POLÍTICAS PÚBLICAS, NUEVOS ENFOQUES Y ESCENARIOS DE LA DISIDENCIA SEXUAL Compilación y Estudio Introductorio: Héctor Miguel Salinas Hernández (Registro de derechos de autor sobre el contenido de este documento: 03-2012-013010580900-01) PRESENTACIÓN Héctor Miguel Salinas Hernández Los Encuentros sobre Disidencia Sexual en México, como eventos académicos, tienen sus antecedentes en 2004, cuando desde el Departamento de Estudios Sobre Movimientos Sociales del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, se convocó a un grupo de académicos cuyos temas de investigación giraban en torno a las no heterosexualidades, para que en un evento académico compartieran sus inquietudes investigativas y generaran un intercambio de ideas respecto a sus proyectos de trabajo. Nace así el “Encuentro Nacional de Escritor@s (sic): Escrituras y homosexualidad”. Como resultado de este primer ejercicio, el grupo de personas allí reunidas nos dimos a la tarea de convocar un segundo ejercicio de reflexión respecto a la temática de la no heterosexualidad, abriendo la convocatoria a un grupo más amplio de personas que estuviesen estudiando la materia. Como resultado de esa invitación, convocada por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, se realizó la segunda emisión de este encuentro, al que quienes integramos el Comité Organizador decidimos cambiar el nombre con la intención de abrir el espectro de las participaciones hacia personas que se encontraran trabajando no solo sobre las homosexualidades, como sugería el nombre del primer Encuentro, sino en general sobre lo que denominamos “Disidencia Sexual”, y sobre las identidades que en torno a ella se construyen. De tal manera, del 27 al 29 de octubre de 2005, se realizó el “Segundo Encuentro Nacional de Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas”, efectuado en la ciudad de México bajo los auspicios de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y el invaluable apoyo del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, CONAPRED, entonces presidido por don Gilberto Rincón Gallardo. La tercera emisión del Encuentro, sin que existiera variación alguna en su nombre, corrió a cargo del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales y de la Facultad de Filosofía de la Universidad Veracruzana, quienes convocaron a su realización del 18 al 20 de octubre de 2006, y que se realizó en sus instalaciones. También con la misma denominación, pero ya con una organización bianual con la intención de permitir la maduración de algunos de los proyectos presentados en la tercera emisión, se convocó a la realización del Cuarto Encuentro, cuya responsabilidad corrió a cargo del Colegio de Antropología Social de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, que organizó en coordinación con la organización civil “Erósfera”, y con apoyo de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Fue también la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, con el apoyo de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, y la Dirección General de Igualdad y Diversidad Social de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal, quien organizara la quinta emisión del Encuentro, que esta vez cambió de nombre para facilitar más la confluencia de las personas interesadas en la temática, denominándose “V Encuentro de Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas”, (se dejó fuera el término escritores). Desde sus orígenes, el propósito fundamental de estos encuentros ha sido dar voz a quienes desde los ámbitos académicos se encuentran escribiendo respecto a la temática, con la premisa de que estos temas debían encontrar en las aulas universitarias un espacio propio de discusión y debate. Por fortuna, cada vez más y de manera más profesional, la disidencia sexual ha encontrado carta de naturalización en los campi universitarios y cada vez con más frecuencia es posible encontrar eventos destinados a su discusión. En este sentido, es indiscutible la importancia del impulso dado a este hecho desde las convocatorias del Encuentro. El “V Encuentro de Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas” se desarrolló en la ciudad de México del 8 al 10 de junio de 2011, en el marco de los trabajos desarrollados por el Programa de Estudios en Disidencia Sexual de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. El libro que tienen en sus manos refleja el trabajo colectivo de un grupo de personas que se involucraron en la realización del “V Encuentro de Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas” y contiene las ponencias magistrales que se presentaron durante el desarrollo del Encuentro. El programa del V Encuentro tuvo como eje conductor a las políticas públicas que se han venido estableciendo para atender las demandas de los sectores del movimiento social de la disidencia sexual a lo largo del continente Latinoamericano, así como los nuevos enfoques y escenarios que estas políticas han construido dentro de las realidades nacionales en los que han tenido efecto. Así, el Programa del evento contempló tres mesas redondas de carácter magistral, además de 47 ponencias distribuidas a lo largo de 17 mesas temáticas, en las que participaron ponentes provenientes de Universidades y Centros Académicos de Brasil, Colombia, Ecuador, Chile, Estados Unidos y México. Se presentaron, además, cuatro libros sobre la temática. Las mesas redondas magistrales se conformaron de la siguiente manera: “Políticas de Disidencia Sexual en América Latina”, con la participación de la excelentísima señora Patricia Vaca Narvaja, Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria de la República de Argentina en México; y del licenciado Martí Batres Guadarrama, Secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal. “Nuevos Modelos Familiares: Matrimonio, Adopción y Familias Diversas en las Sociedades Contemporáneas”, en la que participaron la Doctora Gloria Careaga, Secretaria General de la International Lesbian and Gay Asociation, ILGA; y el Doctor Gabriel Gallegos, miembro del Departamento de Estudios de Familia de la Universidad de Caldas, Colombia, y director de la Revista Latinoamericana de Estudios de Familia. “El Derecho a la Protección de la Salud de los Sectores de la Disidencia Sexual. Más allá del VIH: La Salud como un Derecho Humano”, participando en ella el Doctor. Rafael Mazín, asesor para el Área de Salud de la Familia y la Comunidad de la Organización Panamericana de la Salud, con sede en Washington D.C; el Maestro Arturo Granados del Departamento de Atención de la Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana en la ciudad de México; la Maestra Mariaurora Mota, Presidenta de Género, Ética y Salud Sexual AC, de Nuevo León, México; y la Maestra Angie Rueda, Subjefa del Departamento de Programas de Equidad de la Jefatura de Servicios de Derechos Humanos y Participación Social del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, e Integrante del Frente Ciudadano Pro Derechos de Transexuales y Transgéneros, Frente Trans. Las líneas temáticas sobre las que discutieron las mesas de presentación de trabajos fueron las siguientes: • Identidades sexuales y genéricas: trans, intersex, lésbicas, gays, bisexuales; • Cibersexo y uso de nuevas tecnologías; • Trabajo sexual; • Homoerotismos; • Formas de conformación familiar; • Homofobia y formas diversas de violencia sexual; • Exclusión por raza, etnia y clase; • Materialización de los cuerpos: moda, estética corporal; • Políticas públicas y espacio público; • Nuevos enfoques teóricos; • Derechos Humanos y derechos sexuales y reproductivos; • Expresiones artísticas de la diversidad sexual. Los libros presentados fueron: “Florilegio de deseos”, de Mauricio List y Alberto Teutle; “El Coloquio de las Perras”, de Antonio Marquet; “Políticas de Disidencia Sexual en América Latina. Sujetos sociales, mercado y gobierno en México, Bogotá y Buenos Aires”, de Héctor Salinas; y “México se escribe con J”, de Michel Schussler y Miguel Capistrán. Deseo agradecer ampliamente a las instituciones y personas que se involucraron en este proyecto de manera decidida y sin cuyo aporte el V Encuentro no hubiera podido ser el exitoso evento que fue. En primer lugar, a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) y la Dirección General de Igualdad y Diversidad Social (DGIDS) de la Secretaría de Desarrollo Social del Distrito Federal, por su hospitalidad y su compromiso institucional para con el evento y con los derechos de los colectivos sociales de la disidencia sexual. Asimismo, deseo manifestar mi reconocimiento al Doctor Mauricio List Reyes y al Maestro Javier Gutiérrez Marmolejo, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y de la UACM, respectivamente, por su participación en el Comité Académico del evento. También a las licenciadas Ileana Esparza y Norma Angélica López, de la CDHDF y DGIDS respectivamente, por su trabajo en el Comité Organizador del mismo. No menos importante resultó el aporte de Óscar Madrigal, Miriam Ramírez y Laura Flores, alumnos de la carrera de Ciencias Políticas y Administración Urbana de la UACM, quienes colaboraron en las tareas de la logística y organización. Finalmente, a quienes depositaron su confianza en este evento y aceptaron participar como ponentes magistrales; a quienes presentaron sus trabajos de investigación, y al amplio y numeroso público que asistió a los trabajos de este evento. Contenido La primera mesa magistral del Encuentro, “Políticas de Disidencia Sexual en América Latina”, corrió a cargo de la Excelentísima señora Embajadora de la Argentina en México, Patricia Vaca Narvaja, y del Secretario de Desarrollo Social de la ciudad de México, Martí Batres Guadarrama. El propósito de esta mesa fue presentar los avances que en materia de reconocimiento de derechos para los sectores no heterosexuales han tenido verificativo tanto en la nación Argentina, como en la ciudad de México, como ejemplos de lo que está sucediendo en Latinoamérica. Tanto la embajadora Vaca como el secretario Batres abordaron principalmente la aprobación de los cambios en la figura jurídica de matrimonio en el marco normativo de sus respectivas representaciones, como uno de los logros más visibles y simbólicos, de lo que significa hoy el reconocimiento de derechos para personas no heterosexuales. Al respecto, Vaca Narvaja, comenta que “las modificaciones del Código Civil argentino, traducido como ‘matrimonio igualitario’, marcó en el 2010 un hito más en una serie de políticas públicas inclusivas llevadas a cabo desde el 2003 por un Estado presente y generador de espacios participativos a la sociedad civil organizada, y legitimada por un enriquecedor y respetuoso debate legislativo que el juego democrático propone y dispone”. Asimismo, en su ponencia, la embajadora Vaca señala el largo camino que han venido recorriendo estas reivindicaciones en la Argentina, marcando que “el derrotero de esas iniciativas recorrió más de 20 años”, pues a pesar de la presión de diversos grupos organizados y legitimados en la sociedad, y a pesar de que se trata de demandas de “uno de los colectivos o grupos sociales que mayor discriminación ha sufrido a nivel social, era nada más y nada menos que el Estado el primer discriminador a partir del Código Civil”. A diferencia de la Argentina, donde este reconocimiento es de carácter federal, la ciudad de México, de acuerdo con Batres, es “como una suerte de isla, una isla de derechos humanos donde nosotros tenemos ciertas particularidades” que no viven en el resto de la república mexicana, situación que requiere seguir impulsándolas en el ámbito federal. Por eso, de acuerdo con la presidenta de Argentina Cristina Fernández (citada por Vaca Narvaja), en esa nación “en realidad no hemos promulgado una ley, hemos promulgado una construcción social” por lo cual, con las disposiciones que aprobaron el matrimonio universal, “también debía producirse una afectación respecto del régimen jurídico de la adopción, así como en otras instituciones ajenas al Código Civil pero incardinadas igualmente en la configuración institucional de la familia”. Batres coincide cuando afirma que “la diversificación de las familias está ocurriendo en el mundo entero, es algo que discuten entre otros países como en España, Estados Unidos; en México apenas comienza esa discusión”, pero existe la disposición de seguir impulsándola pues se trata de “un capitulo abierto y vamos a tener que dar nuevas discusiones con las comunidades, con la sociedad, con la academia, con el mundo jurídico, con los legisladores y legisladoras, para nuevas transformaciones, de tal forma que nosotros tengamos en la igualdad un horizonte general”. La familia, así, se presenta como uno de los reacomodos sociales más importantes en las sociedades contemporáneas. Sobre ello versaron las ponencias de la segunda mesa magistral del Encuentro, denominada “Nuevos Modelos Familiares: Matrimonio, Adopción y Familias Diversas en las Sociedades Contemporáneas”, en la que participaron los académicos Gabriel Gallego y Gloria Careaga, y cuyo propósito fue comprender las nuevas conformaciones familiares que se han establecido a partir de la conquista de derechos por los sectores no heterosexuales, particularmente el derecho al matrimonio universal. En su trabajo, Gallego asegura que el estructural-funcionalismo constituyó la piedra angular sobre la cual se cimentó el campo de estudio de la familia, y que “cuando se habla de diversidad familiar se reconoce muy tímidamente las organizaciones familiares que socavan la herencia de la modernización”, es decir, aquellas que no están “basadas en la tendencia a la nuclearización, el patriarcalismo y la trilogía de prestigio, soportada en la heterosexualidad, el parentesco y la corresidencia”. Para el académico, “cualquier disertación académica, discurso ético-religioso y políticas públicas del Estado en torno a este grupo social tienen como sustento esta trilogía”. Y más adelante se pregunta: ¿qué sucede cuando las cosas no funcionan como convencionalmente han funcionado?, ¿cuando la corresidencia y especialmente la heterosexualidad no son la norma para todos los arreglos domésticos, debemos seguir hablando de “la familia”? o ¿éstas rupturas implican construir nuevas categorías de análisis para ampliar la noción hasta ahora conocida? Para responder a las preguntas anteriores, Gallego propone re-conceptualizar la familia, y no “añadir” o asimilar las nuevas organizaciones familiares a la concepción establecida. Para él, rótulos como “polimorfismo familiar de nuestro tiempo” o “diversidad familiar”, son expresiones acríticas que reflejan una supuesta variedad de organizaciones familiares, pero que en realidad reflejan de manera inadecuada las nuevas realidades. Sobre las parejas del mismo sexo, el investigador de la Universidad de Caldas señala que el establecimiento de parejas de gays y lesbianas -al ser un arreglo doméstico minoritario- no desentona con los propósitos demográficos de nuestro tiempo, de ahí su permisividad y visibilidad social; no obstante, el debate sobre la homoparentalidad hace resurgir las discusiones en torno a la función reproductora de la familia y la exclusividad de la descendencia por esta vía. Para demostrar lo anterior, Gallego presenta una serie de datos duros producto de múltiples investigaciones, que demuestran las formas en las que las parejas de gays y lesbianas establecen uniones de pareja, así como la forma en la que instauran relaciones de parentalidad en el seno de esas uniones. El investigador concluye aseverando que una nueva perspectiva teórica de la familia debe partir de la deconstrucción del concepto de familia. Por su parte, Gloria Careaga presenta un recuento de los cambios recientes que ha sufrido la institución familiar, sobre todo a partir de los impulsos de la discusión de género y sexualidad, que en las Conferencias internacionales sobre el tema han impulsado los grupos feministas. Para la doctora Careaga, en muchos de nuestros países con antecedentes coloniales, los discursos burgueses de autodominio y de la familia ideal y su codificación legal, han conformado, sin duda alguna, los debates sobre sexualidad. Por fortuna, esta discusión que ha tomado ya más de 20 años, llevada hasta los espacios internacionales, ha sido un logro conjunto de feministas y personas LGBTI. Careaga realiza en su trabajo un amplio recuento de la manera en la que se construyó el proceso para arribar al matrimonio universal en la ciudad de México, como una forma de modificar ciertos esquemas en los que se cimienta la familia tradicional. Para ella, esta lucha por la protección de los derechos de las parejas del mismo sexo, derecho que poco a poco se ha ido conquistando, se intensificó claramente con la aparición de la epidemia del VIH-SIDA, y ha sido la forma de lucha que en América Latina ha logrado articularse de manera preponderante. En medio de este análisis, en el que presenta los debates entre conservadurismo y grupos que defendían el matrimonio entre parejas del mismo sexo, reconoce: “sé que resulta un tanto esquizofrénico. Nosotros defendiendo el matrimonio y ellos cuidando la laicidad”, pues a decir de la autora, como en muchas otras ocasiones, la polarización y la emergencia de avanzar aprovechando la coyuntura eludió el debate de fondo, generando muchas veces un falso debate. A pesar de lo anterior, la autora se congratula de haber entrado “por la puerta grande a los debates más actuales a nivel mundial”, pues si bien el matrimonio es una institución de privilegios, que sostiene la heteronormatividad y que es pilar de lo que Foucault llamó la biopolítica, ha sido inyectado de categorías para las definiciones de género y de la sexualidad misma que han traído aires refrescantes que nos obligan a imaginar otros mundos. La tercera mesa “El Derecho a la Protección de la Salud de los Sectores de la Disidencia Sexual. Más allá del VIH: La Salud como un Derecho Humano”, tuvo como propósito abordar las problemáticas de salud de diversos colectivos no heterosexuales, trascendiendo el tema de VIH/SIDA, y abordando los demás problemas de salud que les aquejas; así, la maestra Angie Rueda explicó la compleja problemática de salud que viven las personas transgénero, la maestra Mariaurora Mota se refirió a la problemática de salud en las mujeres lesbianas, y el maestro Arturo Granados abordó los problemas de salud que viven los varones gay. Finalmente, el doctor Rafael Mazín hizo un abordaje globalizador de las tres problemáticas presentadas en la mesa. Rueda, en su trabajo, realiza un amplio recorrido por la legislación, tanto internacional como nacional, que se refiere a la salud de las personas Trans, parte de la idea de que “las circunstancias en que se desarrolla la existencia de las personas con una condición transexual, transgenérica y travestista están caracterizadas por los prejuicios, estereotipos, estigmatización, discriminación y violencia arraigados en el sistema sexogénero imperante” y por ello, los problemas de salud de este sector están plenamente relacionados con el estigma y la discriminación. Luego de abordar de manera amplia los acuerdos internacionales suscritos por México en materia de salud y de revisar la legislación mexicana al respecto, Rueda presenta lo que llama “principales demandas de personas Trans”, en las que desataca la reasignación y reafirmación de sexo, las terapias de hormonización adecuada y la despatologización de la condición Trans, entre otros temas. Por su parte, Mota presenta un análisis de los problemas de salud de las mujeres lesbianas, lo hace con base en la revisión de cinco investigaciones, las cuales coinciden en indicar que la lesbofobia implica una especificidad concreta, porque las lesbianas sufren discriminación por distintos motivos: la primera por ser mujer, después por ser lesbiana y desafiar el mandato patriarcal de la heterosexualidad, por ser madre, por ser indígena o por ser discapacitada. La lesbofobia es parte estructural del orden sexual dominante de nuestra sociedad. Lo anterior, de acuerdo con la autora, genera distintos tipos de problemas de salud. Por ejemplo, en lo que hace a los problemas de salud emocional, señala que más de la mitad de las mujeres estudiadas había tenido ideas suicidas y el 18% había intentado suicidarse, producto directo de la discriminación sufrida por su condición de mujeres lesbianas. En lo relativo a la salud física, los estudios analizados por Mota indican un uso elevado o abuso en sustancias como el alcohol y el tabaco. Además, las lesbianas van a consulta con menor frecuencia, por miedo a ser discriminadas, lo que disminuye su posibilidad de enfrentar enfermedades a tiempo y un deterioro en sus niveles y condiciones de salud. Los varones gay, por su parte, no tienen solo frente a sí la problemática del SIDA, pues como señala Granados, la salud es una necesidad humana básica en tanto que permite la sobrevivencia, y por ello es un asunto muy complejo. De tal suerte que, señala el autor, la salud se ha definido como “el completo estado de bienestar biopsicosocial”. En su trabajo, el autor presenta un amplio análisis sobre las definiciones de salud, así como la forma en la que la ciencia médica ha entendido el concepto de salud, y las diferencias que existen en distintas poblaciones para accederé a los servicios médicos. Para Granados, en materia de desigualdades sociales, se ha identificado que el sistema sexo-género determina una distribución diferencial de las condiciones de salud entre varones y mujeres, pero también entre varones disidentes de esa norma, razón por la cual quienes se identifican fuera de la norma enfrentan problemas no solo de tipo físico, sino también emocional que requieren la intervención de la medicina. Finalmente, Rafael Mazín presenta en su trabajo un panorama sobre la problemática de las personas no heterosexuales; al igual que Rueda, Mota y Granados, coincide en la aseveración de que hablar de salud no solo implica a las condiciones materiales, sino también emocionales que influyen en los seres humanos de manera determinante para su desarrollo armonioso. Así, Mazín indica que las enfermedades que pueden llamarse asociadas a la disidencia sexual son variadas, y como alude el tema de esta mesa, van más allá del VIH/SIDA. Cabe aclarar que cuando se señala que son enfermedades asociadas a la disidencia sexual es porque su presencia en personas no heterosexuales suele ser más frecuente y, en el caso de algunas de ellas su presencia se debe a las condiciones del contexto que rodea a estas personas, como es el caso de las enfermedades de tipo emocional o social. ESTUDIO INTRODUCTORIO Héctor Miguel Salinas Hernández Democracia, espacio público y políticas públicas “La homosexualidad al principio era nada. Y después fue pecado. Y después fue una enfermedad, y también fue un delito. Y después fue todo junto: pecado, enfermedad y delito. ¿Cómo reaccionar teniendo en contra la religión, la ciencia y el Estado?” (Bazán, 2004: 253). La democracia en su sentido tradicional, y aún semántico, se entiende como el gobierno del pueblo. La noción ha ido transformándose con el tiempo y ha sufrido cambios en la medida que se le ha utilizado para caracterizar a un sistema social, un gobierno o una organización. Algunas cosas quedan generalmente claras cuando se aborda esta noción. En sentido estricto la democracia es una forma de gobierno entendida de manera clásica a partir de la categorización de las formas de gobierno realizada por Platón, primero, y Aristóteles después, en tres tipos básicos: monarquía, que es el gobierno de uno; aristocracia, que es el gobierno "de los mejores" para Platón; y democracia como gobierno de la multitud para Platón, y "de los más", para Aristóteles (Bobbio, 1978). Pero si el concepto de democracia como forma de gobierno se remonta a los filósofos griegos, su uso moderno data de las transformaciones revolucionarias de las sociedades occidentales ocurridas a fines del siglo XVII (Huntington, 1989). Posteriormente, durante buena parte del siglo XIX, la democracia se diferenció de la aristocracia, antagonismo que fue introducido en forma elocuente por el pensamiento político de Tocqueville, y el término tuvo connotaciones desfavorables, de hecho, se lo utilizaba con frecuencia como palabra oprobiosa, pues se le asociaba a la plebe y a la ignorancia. A medida que la participación popular aumentaba en el gobierno hacia fines del siglo XIX, y sus consecuencias se manifestaban menos desastrosas de lo previsto, el concepto de democracia llegó a ser considerado en forma más favorable (Huntington, 1989). Ya en el siglo XX, al concluir la segunda guerra mundial y luego de la caída de los regímenes que la habían combatido y que durante los años veinte y treinta habían cobrado gran fuerza –bolcheviques, fascistas y nazistas--, la oposición a la democracia prácticamente desapareció. Incluso, de acuerdo con algunos teóricos (McKeon, 1951; Sartori, 1962; Huntington, 1989) por primera vez a nivel mundial no se preveían doctrinas antidemocráticas, y los “tipos” de democracia conformaron una larga lista de definiciones, de la cual, las tipologías que más prevalecieron fueron democracia directa (cuando la decisión es adoptada directamente por los interesados); democracia indirecta o representativa (cuando la decisión es adoptada por personas reconocidas como sus representantes); y democracia participativa (cuando se aplica un modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas) (Silva, 1997). No obstante, lo multívoco del término generó confusión y un desacuerdo universal sobre su significado, lo que provocó serias discusiones tendientes a terminar con la confusión terminológica y conceptual. Esos debates cristalizaron en tres enfoques acerca de la definición de la democracia. En cuanto forma de gobierno, la democracia se definió en términos de quién gobierna, cuáles son sus fines y qué medios se empleen. Dicho de otro modo, la democracia podía ser definida en términos de fuentes, propósitos o instituciones (Huntington, 1989). En cuanto a los dos primeros existe una problemática de ambigüedad e imprecisión, pues existen grandes diferencias entre las definiciones racionalistas, utópicas e idealistas de la democracia, y las definiciones empíricas, descriptivas e institucionales. Sólo este último tipo de definición (los medios que se emplean, es decir, las instituciones) proporciona la precisión analítica y los referentes empíricos que hacen útil el concepto. A este respecto resulta fundamental la teoría de Robert Dahl, quien asegura que la democracia no existe más que como noción ideal, es decir, como una abstracción imposible de materializarse; la democracia, para este autor, es un ideal imposible de realizar en la cotidianeidad y lo que existe son “prácticas reales” o “poliarquías”, es decir, combinaciones de liderazgos con control de los no líderes sobre los líderes, regímenes cuyos actos presentan una correspondencia con los deseos de muchos de sus ciudadanos durante un largo período de tiempo (Dahl, 1989). En la poliarquía el control de las decisiones gubernamentales sobre las medidas oficiales le corresponde a funcionarios electos, los cuales son elegidos y luego sustituidos por elecciones libres relativamente frecuentes; en esas elecciones tienen derecho a votar prácticamente todos los adultos, los cuales también tienen derecho a ocupar cargos presentándose como candidatos; los ciudadanos gozan del derecho de libertad de expresión, tienen acceso a diversas fuentes de información y tienen derecho a formar asociaciones políticas que procuran influir en el gobierno rivalizando en las elecciones y en los procesos políticos (Dalh, 1989). Las poliarquías existen en sociedades pluralistas, lo que presupone el reconocimiento de la dispersión en el poder, la presencia de ciudadanos con distintos intereses con posibilidad de agruparse libremente, la existencia de grupos de interés, organizados de forma libre y competitiva. Los protagonistas, en este caso, más que los líderes son los grupos de interés, donde los no líderes controlan a los líderes (Iriarte, 2006:4). Así, de manera contemporánea podemos entender a la democracia como “un sistema de instituciones que se orienta a organizar la vida de la sociedad moderna para asegurar sus condiciones y relaciones de convivencia... cuya propuesta es el paradigma que tiene como meta la realización de los individuos y las organizaciones que articulan las diversas energías que dan sustento a la vida de las instituciones” (Uvalle, 2003:69). En ella, el binomio individual-colectivo canaliza las energías generadas por la dinámica de la pluralidad social y política. Ahora bien, en la democracia moderna, el espacio de lo público juega un papel fundamental. “Con la óptica de lo público, se ensancha el universo que corresponde a la vida en común, en la cual tanto el Estado, el gobierno y la administración pública tienen un lugar importante para conservarla y desenvolverla. Estas instituciones tienen contenido público porque su responsabilidad es garantizar condiciones de vida para la sociedad y porque la esfera de lo colectivo y lo común es la que justifica su razón de ser como instituciones públicas (Uvalle, 2000:85). En la actualidad, por definición todo lo gubernamental es público, pero no todo lo público concierne exclusiva o preponderantemente al ámbito del gobierno En este sentido, el alcance del sector gubernamental se encuentra establecido por una serie de instituciones que cumplen las funciones esenciales del Estado, y lo público rebasa ese alcance y se incorpora a la dimensión colectiva pero visible que se encuentra fuera del gobierno. De allí la emergencia del “tercer sector”, diferenciado del gobierno y de la actividad privada: comparte con el primero la prestación de servicios colectivos, fundamentalmente sociales, pero carece de poder para ejercer la coacción legítima; siendo privado, su objetivo no es el mercado. Es en este sentido que el término público adquiere su dimensión política como espacio de discusión y participación del colectivo en asuntos que conciernen a todos. La mayoría de las formas de organización política y social actuales, como formas de Estado Moderno, se caracterizan por tener como objetivo fundamental la preservación de la sociedad, considerando para ello las capacidades individuales y las conductas grupales, en aras de acceder a espacios de colaboración. En este sentido “en la vida moderna el individuo es el centro rector del quehacer social y político y el Estado es valorado como la institución que hace posible la realización del ser humano” (Uvalle, 2000:77). La relación establecida entre el Estado, las organizaciones civiles y los ciudadanos se gesta en el espacio de lo público, éste es, además, el espacio donde se define el carácter democrático del Estado. Así, un Estado democrático es “un Estado que además de sancionar y respaldar los derechos de ciudadanía política implicados por un régimen democrático, por medio de su sistema legal e instituciones sanciona y respalda una amplia gama de derechos emergentes de la ciudadanía civil, social y cultural de sus habitantes (O’Donnell, 2008:4). El espacio de lo público es ahora más intenso, diferenciado y dinámico. Intenso porque en su seno se desarrolla la convivencia de una pluralidad creciente, provocada por la reivindicación de los grupos de su capacidad de autogestión, provocada a su vez por haberse diluido las relaciones tutelares; diferenciado debido a que en la sociedad existen grupos viejos y nuevos que no se agotan en la clasificación convencional de las clases sociales; dinámico por la interdependencia de las acciones sociales y políticas orientadas a incidir en el comportamiento de instituciones públicas. (Uvalle, 2000:77-78). El Estado se organiza con mecanismos por medio de los cuales el ciudadano tiene acceso a lo que es de interés común; entre estos mecanismos destaca el ejercicio real de la ciudadanía, que implica procesos mucho más complejos que la simple elección de gobernantes. “La ciudadanía moderna --libertades, opinión, participación y elección pública- es parte esencial de la vida en común, porque tiene la oportunidad de organizarse para incidir de manera directa en los derroteros de la acción pública. La ciudadanía activa es un requisito de primer orden para que la sociedad civil no sea considerada un cuerpo de átomos o la mera agregación de voluntades carente de objetivos y medios de acción. Por el contrario la ciudadanía activa implica la posibilidad de convertir en acción los planes o proyectos relacionados con alguna cuestión del quehacer público” (Uvalle, 2000:72). El ejercicio de la ciudadanía se relaciona con la emergencia de actores sociales dispuestos a ejercer sus derechos para participar en los asuntos de su interés; tiene que ver con una redistribución democrática del poder entre el Estado y la sociedad, donde cada uno habita un espacio diferenciado pero coordinado para el ejercicio del poder. La acción de los ciudadanos en el espacio público a través de la deliberación y la argumentación de los asuntos de interés común propician la creación de acuerdos entre las partes, misma que favorece la gobernabilidad democrática, que es en gran parte una construcción de y para los procesos de democratización latinoamericanos, para avanzar y consolidar la democracia mejorando su desempeño económico, social y político (Prats, 2001:4). Lo anterior trae como consecuencia la generación de un gobierno de lo público, que se caracteriza por el acceso de los ciudadanos y sus organizaciones a los procesos y las decisiones y acciones. Lo público, así, se transforma de tal manera que la “vida en privado” cada vez cede más asuntos a la “vida en público”, lo que genera que cada vez con mayor frecuencia asuntos tradicionalmente colocados bajo el manto de lo personal, oculto y cerrado, se coloquen en el marco de discusiones colectivas, visibles y abiertas, a través de la participación de distintos actores sociales en la elaboración de demandas, con el propósito de incidir en las instituciones públicas proyectando sus asuntos de interés. En el marco de estos procesos de democratización surgen las políticas públicas como instrumentos de gobierno que reconocen la pluralidad de pensamientos y el derecho a la participación ciudadanas como condiciones fundantes de la poliarquía. Así, las políticas públicas son las respuestas gubernamentales a los planteamientos de los grupos sociales que se incorporan al espacio público. La sexualidad como ámbito democrático La autonomía es la capacidad de reflexionar por sí mismos y autodeterminarse. Con base en ella, los diversos enfoques de la democracia política buscan, de acuerdo con un esquema de David Held, consolidar relaciones libres e iguales entre individuos para obtener el desarrollo de sus potencialidades; su protección frente a la acción del poder coercitivo del Estado y el uso arbitrario de la autoridad; su participación en la determinación de las condiciones de su organización; y, finalmente, la expansión de oportunidades económicas para desarrollar los recursos disponibles (Giddens, 2008:168). Si la autonomía es la capacidad de auto determinación a partir de la reflexión propia, resulta imposible ejercerla “mientras los derechos y las obligaciones políticos estén estrechamente ligados a la tradición y las prerrogativas fijadas, basadas en cierto régimen de propiedad” (Giddens, 2008:168). Por eso, los individuos deben ser libres e iguales en la determinación de sus propias vidas, esto es, deben disfrutar de iguales derechos para generar la diversidad, pues la democracia no es enemiga del pluralismo. Ahora bien, la autonomía debe tener un marco de condiciones propicio para su realización. En este marco, las preferencias que expresa cada individuo deben tener igual importancia y contar con los medios para expresarse, así como acuerdos institucionales para la discusión (mediación, negociación y logro de compromisos). La responsabilidad pública es otra característica de una sociedad democrática, pues si bien las decisiones pueden ser particulares, deben quedar a abiertas al conocimiento público, para generar la confianza que deriva de la responsabilidad y de la apertura, y que es hilo conductor de todo orden político democrático. Aunque la sexualidad suele asociarse con el ámbito de lo privado, de manera reciente ha ocupado de manera relevante un espacio en las discusiones públicas, de tal manera que “si se la concibe como una negociación transaccional de lazos personales por parte de personas iguales… la intimidad implica una absoluta democratización del dominio interpersonal, en una forma del todo homologable con la democracia en la esfera pública” (Giddens, 2008:13). Pensar la sexualidad de esta forma implica reconocer que su discusión pública está sujeta a la regulación del Estado en tanto asunto de interés público, es decir, un asunto que si bien se desarrolla en el campo de lo privado –y aún de lo íntimo-- tiene repercusiones en el ámbito de lo público, es decir, aquello que reconocemos como general y común, visible y manifiesto, abierto y accesible (Rabottnikof, 1997:17-20). El enfoque científico de las políticas públicas no solo estudia los problemas básicos y los modelos complejos que permiten resolverlos, sino que considera de manera relevante el esclarecimiento de los valores subyacentes de los mismos. En esta lógica se entiende como valor “una categoría de eventos preferidos… como paz en vez de guerra” (Lasswell, 1951). En este orden de ideas, la democratización sexual es la extensión del ámbito democrático, con la creciente politización de las cuestiones de género y de sexualidad que revelan y alientan las múltiples controversias públicas actuales, por lo que lejos de limitarse a la esfera privada, las cuestiones sexuales se sujetan cada vez más a las mismas exigencias políticas que todas las demás cuestiones sociales, en nombre de los mismos valores de libertad e igualdad (Fassin, 2009:69). Como respuesta a esta realidad, el énfasis de las respuestas gubernamentales debe ponerse en la dignidad humana, como lo establece la “teoría de las ciencias de políticas de la democracia (policy sciences of democracy)” (Lasswell, 1951), que reconoce la participación de los grupos sociales en la solución de los problemas que, en nombre de los valores democráticos y basados en el sentido de dignidad humana, les permitan el ejercicio de su ciudadanía plena y su inclusión social. Tal es el caso de los grupos sociales de la disidencia sexual. Espacio público y disidencia sexual “El día que nació el orgullo gay comenzó a frenarse la injusticia. Enorgullecerse de eso que buscan que te avergüences fue el dique contra el avasallamiento con el que la mayoría se relacionó con nosotros” (Bazán, 2004: 253). Dos fenómenos marcaron la incorporación de los asuntos de la disidencia sexual al espacio de lo público. En un primer momento, la movilización de los grupos que se organizaron a favor de sus derechos a partir de sus identidades sexuales y genéricas no heterosexuales, y posteriormente, la ampliación del espacio público