asta regia. - Hemeroteca Digital

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Alto I.
JEREZ DE LA FRONTERA.
PRECIOS DE SUSCRICION.
En Jereí, llevado á domicilio, por un mea S re
Trimastre.
. . . 1-4 <t
Número suelto, . . 2 «
ASTA REGIA.
SEMANARIO
NOM, 31.
PREOOS DE SUSCRiaON.
En la provincia y en la
Península, un mes 6 re.
Semestre. . .
34 «
Número suelto, . . 2 «
DE CIENCIAS, LETRAS, ARTES É INTERESES LOCALES.
Dirección y Administración, plaza de Eguilaí, número 17.
BÍREQTORA;
AGOSTO 23 DE 1880.
Hora» de redacción, de 2 ¿ 4
de la tarde.
,'
"pAROtlNA DE ^OTO Y -pORRO,
SUMARIO.
Discurso, de José Marta Escudero y Franco.—Juan y Maria (conclusión}, por Carolina
de Soto y Corro,—A D. Juan Eugenio Hartzenbusch (SONETO), por José Maria Escudero
y Franco.—Tu piedad (POESÍA), por Agustín
Muñoz y Gómez.—A*** (POESÍA), por Juan
Rodríguez y Ponce de León.—Unos versos,
por Fernando de LavaUe.—Ritnaí, for iNarciso
Diaz de Escova»".—VARIEDADES.—El Doctor
Tanner, por Joue de Lesar.—Sobre la educación
de los hijos por las madres.^-Misceláneas.
DISCUB80 <ae oontDBtaioiozi al I^ldo
por el académico entrante D. Eugenio Pastor y Marra, en el acto
de sa recepción en la Academia
Médico-quirúrgica Jerezana por el
académico de número D. José M.*
Escudero j Franco.
Señores Académicos:
Hay momentos en que el silencio es más elocuente que la palabra, pues el ánimo embargado por profundas emociones, se niega á espresar por medio de aquella las impresiones
que siente.
Este es para mi uno de esos momentos, y
seguramente no elevaría aquí mi voz, sino me
moviera á ello el cumplimiento de un deber
gratísimo, cual es, el de contestar al nuevo académico D. Eugenio Pastor y Marra, en nombre
de esta Corporación que le recibe con jubilo en
su seno.
Tiempo hace ya, que esta Academia vivia una
vida lánguida, por el retraimiento de sus más
ilustrados miembros, y yo. el ultimo de ellos,
deseaba ardientemente el ingreso en ella de los
distinguidos jóvenes médicos de esta población,
para que ilustrasen con sus conocimientos nuevos, las discusiones científicas que se abrieran
sobre tantos puntos oscuros como tiene la Medicina qae ¡luminar con su radiante luz.
Hoy he visto realizados mis deseos que son
los de todos mis compañeros: cumplidos mis
íervientes votos para que renazca entre nos-
tros el entusiasmo y la fé que deben ser nuestro norte; y al recibir en nuestros brazos al
nuevo académico, mi corazón profundamente
impresionado, siente más de io que pueden espresar mis palabras.
Conocida era ya de todos nosotros la ilustraclon de nuestro nuevo compañero; pero su erudito discurso, bastaría á demostraria en el caso
contrario.
Felicísimo ba estado el Sr. Pastor al escoger
como tema de su discurso un panto tan interesante y lleno de importantisimoa resultados,
como la hemostática qairúrgicÉ, por mis que
no pueda tratarse eon la profundidad y esténsión que requiere y merece, en «a discurso de
recepción qué debe enearnrse en limites siempre estrechos y mucho más en el caso presente,
y diffoil seria tratar de este asunto y en estas
condiciones, con tanta perfección como él lo ha
hecho. En efecto, en dicho trabajo, lleno de citas históricas, que cual preciosas flores esmaltan el inmenso campu que abraza, descúbrese
el resultado de profundos estadios sobre la materia, que honran á dicho señor como siempre
el trabajo honra y enaltece al hombre.
Desde que nació la Cirujia y con la aplicación de sus principios se consiguió la curación
de muchas enfermedades, todos los cirujanos
comprendieron la necesidad de evitar la salida
de la sangre, liquido precioso en el cual parece
estar disuelta la vida, pues que al salir del cuerzo, éste muere. ¥ en efecto, desde los tiempos
primitivos, cada cirujano propuso un medio
distinto para impedir la hemorraeía. La enumeración y estudio de estos medios, ha sido
hecha por el Sr. Pastor con la mayor exactitud
y el mejor acierto.
Pero hay en su discurso un punto capital,
lleno de interés por su novedad y sus grandes
aplicaciones: me reflero á la ischemia quirúrgica cuyo estudio ha sido hecho tan magittralmenté por dicho señor en su discurso, y sobre
la cual insistiré,no para decir nada nuevo, sino
para espresar mi entusiasmo por este medio hemostático, tan etisalzado por voces más autorizadas que la mia.
