual
“El proceso que resume y concentra las transformaciones
sociales es la crisis de la familia patriarcal. Si ésta se
desmorona, de forma gradual, pero segura, todo el sistema
del patriarcado y el conjunto de nuestras vidas, se
transformarán” (Castells, 1996:161).
Como se ha visto, una de las “demandas bandera” más importante para el movimiento de
disidencia sexual es el matrimonio universal y el reconocimiento de las conformaciones
familiares que surjan a partir de esta figura, o incluso de otras alternativas, como la unión
libre, el matrimonio sin corresidencia, la adopción de infantes o el reconocimiento de hijos
propios de relaciones anteriores. Esta demanda obliga a revisar el concepto mismo de
familia.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ha definido a la familia como
"un espacio de acción en el que se definen las dimensiones más básicas de la seguridad
humana: los procesos de reproducción material y de integración social de las personas"
(PNUD, en Arriagada, 2001:7). Sin embargo, la familia, o para ser más preciso, el
concepto de familia, así como sus conformaciones y acepciones no han sido siempre las
mismas. De hecho, “el significado etimológico y semántico del propio vocablo sigue siendo
incierto” (Millán, 2009). Lo que si puede asegurarse es que como construcción cultural, la
noción de familia es dinámica, pues cambia con el tiempo y de una sociedad a otra.
El origen de la familia como la conocemos en occidente se encuentra en el derecho
romano, a su vez origen de nuestro derecho civil, incluido el de familia.
El paterfamilias refería al varón que tenía plena capacidad jurídica y al que estaban
sometidos, en primer término, la mujer sujeta a la manus de su marido; después, los
descendientes legítimos o adoptivos del pater viviente, a los que se llamaba filiusfamilias;
y, finalmente, los in causa mancipi, individuos recibidos en virtud de reparación por la
comisión de un delito o en garantía de obligaciones jurídicas del paterfamilias del que
dependían. A los sirvientes se les consideraba parte de la familia –de ahí el vocablo
fámula—y los esclavos, en tanto objetos, eran parte del patrimonio del paterfamilias
(Iglesias, citado por Millán, 2009).
Posteriormente, como un hecho importante en la historia de la familia occidental,
apareció la figura del matrimonio, el cual se estableció como el reconocimiento de un
hecho social preexistente cuya finalidad fue dotar de consecuencias jurídicas a ese hecho,
cuyos propósitos eran la convivencia, la ayuda mutua y la asistencia en caso de
necesidad.
“El objetivo de la reproducción –y su elevación a misterio sacramental— fue una
invención del clero católico en la edad media” (Magallón Ibarra, citado por Millán, 2001), y
con esa imposición se establecieron, en una sola figura, tres requisitos que hasta entonces
podían encontrarse en espacios diferentes: los sentimientos amorosos, la sexualidad y la
reproducción de la especie, a lo que se agregó la fidelidad como requisito de amalgama
para el mantenimiento de dicha triada.
Más recientemente, con el proceso de modernización de las sociedades se generó
una progresiva nuclearización de la familia, basada en un esquema de diferenciación de
sexos, en el cual el hombre debería ser el proveedor económico de la familia por medio de
su inserción en el mercado de trabajo, en tanto la mujer se encargaría fundamentalmente
de los aspectos reproductivos y del cuidado doméstico de hombres, niños y ancianos
(Aguirre y Fassler, citados por Arriagada, 2001:10).
Como es evidente, este tipo de familia nuclear, heterosexual, monogámica y
normativa, cumplía dos propósitos relacionados con la reproducción: la de la especie y la
del género, es decir, los roles de hombres como padres proveedores y ajustados a una
masculinidad hegemónica, y de mujeres como madres según los modelos de feminidad,
en relación de subordinación y dominación (Bustamante Tejada, 2009:3).
Para poder sostener este modelo de familia, fueron elaborados conceptos útiles
para la normalización, es decir, la represión de la diversidad individual a través de
patrones considerados como normales –y su contraparte de anormalidad como situación
eliminable--. La función pedagógica de este dispositivo de normalidad se depositó en la
familia como primera instancia y en la escuela como segunda. La premisa central de este
dispositivo fue que lo individual, en tanto irrepetible es patológico y por ello debe ser
sometido a patrones de normalidad. El propio término “normal” pasó a la lengua popular y
se naturalizó en ella a partir de los vocabularios específicos de dos instituciones, la
institución pedagógica y la institución sanitaria (Canguilhem, 1971:185).
La moral católica define a la familia sostenida por tres dimensiones básicas, que
son la sexualidad exclusiva, la procreación y la convivencia (Jelin, citado por Arriagada,
2001:17). Quizá por estas características, en la mayoría de los países de América Latina,
más que políticas familiares explícitas, existen rasgos de política, es decir, intervenciones
dispersas y no coordinadas mediante programas y proyectos, por medio de los cuales se
intenta resolver distintas problemáticas relativa a las familias en materia de salud,
educación, combate contra la pobreza, prevención y erradicación de la violencia, entre
otras. Dentro de esta amplia gama de políticas familiares es posible identificar algunas
iniciativas y proyectos que intentan adaptarse a los cambios experimentados por las
familias y a los nuevos papeles sociales de hombres y mujeres en el hogar (Arriagada,
2001:6), con base en las críticas a este modelo de familia formuladas por el feminismo y
por la disidencia sexual, que lo caracterizan como de tipo patriarcal, heteronormativo y
solamente reproductor.
Las familias en la actualidad son alineaciones variadas y diversas, no solo por su
conformación, sino porque se han sucedido una serie de cambios que han impactado en
ellas, tales como un descenso de fecundidad y mortalidad, que ha aumentado la
esperanza de vida al nacer, y el envejecimiento de la población en consecuencia (Ariza y
De Oliveira, 2001:15). Si bien algunas investigaciones (Arriagada, 2001, Ariza y De
Oliveira, 2001, Millán, 2001) coinciden en señalar que en la actualidad la gran mayoría de
los hogares son del tipo nuclear; las mismas refieren que existen las familias extendidas;
los hogares unipersonales y los hogares sin núcleo; además de las familias compuestas.
En el caso de México, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Geografía e
Informática, INEGI, dentro de las familias nucleares son mayoritarias las parejas con hijos
(72.6%), mientras que 14.9% son de jefes con hijos y 12.5% parejas sin descendencia. En
contraste, cinco de cada 10 familias no nucleares son parejas con hijos; tres, el jefe con
hijos; una, el jefe sin su núcleo conyugal, y una, la pareja sola (Millán, 2001).
De acuerdo con el mismo organismo, el Distrito Federal es la entidad que se sitúa a
la cabeza de estas transformaciones: cuenta con los porcentajes más altos de hogares
unipersonales (10%), monoparentales (12.5%), de parejas sin hijos (9%), de corresidentes
(0.6%), y el porcentaje más alto de hogares jefaturados por mujeres (28.8%). Además
tiene el porcentaje más bajo de todo el país en hogares de parejas con hijos (43.5%)
(Millán, 2001).
No existen aún datos estadísticos o poblacionales que den cuenta de las familias
conformadas por arreglos provenientes de la disidencia sexual, de hecho, resulta difícil
aún encontrar en nuestra sociedad una denominación para ellas, hecho que no parece
casual, porque el nombre confiere entidad e identidad, y supone, por tanto, un
reconocimiento explícito (González y Sánchez, 2003). No obstante lo anterior, se conoce
la existencia de estas conformaciones debido a una serie de trasformaciones culturales de
gran relevancia para el mundo familiar que vieron la luz a la par de esos cambios:
surgieron nuevas acepciones sobre las mujeres y la maternidad (o las maternidades) se
resignificaron poco a poco las nociones de masculinidad y las ideas de paternidad
prevalecientes (Ariza y De Oliveira, 2001:17), y surgieron los movimientos de disidencia
sexual, como actores sociales que buscan su reconocimiento en el espacio público.
Así, para Castells, existen tres hitos importantes en la historia del siglo XX: las
mujeres con su papel protagónico en los cambios del siglo, los sujetos no heterosexuales,
y la diversidad de grupos familiares que se alejan del modelo de familia tradicional
(Castells, 1996).
En concordancia con ello, en la actualidad pueden distinguirse al menos tres formas
de abordar la familia, no excluyentes entre sí:
Tenemos, por un lado, una clasificación dada por el número de personas que componen
los lazos parentales con los hijos. En este caso, hablamos de familias monoparentales,
biparentales o ensambladas. Por otro lado, podemos abordar la forma en que se compone
una familia en relación con la llegada de los hijos. Esto es, si planteamos familias
adoptivas o criaturas engendradas biológicamente, sea por uniones heterosexuales o
producto de técnicas de reproducción asistida. Por último, podemos definir a una familia
en función de la orientación sexual e identidad de sexo/género de los padres y las madres
(Uziel, citado por Libson y Stivala, 2009).
¿Por qué este tipo de acercamiento se presenta como novedoso? Lo “nuevo” del
fenómeno no radica en su supuesta novedad, sino en los márgenes de su definición.
Nacer de un varón y una mujer no es suficiente para ser hijo o hija de ese varón y/o esa
mujer, ya que el concepto de filiación implica un salto, un paso que supera todo hecho
físico y biológico, y es el de su sedimentación en tanto hecho social y simbólico (Cadoret,
2003: 25).
Las familias no inscriptas en los cánones heterosexuales reproductivos pueden
constituirse a partir de varias fórmulas. Puede surgir, en primer lugar, luego de la ruptura
de una unión heterosexual y la formación de una nueva alianza no heterosexual con un
compañero o compañera. En segundo lugar, a partir de un sistema de co-parentalidad en
el que varones y mujeres, por ejemplo gays y lesbianas, que viven solos o en pareja, se
ponen de acuerdo para tener un hijo que se criará entre la dos unidades familiares. En
tercer lugar, gracias a la adopción de una chico…
Y, en cuarto lugar, mediante el
nacimiento de un hijo engendrado con técnicas de procreación asistida, a través de
inseminación artificial con donante o madre sustituta3 (Cadoret, citada por Libson y
Stivala, 2009).
La existencia de estos procesos y de la posibilidad de abordar la familia de maneras
no tradicionales, son claro ejemplo de los cambios que ha venido sufriendo el concepto de
familia y las transformaciones culturales en otros ámbitos de la vida social pero que han
impactado en su definición. Así, la noción de familia es dinámica, cambiante y entre otros
fenómenos, la aparición de la disidencia sexual en el espacio público ha impulsado su
transformación.
Salud pública y disidencia sexual
La demanda de salud incluyente que favorezca el desarrollo de todas las personas es una
demanda confluyente de todos los grupos del movimiento socio-político de la disidencia
sexual. Sin embargo, es necesario considerar que si bien la demanda de salud incluyente
es común a todas las identidades del movimiento, cada una de ellas presenta
características particulares que es necesario considerar y atender.
El enfoque común hacia las personas que se reivindican públicamente como no
heterosexuales suele centrarse en lo sexual, como si las personas con una orientación
sexo-genérica distinta a la heteronormada no presentaran otros aspectos o rasgos de
identidad o personalidad y fueran solo eso: sexo. Esta visión limitada de las personas no
heterosexuales y con orientación de género diversa, obedece en parte a la forma binaria
en la que el patriarcado observa al mundo, misma que ha construido una sexualidad
“normal” y ha anormalizado todas las expresiones de afecto y prácticas sexuales y
expresiones de género que no se encuentran en los reducidos márgenes de la
heterosexualidad.
Pero esta forma de mirar la no heterosexualidad y la diversidad de género también
ha sido promovida por la propia forma en la que el movimiento político y social de
disidencia sexual ha promovido el uso de las identidades. Es decir, el propio movimiento
reivindicativo ha construido a las identidades disidentes desde lo sexual y no desde la
esfera humana, favoreciendo una mirada social centrada en los aspectos sexuales de las
personas. En esta tónica, es común pensar a una persona heterosexual como un todo que
involucra diversas facetas y ámbitos: el hogar y la familia, el trabajo, la escuela, las
relaciones de pareja, relaciones sociales de amistad y otras relaciones; sin embargo,
cuando se piensa a un varón gay o a una mujer lesbiana se piensa casi irremediablemente
solo en su dimensión sexual.
De tal suerte, en una reducción de los sujetos a su sexualidad, que no es inocua
sino parte de un ejercicio de poder heterosexista (Nuñez Nortiega, 2011:63), se construye
“a un personaje con relación a una práctica sexual, un personaje que se define por su
sexualidad, que es metonomizado por un eje diacrítico: ‘con quien tiene coito’, y a partir de
lo cual se le obliga a construir una identidad, un estilo de vida e incluso una política”
(Nuñez Noriega, 2011:62), con ello su compleja humanidad se esfuma y aparece en el
imaginario colectivo como un ser definido por un deseo sexual.
La salud de las personas no heterosexuales suele centrarse también en la
dimensión sexual, por lo que suele pensarse que al habar de salud para gays, lesbianas, o
personas Trans, deben atacarse exclusivamente problemáticas relacionadas con su
sexualidad, por lo que tanto organismos gubernamentales como del propio activismo
social suelen elaborar intervenciones casi exclusivamente en el ámbito del vih/sida u otras
infecciones de transmisión sexual, dejando fuera otras dimensiones de la salud humana
que competen también a quienes pertenecen a los colectivos de la disidencia sexual.
Pero en tanto seres humanos, gays, lesbianas, bisexuales, personas Trans e
intersexuales se conforman como entidades complejas, biopsicosociales. La dimensión
biológica de esta triada está relacionada con los aspectos anatómicos y fisiológicos del
cuerpo, la dimensión sicológica se relaciona con las emociones, sentimientos, expresiones
y comportamientos, y la dimensión social está relacionada a los patrones culturales y el
entorno donde se desenvuelve y relaciona el ser humano cotidianamente. Esta
característica tridimensional es, a su vez, de tipo sistémica, es decir, cualquier aspecto
biológico que afecte la salud, afecta aspectos de la vida sicológica y social de una
persona, del mismo modo, cada uno de los aspectos que se influya tiene efectos en los
otros dos.
La construcción biopsicosocial de los individuos no heterosexuales hace que sus
necesidades con respecto a la salud se encuentran determinadas por vectores
multifactoriales que involucran aspectos sociales, culturales y relacionales. En este
sentido, las personas con identidades sexuales o de género no reconocidas culturalmente
dentro de la norma heterosexual tienen necesidades específicas en lo que toca a la salud
pública, mismas que hasta ahora han sido abordadas desde la perspectiva de la
construcción de políticas y programas generales para atender de manera global a las
poblaciones que las sufren, sin reparar en las especificidades de cada sector.
Pero si la salud sexual de las personas no heterosexuales es compleja, es así
porque la noción misma de salud es sumamente compleja. El término salud pública
representa un problema de definición en cuanto a sus alcances, debido a que a lo largo
del tiempo se le ha dotado de connotaciones distintas. En la actualidad puede pensarse,
de acuerdo con varios investigadores (Navarro, 1998; Franco, 1995; Frenk, 1992; Eslava,
2004:21), en siete acepciones del término.
La primera de ellas remite a la acción gubernamental al equiparar el adjetivo
“público” con labor del gobierno, bajo esta idea, la salud pública es competencia del
gobierno y sólo a éste corresponde su atención y mantenimiento. La segunda acepción del
término asume esta primera connotación pero le agrega la acción de la comunidad
organizada para establecer una idea de acción social, tanto gubernamental como
comunitaria, que procura la salud colectiva. La tercera forma de entender el término alude,
de manera más técnica, a los llamados “servicios no personales de salud”, es decir, a
aquellos servicios que se aplican al ambiente en general o a la colectividad y que, por
tanto, no son apropiables por un individuo específico.
La cuarta forma de abordar el tema recoge la connotación anterior sobre servicios
no personales y por lo tanto no individualizables, pero adiciona una serie de servicios
`personales dirigidos a grupos en situación de vulnerabilidad social, como los programas
de atención materno-infantil y otros similares.
Una quinta forma de abordaje sobre la idea de salud pública proviene de un uso
coloquial, y se refiere a los problemas sanitarios más frecuentes o de alta peligrosidad que
la gente percibe como graves para su entorno e identifica como contrarios a su salud. La
sexta está en relación con un saber especializado y la séptima se relaciona más con un
ser o una manera de ser, esto es, como un estado de bienestar colectivo (Eslava,
2004:21).
Estas distintas formas de entender el concepto de salud pública pueden, de
acuerdo con Salazar, ubicarse en tres ámbitos de sentido diferenciado: el primero,
entiende la salud como las condiciones de salud de los públicos (de la sociedad). El
segundo, se refiere al ámbito profesional cuyo objetivo es estudiar la salud del público y la
construcción de las herramientas para combatir los problemas sanitarios que aquejan a
las poblaciones. El tercero, es el de la acción social organizada, que sirve como marco
institucional para enfrentar los problemas sanitarios que allí se presentan (Salazar, 2005).
Con lo anterior en consideración, puede afirmarse, con Granados Torano que una
nueva salud pública sería aquella que se concibe conformada por el conjunto de medidas
políticas, económicas, sociales , culturales, epidemiológicas, sanitarias y médicas dirigidas
a proteger y mejorar el estado de salud de la población, a la vez que disminuyen las
brechas que existen entre los distintos grupos sociales y fomentan la inclusión, la
integración y la cohesión social.” (2003:266)
La salud para las personas no heterosexuales precisa el diseño e implementación
de políticas y programas particulares que atiendan las problemáticas específicos de
quienes no se asumen bajo la norma heterosexual, y que enfrentan de manera cotidiana
las consecuencias del estigma y la discriminación, rompiendo con ello la forma
generalizada que ha tenido la salud pública de atender a personas distintas con el mismo
criterio.
En efecto,
la concepción de salud, reúne categorías universales y homogeneizantes que no hacen
distinción entre las complejas condiciones que viven los diferentes grupos humanos con
base en sus identidades de género, mujeres, hombres, personas que viven una sexualidad
diferente a la heterosexual, quedando adscritos a un sistema que no reconoce ni atiende
las necesidades biosicosociales reales en salud que presenta esta población, situación
que genera diferentes formas de exclusión (Salazar, 2005).
La discriminación es una de esas formas de exclusión. Las personas de los
colectivos de disidencia sexual viven permanentemente la discriminación por su
orientación sexual o de género, lo que les coloca en permanente desventaja frente a sus
pares heterosexuales, incluso frente a los propios prejuicios de los proveedores de
servicios de salud, los cuales suelen desconocer las necesidades particulares de estos
grupos sociales no heterosexuales. De allí la importancia de establecer políticas integrales
que atiendan a las poblaciones no heterosexuales en sus particulares problemáticas de
salud.
Sin duda alguna, uno de los más grandes azotes en materia de salud para amplios
sectores de las personas no heterosexuales ha sido y es en la actualidad el vih/sida. De
acuerdo con un documento de las Organización Mundial de la Salud, desde el comienzo
de la epidemia en la década de 1980, hombres que tienen sexo con hombres, HSH, y
personas transgénero se han visto desproporcionadamente afectados por el virus de
inmunodeficiencia humana, VIH. Un análisis de datos de vigilancia en países de ingresos
bajos y medianos comprobó que los HSH tienen 19,3 veces más probabilidades de estar
infectados por el VIH que la población general (World Health Organization, 2011).
De acuerdo con el mismo documento, la criminalización y barreras legales y
políticas desempeñan un papel clave en la vulnerabilidad de los HSH, y personas
transgénero al VIH. Más de 75 países actualmente tipificar como delito la actividad sexual
del mismo sexo, y personas transgénero carecen de reconocimiento legal en la mayoría
de los países. Asimismo, desde hace mucho tiempo las evidencias indican que las
personas HSH y transexuales experimentan importantes barreras en la atención sanitaria
de calidad debido al estigma generalizado contra la homosexualidad y la ignorancia sobre
la variación de género en la sociedad y dentro de los sistemas de salud (World Health
Organization 2011).
La discriminación social contra estos sectores también es un impulsor clave de los
resultados de la mala salud física y mental en estas poblaciones a través de diversos
entornos, pues además de sobrellevar una carga desproporcionada en cuanto a
infecciones de transmisión sexual y VIH, experimentan tasas más altas de depresión,
ansiedad, tabaquismo, alcoholismo, consumo de sustancias y suicidio, como resultado de
estrés crónico, aislamiento social y falta de acceso a servicios de salud y de soporte
(World Health Organization 2011).
Frente a ello, la Organización Mundial de la salud propone una serie de directrices,
cuyo principio general es enfrentar la pandemia con respeto y protección de los derechos
humanos. Estas directrices apuntan a cuatro aspectos nodales: derechos humanos;
prevención, cuidado y tratamiento de VIH; uso de sustancias y la prevención sanguínea;
prevención y cuidado de otras infecciones de transmisión sexual.
En cuanto a derechos humanos, se sugiere que los legisladores y otras autoridades
de Gobierno establezcan leyes antidiscriminación y leyes protectoras derivadas de las
normas internacionales de derechos humanos, a fin de eliminar la discriminación y la
violencia que enfrentan los grupos poblacionales más afectados; los servicios de salud
deben ser incluyentes de estos grupos, basados en los principios de ética médica y el
derecho a la salud.
En cuanto a prevención, cuidado y tratamiento de VIH la guía sugiere recomendar
el uso de condones consistentemente durante el coito anal para parejas del mismo sexo y
para parejas serodiscordantes, lo mismo que ofrecer a las poblaciones más afectadas
asesoramiento y pruebas de VIH; implementar intervenciones conductuales a nivel
individual y comunitario para la prevención del VIH y las infecciones de transmisión sexual;
ofrecer información vía internet para reducir los comportamientos sexuales de riesgo y
aumentar la realización de pruebas y asesoramiento mediante estrategias de mercadeo
social; implementar estrategias de divulgación en lugar de sexo para disminuir el riesgo.
Por el contrario, se sugiere no ofrecer la circuncisión masculina adulta a HSH y personas
transgénero como medida para prevenir el VIH y las infecciones de transmisión sexual.
En lo que hace al uso de sustancias y la prevención sanguínea del VIH se propone
que las personas con abuso de alcohol tengan acceso a intervenciones psicosociales de
evaluación, asesoramiento y comentarios específicos; y quienes se inyectan drogas
tengan acceso a programas de jeringa y aguja y terapia de sustitución de opioide; las
personas Transexuales que se inyectan sustancias para mejora de género deben utilizar
equipos de inyección estériles para reducir el riesgo de infección con patógenos
sanguíneos tales como VIH, hepatitis b y hepatitis C.
Finalmente, sobre la prevención y el cuidado de otras infecciones de transmisión
sexual, la guía recomienda ofrecer a las poblaciones con infecciones de transmisión
sexual sintomáticas, tratamiento y manejo sindrómico; ofrecer pruebas periódicas para
infecciones asintomática uretral y rectal de gonorrea y clamidia; ofrecer pruebas
serológicas periódicas de infección por sífilis asintomática; incluir a estas poblaciones en
las estrategias de vacunación de la Hepatitis B en los lugares donde la inmunización
infantil no ha alcanzado al 100% de la población.
Pero la salud de las personas pertenecientes a la disidencia sexual va más allá del
VIH/SIDA, pues son muchas y muy variadas las necesidades de salud que vivien las
personas gays, lesbianas, trans e intersexuales. Con ello en consideración, la Asociación
Médica de Gays y Lesbianas, GLMA, por sus siglas en inglés, publica en San Francisco,
California, Estados Unidos de Norteamérica, tres documentos paralelos, uno para gays,
otro para lesbianas y uno más para personas transgénero, con la lista de los diez temas
más importantes que esos grupos de personas deberían discutir con su proveedor de
salud. De acuerdo con la Asociación, la preocupación básica para emitir estos documentos
es que los médicos y otros proveedores de servicios de salud no comprendan los riesgos
de salud de las comunidades gay, lésbica y Trans, y no puedan proveer atención
competente.
Con la intención de definir los temas generales que afectan más a varones y
mujeres con práctica homoeróticas, así como a personas Trans, la GLMA elaboró una lista
de diez temas básicos que afectan a estos grupos. Aunque cada lista fue elaborada para
poblaciones norteamericanas, coincide ampliamente con las necesidades de estas
poblaciones en otras latitudes, aunque es importante no perder de vista al momento de
considerarlas, que en cada una de ellas debe haber particularidades nacionales,
regionales y provinciales propias de cada medio, cultura, religión y costumbres que es
necesario considerar. Cabe también reconocer que gays, lesbianas y personas Trans no
tienen entre sí las mismas prioridades de salud y que necesitan programas de salud
específicos, con personal culturalmente capacitado para atenderlos. A continuación se
presentan estas listas.
Diez temas para que gays traten con sus médicos (Silenzio, 2011).
1. VIH/SIDA, Sexo seguro.
Es bien sabido que los hombres que hacen sexo con hombres tienen riesgo
incrementado de infección de VIH, pero la eficacia del sexo seguro en la reducción de la
tasa de infección de VIH es uno de las grandes historias de la lista de éxitos de la
comunidad gay. Sin embargo, los últimos años han visto el retorno de muchas prácticas
sexuales no seguras. Es cierto que hay en el horizonte tratamientos efectivos para el VIH,
pero no hay sustituto para la prevención de la infección. Se ha probado que el sexo seguro
reduce el riesgo de transmitir o recibir el VIH. Todos los profesionales de la salud deben
estar conscientes de cómo aconsejar y cómo apoyar el mantenimiento de las prácticas de
sexo seguro.
2. Uso de Sustancias.
Los hombres gays hacen uso de sustancias en una proporción superior a la
población general, y no solamente en las grandes comunidades como Nueva York, San
Francisco y Los Ángeles. Estas sustancias incluyen una variedad que va del nitrato de
amilo (los “poppers”), a la marihuana, el éxtasis y las anfetaminas. Los efectos a largo
plazo de muchas de estas sustancias se desconocen, aunque el sentido común sugiere
que tienen consecuencias potencialmente serias a medida que se envejece.
3. Depresión y Ansiedad.
Parece que la depresión y la ansiedad afectan a los hombres gays en una
proporción mayor que a la población general. La probabilidad de depresión y ansiedad
puede ser más grave, y el problema puede ser más severo, para los gays “tapados” o para
quienes no tienen apoyo social adecuado. En particular, los adolescentes y los adultos
jóvenes presentan alto riesgo de suicidio y conductas autodestructivas por causa de estos
temas. En la prevención detección temprana y tratamientos de estas condiciones podrían
ser más eficaces servicios de salud culturalmente sensibles, enfocados específicamente a
varones gays.
4. Inmunización Contra las Hepatitis.
Los HSH tienen riesgo incrementado de infección de transmisión sexual con los
virus que causan la seria afección del hígado conocida como hepatitis. Estas infecciones
pueden ser potencialmente fatales y pueden conducir a enfermedades de largo término
muy serias, con la cirrosis y el cáncer hepático. Afortunadamente, se dispone de
inmunización para prevenir dos de los tres virus más serios. Se recomienda la
inmunización universal contra la hepatitis A y B a todos los hombres que hacen sexo con
hombres. El sexo seguro es eficaz para reducir el riesgo de la hepatitis viral, y es por
ahora el único medio de prevención contra el muy peligroso virus de la hepatitis C.
5. Infecciones de Transmisión Sexial.
Las infecciones transmisibles sexualmente (ITS) se dan en gran proporción en los
hombres gays sexualmente activos. Esto incluye ITS para las que hay tratamiento
disponible (sífilis, gono-rrea, clamidia, parásitos púbicos y otros), y algunas ITS para las
que no hay cura (VIH, hepatitis de virus A, B o C, HPV (Virus del Papiloma Humano) y
otras. No hay absolutamente ninguna duda de que el sexo seguro disminuye el riesgo de
ITS (también llamadas ETS, enfermedades transmisibles sexualmente) y es clave la
prevención de tales infecciones por medio de sexo seguro.
6. Cánceres de Próstata, Testículos y Colon.
Los hombres gays pueden correr riesgo de muerte de cáncer prostático, testicular o
de colon. El chequeo de estos cánceres debe hacerse en distintas épocas del ciclo de
vida, y el acceso a los servicios de testeo puede hacerse más difícil a causa del tipo de
atención, que debería ser culturalmente sensible ante los varones gays. Todos los varones
deberían hacerse estos chequeos de rutina. Todos los varones, gays o no, al terminar la
secundaria o poco después, deberían saber llevar a cabo autoexámenes de testículos, y
no temer hacerse examinar por un médico en relación con estos cánceres.
7. Alcohol.
Aunque algunos estudios más recientes han mejorado nuestra comprensión del uso
de alcohol en la comunidad gay, todavía se piensa que los hombres gay tienen mayores
tasas de dependencia y abuso del alcohol que los heterosexuales. Un vaso por día puede
no tener efectos adversos en la salud, pero sin embargo con bajos niveles de consumo
pueden aparecer enfermedades relativas al alcohol. para implementar programas de
prevención y tratamiento exitosos es importante contar con servicios culturalmente
sensibles enfocados a hombres gays.
8. Tabaco.
Varios estudios norteamericanos indican que los hombres gay fuman en
proporciones mucho mayores (casi un 50% más) que los hombres heterosexuales; en
Latinoamérica la proporción puede ser menor, ya que las campañas contra el tabaco no
han sido tan intensas como en los Estados Unidos. Los problemas de salud relacionados
con el tabaco incluyen enfermedades del pulmón y cancer de pulmón, enfermedad
cardíaca, alta presión sanguínea, y una gran cantidad de otros problemas serios. Todos
los hombres gays deben chequearse en cuanto al uso de tabaco, y debe ofrecérseles
programas de prevención y de abandono del consume sensibilizados culturalmente.
9. Cuidado del cuerpo (Dieta y ejercicio físico).
Los problemas con la imagen corporal son más comunes entre los hombres gays
que entre sus contrapartes heterosexuales, y los gays tienen muchas más probabilidades
de sufrir desórdenes de la alimentación como la bulimia o la anorexia nerviosa. Si bien el
ejercicio regular es muy bueno para la salud cardiovascular y también otras áreas, los
excesos pueden ser dañinos. El uso de sustancias como los esteroides anabólicos y
ciertos suplementos pueden afectar adversamente la salud. En la otra punta del espectro,
el sobrepeso y la obesidad son problemas que pueden también afectar a un gran
subgrupo de la comunidad gay. Esto puede causar una cantidad de problemas de salud,
incluyendo diabetes, alta presión sanguínea y enfermedad cardíaca.
10. Papiloma Anal.
De todas las infecciones de transmisión sexual (ITS) a las que están expuestos los
hombres gays, el papiloma (HPV, virus del papiloma humano) que causa verrugas anales
y genitales, es a menudo considerado apenas una inconveniencia desagradable. Sin
embargo, estas infecciones pueden jugar un papel en las tasas incrementadas de cáncer
anal que existen entre los gays. Algunos profesionales de la salud ahora recomiendan
análisis de rutina de Papanicolau anal, similar al test que se usa para detectar
tempranamente cánceres en las mujeres. Hay que subrayar el sexo seguro. Existen
tratamientos para el HPV, pero las recurrencias de estas verrugas son muy comunes, y la
velocidad a la que la infección puede esparcirse entre las parejas es muy alta.
Diez temas para que lesbianas traten con sus médicos (O’Hanlan, 2011).
1. Cáncer de Mama.
Para sufrir este cáncer las lesbianas tienen una concentración de factores de riesgo
más rica que cualquier otro subgrupo de mujeres del mundo. Combinen esto con el hecho
de que muchas lesbianas por arriba de cuarenta años no se someten por rutina a
mamografías, ni hacen autoexámenes de mamas, o se hacen hacer un examen clínico de
las mamas, y el cáncer podría no diagnosticarse tempranamente, cuando es más curable.
