Foto Walken. - Hemeroteca Digital

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Rosita Rodrigo, "Heraldo" por el que daríamos muy gustosos "La Libertad".
(Foto Walken.)
Anita Page, de la Metro, retándonos a que pasemos por el aro. ¿Pasamos? ¡Ea, pues! ¡En fila y marchl
iittmffiíotiimMiJiiiniiimiiiiiiiiiiffiíiiiiiiniiiiHiiiiiiiHHiiw
iiutwiiiwniiiiii
3 libros V 8 revistas ^°'^p'''*^'
O C H O
I
4
R E V I S T A S
NUMERO DE «COSMOPOLIS»
NÚMEROS DE «LA NOVELA
DE HOY*
T R E S
mensuales
|
2
1
NUMERO DE «LIBROS»
NÚMEROS DE «LA GACETA
LITERARIA»
L I B R O S
I Volumen del LIBRO P A R A TODOS, colección que publica una novela completa d«
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* Volámenes de EL LIBRO D E L P U E B L O (Eaciclopecüa hispanoamericana), qu* divulga
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L.ü semana humorística.—Muchas
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Gracias.
Sanguinas. La pedigüeña.—Catulo Mendes.
Dimes y diretes.—Scaraniouclje.
Blanca Negri, estrella del arte frivolo.—Don
Finito.
Las mujeres de la literatura-—Luis de Oteyza.
María Isabel.—Artemio Precioso.
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Ll séptimo arte.—Ángel Falquina.
político.—Trifón.
Una aventura en Berlín.
Niíestro cock-tail.
Oración eficaz.—Jerónimo Cruz.
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y riunfa el amor.—Jaime Gómez.
Fotos de Seiherg, Masana, etc.
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SEGUNDO CONCURSO DE PIROPOS DE «MUCHAS GRACIAS»
Qii«4a abierto m ooacurso de piropos, permanente, hasta OMcro ari«•i, coa el cual pooemo* a prtieba el iocoiio de unestrot lectores.
Las coadicioaes aon elementales. Todo lector puede mandar su rejHMbro, acompafiado del adjunto copón. N o hay más limitaciones que
i<»« que impone el criterio que ya expusimos: Se pueden decir todas las
tansdat,
sin rabuznar.
Saataaalmente seieccioaaremos los piropos recibido*, y ai q ^ aos baga
gracia le seri el premio adjudicado.
Frcsnie que consiste en dos duros del (Gobierno proTÍsioaal, que TÍea a Taler las ^diei pesetas consabidas, y 10 novelas de loa más afamaB ••torea falantes.
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Príncipe de Vergara. 42 y 44
Teléfonos 51587 y 53742.
Año V7III :-: :-: Húmero 587
TTladríd, 1 de agosto de 1931
LA SEMANA IÜOMOIRISTICÁ
La rudera
Divagaciones estivales
y
l
TfNA
J
agresiva
que, en gen-e-
ral, se observa
en nuestras
¿no dimanará,
sobre
mujeres,
todo, de
nues-
tro juicio, tnás influyen
en el
escaso éxito de nuestros
don-
tro proceder egoí.<:ta y sórdido?
al uso, es el prejuicio
chu-
hay que predisponga
juanes
lesco
de las cosas que, a nu-es-
tan.
generalizado,
cual ponemos
según
en nuestras
con las mujeres
eI
relaciones
algo que vale,
por
nevolencia femenina
Nada
tanto a la becomo el despren-
dimiento y la generosidad
del
hombre.
Unas botellas de champagne destapa-
lo menos, tanto como lo que ellas ponen. Y, basados en esta máxima
das a tiempo, una joya o un traje
cidos con oportunidad,
quistarán
la simpatía
camino de
¿Por
qué discurrir
suponer
deseo,
para
los
españoles
es ser espléndido,
en
y
galan-
y cuando
vemos
cotno un
lo blanco o como la piedra
de nuestra
¿Cuándo
nuestros
hembra
en
le damos
remos hipotecarla
respiración,
siete llaves,
j o es
y
unas pesetas,
encerramos
desterrar
prejuicios
la
de
el que
Y claro es que al haa los que
esos
de otra suerte si las
sino que aludimos
ricos, a los que llevan
que-
porque—pensamos—aque-
nuestro...
tuvieran—,
una
bajo
de hacer
agradable...
no tienen pesetas de sobra—que
tan lisonjera
a
nadie
que sólo miran el
blar así no nos referimos
filosofal
cuanto
el
como a los ca-
lograremos
to de avaros?
mir-
el
a los
consabido
billete de niiil, que nunca hallan oca-
hasta el aire de la
la
el tonto? A
groseros
quizá obrarían
Con esta mentalidad
musobre
nos hace tener de la 'Ada un concep-
vida...
como marroquí,
a las
derramar
como un medio
vida amena y
locos por ella ipso
facto, y la reputamos
menta-
que proporciona
hacemos
dinero
general,
que una hermosa desprecia nuestro dinero, nos volvemos
al
balleros generosos,
generoso
te con las mujeres,
hermosas,
adm,iran las mujeres
cer una entrada de cine...
nosotros,
con la
que al obsequiar
ellas los regalos
un cénti-
o el primo,
en
amarle...
til, huímos de hacer el primo, de ha-
el tonto
simpático
está francamente
cer el tonto, y no soltamos
Hacer
mujerT
Y una mujer que considera
a un hombre,
jeres
ofre-
de la
lidad de sargento patatero, que hace
bár-
a
de
recreo, ¿quién podrá dudar que con-
bara, tan poco galante, tan poco gen-
mo, y apenas nos atrevemos
ofre-
un viaje
¡Qué suerte tendría hoy el hom»
bre que buscara una mujer que
estuviese en el "cuarto de hora"...
y se encontrara conmigo!
sión
de
cambiarlo...
MUCHAS
GRACIAS-
E s t á de moda el comunismo. Dos
—Y de dos gallinas t ú m e d a r á s
aldeanos -se hacen comunistas, y al
una...
salir del Centro dícele uno al o t r o :
—¡Ah, eso sí que n o ! ¡ T ú estás
—Bueno, pues ahora ya sabes...
soñando!
A h o r a hay que llevarse bien, hay
— ¡ H o m b r e , h o m b r e ! ¿ D e modo
que vivir como hermanos, hay que
que no tienes inconveniente en
repartir los bienes... ¿Quieres par- ' darme un caballo y en darme una
tir tú los t u y o s conmigo y y o parvaca, y lo tienes en darme una gat o los míos c o n t i g o ? . . .
llina?
— H o m b r e , sí, me parece bien.
—i Ah, pero es que caballos no
—Bueno, de dos caballos tú me
t e n g o m á s que uno y vacas otra,
darás uno. ¿Conformes?
y gallinas t e n g o d o s !
—Conformes.
—Y de dos vacas, t ú m e darás
* * *
una. ¿ D e acuerdo?
—De acuerdo.
Bombón entra en un hotel. Bom-
E l . ^ A c o m p á ñ a m e en mi viaje. Verás París... Conocerás
el golfo de Gascuña...
EHa.-7-¡Te acompaño! Porque ése es el único golfo que
desconozco... y no está bien.
bón es un hombrazo corpulento, con
unos puños formidables y una cara
sombría. Entra en un hotel, se sienta y pide que le sirvan el menú.
Pero el mozo le conoce, sabe que
no paga nunca, y le exige el dinero
adelantado. Bombón le dice que no
lleva un céntimo.
—Pues, entonces—replica el mozo—, no puedo servirle a usted.
Bombón se levanta, se cala el
sombrero hasta las orejas, se remanga los puños, y comienza a dar zancadas de un lado a otro diciendo a
grandes voces:
—i Con que no me sirven, eh?
Pues entonces no voy a tener más
remedio que hacer lo que hacía mi
padre en casos así.
El hotel está llenó de gente, que
tiene un miedo terrible. El dueño
mira a Bombón desconcertado y
Bombón continúa sus grandes zancadas y sus grandes voces:
—Nada, nada, que tendré que hacer lo mismo que mi padre... ¡Qué
no me queda más remedio que hacer
lo mismo que mi padre!
