Religión

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La clase de Religión y las
Competencias
Básicas
Este documento presenta los datos esenciales para comprender las
competencias básicas como nuevo elemento del currículo y del
sistema educativo emanado de la LOE. Tras una breve
aproximación al concepto de competencias básicas que maneja la
LOE y sus desarrollos, se indica el contenido de cada una de las
ocho competencias básicas que para la educación básica se han
definido en las enseñanzas mínimas.
En un segundo apartado se incluye el apartado que sobre este tema
de las competencias básicas se ha incorporado al currículo de
Religión Católica publicado en el BOE el 3 de julio de 2007. Se trata
de la novedad fundamental de este currículo que incorpora entre
sus elementos curriculares el apartado denominado contribución del
área de Religión Católica a la adquisición de las competencias
básicas.
*Este material forma parte, con ligereas modificaciones, del libro:
Carlos Esteban Garcés, El área de Religión en el sistema educativo LOE, SM, Madrid 2007.
1. Las competencias básicas
como nuevo elemento del currículo escolar
La LOE establece las competencias básicas como uno de los elementos que
deben formar parte del sistema educativo1. Ya en el Preámbulo, si bien con
escaso énfasis, comienzan las referencias a este nuevo concepto. En una
primera cita se mencionan cuando se explica la primera de las vías de
actuación que plantea una educación a lo largo de toda la vida que abarque los
conocimientos y las competencias básicas que resultan necesarias en la
sociedad actual; la segunda mención aparece a la hora de describir el
contenido del Título Preliminar, cuando se habla de la definición y organización
del currículo escolar en clave de competencias como uno de los elementos
centrales del sistema educativo. El Título Preliminar –se dice– dedica un
capítulo a este asunto, estableciendo sus componentes y la distribución de
competencias en su definición y su proceso de desarrollo. Especial interés
reviste la inclusión de las competencias básicas entre los componentes del
currículo, por cuanto debe permitir caracterizar de manera precisa la formación
que deben recibir los estudiantes. Y una tercera mención aparece cuando se
refiere a la ordenación de las enseñanzas obligatorias y explica las
evaluaciones de diagnóstico que se realizarán al finalizar el segundo ciclo de
Educación Primaria y el segundo curspo de ESO, se señala que esas
evaluaciones parciales del sistema educativo serán sobre las competencias
básicas alcanzadas por el alumnado.
La siguiente referencia es ya el artículo 6 cuando se establece la definición de
currículo y se explicita con nitidez que las competencias básicas serán uno de
sus componentes: A los efectos de lo dispuesto en esta Ley, se entiende por
currículo el conjunto de objetivos, competencias básicas, contenidos, métodos
pedagógicos y criterios de evaluación de cada una de las enseñanzas
reguladas en la presente Ley.
Así pues, la LOE establece la incorporación de las competencias básicas al
sistema educativo, pero solo concreta que serán uno de los componentes del
currículo escolar, nada más. Serán los desarrollos legislativos de las
enseñanzas mínimas, tanto en Educación Primaria (RD 1513/2006 de 7 de
diciembre) como en Secundaria Obligatoria (RD 1631/2006, de 29 de
diciembre) los que sí establezcan qué competencias y cómo deben entenderse
cada una de las ocho propuestas.
En el párrafo introductorio de ambos decretos se repite el mismo texto para la
explicación de lo que debe entenderse por competencias básicas: en la
regulación de las enseñanzas mínimas tiene especial relevancia la definición
de las competencias básicas que el alumno deberá desarrollar en la Educación
Primaria y alcanzar en la Educación Secundaria Obligatoria (solo la referencia
1
El número de abril de Religión y Escuela abordó este tema. Las ideas principales de esta
introducción a las competencias están tomadas del artículo Las competencias básicas que el
MEC propone para la enseñanza obligatoria, que publiqué en dicho número.
© Carlos Esteban Garcés
2
a la Educación Primaria desaparece en el decreto de ESO). Las competencias
básicas, que se incorporan por primera vez a las enseñanzas mínimas,
permiten identificar aquellos aprendizajes que se consideran imprescindibles
desde un planteamniento integrador y orientado a la aplicación de los saberes
adquiridos. Su logro deberá capacitar a los alumnos y alumnas para su
realización personal, el ejercicio de la ciudadanía activa, la incorporación a la
vida adulta de manera satisfactoria y el desarrollo de un aprendizaje
permanente a lo largo de la vida.
En Educación Primaria, en el artículo 6 del decreto de enseñanzas mínimas,
se habla de las competencias básicas en los siguientes términos:
1. En el Anexo I del presente Real Decreto se fijan las competencias básicas que
se deberán adquirir en la enseñanza básica y a cuyo logro deberá contribuir la
Educación Primaria.
2. Las enseñanzas mínimas que establece este Real Decreto contribuyen a
garantizar el desarrollo de las competencias básicas. Los currículos establecidos
por las Administraciones educativas y la concreción de los mismos que los
centros realicen en sus proyectos educativos se orientarán, asimismo, a facilitar
el desarrollo de dichas competencias.
3. La organización y funcionamiento de los centros, las actividades docentes, las
formas de relación que se establezcan entre los integrantes de la comunidad
educativa y las actividades complementarias y extraescolares pueden facilitar
también el desarrollo de las competencias básicas.
4. La lectura constituye un factor fundamental para el desarrollo de las com
petencias básicas. Los centros, al organizar su práctica docente, deberán
garantizar la incorporación de un tiempo diaro de lectura, no inferior a treinta
minutos, a lo largo de todos los cursos de una etapa.
En Educación Secundaria Obligatoria, en el artículo 7 del decreto de
enseñanzas mínimas, se habla de las competencias básicas en términos
prácticamente idénticos:
1. En el Anexo I del presente Real Decreto se fijan las competencias básicas que
los alumnos deberán adquirir al final de esta etapa.
2. Las enseñanzas mínimas que establece este Real Decreto contribuyen a
garantizar el desarrollo de las competencias básicas. Los currículos establecidos
por las Administraciones educativas y la concreción de los mismos que los
centros realicen en sus proyectos educativos se orientarán, asimismo, a facilitar
la adquisición de dichas competencias.
3. La organización y funcionamiento de los centros, las actividades docentes, las
formas de relación que se establezcan entre los integrantes de la comunidad
educativa y las actividades complementarias y extraescolares pueden facilitar
también el logro de las competencias básicas.
4. La lectura constituye un factor primordial para el desarrollo de las
competencias básicas. Los centros deberán garantizar en la práctica docente de
todas las materias un tiempo dedicado a la misma en todos los cursos de la
etapa.
En ambos desarrollos, pues, se remite al Anexo 1 en el que se describen
cuales son y en qué consiste cada una de las competencias básicas que el
Ministerio de Educación establece para la enseñanza obligatoria. Los términos
de estos anexos son idénticos en ambos decretos con las insignificantes
© Carlos Esteban Garcés
3
excepciones de las expresiones en las que se menciona la etapa en la que está
ubicado dicho anexo.
Nosotros presentaremos en los cuadros siguientes la definición de las ocho
competencias destacando lo que, a nuestro juicio, nos parece más relevante en
cada una de ellas. Un primer acercamiento a cada una de ellas y a su
contenido general es necesario para todo el profesorado, también para los
docentes de la enseñanza de la religión.
2. Una definición de las competencias básicas
La incorporación de competencias básicas al currículo permite poner el acento
en aquellos aprendizajes que se consideran imprescindibles, desde un
planteamiento integrador y orientado a la aplicación de los saberes
adquiridos. De ahí su carácter básico.
Son aquellas competencias que debe haber desarrollado un joven o una joven
al finalizar la enseñanza obligatoria para
- poder lograr su realización personal,
- ejercer la ciudadanía activa,
- incorporarse a la vida adulta de manera satisfactoria
- y se capaz de desarrollar un aprendizaje permanente
a lo largo de la vida.
La inclusión de las competencias básicas en el currículo tiene varias
finalidades:
-
En primer lugar, integrar los diferentes aprendizajes, tanto los formales,
incorporados a las diferentes áreas o materias, como los informales y no
formales.
-
En segundo lugar, permitir a todos los estudiantes integrar sus
aprendizajes, ponerlos en relación con distintos tipos de contenidos y
utilizarlos de manera efectiva cuando les resulten necesarios en
diferentes situaciones y contextos.
-
Y, por último, orientar la enseñanza, al permitir identificar los contenidos
y los criterios de evaluación que tienen carácter imprescindible y, en
general, inspirar las distintas decisiones relativas al proceso de
enseñanza y de aprendizaje.
Con las áreas y materias del currículo se pretende que todos los alumnos y
las alumnas alcancen los objetivos educativos y, consecuentemente, también
que adquieran las competencias básicas. Sin embargo, no existe una relación
unívoca entre la enseñanza de determinadas áreas o materias y el desarrollo
de ciertas competencias. Cada una de las áreas contribuye al desarrollo de
diferentes competencias y, a su vez, cada una de las competencias básicas
se alcanzará como consecuencia del trabajo en varias áreas o materias.
© Carlos Esteban Garcés
4
El trabajo en las áreas y materias del currículo para contribuir al desarrollo de
las competencias básicas debe complementarse con diversas medidas
organizativas y funcionales, imprescindibles para su desarrollo. Así, la
organización y el funcionamiento de los centros y las aulas, la participación del
alumnado, las normas de régimen interno, el uso de determinadas
metodologías
y recursos didácticos, la concepción, organización y
funcionamiento de la biblioteca escolar, entre otros aspectos, pueden favorecer
o dificultar el desarrollo de competencias asociadas a la comunicación, el
análisis del entorno físico, la creación, la convivencia y la ciudadanía, o la
alfabetización digital. Igualmente, la acción tutorial permanente puede contribuir
de modo determinante a la adquisición de competencias relacionadas con la
regulación de los aprendizajes, el desarrollo emocional o las habilidades
sociales. Por último, la planificación de las actividades complementarias y
extraescolares puede reforzar el desarrollo del conjunto de las competencias
básicas.
En el marco de la propuesta realizada por la Unión Europea, y de acuerdo
con las consideraciones que se acaban de exponer, se han identificado
ocho competencias básicas:
1. Competencia en comunicación lingüística
2. Competencia matemática
3. Competencia en el conocimiento y la interacción con el mundo
físico
4. Tratamiento de la información y competencia digital
5. Competencia social y ciudadana
6. Competencia cultural y artística
7. Competencia para aprender a aprender
8. Autonomía e iniciativa personal
En los cuadros que presentamos a continuación se expresa la descripción,
finalidad y aspectos distintivos de estas competencias y se pone de
manifiesto, en cada una de ellas, el nivel considerado básico que debe alcanzar
todo el alumnado. Si bien están referidas al final de la etapa de educación
obligatoria (6-16 años), es preciso que su desarrollo se inicie desde el
comienza de la escolarización, de manera que su adquisición se realice de
forma progresiva y coherente. Por ello, la Educación Primaria tomará como
referente las competencias que aquí se establecen y que hacen explícitas las
metas que todo el alumnado debe alcanzar. Aunque hay aspectos en la
caracterización de las competencias cuya adquisición no es específica de esta
etapa, conviene conocerlos para sentar las bases que permitan que ese
© Carlos Esteban Garcés
5
desarrollo posterior pueda producirse con éxito (Real Decreto de Educación
Primaria).
El currículo se estructura en torno a áreas de conocimiento, es en ellas en las
que han de buscarse los referentes que permitirán el desarrollo de las
competencias en esta etapa. Así pues, en cada área se incluyen referencias
explícitas acerca de su contribución a aquellas competencias básicas a las que
se orienta en mayor medida. Por otro lado, tanto los objetivos como la propia
selección de los contenidos buscan asegurar el desarrollo de todas ellas. Los
criterios de evaluación, sirven de referencia para valorar el progreso en su
adquisición (Real Decreto de Educación Primaria).
