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ÍNDICE
PRÓLOGO ..................................................................................
11
CAPÍTULO 1
EL DOCTOR ALBIÑANA
El chico del médico .................................................................
Sembrando esfuerzos...............................................................
Un gran futuro a la espalda.....................................................
De emigrante a indiano ...........................................................
Albiñana y la Dictadura ..........................................................
16
19
22
28
33
CAPÍTULO 2
LA APUESTA NACIONALISTA
La formación de un líder.........................................................
Manifiesto por el Honor de España .......................................
Un llamamiento españolista ....................................................
El Partido Nacionalista Español .............................................
Un programa político y económico ........................................
Afiliados, legionarios y protectores.........................................
41
44
49
52
57
65
8
«SOBRE ESPAÑA INMORTAL, SOLO DIOS»
CAPÍTULO 3
TAPANDO BRECHA
Una nueva derecha ..................................................................
La violencia legionaria.............................................................
El PNE y la política monárquica ............................................
En la oposición al Gobierno de Su Majestad.........................
Llega la República ...................................................................
77
79
82
87
97
CAPÍTULO 4
CONTRA LA REPÚBLICA
Preso en La Modelo ................................................................
El relanzamiento del albiñanismo...........................................
Buscando una identidad..........................................................
Una carta y una detención ......................................................
101
103
108
114
CAPÍTULO 5
ENTRE EL TRADICIONALISO Y EL FASCISMO
Confinado en Las Hurdes .......................................................
La “Sanjurjada” .......................................................................
Una existencia clandestina ......................................................
La agonía del confinado ..........................................................
Por la unión de derechas.........................................................
La hora del fascismo................................................................
Una inmersión doctrinal y un naufragio político ...................
123
124
126
129
133
137
140
CAPÍTULO 6
EN EL PARLAMENTO
El Tribunal de Garantías Constitucionales............................. 152
A la busca de un escaño .......................................................... 156
9
ÍNDICE
El diputado Albiñana .............................................................. 164
La obsesión catalana................................................................ 168
CAPÍTULO 7
EN EL BLOQUE NACIONAL
Un modesto renacimiento .......................................................
Albiñana, antifascista...............................................................
La Hermandad Campesina Burgalesa ....................................
Las elecciones de febrero de 1936 ..........................................
176
182
188
191
CAPÍTULO 8
CONSPIRACIÓN Y MUERTE
Hacia la guerra civil................................................................. 197
Los sucesos de la Cárcel Modelo ............................................ 204
La primera Unificación ........................................................... 207
BIBLIOGRAFÍA............................................................................ 217
CAPÍTULO 6
EN EL PARLAMENTO
A finales del verano de 1933, las cosas no podían irles peor al
Partido Nacionalista y a su Jefe Supremo. En el PNE, con varias
de sus sedes todavía clausuradas, prohibida virtualmente su
actuación pública y con la militancia en su cifra más baja, la
polémica en tono a la cuestión del fascismo sembraba aún la
división, por más que fuese quedando claro que el grueso de los
afiliados se pronunciaba por fórmulas mucho más conservadoras y confesionales. En cuanto a Albiñana, llevaba tiempo ingresado en un hospital de Valencia. El 25 de septiembre fue sometido a una nueva y delicada intervención quirúrgica, tras la que
entró en una larga convalecencia en su casa de Enguera. Como
se lamentaba por aquellos días la revista Realidades, «El Partido
Nacionalista, ese partido que hubiera llegado a ser grande, está
destruido, disuelto y no hay un sólo hombre de derechas que se
ponga al frente de él y llegue a Enguera y salve al doctor Albiñana»1.
1
Realidades, nº 45, 9-9-1933.
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«SOBRE ESPAÑA INMORTAL, SOLO DIOS»
EL TRIBUNAL DE GARANTÍAS
CONSTITUCIONALES
El retorno del neurólogo a la política se presentaba complicado en tanto la izquierda siguiera en el Poder y Casares Quiroga en
el Ministerio de la Gobernación. El extremismo ideológico de
Albiñana, su carácter agresivo, su verbo procaz y la forma de
hacer oposición que tenía su partido, le harían incurrir continuamente en delitos contra la Ley de Orden Público, que había sustituido a la de Defensa de la República sin atenuar apenas el rigor
de los castigos para quienes atacaran de palabra u obra a las instituciones republicanas. La única posibilidad de que Albiñana
pudiera recuperar la actividad que le había hecho famoso era
obtener un mandato electoral que le garantizase la inmunidad
frente a la acción punitiva del Gobierno o de los Tribunales ordinarios. Pero, pese a la aguda crisis que atravesaban las relaciones
entre republicanos de izquierda y socialistas, el Gabinete Azaña
resistía y no parecía próxima la convocatoria de comicios parlamentarios.