Ya se masca la tragedia, y el dueño del hotel corre a Bombón, le suplica que se siente, y ordena al camarero que le sirva. Bombón se
atraca con voracidad,, y cuando acaba, el dueño le interroga:
—Señor, perdóneme usted, pero
tcdgo curiosidad por saber lo que
hacía su padre cuando en un hotel
le negaban la cena.
Y Bombón responde así:
—Pues cuando en un hotel le negaban la cena, mi padre se iba a la
cama sin cenar.
Se- estrenó una comedia de T r i s tan Bernard, que, por rara excepción, no tuvo éxito. Un amigo del
autor le pide unas entradas, y T r i s tán Bernard se las manda con la siguiente advertencia:
—Convendrá que lleve usted un
revólver, porque se va a encontrar
en un desierto.
SCARAMOUCHE
LAS MUJERES DE LA LITERATURA
CELESTINA
N
(De
o es así como quiera el oficio
de alcahuete, que es oficio de
discretos y necesarísimo en toda república bien ordenada." 'Ial ha
dicho Cervantes, añadiendo que no lo
^ b i e r a ejercer sino gente bien nacida y de entendimiento claro, y afirmando, para concluir rotundamente,
que quien lo ejerce "no merece ir a
bogaír en las galeras, sino a mandaHas y a ser general dellas". Respetable opinión que yo echo por delante con objeto de que abra paso a mi
opinión modesta sobre Celestina.
Pues resulta que, contra el sentir
común, opino de modo muy favorable respecto a la conducta de la mediadora en los amores de Calixto y
Melibea. Tengo su actuación por beneficiosa y por felicísimos los frutos
de la tal actuación. Cierto que estas
relaciones, donde Celestina ejerce su
tercería, terminan en punta con la
violenta muerte de ambos amantes;
pero no es menos cierto que el luctuoso suceso ocurre cuando ya la tercera dejó de ejercer. Mientras ella
llevó la dirección del asunto, el asunto marchó perfectamente,, aunque no
estaba bien encarrilado, ni mucho menos, como os lo voy a probar.
Fué que Calixto, en pos de un halcón que se le había escapado, entró
en el huerto de los padres de Melibea, encontrándose de manos a boca
con la hija de dichos padres, doncella
llena de belleza y virtud. El ardiente
joven se enamora al punto de la niña
y, sin más requilorios, la plantea la
cuestión de confianza. Ella, indignada por semejante exabrupto, le dice
a é l : "Vete, vete de 9.hí, torpe. ¿Conmigo, en ilícito amor, tener tú deleite?... Mujer como yo no pierde su
honestidad con hombre como tú." Y
se partieroíi cada cual por su lado,
desesperado el uno y rabiosa la otra.
Calixto, sin fuerzas en su dolor
para vivir, ansia el descanso del sepulcro. " ¡ Oh, bienaventurada muerte
aquella que deseada a los afligidos
llega!" Melibea, exaltada en su ira
hasta querer matar, lamenta "haberle dejado por loco, sin darle la pena
que merecía por atrevido". Convengamos en que ambas actitudes no pueden ser de mayor violencia ni más
propicias a acarrear la doble desgra- •
cm de los dos que en ellas están. DiSo, me parece.
Y en tal punto las cosas, interviene Celestina providencialmente. Providencialmente, sí; pues su interven<^'on produce desde el principio el re-
Rojas)
Por
medio de los daños causados. Calixto,
traS: de su primera entrevista con Celestina, queda esperanzadísimo por la
promesa de conseguirle el objeto de
su amor, que, apoyada en convincentes razones—"así como la materia
apetece a la forma, así la mujer al
varón", por ejemplo—•, le hace la
sutil comadre. En cuanto a Aíelibea...
Pero las entrevistas de Celestina y
Melibea merecen párrafo, y aun párrafos, aparte, ya que constituyen
muestra de la más astuta seducción
que vieja taimada puede emprender
contra inocente joven.
Pretextando vender perfumes y lencería entra la garduña en el nido de
la paloma. Y allí logra alejar a la
madre y quedar sola con la hija. E n tonces habla Celestina de Calixto, y
aunque Melibea la manda callar, sabe seguir hablando. ¡ Cree la virtuosa que iba a oír algo contrario a su
honestidad!... No, no es eso. ¡Jesús
valga a los buenos y niegue su valimiento a los malos!
Se trata de cosa sin importancia.
Calixto padece de dolor de muelas.
¡ Calixto, un mancebo tan noble, tan
gallardo, tan rico! Fuera criminal no
socorrerle. Y como Melibea tiene un
cordón, reliquia milagrosa para todos los dolores, y sabe una oración
a Santa Polonia, infalible contra los
padecimientos dentales... Si Melibea
quisiera prestar la reliquia y dar copia del rezo, salvaría a Calixto. ¡ A
Calixto, un doncel tan rico, tan gallardo, tan noble! Melibea da la reliquia milagrosa y ofrece copiar la
marca
VENTILADOR
"Muchas Gracias".
LUIS
DE
OTEYZA
infalible oración. La copia volverá
Celestina a recogerla secretamente,
pues de los beneficios que sé hacen no
hay que dar un cuarto al pregonero.
Así, la habilidosa zurcidora de voluntades comienza su labor, que pronto resulta un encaje más que un zurcido. Ya están sin desesperación Calixto y sin enojo Melibea. Pronto estarán juntos, además, pues Celestina
propone que se reúnan. Calixto ha
de dar las gracias por el alivio de
sus padecimientos, que las virtudes
del cordón y del rezo amenguaron
Claro que esto también debe hacerse .
evitando que el pregonero' cobre comisión. Calixto escalará las tapias de!
jardín de Melibea, protegido por las
sombras de la noche. Y con que Melibea baje esa noche al jardín...
La candida joven acepta lo que
propone la vieja picara. Tantas bellezas mostró desde lejos Celestina
de Calixto, que Melibea siente la necesidad de verlas cercanas. N o diré
con qué ilusión acude el galán a la
cita. Pero sí vale la pena de consignar que los enamorados fueron muy
felices de noche en el jardín. Vaya,
en prueba de ello, un trozo de su diálogo: "Jamás querría, señora—dice
Calixto—que amaneciese, según la
gloria y descanso que mis sentidos
reciben de la noble conversación de
tus delicados miembros." "Señor, yo
soy la que gozo, yo la que gano—responde Melibea—; tú, señor, el que
me haces con tu visitación incomparable merced."
Me parece que queda demostrado
plenamente cómo Celestina no hace
la' infelicidad, sino la dicha de Calixto y de Melibea. Las palabras que
pronuncian ambos, y que yo acabo de
copiar, no dejan, lugar a dudas. Y si
luego Calixto muere, porque se cae
saltando la tapia, y Melibea se suicida al ver muerto a su amante, ¿qué
tiene que ver Celestina con esta doble desgracia? Nada, en absoluto.
¿Iba a enseñar agilidad ep el salto a
Calixto y resignación ante las pérdidas irreparables a Melibea? ¡ N o consistía en eso el oficio de Celestina!
N o ; Celestina no era profesora de
gimnasia, ni maestra de filosofía. ¡ Era
alcahueta! Y como practicaba su oficio a la perfección, sólo elogios merece. Tanto más, cuanto que la alcahuetería es oficio útil y honroso.
Al opinar así, sigo la opinión de
Cervantes. Ya lo dije; pero lo repito para que conste bien. ¡ Por si
acaso!...
MEMUDERO POimCO
C H T S M F S :-: C H I S T E S
TRO aterrizaje o amarajedesgraciado del comandante Franco.
No es precisamente que quisiese rizar el rizo. Más bien, que se
lo rizaron. ¡ Que le dieron para el
pelo, vaya! Un poquito plus ultra y
no quedan ni las alas. A las pocas
palabras leídas—eso sí, volando—, ya
se barruntaba el huracán. Definitivamente, al glorioso aviador no le
van ni la oratoria ni las muletas.
Peío sería injusto no destacar el
éxito obtenido por el plan político
O
:-:
propugnado por el Sr. Franco, y según el cual la República de Sevilla
había de dominar Marruecos. Ahora se comprende por qué algunos comunistas insertan entre las conclusiones o aspiraciones de su ideario
político la) libertad de Abd-el-Krim.
