CRMENES DE LESA HUMANIDAD EN LA ZONA V

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CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD EN LA ZONA V
1966 - 1998
PRESENTACIÓN
QUÉ ENTENDEMOS POR CLH
1. REPRESIÓN INSTITUCIONALIZADA, 1966-1998
Sectores y Procesos Sociales Perseguidos, 1966-1981
El campesinado víctima del accionar militar
La Reforma Agraria
Protestas cívicas y organizaciones sindicales
2. REPRESIÓN DESCENTRALIZADA, 1982-1998
2.1
El paramilitarismo en la Zona V
2.2
Reingeniería militar y legalización del paramilitarismo
2.2.1
2.2.2
2.2.3
2.2.4
La Red 07 de Inteligencia de la Armada
Las brigadas móviles en la Zona V
Batallón de artillería No. 2 “Nueva Granada”
Batallón de infantería No. 40 “Luciano D`Elhuyar”
2.3
Movilización campesina como respuesta a la represión en las zonas rurales
2.3.1 Albergue Campesino de Barrancabermeja y Casa Campesina de San Vicente,
respuestas al desplazamiento forzado
2.3.2 La ANUC, cronología de una persecución sistemática
2.4
Otros sectores sociales perseguidos
2.4.1 Partidos políticos de oposición
Persecución al Partido Comunista Colombiano
La Unión Patriótica
El Movimiento A Luchar
2.4.2 Persecución contra defensores de Derechos Humanos
2.4.3 Las Organizaciones Sindicales perseguidas
La Unión...USITRAS
Profesores y movimiento sindical
El Sindicato...SES
La Asociación ASINORT
Los Sindicalistas de Norte de Santander
Los trabajadores de SINTRAINAL
Los sindicatos en Barrancabermeja
La USO
Los trabajadores y sindicatos de la Palma
2.4.4 Persecución contra Sectores Populares
2.4.5 Persecución contra líderes cívicos y comunales
2.4.6 Persecución contra Sectores marginados y excluidos
2.4.7 CLH contra miembros de grupos guerrilleros
3. MECANISMOS INSTITUCIONALES DE IMPUNIDAD
3.1
3.1.1
3.1.2
3.1.3
La judicialización del conflicto social
Decreto de estado de sitio
Mecanismos de defensa inocuos
Fuero militar, prerrogativa para la impunidad
3.2
3.2.1
3.2.2
3.2.3
3.2.4
3.2.5
3.2.6
3.2.7
3.2.8
Mecanismos de impunidad durante el proceso judicial
Archivo de las investigaciones por falta de pruebas
Duda a favor del investigado
Penas irrisorias
Morosidad y negligencia de los entes judiciales
Desviación de la realidad
Cosa juzgada y principio non bis in idem
Las condenas administrativas
Falta de tipificación del delito
3.3
El paramilitarismo como mecanismo de impunidad
3.4
La impunidad como política de Estado
4. HACIA LA CONSOLIDACIÓN DE UN MODELO ECONOMICO Y SOCIAL AUTORITARIO Y
EXCLUYENTE
CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD EN LA ZONA V
1966 – 1998
Algunos cantan victoria
Porque el pueblo paga vidas,
Pero estas muertes queridas
Van escribiendo la historia
Mario Benedetti
PRESENTACIÓN
El presente informe sobre Crímenes de Lesa Humanidad cometidos de 1966 a 1998 en la
zona V, utiliza la jurisdicción militar como forma de delimitar la zona estudiada, de manera
que abarca los departamentos y regiones dentro de los cuales tenía jurisdicción la V Brigada
del ejército, esto es, los departamentos de Santander, Norte de Santander, y las regiones
del Sur de Bolívar y Sur del Cesar. El informe obedece a la necesidad de realizar un
acercamiento y comprensión de las dinámicas económicas y políticas de nuestro país desde
el marco de la represión implementada por el Establecimiento para eliminar o desarticular
los procesos de organización surgidos desde espacios populares.
Para poder comprender de forma integral los proceso represivos de la zona se hizo necesario
documentar crímenes cometidos en algunos municipios que no pertenecen a la zona pero
que dan cuenta del contexto operativo en que se llevaron a cabo, por ello se encontrarán
registrados casos de municipios como Yondó (Antioquia), Cimitarra (Santander), La Gloria,
Pelaya, Pailitas, Tamalameque y Curumaní (Cesar). El informe abarca entonces 155
municipios, un 14.76% del total de 1050 municipios del país, distribuidos así: Sur del
Cesar, 11 municipios; Sur de Bolívar, 18 municipios; Santander (salvo el municipio de
Cimitarra, ya cubierto por el informe publicado en el 2000), 87 municipios; y Norte de
Santander, 40 municipios.
La presentación de los casos se estructuró según la región en la cual se presentaron, y las
regiones se establecieron según criterios económicos y culturales que las caracterizan. Así
encontramos los siguientes capítulos:
1-Sur de Bolívar
2-Sur del Cesar
3-Norte de Santander
4-Provincias Santandereanas
5-Magdalena Medio Santandereano
6-Barrancabermeja
7-Bucaramanga
En la mayoría de los capítulos se presentan los casos organizados por municipios y dentro de
cada municipio se organizan de forma cronológica, agrupando, cuando fue pertinente, los
casos que pertenecían a un proceso u organización social especialmente atacada. Pero en
las tres principales ciudades de la zona, Bucaramanga, Cúcuta y Barrancabermeja, se
agruparon los casos según sector social victimizado, encontrándose apartes para
sindicalistas, defensores de los derechos humanos, sectores populares, sectores marginados,
campesinos, etc.
¿QUÉ ENTENDEMOS POR CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD?
Los Crímenes de Lesa Humanidad se diferencian de otros crímenes porque son actos
INHUMANOS, GENERALIZADOS y SISTEMÁTICOS, además porque son perpetrados por las
autoridades de un Estado o por particulares que actúan por instigación de dichas autoridades
o con su tolerancia, ayuda o complicidad, y porque están dirigidos contra la población por
motivos sociales, políticos, raciales, religiosos o culturales.
Cuando se dice Generalizados se quiere destacar que se trata de crímenes que se cometen
contra una gran cantidad de víctimas. Cuando se dice Sistemáticos, se hace referencia a
que son crímenes que se realizan con arreglo a un plan o política preconcebidos que
permiten la realización repetida o continuada de actos inhumanos. Dados estos elementos
implicados en la categoría, la investigación de los Crímenes de Lesa Humanidad en la zona V
implica la tarea de demostrar y argumentar dos dimensiones básicas: Lo generalizado y
sistemático de su comisión, y la responsabilidad del Estado a través de la acción u omisión
de sus instituciones y agentes legales e ilegales.
El carácter de Crimen de Lesa Humanidad que poseen los casos registrados en el Informe
sobre la Zona V deviene de sus características de sistematicidad, generalidad y extrema
lesividad que presentan, en especial cuando se observan retrospectivamente y de forma
global, pues así puede determinarse qué modalidades criminales fueron utilizadas, qué
sectores sociales fueron atacados, cuáles fueron los motivos de dicho ataque y cuál fue la
operatividad implementada por los criminales.
En este sentido, el análisis de la totalidad de los crímenes cometidos en la zona V en lo que
va de 1966 a 1998, nos muestra que todos ellos se presentaron dentro de alguno de los
siguientes contextos:
1. En zonas de conflicto armado donde se desarrolla la lucha contraguerrillera por parte de
agentes estatales, particularmente las fuerzas armadas y las estructuras paramilitares
implementadas por el Establecimiento.
2. En zonas con grandes intereses económicos como minería, agroindustria, recursos
energéticos, proyectos de infraestructura vial, etc. Pues cuando en estas zonas hay
presencia de la insurgencia, la población, y en especial los miembros de organizaciones
sociales, son consideradas vinculadas a la guerrilla, y a los pobladores se les considera
simpatizantes o auxiliadores de ésta.
3. En zonas donde existen sectores organizados que promueven su participación política y/o
luchan por derechos socioeconómicos.
4. En zonas donde convergen y/o conviven intereses económicos y políticos, con grupos
sociales considerados como “problemáticos” o “anormales”, que en realidad constituyen
grupos social y económicamente marginados tales como pobladores de la calle, drogadictos,
prostitutas, homosexuales, bandas juveniles, recicladores -entre otros-. Estas personas se
convierten en víctimas de crímenes de lesa humanidad, bajo la modalidad de la mal llamada
“limpieza social”.
5. Contra los miembros de instituciones u organizaciones y/o personas, dedicadas a la
investigación y denuncia de crímenes de lesa humanidad y al trabajo de defensa, protección
y promoción de los derechos humanos.
6. Contra personas de sectores de oposición política o agrupaciones sociales que enfrentan
las políticas estatales.
En suma, puede asegurarse que los crímenes reseñados buscaban alcanzar resultados
específicos en lo económico, en lo político y en lo militar, y por esto sus principales efectos
fueron:
1. Generar desplazamiento y/o repoblamiento al obligar a los pobladores a dejar sus bienes
y a abandonar la región de donde son originarios o a donde han llegado. En algunos hechos
el desplazamiento busca repoblar las mismas tierras bajo el auspicio de integrantes de
grupos paramilitares y sus familias, o con otras personas afines a las prácticas e ideología de
los victimarios.
2. Consolidar modelos de propiedad y concentración de la tierra (latifundios) por medio de
los cuales se apoya a terratenientes -ganaderos y empresarios agroindustriales-, para que
puedan lograr cada vez mayor concentración y explotación de la tierra productiva, o
despejar zonas donde grandes empresas van a explotar recursos naturales.
3. Desmovilizar sectores organizados logrando la desarticulación de las organizaciones que
propenden por alternativas por fuera de las perspectivas oficiales.
4. Consolidar intereses económicos y políticos evitando cualquier alteración de “status quo”
locales y regionales y frenar las reivindicaciones sociales que no estén contempladas dentro
del modelo económico y político imperante.
5. Garantizar la implementación de las políticas de flexibilización laboral acordes con el
modelo neoliberal en las empresas más significativas de la actividad industrial en la región.
Finalmente, el Informe demuestra que la comisión de crímenes de lesa humanidad es una
política de Estado donde se implementan diversos mecanismos institucionales de impunidad
para favorecer, tolerar y dejar al encubierto las estructuras y autores responsables de los
crímenes.
En este orden de ideas, el presente volumen hace una lectura general de los Crímenes de
Lesa Humanidad cometidos en la zona V entre 1966 y 1998, los cuales suman en total
13.238 para 10.077 víctimas, entre los que se encuentran 5.104 asesinatos, 892
desapariciones forzadas, 1.825 tortura, 3.400 detenciones arbitrarias, 483 allanamientos,
1.058 amenazas y 476 atentados.
Al analizar las modalidades represivas utilizadas en la Zona V se pueden ubicar claramente
dos momentos. El primero va de 1966 a 1981 y se caracteriza por el protagonismo del
ejército y en general de los órganos estatales en la responsabilidad de crímenes de lesa
humanidad y en la existencia de medidas legales para reprimir al movimiento social.
Después de 1982 se presenta una clara inflexión en la forma de control social, representada
principalmente por el incremento en las acciones paramilitares, sin que desaparezcan las de
organismos estatales, pero que por su contundencia permite esbozar un segundo modelo
represivo caracterizado por la descentralización y desinstitucionalización de las formas de
control social y la implantación de la “guerra sucia” como principal operatividad para
enfrentar a los disidentes.
Como se puede observar en el gráfico 1, la responsabilidad paramilitar aparece claramente
en la zona a partir de 1982, obedeciendo al reacomodamiento de las modalidades represivas
que implementaron formas irregulares para superar la insuficiencia de las medidas legales
de control del orden público y por la presión internacional frente a la evidencia de altos
niveles de violaciones de los Derechos Humanos por parte de la fuerza pública.
Gráfico 1, Zona V, 1966-1998, No. de víctimas por año según responsable
800
700
600
500
Autor no precisado
Organismo Estatal
Paramilitares
400
300
200
100
0
66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98
De esta forma el análisis de los crímenes de lesa Humanidad en la zona V será abordado
teniendo en cuenta los dos periodos señalados, de 1966 a 1981 y de 1982 a 1998.
1. REPRESIÓN INSTITUCIONALIZADA, 1966-1981
La modalidad represiva implementada hasta 1981 se caracterizó por ser una dominación
centralizada e institucional apoyada predominantemente en formalidades legales,
especialmente en normas emitidas en el marco de los decretos de estado de sitio.
Basándose en el artículo 121 de la constitución de 1886, que otorgaba facultades legislativas
al ejecutivo en caso de que éste considerara turbado el orden público, todos los gobiernos,
unos en mayor proporción que otros, apelaron al estado de sitio para confrontar las
perturbaciones del orden público, argumentando que el país atravesaba por una situación
delicada que no podía ser superada por medio de las normas y herramientas ordinarias de
control. La medida, supuestamente excepcional, se convirtió en permanente1 .
Esta situación permitió al poder ejecutivo, del cual dependen directamente las Fuerzas
Armadas, tener absoluta autonomía para promulgar normas represivas sin el debido
procedimiento constitucional, evadiendo el control de los demás poderes públicos y violando
principios universales del derecho de tal manera que en el periodo de 1966 a 1981 “el
1
El Estado de sitio se hizo vigente durante este periodo en las siguientes fechas: de agosto 7 de 1958 a enero 1 de
1962; del 2 de mayo de 1963 al 9 de mayo del mismo año; de mayo 21 de 1965 a diciembre 16 de 1968; de
octubre 9 de 1969 a noviembre 17 de 1970; de febrero 26 de 1971 a diciembre 29 de 1973; de Junio 12 de 1975 a
junio 22 de 1976. En este mismo año se declara nuevamente el estado de sitio (decreto 2131 de 1976). La
excepción se presentó en los años 62-64 y 1974.
recurso del estado de sitio hacía que en la práctica no rigiesen los principios abstractos
incorporados en la constitución sino una legalidad de excepción que restringía las libertades
públicas” 2 .
Bajo el Estado de Sitio se decretaron medidas como el juzgamiento de civiles por parte de
autoridades militares, se adelantaron capturas sin orden judicial, se aplicó la sanción de
arresto hasta por 180 días por alcaldes y gobernadores contra dirigentes sociales, dando
como resultado detenciones arbitrarias y masivas, torturas, restricciones a las garantías
judiciales y al derecho al habeas corpus. Esto explica por qué la modalidad criminal más
utilizada de 1966 a 1981 en la zona V fue la detención arbitraria o sin cumplimiento de
mínimas garantías procesales.
En este sentido, los principales responsables de la comisión de crímenes de lesa humanidad
en el periodo que va de 1966 a 1981 fueron los organismos estatales, en especial los
miembros del ejército (Ver cuadro Nº 1), quienes al inscribir su actuación dentro de los
parámetros de la lucha contrainsurgente, mantienen una ideología de carácter
anticomunista, en la cual el control del orden público interno es parte esencial para
contrarrestar el crecimiento de la movilización popular organizada, convirtiendo a la
población civil en un objetivo de las acciones militares y a su vez, en elemento fundamental
para contrarrestar el éxito de las agrupaciones insurgentes.
Cuadro 1. Zona V. Número de Víctimas según Responsable General, 1966-1981
RESPONSABLE
Autor no precisado
Organismo Estatal
Total Organismo Estatal
Total general
No.
Víctimas
12
Acción Combinada
9
Acción Conjunta
3
Autor Estatal no precisado
15
DAS
5
Ejército
1.223
Policía
161
1.416
1.428
Fuente: Proyecto CNM
Ya para 1961 la seguridad interna era un objetivo fundamental para garantizar la protección
de las clases dominantes, frente a la expansión del comunismo en Latinoamérica y la
creciente importancia adquirida por las diferentes organizaciones sociales en el país. El
apoyo del gobierno de Estados Unidos a través de la Alianza para el Progreso centró su
interés en evitar el triunfo del comunismo en aquellos países en los que ejercía influencia
directa, para lo cual era necesario desarrollar una guerra contrainsurgente y evitar así que
se repitiera la experiencia revolucionaria de Cuba en los países de Latinoamérica. La Alianza
para el Progreso materializaba sus objetivos centrales a través de una guerra frontal contra
los grupos insurgentes, acompañada de tareas de carácter cívico-militar, con el fin de lograr
la simpatía de la población civil hacia las Fuerzas Armadas, la militarización de zonas de
influencia y la creación de aparatos de difusión de la ideología castrense.
2
Rodrigo Uprimny y Alfredo Vargas Castaño. “La palabra y la sangre: violencia, legalidad y guerra sucia”. En La
irrupción del paraestado. Ensayos sobre la crisis colombiana. Germán Palacio (compilador). Bogotá, ILSA-Cerec,
1990, pp. 111-12.
Las Fuerzas Armadas colombianas emplearon diferentes mecanismos para ampliar su radio
de influencia y su presencia en el ámbito nacional, favorecidos por el nombramiento de
alcaldes y gobernadores militares, y la autorización para adelantar labores de control a
través de la realización de allanamientos y detenciones que buscaban frenar las
movilizaciones populares y enfatizar cuál era el verdadero enemigo.
Es así como “ni la invocación de los ‘bandoleros’ ni la de los ‘guerrilleros’ resultaba ya
suficiente para justificar este desempeño que abarcaba también a los pobladores de los
campos y a los obreros de los centros urbanos, y que se extendería sin dificultad a los
estudiantes, a los disidentes políticos y a los ‘marginados’ sociales” 3 . Igualmente, la
represión se vio reforzada en el campo judicial desde 1965 cuando la legislación de
excepción aprobó, mediante el Decreto 1290 de mayo 21 de ese año, que las Fuerzas
Armadas tuvieran atribuciones judiciales en contra de civiles, teniendo injerencia directa
tanto en el Ministerio de Justicia como en la rama jurisdiccional.
Así, a partir de la década de los sesenta, las Fuerzas Armadas ingresan de manera directa
dentro de los parámetros de la doctrina contrainsurgente, manteniendo una ideología de
carácter anticomunista, en la cual el control del orden público interno es parte esencial para
contrarrestar el crecimiento de la movilización popular organizada, convirtiendo a la
población civil en un objetivo de las acciones militares y a su vez, en elemento fundamental
para contrarrestar el éxito de las agrupaciones insurgentes.
A partir de 1966, luego del cambio de denominación del Ministerio de Guerra al de Ministerio
de Defensa (1965), se producen varias transformaciones en la política militar del país. Tales
cambios implican un nuevo rumbo en la evolución de las Fuerzas Armadas constituyéndose
en un organismo de importancia creciente dentro del Estado, lo cual las lleva a una
permanente modernización. Además, ante el avance de nuevas formas de lucha social,
encarnadas en los grupos guerrilleros recientemente constituidos, el tratamiento dado por
las instituciones militares al conflicto social se transforma, dando mayor relevancia a la
defensa y control del orden público interno que al mantenimiento de las fronteras por parte
del Ejército. De tal manera que “el tránsito político e institucional referido, condujo en el
Ejército a varios cambios. Éste dejó de ser instrumento de los partidos políticos para
convertirse en columna vertebral del Estado; su función asignada pasa de guardián de las
fronteras a principal agente en el control del orden público; de enfrentar la violencia
partidista y sus expresiones bandoleriles, pasa a combatir la infiltración comunista
internacional”. 4
Efectivamente, la denominación de Seguridad Interior tiene que ver con un cambio
progresivo en la forma del tratamiento al conflicto interno, puesto que para esta época, si
bien se señala el fin del periodo de la Violencia, se inicia una fase de lucha continental en
contra del comunismo como parte de una estrategia liderada por Estados Unidos, para restar
influencia a esta ideología y de paso restringir la manifestación de los movimientos sociales.
Además, en la segunda mitad de la década de los sesenta se hace evidente la participación
activa de grupos guerrilleros como las FARC, el ELN y el EPL, en varias zonas del país,
especialmente en los lugares donde se presentaban problemas críticos en cuanto al conflicto
por la tierra. En 1975 emerge el M-19 como otro grupo guerrillero que se suma a los ya
conformados, con un corte populista y nacionalista que centra sus acciones en el ámbito
urbano especialmente.
3
Gallón Giraldo, Gustavo. Op., cit. , p. 26.
Rueda Santos, Rigoberto. De la guardia de las fronteras a la contrainsurgencia. Elementos de la evolución política
e institucional del Ejército colombiano 1958-1965. Bogotá: ICFES, 2000, p. 327.
4
A partir de 1975 se presentó una fuerte reactivación de los movimientos laborales y cívicos
debido a la desconfianza de los actores sociales frente a las políticas reformistas de López
Michelsen 5 . Principalmente la agitación social presente durante 1977 es el motivo que
esgrimen los altos mandos militares para exigir al presidente López Michelsen medidas de
emergencia en contra del aumento activo de la subversión, y así de paso, restringir la
movilización popular que ejercía fuerte influencia a escala nacional, poniendo a prueba el
orden público. Sin embargo, el gobierno de turno estaba por terminar y los militares
debieron esperar, para ver cumplidas sus exigencias, hasta la posesión del gobierno de
Turbay Ayala, quien bajo el amparo del Estado de Sitio vigente, decretó el llamado Estatuto
de Seguridad (Decreto 1923 del 6 de septiembre de 1978).
Este estatuto estableció medidas restrictivas de la libertad de reunión, de circulación y de
expresión, limitó las libertades sindicales, creó delitos y aumentó las penas de algunos de
ellos, asimilando el delito político al delito común. Además, otorgó prerrogativas a la
jurisdicción penal militar,
restringiendo el derecho a la defensa y posibilitando la
arbitrariedad procesal. En palabras de Uprimny y Vargas, el decreto sancionado “satisfacía
las aspiraciones de los militares y constituía el refinamiento y síntesis de las modalidades de
represión experimentadas durante los largos años de vigencia del estado de sitio. Con base
en tal norma se crearon nuevos delitos, se agravaron las penas de aquellos que ya existían,
se modificó el procedimiento judicial y se transfirió al conocimiento de los jueces militares el
juzgamiento de casi todos los delitos con una leve connotación política” 6 .
Para 1978 el estado colombiano se caracterizó por su incapacidad, cada vez más evidente,
para vencer a las guerrillas tratando de evitar los factores sociales y políticos que les habían
dado vida. En este sentido, durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala se apoyó
incondicionalmente al Ejército para adelantar una lucha antiguerrillera que estuviera libre de
todo obstáculo legal, la cual cobró su máxima expresión en el Estatuto de Seguridad que
otorgaba a los militares funciones de carácter judicial.
Los abusos por parte de los militares no se hicieron esperar, implementando de manera
masiva la detención arbitraria acompañada casi siempre de tortura. La puesta en marcha de
esta clase de actividades violatorias de los Derechos Humanos, condujo a un malestar en
amplios sectores del país, lo cual fue reforzando la simpatía por los grupos guerrilleros y el
aumento del reclutamiento en sus filas.
De esta manera, el gobierno abrió espacio a la “ocupación militar del Estado, que permitió la
aplicación del Estatuto de Seguridad, con burdas detenciones indiscriminadas y torturas a
personas de grupos sindicales, organizaciones populares e intelectuales considerados de
izquierda. Fue un “ascenso social” de los “excesos” cometidos de tiempo atrás contra la
población campesina en las zonas de violencia. Todos estos episodios estuvieron
enmarcados por la aplicación de la justicia militar, a través de numerosos consejos verbales
de guerra, y la continuación de las operaciones militares contra las guerrillas”. 7
Durante la administración Turbay, 1978-1982, más de 16.000 personas fueron arrestadas;
sólo en 1980 se detuvieron casi 8.000 personas por razones políticas. Dichas detenciones
presentaron prácticamente en todos los caso violaciones graves en los procedimientos de
5
Esto obedeció a que la Central de Trabajadores de Colombia se adhirió a la candidatura de López confiando en su
política de apoyo al sindicalismo, y fue rápidamente desengañada cuando el gobierno respondió a las exigencias
sindicales con la instauración del estado de sitio. Archila Mauricio y otros. 25 Años de Luchas Sociales en Colombia,
1975-2000. Bogotá, Cinep, 2002, p.16.
6
Rodrigo Uprimny y Alfredo Vargas Castaño. Op. Cit., p.114.
7
Leal, Buitrago F. Op. cit. Pág. 55.
allanamiento, detención, tortura e interrogatorio, como en el proceso judicial mismo y en el
ejercicio del derecho a la defensa8 .
En la zona V, como se puede
observar en el gráfico 2, de
1966 a 1981 la detención
arbitraria o sin cumplimiento
de
mínimas
garantías
procesales, crimen propio de
las Fuerzas Armadas y de
Policía, aparece como la
modalidad más frecuente
seguida por la tortura.
Gráfico 2: Zona V, 1966-1981, No de
victimizaciones según modalidad
ASESINATO
5%
AMENAZAS
2%
DESAPARICION
1%
ALLANAMIENTO
4%
TORTURA
22%
Las torturas utilizadas fueron
diseñadas
especialmente
para evitar dejar rastros
físicos visibles, por esto las
más utilizadas fueron aplicar
choques eléctricos en los
testículos, hundir la cabeza
del detenido entre agua para
dejarlo sin respiración, colgar
DETENCION
66%
de los brazos durante largas
jornadas
al
detenido
o
dejarlo parado, desnudo y a
la intemperie durante varios
días. En ocasiones les aplicaban sustancias químicas que denominaron “sueros de la
verdad” para alterar los sentidos del detenido y obligarlo a confesar. También se usaron
torturas de tipo sicológico como amenazar a la víctima con matar a sus familiares o
someterlos a largos interrogatorios sin dejarlos dormir ni consumir alimentos.
De las 1.340 detenciones registradas en la zona V entre 1966 y 1981, en 435 casos las
victimas denunciaron haber sufrido torturas, lo que confirma que la detención no sólo fue en
sí misma un Crimen de Lesa Humanidad, sino que además fue el medio para cometer
crímenes más graves que atentan contra la integridad y la vida de las personas.
Sectores y Procesos Sociales Perseguidos, 1966-1981
Durante la segunda mitad de la década de los sesenta y toda la década del setenta, la
maquinaria represiva del Estado se dirigió contra campesinos y pobladores urbanos en el
marco de protestas y huelgas laborales o en medio de operaciones “contrainsurgentes”, en
las que, sin mediar ordenes judiciales, se allanaban las viviendas y se detenía durante varios
días a campesinos, obreros, sindicalistas, estudiantes, profesores o militantes de partidos
políticos, con la excusa de estar persiguiendo la base social de los grupos guerrilleros. No es
gratuito que los años de mayor represión en la Zona -1971, 1975 y 1979-, coincidan con
paros cívicos realizados a nivel regional y apoyados decididamente por distintos sectores
sociales de las ciudades y municipios comprendidos en la zona V.
8
Javier GIRALDO M. S.J. “Los modelos de la represión”. Revista Solidaridad Nº 100, noviembre, 1988.
Debido a que las ciudades capitales e intermedias fueron los epicentros de los principales
movimientos de protesta, tanto sindicales como cívicos, fueron los pobladores urbanos (Ver
cuadro No. 2) los más golpeados por los crímenes de Lesa Humanidad. En particular los
estudiantes fueron un sector altamente perseguido, pues en la década del setenta ellos se
convirtieron en los principales agitadores de los movimientos de protesta.
Cuadro 2. Zona V. Número de víctimas según sector social, 1966-1981
No. de
víctimas
Educadores
20
Estudiantes
349
Funcionarios Públicos
1
Militante Partido Político
43
Obreros y trabajadores
89
Organización guerrillera
1
Población Rural
258
Población Urbana
572
Sindicalistas
95
Total general
1.428
Fuente: Base de Datos Proyecto CNM
SECTOR SOCIAL
En cuanto a los pobladores rurales se observa un alto número de víctimas debido, por un
lado, a la problemática con la tenencia de la tierra, y por el otro, a la presencia de grupos
insurgentes en las zonas rurales que llevaron al ejército a ver en el campesinado un objetivo
de guerra suponiendo que conforman la base social de la guerrilla.
El campesinado víctima del accionar militar
Durante la década del 60, la acción estatal y de las fuerzas armadas en el Magdalena Medio
tiene como eje central la lucha contrainsurgente dirigida hacia los movimientos guerrilleros
que hacen presencia en la zona. En la zona rural de los municipios de San Vicente del
Chucurí y Simacota, ubicados en el Magdalena Medio santandereano, se ubica el nacimiento
del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en 1964; y desde 1966 las FARC se posiciona en la
margen occidental del Río Magdalena consolidando el IV frente que operará entre los ríos
Carare, Opón, Minero y Ermitaño en el municipio de Cimitarra posteriormente hacen
presencia en Puerto Salgar, Puerto Boyacá y Puerto Berrío. Finalmente y en menor
proporción, hizo su arribo el Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Movimiento 19 de Abril
(M-19), cuyo radio de acción se centró en el departamento de Santander, particularmente
en Bolívar.
Esta situación hace que el Estado se empeñe de forma vigorosa en frenar la influencia de
estos grupos armados dentro de las comunidades campesinas. En pro de contener el influjo
de las organizaciones insurgentes en los distintos tejidos sociales la, acción estatal no ha
discriminado las formas o métodos de lucha, ni tampoco las personas contra las cuales se
dirigen las operaciones. Así, desde la década del sesenta los campesinos debieron soportar
constantes amenazas, especialmente, la población cercana a las zonas de influencia
guerrillera, lo que estimuló tempranos procesos de desplazamiento. Los campesinos fueron
obligados a identificarse con un salvoconducto que debían obtener en las instalaciones de los
batallones para poder transitar de un municipio a otro e informar los motivos de situaciones
tan cotidianas como la visita de un familiar, la compra de cualquier medicamento de uso
doméstico o el envío o recepción de correspondencia. Esto se combinó con la obligación de
presentaciones periódicas a los batallones.
En el marco de la lucha contraguerrillera como respuesta a la presencia del movimiento
insurgente, el Estado denominó a la región del Magdalena Medio como “zona roja”
planteando la necesidad de restaurar el orden perturbado en un espacio que parecía salirse
de su control y erradicar la violencia9 . Para tal fin, la acción del Ejército, encargado de
perseguir y frenar a los movimientos guerrilleros, trasciende este objeto y se dirige hacia
quienes se consideraba eran sus bases, en especial a los campesinos ahora acusados de ser
“posibles guerrilleros”, enlaces o apoyo de tales movimientos. En este propósito se acudió a
las detenciones arbitrarias, las torturas, el enjuiciamiento y el miedo, como formas de
control y disuasión. La ideología contrainsurgente, que convirtió a los campesinos en uno de
sus principales objetivos, dio inició a la victimización de dicho sector social.
En los años setenta también contra los campesinos se presenta el allanamiento, la detención
sin garantías procesales, las sindicaciones y los procesos judiciales. Estas modalidades de
coerción se acompañaron en ocasiones con traslados de los campesinos a unidades
militares o cárceles. También se presentaron robos, saqueo y crímenes sexuales. Se hace
recurrente por parte de las tropas obligar a los detenidos a vestir prendas militares y a
transportar pesados equipos; por si fuera poco, la comida y bebida les es negada y se
complementa con golpes y colgadas.
Además de la sindicación del campesinado con la insurgencia, la problemática de la tierra se
configuró como una más de las razones para que los grandes terratenientes, apoyados por
las fuerzas del orden, persiguieran sistemáticamente a los agricultores. Las ocupaciones
sobre terrenos improductivos por parte de los campesinos, originaron primero
desaprobación, y después medidas conducentes a conjurar tales actos por parte de los
terratenientes, quienes veían amenazados sus intereses y su señorío por el movimiento
continuo y progresivo del campesinado. El carácter pacífico que acompañaba dichas
movilizaciones, las normas jurídicas que protegían a los campesinos en la posesión de
tierras, las políticas de reforma agraria impulsadas por el gobierno, y la diversidad de
mecanismos que tendían a apoyar las anteriores situaciones y circunstancias, no servían de
obstáculo alguno para evitar el ataque y el hostigamiento de los terratenientes con miras a
conservar y extender sus predios.
Paralelamente a la coerción que se desencadenó a causa de la lucha por el derecho a la
tierra, la fuerza pública arremetió contra el movimiento campesino que, gracias a iniciativas
como las tomas de tierras, se originó en la región del Magdalena Medio; dicha represión fue
característica durante el Frente Nacional y buscó la destrucción de las organizaciones
gremiales campesinas así como el asesinato sistemático de sus dirigentes, combinando para
ello mecanismos legales y extralegales10 . Los sindicatos agrícolas fueron por tanto el
objetivo de las instituciones estatales del orden.11 Un ejemplo de ello fue lo sucedió en
mayo de 1963 con el Sindicato Agrario de Provincia (Santander), el cual denunció los
constantes allanamientos del ejército y las reiteradas provocaciones de los militares en su
sede sindical. En octubre de ese mismo año fueron heridos dos miembros del sindicato
Agrario de la Hacienda “La Tigra” (Santander) por los latifundistas. La situación se agravó en
noviembre con el asesinato de uno de los miembros del Sindicato de Agricultores de “La
Línea” del ferrocarril de Puerto Wilches.
9
“Así es mi Magdalena Medio”. Revista del Comité Regional para la defensa de los Derechos Humanos de
Barrancabermeja, CREDHOS. Barrancabermeja,
10
Vargas Velásquez, Alejo. Colonización y Conflicto Armado. Bogotá, CINEP; 1992, p.180
11
Villegas Arango, Jorge y otros. El Libro Negro de la represión, 1959-1980. Bogotá, FICA, 1980 2 ed., pp. 40-43
En el área rural de Barrancabermeja, donde Ecopetrol había establecido contratos de
arrendamiento con los campesinos, éstos habían organizado el Sindicato Agrícola de la zona
petrolera, SINAGRAPETROL. A fines de 1964 el sindicato denunciaba la insistente actividad
de las fuerzas militares imponiendo salvoconductos y otras exigencias a las familias
campesinas de la región y el hostigamiento de detectives encargados de denunciar a los
campesinos sin ninguna razón 12 . En mayo de 1965 el mismo sindicato se pronunció frente al
riego sobre las parcelas campesinas del químico DDT lo cual provocó la muerte de los
animales, por parte de sujetos que se denominaban “malarios”.
La persecución contra las organizaciones gremiales campesinas se intensificó en 1965. En
febrero de ese año se denunciaron múltiples detenciones, requisas y maltratos contra los
campesinos de Cimitarra. Cinco meses mas tarde, en julio, el presidente del sindicato de
Trabajadores Agrícolas del Carare, fue victima de un atentado. Al mes siguiente, dos
dirigentes agrarios fueron detenidos en Puerto Wilches. En el mes de septiembre, el mismo
Sindicato Agrícola de la Zona Petrolera denunció las detenciones contra muchos campesinos
hechas por el ejército cuyas tropas “llegaron a nuestras casas a atropellarnos y
preguntarnos por nuestros nombres colocándonos la bayoneta en el pescuezo, y para
obligarnos a decir lo que no conocemos utilizando la trompetilla del fusil colocada debajo de
la tetilla” 13 .
En los años siguientes se hizo sistemático el maltrato a los campesinos por parte de la
fuerza pública sobre la región del Carare, en el departamento de Santander. En junio de
1967 los campesinos de la región fueron objeto de requisas e interrogatorios efectuados por
patrullas militares en medio de las maniobras que adelantaron 5.000 soldados. Pese a ello,
los campesinos de la zona siguieron luchando por sus derechos, fomentando de igual
manera la creación de agremiaciones como la Asociación de Trabajadores Campesinos de
Carare, ATCC, organización que logró importantes reivindicaciones que le acarrearon a sus
miembros la persecución del establecimiento.
En 1968 se desarrolla sobre la región el Plan Andes, del cual sólo quedará una nueva estela
de represión contra el campesinado en la que destaca el desarrollo de operaciones
psicológicas consistentes en campañas masivas de propaganda, falsos rumores y simulación,
por parte de la tropa regular, como unidades guerrilleras para buscar la confusión de los
campesinos. En correspondencia con este ambiente, en el pleno de los trabajadores de la
CSTC celebrado en julio de 1968, se denunció la existencia de un verdadero “campo de
concentración” en Barrancabermeja donde fueron detenidos simultáneamente 150
campesinos por tropas de la V Brigada.
La Reforma Agraria
La reforma agraria de 1961 se había presentado como un intento de “eliminar y prevenir
una concentración inequitativa de la propiedad, crear unidades de explotación adecuadas,
dar mejores garantías a aparceros y arrendatarios, dotar de tierras a los peones del campo y
elevar el nivel de vida de los campesinos, fomentar el cultivo de las tierras incultas o mal
cultivadas, incrementar la producción y la productividad, y asegurar la conservación de los
recursos naturales” 14 . Sin embargo, las cifras de propiedad de la tierra al cabo de unos años
de su aplicación demuestran que el grado de acumulación de la misma en pocas manos no
12
Villegas Arango, Jorge. Op. Cit., citado por Romero Medina, Amanda. Magdalena Medio. Luchas sociales y
violaciones a los derechos humanos 1980-1992. Corporación Avre, 1994
13
Villegas Arango. Op. cit., p.61
14
Gilhodes, Pierre. “La cuestión agraria en Colombia 1900-1985”. En Nueva Historia de Colombia, Tomo III.
Planeta, 1989, p. 348
sufrió muchos cambios. Entre los años de 1962 y 1967 los propietarios de predios de más de
200 hectáreas pasaron de controlar el 55% de la superficie a controlar el 63.4% del área
total 15 . Durante el gobierno de Guillermo León Valencia se aprobó la ley pero no se le dio
mayor impulso a la iniciativa.
Carlos Lleras Restrepo decidió llevar a cabo la reforma agraria con el apoyo de los
trabajadores rurales y no solo con el de las clases gobernantes; quienes por el contrario
intentaban sabotear los tímidos asomos reformistas del presidente. Resultado de estos
esfuerzos fue el decreto 755 de 1967 que reconoció a la ANUC (Asociación Nacional de
Usuarios Campesinos) como un proyecto de convergencia de los habitantes del campo a
nivel nacional. Terminado el cuatrienio de Lleras, la recién fundada organización campesina
perdió el apoyo gubernamental a causa de las alianzas celebradas por el gobierno Pastrana
con los terratenientes, acuerdos que fueron conocidos como el pacto de Chicoral y que se
formalizaron tiempo después en las leyes 4 y 5 de 1973. Desde ese momento la ANUC
comenzó una nueva estrategia para ver cumplido el anhelo de una reforma agraria.
Este era el contexto nacional en donde se desenvolvían los esfuerzos del campesinado por
conseguir una reforma agraria y, al mismo tiempo, los de los terratenientes, en su afán de
bloquear a toda costa esas demandas. Las regiones comprendidas en este Informe no fueron
ajenas a esas dinámicas nacionales, y en ellas las disputas por la titularidad de la tierra se
evidenciaron de manera fogosa entre los colonos y los grandes señores de la tierra.
El sur del Cesar fue una de las primeras regiones que padeció este tipo de situación, pues
desde los años 40 el señor Alberto Marulanda Grillo expropió de manera violenta a los
antiguos pobladores, quienes habían desarrollado un tipo de propiedad comunitaria al
interior de los baldíos estatales. En estos lotes los campesinos construyeron caminos y
cultivos comunes que beneficiaban a todos los pobladores del lugar. De repente los caminos
fueron cerrados con cercas y los cultivos destruidos, a todos se les dijo que eran
desempleados, los expulsaron y los etiquetaron de rebeldes y comunistas16 .
Entre tanto, Alberto Marulanda consolidó su poderío en el sur del Cesar con la colaboración
de la policía. Los antiguos pobladores fueron obligados a vender las tierras al señor
Marulanda Grillo, y los que no lo hicieron fueron arrestados por la policía, judicializados y
sus parcelas destruidas. Haciendo uso de este tipo de estrategias el gamonal se hizo a unas
18.000 hectáreas 17 . Gran parte de estas tierras, unas 12.000 hectáreas, pertenecen en la
actualidad a la hacienda La Bellacruz. Así pues, no es erróneo afirmar que los derechos de
propiedad alegados por la familia Marulanda son resultado de la apropiación ilícita de
terrenos baldíos, junto con la expoliación perpetrada a los antiguos colonizadores de la
región 18 .
En efecto, en 1963, bajo la presidencia de Guillermo León Valencia, los campesinos
denunciaron la apropiación ilegal de los baldíos aledaños a las poblaciones de La Gloria,
Tamalameque y Pelaya sin recibir ninguna respuesta por parte del gobierno central. Este fue
un año más en el trasegar de los campesinos por el reconocimiento de los derechos de
propiedad que habían adquirido y la familia Marulanda negaba. Para protegerse contra las
15
Hacia 1960 el Comité Nacional Agrario que tenía a cargo los trabajos preparatorios de la ley 135 de 1961, ley de
Reforma Agraria, calculó que el 16% de grandes propietarios poseía el 85% de la superficie agrícola, y el 84% de
pequeños propietarios representaba tan solo el 15%. Estas cifras son tomadas de: “La derrota del reformismo
agrario”. En Alternativa número 124 de julio 25 a agosto 1 de 1977, p. 31.
16
Cf. CELEITA Berenice. “Determined to return to their Roots”. Colombia Bulletin. Vol. I No 2. Winter. 1996. p. 18.