Cuando en 18 de Abril de 1873 dio Esmarch á
ASTA RÉOIA.
conocer so aparato compresor, al Congreso de
cirujanos de Berlín, la hemostática entró en
una nueva era de progreso. Todos los cirujanos
vislumbraron la realización de uno de los desiderata áe la cirujia: oporar sin efusión de sanífre. Pero al mismo tiempo, la envidia, cual yedra que crece junio á la lozana rusa á laque
ahoga entre sus ramas, trató de aminorar lo
inmenso, lo sublima del descubrimiento, buscando argumentos pocas veces, sofismas muchas, para tratar de demostrar ío3 inconvenientes de este medio hemostático.
Felizmente, la verdad resplandece siempre
aún en medio de las tinieblas del error, como el
relámpago brilla aún en medio de la más deshecha tempestad, y asi un gran número de
hombres eminentes, se dedicarun desde luego á
estudiar la ischemia quirúrgica, y convencidos
de su escelencia, lanzaron del uno al otro confín del mundo médico, los gritos de su entusiasmo y admiración.
No entraré á describir el aparato de Esmarch, perfectamente coivocido por todos vosotros, porque ya lo ha hecho con suma precisión el Sr. Pastor. No trataré de demostrar su
superioridad sobre todos los demás medios hemostáticos preventivos, ni señalaré sus inconvenientes: todo esto ha sido ya enunciado
por nuestro nuevo compañero en sa memoria; y
no lo repetiré, porque la iscliemia me parece el
mejor mediohemostático preventivo, por los datosque arrojan las estadísticas el i nicas; mejor aún
que la compresión digital, muy difícil de ejercer como se debe; superior al sello ó la pelota
que se dislocan con suma facilidad; mejor aún
que el tortor, el torniquete y el aparato de
Tardieu para reemplazar á la compresión digital, y que sin paibargo eso! mejor de los compresores antedichos.
Pero no pasaré adelante sin rendir justo tributo á tan importante descubrimiento, sin depositar mi pobre óbolo en la pirámide gloriosa
que el mundo mélico erige al autor y á su obra:
no terminaré sin esclamar: ¡Gloria á Esmarch,
que ha resaalto el problema de operar sin hemorragia!
Hay también en el discurso del Sr. Pastor
otro punto de interés capital, aunque ligeramente tratado por lo limitado de un trabajo do
su clase, y sobre el cual me permitiré algunos
conceptos.
La ligadura arterial, practicada ya con objeto de prevenir una hemorragia, ya con objeto
de cohibirla, es el medio hemostático más importante, sobre todo en el últmio caso.
La ligadura, fundada en la propiedad que
poseen las túnicas interna y media de las arterias de romperse cuando son romprimidas por
un hilo, y abarquillarse en ol interior del vaso,
presentando así un obstáculo á la circulación
sanguínea, obstáculo que después se hace n)ayor por el derrame de linfa plástica que al coagularse forma un verdadero tapón, es sin duda
alguna, y así está reconocido por todos los cirujanos, el mejor medio para cohibir definilivaiiiíMite una hemorragia.
Mucho se ha dv:bitido sobre !a naturaleza
del hüo que ha do servir para la lig;idura, cuestuia qvie no me. pureco de tan poco valor como
J.I ¡luevo acaJénaico. EQ efect'\ creo cou un gran
número de eminentes prácticos, que el hilo debe ser de naturaleza animal, con lo cual se evita el único inconveniente que tiene la ligadura,
esto es, impedir la cicatrización por primera intención, pu8s un hilo fabricado con intestinos
de animales, puede abandonarse en el interior
de la herila, en la seguridad de que ningún daño ha de producir, pues no es como el hilo ve^
getal un cuerpo estraño, sino una materia asimilable. Por esto creo que una superioridad
incontestable al hilo animal llamado calgtit, de
que se hace uso en la cura de Lister para ligaduras y suturas, sobre el hilo comunment'*
usado.
Nada diré de los instrumentos empleados
para practicar la ligadura después de cortar un
vaso, desde el tenáculo de Bpomfield, hasta la
pinza de Fergusson, y solo me fijaré en esta última para alabar su escelencia sobro todos ios
demás, por muchas razones, de las cua'es, las
más atendibles son la de permitir ver el campo
déla herida (cumdola pinza es fenestrada) y la
do no ser posible, por su forma cónica, que qui*de cogida pnr el hilo de la ligadura que se desliza hacia el vértice.
No tendría objeto hacer la enumeración de
los distintos tiempos de esta operación, ni del
modo de ejpcutar cada uno de ellos, tan perfectamente conocidos de todos vosotros, encaietidosla mayor parte en el ejercicio de nuestra
noble profesión, y por eso paso de largo sobre
estos detalles, para dirigir una rápida ojeada
sobre otros medios hemostáticos definitivos.
La torsión .solo puede aplicarse sobre arterias de pequeño calibre y como quiera que
cuando se coge con la pinza nn vaso, para torcerlo, puede ligarse, me parece preferible esí((
último. Hoy ya nadie se acuerda de la torsión
más que para evitar muchas ligaduras en vasos pequeños, y está cr)mpletaraente aban-lonado el procedimiento de Amussat que requería
cuatro pinzas.