2. Depresión/Ansiedad.
Se ha demostrado que las lesbianas experimentan estrés crónico a causa de la
discriminación homofóbica. Este estrés está potenciado por la necesidad que algunas
tienen todavía de ocultar su orientación sexual a sus colegas de trabajo, y por el hecho de
que muchas lesbianas han perdido el importante apoyo emocional que otros reciben de
sus familias, debido a la alineación que surge de su orientación sexual.
3. Cáncer ginecológico.
Las lesbianas están en riesgo más alto en relación con algunos de los cánceres
ginecológicos. Lo que quizás no sepan es que hacerse un examen anual en la consulta de
un ginecólogo puede facilitar significativamente el diagnóstico temprano, asociado con
tasas más altas de curabilidad, si alguna vez los desarrollan.
4. Cuidado del cuerpo (Fitness).
La investigación confirma que las lesbianas tienen una masa corporal más alta que
las mujeres heterosexuales. La obesidad está asociada con tasas más altas de
enfermedad cardíaca, cánceres y muerte prematura. Lo que las lesbianas necesitan es
consejo competente sobre vida sana y alimentación sana, así como sobre ejercicio sano.
5. Uso de sustancias.
La investigación indica que las drogas ilícitas pueden estar siendo usadas más a
menudo entre las lesbianas que entre las mujeres heterosexuales. Puede haber en la vida
de las lesbianas factores de estrés agregados, provenientes de la discriminación
homofóbica, y las lesbianas necesitan apoyo las unas de las otras, y también de los
proveedores de cuidado de salud, para encontrar válvulas de escape saludables,
recreación de calidad, reducción del estrés y técnicas para soportar adversidades.
6. Tabaco.
La investigación también indica que el tabaco y los productos de fumar pueden ser
usados más a menudos por las lesbianas que por las mujeres heterosexuales. Sea que el
fumar se use como reductor de la tensión o para las interacciones sociales, la adicción a
menudo viene detrás y está asociada con tasas más altas de cánceres, enfermedades
cardíacas y enfisema: las tres causas principales de muerte entre las mujeres.
7. Alcohol.
El uso y abuso de alcohol puede ser más alto entre las lesbianas. Si bien un vaso
por día puede ser bueno para el corazón y no incrementar los riesgos de cáncer u
osteoporosis, más que eso puede ser un factor de riesgo para las enfermedades.
8. Violencia Doméstica.
Se informa que la violencia doméstica aparece en alrededor del 11 % de los
hogares lésbicos, lo que es alrededor de la mitad de la tasa del 20% informada por las
mujeres heterosexuales. Pero la pregunta es: ¿a dónde van las lesbianas cuando son
golpeadas? Se necesita que los refugios den la bienvenida e incluyan a las lesbianas
golpeadas, y que ofrezcan consejería a sus parejas que las agreden.
9. Osteoporosis.
Las tasas y riesgos de la osteoporosis entre las lesbianas no han sido bien
caracterizadas todavía. El calcio y el ejercicio de llevar el peso, así como la evitación del
tabaco y el alcohol, son los pilares de la prevención. También es importante hacerse
estudios de densidad ósea cada dos o tres años para ver si se necesita medicación para
prevenir fracturas.
10. Salud Cardíaca.
El fumar y la obesidad son los dos mayores factores de riesgo prevalecientes entre
las lesbianas en relación con la enfermedad cardíaca; pero todas las lesbianas necesitan
también hacerse un examen clínico anual, porque en éste se hace el chequeo de la
presión sanguínea, se mide el colesterol, se diagnostica la diabetes y se habla de hacer
ejercicio. Prevenir la enfermedad cardíaca, que mata al 45% de las mujeres, debe ser algo
fundamental en cada visita clínica.
Diez temas para que personas Trans traten con sus médicos (Allison, 2011)1.
1. Acceso al cuidado de la salud.
Las personas trans suelen ser reacias a buscar atención médica a través de una
tradicional relación médico-paciente, debido a que en ocasiones son rechazadas por los
primeros. Un médico que se niega a tratar a una persona trans puede estar actuando por
miedo y Transfobia, o puede tener un sesgo religioso contra los pacientes no
heterosexuales. También es posible que el médico simplemente no tenga el conocimiento
necesario.
Además, la atención de la salud relacionada con personas transexuales
usualmente no es cubierta por la seguridad social o seguros médicos, por lo que resulta
muy onerosa. Independientemente de las razones, las personas transgénero han visto
agravado su estado de salud por el temor o imposibilidad de visitar a sus médicos.
1
Cfr. también, para este apartado, Red por la Despatologización de las Identidades Trans del Estado Español (2010).
2. Historia de Salud.
Las personas trans pueden ocultar detalles importantes de su historia de salud a
sus médicos, por temor a que se les nieguen los servicios médicos. Tal vez temen que se
les niegue la atención si se conoce su historia. Incluso muchos años después de la cirugía,
omite la historia de su transición cuando se enfrenta a un nuevo médico. Los pacientes
deberían considerar a médico como un socio igualitario en el cuidado de su salud, no
como un guardián o un obstáculo a superar.
3. Hormonas.
La terapia de hormonización para personas trans ofrece feminización deseable (o
masculinización) efectiva, pero conlleva sus propios riesgos.
El estrógeno tiene el
potencial de aumentar el riesgo de coagulación de la sangre, alta presión arterial, glucemia
elevada y retención de agua. Los anti andrógenos como espironolactona pueden producir
deshidratación, baja presión arterial y disturbios electrolíticos. La testosterona,
especialmente cuando se administra oralmente o en altas dosis, conlleva el riesgo de daño
hepático. El uso de hormona debe controlarse adecuadamente por el paciente y el
proveedor. Algunas personas trans tienden a obtener las hormonas y otros medicamentos
a través de medios indirectos, pasando por alto el sistema de salud.
La toma de
hormonas sin supervisión puede resultar en dosis demasiado altas o demasiado bajas,
con resultados no deseados
4. Salud Cardiovascular
Las personas trans pueden estar en mayor riesgo de ataque cardíaco o accidente
cerebrovascular, no sólo por el uso de hormonas, sino por otras circunstancias, como el
hábito de fumar, la obesidad, hipertensión y fallas en el monitoreo de los riesgos
cardiovasculares. Las mujeres Trans pueden temer que un médico al considerarlas en
situación de riesgo para enfermedades cardiovasculares les indique detener la toma de
hormonas, y por ello no busquen atención médica, incluso cuando tienen señales de
advertencia temprana de enfermedades del corazón.
5. Cáncer
Tipos de cáncer relacionados con las hormonas (mama en las mujeres trans,
hígado en mujeres u hombres) son muy raros, pero deben incluirse en la proyección de la
salud. Una preocupación mayor es el cáncer de los órganos reproductivos. Hombres
trans que no han tenido la extracción del útero, ovarios o senos se encuentran aún en
riesgo de desarrollar cáncer de estos órganos. Mujeres trans permanecen en situación de
riesgo, aunque bajo, para el cáncer de la próstata.
Además, algunos médicos están
incómodos suministrando tratamiento para esos cánceres en personas trans. Algunos
casos se han reportado en que la demora o denegación de tratamiento se amplía hasta
que el cáncer se ha extendido.
6. Enfermedades de transmisión sexual y sexo seguro
Las personas trans, especialmente jóvenes, podrán ser rechazadas por sus familias
y encontrarse sin hogar, por lo que pueden ser obligadas al trabajo sexual para ganarse la
vida y por lo tanto, colocarse en alto riesgo de enfermedades de transmisión sexual
incluyendo el VIH. Otras personas trans pueden practicar sexo inseguro cuando están
empezando a experimentar la sexualidad en su sexo deseado.
La práctica del sexo
seguro es posible y deseable en las relaciones de personas transexuales.
7. Alcohol y Tabaco
El abuso de alcohol es común en personas transgénero debido al rechazo familiar
social y la depresión que acompaña tal rechazo.
El alcohol combinado con la
administración de hormona sexual aumenta el riesgo de daño hepático. El consumo de
tabaco es alto entre todas las personas trans, especialmente quienes lo usan para
mantener la pérdida de peso. En personas que fuman tabaco y toman estrógeno o
testosterona, aumentan los riesgos de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular
8. Depresión y ansiedad.
Por muchas razones, las personas trans son particularmente proclives a la
depresión y la ansiedad. Además de la pérdida de familiares y amigos, se enfrentan a
estrés del trabajo y el seguro de desempleo. Personas trans que permanecerán en su
sexo de nacimiento o aún no han comenzado el proceso de cambio son muy propensas a
la depresión y la ansiedad. El suicidio es un riesgo, antes de la transición y después. Uno
de los aspectos más importantes de la terapia para transexuales es el manejo de la
depresión y la ansiedad.
9. Inyecciones de silicona
Algunas mujeres trans desean un proceso de feminización física sin tener que
esperar a los efectos del estrógeno, por lo que utilizan silicona inyectable para obtener
"curvas instantáneas".
La silicona, administrada a menudo por personas que no son
médicos, puede migrar en los tejidos y causar desfiguración años más tarde, debido a que
no tiene las condiciones de uso médico, y puede contener muchos contaminantes,
además de que a menudo se inyecta con una aguja compartida, lo que
aumenta la
posibilidad de contraer Hepatitis.
10. Fitness (dieta y ejercicio)
Muchas personas trans son sedentarias y tienen sobrepeso. El ejercicio no es una
prioridad, y pueden estar trabajando largas horas para apoyar sus transiciones. Una dieta
saludable y una rutina de ejercicio frecuente son tan importantes para las personas trans
como para el público en general. Realizar ejercicio antes de la cirugía de reasignación de
sexo reduce el riesgo operativo de una persona y promueve una recuperación más rápida.
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PRIMERA MESA
POLÍTICAS DE DISIDENCIA SEXUAL EN AMÉRICA LATINA
POLÍTICAS DE INCLUSIÓN SOBRE
DISIDENCIA SEXUAL EN ARGENTINA
Patricia Vaca Narvaja
El 15 de julio de 2010 la Argentina se convirtió en el primer país de Latinoamérica en
reconocer y permitir los matrimonios entre personas del mismo sexo en su plexo normativo
federal.
El tratamiento de numerosas iniciativas legislativas, y su posterior sanción, a las
modificaciones del Código Civil argentino, traducido como “Matrimonio igualitario”, marcó
en el 2010 un hito más en una serie de políticas públicas inclusivas llevadas a cabo desde
el 2003 por un Estado presente y generador de espacios participativos a la sociedad civil
organizada, y legitimada, una vez más, por un enriquecedor y respetuoso debate
legislativo que el juego democrático propone y dispone.
El contexto en el que se llevó a cabo todo el proceso de discusión, tratamiento y
posterior promulgación, fue precedido por un denso entramado histórico, acerca de una
demanda que fue ganando intensidad y actualidad en la historia reciente de la Argentina.
Sus antecedentes inmediatos nos llevan hacia principios de los años noventa del siglo XX,
a partir de la propuesta promovida y presentada por la Asociación Gay por los Derechos
Civiles, encabezada por Carlos Jáuregui, al Congreso Nacional, que tuvo nulos resultados.
El derrotero de esas iniciativas recorrió más de 20 años, tomando diversas formas y
gramáticas, desde el “pertenariato”, “uniones para personas del mismo sexo” a nivel
nacional, pasando por la “unión civil” –sancionada en la Ciudad de Buenos Aires en el
2002- hasta concluir con el proyecto de ley de modificación del Código Civil, apoyado y
firmado por un importante número de Diputados y Diputadas de distintos bloques y
partidos políticos, durante el año 2007, el cual se basaba en la presentación de la
Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT), otra de las
organizaciones de la sociedad civil que con el tiempo fueron obteniendo ciertos
conocimientos del andamiaje político legislativo y por ende con capacidad de presión.
Si bien esta descripción revela el final del camino, se debe resaltar que siendo,
históricamente uno de los colectivos o grupos sociales que mayor discriminación ha
sufrido a nivel social, era nada más y nada menos que el Estado el primer discriminador a
partir del Código Civil, ya que en él no se reconocía al matrimonio conformado por
personas del mismo sexo, así como otros tipos de derechos derivados de aquella figura
jurídica.
Pero más allá de la cuestión primara y normativa, el vacío legal era solo la antesala
a la carencia e imposibilidad de otras realizaciones, tales como la conformación de su
dignidad, de la dignidad humana, la conformación de una familia, la posibilidad de elegir
libremente un plan de vida: en definitiva, el anhelo de felicidad que todo hombre y mujer
pretenden.
De manera que resultaba inevitable que para la remoción de la barrera de la
desigualdad se empezara por encontrar el lugar de reconocimiento y protección de esas
parejas y familias en el Código Civil, y extenderse a todas aquellas instituciones en las que
el matrimonio resultaba una institución jurídica relevante, como el derecho a conformar
una familia, el derecho a la libre asociación y a la herencia.
Posteriormente, también debía producirse una afectación respecto del régimen
jurídico de la adopción, así como en otras instituciones ajenas al Código Civil pero
incardinadas igualmente en la configuración institucional de la familia: derecho a la
Seguridad Social, a la protección social, a la protección de la salud, etcétera.
Me remito a las declaraciones de la presidenta de la Argentina, Cristina Fernández
de Kirchner, en el día de la promulgación de la Ley 26.618, ley de Matrimonio Igualitario,
desde las cuales afirmó que
“en realidad no hemos promulgado una ley, hemos promulgado una construcción social y
como buena construcción social es transversal, es diversa, es plural, es amplia y no le
pertenece a nadie, sino a quienes la construyeron: la sociedad”,
De esa manera sintetizaba lo que había significado el derrotero y el triunfo de una
minoría que dejaba de ser una parte sin contar, discriminada, segregada, agraviada, para
ser
integrada,
pero
por
sobre
todo
restituida
en
sus
derechos
constitucionalmente, y el reconocimiento de que son parte de nuestra sociedad.
protegidos
Comprendiendo a la Democracia como una forma de sociedad en dónde se activan
declaraciones de igualdad, y un régimen político que concreta y traduce esas
declaraciones en instituciones y políticas públicas, sensibles a la novedad humana, la
presidenta hacia el siguiente ejercicio de reflexión:
“Por eso digo que yo creo que estás cuestiones que tienen que ver con la condición
humana, estás cosas que tienen que ver con la aspiración a la igualdad que toda sociedad
debe tener son cosas que no nos pueden dividir, son cosas que al contrario nos deben
unir. Hoy somos una sociedad un poco más igualitaria, que la semana pasada”.
De manera que lo central del debate residía, y residió en el Congreso argentino, en
la igualdad; en la igualdad comprendida como el alma de la democracia en tanto juego
libre de singularidades, irreductibles, abiertas, únicas e irrepetibles; igualdad como aquello
que no se pide ni se merece, sino que se toma conciencia de ella, se activa y se ejerce;
igualdad como aquello que haya otros múltiples. De lo que se trataba era de garantizar la
libertad e igualdad social para un colectivo que había sido vulnerado en su derecho al
acceso a la protección y reconocimiento del Estado, para sus parejas y familias, derechos
basados en el libre desarrollo de la personalidad como fundamento de nuestro orden
político y de la paz social.
Para hacer lo más fielmente posible, citaré algunos pasajes del tratamiento de la
ley, en la Cámara de Diputados de la Nación, el 5 de mayo de 2010, sesión en la cual la
iniciativa obtuvo la media sanción con 126 votos a favor, 110 en contra y cuatro
abstenciones.
Como miembro informante del dictamen de mayoría de las Comisiones de Familia,
Mujer, Niñez y Adolescencia y de Legislación General, la Diputada Vilma Ibarra sostenía:
“Lo que queremos decir es que constituimos una sociedad plural, como cualquier otra
sociedad humana. (…) lo que hacen la Constitución y las leyes es ubicar esa diversidad en
un punto de igualdad ante la ley. De este modo la norma permite que cada persona pueda
vivir su propia biografía y que realice sus propias elecciones en el marco de lo que
establece el artículo 19 de la Constitución Nacional”.
Es decir, de lo que se trataba era de restituir aquellos derechos que los tenían
restringidos, de garantizar el acceso irrestricto a todos los derechos consagrados en la
Constitución Nacional.
Las condiciones sociales de producción de esta norma fueron antecedidas por los
años del neoliberalismo y del Consenso de Washington, cuestión no menor, si se tiene en
cuenta el rol y las capacidades con que el Estado contaba hacía mediados del 2003. A
partir de la asunción de Néstor Kirchner y la continuidad de la actual presidenta Cristina
Fernández, el Estado argentino asumió un rol y una impronta mucho más activa y
presente, retomando la iniciativa y promoviendo el desarrollo económico con inclusión
social. Es por ello que las palabras de la Diputada Juliana Di Tullio toman relevancia, al
sostener:
“Este es el momento en el que el Estado tiene que decidir si sigue restringiéndole o no los
derechos a un sector de la población (…) A lo largo de la historia de la humanidad las
peleas siempre se han dado en ese sentido, porque llega un momento en el que el Estado
tiene que decidir qué hacer: si le sigue restringiendo o no los derechos a un sector de la
población (…) toda ampliación de derechos enfrenta a un poder; ese es el poder
establecido.”
Sin la recuperación del Estado, pero por sobre todo de la política, la resolución de
aquella demanda, como tantas otras no hubiese sido posible. Por lo tanto, las condiciones
de posibilidad de concreción del reconocimiento al “Matrimonio Igualitario”, habían logrado
su madurez y su mayor aproximación, sumado al clima de constante deliberación y
polémica en torno a la política, que se suscitaba desde hacía un buen tiempo, fueron la
combinación perfecta y natural para que se realizara el debate y su sanción, en un tono y
nivel de cierta institucionalidad tantas veces reclamada. Los tiempos habían cambiado,
pero la sociedad también. La sociedad se había vuelto caja de resonancia y promotora de
la agenda pública.
Esa constante en la deliberación política daba lugar a la disputa de las palabras, de
las ideas, de los conceptos y las definiciones, de forma que en este debate la igualdad, la
discriminación, los derechos, la familia, el otro, etcétera, estaban siendo re-definidos y eso
era un claro indicio de transformaciones –porque no crecimiento- de una sociedad, que era
escenario y actor en las cuestiones relevantes. La re-conceptualización del Matrimonio,
como creación histórico-social al ser actualizada, fue uno de los efectos, tanto como la
aceptación de la diversidad, de la pluralidad, del otro distinto y la no discriminación.
Los pasos realizados no han sido ni los primeros ni los últimos, se han transformado
en conquistas sociales, demostrando que siempre hay derechos por extender, igualdad
por reafirmar. Para la sociedad ha sido logro real y simbólico, ya que siempre que se
iguala en derechos, se gana en libertades y en ciudadanía. Es clara y firma la convicción
de que una sociedad va a estar más cohesionada cuanto más incluida se sienta.
Hay demandas que pueden ser resueltas de una vez, hay otras que deben ser
tratadas mediante varias resoluciones, entiendo que la sanción del Matrimonio Igualitario
ha reducido pero no eliminado las desventajas de las minorías, aún si reafirmamos y
reconocemos que estamos en el camino correcto hacia una sociedad con mayor inclusión
y justicia social.
A modo de cierre y conclusión hago mías las palabras de la Diputada Marcela
Rodríguez al indicar que
“El apoyo al matrimonio de personas del mismo sexo es una apertura y madurez en la
concepción de valores democráticos, el reconocimiento de que todas las personas tienen
el derecho a vivir en una sociedad que contemple y no ignore sus experiencias de vida, el
derecho a verse reflejadas en su cultura y en su sociedad y no invisibilizadas, de vivir
libres de discriminación, fundadas en la orientación sexual o en la identidad de género. El
objetivo final debe ser la construcción de una cultura de derechos humanos que afirme
una universalidad, pero a la vez sea respetuosa de la diversidad.”
DISIDENCIA SEXUAL EN EL DISTRITO FEDERAL:
UNA POLÍTICA DE IZQUIERDA
Martí Batres Guadarrama
Muchas gracias compañeras y compañeros. Saludo a este Encuentro sobre Disidencia
Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas, sobre las políticas públicas, los nuevos
enfoques y los escenarios de la disidencia sexual que, por cierto, se realiza en homenaje a
Arturo Díaz Betancourt, activista muy importante por la lucha de los derechos humanos de
la comunidad LGBTTI y también un gran luchador a favor de la comunidad de personas
que viven con VIH.
Este tema de la disidencia sexual es uno de los grandes temas que han distinguido
al Distrito Federal en el escenario nacional; esta no ha sido una decisión sencilla porque
prácticamente hemos tenido que remar contra corriente en un escenario que es
profundamente adverso. Para poner un ejemplo análogo, en cuanto se decidió en la
ciudad de México la despenalización plena del aborto, hubo una reacción conservadora en
17 Estados de la República, y 17 son más de la mitad, son la mitad más uno, y en ellos se
acordó exactamente todo lo contrario a lo acordado aquí, o sea, se criminalizó a las
mujeres que decidieran
interrumpir su embarazo, incluso sin considerar causales de
exclusión que ya existían en algunos Estados y que prácticamente fueron ilimitadas.
Esto nos da una idea que las decisiones que se han tomado en el Distrito Federal
han tenido que remar en contra de una situación nacional adversa, pero esto también le ha
dado un signo de distinción al Distrito Federal. El Distrito Federal es una ciudad de
libertades y una ciudad que ha avanzado en materia de derechos humanos, digamos,
más rápidamente que el resto del país.
Lo que se hace en el Distrito Federal, sin embargo, no es ajeno a transformaciones
que ocurren en el mundo, por lo que hemos estado atentos a las reformas que en su
momento sucedieron en España para el matrimonio entre personas del mismo sexo, que
son reformas que dieron a nivel nacional, no solo en la capital, y más recientemente las
que se dieron en Argentina, que también ocurrieron a nivel nacional y no solo en una
ciudad.
En este caso quiero destacar esa característica del Distrito Federal como una
suerte de isla, una isla de derechos humanos donde nosotros tenemos ciertas
particularidades, esto se reafirma en varios terrenos, por ejemplo, personas que desean
casarse y no lo pueden hacer en la identidad federativa donde viven se trasladan al
Distrito Federal para poderse unir en matrimonio; sucede también en otros ámbitos,
mujeres que deciden una maternidad libre, voluntaria y no pueden tomar esa decisión
donde viven, se trasladan al Distrito Federal para hacerlo; y también ahora con el tema de
violencia en el país, tenemos a familias que han sufrido la persecución y el miedo por la
violencia que hay, y se han trasladado a vivir al Distrito Federal para poder vivir con
mayor tranquilidad.
Bueno, tenemos entonces una base en la que apoyarnos, pero aquí hay una
historia. Ya alrededor de la reforma política, surgieron diversas organizaciones a finales de
los setenta y a principios de los ochenta que reivindicaron la agenda de los derechos
sexuales y reproductivos y de las libertades sexuales .Existían por ejemplo, recuerdo que
a finales de los setenta y principios de los ochenta el Frente Homosexual de Acción
Revolucionaria , Oikabeth, Lambda, entre otras organizaciones, y acudían a las marchas,
marchas por otros temas, pero gritaban consignas como “no hay reforma política sin
libración sexual”.
El tema, este tema se reivindicó fuertemente en su momento por el Partido
Revolucionario de los Trabajadores, en la campaña de doña Rosario Ibarra de 1982, y
después, estoy hablando de casi treinta años después, se fue trasladando a otras fuerzas
políticas
y muchas organizaciones de la sociedad civil lo hicieron propio. Con esto
subrayo que esta agenda ha surgido de la sociedad civil y ha impregnado a diversas
instituciones y a sus fuerzas políticas, obviamente las fuerzas políticas que se reclaman
progresistas o de izquierda, han sido las más permeables a esta agenda.
A partir de 1997, año en que ocurrió un cambio en la ciudad, a partir del cual los
ciudadanos capitalinos pudimos elegir a nuestros gobernantes, se fueron dando diversas
trasformaciones en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en la primera legislatura,
que me toco presidir por la primera mayoría perredista. En este tiempo se realizo el primer
foro de diversidad sexual impulsado por el diputado David Sánchez Camacho, quien fue
diputado de nuestra fracción parlamentaria.
A partir de ese foro se fueron realizando diversas discusiones y una repercutió en
la reforma al delito sobre corrupción de menores, el cual decía en aquel entonces: “comete
delito y corrupción
de menores aquel que induzca a un menor al alcoholismo, la
drogadicción, el robo, la delincuencia, la homosexualidad”, etcétera,
es decir, se
equiparaba el término homosexualidad con una conducta delictiva. Eso se transformó y en
lugar de poner a la homosexualidad se puso, “induzca a un menor a prácticas sexuales”, lo
cual quiere decir que la corrupción de menores es castigable si proviene de quien tiene
una práctica heterosexual u homosexual, y no se estigmatiza a la orientación homosexual.
La diversificación de las familias está ocurriendo en el mundo entero, es algo que
discuten entre otros países en España, Estados Unidos; en México apenas comienza esa
discusión y nosotros la estamos teniendo, y existen otros temas en los que la ciudad está
entrando apenas, por ejemplo, los temas jurídicos que tienen que ver con la identidad
sobre el tema Trans, son temas jurídicos para los que todavía hacen falta nuevas
reformas, nosotros consideramos que el capítulo de las transformaciones en el tema de
diversidad sexual no están concluidos. Es un capitulo abierto y vamos a tener que dar
nuevas discusiones
con las comunidades, con la sociedad, con la academia, con el
mundo jurídico, con los legisladores y legisladoras, para nuevas transformaciones; hay
también temas que no necesitan cambios legislativos sino decisiones administrativas, pero
finalmente lo que queremos decir es que éste es un proceso abierto, y la ciudad va estar
abierta también a todo ello, de tal forma que nosotros tengamos en la igualdad un
horizonte general.
Igualdad no es solo igualdad social, obviamente tenemos un eje transversal,
fundamental en la lucha por la igualdad entre pobres y ricos, para acercamos al pueblo
social, porque somos la sociedad más desigual de todo el Continente Americano: México
es la economía número 13, Fox decía que era la 11, pero en el 2006 éramos el país
número 103 en distribución del ingreso, y en el 2011 somos el país número 113 en ese
rubro, esa es la gran desigualdad económica social.
Pero existen otras desigualdades que siguen siendo muy fuertes en nuestro país,
por ejemplo entre géneros, entre hombres y mujeres. Existen también desigualdades
entre mestizos e indios, existen desigualdades entre heterosexuales y el resto de la
comunidad que tienen orientaciones sexuales distintas, y todo este conjunto de
desigualdades tienen que ser combatidas por un horizonte generado por la igualdad, que
es el que tiene que regular nuestras orientaciones, nuestras decisiones, nuestras políticas
públicas.
A veces nos han preguntado y recientemente en un seminario nos preguntaban
cual es la diferencia entre derecha e izquierda y yo lo que he dicho es que la derecha
busca conservar las desigualdades o acentuarlas y que la izquierda tiene como resorte la
igualdad en todos los ámbitos; si busca la igualdad, entonces quiere decir que esa es una
política de izquierda.
Muchas gracias.
SEGUNDA MESA
NUEVOS MODELOS FAMILIARES: MATRIMONIO, ADOPCIÓN Y
FAMILIAS DIVERSAS EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS
A PROPÓSITO DE LAS FORMAS ALTERNAS DE FAMILIA
Gabriel Gallego Montes
Presentación
La comunidad académica organizada en torno al objeto de estudio llamado “la familia”,
resalta la importancia que tiene ésta en la estructuración y funcionamiento social y
reconocen en ella su diversidad y polimorfismo. Sin embargo, llama la atención como,
cuando se habla de diversidad familiar se reconoce muy tímidamente las organizaciones
familiares que socavan la herencia de la modernización, es decir, basadas en la tendencia
a la nuclearización de la familia, el patriarcalismo y la trilogía de prestigio soportada en la
heterosexualidad, el parentesco y la corresidencia. La realidad familiar de hoy, tiene un
sustento en procesos de modernidad, pero no una modernidad hegemónica, ni
homogénea, sino polivalente, heterogénea y diversa, como fue concebida en su proyecto
original (Escobar, 1996), en un claro reconocimiento de una ciudadanía que se basa en el
restablecimiento de derechos y en la no discriminación.
Escribir sobre la familia no es tarea fácil y menos sobre sus organizaciones
alternas, es decir, aquellas que actuando como una familia, no constituyen familia desde la
concepción convencional del término. Esta ponencia entonces, es un intento por descifrar
el lugar de las formas alternas de familia, partiendo de una revisión de la construcción
histórica del objeto de estudio llamado familia, para luego plantear cómo el
desconocimiento teórico se traduce en un desconocimiento empírico o un mal encuadre
investigativo en términos de su visibilización por parte de los investigadores y
formuladores de política. La ponencia cierra con algunas evidencias empíricas en torno a
las formas alternas de familia en la diversidad sexual tomando como referencia México y
otros países.
Los estudios de familia: marco general para entender el concepto
de diversidad familiar
Para iniciar el análisis es preciso plantear someramente los antecedentes de cómo surge
el objeto de estudio llamado familia en el abanico de las ciencias sociales. Las ciencias
sociales nacieron en pleno apogeo del modernismo filosófico y estético (Corcuff, 1995).
Dentro de la teoría sociológica clásica se buscó establecer una relación sincrónica
entre la organización de la sociedad y la estructura de la familia como parte del continuum
tradicional-moderno, rural-urbano, sacro-secular que elaboraron diferentes sociólogos
interesados en los procesos de modernización (Vargus, 1999). El funcionalismo quizás fue
el modelo teórico dominante en la sociología y antropología de buena parte del siglo XX,
es la quintaesencia de la teoría moderna (Doherty, 1999).
En los paradigmas clásicos de los estudios sociológicos, plantea Arriagada (2001),
se ha insistido en la centralidad de la familia para el funcionamiento de la sociedad. Ya sea
desde la perspectiva marxista que ligó estrechamente los cambios de la familia con otras
modificaciones de las instituciones sociales como la propiedad privada, las clases
sociales, la sociedad industrial y el Estado; o desde la tradición estructural-funcionalista
que articula los temas de la familia a la estabilidad de las instituciones y en último término
de la propia sociedad.
Los estudios funcionalistas de la familia, que surgen a partir de la década de los
cincuenta, tienen por objeto la comprensión de la familia nuclear (Anderson, 1980, Ritzer,
2002). Estos consideran a la familia como un sistema de posiciones sociales y de roles
relacionados por procesos funcionales con las demás instituciones sociales. La familia
aparece como una construcción ideológica, una abstracción reificada, un terreno
desencarnado que supone la ausencia total de variedad de modelos de familias (Segalen,
1997). La tesis predominante es la progresiva nuclearización de la familia, asociada al
proceso de modernización de las sociedades (Parsons, 1980, 1998). La organización de
este tipo de familia, sin referencias precisas a su medio social y cultural, se sustentaría en
una clara diferenciación entre los sexos, donde el hombre debería ser el proveedor
económico de la familia, por medio de su inserción en el mercado de trabajo –roles
instrumentales-, en tanto la mujer se encargaría fundamentalmente de los aspectos
reproductivos, del cuidado doméstico de hombres, niños y ancianos –roles expresivos(Parsons, 1980, 1998). Estos papeles se percibían como complementarios.
Con esta visión de la familia surge el campo de estudios denominado Family
Studies en la sociología de mediados del siglo XX en los Estados Unidos (Anderson, 1980;
Vargus, 1999; Noblea, 1999). El estructural-funcionalismo constituyó la piedra angular
sobre la cual se cimentó el campo y sigue siendo, muy a nuestro pesar, la corriente teórica
más usada por los académicos en América Latina para estudiar la dinámica interna de las
familias.
No obstante, a finales de los años 70 se produjo lo que Cheal (1991), citado por
Doherty (1999), llamó “el Big Bang” en la teoría de familia, una onda de críticas internas
que minaron el campo de familia, lideradas por las feministas, las minorías sexuales,
raciales y étnicas, los fenomenólogos y los revigorizados interaccionistas simbólicos; así el
campo de familia entró en un pluralismo y en autocuestionamiento que lo permea hasta el
día de hoy (Doherty, 1999).