17
AMNISTÍA INTERNACIONAL. COLOMBIA. Hacienda Bellacruz: Tierra, violencia y fuerza paramilitar. 23 de junio de
1997.
18
Ibídem.
reclamaciones de los agricultores la familia recurrió a la represión y despojó a los lugareños
de sus propiedades. Los descendientes de esos expropiados decidieron mantener la lucha y
esperar el momento propicio para recuperar el derecho que les fue arrebatado. De tal
manera, la familia Marulanda se hizo dueña de grandes extensiones de tierra utilizando
métodos engañosos contra el campesinado y apoyados de forma directa por las autoridades
civiles y policivas de la región, represión que se extendió durante más de cuarenta años, con
el respaldo de los grupos paramilitares que aterrorizaron la región.
A partir de los años setenta, las políticas económicas privilegiaron la modernización agrícola
del latifundio con miras a la actividad exportadora; en consecuencia, gran cantidad de
territorios del Sur del Cesar, en particular de San Alberto, fueron empleados para el
establecimiento de grandes agroindustrias. Al mismo tiempo, se dio un incremento
sustancial de la ganadería extensiva, actividad que expandió sus fronteras principalmente
en el Sur del Cesar, la parte norte del departamento santandereano y el Sur del Magdalena
Medio.
Este era el panorama social y económico de la región en los años setenta, el cual lejos de
promover la redistribución de la tierra y la equidad de su concentración, agravó mucho más
las condiciones de vida de los agricultores. Estas circunstancias propiciaron el inicio de un
movimiento en pro de la tenencia de la tierra “para aquellos que la trabajan”, y con la
suspensión de la repartición de tierras por parte del gobierno Pastrana, comenzó una época
de represión contra los campesinos que intentaron la ocupación de las tierras por parte del
ejército. Esta represión consistió en la detención arbitraria de los campesinos sin garantías
procesales 19 , además los jornaleros eran objeto de insultos, ultrajes, torturas físicas y
sicológicas por parte del ejército. Esta modalidad fue la más común en todo el transcurso de
la década del setenta y comienzos de los años ochenta.
Otro tipo de estrategia del estado para el abandono de las tierras por parte de los
campesinos consistió en el decomiso que hacían las fuerzas militares de sus herramientas
de trabajo, junto con el saqueo a las viviendas, el robo de gallinas y otros animales
domésticos que son de su propiedad20 . Con este tipo de acciones el ejército amedrentaba a
los jornaleros y contuvo las protestas sociales, pues como afirmaban sus dirigentes: “el
ejército está movilizado para controlar a las organizaciones populares”21 . Así pues, las
luchas por la concentración y el poder sobre la tierra se constituyeron en uno de los
factores principales de la victimización hacia el sector social campesino por parte de los
grandes hacendados, apoyados en todo momento por el estado.22
Protestas cívicas y organizaciones sindicales
La protesta social en la década del sesenta y el setenta estuvo relacionada con la precaria
situación económica que debía soportar la mayoría del pueblo colombiano. Durante estas
dos décadas se impuso una política de apertura a las inversiones extranjeras, de modo que
los recursos naturales del país se destinaron a satisfacer las necesidades del capital
extranjero. Reservas de petróleo, carbón y níquel fueron entregados por medio de
19
Por garantías procesales debe entenderse aquellos requisitos exigidos por la ley, para proceder de manera
“correcta” a la captura de un ciudadano, de lo contrario, la detención es ilegal y deberá ser dejado en libertad
inmediatamente. esto es, la extralimitación de las facultades de policía o las acciones que se enmarcan en el
otorgamiento de facultades jurisdiccionales a las fuerzas armadas.
20
Revista Alternativa, Nº 14, 20 de agosto de 1974.
21
Ibídem., p. 17.
22
RAYMOND PIERRE. Hacienda tradicional y aparcería. Bucaramanga, Ediciones UIS, 1997.
contratos leoninos de concesión que sólo dejaron a los colombianos pobreza, destrucción
ambiental y agotamiento de los recursos naturales.
Aunado al saqueo de recursos, la inflación llegó en estos años a ser del 30% anual, y la
deficiencia en los servicios públicos era ostensible, situaciones estas que obligan a los
grupos sociales a organizarse para exigir mejores condiciones de vida. En este sentido se
enfocaron las luchas sindicales que fueron apoyadas por amplios sectores de la sociedad en
especial los estudiantes y los sectores populares.
En los cascos urbanos de las principales ciudades de la zona V se presentaron varias
protestas importantes enmarcadas dentro de la agitada serie de protestas nacionales23 . Por
ejemplo, en marzo de 1964 los estudiantes de la Universidad Industrial de Santander, UIS
adelantaron una huelga contra el sistema bipartidista del frente nacional, que se prolongó
por más de dos meses logrando el apoyo de diversos sectores sociales y consiguiendo la
renuncia del rector de la institución 24 .
En esta década los sindicatos son protagonistas por ser las estructuras organizativas que en
gran medida jalonaban las jornadas de protesta, y entre ellos, jugó un papel central la Unión
Sindical Obrera (USO), sindicato en el que se agruparon los trabajadores de la industria del
petróleo en el país y que ha sido no solo el sindicato de mayor importancia de
Barrancabermeja, sino uno de los que ha marcado en gran parte la historia del movimiento
obrero colombiano. Pero la USO también se destaca por la constante persecución y ataques
de toda clase contra sus dirigentes y miembros, a quienes por el hecho de estar
sindicalizados bajo la bandera de esta organización, se han convertido en blanco de la más
grande estrategia implementada para disminuir, socavar y destruir el sindicato.
Acudiendo a la huelga como medio de expresión frente al Estado, la USO logró alcanzar el
derecho a la organización sindical, al tiempo que asumían como propias las denuncias y
reivindicaciones de los pobladores, llegando así a generarse un entrecruzamiento de luchas
sindicales, campesinas y cívicas; a la que el Estado respondió con represión, ejercida
básicamente por miembros de sus instituciones y que se materializa en las muertes de
trabajadores y líderes sindicales. Los destierros, encarcelamientos, desapariciones y
despidos, son muestra de la persecución sistemática contra la USO, que se remite a un
periodo de más de más de sesenta años. Represión y estigmatización, han sido compañeras
permanentes de la Unión Sindical Obrera.
Encontramos una primer protesta sindical en Barrancabermeja en 1966, donde fueron
detenidas 43 personas entre obreros y sindicalistas. En los años setenta, y principalmente
en las coyunturas de las huelgas de 1971 y 1977, el conflicto obrero fue tratado por los
gobiernos de turno recurriendo a la intervención militar, la declaración de toque de queda y
la militarización de la ciudad. Una vez iniciadas las huelgas fueron declaradas ilegales, se
despidió a los obreros en paro y fueron detenidos los dirigentes y activistas sindicales. Las
detenciones fueron irregulares, sin garantías procesales; los detenidos fueron sindicados por
el Ejército o la Policía y algunos torturados mediante aislamiento e incomunicación, golpes,
plantón, colgadas, privación de alimentos, vendas en la cara, etc.
En 1971 la USO adelanta una nueva huelga y sus dirigentes fueron juzgados en Consejo
Verbal de Guerra, apuntalando la práctica de que el conflicto social se debía enfrentar
solamente con represión. Detenciones, allanamientos arbitrarios, torturas y decretos
23
“Paro de jueces, maestros, empleados de Telecom., portuarios, Ministerio de hacienda, Croydon, Acerías Paz del
Río y Transportes”. Archila Neira, Mauricio, Idas y Venidas vueltas y revueltas: Protestas sociales en Colombia,
1958-1990, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, CINEP, Bogotá, 2003, p.138
24
Voz Proletaria, 20 de agosto de 1964, p. 1
intimidatorios por parte de la autoridad local, se ampararon entonces en decretos y
disposiciones soportadas en el Estado de Sitio imperante.
Por otro lado, la huelga del 1977 logró frenar la entrega de la refinería a las multinacionales
Policolsa y Chemical a pesar de haber sido declarada ilegal por le alcalde militar de la
ciudad, quien además despidió a 217 trabajadores.
En Cúcuta se presenta un paro cívico el 8 de marzo de 1971, arrojando un saldo de 9
obreros y 4 estudiantes detenidos y condenados por rebelión; en esta ciudad fue la unidad
militar Grupo de Caballería Mecanizado Nº 5 "General Hermógenes Maza" la encargada de
reprimir las protestas. En esta misma ciudad hacia el mes de septiembre de 1975, los
trabajadores de "Almacenes Tía" se declaran en Huelga para presionar la firma de una
convención colectiva. En octubre del mismo año fueron detenidos obreros de la empresa
Sofasa por sus actividades sindicales. Al siguiente año, en marzo de 1976, la manifestación
realizada por los estudiantes de la Universidad Francisco de Paula Santander fue duramente
reprimida por la policía dejando un saldo de 30 estudiantes detenidos.
Y para 1979 se
presentaron huelgas y protestas que buscaban el mejoramiento de condiciones laborales que
involucraron por ejemplo trabajadores de Sofasa Renault y acarrearon a los trabajadores
detenciones, torturas y amenazas, perpetradas por agentes militares y de policía
Las agresiones contra los obreros no sindicalizados, o trabajadores agremiados de los que
no conocemos su organización, se caracterizaron fundamentalmente por las detenciones con
limitación de garantías procesales, las torturas y las sindicaciones y procesos a que fueron
sometidos. Dichas agresiones en esa década tienen como principal responsable al ejército.
En Bucaramanga entre 1970 y 1981, las detenciones a obreros y trabajadores terminaban
con sindicaciones irregulares, no obstante presentarse también casos de tortura y asesinato.
La detención –normalmente antecedida de allanamientos- propició que los trabajadores
fueran torturados mediante prácticas que se fueron volviendo comunes: aislamiento,
amenazas, golpes, plantón, vendas en la cara, privación de alimentos. Las detenciones sin
garantía contra obreros sindicalizados seguidas de tortura y a veces sindicación tuvieron
lugar también en San Vicente, Puerto Parra y Sabana de Torres. En algunos casos las
detenciones terminaron con la desaparición del trabajador.
El registro de CLH en Barrancabermeja contra obreros y trabajadores tiene en los años
setenta una pauta común a otras regiones: detención sin garantías procesales y torturas con
responsabilidad de miembros de la tropa acantonada en la ciudad. En el periodo anterior a
1981, Barrancabermeja registra un elevado índice de profesores afectados por medidas de
represión, particularmente en 1977 por medio de detenciones con limitación de garantías
cuando los maestros participan en forma activa en distintas movilizaciones como el Paro
Cívico Nacional de aquél año y la ciudad se encuentra regida por un alcalde militar. Los
educadores de secundaria mantendrán un alto nivel de movilización y en las jornadas
nacionales de 1979 participaron nuevamente. En Bucaramanga, los organismos estatales
son los responsables de las tres modalidades más recurrentes en la persecución a los
maestros: las detenciones sin garantías procesales, las torturas y las sindicaciones y
procesos judiciales. En el caso de Cúcuta y Pamplona, Norte de Santander, los profesores,
junto a los estudiantes, hicieron parte de las manifestaciones que por entonces animaron la
movilización social.
2. REPRESIÓN DESCENTRALIZADA, 1982-1998
Desde comienzos de la década de los ochenta incursionó un modelo de represión de carácter
irregular y descentralizado cuyo primer antecedente fue la creación del grupo Muerte A
Secuestradores (MAS). Esta denominación fue retomada posteriormente por varias
estructuras paramilitares y utilizada a su vez por las fuerzas de seguridad estatales para
encubrir un importante número de asesinatos políticos y desapariciones forzadas.
El surgimiento de este modelo represivo obedeció a varios factores, entre ellos que para
1982, bajo el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), se inauguró una política que
buscaba desarrollar una iniciativa de paz que incluía una ley de amnistía para los
insurgentes. La propuesta del gobierno produjo la desmovilización de algunos grupos
alzados en armas. El principal beneficiario de la amnistía fue la dirigencia del M-19, recién
condenada en consejo de guerra, a lo que los militares se opusieron, afirmando que se había
frustrado su triunfo militar, y que se había fortalecido la organización guerrillera al
concedérsele carácter político. El proceso de paz significó para los militares la limitación de
su normal capacidad operativa.
Las relaciones entre el presidente Betancur y las Fuerzas Militares presentaron diversos
enfrentamientos. Luego de que las Fuerzas Armadas habían recibido el total respaldo del
gobierno de Turbay Ayala, en cuanto a la autonomía militar en el control del orden público,
se encontraron con la nueva visión pacificadora del presidente Betancur, que implicaba la
reducción de las acciones directas de carácter militar. Unido a esto, el gobierno anunció la
investigación de las actividades del MAS, en las cuales estaban vinculados varios militares.
Tal medida trastocó aún más a la cúpula militar, que se encontraba relegada a un segundo
plano en los acuerdos sobre la política de paz con los guerrilleros.
El proceso de paz implicó un acelerado crecimiento del protagonismo de las FARC, y el
reafirmamiento del EPL y del ELN en varias zonas del país y la consolidación del M-19. Esta
situación generó la idea extendida entre ganaderos, terratenientes y militares de que los
acuerdos de paz eran desventajosos, puesto que desarticulaban las dinámicas de poder
existentes y otorgaban un estatus político a las guerrillas. La mencionada idea se reafirmó
aún más con el éxito electoral de la Unión Patriótica.
Debido a esto, las elites regionales rechazaron tajantemente la política de paz del gobierno
central, impulsando actividades violentas en contra de comunistas, líderes locales,
sindicalistas y reformistas sociales. En la perspectiva de potenciales redefiniciones en favor
de la guerrilla, de sus aliados y simpatizantes, se presentaron graves riesgos para los
equilibrios de poder regional, lo cual conllevó a un cambio en las formas de coerción
existentes para dar paso a la organización de ejércitos irregulares, que serían apoyados con
beneplácito por los defensores violentos del establecimiento 25 .
Al desacuerdo con la política pacificadora se unían los propietarios agrarios vinculados con el
narcotráfico, los cuales retomaron el “modelo” organizativo de los grupos paramilitares
dinamizando su consolidación en diferentes regiones del país, utilizando “la represión
violenta, ilegal y parainstitucional de los movimientos populares y de las diversas formas de
oposición política y protesta social, mediante el recurso de las amenazas, las desapariciones,
la tortura, los asesinatos selectivos y las masacres” 26 .
25
26
Romero, Mauricio. Paramilitares y autodefensas 1982-2003. Bogotá: Editorial Planeta. 2003
Romero, Mauricio. Op cit, p. 110.
Las diversas manifestaciones en contra de la pacificación y de la apertura política dieron
como resultado “tres mecanismos políticos diferentes: polarización entre las élites regionales
y los dirigentes del Estado central, y entre esas mismas élites y los grupos locales
organizados y que apoyaron las negociaciones de paz; competencia entre el nuevo poder
emergente asociado con el narcotráfico y el de los movimientos guerrilleros y su influencia
local en movimientos sociales y políticos, y fragmentación dentro de la organización del
Estado. El divorcio entre la dirigencia del Estado central y la alta oficialidad del Ejército en
relación con las negociaciones de paz facilitó la confluencia subnacional de todos aquellos
que se oponían a ese tipo de acercamientos” 27.
En medio de estas fuertes contradicciones, la violencia paramilitar se fortaleció como un
mecanismo coercitivo que encontró en los poderes regionales apoyo económico y en algunas
facciones de las Fuerzas Armadas respaldo militar. Muchas de estas estructuras irregulares
reivindican los cada vez más numerosos asesinatos y desapariciones, al igual que
generalizan las “listas negras” de amenazados a muerte entre dirigentes y militantes de
organizaciones gremiales, políticas y humanitarias, religiosas y culturales28 .
La visión institucional ofrece una explicación del surgimiento de los grupos paramilitares
sustentada, en primer lugar, en la idea de que la práctica de la “vacuna” y del secuestro por
parte de las FARC para adquirir financiamiento, que fue tomando mayor relevancia a partir
de la segunda mitad de la década de los setenta, hacía cada vez más patente la incapacidad
del Estado para proteger las áreas del conflicto urbano y rural, y por lo tanto “la legitimidad
del Estado resultaba en cuestión: era incapaz de garantizar la paz rural, utilizaba métodos
ilegales de lucha contra la guerrilla y la subversión, no podía proteger a los ciudadanos
contra el robo o la violencia delincuencial, y no lograba poner en la cárcel a los culpables de
cualquier tipo de delito”. 29 Lo anterior se convirtió en un elemento causal que legitimaría el
afianzamiento de las organizaciones paramilitares, desvinculándose así al Estado de su
participación directa en este tipo de violencia parainstitucional.
En segundo lugar, oficialmente se sostiene que en 1981 tras el secuestro por parte del M-19
de Marta Nieves Ochoa, hermana de Jorge Luis Ochoa, un capo de las drogas, se presenta
un esfuerzo determinante para coordinar una iniciativa privada en contra de la amenaza
guerrillera, constituyéndose el MAS (Muerte A Secuestradores). Este grupo se habría
conformado gracias al aporte económico de los traficantes de droga; además el “modelo” se
extendió a varias zonas de país, sobre todo donde tales grupos comenzaban a extender su
poder territorial por medio de la compra de tierras, los cuales “acostumbrados a emplear
guardaespaldas y grupos armados, se convirtieron en catalizadores de una nueva alianza
antiguerrillera, conformada por los narcotraficantes, a los que se sumaban, con alivio o
entusiasmo, los antiguos propietarios que no habían logrado suficiente protección del
Ejército, y amplios sectores de esta misma institución”. 30
En este sentido, sobre la base de los anteriores argumentos, diferentes instancias estatales
y muchos académicos afirman que desde inicios de la década de los ochenta hacen
presencia los traficantes de drogas, quienes para adquirir protección y defensa ante el
secuestro y la “vacuna” por parte de la guerrilla, habrían convenido en dinamizar la
conformación de organismos de seguridad privada, constituyendo ejércitos de particulares
para la protección del negocio y para detener las acciones extorsivas de la guerrilla.
27
28
29
30
Ibid, p. 19.
Ibid.
Melo, Jorge Orlando. Op., cit, p. 486.
Ibid, p. 492.
Aunque es evidente que muchos ganaderos, hacendados y traficantes han apoyado la
conformación de ejércitos privados, y de igual manera, que las exigencias económicas y los
abusos de las guerrillas han abierto las posibilidades para que en algunas regiones se
organicen grupos de autodefensa con el respaldo de autoridades civiles y militares, sin
embargo estos aspectos coyunturales no explican el auge del fenómeno paramilitar.
Contrario a esta explicación de carácter institucional, adoptamos la postura de que el
paramilitarismo “es simple y llanamente, el resultado directo de la aplicación de una
concepción y una ideología que se enseña en las academias militares, que se implementa en
las estructuras del Ejército y que se difunde en los llamados “sectores dirigentes” del campo
político y económico” 31 . Por lo tanto, las bases estructurales del surgimiento de las
organizaciones paramilitares, están en estrecha relación con una política estatal que busca
garantizar el orden social vigente 32 .
En efecto, existe en el Ejército colombiano una elaboración doctrinaria tal, que incluye en su
definición estratégica y operativa el paramilitarismo33 , reflejada en los diferentes
reglamentos y manuales de combate de contraguerrilla (Manual de Contraguerrillas de
1979; Manual de Combate contra Bandoleros o Guerrilleros, Res. 0014 del 25 de junio de
1982; Reglamento de Combate de Contraguerrillas de 1987). Estos manuales presentan
algunas pautas de operación y entrenamiento de los grupos paramilitares, los cuales son
presentados bajo diferentes denominaciones como juntas de seguridad y vigilancia, juntas
de autodefensas y comités cívicos militares. Esto sin detrimento de que las Fuerzas Militares
patrocinen y participen en operaciones encubiertas dirigidas en contra de las agrupaciones
insurgentes, la población civil y las organizaciones sociales.
2.1 El paramilitarismo en la Zona V
Ante el fracaso del modelo represivo centralizado conducido por el Estado desde finales de
los años sesenta como mecanismo de control social, la acción represiva comienza a
ejercerse a través de medios ilegales e irregulares que dan lugar al surgimiento de la
represión parainstitucional, bajo la óptica adoptada desde los años sesenta en el país de la
doctrina contrainsurgente, concepción construida en la vinculación de la población a la
guerra como participante activo, por una parte, y como objetivo de tal guerra, en la medida
en que se combate las posiciones inconformes con el orden impuesto, vale decir, los
movimientos sociales y las alternativas políticas de oposición.
En la zona V, encontramos varias formas de paramilitarismo. La primera y la que se dio más
tempranamente fue la actuación irregular de organismos del estado, especialmente
miembros del la SIJIN (F2), el DAS, y de la inteligencia del ejército (B2). Esta forma de
actuar se caracterizaba por la no identificación de los agentes quienes actuaban de civil para
aparecer como fuerzas oscuras o escuadrones de la muerte. Se trató de militares
comprometidos en operaciones encubiertas que ejecutaron diversas modalidades de
represión política que al no ser compatibles con el estado de derecho se encubren como
anónimas buscando que sean asimiladas a la delincuencia común y evadir su
31
NCOS y otras. Tras los pasos perdidos de la guerra sucia. Paramilitarismo y operaciones encubiertas en Colombia.
Bruselas. Ediciones NCOS. 1995, p. 6.
32
El origen de los paramilitares se remonta a la década de los sesenta, donde la Ley 48 de 1968, que convirtió en
legislación permanente el decreto 3396 de 1965, expedido bajo el amparo del estado de sitio. Donde siguiendo la
recomendación de altos mandos del Ejército Norteamericano se crearon grupos de civiles armados bajo el control
del Ejército. Estas organizaciones inicialmente tendrían un carácter defensivo de los “intereses nacionales” y
deberían operar en zonas de actividad guerrillera.
33
“La defensa de la nación es la organización y previsión del empleo de todos los habitantes y recursos del país,
desde tiempo de paz, para garantizar la Independencia Nacional y la estabilidad de las instituciones”. Decreto 3398
de 1965 que autoriza la creación de autodefensas campesinas.
responsabilidad. En el presente informe a esta modalidad de paramilitarismo se presenta
como responsabilidad de autores estatales no precisados, para evidenciar la magnitud del
fenómeno, que se presentó principalmente en zonas urbanas 34 .
Otra forma de accionar paramilitar que se presentó también en las zonas urbanas fue el
recurso a particulares que muchas veces eras ex agentes de organismos de seguridad y
otras “sicarios” pagados para realizar asesinatos selectivos y para realizar labores de
inteligencia y trabajar como informantes.
En las zonas rurales se presentó una tercera forma de paramilitarismo caracterizado por la
conformación de ejércitos con características similares a las del ejército regular. Se trató de
la implementación de grupos de civiles armados operando en regiones rurales, usando
ropaje militar, coordinados, armados y entrenados por el Ejército con la supuesta misión de
“exterminar comunistas”.
Cada una de estas formas estuvo acompañada, patrocinada, y facilitada por el accionar de
organismos estatales tanto militares como policiales y de seguridad, y también por
instancias judiciales y de investigación, además del apoyo de las élites políticas y
económicas de cada región. El paramilitarismo se configura así en un complejo aparato
represivo creado, promovido y auspiciado por el propio Estado colombiano. Específicamente
encontramos procesos rurales y urbanos diferenciados que fueron atacados de forma
particular aunando métodos institucionales y parainstitucionales.
Bajo la influencia de la doctrina del enemigo interno definido por la doctrina
contrainsurgente, el paramilitarismo desde sus inicios no tuvo como objetivo una lucha
contraguerrillera propiamente, en términos de combate o confrontación armada, sino el
atacar directamente a la población u organizaciones sociales justificando su proceder por
supuestos nexos de las víctimas con la subversión, escondiendo una verdadera estratagia de
control y dominación basada en una violencia que se instala en la lógica de la defensa de las
instituciones y del statu quo. Igualmente los espacios políticos ganados por la izquierda
como alternativas a las estructuras políticas imperantes se convirtieron en uno de los puntos
focales de exterminio para los agentes promotores del orden social vigente. La guerra sucia
se desató inicialmente contra guerrilleros amnistiados, abogados defensores de presos
políticos, voceros guerrilleros
participes en las negociaciones, militantes políticos de
izquierda, considerados todos simpatizantes de la actividad guerrillera. Solamente hasta
1998, poco mas de quince años después de la aparición de los primeros grupos paramilitares
en la Zona V, se tiene noticia de encuentros armados entre estas estructuras y grupos
subversivos.
Frente a la tercera manifestación del paramilitarismo citada, aquella que surge de la
coordinación, entrenamiento y patrocinio por el ejército de grupos de civiles armados que
operan en regiones rurales, es trascendental referenciar la trayectoria a largo plazo que
tiene esta clase de paramilitarismo en los territorios donde ha hecho presencia. Su trasegar
podemos definirlo en cuatro momentos: (i) uno de llegada o incursión a zonas
determinadas, atacando de modo indiscriminado a toda la población y las organizaciones
34
Entre los principios que orientan las operaciones encubiertas están: el alto grado de clandestinidad y
compartimentación de los equipos que las ejecutan; el anonimato o autoría desviada, para que los hechos no sean
atribuidos a las Fuerzas Militares sino a “sicarios” y paramilitares, o incluso a grupos insurgentes; y, finalmente, el
uso del terror como arma de guerra irregular para conquistar la mente de la población. Orgánicamente, tales
operaciones son planeadas, dirigidas y ejecutadas por los distintos organismos de inteligencia y contrainteligencia
de las Fuerzas Militares, como el Batallón de Inteligencia y Contrainteligencia Brigadier General Charry Solano
BINCI, cuya comandancia participó en la conformación de la Alianza Anticomunista Americana (Triple A) en 1978.
Ésta organización era la forma clandestina en la que operaban diferentes unidades militares adscritas al BINCI. Ver
NCOS y otras. Op. cit, p. 29.
sociales que a su criterio mantengan vínculos con la subversión con herramientas de terror
colectivo. Luego de reducir los factores que se le opusieron, el paramilitarismo inicia (ii) una
búsqueda de legitimación social, canalizando proyectos o iniciativas financieras, educativas,
sanitarias, etc. de forma legal para ganarse a la población aterrorizada y controlarla,
acudiendo a métodos más discretos e individualizados de represión contra las posibles voces
que se levanten al nuevo orden dispuesto. La tercera etapa consiste en (iii) la capitalización
política de su dominio, con la constitución de movimientos políticos a efectos de alcanzar
cargos de elección popular, y la entrada directa a las administraciones locales propagando su
ideología. Una vez sujetas totalmente las zonas en el plano militar, social y político por el
paramilitarismo, se hace el camino expedito para (iv) la articulación de estas zonas al capital
nacional o extranjero mediante su inserción en la economía de mercado, por medio de
proyectos económicos y productivos como vías de comunicación, proyectos de vivienda,
extracción de recursos naturales no renovables, o construcción de complejos
agroindustriales, que únicamente favorecen a los inversores (siendo en varias ocasiones los
mismos paramilitares) y van en desmedro de los intereses de los pobladores del lugar.
En concreto, una mirada a las estructuras paramilitares que hicieron (y siguen teniendo)
presencia en el territorio comprendido por la V Brigada se remonta a 1981 con la creación de
una base paramilitar en la Inspección de Policía de San Juan Bosco de la Verde, en Santa
Helena del Opón (Santander), patrocinada por el Comando Operativo No. 10 del Magdalena
Medio y su comandante Ramón Emilio Gil Bermúdez, cuya sede era en Cimitarra
(Santander). El grupo era liderado por Isidro Carreño Lizarazo y actuó en Santa Helena del
Opón, Cimitarra, San Vicente del Chucurí y parte del Bajo Simacota, denominándose
indistintamente MAS, Los Grillos o Los Tiznados. También, aunque en menor proporción,
tuvieron estancia en la Provincia de Vélez, con exactitud en las proximidades al municipio de
Santa Helena del Opón.
En el informe de la procuraduría de 1983 se menciona la base de San Juan Bosco de Laverde
como uno de los focos del paramilitarismo. Asimismo se acusa al inspector de policía de la
vereda, Isidro Carreño Estévez de ser el comandante de esta base; mientras que el coronel
Gil Bermúdez es señalado como uno de sus patrocinadores. Sin embargo, a pesar de estas
denuncias ni el presidente de la república ni los tribunales tomaron cartas en el asunto, por
el contrario, el coronel Gil Bermúdez fue ascendido unos años más tarde e Isidro Carreño
Estévez nunca pudo ser capturado.
Inicialmente los paramilitares realizaron campañas intimidatorias en la zona que
desembocaron en el asesinatos selectivos de líderes campesinos y miembros de justas de
acción comunal, siendo la zona de El Carmen de Chucurí que para la época era parte del
municipio de San Vicente del Chucurí, donde incursionaron con más fuerza presentándose
una total de 15 asesinatos en 1982 y 22 en 1983, aunado a 55 amenazas contra la
población que sembraron el terror en la zona. Todas éstas acciones fueron reivindicadas por
paramilitares que se hacían llamar “Los grillos” o “Justicieros del mal”. Posteriormente se
pudo precisar que se trataba de la misma estructura conformada por el Inspector de Policía
Isidro Carreño y su hijo del mismo nombre, conocidos como fundadores del MAS en la zona.
Durante los mismos años (1982-1983) en la zona rural de Barrancabermeja se presentaron
20 asesinatos reivindicados por el MAS y por “El comité de limpieza del Magdalena Medio”.
Y en Sabana de Torres en el mes de febrero de 1983 asesinan en una sola acción a 11
campesinos, mientras en Puerto Parra desaparece ocho campesinos en febrero de 1984.
A mediados de la década de los ochenta en Puerto Parra, el Bajo Simacota, la Inspección de
Cienaga del Opón de Barrancabermeja y Cimitarra, comenzó a operar otra estructura
paramilitar similar a su antecesora de San Juan Bosco, teniendo como base la Inspección de
Policía de Campo Capote (Puerto Parra) bajo la protección de las bases militares
acantonadas en ese lugar y en Las Montoyas, también Inspección de Puerto Parra, adscritas
al Batallón “Luciano D’ Elhuyar”, que hasta 1988 era parte de la XIV Brigada. El grupo
paramilitar de Campo Capote, conocido como Los Masetos, contó con el apoyo de
autoridades locales de Puerto Parra, de ACDEGAM y paramilitares de Puerto Boyacá. Por la
misma época en Bucaramanga, el paramilitarismo hostigó permanentemente a sindicalistas
y dirigentes cívicos en una campaña de amenazas e intimidaciones basada en una supuesta
militancia subversiva de aquellos, presentándose de forma cambiante como MAS, el
Movimiento Obrero Nacional Socialista MOENS o Los Magníficos, aunque la estructura
paramilitar implementada utilizó con mayor preponderancia el primer nombre.
Un hecho a nivel nacional de especial significado frente al impulso del paramilitarismo en el
país por parte del Estado, que a su vez tuvo incidencia en los sucesos que se presentaron en
la Zona V, lo marcó en 1986 la reunión efectuada en el Batallón de Inteligencia y
Contrainteligencia (BINCI) “Charry Solano” , donde los comandantes de estructuras
paramilitares en el país bajo su control discutieron la articulación de sus movimientos, la
promoción de estos grupos y su coordinación con el ejército, contándose entre los asistentes
quienes actuaban en el Magdalena Medio Santandereano.
Desde 1987 en adelante, en el municipio de El Carmen de Chucurí, que antes de 1986 era
una Inspección de Policía de San Vicente, empieza a verse la expansión de los grupos
radicados en San Juan Bosco de la Verde. Verdaderamente se construyó un modelo
paramilitar de involucramiento total de la población en “grupos de autodefensa” tal como
inspiraba la doctrina contrainsurgente, promovido con intensidad por los militares
pertenecientes al Batallón “Luciano D’ Elhuyar” acantonados en distintas bases implantadas
en El Carmen. En primer lugar el Comando Coronel Correa Campos CCCC, grupo formado en
retaliación a las marchas campesinas de 1988; y luego Los Masetos, como comúnmente se
conocieron después, no solamente actuaban en este municipio sino en el Bajo Simacota y la
parte colindante con Barrancabermeja, y San Vicente del Chucurí, localidad en la que
empezaron a penetrar con mas fuerza a partir de 1992, donde la misma agrupación en el
primer semestre de ese año se presentó en unos panfletos como Comité Democrático
Chucureño, el cual era una articulación entre Los Masetos y altos mandos del Batallón
Luciano D' Elhuyar cuyo fin era “ajusticiar a los inescrupulosos bandoleros y sus
colaboradores”, y en los cuales se exigía a los pobladores que denunciaran a los guerrilleros
ante la Alcaldía.
Es de resaltar que en el territorio chucureño, fundamentalmente en El Carmen, Los Masetos
cooptaron a la fuerza a muchos campesinos para que integraran sus filas, con apoyo y
promoción directa de los militares. Si los jornaleros y pobladores se oponían a patrullar con
los grupos de civiles armados o cuestionaban sus mecanismos de represión y control eran
amenazados con la orden de abandonar sus tierras, o en caso de no hacerlo, se exponían a
ser asesinados por los paramilitares. La situación que le planteaban al campesino se resume
en la siguiente sentencia: “o se quedan y trabajan con nosotros; o se van; o se mueren”.
Por la misma época, 1987, en el departamento de Norte de Santander, el paramilitarismo
hacía sus primeras apariciones inicialmente como MAS en Convención y luego en Ocaña
como Sociedad de Amigos de Ocaña, SAO, con la particularidad de que algunos de sus
miembros provenían del Sur del Cesar. Bucaramanga y la zona metropolitana no fueron
territorios exentos, instalándose allí estructuras paramilitares conocidas como Escuadrones
de la Muerte que ejecutaban prácticas de “limpieza social”, diferentes de las que tiempo
atrás atacaban a sindicalistas y dirigentes cívicos. No obstante la mas importante agrupación
que ejecutó cientos de asesinatos de personas “indeseables”, con un incremento exagerado
en 1989, fue La Mano Negra 35 , estructura que también actuó en otros municipios de forma
activa como Matanza, e hizo de la zona rural de Lebrija cercana a la capital santandereana,
un “botadero de cadáveres”. En la misma operatividad, desde mediados de los ochenta
Terminator se unió a la labor de “limpieza” hecha por estos grupos, realizando numerosos
asesinatos en Aguachica 36 . Durante 1989 los pobladores del sector rural en San Vicente y El
Carmen del Chucurí debieron soportar la arremetida paramilitar, así como los habitantes de
las zonas rurales de Sabana de Torres, Barrancabermeja, Lebrija, Rionegro y Puerto Wilches.
Mientras tanto, durante este año el ejército reduce su participación activa como agente
represivo entregando la zona a las fuerzas paramilitares(Ver gráfica), lo que explica la
drástica reducción de los crímenes perpetrados por unidades militares. Durante 1989 se
presentan sólo 45 detenciones, 19 asesinatos y 8 desapariciones, las cuales son
responsabilidades de las siguientes unidades militares: BATALLON DE ARTILLERIA DE
DEFENSA AEREA No. 2 "NUEVA GRANADA", Batallón de Infantería Nº 16 Patriotas,
BATALLON DE INFANTERIA No. 13 "GARCIA ROVIRA", BATALLON DE INFANTERIA No. 40
"LUCIANO D' ELHUYAR", BATALLON TARQUI, BRIGADA MOVIL No. 2, GRUPO DE
CABALLERIA MECANIZADO y GRUPO DE CABALLERIA MECANIZADO No.5 GENERAL
HERMOGENES MAZA.
600
500
400
Ejército
Paramilitares
300
200
100
0
87
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
Este comportamiento obedeció a la reacción de organizaciones nacionales e internacionales
contra las arbitrariedades cometidas en los dos años precedentes. Así, se realizó en 1988 la
primera visita del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas de la ONU, y en 1989 se
instaló en Bogotá el primer proceso contra la impunidad de crímenes de lesa humanidad en
América Latina. Además el gobierno estadounidense, alardeando de un discurso de defensa
de derechos humanos, condicionó la ayuda militar entregada a Colombia a la reducción de
las violaciones a los derechos humanos.
35
Se conocía así a este grupo por dejar en los parajes donde se encontraban a la gran mayoría de sus víctimas una
mano negra pintada en un papel. Asimismo, los cuerpos de los ultimados presentaban signos de tortura, y muchas
veces, estaban incinerados.
36
Las víctimas de Terminator se caracterizaban por mostrar un disparo en la frente y dos en el pecho, método que
se constituía en la forma de dar muerte por parte de este grupo de “limpieza”; a ello se suman las múltiples
torturas a las que eran sometidos antes de morir. Varios cuerpos aparecieron con las manos y plantas de los pies
quemados.
Así, la presencia de instancias internacionales en el país con el fin de estudiar y evaluar los
índices de violencia, los autores y víctimas del conflicto armado colombiano, condujo a que
los desmanes represivos y la enorme cantidad de asesinatos contra la población realizados
por estructuras estatales comenzaran a ser superados por los crímenes ejecutados por
miembros del paramilitarismo, quienes pasaban a ser los responsables directos de los
crímenes y la fuerza pública asume el papel de colaboradores y auspiciadores de los nuevos
victimarios. Es precisamente en esta coyuntura cuando las estructuras paramilitares toman
como modo predilecto de operación la realización de masacres y asesinatos a nombre de
organizaciones guerrilleras como las “FARC” el “ELN” y el “EPL”, garantizando la impunidad
de sus crímenes y culpando a la guerrilla de los mismos.
La entrada de la década de los noventa trajo consigo el fuerte posicionamiento de los grupos
paramilitares que actuaban en la Zona V hasta controlar totalmente los territorios en que se
establecieron. Puerto Parra, El Carmen, Santa Helena del Opón son muestras de localidades
donde con el trasegar de los años, los crímenes de lesa humanidad disminuyeron por la
imposición de la bota paramilitar, que, no obstante, no se detenía y seguía su andanada en
otras regiones con la promoción o aquiescencia de los cuerpos militares. En 1991 en Sabana
de Torres, localidad que tenía antecedentes de la presencia de paramilitares, vio el paso del
MAS y un grupo conocido como Sombra Negra o Los Motosierristas, que también abarco la
parte baja del municipio de Rionegro. Es de resaltar que en esta localidad, los paramilitares
destinaban como sitios especiales de retención y asesinato fincas y casas de zonas rurales,
que generalmente eran propiedad de los terratenientes y militares que integraban y/o
apoyaban la constitución de estos grupos, como sucedió en la finca El Cairo, donde los
paramilitares llevaban a sus víctimas para darles muerte. A su vez actuaron en abierta
complicidad con miembros de la Brigada Móvil No. 2 y del Batallón de Contraguerrillas No. 5
“Los Guanes”.
Igualmente desde inicios de los noventa, la operatividad de los paramilitares va abarcando
mas procedimientos. Una de las modalidades que se identifica es la realización de retenes
con el objetivo de interceptar a las víctimas mientras se desplazan en vehículos particulares
o de servicio público. Los agresores las identificaban haciendo uso de las “listas de la
muerte”, y acto seguido,
las obligaban a descender de los automotores para ser
acribilladas; en otros casos, los victimarios daban muerte a las personas en sus propios
vehículos.
El Sur del Cesar desde 1994 debió contener la arremetida de estos grupos contra el
campesinado de la región, auspiciado por los grandes terratenientes (como Juan Prada o el
ex-embajador ante la Unión Europea Carlos Arturo Marulanda), agroindustriales, y las bases
militares dispuestas allí (Morrison o Aguas Claras), quienes propiciaron los destierros de los
moradores de estas tierras gracias a las masacres, así como la reducción de los sindicatos
de las industrias de la palma africana. Los cadáveres eran hallados por los vecinos de las
víctimas totalmente destrozados por disparos de fusil.
1995 es un año clave en la consolidación del paramilitarismo en Colombia con las primeras
reuniones que materializaron dos años después la creación de las Autodefensas Unidas de
Colombia AUC. Una de sus mas asiduas promotoras, las Autodefensas Campesinas de
Córdoba y Urabá ACCU, al mando de Carlos Castaño, empezaron a ocupar el Sur del Cesar
aproximadamente desde 1996, para posteriormente ampliar su espacio en el Norte del
departamento; presencia que luego se perpetuó con las Autodefensas Campesinas de
Santander y Sur del Cesar AUSAC. Mientras esto ocurría, otras localidades de Santander
también soportaron la presencia de paramilitares en sus tierras. Betulia y el Bajo Simacota
fueron objeto de la expansión de Los Masetos que para dicha época dominaban a sus anchas
la Región Chucureña. Igualmente Sabana de Torres y Puerto Wilches concentraron acciones
paramilitares de una estructura llamada Autodefensas Campesinas de Colombia.
Un panorama general de 1996-1997 nos muestra que los grupos paramilitares presentes en
la Zona V iban imponiendo su autoridad en amplios sectores de esta región. En el Magdalena
Medio Santandereano (excepto el casco urbano de Barrancabermeja), la Región Chucureña,
el sector de Sabana de Torres y el Bajo Rionegro era indiscutible su inserción. Cosa distinta
sucedía en Bucaramanga, Cúcuta y Villa del Rosario (las dos últimas localidades en menor
proporción), donde los paramilitares de La Mano Negra eran el motor de la “limpieza social”
y la victimización de sectores marginados social y económicamente de estas ciudades.