El ctíacamíenío ideado también por Amussat,
pertenece á la historia, y está relegado al olvido
más justo.
Respecto á la cauterizacioíi con el hierro
candente, diré que su uso debe ser muy limitado, pues no detiene tan completamento la salida
de la sangre, como dicen sus apologistas, porque en el centro d» la escara que produce, queda un pequeño orificio por dinde aquella puedo
escaparse, y me parece que solo debe aplicarse
en algunos casos en que no sea posible hacer
uso de otros medios hemostUicos.
Quedan por último los estípticos de los cuales es el mejor el percloruro de hierro á Hu" del
areómetro Beaumé. No le han faltado detractoros decididos como Vernouil y Demarquay; pero sin embargo presta muv buenos servicios en
los casos en que no es posible ligar el vaso cortado y este es de pequeño calibre. Pero cuando
el vaso pueda ser ligado, seria absurdo y cnniioal dejar de hacerlo y emplear otros medios
hemostáticos, menos seguros siempre que la ligadura.
Antes de terminar, reo -rdaré el consejo de
DupnytTPn, de drjar pasar una media hora antes (le reunir definitivamente una herida, cuando se han ligado ó torcido vasos de importancia.
Este consejo está fundado co la posibilidad dts
ASTA REGIA.
que se reproduzca la hemorragia, en cuanto cefe l( acción de los anestésicos que retardan el
curso de la sangr.>, y cuando empieza la reacción del organismo. Este sabio precepto, inuclias veces olvidado, evita cuando se observa
crueles decepciones al cirujano que se apresura
á curar una herida consecutiva á una operación,
porque cree haber ligado todos los vasos, y vé
sobrerenir la hemorragia que pone en grave
l>eligro la vida del paciente.
Termino aqai estos desaliñados renglones
por tensor de ser prolijo, y porque nada hay mas
Jejos de mi ánimo que lanzar la frágil nave de
mi imaginación en el ancho y profundo piélago
«le la ciencia, donde son lan frágiles los naufragios, por los innumerables escollos que difioulu n la marcha del investigador. Además, no es
esta ocasión á apropósito para entrar de lleno
«n el estudio del tema sobre que versa el discurso del Sr. Pastor, y solo si lo es para felicitarle por dicho trabajo, y felicitarnos por tenerlo, •de hoy más, en el seno de la Academia.
£.eciba pues el nuevo académico nuestros
mas sinceros plácemes, nuestro más cordial
abra:zo, y ojalá wgan su laudable e^empio todos
nuf^stroá hermanos de ciencia, para que unidos
todos en estrecho vínculo, realicemos el ideal
tnás noble y sagrado del hombre: despejar las
iacóífnitas de los problemas de la ciencia.
He dicho.
José M.* ESCUDERO T FRÍKCO.
Jerez do la P'rontera J». de Junio de 1879.
JUAN Y MARÍA.
Traducción
del
Francés
POR
CAROLINA
DE SOTO Y CORRO.
(cONCLTJSrON).
Los «mgangas que cuidaban de él y que
•(?ran como sus sacerdotes, cuando hubo muerto, dijeron al rey, que Maria y su hermano
•eran la causa déla desi^racia que había acontecido; y que no se creerían satisfechos ni dicho^Qs. mientras aquellos blancos no hubieran
adorado á su Dios.
Al punto determinaron que se hiciera un sacrificio al nuevo mono que sa acababa de elegir, que los dos blancos asistieran á él, y que
después de la ceremonia, Maria se desposara
con el rey; pero que si rehusaban estos, se les
quemaría vivos con sus libros, de los que se vallan, según creencia de los salvajes, para hacer
sus encantamentos.
Maria, supo esta resolución, y cuando los sacerdotes dijeron que ella «rala que habia hecho
morir al mono, les respondió con presteza:
—Si vo lo he mat«do, ¿no es verdad eatonces, que soy más poderosa que éi? Yo haría muy
mal en adorará cualquiera que no fuera supe-
rior á m(, por consecuencia, mejor merezco yo
las adoraciones del mono, que no él las mias;
sin embargo, no quiero engañaros, no he sido
yo quien le ba quitado la vida, sino nuestro
Dios, que es el dueño de todas las criaturas, y
sin cuyo permiso no podréis tocar á uno solo á»
mis cabellos.
Este discurso irritó aún mas á los salvajes;
ataron á Maria y á su hermano á unos poetes y
ya se preparaban para quemarlos, cuando de
improviso, Jes dijeron que un gran número de
enemigos acababan de llegar a l a isla.
Corrieron para combatirlos, y bien pronto
fueron vencidos.
Los negros conquistadores, cortaron las cadenas de los niños blancos, y los llevaron á su
isla, en donde quedaron esclavizados bajo el
dominio del rey.
All!, desde por la mañana hasta la noche,
trabajaban y decían con fiecueocia;
—Es preciso servir con fidelidad i nucslro
amo, por el amor de Dios, y hacernos cargo de
que es «1 Sen tr á quien servimos, porque nuestro libro dice que debemos hacerlo así.