¡ Debe ser para irse entrenando I
El Sr. Maura batió bizarramente
al aviador en su propio terreno, es
decir, en las nubes. El aparato se
vino abajo en barrena.
Lo malo es que los sucesos se em-
CHISPAS
peñan en Andalucía en hacer quedar
mal al aviador y al ministro.
Aquí el único que ha quedado muy
natural es el ex gobernador de Sevilla, Sr. Montaner, hombre de pupila, que salió de naja para Zaragoza iantes de que estallaran los sucesos. Como que, en realidad, puede decirse que quien dejó la bomba
preparada fué él.
,
Para número bonito y lucido el del
señor Moheda, diputado electo que
fué por León y ya hoy deselecto.
El buen señor pasó dos horas mortales balanceado entre las más terribles alternativas. Se discutía su capacidad, (i Miren ustedes que discutir
estas cosas delante del interesado!)
Y cuando ya parecía que sí, resultaba que no. Cuando ya se había acordado que no, volvía a parecer que sí.
El Sr. Molleda iniciaba el mutis, volvía atrás, se iba, venia, no sabía si
salir o quedarse.
Y todo por haber sido juez interino.
Es lo que decía con mucha gracia
un diputado ajidaluz viendo todas
aquellas idas y venidas del pobre capaz mcapacitado:
—¿Juez? i Pero si ese hombre lo
que parece es un alguacil!
—En aquella hondonada conocí a tu primo.
—¿Y le conociste a tiempo?
—¡ Ya lo creo I A los cinco minutos tuve que darle la primera
bofetada.
Valle-Inclán se quedó sin acta. P o r que no le votaron, naturalmente.
Unamuno obtuvo un acta, naturalmente, porque lo votaron.
En realidad el caso más extraordinario, entre los dos, parecía ser el
de D. Ramón. L o cual que a D. Miguel no le hacía maldita la gracia.
El ilustre pensador ¿qué iba a hacer.? Pues, naturalmente, pensar. Y
pensó: —No ser diputado porque no
lo han votado ; ¡ vaya una gracia ! Lo
extraordinario será no ser diputado
después de haber sido votado.
Y pensando, pensando, se decidió a
a hacer. ¿Y qué hizo?
Pues fué, y i zas !, n o impugnó su propia acta de diputado por Salamanca.
Y lo bolaron otra vez.
Y D. Ramón está que bota.
Devoto de España, D. Miguel le
ha ofrecido sus ex votos.
• •
*
Se comentó mucho la original filiación política que para llamar la atención adoptó D. Ángel Ossorio: monárquico sin rey.
Ahora va perdiendo novedad el rasg o del ilustre jurisconsulto. Porque,
l a l como se van poniendo las cosas,
^ ya hay algunos diputados que piensan
llamarse republicajios sin República.
Como si dijéramos, para subir al primer tranvía que pase.
El Sr. Lerroux ha sido elegido por
aclamación presidente del Círculo de
Bellas Artes.
H e aquí un bonito tema que puede
resultar provechoso:
" L a política considerada como una
de las Bellas A r t e s . "
* * *
h=.
:^ * •'
Se anunció c|ue la casa de los Coriielios, de Sevilla, iba a ser destruida por la artillería. Cundió el pánico.
El castigo sería todo lo ejemplar
que se quisiera. Pero, ¡ caray!, todos
los cornelios vivieron horas sobresaltadas, siin comerlo ni beberlo. Y
en pleno estado de inocencia y de
candidez. Porque ellos es bien cierto que no se habían enterado de nada.
Y es probable que a estas horas sigan sin enterarse.
¡ Ni a tiros !
TRIPÓN
Diía aventura en Berlín
L hotel donde fui a parar en
Berlín se llamaba nada más que
el Wienerschinitselfdthauss,
un
nombre bastante poético, como uste•<les pueden ver.
Desde mi ventana, en el séptimo
piso, podía contemplar el soberbio espectáculo de gran parte de la ciudad,
agitada, enorme y fabril.
P e r o por muy interesante que parezca el espectáculo, yo prefería descender al salón a fin de conversar
con la hija dal hotelero, a la cual, si
a o lo era, poco le faltaba para ser la
más encantadora de las berlinesas.
_ Una robusta criatura como de dieciocho a veinte años, magníficamente rubia y con dos ojos capaces de
•enternecer a un director de Seguri•dad del régimen fenecido. La talla
proporcionada, las carnes muy bien
repartidas, podía rivalizar con la más
seductora entre las "vedettes" de la
Paramount.
E
¿ P o r qué dirá Arturito que estoy
jamón de frente por detrás?
Yo siempre estuve profundamente
enamorado de las estrellas del cinema.
Pero, ¡ay!, jamás las he podido ver,
no siendo en la pantalla... Así que os
podéis figurar el efecto que me produciría esta pequeña alemana, fiel t r a sunto de las más fotogénicas.
Le hice, pues, la corte asiduamente, y cuando me llegaba la dicha de
encontrarme solo con ella un minuto,
le decía cosas azucaradas, y comparábala, como siempre solemos hacer,
con una mariposa, con un pajarito,
con una flor de los bosques.
Ella sonreía sin responder...
P e r o yo no desesperaba...
Liopinadamente, una noche, mientras que me disponía a deslizarme entre las sábanas, alguien llamó con sigilo a la puerta del dormitorio. Me
inquieté. ¿ Quién podría llamar a aquella hora?
Mas, cuál no sería mi estupefacción
al reconocer en la que entró a la hija
del hotelero, por quien suspiré un día
y otro día...
Penetró en la estancia, y murmuró,
sonriente:
—Vengo a pasar la noche con usted.
E r a una cosa categórica y yo tomé
ol único partido que se podía tomar.
Inútil es decir que me repuse pronto
de la sorpresa y que...
Pero esos son detalles que no se
pueden contar en los periódicos.
Conténtense con saber que aquello
fué sencillamente delicioso...
En la mañana siguiente, sin embargo, me aguardaba otra sorpresa desagradable. Cuando, dichoso y optimista, me disponía a echarme a la calle,
la camarera vino a mi encuentro:
—Señor—^me dijo—, el patrón os
ruega que bajéis inmediatamente a &u
despacho.
Con cierta turbación obedecí y me
presenté en el despacho del hotelero.
Ya en su presencia, me lanzó una mirada lacerante y exclamó con voz que
me pareció cavernosa:
—Señor, esta noche mi hija F r i e da ha ido a vuestro dormitorio.
Temblé:
—^Usted... usted... se equivoca...
Crea...
Sacudió la cabeza con aire terrible:
—^Es inútil negar. Frieda ha pasado
la noche con usted.
—i Dios mío, pensé, que no lleve
hoy el revólver consigo!
—i Sabe usted, joven, lo que esto
le va a costar?'—dijo enarcando las
cejas.
—Yo... yo... le juro...
—^Pues bien, esto le costará seis
marcos de suplemento, señor.
Y como yo, aturdido, guardase silencio, añadió:
—Pero hombre, es muy natural,
diez por ciento sobre el servicio...
8
CDradón eficaz
P
UES señor... en una aldea
cuyo nombre no recuerdo,
había hace muchos años
un magnífico convento
que era célebre en España
por la casta de sus clérigos.
i Qué colorados! ¡ Qué fuertes !
¡ Qué robustos! ¡ Qué zopencos!
N i con candil se encontraban
ejemplares más soberbios.
Cierto pintor dijo que eran
frailes barnizados viendo
sus mofletes tan brillantes
que parecen espejos.
Con la vida que se daban
era lógico el suceso.
Sus despensas, atestadas
de manjares suculentos,
ofrecían de continuo
consolador refrigerio
a los estómagos débiles
de los pobrecitos siervos
de Dios, que cuando metían
mano al jamón o a los huevos
se ponían como el chico
del esquilador del cuento.
Cada lego era un banquete
lo que se daba, comiendo
hasta doce y trece platos,
y cada padre era un cerdo
lo que se comía él solo
en cuatro días o menos.