producto de los cambios impuestos en los sistemas políticos por la globalización y sus consecuencias. La naturaleza dinámica de las relaciones sociales y las conformaciones culturales generaron en los años setenta del siglo XX la aparición de movimientos sociales que, basados en la noción de sujeto, comenzaron a manifestar que lo sexual es político. El feminismo primero y después lo que entonces se llamó “movimiento de liberación homosexual”, construyeron una base de transformaciones importantes respecto a conceptos tradicionales como el amor, la sexualidad, la pareja y la familia. En efecto, desde que en los años setenta del siglo XX comenzó a gestarse el movimiento social reivindicativo de la disidencia sexual, las identidades no heterosexuales han ido tomando carta de naturalización en el imaginario colectivo, de tal suerte que las primeras generaciones de activistas gay legaron un piso de derechos sin el cual sería imposible pensar las reivindicaciones actuales (Meccia, 2006:101). A partir de entonces, la lucha de estos actores sociales se ha establecido como un sistema de conflicto entre los actores y movimientos feministas y de disidencia sexual, por un lado, que empujan la transformación de las estructuras tradicionales y el arribo de nuevas formas de arreglo en las relaciones humanas, y por otro, la Iglesia católica y sus grupos laicos que pugnan por el mantenimiento de dichas estructuras. Para los años ochenta, con los procesos de democratización en América Latina, el impacto de la globalización y la revolución tecnológica como fenómenos que transformaron significativamente a estas sociedades en el campo político, económico y cultural (Sojo, 2002), propició la participación de nuevos actores en la discusión y apropiación de asuntos de interés colectivo, e incorporó una óptica de lo público a la forma de gobierno tradicional. En este nuevo estilo de “gobierno por políticas”, aumentó la visibilidad del movimiento de disidencia sexual y encontró en el espacio de lo público el espacio ideal para la búsqueda de sus derechos sociales, los cuales “una vez asegurados resultaron escasos y, en consecuencia, ampliables y reformulables” (Meccia, 2006:101). La apuesta por el derecho, es decir, por encontrar en el reconocimiento del Estado la legitimidad de sus demandas, se generalizó entonces como una estrategia nodal. Hasta hace muy poco, en el recorrido de las acciones emprendidas en forma coordinada entre organizaciones civiles e instituciones del Estado, encontramos que éstas estaban “de un modo recursivo, destinadas a mejorar lo que ya existía; por ejemplo, afinar mecanismos para la reducción de la discriminación en los ámbitos laborales. (Pero) difícilmente (podíamos encontrarlas) para elaborar dispositivos de garantías profundas para los nuevos derechos… porque si existe algo que en términos muy generales han hecho las agencias del Estado permeables a la cuestión gay en las últimas décadas, es profundizar mecanismos garantistas de derechos negativos” (Meccia, 2006:94). A partir de los años noventa, la conformación de los movimientos sociales se ha visto ampliada por la incorporación de nuevas identidades que han venido a enriquecer las agendas de la disidencia sexual y la complejidad de un movimiento ya de por sí complejo. La aparición de personas bisexuales, transgénero, transexuales e intersexuales como identidades políticas, ha generado nuevas demandas, nuevas agendas y nuevos mecanismos de acción política, debido a lo cual, en América Latina es cada vez más frecuente escuchar sobre iniciativas y discusiones legislativas, sociales, políticas y comunitarias, que apuntan a la búsqueda de la igualdad de algunos derechos y el reconocimiento de otros hasta entonces no alcanzados por los sectores no heterosexuales. Para la primera década del siglo XXI, los grupos de la disidencia sexual han elaborado complejas agendas de demandas hacia los sectores gubernamentales. La complejidad de estas agendas está dada por la conformación de los grupos y las diversas identidades que les conforman, pues no existe una identidad única dentro del movimiento social de la disidencia sexual, sino más bien la suma de diversas identidades y movimientos, con características propias y demandas singulares. Asimismo, la complejidad de estas demandas se encuentra en la difícil relación que encuentra con los grupos del conservadurismo, pues aunque México es un país formalmente laico, “la religiosidad continua siendo la variable que mejor predice la actitud de la población hacia los derechos sexuales y reproductivos” (Vaggione, 2008:15), pues si bien es cierta la fuerza que han tomado los movimientos disidentes, es también cierta la fuerza del “lobby en materia sexual” desatado por la Iglesia católica y sus aliados, así como la legitimidad social alcanzada por ella en contextos donde la legitimidad de los políticos y gobernantes es sumamente cuestionada. Dentro de la agenda del movimiento existen principalmente tres tipos de demandas: las de tipo “bandera”, las confluyentes y las específicas. Las “demandas bandera”, sirven para abrir espacios de inclusión y la discusión pública sobre los temas de la disidencia sexual; la demanda “bandera” más notoria de los movimientos socio-políticos de disidencia sexual ha sido el derecho al matrimonio igualitario, cuya conquista es hoy una realidad en la ciudad de México, primera en reconocer este derecho (diciembre de 2010) y en la República de Argentina, primer país en reconocerlo en su legislación federal (julio de 2011), ambos casos en América Latina, continente en el cual existen o han existido distintas iniciativas sociales e incluso parlamentarias al respecto. Las demandas confluyentes son aquellas que encuentran lugar en las agendas de todas las identidades y expresiones del movimiento socio-político, pues se relacionan con una problemática generalizada. En este rubro se encuentra la eliminación de toda forma de discriminación laboral, escolar, familiar y social; la eliminación de los crímenes de odio por homofobia (entendida aquí como el rechazo irracional hacia todas las manifestaciones de la disidencia sexual); la generación de políticas incluyentes en distintos ámbitos sociales, como la salud pública y el reconocimiento de las formas de relación social y familiar que las personas no heterosexuales se han dado. Las demandas específicas tienen que ver con las características concretas de cada grupo o segmento del movimiento, por ejemplo, los asuntos relativos a la masculinidad dominante para los varones gays; lo relativo a la doble condición de marginación que implica para las lesbianas su condición sexual y su condición de mujeres; la negación de la opción bisexual para las personas que se identifican como pertenecientes a este sector de la disidencia; las necesidades específicas de las personas Trans, cuyo compromiso corporal implica necesidades de salud, laborales, familiares y de inclusión social muy particulares; o bien, las de las personas intersexuales, igualmente con sus especificidades corporales y consecuencias sociales concretas; entre muchos otros para cada sector. Matrimonio y arreglos familiares a partir de la disidencia sexual “El proceso que resume y concentra las transformaciones sociales es la crisis de la familia patriarcal. Si ésta se desmorona, de forma gradual, pero segura, todo el sistema del patriarcado y el conjunto de nuestras vidas, se transformarán” (Castells, 1996:161). Como se ha visto, una de las “demandas bandera” más importante para el movimiento de disidencia sexual es el matrimonio universal y el reconocimiento de las conformaciones familiares que surjan a partir de esta figura, o incluso de otras alternativas, como la unión libre, el matrimonio sin corresidencia, la adopción de infantes o el reconocimiento de hijos propios de relaciones anteriores. Esta demanda obliga a revisar el concepto mismo de familia. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ha definido a la familia como "un espacio de acción en el que se definen las dimensiones más básicas de la seguridad humana: los procesos de reproducción material y de integración social de las personas" (PNUD, en Arriagada, 2001:7). Sin embargo, la familia, o para ser más preciso, el concepto de familia, así como sus conformaciones y acepciones no han sido siempre las mismas. De hecho, “el significado etimológico y semántico del propio vocablo sigue siendo incierto” (Millán, 2009). Lo que si puede asegurarse es que como construcción cultural, la noción de familia es dinámica, pues cambia con el tiempo y de una sociedad a otra. El origen de la familia como la conocemos en occidente se encuentra en el derecho romano, a su vez origen de nuestro derecho civil, incluido el de familia. El paterfamilias refería al varón que tenía plena capacidad jurídica y al que estaban sometidos, en primer término, la mujer sujeta a la manus de su marido; después, los descendientes legítimos o adoptivos del pater viviente, a los que se llamaba filiusfamilias; y, finalmente, los in causa mancipi, individuos recibidos en virtud de reparación por la comisión de un delito o en garantía de obligaciones jurídicas del paterfamilias del que dependían. A los sirvientes se les consideraba parte de la familia –de ahí el vocablo fámula—y los esclavos, en tanto objetos, eran parte del patrimonio del paterfamilias (Iglesias, citado por Millán, 2009). Posteriormente, como un hecho importante en la historia de la familia occidental, apareció la figura del matrimonio, el cual se estableció como el reconocimiento de un hecho social preexistente cuya finalidad fue dotar de consecuencias jurídicas a ese hecho, cuyos propósitos eran la convivencia, la ayuda mutua y la asistencia en caso de necesidad. “El objetivo de la reproducción –y su elevación a misterio sacramental— fue una invención del clero católico en la edad media” (Magallón Ibarra, citado por Millán, 2001), y con esa imposición se establecieron, en una sola figura, tres requisitos que hasta entonces podían encontrarse en espacios diferentes: los sentimientos amorosos, la sexualidad y la reproducción de la especie, a lo que se agregó la fidelidad como requisito de amalgama para el mantenimiento de dicha triada. Más recientemente, con el proceso de modernización de las sociedades se generó una progresiva nuclearización de la familia, basada en un esquema de diferenciación de sexos, en el cual el hombre debería ser el proveedor económico de la familia por medio de su inserción en el mercado de trabajo, en tanto la mujer se encargaría fundamentalmente de los aspectos reproductivos y del cuidado doméstico de hombres, niños y ancianos (Aguirre y Fassler, citados por Arriagada, 2001:10). Como es evidente, este tipo de familia nuclear, heterosexual, monogámica y normativa, cumplía dos propósitos relacionados con la reproducción: la de la especie y la del género, es decir, los roles de hombres como padres proveedores y ajustados a una masculinidad hegemónica, y de mujeres como madres según los modelos de feminidad, en relación de subordinación y dominación (Bustamante Tejada, 2009:3). Para poder sostener este modelo de familia, fueron elaborados conceptos útiles para la normalización, es decir, la represión de la diversidad individual a través de patrones considerados como normales –y su contraparte de anormalidad como situación eliminable--. La función pedagógica de este dispositivo de normalidad se depositó en la familia como primera instancia y en la escuela como segunda. La premisa central de este dispositivo fue que lo individual, en tanto irrepetible es patológico y por ello debe ser sometido a patrones de normalidad. El propio término “normal” pasó a la lengua popular y se naturalizó en ella a partir de los vocabularios específicos de dos instituciones, la institución pedagógica y la institución sanitaria (Canguilhem, 1971:185). La moral católica define a la familia sostenida por tres dimensiones básicas, que son la sexualidad exclusiva, la procreación y la convivencia (Jelin, citado por Arriagada, 2001:17). Quizá por estas características, en la mayoría de los países de América Latina, más que políticas familiares explícitas, existen rasgos de política, es decir, intervenciones dispersas y no coordinadas mediante programas y proyectos, por medio de los cuales se intenta resolver distintas problemáticas relativa a las familias en materia de salud, educación, combate contra la pobreza, prevención y erradicación de la violencia, entre otras. Dentro de esta amplia gama de políticas familiares es posible identificar algunas iniciativas y proyectos que intentan adaptarse a los cambios experimentados por las familias y a los nuevos papeles sociales de hombres y mujeres en el hogar (Arriagada, 2001:6), con base en las críticas a este modelo de familia formuladas por el feminismo y por la disidencia sexual, que lo caracterizan como de tipo patriarcal, heteronormativo y solamente reproductor. Las familias en la actualidad son alineaciones variadas y diversas, no solo por su conformación, sino porque se han sucedido una serie de cambios que han impactado en ellas, tales como un descenso de fecundidad y mortalidad, que ha aumentado la esperanza de vida al nacer, y el envejecimiento de la población en consecuencia (Ariza y De Oliveira, 2001:15). Si bien algunas investigaciones (Arriagada, 2001, Ariza y De Oliveira, 2001, Millán, 2001) coinciden en señalar que en la actualidad la gran mayoría de los hogares son del tipo nuclear; las mismas refieren que existen las familias extendidas; los hogares unipersonales y los hogares sin núcleo; además de las familias compuestas. En el caso de México, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Geografía e Informática, INEGI, dentro de las familias nucleares son mayoritarias las parejas con hijos (72.6%), mientras que 14.9% son de jefes con hijos y 12.5% parejas sin descendencia. En contraste, cinco de cada 10 familias no nucleares son parejas con hijos; tres, el jefe con hijos; una, el jefe sin su núcleo conyugal, y una, la pareja sola (Millán, 2001). De acuerdo con el mismo organismo, el Distrito Federal es la entidad que se sitúa a la cabeza de estas transformaciones: cuenta con los porcentajes más altos de hogares unipersonales (10%), monoparentales (12.5%), de parejas sin hijos (9%), de corresidentes (0.6%), y el porcentaje más alto de hogares jefaturados por mujeres (28.8%). Además tiene el porcentaje más bajo de todo el país en hogares de parejas con hijos (43.5%) (Millán, 2001). No existen aún datos estadísticos o poblacionales que den cuenta de las familias conformadas por arreglos provenientes de la disidencia sexual, de hecho, resulta difícil aún encontrar en nuestra sociedad una denominación para ellas, hecho que no parece casual, porque el nombre confiere entidad e identidad, y supone, por tanto, un reconocimiento explícito (González y Sánchez, 2003). No obstante lo anterior, se conoce la existencia de estas conformaciones debido a una serie de trasformaciones culturales de gran relevancia para el mundo familiar que vieron la luz a la par de esos cambios: surgieron nuevas acepciones sobre las mujeres y la maternidad (o las maternidades) se resignificaron poco a poco las nociones de masculinidad y las ideas de paternidad prevalecientes (Ariza y De Oliveira, 2001:17), y surgieron los movimientos de disidencia sexual, como actores sociales que buscan su reconocimiento en el espacio público. Así, para Castells, existen tres hitos importantes en la historia del siglo XX: las mujeres con su papel protagónico en los cambios del siglo, los sujetos no heterosexuales, y la diversidad de grupos familiares que se alejan del modelo de familia tradicional (Castells, 1996). En concordancia con ello, en la actualidad pueden distinguirse al menos tres formas de abordar la familia, no excluyentes entre sí: Tenemos, por un lado, una clasificación dada por el número de personas que componen los lazos parentales con los hijos. En este caso, hablamos de familias monoparentales, biparentales o ensambladas. Por otro lado, podemos abordar la forma en que se compone una familia en relación con la llegada de los hijos. Esto es, si planteamos familias adoptivas o criaturas engendradas biológicamente, sea por uniones heterosexuales o producto de técnicas de reproducción asistida. Por último, podemos definir a una familia en función de la orientación sexual e identidad de sexo/género de los padres y las madres (Uziel, citado por Libson y Stivala, 2009). ¿Por qué este tipo de acercamiento se presenta como novedoso? Lo “nuevo” del fenómeno no radica en su supuesta novedad, sino en los márgenes de su definición. Nacer de un varón y una mujer no es suficiente para ser hijo o hija de ese varón y/o esa mujer, ya que el concepto de filiación implica un salto, un paso que supera todo hecho físico y biológico, y es el de su sedimentación en tanto hecho social y simbólico (Cadoret, 2003: 25). Las familias no inscriptas en los cánones heterosexuales reproductivos pueden constituirse a partir de varias fórmulas. Puede surgir, en primer lugar, luego de la ruptura de una unión heterosexual y la formación de una nueva alianza no heterosexual con un compañero o compañera. En segundo lugar, a partir de un sistema de co-parentalidad en el que varones y mujeres, por ejemplo gays y lesbianas, que viven solos o en pareja, se ponen de acuerdo para tener un hijo que se criará entre la dos unidades familiares. En tercer lugar, gracias a la adopción de una chico… Y, en cuarto lugar, mediante el nacimiento de un hijo engendrado con técnicas de procreación asistida, a través de inseminación artificial con donante o madre sustituta3 (Cadoret, citada por Libson y Stivala, 2009). La existencia de estos procesos y de la posibilidad de abordar la familia de maneras no tradicionales, son claro ejemplo de los cambios que ha venido sufriendo el concepto de familia y las transformaciones culturales en otros ámbitos de la vida social pero que han impactado en su definición. Así, la noción de familia es dinámica, cambiante y entre otros fenómenos, la aparición de la disidencia sexual en el espacio público ha impulsado su transformación. Salud pública y disidencia sexual La demanda de salud incluyente que favorezca el desarrollo de todas las personas es una demanda confluyente de todos los grupos del movimiento socio-político de la disidencia sexual. Sin embargo, es necesario considerar que si bien la demanda de salud incluyente es común a todas las identidades del movimiento, cada una de ellas presenta características particulares que es necesario considerar y atender. El enfoque común hacia las personas que se reivindican públicamente como no heterosexuales suele centrarse en lo sexual, como si las personas con una orientación sexo-genérica distinta a la heteronormada no presentaran otros aspectos o rasgos de identidad o personalidad y fueran solo eso: sexo. Esta visión limitada de las personas no heterosexuales y con orientación de género diversa, obedece en parte a la forma binaria en la que el patriarcado observa al mundo, misma que ha construido una sexualidad “normal” y ha anormalizado todas las expresiones de afecto y prácticas sexuales y expresiones de género que no se encuentran en los reducidos márgenes de la heterosexualidad. Pero esta forma de mirar la no heterosexualidad y la diversidad de género también ha sido promovida por la propia forma en la que el movimiento político y social de disidencia sexual ha promovido el uso de las identidades. Es decir, el propio movimiento reivindicativo ha construido a las identidades disidentes desde lo sexual y no desde la esfera humana, favoreciendo una mirada social centrada en los aspectos sexuales de las personas. En esta tónica, es común pensar a una persona heterosexual como un todo que involucra diversas facetas y ámbitos: el hogar y la familia, el trabajo, la escuela, las relaciones de pareja, relaciones sociales de amistad y otras relaciones; sin embargo, cuando se piensa a un varón gay o a una mujer lesbiana se piensa casi irremediablemente solo en su dimensión sexual. De tal suerte, en una reducción de los sujetos a su sexualidad, que no es inocua sino parte de un ejercicio de poder heterosexista (Nuñez Nortiega, 2011:63), se construye “a un personaje con relación a una práctica sexual, un personaje que se define por su sexualidad, que es metonomizado por un eje diacrítico: ‘con quien tiene coito’, y a partir de lo cual se le obliga a construir una identidad, un estilo de vida e incluso una política” (Nuñez Noriega, 2011:62), con ello su compleja humanidad se esfuma y aparece en el imaginario colectivo como un ser definido por un deseo sexual. La salud de las personas no heterosexuales suele centrarse también en la dimensión sexual, por lo que suele pensarse que al habar de salud para gays, lesbianas, o personas Trans, deben atacarse exclusivamente problemáticas relacionadas con su sexualidad, por lo que tanto organismos gubernamentales como del propio activismo social suelen elaborar intervenciones casi exclusivamente en el ámbito del vih/sida u otras infecciones de transmisión sexual, dejando fuera otras dimensiones de la salud humana que competen también a quienes pertenecen a los colectivos de la disidencia sexual. Pero en tanto seres humanos, gays, lesbianas, bisexuales, personas Trans e intersexuales se conforman como entidades complejas, biopsicosociales. La dimensión biológica de esta triada está relacionada con los aspectos anatómicos y fisiológicos del cuerpo, la dimensión sicológica se relaciona con las emociones, sentimientos, expresiones y comportamientos, y la dimensión social está relacionada a los patrones culturales y el entorno donde se desenvuelve y relaciona el ser humano cotidianamente. Esta característica tridimensional es, a su vez, de tipo sistémica, es decir, cualquier aspecto biológico que afecte la salud, afecta aspectos de la vida sicológica y social de una persona, del mismo modo, cada uno de los aspectos que se influya tiene efectos en los otros dos. La construcción biopsicosocial de los individuos no heterosexuales hace que sus necesidades con respecto a la salud se encuentran determinadas por vectores multifactoriales que involucran aspectos sociales, culturales y relacionales. En este sentido, las personas con identidades sexuales o de género no reconocidas culturalmente dentro de la norma heterosexual tienen necesidades específicas en lo que toca a la salud pública, mismas que hasta ahora han sido abordadas desde la perspectiva de la construcción de políticas y programas generales para atender de manera global a las poblaciones que las sufren, sin reparar en las especificidades de cada sector. Pero si la salud sexual de las personas no heterosexuales es compleja, es así porque la noción misma de salud es sumamente compleja. El término salud pública representa un problema de definición en cuanto a sus alcances, debido a que a lo largo del tiempo se le ha dotado de connotaciones distintas. En la actualidad puede pensarse, de acuerdo con varios investigadores (Navarro, 1998; Franco, 1995; Frenk, 1992; Eslava, 2004:21), en siete acepciones del término. La primera de ellas remite a la acción gubernamental al equiparar el adjetivo “público” con labor del gobierno, bajo esta idea, la salud pública es competencia del gobierno y sólo a éste corresponde su atención y mantenimiento. La segunda acepción del término asume esta primera connotación pero le agrega la acción de la comunidad organizada para establecer una idea de acción social, tanto gubernamental como comunitaria, que procura la salud colectiva. La tercera forma de entender el término alude, de manera más técnica, a los llamados “servicios no personales de salud”, es decir, a aquellos servicios que se aplican al ambiente en general o a la colectividad y que, por tanto, no son apropiables por un individuo específico. La cuarta forma de abordar el tema recoge la connotación anterior sobre servicios no personales y por lo tanto no individualizables, pero adiciona una serie de servicios `personales dirigidos a grupos en situación de vulnerabilidad social, como los programas de atención materno-infantil y otros similares. Una quinta forma de abordaje sobre la idea de salud pública proviene de un uso coloquial, y se refiere a los problemas sanitarios más frecuentes o de alta peligrosidad que la gente percibe como graves para su entorno e identifica como contrarios a su salud. La sexta está en relación con un saber especializado y la séptima se relaciona más con un ser o una manera de ser, esto es, como un estado de bienestar colectivo (Eslava, 2004:21). Estas distintas formas de entender el concepto de salud pública pueden, de acuerdo con Salazar, ubicarse en tres ámbitos de sentido diferenciado: el primero, entiende la salud como las condiciones de salud de los públicos (de la sociedad). El segundo, se refiere al ámbito profesional cuyo objetivo es estudiar la salud del público y la construcción de las herramientas para combatir los problemas sanitarios que aquejan a las poblaciones. El tercero, es el de la acción social organizada, que sirve como marco institucional para enfrentar los problemas sanitarios que allí se presentan (Salazar, 2005). Con lo anterior en consideración, puede afirmarse, con Granados Torano que una nueva salud pública sería aquella que se concibe conformada por el conjunto de medidas políticas, económicas, sociales , culturales, epidemiológicas, sanitarias y médicas dirigidas a proteger y mejorar el estado de salud de la población, a la vez que disminuyen las brechas que existen entre los distintos grupos sociales y fomentan la inclusión, la integración y la cohesión social.” (2003:266) La salud para las personas no heterosexuales precisa el diseño e implementación de políticas y programas particulares que atiendan las problemáticas específicos de quienes no se asumen bajo la norma heterosexual, y que enfrentan de manera cotidiana las consecuencias del estigma y la discriminación, rompiendo con ello la forma generalizada que ha tenido la salud pública de atender a personas distintas con el mismo criterio. En efecto, la concepción de salud, reúne categorías universales y homogeneizantes que no hacen distinción entre las complejas condiciones que viven los diferentes grupos humanos con base en sus identidades de género, mujeres, hombres, personas que viven una sexualidad diferente a la heterosexual, quedando adscritos a un sistema que no reconoce ni atiende las necesidades biosicosociales reales en salud que presenta esta población, situación que genera diferentes formas de exclusión (Salazar, 2005). La discriminación es una de esas formas de exclusión. Las personas de los colectivos de disidencia sexual viven permanentemente la discriminación por su orientación sexual o de género, lo que les coloca en permanente desventaja frente a sus pares heterosexuales, incluso frente a los propios prejuicios de los proveedores de servicios de salud, los cuales suelen desconocer las necesidades particulares de estos grupos sociales no heterosexuales. De allí la importancia de establecer políticas integrales que atiendan a las poblaciones no heterosexuales en sus particulares problemáticas de salud. Sin duda alguna, uno de los más grandes azotes en materia de salud para amplios sectores de las personas no heterosexuales ha sido y es en la actualidad el vih/sida. De acuerdo con un documento de las Organización Mundial de la Salud, desde el comienzo de la epidemia en la década de 1980, hombres que tienen sexo con hombres, HSH, y personas transgénero se han visto desproporcionadamente afectados por el virus de inmunodeficiencia humana, VIH. Un análisis de datos de vigilancia en países de ingresos bajos y medianos comprobó que los HSH tienen 19,3 veces más probabilidades de estar infectados por el VIH que la población general (World Health Organization, 2011). De acuerdo con el mismo documento, la criminalización y barreras legales y políticas desempeñan un papel clave en la vulnerabilidad de los HSH, y personas transgénero al VIH. Más de 75 países actualmente tipificar como delito la actividad sexual del mismo sexo, y personas transgénero carecen de reconocimiento legal en la mayoría de los países. Asimismo, desde hace mucho tiempo las evidencias indican que las personas HSH y transexuales experimentan importantes barreras en la atención sanitaria de calidad debido al estigma generalizado contra la homosexualidad y la ignorancia sobre la variación de género en la sociedad y dentro de los sistemas de salud (World Health Organization 2011). La discriminación social contra estos sectores también es un impulsor clave de los resultados de la mala salud física y mental en estas poblaciones a través de diversos entornos, pues además de sobrellevar una carga desproporcionada en cuanto a infecciones de transmisión sexual y VIH, experimentan tasas más altas de depresión, ansiedad, tabaquismo, alcoholismo, consumo de sustancias y suicidio, como resultado de estrés crónico, aislamiento social y falta de acceso a servicios de salud y de soporte (World Health Organization 2011). Frente a ello, la Organización Mundial de la salud propone una serie de directrices, cuyo principio general es enfrentar la pandemia con respeto y protección de los derechos humanos. Estas directrices apuntan a cuatro aspectos nodales: derechos humanos; prevención, cuidado y tratamiento de VIH; uso de sustancias y la prevención sanguínea; prevención y cuidado de otras infecciones de transmisión sexual. En cuanto a derechos humanos, se sugiere que los legisladores y otras autoridades de Gobierno establezcan leyes antidiscriminación y leyes protectoras derivadas de las normas internacionales de derechos humanos, a fin de eliminar la discriminación y la violencia que enfrentan los grupos poblacionales más afectados; los servicios de salud deben ser incluyentes de estos grupos, basados en los principios de ética médica y el derecho a la salud. En cuanto a prevención, cuidado y tratamiento de VIH la guía sugiere recomendar el uso de condones consistentemente durante el coito anal para parejas del mismo sexo y para parejas serodiscordantes, lo mismo que ofrecer a las poblaciones más afectadas asesoramiento y pruebas de VIH; implementar intervenciones conductuales a nivel individual y comunitario para la prevención del VIH y las infecciones de transmisión sexual; ofrecer información vía internet para reducir los comportamientos sexuales de riesgo y aumentar la realización de pruebas y asesoramiento mediante estrategias de mercadeo social; implementar estrategias de divulgación en lugar de sexo para disminuir el riesgo. Por el contrario, se sugiere no ofrecer la circuncisión masculina adulta a HSH y personas transgénero como medida para prevenir el VIH y las infecciones de transmisión sexual. En lo que hace al uso de sustancias y la prevención sanguínea del VIH se propone que las personas con abuso de alcohol tengan acceso a intervenciones psicosociales de evaluación, asesoramiento y comentarios específicos; y quienes se inyectan drogas tengan acceso a programas de jeringa y aguja y terapia de sustitución de opioide; las personas Transexuales que se inyectan sustancias para mejora de género deben utilizar equipos de inyección estériles para reducir el riesgo de infección con patógenos sanguíneos tales como VIH, hepatitis b y hepatitis C. Finalmente, sobre la prevención y el cuidado de otras infecciones de transmisión sexual, la guía recomienda ofrecer a las poblaciones con infecciones de transmisión sexual sintomáticas, tratamiento y manejo sindrómico; ofrecer pruebas periódicas para infecciones asintomática uretral y rectal de gonorrea y clamidia; ofrecer pruebas serológicas periódicas de infección por sífilis asintomática; incluir a estas poblaciones en las estrategias de vacunación de la Hepatitis B en los lugares donde la inmunización infantil no ha alcanzado al 100% de la población. Pero la salud de las personas pertenecientes a la disidencia sexual va más allá del VIH/SIDA, pues son muchas y muy variadas las necesidades de salud que vivien las personas gays, lesbianas, trans e intersexuales. Con ello en consideración, la Asociación Médica de Gays y Lesbianas, GLMA, por sus siglas en inglés, publica en San Francisco, California, Estados Unidos de Norteamérica, tres documentos paralelos, uno para gays, otro para lesbianas y uno más para personas transgénero, con la lista de los diez temas más importantes que esos grupos de personas deberían discutir con su proveedor de salud. De acuerdo con la Asociación, la preocupación básica para emitir estos documentos es que los médicos y otros proveedores de servicios de salud no comprendan los riesgos de salud de las comunidades gay, lésbica y Trans, y no puedan proveer atención competente. Con la intención de definir los temas generales que afectan más a varones y mujeres con práctica homoeróticas, así como a personas Trans, la GLMA elaboró una lista de diez temas básicos que afectan a estos grupos. Aunque cada lista fue elaborada para poblaciones norteamericanas, coincide ampliamente con las necesidades de estas poblaciones en otras latitudes, aunque es importante no perder de vista al momento de considerarlas, que en cada una de ellas debe haber particularidades nacionales, regionales y provinciales propias de cada medio, cultura, religión y costumbres que es necesario considerar. Cabe también reconocer que gays, lesbianas y personas Trans no tienen entre sí las mismas prioridades de salud y que necesitan programas de salud específicos, con personal culturalmente capacitado para atenderlos. A continuación se presentan estas listas. Diez temas para que gays traten con sus médicos (Silenzio, 2011). 1. VIH/SIDA, Sexo seguro. Es bien sabido que los hombres que hacen sexo con hombres tienen riesgo incrementado de infección de VIH, pero la eficacia del sexo seguro en la reducción de la tasa de infección de VIH es uno de las grandes historias de la lista de éxitos de la comunidad gay. Sin embargo, los últimos años han visto el retorno de muchas prácticas sexuales no seguras. Es cierto que hay en el horizonte tratamientos efectivos para el VIH, pero no hay sustituto para la prevención de la infección. Se ha probado que el sexo seguro reduce el riesgo de transmitir o recibir el VIH. Todos los profesionales de la salud deben estar conscientes de cómo aconsejar y cómo apoyar el mantenimiento de las prácticas de sexo seguro. 2. Uso de Sustancias. Los hombres gays hacen uso de sustancias en una proporción superior a la población general, y no solamente en las grandes comunidades como Nueva York, San Francisco y Los Ángeles. Estas sustancias incluyen una variedad que va del nitrato de amilo (los “poppers”), a la marihuana, el éxtasis y las anfetaminas. Los efectos a largo plazo de muchas de estas sustancias se desconocen, aunque el sentido común sugiere que tienen consecuencias potencialmente serias a medida que se envejece. 3. Depresión y Ansiedad. Parece que la depresión y la ansiedad afectan a los hombres gays en una proporción mayor que a la población general. La probabilidad de depresión y ansiedad puede ser más grave, y el problema puede ser más severo, para los gays “tapados” o para quienes no tienen apoyo social adecuado. En particular, los adolescentes y los adultos jóvenes presentan alto riesgo de suicidio y conductas autodestructivas por causa de estos temas. En la prevención detección temprana y tratamientos de estas condiciones podrían ser más eficaces servicios de salud culturalmente sensibles, enfocados específicamente a varones gays. 4. Inmunización Contra las Hepatitis. Los HSH tienen riesgo incrementado de infección de transmisión sexual con los virus que causan la seria afección del hígado conocida como hepatitis. Estas infecciones pueden ser potencialmente fatales y pueden conducir a enfermedades de largo término muy serias, con la cirrosis y el cáncer hepático. Afortunadamente, se dispone de inmunización para prevenir dos de los tres virus más serios. Se recomienda la inmunización universal contra la hepatitis A y B a todos los hombres que hacen sexo con hombres. El sexo seguro es eficaz para reducir el riesgo de la hepatitis viral, y es por ahora el único medio de prevención contra el muy peligroso virus de la hepatitis C. 5. Infecciones de Transmisión Sexial. Las infecciones transmisibles sexualmente (ITS) se dan en gran proporción en los hombres gays sexualmente activos. Esto incluye ITS para las que hay tratamiento disponible (sífilis, gono-rrea, clamidia, parásitos púbicos y otros), y algunas ITS para las que no hay cura (VIH, hepatitis de virus A, B o C, HPV (Virus del Papiloma Humano) y otras. No hay absolutamente ninguna duda de que el sexo seguro disminuye el riesgo de ITS (también llamadas ETS, enfermedades transmisibles sexualmente) y es clave la prevención de tales infecciones por medio de sexo seguro. 6. Cánceres de Próstata, Testículos y Colon. Los hombres gays pueden correr riesgo de muerte de cáncer prostático, testicular o de colon. El chequeo de estos cánceres debe hacerse en distintas épocas del ciclo de vida, y el acceso a los servicios de testeo puede hacerse más difícil a causa del tipo de atención, que debería ser culturalmente sensible ante los varones gays. Todos los varones deberían hacerse estos chequeos de rutina. Todos los varones, gays o no, al terminar la secundaria o poco después, deberían saber llevar a cabo autoexámenes de testículos, y no temer hacerse examinar por un médico en relación con estos cánceres. 7. Alcohol. Aunque algunos estudios más recientes han mejorado nuestra comprensión del uso de alcohol en la comunidad gay, todavía se piensa que los hombres gay tienen mayores tasas de dependencia y abuso del alcohol que los heterosexuales. Un vaso por día puede no tener efectos adversos en la salud, pero sin embargo con bajos niveles de consumo pueden aparecer enfermedades relativas al alcohol. para implementar programas de prevención y tratamiento exitosos es importante contar con servicios culturalmente sensibles enfocados a hombres gays. 8. Tabaco. Varios estudios norteamericanos indican que los hombres gay fuman en proporciones mucho mayores (casi un 50% más) que los hombres heterosexuales; en Latinoamérica la proporción puede ser menor, ya que las campañas contra el tabaco no han sido tan intensas como en los Estados Unidos. Los problemas de salud relacionados con el tabaco incluyen enfermedades del pulmón y cancer de pulmón, enfermedad cardíaca, alta presión sanguínea, y una gran cantidad de otros problemas serios. Todos los hombres gays deben chequearse en cuanto al uso de tabaco, y debe ofrecérseles programas de prevención y de abandono del consume sensibilizados culturalmente. 