Estos nuevos salvajes, también estaban en
guerra de continuo, y como sus vecinos, se comían á los prisioneros. Un dia. cogieron un gran
número de ellos, puss eran tan valientes cual
poderosos.
Entro estos prisioneros, se encontraba un
blanco, que por hallarse en estremo flaco, resolvieron los salvajes engordarlo para comérselo después. Fuertemente encadenado, lo «ncerraron en una cabana y encargaron í Maria de
sus cuidados. Como esta supo que bien pronto
ibaá ser comido, deplorando la suerte de aquel
infeliz y mirándole tristemente dijo: «¡Dios mío.
Dios mió, tened piedad de él!»
El hombre blanco que se hallaba sorprendido al v>^r una joven de su mismo color en aquel
sitio, se sorprendió mucho mas al oiría hablar
en su idioma, é invocar al Todopoderoso.
—¿Quién os ha enseñado el francés, le preguntó, y á conocer al verdadero Dios?
—Yo no sabia el nombre de la lengua que
hablo, le respondió Maria; este era el idioma de
mi madre, que fué quien me lo enseñó; en cuanto a Dios, tenemos dos libros que tratan de él,
y nosotros le rezamos todos los días.
— ¡Ah, cielos! replicó el hombre levantando
las manos y los ojos, como iluminado por una
idea. ¿Seria posibte? Hija mia, ¿podríais enseñarme los libros de que me habláis?
—Yo no los tengo, pero buscaré á mi hermano que es quien los guarda y os los enseñará; diciendo así, salió, volviendo poco después
con Juan, que los llevaba,
ASTA REGIA.
El hombre blanco los abrió con emoción, y
al loor en la primera página:
• E>iU Uhro pertenece á Juan Mauricio»
esclatnij con delirante acento:
— ¡Ah, mis queridos hijos! ¿es á Tosotros &
quien vuelvo á ver? Venid, abrazad á vuestro
jiadrp, y dadme enseguida noticias de vuestra
madre!
A estas palabras, Juan y María se arrojaron
en sus brazos, derramando lágrimas de alegria.
Por fin, Juan, reprimir'ndoso un poco dijo:
—Sionto en los latidos de mi corazón que
^ois verrIaJeramente mi padre, mas no concibo
cum' puede ser esto, porque mi madre me dijo
que habíais caido en el fondo del mar, y sé que
no es posible vivir allí.
—Caí efectivamente en el mar. cuando so
abrió nuestro barco, replicó Juan Mauricio; pero habiéndome asido á una labia abordé feliz•nente auna isla, y os crei perdidos.
Juan, entonces, le refirió cuanto pudo r e cordar, y su padre vertió copiosas lágrimas al
saber la muerte de su esposa.
Maria, lloró también, pero por distinta causa.
—i.\hl esclamó; de nada sirve haber enconrado á nuestro padre, puesto quo debe ser
muerto y comido dentro de breves dias.
—Preciso será cortar sus cadenas, contestó
Juan, y buscar nuestra salvación, huyendo
por el bosque.
—¿Y qué haríamos allí, mis pobres niños?
replicó Mauricio; los salvages nos cogerían, ó
bien moriríamos de hambre.
—Dejadme hacer, dijo Maria; yo sé un medio infalible para salvaros. Y al concluir estas
palabras corrió en busca del rey.
Cuando la introdujeron en su cabana, se
echó á sus píos y le dijo:
—Señor, tengo que pediros una gracia muy
grande; ¿me prometéis concedérmela?
— Os lo juro, contestó el rey, porque cstov
contante de vuestros servicios.
— Pues bien; sabed que ese hombre blanro
á quien rae habéis ordenado cuidar, es mi padre
y de mi hermano. Sé que tenéis resuelto comerlo, y vengo á preveniros, señor, que siendo
tan viejo y demacrado no estará muy bueno, en
tanto que yo soy joven y robusta, y asi, espero
que me comáis en su lugar; pero antes, os suplico que me concedáis ocho dias, no os pido
mas que ocho días por tener el placer de estar
ese tiempo á su lado, antes de morir.
—Sois tan buena hija, en verdad, que por
nada del mundo seria capa/ de sacrincaros. Viviréis, y vuestro padre también. Os advierto
que todos los años viene aquí una embarcación
llena de blancos, á los cuales vendemos nues-
tros prisioneros; ya debe llegar muy pronto, y
os daré permiso para que os vayáis,
Maria. loca de contenta, dio gracias al rey,
mientras desdo el fondo de su corazón las daba
á Dios quo había tenido piedad de ella.
Corrió á llevar tan buenas ueticias á su padre, y algunos oMas después, habiendo arribado
la embarcación de que le hablara el rey, se embarcó con su padre y hermano, y fueron á una
grande isla habitada por españoles.
El gobernador cuando hubo sabido la historia de María, se dijo para sí: Esta niña es pobre
y se halla tostada por el sol, pero es tan buena
y tan virtuosa, que ha de hacer á su marido
mas dichoso que .«i fuera rica y bella.