A comienzos de septiembre se celebraron elecciones para
designar a los vocales del Tribunal de Garantías Constitucionales.
Este organismo, fundamental en el ordenamiento legal republicano, tenía una composición compleja, ya que incluía a un presidente elegido por las Cortes, a dos miembros del Congreso de los
Diputados, a los presidentes del Tribunal de Cuentas y del Consejo de Estado, a un representante de cada una de las regiones, a
dos miembros de los Colegios de Abogados y a otros cuatro vocales por las Facultades de Derecho. Sus competencias se extendían
al recurso de inconstitucionalidad de las leyes; al recurso de amparo de las garantías individuales, en última instancia; los conflictos
de competencias entre la Administración central y las autonomías;
el control del proceso de elección del presidente de la República;
y a la apreciación de responsabilidad criminal del jefe del Estado
y de los miembros del Gobierno, así como la de los magistrados
del Tribunal Supremo y del fiscal de la República.
La elección de los vocales regionales, que tuvo lugar el 5 de
septiembre, fue un auténtico varapalo para el Gobierno, ya que se
EN EL PARLAMENTO
153
hicieron con la mayoría los republicanos radicales —en la oposición, desde hacía dos años— y los candidatos afectos a la derecha
agraria y a la CEDA. Incluso los tradicionalistas obtuvieron dos
vocales.
Cinco días después se celebraba la votación para designar a los
representantes, dos titulares y dos suplentes, de los Colegios de
Abogados. Los alfonsinos de Renovación Española, que no tenían
aún vocales en el Tribunal, pidieron el apoyo de los restantes grupos derechistas para la candidatura del exministro César Silió. Lo
obtuvieron, pero no pudieron consensuar los restantes puestos,
que quedaron abiertos a la competencia. RE presentó otros tres
candidatos: José Calvo Sotelo, que se encontraba exiliado en
París, Martínez Sabater, dirigente de RE en Valencia, y el independiente Joaquín del Moral, autor de virulentos escritos contra la
República. La CEDA apoyó a dos de sus afiliados y la Lliga
Regionalista también propuso un candidato propio. Con siete
aspirantes para cuatro puestos que disputar a la izquierda, la oposición conservadora daba una imagen de desunión que podía perjudicar sus aspiraciones a ganar las próximas elecciones a Cortes.
En esta coyuntura, se anunció la presentación de la candidatura de Albiñana para un puesto de vocal suplente, lanzada por los
abogados afiliados al PNE. Estos hacían valer el calvario de su
líder para solicitar el apoyo de los juristas conservadores y tradicionalistas, ya que, de ser elegido, alcanzaría automáticamente la
inmunidad legal. Pero la reacción de alfonsinos y cedistas ante
la aparición de un nuevo rival fue unánimemente condenatoria.
Aunque era bastante improbable la victoria de Albiñana, podía
restar votos a otros candidatos, favoreciendo así a la lista de la
izquierda.
Sometido a fuertes presiones y convencido quizás de que los
partidos derechistas podían otorgarle un acta parlamentaria en las
siguientes elecciones de diputados, Albiñana —que probablemente utilizaba su candidatura al Tribunal para presionar en este
sentido— dio marcha atrás. Pero ya había trascurrido el plazo
pertinente y no pudo retirarse. Desde Enguera envió, pues, a los
periódicos una nota, en la que, además de reiterar su deseo de no
competir por la plaza de vocal, realizaba una oferta a los partidos
154
«SOBRE ESPAÑA INMORTAL, SOLO DIOS»
monárquicos para integrar un frente común en la siguiente cita
electoral2.
