Por Claudio Puccinelli

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ESTADO ACTUAL DEL JUICIO POR JURADOS.
IRRECURRIBILIDAD DEL VEREDICTO
(Por Claudio Puccinelli)1
Sumario:
1.- Introducción. Antecedentes históricos: De Grecia a Latinoamérica; 2.- El juicio por
jurados en Argentina; 3.- Clasificación de los sistemas de jurados; 4.- El jurado clásico
en Argentina: las provincias de Neuquén y Buenos Aires; 5.- El jurado escabinado en
Argentina: la provincia de Córdoba; 6.- La soberanía popular y el jurado; 7.- El
veredicto y la sentencia; 8.- La fundamentación del ¿veredicto o de la sentencia?; 9.- La
impugnación del “fallo” en las convenciones de derechos humanos y la garantía del
doble conforme; 10.- Conclusiones.-
1.- Introducción. Antecedentes históricos: De Grecia a Latinoamérica:
Frente a la comisión de un hecho con apariencia de delito existieron formas de
persecución, juzgamiento y punición que han variado a lo largo de la historia dando
lugar a distintos sistemas de enjuiciamiento penal llamados inquisitivos y acusatorios,
incluyéndose en el primero de ellos el llamado sistema mixto, ya que la colecta
probatoria sin reconocimiento de un derecho de defensa eficaz y el juzgamiento por el
sujeto que investiga (juez de instrucción) no es más que una modalidad del primero.
En los sistemas acusatorios, el juzgamiento por jurados integrantes de la comunidad
fue quizás el primero de los métodos adoptados que continuó –con algunas variantesen los países anglosajones pero que a partir del imperio romano y la inquisición
medieval fueron sustituidos por sistemas inquisitivos aberrantes que trataban como un
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Abogado, Magíster en Derecho Procesal, profesor de posgrado de Derecho Procesal Penal en la
Maestría en Derecho Procesal (UNR), en la Especialización en Derecho Procesal (UNCba), docente
estable en la Especialización en Derecho Procesal Penal (UNL), profesor adjunto de grado en Derecho
Procesal Penal (UNR y UCA), profesor adjunto de grado a cargo de la cátedra de Teoría General del
Proceso (UCA), ejercicio de la profesión; Capacitador para la reforma procesal penal del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de Santa Fe, Jurado por la Universidad Nacional de Rosario en el proceso
de selección de Fiscales y Defensores del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Santa Fe, Jurado
por el Colegio de Abogados de Rosario en el Consejo de la Magistratura de la Provincia de Santa Fe,
miembro del Instituto Panamericano de Derecho Procesal, de la Asociación Argentina de Derecho
Procesal, de la Asociación Argentina de Profesores de Derecho Procesal Penal y de la Asociación
Interamericana de Abogados.
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objeto al perseguido y tenían como principal objetivo servir a los intereses del
monarca.
Esto se profundizó en la época napoleónica donde se utilizó la inquisición bajo la forma
mixta como método de control social pudiéndose resaltar la regulación de la prueba
tasada, la necesidad de fundamentación del fallo y los recursos casatorios.
En cambio, el sistema de juzgamiento por jurados se vinculó íntimamente con la
participación directa del pueblo en el ejercicio de la función jurisdiccional funcionando
claramente como una garantía de las libertades individuales frente al poder estatal.
En el derecho ateniense, al salir del régimen aristocrático, se concibió como parte del
sentir democrático al
instituirse como modo de participación popular en la
jurisdicción.
El jurado actuaba en asamblea pública, oral y contradictoria, garantizándose la
inmediación entre el tribunal y la prueba, sobre la que debían resolver sin la
intervención de un juez técnico.
En Roma, del mismo modo que en Atenas, se relacionó directamente la forma de
gobierno con el sistema de juzgamiento, con lo cual hubo una intervención del rey o
emperador en la persecución y juzgamiento penal pero durante la república se
produjeron cambios en pos de otorgar a las asambleas o comicios las facultades de
juzgar.
En el derecho germánico también existieron asambleas populares pero con el
crecimiento del poder monárquico y la aparición de los funcionarios estatales para la
persecución penal surgieron los conceptos de acción penal pública y el sentido público
de la aplicación de una pena.
En la Inglaterra del siglo XI se fueron consolidando los jurados a partir de la Carta
Magna de 1215 donde se consagró el derecho a ser juzgado por sus pares como
garantía de los ciudadanos frente al poder del rey.
Esto marca claramente que el jurado nació y se mantiene como una manifestación de
la soberanía del pueblo que es ejercida de modo directo mediante la función
jurisdiccional, y no mediante representantes como sucede con relación al poder
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ejecutivo y legislativo, o en forma mediata respecto de los jueces técnicos integrantes
del poder judicial.
El jurado pasó así a las colonias de Norte América donde se arraigó firmemente en las
costumbres pero más aún cuando se incorporó a la Sexta Enmienda que “En toda
causa criminal, el acusado gozará del derecho de ser juzgado rápidamente y en público
por un jurado imparcial del distrito y Estado en que el delito se haya cometido”.
En la Legislación Norteamericana se admiten dos tipos de Jurado: el Gran Jurado o
Jurado de Acusación y el Pequeño Jurado o Jurado de Juicio (grande o pequeño por el
número de integrantes).
El Gran Jurado estuvo constituido por veintitrés miembros, abogados todos y resolvían
por simple mayoría si la acusación era procedente. En tal caso se remitía al Pequeño
Jurado que estaba conformado por un juez unipersonal técnico y un Jurado de doce
miembros de la comunidad ante quien, se produce el juicio oral, público y
contradictorio donde cumple funciones jurisdiccionales dictando un veredicto de
condena o absolución.
Volviendo a la evolución dentro del derecho continental europeo, las ideas
revolucionarias de libertad, igualdad y fraternidad tenían como modelo el jurado
anglosajón, pero las influencias del poder monárquico derivaron en la consagración de
cuerpos integrados por jueces técnicos permanentes que se integraban con
ciudadanos comunes, bajo la presidencia de un juez técnico que daba las directivas.
Esto llevó a la separación entre cuestiones de hechos (reservadas a los legos) y de
derecho (propias de los técnicos).
Este formato se llamó jurado escabinado y se expandió por la Europa continental, pero
que penetró luego con más fuerza en el siglo XIX.
A pesar de ello, el movimiento codificador napoleónico que tuvo gran influencia en
Europa continental y específicamente en España a partir de la dominación Francesa,
generó un sistema de juzgamiento que concentraba el poder en los jueces técnicos
como representantes del monarca y a quien éste controlaba, incluso imponiendo la
necesidad de fundamentación de sus decisiones, a partir de la desconfianza que se
tenía en los magistrados del antiguo régimen, lo que dio origen a lo que se denominó
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sistema inquisitivo mixto o atenuado que ocultaba una nueva forma de inquisición
monárquica.
Entonces, para entender qué pasó luego en Latinoamérica, es necesario que
analicemos qué sucedió en España donde la inquisición fue muy profunda y dejó sus
huellas imborrables a ambos lados del Atlántico.
La invasión de Napoleón a España llevó consigo los sistemas de juzgamiento, teniendo
gran arraigo el llamado sistema mixto que, como forma de inquisición, dejó en manos
del poder estatal la suerte del imputado.
Luego de varias inclusiones en Estatutos y Constituciones, las discusiones
determinaron la derogación del juicio por jurados en 1936. Luego en la Constitución de
1978 fue incorporado nuevamente como mandato de implementación de un modelo
acusatorio con participación ciudadana que se plasmó recién en la Ley Orgánica 5 del
22 de mayo de 1995, destacando en su exposición de motivos que el retroceso en las
libertades ciudadanas llevó siempre a la limitación de la participación del pueblo y,
contrariamente, su reconocimiento se produjo en los períodos de libertad, con lo que
marcó claramente que el sistema de enjuiciamiento popular fue al compás de los
vaivenes entre períodos autoritarios y libertarios.
Esa indefinición histórica en España respecto al jurado con una preeminencia marcada
de una legislación inquisitiva se trasladó al continente Latinoamericano que para
mayor confusión, sus estados se conformaron tomando como modelos las
constituciones liberales mientras sus normas procedimentales fueron profundamente
inquisitivas.
