Adolescencia - Hospital Italiano de Buenos Aires

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Adolescencia
Clínica psicológica
y psicoanalítica institucional
Salud Mental en niños, adolescentes y familias
José Barrionuevo
Compilador y editor
Colaboradores
Cecilia Balduzzi
Luciana Baudry
María Alejandra Debiaggi
Adriana Gullco
Matías Luzuriaga
Schana Sztajfman
Cecilia Trucco
Servicio de Salud Mental Pediátrica
Hospital Italiano de Buenos Aires
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Barrionuevo, José
Adolescencia: clínica psicológica y psicoanalítica institucional . - 1a ed. - Buenos
Aires : delhospital ediciones, 2013.
200 p. ; 22x15 cm. - (Salud mental en niños, adolescentes y familias; 3)
ISBN 978-987-1639-23-6
1. Adolescencia. 2. Clínica. 3. Psicoanálisis.
CDD 150.195
Supervisión editorial y corrección de estilo: Andrea Felsenthal
Diseño y armado: Lorena Szenkier
ISBN 978-987-1639-23-6
Impreso en
Fecha de impresión: agosto de 2013
Tirada: 500 ejemplares.
© delhospital ediciones
Departamento de Docencia e Investigación
Instituto Universitario Escuela de Medicina
Hospital Italiano de Buenos Aires
Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires
delhospital ediciones
Tte. Gral. J. D. Perón 4190, 1er piso, escalera “J”, Departamento de Docencia e Investigación
CABA (C1199ABB)
Tel: (005411) 4959-0200 interno 2997
Web: www.hospitalitaliano.org.ar/docencia/editorial
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Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723.
Todos los derechos reservados.
Este libro o cualquiera de sus partes no podrán ser reproducidos ni archivados en sistemas
recuperables, ni transmitidos en ninguna forma o por ningún medio, ya sean mecánicos
o electrónicos, fotocopiadoras, grabaciones o cualquier otro, sin el permiso previo de la
Sociedad Italiana de Beneficencia en Buenos Aires.
Nota: Los autores y editores han cuidado con especial interés que las dosis de los diversos
fármacos y los diferentes esquemas de tratamiento no farmacológico que figuran en la obra
se adaptaran a los conocimientos vigentes. Debido a que la Medicina es una ciencia en
constante evolución, ante eventuales cambios sobre ellos y la posibilidad de que se hubiera
deslizado un error, se recomienda que el lector efectúe la comprobación oportuna antes de
llevarlos a la práctica clínica. Esta recomendación reviste singular importancia cuando se
trata de fármacos y otros tratamientos de reciente introducción o poco utilizados.
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Índice
Prólogo...................................................................................................13
1. La invención de la adolescencia:
una visión histórica y transcultural
Matías Luzuriaga.....................................................................................15
2. Adolescencia: consideraciones generales
desde una perspectiva psicoanalítica
José Barrionuevo......................................................................................45
3. Problemáticas en la consulta médica con adolescentes
Entrevista a los doctores Carlos Wahren y Cristina Catsicaris
Matías Luzuriaga - Cecilia Balduzzi.......................................................67
4. De ángeles y diablos: un caso clínico
Cecilia Balduzzi.......................................................................................89
5. ADLSCTS: subjetividades on line
Adriana Gullco......................................................................................119
6. Para una ética ante la autoridad
Luciana Baudry.......................................................................................133
7. Marca adolescente: un caso clínico
Schana Sztajfman..................................................................................145
8. ¿“No-adolescentes” en el Servicio de Adolescencia?