Parte de este “Big-Bang” también tuvo su origen en las investigaciones históricas
desarrolladas por Peter Laslett y el grupo de Cambridge (1983), quienes contribuyeron a
rechazar la idea de la progresiva “nuclearización” de la familia, noción predominante en los
años cincuenta y sesenta según la cual el tránsito de los sistemas familiares de estructura
compleja hacia el predominio de la familia de núcleo simple era un fenómeno inevitable,
asociado al proceso de modernización de las sociedades.
Sin embargo, y a pesar de la onda expansiva del “Big Bang”, el concepto de
“familia” no ha sido cuestionado profundamente por las principales corrientes teóricas que
soportan el campo; podría afirmar que a pesar del conocimiento que se tiene de la realidad
familiar de hoy, la tradición parsoniana tiene aún un peso significativo en la forma como se
estructuran y argumentan los discursos en torno a “la familia” y como éstos se traducen en
políticas y programas de intervención. Allen (2000), enfatiza lo anterior cuando manifiesta
específicamente para las familias que tiene como sustrato una sexualidad no heterosexual
“la orientación sexual está casi, por no decir completamente, ignorada en las prestigiosas
revistas que publican estudios de familia, es decir, la “corriente objetiva” que estudia las
familias esta prejuiciada porque la diversidad familiar de hoy y de los diferentes momentos
históricos tiene una ideología dominada por el “prototipo norteamericano de familia”; en
muchos de los casos, esta versión de “la familia” excluye la diversidad familiar que muchos
eruditos de familia relativamente viven.”
La categoría “diversidad familiar” es hija del big-bang en la teoría de familia y por lo
tanto, como categoría de análisis no puede rastrearse más allá de los años setenta del
siglo XX. La revolución cultural e ideológico de estos años permitió la emergencia de
nuevas organizaciones familiares que en cierta medida implicaron un desamarre con la
organización social tradicional, la familia extensa, el grupo de parientes y el vecindario.
Argumento que tal ruptura se dio en “cierta medida”, en tanto las organizaciones
domésticas que rotulamos bajo la diversidad familiar no implican una ruptura total con un
orden social tradicional (Gallego, 2007); plantear un deslinde total es un sueño que no
tiene asidero en ciertas realidades latinoamericanas o un delirio de los teóricos
postmodernos. La realidad familiar de hoy, en las sociedades latinoamericanas, es una
amalgama de formas de organización de la vida cotidiana totalmente diversas, una
articulación no antagónica entre “viejos” y “nuevos” modelos de familia, un híbrido como
diría García Canclini (1989). Por otro lado, la forma como se explica la diversidad familia
parte del concepto de familia nuclear y a partir de allí, se explica lo diverso, lo otro, lo
opuesto, y cierta medida lo abyecto, desconociéndose que la diversidad familiar alude a un
conjunto y no solo a partes de él.
La diversidad familiar para Flaquer (1998) haría parte de una segunda transición
familiar2, o como lo expresan Requena y Revenga (Citados por González, 2002) las
nuevas formas de familia y estilos de emparejamiento pueden ser llamados arreglos
“posnucleares”.
2
Para este autor, hubo una primera transición familiar que estuvo ligada a la contracción en torno al núcleo familiar
estricto (en detrimento de las familias extensas o polinucleares) y a una cierta pérdida de funciones (por ejemplo, la
producción económica o la defensa). La segunda transición familiar, a la que estaríamos asistiendo ahora, estaría ligada
a su desinstitucionalización. De acuerdo con la propuesta de Flaquer, en estos últimos años se han difuminado en España
los límites entre legitimidad e ilegitimidad familiar, puesto que han comenzado a ser aceptadas y reconocidas situaciones
familiares y vitales que durante décadas fueron rechazadas o simplemente obviadas. Tal es el caso, de las parejas
heterosexuales que conviven sin estar casadas, las familias sin hijos, o las familias adoptivas. Este mismo proceso de
reconocimiento y aceptación han comenzado a experimentar las familias monoparentales, tanto las formadas tras un
divorcio como, en menor medida, las que configuran una madre soltera y su hijo o hija, o las familias “combinadas”, las
formadas a partir de uniones anteriores, las parejas de gays y lesbianas y las familias homoparentales (González, 2002).
La diversidad familiar también puede comprenderse aparejada al proceso de
modernidad en la vida familiar. Irma Arriagada (2001) considera las siguientes
dimensiones:
- Promoción social e individual. Ello se expresa en la ampliación de los derechos de
niños y jóvenes y el cuestionamiento del poder patriarcal al interior de la familia.
- Progreso social para el desarrollo de las potencialidades individuales en desmedro
de la importancia atribuida a la familia.
- El carácter de flexibilidad (Giddens, 1995), que se refiere al hecho de que la
mayoría de los aspectos de la actividad social están sometidos a revisión continua a la luz
de las nuevas informaciones o conocimientos. La familia no escapa a esta visión
revisionista.
- Vocación democrática de defensa de la diversidad y de aumento de la tolerancia.
- Secularización progresiva de la acción colectiva. Cada vez más las personas se
distancian de las imposiciones religiosas y cobra autonomía una ética individual en
especial respecto al ejercicio de los derechos reproductivos y en lo referente a la moral
sexual.
- Generación de un tejido social intercultural que incorpora la diversidad de los
estilos de vida y en las formas y estructuras de las familias.
La modernidad en la familia se expresaría, además, en el ejercicio de derechos
democráticos, de autonomía de sus miembros y de mayor equidad (Arriagada, 2001) y
también en la diversidad de estilos de vida y arreglos sociales nuevos, que socavan un
orden tradicional, pues como lo plantea Giddens (1995), la modernidad es esencialmente
un orden postradicional. Los cambios que han generado los procesos de modernización y
modernidad en la familia se constituyen en un punto de ruptura entre la dicotomía privadopúblico y en formas emergentes de funcionamiento de las familias que redefinen la
relación familia-sociedad.
Las formas alternas de familia como parte de la diversidad
familiar
La definición de la familia tiende a centrarse en un número de características típicas, con
el fin de identificar una clase de unidad social (Fox, 1993). La concepción convencional de
familia desconoce, por lo general, las relaciones sociales involucradas en actividades
específicas sustentadas en una significación emocional e insiste en el paradigma de
asociar familia con gente relacionada por sangre, matrimonio y corresidencia, tendiendo a
excluir los arreglos sociales donde se involucran la misma dependencia y relaciones
diarias afectuosas y que los sujetos involucrados consideran a sí mismo una familia, es
decir, las parejas de lesbianas y gays que viven juntos, los compañeros de edad
compartiendo recursos financieros y proporcionándose el apoyo diario necesario y gente
en otros tipos de relaciones que comparten recursos materiales, se expresan cuidado y
protección y tienen conexiones emocionales profundas, son todos excluidos.
Este andamiaje conceptual llamado “la familia” tiene su basamento en tres ejes
teóricos y epistemológicos fundamentales que denomino trilogía de prestigio: la
corresidencia, el parentesco y la heterosexualidad; cualquier disertación académica,
discurso ético-religioso y políticas públicas del Estado en torno a este grupo social tienen
como sustento esta trilogía.
Sobre los dos primeros elementos de la trilogía existe una vasta literatura que
ayuda a comprender la esencia de estos conceptos en la definición de “la familia”. Sobre el
tercero, se considera inherente, subsumido en cualquier discusión, un elemento obvio en
la definición, basado en la diferenciación sexual y la procreación de la especie humana;
ser biológicamente diferentes explicaría entonces algo tan “evidente” como el hecho de
que para que exista familia se necesita de un hombre y una mujer, que interactúan
sexualmente, como elementos sustantivos. Podría afirmarse que todo el conocimiento de
“la familia”, como organización social, ha tenido como insumo estos elementos y le ha
permitido obtener su estatuto científico propio.
Sin embargo, cabe preguntarnos, ¿qué sucede cuando las cosas no funcionan
como convencionalmente han funcionado, cuando la corresidencia y especialmente la
heterosexualidad no son la norma para todos los arreglos domésticos, debemos seguir
hablando de “la familia” o estas rupturas implican construir nuevas categorías de análisis
para ampliar la noción hasta ahora conocida?
Despojar a la familia, como objeto de estudio, de su esencialismo histórico implica
someterla a una revisión crítica de los anclajes con los cuales se la conceptualizado e
intervenido públicamente. Esta discusión ya empezó en el campo del matrimonio (Borillo,
1999) y del parentesco y la filiación (Fassin, 2005; Butler, 2005) que constituyen áreas
centrales de los estudios de familia. Sin embargo, las organizaciones sociales que
subvierten ese orden establecido de cosas, y en especial los emparejamientos entre
personas del mismo sexo/género, corresidentes o no, requieren explicaciones y la
generación de nuevos discursos y de una nueva epistemología que, partiendo de la
revisión del discurso hegemónico de “la familia”, pueda conducirnos a hablar de las
familias, en plural; o como sugiere Eric Fassin (2005) “familia de las familias”. Explicar
nuevas organizaciones sociales con discursos anclados en un patrón de normalidad, de
pauta social y de una relación desigual de poder, puede tener una intención de asimilación
y normalización, que política y socialmente puede ser peligroso en términos de invisibilizar
los movimientos sociales que soportan estas nuevas construcciones sociales.
Estas formas de organización social que desbordan las conceptualizaciones
tradicionales, pero que hacen parte de las maneras como los seres humanos
contemporáneos organizan su vida para asegurarse la reproducción social, constituyen lo
que se conoce como formas alternas de familia (Gallego, 2003). La aparición de las
formas alternas de familia como objeto/sujeto de estudio se podrían inscribir en la
modernidad tardía (Giddens, et al, 1996), o la modernidad alternativa (Escobar, 1996),
como parte del proceso de modernidad en general.
Puede plantearse que las Formas Alternas de Familia contemplan una gama de
relaciones –mixtas- que van desde las nociones clásicas de Corresidencia y
Heterosexualidad
hasta
involucrar
las
espacialidad
indirecta
de
las
relaciones
sociales/familiares (Gallego, 2006), las parejas del mismo sexo/género, la Àpar
homoparentalidad3 y las familias/parejas no corresidentes como las que surgen en los
procesos
3
de
migración
interna
como
internacional,
familias
en
situación
de
Homoparentalidad, corresponde a las parejas de gays y lesbianas que ejercen la parentalidad. Los hijos pueden provenir
de uniones heterosexuales anteriores, por inseminación artificial, alquiler de vientres o de procesos de adopción. La
homoparentalidad implica la convivencia de la pareja gay o lésbica con sus hijos.
transnacionalidad. Hace parte también de este abanico, los arreglos domésticos no
familiares, que no son reconocidos como familia en la teoría social tradicional, pero que
sus miembros se reconocen a sí mismos como una familia, es decir, sus concepciones
quiebran la noción de parentesco consanguíneo.
Podría afirmarse en principio que las formas alternas de familia pueden tener dos
sustratos, diferentes en algunos casos y complementarios en otros. En el primero, esta
alternatividad familiar tiene un eje basado en la noción de espacio y lugar que como
categorías, al ser pensadas diferentes, desbordan la cohabitación, esto es, la construcción
de un territorio de lo doméstico4. En una segunda apuesta, las formas alternas de familia
tienen un contenido basado en una sexualidad diferente a la heterosexual, pudiendo
constituir unidades domésticas de diferentes tipos.
Pensar las formas alternas de familia implica reconceptualizar la familia y no
“añadir” o asimilar las nuevas organizaciones familiares a la concepción establecida, en
tanto la teoría de familia refleja los desequilibrios de poder en la sociedad. Actualmente no
existe un ejercicio crítico sistemático que estimule una revisión de la teoría fundante de la
familia como objeto de estudio por parte de las ciencias sociales. No se puede seguir
utilizando el rotulo “polimorfismo familiar de nuestro tiempo” o “diversidad familiar” como
expresiones acríticas que reflejan una supuesta variedad de organizaciones familiares. Es
más, las mismas definiciones de “familias homosexuales” o “familias queer” constituyen
expresiones académicas generadas en medio del silencio para nombrar estas nuevas
realidades, pero que terminan enrareciendo la discusión y la revisión crítica necesaria de
los estudios de familia. Una forma de avanzar en este campo sería ampliando el espectro
de la teoría social a partir de la deconstrucción de las nociones de corresidencia,
parentesco y heterosexualidad
Formas alternas de familia a partir de la diversidad sexual
En los albores del siglo XXI, las sociedades industriales de la Unión Europea, Norte
América, Australia y algunos países latinoamericanos continúan definiendo con dificultad
el “lugar” de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo/género, en la política
4
Andreu Domingo, ha establecido una tipología de las cohabitantes, agrupándolos en tres órdenes: cohabitación no
escogida, cohabitación ideológica y la cohabitación a prueba.
y regulación en torno a la familia y el matrimonio. El tratamiento social a las relaciones
afectivas y sexuales entre hombres y entre mujeres ha seguido un sendero de dramáticos
cambios y deformaciones en los últimos dos siglos. Concebidas como pecado, crimen o
enfermedad y sujetas a presión por parte de Estados y elites sociales, las relaciones entre
personas del mismo sexo han persistido y hoy emergen en vías sin precedentes. Sin
embargo, para comprender la emergencia y visibilización de las parejas de varones gay se
debe dar cuenta, en una primera instancia, de cómo surge la discusión acerca de las
homosexualidades5 y lo lésbico-gay en el contexto del sistema capitalista de producción
(D´Emilio, 1997) y el Estado de bienestar (Adam, 2004) en las sociedades desarrolladas
dentro de la cultura occidental.
John D´Emilio (1997) plantea que los gay y las lesbianas como grupo social no
siempre existieron y son producto de la historia, particularmente de la historia reciente de
la humanidad, con una existencia en una era específica. Su emergencia está asociada al
desarrollo de las relaciones capitalistas de producción y más específicamente con su
sistema de trabajo asalariado, el cual permitió, especialmente en la última parte del siglo
XX, a un sinnúmero de hombres y mujeres llamados a sí mismo gays y lesbianas,
reconocerse como parte de una comunidad de iguales por su preferencia y organizarse
políticamente sobre la base de la identidad.
A pesar de que lo lésbico-gay contemporáneo poco tiene de común, en términos de
significados, con las prácticas homo-eróticas de las antiguas civilizaciones, de la edad
media o de los siglos XVIII y XIX, sí es posible atribuirle a la urbanización y a la formación
5
"La homosexualidad es el epifenómeno de la heterosexualidad, pero no es posible entender la una sin la otra" (Guasch,
2000:20). Al igual que la heterosexualidad, la homosexualidad es producto de nuestra época que no puede buscarse más
allá de nuestra cultura. La homosexualidad no existía en la antigua Grecia "no había en rigor homosexuales, sino
ciudadanos activos, dominadores del propio deseo (viriles), y sujetos pasivos, reprobables, incapaces de autogobierno
[...] un hombre podía ser censurado por su blandura y afeminamiento si se dejaba arrastrar por su pasión hacia las
mujeres hasta el punto de que ese afecto lo gobernase. Análogamente, un varón adulto podía mostrar una reputación de
virilidad sin mancha aunque tomase sus placeres de los muchachos, siempre y cuando esa pasión no lo dominase"
(Vásquez y Moreno (1997) en Guasch, (2000:21). Sin embargo, desde la antigüedad, las culturas occidentales se han
encargado de desarticular la figura del homosexual con el poder, fomentando en su lugar el mito del homosexual =
afeminado, entendiendo por femenino la debilidad y la pasividad tanto física como emocional. Si bien el proceso ha sido
constante a lo largo de la historia, los últimos 200 años han resultado efectivos en la “feminización” de la
homosexualidad de varones y por lo tanto en la “desmasculinización” del hombre gay (Andres, 2000:124). Este mito
llegó hasta nuestros días y fue consistente hasta la última cuarta parte del siglo XX. En América Latina y los países
colonizados por occidente, el mito llegó y se encarnó en la asociación homosexual = travesti; en otras palabras la visión
tradicional de la homosexualidad en Latinoamérica ha estado asociada al travestismo y el afeminamiento.
del sistema capitalista de producción, las bases para una transformación de ciertas
prácticas sexuales en identidades y en la creación de nuevos sujetos sociales y formas de
emparejamiento (Rubin, 1989). La mayoría de los estudios coinciden en la singularidad
histórica y espacial de la identidad gay contemporánea (Foucault, 1977; Weeks, 1998). En
efecto, en diferentes momentos históricos tenemos diferentes sujetos homosexuales, en
tanto la existencia de éstos está determinada por diferencias prácticas discursivas que no
sólo los nombran sino, de hecho, los crean (Andres, 2000). Como concluyó David
Fernbach hace veinte años, “el espacio para un modo de vida homosexual es de aparición
relativamente reciente [y sólo existe en ciertas partes del mundo]” (Fernbach en Drucker,
2004:12). Las subculturas homosexuales son un fenómeno histórico reciente que tuvo su
embrión a finales del siglo XIX en Europa Occidental y América del Norte.
Para John Boswell (1992), la urbanización es uno de los factores más importantes
para explicar el auge o declive de la vida homosexual europea. Según este historiador, el
crecimiento de las ciudades ha ido de la mano con una mayor tolerancia en Occidente
hacia el homoerotismo6. De allí que no sea de extrañar cómo a finales del siglo XIX,
cuando occidente pasaba por un acelerado crecimiento de las ciudades, aparecieran los
primeros grupos visibles de homosexuales en el viejo continente y en algunas ciudades de
Estados Unidos y América Latina. Drucker (2004) agrega que como fruto de la extensión
del trabajo asalariado y la resultante independencia económica individual, aparecieron
nuevas instituciones y formas de relacionamiento por fuera de los patrones familiares y
religiosos establecidos.
Ross y Rapp (1997) argumentan que la separación en el capitalismo industrial de la
familia y el lugar de producción, el consumo de la producción, el lugar de descanso y de
trabajo, la vida personal de la política y la sexualidad de la reproducción de efectivos, que
se inició durante el siglo XVIII y XIX en Europa y Norte América, condujo a la
reorganización de la experiencia sexual y a la transformación de la intimidad. Estas
escisiones transfiguraron la estructura y funciones de la familia nuclear, la ideología de la
vida en familia y el significado de las relaciones heterosexuales.
6
Al igual que Núñez (2001), entiendo por homoerotismo “al erotismo entre personas del “mismo sexo biológico”.
Adicionalmente reconozco el debate acerca del carácter construido de los “sexos” y de la existencia de más de dos
sexos (Fausto-Sterling, 2006). Sin embargo, para los propósitos de esta ponencia este debate puede obviarse.
En este mismo sentido se pronuncia Almaguer (1995), quien considera que el
tránsito, a fines del siglo XIX, de una economía de tipo familiar a un sistema de trabajo de
tipo salarial, liberó en forma decisiva a los hombres y mujeres europeo-norteamericanos
del mundo económico y social de la familia que antes había sido tan limitante. De esta
forma, “liberada la familia nuclear de su papel tradicional como unidad básica de
producción, los individuos de preferencia homosexual podrían ya forjarse una nueva
identidad sexual y desarrollar una cultura y una comunidad antes inconcebibles. Además,
la fuerte migración urbana que fue atizada (o precipitada) por la segunda guerra mundial,
aceleró este proceso, empujando a miles de homosexuales a medios urbanos donde eran
mayores las posibilidades de intimidad y anonimato en las relaciones entre personas del
mismo sexo” (Almaguer, 1995:61).
Lo que permitió la visibilidad, a principios del siglo XX, de las relaciones entre
personas del mismo sexo, se debe además, a una serie de prerrequisitos sociológicos que
permitieron una apertura a los estrictos sistemas de parentesco (Adam, 2004). Weston
(1997) y Katz (2001) sugieren que, durante el siglo XIX, la hermandad y la amistad eran
dos de las pocas categorías disponibles en Estados Unidos, para dar cuenta de los
sentimientos intensos experimentados hacia personas del mismo sexo; Gallego (2007) y
Núñez (2007) han documentado estos mismos sentimientos en el México de finales del
XIX y principios del siglo XX.
Las nuevas realidades construidas por homosexuales a mediados del siglo XX y
reafirmadas y reelaboradas a partir de la década del setenta, sentaron las bases para una
fusión del lenguaje del parentesco con el de la amistad, bajo el constructo de las familias
de elección, que vincula lo erótico con lo no erótico, uniendo a amigos y amantes en un
mismo sentido familiar (Weston, 1997).
Todos estos nuevos ideales y constructos sociales tuvieron como soporte la
autonomía financiera provista por el salario, especialmente en las clases medias y más
privilegiadas. En palabras de Flaquer (1998), los emparejamientos gays y lésbicos y la
homoparentalidad hacen parte de una segunda transición familiar, arreglos “posnucleares”
como se mencionó anteriormente.
En este sentido, puede especularse que los emparejamientos de gays y lesbianas
no procreativos, que hicieron su emergencia pública en la última cuarta parte del siglo XX,
son compatibles con el nuevo régimen demográfico. Es decir, la caída en las tasas de
natalidad, la tendencia a nivel mundial por alcanzar el nivel de reemplazo en la población,
la disminución de la presión demográfica por la reproducción, la separación entre
sexualidad y reproducción y especialmente la disminución del control social en torno a la
función reproductora de la pareja y la familia, permitieron la emergencia de formas de
relacionamiento íntimo no basadas en la sexualidad heterosexual y el matrimonio.
El establecimiento de parejas de gays y lesbianas -al ser un arreglo doméstico
minoritario- no desentona con los propósitos demográficos de nuestro tiempo, de ahí su
permisividad y visibilización social. En este mismo sentido, el incremento en la
conformación de hogares unipersonales y la presencia de parejas del mismo sexo/género
corresidentes son un claro ejemplo de los nuevos arreglos domésticos que en el anterior
régimen demográfico eran impensables. No obstante, el debate sobre la homoparentalidad
hace resurgir las discusiones en torno a la función reproductora de la familia y la
exclusividad de la descendencia por esta vía; si en algún momento las pretensiones
reproductivas estuvieran en alza, muy seguramente los emparejamientos gay-lésbicos
estarían seriamente cuestionados y deslegitimados.
En otras palabras, la disminución de la presión institucional por la reproducción,
permite que en la escena pública aparezcan nuevas formas erótico-afectivas de
organización de la vida cotidiana, que no tienen como propósito principal la reproducción y
por lo tanto no constituyen un suplemento sino una alternativa a la institución familiar
tradicional. Según D´Emilio (1997), la población de gays y lesbianas es la que de forma
más clara encaró el potencial de la división entre sexualidad y procreación.
Sin embargo, en opinión de Almaguer (1995), la identidad gay y las comunidades
que surgieron fueron, en forma abrumadora, blancas, clase-medieras y macho-centristas.
De este segmento de población homosexual surgieron los primeros líderes de las primeras
organizaciones homófilas en Estados Unidos y también las figuras claves que moldearon
la nueva cultura gay. Además, el hecho de pertenecer a una clase privilegiada y ser
relativamente homogéneos en términos étnicos y sociales, les facilitó a estos individuos la
puesta en escena de sus preferencias sexuales, la constitución de una identidad gay y la
definición de un agenda política centrada en buena medida en el reconocimiento del
matrimonio, la adopción y el extensión de beneficios de la seguridad social. Parte de la
agenda del movimiento gay en América Latina se centra sobre similares demandas.
¿Qué se conoce de las formas alternas de familia en la diversidad
sexual? Una discusión de algunas evidencias empíricas en México
y otros países
La generación de conocimiento sobre el emparejamiento gay-lésbico en Estados Unidos,
Europa y algunos países latinoamericanos se ha centrado sobre individuos urbanos,
blancos, con niveles medios y altos de instrucción y empleo, y pertenecientes a
generaciones intermedias. Por lo tanto, los hallazgos y las tendencias encontradas tienen
un sesgo hacia esta población y por consiguiente no son representativas de todos los tipos
de emparejamientos que pueden ser encontrados en función de la clase, la generación, la
etnicidad y la ubicación espacial. De igual manera, las evidencias para América Latina son
pocas, aunque permiten dar una mirada muy general a este tipo de realidad socio-cultural.
Algunos datos recabados a partir de censos y estadísticas poblacionales indican
que los arreglos domésticos conformados por parejas del mismo sexo no representan más
allá del 5% del total de hogares en un país o región. La participación más alta, según la
American Comunity Survey, en 2004 la tuvo el Distrito de Castro en la ciudad de San
Francisco, reconocida por ser la meca de la subcultura gay, con el 32% de los hogares
conformados por parejas del mismo sexo. Si bien la legislación en algunos países se ha
transformado al otorgar titularidad de derechos a las parejas del mismo sexo, aún
prevalece una invisibilidad en las estadísticas y los censos de población. Lo anterior es
evidente en países de la región como España, Colombia, Uruguay, Argentina, Brasil y la
Ciudad de México que tienen legislaciones propias sobre este asunto (ver tabla 1).
Investigaciones adelantadas en México (Gallego, 2007; Gayet et al. 2007), España
(Meil, 2000) y Estados Unidos (Patterson, 2000) han determinado que la proporción de
gays y lesbianas que al momento de la entrevista manifestaron tener una relación de
pareja, oscila para los varones entre un 40-60% y en las mujeres entre un 45-80%. Para el
caso de la ciudad de México, Gallego (2007) determinó, a partir de muestra intencional de
250 varones con prácticas homoeróticas, cómo el 54% de ellos estaba involucrado en una
relación de pareja con otro hombre y el 22,8% cohabitaba o corresidía con su pareja.
Gayet et al. (2007) en su encuesta para cuatro ciudades mexicanas, identificaron cómo el
47,3% de los HSH –hombres que tienen sexo con otros hombres– manifestó haber tenido
una pareja sexual estable en los últimos 6 meses antes de la encuesta; así mismo, el
22,1% de los HSH solteros convivía, al momento de la entrevista, con una pareja del
mismo sexo.
Tabla 1
Participación (en %) de las parejas del mismo sexo corresidentes en el
conjunto de hogares según países
No.
%
707.196(1)
1,16
California
91.411(1)
1,36
Distrito de Columbia (Washington D.C.)
3.038(1)
4,58
Florida
49.966(1)
1,34
Massachusetts
18.469(1)
1,42
New York
44.218(1)
1,21
Pennsylvania
32.835(1)
1,22
Puerto Rico
6.818(1)
0,97
Canadá
34.207(2)
0,48
Australia
41.692(3)
0,33
Nueva Zelanda
5.067(4)
0,65
Inglaterra y Gales
61.482(5)
0,31
Holanda
53.000(7)
1,11
España (matrimonios)
8.832(6)
0,60
Estados Unidos de Norteamérica
6.053(8)
0,30
Creación del autor.
(1) The American Community Survey, 2004. (2) Census information, 2001. (3) Australian Bureau of Statistics,
2001. (4) Censo, 2001. (5) Censo, 2001. (6) Matrimonios celebrados entre 2004-2007, INE, 2009. (7)
http://cathyyoung.blogspot.com/2005/11/same-sex-marriage-in-netherlands.html. (8) Estimación indirecta a
partir del Censo de población del 2000.
Ciudad de México
En España, Meil (2000) reporta, a partir de una encuesta aplicada a más de mil
homosexuales en el año 1999, que cuatro de cinco lesbianas (79%) y dos de tres gays
(66%) tenían una relación de pareja, notándose que estas proporciones aumentaban con
la edad. Sin embargo, la tenencia de una relación de pareja no implica necesariamente la
convivencia. De hecho, a partir de la misma encuesta en España, se determinó que sólo la
mitad (55% de los varones y 58% de las mujeres) de los que declararon tener pareja
convivían realmente con ella (Meil, 2000).
Los estudios levantados en México, España y Estados Unidos indican que la
proporción de parejas del mismo sexo corresidentes oscila entre un 20% y un 40% del
total (Gallego, 2007; Gayet et al. 2007; Meil, 2000; Patterson, 2000). De igual manera, el
peso estadístico de los hogares conformados por este tipo de arreglos domésticos es
inferior al 5% del total de hogares en una zona o país, teniendo picos ligeramente
superiores en grandes ciudades o ciudades capitales y en barrios o distritos reconocidos
como de actividad gay como Castro en San Francisco, Chueca en Madrid, Chapinero en
Bogotá o la Zona Rosa o Condesa en ciudad de México. De igual manera, la proporción
de parejas que pudiendo legalizar sus uniones lo hace, es muy reducida si se compara
con el total de relaciones de pareja con o sin corresidencia.
En la encuesta de Bryant y Demian (1994), a más de mil parejas de gays y
lesbianas en Estados Unidos, se encontró que nueve de diez parejas reportaron algún
grado de cohabitación en el último año. Quienes teniendo pareja no conviven, tienden a
ser mayoritariamente jóvenes que viven aún en casa de sus padres y mantienen una
relación tipo LAT –Living Apart Together– (Gallego, 2007). En este sentido, dentro de la
subcultura gay los modelos en relación a la pareja y la convivencia son plurales y diversos,
aunque tiende a reproducirse los patrones de emparejamiento producto de la cultura
heterosexual, mediada por el amor romántico, la formalización del vínculo de manera legal
o simbólica y la asunción de la convivencia en pareja como un ritual de paso muy similar al
matrimonio.
Las investigaciones adelantadas dejan entrever cómo la experiencia del
emparejamiento entre personas del mismo sexo ha ganado terreno en ciertas sociedades
dentro de la cultura occidental y no constituye una experiencia particular, sino más bien
compartida por diferentes grupos como una forma alternativa de construir afecto y cuidado
a las convencionalmente prescritas.
Cabaj (1988 citado en Cruz, 1998), menciona que las relaciones gay inician por las
mismas razones que las heterosexuales: satisfacción, atracción sexual, compartir
intereses o necesidades, seguridad financiera, necesidad de amor y afecto, y deseo de
compañía. Gallego (2007) a partir de sus investigaciones en México determina cuatro
momentos en las relaciones de pareja entre varones: cortejo, noviazgo, co-residencia y
disolución de la relación.
El cortejo o etapa donde la pareja está en proceso de conocimiento y negociación
para el establecimiento o no de una relación de pareja, transcurre de manera rápida y por
lo general no tarda más de un mes (Berger, 1990; Cruz, 1998; Gallego, 2007). Durante el
cortejo también transcurre, como ha sido documentado para el caso mexicano, la primera
relación sexual constituyéndose en parte importante de la negociación para iniciar una
relación de pareja (Gallego, 2007).
A la etapa del cortejo, le sigue el noviazgo o el establecimiento de una relación de
pareja propiamente dicha. “Tener novio”7 o “pareja” constituye una experiencia que es
relativamente reciente en la subcultura gay y no se remonta más allá de los años setenta
del siglo XX. De acuerdo con la investigación de Gallego (2007), los noviazgos son
relativamente cortos en la generación más joven de entrevistados (16-24 años) y un poco
más largos en los grupos de edad intermedia (25-34 años) y adulto (35 y más años). En
los entrevistados más jóvenes el noviazgo tiende a durar cinco meses, mientras que en las
personas mayores de 25 años tiene una duración mediana entre nueve y doce meses. Sin
embargo, al hacer una lectura biográfica de los principales noviazgos se nota que los
jóvenes tienden a tener noviazgos más cortos, las personas de edad intermedia un poco
más duraderos, mientras que los más adultos parecen haber vivenciado el patrón de a
mayor edad, mayor acumulación de historias de pareja y mayor duración de las mismas,
en tanto se aprecia un patrón ascendente entre la duración de la primera historia sin
corresidencia, frente a una segunda, una tercera y la última.
7
En los varones menores de 25 años entrevistados por Gallego, esta fue la voz más común para nombrar sus relaciones
de pareja con otros varones. Sin embargo, el uso de la categoría “pareja” ha ganada terreno en la historia reciente y se
constituye en la expresión más común para designar una relación más formal y estable con otro varón.