Este trato se lo daban
gracias a un santo muy feo,
cuya imagen milagrosa
se veneraba en su templo,
y cuyo cepillo estaba
siempre de monedas lleno.
Dicho santo, según dicen
leyendas de aquellos tiempos,
fué encontrado en ima tina
por un peón caminero,
debajo del alcornoque
más grande de todo el pueblo,
por lo que se le atribuye
un extraordinario mérito
y se le achacan milagros
de los cuales no hay ejemplo.
(CUEHSIXECH-LO
VIEJO)
Todo cuanto se le pide
dicen que lo da al momento.
Con tal motivo las mozas
que, para los casos estos,
son las crédulas más fieles,
le traen frito con sus rezos,
pidiéndole a veces cosas
que el buen santo se ve negropara poder complacerlas.
Anteayer, sin ir más lejos,
una devota, atraída
por su fama, fué al convento,
y encontrándose en la puerta
con el padre Rigoberto,
entabló con él el diálogo
que a continuación expreso.
—Oiga, padre.
—Diga, hermana.
—¿Quiere decirme si es cierto
que es tan milagroso el santo
que existe en el templo vuestro?
—¡ O h ! ¡ Ya lo creo! ¡ Muchísimo!
—I De veras ? ¡ Cuánto me alegro t
—¿Qué gracia vais a pedirle,
si puede saberse?
•—Vengo
en busca de un hijo.
—¡ Cómo I
—¿ Perdisteis un pequeñuelo ?—¡ Ay, no!, N o tuve ninguno
nunca, y... quisiera tenerlo.
—¡ Caramba! Pues eso es fácíL
—Me dará el santo un remedio^
¿ verdad ?
—Sin duda ninguna.
Os atenderá. Es muy bueno.
— ¿ Y habrá que rezarle mucho»
para poder lograr eso?
Yo pienso rezar doscientas
avemarias y un credo.
¿ Será bastante ?
•—¡ Ay, hermana!
Que tiene de sobra, pienso.
' -¿Sí?
— P a r a lo que queréis
basta con un padrenuestro.
jERÓNikO
— M e sabe mal que me dejes. Y o estoy dispuesta a subirte el sueldo.
—Sí, pero la señorita Mary m e dá el veinticinco por ciento en las operaciones.
CRUZ
Historieta
sin
palabras,
porVEiiée
10
T R IU N F A
E L
A M O R
Por
JAIME
GÓMEZ
E puede dar ya como un hecho
pura fórmula, pues la realidad viva
Siendo el amor, por antonomasia,
probable, indiscutible, la implan-
nos advierte de la ineficacia dogmá-
el más rebelde de los anhelos puros,
tación del divorcio en España.
tica
no admite cualquiera fuerza
Sea bien venido para tranquilidad y
varón y hembra a tan estrecha e
tiva que coarte su íntegra voluntad,
optimismo de todos, y
inexorable
ni obstáculo que inmovilice la auda-
S
desaparezca
en
someter
"alevosamente"
disciplina
de
a
amor.
norma-
¡Disciplina de amor!... Frase hue-
cia arrolladora de sus caprichos, flo-
conmensurable que implica hasta aquí
ca; expresión indefinida como otras
ridos siempre, como una triunfal pri-
el indisoluble lazo conyugal, indes-
muchas que circulan desde hace si-
mavera, como un compendio de su-
tructible las más de las veces por
glos por el área nacional.
mas idealidades, sólo comparable a
con ello, absolutamente, el terror in-
la quietud serena de la estatua clásica o a la seducción cromática de
una sinfonía magistral.
Invade el corazón un hondo sentimiento de piedad al pensar en la
odisea triste de tantas féminas
in-
moladas al dios injusto de las conveniencias sociales, en el tálamo nupcial de una noche de dolor...; noche
de todos los tiempos, en que las voces desgarradas,de las víctimas pugnan
heroicamente
elocuencia
única,
por
imponer
sin
lograr
su
per-
suadir... Una jaula dorada, en que
ha expirado en su hermético cautiverio el lírico ruiseñor de la felicidad, inducida por el amor y por el
tesoro platónico de las bellezas de la
vida.
'
•
•
Claro está que estamos
hablando
con un coloreado acento, quizá detestable para el-positivista.'Mas, pese
a sus iras y a sus enojos, me atrevo
a insinuar que nunca el grado álgido
del progreso llegará a "deshumaniz a r " el amor, pues que él forma parte inalienable de la suprema bondad
y del bien, por lo menos en la creencia humana de ese concepto legendario.
Cada vez que me pongo estas ligas me acuerdo de mi
difunto esposo. Son las mismas que llevaba cuando me
sorprendió en brazos del cobrador de la luz.
El hombre, por predisposición superior de su calidad marital, ha saboreado,
quiera
que
no,
la
miel
II
inapreciable que en su casa no hallaba, aunque alguna vez, en la vehemencia del trato ilícito, se interpusiera el acíbar, pero siendo éste
como un antídoto de resolución, de
su drama interior.
Y la mujer ha permanecido, está
aún sumida en la nulidad agobiadora. Informada de la infidelidad del
marido, si es virtuosa y teme el escándalo de un rompimiento, calla y
sufre; pero si es una de esas livianas hermosuras ("Una reina castiza", por ejemplo), cuya incandescencia sensual es volcán inextinguible, campa a su modo y no hay preceptos de moral que la reintegren a
su precisa condición honesta.
Rompa en buena hora el divorcio
la insensata tela de araña que atrapa e inutiliza para siempre el conjunto amor de dos voluntades. Así
no será difícil que la grata paz del
hogar dichoso aparezca en sucesiva
y libre elección.
Y no será difícil tampoco que un
deseo explícito de afán donjuanesco
induzca a más de un hombre, ó mujer, a gustar de las delicias de la
voluptuosidad a través de reiterados
divorcios, siendo el terror del juez
y la victoria rotunda de la carne.
Ya estoy harta de que mi novio me diga que no tengo
juicio. ¡Pues me parece que lo vamos a tener los dos!
caderas poderosas; sería rubia, pues
la rubia es más curiosa que la morena, y gana con esta curiosidad lo
que en cambio pierde en sensualiPor Victorien du Saussay. dades. La lujuria es nerviosa, sensible; tiene corazón y debe amar apasionadamente.
I-a pasión es el medio más seguro
La veo bien paseándose al azar,
para llegar a la lujuria.
La lujuria, si yo la pintase, no se- desnuda, los senos rosados, cayendo
el cabello por la espalda y por la
ría una muchachuela anémica, de boca
curva cintura en ondas doradas, acainsípida, ojos sin llama y manos huericiadoras; tiene la boca roja de los
sosas ; sería, al contrarío, sana y
besos que recibe y de los que aún
fuerte, bella y risueña, con brazas y
espera; brillan sus ojos en la sombra,
como ojos de lobo hambriento, escu(i) Del libro La ciencia del heso^. driña su mirada en la maleza, de(Librerías Fe. C. I. A. P.)
trás de las viejas encinas, para des-
EA LDIURIA
(1)
pertar, si duerme sobre las hierbas,
a los sátiros de peludos pies.
La lujuria es primitiva y salvaje;
sus sentidos son vigorosos, capaces
del máximum de los placeres. Agrádala el beber vinos generosos, y cuando está borracha, en la blanca copa
que forman sus senos, da de beber a
sus amantes.
Si está alegre, baila voluptuosamente para avivar el deseo, para
aturdirse a sí misma, para alocarse,
para que se abandonen mejor a ella,
y para entregarse ella más ansiosamente al amante, mezclando los labios sonrientes, aún húmedos de vino
y de risas.
12
13
SANGUINAS
La
GALERÍA
DE
BELLEZAS
.^''"""^^"''X'^rF 'íT^-^^v,? V ^"^^"-1,'
pedigüeña
Por CÁTULO MENDES
ERCA de medianoche, en la penumbra ; la puerta que separa
ambos departamentos permanece cerrada; las dos amiguitas son
muy pudorosas, y como están en camisa delante del espejo, no quieren
fiscalizar sus mutuas acciones; así es
que ellas sólo perciben el suave y caluroso perfume que se desprende de
sus cuerpos de nieve y rosa.