María Alejandra Debiaggi.....................................................................153
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9. El despertar de los sueños en El despertar de la primavera
Cecilia Trucco........................................................................................167
10. Sobre admisiones y criterios de supervisión
José Barrionuevo....................................................................................183
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Sobre los autores
Cecilia Balduzzi
Licenciada en Psicología (USAL). Especialista en Psicopatología
Infantojuvenil, con un posgrado en el Hospital de Clínicas José de San
Martín. Especialista en Psicología Clínica de adolescentes y niños, con
concurrencia en el Hospital General de Agudos P. Piñero y en Hospital de
Niños Dr. Ricardo Gutiérrez. Integrante del Equipo de Adolescencia de
Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires. José Barrionuevo
Doctor en Psicología (UBA). Licenciado en Psicología (UBA). Especialista
en la Problemática del uso indebido de drogas (UBA). Coordinador del
Equipo de Adolescencia de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano
de Buenos Aires. Profesor Regular Adjunto de Psicología Evolutiva
Adolescencia (Cátedra 1) de la Facultad de Psicología (UBA). Profesor
Titular de Psicopatología I de la Carrera de Psicología del Instituto
Universitario Fundación Barceló. Investigador categorizado UBACyT.
Luciana Baudry
Licenciada en Psicología (UBA). Especialista en Psicología Infantojuvenil,
con un posgrado en Hospital de Clínicas José de San Martín. Especialidad
en Psicología vincular con niños y adolescentes en Instituto Universitario del
Hospital Italiano. Profesional del Equipo de Adolescencia de Salud Mental
Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires. Miembro Asociado de la
Sociedad Psicoanálisis del Sur.
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María Alejandra Debiaggi
Licenciada en Psicología con Diploma de Honor (UBA). Especialista en
Psicología Infantojuvenil, con concurrencia en el Hospital de Niños Dr.
Ricardo Gutiérrez. Integrante del Equipo de Adolescencia de Salud Mental
Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Adriana Gullco
Licenciada en Psicología (UBA). Profesional del Equipo de Adolescencia de
Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano. Psicóloga miembro del Área de
Adolescentes y Grupos de Adolescentes de Fundación PROSAM. Secretaria
Científica de APORA (Asociación de Profesionales de la Orientación
de la República Argentina). Docente Titular de la materia Orientación y
Subjetividad en la carrera de Especialización en Orientación Vocacional
y Educativa (UNTREF, en convenio con APORA). Coordinadora de la
Carrera de Especialización en Orientación Vocacional y Educativa en la
UCA de Santiago del Estero en convenio con UNTREF y APORA. Docente
titular de la materia Orientación Vocacional y Ocupacional en la Carrera de
Psicología de la Universidad Maimónides.
Matías Luzuriaga
Licenciado en Psicología (UB). Integrante del Equipo de Adolescencia del
Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Profesor de Psicopatología Infantojuvenil y de Diagnóstico y Tratamiento de
Niños y Adolescentes en la Carrera de Psicología de la USAL. Integrante del
Equipo de Familias con Hijos Adolescentes en la Fundación Familias y Parejas.
Schana Sztajfman
Licenciada en Psicología. Profesional del Equipo de Adolescencia de Salud
Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires.
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Cecilia Trucco
Licenciada en Psicología (UBA). Profesional del Equipo de Adolescencia de
Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires. Supervisora
del CENTES Nº 1 (Centro educativo para niños con trastornos emocionales
severos). Supervisora y docente de Centro Nº2. Directora y docente del
curso de postgrado “La dirección de la cura con niños y adolescentes” del
Instituto Universitario Escuela de Medicina del Hospital Italiano de Buenos
Aires. Miembro del Comité de Bioética del CEMIC.
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Prólogo
Roberto Pallia
Jefe del Servicio de Salud Mental Pediátrica
del Hospital Italiano de Buenos Aires
Este libro nace gracias a la producción teórica y clínica de los profesionales del
Equipo de Adolescencia del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital
Italiano de Buenos Aires, quienes han puesto en juego posicionamientos
teóricos y asistenciales, producto del trabajo cotidiano con adolescentes, en
una clínica profundamente articulada con la teoría.
Esta tercera publicación de profesionales de Salud Mental Pediátrica está
dedicada al trabajo psicológico con adolescentes, franja de edad que siempre
invita al cuestionamiento, a la actualización de ideas y a desafíos técnicos en
el abordaje terapéutico.