9. Cuidado del cuerpo (Dieta y ejercicio físico). Los problemas con la imagen corporal son más comunes entre los hombres gays que entre sus contrapartes heterosexuales, y los gays tienen muchas más probabilidades de sufrir desórdenes de la alimentación como la bulimia o la anorexia nerviosa. Si bien el ejercicio regular es muy bueno para la salud cardiovascular y también otras áreas, los excesos pueden ser dañinos. El uso de sustancias como los esteroides anabólicos y ciertos suplementos pueden afectar adversamente la salud. En la otra punta del espectro, el sobrepeso y la obesidad son problemas que pueden también afectar a un gran subgrupo de la comunidad gay. Esto puede causar una cantidad de problemas de salud, incluyendo diabetes, alta presión sanguínea y enfermedad cardíaca. 10. Papiloma Anal. De todas las infecciones de transmisión sexual (ITS) a las que están expuestos los hombres gays, el papiloma (HPV, virus del papiloma humano) que causa verrugas anales y genitales, es a menudo considerado apenas una inconveniencia desagradable. Sin embargo, estas infecciones pueden jugar un papel en las tasas incrementadas de cáncer anal que existen entre los gays. Algunos profesionales de la salud ahora recomiendan análisis de rutina de Papanicolau anal, similar al test que se usa para detectar tempranamente cánceres en las mujeres. Hay que subrayar el sexo seguro. Existen tratamientos para el HPV, pero las recurrencias de estas verrugas son muy comunes, y la velocidad a la que la infección puede esparcirse entre las parejas es muy alta. Diez temas para que lesbianas traten con sus médicos (O’Hanlan, 2011). 1. Cáncer de Mama. Para sufrir este cáncer las lesbianas tienen una concentración de factores de riesgo más rica que cualquier otro subgrupo de mujeres del mundo. Combinen esto con el hecho de que muchas lesbianas por arriba de cuarenta años no se someten por rutina a mamografías, ni hacen autoexámenes de mamas, o se hacen hacer un examen clínico de las mamas, y el cáncer podría no diagnosticarse tempranamente, cuando es más curable. 2. Depresión/Ansiedad. Se ha demostrado que las lesbianas experimentan estrés crónico a causa de la discriminación homofóbica. Este estrés está potenciado por la necesidad que algunas tienen todavía de ocultar su orientación sexual a sus colegas de trabajo, y por el hecho de que muchas lesbianas han perdido el importante apoyo emocional que otros reciben de sus familias, debido a la alineación que surge de su orientación sexual. 3. Cáncer ginecológico. Las lesbianas están en riesgo más alto en relación con algunos de los cánceres ginecológicos. Lo que quizás no sepan es que hacerse un examen anual en la consulta de un ginecólogo puede facilitar significativamente el diagnóstico temprano, asociado con tasas más altas de curabilidad, si alguna vez los desarrollan. 4. Cuidado del cuerpo (Fitness). La investigación confirma que las lesbianas tienen una masa corporal más alta que las mujeres heterosexuales. La obesidad está asociada con tasas más altas de enfermedad cardíaca, cánceres y muerte prematura. Lo que las lesbianas necesitan es consejo competente sobre vida sana y alimentación sana, así como sobre ejercicio sano. 5. Uso de sustancias. La investigación indica que las drogas ilícitas pueden estar siendo usadas más a menudo entre las lesbianas que entre las mujeres heterosexuales. Puede haber en la vida de las lesbianas factores de estrés agregados, provenientes de la discriminación homofóbica, y las lesbianas necesitan apoyo las unas de las otras, y también de los proveedores de cuidado de salud, para encontrar válvulas de escape saludables, recreación de calidad, reducción del estrés y técnicas para soportar adversidades. 6. Tabaco. La investigación también indica que el tabaco y los productos de fumar pueden ser usados más a menudos por las lesbianas que por las mujeres heterosexuales. Sea que el fumar se use como reductor de la tensión o para las interacciones sociales, la adicción a menudo viene detrás y está asociada con tasas más altas de cánceres, enfermedades cardíacas y enfisema: las tres causas principales de muerte entre las mujeres. 7. Alcohol. El uso y abuso de alcohol puede ser más alto entre las lesbianas. Si bien un vaso por día puede ser bueno para el corazón y no incrementar los riesgos de cáncer u osteoporosis, más que eso puede ser un factor de riesgo para las enfermedades. 8. Violencia Doméstica. Se informa que la violencia doméstica aparece en alrededor del 11 % de los hogares lésbicos, lo que es alrededor de la mitad de la tasa del 20% informada por las mujeres heterosexuales. Pero la pregunta es: ¿a dónde van las lesbianas cuando son golpeadas? Se necesita que los refugios den la bienvenida e incluyan a las lesbianas golpeadas, y que ofrezcan consejería a sus parejas que las agreden. 9. Osteoporosis. Las tasas y riesgos de la osteoporosis entre las lesbianas no han sido bien caracterizadas todavía. El calcio y el ejercicio de llevar el peso, así como la evitación del tabaco y el alcohol, son los pilares de la prevención. También es importante hacerse estudios de densidad ósea cada dos o tres años para ver si se necesita medicación para prevenir fracturas. 10. Salud Cardíaca. El fumar y la obesidad son los dos mayores factores de riesgo prevalecientes entre las lesbianas en relación con la enfermedad cardíaca; pero todas las lesbianas necesitan también hacerse un examen clínico anual, porque en éste se hace el chequeo de la presión sanguínea, se mide el colesterol, se diagnostica la diabetes y se habla de hacer ejercicio. Prevenir la enfermedad cardíaca, que mata al 45% de las mujeres, debe ser algo fundamental en cada visita clínica. Diez temas para que personas Trans traten con sus médicos (Allison, 2011)1. 1. Acceso al cuidado de la salud. Las personas trans suelen ser reacias a buscar atención médica a través de una tradicional relación médico-paciente, debido a que en ocasiones son rechazadas por los primeros. Un médico que se niega a tratar a una persona trans puede estar actuando por miedo y Transfobia, o puede tener un sesgo religioso contra los pacientes no heterosexuales. También es posible que el médico simplemente no tenga el conocimiento necesario. Además, la atención de la salud relacionada con personas transexuales usualmente no es cubierta por la seguridad social o seguros médicos, por lo que resulta muy onerosa. Independientemente de las razones, las personas transgénero han visto agravado su estado de salud por el temor o imposibilidad de visitar a sus médicos. 1 Cfr. también, para este apartado, Red por la Despatologización de las Identidades Trans del Estado Español (2010). 2. Historia de Salud. Las personas trans pueden ocultar detalles importantes de su historia de salud a sus médicos, por temor a que se les nieguen los servicios médicos. Tal vez temen que se les niegue la atención si se conoce su historia. Incluso muchos años después de la cirugía, omite la historia de su transición cuando se enfrenta a un nuevo médico. Los pacientes deberían considerar a médico como un socio igualitario en el cuidado de su salud, no como un guardián o un obstáculo a superar. 3. Hormonas. La terapia de hormonización para personas trans ofrece feminización deseable (o masculinización) efectiva, pero conlleva sus propios riesgos. El estrógeno tiene el potencial de aumentar el riesgo de coagulación de la sangre, alta presión arterial, glucemia elevada y retención de agua. Los anti andrógenos como espironolactona pueden producir deshidratación, baja presión arterial y disturbios electrolíticos. La testosterona, especialmente cuando se administra oralmente o en altas dosis, conlleva el riesgo de daño hepático. El uso de hormona debe controlarse adecuadamente por el paciente y el proveedor. Algunas personas trans tienden a obtener las hormonas y otros medicamentos a través de medios indirectos, pasando por alto el sistema de salud. La toma de hormonas sin supervisión puede resultar en dosis demasiado altas o demasiado bajas, con resultados no deseados 4. Salud Cardiovascular Las personas trans pueden estar en mayor riesgo de ataque cardíaco o accidente cerebrovascular, no sólo por el uso de hormonas, sino por otras circunstancias, como el hábito de fumar, la obesidad, hipertensión y fallas en el monitoreo de los riesgos cardiovasculares. Las mujeres Trans pueden temer que un médico al considerarlas en situación de riesgo para enfermedades cardiovasculares les indique detener la toma de hormonas, y por ello no busquen atención médica, incluso cuando tienen señales de advertencia temprana de enfermedades del corazón. 5. Cáncer Tipos de cáncer relacionados con las hormonas (mama en las mujeres trans, hígado en mujeres u hombres) son muy raros, pero deben incluirse en la proyección de la salud. Una preocupación mayor es el cáncer de los órganos reproductivos. Hombres trans que no han tenido la extracción del útero, ovarios o senos se encuentran aún en riesgo de desarrollar cáncer de estos órganos. Mujeres trans permanecen en situación de riesgo, aunque bajo, para el cáncer de la próstata. Además, algunos médicos están incómodos suministrando tratamiento para esos cánceres en personas trans. Algunos casos se han reportado en que la demora o denegación de tratamiento se amplía hasta que el cáncer se ha extendido. 6. Enfermedades de transmisión sexual y sexo seguro Las personas trans, especialmente jóvenes, podrán ser rechazadas por sus familias y encontrarse sin hogar, por lo que pueden ser obligadas al trabajo sexual para ganarse la vida y por lo tanto, colocarse en alto riesgo de enfermedades de transmisión sexual incluyendo el VIH. Otras personas trans pueden practicar sexo inseguro cuando están empezando a experimentar la sexualidad en su sexo deseado. La práctica del sexo seguro es posible y deseable en las relaciones de personas transexuales. 7. Alcohol y Tabaco El abuso de alcohol es común en personas transgénero debido al rechazo familiar social y la depresión que acompaña tal rechazo. El alcohol combinado con la administración de hormona sexual aumenta el riesgo de daño hepático. El consumo de tabaco es alto entre todas las personas trans, especialmente quienes lo usan para mantener la pérdida de peso. En personas que fuman tabaco y toman estrógeno o testosterona, aumentan los riesgos de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular 8. Depresión y ansiedad. Por muchas razones, las personas trans son particularmente proclives a la depresión y la ansiedad. Además de la pérdida de familiares y amigos, se enfrentan a estrés del trabajo y el seguro de desempleo. Personas trans que permanecerán en su sexo de nacimiento o aún no han comenzado el proceso de cambio son muy propensas a la depresión y la ansiedad. El suicidio es un riesgo, antes de la transición y después. Uno de los aspectos más importantes de la terapia para transexuales es el manejo de la depresión y la ansiedad. 9. Inyecciones de silicona Algunas mujeres trans desean un proceso de feminización física sin tener que esperar a los efectos del estrógeno, por lo que utilizan silicona inyectable para obtener "curvas instantáneas". La silicona, administrada a menudo por personas que no son médicos, puede migrar en los tejidos y causar desfiguración años más tarde, debido a que no tiene las condiciones de uso médico, y puede contener muchos contaminantes, además de que a menudo se inyecta con una aguja compartida, lo que aumenta la posibilidad de contraer Hepatitis. 10. Fitness (dieta y ejercicio) Muchas personas trans son sedentarias y tienen sobrepeso. El ejercicio no es una prioridad, y pueden estar trabajando largas horas para apoyar sus transiciones. Una dieta saludable y una rutina de ejercicio frecuente son tan importantes para las personas trans como para el público en general. Realizar ejercicio antes de la cirugía de reasignación de sexo reduce el riesgo operativo de una persona y promueve una recuperación más rápida. Fuentes Allison, R. A. (2011). Ten Things Transgender Persons Should discuss with Their Healthcare Care Provider, Gay and Lesbian Medical Association, disponible en www.glma.org/index.cfm?fuseaction=Page.viewPage&pageID=692 Ariza, M y De Oliveira, O. (2001). “Familias en transición y marcos conceptuales en redefinición”, en Papeles de Población, abril-junio, número 28, Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, México. Arriagada, I. (2001). Familias latinoamericanas. 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PRIMERA MESA POLÍTICAS DE DISIDENCIA SEXUAL EN AMÉRICA LATINA POLÍTICAS DE INCLUSIÓN SOBRE DISIDENCIA SEXUAL EN ARGENTINA Patricia Vaca Narvaja El 15 de julio de 2010 la Argentina se convirtió en el primer país de Latinoamérica en reconocer y permitir los matrimonios entre personas del mismo sexo en su plexo normativo federal. El tratamiento de numerosas iniciativas legislativas, y su posterior sanción, a las modificaciones del Código Civil argentino, traducido como “Matrimonio igualitario”, marcó en el 2010 un hito más en una serie de políticas públicas inclusivas llevadas a cabo desde el 2003 por un Estado presente y generador de espacios participativos a la sociedad civil organizada, y legitimada, una vez más, por un enriquecedor y respetuoso debate legislativo que el juego democrático propone y dispone. El contexto en el que se llevó a cabo todo el proceso de discusión, tratamiento y posterior promulgación, fue precedido por un denso entramado histórico, acerca de una demanda que fue ganando intensidad y actualidad en la historia reciente de la Argentina. Sus antecedentes inmediatos nos llevan hacia principios de los años noventa del siglo XX, a partir de la propuesta promovida y presentada por la Asociación Gay por los Derechos Civiles, encabezada por Carlos Jáuregui, al Congreso Nacional, que tuvo nulos resultados. El derrotero de esas iniciativas recorrió más de 20 años, tomando diversas formas y gramáticas, desde el “pertenariato”, “uniones para personas del mismo sexo” a nivel nacional, pasando por la “unión civil” –sancionada en la Ciudad de Buenos Aires en el 2002- hasta concluir con el proyecto de ley de modificación del Código Civil, apoyado y firmado por un importante número de Diputados y Diputadas de distintos bloques y partidos políticos, durante el año 2007, el cual se basaba en la presentación de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT), otra de las organizaciones de la sociedad civil que con el tiempo fueron obteniendo ciertos conocimientos del andamiaje político legislativo y por ende con capacidad de presión. Si bien esta descripción revela el final del camino, se debe resaltar que siendo, históricamente uno de los colectivos o grupos sociales que mayor discriminación ha sufrido a nivel social, era nada más y nada menos que el Estado el primer discriminador a partir del Código Civil, ya que en él no se reconocía al matrimonio conformado por personas del mismo sexo, así como otros tipos de derechos derivados de aquella figura jurídica. Pero más allá de la cuestión primara y normativa, el vacío legal era solo la antesala a la carencia e imposibilidad de otras realizaciones, tales como la conformación de su dignidad, de la dignidad humana, la conformación de una familia, la posibilidad de elegir libremente un plan de vida: en definitiva, el anhelo de felicidad que todo hombre y mujer pretenden. De manera que resultaba inevitable que para la remoción de la barrera de la desigualdad se empezara por encontrar el lugar de reconocimiento y protección de esas parejas y familias en el Código Civil, y extenderse a todas aquellas instituciones en las que el matrimonio resultaba una institución jurídica relevante, como el derecho a conformar una familia, el derecho a la libre asociación y a la herencia. Posteriormente, también debía producirse una afectación respecto del régimen jurídico de la adopción, así como en otras instituciones ajenas al Código Civil pero incardinadas igualmente en la configuración institucional de la familia: derecho a la Seguridad Social, a la protección social, a la protección de la salud, etcétera. Me remito a las declaraciones de la presidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, en el día de la promulgación de la Ley 26.618, ley de Matrimonio Igualitario, desde las cuales afirmó que “en realidad no hemos promulgado una ley, hemos promulgado una construcción social y como buena construcción social es transversal, es diversa, es plural, es amplia y no le pertenece a nadie, sino a quienes la construyeron: la sociedad”, De esa manera sintetizaba lo que había significado el derrotero y el triunfo de una minoría que dejaba de ser una parte sin contar, discriminada, segregada, agraviada, para ser integrada, pero por sobre todo restituida en sus derechos constitucionalmente, y el reconocimiento de que son parte de nuestra sociedad. protegidos Comprendiendo a la Democracia como una forma de sociedad en dónde se activan declaraciones de igualdad, y un régimen político que concreta y traduce esas declaraciones en instituciones y políticas públicas, sensibles a la novedad humana, la presidenta hacia el siguiente ejercicio de reflexión: “Por eso digo que yo creo que estás cuestiones que tienen que ver con la condición humana, estás cosas que tienen que ver con la aspiración a la igualdad que toda sociedad debe tener son cosas que no nos pueden dividir, son cosas que al contrario nos deben unir. Hoy somos una sociedad un poco más igualitaria, que la semana pasada”. De manera que lo central del debate residía, y residió en el Congreso argentino, en la igualdad; en la igualdad comprendida como el alma de la democracia en tanto juego libre de singularidades, irreductibles, abiertas, únicas e irrepetibles; igualdad como aquello que no se pide ni se merece, sino que se toma conciencia de ella, se activa y se ejerce; igualdad como aquello que haya otros múltiples. De lo que se trataba era de garantizar la libertad e igualdad social para un colectivo que había sido vulnerado en su derecho al acceso a la protección y reconocimiento del Estado, para sus parejas y familias, derechos basados en el libre desarrollo de la personalidad como fundamento de nuestro orden político y de la paz social. Para hacer lo más fielmente posible, citaré algunos pasajes del tratamiento de la ley, en la Cámara de Diputados de la Nación, el 5 de mayo de 2010, sesión en la cual la iniciativa obtuvo la media sanción con 126 votos a favor, 110 en contra y cuatro abstenciones. Como miembro informante del dictamen de mayoría de las Comisiones de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia y de Legislación General, la Diputada Vilma Ibarra sostenía: “Lo que queremos decir es que constituimos una sociedad plural, como cualquier otra sociedad humana. (…) lo que hacen la Constitución y las leyes es ubicar esa diversidad en un punto de igualdad ante la ley. De este modo la norma permite que cada persona pueda vivir su propia biografía y que realice sus propias elecciones en el marco de lo que establece el artículo 19 de la Constitución Nacional”. Es decir, de lo que se trataba era de restituir aquellos derechos que los tenían restringidos, de garantizar el acceso irrestricto a todos los derechos consagrados en la Constitución Nacional. Las condiciones sociales de producción de esta norma fueron antecedidas por los años del neoliberalismo y del Consenso de Washington, cuestión no menor, si se tiene en cuenta el rol y las capacidades con que el Estado contaba hacía mediados del 2003. A partir de la asunción de Néstor Kirchner y la continuidad de la actual presidenta Cristina Fernández, el Estado argentino asumió un rol y una impronta mucho más activa y presente, retomando la iniciativa y promoviendo el desarrollo económico con inclusión social. Es por ello que las palabras de la Diputada Juliana Di Tullio toman relevancia, al sostener: “Este es el momento en el que el Estado tiene que decidir si sigue restringiéndole o no los derechos a un sector de la población (…) A lo largo de la historia de la humanidad las peleas siempre se han dado en ese sentido, porque llega un momento en el que el Estado tiene que decidir qué hacer: si le sigue restringiendo o no los derechos a un sector de la población (…) toda ampliación de derechos enfrenta a un poder; ese es el poder establecido.” Sin la recuperación del Estado, pero por sobre todo de la política, la resolución de aquella demanda, como tantas otras no hubiese sido posible. Por lo tanto, las condiciones de posibilidad de concreción del reconocimiento al “Matrimonio Igualitario”, habían logrado su madurez y su mayor aproximación, sumado al clima de constante deliberación y polémica en torno a la política, que se suscitaba desde hacía un buen tiempo, fueron la combinación perfecta y natural para que se realizara el debate y su sanción, en un tono y nivel de cierta institucionalidad tantas veces reclamada. Los tiempos habían cambiado, pero la sociedad también. La sociedad se había vuelto caja de resonancia y promotora de la agenda pública. Esa constante en la deliberación política daba lugar a la disputa de las palabras, de las ideas, de los conceptos y las definiciones, de forma que en este debate la igualdad, la discriminación, los derechos, la familia, el otro, etcétera, estaban siendo re-definidos y eso era un claro indicio de transformaciones –porque no crecimiento- de una sociedad, que era escenario y actor en las cuestiones relevantes. La re-conceptualización del Matrimonio, como creación histórico-social al ser actualizada, fue uno de los efectos, tanto como la aceptación de la diversidad, de la pluralidad, del otro distinto y la no discriminación. Los pasos realizados no han sido ni los primeros ni los últimos, se han transformado en conquistas sociales, demostrando que siempre hay derechos por extender, igualdad por reafirmar. Para la sociedad ha sido logro real y simbólico, ya que siempre que se iguala en derechos, se gana en libertades y en ciudadanía. Es clara y firma la convicción de que una sociedad va a estar más cohesionada cuanto más incluida se sienta. Hay demandas que pueden ser resueltas de una vez, hay otras que deben ser tratadas mediante varias resoluciones, entiendo que la sanción del Matrimonio Igualitario ha reducido pero no eliminado las desventajas de las minorías, aún si reafirmamos y reconocemos que estamos en el camino correcto hacia una sociedad con mayor inclusión y justicia social. A modo de cierre y conclusión hago mías las palabras de la Diputada Marcela Rodríguez al indicar que “El apoyo al matrimonio de personas del mismo sexo es una apertura y madurez en la concepción de valores democráticos, el reconocimiento de que todas las personas tienen el derecho a vivir en una sociedad que contemple y no ignore sus experiencias de vida, el derecho a verse reflejadas en su cultura y en su sociedad y no invisibilizadas, de vivir libres de discriminación, fundadas en la orientación sexual o en la identidad de género. El objetivo final debe ser la construcción de una cultura de derechos humanos que afirme una universalidad, pero a la vez sea respetuosa de la diversidad.” DISIDENCIA SEXUAL EN EL DISTRITO FEDERAL: UNA POLÍTICA DE IZQUIERDA Martí Batres Guadarrama Muchas gracias compañeras y compañeros. Saludo a este Encuentro sobre Disidencia Sexual e Identidades Sexuales y Genéricas, sobre las políticas públicas, los nuevos enfoques y los escenarios de la disidencia sexual que, por cierto, se realiza en homenaje a Arturo Díaz Betancourt, activista muy importante por la lucha de los derechos humanos de la comunidad LGBTTI y también un gran luchador a favor de la comunidad de personas que viven con VIH. Este tema de la disidencia sexual es uno de los grandes temas que han distinguido al Distrito Federal en el escenario nacional; esta no ha sido una decisión sencilla porque prácticamente hemos tenido que remar contra corriente en un escenario que es profundamente adverso. Para poner un ejemplo análogo, en cuanto se decidió en la ciudad de México la despenalización plena del aborto, hubo una reacción conservadora en 17 Estados de la República, y 17 son más de la mitad, son la mitad más uno, y en ellos se acordó exactamente todo lo contrario a lo acordado aquí, o sea, se criminalizó a las mujeres que decidieran interrumpir su embarazo, incluso sin considerar causales de exclusión que ya existían en algunos Estados y que prácticamente fueron ilimitadas. Esto nos da una idea que las decisiones que se han tomado en el Distrito Federal han tenido que remar en contra de una situación nacional adversa, pero esto también le ha dado un signo de distinción al Distrito Federal. El Distrito Federal es una ciudad de libertades y una ciudad que ha avanzado en materia de derechos humanos, digamos, más rápidamente que el resto del país. Lo que se hace en el Distrito Federal, sin embargo, no es ajeno a transformaciones que ocurren en el mundo, por lo que hemos estado atentos a las reformas que en su momento sucedieron en España para el matrimonio entre personas del mismo sexo, que son reformas que dieron a nivel nacional, no solo en la capital, y más recientemente las que se dieron en Argentina, que también ocurrieron a nivel nacional y no solo en una ciudad. En este caso quiero destacar esa característica del Distrito Federal como una suerte de isla, una isla de derechos humanos donde nosotros tenemos ciertas particularidades, esto se reafirma en varios terrenos, por ejemplo, personas que desean casarse y no lo pueden hacer en la identidad federativa donde viven se trasladan al Distrito Federal para poderse unir en matrimonio; sucede también en otros ámbitos, mujeres que deciden una maternidad libre, voluntaria y no pueden tomar esa decisión donde viven, se trasladan al Distrito Federal para hacerlo; y también ahora con el tema de violencia en el país, tenemos a familias que han sufrido la persecución y el miedo por la violencia que hay, y se han trasladado a vivir al Distrito Federal para poder vivir con mayor tranquilidad. Bueno, tenemos entonces una base en la que apoyarnos, pero aquí hay una historia. Ya alrededor de la reforma política, surgieron diversas organizaciones a finales de los setenta y a principios de los ochenta que reivindicaron la agenda de los derechos sexuales y reproductivos y de las libertades sexuales .Existían por ejemplo, recuerdo que a finales de los setenta y principios de los ochenta el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria , Oikabeth, Lambda, entre otras organizaciones, y acudían a las marchas, marchas por otros temas, pero gritaban consignas como “no hay reforma política sin libración sexual”. El tema, este tema se reivindicó fuertemente en su momento por el Partido Revolucionario de los Trabajadores, en la campaña de doña Rosario Ibarra de 1982, y después, estoy hablando de casi treinta años después, se fue trasladando a otras fuerzas políticas y muchas organizaciones de la sociedad civil lo hicieron propio. Con esto subrayo que esta agenda ha surgido de la sociedad civil y ha impregnado a diversas instituciones y a sus fuerzas políticas, obviamente las fuerzas políticas que se reclaman progresistas o de izquierda, han sido las más permeables a esta agenda. A partir de 1997, año en que ocurrió un cambio en la ciudad, a partir del cual los ciudadanos capitalinos pudimos elegir a nuestros gobernantes, se fueron dando diversas trasformaciones en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en la primera legislatura, que me toco presidir por la primera mayoría perredista. En este tiempo se realizo el primer foro de diversidad sexual impulsado por el diputado David Sánchez Camacho, quien fue diputado de nuestra fracción parlamentaria. A partir de ese foro se fueron realizando diversas discusiones y una repercutió en la reforma al delito sobre corrupción de menores, el cual decía en aquel entonces: “comete delito y corrupción de menores aquel que induzca a un menor al alcoholismo, la drogadicción, el robo, la delincuencia, la homosexualidad”, etcétera, es decir, se equiparaba el término homosexualidad con una conducta delictiva. Eso se transformó y en lugar de poner a la homosexualidad se puso, “induzca a un menor a prácticas sexuales”, lo cual quiere decir que la corrupción de menores es castigable si proviene de quien tiene una práctica heterosexual u homosexual, y no se estigmatiza a la orientación homosexual. La diversificación de las familias está ocurriendo en el mundo entero, es algo que discuten entre otros países en España, Estados Unidos; en México apenas comienza esa discusión y nosotros la estamos teniendo, y existen otros temas en los que la ciudad está entrando apenas, por ejemplo, los temas jurídicos que tienen que ver con la identidad sobre el tema Trans, son temas jurídicos para los que todavía hacen falta nuevas reformas, nosotros consideramos que el capítulo de las transformaciones en el tema de diversidad sexual no están concluidos. Es un capitulo abierto y vamos a tener que dar nuevas discusiones con las comunidades, con la sociedad, con la academia, con el mundo jurídico, con los legisladores y legisladoras, para nuevas transformaciones; hay también temas que no necesitan cambios legislativos sino decisiones administrativas, pero finalmente lo que queremos decir es que éste es un proceso abierto, y la ciudad va estar abierta también a todo ello, de tal forma que nosotros tengamos en la igualdad un horizonte general. Igualdad no es solo igualdad social, obviamente tenemos un eje transversal, fundamental en la lucha por la igualdad entre pobres y ricos, para acercamos al pueblo social, porque somos la sociedad más desigual de todo el Continente Americano: México es la economía número 13, Fox decía que era la 11, pero en el 2006 éramos el país número 103 en distribución del ingreso, y en el 2011 somos el país número 113 en ese rubro, esa es la gran desigualdad económica social. Pero existen otras desigualdades que siguen siendo muy fuertes en nuestro país, por ejemplo entre géneros, entre hombres y mujeres. Existen también desigualdades entre mestizos e indios, existen desigualdades entre heterosexuales y el resto de la comunidad que tienen orientaciones sexuales distintas, y todo este conjunto de desigualdades tienen que ser combatidas por un horizonte generado por la igualdad, que es el que tiene que regular nuestras orientaciones, nuestras decisiones, nuestras políticas públicas. A veces nos han preguntado y recientemente en un seminario nos preguntaban cual es la diferencia entre derecha e izquierda y yo lo que he dicho es que la derecha busca conservar las desigualdades o acentuarlas y que la izquierda tiene como resorte la igualdad en todos los ámbitos; si busca la igualdad, entonces quiere decir que esa es una política de izquierda. Muchas gracias. SEGUNDA MESA NUEVOS MODELOS FAMILIARES: MATRIMONIO, ADOPCIÓN Y FAMILIAS DIVERSAS EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS A PROPÓSITO DE LAS FORMAS ALTERNAS DE FAMILIA Gabriel Gallego Montes Presentación La comunidad académica organizada en torno al objeto de estudio llamado “la familia”, resalta la importancia que tiene ésta en la estructuración y funcionamiento social y reconocen en ella su diversidad y polimorfismo. Sin embargo, llama la atención como, cuando se habla de diversidad familiar se reconoce muy tímidamente las organizaciones familiares que socavan la herencia de la modernización, es decir, basadas en la tendencia a la nuclearización de la familia, el patriarcalismo y la trilogía de prestigio soportada en la heterosexualidad, el parentesco y la corresidencia. La realidad familiar de hoy, tiene un sustento en procesos de modernidad, pero no una modernidad hegemónica, ni homogénea, sino polivalente, heterogénea y diversa, como fue concebida en su proyecto original (Escobar, 1996), en un claro reconocimiento de una ciudadanía que se basa en el restablecimiento de derechos y en la no discriminación. Escribir sobre la familia no es tarea fácil y menos sobre sus organizaciones alternas, es decir, aquellas que actuando como una familia, no constituyen familia desde la concepción convencional del término. Esta ponencia entonces, es un intento por descifrar el lugar de las formas alternas de familia, partiendo de una revisión de la construcción histórica del objeto de estudio llamado familia, para luego plantear cómo el desconocimiento teórico se traduce en un desconocimiento empírico o un mal encuadre investigativo en términos de su visibilización por parte de los investigadores y formuladores de política. La ponencia cierra con algunas evidencias empíricas en torno a las formas alternas de familia en la diversidad sexual tomando como referencia México y otros países. Los estudios de familia: marco general para entender el concepto de diversidad familiar Para iniciar el análisis es preciso plantear someramente los antecedentes de cómo surge el objeto de estudio llamado familia en el abanico de las ciencias sociales. Las ciencias sociales nacieron en pleno apogeo del modernismo filosófico y estético (Corcuff, 1995). Dentro de la teoría sociológica clásica se buscó establecer una relación sincrónica entre la organización de la sociedad y la estructura de la familia como parte del continuum tradicional-moderno, rural-urbano, sacro-secular que elaboraron diferentes sociólogos interesados en los procesos de modernización (Vargus, 1999). El funcionalismo quizás fue el modelo teórico dominante en la sociología y antropología de buena parte del siglo XX, es la quintaesencia de la teoría moderna (Doherty, 1999). En los paradigmas clásicos de los estudios sociológicos, plantea Arriagada (2001), se ha insistido en la centralidad de la familia para el funcionamiento de la sociedad. Ya sea desde la perspectiva marxista que ligó estrechamente los cambios de la familia con otras modificaciones de las instituciones sociales como la propiedad privada, las clases sociales, la sociedad industrial y el Estado; o desde la tradición estructural-funcionalista que articula los temas de la familia a la estabilidad de las instituciones y en último término de la propia sociedad. Los estudios funcionalistas de la familia, que surgen a partir de la década de los cincuenta, tienen por objeto la comprensión de la familia nuclear (Anderson, 1980, Ritzer, 2002). Estos consideran a la familia como un sistema de posiciones sociales y de roles relacionados por procesos funcionales con las demás instituciones sociales. La familia aparece como una construcción ideológica, una abstracción reificada, un terreno desencarnado que supone la ausencia total de variedad de modelos de familias (Segalen, 1997). La tesis predominante es la progresiva nuclearización de la familia, asociada al proceso de modernización de las sociedades (Parsons, 1980, 1998). La organización de este tipo de familia, sin referencias precisas a su medio social y cultural, se sustentaría en una clara diferenciación entre los sexos, donde el hombre debería ser el proveedor económico de la familia, por medio de su inserción en el mercado de trabajo –roles instrumentales-, en tanto la mujer se encargaría fundamentalmente de los aspectos reproductivos, del cuidado doméstico de hombres, niños y ancianos –roles expresivos(Parsons, 1980, 1998). Estos papeles se percibían como complementarios. Con esta visión de la familia surge el campo de estudios denominado Family Studies en la sociología de mediados del siglo XX en los Estados Unidos (Anderson, 1980; Vargus, 1999; Noblea, 1999). El estructural-funcionalismo constituyó la piedra angular sobre la cual se cimentó el campo y sigue siendo, muy a nuestro pesar, la corriente teórica más usada por los académicos en América Latina para estudiar la dinámica interna de las familias. No obstante, a finales de los años 70 se produjo lo que Cheal (1991), citado por Doherty (1999), llamó “el Big Bang” en la teoría de familia, una onda de críticas internas que minaron el campo de familia, lideradas por las feministas, las minorías sexuales, raciales y étnicas, los fenomenólogos y los revigorizados interaccionistas simbólicos; así el campo de familia entró en un pluralismo y en autocuestionamiento que lo permea hasta el día de hoy (Doherty, 1999). Parte de este “Big-Bang” también tuvo su origen en las investigaciones históricas desarrolladas por Peter Laslett y el grupo de Cambridge (1983), quienes contribuyeron a rechazar la idea de la progresiva “nuclearización” de la familia, noción predominante en los años cincuenta y sesenta según la cual el tránsito de los sistemas familiares de estructura compleja hacia el predominio de la familia de núcleo simple era un fenómeno inevitable, asociado al proceso de modernización de las sociedades. Sin embargo, y a pesar de la onda expansiva del “Big Bang”, el concepto de “familia” no ha sido cuestionado profundamente por las principales corrientes teóricas que soportan el campo; podría afirmar que a pesar del conocimiento que se tiene de la realidad familiar de hoy, la tradición parsoniana tiene aún un peso significativo en la forma como se estructuran y argumentan los discursos en torno a “la familia” y como éstos se traducen en políticas y programas de intervención. Allen (2000), enfatiza lo anterior cuando manifiesta específicamente para las familias que tiene como sustrato una sexualidad no heterosexual “la orientación sexual está casi, por no decir completamente, ignorada en las prestigiosas revistas que publican estudios de familia, es decir, la “corriente objetiva” que estudia las familias esta prejuiciada porque la diversidad familiar de hoy y de los diferentes momentos históricos tiene una ideología dominada por el “prototipo norteamericano de familia”; en muchos de los casos, esta versión de “la familia” excluye la diversidad familiar que muchos eruditos de familia relativamente viven.” La categoría “diversidad familiar” es hija del big-bang en la teoría de familia y por lo tanto, como categoría de análisis no puede rastrearse más allá de los años setenta del siglo XX. La revolución cultural e ideológico de estos años permitió la emergencia de nuevas organizaciones familiares que en cierta medida implicaron un desamarre con la organización social tradicional, la familia extensa, el grupo de parientes y el vecindario. Argumento que tal ruptura se dio en “cierta medida”, en tanto las organizaciones domésticas que rotulamos bajo la diversidad familiar no implican una ruptura total con un orden social tradicional (Gallego, 2007); plantear un deslinde total es un sueño que no tiene asidero en ciertas realidades latinoamericanas o un delirio de los teóricos postmodernos. La realidad familiar de hoy, en las sociedades latinoamericanas, es una amalgama de formas de organización de la vida cotidiana totalmente diversas, una articulación no antagónica entre “viejos” y “nuevos” modelos de familia, un híbrido como diría García Canclini (1989). Por otro lado, la forma como se explica la diversidad familia parte del concepto de familia nuclear y a partir de allí, se explica lo diverso, lo otro, lo opuesto, y cierta medida lo abyecto, desconociéndose que la diversidad familiar alude a un conjunto y no solo a partes de él. La diversidad familiar para Flaquer (1998) haría parte de una segunda transición familiar2, o como lo expresan Requena y Revenga (Citados por González, 2002) las nuevas formas de familia y estilos de emparejamiento pueden ser llamados arreglos “posnucleares”. 