Mención aparte debe hacerse frente a la legalización del paramilitarismo a través de las
CONVIVIR, que en Santander operaron específicamente en Lebrija. Las Colonias, como se
conocía a esta Asociación Comunitaria de Vigilancia Rural, fue responsable de numerosas
ejecuciones extrajudiciales durante 1997. Esta Cooperativa de Seguridad, a pesar de no
tener autorización, actuó con la protección del General (r) Fernando Millán, comandante de
la V Brigada en el período 1997-1998.
Tres zonas claves por los proyectos económicos que allí se manejan o se han venido
implementando, afrontaron desde 1998 una escalada paramilitar a sangre y fuego sin
precedentes. El Sur de Bolívar, con antecedentes en 1997, fue el territorio de guerra de las
ACCU-AUC de Carlos Castaño, autoras de numerosas masacres y asesinatos selectivos de
líderes campesinos a fin de hacerse el control de los yacimientos auríferos y los cultivos de
hoja de coca, con abierta complicidad tanto del ejército como de la policía. Poco a poco las
cabeceras municipales de San Pablo, Cantagallo, Simití, Santa Rosa del Sur, Tiquisio y otras
localidades del Sur de Bolívar quedaron en manos de paramilitares gracias al terror y la
muerte. Un blanco de la arremetida de las ACCU-ACU fueron los participantes en el Éxodo
Campesino a Barrancabermeja de 1998.
Mayo de 1998 marca la entrada de los paramilitares al centro urbano de Barrancabermeja,
principal ciudad del Magdalena Medio y puerto petrolero del país. Aunque habían
antecedentes de su presencia con el “Comité Cívico de Barrancabermeja” o de “Gentes
Honestas” diez años atrás, y en 1995 con una agrupación llamada “Grupo de Exterminio y
Autodefensas Urbanas”, sus acciones eran circunstanciales, enfiladas a las amenazas de
organizaciones cívicas y sociales. La situación dio un giro radical primero con la llegada de
las AUSAC y con ellas, posteriormente, las AUC, que desde mayo de 1998 tomaron la ciudad
casa por casa, barrio por barrio, centrando su ocupación fundamentalmente en las comunas
nororientales y surorientales atacando sin discriminación a la población y a numerosos
dirigentes y activistas sociales, que a su parecer eran milicianos de la guerrilla. Los métodos
empleados en el campo se trasladaron a la ciudad, por lo que los habitantes del casco
urbano de Barrancabermeja, siendo una de las localidades de Colombia con presencia de
todos los organismos de seguridad estatales, debieron observar varias masacres y
asesinatos selectivos cometidos por paramilitares, quienes se hicieron al control total ante la
mirada impasible y aquiescente de la fuerza pública.
La Región del Catatumbo, en Norte de Santander, tierra de importancia vital para
megaproyectos energéticos y mineros, así como los relacionados con su biodiversidad
ambiental, y zona de cultivos de hoja de coca, se transformó, finalizando 1998, y con
mayor crudeza entre 1999 y 2003, en escenario de ocupación de paramilitares de las ACCUAUC, que partiendo del oriente del departamento, desde Ocaña, avanzaron paulatinamente
sobre la región hasta llegar a Tibú y a su vez a Cúcuta, consolidando allí un corredor bajo su
completo dominio con la aquiescencia o participación activa de militares de las unidades de
la zona como el Grupo Mecanizado No. 5 “Hermógenes Maza” o el Batallón de Infantería No.
46 “Héroes de Saraguro”, sacrificando miles de campesinos y generando el desplazamiento
de numerosas familias que engrosaron los cinturones de miseria de Ocaña y la capital
nortesantandereana.
Como conclusión, en la Zona V es necesario diferenciar dos manifestaciones generales del
paramilitarismo: una, encausada a la persecución sistemática de sectores de población
marginada, la llamada “limpieza social”, teniendo como eje fundamental Bucaramanga y su
área metropolitana, y en menor medida Cúcuta y Villa del Rosario, al igual que otras
localidades de Santander (Matanza y Lebrija), y Aguachica. La otra, es la que ha estado
ligada a la doctrina contrainsurgente, que hizo carrera en las Fuerzas Militares desde los
años sesenta, creada, promovida y patrocinada por el propio Estado; grupos paramilitares
que en la Zona V estuvieron (y siguen estando) casi en la totalidad de su territorio,
partiendo en los ochenta en Santa Helena del Opón y Cimitarra, para luego irse posicionando
hacia el norte del Magdalena Medio Santandereano (la Región Chucureña, el Bajo Simacota,
Betulia y Puerto Parra); teniendo en ésta época su primera aparición en Norte de Santander
en Ocaña. Al entrar los años noventa ocuparon el Sur del Cesar, Sabana de Torres, Puerto
Wilches y el Bajo Rionegro, para, finalizando el período que se comprende en este informe
(1966-1998), tomar el Sur de Bolívar, el centro urbano de Barrancabermeja y la Región del
Catatumbo incluyendo Cúcuta.
El Cuadro N°3 resume el numero de Crímenes de Lesa Humanidad realizado por los grupos
paramilitares en la Zona V. No registra las amenazas, los atentados, y otras modalidades de
hostigamiento menos frecuentes pero que igualmente acompañaron la persecución contra
los pobladores, procesos y organizaciones sociales. Es importante resaltar que es alto
número de crímenes cometidos por paramilitares de los cuales no se tiene el dato exacto de
autoría pues esto obedece a la operatividad propia de estos grupos que se escudan en el
anonimato para cometer los crímenes sin hacer, en la mayoría de los casos ocurridos en
zonas rurales, una reivindicación expresa de los mismos.
Cuadro3, Zona V, 1966-1998, Víctimas de CLH según organización paramilitar responsable
GRUPO PARAMILITAR
ALPHA 82
AUTODEFENSAS CAMPESINAS DE CORDOBA Y URABA ACCU
AUTODEFENSAS CAMPESINAS DE SAN ALBERTO
AUTODEFENSAS CAMPESINAS DEL SUR DEL CESAR
AUTODEFENSAS DE SAN MARTÍN
AUTODEFENSAS DE SANTANDER
AUTODEFENSAS DEL MAGDALENA MEDIO
AUTODEFENSAS UNIDAS DE COLOMBIA AUC
AUTODEFENSAS UNIDAS DE SANTANDER Y SUR DE BOLIVAR
AUTODEFENSAS UNIDAS DE SANTANDER Y SUR DEL CESAR
CARATAPADAS
COMANDO CORONEL CORREA CAMPOS
COMITE DE LIMPIEZA DEL MAGDALENA MEDIO
COMITE DEMOCRATICO CHUCUREÑO
COMITÉ PARA LA RIVINDICACION MORAL DE CONVENCION CRMC
CONVIVIR
EJERCITO REVOLUCIONARIO DE COLOMBIA ERC
ESCORPION
No.
Víctimas
2
40
1
37
2
19
4
5
1
38
9
20
4
11
1
2
2
6
ESCUADRON DE LA MUERTE
42
ESCUADRON EJERCITO DE LOS POBRES
6
FALCO
1
GRUPO PARAMILITAR DE ABREGO Y OCAÑA
17
JUSTICIEROS DEL MAL
62
LA MANO NEGRA
170
LA MARCA DEL ZORRO
3
LOS GRILLOS
1
LOS MOTOSIERRA
4
LOS RAMPUCHES
4
LOS SEÑORES GIRALDO
2
LOS TIZNADOS
40
LOS TUNEBOS
8
MOVIMIENTO DE INTELIGENCIA GUERRILLERA
1
MOVIMIENTO OBRERO ESTUDIANTIL NACIONAL SOCIALISTA
3
MUERTE A CUATREROS MAC
1
MUERTE A EXPENDEDORES DE BAZUCO (MEB)
4
MUERTE A JALADORES DE CARROS (MAJACA)
3
MUERTE A SECUESTRADORES – MAS
439
MUERTE A SUBVERSIVOS COLABORADORES MASC
4
RAMBO
3
SERPIENTE NEGRA
2
SOCIEDAD DE AMIGOS DE OCAÑA
10
TERCER ESCUADRON DE BOINAS ROJAS
3
TERMINATOR
43
TOXICOL 90
18
Sin Dato
2974
Total
4072
Fuente: Proyecto CNM, 2006
2.2 Reingeniería militar y legalización del paramilitarismo
Mientras el paramilitarismo se iba consolidando en la Zona V, en el orden nacional el ejército
incrementó su acción criminal respaldado con la creación de una Fuerza Élite Antiguerrillera
compuesta por soldados profesionales37 y permitiendo el reclutamiento voluntario o por
conscripción con el fin de organizar unidades permanentes contraguerrilleras38 . Además, “Se
crearon las divisiones, unidades mayores estratégicas, cuya jurisdicción correspondió grosso
modo a los teatros de operaciones militares (...) Se pusieron en marcha cuatro divisiones: la
primera, con comando en Santa Marta, y la segunda, con comando en Bucaramanga, que
abarcaban el teatro noreste; la tercera división, con comando en Cali, que ocupaba el teatro
suroeste; y la cuarta división, con comando en Villavicencio, que cubría el teatro sureste”39 .
De esta manera, con el aumento del pie de fuerza y la ampliación del espacio de acción en el
territorio nacional, las Fuerzas Armadas pretendían retomar el control del orden público.
Igualmente, en 1986 con el argumento de las urgencias electorales se hizo llamamiento de
37
38
39
Decreto 2157 y Ley 131 de 1985 expedidos por el gobierno Betancur
Leal, Buitrago Francisco. Op., cit, p. 115.
Ibid, pp. 112, 113.
reservas y en 1987 se creó la Jefatura Militar de Urabá, con la que las FFMM asumieron
funciones militares y políticas en la zona 40 .
En 1991 se puso en funcionamiento el Arma de Inteligencia del Ejército y se creó la Brigada
Móvil Nº 2, según los voceros oficiales, en respuesta al ataque a la infraestructura
energética, medida junto a la que se lanza el Plan Energético Vial. Las Brigadas Móviles se
organizan debido al fracaso de las negociaciones de paz con los grupos insurgentes y como
una forma operativa para que las Fuerzas Armadas pudieran tener éxito en derrotar a las
guerrillas, reforzando la idea guerrerista sostenida por influyentes sectores del Estado.
Téngase en cuenta que a comienzos de los años noventa concluyeron las negociaciones de
paz con el M-19, el EPL y el Quintín Lame y miles de integrantes de esos grupos fueron
desmovilizados. Sin embargo, esta desmovilización, no fue completa, en parte debido a que
en diciembre de 1990 el Presidente Cesar Gaviria Trujillo terminó repentinamente con el
proceso de diálogo iniciado por el Gobierno Betancur, ordenando al Alto Mando militar
ejecutar la operación "Centauro" contra el Secretariado de las FARC-EP en "Casa Verde".
Tras el fracaso de los diálogos con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, CGSB, el
gobierno nacional presenta su declaratoria de Guerra Integral en octubre de 1992. La
medida tendrá complemento con la formulación de la segunda fase de su “Estrategia
Nacional contra la Violencia” en noviembre del año siguiente. Los efectos de estas medida y
las modalidades represivas a las que abre paso se irán revelando paulatinamente y es en
1993 cuando adquieren una fisonomía reconocible: “por una parte, el presupuesto militar
aumentó en forma exorbitante; fueron creadas unidades contrainsurgentes en todas las
Brigadas militares; el arsenal bélico fue modernizado; los soldados profesionales
aumentaron de 2.000 a 23.000; y se desplazaron del combate a reclutas temporales; la
remuneración de las Fuerzas Armadas se elevó considerablemente. Los medios de
comunicación promocionaron intensamente el nuevo profesionalismo militar así como los
avances en la tecnología bélica”41 .
Para 1994 están organizadas tres Brigadas Móviles: la Móvil N° 1, con sede inicialmente en
Granada, Meta, centrando sus operativos en este departamento; la Móvil N° 2, situada en la
región del Magdalena Medio, con sede en Barrancabermeja, Santander; y la Móvil N° 16,
cuyo objetivo militar era la protección de la infraestructura petrolífera de Arauca y Casanare,
con sede en Yopal, Casanare. Pese a los discursos oficiales, las incursiones operativas de las
Brigadas Móviles contribuyen “al aumento preocupante del número de refugiados internos,
especialmente en el departamento del Meta y en la región del Magdalena Medio (...) Quienes
permanecen en la zona son obligados a conformar grupos paramilitares organizados por las
Brigadas Móviles para combatir los llamados “núcleos de subversión” 42 .
Además, y como también fue señalado en su oportunidad, estas unidades militares
mantienen un concepto de “enemigo” excesivamente amplio, e incluyen en su definición no
sólo a los guerrilleros, sino también a los miembros de la UP, activistas comunitarios y
dirigentes comunales (especialmente quienes se vinculan a las juntas de acción comunal)” 43 .
En este sentido, las Brigadas Móviles como fuerza de represión legalizada, reafirman las
formas de violencia existentes, incluyendo la organización de grupos paramilitares y el
40
Andrés DÁVILA. “Ejército regular, conflictos irregulares: la institución militar en los últimos quince años”. En
Malcom Deas y María Victoria Llorente (comp.). Reconocer la guerra para construir la paz. Bogotá, Uniandes-CerecNorma, 1999
41
Comisión intercongregacional de justicia y paz. “La judicialización del conflicto armado”. Revista Justicia y Paz,
Vol 6, Nº 4, 1993, pp. 5,6.
42
Americas Watch. Estado de Guerra, violencia política y contrainsurgencia en Colombia. Bogotá. Tercer Mundo
editores, CEI, IEPRI. 1994. p. 89.
43
Americas Watch. Estado de Guerra, violencia política y contrainsurgencia en Colombia. Bogotá. Tercer Mundo
editores, CEI, IEPRI. 1994. p. 89.
ataque a familias campesinas situadas en las zonas de conflicto, tales abusos forman parte
del gran número de casos que quedan en la total impunidad.
Tal y como ha sido documentado, las Brigadas Móviles emplean en los operativos que
adelantan estrategias de terror tanto físico como psicológico en contra de la población, como
lo demuestran las torturas, las ejecuciones indiscriminadas, la quema de viviendas y
cultivos, los bombardeos y las amenazas de muerte. Igualmente, las incursiones militares de
las Brigadas Móviles son seguidas o acompañadas por la ofensiva de los paramilitares,
quienes “amenazan y asesinan a cualquiera que consideren simpatizante de la guerrilla o de
los grupos de izquierda” 44 . Son abundantes por lo demás los testimonios de campesinos
denunciando los operativos conjuntos de los paramilitares y el Ejército.
Al final de este periodo de reingeniería militar se presentó un aumento de los crímenes de
lesa humanidad responsabilidad del ejército. Durante estos años (1980 a 1998), el crimen
más utilizado por el ejército contra los pobladores del sector rural fue la detención,
acompañada casi siempre por torturas o malos tratos, pero fueron los asesinatos, las
desapariciones forzadas y las constantes amenazas los crímenes determinantes para general
el desplazamiento forzado de la población. En total, el ejército fue responsable de 644
detenciones arbitrarias, 167 allanamientos, 372 amenazas, 489 torturas, 349 asesinatos y
218 desapariciones forzadas. Ya entonces se registran casos en los que el campesino
detenido arbitrariamente es obligado a patrullar con la tropa y donde son asesinados y
presentados como guerrilleros muertos en combate.
Durante el mismo lapso de tiempo y contra el mismo sector los paramilitares efectuaron
1.579 asesinatos, 214 desapariciones forzadas, 173 torturas y 563 amenazas, pues no
obstante el sostenido proceso de reingeniería a que es sometido el Ejército y el conjunto de
las Fuerzas Armadas desde principios de los años 90, ello no se tradujo en una disminución
del recurso a los medios paraestatales. La llamada “guerra sucia” no conoció reflujo alguno
en estos años. Antes bien, al paso del año 1993, se constata la expansión nacional del
paramilitarismo y la imposición del terror en distintas regiones del país por parte de sus
estructuras militares: “Tumaco y sus zonas aledañas; amplias zonas de los departamentos
de Sucre, Magdalena, Cesar y Bolívar; el municipio de San Vicente de Chucurí, zonas de los
municipios de Betulia, Galán, Zapatoca y del corregimiento de Yarima en Santander, como
expansión del paramilitarismo de El Carmen de Chucurí; la región del Catatumbo y la
Provincia de Ocaña, en Norte de Santander; todo el departamento del Meta y parte del
Guaviare; amplias zonas de Boyacá y Casanare; el norte del Valle del Cauca; el Nordeste y
el Urabá antioqueños y zonas del Huila y del Cauca”45.
También en 1994, el Estado busca de nuevo darle piso legal al paramilitarismo, con la
expedición del decreto 356 que autorizó la creación de las Asociaciones Comunitarias de
Vigilancia Rural -CONVIVIR-. Antioquia, con su gobernador Álvaro Uribe Vélez a la cabeza,
sería el departamento donde mayor fuerza tomarían las CONVIVIR, cuyos asociados eran
reconocidos paramilitares. Para 1996 se hablaba de la existencia de 70 Convivir en
Antioquia 46 .
El inicio de la puesta en marcha de la nueva fase del proyecto paramilitar que se encarna en
las Convivir, se puede rastrear a través de la aprobación de la Ley 61/93, el Decreto 356/94,
la Resolución 368/95, expedidas por el entonces presidente Cesar Gaviria Trujillo y mediante
las cuales se establece el marco legal de operación de grupos de autodefensa. Sin embargo,
44
Ibid. pp. 120, 121.
Ibid. p. 6.
46
LAS CONVIVIR OTRO NOMBRE PARA EL PARAMILITARISMO. En: Gritos de Libertad
Humanos Nº 2. Medellín, abril a junio de 1996.
45
Informativo de Derechos
la propuesta se concreta a finales del año de 1994, cuando el Ministro de Defensa Fernando
Botero logró dar cuerpo a la idea de conformar cooperativas campesinas de seguridad, que
protegieran inicialmente los intereses de los ganaderos y grandes agricultores del
departamento de Córdoba, donde la situación de orden público se había salido del control de
la fuerza pública. Inicialmente la propuesta definió estas cooperativas como agencias
privadas de seguridad bajo la vigilancia del Estado47 .
Siempre se negó que estas cooperativas estuvieran armadas, pero no sólo tenían
armamento de guerra, sino que operaban de manera irregular. En cuanto al control que
debía ejercer el Ministerio de Defensa, por medio de la Superintendencia de Vigilancia y
Seguridad Privada, pronto quedó demostrado que esta entidad no fijó desde un principio
políticas claras al respecto, lo cual permitió a las CONVIVIR actuar de forma clandestina
convirtiéndose en ejércitos irregulares dotados con armas de uso restringido de las Fuerzas
Militares y con el apoyo y financiación de grupos económicamente poderosos de las regiones
en las que empezaron a operar48 .
Paralelamente a estos hechos, a finales del año de 1994 se lleva a cabo la Primera Cumbre
de las Autodefensas de Colombia en la que los paramilitares se autodefinen como un
proyecto político legítimo que siempre estuvo apoyado por el Estado; reconocen también
que tales grupos fueron reglamentados por el Ejército en los Manuales de Inteligencia de
Combate y que reciben capacitación y entrenamiento de miembros de las Fuerzas Armadas
para realizar operaciones conjuntas. Además, el documento producto de la cumbre afirma
que “se acordó agrupar a todas las autodefensas existentes en el país y que poseen un
matiz transparente en la lucha contrainsurgente en torno a la organización de
AUTODEFENSAS DE COLOMBIA, con la misión primordial de combatir la subversión en el
territorio nacional” 49 . Así mismo, informan que se organizaron en estructuras como GRAU
(Grupo de Autodefensa Urbano), GRIN (Grupos de Inteligencia) y GRAP (Grupos de Apoyo
Político) y que “se aprueba seguir considerando como blancos militares, a los cuadros
políticos y sindicales de la extrema izquierda”50 .
Dicha cumbre marca la conformación de una organización más amplia que recoge los
diferentes grupos de autodefensa que venían operando en las diferentes regiones al amparo
de poderes locales y como mecanismo eficaz de la fuerza pública para realizar actividades
clandestinas; en este orden de ideas las CONVIVIR entrarán en esta dinámica de violencia
parainstitucional al desbordar los propósitos que inicialmente motivaron su creación, y se
conviertan en asociaciones al servicio de los poderes regionales para realizar operaciones de
contrainsurgencia en estrecha colaboración con la fuerza pública y los paramilitares
preexistentes.
Es a partir de 1995 que las organizaciones paramilitares buscan tener mayor credibilidad
tratando de alcanzar un status político; plantean que la justificación de su existencia se basa
en una “guerra frontal” contra la subversión, por lo cual deciden intensificar su acción militar
en todos aquellos lugares donde opere la guerrilla y enfrentarla con sus mismas armas,
reduciendo el apoyo popular con el que puedan contar estas organizaciones. Afirman que
“tienen, al igual que la guerrilla, un plan nacional y planes regionales, y poseen un sistema
de preparación para sus hombres (...) Aseguran que sí tienen un objetivo político: el
anticomunismo y la erradicación de la guerrilla en defensa de la iniciativa privada y la libre
empresa; en cuanto a la financiación de los grupos que en distintas regiones integran su
47
48
49
50
Revista Semana, mayo 31 de 1994, p.32
Revista Alternativa, N° 16, diciembre-febrero, 1998. p. 11.
Boletín Informativo Justicia y Paz, op. cit., p. 32.
Ibid, p. 33.
recién creada ‘coordinadora’ depende exclusivamente de ganaderos y finqueros de esas
mismas regiones” 51 .
Cuestionados por las razones de sus acciones y la participación en el conflicto que vive el
país, uno de los jefes paramilitares sostenía que “aquí nosotros estamos librando una guerra
de insurrección, pero contra el inmenso poder que tiene la guerrilla. No es como dice el
Ministro de Gobierno, que nosotros estamos suplantando al Estado, lo que estamos pidiendo
es que venga el Estado a reemplazarnos a nosotros, que estamos aquí, precisamente porque
no hay Estado” 52 . Una afirmación que constata la fragmentación estructural del Estado,
puesto que en varias regiones del país los grupos paramilitares operan con toda libertad
controlando las diferentes expresiones políticas en alianza con las élites locales.
El año 1997 también nos entrega un contexto bastante particular para abordar el fenómeno
paramilitar, ya que es en este año, en el que comienza el “desmonte” de las cooperativas de
seguridad al comprobarse los vínculos directos entre CONVIVIR y Fuerzas Armadas, así
como el apoyo dado por las instituciones militares en lo que a inteligencia militar, apoyo
logístico
y armamento de uso restringido se refiere. Pero aunque se deroga su
denominación como CONVIVIR, impidiéndose el empleo de armas de fuego y la realización
de procedimientos distintos al de vigilancia y seguridad privada, no se elimina el sustento
legal que les permite seguir funcionando, bajo una denominación distinta y con una
vigilancia “estricta” por parte de un Estado que nunca realizó un efectivo control de estas
organizaciones. A pesar, de haberse desmontado las CONVIVIR, “los grupos de justicia
privada, que estaban organizados, entrenados militarmente y con armas de guerra en zonas
de conflicto, no van a abandonar de la noche a la mañana el poder que tenían, para
convertirse apenas en ciudadanos colaboradores de la justicia”53 .
AL momento en que las CONVIVIR pierden su legalidad, en 1998, ya se habían presentado
tres “Cumbres del movimiento de autodefensas”, cuyo objetivo se puede inferir como una
“política” de coordinación y solidez de una estructura paramilitar de carácter nacional. En
1997 se hacen públicos algunos comunicados del grupo dirigente de las ACCU que
reafirman la coordinación y la creación de un estado mayor a nivel nacional, tratando de
trascender los límites regionales. A partir de estas “cumbres” se considera que las
“Autodefensas Unidas de Colombia”, AUC, son una organización política de alcance nacional,
teniendo como base un programa político y económico, pretendiendo representar una
tercera vía entre la guerrilla y el establecimiento. Estos ingentes esfuerzos por amalgamar
una coalición de grupos locales y regionales de paramilitares dan continuidad a las acciones
criminales en contra de la población civil, más no en la confrontación directa con la guerrilla.
2.2.1 La Red 07 de Inteligencia de la Armada 54
(...) hay unos motores fundidos,
necesito que los reparen,
los tengo en tal sitio y daban la dirección,
lleven buenos mecánicos y buena herramienta;
mecánicos significa sicarios,
51
Revista Semana, febrero 28 de 1995, p. 22.
Ibid, p. 24.
53
Revista Alternativa, N° 16, Dic-Feb, 1998, p.12.
54
La información de la estructura de la Red No. 7, así como los itinerarios de los responsables, se han basado En:
Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, Corporación Regional Para la Defensa de los Derechos Humanos,
CREDHOS. Magdalena Medio, Hoy como ayer persistiendo por la vida. Redes de Inteligencia y Exterminio en
Barrancabermeja. Bogotá, 1999.
52
buenas herramientas significa buen armamento
y motores fundidos significaba las víctimas.
(Confesión de uno de los sicarios)
La creación de la Red de la Armada No. 7 se concretó de acuerdo a las indicaciones de la
Directiva Permanente No. 021 de 1991 y de la Circular No. 05315 del mismo año, emanada
de la Armada Nacional. El sustento legal de estas directrices es la directiva No. 200-05 de
1991, originada por el Ministerio de Defensa Nacional, Comando General, quien reguló la
organización y funcionamiento de las redes de inteligencia.
Esta estructura de inteligencia estuvo a cargo de la Dirección de Inteligencia de la Armada
(DINTE) con sede en Bogotá; su máxima autoridad fue el Segundo Comandante de la
Armada, a quien le seguía el Director. Para la época de los crímenes cometidos por sus
integrantes, el Director era el Coronel Rodrigo Alfonso Quiñónez Cárdenas, el responsable
detrás de la mayoría de acciones desarrolladas y ejecutadas por la Red, en tanto que el
Subdirector era el Mayor Jairo Osorio Morales. El Capitán Juan Carlos Álvarez Gutiérrez,
quien posteriormente sería asesinado en Cartagena, coordinaba la Red 07.
En un nivel subsiguiente estaban los Jefes administrativos y de área. El primero se ocupaba
de la parte financiera; el segundo manejaba los agentes de control y cubría las áreas críticas
objeto de las labores de inteligencia, además era el puente de información para el jefe de la
red. Las dos funciones eran asumidas por Carlos David López Maquillón. En cuanto a los
agentes de control, eran los encargados de cubrir los blancos (objetivos de la investigación),
dependiendo de forma directa del jefe de área. Manejaban y ayudaban en las labores
efectuadas por los agentes de inteligencia. No obstante, estas tareas no eran las únicas,
pues también actuaban directamente en el desarrollo de los crímenes planeados, como en el
caso de Ancízar Castaño Buitrago, uno de los miembros más sanguinarios de la red.
Seguidamente se tienen los agentes de inteligencia quienes debían estar adiestrados para
manejar los informantes, procesar la información recogida y pasarla a los agentes de
control; además tenían que poseer un conocimiento amplio del escenario donde se movían.
También, al igual que los agentes de control, participaban en la ejecución de los crímenes
concebidos por la red.
En el último eslabón se encontraban los informantes, quienes básicamente suministraban la
información sobre los objetivos de inteligencia. Algunos de ellos se vinculaban primeramente
como informantes, para luego pasar a ser agentes de inteligencia y subir al escalón de
agentes de control.
Se resalta que de los integrantes de la red, únicamente eran miembros activos de la armada
el Capitán Juan Carlos Álvarez y el Suboficial Carlos David López Maquillón, en tanto que los
demás eran militares retirados o simplemente civiles, con lo cual se pretendía mantener
encubiertas las operaciones de inteligencia, y desdibujar por completo cualquier nexo o
relación con la estructura.
El trabajo de la Red No. 7 era por completo clandestino. Todo se conducía desde la más
estricta confidencialidad. Las ordenes impartidas desde la DINTE se ejecutaban a cabalidad,
sin que los canales de comunicación fueran menoscabados o infiltrados. Esto garantizaba por
completo la efectividad a la hora de ejecutar los asesinatos, los cuales en su gran mayoría
se caracterizaban por un rasgo común: su vinculación con organizaciones sociales. Así, las
muertes ocurridas en 1992 reflejaban una completa persecución y represión a toda forma
organizativa social o popular, bajo el pretexto de una supuesta lucha contra la subversión.
La información de inteligencia que pasaba por la red, ineludiblemente tenía como destino
final la DINTE, instancia donde era evaluaba para impartir las directrices correspondientes,
que no eran mas que la orden de asesinato de los objetivos cubiertos e investigados (las
víctimas). Estos podían adquirir dos formas en su realización: (i) selectiva, encaminada
contra un blanco determinado e individualizado a través del respectivo seguimiento; o (ii)
indiscriminada, de donde resultaban las masacres, pero con la particularidad de que varias,
o todas las víctimas, eran parte de organizaciones sociales o populares, especialmente de
sindicatos. Ambas modalidades se fundaban en que su accionar partía de un supuesto
vínculo con la subversión que nunca se probó, pero que servía de “excusa” a la hora de
matar, con lo que de paso, se reprimía cualquier forma de movilización social.
No obstante, los asesinatos no solamente se cometieron en la persona de los blancos de
inteligencia de la red, también se debieron hacer extensivos a sus propios miembros. Es de
anotar que en todos estos crímenes estuvo relacionado el Coronel Quiñónez Cárdenas,
siendo su autor intelectual. La mayoría de las muertes, por no decir la totalidad, se daban en
función de los intereses del alto oficial, preponderantemente por proteger su figura y status
dentro de la Armada, borrando cualquier enlace o vínculo que lo uniera con las acciones de
la red (como sucedió con Saulo Segura). Asimismo, y en cierta consonancia con lo anterior,
se presionó y hostigó a quienes relataron mediante confesiones lo sucedido en 1992 y la
cantidad de crímenes cometidos por la Red No. 7.
2.2.2 Las Brigadas Móviles No. 1 y No. 2 en la Zona V
A partir de los años noventa como se mencionó un eje de la estrategia militar se centró en
las Brigadas Móviles. Estas estructuras militares fueron concebidas como unidades de mayor
capacidad de combate y de movilización respecto de las unidades convencionales. A
diferencia de estas últimas, que se componen por jóvenes que cumplen el servicio militar
obligatorio, las Móviles se integran por soldados profesionales y su reclutamiento,
entrenamiento y equipamiento demanda en adelante un porcentaje significativo del
presupuesto nacional, y para ello se creó lo que en que la opinión se conoció como
“impuesto de guerra”. Según cifras de Americas Watch en 1993 se incorporaron 15.000
soldados profesionales más a las filas del ejército.
La línea de mando de las Brigadas Móviles, se relaciona únicamente con el Comando en
Bogotá, es decir que no dependen de los comandantes regionales, lo que les da mayor
autonomía y libertad de movilización pues no se restringen a las jurisdicciones de las
unidades tradicionales. La instauración de estas unidades desde la óptica institucional, se
pensó con el propósito de intensificar efectivamente la lucha contrainsurgente, desarrollando
un patrón de acción constante encaminado a la reducción y confinamiento de la subversión,
en el que están previstos los bombardeos, las operaciones rastrillo y el empleo de medidas
para salvaguardar el “orden público”, solo que justificados en la idea en que son medidas
que se emprenden supuestamente contra campamentos guerrilleros y la insurgencia en
forma exclusiva. En esta misma lógica es que tienen cabida en la operatividad de las estas
Brigadas la práctica de crímenes de lesa humanidad.
En su creación en 1990, la Brigada Móvil No. 1 tiene asiento en Granada, departamento del
Meta, pero actuó en territorios de la Zona V, fundamentalmente el Sur de Bolívar. Por su
parte, a la Brigada Móvil No. 2, a fines de 1992, se le encargó el Magdalena Medio y tuvo
sede en Barrancabermeja, asumiendo también la región chucureña (San Vicente y El
Carmen), y posteriormente Norte de Santander y el Sur de Bolívar. Todo este nuevo
montaje de infraestructura logística militar, era la complementación de un esfuerzo ofensivo
estatal concretado en los 21 batallones de contraguerrilla vinculados con las catorce
brigadas militares en el país para la época, establecidos en áreas donde se presume la
presencia guerrillera, que con el transcurso del tiempo aumentó su complejidad estructural.
Desde las disposiciones institucionales se preveía que la operatividad de las Brigadas Móviles
observase la protección de los derechos humanos de la población, así como la rendición de
informes fidedignos de las operaciones de combate (muertos, casas destruidas, numero e
identidad de los detenidos, etc) y el adelanto de investigaciones para identificar los
responsables de cualquier abuso por fuera de las ordenes de combate. Sin embargo, y tal
como lo establecía Americas Watch: “pese a la insistencia gubernamental en el sentido de
que las Brigadas Móviles no cometen abusos sistemáticos, algunas dependencias del Estado,
así como varios grupos de derechos humanos, han logrado documentación sobre violaciones
graves, constantes y aterradoras de derechos humanos y Derecho Internacional
Humanitario”. 55 A pesar de las afirmaciones del gobierno en el sentido de que las Brigadas
Móviles estaban mejor entrenadas para proteger a la población civil y que estaban
celosamente controladas, Americas Watch señaló en su oportunidad que éstas emplean el
terror en la población civil como parte clara de su estrategia y que esto era tolerado
abiertamente por sus comandantes.
Dicha situación era característica de ambas Brigadas Móviles, pues las ejecuciones sumarias,
las desapariciones, las violaciones, la tortura y los malos tratos, la quema de viviendas,
cultivos y alimentos, los bombardeos indiscriminados, y las amenazas de muerte, entre
otros crímenes, no fueron ajenos a la operatividad de estas nefastas unidades militares. El
terror era la constante, y la intimidación a la población indefensa, la mejor manera de
combatir al “enemigo”, concepto que los militares tomaban de forma excesivamente amplia,
incluyendo en su definición no solo a los guerrilleros, sino también a los miembros de
partidos de oposición, activistas populares y dirigentes comunales, especialmente quienes
estaban vinculados a las juntas de acción comunal.56
Por las características de su operatividad, es imposible que los efectivos adscritos a estos
cuerpos militares, en la ejecución de sus operativos puedan distinguir entre civiles y
guerrilleros, de modo que las muertes y los daños que provocan se extienden a la población
y a los no combatientes; tal es el caso del bombardeo indiscriminado. Pero en otros eventos,
la intención homicida no puede encubrirse, como cuando se obliga a los pobladores a portar
uniformes militares, patrullar o simplemente servir de guías. Otra practica extendida es la de
relacionar como muertos en combate a campesinos y civiles muertos por la Brigada en
condiciones distintas; este último evento se relaciona bastante con el uso de “los
informantes”, cuyos señalamientos, sin mayor asidero, eran tenidos por motivos suficientes
para matar.
Recogiendo las consideraciones expuestas, la implementación de las Brigadas Móviles
procuró reforzar la estrategia de combate y lucha contra las organizaciones subversivas en
todo el territorio nacional, esperando con ello un arrinconamiento y vencimiento paulatino de
las mismas. Sin embargo, la verdadera utilidad y funcionalidad que logró esta empresa fue
la represión y hostigamiento hacia la población en general. El “enemigo interno”,
característicamente los campesinos, se encontraba en todas partes sin distinción alguna,
razón fundamental para atacar a civiles indefensos y convertirlos en víctimas de crímenes de
lesa humanidad. Respecto de estos, se agrega que los militares simplemente dejaban a su
consideración dos caminos: huir, y con ello aumentar el número de refugiados internos
55
56
Americas Watch. Estado de guerra. Violencia política y contrainsurgencia en Colombia, pp. 89/88
Americas Watch. Ibid, p. 89
(impropiamente llamados desplazados), o verse
paramilitares organizados por la misma Brigada.57
obligado
a
conformar
los
grupos
2.2.3 Batallón de Artillería de Defensa Aérea No. 2 “Nueva Granada”
Acantonado en la ciudad de Barrancabermeja, el Batallón de Artillería de Defensa Aérea No.
2 “Nueva Granada”, es una tropa divisionaria propia de la V Brigada, siendo una de las
principales unidades del territorio que comprende esta jurisdicción militar. Por dicha razón,
el despliegue y cubrimiento de este destacamento comprendía zonas diferentes a las del
puerto petrolero, especialmente en los campos del Sur de Bolívar y la región chucureña,
combinándose con otras estructuras para la ejecución de operativos conjuntos,
fundamentalmente con el Batallón de Infantería “Luciano D’Elhuyar y la Brigada Móvil No. 2.
El abarcamiento de varios territorios por parte del Batallón “Nueva Granada”, no significó
que en uno u otro emplearan mecanismos represivos de diversa índole, pues es visible un
patrón común en las acciones cometidas por sus miembros, que al igual que otras sedes
militares de la V Brigada (vale decir, el “Luciano D’Elhuyar”), pretendió levantarse como
excusa supuestamente valida para atropellar a cuanto ciudadano cayera en sus manos: la
lucha contrainsurgente, que de suyo incluía la perpetración de crímenes de lesa humanidad,
a lo cual se aunaban otras herramientas represivas complementarias.
Los métodos predilectos empleados por el “Nueva Granada” eran básicamente dos: las
detenciones, ilegales en casi la totalidad de los casos, y las torturas. Ambas se justificaban
bajo el pretexto del combate de la subversión; cada persona era un potencial guerrillero, y
por ello debía ser castigada y flagelada para sacarle información. Con todo, existe una
disparidad en la forma como se llevaba a cabo todo este arsenal opresivo, dependiendo del
lugar de los hechos. Si era en el centro urbano de Barrancabermeja, a la víctima se le
llevaba detenida a la sede del batallón donde era torturada. Acto seguido, los victimarios la
mantenían recluida e incomunicada la mayor cantidad de tiempo posible, para finalmente
sindicarla en forma mendaz de ser guerrillero, o hacerle suscribir “declaraciones voluntarias”
de culpabilidad, punto de referencia para montar procesos penales completamente falaces.
Pero la situación tenía un giro cuando actuaban las tropas en el campo, porque una vez
detenido el campesino, generalmente para él existían dos opciones: la tortura o el asesinato,
siendo el segundo de los crímenes el preferente, acreditado con el pretexto del “subversivo
muerto en combate”.
Especialmente se debe reparar en ciertos detalles en lo concerniente al sector urbano de
Barrancabermeja, todo bajo la óptica de la estrategia de lucha contrainsurgente. El puerto
petrolero es una de las pocas ciudades del país con presencia por parte de todos los
organismos de seguridad del estado. Por parte del ejército, aparte del “Nueva Granada”,
tuvo asiento el Batallón de Contraguerrillas No. 45 “Héroes de Majagual”, así como varias
bases militares dependientes de aquella unidad. El control militar es extremo,
particularmente en los sectores populares, vale decir, las comunas nororientales y
surorientales, donde sus pobladores son estigmatizados y satanizados por encontrarse en
“focos subversivos”. Por tal motivo se implementaban los mecanismos represivos señalados,
detenciones y torturas, complementándolos con otros que en el papel eran aparentemente
legales, como los allanamientos, pero que al final guardaban el mismo objetivo.
La incursión del paramilitarismo en Barrancabermeja se aunó a las maniobras represivas
llevadas por el Batallón “Nueva Granada”, dentro de la estrategia de lucha contra la
57
Americas Watch. Ibid, p. 89-90
subversión. La masacre del 16 de mayo de 1998, marcó el inició de la entrada definitiva de
unidades paramilitares en la ciudad, especialmente en los sectores populares (barrios
nororientales y surorientales), donde sobrevinieron inmediatamente los asesinatos y demás
crímenes en aras de la consolidación de un dominio territorial absoluto. La participación del
“Nueva Granada” en este escenario consistió en ser sujetos pasivos e inoperantes ante tal
arremetida. Su omisión y aquiescencia ante los paramilitares, se convirtió en un permiso de
facto para que se emprendiera todo tipo de vejámenes en contra de la población
barranqueña en beneficio de una supuesta estrategia contrainsurgente, que no tomaba en
cuenta y le era impasible, los ríos de sangre que formaban un cauce cada vez más grande
en la ciudad.
2.2.4 Batallón de Infantería No. 40 “General Luciano D’elhuyar”
Ubicado en el municipio de San Vicente de Chucurí, y desde 1988 parte de la V Brigada, el
Batallón de Infantería No. 40 “General Luciano D’ Elhuyar” se constituyó de manera activa
en el promotor fundamental del paramilitarismo en la región chucureña, primero
posicionándolo, para luego ir paulatinamente implantándolo de manera definitiva, logrando
el control absoluto de la zona con base en el terror y la muerte. Dicha expansión de los
paramilitares hacia San Vicente y El Carmen, que tuvo como punto de inicio la Inspección de
Policía de San Juan Bosco de la Verde58 , encontró su punto culminante con el grupo
denominado “Los Masetos”, del cual hacían parte activamente varios militares adscritos a
esta unidad militar; era común para los campesinos de la región ver patrullajes conjuntos
entre los efectivos del batallón con “masetos”
La relación de militares con paramilitares, tratándose del Batallón “Luciano D’Elhuyar”, era
una sola, indivisible y univoca, confundida en un objetivo perentorio: la lucha contra la
subversión, por cualquier medio y sin importar los mecanismos para hacerla. Por tal motivo,
los pobladores de la región chucureña, especialmente de El Carmen, se vieron involucrados
inevitablemente en un conflicto, en el que, de entrada, eran catalogados como guerrilleros
por el simple hecho de vivir en el campo. Solo tres alternativas dejaban a la mano de los
campesinos los integrantes de la maquinaria militar-paramilitar: o se someten y trabajan
con nosotros; o se van; o se mueren59 .