Nuestro Servicio de Salud Mental desarrolla su actividad de prevención,
asistencia, docencia e investigación, en la órbita del Departamento de
Pediatría, lo que implica el trabajo asistencial con niños, adolescentes y sus
familias desde los primeros momentos de la vida, el embarazo y nacimiento,
hasta los 17 años de edad.
Los adolescentes han ido cambiado a lo largo del tiempo, y el siglo XXI no
es la excepción. Nuevas configuraciones socioculturales atraviesan la clínica:
desde las configuraciones familiares, hasta incluso los cambios civiles ligados
al reconocimiento de la mayoría de edad a los 18 años, que contrasta con la
tendencia urbana a permanecer en la casa familiar el mayor tiempo posible.
El acceso a libertades también pone en juego la capacidad de hacerse cargo
de las nuevas situaciones.
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Los adolescentes, avanzan más rápido que los libros sobre desarrollo
emocional, están imbricados en modelos familiares complejos, en realidades
sociolaborales inéditas, con cambios culturales rápidos e intensos; están
inmersos en la globalización que acerca tecnológicamente, que enciende
logros de imagen y pertenencias efímeras, pero que puede alejar el
intercambio interpersonal, los juegos afectivos y emocionales cambiados
por actos y estímulos vitalizantes, sólo por un corto plazo. Adolescentes con
objetivos a plazos breves, que necesitan inmediatez. Familias con nuevas
configuraciones y muchas veces, mayor distancia afectiva, disfrazada de
espacios que permitan desarrollos y autonomía.
El campo de la salud mental es amplio; en él conviven situaciones y modos
de lectura e interpretación desde distintas posiciones teóricas y por lo tanto,
técnicas, a la hora de realizar una intervención terapéutica. Se mantienen
vigentes las discusiones sobre nosología, diagnósticos, valoraciones,
parte misma de la pluralidad de miradas, y se pone en tensión el trabajo
interdisciplinario. Hoy consideramos la opinión del adolescente y su familia,
no sólo como posición ética del terapeuta sino como derecho de quien
requiere asistencia. Son delicadas las situaciones que requieren intervención
judicial y más cuando necesitamos redes sociales. Los casos clínicos presentan
clara y profundamente, estas complejidades.
Sobre todos estos puntos se encontrarán valiosas reflexiones. Al compartir
ideas y visiones, la generosidad de los autores que plasman como piensan,
como se posicionan, cómo actúan, es elogiable.
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CAPÍTULO 1
La invención de la adolescencia:
una visión histórica y transcultural
Matías Luzuriaga
Introducción
El presente capítulo apunta a una revisión de la bibliografía existente
acerca de la adolescencia, desde el punto de vista de la psicología occidental,
tomando en cuenta, además, la existencia de diferentes concepciones acerca de
la adolescencia en distintos momentos de la historia y en algunas sociedades
que difieren de la nuestra. El objetivo es aportar algo de claridad acerca de
la naturaleza del concepto y de su relativa variación histórica y cultural, para
el abordaje clínico en nuestra labor diaria desde, o al menos, hacia, la salud
mental.
En Occidente y desde hace más de medio siglo, diversas disciplinas como
la Biología, Medicina, Psicología, Sociología, Antropología, etc. vienen
estudiando desde distintos modelos teóricos, el fenómeno que conocemos
como “adolescencia”. Lo describen, generalmente, como una etapa del
desarrollo humano que ocurre entre la infancia y la adultez. El consenso
actual establece su inicio a los doce o trece años de edad, al comienzo de la
pubertad, y su extensión hasta los veintiún años, cuando se alcanza la mayoría
de edad (aunque la Organización Mundial de la Salud [OMS] la ubica
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entre los diez y los diecinueve años). Dichas disciplinas continúan haciendo
interesantes aportes acerca de los fenómenos y procesos involucrados, pero
hay un aspecto que, particularmente, las ciencias de la salud no suelen tener
en cuenta: el aspecto cultural del fenómeno adolescencia en términos de su
naturaleza de constructo social.