Las elecciones confirmaron el peso de los alfonsinos de RE
entre la abogacía, ya que se hicieron con las cuatro vocalías. Albiñana, por el contrario, quedó el último de los doce candidatos,
aunque fue el suplente más votado en los Colegios de Córdoba,
Cuenca, Guipúzcoa y Sevilla.
Horas después, caía el Gobierno Azaña y llegaba al poder otro
Gabinete, presidido por el líder radical, Alejandro Lerroux, del
que estaban ausentes los socialistas. Sin el apoyo de estos, que
lógicamente recibieron muy mal su apresurada expulsión del Ejecutivo y dieron por concluido el pacto de la Conjunción, la supervivencia del nuevo Gobierno exigía el concurso parlamentario de
todas las minorías republicanas. Pero la mayoría de ellas eran hostiles al Partido Radical, que había pasado largos meses haciendo
una enconada oposición al Gabinete Azaña. Cuando, tras muchas
dilaciones, se presentó el Gobierno al Congreso de los Diputados,
el 2 de octubre, no pudo superar una moción socialista de no confianza, que fue apoyada por los propios republicanos de izquierda y Lerroux tuvo que dimitir. Se formó entonces otro Gobierno
de aún más teórica concentración republicana, para cuya presidencia el líder radical delegó en su segundo, Martínez Barrio y
cuya única misión era organizar nuevas elecciones. El Gobierno
tomó posesión el 9 de octubre y al día siguiente se hicieron públicos los decretos que disolvían las Cortes y convocaban elecciones
para el 19 de noviembre, con segunda vuelta el 3 de diciembre.
La convocatoria electoral era la oportunidad que Albiñana
esperaba desde hacía tiempo para romper su aislamiento político.
Pero no llegaba en el mejor momento. Sin posibilidades de hacer
valer su condición de líder de un partido político, toda vez que el
PNE apenas tenía existencia real, y obligado a permanecer inactivo en Enguera, su futuro parlamentario quedaba a merced del
apoyo que quisieran prestarle los restantes grupos monárquicos
en las negociaciones sobre las candidaturas. El nacionalista era
2
ABC, 12-9-1933.
EN EL PARLAMENTO
155
partidario de formar una amplia concentración de derechas, que
agrupase a la CEDA, a los agrarios y al conjunto de los monárquicos. Era vital que RE y la Comunión Tradicionalista no quedaran en minoría en la futura coalición electoral, a fin de que pudieran imponer la candidatura de un Albiñana cuya trayectoria
política era presumible que despertase rechazo en los sectores más
moderados de la derecha.
Así pues, el enguerino dedicó sus aún escasas fuerzas a defender la tesis de una coalición en la que los monárquicos estuviesen en pie de igualdad con populistas y agrarios. El 19 de septiembre publicó un manifiesto pre-electoral en el que urgía la
formación de una coalición nacional: «El derechismo español, llamado a ocupar el poder en plazo mucho más breve de lo que la
gente cree, necesita articular sus fuerzas y someterse a una disciplina específica, sin la cual se malograrían todos los triunfos. Es
muy doloroso que por mantener pequeñas taifas y pruritos de
caudillaje pueblerino, se malogre un esfuerzo encaminado a la
reconstrucción nacional»3.
El escrito sentó muy mal en los círculos directivos de la CEDA,
que aún no habían hecho pública su estrategia electoral. El principal diario católico, El Debate, que actuaba como portavoz oficioso del cedismo, replicó en un editorial dejando claro que la
fuerza hegemónica de la derecha era la CEDA, y que los monárquicos no podían forzar su comportamiento político4. Introducido en uno de sus terrenos favoritos, la polémica periodística,
Albiñana respondió a su vez con un ataque directo a los accidentalistas: «Existe una diferencia radical entre la visión de algunas
labores de derecha, pues no es lo mismo examinarlas con el criterio combativo de los luchadores derechistas, forjados en la persecución y en el martirio, que con la retina tranquila de los bien
hallados colaboradores del adversario, que desarrollan cómodamente su actuación desde las antesalas de los ministros y los despachos de los gobernadores». Su empeño en debelar la táctica de
3
4
«Para el triunfo de las derechas. El mando único», en LN, 19-9-1933.
El Debate, 20-9-1933.
156
«SOBRE ESPAÑA INMORTAL, SOLO DIOS»
los populistas era tal, que les acusó incluso de haberse colocado el
10 de agosto «con la República y al lado del Gobierno»5.