La implementación del paramilitarismo por el “Luciano D’ Elhuyar”, a pesar de ser la
característica y herramienta más importante de su operatividad, no era la única. Dentro del
horizonte general de lucha contrainsurgente, entraba de lleno la práctica de crímenes de
lesa humanidad por parte de sus miembros, sin contar las acciones de los paramilitares,
contra la población en general, y primordialmente contra el campesinado. Básicamente la
represión oficial buscaba a partir de estos métodos el control y la dominación total, bajo la
idea del acorralamiento de la guerrilla. En consecuencia, muchas víctimas fueron señaladas
como militantes de la subversión, lo que justificaba detenciones ilegales, torturas,
desapariciones y asesinatos.
En síntesis, este batallón implementó dos instrumentos operativos íntimamente ligados: la
implementación del paramilitarismo y la comisión de crímenes de lesa humanidad, ambos
58
En una primera etapa se cubrió la región chucureña, para después de 1995, ir extendiéndose a los municipios
circunvecinos, entre los más importantes Barrancabermeja, Betulia, Sabana de Torres y Puerto Wilches. Ver: “El
modelo chucureño de paramilitarismo” en: Cinep -Banco de datos de violencia política-: “Deuda con la Humanidad.
Paramilitarismo de Estado 1988-2003”. Bogotá, 2004; pp: 347.
59
Ibídem; pp: 349.
escudados en una estrategia contrainsurgente, en aras de obtener dominio y autoridad
despótica absoluta que se cubrió en la más honda impunidad60 .
2.3 Movilización campesina como respuesta a la represión en las
zonas rurales
Las respuestas populares al avance paramilitar y a la militarización de las zonas rurales, con
su ola de asesinatos y persecución no se hizo esperar, y el campesinado comenzó su
movilización en el Magdalena Medio protestando contra los asesinatos del MAS y los
atropellos militares. Con ocasión de la Marcha por la Paz, en 1982, “Barrancabermeja
presenció la primera protesta de los desplazados con la toma de la iglesia del Sagrado
Corazón, donde se denunció que el río Magdalena se había convertido en cementerio por los
asesinatos cometidos por los paramilitares” 61 . Como si el terror no fuera ya demasiado
alarmante, los movimientos de protesta arrojaron como resultado centenares de detenidos,
torturados y asesinados.
En general el panorama nacional en la década de los ochenta evidenció un auge en las
protestas y movilizaciones sociales62 . Una de las características principales de la renovada
fuerza de la movilización popular fue el protagonismo que tomó la lucha campesina ante el
eminente abandono del estado en las zonas rurales. Durante estos años los campesinos
reafirmaron su lucha por la tierra, manifestaron su indignación frente a la guerra sucia y
propendieron por el mejoramiento de sus condiciones de vida. La población urbana hizo lo
propio, la cual multiplicó sus acciones colectivas paralelamente a las del campesinado.
Por aquellos años las marchas campesinas se configuraron en la forma de movilización más
importante y en la dinámica de protesta social que conjugaba diferentes fuerzas sociales y
políticas que de ninguna manera podían atribuirse a la guerrilla. Lejos de ser iniciativas
surgidas al interior de la insurgencia, las movilizaciones y protestas populares se
configuraron como reivindicaciones y exigencias del común de la población ante el
incumplimiento de los compromisos y acuerdos del estado que acarrearon el empeoramiento
de las condiciones de vida de los pobladores. Sin embargo, y dado que en algunas zonas la
insurgencia se convirtió un insoslayable actor político que hizo presencia o ayudó a la
consolidación de organizaciones sociales, el Estado se opuso abiertamente a estas
expresiones sociales y ordenó un tratamiento prioritariamente militar para reprimirlas63 .
En 1985, por ejemplo, se adelantaron movilizaciones de protestas del campesinado del Sur
de Bolívar, cuyos miembros dieron curso a una enorme movilización hacia el puerto
petrolero de Barrancabermeja, debido a la cruenta represión ejercida por tropas militares
que iniciaron operativos contra el campesinado de esta región, así como de los jornaleros
de Yondó, Antioquia, y Puerto Wilches, Santander. Como resultado de los desmanes del
ejército se inició un masivo éxodo hacia Barrancabermeja a donde el 1º de diciembre
llegaron más de mil campesinos, mientras que un numero igual de marchistas estaba
retenido por el ejército en Cantagallo. Luego de varios días de diálogo con representantes
del Gobierno, regresaron a sus parcelas con varias promesas, entre ellas que cesarían los
60
Una situación que nos da una comprensión del manto de impunidad que recaía sobre todas las acciones del
“Luciano D’ Elhuyar” levantado por los mismos militares, fue el impedimento hecho por estos mediante una
asonada, a la ejecución de una orden de captura expedida por la Fiscalía Regional de Cúcuta contra 26
paramilitares, que pretendía llevarse a cabo por uno de los auxiliares del ente acusador el 31 de marzo de 1992.
Así, se encubría uno de las lanzas represivas y opresivas del batallón. Fuente: Ibíd; pp: 350
61
PRADA M., Esmeralda y otros. “25 años de luchas sociales en Colombia: 1975 – 2000”. Bogotá, CINEP.
62
Ibídem, p. 129.
63
Julián VARGAS. “A pesar de todo, caminaron las marchas”. En Cien Días Nº 2, abril - junio, 1988.
hostigamientos. También en 1985 se dieron movilizaciones importantes como las marchas
hacia Cartagena en demanda de la atención estatal.
Mientras se realizaban las primeras movilizaciones de estos campesinos, orientadas al
reconocimiento por parte del gobierno central y regional de las necesidades de la región
para que se brinden respuestas estructurales que mitigaran el abandono al que la población
era sometida, se produjeron múltiples agresiones sobre la población rural.
Vienen luego otras experiencias organizativas entre las que se destacan la Coordinadora
Popular de Barrancabermeja, la Coordinadora Popular del nororiente Colombiano o la
Coordinadora Campesina del Magdalena Medio, entre otras, iniciativas que coordinaron la
realización de varias de las movilizaciones que se llevaron a cabo durante los años ochenta
en toda la zona V. Dirigentes, promotores y activistas de todas estas iniciativas populares de
organización y movilización sufrieron la arremetida del paramilitarismo. Sobrevienen así,
atentados, asesinatos selectivos y masacres que se cometieron en los años ochenta.
En el mes de junio de 1987 diversas organizaciones sociales propiciaron una estructura
organizativa conocida como la Coordinadora Popular del Nororiente, para movilizar el
campesinado de esta zona del país buscando principalmente el cese de la militarización en la
zona, el respeto a las garantías ciudadanas, además de reivindicaciones por la tierra. A esta
protesta se le conoció como El Paro del nororiente colombiano en el que se movilizaron
aproximadamente 7.500 campesinos de más de 20 municipios de los Santanderes, el Sur del
César y el departamento de Bolívar, bajo la consiga ¡El pueblo habla, El pueblo manda!.
Los campesinos se movilizaron pacíficamente hacía poblaciones como San Vicente de
Chucurí, Ocaña, Chitagá, Tibú, San Pablo y Barrancabermeja.
Entre los procesos
organizativos que se sumaron a la coordinación del Paro se encontraban USITRAS (Unión
Sindical de Trabajadores de Santander), el SES (Sindicato de Educadores de Santander),
ASINORT (Asociación de Instructores de Norte de Santander). SINTRAUIS (Sindicato de
trabajadores de la Universidad Industrial de Santander), los sindicatos de la Industria de la
Palma del Sur del Cesar, la ANUC y diversos movimientos estudiantiles, populares y
comunitarios de toda la zona. Las marchas del noreste o nororiente formaron parte de un
conjunto de movilizaciones campesinas que coincidieron en marchas regionales también en
la Costa Norte y el departamento de Nariño.
Gracias a la fortaleza organizativa previa a la realización del paro y el importante papel que
jugó la Coordinadora Popular del Nororiente, el éxito del Paro fue total. La reacción del
gobierno ante el masivo apoyo de las marchas no se hizo esperar: valiéndose de los medios
de comunicación, el Presidente Barco desaprobó las jornadas de protesta64 .
El señalamiento contra las movilizaciones del Nororiente, se intensificó en los días previos a
la realización del mismo. “Inquietud en el gobierno por Paro”, así se tituló el artículo
publicado por el diario El Tiempo el 6 de junio de 1987, donde se expuso que el gobierno
asumía el paro del Nororiente colombiano como “eminentemente político” y señalando que
“entre los organizadores de dicho movimiento estaban las FARC y el ELN, además de la
Unión Patriótica y otras agrupaciones regionales”65 . El artículo continuaba afirmando que
“entre las peticiones contenidas en el extenso pliego que será entregado al gobierno figuran
puntos idénticos a los reclamados por el ELN en reciente declaración, como la eliminación de
los contratos de asociación para la explotación petrolífera”66 . Relaciones como estas
pusieron en riesgo eminente la vida de los participantes y organizadores de las marchas,
64
65
66
Colombia Hoy Informa, No. 50, Bogotá, 1987
El Tiempo. Junio 6 de 1987, p. 1 A
El Tiempo, junio 6 de 1987, p. 1 A.
quienes se convirtieron en objetivo específico de los grupos paramilitares y de las mismas
fuerzas armadas que hacen presencia en la región.
Los operativos de la fuerza pública para contener las marchas se desarrollaron mediante la
implantación de retenes en las principales vías de acceso a los municipios donde se llevarían
a cabo las concentraciones. La fuerza pública militarizó totalmente las poblaciones de
Ocaña y Barrancabermeja, lo que provocó situaciones de escasez al paralizar económica y
administrativamente dichas zonas, lo cual facilitó la represión contra los manifestantes. Uno
de los mecanismos represivos del ejército fue el empleo de gases para amedrentar y
contener a la población. Posteriormente, cientos de personas resultaron heridas.
Tras las negociaciones con los delegados de los campesinos concentrados en San Vicente
Chucurí, el gobierno departamental se comprometió a realizar una serie de obras públicas,
como carreteras y puentes, construir y dotar puestos de salud y concentraciones escolares,
otorgar garantías para la desmovilización del campesinado, investigar los crímenes
cometidos por miembros de las Fuerzas Armadas en la región y respetar la libre
organización y movilización de los campesinos.
La retaliación paraestatal no se hizo esperar y una vez terminadas las jornadas de paro, los
paramilitares desataron su acción homicida sobre obreros, campesinos, y dirigentes que
participaron en el Paro. El mismo mes de junio de 1987, fueron asesinados cuatro dirigentes
campesinos y cívicos que habían sido líderes del Paro del Nororiente 67 . Aunque los
asesinatos fueron reivindicados por miembros del grupo paramilitar MAS, las víctimas
encabezaban una "lista negra" de dirigentes campesinos, que tenía en su poder un agente
de la Policía Nacional en Convención (Norte de Santander). Frente a los nombres de los
líderes aparecía la palabra "Cumplido", indicando que ya habían sido asesinados. Otras
sesenta y siete personas, así como cuatro familias, participantes en el paro cívico y
residentes en diferentes municipios del departamento, estaban igualmente relacionadas en
la lista.
El mes siguiente fueron asesinados tres activistas sindicales
militantes del Partido Comunista y trabajadores de la
empresa GASAN 68 , por miembros de un grupo paramilitar en
el de Piedecuesta, Santander. Uno de ellos, era presidente de
SINDIGAS, miembro del Comité Federal de USITRAS y
dirigente y negociador del Paro Cívico del Nororiente. Entre
Julio y diciembre de 1987, los grupos paramilitares que se
hacían llamar Sociedad de Amigos de Ocaña, Comité para la
Reivindicación Moral de Convención (CRMC), y el MAS,
asesinaron a dos líderes más del Paro y amenazaron de
muerte a más de treinta personas, entre los que se
encontraban educadores, comerciantes, campesinos y
conductores que también habían participado en el paro y que
en su mayoría pertenecían al sindicato ASINORT o al partido
político
A
Luchar.
Estas
amenazas
causaron
el
desplazamiento forzado de varios de los amenazados.
Desde comienzos de 1988, las organizaciones que habían
impulsado la Coordinadora Popular del Nororiente,
67
68
FUENTE: REVISTA
COLOMBIA HOY INFORMA,
J i d 1988
SAID QUINTERO PEREZ, HECTOR MELO, JORGE TELLEZ QUINTERO y WILSON BECERRA
BERNARDINO GARCIA, LUIS FRANCISCO GUZMAN y JAIRO DE JESUS BLANDON
empezaron a movilizarse para exigir al gobierno el cumplimiento de los compromisos
adquiridos con la población, los cuales no habían sido cumplidos.
Para ello se dio inicio a los preparativos de una nueva jornada en exigencia del respeto a la
vida, por servicios públicos y sociales, el cumplimiento de los compromisos oficiales con
anteriores protestas, y en defensa de los recursos naturales. Se discutieron y concretaron
pliegos reivindicativos locales y regionales, medios logísticos para la movilización y
mecanismos de negociación con el gobierno 69 .
En el impulso a esta nueva jornada de movilización y denuncia participaron la Asociación
Nacional de Usuarios Campesinos, la Organización Nacional Indígena de Colombia, la
Coordinadora Nacional de Movimientos Cívicos, seccionales de la CUT, Juntas comunales,
cívicas y campesinas y las organizaciones políticas A Luchar, Frente Popular, Unión Patriótica
y Frente Popular. En la zona V, las organizaciones que impulsaron la realización de las
marchas fueron además de las ya mencionadas, la Coordinadora Campesina del Magdalena
Medio, USITRAS, SINTRAUIS, el SES, ASINORT, y organizaciones defensoras de derechos
humanos como el CSPP seccional Santander, entre otras.
Miles de personas se sumaron a las marchas propuestas por las distintas organizaciones
sociales que promovieron su realización a pesar de “la expresa prohibición del gobierno”,
que se fundamentaba en la vinculación de las movilizaciones con la subversión. El Ministro
de Gobierno enfatizó que así los gobernadores permitieran las marchas, él mantendría el
ejército en las ciudades para defender a las “gentes del bien70 .
En varios lugares del país, los participantes de las marchas comenzaron a organizarse en la
semana previa a la realización de la protesta con el fin de resistir conjuntamente las
operaciones de control de la fuerza pública y llevar a cabo las movilizaciones. Entre tanto,
“Las Fuerzas Armadas ponían en práctica un plan destinado a desmovilizar a los campesinos.
Este operativo consistió en el taponamiento mediante tropa y bloqueos con tanques y
alambradas de las principales carreteras troncales y sitios de concentración para impedir el
paso de las marchas hacía las capitales departamentales, como era su objetivo;
inmovilización de los carros en que se transportaban mediante pinchazos a las llantas y
decomiso de las llaves; confiscación, y algunas veces destrucción de los alimentos
destinados para la manutención durante las jornadas de la marcha y concentración; cierre
con cadenas y candados de los parques y plazas donde los campesinos se iban a concentrar;
allanamiento violento de oficinas públicas e iglesias donde algunos marchistas lograron
refugiarse; detención de dirigentes y marchistas y allanamientos en varios pueblos y
veredas”71 .
Las agremiaciones estudiantiles y sindicales respaldaron las marchas por medio de la
realización de protestas locales en los centros urbanos más importantes del país. “En
Bucaramanga fueron tomadas las instalaciones de la Procuraduría... En Convención (Norte
de Santander), los pobladores realizaron colectas de alimentos para proveer a los
campesinos a los que el ejército había decomisado sus provisiones, siendo nuevamente
confiscadas” 72 .
Al manejo militar se añadió la desinformación sistemática y la difusión de versiones
tendenciosas que buscaron mostrar a la guerrilla como la responsable de los hechos. La
prensa nacional deslegitimó desde sus páginas editoriales la protesta de los campesinos.
69
70
71
72
SOLIDARIDAD. Junio, 1988. No 95, p. 5.
COLOMBIA HOY INFORMA. Año IX, No. 58, Bogotá, 1988, p. 17.
SOLIDARIDAD. Junio, 1988. No 95, p. 6.
SOLIDARIDAD. Junio, 1988. No 95, p. 8.
“Las marchas están prohibidas. Con la Constitución en la mano y con la fuerza de la ley, se
deben impedir...la plaga de las marchas debe cesar”, pedía El Tiempo en su edición del 24
de mayo 73 . En el editorial del 29 de mayo, día de una de las masacre, El Espectador afirmó
que todas las marchas que surcaban los campos de los departamentos de la costa Atlántica,
Antioquia, los Santanderes y Arauca, eran un plan de subversión para hundir al país en el
más profundo caos. Por su lado, la revista Semana, en un artículo titulado El Marchismo
Leninismo acusaba a las marchas de ser una réplica de la gran marcha de Mao y señalaba a
varias organizaciones guerrilleras de ser las responsables de la movilización campesina74 .
A pesar de las acciones de la fuerza pública y la administración gubernamental para impedir
la realización de las marchas, entre el 22 y el 24 de mayo de 1988, más de 80.000 personas
provenientes de los departamentos de Bolívar, Cesar, Norte de Santander, Santander,
Magdalena, Sucre, Córdoba, Atlántico y Arauca, se movilizaron hacia las principales ciudades
del país. Se trató de una movilización que superó en convocatoria y cubrimiento geográfico
las marchas de 1987. Efectivamente, durante los 10 días de movilización, los tres paros
movilizaron 81.210 campesinos en 9 departamentos, “en 11 frentes que sincronizadamente
quisieron confluir sobre cinco cabeceras provinciales y sobre cuatro capitales regionales”,
entre las que Bucaramanga era la más importante. La mayor incidencia se localizó en las
áreas más afectadas por el conflicto en el último año: el Magdalena Medio santandereano, la
provincia de Ocaña y el Nordeste antioqueño.
En el cuadro No. 4 se presentan las cifras generales de la participación de la población en
las marchas de acuerdo a la región y el municipio de proveniencia de los pobladores.
Cuadro No.4 Marchas Campesinas. Participación por regiones y municipios
73
74
El Tiempo, 24 de mayo de 1988, p. 4A
Semana, No. 317, mayo 31 de 1988, p. 27.
MARCHAS CAMPESINAS – MAYO 1988
COSTA ATLÁNTICA
NORDESTE ANTIOQUEÑO
Hacia Cartagena
Nro. Campesinos
Magangue
5000 (5) Remedios
500 (3) Segovia
Turbaco
Bajo Cauca
Cisneros
Hacia Valledupar
Jagua de
400 (3) Subtotal
Ibirico
1500 (4)
Codazzi
Hacia Santa Marta
Fundación
5000 (2)
(Bellavis.)
Hacia Barranquilla
Carret. Or y
1760 (2)
Cord.
Hacia Montería
1250 (1) 1500
Sahagun
(3)
Planeta Rica
Tierralta
300 (2)
Subtotal
17.210
NORORIENTE COLOMBIANO
Nro.
Sur del Cesar
Nro. Campesinos
Campesinos
6000 (5) Pailitas
500 (3)
4500 (5) Curumaní
2000 (3)
2500(5) Pelaya
900 (3)
900 (5)
Provincia de Ocaña
8500 (3)
Teorama
13.900 Tibú
800 (3)
El Tarra
1500 (3)
Filo Gringo
5000 (1)
Hacarí
3000 (2)
Convención
4000 (3)
Aserrío
3000 (3)
San Calixto
700 (3)
Palmarito
3000 (3)
Ocaña
500 (3)
Magd. Medio (Sant.)
S. Vicente Chucurí
5000 (6)
Barranca (La
500 (3)
Fortuna)
Cachiri
500 (3)
Arauca
Saravena
2000 (4)
Arauquita
1700 (2)
Prov García Rovira
Cerrito
Subtotal
7000 (3)
50.100
TOTAL NACIONAL
Costa Atlántica
Noreste Antioqueño
Nororiente Colombiano
TOTAL
17.210
13.900
50.100
81.210
21.19%
17.11%
61.70%
100%
Frente a las denuncias de detenciones, torturas, asesinatos y masacres, la Coordinadora
Popular del Nororiente, buscó garantizar en la mesa de negociaciones la integridad física de
los participantes en la marcha. Sin embargo, y como ya se anotó, el gobierno no garantizó
esa mínima condición. Por el contrario, adelantó una amplia militarización de las zonas que
permitió el hostigamiento sobre las marchas desde el momento mismo en que empezaron.
Antes que las gobernaciones, fueron los militares quienes ejercieron su jurisdicción de hecho
sobre el orden público, excusados en que las marchas eran un “oscuro plan subversivo” con
el objetivo de desestabilizar al gobierno y a sus instituciones. hostigaron a los marchistas,
restringieron la movilización, cortaron el suministro de víveres y detuvieron arbitrariamente
las marchas en 29 sitios distintos, los campesinos concentrados en el Sur del Cesar, Pelaya,
Pailitas, Curumaní, ni siquiera pudieron iniciar su desfile a Bucaramanga.
Los crímenes contra los marchistas se dieron durante en dos tiempos; durante el desarrollo
de las marchas se perpetraron contra el campesinado y después de su realización contra sus
dirigentes. En Santander se presentaron varias detenciones, desapariciones, torturas y
asesinatos de campesinos, en los que el Batallón Nueva Granada y militares al mando del
Teniente Coronel Rogelio Correa Campo adscritos al Batallón Luciano D'Elhuyar estuvieron
involucrados, principalmente se destacan las masacres de La Fortuna en zona rural de
Barrancabermeja y Llana Caliente en el municipio de San Vicente del Chucurí.
La persecución y asedio contra los manifestantes prosiguió en los días siguientes a la
realización de las masacres. Un día después de la masacre de la Fortuna las fuerzas
paraestatales asesinaron a un concejal de la UP y extendieron su accionar criminal contra el
Sindicato de Educadores de Santander, SES, organización que denunció la desaparición de
dos profesores. En la mañana siguiente, el 25 de mayo, la Coordinadora Popular del
Nororiente convocó la realización de un Paro Cívico en Barrancabermeja, con el fin de
solidarizarse con las marchas y repudiar los hechos de la Fortuna. En el desarrollo de la
protesta los paramilitares cobraron la vida de dos personas más. Así mismo, decenas de
campesinos fueron asesinados; eran abordados en los buses por caminos intermunicipales o
masacrados en sus viviendas. Para el segundo semestre de 1988, estas veredas eran
parajes fantasmas donde los paramilitares ostentaban el control absoluto.
En total, entre 1987 y 1988 fueron asesinados por ejército y paramilitares 6 dirigentes
cívicos, 5 educadores, 70 militantes de partidos políticos de oposición, entre los que se
encontraban
13 pertenecientes a A luchar y 49 a la UP, 16 obreros y trabajadores, 433
pobladores de las zonas rurales y 44 sindicalistas, principalmente de la USO, el SES y
Sintraindupalma. Con ocasión de esta arremetida estatal y paraestatal, en los años
siguientes, la actividad reivindicativa se disminuyó sustancialmente pues se logró socavar la
fortaleza tanto de las organizaciones sindicales y políticas, como de los demás movimientos
cívico – populares de la zona.
Zona V. N° de víctimas del ejército y los paramilitares según años, 1987-1998
600
500
400
Ejército
Paramilitares
300
200
100
0
87
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
Como se observa en el gráfico, en los años 1987 y 1988, se presenta un importante repunte
en el número de crímenes de lesa humanidad por la acción militar y paramilitar, lo que
coincide con el desarrollo de procesos organizativos de la zona identificados principalmente
con el paro del nororiente del 1987 y las marchas campesinas de 1988. Además, en estos
años se inicia la ruptura de diálogos con los grupos insurgentes. En julio de 1987 hay una
ruptura parcial de la tregua a raíz de la emboscada de un convoy militar en el Caquetá.
Hacia finales de 1988 el Presidente Barco anuncia un "Plan de Paz" que no es otra cosa que
el énfasis de la represión paraestatal masiva en un contexto de revitalización del estado de
sitio. De aquí que el final de los diálogos de negociación entre guerrilla y gobierno constituya
el inicio de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), que surge en momentos de
auge del movimiento social entre 1987 y 1988.
En 1998, los campesinos del Sur de Bolívar y del Valle del Río Cimitarra realizaron un
multitudinario éxodo hacia Barrancabermeja, como forma de denunciar la falta de atención
del Estado en sus zonas y las constantes incursiones paramilitares. En total llegaron a
Barrancabermeja más de 10.000 campesinos que se concentraron en varios centros
educativos.
Los antecedentes del éxodo se remontan a las movilizaciones realizadas por los campesinos
de San Pablo, en el Sur de Bolívar hasta Barrancabermeja en 1986, donde a pesar de las
acusaciones de infiltración de la guerrilla y las continuas amenazas los campesinos lograron
concertar una serie de acuerdos con el gobierno cuyo fundamento se centraba en una
presencia del Estado no represiva sino con inversión social y el mejoramiento de las
condiciones de vida de los pobladores de la región, y el compromiso Estatal para castigar a
los servidores públicos que patrocinaran la conformación de grupos paramilitares.
El reiterado incumplimiento del gobierno de estos acuerdos motivó el éxodo de 1998 donde
se instaló una Mesa Regional Permanente de Trabajo que se encargó de elaborar un Plan
Integral de Desarrollo del Magdalena Medio que el Estado se comprometió a acoger como
hoja de ruta para las inversiones en la región, sin embargo, una vez los campesinos
retornaron a sus tierra, el gobierno incumplió y el aparato paraestatal arremetió contra los
líderes del éxodo y los miembros de la Mesa de Trabajo.
2.3.1 Albergue campesino de Barrancabermeja y Casa Campesina de
Sanvicente, respuestas al desplazamiento forzado
La dura situación que debió enfrentar el campesinado desde mediados de los ochenta obligó
a miles de habitantes de las zonas rurales a desplazarse hacia los cascos urbanos como
forma de salvaguardar su integridad personal, primero debido a los intensos bombardeos y
operativos militares en la zona, que obligaron en 1987 a un éxodo de más de 6.00
campesinos provenientes del Sur de Bolívar, y luego debido a la “guerra sucia” adelantada
por los grupos paramilitares con apoyo de las Fuerzas Militares.
De esta forma, se generan en la zona quinta dos procesos importantes que buscan brindar
protección y alojamiento a las familias desplazadas por la violencia, brindar asistencia
médica, sicológica y educativa e impedir la destrucción violenta de las comunidades rurales
al ofrecer un punto de referencia para reconstruirlas. Se trata del Albergue Campesino que
funcionó en Barrancabermeja desde 1988 y de la Casa Campesina que funcionó en San
Vicente de Chucurí desde 1992. Lugares donde se dispusieron espacios de diálogo con
instituciones gubernamentales para darle salida a la emergencia de los campesinos
desplazados y se implementaron formas de denuncia que permitieran dar una alerta
temprana frente a incursiones paramilitares y atropellos por parte de la Fuerza Pública en los
municipios santandereanos del Magdalena Medio.
El Albergue de Barrancabermeja se abrió con el apoyo de la ANUC, el Comité de Derechos
Humanos de Barrancabermeja, el Comité Ecuménico y la Coordinadora Campesina del
Magdalena Medio, posteriormente se unieron a esta iniciativa numerosas organizaciones
sociales. A pesar del carácter netamente humanitario de estas dos experiencias, sus
dirigentes y los residentes que se alojaron en ellas debieron soportar el hostigamiento de
militares y paramilitares, allanamientos, incursiones y señalamientos constantes, a tal punto
que el Albergue debió cerrar sus puestas durante más de un año, de marzo de 1992 a mayo
de 1993, debido a la eminente amenaza de una incursión paramilitar.
Empeñados en reconstruir la vida de los campesinos desarraigados de sus tierras por la
violencia los dirigentes del albergue buscaron de forma creativa superar todas las
dificultades, repitiendo “...aquí estamos, el proyecto existe, y existe porque hay
desplazados, existe porque hay solidaridad, existe porque quedan personas románticas que
creen en la entrega y encuentro con el otro” 75 .
2.3.2 La ANUC, cronología de una persecución sistemática
La persecución sistemática contra los miembros de la ANUC se desencadenó poco tiempo
después de su constitución como organización nacional, proceso que se instituyó a
comienzos de la década del setenta. La Asociación Nacional de Usuarios Campesinos fue un
espacio en el que confluyeron los dirigentes locales y miembros de las Juntas de Acción
comunal de la mayoría de los municipios y departamentos del territorio nacional. Desde sus
inicios, la Asociación nacional de Usuarios Campesinos se proyectó como una iniciativa cuyo
fin principal fue y sigue siendo la lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida del
campesinado y la reivindicación por el derecho a la tierra.
Como respuesta a los desalojos a los que eran sometidos los campesinos, la ANUC,
promovió en 1971 un plan nacional de “Toma de Tierras” que hizo de la década del 70 un
importante momento de movilización campesina, en el que se empleó la toma de oficinas
públicas y los paros cívicos como formas de protesta y denuncia. En el caso particular del
Magdalena Medio, la ANUC comenzó una labor de asesoría a algunas tomas de tierra que se
dieron en la región en la zona de Jacaranda, Barrancabermeja, y en las veredas Cailas, de
San Vicente, La Lucha, de Puerto Wilches, Marta, de Lebrija, y La Caimana, en la zona de la
Rochela. Ya en octubre de 1970, el Presidente de la Asociación de Usuarios Campesinos de
Cimitarra había sido detenido por el ejército, en medio de varias detenciones arbitrarias que
la tropa adelantó aprovechando el toque de queda que por varias semanas se decretó en la
población. A partir de ese momento se evidenció el afán del establecimiento por frenar la
fortaleza organizativa de los campesinos de la ANUC, lo cual se llevó a cabo por medio del
accionar represivo de la fuerza pública, que viendo en la lucha campesina una “inadmisible
alteración del orden”, comenzó a hacer uso de las detenciones arbitrarias para coaccionar a
los lideres campesinos y mitigar sus demandas, favoreciendo a la par los intereses de los
grandes terratenientes, quienes se opusieron en todo momento a las tomas de tierras y
veían amenazados sus intereses y su señorío por el movimiento continuo y progresivo del
campesinado.
Las tomas de tierras se dieron durante 1971 y 1973, desplegando la labor de la Asociación
Municipal de Usuarios Campesinos de Barrancabermeja a todos los municipios de la región,
buscando así la coordinación con sus equivalentes en San Pablo, Yondó, Puerto Wilches,
Sabana de Torres, Betulia y Cimitarra76 . En San Vicente, la represión se ensañó contra los
simpatizantes y miembros de la Asociación, comenzando por el señalamiento de que fueron
objeto. Un ejemplo de ello fue lo sucedido en agosto de 1972, cuando 20 CAMPESINOS de
San Vicente de Chucurí fueron acusados de ser “enlaces” del ELN y condenados en consejo
75
76
Documento Albergue Campesino, Diciembre 13 de 1993.
Vargas Velásquez, A. Colonización y Conflicto Armado, p.181, y Romero Medina Amanda. Op cit. p. 68.
verbal de guerra en Casabe, como escarmiento por una emboscada que sufrió el ejército a
manos del ELN de la que resultaron muertos un capitán y cinco soldados77 .
La persecución contra el campesinado y los dirigentes de la ANUC, que inició
del setenta, no dejó de revestir preocupantes niveles durante los ochenta. En
de los años ochenta, las modalidades criminales contra los miembros de
transformaron; las detenciones arbitrarias efectuadas por la fuerza pública
precedentes dieron paso a los mecanismos irregulares utilizados por los grupos
que comenzaron a hacer presencia en toda la zona.
en la década
A comienzos
la ANUC se
en los años
paramilitares
Durante el año 1983 se desató una fuerte represión contra el campesinado en general y
particularmente sobre los dirigentes campesinos y la ANUC. Los hostigamientos contra los
miembros de la ANUC se presentaron a partir del mes de enero en Barrancabermeja y se
prolongaron en el transcurso del año. La oleada de violencia que se desencadenó en 1983
contra los líderes campesinos de la zona V, conllevó a que en el mes de mayo del mismo año
la ANUC Barrancabermeja denunciara el asesinato de 10 dirigentes campesinos en Puerto
Boyacá. Los principales responsables de la comisión de CLH contra los miembros de la ANUC
en el curso de ese año fueron los grupos paramilitares que comenzaron a hacer presencia en
la zona, particularmente el MAS y los Tiznados, quienes realizaron varias amenazas e
intimidaciones contra los dirigentes de la Asociación Campesina. Así, a lo largo de 1983, 9
integrantes de la ANUC fueron victimizados en la zona V, 6 de ellos fueron agredidos en la
ciudad de Barrancabermeja, donde la ANUC había alcanzado un alto apoyo y participación
del campesinado y los 3 restantes en el municipio de Simacota.
Paralelamente a las amenazas y hostigamientos que recibieron sus dirigentes, la ANUC
denunció los atropellos sufridos por los campesinos de los corregimientos y veredas de los
municipios del Magdalena Medio y en particular los relativos a hostigamientos y amenazas
por parte de los propietarios de tierra para que los campesinos desalojaran sus tierras. Uno
de los principales mecanismos empleados por los agentes paraestatales para dar muerte a
los miembros de la ANUC fue el de la selectividad; los líderes campesinos, una vez
identificados eran sujetos a una persecución sistemática que podía prolongarse durante años
y estar acompañada de detenciones, hostigamientos y amenazas que finalmente resultaban
en el asesinato de los campesinos.
La responsabilidad de los crímenes contra la ANUC en la zona V corrió por cuenta de las
estructuras paramilitares y el ejército, quienes en medio de operativos o acciones conjuntas
en las zonas rurales, daban muerte a sus víctimas.
En 1985 se desarrolló una nueva arremetida contra los campesinos de la ANUC, que se
extendió a los municipios de Aguachica, Arboledas, Puerto Wilches y Barrancabermeja, lugar
en el que se presentó el mayo número de casos de CLH contra los integrantes de la ANUC.
En el marco de las detenciones ilegales y allanamientos a sedes sindicales que se intensificó
en todo el país y particularmente en la zona V, a comienzos de ese año se perpetró un
atentado contra el Presidente de la Asociación de Usuarios Campesinos ANUC, Seccional
Magdalena Medio. Además de los múltiples hostigamientos contra la ANUC, las amenazas y
agresiones se extendieron a los miembros de otras organizaciones sindicales y cívicas, así
como a otros habitantes de la región del Magdalena Medio, tal como fue denunciado por el
Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, regional Santander.
77
Vargas Velásquez, A. Op. cit. Para el autor, la escasa importancia de la Anuc por estos años se evidencia “en la
misma participación de la región en las “tomas de tierra” que impulsa la ANUC a comienzos de los 70s. En 1971,
año de auge de las “recuperaciones” impulsadas por la ANUC a nivel nacional, se dan 6 “tomas de tierra” en la
región del Magdalena Medio Santandereano y 2 más en 1973”, Ibid., p. 182
Al analizar la comisión de CLH contra los miembros de la ANUC, encontramos como la fuerza
pública y los grupos paramilitares no fueron los únicos implicados en la persecución contra
los miembros de la Asociación Campesina, en muchos casos, los grupos paramilitares
establecieron alianzas con los terratenientes de la zona para hostigar y victimizar a los
campesinos de dicha organización. Esta situación se presentó en el segundo semestre de
1985 en los municipios de Aguachica y Puerto Wilches.
En 1987 fueron varios los hechos contra la ANUC. Precisamente en ese año la Asociación
Nacional de Usuarios Campesinos comenzó un nuevo periodo de lucha agraria y promovió la
organización de grandes movilizaciones campesinas y cívico populares como el Paro del
Nororiente que se desarrollo a mediados del mes de junio. El renovado impulso que cobraron
las luchas y reivindicaciones campesinas y su articulación con las demás protestas
populares, sindicales y estudiantiles fueron frenados mediante el accionar conjunto de los
militares y paramilitares que se manifestó principalmente en el segundo semestre del año.
Los municipios más afectados por la arremetida paraestatal que se produjo ese año fueron
Barrancabermeja y San Vicente de Chucurí. Para finales del año se presentaron 4 casos de
CLH en los municipios mencionados; una vez más Barrancabermeja fue el epicentro de la
represión contra los campesinos de la ANUC.
La arremetida contra la ANUC se incrementó en 1988. Durante ese año fueron victimizados
en la zona V, 10 integrantes de la Asociación de Usuarios Campesinos. Muchos de ellos
fueron agredidos mientras desarrollaban sus actividades gremiales. Pese a la persecución
sistemática contra el campesinado que se desarrolló durante 1987, sus luchas y
reivindicaciones no pudieron ser acalladas; por el contrario, en el mes de mayo de 1988 los
campesinos de la ANUC y varios gremios sindicales, políticos, estudiantiles, cívicos y
populares del Nororiente Colombiano promovieron la realización de las multitudinarias
marchas campesinas, que convocaron a miles de campesinos de toda la zona. Antes,
durante y después de las marchas, el ejército y los paramilitares dieron curso a la
eliminación sistemática de todos los pobladores que participaron y lideraron las
movilizaciones. Como resultado de esto, varios dirigentes e integrantes de la ANUC fueron
intimidados, desaparecidos y asesinados. Los operativos de los agentes paraestatales se
desarrollaron en los municipios de Barrancabermeja, Betulia, Cacota, Cerrito, Convención,
San Vicente de Chucurí y el Socorro.
La situación no varió mucho en 1989. Además de las amenazas, detenciones, desapariciones
y asesinatos, se implementaron otros mecanismos represivos contra la ANUC como el
allanamiento de sus sedes principales. Precisamente en enero de ese año se produjo un
allanamiento a la sede campesina de la ANUC-Barrancabermeja por parte de miembros de la
policía local y dos civiles de los organismos de seguridad del Estado. En ese momento, en la
sede de la ANUC estaba localizado el Albergue de Damnificados de la Violencia en el
Magdalena Medio. Las agresiones se agravaron en los meses siguientes; poco tiempo
después del allanamiento de la sede principal de la ANUC se desencadenaron varios
asesinatos y desapariciones contra sus miembros a manos del ejército y las estructuras
paramilitares. De tal manera en 1989, se presentaron 7 casos de CLH en la zona V, 6 de
ellos fueron efectuados en Barrancabermeja, principal epicentro de la represión paraestatal
contra la ANUC. El otro crimen fue perpetrado en la población de Rionegro.
En la década del noventa continuaron los hostigamientos y agresiones contra los campesinos
de la ANUC. Los operativos y operaciones conjuntas del ejército y los paramilitares para
asesinar a los campesinos mientras se desplazaban por las áreas rurales se incrementaron
en el período comprendido entre 1990 y 1998.
No obstante las decenas de vidas de campesinos de la ANUC que fueron sesgadas por los
agentes paraestatales en los años ochenta tanto en la zona V como en el resto del país, su
lucha no cesó. Por el contrario, cobró un nuevo impulso. Un ejemplo de ello fue el
importante papel que jugó la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos durante la
negociación del Paro del Magdalena Medio Santandereano que se efectuó en el mes de
octubre de 1990. En esa oportunidad, los campesinos se retiraron del despacho de la
gobernadora de Santander ante la insistencia del general Carlos Julio Gil Coronado, en
señalarlos como “subversivos e idiotas útiles de la subversión”, señalamiento que puso en
evidencia una vez más la persecución a la que desde había más de veinte años habían
tenido que enfrentar los campesinos de la Asociación. Como si los señalamientos y
sindicaciones no bastaran a finales del mes noviembre del mismo año, la sede de la ANUC
Barrancabermeja, fue allanada por unidades del Batallón Nueva Granada. El accionar
represivo del ejército y los paramilitares se extendió también a San Vicente de Chucurí,
Lebrija y Arboledas. El saldo de esa acometida fue la comisión de 5 casos de CLH en los
municipios señalados.
Los hostigamientos contra los directivos y la persecución a la Asociación Campesina
prosiguieron con el atentado dinamitero que sufrió la sede de la ANUC en Barrancabermeja
en la madrugada del 13 de febrero de 1991. Por supuesto, la justicia no pudo establecer
ningún responsable y la investigación por el hecho fue archivada. Como fuera resaltado por
el vicepresidente y el secretario de la ANUC Barrancabermeja en ese momento, las
diligencias practicadas por la Policía en atención a los hechos fueron totalmente irregulares;
en opinión de los directivos de la ANUC, ello probaba la persecución de las fuerzas armadas
contra la agremiación campesina. Estas expresiones se demostraron claramente con las
innumerables agresiones realizadas por efectivos del Batallón Nueva Granada y el Batallón
Luciano D’El Huyar contra los afiliados a la ANUC ese año. Después del atentado contra la
sede principal de la ANUC en Barranca, esta fue trasladada a la ciudad de Bucaramanga
donde continuaron las agresiones contra sus miembros. Otros de los municipios en los que
se registró la comisión de CLH contra la ANUC en 1991 fueron Tibú en Norte de Santander y
la población santandereana de Simacota.