2 Para este autor, hubo una primera transición familiar que estuvo ligada a la contracción en torno al núcleo familiar estricto (en detrimento de las familias extensas o polinucleares) y a una cierta pérdida de funciones (por ejemplo, la producción económica o la defensa). La segunda transición familiar, a la que estaríamos asistiendo ahora, estaría ligada a su desinstitucionalización. De acuerdo con la propuesta de Flaquer, en estos últimos años se han difuminado en España los límites entre legitimidad e ilegitimidad familiar, puesto que han comenzado a ser aceptadas y reconocidas situaciones familiares y vitales que durante décadas fueron rechazadas o simplemente obviadas. Tal es el caso, de las parejas heterosexuales que conviven sin estar casadas, las familias sin hijos, o las familias adoptivas. Este mismo proceso de reconocimiento y aceptación han comenzado a experimentar las familias monoparentales, tanto las formadas tras un divorcio como, en menor medida, las que configuran una madre soltera y su hijo o hija, o las familias “combinadas”, las formadas a partir de uniones anteriores, las parejas de gays y lesbianas y las familias homoparentales (González, 2002). La diversidad familiar también puede comprenderse aparejada al proceso de modernidad en la vida familiar. Irma Arriagada (2001) considera las siguientes dimensiones: - Promoción social e individual. Ello se expresa en la ampliación de los derechos de niños y jóvenes y el cuestionamiento del poder patriarcal al interior de la familia. - Progreso social para el desarrollo de las potencialidades individuales en desmedro de la importancia atribuida a la familia. - El carácter de flexibilidad (Giddens, 1995), que se refiere al hecho de que la mayoría de los aspectos de la actividad social están sometidos a revisión continua a la luz de las nuevas informaciones o conocimientos. La familia no escapa a esta visión revisionista. - Vocación democrática de defensa de la diversidad y de aumento de la tolerancia. - Secularización progresiva de la acción colectiva. Cada vez más las personas se distancian de las imposiciones religiosas y cobra autonomía una ética individual en especial respecto al ejercicio de los derechos reproductivos y en lo referente a la moral sexual. - Generación de un tejido social intercultural que incorpora la diversidad de los estilos de vida y en las formas y estructuras de las familias. La modernidad en la familia se expresaría, además, en el ejercicio de derechos democráticos, de autonomía de sus miembros y de mayor equidad (Arriagada, 2001) y también en la diversidad de estilos de vida y arreglos sociales nuevos, que socavan un orden tradicional, pues como lo plantea Giddens (1995), la modernidad es esencialmente un orden postradicional. Los cambios que han generado los procesos de modernización y modernidad en la familia se constituyen en un punto de ruptura entre la dicotomía privadopúblico y en formas emergentes de funcionamiento de las familias que redefinen la relación familia-sociedad. Las formas alternas de familia como parte de la diversidad familiar La definición de la familia tiende a centrarse en un número de características típicas, con el fin de identificar una clase de unidad social (Fox, 1993). La concepción convencional de familia desconoce, por lo general, las relaciones sociales involucradas en actividades específicas sustentadas en una significación emocional e insiste en el paradigma de asociar familia con gente relacionada por sangre, matrimonio y corresidencia, tendiendo a excluir los arreglos sociales donde se involucran la misma dependencia y relaciones diarias afectuosas y que los sujetos involucrados consideran a sí mismo una familia, es decir, las parejas de lesbianas y gays que viven juntos, los compañeros de edad compartiendo recursos financieros y proporcionándose el apoyo diario necesario y gente en otros tipos de relaciones que comparten recursos materiales, se expresan cuidado y protección y tienen conexiones emocionales profundas, son todos excluidos. Este andamiaje conceptual llamado “la familia” tiene su basamento en tres ejes teóricos y epistemológicos fundamentales que denomino trilogía de prestigio: la corresidencia, el parentesco y la heterosexualidad; cualquier disertación académica, discurso ético-religioso y políticas públicas del Estado en torno a este grupo social tienen como sustento esta trilogía. Sobre los dos primeros elementos de la trilogía existe una vasta literatura que ayuda a comprender la esencia de estos conceptos en la definición de “la familia”. Sobre el tercero, se considera inherente, subsumido en cualquier discusión, un elemento obvio en la definición, basado en la diferenciación sexual y la procreación de la especie humana; ser biológicamente diferentes explicaría entonces algo tan “evidente” como el hecho de que para que exista familia se necesita de un hombre y una mujer, que interactúan sexualmente, como elementos sustantivos. Podría afirmarse que todo el conocimiento de “la familia”, como organización social, ha tenido como insumo estos elementos y le ha permitido obtener su estatuto científico propio. Sin embargo, cabe preguntarnos, ¿qué sucede cuando las cosas no funcionan como convencionalmente han funcionado, cuando la corresidencia y especialmente la heterosexualidad no son la norma para todos los arreglos domésticos, debemos seguir hablando de “la familia” o estas rupturas implican construir nuevas categorías de análisis para ampliar la noción hasta ahora conocida? Despojar a la familia, como objeto de estudio, de su esencialismo histórico implica someterla a una revisión crítica de los anclajes con los cuales se la conceptualizado e intervenido públicamente. Esta discusión ya empezó en el campo del matrimonio (Borillo, 1999) y del parentesco y la filiación (Fassin, 2005; Butler, 2005) que constituyen áreas centrales de los estudios de familia. Sin embargo, las organizaciones sociales que subvierten ese orden establecido de cosas, y en especial los emparejamientos entre personas del mismo sexo/género, corresidentes o no, requieren explicaciones y la generación de nuevos discursos y de una nueva epistemología que, partiendo de la revisión del discurso hegemónico de “la familia”, pueda conducirnos a hablar de las familias, en plural; o como sugiere Eric Fassin (2005) “familia de las familias”. Explicar nuevas organizaciones sociales con discursos anclados en un patrón de normalidad, de pauta social y de una relación desigual de poder, puede tener una intención de asimilación y normalización, que política y socialmente puede ser peligroso en términos de invisibilizar los movimientos sociales que soportan estas nuevas construcciones sociales. Estas formas de organización social que desbordan las conceptualizaciones tradicionales, pero que hacen parte de las maneras como los seres humanos contemporáneos organizan su vida para asegurarse la reproducción social, constituyen lo que se conoce como formas alternas de familia (Gallego, 2003). La aparición de las formas alternas de familia como objeto/sujeto de estudio se podrían inscribir en la modernidad tardía (Giddens, et al, 1996), o la modernidad alternativa (Escobar, 1996), como parte del proceso de modernidad en general. Puede plantearse que las Formas Alternas de Familia contemplan una gama de relaciones –mixtas- que van desde las nociones clásicas de Corresidencia y Heterosexualidad hasta involucrar las espacialidad indirecta de las relaciones sociales/familiares (Gallego, 2006), las parejas del mismo sexo/género, la Àpar homoparentalidad3 y las familias/parejas no corresidentes como las que surgen en los procesos 3 de migración interna como internacional, familias en situación de Homoparentalidad, corresponde a las parejas de gays y lesbianas que ejercen la parentalidad. Los hijos pueden provenir de uniones heterosexuales anteriores, por inseminación artificial, alquiler de vientres o de procesos de adopción. La homoparentalidad implica la convivencia de la pareja gay o lésbica con sus hijos. transnacionalidad. Hace parte también de este abanico, los arreglos domésticos no familiares, que no son reconocidos como familia en la teoría social tradicional, pero que sus miembros se reconocen a sí mismos como una familia, es decir, sus concepciones quiebran la noción de parentesco consanguíneo. Podría afirmarse en principio que las formas alternas de familia pueden tener dos sustratos, diferentes en algunos casos y complementarios en otros. En el primero, esta alternatividad familiar tiene un eje basado en la noción de espacio y lugar que como categorías, al ser pensadas diferentes, desbordan la cohabitación, esto es, la construcción de un territorio de lo doméstico4. En una segunda apuesta, las formas alternas de familia tienen un contenido basado en una sexualidad diferente a la heterosexual, pudiendo constituir unidades domésticas de diferentes tipos. Pensar las formas alternas de familia implica reconceptualizar la familia y no “añadir” o asimilar las nuevas organizaciones familiares a la concepción establecida, en tanto la teoría de familia refleja los desequilibrios de poder en la sociedad. Actualmente no existe un ejercicio crítico sistemático que estimule una revisión de la teoría fundante de la familia como objeto de estudio por parte de las ciencias sociales. No se puede seguir utilizando el rotulo “polimorfismo familiar de nuestro tiempo” o “diversidad familiar” como expresiones acríticas que reflejan una supuesta variedad de organizaciones familiares. Es más, las mismas definiciones de “familias homosexuales” o “familias queer” constituyen expresiones académicas generadas en medio del silencio para nombrar estas nuevas realidades, pero que terminan enrareciendo la discusión y la revisión crítica necesaria de los estudios de familia. Una forma de avanzar en este campo sería ampliando el espectro de la teoría social a partir de la deconstrucción de las nociones de corresidencia, parentesco y heterosexualidad Formas alternas de familia a partir de la diversidad sexual En los albores del siglo XXI, las sociedades industriales de la Unión Europea, Norte América, Australia y algunos países latinoamericanos continúan definiendo con dificultad el “lugar” de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo/género, en la política 4 Andreu Domingo, ha establecido una tipología de las cohabitantes, agrupándolos en tres órdenes: cohabitación no escogida, cohabitación ideológica y la cohabitación a prueba. y regulación en torno a la familia y el matrimonio. El tratamiento social a las relaciones afectivas y sexuales entre hombres y entre mujeres ha seguido un sendero de dramáticos cambios y deformaciones en los últimos dos siglos. Concebidas como pecado, crimen o enfermedad y sujetas a presión por parte de Estados y elites sociales, las relaciones entre personas del mismo sexo han persistido y hoy emergen en vías sin precedentes. Sin embargo, para comprender la emergencia y visibilización de las parejas de varones gay se debe dar cuenta, en una primera instancia, de cómo surge la discusión acerca de las homosexualidades5 y lo lésbico-gay en el contexto del sistema capitalista de producción (D´Emilio, 1997) y el Estado de bienestar (Adam, 2004) en las sociedades desarrolladas dentro de la cultura occidental. John D´Emilio (1997) plantea que los gay y las lesbianas como grupo social no siempre existieron y son producto de la historia, particularmente de la historia reciente de la humanidad, con una existencia en una era específica. Su emergencia está asociada al desarrollo de las relaciones capitalistas de producción y más específicamente con su sistema de trabajo asalariado, el cual permitió, especialmente en la última parte del siglo XX, a un sinnúmero de hombres y mujeres llamados a sí mismo gays y lesbianas, reconocerse como parte de una comunidad de iguales por su preferencia y organizarse políticamente sobre la base de la identidad. A pesar de que lo lésbico-gay contemporáneo poco tiene de común, en términos de significados, con las prácticas homo-eróticas de las antiguas civilizaciones, de la edad media o de los siglos XVIII y XIX, sí es posible atribuirle a la urbanización y a la formación 5 "La homosexualidad es el epifenómeno de la heterosexualidad, pero no es posible entender la una sin la otra" (Guasch, 2000:20). Al igual que la heterosexualidad, la homosexualidad es producto de nuestra época que no puede buscarse más allá de nuestra cultura. La homosexualidad no existía en la antigua Grecia "no había en rigor homosexuales, sino ciudadanos activos, dominadores del propio deseo (viriles), y sujetos pasivos, reprobables, incapaces de autogobierno [...] un hombre podía ser censurado por su blandura y afeminamiento si se dejaba arrastrar por su pasión hacia las mujeres hasta el punto de que ese afecto lo gobernase. Análogamente, un varón adulto podía mostrar una reputación de virilidad sin mancha aunque tomase sus placeres de los muchachos, siempre y cuando esa pasión no lo dominase" (Vásquez y Moreno (1997) en Guasch, (2000:21). Sin embargo, desde la antigüedad, las culturas occidentales se han encargado de desarticular la figura del homosexual con el poder, fomentando en su lugar el mito del homosexual = afeminado, entendiendo por femenino la debilidad y la pasividad tanto física como emocional. Si bien el proceso ha sido constante a lo largo de la historia, los últimos 200 años han resultado efectivos en la “feminización” de la homosexualidad de varones y por lo tanto en la “desmasculinización” del hombre gay (Andres, 2000:124). Este mito llegó hasta nuestros días y fue consistente hasta la última cuarta parte del siglo XX. En América Latina y los países colonizados por occidente, el mito llegó y se encarnó en la asociación homosexual = travesti; en otras palabras la visión tradicional de la homosexualidad en Latinoamérica ha estado asociada al travestismo y el afeminamiento. del sistema capitalista de producción, las bases para una transformación de ciertas prácticas sexuales en identidades y en la creación de nuevos sujetos sociales y formas de emparejamiento (Rubin, 1989). La mayoría de los estudios coinciden en la singularidad histórica y espacial de la identidad gay contemporánea (Foucault, 1977; Weeks, 1998). En efecto, en diferentes momentos históricos tenemos diferentes sujetos homosexuales, en tanto la existencia de éstos está determinada por diferencias prácticas discursivas que no sólo los nombran sino, de hecho, los crean (Andres, 2000). Como concluyó David Fernbach hace veinte años, “el espacio para un modo de vida homosexual es de aparición relativamente reciente [y sólo existe en ciertas partes del mundo]” (Fernbach en Drucker, 2004:12). Las subculturas homosexuales son un fenómeno histórico reciente que tuvo su embrión a finales del siglo XIX en Europa Occidental y América del Norte. Para John Boswell (1992), la urbanización es uno de los factores más importantes para explicar el auge o declive de la vida homosexual europea. Según este historiador, el crecimiento de las ciudades ha ido de la mano con una mayor tolerancia en Occidente hacia el homoerotismo6. De allí que no sea de extrañar cómo a finales del siglo XIX, cuando occidente pasaba por un acelerado crecimiento de las ciudades, aparecieran los primeros grupos visibles de homosexuales en el viejo continente y en algunas ciudades de Estados Unidos y América Latina. Drucker (2004) agrega que como fruto de la extensión del trabajo asalariado y la resultante independencia económica individual, aparecieron nuevas instituciones y formas de relacionamiento por fuera de los patrones familiares y religiosos establecidos. Ross y Rapp (1997) argumentan que la separación en el capitalismo industrial de la familia y el lugar de producción, el consumo de la producción, el lugar de descanso y de trabajo, la vida personal de la política y la sexualidad de la reproducción de efectivos, que se inició durante el siglo XVIII y XIX en Europa y Norte América, condujo a la reorganización de la experiencia sexual y a la transformación de la intimidad. Estas escisiones transfiguraron la estructura y funciones de la familia nuclear, la ideología de la vida en familia y el significado de las relaciones heterosexuales. 6 Al igual que Núñez (2001), entiendo por homoerotismo “al erotismo entre personas del “mismo sexo biológico”. Adicionalmente reconozco el debate acerca del carácter construido de los “sexos” y de la existencia de más de dos sexos (Fausto-Sterling, 2006). Sin embargo, para los propósitos de esta ponencia este debate puede obviarse. En este mismo sentido se pronuncia Almaguer (1995), quien considera que el tránsito, a fines del siglo XIX, de una economía de tipo familiar a un sistema de trabajo de tipo salarial, liberó en forma decisiva a los hombres y mujeres europeo-norteamericanos del mundo económico y social de la familia que antes había sido tan limitante. De esta forma, “liberada la familia nuclear de su papel tradicional como unidad básica de producción, los individuos de preferencia homosexual podrían ya forjarse una nueva identidad sexual y desarrollar una cultura y una comunidad antes inconcebibles. Además, la fuerte migración urbana que fue atizada (o precipitada) por la segunda guerra mundial, aceleró este proceso, empujando a miles de homosexuales a medios urbanos donde eran mayores las posibilidades de intimidad y anonimato en las relaciones entre personas del mismo sexo” (Almaguer, 1995:61). Lo que permitió la visibilidad, a principios del siglo XX, de las relaciones entre personas del mismo sexo, se debe además, a una serie de prerrequisitos sociológicos que permitieron una apertura a los estrictos sistemas de parentesco (Adam, 2004). Weston (1997) y Katz (2001) sugieren que, durante el siglo XIX, la hermandad y la amistad eran dos de las pocas categorías disponibles en Estados Unidos, para dar cuenta de los sentimientos intensos experimentados hacia personas del mismo sexo; Gallego (2007) y Núñez (2007) han documentado estos mismos sentimientos en el México de finales del XIX y principios del siglo XX. Las nuevas realidades construidas por homosexuales a mediados del siglo XX y reafirmadas y reelaboradas a partir de la década del setenta, sentaron las bases para una fusión del lenguaje del parentesco con el de la amistad, bajo el constructo de las familias de elección, que vincula lo erótico con lo no erótico, uniendo a amigos y amantes en un mismo sentido familiar (Weston, 1997). Todos estos nuevos ideales y constructos sociales tuvieron como soporte la autonomía financiera provista por el salario, especialmente en las clases medias y más privilegiadas. En palabras de Flaquer (1998), los emparejamientos gays y lésbicos y la homoparentalidad hacen parte de una segunda transición familiar, arreglos “posnucleares” como se mencionó anteriormente. En este sentido, puede especularse que los emparejamientos de gays y lesbianas no procreativos, que hicieron su emergencia pública en la última cuarta parte del siglo XX, son compatibles con el nuevo régimen demográfico. Es decir, la caída en las tasas de natalidad, la tendencia a nivel mundial por alcanzar el nivel de reemplazo en la población, la disminución de la presión demográfica por la reproducción, la separación entre sexualidad y reproducción y especialmente la disminución del control social en torno a la función reproductora de la pareja y la familia, permitieron la emergencia de formas de relacionamiento íntimo no basadas en la sexualidad heterosexual y el matrimonio. El establecimiento de parejas de gays y lesbianas -al ser un arreglo doméstico minoritario- no desentona con los propósitos demográficos de nuestro tiempo, de ahí su permisividad y visibilización social. En este mismo sentido, el incremento en la conformación de hogares unipersonales y la presencia de parejas del mismo sexo/género corresidentes son un claro ejemplo de los nuevos arreglos domésticos que en el anterior régimen demográfico eran impensables. No obstante, el debate sobre la homoparentalidad hace resurgir las discusiones en torno a la función reproductora de la familia y la exclusividad de la descendencia por esta vía; si en algún momento las pretensiones reproductivas estuvieran en alza, muy seguramente los emparejamientos gay-lésbicos estarían seriamente cuestionados y deslegitimados. En otras palabras, la disminución de la presión institucional por la reproducción, permite que en la escena pública aparezcan nuevas formas erótico-afectivas de organización de la vida cotidiana, que no tienen como propósito principal la reproducción y por lo tanto no constituyen un suplemento sino una alternativa a la institución familiar tradicional. Según D´Emilio (1997), la población de gays y lesbianas es la que de forma más clara encaró el potencial de la división entre sexualidad y procreación. Sin embargo, en opinión de Almaguer (1995), la identidad gay y las comunidades que surgieron fueron, en forma abrumadora, blancas, clase-medieras y macho-centristas. De este segmento de población homosexual surgieron los primeros líderes de las primeras organizaciones homófilas en Estados Unidos y también las figuras claves que moldearon la nueva cultura gay. Además, el hecho de pertenecer a una clase privilegiada y ser relativamente homogéneos en términos étnicos y sociales, les facilitó a estos individuos la puesta en escena de sus preferencias sexuales, la constitución de una identidad gay y la definición de un agenda política centrada en buena medida en el reconocimiento del matrimonio, la adopción y el extensión de beneficios de la seguridad social. Parte de la agenda del movimiento gay en América Latina se centra sobre similares demandas. ¿Qué se conoce de las formas alternas de familia en la diversidad sexual? Una discusión de algunas evidencias empíricas en México y otros países La generación de conocimiento sobre el emparejamiento gay-lésbico en Estados Unidos, Europa y algunos países latinoamericanos se ha centrado sobre individuos urbanos, blancos, con niveles medios y altos de instrucción y empleo, y pertenecientes a generaciones intermedias. Por lo tanto, los hallazgos y las tendencias encontradas tienen un sesgo hacia esta población y por consiguiente no son representativas de todos los tipos de emparejamientos que pueden ser encontrados en función de la clase, la generación, la etnicidad y la ubicación espacial. De igual manera, las evidencias para América Latina son pocas, aunque permiten dar una mirada muy general a este tipo de realidad socio-cultural. Algunos datos recabados a partir de censos y estadísticas poblacionales indican que los arreglos domésticos conformados por parejas del mismo sexo no representan más allá del 5% del total de hogares en un país o región. La participación más alta, según la American Comunity Survey, en 2004 la tuvo el Distrito de Castro en la ciudad de San Francisco, reconocida por ser la meca de la subcultura gay, con el 32% de los hogares conformados por parejas del mismo sexo. Si bien la legislación en algunos países se ha transformado al otorgar titularidad de derechos a las parejas del mismo sexo, aún prevalece una invisibilidad en las estadísticas y los censos de población. Lo anterior es evidente en países de la región como España, Colombia, Uruguay, Argentina, Brasil y la Ciudad de México que tienen legislaciones propias sobre este asunto (ver tabla 1). Investigaciones adelantadas en México (Gallego, 2007; Gayet et al. 2007), España (Meil, 2000) y Estados Unidos (Patterson, 2000) han determinado que la proporción de gays y lesbianas que al momento de la entrevista manifestaron tener una relación de pareja, oscila para los varones entre un 40-60% y en las mujeres entre un 45-80%. Para el caso de la ciudad de México, Gallego (2007) determinó, a partir de muestra intencional de 250 varones con prácticas homoeróticas, cómo el 54% de ellos estaba involucrado en una relación de pareja con otro hombre y el 22,8% cohabitaba o corresidía con su pareja. Gayet et al. (2007) en su encuesta para cuatro ciudades mexicanas, identificaron cómo el 47,3% de los HSH –hombres que tienen sexo con otros hombres– manifestó haber tenido una pareja sexual estable en los últimos 6 meses antes de la encuesta; así mismo, el 22,1% de los HSH solteros convivía, al momento de la entrevista, con una pareja del mismo sexo. Tabla 1 Participación (en %) de las parejas del mismo sexo corresidentes en el conjunto de hogares según países No. % 707.196(1) 1,16 California 91.411(1) 1,36 Distrito de Columbia (Washington D.C.) 3.038(1) 4,58 Florida 49.966(1) 1,34 Massachusetts 18.469(1) 1,42 New York 44.218(1) 1,21 Pennsylvania 32.835(1) 1,22 Puerto Rico 6.818(1) 0,97 Canadá 34.207(2) 0,48 Australia 41.692(3) 0,33 Nueva Zelanda 5.067(4) 0,65 Inglaterra y Gales 61.482(5) 0,31 Holanda 53.000(7) 1,11 España (matrimonios) 8.832(6) 0,60 Estados Unidos de Norteamérica 6.053(8) 0,30 Creación del autor. (1) The American Community Survey, 2004. (2) Census information, 2001. (3) Australian Bureau of Statistics, 2001. (4) Censo, 2001. (5) Censo, 2001. (6) Matrimonios celebrados entre 2004-2007, INE, 2009. (7) http://cathyyoung.blogspot.com/2005/11/same-sex-marriage-in-netherlands.html. (8) Estimación indirecta a partir del Censo de población del 2000. Ciudad de México En España, Meil (2000) reporta, a partir de una encuesta aplicada a más de mil homosexuales en el año 1999, que cuatro de cinco lesbianas (79%) y dos de tres gays (66%) tenían una relación de pareja, notándose que estas proporciones aumentaban con la edad. Sin embargo, la tenencia de una relación de pareja no implica necesariamente la convivencia. De hecho, a partir de la misma encuesta en España, se determinó que sólo la mitad (55% de los varones y 58% de las mujeres) de los que declararon tener pareja convivían realmente con ella (Meil, 2000). Los estudios levantados en México, España y Estados Unidos indican que la proporción de parejas del mismo sexo corresidentes oscila entre un 20% y un 40% del total (Gallego, 2007; Gayet et al. 2007; Meil, 2000; Patterson, 2000). De igual manera, el peso estadístico de los hogares conformados por este tipo de arreglos domésticos es inferior al 5% del total de hogares en una zona o país, teniendo picos ligeramente superiores en grandes ciudades o ciudades capitales y en barrios o distritos reconocidos como de actividad gay como Castro en San Francisco, Chueca en Madrid, Chapinero en Bogotá o la Zona Rosa o Condesa en ciudad de México. De igual manera, la proporción de parejas que pudiendo legalizar sus uniones lo hace, es muy reducida si se compara con el total de relaciones de pareja con o sin corresidencia. En la encuesta de Bryant y Demian (1994), a más de mil parejas de gays y lesbianas en Estados Unidos, se encontró que nueve de diez parejas reportaron algún grado de cohabitación en el último año. Quienes teniendo pareja no conviven, tienden a ser mayoritariamente jóvenes que viven aún en casa de sus padres y mantienen una relación tipo LAT –Living Apart Together– (Gallego, 2007). En este sentido, dentro de la subcultura gay los modelos en relación a la pareja y la convivencia son plurales y diversos, aunque tiende a reproducirse los patrones de emparejamiento producto de la cultura heterosexual, mediada por el amor romántico, la formalización del vínculo de manera legal o simbólica y la asunción de la convivencia en pareja como un ritual de paso muy similar al matrimonio. Las investigaciones adelantadas dejan entrever cómo la experiencia del emparejamiento entre personas del mismo sexo ha ganado terreno en ciertas sociedades dentro de la cultura occidental y no constituye una experiencia particular, sino más bien compartida por diferentes grupos como una forma alternativa de construir afecto y cuidado a las convencionalmente prescritas. Cabaj (1988 citado en Cruz, 1998), menciona que las relaciones gay inician por las mismas razones que las heterosexuales: satisfacción, atracción sexual, compartir intereses o necesidades, seguridad financiera, necesidad de amor y afecto, y deseo de compañía. Gallego (2007) a partir de sus investigaciones en México determina cuatro momentos en las relaciones de pareja entre varones: cortejo, noviazgo, co-residencia y disolución de la relación. El cortejo o etapa donde la pareja está en proceso de conocimiento y negociación para el establecimiento o no de una relación de pareja, transcurre de manera rápida y por lo general no tarda más de un mes (Berger, 1990; Cruz, 1998; Gallego, 2007). Durante el cortejo también transcurre, como ha sido documentado para el caso mexicano, la primera relación sexual constituyéndose en parte importante de la negociación para iniciar una relación de pareja (Gallego, 2007). A la etapa del cortejo, le sigue el noviazgo o el establecimiento de una relación de pareja propiamente dicha. “Tener novio”7 o “pareja” constituye una experiencia que es relativamente reciente en la subcultura gay y no se remonta más allá de los años setenta del siglo XX. De acuerdo con la investigación de Gallego (2007), los noviazgos son relativamente cortos en la generación más joven de entrevistados (16-24 años) y un poco más largos en los grupos de edad intermedia (25-34 años) y adulto (35 y más años). En los entrevistados más jóvenes el noviazgo tiende a durar cinco meses, mientras que en las personas mayores de 25 años tiene una duración mediana entre nueve y doce meses. Sin embargo, al hacer una lectura biográfica de los principales noviazgos se nota que los jóvenes tienden a tener noviazgos más cortos, las personas de edad intermedia un poco más duraderos, mientras que los más adultos parecen haber vivenciado el patrón de a mayor edad, mayor acumulación de historias de pareja y mayor duración de las mismas, en tanto se aprecia un patrón ascendente entre la duración de la primera historia sin corresidencia, frente a una segunda, una tercera y la última. 7 En los varones menores de 25 años entrevistados por Gallego, esta fue la voz más común para nombrar sus relaciones de pareja con otros varones. Sin embargo, el uso de la categoría “pareja” ha ganada terreno en la historia reciente y se constituye en la expresión más común para designar una relación más formal y estable con otro varón. A la convivencia o corresidencia en pareja se llega después de un período de noviazgo relativamente corto, instituyéndose en la tercera etapa en una relación de pareja entre personas del mismo sexo. De acuerdo a las estimaciones de Gallego (2007) para la ciudad de México, la convivencia en pareja fue experimentada, al momento de la entrevista, por el 22,8% de los entrevistados, constituyéndose en un evento poco vivido por los más jóvenes y un tanto mayor por los varones mayores de 25 años. Berger (1990), encontró cómo una cuarta parte de las parejas entrevistadas por él en Estados Unidos, decidieron vivir juntos al mes siguiente de conocerse, con una mediana de tiempo, entre la fecha en que se conocieron y el establecimiento de la co-residencia, inferior a cuatro meses. Mendola (1980 citado en Murphy, 1994), determinó que al menos la mitad de las parejas de su muestra iniciaron la cohabitación en el primer semestre de conocerse. En España, un tercio de los gays y un 42% de las lesbianas, que al momento de la encuesta convivían, emplearon menos de seis meses en conocerse e irse a vivir juntos, y casi dos de tres (61 y 60% de las lesbianas y gays, respectivamente) emplearon menos de un año. Gallego (2007) para la ciudad de México, determinó que este tránsito entre el noviazgo y la corresidencia transcurre de manera rápida y no toma más de un año. La duración de estos tránsitos depende de la forma de convivencia previa (con los padres, con amigos, solo), de la independencia económica (Meil, 2000), de la homofobia interna como externalizada, de la articulación y reconocimiento de esta forma de emparejamiento por parte de la familia de origen y de las relaciones de poder y capacidad de negociación que pueden derivarse de la autonomía financiera, de la edad y hasta de la belleza, por considerarse múltiples planos de indagación. De igual manera, el tránsito tampoco se produce de forma súbita, sino que se da de manera escalonada, iniciando por días y luego afianzándose la convivencia con el paso del tiempo. La co-residencia como decisión diádica pone en juego muchos elementos desde la autonomía personal, la necesaria estabilidad económica y financiera, la negociación del trabajo doméstico encarnado en divisiones de género y el establecimiento de nuevas relaciones con la familia y los grupos de amigos. Un creciente número de parejas de gays y lesbianas optan por el establecimiento de una ceremonia para validar y celebrar su compromiso frente a los otros. Estos rituales pueden variar desde un rito público ante notario (en los países donde esto es posible) o una ceremonia privada de intercambio de anillos en presencia de familiares y amigos (Murphy 1994). Bryant y Demian (1994) hallaron que más mujeres (60%) que hombres (39%) han simbolizado sus acuerdos de pareja con un ritual; de igual manera, más mujeres (20%) que hombres (11%) han “ritualizado” su relación con una ceremonia formal y son más las mujeres (57%) en comparación con los hombres (36%) las que usan anillo u otro símbolo como muestra de su relación. Es tal la fuerza simbólica de la co-residencia, que las leyes que protegen el concubinato y la unión de hecho u otorgan derechos a parejas del mismo sexo, establecen como criterio central el que haya habido co-residencia o convivencia bajo el mismo techo, por un lapso particular. De hecho, nos son impensables las nociones de familia sin pensar en la co-residencia como requisito fundamental. Por ello, parte del proceso de institucionalización de la vida gay se explica por la difusión de un modelo de pareja coresidente, modelo por el cual se hacen movilizaciones políticas y demanda de derechos. La diversidad que asume la construcción de la vida cotidiana en relaciones de pareja entre varones y entre mujeres puede ser leída de múltiples maneras y modos, en términos de ciertas etapas o momentos de una relación, las duraciones específicas de cada una de ellas y las variadas formas de convivencia que asumen las relaciones de pareja. Todo parece indicar que la corresidencia juega un papel importante en la mayor duración de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo. Gallego (2007) a partir de una regresión logística, determinó que una relación de pareja corresidente tiene tres veces más probabilidad de duración superior a un año, con respecto a aquellas relaciones donde sólo hubo una relación de “noviazgo”. Blumstein y Schwart (1984 citados en Patterson 2000), hallaron que las tasas de disolución en parejas de más de 10 años de duración son relativamente bajas (6 y 4% en lesbianas y gays, respectivamente) y son altas en parejas recién conformadas y que llevan menos de 2 años de establecida la relación (22 y 16% en lesbianas y gays, respectivamente). Los estudios más recientes adelantados por Kurdek (2003), confirman esta tendencia a bajas tasas de separación. En México, la investigación adelantada por Gallego (2007) encontró similares patrones a los hallados en Estados Unidos. Dentro de las principales causas de ruptura manifestadas por los varones entrevistados por Gallego (2007), sobresale: se acabó el amor (18,5%), discusiones y agresiones frecuentes (11,5%), la pareja o el entrevistado conoció a otro hombre (18,8%), viaje o distanciamiento geográfico (10,9%) e interferencia de la familia (3%); este conjunto de causas engloban el 62,7% de los motivos expuestos por los entrevistados. Y aparece la muerte de la pareja, asociada a la epidemia del VIH-SIDA con el 2,3% de los casos. Maternidad lésbica, paternidad gay y domesticidad en parejas del mismo sexo Pensar en la maternidad y la paternidad nos remite necesariamente a la heterosexualidad, ya que es justamente a través de esta práctica, como mujeres y hombres se convierten en padres re-creando un orden simbólico asociado a la procreación, la familia y el parentesco. Pensar en la maternidad lésbica, la paternidad gay y la homoparentalidad resulta entonces un ejercicio de contracultura, a pesar de que el movimiento gay en general constituye una subcultura8. La paternidad gay, la maternidad lésbica y especialmente la homoparentalidad aparecen como hechos marginales en la vida de los sujetos con prácticas homoeróticas o en las parejas del mismo sexo corresidentes. De acuerdo a lo reportado por Black et al. (2000) para Estados Unidos, en el 22% de los hogares compuestos por una pareja de lesbianas y en el 5% de los hogares gay tienen hijos residiendo con la pareja. Estos datos les permiten a los autores discutir y rechazar la hipótesis que está cobrando fuerza acerca 8 Los conceptos de subcultura y minoría social van de la mano; Oscar Guasch (1997), argumenta que el colectivo gay conforma una subcultura y una minoría social, porque posee identidad específica y es subalterno respecto al grupo social heterosexual hegemónico. “La subalternidad inherente a la minoría gay sedimenta a partir del no cumplimiento de algunos de los roles socialmente previstos para el varón. La identidad de la minoría gay se organiza a partir de unas prácticas sexuales diferenciadas que terminan por generar primero un estilo diferente y más adelante una subcultura” (Guasch, 1997:152). Velasco Arroyo (1997) plantea además, que “el término minoría o grupo minoritario hace referencia a elementos cualitativos más que cuantitativos o estadísticos: designa a cualquier grupo de personas que recibe un trato discriminatorio, diferente e injusto, respecto de los demás miembros de la sociedad. Un grupo tal se define, por tanto, por su posición de subordinación social y no por su número.” (Velasco Arroyo, 1997:59). No obstante, las categorías de hegemonía y subalternidad partiendo exclusivamente de la relación hetero/homosexualidad puede ser parcial, y a veces imprecisa, para comprender las relaciones entre personas del mismo sexo-género en el contexto latinoamericano. de un baby boom lésbico. Desafortunadamente este tipo de estimaciones no son posibles en América Latina, dada la ausencia de datos al respecto. De acuerdo con Ángeles Haces (2006) para el caso mexicano, las mujeres lesbianas que desean convertirse en madres, recurren a diversas estrategias para conseguirlo, aunque en buena parte de los casos prima la maternidad biológica, producto de relaciones sexo-afectivas y/o de matrimonio con varones. En otros casos, las mujeres sostienen relaciones sexuales con varones, con el fin de concretar uno o más embarazos. Según lo documentado por Haces (2006), parece existir una relación estrecha entre el momento de la vida en que las mujeres identifican su lesbianismo y el período en que se convierten en madres. Para aquellas que viven durante alguna parte de sus vidas en la heterosexualidad, el ejercer roles maternales no tiene mayores obstáculos, ya que cuentan con el entramado y el reconocimiento social necesario para logarlo (Haces 2006). De los varones entrevistados por Gallego para su investigación en ciudad de México, sólo el 5,6% manifestó ser padre al momento de