A la convivencia o corresidencia en pareja se llega después de un período de
noviazgo relativamente corto, instituyéndose en la tercera etapa en una relación de pareja
entre personas del mismo sexo. De acuerdo a las estimaciones de Gallego (2007) para la
ciudad de México, la convivencia en pareja fue experimentada, al momento de la
entrevista, por el 22,8% de los entrevistados, constituyéndose en un evento poco vivido
por los más jóvenes y un tanto mayor por los varones mayores de 25 años. Berger (1990),
encontró cómo una cuarta parte de las parejas entrevistadas por él en Estados Unidos,
decidieron vivir juntos al mes siguiente de conocerse, con una mediana de tiempo, entre la
fecha en que se conocieron y el establecimiento de la co-residencia, inferior a cuatro
meses. Mendola (1980 citado en Murphy, 1994), determinó que al menos la mitad de las
parejas de su muestra iniciaron la cohabitación en el primer semestre de conocerse. En
España, un tercio de los gays y un 42% de las lesbianas, que al momento de la encuesta
convivían, emplearon menos de seis meses en conocerse e irse a vivir juntos, y casi dos
de tres (61 y 60% de las lesbianas y gays, respectivamente) emplearon menos de un año.
Gallego (2007) para la ciudad de México, determinó que este tránsito entre el noviazgo y
la corresidencia transcurre de manera rápida y no toma más de un año.
La duración de estos tránsitos depende de la forma de convivencia previa (con los
padres, con amigos, solo), de la independencia económica (Meil, 2000), de la homofobia
interna como externalizada, de la articulación y reconocimiento de esta forma de
emparejamiento por parte de la familia de origen y de las relaciones de poder y capacidad
de negociación que pueden derivarse de la autonomía financiera, de la edad y hasta de la
belleza, por considerarse múltiples planos de indagación.
De igual manera, el tránsito tampoco se produce de forma súbita, sino que se da de
manera escalonada, iniciando por días y luego afianzándose la convivencia con el paso
del tiempo.
La co-residencia como decisión diádica pone en juego muchos elementos desde la
autonomía personal, la necesaria estabilidad económica y financiera, la negociación del
trabajo doméstico encarnado en divisiones de género y el establecimiento de nuevas
relaciones con la familia y los grupos de amigos.
Un creciente número de parejas de gays y lesbianas optan por el establecimiento
de una ceremonia para validar y celebrar su compromiso frente a los otros. Estos rituales
pueden variar desde un rito público ante notario (en los países donde esto es posible) o
una ceremonia privada de intercambio de anillos en presencia de familiares y amigos
(Murphy 1994). Bryant y Demian (1994) hallaron que más mujeres (60%) que hombres
(39%) han simbolizado sus acuerdos de pareja con un ritual; de igual manera, más
mujeres (20%) que hombres (11%) han “ritualizado” su relación con una ceremonia formal
y son más las mujeres (57%) en comparación con los hombres (36%) las que usan anillo u
otro símbolo como muestra de su relación.
Es tal la fuerza simbólica de la co-residencia, que las leyes que protegen el
concubinato y la unión de hecho u otorgan derechos a parejas del mismo sexo, establecen
como criterio central el que haya habido co-residencia o convivencia bajo el mismo techo,
por un lapso particular. De hecho, nos son impensables las nociones de familia sin pensar
en la co-residencia como requisito fundamental. Por ello, parte del proceso de
institucionalización de la vida gay se explica por la difusión de un modelo de pareja coresidente, modelo por el cual se hacen movilizaciones políticas y demanda de derechos.
La diversidad que asume la construcción de la vida cotidiana en relaciones de
pareja entre varones y entre mujeres puede ser leída de múltiples maneras y modos, en
términos de ciertas etapas o momentos de una relación, las duraciones específicas de
cada una de ellas y las variadas formas de convivencia que asumen las relaciones de
pareja. Todo parece indicar que la corresidencia juega un papel importante en la mayor
duración de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo. Gallego (2007) a
partir de una regresión logística, determinó que una relación de pareja corresidente tiene
tres veces más probabilidad de duración superior a un año, con respecto a aquellas
relaciones donde sólo hubo una relación de “noviazgo”.
Blumstein y Schwart (1984 citados en Patterson 2000), hallaron que las tasas de
disolución en parejas de más de 10 años de duración son relativamente bajas (6 y 4% en
lesbianas y gays, respectivamente) y son altas en parejas recién conformadas y que llevan
menos de 2 años de establecida la relación (22 y 16% en lesbianas y gays,
respectivamente). Los estudios más recientes adelantados por Kurdek (2003), confirman
esta tendencia a bajas tasas de separación. En México, la investigación adelantada por
Gallego (2007) encontró similares patrones a los hallados en Estados Unidos. Dentro de
las principales causas de ruptura manifestadas por los varones entrevistados por Gallego
(2007), sobresale: se acabó el amor (18,5%), discusiones y agresiones frecuentes
(11,5%), la pareja o el entrevistado conoció a otro hombre (18,8%), viaje o distanciamiento
geográfico (10,9%) e interferencia de la familia (3%); este conjunto de causas engloban el
62,7% de los motivos expuestos por los entrevistados. Y aparece la muerte de la pareja,
asociada a la epidemia del VIH-SIDA con el 2,3% de los casos.
Maternidad lésbica, paternidad gay y domesticidad en parejas del
mismo sexo
Pensar en la maternidad y la paternidad nos remite necesariamente a la heterosexualidad,
ya que es justamente a través de esta práctica, como mujeres y hombres se convierten en
padres re-creando un orden simbólico asociado a la procreación, la familia y el parentesco.
Pensar en la maternidad lésbica, la paternidad gay y la homoparentalidad resulta
entonces un ejercicio de contracultura, a pesar de que el movimiento gay en general
constituye una subcultura8.
La paternidad gay, la maternidad lésbica y especialmente la homoparentalidad
aparecen como hechos marginales en la vida de los sujetos con prácticas homoeróticas o
en las parejas del mismo sexo corresidentes. De acuerdo a lo reportado por Black et al.
(2000) para Estados Unidos, en el 22% de los hogares compuestos por una pareja de
lesbianas y en el 5% de los hogares gay tienen hijos residiendo con la pareja. Estos datos
les permiten a los autores discutir y rechazar la hipótesis que está cobrando fuerza acerca
8
Los conceptos de subcultura y minoría social van de la mano; Oscar Guasch (1997), argumenta que el colectivo gay
conforma una subcultura y una minoría social, porque posee identidad específica y es subalterno respecto al grupo social
heterosexual hegemónico. “La subalternidad inherente a la minoría gay sedimenta a partir del no cumplimiento de
algunos de los roles socialmente previstos para el varón. La identidad de la minoría gay se organiza a partir de unas
prácticas sexuales diferenciadas que terminan por generar primero un estilo diferente y más adelante una subcultura”
(Guasch, 1997:152). Velasco Arroyo (1997) plantea además, que “el término minoría o grupo minoritario hace
referencia a elementos cualitativos más que cuantitativos o estadísticos: designa a cualquier grupo de personas que
recibe un trato discriminatorio, diferente e injusto, respecto de los demás miembros de la sociedad. Un grupo tal se
define, por tanto, por su posición de subordinación social y no por su número.” (Velasco Arroyo, 1997:59). No obstante,
las categorías de hegemonía y subalternidad partiendo exclusivamente de la relación hetero/homosexualidad puede ser
parcial, y a veces imprecisa, para comprender las relaciones entre personas del mismo sexo-género en el contexto
latinoamericano.
de un baby boom lésbico. Desafortunadamente este tipo de estimaciones no son posibles
en América Latina, dada la ausencia de datos al respecto.
De acuerdo con Ángeles Haces (2006) para el caso mexicano, las mujeres
lesbianas que desean convertirse en madres, recurren a diversas estrategias para
conseguirlo, aunque en buena parte de los casos prima la maternidad biológica, producto
de relaciones sexo-afectivas y/o de matrimonio con varones. En otros casos, las mujeres
sostienen relaciones sexuales con varones, con el fin de concretar uno o más embarazos.
Según lo documentado por Haces (2006), parece existir una relación estrecha entre el
momento de la vida en que las mujeres identifican su lesbianismo y el período en que se
convierten en madres. Para aquellas que viven durante alguna parte de sus vidas en la
heterosexualidad, el ejercer roles maternales no tiene mayores obstáculos, ya que cuentan
con el entramado y el reconocimiento social necesario para logarlo (Haces 2006).
De los varones entrevistados por Gallego para su investigación en ciudad de
México, sólo el 5,6% manifestó ser padre al momento de la entrevista, hecho bastante
coincidente con datos recabados en Estados Unidos, donde se ha encontrado que la
paternidad en parejas de varones gay es inferior al 9% (Bryant y Demian 1994; Black et al.
2000).
De acuerdo a las investigaciones de Ángeles Haces (2006), las estrategias que
utilizan los varones para llevar hijos a la pareja son variadas, aunque disminuye
considerablemente la incidencia de paternidades biológicas. La posibilidad de ejercer roles
parentales se da por diferentes vías, en la mayoría de los casos por recibir en su hogar
niños que les son cedidos u obsequiados, en su gran mayoría por sus padres y madres
biológicos de éstos o por algún pariente cercano (tío, hermano, primo).
El hecho de que un número menor de padres lo sean biológicamente, en
comparación con las madres, está determinado en gran medida por los cursos de vida
diferentes en gays y lesbianas permeados por prácticas heterosexuales, bisexuales u
homosexuales y que tienden a favorecer la maternidad en mujeres lesbianas asociada a
uniones o relaciones de pareja con varones (Haces 2006), situación un tanto diferente
para los varones (Gallego 2007).
Mientras en Estados Unidos los hijos de las parejas de varones gay provienen en su
mayoría (79%) de uniones heterosexuales previas (Bryant y Demian 1994), en la ciudad
de México la situación hallada, por lo menos en la muestra de Gallego (2007), es que los
hijos nacieron en buena parte de los casos (64,3%) estando el entrevistado soltero, y sólo
en dos casos los hijos llegaron bajo un esquema de pareja gay y bajo la tutela de dos
varones –homoparentalidad–. Sumado a las restricciones biológicas que enfrentan las
parejas de varones para ejercer la paternidad, se agregan las legales e institucionales que
no permiten la adopción a este tipo de parejas.
No obstante la tendencia anterior, es necesario recordar que la forma como se
capturan las muestras para comprender las sexualidades no heterosexuales, en su gran
mayoría de manera intencional, derivan en tales estimaciones. Si las muestras se
diseñaran partiendo de un ejercicio aleatorio, o una encuesta en hogares, tal vez se
encontraría una mayor proporción de varones y mujeres con prácticas homoeróticas, y
parejas del mismo sexo que ejercen la paternidad y la maternidad.
Además, estimar la paternidad gay o la maternidad lésbica es un asunto complejo y
problemático, por la forma propia y específica como se construye y vive la masculinidad y
la feminidad y en especial por la vivencia de muchos varones y mujeres que aunque
teniendo prácticas sexuales con personas de su mismo sexo, tal situación no genera
identidad alguna o la constitución de un sujeto diferente y por lo tanto, no altera los
marcadores de masculinidad o feminidad socialmente pautados (Gallego 2007).
Lo que sí parece quedar claro es la poca presencia de la homoparentalidad por el
problema y discusión que aún encarna el tema de la filiación (Fassin 2005; Haces 2006). Y
la trasmisión de la cultura por esta vía.
Un asunto pendiente por explorar en torno a las parejas del mismo sexo coresidente en América Latina lo constituye la comprensión de la domesticidad y la dinámica
interna de los hogares. La investigación de consulta obligada en este campo fue
adelantada por Christopher Carrington (1999): No place like home. Relationships and
Family Life among Lesbians and Gay Men. Carrington adelantó su estudio con 52 parejas,
26 parejas lésbicas y un tanto igual de parejas gay, residentes en la bahía de San
Francisco, Estados Unidos. La contribución importante de esta investigación es la crítica al
modelo igualitarista que supone encaran las parejas del mismo sexo.
Con su trabajo de campo señala que las representaciones públicas sobre
igualitarismo entre parejas del mismo sexo y familias homoparentales no son coherentes
con la situación que prevalece en estos hogares. Esta representación de la igualdad es un
mito, una metáfora, que poca correspondencia tiene con la realidad. Carrington (1999),
identificó contradicciones en la valoración y representación del trabajo doméstico, a partir
del uso de dos estrategias. Por un lado, la aplicación de entrevistas separadas con cada
miembro de la pareja la cual produjo una discrepancia en las respuestas acerca de los
asuntos más rutinarios de la domesticidad; por lo general en las entrevistas, un miembro
de la pareja estimaba mayor contribución al trabajo doméstico que el otro.
Segundo, halló que la brecha es aún más profunda cuando realizó las
observaciones de campo, pues por un lado está lo que los participantes dicen que hacen y
por el otro, lo que realmente hacen en su vida cotidiana. Sin embargo, cuando los
miembros de la pareja fueron preguntados acerca de cómo dividen sus responsabilidades
domésticas, se refirieron a éstas bajo el marco del igualitarismo. En este sentido, es
evidente la existencia de un discurso y una representación social hacia el igualitarismo,
aunque éste no pueda ser una realidad generalizable entre las familias/parejas de gays y
lesbianas.
Lo que parece emerger son patrones de especialización en un marco que las
mismas parejas valoran como justos y equitativos. En la investigación se identificaron dos
patrones, por un lado una especialización en función de tareas –uno hace el trabajo de
alimentación y el otro el trabajo del mantenimiento del hogar, por citar un ejemplo– y por el
otro, un modelo clásico de especialización, en donde un miembro de la pareja ejecuta el
rol de proveedor económico y el otro la domesticidad.
Otras investigaciones, igualmente contrarias a las tesis “igualitaristas”, han
demostrado con evidencias empíricas la inequidad en algunas parejas de gay y lesbianas,
especialmente en aquellas donde existen diferencias de edad o ingreso entre sus
miembros (Harry y Devall, 1978; Caldwell y Peplau 1984 citados en Carrington, 1999), o
en aquellas parejas adultas mayores donde se reproduce el esquema “butch/femme”
(McWhirter y Mattison, 1984). Investigaciones adelantadas por Peplau y Cochran en la
década de los noventa (citados en Kurdek, 2003) indicaron que más del 50% de las
parejas de gays y lesbianas manifestaron un no balance de poder en su actual relación.
Por lo general, el (la) compañero(a) con mayores recursos en términos de ingreso y
educación tiende a ejercer más poder en la relación; otros estudios apoyan este punto de
vista (Kurdek, 2003).
También se ha demostrado que los miembros de la pareja que experimentan menor
poder tienden a ser más dependientes de su compañero(a) (Kurdek, 2003; Carrington,
1999; Meil 2000). Berger (1990) encontró que el aspecto financiero juega un papel
importante en la determinación de la igualdad y la autonomía de las parejas en todo tipo
de relaciones; el poder que otorga el dinero es una parte central de la autoidentidad,
genera confianza y autonomía en el sujeto y lo sitúa en una dimensión menos vulnerable
en una relación de pareja.
No obstante, la literatura en las recientes décadas tiende a ver en las parejas de
gays y lesbianas jóvenes una ética igualitarista en sus relaciones, a diferencia de las
parejas mayores
quienes
vivieron
en sociedades más
homofóbicas
donde
el
comportamiento sexual estereotipado emergió en sus construcciones de pareja
(Carrington, 1999). Sin embargo, un ambiente socio-cultural más conservador como el que
se vive en la actualidad, de centralidad del papel de la familia, de incremento de la
pobreza y la vulnerabilidad, atrapa a las parejas del mismo sexo en formas de
organización de la vida cotidiana mucho más tradicionales y asociadas a otros patrones
que muy posiblemente aún no han sido investigados ni descritos.
Reflexión final
Pensar las familias en el contexto de la modernidad implica para los científicos sociales y
los estudiosos de la familia, apostarle a una revisión crítica de los paradigmas que en
forma clásica la han soportado y que no permiten ver su dinámica y polimorfismo,
invisibilizando la diversidad de arreglos familiares que existen en la actualidad sustentados
ya no en la heterosexualidad, la corresidencia y el parentesco consanguíneo. Proponer
una mirada crítica al lugar y contenido de la familia es una apuesta necesaria y urgente
que permita descubrir diferentes estilos de vida y arreglos sociales para la convivencia,
múltiples proyectos de vida y estrategias de supervivencia, que bien valdría la pena
discutir públicamente, es decir, políticamente. Esto incluye la inclusión de la diversidad
sexual en la diversidad familia.
Una nueva perspectiva teórica de la familia debe partir de la deconstrucción9 del
concepto de familia y del análisis del discurso10 de los propios actores como formas
pioneras que permitan llegar a definiciones incluyentes que realmente reflejen la pluralidad
de la vida social.
La cuantificación y valoración social de nuevos modelos familiares, incluyendo las
formas alternas de familia desde la diversidad sexual, está aún por definirse y constituye
un reto para los investigadores en el campo de la familia. Abrir la puerta al debate implica
reconocer derechos sexuales y reproductivos en la diversidad sexual, sustentados desde
un debate por el reconocimiento, como práctica política de la vida cotidiana.
En la articulación entre género, sexualidad y familia no hay terreno firme donde
pisar; espejismos de diversidad donde solo vemos nuclearidad, pequeños barrancos en un
paisaje de arenas movedizas.
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9
La deconstrucción está basada en los trabajos pioneros del filósofo francés Derrida (1976) y otros postestructuralistas y
es usada para examinar críticamente las contradicciones internas de conceptos “santificados”, como por ejemplo la
familia o las categorías de género.
10
El análisis del discurso “es la descripción del uso recurrente de palabras, frases y dispositivos lingüísticos como
categorías y reproducciones del mundo social” (Parker, 1992, citado por Doherty 1999).
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LA DIVERSIDAD EN LAS FAMILIAS
Gloria Careaga Pérez
Introducción
La lucha por el reconocimiento formal de la diversidad al interior de las familias ha
generado intensos debates y no pocas confrontaciones. El reconocimiento, validación y
protección de las familias diversas fue una iniciativa del movimiento feminista internacional
impulsado durante la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo
celebrada en El Cairo, Egipto en 199411. En ese espacio las fuerzas conservadoras
levantaron el fantasma del matrimonio entre personas del mismo sexo, a pesar de que no
había argumentación preparada para su impulso. Pero fue una filosa arma que utilizaron
buscando impedir la visibilización y reconocimiento legal de formas de organización
familiar fuera de su estrecha concepción y que campeaban desde hacía años en nuestras
sociedades, desprovistas de la mínima protección.
Las conquistas internacionales
El interés feminista para el reconocimiento de la diversidad de familias estaba centrado
principalmente en la protección de aquellas familias mono parentales encabezadas por
mujeres. Quiénes difícilmente tienen acceso a créditos y muchas veces, a partir del
abandono del cónyuge, pierden los beneficios sociales a que tienen derecho la mayoría de
las familias.
No obstante, dado que en esa misma Conferencia se introdujo la condición de
género como dimensión de análisis del desarrollo y se impulsó la discusión sobre los
derechos sexuales, la discusión no fue nada fácil. Rápidamente, las fuerzas
conservadoras encabezadas por el Vaticano, instrumentaron una estrategia de
desacreditación de las propuestas feministas, alertando sobre la intención de legalizar y
11
Para muchas activistas, esta Conferencia, por su definición misma y aspectos que aborda, es considerada la principal
de las Conferencias convocadas por Naciones Unidas durante la década de los noventa.
promover la homosexualidad (Careaga, 1994) y dejando claro el rol histórico que como
señala Foucault estas fuerzas han jugado para el sometimiento y control del sexo como
pecado de la carne, que necesita ser permanentemente cuestionado (Girard, 2009). Así,
buscaron mantener la idea de la reproducción como el fin sagrado y único de la
sexualidad, y la magnificación de la maternidad como el papel principal de las mujeres. No
obstante, los intensos debates dieron paso a la clarificación de los argumentos y
posibilitaron el reconocimiento de la sexualidad como una práctica común fuera del
matrimonio y la necesidad de su adecuada atención por el Estado, más allá de los límites
familiares. Sacudieron así también el lugar y papel de esta institución.
Al final, los representantes gubernamentales, escucharon las demandas de las
mujeres y dieron un gran paso, para dejar sentado un precedente de profundos cambios
en la política internacional. Introdujeron la condición de género como un indicador de
desarrollo, impulsaron la atención a la salud sexual de jóvenes, reconocieron los derechos
reproductivos y la diversidad de familias, entre otros. La importancia de estos cuatro logros
destacados puede dimensionarse si logramos identificar el papel de cada uno en el
mantenimiento de una estructura tradicional.
Centrando nuestra atención sólo en la
familia, el Programa de Acción claramente señala:
…El proceso de rápido cambio demográfico y socioeconómico que se ha producido en todo el
mundo ha influido en las modalidades de formación de las familias y en la vida familiar,
provocando importantes cambios en la composición y la estructura de las familias… en las
políticas y los programas que afectan a la familia no se tienen en cuenta los diversos tipos de
familia existentes… (p. 5.1).
Los gobiernos deberían mantener y desarrollar más a fondo mecanismos para documentar los
cambios y realizar estudios sobre la composición y estructura de la familia, especialmente
sobre los hogares con una sola persona y las familias monoparentales, así como las familias
multigeneracionales (p. 5.6)
El objetivo es velar porque en todas las políticas de desarrollo social y económico se tengan
plenamente en cuenta las necesidades diversas y cambiantes y los derechos de las familias y
de sus miembros y se presten el apoyo y la protección necesarios, en particular a las familias
más vulnerables y a los miembros más vulnerables de las familias (p. 5.8).
Los gobiernos deberían formular políticas en que se tenga en cuenta a las familias en lo
relativo a la vivienda, el trabajo, la salud, la seguridad social y la educación, con objeto de
crear un medio ambiente favorable a la familia, teniendo presentes sus diversas formas y
funciones, y deberían apoyar los programas de educación relativos a las funciones de los
progenitores, y a los conocimientos que éstos deben tener, así como al desarrollo de los
niños…. (p. 5.9)
Los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones comunitarias
interesadas, a todos los niveles, deberían encontrar nuevas formas de prestar una asistencia
más eficaz a las familias y a las personas que las integran que puedan verse afectadas por
problemas concretos, como la pobreza extrema, el desempleo crónico, la enfermedad, la
violencia en el hogar y la violencia sexual, el pago de una dote, la toxicomanía y el
alcoholismo, el incesto y los malos tratos, el descuido o el abandono de los niños (p. 5.10).
Los gobiernos deberían apoyar y desarrollar los mecanismos adecuados para prestar
asistencia a las familias en el cuidado de sus hijos y de las personas de edad o con
discapacidad que estén a su cargo, inclusive las afectadas por el VIH y el SIDA, alentar a que
esas responsabilidades sean compartidas por hombres y mujeres y apoyar la viabilidad de las
familias constituidas por varias generaciones (p. 5.11).
La inclusión del plural en la denominación de las familias, si bien pareciera ser un
detalle menor, en los acuerdos internacionales es motivo de largas discusiones,
precisamente por las implicaciones que tiene para el desarrollo de políticas públicas,
reformas legales y su protección. Así, como vemos en apenas estos seis párrafos del
Programa de Acción, el compromiso asumido y la demanda posible de parte de la
ciudadanía tienen profundas implicaciones.
Así, de manera más general, podríamos afirmar que la discusión sobre sexualidad
en los espacios internacionales había sido prácticamente inexistente hasta la década de
los noventa. En la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos de 1993, celebrada en
Viena, Austria, las feministas preocupadas por la situación de vulnerabilidad de las
mujeres en este campo tuvieron gran éxito con la organización del Tribunal sobre
Derechos Humanos de las Mujeres, organizado por el Centro de Liderazgo Mundial de las
Mujeres, donde presentaron testimonios precisos sobre las violaciones de los derechos
humanos en la familia, y sobre las violaciones a la integridad física de las mujeres,
incluyendo la violencia y la discriminación contra las lesbianas, y urgieron a abordar las
violaciones de los derechos humanos de las mujeres; en particular la violencia, y la
violencia sexual contra las mujeres. La Declaración y el Programa de Acción de Viena
reconocen todas las formas de acoso y explotación sexual, así como la violación
sistemática, la esclavitud sexual y el embarazo forzado, en situaciones de conflicto armado
y hacen recomendaciones para su atención.
Pero no han sido las feministas heterosexuales solas quienes han impulsado este
debate, como señala Girard (2009), durante el desarrollo de la Conferencia sobre la
Población y el Desarrollo, de hecho, desde sus sesiones preparativas, hubo una gran
articulación entre lesbianas y feministas, y como detalladamente ella narra también, una
destacada participación durante el proceso de organización y el desarrollo mismo de la
Conferencia Mundial de la Mujer: Patria Jiménez de El Clóset de Sor Juana, Secretaría de
la Mujer de ILGA, con su aparición como la primera lesbiana que públicamente toma la voz
en la Sesión de la CEDAW -preparatoria de la Conferencia Mundial de la Mujer; Rebeca
Sevilla Co-Secretaria General de ILGA, con su testimonio en el Tribunal sobre Derechos
de las Mujeres del Foro de ONGs de la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos y
su discurso en el Foro de ONGS; la histórica participación de Palesa Beverly Ditsie de
SudÁfrica, como conferencista magistral en la IV Conferencia Mundial de la Mujer(ILGA,
2010) Igualmente hay que destacar el trabajo cotidiano en este proceso de Julie Dorf y
Rachel Rosenbloom , del IGLRHC como Secretariado de Acción de ILGA, para la
instalación de una Carpa de Lesbianas en el Foro de ONG en Huairu, China, el desarrollo
de la iniciativa internacional para recolección de cientos de miles de firmas para la
inclusión de orientación sexual en la agenda y en la coordinación de los Caucus de
Lesbianas durante el desarrollo del proceso de la Conferencia. Fue en mucho,
precisamente gracias al
trabajo articulado que se logró introducir por primera vez la
dimensión de orientación sexual a la discusión, así como en conjunto con las feministas,
impulsar una intensa discusión sobre los derechos sexuales, lo que no deja duda del
intenso trabajo desarrollado por lesbianas de distintas regiones del mundo.
No obstante, en muchos de nuestros países con antecedentes coloniales, los
discursos burgueses de autodominio y de la familia ideal y su codificación legal, han
conformado, sin duda alguna, los debates sobre sexualidad. Uno de los ejemplos más
obvios de esto en nuestra región latinoamericana es el mantenimiento de la penalización
de la condición LGBTI y una clara apología a la homofobia, sobretodo en las antiguas
colonias británicas o francesas del Caribe. Al mismo tiempo, estos mismos conceptos
coloniales han dado lugar a la articulación de las reclamaciones políticas de oposición.
Así, la discusión llevada hasta los espacios internacionales en torno a la sexualidad
ha sido un logro conjunto de feministas y personas LGBTI que ha tomado ya más de 20
años12.
Finalmente, el año de 2008 marcó una cristalización para estos muchos
esfuerzos. La OEA asumió un compromiso para impulsar la despenalización de la
condición homosexual en toda la región y desarrollar estrategias contra la discriminación
por orientación sexual e identidad de género y un conjunto de países, con firmas de
gobiernos de todas las regiones del mundo, llevaron ante la Asamblea General de las
Naciones Unidas una Declaración para el avance mundial en este campo. Declaración que
se ha ido revisando para la inclusión de cada vez más países. Afortunadamente, la
continuidad de este trabajo ha llevado a que hoy prácticamente en cada una de las
sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la Naciones Unidas, la discusión sobre
sexualidad esté presente y los relatores especiales de este Consejo, tengan incluido en
sus reportes la dimensión de la sexualidad y la condición de las personas LGBTI, para la
evaluación de cada país.
Estos antecedentes, si bien son muy importantes para el trabajo local que las
organizaciones desarrollamos, desafortunadamente, no son conocidos por la mayoría de
las y los activistas del movimiento LGBTI y no siempre son tomados en cuenta. Muchas
veces se utilizan otros instrumentos de tipo declarativo y se deja de lado así un importante
recurso disponible para la negociación política con las autoridades, en cuanto que estos
acuerdos en su mayoría son ya fundamento de nuestra regulación legal, como lo señalan
los Principios de Yogyakarta13.
La situación legal en México
Pero estos logros no tendrían gran impacto si no fuera por las organizaciones locales que
en su quehacer diario cuestionan, develan y demandan permanentemente. El trabajo
desarrollado por las organizaciones LGBT a lo largo del mundo, en mucho han
12
Un detallado recorrido y análisis sobre estas discusiones pueden ser encontrados en el texto de Francoise Girard,
Negociando los derechos sexuales y la orientación sexual en la ONU, publicado por Sexuality Policy Watch en su texto
Políticas sobre Sexualidad, reportes desde las líneas del frente, accesible en inglés, español y portugués en su sitio
webb: www.sexpolitics.org.
13
Los Principios de Yogyakarta son una serie de principios sobre cómo se aplican los estándares y legislación
internacionales de derechos humanos a las cuestiones de orientación sexual e identidad de género, desarrollados y
adoptados por unanimidad por un distinguido grupo de expertos en derechos humanos de distintas regiones y diversa
formación.
sensibilizado a la sociedad y a los gobierno, lo que ha posibilitado estos avances. En
México, los logros han sido también importantes. A pesar de que el marco legal mexicano
no ha contemplado las prácticas sexuales específicas como elemento de sanción14 desde
1871,
en la administración de justicia,
durante mucho tiempo, la valoración de la
autoridad legal, de acuerdo a su propio código moral, establecía condiciones de gravamen
y realizaba sus propias interpretaciones legales, para ejercer la coerción e incluso la
extorsión como una constante contra las personas con prácticas e identidades sexuales no
legitimadas socialmente. Esta situación se constituyó en uno de los aspectos centrales de
lucha del movimiento LGBT que vio la luz pública a finales de los setentas. Si bien su
lucha se enfocó en buscar su visibilización en todas las esferas sociales y combatir y
denunciar los abusos policíacos, lo que hacía notar su legitimidad, en 2003, como
resultado de un largo proceso, llegó a ser incorporado en la Reforma al Artículo primero
Constitucional que contempla la igualdad de las personas ante la Ley e incluye, entre
otras, las preferencias15:
Artículo 1º En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que
otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y
con las condiciones que ella misma establece. Está prohibida la esclavitud en los Estados
Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán,
por este solo hecho, su libertad y la protección de las leyes. Queda prohibida toda
discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las capacidades
diferentes, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las
preferencias, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por
objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.
Esta reforma Constitucional ha derivado también en otras reformas legales
específicas que recién empiezan a tomar forma en algunas acciones gubernamentales: la
14
A excepción del Artículo 2001 del Código Penal, referido a perversión de menores, donde el homosexualismo era
considerado como un agravante y que en 1998, gracias a la gestión de la Diputada Patria Jiménez, fue eliminada la palabra
homosexualismo, para dejar la sanción al abuso sexual indistintamente de la orientación sexual.
15
En la discusión previa a la reforma constitucional, entre las organizaciones sociales y las académicas se dio un fuerte
debate sobre la pertinencia de utilizar preferencia u orientación sexual. Más allá de los debates teóricos, se buscó
avanzar acorde a los logros previos en los acuerdos internacionales que señalan a la orientación sexual como elemento
de discriminación. Sin embargo, representantes sociales no aceptaron la propuesta y se inclinaron por preferencias
sexuales. Durante la discusión final en el Senado, uno de los senadores se opuso a que los artículos iniciales de la
Constitución se incluyera la palabra sexual, por lo que la definición del artículo quedó indefinida hacia preferencias.
Afortunadamente en los textos derivados de este Artículo Constitucional se ha recuperado la definición sexual; no
obstante, ahora se utiliza indistintamente orientación o preferencias, lo que podría tener alguna consecuencia legal
que aun no se ha previsto.
Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, reglamentaria del artículo 1º
Constitucional, y en su párrafo tercero explicita que la discriminación en México queda
prohibida. Así una de las figuras más importantes derivadas de esta Ley lo constituye el
Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, CONAPRED, por su alcance y
posibilidades de incidencia legal y social.
La Ley Federal ha impactado también el desarrollo de iniciativas locales como es el
caso del artículo 206 del Código Penal del Distrito Federal, que considera delito y sanciona
la discriminación hacia las personas no heterosexuales, tal como sucede hacia indígenas,
discapacitados, mujeres y ancianos:
al que, por razón de edad, sexo, embarazo, estado civil, raza, procedencia étnica, idioma,
religión, ideología, orientación sexual, color de piel, nacionalidad, origen o posición
social, trabajo o profesión, posición económica, características físicas, discapacidad o
estado de salud: I. Provoque o incite al odio o a la violencia; II. Veje o excluya a alguna
persona o grupo de personas.
Sin embargo, pareciera que en muchos lugares y en algunas ocasiones todavía
hoy, estas acciones en mucho dependen de la voluntad política de las y los funcionarios
en cuestión, o de la gestión directa de organizaciones sociales. No obstante, en los años
recientes las autoridades del Distrito Federal se han distinguido por el impulso de reformas
legales y acciones de gobierno orientados a la protección de los derechos de las
denominadas minorías. Una de las Reformas legales que involucró a distintas figuras de
gobierno fue precisamente la Ley Razú, como la denomina Antonio Marquet –por el
apellido del Diputado que la impulsó-, que garantiza el matrimonio para todas las
personas.
El matrimonio igualitario
La lucha por la protección de los derechos de las parejas del mismo sexo ha sido una
intensa lucha que ha enfrentado el movimiento LGBTI en todo el mundo. Es un derecho
que de a poquito se ha ido conquistando, en el sentido de que ha sido un largo proceso,
pero que ha ido avanzando sin parar, abarcando cada vez más regiones del mundo. Esta
lucha se intensificó claramente con la aparición de la epidemia del VIH-SIDA, en la que
muchas parejas enfrentaron dolorosas situaciones, ante la negativa de poder estar cerca
de sus parejas, decidir juntos los procedimientos médicos, así como de un sinnúmero de
confiscaciones y malos tratos. Dinamarca fue el primer país que logró su pleno
reconocimiento, iniciativa que poco a poco fueron adoptando otros países de esa región.
Parecía que se quedaría como un privilegio de las y los europeos. No obstante, la
inquietud, los despojos y la determinación llevó a que pronto en otras regiones del mundo,
las organizaciones y las parejas mismas emprendieran acciones en demanda de su
protección y sus derechos.
En México, a partir de la formación de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal,
se empezó a notar la posibilidad de introducir cambios legales importantes. La llegada de
la izquierda en el año 1997 al gobierno de la Ciudad albergó muchas más esperanzas, no
siempre cumplidas. Como sabemos, los cambios sociales no son lineales, ni
necesariamente abarcativos. Pero se percibía la diferencia y se profundizó el trabajo en la
gestión política interna.
Así, el ingreso de una lesbiana en la Asamblea Legislativa en 2000 llevó a la idea
de concretar la propuesta del reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo que se
venía gestando. Pronto se reunió un grupo de activistas a su alrededor, para finalizar la
propuesta de Sociedades de Convivencia. En sus inicios, se convocó a distintos grupos y
personajes del movimiento para recibir observaciones. Más como es común en estos
procesos el grupo impulsar se fue cerrando en aras de proteger la iniciativa. En ese
sentido, no sé bien cómo se llegó a la versión final. Pero su redacción no dejó satisfechos
a todos. Para algunos de nuevo la visibilidad resultó importante, sin importar lo que en
términos concretos se logre, incluso se logre o no. Para otros, la necesidad de sentirse
protegidos es urgente. Unos mas pretenden una revolución más profunda que la ley no
ofrece.
En términos de visibilidad, el proceso mismo de promoción de la ley alcanzó buenas
dimensiones. Año con año se celebraron "bodas públicas" e involucró a distintas
personalidades que le dieron legitimidad y relevancia; no obstante, la mayoría de estas
personalidades hoy no se han sometido a esta ley, ni siquiera sus promotores.
En términos de derechos, principalmente a un sector, el gay, pareciera responder
aunque sea parcialmente. Ellos han enfrentado graves vejaciones ante la enfermedad y
muerte de la pareja por la pandemia del VIH-SIDA, y se refleja en el texto de la ley.
Estabilidad del hogar común, atención en caso de estado de interdicción, derechos
sucesorios, pensión alimentaria, etc. Contrario a lo que se ofreció, ofrece pocos o ninguno
recursos nuevos para "otros" tipos de familia, madres solteras, mujeres cabeza de hogar,
familias de migrantes. Tampoco reconoce a los grupos de filiación afectiva voluntaria. Pero
tal vez fueron solo argumentos estratégicos que se utilizaron.
Porque pareciera que quienes más insatisfechos quedaron fueron quienes buscan
modelos de transformación más profunda. La ley esta cimentada en valores y visiones
tradicionales de manera importante: la pareja, el hogar común, la dependencia de uno
sobre el otro, la obligatoriedad para apoyarse; poco avanza en la definición de nuevas
formas de relacionamiento que reconozcan la independencia y autonomía de los sujetos,
así como de la obligación del Estado para proveer de servicios y empleo para todos sus
ciudadanos. Y de garantizar la vida libre de discriminación.
La búsqueda del reconocimiento de la pareja ha alcanzado distintas metas en los
países y será interesante, desde el derecho, compáralas. Pero "la moda" de impulsar este
tipo de iniciativas parecía que iba perdiendo fuerza. Unas veces porque habiendo
alcanzado la introducción y aprobación de una reforma legal se considera suficiente,
aunque no provea los derechos que se pretenden; otras porque no hay condiciones para
su impulso y en otras más porque la iniciativa "no prendió". Es decir no alcanzó a convocar
a quienes se sumaran en esta difícil empresa.
El logro más importante fue la reafirmación del Estado Laico; que las y los
parlamentarios cada vez más, van perdiendo el miedo a sentir que ponen en riesgo sus
creencias y su imagen, para avanzar en la construcción de una sociedad más
democrática, por lo que finalmente, pareciera que vale la pena. En este contexto es que el
Diputado David Razú asume en su campaña de promoción de candidatura a la Asamblea
Legislativa el compromiso de impulsar el matrimonio igualitario. Para el cumplimiento de
su promesa no deja pasar mucho tiempo, precisamente por la álgido que puede resultar la
discusión y pronto convoca a organizaciones vinculadas con la lucha por los derechos
LGBTI, interesadas en esta iniciativa, para acompañar el proceso.
El análisis de este proceso requiere de una detallada narración que aquí no voy a
hacer. Sólo quiero señalar que el proceso me remitió a los años de la lucha por el
reconocimiento de la sexualidad fuera del matrimonio en la arena internacional, que he
señalado al inicio del texto. El grupo de personas y organizaciones que nos aglutinamos
activamente alrededor de la iniciativa fue muy diverso por lo que exigió de una negociación
constante para el mantenimiento de la disciplina que requiere su impulso, el
establecimiento de acuerdos, la definición de roles, y la discreción para alcanzar el
objetivo fueron fundamentales. No quiero con esto decir que no hubo roces y
redefiniciones, pero se supo subordinar los anhelos individuales por la causa y eso
siempre resulta ejemplar.
Al final, cientos de organizaciones de todo el país se sumaron apoyando la
iniciativa. Incluso para quienes no teníamos interés en la lucha por el matrimonio fue claro
que cualquier paso que se dé en las condiciones adversas que hoy enfrentamos es
importante, ya que la lucha por conquista de un derecho se justifica con la simple
necesidad de una persona. Es decir, si bien los derechos individuales es el fin último a
conquistar, habremos todavía de dar muchos pasos para alcanzarlos.
Principales controversias
Las controversias que surgieron a lo largo del proceso fueron de lo más interesantes.
Hubo de retomar todos los esfuerzos invertidos en la sensibilización para que las y los
representantes parlamentarios de izquierda caminaran al unísono y se levantaron
argumentos sensibles ante aquellos partidos que mostraban dudas. Así, finalmente sólo
quedaron dos posiciones. Aquellas que rotundamente se oponían a la iniciativa y quienes
la apoyaban e impulsaban.
Lo más relevante para mí, fue que las fuerzas conservadoras fueron sorprendidas
por los argumentos esgrimidos por quienes pretendíamos el avance. Sus argumentos no
podían mostrar avance ninguno. De nuevo se fundaron en “lo natural” y levantaron los
fantasmas ocultos alrededor de la idea de la perversión asociada a la homosexualidad.
Igualmente hicieron su trabajo de defensa a la sacralidad del matrimonio. Lo que fue
novedoso fue su estrategia para cuidar y proteger el valor de la laicidad, en mucho no
compartido. Pero se cuidaron constantemente, de no asociar sus argumentos con el
pecado, incluso de la enfermedad.
Sé que resulta un tanto esquizofrénico. Nosotros defendiendo el matrimonio y ellos
cuidando la laicidad. Pero cuando se utilizan los términos Matrimonio y Familia en relación
con las parejas del mismo sexo para su reconocimiento legal, pareciera ser que hay una
única forma de posicionarse en el debate. Una toma de posición dentro de los términos
políticos en los que está planteada la discusión de antemano, entrar en la lógica binaria
del “a favor” o “en contra”. Estamos de acuerdo con el matrimonio y la familia para todosas o estamos en contra de aquello. Y quienes se oponían, ante el conservadurismo
errático del gobierno federal, tenían que tomar distancia de sus propios valores.
No sé cuánto vale la pena adentrarse en la posición de las autoridades
eclesiásticas, porque es evidente que a pesar de sus voces escandalizadas, no lograron
salvar el descrédito donde ellas mismas se han colocado. Así, no lograron una
convocatoria importante de sus propias fuerzas. No para enfrentar la manifestación
jubilosa en la Asamblea Legislativa, como tampoco ante la Suprema Corte de Justicia de
la Nación (SJCN). Probable y optimísticamente digamos que la ciudadanía misma ha
logrado ver que la jerarquía no tiene voz en todos los temas, sobre todo en aquellos no
relacionados con su campo, por lo que no me adentraré en ello.
Y efectivamente, la SCJN como pocas veces, mostró su compromiso ético con los
valores fundamentales. En un proceso impecable, se mostraron las distintas posiciones,
se levantaron los más claros argumentos para defender los valores y principios tan sesuda
y comprometidamente asentados en nuestra Constitución.
El largo proceso aquí expuesto sirve para la reafirmación de ciertos principios y
concepciones. El matrimonio y la familia como una construcción y definición social, no
puede ser considerada de carácter natural. No son producto de la naturaleza, sino de la
construcción social y política de una sociedad. El desarrollo y bienestar de los integrantes
de la familia y de la sociedad es responsabilidad del Estado. De la necesidad de fortalecer
sus instituciones. Entre ellas, la familia, pero no únicamente.
En virtud de que las familias en general pretenden la continuidad de creencias y
formas de pensamiento específico, es el Estado y sus instituciones responsables de
garantizar el pleno desarrollo de las personas, ya que el marco de los derechos humanos,
en busca de la protección de todas las personas, no permite que el cultivo de las
costumbres y tradiciones se antepongan al respeto de los derechos. Es decir, no existe
costumbre o tradición que se deba prevalecer si no está fundada en el respeto de todas
las personas. Igualmente, las cifras de violencia familiar y de abuso infantil en el hogar son
indicadores importantes sobre la necesidad de que el Estado y sus instituciones vigilen y
regulen las relaciones al interior de la familia. En ese sentido, si bien la vida privada debe
protegerse, éste principio no puede anteponerse a la seguridad y protección de sus
integrantes.
Pero igualmente importante, habremos de reflexionar sobre el quehacer el
movimiento. Por una parte, podría sorprendernos y no la evidencia del “fuego amigo”,
porque estábamos en la arena política donde sabemos que no todas las cartas están
sobre la mesa y participan muchos intereses, asociados o no a la discusión central. Lo
evidente parecía la necesidad de mantener la Ley de Sociedad de Convivencia como el
gran logro para la población LGBT, que para algunos se convirtió en la única posibilidad
de reivindicarnos, por lo que la lucha por el matrimonio se convertía en un absurdo e
incluso en un peligro que atentaría contra las organizaciones en los Estados, como había
sucedido con el aborto; sin comprender la distancia que guardan estas iniciativas. Pero al
fin y al cabo más allá de las especulaciones, sólo sirvió también para la reafirmación de las
definiciones.
Así, como en muchas otras ocasiones, la polarización y la emergencia de avanzar
aprovechando la coyuntura eludió el debate de fondo. Si bien la lógica de la lucha por la
Igualdad y de Derechos Humanos han sido claves en la política sexual minoritaria, estas
mismas lógicas han generado grandes polémicas al interior del movimiento mismo.
Reconociendo que el matrimonio paritario además de ser el reconocimiento de derechos
civiles y de legitimidad simbólica, constituye un golpe a la norma heterosexual que
naturaliza la estructura filial, con una primacía sobre la sexualidad hacia la reproducción,
expropiando las otras expresiones de la afectividad y la sexualidad a cualquier expresión
sexual no legitimada, el debato sobre los derechos individuales, prácticamente no existió.
A puerta cerrada se reconocían distintas posiciones, pero la búsqueda de alcanzar
la propuesta legal acalló esas distintas voces, o las dejo en un impasse, para futuras
discusiones. Al mismo tiempo, las dinámicas internas mismas, las presiones de las fuerzas
conservadoras, la urgencia del diseño de estrategias de negociación y el fuego amigo
robaron la atención y la energía del grupo impulsor. Al final todos celebramos, como si
estuviéramos en el mismo barco, el dilema ético y político de gran profundidad para los
movimientos de la disidencia sexual, en el plano de la sexualidad, el régimen
heteronormativo que establece un ámbito de inteligibilidad dentro del que estamos
obligados a actuar y a partir del cual es posible pensar derechos y articular demandas
quedó pospuesto.
Y entramos por la puerta grande a los debates más actuales a nivel mundial, por
obtener el derecho a ser reconocidos legalmente en instituciones parentales, haciendo
evidente la tensión en el orden social y en la manera en la que se ha venido haciendo
política desde los movimientos minoritarios. Reprodujimos fielmente la sentencia de
Monique Witting (2006) de “los discursos de la heterosexualidad nos oprimen en el sentido
que nos impiden hablar a menos que hablemos en sus términos”. Y tal vez la inquietud
quedó apaciguada con la idea de que finalmente no es una ley obligatoria.
El matrimonio es una institución que implica una enorme cantidad de privilegios
sociales y económicos, ha funcionado claramente como uno de los pilares de la biopolítica
contemporánea Foucault (1976). Contraer matrimonio, como muchas otras señales
socioculturales dibujadas no es una cuestión de decisión privada, en realidad constituye
en una “obligación social” que muestra la entrada a nuevo estadio. El matrimonio
constituye también una forma de prestigio social, en el que además se legitima la
sexualidad, esa sexualidad bajo sospecha (Rubin, 1975). Es decir, con el matrimonio,
logramos “adecentar” nuestro sistema de relacionamiento y probablemente alcanzar la tan
ansiada aceptación, para su normalización, que en términos Foucaultianos marcaría la
entrada al control social y el abandono de la proscripción social.
Pero la fluidez de las categorías para las definiciones de género y de la sexualidad
misma, han traído aires refrescantes que nos obligan a imaginar otros mundos. Y tal vez y
ojalá me equivoque y este gran paso que se ha dado con la conquista del matrimonio,
efectivamente constituya el inicio del desquebrajamiento de una estructura social que nos
ha mantenido a todos atados tanto tiempo, para iniciar su reconfiguración hacia la armonía
social.
Conclusiones
La larga lucha emprendida por feministas personas LGBTI para el reconocimiento, y
protección de las distintas formas de familia cada día más ha dado frutos. Si bien,
probablemente los pasos no parten de los planes originales de transformación social, el
hecho es que se han iniciado procesos que no tiene vuelta y que van resignificando
conceptos y reconfigurando la estructura social misma.
El trabajo desarrollado para el logro de estas conquistas ha reafirmado el valor
consensuado de un Estado Laico. Así también han dado reconocimiento al trabajo
desarrollado por un movimiento fuerte y vivo, como la definición de posibilidades de
articulación exitosa en el movimiento LGBTI mexicano, para la construcción colectiva de
alianzas amplias, como para la gestión política con autoridades. Asimismo, reafirmó el
lugar de las instituciones académicas como orientadoras de las decisiones públicas y
como aliadas importantes para el trabajo político de transformación social.
Sectores importantes del movimiento LGBTI se han planteado al matrimonio como
alternativa para enfrentar la discriminación y el sistema de desigualdad que les margina
del disfrute de los privilegios sociales a que tiene derecho; al mismo tiempo, a través de
esta conquista han alcanzado una mayor legitimación sociocultural. La decisión de
búsqueda de protección a través de estas figuras, exige aún de un detallado análisis entre
las condiciones económicas sociales predominantes en el país y la agenda misma del
movimiento LGBTI.
Queda aún pendiente la discusión estratégica para la búsqueda de la protección de
formas no legitimadas por el sistema y el desafío por alcanzar los derechos individuales
que posibiliten el pleno disfrute de los privilegios sociales más allá de las formas de
relacionamiento, para dar lugar al mantenimiento de la mirada crítica para una efectiva
transformación social.
Fuentes
Careaga, G. (1994) “El lado oscuro de la Conferencia sobre Población y Desarrollo”.
Revista Fem. México.
Foucault, M. (1976) Historia de la Sexualidad. Fondo de Cultura Económica, México.
Girard, F. (2009) “Negotiating Sexual Rights and Sexual Orientation at the UN”, en
Parker, Petchesky and Correa SexPolitics, Reports from the Front Lines. Sexuality Policy
Watch. Río de Janeiro. Disponible en inglés, español y portugués disponible en
www.sxpolitics.org
ILGA (2009) Lesbians Movements: ruptures & alliances. International Lesbian, Gays
Bisexual, Transgender and Intersex Association. Brussels.
Programa de Acción (1994) Conferencia Internacional sobre la Población y el
Desarrollo. Organización de las Naciones Unidas. El Cairo, Egipto.
Rubin, G. (1975) “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”,
en Marta Lamas El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG/Miguel
Ángel Porrúa. Colección Las ciencias sociales. Estudios de Género. México. 1996.
Witting, M. (2006) El Pensamiento Heterosexual Ed. Egales. España.
TERCERA MESA
EL DERECHO A LA PROTECCIÓN DE LA SALUD DE LOS SECTORES
DE LA DISIDENCIA SEXUAL. MÁS ALLÁ DEL VIH: LA SALUD COMO
UN DERECHO HUMANO
PROBLEMAS DE SALUD EN EL CASO DE LAS
PERSONAS TRANSGENÉRICAS Y TRANSEXUALES
Angie Rueda Castillo
Presentación
En este trabajo se aborda el marco legal internacional y nacional que permite la defensa y
protección del derecho humano a la salud de las personas trans, así como algunas de las
problemáticas que enfrenta este sector de la población de la diversidad sexo-genérica en
este ámbito y las propuestas que se han hecho y se vienen impulsando para su atención y
garantía, en el marco del cumplimiento de sus derechos humanos y el respeto a su
dignidad.
El término transgénero, o trans, se utiliza, en algunos ámbitos de la sexología, como
un término “paraguas” que cubre las diferentes condiciones de la transgeneridad, en sus
diferentes grados de transición, de transformación de la apariencia y corporal, de asunción
de la identidad de género del otro sexo y/o el otro género distinto al del sexo de nacimiento
y al género socialmente asignado. Dentro de él caben las personas transexuales,
transgenéricas (en sentido específico), travestistas, gender benders (quienes transitan de
un género a otro de ida y vuelta), queers (cuestionan y plantean superar el binarismo de
sexo, de lo femenino y lo masculino), drag queens (quienes recurren a la parodia y
exageración de lo femenino, generalmente en el contexto de espectáculos musicales y
teatrales)
y drag kings (quienes parodian y exageran lo masculino en actuaciones
artísticas), transformistas, “vestidas”; en el caso de “las locas” y “las jotas”, el
cuestionamiento y transgresión implícitos de los convencionalismo de género les abre una
puerta a “lo trans”, sin que necesariamente el mismo se continúe, se concluya o se asuma
como identidad.
Ahora bien, en el medio del activismo transexual, transgenérico, travestista, queer
suele hablarse de las personas trans para incluir a quienes de diferentes maneras, grados
y temporalidad trastocan, transgreden y transitan por los linderos de los géneros
socioculturalmente asignados. Se trata también de un término paraguas, de fácil uso, que
conceptual y políticamente incluye a las personas travestistas, transgenéricas,
transexuales, gender bender, drag queens y drag kings, etcétera. De esta manera, se ha
convertido en un signo de identidad más de las personas, grupos y organizaciones que
comparten esta condición humana.
Para este trabajo, parto del planteamiento de que la condición trans no supone
enfermedad, sino la carencia de salud en su sentido más amplio, entendida ésta como lo
hacen la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud,
no solamente como la falta de padecimientos o afectaciones sino como el mayor nivel de
bienestar físico, emocional y psicosocial.
Las personas que no expresan el comportamiento femenino o masculino
socialmente esperado, es decir, culturalmente asignado a sus genitales y demás
características anatómicas --por ejemplo, un hombre que viste ropas que se consideran
femeninas o una mujer que tiene conductas que se describen como masculinas--, no están
protegidas de manera adecuada por el Estado y la sociedad, y experimentan
frecuentemente violaciones a sus derechos humanos y su dignidad. Por no responder a lo
que socialmente está establecido son víctimas de la discriminación en casa, de la
negación o despido de una escuela o empleo, del impedimento a entrar a determinados
lugares o de acceder a los servicios de salud, de la violencia en las calles, del abuso
policial, e incluso de homicidio.
Las circunstancias en que se desarrolla la existencia de las personas con una
condición tran están caracterizadas por los prejuicios, estereotipos, estigmatización,
discriminación y violencia arraigados en el sistema sexo-genéro imperante –patriarcal,
erotofóbico, sexista, misógino y heteronormativo--, frente a los cuales las personas trans
han reaccionado movilizándose para hacerse visibles y reivindicar sus necesidades y
demandas a fin de lograr el reconocimiento, respeto, defensa y promoción de sus
derechos humanos y dignidad, como parte de la diversidad sexo-genérica de las
sociedades.
Concepto central para entender la condición humana trans es el de identidad de
género (Alcaráz y Alcaráz, 2008). Esta se define como la percepción íntima y subjetiva de
pertenecer al género femenino, masculino o a ninguno. Se ha llegado a plantear que la
identidad de género se establece a muy temprana edad ―algunos sexólogos deducen que
sucede entre los 12 y los 18 meses de edad e incluso que es inmodificable, aunque otros
autores, como el especialista en psicolingüística Rodolfo Alcaráz, postulan la hipótesis de
que la introyección de la noción de género se da por conducto de la adquisición del
lenguaje, lo cual puede o no ser coincidente con la hipótesis de los 12 a 18 meses.
El carácter de inmodificable puede explicar porqué los recursos de la psiquiatría, el
psicoanálisis, la psicología, la endocrinología, etcétera., han fracasado en sus intentos
terapéuticos o medicamentosos para resolver el conflicto que plantean las condiciones
transexual y transgenérica, por medio de la inducción de cambios en la subjetividad o la
fisiología de la persona. No siendo posible modificar la identidad de género, la única
solución que hasta ahora plantea la ciencia médica para solucionar tal discordancia
cuerpo-mente, sexo-género, consiste en transitar, hasta donde los avances científicos lo
permitan, de un sexo a otro por medio de procesos de reasignación para la concordancia
sexo-genérica.
Sistema Internacional de Derechos Humanos
La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, lo
mismo que la Observación General número dos del Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (derivado del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales
y Culturales, PIDESC), consideran a la salud no solamente como la ausencia de
padecimientos, enfermedades y afectaciones sino como el mayor nivel de salud física,
emocional y psicosocial (ONU, 1966).
El PIDESC contiene la disposición más exhaustiva del derecho internacional de los
derechos humanos en materia del derecho a la salud. El párrafo uno del artículo 12
establece “el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física
y mental” (ONU, 1966). En el ámbito interamericano, este principio se consagra en el
artículo 10 del Protocolo de San Salvador de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (OEA, 1988).
Estos instrumentos del sistema internacional de derechos humanos se emplean por
parte de las y los activistas y organizaciones de personas trans y LGBTTTI, de
profesionales del derecho y de especialistas en salud, como el sustento jurídico y ético
para la búsqueda del bienestar y la defensa de la dignidad de las personas trans, quienes
no la pueden alcanzar si no realizan la reasignación para la concordancia sexo-genérica
que les permita remediar/aliviar/superar su discordancia y malestar de género.
A continuación presento una serie de tratados internacionales, así como
legislaciones federales y locales, que contienen normatividad al respecto.
- Declaración Internacional de los Derechos de Género, (CILTPE, 1993). El 28 de
agosto de 1993 fue aprobada y adoptada la Declaración Internacional de los Derechos de
Género por los asistentes a la Segunda Conferencia Internacional sobre Legislación de
Transgéneros y Política de Empleo, celebrada en Houston, Texas. Entre los derechos
considerados en esta Declaración se encuentran: el derecho de los individuos a reivindicar
la identidad de género, el derecho a la libre expresión de la identidad y el papel del
género, el derecho a determinar y modificar el propio cuerpo, el derecho a un servicio
médico competente y profesional, entre otros.
- Principios de Yogyakarta sobre la aplicación del Derecho Internacional de los
Derechos Humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género, (ONU,
2006). Estos principios constituyen un hito en la historia del derecho internacional aplicado
a las cuestiones de orientación sexual e identidad de género. Los mismos ratifican
estándares legales internacionales vinculantes que los Estados deben cumplir. La
formulación de estos Principios se hizo necesaria, debido a que la violación a los derechos
humanos de las personas por su orientación sexual e identidad de género, real o
percibida, constituye un patrón global arraigado. Entre esas violaciones a los derechos
humanos se pueden mencionar: asesinatos extralegales, tortura y maltrato, ataques y
violaciones sexuales, invasión a la privacidad, detenciones arbitrarias, negación de
oportunidades de empleo y educación, y grave discriminación en relación al goce de otros
derechos humanos.
Estos Principios fueron desarrollados y adoptados por unanimidad por un
distinguido grupo de expertos en derechos humanos de distintas regiones y diversa
formación, entre los que se encontraron jueces, académicos, una ex Alta Comisionada de
Derechos Humanos de la ONU (Mary Robinson), los relatores de Procedimientos
Especiales de Naciones Unidas, miembros de órganos de los tratados, Organizaciones de
la Sociedad Civil y otros. El profesor Michael O’Flaherty, fue el Relator del proceso y el
encargado de redactar y revisar los Principios de Yogyakarta.
El evento clave para desarrollar este conjunto de principios fue un seminario
internacional que se llevó a cabo en Yogyakarta, Indonesia, en la Universidad de Gadjah
Mada, del 6 al 9 de noviembre del 2006, y en el cual participaron los expertos en leyes y
en el sistema internacional de derechos humanos ya mencionados. En ese seminario se
aclararon la naturaleza, el alcance y la implementación de las obligaciones de derechos
humanos contraídas por los Estados con relación a la orientación sexual y la identidad de
género, en virtud de los tratados y las leyes de derechos humanos existentes.
Los Principios de Yogyakarta se refieren a una amplia gama de derechos humanos,
entre los que se encuentran: el acceso a la justicia; la privacidad; la no discriminación; los
derechos de libertad de expresión y reunión; al empleo, la salud y la educación; a la
participación pública; cuestiones de migración y refugiados; de protección contra
ejecuciones extralegales, violencia y tortura, y una variedad de otros derechos.
Estos principios ratifican la obligación primordial que tienen los Estados de
implementar los derechos humanos, acompañando cada uno con recomendaciones
detalladas. En ellos se dice que si bien todos los actores tienen responsabilidad en la
promoción
y
protección
de
los
derechos
humanos,
se
formulan
sugerencias
particularmente dirigidas al sistema de derechos humanos de la ONU, a instituciones
nacionales de derechos humanos, a los medios de comunicación y a las organizaciones
no gubernamentales, entre otras instancias.
Los Principios de Yogyakarta son: el derecho al disfrute universal de los derechos
humanos; los derechos a la igualdad y a la no-discriminación; el derecho al reconocimiento
ante la ley; el derecho a la vida; el derecho a la seguridad de la persona; el derecho a la
privacidad; el derecho a la libertad frente a la privación arbitraria de la libertad; el derecho
a un juicio justo; el derecho a un trato humanitario durante la detención; el derecho a no
sufrir torturas y tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes; el derecho a la
protección frente a todas las formas de explotación, venta y tráfico de seres humanos; el
derecho al trabajo; el derecho a la seguridad social y a otras medidas de protección social;
el derecho a un adecuado nivel de vida; el derecho a un alojamiento adecuado; el derecho
a la educación; el derecho al más alto nivel de salud alcanzable; protección contra abusos
médicos; el derecho a la libertad de opinión y de expresión; el derecho a la libertad de
reunión y asociación pacíficas; el derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y
religión; el derecho a la libertad de movimiento; el derecho a buscar asilo; el derecho a
establecer una familia; el derecho a participar en la vida pública; el derecho a participar en
la vida cultural; el derecho a promover los derechos humanos; el derecho a una reparación
efectiva; rendición de cuentas (ONU, 2006, el subrayado es mío).
- Primer “Congreso de Identidad de Género y Derechos Humanos”, (Red por la
Despatologización de las Identidades Trans, 2010).
En el marco del primer “Congreso de Identidad de Género y Derechos Humanos”
que se realizó en Barcelona, en junio de 2010, más de mil activistas trans de los cinco
continentes, convocados por la Red Internacional por la Despatologización Trans, se
manifestaron en las calles de esa ciudad para exigir la retirada de la transexualidad de los
manuales de clasificación de enfermedades.
Legislación mexicana
- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 5 de febrero de
1917, contiene un capítulo de Garantías Individuales (artículos 1-29), en el cual están
previstos los derechos fundamentales que se le reconocen a todas y todos los mexicanos.
El derecho a la no discriminación (cláusula antidiscriminatoria) se encuentra protegido por
el artículo primero, en cuyo párrafo tercero se establece la prohibición de “toda
discriminación, incluyendo la relacionada con las preferencias, que atente contra la
dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las
personas”. En junio de 2011 fue aprobada, de acuerdo con el procedimiento establecido
en nuestra Carta Magna, la constitucionalización de los derechos humanos, y la ubicación
de los tratados internacionales de derechos humanos al mismo nivel que la Constitución, a
la vez que finalmente incorporó el término de preferencias sexuales en la cláusula
antidiscriminatoria constitucional. El artículo 4º específicamente incorpora el derecho a “la
protección de la salud”.
- Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (DOF, 2003). Como ley
reglamentaria del párrafo tercero del artículo 1º constitucional, prohíbe todo tipo de
discriminación, incluyendo la vinculada específicamente con la preferencia sexual. Esta ley
define en el capítulo I, artículo 4, qué se entenderá por discriminación: “toda distinción,
exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, discapacidad,
condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones,
preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el
reconocimiento o ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las
personas” , y en el artículo 9 señala qué conductas se consideran como discriminatorias.
- Ley para Prevenir y Erradicar la Discriminación en el Distrito Federal (GODF,
2006). Contempla en su definición de discriminación a la orientación sexual (la legislación
local del Distrito Federal utiliza indistintamente los términos de orientación y preferencia
sexual) e incorpora a la identidad de género como categorías protegidas. Los artículos 4º,
5º y 14 definen, respectivamente, lo que es la discriminación, los grupos en situación de
discriminación y las prácticas discriminatorias A finales del año 2010 se aprobaron
reformas a esta ley que permiten que el Consejo para Prevenir y Erradicar la
Discriminación en el Distrito Federal (Copred) conozca de quejas contra particulares.