Los poderes de turno en Latinoamérica siempre vieron a la justicia como una extensión
del poder central que lo utilizó para el control de la ciudadanía, transformándola en un
instrumento de poder antes que en una garantía de la libertad de los ciudadanos de
ser juzgados por sus pares.
Bien señala Vázquez Rossi que “La cuestión de la conformación de Poder Judicial en los
países latinoamericanos y el señalamiento de sus defectos más notorios, cuales son la
dependencia hacia el poder dominante y su adhesión más o menos clara a ideologías
conservadoras, su actitud corporativa y su desempeño burocrático, su historia de
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legitimación hacia los golpes de Estado y su oposición hacia reformas modernizadoras,
ha sido objeto de estudios y señalamientos en los últimos tiempos, advirtiéndose que
gran parte de los males del sistema derivan de las deficiencias de sus operadores”2.
Incluso ello me ha llevado a preguntarme si el mandato constitucional de establecer el
juzgamiento penal por jurados populares, sus formas y conveniencias puede
hipotéticamente llegar a estar sometido a los designios de los Tribunales Superiores de
Justicia que están integrados por magistrados técnicos que actúan conforme lo
antedicho, cuando en realidad es una garantía que nace de la propia constitución de
cada Estado donde el ciudadano conserva su derecho a ser juzgado por sus pares
ejerciendo en forma directa –no por medio de sus representantes- la soberanía
popular, la que debería estar exenta de todo control o intervención estatal.
En ese marco, en Latinoamérica encontramos diversos intentos de instaurar juicios por
jurados en causas criminales pero no han podido escapar a las fuertes influencias de la
dominación española que no era “amiga” de la participación popular, lo que
contrastaba con la ideología liberal de sus constituciones.
El Salvador estableció un sistema de juicio por jurados con 9 jueces populares dirigidos
en la audiencia por un juez técnico que luego los instruye sobre los puntos a decidir, lo
que hacen mediante una sesión secreta. El veredicto es de culpabilidad y requiere al
menos seis votos afirmativos para la condena.
En Brasil, su instauración y derogación fue el resultado de los cambios en el poder
central, pero a partir de la constitución de 1946 se incorporó a su Constitución,
manteniéndose en la actual. Se incorporó al Código Procesal Penal para delitos dolosos
contra la vida.
En definitiva, en la actualidad este instituto de juicio con jurados es aplicado en
Estados Unidos, Inglaterra, España, Rusia, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, países
Nórdicos, Brasil, Grecia, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, México, El Salvador,
Honduras, Costa Rica, Puerto Rico, entre otros.2.- El juicio por jurados en Argentina:
VÁZQUEZ ROSSI, Jorge E., “Derecho Procesal Penal”, Segunda Edición Ampliada y Actualizada,
Tomo II, Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2011, p. 214/215.
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La incorporación del juicio por jurados en nuestro país no ha escapado a las influencias
propias de la colonización española. Estando enraizada la cultura inquisitiva y
habiéndose marcado el camino a la independencia por luchas patrias entre Unitarios y
Federales donde prevalecía el poder del ejército triunfante, los intelectuales adherían
fervorosamente a las ideas del iluminismo, se nutrían de lecturas liberales, aunque el
gobernante ejercía el poder de un modo autoritario.
Tal esquizofrenia se replicó en las normas de derecho común de raigambre inquisitiva
que contrastaban con las pretendidas Constituciones. En las de 1819 y 1826 se
instauró el jurado, y en la Constitución Nacional de 1853 se lo incorporó claramente
como el sistema de juzgamiento de los hechos criminales.
La nueva Constitución de 1949 lo eliminó pero luego fue derogada, reviviendo la de
1853 que, en 1994, ratificó su vigencia echando por tierra las interpretaciones que
afirmaban que por falta de reglamentación interna había caído en desuetudo.
La Constitución de 1853 hoy vigente establece, en su art. 24, que “El Congreso
promoverá la reforma de la actual legislación en todos sus ramos, y el establecimiento
del juicio por jurados”.
A su vez, el art. 75, inc. 12, faculta al Congreso para dictar “... leyes generales para toda
la Nación sobre ... el establecimiento del juicio por jurados”,
Y finalmente el art. 118 dispone que “Todos los juicios criminales ordinarios, que no se
deriven del derecho de acusación concedido a la Cámara de Diputados se terminarán
por jurados, luego que se establezca en la República esta institución. La actuación de
estos juicios se hará en la misma provincia donde se hubiere cometido el delito; pero
cuando éste se cometa fuera de los límites de la Nación, contra el derecho de gentes, el
Congreso determinará por una ley especial el lugar en que haya de seguirse el juicio”.A pesar de la claridad del mandato constitucional, el Congreso Nacional no llegó a
dictar una ley que regule el juicio por jurados, lo que produjo una interesante y profusa
doctrina sobre si la Corte Suprema Nacional debía declarar oficiosamente la
inconstitucionalidad de las normas que no lo preveían para el juicio criminal3.
Véase CORVALÁN, Víctor R.; “Derecho Procesal Penal – Análisis Crítico del Procedimiento Penal”,
Nova Tesis Editorial Jurídica, Rosario, 2010, p. 273/305.
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Por su parte nuestro Máximo Tribunal de la Nación, en el fallo “Casal” se expidió
reafirmando el modelo acusatorio querido por la Constitución y que éste debe
concluirse mediante un juicio ante un jurado, expresando que “La Constitución
Nacional estableció como objetivo legal un proceso penal acusatorio y con
participación popular” por lo que concluyó que: “...el proceso penal de un sistema
judicial horizontalmente organizado no puede ser otro que el acusatorio, público,
porque de alguna forma es necesario compensar los inconvenientes de la disparidad
interpretativa y valorativa de las sentencias. De allí que nuestra Constitución previera
como meta el juicio criminal por jurados, necesariamente oral y, por ende, público”.Sin embargo, para que la Corte llegara a este pronunciamiento debió pasar mucha
agua debajo del puente. Desde 1853 hasta la actualidad se debaten proyectos de
jurados en la Nación y en distintas provincias.
En la Nación pueden mencionarse los proyectos elaborados por Florentino González y
Victorino De la Plaza (1873), por José Domínguez (1883), por Eduardo Wilde (1886) y
por Enrique del Valle Iberlucea (1920). Luego los proyectos de Julio B.J.Maier (1987), el
consensuado durante la presidencia de Carlos S. Menem (1998), y numerosos
proyectos sin aprobación presentados entre 1999 y la actualidad.
En cuanto a las provincias, Córdoba fue pionera en la regulación estableciendo juicio
por jurados escabinados para delitos graves, delitos cometidos por funcionarios
públicos, etc. (ley 9182 –B.O. del 9/11/2004); Buenos Aires aprobó la ley de jurado
clásico (ley 14.543 – B.O. del 27/9/2013); Neuquén puso en funcionamiento el jurado
clásico (ley 2784 – B.O. 14/11/2011 y puesta en vigencia desde el 01/01/2014); Chubut
incorporó en su Código Procesal Penal el juicio por jurados pero no lo puso en vigencia
(ley 5478 de 2006, habiéndose presentado un proyecto de ley para su reglamentación
en 2014); la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene su proyecto presentado por el
Consejo de la Magistratura de la Ciudad y elaborado por una comisión redactora ad
honorem (2014), al igual que en el Congreso Nacional (ingresado en junio de 2014 por
el legislador Nito Artaza); en la provincia del Chaco (proyecto del año 2013); en la
provincia de Corrientes (el Código Procesal Penal sienta las bases en 2011 pero deja
librado a una ley especial su reglamentación); y en la de Santa Fe (proyecto de 2009
que ha perdido estado parlamentario e interés político actual ante la vigencia del
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nuevo código procesal penal acusatorio, oral y público desde el 09/02/2014 que no lo
incluye y lo deja librado a la sanción de una ley especial).3.- Clasificación de los sistemas de jurados:
A través de la historia se dieron tres modelos clásicos aunque dentro de ellos se han
establecido con características propias.
3.1.- Por un lado, el modelo clásico Anglosajón que se construyó a partir de la idea de
ser juzgado por sus pares, estableció dos tipos, uno para algunos tribunales de
instancia inferior donde el jurado es integrado por ciudadanos comunes que expiden el
veredicto de inocencia o culpabilidad y, en este último caso, también impone la pena.