Muchos de los campesinos de La Asociación Nacional de Usuarios campesinos, abrumados
por la inclemencia de la guerra sucia abanderaron la defensa de los derechos humanos. Esto
conllevó a que la fuerza pública y los paramilitares se armaran de más motivos para
eliminarlos. Tal fue el caso de tres dirigentes de la ANUC, que integraban la Corporación
Chucureña de Derechos Humanos y fueron detenidos y torturados por el ejército a mediados
de 1992. Los agricultores fueron obligados a vestir uniformes camuflados, los llevaron a
registrar supuestos campamentos guerrilleros y fueron golpeados. Pocos meses más tarde,
uno de los detenidos, que en ese momento se desempeñaba como secretario de la Junta de
Acción Comunal de la localidad de Corintos fue asesinado por tropas del Batallón Luciano
D'Elhuyar, en la vereda Montebello. Este caso explicita una vez más la sistematicidad de la
persecución contra los campesinos de la Asociación. En los últimos meses del año, las
unidades de la Brigada Móvil No 2, en compañía de los grupos paramilitares de la zona
reanudaron las amenazas e intimidaciones contra los campesinos de la ANUC,
principalmente en la región chucureña, donde identificaron a su víctimas a través de la
utilización de las “Listas negras de la Muerte”.
En octubre de 1992, el presidente de la Asociación Municipal de Usuarios Campesinos de San
Vicente de Chucurí, así como los últimos directivos de la ANUC, debieron abandonar la
región, obligados por las constantes amenazas de paramilitares y militares. Durante los
meses siguientes, cuatro campesinos más miembros de la Asociación fueron amenazados
por paramilitares del grupo Los Masetos y efectivos de la Brigada Móvil No. 2 en el mismo
municipio. En suma, la persecución contra los afiliados de la ANUC que inicialmente se
concentró en la ciudad de Barrancabermeja, con el devenir de los años noventa se focalizó
en el municipio de San Vicente, donde las iniciativas del campesinado habían recobrado un
nuevo impulso, el cual en poco tiempo fue socavado por el ejército y los paramilitares. Para
finales del año 10 miembros de la Asociación habían sido agredidos por las fuerzas
parainstitucionales, 6 de ellos en San Vicente, uno en Barrancabermeja y los tres restantes
en la población de Betulia, donde ya se habían registrado crímenes contra la ANUC algunos
año antes, en 1988.
Durante 1994 disminuyeron los casos de CLH contra la ANUC en toda la zona V. En el
transcurso de ese año se registraron 4 casos de CLH contra sus miembros, la mayoría de
ellos en la población de San Vicente. También se presentaron hostigamientos en Barbosa y
Betulia, donde continuó la persecución que venía presentándose desde el año anterior.
En el curso de 1994 la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos ANUC en
Barrancabermeja, continuó siendo víctima de nuevos hechos de violencia que se reanudaron
en la ciudad de Barrancabermeja. A finales de septiembre. el presidente de la Asociación
Municipal de Usuarios y miembro de la Junta Directiva Nacional de la ANUC fue detenido en
la Casa Campesina de Barrancabermeja, por orden de la fiscalía regional, sin que se
conocieran los cargos en su contra. El hecho tuvo lugar apenas tres días después de que
tropas del Batallón Antiaéreo Nueva Granada allanaran la Casa Campesina.
A finales de la década del noventa se intensificó la represión contra los miembros de la
ANUC tanto en Barrancabermeja como en toda la zona V. Fue tal la represión que se
desencadenó contra los campesinos de la Asociación que estos no tuvieron más remedio que
renunciar a la organización, a las tomas de tierras y vincularse a otras iniciativas cívicas y
populares. La persecución también se extendió a los afiliados de la Asociación de la capital
de Norte de Santander, donde a finales de 1998 comenzaron a ser asesinados los principales
líderes de la asociación.
En síntesis, en el periodo de estudio abarcado por el informe (1966 – 1998), se presentaron
69 casos de CLH contra los miembros de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos
ANUC, en toda la zona V. la mayoría de estos crímenes fueron responsabilidad directa de
las estructuras paramilitares (32 casos), seguidos de los organismos del ejército (27 casos).
Los casos restantes fueron perpetrados por la policía (4 casos) y por autores estatales no
precisados (1 caso). Estos datos son una muestra más que suficiente de la sistematicidad
con la que fueron reprimidos los campesinos de la Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos por el establecimiento y sus fuerzas irregulares.
2.4 Otros Sectores Sociales Perseguidos
Además del campesinado y de los diferentes sectores y procesos adelantados en las zonas
rurales, en la zona V fueron perseguidos en los cascos urbanos y en las principales ciudades
de la zona sectores sociales que desarrollaban actividades reivindicativas.
En total se
registraron 4.649 víctimas excluyendo a los pobladores rurales, las cuales se identificaron,
según el contexto socioeconómico en que se desarrollaban, los siguientes sub-sectores:
ZONA V, 1982-1998
Víctimas de CLH según identidad social de las víctimas
SECTOR SOCIAL GENERAL
Defensores Derechos Humanos
IDENTIDAD SOCIAL Total
26
Dirigentes Cívicos
Educadores
Estudiantes
Funcionarios Públicos
Militante Partido Político
Total Militante Partido Político
Obreros y trabajadores
Organización guerrillera
Población Urbana
Total Población Urbana
Sindicalistas
Total general
111
183
144
223
Oposición Política
407
Partidos Tradicionales
109
516
288
65
Comerciante
194
Conductor
47
Población Carcelaria
10
Profesional
47
Religioso
15
Sector Marginado
478
Sector Popular
686
Sin Dato
1.043
Trabajador Informal
93
2.613
480
4.649
FUENTE: Base de datos CNM
Al analizar los casos presentados contra estos sectores encontramos la prevalencia de tres
lógicas represivas que permitieron ubicar sub-sectores. La primera puede denominarse
doctrina contrainsurgente, y fue utilizada para reprimir aquellos sectores que eran acusados
de ser colaboradoras de la guerrilla principalmente, sindicalistas, militantes de partidos
políticos, educadores, dirigentes cívicos, estudiantes, sectores populares profesionales y
religiosos.
Íntimamente ligada con ésta, la segunda lógica represiva, justifica la persecución a
militantes de partidos políticos y a sindicalistas por ser sectores que plantean cambios
estructurales en el sistema de relaciones económicas imperante, particularmente en lo que
tienen que ver con las políticas sociales y laborales.
La tercera lógica es la mal llamada “limpieza social” que se presentó principalmente en
Cúcuta y Bucaramanga,
y donde se atacó a sectores marginados y excluidos
económicamente. Bajo esta misma lógica se puede ubicar una lógica delincuencial, donde
los organismos de seguridad, principalmente la policía, asesinan, tortura y desaparece a
miembros de bandas de delincuencia organizada en las que ellos también participan, como
una forma de controlar los negocios ilícitos.
Estas lógicas represivas fueron implementadas desde organismos estatales y paraestatales
dividiéndose la responsabilidad de los crímenes de la siguiente forma:
Zona V, 1982-1998, No. de víctimas según responsable
RESPONSABLE
Total
Acción Combinada
30
Acción Conjunta
58
Armada Nacional
69
Autor Estatal no precisado
657
Autor no precisado
833
DAS
23
Ejército
756
Paramilitares
1.638
Policía
582
Total general
4.646
FUENTE: Base de datos CNM
La modalidad utilizada por el ejército fue principalmente la detención con limitación de
garantías procesales y la tortura o malos tratos, aunque también fueron responsables de
asesinatos y desapariciones forzadas. Sus crímenes se dirigieron principalmente contra los
militantes de partidos políticos y los habitantes de los sectores populares de la ciudad que
fueron militarizados sometiendo a sus pobladores a todo tipo de arbitrariedades.
Los paramilitares incursionaron en los cascos urbanos persiguiendo también a militantes de
partidos políticos de oposición, pobladores de sectores populares y sindicalistas; y su
modalidad principal fue el asesinato y la amenaza.
Principalmente en las zonas urbanas se implementaron por parte de los miembros de
organismos de seguridad del estado las acciones encubiertas, donde actuaban evitando ser
identificado adelantando operaciones vestidos de civil, usando capuchas para ocultar su
rostro y movilizándose en carros sin identificación para ejecutar los crímenes.
Esta forma de operar es difícil de diferenciar de la realizada por particulares contratados
para realizar los crímenes, y que se adecuarían de forma más clara a la idea de
paramilitarismo quienes actúan de forma similar.
Justamente esta
similitud en la
operatividad utilizada en ambos casos evidencia la existencia de un mismo patrón de
entrenamiento, un mismo armamento y un mismo objetivo a perseguir, lo que deja entrever
la magnitud de la connivencia entre órganos del estado y supuestos paramilitares.
En este sentido, el Proyecto CNM asume que el accionar encubierto de miembros de
organismos de seguridad del Estado es una forma de paramilitarismo, sin embargo, opta por
relacionarlos diferenciadamente (como responsabilidad de organismos estatales no
precisados) para evidenciar la magnitud de un modelo paramilitar que parte directamente de
los organismos de seguridad del Estado como la policía, el DAS, la SIJIN, el B2 y el F2,
quienes además de usar miembros activos y retirados, poco a poco va vinculando a
particulares dentro de sus estructuras como forma
más efectiva de evadir la
responsabilidad.
En particular en ciudades como Barrancabermeja, Bucaramanga y Cúcuta se presentan más
de 500 asesinatos cometidos a través del accionar encubierto de las autoridades,
demostrando que se trata de una forma sistemática de persecución contra sectores
populares que busca principalmente garantizar la impunidad de los responsables.
En lo que sigue se analizará la persecución contra los principales sectores sociales
perseguidos.
2.4.1 Partidos Políticos de Oposición
El Proyecto CNM tiene registrado en su base de datos un total de 400 víctimas de crímenes
de Lesa Humanidad pertenecientes a partidos políticos de oposición que realizaron su
trabajo político en la Zona V de 1982 a 1998, siendo la agresión más frecuente el asesinato,
lo que evidencia que la política de persecución contra este sector buscaba terminar de forma
definitiva con las posibilidades de una alternativa política diferente.
Además de los asesinatos se presenta un alto número de detenciones acompañadas por
torturas y asesinatos, lo que obedece a la implementación de acciones militares inspiradas
en la doctrina contrainsurgente que veían en los militantes políticos de oposición una forma
de amenaza a la seguridad del Estado, el cual era concebido como la primacía de un orden
social unívoco e incuestionable que se ponía en riesgo si se permitía la existencia de
opciones políticas alternativas a las tradicionales.
La mayoría de estos crímenes fueron adjudicados o reivindicados por grupos paramilitares,
sin embargo, las distintas investigaciones adelantadas demostraron que no eran simples
sicarios los que actuaban, y que en estos crímenes resultaban comprometidos una y otra
vez, militares de alto rango.
En el siguiente cuadro se observa de forma discriminada la responsabilidad de los crímenes
cometidos contra ese sector.
Zona V, 1982-1998, Militantes de partidos políticos de oposición victimizados según
responsable
RESPONSABLE
Acción Combinada
Acción Conjunta
Armada Nacional
Autor Estatal no precisado
Ejército
Paramilitares
Policía
Total
No Víctimas
1
7
1
57
142
133
59
400
FUENTE: Base de datos CNM
Los partidos políticos perseguidos en la Zona V fueron:
1- Partido Comunista de Colombia fue atacado desde 1982 en toda la zona, principalmente
en Bucaramanga y Barrancabermeja. Doce de sus militantes fueron asesinados y tres
desaparecidos, además debieron soportar el hostigamiento de la fuerza pública con
detenciones, allanamientos y torturas.
2- Unión Patriótica: Fue el partido político más atacado en toda la Zona, principalmente en
Santander en los municipios de Bucaramanga, Barrancabermeja, Sabana de Torres, San
Vicente del Chucurí, Río Negro, Puerto parra. 110 de sus militantes fueron asesinados y 36
salieron vivos de diferentes atentados, 23 fueron desaparecidos y decenas fueron detenidos
y torturados por la Fuerza Pública.
3- Firmes, movimiento con auge a mediados de los ochenta promovido por numerosas
personalidades e intelectuales y encabezados por Gerardo Molina, fue hostigado a través de
allanamiento y detenciones masivas en la ciudad de Bucaramanga donde tenía mayor
acogida.
4- A Luchar que fue atacado principalmente en Barrancabermeja y Bucaramanga, con
ocasión del paro del Nororiente de 1987 y de las marchas de 1988. Veinte de sus militantes
fueron asesinados y 6 desaparecidos.
5- Frente Popular, movimiento que se lanzó en Barrancabermeja a finales de los Ochenta y
fue hostigado en esta misma ciudad, donde asesinaron a dos de sus líderes.
6- Alianza Democrática M-19 Fue perseguida en la década de los 90 principalmente en Sur
del Cesar en los municipios de San Alberto y San Martín, donde les realizaron once
atentados cobrando la vida de 4 de sus militantes.
7 - Corriente de Renovación Socialista, organización política que surge luego de los diálogos
adelantados por el gobierno de Cesar Gaviria (1990-1994) y una disidencia del ELN, fueron
atacados en Lebrija Santander donde asesinaron a 3 de sus líderes.
8- Esperanza Paz y Libertad fue victimizado en la década de los noventa principalmente en
los municipios del Norte de Santander y Sur del Cesar donde los grupos parmalitares
reaccionaron contrariamente a los acuerdos de Paz firmados entre la mayoría de la
agrupación guerrillera EPL y el gobierno Gaviria,
que había sido el origen de esta
organización política, y atacaron a los militantes ya desmovilizados, asesinando a doce de
ellos.
9- Movimiento Campesino,
principalmente en 1992.
Obrero
y
Popular
de
Sabana
de
Torres
fue
atacado
10- En el Sur del Cesar fueron atacados partidos políticos locales, entre los que encontramos
El Movimiento Acción Comunitaria (MAC), que surge en Aguachica Sur del Cesar a mediados
de los 90. y varios movimientos de San Alberto, entre ellos, el Movimiento Independiente
Convergencia Democrática Ciudadana en San Alberto, atacado en 1993, el Movimiento
Cívico Comunitario de San Alberto, atacado en 1995, y la Unión Política Cívica atacad el
mismo año.
En la zona V se observa que hacia 1985 y 1986 arrecia la represión contra los miembros de
partidos políticos de oposición (Ver Gráfico), pues de 4 asesinatos contra este sector en
1984, se pasa a 12 en 1985 y a 18 en 1986, evidenciando, por un lado, la consolidación de
la represión parainstitucional que se plantea como reacción a los diálogos de paz
adelantados entre la insurgencia y la administración de Betancur; y por el otro, la reacción
de las estructuras políticas tradicionales por la proximidad de las elecciones.
Zona V, 1982-1998, Militantes de partidos políticos de oposición victimizados por año
80
70
60
50
40
30
20
10
0
82
83
84
85
86
87
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
FUENTE: Base de datos CNM
Es revelador que en los ocho meses que antecedieron la jornada electoral los mandos
castrenses ordenaran la detención de un gran numero activistas de la Unión Patriótica, sin
encontrarse nunca elementos que justificaran dichas acciones, por lo que en todos los casos
los detenidos salieron sin cargos. Y que a lo largo del mes de mayo de 1986, el “MAS” haya
fijado letreros murales en los que amenazaban de muerte a militantes comunistas,
principalmente al representante a la Cámara, electo por la Unión Patriótica, Leonardo Posada
Pedraza 78 , quien fuera finalmente asesinado el 30 de agosto siguiente en Barrancabermeja,
apenas dos días antes del asesinato del senador de la UP por el Meta Pedro Nel Jiménez.
Entretanto, en el mes de marzo de 1986, ocho militantes de la UP fueron masacrados por el
MAS en la población de Puerto Parra, mientras que 9 personas fueron desaparecidas y 5
resultaron heridas como resultado del accionar de una patrulla de aproximadamente 60
paramilitares, acompañada por unidades militares, quienes incursionaron en la inspección
departamental de policía Campo Capote.
A pesar de las labores de entorpecimiento al trabajo electoral materializado en la intensa
represión militar y el accionar de grupos paramilitares, las elecciones de marzo y mayo de
1986 fueron todo un éxito, la Izquierda fortaleció su posición en los Concejos Municipales, la
alianza Unión Patriótica - Frente Amplio del Magdalena Medio (FAMM), obtuvo un Representante a la Cámara, Hernán Motta, con la suplencia de Leonardo Posada (asesinado poco
después) y un diputado a la asamblea departamental, Jairo Vargas, además, 45 Concejales
en 23 municipios santandereanos. Sabana de Torres fue uno de los municipios donde se
evidencio la acogida de la izquierda, pues 5 de los ediles del Cabildo Municipal eran
miembros de la Unión Patriótica79 .
Este triunfo electoral motivó el aumento de la guerra sucia en los años 85 y 86
especialmente por la aprobación de políticas de descentralización administrativa
implementadas a mediados de esta década, que otorgaban a los municipios autonomía para
78
79
CPDH. Itinerario de la Represión y la Violencia Institucionalizada, 1986
Op. Cit, p. 38
invertir recursos económicos80 .
Estas reformas ponían en cabeza del municipio la
administración y prestación de los servicios públicos básicos, la construcción, dotación y
mantenimiento de centros de salud y hospitales, planteles educativos, instalaciones
deportivas, prestación de servicios de asistencia técnica, concertar con el DRI (Desarrollo
Rural Integrado) en zonas de colonización, adjudicación de terrenos baldíos. Además,
permitía adelantar programas de urbanización, operar y construir puertos y muelles
fluviales, construir y mantener vías terrestres, mantener y constituir guardias cívicas,
reglamentar el transporte urbano y suburbano. No es de extrañarse que los políticos
tradicionales entendieran el peligro que corrían si la administración de estos recursos caía en
manos de los partidos de oposición, ya que perderían el control sobre los negocios que
dependían de estos recursos.
También fueron determinantes en la victimización contra este sector las marchas
campesinas adelantadas en 1988 y lideradas por partidos políticos de oposición y diferentes
organizaciones sociales, pues es justamente en este año donde más asesinatos se presentan
contra militantes de partidos políticos de oposición. Principalmente en Barrancabermeja y
en Bucaramanga se presentan masacres y asesinatos selectivos contra los líderes políticos
que participaron en las marchas.
En el Sur del Cesar es clara la reacción contra el proceso de paz adelantado con el M-19,
pues es allí donde principalmente victimizan a los miembros ya desmovilizados de este
grupo y que ahora eran militantes de la Alianza Democrática AD-M19.
La persecución al Partido Comunista Colombiano
A finales de la década del treinta, el Partido Comunista comenzó a desarrollar un amplio
trabajo organizativo en la Zona V. Los primeros comités regionales del PCC se constituyeron
en la capital santandereana en el año de 1937 y se extendieron posteriormente en todo el
departamento incluyendo el Magdalena Medio:
“En Barrancabermeja el PCC colaboró activamente en la Creación de la Federación Nacional
de Trabajadores Navieros, entidad que logró que se aprobaran importantes reivindicaciones
para los trabajadores hasta que el gobierno de Lleras Camargo los liquidó a sangre y fuego;
no obstante, en la misma región más concretamente al margen occidental del río Magdalena
se gestó un Partido Comunista fuerte al calor de las luchas de los trabajadores petroleros
contra las multinacionales. El arraigo popular que tuvo el partido Comunista desde el
principio se debió a que, en primer lugar, planteaba unas técnicas de lucha política
novedosas; en segundo, proponía cambios radicales, y, en tercer lugar, porque ponía en
práctica su teoría” 81 .
Además de propender por la lucha de los trabajadores petroleros, el PCC apoyó la creación
de barrios populares en la ciudad de Bucaramanga, “barrios como Obras Públicas o la
80
La reforma a la organización administrativa y territorial de los municipios se realizó por medio de la Ley 11
(Creación de Juntas Administradoras, Veedurías, Juntas directivas de empresas de servicios públicos), el Decreto
Legislativo 1333 de 1986 (Código del régimen municipal), el Decreto reglamentario Nº 77,78,79,80 y 81 de 1987
(Funciones de las municipalidades). La ley 14 de 1983 y la ley 12 de 1986 (Recursos fiscales del municipio) y la ley
14 modificaron las bases sobre las cuales se cobran impuestos municipales (predial e industria y comercio), y
destinaron nuevos impuestos para los municipio (El que grava instituciones financieras). La ley 12 aumenta del
27% anula al 45% anual la participación de los municipios, en particular de aquellos con menos de 100 mil
habitantes, en el Impuesto sobre las Ventas. Y las transferencias de la Nación a los municipios pasó de 12 mil
millones al año a 40 mil millones de peses (valores de 1989). Solidaridad Nº 81. Bogotá, febrero de 1987
81
REINICIAR. “Solo los muertos tienen nombre”. Op. cit., p. 26
libertad se fundaron por el impulso de los activistas comunistas” 82 . Además del fomentó por
la vivienda popular, los militantes del Partido apoyaron las tomas de tierras en las áreas
rurales del departamento de Santander y la región del Sur del Cesar, y dieron lugar a la
edición del “Diario Popular de Santander” 83 , publicación que contribuyó a la consolidación y
fortaleza de esta corriente de oposición en toda la zona. Debido a ello, fue precisamente en
la región en estudio donde se llevó a cabo el V Congreso Comunista, “en el que se planteó la
lucha contra el costo de la vida, contra los despidos y contra el fascismo” 84 .
Otro de los municipios santandereanos donde también se generó una importante acogida a
este tipo de planteamientos fue San Vicente de Chucurí. “Una característica de la actividad
de los comunistas en el campo fue la promoción de la organización de los trabajadores a
través de las ligas campesinas y los sindicatos agrícolas (...) En virtud del auge de las luchas
agrarias registrado en el decenio de 1925-1935 el campesinado, se articuló a proyectos de
tipo nacional” 85 .
A lo largo de su actividad, el PCC formó alianzas con otros partidos alternativos que iban
surgiendo en la historia Colombiana como una forma de fortalecer a la oposición política y
unificar las luchas obreras. Hicieron parte de las alianzas con el Partido Comunista, el
Frente Popular, el MRL, el Frente Unido del padre Camilo Torres; el MOIR, la ANAPO . A
mediados de los años setenta como un experimento de unidad de izquierda, varios de estos
movimientos intentaron conformar la Unidad Nacional de Oposición, UNO, que constituyó un
frente interesante y novedoso por cuanto un partido comunista y una organización maoísta
protagonizaban un capítulo de unidad86 ; en la década del ochenta, la agrupación comunista
también formó parte de las alianzas de la UP.
A nivel regional el Partido concentró su actividad en la defensa del derecho a la vivienda y
junto con CENAPROV (Central Nacional Pro Vivienda) dieron origen a otros barrios de
vivienda popular en la ciudad de Bucaramanga, entre ellos el barrio Manuela Beltrán, así
como por el acceso a las mínimas condiciones de vida urbana, como era los servicios
públicos y la infraestructura necesaria que les permitiera adquirir niveles de vida dignos.
De la misma manera, la organización política en su trayectoria ha estado muy ligada a la
organización del movimiento sindical, de manera que muchos de sus militantes y dirigentes
hicieron parte de diferentes sindicatos. En Santander por ejemplo se puede citar el SES,
USITRAS (conocido ahora como SINTRAUNICOL), SINTRALTABACO y la CUT. El Partido
generó procesos de educación obrera a través del CEIS (Centro de Estudios e Investigación
Social) que realizaba cursos a los distintos sindicatos utilizando la metodología de educación
popular.
La lucha por la educación pública y la ampliación de la participación popular y la
construcción de una democracia con justicia social, fueron las razones por las cuales el
Partido siempre estuvo motivado por la participación en las actividades de movilización de
masas. Prueba de ello fue su participación activa en el paro del Nororiente Colombiano,
tanto de las negociaciones como de las actividades reivindicativas de los sectores sociales
que participaron de igual forma en él.
De la misma manera que se perpetró la persecución y acorralamiento, hasta la casi total
destrucción de la Unión Patriótica, el PC también padeció y soportó los embates y agresiones
82
83
84
85
86
Ibídem.
Op. Cit.
REINICIAR. “Solo los muertos tienen nombre”. Op. cit., p. 27
Ídem, p. 148.
Idem, p. 151.
en su contra por parte de la fuerza pública y de modo más enfático por los grupos
paramilitares. La represión a este partido de oposición y de izquierda se centró la ciudad de
Bucaramanga y la zona metropolitana, territorio en el que activistas y dirigentes del
movimiento comunista no escaparon de la progresiva y orquestada estrategia de reducción
estatal y paramilitar fundamentada en un supuesto auxilio y apoyo a grupos subversivos por
parte de la organización, etiqueta de la cual se servían los dos agentes mencionados para
ejecutar todo tipo de atropellos y desmanes contra los partidarios del PC, incluido
violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.
Al tiempo que centenares de militantes del Partido Comunista perdieron la vida en todo el
territorio nacional, lo cual evidencia el exterminio sistemático al que han sido sometidos por
el establecimiento y los grupos paramilitares, en la zona V, 46 militantes del Partido
Comunista fueron victimizados en el transcurso de los años 1982 – 1987. La oleada de
crímenes perpetrados contra los miembros de esta opción política se presentó en los años de
1984 , 1985, 1986 y 1987, período en el cual el trabajo desarrollado por el PCC y la UP fue
altamente estigmatizado por los sectores tradicionales y los poderes locales, además de la
cruenta persecución a la que fueron sometidos los militantes por parte de la fuerza pública y
el paramilitarismo.
El examen de los casos contra miembros del Partido Comunista muestra que ser
presentados como “muertos en combate”, es también uno de los mecanismos de impunidad
utilizados por los militares para justificar su asesinato y tortura. Entre los activistas del PCC
victimizados por los agentes paraestatales también se encontraban los jóvenes militantes de
la Juventud Comunista. Varios de los jóvenes activistas fueron detenidos y asediados por la
fuerza pública en los principales centros urbanos de la región en estudio, entre 1989 y 1990.
En el siguiente cuadro se presentan, los tipos de agresiones sufridos por los integrantes del
PCC en el curso del período señalado:
Zona V. Militantes del partido Comunista de Colombia victimizados
AÑO
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1990
1991
TIPO DE AGRESION
Amenazas
Desaparición Forzada
Detención
Amenazas
Asesinato
Amenazas
Asesinato
Detención
Torturas o malos tratos – Desaparición Forzada – Asesinato
Allanamiento – Detención
Detención
Detención – Torturas o malos tratos
Desaparición Forzada
Detención
Torturas o malos tratos
Asesinato
Asesinato
Desaparición Forzada
Detención – Torturas o malos tratos
Total
1
1
1
1
1
1
2
1
1
2
2
9
1
3
1
4
1
1
1
1992
1993
1996
1997
Total
Asesinato
Asesinato
Atentado
Torturas o malos tratos
Allanamiento – Detención
Asesinato
1
5
2
1
1
1
46
FUENTE: Base de Datos Proyecto CNM
La Unión Patriótica
Nacido en 1985 como movimiento político de convergencia democrática, la Unión Patriótica
se concibió como una alternativa política frente a la estructura de poder tradicional, como
un medio para canalizar las diversas manifestaciones de protesta civil y popular, y asimismo,
como un mecanismo político conducente a una eventual asimilación de las FARC a la vida
civil, en un proceso que vinculó en sus inicios no solo a cuadros y dirigentes nacionales de la
guerrilla, sino al que se sumaron militantes políticos de la izquierda no ligados a la acción
armada, liberales, conservadores, lideres campesinos, obreros, estudiantes, en un
sinnúmero de tendencias dado el carácter pluralista que se propuso el nuevo partido.
Luego de la realización del Primer Congreso Constitutivo Nacional, celebrado, la Unión
Patriótica se lanzaba a la contienda electoral de 1986. La votación obtenida por este
movimiento sobrepasó sus propios cálculos: más de 320.000 votos afirmaría la secretaría de
prensa de la UP, mientras que el periódico El Tiempo hablaba de 299.185 escrutinios a favor
de este movimiento. En todo caso, el 9 de marzo de 1986, día en que se habían celebrado
las elecciones, la Unión Patriótica había logrado, de manera independiente o entrelazando
coaliciones, ocho curules principales y seis suplencias en el Congreso21, diputados en las
Asambleas Departamentales y representación en 150 Concejos Municipales87 . Frente a años
anteriores, la participación de la llamada Izquierda Legal se había más que duplicado. En
torno a la figura de Jaime Pardo Leal como candidato a la presidencia, la UP logró cinco
senadores, nueve Representantes a la Cámara, catorce Diputados Departamentales,
trescientos cincuenta y un Concejales Municipales, que estaban señalando en cifras el triunfo
sin antecedentes de la UP.
Sobre la Unión Patriótica se desató desde sus inicios una práctica de asesinatos políticos en
masa y persecución extrema que tenía el objetivo inmediato de eliminar físicamente al
partido y con ello diluir su fuerza política. Entre 1985 y 1986 se cometieron a nivel nacional
230 homicidios contra miembros de la UP. En 1987 se registran 100 ejecuciones más y en
1988 la cifra pasa de 300. Antes de llegar a la campaña electoral de 1988, la arremetida de
la extrema derecha cobra la vida de Jaime Pardo Leal, de dos Senadores, dos
Representantes a la Cámara, cuatro Alcaldes Municipales y de más de doscientos militantes
y dirigentes en todo el país. Esta situación dificulta la intervención de la UP en las elecciones
de 1988 con las que se iniciaba la elección popular directa de los alcaldes municipales; a
pesar de todo, en esta ocasión la UP participa en 105 municipios en coaliciones con otras
fuerzas democráticas y logra ser elegida en diez y siete alcaldías populares. Sin terminar el
año de 1989, la cifra de muertos de la UP pasa el número de novecientos, entre ellos seis
Alcaldes. En ese año se registra el mayor número de desplazamiento forzado de militantes
de la Unión Patriótica tanto al interior del país como hacia países fronterizos.
87
El Tiempo, junio 1 de 1986. Págs. 3C y 4C.
Entre 1985 y 1993 se cometen 2.200 homicidios de los cuales la Unión Patriótica documenta
1.163 ejecuciones extrajudiciales en contra de sus miembros, así como 123 desapariciones
forzadas. A ello se suman los 43 sobrevivientes a atentados de asesinato y las 225 personas
amenazadas de muerte entre los años citados..
Por si las cifras mismas no fueran suficientes para demostrar la persecución del
establecimiento colombiano contra la UP, debe señalarse el hecho que la mayor parte de los
Crímenes y violaciones contra su militancia tienen lugar en las zonas en que ha logrado
mayor respaldo electoral, que se perpetran contra los miembros que han sido elegidos para
desempeñar cargos públicos y durante periodos de actividad electoral88 .
El respaldo para señalar al Estado colombiano como responsable de las graves violaciones y
crímenes cometidos contra los miembros y simpatizantes de la UP, se basa, en primer lugar,
en el hecho de que agentes del Estado han participado en crímenes contra sus miembros; en
segundo, en que el Estado colombiano no ha cumplido con su obligación de proteger a los
miembros de la UP, ni ha observado procedimientos efectivos para prevenir, investigar y
sancionar los delitos cometidos contra la UP. Las medidas cautelares para la protección de
algunos dirigentes solo se implementaron a fines de octubre de 1992 y tan solo después de
que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos hiciera la respectiva solicitud al
gobierno colombiano 89 . En la práctica, el Estado colombiano ha tolerado, incluso hasta hoy,
la persecución contra la UP: se han omitido las debidas investigaciones y sanciones, se han
dejado de tomar medidas preventivas cuando, conociendo de las amenazas, las autoridades
colombianas no tomaron precauciones apropiadas; la impunidad que resulta de ello propicia
a su vez la comisión de mayores abusos.
El avance paulatino de la UP y la fuerza inicial con que destacó como partido a la vida
nacional, se fue apaciguando y decayendo debido a la estrategia de destrucción y reducción
del mismo perpetrada por el estado colombiano, a través de sus fuerzas militares y
policiales, y por grupos paramilitares que transformaron sus dirigentes en objetivos militares
por señalarlos como “militantes de la guerrilla”.
Como en todo el territorio nacional, en las regiones comprendidas por la Zona Quinta la
mayoría de los militantes del PCC se adhirieron a la novedosa propuesta política de la Unión
Patriótica y adelantaron el trabajo previo a la constitución de dicho espacio alternativo en
aquellas regiones donde su radio de influencia era más significativo. Este factor permitió que
la UP se consolidara en un gran numero de poblaciones de la zona como Barrancabermeja,
Bucaramanga, Sabana de Torres, Puerto Wilches y Rionegro en el departamento
Santandereano, Cáchira en Norte de Santander, San Martín en el Sur del Cesar, y San Pablo
en el Sur de Bolívar.
Hasta fines de la década de los 80 los miembros de la Unión Patriótica fueron especialmente
perseguidos con incrementos en los períodos electorales de 1986 y 1988. A principios de los
años 90 ya se da por hecho que la organización ha desaparecido en Cimitarra, Simacota,
San Vicente de Chucurí, Puerto Parra y El Carmen, siguiendo el patrón de exterminio de la
zona sur antioqueña del Magdalena Medio.
El exterminio se extendió paralelamente a los activistas del PCC que integraron la Unión
Patriótica, razón por la cual se presenta un elevado índice de víctimas del Partido en toda la
88
informe sobre casos de homicidio de miembros de los partidos unión patriótica y esperanza paz y
libertad preparado por el defensor del pueblo colombiano, pp.38/9 y 109/110.
89
OEA. informe anual de la comisión interamericana de derechos humanos 1996. Informe No. 5 de
1997. Caso 11.227. Washington, 1997. Pág. 105
zona V. Una de las primeras víctimas de la UP en el país fue Jesús Eduardo Vasco Hincapié,
concejal del Partido Comunista, y uno de los principales promotores de la UP en Santander,
el cual fue asesinado el 28 de mayo de 1984 en Sabana de Torres, antes del lanzamiento
oficial de la Unión Patriótica en el país.
En el año de 1992 prosiguió el genocidio contra la UP en la zona V, y por ende, la
eliminación sistemática de los miembros del PC que integraron dicha alternativa política. En
mayo de ese año, fue asesinado en Barrancabermeja por unidades de la Red 07 de la
Armada, Ismael Jaimes Cortes director del diario “La Opinión” y quien había sido Concejal
por la Unión Patriótica en tres oportunidades. Ismael había participado de la creación de la
Unión Patriótica en la ciudad.
Pero los crímenes no se detuvieron allí; a partir de 1994 la fuerza pública y el
paramilitarismo implementaron el plan “Golpe de Gracia”, con el propósito, como bien lo
indica su nombre, de exterminar definitivamente al movimiento político. Esta estrategia de
exterminio fue denunciada por el senador electo de la UP, Manuel Cepeda Vargas, quien fue
asesinado posteriormente en un operativo conjunto entre militares y paramilitares. Los años
siguientes estuvieron marcados por la arremetida paramilitar y militar en la comisión de CLH
contra los miembros de la Unión Patriótica de modo que “entre enero y septiembre de 1996
se produjo en el país el asesinato de un activista de la UP cada dos días”90 .
Podemos decir entonces que desde su formación, la Unión Patriótica sufrió un verdadero
intento de eliminación como fuerza política; los miembros de esta organización han sido
víctimas de una persecución sistemática manifestada en ejecuciones extrajudiciales,
desapariciones, enjuiciamientos penales infundados, atentados, la intimidación y las
amenazas, en una magnitud tal, que su persecución generalizada y sistemática ha
constituido un verdadero caso de genocidio político. Genocidio porque se trata efectivamente
de la negación del derecho a la existencia de todo un grupo humano. Una negación al
derecho a existir que causa perdidas a la humanidad, que en el caso de la sociedad
colombiana implicaron nada menos que la imposibilidad de un proceso de paz y el bloqueo a
la construcción de una sociedad democrática91 .
El Movimiento Político A Luchar
A Luchar se constituyó como una propuesta política que apareció en el panorama nacional el
24 de mayo de 1984. Esta opción política surgió en medio de las contradicciones que se
manifestaban al interior de la izquierda durante el gobierno de Belisario Betancur, cuando
se comenzaron a firmar los acuerdos de cese de hostilidades por ambas partes en un
proceso que buscaba la tregua como medio para conseguir la paz del país. Cabe resaltar
que la organización apareció en medio de un agudo conflicto social en donde se
desencadenaron las luchas por parte de los sectores sociales como los paros de
trabajadores, huelgas obreras, toma de tierras rurales y urbanas, mítines, etc, como
expresiones del descontento social que se estaba presentando ante el estado y las reformas
restrictivas de los intereses del pueblo en general.
90
OEA. informe anual de la comisión interamericana de derechos humanos 1996. Informe No. 5 de
1997, caso 11.227. Washington. 1997, p. 109.
91
Informe del defensor del Pueblo para el gobierno, el Congreso y el Procurador General de la Nación.
Estudio de casos de homicidio de miembros de la Unión Patriótica y Esperanza Paz y Libertad. Bogotá,
octubre de 1992; Reiniciar, fundación para la defensa y promoción de los derechos humanos.
“genocidio contra el partido político unión patriótica 1985-1993”.
De tal forma, el Movimiento apareció como un proyecto político sindical, y a partir de 1986
, con su primera Convención Nacional, se comenzaron a aglutinar en el mismo diversos
sectores sociales que promulgaban la lucha por una Colombia libre y socialista. Así mismo,
este movimiento político se definía como una organización de masas con carácter amplio, en
la cual tenían cabida todas las personas que desde diferentes sectores socioeconómicos,
reivindicaban un cambio de estructuras, con el ánimo de construir una sociedad justa. Por
tal razón en la agremiación convergían estudiantes, obreros, amas de casa, intelectuales y
un sinnúmero de personas que impulsaban una plataforma política enmarcada dentro de la
normatividad jurídica del país y amparada en los preceptos de libertad de opinión y
asociación 92 . Varios miembros de organizaciones sociales como “La Central Unitaria de
Trabajadores, la Federación Colombiana de Educadores y La Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos”. La aparente legalidad del movimiento únicamente quedaba en el papel y la
buena voluntad de los gobernantes, pues la intolerancia y la dureza con que se castigó a la
forma crítica de comprensión y pensamiento de la realidad nacional abanderada por este
partido, conllevó la reducción y posterior desaparición del mismo.
En cuanto a la presencia territorial, los activistas de la organización se dispersaban
principalmente por el territorio del oriente del país, fundamentalmente en Santander. En
Bucaramanga residía el comité ejecutivo nororiental, siendo esta ciudad uno de los
principales fortines del partido. La popularidad y aceptación que tenía “A Luchar” se daba
principalmente en las clases medias y bajas, pues estas se identificaban con la propuesta del
movimiento en tanto reflejaba sus necesidades mas sentidas en la plataforma política,
además de las denuncias de la grave crisis social hechas por A Luchar en la plaza pública y
en las entidades y estamentos gubernamentales. Sin embargo, el acompañamiento de los
intereses de los mas desfavorecidos, acabó siendo objeto de una represalia sin proporciones
acompañada de una represión desmedida por parte del Estado, cercenando la posibilidad de
reivindicar y expresar las demandas de gran parte de la población de la zona.
A Luchar fue una de las organizaciones que lideró “la realización del paro cívico del
Nororiente Colombiano, realizado en junio de 1987, y las denominadas marchas campesinas
de 1988, las que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas armadas del gobierno
colombiano, marchas que produjeron unas 50 víctimas entre asesinatos y desaparecidos” 93 .
Entre las víctimas de la represión paraestatal contra estas movilizaciones se encontraba un
gran número de militantes y simpatizantes de A Luchar.
En la denuncia proferida por los miembros del Movimiento ante el Tribunal Permanente de
los Pueblos se estipulan los mecanismos represivos emprendidos por el establecimiento para
eliminar esta alternativa política de oposición: “En razón de la actividad pública que adelanta
la organización y dada su importante presencia en zonas rurales agrarias y en poblaciones
pequeñas e intermedias, hemos sido víctimas de la acción policivo – represiva de las fuerzas
armadas gubernamentales y de las bandas paramilitares a su servicio, el resultado de dicha
actividad contraria al estado de derecho... son 205 entre asesinados y desaparecidos
.Igualmente y por la razón de la presencia de la Organización en zonas de enfrentamientos
militares entre la insurgencia y el ejército, importantes sectores de la población civil
simpatizante de A Luchar, sufren los rigores del conflicto armado interno, desalojos de sus
parcelas, control de alimentos, hurto de bienes, bombardeos.” 94
92
A Luchar. Carta enviada por el Comité Ejecutivo Nororiental y Nacional al Procurador Regional de Santander.
Bucaramanga, 16 de febrero de 1988
93
Tribunal Permanente de los Pueblos. Denuncia presentada por Javier Darío Vélez, miembro de A Luchar,
Noviembre 4, 5 y 6 de 1989.
94
Op. Cit.
Entre los principales victimarios de los militantes de A Luchar, se encuentran los miembros
de la fuerza pública, encabezados por las tropas adscritas a la V Brigada del ejército.
Además de las unidades militares, los organismos de inteligencia del estado se ensañaron
contra los miembros de A Luchar en toda la zona V. A la par con los desmanes de las
instituciones estatales, las fuerzas irregulares reforzaron las labores de persecución y
exterminio de los militantes de A Luchar.
