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ALFONSO VALLEJO
ÚLTIMA POESÍA
Francisco Gutiérrez Carbajo
ALFONSO VALLEJO
ÚLTIMA POESÍA
Alfonso Vallejo. Última poesía
Primera edición: abril de 2015
© De la obra: Francisco Gutiérrez Carbajo
© Edición Punto Didot
www.puntodidot.com
Sector Oficios Nº 7
28760, Tres Cantos (Madrid)
e-mail: [email protected]
ISBN-13: 978-84-16031-94-8
Depósito legal: M-11737-2015
Printed in Spain by publidisa
No se permite la reproducción total o parcial de
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INTRODUCCIÓN
La poesía de Alfonso Vallejo es un ejemplo extraordinario de las
magníficas manifestaciones artísticas de las últimas décadas. Desde
la denominada época áurea y desde la espléndida floración conocida
por nuestra cultura en el primer tercio del siglo XX, la literatura, el
teatro y el resto de las otras artes no habían alcanzado cimas tan altas
como las logradas a partir del año 1975.
Alfonso Vallejo, médico internacionalmente reconocido, excelente
dramaturgo, extraordinario pintor y brillante poeta, lleva escribiendo
desde el 1957, y publica El lugar de la tierra fría en 1969, año en el que
aparecen también Vísperas, festividad y octava de San Camilo del año 1936
de Camilo José Cela, Parábola del náufrago de Miguel Delibes, Barcelona,
mon amour de Guillermo Carnero y Colección particular de Jaime Gil de
Biedma. Al año siguiente ven la luz Historias fingidas y verdaderas de Blas
de Otero; Antología. Poesía 1945-1969 de Félix Grande; Nueve novísimos
poetas españoles de José María Castellet; Así se fundó Carnaby Street de
Leopoldo María Panero; Una meditación de Juan Benet; La reivindicación
del Conde Don Julián de Juan Goytisolo. En el campo del teatro José Ruibal estrena El hombre y la mosca y el Grupo Tábano Castañuela 70.
Alfonso Vallejo lleva 58 años escribiendo poesía de la que me he
ocupado en los diversos prólogos de sus poemarios, en los libros La
poesía de Alfonso Vallejo: desgarro, esencia y pasión (Madrid: Huerga y
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Fierro, 2005), Cara a cara con Alfonso Vallejo (Madrid Huerga & Fierro,
2009) y en las antología bilingües italiano-españolas de “I Quaderni
Di Abanico”, Labirinto-Indagine 40 (Edición y prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo; traducción: Emilio Coco, Levante Editori. Edizioni
dell´Orso. Bari. Italia, 2003) y Avventura-Verità (Edición y prólogo:
Francisco Gutiérrez Carbajo; Traduzione di Emilio Coco; Editorial:
Levante Editori. Bari, Italia, 2011).
Todos estos trabajos se recogen en este tomo, que se completa con
los estudios de sus últimos ocho libros:
Transvivencia y plenitud (2010), Tiempo, silencio y verdad (2011), La
luz y la oscuridad (2011), Ser, cerebro y realidad (2012), Sin principio ni
final (2013), Homo ciber digitalis (2013), Magnitud y dimensión (2013) y
Aire, tierra, mar y... sueños(2014).
Este libro constituye una indagación y un intento de interpretación
de una las voces poéticas más poderosas del mapa europeo de esta brillante época. Como en los Siglos de Oro, frente a la pobreza de la gente,
y al hacer no admirable de los gobernantes, los artistas como Alfonso
Vallejo nos demuestran la grandeza y la magnificencia.
Una poesía la de Vallejo, que constituye un recorrido por la historia
reciente de España, por los universos de la ciencia, de la filosofía y del
arte. Una brillante crónica periodística, una constelación de universos
tan distintos y tan complementarios como los del hospital, del flamenco, del toro, de los cafés galdosianos y de las tabernas valleinclanescas, de los sueños y discursos de Quevedo, de las pinturas de Goya
y de las máscaras de Solana. Unos vallejarres, en suma, que constituyen hitos fundamentales de la historia de España y que han contribuido y están contribuyendo a que este país recupere en el campo
cultural y artístico el esplendor que tuvo en sus mejores tiempos.
Francisco Gutiérrez Carbajo.
Catedrático de Literatura Española y Académico Correspondiente por
Madrid de la Reial Acadèmia de Bones Lletres.
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Transvivencia y plenitud
LA PLENITUD Y EL NO-LÍMITE DE
ALFONSO VALLEJO
Cada una de las obras de Alfonso Vallejo es una enciclopedia
condensada.
Una síntesis de filosofía, de física, de astronomía, además
de una construcción elaborada en los mejores talleres literarios. Una obra sin lindes ni fronteras.
En el prólogo a Enigma y develación tuve la ocasión de exponer la dimensión universal de su creación poética a la vez que
situé el citado libro en el contexto de la literatura occidental.
Transvivencia y Plenitud, además de sus componentes literarios y científicos, establece un diálogo con las más importantes corrientes filosóficas contemporáneas.
Diálogo de una gran riqueza y complejidad, lúcido y estrictamente necesario, ya que el afán homogeneizador de nuestro tiempo —alentado en parte por las nuevas tecnologías—
llega a casi a diluir las diferencias entre las distintas tendencias e incluso entre las diversas individualidades.
Sin embargo, difícilmente podrán hacer desaparecer lo que
ha constituido el sustento conceptual de las últimas corrientes
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y su entronque con las fuentes clásicas del pensamiento.
Hoy nos seguimos alimentando de los logros de la filosofía
analítica, de las tesis de los Círculos de Viena y de Berlín,
de algunas propuestas de la Escuela de Frankfurt, del existencialismo, la fenomenología, la hermenéutica, la ética dialógica, etc.
El concepto de transvivencia en este libro está relacionado
con la idea de claridad propugnada por la filosofía analítica
desde los trabajos clásicos de Bertrand Russell y Gottlob
Frege. Bertrand Russell publicó obras de matemáticas, ensayos filosóficos, tratados sobre ética y política, y recibió el Premio Nobel de Literatura en 1950. El entusiasmo con el que
Russel defendió la aplicación de la metodología científica a
la filosofía explica el predicamento de sus propuestas en los
neopositivistas del círculo de Viena, y el respeto con el que
lo aborda nuestro autor.
Una de las últimas obras de Russell, Investigación sobre
el significado y la verdad (An Inquiry into Meaning and Truth),
es la que tiene una presencia más significativa en Transvivencia y Plenitud por su tratamiento de los problemas tanto
desde el punto de vista psicológico como desde la perspectiva lógica.
Por su parte, Frege define las nociones aritméticas a partir de principios lógicos, y sus aportaciones teóricas se han
constituido en algunos de los presupuesto fundamentales de
la semántica atenta al sentido y a la referencia. Este último
aspecto es reelaborado en la obra de Vallejo, en la que el
“sentido” constituye una de sus preocupaciones nucleares.
El sentido, para subrayarlo o para —mediante una epojé—
prescindir momentáneamente y deliberadamente de él, es
una constante del cante flamenco, otro de los nutrientes básicos de la poesía vallejiana.
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No es infrecuente en este arte encontrar expresiones como
“tener sentío”, “prebelicar del sentío”, o “esvariar del sentío”:
“Esvarío del sentío/ como esvarían los locos/ yo no he tiraíto
piedras/ pero me falta muy poco”.
La confianza ciega en la razón se pone también en entredicho en el poema “Si todo fuera energía”, donde se afirma
contundentemente: “El ser escapa a la razón.”
Continuando con los autores citados, si los Principia Mathemática de Bertrand Russell y el Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein, seguidos por los Círculos de Viena y
de Berlín y por los destacados profesores de California y de
otras universidades, defienden que los contenidos filosóficos
han de atender a la clarificación del pensamiento, Alfonso
Vallejo —rechazando con los positivistas lógicos los problemas filosóficos tradicionales, especialmente los metafísico
y ontológicos— avanza un paso más y defiende la filosofía del
lenguaje ordinario y la relación con otras disciplinas humanísticas y científicas.
El diálogo sin límites. Desde la órbita del propio positivismo, sus postulados fueron revisados por el mismo Wittgenstein en Investigaciones filosóficas, por Quine en Dos
dogmas del empirismo y por Wilfrid Sellars en El empirismo
y la filosofía de la mente.
Mientras que en el Tractatus el análisis se centra en la descomposición de la proposición en proposiciones atómicas, en
las Investigaciones filosóficas Wittgenstein lleva a cabo una
autocrítica, y el análisis asume la forma de una descripción
de vastos contextos en los que es proferida una enunciación.
La tarea de la filosofía es presentada como una “lucha contra
el embrujamiento de nuestra inteligencia por medio de nuestro lenguaje”. Los presupuestos de Wittgenstein fueron desacralizados por ciertos desarrollos científicos y tecnológicos,
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como las computadoras, la lingüística chomskyana y la neurofisiología.
En varios libros de Vallejo y especialmente en Transvivencia y Plenitud adquiere especial significación precisamente
la neurología y la filosofía de la mente, que, según John Searle, superaría ya en la segunda mitad del siglo XX a la filosofía del lenguaje.
En Intencionalidad. Un ensayo en la filosofía de la mente
(Intentionality. An Essay in the Philosophy of Mind,1983), Searle ofrece una “fundamentación” de los “Actos de habla” y
de “Expresión y significado”, elaborando una “teoría de la intencionalidad”. Para Searle los fenómenos mentales están
biológicamente fundados.
“Consciencia” e “Intencionalidad” dependen de la biología
humana, como dependen la digestión o la circulación. Una
de sus hipótesis fundamentales es que la filosofía del lenguaje es una rama de la filosofía de la mente:
“La capacidad que tienen los actos de habla de representar objetos y estados de cosas del mundo es una extensión
de las capacidades, biológicamente más fundamentales, que
tiene la mente (o el cerebro) de poner al organismo en relación con el mundo por medio de estados mentales tales como
la creencia o el deseo, y en particular a través de la acción y
de la percepción”. De las capacidades biológicas de la mente
nos informan muchos poemas de Transvivencia y Plenitud, así
como del papel determinante de la genética.
Las proposiciones de Wittgenstein se han relacionado con
las teorías de Max Horkheimer, de Theodor Adorno y de otros
representantes de la Escuela de Frankfurt, de gran influencia
igualmente en la obra Vallejo, un autor que, a pesar de su carácter fuertemente latino y mediterráneo, está muy influido
por la estética y por la filosofía alemanas.
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Como manifiesto fundacional de la Escuela de Frankfurt
puede considerarse el libro de Horkheimer, Teoría tradicional
y teoría crítica, una obra en la que aparece por primera vez
la expresión “teoría crítica”, que quedaría acuñada como definitoria de la propuesta del grupo.
Horkheimer trata de presentar un postulado teórico que
asuma las transformaciones que están produciéndose en las
sociedades avanzadas, transformaciones insuficientemente
entendidas por las doctrinas existentes, incluyendo en ellas,
según Horkheimer, la dialéctica marxista.
Horkheimer piensa con Hegel y Lukács que el análisis de
la sociedad existente es en sí mismo un elemento de esa sociedad, una forma de autoconciencia. Esto implica que existe
teoría al margen de la realidad social, fundamentalmente
porque no existe ese lugar imaginario incontaminado. La teoría y la práctica poética de Vallejo suscriben estos asertos.
En la línea de esa mencionada desconfianza de la razón,
Max Horkheimer publica con Theodor Adorno Dialéctica de
la razón (Dialektik der Aufklärung, 1947), en la que se considera autodestructor el proceso de las Luces y se emprende
una crítica de la razón instrumental.
Ello no implica negar la tesis de Kant, según la cual, la Ilustración supone la salida del hombre de la minoría de edad.
Pero, según Adorno y Horkheimer, contrariamente a la idea
que el pensamiento ilustrado tenía de sí mismo, “el mito es
en sí ya Razón, y la Razón se torna en mitología”. Esta tesis,
según ha explicado Denis Huisman, viene a ilustrar una larga
digresión sobre la dialéctica del mito y de la razón en la Odisea, como también las encarnizadas discusiones sobre Sade
y Nietzsche.
El impulso crítico es tan vivo que conduce a los autores,
según Habermas, a subestimar las conquistas de la modernidad
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cultural “hasta el punto de no ver por todas partes más que
una alianza de razón y de dominación”.
Jürgen Habermas coincide con Adorno y Horkheimer en
que en nuestra época la razón dominante es la razón instrumental, pero, a diferencia de ellos, no cree que la tarea que
deba desarrollarse sea proponer alternativas a esa racionalidad científico-técnica.
Lo pertinente es elaborar una noción más amplia de racionalidad, en la que tenga cabida, como un momento necesario
pero no suficiente, esa voluntad del hombre por controlar el
mundo objetivado. Habermas no critica la forma de conocimiento científico natural, tan denostado por los primeros
miembros de la Escuela de Frankfurt.
Habermas estima que el deslizamiento de éstos hacia planteamientos estrictamente filosóficos, como sería la dialéctica
negativa, pone en peligro la función diagnóstico-explicativa de
la teoría crítica. Y una teoría crítica sin contenido empírico fácilmente puede degenerar, según él, en un gesto retórico vacío.
Contra este riesgo nos previenen también algunos textos
de Vallejo. A diferencia de la perspectiva pesimista de Adorno
y Horkheimer, hay que trabajar, según Habermas, para “completar el proyecto de modernidad” iniciado en la Ilustración.
A esa tarea nos animan los poemas de Transvivencia y Plenitud. Vallejo trabaja para completar el proyecto de modernidad pero también para llevar el concepto de interpretación
de Habermas a campos a los que hasta ahora nunca se había
trascendido. Vallejo, que conoce muy bien las situaciones-límite, se ha impuesto, como objetivo ético, artístico y vital,
trascender el límite.
En Anosognosia total, donde se abordan cuestiones de la
más reciente Neurología Cortical, el gitano diserta sobre lo
incomprensible del funcionamiento de la corteza cerebral y,
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por lo tanto, de la interpretación de la vida. Se trata, ni más
ni menos, que de una reelaboración, desde la neurología, y
con un registro coloquial, de algunas de las cuestiones hermenéuticas planteadas por Habermas.
Cada composición de Transvivencia y Plenitud es una invitación a salir del corazón de las tinieblas, como proclamaba la Ilustración, y a la vez una interpretación de una
realidad con más sombras que luces, o iluminada con luces
exclusivamente artificiales. Después de las sombras, luz se
titula significativamente uno de los poemas de este libro.
En este sentido, la obra de Vallejo conecta con otra de
las más importantes teorías filosóficas y críticas de la actualidad: la herméneutica de Hans Georg Gadamer y de
otros autores.
Vallejo se está siempre preguntando, interrogando, indagando, y para Gadamer preguntar es una forma de producir
conocimiento. La pregunta configura, modela, establece el
territorio en el que la respuesta habrá de resultar inteligible.
Gadamer afirma en Verdad y método: “el sentido de pregunta es (…) la única dirección que puede adoptar la respuesta si quiere ser adecuada con sentido”. Preguntar abre
un camino, propone una senda por la que la respuesta debe
transitar.
En esta línea, Vallejo camina sin parar, rastrea, indaga, se
interroga constantemente.
Con la pregunta, lo preguntado es colocado bajo una determinada perspectiva. La respuesta, por su parte, no es el
efecto inevitable, el recorrido forzoso por la senda señalada
por la pregunta. Cuando se pretende comprender un texto, se
ha de estar dispuesto a dejarse decir algo por el texto. Una
conciencia preparada para la interpretación, según Gadamer,
ha de tener una sensibilidad previa a la alteridad del texto.
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El sujeto debe estar dispuesto a escuchar lo que el objeto
dice: sólo así se le revelará o desvelará el objeto al sujeto
que pregunta. En este y en otros libros de Vallejo, la indagación y la pregunta están estrechamente ligadas al concepto
de develación.
Alfonso Vallejo coincide con Gadamer en que la verdad no
está únicamente fundada sobre el método científico, sino
que puede ser también desvelada a través del arte.
Pero esta conciencia estética no debe concebirse separada de la experiencia histórica. El análisis de la experiencia
revelada por el arte permite descubrir un modelo que tiene
valor para todo devenir histórico.
Es lo que Hans Georg Gadamer expresa con la noción de
conciencia de la experiencia histórica: “Ser histórico significa no elevarse nunca del propio conocimiento de sí. Todo
conocimiento propio de sí surge de una entrega histórica
que, al igual que Hegel, denominamos ‘substancia’, pues es
el soporte de toda intención subjetiva, y establece y delimita
de este modo todas las posibilidades de comprender una tradición en su otredad histórica” (Gadamer, Verdad y método,
Salamanca, Sígueme, 1961, pág. 285).
La hermenéutica se convierte, así, en la metodología de
las ciencias históricas del ser humano, y el tratamiento interpretativo de textos es adoptado como un modelo para la
comprensión de la realidad histórica del todo.
Alfonso Vallejo nos proporciona en sus textos numerosos
datos, gracias a los cuales somos conscientes de que la
comprensión de los mismos ha de realizarse dentro de un
contexto, que a su vez proporciona y completa la comprensión.
Es lo que Gadamer denomina círculo hermenéutico: el intérprete, el lector, puede comprender porque es una parte
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integrada en un todo, pese a poseer a la vez su propia vida,
dentro de la historia concebida como algo “vivo”.
En los últimos tiempos la hermenéutica se ha implicado
en la búsqueda de una determinación ontológica, tarea obviada por los positivistas, pero en la que se comprometió
Martin Heidegger, que desarrolló una “fenomenología hermenéutica”. Sin desatender el problema de la mente, para él la
comprensión no se funda sobre la conciencia o sobre categorías psicológicas, sino sobre la realidad y las categorías
ontológicas.
La realidad, las cosas poseen un ser, y comprenderlas es
develar sus posibilidades de existencia. El sujeto está determinado por una temporalidad histórica, cuya función básica
radica en desvelar el significado no patente de las cosas. El
fenómeno de la comprensión es un elemento constitutivo del
“ser-en-el-mundo”, lo que implica, además, estar inmerso en
un devenir histórico: “el ser mismo es tiempo”.
Heidegger en Ser y tiempo (Sein und Zeit) analiza la existencia como Dasein, que es ser-en-el-mundo, así como la
temporalidad, con vistas a afrontar el imperativo de una interpretación existencial original de este ente. Heidegger,
por tanto, no se limita a constatar que el hombre está en el
mundo, sino que afirma que es un ser-en-el-mundo. Afirmación que no debe entenderse como una mera localización en
un espacio, sino como un rasgo fundamental del modo de ser
hombre, como algo que constituye su existencia.
En su Carta sobre el Humanismo aclara: “Mundo no significa en ningún caso un ente ni un ámbito del ente, sino la apertura del Ser”. El ser-en-el-mundo no se limita a la relación con
los objetos: involucra “mi-ser-con-otros”, esto es, a quienes
también están en el mundo en el mismo sentido. No está hablando de una mera coexistencia exterior, de compartir el
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mismo escenario, sino de algo fundamental: el hecho de ser
una existencia compartida pertenece a la naturaleza de la
existencia humana.
Esta existencia compartida es un elemento capital en
Transvivencia y plenitud en el que se establece una relación
con los demás, que abarca desde lo biológico más elemental hasta las más elaboradas y complejas construcciones
de la mente.
Alfonso Vallejo pasa continuamente de la reflexión a la acción, y en esta actividad su quehacer profesional y artístico
se incardina con otras corrientes filosóficas actuales como
la ética de la acción comunicativa.
Vallejo se interesa por lo ético, también en ese amplio
campo que comprende desde lo más estrictamente biológico
hasta lo social.
Pasamos de composiciones en las que se afirma que el linfoma es amoral a otras en las que la ética o la falta de ética se
perciben en la comunicación interpersonal. En este último aspecto establece un diálogo precisamente con la ética dialógica, en la que sólo se consideran justas las normas elegidas
por los afectados, tras un diálogo celebrado en condiciones de
simetría. Frente al universalismo de las éticas kantianas, la
ética de la acción comunicativa propone el comunitarismo
aristotélico, retornar al calor de la comunidad, donde los individuos cobran su identidad y aprenden a desempeñar el papel
que les da sentido a sus vidas. Adela Cortina, una de las representantes más eximias en nuestro país de la ética de la acción
comunicativa, ha resumido algunos de las tesis de Apel y Habermas, los verdaderos impulsores de esta disciplina.
Una ética crítico-universalista no quiere ni puede prejuzgar dogmáticamente la felicidad de los individuos sino dejar
la decisión en sus manos. Esta ética tampoco se conforma
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con el relativismo al aceptar la pluralidad de formas de vida
nacidas de los diferentes ideales de felicidad, porque admite
y potencia las diversas ofertas de la “vida buena”, pero no
acepta diversos principios de justicia; en caso de conflictos
entre distintas formas de vida han de someterse a las restricciones impuestas por principios universales legitimadores de normas (Adela Cortina, Ética mínima, Madrid, Tecnos,
2003, pág. 285).
No son únicamente los filósofos quienes se plantean las
preguntas por la vida feliz, sino también los psicoterapeutas, los neurólogos, los literatos, los creadores de utopías
imaginarias.
Alfonso Vallejo, neurólogo, literato y creador de construcciones reales e imaginarias no sólo se pregunta en éste y en
otros libros por las condiciones de una vida feliz, digna y solidaria, sino que cada una de sus creaciones es una proclamación de estos principios.
Los principios que se expresan en Transvivencia y plenitud
han supuesto un período de elaboración que comprende desde
el 11 de mayo de 2008 al 30 de agosto de 2009. El autor ha intentado que quedara todo bien claro y lo considera, sin embargo, un libro extraño, con múltiples esquinas y huecos, que
indica una vez más, como bien expresa en los últimos poemas (que son más interpretaciones de astronomía y biología
que otra cosa) que nuestra situación en el Universo es un
misterio, y nuestra actitud ante la vida, una decisión personal. En el fondo, un enigma sin respuesta, sin planteamiento
concreto, sin incógnita ni ecuación, pero al que hay que encontrar una solución para poder dar un sentido a nuestra presencia en este mundo.
Algo parecido pudo sucederles a los presocráticos, en líneas generales. Se encontraban ante un edificio por construir
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que sentían en sus adentros, sin poderlo concretar. Y se pusieron al asunto como pudieron. Algo así. Intentar orientarse.
Navegar en el mar oscuro de la interpretación. Todo eso produce desazón y desgarro. Hay que tomar decisiones. Buscar
un norte, construir una brújula o diseñar un telescopio. Resulta curioso pensar cómo ha cambiado la visión del mundo
desde que en 1609 inventase el telescopio Galileo. Cuatrocientos años exactos han transcurrido.
Pero estamos como al principio: cuanto más se sabe más
se ignora. A pesar de ello o por encima de ello, el libro Transvivencia y plenitud está lleno de toma de decisiones, de medidas terapéuticas y de críticas de muchas de las actitudes
y posiciones actuales, por simples y epidérmicas.
Hay un profundo cuestionamiento de lo previo y actual. Es
decir actualización filosófica, según la entiende el autor,
como un sistema de “puesta a punto” permanente en todos
los órdenes, desde la moral a la política, al conocimiento y
al ser. También quejido, de dolor y de placer. También fantasía, crónica social y personal, vivencias personales, medicina y neurología, tauromaquia, flamenco, formas peculiares
de concebir la vida, mucha ciencia, mucho humor, carnaval,
guasa y regocijo. Porque queda bastante patente que, aunque está intentando plantear problemas y buscar soluciones,
deja la cuestión abierta, sin límites. Es difícil encontrar fórmulas para nada, ni siquiera para uno propio.
En el libro no se obvian los grandes descubrimientos de la
neurología, como los de Penfield y de otros científicos. Wilder
Graves Penfield (1891-1976), contribuyó de manera importante
a la investigación neurológica y a la neurocirugía. En 1931
asistió a un paciente que, mediante una simple estimulación
eléctrica de los lóbulos temporales, revivía con gran intensidad experiencias pasadas. Poco antes de su muerte escribió
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El misterio de la mente. Estudio crítico de la conciencia y el
cerebro (1975), una interpretación sobre el significado de su
investigación, en la que analiza la enigmática relación entre
mente y cerebro. La mente y el cerebro no sólo están en la
base de todos los poemas de este libro, sino que en varios
de ellos constituyen los núcleos de sus tramas narrativas.
En relación con sus otros libros, Transvivencia y plenitud
presenta una coherencia temática y formal, un desarrollo de
esa mencionada enciclopedia que comprende Filosofía no-filosófica, Manual del buen vivir, Antipoética (o Nueva Poesía),
Cuaderno de bitácora, Soliloquios en tiempos complejos, Meditaciones de un español “de blanco”, etc.
Aparte de en ese corpus teórico que he intentado presentar con brevedad, el libro se sustenta sobre el hecho concreto, sobre su vivencia día a día en un hospital y en otros
ámbitos. Vallejo es más Vallejo después de Transvivencia y
Plenitud. El autor puede sentirse muy satisfecho.
Ha recorrido perfectamente el círculo hermenéutico, y nos
ha brindado en cada poema una faena única, irrepetible, singular, como intentaré sintéticamente analizar.
Esas extraordinarias sensaciones “misteriosas” que todos
hemos sentido alguna vez se expresan ya en el primer poema,
El cielo se abrió de pronto. Todo acaba de cambiar, todo acaba
de nacer. De pronto la vida se ha transformado y “acaba de
nacer el tiempo”.
Neurológicamente lo asociamos con salida de endorfinas
al torrente sanguíneo. Ocurre con las inyecciones intravenosas de mórficos por ejemplo, sobre todo al principio de la toxicomanía. Pero también en situaciones normales, por efecto
de una fuerte emoción, de un enamoramiento súbito o simplemente porque te bebes un buen vino, que te sienta bien y
hace que el mundo cambie de repente.
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La maravilla del cerebro humano logra que todo se transforme en un instante, que el cielo se abra y “salte en pedazos
verdes/ como un frágil cristal/ bajo la presión del sol”.
“Hablo, claro está del Paddington terminal/ del ordenador
interno silenciado/ del tiempo de los astros sin posible explicación/ y del mal de amor (…) Salpican las paredes con sangrientas flores/ y trozos de ti”.
Se trata de una atmósfera que se detecta en algunos de
los cuadros de Alfonso Vallejo. Todo acaba de nacer. El cerebro como hermeneuta privilegiado y único de lo real.
Simbiosis magnífica de neurología, de hermenéutica y de
arte.
Hablo del agua en mí nos va conduciendo por múltiples y
misteriosos meandros a la canción de Brassens, más patente
al final: “J´ai bu dans son verre/ elle a bu dans le mien”. Un
golpe de teatro. En el fondo el autor está refiriéndose a ese
extraño fenómeno biológico de que el 70% de nuestro cuerpo
sea simplemente agua. Habla del agua que desaparece de
pronto y escapa. Como en una alucinación, que “vuelve este
instante vivencia”.
Este “espectáculo hídrico” encierra un profundo significado:
“Me refiero a la esencia profunda del reloj/ a las manillas
girando,/ volviendo mi sangre tinta/ sobre un trozo de papel”.
Es decir, estamos ante la presencia y la vivencia del tiempo.
Agua-tiempo-conciencia-vivencia. Y también Neurofisiología.
Y de ahí, “si en esto consiste lo real/ si es esto la verdad que
escapa/ más allá de la conciencia ¿qué será la irrealidad?”
Asistimos por otra parte a la mitificación del instante: “Hay
en el cielo una extraña distribución de signos/ que igual no volverá”. Descodificación de un programa en clave, pasajero,
irrepetible, que el individuo puede acometer.
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Y de nuevo el teatro: “Por eso tengo que hablar, tengo que
escribir, /decir lo que pienso como pueda/ antes de que fluya
la consciencia,/ se cierren los labios y aparezca el sol”.
El individuo como intérprete de los misterios de los dioses.
Prometeo. Y al final también el agua como mediador de los
labios de los enamorados:
“Hablo del agua en mí,/ del momento aquel/ en que bebiste
en mi vaso/ y tú me dijiste ven”. Un remate en suspensión.
Al principio fue el sonido comienza con la tremenda violencia con la que se inició supuestamente el universo: “Al
principio fue el sonido,/ una gigantesca explosión/ que hizo
temblar la energía/ y volvió ruido la materia (…) Un gigantesco grito/ en la oscuridad más densa, /como un tremendo
desgarro/ que dio origen a la luz”. Después la carne quemada,
los tabiques rotos, los miembros amputados, la violencia inicial. Y la notable la consideración: “Escapa a la razón tanta
crueldad y miseria/ si no hubiera en la naturaleza/ tanta irrealidad oculta”.
La vida como batalla, como oposición de contrarios. Como
casi sangrienta irrealidad.
Todo es tan sólo vivencia es, entre otras cosas, una definición un tanto quijotesca de lo real como vivencia. El mundo
de los matemáticos primeros. Todo es casi alucinación, lenguaje de los signos con su magia incorporada, aparición de
interpretaciones oscuras.
De pronto, “El ingrediente Lisboa”, que parece un título de
cinematografía moderna sobre las drogas, sin una buscada
conexión gramatical: “Tan sólo casi transvivencia e irrealidad”.
El autor alude claramente al concepto de transcendencia de Simmel, aunque desde un punto de vista puramente
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vivencial: “Todo es siempre tan sólo un soplo”. El presente
casi ni existe:
“La distancia entre dos puntos/ es tan sólo irrealidad”. Los
estudiosos de filosofía tienen aquí un buen campo donde explorar.
Si en el poema anterior se aludía al concepto de trascendencia, en Cambiaron la fe por nada aborda el tema de la muerte
de Dios en tono teatral. Podría ser un minidrama “brechtiano”:
“Y aprendieron a rezar sin Dios. Nihilística-mente. Desde
la Nada”.
Un fenómeno social bastante curioso e incomprensible.
Una micropieza poética y una sentencia.
Aquí Zaratrusta habla con más fuerza que nunca: “—¡Dios
ha muerto! ¡Porque lo digo yo!/ Y los que tengan fe que se
jodan y recen a Satanás”.
Transvivir y desmorir nos presenta una escena de soledad
y amor en tono fantástico y delirante. Hiriente. Dante. Quevedo. Pero el enfermo, enviado directamente al centro del
dolor, no se resigna y afirma su existencia:
“Mi vida me pertenece y es sólo mía. Nadie la vive por mí./
Hoy la luz se llama Aurora y el campo se ha vuelto azul”.
Como en otros poemas, la datación precisa del acontecimiento: “Diez de Agosto a las ocho y trece”. Y el magnífico
final: “Hoy empiezo a desmorir”.
Una sentencia cordobesa y romana.
Como en otros libros y en algunas piezas teatrales, en De
pronto el K2 habló encontramos una crónica periodística
convertida en poesía.
En la misma línea que en la tragedia griega, nos asombramos ante la fuerza del destino y el papel del azar: “Con la voz
prepotente de lo oscuro,/ del azar más incontrolable y ciego”.
Un episodio que revela el carácter particular de la vida. Si
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con anterioridad hemos hablado de la ética en Vallejo, en
éste y en otros poemas nos enfrentamos a la fuerza amoral
del universo: “Con la garganta amoral del universo entero,
con el lenguaje de la muerte más estadística y atroz.”
Pero esta fuerza ciega no impide un lúcido reconocimiento
a la valentía.
Lo extraño es que yo esté aquí por una parte realiza un
rastreo de algunas de las cuestiones éticas señaladas y por
otra lleva a cabo una indagación tanto en el mundo misterioso del cosmos como en el no menos misterioso de la conciencia y de la mente, cuestiones nucleares en la poética de
Vallejo:
“El universo es mudo y sordo./ Y el cosmos mismo desde
aquí, / amoral, eterno, infinito y sin conciencia./ Yo, sin embargo, existo / y soy testigo de mí.”
Se presenta, así, la vida humana como la culminación de
un larguísimo proceso sin conciencia. Y la presencia de un
ser capaz de todo:
“Lo extraño es tanta extrañeza, /tanta belleza junta/ con
tanta música oculta./ Lo extraño es que yo esté aquí”.
En otros poemarios de Vallejo, con la versatilidad que adquiere la poesía en sus manos, nos hemos encontrado con
creaciones que son narraciones medievales, barrocas o contemporáneas. En este contexto, Es cierto y también incierto
es un cuento fantástico sobre Madrid.
“Se escapa fuera del tiempo/ y a lomos de la fantasía, /incluso vuela.”
Si no transitásemos por el universo vallejiano podría parecernos extraña la afirmación de que “lo cierto también es incierto”,
pero en los talleres de este poeta surgen constantemente chispas, y no siempre provocadas por la simbiosis de contrarios. Es
otro tema del más alto calado, que nuestro autor brinda a los
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filósofos y a los artistas para que desarrollen algunos de sus
extremos.
Si todo fuera energía está integrado por sentencias tan
contundentes como éstas: “El ser escapa a la razón”, “Es inútil torturarse. La vida no puede entenderse” y por interrogaciones de tanta densidad semántica como la siguiente:
“por qué todo es siempre tan distinto”.
Alfonso Vallejo, sin ser un nietzscheano militante, reactualiza algunos de los debates y presupuestos del autor de
Así habló Zaratrusta, con esa referencia a la fe irracional
que muchos sienten por la razón. Mucho más peligrosa que
la fe de otro tipo. La razón tiene unas limitaciones que no
es posible ocultar. En biología, más aún. Y en la vida, todavía más.
Con anterioridad, al hablar de la ética comunicativa y de
la moral de la biología y del cosmos, hemos mencionado El
linfoma es amoral. El título es preciso y original. Cada título
de Vallejo es un chispazo, que, en una múltiple sinestesia,
conmociona todos los sentidos. El desarrollo de la composición continúa con estos trallazos:
“El linfoma es amoral./ No sabe de Mal o Bien./ No respeta
condición”.
Un tumor es amoral, como lo es el universo entero. La conciencia, no. La composición acaba con la presencia de Gloria,
como una aparición. Se trata de una mujer de sus cuadros.
Frente al fallo estadístico, un canto a la vida y a la belleza.
No hace falta tener una gran agudeza auditiva para escuchar
aquí las voces de Dionisos y Zaratrusta.
Como una variante de alguno de los poemas anteriores
puede considerarse
No hay razón en la razón, aunque aquí se privilegia la entonación lúdica. Estamos ante un cuento de la Codorniz, ante
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un chiste de “El Roto”, ante “La rosa de papel” de Valle-Inclán.
Yendo un poco más atrás, la vecindad puede establecerse con cualquier personaje de la picaresca, y, sin salir
de los escenarios madrileños, con algunos tipos del Rastro.
Qué interesantes son estos personajes. Y cuánto esconden.
Muchísimo más que algunos de los considerados hombres insignes de su tiempo. Las sentencias, como siempre, son certeras: “La razón es sinrazón”; las exclamaciones, también:
“Viva la sinescritura, leche”. Con gracia y buena casta se revisa tanto el racionalismo como el nominalismo de Ockam.
La sentencia clásica, que aparece en alguna de sus obras de
teatro, aquí se estampa en español y en latín: “Nemo nisi suo
die moritur”.
Como no resulta infrecuente en los poemarios de Vallejo, el
cante flamenco está presente en muchos títulos. Voy a la Iglesia y rezo es un homenaje a “Vete a la Iglesia y confiesa…” El
contenido es de una intensidad admirable: “Hablo con el silencio,/ observo el hueco del tiempo/ y siento que están conmigo”.
La estrofa final la suscribirán los que recurren a la trascendencia y los que no piensan en ella: “A veces/ me miro por
dentro,/ agarro con los dedos mi existencia,/ cuento una a
una las células que me quedan/ y sentado en un banco,/ comprendo que estoy aquí,/ siento que estoy con ellos,/ que la
vida es el gran milagro,/ la consciencia, la excepción”.
En relación con los títulos, Después del hueco, la plenitud
remite al título general del libro y a su profundo sentido filosófico y científico.
El poema nos hace caer en la cuenta de lo poco que se ha
hablado en filosofía de “plenitud”. No sabiduría, ni ataraxia,
ni “estado de gracia”. Plenitud. Que es algo muy distinto.
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El citado Penfield, el primero que estimuló la corteza cerebral y realizó un mapeo funcional del cerebro, al lado de
las áreas de la agresividad, encontró zonas que él llamó “placidity”. Plenitud sería, por tanto, “placidez profundísima”. Y
más:
“Observas el lento discurrir de un perro vagabundo/ por
el borde de un sendero./ La vida sigue. Puedes respirar y
respiras./ Como un animal consciente que ha comprendido
su vida./ Después del túnel, plenitud”.
Anosognosia total es una especie de microescena de los
Álvarez Quintero unida a la Neurología Cortical más actual,
con tintes solanescos y artillería del bajo mundo. El gitano
diserta sobre lo incomprensible del funcionamiento de la corteza cerebral y, por lo tanto, de la interpretación de la vida.
Con anterioridad nos hemos referido, entre otras cuestiones,
a la hermenéutica, a la ética de la acción comunicativa, a
Habermas y Apel. Aquí se nos proporciona un buen ejemplo
de las teorías de Habermas en caló.
Vallejo avanza incluso un paso más que Habermas y desarrolla ampliamente cuestiones planteadas, por ejemplo, por
Georges Canguilhem en Sobre lo normal y lo patológico, en
la que la historia de la ciencia se relaciona con la dimensión
vital del hombre.
En la trama de Anosognosia total un sujeto padece una ceguera cortical.
El enfermo está biológicamente ciego porque tiene dañadas las áreas corticales de la visión. Pero él no está informado por esas áreas de que no están recibiendo estímulos.
Así que cree que ve. Ve sin ver. Niega su enfermedad. Anosognosia visual o síndrome de Antón. La explicación de este
síndrome nos llevaría a curiosas disquisiciones sobe el “yo”
en filosofía.
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También diserta sobre “fenómenos de extinción” en que el
hemisferio sano “apaga” al dañado cuando actúan juntos.
Pero cuando el dañado recibe toda la atención, al actuar
solo, el defecto desaparece. La hermenéutica se pone en
cuestión:
“Si todo es interpretación ¿qué es entonces la verdad?/
¿Sólo combustión de azúcar, bioquímica disposición?/ ¡Cada
uno vive en su error?”.
El flamenco se escucha de nuevo en Suena la llave en la
puerta, otro poema en el que se privilegian la introspección,
la búsqueda, la indagación y una proclamación de la paz.
Cuatro estrofas clásicas como cuatro muletazos bien medidos. Frente a la hipérbole y a la exageración, la ponderación
y la mesura. El contenido básico del libro se condensa en
esta estrofa:
“La plenitud es posible./ La vida, cierta y muy clara./ No
hace falta moverse/ para encontrar la verdad”.
La palabra es lo que vuela es un nuevo ejemplo de la potencialidad de la sinestesia a la vez que una simbiosis de manifestaciones muy ricas y diversas: una narración, un cuadro
impresionista, una melodía de Debussy y un corto cinematográfico. Algo irracional y concreto. Muy francés.
“Todo es síncrono y simultáneo./ Como una palabra de
amor.”
Filosofía de más alto calado y sensualidad a flor de piel.
Quisiera comerte el ADN es otra historia con un doble o
con un múltiple sentido. Se mezclan en esta composición y
se enriquecen el ritmo, la orgía, el canibalismo, el paganismo: “Quisiera comerte el ADN/ para encontrar la verdad.”
La replicación del ADN es la base de la vida. Se potencia hasta
los límites máximos el amor como deglución en el sentido ya
expresado por Lucrecio. Sin salir de este mundo clásico, en
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el post scriptum se reitera una máxima de Cicerón, que no
es la primera vez que es invocada por Alfonso Vallejo: “Post
mortem nulla voluptas”.
Hay lagunas con la edad tiene su raíz en un hecho concreto, que el autor aclara en el P.S. Se trata de un acto en homenaje a un representante de la cultura española, del que el
autor nos proporciona la fecha exacta del acontecimiento, el
lugar y las palabras del homenajeado:
“Hay lagunas con la edad (…)/, pero no en el corazón./ El
corazón del viejo sigue sintiendo con fuerza./ Por eso, que
ustedes estén aquí/ y hayan venido a verme/ y a recordarme
que existo/ a mis ochenta y siete años/ me ha llenado de
emoción”.
El comentario final del autor resume en el fondo todo lo
que quiere transmitir el libro entero.
Es una pena que no nos hayan dejado nuestros viejos maestros más “apuntes” de este tipo. Sabríamos mucho mejor qué
ha ocurrido de verdad cuando nosotros no estábamos aquí.
Aunque en lo últimos años se han prodigado los estudios sobre
la autobiografía y las “tecnologías del yo”, como diría Foucault,
no estamos todavía sobrados del “género documento”.
En Hay algo impenetrable en ti se plantean cuestiones
abordadas por la filosofía y la física más actual: el problema
de la materia-antimateria, lo visible y lo invisible, etc. Merleau-Ponty en su obra inacabada Lo visible y lo invisible (Le
visible et l’invisible, 1964) se propone establecer los fundamentos de una ontología de lo visible. Obviando la distinción
sujeto/objeto e intentando la descripción de nuestra apertura
al Ser, la fenomenología explora “el Ser salvaje”. “Viéndose y
viendo recíprocamente”, lo visible se dobla siempre de invisible, y ello permite evitar el registro de la subjetividad aislada. Además de está dimensión filosófica, el poema adopta
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también la estructura del corto cinematográfico, pero a cámara lenta, sin palabras, con zonas de penumbra y de claridad. Es además una pintura flamenca, con la profundidad, el
erotismo y el sentido de la revelación, tan característicos de
la obra vallejiana.
El hueco y la plenitud profundiza en esa idea expresada
más arriba sobre los títulos como poemas e incluso como libros condensados.
Los títulos en este libro, como en los anteriores, pero en
éste quizá más, están muy cuidados. Abren espacios. Podrían
corresponder a títulos de libros de filosofía o a títulos de películas. En este poema, un poema de amor silencioso, queda patente la importancia de la realidad real. No de la ausencia. El
poema es también un grito ante el hueco, la ausencia, “una ausencia tremenda de partículas vivas sin explicación”, cuando
“sólo cuenta el sol”. Como en otros casos, el testimonio personal se convierte en materia poética:
“Hablo, claro está, como puedo,/ con los sonidos audibles
que me salen de los dedos/ convertidos en tinta sobre un
trozo de papel”.
Ahora que voy a cachos transita, entre otros espacios, por
el universo misterioso del flamenco: estamos ante una larga
toná de las grandes. De nuevo la experiencia clínica del autor
y el acto de la escritura como testimonio:
“Ahora que he visto morir sin morir/ de tanta pena y horror/
a pobres seres indefensos/ en tantos pasillos blancos/ que
daban al jardín y al sol (…) Ahora es cuando comprendo/ que
la vida es la excepción/ y que al moverse la tinta/ sobre un
trozo de papel/ siento un alivio por dentro/ y entiendo por qué
estoy aquí”.
Tú que entendías el ruido del vacío es otra composición
conseguida en la forma y en el fondo. ¿A quién está dirigida?
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Ese es el asunto. La poética inefable de San Juan de la Cruz
no es ajena a lo que aquí se expresa, como no son ajenos los
pensamientos de Pascal en El espacio no me aplasta: “Ces
espaces infinis m´écrasent”. Alfonso Vallejo ha sido un profundo seguidor de la mente pascaliana, desde su etapa de
estudiante en el Liceo Francés. Lo considera un pensador excepcional, aunque, como siempre, su finura mental atraviesa
las normas y las prácticas que limitan la felicidad y goce. El
jansenismo, como todo lo que está establecido, puede resultar muy peligroso. Hay que contagiarse de la estética y del
placer anacreóntico y saber disfrutar, reír y equivocarse. El
pecado es el primer signo de libertad del hombre contra Dios,
dice Fromm. El poema es, de nuevo, un grito y una proclamación de la vida en todas sus manifestaciones. Se consideran
el sufrimiento y la muerte no como actos de purificación,
como decía Baudelaire, sino como la misma parte del todo.
Todo está en el mismo conjunto. La morena tiene espinas. Lo
sabe todo el mundo de Levante. Pero con la morena se hace
un arroz de una exquisitez extraordinaria.
Nada nunca se detiene es una de las máximas vitales de
este escritor: nada se para ni se estanca, todo avanza y progresa. En este camino que es la vida no he conocido a nadie
más dinámico que a Alfonso Vallejo: por un imperativo vital y
porque sabe, como observa Gudlen, que el hombre es el
único animal que no ha completado el proceso de la evolución. Los versos son magníficos:
“Ventanas que dan a pasillos./ Vida que sucede a vida.”
Consejos para navegantes: “Puertas ciegas que se abren de
golpe.” Hay que seguir porque todo se transforma:
“Todo es lo mismo en distinto”. Hay que avanzar y transvivir.
¿Dónde está lo que no está? enlaza con las grandes interrogaciones y preguntas presocráticas sobre la astronomía,
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la filosofía y la vida. Se establece también una conexión con
la “recesión” tan misteriosa que estamos viviendo, aunque
acabará seguramente con inmensas ganancias de los que
más tienen. Es un poema interesante relacionado con la “materia oscura” que todos llevamos dentro. Este concepto de
“materia oscura interior” es una creación propia del autor y
será uno de los temas clave de su próximo libro. Si recurrimos a la astronomía, se entiende mucho mejor lo expresado
en la composición. Desde las teorías de las cuerdas hasta
todas las mejores propuestas candidatas para convertirse en
teorías del todo están latentes en este poema.
Nuestros conocimientos provienen de preguntas concretas que hacemos a la realidad. Pero la Naturaleza no responde a preguntas no formuladas. Se establece un diálogo
con Kant y sus disquisiciones de la Crítica de la Razón
Pura.
Después de la sombra, luz reitera y profundiza lo expresado en otros poemas de este libro: “Sin esperanza no hay
verdad”. La esperanza se concibe aquí en el sentido que le
asigna Ernst Bloch en su obra magna Das Prinzip Hoffnung,
considerándola un principio racional y no una virtud teologal.
La proclamación de fe en la vida no puede estar mejor expuesta:
“Después de la sombra, la luz./ Después de la noche, el
alba./ Después de la lluvia, el sol/ trinos de pájaros cantores/
el viento de la enramada/ y el rumor de los planetas”.
Muchos poemas de Vallejo arrancan de crónicas periodísticas. Así sucede con Un periódico en el suelo en el que se
muestran las terribles imágenes del diario arrojado en el
suelo de un autobús: “Un periódico en el suelo/ mostraba
fotos de niños destrozados en Gaza,/ con sus cuerpos abiertos por bombas, /como trozos de papel”.
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El poeta data con precisión la tremenda noticia y concluye
con estos versos: “Hoy el tiempo se ha parado./ Se ha vuelto
sangre en Madrid”.
Hoy estuve en otra parte es una pesadilla consciente. Esa
parte irracional subterránea que todos llevamos dentro. Frente
a la plenitud y el norte, el hueco, el extravío:
“Entonces llamé como pude a nadie. Lo hice a gritos sin
boca, a sonidos sin lengua y a dentales sin dientes, como si
mis labios no fueran capaces de hablar.”
El poeta llama a Newton, a Einstein, pero no le responden.
Sin embargo, al final alguien acude, le susurra al oído y le
marca una dirección.
Hay un punto en algún punto es un testimonio de lo frágil y
quebradizo de la naturaleza humana, una evidencia de que
sólo somos dueños de un destino incierto. La presente historia
tiene como protagonista a una gitana, Antonia “la Gamba”,
que padece un tumor que ha de ser radiado. Antonia piensa
en su casa y en los suyos. Su lamento y maldición son también una proclamación de fe en la vida:
“¡Me cago en mis muertos. Yo me tengo que curar! / Aunque me quemen por dentro, yo me tengo que salvar”. Y se
cura. “Porque lo imposible existe.”
“Y Antonia se puso a rezar. /Apasionadamente, con el miedo
de las grandes superficies/ que escapan a los planetas, /cuando
la vida se va”.
Qué será de mí sin ti es una larga siguiriya, con un curioso
remate:
“Tendré que inventarme la vida,/ diseñar una nueva geometría sin espacio/ donde un punto en un papel/ escrito con
tinta y sangre/ signifique eternidad”, mientras que Pronto
Marzo y después Abril se incardina en la filosofía hindú, en
la estética de Tagore y en algunos de los presupuestos que
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expone Salvador Paniker en su libro Asimetrías, con un interesante desarrollo, y con otro magnífico remate:
“Y en seguida Mayo con puertas que dan a puertas,/ a
rojos caminos sin tierra/ y al tacto mismo, a la misma transvivencia/ de la vida en expansión.”
Es decir, la memoria, la contemplación y el misterio.
El arte de vivir y amar, aunque con resonancias ovidianas, se fundamenta en una experiencia propia. “El tiempo
es eterno cuando se vive” dice un proverbio chino. La vida
puede ser maravillosa si se aprende a vivir. Hay que seguir a
los que predican con el ejemplo y no a los pensadores huecos.
Así ha sido. Las cosas son lo que parecen. Las personas, también. El sentido común no contaminado es muy importante.
El cosmos es siempre amoral desarrolla algunos presupuestos de esa ética universal que hemos mencionado, aunque presente una escena con personajes reales, basada en
acontecimientos reales: las muertes de Paquirri y el Yiyo.
Como en cualquier circunstancia de la vida, pero en el toreo
más intensamente, “todo es cuestión de “sustirí” (suerte),
“Chuli”/ de mala sombra y desventura,/ de estadística torcida
y mala estrella,/ todo tan sólo puro sino,/ fortuna y casualidad”.
La tragedia clásica, el drama romántico y el arte del toreo
juntos. Se datan una vez más con exactitud los acontecimientos, trágicos en este caso.
En contraste con ello el ambiente de celebración y de disfrute del bar Gayango. Esta taberna tuvo tanta importancia en
el Madrid de los penúltimos y los últimos años de la dictadura
franquista como el Café del Pombo en el primer tercio del siglo
XX. Con sentimiento —no con sentimentalidad— se deja entrever la nostalgia de unos años que hoy parecen irreales.
Si muchos poemas de Vallejo son prosas poéticas o “prosías”, como diría otro sabio creador, La rebelión personal se
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inserta en este género magníficamente cultivado por Juan
Ramón y por otros escritores. El protagonista es un ser atrapado y en el epifonema exclamará: “¡Ha llegado por fin el momento de la REBELIÓN PERSONAL”.
Nunca he visto tan amplia enumeración verbal, donde cada
integrante del campo semántico refuerce con mayor intensidad el anterior: “Forzar, imponer, mandar, apremiar, compeler,
constreñir, abrumar, gravar, cargar, asediar, acosar, acorralar,
acuciar, acercar, apretar, cercar, conminar, someter, encerrar,
estrechar, exigir, intimidar, presionar…”.
Lo mismo sucede en el sintagma nominal, aunque en este
caso el significado sea el opuesto: “Insurrección, sublevación,
levantamiento, alzamiento, cuartelada, motín, algarada…”.
Cuando el mundo se me apague no tiene el son triste de
la premonición ni de la elegía sino el ritmo alegre del oficio
bien hecho y del reconocimiento de que vivir es un don y un
magnífico regalo:
“Pude inventarme el mundo,/imaginar lo imposible,/y sentir
mi propia vida/ como un regalo y un don”. Por eso la conclusión es presentada como el epitafio de un estoico: “Cuando
el mundo se me apague/ bien apagado está”.
Significado y verdad remite a una escena vivida por el
autor en la “Charca” de Pegalajar (Jaén) con la “Piriñaca”. Es
un poema perfectamente elaborado, con los ingredientes filosóficos de otras composiciones de Vallejo:
“A veces, según me da, / para mí lo falso es cierto/ y la
mentira, verdad.” Parece un cante por soleá y podría serlo.
Muchas de las cuestiones planteadas por Ogden y Richards
en The Meaning of Meaning están condensadas en esta composición.
Infinito, eterno y móvil expone una escena con la Perrata.
El cante que incluye también lo interpretó la artista: “Esto
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que me está pasando/ se lo voa contá a la tierra/ cuando me
estén enterrando”.
En medio de esta escena tan vívida como las de Estébanez
Calderón, el científico y filósofo Giordano Bruno viaja hacia
estrellas ciegas entre llamas y tizones, llorando de placer y
de dolor al escuchar el cante. Giordano Bruno, después de
mostrar en El banquete de las cenizas que el universo es infinito y poblado de infinidad de mundos y en De la causa, del
principio y de la unidad que la difusión infinita del universo
es la expresión o la “explicación” de Dios, en De l’infinito universo e mundi, a través de su doble Filoteo, expone lo que liga
a lo uno con lo múltiple. No me extraña que Vallejo saque a
escena a Giordano Bruno, ya que con sus obras —especialmente con la última citada— abre el camino a Kepler, a Newton y a toda la ciencia astronómica moderna. De estas teorías
puede deducirse la definición astronómica del mundo como
“infinito, eterno y móvil”.
Este aparato conceptual se combina sabiamente con una
escena teatral entre arnichesca y valle-inclaniana.
El experto en mí soy yo nos remite —por lo menos a algunos— a la sentencia del gran maestro flamenco: “En mi hambre mando yo”. De nuevo se nos muestra la individualidad
como misterio. El ser en profundidad: “¿Quién sabe coser la
carne interna?” El final condensa sabiamente los contenidos
diseminados a lo largo del texto y hace un guiño al título de
otro libro de Vallejo:
“Soy experto en mi materia./ Mi fuerza es limitación,/ el
borde de mi mundo interno,/ la sorpresa permanente,/ el sentido del sinsentido,/ el instinto y la intuición”.
La vida se ha vuelto punto encierra una crítica a la asepsia
de los teclados informáticos y a la sobreabundancia de mensajes, que ha llevado a hablar de que estamos “enfermos de
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información”. Todo junto y al mismo tiempo. “Toxic screen”.
“La realidad convertida en cuento, el color en variedad.” La
realidad existe fuera. Ya no se tocan ni huelen las cosas:
“Sobre una superficie plana, todo junto y bien revuelto,/ sin
contrastes ni argumentos, con intereses opuestos,/ la mentira y la verdad.”
Estamos ante un fenómeno nuevo, cuyas consecuencias
no podemos adivinar.
Nunca comprendí por qué indaga en un proceso curioso
en el entendimiento, muy posiblemente de origen emocional, donde de pronto, sin saber por qué, se tiene la impresión de haber captado la esencia misma de las cosas. Con
la sensación de “verdad”. No existe una explicación clara
en Psicología para su elucidación. El poema de Vallejo suscita interrogaciones y aporta claves: “Nunca comprendí por
qué /pero de pronto entendí / el volumen de la luz/ y la música
del mar”.
Qué planeta reinaría evoca el mundo de la copla pero encuentra su universo más propio en la música clásica y en
concreto en “La consagración de la Primavera” de Strawinsky. Es la proclamación de la llegada de la primavera a
Madrid en marzo del 2009. Cambia la dimensión del espacio
y del tiempo. Se produce una revolución sensorial: “Y las calles enteras con su sombra y humedad, se hicieron casi
transparentes, huidizas y misteriosas/ como si algo inexplicable y repentino/ acabara de ocurrir.” ¿Solución? “Depende
de los planetas (…) está escrito en las estrellas (…) Hay que
dejarse arrastrar”. El poeta se vuelve aquí “maestro de los
cinco sentidos corporales”, como escribía García Lorca, hablando de Góngora.
La Naturaleza impone otra vez sus leyes en De nuevo siempre otra vez, aunque el poeta no se resigna a ser un elemento
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pasivo de la misma, sino que emprende un proceso de investigación e indagación:
“¡Había que inventarlo todo! Volver a descubrir la nada”.
Hay un estado de excitación en toda la Naturaleza: “Hablo
de lo que no fui”. Habla del mundo que se escapa, casi de la
irrealidad. De nuevo el referente del flamenco: “No había
pluma ni tintero (…) Y Triana ya no estaba”.
Aunque el tiempo y el espacio parece que se escapan, el
poeta sigue adelante, continúa su búsqueda: “Iba buscando
al otro./ Al de siempre tan delante./ Al que nunca fui ni seré/
de nuevo siempre otra vez”.
Y a eso le llamo Dios es un discurso panteísta puro y duro,
pero con un lenguaje complejo, insinuante, enmascarado por
las palabras y por las sensaciones. El autor va planteándose
a lo largo del texto varias hipótesis conjeturales o abductivas, y al final concluye:
“Yo creo en el infinito. / Y a eso, científicamente, a eso le
llamo Dios”.
Bewertungstheorie o teoría de la valoración nos relata un
episodio que vivió con un enfermo en Berlín en el año 1968,
con una final entonación lúdica, mientras que en Un solo
punto de luz asistimos a un acontecimiento increíble: el Retiro entero vuela. La realidad volcada. Y después Madrid, convertida “en materia oscura”.
Hasta el tiempo escapa. El sábado, 18 de abril del 2009, a
las doce y treinta el tiempo desapareció en Madrid: “Nadie
supo por qué”. Se han traspasado incluso los principios de la
teoría de la relatividad:
“Como si todo pudiera no ser”.
Todo el poema, pero sobre todo la conclusión nos transporta al mundo de los efectos especiales de Spielberg: “Un
espacio en suspenso/ transparentes las estrellas/ y un solo
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punto de luz”. No hablaríamos aquí de la semiosis ilimitada
o de la deriva infinita del significado, pero desde luego en
esta composición la hermenéutica tiene un campo magnífico para delimitar algunas de las múltiples interpretaciones
de la realidad.
Atento siempre al devenir de la historia, y de una forma
especial de la contemporánea, el autor nos lega infinidad de
datos y de testimonios.
Más místico que asturiano es un ejemplo de ello. Se relata
en el poema la tragedia real ocurrida en 1995 en el pozo minero “Candín”. El superviviente de la catástrofe cuestiona los
desastres sin explicación. Además, la triste historia cuenta
con precedentes:
“Tan sólo 44 días antes habían fallecido otros catorce compañeros/ en el pozo “San Nicolás” por una explosión de grisú”.
Lo de “prefiero morir en Oviedo / que salvar la vida en Madrid”
es un hecho real que vivió un colega.
Por mucho que se busquen explicaciones, el hecho es inexplicable:
“Busco a Dios en la bebida/ porque necesito fe”.
La nueva cronometría revela, y hasta cierto punto denuncia el cambio de la noción de tiempo en la sociedad actual.
Es otro vallejarre más que pasará al acervo común de nuestra cultura. Si en poemas anteriores se proclamaba la negación del tiempo con el referente de las modernas teorías
astronómicas y filosóficas, en el actual se critica la abolición
del tiempo, debido en parte a los aspectos más negativos de
las nuevas tecnologías. Con los grandes avances informáticos se ha producido una desterritorialización del espacio y
una abolición del tiempo. La globalización tampoco ha sido
positiva en este aspecto. Nos queda, sin embargo, la esperanza de que las flores sigan floreciendo en mayo, como dice
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el romance antiguo. La cronometría, como ciencia auxiliar
de la astronomía —a la que le presta una atención especial
Alfonso Vallejo— tiene como cometido fundamental medir la
duración de un fenómeno. Establecida la medida de un fenómeno observable, la cronometría se propone establecer los
principios correctos para la medición de los no observables
o deducidos de observaciones parciales.
Sin embargo, con la quiebra de los paradigmas clásicos,
como se expresa en el poema de Vallejo, esta ciencia perdería sus funciones, y de ahí la necesidad de buscar una “nueva
cronometría”.
Fiel a su compromiso de legar testimonios de una época,
sean éstos políticos, culturales, periodísticos, etc., el autor
no quiere que se sepulten en el olvido las manifestaciones
del flamenco que emergían como actividades artísticas fundamentales en el Madrid de los años sesenta y setenta del
pasado siglo. En ese sentido se ha hecho ya mención a algunos de sus intérpretes y a la taberna Gayango como lugar de
reunión de artistas, estudiosos y aficionados. La Peña Flamenca Charlot era otro de estos templos, en los que solía oficiar como pontífice máximo Pepe de la Matrona y en la que,
entre otros, cantaba Manolito Heras. Hasta el sol va en contra mía se refiere precisamente a un cante que interpretó
dicho cantaor en mayo de 1974 a pocos pasos de donde vivieron Cervantes, Lope y Quevedo que seguirían atentos este
cante del artista:
“En toas las partes del mundo/ sale el sol cuando es de
día./ Para mí sale de noche./ Hasta el sol va en contra mía”.
Nada nunca se repite y ¿Pasa por aquí la luz? son dos nuevas composiciones impregnadas de componentes filosóficos
y científicos. En la primera de ellas se formulan premeditadamente preguntas sin respuesta.
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Lo esencial existe como supuesto. Casi como intriga. Lo
esencial simplemente es. Conciencia subjetiva que sólo pertenece al individuo. La segunda es una composición extraña,
voluntariamente fragmentada, con diferentes personajes invisibles, susceptibles de interpretaciones varias: “Vivir a
tanta velocidad, en tantos espacios al tiempo, /se había convertido en algo extraño y complejo/ que nadie podía evitar.”
En lo que existe una opinión generalizada es en el hecho
de que podemos salir de las tinieblas: “Todos estábamos de
acuerdo/ que la luz era posible/ y que hacía falta seguir.” Dentro
de la falta de garantías y la extrema complejidad de la realidad, como Moro, Campanella, y como tantos grandes autores, elige la utopía.
Alfonso Vallejo, además de sus saberes médicos, científicos, literarios y filosóficos, tiene un conocimiento cabal del
mundo del flamenco —según se ha comentado— y del toreo.
En este sentido Quien mal anda, mal acaba relata una escena
extraordinaria entre un banderillero “el Siles”, “Antonio de
Córdoba”, un gitano que vivía del aire, “El Maestrito”, un
maestro de escuela listo y peculiar, “Mejorcito” un picador y
“Paco Alcalde”, el Maestro, un genio que canta una letra por
soleá de Córdoba y que remata la escena:
“Quien mal anda mal acaba/ En casa del jabonero,/ el que
no cae, resbala”.
En otros trabajos nos hemos referidos a los cantares proverbializados y a los proverbios cantados. El refrán ha mantenido siempre una estrecha relación con el cante, y el
proverbio, desde los atribuidos al Marqués de Santillana, pasando por los recogidos por Gonzalo Correas, Valladares de
Sotomayor, Rodríguez Marín hasta la actualidad encierra importantes conceptos filosóficos. A su función y su carácter se
han referido, entre otros, Juan de Mal Lara, Rodríguez Moñino,
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Lázaro Carreter, Eugenio Coseriu…(Francisco Gutiérrez Carbajo, “Los refranes rimados en los cancioneros populares de
los siglos XIX y XX”, en Actes del Col·loqui sobre cançó tradicional, Reus, setembre 1990, Publicacions de l’Abadia de
Montserrat, 1994, Biblioteca Abat Oliva, pp. 309-327).
Entiendes qué es plenitud presenta dos apartados claramente diferenciados: en la primera parte del poema emergen
los dolores y las desgracias de la condición humana. En la
segunda, la transformación inherente a todo proceso. La resolución ad integrum. Y la idea de plenitud, no como una utopía, sino como un estado de autoafirmación:
“El alfabeto de la muerte es falso. /Sólo existe el de la
vida./ Y sin saber muy bien por qué/ sientes qué es la primavera/ cómo te hablan las flores/ y entiendes que es plenitud”.
El hospital, como también se ha comentado, es uno de los
escenarios básicos de la obra de Alfonso Vallejo. Basta con ser
camillero es, en efecto, una escena de hospital. Una prostituta,
enferma de SIDA se ha arrojado por la ventana: “Había saltado
al vacío/ para dejar de vivir./ Porque nadie la quería, no entendía
qué hacía aquí,/ ni el sentido de su vida/ ni su razón de existir”.
El resultado es el politraumatismo. Más adelante volveremos a
oír las preguntas sobre “el sentido de la vida”. En este minidrama —real y vivido— con mucho jugo y sentido, las respuestas
son de una sencillez y a la vez de una profundidad tremenda:
“Poder inventarte el mundo, disfrutar de cada instante,/
pensar siempre en los demás/ escúchame con atención./
Basta con ser camillero”.
El mundo del flamenco vuelve a ser el nutriente básico de
otra composición:
La verdad a mí me engañó. La letra es de alta filosofía:
“La verdad a mí me engaño./ Y yo me fié de la verdad./ Si
la verdad a mí me engaña/ de quién me voa fiar yo”.
45
Se representa una escena que vivieron en Los Gabrieles
Bernardo de los Lobitos y el autor. El recorrido parece el
transitar de personajes de Galdós y Valle-Inclán por calles y
plazas del Madrid más puro y castizo: las Plazas de Santa
Ana y de Tirso de Molina, la calle del Amparo, etc.
Caquexia moral y horror nos aporta datos espeluznantes
convertidos en poema: las niñas y niños explotados, los millones de personas que viven en la pobreza extrema y los
que no tienen acceso al agua potable ni disponen de vivienda, el hambre —ya Quevedo habló del “hambre imperial”—, la miseria, etc., mientras que La vida se ha vuelto
irreal se centra en la experiencia amorosa y en la reflexión
filosófica, en contradicción permanente en la captación de
la vida. Uno de los autores admirados por Vallejo, el gran
Garcilaso de la Vega, no es ajeno a algunas de las formulaciones de la composición.
¡Qué bueno que está el plasé! nos testimonia la cruda realidad de una prostituta que estaba en la cárcel. El poema
está extraído de una entrevista que le hicieron en la televisión. El desarrollo teatral de la intriga se completa con
esta conclusión: “ ‘Esto está montado así’/ como decía
Quintero./ ¡Qué bueno que está el plasé! /Y los tristes que
se mueran.”
Aprender de nuevo a vivir profundiza sobre hondos asuntos de carácter existencial: la vida como una técnica que hay
que aprender correctamente, la transformación de una realidad adversa, posibilidad de regeneración, como se cura una
fractura o una herida. Y la recomendación final:
“Piensa/ que estás vivo aquí y ahora,/ que puedes cambiarlo todo/ y aprender de nuevo a vivir”.
Algunos de estos asuntos se reiteran en ¿Dónde está lo
que no está?
46
Hay preguntas que se responden con nuevas preguntas.
Esto es importante para el poeta y para todos, porque las
nuevas preguntas, al ir más lejos, son respuestas parciales.
En El mundo del oxígeno se relata la muerte de su hermano Antonio de un infarto y se resalta la importancia del
mundo del oxígeno como signo de vida, mientras que Los tan
pocos y los cuantos, en su aparente sencillez y brevedad, encierra pensamientos que parecen firmados por Quevedo.
Lo invisible también ve pone en escena una situación límite, cerca del punto cero. Más arriba se ha hablado de la filosofía existencialista, y aquí una de las preguntas que se
formula insiste en si puede llamarse angustia el fenómeno
que se describe: “¿Qué es en el fondo esto? ¿Se puede llamar
angustia?” La situación traspasa la angustia existencial:
“Y entonces, cuando estabas allá abajo, / cerca de la nada
y el cero, / cuando llegaste a la asfixia/ y tocaste lo invisible
con los mismos dedos/ notaste que lo negro estaba abierto.
Que la nada no existía.”
Pero tú sigues siendo tú, con un resquicio de luz, viendo
lo invisible. Todo es vida y sólo vida.
La conciencia vuelta escena refiere el despertar de un
coma en un enfermo y cómo la recuperación de la conciencia
vuelve teatro la realidad:
“Fue una gran sorpresa ver/ que de pronto la conciencia/
tomaba de golpe el espacio,/ se hacía lo imposible, cierto,/ y
la idea, realidad”.
La sensación ante ese nuevo mundo que se descubre sólo
puede describirlo un resucitado o un neurólogo clínico, como
Vallejo:
“Quedó inmensamente quieto,/ con los ojos abiertos/ y los
labios cerrados,/ para significar en silencio/ la extrañeza de
existir”.
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Llamo Dios al Infinito implica una nueva aproximación al
concepto de Dios, en esta ocasión a través de dos personajes reales, la “Bienhecha” y “el Feo”, un banderillero cordobés, amigo del autor.
La escena pone de manifiesto, entre otras cosas, que al
escritor le hubiera gustado mucho conocer al Arcipreste. En
un contexto no muy lejano al de la composición anterior,
¿Quieres meterme en el Guinness? presenta a un individuo,
hablándole a su amada y haciéndole preguntas como éstas:
“¿Te cuesta tanto ser buena? ¿Qué quieres hacer de mí?¿Un
proyectil que respira?¿O quieres volverme Misil, en el Carnaval de Cádiz, para meterme en el Guinness”. Con eso está
dicho todo.
No olvides que estás viviendo reproduce una escena dialogada entre María y Petra, con el componente carnavalesco
y la rabelaisiano como fondo. El escenario podría ser el Rastro madrileño. La conclusión subraya los universos señalados: “Lo que diga el Arcipreste, que en Hita está la verdad”.
¿Cómo se llama a lo hueco? formula interrogaciones habituales del autor en un escenario también habitual. Se trata
de sus queridas preguntas sin respuesta en un medio hospitalario:
“¿Se ha parado el corazón?/ ¿Qué es esto? ¿El filo de un bisturí? ¿Y aquello que cuelga allí? ¿Un trozo de sol con sangre?”
En el fondo todo depende de cómo se nominen las cosas.
Poema dinámico, cortante y con un final en el que se expresan nuevas interrogaciones, algunas directamente relacionadas con el tema central del libro: “Para saber que estás
vivo/ ¿cómo le puedes llamar?/ ¿Claridad y fantasía?/ ¿O tan
sólo plenitud?”
La cuenta atrás va adelante es un poema en el que, ya
desde el título, se expresan conceptos antitéticos, pero que
48
en definitiva constituyen la sal y la esencia de la vida. Encontramos un mundo haciéndose permanentemente de
forma absolutamente misteriosa. Paradoja y contradicción.
Sorpresa. Parece una constante alucinación. Y el amor como
remate:
“Habla. Responde. Dilo sin decirlo siquiera./ Cierra los ojos
y ven”.
Vivencia y saturación pone ante nuestros ojos algunos espectáculos trágicos que pueden contemplarse todos los días
en la televisión: el terremoto de Italia, de ahí la referencia a
l¨Acquila. Chinos que se matan de repente. Otra noticia del
mismo día. San Fermín, con la muerte del corredor del año
2009. Incendios. Cristiano y Kaká. Pero, tranquilos, no hace
falta pensar, con estar saturados de información y de miedo
en muchas ocasiones, tenemos bastante:
“Todo está bajo control./ Disfrutad de un buen helado
cuando acabéis las croquetas./ Luego una siesta y un polvo
con una total protección./ ¡Viva la saturación!”.
Transinstante y claridad nos muestra una escena de deseo
y delirio, datada el 12 de de julio del año 2009 a las dos y
treinta y tres minutos; y en Al mundo yo lo he entendido la
Perrata es el paradigma de una mujer sabia que, que no necesita saber porque ya lo ha entendido todo:
“No necesito saber. /Al mundo yo lo he entendido./ Porque
la vida es el don./ Y quedó mirando al campo,/ sentada en un
butacón”.
La vida vuelve a empezar relata la fuga de dos presos de
la cárcel de Castellón I, que se encontraban recluidos por un
delito de tráfico de drogas. Una nueva poesía que tiene su
origen en la noticia aparecida en un periódico el 15 de julio
del 2009. El léxico caló es compatible con racionamientos
sobre el misterio de la vida y la transformación del mundo.
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El que respira eres tú es una reflexión sobre la autonomía
total del ser, con un lenguaje semejante al de algunos de sus
cuadros abstractos.
La tesis es clara: “El mundo está siempre resuelto./ Agárrate
con los dedos. /En este caos perfecto/ El que respira eres tú”.
Hay algo incomprensible en todo testifica, como ya lo hicieron los presocráticos, que todo es puro enigma, y esa es
la gran maravilla. Por su parte Cuando menos te lo esperes
presenta una escena teatral con un oportuno truco. El personaje principal se encuentra un poco perdido. El poeta recurre a la tercera y a la segunda persona gramatical que
tanto rendimiento ha alcanzado en La modificación de Michel
Butor y en otras obras:
“Te sientas en un banco y meditas./ Has leído libros huecos/
y recuerdas su vacío./ Te han dicho qué es la verdad / y has
visto que era mentira”. De pronto llega un anciano. Se encuentra mal. Te pide ayuda. Y al final lo que hace es robarte la cartera: “Cuando menos te lo esperes…”
Decía Thomas Stearns Eliot que “desde Homero todos
somos contemporáneos” y el poema Desde Tales a Lledó lo
ratifica plenamente.
Dos sabios que dialogan como si compartieran mesa y comida.
Eso sucede así, porque “el sapiens es el mismo (…) Sólo
ha cambiado la Ciencia, /el móvil y el ascensor (…) se dice lo
mismo en distinto / y nadie se entera de nada.” Así es la naturaleza humana. En consonancia con el sentido y la forma
del poema, la conclusión potencia un rico recurso de circularidad: “Eres tu propia consciencia. / Todo acaba de nacer./
Desde Tales a Lledó/ sólo ha cambiado el reloj”.
En La unidad fractal del ser se relata la enfermedad de un
estudiante de Medicina y la conversación con su madre. Los
dos acaban reventando y llenando el cuarto de sangre:
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“Eran dos cuerpos en uno. / Ambos rotos de dolor.” La unidad del ser. La fragilidad: “Somos moléculas juntas que
saben su obligación, /turistas de nuestro cuerpo, / pasajeros
de un avión que responde a nuestro nombre”
¿Dónde irá mañana el sol? expresa la incertidumbre respecto al curso de los acontecimientos y al mismo tiempo
casi la certeza de que las cosas seguirán el curso establecido, y Sé que es posible la paz aborda un asunto semejante
pero con un tono más confesional:
“Detrás de lo negro, /después de lo duro/ sé que la paz es
posible. / Yo la tengo que encontrar”.
Se le llama plenitud alude a uno de los temas nucleares
del libro, con elementos nuevamente confesionales, con un
aparente mayor distanciamiento, al plantear la historia en
tercera persona, aunque al final se llega al universo de uno
mismo, como decía Agustín de Hipona: “Había llegado al centro, / al punto donde gira el eje,/ había llegado a mí.” Ataraxia.
Paz. Recapitulación y autoafirmación de la propia insignificancia. Plenitud.
Dos nuevas creaciones léxicas de Vallejo son las que constituyen el título de Transvivir y desmorir, una historia fantástica
de progresión en el tiempo, no de locura circular o locura doble
forma (términos antiguos de la psiquiatría del siglo XIX) sino
de inspiración, vivencia transcendida. Y quizá sublimación:
“Sólo estábamos tú y yo, frente a frente, junto al mar”. ¡De
aquí no me saca ni Dios! nos ofrece un nuevo vallejarre. La
constelación de Perseo, el cometa 109/Swift-Tuttle y muchas
cosas, junto a la referencia a un acontecimiento que tiene
lugar en una iglesia de Madrid en el mes de agosto, y que tal
vez podría ser el motivo inspirador del poema.
Eres tu propia creación es un delirio renacentista, un viaje
psicodélico sin fronteras, Cádiz, el carnaval, el tiempo eterno
51
mientras se vive y la invitación a buscarse a uno mismo
donde se encuentren los otros, mientras que La palabra y
el silencio nos relata un nuevo caso hospitalario. El diálogo
entre los dos amantes es justo, preciso, microscópico, acertado.
El concepto de utopía raramente está ausente de todo
gran filósofo.
El propio filosofar y el intentar crear es ya una utopía.
En este libro hemos encontrado varios ejemplos y Utopía
y realidad es una nueva vuelta de tuerca sobre el mismo
asunto. Como lo utópico no está desgajado de lo real, el
autor centra su historia en el caso de Malena, de Soria.
Tenía 70 años, cinco hijos y diez nietos. Estaba gravemente enferma. Cuando se enteró de que podía llegar su fin,
“miró por la ventana al campo y buscó el punto de atrás, /el
territorio inmenso de la esperanza y la vida/ donde es posible
lo imposible, / y también el no lugar”.
La enfermedad en el tramo final de la vida conforma Tan
sólo una palabrita, un diálogo imposible entre un familiar y
un enfermo que se muere. El título nos recuerda el mundo
del flamenco, en el que las preguntas a los médicos, las recomendaciones para cuando uno desaparezca y todo lo que
establece vecindad con la muerte irrumpen con fuerza en
muchas de sus letras.
El contenido y la estructura del poema también se articula
sobre dos personas en Lo nuestro fue muy distinto. Dos personas se empiezan a amar antes de conocerse. Antes del “retraso de medio segundo” que existe normalmente del inicio
de la actividad eléctrica y la toma de conciencia.
La inminencia de la muerte vuelve a aparecer en Faltan
palabras y tiempo. Cuando se está a punto de morir, quedan
muchas cosas por expresar en la vida de un hombre, incluso
52
algunas experiencias que se llevan en el interior y que no han
acontecido.
Horror, palabra y verdad reitera lo expresado en un poema
anterior, aunque con nuevos datos, sobre las carencias, catástrofes y calamidades del mundo actual. Es la geografía
del hambre y de la carencia.
Son datos recopilados de Internet y convertidos en poesía.
Para el autor esto es más poesía que la poesía convencional.
El recurso retórico del oxímoron estructura el título de La
razón irracional, un poema repleto de planteamientos filosóficos y de interrogaciones:
“Qué sucederá cuando llegue septiembre: ¿más razón
irracional? En agosto no hace falta ni pensar. Pero cuando
septiembre se meta en las flores y diluya los gases en las
plantas… ¿qué podrá ocurrir?”
Signo, conciencia y señal es ya sólo por el título un ensayo
condensado de lingüística y de filosofía: “Todo es signo y
señal al mismo tiempo. / Lo interpreta tu conciencia. Hazla
tuya. /Invéntate. /Descúbrela.”
Una disquisición sobre la relación signo-señal, en la línea
de Peirce y de otros grandes teóricos. Participación de la conciencia individual. El poeta, a pesar de encontrase perdido “en
un extraño Amazonas de infinitos signos incompletos, “quisiera llegar algún día al espacio vertical de la verdad”
Transvivencia y plenitud, poema titulado como el libro,
nos aporta interesantísimos datos astronómicos de la obra
“Antes del Principio” de Martin Rees, para concluir sabiamente: “Vengo desde el principio y he llegado hasta aquí
transviviendo, “saliéndome de mí”, siguiendo un instinto que
yo mismo no sé. Puedo amar, pensar y reír. Soy lo poco que
aquí veis. Uno más entre otros muchos. Vida convertida en
tinta, sobre un trozo de papel”.