En cambio, el procedimiento ordinario que se dispone para la mayoría de los delitos, el
jurado se integra con ciudadanos legos que luego de apreciar la prueba en la audiencia
dan el veredicto de culpabilidad o inocencia, siendo dirigidos por un juez técnico que
debe efectuar la calificación jurídica del hecho y, en caso de corresponder, la
cuantificación de la pena. En este sistema los jueces técnicos y los legos deliberan y
deciden de forma separada, pudiéndose simplificar4 que en el jurado clásico el juez
técnico decide las cuestiones jurídicas y el jurado las de hecho.
Aquí lo importante es advertir que el veredicto de culpabilidad o inocencia no es
motivado y es irrecurrible (cuestión que veremos más adelante).
Este sistema admitió sus variantes en distintos países y proyectos locales, en los que se
han preocupado por establecer que el juez técnico dirija el debate pero también
resulta un hito fundamental la elaboración y comunicación de instrucciones que debe
seguir y responder el jurado al momento de elaborar el veredicto.
En Argentina fue adoptado por la provincia de Neuquén y la de Buenos Aires, que
serán motivo de análisis particular en este trabajo.
b.- Por otra parte, aparece el modelo Escabinado donde el jurado se integra por jueces
técnicos y jueces legos que deliberan y deciden conjuntamente en un colegio y en pie
de igualdad. La sentencia es fundada sin un veredicto anterior de culpabilidad o
inocencia.
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Resulta una simplificación debido a que siempre la respuesta de culpabilidad o inocencia implica una
adecuación de los hechos a una norma jurídica (matar a otro con intención es un homicidio doloso –art.
79 del Código Penal- aún cuando el jurado no refiera en el veredicto la calificación jurídica).-
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En Argentina, se pretendió establecer a partir del Proyecto de Código Procesal Penal
de la Nación de 1987, elaborado por Julio B. J. Maier; y en el año 2004 se incorporó en
la Provincia de Córdoba, al que me referiré específicamente más adelante.
4.- El Jurado Clásico en Argentina. Las provincias de Neuquén y de Buenos Aires:
Dos provincias de nuestro país ya tienen en funcionamiento el juicio por jurados
clásico, Neuquén y Buenos Aires.
4.1.- La vigencia actual en Neuquén:
En nuestro país, la provincia del Neuquén ha sido la primera en poner en vigencia este
sistema a través de su nuevo Código Procesal Penal –Ley 2784, publicada en el Boletín
Oficial el 14/11/2011, que comenzó a regir el 01/01/2014-.
Los codificadores decidieron incorporar el trámite al cuerpo legal y no dejarlo librado a
lo que se reglamente en una ley especial por un criterio de coherencia procesal y por el
riesgo a que no se legisle sobre el punto y se pierda la oportunidad histórica de su
vigencia.
Hasta el mes de agosto de 2014 ya se habían realizado 7 juicios por jurados (5 en
Neuquén capital, 1 en Cutral Có y el restante en Junín de los Andes), con 6 condenas y
una absolución.
En cuanto a la competencia, se desarrollan obligatoriamente por jurados las
acusaciones por delitos contra la vida, la libertad sexual y los que tengan el resultado
muerte o lesiones gravísimas con pena de más de 15 años solicitada por el fiscal (art.
35 CPPN).
En cuanto al trámite, al igual que en el juicio oral común, se divide en dos etapas:
Audiencia de Control de la Acusación –ante juez técnico- y Audiencia de Juicio por
Jurados.
La Audiencia de Control de la Acusación tiene vital importancia, pues se debe pasar el
filtro del juez técnico ante quien se determina si el Fiscal tiene elementos a para ir a
juicio y se define el hecho, la calificación jurídica y las pruebas para sostenerlo (control
de legalidad y pertinencia).
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En cuanto a la Audiencia de Juicio por Jurados, en ella se determina si se han probado
los hechos materia de acusación y si el acusado es culpable.
El jurado se integra con 12 jurados titulares y 4 suplentes, todos legos, la mitad
hombres y la otra mitad mujeres. Una vez sorteados del padrón, se los convoca a una
Audiencia de Selección de Jurados y el juez técnico les pregunta si se encuentran en
algunos de los impedimentos legales para ser jurados; luego pueden excusarse; acto
seguido las partes pueden recusarlos con causa; y finalmente los actores penales en su
conjunto pueden decidir una (1) recusación sin causa y los defensores en su conjunto
pueden recusar sin causa a un (1) jurado. Es decir, uno por todos los acusadores y uno
por todos los defensores/imputados.
Se convoca a audiencia de debate, donde puede decirse que es el que más se nutre del
proceso acusatorio adversarial, por cuanto:
a) no se leen alegatos de apertura sino que se presenta oralmente el caso;
b) los jueces no preguntan y sólo dirigen la audiencia e instruyen al jurado;
c) las pruebas son incorporadas a la audiencia por los testigos y peritos, siguiendo
el criterio de litigación adversarial; lo mismo sucede para la incorporación de la
prueba material;
d) se formulan oralmente los alegatos de clausura;
Una vez finalizado el debate, el trámite sigue con una audiencia donde el juez técnico
convoca a los Acusadores y a las Defensas en la que deben proponer, discutir y definir
las instrucciones que se darán al jurado. Las propuestas de instrucciones pueden ser
impugnadas y son resueltas por el juez técnico. En caso de rechazo, constituyen
protesta para recurrir la sentencia en cuanto la redacción, inclusión o exclusión de
alguna instrucción puede condicionar la decisión y/o afectar el derecho de defensa.
Se convoca al jurado a la sala de Audiencias, donde el juez les entrega las instrucciones
por escrito y se las explica.
El jurado pasa a deliberar en sesión secreta y en caso de dudas, deben comunicarlas
por escrito al juez técnico, quien convocará a una audiencia idéntica a la de
elaboración de instrucciones para responder las dudas.
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El jurado debe emitir su veredicto contestando a las preguntas formuladas en las
instrucciones, y declarará probado o no probado el hecho y la inocencia o la
culpabilidad del acusado. Para la declaración de culpabilidad son necesarios 8 (ocho)
votos afirmativos de los 12 (doce).
Luego el juez técnico dicta la sentencia que, si es de culpabilidad, en lugar de
motivarla, se deben transcribir en ella las instrucciones dadas al jurado.
En este sistema los recursos tienen como objeto de impugnación, fundamentalmente,
esas instrucciones. El veredicto no es recurrible y sólo lo es la “sentencia”. Si es
absolutoria, en principio no es recurrible, salvo prueba de soborno al jurado. Si es
condenatoria, procede específicamente por: a) Inobservancia a las reglas de
constitución del jurado; b) Arbitrariedad en el rechazo de pruebas que afecten el
derecho de defensa; y c) Cuando se cuestionaron las instrucciones y éstas
condicionaron su decisión.
4.2.- La vigencia actual en la provincia de Buenos Aires:
Mediante Ley 14.543 publicada en el Boletín Oficial el 27/09/2013, se incorporó el
juicio por jurados clásico a la provincia de Buenos Aires.
En la actualidad no se celebrado aún ningún juicio por jurados, estando en trámite la
preparación del primero que se espera para fines de 2014.
Es obligatorio para los hechos contenidos en la acusación que constituyan delito que
en abstracto tengan una pena superior a 15 años de prisión o reclusión, siendo
renunciable por el imputado (art. 22 bis, CPPBA).
El jurado estará integrado por 12 titulares y 6 suplentes que serán extraídos del padrón
oficial que se confecciona una vez al año para cada departamento judicial. Del padrón
se sortean 48 miembros que serán sometidos a la Audiencia de Selección de Jurados.
En dicha audiencia, al igual que en Neuquén, se interroga a los jurados sobre los
impedimentos, la posibilidad de excusación, se los puede recusar con causa, y para las
recusaciones sin causa se amplía a cuatro (4) por parte, y en caso de pluralidad de
acusadores o defensores podrán cuatro (4) en forma colectiva, más dos (2) por cada
uno por separado. En caso de pluralidad de acusadores frente a un imputado o
viceversa, quien actúa solo tiene derecho a igual cantidad de recusaciones que el total
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de la parte plural. Cada jurado que cumpla su función queda impedido de ser
designado en los tres (3) años siguientes.
El trámite continúa con la Audiencia de Debate ante el Tribunal de Jurados, donde se
toma el juramento a éstos y se procede a la Apertura del Debate que seguirá el trámite
del juicio oral común, donde se identifica al imputado y se concede la palabra a las
partes para que establezcan sus líneas de acusación y defensa.
