TEMPORADA 2004 2005 CICLO DE CÁMARA Y POLIFONÍA ONECámara Presentación La Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE) presenta su nueva programación del Ciclo de Cámara y Polifonía, una convocatoria histórica que cambia su tradicional esquema de contenidos heterogéneos por una línea vinculada a los principios temáticos de la temporada sinfónica. Al mismo tiempo, la Orquesta Nacional de España (ONE) pone en marcha sus grupos de cámara ONE Cámara y ONE Actual, especializados en el repertorio clásico y en la música de los siglos XX y XXI, respectivamente, conjuntos ambos de composición variable que asumirán buena parte de las actividades del renovado Ciclo de Cámara. En esta línea, los presentes conciertos suponen la presentación pública de ONE Cámara, orquesta de tamaño clásico que se especializará en la interpretación del repertorio en torno a Haydn y Mozart desde criterios históricos. ONE Cámara debuta en el concierto del 8 de febrero con la colaboración del Cuarteto Mosaïques (invitado, a su vez, a actuar en recital el día 9), cuyos componentes se integran en los primeros atriles del grupo que forman músicos de la ONE, y se encargan de la preparación del concierto aportando su conocimiento del repertorio. En futuras ediciones, ONE Cámara invitará a otros artistas hasta diseñar una pequeña temporada propia a lo largo de todo el ciclo sinfónico. Al mismo tiempo, ONE Actual se integra en las actividades camerísticas del ciclo dedicado a Hans Werner Henze, como lo hará más adelante en las de Viena 1900. Programa ONE Cámara y Cuarteto Mosaïques I Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) Sinfonía en Fa mayor, K 76 (42a) Allegro maestoso Andante Minuetto y Trío Allegro Franz Joseph Haydn (1732-1809) Sinfonía núm. 13, en Re mayor, Hob.I:13 Adagio Franz Joseph Haydn Sinfonía núm. 8, en Sol mayor, Hob.I:8, “Le soir” Allegro molto Andante Minuetto Presto II Franz Joseph Haydn Sinfonía núm. 85, en Si bemol mayor, Hob.I:85, “La Reine” Adagio Romanza allegretto Allegretto Presto Martes, 8 de febrero de 2005 a las 19:30 h. Auditorio Nacional de Música. Sala de Cámara. Cuarteto Mosaïques Erich Höbarth, violín Andrea Bischof, violín Anita Mitterer, viola Christophe Coin, violonchelo I Franz Joseph Haydn (1732-1809) Cuarteto en Mi bemol mayor, opus 20 núm. 1 (Hob.III:31) Allegro moderato Minuetto (Allegretto) Affettuoso e sostenuto Presto Ludwig van Beethoven (1770-1827) Cuarteto en Sol mayor, opus 18 núm. 2 Allegro Adagio cantabile - Allegro Scherzo (Allegro) Allegro molto quasi presto II Johannes Brahms (1833-1897) Cuarteto en Do menor, opus 51 núm. 1 Allegro Romanza (Poco adagio) Allegretto molto moderato e comodo Allegro, alla breve Miércoles, 9 de febrero de 2005 a las 19:30 h. Auditorio Nacional de Música. Sala de Cámara. Notas al programa (8 de febrero) DE LOS COMIENZOS A LA CULMINACIÓN DE LA SINFONÍA CLÁSICA Entre los ocho y los diez años de edad Mozart era un "niño prodigio", porque era un músico prodigioso. Tocaba con destreza varios instrumentos y componía sin parar, en cualquier sitio donde estuviera, incluidos los desplazamientos de un lugar a otro. Es literalmente increíble observar la cantidad de música que produjo entre 1764 y 1766, obras firmadas en París, Versalles, Londres, Amsterdam y La Haya, con la duración que entonces tenían los viajes y con el tiempo que el niño tenía que dedicar a lucir sus habilidades en los salones... A finales de 1766 o, acaso, en los comienzos de 1767, el Mozart niño regresó a Salzburgo y, como muestra resumen de los saberes acumulados en su periplo europeo, compuso una Sinfonía en Fa mayor que no pasó a formar parte de la serie "oficial" de sus cuarenta y una sinfonías, pero que Köchel numeró como obra 76. La obra es sencilla, fresca, desenfadada, deliciosa, y presenta elementos de los usos musicales alemanes —es una sinfonía ya en cuatro tiempos, con minuetto—, italianos —el espíritu melódico que Mozart pudo conocer a través de Johann Christian Bach y que éste desarrolló en su etapa milanesa— y franceses —en forma de cita: una gavota de Rameau adaptada