- Código Civil, Código de Procedimientos Civiles y Código Financiero del Distrito
Federal (GODF, 2008). El 29 de Agosto de 2008 fueron reformados estos códigos con la
finalidad de permitir el levantamiento de acta por reasignación de concordancia sexogenérica. Su entrada en vigor, el 24 de Noviembre de 2008, ha facilitado a las personas
trans reivindicar el pleno reconocimiento jurídico de su identidad. La reforma al artículo
135 Bis del Código Civil establece: "Pueden pedir el levantamiento de una nueva acta de
nacimiento por reasignación de concordancia sexo-genérica, previa la anotación
correspondiente en su acta de nacimiento primigenia, las personas que requieran el
reconocimiento de su identidad de género". Este derecho no está condicionado a la previa
cirugía de reasignación sexual y parte de la propia auto-adscripción del sujeto trans. Antes
de estas reformas y adiciones, el Código Civil del Distrito Federal, por reforma del 13 de
enero de 2004 establecía en el artículo 135, que “ha lugar a pedir la rectificación: […] por
enmienda, cuando se solicite variar algún nombre u otro dato esencial que afecte el estado
civil, la filiación, la nacionalidad, el sexo y la identidad de la persona”
Estas reformas y modificaciones reconocen la personalidad jurídica de la identidad
de género de las personas trans, sin anotaciones marginales discriminatorias, partiendo de
la propia autodefinición de la persona trans y sin necesidad de llegar a la Cirugía de
Reasignación Sexual, lo que la coloca como una de las legislaciones en la materia más
adelantadas de todo el continente.
- Ley de Salud del Distrito Federal (GODF, 2009). En su Artículo 24, fracción XXI,
se establece la operación de un Programa para Personas Transgénero en la Clínica
Especializada Condesa, lo que lleva a la creación del Centro Transgénero, cuyo objetivo
es “efectuar un programa de atención especializada a la salud de las personas
transgénero y transexual, mediante, en su caso, el suministro de hormonas, apoyo
psicoterapéutico y la realización de acciones preventivas y de tratamiento médico
correspondiente en materia de Infecciones de transmisión Sexual, ITS, y VIH-SIDA”.
- Diagnóstico de Derechos Humanos del Distrito Federal (Comité Coordinador para
la Elaboración del Diagnóstico y Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal
(2008) y Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal (Comité Coordinador para
la Elaboración del Diagnóstico y Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal,
2009). Fueron presentados a la opinión pública y ciudadanía en mayo del 2008 y agosto
del 2009 respectivamente, con el objeto de darlos a conocer para su cumplimiento y
exigibilidad, y cuales contienen, cada uno de ellos, un capítulo dedicado a los derechos de
la población LGBTTTI. En el Capítulo 25 relativo a derechos de la población lesbiana, gay,
bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersex (LGBTTTI) del Programa, las líneas
de acción 1952 a 1957 se refieren a la Estrategia de “Asegurar el acceso de las personas
transgenéricas y transexuales a los servicios públicos de salud para la reasignación por
concordancia sexo-genérica”, y específicamente señalan:
“1952. Promover la reforma a la Ley de Salud del Distrito Federal para incorporar el
derecho al acceso a los servicios públicos de salud para las personas transgenéricas y
transexuales, a fin de que puedan llevar a cabo el proceso de reasignación para la
concordancia sexo-genérica con cargo al erario público del DF;
“1953. Crear la infraestructura y programas necesarios en el sector de salud público
para que el procedimiento de reasignación por concordancia sexo-genérica de las
personas transgenéricas y transexuales sea gratuita. (Comité Coordinador para la
Elaboración del Diagnóstico y Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal,
2009).
Principales demandas de personas Trans
Las reformas constitucionales y legales que se han presentado en los últimos años ante el
Congreso de la Unión o que se proponen para su presentación a fin de reconocer,
garantizar, proteger y promover los derechos humanos y las libertades de las personas
trans son, entre otras16:
- Iniciativa que reforma y adiciona el artículo 4o. de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, presentada el 13 de junio de 2007 en la Cámara de Diputados
por el legislador del PRD en la LX legislatura, David Sánchez Camacho. Su aprobación
garantizaría el derecho a la libre expresión de género y al reconocimiento de la identidad
de sexo-género.
- Iniciativa de reforma y adición del párrafo tercero del artículo 1º de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, para incorporar la discriminación por razón de
expresión y de identidad de sexo-género, además de preferencia sexual.
- Iniciativa de Ley de Identidad de Género, del 26 de abril de 2006 e Iniciativa de
Ley Federal para la No Discriminación de los Derechos Humanos y Civiles de la Personas
Transgénero y Transexuales, del 6 de marzo de 2007, que establecen el derecho de estas
personas a reivindicar una identidad jurídica acorde a su identidad de género asumida, así
como les da acceso a los servicios públicos de salud. Su aprobación garantizaría
legalmente: el derecho humano de todo individuo a ser identificado y tratado reconociendo
su identidad; el libre desarrollo de la personalidad; el respeto a la dignidad de la persona;
el acceso a servicios de salud integrales requeridos
16
Cfr. Rueda A (2010b).
- Reforma de la Ley General para la Igualdad entre Hombres y Mujeres y sus
correspondientes en las entidades federativas, para que se incorpore a los beneficios que
establece esta ley a las mujeres y los hombres transgenéricos y transexuales.
- Reforma del articulado de la Ley de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres
en el Distrito Federal (publicada en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 15 de mayo de
2007) y en el de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para el
Distrito Federal (publicada en la citada gaceta el 29 de enero de 2008) para incorporar a
las mujeres trans a su protección, reconociendo explícitamente la diversidad de mujeres
que existen en el DF y a la identidad de género como componente fundamental de la
concepción misma de mujer, la que no se deriva únicamente de los genitales..
- Garantizar el acceso de las mujeres y los hombres trans a los servicios públicos
de salud de la Ciudad de México para la reasignación de concordancia sexo-genérica,
fortaleciendo los recursos y servicios del Centro Transgénero de la Clínica Especializada
Condesa.
Principales demandas en materia de salud17
El PDHDF establece en su capítulo 25, “Derechos de la Población Lesbiana, Gay,
Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti e Intersexual (LGBTTTI)” en la línea de
acción 1954: “Elaborar e implementar un protocolo de atención con enfoque de derechos
humanos y perspectiva de género, a fin de garantizar el acceso a los servicios de salud de
calidad, calidez y sin discriminación, para la reasignación por concordancia sexogenérica.” Esta línea de acción se ha cubierto parcialmente con la reforma del artículo 24,
fracción XXI de la Ley de Salud del Distrito Federal que crea el Centro Transgénero en la
Clínica Especializada Condesa, el cual (como ya se indicó) ofrece los servicios de
atención endocrinológica, administración de hormonas, acompañamiento psicoterapéutico
y prevención del VIH/Sida y otras Infecciones de Transmisión Sexual.
Sin embargo, los servicios de la Clínica Especializada Condesa, actualmente no
cubren el servicio de cirugías de reasignación de sexo, lo que constituye una limitación
muy grave para el cumplimiento del tratamiento integral de aquellas mujeres y hombres
17
Cfr. Rueda, A (2010a) y Rueda, A (2010b).
trans que quisieran llegar hasta una transformación corporal18. Existen, además, graves
riesgos a la salud de las mujeres transgenéricas y transexuales en Terapia de Reemplazo
Hormonal (TRH), que después de un año de hormonación continua, que incluya
antiandrógenos o bloqueadores de andrógenos, no se sometan a una orquidectomía
bilateral (extracción de los testículos). Se trata del riesgo de cancerización de los tejidos
escrotales, derivado de la “castración química”, por el uso continuo de antiandrógenos
prescrito en el tratamiento endocrinológico, en caso de no llevarse a cabo la extracción de
los testículos.
Por otra parte, son previsibles dificultades y riesgos para completar el proceso de
reasignación/reafirmación de sexo en las mujeres transexuales (aprovechamiento de los
tejidos del pene y escrotales) en caso de que la orquidectomía bilateral no sea
acompañada (en un plazo no mayor de tres años) de las intervenciones quirúrgicas
tendientes a la creación de una neovagina (penectomía, clitoroplástía y vaginoplastía).19.
Frente a ello se propone presupuestar, diseñar, aplicar, dar seguimiento y evaluar
(con la participación de organizaciones de personas transgenéricas y transexuales y de
representantes de la comunidad médica y sexológica) la inclusión de los servicios
quirúrgicos de vulvovaginoplastía en el tratamiento de las mujeres trans que así lo
soliciten.
Por otro lado, la concentración de la atención de las personas transgenéricas y
transexuales en el Distrito Federal únicamente en las instalaciones de la Clínica
Especializada Condesa, dificulta la mejor cobertura en la prestación de servicios de salud
a esta población, relacionados con el tratamiento de reasignación de sexo, con el
18
Las cirugías para las mujeres transexuales son: a) remoción de los testículos (orquidectomía bilateral); b)
retiro quirúrgico del pene (penectomía), y c) construcción quirúrgica de vagina, labios vaginales y clítoris
(vulvovaginoplastía con plastía de clítoris). La vulvovaginoplastía es la creación quirúrgica de la cavidad
vaginal y de los órganos sexuales pélvicos externos femeninos (labios mayores, labios menores, clítoris).Se
trata de la reasignación sexual para la mujer transexual quien ha sido varón biológico (Barrios y García,
2008:104-107). Las cirugías para los hombres transexuales son: a) remoción quirúrgica de mamas
(mastectomía bilateral); b) remoción quirúrgica de la vagina (vaginectomía o histerectomía), y c) extirpación
quirúrgica de utero, tubas uterinas y ovarios (histerosalpingoforectomía). La histerosalpingooforectomía es la
intervención quirúrgica que consiste en la extirpación de la matriz, las tubas o trompas uterinas y los ovarios
(Barrios y García, 2008:107-105).
19
La penectomía es la extirpación del pene. La clitoroplástía es la creación de un clítoris y la
vaginoplastía, la formación de una neovagina. Becerra-Fernández, 2003).
agravante del riesgo de estigmatización de las personas trans por la asociación con el
VIH/Sida.
Para enfrentar veste problema se propone presupuestar, diseñar, aplicar, dar
seguimiento y evaluar, con participación de organizaciones de personas transgenéricas y
transexuales y representantes de la comunidad médica y sexológica, la descentralización
de la atención a las personas transgenéricas y transexuales en el Distrito Federal, de
manera que se lleve a cabo no únicamente en las instalaciones de la Clínica Especializada
Condesa sino en diversos centros hospitalarios de la Ciudad de México, con la
infraestructura adecuada.
Descentralizar estos servicios implica la capacitación especializada del personal
médico requerido (en endocrinólogía, psicoterapia, psiquiatría, cirugía estética y
reconstructiva), lo que obliga a incluir el presupuesto para esta capacitación del personal
médico que llevará a cabo, en instalaciones del sector salud del DF, la Cirugía de
Reasignación Sexual.
Hoy en día la transexualidad se considera aún como un “trastorno de identidad
sexual” o un “trastorno o desorden de identidad de género” (TIG)20, patología mental
clasificada en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas
relacionados con la Salud (CEI-10) y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (DSM-IV-TR). Estas clasificaciones son las que guían a los y las
psiquiatras y a las y los profesionales de la salud mental de todo el mundo a la hora de
establecer sus diagnósticos. En ellas se comete un error intencional: la confusión de los
efectos de la transfobia con los de la transexualidad.
Se invisibiliza la estigmatización, la discriminación y la violencia social que se ejerce
sobre quienes no se adecuan a las normas convencionales de género, impuestas en la
sociedad patriarcal sexista, machista, misógina y heteronormativa dominante. De este
modo, se ignora activamente que el problema no es la identidad de género, sino la
transfobia, que no es la egodistonía (que hace referencia a aquella homosexualidad que
no es deseada por la persona, ignorando en qué medida la homofobia imperante influye
en ese mismo rechazo) sino la sociodistonía, es decir el malestar experimentado por una
20
Cfr. Rueda, A. (2010e)
persona o grupo en relación con la estigmatización, discriminación y exclusión social que
colocan a esa persona o grupo en una situación de desventaja.
La revisión del DSM-IV-TR es un proceso que comenzó hace alrededor de tres
años, y tiene por objetivo determinar los cambios en la lista de enfermedades. Ya se han
hecho públicos los nombres de los psiquiatras que decidirán el futuro del trastorno de
identidad de género, entre los cuales destacan dos médicos partidarios de las técnicas
“reparativas” de la homosexualidad, es decir, las técnicas que se plantean “curar” la
homosexualidad, retomando elementos de los grupos de autoayuda como el de
“Alcohólicos Anónimos”, cuestiones espirituales, la manipulación de la culpa, partiendo de
la idea central de que la homosexualidad es “mala” o “negativa” en sí misma.
En febrero del 2010 la Asociación Psiquiátrica Americana presentó el borrador del
DSM-V, el cual contiene, por lo que hace a la condición de las personas trans, una
modificación terminológica: de “trastorno de identidad de género” ahora se habla de
“incongruencia de género”, lo que no significa un cambio de fondo, sino que perpetúa un
modelo patologizante de las expresiones e identidades de género, fomentando el riesgo
de exclusión social y transfobia contra las personas trans, y en adelante también de las
personas intersexuales. Asimismo, se incluye un “trastorno travestista” como diagnóstico
de enfermedad mental.
Para oponerse a la permanencia de la patologización de la condición y las
identidades trans se han llevado a cabo jornadas alrededor del mundo en los años del
2009 y 2010, coordinadas por la “Red Internacional por la Despatologización de las
Identidades Trans”, que surge para consolidar una coordinación mundial en torno a un
objetivo central: la descatalogación de la transexualidad del DSM-V-TR.
Se busca suprimir el trastorno de identidad de género de los catálogos
internacionales de enfermedades (DSM-IV TR de la American Psychiatric Association,
cuya versión quinta se anuncia aparecerá en mayo del 2013, y la CEI de la Organización
Mundial de la Salud, cuya versión 11 saldrá en el 2015) y a favor de los derechos
sanitarios de las personas trans, para lo cual se propone la inclusión de una mención no
patologizante en el CEI-11 que permita asegurar el derecho de decisión sobre el propio
cuerpo en un contexto de asesoramiento y consentimiento informado, sustituyendo el
actual modelo de evaluación por uno de autonomía.
Las movilizaciones comenzaron en el 2007, con manifestaciones simultáneas en
Madrid, Barcelona y Paris. Para el 2010, en el “Octubre Trans”, se llevaron a cabo en 57
ciudades de América, Europa, Asia y África, entre las que se encontraron: Alicante, Ames,
Amsterdam, Ankara, Bangkok, Barcelona, Berlín, Bilbao, Bogotá, Bolonia, Bruselas,
Budapest, Buenos Aires, Caracas, Ciudad del Cabo, Ciudad de México, Compostela,
Córdoba (Argentina), Curicó, Donostia, Estambul, Estocolmo, Gaborone, Gasteiz,
Granada, Guayaquil, Hamburgo, Jaén, Las Palmas de Gran Canaria, Lille, Lima, Lisboa,
Ludwigsburg, Madrid, Managua, Manila, Mumbai, Murcia, Nueva York, París, Quito, Salta,
San Francisco, San Salvador, Santiago de Chile, Úbeda, Ulaanbaatar, Valencia, Zaragoza.
En el año 2009 las movilizaciones se realizaron en alrededor de 40 ciudades. En
ambos años, la Ciudad de México ha participado con las Jornadas convocadas por el
Frente Ciudadano Pro Derechos de Transexuales y Transgéneros (Frente Trans) y
Travestis México (TV México), con intervenciones de activistas y organizaciones trans y
LGB. En 2010 este evento en la Clínica Condesa contó con la participación de la Comisión
de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF). Asimismo, se llevó a cabo en el DF
una actividad de mesas redondas en la sede del Programa de Diversidad Sexual de la
Dirección General de Igualdad y Diversidad Social del GDF y en otras entidades del país
como Jalisco e Hidalgo también se realizaron acciones alusivas.
En concreto los puntos que se demandan a nivel internacional son: la retirada del
TIG de los manuales internacionales de diagnóstico (sus próximas versiones DSM-V y
CIE-11); la abolición de los tratamientos de normalización binaria a personas
intersexuales; el libre acceso a los tratamientos hormonales y a las cirugías (sin tutela
psiquiátrica); la cobertura sanitaria pública del proceso de reasignación de género; la lucha
contra la transfobia; el trabajo para la formación educativa y la inserción social y laboral de
las persones trans, así como la visibilización y denuncia de todo tipo de transfobia
institucional o social.
En México, específicamente, activistas, organizaciones y organismos de la
población trans, LGB y de defensa de los derechos humanos, profesionales e instituciones
de la salud y el derecho demandamos y propusimos en la acción del año pasado21:
- Que el gobierno de la Ciudad de México, que ha apoyado importantes iniciativas a
favor de los derechos humanos, como en el trascendental caso del Programa de Derechos
Humanos del Distrito Federal --el cual contiene un capítulo dedicado a los derechos de la
población LGBT, y entre ellos de las personas trans, y que fue presentado en agosto de
2008-- se pronuncie, en el marco de sus competencias, para que la OMS/OPS eliminen de
su catálogo internacional de enfermedades los llamados “trastornos de identidad de
género”, tal y como lo ha hecho el gobierno español en mayo de este año (o su
despsiquiatrización interna como lo ha hecho el Ministerio de Sanidad francés el pasado
febrero). Para el efecto resultará también conveniente que lleve el tema a la Asamblea
Legislativa del Distrito Federal para que éste órgano asimismo se pronuncie al respecto.
- Que las dependencias y entidades del Gobierno del Distrito Federal involucradas
directamente en la protección y promoción de los derechos humanos de la población
LGBTTTI --como ya lo ha venido haciendo de tiempo atrás la Dirección General de
Igualdad y Diversidad Social de la Secretaría de Desarrollo Social y es objetivo de la Red
Interinstitucional de Atención a la Diversidad Sexual-- difundan ampliamente el sentido,
objetivos y demandas de esta campaña por la despatologización de las identidades trans y
apoyen las iniciativas presentadas por las y los activistas y organizaciones de la población
trans, LGB, de defensa de derechos humanos y de las y los profesionales e instituciones
de la salud y el derecho destinadas a cuestionar y superar en la Ciudad de México y en el
país las concepciones psiquiatrizantes y patologizantes de la condición de las personas
trans y reemplazarlas por el enfoque de derechos humanos y no discriminación.
- Que se incremente de manera significativa, y se mantenga a lo largo del año, la
provisión oportuna y efectiva de recursos financieros con los que opera la Clínica
Especializada Condesa para el adecuado desempeño de sus programas y actividades,
entre ellos los del Centro Transgénero.
21
Cfr. Rueda, A. (2010f)
- Que, con la participación coordinadora de la Clínica Condesa y el concurso de las
instancias correspondientes del GDF así como de profesionales e instituciones de la salud,
se instalen e inicien los trabajos tendientes a la descentralización de los servicios de
reasignación integral para la concordancia sexo-genérica en beneficio de las personas
trans, a clínicas u hospitales del sector salud del Distrito Federal ubicadas en distintos
lugares de la ciudad, dotados de la infraestructura y los recursos económicos, materiales,
humanos y técnicos necesarios, a fin de facilitar el acceso de las personas trans a los
servicios públicos de salud para la atención de nuestra condición y para combatir la
estigmatización que asocia discriminadoramente la transgeneridad con el VIH.
- Que representantes de la Clínica Condesa y profesionales e instituciones de las
áreas de la salud involucradas, conjuntamente instalen una mesa de trabajo tendiente a la
elaboración de un Protocolo Mexicano para la Atención de Calidad con enfoque de
Derechos Humanos para la Reasignación por Concordancia Sexo-genérica de las
Personas Trans.
- Que en el corto plazo se tomen las decisiones institucionales necesarias, para
asegurar la oportuna realización de las intervenciones quirúrgicas de orquidectomía
bilateral a las mujeres transgenéricas y transexuales en tratamiento de reemplazo
hormonal en el Centro Transgénero de la Clínica Especializada Condesa, a fin de que los
objetivos contenidos en el artícuo 24, fracción XXI, de la Ley de Salud del Distrito Federal
vigente, que precisamente crean este programa en la Clínica Condesa, se apliquen y
cumplan y se eviten los riesgos a la salud, derivados del peligro de cancerización de los
testículos asociados a la ingesta de hormonas bloqueadoras de los receptores de
andrógenos o de hormonas antiandrogénicas.
- Que, con el respaldo, la activa participación y la convocatoria de la Comisión de
Derechos Humanos del Distrito Federal, se instale una mesa de trabajo a la que concurran
personas, activistas, colectivos y organizaciones de personas trans y LGB, organizaciones
y organismos de defensa y promoción de los derechos humanos, instituciones públicas y
privadas de la academia, la salud y el derecho, a fin de arribar en el transcurso de los
próximos meses a la elaboración de un pronunciamiento consensuado sobre la condición
de las personas trans desde un enfoque de derechos humanos, no discriminación, respeto
a la diversidad y equidad de género, que se haga llegar a la APA y a la OMS/OPS, así
como a las autoridades e instituciones de salud del gobierno mexicano, como aporte al
proceso de discusión y revisión en curso.
- Que las y los legisladores de los partidos comprometidos con el reconocimiento,
defensa y promoción de los derechos humanos, más allá de ideologías e intereses
particulares, impulsen en la actual LXI legislatura la aprobación de las reformas y
adiciones en la CPEUM y en leyes y códigos federales a fin de reconocer en el país la
personalidad jurídica de la identidad de género de las personas trans, para garantizar su
acceso a los servicios públicos de salud para la reasignación por concordancia sexogenérica, y para combatir la discriminación y violencia que vive la población trans en toda
la nación.
- Que el gobierno federal y los locales, los medios de comunicación y las empresas
privadas asuman sus responsabilidades en relación con el acceso a un trabajo decente
para las personas de la población LGBTTTI, y dentro de ella de las personas trans, tal y
como lo reconocen el artículo 123 de la CPEUM, el Pacto Internacional de Derechos
Económicos Sociales y Culturales y los ordenamientos de la OIT, y sin cuyo cumplimiento
se mantendrán la exclusión, discriminación y marginación de las personas transgenéricas
y transexuales con la consecuente violación a nuestro derecho al trabajo y al empleo, la
estigmatización de una doble moral hipócrita que nos restringe únicamente a las
actividades del trabajo sexual, el entretenimiento y el estilismo –las cuales deben
concebirse y reglamentarse con un enfoque de derechos humanos y no discriminación– y
la pérdida de capital humano en detrimento de la productividad y la cohesión social.
En 2011 se volvió a vivir (22 de octubre) una nueva jornada de acciones en 70
ciudades de 32 países. En la Ciudad de México, personas comprometidas y especialistas
en las Ciencias de la Salud, las Ciencias Sociales y los Derechos Humanos, con el
respaldo y la participación de la CDHDF, dimos a conocer en conferencia de prensa en la
sede de ese organismo público un “Pronunciamiento por la Despatologización de las
Identidades, Experiencias y Expresiones Trans México 2011” (Alvarez-Gallo, 2011), el cual
ha sido puesto al conocimiento público para su conocimiento y recolección de adhesiones,
y el cual servirá como punto de partida para instalar, conjuntamente con la CDHDF, mesas
de trabajo a las que se convocará a autoridades y representantes de las dependencias y
entidades gubernamentales dedicadas a la salud, a fin de incorporar el tema de la
despatologización trans en la agenda de la salud pública en México, buscando la asunción
para nuestro país de posturas en la materia que reconozcan, garanticen y protejan la
dignidad y los derechos humanos de las personas trans (despatologizantes e incluyentes
de la atención trans específica, públicamente cubierta y de calidad), en la perspectiva de lo
que ya ha ocurrido en los casos del gobierno español y de los ministerios del Exterior y de
Sanidad en Francia.
Consideraciones Finales
Es obligatorio para el Estado mexicano y para la sociedad en nuestro país respetar y
proteger los derechos humanos de todas y de todos los mexicanos, incluyendo a las
personas transgenéricas y transexuales, de ello depende que este sector de la población
cuente con una vida digna, en términos de educación, trabajo, alimentación, salud,
integridad física y psicológica, libertad de expresión, de religión, de tránsito, de
organización y participación en la vida pública, etcétera.
La garantía y reconocimiento de los derechos humanos es responsabilidad del
Estado por medio de normas jurídicas nacionales como la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos y las leyes que derivan de ella. Igualmente obligatorio es el
cumplimiento de los instrumentos internacionales, suscritos y ratificados por México en
prácticamente la totalidad de los casos, lo cual hace inaplazable la obligación del Estado a
velar por todas y todos, sin distinción alguna. La aprobación en julio de este año de la
constitucionalización de los derechos humanos y de la ubicación de los instrumentos
internacionales en materia de derechos humanos al mismo nivel de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, constituyen uno de los avances más importantes para
que en nuestro país se respete el Estado de Derecho y se garanticen a cabalidad los
derechos humanos y la dignidad de las personas.
El rechazo, exclusión y restricción de derechos, oportunidades y trato equitativo que
sufren las personas transexuales, transgenéricas y travestistas en nuestro país, lleva a
considerar a este grupo social como uno de los mayormente vulnerabilizados en materia
de derechos humanos y discriminación, comenzando por la negación de derechos
fundamentales: tener reconocimiento jurídico de acuerdo a su identidad de género y
acceder a la salud/bienestar.
Para ello, son necesarios, en primer lugar, el reconocimiento de la personalidad
jurídica de la identidad de género de las personas transgenéricas y transexuales, lo que
les permitirá acceder a la seguridad jurídica y, por tanto, al ejercicio pleno de su
ciudadanía.
El segundo factor para su bienestar es contar con la posibilidad de ejercer su
derecho a la salud tal y como lo establece el artículo 4º constitucional y de acuerdo con lo
que determinan la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de
la Salud, para las cuales, la salud no es solamente la ausencia de enfermedad o
padecimiento, sino el mayor nivel de bienestar físico, emocional y psicosocial. Es, pues,
imprescindible e impostergable su acceso a los servicios públicos de salud, a fin de
posibilitarlos para emprender los procedimientos de reasignación para la concordancia
sexo-genérica.
Estos dos componentes ―el reconocimiento jurídico a su identidad de género y el
acceso a la salud para la reasignación de concordancia sexo-genérica― deberán ir
acompañados del efectivo disfrute y ejercicio del resto de los derechos: a la educación, el
empleo, la organización, la participación pública, la defensa de sus propios derechos,
etcétera.
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Derechos Humanos del Distrito Federal, mayo, PP. 11-16.
_____________ (2009b) Problemáticas sobre discriminación y violencia hacia la
comunidad transgénero, transexual y travesti, en el Ciclo de Conferencias en el marco del
Día Internacional de la Mujer, Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, 4 de
marzo.
_____________ (2009c) Problemáticas sobre discriminación y violencia hacia la
comunidad transgénero. transexual y travesti, en mesa redonda de la VIII Semana Cultural
de la Diversidad Sexual, Museo Nacional de Antropología, 27 de mayo.
_____________ (2009d) Derechos humanos de las personas transgenéricas en
el ámbito de la salud, en mesa redonda en VII Congreso Nacional de Educación Sexual y
Sexología “Cuerpo, Mente, Ciencia”, 25 de septiembre, Oaxtepec, Morelos.
_____________ (2010a) Políticas Públicas para la población LGBTI en el DF: el
caso de las cirugías de reasignación de sexo, en conferencia en Taller para servidoras/es
públicos/as del GDF, 13 de agosto, Casa del Periodista, México D. F.
_____________ (2010b) Derechos Humanos de la población de la diversidad
sexo-genérica, en conferencia, 23 de septiembre, en el Hospital Regional Adolfo López
Mateos del ISSSTE.
____________ (2010c)¿Transexual = trabajadora sexual? Transfiguraciones, en
mesa redonda en Segunda Jornada Cultural de la Diversidad Sexual en la UNAM, 30 de
septiembre, Facultad de Derecho, UNAM.
_____________ (2010d) Trabajo Sexual Trans y Vih/Sida, en mesa redonda en
el Día Internacional de Lucha contra el Sida, 1 de diciembre, Universidad Pedagógica
Nacional.
_____________ (2010e) Derechos Humanos y Transexualidad Alto a la
Patologización Trans, en Coloquio en Antropología, 13 de octubre, Escuela Nacional de
Antropología e Historia.
________ (2010f) “Pronunciamiento Político” en Jornada Internacional por la
Despatologización Trans, 22 de octubre de 2010, Clínica Especializada Condesa,
Ciudad de México.
________ (2011a) “El trabajo sexual trans” en dfensor 01 trabajo sexual: un
derecho por reconocer, Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, enero,
PP. 28-33.
________ (2011b) El Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal en
materia de Derechos de la Población Lesbiana, Gay, Bisexual, Transexual,
Transgénero, Travesti e Intersexual (LGBTTTI), Folleto de Divulgación para la Vigilancia
Social, México.
________ (2011c). “La violencia contra las mujeres trans”, en blog del dfensor
04, Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, abril.
________ (2011d). “Hola, yo soy Angie” Testimonio de una mujer transexual,
Arroba @ Editores, México, (en prensa).
Sandoval, E. (2008) “La transgeneridad y la transexualidad en México: en
búsqueda del reconocimiento de la identidad de género y la lucha contra la
discriminación” en Colección Estudios, No. 8, Consejo Nacional para Prevenir la
Discriminación, México, diciembre de 2008.
Stoller, R. J. (1968) Sex and gender; Science House; New York
EL DERECHO A LA PROTECCIÓN DE LA SALUD
DE LAS MUJERES LESBIANAS
Mariaurora Mota
Presentación
La salud es un derecho humano que incluye aspectos físicos, mentales y sexuales. En el
sector lésbico, gay, bisexual y trans, los problemas de salud van más allá del VIH/SIDA.
En México y en el mundo, existen muy pocas investigaciones sobre las lesbianas,
no se sabe con precisión cuántas lesbianas existen y mucho menos sus condiciones de
salud, pues si en muchos ámbitos las mujeres se encuentran invisibilizadas, las lesbianas
lo están aun más. Ni siquiera hay un acuerdo general sobre lo que significa ser lesbiana,
pues al respecto existen distintas y variadas definiciones.
En este trabajo intentamos brindar un acercamiento a los problemas de la salud de
las lesbianas, con base en la revisión de cinco investigaciones (Alfarache 2010), (Bradford
1994), (CONAPRED 2010), (Galarreta, s/d) y (Ortiz-Hernández 2005).
Partimos de la base de que, en general, en cuanto a empoderamiento personal y
aceptación social de las lesbianas, Estados Unidos lleva un adelanto sobre México de
entre 10 y 15 años22, de tal forma que podemos hacer un ejercicio comparativo de
aproximación entre las investigaciones de 1994 en Estados Unidos y la de la Ciudad de
México de 2005.
Para efectos de este trabajo entenderemos a las mujeres lesbianas como una mujer
que siente atracción sexual por otras mujeres y/o que tiene prácticas sexuales con
mujeres.
22
De acuerdo a una conversación con el pastor David Pettitt quien convivió con personas de la Iglesia de la Comunidad
Metropolitana de Houston y que en 1998 fundó la iglesia de Monterrey (México).
Primer acercamiento
De los resultados obtenidos en las investigaciones de Bradford (1994) y Ortiz-Hernández
(2005), se desprenden algunos resultados interesantes que dan cuenta de algunos de los
problemas de salud más acuciosos de las lesbianas (ver tabla 2), aunque es importante
considerar que los parámetros de los estudios son muy variados, pues como puede verse
en el cuadro, mientras el estudio de Bradford abarca todo el territorio de los Estados
Unidos de Norteamérica, el de Ortiz Hernández cubre solo a la ciudad de México. Para
contar con un elemento de referencia más, colocamos una columna con datos referentes a
mujeres (sin especificar su orientación sexual) en México.