El currículo de la ESO se estructura en torno a materias, es en ellas en las que
han de buscarse los referentes que permitirán el desarrollo de las
competencias en esta etapa. Así pues, en cada una de las materias se incluyen
referencias explícitas acerca de su contribución a aquellas competencias
básicas a las que se orienta en mayor medida. Por otro lado, tanto los objetivos
como la propia selección de los contenidos buscan asegurar el desarrollo de
todas ellas. Los criterios de evaluación, sirven de referencia para valorar el
progreso en su adquisición (Real Decreto de Educación Secundaria
Obligatoria).
3. Las competencias básicas según el MEC
1.
Competencia básica
Competencia en comunicación lingüística
Esta competencia se refiere a la utilización del lenguaje como instrumento de
comunicación oral y escrita, de representación, interpretación y comprensión de
la realidad, de construcción y comunicación del conocimiento y de organización
y autorregulación del pensamiento, las emociones y la conducta.
Los conocimientos, destrezas y actitudes propios de esta competencia
permiten expresar pensamientos, emociones, vivencias y opiniones, así como
dialogar formarse un juicio crítico y ético, generar ideas, estructurar el
conocimiento, dar coherencia y cohesión al discurso y a las propias acciones y
tareas, adoptar decisiones, y disfrutar escuchando, leyendo o expresándose de
forma oral y escrita, todo lo cual contribuye además al desarrollo de la
autoestima y de la confianza en sí mismo.
Comunicarse y conversar son acciones que suponen habilidades para
establecer vínculos y relaciones constructivas con los demás y con el entorno,
y acercarse a nuevas culturas, que adquieren consideración y respeto en la
medida en que se conocen. Por ello, la competencia de comunicación
lingüística está presente en la capacidad efectiva de convivir y resolver
conflictos.
© Carlos Esteban Garcés
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El lenguaje, como herramienta de comprensión y representación de la realidad,
debe ser instrumento para la igualdad, la construcción de relaciones iguales
entre hombres y mujeres, la eliminación de estereotipos y expresiones sexistas.
La comunicación lingüística debe ser motor de la resolución pacífica de
conflictos en la comunidad escolar.
Escuchar, exponer y dialogar implica ser consciente de los principales tipos de
interacción verbal, ser progresivamente competente en la expresión y
comprensión de los mensajes orales que se intercambian en situaciones
comunicativas diversas y adaptar la comunicación al contexto. Supone también
la utilización activa y efectiva de códigos y habilidades lingüísticas y no
lingüísticas y de las reglas propias del intercambio comunicativo en diferentes
situaciones, para producir textos orales adecuados a cada situación de
comunicación.
Leer y escribir son acciones que suponen y refuerzan las habilidades que
permiten buscar, recopilar y procesar información, y ser competente a la hora
de comprender, componer y utilizar distintos tipos de textos con intenciones
comunicativas o creativas diversas. La lectura facilita la interpretación y
comprensión del código que permite hacer uso de la lengua escrita y es,
además, fuente de placer, de descubrimiento de otros entornos, idiomas y
culturas, de fantasía y de saber, todo lo cual contribuye a su vez a conservar y
mejorar la competencia comunicativa.
La habilidad para seleccionar y aplicar determinados propósitos u objetivos a
las acciones propias de la comunicación lingüística (el diálogo, la lectura, la
escritura, etc.) está vinculada a algunos rasgos fundamentales de esta
competencia como las habilidades para representarse mentalmente, interpretar
y comprender la realidad, y organizar y autorregular el conocimiento y la acción
dotándolos de coherencia.
Comprender y saber comunicar son saberes prácticos que han de apoyarse en
el conocimiento reflexivo sobre el funcionamiento del lenguaje y sus normas de
uso, e implican la capacidad de tomar el lenguaje como objeto de observación
y análisis. Expresar e interpretar diferentes tipos de discurso acordes a la
situación comunicativa en diferentes contextos sociales y culturales, implica el
conocimiento y aplicación efectiva de las reglas de funcionamiento del sistema
de la lengua y de las estrategias necesarias para interactuar lingüísticamente
de una manera adecuada.
Disponer de esta competencia conlleva tener conciencia de las convenciones
sociales, de los valores y aspectos culturales y de la versatilidad del lenguaje
en función del contexto y la intención comunicativa. Implica la capacidad
empática de ponerse en el lugar de otras personas; de leer, escuchar, analizar
y tener en cuenta opiniones distintas a la propia con sensibilidad y espíritu
crítico; de expresar adecuadamente –en fondo y forma- las propias ideas y
emociones, y de aceptar y realizar críticas con espíritu constructivo.
© Carlos Esteban Garcés
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Con distinto nivel de dominio y formalización –especialmente en lengua escritaesta competencia significa, en el caso de las lenguas extranjeras, poder
comunicarse en algunas de ellas y, con ello, enriquecer las relaciones sociales
y desenvolverse en contextos distintos al propio. Asimismo, se favorece el
acceso a más diversas fuentes de información, comunicación y aprendizaje.
En síntesis, el desarrollo de la competencia lingüística al final de la educación
obligatoria comporta el dominio de la lengua oral y escrita en múltiples
contextos, y el uso funcional de, al menos, una lengua extranjera.
2.
Competencia básica
Competencia matemática
Consiste en la habilidad para utilizar y relacionar los números, sus operaciones
básica, los símbolos y las formas de expresión y razonamiento matemático
tanto para producir e interpretar distintos tipos de información, como para
ampliar el conocimiento sobre aspectos cuantitativos y especiales de la
realidad, y para resolver problemas relacionados con la vida cotidiana y con el
mundo laboral.
Forma parte de la competencia matemática la habilidad para interpretar y
expresar con claridad y precisión informaciones, datos y argumentaciones, lo
que aumenta la posibilidad real de seguir aprendiendo a lo largo de la vida,
tanto en el ámbito escolar o académico como fuera de él, y favorecer la
participación efectiva en la vida social.
Asimismo esta competencia implica el conocimiento y manejo de los elementos
matemáticos básicos (distintos tipos de números, medidas, símbolos,
elementos geométricos, etc.) en situaciones reales o simuladas de la vida
cotidiana, y la puesta en práctica de procesos de razonamiento que llevan a la
solución de los problemas o a la obtención de información. Estos procesos
permiten aplicar esa información a una mayor variedad de situaciones y
contextos, seguir cadenas argumentales identificando las ideas fundamentales,
u estimar y enjuiciar la lógica y validad de argumentaciones e informaciones.
En consecuencia, la competencia matemática supone la habilidad para seguir
determinados procesos de pensamiento (como la inducción y la deducción,
entre otros) y aplicar algunos algoritmos de cálculo o elementos de la lógica, lo
que conduce a identificar la validez de los razonamientos y a valorar el grado
de certeza asociado a los resultados derivados de los razonamientos válidos.
La competencia matemática implica una disposición favorable y de progresiva
seguridad y confianza hacia la información y las situaciones (problemas,
incógnitas, etc.) que contienen elementos o soporte matemáticos, así como
hacia su utilización cuando la situación lo aconseja, basadas en el respeto y el
gusto por la certeza y en su búsqueda a través del razonamiento.
© Carlos Esteban Garcés
8
Esta competencia cobra realidad y sentido en la medida que los elementos y
razonamientos matemáticos son utilizados para enfrentarse a aquellas
situaciones cotidianas que los precisan. Por tanto, la identificación de tales
situaciones, la aplicación de estrategias de resolución de problemas, y la
selección de las técnicas adecuadas para calcular, representar e interpretar la
realidad a partir de la información disponible están incluidas en ella. En
definitiva, la posibilidad real de utilizar la actividad matemática en contextos tan
variados como sea posible. Por ello, su desarrollo en la educación obligatoria
se alcanzará en la medida en que los conocimientos matemáticos se apliquen
de manera espontánea a una amplia variedad de situaciones, provenientes de
otros campos de conocimientos de la vida cotidiana.
El desarrollo de la competencia matemática al final de la educación obligatoria,
conlleva utilizar espontáneamente –en los ámbitos personal y social- los
elementos y razonamientos matemáticos para interpretar y producir
información, para resolver problemas provenientes de situaciones cotidianas y
para tomar decisiones. En definitiva, supone aplicar aquellas destrezas y
actitudes que permiten razonar matemáticamente, comprender una
argumentación matemática y expresarse y comunicarse en el lenguaje
matemático, utilizando las herramientas de apoyo adecuadas, e integrando el
conocimiento matemático con otros tipos de conocimientos para dar una mejor
respuesta a las situaciones de la vida de distinto nivel de complejidad.
3
Competencia básica
.
Competencia en el conocimiento y la interacción con el mundo físico
Es la habilidad para interactuar con el mundo físico, tanto en sus aspectos
naturales como en los generados por la acción humana, de tal modo que se
posibilita la comprensión de sucesos, la predicción de consecuencias y la
actividad dirigida a la mejora y preservación de las condiciones de vida propia,
de las demás personas y del resto de los seres vivos. En definitiva, incorpora
habilidades para desenvolverse adecuadamente, con autonomía e iniciativa
personal en ámbitos de la vida y del conocimiento muy diversos (salud,
actividad productiva, consumo, ciencia, procesos tecnológicos, etc.) y para
interpretar el mundo, lo que exige la aplicación de los conceptos y principios
básicos que permiten el análisis de los fenómenos desde diferentes campos de
conocimiento científico involucrados.
Así, forma parte de esta competencia
físico en el que se desarrollan la vida
escala como en el entorno inmediato,
espacio circundante: moverse en él
intervengan los objetos y su posici8ón.
la adecuada percepción del espacio
y la actividad humana, tanto a gran
y la habilidad para interactuar con el
y resolver problemas en los que
Asimismo, la competencia de interactuar con el espacio físico lleva implícito ser
consciente de la influencia que tiene la presencia de las personas en el
espacio, su asentamiento, su actividad, las modificaciones que introducen y los
© Carlos Esteban Garcés
9
paisajes resultantes, así como de la importancia de que todos los seres
humanos se beneficien del desarrollo y de que éste procure la conservación de
los recursos y la diversidad natural, y se mantenga la solidaridad global e
intergeneracional. Supone asimismo demostrar espíritu crítico en la
observación de la realidad y en al análisis de los mensajes informativos y
publicitarios, así como unos hábitos de consumo responsable en la vida
cotidiana.
Esta competencia, y partiendo del conocimiento del cuerpo humano, de la
naturaleza y de la interacción de los hombres y mujeres con ella, permite
argumentar racionalmente las consecuencias de unos u otros modos de vida, y
adoptar una disposición a una vida física y mental saludable en un entorno
natural y social también saludable. Asimismo, supone considerar la doble
dimensión –individual y colectiva- de la salud, y mostrar actitudes de
responsabilidad y respeto hacia los demás y hacia uno mismo.
Esta competencia hace posible identificar preguntas o problemas y obtener
conclusiones basadas en pruebas, con finalidad de comprender y tomar
decisiones sobre el mundo físico y sobre los cambios que la actividad humana
produce sobre el medio ambiente, la salud y la calidad de vida de las personas.
Supone la aplicación de estos conocimientos y procedimientos para dar
respuesta a lo que se percibe como demandas o necesidades de las personas,
de las organizaciones y del medio ambiente.
También incorpora la aplicación de algunas nociones, conceptos científicos y
técnicos, y de teorías científicas básicas previamente comprendidas. Esto
implica la habilidad progresiva para poner en práctica los procesos y actitudes
propios del análisis sistemático y de indagación científica: identificar y plantear
problemas relevantes; realizar observaciones directas e indirectas con
conciencia del marco teórico o interpretativo que las dirige; formular preguntas;
localizar, obtener, analizar y representar información cualitativa y cuantitativa;
plantear y contrastar soluciones tentativas o hipótesis; realizar predicciones e
inferencias de distinto nivel de complejidad; e identificar el conocimiento
disponible, teórico y empírico) necesario para responder a las preguntas
científicas, y para obtener, interpretar, evaluar y comunicar conclusiones en
diversos contextos (académico, personal y social). Asimismo, significa
reconocer la naturaleza, fortalezas y límites de la actividad investigadora como
construcción social del conocimiento a lo largo de la historia.