En las últimas décadas, se han hecho importantes avances en la
observación y descripción de los procesos de cambio que tienen lugar en
este período de la vida, tanto a nivel orgánico, como psicológico, en el plano
familiar y también en el social.
En el presente capítulo revisaremos brevemente el desarrollo del
concepto a través de la historia, algunos indicios de su evolución hasta
el presente, y algunos ejemplos de culturas diferentes a la nuestra (no
occidentales o no industrializadas, según cada caso) para tratar de entender
cómo conciben a la adolescencia, si es que lo hacen. Luego veremos algunos
de los estudios formales más significativos de la psicología acerca de la
adolescencia desde sus inicios hasta la actualidad. Finalmente, intentaremos
evaluar posibles puntos a tener en cuenta para una revisión de nuestros
conceptos actuales y locales acerca del tema, con la esperanza de aportar
un elemento de utilidad a la hora de abordar la clínica con adolescentes
en el campo de la salud mental.
La adolescencia en la historia y en otras culturas
La idea de “adolescencia” tal como la pensamos actualmente en Occidente
resulta a simple vista un concepto familiar y claramente establecido en el bagaje
de conocimientos de nuestra cultura. Nadie dudaría acerca de su sentido y de
lo que implica en términos de franja etaria aproximada, conductas y actitudes
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relativamente esperables, entre otras características. Sin embargo, desde el
punto de vista histórico, se trata de un concepto bastante reciente. Si bien el
uso del término puede rastrearse retrospectivamente en documentos y obras
literarias hasta los siglos XV o XVI, no se hace referencia todavía a un período
claramente delimitado de la vida, ni implica ideas específicas acerca de los
modos de sentir, pensar y actuar que atribuimos actualmente a la adolescencia
“normal”. A continuación, veremos cómo se dieron estos cambios.
Al revisar la historia de un concepto, es necesario establecer un punto
de partida (por lo general, arbitrario), para tener una base desde la cual
moverse y sostener una línea (o ilusión, al menos) de coherencia y sentido.
El punto de inicio de la historia cultural de Occidente suele establecerse
convencionalmente en el mundo grecorromano, en la última parte de la Edad
Antigua (entre los siglos VIII a.C. y V d.C.), y es a ese período al que nos
referiremos en primer lugar para comenzar a rastrear la evolución histórica
del concepto de adolescencia.
Uno de los referentes de la época, el maestro Aristóteles de Stagira,
planteó que el desarrollo humano anterior a la adultez se divide en tres etapas:
infancia (primeros siete años), niñez joven (de los siete años a la pubertad),
y adultez joven (de la pubertad hasta los veintiún años). Luego de esto, se
ingresa al mundo de los adultos. Como vemos, en esa época ya concebían la
idea de pubertad en referencia a la maduración sexual y cambios orgánicos,
pero no hablaban aún de “adolescencia” ni de un período entre la niñez y la
adultez. En su lugar, utilizaban el término “adultez joven”, que sólo implica
un grado inicial del estado de adultez.
Sin embargo, los jóvenes de la tercera etapa aristotélica, a quienes hoy
llamaríamos “adolescentes”, ocupaban un lugar muy importante en la sociedad
griega: lideraban los reclamos de justicia, se oponían a las tiranías de sus
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mayores y, de alguna manera, protagonizaban los movimientos sociales
tendientes a la reivindicación de los derechos democráticos (de esos tiempos).
Según el arqueólogo e historiador francés Paul Veyne (1985), en la Roma
Antigua se separaba a los varones de las mujeres al llegar a la pubertad, y sólo
los primeros seguían estudiando bajo la tutela de un pedagogo especialista
en literatura o gramática (siempre que pertenecieran a una familia pudiente)
con quien estudiaban a los autores clásicos, además de historia y mitología.
Cuenta Veyne que, según la costumbre:
“A los doce años, el niño romano de buena familia abandona la enseñanza
elemental; a los catorce abandona su indumentaria infantil y adquiere el derecho a
hacer lo que todo muchacho anhela, entrar en el ejército”. (Veyne, 1985)
Las mujeres no tenían esta honorable opción, ya que desde esta edad
podían ser entregadas en matrimonio, según los intereses de la familia, y
a los catorce años ya eran llamadas “señora”. Su vida consistía en adelante
en mantener el delicado equilibrio entre verse atractivas pero respetables,
mientras en la casa realizaban alguna tarea artesanal como el hilado en la
rueca.