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¿Por qué es todo como es, pudiendo no ser? es un mini ensayo de astronomía pura y dura, con nuevos datos e informes, también con la referencia a Martin Rees. El mundo de
la astronomía es igualmente el asunto fundamental de Ayer
hablé con el sol. Viaje espacial por las galaxias y estrellas.
El Sol quemará la Tierra. Mientras tanto: amar, reír y pensar.
El universo de la astronomía cede su puesto al de la biología pura y dura en La mente es lo más complejo. Un poema
conceptual e impregnado de fantasía. El poeta, en ese caminar incesante mencionado, marcha a Turquía, a Colombia y
al Japón. Nadie puede detenerle y llegará hasta el “Big
Crunch”, “es decir, el final de todos los finales”.
El mundo de la biología y el código genético aportan algunas de las importantes claves del poema que cierra el libro,
Eres tu propia excepción.
La ultraestructura y la genética. La conclusión no puede
ser más alentadora: “Tu visión del mundo te pertenece.
Nadie verá como tu/. Llevas por dentro tus amores y recuerdos,/ el rastro de tus pasos, el olor de tu ser y memoria resumida./ Puedes inventarte el mundo y sentir el universo. / Eres
excepción y autonomía, / transvivencia y plenitud”.
Transvivencia y plenitud, con su rotundidad semántica, su
grandeza estética y su profundidad filosófica, culmina un ciclo
pero no cierra nada. Al contrario abre un universo poblado de
infinitos mundos, por los que se nos invita a transitar, a aprender y a disfrutar. No se trata, sin embargo, de un libro de autoayuda sino de una obra imprescindible para distinguir —en las
diversas trayectorias que traza—entre aquello que en la vida
es accesorio y aquello que claramente resulta necesario.
FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO
Catedrático de Literatura
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Tiempo silencio y verdad
Tiempo silencio y verdad
Alfonso Vallejo
Edición y Prólogo de
FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO
Diseño de Colección: Huerga y Fierro
Primera edición: 2011
Cubierta: “Tiempo silencio y verdad”
Óleo de Alfonso Vallejo. Técnica mixta
© Edición y prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo
© Alfonso Vallejo
Derechos exclusivos de edición en castellano
reservados para todo el mundo
© 2011: Huerga y Fierro editores, S.L.U.
C/ Martín Soler, 1
28045 Madrid-España
Telf.: 91 467 63 61
Fax: 91 467 63 99
www.huergayfierro.com
[email protected]
I.S.B.N.: 978-84-8374-901-2
Depósito Legal: M-....-2010
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“UN CERRO-TESTIGO DE LA
POESÍA ESPAÑOLA”
Hay libros renovadores y refundadores de la lengua poética de un país y de una época. El Poema de Mío Cid, La Celestina, El Quijote de Miguel de Cervantes, Las Soledades de
Luis de Góngora, Los Sueños de Francisco de Quevedo, El Diablo Mundo de Espronceda, Prosas profanas de Rubén Darío,
Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez,
Sobre los ángeles de Rafael Alberti, Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre, Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, Dos días
de setiembre de José Manuel Caballero Bonald ostentan
con todo merecimiento ese título en la literatura en lengua
española.
Con Hijos de la ira de Dámaso Alonso presenta muchos puntos en común Tiempo silencio y verdad de Alfonso Vallejo,
aunque en él se encuentran influencias de los otros libros citados, de textos de autores extranjeros, de tratados filosóficos y científicos, de relatos periodísticos y de crónicas de la
vida cotidiana. El de Alfonso Vallejo es un libro renovador de
la lengua poética de nuestros días, un cerro-testigo, un libro
cuajado, un libro necesario.
Alfonso Vallejo no para. Siempre está en pie de guerra
contra la guerra, contra la violencia, contra la anestesia
moral, contra la estupidez y contra todo aquello que no hace
admirable al hombre a los ojos de los otros hombres.
Lo hemos dicho otras veces y es oportuno y necesario repetirlo una vez más: cada obra de Alfonso Vallejo es una proclamación de fe en la vida, una invitación a hacer las cosas
bien, a pensar, a indagar, a rastrear, a disfrutar, a obrar con
valentía, con gracia y con donosura. En sus creaciones no hay
término medio. Tanto lo grande como lo pequeño, lo lúdico
56
como lo grave siempre aparecen tratados con la mayor
fuerza e intensidad. Se deja todo su ser en cada faena.
La poesía de Alfonso Vallejo es universal por los temas
que trata —y trata todos los temas— y por lo dimensión que
les imprime. Pero a la vez cada poemario puede considerarse también como un diario, que en “Tiempo silencio y verdad” abarca el tiempo comprendido desde el domingo 30 de
agosto de 2009, cuando concluyó “Transvivencia y Plenitud”,
hasta el 24 de septiembre del 2010. El autor puede considerarse satisfecho porque ha logrado reflejar perfectamente
las “turbulencias e indagaciones” de este último año.
A veces este reflejo tiene que ver con lo que postulaba Plejanov, otras con el reflejo del escudo de Perseo y la medusa,
y otras con un juego de espejos admirable. Reflejos, por
tanto, directos, indirectos y mixtos.
Su escritura es un rastreo por las cosas y por los ámbitos y
los problemas de los hombres, pero también una investigación
sobre sí mismo. En el fondo, para Vallejo, escribir poesía, tiene
mucho que ver con inventarse un cuaderno de navegación, de
análisis, de invención y transfiguración de la realidad diaria. De
su vida más interna y auténtica. En el fondo, de su aventura.
La vida del autor durante este último año se encierra en
el universo complejo, proteico y multiforme de este libro. No
se he guardado nada. Sencillamente porque no ha podido.
Porque la palabras de su arquitectura representan el “ultrafiltrado” del sistema que le permite vivir. Tal y como suena.
No es ni más ni menos que lo que ha depositado en esta
obra. Alfonso Vallejo que, como todos los hombres, es un ser
lleno de limitaciones, deficiencias y carencias, se diferencia
de todos porque sabe lanzarse al territorio del no-Vallejo, al
campo de la especulación, de la fantasía y de la revelación
con valentía y fiereza.
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Las palabras de Alfonso Vallejo nos producen esa sensación de asombro que provoca el misterio, que, en definitiva,
no se diferencia de la fascinación que suscitan las pequeñas cosas. Y no me extrañaría que el mismo autor sintiera
también la sensación de extrañeza ante sus propias palabras, ante el acoso, el ataque, la avalancha del yo contra
el yo. No exageramos si decimos que se nos parte el corazón por ese estremecimiento irracional ante lo extraño, lo
complejo, lo inexplicable. No exageramos tampoco si consideramos que al autor se le pueda partir igualmente el corazón.
Éste es quizá el libro más valiente de Vallejo. Igual de sincero y de verdadero que todos los suyos, pero con una fuerza
portentosa. Es un libro con potencia y con pasión, pero con
temple, sin acercarse volcánicamente a “la dentadura del
abismo”, como decía Neruda, uno de sus autores preferidos.
La fuerza es tremenda pero el ritmo casi siempre es sosegado,
utilizando estilos distintos, formas literarias casi opuestas.
Todo está muy pensado y bien pesado, sin metáforas o analogías innecesarias, sin asociaciones semánticas rebuscadas, que al final, a su modo de ver, convierten la poesía en
un ejercicio de confitería insoportable.
Alfonso Vallejo, que es un inmenso poeta, no es un amante
de la poesía en abstracto. Le seducen sólo algunos poemas
de algunos poetas. Y cuando “le muerden”, sí que le muerden
de verdad. El resto, o por lo menos una gran parte del resto,
no coincide con lo que él entiende por poesía. Alfonso Vallejo
lo ve cursi, “cascáreo”, por utilizar uno de sus neologismos.
Algo epidérmico y superficial. Si la poesía no consiste en una
sustancia absolutamente necesaria, en algo vital para el
autor, no le emociona. Para Vallejo, como hemos escrito, la
poesía es “desgarro, esencia y pasión”.
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Para él la poesía no es algo extraño sino genético. Es un
poeta “genéticamente determinado”. Alfonso Vallejo si no escribe o no pinta, no puede vivir: se ahoga, se asfixia. Como
dice en una de las últimas poesías del libro: “La poesía es
pensamiento,/ sueño, drama e irrealidad,/ interpretación de
esencias,/sentido del sinsentido,/descubrimiento del mundo,/
transconciencia y emoción”.
Aunque se habla de un malestar de la cultura y de un malestar de la vida en general, hoy tenemos acceso a ediciones bilingües de prácticamente todos los tipos de poesía
que se escriben en el mundo. Y antologías de las mismas.
En el momento actual podemos compararnos y aprender. La
conclusión que puede extraerse es que todas las antologías
son diferentes. Y las poéticas individuales son igualmente
diferentes.
La “atomización” de la poesía parece una evidencia.
En otro libro hemos situado su poesía en el contexto universal y la hemos considerado como una de las voces más
altas. De esto ya hace años y hasta ahora nadie se ha atrevido a refutarnos. Hemos indagado en las raíces de sus creaciones y en sus diferentes formas de expresión. No nos
detendremos, por tanto, en esta ocasión en el análisis de
“Tiempo silencio y verdad” en el contexto de la literatura española o europea actual. Sin embargo, este libro supone un
punto de inflexión, un giro ascendente —hermenéutico pero
también existencial— que marca una nueva interpretación
de la realidad y una revisión radical de lo que ha vivido y de
lo que le queda por vivir.
A finales de la década de los sesenta del siglo pasado,
concretamente en 1969 aparece “El lugar de la tierra fría”.
En las cuarenta y cuatro composiciones del libro se descubre el interés del poeta por la síntesis, por la economía
59
lingüística, por transmitir lo máximo con lo mínimo, como
hemos explicado en “Desgarro, esencia y pasión”. Raramente se había logrado en la poesía española el presupuesto
conceptista de precisión y concisión como lo consigue nuestro autor. El poeta ya se nos manifiesta como un brillante hermeneuta.
“El lugar en la tierra fría” es, así, una investigación y una
interpretación de las cosas y de nosotros mismos en medio
de las cosas. Investigación que lleva aneja una actitud contemplativa ante el desarrollo casi mágico de la realidad, impregnada de misterio e interrogación. Los poemas devienen
microsituaciones con intriga, minidramas sin explicación, y
la realidad aparece suspendida, detenida, transcendida por
la interpretación. Se trata de escenas interpretadas a través
de un filtro, en transparencia, en un clima de ensoñación analítica. El autor ya había trabajado en Heidelberg en 1966, en
Berlín en 1967 y 1968, en el Hospital Clínico de Madrid en
1969, y algunas de estas composiciones son testimonios del
ambiente límite de hospital. Los temas del hambre, la violencia, la explosión demográfica, la crónica histórica, la indagación filosófica, las roturas de lenguaje, los cambios de ritmo,
la divulgación científica y astronómica, etc. Junto a la impronta alemana aparece la huella francesa. Han transcurrido
41 años desde la escritura de ese libro, el autor ha seguido
una actividad imparable, y “Tiempo silencio y verdad” no sólo
condensa y desarrolla lo que se aborda en su producción anterior sino que supone una nueva vuelta de tuerca, cuando
pensábamos que ya lo conceptual y lo expresivo de su obra
habían conseguido el máximo grado de tensión. Tensión, en
el sentido de tensado, de ajustado, aunque también en el de
exaltación, en el de arrebato, de fogosidad, de excitación.
Pero siempre con el ritmo ajustado, con la sensación de viajar
60
en un coche de alta gama, en el que gracias al preciso mecanismo de sus piezas, no es perceptible lo abrupto que en
ocasiones puede resultar el camino.
Pero los baches del camino existen y como otras muchas
cosas, la poesía va a explotar, y en este libro ya se ha producido la explosión. Lo que sucede es que la ajustada construcción de su escritura cubre pudorosamente esa violencia con
unas formas nada ruidosas, bulliciosas o estridentes. En esta
sociedad, como decía un político italiano “manca finezza”
(falta finura).
En la obra de Alfonso Vallejo ni “manca finezza” ni “manca
realtá” y ello es más admirable, cuando los asuntos que
aborda rondan en muchas ocasiones con la tragedia, con las
situaciones-límite, con las fronteras, con la región incierta
vecina del espacio cierto de la muerte.
Puede verificarse el estallido de esta explosión silenciosa
potente en cada uno de los poemas.
“Entre Biología y Ser”, mediante un estallido o una descarga eléctrica, nada estridente, nada ensordecedora en su
capa latente, se resume un concepto muy importante: la base
orgánica del Ser. Como es sabido, durante siglos y siglos, se
ha considerado que las “funciones superiores”, también llamadas Mente, Espíritu, o Alma, radicaban en algún extraño
lugar sin nombre que no pertenecía al cuerpo. Se trata de la
dicotomía clásica entre alma y cuerpo, ya señalada por Platón
y recogida por los tratados filosóficos e incluso médicos de la
Edad Media y del Renacimiento, como en “La máquina del
cuerpo humano” (De corporis humani fabrica libri septem,
1543) de Andrés Vasallo, y quedaría consagrada por Descartes con su dicotomía de la “res cogitans” y la “res extensa”.
Pero esa separación tajante entre lo emotivo, lo intelectual y
lo cognitivo respecto a lo material se ha demostrado falsa.
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El también neurólogo, Antonio Damasio, autor, entre otras
obras de “La sensación de lo que ocurre” (2001), “El error de
Descartes” (Crítica, 2001), “En busca de Spinoza. Neurobiología de la emoción y los sentimientos” (Crítica, 2005), lo
acaba de ratificar en su reciente libro “Y el cerebro creó al
hombre” (Destino, 2010).
“Tiempo silencio y verdad” empieza, así, por la constatación de la enorme sorpresa que produce en el neurólogo el
hecho de que las lesiones estructurales del cerebro se manifiesten por una sintomatología de “expresión” espiritual.
Pérdida de la capacidad de abstracción, del sentido del
“yo”, de la fantasía, del humor, de la “ideación”, etc (por ejemplo en las demencias). En este contexto, “Entre Biología y
Ser”, se erige en un poema concentrado, explosivo y potente.
Al autor no le debió de resultar fácil su escritura. Se trataba
de resolver en poesía, con términos amorosos, un “manifiesto” biológico-esencial. Evidentemente dejando la puerta
abierta a cualquier otra interpretación: “Entre Biología y Ser/
hay un abismo sin fondo”.
El poeta imprime un primer giro hermenéutico, y en “Hoy
me operan de Infinito” encontramos una referencia satíricoburlesca a Giordano Bruno. Y como siempre, el “deslumbramiento” ante la evidencia de lo impresionante de la dimensión
cósmica de la realidad: “Que he enfermado de Infinito/ y lo tienen que sacar/...“¡Nada¡ ¡Que soy inocente¡/¡ Que soy víctima
de la Vía Láctea,/ con sus 200.000 millones de estrellas,
leche!” Como veremos en otras composiciones del libro, estamos ante una micro-pieza teatral.
En un registro distinto a los poemas anteriores se inscribe
“Sólo creo en la bondad”. El autor afirma que el logos, su palabra, surge “desde el ser que no entiende, desde el animal
aislado, sometido a las mareas y a los golpes de mar”.
62
No entiende las ecuaciones. Las palabras se le escapan.
El cosmos es un misterio: “Lo digo como lo siento. Sólo creo
en la bondad.”
Si en ese poema se nos habla de que “lo esencial consiste
en el fuego, en el aire abierto muy cerca del pulmón y también
en el amor”, en “¿Dónde está lo que no está?” el componente
amoroso adquiere una nueva dimensión. Una dimensión místico-amorosa. Podría parecer que no tiene que ver con Santa
Teresa o con San Juan de la Cruz, pero sí que engarza con
esta noble tradición. Se trata del mismo hueco trasladado
al amor. Junto a ello, astronomía pura interpretada por un
órgano extraño que se ha desarrollado en la Tierra, por una
extraña mezcla de evolución y mutación genética (posiblemente): el cerebro. “Ces espaces infinis m écrasent” (Pascal).
Enlaza también con el asunto de los universos múltiples y
con muchísimas otras cosas.
“Consciencia sensorial y ser” es un auténtico cuadro goyesco: “Observo el respirar de un filosófico perro con la lengua fuera”. Es también una estampa relacionada con el
ciclo de las estaciones, íntimamente imbricado con los ciclos de la vida, y que no resultan ajenos a las preocupaciones de Vallejo:
“Que llegara el otoño de pronto,/como una rotura de tiempo
en Madrid,/ y el Retiro se encendiera,/que no se parase la vida/
y la percepción del mundo/ fuera sueño y claridad.”
Si nuestra enciclopedia no nos lleva a error, el poema
debió de ser escrito en septiembre, en el tránsito del verano
al otoño. Como en otras ocasiones, la Filosofía se imbrica
con la Biología: “La realidad es sorpresa,/ energía ultracompleja,/ casi sueño e irrealidad,/ consciencia sensorial y ser/
sin posible explicación.”
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En “Hay algo profundo en todo” percibimos de nuevo la
sorpresa de que la realidad haya podido ser re-inventada por
el cerebro: “Es que de pronto y sin saber por qué / comprendes que has comprendido,/ sientes que se te acaba el aire/ y
no puedes respirar./ Porque hay algo total en todo…”
Lo sorprendente no es sólo que exista la consciencia sino
que esta consciencia sea propia y personal. Además que se
identifique con uno mismo. También se hace referencia a los
límites de la percepción y de la dimensión casi inexplicable
de la propia realidad.
Como un desarrollo del anterior puede considerarse “Cuestionar lo incuestionable”. Estamos, ni más ni menos que ante
los límites sin límites. La dimensión por fuera. La cuestión de
lo incuestionable. Lo imposible de entender. Podemos entender que no entendamos. La misma razón nos abre el campo
de la sin-razón.
Con ello engarza “Falsa certeza y verdad parcial” donde
presenciamos, entre otras cosas, la realidad transfigurada
de la amada: “Eres casi invención, efímera percepción de
tiempo,/ espacio sin concluir,/ armónica materia invisible,/
producto de la imaginación”.
El problema de la verdad y de la certeza es uno de los núcleos fundadores de la filosofía y en esta composición presenta una magnífica ejemplificación:
“El mundo es parcial y completo. Absoluto y transitorio./
Tan sólo falsa certeza y verdad parcial.”
La estructura también se sustenta en la oposición de contrarios. Y junto a este impresionante campo conceptual, la
intriga y la fascinación de un relato sangrante, de piratas:
“Por eso voy como voy, a trozos sangrientos sueltos,/ por
el borde de una noche sin estrellas,/ sin brújula ni dirección,/
en la extraña incertidumbre de la media luz.”
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Decíamos al comienzo que Alfonso Vallejo nunca para,
que nunca se detiene. En este proceder se encuentra en
consonancia con el cosmos, como se manifiesta en “Nada
nunca se detiene”. Es la crónica de un temblor de tierra en
China, pero con interpretación dantesca: “Los insectos notan
que la tierra se va a desintegrar/ y guardan silencio en el
aire…”
Lo anecdótico del destino lo lleva a conectar con otro accidente ocurrido en Palma de Mallorca al derrumbarse un
edificio:
“Un albañil se salvó porque “jugaba al parchís” fuera de
casa./ Paula Valencia evitó el accidente…”
Es la fuerza del azar. Y la vida y el movimiento siguen:
“Gira el universo imperturbable”. Es la indiferencia del cosmos ante los acontecimientos humanos: “Nada nunca se detiene./ Todo acaba de empezar”. La plasticidad de la pintura
se combina con la profundidad del pensamiento. Estamos
ante un cuadro de Brueghel, con interpretación filosófica. Lo
abstracto e inmaterial se corporeiza y toma vida: “El destino
titubea. No sabe si volver a matar”. Entre las muchas evocaciones podría citarse la de “El séptimo sello” de Bergman.
“Stromboli” es la crónica de la erupción volcánica:
“Irrupción de la incertidumbre reglada/ en la masa de la
sangre./
Siempre de nuevo otra vez”, pero también el relato de Robert Enke, de 32 años, portero del Hannover y de la selección
alemana:
“Verdad sangrienta y cierta/ sin posible explicación.”
El reto es inevitable: “Sólo podemos seguir./ Y buscar la
claridad.”
Muchos otros asuntos pueden ser desvelados aquí, existenciales y míticos: Albert Camus y el mito de Sísifo.
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“En el alma del papel” se acude a la resolución de las situaciones-límite mediante la escritura, la expresión y la creación.
Alfonso Vallejo ha cultivado diferentes formas de expresión poética a lo largo de los últimos cincuenta años. Parece
que siempre tiene un estilo distinto, pero siempre es Vallejo,
porque Vallejo es distinto de los demás y de sí mismo:
Vallejo es Vallejo, el no-Vallejo y el contra-Vallejo.
El estilo se crea según lo que quiere expresar. Este es uno
de los principios clave de su actividad poética. Es policromático, imprevisible, múltiple.
En “La materia está vacía” el autor demuestra que esta
afirmación no es un juego de palabras, sino una evidencia
científica que refiere con datos objetivos: “¡Es un hueco que
se mueve¡ ¡Recoño¡/ ¡Con gravitación e inercia¡”. Esto puede
parecer una broma pero es una absoluta realidad: “Sólo el
5% de nuestro universo está formado/ por materia másica ordinaria.” La ciencia es más artística que el mismo arte. Y la
gran certeza: el amor. El trigo rubio.
El asunto de la materia también se aborda en “Hoy vengo
de mí sin mí”, donde de nuevo nos sobrecoge el misterio:
“Hoy vengo de mí sin mí./ Vengo de una antimateria convertida en realidad.
Alfonso Vallejo ya ha aportado muchas palabras nuevas
al castellano y a otras lenguas. En “Internity” se inventa la
palabra en inglés. Porque de hecho no existe. Pero debería
existir. Es preciosa. Y ahora ya existe. El poema es un microdrama, un cuento de amor: “¿Recuerdas el mes de Noviembre…?” Como hemos comentado con anterioridad, el autor es
un testigo de todo lo que sucede en el mundo y lo plasma en
su escritura, y nos expresa también lo que le sucede a él
mismo en este excelente diario. Empezó el libro en septiembre y la narración ya está situada en el mes de noviembre.
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Una nueva palabra se inventa en “Costracismo, barbarie y
confort”. Aquí introduce la palabra “costracismo”. La composición es un vallejarre extraño de un neurólogo acostumbrado a detectar la enfermedad por la simple Inspección. Un
hombre medieval. Pero, además, un ciudadano del siglo XXI
sometido al terror urbano, y testigo fiel de cuanto sucede a
su alrededor:
“Sabíamos que en cualquier momento nos podían atacar…”
Como en otras ocasiones nos encontramos con un género literario difícil de precisar. Nos evoca el mundo de Buñuel este
cuento fantástico en el que Hacienda controla la respiración
de los sujetos:
“La mitad del mundo moría de hambre a lo lejos, casi sin
ser vistos, como en cierta irrealidad deshonrosa y vergonzante,/ en la que era mejor no creer”.
De esa cierta irrealidad pasamos a “La realidad inventada”
en la que un enfermo politraumatizado como consecuencia
de un accidente de tráfico se despierta del coma y aterriza
en el mundo. Lo redescubre y lo inventa:
“Y sin darse cuenta siquiera,/ cerró los ojos de pronto/ y
el mundo se le apareció.”
Parece un título de novela. Y el desarrollo, un relato fantástico de literatura imaginaria. No está muy alejado de su
obra de teatro “Panic”.
En “Apoptosis-ruiseñor” una niña se encuentra en una situación extrema, pre-agónica, por una hemofilia que ha empezado a sangrar. De ahí la referencia a la mutación genética.
Su visión deficitaria, por la pérdida de sangre, le suministra
una imagen policromática y móvil del campo. Las violetas estallan. Se observa que “la apoptosis no era más que muerte
celular programada, /un suicidio celular controlado/ y que los
carneros no lloraban porque no les dolía.”
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Ante este escenario absolutamente escalofriante de una
niña sangrando, sin que la sangre pueda coagular, aparece
un ruiseñor y anuncia la primavera en noviembre, que seguramente sería el mes en el que estaba escribiendo el poema:
“Y el mundo volvió a girar./ “Amar es encontrar en la felicidad de otro tu propia felicidad” dijo Gottfried Leibniz. / Y la
niña dejó de llorar.”
No estamos ante la redefinición o reelaboración de un
cuento de Edgar Allan Poe sino ante la trascripción de un
caso clínico real.
En “Todo es siempre circular” se evidencia que “todo
está programado: “Todo es instinto, memoria intrínseca repetida…” La memoria intrínseca se refiere a la que llevan
los mismos sistemas cerebrales sin que nadie sepa por qué.
Ni cuál es ese tipo de memoria, ni cómo se auto-regula, ni
cómo cambia con la edad, ni nada de nada. Un sistema de
sistemas que rota y sigue. Conclusión: cuanto más se sabe
más se ignora.
La escritura de Vallejo está llena de puertas que conducen
a espacios con otras puertas, que, a su vez, nos llevan a
otras puertas. Este espacio más es más complejo que el laberinto de Borges, como se manifiesta en “Puertas que dan
a puertas”. Es la esperanza implacable de la vida que nunca
para, que abre constantemente espacios nuevos y sorprendentes:
“Conoces el laberinto interno/ de puertas que dan a salidas,/ al campo abierto, también a la fantasía/ y con frecuencia/ a tu propia verdad.”
Es una síntesis muy correcta de la evidencia aportada por
un clínico al que le gusta no creerse demasiado lo que dicen
los pensadores de despacho, los religiosos, los videntes y los
listos.
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Vallejo consigue la simbiosis de los elementos que pueden
parecernos más contrapuestos como sucede en “El arte, la
ciencia y la fe”. Las afirmaciones se mueven en esa misma y
rica dialéctica:
“Cada hallazgo da a un vacío./ Cada vacío a un abismo,/
que desemboca en un hueco que se hunde más allá.”
Una síntesis del enigma formado por el conocimiento, la
inspiración y la fe. Todo es igual y desemboca en un misterio.
No es un “Discurso del Método” cartesiano. Ni siquiera un
discurso. Solamente una evidencia. Las interrogaciones estallan con delicada contundencia:
“¿Quién le puso ritmo al mundo? ¿Quién el olor a Diciembre?”
El diario continúa y se nota que el invierno avanza.
En “Todo tan simple y complejo” un preso gitano lee un libro
desde la celda: “Fundamentos biológicos de la conducta.”
Comenta fragmentos de lo que lee. Datos ciertos de la extrema complejidad bioquímica de nuestro cerebro. Mira por
la ventana. Se puede llamar “el Loco”, quizá un artista que
ha cometido un crimen pasional en Japón en algún tablado.
La narración sencilla y de gran plasticidad se articula con
una contundente interrogación:
“De pronto pasó un falucho. Y después una goleta (…) ¿Se
puede saber por qué hacemos lo que hacemos sin saber por
qué?” Se trata de una de las grandes preguntas que resulta
necesario formular. Un apunte de Neurofisiología en un contexto carcelario y pasional. Una estampa peculiar. Una mezcla poco habitual. Las reflexiones filosóficas sobre el paso
del tiempo se combinan con el relato fascinante y los diálogos estremecedores en “El gen, el azar y el ser”.
Una gitana, “Pastora la Trapo no podía saber nada/ de las
mutaciones frameshift, missense y nonsense/ porque era
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“alfabeta” y sólo hablaba caló (…) “Estaba a punto de “desembuchar/ y rezaba al santo cielo.” Pensaba: “Dios me tiene
que amparar”. Parió un niño sin brazos. Mira a su hijo “el Pirata” y se pregunta:
“¿Dios mío qué te he hecho yo?” Su hijo dice “¿Cómo voy
yo a jugar con este tío?/ Si no va a poder ni sacársela para
mear (…) “¿Será que el azar va en nuestra contra,/o de una
“random” mutación con mala leche, madre?”
El Pirata sorprendentemente utiliza terminología médica
de última hora médica, una mutación “al azar”¿Un castigo divino? ¿Dónde estamos?“¿Por qué pasa lo que pasa/ si no debería pasar? …“Who knows”. ¿Cuál es el orden del mundo?
¿Hay algún tipo de orden o destino?
“Podría no ser y es” presenta una estampa de un abuelo
“con más años que la tos”. Se encuentra al lado de su nieta,
de tres años, que se está muriendo, vigilando los sueros. Y
se interroga con toda la razón: “Pero lo que de verdad no entiendo/ es que yo con más años que la tos/ me encuentre aquí
en perfecto estado, / y tú sólo con tres/ te estés muriendo a
mi lado”. Son las paradojas de la vida. La naturaleza es amoral. O mejor… indiferente a los juegos del azar y la fortuna.
Una situación en cierto sentido semejante a la anterior
nos la proporciona el cuento de amor “Se amaban a manos
llenas”: “Por eso cuando ella murió, /él pensó que ya era
tarde. /“Ya no quería vivir.”
Hay una clara referencia a la cabal de Silverio: “Ábrase la
tierra/ no quiero vivir./Que pa vivir como estoy viviendo/ prefiero morir.”
El poema “¿Qué hace un Ich sin un buen Es?” indaga en la
psicología profunda, en las cuestiones que plantea Sigmund
Freud sobre el Yo y el Esto: “Sigmund Freud habló del Ich./ Y
después del Es”. Esta disquisición sobre “El Esto y el Éste”
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se combina con el relato de Scott y sus cuatro compañeros
congelados en la Antártida en 1912.
Se da paso luego a Antonio González muerto de una cornada en el cuello y a “el Chorbo”, un reventa de toros, con su
referencia al cocido que ponían en la calle Quevedo. Todo es
reflejo de una realidad. Primero: la realidad. La especulación,
después.
La pura sátira impregna “Si el sol te resulta inútil”, aunque
nunca falta la simbiosis de lo lúdico con lo grave, como se
manifiesta en el ese control del individuo por “mentes enfermas/ que se han educado en la sombra”. La conclusión es
perfecta y la suscribo en su totalidad:
“¡Cuánto hijo de puta hay suelto!”
Sabemos que no sólo existe el mal sino que con frecuencia triunfa la maldad, como en ese episodio de una mujer que
ve morir a todos los suyos por un atentado con cochebomba,
que se narra en “Somos historia que piensa”.
Es difícil olvidar esos hechos aunque se intente: “Quería
aprender a olvidar”, intentar perdonar, pero somos historia
que piensa, como formularon José Ortega y Gasset y los
grandes pensadores alemanes.
“Más allá de los zapatos” relata un hecho real ocurrido en
el Himalaya a un montañero, con la espalda rota y los dedos
congelados después de una caída. El montañero fue rescatado por un helicóptero cuando estaba a punto de morir, y el
poema, como en otras ocasiones se hace testigo de estos
hechos. Es la épica de la conquista de lo imposible, el espíritu de superación y de aventura.
Las impresiones finales de un hombre que “Había cumplido con un sueño. Había llegado hasta allí.”
El título de “El don de la inmovilidad” podría parecer una
paradoja en un autor en continua actividad, en un incesante
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movimiento, pero no existe ninguna “contradictio in terminis”. Este poema, como todos, está animado por un permanente dinamismo.
El primer episodio de “pensar hacia dentro, hundirme en
mí mismo” constituye un dinamismo interno, una reflexión y
una búsqueda interior:
“El mundo quedó en suspenso, reducido a un solo punto
mientras todo daba vueltas (…) Me quedé casi sin vida, con
los pulmones parados/y el corazón detenido…” El segundo
episodio: “Y de pronto exploté…” se enmarca en el universo
del flamenco, en el escenario mítico del Barrio de Triana,
donde resuena la debla de Tomás:
“Y entonces como pude, en el barrio de Triana, con la
pluma y el tintero, letra a letra y trozo a trozo, como el gran
Tomás en la debla pensando en ti/ me reconstruí”.
Que las creencias de Alfonso Vallejo son en el fondo evidencias lo ha demostrado en muchas de sus creaciones y en
“Llamo Dios a todo esto” nos ofrece un nuevo testimonio.
En “El flujo incierto del sol” se nos desvela un estado de
penumbra, de éxtasis consciente y de profundización. No
tiene que ver con los místicos clásicos sino con los “transvivientes” que analizan los planos profundos de lo aparentemente normal. Es admirable la densidad semántica, la carga
conceptual que se encierra en tan reducido número de palabras:
“Cada célula tenía su destino exacto en el cuerpo/ y el sol
brillaba como un punto evanescente/en el alma del atardecer.”
“La consciencia es la verdad” indaga de nuevo en el asunto
de la verdad y de la certeza, con una referencia a Haití cuando
se rompe. “¿Qué quiere decir verdad?” Son las preguntas que
surgen sobre el significado de los acontecimientos en los desastres más tremendos.
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Como se expone en otros poemas del libro, “el Universo
es amoral, indiferente a los cambios del azar”. La conclusión,
ya que hablamos de la verdad, es bien certera:
“La vida es la gran excepción./ El silencio es la mentira,/la
consciencia, la verdad.”
Pero si el universo es amoral, toda la poesía y el teatro de
Alfonso Vallejo están atravesados de un insobornable fondo
ético. En este poema, por ejemplo, se nos ofrece una ética y
una “significancia” de rasgo puramente humano.
“El punto y la inmensidad” combina la introspección con
el desgarro quevedesco, mientras en “El hombre inventó la
paz” se realiza un viaje por las enfermedades infecciosas:
los virus, las bacterias, hongos, parásitos, priones.
No existe piedad. El autor se refiere a otros asuntos que
han constituido la materia esencial de alguna de sus obras
de teatro:
“El hombre inventó Hiroshima. /También inventó la paz.”
A pesar de la cara poco admirable de los humanos el autor
demuestra que la paz es una genialidad del espíritu, que la
paz es posible. Y como siempre, el movimiento, la proclamación de la fe en la vida: hay que seguir.
“La vida es externidad” constituye una excelente definición de verdad unida a lo bueno, a la evidencia de justicia y
de certeza, mientras que en “Llueve muerte en Badalona” se
alude la muerte de Camarón y se le rinde un homenaje:
“José Monge ya se ha ido/ y Camarón se está yendo./
“¿Adónde navega el sueño?”
A un registro diferente se acoge “La esencia es internidad”.
Es un poema intenso, complejo, en el que se combinan diferentes tramas. Junto a la realidad, el mundo del surrealismo.
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Y al lado de la labor de vigilia siempre atenta a todo cuanto
sucede a su alrededor, el universo misterioso de los sueños.
Entre los buenos amigos de Vallejo, Rabelais ocupa un lugar
destacado, y en este poema son perceptibles algunos de los
asuntos que transitan por “Gargantúa”.
“La vacuna de la rabia” es un intenso poema de un intenso
amor, en el que se redefinen otros niveles de realidad:
“La vacuna de la rabia/ se llamaba como tú/ Sonaba como
tú en invierno,/ a bisagras y puerta abierta,/ olía a rosas y
sol”.
“Cuando el tiempo se hizo fiera” incide nuevamente en la
fecha del 12 de enero del 2010 cuando la tierra se abrió en
Haití. Alfonso Vallejo ha elevado a categoría poética las referencias periodísticas:
“Murieron doscientos mil./ La piedad se estremeció./ El
cosmos es amoral./Vida y muerte son azar./ Tan sólo la conciencia humana/ sabe qué es solidaridad”.
Una nueva insistencia por tanto en la inmoralidad del cosmos, lo que nos convierte en seres frágiles, indefensos, dueños tan sólo de un destino incierto.
“La voz de Dios y el otorrino” es un cuento fantástico
donde se mezclan la sordera, la voz de Dios y el otorrino.
Un paciente, representante del Ulyses moderno, está “enfermo de Tele y borracho de Internet”: “Padezco de telefonía
y mal de ordenador./ He llegado hasta el final,/a la suspensión
del juicio/ e incluso a la estratagema/ de hablar conmigo en
distinto, con una voz sin sonido para no entenderme bien, dijo
(…) “No escucho la voz de Dios.” Cuando al paciente le retiran
los tapones, sigue sin oír la voz de Dios. El “silencio de Dios”
que ha sido abordado desde algunas corrientes teológicas e
incluso desde algunas tendencias poéticas, aquí aparece tratado desde la óptica de la mejor estética paródica.
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“Los hongos tienen razón” constituye una disertación microbiológica sobre los hongos, que atacan todo lo que se
está muriendo, o posee exceso de humedad, o materia en
descomposición. También a los enfermos que tienen las defensas bajas por inmunosupresión, como en los casos de
SIDA.
Son tiburones silenciosos. Se escucha la voz de otros
compañeros en las indagaciones científico-poéticas de Vallejo, como Fleming.
En un contexto análogo, el poema “¿No se cansa nunca el
hierro?” es una brillante disertación sobre este elemento,
que se encuentra también en la sangre y permite “formar oxígeno de forma reversible”. Permite la vida pero de forma permanente para todo tipo de animales. Por los siglos de los
siglos. Esta resistencia es curiosa, que lleva al autor a formular la siguiente interrogación:
“Me pregunto por qué no se cansa el hierro/y se cansa el
corazón.”
“El sodio y el mal de amor”, sin obviar el contexto científico de las composiciones anteriores, acusa la influencia
notable de la poesía andalusí. El autor recurre a datos biográficos de algunos poetas y los pone en relación con los niveles de sodio (supuestamente) y con el metabolismo de
dicho ion, que es esencial para el mantenimiento del potencial de membrana y en consecuencia para la vida. Es una fascinante fabulación con tinte oriental, pero que esconde el
misterio de la constancia de las constantes biológicas a lo
largo de los siglos.
Alfonso Vallejo, que tiene mucho de cartesiano y de anticartesianos a la vez, afirma en “Saben más que saben menos”
que la razón no consigue entender más que una micro-porción
del mundo: “Saben más que sabe menos/ porque el boquete
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se agranda/ Que el mundo es incomprensible/ y sólo se puede
sentir.”
Por eso el autor afirma que “algún día quizás/ llegará el corazón a entender.” Y concluye que “algún día quizás/ podrá
sentir la razón”. Parece que, en este aspecto, Pascal no estaba desacertado.
En “La real irrealidad” una enorme tela de araña de infinita
complejidad consigue que la percepción se perturbe, yerre:
“Hay como una red física invisible/ de electrónicas descargas
e invisible acero/ que se interpone a las flores/ e impide saber
qué son.” El “laberinto” de Borges tiene que ver algo con el
contenido de esta composición, pero la idea va más allá. Se
une a los alquimistas, a Paracelso, a los modernos estudios
sobre fractales y a la infinita complejidad del mundo.
Fiel a una de la tarea que se autoimpone de que su poesía
sea, entre otras cosas, un testimonio fiel de la realidad, en
“La sangre explota en Moscú” aporta datos reales sobre los
atentados perpetrados en Moscú el 29 de marzo de 2010.
El resultado es una poesía muy particular.
Frente al trágico panorama dibujado en el poema anterior,
en “Volé sobre el Jerte y vi” se traslada al valle del Jerte y nos
transmite el color y el olor de las flores blancas del cerezo.
Pero después, y como no es inhabitual, se imprime un giro
poético, con la introducción de voces nuevas:
“Vine desde muy lejos. Todavía lo recuerdo. /Desde la
carda y la nubla/ más allá de la exosfera.”
Luego se refiere a términos astronómicos extraídos de libros de Física y Astronomía:
“Hube de cruzar la capa Appleton,/ la región HeavisideKennely e incluso la región D,/para ver el cerezo en flor.”
Y en una vuelta de tuerca más el poeta alude al viaje dantesco de descenso a los infiernos, a los viajes sin dirección.
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El remate indica que la fantasía extrema puede conducir a la
paz.
“Estaba aquí pero salí” es el relato de otro viaje, un viaje
alucinado y alucinante al yo más profundo, a la presencia
de ese yo en otras zonas, un viaje de retroceso a los recuerdos.
La naturaleza viajera de Vallejo y el carácter dinámico del
cosmos: “Pero la tierra se mueve y es tarde para tan pronto
(…) “Soy instante de conciencia,/ transición y fantasía,/ tan
sólo imaginación.” Viaje alucinado del “Si hubiera llegado el
antes/ y hubiera persistido más/ haciéndose todo más lento,/
más dilatado el salón/y más intensa la luz…”
Si Carlos Bousoño se ha referido a las imágenes visionarias como rasgos esenciales de la poesía contemporánea, en
esta composición se perciben esas sensaciones alucinatorias en las que las dimensiones se unen y confunden. Persiste la indagación en territorios oníricos.
“Muerte y destino en Katyn” nos relata un terrible hecho
histórico ocurrido entre abril y mayo de 1940 y a continuación nos expone un trágico accidente ocurrido setenta años
después. Es un azar sin estructura. El destino y el azar:
“Todo ocurre por detrás./ Antes de aparecer/ Una red de
puntos previos,/ hilos invisibles y ciertos.”
En esta atmósfera de tragedia en “¿Adónde irán los golpes
hoy? resume la masacre permanente, la crueldad sin límites
que ocurre todos los día en el mundo. Se acusa a los “los verdugos en la sombra” y se exige que pare la carnicería y que
no explote “Ni un trozo más de metralla.”
Y de lo más universal a lo más particular e íntimo. En “Soy
enigma para mí” se plantean nada más y nada menos que el
misterio y el enigma del ser. La autoconciencia: “Soy misterio para mí/Y estas olas de locura, /estos instantes perdidos/
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grabados en la memoria/ de proteínas antiguas/ sin posible
explicación/ ¿dónde comienzan y acaban?”
Los problemas epistemológicos y gnoseológicos siempre
aparecen explícita o implícitamente en la poesía de Vallejo.
Su obra es una teoría del conocimiento, una arquitectura
del saber y una constante indagación en la realidad. Un cuestionamiento sobre la verdad. Así, en “La verdad también engaña” se ejemplifican las palabras de Manuel Romero Castillo,
según las cuales “sólo hay verdad en el toro”.
Al final resuena el cante por tonás.
Y junto a la gnoseología, la ontología, la reflexión sobre la
realidad y el ser. En “Un hueco que nunca se llena” el Ser no
conoce los límites. Se expande permanentemente como un
gas. “Hay algo absoluto por dentro…”
La poesía brilla como el trigo y el amor en “Si de pronto tú
vinieras”, un poema andalusí, en el que no se olvidan los
planteamientos matemáticos y bioquímicos. Estos asuntos
se retoman en “¿Cuál es mi ser interior?” en el que se expresa de una forma nueva el problema de la indefinición del
ser, sujeto a todo tipo de agresiones.
En “Porque sueño y yerro, soy” Paco el Desastre expone una
definición del ser no-cartesiana. Una definición no lejana a la
propuesta por San Agustín “Sic fallor enim sum” (Si me equivoco, soy). Añade el proceso del “soñar” como autoconciencia:
“que pensó sin pensar siquiera/que no hay que ser para
ser.”
Alfonso Vallejo, creador de neologismo e introductor en la
lengua poética española de numerosos extranjerismos, inserta en “Mimicry-Imitación”, el término inglés Mimicry, un
vocablo poco utilizado, referido a la imitación pero también
al mimetismo en biología. Es semejante a su creación “Viaje
de la polilla a través de la madera” pero con un tono distinto.
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No se trata de “Une saison en Enfer” de Rimbaud, sino de
una expresión de Vallejo, con un tono muy vallejiano: “Por salvajería y riesgo. Para seguir/ hacia el terreno de la utopía y el
electrón.” Es una vivisección, pero siempre hacia delante.
“La vida ha vuelto a empezar” nos describe uno de los escenarios preferidos por el poeta: “Voy por Madrid y respiro”.
Es un poema breve pero de una gran intensidad. Junto a
ello, lo lúdico domina en “Happylandia virtual”, en el que el
autor, muy dado a la rica hibridación de los discursos, nos
habla del Internet versus realidad en lenguaje caló y cheli.
“Lo fortuito y lo esencial” replantea el tema de la existencia, de la vivencia del sujeto determinada por la realidad de
la ciudad y por la realidad de las cosas en general: “Existo
porque todo existe”. Parece un alegato contra los filósofos
idealistas.
El autor se autoanaliza y se pregunta: “¿Qué está sucediendo aquí?/¿Dónde está lo que es fortuito?/¿A qué se llama
esencial?”
Asistimos a “un pacto entre lo utópico y lo cierto”.
“Tiempo silencio y verdad” que da título a este poema y al
libro condensa en sus cinco estrofas el misterio inexplicable
de la vida haciéndose espontáneamente:
“Sucedió sin darnos cuenta./ La vida, el tiempo y las flores/
acababan de empezar”
La reflexión se completa con la autoconfesión en “Bendito
final de mes”. Es una auto-confesión compleja, oscilante, con
trozos incompletos, variada, donde “las fracturas se curaban./ La osteoconsolidación era una gran certeza”.
Siempre la evolución de los procesos más graves, a veces
tendentes a la curación o resolución. La experiencia clínica
demuestra que esto es así en la mayor parte de los casos. Y
al final: el dinero del fin de mes.
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En “Soy de natural silvano” se dibuja una escena amorosa
entre Brutano el salvaje, un celtíbero de pelo en pecho, y Bebette, una joven francesa. Micro-pieza con embarazo final.
Pascal. Otra peculiarísima forma de presentar el amor.
A su vez en “El mundo se tuerce a veces” asistimos al proceso de explosión y reconstrucción de la realidad y a su interpretación.
Alfonso Vallejo, atento siempre a todo lo que define al
hombre moderno, se ha referido con frecuencia al poder y al
peligro de los medios. Su influencia puede generar auténticos comportamientos compulsivos.
En “Ansiedad como sistema”, se nos muestra el ciudadano
bajo el control del sistema mediante la televisión, la radio,
los diversos medios, la publicidad, la digitalización. Tele-intimidación mediante el horror: “La ansiedad como sistema,/
el miedo y la intimidación
(…) “Es una buena anestesia/ y permite un buen control.”
El autor ha denunciado con frecuencia la anestesia ética
y existencial de la sociedad actual.
“Que hablen mis trozos por mí” es un cante grande. Nos
pueden matar, pero más, no. Y aunque así sea, ya es tarde:
“Cuando haya llegado el final/ los trozos no callarán.”
Una nueva simbiosis de reflexión y confesión encontramos
en “Estoy sin estar en mí”. Son las memorias de un hombre
genial:
“Hoy cumplo doscientos años (…) “Soy de nuevo tan anciano/ que empiezo de nuevo a vivir.” Es la visión del mí después del mí: “Estoy sin estar siquiera.”
Todo queda claro y oscuro, después: “Estoy sin estar siquiera.”
La vida se identifica con la palabra, con el logos, con la
pluma, con la tinta, con los caracteres que construyen el
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discurso en “Mi vida se ha vuelto letra”. A su vez, el poema
“La luz termina y empieza” describe un trayecto vital complejo, alucinado, la rueda de la fortuna. Espeleología e introspección, heridas: “Caí al quinto suelo, al fondo mismo de la
misma oscuridad.” Este itinerario vital puede emparejarse con
los viajes alegóricos y reales de los grandes hombres, de los
grandes artistas. El final, como siempre, sincero y redondo:
“Hice lo que pude./ Intentar vivir.”
“18 de Junio en Utah” constituye una crónica negra, más
tremenda que las pinturas negras. Es el testimonio del fusilamiento de Ronnie Lee Gardner: “Algo monstruoso y legal/sucedió en el planeta Tierra”.
“Justo un instante después” es una excelente representación de la autoconciencia de un hombre mirando al techo.
Buceo. Inmersión. Percepción del instante, uno de los
temas preferidos del autor: “Le resultaba imposible entender/
cómo lo real estaba tan junto/ y tan suelto al mismo tiempo,/
sin separación tangible entre el principio y el fin.” La averiguación, el rastreo, la limitación, la búsqueda de la luz:
“Buscaba un punto de luz que abriera la claridad.”
No siempre es fácil describir la realidad ni descubrir lo que
se hace:
“El límite cuando se cruza/ no entiendes qué estás haciendo./ Sólo que se ha hecho tarde/ justo un instante después.”
Giordano Bruno, del que ya hemos hablado con anterioridad, es otro de los contertulios de Vallejo, otro de los sabios
con los que intercambia discursos intertextuales, como en
“Limitless-Giordano”. Vallejo conoce perfectamente “De la
causa, principio e uno”, obra que fue escrita tras los ataques
que suscitó su “cena de las cenizas”, y con frecuencia nos
presenta la ruptura de lo racional y la rotura de la razón.
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Es lo que lleva a que Giordano Bruno sea quemado en la
hoguera. Un detalle histórico reinterpretado. Una reflexión
sobre uno de los prefiguradores del espinozismo.
“Betrachtung und Sinn”(Contemplación y sentido) nos presenta la historia de Manfred Gnadinger, el alemán de Camelle, una especie de ermitaño que falleció cuando el mar se
volvió chapapote negro después de que encallara el Prestige.
“Sin fantasía no hay ser” nos muestra la biografía de una
mujer intentando “situarse” en el mundo real mediante la fantasía, con la necesidad de descubrirse a sí misma y de descubrir a los demás: “Tenía que descubrirse de nuevo,/volver
a nacer por dentro/ y reinventarse otra vez.”
Alfonso Vallejo, creador de mundos, escenarios y palabras
nuevas, crea y recrea personajes teatrales españoles y universales. Contamos, por ejemplo con la creación del personaje de un Hamlet moderno, instalado en el universo de la
poesía.
Esta labor creadora de Vallejo se manifiesta nuevamente
en “Asencia” y dominación” donde se inventa la palabra
“asencia” (sin esencia). El autor ha reescrito un tratado parecido a “El Príncipe” en términos actuales. La situación sin
embargo es en ocasiones igual de contundente: “La verdad
es sumisión.”
“Sin fantasía no hay na” describe otro viaje alucinado y delirante en busca de la fantasía, que todo lo cubre, lo preña,
lo despierta, resucita y crea. Las preguntas y las respuestas
se suceden con un ritmo trepidante: “¿Estaré enfermo de
amor?” /“Ese mal no tiene cura, respondió “el cirujanito”/ ¡No
se te ocurra curarte, “chabó”¡/ Sin fantasía no hay na.”
En el mundo del flamenco son frecuentes las consultas e
manifiesto en esta estremecedora siguiriya que cantaba Pepe
de la Matrona y han interpretado otros grandes maestros:
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“Señor cirujanito, / desengáñeme usted/ si estos tres
niños, se quedan sin madre/ lo quiero saber.”
La emotividad del diminutivo impregna de especial intensidad el vocablo “cirujanito”.
Resulta sin duda interesante que los jóvenes actuales conozcan estas cosas que nos han legado nuestros “mayores”.
Como es bien conocido, además de un inmenso artista, Alfonso Vallejo es un médico muy reconocido, y de su experiencia clínica se enriquecen muchas de sus composiciones
como “Todo acaba de morir”. Aquí se presenta el caso de una
lesión del hemisferio izquierdo por trombosis de la arteria cerebral media con lesión de los centros del lenguaje.
Las consecuencias son terribles: “Elvira pidió un papel/ y
a duras penas pudo escribir:/ todo acaba de morir.”
“Llueve sin llover siquiera” es un poema que combina la
contradicción, la paradoja y el amor. Con su buen hacer, el
autor nos hace acceder a una realidad transparente, casi invisible. Es una poesía árabe atravesada por la filosofía contemplativa y por otras realidades. A su vez, “El momento de
las fieras” nos presenta la pesadilla alucinada de un mundo
bajo la atenta mirada de las fieras.
¿Armas nucleares? ¿Terroristas? ¿Banqueros? Incertidumbre y misterio.
“Tan sólo realidad”
Alfonso Vallejo, que por su profesión ha conocido y conoce
cada día las realidades más duras de la existencia, no ha dejado de proclamar que esta vida es un paraíso.
“Cada instante es la excepción” lo ratifica: “Ahora toca despertar,/ separar uno a uno los fragmentos/ de la inmensa inmensidad de lo incierto/ que late en la oscuridad,/ y abrir la mente
al misterio/ de la vida y la conciencia (…) Ahora toca despertar”. Una invitación, por tanto, a la alegría y la esperanza, a
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tocar las cosas y a disfrutarlas, a gozar de lo único que tenemos entre las manos: la vida. Y a dejarnos de tantos “air-conditioned thinkers”, pensadores del aire acondicionado que no
saben ni tomarse una copa de vino.
“Entropía e implosión” es otra rica síntesis de situaciones,
de pensamientos y de personajes que sólo podemos encontrar en su poesía. La Rota, el Gancho, la Pava, el Largo, sus
pensadores preferidos leen fragmentos de información sobre
la entropía y el desorden. Concluye con el dato de la inscripción en la lápida de Boltzmann, que se suicidó porque nadie
le hacía caso a su teoría. Después la vida, imparable, sigue:
“El tiempo se ocultaba en los parques. El silencio se tornaba rumor de fuentes. Y la implosión hacia dentro, amor.”
Vallejo ha convertido en materia poética todo aquello que
nadie se había atrevido a poetizar y ha combinado y combina
los géneros con una destreza singular. Como hemos comentado en otras ocasiones, muchos de sus poemas son microdramas o mini-tragedias, pero que en su brevedad condensan
todo un mundo.
En esta línea “Qué invención tan esencial” puede definirse
como una pieza teatral. “Media teta” habla con la “Pechos
tristes” en una unidad de Cuidados Paliativos: “Aquí siempre
te rematan (…) Se muere para dejar el sitio/ a otro que pide
pista.” “Pechos tristes” habla con el crucifijo que la mira y le
dice: “Qué bien te los has montado, tío./ Qué invención tan
esencial/ que todo comience y acabe/ y todo tenga un final.”
“El hombre es el lobo del hombre… si se deja” es una corrección del postulado de Thomas Hobbes. El autor refuta lo
que falsamente se viene argumentando y observa que si “no
sigues su consejo/ y te dejas/ resulta que te han comido”.
El autor, un viajero y un caminante pertinaz, para señalar
cuál es el camino, nos pone en guardia contra los moralistas,
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“los siniestros conductores del bien y del mal ajeno” y desvela el disfraz de esos seres siniestros.
De la crónica hospitalaria y del corto cinematográfico participa “Quiso salir y salió”, en el que un enfermo se propone
andar y lo consigue, intenta salir del cuarto y sale:
“Como si llegar a la blanca pared del pasillo/ y agarrarse
a la barandilla/fuera casi una proeza.”
La impenetrabilidad de las cosas, los misterios del ser y
del tiempo crean algunos de los campos semánticos de “Mañana de nuevo otra vez”: “Todo se oculta y revela al mismo
tiempo.” Pero el misterio, como la vida no se detendrá: “el
imparable misterio de todo lo que existe/ seguirá”
“La poesía es pensamiento” nos ofrece una magnífica definición de la poesía: “La poesía es pensamiento/ sueño,
drama e irrealidad,/ interpretación de esencias,/ sentido del
sinsentido/ descubrimiento del mundo…”
“Te lo dije sin decirlo” es un espléndido poema de amor, en
el que se revisan y se redefinen los códigos de la poesía amorosa, mientras que “Muerte, esperanza y acción” está integrado por fragmentos de la prensa sobre los mineros atrapados
en la mina San José. Al final el autor expone claramente su programa vital: “Sin esperanza no hay vida./ Hay que seguir.”
La crónica periodística y una profunda reflexión sobre las
condiciones desastrosas en las que viven ciertas personas en
nuestros días estructuran el poema “Algo grave está pasando”. Como en otros casos, las interrogaciones se erigen
en duras denuncias: “¿Qué está pasando en el mundo? ¿Cómo
se puede parar?”
“Amor que sin pasar, pasa” es una mini-pieza teatral y un
corto cinematográfico. Un hombre dispuesto a matar.
Una mujer que desaparece, casi desnuda, hacia el mar. Podría ser también una foto o un cuadro.
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La plasticidad del poema anterior da paso a la más profunda reflexión en “Hay que volver a empezar”. Es una meditación filosófica, una especulación política y cavilación
existencial. Reflexiones que pueden aplicarse igualmente a
“El mundo se va alejando”, otro acierto, otra construcción
con el mismo tino de siempre, en el que se explican las transformaciones que pueden propiciar los grandes genios, los artistas prodigiosos: “Beethoven cambió la forma de la materia/
y volvió sonido el universo”.
Vallejo, que en otros poemas ha expuesto descarnadamente la amoralidad del cosmos, nos expresa la tremenda
fuerza de la Naturaleza frente a la fragilidad del ser en “¿No
se cansa nunca el sol?”. El sol, según los científicos, está
justamente en la mitad de su vida, pero su fuerza hace que
nada se detenga ni pare: “Nada nunca se detiene./ Todo empieza a cada instante.” El poeta se dirige a su propio corazón
y le interroga y nos interroga a todos: “¿Por qué no aprender
a amar?/ ¿por qué no llegar a ser?”.
Y de nuevo, la expresión en su máxima intensidad, contenida aunque sin término medio, desgarrada como la trágica
siguiriya en “La imparable longitud del tiempo”, mientras
“Algo siempre más allá” se erige en una síntesis de la posición del autor ante la vida: “A pesar del dolor y el ruido,/ después del polvo y el hambre,/ detrás de la soledad,/ más allá
de los pies de las gentes,/ de las muelas carniceras/ e incluso
de la maldad/ en su grado más puro,/ siempre un punto de
verdad, una línea de esperanza/ una razón de vivir”.
“El día que el tiempo acabe” concentra en sus tres estrofas la reflexión profunda, el sentimiento, la emoción y el
ritmo del más elaborado “martinete”.
“La llave la tienes tú” enuncia una verdad aparentemente
sencilla en su capa patente pero de una gran densidad
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semántica en su estrato más profundo: “Eres como tú te inventas./ El mundo se puede abrir./ La llave la tienes tú”.
“Lo mismo siempre en distinto” es otra magnífica síntesis
del pensamiento y de la poética de Vallejo. Es también el epifonema y la conclusión ajustada y condensada del libro: “Lo
mismo siempre en distinto./ Tiempo silencio y verdad./ Cada
electrón en su sitio/ Cada pájaro en su viento./ Cada ser en
su conciencia./ Todo lo mismo en distinto…”
El libro, en fin, es prodigioso. El poeta se nos muestra, con
toda sinceridad y desgarro, como un ser sufriente, que para
vivir necesita escribir. Y escribe y construye de forma diferente a todos. Su teoría y su práctica poética presentan puntos en común con otras poéticas, pero siempre sobresale en
las de nuestro autor, como dirían los estructuralistas, un
rasgo diferencial.
La estética de Alfonso Vallejo ofrece analogías con la que
formula en Los cuernos de Don Friolera (Martes de carnaval)
Valle-Inclán: “Las lagrimas y la risa nacen de la contemplación de cosas parejas a nosotros mismos. (...) Mi estética es
una superación del humor y de la risa, como deben ser las
conversaciones de los muertos, al contarse historias de los
vivos”.
Si el gran estudioso de la teoría literaria Tzvetan Todorov
analiza en su último libro La experiencia totalitaria la utilidad
de la memoria y el papel de la justicia a través de reflexiones
sobre pensadores y episodios de la historia reciente, en la
misma línea se viene desarrollando la actividad creadora y
de investigación de Alfonso Vallejo desde hace muchos años.
En esta carrera imparable de Vallejo, “Tiempo silencio y
verdad” supone, como se apuntaba al principio, un punto de
inflexión no sólo en la trayectoria personal del autor sino en
el panorama poético actual. Un libro complejo en que se ha
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reunido múltiples variedades para lograr un producto cuajado.
Aquí está en carne y en sangre esculpida la personalidad del
autor, su autoexigencia, su adelantamiento, su insobornable
actitud ética, su numantina defensa ante las ofensas de la
vida.
El autor puede quedarse tranquilo: ha transmitido y expresado el resultado de su investigación y de su indagación en
los conflictos más universales del momento presente y en
los problemas más personales del individuo.
Frente al pesimismo actual, el único pesimismo que encontramos en Vallejo es higiénico, ortopédico, terapéutico.
Como siempre, y con más intensidad que nunca, Vallejo
nos señala una dirección, un vector, un norte, un punto de
luz: la fe en la vida.
FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO
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La luz y la oscuridad
Alfonso Vallejo
Edición y Prólogo de
FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO
Diseño de Colección: Huerga y Fierro
Primera edición: 2012
Cubierta: “La luz y la oscuridad”de Alfonso Vallejo
Óleo: 100 cm x 81 cm. Técnica mixta
© Edición y prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo
© Alfonso Vallejo
Derechos exclusivos de edición en castellano
reservados para todo el mundo
© 2012: Huerga y Fierro editores, S.L.U.
C/ Martín Soler, 1
28045 Madrid-España
Telf.: 91 467 63 61
Fax: 91 467 63 99
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I.S.B.N.: 978-84-8374-954-8
Depósito Legal: M-....-2012
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“ALFONSO VALLEJO:
UNA FUERZA NATURAL”
En este caos maravilloso que es la vida, cada año la Naturaleza nos depara una nueva primavera, y con el mismo fulgor,
la misma fuerza y las mismas tormentas y vientos huracanados con los que a veces viene acompañada esta estación,
cada año nos entrega Alfonso Vallejo un nuevo libro de poesías. La luz y la oscuridad, como la totalidad de su obra, es
una construcción realizada con rabia, con temblor y sin temor,
con tensión, con zarpazos a la realidad, siempre atinados y
oportunos. Vallejo es una fuerza de la naturaleza, un volcán,
un presocrático. Un autor que está en contacto directo con
la tierra, con el aire, con el agua, con el fuego, y todo lo convierte en materia poética. Y todo con un poderoso instinto,
con una vigorosa tensión. Esta tensión nerviosa Alfonso Vallejo no se la tiene que inventar, porque es el estado en el
que actualmente vive y en el que ha vivido siempre. Metaboliza su vida, inventándola, transcendiéndola, transfigurándola, peleándose con ella. No escribepara sino por, como ha
comentado en más de unaocasión. Utiliza todas sus vivencias, sus informaciones y experiencias para defenderse no
tanto de los demás como de sí mismo. Es curioso. No se trata
de una actitud ansiosa. Nada de eso. Es sencillamente que
es así. Necesita pelear permanentemente, indagar en lo que
se le presenta, explorarlo que puede llevar al terreno del análisis, la fantasía y la diferenciación. No es una tarea sencilla,
desde luego, porque le hacer vivir en un estado de marcada
intensidad.
Hielo que quema, como dijo alguien. Pero el hecho concreto es que su vivir necesita esa tensión para sentirse precisamente vivo.
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A esta actitud intelectual y emocional ha contribuido sin
duda la experiencia clínica vivida durante tantos años como
neurólogo en el hospital. Nadie diagnostica “apasionadamente” un tumor cerebral. El “músculo” del clínico es de una
extrema frialdad. El músculo del cerebro del clínico es la ejecución. Penetrar en los misterios de la biología requiere una
disciplina y un entrenamiento muy particulares. Así se explica, por poner un solo ejemplo, que muchos días lo encontremos en la Biblioteca Nacional leyendo a los poetas griegos
o latinos, rascando en las membranas de la Historia o de la
Filosofía, realmente sin saber por qué, intentando escribir…
poesía.
El autor puede sentirse realmente orgulloso de La luz y la
oscuridad. Como todos y cada uno de sus libros es una condensada enciclopedia. En esta obra la enciclopedia del lector
puede encontrar una combinación de poesías de todos los
tipos, ejemplos de crónicas diarias sobre los acontecimientos más notorios ocurridos en el espacio de tiempo que comprende el libro (los mineros de Chile, la catástrofe de Haití,
los actos atroces del psicópata de Noruega…), pero también
filosofía, emoción, proverbios latinos, astronomía delirante
con viajes espectrales, el relato de la muerte de Paco Pita,
invención de personajes reales, atención muy especial a la
poesía “denuncia” sobre las armas nucleares, invierno nuclear, cambios cromosómicos, infección de la tierra, permanencia de estos productos venenosos durante muchísimo
tiempo, violencia, estadísticas de niños y de hombres que
mueren de hambre o luchando en la guerra, etc.
En esta época marcada por el hambre, por las guerras interminables, por el saqueo continuo de nuestros planeta, por
la reutilización de los residuos sólidos, por el calentamiento
climático producido por el desarrollo descontrolado, etc. La
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cultura del miedo se ha convertido en uno de los recursos
más poderosos de los medios de comunicación utilizados por
los diversos poderes públicos para presentar las cuestiones
más palpitantes de los últimos tiempos, como la crisis económica, las “revueltas del mundo árabe”, los lamentables
acontecimientos del Japón, los disturbios del Reino Unido y
los levantamientos en la India. El prestigioso sociólogo alemán Harald Welzer, colaborador habitual de los semanarios
DerSpiegel y DieZeit y experto en Holocausto, en su libro de
reciente aparición Guerras climáticas.
Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI asegura que alguno de los fenómenos señalados, como el del
calentamiento climático, no solo son catastróficos para la
ecología sino también para el orden social.
Nada de esto le pasa desapercibido a Alfonso Vallejo y un
día tendremos que recurrir a la obra de este autor —de hecho
me consta que algunos ya lo están haciendo— no solo para
disfrutar de su creación sino para encontrar la información
más precisa, objetiva y condensada de los acontecimientos
de la historia reciente.
El poemario La luz y la oscuridad fue terminado el martes
26 de julio de 2011, prácticamente 10 meses después de haberlo comenzado. Es decir, 300 días de escritura, 100 poemas más o menos. A 3 días por poema. Pero dedicándole
todas las horas del día y algunas de la noche. Sin quitarle la
muleta de la cara. Sin escribir teatro ni pintar.
El autor tiene motivos suficientes para sentirse cansado,
pero no lo está. Al contrario. Está deseando escribir, o mejor,
está escribiendo ya poemas nuevos, que siempre suponen
nuevos retos sobre las anteriores.
Será difícil superarlos porque, como veremos a continuación, cada una de sus composiciones es una construcción
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perfectamente elaborada, realizada con sabiduría y con pasión, perfectamente anclada en la tierra, ligada a lo más cotidiano e inmediato pero con vocación lograda de universalidad.
El amor, la muerte, la vida —los sentimientos vividos y experimentados por el autor o por la gente a la que cada día
atiende y a la que está siempre atento y vigilante— se convierten en estos poemas en temas universales, en asuntos
impregnados de simbolismo, de ciencia y de filosofía.
Con una historia de amor, La pétrea soledad, se inicia el
libro. Nos habla de la soledad sin causa, que es la más terrible, la soledad esencial, la vida como “soledad radical”, al
decir de Ortega. Los versos empiezan ya como el tremendo
aullido de un lobo en una tenebrosa noche de invierno:
“Te gustaría sacar la mandíbula del bloque de piedra solitario/ que te acaba de engullir/ y utilizar las vocales como
punto de ventilación/ para tus pulmones y voz.”. Parece que
te están incluyendo en un bloque de parafina, como un tejido,
para su disección. O que te están lapidando en vida. Frente
a estos alaridos, las palabras más estremecedoras: “Ponte
al lado mío y ámame”.
Cautiverio y superación (Locked-in-syndrome) es Neurología pura y dura “Tiene un síndrome de cautiverio, le dijeron”.
Se presenta un cuadro terrible en el que por una lesión en la
protuberancia del tronco del encéfalo, el enfermo se queda
consciente pero totalmente paralizado, como encerrado en
sí. Una historia de amor entre Aurora, la enferma, y Miguel,
su amante. Se conocieron desde niños y ahora comprenden
que “La vida es superación.” “Miguel sentado a su lado/ muy
cerca y muy lejos al tiempo/ de alguna Aurora sin sol.” Estamos ante un cuento ruso, de Chejov aunque cuando él vivía
no se conocía aún este cuadro clínico.
Estamos por tanto ante un Vallejov.
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10 del 10 del 10 en Chile es la crónica de lo que pudo
haber sido una tragedia, pero en la que ya se alumbraba la
luz: “Es posible la esperanza / si la acompaña la acción/ Comienza la cuenta atrás”, mientras Lo que llamo Dios existe
se erige en una rotunda afirmación, utilizando datos reales:
“Llamo Dios a lo posible./ A la extraña relación del sol con
la vida./ A la transformación de la energía en materia/ y también a la emoción”.
Para que no haya duda en la definición, el autor concluye:
“Lo que llamo Dios, existe/ No es tema de discusión.”
Es decir, se nos alerta que en la mayoría de las veces las
discusiones se basan en interpretaciones semánticas, en
puras cuestiones lingüísticas como decían los gramáticos
alejandrinos de los sistemas filosóficos de Platón, Aristóteles
y de otros pensadores clásicos.
La muerte me da silencio es la historia interna de un mozo
de autopsias, al que apoda “el Guanté”, como el cantaor, que
huye del Hospital, posiblemente de un hospital español e inicia un viaje por Europa, porque “la muerte me da silencio”,
es decir la muerte le va comiendo por dentro.
“Se me está olvidando hablar.” Las actuaciones del cantaor Paquirri el Guanté en Cádiz hacia 1847 han sido objeto
de atención por parte de los grandes estudiosos del flamenco, con cuya amistad me honro, como Luis Suárez Ávila,
José Manuel Gamboa y Faustino Núñez. Gran parte de la
composición de Vallejo está tomada, sin embargo, de un
cante por seguiriyas que le escuchó al Agujetas: “Voy a recorrer la España,/ Francia y Portugal/ Hasta no verme, con
mi niño Curro/ pa la eterniá”. Como resulta habitual en el
flamenco, existen varias versiones diferentes de la misma letra
y se canta de formas distintas. Alfonso Vallejo llevó al Guanté
a Berlín, a Tempelhof, el barrio donde estaba el hospital donde
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él trabajaba, para que el aire hablara: y en Tempelhof el aire
habló:
“Su lenguaje era limpio y comprensible,/ blanco, sonoro y
con luz./ Había comenzado el tiempo./ Los girasoles temblaron./ Y una guitarra sonó”. Si la letra de la seguiriya es estremecedora en la poesía de Vallejo todo está cosido a la carne
con memoria.
La Ciencia a mí me engañó nos muestra una visión muy
sabia e inteligente de la picaresca:
“La Ciencia a mí me engañó, /dijo Paco “el cuba libre”
cuando aprendió a restar. /La Ciencia te acerca a lo oscuro,/
y ahí te quedas solito, te quedas como una mierda en el
campo,/sin saber qué decir ni qué pensar”.
Resulta casi inevitable pensar en la letra flamenca “La verdad a mí me engañó…”, como resulta inevitable acudir a ese
mismo universo, del que toma el título el poema Hasta el sol
va en contra mía. No estamos ante el cuento contado por un
idiota de Shakespeare sino ante un cuento fantástico “contado por un cuerdo con gran poder.”
Una pesadilla al borde de la locura en la persona del
“Pelao”, montada sobre grandes letras flamencas, como se
ha señalado. El cosmos, la física, la electricidad…y de nuevo
la letra flamenca tan desagarradamente interpretada por
Pepe de la Matrona: “Toíto me viene en contra”.
Y el remate en delirio:
“Me asaltan patos carniceros, se me clavan en la carne/ y
agujas de metal sin nombre, trozos de alcayata torcida/ me
sujetan a la puerta para no dejarme salir”.
Aromas antiguos cargados de otras formas de entender el
mundo. Densidad delirante.
La introducción de neologismos es habitual en la poesía
de Vallejo, y Cronotropia digital es un buen ejemplo de ello.
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El término está tomado de Cronos: tiempo. Tropos: vuelta.
Tropismo: Biol. Movimiento de orientación de un organismo
sésil como respuesta a un estímulo. RAE. Es un poema un
tanto oscuro sobre el cambio en la intensidad y la dirección
del tiempo digital. Todo inmediato en la pantalla. Todo poético e irracional.
“Hube de tocar el suelo /para saber que existía”.
Una de las características de “desrealización” de la vida
contemporánea. A su vez Amor ordine geometrico demonstrato remite al título de la Ética de Spinoza, cambiando el
componente moral por el amor. Un poema con intensidad,
ardor y pasión:
“Uno del 11 del 10./ Dije ven y tú viniste./ Era el día de la
Muerte. / Y el del Amor en Madrid.”
Vocatus atque non vocatus Deus aderit es un cuento delirante sobre Carl Jung, uno de los disidentes de Freud más
prestigioso. Todo esto está extraído de la Historia de la Psiquiatría de Alexander. Pero es cierto que Carl Jung hizo grabar estas palabras de Erasmo en el dintel de su casa. El
remate no renuncia al tono lúdico del Rastro madrileño, con
alguna reminiscencia de Ramón Gómez de la Serna.
Nada nunca se detiene pone una vez más de manifiesto la
pasión del autor por la materia. Datos reales sobre la constitución de la materia viva. Una historia increíble pero cierta
de verdad:
“Cuanto más se sabe más se ignora./ Aumenta la complejidad de lo oscuro./ Las letras nunca pueden expresar el
pavoroso silencio/ que envuelve el ruido de las largas distancias /formadas por puntos como insectos, que se multiplican sin fin./ Nada nunca se detiene, todo progresa y crece,
/todo se transforma en más. / Cuando yo vivía el universo era
así”.
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Es posible lo imposible, a pesar de su título, o precisamente por ello, nos expresa hechos reales: El Monte Merapi
estalló. Tsunamis. Material genético. Y en este mundo magmático, la gitana “Chocho” vende lotería y tiene su propia
concepción de la vida.
En La vida entera por hacer se constata que basamos
nuestro conocimiento en unos pequeños datos. Todo lo que
no sabemos, la infinita ignorancia que nos aqueja, está pesando sobre cada uno de los instantes que vivimos: “la infinita masa de signos que pesan sobre ti,/ el impacto de lo
irracional,/ el lenguaje de lo desconocido,/ la vida entera por
hacer.”
En Tiempo sin velocidad Paquito Ambrosía medita sobre
el Tiempo sin velocidad. Le hubiera gustado hablar inglés
bien para comprender qué significaba “expiry date” (fecha
de caducidad). “¿Acaso como un yogur?”. Se está muriendo.
A veces el autor piensa intensamente en Ramón Gómez de
la Serna, como ya he señalado. Es uno de esos escritores que
le hubiera gustado conocer. Aquí nos habla del tiempo transformado en flujo digital. De cómo va apartando a otras personas, seres sensibles, elegantes, que se van muriendo de
forma paralela, mirándose la punta de las uñas, en contradicción con su época.
En el cambio de estilos y registros expresivos que experimentamos al pasar de uno a otro poema, Vallejo reelabora
aquí un estilo de otra época, no muy alejado de los modos de
Proust. El título, como en otras composiciones, constituye
un gran acierto. Así sucede sin ir más lejos en La vida entera
por hacer en el que el lenguaje se tensa hasta límites extraordinarios.
Si Dios de pronto existiera teje una trama sinuosa de acercamiento a un cuerpo de mujer. Un zoom de un corto:
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“Estás desnuda en la playa/ tomando Martini al sol./ Observo tus largas piernas,/ tus caderas y tus pechos rebosantes. / como dos latinas ofrendas al turismo japonés./ Estás
para devorarte”. Como en otros poemas, el desdoblamiento
del yo constituye un recurso inteligente y poderoso: “Llego
hasta el borde mí y me paro, / como un transeúnte más”
Por qué las cosas son así es una profunda meditación sobre
lo injusto, extraño, caprichoso e incomprensible que resulta
el mundo. Un poema que refleja muy bien la posición del hombre racional frente a la sinrazón que constituye con frecuencia lo que llamamos mundo, mientras que en Todo era límite
en mí se subraya la Autoinspección. El “self” y el “Insight”.
La percepción de nuestra realidad. Autopercepción.
Autognosis. Reconocimiento de nuestra identidad. Observación de nuestro propio límite. Experiencia de vivisección.
“Pude seguir y seguí.” Lo interno y el exterior. Vivencias que
cuentan los intoxicados por alucinógenos.
Pero que una persona normal lleva también en sí. Un tema
de alta filosofía.
Retina, conciencia y color es el fragmento que incluyó en
el catálogo de la última exposición de pintura en la Sala “La
Paloma:
“Te pertenece tu ser./ Acabas de llegar y sientes. / Vislumbras la claridad. / A esto le llaman luz. / La retina lo detecta”.
Estamos ante el deslumbramiento total ante la posibilidad de
conciencia. “El Mundo se puede ver.”
Es una declaración de principios fundamental todo lo que
hay en el poema. Letra a letra. Nada del “Ser y la Nada”. Que
vayan a un Hospital esos filósofos de pantalla. “El Ser y el
Todo.”
Verdadero asombro metafísico y vital ante la realidad
que aunque cada día la palpa y la experimenta, no deja de
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ser excepcional: “Resulta casi incoherente, / paradójico o al
menos excepcional / que podamos reconocer la vida. Poder amar
y sentir. E incluso sobrevivir. / La conciencia es la excepción”.
La vida es internidad es un discurso de amor entre dos
seres. Pero uno puede incluso ni existir:
“Permanecieron inmóviles / mientras su cuerpo latía con
fuerza,/ y el alma de sus recuerdos más queridos/ se inclinaba peligrosamente hacia el olvido”.
En Gap separación se recurre a una palabra que se utiliza
mucho en el lenguaje de la resonancia nuclear. Referente al
espacio significa: hueco, diferencia, separación. Pero habitualmente en límites muy físicos. Casi indetectables a veces.
El lenguaje en muchos poemas se vuelve muy difícil, muy etéreo e indefinido. El tiempo va y viene, se transforma, vuelve,
casi no es. Un poema de muchos filos e interpretaciones
entre lo posible y lo casi irreal. Como una ensoñación.
“Tú casi no estabas todavía. Ni siquiera habías llegado.”
“Pero tu presencia se adivinaba…” “Yo me encontraba en un
“gap”, atrapado por furiosos electrones que, pegados a mi
piel, me impedían salir a la expansión de la luz,/ con sus microscópicos ganchos hundidos en mí.”
Es un poema de una gran condensación conceptual, en el
que se detectan sensaciones diferenciadas del mundo sufí.