Esta competencia proporciona, además, destrezas asociadas a la planificación
y manejo de soluciones técnicas, siguiendo criterios de economía y eficacia,
para satisfacer las necesidades de la vida cotidiana y del mundo laboral.
En definitiva, esta competencia supone el desarrollo y aplicación del
pensamiento científico-.técnico para interpretar la información que se recibe y
para predecir y tomar decisiones con iniciativa y autonomía personal en un
mundo en el que los avances que se van produciendo en los ámbitos científico
y tecnológico tienen una influencia decisiva en la vida personal, la sociedad y el
mundo natural. Asimismo, implica la diferenciación y valoración del
© Carlos Esteban Garcés
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conocimiento científico al lado de otras formas de conocimiento, y la utilización
de valores y criterios éticos asociados a la ciencia y al desarrollo tecnológico.
En coherencia con las habilidades y destrezas relacionadas hasta aquí, son
parte de esta competencia básica el uso responsable de los recursos naturales,
el cuidado del medio ambiente, el consumo racional y responsable, y la
protección de la salud individual y colectiva como elementos clave de la calidad
de vida de las personas.
4
Competencia básica .
Tratamiento de la información y competencia digital
Esta competencia consiste en disponer de habilidades para buscar, obtener,
procesar y comunicar información, y para transformarla en conocimiento,
incorpora diferentes habilidades, que van desde el acceso a la información
hasta su transmisión en distintos soportes una vez tratada, incluyendo la
utilización de las tecnologías de la información y la comunicación como
elemento esencial para informarse, aprender y comunicarse.
Está asociada con la búsqueda, selección, registro y tratamiento o análisis de
la información, utilizando técnicas y estrategias diversas para acceder a ella
según la fuente a la que se acuda y el soporte que se utilice (oral, impreso,
audiovisual, digital o multimedia). Requiere el dominio de lenguajes específicos
básicos (textual, numérico, icónico, visual, gráfico y sonoro) y de sus pautas de
decodificación y transferencia, así como aplicar en distintas situaciones y
contextos el conocimiento de los diferentes tipos de información, sus fuentes,
sus posibilidades y su localización, así como lenguajes y soportes más
frecuentes en los que ésta suele expresarse.
Disponer de información no produce de forma automática conocimiento.
Transformar la información en conocimiento exige de destrezas de
razonamiento para organizarla, relacionarla, analizarla, sintetizarla y hacer
inferencias y deducciones de distinto nivel de complejidad; en definitiva,
comprenderla e integrarla en los esquemas previos de conocimiento. Significa,
asimismo, comunicar la información y los conocimientos adquiridos empleando
recursos expresivos que incorporen, no sólo diferentes lenguajes y técnicas
específicas, sino también las posibilidades que ofrecen las tecnologías de la
información y la comunicación.
Ser competente en la utilización de las tecnologías de la información y la
comunicación como instrumento de trabajo intelectual incluye utilizarlas en su
doble función de transmisoras y generadoras de información y conocimiento.
Se utilizarán en su función generadora al emplearlas, por ejemplo, como
herramienta en el uso de modelos de procesos matemáticos, físicos, sociales,
económicos o artísticos. Asimismo, esta competencia permite procesar y
gestionar adecuadamente información abundante y compleja, resolver
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problemas reales, tomar decisiones, trabajar en entornos colaborativos
ampliando los entornos de comunicación para participar en comunidades de
aprendizaje formales e informales, y generar producciones responsable y
creativas.
La competencia digital incluye utilizar las tecnologías de la información y la
comunicación extrayendo su máximo rendimiento a partir de la comprensión de
la naturaleza y modo de operar de los sistemas tecnológicos, y del afecto que
esos cambios tienen en el mundo personal y sociolaboral. Asimismo supone
manejar estrategias para identificar y resolver los problemas habituales de
Sofware y hardware que vayan surgiendo. Igualmente permite aprovechar la
información que proporcionan y analizarla de forma crítica mediante el trabajo
personal autónomo y el trabajo colaborativo, tanto en su vertiente sincrónica
como diacónica, conociendo y relacionándose con entornos físicos y sociales
cada vez más amplios. Además de utilizarlas como herramienta para organizar
la información, procesarla y orientarla para conseguir objetivos y fines de
aprendizaje, trabajo y ocio previamente establecidos.
En definitiva, la competencia digital comporta hacer uso habitual de los
recursos tecnológicos disponibles para resolver problemas reales de modo
eficiente. Al mismo tiempo, posibilita evaluar y seleccionar nuevas fuentes de
información e innovaciones tecnológicas a medida que van apareciendo, en
función de su utilidad para acometer tareas u objetivos específicos.
En síntesis, el tratamiento de la información y la competencia digital implican
ser una persona autónoma, eficaz, responsable, crítica y reflexiva al
seleccionar, tratar y utilizar la información y sus fuentes, así como las distintas
herramientas tecnológicas; también tener una actitud crítica y reflexiva en la
valoración de la información disponible, contrastándola cuando es necesario, y
respetar las formas de conducta acordadas socialmente para regular el uso de
la información y sus fuentes en los distintos soportes.
5
Competencia básica
.
Competencia social y ciudadana
Esta competencia hace posible comprender la realidad social en que se vive,
cooperar, convivir y ejercer la ciudadanía democrática en una sociedad plural,
así como comprometerse a contribuir a su mejora. En ella están integrados
conocimientos diversos y habilidades complejas que permiten participar, tomar
decisiones, elegir cómo comportarse en determinadas situaciones y
responsabilizarse de las elecciones y decisiones adoptadas.
Globalmente supone utilizar, para desenvolverse socialmente, el conocimiento
sobre la evolución y organización de las sociedades y sobre los rasgos y
valores del sistema democrático, así como utilizar el juicio moral para elegir y
© Carlos Esteban Garcés
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tomar decisiones, y ejercer activa y responsablemente los derechos y deberes
de la ciudadanía.
Esta competencia favorece la comprensión de la realidad histórica y social del
mundo, su evolución, sus logros y sus problemas. La comprensión crítica de la
realidad exige experiencia, conocimientos y conciencia de la existencia de
distintas perspectivas al analizar esa realidad. Conlleva recurrir al análisis
multicausal y sistemático para enjuiciar los hechos y problemas sociales e
históricos y para reflexionar sobre ellos de forma global y crítica, así como
realizar razonamientos críticos y lógicamente válidos sobre situaciones reales,
y dialogar para mejorar colectivamente la comprensión de la realidad.
Significa también entender los rasgos de las sociedades actuales, su creciente
pluralidad y su carácter evolutivo, además de demostrar comprensión de la
aportación que las diferentes culturas han hecho a la evolución y progreso de la
humanidad, y disponer de un sentimiento de ciudadanía global compatible con
la identidad local.
Asimismo, forma parte fundamental de esta competencia aquellas habilidades
sociales que permiten saber que los conflictos de valores e intereses forman
parte de la convivencia, resolverlos con actitud constructiva y tomar decisiones
con autonomía empleando, tanto los conocimientos sobre la sociedad como
una escala de valores construida mediante las reflexión crítica y el diálogo en el
marco de los patrones culturales básicos de cada región, país o comunidad.
La dimensión ética de la competencia social y ciudadana entraña ser
consciente de los valores del entorno, evaluarlos y reconstruirlos afectiva y
racionalmente para crear progresivamente un sistema de valores propios y
comportarse en coherencia con ellos al afrontar una decisión o un conflicto. Ello
supone entender que no toda posición personal es ética si no está basada en el
respeto a principios o valores universales como los que encierra la Declaración
de los Derechos Humanos.
En consecuencia, entre las habilidades de esta competencia destacan
conocerse y valorarse, saber comunicarse en distintos contextos, expresar las
propias ideas y escuchar las ajenas, ser capaz de ponerse en el lugar del otro y
comprender su punto de vista aunque sea diferente del propio, y tomar
decisiones de los distintos niveles de vida comunitaria, valorando
conjuntamente los intereses individuales y los del grupo. Además implica, la
valoración de las diferencias a la vez que el reconocimiento de la igualdad de
derechos entre los diferentes colectivos, en particular, entre hombres y
mujeres. Igualmente la práctica del diálogo y de la negociación para llegar a
acuerdos como forma de resolver los conflictos, tanto en el ámbito personal
como en lo social.
Por último, forma parte de esta competencia el ejercicio de una ciudadanía
activa e integradora que exige el conocimiento y comprensión de los valores en
que se asientan los estados y sociedades democráticas, de sus fundamentos,
modos de organización y funcionamiento. Esta competencia permite reflexionar
críticamente sobre los conceptos de democracia, libertad, igualdad, solidaridad,
© Carlos Esteban Garcés
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corresponsabilidad, participación y ciudadanía, con particular atención a los
derechos y deberes reconocidos en las declaraciones internacionales, en la
Constitución española y en legislación autonómica, así como a su aplicación
por parte de diversas instituciones; y mostrar un comportamiento coherente con
los valores democráticos, que a su vez conlleva disponer de habilidades como
la toma de conciencia de los propios pensamientos, valores, sentimientos y
acciones, y el control y autorregulación de los mismos.
En definitiva, el ejercicio de la ciudadanía implica disponer de habilidades para
participar activa y plenamente en la vida cívica. Significa construir, aceptar y
practicar normas de convivencia acordes con los valores democráticos,
ejercitar los derechos, libertades, responsabilidades y deberes cívicos, y
defender los derechos de los demás.
En síntesis, esta competencia supone comprender la realidad social en que se
vive, afrontar la convivencia y los conflictos empleando el juicio ético basado en
los valores y prácticas democráticas, y ejercer la ciudadanía, actuando con
criterio propio, contribuyendo a la construcción de la paz y la democracia, y
manteniendo una actitud constructiva, solidaria y responsable ante el
cumplimiento de los derechos y obligaciones cívicas.
6
Competencia básica
Competencia cultural y artística
Esta competencia supone conocer, comprender, apreciar y valorar críticamente
diferentes manifestaciones culturales y artísticas, utilizarlas como fuente de
enriquecimiento y disfrute y considerarlas como parte del patrimonio de los
pueblos.
Apreciar el hecho cultural en general, y el hecho artístico en particular, lleva
implícito disponer de aquellas habilidades y actitudes que permitan acceder a
sus distintas manifestaciones, así como habilidades de pensamiento,
perceptivas y comunicativas, sensibilidad y sentido estético para poder
comprenderlas, valorarlas, emocionarse y disfrutarlas.
Esta competencia implica poner en juego habilidades de pensamiento
divergente y convergente, puesto que comporta reelaborar ideas y sentimientos
propios y ajenos; encontrar fuentes, formas y cauces de comprensión y
expresión; planificar, evaluar y ajustar los procesos necesarios para alcanzar
unos resultados, ya sea en el ámbito personal o académico. Se trata, por tanto,
de una competencia que facilita tanto expresarse y comunicarse como percibir,
comprender y enriquecerse con diferentes realidades y producciones del
mundo del arte y de la cultura.
Requiere poner en funcionamiento la iniciativa, la imaginación y la creatividad
para expresarse mediante códigos artísticos y, en la medida en que las
© Carlos Esteban Garcés
14
actividades culturales y artísticas supone en muchas ocasiones un trabajo
colectivo, es preciso disponer de habilidades de cooperación para contribuir a
la consecución de un resultado final, y tener conciencia de la importancia de
apoyar y apreciar las iniciativas y contribuciones ajenas.
La competencia artística incorpora asimismo el conocimiento básico de las
principales técnicas, recursos y convenciones de los diferente lenguajes
artísticos, así como de las obras y manifestaciones más destacadas del
patrimonio cultural. Además supone identificar las relaciones existentes entre
esas manifestaciones y la sociedad –la mentalidad y las posibilidades técnicas
de la época en que se crean- con la persona o colectividad que las crea. Esto
significa también tener conciencia de la evolución del pensamiento, de las
corrientes estéticas, las modas y los gustos, así como de la importancia
representativa, expresiva y comunicativa que los factores estéticos han
desempeñado y desempeñan en la vida cotidiana de las personas y de las
sociedades.