Se incorpora la prueba siguiendo criterios de litigación adversarial (examen y
contraexámen de testigos y peritos e incorporación de prueba material –aunque con
criticables resabios del viejo sistema con introducción por lectura-); y se formulan los
alegatos de clausura.
Clausurado el debate, se realiza una audiencia donde el juez técnico y las partes
proponen, debaten y fijan las instrucciones que se darán al jurado, siendo similar al de
Neuquén en cuanto a la impugnación y protesta contra las instrucciones fijadas por el
juez, a los fines de impugnar la sentencia.
El jurado reingresa a la sala y el juez técnico les explica las normas para deliberar y
entrega por escrito las instrucciones. El jurado delibera en sesión secreta por un plazo
de no más de 2 días, salvo enfermedad grave de algún jurado que se puede extender
hasta un máximo de 10 días. Las dudas sobre las instrucciones se comunicarán por
escrito y se resuelven del mismo modo que su elaboración.
Finalizada la deliberación se convoca a la audiencia para leer el veredicto, que si es de
culpabilidad deberá requerir como mínimo diez (10) votos afirmativos, salvo en caso
de prisión o reclusión perpetua que se requerirá unanimidad de los 12.
El veredicto debe pronunciarse sobre si el hecho de la acusación existió y luego la
participación de cada imputado.
Aquí aparece el criticable Jurado estancado, que se produce cuando luego de tres
votaciones no se arriban a las mayorías necesarias para la condena. En tal caso, se
requiere al Fiscal o el particular daminificado que hubiere acusado sostengan la
acusación. En tal caso, se vuelve a votar y si no arriban a las mayorías, el juez técnico
disuelve el jurado y dispone la realización de un nuevo juicio con otro jurado.
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Es insostenible que al no llegarse a las mayorías se disuelva al jurado en lugar de
absolver al imputado ya que las insistencias para obtener una condena colisionan
contra el estado de inocencia del acusado y la reiteración del juicio contra el ne bis
inidem y el plazo razonable de juzgamiento, por lo que resulta a todas luces
inconstitucional.
Si el veredicto es de culpabilidad o de no culpabilidad por inimputabilidad, se
convocará a audiencia de cesura del juicio donde se debatirá la pena o medida de
seguridad aplicables, y las cuestiones civiles y de costas.
El veredicto es irrecurrible, siéndolo sólo la sentencia condenatoria, pero no la
absolutoria.
Sin perjuicio de ello, en una norma que también resulta criticable desde el punto de
vista político constitucional, se prevé que el juez técnico puede decretar la nulidad del
veredicto de culpabilidad si estima que es manifiestamente contrario a la prueba
producida.
Siendo que el pueblo es soberano –cuestión que se analiza infra- el juez como
representante del pueblo carece de poder para anular un acto de aquél, pues la
soberanía como tal, no admite ningún tipo de autoridad sobre ella que pueda
modificar sus decisiones.
En cuanto a los recursos, se impugna la sentencia y no el veredicto. La sentencia es el
“fallo” derivado del veredicto. Pero como este último no es fundado, se recurren las
instrucciones. Por ejemplo si se cuestionó una instrucción en cuanto no se permitió
que el jurado tratara una legítima defensa, al impugnar la instrucción y dejar asentada
la protesta, luego se recurre la sentencia por violación al derecho de defensa.
En cuanto a la procedencia del recurso contra la condena, es similar al de Neuquén,
salvo que introduce además el apartamiento manifiesto de la prueba producida en el
debate. Esta causal resulta groseramente desacertada5en virtud de la irrecurribilidad
del veredicto, oponiéndose a lo establecido en los arts. 24 y 118 de la Constitución
Nacional.
5.- El Jurado Escabinado en Argentina:
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GRANILLO FERNÁNDEZ, Héctor; op. cit., p.178.
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El modelo Escabinado el jurado se integra por jueces técnicos y jueces legos que
deliberan y deciden conjuntamente en un colegio y en pie de igualdad, la sentencia es
dictada por deliberación y voto de los jurados pero es fundada por el juez técnico y sin
un veredicto anterior de culpabilidad o inocencia.
En Argentina, se pretendió establecer a partir del Proyecto de Código Procesal Penal
de la Nación de 1987, elaborado por Julio B. J. Maier y su ley orgánica que preveía
tribunales colegiados compuestos por jueces técnicos, conjueces letrados y jurados,
cuya integración variaría de acuerdo con la competencia y el tipo de tribunal que
intervendría en cada etapa del proceso.
El art. 30, establecía que se integrarían así: 1) Tribunal Criminal: dos jueces
permanentes, un conjuez letrado y dos jurados; 2) Tribunal Correccional: un juez
permanente, un conjuez letrado y un jurado; 3) Tribunal del Procedimiento
Intermedio: tres jueces permanentes para casos graves y un juez permanente para los
restantes; y 4) Juez de la Instrucción: un juez permanente. Los jueces permanentes
eran funcionarios estables, presidían el tribunal, dirigían el debate y dictaban las
resoluciones interlocutorias, los conjueces eran abogados de la lista de matriculados,
por lo que también eran jueces técnicos pero sin permanencia; y los jurados eran
ciudadanos elegidos del padrón electoral.
Luego del debate oral, público y contradictorio, la sentencia debía ser producto de la
deliberación (art. 319, proyecto de CPPN) y estar debidamente fundada en los hechos,
la autoría, la prueba y el derecho (art. 323, proyecto de CPPN), siendo recurrible en
Casación (arts. 338, 343 y concordantes, proyecto CPPN).
En la provincia de Córdoba, la ley 9182 del 09/11/2004, estableció el primer juicio
por jurados en nuestro país, de modelo escabinado, con tres jueces técnicos
permanentes (jueces de la Cámara del Crimen) más ocho miembros legos titulares y
cuatro legos suplentes, elegidos del padrón.
El juicio por jurados es obligatorio cuando en la acusación se atribuyan delitos del
fuero penal económico y anticorrupción administrativa, homicidio agravado, contra la
integridad sexual con resultado muerte, secuestro extorsivo seguido de muerte,
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homicidio con motivo u ocasión de tortura, o con motivo y ocasión de robo, todos del
Código Penal de la Nación.
El jurado se elige de un listado depurado del padrón electoral y por sorteo en
audiencia que se cita a las partes, en un total de veinticuatro (24) de ambos sexos y en
partes iguales, pero se integra por orden cronológico con los primeros 12 (ocho
titulares y cuatro suplentes).
El jurado podrá excusarse, pueden ser recusados con causa y, en el caso que sea sin
causa, se admiten hasta un jurado por la defensa y uno por la fiscalía.
El presidente de la Cámara del Crimen oficiará de presidente del tribunal y dirigirá el
debate, realizará preguntas, indagaciones, ordenará lecturas de actas de la
investigación, recibirá juramentos y moderará la discusión (art. 29). También participa
de las deliberaciones pero no tendrá voto, salvo en los casos que deben votar los tres
jueces técnicos (incidentes, calificación legal, pena, cuestiones civiles y costas). Los dos
restantes jueces técnicos votan sobre la existencia del hecho y la responsabilidad del
acusado junto con los legos, y el presidente del tribunal técnico solo tendrá voto
decisivo en caso de empate.
El procedimiento se asemeja al juicio oral de diseño nacional o federal, alejándose del
proceso acusatorio con litigación adversarial, pudiéndose advertir críticamente que:
a) Al abrirse el debate, se lee la acusación;
b) Luego las partes presentan su caso (reiteración de la acusación más el relato de
la defensa);
c) El presidente del tribunal –técnico- le explica los alcances de la acusación al
imputado y verifica que la haya comprendido;
d) Si bien el art. 34 prohíbe que el jurado conozca las constancias de la
investigación penal preparatoria, en la ciudad de Córdoba, se le entregan
copias;
e) Aunque el art. 34 también prohíbe formular preguntas al jurado, en la ciudad
de Córdoba, he constatado que el jurado técnico formula preguntas y pide
aclaraciones;
15
16
f) En la ciudad capital, también se introducen actas de la investigación por lectura
y hasta se dan por conocidas sin introducción a través de la entrega de copias
de la investigación al jurado, aunque ello esté prohibido.