En Antimateria-intuición insiste en el difícil y problemático
tema de la materia, que le fascina al autor: “Mi rival se llama
Alfonso./ Mi antimateria soy yo.” Con tono lúdico se hace un
guiño al no menos problemático asunto de Hacienda, pero
pronto se vuelve sobre el mundo científico de la Física:
“Cuando una partícula/ y su correspondiente partícula colisionan sin remedio, /ocurre la aniquilación.”
Esto es pura física. Toda partícula tiene que tener su
opuesta. “Materia y antimateria. Electrón y positrón.” El autor
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ha tenido que leer muchos libros de Física para escribir este
y otros poemas.
Aquí toma una contradicción no bien resuelta y juego con
ella. Pero, sin dejar de reconocer el papel de la ciencia, se
queda con la intuición, con el instinto de vida.
Sólo sé que sólo espero se erige en una visión poética
sobre la propia realidad: ““¿Voy bien por aquí?” Yo sé muy bien
que voy bien…Sólo sé que estoy aquí” mientras en Lo mismo
pero en distinto se constata que somos un misterio inexplicable en desarrollo, inexplicable hasta para Zubiri y para otros
filósofos: “Todo es tan sólo pregunta./Lo mismo pero en distinto./ Realidad que se desvela,/ siempre, de nuevo, otra vez.”
Hoy el tiempo se ha parado es un contundente y escalofriante dictamen de hospital: Hoy no se muere. Se muere sin
morir. “La vida empieza mañana. Sólo hace falta esperar.”
Pero el tiempo se ha parado. Paradoja humana. “Denial”
que dicen los ingleses. Negación de la realidad, que es un
excelente instrumento de alivio. Es curioso. Mentirse puede
ser muy interesante. Pues estupendo. Y está comprobado
científicamente.
Lucha del yo contra el mí es una reflexión articulada en
clave esencial montada sobre un juego de contradicciones,
preguntas sin respuesta y posibilidades:
“Cuando vine ya no estaba y me busqué como pude,/ por
las huellas de mis pies cuando ya no estaba allí.”
Es un ejercicio del sí y el no al mismo tiempo. Las interrogaciones se formulan en los niveles físico, social, ético…:
“¿Cómo le dicen a esto?/¿Mundo, justicia o razón?/ ¿Dónde
termina el aire?/ ¿Por qué es todo tan extraño? /¿A qué llaman mal y bien?/”.
Cada elemento se explica por su contrario y todo se opone
a todo. Como no resulta inhabitual en nuestro autor, un poema
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se convierte en un tratado de filosofía en el que se abordan
los problemas gnoseológicos y ontológicos.
Cuando el tiempo se detenga desarrolla igualmente cuestiones filosóficas y físicas sobre el tiempo y el espacio pero
con un punto de luz y de esperanza: “Todo volverá a nacer.”
Sin esperanza no hay verdad. Porque es imparable. Sigue
al tiempo y vuelve siempre indefectiblemente. Porque el
tiempo, igual, tampoco existe, por ser infinito, quizá.
El aroma y la verdad relata la muerte de Paco Pita, un
banderillero de Juan José: “De salida fue atropellado por el
tercer toro, “Cardino”, un Palha, negro zaíno de 562 kilos.
Herida en la cara posterior del muslo, con desgarro de los
músculos bíceps crural, penetrando por el fémur hasta el
triángulo de Scarpa.” “Que me llevan al Sanatorio de Toreros, dijo Paco Pita. Quiero estar cerca de mi familia.” Y junto
a la crónica periodística, los enunciados científicos: “La
trasducción olfativa requiere la producción de un cambio
electroquímico en el receptor. Este cambio puede ser una hiperpolarización o una despolarización graduada. Las sustancias odoríferas se ligan o unen a las proteínas receptoras de
la membrana. Éstas, a su vez, interactúan con proteínas G
induciendo la liberación de sus subunidades alfa y beta.”
¿Qué será de mí sin ti? canta el amor exponencial, con aire
de seguiriyas, que siguen interpretándose en la actualidad:
“Cuando tú te mueras/ qué va a ser de mí/ Y yo me vea, solito en la cama/ sin calor de tí.”
Esta seguiriya la ejecutaba magistralmente Manuel Soto
“Sordera”.
En Se puede ver lo invisible la realidad se desdobla. Los
sentidos se extrapolan.
Aparece la intuición. El magnetismo y la revelación. Parece
un poema oriental. El autor está muy interesado ya desde hace
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años por la filosofía hindú y, por otra parte ha sido un admirador de Tagore desde siempre. Tiene sintonía con él.
Lenguaje interno y verdad indaga en el problema de la
propia identidad, de la autodefinición, de la autoafirmación,
inseparables del deslumbramiento ante la presencia de la persona amada: “Todo estaba iluminado cuando llegaste tú,/ los
campos florecidos y el polen dispuesto/ para convertirse en
miel./ Cuando tú apareciste, / la retina ya había extraído la claridad de las sombras, / después de un larguísimo esfuerzo por
convertir en luz la oscuridad. /Todo era sorprendente por entonces /y la noción de inmensidad se había apoderado del cerebro”.
El ser llega cuando el mundo ya está dispuesto: “la retina
ya había extraído la claridad de las sombras,/ después de un
largísimo esfuerzo/ para convertir en luz la oscuridad.” El epifonema resume magistralmente el contenido: “Aprende tu
propio dialecto./ Invéntate.” Aprende tu lenguaje interno.
La primavera del 11 es una crónica condensada de fenómenos de la primavera, de la fuerza del destino y del azar,
del lenguaje amoral de la Naturaleza: “Rompió la tierra en pedazos y el mar en Japón arrasó/ Nadie podía imaginarse que
la materia reventara,/ y dejara sus residuos más venenosos/
sobre plantas, flores y acequias./ Que dejara a Libia ensangrentada,/ bajo el fuego del odio y la violencia”.
Parecen perceptibles los sones de Hijos de la ira de Dámaso Alonso en un Madrid bastante distinto del que canta el
poeta del 27:
“Madrid se prolongaba,/ inmensamente,/ hacia el mundo
de los sueños.” Horror y amor al mismo tiempo.
Fui juntando soledades expone la coalescencia de los diferentes tejidos que forman al individuo, de los diferentes recuerdos y lenguajes, contradicciones y descubrimientos.
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Para inventarse e intentar vivir, “Me enseñaron los dolientes,/ los del borde de la mesa,/ los que hablan consigo
mismo el lenguaje del terror.” La expresión “Tuve que ver
por encima” es muy acertada. Hay que ver por encima. Hay
que sobreponerse, es decir, hay ponerse por encima de uno
mismo. “Sobraba mundo por todas partes.” “La vida se superaba a sí misma.” “La realidad desbordaba. Y a veces se
transcendía.” Son versos sentenciosos que definen muy
bien aquello en lo que cree el autor. Otra expresión igualmente acertada y justa es la expresada precisamente por
el título:
“Fui juntando soledades…”. A don Luis, el que “harto de
mendigar favores por la Corte, vuelve a Córdoba la llana y a
su muro excelso para morir tranquilo y silencioso”, le hubiese
encantado este poema de Vallejo.
Sin esperanza no hay vida relata una historia de amor en
un hospital: “Ella le miró a la cara/ para hallar en sus pupilas/
y en el brillo de sus ojos/ el tiempo que le quedaba. / Conocía
bien aquellos labios/ y podía detectar en la voz, por su temblor y tibieza, / lo que él decía y callaba”. Finalmente “La camilla penetró”. No se sabe adónde.
Un asunto semejante se desarrolla en Lucha del Yo contra
el Mí, con una escenografía de vallejarre, con un costumbrismo regional auténtico y con una sincera brutalidad, que
le hubiera gustado presenciar su admirado Arcipreste:
“¡Qué coño nos está pasando!”…. Murcia no tenemos “self”.
Y el “Ich”, el “Ego” y el “Súperyo”/ me suenan a cuento chino
sin visos de realidad./ La lucha del Yo contra el Mí, es sólo
cosa de ricos”.
Nada nunca se detiene desarrolla una idea previa pero incrustada en la vida de Faustino, un cabrero español que
vuela al tiempo de Cervantes, a la imprenta de Juan de la
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Cuesta, en la calle Atocha. Se va en sueños. Pero cuando
vuelve en sí, se despierta, se come la “tostá con ajo” y luego
se pone a dormir. “Será Fukosima la causa”.“Cabreros que son
cabrones y se pasan por los cojones el ordeñe y la radiación.
“That s Spain, dijeron.
Esto es para mí poesía constituye, en efecto, una definición
de lo que para el creador es la poesía:” La poesía es evidencia.
/Vagones circulando, / trotes de caballos,/ ristras, aromas y
vendas, matemáticas cadenas de sollozos y lamentos, / gritos
de alegría, rumor de punzones torneros, ecuaciones, /umbría,
zarzas, lianas y semillas, alambiques y probetas, /sábanas al
sol y besos, abrazos amorosos, /choques de cuerpos calientes
descubriendo la pasión”.
La poesía es lo indecible y a la vez todo es poesía. Por ello,
a veces el autor prefiere el silencio a la palabra, deja que las
cosas solas hablen, que ellas ocupen el espacio y se refugia
en el vacío o en el hueco.
¿Se puede medir lo real? es una visión y una observación
del mundo con las antiparras de Quevedo. Es el mundo de
“Los Sueños”. Pero la cuestión es que la vida no tiene cifras,
ni medidas, ni cálculos ni datos científicos. Sólo memoria y
sensación. “¿Quién calcula la maldad?”
En ¿Dónde empieza lo sin nombre?, las interrogaciones tienen más fuerza que las verdades dogmáticas y apodícticas.
Nos conducimos muchas veces, como hemos explicado en alguna ocasión, a través de los caminos diseñados por las hipótesis conjeturales y abductivas. De nuevo se insiste en la
naturaleza de la poesía y de la creación. Para Vallejo la creación es esencialmente acción, y la acción creación, como
todo lo que se hace en la vida con intensidad y donosura.
La antimateria y el ser indaga una vez más en el complicado asunto de la materia. Aquí se hace mediante la escena
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que representan uno que sabe qué es la anti—materia, Paco,
y otro que no lo sabe, Nardo. Las explicaciones de Paco
están extraídas de Diccionarios de Física y de libros especializados:
“Al principio del principio, mucho antes de la nada y después del todo total,/ la materia y la anti—materia estaban en
proporciones iguales./ Pero la materia de pronto ganó y apareció lo real.” “Nardó levantó el cuchillo y se puso en pie. Le
pide que se lo explique mejor porque si no le corta el cuello.
Tampoco Paco lo sabe. “Sólo sé que estoy aquí.”
En La mente y la adversidad encontramos una compleja
imbricación sin sentido entre la duda y la certeza. Todo muy
seleccionado, oculto, misterioso. Incomprensible. La vida es
inexplicable. Sólo se puede sentir.
Y a su vez en La conciencia es la excepción la mente no
puede explicar la biología. Se inventan arquitecturas verbales para disimular nuestra incapacidad.
Como intento poético, se puede intentar. Pero hay cosas
con las que no se puede jugar:
“Con la reticular y el centro cardioneumoentérico/ no
juega/ ni Dios”.
En Empatía y repulsión desarrolla con su tino y sagacidad
habitual lo que son estos conceptos: “Las cosas no siempre
suceden como en las confiterías,/porque a veces hay grifos
y maquinaria, instrumentos/ de corte y bolsas de sangre con
flores en la pared./ Por eso resulta difícil no llamar a las
cosas por su nombre/ utilizar el dulce lenguaje de las pastelerías, el silencio/ e incluso la fe”.
Simbiosis perfecta del “trigo rubio y el alma”. Atracción.
“Philéia” como en griego.
“Vernunft y Verstand”. Comprensión en alemán. Un circuito poético acribillado de sensaciones.
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El simple título del Sentido del sinsentido tiene mucho
“sentido” en Vallejo: sentido en su dimensión semántica y en
su significación flamenca. ¡Que tremenda la letra flamenca :
“(D)esvarío del sentío/ como esvarían los locos/ piedras yo
no he tiraíto/ pero me falta muy poco”.
Aquí, una mujer ha saltado por la ventana: “La acera recibió su cuerpo/ con la dureza del suelo,/ con la violencia macabra de la piedra y el cemento.” Confusión, duda, “horror
extremo de la extrema soledad sin viento.” Las descripciones no pueden ser más claras y precisas:
“Inventaron el horror extremo de la extrema soledad sin
viento./ Geworffenheit, néant, vide, passion inutile y Sein zum
Tode./ No vieron sus huesos rotos, la fractura conminuta de
sacro/ y la lesión del cráneo con eventración cerebral”.
“Sein zum Tode”. Frente al Ser para la Muerte, de Heidegger “Pedir ayuda y descansar.”
Ahora, nunca y después es un festivo canto a la esperanza:
“Ahora, nunca y después,/ Mayo volverá de nuevo. /Abrirás
la ventana un día/ y Mayo te esperará”, mientras en El lenguaje incomprensible se subrayan los contrasentidos, los
vacíos y las carencias de la vida. Una mujer desgrana un discurso que no se atiene ni a las convenciones lingüísticas ni
a los usos sociales. Habla con las flores y con los insectos,
con los ríos y con el viento, con la luz y con la oscuridad: “Por
eso, cuando empezó a no entender las palabras/ de sus vecinos
y amigos,/pensaron que estaba loca, demente o fuera de sí./
Entonces llamaron al “señor cirujanito” para que le operase el
alma, la lengua y el corazón./ No es cuestión de bisturí dijo de
pronto el galeno./ Esta mujer no está aquí./ “Vive sin vivir en
sí.”/ Se ha escapado de su ser/ y se ha disuelto en el cosmos”.
Un cuento de invierno para enfermos mentales. Pero todos
lo entienden.
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Como nos pasa a veces con lo que nos cuentan.
Con Otros no tienen ni vida se indaga una vez más en la extrema complejidad del mundo, con proyecciones retrospectivas al Medioevo y a los cuentos fantásticos: “Hay gente que
lo tiene todo, monos carniceros que circulan por las autopistas a toda velocidad, seres voraces, adictos a la ambición, que
necesitan más y más, el olor de las amapolas sangrientas, por
poner un ejemplo, mezclada con placer y dolor./ Algunos van
de rojo malva, con las uñas largas, dinámicos, confusos y esquivos, crueles, disfrazados de sí. Muchos necesitan menos,
cuatro paredes y un sueño, dos pesadillas por año y un poco
de placer ajeno. Cada uno va con su universo, con su instante
de consciencia y un punto de visión en Mayo, donde cabe la
eternidad entera, con su lado más metafísico”.
Es una variedad más de entender el hecho poético, dentro
de esta gran antología de composiciones cada vez más distintas de las demás.
En Presentismo y proyección, dentro de la tremenda singularidad de la poética vallejiana, se inventa la palabra “presentismo”. Se trata de un ser que engulle el tiempo. Se lo
come todo. Un Superman voraz.
“Pero un día, sin saber por qué, se hartó incluso de sí./ Se
detuvo. Bruscamente en una esquina, / allí donde empezaba
el campo. Y entonces se puso a pensar.” En el poema se
abordan también otros fenómenos y comportamientos como
el del adelantamiento, que puede enjuiciarse como comportamiento neurológico maduro y como una actitud vital:
“Parecía materia humana volcada hacia delante,/ montada
en su propio ser, a gran velocidad. /Y él sin embargo iba quieto,
oculto en su cráneo,/ con el sombrero puesto, siguiendo las
aceras silenciosamente,/ buscando una salida al instante,
abriendo la oscuridad”.
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La sustancia transparente expresa la magia de la llegada
del mes de mayo a Madrid. Nadie sabe qué sucede. Un soldado en amores dice que “Es el electrón que tiembla.” Estaba
borracho. Cuántica irrealidad es una nueva indagación en el
problema de la materia con el contraste lúdico de la alusión
a Hacienda:
“A nivel subatómico, cuántico y particular/ tú eres tan sólo
desorden, caos indefinido, /impredecible tejido y materia sin
programa. / Cuántica irrealidad perseguido por Hacienda.”
Pedrito “el tonto” encuentra la solución:
“… .Las orejas en los muslos / y la boca donde caiga. / Del
resto que se ocupe Dios”.
“Postmodernismo” y horror es una crítica a la limitación en
el contenido de la época. Se puede comparar con los diez
mandamientos del mundo liberal de Dufour, mientras que “Furibundia” sangrienta total es una denuncia del reduccionismo
moral imperante: El Mal, el Demonio. Culto a la barbarie y a la
destrucción. Aparentemente puede parecer elemental pero lo
estamos comprobando en la política y en la sociedad. Una
imposición del Poder, fundamentalmente americano, que ha
calado en la cultura y en la sociedad.
Indicio, signo y señal es una expresión de Amor misterioso
en todas sus formas. Parece el título de un libro de semiótica
y en realidad Vallejo explora de forma poética todo lo que implica el signo lingüístico y sus alrededores. Todo ello centrado
en el deslumbramiento y la pasión que provoca la pulsión
amorosa, aunque en el poema se hable de “otra dimensión y
de algo que no tiene que ver con el mundo de los sentidos y
de la pasión. No hay que olvidar que el mundo de Alfonso Vallejo encierra muchos mundos, todos ellos complejos, ricos
y diferenciados: “Tú revelabas el fin, recordabas el principio
esencial,/ y también el instante que corre impasible, camino
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de la eternidad./ Por eso, cuando cerraba los ojos, podía verte,/
sin comprender por qué./ Sería, sin duda, la inclinación del sol,
y la hora de los indicios antiguos en la arena lo que presagiaba
el desastre total del mar que se acaba y del tiempo que se evapora cerca del final. Parecía un embrujo. Debo reconocerlo. Un
sortilegio quizá, o alguna forma de alucinación. El aire verde.
Puedo recordarlo con toda precisión. Y el mar inmóvil, sin olas
ni viento, ajeno a cualquier tribulación humana. Tan sólo reflejo y luz./Todo era señal entonces, todo memoria y encuentro,
intrínseco lenguaje oculto y quimera andalusí”.
En este mundo de Vallejo que encierra otros mundos y que
se expande en otras dimensiones Flor de la Jara en Abril relata un viaje astronómico alucinado por constelaciones y galaxias. Y junto a esos mundos estelares, la referencia al más
próximo y trágico del terremoto de Lorca y a los milagros de
la realidad: flor de la jara en abril.
En Tu vida está escrita en ti se lleva a cabo una exploración sobre algunos mecanismos biológicos sobre los que se
funda el ser. Cada uno es único e irrepetible y el destino ya
está escrito en nosotros mismos:
“Tu vida está escrita en ti./ La llevas grabada en la carne,
/en células y cromosomas./ Tu código genético/ es único y
sólo tuyo,/ singular e irrepetible. /Eres tú mismo hasta el
fondo./ Nadie será como tú”.
Por el código genético, como en las tragedias griegas,
antes de que se descorra el telón y se desarrolle la función,
ya está determinado el final.
Alfonso Vallejo ha resaltado frecuentemente, junto al valor
de la palabra, del logos —lo que según Aristóteles nos habilita como humanos en la vida doméstica y en la sociedad
civil— la función del silencio. Y eso es lo que sucede en El silencio es lo que vale, una magnífica simbiosis de bioquímica
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y flamenco, incluyendo una letra que cantaba Paco Alcaide
“el Maestro”.
En Yo me enamoro enseguida se experimenta el rechazo de
“Dolores la Blanda”: “Los flamenquitos de Cádiz,/ no tienen
comparación./ A ti no te hago ni caso/ porque eres muy mal
poeta,/ escribes muy mal teatro/ y pintas como un “mojón”./
Gastas menos que Tarzán/ y cantas para matarte.” Pero la
mujer deja la puerta abierta y si lo hacen militar, obispo o de
izquierda unida, quizá se enamore un día: “Al tiempo…”.
Barro con leche en Haití es un nuevo testimonio de un desastre de nuestros días en el que el autor combina la crónica
periodística con referencias al mundo del futbol, a la babel
que domina en el universo —una babel no solo de diversos
lenguajes sino de teorías e informaciones sin digerir— y a la
constatación de que el infierno existe.
Cuando acabe lo imposible es una proposición que ya de
antemano implica que no resultará viable su desarrollo en
los niveles discursivos ni en los empíricamente verificables.
El poeta, sin embargo, tiene suficiente valor y argumentos
para anunciar lo que sucederá:
“Cuando acabe la ilusión, /el sueño y la fantasía,/ lo extraordinario y lo nuevo,/ La esencia dejará de ser,/ la vida no
tendrá sentido /y el tiempo se parará”.
En Dímelo como tú quieras el discurso amoroso invita a
descifrar el silencio y el ruido. Si con frecuencia en la lírica
amorosa domina el tono de despedida, en esta y en otras
composiciones de Vallejo, en ese proceso de redefinición
constante del proceso poético, opta por la advocación, por
la llamada, por la invitación a compartir el paraíso de la vida.
Dijeron que alucinaba expone gráficamente el castigo que
le infligen a un hombre que dice la verdad. Le acusan de todo.
Y al final, un cante por tonás, como los antiguos:
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“Primero le ataron las manos./ Después le ataron los pies.
/Y pa más castigo darle,/no le dieron de comer”, y en Antiguas pulsiones nuevas una mujer se hace leer las cartas para
saber por qué es como es. El título es ya un sintagma que en
Vallejo no resulta sorprendente, en el que el sustantivo aparece flanqueado por dos adjetivos opuestos semánticamente.
Este juego de oposiciones resulta de gran eficacia verbal
y potencia estilística para expresar la contradicción en la
que con frecuencia se sustenta la vida.
En Neuromística y verdad dos viejos hablan de cómo se
ven. Teodoro (regalo de los dioses) se cree un fenómeno, con
más capas celulares en la corteza cerebral que la gente normal.
Pedro dice que está enfermo de Tele. Es una auténtica escena teatral con Dios y el destino de fondo. Ahora, si quieres,
corta tiene la estructura y el tono de un cante por martinetes, y desde el punto de vista discursivo y poético, es una
confesión:
“Ahora, si quieres, corta./ Ya no duele./ Déjame algo./ Un
poco de pulmón/ para no asfixiarme de noche/ y algo de corazón también/ para poderme vestir/ y sentarme en un butacón”.
La consciencia es la excepción constituye otra forma de
abordar el problema esencial del hombre:
“La consciencia es la excepción./ Todo es oscuro detrás./
El tiempo no consiste en nada./ Todo lo previo se fue. /Tú ni
siquiera estabas./ Lo que tiene que venir, vendrá./ Sólo es
cuestión de esperar./ Por el momento no está./ Es mucho
menos que nada./ Quimera o suposición. /Estadístico azar sin
causa ni explicación”.
Cuando la vida se quiebra participa de los tonos y de los
campos semánticos de la poesía de Pablo Neruda, tan querida
111
por el autor y en Transhumanismo digital asistimos al paso
del “homo cavernarius” al “homo digitalis:
“El homo sapiens de siempre se había convertido en
trans—man.” Le dicen a Braulio en Potes que ya todo es distinto. Vivimos en otra era. Un desgarrón repleto de verdad.
La era digital ha cambiado a la especie humana. “Tú crees
que estás en Cantabria, pero vives en Escocia.”
No estamos muy lejos del mundo de Quevedo.
Cuando el sol desaparezca nos pone ante la situación de
una noche de insomnio. El “insomnio de una noche de invierno” que vivió Quevedo. Una noche con tensión, con pesadilla, con todo el peso de la oscuridad, con la falta de luz:
“Cuando el sol desaparezca/ y vuelva la luna otra vez,/
sabes que saldrán estrellas/ y se va a encender una luz/ que
te puede consolar./ Te encuentras en ese estado de latente inconsciencia/ que prepara el insomnio para no dormir./ Como
ayer y el día anterior, antes del 15 de Junio”.
La experiencia diaria del autor en el hospital deja su impronta, como en otros poemas, en Ataraxia e implosión donde
se nos presenta un caso clínico extremo, real:
“Su cuerpo era fuego. Tenía fiebre. / Miles de pequeños
abscesos le seguían./ Sus células reventaban./ Decía palabras inconexas como catarsis del sueño,/ acción de “devoramiento”, hemofagocitois…”
El final es igual de terrible que la propia realidad:
“Entonces gritó con gran fuerza, se llevó la mano al pecho/
y cayó fulminado por un rayo coronario”.
En Beato de lo real el autor subraya poéticamente las palabras de “el Sardina” que fue quien dijo que sólo creía en la
realidad:
“Yo sólo creo en el hambre,/ la luz y la oscuridad,/ Soy devoto
de la mente,/ beato de lo real” y en Natura non facit saltus el
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licenciado “Pochito” afirma que en Córdoba la Naturaleza da
“saltus”.
“Aquí la Naturaleza te atrapa y te lleva a las estrellas.”
Invita a la Tiesa a dar un saltus con él pero ella lo rechaza.
Atento siempre no solo a nuestras cogniciones y emociones sino también a todo lo que nos constituye como un compuesto físico en El día que se harte el Hierro, sin tonos
apocalípticos el autor nos expresa lo que podría suceder el
día que cambiase la estructura molecular del hierro:
“El día que se harte el Hierro/ y le dé por romperse sin
causa…/
Cuando el Hierro se cabree y suelte un solo electrón/ de
su capa más externa, así como no quiere la cosa,/ y le dé por
no ser quien es… Cuando las cosas se rompan, se abran de
pronto los montes,/ salten en pedazos los riscos,/ y la Física
se vuelva inconstante, camino de la anti-materia…/ se vuelva
sentido el anti-sentido mismo…/ entonces te vas a acordar”.
La luz y la oscuridad es una síntesis condensada de todo
el poemario. Esas dos palabras tan cargadas de significados
físicos y filosóficos indican el principio y el final de lo que
somos y de lo que es la realidad que nos rodea. Como en
otros casos, se privilegian las interrogaciones frente a las
aseveraciones contundentes: “¿Por qué hay tanto de todo y
tantamente tan tanto?”“¿Dónde voy? ¿Está el Paraíso aquí?”.
Instinto de cognición se sustenta sobre el discurso de
María “la Moreno” que habla con Freud. La mujer defiende su
particular concepción del psicoanálisis y termina convenciendo al padre de la “psicología profunda”. Para ella, la cognición es un instinto, y Freud lo ratifica. Una escena curiosa,
que constituye una de las múltiples variedades del universo
poético vallejiano. Las palabras de la mujer son sencillamente
verdaderas: “Nuestro instinto es el dinero, Sigmund,/ las
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ganas de ir a mejor, de conocer las cosas a fondo (…) Lo
demás son paparruchas. / Cuando se inventó el dinero, empezó la evolución,/ dejamos de ser esclavos de nuestros propios instintos/ y aprendimos a ser humanos (…)¡Apunta, payo
y cavila¡ ¡Instinto de cognición!”
En Universo primitivo se nos suministran datos astronómicos con ritmo, sorpresa, poesía y locura:
“¿Quién encendió la cerilla antes de la explosión?/ ¿Quién
comprende lo imposible? ¿Cómo se explica la luz?/ “Este hallazgo supone un dolor de cabeza para los astrónomos.” “Es
difícil comprender cómo un agujero negro millones de veces
más masivo que el Sol pudo haber crecido tan pronto en la
historia del universo.”/ —¿Y ahora, qué dices “mon chou”?/ —
C est bien simple. L’Univers n est que divine poésie ». “Psicomagnética”¨y “quick” es un galanteo expresado con pasión
y gracia:
“Vuelves loco a quien te mira,/ tienes un “quick” que alucina./ Hablar contigo es morirse./ Produces escabechinas”, y
Es pronto para tan tarde es un elaborado tratamiento del
tiempo, que siempre ha querido expresar y detener la experiencia y la ilusión amorosa, a la vez que una moderna redefinición del tema clásico del “carpe diem”:
“No hay tiempo que perder./ Es tarde para tan tanto./ No
renuncies nunca a ti./ Lo real es tu conciencia, tu capacidad
de ser./ También el espacio sin fin./ Un sólo destello, / un simple rayo de luz,/ en medio de la oscuridad/ ilumina todo el
ser”.
En Cuando el Coli se cabrea se nos expone la intoxicación
por la cepa mala del Escherichia Coli por un toro y se utiliza
el lenguaje profesional taurino, referido a la bacteria.
Como complemento, al final se introduce el fenómeno de los
“indignados”: “Cuando alguien “se te encampana”,/ “te levanta
114
la cabeza”/ y dice que está “indignado”,/ piensa bien qué está
pasando/ y busca una solución”.
El secreto está en las flores es la presentación del mundo
en dos bandos: unos dispuestos a ver los aspectos negativos
como Sartre, Cioran y Martin Heidegger. Por otro lado la
gente nacida para gozar. Un viaje alucinatorio desde el “séptimo Infierno” sobre la piel de Madrid. Después “me hundí en
el octavo Cielo, saqué la cabeza por la arena como un vil gusano para poder respirar (…) “El secreto está en las flores,
en el alma del jardín.”
Ayer hablé con la Muerte presenta el acabamiento como
una de las fuerzas rectoras de la vida, con reminiscencias
mediales. Pero aquí no se increpa a la muerte como hace el
Arcipreste, sino que se aparece ella misma declarando su intrínseca naturaleza:
“Soy puta, mala y rastrera/ perversa, dañina y negra./ Mi
esencia es la oscuridad./ Pero alivio muchas penas./ Curo el
dolor extremo,/ la agonía y la miseria”.
En esta ocasión es la propia muerte la que interpela:
“Sé muy bien que tú eres malo, /que no temes al Infierno/
y no crees en los cuentos chinos/ de los pensadores huecos.”
Todo ello con referencias al flamenco más fino y lúdico de
Pericón de Cádiz y con guiños a Hacienda.
Enrique Morente ha muerto expresa la casi imposibilidad
de hablar en el pasado de alguien que significaba siempre el
futuro. Por eso se prefiere el presente, ese presente intemporal en el que todos nos hallaremos algún día:
“Ha muerto un genio del cante./ Enriquito ya no está./ Nos
ha dejado su mundo./ Algo acaba de empezar”.
En este tipo de elegías prefiero la de Vallejo a las elegías
funerales. De las elegías medievales se aleja también la que
escribió Manuel Machado a la muerte de Alejandro Sawa:
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“Adiós, buen amigo del arte/ adiós que pronto nos veremos/
también nosotros nos iremos/ con esta música a otra parte”.
Frente a la tragedia de la muerte, Agonía o claridad es un
canto a la claridad. A la claridad bien organizada. Si todo
fuera distinto, con el desorden como norma, el mundo sería
imposible. En Mentación y claridad con referencia al terremoto que sacudió a Lorca, se nos presenta la discusión de
“el Tripa” y la “Chocho” en el Jardín aristotélico. Introduce
la palabra inglesa “Mentation” que está dotada de una semántica y de una fonética muy precisas definir los procesos
mentales.
Siglo del terror sin cara es una clara referencia al 11M, al
miedo sin cara que invade las ciudades, al pavor como denominador común de las grandes urbes:
“Resulta sorprendente la velocidad del proceso,/ el miedo
destilando de las puertas en la sombra,/ cayendo gota a gota,
formando columnas en los cuartos,/ construyendo el pánico
en las casas, lentamente,/ infiltrando las pantallas y las Bolsas, /las conciencias y metales,/ convirtiéndose en producto,
repartiéndose en el mundo, lentamente, como una invisible
alarma, /siempre a punto de saltar./ Supongo que es natural
que la física participe en el proceso/ y los astros acompañen
a la angustia en su maldita ascensión”.
En un contexto semejante en La Cuarta Mundial… con piedras se nos advierte del riesgo de desaparición de la Tierra
por la aventura nuclear. Es un cuadro fantasmagórico de lo
que puede ocurrir. La Cuarta Mundial con piedras, como dijo
Einstein (Aunque él dijo en realidad… con arcos y flechas).
Quiero vivir como sea está constituido por las reflexiones
de una enferma terminal:
“Quiero vivir como sea,/ dijo con la lengua y dientes,/ sin
duda ni vacilación”.
116
Si hay una tradición en la literatura de ciudades sumergidas, Vallejo hace a veces referencias a ciudades que vuelan
o están suspendidas en el aire, como la Málaga que canta Vicente Aleixandre.
Pero aquí se trata de otro vuelo, del vuelo que, en definitiva, emprenderemos todos en el futuro, aunque se presente
en el pasado:
“Pero el hecho concreto es que todos volábamos sin saberlo. /No teníamos conciencia de estar embarcados / en una
aventura extraordinaria, camino del sol./ Todo parecía igual
pero ya era diferente. / Algo había cambiado en la tensión
atómica de la carne y el deseo, / algo se había desplazado
hacia otra dimensión /que la razón no podía discernir… / Todo
parecía inmóvil, / siguiendo la dirección marcada por el
tiempo… / Pero estábamos ya muy lejos del suelo, /como en
una ensoñación”.
Dilema e inspiración plantea problemas tan importantes
como el del origen del lenguaje, el de la creación y el de la
inspiración. Todo ello alcanza una dimensión especial en un
mundo en el que el lenguaje es representación y en un universo poético, como el de Vallejo, en que la representación
es, como en Aristóteles, esencialmente acción. La admiración que produjo en los hombres el discurrir de los ríos, el
curso de los astros y otros fenómenos de la Naturaleza propiciaron el desarrollo de los fenómenos señalados. No se entiende el mundo hasta que “salió la luna, se iluminó la tierra/
y sin saber por qué, de pronto, todos entendimos qué estaba
sucediendo.”
En Las muelas de la cordura se establece un símil entre
las muelas del juicio y la falta de juicio y se enuncia un aviso
cargado de cordura: “Si no recapacitamos… podemos desaparecer.” Frente a la opinión generalizada de que impera la
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fuerza de la ley, se comprueba que lo que domina es la ley
de la fuerza y que la sola razón no es suficiente.
El pensamiento tóxico expone la masificación de propuestas y la sobrecarga de información, que ha podido llevar a algunos teóricos a afirmar que estamos “enfermos de
información”.
El poema se hace notario de esta multiplicidad de mensajes
aunque por encima o por debajo de todo lo que se encuentra
es el mismo atontamiento programado, la misma idiotización
global.
En Repitiendo los errores se nos advierte de la energía nuclear y de sus riesgos, presupuestos extraídos de libros e Internet:
“La exposición a niveles excesivos de radiación se conoce
como envenenamiento por radiación, llamada radiación ionizante, tiene suficiente energía para ionizar la materia, es
decir, interferir con su estado básico y, en el caso del organismo, interferir con el proceso de división celular.” “En el
núcleo de un reactor nuclear existen más de 60 contaminantes radiactivos a partir de la fisión del uranio, unos de vida
muy larga y otros de vida muy corta, pero casi todos tienen
una gran afinidad con nuestro organismo y se acumulan en
él, ya que son parecidos a nuestros elementos biológicos.”
El mundo transciende y vuela es una escena de amor
transcendente, con Simmel como fondo, muy posiblemente
en un avión:
“Su cuerpo tembló./ Cuando él la cubrió con su cuerpo/ y
empezó a morderle el pecho,/ ella recordó una frase de “Die
Transcendenz des Lebens”/ de Georg Simmel:
“Los límites de arriba y abajo / son nuestros medios para
orientarnos / en el espacio infinito de nuestro mundo.” / El no
dijo nada. ¿Para qué discutir de subterfugios?”.
118
Cuando los libros no bastan insiste, como otros poemas
vallejianos, en que hay que volver a empezar, en que algo
está podrido en Dinamarca. Hay por tanto que volver a empezar, hay que volver a los orígenes aunque nos preguntemos
cuáles son esos orígenes, hay que retornar a lo natural, a lo
real y espontáneo: “Cuando el campo no respira,/ callan las
flores y el alba/ y enmudece la razón,/ algo grave está pasando/ y hay que volver a empezar. Sólo dijo ¿Estás ahí? es
una historia de amor verdadero, un diálogo, con la tarde, el
campo, el sol y la naturaleza, aunque la protagonista de la
historia en el fondo no necesitaba hablar:
“Se sentaba por las tardes a la puerta de su casa /y le preguntaba al sol/ cuando empezaba a teñir de rojo el cielo,/
todo lo que le venía a la cabeza (…) Sabía muy bien que la
Naturaleza /sólo respondía a las cosas que se le preguntaban./ Que callaba el resto / y que utilizaba los sonidos del
viento, el rumor de los arroyos/ y el canto de los pájaros en
los árboles del río/ para comunicarse con ella”.
Sin título 1 es la trascripción literal de una de crónica
negra: “Os voy a matar a todos, hijos del diablo.” PAÍS. Domingo 24 de Julio de 2011.“Venid a jugar conmigo.” /“No seáis
tímidos.”/ “Éste es vuestro último día.” Sin título 2 es otra
transcripción literal que, inserta en un libro de poemas, adquiere todas sus potencialidades conceptuales y expresivas:
“Con todo el arsenal nuclear existente en el mundo sería
capaz de destruir siete veces la Tierra.”/ “Además de la aniquilación causada por la explosión se produce una contaminación radiactiva y el invierno nuclear.”/ “Un conflicto
nuclear de alcance limitado puede tener un efecto devastador en el clima de la tierra, según un estudio especializado
divulgado por el sitio en Internet Newsmax.com, reporta
Prensa Latina.”
119
Después de la exposición detallada de estas y de otras realidades incontestables la conclusión no puede resultar más
pertinente: “PS: ¿Dónde vamos? ¿Qué nos espera? Ésa es
nuestra decisión”.
Comprobamos, así, que el bagaje intelectual de Vallejo
coincide, en definitiva, con su equipaje vital. En él su vida y
su profesión clínica se convierten en poesía y su poesía no
es otra cosa que una vida intensa, repleta y verdadera, que
difícilmente podría ser definida —creo que sinceramente no
puede serlo— sin atender a su profesión de neurólogo clínico
en un hospital desde las 8:00 horas de la maña hasta las
15:00 horas de la tarde. Y así todos los días.
Por eso no es extraño que gran parte de las composiciones expuestas constituyan auténticos diagnósticos clínicos.
Diagnósticos nunca apasionados. Diagnósticos guiados
por el músculo del cerebro del clínico que, como se ha señalado al principio, radican siempre en la ejecución.
Pero Alfonso Vallejo también es un artista, un genio que
se ha relacionado con los grandes genios artísticos de la
segunda mitad del siglo XX y de los primeros años del siglo
XXI. No es, por tanto, casual que en esta obra encontremos
expuestos los acontecimientos más importantes de los finales de la centuria anterior y de la primera década de la
actual.
Alfonso Vallejo, que tiene un don especial para tratar con
la gente, es un solitario. Es un solitario porque sin duda es un
gran solidario. Todo lo que ha conseguido lo ha logrado gracias únicamente a su esfuerzo. No se ha integrado en ningún
grupo ni en ninguna capilla, a pesar de que se pasa gran parte
del día —lo que le deja libre su profesión y su creación— en tertulias y en tribunas públicas. Debatiendo, poniendo el dedo en
la llaga, exponiendo las últimas investigaciones en el campo
120
científico y los logros más recientes en el escenario artístico.
A Vallejo no lo calla nadie, ni el propio Alfonso Vallejo.
No podríamos definir con claridad a qué género pertenecen las creaciones de este libro. La cuestión del género, debatida por Tvetan Todorov y por otros teóricos actuales, fue
ya planteada en sus justos términos por Miguel de Unamuno
cuando lo consideró en su sentido propiamente artesanal y
comercial de “género”, es decir como algo de lo que podemos ir cortando y disponiendo según nuestras necesidades
e intereses. De una forma parecida se refirió Pío Baroja en
el prólogo de “Las nave de los locos” a la novela considerándola como algo proteico, abierto, multiforme.
En esta línea, las composiciones de Alfonso Vallejo no son
poesías como las que se escriben habitualmente. No son
prosas poéticas. Tampoco podríamos denominarlas “prosías”
como calificó un genio del grupo poético del 1927 las creaciones de otro genio del 27. Lo que sí podemos afirmar es que con
las composiciones de Vallejo se marca un antes y un después
en la poesía española. En Vallejo, la vida, la ciencia, la filosofía, la crónica diaria, los casos clínicos más diversos, los
sones flamencos, los aguafuertes goyescos, las escenas picarescas, los mitos… todo,…todo se convierte en “poiein”. Mitos
como el de Prometo alcanzan en “La pétrea soledad” una sabia
redefinición cuando “el aire se vuelve piedra inmóvil”.
Frente al conocimiento mórbido y ante un universo de auténtica criminalidad, Vallejo dispara sus baterías, que siempre son éticas y nunca moralistas, desprendiendo ráfagas
de vida. Siempre apunta a la paz, a la esperanza, al rayo de
luz, y nunca a la muerte, a la destrucción, a la estupidez o a
la violencia. Vallejo nos ha demostrado una vez más que es un
creador nato por necesidad, que nunca la poesía es un bálsamo. Es como es su vida, con una fuerza poderosa del instinto,
121
que recuerda a Pablo Neruda pero sin el sistema asociacionista del creador chileno.
Dentro de esta enciclopedia de saberes, a veces los datos
astronómicos los utiliza con la más absoluta precisión, con
una regularidad milimétrica, y en otros casos los emplea atendiendo fundamentalmente a su valor eufónico.
Junto a los niveles cognitivos, en estas composiciones se
privilegia la intuición. La indagación pero también el rastreo,
el olfato, la situación siempre en alerta de los cinco sentidos
corporales. En una poética en la dominan la oposición dialéctica, la lucha, la tensión, no se defiende un pensamiento contradictorio sino que se propugna más bien un pensamiento
paradójico.
Cada poesía es una sentencia, un pensamiento filosófico
concentrado, a veces la glosa de una letra flamenca. La poesía andalusí, la sufí, la de Tagore. A veces encontramos una
sombra fantástica que parece deambular por el universo dramático de Pinter como en “mi cuerpo sin yo”.
Vallejo sabe fundir lo más emocional de El sentimiento trágico de la vida de Unamuno con el arma poderosa de la
“mente” de Ortega. Parece que en ocasiones nos deslizamos
en un mundo delirante, pero no es el delirio de Rimbaud.
Para Vallejo, el delirio no basta, tiene que existir consistencia, y eso es lo que aporta la poética de nuestro autor. El
mundo de la vigilia, de la vida —“el mundo no es tan mundo
como nos lo cuentan”, decía Ramón Gómez de la Serna—
pero también el mundo de los sueños, el de Quevedo, el de
Torres Villarroel, el de Goya, el de Solana…
No encontramos en ningún otro creador indagaciones tan
atinadas en asuntos tan complejos como el de lo real, lo físico, la materia, el tiempo, el yo. Como el Sardina, Vallejo es
“beato de lo real”. En virtud de la ley de la simetría, si existe
122
materia debe existir antimateria, pero el problema no deja de
ser complicado y se necesita estar muy bien dotado para
convertirlo en materia poética.
Hemos comprobado cómo en estas prodigiosas creaciones se plantean y se redefinen a la vez asuntos que siempre
han preocupado a los filósofos y a los científicos como el del
tiempo, la desintegración, la constatación de que estamos
donde estamos porque existe un núcleo de hierro en la vida,
que resulta indispensable para que esta prodigiosa maquinaria funcione. El valor del silencio junto al de la palabra, el
“logos”. El canto a la vida y el deslumbramiento.
Las composiciones de este libro siguen la línea de progresión vallejiana, siempre ascendente, constantemente abriendo
frentes. Abriendo otros frentes o los mismos frentes pero con
mayor profundidad e intensidad.
Insistimos en que Vallejo ha marcado un antes y un después en la creación poética y más pronto que tarde se reconocerá.
En definitiva, estamos antes las composiciones de un
autor único, necesario, preciso, indispensable.
FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO
123
Ser, cerebro y realidad
Alfonso Vallejo
Edición y Prólogo de
FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO
Diseño de Colección: Huerga y Fierro
Primera edición: 2012
© Edición y prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo
© Portada realizada por Alfonso Vallejo
© Alfonso Vallejo
Derechos exclusivos de edición en castellano
reservados para todo el mundo
© 2012: Huerga y Fierro editores, S.L.U.
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PRÓLOGO
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EL PROGRAMA CIENTÍFICO,
ARTÍSTICO Y VITAL DE UN SOLITARIO
Hay palabras catalizadoras, palabras que son capaces de
generar y atraer fuerzas, emociones y conocimientos, de
agrupar, unir, separar o dinamizar diversos campos semánticos, y los tres términos que integran el título de este nuevo
libro de Alfonso Vallejo, tienen, como el propio autor, esa potencialidad y esa fuerza.
Desde que el animal humano empezó a maravillarse y a interrogarse por las cosas que le rodeaban y por lo que él
mismo significaba en medio de las cosas, debieron de bullir
en su cerebro términos que tenían que ver con el ser, con su
propio ser y con el ser de los demás, con la realidad, con su
propia realidad y con la realidad que constituía su entorno.
Sobre esas palabras se ha construido la historia de la filosofía y de la ciencia, y los pensadores y los investigadores
han elaborado sus teorías y sus doctrinas sobre un triángulo,
cuyo vértice superior o principal está constituido por el cerebro y los otros dos por la realidad y por el ser.
Pero desde que comenzaron esas elucubraciones y esas
reflexiones han sucedido muchas cosas, se han descubierto
nuevos mundos reales y ficticios, el cerebro ha ido constantemente procesando una realidad añadida a lo “real”, una
elaboración o construcción, en la que se sustentan, en definitiva, las diversas corrientes filosóficas y las distintas ramas
de la ciencia.
Y nos encontramos, así, con que hoy vivimos en un mundo
extraño, “en un mundo acelerado”. Aceleración en el sentido
que le confiere la física como “ritmo de crecimiento de la celeridad o velocidad.” Pensábamos que la transformación de
la realidad algún día pararía, que los cambios tecnológicos,
126
sociales e incluso morales, en algún momento se estabilizarían.
No ha sido así. Y en España, menos. Es conveniente no
olvidar que hemos pasado de una guerra civil y de una generación de postguerra a la “furibundia” de la mundialización en su forma más ibérica. El tiempo en España siempre
ha sido distinto. No vivimos en un “tiempo acelerado” que
sería lo lógicamente correcto, sino en un “tiempo fuera de
control”.
La crisis económica ha venido a confirmar de nuevo que
somos un país diferente. No sé si la palabra “vértigo” es la
adecuada en estas situaciones, pero si le aplicamos la definición neurológica de “alucinación del movimiento”, parece
que resulta bastante pertinente para expresar el estado en
que debería encontrarse una persona normal, que ha pasado
de los años cincuenta a la actualidad.
Hemos vivido en nuestra carne y en nuestro cerebro un
salto “antropológico y filogenético” tan brutal, que no es posible hallar en la historia, un cambio tan “desgarrador y deslumbrante”, una transformación tan profunda como la que ha
gozado y padecido la generación de Alfonso Vallejo.
Esta situación tan especial, tan particular e hispana, tan
bárbara, tan extraordinariamente insultante y agresiva, tendría que haber sido reflejada de alguna forma en el arte y
sobre todo en la literatura. No sé si ha sido así. Creo que no.
Tampoco sé si, en la actualidad, existe una percepción “real
de la realidad”, de dónde nos encontramos, de qué buscamos
y de los “riesgos” que nos acechan si no cambiamos de actitud. Esta disposición mental, este estado de ánimo, tendría
que presidir el eje de nuestra actividad. Tampoco sé si está
siendo esto así. Vallejo, con su penetrante ojo clínico, atento
siempre a la realidad y al ser, y observando y constatando
127
cada día el funcionamiento del cerebro era el candidato más
destacado para reflejar esta situación.
Y se ha lanzada a ello, como siempre, impulsado por la
fuerza de su genes y por su insobornable imperativo ético. No
es casual que alguien que ha conocido como nadie la caverna
y los infiernos sea el que nos proporcione la más potente luz.
No es nada extraño que el que ha conocido mejor que nadie
los submundos y los bajos fondos nos proporcione en cada
una de sus obras una muestra de eticidad, un “tirar hacia
arriba” como los grandes cantaores de flamenco. Nada de moralidades ni didactismos sino labor higiénica, terapéutica, necesaria. Tenía que ser así. No por una ley ciega del destino
sino por la esencia brava de un ser genéticamente determinado, que no conoce lindes ni fronteras, bandos ni banderías,
y que su absoluta libertad y sus enciclopédicos conocimientos
le permiten hablar de lo que quiere y como quiere. Y siempre
con sabiduría, ritmo y gracia.
La obra de Vallejo resulta estrictamente necesaria porque
la situación en la que nos encontramos es realmente preocupante. Vamos a mucha velocidad. “El tiempo se ha disparado y está fuera de control”.
No estoy seguro de que existan mecanismos de corrección, estrategias defensivas, tácticas de prevención. Como
en otras muchas ocasiones, ya Einstein fue un adelantado
cuando dijo: “En mi opinión son características de nuestra
época la perfección de medios y la confusión de fines”. Si ya
Lipovetsky en “El Occidente globalizado: un debate sobre la
cultura planetaria”, “El crepúsculo del deber”, “La era del
vacío: Ensayo sobre el individualismo contemporáneo”, “La
sociedad de la decepción”, “Los tiempos hipermodernos” y
en otras obras presenta un concepto de cultura del siglo
XXI caracterizado por la cotidianidad en el acceso a las
128
redes informáticas y sociales de modo inmediato, por el hiperconsumo en busca de la novedad (neofilia), por los medios
de comunicación a la carta y un tecnocapitalismo global, insiste por otra parte en que el clásico concepto de cultura se
ha desvanecido entre las redes y las nuevas tecnologías, y
los campos de conocimiento empiezan a entremezclarse. La
cultura es inseparable de la industria comercial y abarca
todos los rincones del planeta, tiene aspiraciones concretas
planetarias, globalizadoras, independientemente del nivel
económico.
En este línea, en mi ponencia “Globalización en el era de
la información” (2002), presentada en el X Congreso de la
Asociación Española de Semiótica, de la que fui Presidente durante cuatro años, abordé ya este importante asunto. Con Robertson (1992) García Blanco (1999) Pieterse (1995), Giddens
(1993), Martín Albrow (1996) y otros investigadores comentaba
ya hace una década que la modernidad ha neutralizado emocionalmente nuestras relaciones con la naturaleza, las ha convertido en un mero ensamblaje de objetos y nos ha abocado a
la globalización. A este punto se ha llegado a través de múltiples caminos, entre los que destacan la cobertura del planeta
por el sistema interestatal y la dominación de los mercados
mundiales, que se han erigido en los verdaderos gobernantes.
Las derivas de la actual crisis mundial así lo han ratificado.
Con Beck (1998) subrayaba la importancia de los nuevos tipos
de relaciones de poder y competencias, con Luhmann (1992,
1995 y 1998) el papel de una cultura global en una sociedad
como la actual, considerada un sistema sin centro ni vértice
y con Albrow, Eade, Dürsschmid y Washbour (1997:29) cómo
“la universalidad de la cultura es alcanzada, e igualmente
destruida, por la particularidad de las mega-stars y los eventos e imágenes de los medios globales...en un sentido en el
129
que puede no resultar exagerado hablar del final de la cultura”. Consideramos la globalización como “anómica”, en la
línea de Merton (1980), es decir, “como quiebra de la estructura cultural, que tiene lugar en particular cuando hay una
disyunción aguda entre las normas y los objetivos culturales
y las capacidades socialmente estructuradas de los individuos del grupo para obrar de acuerdo con aquellos...”. Desde
este punto de vista, la globalización supone para el individuo
que las decisiones que le afectan directamente provienen de
instancias que muchas veces no conoce. Los medios de comunicación de masas, globalmente articulados, le ponen en
contacto con un mundo total. Su conocimiento ya no está ligado a sus afectos, aunque algunos propongan una ilusión
de afectos ciberespacializados. El individuo conoce más de
lo que siente y experimenta emocionalmente. Cuando creíamos que conocimiento y sentimiento se habían sincronizado
en el territorio de la identidad política, la institución que
hacía posible esta creencia ha entrado en crisis de identidad.
La ecología nos ha hecho conscientes de la limitación de los
recursos y del espacio. El sistema global de relaciones nos
pone delante de la necesidad de una nueva alteridad —difícil
de imaginar— en la que basar nuestra identidad global
(Pérez- Agote Poveda, 1999: 66-67). Puede suceder, en esta
aldea global, que el individuo se sienta perdido en el espacio;
lo que parece evidente, desde la perspectiva epistemológica
y semiótica, es que la globalización ha modificado la concepción de la articulación espacio-temporal.
Desde esta perspectiva, Giddens y Beck han intentado
alejarse de los tratamientos unilaterales de la globalización
y, desde el concepto de “nación cosmopolita”, quieren explicar las transformaciones de esta institución en el nuevo
contexto de “ciudadanía global” y de “soberanías múltiples”
130
(Giddens (1998: 130), Sobre el escenario de esta cultura global, de la omnipotencia de los medios y de los mercados, de
la perdida de la identidad y desde la afición por la ciencia, la
belleza y a bondad Alfonso Vallejo edifica la magnifica arquitectura de su libro Ser, cerebro y realidad.
Y ¿por qué ese título? Ortega decía que la vida es “una operación que se hace hacia delante”. Estoy en esto totalmente
de acuerdo con el autor de La idea de principio en Leibniz. En
el caso de Vallejo, todo lo que ha hecho, ha estado guiado por
el instinto, por el “intuinstinto”, por el sentido.
Por su natural. Siempre con un mucho de “razón”, que resulta fundamental, pero dejándose llevar por lo que le hace
vibrar, por lo que le llena y le gusta. Todos somos un poco
así. Muy animales. Vallejo, también.
Alfonso Vallejo se ha interesado siempre por todo. Por eso
ha ido gateando, como ha podido, por su tiempo, y ha llegado
donde le tiraba el apetito. Por esa razón está muy satisfecho
de no haberse traicionado. Porque no ha podido.
No se imagina involucrado en cosas o situaciones que no
fueran de su interés.
Estas reflexiones vienen a cuento porque después de los
últimos libros, “Tiempo, silencio y verdad”, “La luz y la oscuridad”, parecía cambiar de registro. Vallejo tenía y tiene que
seguir escribiendo poesía pero por un camino distinto. Vallejo
está dotado del olfato de un perro perdiguero y sabe en cada
caso lo que le interesa. Sabe muy bien como explica Michel
Foucault, que “no se dice cualquier cosa, en cualquier momento y en cualquier lugar”. Para él existe en toda la literatura
el “horror verbi”. No estudió Filosofía cuando acabó el Bachillerato francés, precisamente por esa desconfianza que le sugieren las palabras. La Filosofía no sería una historia de las
Ideas sino de las Palabras, como ya apuntaron los gramáticos
131
alejandrinos con Dionisio de Tracia a la cabeza. Por ese “horror verbi” y por otras razones de tipo humanitario e intelectual, eligió estudiar Medicina y en seguida Neurología. Y, en
esa línea, después de su poemario “La luz y la oscuridad”
pensaba olvidarse de las “Tsunamis”, de acontecimientos, de
los impactos de Internet, de tragedias, mundos latinos, históricos, hiperreales, etc., con el objetivo de purificar el lenguaje, de filtrarlo hasta la mayor sencillez, sin perder el
olfato poético, sobre todo iba a concentrarse en el Ser, es
decir, en un misterio que intenta tratar la Filosofía y en el cerebro que es el intérprete de la realidad.
El contacto de Vallejo con la Filosofía empezó desde muy
joven, quizá a partir de los catorce años. Siempre se ha sentido como el pez en el agua en los territorios resbaladizos y
cambiantes de las ideas. Con gran acierto, el profesor de Filosofía, Monsieur Grasset, escribió el último año del Bachillerato en sus comentarios finales: “¡Un philosophe!”. Eso ha
sido en realidad Alfonso Vallejo.
Toda su vida he estado indagando en esa trama fantástica
de la filosofía sin obviar otros campos igualmente fascinantes.
Bajo el punto de vista profesional, Vallejo se considera un
neurólogo genéticamente determinado. El lenguaje de la Neurología lo siente como propio. Y es precisamente en el campo
de la Neuropsicología, de las Funciones Corticales, de las
áreas de asociación e integración, de la conducta, del pensamiento patológico donde más ha profundizado, porque, evidentemente, es lo que más interesante ha encontrado.
Está bien claro que aborda el problema del Ser no desde
la perspectiva “semántica” desde Aristóteles a Kant, o Foucault, Lévinas o Lacan. Habla del Ser desde la realidad de
los circuitos neuronales, desde la afasia por falta de palabra, desde la amencia, la agnosia, la apraxia, la amnesia y
132
la limitación. Las relaciones entre la mente y el cerebro no
están del todo zanjadas, pero el camino de la insuficiencia,
la ausencia de función, puede revelar muy claramente los
mecanismos de que disponemos cuando el cerebro funciona
con normalidad. Sencillamente una maravilla.
Como ha puesto de manifiesto en otros libros, y lo ratifica
en este, nos encontramos ante un problema indescifrable.
Todo es un enigma, un misterio del que sólo conocemos,
por pura percepción—integración, la superficie más superficial, que va haciéndose, según avanza el tiempo más profunda e irreconocible.
Así es como aparece el tema de Dios, bajo múltiples formas, tratado con diferentes humores e insinuaciones.
Arriba no hay más que frío y radiación. Abajo: fuego que
quema. Vallejo es partidario de un “Panteísmo móvil”, que
“llama Dios a todo esto”, como expresa el título de uno de
sus poemas, que prefiere el Bien, es decir sencillamente lo
bueno, a lo Malo.
Todo esto condimentado con su visión transitoria de la
vida, de un proceso casi mágico e irreal, que tú te puedes inventar.
Y si tú no te lo inventas, te lo inventan de inmediato los
sabios del fácil discurso, los ideólogos de bífida lengua, los
iluminados de luz oscura y los creadores de reglas y preceptos, que nunca tienen ni un momento de humor ni de compasión.
Vallejo se lo inventa él, se lo construye él, y lo hace cada
vez con mayor maestría, tino, ritmo y gracia. Todos y cada
uno de los poemas lo confirman.
Así, “Todo acaba de nacer” sintetiza muy bien su posición
como ser vivo, como clínico y como “artista”, con la evidencia absoluta de la continua renovación de la vida. Nos hemos
133
educado en una forma de pensar totalmente manipulada por
la religión, la filosofía y la tradición. La muerte nos ha sido
presentada como algo nefasto, negro, con tremendas amenazas y castigos. Nada de esto es cierto. Es pura literatura
barata sin fundamento. La muerte, es decir la falta de vida,
consiste en un proceso biológico absolutamente necesario
para el propio individuo y para los que vienen detrás. Sólo el
amor, es decir, lo positivo, la creencia en los procesos de reconstrucción y cicatrización, sólo la propia Naturaleza, tienen
la palabra. Recuerda al “amor radiográfico” y transcendente
de los primeros poemas publicados en “La sal de la tierra”,
como en una ensoñación. El amor medieval y caballeresco
con un indudable tono andalusí.
En “No entender es comprender” plantea el complejo problema de teoría del conocimiento. ¿Qué significa comprender? Seguir las explicaciones que te dan sobre un fenómeno
cualquiera. Ya está. Ex_plicar. Abrir los pliegues. Seguir los
pliegues. Pero nada más. Entender supone penetrar: “La
complejidad del mundo es casi infinita./Y nuestra capacidad
muy limitada.” Se puede capturar el sentido del mundo directamente, intuitivamente, directamente. “No entender es comprender.”
Como es sabido, ante la posibilidad del conocimiento existen distintas aproximaciones como el dogmatismo con los
académicos Arcesilao y Carnéades, y el más famoso escéptico, Sexto Empírico; el escepticismo, defendido entre otros,
por Pirrón; el criticismo postulado por Immanuel Kant; el relativismo que tendría en Protágoras de Abdera a uno de sus
pioneros, el perspectivismo, expuesto entre otros, por Leo
Spitzer y José Ortega y Gasset; el racionalismo de René Descartes; el empirismo desarrollado por los filósofos ingleses
John Locke, George Berkeley y David Hume; el idealismo
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expuesto en 1781 por el filósofo alemán Immanuel Kant en
su Crítica de la Razón Pura, en la que refuta tanto el racionalismo como el empirismo y propone una alternativa superadora: el idealismo trascendental. Con ello imprimió un “giro
copernicano” en la filosofía moderna, donde el sujeto ya no
es pasivo frente al mundo, sino que pasa a ser un sujeto activo que “construye” el objeto de su conocimiento.
Su ideas fueron seguidas por Johann Gottlieb Fichte, Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling y Georg Wilhelm Friedrich
Hegel; el constructivismo, desarrollado en su vertiente genética por Jean Piaget; el materialismo dialéctico defendido
por Karl Marx y Friedrich Engels, y por V. I. Lenin en su obra
Materialismo y empirocriticismo; el objetivismo propuesto
por la filósofa y novelista Ayn Rand, que parte de los principios de la lógica y metafísica aristotélicas.
Alfonso Vallejo participa de todas y cada una de estas teorías e incluso le parecen insuficientes. En el citado poema esboza una síntesis de lo que él llamaría: “Teoría de la sinrazón.”
En esta línea, un libro que también hemos comentado se
llama “Fantasía y sinrazón”. Se refiere en él y en este poema
a todos esos procedimientos, no racionales, que te llevan al
descubrimiento de una verdad, que aparece, directamente,
por procedimientos neuronales no determinados, todavía,
científicamente. “No te entiendo pero te comprendo.”
Como si un nativo hablara con un extranjero, sin estar formado para descifrar lo que dice, pero comprendiendo qué le
pasa. Todo esto, expresado de forma poética:
“Pero si observas el campo/y lo ves como un misterio/de
infinita precisión/ comprenderás que en el alma/ no entender
es comprender.”
“Hay dentro del alma un hueco” desarrolla también algunas
de estas cuestiones y aborda otras nuevas, con el magnífico
135
ritmo de un cante por “soleá”, mientras “Ahora necesito a
Dios” es un extraño cuento de un enfermo terminal, al que las
teorías humanas no convencen del todo, por no decir, nada.
Está tremendamente necesitado, como tantas otras personas
a lo largo de la Historia:
“Necesito una verdad/ que sea totalmente cierta,/ que dé
sentido a mi vida/ ahora que estoy perdido/ en un agujero
negro/ y no sé cómo salir./ Ni Descartes ni evolución./ Ahora
necesito a Dios.”
Al hilo de ello, podríamos observar que se ha producido una
extraña inducción psicológica: a Darwin, se le ocurre en la
mitad del siglo XIX la idea de la evolución. La gente toma esta
teoría como la demostración definitiva de que ya está explicado
antropológicamente de donde venimos y qué hacemos aquí, y
se acabó. Pero no sabían entonces nada de las mutaciones genéticas espontáneas y de otras vicisitudes de la genética molecular. De nuevo una simplificación muy anglosajona. Y, como
en otros poemas del autor, un poquito de humor.
En “A veces se para el tiempo” aborda dos temas fundamentales:
el primero el de la sensación de tiempo detenido, de muerte
en vida, experiencia todos hemos sentido alguna vez. Puro funcionamiento de la corteza cerebral y de las zonas de la emoción. Una sensación relacionada también con los alucinógenos
y las drogas. Se observa también en algunos enfermos psiquiátricos, que piensan que están muerto en vida. El segundo tema
es el de la percepción personal e irrepetible de la vida, como
algo propio, en relación con tu genética, que es absolutamente
tuya, individual. Eres “tu propio intérprete”:“¿O será tan sólo
la muerte que está viniendo por mí?”
Percibimos sones y ecos flamencos que el autor brinda generosamente a los que los que vengan detrás para que tengan
136
conciencia y conozcan las experiencias extraordinarias que
hemos vivido. Y después del “Black-out”, del Apagón, la maravilla del mundo abriéndose, “con sus perros vagabundos,
sus parques encendidos/ su conciencia y su reloj.”
“Si el tiempo te viene en contra” desarrolla algunas de las
cuestiones que ya hemos enunciado: la vida como algo indescifrable, que constituye el fondo del poema. Y cuando la
vida concluye, dejas de vivir. Se exponen aquí de forma poética y sintética las últimas teorías aparecidas en oncología,
que llaman a la muerte “end—of—life” (fin de la vida).
Vallejo las suscribe en su totalidad porque es lo que yo
lleva diciendo muchos años: “Dejas de vivir”. Se acabó el
“acontecimiento”.
La poesía es de una alta complejidad, con un estilo a la
vez extraño y fascinante. Ignorancia impregnada de magnetismo, de misterio, de infinito espacio…:“no quieres ni pensar
porque el no saber te ayuda”.
“El privilegio es vivir” indaga en la capacidad de detectar
el misterioso lenguaje de la vida sin tener que entender necesariamente lo que ocurre. ¿Posición del budismo?¿Relación con el éxtasis? No se trata sólo de una poesía amorosa,
sino que está dirigida a otra presencia latente que puede ser
la misma realidad captada en su dimensión más transcendente, utilizando este término en su concepción más filosófica:
“Voy por comunicaciones blancas/que conectan estructuras/de cuántico significado/a las plantas y a los sueños.”
Tagore y la poesía hindú tienen una presencia muy acusada
en la poética de Vallejo. Esta influencia no es nada extraña,
sobre todo si tenemos en cuenta que ya desde la época del
sturm und drang, la literatura de occidente se acercó a la poesía hindú. En la temprana fecha de 1808, estando en París,
137
los hermanos Schlegel estudiaron sánscrito y se fascinaron
por esa literatura. En el contexto mexicano, Octavio Paz tradujo en 1995 distintos poemas cortos de esa tradición, que
aparecieron posteriormente en su ya clásico Versiones y diversiones (2000). Paz señala que los poemas cortos (kavya)
“en sánscrito clásico son, como los de los griegos y los romanos, epigramas”.
Una simbiosis perfecta de biología, filosofía y otras disciplinas nos la depara en “¿Era aquí donde venía?”: “Los billones de células que te componen hacen lo que tú digas.” Es
el problema del hombre perdido en el universo, de un náufrago que se tiene que inventar: “Entonces llegas a un punto
que proviene de otro punto/inscrito en la eternidad, que te
lleva al infinito.” Es el problema que plantea Pascal: la miseria del hombre sin Dios. Pero en tono humorístico también,
porque si Dios va en contra tuya…;el hombre según Pascal
es un ser doble: lleno a la vez de miseria y de grandeza; y ello
le salva. Mientras que sus herederos espirituales olvidarán
la grandeza de lo humano para centrarse en su miseria, Pascal, que inicia un existencialismo no pesimista, será siempre
un católico, y en consecuencia no puede creer en un Dios de
predestinación (protestante) o de destino (judío) aunque coincida con Kierkegaard, Kafka o Wittgenstein en conceptuar la
miseria humana como impotencia, es decir, como imposibilidad absoluta y total para lograr la plenitud a la que se aspira.
El poema subraya esto último.
En “Quisieras saber por qué” vemos claramente que somos
esencialmente biomoléculas creadas por nuestros padres.
Misterio vivo. Sorpresa viva. El hueco interno lo aceptas en
silencio. Es algo que te han legado y no puedes rechazar. Admites tu permanente sorpresa. La total totalidad llega a
siempre y hasta nunca. Y al final Pepa la “Antequerana”, que
138
tocaba la guitarra y fumaba sin parar y a la que conoció Vallejo siendo niño, con Juanito Mojama y los Pelaos bailando,
zanja el asunto: “Aprende a vivir tu vida, dijo Pepa “La Antequerana”.
“Poema del amor sangriento” es un verdadero tratado de filosofía existencialista a la vez que el escalofriante testimonio
de la experiencia hospitalaria: “A él le habían diagnosticado
un carcinoma de pulmón/ con multiorgánicas metástasis, dándole dos meses de vida.” El poema trata el mismo tema de un
monólogo teatral de Vallejo en el en que un hombre que cuida
a su mujer, con una enfermedad de Alzheimer, es diagnosticado de un carcinoma de pulmón y la mata y se mata. Se
trata de un caso real: “Él puso la pistola donde latía el corazón y luego apretó el gatillo. Quedaron juntos y casi abrazados. Como si el mar y la arena fueran a sellar un amor
complejo.”
“Girescencia e irrealidad” es el cuento de un preso, el Catedrático, que sale de la cárcel y se encuentra que el mundo
existe, que la libertad es posible y todo gira (de ahí el neologismo girescencia) en un movimiento imparable. No entiende
bien lo que le está pasando. Las preguntas van creciendo en
fuerza y en intensidad y el epifonema que cierra la composición tampoco intenta desvelar el misterio:
“¿Qué me está pasando, Dios mío?/ ¿Será que me estoy
muriendo /o habré empezado a vivir?/ El otoño se iniciaba en
él/ y lo arrastraba lentamente hacia delante,/ giratoriamente,
/como un satélite de carne humana,/sin saber por qué.”
Y una vez más la ciencia y la existencia convertida en poesía. Una alucinación es una percepción que no corresponde
a ningún estímulo físico externo. Sin embargo, la persona
siente esa percepción como real. Por ello la alucinación es
considerada como una pseudo—percepción dada la ausencia
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de un estímulo externo. En ese sentido es distinta de la ilusión, que es una percepción distorsionada de un estímulo externo efectivamente existente.
Las alucinaciones pueden ocurrir en cualquier modalidad
sensorial —visual, auditiva, olfativa, gustativa, táctil, proprioceptiva, equilibrioceptiva, nociceptiva, termoceptiva— o varias mezcladas. Las ilusiones ópticas engañan los sentidos.
Nuestras ideas y pensamientos son un reflejo de la realidad
del mundo. Toda la información que tenemos nos llega a partir de un estímulo externo, el cual percibimos gracias al sistema sensorial (vista, oído, tacto, olfato y gusto).
La información que filtramos con nuestros sentidos pasa
posteriormente a ser procesada y modificada por nuestro cerebro, para ser comprendida y almacenada mediante los símbolos y el lenguaje, en el caso de los seres humanos.
En este poema, como en otros muchos de este libro aparece
la palabra Dios con diferentes sentidos e interpretaciones:
“El tiempo se deslizaba por el suelo/ como un animal sin
pelo ni corazón/¿Qué me está pasando, Dios mío?”
“El burro del tiempo crucial” expone gráficamente cómo un
fenómeno natural es un cambio de la naturaleza que se produce por sí solo. Es importante saber que son daños de la naturaleza que suceden cuando se ha realizado una ocupación
no adecuada del territorio. Son los procesos permanentes de
movimientos y de transformaciones que sufre la naturaleza:
“Lo mismo no era lo mismo./Lo medíamos más tarde,
cuando todo había pasado/ y los rastros de la evidencia quedaban en datos y ordenadores/ de un fenómeno anterior, /simplemente como un rastro que hacía falta analizar.”
La realidad se impone en la naturaleza como una constante
crucial, igual que el burro. La vida sigue, como un fenómeno
imparable. De ahí el panteísmo móvil de Vallejo:
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“El burro de siempre que interrumpe todas las especulaciones/cuando cruza el campo de pronto, en su forma transparente./ Dejamos de calcular./Observamos sus pisadas en
el barro./Las mismas que el año pasado y antaño./Las mismas
que el año que viene./El burro del tiempo crucial.”
La poesía en Vallejo se erige con frecuencia en crónica
periodística o en testimonio de un acontecimiento de inconmensurables dimensiones
“Será que manda el azar” es el relato de un nativo, Li Pao,
que ve cómo en Fukushima, la tierra se abre de repente: “y
el valle entero cambia su naturaleza/ para volverse demonio,
dragón o vendaval.”
El 11 de marzo de 2011, a las 14:46 JST (tiempo estándar
de Japón (UTC+9)) se produjo un terremoto magnitud 9,0 en
la escala sismológica de magnitud de momento, en la costa
nordeste de Japón. Ese día los reactores 1, 2 y 3 estaban operando, mientras que las unidades 4, 5 y 6 estaban en corte por
una inspección periódica. Las consecuencias se exponen
combinado sabiamente la poesía y la tragedia: “Por eso, al
principio, cuando salió al jardín/ y vio desde su silla el valle
/no se percató de que entraba el mar, un terrible maremoto,/
un agua casi negra llena de barcos, coches y estacas.”
En el poema impone igualmente su extraña presencia el
azar, con sus implicaciones matemáticas, físicas, biológicas,
que han sido objeto de estudio desde Isaac Newton hasta
Hugh Everett, pasando por la mecánica cuántica, por la llamada interpretación de Copenhague, por la teoría de las variables ocultas, y que Alfonso Vallejo tiene la habilidad de
convertir en material poético.
“Vengo sin venir en mí”, con un guiño a la poesía mística,
desarrolla uno de los núcleos temáticos básicos del libro: el
del ser como desafío a cualquier interpretación. Desborda el
141
conocimiento. Desborda cualquier sistema. El ser es siempre
individual, transitorio, impredecible y circunstancial.
En el estudio del ser están involucrados desde los primeros
filósofos y autores trágicos griegos, pasando por las diversas
teorías gnoseológicas y ontológicas clásicas, hasta llegar a las
existencialistas de Sartre, las psicológicas de Skinner y las etológicas de Lorenz. En el poema se sintetizan con una excelente
sencillez: “Yo mismo me tengo miedo./Me guío por el instinto,
las hormonas y el sentido,/por el olfato y la lengua./ Soy siempre
lo que no soy,/voy y vengo al mismo tiempo./Lo irracional me
domina./ Sólo existo en mi no—yo./ Vivo en la imaginación.”
“He salido hacia mi No” insiste en la indagación del ser
pero sin ajustarse a una hermenéutica determinada. El ser
es interpretado obviando todos los moldes y teorías previas.
El autor se inclina por un registro humorístico, como si se
tratara de una fábula poética. En cualquier caso, Quevedo no
anda muy lejos de estos territorios: “Vivo en la calle Mentira,
en el Parque de la Incierta,/mirando hacia Defunción./ Me voy
a mudar a Recuerdo,/ Distrito de Fantasía, camino de la Intuición./ Estoy más solo que un perro,/ que una piedra o un
carbón./ Me nutro de ciertos delirios/ que se llaman letra y
luz./En el fondo ya no estoy./ He salido hacia mi No.”
“Piel vestida de palabra” reitera nuevamente estos importantes asuntos relacionados con el ser. Estamos ante un misterio sin resolver a pesar de que ya Parménides sentenciase
de forma tan contundente: “El Ser es, el no Ser no Es”.
En desentrañar este complejo asuntos están implicadas
la Teoría del Conocimiento o Gnoseología, la Teoría del Ser,
Metafísica, la Ética, la Estética, la Lógica, la Moral o la Teoría
de los Valores, alguna rama filosófica de la Psicología, la Antropología y parte de la Sociología, y la Teología, pero la pregunta siendo está:
142
“¿Estadístico milagro? /O un accidente con nombre /en
medio de la profusión/ de una abundancia de vida. /Venías
desde el principio,/desde la primera vida./ Nadie te estaba
esperando. /No eras ni nadie ni nada./Quizá ni siquiera proyecto./Te encontraste con tu ser/y le llamaste aventura,/fantasía e irrealidad,/ concepto vuelto palabra,/ letra, sonido y
papel.”
Sobre estas últimas ideas vuelve el poema “Pensamiento
abstracto y papel”, aunque en clave lúdica, como no resulta
inhabitual en la poesía de nuestro autor: el Mangui se mete a
filósofo. Don Profano piensa que “lo simbólico se escapa”/“A
seguir dando “mojás” (puñaladas)”.
Es la filosofía de los bajos fondos, la supervivencia, la
parodia, el Libro de buen amor, las comedias elegíacas De
vetula y Pamphilus, el relativismo, la gramática jocosa bajtiniana, lo cómico grotesco, los placeres del cuerpo: “Las judías
y el buen vino, el queso curado en aceite, /la paella de marisco,
el cordero con patatas, /el cocido madrileño y las gambas al
ajillo no precisan discusión. /No son dogmas a priori, entelequias, entidades, /premisas o categorías. /Se explican por el
olor. /Nunca huelen a papel. /Pero eso del Ser no lo entiendo.”
Hastío, tedio y hasta fastidio ante los diversos grados y
estadios de abstracción: “La episteme, l´ élan vital, la Einklammerung, /la Geworfenheit e incluso el iluminismo,/me
suenan a cuento chino./¿Qué quiere que le haga yo? /Me repugna la abstracción./Odio la verborrea convertida en logorrea,/ vuelta palabra en papel.”.
Palabras, palabras, palabras: “La palabra es una trampa.
¡Tienes toda la razón¡/Pero es lo que mueve el mundo y de lo
que vivo yo.”
“Realidad a otro nivel” se sustenta sobre otro de los núcleos básico del libro, núcleo que en el fondo todos están
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interrelacionados: la realidad y el ser fundidos, y a veces
confundidos, y ante ellos y frente a ellos y con ellos nuestro
cerebro intentando descifrar sus enigmas. Existen diferentes
capas de realidad, diferentes dimensiones según el nivel de
percepción. Lo real no se puede capturar. La razón nos limita. La fantasía nos desborda. La imaginación nos pierde.
El trigo nos embelesa. ¡Bravo, Vallejo! Solo un filósofo, un
médico y un artista como tú puede sintetizar poéticamente
estas “diversas realidades”. Si toda tu poesía es puro júbilo,
y también crecimiento y sufrimiento, esta es especial y gozosamente excelente:
“Existen múltiples conexiones ocultas/ entre la materia y
tu ser. /Te tienes que agarrar al suelo para no caer./ Cierto
tipo de extrañas corrientes silentes/ llevaban a huecos incomprensibles/ y a la falta de color.”.
Vallejo es plenamente consciente del riesgo científico,
cultural y social de lo que suponen sus consideraciones
sobre la realidad como lo eran los fundadores de la mecánica
cuántica, como Planck, Einstein, Pauli, Heisemberg, Dirac,
Born, Broglie, Schrödiger, etc.
Vallejo subraya poéticamente las palabras de Eddington,
según las cuales existen serias dudas de “que alguno de nosotros tenga la menor idea de lo que significa la realidad o la
existencia de algo que no sea nuestro propio ego”.
Una de las mejores representaciones de la realidad, al
menos de la realidad del animal humano es el lenguaje y
sobre ello versa el poema “Los lenguajes que yo entiendo”.