Frente a la bruñida luna del bondoir se entregan a la agradable ocupación de deshacer su tocado en el
silencio de la casa dormida.
—Querida, ¿escuchas?
C
— S í ; i qué quieres ?
—Sé amable; yo no sé que he hecho de mi rizada borla de polvos;
préstame la tuya.
—i Para qué la quieres a semejante hora?
—¡ Curiosa ! Préstamela.
— T o m a ; buenas noches.
—Oye, jamás he estado más aturdida que esta noche; imagínate que
acabo de hacer pedazos el peine de
concha con el cual acostumbro a
ahuecar mis cabellos antes de meterme en el lecho; préstame el tuyo,
i quieres ?
Una belleza del cinema
Flora Pereira, bellísima artisj^ española del género lírico
CFoto Masana.)
E n r i q u e t a Soler, bonita, graciosa...
—¿Pero de qué te servirá si
vas a dormir ?
—Dios mió, qué mal entien-
des las cosas! P^'estámele,
querida.
—Toma y i\^^ me ^ t paz.
—Escucha; todas las desgracias vienen j u n t a s ; no puedo encontrar las llaves del ropero en
donde Justina acostumbra a guardar
mis vestidos; haz el obsequio de
echarme por encima del tabique, o
entreabriendo un poco la puerta,
aquella preciosa bata de gasa sutil,
casi transparente, que deja adivinar
todos los encantos que una mujer
honesta debe ocultar siempre.
—Pero, hija, _ i para qué quieres a
medianoche un vestido tan diáfano?
—¡ Qué curiosa eres ! Ya te lo explicaré mañana, queridita.
—Es que la bata que me pides está
un poco arrugada...
—Mejor; con eso me evitaré las
molestias de una resistencia fingida.
—Tómala; mas confiesa, pequeña,
que eres demasiado exigente; mi borla de polvos, mi peine de concha, mi
bata de gasa; si continúas así, llegarás a pedirme hasta el preferido de
mis amantes.
—¡ Tonta
-¿Qué?
—Digo que también te lo pediría,
si no hiciera ya mucho tiempo que te
lo he tomado.
Luego la puerta se cerró entre dos
sonoras carcajadas; es muy frecuente y muy natural hacerse esta clase
de favores a semejante hora.
CATULO
MENDES
14
NUESTROS
REPORTAJES
Blanca Negri, "estrella" del arte frivolo
H
ASTA el dia primero de julio, en
que tropezó nuestra mirada
con la jacarandosa imagen de
Blanca Negri, las maravillas del
mundo eran solamente ocho. Desde
esa deliciosa e inolvidable fecha son
nueve, puesto que la más maravillosa de las maravillas es esta pequeña
muñeca bulliciosa que atesora entre
sus diecisiete abriles el más preciado
tesoro que puede soñar siempre una
mujer: la alegre juventud. (Y que
perdone Guerrero.)
Blanca Negri es sencidamente un
estupendísimo guayabo. Yo, que la
estoy viendo de cerca, les juro a ustedes por la salud del "Cotufa", que
no he visto ante ios cristales de mis
gafas una chiquilla tan deliciosamente encantadora. Con el pelo' más negro que la conciencia de in asesino
reincidente; con im par de ojos, grandes y oscuros, como dos plazas de
toros en una nocturna, con una sonrisa armoniosa como la Danda " E l
Empastre" (más nocturna) y con una
boca que está pidiendo a voces una
guerra sin cuartel, la menuda figura
de Blanciuita demuestra al encandilado espectador que con un cuerpe-
Blanca Negri tiene la simpatía por toneladas...
cito pequeño y travieso y con una
simpatía enorme y avasalladora arma
una mujer más revoluciones que el
comandante Franco.
Esta chiquilla, que se ha presentado por primera vez en Madrid desde
el escenario del Teatro RoiTie;i, tiene
la simpatía por toneladas métricas y,
además, es propietaria de una manera de mirar que se le incendia a uno
el mechero. Y es que aquí quisiera
yo ver a los valientes. A cuarenta
centímetros de mi humanidad suspirante, envolviéndome (casi empaquetándome) en un perfume más embriagador que catorce copas de cazalla,
tengo una mujer tan arrebatadora
que el suplicio de Tántalo, comparado con las que yo estoy pasando, es
delicioso juego de chiquillos.
No quiero pasar adelante sin dedicar un saludo al simpático Alady,
a cuya inapreciable amistad debo
el haber conocido a la morenaza que
nos ocupa. Y lo curioso ha sido, que
una vez adquirido este conocimiento
perdí por completo las facultades
mentales, dándose el pintoresco caso
de adquirir y perder el conocimiento
en el mismo instante. Pero es que si
el lector no conoce a Blanquita Negri, no le es posible que se explique
todas estas cosas.
Blanca lleva cuatro años dedicada
a la escena frivola, y en esa corta
temporada ha armado más ruido que
el choque de dos camiones cargados
de cristalería fina. Yo mismo, sin
pensar ni remotamente que algún día
me desvanecería de entusiasmo al estrechar su linda mano, me hice cisco
las mías, aplaudiendo a rabiar, a esta
encantadora "vedette". (Si ¡no la
llamo "vedette" no duermo tranquilo.) Fué en Sevilla, la tierra de las
flores, las mocitas pintureras y los
disturbios comunistas.
Una noche, oyendo a aquel negro
campeón del jass que se llama H a rry Fleming, juzgúese de mi sorpresa al ver que con el susodicho Fleming iban en alegre compañía el saladísimo Alady y una artista encantadora que se llamaba Blanca Negri.
Sólo de verla me puse " n e g r i " y
me quedé sin blanca, pues no hay
que decir que me gasté el sueldo del
mes en asistir todas las noches a. una
butaca de la fila cero.
Y ahora, de repente, cuando menos
me lo esperaba, me encuentro sueño
convertido en realidad. Blanca Ne-
15
gri, una de las artistas de más fina
y exquisita frivolidad, por no decir
la mejor, es amiga mía. Yo la presento a mis lectores, y paso a d a r a
ustedes una idea de lo que es el arte
de esta simpática "estrella".
Blanca Negri es en el teatro lo
que la pimienta es en un cock-tail. El
diminuto grano que todo lo anima y
todo lo revuelve, mezclando con sus
juguetees de niña traviesa la risa incesante de la más alegre frivolidad.
En las creaciones de Blanca N e gri hay un dinamismo, un ambiente
tal de juventud, que en cuanto la artista aparece en las tablas corre por
la sala una simpatía irrefrenable que
termina, invariablemente, en una atronadora salva de aplausos.
En ella (en la artista, no en la mujer) se mezclan en agradable amalgama la gracia y el salero más españoles con la desenvoltura y el
desenfado de las grandes "vedettes"
internacionales. Y así sale Blanquita. Leve, grácil, juguetona, como las
melodías de sus canciones.
Pero en el fondo, en su vida privada de mujer sencilla, Blanca Negri
es una ingenua. N o con la falsa ingenuidad de dama catequista que de
todo se asusta y todo lo sabe, sino
más bien, es una ingenua muy m o derna, muy siglo XX, que a pesar de
ver la vida muy de cerca, sueña con
el cine y espera anhelante un amor
romántico, imposible, como cualquier
señorita de Guadalajara.
Un reciente contrato de cerca de
dos años por el Extranjero preocupa
en estos momentos a la Negri. De
aceptarlo, que es lo más seguro, esta
alegre chiquilla se nos marcha a pasear su gracia por Francia, Bélgica,
Holanda, Inglaterra y Alemania.
¡ P a r a que aprendan las que presumen!
DON FINITO
CUENTO DE
M U J E R E S
No vuelvo a hacer las paces con mi novio. ¡ H a y que ver
cómo me pone el vestido cuando está contento!