Luego se producen las conclusiones de las partes y se le concede La penúltima palabra
a la víctima y la última palabra al acusado.
Se pasa a la deliberación secreta entre jueces técnicos y jurados, pudiéndose ordenar
la reapertura del debate para ampliar pruebas –lo que implica una actuación oficiosa
que contraría el proceso acusatorio constitucional-.
En la deliberación se vota por mayoría simple, donde la fundamentación será a cargo
de los jueces técnicos. En caso de discrepancia entre los técnicos y los legos, la
fundamentación quedará a cargo del presidente del tribunal, aún cuando su convicción
sea contraria al resultado de la votación.
La sentencia, por ser fundada, es recurrible en los mismos casos que en el juicio oral
común.
Sin perjuicio de los cuestionamientos apuntados respecto de esta regulación, el día
viernes 08/08/2014, asistí a un juicio por jurados celebrado ante una sala de la Cámara
del Crimen de la ciudad de Córdoba, donde me surgieron algunas observaciones que
estimo necesario plasmar en cuanto pueden resultar criticables:
a) No observé que las partes y el tribunal letrado utilizaran técnicas de litigación
adversarial, incluso no se objetaron preguntas a pesar de haber múltiples
preguntas sugestivas, reiterativas o compuestas, incluso en el examen directo;
b) Al comienzo de la audiencia, hubo una sobreabundancia de comunicación de
los hechos de la acusación en desmedro de la defensa, toda vez que se leyó la
requisitoria fiscal por Secretaría, se formuló el alegato de apertura por el Fiscal,
el juez técnico interrogó al imputado si había entendido la acusación y, por las
dudas, se la reiteró nuevamente en forma completa (3ª vez que se introduce la
acusación). En cambio, la defensa sólo pudo hacer la presentación del caso en
una oportunidad. Esto determinó que en el jurado lego –y en el público donde
me encontraba-, quede más fijada la hipótesis de la Fiscalía.
16
17
c) Los jueces técnicos preguntan en cualquier momento a los testigos –al
principio, durante el interrogatorio de las partes y después para aclarar dudas-;
d) Se introduce por lectura la investigación penal preparatoria. Al respecto cabe
traer a colación el fallo “Benitez, Aníbal Leonel”6 (CSJN - 2006), en el que, si
bien se tuvo en miras derecho de defensa del acusado al garantizarle el
derecho de interrogar a los testigos en forma directa lo que no se produjo por
la incorporación del testimonio por lectura (art. 8, 2 f-, Convención Americana
DDHH), de ese mismo derecho emerge lógicamente que esa incorporación por
lectura también priva al tribunal de la inmediación con la prueba en base a la
que se formará la convicción que luego deberá reflejar en su voto.
e) Se exhibió un croquis de la investigación a un testigo y sus referencias fácticas
sobre éste solo pudieron ser vistas por los abogados litigantes, es decir, lejos de
la vista del jurado;
f) En el caso, se juzgaban 5 hechos diferentes (robo de una moto, tentativa de
robo a una casa, tentativa de robo de un automotor, otro robo y un homicidio
críminis causa–muerte de una anciana a golpes dentro de su casa por quien
ingresó a robar-); pero sólo se recibieron dos testigos no presenciales del
último hecho, lo demás se incorporó como prueba escrita de la investigación;
g) Según comentó una defensora pública, se le entregan copias de la investigación
al jurado para que resuelva ante la carencia de inmediación con la prueba en la
audiencia.
Todo ello, me permite sacar algunas conclusiones que derivan también de anécdotas
comentada por la Dra. Susana Frascaroli en oportunidad de su intervención como
disertante en el XI Encuentro Nacional de Profesores de Derecho Procesal Penal
(Córdoba, agosto de 2014), en el que refirió que en su experiencia como defensora
pública advirtió la influencia que ejercen los jueces técnicos en las decisiones de los
jurados legos al deliberar en conjunto, incluso con anécdotas sobre “lo que un juez
técnico comentó respecto de lo que le costó convencer al jurado lego para darle al
imputado una perpetua cuando le querían aplicar circunstancias extraordinarias de
6
Fallos, 329:5556
17
18
atenuación” o cuando “un jurado lego la encontró fuera del Palacio de Justicia cuando
se retiraban al terminar el juicio y la abordó para decirle `no vengo más porque
queríamos absolver al imputado pero el juez técnico –que es el que sabe- nos convenció
que le dieran 21 años de prisión’ ”.
Estas referencias críticas pueden ratificarse con datos estadísticos del juicio por
jurados en la provincia de Córdoba7:
a.- Desde 2005 hasta agosto de 2014 se realizaron 301 juicios, el 60% en la ciudad
capital y el 40% en el resto de la provincia, siendo un 84% homicidios y 14% el resto de
delitos.
b.- De ese total, el 87% fueron condenas y el 13% absoluciones, lo que coincide con los
porcentajes de condenas y absoluciones en juicios orales comunes con jueces técnicos.
c.- Las condenas fueron un 76% por unanimidad y un 24% con disidencias; y las
absoluciones con un 70% de unanimidad y un 30% de disidencias.
d.- No hay información el porcentaje de jueces técnicos que votaron por las
disidencias.
Por tanto, siendo que no hay diferencias en los resultados entre el juicio oral común y
el realizado con jurados en un marco de gran intervención de los jueces técnicos, no
quedan dudas que los letrados tiene una influencia decisiva en la sentencia.
Es indudable que toda persona puede ser influenciada por otra, máxime si quien lo
intenta es idóneo, profesional o especialista científico en una materia, y de ello no
escapan los jurados legos ni los medios de comunicación.
Del mismo modo, parece relevante también la influencia que provocan en las
decisiones la incorporación de la investigación fiscal y las actas sin ser sometidas al
control de partes en la audiencia y pueden ser consultadas para determinar el
resultado, máxime cuando para ello median los jueces técnicos.
6.- La soberanía popular y el jurado:
7
Fuente: Conferencia del Dr. Carlos Ferrer en ocasión del XI Encuentro Nacional de Profesores de
Derecho Procesal Penal, Córdoba, 8 de agosto de 2014.
18
19
El término soberanía refiere a la existencia de un poder absoluto, ilimitado y perpetuo,
por lo que un poder es soberano cuando no depende de otro, cuando es
independiente y cuando no puede estar sometido a control.
El concepto moderno de soberanía fue creado en el siglo XVI por el francés Jean Bodin
y aplicado al poder del rey de Francia, justificando la monarquía absoluta donde el rey
detentaba todo el poder al que se le adjudicaba un origen divino.
Al rey se lo llamaba “el soberano” y tuvo su máxima expresión en Luis XIV quien acuñó
la frase “El Estado soy yo”, evidenciando su ideología absolutista por la que se
consideraba su autoridad como única y soberana.
Con el advenimiento del liberalismo económico y político de los pensadores ingleses
que fueron seguidos por los franceses, y frente al descontento de la clase burguesa con
la economía y los altos tributos exigidos por los reyes absolutistas, se halló un terreno
fértil para que con los ideales de “libertad, igualdad y fraternidad” se produjera la
Revolución Francesa en 1789, instaurando una Monarquía Constitucional mediante la
Constitución de 1791 donde se plasmó la idea de división de poderes que Montesquieu
había tomado de sus años de vida y estudio en Inglaterra.
Si bien esto fue un hito en la ideología política del mundo occidental, tuvo su fin en con
el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799 donde instauró el Consulado que
derivó en que luego ocupara el cargo de Emperador de Francia en 1804, donde
expandió su poder por Europa hasta que luego de las derrotas en la Batalla de las
Naciones –cerca de Leipzig- y en la de Waterloo, abdicó en 1814, siendo sucedido por
Luis XVIII quien “restauró” la monarquía constitucional donde el pueblo elegía a sus
representantes para que los gobiernen.
Tal como escribía Montesquieu, en el Estado hay tres poderes que son
interdependientes unos de otros y por tanto, son garantía de las libertades del pueblo.
Por el Contrato Social de Rousseau, ese pueblo es una unidad de costumbres y hábitos
de vida en común, cuyos integrantes acuerdan formar un Estado para gobernarse
mejor en forma soberana, es decir, ejercer la soberanía.
19
20
Así, se acuña la idea de democracia representativa, por la cual el pueblo –soberanoelige a sus representantes a quienes delegan el poder pero nunca la soberanía que la
siguen conservando.