Algo de gran importancia en las culturas de Grecia y Roma antiguas era el
destacado lugar que tenían los ritos destinados a promover y marcar el pasaje
de una etapa madurativa hacia la siguiente, y principalmente, de la adultez
joven a la adultez. No era algo que se lograba sólo con llegar a la edad de
veintiún años; para ser aceptado como par, como un miembro respetado de
la sociedad adulta con los mismos derechos y obligaciones que los demás, se
requería la realización de ciertos ritos y ceremonias que, en forma simbólica
(y en muchos casos, concretamente), daban muerte a la infancia y a todo lo
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que ello implicaba para el sujeto en cuestión. Simbólicamente, ocurría en
aquellas ceremonias que dramatizaban situaciones de pasaje y maduración
de antepasados o de seres mitológicos; y concretamente, en aquellos ritos en
que se jugaba la vida de quien no pasara determinada prueba (un combate a
muerte, el logro de algún objetivo de caza o trofeo de guerra, etc.).
En Roma, por ejemplo, se realizaban durante el mes de marzo las
festividades Bacanales en honor al dios Bacus o Liber Pater, equivalente
del griego Dyonisos, patrono de la fertilidad y algunos de sus derivados: la
sexualidad, las buenas cosechas, la abundancia y los placeres. Parte de estos
festejos consistía, para los varones que alcanzaban la madurez suficiente (cuyo
criterio de evaluación recaía exclusivamente en el padre), en el abandono
de la ropa de niño para empezar a vestir la toga virilis, o toga libera, como la
que usaban los adultos. Era un rito de pasaje que designaba la muerte de la
infancia, el cambio de sus derechos y responsabilidades y el nuevo lugar que
ocupaba el joven en la sociedad.
El contexto elegido para este rito no era azaroso. Con frecuencia, Dyonisos
estaba acompañado por su servidor, el dios Pan (en latín, Faunus) quien,
durante esas fiestas, contaba con su permiso para dar rienda suelta a sus
sátiros a lo que se les permitía perseguir y violar a cuanta joven encontraran
a su paso. Al igual que Pan, los sátiros tenían un cuerpo monstruoso, mitad
humano y mitad carnero. Esto es algo central en la trama simbólica del
pasaje de la niñez a la adultez, ya que estos seres representan el despertar
de la animalidad oculta y controlada en el hombre hasta el momento, y el
dominio de la sexualidad sobre la razón. En la pubertad, este fenómeno
despierta grandes temores, tanto para el protagonista del pasaje como para
su comunidad (de hecho, el término pánico proviene de este mito, haciendo
referencia a la sensación que despertaba la aparición de Pan y sus sátiros).
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Los jóvenes que luego de este pasaje no ingresaban al ejército asumían
sus tareas en el oficio o en el negocio familiar y se organizaban en grupos
pertenecientes a “una institución exclusiva de ellos”. (Veyne, 1985) En
estos grupos, practicaban deportes, caza, y otras actividades socialmente
valoradas y admiradas; pero además, y no satisfechos con esto, por las noches,
realizaban actividades de vandalismo o ataques contra víctimas elegidas al azar
(generalmente adultos) que tácitamente eran toleradas, e incluso avaladas,
por la sociedad en general. Más adelante, ya casados y siendo hombres de
familia, al reunirse entre amigos recordaban aquellas travesuras como hazañas
de juventud. (Veyne, 1985)
Vemos entonces que, si bien no existía la idea de adolescencia como la
pensamos hoy, consideraban como fundamental la necesidad de marcar el
paso de la niñez a la adultez mediante algún procedimiento trascendental,
tanto a nivel individual como social.