Aunque Gil-Robles le contestó indignado que «el sacrificio
por una idea no es monopolio de nadie»6, la querella no podía ir
más lejos. Cedistas y monárquicos esperaban mucho de su colaboración y ninguno de los dos sectores deseaba que una personalidad tan inestable emocionalmente como la de Albiñana viniera a
enturbiar la ya de por sí difícil negociación. Así debió entenderlo
también el líder nacionalista, que se movía ya en demanda de un
acta de diputado y que dejó sin respuesta la dura carta de GilRobles.
A LA BUSCA DE UN ESCAÑO
La derecha depositaba grandes esperanzas en los comicios de
noviembre. Por lo tanto, no tardó en cuajar una coalición, la
Unión de Derechas y Agrarios, que acogía a cedistas, tradicionalistas, alfonsinos y a los exdiputados de la minoría agraria que no
militaban en ninguno de los tres partidos. A mediados de octubre entró en funcionamiento un Comité de Enlace de la coalición, en el que estaban Gil-Robles, el alfonsino Pedro Sainz
Rodríguez, el tradicionalista José Mª Lamamié de Clairac y los
agrarios Antonio Royo Villanova, Abilio Calderón y José Martínez de Velasco, que ejercía de presidente. El Comité debía
mediar en los pleitos sobre la formación de las candidaturas provinciales, y darlas el visto bueno. Bajo la dirección de los hombres
de la CEDA, que a lo largo de la campaña demostraron una arrolladora superioridad organizativa y económica, los grupos derechistas desarrollaron una intensa labor de propaganda, que buscaba tanto resaltar los errores de los gobernantes republicanos y
reforzar el miedo a la revolución social del electorado conservador, como fortalecer la unidad de la coalición en torno a un pro-
5
6
LN, 22-9-1933.
LN, 28-9-1933.
EN EL PARLAMENTO
157
grama mínimo de tres puntos, que contemplaba una amnistía
política y la revisión de la Constitución y de la legislación reformista de la etapa precedente7.
La labor del Comité de Enlace fue, en términos generales, rápida y eficaz. Aún así hubo forcejeos entre los grupos coaligados en
varias circunscripciones. En provincias como Madrid, Barcelona y
Orense, el Comité tuvo que ejercer su arbitraje en los pleitos surgidos entre las fuerzas locales por la composición de las candidaturas. Pero, aunque aparecieron algunos candidatos disidentes,
sobre todo monárquicos, sólo en Burgos se llegó a una ruptura
abierta de la coalición. Y no es casualidad que por Burgos presentara su candidatura José María Albiñana.
En la provincia castellana, donde el triunfo de la Unión de
Derechas podía darse por descontado, el Comité de Enlace había
aceptado una candidatura integrada por los seis diputados agrarios burgaleses en las Cortes Constituyentes. Dos de ellos, el canónigo Ricardo Gómez Rojí y Francisco Estébanez, un rico empresario agrícola, eran tradicionalistas y un tercero, José Martínez de
Velasco, antiguo liberal albista que había presidido la minoría
agraria y ahora encabezaba el Comité de Enlace. Junto con ellos
iban Tomás Alonso de Armiño, Ramón de la Cuesta y Aurelio
Gómez. Como la reforma electoral legislada meses antes había
quitado un acta a la circunscripción burgalesa, reduciendo a cinco
el número de diputados por la mayoría, los candidatos invitaron a
Gómez Rojí a que se sacrificase. El sacerdote, que había superado
en votos a Estébanez en 1931, pero que era políticamente más
débil que este — dueño del diario monárquico de la ciudad, El
Castellano— cedió y abandonó la lucha8.
La rápida formación de la candidatura disgustó a los albiñanistas locales, que esperaban conseguir un lugar en ella para su
líder. Albiñana había sido propuesto, en principio, para una plaza
por Madrid capital, pero su nombre quedó rápidamente descartado, junto con los del general Sanjurjo, Primo de Rivera y Delgado
7
8
El programa mínimo, en El Debate, 15-10-1933.
Diario de Burgos, 27-10-1933.