Por ello, los miembros de cada uno de los poderes son gobernantes pero como
servidores de la voluntad popular.
Entonces, lejos de las democracias directas que existían en las pequeñas comunidades
o en Atenas como ciudad estado, los grupos sociales se expandieron en ciudades
populosas y se organizaron en Estados que son gobernados por aquellos
representantes elegidos mediante el sufragio.
Nuestro país tomo el modelo anglosajón liberal en una realidad marcada por la
naciente independencia del dominio español.
La Constitución Nacional de 1853 diseñó un sistema democrático y republicano de
gobierno en la que el pueblo conservó la soberanía y delegó el poder en sus
representantes.
Ya en el Preámbulo los Constituyentes se definen como “Nos los representantes del
pueblo de la Nación Argentina”; en el art. 1º establece que se “adopta para su
gobierno la forma representativa republicana federal”; en el art. 22 dispone que “El
pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes”; y en art. 33
declara que la enumeración de garantías no implica la negación de otras no enunciadas
que “nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de
gobierno”.
En este marco constitucional no quedan dudas que el soberano es el pueblo y que sus
autoridades son fruto de la voluntad popular constituyente quien los dispuso como sus
representantes.
Pero además, el pueblo constituyente ordenó a sus representantes que dicten leyes
para que los juicios criminales se realicen bajo la forma de jurados, es decir, que la
forma “constitucional” del proceso penal exige que los ciudadanos que sean acusados
de cometer delitos sean juzgados por sus pares.
Esos pares son el pueblo soberano que conservó ese poder de decidir la culpabilidad o
inocencia del acusado por la autoridad estatal a través del dictado del veredicto.
20
21
Por ello, esa decisión, ese veredicto constituye el acto más genuino de soberanía y
voluntad popular que tiene toda la constitución nacional, y como tal, el término
soberanía, conforme definiera al inicio, se refiere a un poder absoluto, ilimitado y
perpetuo que no puede estar sometido a control, porque de estarlo, perdería su “ser”.
7.- El veredicto y la sentencia:
Es necesario diferenciar los conceptos de veredicto y de sentencia, para verificar su
naturaleza, origen, alcance y posibilidad de su impugnación.
El veredicto es la decisión tomada por los jurados luego de la deliberación que en
forma secreta realizan al finalizar el debate oral, por la que, sin expresar los
fundamentos que tuvieron en cuenta, disponen declarar la inocencia o culpabilidad del
acusado.
Es una decisión tomada por los pares, por el mismo pueblo soberano que los juzga
conforme sus convicciones íntimas que emanan de sus costumbres, su cultura, sus
razones e idiosincrasia vigentes en un lugar y momento dado; y esa decisión es la
expresión máxima de una facultad no delegada en sus representantes.
La sentencia es la resolución judicial que, en cumplimiento del mandato emanado del
pueblo que emerge del veredicto, establece la pena correspondiente al delito por el
que fue declarado culpable, o bien se limita a ratificar su inocencia frente a la
acusación.
Ambos son momentos distintos y tienen emisores diferentes, puesto que el veredicto
emana del pueblo soberano y la sentencia del juez como representante de aquél.
8.- La fundamentación del ¿veredicto o de la sentencia?
El veredicto que por naturaleza es sin expresión de los fundamentos que llevaron a su
dictado, contrasta con la tradición jurídica europea continental de la legislación
argentina por la que las sentencias deben ser fundadas debidamente.
La cuestión de motivar o no las sentencias ha variado en la historia jurídica y comienza
principalmente en Grecia y Roma donde no se pensaba en la motivación o
fundamentación de las decisiones, dado que su modo de resolver los conflictos
comenzaron siendo rudimentarios.
21
22
Cuando se planteaba algún problema debían recurrir a quien fuera reconocido por su
sabiduría en derecho (las costumbres eran la fuente principal del derecho en los
comienzos de Roma), y lo designaban para que resuelva el conflicto. El trámite era
absolutamente oral y las personas se presentaban ante el juzgador, le planteaban
verbalmente la cuestión y éste decidía el pleito a favor de uno u otro mediante la
aplicación del derecho.
Esto hace suponer que casi con seguridad no se realizaba ningún tipo de
fundamentación de dicha resolución, sino que el juzgador emitía solamente un
veredicto y, en su caso, la sanción a aplicarse. Lo mismo sucedía en cuestiones
fundamentales para el gobierno de Roma, se sometía la decisión de la cuestión a una
asamblea popular que votaba el veredicto (v.gr.: provocattio ad populum).
A fines del siglo XVIII, la reacción de las ideas liberales contra los monarcas absolutos
derivó en la Revolución Francesa, a partir de la cual se cambia de rumbo.
Por su parte, desde la edad media, en el derecho español el juzgamiento estaba regido
por la Inquisición, donde los procesos resultaban secretos, sumarios y no
contradictorios, y la decisión era tomada por un tribunal representante del monarca,
siendo éste quien la controlaba.
Pero, al compás de la Revolución Francesa y de los movimientos libertarios, en las
Provincias del Río de la Plata se comenzó a cambiar hacia un sistema que garantice las
libertades individuales, que, lógicamente, incluyó la motivación de las sentencias
judiciales que eran dictadas por los jueces como representantes del pueblo.
Esa tendencia se afianza luego de la Constitución Francesa de 1793, que en su art. 94
establece que los jueces “motivan sus decisiones”; y la Constitución Francesa de 1795
que, en su art. 208, agregó que las sentencias deben enunciar los términos de la ley
que apliquen8.
Las instituciones y modos de juzgamiento españoles pasaron a nuestro continente. El
Reglamento del 25 de Mayo de 1810 dictado por el Cabildo de Buenos Aires que crea
la Real Audiencia; el Decreto de Seguridad Individual de 1811 establece el juicio previo
SAGÜÉS, Néstor Pedro; Derecho Procesal Constitucional - Recurso Extraordinario”, 2ª edición
actualizada y ampliada; Buenos Aires, 2ª quincena de mayo de 1989, Editorial Astrea, 1989, Tomo 2, p.
224.
8
22
23
y sentencia legal (reiterado luego en el proyecto de Constitución de 1813 y la
Constitución de 1819); esta misma Constitución de 1819 prevé también la publicidad
de los juicios y los votos de las sentencias; y el Estatuto Provisional de 1815, de 1816 y
el Reglamento Provisorio de 1817, establecen que las sentencias criminales para ser
válidas deben ser pronunciadas en base al texto expreso de la ley; evidenciando que se
intentaba eliminar los abusos de las autoridades españolas y que se preocupaban
porque sólo a través de una sentencia motivada se podía legalmente aplicar una
condena, debiendo ser aquélla dictada después de un proceso judicial previo por los
funcionarios designados9.
Luego, con el dictado de la Constitución Nacional de 1853 y la incorporación de Buenos
Aires con la reforma de 1860, se sentaron las bases de la legislación que hoy perdura:
independencia del Poder Judicial, libertad individual y garantías procesales, creación
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, más la facultad concedida al Congreso
Nacional para establecer tribunales inferiores y la delimitación de la competencia
federal, incluyéndose al mismo tiempo la obligatoriedad del juicio por jurados en
causas criminales, que fue ratificada en la reforma del 1994.
Entonces, la necesidad de motivación más la creación del concepto de la arbitrariedad
desde la Corte Suprema de Justicia de la Nación, tiene su fundamento en que quien
dicta sentencia es el gobierno, la autoridad, decidiendo los destinos del pueblo. En
definitiva, se construye como un presupuesto para evitar los abusos del monarca.
En cambio, cuando el que juzga al acusado es un par del pueblo, quien decide según el
sentido común y en base a las pruebas conocidas con inmediación y conforme a las
instrucciones dadas sobre cómo valorarla y sobre las reglas para dictar el veredicto. Ya
no aparece la exigencia de la motivación pues el jurado representa la soberanía
popular y la voluntad de la comunidad.
Por tal motivo, y siguiendo el razonamiento de Julio B. J. Maier, la Constitución
Nacional Argentina no presta apoyo a aquellos que pretenden que la reconstrucción de
hechos integrante del veredicto penal deba ser motivado, tanto porque no existe en el
texto constitucional ninguna oración de la que se pueda desprender esa exigencia,
“Estatutos, Reglamentos y Constituciones Argentinas”, Buenos Aires, junio de 1962, Fondo Jurídico
Ediciones, 1962.