El exterminio y persecución sistemática contra los militantes de A Luchar que participaron en
la realización del Paro Cívico del Nororiente de junio del 87 y las marchas campesinas de
mayo del 88, se extendió durante el año de 1989. Además de perseguir, asesinar y
desaparecer a los miembros de este movimiento político, los organismos del estado
recurrían a mecanismos como las amenazas y detenciones arbitrarias para intimidar a los
miembros de A Luchar y mitigar su trabajo político.
En la década del noventa la represión paraestatal continuó sesgando las vidas de los
miembros, activistas y simpatizantes de esta corriente política en toda la zona quinta. La
persecución que se centró inicialmente a los miembros de la organización de los
santanderes, con el tiempo se propagó a los municipios del Sur de Bolívar, donde pese a la
represión, el movimiento continuaba haciendo presencia.
Zona V. Militantes de A Luchar Victimizados
AÑO
Tipo de Agresión
Total
1986
Amenazas
1
1987
Asesinato
5
1988
Asesinato
5
Detención - Desaparición Forzada
1
Detención - Desaparición Forzada - Asesinato
5
Torturas o malos tratos - Desaparición Forzada –
Asesinato
1
1989
Allanamiento
1
Detención - Torturas o malos tratos
1
Torturas o malos tratos - Desaparición Forzada –
Asesinato
1
1990
Asesinato
1
1991
Asesinato
1
Detención - Desaparición Forzada
5
1992
Asesinato
1
1993
Asesinato
1
1997
Asesinato
2
Total
32
FUENTE: Base de Datos Proyecto CNM
2.4.2 Persecución contra Defensores de Derechos Humanos
Los defensores de derechos humanos surgen en la zona de forma espontánea a comienzos
de los ochenta debido a la indefensión de las comunidades afectadas por diversas
modalidades de crímenes y de la necesidad de enfrentar las agresiones provenientes del
Estado. Así, surgen líderes cívicos, campesinos o sindicales que asumen la tarea de
denunciar las violaciones de derechos humanos y tratan de formar a las comunidades para
que exijan el respeto de sus derechos y comprendan los límites de la acción estatal. Son
los miembros de este sector los primeros en alzar su voz para denunciar la acción
paramilitar y la connivencia de estos con el ejército y con otros agentes institucionales, al
igual que simpatía y apoyo por parte de terratenientes, ganaderos y políticos locales frente
a la acción de estos grupos. La agudización de los asesinatos, torturas y desapariciones
hacia finales de los ochenta y comienzos de los noventa obligó a la conformación de
asociaciones y comités especializados en derechos humanos, los cuales contaron con la
asesoría de profesionales del derecho, quienes a su vez fueron perseguidos, amenazados,
torturados, asesinados y desaparecidos. También encontramos entre los defensores de
derechos humanos perseguidos a funcionarios municipales dedicados a recepcionar quejas
sobre violaciones de derechos humanos o a sacerdotes que asumían la defensa de los
derechos humanos como forma de frenar la barbarie contra los habitantes de su comunidad.
La persecución a los trabajadores de derechos humanos se caracterizó por presentarse en
dos momentos: amenazas, hostigamientos y señalamientos durante largos períodos
enfocados a la organización en general, desde meses hasta años consecutivos; y en un
segundo momento las agresiones son de carácter personal y se extienden a los grupos
familiares, o más grave aún, se hacen efectivas.
Aunque el número de víctimas perteneciente a este sector social es relativamente bajo
frente al total de víctimas, no lo es si se tienen en cuenta que los defensores de derechos
humanos en la región son pocos, debido precisamente a que su labor fue estigmatizada al
ser tildados de colaboradores de la guerrilla. Las primeras víctimas de este sector se
presentan en el año de 1983 y son principalmente hostigados con amenazas provenientes
del grupo paramilitar MAS. A comienzos de los noventa, la Red de la Armado No. 07,
asesinó en Barrancabermeja a tres defensores de derechos humanos que se suman a los
nueve asesinados cometidos por otros grupos paramilitares, siendo el asesinato la
modalidad más utilizada para acallar a los defensores de derechos humanos en la zona. La
forma de actuar era similar a la usada por los llamados “sicarios”, esto es, los asesinos se
movilizan en moto o en carros particulares abordan a la víctima y le disparan o se la llevan
para torturarla y luego de asesinarla arrojan su cuerpo en zonas lejanas.
Esta forma de operar fue también utilizada por organismos estatales no precisados quienes
ocultaban su vinculación con organismos de inteligencia del Estado, principalmente del
ejército, al atacar a la víctima vestidos de civil y en carros particulares.
Como lo muestra la siguiente tabla, Bucaramanga y Barrancabermeja son los municipios
donde más se persiguió a los defensores de derechos humanos, lo que no es extraño por ser
éstos centro urbanos donde se presenta el mayor número de crímenes y por ende el mayor
número de denuncias. Además de ser municipios donde las estructuras paramilitares
organizadas por organismos de inteligencia del estado persiguieron este tipo de labor en el
marco de lo que ellos consideran lucha contrainsurgente.
ZONA V
Crímenes contra los defensores de los Derechos Humanos según Departamento y municipio, 19661998
DEPARTAMENTO
NORTE DE SANTANDER
MUNICIPIO
CACOTA
CONVENCION
CUCUTA
OCAÑA
SAN CALIXTO
VILLA DEL ROSARIO
Total NORTE DE SANTANDER
SANTANDER
BARRANCABERMEJA
BUCARAMANGA
SABANA DE TORRES
SAN JOSE DE MIRANDA
SAN VICENTE DE CHUCURI
Total SANTANDER
SUR DEL CESAR
AGUACHICA
Total SUR DEL CESAR
Total general
Total
1
1
2
3
1
1
9
7
5
1
1
2
16
1
1
26
Algunas de las organizaciones golpeadas por defender los derechos humanos fueron el
Comité de Derechos Humanos de Ocaña, la Corporación Chucureña de derechos humanos,
CREDHOS, el Servicio de pastoral social de la diócesis de Socorro y San Gil, el Comité
Regional de Derechos Humanos de Santander, el Comité Departamental de Derechos
Humanos “Hernán Motta Motta”, la seccional Santander del Comité de Solidaridad con los
Presos Políticos y la ANUC, esta última no especializada en defensa de los derechos
humanos pero donde muchos de sus integrantes adelantaron esta labor en sus regiones
como parte del trabajo social y político propio de la Asociación como en el caso de su
participación en el Comité de solidaridad y defensa de los derechos humanos de García
Rovira, fundado en 1987. Este Comité surgió como respuesta a la aparición sistemática de
asesinatos de campesinos por paramilitares en la provincia García Rovira, unido a acciones
contrainsurgentes del ejército, que tenían como objeto minar la resistencia de los
campesinos a la venta de sus tierras y adelantar operaciones contraguerrilleras contra el
ELN que en últimas solo afectaron a la población. Así pues, dentro de este contexto, aparece
en la región el movimiento en pro de la defensa de los derechos humanos, conocido como el
Comité por la Defensa de los Derechos Humanos de la Provincia García Rovira que se dedicó
a denunciar las actividades militares contra la población rural, a la vez que mostrar a la
opinión pública el exterminio del que eran víctimas por el accionar de los grupos
paramilitares.
En los años ochenta, se destacó la labor desempeñada por el CSPP (Seccional Santander),
que permitió que en departamento de Santander y otras zonas próximas al mismo, el manto
de la impunidad y el olvido de la memoria de las acciones violatorias de los derechos
humanos y los crímenes de lesa humanidad no se extendiera en su totalidad. Su tarea logró
reivindicar y recuperar de la oscuridad las víctimas de macabra violencia infligida por los
cuerpos militares, policiales y los grupos paramilitares a cientos de personas inocentes
caracterizadas por la lucha de mejores condiciones sociales y laborales,
La Corporación Chucureña para la Defensa de los Derechos Humanos de San Vicente, a
causa del desplazamiento forzado de campesinos hacia el casco urbano producido por los
enfrentamientos que se presentaban entre ejército y guerrilla y a la presión paramilitar en
las zonas rurales del municipio, adelantaba no sólo labores de asistencia a los desplazados,
sino que también se convirtió en denunciante de los atropellos contra la población
campesina. Simultáneamente a la ANUC, los miembros de la Corporación Chucureña para la
Defensa de los Derechos Humanos, fueron obligados a dejar la región en 1993, luego de
múltiples amenazas y fallidos intentos de asesinato; de esta manera, las organizaciones
sociales con labores de mayor importancia desaparecieron. Desde ese momento, la zona
estuvo desprovista de cualquier tipo o forma de organización no gubernamental de defensa
de los Derechos Humanos.
El Comité Regional para la Defensa de los Derechos Humanos, CREDHOS, surgió en 1987
con el impulso y promoción de la Coordinadora Popular, el Movimiento Sindical, las fuerzas
políticas populares, la Iglesia Católica, algunos concejales, integrados en el proyecto común
de la defensa de los Derechos Humanos. El Comité constituyó su sede en Barrancabermeja
pero a través de equipos promotores cubrió por varios años la zona de Puerto Berrío, Puerto
Wilches, San Vicente de Chucurí, EL Carmen, Bajo Simacota (en Santander), Yondó, El
Bagre, La Concha (en Antioquia) y San Pablo (Sur de Bolívar). Hasta hoy, CREDHOS lleva a
cabo proyectos pedagógicos sobre los derechos humanos, recibe e investiga denuncias de
abusos contra los derechos humanos y presta asistencia legal a las víctimas de dichas
violaciones.
En coincidencia con el discurso promulgado por las instituciones castrenses, el
paramilitarismo señaló igualmente las organizaciones de defensa de derechos humanos
creadas en la región como fachadas de la subversión, de manera que la denuncia de las
violaciones a los derechos humanos significó, para sus perseguidores, pertenecer a las redes
de apoyo de la insurgencia.
En correspondencia con esta forma distorsionada de ver la defensa de la vida, la verdad y la
vigencia del derecho, cuando el Comité de derechos humanos en Ocaña, en Norte de
Santander, organizó un foro de derechos humanos en agosto de 1991, en las siguientes
semanas varios de sus organizadores recibieron amenazas anónimas que los señalaron como
un organismo de fachada. El equipo coordinador del Comité recibió en septiembre del mismo
año una amenaza de muerte escrita dirigida al “Equipo Coordinador para la defensa de los
bandoleros y comunistas de la provincia de Ocaña” y planteando que “los famosos foros para
los Derechos Humanos no es mas que una reunión de malandros, en donde se reúnen para
decirle a los bandoleros que es lo que tienen que hacer cuando sean capturados por la
autoridades... allí no asiste gente de bien; todos los que tengan problemas con la justicia son
los asistentes a todos esos foros de bandidos. Cuídense señores comunistas de los Derechos
Humanos...Dejen de tener ese organismo de los Derechos Humanos como fachada. Dejen de
ser bandidos y de engañar a la gente de bien. La van a pagar bien caro.”95
Otro tanto ocurrió en San Vicente durante el primer semestre de 1992 cuando circularon
comunicados suscritos por un “Comité Democrático Chucureño” -una articulación entre
paramilitares y altos mandos del Batallón Luciano D' Elhuyar- manifestando como su objetivo
“ajusticiar a los inescrupulosos bandoleros y sus colaboradores”, y exigiendo a los pobladores
que denunciaran a los “guerrilleros” ante la Alcaldía. En el mismo comunicado, señalaban a
la Corporación Chucureña de Derechos Humanos como una organización “amparada e
95
Equipo coordinador para la defensa de los derechos humanos de la provincia de Ocaña. Acción urgente. Anexo
anónimo. 10 septiembre 1991.
infiltrada por la subversión que toleraba la destrucción del sector productivo de la región y la
extorsión y amenazas a los campesinos para que abandonaran sus parcelas.”96
A pesar de la arriesgada labor adelantada por este tipo de organizaciones y de los
numerosos muertos, torturados, desplazados y desaparecidos que han puesto, la impunidad
frente a los crímenes de lesa humanidad sigue rampante y no parece mejorar. Pero su lucha
por la justicia y la verdad no ha sido en vano y su aporte para la construcción de una
narración fundante de los colombianos que nos permita reconocernos en la historia de la
injusticia y de la violencia para no olvidar las atrocidades cometidas por los hoy premiados
con medallas de honor, ha sido invaluable.
96
San Vicente de Chucurí, 30 de julio de 1992, comunicado a la opinión pública del Comité Democrático Chucureño.
2.4.3 Las Organizaciones Sindicales Perseguidas
La gravedad de las agresiones propinadas contra los activistas y lideres sindicales y otras
organizaciones reivindicativas de los trabajadores, corroboran que no se trató de una
violencia difusa e indiscriminada, como se ha pretendido mostrar para ocultar la real
dimensión del problema. Se trata de una situación marcada por las violaciones sistemáticas,
permanentes y selectivas de los Derechos Humanos de los trabajadores colombianos, en un
contexto general de impunidad, en un país que formalmente consagra el derecho
fundamental a la asociación sindical.
En Sabana de Torres, donde ya en los años ochenta es claro el propósito de eliminar a
través del paramilitarismo a las organizaciones sociales y sindicales, los afiliados al Sindicato
de Trabajadores de la Salud y el Sindicato de Trabajadores Oficiales, SINTRAOFICIALES,
fueron en esa década las primeras victimas. Tras la arremetida contra el Movimiento Obrero
y Campesino de Sabana de Torres sobreviene el asesinato en 1995 de un afiliado al
Sindicato de Trabajadores Oficiales de Sabana de Torres, SINTRAOFISAT, por paramilitares.
La persecución al sindicato produjo el desplazamiento forzado de muchos de sus miembros y
la disolución del organismo gremial en 1996 luego de que los sobrevivientes pactaran con la
Alcaldía acabar el sindicato y la liquidación de los trabajadores quienes nunca recibieron los
pagos ni las indemnizaciones correspondientes a las liquidaciones. Los trabajadores se
reagruparon posteriormente en el Sindicato de Trabajadores del Municipio.
No puede perderse de vista como un elemento central de la represión contra los sindicatos,
el recurso a la judicialización de los dirigentes y el señalamiento a los trabajadores de
vínculos con la subversión, que los empresarios combinaron con la contratación de mano de
obra temporal, la imposición de cooperativas de trabajo asociado, las violaciones al derecho
de asociación sindical, la violación de derechos convencionales y los despidos.
Así contra los trabajadores de la industria de alimentos en particular se combinó la represión
contra las organizaciones sindicales con su criminalización, lo que además buscó desconocer
los conflictos laborales y concretamente la discusión de los pliegos de peticiones presentados
por los trabajadores así como encubrir los planes de reestructuración de las empresas que
contemplaban el cierre de factorías y los despidos colectivos.
Las acciones y medidas emprendidas contra sindicatos como los de las embotelladoras de
Coca Cola en Barrancabermeja, Cúcuta y Bucaramanga, de Palma Africana en San Alberto,
Cesar, y Puerto Wilches, en el Magdalena Medio, o la Unión Sindical Obrera, permiten
evidenciar la implementación de estrategias encaminadas a quebrantar las organizaciones,
reprimir su movilización, desconocer las peticiones laborales de los trabajadores, y
principalmente, implementar las medidas de flexibilización laboral que van desde mejorar la
productividad del trabajo fusionando cargos y labores, hasta la reducción de los salarios y el
cambio en las formas de contratación laboral imponiendo el empleo de trabajadores
temporales y contratistas a través de las cooperativas de trabajo asociado. Dicho de otro
modo, la persecución, hostigamiento y CLH contra los sindicatos de algunas empresas clave
en el modelo económico que se ha impuesto solo buscan imponer condiciones favorables
para obtener ventajas dentro de las políticas de apertura económica.
Pero las medidas empresariales contra los trabajadores y sus organizaciones sindicales han
sido complementadas integralmente por la acción paramilitar y militar, de donde provienen
procedimientos “legales” e ilegales, amenazas, presiones y Crímenes de Lesa Humanidad
que resultaron fundamentales para imponer la flexibilización laboral y cumplir las metas
institucionales trazadas por las empresas en el marco de la liberalización económica. En
algunos casos el contexto de la persecución fueron las negociaciones de pliegos de
peticiones. La persecución contra los sindicatos asentados en la Zona Quinta en el periodo
que este Informe considera, ha dejado algunas organizaciones gremiales destruidas y gran
cantidad de mano de obra sindicalizada desplazada.
La represión antisindical en los años ochenta y noventa estuvo a cargo tanto de la fuerza
pública como de agentes irregulares. En el primer caso se mantuvieron los allanamientos,
detenciones, acusaciones y sindicaciones de militancia subversiva; en el segundo,
amenazas, torturas, desapasiones y asesinatos; también los paramilitares atribuían a los
sindicalistas y a sus dirigentes relaciones o participación en grupos guerrilleros. Las víctimas
fueron activitas, dirigentes y afiliados sindicales de diversas industrias y servicios;
normalmente se trató de personas que además eran militantes políticos de izquierda.
El imaginario contrainsurgente que buscó siniestramente asimilar la actividad sindical a la
insurgente, tiene en la práctica del allanamiento una forma de concretarse. En los
allanamientos a los dirigentes sindicales se buscaban armas, o sencillamente se colocan
veladamente en las residencias, armas, documentos, municiones, etc., con lo que se
buscaba inculpar a los sindicalistas. De otro lado, el señalamiento y el allanamiento tienen
dos consecuencias más allá: desprestigian al activista o dirigente y con ello a la organización
gremial, y justifican la acción del paramilitarismo que defiende sus acciones criminales
señalando la pertenencia de sus víctimas a la guerrilla y que encuentra en el sindicalismo un
“disfraz” de la insurgencia. Como una modalidad selectiva de represión, los allanamientos
confirman su sistematicidad, evidencia que aquella es concientemente dirigida.
En Bucaramanga, una particular y sistemática persecución se adelantó contra los
trabajadores del sector de la salud. A lo largo de los años ochenta dos trabajadores y
activitas sindicales del Hospital Ramón González Valencia fueron detenidos y torturados y
otros dos asesinados, y en 1985 se presenta un allanamiento a la residencia de una activista
sindical de SINTRACLINICAS. Los afiliados y dirigentes del Sindicato de Trabajadores de los
Hospitales de Santander, SINTRAHOSPITALARIOS, entre 1984 y fueron sujetos de falsas
acusaciones y sindicaciones de militancia en grupos guerrilleros, pasando por detenciones en
manifestaciones públicas, amenazas y hostigamientos, así como detenciones y torturas. El
otro móvil de su persecución fueron las denuncias que la Junta Directiva del sindicato hiciera
contra la actividad proselitista de algunos empleados dentro de hospitales, como en el caso
del Socorro.
Activistas y afiliados a sindicatos de la capital santandereana como SINTRAMUNICIPIO,
SINTRAMETALURGICOS fueron allanados a mediados del ochenta por agentes de policía y
miembros del ejercito; así como miembros de la Junta Directiva del sindicato del Banco
Popular, de Avianca y del Sindicato de Trabajadores de Cicolac en 1988. Ese mismo año, el
presidente del Sindicato de trabajadores de la empresa petrolera OCCIDENTAL fue
desaparecido y un sindicalista afiliado a SINTRAELECOL asesinado. Durante 1989 también
fueron asesinados dirigentes de SINTRACUAEMPONAL y SINTRABANCA. Afiliados a
SINTRAPROACEITES y el sindicato de Bavaria sufrieron el mismo crimen en 1990 y 1993,
respectivamente.
La Unión de Trabajadores de Santander, USITRAS
Una de las agremiaciones sindicales que más sistemáticamente se persiguió en los años
ochenta fue la Unión de Trabajadores de Santander, USITRAS, por sus actividades de
reivindicación y representación de los trabajadores que la constituyó en una de las más
representativas del departamento de Santander, que además de la acción reivindicativa
propiamente, adelantó la denuncia y el rechazo a las violaciones de libertades y derechos del
conjunto de los ciudadanos, y la lucha por derechos sociales y el derecho a la vida. A
USITRAS estaban afiliados sindicatos como el de los trabajadores de la Palma Africana, el
Sindicato de Educadores de Santander, el Sindicato de trabajadores de Coca Cola,
SINTRADINGASCOL, el Sindicato de trabajadores de la UIS, o el Sindicato de Trabajadores
de Santander, SINTRADEPARTAMENTALES. La Unión Sindical sufrió la persecución tanto de
los organismos de la fuerza pública como de las estructuras del paramilitarismo que se
presentaban como MAS.
Contra los miembros de USITRAS, la fuerza pública desplegó distintas modalidades que
incluyeron las detenciones, los allanamientos y las sindicaciones de pertenencia a los grupos
subversivos, que en la mayoría de los casos no cumplían los requerimientos legales y
estuvieron a cargo de los organismos de inteligencia de la policía y el ejército. Las amenazas
también contribuyeron al propósito de intimidar a los afiliados al sindicato y con ello socavar
la organización. La principal circunstancia en que se afectó al sindicato con modalidades
represivas fue en situación de conflictos colectivos o concentraciones masivas. Las
detenciones contra miembros y dirigentes se remontan al menos a 1984, no obstante el
largo antecedente de detenciones sin garantía, torturas en los lugares de detención y
sindicaciones desplegados contra los trabajadores agremiados en el departamento. En el año
85 los seguimientos, desalojos, detenciones y allanamientos contra dirigentes y funcionarios
del sindicato continuaron. Al año siguiente vinieron las tentativas de secuestro, la
persecución judicial y las amenazas, con lo cual se mantuvo el nivel de amenaza y zozobra
en los activistas. En el 87 las detenciones y los allanamientos a dirigentes se sumaron a los
múltiples obstáculos que se implementaron para ver reducida la organización gremial. La
detención y tortura se aplicaron en el año siguiente en al menos un caso.
De otra parte, las amenazas y las intimidaciones constituyeron una de las modalidades más
reiteradas de la operatividad paramilitar en contra de los afiliados a USITRAS y que fue
paralela a la de la fuerza pública. Al menos desde 1983 se tiene registro de amenazas de
muerte a dirigentes sindicales mediante comunicaciones escritas en las que también se
conminaba a abandonar la actividad sindical; el móvil de la persecución volvía a ser la
sindicación de militancia en organizaciones guerrilleras contra los activistas y dirigentes de
USITRAS. Las amenazas, a veces extensivas a su Comité Ejecutivo, se repitieron en los años
siguientes y se concretaron con el asesinato en 1990 de uno de sus dirigentes. Por el
carácter mismo de la agremiación, la persecución a sus activistas se constituyó a su vez en
la persecución a los dirigentes de las organizaciones vinculadas y de paso a las
organizaciones políticas en las que eventualmente militaban.
El Sindicato de Trabajadores de la Universidad Industrial de Santander,
SINTRAUIS
El sistemático propósito de desmantelar el movimiento sindical en los años ochenta toma
cuerpo en Bucaramanga y Santander con la persecución a los afiliados al Sindicato de
Trabajadores de la Universidad Industrial de Santander, SINTRAUIS, particularmente en la
segunda mitad de esa década. Detenciones a directivos y afiliados en medio de
negociaciones de pliego de peticiones en 1985 son antecedente a un periodo en que las
actuaciones de las fuerzas militares y paramilitares se manifestaron crudamente; entre 1986
y 1989 se sucedieron detenciones arbitrarias, continuos allanamientos, desapariciones,
torturas, permanentes amenazas de muerte y asesinatos, afectando incluso a familiares y
reprimiendo ya no solo la actividad sindical sino la decidida vinculación del Sindicato y la
comunidad universitaria a las protestas, manifestaciones, denuncias y demás actividades del
movimiento social y popular como en el caso del Paro del Nororiente de 1987 y las marchas
campesinas de 1988. El señalamiento a los trabajadores y la presunción de su relación con
la insurgencia es un móvil compartido por ambos tipos de responsables de la persecución.
Una de las consecuencias de la arremetida contra dirigentes y activistas fue la anexión de
SINTRAUIS a SINTRAUNICOL, dejando de lado toda actividad derivada de la lucha por
reivindicaciones sociales y centrándose en cambio en la obtención de ventajas gremiales.
Profesores y movimiento sindical
EL informe también visibiliza la persecución al profesorado y a sus movimientos sindicales.
La situación vivida por los educadores en los años ochenta comprendió un viraje total
respecto de la represión centralizada e institucional a la que fueron sometidos en la década
anterior. Lo que se puede observar es la hostilidad por parte del gobierno nacional hacia la
participación activa de los maestros, exigiendo mejoras laborales y su adhesión a las
movilizaciones y la protesta social de otros sectores sociales. Los paros adelantados por el
magisterio, utilizados como medida de presión para lograr sus demandas, a pesar de ser un
derecho consagrado, fueron hostigados por el gobierno. El desarrollo de marchas,
movilizaciones, reuniones etc., no era permitido y más bien era coartado, al punto de
emplear medidas coercitivas y arbitrarias contra sus participantes, como por ejemplo, las
detenciones, sindicaciones y maltratos físicos y verbales.
En este contexto, los años de 1982 a 1987 presentan ciertas particularidades con respecto
a la persecución sistemática dispuesta sobre los profesores del departamento de Santander
y en particular de Bucaramanga. Es bien sabido que para esta época los grupos
paramilitares en el departamento se estructuran y que junto a la fuerza pública cubrieron de
violencia la capital santandereana. Empero, las fuerzas paraestatales no tienen una relación
de casos considerable frente a la eliminación sistemática de los maestros. Sucede lo
contrario con los agentes del orden estatales, quienes a través de sus distintos organismos
detenían y sindicaban a los profesores agremiados. Pese a que este tipo de coerción se
practicaba circunstancialmente, se llevaba a cabo en condiciones
y acontecimientos
definidos. La represión del movimiento sindical se enfocó entonces a la supresión de
cualquier viso o expresión de las pretensiones laborales de los educadores,
independientemente de las actividades reivindicativas sindicales.
En 1982 a nivel nacional, los maestros se plantearon el Movimiento Pedagógico Nacional
que proponía a la educación como cambio bajo la consigna “Educación como liberación
nacional”. Desde ese momento se trazó como meta la transformación de la docencia,
concibiéndola como servicio para los sectores populares. Asimismo, se formuló el objetivo
claro de la defensa de la educación pública, encaminada al mejoramiento de la educación
para la población y la consecuente transformación del país. De forma paralela al cambio
político de la organización, el establecimiento dio inicio a la represión de sus miembros,
tarea ejercida por las autoridades militares y de policía. El modelo represivo implementado
por el estado se identificó primeramente por las detenciones y allanamientos, cuya
operatividad se implementaba sobre acusaciones sin sustento alguno y muchas veces sin el
lleno de los requisitos legales.
Durante 1987 gran número de educadores de todo el país recibieron amenazas de muerte
por parte de grupos paramilitares que, utilizando diversos procedimientos, buscaban
eliminar la organización sindical y las expresiones culturales e ideológicas de los docentes. El
paramilitarismo utilizó varios nombres para sembrar el terror en todas las organizaciones
sindicales de educadores a nivel nacional, amenazando a los directivos y asociaciones como
FECODE, ADEA, AIC, ASINORT, SES y muchos otros gremios de profesores a nivel nacional.
Entre finales de los años ochenta y los primeros años de los noventa son varios los casos de
educadores agredidos en las cabeceras y áreas rurales del Magdalena Medio a manos de las
estructuras del paramilitarismo, como ocurrió en Sabana de Torres, Puerto Parra, Landázuri,
San Vicente de Chucurí y El Carmen de Chucurí, donde los maestros recibieron amenazas de
muerte, y fueron desaparecidos y asesinados, con los consecuentes procesos de
desplazamiento, y en algunas ocasiones con el señalamiento expreso de ser militantes
guerrilleros. En los años noventa en Barrancabermeja los profesores no fueron ajenos a los
crímenes cometidos por el paramilitarismo mediante amenazas bajo la sindicación de
militancia guerrillera y asesinato selectivos. En lo que respecta a la persecución sufrida
contra los profesores en Bucaramanga se registran allanamientos, detenciones y maltratos
por parte de la fuerza pública. En Norte de Santander, Pamplona registra detenciones a
educadores y estudiantes de la Universidad de la ciudad bajo la presunción de subversión en
los años ochenta. Entre 1988 y 1993 son varios los educadores oficiales asesinados por
desconocidos en El Carmen, Los Patios, San Calixto, Tibú y Cúcuta.
El Sindicato de Educadores de Santander, SES
El Sindicato de Educadores de Santander, creado a mediados de los años ochenta por la
fusión de los sindicatos de educadores ya existentes, ha sido una de las organizaciones de
mayor numero de afiliados y hace presencia en toda la geografía del departamento. Pese a
la diversidad política de sus afiliados, la organización gremial enfiló su actividad
reivindicativa a la defensa de los intereses laborales y derechos fundamentales de los
maestros, la movilización y la defensa de la educación pública
Los maestros representaban a sus comunidades y expresaban muchas de sus demandas e
intereses, además de asumir en ocasiones el compromiso de liderar las iniciativas de las
organizaciones cívicas y comunales; un gran numero de ellos logró ocupar cargos en los
Consejos Municipales. Especialmente en las zonas rurales fueron señalados por la fuerza
pública como “comunistas” o “ simpatizantes de la subversión” dada su condición sindical y
de liderazgo comunitario, por lo que se convirtieron en uno de los blancos predilectos del
accionar contrainsurgente, estatal y paraestatal.
Dentro de la estrategia de desplegar distintos mecanismos represivos, los continuos
atropellos y persecución a los que eran sometidos los educadores pertenecientes al Sindicato
de Educadores de Santander, SES, tenían como único fundamento la actividad sindical de las
personas objeto de la represión o su adscripción y pertenencia a la organización. De tal
manera, la defensa de los derechos e intereses de los educadores fue castigada con su
represión. Pero, si bien la represión sostenida contra el SES se encaminó fundamentalmente
a castigar a sus miembros por su actividad, dentro de esta andanada de actos intimidatorios
y transgresores de los derechos fundamentales, se implementó, como una forma directa de
agresión, el acoso hacia el núcleo familiar. Por tal motivo, muchos de los allegados a los
activistas del sindicato debieron soportar diferentes represalias dada su relación con sus
parientes sindicalizados.
Tras la detención masiva de 22 educadores en una jornada de Paro Nacional en 1984, los
dirigentes del SES comenzaron a ser perseguidos y hostigados por la fuerza pública,
principalmente por las unidades de la V Brigada. Conjuntamente con la anterior situación,
varios integrantes del SES residentes en la capital santandereana fueron víctimas del acoso
estatal y paramilitar.
Al igual que la mayoría de las organizaciones sociales que participaron en la realización del
Paro Cívico del Nororiente y la conformación de la Coordinadora del Nororiente, de la cual
formaban parte activa varios integrantes del SES, la represión contra el sindicato en el
período posterior al Paro Cívico del Nororiente en 1987 y las marchas campesinas del 1988
no se hizo esperar. La participación y el apoyo de los miembros del SES a estas
manifestaciones populares, como a otras jornadas de paro y reivindicación cívicas, fue
masivo. Tan solo un día después de que se iniciaran las marchas de mayo, dos educadores
del SES fueron desaparecidos por unidades del ejército en un retén militar luego de
relacionarlos con las marchas campesinas. Durante la realización de las marchas fue
detenido otro educador por miembros de la policía y el F-2. En el mes de septiembre de
1988, un profesor fue asesinado por sicarios en el centro de la ciudad de Bucaramanga.
Continuando la tendencia de 1988, en 1989 las violaciones de derechos humanos contra los
integrantes del SES se incrementaron considerablemente. Los hostigamientos y agresiones
contra los miembros y dirigentes del sindicato que inicialmente se efectuaron en
Bucaramanga y el área metropolitana, poco a poco se fueron ejecutando en las demás
regiones del departamento santandereano, incluyendo el Magdalena Medio. En los
municipios de Galán, Vélez, Bolívar, Concepción, Landazuri y San Vicente de Chucurí, fueron
intimidados diecisiete dirigentes entre 1988 y 1989.
Paralelamente a los hostigamientos militares, la persecución de los miembros del SES
comenzó a ser responsabilidad de “autores desconocidos” y los paramilitares. En el
transcurso de los primeros meses de 1989, varios educadores fueron perseguidos y
hostigados por sicarios que llegaron incluso a tratar de desaparecerlos en otros casos
asesinados. Para finales del mismo 1989, el SES denunció que 16 de sus miembros fueron
asesinados por la Fuerza pública y los paramilitares en ese año. La cruenta persecución
dejaba por entonces 89 educadores de primaria y secundaria desplazados forzadamente de
sus sitios de trabajo debido a las amenazas y ultrajes a los que eran sometidos. Otros 11
educadores que ocupaban cargos directivos en organizaciones sindicales fueron objeto de
amenazas, allanamientos y detenciones arbitrarias durantes este mismo período de tiempo.
El incremento de la violencia contra el SES se evidenció a su vez en los ataques con
artefactos explosivos de los que fue objeto su sede en Bucaramanga, la práctica de los
allanamientos ilegales por parte de la fuerza pública97 , y los absurdos pero amenazantes
señalamientos a los educadores sindicalizados de enlaces con actividades “terroristas”. A
partir de estos sucesos, su accionar político estaría encaminado a reivindicaciones de
derechos como la vida, la organización sindical, el trabajo y demás derechos fundamentales
de la población. A estas luchas se sumaron, aquellas encaminadas contra la privatización e
imposición de megaproyectos contraproducentes y lesivos para el sector rural
especialmente. Entre los años de 1990 y 1992, la represión estatal y paramilitar hacia el
SES y sus activistas presentó un aumento de todos los mecanismos de violencia irregular y
regular.
A pesar de las múltiples denuncias realizadas por el SES ante la opinión pública y las
instancias judiciales, el exterminio y persecución contra sus integrantes se siguieron
presentando en todo el departamento, lo que logró minar permanentemente la fuerza y
capacidad de convocatoria del Sindicato de Educadores de Santander.
La Asociación sindical de instructores de Norte de Santander, ASINORT
97
Baste simplemente señalar como una muestra de la opresión estatal materializada en esta clase de instrumento
de la violencia regular practicada, la diligencia surtida el 15 de noviembre de 1989 por unidades de la V Brigada,
quienes allanaron la sede de la organización y detuvieron a un miembro del comité ejecutivo del SES que se
encontraba en los cuartos de alojamiento de maestros, siendo posteriormente trasladado a esa unidad militar. CSPP
(Seccional Santander): Denuncia Pública. Bucaramanga, 16 de noviembre de 1989
Desde comienzos de los años ochenta, los educadores de Norte de Santander lograron
consolidar un gran numero de organizaciones y sindicatos cuyas manifestaciones y protestas
sociales tuvieron una gran acogida y apoyo por parte de otros gremios sindicales que los
respaldaron en la realización de marchas y acciones conjuntas. Tal fue el caso de las
protestas llevadas a cabo por el Comité Cívico de Ocaña, conformado entre otros por la
asociación sindical de educadores ASINORT. El trabajo realizado por El Comité Cívico de
Ocaña y ASINORT, consistía en la planeación y realización de múltiples acciones populares
para presionar por el mejoramiento de los servicios públicos en el municipio. Tales
iniciativas acarrearon a sus miembros persecución, amenazas y asesinatos en manos de
grupos paramilitares como la SAO (Sociedad de Amigos de Ocaña). En otros casos, la
persecución y señalamiento de los educadores estuvo encabezada por Oficiales adscritos al
grupo mecanizado “Hermógenes Maza”.
Aunque los primeros hostigamientos contra los educadores de Norte de Santander y los
miembros de ASINORT ocurrieron a comienzos de 1986, la persecución sistemática contra el
sindicato de profesores prosiguió en la década del noventa. En los años siguientes, la
actividad reivindicativa de ASINORT se disminuyó sustancialmente ya que la fuerte
acometida paraestatal logró socavar la fortaleza tanto de la Asociación como de los demás
movimientos cívico – populares del Norte Santandereano.
Los sindicalistas en Norte de Santander
En lo referente a Norte de Santander, particularmente entre 1985 y 1988, fueron
amenazados, torturados o desaparecidos dirigentes sindicales de las empresas de gaseosas
colombianas y del sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción, SINDICONS, en
Cúcuta, del Sindicato de Trabajadores del Ministerio de Educación y del Sindicato de
Trabajadores de Empresas Mineras de Norte de Santander, en Ocaña. Las organizaciones y
agremiaciones sindicales sufrieron en este periodo persecuciones, amenazas y
señalamientos, además de atentados contra sus sedes, atribuidos a grupos paramilitares
entre los que estaba la “Sociedad de Amigos de Ocaña”, SAO.
Entrados en los años noventa, los “desconocidos” cobran la vida, tras un primer atentado un
año antes, de un sindicalista que había organizado las Madres Comunitarias en Cúcuta y
quien para entonces era su presidente. También en la capital departamental, presenta el
asesinato de dos dirigentes del Sindicato de Vendedores del Mercado de la Sexta en 1994,
una de ellos había sido antes amenazado. Ese mismo año, un dirigente de la Asociación de
Vivienda Popular y Autoconstrucción de Ocaña, ASOVIPA y un sindicalista del Ministerio de
Obras Públicas en el mismo municipio fueron victimas de un atentado a manos de sicarios,
que a pesar de haber sido reducidos por algunos testigos del hecho, fueron dejados en
libertad sin cargo alguno por la Policía.
Los trabajadores de Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de
Alimentos, SINALTRAINAL
SINALTRAINAL ha sostenido una constante oposición y crítica hacia los métodos de
estructuración y avasallamiento del personal obrero de Coca Cola. Como la evolución de la
situación en años posteriores ha confirmado, la persecución contra SINALTRAINAL, su
destrucción y el desplazamiento de la mano de obra sindicalizada y convencionada ha tenido
como objetivo implementar la contratación de mano de obra temporal, las cooperativas de
trabajo asociado y los contratos civiles para evitar el pago de salarios justos y los beneficios
laborales, así como obstaculizar el libre derecho de asociación sindical.
En unos casos, las detenciones fueron el recurso patronal-estatal para encubrir los conflictos
laborales o simplemente quitar legitimidad a las acciones de presión de los sindicatos. Las
gerencias de la empresa Coca Cola, no dudaron de recurrir al señalamiento como presuntos
insurgentes hacia los trabajadores sindicalizados sencillamente para desconocer procesos de
discusión de pliegos de peticiones, las pretensiones de cerrar factorías o despedir
trabajadores. Estas medidas se han alternado con campañas y montajes de desprestigio al
sindicato promoviendo la desafiliación de sus miembros, allanamientos a sedes, etc, que no
han hecho más que facilitar la violación de derechos laborales, los despidos, los recortes
salariales, y el retroceso respecto a derechos y garantías conquistadas. Estas medidas se ha
complementado con la acción estatal y paramilitar o de ejércitos privados de seguridad, con
base en procedimientos legales o amenazas y presiones de toda índole. En este sentido, las
actuaciones de la empresa multinacional, descansan en tres mecanismos represivos: (i) la
judicialización, (ii) las acusaciones de vínculos con la subversión, y (iii) los hostigamientos;
todos puestos en marcha contra el sindicato, con ayuda y la participación de los organismos
estatales y con significativa ayuda del paramilitarismo, todo en aras de imponer la
flexibilización laboral y cumplir las metas institucionales.
Los Sindicatos en Barrancabermeja
Los hostigamientos contra la seccional en Barrancabermeja del sindicato de trabajadores de
la embotelladora de Coca Cola, SINTRADINGASCOL, buscaron minar la organización sindical
y reprimir sus demandas. Los casos se concentran en 1984 cuando sus dirigentes son
detenidos gracias a las denuncias que contra ellos hiciera el gerente de la empresa quien
quiso vincular a los activistas sindicales con las acciones adelantadas por parte de la
guerrilla del ELN contra la infraestructura de la planta. Este tipo de señalamiento fue luego
implementado contra los trabajadores de Coca Cola en Bucaramanga argumentando de
manera similar que los trabajadores intentaban atentar contra las instalaciones de la
empresa.
En años posteriores Barrancabermeja es escenario del allanamiento a dos dirigentes de
SINALTRAFER en 1985 y el asesinato de dos trabajadores de la Empresa Fluvial San Pablo
en 1988. EL Sindicato de la Empresa de Saneamiento Básico y de Agua Potable de
Barrancabermeja, SINTRACUEMPONAL, también fue objeto de persecución e intimidación.
Un primer hecho se registra en 1989 cuando un miembro de su junta directiva fue torturado
y asesinado por miembros de la policía. Años más tarde, en 1998, se cometen dos atentados
en un mismo día contra tres de sus afiliados, incluido su presidente.
Del Sindicato de la Empresa de Obras sanitarias de Santander, Sintremposan, entre 1988 y
1989 fueron asesinados dos de sus dirigentes, uno en Barbosa, por “desconocidos”, y otro
en Barrancabermeja. En este último caso, los paramilitares se adjudicaron la desaparición,
tortura y asesinato de Gerardo Jerez Quiroga. La acción paramilitar coronaba una serie de
persecuciones antecedentes contra Gerardo por parte del F2 de la Policía. Las amenazas
contra la junta directiva del sindicato prosiguieron en momentos en que se adelantaban
campañas de denuncia por violaciones a la Convención de trabajo, inmoralidad
administrativa, y politiquería y clientelismo por parte de los directivos de Emposan. Aunque
inicialmente llamadas telefónicas a nombre del MAS se adjudicaron el hecho, en el cuerpo de
Gerardo Jerez aparecieron marcadas a cuchillo las letras CCC que reivindicaban una nueva
estructura paramilitar, el Comando Coronel Correa Campos.