Pidió á Mauricio le diera su hija en matrimonio y se unió con ella, haciendo casará Juan
con una de sus pariontas.
De suerte que vivieron en aquella isla muv
felices y admirando siempre la sabiduría de la
Providencia que había permitido la esclavitud
de Maria para proporcionarle ocasión de salvar
la vida á su padre.
FIN.
A D. han Eugenio Hailzinkscli,
SONETO.
Cual sol radiante de esplendor, luciste
sobre el palenque de la escena híspana,
y de la hermosa lengua castellana
el ya rico tesoro enriqueciste.
Honra y prez de tu patria siempre fuiste,
perla de la corona soberana
que para gloria eterna y sobrehumana
en torno de su invicta sien ceñiste.
Repetirán tu nombro venerado
las futuras edades con anhelo
viendo en tu fama su blasón preciado:
y como premio á tu constante celo,
con estrellas, por Dios será grabado
en la infinita bóveda del cielo.
JOSÉ M.'^ ESCUDERO Y FR,\M :.
Aeosto 1880.
TU PIEDAD.
En la desdicha abismado,
maldiciendo mí destino,
como errante peregrino
por el mundo caminé;
y vi en su engañosa senda,
centro de perfidia solo,
envidia y venganza y dolo,
destilando amarga hiél.
No tenían para mí encantos
de Atlante el ronco bramido,
ni de Huracán el gemido,
ASTA RECTA.
ni de Tempestad la voz.
IS'i la lozana campiña,
ni el lago, ni la alborada,
ni el jardín, ni la enramada,
ni de aura leve el rumor.
¡Todo triste yo lo Via!
Ni de Iris la luz liviana,
ni el vibrar de la campana
que convoca la oración.
]Si de la niñez tranquila
la siempre grata memoria,
cual antes, legaban gloria
á mi yerto corazón.
¡.Vsi era consuelo solo
de mi vida funeraria,
lovantar tierna plegaria
hasta el solio de Jetiováh;
Mds después en mi tormento
devoraba, una por una,
las penas con que á Fortuna
le plugo mi dicha ajar!
¡Tan niño y tan desgraciado!
Negras lágrimas candentes
so escaparon á torrentes
d« mis ojos; con su ardor
marchitaron mi semblante,
y en su fugaz primavera
mi juventud caer viera
hoja tras hoja su flor.
Tan niño y tan desgraciado,
¡ay! perdí toda esperanza
de gozar dulce bonanza
de esie mundo en la mansión;
Porque doquier que estuviera
abrojos no más pisaba:
más mi dolor soportaba,
mi insufrible decepción.
Sí, ángel mió; pero un hora
mis pesares se doblaron,
tanto mi alma laceraron,
que no los pude ocultar;
y á tí te los dije ansioso,
la mas bella de las ninfas
que en el cristal de sus linfas
copió el gaditano mar.
Tú, conmovida á mi acento,
IIPI huérfano te doliste
porque en él tan sólo viste
desencanto y sinsabor.
Tu corazón me ofrecieras,
llana de amantes sonrojos,
y híillé la paz, de tus ojos
al fecundante calor.
Querubín, que los rigores
calmaste de mi destino
'•xin el bálsamo divino
que destila tu virtud.
jbendito, bendito seas!
¿Dó un corazón más hermoso
habrá, ni más generoso
que aquél que me ofreces tú?
AGUSTÍN MUÑOZ Y GoMrz.
Jerez: 10 de Agosto de 1880.
A""'
Elvia con blanca mano
una rosa inocente,
para adornar su alabastrina frente
se propuso cortar. ¡Empeño vano!
Dura espina acerada
entre las verdes hojas escondida,
rasga la fina piel desapiadada;
brota sancrre la herida,
que los pétalos moja,
y al suelo cae la rosa y se deshoja.
Esta es la historia fiel de tus amores:
tocaste flor divina
y tan aguda espin»
te hirió, que son eternos tus dolores.
JrAN RODRICUEZ T PoNCE DE L í d S
Con motivo de la preciosa oda, que
canta la Vida del Campo, escrita por mi
amigo el ilustrado poeta D. Juan Rodríguez y Ponce de Leen.
UNOS VERSOS.
En los calieutes valles que circundan
las nevadas montañas, y las negras
cumbres que sobre Córdoba los vientos
detienen del Atlante, el alma raia,
suspiros de dolor, ecos de llanto
á los Euros, lanzaba. Tristes voces!
crugir de encinas rotas; el murmullo
del torrente atrevido, que destroza
la verde yerba; el rechinar potente
do los ejes supremos, y el rugido
de la fiera en los montes, a mi pecho
la orquesta fué, donde aprender soha
llanto y piedad; mas el dolor sus notas
en la pauta del alma fué grabando
con cincel de diamanto y mano dura.