por Mozart como primer tema del Finale de la Sinfonía—, todo ello engarzado con gracia, con la naturalidad y espontaneidad con que se manifestaba aquel genio que aprendía el oficio de componer... componiendo. Junto a esta perla mozartiana, el concierto de hoy nos ofrece un recorrido precioso por el sinfonismo del clasicismo vienés, basado en tres partituras del maestro Franz Joseph Haydn. La primera cronológicamente es la núm. 8, una Sinfonía en Sol mayor que data de 1761 y es conocida con el título de La noche. La anterior, la núm. 7, en Do mayor, la había descrito Haydn como Mediodía, y parece ser que este hecho condicionó que las dos obras que habían nacido de un mismo impulso, las numeradas como sexta y octava, ambas en Sol mayor, fueran bautizadas como La mañana y La noche, para redondear la referencia poemática al ciclo diurno. Pero no busquemos oscuridades nocturnas en la obra que vamos a escuchar, sino un perfecto modelo de la forma sinfónica que Haydn estaba fijando por entonces con la solidez y el éxito que la historia ha demostrado. El primer tiempo de esta Sinfonía núm. 8 es un Allegro molto sencillamente magistral, elaborado realmente sobre un único tema, en un adelanto de la sonata monotemática que tantas veces practicaría Haydn a lo largo de su dilatada carrera. El Andante se confía en exclusiva a la cuerda y explota su faceta más cantabile. Sigue un noble y, a la vez, populista Minuetto, en cuyo Trío se observa el papel destacado del contrabajo. Finalmente, un Presto brillante y virtuosístico viene a cerrar la composición con alusiones casi descriptivas a una tormenta en la que la flauta dibuja los relámpagos... La Sinfonía núm. 13, en Re mayor fue compuesta en 1763. El príncipe Nikoalus Esterhazy, para quien trabajaba el joven maestro Haydn, acababa de ampliar la plantilla de su orquesta contratando a cuatro trompistas y, sin duda, para que su patrono comprobara que no gastaba el dinero en vano, Haydn compondría esta Sinfonía en Re para la inusual plantilla de una flauta, dos oboes, cuatro trompas y cuerda. Como curiosidad, anotemos que la parte de timbal fue añadida sobre la partitura autógrafa por otra mano, aunque las sucesivas copias y ediciones de la partitura demuestran que tal mano debió actuar al dictado del propio Haydn, pues el papel del timbal se mantendría para siempre. En esta obra, el maestro utilizó las trompas —y en general, los vientos— con voluntad de lograr una sonoridad elegante, suntuosa, a menudo empleando notas largas, acordes tenidos sobre los que destacan los dibujos más dinámicos de las cuerdas. Entre 1762 y 1784, la dedicación de Haydn a la composición para el entretenimiento y los fastos de los Esterhazy se canalizó muy especialmente hacia la ópera: nada menos que dieciséis, compuso. Estos veintidós años tan operistas nos llevan a las puertas de la composición del formidable grupo de las Sinfonías de París, puesto que este trabajo comenzó justamente en 1784. Por entonces no era Haydn precisamente un sinfonista incipiente: llevaba ¡80! sinfonías escritas, pero el compositor sentía ahora que se daban las circunstancias para dar un salto estético y se volcó a este trabajo muy especialmente motivado. Las Sinfonías de París son seis grandes partituras compuestas por Haydn entre 1785 y 1786 por encargo de la Logia Olímpica de París, hecho al compositor por un noble francés, ClaudeFrançois-Marie Regoley, conde de Ogny, promotor del Concert de la Loge Olympique, institución concertística que seguía los pasos del viejo Concert Spirituel. La organización de la Logia Olímpica contaba con una orquesta estable, amplia, en la que tocaban magníficos instrumentistas, aunque junto a ellos se sentaran algunos aficionados o instrumentistas en período de formación. Por ejemplo, en el estreno de las Sinfonías de París de Haydn tocó como violinista un joven italiano llamado Luigi Cherubini quien, muchos años después, siendo la gran autoridad musical de la capital francesa, contaría más de una vez el verdadero acontecimiento que fue el estreno de las Sinfonías de París de Haydn, y cómo