Supone igualmente una actitud de aprecio de la creatividad implícita en la
expresión de ideas, experiencias o sentimientos a través de diferentes medios
artísticos, como la música, la literatura, las artes visuales y escénicas, o de las
diferentes formas que adquieren las llamadas artes populares. Exige asimismo
valorar la libertad de expresión, el derecho a la diversidad cultural, la
importancia del diálogo intercultural y la realización de experiencias artísticas
compartidas.
En síntesis, el conjunto de destrezas que configuran esta competencia se
refiere tanto a la habilidad para apreciar y disfrutar con el arte y otras
manifestaciones culturales, como aquellas relacionadas con el empleo de
algunos recursos de la expresión artística para realizar creaciones propias;
implica un conocimiento básico de las distintas manifestaciones culturales y
artísticas, la aplicación de habilidades de pensamiento divergente y de trabajo
colaborativo, una actitud abierta, respetuosa y crítica hacia la diversidad de
expresiones artísticas y culturales el deseo y voluntad de cultivar la propia
capacidad estética y creadora, y un interés por participar en la vida cultural y
por contribuir a la conservación del patrimonio cultural y artístico, tanto de la
propia comunidad, como de otras comunidades.
7.
Competencia básica
Competencias para aprender a aprender.
Aprender a aprender supone disponer de habilidades para iniciarse en el
aprendizaje y ser capaz de continuar aprendiendo de Manera más eficaz y
autónoma de acuerdo a los propios objetivos y necesidades.
Esta competencia tiene dos dimensiones fundamentales. Por un lado, la
adquisición de la conciencia de las propias capacidades (intelectuales,
© Carlos Esteban Garcés
15
emocionales, físicas), del proceso y las estrategias necesarias para
desarrollarlas, así como de lo que se puede hacer por uno mismo y de lo que
se puede hacer con ayuda de otras personas o recursos. Por otro lado,
disponer de un sentimiento de competencia personal, que redunda en la
motivación, la confianza en uno mismo y el gusto por aprender.
Significa ser consciente de lo que se sabe y de lo que es necesario aprender,
de cómo se aprende, y de cómo se gestionan y controlan de forma eficaz los
procesos de aprendizaje, optimizándolos y orientándolos a satisfacer objetivos
personales. Requiere conocer las propias potencialidades y carencias, sacando
provecho de las primeras y teniendo motivación y voluntad para superar las
segundas desde una expectativa de éxito, aumentando progresivamente la
seguridad para afrontar nuevos retos de aprendizaje.
Por ello, comporta tener conciencia de aquellas capacidades que entran en
juego en el aprendizaje, como la atención, la concentración, la memoria, la
comprensión y la expresión lingüística o la motivación de logro, entre otras, y
obtener un rendimiento máximo y personalizado de las mismas con la ayuda de
distintas estrategias y técnicas: de estudio, de observación y registro
sistemático de hechos y relaciones, de trabajo cooperativo y por proyectos, de
resolución de problemas, de planificación y organización de actividades y
tiempos de forma efectiva, o del conocimiento sobre los diferentes recursos y
fuentes para la recogida, selección y tratamiento de la información, incluido los
recursos tecnológicos.
Implica así mismo la curiosidad de plantearse preguntas, identificar y manejar
la diversidad de respuestas posibles ante una misma situación o problema
utilizando diversas estrategias y metodologías que permitan afrontar la toma de
decisiones, racional y críticamente, con la información disponible.
Incluye, además, habilidades para obtener información –ya sea individualmente
o en colaboración- y muy especialmente, para transformarla en conocimiento
propio, relacionando e integrando la nueva información con los conocimientos
previos y con la propia experiencia personal y sabiendo aplicar los nuevos
conocimientos y capacidades en situaciones parecidas y contextos diversos.
Por otra parte, esta competencia requiere plantearse metas alcanzables a
corto, medio y largo plazo y cumplirlas, elevando los objetivos de aprendizaje
de forma progresiva y realista.
Hace necesaria también la perseverancia en el aprendizaje, desde su
valoración como un elemento que enriquece la vida personal y social y que es,
por tanto, merecedor del esfuerzo que requiere. Conlleva ser capaz de
autoevaluarse y autorregularse, responsabilidad y compromiso personal, saber
administrar el esfuerzo, aceptar errores y aprender de y con los demás.
En síntesis, aprender a aprender implica la conciencia, gestión y control de las
propias capacidades y conocimientos desde un sentimiento de competencia o
eficacia personal, e incluyendo tanto el pensamiento estratégico, como la
capacidad de cooperar, de autoevaluarse, y el manejo eficiente de un conjunto
© Carlos Esteban Garcés
16
de recursos y técnicas de trabajo intelectual, todo lo cual se desarrolla a través
de experiencias de aprendizaje conscientes y gratificantes, tanto individuales
como colectivas.
8
Competencia básica
Autonomía e iniciativa personal
Esta competencia se refiere, por una parte, a la adquisición de la conciencia y
aplicación de un conjunto de valores y actitudes personales interrelacionadas,
como la responsabilidad, la perseverancia, el conocimiento de sí mismo y la
autoestima, la creatividad, la autocrítica, el control emocional, la capacidad de
elegir, de calcular riesgos y de afrontar los problemas, así como la capacidad
de demorar la necesidad de satisfacción i8nmediata, de aprender de los errores
y de asumir riesgos.
Por otra parte, remite a la capacidad de elegir con criterio propio, de imaginar
proyectos, y de llevar adelante las acciones necesarias para desarrollar las
opciones y planes personales –en el marco de proyectos individuales o
colectivos- responsabilizándose de ellos, tanto en al ámbito persona, como
social y laboral.
Supone poder transformar las ideas en acciones; es decir, proponerse objetivos
y planificar y llevar a cabo proyectos. Requiere, por tanto, poder reelaborar los
planteamientos previos o elaborar nuevas ideas, buscar soluciones y llevarlas a
la práctica. Además, analizar posibilidades y limitaciones, conocer las fases de
desarrollo de un proyecto, planificar, tomar decisiones, actuar, evaluar lo hecho
y autoevaluarse, extraer conclusiones y valorar las posibilidades de mejora.
Exige, por todo ello, tener una visión estratégica de los retos y oportunidades
que ayude a identificar y cumplir objetivos y a mantener la motivación para
lograr el éxito en las tareas emprendidas, con una sana ambición personal,
académica y profesional. Igualmente ser capaza de poner en relación la oferta
académica, laboral o de ocio disponible, con las capacidades, deseos y
proyectos personales.
Además, comporta una actitud positiva hacia el cambio y la innovación que
presupone flexibilidad de planteamientos, pudiendo comprender dichos
cambios como oportunidades. Adaptarse crítica y constructivamente a ellos,
afrontar los problemas y encontrar soluciones en cada uno de los proyectos
vitales que se emprenden.
En la medida en que la autonomía e iniciativa personal involucran a menudo a
otras personas, esta competencia obliga a disponer de habilidades sociales
para relacionarse, cooperar y trabajar en equipo: ponerse en el lugar del otro,
valorar las ideas de los demás, dialogar y negociar, la asertividad para hacer
© Carlos Esteban Garcés
17
saber adecuadamente a los demás las propias decisiones, y trabajar de forma
cooperativa y flexible.
Otra dimensión importante de esta competencia, muy relacionada con esta
vertiente más social, está constituida por aquellas habilidades y actitudes
relacionadas con el liderazgo de proyectos, que incluyen la confianza en uno
mismo, la empatía, el espíritu de superación, las habilidades para el diálogo y
la cooperación, la organización de tiempos y tareas, la capacidad de afirmar y
defender derechos o la asunción de riesgos.
En síntesis, la autonomía y la iniciativa personal suponen ser capaz de
imaginar, emprender, desarrollar y evaluar acciones o proyectos individuales o
colectivos con creatividad, confianza, responsabilidad y sentido crítico.
© Carlos Esteban Garcés
18
4. Las competencias básicas
en el currículo de Religión Católica
Con la paralización de la LOCE, hace ya más de tres años, y la aprobación de
la LOE, hace ahora poco más de un año, se pone en marcha un proceso de
reforma del sistema educativo que supone una renovación de las enseñanzas
de cada etapa, además de otras reformas de carácter curricular y organizativo.
Es una evidencia que tanto las enseñanzas comúnes como las otras medidas
la de la LOCE no están ya en vigor.
Si nos preguntamos en qué situación estaba el currículo de Religión Católica,
nos encontraremos con que el último currículo oficialmente publicado se
ubicaba en el marco de una materia, Sociedad Cultura y Religión, opción
confesional católica, que formaba parte de las enseñanzas establecidas en la
LOCE. Fue publicado en el BOE formando parte de las enseñanzas comunes
que desarrollaban aquella reforma. Estábamos, por tanto, ante un currículo,
una asignatura y unas enseñanzas que no están en vigor desde el punto de
vista legislativo. Sin embargo, sí se mantenía aquel currículo como vigente en
los ambitos eclesiales, al menos en términos coloquiales. Esta situación de
cierta provisionalidad ha creado más de alguna dificultad pedagógica y una
diversidad de libros de texto en los centros educativos. Era el mes de junio de
2004 cuando en estas mismas páginas, en una Carta del Director,
analizábamos la complejidad técnica de esta situación. Ahora se ha clarificado,
al menos formalmente.
La Comisión Episcopal de Enseñanza, que tiene la competencia para
establecer el currículo de la enseñanza religiosa católica –así era en la LGE, en
la LOGSE, en la LOCE y así es en la LOE, porque así está garantizado en
nuestro ordenamiento jurídico–, acaba de hacer público en el mes de mayo el
documento por el que ha adaptado el currículo de Religión Católica al nuevo
marco legislativo y pedagógico de la LOE, especialmente a las competencias
básicas.
El nuevo currículo de Religión Católica2
En Educación Infantil, la formación religiosa y moral católica –dice el nuevo
currículo– pretende contribuir a la formación integral del alumno, desarrollando
especialmente su capacidad trascendente, facilitándole una propuesta de
sentido para su vida e iluminando el fundamento de aquellos valores comunes
que hacen posible una convivencia libre, pacífica y solidaria. Y añade que esta
enseñanza de la religión pretende acercar al niño a las claves principales de la
fe cristiana, ayudarle a descubrir esta experiencia en su entorno, y a que él
mismo desarrolle sus facultades de expresión y se inicie en los elementos
2
El número de junio de Religión y Escuela abordó este tema. Las ideas principales de estas
páginas están tomadas del artículo El currículo de Religión Católica se adapta las
competencias básicas, que publiqué en el citado número.
© Carlos Esteban Garcés
19
primeros que facilitan la comunicación con Dios. La síntesis del mensaje
cristiano que se presenta en el currículo fundamenta y motiva los valores y
actitudes básicos, favorece los hábitos de comportamiento, y contribuye
también al desarrollo de destrezas y habilidades que se ejercitan en los tres
ámbitos de experiencia enunciados. Para ello, este currículo se vale de los
elementos cristianos presentes en el entorno del alumno, las imágenes y
símbolos, el lenguaje y otros recursos que hacen posible la comprensión de la
experiencia religiosa adecuada a esta edad.
A partir de esta introducción, se establecen 9 objetivos, 17 contenidos y 6
criterios de evaluación.
En Educación Primaria, la enseñanza religiosa –dice el nuevo currículo–
contribuye a la calidad de la educación que preconiza la LOE desde la
propuesta y desarrollo de unos conocimientos, valores y actitudes que
conforman su propio currículo. Lo hace desarrollando especialmente la
capacidad trascendente del alumno, facilitándole una propuesta de sentido
último para su vida e iluminando el fundamento de aquellos valores comunes
que hacen posible una convivencia libre, pacífica y solidaria. Y añade en la
introducción que el currículo de la enseñanza de la Religión Católica es una
síntesis básica y global del mensaje cristiano, adecuada a la edad del alumno,
a las exigencias epistemológicas de la materia, a las expresiones culturales del
entorno y a las demandas didácticas del sistema educativo.