Tabla 2
Principales problemas de salud en mujeres lesbianas de tres países
Estados Unidos de
Norteamérica
Ciudad de México
México
Problema
Ideas suicida
Intento de suicidio
Desordenes mentales
Tabaquismo
Alcoholismo
Asistencia a consejería
Violencia sexual
No contratada en empleos
por su orientación sexual
Sufren
de
ofensas
verbales o de lenguaje
violento
Número de participantes
+50%
18%
33%
6-30%
75%
32%
44%
21%
33%
6-18%
1-2%
28%
21%
3.6–7%
17%
12%
26%
1925
188
Creación de la autora con base en Bradford (I994) y Ortiz-Hernández (2005).
En la Investigación Nacional de Salud de las Lesbianas de Estados Unidos
(Bradford 1994), participaron 1925 mujeres de todos los estados: más de la mitad había
tenido ideas suicidas y el 18% había intentado suicidarse; la tercera parte de las mujeres
fumaba diariamente y un 30% consumía alcohol más de una vez a la semana, el 6% lo
hacía diariamente; las tres cuartas partes habían recibido algún tipo de apoyo de
consejería, y de éstas, la mitad lo había hecho por sentirse triste y deprimida.
La investigación de la Ciudad de México (Ortiz-Hernández 2005) incluyó a hombres
homosexuales, mujeres lesbianas y personas bisexuales. Para este trabajo, solo
consideramos los datos de las 188 lesbianas incluidas. El 44% de la muestra tenía ideas
suicidas, un poco menor al número de la investigación de EUA, pero muy por encima de
las mujeres en general que va de un 6 a un 18%. El 21% de las lesbianas reportadas en
la muestra de Ortiz Hernández había intentado suicidarse, dato que es ligeramente
superior al reportado en Estados Unidos de Norteamérica, y también más de 10 veces
superior del índice de las mujeres en general. El 33% eran “casos potenciales” de
trastornos mentales comunes.
El alcoholismo en la investigación de México fue identificado mediante la escala
Alcohol Use Disorder Identification Test, AUDIT, que consiste en diez preguntas sobre la
cantidad y la frecuencia de consumo de alcohol, síntomas de dependencia y problemas
relacionados con su consumo. La muestra arrojo un 21%, similar a la investigación de
Bradford, y muy por encima del índice de mujeres en general que es del 3.6 al 7%. Se
encontró también que el 17% habían sufrido violencia sexual, al 12% no se les había
contratado en algún empleo por ser lesbianas y el 26% había recibido ofensas verbales y
uso de lenguaje violento.
La investigación de Ortiz-Hernández concluye que las víctimas de violencia, y las
lesbianas no son la excepción, tienden a buscar una explicación del motivo de las
agresiones sufridas, para lo cual suelen recurrir a dos razonamientos relacionados con la
auto-culpa o self-blame: el primero de ellos se conoce como auto-culpa caracterológica,
que consiste en interpretar que es un rasgo de la personalidad propia el responsable de la
agresión; en este caso se reactiva una auto-imagen negativa y la sensación de que la
persona merecía la agresión. En el segundo razonamiento la auto-culpa conductual, se
interpreta que alguna conducta fue el origen de la violencia recibida, en este caso la
persona modificará u ocultará el comportamiento que según ella dio origen a la violencia
para reducir la percepción de su vulnerabilidad.
Cuando las lesbianas son víctimas de discriminación o violencia disminuye su autoimagen y aumenta la depresión, baja autoestima y autocrítica. Si creen que la violencia fue
por su atracción o actos sexuales hacia personas de su mismo sexo, aprenderán que ser
lesbiana es una condición inferior, denigrante, que merece ser castigada; se refuerza e
incrementa su lesbofobia internalizada, lo que conduce a sufrimiento mental. Las victimas
ven el mundo como algo amenazante23.
Discriminación externa
Los resultados de la más reciente Encuesta Nacional contra la Discriminación
(CONAPRED 2010), nos arrojan datos relevantes para entender la situación de las
lesbianas. Ante la pregunta: ¿a las parejas de lesbianas se les debería de permitir
adoptar?, los encuestados estuvieron en desacuerdo desde un 61 hasta un 76% y de
acuerdo de un 12 a un 30%. A menor edad, se está más de acuerdo. En Ciudad Juárez
está “muy de acuerdo” el 47% y en la Ciudad de México un 26%.
Ante la sentencia “no estaría dispuesto a permitir que en mi casa viviera una
lesbiana”, el 44% estuvo muy de acuerdo. Esto convierte a las lesbianas en el grupo más
discriminado de la sociedad mexicana, por encima de los homosexuales, las personas con
VIH/SIDA, las personas discapacitadas y otros grupos discriminados.
La lesbofobia implica una especificidad concreta (Alfarache 2010), porque las
lesbianas sufren discriminación por distintos motivos: la primera por ser mujer, después
por ser lesbiana y desafiar el mandato patriarcal de la heterosexualidad, por ser madre,
por ser indígena o por ser discapacitada. La lesbofobia es parte estructural del orden
sexual dominante de nuestra sociedad.
23
En relación con la violencia familiar que reciben las lesbianas y las consecuencias que esto tiene en su salud y su vida,
hay un caso reportado en la ciudad de Monterrey (Tovar, 2007), en donde una niña se quita la vida porque su papá le
decía frecuentemente: “pareces lesbiana”, lo cual muestra fehacientemente que el lenguaje es uno de los vínculos por el
cual se reproduce la lesbofobia (miedo y desprecio a la condición de lesbiana) y la discriminación en general.
Discriminación internalizada: los problemas de salud emocional
En la encuesta mencionada también se entrevistó a lesbianas sobre sus problemas
relacionados con la discriminación. De las respuestas a dichas entrevistas se desprende
que sólo el 54% de ellas le había comunicado su orientación sexual a su madre. Esto es
muy significativo ya que en la cultura mexicana, el vínculo con la madre se considera de
gran relevancia para la autoestima y la autovaloración, y para la mayoría de las mujeres la
persona nodal en su círculo familiar es la madre: si la madre le afirma tendrá más
elementos de apoyo, en cambio si la madre le rechaza pensará que todo mundo le va a
desaprobar.
Por lo anterior resulta trágico que sólo el 54% de las lesbianas entrevistadas hayan
comentado su orientación a sus madres y también que el 16% de las lesbianas piense que
es mejor que las personas no hagan pública su preferencia sexual, lo cual refuerza lo
dicho en las conclusiones de Ortiz-Hernández (2005), de que la discriminación sufrida por
las lesbianas las lleva a avergonzarse de lo que son o a negar su orientación, para no
sentirse vulnerables.
La falta de comunicación de su orientación sexual a la madre (y en general a toda la
familia) está basada en el miedo. De acuerdo con Alfarache (2010), el miedo y el temor
son sentimientos omnipresentes en la vida de las lesbianas. Miedo a ser descubierta, que
la familia, en el trabajo, o en la calle la gente se dé cuenta de su orientación. Al mismo
tiempo, tiene miedo de que al ser descubierta no sea reconocida como hija, como
hermana, como amiga o compañera. Tienen también miedo a la pérdida de relaciones. Si
quieren seguir siendo parte del círculo familiar o social, deben ocultarse en el disimulo o el
silencio. La invisibilidad es, socialmente, uno de los requisitos indispensables de la
existencia lésbica (Alfarache, 2010); “sé, pero que no se te vea” es la petición implícita en
los ámbitos familiar, laboral y político. La invisibilidad de su existencia, está ligada a la
invisibilidad de la violación de sus derechos.
La Primera Encuesta Nacional sobre Discriminación indica que, en general, al 44%
de los homosexuales (esta encuesta no incluye la palabra lesbiana) se les intenta obligar a
desistir de su preferencia sexual y el 43% señala que sus familiares intentan que oculten
sus preferencias sexuales.
Algunas mujeres que reconocen y admiten sus sentimientos de atracción a otras
mujeres, no pueden auto-identificarse con la palabra “lesbiana”, ya que ésta les remite a
estereotipos sociales monstruosos y no desean identificarse con ellos. Se requiere un
inmenso trabajo de deconstrucción personal y grupal de esta palabra, para que el colectivo
se apropie de ella y revierta su significado negativo24. Tener una identidad sexual positiva
está relacionado con aceptarse a uno mismo, no sentirse avergonzado de la propia
orientación sexual (a pesar del rechazo social) y poder hablar libremente de sus
preferencias tal y como hace una persona heterosexual.
Los problemas de la salud física
La investigación hecha en Perú (Lagarreta s/d) nos revela que las mujeres lesbianas
tienen mayor riesgo de cáncer de mama, ya que solo el 37% se embaraza, contra un 83%
de las mujeres heterosexuales, y está comprobado (Morales 1999) que los embarazos
están relacionados con la disminución de cáncer de mama debido a los efectos de las
hormonas. Las lesbianas van a consulta con menor frecuencia, ya que no requieren
anticonceptivos ni atención prenatal y además se sienten incómodas revelando su
preferencia sexo-afectiva; por la misma razón, se practican menos exámenes de rutina.
Por todo lo anterior, las lesbianas tienen menores posibilidades de detección
temprana de cualquier patología, incluido el cáncer. Además, en las lesbianas se dan altos
índices de alcoholismo y tabaquismo, lo que complica cualquier posible alteración de la
salud.
Conclusiones
Debido a su situación particular, las lesbianas tienen requerimientos específicos en
términos de salud física, mental y sexual. Se requiere reconocer que esta población existe
y crear políticas públicas particulares para ellas. Los Institutos de las Mujeres y el
movimiento feminista deberían incluir estas demandas de derecho a la salud en sus
programas.
24
Como sucede con las palabras “niger” en el caso de los afro-descendientes americanos, “maricón” en los
homosexuales, o “puta” en las mujeres.
También es indispensable empoderar a las lesbianas para que puedan hacerse
visibles, vivir sin temor y reconocer y exigir sus derechos. Las familias (y en especial las
madres) requieren educación para aceptar a sus hijas. Los programas educativos deben
incorporar la inclusión social y particularmente una visión positiva de la lesbiandad.
Fuentes
Alfarache, A. (2010). “Lesbofobia en la Familia”, en Susana Lerner y Lucía Melgar,
(coord.), Familias en el Siglo XXI: realidades diversas y políticas públicas. El Colegio de
México-PUEG UNAM, México.
Bradford, R. y Rothblum, C. (1994). “National Lesbian Health Care Survey;
Implications for Mental Health Care”, en Journal of Consulting and Clinical Psychology,
Vol. 62, No. 2, pp. 228-242 (en linea), consultado el 7 de Julio de 2011, en http://wwwrohan.sdsu.edu/~rothblum/doc_pdf/sexual_orientation/National_Lesbian_Health_Care.pdf
CONAPRED (2010). Encuesta Nacional sobre Discriminación 2010. Diversidad
Sexual, disponible en http://www.conapred.org.mx/redes/userfiles/files/Enadis-2010-DSAccss-001.pdf consultado el 9 de julio de 2011.
Galarreta, M. (s/d). Salud de lesbianas en Lima: apuntes desde la experiencia de
atención,
disponible
en
http://centauro.cmq.edu.mx/dav/libela/pdfS/Mlesbgay/08010521.pdf consultado el 10 de
julio.
Morales, R. y Pollán Pérez, A. (1999). “Morbilidad del cáncer de mama en la mujer”,
en Revista Cubana de Medicina General Integral, Vol.15 No.3, Ciudad de La
Habana, mayo-junio de 1999, disponible en http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S086421251999000300005&script=sci_arttext&tlng=en consultado el 29 de julio de 2011,
Tovar, M. (2007). “Hallan inconsistencias en suicidio de menor. Estudian la carta
póstuma”, Milenio, 30 octubre de 2007, Monterrey, México.
Ortiz-Hernández, L. y García Torres, M. (2005). “Efectos de la violencia y la
discriminación en la salud mental de bisexuales, lesbianas y homosexuales de la Ciudad
de México”, en Cadernos de Saúde Pública, Rio de Janeiro, número 21, col. 3, pp. 913925, mai-jun, 2005, disponible en www.scielosp.org/pdf/csp/v21n3/26.pdf consultado el 9
de julio de 2011.
CULTURA, SALUD Y DISIDENCIA SEXUAL: DESGLOSE DE
RELACIONES PARA DISCUTIR EL DERECHO A LA SALUD Y LA
RESPONSABILIDAD SOCIAL
José Arturo Granados Cosme
Presentación
En el contexto del arribo de nociones relativamente inéditas en las ciencias sociales para
el análisis de conductas no afiliadas a la normatividad sexual, cuyo desarrollo aspira a
consolidarse en nuevos enfoques teóricos; resulta indispensable reflexionar sobre
determinados núcleos problemáticos que pongan a prueba la capacidad explicativa de
estos conceptos en permanente construcción.
El propósito del presente texto es desarrollar una discusión sobre la situación en
que los disidentes de la normatividad sexual experimentan la salud; colocando en el centro
del problema de la relación existente entre la forma en que hemos organizado las
relaciones sociales y los obstáculos para el desarrollo de mejores condiciones de salud en
este grupo humano. La propuesta enfrenta de inicio, dos problemáticas fundamentales, la
inacabada discusión sobre el concepto salud y dado su carácter de término en
permanente elaboración, precisar quiénes son los disidentes sexuales.
Para el primer problema, en la sección inicial de este texto se discute el término de
salud y se plantean las principales relaciones con los aspectos sociales de ésta. Para el
segundo problema, sin pretender resolverlo, nos limitamos a discutir la constitución del
orden sexual dominante, describiendo sus principales componentes y mencionando
algunos de sus principales instrumentos de regulación tomando como categoría
conceptual básica a la cultura, tal discusión permite, identificar por lo menos de manera
genérica, aquello que expresa el disenso del orden impuesto.
Puesta en el análisis la relación entre salud y disenso cultural, se discute en torno a
los procesos sociales involucrados en los daños a la salud que son característicos de los
disidentes sexuales, tomando como referente a los varones homosexuales en tanto que ha
sido en el estudio de sus condiciones de salud que mayores evidencias se han
documentado. En el trayecto de este análisis se puede arribar a conclusiones en torno a la
naturaleza social y la especificidad cultural que tiene la génesis de los problemas de salud
que enfrenta la disidencia sexual.
Finalmente, se propone una serie de líneas generales de intervención con la
finalidad de contribuir en la disminución de las brechas de la desigualdad social;
reconociendo los difíciles retos por enfrentar en su instrumentación y dejando abiertas
líneas de análisis que pueden motivar subsecuentes estudios.
Discutiendo la noción de salud
A lo largo de la historia, se han postulado diversas definiciones en torno a lo que la
medicina científica denomina salud, una clasificación práctica de estas nociones es la que
distingue definiciones negativas y positivas. En realidad, la medicina tiene mayor claridad
sobre lo que no es salud y en ese sentido, ha desarrollado la mayoría del conocimiento
científico que la caracteriza, diversos enfoques críticos incluso, han precisado que la
medicina no es un conjunto de ciencias sobre la salud sino sobre la enfermedad, de ahí
que por negación u oposición, salud significaría la ausencia de la enfermedad.
Por su parte, las definiciones positivas son relativamente más recientes y están
basadas en nociones idealizadas de la salud difícilmente operativas, dado que se
construyen a partir del término bienestar, se introduce el tema de la salud a su compleja
dimensión subjetiva, haciéndola una noción poco aprehensible y consensada. Un esfuerzo
por conseguir una definición positiva general se hizo en el siglo pasado a finales de los
años setenta en que organismos sanitarios internacionales postularon que la salud era “el
completo estado de bienestar biopsicosocial” que expresa más una aspiración y un estado
ideal que una circunstancia real.
El avance en el conocimiento de los procesos involucrados en la generación de
procesos mórbidos, especialmente aquellos que han encontrado en el análisis de los
procesos sociales explicaciones más integrales en el origen de la enfermedad como el
campo sociomédico, han identificado que las condiciones de vida de los grupos humanos
que se derivan de los modos de producción históricamente específicos (López, Escudero,
Dary, 2008), determinan el conjunto de daños a la salud y causas de muerte que les son
características de acuerdo a su inserción en la totalidad social.
Este enfoque, sin dejar de considerar la importancia de la subjetividad pero
considerándola determinada por la sociedad, vincula los niveles de salud con el acceso a
los bienes y servicios que permiten la adecuada reproducción social y postula que la
producción colectivizada en contradicción con el consumo desigual de satisfactores
genera desigualdades en salud. De ahí que se considere que los niveles de salud de los
individuos y grupos humanos se relacionan con el grado de satisfacción de las
necesidades humanas básicas; de este modo la salud es a su vez, necesidad y satisfactor.
La salud es una necesidad humana básica en tanto que permite la sobrevivencia
(salud física) de los individuos y porque su satisfacción permite al mismo tiempo, la
satisfacción de otras necesidades que nos permiten conjuntamente el aprendizaje de la
cultura a la que pertenecemos, esto mediante la educación como proceso de socialización
secundaria. La satisfacción de la salud permite además el desarrollo de las
potencialidades inherentes a la especie humana como la creatividad, el desarrollo
personal y la colaboración con los demás; así la pertenencia a la cultura posibilitan la
participación social no sólo en un sentido de pertenencia sino en la capacidad de contribuir
en la resolución de problemas relevantes para la sociedad. La salud hace posible el
desarrollo de la autonomía, ya que en ausencia de enfermedad, en posibilidad de
satisfacer adecuadamente otras necesidades y de participar en la sociedad, el individuo
puede plantearse proyectos y allegarse los recursos necesarios para su realización en la
búsqueda de un mayor bienestar social (Doyal y Gough, 1991).
Dadas estas consideraciones resulta relevante analizar la influencia que tienen
ciertos procesos sociales en las condiciones de salud de grupos humanos cuya inserción
en la sociedad los ubica en el espacio de la marginalidad, ¿qué efectos tienen la exclusión
social y la discriminación en la generación de daños a la salud que muestran los
excluidos? ¿de qué manera se ve afectada la capacidad de éstos para elevar sus niveles
de salud y desarrollar su autonomía?. Para Bourdieu (1999) y Krotz (2002) los individuos
que con su conducta sexual trastocan el orden social, constituyen los grupos más
violentamente combatidos, en las secciones que siguen, se desarrolla un análisis para la
comprensión del impacto que tiene la homofobia y las prácticas que se le derivan, en la
salud de quienes con su conducta disienten del orden sexual prevaleciente; la
comprensión es apenas el primer paso para la construcción de las necesarias estrategias
para la intervención de cualquier forma de desigualdad.
Determinación en salud y condiciones de vida
La salud, como fin y como medio, está socialmente determinada (Laurell, 1982) y es
resultado de complejos procesos macrosociales que van desde las estructuras más
amplias hasta su expresión en las condiciones de salud que muestran los grupos humanos
según se inserten éstos en la totalidad social. Tanto los daños a la salud como las formas
disponibles para resolverlos están determinados por las condiciones materiales y
simbólicas de existencia de los individuos y los grupos a los que pertenecen. De ahí que
los procesos de exclusión social y discriminación sean considerados fenómenos
determinantes de la salud.
Se ha reconocido el papel de las condiciones de vida en la génesis de daños a la
salud y su expresión en las desigualdades sanitarias (Blanco y Sáenz, 1990), así como el
papel del soporte social en la forma en que los individuos y los grupos sociales enfrentan
sus problemáticas de salud. Este planteamiento muestra explica que las condiciones
materiales y simbólicas estructuran los espacios en los que los individuos se constituyen
en sujetos y se reproducen socialmente; tales estructuras delimitan el tipo y el número de
opciones sobre las que los sujetos “eligen”, siempre de manera acotada, el tipo de
conductas o prácticas y el sentido que le otorgan a éstas. Este enfoque contradice otras
propuestas en las que se considera que los individuos toman decisiones basados en la
información de que disponen y orientados por intereses particulares, constituyéndose,
según esta perspectiva, los estilos de vida que pueden ser saludables o no.
Es el acceso a los satisfactores de necesidades, siempre condicionado por el modo
de reproducción material y simbólica de la sociedad, el que determina el número finito y el
tipo específico de posibilidades sobre las que se orientan las prácticas de los sujetos y en
ese sentido, los niveles de salud no son responsabilidad de los individuos ni la salud de los
problemas de salud tienen su solución en la sola disposición de información ni en que los
individuos modifiquen sus estilos de vida, pues el cambio de las conductas depende de la
reestructuración del entorno.
Conseguir o no la salud, elevar los niveles de salud y consecuentemente desarrollar
la autonomía, no son procesos que dependan de la simple voluntad de los individuos, éste
es apenas un margen de acción reducido; por otro lado, se reconoce que existen
desigualdades históricas que han ubicado a diversos grupos en condiciones de desventaja
social frente a otros. De ahí que la modificación de las condiciones que generan daños a la
salud tampoco es susceptible de transformarse por los individuos, en esta limitación es
que adquiere sentido la acción colectiva mediante el ejercicio institucionalizado del poder
público. Hasta la actualidad, sólo hay evidencia empírica de que el Estado y no los
individuos en el mercado, los que pueden modificar las estructuras de acción de los
sujetos y modificar las situaciones de desventaja.
Enfermarse o no, vivir en situaciones de vulnerabilidad o no, no es una decisión que
los individuos tomen de forma totalmente deliberada, de ahí que se reconozca la
responsabilidad de la sociedad en la procuración de los medios y recursos para que los
individuos, no sólo resuelvan sus enfermedades sino, eleven sus niveles de salud,
alcanzando así el máximo desarrollo humano.
Si hemos elegido analizar las condiciones en que los disidentes del orden sexual
dominante, viven y ven afectada su salud. Es indispensable considerar la forma en que la
sexualidad opera como ordenador de las prácticas sexuales y la orientación que les da
sentido. Esta necesidad se impone debido a dos razones fundamentales, la sexualidad
funciona como sistema clasificatorio al que se integra a los individuos desde el nacimiento
hasta su muerte y es al mismo tiempo, el ámbito en que se establecen vínculos que
reafirman dicha clasificación y que implican recursos y obstáculos para la salud.
Sexualidad y salud
La sexualidad es un atributo exclusivo de la especie humana que nos distingue del resto
de las especies, es una dimensión constituida por un conjunto de expresiones diversas
que se manifiestan a través de las relaciones que establecemos los individuos y los
grupos; la conducta, las prácticas, así como las formas de pensarnos (Weeks, 2000) y
pensar a los otros nos remiten a la sexualidad. El comportamiento que se deriva de la
sexualidad no se deriva de ningún ordenamiento biológico, los vínculos que se establecen
en función de la sexualidad no están ligados, en su práctica, a la reproducción de la
especie, ésta es sólo una consecuencia posible en las relaciones heterosexuales entre
personas adultas.
Por otro lado, la sexualidad es una dimensión en la que se expresa la salud, ya sea
porque su ejercicio implica riesgos de daños y porque representa un espacio en el cual se
puede gestar la violencia, pero también porque se trata de un recurso para el bienestar, el
desarrollo personal y elevar los niveles de salud, especialmente en el ámbito de la salud
mental. Este último atributo de la sexualidad generalmente ha sido poco atendido por la
investigación científica y por la atención médica.
Por su carácter de construcción social e historicidad específica, la sexualidad en la
actualidad está organizada sobre una base heteronormativa en cuyo esquema los no
heterosexuales se constituyen en disidentes sexuales y sobre los cuales se despliegan
diversos mecanismos de exclusión y represión. Disentir de la heteronormatividad impuesta
desde el orden cultural hegemónico, convierte a la salud es un tema paradigmático en el
análisis del impacto de la exclusión social, los disidentes sexuales muestran un perfil de
salud marcadamente diferenciado que se caracteriza por desigualdades evitables y donde
el rechazo social es la causa básica.
Dentro de la reproducción de cualquier formación social, es posible distinguir
procesos de orden económico, político y cultural que se entremezclan de forma compleja y
que sólo es posible distinguir como recurso pedagógico y con la finalidad de su
comprensión. Para los fines del presente trabajo, resulta indispensable concentrarse en
los procesos de naturaleza cultural que intervienen en la reproducción social, en este caso
hablamos de los recursos materiales y simbólicos que permiten la construcción de un
sentido de sí mismo en los individuos y el sentido que la sociedad le da a su proyección en
la historia, marcando así las pautas bajo las que somos socializados. La incorporación de
la cultura determina la adscripción social que, consciente o inconscientemente, asumimos
los individuos en relación a los referentes que las estructuras sociales nos disponen.
La forma en que ocurre este último proceso es mediante la producción-consumo de
la significación, en dicha dialéctica, la cultura como dimensión de la reproducción social
(Bourdieu, 1990), produce significados sobre cualquier hecho u objeto pero éstos no
adquieren materialidad sino en el ejercicio de tal significación mediante las prácticas
sociales, es en las conductas, acciones, actitudes y prácticas que muestran los sujetos en
las que se realizan los significados, es decir la realización de las ideas, expectativas,
creencias y valoraciones que prevalecen en la esfera de los significados no se produce si
éstos no son consumidos mediante las prácticas. El carácter dialéctico de los
componentes de la cultura se comprende mejor si consideramos que la autonomía relativa
de las prácticas frente a la imposición cultural, modifica mediante la resignificación o el
reposicionamiento de los sujetos frente al orden simbólico prevaleciente, la producción de
significados. He ahí el sentido que tiene el disentir, mediante la conducta, del imperativo
cultural.
El orden cultural está constituido por una compleja trama de significados (Aguado y
Portal, 1991) que dan sentido a la sociedad y a los individuos sobre su posición en la
cultura y sobre sus acciones. La configuración de tales tramas dependen del lugar que
ocupan los sujetos en la sociedad y que determina la apropiación (consumo) diferencial de
los significados (producción). Las tramas significantes determinan también la configuración
de los espacios físicos y simbólicos desde donde los individuos se apropian de la cultura y
donde construyen sus identidades. A grandes rasgos, podemos distinguir un espacio
desde donde los individuos se apegan a la normatividad cultural y a los márgenes de éste
se delimitan otros espacios a partir del desapego y reposicionamiento frente al orden
cultural dominante, constituyéndose así las culturas marginales o, dependiendo de su
carácter de simple resistencia o de confrontación y búsqueda de transformación, las
contraculturas (Krotz, 2002).
La reproducción social incluye no sólo la difusión de la cultura y la producción y
consumo de sus componentes, sino de los procedimientos que resguarden y garanticen el
orden hegemónico. Los mecanismos de regulación de la reproducción cultural incluyen los
procedimientos de inclusión y exclusión social. Si los individuos observan la normatividad
cultural mediante la asimilación de la semejanza y la norma, forman parte de los incluidos,
de los normales; mientras que aquellos que no observen la norma, alteran el orden social
mediante la expresión de su diferencia y se les destinan específicas significaciones y
prácticas excluyentes. El proceso, que no se detallará en este texto por razones de
extensión, mediante el que se controla a la alteridad cultural es la estigmatización.
Uno de los dispositivos culturales que con mayor fuerza y con mayor antigüedad en
la historia organizan y constituyen a la sociedad es el sistema sexo-género (Rubin, 1996)
que incluye como eje a la heternormatividad (Wittig, 2006) en la que se considera que la
diferencia sexual está determinada por el imperativo biológico de la reproducción de la
especie y aún más; se considera que la significación y puesta en práctica de los
significados debe observar esta norma. Este particular sistema sexo-género genera
estructuras de pensamiento y acción cuyos rasgos más sobresalientes son su carácter
dicotómico (constituido por dos polos en los que se “depositan” los significados y prácticas
que se consideran esenciales al hombre y mediante lo cual se construye lo masculino por
un lado y lo femenino por otro), polarizado (dichos polos no sólo están ampliamente
distanciados uno del otro sino además en muchos de sus componentes son
completamente contradictorios), supuestamente “complementario” (en algunos de sus
elementos contradictorios el sistema supone que algunas de las diferencias entre varones
y mujeres se complementan mediante la unión heterosexual).
La heteronormatividad (Wittig, 2006) y la construcción social del género (Lamas,
2000) basan sus premisas en la interpretación cultural que se hizo de la diferencia sexual
entre varones y mujeres, en la que destaca la capacidad de las mujeres para el embarazo
y la lactancia, desprendida de esta interpretación se elaboró la conformación de la división
sexual del trabajo y la configuración de los espacios privado y público, con la consecuente
asignación a las mujeres del primero y a los varones del segundo. Recuérdese que es en
estos espacios en los que los sujetos construyen sus identidades (Lamas, 1986)
apropiándose diferencialmente de la cultura y adscribiéndose a los distintos referentes que
ésta les dispone. La división sexual del trabajo basada en este sistema sexo-género,
asignó a las mujeres el trabajo doméstico en el que adquiere suma relevancia la crianza
de los hijos y a los varones el rol de proveedor; construyéndose a partir de esto lo que
cada cultura define como masculino o femenino.
En materia de desigualdades sociales, se ha identificado que el sistema sexogénero determina una distribución diferencial de las condiciones de salud entre varones y
mujeres (Garduño, 2011; De Keijzer, 2003; Schreiber, Gomes y Couto, 2005). Los
patrones de enfermedad y muerte que muestran mujeres son radicalmente distintos al que
presentan los varones, el campo científico sociomédico ha identificado que tal
especificidad en los perfiles epidemiológicos no se deriva de las diferencias biológicas sino
de la construcción social de género. En el mismo sentido y comprendiendo a la sexualidad
como un constructo cultural, es de suponer que ésta también determina una distribución
específica de las condiciones de salud vinculada a la orientación sexual.
La forma concreta en que se observa la distribución diferencial del proceso salud
enfermedad en los grupos humanos en el nivel empírico es mediante mayores riesgos a la
salud (probabilidades de presentar un padecimiento o mayor vulnerabilidad), mayores
daños a la salud (establecimiento de enfermedades específicas) y menor soporte social
(mayores dificultades para acceder a la atención médica o deficiencias en ésta, así como
menores redes sociales de apoyo) (Castro, 1997). De igual manera que para el caso de
las desigualdades sanitarias entre varones y mujeres, las que se observan entre las
diversas orientaciones sexuales no son resultado de la biología sino de los procesos de
exclusión social que la cultura hegemónica destina a quienes con sus conductas disienten
del orden social. En el caso de los varones homosexuales, se han identificado mayores
niveles de distress que en los homosexuales, lo cual implica un mayor riesgo para los
daños a la salud mental; adicionalmente se han observado mayores tasas de trastornos
depresivos, trastornos de la ansiedad, conducta suicida y consumo de drogas que entre
los heterosexuales; también se ha observado que los homosexuales reciben menor apoyo
familiar para enfrentar sus problemas de salud y que deben enfrentar prácticas
discriminatorias y prejuicios en los servicios y personal médicos, lo cual obstaculiza la
prevención y atención oportuna de sus padecimientos25.
En relación al carácter cultural de las desigualdades descritas, se ha identificado
una asociación entre la experiencia del rechazo social a la homosexualidad y la presencia
de daños a la salud que caracterizan al perfil de morbimortalidad de los varones
homosexuales. Con un enfoque cualitativo, se ha podido reconstruir el proceso subjetivo
de la identidad homosexual en jóvenes gays de la Ciudad de México y sus narrativas
25
Una extensa revisión bibliográfica recopila sobradamente evidencias empíricas de la especificidad que tienen los
perfiles de morbimortalidad que muestran los varones homosexuales, así como los mayores riesgos para ciertos
padecimientos (Granados, 2009).
asocian diversas formas concretas de prácticas homofóbicas así como la percepción de
significaciones negativas de la homosexualidad, con síntomas de sufrimiento psíquico en
los que destacan la tristeza, el miedo, la autovaloración negativa y conductas
autodestructivas (Granados, 2007). Síntomas que la medicina considera como marcadores
de riesgo para depresión, ansiedad y conducta suicida (ideación e intento) (Goldman,
2001).