la entrevista, hecho bastante coincidente con datos recabados en Estados Unidos, donde se ha encontrado que la paternidad en parejas de varones gay es inferior al 9% (Bryant y Demian 1994; Black et al. 2000). De acuerdo a las investigaciones de Ángeles Haces (2006), las estrategias que utilizan los varones para llevar hijos a la pareja son variadas, aunque disminuye considerablemente la incidencia de paternidades biológicas. La posibilidad de ejercer roles parentales se da por diferentes vías, en la mayoría de los casos por recibir en su hogar niños que les son cedidos u obsequiados, en su gran mayoría por sus padres y madres biológicos de éstos o por algún pariente cercano (tío, hermano, primo). El hecho de que un número menor de padres lo sean biológicamente, en comparación con las madres, está determinado en gran medida por los cursos de vida diferentes en gays y lesbianas permeados por prácticas heterosexuales, bisexuales u homosexuales y que tienden a favorecer la maternidad en mujeres lesbianas asociada a uniones o relaciones de pareja con varones (Haces 2006), situación un tanto diferente para los varones (Gallego 2007). Mientras en Estados Unidos los hijos de las parejas de varones gay provienen en su mayoría (79%) de uniones heterosexuales previas (Bryant y Demian 1994), en la ciudad de México la situación hallada, por lo menos en la muestra de Gallego (2007), es que los hijos nacieron en buena parte de los casos (64,3%) estando el entrevistado soltero, y sólo en dos casos los hijos llegaron bajo un esquema de pareja gay y bajo la tutela de dos varones –homoparentalidad–. Sumado a las restricciones biológicas que enfrentan las parejas de varones para ejercer la paternidad, se agregan las legales e institucionales que no permiten la adopción a este tipo de parejas. No obstante la tendencia anterior, es necesario recordar que la forma como se capturan las muestras para comprender las sexualidades no heterosexuales, en su gran mayoría de manera intencional, derivan en tales estimaciones. Si las muestras se diseñaran partiendo de un ejercicio aleatorio, o una encuesta en hogares, tal vez se encontraría una mayor proporción de varones y mujeres con prácticas homoeróticas, y parejas del mismo sexo que ejercen la paternidad y la maternidad. Además, estimar la paternidad gay o la maternidad lésbica es un asunto complejo y problemático, por la forma propia y específica como se construye y vive la masculinidad y la feminidad y en especial por la vivencia de muchos varones y mujeres que aunque teniendo prácticas sexuales con personas de su mismo sexo, tal situación no genera identidad alguna o la constitución de un sujeto diferente y por lo tanto, no altera los marcadores de masculinidad o feminidad socialmente pautados (Gallego 2007). Lo que sí parece quedar claro es la poca presencia de la homoparentalidad por el problema y discusión que aún encarna el tema de la filiación (Fassin 2005; Haces 2006). Y la trasmisión de la cultura por esta vía. Un asunto pendiente por explorar en torno a las parejas del mismo sexo coresidente en América Latina lo constituye la comprensión de la domesticidad y la dinámica interna de los hogares. La investigación de consulta obligada en este campo fue adelantada por Christopher Carrington (1999): No place like home. Relationships and Family Life among Lesbians and Gay Men. Carrington adelantó su estudio con 52 parejas, 26 parejas lésbicas y un tanto igual de parejas gay, residentes en la bahía de San Francisco, Estados Unidos. La contribución importante de esta investigación es la crítica al modelo igualitarista que supone encaran las parejas del mismo sexo. Con su trabajo de campo señala que las representaciones públicas sobre igualitarismo entre parejas del mismo sexo y familias homoparentales no son coherentes con la situación que prevalece en estos hogares. Esta representación de la igualdad es un mito, una metáfora, que poca correspondencia tiene con la realidad. Carrington (1999), identificó contradicciones en la valoración y representación del trabajo doméstico, a partir del uso de dos estrategias. Por un lado, la aplicación de entrevistas separadas con cada miembro de la pareja la cual produjo una discrepancia en las respuestas acerca de los asuntos más rutinarios de la domesticidad; por lo general en las entrevistas, un miembro de la pareja estimaba mayor contribución al trabajo doméstico que el otro. Segundo, halló que la brecha es aún más profunda cuando realizó las observaciones de campo, pues por un lado está lo que los participantes dicen que hacen y por el otro, lo que realmente hacen en su vida cotidiana. Sin embargo, cuando los miembros de la pareja fueron preguntados acerca de cómo dividen sus responsabilidades domésticas, se refirieron a éstas bajo el marco del igualitarismo. En este sentido, es evidente la existencia de un discurso y una representación social hacia el igualitarismo, aunque éste no pueda ser una realidad generalizable entre las familias/parejas de gays y lesbianas. Lo que parece emerger son patrones de especialización en un marco que las mismas parejas valoran como justos y equitativos. En la investigación se identificaron dos patrones, por un lado una especialización en función de tareas –uno hace el trabajo de alimentación y el otro el trabajo del mantenimiento del hogar, por citar un ejemplo– y por el otro, un modelo clásico de especialización, en donde un miembro de la pareja ejecuta el rol de proveedor económico y el otro la domesticidad. Otras investigaciones, igualmente contrarias a las tesis “igualitaristas”, han demostrado con evidencias empíricas la inequidad en algunas parejas de gay y lesbianas, especialmente en aquellas donde existen diferencias de edad o ingreso entre sus miembros (Harry y Devall, 1978; Caldwell y Peplau 1984 citados en Carrington, 1999), o en aquellas parejas adultas mayores donde se reproduce el esquema “butch/femme” (McWhirter y Mattison, 1984). Investigaciones adelantadas por Peplau y Cochran en la década de los noventa (citados en Kurdek, 2003) indicaron que más del 50% de las parejas de gays y lesbianas manifestaron un no balance de poder en su actual relación. Por lo general, el (la) compañero(a) con mayores recursos en términos de ingreso y educación tiende a ejercer más poder en la relación; otros estudios apoyan este punto de vista (Kurdek, 2003). También se ha demostrado que los miembros de la pareja que experimentan menor poder tienden a ser más dependientes de su compañero(a) (Kurdek, 2003; Carrington, 1999; Meil 2000). Berger (1990) encontró que el aspecto financiero juega un papel importante en la determinación de la igualdad y la autonomía de las parejas en todo tipo de relaciones; el poder que otorga el dinero es una parte central de la autoidentidad, genera confianza y autonomía en el sujeto y lo sitúa en una dimensión menos vulnerable en una relación de pareja. No obstante, la literatura en las recientes décadas tiende a ver en las parejas de gays y lesbianas jóvenes una ética igualitarista en sus relaciones, a diferencia de las parejas mayores quienes vivieron en sociedades más homofóbicas donde el comportamiento sexual estereotipado emergió en sus construcciones de pareja (Carrington, 1999). Sin embargo, un ambiente socio-cultural más conservador como el que se vive en la actualidad, de centralidad del papel de la familia, de incremento de la pobreza y la vulnerabilidad, atrapa a las parejas del mismo sexo en formas de organización de la vida cotidiana mucho más tradicionales y asociadas a otros patrones que muy posiblemente aún no han sido investigados ni descritos. Reflexión final Pensar las familias en el contexto de la modernidad implica para los científicos sociales y los estudiosos de la familia, apostarle a una revisión crítica de los paradigmas que en forma clásica la han soportado y que no permiten ver su dinámica y polimorfismo, invisibilizando la diversidad de arreglos familiares que existen en la actualidad sustentados ya no en la heterosexualidad, la corresidencia y el parentesco consanguíneo. Proponer una mirada crítica al lugar y contenido de la familia es una apuesta necesaria y urgente que permita descubrir diferentes estilos de vida y arreglos sociales para la convivencia, múltiples proyectos de vida y estrategias de supervivencia, que bien valdría la pena discutir públicamente, es decir, políticamente. Esto incluye la inclusión de la diversidad sexual en la diversidad familia. Una nueva perspectiva teórica de la familia debe partir de la deconstrucción9 del concepto de familia y del análisis del discurso10 de los propios actores como formas pioneras que permitan llegar a definiciones incluyentes que realmente reflejen la pluralidad de la vida social. La cuantificación y valoración social de nuevos modelos familiares, incluyendo las formas alternas de familia desde la diversidad sexual, está aún por definirse y constituye un reto para los investigadores en el campo de la familia. Abrir la puerta al debate implica reconocer derechos sexuales y reproductivos en la diversidad sexual, sustentados desde un debate por el reconocimiento, como práctica política de la vida cotidiana. En la articulación entre género, sexualidad y familia no hay terreno firme donde pisar; espejismos de diversidad donde solo vemos nuclearidad, pequeños barrancos en un paisaje de arenas movedizas. Fuentes Adam, B. 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(2004) “Sexuality and Globalization”, en Sexuality Research and Social Policy, volumen 1, número 1, San Francisco State University. 9 La deconstrucción está basada en los trabajos pioneros del filósofo francés Derrida (1976) y otros postestructuralistas y es usada para examinar críticamente las contradicciones internas de conceptos “santificados”, como por ejemplo la familia o las categorías de género. 10 El análisis del discurso “es la descripción del uso recurrente de palabras, frases y dispositivos lingüísticos como categorías y reproducciones del mundo social” (Parker, 1992, citado por Doherty 1999). Anderson, M. (1980) Sociología de la familia, Fondo de Cultura Económica, México. Andrés, R. (2000) “La homosexualidad masculina, el espacio cultural entre masculinidad y feminidad y preguntas ante una “crisis” en Marta Segarra (Editora) Nuevas Masculinidades, Icaria, Barcelona, España. Arriagada, I. (2001) Familias latinoamericanas. 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Pero fue una filosa arma que utilizaron buscando impedir la visibilización y reconocimiento legal de formas de organización familiar fuera de su estrecha concepción y que campeaban desde hacía años en nuestras sociedades, desprovistas de la mínima protección. Las conquistas internacionales El interés feminista para el reconocimiento de la diversidad de familias estaba centrado principalmente en la protección de aquellas familias mono parentales encabezadas por mujeres. Quiénes difícilmente tienen acceso a créditos y muchas veces, a partir del abandono del cónyuge, pierden los beneficios sociales a que tienen derecho la mayoría de las familias. No obstante, dado que en esa misma Conferencia se introdujo la condición de género como dimensión de análisis del desarrollo y se impulsó la discusión sobre los derechos sexuales, la discusión no fue nada fácil. Rápidamente, las fuerzas conservadoras encabezadas por el Vaticano, instrumentaron una estrategia de desacreditación de las propuestas feministas, alertando sobre la intención de legalizar y 11 Para muchas activistas, esta Conferencia, por su definición misma y aspectos que aborda, es considerada la principal de las Conferencias convocadas por Naciones Unidas durante la década de los noventa. promover la homosexualidad (Careaga, 1994) y dejando claro el rol histórico que como señala Foucault estas fuerzas han jugado para el sometimiento y control del sexo como pecado de la carne, que necesita ser permanentemente cuestionado (Girard, 2009). Así, buscaron mantener la idea de la reproducción como el fin sagrado y único de la sexualidad, y la magnificación de la maternidad como el papel principal de las mujeres. No obstante, los intensos debates dieron paso a la clarificación de los argumentos y posibilitaron el reconocimiento de la sexualidad como una práctica común fuera del matrimonio y la necesidad de su adecuada atención por el Estado, más allá de los límites familiares. Sacudieron así también el lugar y papel de esta institución. Al final, los representantes gubernamentales, escucharon las demandas de las mujeres y dieron un gran paso, para dejar sentado un precedente de profundos cambios en la política internacional. Introdujeron la condición de género como un indicador de desarrollo, impulsaron la atención a la salud sexual de jóvenes, reconocieron los derechos reproductivos y la diversidad de familias, entre otros. La importancia de estos cuatro logros destacados puede dimensionarse si logramos identificar el papel de cada uno en el mantenimiento de una estructura tradicional. Centrando nuestra atención sólo en la familia, el Programa de Acción claramente señala: …El proceso de rápido cambio demográfico y socioeconómico que se ha producido en todo el mundo ha influido en las modalidades de formación de las familias y en la vida familiar, provocando importantes cambios en la composición y la estructura de las familias… en las políticas y los programas que afectan a la familia no se tienen en cuenta los diversos tipos de familia existentes… (p. 5.1). Los gobiernos deberían mantener y desarrollar más a fondo mecanismos para documentar los cambios y realizar estudios sobre la composición y estructura de la familia, especialmente sobre los hogares con una sola persona y las familias monoparentales, así como las familias multigeneracionales (p. 5.6) El objetivo es velar porque en todas las políticas de desarrollo social y económico se tengan plenamente en cuenta las necesidades diversas y cambiantes y los derechos de las familias y de sus miembros y se presten el apoyo y la protección necesarios, en particular a las familias más vulnerables y a los miembros más vulnerables de las familias (p. 5.8). Los gobiernos deberían formular políticas en que se tenga en cuenta a las familias en lo relativo a la vivienda, el trabajo, la salud, la seguridad social y la educación, con objeto de crear un medio ambiente favorable a la familia, teniendo presentes sus diversas formas y funciones, y deberían apoyar los programas de educación relativos a las funciones de los progenitores, y a los conocimientos que éstos deben tener, así como al desarrollo de los niños…. (p. 5.9) Los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones comunitarias interesadas, a todos los niveles, deberían encontrar nuevas formas de prestar una asistencia más eficaz a las familias y a las personas que las integran que puedan verse afectadas por problemas concretos, como la pobreza extrema, el desempleo crónico, la enfermedad, la violencia en el hogar y la violencia sexual, el pago de una dote, la toxicomanía y el alcoholismo, el incesto y los malos tratos, el descuido o el abandono de los niños (p. 5.10). Los gobiernos deberían apoyar y desarrollar los mecanismos adecuados para prestar asistencia a las familias en el cuidado de sus hijos y de las personas de edad o con discapacidad que estén a su cargo, inclusive las afectadas por el VIH y el SIDA, alentar a que esas responsabilidades sean compartidas por hombres y mujeres y apoyar la viabilidad de las familias constituidas por varias generaciones (p. 5.11). La inclusión del plural en la denominación de las familias, si bien pareciera ser un detalle menor, en los acuerdos internacionales es motivo de largas discusiones, precisamente por las implicaciones que tiene para el desarrollo de políticas públicas, reformas legales y su protección. Así, como vemos en apenas estos seis párrafos del Programa de Acción, el compromiso asumido y la demanda posible de parte de la ciudadanía tienen profundas implicaciones. Así, de manera más general, podríamos afirmar que la discusión sobre sexualidad en los espacios internacionales había sido prácticamente inexistente hasta la década de los noventa. En la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos de 1993, celebrada en Viena, Austria, las feministas preocupadas por la situación de vulnerabilidad de las mujeres en este campo tuvieron gran éxito con la organización del Tribunal sobre Derechos Humanos de las Mujeres, organizado por el Centro de Liderazgo Mundial de las Mujeres, donde presentaron testimonios precisos sobre las violaciones de los derechos humanos en la familia, y sobre las violaciones a la integridad física de las mujeres, incluyendo la violencia y la discriminación contra las lesbianas, y urgieron a abordar las violaciones de los derechos humanos de las mujeres; en particular la violencia, y la violencia sexual contra las mujeres. La Declaración y el Programa de Acción de Viena reconocen todas las formas de acoso y explotación sexual, así como la violación sistemática, la esclavitud sexual y el embarazo forzado, en situaciones de conflicto armado y hacen recomendaciones para su atención. Pero no han sido las feministas heterosexuales solas quienes han impulsado este debate, como señala Girard (2009), durante el desarrollo de la Conferencia sobre la Población y el Desarrollo, de hecho, desde sus sesiones preparativas, hubo una gran articulación entre lesbianas y feministas, y como detalladamente ella narra también, una destacada participación durante el proceso de organización y el desarrollo mismo de la Conferencia Mundial de la Mujer: Patria Jiménez de El Clóset de Sor Juana, Secretaría de la Mujer de ILGA, con su aparición como la primera lesbiana que públicamente toma la voz en la Sesión de la CEDAW -preparatoria de la Conferencia Mundial de la Mujer; Rebeca Sevilla Co-Secretaria General de ILGA, con su testimonio en el Tribunal sobre Derechos de las Mujeres del Foro de ONGs de la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos y su discurso en el Foro de ONGS; la histórica participación de Palesa Beverly Ditsie de SudÁfrica, como conferencista magistral en la IV Conferencia Mundial de la Mujer(ILGA, 2010) Igualmente hay que destacar el trabajo cotidiano en este proceso de Julie Dorf y Rachel Rosenbloom , del IGLRHC como Secretariado de Acción de ILGA, para la instalación de una Carpa de Lesbianas en el Foro de ONG en Huairu, China, el desarrollo de la iniciativa internacional para recolección de cientos de miles de firmas para la inclusión de orientación sexual en la agenda y en la coordinación de los Caucus de Lesbianas durante el desarrollo del proceso de la Conferencia. Fue en mucho, precisamente gracias al trabajo articulado que se logró introducir por primera vez la dimensión de orientación sexual a la discusión, así como en conjunto con las feministas, impulsar una intensa discusión sobre los derechos sexuales, lo que no deja duda del intenso trabajo desarrollado por lesbianas de distintas regiones del mundo. No obstante, en muchos de nuestros países con antecedentes coloniales, los discursos burgueses de autodominio y de la familia ideal y su codificación legal, han conformado, sin duda alguna, los debates sobre sexualidad. Uno de los ejemplos más obvios de esto en nuestra región latinoamericana es el mantenimiento de la penalización de la condición LGBTI y una clara apología a la homofobia, sobretodo en las antiguas colonias británicas o francesas del Caribe. Al mismo tiempo, estos mismos conceptos coloniales han dado lugar a la articulación de las reclamaciones políticas de oposición. Así, la discusión llevada hasta los espacios internacionales en torno a la sexualidad ha sido un logro conjunto de feministas y personas LGBTI que ha tomado ya más de 20 años12. Finalmente, el año de 2008 marcó una cristalización para estos muchos esfuerzos. La OEA asumió un compromiso para impulsar la despenalización de la condición homosexual en toda la región y desarrollar estrategias contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género y un conjunto de países, con firmas de gobiernos de todas las regiones del mundo, llevaron ante la Asamblea General de las Naciones Unidas una Declaración para el avance mundial en este campo. Declaración que se ha ido revisando para la inclusión de cada vez más países. Afortunadamente, la continuidad de este trabajo ha llevado a que hoy prácticamente en cada una de las sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la Naciones Unidas, la discusión sobre sexualidad esté presente y los relatores especiales de este Consejo, tengan incluido en sus reportes la dimensión de la sexualidad y la condición de las personas LGBTI, para la evaluación de cada país. Estos antecedentes, si bien son muy importantes para el trabajo local que las organizaciones desarrollamos, desafortunadamente, no son conocidos por la mayoría de las y los activistas del movimiento LGBTI y no siempre son tomados en cuenta. Muchas veces se utilizan otros instrumentos de tipo declarativo y se deja de lado así un importante recurso disponible para la negociación política con las autoridades, en cuanto que estos acuerdos en su mayoría son ya fundamento de nuestra regulación legal, como lo señalan los Principios de Yogyakarta13. La situación legal en México Pero estos logros no tendrían gran impacto si no fuera por las organizaciones locales que en su quehacer diario cuestionan, develan y demandan permanentemente. El trabajo desarrollado por las organizaciones LGBT a lo largo del mundo, en mucho han 12 Un detallado recorrido y análisis sobre estas discusiones pueden ser encontrados en el texto de Francoise Girard, Negociando los derechos sexuales y la orientación sexual en la ONU, publicado por Sexuality Policy Watch en su texto Políticas sobre Sexualidad, reportes desde las líneas del frente, accesible en inglés, español y portugués en su sitio webb: www.sexpolitics.org. 13 Los Principios de Yogyakarta son una serie de principios sobre cómo se aplican los estándares y legislación internacionales de derechos humanos a las cuestiones de orientación sexual e identidad de género, desarrollados y adoptados por unanimidad por un distinguido grupo de expertos en derechos humanos de distintas regiones y diversa formación. sensibilizado a la sociedad y a los gobierno, lo que ha posibilitado estos avances. En México, los logros han sido también importantes. A pesar de que el marco legal mexicano no ha contemplado las prácticas sexuales específicas como elemento de sanción14 desde 1871, en la administración de justicia, durante mucho tiempo, la valoración de la autoridad legal, de acuerdo a su propio código moral, establecía condiciones de gravamen y realizaba sus propias interpretaciones legales, para ejercer la coerción e incluso la extorsión como una constante contra las personas con prácticas e identidades sexuales no legitimadas socialmente. Esta situación se constituyó en uno de los aspectos centrales de lucha del movimiento LGBT que vio la luz pública a finales de los setentas. Si bien su lucha se enfocó en buscar su visibilización en todas las esferas sociales y combatir y denunciar los abusos policíacos, lo que hacía notar su legitimidad, en 2003, como resultado de un largo proceso, llegó a ser incorporado en la Reforma al Artículo primero Constitucional que contempla la igualdad de las personas ante la Ley e incluye, entre otras, las preferencias15: Artículo 1º En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que ella misma establece. Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo hecho, su libertad y la protección de las leyes. Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las capacidades diferentes, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas. Esta reforma Constitucional ha derivado también en otras reformas legales específicas que recién empiezan a tomar forma en algunas acciones gubernamentales: la 14 A excepción del Artículo 2001 del Código Penal, referido a perversión de menores, donde el homosexualismo era considerado como un agravante y que en 1998, gracias a la gestión de la Diputada Patria Jiménez, fue eliminada la palabra homosexualismo, para dejar la sanción al abuso sexual indistintamente de la orientación sexual. 15 En la discusión previa a la reforma constitucional, entre las organizaciones sociales y las académicas se dio un fuerte debate sobre la pertinencia de utilizar preferencia u orientación sexual. Más allá de los debates teóricos, se buscó avanzar acorde a los logros previos en los acuerdos internacionales que señalan a la orientación sexual como elemento de discriminación. Sin embargo, representantes sociales no aceptaron la propuesta y se inclinaron por preferencias sexuales. Durante la discusión final en el Senado, uno de los senadores se opuso a que los artículos iniciales de la Constitución se incluyera la palabra sexual, por lo que la definición del artículo quedó indefinida hacia preferencias. Afortunadamente en los textos derivados de este Artículo Constitucional se ha recuperado la definición sexual; no obstante, ahora se utiliza indistintamente orientación o preferencias, lo que podría tener alguna consecuencia legal que aun no se ha previsto. Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, reglamentaria del artículo 1º Constitucional, y en su párrafo tercero explicita que la discriminación en México queda prohibida. Así una de las figuras más importantes derivadas de esta Ley lo constituye el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, CONAPRED, por su alcance y posibilidades de incidencia legal y social. La Ley Federal ha impactado también el desarrollo de iniciativas locales como es el caso del artículo 206 del Código Penal del Distrito Federal, que considera delito y sanciona la discriminación hacia las personas no heterosexuales, tal como sucede hacia indígenas, discapacitados, mujeres y ancianos: al que, por razón de edad, sexo, embarazo, estado civil, raza, procedencia étnica, idioma, religión, ideología, orientación sexual, color de piel, nacionalidad, origen o posición social, trabajo o profesión, posición económica, características físicas, discapacidad o estado de salud: I. Provoque o incite al odio o a la violencia; II. Veje o excluya a alguna persona o grupo de personas. Sin embargo, pareciera que en muchos lugares y en algunas ocasiones todavía hoy, estas acciones en mucho dependen de la voluntad política de las y los funcionarios en cuestión, o de la gestión directa de organizaciones sociales. No obstante, en los años recientes las autoridades del Distrito Federal se han distinguido por el impulso de reformas legales y acciones de gobierno orientados a la protección de los derechos de las denominadas minorías. Una de las Reformas legales que involucró a distintas figuras de gobierno fue precisamente la Ley Razú, como la denomina Antonio Marquet –por el apellido del Diputado que la impulsó-, que garantiza el matrimonio para todas las personas. El matrimonio igualitario La lucha por la protección de los derechos de las parejas del mismo sexo ha sido una intensa lucha que ha enfrentado el movimiento LGBTI en todo el mundo. Es un derecho que de a poquito se ha ido conquistando, en el sentido de que ha sido un largo proceso, pero que ha ido avanzando sin parar, abarcando cada vez más regiones del mundo. Esta lucha se intensificó claramente con la aparición de la epidemia del VIH-SIDA, en la que muchas parejas enfrentaron dolorosas situaciones, ante la negativa de poder estar cerca de sus parejas, decidir juntos los procedimientos médicos, así como de un sinnúmero de confiscaciones y malos tratos. Dinamarca fue el primer país que logró su pleno reconocimiento, iniciativa que poco a poco fueron adoptando otros países de esa región. Parecía que se quedaría como un privilegio de las y los europeos. No obstante, la inquietud, los despojos y la determinación llevó a que pronto en otras regiones del mundo, las organizaciones y las parejas mismas emprendieran acciones en demanda de su protección y sus derechos. En México, a partir de la formación de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, se empezó a notar la posibilidad de introducir cambios legales importantes. La llegada de la izquierda en el año 1997 al gobierno de la Ciudad albergó muchas más esperanzas, no siempre cumplidas. Como sabemos, los cambios sociales no son lineales, ni necesariamente abarcativos. Pero se percibía la diferencia y se profundizó el trabajo en la gestión política interna. Así, el ingreso de una lesbiana en la Asamblea Legislativa en 2000 llevó a la idea de concretar la propuesta del reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo que se venía gestando. Pronto se reunió un grupo de activistas a su alrededor, para finalizar la propuesta de Sociedades de Convivencia. En sus inicios, se convocó a distintos grupos y personajes del movimiento para recibir observaciones. Más como es común en estos procesos el grupo impulsar se fue cerrando en aras de proteger la iniciativa. En ese sentido, no sé bien cómo se llegó a la versión final. Pero su redacción no dejó satisfechos a todos. Para algunos de nuevo la visibilidad resultó importante, sin importar lo que en términos concretos se logre, incluso se logre o no. Para otros, la necesidad de sentirse protegidos es urgente. Unos mas pretenden una revolución más profunda que la ley no ofrece. En términos de visibilidad, el proceso mismo de promoción de la ley alcanzó buenas dimensiones. Año con año se celebraron "bodas públicas" e involucró a distintas personalidades que le dieron legitimidad y relevancia; no obstante, la mayoría de estas personalidades hoy no se han sometido a esta ley, ni siquiera sus promotores. En términos de derechos, principalmente a un sector, el gay, pareciera responder aunque sea parcialmente. Ellos han enfrentado graves vejaciones ante la enfermedad y muerte de la pareja por la pandemia del VIH-SIDA, y se refleja en el texto de la ley. Estabilidad del hogar común, atención en caso de estado de interdicción, derechos sucesorios, pensión alimentaria, etc. Contrario a lo que se ofreció, ofrece pocos o ninguno recursos nuevos para "otros" tipos de familia, madres solteras, mujeres cabeza de hogar, familias de migrantes. Tampoco reconoce a los grupos de filiación afectiva voluntaria. Pero tal vez fueron solo argumentos estratégicos que se utilizaron. Porque pareciera que quienes más insatisfechos quedaron fueron quienes buscan modelos de transformación más profunda. La ley esta cimentada en valores y visiones tradicionales de manera importante: la pareja, el hogar común, la dependencia de uno sobre el otro, la obligatoriedad para apoyarse; poco avanza en la definición de nuevas formas de relacionamiento que reconozcan la independencia y autonomía de los sujetos, así como de la obligación del Estado para proveer de servicios y empleo para todos sus ciudadanos. Y de garantizar la vida libre de discriminación. La búsqueda del reconocimiento de la pareja ha alcanzado distintas metas en los países y será interesante, desde el derecho, compáralas. Pero "la moda" de impulsar este tipo de iniciativas parecía que iba perdiendo fuerza. Unas veces porque habiendo alcanzado la introducción y aprobación de una reforma legal se considera suficiente, aunque no provea los derechos que se pretenden; otras porque no hay condiciones para su impulso y en otras más porque la iniciativa "no prendió". Es decir no alcanzó a convocar a quienes se sumaran en esta difícil empresa. El logro más importante fue la reafirmación del Estado Laico; que las y los parlamentarios cada vez más, van perdiendo el miedo a sentir que ponen en riesgo sus creencias y su imagen, para avanzar en la construcción de una sociedad más democrática, por lo que finalmente, pareciera que vale la pena. En este contexto es que el Diputado David Razú asume en su campaña de promoción de candidatura a la Asamblea Legislativa el compromiso de impulsar el matrimonio igualitario. Para el cumplimiento de su promesa no deja pasar mucho tiempo, precisamente por la álgido que puede resultar la discusión y pronto convoca a organizaciones vinculadas con la lucha por los derechos LGBTI, interesadas en esta iniciativa, para acompañar el proceso. El análisis de este proceso requiere de una detallada narración que aquí no voy a hacer. Sólo quiero señalar que el proceso me remitió a los años de la lucha por el reconocimiento de la sexualidad fuera del matrimonio en la arena internacional, que he señalado al inicio del texto. El grupo de personas y organizaciones que nos aglutinamos activamente alrededor de la iniciativa fue muy diverso por lo que exigió de una negociación constante para el mantenimiento de la disciplina que requiere su impulso, el establecimiento de acuerdos, la definición de roles, y la discreción para alcanzar el objetivo fueron fundamentales. No quiero con esto decir que no hubo roces y redefiniciones, pero se supo subordinar los anhelos individuales por la causa y eso siempre resulta ejemplar. Al final, cientos de organizaciones de todo el país se sumaron apoyando la iniciativa. Incluso para quienes no teníamos interés en la lucha por el matrimonio fue claro que cualquier paso que se dé en las condiciones adversas que hoy enfrentamos es importante, ya que la lucha por conquista de un derecho se justifica con la simple necesidad de una persona. Es decir, si bien los derechos individuales es el fin último a conquistar, habremos todavía de dar muchos pasos para alcanzarlos. Principales controversias Las controversias que surgieron a lo largo del proceso fueron de lo más interesantes. Hubo de retomar todos los esfuerzos invertidos en la sensibilización para que las y los representantes parlamentarios de izquierda caminaran al unísono y se levantaron argumentos sensibles ante aquellos partidos que mostraban dudas. Así, finalmente sólo quedaron dos posiciones. Aquellas que rotundamente se oponían a la iniciativa y quienes la apoyaban e impulsaban. Lo más relevante para mí, fue que las fuerzas conservadoras fueron sorprendidas por los argumentos esgrimidos por quienes pretendíamos el avance. Sus argumentos no podían mostrar avance ninguno. De nuevo se fundaron en “lo natural” y levantaron los fantasmas ocultos alrededor de la idea de la perversión asociada a la homosexualidad. Igualmente hicieron su trabajo de defensa a la sacralidad del matrimonio. Lo que fue novedoso fue su estrategia para cuidar y proteger el valor de la laicidad, en mucho no compartido. Pero se cuidaron constantemente, de no asociar sus argumentos con el pecado, incluso de la enfermedad. Sé que resulta un tanto esquizofrénico. Nosotros defendiendo el matrimonio y ellos cuidando la laicidad. Pero cuando se utilizan los términos Matrimonio y Familia en relación con las parejas del mismo sexo para su reconocimiento legal, pareciera ser que hay una única forma de posicionarse en el debate. Una toma de posición dentro de los términos políticos en los que está planteada la discusión de antemano, entrar en la lógica binaria del “a favor” o “en contra”. Estamos de acuerdo con el matrimonio y la familia para todosas o estamos en contra de aquello. Y quienes se oponían, ante el conservadurismo errático del gobierno federal, tenían que tomar distancia de sus propios valores. No sé cuánto vale la pena adentrarse en la posición de las autoridades eclesiásticas, porque es evidente que a pesar de sus voces escandalizadas, no lograron salvar el descrédito donde ellas mismas se han colocado. Así, no lograron una convocatoria importante de sus propias fuerzas. No para enfrentar la manifestación jubilosa en la Asamblea Legislativa, como tampoco ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SJCN). Probable y optimísticamente digamos que la ciudadanía misma ha logrado ver que la jerarquía no tiene voz en todos los temas, sobre todo en aquellos no relacionados con su campo, por lo que no me adentraré en ello. Y efectivamente, la SCJN como pocas veces, mostró su compromiso ético con los valores fundamentales. En un proceso impecable, se mostraron las distintas posiciones, se levantaron los más claros argumentos para defender los valores y principios tan sesuda y comprometidamente asentados en nuestra Constitución. El largo proceso aquí expuesto sirve para la reafirmación de ciertos principios y concepciones. El matrimonio y la familia como una construcción y definición social, no puede ser considerada de carácter natural. No son producto de la naturaleza, sino de la construcción social y política de una sociedad. El desarrollo y bienestar de los integrantes de la familia y de la sociedad es responsabilidad del Estado. De la necesidad de fortalecer sus instituciones. Entre ellas, la familia, pero no únicamente. En virtud de que las familias en general pretenden la continuidad de creencias y formas de pensamiento específico, es el Estado y sus instituciones responsables de garantizar el pleno desarrollo de las personas, ya que el marco de los derechos humanos, en busca de la protección de todas las personas, no permite que el cultivo de las costumbres y tradiciones se antepongan al respeto de los derechos. Es decir, no existe costumbre o tradición que se deba prevalecer si no está fundada en el respeto de todas las personas. Igualmente, las cifras de violencia familiar y de abuso infantil en el hogar son indicadores importantes sobre la necesidad de que el Estado y sus instituciones vigilen y regulen las relaciones al interior de la familia. En ese sentido, si bien la vida privada debe protegerse, éste principio no puede anteponerse a la seguridad y protección de sus integrantes. Pero igualmente importante, habremos de reflexionar sobre el quehacer el movimiento. Por una parte, podría sorprendernos y no la evidencia del “fuego amigo”, porque estábamos en la arena política donde sabemos que no todas las cartas están sobre la mesa y participan muchos intereses, asociados o no a la discusión central. Lo evidente parecía la necesidad de mantener la Ley de Sociedad de Convivencia como el gran logro para la población LGBT, que para algunos se convirtió en la única posibilidad de reivindicarnos, por lo que la lucha por el matrimonio se convertía en un absurdo e incluso en un peligro que atentaría contra las organizaciones en los Estados, como había sucedido con el aborto; sin comprender la distancia que guardan estas iniciativas. Pero al fin y al cabo más allá de las especulaciones, sólo sirvió también para la reafirmación de las definiciones. Así, como en muchas otras ocasiones, la polarización y la emergencia de avanzar aprovechando la coyuntura eludió el debate de fondo. Si bien la lógica de la lucha por la Igualdad y de Derechos Humanos han sido claves en la política sexual minoritaria, estas mismas lógicas han generado grandes polémicas al interior del movimiento mismo. Reconociendo que el matrimonio paritario además de ser el reconocimiento de derechos civiles y de legitimidad simbólica, constituye un golpe a la norma heterosexual que naturaliza la estructura filial, con una primacía sobre la sexualidad hacia la reproducción, expropiando las otras expresiones de la afectividad y la sexualidad a cualquier expresión sexual no legitimada, el debato sobre los derechos individuales, prácticamente no existió. A puerta cerrada se reconocían distintas posiciones, pero la búsqueda de alcanzar la propuesta legal acalló esas distintas voces, o las dejo en un impasse, para futuras discusiones. Al mismo tiempo, las dinámicas internas mismas, las presiones de las fuerzas conservadoras, la urgencia del diseño de estrategias de negociación y el fuego amigo robaron la atención y la energía del grupo impulsor. Al final todos celebramos, como si estuviéramos en el mismo barco, el dilema ético y político de gran profundidad para los movimientos de la disidencia sexual, en el plano de la sexualidad, el régimen heteronormativo que establece un ámbito de inteligibilidad dentro del que estamos obligados a actuar y a partir del cual es posible pensar derechos y articular demandas quedó pospuesto. Y entramos por la puerta grande a los debates más actuales a nivel mundial, por obtener el derecho a ser reconocidos legalmente en instituciones parentales, haciendo evidente la tensión en el orden social y en la manera en la que se ha venido haciendo política desde los movimientos minoritarios. Reprodujimos fielmente la sentencia de Monique Witting (2006) de “los discursos de la heterosexualidad nos oprimen en el sentido que nos impiden hablar a menos que hablemos en sus términos”. Y tal vez la inquietud quedó apaciguada con la idea de que finalmente no es una ley obligatoria. El matrimonio es una institución que implica una enorme cantidad de privilegios sociales y económicos, ha funcionado claramente como uno de los pilares de la biopolítica contemporánea Foucault (1976). Contraer matrimonio, como muchas otras señales socioculturales dibujadas no es una cuestión de decisión privada, en realidad constituye en una “obligación social” que muestra la entrada a nuevo estadio. El matrimonio constituye también una forma de prestigio social, en el que además se legitima la sexualidad, esa sexualidad bajo sospecha (Rubin, 1975). Es decir, con el matrimonio, logramos “adecentar” nuestro sistema de relacionamiento y probablemente alcanzar la tan ansiada aceptación, para su normalización, que en términos Foucaultianos marcaría la entrada al control social y el abandono de la proscripción social. Pero la fluidez de las categorías para las definiciones de género y de la sexualidad misma, han traído aires refrescantes que nos obligan a imaginar otros mundos. Y tal vez y ojalá me equivoque y este gran paso que se ha dado con la conquista del matrimonio, efectivamente constituya el inicio del desquebrajamiento de una estructura social que nos ha mantenido a todos atados tanto tiempo, para iniciar su reconfiguración hacia la armonía social. Conclusiones La larga lucha emprendida por feministas personas LGBTI para el reconocimiento, y protección de las distintas formas de familia cada día más ha dado frutos. Si bien, probablemente los pasos no parten de los planes originales de transformación social, el hecho es que se han iniciado procesos que no tiene vuelta y que van resignificando conceptos y reconfigurando la estructura social misma. El trabajo desarrollado para el logro de estas conquistas ha reafirmado el valor consensuado de un Estado Laico. Así también han dado reconocimiento al trabajo desarrollado por un movimiento fuerte y vivo, como la definición de posibilidades de articulación exitosa en el movimiento LGBTI mexicano, para la construcción colectiva de alianzas amplias, como para la gestión política con autoridades. Asimismo, reafirmó el lugar de las instituciones académicas como orientadoras de las decisiones públicas y como aliadas importantes para el trabajo político de transformación social. Sectores importantes del movimiento LGBTI se han planteado al matrimonio como alternativa para enfrentar la discriminación y el sistema de desigualdad que les margina del disfrute de los privilegios sociales a que tiene derecho; al mismo tiempo, a través de esta conquista han alcanzado una mayor legitimación sociocultural. La decisión de búsqueda de protección a través de estas figuras, exige aún de un detallado análisis entre las condiciones económicas sociales predominantes en el país y la agenda misma del movimiento LGBTI. Queda aún pendiente la discusión estratégica para la búsqueda de la protección de formas no legitimadas por el sistema y el desafío por alcanzar los derechos individuales que posibiliten el pleno disfrute de los privilegios sociales más allá de las formas de relacionamiento, para dar lugar al mantenimiento de la mirada crítica para una efectiva transformación social. Fuentes Careaga, G. (1994) “El lado oscuro de la Conferencia sobre Población y Desarrollo”. Revista Fem. México. Foucault, M. (1976) Historia de la Sexualidad. Fondo de Cultura Económica, México. Girard, F. (2009) “Negotiating Sexual Rights and Sexual Orientation at the UN”, en Parker, Petchesky and Correa SexPolitics, Reports from the Front Lines. Sexuality Policy Watch. Río de Janeiro. Disponible en inglés, español y portugués disponible en www.sxpolitics.org ILGA (2009) Lesbians Movements: ruptures & alliances. International Lesbian, Gays Bisexual, Transgender and Intersex Association. Brussels. Programa de Acción (1994) Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo. Organización de las Naciones Unidas. El Cairo, Egipto. Rubin, G. (1975) “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, en Marta Lamas El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. PUEG/Miguel Ángel Porrúa. Colección Las ciencias sociales. Estudios de Género. México. 