Nuestro autor distingue, con los diversos estudiosos de
estas cuestiones, los matices del lenguaje humano, del lenguaje animal y del formal, pero expresa claramente los lenguajes que entiende: “Existen lenguajes que entiendo./ Que
puedo leer sin que tengan letras,/ sin signos y sin papel./ El
144
lenguaje del silencio/ por poner sólo un ejemplo/o incluso el
campo en octubre cuando llega el día once/ y empieza a caer
la luz.”
Conoce perfectamente las diversas dimensiones del lenguaje, pero no deja de reconocer que “El mundo se explica
mal.”.
Los propios lingüistas y los que se consideran investigadores han pervertido con frecuencia el color, el sabor, el olor
y la densidad semántica de las palabras: “Existe una verborrea de contenido incierto/ que se llama logorrea, lenguorrea,
dentorrea/ cháchara internacional, /una emisión de sonidos
que representan al viento, /en su más hermético sino, saliendo por la nariz.”. Y frente a los cuentos chinos, las letanías, las proclamas, la labiorrea y la cascorrea, el lenguaje
preciso, exacto, ágil y dinámico como el viento de la copla
flamenca: “Dices que duermes sola,/ mientes como hay Dios,/
porque de noche con el pensamiento/ dormimos los dos.” Eso
sí. Así es como hay que hablar.
La fuerza del lenguaje, como las diversas fuerzas de la vida,
no pueden sustraerse de las leyes del azar, como se expone
limpia y nítidamente en “Lo primero fue el azar”, en el que de
nuevo encontramos reflexiones sobre nosotros mismos, sobre
el universo, junto a postulados de la filosofía y de la astrofísica, sobre la energía y la materia. Hasta la fecha no se han
descubierto partículas materiales más elementales que los
quarks pero se piensa que las hay. La mecánica cuántica nos
dice que todas las partículas son en realidad ondas (se comportan como partículas o como ondas según los casos) y que
cuanto mayor es la energía de una partícula, tanto menor es
la longitud de onda de su partícula correspondiente.
Usando la dualidad onda-partícula, todo el Universo, incluyendo la luz y la gravedad, puede ser descrito en términos
145
de partículas. De esta forma hay partículas portadoras de
materia y partículas portadoras de fuerzas. El poema lo sintetiza con gran maestría y tino: “Lo primero fue el azar./ Lo
oscuro vuelto razón./ La nada vuelta energía./Después vino
la materia./Y luego la densa luz volviéndose conciencia en
ti,/ Instante profundo e intuición.”
Estamos ante una especie de auto sacramental en poesía
donde la energía se vuelve materia y luego ser, conciencia perdida que necesita seguir. Y de nuevo el arte como salvación.
Expresarse es vivir: “Por eso me levanté, y apreté la pluma
con sangre/hasta romper el papel.” Y luego la expansión. “El
otro” “La comunicación” Trascendencia y amor:
“Sólo hace falta seguir.”
Si palabras, como las de la canción expuesta, se elevan
como el viento y traspasan el espacio y el tiempo. El poema
“Algún día volarán” constituye un auténtico diagnóstico
sobre la capacidad de vuelo de las palabras y un testimonio
estremecedor y sincero de lo que ha sido el quehacer del
autor:
“Éstas son mis credenciales./Una mano y una pluma./ Mis
tendones y mis uñas/ agarrados a un papel./ Aquí está mi corazón./ No he dejado que lo coman/ ni las fieras ni el desprecio./ Aquí va lo que me falta./El no-Vallejo está aquí./ Mis
sueños y mis deseos./ No se quedarán ahí/tantos gritos solitarios, /amarrados al silencio,/por la bestia hispana impune/
que circula enmascarada./Algún día volarán. Lo sé.”
Por su parte, “Sólo pompa de jabón” es la sincera manifestación de un hombre moderno, con su ideario “made in
ordenador”, que no consigue vivir entre la gente normal. La
Emperatriz lo diagnostica y al ponerse encima lo revienta:
“La vida se aprende viviendo./ Amando y jodiendo al sol./
Quien se nutre de teorías,/ sólo es pompa de jabón”.
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“Auguste Comte-Clotilde de Vaux” nos relata un hecho real
con datos históricos sobre el padre del positivismo y el “inventor” de la Sociología. La filosofía de Comte entronca con
la revuelta moderna contra los antiguos que inició Francis
Bacon, y su teoría de “los tres estados” (el teológico, el metafísico y el positivo) está en la base de la tesis de los tres
estadios propugnados por el fundador de la medicina experimental, Claude Bernard, que imprimió un giro semejante aunque en otro campo con su “Introducción al estudio de la
medicina experimental” (1865). En sus últimos años, Comte
transformó su filosofía positiva en un sistema religioso, organizado en gran parte siguiendo la estructura de la Iglesia
católica, pero en la que el papa de esta iglesia sería el propio
Comte, y entre los santos figurarían Newton, Galileo, Gutenberg, Shakespeare, Dante, Julio César y Clotilde de Vaux. La
conclusión del poeta parece una inscripción esculpida con
un punzón romano: “Resulta casi incoherente/que se transforme una mente/en algo tan sorprendente”.
“La verdad parcial no es nada” constituye una declaración de sentido común tipo Sancho Panza sobre la “verdad”
que nos están vendiendo: “Ni “fond” ni “tréfond” ni “sin
fond”/Aquí los campos te dicen todo lo que necesitan./ Las
bestias también te hablan. Por el trote te lo cantan./ Las gallinas y las flores conocen su obligación.”/“La verdad parcial
no es nada”./ “¡De los Santos de Maimona/ y me vas a hacer
“francés”!/ Paulette, cariño, tú no me conoces bien./Si a mí
me tienen que matar./¡Háblame con claridad!/¿Qué es lo que
quieres de mí?”.
En un registro distinto, “Hoy corre la sangre en Libia” expone de forma breve y sentenciosa lo indescifrable, insondable e inescrutable de la vida: “La muerte—vida prosigue.
Nadie comprende por qué (…) La vida es indescifrable/ Sólo
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se puede vivir.”. Y “Suena por dentro un silencio” es una incursión en el silencio interior tan bellamente poetizado por
Valente y tan sagazmente analizado por Antonio Domínguez
Rey. En el poema de Vallejo, se profundiza muy bella y sutilmente en estas consideraciones:
“Casi no consiste en nada/ pero va contigo y lo notas/
cuando falta el campo y los ríos,/ las montañas y las playas.”
/“Entonces, cuando estás colgado de un gancho por el cuello/a mil kilómetros del suelo, /cuando han desaparecido los
trenes y las estaciones, cuando nadie te espera ya/ y puedes
hasta caer,/ entonces suena el silencio, /suena sin sonar sonando/ callando de puro terror.”
“Lo que sobra no hace falta” es una réplica y a la vez un
complemento de lo que expresa Vallejo en otro libro: “Te
falta que no te sobra”. La filosofía vallejiana no puede quedar
expresada de forma más condensada y precisa: “Lo bello es
lo natural.”/“Viva el sentido común.”
“Empieza y vuelve a empezar” puede considerarse una
precisa definición: “Empieza y vuelve a empezar./Ni principio
ni final./El mundo sigue y prosigue./Siempre acaba de empezar./La vida renaciendo siempre/sin principio ni final”, y “El
Universo sin nombre” indaga de nuevo en las diversas capas
y niveles del universo, hasta aquellos que no son empíricamente perceptible y en los límites de nuestro conocimiento
y nuestro raciocinio: “Me refiero a lo que no se sabe,/ a todo
lo que se ignora, a la sensación sin nombre/ que no se deja
atrapar./ Al espacio sin distancia, al mundo subatómico,/y a
la emoción sin palabra.”
Estamos ente la interpretación del Universo invisible, indetectable, desconocido, pero también del inmediato, que
encierra misterios tan grandes en todo, que no se pueden entender; tan sólo sentir. La vida sigue bullendo en nosotros,
148
permitiéndonos una mínima capacidad de intervención en
ese proceso vital: “Diez mil billones de células juntas,/ funcionando para mí, /de forma totalmente libre, desde hace 68
años,/ sin yo siquiera intervenir…”. Y la pregunta inquietante:
“¿Qué sabio de blanco pelo,/ con un buen acento inglés/ y
sin signos de demencia,/ tiene la explicación?”.
Alfonso Vallejo, conocedor y degustador del flamenco como
pocos, nos ofrece en “El trozo que a mí me falta” un cante
por cantiñas pero con una intensidad de siguiriyas:
“A la noche de San Juan/ se le ha perdido una estrella/ yo
la tengo que encontrar/ pa coronarte con ella.”
“La diferencia esencial” es la constatación de que la diferencia entre verdad y mentira se encuentra dentro de ti, de
la experiencia de la vida como algo propio que tú debes construir.
El autor conoce, sin embargo, lo que Friedrich Nietzsche y
otros pensadores han expuesto sobre la verdad: “¿Qué es,
pues, verdad? Respuesta: una multitud movible de metáforas,
metonimias y antropomorfismos, en una palabra, una suma
de relaciones humanas poética y retóricamente potenciadas,
transferidas y adornadas que tras prolongado uso se le antojan fijas, canónicas y obligatorias a un pueblo. Las verdades
son ilusiones que se han olvidado que lo son, metáforas gastadas cuya virtud sensible se ha deteriorado, monedas que
de tan manoseadas han perdido su efigie y ya no sirven como
monedas, sino como metal”.
En definitiva, este hombre era un romántico “desangelado”,
que no razona, no argumenta, no aclara, no abre caminos, y
sin embargo los cierra… Vallejo suscribe por entero las palabras que si no escribió Erasmo podía haberlas escrito:
“Si la filosofía no sirve para curar las heridas del alma
¿para qué sirve?”.
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El poeta lo tiene muy claro: “La diferencia esencial/ entre
verdad y mentira, por poner sólo un ejemplo,/ entre lo claro y
lo oscuro, o lo simple o lo complejo,/ no se puede precisar./
Se encuentra dentro de ti”.
Algo parecido escribió Agustín de Hipona, después de
haber vivido y reflexionado mucho, como nuestro autor.
“Sucede que no sucede” es un poema sobre las limitaciones personales, sobre el deseo y la dura realidad, que ya expresó Cernuda. También sobre el destino y la mala suerte.
Es casi imposible predecir. La vida manda. Existe una inconmensurable distancia entre la intención y el logro. Y gira
sin parar la rueda de la Fortuna:
“Una oliva se atraganta./ Se hunde en la plena tráquea./
Sucede que no sucede. /Y no vuelve a suceder.” “El destino
en contra tuya”, como en algunas letras flamencas. Los hechos pueden ser aleatorios.
La armonía natural puede volverse tragedia., Como hemos
dicho: “La rueda de la Fortuna”:“Y al que lo coge lo aplasta.”
“Llueve sin llover siquiera” explora e investiga la inmensa
capacidad del cerebro humano para inventar el mundo: “Y
por una extraña rendija que aparece en tu interior,/ pequeña
como la nada/ y gigantesca como un sueño,/podías salir de
ti/ y volar donde quisieras.”
“Plutónica intuición” nos recuerda al título de libro de Vallejo, “Plutónico ser”, del que escribimos, entre otras cosas,
en su introducción: “Escribir, crear, construir, interpretar, deconstruir son algunos de los imperativos que en Plutónico ser
parecen autoimpuestos para demostrar que el sinsentido
puede ser alcanzado y neutralizado por el sentido (…). Este
nuevo y deslumbrante libro es un eslabón más en el intento
de interpretar la realidad en sus dimensiones gnoseológica
y óntica. A esta tarea —ya presente en poemarios anteriores
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como Fuego lunario, Matérica luz, Claridad en acción, Eternamente a cada instante, Blanca oscuridad y en su fecunda
trayectoria dramática— se añade ahora la de expresar, interpretar, construir y deconstruir el fenómeno amoroso. Si todos
los libros poéticos anteriores constituyen una indagación en
el ser —en la mejor tradición de los filósofos presocráticos y
de las portentosas aportaciones de las poéticas modernas
de Pessoa y Jorge Guillén—, Plutónico ser —sin abandonar
ese imperativo, testimoniado incluso en su propio título— es
un afortunado asalto a la experiencia del amor, que arranca,
por lo menos, de Lucrecio”.
Pues bien en este poema se condensa parte de lo expuesto
en ese libro, abordando todos los sistemas no racionales que
se acercan a la esencia de la vida, al conocimiento total. O a
la sensación personal de verdad. Vallejo utiliza el término
“plutónico” en el sentido que le asignan los diccionarios como
“rocas que se forman por la solidificación del magna en el interior de la corteza terrestre”, como el granito, pero también
en el sentido mitológico romano de Plutón, dios del inframundo, o del griego Hades. A veces, como sabe muy bien el
autor, Plutón se confunde con Polutos, el dios griego de las
riquezas, pero en el poema se subraya el sentido de dios del
inframundo: “Cuando acaba la razón/ y comienza el resto,/ el
principio de lo etéreo,/ la inmensa velocidad sin frontera/ de
las regiones subterráneas…/Cuando comienza lo incierto,/ la
dimensión del silencio más puro,/después de la ecuación sin
respuesta,/ de la incógnita total…”.
Parecen claras las referencias a todos los sistemas no racionales que se acercan a la esencia de la vida, al conocimiento total, o a la sensación personal de verdad.
“El tiempo nunca se para” nos sitúa en la incertidumbre
permanente en la percepción de la realidad, en la que se
151
combinan los momentos de lucidez y de oscuridad, y dominan extrañas fuerzas difíciles de explicar:
“A veces cuando lo pienso, sentado en una piedra al sol,/
me creo que estoy mintiendo, que deliro sin saberlo/ y que
soy víctima de un plutónico conjuro/ de extrañas fuerzas
ocultas sin posible explicación”.
Como en otros casos, la filosofía es otro de los ejes del
poeta, representada en este caso por uno de los pensadores
que mejor ha entendido el comportamiento y la percepción,
casi más en la línea de la neurología que en el campo de la
especulación filosófica.
Se trata de Maurice Merleau-Ponty, fenomenólogo francés,
fuertemente influido por Edmund Husserl pero también en
una línea de convergencia con Sartre, aunque muestra también sus divergencias con el autor de “L’être et le néant”. Tomando como punto de partida el estudio de la percepción,
Merleau-Ponty llega a reconocer que el cuerpo propio es algo
más que una cosa, es también una condición permanente de
la existencia. A lo largo de sus obras Merleau—Ponty instaura un análisis que reconoce tanto la corporalidad de la
consciencia como una intencionalidad corporal, contrastando así con la ontología dualista cuerpo/alma, que arranca
desde Platón, es consagrada por la filosofía escolástica, subrayada incluso por médicos como Andrés Vesalio en el siglo
XVI en su “De humani corporis fabrica libri septem” y por de
Descartes con su teoría de la “res cogitans” y la “res extensa”.
La filosofía actual avanza incluso un paso más que Merleau- Ponty y afirma que no es que tengamos un cuerpo sino
que somos un cuerpo.
“Me ocupo de lo que falta” es un poema definitorio de la
actitud de Vallejo no sólo ante la razón o el conocimiento,
sino también ante los grandes temas de este libro como el
152
ser, la realidad y la vida. Tomamos de la realidad sólo fragmentos.
Siempre existe mucho más, que se nos escapa. Nuestra
experiencia de vida sólo es parcial, pero en esto radica la
grandeza de nuestra experiencia: en que nadie podrá experimentar ni conocer nunca la especificidad de nuestras sensaciones. Somos auténticamente únicos: “La vida escapa por
cualquier hueco. /Nada nunca basta. Nada se deja atrapar./
Siempre existe mucho más. Infinitamente mucho más”.
“Yo le rezo al Universo” es la confesión de un hombre, que
puede ser la del autor, analizando su vida globalmente: su
historia y la historia, su biografía. Conclusiones:
“Yo sólo le rezo a Dios. Yo le rezo al universo”:
“Uno de la División Azul, que al no poder seguir a los presos,/ por estar herido y enfermo, recibía un culatazo en la
cara,/ y era abandonado al hielo (…)
“Como Mallarmé he leído todos los libros,/ participé en los
sueños de todos los soñadores/ que me encontré en el camino, /me salí del mundo para vivirlo de veras,/ y aprendí en
la realidad el sentido de la Tierra,/ de sus dioses subterráneos, de sus luces y quimeras.”
La composición es bastante definitoria y esclarecedora de
la situación actual del escritor: “Por eso, ahora que tengo un
instante de lucidez transitoria, /antes de coger el metro,
/quiero decirte lector, si tienes a bien creerme,/ que llamo Dios
a todo esto,/ a esta continua explosión de vida reconcentrada,/ de proyectos y conciencia, de montañas que dan a valles, /a carreteras inmensas que trasladan a las flores/ desde
Holanda hasta Sarema, una ciudad que no existe/ donde te
dan de comer por nada, con macetas en las mesas, /con inmensas sábanas abiertas para el placer y el amor./ Yo sólo
le rezo a Dios./Yo le rezo al Universo.”
153
“El fuego y el infinito”, como todos los poemas del libro,
es una composición llena de verdad y autenticidad. Nos presenta una metáfora sobre el “end-of-life” mediante el fuego,
mediante la incineración, y el fantástico vuelo del humo, casi
surrealista: “Como le ocurrió a mi padre /o a mi hermano Antonio en Madrid,/los dos subidos al viento, /buscando la eternidad.” “Salieron de una chimenea./ Yo estaba allí y pude verlo./
Doy constancia de aquel hecho./ Unos minutos de tiempo
transformados en columna,/ en conciencia y en recuerdo.”
Y entonces comienza el eterno viaje del humo unido al
viento: “Adiós amigos, adiós humanos gigantes/ que estuvisteis por aquí,/ inventando vuestra vida/ construyendo realidad./Hasta luego, hasta pronto, viajeros del aire,/matemáticos
inciertos calculando el infinito,/ buscando la eternidad”.
“Vivo el mundo desde el suelo” es una definición del concepto de la tan famosa “Weltanschauung”de la visión del
mundo, cosmovisión, concepción del mundo, de la “Weltanschauung”, en alemán, idioma en el que cobra toda su plenitud
de sentido el término. Pero junto a los maestros alemanes,
Vallejo sigue las enseñanzas de Sancho y con frecuencia las
de Don Quijote, que no era “loco sino atrevido”.
La posición del autor es clara: “Ortega dice que hay que
salirse del mundo/ para vivirlo./ Yo lo vivo desde dentro,/segundo a segundo,/ piedra a piedra desde el suelo,/ como un
enigma sin respuesta,/ que le plantean a un perro/ que sólo
sabe soñar.” Vallejo condena una vez la verborrea y los pensadores huecos, por utilizar la expresión de don Antonio Machado y deja muy clara su postura:
“Sólo es cierto lo real./ Don Quijote y Sancho Panza./ Todo
lo demás es cuento.”
“Sin principio ni final” es una fábula sobre lo que puede
hacer la sociedad de ti. Vienes de un azar incomprensible.
154
No sabes lo que te espera ni dónde vas. Pero como te
dejes, las consecuencias pueden ser nefastas: “Te apuntan
a una bandera,/ a una lengua y a un sistema/ con un número
global/ que representa tu vida.” A eso quedas reducido.
“No sabes a qué atenerte” representa el estado de estupor
en que se encuentra el hombre, una fantástica construcción
biológica. Pero después te cuentan que esto no es la realidad.
Lo cierto es que no se entiende. Nadie puede entenderlo:
“Pero después te cuentan que la Tierra te sujeta,/ que
estás girando con ella,/ hacia una materia oscura, camino del
infinito. /Y que el sol se morirá/ volviendo la luz a ser sombra,/
simple viento radiactivo /del duro color de nada.”.
“Esto no es la realidad.” El poema desvela, en definitiva,
las grandezas y las miserias de la condición humana.
“Estadístico milagro” constituye la confesión de un hombre que busca un sentido a su vida en la Biblioteca Nacional
el 26 de noviembre de 2036 con firma de “Sombra del Poeta
Ausente”. Este magnífico poema en prosa es también muy
denotativo de la propia biografía del escritor:
“Soy algo sin definición, cambiante, paradójico, inestable,
algo extraño y peligroso, que apareció en Santander. Lo
cierto es que me doy miedo. Mi presencia me es extraña.
Casi todo me da risa. Y cuando estudio historia me entran
ganas de llorar por lo bestias que hemos sido (…) Yo soy un
interrogante, un misterio y un colgante, un extraño en este
mundo, un licenciado vidriera sin dinero en la cartera.
¿Vengo yo del mono acaso? ¿No vendré de una culebra del
Pleistoceno más rancio? Vamos a ver… ¿por qué me gusta el
aceite, el tomate y los garbanzos, la morcilla y el chorizo, el
cante flamenco y lo raro. Eso es. ¿Por qué me tira lo extraño?
Que me lo diga alguien, leche. Porque yo estoy hecho un lío.
No entiendo cómo en el universo hay un sitio para mí. Soy
155
una equivocación, una sorpresa proteica, un error de concepción, un estadístico milagro sin posible explicación.”
“Si lo piensas bien, no importa” resume en cuatro de sus
versos gran parte del contenido del libro: la conciencia y el
mundo no pueden comprenderse. La infinita complejidad del
universo y del ser no tiene ninguna explicación. Es indescifrable:
“Puedes inventarte el mundo/ y llegar a ser feliz. /Si lo piensas bien, no importa. /Sólo se vive una vez”.
“El fondo lo pones tú” es una defensa de la autonomía absoluta del individuo: “Mi mundo empieza conmigo./ En mi vida
mando yo.” El concepto de autonomía, además del sentido
político, que aquí se obvia, entraña importantes componentes filosóficos y psicológicos estudiados, entre otros, por
Jean Piaget y por su discípulo Lawrence Kohlberg.
La composición se hace eco de ellos.
En “¿Dónde se ha metido Dios?” el invierno del acero, la
pantalla universal y la tecla segadora han caído sobre el
mundo: “¿Dónde está la inspiración?”/“¿Quién es el Gran Decidor?/ El que convence y explica/ y dice lo que es verdad./
¿Quién tiene la llave del mar,/de la luna y las estrellas?/
¿Dónde se ha metido Dios?”.
El silencio de Dios ha sido abordado por filósofos y teólogos, algunos de ellos sinceros creyentes. El docto catedrático y buen amigo Manuel Fraijó en es uno de los que mejor
aborda estas cuestiones en el mundo hispano.
La introducción de neologismos es una práctica habitual
en la poesía de Vallejo como sucede en “Transcendencia y
mentación”, donde incorpora el término “mentación”, que no
existe en español, pero sí en inglés y que puede traducirse
por “proceso mental” o “mente en acción”, que es en el sentido en el que lo emplea nuestro autor. Es el monólogo de un
156
pastor de cabras, llamado Antón, que expone una explicación
muy peculiar de su “capacidad de transcendencia/ de esencia y de mentación”: “Esto me lo cuentan mal./ Soy pastor,
no gilipollas./A mí lo que me falta es Dios./ “Porque si me entran ganas, en este mismo momento,/me voy a las “atmósferas/ voy volando hasta Neptuno,/y llego hasta el infinito en
menos que canta un gallo. /Porque tengo “mentatión”/ “Para
“mentación” mis huevos, /mi sombrero y mi bastón. /Yo le hablo
a Dios cuando quiero/ y él a mí me responde siempre.”/“Les tienen muy confundidos/esos magos del “espanto”/de la tecla y
la pantalla, de la crisis y el misil.”
Esta escena se continúa en “Disueltos en la eternidad”:
Llega una pareja a visitar a Antón el cabrero, “que quería
ver a Dios”.¿Qué es eso de transcendencia? ¿Para qué la
Mentación?:
“Estaban perdidos y tristes, /sin vereda y sin camino,/ intentando subsistir/disueltos en la eternidad.”/“Odiaban el
pensamiento,/ la fe y la filosofía,/el arte concreto y abstracto/
y el queso de cabra también.”. Estamos ante el pragmatismo
absoluto de una parte de la sociedad moderna:
“Aquí lo que cuenta es la tripa,/la “leña” y un buen colchón.”
“Realidad, cerebro y ser”, invirtiendo el orden de los términos del título del libro, constituye una síntesis muy acertada de los conceptos fundamentales del mismo:
“Mi ser me brotó de dentro, sin darme opción. /Era yo
mismo surgiendo desde un punto que era yo./ Poco pude contra mí. Mi ser fue más fuerte que yo./ Ahora me encuentro
aquí como algo que yo no entiendo./ Sé que hay una fuerza
tremenda que lo mueve todo/ y que debo ser algo porque me
mueve a mí./ Poco más. Todo es misterio. Enigma sin explicación./El único prodigio es el ser. Y en este momento, al dejar
estos signos con mis uñas/ sobre el 4 de diciembre,/soy.”
157
Sobre los mismos ejes semánticos gira el poema “Mundo,
cerebro y ficción”. Se representa, así, la naturaleza del hombre, que aparece en el mundo sin saber por qué, con una indefensión tremenda ante todo tipo de peligros, puede aprender
a aprender, y a detectar que su visión del mundo ni le ha pertenecido a nadie ni volverá a repetirse. Esa es su grandeza,
su autonomía y su particularidad: “Nadie sabe por qué nace./
Nadie sabe qué hace aquí.” /“Existe un estado de indefensión
total/ de tu ser frente al océano, frente al tiempo y sus planetas,/ la dura tierra del desierto/ y el frío tremendo que congela el corazón.”
En “Sin principio ni final” se expone el concepto de trascendencia desde uno de sus planteamientos más científicos:
el neurológico: Existe en el cerebro humano un concepto de
absoluto, de exquisita transcendencia que empuja el horizonte siempre más allá y le incita a desear más y más, sin
saber muy bien por qué. En filosofía la cuestión ya fue planteada por los platónicos como nos ha testimoniado Agustín
de Hipona y por el idealismo trascendental con el postulado
epistemológico y metafísico defendido por Kant. Pero el
poema de Vallejo lo que hace es desarrollar ese concepto
desde la perspectiva del cerebro: “Pero el ser, el fondo del
hueco del ser,/ el punto más distante del cerebro,/esas neuronas iluminadas que esperan tan lejos,/ perdidas entre extraños circuitos sin nombre/ a que te vuelvas humano de
verdad,/ sufren, gozan, aman con pasión y esperan,/ fuertemente, brutalmente, irracionalmente quizás/ que el espacio
no acabe nunca,/ que no cese el tiempo/ y el movimiento de
las olas no se detenga nunca/ mientras cualquier límite, por
impensable que parezca,/se pueda cruzar”.
En una línea semejante expande sus componentes semánticos “El cerebro es relación”, que es, en síntesis, una definición
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neurofisiológica del Sistema Nervioso Central. Parece increíble pero es así: somos fundamentalmente un cerebro que el
resto de la economía mantiene y protege: “Tu propio reconocimiento/ como un ser que piensa y llora,/ las sensaciones
que tienes,/ tus dimensiones internas,/ tus metafísicos lagos/
e incluso tu vida interna/ son sólo cerebro y sistema./ Todo
es lo que parece./ El mundo casi no existe./ Existe su interpretación,/ una extraordinaria ficción/ que surge a nivel cerebral/ y convierte la vida en historia/ que tú te debes contar./
El cerebro es relación./ Junta la muerte a la vida, la memoria
que no fuimos/ a un instante de belleza, /une los mensajes
previos a los que están por venir,/ los impulsos de los dedos
a las manos y los pies./ La selva no es verde ni blanca,/ ni el
espacio transparente./Las montañas y los valles, los leones
y las fieras,/los abismos y las sierras, los golpes del mar furioso,/son sólo pura apariencia”.
Este mundo de ficciones y de construcciones se desarrolla en “Me sustento de ficciones”. El contacto con el mundo
se basa en la irrealidad. Pero el mundo de las construcciones
cerebrales sabe también de esas realidades que cantaba Manuel Soto, “Sordera de Jerez”: “Que amargas son mis comías/
limones por la mañana/limones al mediodía”.
Ello no implica que la vida sea pura ficción: “La calle del
León esquina a Cervantes, /es sólo instante, intuición de
esencias, /potenciales sensoriales y patrones neuronales/
que yo intento organizar como puedo/el once de diciembre
del once, en Madrid, domingo a las tres./ Voy inmerso en mi
zona de captación personal”/e interpreto las señales como
puedo,/ en múltiples registros conjuntos, de extrema complejidad”.
“La unidad de lo disperso” también incide en algunos de
los temas anteriores. Se trata de una descripción poética del
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“intramundo” de la que hay abundantes testimonios en el universo poético de Vallejo. Todo es hermenéutica personal, instante, invención propia, autosignificación:
“Existe un tiempo personal que se lleva dentro,/ que nace
contigo/ y nadie te puede quitar./ Para ti las cosas suceden
de una forma,/ con un ritmo y una velocidad, /un compás y
una cadencia/ que sólo comprendes tú.”/ “Todo está junto y
disperso,/ simultáneo y hasta opuesto,/ inesperado, antagónico y casi irreal.” En el poema hay múltiples alusiones neurológicas en las que están implicadas, las capacidades
cognitivas, la percepción sonora del habla, la regeneración
celular y otras diversas cuestiones de anatomía comparada.
En “Desrealización y horror” describe un caso de síndrome
de “Alicia en el país de las maravillas”, la micropsia, un trastorno neurológico que afecta a la percepción visual.
Los sujetos perciben los objetos mucho más pequeños de
lo que son en realidad, que al mismo tiempo aparecen lejanos.
Por ejemplo, un animal doméstico, como un perro, puede
parecer del tamaño de un ratón, o un coche como un coche
de juguete. Esto condujo a la denominación del síndrome,
como “visión o alucinación Lilliputense” : “¿Será cierto lo
real o sólo verdad lo que percibimos?” / “Tiene usted un Síndrome de Alicia en el País de las maravillas. /Descrito por Lippman en el 52 que Todd, en el 55,/ dio el nombre de la novela
de Lewis Carrol en 1865./ No tema, señora. No es nada grave.
Un trastorno pasajero./ El cerebro de pronto no funciona bien/
e interpreta como quiere las señales que le llegan./ Todo es
pura irrealidad, señora./ Lo que llamamos natural, es sólo un
modo peculiar, /propio del homo sapiens digital, /postmoderno
y occidental de concebir el universo.”
En “Tiempo interno y duración” se ejemplifica el problema
del tiempo como enigma absoluto no explicado por la duración:
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“Quise entender y sentir/ para comprender mi vida./ Fui a los
tiempos inaudibles, al ilusorio y fugaz,/ al poemático y extremo./ Fue siempre lo mismo en distinto./ El mismo silencio
imposible,/ las agujas detenidas,/ las palabras sin respuestas,/labios sin definición.”
Parece un cuento surrealista. El hombre perdido en un
mundo que sólo controla inventando una explicación personal, a veces en relación con la emoción.
“Soy un “muchos” sin respuesta” es una especie de epopeya mitológica del Ser buscando unidad entre el asalto de
múltiples seres que son él, y quieren mandar. Ya hemos comentado en otras ocasiones, según el parecer de algunos
de los mejores poetas, que el “yo” es un escenario por el
que transitan y representan diversos “yoes”. Está también
el lado desgarrado del hombre bajo la tracción de una víscera que no establece límites en su funcionamiento. Encontramos igualmente resonancias del mito de Sísifo, pero
Vallejo se refiere al Amazonas, a la superabundancia de diferentes perspectivas simultáneas que cohabitan en uno al
mismo tiempo. Lo que en otra ocasión denominó tan bella y
certeramente:
“Desgarro, esencia y pasión”.
“El límite y la ideación” presenta una escena dantesca en
una sala de autopsias de Medicina Legal, donde un profesor,
Currito el Lepra, corta un cerebro en rodajas ante el estupor
de los estudiantes:
“Resultó que, de pronto, un tejido imaginaba,/ que un ejército de cien mil millones de neuronas,/ conectadas al instante por axones y dendritas/ con el más lejano infinito,/
inventaba una frontera ulterior, en otra dimensión,/ una entidad casi imposible llamada Dios.”Un vallejarre con implicaciones humanas.
161
“La vida es interpretación” es la historia absolutamente
alucinante de un mendigo que no tuvo suerte en el toro y se
dedicó a la predicción: “Tenebrito de Barbate tenía una visión
anormal,/ telescópica y oblicua, palinóspica y angular./ Veía
las cosas por dentro, lo invisible y lo venidero,/ los mundos
en formación y también los asteroides,/ especialista en lo inmenso, lo imposible y en la luz./ Por eso vivía solo, como un
mendigo en un portal,/ casi en la oscuridad.” / “Estamos aquí
de milagro./ “Nuestro Sol nació hace 4.600 millones de años/
y procesa 600 millones de toneladas métricas /de hidrógeno
por segundo.”
“Aprendimos a aprender” es una especie de fantasmagoría, alegoría o parábola, que nos presenta los primeros encuentros de la materia viva animal. Aparece la libertad y el
miedo: “No es difícil imaginar el terror inicial de encontrarse
solo/ frente a un universo sin alma, inmoral e indiferente/ a
cualquier forma de rebeldía y libertad./ Estaba solo en el
mundo, frente a todo y sin armas./ Sin savia para alimentarse, sin las neuronas del hambre, / de la sed y la esperanza.
/Pero desde ese primer instante, el tiempo de pronto cambió./
Aprendimos a aprender./ Pudimos cambiar el destino, diseñar
nuestro futuro/ y empezar a mejorar”.
Es un maravilloso cuento fantástico con un fondo y un
trasfondo antropológico.
En “Memoria y anticipación” la naturaleza humana aparece analizada a través de una lente, como hizo Galileo con
el Universo o Cajal con el sistema nervioso. Son procesos de
una complejidad extraordinaria. Nadie pensaba que esto podría ser así: “Los santos, los listos, los genios y los reventas,
/los canallas, los flamencos, los truhanes y los “longuis”,/
todos eran lo mismo en distinto./ Todos nacieron de hombre
y mujer./ Y tenían unos genes, heredado de sus padres,/ que
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eran lo que tenían que ser,/según el lenguaje biológico, nucleótido y natural” (…) Las mismas causas producen los mismos efectos./ Todo siempre se repite. Vete siempre por
delante”.
“Un día el sol morirá” nos informa de la infinita complejidad de la evolución del Universo. Un día el sol morirá: “Y todo
se irá a la mierda.” /¿Dónde he puesto mis neuronas?
¿Dónde estará mi corteza?¿No funcionan mis axones?
¿Qué les pasa a mis dendritas?, mientras “Aquí manda el corazón” es una visión premeditadamente a ras de tierra sobre
el significado de la vida: “Se creen vivos y están muertos./
No saben gozar y reír./ La vida es sólo fantasía./ Aquí manda
el corazón”.
En “Imposible e irracional” un individuo normal, un ser normal, pero lleno de dudas e irracionalidad pregunta a un científico que subvenciona la investigación de la industria científica,
más hambrienta incluso de dinero que la industria militar.
Con otras palabras, el autor se refiere a la subvención de la
investigación por entidades que buscan una inversión, no
sólo el placer de conocer, y aducen explicaciones técnicas
que nadie entiende. Pero los seres aparentemente normales
son sumamente complejos y las preguntas y las respuestas
encierran igualmente gran complejidad:
“¿Adónde llega el furor, la anestesia y la locura?/ ¿Adónde
la señal total y el signo de sus pasos en las dunas?/ Me estoy
refiriendo al sueño, al aire negro y azul/ traspasado por las
masas voladoras de significado incierto/ y grandes huecos
en el cielo, sin explicación./ ¿Que no lo entiendes? Esto es lo
me pasa a mí.”
“Mozart-Réquiem-mentación” es la historia final del gran
maestro Mozart, la maravilla de su Réquiem compuesto por
una mente humana. El concepto de mentación, ya explicado
163
con anterioridad nos sirve para entender un poco la historia
de un hombre aparentemente como nosotros: “Su cerebro, histológicamente sería como el de otro individuo cualquiera. Su
anatomía y vías, semejantes. Los núcleos estaban en su sitio,
la mielina en su normal disposición./ No su universo, su distancia y espacio./ No su mentación. No su inmensa grandeza”.
La poesía es tan tremenda como la pieza musical:
“El aire quedó herido. El ruido se fragmentó./ Cambió la cóclea de umbral y el espacio físico del sonido/ se dolió,/saltó,
casi gritó. Había muerto Mozart. No su mentación.”
“Yo estuve aquí y existí” subraya el concepto de autoafirmación, abordado en otros poemas y “¿Adónde irán los sueños hoy?” es una composición de carácter amoroso, teniendo
en cuenta que cualquier sentimiento o sensación proviene
de una situación electro-química.
“Newton y las mitocondrias” nos ratifica que Newton,
quizá el hombre más inteligente de todos los tiempos, no
sabía que sus neuronas estaban siendo abastecidas por mitocondrias, centrales energéticas celulares:
“Newton no sabía qué eran las mitocondrias/ y tampoco
las neuronas./ Pensaba sin saber por qué/ pero pensaba acertando”. Pero Newton no era infalible. Calculó el día del Juicio
Final para el año 2060. No me resisto a transcribir el PS: “Lo
dirán en su momento los vivos. Pero Newton se hubiera quedado de una pieza si hubiera sabido que las mitocondrias del
cigoto proceden del óvulo, por lo que sólo las mujeres transmiten las lesiones en el DNA mitocondrial y que éste tiene
16.569 nucleótidos, que codifica para unos 13 polipéptidos
de la vía generadora de ATP de la mitocondria para la fosforilación oxidativa, etc”.
Por estos mismos territorios extiende sus redes temáticas
y expresivas “Azar, misterio y pasión”. Nos encontramos aquí
164
con un ser normal enfrentado a la infinita complejidad del
funcionamiento de su cerebro. Efectivamente se produce una
extraña combinación entre azar, misterio y pasión. No sabemos nada. Solo un poco para confirmar que conocemos un
poquito. Y del cerebro solo unas cuantas letras de su imponente y enciclopédico diccionario. Aquí no se produce solo
una renovación sino una verdadera revolución poética: el lenguaje puramente técnico convertido en poesía: “¡Pero chico,
si esto lo comprende un tonto! ¡Si el Ser no tiene ningún misterio. ¡Todo es pura evolución! ¡Llegó Darwin con su barco y
todo quedó bien claro! ¿O eres creyente quizás?”. Pero para
el sujeto no queda muy claro el problema de la coherencia
entre la capacidad de la comprensión humana y la infinita
complejidad de la naturaleza:
“¡Lo siento mucho, pero yo necesito una cruz, una idea o
siquiera un sonajero¡ ¡No me llenan las teorías de los que
cuentan su historia con palabras que no entiendo¡/Y ahora,
¿sabes lo que te digo? ¡Que voy a salir a la calle y a la primera que me encuentre por debajo de ochenta años, la voy a
invitar a cenar¡ /¡Yo lo que necesito es amor¡/PS: Salió a la
calle y la halló. Pero ella lo rechazó. Por osado e imprudente”.
“¿Qué será de mí sin ti” recuerda otros poemas de Vallejo
casi con el mismo título y centrados en asuntos parecidos.
Tal procedimiento no es nada casual ya que en nuestro
autor todo es crecimiento y expansión, y con frecuencia los
universales del sentimiento general y los propios de sus
sentimientos y pensamientos únicos y particulares son reelaborados con nuevas y sorprendentes formas, siempre irradiando nueva luz y dotándolas de profundo sentido. En este
caso se trata de un magnífico poema de amor, con ecos de
la extraordinaria siguiriya, que le escuchó a Manuel Soto
“Sordera”:
165
“Cuando tú te mueras/ qué va a ser de mí/ y yo me vea solito en la cama/ sin calor de ti.”
“Nadie sabe qué te pasa” es un diálogo humorístico entre
la ansiedad de una persona y las respuestas que ofrece la
ciencia: “Sientes que te pasa algo,/ pero no sabes muy bien
qué.” /“Uno te habla de Ontogenia, otro de Brentano y Freud./
Otro del “self” y del “me”, del “Ich”, del “insight” y Comte./
Son valientes con la tripa ajena /e interpretan tu dolor con
una seguridad pasmosa.”
La conclusión que puede extraerse es que cada uno debe
interpretar su propia anormalidad. La psiquiatría y cualquiera
otra especialidad científica casi nunca pueden curar el sufrimiento humano. Somos mucho más complejos que nuestra
capacidad de conocimiento.
“La vida se le escapaba” nos revela el alma de un personaje extraño, anti—todo total, un tipo extraído no de la prosa
de Kafka, sino de las profundidades del ser más español, más
crítico y atormentado: “Era un tipo extraño sin duda,/ un ser
caótico y difícil, incluso peligroso a veces,/ sobretodo en
tiempos de turbulencias cósmicas,/ cuando la intersección
de los campos magnéticos/ altera la función del cerebro y
surgen locos por todas partes. /Pero él, que era un anti—taurino profundo,/se conectaba con el mundo de forma totalmente independiente,/ utilizando las señales de las plantas y
el discurso de las flores,/para interpretar su vida./Un día leyó
que el ADN estaba tan plegado/ que desenrollando el de una
célula, mediría los dos metros/ y el de todo el cuerpo humano, juntando todos los trozos, /formaría una cadena/ con
la que se podría dar la vuelta a la Tierra 500.00 veces”.
El autor introduce permanente literatura científica, que
parece ciencia—ficción, que puede resultar más increíble
que la literatura fantástica pero que sin embargo se funda en
166
la verdad. Imponen su presencia la televisión, la prensa y los
medios, con el poder y las dimensiones globales a las que
nos referíamos al principio. En la línea de otras composiciones, el autor nos hace disfrutar con un delicioso cuento de
brujas que parece extraído de un cuadro de Goya y narrado
con términos científicos.
“Nadie Entendía por qué”, en el contesto clínico y neurológico de muchos de estos poemas, constituye un nuevo
ejemplo de experiencias sensoriales que relatan los enfermos cuando su córtex cerebral está alterado: “—Yo no sé qué
es lo real, señorita. Porque a veces se me aparecen figuras,
formas abstractas y también sonidos, “voces dialogantes”
estando solo y se imponen a mi conciencia./ Nadie entendía
por qué su percepción del mundo cambiaba de pronto. Contaba que existían distorsiones en la forma de las cosas, que
variaban de tamaño con frecuencia, auténticas “metamorfopsias”, como si el mundo en el que todos vivían, fuera de
nuevo a variar.”
El paciente continúa su relato con la más absoluta sinceridad:
“Pues yo si le digo la verdad, cuando me enamoro, me veo
yo mismo en el espacio exterior, como si fuera mi propio
doble./ Sólo dura unos segundos este fenómeno de “autoscopia” pero así puedo ver con seguridad lo que estoy envejeciendo. Para echarme a los leones”.
La doctora, sin embargo, no lo encuentra tan mal, porque
tiene mucho dinero: “Pues yo no le encuentro tan mal… Con
ese pedazo de fortuna que dice que tiene, si no es alucinatoria
o producto de la ilusión… Hasta yo misma que soy dependienta podría, intentar ayudarle, sacarle a la realidad real…”
Se trata, como ya hemos apuntado, de fenómenos reales
que aparecen cuando el córtex no funciona con normalidad.
167
El estado de normalidad supone millones de circuitos que actúan correctamente.
Para distender la situación, el final parece reelaborar una
comedia de Mihura o un chiste de La Codorniz.
“La memoria de los genes” es una recreación literaria del
funcionamiento de los genes, un fenómeno aunque parezca
sorprendente, sencillamente maravilloso e increíble: “Todo
está codificado, registrado y bien grabado/ a nivel molecular./
En un libro personal que han escrito para ti/ todos los que te
han precedido,/ te han marcado en núcleos, fascículos, circuitos y patrones/ la memoria molecular selectiva/ de la que
consta tu ser.” /Pero la plasticidad del alma, la dimensión de
la mente/ y el sentido de tu vida/ están por esclarecer./ Eres
más de lo que piensas,/ más que tu mismo intra-mundo y tu
imagen personal./ Puedes llegar a entender el lenguaje de las
flores, /la representación de la vida en tu córtex cerebral, / el
misterio de un proceso universal/ totalmente inexplicable/ que
se multiplica y avanza./¡Haz de ti lo que te guste¡ /Puedes llegar a inventarte./Sé libre hasta los mismos huesos. /Sé tu
mismo hasta el final”.
“La electricidad primera” abunda de nuevo en el mundo de
las moléculas, en el azar , en el tiempo , en Dios, rematado
todo ello con un P.S. que remite a una canción de tipo popular: “No preguntes por saber que el tiempo te lo dirá”, y “Lo
complejo es la ignorancia” subraya por una parte a la docta
ignorancia de Nicolás de Cusa y por otra constituye una proclamación del valor de la razón, del progreso y de la verdad,
“ante tanta veleidad,/ tanto sinvergüenza suelto,/ tanta estafa
y tanto cuento”.
“Neuroplasticidad y acción” expone el diálogo de dos delincuentes en la cárcel debatiendo nada menos que sobre el
complejo tema asunto de la neuroplasticidad: “—Lo que pasa
168
es que el cerebro es maleable, como la cera que utilizas para
sacar copias de la llave. Según la cerradura, así lo enseñas.
El coco se va cambiando según lo que tú le das. /—¡Es la neuroplasticidad¡ Que el cerebro aprende a aprender y se encuentra en constante cambio con arreglo a lo que tú le
enseñas. Es casi maleable. Para el bien y el mal.”
El poema recuerda los chistes de Mingote en los que pone
en boca de los más incultos los últimos descubrimientos del
conocimiento y de la ciencia.
En la composición están, por otra parte implicados importantes descubrimientos realizados ya en el siglo XXI por científicos ingleses y alemanes.
Durante muchos años se creyó que, a partir de cierta
edad, el número de neuronas ya no se renovaba más. Las últimas investigaciones de la neurociencia demuestran que el
cerebro se puede regenerar mediante su uso y potenciación.
La clave para lograrlo se llama: “Neuroplasticidad”, que
consiste en moldear la mente, el cerebro, a través de la actividad.
En “Disueltos en la eternidad”, desarrollando otros conceptos comentados, como el de la “mentación”, una pareja
sigue unos patrones de ideología y de comportamiento, totalmente modernos y prácticos: “Ayer llegó una pareja/ que
quería ver a Dios, /con el sistema alcarreño…/¿Para qué la
Mentación?/ Aquí lo que cuenta es la tripa,/ la “leña” y un
buen colchón./Todo lo demás es cuento,/ mentiras y decepción./ Fíjese cómo están las cosas:/estamos enamorados/Y
no nos convence el amor./ Ya nos estamos hartando/ de tanta
copulación./¿Nos vende un cabrito bueno/ para hacer un buen
arroz/mientras cierra usted los ojos/ y se va a buscar a Dios?”
“Oceánica oscuridad” expone la historia clínica del síndrome
de Antón o anosognosia visual. Se trata de un síndromes que
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presentan individuos que tienen la corteza occipital dañada, habitualmente por una lesión aguda de riego vascular, pero su “yo” no está informado de que es así y, por lo
tanto, niegan la ceguera: “¡Es imposible que vea, decían los
“sabios doctores”,/ tirándose del pelo, exasperados¡ ¡No es
científico el asunto¡/ Hasta que llegó uno muy alto, con una
esmeralda en la frente,/ y dijo: Se trata de una anosognosia
visual o síndrome de Antón./ Está ciega pero su yo no está
informado de que lo está./ Cree verle todavía sin verle en
realidad”.
No estamos todos ciegos sin saberlo porque la corteza cerebral ha desarrollado circuitos que permiten que eso no sea
así. Es decir: una auténtica maravilla.
A los “sabios doctores” apela también con frecuencia al
cante flamenco, en búsqueda de información o de consulta.
Vallejo, ya lo hemos comentado, introduce con frecuencia
neologismos de gran rendimiento formal y estilístico, como
sucede en “Infectalia”. Con este término se refiere a un estado de cosas, a una infección transmitida a otros (alia), a
las cabezas infectadas:
“Y si por casualidad, un día,/ para evitar epidemias, guerras, desastres/ e impedir que se propague su asco, su pesimismo ortopédico,/ su mal gusto y su credo /e incluso el mal
humor colectivo que producen a su paso,/ se les analiza un
pelo,/ hay en todos los casos mercuriales, estroncio, plomo
(…)y siempre debajo un cabrón”.
“Cerebro y limitación” incide en otro de los temas nucleares del libro para concluir que aunque se quiera comprender
plena y enteramente todo, somos “limitación”.
“El espacio se escapó” describe el cuadro de una enferma,
La Perlera, con un síndrome de Balint. Este síndrome descubierto por el neurólogo húngaro Rudolph Bálint, presenta un
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conjunto de síntomas caracterizados por ataxia óptica, parálisis psíquica de la mirada, trastorno general de la atención
visual, desorientación espacial. La desorientación espacial
es la incapacidad del sujeto para orientarse y para localizar
correctamente en el espacio objetos que ha visto.
No puede indicar la localización de los objetos, ni señalando (ataxia óptica) ni verbalmente: “Pero de pronto,/ quiso
coger un vaso y no lo pudo alcanzar. /Movió los dedos en
vano, sin percepción del espacio,/ sin medida de distancia,
lugar y profundidad./“La Perlera” llamó al marido, llorando.”
/Y “el Perlero”, mientras su mujer intentaba dar con el vaso,/
sin conseguirlo agarrar, perdida en el universo, levantó los ojos
al cielo/ y cantó por siguiriyas rompiéndose el corazón:
“Señor cirujanito,/ desengáñeme usted,/ si estos tres niños
se quedan sin madre,/lo quiero saber.”
De nuevo la apelación a los médicos y a los cirujanos en
el flamenco comentada con anterioridad.
El autor expone todas estas anomalías del funcionamiento
del cerebro para que los lectores nos demos cuenta de la extraordinaria organización que tenemos dentro de nosotros
sin ser conscientes de ello.
“Era todo tan bonito entonces” reproduce un cuadro de la
enfermedad de Alzheimer. El mundo se va desdibujando, diluyendo, desapareciendo, así como la entidad interior del
propio individuo. Utiliza el título de un monólogo de teatro,
que resulta muy adecuado. Recuerda el libro de Ernst Bloch
“Geist der Utopie” y “El principio de esperanza”, pero sólo en
la portada. Menciona los libros de Bloch porque le parecen
esenciales para entender “la otra cara de la filosofía”, en la
que Vallejo también cree. Todo lo demás casi se había ido.
Desde Sócrates a Lledó: “El jardín se había casi evaporado.” /“Es el tiempo que te mata, pensó. / Era todo tan bonito
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entonces / cuando el tiempo nunca acababa, y el espacio,/
como un caballo al galope, se extendía siempre más allá./
Ahora marchaba entre gente sin cara,/ y sus zapatos se iban
difuminando y perdían consistencia./ Miraba por la ventana
sin ver./ Los años, los meses y los siglos se encontraban en
silencio./ La materia viva se alejaba./ Y su cerebro, casi ya
sin contradicciones,/ se alejaba del mundo, /encerrado en un
hueso sin sentido,/ en una realidad sin solución.”
La salida del “matasanos” más que un juego de Quevedo o
un esperpento valleinclanesco es un puro vallejarre.
En “A veces mejor no pensar” frente a lo dramático y lo
trágico se rechaza el pesimismo como una postura higiénica,
aconsejable y terapéutica: “A veces, mejor no pensar,/ a
veces, mejor no sentir”, si la vida se vuelve muerte”, dormir,
soñar, dormir, dormir”.
En “Das Prinzip der Hoffnung”, “El principio esperanza”,
una enferma psiquiátrica, posiblemente esquizofrénica se
escapa de la clínica buscando su propia salvación, con la
idea de un libro que habla del “principio esperanza”: “Ella
no era una esquizofrénica, con delirios y alucinaciones./ Lo
que ella necesitaba, se encontraba allí./ En esos tres libros
escritos por Ernst Bloch para ella./ No fue una idea cualquiera que se filtra en la cabeza/ como un insecto, un anzuelo o una red maligna para espiar./ Alma lo sabía. Se
trataba de una iluminación./ Tenía certeza absoluta. El principio esperanza de Ernst Bloch./ No se trataba de una elaboración patológica/propia de una mente enferma con trastornos
del pensamiento/ Por eso, cuando llegó a Berlín, y tuvo los libros en sus manos,/ pudo saltar a la Luna de golpe/ y refugiarse en la oscuridad para leer sin que nadie lo impidiera”/
, Gracias, Dios mío, / que estás siempre con los que más te
necesitan. / Ahora nadie me puede robar el pensamiento. /“El
172
principio esperanza”, un libro que no he leído /ha sido mi salvación”.
Comprobamos cómo a veces los delirios ayudan a los enfermos a encontrar cierto grado de paz.
“Iba siempre por delante” es una especie de confesión de
la sensación tan impresionante, pero también tan incompleta
que puede resultar nuestra percepción del mundo: “No podíamos expresarlo con términos adecuados./ No llegaban las
letras a su sitio exacto /y las frases quedaban cortas, desequilibradas/ con sintaxis incompleta./ Algo se nos escapaba,
algo muy importante,/ de altísima velocidad,/ iba siempre por
delante./El pensamiento más puntero, el más profundo e irracional,/sólo conseguía mostrar nuestra incapacidad relativa,/
para entender no sólo lo que estaba ocurriendo en el momento,/sino todo lo previo y también lo posterior”.
“Llegaron Virchow y Pasteur” es otra redefinición poética
de importantísimas teorías científicas. Virchow fue pionero
del concepto moderno del proceso patológico al presentar
su teoría celular, subrayando que las enfermedades surgen
no en los órganos o tejidos en general, sino de forma primaria
en células individuales, gracias a lo cual acuñó el término
omnis cellula e cellula.
Pasteur por su parte demostró que todo proceso de fermentación y descomposición orgánica se debe a la acción
de organismos vivos y que el crecimiento de los microorganismos en caldos nutritivos no era debido a la generación espontánea. En el poema se reelaboran poéticamente estos
descubrimientos así como las teorías de filósofos de la escuela de Frankfurt, la filosofía del lenguaje y la deconstrucción:
“Llegaron Virchow y Pasteur/ y dijeron que todo era vida
encerrada en membrana, /microscópica encrucijada celular./
173
Que el gran misterio de Sócrates y Platón,/ la aristotélica
aventura del Ser,/ se llamaba citoplasma, núcleo, mitocondria
y axón./¡Me cago en los muertos de Braulio el de las Tazas¡/¡En
toda su familia y su más antigua generación¡/ ¡Pero, coño ¿no
se puede explicar todo con nuestra patrona,/ la Virgen de los
Tazanos Perdidos,/ sin tener que ponerse a pensar¡/ Todos intentamos comprender el/ “Nemo contra Deum nisi deus ipse”
de Habermas /y poder traducir con soltura a Horkheimer y
Adorno/ en busca de solución. / Wittgenstein habla de “proposiciones bisagra”,/ Derrida de Gramatología, “deconstrucción
y diferencia”/ Deleuze del Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. /Y Rorty de “linguistic turn”./ Mi perro dice que siga. Mi
gato dice que no./ Yo me quedo con el movimiento, /el enigma,
la acción y Virchow”.
En definitiva, si la razón no va acompañada del humor,
algo muy grave nos está pasando.
En un universo no muy alejado “Brocca, Wernicke y amor”
reelabora artísticamente lo que suponen esas áreas del cerebro. Si nos quedamos sin las dos áreas corticales que controlan el lenguaje motor (área de Brocca) o el lenguaje
sensorial (área de Wernicke) experimentaríamos la dificultad
de comunicarnos con la mujer que queremos y necesitamos:
“… y quieres decirle te quiero, no me dejes amor mío,/ no te
vayas, tengo sed/ y tus dientes están muertos, la lengua ya
sin memoria/ y la garganta cerrada como un tubo sin salida…
/ Cuando ella te hable y tú no la entiendas/ porque el aire se
ha vuelto polvo /y escuches unos ruidos muertos/ sin posible
explicación…/ Cuando te encuentres perdido, hundido en tu
propio silencio,/ sin saber muy bien por qué,/ con las palabras
disueltas en tu propia boca y saliva, /vaya cayendo la noche,/
y quieras decirle no te vayas, /quédate un rato conmigo porque tengo miedo7 y no sé bien cómo decirlo…/y ella te mire
174
extrañada y salga sin decir adiós,/ entonces comprenderás
muy bien lo que tenías/ cuando Brocca y Wernicke estaban
al lado tuyo/ para ayudarte a hablar/y poder así vivir”.
“Cambio agudo de personalidad por barra de hierro” relata poéticamente el primer caso conocido de lesión traumática de los dos lóbulos frontales y las consecuencias que
tuvieron en Phineas Gage. Este obrero de ferrocarriles, debido a un accidente, sufrió daños severos en el cerebro, específicamente en parte del lóbulo frontal, que se tradujeron
en cambios notorios en su personalidad y temperamento, lo
que se consideró como evidencia de que los lóbulos frontales eran los encargados de procesos relacionados con las
emociones, la personalidad y las funciones ejecutivas en
general:
“Cuando pasó la fase más aguda, Gage no era el mismo./
Su carácter y personalidad se habían transformado./Gage no
volvió a ser Gage./Tuvo un cambio total en su personalidad./
Se hizo impaciente, blasfemo, irritable, agresivo, rebelde,/incapaz de organizar su vida, de persistir en una decisión,/de
seguir patrones de comportamiento coherentes”.
En “Espacio Kooning final” se expone el caso de este pintor neerlandés nacionalizado estadounidense, adscrito al expresionismo abstracto, pero que participó también de otros
movimientos artísticos: “Willem de Kooning tenía más de
ochenta años/ y aunque se había vuelto tremendamente olvidadizo, /seguía pintando a pesar de haber sido diagnosticado/
de enfermedad de Alzheimer./ Se escapaban los nombres de
las cosas, volaban los recuerdos/ y la realidad se mantenía
colgada de frágiles alfileres/ para poderla vivir”. /Algunas
masas informes recorrían el cuadro, /series de abstracciones
líricas, / trazos misteriosos de neuronas que se van, / soplidos de colores peleando entre conos y bastones, /residuos
175
de una extraña actividad que se negaba a desaparecer./ Al
final hacía falta darle de comer y cuidarle. /Pero en su cerebro surgían aullidos silenciosos /de un mundo que desaparecía,/ de una retina especializada en interpretar a su forma/ el
mundo y su contenido, /las huellas de las mujeres vivas,/ la
contradicción/y el dolor”.
Estos casos parecen terribles, y sin duda lo son, pero revelan lo que se pierde cuando las neuronas van desapareciendo.
En “El silencio de Ravel” presenta el caso de este gran músico que sufrió una grave enfermedad, posiblemente la enfermedad de Pick, que es una forma de degeneración neuronal
fronto-temporal: “Ravel fue perdiendo la capacidad de escribir/ y de expresarse con claridad. /Podía a veces, detectar las
notas erróneas /de las composiciones que otros tocaban./
Pero no podía transcribir los sonidos que él quería./ En Paris,
en casa de Maurice Delage, /elogiaba una música que estaba
escuchando por la radio./“¡Qué ingeniosa! Es como un gigantesco crescendo… ¿Quién la habrá compuesto?” —preguntó/
Se trataba de su Bolero (1928)”.
“Es posible lo imposible” constituye el magnífico remate
del libro a la vez que la síntesis del mismo: “Se pasa del caos
al orden,/de lo inmóvil a lo pleno,/de la pena a la alegría,/del
error a la verdad./Es posible lo imposible./Hay que volverse a
inventar.
Es la a reflexión de un neurólogo clínico genéticamente
determinado, con especial interés en las áreas del cerebro
donde se coordina todo el mundo del simbolismo, las ideas,
los comportamientos y la mente-alma en su sentido más potente y evocador.
Neurólogo, pintor y escritor de primer orden, admirador
de todo lo que se mueve y puede expresarse: desde lo más
176
elegante y diferenciado hasta lo más vulgar, desvergonzado,
gracioso y procaz.
Se demuestra, así, de forma contundente, que el arte no
tiene nada que ver con lo selecto, tan solo con la autenticidad.
Autenticidad, verdad, belleza, ritmo son algunas de las
notas que componen esta maravillosa sinfonía que es el poemario Ser, cerebro y realidad.
Cuando creíamos que ya había llegado a un punto difícilmente superable con La luz y la oscuridad, Vallejo asciende
un escalón más y nos hace subir a una cumbre más alta. Una
cumbre entre las cumbres, eso es Ser, cerebro y realidad.
Cumbre que es el resultado de una determinación genética
pero también de un esfuerzo, de un trabajo, de un proyecto
personal. Ante la abundancia de mensajes que nos invaden
en esta era global, incluso en lo más recóndito de nuestra
privacidad, las palabras de Vallejo nunca producen saturación sino satisfacción.
Una satisfacción que estamos seguros que ha de sentir el
propio autor. Vallejo nos habla a todos y de todo, pero constata con Ortega que todo es parcialmente insuficiente.
Nadie se había atrevido a exponer de forma poética en que
consisten el ser, el cerebro y la realidad. Vallejo lo ha hecho.
Es más, creo sinceramente que solo Vallejo podía hacerlo.
Se necesita estar dotado de un bagaje científico, artístico
y filosófico como lo está Vallejo y que además ese bagaje
científico y profesional coincidiera con su equipaje vital. Un
proyecto y un programa de alta gama, acorde con el que
sabe mucho, ha vivido mucho, ha sufrido mucho, por estar
cada día codo con codo con el sufrimiento más grande de los
demás. Hay que bajar a muchos infiernos para poder subir
tan alto.
177
El autor nos da pistas en Ser, el cerebro y la realidad de
cuántos Vallejos hay en Vallejo y nos ayuda al mismo tiempo
a que descubramos quiénes somos nosotros y cuántos somos
cada uno de nosotros.
Vallejo ha conseguido la veteranía —¡qué pocos la alcanzan!— gracias a su propio crecimiento, gracias a no haber
parado nunca y a no haberse permitido ni una sola acción
banal. Cuando Vallejo aborda las cuestiones aparentemente
menos serias, cuando aborda lo festivo y lo carnavalesco,
cuando desciende a los bajos fondos, siempre lo hace con
sentido. Sentido en todas las acepciones de esa palabra prodigiosa, Sentido, también con el significado del “sentío” flamenco.
Después de haber abordado las mayores tragedias provocadas por la Naturaleza y por los hombres en los tiempos recientes, después de haber poetizado las más diversas
corrientes filosóficas, después de haberles infundido ritmo a
las últimas teorías desarrolladas sobre la neurología clínica,
la psicofisiología, la hermenéutica, después de haber convertido en materia poética la crónica periodística, la chispa de
los taurinos y de los flamencos, vuelve a redefinir ahora
todos y cada uno de esos temas y lo hace con la mayor naturalidad del mundo pero también con la más elegante exquisitez. ¡Que difícil la simbiosis de lo natural y lo exquisito!, y
Vallejo lo consigue.
Y qué difícil lograrlo cuando se adentra uno en los territorios del ser, de la realidad y de cerebro. Sin su profundo conocimiento del cerebro, no podía haber escrito una poesía
tan pegada a la realidad y a la vez tan simbólica. Simbolismo
puro y duro, pero no en el sentido del simbolismo francés de
finales del siglo XIX, aunque tampoco lo obvie, sino en el sentido profundo y polisémico del symbolom griego.
178
La enciclopedia del autor es inabarcable. Cada uno de sus
poemas es una concentrada enciclopedia. Esto es magnífico:
no solo para él sino también para nosotros, los lectores, porque nos está marcando constantemente retos, porque nos
está ofreciendo la ocasión de que podamos comprobar si
están “a punto” nuestra propia enciclopedia, nuestros conocimientos y nuestras emociones.
Vallejo nos ha demostrado una vez más que necesita la
filosofía, la ciencia y la poesía, como el comer, como el aire
que aspira y como el dióxido de carbono que exhala. No es
casual ni producto del azar que la alta filosofía y la ciencia
más clásica, más actual y actualizada nos la brinde un sujeto que es pura biología, que no mira la realidad desde
fuera, que no piensa como Ortega que hay que salirse del
mundo para vivirlo, sino que, como dice en un poema, lo vive
desde dentro, segundo a segundo, piedra a piedra, desde el
suelo.
Vallejo conoce muy bien las distintas concepciones gnoseológicas, la filosofía más racional y los principios del budismo, la teoría de los valores de Max Scheler, y la psicología
de Piaget, la fenomenología existencial de Merleau—Ponty y
las teorías hermenéuticas de Gadamer, Paul Ricoeur y Gianni
Vattimo, la pluralidad de lenguajes y reflexiones de Wittgenstein, Foucault, Derrida, Lyotard y Deleuze y el neopragmatismo de Richard Rorty…; Vallejo está al tanto de las últimas
y más importantes investigaciones neurológicas y las ve reflejadas cada día en el hospital. Sabe, por su trato diario con
las carencias y los déficits, lo que es una enfermedad de
Pick, lo que es un caso de micropsia, el fenómeno de la neuroplasticidad del cerebro y el síndrome de Antón o anosognosia, el síndrome de Bálint, y lo que ha dado de sí el
descubrimiento de las áreas de Brocca y de Wernicke…
179
Con estos mimbres puede elaborarse una obra artesanal
perfecta, con estos materiales puede construirse un edificio
sólido y brillante, pero es necesario haber leído mucho, haber
trabajado mucho, haber aprendido y haber enseñado mucho.
A Vallejo le sucede lo que le acontecía, mutatis mutandis,
a nuestro buen amigo Enrique Morente. El gran cantaor confesaba que estaba siempre aprendiendo. Aprendiendo él,
que era un consumado maestro. Con Vallejo pasa igual:
siempre está aprendiendo, investigando, oliendo esencias
nuevas, recibiendo a chorros impresiones por sus cinco sentidos. Siempre aprendiendo. Aprendiendo él, que es otro gran
maestro.
Y a la vez, con esa generosidad, que más que humana parece una fuerza mineral o vegetal nos incita con sus poemas
a saber más, a indagar más y a gozar más. Desde luego, solo
una fuerza de la naturaleza puede lanzarnos hacia delante
con esa furia tan potente y tremenda. Este sí que es el verdadero placer del texto.
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FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO
Catedrático de Filología y Académico por Madrid de la
Reial Acadèmia de Bones Lletres.
1
184
Sin principio ni final
Colección Básica. Número 176
© Autor: Alfonso Rodríguez Vallejo
Cubierta: cuadro al óleo de Alfonso Vallejo. 110 x 81 cm. Técnica mixta.
Título “Sin principio ni final”.
Contracubierta: Cuadro al óleo de Alfonso Vallejo. 110 x 81 cm.
Técnica mixta.
Título “Tejidos en acción”.
Prólogo: Francisco Gutiérrez Carbajo
© Cultiva Libros SL
C/ Palos de la Frontera, 25 - 28045 Madrid
[email protected]
Edición: A. de Lamo
Maquetación: Luis Bohigas Domínguez
Precio ejemplar: 10€
ISBN 13: 978-84-15749-10-3
Depósito Legal: M—2012
La reproducción total o parcial de este libro no autorizada vulnera derechos reservados.
Cualquier utilización debe ser preferentemente concertada.
IMPRESO EN ESPAÑA • UNIÓN EUROPEA
Dedicatoria
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MÁS EN DISTINTO
¡Cómo nos enriquecen las palabras cargadas de grandeza, de
intensidad y de genio en estos tiempos en los que la mayoría de
los discursos se convierten en simples voces huecas o en una
loa dedicada al sin-sentido! ¡Que tremenda suerte es descubrir
en medio de las crisis, los desconciertos y las logomaquias a
seres que suelen aparecer solo una vez por cada generación
para arrojar un rayo de luz sobre la Humanidad! ¡Que difícil es
encontrarte con alguien en el que el arte se identifique con la
vida y la vida con el arte!
Alfonso Vallejo es uno de ellos. Alfonso Vallejo escribe como
es, pinta como es, diagnostica y atiende como es. Su profesión
y su creación están unidas a su piel, son el oxígeno que respira,
el pan que come, el ojo clínico que descubre la realidad nada
más contemplarla.
Desde aquel dichoso día de 1957 en el que Monsieur Bihoreau
leyendo en clase “Invitation au voyage” de Baudelaire, despertó
en él una especie de “illumination” rimbaudiana, Alfonso Vallejo
no ha dejado de escribir. Encontró, así, una fuente de inspiración
terapéutica, “un remedio para sus males”. Para él, expresarse
es vivir. Se lanza de cabeza a lo que su vida es y a lo que no lo
es. De forma permanente.
Está escribiendo continua y permanentemente. Para interpretar a los demás y para interpretarse a sí mismo.
Cada uno de sus libros es la vida que el creador ha vivido el
tiempo que ha durado su escritura.
En este sentido, Sin principio ni final refleja la gráfica clínica
de este último año de su trayectoria profesional, artística y vital.
Sus notas progresivas, su diario racional y delirante. Su pensamiento más puro, sus “quejíos” y reflexiones, su futuro más cercano y esencial.
186
No basta con expresarse, desde luego. Lo esencial es vivir.
Pero cuando se vive con verdad, cualquier manifestación del sujeto constituye un testimonio de su propia vida. En Vallejo esta
identificación es esencial.
En Alfonso Vallejo todas sus creaciones vienen de dentro, de lo
que lleva inscrito en sus moléculas y aparece a luz de la conciencia de forma no sólo sincera o auténtica sino natural. No con una
naturalidad fácil y directa, sino una naturalidad muy compleja, muy
rastreada e indagada, dando zarpazos al “no-Vallejo”, al mundo por
descubrir, a la realidad que viene, al riesgo de ser y de vivir.
Hemos desarrollado un espacio de categorías y grupos, de
clasificaciones y sistemas de valores muy frágiles y convencionales. La existencia es algo muy complejo que nadie puede interpretar correctamente. Ni el propio interesado.
Pero Vallejo la interpreta, la indaga, la vive.
En su escritura, cada letra está agarrada a si misma. Cuelga de
su carne. No ha escrito ni una línea que no haya correspondido a un
instante de oxígeno, a una necesidad. Nada de romanticismo barato.
Nada de dolor existencial, destino, fortuna o azar. “El gozo de
ser”. Eso sí que es la cuestión. Desarrollar unos sistemas propios que te permitan agarrarte a un clavo ardiendo y mirar. Observar, pensar y crecer.
Si desde Aristóteles los filósofos dicen que la realidad del sujeto es lo que este hace, Alfonso Vallejo ha hecho lo que ha sido,
lo necesario para ser.
Ha hecho siempre lo que le ha dado la gana. No ha formado
nunca parte de ningún grupo, confesión o partido. Ha sido siempre un solitario. Con suficiente estilo para agradar a la gente
que le ha interesado.
El poema “Aquí os dejo lo que soy/ el calcio de mi esqueleto/
convertido en tinta/ sobre un trozo de papel” refleja bastante
bien lo que estamos diciendo.
187
Después de cincuenta años de hospital (hospitales duros, de
primera línea), de casos neurológicos complejos, de cinco años
de investigación sobre “el flujo cerebral en el shock hemorrágico
en la cabra sin anestesiar”, de lecturas de filosofía, de física, de
intereses muy diversos en Astronomía, de las vivencias más auténticas del flamenco, de recorrer los espacios del teatro, de realizar deslumbrantes pinturas, de bajada a las cavernas de la
noche valleinclanesca madrileña, cuenta las cosas, no como las
ha visto, sino como se las he ido inventando y soportando.
Por esta razón “Sin principio ni final” refleja lo que Alfonso
Vallejo ha sido y ha vivido en el 2012. Ni más ni menos. Pero siguiendo siempre los vaivenes que ha dado la historia, la política, la economía, el concepto físico de la materia, la física de
partículas, la mecánica cuántica, el encaje de la nueva filosofía, las nuevas fronteras de la neurofisiología, la antropología
filosófica, los diferentes rumbos que ha tomado la literatura,
etc.
Si a juzgar por la sobrecarga de informaciones con las que
diariamente somos bombardeados, comprobamos que vivimos
en un mundo nuevo, con diferentes reglas e interpretaciones, la
escritura de Vallejo lo ratifica plenamente.
Para Vallejo, “escribir es despellejarse. Escribir es sangrar.
Por eso los libros salpican la vista. Por eso manchan las manos
de rojo”. Vallejo nos dice: “Esto que hueles es el olor de mis tripas; estas son mi trampas, estas son mis lanzas y flechas, y este
es el dolor de mi eczema. Te tengo aquí atrapado, sujeto entre
mis patas. Eres mío./ Y ahora ven. Sígueme. A la jungla, posterior, a la blanca narteal, a la gran cacería de la mente. Que nos
guíe el rojo instinto pernicioso, como a las fieras, el furor como
a los gusanos, la intuición como a la seda”.
Emprendamos esta cacería apasionante, este viaje, entretenido como el de Rojas, épico como el de Ulises, furioso como el
188
de Alejandro Sawa en “Iluminaciones en la sombra”, generoso y
atrevido como el de Don Quijote.
Si se toma el año 1989 como un referente más o menos aceptado del inicio del cambio tan fenomenal que estamos viviendo,
desde esa fecha hasta ahora, un período de unos 23 años, Alfonso Vallejo ha publicado 23 libros de poesía, cada uno de diferente hierro, encaste, capa, tipo y procedencia.
No podría afirmarse si está cambiando el lenguaje poético o no,
si todo proviene de una concepción personal de la poesía, basada
en que todo es poesía y que la no-poesía no existe, pero el hecho
concreto es que no ha dejado de utilizar todos los terrenos que a
él le interesan. Y resulta que le interesa todo. Y que, sin obedecer
a ninguna regla, estilo, moda o consigna, se ha expresado como
ha podido y ha querido, sin mirar a ninguna parte. Tampoco a sí
mismo. Sin escucharse, sin hacer de su intuición una profesión.
Alfonso Vallejo habla de la realidad interna pero con referencia permanente a lo que está pasando en el mundo en este momento, rastreando todos los campos a los que tiene acceso y
que le interesan.
En este sentido, “Me extraño de estar aquí”, un poema espléndido, en un conjunto de composiciones espléndidas, revela la
extrañeza de un ser vivo antes su propio ser, su identidad. Claramente un problema de autognosia. Se posee la capacidad de
reconocerse, con extrañeza. Y de poder pasar a otro plano simbólico, donde las sensaciones toman una dimensión transcendente, poética, enriquecedora. Sin límites:
“Lo mío es azul,/ del color del hierro bajo el fuego./ Por eso voy
como voy, / vestido de mí pero con muchos dentro,/ sujetando mis
órganos como puedo, para que no se me adelanten/y me dejen
solo/ ante mi propio ser”.
En “¿Adónde va lo profundo?” la realidad de los tejidos y los órganos se dispara, adquiere un carácter superior, distinto, mágico,
189
velocísimo, como en un embrujo o una intoxicación por opiáceos.
Somos mucho más de lo pensamos o nos quieren hacer creer. Se
trata de una transrealidad captada por un hombre enamorado, intoxicado o en estado de éxtasis. Una condición que se ha ido perdiendo con la extraña modernidad de la masa, el consumo, y la falta
de gusto. Se sale del pequeño mundo pragmático de los utilitarios
para elevarse al plano de lo “sin control”, lo inexplicable y lo sublime:
“No me refiero a los planos/ ni a los objetos transeúntes que
pueblan la geografía. /Hablo de lo que gira,/hablo de lo que rota
por dentro/ sin saber ni cómo ni cuándo/ y se desplaza hacia
nunca. /No sé si me explico bien.// Puedo imaginarme todo,/ visualizar lo imposible y adelantarme a mi ser./ ¿Qué es esto? ¿Adónde
estamos? /¿Adónde va lo profundo?/ ¿Dónde gira el punto cero?
/¿O es todo sólo invención?/ ¿Acaso ficción neuronal?”.
Después de estas tremendas interrogaciones el PS introduce
la nota lúdica ibérico-gitano-española que cierra magníficamente el poema.
“No basta con la palabra” constituye otra aproximación artística, con duende, a la realidad en la línea a la que nos tiene
acostumbrados. Otra interpretación caliente y veloz, apasionada, del mundo en el que se vive y muere al mismo tiempo.
El poeta es, sin duda “¡un passioné!”, como le definió Madame
Sempere en el Liceo Francés de Madrid. Como decían el Arcipreste de Hita y Góngora, y como leyó en sus maestros franceses,
Vallejo comprendió muy pronto que le bonheur c’est simplemente
de savoir savourer l’instant présent; car demain, il sera peut-être
trop tard.
En efecto, hay que saber vivir sin achatar el mundo y la forma
de vivir.
No hay que volver al romanticismo, pero hay que saber tomar
una copa, disfrutar del ingenio, de la temperatura de las gargantas, y de la invención sin límite:
190
“No basta con la palabra./ ¡Nada de eso¡/ ¡Tienen que sonar
los huesos¡// Yo estuve en parques/ con personas que no existían./ Conozco la ausencia convertida en realidad./ También las
calles móviles /circulando por la noche en Amberes y Londres,/
cayendo por los muelles/ y volando por el mar. /Recuerdo bien el
miedo en lengua extranjera, /el ruido del zapato en la lluvia/y el
olor a soledad./ No basta con las palabras./¡Nada de eso¡ //Parecía que el mundo se iba a romper/ y que un espacio perforado
de leznas/ iba a tomar el relevo a la madera de la cama. /Pero no
fue así. /Se impuso la razón del tiempo, /el filo agudo y sin piedad
entre la materia y el sueño. /No sé cómo expresar mejor la mentira del eco,/ del grito silencioso del hombre perdido/ entre montañas de hollín. /No basta con la palabra. /En las caras y los ojos,
/en las manos y los cuerpos,/ por muy extraños que parezcan/
tiene que haber verdad”.
Trasladas estas palabras que taladran al mundo del flamenco
se convertirían en una toná grande, una afirmación de un latino
acostumbrado a revelarse continuamente.
En “A veces sueño despierto” los objetos cobran vida. Lo normal se vuelve orgía, onirismo puro. Encantamiento. “Una noche
de verano”.