María
Isabel
RA alta, bien hecha, con las pierSamuel Honduras, que no vi nunca
nas torneadas, un poco gruesas,
mujer, para mi , gusto, más apetecipero maravillosamente 'trazadas:
ble que María Isabel.
de esas piernas que, embutidas en
Habíala yo conocido en Bayona,
medias brillantes, han sido, y tal vez en los días calurosos de un agosto
son, la locura sexual de las jóvenes
lujuriante y espléndido. Me la había
generaciones españolas.- Pero María
presentado Fernando Mendaz, uno de
Isabel no e r a española, sino francelos cínicos y sinvergüenzas más agrasa. Y no negaréis que el maridaje de dables y simpáticos que he conocido.
unas pantorrillas al gusto español
Ella iba acompañada de su "esposo",
con una boca francesa, roja y fresJesús Sinfé, viajante acreditado de
ca, constituye el ideal para un tem^
una importante casa industrial de
paramento fuerte, a la vez que dulBadalona. A pesar de su apellido
ce, como el mío. Y a fe que me llaino
descorazonador, parece ser que don
E
Jesús realizaba muy buenos ingresos,
producto de sus. comisiones en las
ventas. Bien es verdad que para despistar había realizado un sencillo truco con su nombre de familia: se hacía llamar, y así figuraba en sus tarjetas, Jesús Sinefe, en vez de Jesús
Sinfé.
—Lo ve usted—me explicaba—, con
sólo haber introducido la e entre la
ene y la efe, cambia por completo el
sentido pesimista de mi verdadero
nombre. Pero, fuera de los negocios,
en mis relaciones particulares, siem-
i6
I
pre me presento con la verdad por
delante, es decir, con todo el escepticismo que se revela de la palabra.
Porque yo, señor, no soy sólo sinfé
por el nombre: no creo en nada, ni
siquiera estoy seguro de estar en
Bayona pasando unos días con mi
mujer.
¡ Su mujer! H e subraj^ado la palabra, como antes la de espeso, porque ello era una prueba, en efecto,
del escepticismo del señor Sinfé. Vivía con María Isabel diecinueve años;
ella era libre; él, soltero y rico, y sin
embargo, ni la había llevado al altar
ni al Juzgado municipal. E n resumen : no se había casado con ella, en
el sentido legal o económico de la
palabreja. N o es que la cosa, a mi
juicio, tenga la mayor importancia.
Pero, vamos, no deja de tener alguna. Y si no ¿porqué aquel bergante
la presentaba como su mujer? ¿Es
que casi cuatro lustros de vida marital no eran una prueba más que suficiente de que, siquiera por respeto
social a su compañera, podían formalizar la unión? H a y hombres que
no pueden dejar de ser mezquinos
hasta cuando se tragan el humo de
un pitillo, sin comprender que la
mezquindad tiene por fuerza su respuesta inexorable en la conducta de
los demás. Y «sí aquella hermosa
María Isabel, dolorida en su amor
propio, que es la llaga más sensible
de las humanas lacras espirituales,
había pasado la vida engañando a don
Jesús Sinfé, vengándose así de su
proceder incomprensible.
Yo sólo obtuve de María Isabel
unos cuantos besos, profundos y serios, eso sí, en su boca de clavel encendido, que tenía las dulzuras sabrosas de un fruto del trópico. Es
decir, obtuve algo más, y más precioso todavía: su amistad.
Y así, una tarde, paseandp conmigo en automóvil por la carretera de
E l Pardo, me decía:
—¿ Pero qué se creerá ? Yo no
quiero casarme con él, de veras te
lo digo. Pero no deja de molestarme
su actitud indigna...
Por las noches, irnos cuantos amigos íbamos a su casa de tertulia. Se
hablaba, se murmuraba, se reía, se
jugaba al tresillo, se tomaba café, se
fumaba, se bebía, y al final, María
Isabel, que a veces durante la velada había apoyado su pie sin zapato
sobre mi pierna o sobre mi muslo,
nos acompañaba hasta la puerta, nos
ayudaba a ponernos el gabán si era
invierno, y, en fin, hasta nos decía
seis o siete veces adiós desde su
puerta mientras los contertulios descendíamos por la ancha escalera de
mármol.
Jesús Sinfé cayó enfermo, muy e n fernjo... Se moría a causa de una
pulmonía doble, lo que parece indicar que eran dos... Y viéndose, como
dicen los clásicos, en el umbral de la
Parca,—¡ que no es igual que en la
puerta de la Paca!—se casó con María Isabel in articulo mortis...
"Si
no he podido ser su mujer ante la
ley—pensaba ella—, por lo menos seré
su viuda." Algo es algo, y más vale
tarde, aunque sea al expirar, que
nunca... Y en aquella ocasión no era
sólo algo, sino algos. Porque don Jesús tenía ahorrados unos ochenta mil
duros.
Pero a partir de la ceremonia oficial ante el cura, don Jesús Sinfé,
comenzó a mejorar,.. Y no se murió.
Y se puso bueno. Y he aquí a María
Isabel, esposa legítima del viajante,
tras cuatro lustros de vida en común.
¡ Y ved lo que son las cosas! ¡ Lo
que son las mujeres! ¡ Lo que son
los prejuicios! ¡ Lo que es la vida!
La primera noche que cenamos en su
casa, para celebrar a la vez la ceremonia nupcial y el completo restablecimiento del ex pulmoníaco, ella,
María Isabel, tan llana, tan sencilla,
tan adorable con los amigos, que nos
acompañaba hasta la puerta, que nos
ayudaba a popemos el gabán, que
nos daba el sombrero, ella no se movió de su sitio al decirle adiós... Ni
se incorporó de su asiento. Muy digna, se dejó besar la mano, y con una
sonrisa nos deseó buenas noches:..
El contraste es demasiado rudo. De
modo que aquella mujer, por el hecho de serlo legalmente del imbécil
de Sinfé, que necesitó poco menos
que morirse para darle su nombre,
nos despedía de modo tan distinto...
Yo me sentí tan triste—¡Yo que la
amaba tanto!—que no volví a poner
los pies en su casa.
ARTEMIO
París, 1931.
Vayan ustedes eligiendo la mejor pierna para concederle la "media de oro"
PRECIOSO
17
EL S É P T I M O
ARTE
VEIINTIUNO DE JORDÁN
vis-cosa Greta Garbo es una mujer
vistas, que ponía
rías esta semana, quiero hac^r una
espasmódica,
Nueva
advertencia previa y telefónica. H a y
juntiUas. Así se explica que la seño-
escenarios de Broadway. (Brindo este
quien dirá que estas cosas huelgan en
rita Jordán tenga entre sus numero-
párrafo a esos grullos amigos míos
una revista como la presente; pero
sos admiradores una dulce aureola de
que dicen que escribo peor que un ve-
si la cosa es de la Telefónica, no
niña candida, sin perjuicio de lo cual
cino de Las Hurdes.)
hay huelga. Esto viene, señores míos,
lia sido durante mucho tiempo una
a que eso de veintiuno de Jordán
alegre y endemoniada "estrella" de re-
Antes de empezar a decir majade-
y se lo creen
a pie
York
tos telefónicos de antes de la Dictarecordarán
ustedes
que se pasaba uno la vida diciendo:
"Señorita, oiga, por su padre, el veinticuatro cero siete de Jordán." Y no
le hacían a uno caso. H o y aquéllo
pasó ya de moda. E n la actualidad
llega uno al aparato, mete el dedo,
dicho sea con todos los respetos, y
si el númiero pedido está comunicando, que es lo más corriente, puede
usted charlar por los codos.
Por eso digo que lo de veintiuno
de Jordán (j cómo estoy de pelmazo
algunos días I) se refiere a la monísima Dorotea Jordán, que cuenta en
el momento en que escribimos estas
líneas con veintiuna primaveras a cual
más florida y hermosa.
Dorothy
Jordán
es una ingenua
cinemática, que a pesar de todo su
candor se sacude unos besos con Ramón
Novarro
que ponen
nervioso
hasta al acomodador más comprensivo. Ustedes dirán si una niña que
se retrata en camisa para que sus
contornos
puedan
ser avaramente
asaetados por miles de pupilas masculinas puede llamarse una ingenua.
Pero el cine hace lo que le da la
gana, y los aficionados a este arte
son tan primos que les dicen que la
a
medio
los iluminados
El descubrimiento de Dorothy J o r dán se lo debemos
no tiene nada que ver con los aparadura. Entonces
negro
desde
Dorothy Jordán e s una ingenua..
al cine sonoro,.
i8
Y como Dorotliy tenía madera
de
artista y además estaba de moda el
que las artistas trabajasen sin mallas,
mientras Alí-Babá se hundía definitivamente, la Dorothy se hizo un cartel que ríanse ustedes de " E l l'.inpastre".