Un poco después, durante la Edad Media (entre los siglos IV y XV
d.C.), y según el historiador francés Phillipe Ariès, la idea de niñez tampoco
existía como la concebimos actualmente, sino que fue una creación de la
modernidad a partir de los avances industriales, económicos y demográficos
que llevaron a una modificación de la idea de familia, junto con un cambio
en relación a la idea de la muerte.
En su obra Morir en Occidente, de 1960, intenta demostrar a partir de las
evidencias de las producciones artísticas de esos siglos, que hasta la Edad
Moderna los niños eran considerados meramente como adultos imperfectos que,
en cuanto alcanzaban la madurez motriz y la fuerza suficiente para realizar alguna
tarea física, eran puestos a trabajar como aprendices en algún oficio. Teniendo en
cuenta esto, evidentemente tampoco se concebía un período intermedio antes
de la adultez como nosotros lo pensamos. (Phillipe Ariès, [1960] 2000)
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El filósofo e historiador Konrad Eisenbichler (2002) plantea que en la
Alta Edad Media (siglo XVI) todavía no había un término para designar lo
que entendemos hoy como adolescente, y refiere como ejemplo de esto a los
poetas franceses Jean Bouchet y Clément Marot quienes, en sus producciones
literarias (uno en 1501 y el otro en 1532) se refieren a sí mismos como
“adolescentes”, con veinticinco años, el primero, y treinta y seis años, el
segundo.
A pesar de las progresivas variaciones en el tiempo, el término adolescencia
en los años y los siglos que siguieron a Bouchet y Marot, continuó sin precisar
una etapa de la vida claramente definida, ni características específicas, y
continuó así hasta los comienzos del siglo XX, como veremos más adelante.
Teniendo esto en cuenta, resulta lógico entonces que durante la Edad
Media, y con ayuda del exponencial avance del cristianismo, los ritos de pasaje
(y todo rito no cristiano) hayan ido desapareciendo de Europa occidental, y
de gran parte de las Américas (en este caso, con más ayuda del exterminio
que de la conversión).
Pero en otras partes del mundo, y a pesar de los intentos de conversión
religiosa por parte de las misiones cristianas que acompañaban (o regulaban)
a los comerciantes europeos en Asia y África (y más tarde en América),
muchas comunidades mantuvieron durante la Edad Media sus costumbres,
sus creencias y sus ritos; incluyendo los de pasaje (algunas, incluso, perduran
hasta nuestros días).
En India, por ejemplo, en el marco del hinduismo se practicaba la
ceremonia de Upanayana, que significa algo así como “estar más cerca del
maestro”. Se realizaba entre los siete y los veinticuatro años y establecía
la capacidad y disposición del varón (las mujeres no tienen permitido el
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sacerdocio) para aceptar, entender y practicar las escrituras, los rezos y los
rituales de su comunidad para, un día, ser también un sacerdote (brāhmana).
Ellos lo entendían como un rito de pasaje de la niñez a la adultez, sin darle
en este caso prioridad a la maduración sexual de la pubertad. Es un rito que,
si bien fue perdiendo popularidad, actualmente mantiene su vigencia en
los exclusivos círculos de la casta de los monjes (la más alta de la sociedadreligión hindú).
En el caso de la mujer es diferente, una vez que tiene su menarca, se realiza
una gran fiesta familiar en la que la joven recibe carísimos regalos, más allá
de que para las mujeres en la India la experiencia de la primera menstruación
suele ser muy traumática y negativa por estar ligada culturalmente con un
estado de impureza y peligrosidad y por la contradictoria falta de información
y educación que reciben al respecto antes de que les suceda.
Pero una vez que ocurre el acontecimiento, realizan una ceremonia que
consta de tres etapas: la primera es la reclusión, en que la joven debe pasar
largos períodos del día sentada en la puerta de su casa mientras las vecinas
más ancianas le pintan los pies ceremonialmente con diferentes tinturas
“protectoras”. Durante este tiempo, no puede ingresar a la habitación de
oraciones, no puede tocar plantas ni flores porque morirían, no puede tocar
algunos alimentos almacenados ni las especias porque se echarían a perder,
entre otras tantas restricciones. La segunda etapa ritual es la ceremonia de
purificación, sólo después de la cual le es permitido salir de la reclusión.