Pero estamos en la Tierra, donde es posible la vida. En el sistema solar las condiciones son bien distintas. Vivimos la excepción. La maravilla:
“Voy por la calle y observo./ Pasajeros transitorios, transeúntes instantáneos, / bultos vestidos de azar que intentan sobrevivir./ Cada uno transporta un mundo,/un universo móvil rodeado
de silencio,/ siempre lo mismo en distinto./ Nadie sabe bien por
qué. /Llegan y desaparecen, miran, cruzan y se van./Algunos escapan de pronto, / se evaporan por las calles. /Nunca vuelven a
pasar. /Dejan sus huecos colgados de puntos inexistentes, /sus
sombras en las paredes, / sus pisadas en la acera, su sombra en
191
el portal.//Los coches también circulan./Llegan y desaparecen,
marcan extraños trayectos/ por las calles de Madrid. Dejan
marcas en la acera. /A veces respiran y mueren. Otros sin embargo siguen./Subsisten como pueden. A base de gasolina.
/Nadie comprende por qué…//Siempre voy. /A veces sueño despierto por las calles de Madrid./ Estoy en el planeta Tierra./Hoy
acabo de llegar”.
“En verdad, somos cerebro” es “la summa vallejiana” que el
autor lleva grabada en lo más potente de su ser, y también una
síntesis neurobiológica, filosófica y natural:
“En verdad, somos cerebro. /Materia prodigiosa capaz de inventarse el mundo. /Células programadas para detectar la vida./En
verdad, conciencia vuelta realidad./La Neurología es una maravilla, /las Ciencias Neurológicas muchas maravillas juntas, /un
jardín casi irreal desde el cero al menos uno, estadístico milagro
en medio de la oscuridad./ Todo en el fondo es sistema. / Desde
el acierto al error. /Desde el caos a la norma. /Todo programa y
sistema. /Todo igual pero en distinto. /El acierto y el error./
Cuando los patrones fallan, /cuando la función se agota y nace
la enfermedad, /las señales y los signos se vuelven también sistema. /Se pueden identificar. /Nadie llega más allá de su propia
convicción, / de su formación y juicio, de su experiencia y razón.
//Quien opta por el cerebro, /por la piel invaginada a través del
mismo hueso, /quien opta por lo profundo, /por lo extraño y lo
complejo, /elige lo muy difícil, lo duro y comprometido. /Ha elegido la verdad”.
“El mundo se ha vuelto a escapar”, en una línea que tampoco
es inhabitual en Vallejo, traza un cuadro, en el que pueden rastrearse fácilmente las influencias plásticas de Bruegel y de Goya,
y las literarias de Francisco de Quevedo y otros ilustres escritores. La poesía de Vallejo, que consigue el prodigio de ser conceptual y visual a la vez, lo es también muy rítmica y musical; y aquí
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resuenan con toda su sonora intensidad y belleza los tonos del
“Carmina Burana”. Temáticamente nos encontramos con una
explosión irracional.
Hambre, sin límite, de novedad y transformación. Un punto de
locura. Lo irracional domina muchos poemas de este libro. Todo
es velocidad y ritmo, sorpresa, encantamiento. Un poco de éxtasis
a veces. Siempre deslumbramiento ante el mundo y su tremenda
diversidad siempre renovada. Es la vista de un hombre de lógica
y razón que ve cómo se escapa el mundo, sin saber por qué:
“Un punto se desenfoca. Tú no sabes bien por qué. Ese punto
no se entiende. Y contagia al anterior. Tira del resto del ojo. Y
el mundo se te derrumba. No comprendes dónde estás. Tropiezas al caminar. Los viandantes sin embargo, los transeúntes y
extraños, los enanos y los altos, los ciudadanos corrientes, deambulan sin tropezar./ La alquimia y la gimnasia, la magia y la
geometría ofrecen alguna luz sobre la intersección de las rectas, los esguinces de la mente y los ángulos obtusos. Pero en el
fondo tú te sientes solo, sin norte y sin lucidez. Los libros sobre
reptiles y sobre animales en celo, arrojan alguna luz sobre los
puntos confusos que no detecta el olor, el sentido más seguro
en la total oscuridad.”
Explosiones escuchamos de nuevo en “De pronto el sol reventó”.
Es una crónica de una erupción solar: “Son tremendas explosiones/ que se registran en la superficie del Sol, /normalmente
en las proximidades de las manchas;/ en cuestión de minutos
calientan la materia/ hasta muchos millones de grados/ y emiten
tanta energía/ como mil millones de toneladas de TNT./ Esa energía se emite en forma de rayos Gamma y rayos X,/ protones y
electrones de alta energía/ y flujos de materia.” El País”.
“El Teórico” llegó” nos envuelve en un clima de absoluta ensoñación.
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Como en otras composiciones del autor, los escenarios, los
temas y los ambientes se combinan en una rica simbiosis. Una
estampa de los Sueños de Quevedo es el fondo de uno de estos
múltiples escenarios. Los diferentes planos de realidad, que Alfonso Vallejo suele presentar también en sus obras de teatro,
abarcan aquí, junto al mundo de la vigilia, el de la ensoñación y
la pesadilla:
“Ya sólo quedaban huecos, sillas vacías y unos cuantos sinvergüenzas disfrazados, dispuestos a seguir robando.”Ambiente
de locura. Fernando “el Teórico” era un hermano de Joselito el
torero. El apodo de “el Teórico” es extraordinario. ¿Quién sería
ese individuo? Una extraña escena donde la realidad se torna
pesadilla. Pero la escena acaba arrastrada por la inspiración, el
talento, la alegría y una inmensa claridad:
“Se sentía cuerpo extraño, parénquima sin forma, bulto sospechoso en sociedad. Porque iba por doquier analizándolo todo,
desmontando las verdades, aplicando la razón./ Fernando “El Teórico” sufría. Se le notaba en la cara y pulmón, en la lengua y
las faneras. Cuando él llegó a la ciudad, el mundo ya se había
marchado, harto de tanta malicia, tanta estafa y bombardeo. Ya
sólo quedaban huecos, sillas vacías y unos cuantos sinvergüenzas disfrazados, dispuestos a seguir robando. Al sol le llamaban
Lorenzo y súper Tony los más viejos, /los del ángulo agudo en la
mente y el hoyo donde morir casi pegado al lecho. ¡Era todo manicomio¡ ¡Sinrazón irracional¡/
“No pienses tanto Fernando, que esto está montado así.// Con
la utilización de nuevas palabras en inglés, viejas como la alegría y la desesperación más negra, los colores del jardín quedaban atados con cuerdas a todas las cosas viejas. Las rosas rojas
se habían vuelto verdes. Parecía que la hierba, de pronto, hubiera invadido la retina de los pocos supervivientes en su sano
juicio. Y los girasoles, ayer mismo, a la hora de la siesta, tan
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amarillos y alegres, vueltos hacia la luz, se hubieran convertido
en fuego, en materia bermellón sin concierto ni sentido. ¡Más
desconcierto! ¡Locura como sistema!”.
De nuevo el cante flamenco, “y la voz trianera de Matrona,
como un rastro de vida en medio del desierto, resonaba por doquier”. No estamos ante la negrura de la cueva, la fragua o la
taberna sino ante los universos abiertos, repletos de sensualidad y de luz:
“Los balcones eran grandes, inmensas las ventanas. Y la luz
imponente, incomprensible y naranja, como un elixir o un sueño.
Fernando no se inmutó. Quedó de pronto en silencio y dijo: “Ya
está aquí la primavera. Hay que volver a vivir.” /Después desapareció. Sin dar explicaciones. Se fue. Voló./Cuando él llegó a la
ciudad, el mundo ya se había marchado./ Sólo quedaba el talento, la alegría y una inmensa claridad”.
“La verdad se encuentra dentro” recuerda de alguna manera
las palabras de Agustín de Hipona, que vivió mucho y bien, y que
en algún momento de profundo silencio afirmó: “Noli foras ire,
in te ipsum redi, in interiore hominis habitat veritas”.
Pero los pensamientos de Vallejo atraviesan los espacios y
los tiempos, y aquí, junto a formulaciones de filósofos clásicos
se nos ofrece un fascinante minidrama surrealista: “La verdad
se encuentra dentro. La frase sonaba bien y parecía a primera
vista bastante cierta en efecto. Pero él se miraba dentro y no
encontraba casi nada. // Algún recuerdo fracturado, trozos de
tiempo sin vida, espacios huecos sin sentido y muchísima soledad. / Por eso observó la acera, los tacones y las suelas, los
pasos de transeúntes, cada uno con su prisa. Y también las alcantarillas, escondiendo los deshechos. /Los libros estaban
muertos. No entendía qué decían. Y las músicas todas sordas,
como un ruido sin sonido. / Quiso sentarse y no pudo. Quiso pararse y no supo. Tuvo que seguir al grupo camino de ninguna
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parte, intentado respirar. Llevaba parado dos años. Divorciado
sólo tres. Sin tabaco desde Agosto. Sin tomar vino sólo un mes.
/Era por la tarde en Marzo, a las cinco y sin Mejías, sin Lorca y
sin una tragedia. Sólo tan sólo los pasos, los tacones y las suelas de seres que se deslazaban, buscando su realidad. //Consiguió escaparse en Retiro, en la esquina de Lagasca con la calle
de Alcalá. Salió corriendo hacia el parque, bebió agua en una
fuente y se sentó en una piedra. La verdad no existe, pensó”.
De nuevo se recurre a la intertextualidad con la cita de frases
latinas y francesas, estas últimas pronunciadas con la gracia de
las fresas en los labios y en la voz.
“¿Dónde fueron los despojos?”, con las resonancias tardo medievales del “ubi sunt?”, encierra una profunda consideración
“sin principio ni final” del destino de los tejidos de los hombres
y las fieras.
¿Qué ha sido de la carne y de los individuos que la transportaban? Y de una forma general, ¿cuál es el destino de la vida,
del hombre, de la historia?: “¿Dónde fueron los despojos?/ Los que
murieron por letra, /por bomba, granada o mortero, /¿dónde fueron
los tejidos, el corazón y los huesos? /¿Se habrán perdido en el
aire? /¿Habrán quedado disueltos en la lluvia y en el viento?//las
vísceras y las membranas, / los tendones y faneras,/los líquidos
corporales, /el endotelio y la linfa,/ las meninges y las fascias/
¿dónde se encuentran los restos?/ ¿Ha de olvidar la memoria?/
¿Se debe re-escribir la historia?/ ¿O falta sólo un renglón/que explique la sinrazón?”.
Los aficionados al flamenco recordamos en nuestras entrañas
más profundas esta soleá: “Tienes muchas cosas mías/ pero te
falta un renglón/ pa saber la letanía”. Nuestra hermenéutica investigadora y nuestra enciclopedia personal nos lleva a preguntarnos: ¿Determinismo? ¿Azar? ¿Supervivencia personal?¿Qué
sentido tiene todo esto?
196
“Transcendencia y acción” nos pone de manifiesto que el
autor es partidario absoluto del término “transcendencia”. No
en sentido religioso, sino en el físico. Todo sigue a un mundo
previo que desemboca en otro cosmos móvil. Como en todo el
poemario, asistimos a una mezcla, a una fusión del mundo de la
percepción, del recuerdo, de la memoria y de la ficción; de lo
posible y de lo improbable, del lenguaje de la física nuclear y del
discurso más teórico y diferenciado, a veces más directo, del
mundo marginal.
Heráclito se nos confirma una vez más como uno de los buenos
amigos del autor: “Todo cambia continuamente./ Al final todo se
mueve. Cada punto se desplaza. /Nada nunca se detiene. Transciende sin parar. /Las rectas se parten y gritan, se doblan y forman
rotondas,/ Cruzan toros la retina. Se dilata el campo en agosto./
Surge un cielo sin estrellas. Después la playa y el sol.// Si el tiempo
no existiera y el espacio hubiera quedado atrapado/ en un punto,
inmóvil como el universo/ y la especulación se midiera por tramos
de hierro y mamparas,/ diría que todo está por empezar,/ que la imaginación ha muerto y la fantasía clavada a la pared./ Pero si miro a
mi alrededor compruebo que no soy el mismo./ Que hace poco estaba muerto, rodeado de libros huecos,/ sentado en la nada, dispuesto al sueño bajo un techo/ de extrema dificultad // Estoy quieto
en el balcón, pero creo que me muevo, / que se mueve el país entero/ y que el tiempo avanza sin cesar. /Todo fluye. También la sangre imposible, / la que todavía no existe/ y está por venir”.
Como en otros poemas del libro, se mezclan los términos, los
discursos, los significados. Todo es uno pero en evolución constante, presentando diferentes apariencias de la realidad. Esta
multiplicidad de enfoques constituye un reto para el autor y para
sus lectores y hermeneutas, pero a la vez es un gran logro poético. Se nos muestra que cada poema va por su propio camino,
que tiene su luz propia y su oscuridad particular.
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Son poemas difíciles de interpretar porque siempre se está
mezclando la realidad más profunda con la más aparencial, la
indagación objetiva con la expresión personal inacabada, la
trama interna, que constituye un misterio para los lectores y
quizá también para su propio creador.
“El silencio que no suena” se desarrolla en un contexto semejante. Es un misterio lleno de evocaciones, de soplos magnéticos,
físicos, de dudas y de ingentes esperanzas en el desarrollo de la
amatérica materia que no se deja atrapar:
“Cuesta trabajo pensar/ en la amatérica materia que no se
deja atrapar,/ en la razón sinrazón/ y en el pensamiento cero/ que
no se deja pensar./ ¿Cómo conocer lo imposible?/ ¿Cómo sentir
lo que falta,/ lo que no se puede sentir,/ el olor de la carencia/
que nunca se puede alcanzar?/ Sabemos que existen gigantescas fuerzas verdes/ y lirios sin cabeza rondando la inmensidad./
Tenemos una enorme imaginación sin freno/ que nos permite llegar a los confines mismos/de todo lo que no existe ni nunca
podrá existir// Pero yo me pregunto: /¿a qué tenemos acceso?/
¿cuánto falta todavía?/ Lo que escapa a esta víscera eléctrica/¿cómo se llama? ¿en qué consiste? ¿dónde está? /El silencio que no suena/ ¿cómo se puede escuchar?
La competencia profesional, neurológica y lingüística en el
sentido chomskyano, le autoriza al autor a hablar con toda pertinencia de esa víscera eléctrica que es el cerebro, de lo que a
veces no puede captarse ni comprenderse pero que sin embargo
está pesando sobre la realidad y sobre nuestra realidad.
“Podrías no estar y estás” es otro poema lleno de sugerencias
extrañas, de contra-ritmos, de preguntas sin respuesta:
“Podrías no ser y eres./ Podrías no estar y estás./ Eres tú
misma pregunta,/ tu conciencia y realidad./ Puedes pensar y sentir,/moverte, amar y soñar./ Eres tu propio misterio, /tu incógnita
y resolución.//La percepción de tu instante,/ la sensación de que
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existes/ la llevas dentro de ti./ Eres memoria inmediata,/ imagen
personal y signo,/ recuerdo y vivencia real.//De pronto llega el
mercurio y estalla el sol, corren lagartijas rojas, y el cactus,
cuando todo parecía condenado a morir, resiste, se agarra a la
tierra con desesperación y la vida sigue,/ a pesar del silencio,
sin explicación./Sabes que tu vida es tuya./ Te reconoces por
dentro./ Eres tú mismo hasta el fondo./ Tú te tienes que inventar./
Podrías no ser y eres./Podrías no estar y estás”.
El discurso filosófico, especulativo y simbólico se combina con
el lenguaje más sencillo, directo y natural, de una manera realmente insólita, asombrosa, pletórica, llena de vida y de verdad.
“El límite y la realidad” es una composición poética, que es a
la vez una estructura musical, una cantata, un oratorio de los límites sin posible explicación que alcanza la conciencia, como
una excepción, para degustar la inmensidad de lo que podemos
percibir e imaginar:
“Todo es instinto, todo intuición y sentido, / lenguaje salvaje
de seres privilegiados,/capaces de identificar su existencia, por
dura que sea, /como propia realidad”.
Los poemas de Alfonso Vallejo están repletos de crónicas diarias, de hechos acontecidos ahora mismo, de historias contemporáneas.
Como decía Engels, “hay que estar al día, es decir, hay que
oír la voz de la historia”, y Alfonso Vallejo se hace eco de las historias de todos los tiempos y también de las sucedidas en el
mismo momento en el que escribe.
Así, “No se puede comprender” es un poema construido en
relación temporalmente con la isla del Hierro, pero tomando los
datos como la pura arbitrariedad de la Naturaleza en la distribución de la vida y de la muerte. En otras ocasiones Vallejo ha expresado lúcidamente que “la Naturaleza es amoral”, y así lo es,
en efecto.
199
El fenómeno volcánico le sirve para exponer de manera magistral lo insondable de la realidad y de la propia naturaleza del
animal humano:
“Que la tierra reventara en el Hierro, expulsara ceniza y lava,/
y fuera materia mortal, se podía comprender,/ teniendo en
cuenta lo que dicen libros / sobre la realidad del fuego, de la ira
y el veneno./ Pero ver a un ser humano con el corazón partido,/
enfermar por soledad / y enloquecer por amor,/ por más veces
que lo intento, / yo no lo puedo entender.// Cuando un hecho se
repite,/ como la aurora o el mar, la noche o la primavera,/ dices
que lo entiendes porque sabes que lo inverso/ no es ni verdad ni
mentira. Sólo contradicción./ Te vuelves espectador de extraños
acontecimientos/ que ocurren a tu alrededor”.
El autor expresa de la forma más bella el problema de la apariencia y la realidad que debatían los filósofos griegos cuando
Sófocles representaba lo mismo en escena con su “Edipo Rey”.
Además, el mito de la caverna. Además, el laberinto de Borges.
Puede comprenderse la explicación pero no el fenómeno natural, ciego, hermético, que sigue a la razón pero solo transitoriamente, Un maravilloso misterio.
En “Caso del amor fantasma”, como en otras de sus composiciones combina sabiamente el componente amoroso con los
elementos neurológicos. Desde el punto de la neurología estamos ante un caso de “miembro fantasma”, desde la perspectiva
amorosa, nos encontramos con el mismo fenómeno. En el primer
caso, el brazo ha desaparecido pero el cerebro detecta las señales de que sigue viviendo.
En el plano del amor sucede algo parecido: un “fantasma
transeúnte” se queda a vivir en ti. Nadie mejor que Alfonso Vallejo para poder representar poéticamente dicho paralelismo,
para transmitirnos con chispas electrizantes esta poesía de
choque:
200
“Pero el sujeto traumatizado , que era el dueño total,/ el maestro de sus actos, el poseedor por entero/ de todo su aparato osteoaticular, vásculo-nervioso y cutáneo,/ tiene la sensación de
que su brazo no ha muerto, /que sigue pegado al cuerpo y funciona todavía”.
Lo mismo sucede con el amor. El autor nos está hablando de
ese amor animal, duro como el acero y blando como un puñal,
esa pasión que te agarra y se mete en los huesos, te quita la
respiración y no te deja dormir:
“Todo acabó en un avión o en la terminal de un tren, /concluyó
cuando el coche arrancó, se cerró la puerta del cuarto/ y se fue
sin decir adiós. El mundo se derrumba porque era pieza angular
del universo interno, Norte esencial, meridiana luz de la masa
cerebral. No ha muerto por fuego o descomposición. /Sencillamente se ha ido y te ha matado al partir./ Tus neuronas lo detectan. El área que ella ocupaba/ acaba de morir sin ella. Pero otros
sistemas circundantes la recuerdan, y colonizan su espacio, la
transforman y alimentan, /haciéndola viva en ti, como un fantasma transeúnte, /que se queda a vivir en ti”.
“Telehipnosis y anestesia” nos confirma lo que hemos expresado en otras ocasiones sobre la saturación de información: estamos enfermos de información. Se pone aquí en cuestión la
información de la realidad en lejanía, a través de la pantalla. No
importa que lo que te cuenten sea cierto o no. Tan solo que te
anestesien, que te hipnoticen, lejos de la realidad. Las opiniones
del autor son bien claras:
“Libre albedrío, sí. Pero bien sofronizado./ Puedes interpretar
desde luego. /Los griegos también lo hicieron./ La hermenéutica
ya está inventada. /La lectura de los hechos según tu propia
razón,/ forma parte de este juego. ¡Recoño, cáspita o caramba¡
/¡Tan sólo faltaba eso¡/ Pero si cierras los ojos, sentado en un
buen sillón/ o tendido en un diván, has empezado a aceptar/ que
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la vida es más dulce en pantalla, /con las puertas bien cerradas,
/lejos de la realidad”.
Los atinados juegos con los ritmos y los tipos de escritura
forman parte esencial de lo que pide el poema, la sátira y el
fondo epidémico que tiene la enfermedad.
“Los mundos hiperveloces” es otro magnífico testimonio de
este ritmo trepidante que nos impone la vida actual. Los hechos
superan a los presupuestos de los científicos y de los filósofos,
y también a las fantasías más alucinadas. Ni Julio Verne ni Spielberg podrían haber pensado que la astronomía pura y dura es
mucho más fantástica que la que habían construido sus propias
fantasías.
Este tipo de discurso me parece más poético que muchos
cantos y quebrantos de los enamorados y tanta cursilería de poesía de laboratorio.
La Física, la Astronomía la Cosmología y la Ciencia en general llegan a ser casi tan emocionantes como un vaso de buen
vino, aunque nunca tan gratificante como un buen “ayuntamiento con fembra placentera”.
“Nada nunca se detiene” está en completa sintonía con lo
que es la carrera de las estrellas, el curso de los ríos, los ciclos
de la naturaleza, así como con la propia trayectoria vital de Alfonso Vallejo, que es siempre fuerza en acción.
“Al final casi no duele” es un extraño cuento poético surrealista, de cruce de sensaciones, incoherencia sin justificación.
Tiene que ver un poco quizá con “El extranjero” de Camus, pero
con un punto más de fantasía y misterio. Un viaje sin sentido al
que cada uno le pone su propia dirección. Al final casi no duele.
Un proceso doloroso al que uno termina acostumbrándose por fin:
“Al final casi no duele. Ya tienes casi costumbre y es un hábito tan largo, tan continuo y tan constante que al final casi no
duele. Realmente… no sabes decir qué pasa, qué te ocurre ni
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por qué. Vas y vuelves, te desplazas y contestas, /te vistes el
mismo traje de azul oscuro sin sangre,/ como si fueras un ser
normal que viene a pagar impuestos /y no quiere molestar/ Tú
esperas que algún día /algo se interpondrá entre la piel y el cerebro,/ que algún mecanismo de contención y anestesia,/ que alguna sustancia actuará entre la carne y el daño,/ entre el alfiler
y el mal./ Abres la ventana y notas que la sombra se alarga,/ que
el campo se duerme y no grita,/ que los caballos se paran y se
oscurece la luz. /Sabes que la Tierra gira y que es posible dormir, /parar tu dolor por dentro, llegar a no sentir tu herida, /a
mirar los gatos durmiendo, atentos sólo a la luna, /a los ratones
más negros y de nuevo a despertar”.
“Aire, tierra, mar y fuego” es un cuento delirante y fantástico
sobre los presocráticos y su concepción de los elementos de la
realidad, con una referencia explícita al mundo flamenco y a la
gente de a pie:
“Mirando a las estrellas/llegaron al pensamiento. /Descubrieron la conciencia,/ el caos y la inspiración. /Eran marinos de altura, astrónomos y soñadores, /en busca de la verdad. /Aire,
tierra, mar y fuego”.
“Dios mío ¿qué hemos hecho?” es una de las habituales líneas
de Vallejo, una información, una crónica sobre el espanto, la barbarie, la codicia y la crueldad”. “Mientras el Enola Gay se alejaba a toda velocidad de la ciudad, el Capitán Robert Lewis,
copiloto del bombardero (Robert Lewis), comentó: «Dios mío
¿Qué hemos hecho?»”
“Palabra, discurso y verdad”, sin obviar las implicaciones
gnoseológicas y ontológicas, se erige una advertencia sobre las
diversas formas de manipulación de la verdad:
“Primero lo dijeron normal/ para que nadie lo entendiera,/ con
mala articulación, errores gramaticales,/ lapsus, fallas y entretelas, mirando a la eternidad./Después, por si había alguna duda,
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/lo dijeron a la inversa, del principio hasta el final, / pero con
signo contrario/ y eliminando la b, sustituyendo la q por k y la c
por doble k. /Pusieron megafonía por eso de las interferencias,/
interferencias de ondas y el fondo ensordecedor./Introdujeron
latín para darle cuerpo y doctrina,/ y como la gente era impaciente, /comprimieron los esquemas, /volviendo ruido el mensaje. /La imagen es lo que marca. (…) Lo que hace falta es gritar,
subir el tono y la mueca, /sin llegar al aspaviento. /Música de
fondo y tambores, /miradas bravas y oscuras, /labios finos y
apretados, /así marcha la verdad”.
En “Lo real ya es digital”, además de constatar una evidencia,
el autor aborda un tema que ya, en otro libro, había denominado
“Toxic screen”, y ahora le añade un subtítulo “Folie circulaire
globale” de la psiquiatría clásica francesa. Una nueva forma de
vida, otro habitat, que repercutirá en la definición de lo que es
vida y en todos sus derivados:
“Se trata de una locura sin nombre, de carácter circular./ que
ataca al cerebro por dentro/ y se convierte en letal./ Locura circular total, información deformada, /todo se ha vuelto señal./La
vida se ha vuelto pantalla, /mensaje, signo y señal,/información
controlada, dirigida y sostenida, /disuelta por los teclados, /el
terror ya es un producto, locura circular mortal”.
La pantalla combinada con el miedo como sistema produce
un caldo de cultivo apropiado para llevar a los países al infantilismo, al terror y a la pérdida de la libertad individual. Se trata
de una caricatura, pero bastante cercana a la realidad.
“Todavía estoy aquí” nos expone las tremendas ganas de vivir
de un enfermo agonizando. Descripción expresionista de la realidad. Como en otras composiciones del autor, se nos expresa
de forma poética el “estado crepuscular”,“dreamy state”, asociación libre de ideas, sensaciones inconscientes, mundo de la
irrealidad. Nos recuerdan los trastornos oscilantes en el nivel
204
de la conciencia del personaje de su obra de teatro “Panic”. Experiencias y estados que constituyen un filón para la poesía y
para la expresión:
“La vida se le escapaba. / Pasaba el tiempo por su cuerpo, /y
le iba quitando carne, día a día, / grasa, piel y tegumento./ Bajaba la hemoglobina, los glóbulos rojos y blancos, /y el color del
cuarto se apagaba, /como si el tiempo fuera a morir. // Que tiran
del aire con los dientes y arrastran el paisaje y el cielo/sin apelación”. Y el testimonio del agonizante: “Tengo ganas de vivir.
Todavía estoy aquí./Tu recuerdo es como un hilo, que me une al
principio de ti./le dijo a un amor oculto, con un susurro de voz
de Abril del doce. /Madrid, a las tres y diez”.
Parece una escena de Macke, el expresionista alemán.
“El lenguaje de la vida”, un poema de difícil clasificación,
mezcla información genética de última hora con referencias a
Galileo en 1609: el lenguaje del Universo era matemático. Y después un torrente de interpretación personal ante lo infinitamente complejo:
“Pero no podía pensar que el lenguaje de la vida/no consistía
en señales ni signos, /sino que era celular/ y las membranas no
saben sumar. / Sólo sabemos vivir. //No sabemos matemáticas,
genética ni finlandés (…) El ser lo pone natura. /El lenguaje de
la vida /no lo comprende ni Dios”.
El lenguaje de la vida es celular, matemático, un lenguaje que
en la totalidad del universo constituye una excepción.
“Cronotropia universal” nos podría llevar a pensar en el concepto de cronotopo de Mijail Bajtín, pero aquí la segunda parte
del compuesto griego es “tropos” y no “topos”. El significado etimológico en el poema de Vallejo es “vuelta”. El Diccionario de la
RAE incluye el término “tropismo” en el campo de la biología y lo
define como “movimiento de orientación de un organismo sésil
como respuesta a un estímulo”. De forma semejante lo define el
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Diccionario de Seco, despojándolo del adjetivo “sésil”. El término compuesto de este poema puede considerarse un neologismo inventado por Vallejo para referirse a la orientación de la
vida según el movimiento, la acción, la historia, las condiciones
cambiantes alrededor del sujeto.
“Quisiera saber por qué” es una estampa de amor desesperado, medieval, francés, impresionista, un cante flamenco grande
por siguiriyas:
“Con las palabras más exactas que pude encontrar./Llegué
lejos tras de ti,/más allá de mis propias fuerzas,/donde acaban
los sentidos, la cordura y la razón”.
“La vida ha vuelto a empezar” insiste en el tema de la trascendencia, ya abordado en otras composiciones del libro. Trascendencia pura. De nuevo la pasión. Emoción pegada a lo que
está y puedes sentir y ver. Fusión de letras flamencas e inmanencia. Prodigio del momento. Ensoñación. Andalusí pero moderno: “Todo estaba por hacerse/La vida ha vuelto a empezar”.
“Lenguaje interno y verdad” lleva a cabo un recorrido por la
historia para desembocar en el campo de la neurología, en la
endofasia, lenguaje interno. Te han contado tu vida un grupo de
personajes: “Tu vida te la han contado./Listos, tontos y profetas.
Iluminados y oscuros, tu nantes, santos y golfos, orientales y romanos, mayas, pelayos y aztecas, militares y latinos, pensadores sin cerebro y también los karatekas, los poetas confiteros y
cantantes de boleros con guitarras y laúd”.
El poeta deja entrever que, aunque a veces no se sepa bien
lo quiere decirse, el simple hecho de no saberlo supone ya saber
mucho.
Los versos finales, como en todos los poemas, son de una tremenda contundencia:
“Se acabó la verborrea./ Eres tu propio animal,/ tu endofasia
y tu verdad”.
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“No fue amor sino locura” es una maravillosa historia de una
pasión contada por un loco, mientras que “Resultó que todo hablaba” nos hace saber que todo se comunica con todo, al instante, aunque tú no lo entiendas. La Naturaleza se comprende.
“El agua comprende el dialecto de las flores”. En medio de terribles silencios, hay un profundo diálogo permanente:
“Incluso de noche, cuando sale la luna,/ giran los planetas e
incluso las estrellas muertas/ mandan su luz, /se comunican los
insectos con silbidos celulares,/temblores de patas y antenas,
/eléctricas ondas y potenciales de de polarización”.
“El silencio también suena” profundiza en lo que comentábamos sobre la composición anterior. Entre los grandes poetas
contemporáneos que han hecho hablar al silencio como Valente,
Alfonso Vallejo también ha potenciado esta misteriosa posibilidad de hablar callando, como en este poema, en un clima que
parece una película de Bergman:
“El silencio también suena. /Y a veces con tanto ruido, con
tal estruendo y clamor/ que la membrana basilar del oído, revienta,/ y deja al alma en suspenso, /colgada de un clavo hincado
en la carne,/ chorreando gota a gota,/sin explicación”.
De nuevo las atinadas referencias a la neurología, un campo
del que nuestro autor puede hablar con la mayor de las competencias:
“A mí me gustaría poder contar lo que ocurre en el cerebro/
cuando lo cubre la ausencia, como un mar mudo,/ sin potenciales ni vida,/sin electricidad. /Por eso hablo así, muevo los dedos
de esta forma,/ sujetando la pluma con el puro hueso en carne
viva,/ sin pulpejos y sin uñas,/ de tanta soledad, de tanto silencio
que suena/ terriblemente por dentro,/ sin siquiera existir”.
A los versos sentenciosos de Quevedo, al paso de la edad, a
la espada vencida, Alfonso Vallejo le añade la esperanza en el
movimiento imparable. En lugar del racio-vitalismo orteguiano,
207
el senso-vitalismo vallejiano. El talento para detectar la vida y
la inspiración. Sin inspiración la vida no puede comprenderse.
“El lenguaje sin sonido” podría interpretarse, atendiendo simplemente al título, como una prolongación del lenguaje del silencio analizado en el poema anterior. Pero aquí se añade más:
estamos ante el lenguaje inaudible, ante el silencio electrónico,
ante la física subparticular.
Un lenguaje que se entiende a sí mismo, que nos constituye
y que forma el universo entero… ¡y no sabemos qué dice!:
“Los físicos y los astrónomos, los magos y los profetas/ se
vuelven locos para intentar entenderlo y poderlo interpretar de
una forma racional. Por eso, desesperados, se dan al tinto sin
piedad, desarrollan cirrosis horribles y mueren de hipertensión
portal, con varices esofágicas rotas, /sangrando por la boca
como cerdos, cagándose en Neptuno./Y los dedos invisibles,
esos huesos sin final que alargan el alma en mayo, se tocan en
sueños con la piel de las largas distancias, mezcladas con quejidos y el lenguaje del amor./Tendría quizás que ser así, no lo sé.
/Que la luna reservada para el grillo no la entiendan los humanos/ y que el diccionario de los insectos en celo,/ escrito con
destellos de las flores, /movimientos de antenas verdes y latidos
de invisible color, / no se pueda interpretar en el cerebro de un
mono sanguinario”.
La vida es un laberinto indescifrable que se puede vivir y sentir.
“Qué buen producto el terror” sintetiza magníficamente lo
que hemos dicho en otras ocasiones sobre el miedo y el terror.
A pesar de las exposiciones de Hobbes, de Rousseau y de otros
ilustres pensadores, la reflexión filosófica se ha mostrado, por
su parte, incapaz de vencerlo: el terror, asimilado a la angustia,
se perfila como una categoría existencial fundamental en la filosofía de Kierkegaard (1984), y en el análisis heideggeriano
en Ser y Tiempo asume una tonalidad afectiva que nos coloca
208
delante de la nada. En la elaboración especulativa de Heidegger,
que, a su vez, es una interpretación, el terror está representado
por una existencial anticipación de la muerte.
Este fenómeno ha pasado en nuestros días, de ser una categoría ontológica y una experiencia existencial, a convertirse en
un fenómeno global. El miedo y el terror han salido de la esfera
privada, han trascendido el ámbito familiar e incluso el marco
nacional y se han globalizado. El terror corre paralelo con el
logos, con el discurso. Utiliza la capacidad discursiva del logos,
su potencialidad de referencia, de evocación, y en el universo
de la globalización llega a trasladar su acción dipolar –o su fantasmagoría- hasta puntos cada vez más alejados.
“Mi sin-mundo se ha perdido” es un poderoso poema de amor.
Antes mi sin-mundo me seguía como algo casi irracional:
“Pero ahora, desde que tú no estás, / y te has convertido en
memoria has roto la realidad,/ hablo conmigo y no comprendo el
lenguaje de mi voz. /Ya no estalla el pan en las manos /y el metal
penetra en la carne, /como un clavo sin piedad./¿Qué has hecho
de mí? ¿En qué has convertido Madrid? Dime./ ¿Dónde está la
fantasía, los balcones colgados del viento, /el lenguaje oculto
de las flores, /el sin-mundo de la luz/y el olor a irrealidad?”.
El mundo de la presencia y la ausencia de la amada son constantes desde la poesía ovidiana, desde el amor cortés, desde la
lírica petrarquista, pero en Vallejo asistimos a una vuelta de
tuerca más. Ella es la que permite dar sentido al sin-mundo.
“Signo, magia y emoción” es otro poema cargado de signos y
señales, que incita a la interpretación, un reto para los hermeneutas, un disfrute para todos. Nos encontramos, de nuevo, con
sistema de procesamiento no lógicos, con líneas de transmisión
no tipificadas, con el misterio de lo que nos falta por conocer
sobre el mundo del cerebro, con las continuas indagaciones en
el campo de la neurología.
209
“¡Qué coño ha pasado aquí!” sigue en esa línea de la neurología, en el asombro ante la extrañeza del propio ser, ante el falso
reconocimiento del yo. Todos son cuadros neurológicos del mal
reconocimiento de la realidad: agnosia digital, locura a dos,
pero con algo más, con ingredientes propios muy vallejianos:
“No se trata de un proceso de falsa identificación, /de doble
personalidad y dobles pies pero muy distintos, /de una “locura a
dos” en una misma persona./ Ni de una agnosia digital o de unos
pies muertos sin muerte, /como si yo fuera un cadáver al que
han devuelto la vida./ Tampoco sé bien dónde voy o si voy a alguna parte”. “¿Se habrá confundido el genoma y yo soy una
copia ilegal?”. Uno de esos vallejarres, a los que aludíamos imprime un giro hermenéutico al poema y lo cierra con este brillante final: “¿Qué coño ha pasado aquí¡ /¿Me estaré volviendo
loco por motivo de la “crisis”?/ ¡Esto sí que es grande¡ Pero… ¿Y
estas bragas de quién son?”
“Anosognosia y verdad” insiste en los problemas neurológicos. Es difícil encontrar una forma más atinada de expresar poéticamente el no-reconocimiento de la propia enfermedad. Y el
autor nos expone varios procesos de anosognosia con comentarios reales sobre algunos casos reales y otros inventados. La
poesía se erige aquí en una minipieza teatral.
“La percepción del dolor” sigue profundizando en los fenómenos de la Neurofisiología, como la asimbolia para el dolor. Todo
ello expresado a través de unos diálogos supuestamente surrealistas, pero existentes en realidad porque es un diálogo con un
enfermo relatados por un doctor que es el propio autor:
“-Majareta yo no estoy, doctor, pero a punto de volverme loco.
Si como los erizos crudos, se me clavan las espinas en la boca,
la lengua y la orofaringe. Apiádese de mí. Soy hiperestésico. Lloro
mucho. A todas horas. Yo así no puedo vivir. Si se me ocurre sentarme en casa de una costurera, aunque esté de vacaciones, se
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me clavan en el culo las agujas que no existen, las varillas pasajeras, y los paraguas enteros por el ojo negro anal. ¿Puedo yo
seguir así? ¿Qué hecho yo al universo para que me trate así? /¿Te hace daño el bisturí? ¿Las grapas y las lavativas?/ -Pues sin
embargo, ya ve, a mí el bisturí no me afecta. /Me pueden sajar
un flemón y me harto de reír, quemarme la piel con puros gordos
de Cuba, o abrirme en canal la tripa, y lo vivo como una fiesta,
una explosión de alegría o un orgasmo sin final. ¿Tengo los receptores cambiados, galeno? ¿Es asimbolia al dolor, adicción a
la “blanca” sin blanca, hermetismo sexual o sólo que soy gilipollas? /-Cada uno es tan desgraciado como cree serlo, dijo Séneca una vez. A ti lo que te pasa es que tienes mucho cuento,
una percepción viciada de lo que significa vivir. Hasta que no
pagues la cuenta, no sabrás lo que es sufrir”.
“El lenguaje sin sonido” es una nueva incursión en esa diversidad de discursos que abordan las obras de Vallejo. Junto al
lenguaje verbal humano, hay personajes que entienden el lenguaje de los pájaros, se escucha también el lenguaje de las esferas y del cosmos, el lenguaje del silencio, y este “lenguaje sin
sonido:
“En el fondo, /sé muy bien que no es fácil interpretar /el lenguaje invisible de las flores/ con la nada,/ que no es casi creíble
viendo cómo cambia el mundo/ permanentemente, a nuestro alrededor./ Lo cuento como lo siento, /como si todo acabara de
empezar/ y no pudiera explicar por qué./ Me refiero a la consciencia, al misterio de ser,/ a caer articuladamente vivo desde
tan lejos,/ con materia previa originaria, / simplemente por azar”.
Una vez más, los diferentes tipos de lenguajes del universo,
que dependen de los receptores, los patrones, la amplificación,
la codificación, etc.
“¿Cómo sonará el silencio?” profundiza en los misterios de
la comunicación, en el sonido del silencio: “¿Cómo sonará el
211
silencio,/ la total ausencia de ruido,/ la voz molecular de la materia callada,/del más duro granito azul/ bajo la masa oculta del
Everest?/ Lo pensó de cara a la blanca pared hospitalaria,/ bajo
el sol de Julio, en medio de la luz,/ escuchando el reloj. /Parecía
que el tiempo se había detenido en el cuarto/ y que se encontraba solo ante su vida entera,/ sin conciencia ni sentido,/antes
de despertar(…) / La camilla cruzó una blanca puerta con sonido de metal./ ¿Dios mío dónde voy yo?/ Dime qué va a ser de
mí”.
El enfermo que va a ser operado piensa en la intubación de
la tráquea, en la anestesia, en la pérdida de contacto con la realidad. Pero al día siguiente, cuando despierta, vuelve la vida y
la percepción. Una pared con tiempo, blanca como la nieve. Y
la pregunta que nos recuerda la letra flamenca: “Dime qué va a
ser de mí / cuando me veas desesperaíto/ sin calor de ti”.
“La vida responde a preguntas” indaga en ese misterioso lenguaje de la vida que expresa nuestra admiración ante fenómenos admirables, que contesta a nuestras interrogaciones con
nuevas preguntas:
“La vida responde a preguntas. /Si no incides, no te enteras./
Vas de aquí para allá, sin saber muy bien qué buscas, / ni hacia
dónde vas./ Unos dicen que eres esto y los otros, lo contrario. /
La vida responde a preguntas. No conviene preguntar”.
Las frases exclamativas constituyen un magnífico contraste
lúdico con el comienzo del poema, que es una sátira, un cuadro
fantástico, un fresco de Rabelais, una deformación castiza, un
esperpento, pero al mismo tiempo una reflexión filosófica
sobre la teoría del conocimiento. La naturaleza responde sólo
a preguntas que le formulas, y contesta según le preguntes. No
responde a lo que no se le pregunta. La composición participa
igualmente de algunas de las más felices formulaciones de
Kant.
212
“El lenguaje del silencio”, sin abandonar la reflexión filosófica, es también una afortunada incursión en el campo de la medicina y de la fisiología:
“El lenguaje del silencio nace en el oído interno. / Se origina
en la cóclea, se mete por los tejidos/ y a través de los líquidos,
las venas más finas y complejas/ llega al cerebro sigilosamente
cuando quiere llegar a oír./ El silencio hace un ruido casi insoportable,/ suena a pesadilla o incluso a maldición”.
Los misterios del mundo del hombre son tan insondables
como los misterios del universo: “El umbral de audición, para la
media de los humanos, se fija en 20 μPa (20 micro pascales =
0,000002 pascales), para frecuencias entre 2 kHz y 4 kHz.”
Los límites de la audición humana fueron ya abordados por
Alfonso Vallejo en su obra teatral “Infratonos”, una pieza donde
habla del ruido de los pasos de la muerte, que sólo un grupo de
personas puede sentir. Son aquellos a los que la muerte persigue. Lo que se representaba dramáticamente adquiere aquí una
expresión poética admirable.
“La conciencia, la excepción” nos muestra un misterio sin solución: la conciencia enfrentada a un problema infinito y eterno,
en movimiento. Angustia. Geworfenheit. Estamos lanzados al
mundo, en un continuo proceso de transformación y de un nuevo
renacer:
“Quería aprender a vivir. /A entender quién era yo, /en que consistía mi ser /y el mundo donde vivía. /Empecé por estudiar./ Pensé
por pura intuición /que aprendiendo aprendería/ y que después de
saber/ hallaría solución /al problema de mi vida.//Aprendí a no
saber, /a olvidar sin recordar,/ y a dejarme trozos de mí /pegados
a mi propia piel./ Todo estaba siempre en todo,/ lo complejo y lo
sencillo, /lo lejano y lo concreto./ Todo siempre renacía, /se tornaba algo distinto, /llegaba al hielo y al sol, /siempre móvil e instantáneo, /todo lo mismo en distinto, /sin posible explicación”.
213
Lo “mismo en distinto” es un axioma recurrente en Vallejo,
un fenómeno al que los formalistas rusos como Victor Sklovski
–para definir el hecho artístico y literario- definieron como la “disimilitud de lo similar”.
“Invisible y sin sonido” es una declaración de principios que
recuerda a los estoicos, a los racionalistas, a los más trascendentes filósofos del sentido común. Un poema, como todos, escrito sin artificio ni confitería, construido con la carne y la
sangre del poeta:
“Lo cuento porque lo sé. /Ni lo he leído en un libro, ni me lo
han contado en secreto./No es un mensaje extranjero, aprendido
en Oklahoma,/ regado con Coca-Cola o vino blanco del Rhin./
Tampoco es una extraña teoría de una mente acalorada,/ un estupendo teorema guiado por la inspiración /o una verdad revelada por la historia y la tradición. / Lo digo porque lo he vivido,
lo he sentido en mis propias carnes/ y sólo doy cuenta de mí./No
necesito utilizar las palabras confiteras /de los pasteleros huecos, /el ripio y el arabesco, las huecas expresiones mudas/ de
los estilos complejos o los herméticos lenguajes crípticos /del
onanismo mental. /Lo escribo porque lo he visto, porque lo he
sentido /temblar en mis manos y lo llevo en mis oídos/ como una
carga sonora que es difícil de olvidar”.
“Esto no lo entiende ni Dios” es una puesta entre paréntesis,
una epojé, una crítica lúdica de las explicaciones religiosas, filosóficas e incluso científicas que nos han ido suministrando los
supuestos “maestros”. Para Vallejo, lo hemos dicho muchas
veces, el verdadero maestro es la vida. Los criterios de autoridad –de autoridad de cualquier tipo- se los toma como se los
debe tomar. En el poema se dirige a los que realmente son sabios
de verdad: “Quiero preguntar a un sabio, realmente quién soy
yo. /A una persona que sepa totalmente todo,/ que lo sepa de
verdad, de los pies a la cabeza/ sin mirar en diccionarios, libros
214
de consulta u pantallas. /No sé si me explico bien. Nada de bromas, chistes o pamemosis diarreicas de mentes acaloradas.
Quiero saber la verdad// Quiero saber quién soy, de dónde vengo
y hacia dónde voy./ Yo necesito un sabio. Pero un sabio de verdad./ No un charlatán, un farsante o un truhán iluminado. /Quiero
que me convenza./ Para decirle que no. Que esto no hay quien
pueda entenderlo. /Esto no lo entiende ni Dios”.
En “De pronto se para el tiempo” realiza una profunda reflexión
sobre el proceso de des-realización, de huida, nunca de abandono. Una nueva indagación en el estado de conciencia, una meditación budista, una profundización que algunos consiguen con
el yoga o con otros tipos de ejercicios y de interiorización:
“A veces te quedas fuera. /Se mueven las ramas y las hojas,
/los insectos más verdes y las flores, / y el vuelo de las nubes en
el cielo/ te indican que estás consciente y vivo, /aunque fuera
de la realidad. /Te encuentras en la otra parte, la zona invisible
y sin sonido, /donde existe lo que falta, /el territorio a la contra,
el hueco que corresponde a la masa, /al volumen que tu cuerpo
ocupa/y está siempre sin estar. //Y es que el tiempo se ha parado
/en tu área de conciencia, /de pronto y sin saber por qué”.
“Lo peor es la carencia” vuelve al mundo de la reflexión filosófica, de la experimentación física, todo ello basado en la observación directa del ser humano no solo en el hospital sino
también en la calle, en los libros, en los tratados de filosofía antigua y moderna. Es una composición que bien podía haber escrito el mismo Séneca, al que Vallejo le otorga protagonismo en
sus poemarios y en algunas de sus obras de teatro:
“Lo peor es la carencia, /la falta de algo importante /que te permite vivir. /Me estoy refiriendo al oxígeno, /al agua y la libertad”.
Y una vez más el mundo del cerebro, fuente de poesía, de
ciencia, de arte, y uno de los principales escenarios en los que
mejor se representan las preocupaciones:
215
“El cerebro en sus neuronas,/ lleva grabado dentro,/en circuitos y neuronas, /la historia del horror profundo/ de la alegría y la
pena./ Conoce bien el dolor, /las catástrofes antiguas, /la avaricia
y la venganza”. Y un homenaje los viejos cantaores:
“El que vive como yo, /con la esperanza perdía, /no es menester que lo entierren, /que enterraíto está en vía!”. El cante también podría haber sido interpretado por Enrique Morente en esos
oratorios que, como todo, hacía tan bien.
“¿Dónde está lo que no está?” es una pregunta básica, científica, existencial, filosófica. Una metafísica basada en las nuevas teorías físicas del límite, del vacío total, que al parecer no
existe. Las preguntas de Vallejo nunca son retóricas, no contingentes; siempre son básicas, necesarias:
“¿Donde está lo que siempre falta? /Lo que precede a lo previo/ y se repite después/ sin poderse detectar (…) ¿Dónde está
lo que no está? /¿Dónde se dirige el tiempo / del principio hasta
el final? / Así concluye la vida/ y empieza la realidad”.
El remate de este poema breve, denso, concentrado, esencial, resulta intrigante: la mezcla no puede ser más explosiva:
filosofía, física convencional y subparticular. Y además la realidad tremenda del misterio que supone la conciencia como
fuente de saber y no-saber.
Estos problemas a Vallejo no le producen angustia, como a
Pascal, sino ganas de vivir y de disfrutar.
“Esperando la puntilla” es la mejor historia que se ha escrito
sobre la vida y la muerte de Pepe de la Matrona. Los que lo conocimos sabemos que es verdad todo lo que se expresa. Goethe
afirmó que “al mundo solo puede prestársele algún servicio con
lo extraordinario”.
Es la norma de conducta que siguió don José Núñez y la que
sigue Alfonso Vallejo. Lo extraordinario expresado de la forma más
sencilla, más humana, más natural. Este es uno de los poemas que
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le da al libro un sabor especial, español, muy latino. Tuvimos la
suerte de compartir varias de las vivencias que tan bella y verdaderamente se expresan en el poema. El diálogo con don Elías
Terés está a la altura de la mejor prosa española. El cante final
es un tremendo cante sobre los muertos y la muerte:
“Campanas redoblaron, /las sepulturas se abrieron, /los muertos resucitaron.”
“Sin principio ni final”, que lleva el mismo título que el conjunto del poemario, es un diálogo entre la vida y la muerte, que
constituye un espléndido resumen del contenido del volumen.
Lo infinito en el fondo es la conciencia, mientras se produce y
como fenómeno personal.
El instante mientras dura es casi eterno. No lo puede frenar
nada que no sea la catástrofe de la muerte. El autor recuerda
las palabras del copiloto del avión que se estrelló en Barajas,
antes de que la caja negra detectara que no había más palabras:
“¡Vuélalo, vuélalo!”
Ahí radica el secreto de todo: hay que volar… mientras se
pueda.
Como en otras composiciones la más terrible tragedia se
combina con la expresión más bella y poética:
“El suelo podría no existir. / Ser sólo un precipicio en medio
de un espacio vacío./ El aire incluso, ser sólo una mezcla de ceniza y humo/ que ocluyera la tráquea / e hiciera de los bronquios túneles negros sin respiración./ Y los árboles más
floridos, más esplendorosos y verdes,/ trozos de hierro suelto
con lava en erupción. /Pero el verano había llegado con una potencia inusitada /y al andar por el parque, enormes masas de
plantas /te impedían casi andar. /La luz y los colores, las sombras y la luz de la enramada, /en brutal contraste, te impedía
pensar que algo así, tan bello, /pudiera ser distinto, ni siquiera
en la imaginación”.
217
“Entiendo sin entender” desprende otro jirón de realidad, inspirado en otra de las grandes figuras del flamenco: La Talegona,
que tenía una voz extraordinaria y un espléndido sentido del
ritmo. Y también la intuición de los grandes artistas:
“Yo entiendo sin entender./ Mi fuerte es la sin-razón./ Lo mío
es irracional./ Hay quien lo llama intuición,/ dijo la Talegona,
/templándose la voz. /Soy “alfabeta” total,/ pero me entero de to.
/Meto el ojo y ya lo sé. Es algo dado por Dios”.
Y como sonido de fondo las dos soleares que trajo de Sevilla
Ramón el Ollero, aunque la primera de ellas ya aparece recogida
por el hijo de Archidona don Emilio Lafuente y Alcántara en su
colección de 1865 y por el natural de Osuna, el erudito don Francisco Rodríguez Marín en sus Cantos populares en 1882:
“Quien mal anda mal acaba, / en casa del jabonero /el que no
cae, resbala.”/ “Cuestecita del Bailío, / cuantas veces de rodillas/por tu culpa la he subío.”
“Primero cambió la luz” mezcla información y sentimiento,
saber popular y cultura escrita: “Primero cambió la luz. Y después el sonido. / Cuando llegó el terror,/ no sabíamos que el
miedo había comenzado mucho antes, /y nos fuimos a Wikipedia.
//En el núcleo central, de unos 400.000 Km. de diámetro, el hidrógeno se convierte en helio por reacciones termonucleares./
Tan sencillo y tan complejo./ Primero cambió la luz. Y luego empezó el terror. /¡Como se ponga “malito” el sol… ¡ /¡Se puede formar la de Dios¡ /PS: Que nunca mejor dicho…”.
“Lo invisible nos observa” es la expresión del horror y sobre
todo de la alegría del vivir frente a un Demonio y a un Dios, personajes de fábula que nos siguen los pasos por dondequiera que
nuestro cerebro los inventa. La escritura de Poe y de otros grandes creadores es familia cercana de la de este poema:
“Lo invisible nos observa. / Nosotros no podemos verlo, /pero se
siente su aliento en los ojos y en la piel. // Son partículas sonoras
218
que existen sin existir,/ y no paran de moverse sin aparente control. /Las gigantescas masas de gas que circulan por el cielo/ a
millones de kilómetros de luz, /parece que son fantasía o incluso
alucinación. /Pero todo se va inventando, /con el ritmo preciso
de la materia oscura, /la lógica y la sinrazón./ Todo se va formando/ y conoce su camino antes de pensar en él. /La vida es
inexplicable. /Y la muerte, la esperanza y la alegría, /también.”.
Es la visión de un clínico, tentado por el misterio de las cosas
que producen fruición, de una atinada mezcla de extremeño y
cántabro, de una persona partidaria siempre de la vida frente a
la muerte, de la luz frente a las tinieblas, aunque como veremos
en seguida, el poeta sabe sacar luz de la oscuridad. La composición nos confirma también que estamos siempre empezando,
siempre intentando definir. Subraya, por otra parte, la maravilla
de no estarse quieto nunca, del dinamismo constante, de haber
sabido oír las enseñanzas de los grandes maestros y las lecciones de la historia.
Es un canto a l’esprit critique, con resonancias de Quevedo y
de Ortega.
“Lo “oscuro” no va en mi contra”, como otras composiciones del
libro, desarrolla todas las potencialidades del amor y del placer:
“Hice lo que tú querías. /Intentar explicarme la vida /Y saber
qué estaba haciendo yo aquí./Levanté la cabeza al cielo/ y miré a
las estrellas./Nunca me respondieron./Las estrellas no saben qué
es la palabra. /Mucho después me enteré /que algunas ya estaban
muertas/cuando nos llega su luz”// Nada se oponía a mi ser. /Desde
Venus a Neptuno, /desde el mundo subparticular a la extrema radiación/ de los grandes espacios oscuros, /nada estaba en contra
mía/ y podía respirar./ Un perro cruzaba la calle/ y una sombra le
seguía, inmensa, transparente y larga,/ como un enigma sin respuesta, todavía sin aclarar./ Lo oscuro no va en mi contra. /Casiopea me protege. /La anti-materia, también”.
219
Es inevitable en el mundo de las preocupaciones científicas
del autor la aparición de la anti-materia. Lo admirable es este
tratamiento poético.
“Aportas locura a la calma” es otro bello poema de amor, en
la mejor tradición petrarquista, en la de Garcilaso de la Vega,
sobre todo. Pero siempre con más rabia, con una potencia y con
una fuerza hercúleas.
Con el misterio del enigma del amor y de la vida:
“Tienes algo magnético. /Aportas locura a la calma. /Cambias
el aire de signo, /lo vuelves eléctrico e irracional./ Tus dientes
son abstractos. /No pertenecen ni a los labios ni a la boca. /Tu
esencia se escapa. /Te impones a mí /sin que pueda evitarlo.
/Como un enigma recurrente/ que no puedo ni evitar”.
“Metalenguaje invisible y fugaz” desvela, de forma magistral, el increíble leguaje universal, intercambiando información
inconsciente con el resto del universo, y además con el pasado:
“Las moscas, perros y gatos, comprenden qué pasa en Madrid, /París, Londres y Teherán. /A su forma pero entienden. El
lenguaje universal./Tú no te enteras de nada. No eres emisor, receptor ni sistema. /Eres tan sólo un mamón, sin patrón, código
o programa./Tus células intercambian información fisicoquímica/ con todas las células de tu propio organismo”.
Así nos lo testimonian los tratados científicos:
“Las células unicelulares procariotas (como las bacterias) y
las células eucariotas (como los protozoos), viven en un medio
acuoso del que reciben múltiples estímulos fisicoquímicos como
la luz, temperatura, salinidad, acidez, concentración de otras
sustancias, a los que responden generalmente con movimiento,
llamado taxia (quimiotaxis, fototaxia).
Los organismos unicelulares captan de su microambiente estímulos y procesan la información que reciben a través de una
220
vía de transducción de señales, que controla la dirección del
movimiento de sus pseudópodos, flagelos o cilios. Los seres unicelulares móviles se adaptan al estado físico y químico de su
entorno y pueden aproximarse o alejarse de varios estímulos,
como un medio de competir para la supervivencia. Estos organismos unicelulares también producen sustancias parecidas a
las hormonas, que son captadas por individuos de su misma especie mediante receptores celulares de membrana específicos.
Este intercambio de información les sirve para el intercambio
genético, principalmente (conjugación bacteriana).”
“Lack of information”: “Falta de información/ No puedes estar
informado de las señales y signos que utilizan en Madrid las
hormigas y los búhos, las culebras y los zorros, los políticos y
astronautas para resolver el caos. Las que influyen en el comportamiento de otras son fundamentalmente químicas”.
El lenguaje del universo es infinito pero la bioquímica para la
materia viva es esencial. Alguien decía que Dios se comunicaba
con el hombre a través de la bioquímica, que no sigue los patrones físicos sino los moleculares. El problema es impresionante.
No estamos ante una poesía lírico-sentimental, aunque no se
obvie lo esencial del lirismo y lo fundamental del sentimiento.
Llevamos muchos años intentando elucidar la poesía de este
“monstruo” y por de pronto, lo que podemos decir es que la poesía de Vallejo es “otra cosa”. Como ya hemos comentado en
otras ocasiones, la cultura pueblerina-regional –en el sentido negativo de estos términos- no han sabido detectar el fenómeno
poético que desde el año 1957 hasta nuestros días ha conducido
no solo la lírica sino la cultura española por todos sus amplios
y numerosos caminos. Estoy completamente seguro de que más
pronto que tarde se reconocerá. Fleming descubrió la penicilina
y nosotros estamos muy felices y orgullosos no de haber descubierto a Vallejo porque ya estaba descubierto pero si de haber
221
tenido la oportunidad de conocer y seguir una trayectoria poética absolutamente diferenciada y totalmente distinta a todo lo
que se hace no solo en España sino en el contexto occidental y
de intentar elucidar algunas de sus múltiples claves.
“Y tú a mamar y a mamar” abunda en el asunto de la comunicación, que Vallejo aborda desde todas sus ricas y variadas dimensiones: desde las tecnologías de la comunicación, desde el
papel abrumador de los mass media hasta la comunicación que
se opera en el nivel de las células:
“La comunicación nerviosa o neurotransmisión es un tipo especial de comunicación celular electroquímica, que se realiza
entre las células nerviosas. / En la neurotransmisión el flujo de
información eléctrica recorre la dendrita y axón de las neuronas
en una sola dirección, hasta alcanzar la sinapsis, donde en esa
hendidura que separa ambas neuronas, la neurona presináptica
segrega unas sustancias químicas llamadas neurotransmisores
que son captadas por receptores de membrana de la neurona
postsináptica, que transmite y responde a la información.”
De nuevo más toreo al alimón: ciencia y sentimiento, campos de Castilla sin Castilla, lo cognitivo y lo emocional: “Y tú
sin soltar la teta. El mundo no para de hablar, se comunican las
cosas, los árboles y los jirones de viento, /y tú venga a chupar
y chupar”.
Códigos, canales y enlaces. Todo es lo mismo en sistemas diferentes de rapidísima difusión: “Cuando sueltas el pezón, te
mueves un poco en tu sitio, /dices cuatro tonterías, sin enterarte
de nada,/estás listo para despegar hacia otras áreas/ y aprender
un metalenguaje total, cósmico y universal”.
“Signo, palabra y señal” es una presentación poética de la
vida como interpretación instantánea de una realidad fugaz y
móvil que descifras como puedes, según tu ADN. Pero esto no
lo entiende nadie.
222
Y si dice que lo entiende, es tan solo un charlatán: “Resulta
que no te enteras. /Preguntas, estudias y lees /y empiezas a hacerte idea. /Pero estás en un error. /La vida te lo demuestra.
/Sabes un poco del todo/ pero el minutero cambia /y vas cambiando con él./ Y si llegas a otra parte, tan sólo un poco más
lejos, /ves el mundo del revés./ La vida es interpretación”.
Suscribo enteramente la interpretación del autor: “La vida es
como te la cuentas./ Te la tienes que inventar./ Con el lenguaje
apropiado, /las señales y los signos /para poderte entender./ Eres
lo que quieres ser,/ tu propia interpretación”.
De poco valen los criterios de autoridad, sobre todo los de
aquellos que han vivido y viven alejados de la realidad más real,
frente a la interpretación del que se ha zambullido hasta el
fondo y ha sabido gozar al máximo de los placeres.
“La vida como excepción”, como todos los poemas de Vallejo,
anima a vivir la vida con más intensidad, con más fuerza y con
más donosura.
Además, como los buenos flamencos, coloca cada cosa en
su sitio, cada cante con su debido compás: “Cada ser en su propio ser./ Cada ser en su propio instante./ Cada instante en su momento”.
“Quisiera saber por qué” es una interrogación acerca de todo
y sobre todos. Vallejo, como los buenos filósofos, se cree muy
poco de aquello que le han contado. Todo está por descubrir. Y
para ratificarlo la frase feliz del actor francés: “Et si vous avez
du succès, méfiez vous”.
La pregunta, la interrogación, la apelación son valiosos instrumentos de la mente para conocer e intentar descifrar algo
de lo indescifrable: “Quisiera saber por qué, /sin letra, discurso
o palabras, / dónde empieza el mismo principio/ o dónde acaba
el final. /Enterarme del sentido de un instante /y poderlo comprender / Quisiera sentir la verdad./ Hasta el fondo de mí mismo./
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Poder imaginar el fin,/ el punto sin el mismo punto /y la línea sin
estrellas”.
“Nació con el azar en contra” relata un caso clínico real: “Hay
gente con mala suerte. Nacen con el azar en contra, / con media
espada en lo alto/ que se van “tragando” según viven, camino
del corazón”.
Después de una minuciosa exposición de los sistemas de
transmisión de los virus, que parece una película de ciencia ficción, el destino impone sus leyes impacables: “María tenía 22
años. Había nacido sin suerte./Con la espada en todo lo “alto”./
Nació con el azar en contra./ El destino la ejecutó”.
“Muchos grados de locura” profundiza en la dimensión de la
pregunta como interpretación y combina de nuevo con gran tino
el mundo de la filosofía y de la ciencia con algunos de los personajes que le dan auténtica salsa a la vida: “¿Quién controla a
mis sistemas? Es lo que quisiera saber. / Cuando soy uno y no
soy varios, simultáneamente, /según el tiempo que toca, por la
mañana o la noche, /¿quién me hace ser como soy? /Los billones de células vivas, con todos sus cromosomas, /sus membranas y canales de sodio, potasio y cloro /¿quién las controla en
mi ausencia? /¿Quién los mantiene y recicla, quién los renueva
y verifica? //Leo el Lebenswelt de Husserl, su Einklammerung y
hasta el Dasein del otro, la Epoké e incluso la Epistemé /¡Y me
entran ganas de reír¡/Me parecen que están locos casi todos,
/que se creen cualquier locura/que les están vendiendo mentiras, verdades de toco-mocho /y leyes que son pamplinas./”.
La lección, como en otras ocasiones, nos la da la sabiduría
del flamenco:
“No preguntes por saber/ que el tiempo te lo dirá/ que es mucho
mejor saber/ y saber sin preguntar”.
“No da más de sí la luz” muestra un estilo distinto y plasma en
forma poética datos suministrados por la ciencia: “Observaciones
224
astronómicas indican que el universo tiene una edad de 13,73 ±
0,12 millardos de años y por lo menos 93.000 millones de años
luz de extensión. El evento que se cree que dio inicio al universo
se denomina Big Bang. En aquel instante toda la materia y la
energía del universo observable estaba concentrada en un
punto de densidad infinita.
Después del Big Bang, el universo comenzó a expandirse para
llegar a su condición actual, y continúa haciéndolo”. La luz y la
oscuridad adquieren en Vallejo la categoría dialéctica que ostentaba entre los filósofos y trágicos griegos el problema del ser y
de la nada. No es algo que inventara Sartre. Ya venía de muy atrás:
“No da más de sí la luz. /Después surge la Nada./ Y te desgarra la piel con grandes cortes lineares, /te sangran las uñas, /y
a veces pierdes la razón.”.
Hay un nuevo cambio de ritmo basado en el poder de la inteligencia:
“Pero la excesiva inteligencia y la maligna soberbia/ de los
astronautas de barra, puntero y ordenador, /le afectaban a la
tripa, a la vulva y al “ojo negro” de atrás” // Pero ella había saltado ya por la ventana del baño al campo/ y corría por los senderos silvestres, / cubiertos de rojas flores,/ como una cometa,
imitando a Usain Bolt./ No da más de sí la luz. Y si eres tonto te
quema./“La “jombra” también es “güena”
El autor ha aprendido tanto de los grandes maestros como de
los personajes más pintorescos y marginales. Vallejo habla
siempre de “lo que se le ha quedado” y se le ha quedado mucho.
Con frecuencia las fuentes son desconocidas, pero auténticas.
Al autor le gustaría que la gente le recordara como a un hombre
que ha buscado ser.
Nada más. Pero de verdad.
“Amar, pensar y sentir” concentra, de alguna manera, las actividades y los procesos que experimenta Vallejo. El amar, el
225
pensar y el sentir constituyen aquí una nueva reelaboración y
redefinición del Carpe diem:
“Cuando menos te lo esperes, /se está marchando la vida,/ y
eres un vivo sin vida /que está empezando a morir.// Cuando
menos te lo esperes/ serás tan sólo memoria/de un ser parecido
a ti/que va ocupando la muerte. / Por eso, mientras quede un
rayo de sol,/ disfruta de cada instante/ de la grandiosa aventura/de amar, pensar y sentir.
“De profundis clamavi”, con un título aparentemente religioso
e incluso litúrgico, expresa como nadie el sarcasmo con palabras tremendas y bellísimas:
“Lo pensé hasta en latín por si la lengua importaba. // Los chorizos y “mangutas”, descuideros, randas y cacos/ vienen del extranjero /Las sangrientas maquinarias se cruzaban con gran
ruido/ por largos carriles de hierro./ El clamavi es una patraña,
un opio para inocentes /que tienen las cuentas a cero, me dije
yo para mí. / El “barbudo” ya se ha muerto, como dijo el del bigote /un día que se despertó torcido. /Gott ist tot. /Sin estudiar
medicina y sin fonendo. Tan sólo por intuición. /¡Tiene razón Federico¡ ¡Qué cojones tiene el tío!”.
Vallejo se vuelve contra Federico Nietzsche y su “Dios ha
muerto”, con una presentación lúdica de su imponente bigote y
su arrogancia germánica.
Vallejo pone siempre en tela de juicio el “cuento”, la falsa historia, la mentira y la excesiva credulidad. Como diría Voltaire:
“Leur povoir vient de nôtre crédulité”.
“Vital connectivity”, al igual que otras composiciones de
este libro, es una acertada simbiosis de lo científico y lo cheli,
de registro científico y formal y de lenguaje de base oral y coloquial: “El oxígeno y el hidrógeno se amaban. /Así como suena. /Y
en cuanto se olían, se agarraban. Con enorme fuerza. /Era un amor
para siempre. /Hasta que Dios los separe. /El carbono y el nitrógeno
226
se amaban también./ No con una pasión tan extrema, pero se
“gustelaban” “chachi”// Parecía un cuento de una mágica mente
molecular/ dirigida por un genio especialista en atómica estructura/ o simplemente por una coincidencia/ entre antiguos infinitos /dispuestos a inventar la razón y el amor en un mismo ser.”.
En el fondo, y como siempre, Vallejo está cantando y contando la evolución de la vida: “El sol, con su tremenda energía,
/encendía enormes fuegos siderales / para que no se helara la
pasión. //La vida se iba organizando por adherencia y simpatía,
/con compatibilidad y unión. /Hasta que se desarrolló un ser
capaz de inventar a Dios, /a través de la astronomía, la biología
más estricta/ o incluso también la fe. /Los conexiones bioquímicas existen dijo una muy despabilada. / Todo se organiza por circuitos que se mantienen y llevan bien. /
“Vital connectivity”Es una mezcla de mezclas, de fusiones incorrectas, de decisiones que vienen de los lugares más oscuros
del cerebro previo que hemos heredado. Después resulta que
este ser expresa su experiencia de la vida pero en inglés. “Vital
connectivity” puede traducirse por “conectividad vital”, una
frase no empleada en la lengua estándar pero sí en el registro
científico. El microdrama recuerda en tono lúdico los autos sacramentales de Calderón.
“Lo que importa es el Dios de dentro” es un breve relato basado en un personaje real del Rastro madrileño. Madrid nunca
está ausente de los poemarios de Vallejo. Podría realizarse una
geografía literaria de la ciudad llevando a cabo un rastreo en
sus creaciones de todas las calles, plazas y rincones y los personajes pintorescos que la han transitado y que la habitan:
“Todos le llamaban “el Guarro”. /Vendía muebles viejos y trastos
en el Rastro, / en una esquina de la Plaza General Vara del Rey.
/Hablo de tiempos antiguos, /de gentes desaparecidas, muy extrañas, /perdidas en el recuerdo”.
227
“A cualquier precio: vivir” refiere un caso clínico real, de una
tremenda realidad: “Refiero un caso extremo /de blancas paredes, / largos pasillos blancos/y extrema palidez de la piel. /Una
enferma terminal,/ con parálisis motora /de brazos, piernas y
cara, /no podía respirar. // Miraba por la ventana. /Hay que hacer
traqueostomía/ para poder ventilar / los pulmones y el cerebro,
/el tiempo que dure el tiempo. /Hay que tomar decisiones, /y firmar un consentimiento. /Pidió lápiz y papel /y con mucho sufrimiento, /con la punta de los dedos /escribió en la cuartilla: /a
cualquier precio, vivir. /Miraba por la ventana. /No supimos bien
por qué. /El cuarto era blanco, /blancas las paredes /extrema la
palidez de la piel. /Pero el cielo era azul, / verdes las plantas /y
la luz del cristal, /casi transparente, /totalmente incomprensible
/para un ser racional.”
Los seres en estas situaciones tan extremas enseñan realidades que ni siquiera pueden imaginarse.
“El mundo negro que no ves” nos muestra como siempre la
poderosa atracción de Vallejo por lo que no se conoce, por lo
que no es, siendo. Se trata de un mundo mal reflejado pero que
pesa tremendamente sobre la conciencia: “Lo que no se puede
detectar, /el mundo negro que no ves, /lo que escapa a la retina
y a los dedos, /lo que no se deja escuchar, /y escapa a las grandes maquinarias /que ha diseñado la mente, /casi no existe, /casi
ni está ni es. /Pero su inmenso peso, su gigantesca atracción /se
deja sentir en el cuerpo /y produce escalofríos, /un temblor interno sin nombre /que no se deja nominar”.
El autor sabe de sobra por su experiencia clínica y por lo que
observa continuamente en la realidad que “tan sólo es cierto el
instante, / la conciencia del momento en tu cerebro”.
Se expresa de una forma inmejorable la noción del hueco, del
agujero negro, que tiene su compensación en lo positivo de la memoria, del saber, de la invención, del valor, y también del amor”.
228
“De placeres sin pecar, el más barato, cagar” es un homenaje
a uno de los personajes legendarios de la historia contemporánea, fallecido recientemente: Neil Armstrong. El poema define
muy bien hasta dónde hemos llegado. Después se sabría que
sólo le quedaba energía para treinta segundos más y él ni se inmutó. Consiguió alunizar en un sitio seguro. Preguntado por su
tranquilidad ante la noticia que le remitieron, afirmó que estaba
entrenado para afrontar situaciones con alto riesgo. El poema
indaga muy bien en lo que conocemos y en lo que no conocemos, y después de un viaje interplanetario fascinante, la conclusión no puede ser más acertada: “El mundo que conocemos, no
es comparable con nada./ Nuestra vida la excepción. Personal e
irrepetible. /Capaz de reconocerse, de inventar y descubrir. / De
expresarse y de comer, de sudar y respirar, /amar, soñar y pensar. / Incluso hasta de cagar”. En el PS se concretan el día y la
hora exacta de esta aventura que parece irreal: “Neil Armstrong
pisó la superficie lunar el 21 de Julio de 1969, /a las 2:56 (hora
internacional UTG) al sur del Mar de la Tranquilidad. “Éste es un
pequeño paso para un hombre, pero un gigantesco salto para la
Humanidad”. Acaba de fallecer el 25 de Agosto 2012 a los 82
años”.
“Que cada perrito se lama su propio “sipote” nos narra otra
gesta, pero no de un personaje universal y planetario como Neil
Armstrong sino de otro no menos singular que conoció el autor
y que se movía con frecuencia por la plaza de Santa Ana y sus
aledaños. Esta crónica valleinclanesca le sirve para formular observaciones sobre la edad del universo y los millones de luz de
su extensión y para preguntarse a continuación: “¿Y tanta luz
para qué?”.
El personaje muestra igualmente su escepticismo ante las
consideraciones del destino final del universo: “En cuanto a su
destino final, las pruebas actuales parecen apoyar las teorías
229
de la expansión permanente del universo (Big Freeze ó Big Rip),
aunque otras afirman que la materia oscura podría ejercer la
fuerza de gravedad suficiente para detener la expansión y hacer
que toda la materia se comprima nuevamente; algo a lo que los
científicos denominan el Big Crunch o la Gran Implosión”. El personaje no entiende nada y quieren que se lo expliquen mas claro
en “caló”.
Nuestro protagonista tampoco suscribe las afirmaciones de
Schopenhauer:
“Pocas veces pensamos en lo que tenemos pero siempre en lo
que nos falta.”. “El Porreto, bebiéndose una cerveza en el mítico
Gayango, piensa que a él no le falta “de na”, que lo tiene “to sabío
y olvidao”: Lo que quiero es que no “me joan” y me dejen vivir en
paz. / Yo estoy contento con to. “Ca uno” es “ca uno”. / Todo lo
que dicen es cuento. /Pa que piquen los idiotas. /Que cada perrito
se lama su propio “sipote”. /Que para lo demás está Dios. / Si es
su profesión, “joe”. /¿O te vas a meter tú en su terreno?/Si no está
aquí para ayudarnos, dime tú para qué coño está”.
“La pregunta sin respuesta” nos confirma una vez más que al
autor le interesa sobre todo indagar, descubrir, interrogar. Es la
mejor forma de conocimiento. Estamos ante otro auto sacramental de Calderón sin sacramento. De alguna forma, también
es un homenaje a ese gran hombre que fue don Pedro Calderón
de la Barca, que vivió la tremenda crisis de la segunda mitad del
XVII, una época, en la que como decía Francisco de Quevedo,
“para unos no haya pascuas, para otros no hay cuaresmas”. El
autor, conociendo la suerte y la vida de tantos genios, la de un
Vélez de Guevara que se quejaba al Regidor de no tener ropa
para poder “taparse las bajeras”, comprende la suerte que tiene
de poder vivir como vive y de poder expresar tan libremente y
tan bien sus sentimientos. Una vez más, junto al hecho de la vida
elemental y del duende, la estructura molecular de los receptores
230
celulares: “Éramos materia viva peculiar, imaginación y fantasía,
/sentido natural y “duende”, arte convertido en ciudadano preso./
Nunca, sentados ante una pantalla, / podíamos haber viajado
tanto hacia atrás y hacia delante, habernos adentrado en las turbulencias tropicales/y la estructura molecular de los receptores
celulares. /Parecía un fantástico cuento contado por nosotros
mismos, /una especie de delirio alucinatorio sin explicación./Páramos, halcones, vientos polares y huecos, / inmensos boquetes
en el cerebro que hacía falta descubrir./ A esta sed de conocimiento, /a esta intranquilidad ilimitada cercana a la exasperación,
/nadie sabía cómo llamarle, pero nos había traído hasta aquí. /Alguien en algún momento, en un punto remoto / de un universo gigantesco, sin muy clara explicación, /se estaba preguntado de
pronto ¿por qué? /Sencillamente ¿por qué? Y miraba al cielo…”
“Te escribo desde muy dentro” incide en el mundo de la ciencia como referencia de la realidad exterior: “Te escribo desde
muy dentro, /no sé bien muy bien desde qué punto, /pero quiero
hablar contigo.
/Necesito decirte algo pero no sé muy bien qué es. /Porque
estoy desconcertado. /Acaba de nacer el bosón y no entiendo lo
que soy. / Si un ser en estado cuántico /compuesto de partículas
sub-atómicas/ guiadas por un principio de indeterminación/en
que hacen lo que les da la gana/ sin saber ellas mismas dónde
van,/ o bien un hombre con los pies sobre la tierra, /con un norte,
unas creencias y una idea del valor. // Que un mismo fenómeno
pueda ser percibido de muchas formas, /según donde se le mire
/y que a eso se llame dualidad onda-partícula, lo comprendo. /Y
que la llamada radiación térmica es la que proviene de la vibración microscópica de las partículas que lo componen, /también,
por qué negarlo. /¡Ahora… que existan seis tipos de quarks,
seis tipos de leptones y cuatro tipo de bosones… y que según
su velocidad se pueda hablar de tardión, luxón, fonón, taquión y
231
dentro de las cuasi-partículas de fonones, excitones, plasmones, polaritones, polarones y magnones, eso ya me da que pensar¡ ¡Porque sinceramente no lo entiendo!”
Y la letra flamenca: “Presumes que eres la Ciencia /y no lo
comprendo así, /porque siendo tú la Ciencia, no me has comprendido a mí.”