Otro año de signo tenebroso para la vida e integridad de los trabajadores sindicalizados en
Barrancabermeja lo marca 1992. Durante este año se sucedieron crímenes contra líderes
populares y sindicales de la ciudad por parte de la Red de Inteligencia de la Armada,
principalmente. Una de las organizaciones afectadas fue el Sindicato de Choferes de la
Empresa de Transportes San Silvestre. Los crímenes contra los miembros de la agremiación
sobrevinieron luego de que el sindicato lograra una favorable convención de trabajo. Entre
1991 y 1993 son asesinados – en dos ocasiones en masacres que cobraron la vida de sus
familiares y amigos- varios afiliados al sindicato y conductores de la empresa, no obstante
haberse hecho la denuncia de la situación ante la Procuraduría General. Los alcances del
plan de exterminio se evidencian aún más si se tiene en cuenta que una de las personas que
suscribieron tales denuncias tuvo que salir de la ciudad y fue asesinado meses después en
Bogotá. La “acusación” bajo la cual obraron los agentes de la Red era la de que los
sindicalistas “colaboraban directa o indirectamente con la subversión” y frecuentaban
lugares donde aparentemente se reunían miembros de las milicias populares. Según el
razonamiento de los jefes de inteligencia de la Armada, ser miembro de la ANUC significaba
ser subversivo y adelantar campañas en favor de los derechos humanos “iba en contra de
las fuerzas militares”.
El año de 1994 marca otra inflexión en la persecución a las organizaciones sindicales en la
ciudad. Los integrantes de organizaciones sindicales, junto a sus allegados y familiares
fueron víctimas de constantes hostigamientos como en el caso de los hijos de un dirigente
sindical de SINTRAIFIBA, y la sindicación de guerrillero vuelve a ser el móvil del asesinato de
un directivo del sindicato de la Empresa de Agua Potable y Saneamiento Básico de
Barrancabermeja EDASABA.
La Unión Sindical Obrera, USO
En los primeros años ochenta el ejército continúa siendo responsable del mayor numero de
allanamientos, detenciones y sindicaciones a los obreros sindicalizados de la USO y a sus
dirigentes; las torturas a algunos de los detenidos siguieron presentándose. A mediados de
la década se definen dos instrumentos de persecución contra los trabajadores sindicalizados.
Uno, al que recurren los directivos de Ecopetrol y los mandos militares extendidamente, es
la acusación de que los sindicalistas pertenecen a organizaciones insurgentes, asimilándolos
a subversivos y terroristas. El segundo instrumento, es la definitiva instrumentación del
paramilitarismo para fines represivos; es así como se implanta la modalidad de las
amenazas a través de panfletos y el asesinato selectivo de trabajadores, sobre todo a partir
de 1985. Las estructuras paramilitares actuaron casi siempre bajo el nombre de MAS pero
de igual manera circularon volantes con amenazas a nombre del “Comité Cívico de
Barrancabermeja” o el “Comité de Gentes Honestas de Barrancabermeja”.
Pero es el año de 1988 el que marca el nivel más alto de crímenes de lesa humanidad contra
los activistas de la USO en toda la década. La responsabilidad de estos hechos recae en las
unidades castrenses acantonadas en la ciudad, quienes a su vez implementaron la
modalidad paramilitar. 1988 es además el año en que la USO, junto a USITRAS y ASINORT,
participó en la conformación de la Coordinadora Popular del Nororiente que impulsó las
Marchas Campesinas de ese año, antecedidas por el Paro del Nororiente Colombiano del año
anterior. Esto constituyó una causa más para que los trabajadores agremiados de la
industria petrolera se convirtieran en blancos de la sistemática persecución emprendida por
las fuerzas paraestatales.
Los hostigamientos, amenazas, detenciones, atentados y asesinatos contra los miembros de
la USO –muchas veces precedidos de amenazas y seguimientos por parte de los organismos
de seguridad- continuarían en ascenso en el periodo posterior a las marchas campesinas. En
los meses siguientes se incrementó la oleada de violencia contra los participantes de las
marchas y principalmente contra las organizaciones sociales que convocaron a la población
para que acudieran a las movilizaciones. Las reiteradas amenazas de muerte en caso de no
abandonar la ciudad y dejar sus actividades reivindicativas, realizadas por parte de la fuerza
pública y los grupos paramilitares que operaban en la región eran una constante; un caso
representativo fue el plan de atentar contra las vidas del presidente nacional de la USO y un
líder de la Coordinadora Popular de Barrancabermeja y miembro a su vez de la Coordinadora
Popular del Nororiente.
Como se registró en su oportunidad, la victimización a los trabajadores de Ecopetrol entre
1989 y 1992 dejaba un incalificable saldo de 55 trabajadores asesinados, 15 personas
heridas por atentados y 33 más desplazados. Antes de terminarse el año 1993 la USO
denunció que 110 de sus afiliados estaban amenazados. La situación de persecución no varió
en los años siguientes. En los años noventa los crímenes se hicieron extensivos a
trabajadores, contratistas y profesionales que no estaban afiliados a la USO. En su mayoría
se trató de asesinatos selectivos a manos de desconocidos que por su operatividad –uso de
pistolas calibre 9 mm, capuchas, crímenes al ingreso o salida de la residencia, o en el
desplazamiento hacia el lugar de trabajo-, bien pueden asimilarse a la usada por otras
estructuras paramilitares. Dichas estructuras buscaron confundir la opinión y desalentar
cualquier tipo de acción judicial usando diferentes nombres; en los noventa, suscribieron sus
crímenes como “Autodefensas del Magdalena Medio”, “Autodefensas Urbanas de
Barrancabermeja”, “La Gota Negra” o “Grupo de exterminio de Barranca y Yondó”. Los
nombres y los crímenes se ampliaron con la entrada en operación de la Red de Inteligencia
de La Armada en 1992.
La mirada en conjunto a los casos registrados evidencia además que muchos atentados y
asesinatos contra dirigentes sindicales coinciden con la negociación de pliegos de peticiones
entre la USO y ECOPETROL como ocurrió en 1988, 1991 y 1995. Se trata de periodos en que
los activistas sindicales recibieron amenazas de muerte, fueron desaparecidos o asesinados,
y algunos debieron tomar la vía forzada del desplazamiento.
Como en otros sectores industriales en el país, la compañía petrolera estatal Ecopetrol ha
venido implementando forzadamente la flexibilización laboral utilizando intensamente el
sistema de contratistas, empleando personal temporal y haciendo contratos por obra, al
punto que para comienzos de los años noventa 1992 la empresa ya cubría cerca de la mitad
de sus necesidades de servicio con este tipo de contratos. En el propósito de llevar a cabo
reformas y reestructuraciones en Ecopetrol que venían siendo obstaculizadas por la denuncia
y movilización de la USO, el Estado y las gerencias de la empresa encontraron en la
creación, a comienzos de los noventa, de la llamada “Justicia Regional” o “sin rostro” un
importante instrumento de persecución a los activistas sindicales al facilitar el montaje de
procesos judiciales.
Los años noventa fueron así característicos por esta modalidad represiva que a través de
maniobras de las unidades de Inteligencia Militar, la Fiscalía y el DAS, vinculó a los activistas
con los grupos guerrilleros y dio lugar a la apertura de procesos judiciales bajo
descabellados cargos como “secuestro extorsivo”, “homicidio con fines terroristas”,
“terrorismo” o “concierto para delinquir”. El resultado es que a partir de 1992 son varios los
dirigentes que resultaron sindicados, juzgados y condenados, no obstante las arbitrariedades
jurídicas que se debieron cometer para lograr el propósito de mantenerlos en la cárcel, tales
como las violaciones al principio de autonomía e independencia de las ramas del poder
público, los testimonios irregulares, la intromisión amañada de los organismos de seguridad
en los procesos y la clonación de testigos. A ello se suma las amenazas y presiones que
sufrieron los abogados defensores.
En su persecución al sindicato, el paramilitarismo recurrió igualmente al señalamiento hacia
los activistas calificándolos como comunistas y guerrilleros, y bajo esa sindicación anunció
en 1997 su intención de eliminar físicamente la dirección sindical. La referencia
anticomunista desde la cual es considerada la actividad sindical llevó a que funcionarios de
Ecopetrol resultaran implicados en alianzas con el paramilitarismo según fue denunciado
para el caso de Sabana de Torres por un directivo sindical que fue salvajemente asesinado
en 1998. Su denuncia no solo advertía de la alianza paramilitares-Ecopetrol sino las
practicas de financiar las estructuras irregulares con el cobro de porcentajes sobre el valor
de los contratos adjudicados por la empresa.
Los trabajadores y sindicatos de la industria de la palma africana
Los trabajadores y sindicatos de la industria de la palma africana han padecido una larga
trayectoria de persecución. En San Alberto, Cesar, los trabajadores de Indupalma
organizaron su primer sindicato en 1963. En varias ocasiones durante los años setenta, se
intentó por parte de la empresa el montaje de procesos judiciales contra los dirigentes,
acusados por ejemplo de sabotaje a las instalaciones. Estos procesos no era más que una
treta de los directivos para frenar las iniciativas y reivindicaciones laborales de los
trabajadores e impedir su movilización. Pero el enfrentamiento a las políticas de persecución
sindical tramadas por la empresa, y que contaron con el apoyo del ejército, se mantuvo.
Si bien durante los primeros años de los ochenta las acciones de control y represión sindical
continuaron siendo asumidas por la fuerza pública que detuvo y desapareció dos
trabajadores del sindicato de Indupalma, poco a poco –y con mayor fuerza a partir de 1988la irrupción del paramilitarismo en toda la región del magdalena medio deja sentir sus
accionar en la comisión de crímenes, ya no solo contra los trabajadores de Indupalma sino
de otras empresas del sector ubicadas tanto en el Cesar como en Santander. A partir del
citado año, las agresiones contra el movimiento sindical fueron en aumento; ello se
correspondía tanto al crecimiento de las empresas como al aumento de la sindicalización.
Sobrevienen entonces los asesinatos selectivos, algunas masacres, las detenciones y la
desaparición de obreros, sindicalistas o no, y de los activistas. La connivencia de las
empresas con el paramilitarismo, en particular de Indupalma, fue evidente para todos.
Dentro de su trabajo, especialmente en las plantaciones, los obreros eran intimidados con
amenazas y agresiones verbales; sus viviendas, asaltadas por los techos y puertas en
búsqueda de personas relacionadas en las listas que portaban los paramilitares y que según
estos eran “de limpieza”. Muchos trabajadores eran hostigados en momentos en que se
transportan hasta sus sitios de trabajo; entonces las unidades paraestatales se dedicaban a
averiguar sus horarios, rutas y las placas de los vehículos en los que se desplazaban hacia la
empresa. Y en efecto, varios asesinatos ocurren mientras las victimas esperaban bus, sobre
las vías por las que forzosamente transitaban o en sus propios domicilios.
En los años noventa las organizaciones gremiales de los trabajadores de las industrias
palmeras en el sur del Cesar continúan sintiendo el rigor de un paramilitarismo que actúa a
sus anchas y que ahora se presenta a sí mismo como “autodefensa”. Los crímenes siguen
concentrados en la cabecera municipal de San Alberto pero el paramilitarismo extiende sus
operativos al montaje de retenes en las vías intermunicipales y sus crímenes no solo afectan
a los obreros de Indupalma, SINTRAPALMA, sino a los otros sindicatos asociados en el
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria del Cultivo y Procesamiento de Aceites y
Vegetales, SINTRAPROACEITES, como es el caso de ASINTRAINDUPALMA; igualmente, al
Sindicato de la empresa “Oleaginosas Las Brisas” afiliado a SINTRAINAGRO; a los
trabajadores de las empresas “Palmas del Cesar”, ubicada entre San Martín y Aguachica; así
como a
los de Oleaginosas Monterrey, Agrícolas del Norte en Puerto Wilches a los
trabajadores de la empresa Palmas Oleaginosas.
Los crímenes contra obreros y activistas sindicales de las industrias palmeras en el Sur del
Cesar afectaron así mismo a organizaciones como la ANUC o movimientos políticos como
Esperanza Paz y Libertad y la Unión Patriótica pues varios de ellos eran a la vez militantes
políticos o dirigentes cívicos locales.
2.4.4 Persecución Contra Sectores Populares
La violencia generada en las zonas rurales como consecuencia del desarrollo de operativos
militares contra los grupos guerrilleros, y particularmente debido a las acciones emanadas
de la doctrina contrainsurgente que etiquetó al campesinado como colaboradores de las
organizaciones insurgentes, involucrándolos dentro del conflicto y dándoles una tratamiento
de enemigos. Aunado a la situación histórica de pobreza y marginalidad del sector rural,
ocasionó una constante migración “voluntaria” y desplazamiento forzado del campesinado
hacia los cascos urbano, con la consecuente pauperización y deterioro de la calidad de vida.
Este éxodo generó además que en los cascos urbanos se establecieran diversos
asentamientos que se conocen como barrios populares, los cuales en su mayoría carecen de
vías de acceso adecuadas, de servicios públicos de acueducto y energía eléctrica y de
centros hospitalarios y de educación. Padecen además altos niveles de desempleo y o
realizan actividades económicas informales que les proporcionan escasos recursos.
Por las características de marginalidad y pobreza, los barrios populares fueron espacios de
resistencia que evidenciaron la inequidad del sistema económico capitalista. Sus habitantes
para enfrentar su precaria situación generaron procesos organizativos para resistir un
modelo económico que los condenaba a la miseria y a ser explotados sin tener derecho a la
salud, a la educación, a la alimentación, ni a la vivienda. Las reivindicaciones de este sector
fueron enfrentadas por parte del Estado con una abierta persecución, constante vigilancia,
incursiones del ejército y de los paramilitares, retenes, allanamientos y asesinatos. A este
sector le vulneraron su intimidad, su libertad y su derecho a la vida; fueron condenados a
vivir en medio del terror, a amanecer cada día con un cadáver en sus calles y a soportar
sangrientas incursiones paramilitares donde principalmente eran atacados hombres jóvenes.
De 1966 a 1998 en los barrios populares de las principales ciudades de la Zona V se
presentaron 439 asesinatos, 57 desapariciones forzadas y 84 torturas (sin contar los casos
en los que la víctima fue torturada antes de ser asesinada). También se registraron 96
detenciones ilegales.
La responsabilidad de estos crímenes se distribuye de la siguiente forma:
RESPONSABLE GENERAL
Acción Combinada
Acción Conjunta
Armada Nacional
Autor Estatal no precisado
Autor no precisado
DAS
Ejército
Organismo Estatal no
precisado
Paramilitares
Policía
Total
No. de
víctimas
18
2
30
148
43
4
144
2
237
64
692
El móvil principal de esta persecución es la acusación contra los pobladores de barrios
populares de ser auxiliadores de la guerrilla. Otras veces se presenta como retaliación por
acciones realizadas por grupos guerrilleros o por el desarrollo de jornadas de protesta, como
la ocurrida el 20 de junio de 1985 en Bucaramanga, donde en el marco del paro nacional el
ejército reprimió a los habitantes de los barrios populares, actuando de forma combinada
con miembros de la policía y con hombres del DAS que se presentan encapuchados,
allanando residencias, deteniendo y realizando montajes probatorios para sindicar de
pertenecer al M-19, ELN o EPL.
Al lado de los operativos oficiales se presentan asesinatos
selectivos contra personas que
previamente habían sido víctimas de detención o
allanamiento por parte de miembros del DAS.
En 1986 y 1987 se observa en Bucaramanga el incremento de las acciones del grupo
paramilitar “La mano negra” contra sectores populares.
Agrupación conformada por
miembros de la policía que se concentró en perseguir a excluidos y marginados, pero que
también atacó a los sectores populares, concentrando el 16% de las acciones contra este
sector en Bucaramanga.
Desde 1994 en la ciudad de Cúcuta, particularmente en los barrios ubicados en la ciudadela
Atalaya, hacen presencia escuadrones de la muerte, que como ya dijimos, son miembros de
organismos de seguridad del estado actuando de forma encubierta, e implementa un
particular modo de realizar los asesinatos donde propinaban a la víctima un disparo en el ojo
derecho, otro en el hombro izquierdo y un tercero en el hombro derecho. Los asesinos se
hacían llamar de diversas formas aparentando ser grupos paramilitares, entre los nombres
encontramos el de Los Tunebos, quienes realizan asesinatos selectivos contra personas a
las que se les ha realizado seguimiento por parte de organismos de seguridad del Estado e
incluso llegaban a los barrios con listas de nombres a las cuales debían asesinar. Mientras,
los medios de comunicación, reproduciendo las versiones oficiales presentaban estos
crímenes como enfrentamientos entre bandas delincuenciales.
De igual forma en Barrancabermeja desde finales de los ochenta las protestas y
manifestaciones públicas realizadas por los sectores populares fueron duramente reprimidas
por el ejército, que se presentó acompañado de informantes, mientras supuestos grupos
paramilitares, que no eran más que agentes de organismos de seguridad actuando de forma
encubierta, realizaron asesinatos selectivos. A comienzos de los noventa los residentes de
los barrios populares informaron que el puesto de policía del barrio Campoalegre, cerca de
Provivienda, y que se encontraba bajo el mando del Teniente Coronel Víctor Manuel Bernal
Castaño, funcionó como base para planear los crímenes y proteger a los responsables.
La forma de acción encubierta fue tan apreciada por los organismos de seguridad que llegó a
institucionalizarse en lo que se conoció como la Red de Inteligencia No.7 de la Armada, que
funcionó en Barrancabermeja de octubre de 1991 a enero de 1993, bajo la dirección del
capitán de la Armada Juan Carlos Álvarez Gutiérrez, quien recibía órdenes directas del
Teniente Coronel Rodrigo Quiñónez Cárdenas. Esta instancia secreta de la Armada reclutó y
contrató, incluso por medio de contratos escritos, a ex miembros de la Armada y asesinos a
sueldo para realizar asesinatos selectivos y para impulsar la conformación de grupos
paramilitares en los municipios santandereanos del Magdalena Medio con el apoyo del
Batallón Antiaéreo Nueva Granada. En un principio sus acciones fueron presentadas con la
fachada de grupo paramilitar "Comando de Unidades Especiales de la M” pero luego quedó al
descubierto la implicación de altos mandos del ejército y de funcionarios del ministerio de
defensa.
La puesta en funcionamiento de esta red explica que entre los meses de junio y julio de
1992 en
Barrancabermeja se hallan presentado, sólo en los barrios populares,
24
asesinatos selectivos entre los que se cuentan varias masacres. En uno de los reportes
entregado por un miembro de la Red a su superior encontramos: “REPORTE: El 3 de febrero,
es asesinado el señor Antonio Valderrama, padre de Renato Antonio Valderrama Morales
conocido con el alias de "Marlon" dentro del 24 frente de las FARC; Antonio Valderrama
cubría actividades ilícitas con el disfraz de zapatero. Se conoce que era emisario de los
grupos de la guerrilla que está en zona de San Vicente y El Carmen (S)". (Informe de
Inteligencia Militar. Proceso Penal Militar. Cuaderno anexo E, folio 53)
Las acciones de la Red fueron acompañadas por un incremento en las acciones militares
contra los habitantes de estas zonas. Así narra uno de los habitantes las agresiones sufridas
a manos del ejército: “Los agresores se movilizaban en un campero Toyota, color verde
oscuro; agarraron a José Manuel del cabello, lo vendaron y amarraron, y luego lo llevaron a
las instalaciones del Batallón Nueva Granada, ‘donde fue sometido a ultrajes y torturas:
golpes y ahogamientos, hasta perder por momentos la conciencia. Aún padece dolores en
las costillas y en los riñones.’ Después de 25 horas, le hicieron firmar una constancia de
‘buen trato’ y lo entregaron a la Fiscalía, de donde fue llevado a la cárcel.” 98
Otro testimonio afirma que: “Un vecino de apellido Arrieta, que es informante del Ejército,
aseguró a los militares que él era al que buscaban; luego en la base militar, le dijeron que
"era el guerrillero que estaban esperando". Lo sentaron en una silla, le ataron las manos
atrás y lo golpeaban mientras le preguntaban por unas armas; luego le pusieron una bolsa
en la cabeza y seguían golpeándolo. Hacia las 12 de la noche, lo sacaron a caminar por el
barrio para que dijera el lugar donde estaban las armas, pero como no lo hizo, le dijeron que
lo llevarían de nuevo a la base militar, y que la tortura sería más grave. Un Teniente le dijo
que "le regalara una pistolita, que con eso me soltaba y no había problemas", luego le dijo
que tenía información sobre las bombas que fabricaban en el taller de propiedad de Mejía.”99
Las sindicaciones y detenciones masivas de barranqueños se intensificaron en los años de
1995 y 1996. Según información oficial suministrada por el ejército y la policía, en el curso
de estos años “se detuvieron en Barranca y sus alrededores y puesto a ordenes de la
fiscalía, alrededor de 200 personas, la mayor parte de ellas sindicadas de rebelión” 100 .
Paralelamente, los grupos paramilitares comenzaron a posicionarse en la ciudad y en todo el
Magdalena Medio; varios miembros de sus tropas comenzaron a patrullar en los barrios
nororientales asesinando a todo aquel que se opusiera a sus designios.
Es revelador que luego de la fuerte arremetida institucional se presente desde 1996 un
incremento de las acciones realizadas por paramilitares, situación que lleva a pensar que la
consolidación del paramilitarismo recibió un contundente apoyo de los organismos de
seguridad para que lograran ingresar a la zona y consolidar su presencia.
Los últimos años que cubre este informe dan cuenta de la arremetida paramilitar tanto en
Cúcuta como en Barrancabermeja, donde desde 1997 hasta 1998 se presentan numerosas
masacres, siendo la más célebre la realizada en Barrancabermeja el 16 de mayo de 1998 en
los barrios Campestre, Campín, 9 de Abril, María Eugenia, Villarelys. La Esperanza, Pozo
Siete y Divino Niño de la Comuna 7, sector suroriental de la ciudad, donde el grupo
paramilitar Autodefensas Unidas de Santander y Sur del Cesar desaparecen a 25 habitantes
de este sector y asesinan a 7 más.
Para terminar es importante destacar que la persecución contra profesionales cercanos a los
sectores populares, particularmente contra periodistas, abogados, sociólogos e ingenieros,
98
BOLETIN INFORMATIVO JUSTICIA Y PAZ, VOLUMEN 6, NRO. 2. Caso de José Manuel Rodríguez Sampayo
sucedido en Barrancabermeja el 1° de mayo de 1993
99
CREDHOS, Denuncia de Darío de Jesús Medina del 18 de abril de 1994
100
Corporación regional para la defensa de los derechos humanos, CREDHOS. Informe: Derechos Humanos en
Barrancabermeja y su zona de influencia en el Magdalena Medio. Septiembre de 1995 – Mayo de 1996.
Barrancabermeja, Junio de 1996.
obedeció a que los primeros utilizaban los medios masivos de comunicación para denunciar
los atropellos que vivía a diario la población y los nexos entre narcotraficantes, delincuencia
común, políticos y miembros de las fuerzas de seguridad del estado. Los segundos, estaban
encargados de atacar en los tribunales a los culpables de los crímenes, y los terceros,
lideraban procesos sociales y realizaban trabajos académicos para comprender la dinámica
social de la represión.
2.4.5 Persecución Contra Lideres Cívicos y Comunales
La persecución contra los líderes cívicos que en su mayoría habitaban barrios populares y se
dedicaban a organizar la comunidad en torno de exigencias para mejoras la prestación de
servicios públicos domiciliarios, o la gestación de procesos organizativos en torno a la
cultura, fue adelantada en su mayoría de forma irregular, es decir, por medio de asesinatos
selectivos y desapariciones forzadas
perpetradas por hombres de civil que aunque
aparezcan como autores no precisados compartían un mismo modus operandi que los
identificaba con un accionar paramilitar (Ver cuadro).
ZONA V, 1966,1988
Responsables de los crímenes contra los dirigentes cívicos y comunales
No.
Víctimas
Acción Combinada*
Allanamiento
1
Desaparición Forzada
1
Autor Estatal no precisado Asesinato
13
Atentado
1
Desaparición Forzada
1
Torturas o malos tratos - Asesinato
1
Torturas o malos tratos - Desaparición Forzada - Asesinato
1
Autor no precisado
Asesinato
4
Atentado
1
Torturas o malos tratos - Asesinato
1
Ejército
Amenazas
1
Asesinato
1
Detención
1
Detención - Desaparición Forzada
3
Detención - Torturas o malos tratos
19
Torturas o malos tratos
1
Paramilitares
Amenazas
21
Asesinato
30
Atentado
2
Torturas o malos tratos - Asesinato
3
Policía
Allanamiento - Detención
2
Total general
109
FUENTE: Base de datos Proyecto CNM
* Donde interviene más de un organismo estatal
RESPONSABLE
TIPO DE AGRESION
Algunos de los crímenes cometidos por el ejército fueron responsabilidad del B2, organismo
de inteligencia de la V brigada. También se ubicó la responsabilidad de las siguientes
unidades militares: Batallón Contraguerrilla No.45 Héroes de Majagual y Batallón de
Artillería de Defensa Aérea No. 2 "Nueva Granada" en Barrancabermeja. El Batallón de
Infantería No. 13 "García Rovira" en Norte de Santander y la Brigada No. 2 en el Sur de
Bolívar.
Las unidades militares aprovecharon la facultad que tenían para allanar y detener a
sospechosos, luego negaban tener a la víctima en su poder y posteriormente aparecía su
cadáver en sitios alejados.
nunca era hallado.
En otras ocasiones la víctima era desaparecida y su cadáver
También se presentaron desapariciones forzadas cuando la víctima era detenida en retenes
militares y se registran algunas operaciones militares donde actuaban de civil.
Los crímenes perpetrados por autores estatales desconocidos o autores desconocidos fueron
casi siempre precedidas de hostigamientos, allanamientos o detenciones realizadas por el
ejército o por organismos de inteligencia, quienes acusan a los líderes de realizar actividades
subversivas. Este hecho hace supones que estos crímenes son responsabilidad de órganos
del estado como la policía, el DAS o la SIJIN, quienes operaban de forma encubierta o a
través de particulares. La connivencia entre organismos de seguridad del estado y grupos
paramilitares era tal que en Convención (Norte de Santander) se le encontró en 1987 a un
agente de policía una "lista negra" de dirigentes campesinos, y frente a los nombres de los
que habían sido asesinados por paramilitares aparecía la palabra "Cumplido".
Las formas de operar de los victimarios fue realizar allanamientos y detenciones arbitrarias.
En otras ocasiones, sobre todo en Bucaramanga y Barrancabermeja, escuadrones de
hombres de civil, pertenecientes a organismos de seguridad e inteligencia del Estado,
sacaban a la víctima de la casa y posteriormente la desaparecían.
En los municipios santandereanos del magdalena medio y en el sur del cesar se observa una
especial sevicia a la hora de perpetrar los crímenes, lo que se explica por el modelo
paramilitar presente en la zona, que se caracteriza por la presencia de grupos de 20 o más
hombres uniformados y bien armados que patrullaban la zona y siguiendo órdenes del
ejército y con “listas negras en la mano” atacaban a la población.
En el Norte de Santander se presenta el fenómeno de “escuadrones de la muerte”, quienes
actuaban casi siempre con arma 9mm, torturaban a las víctimas y las arrojaban en
“botaderos de cadáveres”, como el basurero de Uríamaco en Cúcuta, con las manos atadas y
un disparo en la cabeza.
Es importante resaltar que Barrancabermeja, Bucaramanga y Lebrija en Santander; Ocaña,
Cúcuta y Villas de Rosario en Norte de Santander, son las ciudades que presentan el mayor
número de víctimas de este sector social, lo cual se explica porque en estas ciudades se
adelantaros los más importantes procesos organizativos. Encontramos por ejemplo que en
los barrios del norte de Bucaramanga y en los del nororiente de Barrancabermeja, sus
habitantes, a pesar de la situación de pobreza que los aquejaba, creaban comités culturales
y de deporte, realizaban gestiones ante instituciones estatales y en ocasiones llegaba a vías
de hecho como paros y protestas para exigir un mejoramiento en los servicios públicos.
Estas iniciativas populares fueron entendidas como incitación a la subversión, buscando su
desarticulación al atacar a los líderes cívicos y comunales que las impulsaban.
No es gratuito que los años de mayor victimización coincidan con el desarrollo de actividades
reivindicativas en la zona, es el caso del paro cívico del nororiente de 1987 y las marchas
campesinas de 1988, apoyadas por amplios sectores de la sociedad. En el año 1996 los
paramilitares arremeten contra los líderes cívicos que intentan adelantar procesos
organizativos siendo la mayoría de ellos amenazados de muerte para obligarlos a abandonar
sus ideales y en muchos casos fueron desplazados de su domicilio por temor a la muerte.
Entre las organizaciones y procesos atacados se encuentra el Comité cultural del barrio
Zamora, La comunidad Teatro de las calles, el Comité Cultural de Zapamanga y la
Asociación de Artistas Colombianos en Bucaramanga. El Comité Popular y la Coordinadora
Popular del Nororiente en
Barrancabermeja. El Comité Cívico de Ocaña.
El grupo
Comuneros 81 y el Movimiento Acción Comunitarias de Aguachica Sur del Cesar y el
Movimiento Cívico Comunitario de San Alberto en el mismo departamento. Además fueron
perseguidos los miembros y directivos de las Juntas de Acción Comuna de los municipios de
la zona y de los barrios populares quienes la mayoría de las veces tenían nexos con partidos
políticos de oposición.
2.4.6 Persecución Contra Sectores Marginados y Excluidos
“Nadie en Colombia se puede arrogar la facultad de definir...
quien es útil, bueno y merece seguir con vida
y quien es malo, inútil, ‘desechable’ y debe morir.
Nadie y mucho menos la autoridad.
Cuando la autoridad asume ese papel...
se convierte en la monstruosa dueña de la vida, de la honra y de los bienes (...) 101
Durante los noventa, los organismos de seguridad del estado apoyados por grupos
paramilitares o actuando como tales incurrieron en lo que ellos llamaba “limpieza social”.
Esta práctica se implementó en algunos casos como forma de ganar credibilidad y
aceptación hacia los grupos paramilitares que se presentaban como guardianes del orden y
garantes de la seguridad al erradicar de manera “eficaz” los males de la sociedad (mendigos,
recicladores, drogadictos, delincuentes, homosexuales, trabajadoras sexuales y pobres en
general).
Otra cara de esta “limpieza social” fueron las prácticas mafiosas adelantadas por los
organismos de seguridad del Estado contra las bandas de delincuentes, quienes antes de ser
capturados y puestos a disposición de un juez, fueron torturados y asesinados con crueldad
como forma de escarmiento y en muchos casos para cobrar cuentas pendientes, pues no es
un secreto que los miembros de la SIJIN, el DAS, y la policía forman parte de estas bandas.
En 1993 la revista Ciendías explicaba el fenómeno de la “limpieza social” así: “Quienes
promueven y ejecutan esta forma de violencia lo hacen movidos por un discurso ideológico
según el cual se explica la persistencia de la marginalidad, el incremento del fenómeno
delincuencial y de los comportamientos censurados, como producto de la ineficacia del
aparato estatal en la aplicación de justicia” 102 . Sin embargo, al analizar la sistematicidad de
los casos reunidos en este informe, se puede afirmar que la mal llamada “limpieza social” no
obedeció solamente a una necesidad de las autoridades y de ciertos sectores por mejorar el
entorno social al desaparecer a aquellos que estorban, afean o generan inseguridad en la
ciudad; sino que esta práctica
buscaba, y efectivamente lograba, la legitimación y
aceptación por parte de las comunidades de los grupos paramilitares que operaban en la
región, mitigando de este modo el descontento que podría crear la persecución contra
líderes políticos, sociales y sindicales que normalmente le acompañaba.
La persecución concomitante de marginados y dirigentes cívicos, líderes políticos de
oposición o sindicalistas, generó en la población urbana una estigmatización polarizada que
puso del lado de los buenos a todo aquel que cumpliera los cánones de normalidad y
obediencia, y del lado de los malos, a aquellos que se revelaban, que no se dejaban
someter, que se resistían o transgredían un orden de exclusión. Esta forma de caricaturizar
la dinámica social se fortaleció especialmente por la acción clandestina de grupos
paramilitares que se presentaron ante la sociedad como los guardianes del orden y la
seguridad pública, lo que consiguieron asesinando a todos los que se encontraban fuera del
orden, esto es, delincuentes, indigentes, drogadictos, prostitutas, líderes populares,
sindicalistas, estudiantes y todo aquel que en su consideración alterara el orden o la idea del
bien.
101
Sentencia del Consejo de Estado de junio de 1992 citada por Amnistía Internacional en Violencia política en
Colombia. Mito y Realidad, 1994.
102
Revista Cien días vistos por Cinep, Volumen 6 No.24, octubre-diciembre de 1993, pag.12
Poner en el mismo rango al líder de izquierda, al sindicalista, al dirigente cívico, con el
delincuente, el indigente, o el secuestrador, permitió la formación de un imaginario social de
rechazo a todo fenómeno que altere el orden establecido, logrando así la aceptación social
de la criminalización de la actividad social y política de izquierda, criminalización que en
nuestro país no se concreta en una persecución jurídica sino que implica la pérdida de la
vida y el hostigamiento sistemático. La aceptación social de esta modalidad criminal
posibilitó la permanencia de la impunidad gracias al silencio y aquiescencia de los sectores
mayoritarios de la comunidad, quienes, como ya se dijo, interiorizaron la idea de que todo lo
que se salga de lo “normal” debía ser eliminado, sin pasar siquiera por un cuestionamiento
sobre las causas y factores determinantes de la marginalidad social o de los movimientos de
reivindicación y resistencia, y menos aún, deteniéndose en una reflexión sobre la manera de
afrontar estos fenómenos en el marco de un estado de derecho.
En la zona quinta la persecución contra marginados sociales se presentó desde 1986, en
especial en la ciudad de Bucaramanga, y se extendió en los años siguientes hacia la zona
metropolitana de la capital santandereana y hacia los municipios de Lebrija, Bolívar y
Rionegro. En Norte de Santander esta práctica se implementó inicialmente en Ocaña y sólo
hasta 1989 tomó fuerza en Cúcuta, llegando a ser en la década de los noventa la ciudad con
mayor número de víctimas.
El crimen más utilizado fue el asesinato, que se presentó en 286 de los 326 casos que se
tienen registrados. 18 de las víctimas se salvaron y quedaron heridas, a 20 las detuvieron
y torturaron y a dos las desaparecieron.
En el siguiente cuadro se observa que los crímenes asociados a la persecución de
pobladores marginados y excluidos económica y socialmente presentaron características
particulares según la ciudad en la que se desarrollaron. Así, encontramos que en Cúcuta se
destacó con fuerza la persecución contra indigentes y/o recicladores, mientras que en
Bucaramanga, como ya mencionó, fue más utilizada la persecución contra delincuentes.
También observamos que en Cúcuta el denominado autor no precisado se perfiló como uno
de los principales responsables de este tipo de crimen, lo que se explica por la vinculación
directa de agentes de seguridad del estado con los grupos de “limpieza” que por obvias
razones no deseaban ser identificados ni reivindicaban sus crímenes. En cambio, en
Bucaramanga la mayoría de crímenes fueron reivindicados por grupos paramilitares o se les
podía atribuir su autoría por la recurrencia de su accionar.
ZONA V, 1966-1998
Persecución a marginados y excluidos sociales
DEPARTAMENTO
NORTE DE
SANTANDER
MUNICIPIO
CACHIRA
CUCUTA
Total: 124
EL ZULIA
IDENTIDAD
SOCIAL
Delincuente
Delincuente
Drogadicto
Homosexual
Indigente y/o
reciclador
Pandillero
Sin Dato
Delincuente
Total
3
56
10
5
47
4
2
1
LOS PATIOS
OCAÑA
PAMPLONA
PAMPLONITA
TIBU
VILLA DEL
ROSARIO
Total 20
Homosexual
Indigente y/o
reciclador
Delincuente
Delincuente
Demente
Indigente y/o
reciclador
Trabajadora Sexual
Indigente y/o
reciclador
Delincuente
Delincuente
Drogadicto
Indigente y/o
reciclador
Sin Dato
Total NORTE DE
SANTANDER
SANTANDER
3
1
3
2
1
1
1
1
5
9
4
3
4
166
BARRANCABERME
JA
Delincuente
Total 36
Demente
Homosexual
Indigente y/o
reciclador
Pandillero
Sin Dato
BOLIVAR
Delincuente
BUCARAMANGA Delincuente
Total 79
Drogadicto
Homosexual
Indigente y/o
reciclador
Sin Dato
Trabajadora Sexual
FLORIDABLANCA Delincuente
GIRON
Delincuente
LEBRIJA
Demente
MALAGA
Demente
Indigente y/o
reciclador
PIEDECUESTA
Delincuente
Drogadicto
RIONEGRO
Delincuente
SABANA DE
TORRES
Delincuente
Demente
SAN GIL
Delincuente
ZAPATOCA
Delincuente
16
1
1
10
4
4
2
43
1
2
25
4
4
3
1
2
1
1
4
1
1
1
1
6
2
Total SANTANDER
SUR DE BOLIVAR
Total SUR DE
BOLIVAR
SUR DEL CESAR
141
REGIDOR
SAN PABLO
2
2
3
SANTA ROSA DEL
SUR
Delincuente
1
AGUACHICA
8
2
GAMARRA
SAN ALBERTO
Total SUR DEL CESAR
Total general
Indigente y/o
reciclador
Delincuente
Sin Dato
Delincuente
Indigente y/o
reciclador
Delincuente
Sin Dato
1
4
4
11
326
Los más perseguidos fueron los delincuentes y los indigentes y la operatividad utilizada
permite afirmar que se traban de bandas conformadas por miembros de organismos como
la SIJIN, el B2 y el UNASE entre otros, que actuaban de civil o de forma encubierta para
evitar ser identificados plenamente.
Entre los principales grupos paramilitares
conformados por miembros y ex-miembros de organismos del Estado y por particulares,
encontramos a los que se conocían como “escuadrones de la muerte”, entre ellos la Mano
Negra, la Marca del Zorro, los Rampuches, los Tunebos, MEB (Muerte a Expendedores de
Bazuco), Rambo, Escorpión, Terminator y Toxicol 90. También coadyuvaron en esta práctica
estructuras paramilitares como las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU),
las Autodefensas Unidas del Sur del Cesar y Santander, las Autodefensas del Magdalena
Medio y el MAS.
En la capital santandereana, la mayoría de crímenes contra la población marginada y los
excluidos sociales, fueron reivindicados por grupos paramilitares, y aquellas que fueron de
autor no precisado su responsabilidad es atribuible a dichos grupos por la recurrencia de
ciertas operatividades criminales. En la mayoría de los casos obligaban a sus víctimas a
abordar vehículos conducidos por hombres encapuchados que portaban diferentes tipos de
armas. Las víctimas eran torturadas y luego asesinados, casi siempre con arma 9 mm, y sus
cuerpos eran abandonados en sitios lejanos conocidos popularmente como “botaderos de
cadáveres”.
En Cúcuta y Bucaramanga diversos organismos de seguridad del Estado asumieron la
tortura, el asesinato y la desaparición forzada como formas de combatir la criminalidad, así,
los miembros de la Unidad Especial de Antiextorsión y Secuestro-Grupo UNASE y el
Comando Institucional Antiextorsión y Secuestro CIAES, se encargaron de eliminar a la
población marginada de dichas localidades, actuando en muchos casos conjuntamente con
escuadrones de la muerte como la Mano Negra, grupo paramilitar que se caracterizó por
llevar a cabo estas prácticas inicialmente en el departamento de Santander, extendiéndose
posteriormente a la región Norte Santandereana.
En la ciudad de Bucaramanga esta práctica fue mucho más sistemática que en otros centros
importantes del departamento como Barrancabermeja. Los sectores perseguidos,
delincuentes, indigentes y/o recicladores, trabajadoras sexuales y un gran número de
delincuentes y jóvenes considerados drogadictos, se convirtieron en uno de los principales
objetivos de los escuadrones de la muerte, cuyo ideario de “orden” no atendía el respeto ni
mucho menos consideraba la dignidad humana de estos sectores de la población. La
victimización contra los marginados se caracterizó por la participación de agentes estatales,
donde los escuadrones de la Mano Negra y el F2 actuaron conjuntamente y financiados por
comerciantes vinculados algunas veces con el contrabando debido a la cercanía de
Venezuela.
En Norte de Santander, este tipo de accionar comenzó a implementarse por la fuerza
pública, especialmente la policía, cuyos efectivos enfocaron su estrategia criminal contra los
comerciantes y marginados sociales. En la ciudad de Cúcuta la policía históricamente ha
estado relacionada con actividades ilícitas como el contrabando de mercancías y de gasolina
desde Venezuela así como el tráfico de carros robados, de aquí que los miembros de esta
institución acudieran a las operaciones encubiertas para perseguir a sus compinches o a
aquellos delincuentes que representaban competencia para adelantar sus negocios ilícitos.