1996. Witting, M. (2006) El Pensamiento Heterosexual Ed. Egales. España. TERCERA MESA EL DERECHO A LA PROTECCIÓN DE LA SALUD DE LOS SECTORES DE LA DISIDENCIA SEXUAL. MÁS ALLÁ DEL VIH: LA SALUD COMO UN DERECHO HUMANO PROBLEMAS DE SALUD EN EL CASO DE LAS PERSONAS TRANSGENÉRICAS Y TRANSEXUALES Angie Rueda Castillo Presentación En este trabajo se aborda el marco legal internacional y nacional que permite la defensa y protección del derecho humano a la salud de las personas trans, así como algunas de las problemáticas que enfrenta este sector de la población de la diversidad sexo-genérica en este ámbito y las propuestas que se han hecho y se vienen impulsando para su atención y garantía, en el marco del cumplimiento de sus derechos humanos y el respeto a su dignidad. El término transgénero, o trans, se utiliza, en algunos ámbitos de la sexología, como un término “paraguas” que cubre las diferentes condiciones de la transgeneridad, en sus diferentes grados de transición, de transformación de la apariencia y corporal, de asunción de la identidad de género del otro sexo y/o el otro género distinto al del sexo de nacimiento y al género socialmente asignado. Dentro de él caben las personas transexuales, transgenéricas (en sentido específico), travestistas, gender benders (quienes transitan de un género a otro de ida y vuelta), queers (cuestionan y plantean superar el binarismo de sexo, de lo femenino y lo masculino), drag queens (quienes recurren a la parodia y exageración de lo femenino, generalmente en el contexto de espectáculos musicales y teatrales) y drag kings (quienes parodian y exageran lo masculino en actuaciones artísticas), transformistas, “vestidas”; en el caso de “las locas” y “las jotas”, el cuestionamiento y transgresión implícitos de los convencionalismo de género les abre una puerta a “lo trans”, sin que necesariamente el mismo se continúe, se concluya o se asuma como identidad. Ahora bien, en el medio del activismo transexual, transgenérico, travestista, queer suele hablarse de las personas trans para incluir a quienes de diferentes maneras, grados y temporalidad trastocan, transgreden y transitan por los linderos de los géneros socioculturalmente asignados. Se trata también de un término paraguas, de fácil uso, que conceptual y políticamente incluye a las personas travestistas, transgenéricas, transexuales, gender bender, drag queens y drag kings, etcétera. De esta manera, se ha convertido en un signo de identidad más de las personas, grupos y organizaciones que comparten esta condición humana. Para este trabajo, parto del planteamiento de que la condición trans no supone enfermedad, sino la carencia de salud en su sentido más amplio, entendida ésta como lo hacen la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, no solamente como la falta de padecimientos o afectaciones sino como el mayor nivel de bienestar físico, emocional y psicosocial. Las personas que no expresan el comportamiento femenino o masculino socialmente esperado, es decir, culturalmente asignado a sus genitales y demás características anatómicas --por ejemplo, un hombre que viste ropas que se consideran femeninas o una mujer que tiene conductas que se describen como masculinas--, no están protegidas de manera adecuada por el Estado y la sociedad, y experimentan frecuentemente violaciones a sus derechos humanos y su dignidad. Por no responder a lo que socialmente está establecido son víctimas de la discriminación en casa, de la negación o despido de una escuela o empleo, del impedimento a entrar a determinados lugares o de acceder a los servicios de salud, de la violencia en las calles, del abuso policial, e incluso de homicidio. Las circunstancias en que se desarrolla la existencia de las personas con una condición tran están caracterizadas por los prejuicios, estereotipos, estigmatización, discriminación y violencia arraigados en el sistema sexo-genéro imperante –patriarcal, erotofóbico, sexista, misógino y heteronormativo--, frente a los cuales las personas trans han reaccionado movilizándose para hacerse visibles y reivindicar sus necesidades y demandas a fin de lograr el reconocimiento, respeto, defensa y promoción de sus derechos humanos y dignidad, como parte de la diversidad sexo-genérica de las sociedades. Concepto central para entender la condición humana trans es el de identidad de género (Alcaráz y Alcaráz, 2008). Esta se define como la percepción íntima y subjetiva de pertenecer al género femenino, masculino o a ninguno. Se ha llegado a plantear que la identidad de género se establece a muy temprana edad ―algunos sexólogos deducen que sucede entre los 12 y los 18 meses de edad e incluso que es inmodificable, aunque otros autores, como el especialista en psicolingüística Rodolfo Alcaráz, postulan la hipótesis de que la introyección de la noción de género se da por conducto de la adquisición del lenguaje, lo cual puede o no ser coincidente con la hipótesis de los 12 a 18 meses. El carácter de inmodificable puede explicar porqué los recursos de la psiquiatría, el psicoanálisis, la psicología, la endocrinología, etcétera., han fracasado en sus intentos terapéuticos o medicamentosos para resolver el conflicto que plantean las condiciones transexual y transgenérica, por medio de la inducción de cambios en la subjetividad o la fisiología de la persona. No siendo posible modificar la identidad de género, la única solución que hasta ahora plantea la ciencia médica para solucionar tal discordancia cuerpo-mente, sexo-género, consiste en transitar, hasta donde los avances científicos lo permitan, de un sexo a otro por medio de procesos de reasignación para la concordancia sexo-genérica. Sistema Internacional de Derechos Humanos La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, lo mismo que la Observación General número dos del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (derivado del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales, PIDESC), consideran a la salud no solamente como la ausencia de padecimientos, enfermedades y afectaciones sino como el mayor nivel de salud física, emocional y psicosocial (ONU, 1966). El PIDESC contiene la disposición más exhaustiva del derecho internacional de los derechos humanos en materia del derecho a la salud. El párrafo uno del artículo 12 establece “el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental” (ONU, 1966). En el ámbito interamericano, este principio se consagra en el artículo 10 del Protocolo de San Salvador de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (OEA, 1988). Estos instrumentos del sistema internacional de derechos humanos se emplean por parte de las y los activistas y organizaciones de personas trans y LGBTTTI, de profesionales del derecho y de especialistas en salud, como el sustento jurídico y ético para la búsqueda del bienestar y la defensa de la dignidad de las personas trans, quienes no la pueden alcanzar si no realizan la reasignación para la concordancia sexo-genérica que les permita remediar/aliviar/superar su discordancia y malestar de género. A continuación presento una serie de tratados internacionales, así como legislaciones federales y locales, que contienen normatividad al respecto. - Declaración Internacional de los Derechos de Género, (CILTPE, 1993). El 28 de agosto de 1993 fue aprobada y adoptada la Declaración Internacional de los Derechos de Género por los asistentes a la Segunda Conferencia Internacional sobre Legislación de Transgéneros y Política de Empleo, celebrada en Houston, Texas. Entre los derechos considerados en esta Declaración se encuentran: el derecho de los individuos a reivindicar la identidad de género, el derecho a la libre expresión de la identidad y el papel del género, el derecho a determinar y modificar el propio cuerpo, el derecho a un servicio médico competente y profesional, entre otros. - Principios de Yogyakarta sobre la aplicación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género, (ONU, 2006). Estos principios constituyen un hito en la historia del derecho internacional aplicado a las cuestiones de orientación sexual e identidad de género. Los mismos ratifican estándares legales internacionales vinculantes que los Estados deben cumplir. La formulación de estos Principios se hizo necesaria, debido a que la violación a los derechos humanos de las personas por su orientación sexual e identidad de género, real o percibida, constituye un patrón global arraigado. Entre esas violaciones a los derechos humanos se pueden mencionar: asesinatos extralegales, tortura y maltrato, ataques y violaciones sexuales, invasión a la privacidad, detenciones arbitrarias, negación de oportunidades de empleo y educación, y grave discriminación en relación al goce de otros derechos humanos. Estos Principios fueron desarrollados y adoptados por unanimidad por un distinguido grupo de expertos en derechos humanos de distintas regiones y diversa formación, entre los que se encontraron jueces, académicos, una ex Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU (Mary Robinson), los relatores de Procedimientos Especiales de Naciones Unidas, miembros de órganos de los tratados, Organizaciones de la Sociedad Civil y otros. El profesor Michael O’Flaherty, fue el Relator del proceso y el encargado de redactar y revisar los Principios de Yogyakarta. El evento clave para desarrollar este conjunto de principios fue un seminario internacional que se llevó a cabo en Yogyakarta, Indonesia, en la Universidad de Gadjah Mada, del 6 al 9 de noviembre del 2006, y en el cual participaron los expertos en leyes y en el sistema internacional de derechos humanos ya mencionados. En ese seminario se aclararon la naturaleza, el alcance y la implementación de las obligaciones de derechos humanos contraídas por los Estados con relación a la orientación sexual y la identidad de género, en virtud de los tratados y las leyes de derechos humanos existentes. Los Principios de Yogyakarta se refieren a una amplia gama de derechos humanos, entre los que se encuentran: el acceso a la justicia; la privacidad; la no discriminación; los derechos de libertad de expresión y reunión; al empleo, la salud y la educación; a la participación pública; cuestiones de migración y refugiados; de protección contra ejecuciones extralegales, violencia y tortura, y una variedad de otros derechos. Estos principios ratifican la obligación primordial que tienen los Estados de implementar los derechos humanos, acompañando cada uno con recomendaciones detalladas. En ellos se dice que si bien todos los actores tienen responsabilidad en la promoción y protección de los derechos humanos, se formulan sugerencias particularmente dirigidas al sistema de derechos humanos de la ONU, a instituciones nacionales de derechos humanos, a los medios de comunicación y a las organizaciones no gubernamentales, entre otras instancias. Los Principios de Yogyakarta son: el derecho al disfrute universal de los derechos humanos; los derechos a la igualdad y a la no-discriminación; el derecho al reconocimiento ante la ley; el derecho a la vida; el derecho a la seguridad de la persona; el derecho a la privacidad; el derecho a la libertad frente a la privación arbitraria de la libertad; el derecho a un juicio justo; el derecho a un trato humanitario durante la detención; el derecho a no sufrir torturas y tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes; el derecho a la protección frente a todas las formas de explotación, venta y tráfico de seres humanos; el derecho al trabajo; el derecho a la seguridad social y a otras medidas de protección social; el derecho a un adecuado nivel de vida; el derecho a un alojamiento adecuado; el derecho a la educación; el derecho al más alto nivel de salud alcanzable; protección contra abusos médicos; el derecho a la libertad de opinión y de expresión; el derecho a la libertad de reunión y asociación pacíficas; el derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión; el derecho a la libertad de movimiento; el derecho a buscar asilo; el derecho a establecer una familia; el derecho a participar en la vida pública; el derecho a participar en la vida cultural; el derecho a promover los derechos humanos; el derecho a una reparación efectiva; rendición de cuentas (ONU, 2006, el subrayado es mío). - Primer “Congreso de Identidad de Género y Derechos Humanos”, (Red por la Despatologización de las Identidades Trans, 2010). En el marco del primer “Congreso de Identidad de Género y Derechos Humanos” que se realizó en Barcelona, en junio de 2010, más de mil activistas trans de los cinco continentes, convocados por la Red Internacional por la Despatologización Trans, se manifestaron en las calles de esa ciudad para exigir la retirada de la transexualidad de los manuales de clasificación de enfermedades. Legislación mexicana - Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 5 de febrero de 1917, contiene un capítulo de Garantías Individuales (artículos 1-29), en el cual están previstos los derechos fundamentales que se le reconocen a todas y todos los mexicanos. El derecho a la no discriminación (cláusula antidiscriminatoria) se encuentra protegido por el artículo primero, en cuyo párrafo tercero se establece la prohibición de “toda discriminación, incluyendo la relacionada con las preferencias, que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”. En junio de 2011 fue aprobada, de acuerdo con el procedimiento establecido en nuestra Carta Magna, la constitucionalización de los derechos humanos, y la ubicación de los tratados internacionales de derechos humanos al mismo nivel que la Constitución, a la vez que finalmente incorporó el término de preferencias sexuales en la cláusula antidiscriminatoria constitucional. El artículo 4º específicamente incorpora el derecho a “la protección de la salud”. - Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (DOF, 2003). Como ley reglamentaria del párrafo tercero del artículo 1º constitucional, prohíbe todo tipo de discriminación, incluyendo la vinculada específicamente con la preferencia sexual. Esta ley define en el capítulo I, artículo 4, qué se entenderá por discriminación: “toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas” , y en el artículo 9 señala qué conductas se consideran como discriminatorias. - Ley para Prevenir y Erradicar la Discriminación en el Distrito Federal (GODF, 2006). Contempla en su definición de discriminación a la orientación sexual (la legislación local del Distrito Federal utiliza indistintamente los términos de orientación y preferencia sexual) e incorpora a la identidad de género como categorías protegidas. Los artículos 4º, 5º y 14 definen, respectivamente, lo que es la discriminación, los grupos en situación de discriminación y las prácticas discriminatorias A finales del año 2010 se aprobaron reformas a esta ley que permiten que el Consejo para Prevenir y Erradicar la Discriminación en el Distrito Federal (Copred) conozca de quejas contra particulares. - Código Civil, Código de Procedimientos Civiles y Código Financiero del Distrito Federal (GODF, 2008). El 29 de Agosto de 2008 fueron reformados estos códigos con la finalidad de permitir el levantamiento de acta por reasignación de concordancia sexogenérica. Su entrada en vigor, el 24 de Noviembre de 2008, ha facilitado a las personas trans reivindicar el pleno reconocimiento jurídico de su identidad. La reforma al artículo 135 Bis del Código Civil establece: "Pueden pedir el levantamiento de una nueva acta de nacimiento por reasignación de concordancia sexo-genérica, previa la anotación correspondiente en su acta de nacimiento primigenia, las personas que requieran el reconocimiento de su identidad de género". Este derecho no está condicionado a la previa cirugía de reasignación sexual y parte de la propia auto-adscripción del sujeto trans. Antes de estas reformas y adiciones, el Código Civil del Distrito Federal, por reforma del 13 de enero de 2004 establecía en el artículo 135, que “ha lugar a pedir la rectificación: […] por enmienda, cuando se solicite variar algún nombre u otro dato esencial que afecte el estado civil, la filiación, la nacionalidad, el sexo y la identidad de la persona” Estas reformas y modificaciones reconocen la personalidad jurídica de la identidad de género de las personas trans, sin anotaciones marginales discriminatorias, partiendo de la propia autodefinición de la persona trans y sin necesidad de llegar a la Cirugía de Reasignación Sexual, lo que la coloca como una de las legislaciones en la materia más adelantadas de todo el continente. - Ley de Salud del Distrito Federal (GODF, 2009). En su Artículo 24, fracción XXI, se establece la operación de un Programa para Personas Transgénero en la Clínica Especializada Condesa, lo que lleva a la creación del Centro Transgénero, cuyo objetivo es “efectuar un programa de atención especializada a la salud de las personas transgénero y transexual, mediante, en su caso, el suministro de hormonas, apoyo psicoterapéutico y la realización de acciones preventivas y de tratamiento médico correspondiente en materia de Infecciones de transmisión Sexual, ITS, y VIH-SIDA”. - Diagnóstico de Derechos Humanos del Distrito Federal (Comité Coordinador para la Elaboración del Diagnóstico y Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal (2008) y Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal (Comité Coordinador para la Elaboración del Diagnóstico y Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal, 2009). Fueron presentados a la opinión pública y ciudadanía en mayo del 2008 y agosto del 2009 respectivamente, con el objeto de darlos a conocer para su cumplimiento y exigibilidad, y cuales contienen, cada uno de ellos, un capítulo dedicado a los derechos de la población LGBTTTI. En el Capítulo 25 relativo a derechos de la población lesbiana, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersex (LGBTTTI) del Programa, las líneas de acción 1952 a 1957 se refieren a la Estrategia de “Asegurar el acceso de las personas transgenéricas y transexuales a los servicios públicos de salud para la reasignación por concordancia sexo-genérica”, y específicamente señalan: “1952. Promover la reforma a la Ley de Salud del Distrito Federal para incorporar el derecho al acceso a los servicios públicos de salud para las personas transgenéricas y transexuales, a fin de que puedan llevar a cabo el proceso de reasignación para la concordancia sexo-genérica con cargo al erario público del DF; “1953. Crear la infraestructura y programas necesarios en el sector de salud público para que el procedimiento de reasignación por concordancia sexo-genérica de las personas transgenéricas y transexuales sea gratuita. (Comité Coordinador para la Elaboración del Diagnóstico y Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal, 2009). Principales demandas de personas Trans Las reformas constitucionales y legales que se han presentado en los últimos años ante el Congreso de la Unión o que se proponen para su presentación a fin de reconocer, garantizar, proteger y promover los derechos humanos y las libertades de las personas trans son, entre otras16: - Iniciativa que reforma y adiciona el artículo 4o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, presentada el 13 de junio de 2007 en la Cámara de Diputados por el legislador del PRD en la LX legislatura, David Sánchez Camacho. Su aprobación garantizaría el derecho a la libre expresión de género y al reconocimiento de la identidad de sexo-género. - Iniciativa de reforma y adición del párrafo tercero del artículo 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para incorporar la discriminación por razón de expresión y de identidad de sexo-género, además de preferencia sexual. - Iniciativa de Ley de Identidad de Género, del 26 de abril de 2006 e Iniciativa de Ley Federal para la No Discriminación de los Derechos Humanos y Civiles de la Personas Transgénero y Transexuales, del 6 de marzo de 2007, que establecen el derecho de estas personas a reivindicar una identidad jurídica acorde a su identidad de género asumida, así como les da acceso a los servicios públicos de salud. Su aprobación garantizaría legalmente: el derecho humano de todo individuo a ser identificado y tratado reconociendo su identidad; el libre desarrollo de la personalidad; el respeto a la dignidad de la persona; el acceso a servicios de salud integrales requeridos 16 Cfr. Rueda A (2010b). - Reforma de la Ley General para la Igualdad entre Hombres y Mujeres y sus correspondientes en las entidades federativas, para que se incorpore a los beneficios que establece esta ley a las mujeres y los hombres transgenéricos y transexuales. - Reforma del articulado de la Ley de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres en el Distrito Federal (publicada en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 15 de mayo de 2007) y en el de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para el Distrito Federal (publicada en la citada gaceta el 29 de enero de 2008) para incorporar a las mujeres trans a su protección, reconociendo explícitamente la diversidad de mujeres que existen en el DF y a la identidad de género como componente fundamental de la concepción misma de mujer, la que no se deriva únicamente de los genitales.. - Garantizar el acceso de las mujeres y los hombres trans a los servicios públicos de salud de la Ciudad de México para la reasignación de concordancia sexo-genérica, fortaleciendo los recursos y servicios del Centro Transgénero de la Clínica Especializada Condesa. Principales demandas en materia de salud17 El PDHDF establece en su capítulo 25, “Derechos de la Población Lesbiana, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti e Intersexual (LGBTTTI)” en la línea de acción 1954: “Elaborar e implementar un protocolo de atención con enfoque de derechos humanos y perspectiva de género, a fin de garantizar el acceso a los servicios de salud de calidad, calidez y sin discriminación, para la reasignación por concordancia sexogenérica.” Esta línea de acción se ha cubierto parcialmente con la reforma del artículo 24, fracción XXI de la Ley de Salud del Distrito Federal que crea el Centro Transgénero en la Clínica Especializada Condesa, el cual (como ya se indicó) ofrece los servicios de atención endocrinológica, administración de hormonas, acompañamiento psicoterapéutico y prevención del VIH/Sida y otras Infecciones de Transmisión Sexual. Sin embargo, los servicios de la Clínica Especializada Condesa, actualmente no cubren el servicio de cirugías de reasignación de sexo, lo que constituye una limitación muy grave para el cumplimiento del tratamiento integral de aquellas mujeres y hombres 17 Cfr. Rueda, A (2010a) y Rueda, A (2010b). trans que quisieran llegar hasta una transformación corporal18. Existen, además, graves riesgos a la salud de las mujeres transgenéricas y transexuales en Terapia de Reemplazo Hormonal (TRH), que después de un año de hormonación continua, que incluya antiandrógenos o bloqueadores de andrógenos, no se sometan a una orquidectomía bilateral (extracción de los testículos). Se trata del riesgo de cancerización de los tejidos escrotales, derivado de la “castración química”, por el uso continuo de antiandrógenos prescrito en el tratamiento endocrinológico, en caso de no llevarse a cabo la extracción de los testículos. Por otra parte, son previsibles dificultades y riesgos para completar el proceso de reasignación/reafirmación de sexo en las mujeres transexuales (aprovechamiento de los tejidos del pene y escrotales) en caso de que la orquidectomía bilateral no sea acompañada (en un plazo no mayor de tres años) de las intervenciones quirúrgicas tendientes a la creación de una neovagina (penectomía, clitoroplástía y vaginoplastía).19. Frente a ello se propone presupuestar, diseñar, aplicar, dar seguimiento y evaluar (con la participación de organizaciones de personas transgenéricas y transexuales y de representantes de la comunidad médica y sexológica) la inclusión de los servicios quirúrgicos de vulvovaginoplastía en el tratamiento de las mujeres trans que así lo soliciten. Por otro lado, la concentración de la atención de las personas transgenéricas y transexuales en el Distrito Federal únicamente en las instalaciones de la Clínica Especializada Condesa, dificulta la mejor cobertura en la prestación de servicios de salud a esta población, relacionados con el tratamiento de reasignación de sexo, con el 18 Las cirugías para las mujeres transexuales son: a) remoción de los testículos (orquidectomía bilateral); b) retiro quirúrgico del pene (penectomía), y c) construcción quirúrgica de vagina, labios vaginales y clítoris (vulvovaginoplastía con plastía de clítoris). La vulvovaginoplastía es la creación quirúrgica de la cavidad vaginal y de los órganos sexuales pélvicos externos femeninos (labios mayores, labios menores, clítoris).Se trata de la reasignación sexual para la mujer transexual quien ha sido varón biológico (Barrios y García, 2008:104-107). Las cirugías para los hombres transexuales son: a) remoción quirúrgica de mamas (mastectomía bilateral); b) remoción quirúrgica de la vagina (vaginectomía o histerectomía), y c) extirpación quirúrgica de utero, tubas uterinas y ovarios (histerosalpingoforectomía). La histerosalpingooforectomía es la intervención quirúrgica que consiste en la extirpación de la matriz, las tubas o trompas uterinas y los ovarios (Barrios y García, 2008:107-105). 19 La penectomía es la extirpación del pene. La clitoroplástía es la creación de un clítoris y la vaginoplastía, la formación de una neovagina. Becerra-Fernández, 2003). agravante del riesgo de estigmatización de las personas trans por la asociación con el VIH/Sida. Para enfrentar veste problema se propone presupuestar, diseñar, aplicar, dar seguimiento y evaluar, con participación de organizaciones de personas transgenéricas y transexuales y representantes de la comunidad médica y sexológica, la descentralización de la atención a las personas transgenéricas y transexuales en el Distrito Federal, de manera que se lleve a cabo no únicamente en las instalaciones de la Clínica Especializada Condesa sino en diversos centros hospitalarios de la Ciudad de México, con la infraestructura adecuada. Descentralizar estos servicios implica la capacitación especializada del personal médico requerido (en endocrinólogía, psicoterapia, psiquiatría, cirugía estética y reconstructiva), lo que obliga a incluir el presupuesto para esta capacitación del personal médico que llevará a cabo, en instalaciones del sector salud del DF, la Cirugía de Reasignación Sexual. Hoy en día la transexualidad se considera aún como un “trastorno de identidad sexual” o un “trastorno o desorden de identidad de género” (TIG)20, patología mental clasificada en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas relacionados con la Salud (CEI-10) y en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR). Estas clasificaciones son las que guían a los y las psiquiatras y a las y los profesionales de la salud mental de todo el mundo a la hora de establecer sus diagnósticos. En ellas se comete un error intencional: la confusión de los efectos de la transfobia con los de la transexualidad. Se invisibiliza la estigmatización, la discriminación y la violencia social que se ejerce sobre quienes no se adecuan a las normas convencionales de género, impuestas en la sociedad patriarcal sexista, machista, misógina y heteronormativa dominante. De este modo, se ignora activamente que el problema no es la identidad de género, sino la transfobia, que no es la egodistonía (que hace referencia a aquella homosexualidad que no es deseada por la persona, ignorando en qué medida la homofobia imperante influye en ese mismo rechazo) sino la sociodistonía, es decir el malestar experimentado por una 20 Cfr. Rueda, A. (2010e) persona o grupo en relación con la estigmatización, discriminación y exclusión social que colocan a esa persona o grupo en una situación de desventaja. La revisión del DSM-IV-TR es un proceso que comenzó hace alrededor de tres años, y tiene por objetivo determinar los cambios en la lista de enfermedades. Ya se han hecho públicos los nombres de los psiquiatras que decidirán el futuro del trastorno de identidad de género, entre los cuales destacan dos médicos partidarios de las técnicas “reparativas” de la homosexualidad, es decir, las técnicas que se plantean “curar” la homosexualidad, retomando elementos de los grupos de autoayuda como el de “Alcohólicos Anónimos”, cuestiones espirituales, la manipulación de la culpa, partiendo de la idea central de que la homosexualidad es “mala” o “negativa” en sí misma. En febrero del 2010 la Asociación Psiquiátrica Americana presentó el borrador del DSM-V, el cual contiene, por lo que hace a la condición de las personas trans, una modificación terminológica: de “trastorno de identidad de género” ahora se habla de “incongruencia de género”, lo que no significa un cambio de fondo, sino que perpetúa un modelo patologizante de las expresiones e identidades de género, fomentando el riesgo de exclusión social y transfobia contra las personas trans, y en adelante también de las personas intersexuales. Asimismo, se incluye un “trastorno travestista” como diagnóstico de enfermedad mental. Para oponerse a la permanencia de la patologización de la condición y las identidades trans se han llevado a cabo jornadas alrededor del mundo en los años del 2009 y 2010, coordinadas por la “Red Internacional por la Despatologización de las Identidades Trans”, que surge para consolidar una coordinación mundial en torno a un objetivo central: la descatalogación de la transexualidad del DSM-V-TR. Se busca suprimir el trastorno de identidad de género de los catálogos internacionales de enfermedades (DSM-IV TR de la American Psychiatric Association, cuya versión quinta se anuncia aparecerá en mayo del 2013, y la CEI de la Organización Mundial de la Salud, cuya versión 11 saldrá en el 2015) y a favor de los derechos sanitarios de las personas trans, para lo cual se propone la inclusión de una mención no patologizante en el CEI-11 que permita asegurar el derecho de decisión sobre el propio cuerpo en un contexto de asesoramiento y consentimiento informado, sustituyendo el actual modelo de evaluación por uno de autonomía. Las movilizaciones comenzaron en el 2007, con manifestaciones simultáneas en Madrid, Barcelona y Paris. Para el 2010, en el “Octubre Trans”, se llevaron a cabo en 57 ciudades de América, Europa, Asia y África, entre las que se encontraron: Alicante, Ames, Amsterdam, Ankara, Bangkok, Barcelona, Berlín, Bilbao, Bogotá, Bolonia, Bruselas, Budapest, Buenos Aires, Caracas, Ciudad del Cabo, Ciudad de México, Compostela, Córdoba (Argentina), Curicó, Donostia, Estambul, Estocolmo, Gaborone, Gasteiz, Granada, Guayaquil, Hamburgo, Jaén, Las Palmas de Gran Canaria, Lille, Lima, Lisboa, Ludwigsburg, Madrid, Managua, Manila, Mumbai, Murcia, Nueva York, París, Quito, Salta, San Francisco, San Salvador, Santiago de Chile, Úbeda, Ulaanbaatar, Valencia, Zaragoza. En el año 2009 las movilizaciones se realizaron en alrededor de 40 ciudades. En ambos años, la Ciudad de México ha participado con las Jornadas convocadas por el Frente Ciudadano Pro Derechos de Transexuales y Transgéneros (Frente Trans) y Travestis México (TV México), con intervenciones de activistas y organizaciones trans y LGB. En 2010 este evento en la Clínica Condesa contó con la participación de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF). Asimismo, se llevó a cabo en el DF una actividad de mesas redondas en la sede del Programa de Diversidad Sexual de la Dirección General de Igualdad y Diversidad Social del GDF y en otras entidades del país como Jalisco e Hidalgo también se realizaron acciones alusivas. En concreto los puntos que se demandan a nivel internacional son: la retirada del TIG de los manuales internacionales de diagnóstico (sus próximas versiones DSM-V y CIE-11); la abolición de los tratamientos de normalización binaria a personas intersexuales; el libre acceso a los tratamientos hormonales y a las cirugías (sin tutela psiquiátrica); la cobertura sanitaria pública del proceso de reasignación de género; la lucha contra la transfobia; el trabajo para la formación educativa y la inserción social y laboral de las persones trans, así como la visibilización y denuncia de todo tipo de transfobia institucional o social. En México, específicamente, activistas, organizaciones y organismos de la población trans, LGB y de defensa de los derechos humanos, profesionales e instituciones de la salud y el derecho demandamos y propusimos en la acción del año pasado21: - Que el gobierno de la Ciudad de México, que ha apoyado importantes iniciativas a favor de los derechos humanos, como en el trascendental caso del Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal --el cual contiene un capítulo dedicado a los derechos de la población LGBT, y entre ellos de las personas trans, y que fue presentado en agosto de 2008-- se pronuncie, en el marco de sus competencias, para que la OMS/OPS eliminen de su catálogo internacional de enfermedades los llamados “trastornos de identidad de género”, tal y como lo ha hecho el gobierno español en mayo de este año (o su despsiquiatrización interna como lo ha hecho el Ministerio de Sanidad francés el pasado febrero). Para el efecto resultará también conveniente que lleve el tema a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para que éste órgano asimismo se pronuncie al respecto. - Que las dependencias y entidades del Gobierno del Distrito Federal involucradas directamente en la protección y promoción de los derechos humanos de la población LGBTTTI --como ya lo ha venido haciendo de tiempo atrás la Dirección General de Igualdad y Diversidad Social de la Secretaría de Desarrollo Social y es objetivo de la Red Interinstitucional de Atención a la Diversidad Sexual-- difundan ampliamente el sentido, objetivos y demandas de esta campaña por la despatologización de las identidades trans y apoyen las iniciativas presentadas por las y los activistas y organizaciones de la población trans, LGB, de defensa de derechos humanos y de las y los profesionales e instituciones de la salud y el derecho destinadas a cuestionar y superar en la Ciudad de México y en el país las concepciones psiquiatrizantes y patologizantes de la condición de las personas trans y reemplazarlas por el enfoque de derechos humanos y no discriminación. - Que se incremente de manera significativa, y se mantenga a lo largo del año, la provisión oportuna y efectiva de recursos financieros con los que opera la Clínica Especializada Condesa para el adecuado desempeño de sus programas y actividades, entre ellos los del Centro Transgénero. 