“La mano de Dios y el bosón” desarrolla algunos de los principios ya enunciados en el poema anterior: “El Gran Colisionador
de Hadrones (LHC) del CERN en Ginebra, Suiza, inaugurado en
2008, y cuyos experimentos empezaron en 2010, fue construido
con el objetivo principal de encontrarlo, probar la existencia del
Higgs, y medir sus propiedades, lo que permitiría a los físicos
confirmar esta piedra angular de teoría moderna” /Si de pronto,
quizá, por algún hueco,/ aunque fuera sólo un instante, /por un
resquicio, una rendija, una hendidura, /o cielo abierto, /la sorpresa de estar vivo, /de poder respirar el aire del Retiro /y beber
un sorbo del agua del Lozoya/ y poderlo mear después…/
“El 4 de julio de 2012, el CERN anunció la observación de una
nueva partícula «consistente con el bosón de Higgs», pero se
necesita más tiempo y datos para confirmarlo.”/ Me refiero a la
extraordinaria sensación /de ser yo mismo y poderlo reconocer,/
de ser consciente de mí, /aquí y ahora, a las 22 h 22, /el 31 de
Agosto del 12 /en la Villa de Madrid…/
“Como su nombre indica, es un bosón, tiene espín 0 (lo que
se denomina un bosón escalar). No posee carga eléctrica ni
carga de color, por lo que no interacciona con el fotón ni con los
gluones. Sin embargo interacciona con todas las partículas del
modelo que poseen masa: los quarks, los leptones cargados y
los bosones W y Z de la interacción débil.”
La exposición científica recibe el cierre magnífico del epifonema final: “¡Viva la paella, los garbanzos, los “quark” al horno
y el jamón!”´.
232
“Lo nuestro, sí que ha sido amor” es un espléndido poema de
amor, pero no en la línea la poesía cursi ni de los versos huecos
y alambicados sino al más puro estilo de la ciencia actual. No
cabe duda de que el material poético se ha expandido, al igual
que el universo, y que Alfonso Vallejo, quizá solamente él, se
convierte en testigo excepcional de esta expansión. Y ¡ojo! Aún
nos queda la revolución y la explosión.
El autor declara con hombría y orgullo cuál es su poética: “Me
niego a ser un poeta de confites, metáforas y lamentos./ Directamente a lo más hondo, como si pusiera mi boca /en tu aurícula derecha y besara el corazón. /Así es como yo quiero hablarte. Como
un catéter parlante. /No creas que tengo bloqueos, amnesia, parafasias/o una disfunción nerviosa que me impide expresarme
bien.//No sé bien cómo empezar. Quiero decirte algo muy bonito.
Te pondré mejor la cinta de la siguiriya de Curro Dulce: “Dicen que
duermes sola/ mienten como hay Dios/ porque de noche con el
pensamiento/ dormimos los dos./ O la que cantaba Paco Alcaide,
el Maestro de Escuela:”“El silencio es lo que vale/ anoche soñé
contigo/ y no se enteró ni el aire”/Yo no te las puedo cantar ahora,
como antes, porque tengo la voz “rozá” y una candidiasis laríngea,
/producto de una enfermedad que me está comiendo la lengua.”.
El final, como muchos cantes flamencos, e sencillamente aterrador: “Además, con ese ataúd tan caro, con tanta madera inútil, tendrías muy mala audición. Y se apagarían las velas”.
“¿Con qué comparas tu vida?” combina relatos fantásticos de
gatos enfurecidos al estilo de Allan Poe con consideraciones
sobre la Ética de de Hartman o los trabajos de Scheler por ejemplo, para afirmar en este rico contexto que “La vida no se puede
comparar con nada, ni con ella misma./Y tu vida instante a instante /ni con tu tiempo de vida previa, /un suceso anterior, deformado por la memoria /y las circunstancias de alrededor./ La
vida sólo se puede sentir./Y sentirla a tu manera”.
233
“Nunca nada se detiene” remite al Panta rhei de Heráclito de
Éfeso, glosado, entre otros por Hegel en su Diario de viaje por
los Alpes de Berna, comparando el movimiento aparentemente
inmóvil de las cascadas con la inmovilidad de las montañas del
Valais. La poesía de Vallejo sigue el movimiento aparentemente
inmóvil descrito por Hegel: “Llega y sigue. Parece que se para
pero resbala. /Como si un tiempo sin definición, lo fuera atrayendo más allá./La corteza se estira y se encoge, se resquebraja
y salta. / Turbulencias de aspas giratorias invisibles, /remueven
la situación de las ciudades en los planos, /y la cartografía se
vuelve confusa y variable, /sin que se sepa por qué. A veces se
escapan. A veces vuelan. /Porque el universo gira hacia un punto
desconocido /por determinar. /En invierno el hielo se rompe y
aparecen fallas inconcebibles /con trozos de barcos muertos
atrapados /por un hundimiento sin datos y trozos de calaveras
sin nombre/afloran al presente como testigos de un horror”.
La composición de Vallejo discurre desde el movimiento imparable del cosmos a la corriente no menos dinámica de la mente
y del cuerpo humano.
“¡De aquí no me saca ni Dios!” está inspirado en lo que dijo lamadre del poeta poco antes de morir. Después de una bella y sensual descripción de la amada, se trazan dimensiones estelares
para centrarse luego en las cuestiones básicas de la vida: “Aquí
no hay ni tormentas solares, ni dióxido de carbono, /ni terroríficos
vientos de 5.400 Km. por hora, /ni metano líquido, volcanes en
erupción, / bombardeos permanentes de rocas enloquecidas,/lluvia
negra o radiación”.
Formuladas unas oportunas referencias a los “listos” sinvergüenzas y a los pensadores huecos, el autor nos regala una
nueva invitación al Carpe diem, a disfrutar de la auténtica maravilla que es la vida: “Disfruta del sol mientras puedas, /de la
buena compañía, /y del gozo de vivir. /Y mientras puedas hablar,
234
/dile al universo entero, /al mirar a las estrellas: /“De aquí no me
saca ni Dios.”
“Eterno, infinito y móvil” vuelve a la teoría del conocimiento
y al problema de las certezas, al cambio continuo, a la imparable velocidad de todo, a lo complejo y a lo imaginable; al papel
importante del cerbero a pesar de su aspecto externo nada estético, a la maravilla de tener un cráneo, del que están privados
las piedras y los árboles:
“Perdido en el universo, girando en un mundo incierto/ alrededor de una estrella que se va quemando sola, /arrastrada por
galaxias, muriendo en la eternidad,/ sólo cuentas con una especie de piel invaginada/ en un hueso al que denominan cráneo”.
Ahora sabes que tienes conciencia de ti, y que puedes perderla en cualquier momento:
“Incluso te puedes morir. /Death´s is the Nature´s master
stroke. /El golpe maestro de la Naturaleza /que permite dejar de
sufrir cuando te llega el momento, /y no puedes escapar”.
“El sistema del terror” incide en el fenómeno del miedo al que
se ha hecho referencia con antelación. Es sorprendente la descripción tan bella que puede hacerse de un fenómeno tan estremecedor:
“Su naturaleza es vana, hueca y vacía, transparente y veloz/
como un silencioso huracán sin aire, /o como un cristal de espinas, que estalla, /sin que nadie lo note, en la oscuridad./ El terror
llega por todas partes, de golpe,/ por las ventanas y cables, las
antenas y las sombras/ que deja la luz al pasar”. El terror penetra por la piel y la retina, los oídos y los dedos,/ el sueño y la realidad,/camino del corazón”. El poeta testifica que los maestros
de la muerte no paran y que tienen un plan perfectamente programado:
“Los maestros de la Muerte no paran. /¡Hay que acabar con
el sujeto libre, capaz de amar y pensar!/ La Historia se repite
235
siempre, si la dejas actuar”. Pero el poeta también tiene su programa frente a los maestros de la muerte y del miedo:
“Contra el sistema del miedo, la codicia y el horror, /razón,
justicia y valor”.
“Física de partículas” nos expone versiones muy distintas, interpretaciones muy diversas pero complementarias de la realidad: “Salgo al campo y pregunto/ A los perros y caballos, a las
moscas y a las fieras. / ¿Qué sabéis, vosotros todos, de la energía y materia? /Y ninguno me contesta. /Llego hasta las cavernas
de Sierra Mágina en Jaen,/donde habitan los murciélagos malignos, /que le beben la sangre caliente a las cabras y a las ovejas.
/De la física de altas energías,/ de las colisiones tremendas en
los aceleradores de partículas, /de la mecánica cuántica y de la
teoría electrodébil, /no tenemos ni puta idea”.
A gran parte de los elementos que integran lo que llamamos
realidad le importan muy poco los descubrimientos del acelerador de partículas de Ginebra, ni la teoría cuántica de campos,
ni los bosones, Fermiones, Bariones, Mesones y la desintegración beta. Pero el poeta continúa y termina preguntando:
“Pregunto porque no lo sé./ Y el olor de los rosales, el azar y
las violetas / ya no me dejan pensar”.
“Son las dos y treintaytrés” nos expone un caso basado en la
realidad aunque no sea absoluta ni estrictamente real. La verdad es que habría que preguntarse qué es lo estrictamente real,
o qué es la realidad, interrogación que Vallejo se hace con frecuencia. El testimonio de la realidad clínica –esa sí que es realvuelve a estar presente una vez más: “La silenciosa morfina /va
penetrando en la vena, / volviendo la noche blanca /y el sueño
de color azul. /Es el principio del fin /dice él con media voz /hacia
los campos de adentro, /mirando los faroles del parque. /Y el fin,
la calma y la paz. /No hay principio ni final./ Todo es igual en distinto. /Ahora tengo que morir. /Fuiste tu ser y has estado. /Has
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vivido y has gozado. /Ahora tienes que partir / Ha llegado tu momento. /Ya está aquí la eternidad”.
“Vive siempre a tu manera” es el programa y la mejor norma
de conducta que ha seguido siempre Alfonso Vallejo. El tiempo
nos pertenece a nosotros y hay que vivir a nuestra manera porque cada instante concluye en nosotros mismos. Estamos aquí
por azar. Venimos “de un tiempo lejano/ en que el agua y el carbono, /el nitrógeno y la luz /formaron un sistema vivo /de estructura celular”. Llevamos en nosotros mismos el principio del
acierto y el error. Nadie sabe qué es la vida “si bioquímica fugaz/
estadístico milagro / o solo es inspiración”.
Nadie conoce las reglas, hay que inventarse a sí mismo:
“Invéntate como quieras. /Elige tú mismo quién eres. / A
forma y a tu estilo. /Es posible lo improbable./Vive siempre como
quieras./ Descúbrete”.
“Mientras bebías de mí”, con este título afortunadísimo, nos
conduce a una constelación de sentimientos, ideas y emociones, con una gran fuerza cósmica, magnética, erótica, existencial: “….aquello parece amor rotura de tablas huecas y
mientras te están mamando el cerebro que te queda a los 69
/extraño número africano ruso francés y alemán /no estás solo
frente al mal al demonio y a las fieras /Iba de rojo y azul olía a
la mar morena /empezaba el tiempo infinito y el verdor andalusí
/ me refiero a que aquello no parecía la extraña trama vertida
por pantallas y probetas del odio vuelto crueldad/ ¿quién eres
tú? ¿cómo te llamas? ¿eres sueño o apariencia? / fantasía o
reali dad?/ algo era sin duda cierto /sólo yo en el Universo te
interpretaba dentro como zumo de miel y rosas mientras tú bebías de mí”.
“Tanta razón ¿para qué?” deja bien claro qué es lo accesorio
y lo esencial, lo básico y lo añadido, la guerra y la paz, la malicia
y la bondad, el sentido común y la razón: “Si te gusta el campo
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y el sol, / los olivos o las vacas, /las casas blancas y el cielo /¿para
qué tanta razón?/ Si has encontrado la paz, /sabes bien cómo te
llamas, /tienes techo y compañía,/ sentido común y bondad / ¿qué
te importa a ti el bosón, /y el engaño que se esconde /por detrás
de una razón /que es con frecuencia ilusión, /mentira y estratagema/para hacer de ti un mamón?”.
“En mi hambre mando yo” nos relata un hecho real sucedido
en un país real, en un país, donde un día, según Quevedo dominaba “el hambre imperial”, en un país, donde según el nada revolucionario Azorín en su Andalucía trágica se extendía el hambre
tremenda de los jornaleros, en un país en el que Salvador de Madariaga se hace testigo de un hecho real, y el Tío Enrique en un
colmao enseñó sus cartas: “En mi hambre mando yo”/ dijo un
jornalero andaluz /cuando un cacique del pueblo /le quiso comprar el voto, /según cuenta Madariaga /en su libro “España” /en
el año treintayuno.” / “En mi hambre mando yo” /dijo el Tío Enrique en un colmao /cuando le llamaron a un cuarto / de gente que
no le “encajaba”. /Me he acostumbrado a lo poco /dijo un día un
español. /Soy feliz con casi nada. /Sólo pido un ideal, /una patria
y un país, /algo por lo que luchar, /mucho más grande que yo,
/dijo “Don Juan sin Tierra”, /poco antes de morir”.
“Un mundo nuevo y distinto, volviendo siempre a empezar” es
una esclarecedora indagación sobre el misterio de la vida, la
existencia, la materia, la antimateria, la mismidad y la diferencia: “Pudo no ser pero fue. /No existir pero existió. /Que materia
inanimada/ se hiciera materia viva /pudo ser una excepción. /Se
pudo quedar en nada, / en la historia sin historia, /como un agujero negro, /o anti-materia sin Dios// Síntesis de complejas moléculas químicas, /como son los aminoácidos, /y a partir de ellos
los ácidos nucleicos, /base de toda la vida. /Materia viva en acción, /bioquímica convertida en vida, /y más tarde en animal,
/instinto, razón y emoción. / Cada día una nueva luz /sobre una
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nueva conciencia, /nueva visión del mundo /y una nueva realidad. /Lo mismo pero en distinto, /girando siempre hacia más
tarde, /en total transformación. /Pudo no ser pero fue. /No existir
pero existió”.
En resumen, un libro extraordinario con unos cambios de
ritmo, de forma, de significado, de fondo, de intención, de experiencia diversa, de contemporaneidad, de poesía intensa, teatral,
científica, astronómica, biológica, literaria, sobre todo literaria…
muy válida.
Sin principio ni final es un libro distinto y único no sólo en el
contexto de la poesía española sino en el de la cultura occidental.
En él podemos encontrar muchas fuentes e influencias.
Hemos señalado algunas pero sería muy difícil indicar todas porque Vallejo utiliza todas, y en todos los campos y registros. Pero
siempre con una interpretación personal y única, con una mirada siempre nueva e iluminadora. Siempre hacia la luz y hacia
delante. Alfonso Vallejo va montado en un caballo al galope, que
no mira hacia atrás sino al frente. Siempre buscando para darle
una nueva interpretación aquello que ya sabe o buscando algo
que no sabe. Su placer es seguir, sin más guías que su genio y
su instinto. Y como el instinto siempre se mueve, Alfonso Vallejo
siempre sigue, con un ritmo vibrante, veloz, trepidante, recorriendo los “mundos hiperveloces”, como se titula uno de los poemas Alfonso Vallejo nos ha demostrado una vez más que es un
creador nato por necesidad, que nunca su poesía es un bálsamo
ni un artificio.
En esta nueva enciclopedia de saberes que es Sin principio
ni final los conocimientos filosóficos, científicos, literarios aparecen expuestos con una imperiosa precisión, con una regularidad milimétrica pero también con la más absoluta naturalidad.
Así es Vallejo, abundando siempre en lo cognitivo y emocional
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pero sin abandonar nunca la intuición. La indagación pero también el rastreo, el olfato, el oído atento a los diversos ritmos, la
vista puesta en todos los contornos de las cosas. Lo poemas de
este libro siguen la línea de progresión vallejiana, siempre ascendente, constantemente abriendo frentes, demostrando una vez
más que el autor más solitario de la literatura española es el más
solidario con todo y el más atento a todo, el que ha abierto para
la poesía española horizontes hasta ahora insospechados.
Francisco Gutiérrez Carbajo
240
HOMO CIBER DIGITALIS
INTRODUCCIÓN A HOMO CIBER DIGITALIS
Francisco Gutiérrez Carbajo
Un nuevo libro de Vallejo y un nuevo festín, una nueva indagación, un nuevo descubrimiento, un valiosísimo regalo, una
auténtica fe de vida. Nos recuerda Julián Marías que cuando
salía a pasear por las tardes Immanuel Kant –uno de los grandes referentes de esta introducción- sus vecinos de Königsberg ponían los relojes en hora. Recuerda también Marías
estos «ligeros versos» de Antonio Machado: «¡Tartarín en Königsberg! /Con el puño en la mejilla,/ todo lo llegó a saber”.
Al igual que Kant, Alfonso Vallejo nos pone en hora y a
punto con cada nuevo libro de poesías, con cada nueva obra
teatral, con cada exposición de pintura. Es de agradecer que
el paso de los años y de las estaciones no solo venga marcado
por los ciclos de la naturaleza sino también por fenómenos tan
extraordinarios y tan necesarios como las creaciones de Vallejo. Pero si las estaciones parece que se repiten, aunque
cada año introduzcan alguna pequeña diferencia, las obras
de Alfonso Vallejo –con el sello tan singular y único de Vallejo- cada año son diversas, cada una de ellas lleva la marca
241
de su tiempo, y no solo guarda la más estricta sincronía con
los acontecimientos de su época, sino que en la mayoría de
los casos se adelantan a su tiempo. Vallejo no es un adivino.
Es un adelantado, Vallejo ha vivido mucho y bien, y en muchos sitios y de muchas maneras, y tiene la fortuna de que a
su olfato y a su portentoso instinto animal se le une una sólida formación en los campos científicos más relacionados
con los fenómenos de la previsión y del adelantamiento. Gracias a su naturaleza y a su formación, Vallejo marcha siempre
un paso más adelantado que los demás. Por eso, libros como
este no constituyen solo fuentes de conocimiento y de fruición sino también brújulas que nos van marcando el rumbo
que podemos seguir, linternas de potente luz que nos iluminan
en medio de la noche, rigurosas guías que nos señalan generosamente los caminos. Brújulas, linterna, guías que no intentan nunca indicar sendas morales ni señalar normas éticas de
ningún tipo, sino que son valiosos instrumentos que nos resultan de gran utilidad cuando el poder omnímodo de los medios nos dice más alto que nunca que el animal humano – hoy
el homo ciber digitalis- es frágil, vulnerable, dueño tan solo
de un destino incierto. Brújulas que nos indican también el
camino de la bondad y de la valentía. Cuando el frágil y vulnerable Nietzsche –no más frágil que los demás- se percató
hasta el tuétano de sus huesos de esta vulnerabilidad, intentó a toda costa desterrar los antiguos valores, construir
valores nuevos y señaló el vigor y la fuerza de la valentía. Ser
valiente es ser bueno y ser bueno de verdad es una señal inequívoca de valentía. Bondad y valentía resaltadas siempre
por Vallejo porque también le salen del fondo de su ser.
Bueno y valiente por naturaleza y por educación. Y, por no
extenderme, solo señalaré dos atributos más: sabio y dotado
del sentido del humor.
242
El neurólogo clínico, el pintor, el dramaturgo, el poeta Alfonso Vallejo, si se me permite un símil taurino, sigue “metiendo la cabeza y arremetiendo con fuerza a lo que tiene por
delante”. Un día un mayoral dijo: el toro con casta es el que
se arranca a todo lo que se mueve. Continuando con la alegoría taurina, uno de los misterios de la vida, si atendemos a
la acertada exploración de este hombre sabio, es la terrible
y continua mutación, el cambio y la movilidad de todos los
elementos, con la permanencia milimétrica de toda la realidad. Demócrito, como luego se verá, ya formuló argumentos
semejantes.
Una extraordinaria diversidad en constante cambio se conjuga con un orden matemático exquisito y una repetición distinta pero perfecta.
Todo se mueve, se mueven la biología y el cerebro, pero
las rosas saben muy bien lo que tienen que hacer, a la hora
precisa, por ejemplo, empezar a morir.
Este es, según el escritor, el campo de la poesía. El Todo
móvil total. Nada queda fuera de su campo. Porque la poesía
aporta su propia visión, que es siempre una visión personal,
instantánea y propia.
Nada es comparable por su profundidad, extensión, ritmo
y estilo a este género. Una maravilla.
Al igual que en el teatro y en la pintura, el autor, guiado
por un instinto interno, en el que no ocupan un lugar secundario los genes de un recio extremeño, “echa la pata adelante” y se lanza a atacar. Como no podría ser de otra forma
se desarrollan y se enriquecen procedimientos y recursos
que ya encontrábamos en Laberinto- Indagación, AvventuraVeritá, etc.
Entre los ocupados en establecer taxonomías más que en
buscar auténticas axiologías, los elementos de la Antropología
243
Filosófica, de la genética molecular, de la Astronomía, incluso los bosones o la antimateria, no pertenecen al campo
de la poesía. Alfonso Vallejo ya ha demostrado en varios de
sus libros que elementos tan ricos y tan diversos, tan de
siempre y tan actuales, encuentran en el campo de la poesía
su escenario más preciso, el espacio en el que todos hallan
su significación y sentido. Y lo mismo puede decirse de todo
lo relacionado con el cerebro criminal, con la materia y con
la transformación. Por poner sólo algunos ejemplos.
El autor arranca, realizando una epojé radical, para luego
enfrentarse a todo con más fuerza, para no dejar nada en el
camino, para trastear todo, para indagar en todo, en el arte,
en la filosofía, en la medicina, en el mundo del toro, en las
esencias más puras y casi desaparecidas del flamenco.
A los valientes se nos teme porque somos fuertes y Vallejo
es uno de los más valientes del reducido grupo de gentes que
hoy va directamente a las cosas, como va su hermeneuta,
sin temor a nada ni a nadie. Y como Pío Baroja y el autor de
esta introducción, rechaza con todas sus fuerzas la violencia
y la estupidez.
Uno de los vicios del autor es no creerse nada. Y meterse
donde el hambre le llama. En el mundo de las carencias y los
déficit pero también en el disfrute y en el mundo del toro y
del flamenco. Vallejo ha conocido y ha vivido los momentos
más altos de estas dos manifestaciones artísticas, y nos da
evidencias de ellas, de las que por desgracia contamos con
muy pocos testimonios ciertos, vividos y transcritos.
No tiene hambre quien quiere, sino quien puede”, dijo
Pedro Caba. A él le gusta todo lo bueno. Si le preguntas de
qué trata este libro, te dirá: de todo lo que me ha gustado en
estos nueve meses. Un festín, por tanto, desde el poema que
abre el libro hasta el que lo cierra.
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El primer poema Lo posible y lo imposible, es una composición de amor, pero de amor “natural”, “biológico”, “metafísico”.
Es la relación entre dos personas en un nivel de “interpretación de límites y posibilidades.”
En este magnífico poema de amor, de un poeta que conoce
perfectamente las manifestaciones del amor ovidiano, cortés, petrarquista, romántico-germánico…, sí que alcanza el
sentido su verdadero sentido: “Tú fuiste quien aportó el sentido, /la irradiación y el misterio /de los largos pasadizos/
entre la carne y el ser.”
Después de la irradiación es ya una certera y afortunada incursión en el mundo de la neurología, de la que encontraremos
abundantes muestras en este libro. Nos habla en forma poética de un fenómeno que produce daños sobre los tejidos, inmediatos, tardíos y demorados, después de muchos años de
silencio sintomático. Una persona puede manifestar las consecuencias de una irradiación, cuando nadie se esperaba
ninguna secuela. El fenómeno en sí, representa algo extraordinario, pues indica que el daño se ha producido lentamente,
pero que ha existido. Y su implicación en la vida, sin irradiación, también es sorprendente porque lo que estás viendo
ante tus ojos proviene de causas ocultas en el tiempo. Tú
desconoces cuáles han sido los procesos que te han podido
afectar. Y esperas. Observas el mundo y sólo te toca esperar.
Parece un cuento medieval o una película de Bergman este
fenómeno del daño demorado con el que Alfonso Vallejo y
otros médicos han tenido y tienen que enfrentarse en su práctica clínica.
Si a mí me partieran los huesos podría cantarse por tonás
o por cualquier otro cante sin guitarra. El poema refleja muy
claramente la posición del autor ante la vida, su postura valiente, fuerte, clara, sin titubeos: “Si a mí me partieran los
245
huesos/ como parten los piñones”,/ si a mí me partieran por
dentro/ con mazas como a las bestias,/ sin saber si respiro o
muero,/ volvería a decir: más.// Si quisieran callarme el alma
/con metales en la boca/ y leznas de coser cuero/ para cerrar
la garganta, /volvería a decir: más”.
En Volver a empezar se nos desvela sutilmente cómo el
mundo invisible actúa permanentemente sobre la esencia de
las cosas. No es un mundo de fantasmas, sino de vida oculta,
de atracción gravitatoria, el hueco sonido de los soportales
por las calles de Madrid. No es un cuento de miedo sino un
cuento certero de fenómenos no detectados todavía, pero
que dirige nuestros pasos en la Tierra. Ése es el “alguien sin
ser visto”. Me parece de gran sagacidad el tratamiento poético
de lo invisible en un autor como Vallejo, que conoce perfectamente las teorías sobre lo “visible” expuestas por Newton en
su Óptica así, como las formuladas sobre este mismo asunto
en su Teoría de los colores por Goethe, un auténtico poeta filósofo, según la apreciación de Jorge Santayana.
Fracasaron los sistemas, como el resto de los poemas
de este libro, nos expone un fenómeno que vemos o experimentamos diariamente. El miedo al fracaso, la ansiedad, la
angustia y el temor revelan nuestra fragilidad y nuestra vulnerabilidad. El tema del fracaso de los sistemas podemos
comprobarlo por todas partes en la sociedad moderna. Los
sistemas también tienen una “fecha de caducidad”. También se gastan y te esclavizan pero no del todo. Vallejo emprende de nuevo una defensa de la individualidad buscando
su propio lugar en el mundo. “Buscando un punto de luz.”:
“Era sólo casi nada,/ un poco de sangre aguda/ sin lugar ni
explicación./ No quería ser global,/ ni mundial ni postmoderno./ Tan sólo yo mismo hasta el fondo,/hasta mi propia
raíz”
246
El Sena se paró un instante refleja una escena real. Vallejo
viajó a París para un asunto relacionado con el teatro. Allí
cantaba Enrique Morente por fandangos con la sabiduría de
los grandes maestros. Y, como en un cuento de magia, el
Sena de pronto se paró, para escuchar al artista: “La voz se
tornaba grito,/onda sonora y quejido,/ desgarro interno en
París./ Una luz amarillenta/ llenaba el espacio de trigo,/de
nieve, mar y candela”.
Los grades espacios, las grandes distancias y las grandes
acciones son las que nos hacen comprender que Somos en
verdad pequeños. Una gesta deportiva convertida en materia
poética: el salto de Félix Baumgartner desde 39.000 metros
de altura. Y lo que él dijo: “«Cuando uno está de pie en la
cima del mundo, /se es demasiado humilde /como para pensar acerca de los récords» /»A veces tenemos que llegar muy
alto/ para ver lo pequeños que somos”
Recuerdo cuando vivía es un desgarrón afectivo que nos reconcilia sin embargo con la belleza que encierran las cosas.
La tierra, la carne, el deseo y la pasión. La más bella expresión
de la pasión amorosa: “Entonces, / primaba en la Tierra el
deseo, / la pasión, la locura y la furia, /los grandes transcriptores del mensaje nuclear /más celular y profundo./ No sé
bien si me escuchas./ Incluso ni si estás ahí./ Hoy te hablo
desde aquí, desde el punto cero,/ Abrázame me dijiste entonces, entra en mí,/ cómeme, devórame como un tejido/ que
hace falta destruir. /Yo te dije ven y tú viniste./ Te hablaba a
trozos, tan sólo como podía,/ sin cara ni lenguaje, sin ojos,
cara ni casi cuerpo./ Estaba al borde de mí, colgado del punto
cero,/ esperando tan sólo verte /y tenerte junto a mí”.
Es anfibia la verdad es una poesía aparentemente sin estilo,
pero que, como otras muchas, en su atinada sencillez encierra
un profundo trabajo de elaboración. Cuenta en forma sintética
247
la evolución de la materia viva hasta llegar al punto donde
se encuentra ahora. Incluso con la anécdota del pregón que
contaba Matrona. Además, la teoría del Big Bang. Todo muy
complejo y profundo, cambiante, sorprendente: “Branquias y
pulmón al tiempo, mundo por descubrir, verdad cambiante,
múltiple, poligénica, transitoria y circunstancial, según el
momento, la época y la sociedad. Pero siempre personal. Llevamos las cicatrices dentro./ Fuimos otros antes de ser lo
mismo. Y así, con multitud de variantes, desde el Gran Pedo
de Dios hasta aquí. Es anfibia la verdad. Un cuento beneficioso para no olvidar las branquias y el maldito tiburón súperradical que lo sabe todo, tiene acceso directo a la verdad, y
te la impone para poderte comer”.
Son los hechos los que mandan nos proporciona una visión
empírica, pragmática y cruda de lo que impera en el mundo
en que vivimos. Da igual que los parámetros con los que hoy
opera la física hayan cambiado; da lo mismo que sean las
grandes y las pequeñas dimensiones, apenas perceptibles,
las que ocupen las últimas investigaciones de los científicos;
en cualquier caso, son los hechos los que mandan : “En primer lugar, palabra /Después simplemente, nada,/dijo un pensador que pensaba./ Los hechos vienen primero./ Lo demás,
está de más,/ dijo sin hablar un sabio.
En El “cerebro predador” se lleva a cabo un recorrido por
la evolución del cerebro. Primero el visceral. El emocional
después. Y el desarrollo del cerebro predador: “Somos lo antiguo y lo previo./ Mamíferos y vertebrados./ Animales soñadores / que llevan dentro el futuro.// El ”cerebro predador”
/vigila atento y espera”.
Aprendimos a aprender es un nuevo poema dedicado al
desarrollo de nuestras estrategias de lucha y defensa, pero
en términos poéticos. Y con un título muy importante para
248
comprender lo que fuimos y lo que podemos ser. Podemos
cambiar. No repetir errores. Somos la excepción de la Naturaleza: “Te acostumbras al acero/ y al hierro, claro está,/ también al miedo y al horror./ A decidir en un instante si hay que
huir o pelear,/ desde el “cerebro reptil” a la dura actualidad./
Has aprendido a matar para poder sobrevivir,/ desde el protoprimate, la musaraña arborícola/ hasta el primer protoratón
(…) Sobre los antiguos circuitos, crecieron nuevos programas / de mamíferos hambrientos que crecieron bajo el suelo,/
desarrollando el instinto y el deseo /y la más pura emoción./
Apareció lentamente la corteza, el neo-córtex/ y el cerebro
racional. /Vienes de muy lejos, de muy antes, / de los momentos oscuros sin justicia ni piedad./ Sin perder tus programas
y sistemas /creciste por encima de ti mismo/.volviéndote una
excepción”.
Quevedo habló de “polvo enamorado”. Vallejo se atreve a
más en Un tejido enamorado, una síntesis poética, con un
título muy bello, de todas las maravillosas cualidades de
que disponemos los seres humanos para disfrutar de la vida:
“Un tejido enamorado/ capaz de comprender el mundo,/ el
plancton y la radiación,/ la corteza de los astros/ y la explosión inicial // Una víscera compacta,/ eléctrica y gelatinosa/
capaz de estrellas y lunas,/ sola ante el universo,/ perdida
en el infinito”.
Ilusión de oblicuidad trata de una de las raras patologías
neurológicas que provocan que el enfermo tenga la impresión de que la realidad no es vertical sino oblicua. Pero todo
el poema gira en torno a los efectos e interpretaciones del
sujeto al que le han cambiado de pronto los sistemas, que le
han convencido de que lo que ve es realmente la realidad.
Una especie de digresión sobre la verdad y la mentira. Un
poema con ironía y humor: “¿Que existe un predominio de los
249
ejes cardinales y horizontales en nuestro sistema visual/ y
que éste se puede perder? / ¡Yo voy a volverme loco¡ ¡La Ciencia me está cambiando la vida!”
En una línea análoga, Harakiri cerebral es un poema de
reconversión intelectual. Hay que quitar lo viejo y volver a
reinventarse. Lo previo se fundamenta con frecuencia sobre
viejas teorías, retóricas huecas, discursos verborreicos, datos
sin verificación que provienen de un poder ciego y egoísta.
Una de las ideas más firmes de Vallejo es la siguiente : “Hay
que volver a empezar, renovar todo lo previo y buscar nuestra
propia verdad y después nuestra moral: “ En ese momento
concreto, /no supe hacer otra cosa:/ limpiarme el cerebro por
dentro,/ destruir lo innecesario para volver a empezar./ Quité
la tapa del seso y corté por la mitad./ Cayeron viejas teorías
sin causa, especulaciones varias, hipótesis sin confirmar,/
viejas tradiciones espontáneas, mágicas interpretaciones
huecas, quimeras muertas,/ enmascaramientos, caretas y
disfraces, antiguas letanías y liturgias, amuletos y consignas, verborrea./ ¿Qué conservar de todo lo previo?/ La esperanza y la razón,/ la justicia y la verdad”.
El autor puede sentirse muy satisfecho de composiciones
como esta, y del resto de poemas que integran el libro.
En Homo ciber sapiens asistimos al proceso de evolución
de la vida bajo el punto de vista científico con la inserción de
fragmentos de interpretaciones previas. El signo de pronto
cambió y el mundo se hizo digital, arma a distancia, exploración sin control, con una redefinición muy refinada de textos
bíblicos: “Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó
Noche. Y fue la tarde y la mañana un día. Luego dijo Dios:
“Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas
de las aguas.”“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.” Y nosotros seguíamos perdidos
250
buscando en las pantallas alguna pista o señal. De pronto casi
no estás expresa de forma muy sutil aunque muy contundente
un proceso de purificación interna. Te alejas del mundo como
si estuvieras muerto y comprendes todo con claridad: “De
pronto se para el mundo/ y tú has llegado sin llegar./ Las flores
y las aceras, /los tacones y las suelas /siguen donde estuvieron/ colgados de una inmensidad / tan inmensa como un
mundo /cubierto de tiempo y espacio / sin principio ni final/
desde un punto llamado cero./ De pronto un día te has ido /sin
haberte marchado siquiera”.
En El pacto entre el sí y el no asistimos a una especie de
pacto budista, con un componente estoico fuerte, firme, distante, sabio y necesario. Es el principio de superación. La
vida te va curando. Estás casi fuera del mundo cuando has
encontrado la paz: “El tiempo lo cose y lo cierra./ No te tienes
que inquietar / Entonces el mundo no duele y tú puedes respirar,/ contemplar la vida de lejos,/ olvidar y descansar, razonar y disfrutar (…) / Cada mili segundo miles de millones / de
reacciones químicas súper complejas / se están produciendo
en ti. Vas montado en un enigma./ Goza de ser así”
Sabes a bomba y vergel es un poema de amor alejado de
los cánones convencionales del amor cortés e idealizado, un
poema donde el amor se encarna en la corporeidad y esta
aparece como un sistema de fuerzas que se entrelazan, se
incrementan y engrandecen con una sabiduría poderosa. De
nuevo los componentes afectivos quevedianos pero más
acentuados. Al final el contraste más prosaico del que nos
habla la pragmática.
Invisible pero suena es una muestra de que en el universo
poético de Vallejo tan importante como la palabra, el logos,
lo es el silencio. En la poesía contemporánea José Ángel Valente ha sido también un maestro en el arte de acentuar el
251
papel del silencio. En el poema de Alfonso Vallejo todo es
misterioso y bueno: “No se encuentra en ninguna parte/ Y sin
embargo está./ Lo buscas y no lo ves (…)Lo sientes y no lo
ves./Vas por la calle y preguntas/ a los seres transeúntes /que
te cruzas por azar. /No está en ninguna parte./Nadie sabe en
qué consiste. /Pero sin embargo es./ Invisible pero suena./
Todos lo sienten igual./ Todos saben qué es verdad. /Algo extraordinario e inmenso,/ detrás del aire y el tiempo,/ girando
en el universo a altísima velocidad.” La expresión “¿Dios mío
qué es esto?” remite de nuevo al misterioso mundo del flamenco.
En Caníbales pensadores, Alfonso Vallejo, con las potencialidades del animal humano más desarrollado, habla de la
ley de la fuerza y no de la fuerza de la ley. De este sistema
sin compasión, cruel y devastador en el que han convertido
las relaciones humanas bajo el signo de una supuesta razón:
“Se inventaron las consignas/ de justicia y libertad,/ para vender un producto/ basado en el terror/ en nombre de la verdad./
Ley de la fuerza caníbal,/ el imperio del más fuerte,/odio, miseria y dolor,/ mitad lobo y tiburón/ el pensador que no piensa”.
Las dos palabras del título Fantasía y emoción adquieren
en el universo artístico de Vallejo la categoría de claves catalizadoras. Es un bello y alegre cante por bulerías: “Hay
penas que dejan un hueco/ que no se llena jamás./ Hay seres
que quedan dentro / y nadie puede sacar”
Sin abandonar el universo del flamenco, Roandoito mare,
como una pelota, es el cante de Frasco el Colorao que interpretaba Pepe de la Matrona: “Qué poquito caso “jago” de la
mía perzona/ “Que yo la “trayo” roandoíto mare,/ como una
pelota”. El poeta relata un momento que vivió con el maestro cantaor sevillano en Gayango, en el año 1973, en el que
lo interpretó con su maestría y su estilo inigualables. Ahora
252
lo repesca en la imaginación en la Biblioteca Nacional en el
2013. Es una escena que quedará para siempre, porque está
llena de arte y de verdad.
No miré nunca hacia atrás indaga en la aventura del ser y
el riesgo de amar. Es un cuento psicodélico, florentino y renacentista, de un hombre dispuesto a todo, sin temor, por
buscar su verdad. Extraño pero excelente: “Dejé los edificios
y huí, /me escapé del cemento y volé./ Dejé los altos edificios
sin voz, las simbólicas certezas / y la seguridad de las grandes
calles iluminadas/ con sus negros autobuses y sus verdes parques./ Nadie comprendía bien el trayecto de los astros,/ la acción de los planetas sobre el suelo/ ni el curso magnético de
la luna (…) Abandoné mi sombra,/ con mis huesos y palabra,/
blanco polvo sobre el suelo,/ ruido negro de la tinta /circulando en el papel/No miré nunca hacia atrás./ Cogí una arista
y me fui./ Necesitaba más./ Más cada vez./ Yo me fugué del
reloj /para llegar hasta ti”.
En el fondo no te enteras es una brillante invitación a gozar,
a dormir y a folgar. Al placer directo sin explicación: “En el
fondo no te enteras./ Dices que no y que sí, te rascas en la cabeza, vas y vienes,/ te sientas y te levantas./ Pero en el fondo
no te enteras./ Puedes contar hasta diez. /Después te encuentras cansado/y te echas a dormir (…) Eres artista sin eco,/ un
pensador que no piensa,/ un romántico perdido,/ un cero a la
misma izquierda./Has nacido pa gozar”. Vallejo nos ilustra de
modo magistral el sentimiento del placer que Immanuel Kant
en la Crítica del juicio ubicó entre la facultad de conocer y la
facultad de desear.
En Realidad transfigurada asistimos a un estado de ensoñación consciente, con ecos de Dante. Éxtasis controlado. Paraísos artificiales pero con garbanzos de Fermoselle
y dura soledad castellana. Una sensación de mundo móvil,
253
impresionante. Fantasía del español solitario. No la Noche
transfigurada de Shönberg, sino simplemente la necesidad
de aventura que ha presidido la vida del poeta: “Te vas quedando más solo. / Tienes que pedir auxilio./ Llegas al noveno
plano, al forjado de la pena, del dolor y la miseria./ Nadie te
viene a ver. /Entre la zona sin nombre del principio y del
final, / tienes un punto de luz que te hace falta defender./ Pero
el asfalto se abre, se rompe la tierra ante ti /y ves lo oscuro
del suelo. Hongos con sus hifas crudas, el fuego de la traición/ y el agua hirviendo debajo”.
Alfonso Vallejo, por su profesión, conoce de primera mano
los territorios de la muerte y sus palabras sobre esta realidad
de la vida son las de un neurólogo clínico, las de un artista
cabal pero también las de un hombre que ama inmensamente
la vida. Así se transmite en Sólo creo en la emoción, donde
escuchamos las palabras de una enferma maravillosa y quedamos estremecidos por lo que dice y por cómo lo dice: “Solo
creo en la emoción,/ dijo,/ y sus ojos se abrieron de par en
par./ Me gusta la fantasía,/ los patios descolgados /y los balcones en flor./ Mi fuerte es el sentimiento,/ el azar y la emoción, /dijo. /Málaga quedó perpleja, /inmóvil y suspendida, /tan
sólo atenta a su sombra,/ tumbada en la cama sin conciencia,/ entre las blancas paredes y puertas, /el 8 de Febrero del
13 /a las doce y diez”.
En Homo ciber digitalis, que da también título al libro, se
inicia la transformación rapidísima de un nuevo ser, ni erectus, ni habilis ni sapiens sapiens. En muy poco tiempo aparece
una transformación antropológica basada en la conversión de
la materia en signo y después en señal. Un giro hermenéutico
más y llegamos al irreversible homo, del que estamos ahora
en su protohistoria, no conocemos el camino, el ritmo y el
rumbo de un nuevo individuo, que puede llegar a enloquecer.
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Es el homo ciber digitalis. Es un cuento sideral y fantástico,
pero antropológicamente cierto. Una locura: “La realidad
ya no existe./ Se ha convertido en programa,/ tierra muerta
digital”.
Algo grande y misterioso es un poema referido a lo incomprensible del Mundo y del Hombre. Las explicaciones a
veces se comprenden. Pero no se entienden. La gran pregunta está por resolver. Y posiblemente nunca se resolverá.
Pero es bueno saber que estamos ante un fenómeno que se
puede sentir, pero no entender.
En Pérdidas que son ganancias, con el fondo del impresionante escenario flamenco, hay una referencia a los meteoritos de Rusia, en febrero del 2013, construido con un lenguaje
deliberadamente desorganizado, con imágenes sueltas, sin
conexión. El misterio total de todo, el enigma permanente
que revela la conciencia y la razón, por ser: “pérdidas que
son ganancias, / las estrellas olvidadas,/ la emoción y fantasía, /huecos negros que dan vida”.
La vida se ha vuelto sistema define sabia y sintéticamente
la realidad en la que se ha convertido la vida en la “sociedad
red”: “La vida se ha vuelto sistema, /programa y ordenador,
/tecla, señal o valencia. / Hoy me sumerjo en la tierra, / en la
historia y en la ciencia. / Materia convertida en letra. /Ni papel
ni pergamino. /Pantalla, punto y teclado./ Homo ciber digitalis”
En un contexto semejante en Eres hueco sin llenar se nos
muestra que una especie de fantasía cibernético-matemática-digital ha sustituido, por lo menos parcialmente, al ser
humano: “Resulta que ya no estás, /que te has vuelto relativo/ y el aire va más allá./ Te falta algún bit binario, un postcript
relacional / para formar un sistema de carácter computacional.
/Eres piloto sin barco, /náufrago de Estrella Polar. /Sin un ordenador Toshiba, sin placa de circuitos integrados, / impresora
255
de matriz de puntos /y un antivirus total/ estarás perdido en
ti mismo, /digitalmente /en un hueco sin llena”.
Insistiendo en el espacio que ha sustituido al espacio
clásico, en Robótica y emoción comprobamos nuevamente
cómo la ciber estructura está introducida en cualquier idea,
comportamiento y acción: “Un Objetivo predecible que se
puede conseguir diseñando mecanismos correctores para
llegar al fin, / como hace el timonel-kibernites con la caña
del timón./ Se fija en la luz del faro/ y va corrigiendo el trayecto /de la barca por la noche. ¿Adónde estoy? /Robótica y
emoción. Problemas de control, / recursividad integrada./ bucles de conexión. ¿Podré salir? Y una vez más la feliz introducción del elemento flamenco, el recuerdo de los marineros
flamencos que sabían navegar: “Almería de la mar, / puerto
de mar venturoso/ alegría de las madres/ y de los hombres,
reposo.”
Profundizando en el mundo de la ciber virtualidad en Redes
neuronales al sol se relata una bella historia de amor entre una
diosa cibernética salida del mar y un pobre que le pregunta si
podría devorarla. Y le canta por bajo: “Ven acá hermosa/ yo
traigo pa coronarte/ un rosal con muchas rosas.” Vallejo, siempre vigilante y atento a todo, nos proporciona a la vez el testimonio de la más absoluta actualidad y recupera y redefine un
arte, que como muy sagazmente declaró Enrique Morente más
que «ser patrimonio de la Humanidad, es la Humanidad la que
es patrimonio del flamenco». Y un magnífico remate, que resulta habitual en Vallejo, el remate de un bello cante: “Cuando
va andando/lirios y rosas va derramando”.
En Connectivity -término inglés muy acertado en este
contexto- el autor nos lleva una vez más el mundo del misterio y de la emoción, a universos extraños pero reales: “La tierra surcada de conductos, /de profundas cicatrices huecas
256
/cerradas por agujas sin hilo./ Parecía casi imposible. /Desde
una tecla a Malasia./ Los cables llenos de letras/ y el aire de
mensajes sin final. /El murmullo de una flor detectado por un
gato/ y el temblor de una pasión /navegando hacia Japón./ Lo
atómico vuelto señal/ lanzado a la estratosfera”.
Materia y transformación es un delirio floral, un canto a la
vida, como en toda la obra vallejiana: “En el fondo no importaba./ Energía o explosión,/ meteoritos perforando la tierra,/
aminoácidos formando proteínas,/ ácidos nucleicos, grasa o
carbón./ La materia viva pensaba,/ sentía y calculaba el placer de vivir/ con gozo y fruición”.
En Azar, fortuna y razón encontramos una referencia indirecta al famoso libro de Jacques Monod Le Hazard et la nécessité, que Alfonso Vallejo ha citado con gran acierto en
otras ocasiones. Y de nuevo la crónica periodísticas sobre la
caída de un meteorito en Rusia: “viernes, 15 de febrero de
2013/ La cifra de heridos por la caída del meteorito en la ciudad rusa de Cheliábinsk ascendió a 1.200, de los cuales 159
son niños… /El azar no tiene causa. La vida no hay quien la
entienda /Todo es fortuna y razón”.
En Si a mí me partieran los huesos se expone una defensa
de la propia integridad, de la propia forma de ser, de la propia
verdad y de la verdadera personalidad, todo ello, siguiendo
la estructura de un cante sin guitarra.
Dulce arma andalusí es una buena muestra del encantamiento andalusí que le persigue al autor en la poesía, en los
olores, en el recuerdo, y a veces en la escritura: “Su olor
quedó en las piedras,/ agarrado a las puertas y ventanas/
como si fuera a escapar/ hacia una verde dimensión azul, /parecida al cielo y al mar. /Cuando llegamos al Sur /ella se había
marchado /hacia otras latitudes ocultas, formadas por huecos y puntos/ de incierta significación”.
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Criterio, opinión y verdad constituye una redefinición poética de importantes planteamientos epistemológicos, gnoseológicos, que explícita o implícitamente aparecen siempre
en la obra de Vallejo. Y todo ello con el recuerdo del gran
cantaor Pericón de Cádiz en el tablao Zambra de Madrid, una
de las más importantes cátedras del flamenco de todos los
tiempos: “Que pena me da de ver/ que la mentira va en coche/
y la verdad siempre a pie”/ Cantó en Zambra Pericón./ Un
mundo mal escrito, con faltas, sin sintaxis, a estertores./Un
desorden sin desorden. Lenguaje en descomposición”.
En Yo tengo un Dios personal Vallejo nos ofrece su visión
siempre interesante, personal y diferenciada sobre un asunto
objeto de discusión: sobre la creencia: “Yo tengo un Dios personal/ que me interpreta y comprende,/ un Dios que siempre
me escucha /que me consuela y protege./ Que está sin estar
siquiera y sólo cree en la verdad./ No tiene barba ni dedos,
/ni sombra ni piernas ni pelo./ No es ni creyente ni ateo, ni
musulmán ni cristiano,/ ni chino ni japonés./ Yo tengo un Dios
personal que me interpreta y comprende./ Él cree en mí y yo
creo en él”. Immanuel Kant, que afirma en la Crítica de la
Razón Pura que “no conocemos de las cosas más que aquello
que nosotros mismos ponemos en ellas”, asegura en el segundo “Prefacio” de dicha crítica: “He tenido que suprimir el
saber para sustituirlo por la creencia”. La fórmula de Vallejo,
que a este hermeneuta le recuerda la de Kant, elige el registro de la lengua poética. Y como en otros poemas, no podía
faltar el misterioso mundo del flamenco: al final Arsonini cantando.
Esta sociedad está “enferma de información” y en este
contexto en Ciber-Lobo y Súper-Ratón asistimos a estricto
control en una sociedad digitalizada donde cualquier ratón
es seguido y espiado. Es el mundo de un cuento fantástico
258
lunar de Fahrenheit o el de cualquier película futurista tipo
Orwell, pero relatado y filmado con la peculiar palabra y la
especial cámara de Vallejo: “Lo real ya era señal, signo la
materia entera, / Programa la oscuridad. /Vivíamos en un planeta de ecuaciones,/ de océanos programados y vientos bajo
control. /Cada célula con su programa, su código y su solución. /La diversidad era extrema en archipiélagos y fronteras,
/inmensa la complejidad de la noche y las estrellas, / absolutamente increíble el espectáculo del mundo /transformado
en una inmensa cuestión sin fondo /en el alma de los ordenadores”.
El carro de la Fortuna es el desarrollo y la sabia glosa del
cante flamenco por soleá: “El carrito la Fortuna/qué poquito
me duró /“Cuando más a gusto estaba, /el eje se le partió.”
Es el relato una experiencia personal pero colectiva, de sustitución de valores que han tardado siglos en formarse por
falta de rigor, de conciencia histórica y reverificación: “Qué
pronto se va la piel/ y cuánto duran los huesos, / lo que crece
con el tiempo, /la materia y la evolución. / Qué frágil es la memoria/ cuando se quiere olvidar”. El “carro de la Fortuna”,
que ha sido objeto de sabios estudios, como los de María
Rosa Lida del Malkiel, Alan Deyermond y Miguel Ángel Pérez
Priego, por señalar solo los más señeros, ha recibido en el
cante flamenco una de sus más afortunadas formulaciones,
y Alfonso Vallejo fundamenta en el soberbio edificio de ese
arte misterioso su espléndida creación poética.
Cibermundo y soledad es el argumento más contundente
expuesto en forma poética de que el mundo se ha vuelto señal,
y cada vez resulta más difícil interpretar. Podríamos hablar de
esa semiosis ilimitada que en alguno de sus trabajos de investigación defendió Umberto Eco, pero que más tarde el mismo
semiólogo refutó en Interpretación y sobreinterpretación.
259
Vallejo lo expresa con su sagacidad habitual: “El mundo se
ha vuelto señal./Hay en alguna parte una voz/ que me habla
a la cara y yo escucho./ Me parece que la entiendo./ Parece
que el mundo se ha ido / y vivimos con las sombras y los signos/ que deja la especulación, /la ilusión virtual y el ruido”. Y
como en otras ocasiones, el magnifico acompañamiento del
flamenco, el mejor cante que nos puede acompañar.
Codicia, miseria y maldad podría ser el titular de cualquier
periódico de nuestros días y es, sin embargo, el título de este
magnífico poema en el que se denuncian la especulación, la
codicia y la maldad. Se aportan datos precisos y nombres
exactos de las cosas: “La avaricia no tiene nombre/ pero se
encuentra en Caimán. / En paraísos fiscales, /virtuales y secretos./ Lleva flequillo y gorro, /no es humana ni animal. /Viaja
de noche y de día./ Vuela según le conviene, /con sangre y a
todas horas./ Compra arroz, petróleo o hierro./ Su alma, la especulación (…) /Va de país en país./ No necesita monarcas,
traidores, /coronas o emperadores. Ni siquiera un nombre propio./ Nunca se sacia, desconoce la frontera. /el límite y la limitación./ Tiene gula ya por norma. / Es insensible al dolor./Se
llama especulación”.
SEGURIDAD “Máxima prioridad” es la transcripción del artículo, publicado el 27 de marzo de 2013 en un periódico de
ámbito estatal, en el que, entre otras cuestiones, se asegura:
“El FBI busca controlar toda comunicación en la ‘nube’ a
tiempo real, como Gmail o Dropbox./ La oficina federal de inteligencia de EEUU (FBI) establece como una de sus prioridades para 2013 aumentar su capacidad de monitorización
en tiempo real de servicios como Gmail, Google Voice y Dropbox, según el consejero general del servicio secreto estadounidense, Andrew Weissmann./ Weissmann afirma que el
FBI quiere más poder para exigir vigilancia a tiempo real de
260
todo tipo de comunicaciones electrónicas, desde Dropbox
hasta Gmail y Google Voice, pasando incluso por juegos en
línea («la función de chat en Scrabble»). «Esas comunicaciones se están utilizando para conversaciones criminales»,
aseguró. La idea del FBI es aumentar sus capacidades legales para poder obligar de manera más efectiva a los proveedores de red”.
Se trata de la vigilancia generalizada y del acceso a la información global, que confiere un poder ilimitado. Ya lo
anunció Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda de la
Alemania nazi, figura clave en el régimen y amigo íntimo de
Adolf Hitler: “Quien lo sabe todo, no tiene miedo a nada”.
Estadístico milagro insiste en asuntos abordados en el citado libro de Jacques Monod Le Hazard et la nécessité en el
que los impulsos eróticos adquieren su máxima potencialidad y se llega al canibalismo que ya encontraban en el amor
algunos clásicos: “ Que alguien como tú, /haya nacido aquí,
/donde yo pudiera amarte /y escuchar tu corazón… / Que del
agua y el carbono, /del nitrógeno y el fuego, /pudiera surgir /
con tanta capacidad de amor… /Me refiero a la aventura, /a
la rara coincidencia /del tiempo convertido en cuerpo, / en
ojos verdes y ser…/Hablo de la sorpresa, /del asombro y la
extrañeza / que causa tu realidad /a un pobre ser como yo”.
Y de pronto, el asombro, la sorpresa, el deslumbramiento, el
chispazo del flamenco: “Eres para mí sorpresa, / “puerto de
mar venturoso”, / estadístico milagro, asombro y admiración.
/PS: Quisiera volverme caníbal, /para devorarte viva”.
Preguntas que son respuestas presenta un paralelismo
sintáctico en el título con “Pérdidas que son ganancias” aunque se abordan cuestiones diferentes, pero sin olvidar nunca
los grandes universales del pensamiento y de la emoción. A
Vallejo le interesan las sentencias que ha encontrado en la
261
calle y le han atravesado su piel y también aquellas que han
surgido de los mundos más profundos de su corazón: “Hay
preguntas sin palabras, /impulsos veloces sin causa/ que
nacen del corazón, /sensaciones repentinas /que vuelan a las
estrellas /y nadie entiende por qué. /Nadie sabe la respuesta
/y comprende el corazón”.
Sin verdad no hay esperanza surge de la rica epistemología
de Vallejo, que siempre logra una sabia síntesis de lo intelectual cognitivo y de lo intuitivo emocional. La trama se sustenta
sobre un hombre que quiere vivir, un Ciber-Robinsón, que solicita la verdad y el amor : “Sin verdad no hay esperanza, dijo,
/con una voz dolorida /que recordaba el ruido del alma humana
/ cuando choca con las piedras. /No me dejéis solo/ porque
tengo miedo/ de la noche que me invade (…) Sin verdad no
hay esperanza, doctor. /Que sean ciertas las agujas, /el metal
del bisturí /y blanca la morfina más profunda /para calmar el
dolor. /Necesito vivir, /salir de la oscuridad donde me encuentro/ y tocar la luz del sol (…) Necesito que me quieran. /Soy
un Ciber-Robinsón”. Heidegger, en De la esencia de la Verdad
(Vom Wesen der Wahrheit, 1943), asegura que la verdad es
estar en cada caso “de acuerdo”, es “conformidad” o corrección (Richtigkeit). En un paso más, la cuestión de la Verdad
reenvía a la cuestión del Ser. Al radicalizarse, la verdad se
torna en la “Verdad de la Esencia”, el advenimiento del Ser en
el Dasein. Estas reflexiones influyen seguramente en Verdad
y existencia (Verité et existence) de Jean-Paul Sartre, que
analiza el problema de la verdad bajo el ángulo de la intersubjetividad, ya que toda actividad humana, todo pensamiento,
toda acción, según Sartre, presenta una relación con la verdad. Desde otra perspectiva, Hans Georg Gadamer, en Verdad
y Método. Las grandes líneas de una hermenéutica filosófica
(Wahrheit und Methode. Grundzüge einer philosophischen
262
Hermeneutik ) analiza la verdad en relación con la experiencia revelada por el arte, lo que le permite descubrir un modelo que tiene valor para toda experiencia histórica. Y lo que
me parece más importante: según Gadamer, el lenguaje no
es un simple instrumento del pensamiento, sino que constituye un elemento irrenunciable de la experiencia del hombre.
Lo que Heidegger admiraba de Friedrich Hölderlin, a pesar
de sus profundas diferencias, es una de las muchas cosas
que yo admiro de Vallejo: que sepa sintetizar y condensar en
forma poética pensamientos filosóficos como los enunciados. Y otra cosa más: Vallejo seguramente recordó, cuando
hablaba de la verdad, lo expresado en la letra flamenca: “Yo
me fié de la verdad/ y la verdad me engañó/ Cuando la verdad
me engaña/ ¿De quién me voy a fiar yo?”.
En Autognosia, señal y amor Alfonso Vallejo se refiere a
un fenómeno neurológico que ya ha abordado en otras ocasiones, pero que cada vez le impregna un tratamiento poético más profundo, más original, dentro de la complejidad del
asunto. La Autognosia es el reconocimiento del yo como yo,
de gran rendimiento en el mundo del teatro y de la poesía.
En ese caso el sujeto necesita que le escuchen y le explique
qué es amor: “Salgo conmigo y sin mí,/ abro el ordenador y
vuelo, /circulo por Rusia, Londres y Paris, /llamo a la gente a
gritos, / hablo sin ser yo mismo ni tú. Mis palabras nacen de
puntos complejos /que yo mismo desconozco. / Estoy tan fuera
de mí,/ perdido en un espacio sin tiempo, / con tantas salidas
y entradas / que yo mismo no me siento”.
Sólo creo en la verdad, como otros poemas de este libro,
nos conduce a los complejos mundos de la epistemología y
de la gnoseología sintéticamente analizados pero siempre
con el ritmo poético tan singular de Alfonso Vallejo. En síntesis, es una definición desde el Penal del Puerto de Santa
263
María, que el autor fecha el 10 de abril de 2013: “Principios
que son finales,/ mentira, ruina y confusión. / Visionarios de
pantalla, /expertos de la palabra, / mensajeros elocuentes, /
decidores de la nada, /farsantes de la sinrazón. /Sólo creo en
la verdad, /en los hechos evidentes, /en la paz y la razón”.
Allí empezó el amor nos traslada al placentero mundo del
erotismo que el autor ha analizado tan bellamente en MIX y
en ¿Qué es la vida sin amor? El toque lúdico lo aporta ahora
la temida llegada de Hacienda y tampoco se ahorran diálogos intertextuales con alguna poesía de García Lorca: “Puso
la silla en el centro/ de un gran cuarto de madera/ lleno de
sol y humedad. /Le dijo que se sentara/ sobre él mirando al
río, / creyendo que era mozuela /y no tenía marido. / Y también que se agarrara / al respaldo con gran fuerza./ Que iba a
hacerla trotar./ Primero le tocó la espalda, /después los hombros y el cuello,/ los dos pechos y las piernas. /Después le
besó los labios, /los pezones y la lengua. (…) Él era asesor
fiscal /y ella una mozuela interna./ No tuvo que llevarla al río.
/ En Abril llegó el amor. /PS: Y en Julio la paralela”.
Ciberrealidad global ilustra perfectamente las concepciones de Gaston Bachelard sobre la ampliación terminal de la
óptica global de la ciberrealidad: “Una imagen desde lejos
de una forma de vivir en sociedad./ Siempre lo mismo en distinto/ con música de fondo y ruido,/ llamas, color y locura, /el
sentido sin sentido, siempre nuevo y repetido,/ lo mismo bajo
control”.
Yo soy yo y mi ordenador es la redefinición actual de la
máxima orteguiana sobre el yo y la circunstancia. Mi ser es
pura “pantalla”. Internauta furioso. Es más: mi circunstancia
no existe. Mi interior es digital. Se reproduce casi literalmente
la afirmación de Ortega, cambiando el término “circunstancia” por el de “ordenador”: “Yo soy yo y mi “ordenador”/ y si
264
no lo salvo a él,/ tampoco me salvo yo.” / Si se queda descolgado/ descatalogado estoy./ Si no me encuentro en las
redes,/con los programas del día,/ modernos y en sintonía/
con el mundo que amanece, /que impera y se publicita,/ me
hallo fuera de onda,/ muerto en vida y sepultado,/ anulado y
enterrado/ como una rosa marchita”.
¿Qué es esto sin ilusión? parece una película de cienciaficción pero refleja, sin embargo, un hecho contundente. La
historia se sustenta en el relato de un mono que baja de los
árboles y tiene dos brazos libres para llenar el mundo de cadáveres y señales. El cosmos lo contempla.¿Qué es todo esto
sin un poco de ilusión?: “Hizo casi lo imposible/ en medio del
caos y la furia, /de lo cuántico y lo improbable: /volverse sólo
señal,/ mensaje, programa y proyecto, /idea, circuito y sistema, /homo ciber digital./ Era un mono prodigioso /que tuvo
que inventarse el mundo /sin hojas, ramas ni troncos, /desde
el suelo, otra vez”.
El lenguaje del silencio reitera lo expresado en otros poemas, en los que junto al papel que desempeñan las palabras
y el discurso se subraya el potencial semántico del silencio:
“El silencio no se escucha/ Pero habla y se mueve por el universo entero./ El silencio hace ruido./ Está plagado de microbios sonoros,/ de infinitos ruidos vegetales que circulan por
sus venas /como en una jungla sin par”.
Choqué con la plancha Daryn es un nuevo vallejarre, en el
que se combinan furiosamente la confusión, el delirio y la alucinación. Se trata de un aquelarre, de una locura tipo Julio
Verne: “Choqué con la gigantesca plancha Daryn, la estrella
Mira/ la superficie oculta y caí./ Como suena, bruscamente de
golpe, álgidamente,/sobre un mundo ardiendo, cubierto de
mensajes en clave,/ y fibras de ordenador. No pude hacer
nada, traducir mis gritos al chino para hablar con Pekín. Nada
265
más./ Existía ya un sistema de interconexión automática/ que
yo desconocía. No ocurrió como en la imprenta, /con los metálicos caracteres clavándose en la carne”.
Estaba ciego y no “vía” es un nuevo cante a la vida, apoyado en la fuerza tremenda del flamenco: “Estaba ciego y no
“vía”, /ya se me cayó la venda/ que tan ciego me tenía.” (…) La
vida te enseña a aprender./ Los papanatas te sobran./ Sé piloto
de ti mismo./ Aprende a conocerte por dentro /y aprende a desaprender”.
Hay algo inmenso en el alma es una síntesis existencial y
metafísica. La no- metafísica no es más que otra forma de
metafísica: “Hay algo inmenso en el alma,/ una fuerza y un
espacio, /una dimensión tan grande,/que no se puede explicar. //Hay algo inmenso en el alma,/ tan imponente y soberbio,/que escapa a la inteligencia/y sólo se puede expresar”.
El cerebro criminal, a pesar del título, nos relata la historia
de un hombre excelente, que encuentra en su ordenador el
análisis de comportamientos no tan admirables: “Le llamaban
Pepe el bueno, porque era un trozo de pan./ No sabía pensar
mal. No entendía la maldad./ Se encontraba en la calle Juan
Bravo, el 3 de Mayo del 13./Se sentía muy feliz. En paz consigo
y el mundo./Se había comprado un ordenador portátil. /Y quiso
saber del mundo en su escala digital. / Lo encendió y empezó
a leer: “Los investigadores usaron imágenes por resonancia
magnética (MRI) para escanear los cerebros de 44 violentos
delincuentes varones adultos con diagnóstico de trastorno de
la personalidad antisocial (ASPD). Los delitos cometidos incluyen asesinato, violación, intento de asesinato y lesiones
graves. De éstos, 17 se reunieron el diagnóstico de la psicopatía (ASPD + P) y 27 no (ASPD-P). También escanearon los
cerebros de 22 que no son delincuentes sanos.El estudio encontró que los delincuentes ASPD + P muestran volúmenes
266
de materia gris significativamente reducidos en la corteza
prefrontal anterior rostral y postes temporales frente a los
delincuentes ASPD-P y los no delincuentes sanos…” Si lo expuesto ronda los territorios del misterio, lo que omito es más
misterioso todavía. No me resigno, sin embargo, a transcribir
a PS: “¿Quién entiende los silencios/ que están callados por
dentro/ con muchas ganas de hablar?”.
Con este final engarza El silencio es lo que vale, otra auténtica joya de poema amoroso con las resonancias profundas del cante: “El silencio es lo que vale, /anoche soñé
contigo / y no se enteró ni el aire.” / Tan sólo la tinta negra,/
el papel y la palabra./ Tan sólo de nuevo el silencio,/la soledad y la almohada./“El silencio es lo que vale.”
Fantasía y emoción constituye a la vez un canto y una defensa a ultranza de la parte irracional del ser, de lo no lógico.
La razón ha aparecido hace tres minutos en la evolución. Lo
demás, lo que no se sabe, es lo que tiene una más callada
aunque más prolongada historia pero, en definitiva, es lo que
manda. La palabra también manda. Como dice un proverbio
chino: “Habla y serás”. El autor expresa muy gráficamente lo
que sería el mundo sin la presencia del logos: “Sin palabra
sólo hay ruido, /confusa señal amorfa,/ negro hueco sin latido, sólo signo sin señal”. Le Clézio argumenta que mediante
las palabras nos aislamos de la realidad, ya que nos separamos del mundo de las piedras, de los árboles, etc., que no
necesitan del lenguaje. Frente a lo que podríamos calificar
de ingenuo rousseaunianismo por parte del Nóbel francés,
Vallejo y su hermeneuta se alistan en este caso en las filas
del pensamiento aristotélico y de los clásicos chinos.
Vivir siempre hasta el final es un cuento fantástico de un
enfermo de Alzheimer que se encuentra súbitamente perdido
por haber vivido tanto: “Vivir siempre hasta el final./ Prescindir
267
de enervaciones, pálpitos descomunales,/ temblores efervescentes y cualquier alteración./ Todos los vicios prohibidos,
los alcoholes suprimidos,/ las grasas, glúcidos azucarados,
los pirroles y fenoles,/ melones y saturados, chorizos, melazas y harinas,/ todo siempre vetado y las emociones fuertes,
como la rabia,/ venganza y amor, cortado por la raíz./ Vivir
siempre hasta el final, / sin contacto sexual, mental, carnal o
brutal. / Eso es fundamental./ Llegar a ser centenario, /cueste
lo que cueste”.
Morir de “ciberpatía” es otro espléndido cibervallejarre,
en el que se nos proporciona información de una enfermedad
de rabiosa actualidad, una “ciberpatía”, un trastorno digital
moderno “Hoy se acaba la fortuna./ Comparto mi biografía,
mis recuerdos y mis ruinas, /estoy en la redes sociales, soy
mi ser y página web. / Dijo en profundo lamento en tono de
siguiriyas./ Y entonces se olvidó de vivir./ Un día le robaban
una historia, otro un trozo de su yo. /Le amputaban un menisco, una frase y una cita./ Un día dejó de hablar para entrar
en un coloquio”.
La cara oculta del ser es un sabio discurso sobre la “cara
oculta del cerebro”, más misteriosa que la cara oculta de la
luna, aunque cada uno llevemos esa cara oculta del cerebro
dentro de nosotros. Es algo tremendamente importante y
que, sin embargo, pasamos por alto por haber llegado a la
fina capa de la razón: “En el tiempo en que yo hablo/ el papel
había prácticamente desaparecido/ y el mundo en el que vivíamos los humanos cibernéticos, /cargados de dolores y
muescas de metralla histórica, /era prácticamente virtual,
formado por extrañas señales /de significado incierto, que
circulaban por redes / donde también caían presas, como el
mono digital /o incluso el tiburón./ Será difícil entender que
un tiempo de máxima claridad, /donde los avances científicos
268
y tecnológicos/ se volvían tesoros imparables de difícil interpretación, /el nivel de crítica y rebeldía, de independencia y
autenticidad,/fuera tan bajo, tan inducido por la publicidad y
la alevosía”.
Si los átomos tuvieran alma es un intenso y extenso
poema de amor unido a la consciencia del ser: “Si los átomos
tuvieran alma, /y conciencia las estrellas, /raciocinio las moléculas más raras,/ aunque sus ideas fueran circulares e imprevisibles/ alrededor de un núcleo central,/ y rieran las
estrellas con un humor especial,/rojo, azul y blanco debido a
las altas temperaturas de la fisión (…) nadie, fíjate bien lo
que digo, / nadie, en el más estricto sentido de la palabra, /
podría convencerme, / de que tú no eres la excepción,/ única,
irrepetible y extraordinaria,/ producto de infinitas coincidencias astronómicas,/ que han acabado / en un ser/ como tú”.
La cuestión del alma es complicada. Juan Luis Vives en su
libro De anima et vita, inspirado en una concepción biológica
de la filosofía e influido por Aristóteles, llegó a afirmar que
el alma es “casi nada” (velut nihil). Bastantes siglos antes
Demócrito de Abdera argumenta que ni siquiera el alma se
escapa a los principios materialistas de la explicación atomista: el pensamiento es un movimiento, corporal en su realidad. En un sentido semejante pueden inscribirse las tesis
de Vallejo sobre el movimiento, enunciadas al principio de
esta introducción.
Qué pena me da de ver, como otras composiciones de Vallejo, es un poema en dos tiempos, o en varios tiempos: en
uno de estos tiempos actualiza el cante de Pericón de Cádiz
en su poesía; en otro de estos tiempos nos recuerda cómo el
gran cantaor gaditano llegaba del brazo de su mujer Rosario
a Gayango y reproduce las divertidas anécdotas que nos relataba ante el oído atento de los buenos aficionados, entre
269
los que se encontraba el dueño del local, Carlos Aldana, con
su impecable chaqueta blanca. El retrato del artista es espectacular: “Tenía una cara antigua / de cómico o picador./ Y
una gracia incomparable,/ de farsante, golfo o actor./ Se
sentó con nosotros Carlos, /el dueño de la taberna,/ que era
todo un personaje,/ amigo, profundo y cabal. /Franco estaba
muriendo /y existía cierto miedo /de que algo grave pasara.
/Olía a vino y marisco, / a queso, paella y jamón. /Pericón nos
habló del Carnaval, /del Kiki que anunció para el Domingo en
Cádiz, /un hecho totalmente extraordinario /producto de mágicas convergencias y de estelares milagros (…) También
opinó del momento. Lo importante es la justicia, dijo. /Si hay
justicia no pasa “ná” /Y haciendo compás en la mesa /dijo por
alegrías un cante: ““Qué pena me da de ver/ que la justicia
va en coche/ y la verdad siempre a pie.” /PS: Poco después
empezó la Historia Moderna de España”.
El flamenco nos proporciona también el título y el motivo
fundamental de Dices que duermes sola en el que se nos relata el crimen por celos de Isidro el picaor. Todo ello envuelto
en la atmósfera de una de las letras más bellas del flamenco,
la siguiriya de Curro Dulce: “Dices que duermes sola, / mientes como hay Dios,/ porque de noche, con el pensamiento,/
dormimos los dos.” Es un auténtico clima poético de temblorosis, muy alejado afortunadamente de las filigranas que con
tanta frecuencia se dibujan en la actualidad.
Lo que escapa permanece logra fundir lo que filosóficamente y realmente parecía imposible: las ideas de Heráclito
y de Parménides; lo móvil y lo permanente: “Lo que escapa,
permanece./ Su hueco se ha vuelto memoria /No todo desaparece./ Lo que se va, también queda./ Su ausencia se agarra al espacio/como un recuerdo que pesa,/ que invade la
realidad, /y vuelve el presente historia”.
270
Como en este brillantísimo poema, el citado Heráclito intentó conciliar el eleatismo con la pluralidad y el movimiento.
El movimiento y el devenir no son absolutos sino que se
basan en una serie de sustancias primitivas determinadas,
divisibles hasta el infinito –pero permanentes en sus partesy tan combinables entre sí que puede afirmarse que “todo
está en todo”. En el poema de Vallejo se dice lo mismo pero
ajustándose a otro registro discursivo: el del lenguaje poético. No insistiré en la concepción global, integradora de la
poesía que defiende y practica Vallejo, la concepción poética
más abierta, más solidaria con el resto de las manifestaciones filosóficas y artísticas de la actualidad.
El tiempo seguirá sin ti está impregnado de esencias de
otro tiempo, de esencias clásicas, medievales, románticas,
existencialistas y esenciales. Por eso, aunque parezca en
una primera lectura de otro tiempo, su momento es atemporal, esencial, universal: “Cuando menos te lo esperes /el
tiempo seguirá sin ti. / La vida no se anda con bromas. /Tan
sólo estás un momento, /un tiempo que sólo es tuyo, / que tú
inventas como puedes, /construyes tu propia ilusión, /tu propia visión del Mundo (…) No te escapas ni con alas. /Cuando
menos te lo esperes/ dejas de ser realidad./ El tiempo seguirá
sin ti”. A propósito de la obra de Vallejo he realizado una revisión de los conceptos de tiempo y he comentado cómo
Aristóteles dedica el libro IV de su Física al espacio y al
tiempo. Y en un sentido que suscribiría también Vallejo argumenta que el tiempo es el número del movimiento: es continuo como éste y no puede disociarse el uno del otro. Al igual
que Aristóteles, los filósofos Kant y Hegel asocian el tiempo
con el espacio. Para el primero, ambas categorías constituyen formas a priori de la sensibilidad (F. Gutiérrez Carbajo,
Teatro contemporáneo. Alfonso Vallejo, Madrid, Ediciones
271
Uned, 2001). Hegel, en su Fenomenología del espíritu nos invita, entre otras cosas, a la experiencia explícita del reconocimiento del tiempo y de nosotros mismos a través de las
figuras de la conciencia y del pensamiento objetivadas por
medio de la reflexión (Hegel, Fenomenología del espíritu
[Phänomenologie des Geistes,1807] trad. W. Roces, México,
FCE, 1966).
En una dirección divergente de la enunciada, Bergson,
Spengler, Heidegger y otros filósofos se oponen a parangonar
espacio y tiempo. Bergson, frente al tiempo-espacio, coloca
el tiempo-duración en la introspección. El tiempo para Bergson no es sólo el externo, el cronológico, sino esencialmente
la percepción que del mismo tenemos en nuestro interior.
Mucho antes, una buena parte del pensamiento filosófico medieval, con Plotino y Agustín de Hipona a la cabeza, asegura
que la medida del tiempo reside en nuestra conciencia. Spengler separa del espacio muerto, el tiempo vivo, como destino
e historia; y Heidegger opone el concepto tradicional de
tiempo al de temporalidad, en la que encuentra el sentido ontológico de la existencia. Para Heidegger el tiempo no es la
antítesis del ser. El ser es ya devenir (Martin Heidegger, Ser
y tiempo[Sein und Zeit, 1927], trad., José Gaos, México, FCE,
1993)
En La razón irracional el autor no relata en forma poética
la corrida de la Beneficencia del 4 de junio 1970 toreada por
Paco Camino. ¡La razón irracional!: “Tan sólo por el instinto./
Sin Súper-Ego ni Edipo./ Sin subconsciente ni Yo. /¡Qué gran
psiquiatra bovino¡ /¡Qué ilógica más racional¡ /Todo lo que el
cerebro oculta, /o heredado de las fieras, /del mar, la jungla
y la arena, /no lo conoce ni Dios”
Ayer no estuve aquí, como otros muchos poemas de este
libro, nos hace vivir la gran aventura de la mente y del ser.
272
Los planteamientos gnoseológicos y lo ontológicos nuevamente convertidos en materia poética: “Ayer no estuve aquí./
Salí a la gran aventura de la mente y el ser./ Me fui./ A la supergalaxia Andrea, /a la región sin existir”. En esta composición se redefinen con el tino y la agudeza habituales de
Vallejo, los conceptos del espacio. Platón definió el espacio
como “receptáculo” en el Timeo y Aristóteles, en la Física y
en otros libros, estudia el espacio, al abordar las conexiones
de los lugares con la mimesis. Al espacio se han referido los
pensadores que he mencionado al hablar del tiempo, a los
que podrían añadirse los nombres de Locke, Leibniz, Ernst
Cassirer, Gaston Bachelard, Maurice Blanchot, Gerard Genette, Iuri Lotman…
Si la vida fuera nada es un nuevo canto al amor, lleno de
misterios, cumbres y matices: “Si la vida fuera nada, /y el Universo entero leyenda, /un bloque magmático de nada, /una incoherencia de piedra /o una pompa de jabón inmensa sin
principio ni final…/ Me refiero a los planetas,/ a los astros y cometas,…./si todo fuera mentira, /producto de una ilusión… / Entonces, quiero decir entonces, / también luego y mañana, /
nunca, después y jamás,/ tu cuerpo sería mentira, /tu voz tan
sólo quimera, / tus ojos verdes un lago /y tu pecho, eternidad.
/ PS: Me tienes que perdonar./ De tanta pantalla y Tele/ no sé
bien lo que me digo./ Casi ni como ni existo. /Ya me he vuelto
gilipollas. /Soy un hombre digital.