En esta introducción se explican también las cuatro dimensiones en las que se
desarrolla la enseñanza de la religión: la dimensión cultural e histórica, la
dimensión humanizadora, la dimensión ética y su carácter científico.
Después de la introducción es donde aparece la novedad fundamental de este
nuevo currículo, la contribución del área de Religión Católica a la adquisición
de las competencias básicas establecidas en las enseñanzas de la LOE. Este
apartado lo ofrecemos en su integridad en las páginas siguientes. Los
subrayados en negrita no pertenecen al texto original.
El currículo del área de Religión Católica se completa con los 13 objetivos, 16
contenidos y 14 criterios de evaluación para el primer ciclo, 15 contenidos y 14
criterios de evaluación para el segundo ciclo, y 20 contenidos y 16 criterios de
evaluación para el tercer ciclo.
En Educación Secundaria Obligatoria, la enseñanza religiosa contribuye –
dice el nuevo currículo– a la calidad de la educación desde la propuesta y
desarrollo de unos conocimientos, valores y actitudes que conforman su propio
currículo. Lo hace desarrollando especialmente la capacidad trascendente del
alumno, facilitándole una propuesta de sentido último para su vida e iluminando
el fundamento de aquellos valores comunes que hacen posible una convivencia
libre, pacífica y solidaria.
En esta introducción se repiten casi en su literalidad las explicaciones sobre el
currículo de Religión Católica en la etapa y se vuelven a señalar las cuatro
dimensiones propias de la enseñanza de la religión que ya hemos recordado
© Carlos Esteban Garcés
20
aquí a propósito de la Educación Primaria.
También en este momento se incorpora el nuevo apartado la contribución del
área de Religión Católica a la adquisición de las competencias básicas
establecidas en las enseñanzas de la LOE. Este apartado lo reproducimos,
como en la etapa anterior, en las páginas siguientes. Pronto se percibirá que
ambos apartados tienen amplias coincidencias. Igual que antes, los subrayados
en negrita no pertenecen al texto original.
El currículo del área de Religión Católica en la ESO se completa con los 12
objetivos, 15 contenidos y 11 criterios de evaluación para el primer curso, 15
contenidos y 13 criterios de evaluación para el segundo curso, 16 contenidos y
14 criterios de evaluación para el tercer curso, y 15 contenidos y 12 criterios de
evaluación para el cuarto curso.
En Bachillerato, la introducción del currículo de Religión Católica también
reitera, casi en su literalidad, los mismos términos de las introducciones de
anteriores etapas. En este caso, después de recordar las cuatro dimensiones
ya mencionadas, indica que la enseñanza religiosa católica en el Bachillerato
tiene como finalidad básica proporcionar a los alumnos que han optado por ella
la síntesis del mensaje cristiano que hace posible una fundamentación de su
formación religiosa, y proporciona unos principios, valores y actitudes que
favorecen su maduración personal. Teniendo como eje la dignidad de la
persona, la lógica de la fe lleva al compromiso en favor de la promoción
humana, la libertad, la justicia, la paz y la fraternidad, sustentadas en el amor.
Los alumnos tendrán la oportunidad de aprender que Jesucristo es el
fundamento de la moral cristiana sobre el amor y la convivencia.
La opción católica –añade– en este tramo educativo, en cuanto a su estructura
epistemológica, se atiene al carácter científico con el que se abordan las
Ciencias de la Religión. Los objetivos, contenidos y metodología teológica no
sólo son adecuados al currículo del Bachillerato, sino que ofrecen la posibilidad
de una fecunda interrelación con los propios de otros saberes de dicho
currículo. Es más, el diálogo con la cultura es otra gran finalidad de esta etapa,
la cual presenta así, de modo integrado, la propuesta del mensaje cristiano en
la resolución de problemas y respuestas a interrogantes que el mundo de hoy
plantea a los alumnos.
El currículo se completa con 10 objetivos, 17 contenidos y 8 criterios de
evaluación.
En esta etapa, como en Educación Infantil, no aparecen la referencia a las
competencias básicas porque, según establece la LOE solo afectan a la
enseñanza obligatoria.
En síntesis, lo que encontramos en este nuevo currículo de Religión Católica
para las enseñanzas de la LOE es el mismo currículo de la LOCE en la opción
confesional católica de Sociedad, Cultura y Religión. Se repiten con exactitud
los objetivos, contenidos y criterios de evaluación de cada una de las etapas,
ciclos y cursos. Se modifica solo en las introducciones la referencia legislativa
© Carlos Esteban Garcés
21
que entonces era a la LOCE y ahora es a la LOE. Y se incorpora como
novedad el apartado de contribución del área a la adquisición de las
competencias básicas en Primaria y Secundaria Obligatoria.
El marco del currículo de ERE
Los currículos del área de Religión Católica han tenido una interesante
evolución en los últimos años acompañando, en la mayoría de las ocasiones, la
evolución propia de nuestro sistema educativo. A lo largo de las diferentes
reformas podemos comprobar cómo hay elementos propios de la realidad
religiosa y del mensaje cristiano que han permanecido, mientras otros han ido
modificándose. Lo mismo podríamos decir de las opciones pedagógicas y
didácticas. Incluso del mismo concepto de currículo que también ha
evolucionado.
Sin embargo, para la enseñanza de la religión, desde la perspectiva católica,
hay un marco de referencia que ha permanecido en toda esta evolución. Mejor,
hay un marco teórico sobre la identidad de la enseñanza de la religión en el
sistema educativo que ha inspirado los diseños básicos de los currículos y que,
en consecuencia, permite comprenderlos de manera más adecuada. Se trata
de la identidad y naturaleza de la ERE establecida en el documento de los
obispos de 1979 y bien conocido por todos.
Sin duda que constituye un marco de referencia adecuado para entender
también el currículo de Religión Católica que ahora se propone para las
enseñanzas de la LOE. Por ejemplo, tengamos en cuenta cómo en aquel
documento se establecían los tres objetivos de la enseñanza de la religión en la
escuela –recordamos, ayudar a los alumnos a situarse lúcidamente ante la
tradición cultural, a insertarse críticamente en la sociedad, y ofrecer respuestas
al sentido de la vida con sus implicaciones éticas–, y ahora, a la hora de los
trabajos de programación, aquellos objetivos pueden aportarnos un iluminador
marco de referencia para contextualizar en nuestros centros educativos los
objetivos y contenidos propios del currículo.
Habrá también otros elementos que podamos tener en cuenta a la hora de
programar y adecuar el currículo de Religión en nuestros centros educativos,
pero este marco de referencia de lo que es la ERE nos parece recomendable.
Contribuciones educativas de la ERE
La presencia de la religión en la escuela se justifica desde la perspectiva de
una educación integral y desde las contribuciones educativas que sus objetivos
y contenidos aportan a lo largo del proceso madurativo de los alumnos y
alumnas. Desde hace tiempo hemos insistido en la necesidad de explicitar
estas contribuciones siempre que sea posible tanto en los procesos de
programación didáctica como en otros espacios de la vida pública. A la hora de
© Carlos Esteban Garcés
22
programar con este nuevo currículo, otra referencia que proponemos también
para tener en cuenta son estas contribuciones educativas de la enseñanza de
la religión. Cierto que ahora lo vamos a ir expresando cada vez más en clave
de competencias básicas, pero hasta que así sea, bueno será tener a mano
alguna de las explicitaciones que en otras ocasiones hemos formulado sobre
este tema.
El marco de referencia será la educación integral, en decir, acompañar en el
proceso de crecimiento personal, personalizar, en definitiva, ayudar a construir
personalidad, es decir, dar sentido a nuestra acción en el mundo. Y
necesariamente esto reclama la presencia en el proceso educativo de
referentes y valores de sentido. La realidad religiosa es portadora de estos
valores de sentido que posibilitan el crecimiento y el proceso autónomo y libre
de maduración personal. A este respecto se puede añadir que solamente en la
medida en que se vaya estructurando una personalidad madura en el sujeto, es
posible una verdadera apertura a los valores de trascendencia, puesto que la
línea de la evolución psicológica hacia la madurez es siempre una línea en
dirección a dicha trascendencia.
En Educación Primaria
La enseñanza de la religión, en su modalidad confesional católica, desde sus
finalidades y objetivos de cómo área, contribuye en este nivel educativo en
todos los ámbitos de desarrollo que expresan las capacidades contenidas en
los objetivos de la Educación Primaria. Contribuye, pues, en el conjunto de
todas las áreas de la etapa, al desarrollo integral de los alumnos.
Así, la enseñanza de la religión, como área en este nivel educativo, contribuye
a la construcción de la propia autonomía personal y su actuación en el medio a
través del conocimiento de los elementos religiosos del medio y que sin cuya
contribución quedaría realmente reducido. Esta adquisición de conocimiento e
inserción en el medio está favoreciendo el desarrollo de una imagen de sí
mismo, una autonomía personal, un equilibrio afectivo-social, y un pensamiento
crítico ante la realidad en la que está inserto.
Así, la inserción creativa en los grupos de pertenencia social, que pretende la
enseñanza de la religión, contribuye al desarrollo de las relaciones
interpersonales fomentando la tolerancia, la participación, el respeto por los
otros y el sentido crítico.
La enseñanza de la religión contribuye también a la construcción personal y
libre de una cierta autonomía moral y de juicio propia de la edad del niño con el
descubrimiento de la identidad personal situada en el horizonte último de la
transcendencia que le proporciona el área de religión en un clima abierto,
dialogante y plural.
La enseñanza de la religión contribuye también en la aportación de
instrumentos básicos que proporcionan al alumno los criterios para interpretar y
comprender lúcidamente diferentes lenguajes y recursos expresivos de los
© Carlos Esteban Garcés
23
sentimientos profundos de nuestra cultura actual y de la que procedemos.
Esta contribución del área a la etapa se podría expresar en algunas
aportaciones que los objetivos propios de esta modalidad del área
proporcionan a la consecución de cada uno de los objetivos de la Educación
Primaria:
Proporciona al alumno las claves necesarias para que tome conciencia
de sí mismo, de sus acciones y capacidades, pueda ponerlas en relación
con los contenidos propias del área, y valore los modelos de referencia
que proporciona la tradición cristiana. Desde este conocimiento y
valoración el alumno va adquiriendo la capacidad de ser y actuar con
autonomía en el seno de los grupos sociales de pertenencia en los que se
estaría presente de forma creativa y crítica.
Los objetivos del área contribuyen al desarrollo en los alumnos de la
identificación con los grupos sociales de referencia y pertenencia, por
medio del conocimiento de aquellas manifestaciones culturales y sociales
significativas que han tenido su origen en la experiencia de la fe cristiana.
El desarrollo en el aula del área de Religión, en su modalidad
confesional católica, facilita el conocimiento y el análisis de las
características socioculturales de la comunidad en la que vive el alumno
acercándole a una experiencia viva que ha marcado el pasado, que
influye de manera decisiva en el presente, y que está generando el futuro
de esta sociedad. El conocimiento de los contenidos propios de la
experiencia cristiana a lo largo de la historia hace posible que el alumno
sea capaz de situarse crítica y lúcidamente en la tradición cultural
milenaria de nuestra sociedad.
La enseñanza de la religión contribuye al conocimiento crítico y a la
valoración de las dimensiones sociales y culturales presentes en la
comunidad de pertenencia y de referencia. El acercamiento a la persona,
vida y mensaje de Jesús de Nazaret permite al alumno conocer una
concepción del hombre, de la vida y del mundo que se ha ido viviendo y
explicitando a lo largo de la historia. Esto permitirá al alumno situarse
críticamente ante los valores importantes de la vida y de la humanidad y
construir libremente una opción fundamental personal en lo social y en lo
cultural.
El planteamiento de la clase de religión ayuda a la creación de
relaciones interpersonales y a la inserción social dada la fuerte
experiencia ético-relacional del cristianismo en el mundo a lo largo de la
historia.