A través de sus propios discursos, estos homosexuales vinculan estos síntomas
con la experiencia de la homofobia mediante diversas prácticas discriminatorias y de
violencia que se pueden considerarse como parte de los mecanismos de exclusión social y
como procedimientos de regulación de la sexualidad y control social que impone la
heteronormatividad. En el terreno de las significaciones se describen discursos
referenciales (emitidos hacia otros pero en función de un atributo que los entrevistados
comparten con esos otros), pero también dirigidos en forma directa, en los que se percibe
y aprende a identificar a la homosexualidad como algo anómalo y nocivo; figuras que
destacan en este fenómeno son las parentales, especialmente el padre, pero también
destacan los profesores y los pares en la escuela.
En los entornos secundarios de socialización también se observan valoraciones y
adjetivos que acompañan a las consideraciones sobre una supuesta anormalidad de la
homosexualidad, éstas son especialmente notorias en los medios de comunicación masiva
pero operan también en los espacios laborales y en la vía pública. Las valoraciones
sociales sobre la homosexualidad en general y sobre la homosexualidad de los
entrevistados, se manifestaron con adjetivos devaluatorios y ridiculizantes, ofensas,
amenazas, acompañadas de consideraciones sobre la homosexualidad como enfermedad
o pecado.
Los mismos testimonios describen que el sufrimiento psíquico es resultado también,
de prácticas homofóbicas que incluyen violencia física tanto en los entornos de
socialización primaria como en la secundaria. Tales conductas incluyen golpes,
empujones, abuso sexual y homicidio, así como afectación de los bienes.
La homofobia como dispositivo cultural que se incluye en la regulación social de la
sexualidad y como herramienta que preserva y reproduce la heteronormatividad, no sólo
genera daños a la salud mental, con ello obstaculiza el desarrollo de las potencialidades
humanas y la autonomía de los homosexuales, obstaculizando así la participación social y
desarrollo de mejores niveles de salud; las narrativas mencionan que la autovaloración
negativa que genera la homofobia se asocia a bajo cuidado de la salud mientras que el
aislamiento social que obstaculiza la participación social se narra como una estrategia de
evitación ante el temor de ser agredidos; el bajo cuidado de la salud y la baja participación
social disminuyen la construcción de la autonomía.
Por otra parte, se observa que la homofobia determina la configuración simbólica y
material de espacios marginales en los que los jóvenes gays ejercen su sexualidad, lo que
impone riesgos específicos para infecciones de transmisión sexual incluyendo VIH-SIDA.
Dado el carácter de anormalidad que altera el orden sexual heteronormativo, los
disidentes sexuales ven restringidos los espacios de expresión de su sexualidad, debido a
la penalización social de sus conductas, los únicos espacios en que se posibilita la
manifestación de la sexualidad entre varones es la clandestinidad, éstos espacios físicos y
simbólicos se caracterizan por condiciones que constituyen situaciones en las que
sobresale el anonimato y la nula o escasa comunicación verbal que dificulta la negociación
consensuada de las prácticas sexuales incluyendo el uso de insumos protectores,
abriendo así el riesgo a la transmisión de infecciones, condiciones a las que hay que
agregar las conductas autodestructivas y los sentimientos de autodevaluación incluidos en
el sufrimiento psíquico y que disminuyen el autocuidado de la salud.
Conclusiones
Pensar en la definición de salud resulta en un debate no concluido y complejo; más aún su
análisis en las poblaciones excluidas por criterios culturales. El enfoque sociomédico ha
profundizado en la identificación de las relaciones entre pobreza, clase social y género con
mayores daños en los pobres, las clases trabajadores y las mujeres, pero el estudio de las
condiciones de salud en las poblaciones altamente estigmatizadas en función de la
sexualidad, es aún un tema pendiente.
Dado que la discriminación a los disidentes sexuales se construye a partir de su
discordancia con el orden heteronormativo; los daños a la salud que presentan se vinculan
precisamente con las condiciones materiales y simbólicas en que ejercen sus prácticas
sexuales. En ese sentido, no es posible evadir el tema del VIH-SIDA, primero porque en
México, como en otras regiones del mundo, este padecimiento muestra sus mayores
índices de transmisión en las relaciones homosexuales (CENSIDA, 2009; CENSIDA
2011); este fenómeno encuentra su explicación precisamente en el rechazo social hacia
las conductas e identidades no heterosexuales, especialmente a partir del establecimiento
de la relación entre la homofobia y el ejercicio de prácticas sexuales sin protección.
Desde su inicio, la pandemia del VIH-SIDA ha tenido sus peores efectos en varones
homosexuales, en su emergencia, el desconocimiento científico y la parálisis estatal,
agudizaron el problema y reflejaron en su máxima expresión la homofobia institucional.
Posteriormente la epidemiología y la salud pública sustituyeron el término grupo de riesgo
por prácticas de riesgo, y evitaron hablar de homosexuales registrando los casos como
resultado de transmisión homosexual; más recientemente se ha difundido la nomenclatura
“hombres que tienen sexo con hombres”; si bien estos cambios buscaron evitar la
discriminación y la estigmatización hacia los homosexuales, se generó una invisibilización
de los grupos más afectados en todas las políticas y campañas de prevención, fenómeno
que se expresa por ejemplo, en la resistencia a la promoción del uso del condón o la
difusión de modelos homosexuales en los medios masivos de comunicación. Los
mensajes de difusión de información para la prevención insisten en estereotipos
heterosexuales en los que la población más afectada no se puede ver reflejada. Pero
efectivamente, el VIH-SIDA no es el único problema de salud que enfrentan los disidentes
sexuales. Como se ha planteado en este análisis, los problemas de salud mental son otro
rubro importante, otro lo es también el homicidio.
Pese a sus limitaciones, el análisis a partir de la definición negativa de salud, es
decir a partir de la enfermedad, nos posibilita la identificación de los principales eventos
mórbidos que presentan los disidentes sexuales y permite la comparación con los
heterosexuales, cuantificando así daños y riesgos. Por su parte, el análisis de la salud, en
términos positivos, incorpora a su marco teórico referentes conceptuales como la
autonomía, las potencialidades humanas y permite establecer los efectos de la
discriminación en los niveles de salud, lo cual permite una mayor caracterización de los
procesos sociales que afectan a la salud.
La virtud de este análisis radica en que a partir de la precisión de las relaciones
entre los procesos sociales y las condiciones de salud, se pueden diseñar líneas de
intervención con las cuales las instituciones del Estado pueden enfrentar las
desigualdades sanitarias, siempre y cuando haya un explícito reconocimiento de éstas, de
la aceptación de la naturaleza social de sus causas, así como de la consideración de los
discriminados como sujetos de derecho.
Una primera medida que se configura a la luz de la evidencia científica, es la
necesidad de eliminar la consideración de las expresiones no heterosexuales como
patologías o como conductas que ameritan penalizarse por representar delitos; no basta
sólo con la eliminación de la homosexualidad de los manuales de enfermedades mentales,
sino también la prohibición de intervenciones terapéuticas de reconversión de la
orientación sexual, que además deben ser consideradas iatrogénicas. Esta medida
contribuye a modificar los discursos institucionales que emiten significaciones negativas de
la homosexualidad promoviendo y justificando la homofobia.
Otra medida necesaria, es otorgar a los disidentes sexuales el mismo estatuto
jurídico que a los heterosexuales, esto mediante el reconocimiento y garantía en el
ejercicio de los mismos derechos, así como la penalización de la discriminación por
orientación sexual; no basta con otorgar el mismo reconocimiento a las uniones entre
personas del mismo sexo así como el derecho a la adopción, también es necesario
modificar las leyes y reglamentos necesarios para el acceso a la seguridad social y la
atención médica de los arreglos familiares homoparentales; los transexuales deben tener
acceso a la reasignación de sexo en las condiciones más seguras de atención médica y
acompañamiento psiquiátrico, así como dar certeza jurídica a su nueva identidad mediante
el cambio de nombre. Reconocerse con los mismos derechos que los heterosexuales,
contribuye a que los disidentes sexuales no se perciban como una alteridad nociva, sino
como expresión de la diversidad en la equidad.
Los servicios médicos deben contar con un enfoque de respeto a la diversidad
sexual que evite la discriminación y prejuicio prevalecientes que desalientan la atención
oportuna y el autocuidado. Los trabajadores de la salud deben ser capacitados para
atender eficientemente la especificidad de los problemas de salud de la población no
heterosexual. Adicionalmente las universidades deben incorporar en los contenidos de los
planes de estudio de las profesiones de la salud, el estudio de la sexualidad con un
enfoque de género y respeto a la diversidad sexual.
Dado que estas medidas están orientadas a modificaciones sobre las estructuras
culturales que hasta el momento, ordenan y orientan la significación y las prácticas con
una base heteronormativa, no hay otra entidad capaz de emitirlas, instrumentarlas y
hacerlas valer, que el Estado. De ahí la radical importancia de reivindicar el carácter laico
del poder público especialmente en los servicios de salud y en la educación. La
construcción de una sociedad más respetuosa de su inevitable y esencial diversidad, pasa
por un espíritu desprejuiciado sobre las expresiones sexuales y claramente orientado a la
aspiración por alcanzar la equidad.
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LA PATOLOGIZACIÓN DE LA DIVERSIDAD Y LAS NECESIDADES DE
ATENCIÓN DE SALUD DE POBLACIONES LGBTTTI
Rafael Mazín
Presentación
Esta reflexión intenta mostrar algunas de las causas y efectos que en materia de salud se
relacionan con los sectores de la disidencia sexual. Desde mi experiencia como asesor en
salud pública para América Latina de la Organización Panamericana de la Salud he podido
comprobar que la patologización de las disidencias sexuales es una causa importante de
muchas de las enfermedades que aquejan a las comunidades de personas no
heterosexuales, por lo que me propongo exponer aquí algunas ideas al respecto y
expresar, hacia el final, algunas líneas que sirvan de guía para la implementación de
proyectos, programas y políticas de atención a la salud pública de dichos sectores.
Algunas Nociones Importantes
Para iniciar con este trabajo me parece conveniente aclarar el uso de algunos de los
términos que son frecuentemente utilizados para referirse a las personas no
heterosexuales.
Me interesa comenzar señalando que la orientación sexual es el reconocimiento
individual y subjetivo de un universo de personas en el que es más probable hallar
relaciones plenas y satisfactorias. La orientación se reconoce por una fuerte atracción, se
experimenta a través de deseo erótico y puede culminar en actividad sexual con alguien
hacia quien la persona se siente atraído/a y a quien se desea. La orientación se percibe y
reconoce a través de una propensión a actuar sobre las atracciones, deseos y
sentimientos eróticos y románticos, y por las acciones mismas.
La orientación sexual se encuentra asociada con la formación de vínculos estrechos
para satisfacer las necesidades humanas de amor, proximidad, afecto e intimidad. La
orientación incluye, pero no se limita, a la actividad sexual, incluye reciprocidad y
compromiso.
Comportamientos sexuales entre dos personas del mismo sexo sin evidencia de
atracciones o deseos no permiten asegurar orientaciones, de ahí los constructos
“Hombres que tienen sexo con otros hombres” (HSH) y “Mujeres que tienen sexo con otras
Mujeres” (MSM), y como un término relacionado, el de “Heteroflexibilidad”, que es un
constructo usado por personas cuya identidad es heterosexual, aunque ocasionalmente
tengan relaciones con personas del mismo sexo.
Algunas reflexiones sobre homosexualidad
Según múltiples autores (Foucault, 1980; Hinsch, 1992; Tremblay y Ramsay, 2004;
Greenberg, 1990; Murray, 2002), la noción moderna de homosexualidad y orientación
sexual son constructos occidentales.
Kertbeny y Jager comienzan a usar el término homosexual, mismo que en 1886
Richard Von Krafft-Ebing usó por primera vez junto con el de heterosexual, en su texto
Psychopathia Sexualis (Brookey, 2002). Según Foucault (1980), antes del siglo XVIII, la
homosexualidad no existía como identidad y las referencias se hacían al acto sexual en sí,
llamándole “sodomía”, “actos contra-natura”, “abominaciones”, “inversión”, entre otros
poco edificantes.
En este contexto, asociada con “pecado”, “infracción”, “amenaza al orden social”, la
homosexualidad fue penalizada por instituciones religiosas y por las leyes del Estado a
partir de legislaciones anti-sodomía. El término entra al lenguaje a través de la tradición
taxonómica decimonónica, en la que se la ve como una “inversión” y una “desviación de la
normalidad”.
Ya para finales del siglo XIX y comienzos del XX, para los estudiosos de la
conducta sexual humana, tales como Ulrichs, Von Krafft-Ebing, Hirschfield, Havelock Ellis,
Freud y Jung, la noción de “inversión” no es compatible con la “normalidad” impuesta por
las rígidas reglas sociales. Freud particularmente considera a la homosexualidad como
una interrupción en el desarrollo psicosexual. La sexualidad homosexual es vista por el
psicoanálisis como “incompleta”, “inacabada”, “inmadura” y por ello “imperfecta”.
Es solo hasta finales del siglo XX que se acuña, fundamentalmente a partir del
activismo social reivindicativo, el término gay, que implica una identidad y sentido de
pertenencia a un grupo social con ciertos elementos distintivos y de manera reivindicativa.
Los primeros estudios a escala del Comportamiento Sexual Humano se realizaron
en 1948 y 1953 por Alfred Kinsey y su equipo, el cual encontró que 46% de los sujetos
masculinos estudiados reportaron algún tipo de reacción a personas de ambos sexos en el
curso de su vida. Más aún, el 37% reportaron alguna experiencia homosexual hasta el
orgasmo en algún momento de sus vidas. Pero el hallazgo que más llamó la atención de
su estudio, es que en su muestra se identificaron diferentes “gradientes de
homosexualidad” (ver tabla 3).
Tabla 3
Gradientes de homosexualidad, según Kinsey
HETEROSEXUAL
0
1
HOMOSEXUAL
2
3
Creación del autor
4
5
6
Pero ¿qué tan común es la homosexualidad? Los datos varían de un país a otro. En
un estudio de 1992 hecho en Gran Bretaña, (Johnson, et. al, 1992), 6.1% de hombres
reportó que alguna vez había tenido prácticas homosexuales. En Francia (Tisdal, 2010),
4.1% reportó lo mismo en una encuesta en 2003, mientras que 12% de hombres noruegos
y 20% de Neozelandeses, en 2006 reportaron “algún tipo de emoción, sin necesariamente
actuar sobre ella”, aunque 2.5% se identificaron como homosexuales (Tisdal, 2010). Más
recientemente, en una encuesta (The Guardian, 2008) en el año 2008, 6% de hombres en
Gran Bretaña definían su orientación como homosexual, y para las elecciones
presidenciales de 2004 en los Estados Unidos 2008
(The Advocate, 2008), 4% del
electorado se auto-identificó como gay, lesbiana o bisexual.
En el Censo de Población de los Estados Unidos de Norteamérica del año 2000
(Smith y Gates, 2001), se contabilizaron 601,209 hogares con parejas del mismo sexo,
mientras que en Brasil (Brazilian Institute of Geography and Statistics, 2010) la cifra de
parejas casadas del mismo sexo reportada por el Censo Nacional de 2010 fue de 60,000.
Revisando toda la evidencia disponible, el porcentaje de hombres que en un momento
dado, en cualquier lugar del mundo, tiene identidades y prácticas homo o bisexuales, se
encuentra en rangos de entre 0,5-1% y 5-8% de toda la población masculina sexualmente
activa. Combinando resultados censales, encuestas y análisis demográficos, Gary Gates
calcula que en 2011, un 3.5% de Adultos Estadounidenses se auto-identificarían como
gay, lesbianas o bisexuales y 0.35 como transgénero (Gates, 2011).
La población femenina que tiene atracción y actividad sexual con personas de su
mismo sexo es menos conocida y ha estado tradicionalmente invisibilizada. Aunque existe
un cálculo acerca de que el porcentaje es aproximado a la mitad del total de hombres, no
hay razón ni justificación para explicar esa estimación.
Por su parte, las cifras acerca del tamaño de las poblaciones transgénero,
transexual y travesti, son totalmente inciertas, porque cada letra expresa fenómenos,
vivencias, orientaciones, identidades y prácticas muy diversas y diferentes entre sí.
Enfermedades asociadas a la disidencia sexual
Las enfermedades que pueden llamarse asociadas a la disidencia sexual son variadas, y
como alude el tema de esta mesa, van más allá del VIH/SIDA. Cabe aclarar que cuando
señalo que son enfermedades asociadas a la disidencia sexual es porque su presencia en
personas no heterosexuales suele ser más frecuente y, en el caso de algunas de ellas su
presencia se debe a las condiciones del contexto que rodea a estas personas, como es el
caso de las enfermedades de tipo emocional o social.
En cuanto a VIH/SIDA se refiere, es posible mencionar que al menos el 25% de las
personas que viven con HIV en Latinoamérica y el Caribe son HSH (WHO, 2010) los
cuales tienen una prevalencia de entre 5-20% más alta que en el resto de población
masculina (WHO, 2010). Menos de 35% de HSH conocen su estado serológico y más del
30% reportaron haber tenido sexo anal desprotegido la última vez que tuvieron relaciones
con otro hombre (WHO, 2010).
Aunado a ello, algunos HSH son usuarios de distintos tipos de drogas y/o tienen
sexo transaccional, es decir, a cambio de alguna sustancia. En contraparte, menos de 2%
de los recursos que se destinan a la prevención y tratamiento del VIH están destinados al
sector de HSH (The Global HIV Prevention Working Group, 2009)
Debido al contexto de homofobia y estigma asociado con la condición de no
heterosexualidad, las enfermedades emocionales como la ansiedad y la depresión, o las
sociales, como el abuso en el uso de alcohol y tabaco son desproporcionadamente más
elevados entre HSH y otros miembros de la disidencia sexual.
Por si fuera poco, los hombres gay y otros HSH y la población de personas
Transgénero (incluyendo travestis y trasexuales) son repetidamente maltratados,
hostigados, insultados, golpeados e incluso asesinados, con el agravante de que pocas
veces alcanzan acceso a los sistemas de defensa y justicia o a la reparación del daño.
Esto es así, entre otras cosas, porque persiste aún el “fundamentalismo científico”
que respalda creencias que ya han sido disipadas por la propia ciencia, por ejemplo, en
1952, la American Psychiatric Association, APA, incluyó en su primer Manual de
Diagnóstico y Estadísticas de Enfermedades Mentales (DSM)26 a la homosexualidad como
un trastorno. En 1973 fue removida del DSM con una declaración: “la homosexualidad per
se no conlleva impedimento en juicio, estabilidad, confiabilidad o capacidades sociales y
vocacionales”. En 1975, la American Psychological Association (Asociación Psicológica
Americana) adoptó la misma posición de la APA y urgió a todos los profesionales de la
salud a “asumir un rol protagonista en la remoción del estigma que durante largo tiempo
26
La APA publica en este manual, periódicamente revisado (1952, 1968, 1980, 1987, 1994, 2000) los criterios
diagnósticos y rasgos definitorios de los trastornos mentales; a partir de DSM III (1980) se dejan de usar modelos
psicoanalíticos y se utiliza la evidencia para describir enfermedades y trastornos. La edición vigente (2000) se conoce
como DSM-IV-TR, que sirve como referencia para manuales similares en diversos países.
ha asociado orientaciones homosexuales con enfermedad mental”. Incluso, el Manual de
Clasificación de Trastornos Mentales de la República Popular de China fue modificado en
2001 para remover la homosexualidad de sus páginas.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el Manual de
Clasificación
Internacional
de
Enfermedades
(ICD
-9)
de
1977,
incluyó
a
la
homosexualidad como una enfermedad mental. Sin embargo, el 17 de mayo de 1990,
urgida por la 43a. Asamblea Mundial de la Salud, el organismo mundial removió la
homosexualidad de la ICD-10. Por la razón anterior, el 17 de mayo se ha convertido en
una ocasión, una jornada, en la que se celebra el Día Mundial contra la
Homofobia/Lesbofobia y Transfobia.
No obstante lo anterior, en la actualidad aún existen personas que, con base en
una supuesta sustentación científica pretende justificar el rechazo, la negación de
derechos y el estigma y discriminación con la que pretenden influir en políticas públicas. El
poder de estos grupos es peligroso pues a través de ellos se pretende implementar
políticas, dictámenes civiles, penales, laborales y administrativos desventajosos para
aquellas personas que se consideran fuera del orden natural y social, lo mismo que
prácticas médicas nocivas y contrarias a las ciencias médicas, que son verdaderas
justificaciones para la opresión y la manipulación.
Por ello es importante insistir una vez más que las atracciones, orientaciones y
comportamientos sexuales entre personas del mismo sexo son variantes normales del
comportamiento sexual humano, que es la estigmatización la que genera tensión y estrés
a lo largo de la vida de las personas no heterosexuales y es eso lo que causa impacto
sobre la salud mental de tales personas, no la orientación en sí. Las personas
homosexuales pueden tener vidas muy satisfactorias y establecer relaciones de
compromiso, así como familias que no difieren sustancialmente de las heterosexuales. En
tal sentido, no existen estudios empíricos ni literatura revisada por pares que apoye las
teorías que asocian la orientación homosexual o identidad transgenérica con disfunción
familiar o trauma infantil. Los “tratamientos” de “reconversión” no tienen ningún
fundamento científico y sí una gran base de prejuicio y discriminación causante de grave
daño emocional.
A continuación y a manera de cierre, me gustaría enlistar algunas de las ideas que
me parece importante considerar para intervenciones en materia de salud en relación con
personas no heterosexuales.
Prioridades del Secretariado de la Organización Panamericana de la Salud
- Énfasis en disminuir las inequidades en acceso a los servicios sin perder logros
alcanzados
- Foco en poblaciones y grupos en mayor riesgo
- Mejoramiento en acceso a tratamiento y utilización de servicios, con reducción de
mortalidad
- Desarrollar la competencia de proveedores (médicos, enfermeras, técnicos
médicos,
etcétera)
para
atender
a
personas
homosexuales,
bisexuales,
transgénero, lesbianas e intersexuales con calidad, calidez y respeto.
Prioridades OMS/OPS en 2011- 2012
- Integradas con la Estrategia de los “Tres Ceros” del ONUSIDA
a) Cero nuevas infecciones;
b) cero muertes por SIDA;
c) cero discriminaciones
- Sustentadas en cuatro pilares:
a) fortalecimiento de la prevención y atención integral;
b) alcance de logros amplios en salud a través de la respuesta en VIH;
c) robustecimiento de sistemas de salud y
d) reducción de vulnerabilidades y remoción de barreras para acceso y utilización
de servicios
Desafíos en ciernes 2011-2012
- Discriminación, maltrato y violencia en la sociedad, la familia, el entorno inmediato.
- Estigma, discriminación, homofobia, maltrato, acoso, desapego, indiferencia y
violencia flagrantes en el sector salud
- Fundamentalismo, ignorancia, temor, odio, falta de espíritu de solidaridad y
compromiso
Condiciones necesarias para una respuesta efectiva en 2011-2012
- Sinergias inter-programáticas, acciones sincrónicas, convergencia de agendas y
actividades y uso de evidencia.
- Sensibilización, capacitación, desarrollo de habilidades.
- Políticas de cero tolerancias a la intolerancia.
Colaboración con las Organizaciones de la Sociedad Civil.
Fuentes
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www.ibge.gov.br/english
Brookey, R. (2002). Reinventing the Male Homosexual. The rhetoric and Power of
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Calgary, Edmonton, Alberta, disponible en http://people.ucalgary.ca/~ramsay/suicidehomosexuality/index.htm
WHO/UNAIDS 2010 Report on the HIV Epidemic, UNAIDS, disponible en
www.unaids.org/globalreport/Global_report_es.htm
Acerca de los autores y autoras
Martí Batres Guadarrama
Nació en la Ciudad de México, estudió el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria
7 y la licenciatura en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de
México. Tiene un diplomado en Gerencia Política y Opinión Pública de la Universidad
George Washington. Inició su carrera política en la UNAM, siendo líder estudiantil en la
Escuela Nacional Preparatoria 7. Fue uno de los principales activistas del Consejo
Estudiantil Universitario. Posteriormente fundó varias organizaciones sociales, como la
Unión popular nueva Tenochtitlán y la Unión de vecinos de la colonia Doctores. Se
desempeñó como diputado local de la primera Asamblea Legislativa del Distrito Federal,
diputado federal a la LVIII Legislatura, en la que fungió como coordinador del grupo
parlamentario del PRD. En 2003, empezó su trayectoria en el Gobierno del Distrito
Federal, al ser nombrado Subsecretario de Gobierno en la administración de Andrés
Manuel López Obrador. De abril de 2005 a diciembre de 2006, se desempeñó como
presidente del Partido de la Revolución Democrática en el Distrito Federal. De 2006 a
2011, se desempeñó como Secretario de Desarrollo Social en el Gobierno del Distrito
Federal.
Gloria Careaga Pérez
Es psicóloga social, feminista y activista LGBT de la Ciudad de México. Desde 1979 es
profesora en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Es cofundadora del Programa Universitario de Estudios de Genero (PUEG), del
que fue directora durante diez años (1992-2004). Allí estableció el departamento de
Estudios de la Diversidad Sexual. Ha coordinado varias antologías y publicado
innumerables artículos y colaboraciones en libros. También ha sido asesora de
administraciones nacionales e internacionales. Es cofundadora y miembro de la dirección
de El clóset de Sor Juana, uno de los grupos lésbicos más antiguos de México. También
es cofundadora de la Fundación Arcoíris, un grupo que estudia e investiga la sexualidad.
Es representante de la región LAC (Latinoamérica y Caribe) en la ejecutiva de la
International Lesbian and Gay Association (ILGA).
Gabriel Gallego Montes
Doctor en Estudios de Población por El Colegio de México, A.C. Maestro en Planeación y
Administración del Desarrollo Regional de la Universidad de los Andes en Bogotá y
profesional en Desarrollo Familiar por la Universidad de Caldas, Manizales, Colombia.
Desde el año 2000 es profesor de tiempo completo del Departamento de Estudios de
Familia en la Universidad de Caldas, Colombia. En 2008 fue galardonado con el premio
“Gustavo Cabrera” a la mejor investigación en Demografía y los Estudios de Población en
México, con el trabajo “Patrones de iniciación sexual y trayectorias de emparejamiento
entre varones en la ciudad de México: una mirada biográfica-interaccional en el estudio de
la sexualidad”.
Su producción académica se encuentra publicada en las revistas
Sexualidades, Revista Mexicana de Salud Pública y Revista Latinoamericana de Estudios
de Familia. Es autor del libro Demografía de lo otro (2010), publicado por El Colegio de
México A.C. ISSN 978-607-462-108-2.
José Arturo Granados Cosme
Es médico cirujano, Diplomado en Promoción de la Salud y Especialista en Ciencias
Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Candidato a Doctor en
Antropología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Profesor Investigador
Titular C, adscrito al Departamento de Atención a la Salud de la UAM; actualmente es
Coordinador y Profesor de la Maestría en Medicina Social, además imparte docencia en la
Licenciatura de Medicina y en la Maestría en Políticas Públicas, es director de la revista
“Salud Problema” y miembro del Cuerpo Académico Determinantes Sociales en Salud de
la UAM. Su línea de investigación se orienta a evaluar el impacto de la homofobia en las
condiciones de salud de las minorías sexuales y la intervención pública para su prevención
y erradicación.
Rafael Mazin
Médico cirujano por la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo un grado de
maestría en salud pública por la Universidad George Washington en los Estados Unidos.
Trabaja con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) desde hace 22 años y su
cargo actual es el de Asesor Senior en VIH, ITS y hepatitis. Sus empleos previos han sido
con otras agencias del sistema de Naciones Unidas, también en el campo de prevención
de transmisión de VIH y promoción de salud sexual. Su experiencia en el campo de salud
sexual y sexualidad humana se remonta al año 1976 cuando trabajó por algunos meses
en el Consejo Nacional de Población (CONAPO) en el entonces muy importante proyecto
nacional de educación sexual. En Brasil trabajó por casi cuatro años en el área de
educación sexual y salud sexual y de ahí partió a trabajar con la UNESCO y más tarde con
OMS y OPS. Desde la plataforma de prevención de VIH e ITS ha empeñado esfuerzos por
avanzar la agenda de promoción de salud sexual y de plena aceptación e integración de la
diversidad sexual en la sociedad.
Mariaurora Mota Bravo
Estudió Matemáticas en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM) con acentuación en Filosofía de las Ciencias. Vivió 6 años en Waterloo,
Canadá donde obtuvo las maestrías en Sistemas Computacionales y Sistemas de
Manufactura. Durante tres años fue investigadora en el Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Monterrey (ITESM). En 1994, pasó un año en la Universidad de Edmonton
en Alberta, Canadá en donde comenzó a interesarse en los Estudios de Mujeres, Ética y
Política. A partir de su regreso a Monterrey, fue fundadora del movimiento feminista de
esta ciudad y de la diversidad sexual. En 1998 fundó la organización Género, Ética y
Salud Sexual AC (GESS) que dirige hasta la fecha. Durante 8 años dirigió el proyecto
Oasis – Centro de la Diversidad que fue un centro en donde se atendía a jóvenes gays,
lesbianas, bisexuales y transgénero y se trabajaba en la prevención del vih/sida. Es
autodidacta en temas de género y sexualidad. Durante 2 años fue la representante en
Monterrey de Católicas por el Derecho a Decidir y actualmente forma parte de las redes
nacionales Milenio Feminista, Democracia y Sexualidad (DEMYSEX) y es vocal de la
Federación Mexicana de Salud Sexual y Sexología (FEMESS). Imparte talleres, platicas y
conferencias sobre sexualidad, diversidad sexual, género, ética, laicismo y derechos
humanos.
Angie Rueda Castillo
Es licenciada y maestra en Sociología, con estudios de Doctorado en Ciencias Sociales en
la Universidad Iberoamericana. Consultora en temas de derechos humanos y no
discriminación de la población de la diversidad sexo-genérica. Mujer transexual y activista
del Frente Ciudadano Pro Derechos de Transexuales y Transgéneros (Frente Trans).
Actualmente colabora en la Jefatura de Servicios de Derechos Humanos y Participación
Social de la Subdirección de Atención a la Derechohabiencia del ISSSTE. Modelo, actriz y
escritora.
Héctor Miguel Salinas Hernández
Nació en la Ciudad de México. Es licenciado en Ciencia Política y Administración Pública,
Maestro en Administración Pública y Doctor en Ciencias Políticas y Sociales, por la
Universidad Nacional Autónoma de México. Fue profesor en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México durante seis años,
luego fue profesor en universidades privadas. Entre 2008 y 2010 se desempeñó como
secretario nacional de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres,
AMEGH. Trabajó tres años como jefe de departamento en la Comisión Nacional de
Derechos Humanos, siendo responsable del programa de capacitación sobre Derechos
Humanos y VIH/SIDA, desde donde compartió procesos de capacitación con
organizaciones de la sociedad civil de todo el país. También trabajó como coordinador de
voluntarios en el área de capacitación de Consejo Nacional para la Prevención y Control
del SIDA durante ocho años. Actualmente labora en la Universidad Autónoma de la
Ciudad de México como profesor investigador de tiempo completo.
Patricia Vaca Narvaja
Nació en la Ciudad de Córdoba, República de Argentina. Es instrumentista quirúrgica,
egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba. Fue
fundadora y Presidenta de la Asociación Civil Consumidores Argentinos - Asociación para
la Defensa, Información y Educación del Consumidor. Fue Diputada por la Provincia de
Córdoba, entre los años 2005 y 2009 y durante todo su mandato, por elección de sus
colegas, se desempeñó como Vicepresidenta 1º de la Honorable Cámara de Diputados de
la Nación. Actualmente es embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la República
Argentina en México.
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