él y sus colegas de atril pusieron el mayor empeño en que aquellos conciertos tuvieran el relieve que correspondía al magisterio que se le reconocía a Haydn. El interlocutor de Haydn para el encargo fue el Caballero de San Jorge, compositor y director habitual de los conciertos de la Logia parisina, a quien los músicos pusieron el sobrenombre de "el Mozart negro": Joseph Boulogne, Chevalier de Saint-Georges, había nacido en la isla de Guadalupe, hijo de un caballero francés, dueño de una plantación, y de una esclava africana que trabajaba para él. Tan buen músico como atleta y soldado, aquel singular Chevalier de Saint-Georges fue quien estrenó las Sinfonías de París de Haydn en triunfales conciertos dados a lo largo del año 1787. De este grupo de obras maestras de la madurez de Haydn escuchamos hoy la Sinfonía núm. 85, en Si bemol mayor, la conocida como La Reina debido a que, en la primera edición de la obra, hecha en París por Imbault, llevaba el título de La Reina de Francia en atención a la preferencia que María Antonieta había mostrado por ella. En la obra se dan los elementos franceses que Haydn había procurado con carácter general para sus Sinfonías parisinas —el corte elegante y pomposo de algunos temas (véase el Adagio introductorio), motivos para el lucimiento de los buenos instrumentistas de viento que poblaban la orquesta de la Logia Olímpica, etc.— más uno particular: la Romanza, tiempo lento de esta Sinfonía en Si bemol mayor, es un tema con variaciones sobre la vieja canción francesa La gentille et jeune Lisette. José Luis García del Busto Notas al programa (9 de febrero) BEETHOVEN, ENGARCE NATURAL ENTRE EL CLÁSICO HAYDN Y EL ROMÁNTICO BRAHMS Franz Joseph HAYDN (1732-1809) Cuarteto en Mi bemol mayor, opus 20 núm. 1 Los seis Cuartetos opus 20 datan de 1772 y constituyen uno de los máximos exponentes del magisterio alcanzado por Haydn en su primera madurez. Felizmente, a Haydn le quedaba mucho y muy importante por decir, pero debemos convenir en que solamente con los Cuartetos opus 20 ya hubiera figurado en la historia de la música como un autor fundamental en la conformación del cuarteto como género y, por lo tanto, fundamental para el desarrollo de la música de cámara "moderna". Un siglo después de haber sido compuestos, los manuscritos de estos Cuartetos de Haydn obraban en poder de Johannes Brahms, quien fue uno de los ilustres continuadores del género (naturalmente, vía Beethoven). El primer movimiento —Allegro moderato— del Cuarteto en Mi bemol mayor presenta un tema principal en dos frases, la segunda de las cuales la protagoniza el violonchelo, instrumento cuyo papel subió enteros en esta opus 20 en cuanto al aprovechamiento de sus posibilidades en la escritura de Haydn. Tras el desarrollo, la recapitulación, lejos de ser literal, ahonda en el desarrollo. Los cuatro tiempos que integran esta obra se acogen a la forma sonata, con lo cual Haydn marcaba la distancia con respecto al carácter de divertimento que presentaban sus primeros cuartetos de cuerda. Como segundo movimiento colocó el Minuetto, relegando al tiempo lento a la tercera posición: se trata de un Affettuoso e sostenuto que, por la altura de su inspiración y por su alcance expresivo, se erige en el centro de gravedad de la obra. El Cuarteto se cierra con un jovial, bienhumorado y brillante Presto. Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827): Cuarteto en Sol mayor, opus 18 núm. 2 Vivía aún Haydn cuando Beethoven llegaba a la primera madurez de los treinta años. El venerado maestro austriaco era, pues, un modelo próximo, modelo al que Beethoven siguió en su juventud —aunque desde el principio puso boca arriba cartas que descubrían un nuevo lenguaje—, al que no abandonó durante su plenitud —aunque sometiendo las formas heredadas a ampliación y profundización— y al que hizo algún formidable guiño durante su etapa final —Octava Sinfonía—. A los treinta años, es decir, en 1800, completaba Beethoven el Cuarteto en Sol mayor que había iniciado el año anterior. Según los documentos, le costó no poco esfuerzo esta obra