Aquí ol locho primero, que mecnio
por la materna mano, en giro suave
gratos ensueños dio y aquí la aurora,
aquí el sol del Oriente con su llama,
morena tez y corazón de fuego
en mi ser infundió; solo la duda,
en circulo amarillo, tanta dicha
agostó, como secan del verano
6
ASTA REGIA.
la blanca mies, I6s rayos que en el cénit
derrama el sol cual imponente hoguera,
¡Ay! quise en un momento da los mundos
penetrar la grandeza, los volcanes
á.mis ojos lucieron, y los astros
medí, como se miden las veletas
que en las torres altísimas rechinan;
bajé al fondo del mar, vi los abismos
y, sondados sus sonos espantosos.
en TTiis cansadas manos se entreabrieron
balvas desconociiias de sus valles.
Luego Virgilio fué, luego las sombras.
del misterioso O'impí, y la armonia
que aún resuena vibrando de Bellini.
i.\y! quise refrenar esa carrera,
ese hervir de mi mente, esa locura
que á la ciencia llevaba, y no sabia
si era que destrozaba el sentimiento
4 costa del saber, ó que la ciencia
sobro cenizas del sentir se mece.
Lloraba, y la corriente cristalina
y los sauces umbrosos, y las rocas
y hast» el azul rt-'l ciólo, crudo llanto,
mintiendo mi aflicción, ante mis ojoa
empuñados de ligrimas veriian.
A tí, dichoso amigo, no las duelas
al corazón herido, al alma triste
vengan con su rumor: son ios rumores
de fiera tempestad. Dudas «i el rayo;
dud.'ís si los torrentes, que retumban
del fragoroso monte por la falda,
son ¡ay! bien para el prado, ó son su muerte.
Dichoso tú que én oda dulce y grave,
anuncias nueva vida, y sus conceptos
conceptos son de placida ventura.
Dame la dulce calma de los campos,
la tirtrna y misteriosa algarabía
de las canoras aves, los acentos
del arroyo entre flores y arrayanes,
y en candido sosiego, tal vez crea
que eres tu tan feliz como yo soy,
mi dulce y síbio amigo, desgraciado.
FERNANDO DE LAVALI-K.
RIMA.
Las puertas del convento se cerraron;
la campana sonó,
escuchóse de música lejana
el confuso rumor.
Entre otros ecos percibió mi oido
el eco de tu voz,
que palpitante y triste daba al inundo
su pijstnraer adiós.
¡Moriste para el mundo! ¡Te ha perdido
para siempre mi amor!
íTarabien par* las dichas de la tierra
muerto estará mi pobre corazón!
NARCISO DÍAZ ü t ESCOTAR.
VARIEDADES.
EL DOCTOR TANNER.
Indudablemente el doctor Tanner ha venido ha hHcerse el hombro más célebre que
registran los anales de la ciencia.
En la mente de la humanidad está, que tos
problemas más difíciles de resolver, llegará
un día en que no ofrezcan dificultad alguna.
El globo hendirá los aires con rápido vuelo^
obedeciendo sumiso á la mano del hombrt.
Los cuerpos combinados se moverán tranquilamente, sin fuerza impulsiva que los
hnga girar. £1 buque submarino desaparecerá á nuestra vista hundiéndose en el ancho
mar, para reaparecer sobre la superficie
cudodo la voluntad del hombre y las condiciones del momento lo hagan necesario. La
locomóvil atravesará los paises habitados y
los inconmensurables desiertos de arena con
la rapidez del pensamiento, y, por ultimo,
el insaciable ampelófago desaparece para
siempre de nuestros campos, dejando solo
un triste y doloroso recuerdo de lo que
fué.
Todo esto, repito, está en la mente humana, aunque se califique de difícil solución;
pero el considerar que había de llegar un
dia en que pudiésemos vivir sin comer, eso
solo en un delirio de esa misma mente pudú
concebirse, y, sin embargo, se realizó tal y
como se concibió, con universal asombro de
grandes y chicos, sabios é'ignorantes.
Pero después de todo, examinado estecolosal descubrimiento bajo el punto de vista
que debe mirarse, ó sea bajo el cientificoeconómko-social ¿qué revolución vendrá á
introducir á semejanza de los grandes inventos?
La respuesta no puede darse todavía,
porque solamente la esperíencia con el trascurso de los años podrá demostrarlo; pero á
primera vista 6 como suele decirse, á ojo de
buen cubero, M habrá dificultad en anticipar
algunas profecías, que de seguro han de resultar más exactas que aquellas célebres de
ia cartera encontrada por cierto pastor en
Sierra-Morona.
Por el pronto queda resuella la debat-'
ASTA R É G I \ .
cueslioa de subsistencias de nuestras provincias del Noroeste.
jGallegos y asturianos, bailad de gusto al
son de la gaita y el tamboril! ¡Ya no pasareis hambre ni miseria, ni vuestros hijos
morirán escuálidos pidiendo el negro pan de
i)vena ó maiz!
¡Ya no necesitáis carnes ni cereales de
ninguna clase,- cuando sintáis necesidad, recogeos en vuestras habitaciones durante
tuarenla dias^ tornad'en este intervalo varios
sorbos de agua y al final os coméis un melón
de Ídem y ya verán Vds. pue bien lo pasan.
