intervención, resonancia contratrasnferencia y

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EJE CLÍNICO
INTERVENCIÓN, RESONANCIA CONTRATRANSFERENCIAL Y
TRANSFORMACIÓN TERAPÉUTICA
Lic. Luisa Irene Acrich
La temática de este Congreso, “Persona y Presencia del Analista”
me produjo una resonancia inmediata: “El caso del salame”. Quedó así
inscripto en mi memoria porque está manera de apodarlo hace alusión a la
intervención que realicé a una persona que atendí en los inicios de mi práctica
clínica y siempre quedó rondando en mi cabeza. Posiblemente porque no
alcanzaba a explicarme satisfactoriamente el por qué del efecto logrado.
Una aclaración sobre el doble sentido de la expresión “salame” utilizada
en el trabajo. Según el diccionario, es un embutido, y el lenguaje popular lo usa
en Bs. As. para referirse burlonamente a una persona necia o poco inteligente.
Haré un bosquejo de ciertos rasgos de esta persona y luego mencionaré
la intervención que para mi sorpresa fue de índole transformadora para los dos.
Se trata de un joven de 26 años, con gran dificultad para procesar la
realidad, que denotaba una cadena de repeticiones autodestructivas y un
vínculo con sus padres, históricamente, de poco sostén. Presentaba
dificultades para establecer relaciones afectivas comprometidas, y significativos
problemas en el reconocimiento de los límites y la discriminación de roles. Su
adicción a la marihuana se extendía en ocasiones a la cocaína y el alcohol.
Buscaba un lugar estable, pero actuaba de tal forma que no lograba anidar en
un lugar de seguridad, como si no pudiera evitar la inestabilidad. En su primer
contacto telefónico dijo: “Me quiero analizar pero no dispongo de tiempo”.
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Hacía un año que en su análisis funcionábamos con un encuadre móvil
al son de su desempeño laboral. La viñeta que relataré transcurre en una
coyuntura en que estaba trabajando en un proyecto laboral que le insumía
mucho tiempo y le impidió concurrir durante un par de semanas a su análisis.
Viñeta: “… la gente en el laburo andan cagados de risa, les chupa un
huevo que las cosas no se estén haciendo bien y se la pasan diciendo
boludeses”. Como si nada y sonriendo dice: “Me di con pala (cocaína),
compramos para dos meses, que es lo que duraba el proyecto de trabajo, y me
duró para cinco días, el jefe es un jovato pero tiene las suyas, la pala la tenía
él y yo se la pedía, al final le dije dame mi parte. Después me broté, me
salieron unas ronchas, fui al Hospital, pensé que eran los nervios, pero me
dijeron que podía ser alérgico, no sé, me dieron Decadrón, no sé, estuve con
una chica que tenía una mascota, no sé, a la chica apenas la conozco. Estuve
pensando en el compromiso que tome con vos de venir cuatro veces al mes,
sé que lo necesito y que me hace bien, pero siento que no puedo venir,
necesito dormir y pensaba que me convendría suspender y tomar entrevistas
cuando pueda, sino pierdo plata. En el trabajo hubo tensiones. El protagonista
hace lo que quiere, tiene la cultura de que la técnica se le tiene que subordinar
y dijo “me chupa un huevo las máquinas que tengan que alquilar, yo hago la
toma cuando quiero”, es un psicópata hace lo que se le canta, él tiene el gran
poder y el jefe y el director ausentes y yo en el medio. Juntaré experiencia pero
la vivencia es una cagada. Es un buen precedente laboral pero no lo estoy
disfrutando,… pero tengo que amortizar el auto; como seguí con las ronchas fui
a la guardia del Hospital y me preguntaron si comí algo o si tomaba drogas, me
dijeron que era algo tóxico, y que tenía que hacer un análisis que costaba
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$200, pero debo cuotas del auto, y como me aflojó un poco me fui, quería zafar
de los $200 pero ayer me recrudeció. Me preguntaron si comía embutidos o
envasados y me di cuenta que desde que empezó este trabajo tengo un
salame en casa y se me ocurrió que podría llevarle el salame a la doctora para
que lo analicen en bromatología.