9
23
24
como porque se ha estimado consustancial a nuestra forma republicana de gobierno el
juicio por jurados.
9.- La impugnación del “fallo” en las convenciones de derechos humanos y la
garantía del “doble conforme”:
El jurado clásico se caracteriza por estar integrado por ciudadanos comunes o pares,
quienes no expresan los motivos que apoyan al veredicto. Entonces no sería contraria
a nuestra Constitución una ley procesal que, receptando el mandato constitucional,
reglamentara que el jurado disponga la inocencia o culpabilidad sin exponer
públicamente los motivos de la decisión.
La Convención Americana de Derechos Humanos (CADH), estableció en su artículo 8
sobre las Garantías Judiciales que “… 2. … Durante el proceso, toda persona tiene
derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: … h) derecho de
recurrir del fallo ante juez o tribunal superior”, con una regulación similar en el art. 14,
5) del Pacto de Derechos Civiles y Políticos.
A partir del año 1994, con la reforma constitucional, se incorporaron los pactos al texto
constitucional y se sucedieron fallos de la Corte Suprema Nacional respecto a si la
legislación vigente cumplía con la obligación asumida en los tratados internacionales.
Originariamente la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo que el derecho de
toda persona inculpada por un delito de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior,
previsto en el art. art. 8, apartado, 2 inc. h) de la CADH se encontraba satisfecho por la
existencia del recurso extraordinario.A partir del fallo “Jáuregui”10 la Corte se pronunció expresamente sobre la posibilidad
de aplicar el Pacto de San José de Costa Rica al derecho interno y hacer efectiva la
garantía de la doble instancia.
Por su parte, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (ComIDH), en el caso
"Maqueda", sostuvo que el recurso extraordinario federal prescripto en el art. 14 de la
ley 48 no satisfacía la garantía de la doble instancia, recomendando "... el Estado
argentino está obligado a establecer un mecanismo ordinario que garantice la doble
instancia en el procedimiento establecido por la ley 23.077 (Adla, XLIV-C, 2535) con el
10
Fallos 311:274
24
25
fin de lograr la compatibilidad de dicha norma con la Convención Americana de
acuerdo a lo establecido por su art. 2°".
En 1995, a través del fallo “Giroldi”11, habiendo variado las condiciones en la
legislación la Corte sostuvo que “el recurso extraordinario no constituye un remedio
eficaz para la salvaguarda de la garantía de la doble instancia que debe observarse
dentro del marco del proceso penal como "garantía mínima" para toda persona
inculpada de un delito (artículo 8°, párrafo 2°, apartado h, de la Convención)” y declaró
la inconstitucionalidad de la limitación establecida en el artículo 459, inc. 2°, del Código
Procesal Penal de la Nación en cuanto impide al imputado recurrir en Casación la
sentencia condenatoria que no supere los tres años de prisión.
Si bien esto implicó un significativo avance, el recurso de casación se mantuvo como
garantía de la doble instancia a pesar de las limitaciones que el recurso en sí implicaba.
La Corte Interamericana se pronunció en el año 2004 sobre el derecho de recurrir del
fallo en el caso “Herrera Ulloa, Mauricio c. Costa Rica” (Sentencia de 2 de julio de 2004,
Serie C, Nro. 107), disponiendo que el Estado debía dejar sin efecto la condena
impuesta en el proceso en el que fueron violados sus derechos y, dentro de un plazo
razonable, adecuar su legislación, en lo relativo al recurso de la persona condenada
penalmente, según los fundamentos expresados en su sentencia.
A partir de dichos fallos la doctrina comenzó la discusión sobre si el recurso de
casación satisfacía la garantía del doble conforme previsto los pactos.
Fue así que en el año 2005, en el fallo “Casal”12, la Corte Nacional dio un paso
fundamental en orden a adecuar el sistema de juzgamiento penal a los pactos
internacionales y los requerimientos de la Comisión y la Corte interamericanas.
La Corte estableció que el recurso de casación previsto en el art. 456 del CPPN debe
permitir una revisión amplia de la sentencia en la medida de lo posible incluyendo
cuestiones de hechos y de derecho, y teniendo como límite la revisión de aquello que
emerja de la inmediación.
11
12
Fallos 318:514, L.L. 1995-D-469.
Fallos, 328:3399.
25
26
Esta doctrina de la Corte ha generado que los nuevos códigos procesales penales
provinciales la asimilen previendo que el recurso contra la sentencia dictada por el
Tribunal de Juicio oral y público pueda ser impugnado a través de un recurso amplio (v.
gr. Código Procesal Penal de Santa Fe, Ley 12.734, art. 394, sobre Recurso de
Apelación).
Al mismo tiempo, siguiendo las viejas enseñanzas del profesor Julio Maier, el recurso
contra la sentencia es una garantía para el imputado y no alcanza al ministerio fiscal
quien tiene sólo una oportunidad para obtener la condena, y frente a la absolución
carece de recurso.
Si bien no es el punto en análisis, nos advierte claramente sobre la diferencia que
existe entre el derecho que tiene el pueblo (imputado) frente al Estado (su
representante), poniendo en crisis si ese derecho también alcanza al Ministerio Público
Fiscal.
Luego de “Giroldi”, la Corte se expidió en “Arce”13 (1997), sosteniendo que la
limitación para el Ministerio Fiscal prevista en el art. 458 del CPPN no violaba el
derecho a la igualdad de las partes. Para ello, analizó que la Convención Americana de
DDHH, en su art.8,2,h otorga a “Toda persona inculpada … derecho a recurrir del
fallo…” y que para su interpretación se debe recurrir al art. 1, donde conceptualiza a la
“persona” como “todo ser humano”. También se remitió a la Opinión Consultiva nº
2/82 (Corte I. DDHH), por la que las “obligaciones son del Estado hacia Individuos y no
respecto de otros estados”, por lo cual arriba a la conclusión que no se viola la igualdad
a partir de una interpretación sistemática de los pactos y la Constitución Nacional que
conforman un Bloque.
Esto fue ratificado en 2010, cuando la Corte Nacional en el caso “Sandoval”14,
estableció que el Estado carece de la posibilidad de realizar un nuevo juicio luego del
reenvío por anulación de la condena por parte del máximo tribunal, porque se lo
sometería a un nuevo juicio y con ello la posibilidad de una condena (reenvío y
violación al doble juzgamiento).
13
LL, 1997-F, 696
S. 219. XLIV. Recurso de Hecho. Sandoval, David Andrés s/ homicidio agravado por ensañamiento -3
víctimas- Sandoval, Javier Orlando s/encubrimiento -causa n° 21.923/02.
14
26
27
En esa línea de ideas, el derecho al recurso no alcanza al Fiscal por cuanto se estableció
y que el bloque no puede ser invocado por el fiscal (estado) como fundamento de su
facultad para recurrir.
En ese marco, es evidente que son garantías establecidas a favor del ciudadano cuando
es juzgado por el Estado, es decir, por los funcionarios que representan al pueblo. Y a
contrario sensu, no se refieren a garantías del ciudadano frente al pueblo soberano, ya
que éste no puede reconocer autoridad superior alguna que la pueda someter.
Por tanto, siguiendo las agudas reflexiones de Granillo Fernández, cuando los pactos se
refieren al “fallo” se están refiriendo a la “sentencia” y no al “veredicto”15, que se
diferencian claramente por cuanto “el veredicto es la resolución sobre los hechos que
carece de coercibilidad si no se dicta la correspondiente sentencia que, a su vez, debe
respetarlo absoluta y completamente. Es la sentencia la que hace viable su
cumplimiento, aún en forma compulsiva, porque emana del órgano jurisdiccional que
posee, por la ley, la aptitud funcional de hacer cumplir los actos jurídicos que dicta con
el empleo de la fuerza pública. En consecuencia, cuando las normas constitucionales de
referencia garantizan al imputado el derecho a la revisión del `fallo’ de condena, es
indudable que lo hacen en relación exclusivamente con la sentencia. …”, ampliando que
“las disposiciones de la CADH y del PIDCP han sido sancionadas ante una realidad en la
que aún no se hablaba, al menos como ahora, del juicio por jurados por lo que esto
debe ser entendido, necesariamente, en un contexto de interpretaciones hechos, en
general, para juicios sin jurados”16.