En definitiva, la consecución de los objetivos del área de Religión
capacitan al alumno para el conocimiento, interpretación y valoración de
los diferentes tipos de mensajes que recibe y así, construir personal y
libremente sus opciones, expresar sus ideas, sentimientos e ilusiones,
participar activa y críticamente en su medio natural, todo ello desde la
© Carlos Esteban Garcés
24
personal identidad que se va construyendo progresivamente.
Contribución educativa de la ERE en ESO
La enseñanza de la religión, en su modalidad confesional católica, contribuye
en todos los ámbitos que se expresan en las capacidades recogidas en los
objetivos de la Educación Secundaria Obligatoria. Contribuye, pues, en el
conjunto de las áreas de esta etapa, al pretendido desarrollo integral de los
alumnos.
Esta contribución de la asignatura a la etapa se podría expresar en las
siguientes aportaciones que ayudan a la consecución de las capacidades
expresadas en los objetivos de etapa
La enseñanza de la religión contribuye a desarrollar en los alumnos la
capacidad de leer y de expresar la realidad utilizando todos los lenguajes en los
que la propia realidad se manifiesta, especialmente los códigos simbólicos no
convencionales: el ámbito de experiencia, la transcendencia, la creación
estética, lo axiológico... como una parte fundamental y fundante de nuestra
historia y nuestro presente y del patrimonio cultural de la humanidad.
El desarrollo de la asignatura de Religión, en su modalidad confesional
católica, en el aula proporciona a los alumnos la capacidad de conocer,
interpretar, valorar, y de crear estructuras de sentido de la vida no reductibles a
lo ya establecido, permitiendo al alumno, además, acercarse a las experiencias
de sentido, religiosas y seculares, que tienen relevancia en nuestra cultura.
La enseñanza de la religión contribuye en los alumnos a construir en
libertad, de forma personal, las opciones fundamentales de carácter religioso y
ético en el seno de una sociedad plural en la que participan constructivamente
para lograr una mayor tolerancia, libertad y justicia.
El desarrollo de los objetivos de SCR católica ayuda a los alumnos en el
desarrollo de su capacidad para situarse con madurez, tolerancia y equilibrio
afectivo-social ante las experiencias y creencias religiosas y pseudo-religiosas,
contribuyendo así a un equilibrio social que impida el surgimiento y la
persistencia de comportamientos fanáticos o sectarios falsamente basados en
lo religioso y que poco aportan a la paz y a la sociedad.
La enseñanza de religión en este nivel educativo contribuye también en
los alumnos a adquirir una dimensión de profundidad, reflexionando sobre los
procesos que están en la base del saber, de la comunicación y la relación
interpersonal y de la participación activa y crítica en la sociedad.
La presencia de una asignatura sobre el saber religioso en esta etapa
educativa obligatoria posibilita a los alumnos la libertad para el conocimiento, el
desarrollo y la asunción de sus opciones religiosas, como expresión de una
dimensión antropológica constitutiva del ser humano y que de una manera u
© Carlos Esteban Garcés
25
otra, pero en libertad, tiene que ser desarrollada.
5. Las competencias básicas
en el currículo del área de Religión Católica
en Educación Primaria3
Contribución del área de Religión Católica
a la adquisición de las competencias básicas
La enseñanza de la religión católica en la escuela se atiene a la finalidad propia
de ésta, que es la formación plena del alumno mediante los sistemas propios
de aprendizaje que se concretan en el currículo y su desarrollo. Contribuye a la
calidad de la educación desde la propuesta y desarrollo de unos
conocimientos, valores y actitudes que conforman su propio currículo. Lo hace
desarrollando especialmente la capacidad trascendente del alumno,
facilitándole una propuesta del sentido último para su vida e iluminando el
fundamento de aquellos valores comunes y propios de esta enseñanza que
hacen posible una convivencia libre, pacífica y solidaria.
Las propuestas de la enseñanza religiosa católica constituyen en si
mismas una cosmovisión del mundo, de la vida y del ser que hacen posible la
formación integral. Todo ello se realiza mediante la presentación sistemática,
orgánica y científica del mensaje, vida y persona de Jesucristo, presente en su
Iglesia, avalada por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, trasmitida a través
de la acción educativa del profesor con su preparación científico-técnica y su
testimonio cristiano.
A su vez, las aportaciones de esta enseñanza hacen posible, como
oferta libre, una manera de ser y de vivir en el mundo, de tal manera que los
principios, valores y actitudes que generan los elementos básicos del
cristianismo ayudan al alumno a situarse lúcidamente ante la tradición cultural
y, por ende, a insertarse críticamente en la sociedad.
Con todo, las competencias básicas, como son la interpersonales,
interculturales, sociales y cívicas y la comunicación lingüística adquieren en
este área elementos básicos para su adquisición a lo largo de la enseñanza
obligatoria.
En lo que se refiere a la Educación Primaria -etapa en la que el niño
comienza a tener conciencia refleja de sus propias acciones percibiéndose
cada vez más como individuo-, el alumno se enfrenta por primera vez a la
urgente necesidad de realizar el descubrimiento de su propia identidad. Este
proceso está muy condicionado por los modelos culturales que los adultos
3
Orden 1957/2007, de 6 de junio, por la que se establecen los currículos de las enseñanzas de
Religión Católica para la Educación Infantil, Educación Primaria y Educación Secundaria
Obligatoria (BOE de 3 de julio de 2007).
© Carlos Esteban Garcés
26
encarnan, modelos que influyen en la vida cotidiana de los niños, en sus juegos
y en sus acciones creativas.
Precisamente una de las funciones de la enseñanza escolar católica en
esta etapa es la presentación de los modelos cristianos de identificación. Éstos
se encuentran en las figuras bíblicas más destacadas de la historia de la
salvación, en las acciones y vivencias de la comunidad cristiana y sobre todo
en la persona, vida y palabra de Jesucristo.
Su inseguridad, propia de una edad temprana, está demandando
modelos de vida auténticos en el proceso de maduración de su personalidad.
La enseñanza religiosa católica va a insistir en la propuesta explícita de la
persona de Jesucristo, los principios que de Él dimanan, los valores que genera
y las actitudes que brotan a fin de que los alumnos reflexionen seriamente
acerca de la conducta personal y social.
Ello exige una información sólida sobre el hecho religioso y, en concreto,
en cuanto a esta asignatura compete, una exhaustiva presentación del hecho
religioso conformado en la religión católica.
La formación religiosa se desarrolla en la escuela en un diálogo
auténtico con la realidad cultural, informando sobre la relación e influjo mutuo
entre la cultura occidental y el hecho religioso cristiano; juzgando y criticando
esa cultura -compuesta por ideas, principios, valores, modos de vida- a la luz
del Evangelio, que en su perenne actualidad ilumina lo más profundo del ser
humano y proyecta una libre y crítica postura ante la cultura emergente.
Si bien la enseñanza religiosa está presente y ayuda a la conformación
de las competencias fijadas en los RR. Decretos de enseñanzas mínimas,
teniendo en cuenta que las competencias básicas son aquellas que sustentan
la realización personal, la inclusión social y la ciudadanía activa, algunas de
ellas tienen una especial relación con la acción educativa de la religión católica,
e incluso, podría afirmarse que otras, si se prescinde de la realidad religiosa,
carecerían de elementos importantes para su adquisición y desarrollo. Entre
otras proponemos las siguientes:
1. Competencia en comunicación lingüística. La enseñanza religiosa
católica aporta elementos básicos en cuanto al logro de la competencia en
comunicación lingüística pues se sirve del lenguaje académico, de aquellos
lenguajes que conforman la cultura que se trasmite en el área de religión, así
como de los lenguajes de la propia enseñanza religiosa.
El diálogo de la fe con la cultura contribuye a la competencia en
comunicación lingüística, en la medida en que exige ejercitarse en la
escucha de la palabra de Dios, la exposición de sus contenidos y aplicación a
la cultura y a las distintas formas de vida social, así como a la argumentación
adecuada a esta edad y siempre presente en la enseñanza religiosa.
Por otra parte, es propio de la enseñanza religiosa católica la utilización
de los diversos modos de comunicación que la acción de Dios sobre el hombre
ha utilizado. Su revelación es rica en distintos lenguajes. Así, el lenguaje bíblico
y su riqueza de expresión y simbología, el lenguaje doctrinal y su precisión
conceptual, analítica y argumental, el lenguaje litúrgico y su cercanía al
lenguaje de los símbolos del pueblo cristiano, el lenguaje, en fin, testimonial
© Carlos Esteban Garcés
27
que hace posible la transmisión vital de lo creído.
Todo ello es imprescindible para la comprensión del lenguaje en todas
las lenguas de la cultura occidental. La enseñanza religiosa hace posible una
verdadera comunicación lingüística, al utilizar los distintos lenguajes en su
expresión verbal o escrita, explícitos e implícitos en fuentes diversas.
Finalmente, el análisis de hechos sociales que se presentan en la clase de
religión, como elementos motivadores de la realidad evangélica, posibilitan el
enriquecimiento del vocabulario.
2. Competencia social y cívica. Con relación a la competencia social y cívica
donde se integran elementos esenciales para la humanización, personales,
interpersonales e interculturales y recogen todas las formas de comportamiento
que preparan a las personas para participar de una manera eficaz y
constructiva en la vida social y profesional. La enseñanza religiosa católica
expone, fundamenta y jerarquiza los valores y virtudes que contribuyen a
educar la dimensión moral y social de la personalidad del alumno, en orden a
hacer posible la maduración en la corresponsabilidad, el ejercicio de la
solidaridad, de la cooperación, la libertad, la justicia y de la caridad. Todo ello,
como expresión coherente del conocimiento de Dios revelado en Jesucristo.
Se trata del ser personal en coherencia con las convicciones propias
libremente asumidas; es decir, a prender a ser motivando y recreando lo
verdaderamente humano en la formación plena del alumno. En este sentido, el
desarrollo del ser entero del hombre, de las capacidades de su mente y de su
corazón, de las potencialidades que le configuran y que desbordan las
expectativas puramente materiales y funcionales, fundamentan y dan sentido a
la acción social y cívica del alumno. La enseñanza religiosa en este cometido
incide substancialmente en el descubrimiento y desarrollo de la verdadera
humanización, capaz de hacerle competente en la acción social.
Con ello estamos fundamentando uno de los valores básicos, su
dignidad como ser humano, como hijo de Dios. El alumno necesita, ya en estas
edades, especialmente motivaciones para amar, para construir la personalidad
más humana, para ilusionarse en proyectos de vida altruista y desinteresada.
El testimonio de hombres y mujeres santos en toda la historia constituye un
referente continuo para la autoasimilación de los valores más genuinamente
cristianos. De esta forma la enseñanza religiosa educa en la iniciativa personal
y autónoma de los alumnos por el bien y la verdad.
En consecuencia, se contribuye directamente a la dimensión moral de la
persona favoreciendo que los alumnos y alumnas reconozcan la raíz de su
propio ser y sus mismos comportamientos. Ello conlleva mejorar las relaciones
interpersonales basadas en principios y valores que emanan de la persona de
Cristo y ayuda en consecuencia a afrontar las situaciones de conflicto mediante
el diálogo, el perdón y la misericordia, valores genuinamente cristianos.
En lo más profundo del ser cristiano surge el gran valor de la fraternidad
universal. De ahí que las mínimas exigencias éticas de convivencia,
participación,
conocimiento de la diversidad y de las situaciones de
discriminación e injusticia, estén fundamentadas y sean consecuencias de la fe
cristiana. Los valores del respeto, cooperación, solidaridad, justicia, no
violencia, compromiso y participación tienen su fundamentación y referencias
© Carlos Esteban Garcés
28
cristianas en la filiación por el amor de Dios, el amor, la fraternidad, la justicia,
la misericordia, el perdón, la donación de sí mismo, la entrega total a favor de
los pobres.
3. Competencia cultural y artística. La contribución a la competencia cultural
y artística se relaciona con sus aspectos de conocimiento y valoración de toda
la expresión artística, plástica, histórica, simbólica, lingüística, de costumbres,
ritos, fiestas, valores y modos de vida impregnados de cristianismo desde su
origen y su desarrollo actual, como manifestación del hecho religioso. El
alumno no sólo va a conocer, sino que podrá comprender y asumir los valores
que conlleva el conocimiento del hecho religioso en su expresión artística,
cultural y estética, teológica y vivencial.