Estas dos primeras etapas son de carácter íntimo, reservadas para la
familia y vecinas más próximas. El festejo social y familiar se realiza recién
en la tercera etapa; entonces se recibe a los invitados y también los suntuosos
regalos. (Narayan, 2001) En este caso, sí está ligada la maduración sexual
con el rito de pasaje, ya que tiene un valor doble, el sentido religioso de
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la “purificación espiritual” y el sentido social de festejar y comunicar a la
comunidad que la joven está lista para casarse (el primero habilita al segundo).
Un poco más al este, diferentes comunidades de las montañas del Japón
feudal organizadas en clanes realizaban lo que nosotros llamaríamos un
rito de iniciación, o de pasaje, para dar por aceptado como guerrero (como
hombre) a un integrante que alcanzaba la edad de catorce años. La ceremonia
involucraba a toda la comunidad y consistía en un certamen que podía durar
dos o tres días, en el que el joven iniciado, luego de entrenarse durante ocho
o nueve horas al día desde la edad de siete años, debía llegar hasta la cima
de una montaña y recuperar el sable de su padre, previamente ubicado ahí
como trofeo y símbolo del honor familiar.
No sólo tendría que vencer el frío, el hambre, y las posibles amenazas
naturales de los escarpados montes, sino que además debía enfrentarse en
combate con algunos de los guerreros del clan, con la posibilidad de morir
(y humillar a su familia).
Mientras esto tenía lugar en la montaña, abajo las mujeres se ocupaban
de la preparación de los festejos y comidas para el final del certamen; por
supuesto, no esperaban que fracasara.
Al finalizar el examen/ritual, el joven y su familia eran agasajados por
sus mayores, y desde entonces él era respetado como guerrero del clan. Se
esperaba que actuara “como un hombre, que se casara, tuviera hijos, y que
saliera a la batalla a matar y morir, como un adulto” (en palabras de un maestro
del clan Shugendo Ryu Nippon).
Más allá de las cuestiones contextuales, como el lugar y la época
(principalmente durante la denominada “Sengoku Jidai”, o “Era de los
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Estados en Guerra”, que duró más de ciento cincuenta años), queda claro
que se trataba de una ceremonia en la que se producía la muerte de la niñez
y de manera indudable se daba un paso hacia la adultez; al menos, al joven
japonés le quedaba claro.
En relación a los ritos, el antropólogo francés Arnold van Gennep, en
su obra Les Rites de Passage (1909), plantea que estos ritos se componen de
tres etapas rituales: separación, transición, y reincorporación. Según esto,
primero el individuo tiene que apartarse de su tribu o comunidad; después,
debe realizar un viaje, una expedición de caza o la participación protagónica
en una ceremonia que represente situaciones similares (la dramatización de
un viaje y los peligros del camino o de una batalla entre dioses y demonios,
etc.); y finalmente, volver a su comunidad, ya transformado.
Vemos entonces que, mientras en Occidente se iba conformando con
mayor fuerza la idea que hoy tenemos acerca de la adolescencia, a un mismo
tiempo, se fue diluyendo el hábito de la utilización de ritos y ceremonias de
pasaje de la infancia a la adultez.
En las comunidades occidentales actuales, a falta de ritos y ceremonias
eficaces, los jóvenes realizan, a su manera, estas tres etapas “rituales”
(presumiblemente, sin haber leído a van Gennep) por su propia cuenta y
riesgo. Aquellos que no tienen el acompañamiento y cuidado suficiente se
apartan todo lo que pueden de sus padres y hermanos (a menos que estos
últimos sean “compañeros de viaje”), se agrupan en “tribus” de pares, buscan
modelos de referencia extrafamiliares e idealizados, y muchos (aunque no
todos) realizan actividades o acciones de un grado relativo de riesgo que
puede a veces llegar a ser muy elevado, o fatal.
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