Por tanto, no quedan dudas que el doble conforme es una garantía establecida para el
pueblo frente al fallo (sentencia) de condena resuelta e impuesta por un órgano del
Estado, es decir, funciona como garantía frente al Estado.
En cambio, si la decisión la toman los pares¸ es el propio pueblo que, en ejercicio de su
poder soberano, decide luego de una deliberación privada y secreta, la culpabilidad o
inocencia, donde el Estado no tiene injerencia y, por tanto, no se encuentra dentro de
las previsiones de garantías que establecen las convenciones de derechos humanos.
GRANILLO FERNÁNDEZ, Héctor M.; “Juicio por Jurados”, Ed. Rubinzal Culzoni Editores, Santa Fe,
2013, p. 101 a 103.
16
GRANILLO FERNÁNDEZ, Héctor M.; op. cit., p. 102/103.
15
27
28
Sobre el particular es relevante la lectura del fallo “Taxquet vs. Bélgica” del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, donde destaca que en la respuesta a las instrucciones
está la motivación del veredicto –que no se expondrá por escrito por la naturaleza del
mismo-, de manera que lo importante es que de esa respuesta a las instrucciones el
imputado se ha determinado culpable o inocente y, consecuentemente, sepa por qué
fue absuelto o condenado17.
Frente a los cuestionamientos apuntados a los fines de la impugnación, algunos
autores han intentado resolver la cuestión a través de la renuncia a la fundamentación
de la sentencia en tanto como garantía establecida en su favor resulta renunciable por
el acusado (Grisetti18).
Por su parte, Edmundo Hendler, al igual que Granillo Fernández, sostiene que esto se
puede compatibilizar mediante las instrucciones dadas al jurado para formular su
veredicto, que deben elaborarse con intervención de las partes y en audiencia pública,
permitiendo el control previo mediante objeciones y el posterior a través de los
recursos contra ellas, pues “el verdadero sentido de la fundamentación del fallo … se
deduce de esas instrucciones”19.
Por su parte, reitero que Maier20 sostiene que “Nuestra Constitución nacional no
presta apoyo a aquellos que pretenden que la reconstrucción de hechos integrante de
la sentencia penal, esto es, la premisa fáctica del juicio previo fundante de la aplicación
de la pena, deba ser motivada en el sentido indicado. No sólo no existe en el texto
constitucional ninguna oración de la que se pueda desprender esa exigencia, sino que,
por el contrario, la ley fundamental ha estimado consustancial a nuestra forma
republicana de gobierno el juicio por jurados. El jurado clásico, como modelo de
tribunal de juicio, representa la inexistencia de toda expresión de motivos que apoye el
veredicto en el cual concluye, pues, tanto históricamente, como en el derecho
comparado, esos tribunales valoran la prueba por el sistema de íntima convicción, sin
17
Confr. GRANILLO FERNÁNDEZ, Héctor M.; op. cit., p. 72/73.
GRISETTI, Ricardo Alberto. “El juicio por jurados: como conjugar la participación ciudadana y el
requisito de la fundamentación de la sentencia en su implementación ¿jurado escabinado? ¿jurado puro?
¿los dos?. LL 2009 A, ps. 889/900.
19
HENDLER, Edmundo. “Jueces y jurados: ¿Una relación conflictiva?”, En MAIER, Julio B. J. y otros;
.“Juicio por Jurados en el Proceso Penal”. 1ª. edición. Buenos Aires: Ed. Ad Hoc SRL, 2000. p. 30/31.
20
MAIER, Julio B. J. “Derecho Procesal Penal. Tomo I Fundamentos”, 2ª edición, Editores del Puerto
SRL Buenos Aires, 2004 p. 481/485.
18
28
29
necesidad de exteriorizar las razones por las cuales arriban a una determinada
conclusión aprobatoria o desaprobatoria del comportamiento del imputado. De allí
emerge que nuestra misma Corte Suprema haya debido contrariar sus afirmaciones
genéricas acerca de la invalidez de las sentencias infundadas, base de su doctrina sobre
la arbitrariedad, que habilita el recurso extraordinario ante ella, en el único caso
legislativo que supone el juicio por jurados”.
Por ello, continúa sosteniendo que “No sería contraria a nuestra Constitución una ley
procesal que, admitiendo el jurado clásico, permitiera resolver las cuestiones de hecho
afirmándolas o negándolas, sin exponer públicamente los motivos de la decisión. ...”.
Sentado ello, cabe concluir que el veredicto, como voluntad soberana expresada por el
jurado popular no requiere la expresión de los fundamentos de su decisión y está
exento del control de los magistrados técnicos como representantes del soberano21.
10.- Conclusiones:
1.- Resulta indiscutible que la Constitución Nacional de 1853, ratificada en 1994,
mandó establecer el sistema de jurados para la finalización de los juicios por delitos
criminales, por lo que sólo se habrá cumplido cuando todos los hechos con apariencia
de delito sean juzgados a través de jurados.
2.- Que los constituyentes de 1853, al inspirarse en fuentes anglosajonas, y por el
momento de su dictado, sólo pensaron en un jurado clásico propio de aquéllas.
3.- Que el Juicio por Jurados de la provincia de Córdoba ha abierto el camino a la
constitucionalización del proceso penal, siendo invalorable su aporte y experiencia –
con aciertos y errores- para que otras provincias y la nación sigan el mismo camino.
4.- Que el establecimiento de jurados en las provincias de Neuquén y Buenos Aires,
comienzan a plasmar el mandato constitucional.
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La legislación procesal debería establecer, en un jurado clásico, que el veredicto de inocencia y su
sentencia no sean recurribles por el actor penal y el de culpabilidad que genera una sentencia
condenatoria sólo pueda ser impugnado/a pretendiendo la anulación del juicio o la sentencia invocando la
vulneración del debido proceso y/o derecho de defensa, por vía de una acción de revisión posterior.
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5.- Que no debe confundirse el veredicto con la sentencia. El primero es fruto de la
decisión del pueblo como soberano y, como tal, resulta irrecurrible. La segunda, es la
consecuencia del primero y será impugnable en cuanto sea condenatoria.
6.- La sentencia contiene una transcripción de las instrucciones y es impugnable en
cuanto se hayan protestado y afectado el derecho de defensa del acusado.
7.- Las convenciones de derechos humanos establecen garantías de los ciudadanos
frente al Estado, por lo que una decisión del pueblo soberano (veredicto) no se halla
sometido a recurso frente al propio Estado que actúa como representante de aquél.
8.- Las convenciones de derechos humanos garantizan la impugnación del “fallo”
dictado por el juez técnico como representante del pueblo, es decir, sólo se puede
recurrir la sentencia de condena que se dicta como consecuencia del veredicto de
culpabilidad.
9.- Todo veredicto es irrecurrible. También lo es la sentencia de inocencia.
10.- Sin perjuicio de ello, con jurados escabinados, como la sentencia es motivada –
propio de la intervención de un jurado técnico-, se podrá impugnar a través de un
recurso amplio.11.- Resulta inadecuado que un jurado deba fundamentar una decisión que es
contraria a su convicción, pues las razones provienen el uso de la razón y ésta
pertenece a la esencia del hombre, su construcción y expresión no pueden ser
sustituidas ni delegadas, ni siquiera a través de la transferencia a un tercero, porque
siempre en esa manifestación del técnico habrá una interpretación que es propia de
los mecanismos conscientes e inconscientes de su personalidad y subjetividad que se
representan invariablemente en los pensamientos y su concreción al redactarlas en la
sentencia. Esa construcción por quien no participó de la deliberación estaría
produciendo una transferencia o delegación de la esencia del acto de sentenciar a un
juez del gobierno o la autoridad cuando debiera ser la expresión de la voluntad de los
ciudadanos pares del enjuiciado, produciendo una afectación insalvable a la soberanía
popular y el sistema republicano de gobierno.
12.- En definitiva, la incorporación del juzgamiento de los delitos a través del sistema
del jurado clásico debe producirse para cumplir con una vieja deuda en Argentina y en
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Latinoamérica, como máxima expresión del sistema acusatorio y del ejercicio de la
soberanía del pueblo a través del juzgamiento por sus pares. Por ello deben
celebrarse las iniciativas que en nuestras provincias se están dando en pos de la
democratización de la justicia para que represente realmente voluntad de la
comunidad.
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