La cultura y la historia europea occidental, y la propia historia y cultura
española, no pueden ser comprendidas y asumidas si se prescinde del hecho
religioso presente siempre en la historia cultural de los pueblos. Es conocido
por todos que la maduración de la personalidad humana se realiza dentro de la
tradición cultural donde crece y se sustenta. Esta maduración se realiza en un
mundo cada vez más complejo y de mayor contraste cultural y de presencia,
respeto y diálogo de culturas.
La Religión y Moral Católica presenta el acontecimiento cristiano en
diálogo con la cultura, incorporando orgánicamente el saber de la fe en el
conjunto de los demás saberes. Con ello el alumno adquiere una valoración
crítica de la cultura a la luz del evangelio, motivando al mismo tiempo el aprecio
de la propia cultura y la estima adecuada de otras tradiciones culturales y
religiosas. En el currículo de religión católica están presentes también los
elementos esenciales que definen las demás grandes religiones.
La enseñanza religiosa católica no sólo aporta a la competencia cultural
y artística unos cocimientos del arte y cultura con referencia religiosa y unas
destrezas, sino también el sentido y profundidad de su presencia que remite a
una manera concreta de ver la vida, de expresarla y de vivir desde la
aportación cristiana a la cultura.
Con ello contribuye también
a la
conservación y valoración del patrimonio cultural.
4. Competencia de aprender a aprender. La Religión católica contribuye
igualmente al desarrollo de la competencia de aprender a aprender,
fomentando las capacidades a través de la educación, el impulso del trabajo en
equipo, la síntesis de la información y opinión.
Así mismo, la enseñanza religiosa ayuda a los alumnos a ser
protagonistas de su propio aprendizaje como respuesta a la voluntad de Dios
de que el ser humano colabore activa y libremente con el plan por El
establecido. Por ello, aprender a aprender conlleva no sólo una propuesta
consensuada de sentimientos, valores y actitudes, sino un marco de referencia
aceptado voluntariamente según sus convicciones, que ha de ser crisol en la
búsqueda de la verdad y del bien.
5. Competencia de autonomía e iniciativa personal. En cuanto a la
autonomía e iniciativa personal la enseñanza religiosa católica se imparte en el
campo específico de la escuela, cuyo objetivo irrenunciable formar a la
© Carlos Esteban Garcés
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persona desde dentro, liberarla de todo lo que le impide vivir libremente
conlleva su efectiva referencia a una determinada visión del hombre y a su
sentido último, para afirmarlo, negarlo o prescindir de él.
Es finalidad fundamental del quehacer de la escuela que los alumnos
descubran su identidad personal, pero esto no será posible sin una apertura al
significado último y global de su existencia humana. La autonomía e iniciativa
personal no podrá realizarse en el alumno si no comienza ya a adiestrarse en
el conocimiento de sí mismo, en su ser más profundo, en sus potencialidades,
en su dignidad y en su sentido. La formación religiosa católica aporta de esta
manera una cosmovisión que hace posible la apertura hacia el fundamento y el
sentido último de la vida y, por tanto, al sentido de la ciencia, de la cultura y de
la identidad misma de la persona humana.
La enseñanza religiosa católica no se reduce a una enseñanza de
valores; se dirige a la persona concreta en sus raíces, en sus posibilidades
humanas de acción y de servicio y, sobre todo, se dirige al ser humano en su
finalidad trascendente. Todo ello conlleva el ofrecimiento del Evangelio de
salvación de Jesucristo, para que, una vez conocido, surja la humanidad nueva
hecha de hombres nuevos conforme al designio de Dios. Por eso la
enseñanza ha de proponer a Jesucristo como camino que nos conduce a la
verdad y a la vida y ha de hacerse desde la convicción profunda que procede
de la Iglesia que confiesa, celebra y vive la fe en Jesucristo, y, en
consecuencia, mediante la forma propia y más coherente de transmitir esa fe
de la Iglesia: el testimonio.
En la contribución al desarrollo personal del alumno, la religión es
generadora de valores y de integración social. La religión colabora en esta
competencia entregando al alumno las virtualidades necesarias para crear las
disposiciones y actitudes que favorecen la inserción social. La autonomía del
individuo cristiano viene precisamente favorecida por la apertura a una visión
totalizante del mundo y de la realidad, una cosmovisión que hace posible la
formación integral del alumno frente a visiones parciales y determinantes de la
libertad propia.
Desde los procedimientos del área se favorece esta competencia básica
desarrollando iniciativas y atiende especialmente a que los alumnos y alumnas
construyan un juicio moral basado en los principios, valores y actitudes que
genera el mismo evangelio.
6. Competencia en el conocimiento e interacción con el mundo físico. La
Religión Católica contribuye al desarrollo de la competencia en el conocimiento
e interacción en el mundo físico a través de la Doctrina Social de la Iglesia,
iluminando las respuestas y las soluciones a los problemas que surgen en la
interacción del ser humano con el medio físico y con sí mismo. También
contribuye a la valoración ética del uso de la ciencia y de la tecnología.
A su vez apoya y da sentido a las habilidades y destrezas relacionadas
con la ecología que se adquieren desde esta competencia. El cristiano
entiende la naturaleza como creación de Dios, por lo que la valora, la cuida y
fomenta.
Todas las aportaciones a las distintas competencias
© Carlos Esteban Garcés
pueden ser
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agrupadas y definidas en cuanto a la aportación religiosa como un
desarrollo de la capacidad trascendente de la persona, es decir su aportación
espiritual y religiosa. Ello le capacita para dar sentido a su vida. A este objeto,
conforman la capacidad trascendente:
La apertura de la razón a la búsqueda de la verdad en la superación de
todo itinerario racional reductivo, la capacidad de dejarnos confrontar e
interpelar por la llamada a la libertad y a la felicidad verdadera, el empeño en el
diálogo de la fe y la razón, de la fe y la cultura, la atención a la capacidad
innata para dinamizar la inteligencia y llamar a la razón humana a la búsqueda
de “algo más”, de la identidad propia del ser humano, la capacidad de ser y
estar junto a los otros desde la fraternidad, el amor y la misericordia, el ansia
de infinito, el anhelo de Dios y la planificación del ser en al vida eterna... son,
entre otros, objetivos y elementos fundamentales en el desarrollo de las
competencias antes descritas.
6. Las competencias básicas
en el currículo del área de Religión Católica
en Educación Secundaria Obligatoria4
Contribución del área de Religión Católica
a la adquisición de las competencias básicas
La enseñanza de la religión católica en la escuela se atiene a la finalidad propia
de ésta, que es la formación plena del alumnado mediante los sistemas propios
de aprendizaje que se concretan en el currículo y su desarrollo.
La enseñanza religiosa contribuye a la calidad de la educación que
preconiza la LOE desde la propuesta y desarrollo de unos conocimientos,
valores y actitudes que conforman su propio currículo. Lo hace desarrollando
especialmente la dimensión y capacidad trascendente del alumnado,
facilitándole una propuesta de sentido último para su vida e iluminando el
fundamento de aquellos valores comunes y propios de esta enseñanza que
hacen posible una convivencia libre, pacífica y solidaria.
Las propuestas de la enseñanza religiosa católica constituyen en si
mismas una cosmovisión del mundo, de la vida y del ser humano que hacen
posible la formación integral. Todo ello se realiza mediante la presentación
sistemática, orgánica y científica del mensaje, vida y persona de Jesucristo,
presente en su Iglesia, avalada por la Escritura, por la Tradición y el Magisterio
de la Iglesia, trasmitida a través de la acción educativa del profesor con su
preparación científico-técnica y su testimonio cristiano.
4
Orden 1957/2007, de 6 de junio, por la que se establecen los currículos de las enseñanzas de
Religión Católica para la Educación Infantil, Educación Primaria y Educación Secundaria
Obligatoria (BOE de 3 de julio de 2007).
© Carlos Esteban Garcés
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Las aportaciones de la esta enseñanza conforman una manera de ser y
de vivir en el mundo, de tal manera que los principios, valores y actitudes que
genera ayudan al alumnado a situarse lúcidamente ante la tradición cultural, a
conocer y ofrecer los elementos básicos del cristianismo generadores de
cultura y, por ende, a insertarse cooperativa y críticamente en la sociedad.
Sus propuestas son cualitativamente trascendentes y vivas, realizadas
en la persona del mismo Jesucristo, por lo cual puede y de hecho da respuesta
al sentido último de la vida.
Con todo, las competencias básicas, como son la interpersonales,
interculturales, sociales y cívicas y la comunicación lingüística adquieren en
este área elementos básicos para su adquisición a lo largo de la enseñanza
obligatoria. Toda persona tiene necesidad de una base sólida sobre la que
construir la existencia personal y social. Los adolescentes y jóvenes se
plantean interrogantes profundos sobre el sentido de su existencia que exigen
una respuesta, a la vez que trascendente, de carácter universal y estable. Hay
que tener en cuenta que en estas edades se desarrolla la razón formal, y su
capacidad de abstracción y generalización de conceptos. Es capaz de analizar
y sintetizar elementos distintos y plurales, inducir y aplicar símbolos y signos a
su propia vida y a la realidad circundante. Es precisamente en esta etapa en la
que cierta inquietud vital surge y comienza a plantearse los porqués de la
existencia y especialmente su actitud personal ante lo religioso con relación a
su propia vida personal y social.
Sus cuestionamientos vitales y su inseguridad están demandando
modelos de vida auténticos en el proceso de maduración de su personalidad.
La enseñanza religiosa católica va a insistir en la propuesta explícita de la
persona de Jesucristo, los principios que de Él dimanan, los valores que genera
y las actitudes que brotan a fin de que los alumnos y alumnas reflexionen
seriamente acerca de la conducta personal y social.
Ello exige una información sólida sobre el hecho religioso y, en concreto,
en cuanto a esta asignatura compete, una exhaustiva presentación del hecho
religioso conformado en la religión católica.
La formación religiosa se desarrolla en la escuela en un diálogo
auténtico con la realidad cultural, informando sobre la relación e influjo mutuo
entre la cultura occidental y el hecho religioso cristiano; entrando en diálogo
fecundo y responsable con esa cultura -compuesta por ideas, principios,
valores, modos de vida- a la luz del Evangelio, que en su perenne actualidad
ilumina lo más profundo del ser humano y proyecta una libre y valorativa visión
ante la realidad cultural.
Si bien la enseñanza religiosa está presente y ayuda a la conformación
de las competencias fijadas en los RR. Decretos de enseñanzas mínimas,
teniendo en cuenta que las competencias básicas son “aquellas que sustentan
la realización personal, la inclusión social y la ciudadanía activa”, algunas de
ellas tienen una especial relación con la acción educativa de la religión católica,
e incluso, podría afirmarse que otras, si se prescinde de la realidad religiosa,
carecerían de elementos importantes para su adquisición y desarrollo. Entre
otras proponemos las siguientes:
© Carlos Esteban Garcés
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1. Competencia en comunicación lingüística. La enseñanza religiosa
católica en la escuela se sirve del lenguaje académico, de aquellos lenguajes
que conforman la cultura que se trasmite en el área de religión, así como de los
lenguajes de la propia enseñanza religiosa.
El diálogo de la fe con la cultura contribuye a la competencia en
comunicación lingüística, en la medida en que exige ejercitarse en la
escucha de la palabra de Dios, la exposición de sus contenidos y aplicación a
la cultura y a las distintas formas de vida social, así como a la argumentación
adecuada a esta edad y siempre presente en la enseñanza religiosa.
Por otra parte, es propio de la enseñanza religiosa católica la utilización
de los diversos lenguajes y modos de comunicación que Dios ha utilizado en su
revelación al ser humano. Su revelación es rica en distintos lenguajes. Así, el
lenguaje bíblico y su riqueza de expresión y simbología; el lenguaje doctrinal y
su precisión conceptual, analítica y argumental; el lenguaje litúrgico y su
cercanía al lenguaje de los símbolos del pueblo cristiano; el lenguaje, en fin,
testimonial que hace posible la transmisión vital de lo creído.