Las caricias soñadas presenta una estampa inédita de Camarón con un cante fenomenal referido al amor : “Me lo presentó Enriquito /en la plaza la Cibeles, /recién llegado a
Madrid./ José Monge se llamaba. /Le decían Camarón./ Canta
“de bien parriba”. /Tiene muy bien “metal”, me dijo./ El aire
de Madrid por entonces contenía mucho arte,/ mucha gracia
y gran ingenio./ Madrid de noche volaba. /Recorría un espacio
273
sin tiempo, producto de la carencia./ la alegría de vivir y el
peso de los pensadores,/ sentados en la Nacional”. Y al de la
bella y alegre letra flamenca, el poeta concluye: “Hay que seguir, tenemos que avanzar, /debemos salir de aquí, /dejar a
un lado los sueños, /inventar la realidad.
El derecho a lo irreal es otro poema único, irrepetible. En
el se nos habla del asteroide del Viernes 31 de Mayo y también del “Séneca” un viejo torero, de Francisco Alcaide, el
Maestro, de una forma de vivir ya desaparecida, pero fenomenal. Habla de cosas que no dice. Todo en la fantasía. Todo
velocísimo. El derecho a lo irreal implica para Valleje el derecho natural al desorden. Y la letra por soleá: “Estoy perdido
y me alegro,/ mira si te quiero bien/ que lo que tú quieras,
quiero”. Aquí podría mencionar igualmente un buen número
de pensadores que subrayan especialmente no solo el derecho a lo irreal, sino que subrayan lo ideal como uno de los
componentes básicos de la realidad. Freud es uno de ellos,
pero en la actualidad la nómina de defensores del derecho a
la irreal ha crecido de forma exponencial.
Cuando el tiempo se detiene es un tema de grandes implicaciones científicas y filosóficas pero que el gran espada
que es Vallejo, una que lo ha lidiado, ha salido una vez más
por la puerta grande: “Cuando el tiempo se detiene, / y se
para en los cristales, /sin penetrar el cristal,/ has empezado
a morir. //El reloj de la pared, mueve el péndulo en silencio/
para que el tiempo no muera/ y tú no te quedes sin vida. /
Pero tú no esperas nada. /Ya no quieres más palabras, /más
caricias en la sombra /ni más libros ni más caras”
Pepe lo oyó pasar nos narra con estilo de crónica periodística cómo Pepe Moreno, un gran guitarrista oyó pasar el
asteroide 2013 ET: “Mañana, 9 de marzo de 2013 pasará cercano a nuestro planeta el asteroide 2013 ET” /“El asteroide
274
2013 ET, de un tamaño equivalente al de un campo de fútbol,
pasa este sábado por su punto más cercano a la Tierra. El espectáculo cósmico empieza a las 20.45 (GMT). (…)Pepe Moreno que era un extraordinario guitarrista, / y tenía un gran
oído, discípulo de Patena / cerró los ojos en Fresnedillas, se
centró en el silencio / y a las 20h45 del sábado, 9 de Marzo del
2013, /oyó la muerte pasar, una gigantesca bala de cañón /
desde el infinito, como un silbido, a una velocidad/ de diez
veces mayor que una bala de fusil./ Sintió un tremendo escalofrío/ como si alguien lo quisiera aplastar./« L’homme n’est
qu’un roseau, le plus faible de la nature, mais c’est un roseau
pensant. Il ne faut pas que l’univers entier s’arme pour l’écraser; une vapeur, une goutte d’eau suffit pour le tuer. Mais
quand’ l’univers l’écraserait, l’homme serait encore plus
noble que ce qui le tue, puisqu’il sait qu’il meurt et l’avantagea que l’univers a sur lui. L’univers n’en sait rien. »
Está agonizando el papel es un nueva y magnífica incursión
por esos territorios por los que solo Vallejo es un experto en
transitar: lo de la racional, lo irracional, lo transnacional y lo
suprarracional. Y un perfume de trigo rubio, una explosión
amorosa, de amor volcánico: “¡Necesito que me escriba/ y que
me bese la carta, /que lo pase por las tetas, que lo muerda
con la boca / y deje el carmín en el sobre¡ /gritó Pucherete
en el cuarto./¡Yo lo que quiero es amor, oler sus dedos y boca,
(…) “Me acuerdo de tus partidas./ Y yo tiro la cuchara. /tiro el
plato y la comida (…) Malditos los tiempos modernos. / ¡A la
“fu” el ordenador! ….¡Quiero que te pases el papel / María de
mis amores, /por el cuerpo y las membranas”
El centro neural de la fe es un nuevo testimonio de los sabios conocimientos del médico Vallejo. Nos habla, así, de
una suposición neurológica, pero sin obviar nunca el aspecto lúdico: “Somos pura biología, /instantes de materia
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viva, /moléculas en acción /que saben vivir y morir./ Somos
tiempo vuelto carne,/ tejido vuelto futuro, /volumen de mitocondrias /que siguen su curso propio /sin razonar ni pensar
(…) Tú ni siquiera participas./ Vas montado sobre ti/ sin enterarte de nada, /sin comprender qué te pasa /ni qué puede suceder. /A veces te sientes perdido/ y miras al cielo espantado
(…) el centro neural de la fe”
Antes de morir, viví es, entre otras cosas, un canto al
otium frente al negotium. La verdad absoluta: la creencia en
la vaguería: “Antes de morir, viví /y tuve acceso a mi vida, /a
sentirme yo y a pensar, /a construir un mundo interior /y a
aprender a entender la luz. /Antes de morir, lo hice, /como
pude y me enseñaron, con rastros de seres previos,/con su
experiencia y dolor”. El epifonema final es magistral: “No cedáis a la tentación. /Lo peor es trabajar”.
Alfonso Vallejo, que realiza constante una exploración de
los comportamientos de los animales humanos y una indagación en lo que llamamos realidad, en Yo mismo no me entendía lleva a cabo una profunda auto-disección: “Yo mismo no
me entendía. / Estuve en estaciones con agua /y vi pasar
masas de hierro con ruedas sin entender qué sentía. Iban trenes con hollín, materia verde del mar/ y salitre hacia Berlín./
No sabía qué sentía. /Tampoco por qué era tan larga la noche
/sin una sola explicación. /Las redes de neuronas artificiales
/ con su procesamiento automático /y sus sistemas de interconexión, /podrían quizá dar una respuesta de salida /produciendo alguna mueca. /Pero yo mismo no me entendía, / Mi
sensación de extrañeza/ y el ruido de las locomotoras circulando sin cesar, /parecían antiguos vestigios de memoria/ sin
recuperar”. Y las preguntas que se hace a si mismo: “¿Cómo
estoy yo programado?/ ¿Hacia dónde circulo?/ ¿Qué va a ser
de mí?”
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En La dulce antimateria ardiente y la blanca gravedad se
planeta la permanente controversia entre materia y materia
viva. El gigantesco paso dado por la especie humana. Hace
10 millones de años empezaron los mamíferos. Nunca pensamos que llegaríamos a lo mejor. Esto es lo mejor, pero casi
mejor es no pensar. Es como el sueño más maldito contado
por Allan Poe: “Es la antimateria que te chupa, / lo que /alta
y te succiona,/ el mundo de más atrás./ Tú no estás ni conmigo ni sin mí./Eres carne metafísica convertida en ser humano,/ biología en desarrollo, /camino de su destrucción”.
El tiempo está por hacer es otro magnífico poema sobre el
tiempo y la vida, tu vida, lo único que tienes entre las manos.
Vallejo ha reflexionado como nadie sobre estos importantísimos temas y ha tenido y tiene la generosidad de regalarnos
el resultado de sus investigaciones en forma poética: “El
tiempo está por hacer. /El tiempo no lo hace el reloj, ni la sangre ni el dinero, que lo hacen las neuronas, /el oxígeno y glucosa, /lo hace la lenta combustión de la materia viva,/ el
hipocampo y memoria, /el tiempo lo hace el cerebro /dentro
de tu propio cráneo/ y lo hace para ti./ El tiempo hay que inventarlo, imaginarlo muy bien,/ en el campo y en los parques,
en los mares bien abiertos, /en los libros y conciertos, /hay
que hacerlo en el placer/El tiempo casi no existe”.
Anestesia digital es una estupenda muestra de la deshumanización y de la crueldad ciega de la información a distancia
aplicada por pantallas al ser humano, tan frágil e incomprensible: “Qué fácil llegar al hueso. /Basta con apretar, /Incidir
la piel con un instrumento cortante, /filo, navaja o cristal /y
luego llegar al hueso. /El sujeto puede gritar, rebelarse e intentar matar, /pero en tiempos digitales, /con programas especiales, /basta cortar y borrar./ Cibernéticamente hablando/se
puede casi no hablar….”
277
Si un día la luz cambiara es un maravilloso y deslumbrante
canto a la vida realizado por un autor que ha estado tantas
veces atendiendo a pacientes al borde la muerte: “Si un día
la luz cambiara /y el aire se hiciera negro, /la voz humana, silencio /y la sangre fuera hiel… /Si la vida fuera nada,/ piedra
imposible y vacía,/ hueco de lujo inmóvil, /sin ojos verdes ni
Dios… /En algún punto del cielo, /debajo de la misma ausencia/
detrás de la incongruencia, /quedaría la memoria /del placer
que fue vivir”. Como una prolongación del poema anterior
puede ser considerado Nada concluye ni acaba donde se presenta el mundo en transformación y se expresa la misma idea
que en “Sin principio ni final”. Las frase son transparentes
como finos cristales: “Nada concluye ni acaba./ El mundo es
transformación. /Si pudiera en un instante/ expresarte lo que
siento. /Si pudiera hablarte a solas y llegar en un suspiro/donde
quiera que tú estés… /Te llevaría un momento /del espacio que
respiro, /unas gotas de agua fresca /y un poquito de calor”.
Alguien quizás algún día es un magnífico elogio de la vida
del campo que hubiese firmado el Arcipreste de Hita: “Alguien quizá, algún día, quizá,/ por el efecto de un rayo /salido
de un punto del cielo,/ un púlsar sin pulso ni estrellas/ naranja, rojo y azul, / pero sin coloración./ Me refiero a un extraño ser sin materia,/un espíritu fugaz/ que comparta su
esencia con lo imposible,/ lo mágico y lo irreal,/ y pueda sentir
el placer de estar vivo./ con mucha más fuerza que yo./Seguro
que no estará comiendo,/ a las cinco de la tarde/ del Sábado
22 de Junio del 13,/ sentado al sol en Perales/ un plato de cocido con cebolla,/ ajo, carne y perejil,/ mojando pan de Jerez./
Así que se joda./ Y que respire la inopia”.
En La emoción es lo que cuenta una vez más Vallejo vuelve
a poner las cosas en su sitio y le concede a emoción el lugar
que por estúpida pedantería se le había negado: “La emoción
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es lo que cuenta./ Huye o pelea./ Te amo o te odio./ Sí o no./
La emoción es el color. /Y también el sonido, / el ritmo y la
velocidad./ No tiene ni explicación./Lo que para mí es claramente sí,/ para ti resulta no(…) La tristeza y la alegría, /el
gozo, el placer y la pena /van metidos en la carne /y tienen
su propia voz. Son la estructura del yo”.
Hoy empieza la aventura es una nueva incursión en el misterioso mundo de uno mismo para la que se necesitan mucha
formación, mucha preparación, buen pulso y buenos aprendizajes en la calle. Uno es su propia verdad: “Sin saber muy
bien por qué /lo que nunca has entendido,/sentado en un
banco al sol,/lo entiendes sin saber por qué./ Cada planta
está en su sitio, /la rama pegada al tronco, /el tendón pegado
al hueso,/ las estrellas en el cielo./ No hay nada que comprender/y todo por explicar. /Lo que nunca has entendido,/ lo entiendes sin saber por qué”.
En billones de años luz es un magnífico remate para un
libro de poesía que es un quebradero de cabeza, de temas
varios, biología, astronomía, crónica flamenca y taurina, experimentación de ritmos y estilos: “Un día que nadie recuerda, /después de una eternidad, /de billones de años luz
/y de explosiones de estrellas, / en un punto giratorio perdido
en la inmensidad, /con su luna y sus cometas,/ alguien preguntó por qué./ Por qué la mar y los peces, /los inviernos y
veranos,/ las aves volando en el aire/ y los destellos del sol./
¿Qué sentido tiene esto,/ en qué consiste mi vida,/qué estoy
haciendo yo aquí? (…)Nadie le respondió/ Tú eres tu propio
sentido/ le dijo un perro perdido./ Tu universo está contigo./
Lo llevas dentro de ti./Eres vida que se piensa,/pregunta que
se pregunta /sin respuesta ni por qué”.
Se trata del sentido, del propio sentido, del sentido de la individualidad, que desde hace años –podría decirse que desde
279
siempre- han intentado diluirlo en el de la generalidad. La supresión de las fronteras entre lo particular y lo universal. La
poesía de Alfonso Vallejo se inscribe en una línea de pensamiento que revisa lo mejor de los clásicos y que es la que domina en esta época panóptica, en esta era digital.
Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la Ilustración exponen un pensamiento que luego desarrollará Marcuse: el de la
unidad inmediata entre lo universal y lo particular. Las imágenes sociales de los medios invaden la esfera familiar del
individuo desde una edad muy temprana, calcinando el terreno en el que podría florecer y formarse la individualidad.
Adorno y Horkheimer describen la conjunción del poder económico y político con el poder de los medios en su función
de aniquilación de la cultura al suprimir las fronteras entre
lo particular y lo universal.
El libro de título tan significativo de Lipovetsky, La era del
vacío, de mediados de los ochenta del siglo XX, señala ya
que la cultura del siglo XXI sería en gran medida el resultado
de las estrategias del tecnocapitalismo global, que dominaría las redes informáticas y los medios de comunicación. Así
lo demuestra palmariamente Homo ciber digitalis de Alfonso
Vallejo. Vallejo ha logrado desmontar también con este poemario y con sus obras teatrales publicadas recientemente,
como ¿Qué es la vida sin amor? y MIX, el concepto de cultura
como “una superestructura de signos, perfume y ornato del
mundo real”, concepto ya puesto en entredicho por Althuser,
Castoriadis y por una corriente del marxismo estructuralista
francés.
El libro de Alfonso Vallejo, siempre a la última en la exploración e indagación en los niveles existenciales, vitales y conceptuales, incide en las cuestiones más sugerentes señaladas
por Lipovetsky y Serroy en La cultura-mundo. Respuesta a una
280
sociedad desorientada (2010) y por Vicente Verdú en La hoguera del capital (2012), en la que analiza las diversas redes
de comunicación y expresa su confianza “en la especie humana, que ha sido una especie superlativa en la evolución, y
que ha prosperado gracias a la cooperación”.
Esta especie superlativa en la evolución ha creado también los medios más sofisticados de destrucción pero a la
vez puede defender a los demás y defenderse a sí misma de
esta sobrecarga de información, de esta saturación de digitalización, que como todas las saturaciones puede degenerar
en algo patológico. Los propios medios han llamado la atención sobre esta enfermedad de la adicción a los móviles, a
las tabletas y a los ordenadores, que están desarraigando al
individuo de su más preciosa singularidad.
La saturación de información es una de las características
fundamentales de la “aldea global”, de la “nación cosmopolita”, como la definen algunos sociólogos, o de la “era digital”, como la describe tan magistralmente Alfonso Vallejo.
Esta época, como todas, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. En esta “era del gran mercado planetario”, se practican “la vigilancia y la delación generalizada”, según ha
demostrado recientemente Edward Snowden y Julian Assange, por poner solo dos casos particulares, que se han convertido ya en ejemplos globales.
Paul Virilio denuncia ya que se irrumpe en los “interiores”
de nuestra privacidad, se convierten en reales las utopías de
George Orwell y se pone en órbita un control panóptico que
vigila todo o casi todo. Los medios de comunicación y las
tecnologías informáticas de última generación, que constituyen los referentes esenciales de Homo ciber digitalis se
han constituido en el poder que garantiza la hegemonía ideológica del ordenamiento liberal y se empeñan en modelizar
281
nuestras conductas. Esas tecnologías y esos medios de comunicación constituyen instrumentos de internacionalización de las conductas colectivas, generan procesos de
imitación de los comportamientos presentados como “ejemplares”, aunque también –y como defensa- pueden afianzar
procesos de afirmación de la propia identidad. Los medios
de comunicación raramente son asépticos o neutrales en
una sociedad cada vez más anestesiada ética, social y políticamente. Ahí está el peligro que denuncia la obra de Alfonso Vallejo. Los medios de comunicación son eficaces
defensores de los intereses de quienes los manipula, pero a
su vez pueden promover actitudes de defensa y movilización,
como se ejemplifica sabiamente en Homo ciber digitalis.
Francisco Gutiérrez Carbajo
282
Magnitud y dimensión
Edición y Prólogo
Francisco Gutiérrez Carbajo
7 • MAGNITUD Y DIMENSIÓN. Alfonso Vallejo
Las magnitudes de un gigante
Francisco Gutiérrez Carbajo. Catedrático de Literatura Española y Académico correspondiente por Madrid de la Reial
Acadèmia de Bones Lletres
Magnitud y dimensión cierra una etapa, que como sucede
siempre en Vallejo, nunca supone un cierre sino una apertura.
Una apertura a otras etapas que vendrán y una apertura al inmenso mundo que constituye el contexto de Vallejo, que está
integrado por los más ricos y diversos asuntos: el de la medicina, el de la filosofía, el de la ciencia, el de la pintura, el del
teatro, el de la calle... Vallejo es un clínico, un filósofo, un gigante de la ciencia y de la cultura, uno de los más grandes
creadores de nuestros tiempos y a la vez un animal callejero
283
que sabe representar en sus obras como nadie las esquinas y
recovecos de la calle.
Vallejo, que es un ser único e independiente, piensa que
no podemos tomar decisiones personales, sin la influencia
de lo que nos rodea, de nuestro tiempo y de nuestra circunstancia.
Nuestra capacidad de respuestas viene condicionada por
todo lo que somos por dentro, por las estructuras más primitivas del cerebro que transmiten su información a la corteza
cerebral para que ella opte, en última instancia, por elegir el
comportamiento oportuno. Pero la decisión ya está casi tomada.
Cuando un animal se encuentra ante una situación nueva
de peligro inesperado, en milisegundos, su Sistema Nervioso
Central ha elegido inconscientemente si “pelear” o “huir”.
Uno de los poemas del libro trata de este asunto.
Vallejo termina un libro y empieza otro. Necesita expresarse
como necesita respirar. Expresarse es su estado natural.
Como el de todo el mundo desde luego, pero él lo ha desarrollado especialmente, porque la vida convencional no le satisface nada. Su profesión, su escritura y su creación constituyen
mecanismos de superación que le permiten seguir viviendo.
Un día termina un libro y al día siguiente, según el propio
autor, se encuentra a cero, sin saber por dónde tirar, como
si fuera el primer día en el que se pusiera a escribir. Lo aprendido, el sistema, la teoría, las ideas, el canon y toda la farfolla
retórica no le sirven para nada. Empieza siempre sin saber
por donde empezar. Y se “tira a vivir”, no al vacío ni a la locura ni a la desesperación. Sale y se “pone a vivir”, a leer, a
estudiar, a pensar, a ver los programas de la tele, a analizar
a la gente en el autobús, a discutir de filosofía o a analizar
las noticias que nos bombardean en los “medios”.
284
Aunque diga que empieza sin saber por donde empezar,
instintivamente siempre lleva un plan, como afirma Baroja
en El viaje sin objeto.
Alfonso Vallejo es un clínico. Ha nacido genéticamente determinado para ser un clínico y para intentar diagnosticarse
y diagnosticar todo lo que ocurre a su alrededor.
Vallejo es un maestro de la “filosofía clínica”, una disciplina que un día le comentó a Emilio Lledó, y que le sorprendió, porque por primera vez tuvo noticia de la misma, y eso
que Lledó es una de las primerísimas figuras o la primera en
el pensamiento filosófico actual. La “filosofía clínica” es una
disciplina novedosa, pegada a la realidad, es decir, a los hechos, a sus grandes maestros, y a las grandes y a las pequeña cosas.
Cuando pasen unos años y alguien se pregunte qué ha pasado en España en el campo de la filosofía, de la ciencia, del
arte, de la cultura, no le quedará más remedio que leer lo que
ha escrito Vallejo y contemplar lo que ha pintado Vallejo. Vallejo es uno de los mejores notarios del devenir de España
desde los años sesenta del siglo pasado hasta la actualidad.
Aunque cada poema de Vallejo sea distinto, aunque cada
obra de teatro sea única y aunque cada cuadro tenga su propia singularidad, existe en toda esta obra una magnífica organización de pensamiento, de emoción y de sentimiento.
Vallejo tiene “sus formas”, como decía Luis Pastor Marín, el
gran guitarrista amigo suyo. “Yo tengo mis formas”. Qué bonito y qué bien dicho. Sin pretensiones pero muy lúcido y
cierto.
A mí me parece que va quedando bastante claro en lo que
ha hecho, ha escrito y ha pintado, qué entiende Vallejo por
bueno y por malo. “El valor” de los criterios, que es tan importante para determinar qué es lo bueno y qué es lo malo.
285
“Por sus hechos los conoceréis”. “El árbol bueno da buenos
frutos”. Todavía falta por poner de manifiesto, en nuestro
tiempo, los tremendos valores que nos ha legado el “cristianismo”, el impacto filosófico y existencial del cristianismo
primitivo, adulterado por su transformación en institución de
cualquier tipo.
¿Qué nos presenta y encontramos en Vallejo?¿Raciovitalismo de Ortega? ¿Espíritu crítico francés? ¿Empirismo inglés?
¿Verismo italiano? ¿“Errorismo” de San Agustín? ¿Idealismo
hegeliano? ¿Marxismo histórico? ¿Hermenéutica de Gadamer
y Lledó? ¿Existencialismo sartriano? Todo ese encontramos
y mucho más. Pero antes que nada, y muy por encima de
todo: su vida, los “gigantes” que ha conocido (el término “gigante” aplicado a ciertas personas es de Layton), el ejemplo
de sus padres, con una honestidad y unos criterios aplicados
a su educación, que considera sagrados. La propia experiencia. El “habérselas” con la vida de Ortega. Con un tiempo tan
especial y único como el de haberse criado en una postguerra española. Unos tiempos que suceden a una guerra civil en
el siglo XX, que es para asustarse. Este último libro de Vallejo
traza con mano maestra las verdaderas magnitudes y dimensiones, y se erige en una respuesta crítica a esta época de
pensamiento chato, nutrido de pragmatismo pueril, de un
egoísmo simplificado, sin grandes ambiciones, de un individualismo que roza la cobardía y desde luego la falta de imaginación y talento.
El Estado está convirtiéndose en algo peligroso, que tiene
más de Banco que de otra cosa. La política ha desaparecido.
La gente ya no se rebela. El clima de domesticación informática subleva.
Estamos asistiendo en nuestros días a la falta de “dimensión”. No en una dirección apuntada por la Monarquía y la
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Iglesia, como en otros tiempos, sino la falta de intensidad,
de ritmo, de codicia, de ambición, de personalidad de cualquier tipo, que apunte adonde sea, pero que revele que nos
encontramos antes una situación de esclavitud intelectual
inducida por el terror y el consumismo.
Magnitud y dimensión se ha fraguado lentamente, junto
con evocaciones fulgurantes de grandes momentos de emoción, de letras geniales de un mundo que prácticamente ha
desaparecido, y de todo tipo de poemas de amor, sátiras y
muchas otras cosas. Los poemas han crecido con la intensidad que ha empujado la vida del autor. Vallejo tiene ese tipo
de motor, heredado desde luego. Y a esto huele el libro.
En Magnitud y dimensión se desarrollan algunos de los
asuntos ya abordados en otros libros: la posición de un “libre
pensador”, de un libre “sentidor”, que no se cree más que lo
que huele a bueno, que da buenos frutos, con mucha gracia
y mucho arte, de preferencia latina y de raíces viejas, que
merece la pena defender con la propia integridad: “Aquí os
dejo lo que soy./ El calcio de mis huesos/ convertido en tinta/
sobre un trozo de papel”
El primer poema Resultó que yo no estaba se nos presenta
ya como una composición extraordinaria. Refleja un problema
fundamental en Neurología, la autognosis: la forma en la que
determinamos que somos nosotros mismos quienes existimos
y percibimos la realidad. El “self” en inglés. El “Ich” en alemán. No es el cogito ergo sum de Descartes o el sic fallor
enim sum de San Agustín. Es la percepción extrasensorial de
que estás pero ya te has ido, que te vuelves a encontrar contigo en los recuerdos, en las cosas que has dejado, en los sentimientos ocultos que no sabes comprender.
Un día te echarán de ti es un poema de Quevedo multiplicado al cubo. Burlesco. Satírico. Parece escrito por un “golfo”
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del centro de Madrid en un momento de inspiración. Resulta
tremendamente interesante que tu ser te insulte y te eche
de ti: “Un día te echarán de ti./ Tus células dirán basta. Se
negarán a seguir./ Y el fascículo de Hiss, harto de sí mismo y
de ti,/ te dirá con su lenguaje de impulsos y contracciones:
/¡Venga, vago, se acabó”. La “Automoribundia”: Y ese día, por
mucho que a ti te disguste,/ si tus células te dicen basta,/
amigo, “no te salvas ni con alas”/¡Ese día se acabó”.
Te pusiste sobre mí es un poema amoroso de un intenso erotismo, erotismo carnal y transfigurado, andalusí, que huele a
trigo y a todas las esencias buenas de la tierra: “Tu interpretación del campo/ me pareció luminosa. / Penetraron de pronto
las rosas/ y macizos de claveles blancos / llenaron la habitación./ El suelo era de roble/ y las sillas bajas,/ las ventanas azules y el cielo rojo,/ como un incendio /o un amanecer sin sol”.
Sin oxígeno morían es la presentación en forma poética
de la experiencia clínica de ver enfermos en la sala de autopsias. Se trata del absoluto “milagro científico y estadístico” de ver cómo una persona viva hace poco, queda como
un tejido que se puede cortar y verter en un cubo de plástico,
es un misterio sin explicación. Por eso, el autor invita a los
teóricos y filósofos, a los pensadores que no “conocieron la
sombra/ y se llenó de teoremas” a que le den una explicación.
Como no es inhabitual en Alfonso Vallejo, el poema mantiene
un diálogo intertextual con algunas de sus primeras obras
como El Bernardo. Es un “Thrilling” como diría un crítico de
cine ante una película de David Lynch, “Terciopelo azul”, por
ejemplo. Todo esto tiene mucho que ver con el término que he
inventado, vallejarre, del que estoy seguro que se generalizará
con el mismo merecimiento que esperpento o tremendismo.
Esta poesía tiene también muchos puntos en común con las
alucinaciones del Bosco, Goya, etc.
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Lo profundo es siempre el hecho se nos presenta en un primer momento como un cuento fantástico, wagneriano, del
Holandés errante, y después se combina sabiamente con la
sátira, el españolismo, el humor y el desgarro fantástico. El
autor se lanza a la cristalografía, a la poesía aromática andalusí, a la detección del subsuelo que le está hablando
como a Toby uno de los dos hermanos, el enfermo, al principio
de la obra teatral Cangrejos de Pared. Amor a raudales, humor
quevedesco, de Villarroel y de García Berlanga, muy pertinente para abordar la política en un tipo de poesía deliberadamente anárquica, pero que encierra un intenso proceso de
elaboración, articulación y trabazón. Si anteriormente he comentado que Vallejo conoce muy bien los diversos pliegues
y capas de la realidad, entre ellas, las más fielmente castizas
del universo urbano, aquí se nos muestra realmente el “catedrático de la calle”, como decía uno de Córdoba que vivía
del “toque”.
Eres dulce magnetita nos informa científica y poéticamente del tejido que se ha inventado el Cosmos, el Universo,
la vida, el arte y la maldad. Menudo órgano, una masa gelatinosa y poco atractiva que nos ha conducido hasta aquí, y
como no tengamos cuidados, puede acabar con nosotros.
Neurobiología, Neurocibernética, Neuromatics, inspiración,
magistralmente unidas y combinadas. Todo ello personificado en una gran señora, como Silvia en Eclipse, que disfruta
y hace disfrutar a una chica y le arranca la vida desde debajo
de la mesa. ¡Qué escena ! De antología, como todas las escenas y todos los cuadros poéticos y pictóricos de Vallejo.
En El milagro es la neurona resulta tremendamente oportuna la mención a Virchow, el patólogo alemán que en Berlín
definió la célula como el principio de cualquier tejido: “¡Lo dijeron en Berlín ¡/ ¡Escuchad a Virchow, leche ¡ /Omnis cellula
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e cellula./Lo complejo es el cerebro/que sabe relacionar/el
ser con la muerte y la vida,/ mientras la noche se oculta/ y
va renaciendo el sol”.
Tú te vas y todo sigue es una muestra espléndida de que el
tiempo no perdona. “Todo es tan sólo instante inscrito en el
Universo”. Vida y tan sólo vida. Qué maravilla mientras dura y
tú la puedes cambiar. Serenidad ante la muerte. Estoicismo.
Ataraxia. Impasibilidad. Y también la contundencia del final
que nos espera a todos: “Te miras las manos y estás./ Mueves
los pies y deambulas./ Respiras y el oxígeno quema. /Hace
arder tu ser y el tiempo. /Prueba que apareciste y estás. /Que
siendo un casi nada, vas/ a morir sin hacer ruido”.
Magnitud y dimensión, que da título al libro, es un poema
central del mismo, en el que se expresa y se condensan algunos de los asuntos fundamentales. La dimensión nos pertenece. La gran especulación, la transcendencia, el pensamiento
certero y salvaje, la inspiración es posible. Y en sí, ya constituye una victoria. Todo se nos escapa. Pero podemos hacernos una idea. Interpretar la parte de infinito que nos ha
tocado vivir. Y podemos estar “por encima del toro”. No siempre es sencillo. Pero posible, sí es. La dimensión marca nuestros límites pero también nuestra potencia: “Pensábamos
que, perdidos en el espacio, /girando y latiendo en el cosmos
y la maquinaria del mundo,/ como un mismo ser racional,/ llegaríamos, algún día, a un nivel de inspiración superior,/ a una
nueva dimensión”.
Morir de palabras huecas pone bien a las claras la verborrea
que nos acosa y avasalla, el volcán de palabras infectadas
para crear terror y tenernos secuestrados y esclavizados. Ese
discurso verborreico lo contamina todo: la política (que tendría que ser la mejor medicina), las relaciones humanas, el talento… y consiguientemente, el comportamiento “se infecta”.
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Y vence el totalitarismo, la ceguera, la doctrina, lo radical y
lo estrecho. Un desastre que estamos presenciando sin reaccionar: “Hay muchas palabras huecas./ Son boquetes en el
aire./ Agujeros en el cero./ Anzuelos para ignorantes.//Hablan
de todo y de nada,/ de lo mucho y lo menor,/ de lo grande y lo
infinito,/ de lo malo y lo mejor./ Detrás van dejando sangre,/
odio, muerte y destrucción,/ heridas, venganza y vacío,/ veneno y desolación”. Llamo Dios a todo esto es una composición que el autor ya ha escrito de otras formas pero que
responden al mismo fondo. El panteísmo racional ya está
aquí. El poema tiene un estilo propio. Y está perfectamente
rematado: “Llamo Dios a todo esto,/ al laberinto infinito,/ al
asombroso proceso/ de estar sin siquiera estar”.
También tu propia trans-fe expresa con total nitidez que
todo lo que ignoramos está pesando sobre nosotros. La antimateria, lo que está por descubrir, actúa constantemente,
aunque no se pueda determinar. Lo anti-físico se encuentra
en la física misma. Igual que la sinrazón infiltra la misma
razón. Es un interesante tema filosófico, físico, metafísico y
humano. ¿Dónde se encuentra el no-mundo? ¿Y tu trans-fe?:
“Pero todo lo que ignoras, pesa,/ deforma y atrae, desgasta lo
cierto,/ actúa permanentemente/ mientras no se ve”.¿Dónde
se encuentra el no-mundo? Sólo te queda el asalto, el sentido
y la fantasía, la intuición que es tan potente,/también tu propia trans-fe”.
Hoy ya no estoy aquí es una especie de fantasía teatral en
la calle Alcalá esquina a la calle Claudio Coello, frente al Retiro, donde se encontraba la plaza de Toros de donde Goya
sacó muchos apuntes taurinos. De pronto tú ya no estás. Parece un hechizo pero tú no te reconoces. Te has disuelto en
el vacío, pero te gusta una policía morenita. Aparece Goya
diciendo que la quiere pintar desnuda. La percepción del
291
mundo puede ser fragmentaria, transitoria, irse, desaparecer,
como en enfermos que presentan crisis epilépticas. Y cuando
vuelve a ti, sientes extrañeza de ser. No se trata de momentos
de desconexión o de éxtasis, sino de extrañeza del mundo y
de ti. “Ausencias” como síntoma neurológico. Visiones. Allan
Poe en plena atmósfera lúdica. Delirios. Un estilo extraño,
neurofilosofía que se convierte en un golpe teatral de significado incierto. Con alguna implicación histórica y política, respecto a la crisis. Un continuo y buscado “desenfoque”.
El lenguaje es celular, aunque en una primera lectura parezca un poema extraño, nos manifiesta de forma magistral
dónde radica todo el secreto del secreto. Las ideas surgen
de los conceptos. Los conceptos de las palabras. Las palabras de fenómenos neurológicos específicos fraguados en
los centros del lenguaje, habitualmente en el lóbulo temporal izquierdo. Vivimos en mundo inventado por el cerebro.
Algo insospechado. Y sobre esto se teje toda la conectividad cerebral, produciendo un fenómeno nuevo en la Naturaleza: la construcción de una realidad humana, autóctona,
única. Todo ello expresado con un lenguaje muy poético: “El
lenguaje es celular./ La energía no se expresa (…) La materia es casi muda. / Y los árboles y el viento,/ como el sol y
los océanos,/ mandan mensajes ciegos/ difíciles de interpretar”.
Quien no sabe lo que busca es la técnica de la estructuración, del sistema, de la atención, del método. Y del descubrimiento de la realidad. Arquitectura de la búsqueda: “Quien
no sabe lo que busca,/ nunca lo encontrará./ No sabe dónde
se encuentra,/ nunca sabe dónde va,/ y si se siente perdido
/no sabe a quién llama”.
Tan sencillo como suena es una buena nuestra de esta sociedad panóptica y del control del individuo en la era digital.
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El Dios del Retiro en Madrid es un nuevo y espléndido vallejarre, poblado por personajes no valle-inclanescos, sino vallejianos, como “Listo” el cabreado, que afirman su condición
personal. Rezan al Cristo del Retiro porque su familia así lo
ha hecho. Rechazan las tonterías modernas. Las consignas.
Dudan de Darwin y del “bigotes” por el filósofo alemán. Utilización de términos gitanos y de germanía, chelis y tacos:
“Dios no está en ninguna parte pues en todas partes está.”
La vida es interpretación es un ejemplo de hermenéutica
pura en poesía, como otras muchas de las composiciones de
Vallejo: “La vida es interpretación,/ construcción personal de
un tiempo /que sólo pertenece a ti/ y que tienes que inventar.//
Eres lo que haces de ti./ Tu propia interpretación”.
De pronto el mundo se ha ido es poema muy extraño, pero
tremendamente lleno de sentido. Moderno. Y siempre subrayando a esperanza de la renovación: “De pronto el mundo se
ha ido./ Hace tan sólo un instante eran verticales las puertas,/
horizontales las mesas/ y detrás de cada objeto aparecía su
ausencia,/ su carencia de volumen, su sombra/ y a veces su
identidad./ Antes el mundo estaba / pero ya no está”.
Infierno en el corazón es otra intensa composición de
amor, estructurada, como otras de Vallejo, sobre letras flamencas exquisitas. Es también un atinado juego teatral:
“Eres Gloria por tu cara,/ tus dientes, tus ojos y cuerpo,/ por
la tentación que llevas/ en tu boca, piernas y senos”.Y el remate magnífico: “Cuando va andando, rosas y lirios va derramando.”
Pensamiento neuronal insiste en los mundos tan sabiamente conocidos y tan generosamente transitados por Vallejo: el de la neurología, sus teorías y sus aplicaciones. Y
además, la respuesta crítica a este pensamiento neoliberal,
impregnado de fascismo blando y coloidal: “Yo sigo diciendo
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lo mismo: / somos materia que piensa,/ que siente, delira y
razona./ Menos sueños y pamplinas, / se tienen que acabar
los cuentos,/ los sermones y consignas./ En nombre de la libertad no se mata./ La democracia asesina / no me la puedo
creer./ Soluciones sin violencia./ Siempre materia viva,/ justicia, paz y verdad./ Pensamiento neuronal”.
Somos sólo piel que piensa es otro poema importante con
información biológica de última hora. Ya el solo título lo impregna de un color y de una fuerza extraordinaria: “Somos
sólo piel que piensa,/ piel convertida en neurona,/ somos sólo
un enigma/ convertido en realidad./ No sueñan los sueños
solos,/ ni dormidos ni despiertos./ Son sólo metabolismo,/ biología muy compleja,/ tan sólo electricidad”.
El pregón del Macandé es otra magnífica incursión en el
mundo del flamenco y de este extraordinario personaje del
que ya escribió hace años una biografía el estudioso Eugenio
Cobo. Según este erudito y otros investigadores, este cantaor y vendedor, cantaba en ocasiones con un caramelo en
la boca. Siempre al borde la locura, se casó con una muda, y
tuvo varios hijos, todos mudos, lo que acabó de trastornarlo.
En 1935 ingresó en el manicomio de Cádiz, donde recibía las
visitas de amigos cantaores, como Manolo Caracol. Por su
parte el guionista Felipe Hernández Cava y la dibujante Laura
se inspiraron en su vida para crear su álbum Macandé (Ikusager Ediciones, 2000). El poeta lo evoca nada menos que desde
El Retiro madrileño: “Hoy 25 de agosto del trece, / sentado en
un banco nocturno./ con aromas y farolas en los bordes del
Retiro, / desde la memoria a la conciencia, llegan los caramelos./ La menta penetra en el parque /y yo me acuerdo de ti”.
El pensamiento instintivo constituye una atinada y nueva
definición del pensamiento no como emoción sino como instinto, como no pensamiento racional. Todo ello lleno de tonos
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desgarrados y desgarradores, muy españoles, y con reminiscencias de autores tan admirados por Vallejo, como el Arcipreste.
Vida y muerte al mismo tiempo nos expresa nada menos
que el misterio de la “apoptosis”, que permite, matando,
controlar el crecimiento normal de las células, y, por consiguiente, la vida: “Cuando estás viviendo mueres./ La muerte
celular programada, / que se llama también “apoptosis”,/ está
controlada genéticamente/ por tu propia biología/ y te permite vivir tranquilo, / mientras tus células dañadas / mueren
para que tú sigas viviendo”.
Todo es vida y sólo vida es otro estupendo poema, de alto
significado y con recursos formales muy expresivos, relacionados con el poema anterior: “Todo es vida y sólo vida./
Universo celular./ Interpretación de signos / de un cerebro
racional./ Todo es una mentira / que puedes volver verdad”.
Estamos ante la permanente transformación del ser, ante
el recambio celular constante de células que mueren y de
otras que las sustituyen; ante el misterio de nuestra realidad
que es siempre un proceso, igual que la idea de verdad. Y
todo ello presentado con los pensamientos y con las imágenes más plásticas y sugerentes: “Pasa un perro solitario.
/Muere y vive al mismo tiempo./ Deja una sombra alargada /
que se mueve por la acera. / Cuando menos te lo esperas / y
todo de pronto se para,/ la vida ha vuelto a empezar”
Tu verdad se encuentra en ti es una magnífica reelaboración del pensamiento que ya expresaron Petrarca y Agustín
de Hipona: “Te has convertido en otro/ mirando hacia el interior,/ escuchando tu silencio,/ toma conciencia de un ti/ que
es también otro / a punto de entrar y salir”.
El corazón por la calle es un homenaje entrañable a Enrique
Morente, con el que vivimos experiencias inolvidables y con el
que charlamos en la cervecería alemana y nos fotografiamos
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no mucho antes de su fatal desenlace. Pero el poeta recuerda, como lo grandes cantaores, lo intensamente vivido:
“Por ti me voy a dejar/ el corazón por la calle./ Hace más de
cincuenta años / y a veces Madrid no dormía./ Quedaban las
ventas abiertas,/ algunos bares con alma / y todas las gasolineras./ A veces Madrid soñaba, /el cielo se volvía negro. /Se
encendía algún farol./ “Por ti trasnocho y madrugo / por ti me
“arrecojo” tarde.”
Los soportales de la Plaza Mayor sonaban / a un eco antiguo de hierro y espadas,/ de herraduras y cometas, /a las
cinco de la mañana./ Morente volvía a cantar,/ la misma letra
con más garra: “Por ti trasnocho y madrugo /por ti me arrecojo tarde, /por ti me voy a dejar /el corazón por la calle.”
Porque morir es natural desarrolla algunos de los asuntos
del poema anterior, y se desarrolla por los mismos escenarios con mención expresa de algunos de los más interesantes personajes que los transitaban: “Núñez de Arce y la Cruz,
/Victoria y Álvarez Gato, / Santa Ana y Manuel González, / Barcelona y Echegaray (…) Enriquito y “el Gallina”, / la “Tati” de
vez en cuando, / Manuel Romero Castillo, /Juan Quintero y
Luis Pastor.// Flamencos y toreros “sueltos”,/ buscando corrida y pitón,/ donde vivieron Cervantes, /Quevedo y Lope de
Vega./Calderón vivía en Mayor (…) “Yo no le temo a la muerte/
porque morir es natural, / cantaba Matrona en Gayango./ Desgarros que se tornan letra,/ vida desaparecida, /historia de
un tiempo perdido,/ tinta negra en un papel”.
Si tú mismo te “enanizas” está repleto de sabias sentencias que se convierten en denuncias del panorama social de
la domesticación: “Si te conviertes en mosca,/ anaeróbica
bacteria,/ funcionario de la envidia/ o pragmático gorrión,// te
han reducido el cerebro,/te han robado la esperanza,/ te han
segado la alegría,/ las alas y el corazón”.
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Tengo derecho a “mi error” es una frase muy repetida por
el autor y tiene idéntica validez gnoseológica que la de
“tengo derecho a mi verdad”, como se ilustra magistralmente
en este poema.
En relación con ello, en ¿Cuánto pesa mi “invisible?, y para
ratificar que tenemos derecho al error, nos pone de manifiesto que la información física de que disponemos es tremendamente insegura, poco informativa, engañosa. Da una
sensación de falsa seguridad. Pero uno ya está perdido en el
universo. De nuevo Pascal, de una forma distinta, científica,
no religiosa. Pero el “roseau pensant” reaparece. Y es cierto.
No sabemos dónde nos encontramos. Sólo el “sentido personal” nos da cierta seguridad. El “invisible” está ahí.
La invención del universo entraña componentes filosóficos, políticos, preocupaciones de actualidad e incursiones
en los diversos mundos que integran el universo. Junto a las
tesis de Hume y Hobbes, la visión de Dewey, las reacciones
que provoca Nietzsche… y las preguntas que debieron formularse incluso antes de inventarse el lenguaje: “Un día, después
de cenar, subidos a un árbol gigante, / dos simios miraban al
cielo,/ y con voz muy baja dijeron: /¿cómo se le llama a esto?/
¿Mundo, Cosmos o Universo?/¿Será todo realidad /o tan sólo
una invención?”
Toxinas y evolución nos pone de manifiesto el envenenamiento del ambiente por toxinas de todo tipo, toxinas “que
imantarán el cerebro /y en el curso de la historia/ se harán
fuertes como clavos,/ oscuras leyes de sangre, normas e inquisición (…) Y por encima de todo la Toxina digital, / que se
mete en los sentidos y ataca a la voluntad. / ¡Nada de gases
nerviosos !¡El tarín es un cabrón ! /¡Bombas, discursos y aviones !¡Submarinos nucleares 1 / ¡Espionaje, dinero y control
!¡Y mucha Televisión !”
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El peligro de pensar condensa en su brevedad sentencias
senequistas y de otros estoicos, filtradas todas por el fino
cendal de los procedimientos vallejianos: “El peligro de pensar/ es llegar a detectar/ que vives en el error, /y eres tonto y
perdedor”.
Estoy perdido y me alegro es un poema supuestamente descompuesto pero que da una idea muy acertada del movimiento
anárquico e imparable de la realidad. Junto a la caverna de
Platon, las normas éticas del bien y del mal, personajes distantes en el tiempo pero no en su naturaleza como Viriato y
Napoleón, con el bello remate de cante del Maestro, el de
Córdoba la Llana: “Estoy perdido y me alegro. /Mira si te
quiero bien /que lo que tú quieras, quiero.”
Todo acaba de empezar desarrolla e intensifica el contenido amoroso del poema anterior. Vallejo concibe el amor, el
arte y la vida como una marcha imparable que se renueva
permanentemente. Si ya algunos clásicos consideran el canibalismo como uno de la maneras del proceso amoroso, Vallejo desarrolla esa pasión carnívora, que hace explotar al
ser amado: “Boca a boca y diente a diente,/ mordisco a mordisco, /vértebra por vértebra, /como si mi ser no hubiera sido/
y mi cuerpo te siguiera /a trozos vivos tras de ti, /y entonces
la agarró contra sí…”
Razón de la sinrazón dibuja minuciosamente un caos milimétrico, donde aparentemente nadie comprende nada. El término evolución se utiliza como una trampa para crédulos.
Habrá una parte de evolución, desde luego, pero también de
azar genético, etc. Y siempre tendiendo a la simplificación
inglesa, pragmática, aunque aparezcan los componentes de
la biología y de física más actuales: “Las mutaciones del gen,
/la antimateria y los quark,/ los bosones y el radón, /el talento
y la emoción,/ todo es siempre evolución./ Y todo lo que se
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ignora, /el peso de la inmensidad, /las infinitas distancias, /el
azar y lo imposible y las rayas de las cebras /todo es siempre
sinrazón, /de estirpe evolutiva. ¿OK?”
En Los “tenentes” y “carentes” se lidia de nuevo con la literatura española brava, de Quevedo y Torres Villarroel. La
sátira. El caos. La delicia latina del mundo desordenado en
acción: “Unos tienen y otros quieren. El problema es “lo bastante” (…) Eres tenente y carente. / Deseas el universo, las
estrellas y la luna,/ “un ramito de azahar/ pintado en un papel
verde” /No te sabes explicar. /Sin entenderte te entiendes, /te
miras en el espejo y a veces te identificas. / Eres un casi tú
que se encuentra frente a ti./ Necesitas todo y nada. Estás
aquí y estás allí./ Tan sólo en un milisegundo puedes llegar a
omega,/ al principio del fin de todo y casi desaparecer” (…)
Estamos llenos de infinito. Nos arrastra la locura, / la intuición y la emoción. / No es sólo lo que percibo. //Magnitud y
dimensión”.
Sentido, esencia y razón es un claro poema definitorio, en
el que la vida, la carne y la sangre del autor desarrollan ese
proceso imparable que define la esencia y la existencia vallejianas: “Hoy 28 del nueve al final del 2013,/ te sientas
frente al espejo a las 10 de la mañana /y te miras respirar. /
La vida gira y es redonda, tu tiempo preciso y exacto/ como
un trozo de papel /donde puedes escribir tus sueños,/ tu sentido y tu razón”.
Acalculia sideral, además de un enriquecimiento lingüístico con nuevos términos es una incursión en las realidades
tremendas de la vida y de la muerte; de las más grandes dimensiones y de lo microscópico que circulan por nuestra sangre. La acalculia es la incapacidad para calcular. Magnitudes
cruzándose. Somos una pavesa flotando en el infinito: “El
mundo sin alma no te succiona. No te enamora la ausencia.
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/La muerte camina sin ruido. Qué difícil es vivir./ Máquinas
masivas, mundos ciegos en expansión,/ El infinito girando y
yo casi sin ver./ Macropsia, micropsia, teleopsia. Ceguera
cortical./ Paredes azules y ventanas rojas, mar naranja y el
cielo azul”.
Vengo de hablar con la muerte es una historia llena de recortes de un latero, cristales, fantasía, fabulación. El hombre
perseguido por un sistema social que él mismo ha creado.
Víctima de su propia invención. Y la constancia del poeta,
testigo y notario, y también sabio fabulador de sentencias:
“Y ahora que estoy despierto,/ el 4 del 10 del 2013,/ compruebo con mis propios dedos /que la Muerte es sólo un
cuento,/ inventado por truhanes,/ pillos, “manguis” y chorizos,/ que el Infierno está aquí abajo/ y parte del Cielo también”.
Detrás de la oscuridad nos muestra la confianza absoluta
en la esperanza natural como transformación de la realidad.
Fe en esta tremenda capacidad de cambio y progreso. Como
la historia ha demostrado. Pero también el tribalismo, el sectarismo por medio: “Sólo te hace falta tiempo, / apuntarte al
partido que manda, /un poco de fortuna y de cara dura,/ no
hacerle ascos a nada, borrar la palabra escrúpulo,/ saber esperar. /PS: ¡Qué política más buena, la política tribal !”
El suicidio celular es una presentación poética de biología
de última hora. Con qué crueldad y eficacia funciona el
cuerpo. Un poema fantástico, pero real: “Parece que estamos
vivos./ Nadie dice lo contrario. /7 de Octubre en Madrid. Hace
sol y Guadarrama al fondo./ Te sientas al sol y observas. / Primero un cojo y después un perro. /Luego un mariscal anciano”. Luego, la tremenda tragedia de la seguiriya: “¡Señor
“cirujanito/ desengáñeme usted, /si estos tres niños se quedan sin mare /lo quiero saber !”.Como nos informa el propio
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autor y neurólogo clínico, la muerte celular programada o
apoptosis, es una forma de muerte que está desencadenada
por señales celulares controladas genéticamente. La apoptosis tiene una función muy importante en los organismos,
pues hace posible la destrucción de las células dañadas genéticamente, evitando la aparición de enfermedades como
el cáncer. La apoptosis puede ocurrir, por ejemplo, cuando
una célula se halla dañada y no tiene posibilidades de ser reparada, o cuando ha sido infectada por un virus. La “decisión” de iniciar la apoptosis puede provenir de la célula
misma, del tejido circundante o de una reacción del propio
sistema inmunológico. El suicidio es algo extremadamente
cotidiano en nuestro interior. Cada día, en cualquiera de
nosotros, se produce el suicidio de alrededor de diez mil millones de células. Esta elevada cantidad de muertes intencionadas no se debe, ni mucho menos, a una “conducta
depresiva” de nuestras células, como si hubieran perdido la
ilusión por vivir. Nada más lejos. La muerte celular programada es un acto radical de altruismo, un sacrificio extremo
por el bien común del resto de células y del que depende nuestra propia supervivencia. Una célula está enferma debido a la
infección por un determinado virus. Una célula Natural killer
(literalmente, “asesina natural”) que anda haciendo su ronda
de vigilancia por la zona se adhiere a la célula y se conecta
con sus receptores, reconociendo el estado de infección de
la célula e induciendo el comienzo de la apoptosis. Básicamente, “convence” a la célula de que se suicide, cosa no muy
difícil, ya que muchas células tienen como lema “antes
muerta que infectada”.
El gran sueño de los vagos es un canto al otium frente al
negotium, a la contemplación y al arte: “Hay vagos y grandes vagos. / Los normales no interesan. Los que intentan no
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moverse, mirar al cielo y soñar, /los que huelen la playa y el
viento, el mar, la madera y el aire,/los vagos que cierran los
ojos para no cansar al orbicular/ y tampoco al tarsal de Müller, /me refiero a los grandes vagos, a los de espalda en la
arena, /pensando en los tiburones, las sardinas y tortugas,/ y
en las profundidades marinas, /esos son maravillosos”.
No es amor sino locura es otro espléndido vallejare, con los
escenarios al fondo de Quevedo, Goya, Valle-Inclán, Gómez de
la Serna, salido de los talleres del autor de alta prosapia extremeña pero a la vez el más enraizadamente madrileño, que
conoce los recovecos del Centro de la urbe como conoce los
mecanismos cerebrales que mueven todas nuestras actuaciones. El personaje Cara Teta ya ha salido en otras obras de
Vallejo y merece un puesto entre los tipos más castizos madrileños: “No es amor sino locura/ lo que yo siento por ti,/le
dijo Cara Teta a Inés a través de la cancela (…) Con tanto
como padezco me llaman “Paquito el Bulto”,/ el aprendiz de
bandera, el del mástil arbolado/ o el poste electrificado”.
El canibalismo cultivado por los clásicos alcanza las cotas
más altas en las palabras de este filósofo clínico: “PS: Y entonces “Cara Teta”, loco de amor, derribó la cancela, /y se
bebió a “Inés la maligna”, como si fuera licor. ¡Qué bestia !”.
De pronto se acabó el papel condensa los pensamientos
que tan atinadamente desarrolló el autor en su libro Homo
cyber digitalis. La era digital ha logrado un poder planetario
ante el que no parece no resistirse nadie: “De pronto se
acabó el papel./ Quise hablar y ya no pude. /Masas de gente
marchaban mirando a su móvil parado /esperando escuchar
respuestas que hablaban de “luego después”./ El “más tarde
pero nunca” se hizo casi letanía./ La”epopeya digital” tiene a
sus héroes en “signos”,/ sus líderes en “señal”, y su futuro en
“programas”.
302
Hay días que nunca acaban es una sagaz incursión en el
asunto físico y filosófico del tiempo pero también en el decurso de la naturaleza humana, que conoce en su propio
cuerpo, como diría Quevedo, que “todas las horas hieren/ la
última mata”. Pero cada uno mide el tiempo y su tiempo a su
manera: “Hay días largos, inmensos, que nunca acaban,/ días
sin noche, que se extienden sin fin,/ circularmente, a lo largo
de la tierra. /Y otros inmediatos, casi instantáneos, /que mueren con sólo empezar. /Unos parecen un sueño plagado de insectos, /abejas y flores grandes abiertas al cielo”.
De rodillas o te mato es una escena de amor brutal y muerte
en tonos duros. No se trata solo de expresionismo o tremendismo sino una muestra del más puro vallejarre, que presenta
una relación amorosa como nunca se habían atrevido a mostrarla los poetas eruditos a la violeta: “De rodillas o te mato,
/le dijo de pronto a la cara./ Estaban los dos desnudos,/ frente
a frente ante el espejo./ De rodillas o te mato./ Le apuntó
entre los ojos,/ se lo le puso en plena frente,/ hundiendo bien
el cañón”.
El miedo como sistema desarrolla ya un asunto que hemos
abordado por extenso. Aunque hoy el miedo se ha globalizado, el fenómeno no es nuevo. Tácito fue quizá “el primero
en reconocer, de manera sistemática y con suma claridad, el
papel eminentemente político del miedo en el despotismo imperial”.Si en la esfera privada el miedo puede actuar como
un proceso instintivo de protección, en la esfera pública se
convierte para autores, como Hobbes, en el elemento que determina y regula la convivencia. Las relaciones contractuales serían concertadas gracias al terror o al pánico, que nos
obligarían a entregar nuestra confianza al protector que nos
defienda. Locke, a diferencia de Hobbes, no representa del todo
al estado de naturaleza como un estado de guerra, aunque de
303
su argumento se deduce que en ese estado nadie ve sus derechos garantizados. Los cimientos de un dominio adecuado
al derecho sólo pueden fundarse sobre el acuerdo, sobre una
aprobación libre. Este acuerdo es el contrato social. Pero
esta utopía y las posteriores de Marx y de otros autores ni
han encontrado la solución a nuestra convivencia ni han desterrado el miedo.
La reflexión filosófica se ha mostrado, por su parte, incapaz de vencerlo: el miedo, asimilado a la angustia, se perfila
como una categoría existencial fundamental en la filosofía
de Kierkegaard (1984), y en el análisis de Heidegger en Ser
y Tiempo (1927) asume una tonalidad afectiva que nos coloca delante de la nada. Hemos entrado en el reino del terror:
el individuo, el grupo, la institución o el poder que sabe asustar mejor y de forma más refinada es la fuerza que gana.
El fenómeno del miedo, de ser un mecanismo neurológico,
se ha convertido en una fuente de obediencia compulsiva. El
miedo, en las manos de los grupos especializados en la utilización del terror, se ha erigido en una amenaza a los ciudadanos y a los gobiernos y, a su vez, en las manos de estos
últimos en una clave y hasta en un “arte de gobernar”. Hoy
más que nunca cobran actualidad las palabras de Delumeau
(1987), según las cuales “en la historia de las colectividades,
los miedos cambian, pero el miedo persiste”. En el poema de
Vallejo se ilustran poéticamente estas cuestiones y se considera el miedo como pandemia mucho peor que el sida.
Adónde nos van a llevar? No habla igualmente de ese miedo
global, en el que la historia y la política se han convertido en
un peligro sin fronteras. Aquí lo ejemplifica perfectamente el
autor en el botón del mal, en el botón nuclear.
Don Dinero enloquecido enlaza, como otros poemas de
Vallejo, con las sabias sentencias del Arcipreste seguidas
304
también por Quevedo y referidas en este caso al valor del dinero. Según el clérigo de Hita, el dinero es el gran agitador
del mundo: “Aun al hombre necio y rudo labrador/ dineros le
convierten en hidalgo doctor,/ cuanto más rico es uno, más
grande es su valor / quien no tiene dineros no es de sí señor
(…) En resumen lo digo, entiéndelo mejor:/ el dinero es del
mundo el gran agitador”. Alfonso Vallejo en consonancia con
nuestros tiempos presenta al dinero como al personaje Corleone. Todo ello en relación con la crisis del 1929, con el “tea
party” y con el buen vino de Jerez, que dejaremos de tomar
si no hay negociación.
El “valor” siempre es la clave constituye una defensa de
los principios éticos fundamentales. A la teoría del valor le
han dedicado varias páginas John Dewey, Max Scheler, Robert S. Hartman, Ortega y Gasset… sin olvidar la trastocación de los valores que propone Nietzsche. La propuesta de
Vallejo también es superior porque, junto al carácter ético,
aplica la dimensión lúdica, crítica y rabiosa.
¿En manos de quién estamos? es realmente una pregunta
retórica, porque ya el propio título implica la respuesta: “¿En
manos de quién estamos?/ ¿Cuántos locos hay por medio?/
¿Hacia dónde nos conducen?/ ¿Qué bulle en esas cabezas?/
¿Qué tipo de rostro tienen?/¿Son seres o sólo cifras,/ animales de codicia,/ mirando a la oscuridad? (…) ¿Volverá de
nuevo el XX / con sus millones de muertos,/ sus horrores y
estragos?/ /¿No aprenderemos nunca? /¿En manos de quién
estamos?”.
La dimensión la pongo yo constituye de alguna manera
la sinopsis de todo el libro. Al final el poeta es libre de darle
al mundo y a su vida una significación, un nivel, una categoría y un empaque que sólo corresponde a él. Y si quiere llevar la experiencia de vivir, como la más maravillosa, extraña,
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incomprensible y estimulante que se puede concebir, pues
así lo hace. En esta dimensión que él pone, niega y condena
las manipulaciones baratas, simplonas, infantiles y malignas
a las que estamos sometidos: “La distancia entre el yo y el
mí/ puede llegar al cero/ o no poderse medir/ porque a veces
no me encuentro./ Peso veinte toneladas de hueco, doscientos quince microgramos de ausencia/ y trece nanogramos de
vacío disuelto en sangre”.El remate es perfecto, con una cita
histórica, de una intrahistoria que ha pasado a la gran historia: “Ante tanta magnitud,/ la dimensión la pongo yo. /Vivo en
la confusión /“pero en mi hambre mando yo”.
Magnitud de lo imposible (“Unendlichkeit”) apunta al reto
que siempre han sido, son y seguirán siendo las preocupaciones de Vallejo: “Lo imposible nos acecha./ Nos sigue, acosa y
agarra./ Hay algo de absoluto en todo,/ que fluye y nos arrastra./ En el fondo de la mente/ hay un agujero extraño, /inmenso
como un sueño inmenso,/ por donde se escapa el alma/ sin
saber nadie por qué”.
¿Por qué así y no al revés? aborda una cuestión que trata
Vallejo con feliz frecuencia: ¿por qué lo que es así no puede
ser de otra manera y al revés?: “¿Por qué no cielos de hierro
/y nubes de duro metal,/ días de ochocientas horas/ y mares
de piedra, acero y sal?// ¿Por qué oxígeno y no metano,/ flores
y no bacterias/ como ratones enanos?”. Y la letra flamenca,
como magnífica conclusión: “Si no me he muerto de pena /
fue que no supe sentir./ A mi corto entendimiento/ le agradezco yo el vivir.”
El que duerme en una tabla nos indica otra de las dimensiones y magnitudes que señala en su vida y en su obra Alfonso
Vallejo: la vida natural: “El que duerme en una tabla,/ ensueña
con los demonios/ y hasta con los muertos habla.”/ No cree en
la Iglesia ni el clero,/ ni en el arte en democracia,/tampoco
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cree en los partidos,/ su territorio es comer (...) El que
duerme en una tabla /y conoció la postguerra,/ quien sigue
en el mismo sitio,/ donde está la honestidad,/ sabe muy bien
qué es verdad,/qué es “jujana de la buena”,/dónde están los
sinvergüenzas,/ y qué bien canta Mairena”.
¿Quién me explica un leucocito? es el cuento de los sabios
ante lo infinitamente incomprensible, pero extraordinario, en
lo poco que podemos detectar: ¿Quien me explica un leucocito/ de ese tío con bigote, tan feo y desdentado /que está
sentado frente a mí? /Quiero que llamen a un sabio alemán o
americano, /chino, ruso o japonés /de esos que lo saben todo,
que publican por doquier,/ de la noche a la mañana,/ para que
lo cuente todo de ese leucocito extraño,/ que vamos a llamar
“Pepito”,/ que tiene don Sindentón, sentado en la Nacional./
Nada de conferencias, sermones o comentarios”.
Magnitud y dimensión es una afirmación de fe en la vida,
como lo es cada libro y cada poema de Vallejo. En la poética
vallejiana se evidencia que no se trata de reconstruir al hombre sino de construir un hombre nuevo. No es el momento de
trazar un mapa de la poesía española contemporánea y de
situar en él la lírica de Vallejo pero es justo y pertinente resaltar que en el rico panorama de nuestros días, caracterizado por una polifonía de voces, la de Alfonso Vallejo es una
de las que suena con más fuerza. A ello ha contribuido, sin
duda, el hecho de que se haya atrevido a transitar por territorios hasta ahora insólitos para la poesía, desde la Unidad
del Dolor de un hospital hasta la filosofía fenomenológica,
desde los intrincados laberintos del cerebro hasta los macro
espacios del universo o las microdimensiones de la Física
Nuclear. Su indagación por estos variados espacios es un
festín para nuestra curiosidad perceptiva y cognitiva. Un día
se sabrás apreciar en toda su justa proporción el rigor y la
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densidad conceptual de la obra de Vallejo y las profundas
transformaciones estéticas y expresivas que ha introducido
en el plano formal y estilístico. Algunas instancias, entre
ellas la Real Academia Española, han reconocido y galardonado con todo merecimiento su obra, pero aún reinan en el
universo cultural el aldeanismo -en el peor sentido del término- el pesebre, el rancho y la cicatería.
Hemos dicho en otras ocasiones y lo reiteramos ahora que
el mundo científico y cultural está en deuda con quien en
estos tiempos no propicios para la lírica ha sabido redefinir
y renovar los lenguajes poéticos, dramáticos y pictóricos.
En las obras de Vallejo ningún elemento de la realidad se
deja sin tocar, ningún problema sin atender, ninguna disciplina
sin indagar. Accedemos así a la filosofía en sus aspectos gnoseológicos y ónticos, a la historia de la literatura y el arte, a la
sociología en todos sus niveles y estratos, a la ciencia con especial atención a los grandes descubrimientos de la física, y
por supuesto, a la medicina, en todas sus dimensiones, pero
con singular detenimiento en el mundo de la neurología clínica.
No es fácil encontrar textos de nuestros días en los que los
conceptos del límite y del no-límite hayan recibido un tratamiento tan radical como en los escritos de Vallejo. La cuerda
del arco siempre aparece en ellos tensada hasta el máximo
pero a la vez las situaciones dramáticas dejan un espacio
para los momentos no necesariamente trágicos.
Un recorrido, por tanto, por todos los caminos de la literatura y de la vida con ritmo, con gracia, con arte, con potencia. Poco o nada se le escapa al oído atento de Vallejo y al
ojo penetrante del autor, dotado de una agudeza visual fuera
de lo normal. La filosofía, la medicina, los grandes descubrimientos científicos, los modernos sistemas tecnológicos,
todo tiene cabida en la poesía de Vallejo, que en cada uno
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de sus libros no olvida la enseñanza de los clásicos, pero anticipa siempre nuevas fórmulas. Las palabras viejas se cargan de nueva densidad semántica y el lenguaje se tensa
como una ballesta y dispara al centro mismo de la diana. A
veces el autor intenta que el centro se descentre, busca la
provocación y el enfrentamiento dialéctico, pero siempre
sabe desvelar, tras las tinieblas y el sopor de la noche, el aire
fresco y la luz de la mañana.
Vallejo es una fuerza de la naturaleza, un volcán, un presocrático. Un autor que está en contacto directo con la tierra, con el aire, con el agua, con el fuego, y todo lo convierte
en materia poética. Y todo con un poderoso instinto, con una
vigorosa tensión. Esta tensión nerviosa Alfonso Vallejo no se
la tiene que inventar, porque es el estado en el que actualmente vive y en el que ha vivido siempre. Metaboliza su vida,
inventándola, transcendiéndola, transfigurándola, peleándose con ella. No escribe para sino por, como ha comentado
en más de una ocasión. Utiliza todas sus vivencias, sus informaciones y experiencias para defenderse no tanto de los
demás como de sí mismo.
Vallejo nos habla a todos y de todo, pero constata con Ortega que todo es parcialmente insuficiente. Nadie se había
atrevido a exponer de forma poética en que consisten el ser,
el cerebro y la realidad. Vallejo lo ha hecho. Es más, creo sinceramente que solo Vallejo podía hacerlo. Se necesita estar
dotado de un bagaje científico, artístico y filosófico como lo
está Vallejo y que además ese bagaje científico y profesional
coincidiera con su equipaje vital. Un proyecto y un programa
de alta gama, acorde con el que sabe mucho, ha vivido mucho,
ha sufrido mucho, por estar cada día codo con codo con el sufrimiento más grande de los demás. Hay que bajar a muchos
infiernos para poder subir tan alto.
309
En el prólogo a Enigma y develación (2009) comenté que
las nuevas tecnologías han roto las fronteras espaciales e
incluso temporales, y hoy los fenómenos de toda índole, especialmente los políticos, los culturales y los artísticos adquieren desde el momento de su producción una dimensión
global. Esta circunstancia cobra una mayor significación en
las obras con vocación de universalidad, como las creaciones de Vallejo, que desde muy pronto se adelantaron a los
nuevos tiempos, y, sin perder sus señas de identidad, profundamente españolas, trascendieron de la mediterraneidad al
pensamiento germánico, del hispanismo de raíces quevedescas y cervantinas al mundo francés de los poetas malditos,
de las construcciones goyescas y valleinclanescas españolas al mundo de los grandes poetas metafísicos ingleses.
Gracias a su naturaleza y a su formación, Vallejo marcha
siempre un paso más adelantado que los demás. Por eso, libros como Magnitud y dimensión no constituyen solo fuentes
de conocimiento y de fruición sino también brújulas que nos
van marcando el rumbo que podemos seguir, linternas de potente luz que nos iluminan en medio de la noche, rigurosas
guías que nos señalan generosamente los caminos. Brújulas,
linternas, guías que no intentan nunca indicar sendas morales ni señalar normas éticas de ningún tipo, sino que son valiosos instrumentos que nos resultan de gran utilidad cuando
el poder omnímodo de los medios nos dice más alto que
nunca que el animal humano – hoy el homo ciber digitalis- es
frágil, vulnerable, dueño tan solo de un destino incierto. Brújulas que nos indican también el camino de la bondad y de la
valentía.
Para los ocupados en establecer taxonomías más que en
buscar auténticas axiologías, los elementos de la Antropología Filosófica, de la genética molecular, de la Astronomía,
310
incluso los bosones o la antimateria no pertenecen al campo
de la poesía. Alfonso Vallejo ya ha demostrado en varios de
sus libros que elementos tan ricos y tan diversos, tan de
siempre y tan actuales, encuentran en el campo de la poesía
su escenario más preciso, el espacio en el que todos hallan
su significación y sentido. Y lo mismo puede decirse de todo
lo relacionado con el cerebro criminal, con la materia y con
la transformación
Creo haber afirmado en algún otro trabajo y si no lo afirmo
ahora que Alfonso Vallejo junto con Ramón Gómez de la Serna
es uno de los autores a la vez más castizo y más cosmopolita
de la literatura española. Ahora quiero añadir que Vallejo es
uno de los hombres más amante de lo local y de lo suyo y a
la vez uno de los individuos más errante y más nómada, más
cosmopolita y universal.
Alfonso Vallejo es un artista, un genio que se ha relacionado con los grandes genios artísticos de la segunda mitad
del siglo XX y de los primeros años del siglo XXI. No es, por
tanto, casual que en Magnitud y dimensión y en todas sus
obras encontremos expuestos los acontecimientos más importantes de los finales de la centuria anterior y de la primera década de la actual. Alfonso Vallejo, que tiene un don
especial para tratar con la gente, es un solitario. Es un solitario porque sin duda es un gran solidario. Todo lo que ha
conseguido lo ha logrado gracias únicamente a su esfuerzo.
No se ha integrado en ningún grupo ni en ninguna capilla, a
pesar de que se pasa gran parte del día -lo que le deja libre
su profesión y su creación- en tertulias y en tribunas públicas. Debatiendo, poniendo el dedo en la llaga, exponiendo las
últimas investigaciones en el campo científico y los logros
más recientes en el escenario artístico. A Vallejo no lo calla
nadie, ni el propio Alfonso Vallejo
311
No encontramos en ningún otro creador indagaciones tan
atinadas en asuntos tan complejos como el de lo real, lo físico, la materia, el tiempo, el yo.
La poesía de Alfonso Vallejo es universal por los temas
que trata –y trata todos los temas- y por lo dimensión que les
imprime.
La obra de Vallejo resulta estrictamente necesaria porque
la situación en la que nos encontramos es realmente preocupante.
Vallejo nos ha demostrado una vez más que necesita la filosofía, la ciencia y la poesía, como el comer, como el aire
que aspira y como el dióxido de carbono que exhala. No es
casual ni producto del azar que la alta filosofía y la ciencia
más clásica, más actual y actualizada nos la brinde un sujeto
que es pura biología, que no mira la realidad desde fuera, que
no coincide en este caso Ortega en que hay que salirse del
mundo para vivirlo, sino que, como dice en un poema, lo vive
desde dentro, segundo a segundo, piedra a piedra, desde el
suelo.
El discurso filosófico, especulativo y simbólico se combina
con el lenguaje más sencillo, directo y natural, de una manera realmente insólita, asombrosa, pletórica, llena de vida
y de verdad.
No estamos ante una poesía lírico-sentimental, aunque no
se obvie lo esencial del lirismo y lo fundamental del sentimiento. Llevamos muchos años intentando elucidar la poesía
de este “monstruo” y por de de pronto, lo que podemos decir
es que la poesía de Vallejo es “otra cosa”. Como ya hemos
comentado en varias ocasiones, la cultura pueblerina-regional –en el sentido negativo de estos términos- no ha sabido
detectar el fenómeno poético que desde el año 1957 hasta
nuestros días ha conducido no solo la lírica sino la cultura
312
española por todos sus amplios y numerosos caminos. Estoy
completamente seguro de que más pronto que tarde se reconocerá. Fleming descubrió la penicilina y nosotros estamos muy felices y orgullosos no de haber descubierto a
Vallejo porque ya estaba descubierto pero sí de haber tenido la oportunidad de conocer y seguir una trayectoria poética absolutamente diferenciada y totalmente distinta a
todo lo que se hace no solo en España sino en el contexto
occidental y de intentar elucidar algunas de sus múltiples
claves. El resultado es una magna obra que nos lleva al disfrute y al goce, a la indagación y al conocimiento. Una obra
esencial para su vida y para nuestras vidas. Una obra absolutamente necesaria.
Francisco Gutiérrez Carbajo
313
AIRE, TIERRA, MAR Y…
SUEÑOS
Alfonso Vallejo
AIRE, TIERRA, MAR Y… SUEÑOS
AIRE, TIERRA, MAR Y... SUEÑOS
Primera edición: junio de 2014
© De la obra: Alfonso Vallejo
© Edición Punto Didot.
www.puntodidot.com
Sector Oficios Nº 7
28760, Tres Cantos (Madrid)
e-mail: [email protected]
ISBN 13: 978-84-92926-66-4
Depósito legal: M-19957-2014
Printed in Spain by Ulzama
No se permite la reproducción total o parcial de
este libro, ni su incorporación a un sistema informático,
ni su transmisión en cualquier forma o
cualquier medio, sea este electrónico, mecánico,
por fotocopia, por grabación u otros métodos,
sin el permiso previo o por escrito del editor.
315
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos
Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar
o escanear algún fragmento de esta obra.
ESPLÉNDIDA COSECHA
Francisco Gutiérrez Carbajo
¡Qué espléndida cosecha la de un hombre como Alfonso Vallejo, un hombre que un día será mayor pero que nunca será viejo,
un artista que ha revolucionado los contenidos y las formas del
lenguaje poético, del texto dramático y de la obra pictórica! Consulten el catálogo de la Biblioteca Nacional y comprobarán su ingente producción, que se concreta nada más y nada menos que
en 50 títulos de obras teatrales, más de 30 de libros de poesías,
unas quince exposiciones pictóricas, todo ello firmado por la
mano de un genio, de esos que la historia conoce muy de tarde
en tarde. Tomando las palabras que Mary Schelley escribe sobre
su madre Mary Wollstonecraft, estamos ante “uno de los seres
que sólo aparecen una vez por generación, para arrojar sobre la
humanidad un rayo de luz”.
Alfonso Vallejo es un extraño y potente cometa en el universo
artístico de nuestros días. Dinámico y radiante, permanente y
fugaz, variado y único.
Esta revolución la ha provocado y la está provocando un hombre que inició su carrera en 1961, que ya en el 1963 era alumno
interno de Neurología y que terminó la licenciatura en 1966 porque cursó dos años en uno. Desde 1966 hasta el 2013 ha desarrollado una intensa actividad en el campo de la Neurología, y
desde 1973 hasta el 2013 ha ejercido esta práctica médica en
uno de los hospitales más importantes de España y ha sido profesor en la Universidad Complutense de Madrid.
316
Si Alfonso Vallejo siempre ha sido y sigue siendo un torrente,
desde su jubilación en el año 2013, toda su fuerza torrencial, su
energía y su vitalidad las está dedicando, además de a su familia, enteramente a la creación. Por ello, estoy seguro de que
esta ubérrima cosecha va a incrementarse de forma exponencial en los próximos años.
El primer fruto, en esta etapa de júbilo, es el magnífico libro
Aire, tierra, mar y… sueños. El autor sustituye fuego por sueños,
porque el concepto de fuego no está meridianamente claro: a
veces incluye referencias al fuego emocional, al pálpito y a otra
serie de fenómenos.
Uno de los muchos momentos en los que Alfonso Vallejo ha
declarado su concepción artística y literaria y también su dedicación profesional fue el día del homenaje que le rindieron, con
motivo de su jubilación, las cuarenta promociones de residentes
y adjuntos (1973-2013) en el Colegio de médicos de Madrid, repleto de especialistas y de sabios, entre ellos el prestigioso filósofo, profesor y académico Emilio Lledó. En ese acto, dijo,
entre otras cosas:
“El espacio artístico y poético ya no quedará limitado a los
arrebatos místicos, la Soledad, los Campos de Castilla o al pelo
ensortijado de los gitanos del Albaicín. Ahora hará falta incorporar toda la topografía de la mente, el universo de las funciones corticales, las funciones del cerebro e incluso el mismo
Ser.” Y después añadió:
“Esto no lo ha hecho Moss en Chicago, ni Kurt en Berlín. Esto
lo ha hecho, durante los últimos cincuenta años Alfonso Vallejo
en Madrid.”
Estas afirmaciones responden a la más radical y absoluta realidad. Por lo que nosotros conocemos y algunos reconocidos
especialista, entre ellos Vallejo, ningún neurólogo clínico de altura, –nos referimos a los neurólogos de grandes centros, con
317
Urgencias hospitalarias permanentes, de primer nivel, centros
de referencia nacional e internacional como la Clínica Mayo– se
ha dedicado a “sublimar”, a interpretar todo ese material clínico
y a expresarlo con un estilo propio en poesía, teatro e incluso
pintura en esas obras mencionadas, que constituyen un auténtico tesoro.
Estas palabras no tienen nada que ver con la adulación ni
tampoco con la autocontemplación, la autoveneración ni el exhibicionismo, que no entran en los esquemas mentales ni en el
estilo –personal y artístico– de Vallejo, y además le desagrada.
Pero el comentario que le hizo Fernando Lázaro Carreter, por
teléfono, después de leer Fuego Lunario, parece bastante indicativo:
“Está usted cambiando el lenguaje poético”.
Estaba claro, en esa época, que hablar de “exón o codón”,
que derivan del lenguaje genético, le sorprendería.
Además de otras muchas cosas, que hemos intentado elucidar,
que hemos dejado por escrito, y que nadie se ha atrevido a rebatir.
El panorama de la Neurología Clínica, para Vallejo la mejor
forma de ver las deficiencias de los individuos en todos los niveles,
desde la conciencia, a las capacidades motoras, a las funciones
corticales etc., ha ido cambiando de forma vertiginosa durante los
cincuenta años de Neurología que lleva a las espaldas.