21 Cfr. Rueda, A. (2010f) - Que, con la participación coordinadora de la Clínica Condesa y el concurso de las instancias correspondientes del GDF así como de profesionales e instituciones de la salud, se instalen e inicien los trabajos tendientes a la descentralización de los servicios de reasignación integral para la concordancia sexo-genérica en beneficio de las personas trans, a clínicas u hospitales del sector salud del Distrito Federal ubicadas en distintos lugares de la ciudad, dotados de la infraestructura y los recursos económicos, materiales, humanos y técnicos necesarios, a fin de facilitar el acceso de las personas trans a los servicios públicos de salud para la atención de nuestra condición y para combatir la estigmatización que asocia discriminadoramente la transgeneridad con el VIH. - Que representantes de la Clínica Condesa y profesionales e instituciones de las áreas de la salud involucradas, conjuntamente instalen una mesa de trabajo tendiente a la elaboración de un Protocolo Mexicano para la Atención de Calidad con enfoque de Derechos Humanos para la Reasignación por Concordancia Sexo-genérica de las Personas Trans. - Que en el corto plazo se tomen las decisiones institucionales necesarias, para asegurar la oportuna realización de las intervenciones quirúrgicas de orquidectomía bilateral a las mujeres transgenéricas y transexuales en tratamiento de reemplazo hormonal en el Centro Transgénero de la Clínica Especializada Condesa, a fin de que los objetivos contenidos en el artícuo 24, fracción XXI, de la Ley de Salud del Distrito Federal vigente, que precisamente crean este programa en la Clínica Condesa, se apliquen y cumplan y se eviten los riesgos a la salud, derivados del peligro de cancerización de los testículos asociados a la ingesta de hormonas bloqueadoras de los receptores de andrógenos o de hormonas antiandrogénicas. - Que, con el respaldo, la activa participación y la convocatoria de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, se instale una mesa de trabajo a la que concurran personas, activistas, colectivos y organizaciones de personas trans y LGB, organizaciones y organismos de defensa y promoción de los derechos humanos, instituciones públicas y privadas de la academia, la salud y el derecho, a fin de arribar en el transcurso de los próximos meses a la elaboración de un pronunciamiento consensuado sobre la condición de las personas trans desde un enfoque de derechos humanos, no discriminación, respeto a la diversidad y equidad de género, que se haga llegar a la APA y a la OMS/OPS, así como a las autoridades e instituciones de salud del gobierno mexicano, como aporte al proceso de discusión y revisión en curso. - Que las y los legisladores de los partidos comprometidos con el reconocimiento, defensa y promoción de los derechos humanos, más allá de ideologías e intereses particulares, impulsen en la actual LXI legislatura la aprobación de las reformas y adiciones en la CPEUM y en leyes y códigos federales a fin de reconocer en el país la personalidad jurídica de la identidad de género de las personas trans, para garantizar su acceso a los servicios públicos de salud para la reasignación por concordancia sexogenérica, y para combatir la discriminación y violencia que vive la población trans en toda la nación. - Que el gobierno federal y los locales, los medios de comunicación y las empresas privadas asuman sus responsabilidades en relación con el acceso a un trabajo decente para las personas de la población LGBTTTI, y dentro de ella de las personas trans, tal y como lo reconocen el artículo 123 de la CPEUM, el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales y los ordenamientos de la OIT, y sin cuyo cumplimiento se mantendrán la exclusión, discriminación y marginación de las personas transgenéricas y transexuales con la consecuente violación a nuestro derecho al trabajo y al empleo, la estigmatización de una doble moral hipócrita que nos restringe únicamente a las actividades del trabajo sexual, el entretenimiento y el estilismo –las cuales deben concebirse y reglamentarse con un enfoque de derechos humanos y no discriminación– y la pérdida de capital humano en detrimento de la productividad y la cohesión social. En 2011 se volvió a vivir (22 de octubre) una nueva jornada de acciones en 70 ciudades de 32 países. En la Ciudad de México, personas comprometidas y especialistas en las Ciencias de la Salud, las Ciencias Sociales y los Derechos Humanos, con el respaldo y la participación de la CDHDF, dimos a conocer en conferencia de prensa en la sede de ese organismo público un “Pronunciamiento por la Despatologización de las Identidades, Experiencias y Expresiones Trans México 2011” (Alvarez-Gallo, 2011), el cual ha sido puesto al conocimiento público para su conocimiento y recolección de adhesiones, y el cual servirá como punto de partida para instalar, conjuntamente con la CDHDF, mesas de trabajo a las que se convocará a autoridades y representantes de las dependencias y entidades gubernamentales dedicadas a la salud, a fin de incorporar el tema de la despatologización trans en la agenda de la salud pública en México, buscando la asunción para nuestro país de posturas en la materia que reconozcan, garanticen y protejan la dignidad y los derechos humanos de las personas trans (despatologizantes e incluyentes de la atención trans específica, públicamente cubierta y de calidad), en la perspectiva de lo que ya ha ocurrido en los casos del gobierno español y de los ministerios del Exterior y de Sanidad en Francia. Consideraciones Finales Es obligatorio para el Estado mexicano y para la sociedad en nuestro país respetar y proteger los derechos humanos de todas y de todos los mexicanos, incluyendo a las personas transgenéricas y transexuales, de ello depende que este sector de la población cuente con una vida digna, en términos de educación, trabajo, alimentación, salud, integridad física y psicológica, libertad de expresión, de religión, de tránsito, de organización y participación en la vida pública, etcétera. La garantía y reconocimiento de los derechos humanos es responsabilidad del Estado por medio de normas jurídicas nacionales como la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que derivan de ella. Igualmente obligatorio es el cumplimiento de los instrumentos internacionales, suscritos y ratificados por México en prácticamente la totalidad de los casos, lo cual hace inaplazable la obligación del Estado a velar por todas y todos, sin distinción alguna. La aprobación en julio de este año de la constitucionalización de los derechos humanos y de la ubicación de los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos al mismo nivel de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, constituyen uno de los avances más importantes para que en nuestro país se respete el Estado de Derecho y se garanticen a cabalidad los derechos humanos y la dignidad de las personas. El rechazo, exclusión y restricción de derechos, oportunidades y trato equitativo que sufren las personas transexuales, transgenéricas y travestistas en nuestro país, lleva a considerar a este grupo social como uno de los mayormente vulnerabilizados en materia de derechos humanos y discriminación, comenzando por la negación de derechos fundamentales: tener reconocimiento jurídico de acuerdo a su identidad de género y acceder a la salud/bienestar. Para ello, son necesarios, en primer lugar, el reconocimiento de la personalidad jurídica de la identidad de género de las personas transgenéricas y transexuales, lo que les permitirá acceder a la seguridad jurídica y, por tanto, al ejercicio pleno de su ciudadanía. El segundo factor para su bienestar es contar con la posibilidad de ejercer su derecho a la salud tal y como lo establece el artículo 4º constitucional y de acuerdo con lo que determinan la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, para las cuales, la salud no es solamente la ausencia de enfermedad o padecimiento, sino el mayor nivel de bienestar físico, emocional y psicosocial. Es, pues, imprescindible e impostergable su acceso a los servicios públicos de salud, a fin de posibilitarlos para emprender los procedimientos de reasignación para la concordancia sexo-genérica. Estos dos componentes ―el reconocimiento jurídico a su identidad de género y el acceso a la salud para la reasignación de concordancia sexo-genérica― deberán ir acompañados del efectivo disfrute y ejercicio del resto de los derechos: a la educación, el empleo, la organización, la participación pública, la defensa de sus propios derechos, etcétera. Bibliografía: Alcaraz, R. (1998) Continua: Taxonomía de la identidad sexogenérica y de las preferencias eróticas, Arroba @ Editores, México. Alcaraz, R. y Abril (2008) “El derecho a la no discriminación por identidad y expresión de género”, en Textos del Caracol, número 4, Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, México. Álvarez, J. et. al. (2011) Pronunciamiento por la Despatologización de las Identidades, Experiencias y Expresiones Trans, México, 20 de octubre Barrios, D. y García, M. (2008) Transexualidad: la paradoja del cambio, Editorial Alfil, México. Becerra-Fernández, A. Comp. 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Ni siquiera hay un acuerdo general sobre lo que significa ser lesbiana, pues al respecto existen distintas y variadas definiciones. En este trabajo intentamos brindar un acercamiento a los problemas de la salud de las lesbianas, con base en la revisión de cinco investigaciones (Alfarache 2010), (Bradford 1994), (CONAPRED 2010), (Galarreta, s/d) y (Ortiz-Hernández 2005). Partimos de la base de que, en general, en cuanto a empoderamiento personal y aceptación social de las lesbianas, Estados Unidos lleva un adelanto sobre México de entre 10 y 15 años22, de tal forma que podemos hacer un ejercicio comparativo de aproximación entre las investigaciones de 1994 en Estados Unidos y la de la Ciudad de México de 2005. Para efectos de este trabajo entenderemos a las mujeres lesbianas como una mujer que siente atracción sexual por otras mujeres y/o que tiene prácticas sexuales con mujeres. 22 De acuerdo a una conversación con el pastor David Pettitt quien convivió con personas de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana de Houston y que en 1998 fundó la iglesia de Monterrey (México). Primer acercamiento De los resultados obtenidos en las investigaciones de Bradford (1994) y Ortiz-Hernández (2005), se desprenden algunos resultados interesantes que dan cuenta de algunos de los problemas de salud más acuciosos de las lesbianas (ver tabla 2), aunque es importante considerar que los parámetros de los estudios son muy variados, pues como puede verse en el cuadro, mientras el estudio de Bradford abarca todo el territorio de los Estados Unidos de Norteamérica, el de Ortiz Hernández cubre solo a la ciudad de México. Para contar con un elemento de referencia más, colocamos una columna con datos referentes a mujeres (sin especificar su orientación sexual) en México. Tabla 2 Principales problemas de salud en mujeres lesbianas de tres países Estados Unidos de Norteamérica Ciudad de México México Problema Ideas suicida Intento de suicidio Desordenes mentales Tabaquismo Alcoholismo Asistencia a consejería Violencia sexual No contratada en empleos por su orientación sexual Sufren de ofensas verbales o de lenguaje violento Número de participantes +50% 18% 33% 6-30% 75% 32% 44% 21% 33% 6-18% 1-2% 28% 21% 3.6–7% 17% 12% 26% 1925 188 Creación de la autora con base en Bradford (I994) y Ortiz-Hernández (2005). En la Investigación Nacional de Salud de las Lesbianas de Estados Unidos (Bradford 1994), participaron 1925 mujeres de todos los estados: más de la mitad había tenido ideas suicidas y el 18% había intentado suicidarse; la tercera parte de las mujeres fumaba diariamente y un 30% consumía alcohol más de una vez a la semana, el 6% lo hacía diariamente; las tres cuartas partes habían recibido algún tipo de apoyo de consejería, y de éstas, la mitad lo había hecho por sentirse triste y deprimida. La investigación de la Ciudad de México (Ortiz-Hernández 2005) incluyó a hombres homosexuales, mujeres lesbianas y personas bisexuales. Para este trabajo, solo consideramos los datos de las 188 lesbianas incluidas. El 44% de la muestra tenía ideas suicidas, un poco menor al número de la investigación de EUA, pero muy por encima de las mujeres en general que va de un 6 a un 18%. El 21% de las lesbianas reportadas en la muestra de Ortiz Hernández había intentado suicidarse, dato que es ligeramente superior al reportado en Estados Unidos de Norteamérica, y también más de 10 veces superior del índice de las mujeres en general. El 33% eran “casos potenciales” de trastornos mentales comunes. El alcoholismo en la investigación de México fue identificado mediante la escala Alcohol Use Disorder Identification Test, AUDIT, que consiste en diez preguntas sobre la cantidad y la frecuencia de consumo de alcohol, síntomas de dependencia y problemas relacionados con su consumo. La muestra arrojo un 21%, similar a la investigación de Bradford, y muy por encima del índice de mujeres en general que es del 3.6 al 7%. Se encontró también que el 17% habían sufrido violencia sexual, al 12% no se les había contratado en algún empleo por ser lesbianas y el 26% había recibido ofensas verbales y uso de lenguaje violento. La investigación de Ortiz-Hernández concluye que las víctimas de violencia, y las lesbianas no son la excepción, tienden a buscar una explicación del motivo de las agresiones sufridas, para lo cual suelen recurrir a dos razonamientos relacionados con la auto-culpa o self-blame: el primero de ellos se conoce como auto-culpa caracterológica, que consiste en interpretar que es un rasgo de la personalidad propia el responsable de la agresión; en este caso se reactiva una auto-imagen negativa y la sensación de que la persona merecía la agresión. En el segundo razonamiento la auto-culpa conductual, se interpreta que alguna conducta fue el origen de la violencia recibida, en este caso la persona modificará u ocultará el comportamiento que según ella dio origen a la violencia para reducir la percepción de su vulnerabilidad. Cuando las lesbianas son víctimas de discriminación o violencia disminuye su autoimagen y aumenta la depresión, baja autoestima y autocrítica. Si creen que la violencia fue por su atracción o actos sexuales hacia personas de su mismo sexo, aprenderán que ser lesbiana es una condición inferior, denigrante, que merece ser castigada; se refuerza e incrementa su lesbofobia internalizada, lo que conduce a sufrimiento mental. Las victimas ven el mundo como algo amenazante23. Discriminación externa Los resultados de la más reciente Encuesta Nacional contra la Discriminación (CONAPRED 2010), nos arrojan datos relevantes para entender la situación de las lesbianas. Ante la pregunta: ¿a las parejas de lesbianas se les debería de permitir adoptar?, los encuestados estuvieron en desacuerdo desde un 61 hasta un 76% y de acuerdo de un 12 a un 30%. A menor edad, se está más de acuerdo. En Ciudad Juárez está “muy de acuerdo” el 47% y en la Ciudad de México un 26%. Ante la sentencia “no estaría dispuesto a permitir que en mi casa viviera una lesbiana”, el 44% estuvo muy de acuerdo. Esto convierte a las lesbianas en el grupo más discriminado de la sociedad mexicana, por encima de los homosexuales, las personas con VIH/SIDA, las personas discapacitadas y otros grupos discriminados. La lesbofobia implica una especificidad concreta (Alfarache 2010), porque las lesbianas sufren discriminación por distintos motivos: la primera por ser mujer, después por ser lesbiana y desafiar el mandato patriarcal de la heterosexualidad, por ser madre, por ser indígena o por ser discapacitada. La lesbofobia es parte estructural del orden sexual dominante de nuestra sociedad. 23 En relación con la violencia familiar que reciben las lesbianas y las consecuencias que esto tiene en su salud y su vida, hay un caso reportado en la ciudad de Monterrey (Tovar, 2007), en donde una niña se quita la vida porque su papá le decía frecuentemente: “pareces lesbiana”, lo cual muestra fehacientemente que el lenguaje es uno de los vínculos por el cual se reproduce la lesbofobia (miedo y desprecio a la condición de lesbiana) y la discriminación en general. Discriminación internalizada: los problemas de salud emocional En la encuesta mencionada también se entrevistó a lesbianas sobre sus problemas relacionados con la discriminación. De las respuestas a dichas entrevistas se desprende que sólo el 54% de ellas le había comunicado su orientación sexual a su madre. Esto es muy significativo ya que en la cultura mexicana, el vínculo con la madre se considera de gran relevancia para la autoestima y la autovaloración, y para la mayoría de las mujeres la persona nodal en su círculo familiar es la madre: si la madre le afirma tendrá más elementos de apoyo, en cambio si la madre le rechaza pensará que todo mundo le va a desaprobar. Por lo anterior resulta trágico que sólo el 54% de las lesbianas entrevistadas hayan comentado su orientación a sus madres y también que el 16% de las lesbianas piense que es mejor que las personas no hagan pública su preferencia sexual, lo cual refuerza lo dicho en las conclusiones de Ortiz-Hernández (2005), de que la discriminación sufrida por las lesbianas las lleva a avergonzarse de lo que son o a negar su orientación, para no sentirse vulnerables. La falta de comunicación de su orientación sexual a la madre (y en general a toda la familia) está basada en el miedo. De acuerdo con Alfarache (2010), el miedo y el temor son sentimientos omnipresentes en la vida de las lesbianas. Miedo a ser descubierta, que la familia, en el trabajo, o en la calle la gente se dé cuenta de su orientación. Al mismo tiempo, tiene miedo de que al ser descubierta no sea reconocida como hija, como hermana, como amiga o compañera. Tienen también miedo a la pérdida de relaciones. Si quieren seguir siendo parte del círculo familiar o social, deben ocultarse en el disimulo o el silencio. La invisibilidad es, socialmente, uno de los requisitos indispensables de la existencia lésbica (Alfarache, 2010); “sé, pero que no se te vea” es la petición implícita en los ámbitos familiar, laboral y político. La invisibilidad de su existencia, está ligada a la invisibilidad de la violación de sus derechos. La Primera Encuesta Nacional sobre Discriminación indica que, en general, al 44% de los homosexuales (esta encuesta no incluye la palabra lesbiana) se les intenta obligar a desistir de su preferencia sexual y el 43% señala que sus familiares intentan que oculten sus preferencias sexuales. Algunas mujeres que reconocen y admiten sus sentimientos de atracción a otras mujeres, no pueden auto-identificarse con la palabra “lesbiana”, ya que ésta les remite a estereotipos sociales monstruosos y no desean identificarse con ellos. Se requiere un inmenso trabajo de deconstrucción personal y grupal de esta palabra, para que el colectivo se apropie de ella y revierta su significado negativo24. Tener una identidad sexual positiva está relacionado con aceptarse a uno mismo, no sentirse avergonzado de la propia orientación sexual (a pesar del rechazo social) y poder hablar libremente de sus preferencias tal y como hace una persona heterosexual. Los problemas de la salud física La investigación hecha en Perú (Lagarreta s/d) nos revela que las mujeres lesbianas tienen mayor riesgo de cáncer de mama, ya que solo el 37% se embaraza, contra un 83% de las mujeres heterosexuales, y está comprobado (Morales 1999) que los embarazos están relacionados con la disminución de cáncer de mama debido a los efectos de las hormonas. Las lesbianas van a consulta con menor frecuencia, ya que no requieren anticonceptivos ni atención prenatal y además se sienten incómodas revelando su preferencia sexo-afectiva; por la misma razón, se practican menos exámenes de rutina. Por todo lo anterior, las lesbianas tienen menores posibilidades de detección temprana de cualquier patología, incluido el cáncer. Además, en las lesbianas se dan altos índices de alcoholismo y tabaquismo, lo que complica cualquier posible alteración de la salud. Conclusiones Debido a su situación particular, las lesbianas tienen requerimientos específicos en términos de salud física, mental y sexual. Se requiere reconocer que esta población existe y crear políticas públicas particulares para ellas. Los Institutos de las Mujeres y el movimiento feminista deberían incluir estas demandas de derecho a la salud en sus programas. 24 Como sucede con las palabras “niger” en el caso de los afro-descendientes americanos, “maricón” en los homosexuales, o “puta” en las mujeres. También es indispensable empoderar a las lesbianas para que puedan hacerse visibles, vivir sin temor y reconocer y exigir sus derechos. Las familias (y en especial las madres) requieren educación para aceptar a sus hijas. Los programas educativos deben incorporar la inclusión social y particularmente una visión positiva de la lesbiandad. Fuentes Alfarache, A. 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CULTURA, SALUD Y DISIDENCIA SEXUAL: DESGLOSE DE RELACIONES PARA DISCUTIR EL DERECHO A LA SALUD Y LA RESPONSABILIDAD SOCIAL José Arturo Granados Cosme Presentación En el contexto del arribo de nociones relativamente inéditas en las ciencias sociales para el análisis de conductas no afiliadas a la normatividad sexual, cuyo desarrollo aspira a consolidarse en nuevos enfoques teóricos; resulta indispensable reflexionar sobre determinados núcleos problemáticos que pongan a prueba la capacidad explicativa de estos conceptos en permanente construcción. El propósito del presente texto es desarrollar una discusión sobre la situación en que los disidentes de la normatividad sexual experimentan la salud; colocando en el centro del problema de la relación existente entre la forma en que hemos organizado las relaciones sociales y los obstáculos para el desarrollo de mejores condiciones de salud en este grupo humano. La propuesta enfrenta de inicio, dos problemáticas fundamentales, la inacabada discusión sobre el concepto salud y dado su carácter de término en permanente elaboración, precisar quiénes son los disidentes sexuales. Para el primer problema, en la sección inicial de este texto se discute el término de salud y se plantean las principales relaciones con los aspectos sociales de ésta. Para el segundo problema, sin pretender resolverlo, nos limitamos a discutir la constitución del orden sexual dominante, describiendo sus principales componentes y mencionando algunos de sus principales instrumentos de regulación tomando como categoría conceptual básica a la cultura, tal discusión permite, identificar por lo menos de manera genérica, aquello que expresa el disenso del orden impuesto. Puesta en el análisis la relación entre salud y disenso cultural, se discute en torno a los procesos sociales involucrados en los daños a la salud que son característicos de los disidentes sexuales, tomando como referente a los varones homosexuales en tanto que ha sido en el estudio de sus condiciones de salud que mayores evidencias se han documentado. En el trayecto de este análisis se puede arribar a conclusiones en torno a la naturaleza social y la especificidad cultural que tiene la génesis de los problemas de salud que enfrenta la disidencia sexual. Finalmente, se propone una serie de líneas generales de intervención con la finalidad de contribuir en la disminución de las brechas de la desigualdad social; reconociendo los difíciles retos por enfrentar en su instrumentación y dejando abiertas líneas de análisis que pueden motivar subsecuentes estudios. Discutiendo la noción de salud A lo largo de la historia, se han postulado diversas definiciones en torno a lo que la medicina científica denomina salud, una clasificación práctica de estas nociones es la que distingue definiciones negativas y positivas. En realidad, la medicina tiene mayor claridad sobre lo que no es salud y en ese sentido, ha desarrollado la mayoría del conocimiento científico que la caracteriza, diversos enfoques críticos incluso, han precisado que la medicina no es un conjunto de ciencias sobre la salud sino sobre la enfermedad, de ahí que por negación u oposición, salud significaría la ausencia de la enfermedad. Por su parte, las definiciones positivas son relativamente más recientes y están basadas en nociones idealizadas de la salud difícilmente operativas, dado que se construyen a partir del término bienestar, se introduce el tema de la salud a su compleja dimensión subjetiva, haciéndola una noción poco aprehensible y consensada. Un esfuerzo por conseguir una definición positiva general se hizo en el siglo pasado a finales de los años setenta en que organismos sanitarios internacionales postularon que la salud era “el completo estado de bienestar biopsicosocial” que expresa más una aspiración y un estado ideal que una circunstancia real. El avance en el conocimiento de los procesos involucrados en la generación de procesos mórbidos, especialmente aquellos que han encontrado en el análisis de los procesos sociales explicaciones más integrales en el origen de la enfermedad como el campo sociomédico, han identificado que las condiciones de vida de los grupos humanos que se derivan de los modos de producción históricamente específicos (López, Escudero, Dary, 2008), determinan el conjunto de daños a la salud y causas de muerte que les son características de acuerdo a su inserción en la totalidad social. Este enfoque, sin dejar de considerar la importancia de la subjetividad pero considerándola determinada por la sociedad, vincula los niveles de salud con el acceso a los bienes y servicios que permiten la adecuada reproducción social y postula que la producción colectivizada en contradicción con el consumo desigual de satisfactores genera desigualdades en salud. De ahí que se considere que los niveles de salud de los individuos y grupos humanos se relacionan con el grado de satisfacción de las necesidades humanas básicas; de este modo la salud es a su vez, necesidad y satisfactor. La salud es una necesidad humana básica en tanto que permite la sobrevivencia (salud física) de los individuos y porque su satisfacción permite al mismo tiempo, la satisfacción de otras necesidades que nos permiten conjuntamente el aprendizaje de la cultura a la que pertenecemos, esto mediante la educación como proceso de socialización secundaria. La satisfacción de la salud permite además el desarrollo de las potencialidades inherentes a la especie humana como la creatividad, el desarrollo personal y la colaboración con los demás; así la pertenencia a la cultura posibilitan la participación social no sólo en un sentido de pertenencia sino en la capacidad de contribuir en la resolución de problemas relevantes para la sociedad. La salud hace posible el desarrollo de la autonomía, ya que en ausencia de enfermedad, en posibilidad de satisfacer adecuadamente otras necesidades y de participar en la sociedad, el individuo puede plantearse proyectos y allegarse los recursos necesarios para su realización en la búsqueda de un mayor bienestar social (Doyal y Gough, 1991). Dadas estas consideraciones resulta relevante analizar la influencia que tienen ciertos procesos sociales en las condiciones de salud de grupos humanos cuya inserción en la sociedad los ubica en el espacio de la marginalidad, ¿qué efectos tienen la exclusión social y la discriminación en la generación de daños a la salud que muestran los excluidos? ¿de qué manera se ve afectada la capacidad de éstos para elevar sus niveles de salud y desarrollar su autonomía?. Para Bourdieu (1999) y Krotz (2002) los individuos que con su conducta sexual trastocan el orden social, constituyen los grupos más violentamente combatidos, en las secciones que siguen, se desarrolla un análisis para la comprensión del impacto que tiene la homofobia y las prácticas que se le derivan, en la salud de quienes con su conducta disienten del orden sexual prevaleciente; la comprensión es apenas el primer paso para la construcción de las necesarias estrategias para la intervención de cualquier forma de desigualdad. Determinación en salud y condiciones de vida La salud, como fin y como medio, está socialmente determinada (Laurell, 1982) y es resultado de complejos procesos macrosociales que van desde las estructuras más amplias hasta su expresión en las condiciones de salud que muestran los grupos humanos según se inserten éstos en la totalidad social. Tanto los daños a la salud como las formas disponibles para resolverlos están determinados por las condiciones materiales y simbólicas de existencia de los individuos y los grupos a los que pertenecen. De ahí que los procesos de exclusión social y discriminación sean considerados fenómenos determinantes de la salud. Se ha reconocido el papel de las condiciones de vida en la génesis de daños a la salud y su expresión en las desigualdades sanitarias (Blanco y Sáenz, 1990), así como el papel del soporte social en la forma en que los individuos y los grupos sociales enfrentan sus problemáticas de salud. Este planteamiento muestra explica que las condiciones materiales y simbólicas estructuran los espacios en los que los individuos se constituyen en sujetos y se reproducen socialmente; tales estructuras delimitan el tipo y el número de opciones sobre las que los sujetos “eligen”, siempre de manera acotada, el tipo de conductas o prácticas y el sentido que le otorgan a éstas. Este enfoque contradice otras propuestas en las que se considera que los individuos toman decisiones basados en la información de que disponen y orientados por intereses particulares, constituyéndose, según esta perspectiva, los estilos de vida que pueden ser saludables o no. Es el acceso a los satisfactores de necesidades, siempre condicionado por el modo de reproducción material y simbólica de la sociedad, el que determina el número finito y el tipo específico de posibilidades sobre las que se orientan las prácticas de los sujetos y en ese sentido, los niveles de salud no son responsabilidad de los individuos ni la salud de los problemas de salud tienen su solución en la sola disposición de información ni en que los individuos modifiquen sus estilos de vida, pues el cambio de las conductas depende de la reestructuración del entorno. Conseguir o no la salud, elevar los niveles de salud y consecuentemente desarrollar la autonomía, no son procesos que dependan de la simple voluntad de los individuos, éste es apenas un margen de acción reducido; por otro lado, se reconoce que existen desigualdades históricas que han ubicado a diversos grupos en condiciones de desventaja social frente a otros. De ahí que la modificación de las condiciones que generan daños a la salud tampoco es susceptible de transformarse por los individuos, en esta limitación es que adquiere sentido la acción colectiva mediante el ejercicio institucionalizado del poder público. Hasta la actualidad, sólo hay evidencia empírica de que el Estado y no los individuos en el mercado, los que pueden modificar las estructuras de acción de los sujetos y modificar las situaciones de desventaja. Enfermarse o no, vivir en situaciones de vulnerabilidad o no, no es una decisión que los individuos tomen de forma totalmente deliberada, de ahí que se reconozca la responsabilidad de la sociedad en la procuración de los medios y recursos para que los individuos, no sólo resuelvan sus enfermedades sino, eleven sus niveles de salud, alcanzando así el máximo desarrollo humano. Si hemos elegido analizar las condiciones en que los disidentes del orden sexual dominante, viven y ven afectada su salud. Es indispensable considerar la forma en que la sexualidad opera como ordenador de las prácticas sexuales y la orientación que les da sentido. Esta necesidad se impone debido a dos razones fundamentales, la sexualidad funciona como sistema clasificatorio al que se integra a los individuos desde el nacimiento hasta su muerte y es al mismo tiempo, el ámbito en que se establecen vínculos que reafirman dicha clasificación y que implican recursos y obstáculos para la salud. Sexualidad y salud La sexualidad es un atributo exclusivo de la especie humana que nos distingue del resto de las especies, es una dimensión constituida por un conjunto de expresiones diversas que se manifiestan a través de las relaciones que establecemos los individuos y los grupos; la conducta, las prácticas, así como las formas de pensarnos (Weeks, 2000) y pensar a los otros nos remiten a la sexualidad. El comportamiento que se deriva de la sexualidad no se deriva de ningún ordenamiento biológico, los vínculos que se establecen en función de la sexualidad no están ligados, en su práctica, a la reproducción de la especie, ésta es sólo una consecuencia posible en las relaciones heterosexuales entre personas adultas. Por otro lado, la sexualidad es una dimensión en la que se expresa la salud, ya sea porque su ejercicio implica riesgos de daños y porque representa un espacio en el cual se puede gestar la violencia, pero también porque se trata de un recurso para el bienestar, el desarrollo personal y elevar los niveles de salud, especialmente en el ámbito de la salud mental. Este último atributo de la sexualidad generalmente ha sido poco atendido por la investigación científica y por la atención médica. Por su carácter de construcción social e historicidad específica, la sexualidad en la actualidad está organizada sobre una base heteronormativa en cuyo esquema los no heterosexuales se constituyen en disidentes sexuales y sobre los cuales se despliegan diversos mecanismos de exclusión y represión. Disentir de la heteronormatividad impuesta desde el orden cultural hegemónico, convierte a la salud es un tema paradigmático en el análisis del impacto de la exclusión social, los disidentes sexuales muestran un perfil de salud marcadamente diferenciado que se caracteriza por desigualdades evitables y donde el rechazo social es la causa básica. Dentro de la reproducción de cualquier formación social, es posible distinguir procesos de orden económico, político y cultural que se entremezclan de forma compleja y que sólo es posible distinguir como recurso pedagógico y con la finalidad de su comprensión. Para los fines del presente trabajo, resulta indispensable concentrarse en los procesos de naturaleza cultural que intervienen en la reproducción social, en este caso hablamos de los recursos materiales y simbólicos que permiten la construcción de un sentido de sí mismo en los individuos y el sentido que la sociedad le da a su proyección en la historia, marcando así las pautas bajo las que somos socializados. La incorporación de la cultura determina la adscripción social que, consciente o inconscientemente, asumimos los individuos en relación a los referentes que las estructuras sociales nos disponen. La forma en que ocurre este último proceso es mediante la producción-consumo de la significación, en dicha dialéctica, la cultura como dimensión de la reproducción social (Bourdieu, 1990), produce significados sobre cualquier hecho u objeto pero éstos no adquieren materialidad sino en el ejercicio de tal significación mediante las prácticas sociales, es en las conductas, acciones, actitudes y prácticas que muestran los sujetos en las que se realizan los significados, es decir la realización de las ideas, expectativas, creencias y valoraciones que prevalecen en la esfera de los significados no se produce si éstos no son consumidos mediante las prácticas. El carácter dialéctico de los componentes de la cultura se comprende mejor si consideramos que la autonomía relativa de las prácticas frente a la imposición cultural, modifica mediante la resignificación o el reposicionamiento de los sujetos frente al orden simbólico prevaleciente, la producción de significados. He ahí el sentido que tiene el disentir, mediante la conducta, del imperativo cultural. El orden cultural está constituido por una compleja trama de significados (Aguado y Portal, 1991) que dan sentido a la sociedad y a los individuos sobre su posición en la cultura y sobre sus acciones. La configuración de tales tramas dependen del lugar que ocupan los sujetos en la sociedad y que determina la apropiación (consumo) diferencial de los significados (producción). Las tramas significantes determinan también la configuración de los espacios físicos y simbólicos desde donde los individuos se apropian de la cultura y donde construyen sus identidades. A grandes rasgos, podemos distinguir un espacio desde donde los individuos se apegan a la normatividad cultural y a los márgenes de éste se delimitan otros espacios a partir del desapego y reposicionamiento frente al orden cultural dominante, constituyéndose así las culturas marginales o, dependiendo de su carácter de simple resistencia o de confrontación y búsqueda de transformación, las contraculturas (Krotz, 2002). La reproducción social incluye no sólo la difusión de la cultura y la producción y consumo de sus componentes, sino de los procedimientos que resguarden y garanticen el orden hegemónico. Los mecanismos de regulación de la reproducción cultural incluyen los procedimientos de inclusión y exclusión social. Si los individuos observan la normatividad cultural mediante la asimilación de la semejanza y la norma, forman parte de los incluidos, de los normales; mientras que aquellos que no observen la norma, alteran el orden social mediante la expresión de su diferencia y se les destinan específicas significaciones y prácticas excluyentes. El proceso, que no se detallará en este texto por razones de extensión, mediante el que se controla a la alteridad cultural es la estigmatización. Uno de los dispositivos culturales que con mayor