que el Cuarteto de su amigo Schuppanzigh estrenaría pronto en Viena y que, al ser publicado junto a los otros cinco cuartetos integrantes de la opus 18, ocuparía definitivamente el segundo lugar. La colección, admirable por su unidad estilística y conceptual —hecho compatible con el de que cada uno de los seis Cuartetos presente su fisonomía individual bien definida—, fue dedicada por el autor a su amigo y protector el Príncipe Lobkowitz. El Cuarteto núm. 2 acaso sea el más próximo de la opus 18 beethoveniana a la estética de Haydn y ello es patente sobre todo en el primer movimiento, un Allegro de sonata cuyo equilibrio, cuyo perfil temático suave y elegante, remite con facilidad al clasicismo vienés. No deja de ser significativo recordar aquí que Beethoven copió de su mano —como el mejor modo de estudiarlo— el Cuarteto en Mi bemol de Haydn que abre este mismo concierto. Con cierta exageración, aunque no sin argumentos, este perfil clasicista es lo que ha motivado el nombre de Cuarteto de las reverencias con el que alguna vez la obra es designada. Sigue un Adagio en forma de Lied (A-B-A) en el que la sección fundamental da bello protagonismo cantabile al primer violín, mientras que la sección intermedia es muy contrastante: cambia el compás de 3/4 por el de 2/4, el tiempo pasa a ser Allegro y la temática se vincula a la popular contradanza. El tercer movimiento es un prototipo de Scherzo beethoveniano de esta primera época, manteniendo el carácter relativamente ligero propio del Minuetto de Haydn, así como su forma, pero volcando en este molde sustancia musical de mayor energía. Finalmente, el último Allegro es asimismo un prototipo, ahora del rondó-sonata, forma que con tanta personalidad manejó Beethoven a partir de las propuestas de Haydn y Mozart. Johannes BRAHMS (1833-1897): Cuarteto en Do menor, opus 51 núm. 1 El ánimo pasional, el sentir plenamente romántico del compositor de Hamburgo, dio obras perfectas y bellísimas en todos los géneros —salvo el operístico—, mostrando una personalidad poderosamente definida, un sabio oficio y una capacidad enorme para la profundización en la expresión. Brahms ni pudo ni quiso esquivar la gloriosa sombra que proyectaba Beethoven sobre las formas musicales tradicionales, la sinfonía y el cuarteto fundamentalmente, y de ahí su "tardanza" para abordar dichas formas: antes de hacerlo había que alcanzar un total dominio del oficio y la ideación debía ser suficientemente madura como para poder decir algo que no estuviera ya dicho. Así, hasta los cuarenta años (verano de 1873) no abordó Brahms el cuarteto de cuerda o, mejor dicho, no dio a conocer ninguno, puesto que, según propia confesión, había compuesto bastantes con anterioridad. Esta primera inmersión en el género dio como resultado los dos Cuartetos opus 51 publicados conjuntamente. Dos años después vino el tercero y último y, otro año más adelante, en 1876, daría a conocer su Primera Sinfonía, en la misma tonalidad de Do menor que el Primer Cuarteto que hoy vamos a oír. Este Cuarteto opus 51, núm. 1 está dedicado a Theodor Billroth y, al margen de las audiciones privadas que Brahms solía hacer de sus obras, casi siempre con Clara Schumann como oyente y crítica privilegiada, el estreno público tendría lugar en Viena el 11 de diciembre de 1873, a cargo del Cuarteto Hellmesberger. El primer tiempo —Allegro— es música de expresividad pasional, muy romántica, y se organiza en forma sonata con tres temas, más los "puentes" y los motivos subsidiarios que suponen la proliferación de motivos característica de las obras sonatísticas de Brahms. Sigue un nostálgico y sentimental Poco adagio titulado Romanza y estructurado en dos secciones —cada una de las cuales protagonizada por un tema distinto— más una coda. El tercer tiempo —Allegro molto moderato e comodo— es el que hace las veces de scherzo, con la ortodoxa sección central contrastante (el Trío). Y en el Finale —Allegro alla breve— Johannes Brahms combina sabiamente los moldes de rondó y de sonata, como tantas veces hicie- ra Beethoven en sus obras (véase la que acabamos