Alfonso Vallejo ha sido y es un neurólogo genéticamente determinado, que ha elegido la Neurología como especialidad porque sabía que ése era el camino que le conducía al cerebro y
del cerebro al Ser, por la correspondencia clínica.
Aunque lo que siempre le ha guiado, como a todos los médicos, ha sido en primer lugar el intento de atender al mismo enfermo. Basta con repasar en los libros publicados la inclusión
de enfermedades concretas, de deficiencias vasculares, trastornos de conciencia, demencias, síndromes de desconexión, etc.
318
No se trata de un médico que escribe –por ejemplo, el reputado
doctor Marañón– o de un investigador que habla de las funciones
corticales en términos médicos –como tan brillantemente expone Damasio–, sino de un neurólogo clínico que abre el campo
del cerebro a la interpretación artística de la mente, y a veces,
por qué no, del espíritu y del alma, suponiendo que sean palabras de significación distinta.
Por poner sólo un ejemplo, “Ser, cerebro y realidad”, del que
hemos intentado elucidar, como de otros muchos libros del
autor, algunas de sus claves, no lo escribe un poeta iluminado,
ni un soñador ni un visionario. Vallejo, como don Antonio Machado, “desdeña las romanzas del los tenores huecos y el coro
de los grillos que cantan a la luna”, y se para igualmente a distinguir las voces de los ecos.
Por aplicarle un símil taurino, Vallejo “está como sin caballos”, como dicen de un matador que sale a jugársela todas las
tardes. Vallejo es así y no es así: desde luego, sale a jugársela
desde que se levanta hasta que se acuesta y siempre con las
armas más nobles del mundo.
Se ha afirmado que “expresarse es vivir”, afirmación con la
que el autor no está totalmente de acuerdo. Vivir es sólo vivir.
Todo lo demás casi sobra. Pero si vives a tope, con una curiosidad por todo, desde el ruido de los zapatos al color de las lentejas, al olor de la entrepierna y a la emoción sin mesura, y si
además lo consigues expresar… entonces vives dos veces.
El cante flamenco, del que encontramos abundantes muestras en este y en otros libros de Vallejo, nos lo expresa en esta
estremecedora letra:
“Me levanto y digo/ dónde estará la compañera mía/ que no
está conmigo.”
Vallejo, que ha conocido por boca de los más antiguos y venerables intérpretes del flamenco esta y otras letras, comenta que
319
él se levanta y se pregunta todos los días por dónde “tira”. Como
el primer día en el año 1957, se tira al bulto, a la disección, a la
micro–anatomía, a todo y a nada, sin norte ni concierto, pero siguiendo un instinto de todo lo que le falta para vivir. Por eso sigue
como empezó.
Necesita encontrarse. Y se encuentra escribiendo o pintando, comiendo o amando, pasándolo bien con gente de talento, viviendo al mil por cien.
Si consultamos las Obras completas (Selección), nos preguntamos Vallejo y yo, y se preguntarán todos los que tengan la fortuna de leerlas, cómo ha podido salir esa maravilla, de la que no
se encuentra nada parecido en la literatura del siglo XX ni en la
actual. ¿Cómo ha podido escribir tanto y tan bien? ¿Qué estaba
pasando –mientras escribía–en el cerebro del autor y en su contexto? ¿Qué buscaba?
Lo que sí es cierto es que hay en toda esta inmensa producción mucho de irracional, de animal, de zarpazo al aire, de premonición.
Además hay cosas que el autor no quiere que se pierdan. En
sus correrías por un mundo que ha desaparecido, por unos personajes casi míticos, –esta es la palabra exacta–, por situaciones casi inimaginables en la “Era de la Información” según Alvin
Toffler que debería llamarse “Era de lo homogéneo”. “Qué sabor,
qué arte, qué ángel, qué personalidad.”
Y de todo este mundo que ha desaparecido hay que dejar testimonio, hay que escribir una crónica artística y precisa, y Alfonso
Vallejo lo ha hecho y sigue haciéndolo. Cuaderno de Bitácora, memoria circunscrita.
Nada más universal. Magia, presentimiento, emoción y talento, adelantamiento, filosofía, cuestión, cuestión, cuestión,
microscopio y bisturí, intuinstinto, sinrazón, scanner y resonancia magnética, adivinación.
320
Duende, mucho arte, “ángel”, otra dimensión.
Las palabras, según nuestro autor, son trampas. Pero sin palabras, como reconoce el propio Vallejo, no hay idea detectable.
Y sin idea no hay progreso. Así que en este caso sí que hay que
poner cada palabra “entre paréntesis”.
No hay que creerse nada sin evidencia. Existe una polución
crónica y potencialmente letal de verbos sueltos, al azar, con
consignas peligrosas, de difícil comprensión.
Es preciso y necesario, por tanto, volver a empezar. Hechos
y resolución. Después interpretación.
El autor ha reconocido que el profesor Gutiérrez Carbajo
acertó al afirmar que Alfonso Vallejo era uno de los escritores
más realistas, contrariamente a lo que se decía. Vallejo es un
artista de microscopio y telescopio.
Los enfermos tienen que curar. Los campos dar buena cosecha. Los ripios, los artefactos, las muecas, los retortijones galantes, los cursis y amanerados, los tramposos del lenguaje, los
decidores y sabios, los encantadores falsos… ornamento y cornamenta no son buenos amigos de Vallejo ni de otros genios.
Sin recurrir a instrumentos tan precisos como los que utiliza
Vallejo, con una simple mirada, comprobamos que hay gente
que nos cae mal, de entrada. Otros que nos caen bien. Como los
presocráticos.
Son todos distintos y forman grupo. Todos fragmentarios y de
interpretación oscura. Mágicos, matemáticos, profundos, medio
brujos y adivinos del pensamiento por la contemplación de las
estrellas, para poder navegar en lo oscuro.
Los presocráticos ya se enfrentaron como nadie a los elementos naturales, dando vueltas a lo mismo desde puntos diferentes.
Esta magnífica tarea ha ocupado y preocupado siempre a Vallejo.
Alfonso Vallejo cree mucho en la perspectiva, en la atención
cambiante, en el punto de vista de Ortega, en el relativismo, y
321
desde luego también en lo irracional, en lo no explicable pero
cierto, en el arte porque sí.
Porque el cerebro ha ido incorporando circuitos desde la primera célula, memoria arcaica que nadie entiende, lo incomprensible pero elemental.
La razón parecía que nos iba a salvar. No ha sido así. Vallejo
prefiere hablar de la “razón irracional”. De “cognición y expresión”. Como diría Pascal : “Le coeur a ses raisons que la raison
ne connaît point”.
Estamos sólo al principio. Todo se desplaza y renueva. El arte
puede ser una buena forma de conocer. También de esperar, de
desear, de soñar despierto, de inventar, de creer en lo imposible.
Heráclito sentenció que “si no crees en lo imposible, nunca lo
encontrarás”.
Y como dice Vallejo: “Si lo ves en carne viva,/ la conciencia
es la excepción”.
En este libro, como en todos, Vallejo se lanzado a delirar, a
impregnarse de lo que nunca sabe, tan sólo de lo que siente. De
lo que sí está complemente seguro es de que no ha guardado
nada para sí.
Desde septiembre del 2013 a finales de junio del 2014, el libro
Aire, tierra, mar… y sueños, es lo mejor que le ha ocurrido y el
mejor legado que puede dejarse a la posteridad.
Aunque el libro venía gestándose unos meses antes, el primer
poema El dátil y la palmera data del 31 de octubre del 2013.
Como una gran parte de los poemas de Vallejo, aparece situado
en una fecha muy precisa y en un escenario muy concreto. Estamos ante el magistral manejo de lo que Mijail Bajtin denominó
con tanto acierto cronotopo.
La acción se sitúa en el barrio en el que viven el autor y otro
de los grandes dramaturgos del momento actual: José Sanchis
Sinisterra.
322
La anécdota, en su aparente sencillez, encierra algunas de
las observaciones que debieron de hacer ya los presocráticos
pero que el autor la impregna de un sabio humor, en esa línea
de la gramática jocosa, de la que habla el mismo Bajtín. Aparecen ya algunos conceptos que van a desempeñar una función
capital en el libro, con sentencias cargadas de alta filosofía:
“¡Nada conduce a nada!”.
Flores en la misma carne pertenece a otro estilo distinto, a
otro registro, a otro género, y es que en Vallejo cada libro es
único y distinto, cada poema diferente del anterior y del que le
sucede, cada verso con un ritmo disímil, poetizando lo que Victor Sklokski llamó la “disimilitud de lo similar”. El autor lo expresa claramente:
“Hablo de dientes físicos, de la mordedura del hierro,/el acero
y el metal más afilado sobre el borde de una herida,/ de las rosas
metálicas que se clavan en la carne /y repiten su dolor.” /“Nadie
comprendía bien qué estaba ocurriendo. /Los nuevos tiempos
abrían fronteras, rompían huecos, atravesaban agujeros,/detectaban actividad allí donde todo parecía muerto y cristalográficamente abandonado./Y en la materia más oculta /se hallaba la
evidencia de una cuestión sin resolver.”
No se sabe de qué se habla pero se intuye. De una nueva era
con otros peligros, otras fronteras no concretas, con hierro penetrando en los tejidos, causando daño. Y al final: “Estábamos
dormidos y despiertos, al mismo tiempo, atentos a la rapidez del
tiempo/ y a la inmensa capacidad del corazón enamorado/
cuando se pone a pensar.” Un poema aparentemente extraño,
pero repleto de recursos y de sentidos.
Quintaesencia emocional nos proporciona una mezcla de
ideas medievales, supermodernas, físicas, con temas concretos
de recuerdos perdidos, presencia de persona antiguas, sensaciones, cambios de escenario, Cervantes, Calderón y Quevedo,
323
con la siguiriya de Antonio Chacón cantándole a Enrique el Mellizo (para que no se pierdan estas maravillas). Un compendio
de lujuria, ciencia, cante, historia y vida.
Parece un monólogo de un viejo alquimista en un sótano sin
luz. El recuerdo de los grandes cantadores y el suyo propio: “Por
la Puerta de Tierra /no quiero pasar/ porque me acuerdo de mi
amigo Enrique/ y me “jecho” a llorar”.
Y de ese tremendo escenario del flamenco a otros bastante
próximos y a otros más lejanos:
“Largos paseos por la Alhambra de Granada,/ pálpitos florentinos,/ magnetismo irracional, /sustancia sensible a través del
tiempo,/inspiración silenciosa, /algo que no se entiende e invade
la memoria./ Quintaesencia emocional.”
¿Dónde se escondió la Nada? es otro poema magistral que
parece extraído de un libro antiguo de la judería de Toledo:
“¿Qué fue de la Nada en bloque?/ ¿Dónde se escondió la Nada
cuando fue sin casi ser?/Lo que fue sin existir/ y estuvo en la oscuridad dentro del mismo silencio,/oculto en el infinito. Lo que
nunca se sabrá, lo que huyó de la memoria,/más allá de la retina,/del oído y la conciencia, más allá de la Maldad./Me refiero
a lo “sinnombre”/a lo muy veloz y pasajero,/ocupando el hueco
de la sombra y la espalda de lo negro.”
Un universo sin fin, en el que se convoca de nuevo a Quevedo,
constituye un retrato descarnado de lo que estamos viviendo en
una sociedad donde sólo impera el poder del fuerte. Como dice
Chomsky: “No la fuerza de la ley sino la ley de la fuerza.”
Picaresca española de verdad. Vallejarre con Sueños. Otro
registro. El autor desarrolla los principales asuntos del poema
anterior pero en una forma y en un registro distinto, en el que
no se obvian el lenguaje jergal ni el léxico caló: “En este país dichoso,/a los golfos y truhanes, “naquerones” (chivatos) y “langós” (policía malo)/ los “calamos” “de salida”./“Los que viven del
324
espanto”/ como decía Matrona,/son todos unos granujas/ que no
invitan ni a café./ Cuando muere el Universo,/ni Big Rip, ni Big
Freeze ni Gran Crunch./En tiempo de grandes crisis/ mangancia
sin compasión.”
Sin aroma ni sabor es un aguafuerte en blanco y negro. Una
misa negra implantada sin piedad. Una sociedad sin alma. Sumisa y domesticada:
“La razón sin nivel se asfixia./ Cuando no hay inspiración, talento, gracia y humor, /las ideas languidecen,/ se arrastran por
las pantallas/ como viejas pesadillas/ que recorren el cerebro
/sin principio ni final./ Si la verdad es esto, /tan triste y tan radical,/ prefiero la libertad de equivocarme a mi gusto.”
El Humo subió y voló constituye a la vez una representación
y un homenaje a la muerte de Luis Pastor Marín, y también a
Tino, Faustino Barragán, el torero gitano que le acogió en su
casa, como un héroe, e hizo de enfermera, camillero, auxiliar,
hermano, amigo. Y a su mujer Rosario, que se ocuparon de él
muchos meses, hasta su muerte. El que le puso el acorde de Re
menor en la cama fue el propio Vallejo, para ver si lo identificaba. Estremecimiento, dolor, y, como en todos lo casos, poesía
de alta calidad.
En Aunque se hunda el firmamento se representa una escena
de hace 50 años. Para que quede. Habla de la muerte del maestro Matrona. Las células cambian el mensaje y la Babilonia se
hundió, mucho más tarde pero se hundió:
“Nadie comprendió por qué./ De pronto un mensaje cambió,/
las células no se entendieron/ y se produjo el horror./ La cadena
se rompió./Y lo que era de una forma establecida/ de lenguaje
molecular,/no se volvió a repetir.//.“Cambió su lenguaje celular y
se convirtió en distinto,/ saliendo de su territorio, invadiendo a
sus vecinos./ Nada pudo impedir el error./ Las ramas no comprendieron al viento /Y no hubo señal con sonido,/ que se pudiera
325
transmitir./ Sonaron las persianas en el patio/ y el sol se ocultó
por el tejado al mediodía./ Pero en un punto del cuerpo,/lo que
era norma se hizo caos,/diálogo fatal y horror./Qué dulces aquellos tiempos /de enlaces con misma causa,/de harmonía y progresión./ De pronto un mensaje cambió./La Babilonia se hundió.”
El ilustre catedrático de árabe don Elías Terés decía que Pepe
de la Matrona era un hombre del siglo XIX, y en efecto, los que
le escuchábamos hablar, oíamos por su boca las palabras del
Duque de Rivas mencionando Sevilla y otros lugares. Hablando
de aguaduchos y de callejuelas.
Nunca comprendí la luz, como el resto de los poemas de este
libro, permanecerá a lo largo del tiempo, por la profundidad de
su contenido y por la belleza de la expresión:
“Nunca lo pude entender./Nunca comprendí la luz./Ahora ya
no me arrepiento.
Todo se ha vuelto tarde./Y a veces hasta imposible./No existe
una solución./ Ya sólo puedo sentir./Pienso con el corazón./Ahora
entiendo el universo./Vibra dentro de mí.”//“Cuando llega la mañana, después de la oscuridad,/y da un rayo en la ventana,/la claridad del cristal y el ruido del gallo primero/me hacen temblar
de emoción./ Estoy vivo y sale el sol./Pertenezco a esa raza que
no entiende,/ que no comprende las cosas como las cuenta la
historia./Soy torpe y lento, lerdo y hasta casi transitorio./ No
tengo casi diplomas,/ a veces me siento triste y no sé decir por
qué./Pienso con el corazón./ Y espero el amanecer.”
Don Elías Terés, en ocasiones, después de leer algún poema
de Vallejo, le decía: “Esto es una siguirya.” Para Vallejo, este
poema es el diagnóstico de una enfermedad extraña que padecemos casi todos.
Y nadie sabe por qué. Ni qué es.
La intuición de casi nada es la exposición de un caso clínico. Terror, angustia, pavor. Filosofía existencial mezclada
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con reacción orgánica ante el miedo. El color del poema blanco.
Situaciones extremas, más allá del casi nada, que he tenido que
vivir:
“La intuición de “un casi nada”,/ de intuición de un algo sin
nombre,/ oculto en la memoria/ y que podría definir,/ una forma
de iluminación oscura/ en el fondo de mi alma,/ o quizá tan sólo
terror, angustia sin conciencia,/ pánico larvado ante la muerte
de un hijo,/todo eso y mucho más, me dio el coraje de vivir,/ dijo
Andrea al salir del cuarto.”//
“Las paredes eran blancas, blancas las puertas y las batas,/
pálidas las pieles, las bolsas y las agujas,/ los catéteres y las
ampollas,/ las nubes e incluso el sol./ Algo que no sé bien en qué
consiste/ que me ha permitido vivir/ en situaciones de peligro
extremo./ No sé bien si usted me entiende./ Pero es una fuerza
extraña que aparece en el abismo,/cuando una está cerca del
borde /y puede en cualquier momento caer.”
Los versos se cargan de una potente fuerza expresiva y de
una inigualable densidad semántica cuando las reflexiones y
emociones vienen avaladas por una reconocida experiencia
clínica.
En El mundo-interpretación Vallejo utiliza como subtítulo el conocido término alemán Weltanschauung, que puede traducirse
como concepción del mundo, porque me parece muy acertada,
extendida y apropiada. Un poema, que, como otros muchos del
libro y de otras obras del autor, es un condensado tratado de filosofía. La conciencia es la excepción, la vida el estadístico milagro, todo pura coincidencia, pero hemos llegado hasta aquí y
la vida está en nuestras manos. En nuestra interpretación. Hay
que saberla inventar: “La vida se nos da sin darnos cuenta,/ como
un regalo por coincidencia, /que pasa sin darnos cuenta / y que
tú nunca has pedido./ El mundo es casi invisible./ El mundo no se
deja casi ver./ Sólo un pedazo de tierra,/la tierra de la superficie,
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/el adoquín o la estera,/ tan sólo la puerta de enfrente, un árbol
donde estuviste,/una acequia pasajera, un poco de hierba seca/
o la lata con geranios en el balcón de la abuela.”
Una visión física, biológica y natural del mundo que nos ha
tocado vivir. Todo parece ilusión, un cuento que te han contado
y que has podido experimentar. Eso y algo más: Cognición y expresión. Y emoción.
No he visto en otros autores el valor extraordinario que Vallejo le concede a la emoción, que en no raras ocasiones deviene en intuinstinto, uno de los atinados neologismos que ha
incorporado a la lengua española.
El mono que inventó la risa nos presenta otra forma nueva y
extraordinaria de ver la vida. La risa cambió el pensar. El homo
ridens, el mundo rabelaisiano y carnavalesco. Una nueva redefinición de lo lúdico. Una nueva dimensión:
“El primer mono que rió,/ el mono que inventó la risa,/ y llenó
de carcajadas la jungla, el aire y la selva,/el que descubrió la
“guasa”, la “chusma” y la ironía,/ fue sin duda un pensador,/ un
filósofo del árbol/ que cambió la rama por la ilusión./Y entonces
todo cambió./ Salieron de noche las estrellas y la luna/ para confirmar que el universo no consistía sólo en nutrición, sexo gratis,
tribus de macacos en discordia, drogas y alcohol./ Que los primates más mamíferos y vertebrados/ podían ponerse a sentir la
selva/como un tema de inspiración profunda,/para expresar la
emoción./ Y el viento se volvió azul, rojos el tronco y las ramas,/naranjas las puertas verdes/ y el barro, la arcilla más violenta y devastadora,/ suave como la piel.”
Parece un poema escrito por Pericón de Cádiz, el gran artista
gaditano con el que Vallejo y yo hemos vivido momentos inolvidables.
Y la estupenda siguiriya que cantó el mono pensador y que
nadie debe olvidar:
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“De Sanlúcar al Palmar/ han jecho un carril/ los pinrreles de
Antonia la Mica/ de ir y venir.”
Recuerdo cuando vivía pone en escena los momentos en los
que una persona ya difunta recuerda los momentos en los que
vivía. Ello unido con lo tiempos de crisis. España en manos de la
picaresca. Pero, en el fondo de todo y por encima de todo, el rayo
de luz, el reconocimiento de que la vida es la gran maravilla:
“La disuria y la erección de ese percebe gigante,/tan veloz
como la luz, tan difícil de callar.”/
“Tampoco se está tan mal. Hoy se han hecho elecciones./
Dios, la Nada o Satán. Yo he votado por el Pan. /Una barrita caliente recién sacada del horno,/eso me haría llorar./¡Pero uno se
aburre a morir!”
Un nuevo vallejarre, un espléndido cuadro con todas las marcas del autor, con confusión y desarmonía macrocósmica, pero
con contraste, deseo, y emoción.
Qué importante es no saber es un canto a la libertad de pensar, al libre albedrío –un sintagma muy utilizado por Pepe de la
Matrona–, al criterio personal, a lo que dicta el sentido común y
no las normas promovidas por el poder:
“Que importante es no creer/ los cuentos que están contando,/ los embustes embusteros,/ las pamplinas de los golfos,/
las visiones de los magos.// La clave es tu propio mundo,/tu camino y convicción,/ ser tú mismo”
Pessoa dice por boca de Alberto Caeiro: “Bastante metafísica
hay en no pensar en nada”.
Ser global-transformación es una descripción dura pero
cierta del Poder como sistema de vida. La globalización tiende
a favorecer la sumisión y la esclavitud intelectual. El rumbo de
transformación permanente de la Naturaleza prosigue:
“Al final de este trayecto,/ el camino continúa./ Siguen senderos y ríos,/ pueblos, ciudades y mar.// Todo siempre se transforma./
329
El campo, el tejido y el aire./Los seres se vuelven humo,/ la sustancia, inspiración.”//“Todo vive, muere y renace.//Incierto, aparente y fugaz. /Un día ya no eres tú.”
Junté los huesos como pude es otro inconmensurable acierto.
La enorme dificultad que es vivir y la posible ilusión de seguir
descubriendo en qué consiste la vida. Junté los huesos como
pude es una expresión de impacto. Un cante grande por soleares:
“Junté los huesos como pude,/ me puse el alma en su sitio/ en
el cuerpo que quedaba/ y me dispuse a vivir,/ un día más.// Parecía
casi imposible seguir así,/avanzando por un espacio incierto/ sin
zapatos y sin pies,/ sin casi caderas ya,/ con el corazón entero a
ras de suelo./ Casi increíble ya,/ bajo la almohada,/ con los ojos
cerrados,/ sentirme pegado a mi carne,/ sujeto a mi cabeza por
una arteria,/llamada cuello,/ inventando un mundo a trozos,/tan
sólo con el pensamiento.”
En El peso que nunca está se constata poética, científica y
filosóficamente que todo lo que se ignora está funcionando
mientras todo sigue igual. La tremenda limitación del conocimiento no puede tener en cuenta todo lo que ignora. Pero todo
sigue. Lo invisible, lo imposible, mueve el universo. Lo inmediato
no explica lo que sucede. Lo práctico no limita lo ilimitado. Todo
el poema es una síntesis de conocimiento-ignorancia, de mundo
abierto-mundo cerrado. Filosofía de última hora. Filosofía clínica. Grandiosa dimensión.
De pronto se te parte el alma, con un cierto aire y ritmo de
bolero, es una nueva indagación en los territorios del conocimiento y de la emoción, de lo gnoseológico y de lo ontológico,
del ser y del tiempo:
“De pronto se te parte el alma/ y no comprendes por qué./ Tienes ganas de llorar/ y no sabes qué te pasa./ El campo permanece
inmóvil/ y las montañas quietas,/ como el mar sin sombra,/la tierra
sin cielo o incluso el amanecer./ Todo está en su sitio como
330
antes,/ como luego y mañana,/ y también como después./ Sólo
un pájaro se mueve/en el fondo de una rama.”
Y las profundas y tremendas interrogaciones que ya inquietaban a los presocráticos, aunque lo expresaran con otro lenguaje: “¿Qué es esto? /¿Dónde me encuentro? /¿Adónde voy?/
¿Qué cinta me transporta?/ ¿Dónde empieza lo invisible?/¿Dónde
acaba lo real?”.
Ocurre sin ocurrir es una especie de síntesis del poema anterior pero con un nuevo desarrollo. Hablan de San Juan y Santa
Teresa. Lo mismo desde otro punto: la inmensa presencia del
hombre en el universo, inventándose un mundo que ya está inventando, descubierto y funcionando. Pero sin alma, como un infinito por descubrir.
En parte por el amor. Y también por la intuición: “Pasa sin
casi pasar,/ ocurre sin ocurrir,/ sucede sin suceder/ como un hilo
sin sonido,/ que está sin siquiera estar.”
En Se evapora y permanece asistimos a una redefinición del
espíritu, el alma, la mente, las funciones cognitivas, etc., con
una potencia absolutamente descomunal que vamos descubriendo según avanza el conocimiento, la profundidad y la cultura. Algo ingente y misterioso:
“Se evapora y permanece,/ persiste en la habitación,/ en la
cama y en la mesa,/ agarrado a las paredes y al suelo,/ como
una forma de olor./ Y si sales al campo y observas/ el vuelo silencioso del aire/ y te fijas en las ramas/ también lo puedes sentir./ Se evapora y se disuelve./ Estuvieron y se fueron/ pero algo
permanece aquí./ Sus voces tan “cantaoras”,/su estilo, casta y
valor. /Porque hablamos de la mente. No del electrón o el neutrino,/ sino de otra dimensión /que llega hasta el infinito estable,/
y a la velocidad de la luz/ en sólo un milisegundo/ Me estoy refiriendo al alma,/ al espíritu de dentro/ formado en la imaginación.
(/No sé bien cómo decirlo./ Se evapora y permanece./Me refiero
331
al no sé qué,/ al alcanzarte de golpe/ cuando ya ni siquiera estás/
y sentirte al lado mío/ sin casi cerrar los ojos,/ con una pluma
en la mano,/tinta negra y fantasía/ en un trozo de papel.”
¿Por dónde salgo de aquí? nos presenta al hombre perdido en
el mundo y hallado por la intuición. La experiencia de la vida, el
dolor y la desazón. La incertidumbre. Todo contado como una
fábula o una pregunta hacia dentro, a la que tienes tú que responder:
“Tú no eres más que tú mismo,/ uno más entre los otros,/ distinto pero siempre igual,/ con tu piel y tus zapatos,/ con tus huellas y disfraz./ Te sientas en un banco y piensas /qué le sucede
al espacio que se cierra sobre ti. /No sabes bien dónde estás./
El tiempo va en contra tuya y empieza la noche en Madrid….”
Me come por dentro un hueco es un magnífico y tremendo
poema de amor, con sonidos de martinete o toná. Amor desgarrado. No es la danza del fuego, sino un quejido del Terremoto
pasado por Neruda en sus veinte poemas de amor: “Me come
por dentro un hueco/ que se llama como tú./ Tiene tus mismos
dientes, /tu misma boca y sabor./ Es como un punto que avanza,/
de altísima velocidad,/ que escapa y después regresa,/ estando
en ninguna parte y se llama como tú.”
Lo que me han hecho pasar es un cuento fantástico de Vallejo
muerto hablando a los que le han diagnosticado la muerte, a los
que le han incinerado. Un Vallejarre. Presenta cierta analogía
con los núcleos temáticos fundamentales de la obra de teatro
Tiempo de indignación. En el poema los pensamientos están
más condensados:
“Vallejo desde lo alto,/ miraba hacia abajo y decía:/ “Muerte
súbita ¿verdad?/ ¡Que estaba “fiambre perdido”!// “¡Vaya un médico de urgencias¡/¡Qué hijo de puta con O¡ /Vaya un masaje cardíaco!/¡Vaya una incineradora/de “nueva generación (…)¡Entre
golfos y “entendidos”/lo que me han hecho pasar!”
332
La clave es saber gozar encierra ya en su título una profunda
verdad. Pero a la vez nos presenta la confusión del mundo como
mercado, confusión y caos. Y por otro lado la pasión de gozar y
vivir. Estilo Rabelais, Gargantúa. Y su querido Arcipreste. Y todo
el Centro con sus golfos: “Mueves las manos y codos, los ojos y
el entrecejo,/ el cuello, los hombros y el pubis. Y dilatas la nariz/
según el momento oportuno./ Pero consigues muy poco. /No expresas lo que tú quieres./ Se rebelan las palabras. Sensaciones
sorprendentes, /las corrientes interpuestas, ¿qué está ocurriendo de nuevo?/No se puede ni decir (…) Cómo miras cada instante, eso sí, /con qué calor lo detectas,/ cómo sientes lo que
vives./Lo importante es la emoción./La clave es saber gozar.”
Te parece casi un sueño es una defensa de la vida como un
instante personal de vivencia y plenitud, que tú debes construir.
Estás en tus propias manos. Tienes que aprender a vivir sin
fiarte de consignas o teorías. Vallejo rechaza una vez más todo
tipo de fanatismo y dogmatismo, y define como nadie, lo que nos
constituye como individuos únicos y singulares: “Eres sólo accidental, un instante de conciencia/ buscando un punto de luz./
Es posible lo imposible./ No te detengas nunca./ Sólo dependes
de ti. /Tú lo puedes encontrar.”
Conclusión sin conclusión es la exposición más atinada del
hombre perdido en un mar de explicaciones parciales, de informaciones diversas, de teorías sin fundamento, de restos de culturas viejas…, delante de un Infinito que va expresándose como
quiere, cambiando.
Y tú estás solo, sin esquemas, agarrándote a lo que puedes.
Es un poema como un bombardeo o una feria, como un carnaval
cambiante.
Junto a El Jardín de las Delicias del Bosco, la necesidad de
lo inútil, el pensamiento clásico y la filosofía de última hora.
«Homo sum et nihil humanum a me alienum puto». Somos únicos
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y singulares pero lo que a la vez nos define como humanos es
nuestra complejidad y diversidad. La mejor conclusión sería no
concluir nunca:
“La vida vuelve a empezar./Más allá de la distancia, por detrás
del punto cero,/ al borde de la Nada en acción,/ ya no hay puertas, bosques ni ramas,/ moléculas ni inteligencia./ Pero el tiempo
no se acaba./ La explicación no te explica./ Conclusión sin conclusión./La tuya siempre es mejor.”
Cierto e incierto al mismo tiempo desarrolla algunos aspectos esenciales del poema anterior, insistiendo en la diversidad
y en la contradicción nos que constituye, como ya explicó Heráclito de Éfeso, como se declara en el Prólogo de La Celestina y
como han ratificado, entre otros, Friedrich Nietzsche. Vallejo insiste en esta lucha de contrarios pero también en la utilización
del pensamiento para imponer verdades inciertas, parciales y
casi mentiras. El autor redefine estos conceptos mediante la exposición teatral de un parlante deformado, tipo el Misántropo de
Molière: “Cierto e incierto al mismo tiempo. /Verdad pero no me
fío./ Lo veo un poco engañoso./Porque es una verdad parcial/ basada sólo en los datos./Ignoramos la mitad./ La expone un ser
amargado, /sin gracia, talento ni nervio,/ refugiado en su semblante,/sus cristales amargados/ y su lengua de estropajo./ Verdad pero no me fío,/ cierto e incierto al mismo tiempo.”
En Eres tu propia excepción no se abandona el campo de la
filosofía pero se enriquece con reflexiones sobre el cosmos, las
constelaciones y las estrellas y sobre lo incomprensible que resulta el movimiento constante de un Universo que no para y que
sigue continuamente.
Con todos esos elementos, el autor dibuja un cuadro excepcional:
“Después del primer instante, /del sonido de la luz/ atravesando
el cristal,/ llenando el cuarto de flores,/ de tiempo, conciencia y
334
sol,/ el Mundo volvió a girar./ Fue sólo un milisegundo/y el jardín
volvió a nacer”.
Y surge sin saber por qué el lenguaje del amor. De tu propio
ser.
De tu misma individualidad entre el caos y la confusión:
“Pero el Cosmos entero, /con todas sus constelaciones y estrellas,/ la infinita oscuridad tan plagada de galaxias,/ esperaba
sin saberlo el lenguaje del amor./ Miraste el hoyo de su cuerpo,
oliste la cabeza y el pelo/ como una alucinación./ Cientos de millones de cambios metabólicos instantáneos/ programados en
tu cuerpo, sin saber por qué,/ te mantienen consciente y vivo.
/Eres lo mismo otra vez pero siempre en diferente. /Has llegado
y estás aquí./ Todo es tan sólo un instante./Eres tu propia excepción.”
En Todo es tan sólo vivencia se constata con rotundidad que
somos neuroectodermo invaginado en hueso. Piel que piensa lo
exterior. Para Jean-Paul Sartre, las cosas no son más que su propia exterioridad y la filosofía de última hora insiste en lo que algunos autores denominan “epidermis de lo real”. Sobre estas
importantes ideas se sustenta este poema filosófico y vivencial
de Vallejo, en el que se atiende igualmente a la razón vital o al
raciovitalismo de Ortega y Gasset y a algunas de las tesis fundamentales de Bergson:
“Sólo vemos lo exterior,/ la piel de la realidad./Pero sentimos
por dentro,/ en los tejidos internos la experiencia de vivir./ Queda
grabada en la carne, /en circuitos y membranas,dentro de la memoria,/ las pantallas del recuerdo,/ muy cerca del corazón./ El
tiempo es un gran misterio/ que cada uno vive a su forma /sin
saber muy bien por qué (…) Todo acaba de empezar./ Huele a sol
en la calle abierta,/ a sal, yodo y montaña/ en todas las salineras,/
a flores en tu verde pecho,/a viento en las enredaderas./ Bioquímicos receptores,/ sinapsis y proteínas,/ programas y catalasas,/
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genes e inervación./ Cada instante con su vida/ Todo es vivencia
y acción.”
Sobre este mismo asunto se insiste en El Mundo es externi-
dad. De nuevo Filosofía pura. Filosofía poética porque existe una
expresión de contenido emocional. El Mundo es externidad pero
esencialmente internidad. Es un microtratado en el que se indaga en la esencia del asunto: queremos saber la verdad, qué
está ocurriendo por dentro, sin engaños ni falsas interpretaciones heredadas de la Historia, la Religión y el Pensamiento: “El
Mundo es externidad./ Lo de dentro, lo que se oculta bajo el
cañón,/ la pantalla o el ordenador,/ las fachadas o los muros,/
sólo se puede pensar./ La epidermis de las balas,/los tanques y
la metralla/ no encubre ningún misterio./ Por debajo va la sangre,/ la carne quemada y el hueso,/ astillado y en pedazos,/ la
codicia de la muerte y el horror (…) El Mundo es internidad./ Debajo de lo aparente, / Se oculta siempre una interna realidad/
que hace falta interpretar./ Se acabaron las consignas, las teorías y panfletos. /Queremos saber la verdad./ Qué está ocurriendo por dentro./ El Mundo en internidad”.
Aleteia digital es una sabia mezcla de filosofía griega con los
asuntos que el autor tan atinadamente desarrolló en su libro
Homo ciber digitalis, con la picaresca y con los carnavales de
Cádiz. ¡Vaya suculento banquete! Se hubiese degustado con delectación en la Coena Cypriani. Como en esta cena, el autor mezcla con arte singular la parodia, la alegoría, la sátira y la filosofía.
Por lo que se refiere a la alétheia, viene considerándose que
es la verdad, aquello que aparece cuando algo es visto o revelado. Se trata de tomar algo oculto y hacerlo evidente. Tiene que
ver con lo que aparece. Heidegger comienza su discurso de la
reapropiación de la alétheia en su obra magna Ser y Tiempo y
expande el concepto en su Introducción a la Metafísica. En El
origen de la obra de arte, describe al arte como un medio para
336
abrirse a la verdad, una obra que presenta analogías con La obra
de arte en la época de su reproductibilidad técnica de Walter
Benjamin. En el poema de Vallejo se alude a todas estas cuestiones, y se remata con un trepidante ritmo lúdico, que comprende, como no podía ser de otra forma, el sexo, el dinero y el
buen beber: ”¡Nada de “griego” o “sodoma” /y mucho menos
“francés”!/ Un “ciruelo” y una luna,/mucho “mol” (vino) y buen
“parné!”
Los trozos que quedan de mí es una confesión en tono natural, una faena de diez pases: “Los trozos que quedan de mí,/ las
partes que no se han ido, /arrastradas por el tiempo/ y me dejan
seguir vivo,/ son mi única y verdad./ Son lo poco que yo tengo,/
mi territorio y señal.// El resto casi no existe./ Es un poco de recuerdo,/ memoria casi inventada,/fantasía y emoción,/irrealidad
olvidada.// El trozo de mí que soy/ anda siempre por delante./ Es
un espacio abierto,/ sin límites ni fronteras/ una conciencia en
acción,/sorprendida de estar viva.”
En El fin termina en principio se indaga en los misterios sin
solución, en lo que está ocurriendo en la Tierra. El autor aborda
y analiza poéticamente los principios fundamentales del pensamiento. Cuando termina un principio empieza siempre un final.
Tiene mucho que ver con el concepto de circularidad de Nietzsche: “Cuando termina un principio /empieza siempre un final./El
fin es siempre el principio, /y el principio acaba en final”.
Biológica renovación es una magnífica simbiosis de filosofía,
de neurología y de flamenco. Como no podía ser de otra forma,
toda la experiencia clínica del autor, comentada en el homenaje
del Colegio de médicos, citado al principio, ocupa un lugar fundamental. Por lo tanto, mucha neurología de funciones corticales. Ni acalculia ni afasia, ni amnesia. Pero por debajo va el
diablo. Se mudan los sistemas y aparecen los instintos. Unos
cuantos nombres de artistas y cantaores.
337
Y una letra maravillosa para la historia:
“¿Qué le tendremos que hacer/si santitos que yo pinto/ demonios se han de volver?”.
Parece una comedia negra de humor y fantasía. La Biología
hace con nosotros lo que le da la gana. Y está muy bien: “Ni alexia, ni apraxia, ni amnesia. Casi la perfección./ El cerebro como
un calzoncillo del beato de Morón./ Era todo un campeón, limpio
como una patena,/ ajeno al bandolerismo, la codicia y el engaño,/
de los truhanes de turno. (…) Conclusión: ¡Estudia Neurología,
coño!/ ¡No olvides que somos cerebro que acaba de inventar un
mundo en continua evolución¡ ¡Ojito con los “mamones”!/ ¡Lo
blanco se vuelve negro si lo dice don Copón!”
La Razón lleva a bondad se data con una fecha muy precisa,
como otros poemas del autor. Veinte del tres del catorce. Vuelve
la primavera a Madrid. ¡Qué belleza encierra la imagen suspendida de un instante de este día. Belleza, fantasía y experiencia.
La razón lleva a la bondad. Se trata de una idea muy importante
no explorada suficientemente en la filosofía. Como dijo Ortega,
“no hay maldad creadora”. Vallejo sitúa estos altos conceptos
filosóficos en escenarios que tan bien conoce y en los que tanto
y tan intensamente ha vivido:
“Suena el agua en una fuente./ Los viejos meditan el tiempo,/
pasan los enamorados,/ niños juegan al balón / en el parque del
Retiro./ Un sabio profundo y bueno,/ está calculando su vida,/
mira a los seres pasar /y escribe sobre la arena./ La Razón lleva
a Bondad./Veinte del tres del catorce./Vuelve el calor a Madrid.”
La verdad se encuentra en ti es una definición ética, filosófica y existencial.
Una sabia redefinición de conceptos fundamentales. Libre albedrío. Independencia. Criterio. Nada de historias previas. Lo natural, lo personal. Tu ser: “La verdad se encuentra dentro./ Debajo
de la piel del acero,/ las teorías y sistemas,/ las hipótesis sonoras,/
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detrás de la interpretación.// Tu verdad habita en ti./ Hundida en
tu tejido,/tus circuitos y neuronas/ y sólo pertenece a ti”
En La apariencia y la verdad sigue profundizando y desarrollando algunos de los núcleos esenciales del poema anterior.
Alta filosofía y excelente poesía. Y el compromiso insobornable
del autor, compromiso con la realidad, con el propio texto, desvelando y dibujando un panorama ensordecedor en el que imperan conceptos y términos como “aturdir” y “ensordecer”, dos
sistemas imparables para tenernos bajo control y no dejarnos
pensar. Para anestesiarnos. Una verdad impuesta, en la que
hasta la primavera se encuentra bajo control:
“Era sólo lo del magma, lo gregario y permitido,/ la corriente
general dentro del cesto,/ la costumbre de la masa, moda, quimera y sistema./ Una pantalla tan sólo, llena de escalas y cifras(…) “Eres tan sólo un supuesto, con carnet de identidad,/ un
ciego sin colorines,/ un sordo que escucha ruidos,/ con un nombre ciudadano,/ llevando un cabestro al cuello/ que se llama ordenador./La primavera está aquí./Con el sol bajo control.”
Antes de la Nada ¿qué? no es, en absoluto, una interrogación
retórica. Al contrario: constituye una de las preguntas más rotundas y contundentes que nadie había planteado hasta ahora.
Es verdad que nos han expuesto incluso en publicaciones filosóficas importantes relatos, que ya han pasado al imaginario colectivo, como el Big Bang.
El puntito que revienta, la curva del espacio-tiempo. Pero si
es así, el autor se pregunta: ¿antes de la Nada qué? Astronomía
incomprensible.
Mejor decir que no sabemos bastante y que antes de la gran
explosión… algo pasaría. Otro Universo. ¿Muchos universos?
¿Infinitos universos?:
“¡Una tremenda explosión!/ Hasta ahí estoy de acuerdo./Un
puntito muy caliente,/ que por cuántica inflación./ sin que se
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sepa por qué,/ dio un tremendo reventón./ ¿Quién encendió la cerilla?/ ¿Por qué estaba tan caliente/ el micropunto en la Nada?/
La curva del espacio-tiempo/¿dónde empieza y cuándo acaba?”
En Suenan zapatos y aceras se insiste en que la conciencia
es la excepción.
Se trata de un concepto que se repite en este y en otros libros del autor. Vivimos un instante muy diferenciado por el desarrollo del cerebro, en el que la evolución sólo explica una parte.
Algún cambio genético espontáneo ha debido de ocurrir. Suscribimos enteramente la opinión de que mediante la poesía –la poesía que escribe Alfonso Vallejo– somos capaces de inventarnos
y de descubrir el mundo:
“Soy digital, aéreo y también humano./ Puedo salir de mí y volar
tan lejos como deseo./ Creer en la trascendencia, la inmanencia
y la conciencia,/ la paciencia aguda y también en la dolencia./
Con recordar un instante,/ puedo imaginar lo previo, recordar la
antimemoria,/ el mundo que nunca fue y llegar hasta Berlín./ Suenan zapatos y aceras./ Todo pasa. El agua se aleja y el tiempo
fluye./ Pero mi ser está en mis manos./Lo sujeto contra mí y detiene la sombra que me invade./La conciencia es la excepción.”
La misma idea del panta rei de Heráclito ya fue sometida a
revisión por Aristóteles en su Metafísica, una observación, en la
que los propios filósofos no se han fijado especialmente. Pero
desde luego, nadie podrá discutirle a Vallejo que “la conciencia
es la excepción”.
El mundo animal por dentro desarrolla la idea sobre la memoria heredada. No está del todo claro, pero el cerebro humano se
ha ido formando, desde la primera célula, con el paso del
tiempo. Las estructuras que funcionan para que la memoria sea
posible (todo el cerebro es memoria y la memoria controla todas
nuestras funciones, desde el ritmo cardíaco hasta las fantasías
eróticas) se heredan por el código genético.
340
Este depende muy fundamentalmente del ácido desorribonucleico (ADN) que tiene la capacidad de determinar cuándo y
cómo se van a ir formando las proteínas de cada organismo de
manera muy específica.
El autor aborda este asunto en otro poema posterior. Así que
la parte “irracional” que desconocemos proviene muy posiblemente, en gran medida, de lo que han sido nuestros ancestros.
Todo el poema es una referencia a lo que está sin estar, y sin
embargo está. De nuevo, la filosofía,la biología y la ética en una
sabia conjunción:
“No sabes de dónde viene,/ qué significa o expresa,/ por qué
no tiene palabras,/ y se entiende sin hablar./ ¿Es cerebro reptiliano,/ mamífero o vertebral?/ ¿Es razón irracional,/ sensaciones
sin sonido,/ o “intuinstinto” radical?”
En Hoy hace cincuenta años se recuerda una tarde de abril
de 1964 en casa de don Elías Terés, ya mencionado con todo
merecimiento en poemas anteriores, y además una letra extraordinaria por peteneras.
Y la extraña sensación que producen siempre la ausencia y
la realidad:
“Hoy hace cincuenta años/ era posible la vida,/ la emoción y
la amistad./Muchos no están aquí./ Su presencia ya no existe./
No se irán nunca del todo./ La tinta los guardará./ ¡Qué sensación
de sorpresa,/ extrañeza y maravilla/produce la realidad¡”
¿Vertebrado o mineral? es una magnífica representación de
un estado de contemplación de la realidad en el parque del Retiro, cerca de la estatua del Ángel caído. Reflexiones sobre origen de la vida, sobre cómo se mezclan el aire y la materia para
llegar al nivel de diferenciada conciencia. Casi una ensoñación:
“El agua se convierte en aire,/ después en hielo y materia,/ tejido que vive y piensa,/ experiencia y sensación./ Todo permanece
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y huye,/ se vuelve sueño y memoria,/ el instante de un misterio/
que nadie puede entender”.
La filosofía, la neurología y el amor formando el conjunto más
perfecto:
“Era sólo una invención para definir lo transitorio,/ pura especulación de una piel vuelta cerebro,/ la simple duración de un
beso,/ el fluir de un manantial”.
Una red envuelve el mundo incide en asuntos que Alfonso Vallejo viene tratando con gran tino, como en Homo ciber digitalis
y en otros libros sobre la era de la información, Internet, y la necesidad de volverse a inventar en esta nueva era.
Alfonso Vallejo, que conoce profundamente a los clásicos,
está al día sobre lo que sucede en las diversas manifestaciones
artísticas y científicas. En la película Transcendence (2014)
Johnny Depp es un experto en inteligencia artificial que termina
trasladando su conciencia al mundo digital. Se convierte en un
intelecto sin cuerpo, que habla con su esposa sin necesidad de
aliento, inmortal y omnisciente. La mística de alas y de halos
convertida en una ascesis de ventiladores y pilotos luminosos.
Por otra parte, el premio Nobel Richard Feynman, en una conferencia sobre ordenadores en los ochenta, ya abordaba el asunto
de que las máquinas podrían pensar como los hombres.
Sombra le pido a una fuente rememora una noche en compañía de Enrique Morente y tres de los Habichuelas: Carlos,
Luis y Pepe. El recuerdo se ilustra con letras estremecedoras,
por tientos y por siguiriyas. Para que no se pierdan: “Sin embargo la memoria,/ que estaba pendiente del tiempo,/ lo atrapó
con las garras de un golpe/ e hizo tinta después/ en abril, cercano a Mayo.”
Una referencia a la sentencia de que nadie se baña dos
veces en el mismo río. En relación con ello, Emilio Lledó le comentó: menos los albañiles. Una pieza de teatro con un clima
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chejoviano, pero muchísimo mejor. Qué grandeza e intensidad
con tan pocas palabras:
“Todo se apagó de pronto./ Se fue la luz y la vida.”
El arte de verbalizar empieza con un despiste verbal pero reproduce en seguida letras importantes. Después, la invención
de las categorías, esa manía necesaria de etiquetar y organizar
elementos que son por necesidad dispares porque nada nunca
es igual. Somos piel. Pero si fuera Hepatocito mi cerebro, el
Mundo sería distinto.
Aborda con profundidad y poesía el “Dasein”. ¡Y es que no tienen la palabra: estar! Todo es palabra, concepto, idea, pero también trampa semántica. Y una gran siguiriya para acabar el
escenario, una extraña estampa de elementos muy diversos que
sólo una persona “macandé” hubiera podido imaginar. Así es la
vida y la emoción:
“¿Dónde están las “categorías”, Aristóteles y Platón,/los grupos y las acequias,/ el orden del “sin embargo” e incluso la contradicción?/ Somos neuroectodermo sintiente, / piel que piensa
invaginada,/ cerebro que inventa el mundo,/ con un código genético personal e irrepetible,/“¿qué le tendremos que hacer/si santitos que yo pinto/ demonios se han de volver?”
Aprender a no saber ratifica con rotundidad que más sabes y
más ignoras. Sólo se sabe un fragmento de un poquito. Nada
más. No es la miseria del hombre sin Dios de Pascal. Pero sí la
constatación de lo limitado que somos. El título es magnífico, y
el poema también.
Aprender a no saber. Cuidado con la erudición y el discurso
de los sabios. Trampas de nuevo. Sugestión y mentira:
“Si no sabes, sabes todo./ Lo que ignoras, te lo inventas./No es
posible decir no (…)/“Resulta que sabemos poco,/Un poquito casi
nada./Que la ignorancia se agranda,/ se multiplica y actúa,/ hasta
casi el infinito,/ aunque no la conozcamos,/ en la viva realidad./
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Más sabes y más ignoras./ La pura razón no basta./La explicación ya no explica./ No es bastante la verdad/ que venden como
verdadera”.
Enigma sin resolver presenta un cuadro donde se mezclan
algún comentario irónico sobre la literatura del Rupututú, la realidad más dura, un reventa de toros, un enfermo que recupera
la consciencia y que ve el cielo por el cristal del cuarto. Algunos de los cuadros de Vallejo mezclan estos elementos dispares pero coherentes. Una escenificación contradictoria de la
realidad: “Yo es que me vuelvo loco entre tanta tontería./ “Rupututú del tucutú, de la tela marinera/ entre salvias pundorosas
del amor y las mismas perlas, /con jazmines en tus senos/
abiertos a la primavera.// “La No-Poesía No existe, dijo “el Torres” en las Ventas,/ el gran Miguel de Triana, /trabajando en la
reventa”.
Dark Biology es una modificación de la “materia oscura”, la
energía oscura de la que está compuesto el Universo. La anécdota del astrónomo inglés, es cierta. No sabemos de qué está
hecho el universo.
Todo está por resolver. Menciona, como en otros poemas, el
falso conocimiento, a los charlatanes y decidores, a los sabihondos: “Y dijo, bebiendo té, fumando en pipa, y viendo la lluvia llover/ “Lo cierto es que no lo sé”/ Existe “materia oscura” dark
matter por un mismo tubo, y energía oscura a rabiar./ “Basta de
tanto mentir.”/“Hasta aquí hemos llegado”/ Todo está por resolver./Hay que decir la verdad./ Qué importante es en la vida/
aprender a no morir”.
A continuación lleva a cabo una descripción de fenómenos
muy diversos que ocurren al mismo tiempo, cada uno por su
lado, pero en un “holismo” perfecto.
El infierno de la Nada es un poema corto pero intenso, repleto
de emoción y cargado de sentido: “Oscuros pensadores huecos
344
/han inventado la Nada/ La Nada sin nada no existe./ Si existe no
lo sabemos./ Pero vemos sus efectos,/ el tedio y la “mala leche”,/la
violencia y el dolor./No es el vacío total,/ni el hueco ni el desamor./ Es simplemente carencia, /frustración, envidia y odio,/
cretinismo y bilis negra,/ barbarie, sangre y horror./En nombre
de la libertad,/ la paz y la tradición,/ de las creencias e ideas,/
de la justicia y verdad,/se cometen fechorías/difíciles de imaginar.// Entre la Nada y el Algo,/con un poquito tan sólo /siempre
se puede empezar.”
La clave es cómo recuerdas narra una anécdota que toma
como modelo de un reportaje de Callejeros. El mensaje de un
transexual deviene en la poesía de Vallejo en una lección importantísima: “No importa lo que hayas hecho./ Ni tampoco lo que
hiciste./ Cómo, cuándo y ante quién./ Ni siquiera el porqué./La
clave es cómo recuerdas./ Si te llena de alegría,/ de vergüenza
o de dolor./Somos el mismo animal/con diferente color (…)La
clave es cómo recuerdas./ Que llamen a un decidor/ y que diga
si es verdad /la verdad o el mismo error.”
El tiempo pasó por Madrid es un nuevo testimonio poético de
la práctica médica del autor y otro ejemplo más de su potencia
artística. El autor ha intervenido en numerosas autopsias y lleva
a cabo una descripción de un caso de disección, de residuos humanos en un cubo azul, camino de la incineración. Cuadros, escenas, climas, combinaciones y recuerdos formando una pieza
dramática inigualable:
“El milagro de la vida, de los parques y alamedas, / de los
abrazos y besos, / ese tiempo concluyó.”
Y un recuerdo y homenaje al Madrid de los años cincuenta, el
tablao Villa Rosa, y un cante por tientos: “El tiempo pasó por Madrid, por la gran inspiradora,/ la ciudad de las calles huecas y los
tejados sin aire,/ de las gigantescas rosas,/ la gran ciudad del
amor./ Sin talento nada existe./ Nada sin inspiración./ “Estabas
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cuando yo te vi,/ vestida de color de rosa./ Mira si estarías hermosa/ que yo me enamoré de ti.”
Sin buena voluntad no hay na es un homenaje al gran cantaor
de Burriana Juanito Varea. Reproduce una escena real, cuando
cantaba en Zambra. Un recuerdo y una referencia a Kant con su
buena voluntad. Ratifico por completo esa sentencia:
“Sin buena voluntad no hay ná./ Sólo egoísmo y mentira./ Lo
dejamos en la puerta de Zambra, donde cantaba./ Madrid desaparecía./ Pero las palabras, no./ Lección de filosofía.”
La distancia de irse es un cante estupendo, un cante “cambiao” que canta la Macanita, la genial gitana de Jerez. Existen
letras que no se comprenden bien pero que todo el mundo entiende. Las funciones cognitivas no se limitan sólo a la razón, a
la lógica, al discurrir, sino a otras muchas formas de acercamiento a la verdad y a la emoción.
No se trata de inteligencia emocional sino de “Intuinstinto
emocional.”
Estas letras encierran el más profundo pensamiento: “Parece
lo mismo/ pero no es igual,/ la distancia de irse y de regresar”.
Recuerda los proverbios de Dom Sem Tob de Carrión.
Los lleva de “acá parallá” es una nueva incursión en el
mundo del flamenco. Ahora se trata de una letra por fandangos
de Huelva que cantaba el gran Ramón el Portugués, cantaor
con un eco propio y tremendo. También refiere una anécdota
en compañía de su hijo “el Piraña”, que siendo un niño, quería
tiburones, refiriéndose a las gambas. Siempre la magia, lo que
no se percibe pero se siente. Las dimensiones. Las magnitudes. Funciones cerebrales que “vuelan”, que no están incluidas en el puro racionalismo, que es muy importante, pero muy
cortito.
Adicción a la tristeza expresa poéticamente una nueva dolencia que va atacando a la población mundial, cada día con más
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años, con menos movilidad, que se van atrofiando en vida. “Psiquiatría en el Hogar” escribe en PS.
Prosopagnosia total insiste en el tema del tiempo, sobre el
que han teorizado todos los grandes pensadores. Rodríguez
Marín recoge una hermosa letra en su magna colección de Cantos populares españoles que desarrolla un pensamiento parecido: “Se van los días,/ se van los años/ nosotros somos/ los que
nos vamos”. En el poema de Vallejo el tiempo vuela y se va.
Prosopagnosia, según el Diccionario de Psicología de Roland
Doron, significa “Trastorno que afecta al reconocimiento de la
identidad de los rostros conocidos y nuevos, mientras que el reconocimiento de la identidad de las personas correspondientes,
a partir de cualquier otra información, está preservada”. La
cuestión, según Vallejo, es más compleja. Él se refiere a una
forma de demenciación cultural que se nos está imponiendo,
con la pérdida de la identidad personal o de grupo, donde te vas
convirtiendo en nadie, en un número que controla el Poder y Hacienda. La muerte de la individualidad y el criterio.
En “Timeo hominem Googlii”, en este proceso de creación de
neologismos y de renovación y revolución del lenguaje poético,
Alfonso Vallejo se inventa esta expresión en latín, remedando a
la de Tomás de Aquino: “Timeo hominem unius libri”. Celebra,
como en otros poemas, la alegría de vivir, las flores más olorosas, etc. Y un fragmento de una letra:
El faro de Chipiona/ lo van a poner más alto/ pa que alumbre
a los vapores/ y puedan pasar los barcos”.
Ni vuelve ni se repite es un poema que en su brevedad encierra grandes y profundas reflexiones sobre el enigma de la vida
consciente, con sus mensajes invisibles. Todo va por encima,
volando dentro del cerebro, y El hueco y la claridad es, como
otras composiciones de este libro, un poema corto pero igualmente denso y también espléndidamente rematado:
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“Hay un dolor que no duele/ que no calma la morfina, la oración o la anestesia. /Tampoco la eternidad”
Memoria molecular lleva implícitas varias apelaciones que se
resuelven en una: “Aprende a saber aprender. Inserta el estremecedor cante del Nitri e indaga en elementos y funciones tan
importantes como la notocorda y la gastrulación. Sólo un alto
experto en alta Neurobiología podía escribir este poema. La
composición está construida a zarpazos. Y junto a las cuestiones neurológicas, las representaciones artísticas Algún día hará
falta buscar paralelismos entre la escritura y la pintura de Vallejo. Sus versos desprenden siempre electricidad:
“Disfruta mientras respires”/Eres sólo un pasajero, un estadístico milagro,/ un transeúnte invitado, a su propia evolución./
Y eso que sale de ti, ese “misterio” que es tuyo,/que te gusten
las croquetas y los tallarines, no,/estaba escrito en tus genes”.
Sin saber qué era vivir reitera los importantes asuntos expuestos en otros poemas: la vida es un misterio. Sin saber en
qué consiste (sabemos sólo un poquito muy poquito desde la
Medicina actual) podemos vivir con plenitud. Y gozar a pleno pulmón y disfrutar del trigo de esta situación.
Aire, tierra, mar y fuego utiliza los cuatro elementos presocráticos. En el título se sustituye la última palabra por las razones expuestas sobre la polisemia del término fuego. Las
afirmaciones no pueden ser más verdaderas y poéticas:
“Todo es tan sólo emoción,/ sensaciones y latidos,/temperatura y amor”.
La descripción que se hace habitualmente de la vida va envuelta en confusas creencias y en teorías que sirven para inducir. Aquí se va a la vida directamente. Molecularmente, tal como
va inscrita en las proteínas que controlan nuestros genes.
El tiempo pasó por aquí se erige en una especie de ensoñación reflexiva.
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Un cuadro holandés, con claridad y silencio. El tiempo se
mete en las mitocondrias, en los tejidos:
“Y cuando quisimos darnos cuenta, /ya había penetrado en la
carne, /infiltrado los tejidos/ y devorado la luz.” //“El tiempo pasó
por aquí./ Pudimos darnos cuenta /con un resto de tejido que
quedaba/ y contarlo a los demás.”
Estoy más perdido que Dios es un cuento fantástico, astronómico. Uno de los proyectos de Vallejo podría definirse, de forma
cómica “Microscopio y telescopio. Emoción e inspiración.” Aquí
además de mirar lo más lejano e inabarcable y lo más diminuto
e imperceptible, nos ofrece un magnífico cante de Ramón el
Ollero en boca de Paco Alcalde “el
Maestro”:
“Dicen que la pena mata/ y yo digo de que no,/ que si la pena
matara/ ya me hubiera muerto yo.”// “Si alguien entiende de
magia, y es experto en brujería/ y se ha enterado de algo de lo
que ocurre aquí,/ que me escriba y me lo diga./ Estoy más perdido que Dios”.
Aire, tierra, mar y… sueños, que reproduce el título del libro,
es un poema que irradia temblor, temperatura, ilusión, “la lenta
combustión del azúcar en el cuerpo de las fieras, no produce
llama.” Alcanzan dimensiones inimaginables la ensoñación y el
descontrol controlado:
“Hay que volver a empezar./ La vida se ha vuelto ilusión,/ realidad por inventar./ El resto son sólo sueños, sensaciones y temblores,/ acción y movimiento, porque todo se despega y circula, /
todo gira sin control pero permanece quieto./ ¿Quién me lo puede
explicar?/Aire, tierra, mar y… sueños.//Habla Heráclito! ¡Dilo tú
ya de una vez¡//¿Por qué coño Gibraltar no es español?”
Ni empieza ni nunca acaba profundiza en otros de los grandes temas de Vallejo: Todo es lo mismo en distinto. La misma
materia extraña./ El asombro de lo vivo, lo consciente, lo nuevo
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renovado, el deslumbramiento permanente de una Naturaleza
que cambia de instante a instante. Una maravilla entorpecida
por la codicia, el poder y los bajos sentimientos. ¿Tiene esto que
ver con algo muy antiguo que se ha perdido?: “La vida es siempre excepción./ Llega “el Mono” y le llama “jambo”./ Otro dice
que es “julai”. DNA el de la barba. Y otro pato “fricassé”./ “El Boquerón”, salmorejo./ “El Cigala”, le llama lisina, maltasa ácida,
arisulfatasa/ e incluso quizá jamón./Todos hablan sin saber. Son
“decidores” y sabios, /lenguadotes y tiranos, actores sin su
papel./ Pero un hilo recorre el tiempo./ Todo es infinito enigma/
Imposible de entender para un cerebro que es piel,/ectodermo
invaginado,/ante un universo sin fin.”/“Un hilo recorre el tiempo./
Ni empieza ni nunca acaba.”
Dicen que la pena mata reitera experiencias y situaciones vividas intensamente por el autor. En ningún poeta he visto expresado el ensoñamiento real, como en Vallejo, pero ya sabemos
que Vallejo es único. El autor sitúa la situación en el año 1974,
cuando todavía vivía el general Franco. La poesía andalusí y en
general la cultivada por los mejores poetas antiguos dejan su
huella en esta composición. No falta tampoco el elemento lúdico: “Los siglos del diez al trece volaron hacia el catorce/ y llegaron hasta aquí, envueltos en humo verde, /hojas secas /y olor
a ti.” //“Cara Teta” se durmió/ apoyado en la pared.
El Infierno de la Nada insiste nuevamente en ese insondable
misterio del no ser. Además, en la composición se intenta diagnosticar y se consigue “la enfermedad que nos mata”: “
“Todo es tan sólo artefacto,/ que no representa nada,/ salvo
ausencia y vaguedad./ La vida, tan sólo ilusión,/ accidente sin
sentido,/ un error innecesario/ sin interés ni emoción.”
Lo que quedan son fragmentos es un nueva poema inquietante pero repleto de verdad y de belleza. En algunos de sus versos la presencia de Quevedo surge potente, como es potente y
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enérgica la propia naturaleza del poema. Y también el tiempo y
la erosión del tiempo. Y como siempre en Vallejo el descubrimiento, el fogonazo, el deslumbramiento:
“Descubrí lo que faltaba,/la luz detrás de lo negro,/ el asombro
ante la vida,/ la paz después del horror./ Lo que quedan son fragmentos,/ trozos juntos que respiran,/ que pueden inventarse el
mundo/ y elegir lo que quieren ser”.
Pensamiento lanza-llamas es una representación espléndida
de un discurso sarcástico: el de “Pepe el Llama postmoderno” un
pensador sin cerebro. La época está impregnada a distancia, vía
digital, del pensamiento sin pensamiento, del sentir hueco, el cogito interruptus, como ya se ha dicho, y una adoración compulsiva a la opinión del momento, al comentario impulsivo vía Red
Social. Un fenómeno nuevo muy bueno y muy malo al mismo
tiempo. Una caricatura del Carnaval de Cádiz, por un espectador.
Nada nunca se detiene encierra y expresa una magnífica exposición de un estado del Mundo totalmente inexplicable. No a
modo de collage,como en Juan Ramón, sino constituyendo una
parte fundamental del poema: la potencia de otra letra flamenca:
“Me metieron en un vapor,/ tan sólo cielito y agua, /Dios mío,
dónde voy yo”. La filosofía clásica y el pensamiento ensayístico
de Montaigne:
“Ni nace ni nunca muere./ Todo fluye y se intercambia. /Nada
nunca se detiene./ Materia vuelta energía, viento caliente del sur,/
moléculas giratorias cambiando los electrones,/repitiendo los instantes en un espacio infinito,/ transformándose en vida y sol.”
Realmente lo de presocrático no es sólo un recurso literario,
sino una realidad. Después de haberse pasado toda la vida buscando una explicación a su vida, lo único que al autor se le presenta como absoluta certeza es que viene de sus padres.
Quien mal anda mal acaba poetiza con gran belleza un sabio
proverbio. En alguna ocasión nos hemos referido a los refranes
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cantados y a los cantares proverbializados. El poema de Vallejo,
que se sustenta sobre un cante por soleá realiza una magnífica
simbiosis de esos dos recursos:
“Quien mal anda mal acaba,/ en casa del jabonero/ el que no
cae, resbala.”
Estamos ante otro hondo y alto poema sobre la evolución del
cerebro, la necesidad del aprendizaje, de “remodelar” los circuitos, un fenómeno cierto, conocido fundamentalmente por genios
como Vallejo.
Ahora ya nadie podrá decir que la “neuroplasticidad” no es
materia poética: “Somos tejido que avanza,/ cerebro que se adelanta./ ¡Cuidado con el jabón¡”
Los pensadores no piensan descubre con gran tino que cada
instante es circunstancia, siempre cambiante, inimitable, irreversible, siempre fugaz. Y el tejido que la registra, también único,
genéticamente controlado, irreversible, siempre individual. Los
pensadores no piensan. Se confiesan. Piensan lo que les pasa y
lo que les pueda pasar.
“Visto un león se han visto todos los leones. Pero visto un
hombre sólo se ha visto uno/ y nunca se le acaba de conocer.”
Gracián tenía razón.
Artilugiario mental nos proporciona un neologismo, un nuevo
regalo al idioma, como sucede con frecuencia en Vallejo. El
autor se inventa la palabra “artilugiario”, de artilugio. La inserta
en otras letras que le cantó Bernardo de los Lobitos en los Gabrieles, hace ya cincuenta años:
“La verdad a mi me engañó./ Yo me fié de la verdad./ Si la verdad a mi me engaña/ de quién “me voa fiar yo”. / “Los sistemas
nos convencen./ Las leyendas y teorías,/ las banderas y conceptos, las consignas y consejos,/ la tradición y la idea./ Podemos
hasta matar por una idea falsaria./ La mentira nos protege./ Lo abstracto y convencional. Los ritos y las pamemas./ Unos circuitos
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simiescos de un cerebro criminal./ Cuidado con lo heredado, lo
creíble y asentado./ Artilugiario mental.”
Hay que tener un insobornable rigor con las palabras, porque
los artilugios pueden convertirse en artilugiarios y los discursos
en discursarios”.
A la menor “te burrean” aborda asuntos ya clásicos en el
universo vallejiano, como la verdad, que sintetiza siempre en
breves líneas lo que los grandes tratados gnoseológicos y ontológicos desarrollan en miles de páginas. Además, desde hace
ya algún tiempo, y adelantándose, como siempre, Vallejo indaga y denuncia en esta era panóptica el control generalizado
al que estamos sometidos. Un control al que no escapa casi
ninguno de nuestros actos. Londres tiene multitud de cámaras
que te vigilan desde todos los lugares, con el pretexto de prevenir y terminar con la delincuencia pero esta no disminuye en
absoluto.
Hoy no sólo somos controlados por las cámaras instaladas en
los lugares públicos, sino que nuestra recóndita intimidad empieza a ser vigilada y controlada desde que encendemos los instrumentos que se han convertido en compañeros inseparables de
nuestras vidas. Vallejo denuncia, así, este nuevo fenómeno del
“control a distancia” de todas las actividades, espionaje telefónico, de movimientos, desplazamientos, deudas, ideas, documentos de archivo. Una sociedad del control.
“Una era del control. Un sistema dictatorial y tiránico, a distancia, invisible y secreto. Irreversible.”
Espacio, distancia y luz es una escena de agonía y muerte,
pero sin tonos oscuros, lenta “apagación” de la luz y las sensaciones. Sin aspavientos.
Vallejo, el más desbordante por su propia fuerza interna y por
la energía que heredó de sus antepasados, no dramatiza nunca
aunque presente las situaciones consideradas más trágicas.
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“Le coma dépassé” nos presenta uno de los comas más allá
del coma, casi siempre irreversible. Y en este hibridismo de discursos, al que felizmente nos tiene acostumbrado el artista, incorpora esta tremenda letra por siguiriyas: “Dios mío qué es
esto / cómo sin frío ni calenturita/ yo me estoy muriendo.”
//Ni siguiriyas de Triana, ni Pepe Heredia,/ ni Juanele o Félix
Moro,/ tan sólo oscuridad, moscas y mierda,/ máxima velocidad
negativa y negra grasa./ Pero ante lo malo, lo mejor: “
¡Nada de tiempo y espacio!//¡Distancia, duración y luz!” Si
desde hace tiempo, Vallejo viene avisando sobre esta especie de
anestesia moral y de todo tipo que nos tiene casi paralizados,
ahora insiste en que vivimos una epidemia de languidez informática y de miedo. No el miedo, como mecanismo neurológico defensivo maduro sino el miedo global al que nos hemos referido en
otras ocasiones, comentando, por ejemplo su obra teatral Panic.
En vivimos Como siempre, nunca y después el autor desarrolla sus bien meditados argumentos sobre el tiempo, el tiempo–
duración, el tiempo presente el tiempo pasado el otro tiempo y
el no tiempo:
“Como siempre, nunca y después,/lo mismo desde otro punto,/
otra piel con otros ojos,/ inventando en Estepona/el grandioso
polvorón.”
Como contrapunto, se introduce ese tono lúdico suyo tan característico y tan propio de Vallejo, un humor que remite a los
clásicos, que tiene en el Arcipreste de Hita y en Quevedo a algunos de sus más destacados antecedentes pero que en los talleres literarios de Vallejo, se ha convertido en una nueva
redefinición del esperpento. Es decir, el “vallejarre”. Con este
recurso se presenta ahora una trama de neurobiología, de todo
siempre en distinto, renovado y reinventado, que precisa un
nuevo encaje, otra forma de abordarlo, con astucia y sentido
común:
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“Como siempre, nunca y después,/ todo desaparecerá de
pronto,/ para volver a nacer como otra forma de vida,/ planta,
rosa o ratón.”
Existe un casi imposible es la expresión de la defensa de lo
imposible, de lo que no está, que circula por las calles en silencio. Vallejo nunca transita por caminos trillados ni aborda cuestiones insustanciales.
Su vida y su obra siempre es un reto. Un indagar constante,
desde que se levanta hasta que se acuesta, un descubridor de
realidades nuevas en escenarios que pueden resultarnos familiares, que en su obra encuentran siempre una nueva dimensión,
que es una suma de dimensiones, un carrefour en el propio sentido del término, un cruce de caminos. Un buscador de lo imposible. Así procedían sus antepasados y mis antepasados cuando
cruzaron el océano:
“Existe un casi imposible, algo sin nombre que está,/ que circula por las calles en silencio,/ y de noche, cuando encienden
las farolas,/ se tiñe de amarillo y huele a mar. Además suena.”
Y además, una visión de la vida como desafío, como invento
genial de lo que se encuentra sin saber muy bien qué se buscaba. La aventura humana ha sido algo sorprendente:
“Saben bien que lo imposible / puede volverse real, invadir las
plazas en Junio,/ y arder sin piedad volviendo todo cuestión./
¿Cuánto falta por saber? / Porque lo desconocido actúa, no hay
que olvidarlo,/ sobre el calcio de los huesos y también la inmunidad./ ¿Cuántas ecuaciones quedan? ¿Cuántos enigmas y misterios?/ ¿Miles de billones quizás?/ ¿Hará falta que el mismo
infinito grite, se vista de cerebro/ y diga: estoy aquí?”
Aire, tierra, mar y… sueños es otro poema, que, en su brevedad encierra todo un océano. Este poema, rematado como
todos, resume un poco su idea de la vida como búsqueda personal de la verdad personal, la invención del mundo propio:
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“Y después el fuego de los sueños,/ la capacidad de inventar
el universo,/ la justicia y la verdad.”
Hecho, azar y solución indaga y nos presenta con gran tino
algunas de las cuestiones más importantes de la física, de la
biología, de la más alta filosofía y de la más contundente realidad. Se aborda el ADN, al que el autor le concede una importancia capital en su vida y en su obra. Su estructura molecular es
una auténtica maravilla:
“El ADN es un polinucleótido que transporta información/ para
construir proteínas y moléculas de ARN./ Un ser es un diccionario,
/ingentes tomos de signos, de señales y palabras,/ un código genético propio/ de transcripción de secuencias/ que interpreta cada
letra /como él sólo puede hacer./Bioquímica con sentimientos,/ corazón, alma y cabeza,/estadístico milagro/ surgido aquí por azar”.
Y como al autor le gusta completar la obra, la exposición teórica se enrique con la aplicación práctica a la vida posible. La
realidad.
Internopatía total es un poema de gran complejidad, una
composición con múltiples entradas y salidas. Una poesía con
variadas líneas esenciales, existenciales e interpretativas. Líneas convergentes, divergentes, secantes y tangentes. Y como
en otros muchos poemas, el caso médico: el de un individuo que
padece un cáncer de Red, que se va acabando por recibir información digital y contagiosa.
Red de redes y opinión nos transmite un mensaje íntimo sobre
el sentido de la vida: “Siento lo que tú no piensas/ y medito lo
contrario.”.
De nuevo el mundo del misterio pero resuelto con el sentido
común y la ilusión. Siempre en Vallejo encontramos algo placentero.
La presentación de la vida como un auténtico regalo, el rayo
de luz en medio de un mundo sospechosamente tenebroso.
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Si es posible lo imposible indaga una vez más en los misterios
de la filosofía y de la vida y en los apasionantes laberintos del
amor: “Si es posible lo imposible/ y ocurre en este momento,/
abre la ventana y escucha/ el sonido de mis pasos/ y el ruido de
mi corazón.”
El límite también se va nos demuestra sabiamente que, aunque parezca una paradoja, “todo es siempre una excepción.”
Constatamos una vez más la tremenda esencia del permanente
cambio en la Naturaleza y en el Ser. Un poema limpio, sencillo,
acertado.
Algún día ocurrirá, en la línea de las composiciones anteriores, construye bellamente un palacio deslumbrante y rinde tributo y homenaje al amor y a la emoción:
“Algún día ocurrirá./ Puedo verlo desde aquí,/ sentirlo sin casi
sentirlo./ Algún día ocurrirá./ No tendré que preguntar a nadie,/
ni abrir libros ni cerrarlos./ Ni siquiera imaginar./ No tendré ninguna pregunta/ y el cielo no será un problema./ Y si de noche
miro hacia arriba/ y contemplo las estrellas/ que están sobre mi
cabeza,/ ya no diré por qué.”
A veces me faltan palabras resalta por una parte las limitaciones del lenguaje y por otra la propia lentitud de las palabras
para expresar el dinamismo del pensamiento. Conrad le expresó
también muy acertadamente cuando hace decir al protagonista
de uno de sus libros:
“Todo esto ocurrió en mucho menos tiempo del que lleva contarlo, porque estoy intentando explicaros en lentas palabras el
efecto instantáneo de las expresiones verbales”.
Vallejo reconoce esos mismo límites y afirma que lo único
que tiene para avanzar es mojar las uñas en tinta, como si fuera
un animal y seguir:
“A veces me faltan palabras./ Quiero hablar y decirte cosas/
que yo ni siquiera entiendo./ Pero las siento por dentro/ como si
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fueran verdad./ Cosas de luces y sombras,/ de vivos colores rojos,/
azules, blancos y verdes, /como si una plantación holandesa de
tulipanes amarillos/ me hubiera invadido el alma.”
No se para nunca el Ser es una nueva y maravillosa constatación de la vigencia de la filosofía presocrática y una muestra
excelente de la sabiduría de nuestro autor: “¿Cómo se explica
el misterio /de tanta vida y alegría /en una brizna de suelo/ dando
vueltas ante el Sol?”
Es un poema sencillo pero sincero en que asistimos al deslumbramiento ante la complejidad y el misterio de la vida. Un
poema de un neurólogo con experiencia hospitalaria en “Vietnam” y harto de gozar y vivir. No está ausente tampoco el tono
lúdico en esa referencia a Caperucita y al Lobo Feroz.
Dijiste ven y yo vine es otra síntesis magistral de filosofía, experiencia vital y emoción y pasión más desbordantes:
“Dijiste ven y yo vine,/ sin trucos ni artefactos, sin metáforas
ni ripios,/ ni punto de orientación./ Parecía un / pensador sin cerebro,/buscando su punto en el mar./Abrí la puerta y salí,/como pude,
perdiendo partes de mí/ por todas las aceras del mundo./Llegué
mucho más allá de lo que nunca imaginé./Tuve que hacerme
anaerobio para no morir, como un animal sin luz/ para tanta oscuridad (…) Dijiste ven y yo vine./ Estoy aquí”.
Nunca se ha hablado con tanto rigor y a la vez con tanto
humor sobre el cerebro, ese órgano que con el 2% del peso del
cuerpo consume el 20% de la energía.
Concluye, así, uno de los libros más complejos de Vallejo. Un
libro repleto de entradas y salidas, de cambio de asuntos, estilos y registros, lleno de paradojas como la vida y repleto de
aciertos como las obras maestras del arte y de la literatura. Vallejo ya podía sentirse satisfecho desde hace muchos años por
habernos entregado una obra cuajada y perfecta en todos los
géneros y manifestaciones: en poesía, en teatro y en pintura.
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Pero Vallejo no para y jamás se detendrá y eso es una fortuna
para él y para nosotros. El buen arte nos engrandece, al que lo
cultiva y al que lo disfruta. Como su obra es tan variada y compleja, nadie puede sentirse excluido y nadie dejará de aprender,
indagar y disfrutar con ella. Su brújula siempre marca la dirección que señala la luz, aunque es el autor menos aficionado a
indicar caminos ni a marcar normas de ningún tipo. Su obra es
abierta, polisémica, siempre dinámica e inmensa. ¡Qué necesario, qué bello y qué sano es cosechar, y qué fortuna poder disfrutar de esta espléndida cosecha!
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Este libro se terminó de imprimir
en Madrid, España, el mes de
abril de 2015
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