fuerza y con mayor antigüedad en la historia organizan y constituyen a la sociedad es el sistema sexo-género (Rubin, 1996) que incluye como eje a la heternormatividad (Wittig, 2006) en la que se considera que la diferencia sexual está determinada por el imperativo biológico de la reproducción de la especie y aún más; se considera que la significación y puesta en práctica de los significados debe observar esta norma. Este particular sistema sexo-género genera estructuras de pensamiento y acción cuyos rasgos más sobresalientes son su carácter dicotómico (constituido por dos polos en los que se “depositan” los significados y prácticas que se consideran esenciales al hombre y mediante lo cual se construye lo masculino por un lado y lo femenino por otro), polarizado (dichos polos no sólo están ampliamente distanciados uno del otro sino además en muchos de sus componentes son completamente contradictorios), supuestamente “complementario” (en algunos de sus elementos contradictorios el sistema supone que algunas de las diferencias entre varones y mujeres se complementan mediante la unión heterosexual). La heteronormatividad (Wittig, 2006) y la construcción social del género (Lamas, 2000) basan sus premisas en la interpretación cultural que se hizo de la diferencia sexual entre varones y mujeres, en la que destaca la capacidad de las mujeres para el embarazo y la lactancia, desprendida de esta interpretación se elaboró la conformación de la división sexual del trabajo y la configuración de los espacios privado y público, con la consecuente asignación a las mujeres del primero y a los varones del segundo. Recuérdese que es en estos espacios en los que los sujetos construyen sus identidades (Lamas, 1986) apropiándose diferencialmente de la cultura y adscribiéndose a los distintos referentes que ésta les dispone. La división sexual del trabajo basada en este sistema sexo-género, asignó a las mujeres el trabajo doméstico en el que adquiere suma relevancia la crianza de los hijos y a los varones el rol de proveedor; construyéndose a partir de esto lo que cada cultura define como masculino o femenino. En materia de desigualdades sociales, se ha identificado que el sistema sexogénero determina una distribución diferencial de las condiciones de salud entre varones y mujeres (Garduño, 2011; De Keijzer, 2003; Schreiber, Gomes y Couto, 2005). Los patrones de enfermedad y muerte que muestran mujeres son radicalmente distintos al que presentan los varones, el campo científico sociomédico ha identificado que tal especificidad en los perfiles epidemiológicos no se deriva de las diferencias biológicas sino de la construcción social de género. En el mismo sentido y comprendiendo a la sexualidad como un constructo cultural, es de suponer que ésta también determina una distribución específica de las condiciones de salud vinculada a la orientación sexual. La forma concreta en que se observa la distribución diferencial del proceso salud enfermedad en los grupos humanos en el nivel empírico es mediante mayores riesgos a la salud (probabilidades de presentar un padecimiento o mayor vulnerabilidad), mayores daños a la salud (establecimiento de enfermedades específicas) y menor soporte social (mayores dificultades para acceder a la atención médica o deficiencias en ésta, así como menores redes sociales de apoyo) (Castro, 1997). De igual manera que para el caso de las desigualdades sanitarias entre varones y mujeres, las que se observan entre las diversas orientaciones sexuales no son resultado de la biología sino de los procesos de exclusión social que la cultura hegemónica destina a quienes con sus conductas disienten del orden social. En el caso de los varones homosexuales, se han identificado mayores niveles de distress que en los homosexuales, lo cual implica un mayor riesgo para los daños a la salud mental; adicionalmente se han observado mayores tasas de trastornos depresivos, trastornos de la ansiedad, conducta suicida y consumo de drogas que entre los heterosexuales; también se ha observado que los homosexuales reciben menor apoyo familiar para enfrentar sus problemas de salud y que deben enfrentar prácticas discriminatorias y prejuicios en los servicios y personal médicos, lo cual obstaculiza la prevención y atención oportuna de sus padecimientos25. En relación al carácter cultural de las desigualdades descritas, se ha identificado una asociación entre la experiencia del rechazo social a la homosexualidad y la presencia de daños a la salud que caracterizan al perfil de morbimortalidad de los varones homosexuales. Con un enfoque cualitativo, se ha podido reconstruir el proceso subjetivo de la identidad homosexual en jóvenes gays de la Ciudad de México y sus narrativas 25 Una extensa revisión bibliográfica recopila sobradamente evidencias empíricas de la especificidad que tienen los perfiles de morbimortalidad que muestran los varones homosexuales, así como los mayores riesgos para ciertos padecimientos (Granados, 2009). asocian diversas formas concretas de prácticas homofóbicas así como la percepción de significaciones negativas de la homosexualidad, con síntomas de sufrimiento psíquico en los que destacan la tristeza, el miedo, la autovaloración negativa y conductas autodestructivas (Granados, 2007). Síntomas que la medicina considera como marcadores de riesgo para depresión, ansiedad y conducta suicida (ideación e intento) (Goldman, 2001). A través de sus propios discursos, estos homosexuales vinculan estos síntomas con la experiencia de la homofobia mediante diversas prácticas discriminatorias y de violencia que se pueden considerarse como parte de los mecanismos de exclusión social y como procedimientos de regulación de la sexualidad y control social que impone la heteronormatividad. En el terreno de las significaciones se describen discursos referenciales (emitidos hacia otros pero en función de un atributo que los entrevistados comparten con esos otros), pero también dirigidos en forma directa, en los que se percibe y aprende a identificar a la homosexualidad como algo anómalo y nocivo; figuras que destacan en este fenómeno son las parentales, especialmente el padre, pero también destacan los profesores y los pares en la escuela. En los entornos secundarios de socialización también se observan valoraciones y adjetivos que acompañan a las consideraciones sobre una supuesta anormalidad de la homosexualidad, éstas son especialmente notorias en los medios de comunicación masiva pero operan también en los espacios laborales y en la vía pública. Las valoraciones sociales sobre la homosexualidad en general y sobre la homosexualidad de los entrevistados, se manifestaron con adjetivos devaluatorios y ridiculizantes, ofensas, amenazas, acompañadas de consideraciones sobre la homosexualidad como enfermedad o pecado. Los mismos testimonios describen que el sufrimiento psíquico es resultado también, de prácticas homofóbicas que incluyen violencia física tanto en los entornos de socialización primaria como en la secundaria. Tales conductas incluyen golpes, empujones, abuso sexual y homicidio, así como afectación de los bienes. La homofobia como dispositivo cultural que se incluye en la regulación social de la sexualidad y como herramienta que preserva y reproduce la heteronormatividad, no sólo genera daños a la salud mental, con ello obstaculiza el desarrollo de las potencialidades humanas y la autonomía de los homosexuales, obstaculizando así la participación social y desarrollo de mejores niveles de salud; las narrativas mencionan que la autovaloración negativa que genera la homofobia se asocia a bajo cuidado de la salud mientras que el aislamiento social que obstaculiza la participación social se narra como una estrategia de evitación ante el temor de ser agredidos; el bajo cuidado de la salud y la baja participación social disminuyen la construcción de la autonomía. Por otra parte, se observa que la homofobia determina la configuración simbólica y material de espacios marginales en los que los jóvenes gays ejercen su sexualidad, lo que impone riesgos específicos para infecciones de transmisión sexual incluyendo VIH-SIDA. Dado el carácter de anormalidad que altera el orden sexual heteronormativo, los disidentes sexuales ven restringidos los espacios de expresión de su sexualidad, debido a la penalización social de sus conductas, los únicos espacios en que se posibilita la manifestación de la sexualidad entre varones es la clandestinidad, éstos espacios físicos y simbólicos se caracterizan por condiciones que constituyen situaciones en las que sobresale el anonimato y la nula o escasa comunicación verbal que dificulta la negociación consensuada de las prácticas sexuales incluyendo el uso de insumos protectores, abriendo así el riesgo a la transmisión de infecciones, condiciones a las que hay que agregar las conductas autodestructivas y los sentimientos de autodevaluación incluidos en el sufrimiento psíquico y que disminuyen el autocuidado de la salud. Conclusiones Pensar en la definición de salud resulta en un debate no concluido y complejo; más aún su análisis en las poblaciones excluidas por criterios culturales. El enfoque sociomédico ha profundizado en la identificación de las relaciones entre pobreza, clase social y género con mayores daños en los pobres, las clases trabajadores y las mujeres, pero el estudio de las condiciones de salud en las poblaciones altamente estigmatizadas en función de la sexualidad, es aún un tema pendiente. Dado que la discriminación a los disidentes sexuales se construye a partir de su discordancia con el orden heteronormativo; los daños a la salud que presentan se vinculan precisamente con las condiciones materiales y simbólicas en que ejercen sus prácticas sexuales. En ese sentido, no es posible evadir el tema del VIH-SIDA, primero porque en México, como en otras regiones del mundo, este padecimiento muestra sus mayores índices de transmisión en las relaciones homosexuales (CENSIDA, 2009; CENSIDA 2011); este fenómeno encuentra su explicación precisamente en el rechazo social hacia las conductas e identidades no heterosexuales, especialmente a partir del establecimiento de la relación entre la homofobia y el ejercicio de prácticas sexuales sin protección. Desde su inicio, la pandemia del VIH-SIDA ha tenido sus peores efectos en varones homosexuales, en su emergencia, el desconocimiento científico y la parálisis estatal, agudizaron el problema y reflejaron en su máxima expresión la homofobia institucional. Posteriormente la epidemiología y la salud pública sustituyeron el término grupo de riesgo por prácticas de riesgo, y evitaron hablar de homosexuales registrando los casos como resultado de transmisión homosexual; más recientemente se ha difundido la nomenclatura “hombres que tienen sexo con hombres”; si bien estos cambios buscaron evitar la discriminación y la estigmatización hacia los homosexuales, se generó una invisibilización de los grupos más afectados en todas las políticas y campañas de prevención, fenómeno que se expresa por ejemplo, en la resistencia a la promoción del uso del condón o la difusión de modelos homosexuales en los medios masivos de comunicación. Los mensajes de difusión de información para la prevención insisten en estereotipos heterosexuales en los que la población más afectada no se puede ver reflejada. Pero efectivamente, el VIH-SIDA no es el único problema de salud que enfrentan los disidentes sexuales. Como se ha planteado en este análisis, los problemas de salud mental son otro rubro importante, otro lo es también el homicidio. Pese a sus limitaciones, el análisis a partir de la definición negativa de salud, es decir a partir de la enfermedad, nos posibilita la identificación de los principales eventos mórbidos que presentan los disidentes sexuales y permite la comparación con los heterosexuales, cuantificando así daños y riesgos. Por su parte, el análisis de la salud, en términos positivos, incorpora a su marco teórico referentes conceptuales como la autonomía, las potencialidades humanas y permite establecer los efectos de la discriminación en los niveles de salud, lo cual permite una mayor caracterización de los procesos sociales que afectan a la salud. La virtud de este análisis radica en que a partir de la precisión de las relaciones entre los procesos sociales y las condiciones de salud, se pueden diseñar líneas de intervención con las cuales las instituciones del Estado pueden enfrentar las desigualdades sanitarias, siempre y cuando haya un explícito reconocimiento de éstas, de la aceptación de la naturaleza social de sus causas, así como de la consideración de los discriminados como sujetos de derecho. Una primera medida que se configura a la luz de la evidencia científica, es la necesidad de eliminar la consideración de las expresiones no heterosexuales como patologías o como conductas que ameritan penalizarse por representar delitos; no basta sólo con la eliminación de la homosexualidad de los manuales de enfermedades mentales, sino también la prohibición de intervenciones terapéuticas de reconversión de la orientación sexual, que además deben ser consideradas iatrogénicas. Esta medida contribuye a modificar los discursos institucionales que emiten significaciones negativas de la homosexualidad promoviendo y justificando la homofobia. Otra medida necesaria, es otorgar a los disidentes sexuales el mismo estatuto jurídico que a los heterosexuales, esto mediante el reconocimiento y garantía en el ejercicio de los mismos derechos, así como la penalización de la discriminación por orientación sexual; no basta con otorgar el mismo reconocimiento a las uniones entre personas del mismo sexo así como el derecho a la adopción, también es necesario modificar las leyes y reglamentos necesarios para el acceso a la seguridad social y la atención médica de los arreglos familiares homoparentales; los transexuales deben tener acceso a la reasignación de sexo en las condiciones más seguras de atención médica y acompañamiento psiquiátrico, así como dar certeza jurídica a su nueva identidad mediante el cambio de nombre. Reconocerse con los mismos derechos que los heterosexuales, contribuye a que los disidentes sexuales no se perciban como una alteridad nociva, sino como expresión de la diversidad en la equidad. Los servicios médicos deben contar con un enfoque de respeto a la diversidad sexual que evite la discriminación y prejuicio prevalecientes que desalientan la atención oportuna y el autocuidado. Los trabajadores de la salud deben ser capacitados para atender eficientemente la especificidad de los problemas de salud de la población no heterosexual. Adicionalmente las universidades deben incorporar en los contenidos de los planes de estudio de las profesiones de la salud, el estudio de la sexualidad con un enfoque de género y respeto a la diversidad sexual. Dado que estas medidas están orientadas a modificaciones sobre las estructuras culturales que hasta el momento, ordenan y orientan la significación y las prácticas con una base heteronormativa, no hay otra entidad capaz de emitirlas, instrumentarlas y hacerlas valer, que el Estado. De ahí la radical importancia de reivindicar el carácter laico del poder público especialmente en los servicios de salud y en la educación. La construcción de una sociedad más respetuosa de su inevitable y esencial diversidad, pasa por un espíritu desprejuiciado sobre las expresiones sexuales y claramente orientado a la aspiración por alcanzar la equidad. Fuentes Aguado, JC, Portal AM. (1991). Ideología, identidad y cultura: tres elementos básicos en la comprensión de la reproducción cultural. Boletín de Antropología Americana, (23):67-82. Blanco, J. Sáenz O. (1990). Reproducción social, su exploración empírica: condiciones de vida y salud en el ámbito urbano. Cuadernos Médicos Sociales, 53:61-76. 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LA PATOLOGIZACIÓN DE LA DIVERSIDAD Y LAS NECESIDADES DE ATENCIÓN DE SALUD DE POBLACIONES LGBTTTI Rafael Mazín Presentación Esta reflexión intenta mostrar algunas de las causas y efectos que en materia de salud se relacionan con los sectores de la disidencia sexual. Desde mi experiencia como asesor en salud pública para América Latina de la Organización Panamericana de la Salud he podido comprobar que la patologización de las disidencias sexuales es una causa importante de muchas de las enfermedades que aquejan a las comunidades de personas no heterosexuales, por lo que me propongo exponer aquí algunas ideas al respecto y expresar, hacia el final, algunas líneas que sirvan de guía para la implementación de proyectos, programas y políticas de atención a la salud pública de dichos sectores. Algunas Nociones Importantes Para iniciar con este trabajo me parece conveniente aclarar el uso de algunos de los términos que son frecuentemente utilizados para referirse a las personas no heterosexuales. Me interesa comenzar señalando que la orientación sexual es el reconocimiento individual y subjetivo de un universo de personas en el que es más probable hallar relaciones plenas y satisfactorias. La orientación se reconoce por una fuerte atracción, se experimenta a través de deseo erótico y puede culminar en actividad sexual con alguien hacia quien la persona se siente atraído/a y a quien se desea. La orientación se percibe y reconoce a través de una propensión a actuar sobre las atracciones, deseos y sentimientos eróticos y románticos, y por las acciones mismas. La orientación sexual se encuentra asociada con la formación de vínculos estrechos para satisfacer las necesidades humanas de amor, proximidad, afecto e intimidad. La orientación incluye, pero no se limita, a la actividad sexual, incluye reciprocidad y compromiso. Comportamientos sexuales entre dos personas del mismo sexo sin evidencia de atracciones o deseos no permiten asegurar orientaciones, de ahí los constructos “Hombres que tienen sexo con otros hombres” (HSH) y “Mujeres que tienen sexo con otras Mujeres” (MSM), y como un término relacionado, el de “Heteroflexibilidad”, que es un constructo usado por personas cuya identidad es heterosexual, aunque ocasionalmente tengan relaciones con personas del mismo sexo. Algunas reflexiones sobre homosexualidad Según múltiples autores (Foucault, 1980; Hinsch, 1992; Tremblay y Ramsay, 2004; Greenberg, 1990; Murray, 2002), la noción moderna de homosexualidad y orientación sexual son constructos occidentales. Kertbeny y Jager comienzan a usar el término homosexual, mismo que en 1886 Richard Von Krafft-Ebing usó por primera vez junto con el de heterosexual, en su texto Psychopathia Sexualis (Brookey, 2002). Según Foucault (1980), antes del siglo XVIII, la homosexualidad no existía como identidad y las referencias se hacían al acto sexual en sí, llamándole “sodomía”, “actos contra-natura”, “abominaciones”, “inversión”, entre otros poco edificantes. En este contexto, asociada con “pecado”, “infracción”, “amenaza al orden social”, la homosexualidad fue penalizada por instituciones religiosas y por las leyes del Estado a partir de legislaciones anti-sodomía. El término entra al lenguaje a través de la tradición taxonómica decimonónica, en la que se la ve como una “inversión” y una “desviación de la normalidad”. Ya para finales del siglo XIX y comienzos del XX, para los estudiosos de la conducta sexual humana, tales como Ulrichs, Von Krafft-Ebing, Hirschfield, Havelock Ellis, Freud y Jung, la noción de “inversión” no es compatible con la “normalidad” impuesta por las rígidas reglas sociales. Freud particularmente considera a la homosexualidad como una interrupción en el desarrollo psicosexual. La sexualidad homosexual es vista por el psicoanálisis como “incompleta”, “inacabada”, “inmadura” y por ello “imperfecta”. Es solo hasta finales del siglo XX que se acuña, fundamentalmente a partir del activismo social reivindicativo, el término gay, que implica una identidad y sentido de pertenencia a un grupo social con ciertos elementos distintivos y de manera reivindicativa. Los primeros estudios a escala del Comportamiento Sexual Humano se realizaron en 1948 y 1953 por Alfred Kinsey y su equipo, el cual encontró que 46% de los sujetos masculinos estudiados reportaron algún tipo de reacción a personas de ambos sexos en el curso de su vida. Más aún, el 37% reportaron alguna experiencia homosexual hasta el orgasmo en algún momento de sus vidas. Pero el hallazgo que más llamó la atención de su estudio, es que en su muestra se identificaron diferentes “gradientes de homosexualidad” (ver tabla 3). Tabla 3 Gradientes de homosexualidad, según Kinsey HETEROSEXUAL 0 1 HOMOSEXUAL 2 3 Creación del autor 4 5 6 Pero ¿qué tan común es la homosexualidad? Los datos varían de un país a otro. En un estudio de 1992 hecho en Gran Bretaña, (Johnson, et. al, 1992), 6.1% de hombres reportó que alguna vez había tenido prácticas homosexuales. En Francia (Tisdal, 2010), 4.1% reportó lo mismo en una encuesta en 2003, mientras que 12% de hombres noruegos y 20% de Neozelandeses, en 2006 reportaron “algún tipo de emoción, sin necesariamente actuar sobre ella”, aunque 2.5% se identificaron como homosexuales (Tisdal, 2010). Más recientemente, en una encuesta (The Guardian, 2008) en el año 2008, 6% de hombres en Gran Bretaña definían su orientación como homosexual, y para las elecciones presidenciales de 2004 en los Estados Unidos 2008 (The Advocate, 2008), 4% del electorado se auto-identificó como gay, lesbiana o bisexual. En el Censo de Población de los Estados Unidos de Norteamérica del año 2000 (Smith y Gates, 2001), se contabilizaron 601,209 hogares con parejas del mismo sexo, mientras que en Brasil (Brazilian Institute of Geography and Statistics, 2010) la cifra de parejas casadas del mismo sexo reportada por el Censo Nacional de 2010 fue de 60,000. Revisando toda la evidencia disponible, el porcentaje de hombres que en un momento dado, en cualquier lugar del mundo, tiene identidades y prácticas homo o bisexuales, se encuentra en rangos de entre 0,5-1% y 5-8% de toda la población masculina sexualmente activa. Combinando resultados censales, encuestas y análisis demográficos, Gary Gates calcula que en 2011, un 3.5% de Adultos Estadounidenses se auto-identificarían como gay, lesbianas o bisexuales y 0.35 como transgénero (Gates, 2011). La población femenina que tiene atracción y actividad sexual con personas de su mismo sexo es menos conocida y ha estado tradicionalmente invisibilizada. Aunque existe un cálculo acerca de que el porcentaje es aproximado a la mitad del total de hombres, no hay razón ni justificación para explicar esa estimación. Por su parte, las cifras acerca del tamaño de las poblaciones transgénero, transexual y travesti, son totalmente inciertas, porque cada letra expresa fenómenos, vivencias, orientaciones, identidades y prácticas muy diversas y diferentes entre sí. Enfermedades asociadas a la disidencia sexual Las enfermedades que pueden llamarse asociadas a la disidencia sexual son variadas, y como alude el tema de esta mesa, van más allá del VIH/SIDA. Cabe aclarar que cuando señalo que son enfermedades asociadas a la disidencia sexual es porque su presencia en personas no heterosexuales suele ser más frecuente y, en el caso de algunas de ellas su presencia se debe a las condiciones del contexto que rodea a estas personas, como es el caso de las enfermedades de tipo emocional o social. En cuanto a VIH/SIDA se refiere, es posible mencionar que al menos el 25% de las personas que viven con HIV en Latinoamérica y el Caribe son HSH (WHO, 2010) los cuales tienen una prevalencia de entre 5-20% más alta que en el resto de población masculina (WHO, 2010). Menos de 35% de HSH conocen su estado serológico y más del 30% reportaron haber tenido sexo anal desprotegido la última vez que tuvieron relaciones con otro hombre (WHO, 2010). Aunado a ello, algunos HSH son usuarios de distintos tipos de drogas y/o tienen sexo transaccional, es decir, a cambio de alguna sustancia. En contraparte, menos de 2% de los recursos que se destinan a la prevención y tratamiento del VIH están destinados al sector de HSH (The Global HIV Prevention Working Group, 2009) Debido al contexto de homofobia y estigma asociado con la condición de no heterosexualidad, las enfermedades emocionales como la ansiedad y la depresión, o las sociales, como el abuso en el uso de alcohol y tabaco son desproporcionadamente más elevados entre HSH y otros miembros de la disidencia sexual. Por si fuera poco, los hombres gay y otros HSH y la población de personas Transgénero (incluyendo travestis y trasexuales) son repetidamente maltratados, hostigados, insultados, golpeados e incluso asesinados, con el agravante de que pocas veces alcanzan acceso a los sistemas de defensa y justicia o a la reparación del daño. Esto es así, entre otras cosas, porque persiste aún el “fundamentalismo científico” que respalda creencias que ya han sido disipadas por la propia ciencia, por ejemplo, en 1952, la American Psychiatric Association, APA, incluyó en su primer Manual de Diagnóstico y Estadísticas de Enfermedades Mentales (DSM)26 a la homosexualidad como un trastorno. En 1973 fue removida del DSM con una declaración: “la homosexualidad per se no conlleva impedimento en juicio, estabilidad, confiabilidad o capacidades sociales y vocacionales”. En 1975, la American Psychological Association (Asociación Psicológica Americana) adoptó la misma posición de la APA y urgió a todos los profesionales de la salud a “asumir un rol protagonista en la remoción del estigma que durante largo tiempo 26 La APA publica en este manual, periódicamente revisado (1952, 1968, 1980, 1987, 1994, 2000) los criterios diagnósticos y rasgos definitorios de los trastornos mentales; a partir de DSM III (1980) se dejan de usar modelos psicoanalíticos y se utiliza la evidencia para describir enfermedades y trastornos. La edición vigente (2000) se conoce como DSM-IV-TR, que sirve como referencia para manuales similares en diversos países. ha asociado orientaciones homosexuales con enfermedad mental”. Incluso, el Manual de Clasificación de Trastornos Mentales de la República Popular de China fue modificado en 2001 para remover la homosexualidad de sus páginas. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el Manual de Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD -9) de 1977, incluyó a la homosexualidad como una enfermedad mental. Sin embargo, el 17 de mayo de 1990, urgida por la 43a. Asamblea Mundial de la Salud, el organismo mundial removió la homosexualidad de la ICD-10. Por la razón anterior, el 17 de mayo se ha convertido en una ocasión, una jornada, en la que se celebra el Día Mundial contra la Homofobia/Lesbofobia y Transfobia. No obstante lo anterior, en la actualidad aún existen personas que, con base en una supuesta sustentación científica pretende justificar el rechazo, la negación de derechos y el estigma y discriminación con la que pretenden influir en políticas públicas. El poder de estos grupos es peligroso pues a través de ellos se pretende implementar políticas, dictámenes civiles, penales, laborales y administrativos desventajosos para aquellas personas que se consideran fuera del orden natural y social, lo mismo que prácticas médicas nocivas y contrarias a las ciencias médicas, que son verdaderas justificaciones para la opresión y la manipulación. Por ello es importante insistir una vez más que las atracciones, orientaciones y comportamientos sexuales entre personas del mismo sexo son variantes normales del comportamiento sexual humano, que es la estigmatización la que genera tensión y estrés a lo largo de la vida de las personas no heterosexuales y es eso lo que causa impacto sobre la salud mental de tales personas, no la orientación en sí. Las personas homosexuales pueden tener vidas muy satisfactorias y establecer relaciones de compromiso, así como familias que no difieren sustancialmente de las heterosexuales. En tal sentido, no existen estudios empíricos ni literatura revisada por pares que apoye las teorías que asocian la orientación homosexual o identidad transgenérica con disfunción familiar o trauma infantil. Los “tratamientos” de “reconversión” no tienen ningún fundamento científico y sí una gran base de prejuicio y discriminación causante de grave daño emocional. A continuación y a manera de cierre, me gustaría enlistar algunas de las ideas que me parece importante considerar para intervenciones en materia de salud en relación con personas no heterosexuales. Prioridades del Secretariado de la Organización Panamericana de la Salud - Énfasis en disminuir las inequidades en acceso a los servicios sin perder logros alcanzados - Foco en poblaciones y grupos en mayor riesgo - Mejoramiento en acceso a tratamiento y utilización de servicios, con reducción de mortalidad - Desarrollar la competencia de proveedores (médicos, enfermeras, técnicos médicos, etcétera) para atender a personas homosexuales, bisexuales, transgénero, lesbianas e intersexuales con calidad, calidez y respeto. Prioridades OMS/OPS en 2011- 2012 - Integradas con la Estrategia de los “Tres Ceros” del ONUSIDA a) Cero nuevas infecciones; b) cero muertes por SIDA; c) cero discriminaciones - Sustentadas en cuatro pilares: a) fortalecimiento de la prevención y atención integral; b) alcance de logros amplios en salud a través de la respuesta en VIH; c) robustecimiento de sistemas de salud y d) reducción de vulnerabilidades y remoción de barreras para acceso y utilización de servicios Desafíos en ciernes 2011-2012 - Discriminación, maltrato y violencia en la sociedad, la familia, el entorno inmediato. - Estigma, discriminación, homofobia, maltrato, acoso, desapego, indiferencia y violencia flagrantes en el sector salud - Fundamentalismo, ignorancia, temor, odio, falta de espíritu de solidaridad y compromiso Condiciones necesarias para una respuesta efectiva en 2011-2012 - Sinergias inter-programáticas, acciones sincrónicas, convergencia de agendas y actividades y uso de evidencia. - Sensibilización, capacitación, desarrollo de habilidades. - Políticas de cero tolerancias a la intolerancia. Colaboración con las Organizaciones de la Sociedad Civil. Fuentes Brazilian Institute of Geography and Statistics: Results of Census 2010, disponible en www.ibge.gov.br/english Brookey, R. (2002). Reinventing the Male Homosexual. The rhetoric and Power of the gay gene, Indiana University Press, Indianapolis. Foucault, M (1980). The History of Sexuality: An Introduction, Vintage Books Edition, Random House, New York. Gates, G (2011). "How many people are lesbian, gay, bisexual, and transgender?” School of Law of The Williams Institute, UCLA, Los Ángeles, California. Greenberg, D (1990). The Construction of Homosexuality, The University of Chicago Press, California. Hinsch, B (1992). Passions of the Cut Sleeve: The Male Homosexual Tradition in China, University of California Press, Los Angeles, California. Johnson A, Wadsworth J, Wellings K, Bradshaw S, Field J (December 1992). "Sexual lifestyles and HIV risk". Nature 360 (6403): 410–2 Murray, S (2002). 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Posteriormente fundó varias organizaciones sociales, como la Unión popular nueva Tenochtitlán y la Unión de vecinos de la colonia Doctores. Se desempeñó como diputado local de la primera Asamblea Legislativa del Distrito Federal, diputado federal a la LVIII Legislatura, en la que fungió como coordinador del grupo parlamentario del PRD. En 2003, empezó su trayectoria en el Gobierno del Distrito Federal, al ser nombrado Subsecretario de Gobierno en la administración de Andrés Manuel López Obrador. De abril de 2005 a diciembre de 2006, se desempeñó como presidente del Partido de la Revolución Democrática en el Distrito Federal. De 2006 a 2011, se desempeñó como Secretario de Desarrollo Social en el Gobierno del Distrito Federal. Gloria Careaga Pérez Es psicóloga social, feminista y activista LGBT de la Ciudad de México. Desde 1979 es profesora en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es cofundadora del Programa Universitario de Estudios de Genero (PUEG), del que fue directora durante diez años (1992-2004). Allí estableció el departamento de Estudios de la Diversidad Sexual. Ha coordinado varias antologías y publicado innumerables artículos y colaboraciones en libros. También ha sido asesora de administraciones nacionales e internacionales. Es cofundadora y miembro de la dirección de El clóset de Sor Juana, uno de los grupos lésbicos más antiguos de México. También es cofundadora de la Fundación Arcoíris, un grupo que estudia e investiga la sexualidad. Es representante de la región LAC (Latinoamérica y Caribe) en la ejecutiva de la International Lesbian and Gay Association (ILGA). Gabriel Gallego Montes Doctor en Estudios de Población por El Colegio de México, A.C. Maestro en Planeación y Administración del Desarrollo Regional de la Universidad de los Andes en Bogotá y profesional en Desarrollo Familiar por la Universidad de Caldas, Manizales, Colombia. Desde el año 2000 es profesor de tiempo completo del Departamento de Estudios de Familia en la Universidad de Caldas, Colombia. En 2008 fue galardonado con el premio “Gustavo Cabrera” a la mejor investigación en Demografía y los Estudios de Población en México, con el trabajo “Patrones de iniciación sexual y trayectorias de emparejamiento entre varones en la ciudad de México: una mirada biográfica-interaccional en el estudio de la sexualidad”. Su producción académica se encuentra publicada en las revistas Sexualidades, Revista Mexicana de Salud Pública y Revista Latinoamericana de Estudios de Familia. Es autor del libro Demografía de lo otro (2010), publicado por El Colegio de México A.C. ISSN 978-607-462-108-2. José Arturo Granados Cosme Es médico cirujano, Diplomado en Promoción de la Salud y Especialista en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Candidato a Doctor en Antropología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Profesor Investigador Titular C, adscrito al Departamento de Atención a la Salud de la UAM; actualmente es Coordinador y Profesor de la Maestría en Medicina Social, además imparte docencia en la Licenciatura de Medicina y en la Maestría en Políticas Públicas, es director de la revista “Salud Problema” y miembro del Cuerpo Académico Determinantes Sociales en Salud de la UAM. Su línea de investigación se orienta a evaluar el impacto de la homofobia en las condiciones de salud de las minorías sexuales y la intervención pública para su prevención y erradicación. Rafael Mazin Médico cirujano por la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo un grado de maestría en salud pública por la Universidad George Washington en los Estados Unidos. Trabaja con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) desde hace 22 años y su cargo actual es el de Asesor Senior en VIH, ITS y hepatitis. Sus empleos previos han sido con otras agencias del sistema de Naciones Unidas, también en el campo de prevención de transmisión de VIH y promoción de salud sexual. Su experiencia en el campo de salud sexual y sexualidad humana se remonta al año 1976 cuando trabajó por algunos meses en el Consejo Nacional de Población (CONAPO) en el entonces muy importante proyecto nacional de educación sexual. En Brasil trabajó por casi cuatro años en el área de educación sexual y salud sexual y de ahí partió a trabajar con la UNESCO y más tarde con OMS y OPS. Desde la plataforma de prevención de VIH e ITS ha empeñado esfuerzos por avanzar la agenda de promoción de salud sexual y de plena aceptación e integración de la diversidad sexual en la sociedad. Mariaurora Mota Bravo Estudió Matemáticas en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con acentuación en Filosofía de las Ciencias. Vivió 6 años en Waterloo, Canadá donde obtuvo las maestrías en Sistemas Computacionales y Sistemas de Manufactura. Durante tres años fue investigadora en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). En 1994, pasó un año en la Universidad de Edmonton en Alberta, Canadá en donde comenzó a interesarse en los Estudios de Mujeres, Ética y Política. A partir de su regreso a Monterrey, fue fundadora del movimiento feminista de esta ciudad y de la diversidad sexual. En 1998 fundó la organización Género, Ética y Salud Sexual AC (GESS) que dirige hasta la fecha. Durante 8 años dirigió el proyecto Oasis – Centro de la Diversidad que fue un centro en donde se atendía a jóvenes gays, lesbianas, bisexuales y transgénero y se trabajaba en la prevención del vih/sida. Es autodidacta en temas de género y sexualidad. Durante 2 años fue la representante en Monterrey de Católicas por el Derecho a Decidir y actualmente forma parte de las redes nacionales Milenio Feminista, Democracia y Sexualidad (DEMYSEX) y es vocal de la Federación Mexicana de Salud Sexual y Sexología (FEMESS). Imparte talleres, platicas y conferencias sobre sexualidad, diversidad sexual, género, ética, laicismo y derechos humanos. Angie Rueda Castillo Es licenciada y maestra en Sociología, con estudios de Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Iberoamericana. Consultora en temas de derechos humanos y no discriminación de la población de la diversidad sexo-genérica. Mujer transexual y activista del Frente Ciudadano Pro Derechos de Transexuales y Transgéneros (Frente Trans). Actualmente colabora en la Jefatura de Servicios de Derechos Humanos y Participación Social de la Subdirección de Atención a la Derechohabiencia del ISSSTE. Modelo, actriz y escritora. Héctor Miguel Salinas Hernández Nació en la Ciudad de México. Es licenciado en Ciencia Política y Administración Pública, Maestro en Administración Pública y Doctor en Ciencias Políticas y Sociales, por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México durante seis años, luego fue profesor en universidades privadas. Entre 2008 y 2010 se desempeñó como secretario nacional de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres, AMEGH. Trabajó tres años como jefe de departamento en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, siendo responsable del programa de capacitación sobre Derechos Humanos y VIH/SIDA, desde donde compartió procesos de capacitación con organizaciones de la sociedad civil de todo el país. También trabajó como coordinador de voluntarios en el área de capacitación de Consejo Nacional para la Prevención y Control del SIDA durante ocho años. Actualmente labora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México como profesor investigador de tiempo completo. Patricia Vaca Narvaja Nació en la Ciudad de Córdoba, República de Argentina. Es instrumentista quirúrgica, egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba. Fue fundadora y Presidenta de la Asociación Civil Consumidores Argentinos - Asociación para la Defensa, Información y Educación del Consumidor. Fue Diputada por la Provincia de Córdoba, entre los años 2005 y 2009 y durante todo su mandato, por elección de sus colegas, se desempeñó como Vicepresidenta 1º de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. Actualmente es embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la República Argentina en México.