Pero ella soñaba con el cine. Aquello de estar siempre danzando y no
.ganar ni para bicarbonato, era una
lástima y además producía ardores de
estómago. En cambio el cine era un
verdadero
negocio. Gloria, populari-
dad, dólares y chicos guapos. ¡,Qué
nuijer no liabrá soñado lo mismo!
Tudas, todas, lo mismo Paca la Mediospelos, que la ex infanta Beatriz
de Borbón, han soñado muchas noclies con que venía Gavy Cooper a
por ellas y se corrían unas juergazas
como para adelgazar en cinco días.
Luego s,e despertaban y tenían ciue
tocarse
filosóficamente
las narices.
Dorothy Jordán se las tocó muchas veces. Llegó en sus excavaciones hasta la rama del trigémino. Y
un día, cuando pensaba abandonar el
teatro y poner una clínica en competencia con Asnero, le llegó un contrato. El cine sonoro le daba todos
sus sueños realizados. " M a g i a
Ne-
gra ", con F o x ; " La fierecilla domada", con Artistas Unidos
y."Mon-
sieur Sans Gene", con Metro, son las
tres producciones que ha.sta ahora han
llegado a nuestras pantallas.
Marlene canta una melodía..
Podíamos
hablar
aún
mucho
de
como el descubrimiento de América
ción con el microbio del cinema, dio
Dorothy; como pero se ha hecho tar-
se k
Colombus,
por resultado su debut con una com-
de, lo dejaré para otro día.
y el descubrimiento del archivo de
pañía de varietés, compuesta de cua-
las huestes hidrófobas de Albiñana
renta prestigiosos artistas y el direc-
se debe a la chiripa más espantosa.
tor. Aquella cuadrilla de bandidos es-
Dos fotos completamente distintas
cénicos, que los yanquis conocían por
y dos mujeres completamente iguales.
debe a Cristóforo
Nacida ía Jordán en
Clarksville,
en los alrededores de Vlaksville o
"Alí-Babá
donde a usted mejor le pille, desde
renta
(el director) y los cua-
ladrones"
(los
desvencijados
FOTOS COMENTADAS
Como que es la misma:
Dietrich.
Esta
alemanota
Marlene
nos
per-
muy pequeñita sintió por el arte una
actores), fracasó con más estrépito
sigue incansable. P o r todos Ips rin-
afición que, convertida en feroz atrac-
que las elecciones de don Dámaso.
cones le asaltan a uno fotos de M a r -
19
ANECDOTARIO
lene y deseando quitárnosla de encima para ponerla debajo..., debajo del
Se empeña don Segis en crear en
.su casa una' galería de antepasados;
mas los antepasados de don Segis no
tuvieron nunca un céntimo, y fué preciso crearle una genealogía completamente fantástica.
Don Segis llama a un pintor:
—Yo necesito—le dice—que el retrato principal de la galería sea el de
cesto de papeles, hemos cogido estas
dos
fotos
y
vamos' a
comentarlas
muy a la ligera. En una, Marlene,
con las faldas más remangadas que
la camisa de un remero, canta una
nielodía armoniosa, mientras enseña
las pantorrillas, muclio más
armo-
mi abuelo, y quiero que me lo pinte
usted con annadura.
—Pero me dará usted algunos datos que me sirvan para componer la
cara.
—¡ Oh—le responde don Segis—, si
yo no lo conocí!
Y después de un momento, continúa :
—¡ Pero no importa, no importa ;
píntelo usted con la visera calada!
niosas que la melodía. Y por eso, en
tanto que los entendidos en arpegios
escuchan fusas y semifusas, nosotros
contemplamos las curvas, que han salido algo difusas. Es lo que dice el
que toca: Quien va piano, va lontano.
La otra
foto es más
sicalíptica.
Pero no creo que sea como para despertar las iras del señor Galarza. T o tal, no hay más que Marlene, empeñada siempre en enseñarnos los muslazos e islas adyacentes, se ha sentado tranquilamente en una cuba, y
nos invita a que vayamos a su lado
diciendo: " A
ver los valientes; el
que se acerque lo mato." Y nos dan
ganas de ir. Después de todo, no seriamos
los primeros
españoles
que
han muerto en Cuba.
RUMORES Y MURMULLOS
Se cotillea... que la próxima temlX)rada nos vamos a aburrir mucho,
porque
las buenas
películas
parece
<3ue se han terminado.
•.. que esto no hay quien lo tome
a broma.
I,
••. que va a haber que reponer cintas atrasadas.
••• que se piensa en "Los últimos
días de Pompeya".
••• qiie se habla también de " L a
Híada".
• •• que como hagan eso, allí va a
ser Troya.
ÁNGEL
'FALQUINA
BARTOLOMÉ
Marlene sentada en una cuba.»
Maruja Lopetegui cocktail
COCU-
faii
caia
semana
Un camión de simpatía, un gramo de mostaza, dos kilos de "gloria
pura", medio l i m ó n ,
otro medio limón, el
perfume de un cigarrillo oriental, dos miradas electrocutantes, los
flecos de un mantón de
Manila y un cuplé de
Lleó: "La regadera",
por ejemplo.
Un t r o c i t o , d e hielo
y un poco de canela.
Agítese y tómese en
pequeñas dosis.
Cuando se presenta en público
no sabe guardar las formas.
acaso con un sámete
consigas hacer llorar.
M. Ramos
Ricardo
Carrión.
Mi vecina la condesa
estaba anoche en la ópera,
liablando y riendo mucho
y escotada... como pocas.
Y me dijo una abonada:
—,: H a visto usted qué señora?
Sepúlveám^
Porque el parto le aproveche^.
y pensando que era el cuarto»,
rezó la esposa de Arteche
a la Virgen de la Leche
y el Buen Parto.
Al poco tiempo p a r i ó ;
el parto duró tres días;
la leche se le cortó...
y ¿hay quién cree en brujerías?'
¡ Pues yo n o !
Eusebia
Blasay-
EPIGRAMAS
Tal afición a la holganza
tiene mi amigo Villodas,
que cuando se va a la cama
dice; —Aquí me las den todas,.
¿ La verdad a un grillo
en qué es parecida?
Pues en que ninguno
de los dos es grilla.
^Carlos
Luis
EN
afirimiaiio.
Casó el enjuto Miguel
con la obesa Trinidad,
cien veces mayor que él,
y él la llama su mitad.
./.
CONFIANZA
H a y gente tan incompleta
que no sabe hacer la u,
ni contar una peseta,
y escribe Cristo con q
y caracoles con zeta.
Mi vecino Pantaleón
padece esas distracciones r
y sin maldita aprensión,
se manda hacer pantaleoneí^
y se firma Pantalón.
Al revés de los toros
son las señoras,
cuanto más blandas salen
más varas toman.
Un
Lopes:..
Miranda.
Constantino
Gík'..
lislromcra.
Ambicionando adquirir
de autor cómico la" íama,
te dedicaste a escribir,
y tan sólo con». un drama
conseguiste hacer reír.
No debes desanimar,
porque tu numen promete,
y a fuerza de trabajar
Hoy, tras un año corrido
sin verle en parte ninguna^
a Paredes las de Muña
dijeron: —i Hola, perdido!'
A cuya frase Paredes,,
por causa igual a la vez,,
respondió con sencillez:
—Las perdidas son ustedes.
Si ése supiera las g a n a s que t e n g o
de que se propase...
V. Ruis
Aguilera:.
21
P.
Pito.—Antequera.
Nada, nada; decididamente es muy
difícil decir un piropo con gracia...
con desenvoltura... y tal.
B U Z Ó N
Lamparilla.
N o sirve. Es demasiado serio y
^ q u í queremos cosas alegres... rego^ci jantes.
y erg es.—Monjos.
Tiene buena intención, pero nada
laás que buena intención. Ejercicio,
•tnucho ejercicio, y... ¡quién sabe!