Analista: Pensaba, mientras lo escuchaba, que usted me describió una
serie de cosas complicadas y las relato como si estuviera contando algo que le
pasó a otra persona y de pronto usted dice que va a llevar el salame para que
lo analicen, es como si usted estuviera diciendo “yo no soy el que tiene el
problema sino el salame”. Yo considero que el único salame que tiene que
llevar a analizar es a usted, ¿qué le pasa que siente que puede pagar con su
vida esto que usted llama trabajo, que más que un espacio de crecimiento y
creatividad, como me manifestó que representaba para usted cuando surgió el
proyecto laboral, es un verdadero escenario de muerte y quiere zafar de los
$200 de su análisis acá conmigo? Usted tiene tiempo para destruirse en eso
que llama trabajo, pero no para todo aquello que tenga que ver con cuidado y
espacio de vida. Un salame vale más que usted que no puede desprenderse de
su locura de destrucción y de trasgresión, y sí de la vida. ¿Sabe qué?, usted va
a seguir viniendo y la próxima vez que tome este tipo de trabajo lo vamos a
llamar por su nombre, me va a decir: “me voy a matar” y los dos vamos a saber
de lo que estamos hablando sin disfrazar de vida algo que se llama muerte.
Termina la sesión, y como se va sin saludarme, le digo: “¡encima se va
sin despedirse!”, medio atontado me da la mano y se despide. Le dije “nos
vemos el viernes”.
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Cuando se va me empiezo a sentir muy mal, me crítico, pensaba que no
iba a volver, estaba tan aturdida que salí a caminar para despejarme.
El viernes llega a la sesión puntualmente: “Disculpame por la falta de
educación de no saludarte, me fui muy mal, enojado con vos porque no me
banqué cosas que me dijiste, creo que fue muy duro. Hablaste mucho de la
muerte y no me gustó o mejor dicho me asustó, sentí que me daban palos”. Le
contesto: “Tal vez esto que usted sintió como palos le permita pensar cosas
que “la pala” no le permite”. Silencio…luego dijo: “comenté que tuve una sesión
horrible, que pago para que me caguen a palos, con lo mal que estoy lo
encontré muy descarnado. Estaba necesitado de compasión, o mejor dicho
contención y encontré mucha alarma de tu parte… y ahora pienso si esa
alarma no puede ser más contención que la compasión que yo busco”.
A los efectos de lo que deseo transmitir interrumpo aquí la sesión, la cual
fue un punto de inflexión en este proceso analítico, una bisagra que nos
permitió modificar el encuadre, transformándolo en uno de características
estables. Continuamos trabajando durante varios años; desde ya con avatares.
Primero me sentí perturbada por mi intervención, y luego asombrada y
conmovida por sus efectos, generándome un sentimiento de revalorización de
la misma. Dicen que en toda intervención psicoanalítica existe un núcleo
inefable, algo de eso debe haber, pero veamos lo que es posible poner en
palabras.
Considero que esta intervención no fue producto de un instante de
ingenio, en nuestro trabajo nada es de un día para el otro y a esta sesión le
habían precedido muchas otras y varios meses de trabajo, en fin se había
construido un vínculo. Por mi parte había un intenso trabajo sobre la conflictiva
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de esta persona y la reflexión del material clínico era periódica, aún cuando él
no concurría. Dicha laboriosidad se tradujo en esta especie de sublimación de
un insulto. Finalmente los dos coincidimos en que él era un “salame”. Fue una
intervención que si bien tenía el formato de un “palazo”, el contenido emocional
con el cual fue vehiculizada le dio la posibilidad de convertirla en un holding.
Pude confrontarlo con realidades internas, externas y transferenciales
desmentidas y mis alarmas encontraron eco. Me asusté y me enojé y en un
código compartido se lo hice saber. No sólo lo confronté, también le comunique
que no lo dejaba sólo y que lo esperaba para seguir trabajando juntos.