Así mismo, la enseñanza religiosa católica en el ejercicio de aprendizaje
del mensaje cristiano capacita y permite al alumnado expresar pensamientos ,
convicciones, vivencias y opiniones y acostumbrarse al discurso coherente y
estructurado de la fe cristiana.
Todo ello es imprescindible para la comprensión del lenguaje en todas
las lenguas de la cultura occidental. La enseñanza religiosa hace posible una
verdadera comunicación lingüística, al utilizar los distintos lenguajes en su
expresión verbal o escrita, explícitos e implícitos en fuentes diversas.
Finalmente, el análisis de hechos sociales que se presentan en la clase de
religión, como elementos motivadores de la realidad evangélica, posibilitan el
enriquecimiento del vocabulario.
2. Competencia social y cívica. En la competencia social y cívica se integran
los elementos esenciales para la humanización, elementos personales,
interpersonales e interculturales, y recogen todas las formas de comportamiento
que preparan a las personas para participar de una manera eficaz y constructiva
a la vida social y profesional.
Desde el mensaje cristiano, lo principal es el desarrollo de todo lo
humano, de sus potencialidades y capacidades que lo configuran y lo
desbordan, de lo puramente funcional y material. Desde el desarrollo de la
persona se sientan las bases para la cooperación y ejercicio de la ciudadanía
democrática, la comprensión de la realidad social en la que se vive, siendo
conscientes de los valores de nuestro entorno y colaborando con la oferta de
vida que nos hace Jesucristo, a construir una sistema de valores propio y a vivir
en coherencia con Él.
En esta acción humanizadora, la enseñanza religiosa católica expone,
fundamenta y jerarquiza los valores y virtudes capaces de educar la dimensión
moral y social de la personalidad del alumnado, en orden a hacer posible la
maduración de la corresponsabilidad, el ejercicio de la solidaridad, de la
cooperación, de la libertad, la justicia, la igualdad y la caridad; todo ello, como
expresión coherente del conocimiento de Dios, revelado en Jesucristo y, al
© Carlos Esteban Garcés
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mismo tiempo, como respuesta a las grandes preguntas sobre el sentido de la
vida que ya en esta edad se formulan los alumnos/as.
Con ello estamos apelando al principio básico. la dignidad del ser
humano, como hijo de Dios, ofreciendo el fundamento estable del respeto a los
principios y valores universales, como respuesta a una profunda crisis de
humanidad y de orden moral. El alumnado necesita a su vez razones para amar,
razones para vivir y razones para esperar, basadas en la vida y mensaje de
amor de Jesucristo, origen y meta de la formación religiosa que la Iglesia ofrece
en la escuela.
Se contribuye directamente a la dimensión moral de la persona
favoreciendo que los alumnos y alumnas reconozcan la raíz de su propio ser y
sus mismos comportamientos, construyendo una conciencia recta que se
fundamente en los valores del Evangelio. Favoreciendo también los
aprendizajes desde un marco de referencia que se ha de ajustar a la libre y
voluntaria opción de los padres.
Ello conlleva mejorar las relaciones interpersonales basadas en
principios y valores que emanan de la persona de Cristo y ayuda en
consecuencia a afrontar las situaciones de conflicto mediante el diálogo, el
perdón y la misericordia, valores genuinamente cristianos.
En lo más profundo del ser cristiano surge el gran valor de la fraternidad
universal. De ahí que las mínimas exigencias éticas de convivencia,
participación,
conocimiento de la diversidad y de las situaciones de
discriminación e injusticia, estén fundamentadas y sean consecuencias de la fe
cristina. Los valores del respeto, cooperación, caridad, justicia, no violencia,
compromiso y participación tienen su fundamentación y referencias cristianas
en la filiación por el amor de Dios, el amor, la fraternidad, la justicia, la
misericordia, el perdón, la donación de sí mismo, la entrega total a favor de los
pobres.
En consecuencia, desde la enseñanza religiosa se propone una reflexión y
un análisis crítico de los valores democráticos y de la ciudadanía descubriendo
que su raíz son los principios fundamentales del Evangelio y de la Doctrina
Social de la Iglesia.
3. Competencia cultural y artística. La contribución a la competencia
cultural y artística se relaciona con sus aspectos de conocimiento y valoración
de toda la expresión artística, plástica, histórica, simbólica, lingüística, de
costumbres, ritos, fiestas, valores y modos de vida impregnados por el
cristianismo desde su origen y su desarrollo actual, como manifestación del
hecho religioso. El alumnado no sólo va a conocer, sino que podrá comprender
y asumir los valores que conlleva el conocimiento del hecho religioso en su
expresión artística, cultural y estética, teológica y vivencial.
La cultura y la historia europea occidental, y la propia historia y cultura
española, no pueden ser comprendidas y asumidas si se prescinde del hecho
religioso presente siempre en la historia cultural de los pueblos y, en concreto,
en los pueblos de España. Es conocido por todos que la maduración de la
personalidad humana se realiza dentro de la tradición cultural donde crece y se
sustenta. Esta maduración se realiza en un mundo cada vez más complejo y de
© Carlos Esteban Garcés
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mayor contraste cultural y de presencia, respeto y diálogo de culturas.
La Religión y Moral Católica presenta el acontecimiento cristiano en
diálogo con la cultura, incorporando orgánicamente el saber de la fe en el
conjunto de los demás saberes. Con ello los alumnos adquiere una valoración
crítica de la cultura a la luz del evangelio, motivando al mismo tiempo el aprecio
de la propia cultura y la estima adecuada de otras tradiciones culturales y
religiosas. Por otra parte, en el currículo de religión católica están presentes
también los elementos esenciales que definen las grandes religiones de la
humanidad.
La enseñanza religiosa católica no sólo aporta a la competencia cultural
y artística unos cocimientos del arte y cultura con referencia religiosa y unas
destrezas, sino también el sentido y profundidad de su presencia que remite a
una manera concreta de ver la vida, de expresarla y de vivir desde la
aportación cristiana a la cultura. Haciendo esto contribuye activamente a la
conservación del patrimonio cultural y artístico, tanto de la propia comunidad
como de otras comunidades.
Es también cometido del profesor/a de Religión evangelizar la cultura,
generar cultura, trabajar al servicio de la realización de la humanidad según la
verdad del ser humano. Esto es posible mediante una pertenencia
determinante: la pertenencia a Jesucristo, el Señor, vivida en el presente a
través de la pertenencia a la Iglesia.
4. La competencia de aprender a aprender. El área de Religión Católica
como área de conocimiento dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje que
se lleva a cabo en la educación, contribuye al desarrollo de la competencia de
aprender a aprender, fomentando las capacidades de aprendizaje: atención,
memoria, experiencia…, el impulso del trabajo en equipo, la síntesis de la
información y opinión.
La enseñanza religiosa ayuda al a ser protagonistas de su propio
aprendizaje como respuesta a la voluntad de Dios de que el ser humano
colabore activa y libremente con el plan de Dios. Por ello, aprender a aprender
conlleva no sólo una propuesta consensuada de sentimientos, valores y
actitudes, sino un marco de referencia aceptado voluntariamente según sus
convicciones, que ha de ser crisol en la búsqueda de la verdad y del bien.
La enseñanza religiosa proporciona a los alumnos y alumnas, el principio
sobre el que el ser humano debe sentirse orgulloso y motivado como Hijo de
Dios, para aprender y seguir aprendiendo.
5. La competencia sobre autonomía e iniciativa personal. En cuanto a la
autonomía e iniciativa personal la enseñanza religiosa católica impartida en la
escuela, objetivo irrenunciable de la cual es formar a la persona desde dentro,
liberarlo de todo lo que le impide vivir libremente como persona, conlleva su
efectiva referencia a una determinada visión del hombre y a su sentido último,
para afirmarlo, negarlo o prescindir de él.
Es finalidad fundamental del quehacer de la escuela que los alumnos y
las alumnas descubran su identidad personal, pero esto no será posible sin
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una apertura al significado último y global de su existencia humana.
La autonomía e iniciativa personal no podrá realizarse en el alumnado si
no se conoce a sí mismo en su ser más profundo, en sus potencialidades, en
su dignidad y en su sentido. La enseñanza religiosa católica se dirige a la
persona concreta en sus raíces y en su identidad propia, en sus posibilidades
humanas de acción y de servicio y se dirige al ser humano en su finalidad
trascendente. Todo ello conlleva el ofrecimiento del Evangelio de Jesucristo
que presenta la humanidad nueva hecha de hombres nuevos conforme al
designio de Dios. La enseñanza de la religión católica propone a Jesucristo
como camino que nos conduce a la verdad y a la vida, y ha de hacerse desde
la convicción profunda que procede de la Iglesia que confiesa, celebra y vive la
fe en Jesucristo, y, en consecuencia, mediante la forma propia y más coherente
de transmitir esa fe de la Iglesia: el testimonio. El testimonio de hombres y
mujeres santos a lo largo de la historia constituye un referente continuo para la
autoasimilación de los valores más genuinamente cristianos. De esta forma la
enseñanza religiosa educa en la iniciativa personal y autónoma del alumnado
por el bien y la verdad.
En la contribución al desarrollo personal del alumnado, la religión es
generadora de valores y de integración social, pues el hombre moderno podrá
obtener una nueva dimensión totalmente ignorada por otras teorías y escuelas
como las que se orientan hacia el positivismo y relativismo de un modo
excluyente. La religión colabora en esta competencia entregando al alumnado
aquellas virtualidades necesarias para crear las disposiciones y actitudes que
favorecen la inserción social. La autonomía del individuo cristiano viene
precisamente favorecida por la apertura a una visión del mundo y de la
realidad, que posibilita una formación integral del alumnado superando visiones
parciales y determinantes de la libertad propia.
Así mismo, le capacita al alumnado para examinar situaciones concretas
de la vida y realizar con autonomía un juicio crítico y en consecuencia
cristiano.
6. La competencia en el conocimiento e interacción con el mundo físico.
La Religión Católica contribuye al desarrollo de la competencia en el
conocimiento e interacción con el mundo físico a través de la Doctrina Social de
la Iglesia, iluminando las respuestas y las soluciones a los problemas que
surgen en la interacción del ser humano con el medio físico y con si mismo.
También contribuye a la valoración ética del uso de la ciencia y de la
tecnología.
A su vez apoya y da sentido a las habilidades y destrezas relacionadas
con la ecología que se adquieren desde esta competencia. El cristiano
entiende la naturaleza como creación de Dios, por lo que la valora, la cuida y
fomenta
Todas las aportaciones a las distintas competencias pueden ser
agrupadas y definidas en cuanto a la aportación religiosa como un
desarrollo de la capacidad trascendente de la persona, es decir su aportación
espiritual y religiosa. Ello le capacita para dar sentido a su vida. A este objeto,
conforman la capacidad trascendente:
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La apertura de la razón a la búsqueda de la verdad en la superación de
todo itinerario racional reductivo, la capacidad de dejarnos confrontar e
interpelar por la llamada a la libertad y a la felicidad verdadera, el empeño en el
diálogo de la fe y la razón, (de la fe y la cultura), la atención a la capacidad
innata para dinamizar la inteligencia y llamar a la razón humana a la búsqueda
del “algo más”, propio de la búsqueda originaria que identifica a todo ser
humano, la capacidad de ser y estar junto a los otros desde la fraternidad, el
amor y la misericordia, el ansia de infinito y la plenificación del ser en al vida
eterna... son, entre otros, objetivos y elementos fundamentales en el desarrollo
de las competencias antes descritas.
En la Educación Secundaria, la opción católica tiene en cuenta las
características psicológicas propias de la adolescencia. En esta edad el alumno
se plantea especialmente la actitud personal ante lo religioso de una forma más
racional y entra en una fase de interiorización que auna un descubrimiento
mayor de sí mismo y una capacidad creciente de abstracción.
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