de comentar), manejando motivos que al análisis se revelan derivados del material temático aportado en los movimientos anteriores. Sin duda, ello coadyuva a la sensación de solidez y unidad que transmite el Cuarteto en Do menor. José Luis García del Busto Biografías CUARTETO MOSAÏQUES Los miembros del Cuarteto Mosaïques, Erich Höbarth, Andrea Bischof, Anita Mitterer y Christophe Coin, se conocieron en Viena cuando tocaban con el Concentus Musicus Wien, siendo los grandes nombres del repertorio vienés clásico lo que les hizo reunirse como cuarteto. Desde los comienzos de la carrera artística del cuarteto en 1985, las interpretaciones de Mosaïques estuvieron marcadas tanto por la sorprendente y radical claridad que daba el uso de instrumentos de la época como por la poética atención a los detalles que eran típicos de la tradición en la música de cámara de la Europa Central. Mosaïques ha ido evolucionando desde entonces, concentrándose en el repertorio clásico de Haydn, Mozart, Schubert y Beethoven. El enfoque del Cuarteto Mosaïques radica en el balance entre la unidad de estilo y la multiplicidad de elementos que crean dicho estilo. Cada obra puede ser leída desde diferentes niveles, revelando de esta manera la riqueza del repertorio más trascendente de los siglos XVIII y XIX. El Cuarteto Mosaïques usa esa misma concepción técnica cuando se trata de música francesa e italiana. Para ampliar sus posibilidades interpretativas, el cuarteto también recibe colaboraciones de artistas como Wolfgang Meyer (clarinete), José Miguel Moreno (guitarra), Miklos Perenyi y Roel Dieltens (violonchelo), Patrick Cohen y András Schiff (pianoforte, piano). El Cuarteto Mosaïques es invitado con regularidad a tocar en los auditorios y teatros más prestigiosos como el Musikverein y el Konzerthaus en Viena, el Wigmore Hall en Londres, el Théâtre de la Ville y Radio France en París, así como en los más importantes festivales de música: Austria (Wiener Festwochen, Resonanzen, Salzburger Festspiele, Styriarte, el Schubertiade en Feldkirch, Mondsee); Gran Bretaña (Edimburgo y Aldeburgo); Suiza (Lucerna y Amadeus); Alemania (Leipzig, Berlín, Bonn, Schleswig-Holstein); Francia (Aix-en-Provence, La Roque d’Anthéron); etc. En colaboración con diferentes cuartetos como el Keller, Hagen, Vogler y New Leipzig, el Cuarteto ha interpretado la integral de los cuartetos de Beethoven en diferentes ciudades europeas. Las grabaciones del Cuarteto Mosaïques para las discográficas Audivis/Astrée y Audivis/Valois han sido unánimemente aclamadas por los críticos, y han ganado numerosos premios, incluyendo los Gramophone Awards por sus grabaciones del Opus 20 y Opus 33 de Haydn. ONECámara ONE Cámara está formada en esta ocasión por: Violines primeros Sergei Teslia Antonio Cárdenas Vicente Cueva Alejandro Domínguez Alfonso Ordieres Violines segundos Javier Gallego Miguel Ángel Alonso Juan Manuel Ambroa Laura García Juan Mira Violas Dionisio Rodríguez Carlos Antón Carlos Barriga Violonchelos Miguel Jiménez Mariana Cores Contrabajos Jaime Robles Flautas Antonio Arias-Gago Oboes Rafael Tamarit Ramón Puchades Fagotes Miguel Alcocer Miguel José Simó Trompas José Enrique Rosell Salvador Ruiz Próximos Conciertos Ciclo de Cámara y Polifonía CARTA BLANCA A HANS WERNER HENZE 13 de febrero de 2005 Cuarteto Renoir Laurent Wagshall, piano H. Werner Henze Trío en tres tiempos H. Werner Henze Quinteto para piano y arcos H. Werner Henze Cuarteto núm. 5 (“In memoriam Benjamin Britten”) Localidades a la venta Auditorio Nacional de Música (Madrid). Sala de Cámara 15 de febrero de 2005 ONE Actual Gloria Isabel Ramos, directora H. Werner Henze Requiem Localidades a la venta 22 de febrero de 2005 Coro Nacional de España Mireia Barrera, directora H. Werner Henze Lieder von einer Insel C. G. da Venosa Madrigales H. Werner Henze Orpheus behind the wire Localidades a la venta Auditorio Nacional de Música (Madrid). Sala Cámara N.I.P.O.: 556-05-003-1 - Dep. Legal: M. 5.984-2005 - A. G. Luis Pérez, S.A. - Algorta, 33 - 28019 Madrid Auditorio Nacional de Música (Madrid). Sala Sinfónica