Creo que mi vehemencia y mi “tomarlo en serio como persona” a
diferencia de lo que él podía hacer con él mismo, promovieron un estilo
complementario que generó en ambos una sacudida que nos permitió, a mi,
describir, desde las entrañas, el problema, y a él, escucharlo y reconocerlo
como propio, a pesar de la compleja psicopatología que presentaba. Y en ese
clima y a esa altura del proceso pudimos situar juntos uno de los núcleos de su
problemática: “La confusión entre vida y muerte”.1 No satisfice sus deseos de
compasión y logré sembrar un núcleo de pensamiento en quién no pensaba.
Dice A.M.Rizzuto que “La eficacia de nuestro tratamiento psicoanalítico
depende de la reorganización de narrativas personales y de experiencias
subjetivas logradas a través del diálogo hablado y emocionalmente
comprometido entre un paciente y un analista que desean establecer verdadera
comunicación entre ellos”. (Ana María Rizzuto, 2005)
Mis hipótesis de trabajo estaban centradas en que este joven vivía
psíquicamente en un mundo indiscriminado con roles muy confusos. Confundía
1
Liberman, D. “Complementariedad estilística entre el material del paciente y la interpretación”. Revista
de Psicoanálisis A.P.A., T XXXI N°1/2, Año 1974
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autoridad con autoritarismo. El no tutearlo apuntaba a esta discriminación de
lugares y funciones, y a construir espacios psíquicos diferenciales. A la
distancia puedo pensar que mi intervención actuó como un superyó protector, y
como me entendió en dicha función pudo tomar los aspectos contenedores y
organizadores de la misma y no interpretarlos en la línea del autoritarismo.
Ahora bien, nuestras teorías implícitas, las hipótesis diagnósticas y las
estrategias terapéuticas están como telón de fondo de nuestra clínica, pero es
en la experiencia misma del encuentro, en el devenir del campo
comunicacional que es posible que una intervención pueda pasar a la historia
terapéutica para ambos integrantes del proceso. En distintos momentos del
análisis él solía decir “aquella sesión estuviste implacable… y estuvo bien”.
Quiero transmitir que la resignificación de un proceso terapéutico tan
alejado en el tiempo tiene el sentido de comunicar que si bien en el transcurso
hubo conceptos que se modificaron, hay algo que se mantuvo incólumne, y es
el valor de la variante proveniente de los recursos del intercambio comunicativo
en tanto estos pueden tener efectos en las estructuras psicopatológicas.
BIBLIOGRAFÍA
Issaharoff, E.
Comunicándonos en sesión
Revista de la Sociedad
Argentina de Psicoanálisis N°6, 2003, Págs. 31-68
Jiménez, J.P. “El vínculo, las intervenciones técnicas y el cambio
terapéutico en terapia psicoanalítica” Rev. Aperturas http/www.aperturas.org
N°20, Julio 2005
Rizzuto, A. M. Psicoanálisis: La transformación del sujeto por la palabra
hablada. Revista de Psicoanálisis A.P.A. LXII. 1. 2005, Págs.109-126.
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RESUMEN
A través de la mirada retrospectiva de una viñeta clínica, el trabajo
apunta a desentrañar algunos de los aspectos que pudieron haber participado
para que una intervención, en el curso de un proceso psicoanalítico, logre la
cualidad de convertirse en terapéutica, destacando a la vez sus efectos
contratransferenciales.
Hace hincapié en el valor de la variante proveniente de los recursos del
intercambio comunicativo en el campo clínico. Destacando que las teorías
implícitas, las hipótesis diagnósticas y las estrategias terapéuticas están como
telón de fondo de nuestra práctica clínica, ya que es en la experiencia misma
del encuentro, en el devenir del campo comunicacional que es posible que una
intervención pueda pasar a la historia terapéutica para ambos integrantes del
proceso analítico.
DESCRIPTORES
•
Campo clínico comunicacional
•
Intervención terapéutica
•
Vínculo transferencial-contratransferencial
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