158
«SOBRE ESPAÑA INMORTAL, SOLO DIOS»
Barreto, por considerar Gil-Robles y los tres miembros agrarios
del Comité de Enlace que encarnaban «la tendencia inspiradora
del movimiento del 10 de agosto»9, es decir, una ultraderecha golpista que no era adecuada compañera para el viaje electoral. Burgos parecía, pues, una alternativa adecuada ya que, además de ser
una de las provincias con mayor militancia albiñanista, el electorado monárquico miraba con recelo a Martínez de Velasco y a sus
compañeros agrarios, cuya trayectoria liberal les hacía sospechosos incluso de simpatías republicanas. En consecuencia, el PNE
lanzó una candidatura rival de la admitida por el Comité de Enlace, en la que figuraba, junto con Albiñana el jefe local del PNE,
Martínez Mata, el presidente de RE, Goicoechea, y el cedista burgalés Manuel Bermejillo10.
Semejante candidatura era en realidad un mero globo-sonda
de los albiñanistas. Pero les sirvió para comprobar que su líder,
que en aquellos días era operado a vida o muerte de su enfermedad digestiva, concitaba numerosas simpatías en la circunscripción burgalesa. Por lo tanto, decidieron seguir adelante y el
23 de octubre hicieron pública su candidatura individual para
un puesto por las minorías, en una iniciativa que, según afirmaba el interesado, no se dirigía «contra ningún sector de las derechas», sino que pretendía «recoger los sufragios nacionalistas,
que en Burgos y su provincia alcanzan proporciones considerables»11.
No tardaron en sumársele compañeros. La candidatura de
cinco agrarios había sentado muy mal en las filas de Acción Popular burgalesa, que aspiraba a tener algún diputado. La concurrencia como disidente de Albiñana era una buena oportunidad para
sumar apoyos y, pese a que Gil-Robles y el resto del Comité de
Enlace habían aprobado la lista agraria, los populistas locales no
dudaron en aliarse con los albiñanistas en una Candidatura Católico-Agraria Burgalesa en la que figuraba Bermejillo y a la que
9
J. M. Gil-Robles, No fue posible la paz..., pág. 76.
El Castellano, Burgos, 23-10-1933.
11
Ibídem,, 27-10-1933.
10
EN EL PARLAMENTO
159
también se sumó, en representación del tradicionalismo local, el
canónigo Gómez Rojí12.
Pronto se desató una abierta pugna entre las dos candidaturas.
Los agrarios insistían en que gozaban de la aprobación de las
direcciones nacionales de los partidos derechistas, y que, por esa
razón, sus rivales no podían acogerse a la etiqueta de la Unión de
Derechas y venían «a destrozar con luchas intestinas nuestra
amada provincia13. Los católico-agrarios, por su parte, alegaban
que los otros sólo representaban a un sector muy escueto de las
derechas y que su propia candidatura, al acoger a las fuerzas
mayoritarias en Burgos, poseía mayor representatividad. Aún así,
se cuidaban mucho de atacar abiertamente a los agrarios, especialmente Albiñana, procedente de las filas albistas al igual que
muchos de estos y cuyas relaciones con la política local eran prácticamente inexistentes.
El manifiesto electoral del Jefe Supremo del PNE, lanzado al
margen de sus compañeros de candidatura, estaba firmado en
Madrid, a donde, libre ya del confinamiento gubernativo, se había
trasladado para finalizar su convalecencia. Lo dirigía a los «nobles
hijos de Castilla», a quienes pedía el voto «no por la vanidad de
ostentar un acta de diputado, sino para utilizarla como arma de
combate contra los destructores asalariados y miserables de la
economía nacional». Dirigía luego los tiros contra el regeneracionismo liberal, de cuya tradición, que él había abjurado, participaban sus adversarios agrarios:
Treinta años consecutivos ha predicado el derrotismo
izquierdista el olvido de las glorias patrias; se ha recomendado insistentemente «echar doble llave al sepulcro del Cid»,
creando una generación de cobardes y renegados, incapaces
de defender a la madre España. Y yo vengo a Burgos en espíritu, alzando la bandera del nacionalismo español, a abrir el
sepulcro del Cid, a besar sus cenizas y a pasearlas por España
12
Diario de Burgos, 4-11-1933.
Estos argumentos están expuestos en la carta de Martínez de Velasco a El
Castellano, 6-11-1933.
13
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