El insigne Jovellanos que tantos dias de
gloria dio á la literatura patria, de seguro
que nunca le pasaría por la imaginación ni la
más remota idea de que pudiera haber en el
mundo un doctor Tanner, porque de lo contrario, no se hubiera tomado tanto trabajo
con su Ley Ag/aria
Estando equilibrada la producción con el
consumo, el descubrimiento del siglo no podrá por menos que acarrear grandes crisis á
las naciones, que no estando preparadas para
ellas, les será doblemente difícil el resolverlas.
La razón es bien obvia.
Si desde la creación del hombre hasta
nuestros dias, la ciencia ha venido sosteniendo que éste no puede vivir ni desarrollarse sin el indispensable alimento que venga a nutrir sus órganos, por lo menos una vez
encada uno de los trescientos sesenta y cinco
de que se compone el año; hoy que es un hechola viabilidad humana con solo alimentarse
cada cuarenta dias, vendremos asacar en lógica consecuencia y con arreglo á los datos
que nos suministra la aritmética de Vailejo,
que con comer nueve veces al año con intervalo de cuarenta dias, tendremos satisfechas
nuestras más perentorias necesidades.
¿Luego entonces, cómo se gobernarán
nuestros sabios economistas para sostener
en adelante el equilibrio entre la producción
y el consunjo, tan indispensable para evitar
las funestas crisis sociales?
Nos parece que la cuestión as.'más ardua
de lo que á primera vista se cree, y no dudamos que el invento del doctor Tanner dará
lugar á la formación de congresos continen»
tilles para precaverse contra las eventualidades del porvenir; lo caal viene á demostrar palpablemente, el natural horror con
que miraban nuestros antepasados todas los
íuielantos de la ciencia; porque en verdad
sea dicho ¿si la diabólica invención del vapor y por ende de los ferro-carriles, vino á
perjudicar tan not;ibic:;ieule á la sociedad.
puesto que, hundió para siempre á los arrieros y empresarios de galeras aceleradas, quitándoles el pan nuestro de cada dia, qué no
será de nuestras clases productoras con el
descubrimiento del sabio americano?
Ante porvenir tan negro haremos punto
final, porque estamos viendo los lagrimones
de nuestros queridos suscritores correr por
sus mejillas; pero antes de concluir me voy
á tomar la libertad de llamar la atención de
mí buen amigo el distinguido médico y redactor de este semanario, Sr. Escudero y
Franco, para que rectifique sus opiniones
emitidas en la científica Memoria publicada
en el número anterior, sobre el tratamiento
dietético de los operados.
Cita á Velpeau y dice, «que para conocer
las ventajas de cierta práctica, biisla tener
en cuenta lo quo produce la privación do
alimentos en un hombre que goza de salud.»
«Póngase á dieta durante algunos dias á un
hombre sano, y se puede estar seguro de
que pronto se sentirá malo.»
Ya vé, pues, el Sr. Escudero como debe
abjurar de sus ideas. La ciencia médica encarnada en el doctor Tanner, lia demostrado
lo contrario.
JOVI bE L K X R .
De El Independiente Zamqrano,
tomam o s el siguiente precioso artículo:
SOBRE LA EDUCACIÓN
DE LOS H I J O S POH L A S M A D R E S .
El siglo que llamanios de las luces no es taa
grande por sus inventos, por las múltiples capacidades, por la aproximación de los derechos
como por el conocimienta de nuestros deberes.
La inujiT primitiva, especiada lebrel que
seguía romo atada en pos del hombre; la mu.fer
délos tiempos mas cultos, que vivía como esclava en el hogar, y rara ó ninguna ve/, ostentaba
sus derechos, vino con la transformación que
operó en el mundo el Cristianismo, á levantar
este árbol caido, A la mujer, del pulvo en que
yacía luengos siglos.
Y esto era natural; antes de la idea evangélica, el hombre se nutria para la guerra: la rauj«r no era más que una máquina productora
para este uso, y la madre sonreía si su hijo era
robusto y con la robustez tenia la esperanza de
ver un dia en él un atleta, un guarrero, un soldada ó un jefn valeroso; los débiles, los que no
presentaban fuerte musculatura antes ó después
did gimnasio, se conceptuaban como seres inútiles, como parias, como esclavos.
Así que, en aquellos tiempos de desarrollo
físico, se miraban todos los eleiiii^ntos que tendian á dulcificar el cora/on riel hombre, como
efecto»; perniciovos parn b's individuos: la lev
f'ra el valor; la razón, la fiierz ; ser Aé- iles era
uní cobardía digna de la niuertt-; el amor so
s
ASTA RÉr.iA.
conceptuaba como un lazo pernicioso: se condenaba la müsica y la poesía, y se desterraban
los filósofos. Afortunadamente nada resta ya de
todo esto; de aquellos siglos azarosos y bárbaros,
solo ha quedado la huella coaio ejemplo á la posteridad.
La mujer, en el diaes igual al hombre, no tiene ya que lamentar horas tan acerbas. ¡Oh, que
misión tan distinta la suya en cuanto á preparar
el porvenir del hombre! Apenas le recoge de su
seno, cuaniio con un calor intenso lo amamanta,
110 para que sirva en este mundo de esterminio,
como hacia la mujer antigua, sino para que
sea útil á su patria. A la madre que esto no hace, no la consideramos como madre.