Bernát.—Lérida.
¡ Pero hombre! i P o r qué ha complicado usted en lui piropo a la Soledad y al cura de su pueblo ? ¡ E s
usted terrible!
DON F I N I T O
Lancho.
i El caso es que no están mal...!
Pero...
UNA BUENA NOTICIA
Demetrio
Ruis.
N o nos gusta.
Blanes.
Sus dibujos son aceptados y se irán
^•ublicando.
'
Su carta la hemos pasado a la Ad«linistración para ser cumplimentada.
Barón
Dandi.—Valencia.
Hemos dicho, y repetimos, que en
•el concurso de piropos no admitire••mos frases de mal gusto.
¡ A ver si nos enteramos de lo que
•*s un piropo!
Por lo demás, tan amigos; y man>de lo que guste, que si está bien, lo
apublicaremos. ¡ Salud, paisano!
Soler.—Badalona.
No sirven esos piropos. Más inge^n!o, amigo.
S í ; lo mejor será que tome un
baño desagua fría. Pienso demasiado en ese hombre y y o soy una mujer casada que está casi segura de
que adora a su marido...
CONCURSO
Morena, tiene usted los ojos m á s
•aiegros que el porvenir de B e r e n Saer.
Joaquín González
Cada dientecito suyo
vale, chiquilla, un t e s o r o ;
con una de sus pestatlas
me atrevo a m a t a r un toro.
Con el calor que despiden sus ojos
9jay suficiente fuego para poner una
áreiduría.
Chiquilla, la Venus de Milo a su
í a d o es una babucha m a h o m e t a n a
•Con las inedias suelas descosidas y
l o s tacones distraídos.
P a r a calzarla a la inedida
se verá negro el z a p a t e r o ;
¿ m e deja usted un zapatito,
•que quiero h a c e r m e un m e c h e r o ?
Mariano Bordas.—Madrid.
Preciosa, tenga u s t é cuidao con
^ s p e s t a ñ a s si va por el Retiro, que
« s t á n de poda.
DE
PIROPOS
Piropo premiado del número
anterior.
N i ñ a : vaya usted a la Casa de
la Moneda, que necesitan una cara
bonita para las pesetas de la República.
"Galanteador"
Preciosa, la daba un beso
sonao que el día 14 de abril.
D. h d m u n d o .5uni¡an, importador c!e
t>!Si (aria en b a r c e l o n a , ha P'idíUo ccmrjrobar po** sí mismo, la maravillosa * (icaria de la 8i)«uieiirz receta, que rcconiieiidamuy cncarcc darncnlc a tuda persona c a n o s a , cuya preparación se nac«
S"nciHamente en casa, con la aue infa i("tlemcnle se logra que los catjellos canosos o d e s c o l o r i d o s recuperen su primitivo color, volviéndolos ademas s u a ves y brillantes.
< Kn un frasco de 2Stl grs. s e ech n S")
g r s . d e agua de Colonia (^cuciiaradas
dt'las de s o p a ) , 7 f?rs. de elicerina (una
cuciiaradiía de las de c«fé), el conleniiiido de una cajlla d e <Orlexu y se termina de llenjr el frasco con agua'>.
1,0» productos para la preparación d t
dicha loción, pueden c o m p r a r s e en cu.-lqui«:r farmacia, perfumería o petuqueria.
a piecio módico. Aplicando dicha mezcla .sobre los cabellos dos veces por
semnna, puede V. tener U' absoluta s«t'tiruJad ae que adquirirán la tonalidad
apetet ida. No tifie el cuero cabelludo, no
es tampoco grasienta ni pegajosa y
perdura indeflnidame' te. Este medio reluvenecerá a toda persona c a n o s a .
más
So fea, cuidao que es u s t é b o nita.
Pablo Gallo.—Madrid.
Nena,, como mire usted con esos
ojos a un campo de trigo en el verano, adiós cosecha.
— ¿ C ó m o se llama u s t e d ?
—Cinta.
— P u e s diga a s u ' m a d r e que me
quedo con la pieza.
G i t a n a z a : tiene usted una fachada como para r o m p e r s e las narices.
P r e n d a : por usted soy capaz de
poner banderillas con dos g a m b a s
a un toro.
J. B. S.—Córdoba.
A tina que lleva un p e r r o :
—Ricura: ¿me quieres cambiar por
el can ? Soy, como buen revisor, fiel
y taladro.
M . Z. A.
N e n a ; vales m á s pesetas que las
que nos robó Alfonsito.
T u carita es un cielo; tus ojitos
dos estrellas, y en' este cielito bello
quisiera hacer un viaje.
Son tus labios una herida que y o
profundizaría para mezclar n u e s t r o
aliento.
Tienes unas posaderas que para
s e n t a r t e necesitarás un banco como
el de E s p a ñ a .
Oye, tienes dos limoncitos que
son para refrescar al primero en la
t e m p o r a d a en que estamos.
S. Targa
22
LEV GOO.MILEVSKY
Vea y convé'^za^fí
EL CABALLERO AUDAZ
De las curiosidades, salones
de exhibición, interesantes
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del natural.
acaba
una
de
novela
publicar
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La vida de un aventurero
Lea
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Como si la maquinaria de que depende sufriese los efectos de una avería inicial, sus movimientos libertarios
son mucho más rápidos y más efímeros que los reaccionarios. De cuando
en cuando se detiene en el punto antiliberal, y el mundo hace por espacio
de años cosas peregrinas.
i Qué ocurriría si se verificase el fenómeno contrario ?
Esto es lo que ha querido saber la
República soviética en su obsesión ensayista, y esto es lo que tal vez vislumbra ya, porque para saberlo exactamente es corta la experiencia.
De todos los análisis emprendidos en
e! gran laboratorio ruso, este del amor
en libertad es el más sugerente, porque
afecta al viejo problema que legó Eros
a los actuales defensores de las buenas
costumbres, y Goomilevsky es el primer escritor ruso que levanta el velo de
lo que en su país ocurre desde que e!
amor anda a su albedrío, si es que llega
a tanto su actual soltura de movimientos.
No entremos en pormenores escabrosos. Goomilevsky acomete el tema con
valentía y con arte. Sale airoso de la
empresa audaz. Su destreza de narrador
salva los obstáculos más fuertes, y e!
problema se ofrece al lector en sus jxiftas proporciones, sin timideces y sin demasías, y sin solución por ahora.
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H. PÉREZ DE LA OSSA
[O! 1Í90I de ílaoÉ
Los amigos de Claudio no es novela de tono lacrimoso; de ahí que
la melancolía de sus páginas sea sutil, fina, delicada. La trama novelesca no tiene violencia de tensión;
por ello, la emoción implícita a toda
página evocativa, es un fluir a un
ritmo uniforme, dulce y claro. Ei
incidente naturalista está dotado de
la energía precisa a resaltar su tono
en mayor, pero sin grito melodramático.
En Los amigos de Claudio la acción transcurre en armónica entonación en las suaves luces claras del
más claro azul de cielo y m a r : Barcelona.
El valor de la anécdota pende
—siempre suele ocurrir así—de la
prosa utilizada a su exposición. Ocioso decir que el autor de Los amigos
de Claudio imprime a sus páginas la
firmeza serena de un tono tan severo como correcto.
Huberto Pérez de la Ossa no ha
escrito una novela de ambiente; ello
no evita, naturalmente, que el marco de la acción adquiera el obligado
rango que obligadamente tiene que
desempeñar cuando el movimiento
de los seres se realiza en una determinada topografía. A este propósito
tiene excepcional relieve el capítulo
incidental, a cargo de Agustín, y ese
tipo de mujer, que coresponde a Libertad.
JORGE RUBIO. (La Gaceta Literaria.)
Renacimiento, 5 pesetas.
MVCUAÍ
n
CfACÍ A5
S^^JLI^
^i
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Urt0f>«dijL.
LUUM
onc ita Montenegro, de la Metro, aparece en una película como sirena de los mares del Sur.. ¿Sirena? Habrá
que llamar al "sireno". (¡Perdón!)
Rosita Moreno, la gentil "star" del cinema, saluda a nuestros lectores.
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