La paz y la sabiduría debe ser su sola aspiración para aquel débil retoño, que cuida con
afán y anhela ver por instantes árhol frondoso
que cobije su amor bajo la esbelta pompa de sus
lamas.
La madre primitiva y aún la que después
moraba en los palacios, cuando el viento zumbando portas noches entre las quebraduras de
los montes, chocaba con fuerza en la espesura,
y el rayo mostraba su encendida llama, oprimía á su hijo contra su seno con espanto, llena
de terror y temerosa de la muerte.
Por este instinto de conservación, corria la
primera á ocultarse en el fondo de una cueva y
la otra al rincón mas oculto de su dorado techo,
creyendo ver eispectros, ambas por dó quiera,
sonribras amenazadoras que con tanto pavor las
acechaban; conceptuando la vida en estos instantes de terrnr, como una luz colgada en el
espacio y cuyas oscilaciones, producidas por el
choque de los diversos elementos, la vcian apagarse de repente.
En el dia la madre no es así; es valerosa, es
fuerte con sus creencias, no con la bravura de
su natural, y sabe desafiar á los encontrados eleraentos: no los teme. Y cuando la voz de su
hijo resuena en sus oidos preguntándole por sus
efectos, la madre le cont-ísta: «Hijo mío, esos
efectos son causas naturales que no te deben aterrar; tus padres ó tus antepasados los encadenaron á su imperio arrebatándoles sus arcanos;
las leyes que parecían impenetrables han venido Á doblegarse ante la ciencia.>
Y el hijo en sus débiles años no comprende
lo que su madre le dice, ó esta por falta de medios no ha podido comprender ó estudiar con
perfección todos sus desvelos, todos sus afanes
sülo por ponerlo claro á sus alcances.
Así que donde mayores se tocan los efectos
de haber levantado a l a mujer-del estado en
que yacía, es en la obra preparatoria de la vida
del hombre. Las palabras de amor y de concordia que infiltra una madre en el corazón de sus
hiios son las verdaderas semillas arrojadas á
una tierra virgen y que dá por resultado la equidad y dulzura de los pueblos. Ni pueden ser
buenas las trasformaciones sociales que no están preparadas, que no radican en una prudente y sabia educación de los hijos por las madres.
Ellas son las que están al cuidado de la familia; que no viven más que para el hogar; que
llevan su carga; son en todo <como que les dan
su cariño y primeras impresiones) el oráculo de
sus hijos.
De este modo comprendida por la mujer yii
sagrada misión, eslaiinica ó por lo menos la
que tiene mayor influencia sobre aquellos a
quienes ha dado el ser.
La educación que estos reciben por su mediación es la que verdaderamente forma su carácter y costumbres. Asi se comprende que,
siendo la madre moral y laboriosa, los hijos que
por su edad son en todos sus actos un remedo,
sean honrados y útiles para sí, para la familia
y para la sociedad Los males ó los bienes quo
se siembran en la esfera del mundo, se recogen.
Erraría la madre que llevada de un pérfido
egoísmo, de la indiferencia ó ciega preocupacien, ocúltase á sus hijos esta ciencia del mundo, que envuelve la verdad y que dede ayudarle á comprender para que corra mañana por
otros horizontes su existencia; horizontes que
no nos es dado de otro modo entrever, y que
no podemos avalorar hoy sus inmensos beneficios.
Es altamente lamentable en esta primera
labor de la vida en la niñez, que al hombre se
le oculte la verdad.
Encargada una madre de velar por su hijo,
cuidadosa de su bien, lo primero que debe combatir son sus mnlos instintos. Estos no aparecerán si la madre es modelo de virtud, si como
hemos dicho no tiene en el seno del hogar el
mal ejemplo.
Puede un niño sacar un genio duro, travieso pornaturaleza; pero la discreccion y talento
de una buena madre logrará modificarlo.—A. G.
MISCELÁNEAS.
Nuestra distinguida directora ha
entregado, al salir á bai-ios, la dirección
de ASTA REGIA á nuestro amigo el distinguido médico y poeta D. José M.' Escudero y Franco.
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Ea el número 29 de nuestro semanario, publicamos tres composiciones
poéticas de nuestro apreciable colaborador Don Narciso Diaz de Escobar, y Don
S. Rueda, atribuyendo á este liltimo el
soneto <sSuj)erdon», cuando pertenece al
primero de dichos señores.
La causa de esta equivocación es la
de habernos sido remitidas las espresadas composiciones en un mismo papel y
por el orden sia:uiente:
Primero. Oda á Vigo, de D. Narciso
Diaz de Escovar.
Segundo. El sultán, de D. S. Rueda.
Tercero. Su perdón, sin firma, por
lo cual supusimos á esta última del mismo autor que la anterior á ella.
Nos apresuramos á subsanar un error
estraño de todo punto á nosotros.
Imp. de EL CONTRIBUYENTE.
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