A medida que transcurría la primera mitad de la década del noventa, los grupos
paramilitares se encargaron de seguir efectuando este tipo de operaciones , dada la
avanzada de sus tropas en todo el territorio y el paulatino dominio sobre la zona. Los barrios
de la Ciudadela Juan Atalaya, uno de los sectores más populares y humildes de la capital
nortesantanderana fue uno de los lugares en lo que se concentró la arremetida paraestatal;
ser habitante de Doña Ceci, Las Palmeras y Pueblo Nuevo, por mencionar algunos barrios,
era un estigma que denotaba un riesgo permanente.
La mayoría de las víctimas de la “limpieza social“ eran arrojadas en botaderos de cadáveres
entre los que encontramos el “Anillo Vial” , ubicado en el corregimiento de Lomitas, Villa del
Rosario Norte de Santander, donde se encontraron ocho fosas comunes con cientos de
cadáveres en un área de 200 metros. Otros botaderos eran el Canal de Bogotá en esta
misma ciudad y la “Vía Café Madrid” cerca de Bucaramanga, La Cemento y Chimitá, las vías
que conducen de Bucaramanga a Pamplona o Matanza y el anillo vial de la ciudad, espacios
que de 1988 a 1993 se convirtieron en el cementerio de las víctimas de los grupos
paramilitares. 103
En el Sur del Cesar la persecución y victimización contra la población excluida estuvo
encabezada inicialmente por el escuadrón paramilitar Terminator, grupo que se caracterizó
por la enorme sevicia con la que daba muerte a sus victimas, por ejemplo en 1985 el
comandante de la policía informó que habían encontrado más de 50 cadáveres de supuestos
delincuentes decapitados, torturados, atados a estacas o maniatados y que algunas de las
cabezas cortadas fueron enviadas a otros delincuentes como amenaza.
En los años
siguientes, las Autodefensas Campesinas del Sur del Cesar se encargaron de realizar este
tipo de crímenes en la región, incrementando especialmente su accionar durante 1994 y
1995 y 1998.
103
Amnistía Internacional: Violencia política. Op. Cit. Pág. 21-22.
2.4.7 Crímenes de Lesa Humanidad Contra Miembros de Grupos Guerrilleros
Los militares, saliéndose del marco legal que les impone la Constitución y la ley, atacaron a
este sector social con acciones ilegales y violatorias de los derechos humanos. Si las
acciones emprendidas contra este sector no hubiesen caído en la ilegalidad, nadie
cuestionaría que los miembros de grupos guerrilleros fueran perseguidos en defensa del
Estado; pero en Colombia es necesario denunciar los métodos ilegales utilizados por la
fuerza pública, en particular por el ejército, para desarticular este tipo de organizaciones.
Entre las principales formas de este accionar al margen de la ley encontramos la detención
sin garantías procesales y el sometimiento a torturas y malos tratos, que fueron encubiertas
obligando a la víctima a firmar boletas de buen trato. Aquellos que fueron procesados por la
justicia no contaron con las garantías de un debido proceso; basta recordar los célebres
Consejos Verbales de Guerra, que se instituyeron bajo la legislación de Estado de Sitio
durante los años setenta y ochenta, como forma de juzgar los delitos políticos de forma
sumaria, esto es, abreviando los procedimientos a costa del debido proceso, y donde el
juzgamiento se encontraba en manos de jueces castrenses.
En otras ocasiones no sólo se utilizó la tortura sino que se recurrió al asesinato y a la
desaparición forzada como forma de garantizar, según los militares, el exterminio de
personas perjudiciales para la sociedad. La impunidad de estos crímenes se garantizó de
varias formas, una de ellas institucional, que consistía en la promulgación de leyes
permisivas que permitían realizar detenciones sin previa orden judicial y facultaban al
ejército para conminar a los detenidos durante varios días en instalaciones militares, a las
que no tenían fácil acceso autoridades civiles y mucho menos los familiares de las víctimas,
facilitando de este modo la práctica de los crímenes y el ocultamiento de los mismos.
En otros casos, los militares al detener a un guerrillero, y a pesar de encontrarse fuera de
combate, lo asesinaban sin permitirle ser juzgado y condenado en juicio. Fue tal el
autoritarismo militar que llegaron a atacar ambulancias o vehículos que transportaban
guerrilleros heridos, acciones en las que además de asesinar a los guerrilleros asesinaban a
los conductores de los vehículos y a los acompañantes.
Estas acciones se encubrían
afirmando que los guerrilleros habían sido “dados de baja” en combate, a pesar de existir
múltiples indicios y en ocasiones testigos de que los asesinados ya se encontraban vencidos
y en manos de los miembros de la fuerza pública.
Tales prácticas solo desvirtuaron por completo los derechos y garantías de los incriminados y
de paso los convirtió en blanco de crímenes de lesa humanidad. Estos militantes o
excombatientes de la insurgencia amnistiados fueron a la vez objeto de planes de
persecución y asesinato por parte del paramilitarismo que no respetó los acuerdos políticos
de los gobiernos nacionales con algunas organizaciones que impulsaron procesos de
desmovilización.
El ejército, la policía y otros organismos de seguridad también actuaron de forma
encubierta, esto es, vestidos de civil y usando vehículos sin identificación, de forma que los
crímenes no aparecían como responsabilidad del Estado sino de particulares. El uso de
informantes que señalaban a las víctimas fue también una manera de operar para realizar
asesinatos selectivos. Práctica que además generaba graves efectos para las familias de las
víctimas, quienes fueron estigmatizadas y debieron abandonar sus viviendas para evitar ser
asesinadas al igual que sus familiares.
Similar forma de persecución se implementó contra los miembros de grupos guerrilleros que
adelantaron conversaciones de paz en el marco de las cuales fueron amnistiados, indultados
o plantearon una tregua para impulsar procesos de participación política democrática,
quienes luego de dejar las armas fueron perseguidos y asesinados por el ejército104 . Como
lo muestra el siguiente gráfico en los años donde se concretaron propuestas de paz y
negociaciones políticas, o en los años siguientes a este tipo de acuerdos, se incrementó el
número de crímenes contra guerrilleros desmovilizados, indultados, amnistiados, detenidos
o vencidos; signo representativo de la tradicional oposición del estamento castrence y de los
sectores de derecha a cualquier intento de abrir espacios de participación política a sectores
alternativos.
ZONA V, 1966-1998
Crímenes contra miembros de organizaciones guerrilleras
18
16
14
12
10
8
6
4
2
0
79
84
85
86
87
90
91
92
93
94
95
96
97
98
FUENTE: Base de Datos Proyecto CNM
En la persecución de guerrilleros desmovilizados se observa también la participación de
grupos paramilitares, entendidos como civiles que realizaban el “trabajo sucio” para cubrir la
responsabilidad del ejército. Por ejemplo en 1985, año en el que se adelantaron acuerdos
de paz entre las guerrillas y el gobierno Betancur, y donde se declaró una tregua que
permitía a los combatientes realizar trabajo político en sus regiones, la mayoría de
guerrilleros en tregua fueron atacados por el ejército o por paramilitares, quienes
contribuyeron con sus crímenes a perpetuar las prácticas y modelos de política tradicional
encaminadas a defender los privilegios de elites locales que monopolizaban los centros de
poder político, económico y social.
104
El indulto lo otorga el presidente y la amnistía el Congreso de la República.
En las zonas urbanas algunos jóvenes habitantes de sectores populares militaban en grupos
guerrilleros, lo que acarreó la arremetida contra este sector que debió soportar cientos de
allanamientos, detenciones, asesinatos y torturas.
En estas zonas actuaron “escuadrones
de la muerte” (Agentes de organismos de inteligencia encapuchados y de civil), quienes
sacaban de sus casas a los presuntos guerrilleros y los asesinaban o desaparecían.
La siguiente tabla discrimina el grupo guerrillero al cual pertenecían las víctimas y el tipo de
agresión que sufrieron. Debe tenerse en cuenta que la cifra registrada en la base de datos
del Proyecto CNM es muy inferior al número real de víctimas, ya que la mayoría de crímenes
contra este sector no se consideraban como violaciones a los derechos humanos sino como
el inevitable resultado de la confrontación bélica. Además, los organismos de seguridad del
Estado tuvieron a la ley y a las instituciones judiciales de su lado al momento de determinar
si se trataba de un combate o de una ejecución extrajudicial, por lo tanto, no se registraba
como un crimen sino como una acción de guerra.
ZONA V, 1966-1998
Crímenes de Lesa Humanidad contra miembros de organizaciones guerrilleras
ORGANIZACIÓN
AGRESIÓN
GUERRILLERA
Coordinadora Guerrillera Simón
Bolívar
Atentado
Ejército de Liberación Nacional
ELN
Asesinato
Detención - Torturas o malos tratos
Detención - Torturas o malos tratos - Asesinato
Detención - Torturas o malos tratos
Desaparición Forzada - Asesinato
Torturas o malos tratos
Total Ejército de Liberación
Nacional ELN
Ejército Popular de Liberación
EPL
Asesinato
Torturas o malos tratos
Torturas o malos tratos - Asesinato
Total Ejército Popular de
Liberación EPL
Fuerzas Armadas
Revolucionarias
de Colombia FARC
Asesinato
Detención*
Detención - Desaparición Forzada
Total Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia FARC
Movimiento 19 de Abril M-19 Asesinato
Desaparición Forzada - Asesinato
Detención - Torturas o malos tratos
Total Movimiento 19 de Abril
M-19
No
de
Víctimas
2
25
1
1
1
1
29
9
1
1
11
11
2
2
15
4
2
1
7
Sin Dato
Total general
Asesinato
Atentado
Torturas o malos tratos
1
1
1
67
FUENTE: Base de datos proyecto CNM
*Las detenciones se relacionan por haber sido realizadas cuando el grupo se encontraba en
tregua.
Respecto de los amnistiados pertenecientes a las FARC, estos se desmovilizaron en el
marco del proceso paz intentando su reinserción en la vida y cotidianidad del país, creyendo
que desde la normalidad podían alcanzar lo que anhelaban a través de las armas. Pero los
ataques contra los guerrilleros de las FARC no se presentaron únicamente en momentos en
que estaban desmovilizados, o activos pero en tiempos de amnistía, sino que incluso se
extendieron a sus familiares.
En Santander y el Sur del Cesar particularmente, los militantes y amnistiados del M-19
sufrieron una implacable persecución luego de que el grupo guerrillero acogiera los acuerdos
de amnistía propuestos por el gobierno de Belisario Betancur. Una de las estructuras
responsables de estos crímenes fue el MAS, quienes justificaron así el asesinato de Carlos
Toledo Plata en 1984: “En nombre de los soldados caídos y de los secuestrados, dimos
muerte a Carlos Toledo Plata. El grupo Ricardo Franco tendrá su merecido por suplantarnos.
Muerte A Secuestradores MAS. Por lógica y en defensa de la Patria, ejecutamos a Toledo
Plata. Habrá mas muertes. Le podemos garantizar al pueblo colombiano que los terroristas
no llegarán al gobierno. Eso lo garantiza el MAS. Por la salud de la Patria lo hemos hecho. El
señor Toledo Plata tiene y ha recibido su merecido. Muerte A Secuestradores MAS se
responsabiliza del hecho”.
En los departamentos de Santander y Norte de Santander, varias personas solamente por
ser sindicadas como presuntos militantes del Ejército de Liberación Nacional se constituyeron
en blanco de crímenes cometidos por los organismos de seguridad estatales. La persecución
montada a los militantes y excombatientes de la misma organización guerrillera, si bien
debía ser hecha por las autoridades estatales por mandato legal y constitucional, abarcó
cualquier método, hasta la tortura y el desprestigio infligido y montado a los capturados. La
fuerza pública se arrogaba a sí misma la imposición del castigo a los rebeldes.
Finalmente, la persecución y señalamiento de miembros del EPL o de civiles sindicados como
tal, se utilizó como un medio de hostigamiento que permitió mostrar resultados de carácter
militar a la vez que se intimidaba al resto de la población que conoce los casos de torturas y
vejámenes a los que son sometidas las victimas antes de ser rematadas a tiros. Fue común
encontrar los cuerpos incinerados, con claras muestras de haber sido quemados vivos.
Los principales responsables de la persecución de miembros de grupos insurgentes fueron
los miembros del ejército (66%), en especial las siguientes unidades: Batallón
Contraguerrilla No.27 Coronel Rogelio Correa Campos, Batallón Contraguerrilla No.45 Héroes
De Majagual, Batallón de Artillería de Defensa Aérea No. 2 "Nueva Granada", Batallón de
Infantería No. 13 "García Rovira", Batallón Héroes de Saraguro, Brigada Móvil No. 2 y el
Grupo de Caballería Mecanizado No.5 General Hermógenes Maza Márquez.
El CIAES (Comando de Investigación Antiextorsión y Secuestro) reiteradamente utilizó la
tortura y la ejecución extrajudicial para atacar a los guerrilleros que eran capturados.
Siempre justificaron su accionar como actos propios del servicio y absolutamente necesarios
para adelantar sus labores de seguridad.
La actitud tomada por el ejército y otros organismos del estado frente a los guerrilleros
desmovilizados, amnistiados o indultados ha sido muy perjudicial para adelantar nuevos
procesos de desmovilización de grupos guerrilleros, y más allá, para negociar la salida
política del conflicto social y armado que ha vivido el país. Los crímenes contra quienes han
optado por dejar las armas han confirmado la imposibilidad de adelantar procesos de
reforma política en el marco de un estado democrático de derecho y han cerrado la
posibilidad de vincular nuevas alternativas al panorama político de nuestro país, reafirmando
la idea que en Colombia no se puede hacer el tránsito de la lucha armada a la participación
política sin arriesgar la vida. Los crímenes de lesa humanidad y las violaciones a los
derechos humanos causados por los grupos paramilitares y los agentes estatales contra
desmovilizados o amnistiados reversaron la oportunidad que los procesos de negociación
abrieron.
3. MECANISMOS INSTITUCIONALES DE IMPUNIDAD
Mientras la impunidad de crímenes de Lesa Humanidad continúe imperando en Colombia, la
esperanza continuará desterrada105
La discusión sobre la impunidad en Colombia no es nueva, esta situación, que se define
como la ausencia de investigación, juzgamiento y castigo para quien(es) incurre(n) en
delitos consagrados como tales en la ley, ha sido una constante en la historia de la sociedad
colombiana. Sin embargo, esta recurrencia no implica homogeneidad de las causas y
explicaciones del fenómeno, ya que una cosa es entender la impunidad como resultado de la
incapacidad material del aparato de justicia, propia de países “subdesarrollados”; y otra
entenderla como una estrategia estatal de ocultamiento de su responsabilidad y la de sus
agentes -legales e ilegales-, con miras a la consolidación de prácticas político-militares para
defender un sistema social y económico excluyente e injusto.
En el primer caso, la impunidad se supera implementando procesos judiciales eficaces,
incrementando el presupuesto y los recursos destinados a jueces y fiscales y capacitando
adecuadamente a los funcionarios. En el segundo caso, la impunidad se supera sólo si se
devela el papel estratégico que ha jugado el sistema penal, el sistema judicial y las
prácticas estatales, respaldadas por la ley, en la destrucción de grupos sociales por móviles
políticos, constituyéndose en un elemento fundamental dentro de la compleja maquinaria
represiva establecida para sostener un orden social y económico excluyente.
En el informe sobre crímenes de Lesa Humanidad en la zona V se registran la comisión de
más 10.000 crímenes entre torturas, asesinatos, desapariciones forzadas, detenciones
arbitrarias y amenazas. En casi la totalidad de los casos no se presentó ningún tipo de
investigación, principalmente por la ausencia de denuncia que se explica por el temor a ser
señalado y nuevamente victimizado. En aquellos casos en que se adelantó algún tipo de
investigación se evidenció la conjugación de diversos mecanismos de impunidad que
impidieron la individualización y castigo de los culpables. Esta grave situación de impunidad
menoscabó los procesos de organización social desarticulando las posibilidades de un tipo de
organización social alternativa. Recordando las palabras del padre Javier Giraldo, “la
impunidad no ha transitado impunemente por nuestros caminos” ... “ha dejado huellas
profundas. Ha erosionado instituciones y estructuras; ha afectado el mundo de las relaciones
sociales y políticas; ha diseñado el Estado...” 106
Develar la funcionalidad estratégica de la impunidad es una forma de contribuir al
esclarecimiento de los hechos y a la individualización de los responsables, pero, más
importante aún, es una forma de poner en cuestión los principios y la ideología impuesta
por medio de los crímenes impunes y de los mecanismos que los permitieron.
En lo que sigue se identifican los principales mecanismos implementados para garantizar la
impunidad de los responsables de Crímenes de Lesa Humanidad en la Zona V. Partiendo del
trabajo adelantado por defensores de derechos humanos, se reconocen diferentes tipos de
mecanismos de impunidad identificando cuatro grupos principalmente: En un primer grupo
se encuentran los mecanismos de derecho, que son aquellos que se refieren a ámbitos
de encubrimiento expresados de manera explícita o implícita en la ley, así como a la forma
105
Editorial del Boletín Justicia y Paz, Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, Vol.2 No.4, OctubreDiciembre de 1989
106
Giraldo, Javier M.S.J: Colombia. Consecuencias Jurídicas y Políticas de la Impunidad. En: Memorias del
Seminario Latinoamericano sobre Impunidad, poder judicial y derecho a la justicia. Volumen III, Bogotá, Abril 25-26
de 1997 p.94
en que se desenvuelven los procesos judiciales tanto en la etapa procesal como en la
ejecución de las sentencias.
Los mecanismos de derecho se dividen a su vez en
mecanismos de ley, mecanismos investigativos, mecanismos propios del proceso
disciplinario y mecanismos propios del nivel contencioso administrativo. Es importante
resaltar aquí las leyes de indulto tan utilizadas en los últimos años para perdonar y olvidar
los crímenes cometidos por los paramilitares, entre ellas la ley 792 de 2002 que otorga
“estatus político” a los paramilitares para permitirles acceder a los beneficios contemplados
en la ley 418 de 1997 prorrogada por la ley 548 de 1999 para los responsables de delitos
políticos. También encontramos el decreto 128 de enero de 2003 que reglamenta la ley 782
donde se consagra el indulto para los paramilitares desmovilizados.
Un segundo grupo se refiere a los mecanismos de hecho, es decir, aquellos que se
encuentran prohibidos por la ley pero que de hecho se utilizan para garantizar la impunidad,
entre estos encontramos principalmente la realización de operaciones encubiertas o a través
de particulares conocidos como paramilitares, las amenazas a los testigos, la alteración de
las escenas de los crímenes, fingir combates para justificar las ejecuciones extrajudiciales,
etc.
En un tercer grupo se concentran los mecanismos de tipo político que son usados desde
la estructura misma del Estado. Los mecanismos políticos buscan por un lado la congelación
de las acciones emprendidas por el mismo Estado para tratar de llegar a conclusiones
concretas en los casos de la comisión de crímenes de lesa humanidad; y por otro la
neutralización de los organismos de derechos humanos tanto en el ámbito nacional como en
el internacional, a través de los señalamientos, deslegitimación de los informes etc.
Finalmente, existe un cuarto grupo, que se refiere a la impunidad como mecanismo
social. Este tipo de mecanismos se basan en la utilización de elementos visibles de la
sociedad civil para desmentir, ignorar o acallar la comisión de dichos crímenes. Los medios
masivos de comunicación tienen un papel importante aquí porque desinforman sobre los
crímenes al señalar a las víctimas como miembros de grupos subversivos para justificar su
asesinato haciendo eco sin ningún esfuerzo por encontrar la verdad de las versiones
oficiales. Lo mismo hacen cuando atribuyen la responsabilidad a grupos ilegales sin aclarar
la conexión de estos grupos con los agentes estatales.
Este grupo tiene especial importancia ya que convierte a la sociedad en cómplice silenciosa
de los crímenes, y permite un mejor proceso de legitimación por parte de las actuaciones del
Estado.
En los casos registrados como crimen de Lesa Humanidad en la zona V encontramos la
combinación de mecanismos de impunidad de diverso tipo, sin embargo, por la presencia
reiterada y la importancia que tienen como mecanismo de impunidad se analizarán de forma
particular algunos de ellos, resaltando en cada caso los mecanismos de hecho y de derecho
que los acompañan.
3.1 La judicialización del conflicto social
3.1.1 Decretos de Estado de Sitio
En la historia de la represión en Colombia se ha resaltado un tipo de represión centralizada e
institucional, realizada abiertamente a nombre del Estado y fundamentada en normas
legales, principalmente en decretos de estado de sitio. Autores como Uprimny y Vargas
explican que “el recurso permanente del estado de sitio hacía que en la práctica no rigiesen
los principios abstractos incorporados en la Constitución sino una legalidad de excepción que
restringía las libertades públicas” 107 .
El Estado de Sitio, como lo establecía la Constitución de 1986, era la facultad que tenía el
gobierno de asumir prerrogativas legislativas propias del congreso para reestablecer el
orden público turbado. Se entendía por turbación del orden público “todo levantamiento,
tumulto o alteración que engendren la perturbación del orden público” 108 , quedando a
criterio del gobierno cuáles actos se adecuaban a la definición establecida. Las medidas
legales establecidas para controlar el “orden público turbado” permitían a militares y
miembros de la fuerza pública amplias facultades que conducían a una fuerte restricción de
los derechos y libertades fundamentales.
Este tipo de medidas generaron impunidad porque las medidas e instituciones creadas bajo
su imperio se convertían en condición de posibilidad para la comisión de crímenes de Lesa
Humanidad y para la impunidad de los mismos.
Por ejemplo se permitía realizar
detenciones sin cumplir con mínimas garantías, otorgando total autonomía a los miembros
del ejército y de la policía para reprimir cualquier tipo de protesta, manifestación o reunión
de forma brutal. Además los órganos de inteligencia no requerían mayor acervo probatorio
para capturar a presuntos subversivos quienes eran torturado y procesados sin garantías en
un Consejo Verbal de Guerra precedió por militares, de forma que se imponían penas
severas incluso en ausencia de pruebas. También se imponía restricciones para indagar e
informar sobre las acciones de la Fuerza Pública, incluida la movilidad, la situación de
detenidos, ni discursos que aludan a estos temas109 ; cubriendo así con un manto de silencio
e impunidad las actuaciones de la Fuerza Pública, para evitar que fueran puestas en tela de
juicio.
Con estas medidas se institucionalizó la censura a la prensa y se restringió de forma
exagerada la libre movilidad de las personas al ordenar: “las personas contra quienes haya
graves indicios de que se encuentran vinculadas a actividades subversivas o que estimulas
este género de actividades o que de cualquier modo atenten contra la paz pública o el orden
institucional, según listas que elaborará el DAS y que someterán a revisión del consejo de
ministros, serán sometidas a vigilancia policiva y por consiguiente no podrán ausentarse del
lugar habitual de su residencia sin previo aviso a la oficina del DAS, al alcalde del lugar
sobre el motivo de su ausencia y el lugar de destino” 110
El establecimiento de alcaldes militares, toque de queda, control de vías y amplias
facultades para detener durante varios días a los sospechosos, facilitaba el actuar irregular
de los militares quienes carecían de órganos de vigilancia.
En concreto encontramos normas como el Decreto 1355 de 1970 que consagran la llamada
detención administrativa. Los artículos 62 y 71 establecían111 :
“... Excepcionalmente en materia penal, la policía puede disponer hasta por 24 horas
para establecer la plena identificación del aprehendido y comprobar la existencia de
otras solicitudes de captura...”, y “... Las personas contra quienes no exista petición
107
Uprimny Rodrigo y Vargas, Castaño Alfredo. “La palabra y la sangre: violencia, legalidad y guerra sucia”. En La
irrupción del paraestado. Ensayos sobre la crisis colombiana. Germán Palacio (compilador). Bogotá, ILSA-Cerec,
1990, pp. 111-112.
108
Rodríguez, Libardo: Los actos del ejecutivo en el derecho colombiano, Edit. Temis, Bogotá, 1977; p: 48. Citado
por Acosta Peñaloza, Álvaro Guillermo: op. cit; p: 69.
109
Decreto 1134 de julio de 1970 expedido por el gobierno de Alfonso López Michelsen
110
Decreto 1134 de Julio de 1970 expedido por el gobierno de Alfonso López Michelsen
111
Otras disposiciones que fundamentan este tipo de detenciones son las contenidas en el artículo 1º del Decreto
1859 de 1989, modificado por los artículos 20 y siguientes del Decreto 2790 de 1990
de captura deberán ser puestas inmediatamente en libertad, a menos que su
identificación se dificulte, caso en el cual la captura podrá prolongarse hasta por 12
horas...”.
Esta figura permitió a funcionarios militares y policiales detener a opositores políticos sin
cumplimiento de mínimas garantías, quienes fundados casi siempre en señalamientos
realizados por testigos secretos e infligiendo torturas, realizaban el montaje de procesos
penales para encarcelar a la víctima. De este modo, no sólo se perseguían y castigaban
cualquier intento de disidencia política sino que, aplicando una norma legalmente
establecida, se garantizó la impunidad de los responsables de torturas, asesinatos y
desapariciones.
En el gobierno de Turbay Ayala, 1978-1982, se consolidó este tipo de normas al elevarlas al
rango constitucional. El art 28 de la Constitución de 1886 se reformó estableciendo: “Aún
en tiempo de guerra nadie podrá ser penado ex-post facto, sino con arreglo a la ley, orden o
decreto en que previamente se haya prohibido el hecho y determinándose la pena
correspondiente. Esta disposición no impide que aún en tiempo de paz, pero
habiendo graves motivos para temer perturbación del orden público, sean
aprehendidas y retenidas mediante orden del Gobierno, y previo dictamen de los
Ministros, las personas contra quienes haya graves indicios de que atentan contra la paz
pública. Transcurridos diez días desde el momento de la aprehensión sin que las personas
retenidas hayan sido puestas en libertad, el Gobierno procederá a ordenarla o las pondrá a
disposición de los jueces competentes con las pruebas allegadas, para que decidan conforme
a la ley”.
La facultad otorgada por medio de este artículo fue interpretado de forma extensiva y en la
práctica el consejo de ministros, único facultado para decretar detenciones sin previa orden
judicial, emitió órdenes en abstracto donde facultaba a los miembros de la fuerza pública
para “retener personas” sin identificar claramente a quiénes se refería, dando así plena
autonomía para que el militar o el policía fuera el que señalara a quiénes detener112 .
Además, el permitir que una persona estuviera detenida durante diez días en instalaciones
militares, propiciaba la práctica de la tortura y de la desaparición forzada. Durante la
administración Turbay más de 16.000 personas fueron arrestadas; sólo en 1980 se
detuvieron casi 8.000 personas por razones políticas. Dichas detenciones presentaron
prácticamente en todos los caso violaciones graves en los procedimientos de allanamiento,
detención, tortura e interrogatorio, como en el proceso judicial mismo y en el ejercicio de
defensa 113 .
En la zona V, entre 1966 y 1981, de las 1.226 detenciones registradas en la zona V, 364 de
las víctimas denunciaron haber sufrido torturadas, 21 fueron asesinadas y 9 fueron
desaparecidas; lo que confirma que la detención no sólo es en sí misma un crimen de Lesa
Humanidad, sino que es el medio para cometer otro tipo de crímenes, de modo que las
medidas legales que facultan la realización de detenciones sin contemplar garantías para el
detenido propician la comisión de torturas y asesinatos y a la vez propician la impunidad de
estos crímenes.
En la actualidad encontramos que la constitución de 1991 también permite la detención
administrativa, sin embargo, la Corte Constitucional, en sentencia C-024 del 27 de enero de
1994, condicionó esta práctica al cumplimiento de una serie de requisitos: 1) Originarse en
112
Salamanca Adolfo y Aramburo José Luis, El Cuadro de la Justicia: Estado de Sitio sin Estado de Sitio, Editada por
el CINEP,1978. Pág. 42.
113
Giraldo, Javier M. S.J. Op. cit., “Los modelos de la represión”.
razones objetivas o motivos fundados; 2) Operar en situaciones de apremio en que no
pueda exigirse orden judicial; 3) Tener como único objeto verificar rápida y brevemente los
motivos o la identidad del retenido para constatar si debe realizarse una investigación en su
contra; 4) No exceder más de 36 horas ni sobrepasar el tiempo necesario para la
verificación de los hechos; 5) Ser proporcional a la gravedad del hecho, sin limitar
exageradamente la libertad de la persona y sin aplicarse discriminatoriamente.
Otra figura propia del estado de sitio fue la institución de Consejos Verbales de Guerra
para civiles, donde se juzgaban delitos como la rebelión o el terrorismo y que en la práctica
fueron utilizados para perseguir dirigentes populares, sindicales, políticos y sociales, y en
general para criminalizar la protesta social que se entendía como una actividad subversiva e
ilegal 114 .
Su creación se originó en el marco del estado de sitio partiendo de una absurda
interpretación del Artículo 61 de la Constitución que establecía: “Ninguna persona o
corporación podrá ejercer simultáneamente, en tiempo de paz, la autoridad política o civil y
la militar o la judicial.” El gobierno argumentó que si en época de normalidad nadie estaba
facultado para ser al mismo tiempo autoridad militar y judicial, a contrario sensu, cuando
existía perturbación del orden público si era permitido reunir las dos calidades, por lo que
cuerpos militares en este contexto eran asimismo autoridades judiciales, siendo autorizados
para el juzgamiento de civiles en tribunales castrenses.
En realidad el artículo 61 permitía en estado de sitio la simultaneidad de las funciones
políticas o civiles con las judiciales, o de aquellas con los militares en una misma persona o
corporación, pero nunca daba lugar a entender una unión de la autoridad judicial con la
militar pues existía un termino disyuntivo “o” entre estas. En igual sentido se pronunciaban
algunos magistrados disidentes de las permisiones exageradas al ejecutivo otorgadas por la
Corte Suprema de Justicia: “Lo que se deduce, fuera del tradicional propósito de alejar a los
jueces ordinarios, es una represión a las protestas sociales, al sindicalismo activo, a la
agitación estudiantil legítima, a los esfuerzos por promover una toma de conciencia y acción
respecto de los problemas que sacuden al país”. 115
Contrariando el principio del juez natural que establece: 1) la necesidad de que el juez sea
constituido previamente al hecho; 2) la inderogabilidad e imposibilidad de reforma de las
competencias asignadas; y 3) la prohibición de jueces extraordinarios y especiales; la Corte
Suprema de Justicia dijo:
(...) el artículo 61 de la Carta permite, en estado de sitio, ampliar la jurisdicción
penal militar al conocimiento de los delitos comunes cuando tienen conexidad
con la turbación del orden o con las causas que han originado la anormalidad.
Siendo los tribunales militares también creación de la misma [constitución de
1886] como los jueces ordinarios, el simple tránsito de competencia de unos a
otros para el juzgamiento de ciertos delitos comunes en tiempo de estado de
sitio con los procedimientos de la justicia castrense, no implica creación de
114
Estrictamente el principio del juez natural determina y concreta cuál es el órgano encargado de ejercer la
potestad juzgadora en un caso específico. En otras palabras, este postulado consagra que el juzgamiento de
conductas punibles o disciplinarias sólo puede acometerlo la autoridad señalada previamente en la Constitución y la
ley. Así, de la misma manera que no hay delito sin ley preexistente (principio de legalidad), tampoco puede haber
juzgamiento válido sin la presencia de un órgano jurisdiccional estructurado, antes del juicio y de acuerdo con los
procedimientos legales de rigor. (Velásquez Velásquez, Fernando: Manual de Derecho Penal. Parte General, 4ª
edición, Ed. Temis, Bogotá, 2002, p.70)
115
Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 30 de octubre de 1978 sobre revisión de constitucionalidad al decreto
legislativo 1923 de 1978 (Estatuto de Seguridad). Salvamento de voto de los magistrados José María Velasco y
Gustavo Gómez. Citada por Acosta Peñalosa, Álvaro Guillermo: op. cit; pp: 119.
tribunales [especiales], ni el sometimiento de los sindicados a normas procesales
formalmente nuevas en el tiempo, pues están consagradas en norma
preexistente (...) La justicia militar amplía su competencia para juzgar los delitos
comunes, por autorización de la misma Carta. 116
Los consejos verbales de guerra, además de institucionalizar una práctica aberrante frente a
los cánones del derecho moderno, fueron un mecanismo de impunidad porque desconocían
como causal de nulidad de los procesos la ausencia de formalidades al momento de realizar
allanamientos o capturas y el uso de torturas para arrancar confesiones (en las que se
fundaban las condenas).
Los jueces militares consideraban válidas las confesiones
arrancadas por medio de la tortura, la producción ilegal de pruebas y el sometimiento de los
detenidos a largas jornadas de interrogatorios sin presencia de un abogado defensor117 . Al
respecto, el abogado Aurelio Jiménez Callejas, presidente de la asociación de juristas
demócratas y quien asistía a varios de los acusados en la corte marcial de 1979, expresaba
refiriéndose a los juicios verbales adelantados por la justicia militar: “Se quiere a toda costa
evitar la lectura de los expedientes en este proceso, pues la mayoría de los procesados en
sus indagatorias denunciaron las torturas a que fueron sometidos. A pesar de que todos
esos casos fueron puestos en conocimiento de la Procuraduría, rápidamente pasaron al
olvido y nunca esa entidad dio una respuesta adecuada” 118 .
De este modo se autorizó tácitamente a las fuerzas armadas para detener sin formalidades
legales, para torturar a los detenidos y para realizar montajes de proceso penales en su
contra.
3.1.2 Mecanismos de Defensa Inocuos
Algunas herramientas legales fueron creadas supuestamente para garantizar la integridad de
los detenidos, pero en la práctica se convirtieron en normas sin posibilidades reales de
aplicación o en mecanismos para garantizar la impunidad. Este es el caso del Habeas
Corpus, el cual en la práctica no se podía invocar con éxito debido a las restricciones propias
del estado de sitio, donde de forma legal se permitía la incomunicación de los detenidos en
bases militares sin posibilidad de avisar familiares, evitando así precisar ante qué autoridad
se debe realizar la petición. Situación que se agravaba porque los funcionarios de la justicia
ordinaria no tenía fácil acceso a las instalaciones militares.
Desde el punto de vista procesal se garantizó la impunidad mediante la reglamentación
amañada para interponer el Habeas Corpus. Así, se ordenaba solicitar “dentro de las seis
horas siguientes a los organismos de seguridad del Estado, que informen si contra el
detenido existe orden de detención o sentencia condenatoria”, lo que pone sobre aviso a los
responsables de una desaparición forzada para que oculten evidencias y construyan
coartadas que les permita garantizar la impunidad. Además, se estableció como juez
competente para conocer del Habeas Corpus al “superior del lugar donde se encuentra
detenida la persona” haciendo inoponible la figura en zonas rurales, donde no existe este
tipo de jueces, o en épocas de vacancia judicial.
116
Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 13 de agosto de 1970, sobre revisión de constitucionalidad al decreto
legislativo 1133 de 1970. Citada por Acosta Peñalosa, Álvaro Guillermo: op. cit; pp: 91.
117
Salamanca Adolfo y Aramburo José Luis, Op. Cit. Pág. 62
118
Consejos de Guerra: Cero y van siete. En Alternativa N° 240 Noviembre 22 de 1979.
3.1.3 Fuero Militar, Prerrogativa Para La Impunidad
El fuero Militar es un procedimiento especial y de excepción por medio del cual se da
competencia a Tribunales Militares para conocer de los delitos cometidos por los miembros
de las Fuerzas Armadas con ocasión del servicio119 . En Colombia esta excepción se ha
convertido en el principal mecanismo de impunidad frente a la responsabilidad de crímenes
de lesa humanidad y en vergüenza internacional, pues los tribunales judiciales han
considerado que la desaparición forzada, la tortura y la ejecución extrajudicial son actos
relacionados con el servicio militar o policivo.
La Constitución Nacional vigente en las décadas de los sesenta y los setenta consagraba el
Fuero Militar en su artículo 170: “De los delitos cometidos por los militares en servicio activo
y en relación con el mismo servicio, conocerán las Cortes marciales o Tribunales militares,
con arreglo a las prescripciones del Código penal militar.”
El Código Penal Militar (Decreto
250 de 1958), establecía a su vez en el artículo 308 numeral 2, que la jurisdicción penal
militar conocerá de los delitos establecidos en leyes penales comunes, cometidos por
militares en servicio activo o por civiles al servicio de las Fuerzas Armadas, en tiempo de
guerra, conflicto armado o turbación del orden público y conmoción interior. Lo que
implicaba ampliar el fuero a los miembros de la policía. Además este código incluyó una
larga lista de delitos comunes a los exclusivamente militares.
El decreto 250 de 1958 sería remplazado en 1988 por el decreto 2550 que de forma
generosa, extendió la figura del fuero mas allá de lo dispuesto por el art. 170 de la
Constitución al consagrar en el artículo 14 como principio de aplicación de la ley penal militar
lo siguiente: “Las disposiciones de este código se aplicarán a los militares en servicio activo
que cometan hecho punible militar o común relacionado con el mismo servicio, dentro o
fuera del territorio nacional, salvo las excepciones consagradas en el Derecho Internacional.
También se aplicarán a los oficiales, suboficiales, y agentes de la Policía Nacional”. (Negrilla
fuera de texto) De esta forma se podía acudir al fuero en cualquier momento sin importar si
se estaba en tiempos de paz. En este decreto se añaden a la lista conductas como la tortura
y la detención arbitraria.
Esta jurisdicción ha sido muy criticada en particular por la ambigüedad al momento de
definir lo que se considera “acto del servicio”, que es de donde se desprende la posibilidad
de aplicar el fuero. La instancia judicial encargada de dirimir los conflictos de competencia
entre los jueces penales militares y los ordinarios, ha dado un amplio alcance al fuero
militar, aduciendo que los delitos en relación con el mismo servicio son los cometidos en
servicio activo, entendiendo por servicio activo las conductas encaminadas a “la defensa
permanente de la nación”.
Esta concepción finalista extremadamente amplia de las
conductas propias del servicio implicaban que incluso crímenes de lesa humanidad que
fueran realizados en defensa de la nación, debían ser juzgados por tribunales militares.
Años más tarde y debido a la vertiginosa degradación del escenario de Derechos Humanos
en el país, donde era cada vez más evidente la participación de miembros de la fuerza
pública en la comisión de crímenes graves contra la población, comenzó a hacer carrera una
doctrina de interpretación restrictiva del fuero militar planteada por la Corte Suprema de
Justicia donde se decía: “Cabe preguntarse ¿qué acto relacionado con el servicio puede
119
La figura del fuero militar viene en desuso e inclusive ha sido abolida de la normatividad de algunos países. En
1981 el parlamento francés abolió las dos jurisdicciones militares existentes en Francia: el Tribunal Permanente de
las Fuerzas Armadas y la Corte de Seguridad del Estado. Las razones esgrimidas para tomar dicha decisión se
basaron en la contradicción existente entre el carácter jerarquizado de la milicia y la necesaria independencia de los
jueces. (Tribunal Permanente de los Pueblos. Proceso a la impunidad de crímenes de lesa humanidad, Bogotá,
Noviembre de 1989. Tercer momento: Examen del Fuero Militar; p: 307-366.)
cumplir quien decide por sí y ante sí conducir una persona agraviada de la libertad hasta el
lugar designado por él para sacrificarla?. En tal supuesto se trata simplemente de una acción
violenta ejecutada para sojuzgar sin derecho a la víctima, por razones que, sea cual fuere su
naturaleza, no la legitiman(...) el militar que no adecué su conducta al acto propio del
servicio, o que no actúe en cumplimiento de ordenes superiores, o se aparte de ellas, para
dedicarse a actividades particulares por su propia cuenta, estará actuando por fuera del
servicio y en asuntos que no guardan relación con éste. Y los hechos punibles que llegare a
realizar en estas condiciones, pertenecen indudablemente a la órbita de competencia de la
justicia ordinaria. 120
A pesar del aparente avance, esta interpretación era funcional a la impunidad en la medida
en que desconocía la sistematicidad de los crímenes, esto es, no los entendía como parte de
una política de Estado, sino como hechos aislados responsabilidad de quien los ejecutaban,
desconociendo que por sus características de crimen de Lesa Humanidad implicaban
planificación, control de establecimientos y zonas, prerrogativas para detener, interrogar,
ocultar personas e información, en fin, su ejecución requería de la complicidad de diferentes
miembros de organismos estatales y de una motivación, que en la mayoría de los casos era
política.
De esta forma se individualiza estratégicamente la responsabilidad frente a la
comisión de torturas, asesinatos y desapariciones forzadas para entenderlas como acciones
individuales y aisladas antes que como acciones sistemáticas y generalizadas que hacen
parte de un plan de persecución contra sectores sociales determinados.
Sin embargo, debe reconocerse que esta interpretación aporta un elemento importante al
cuestionar la obediencia debida como elemento determinante del acto del servicio, ya que
los tribunales venían asumiendo como acto de servicio las torturas, asesinatos o
desapariciones cometidas en cumplimiento de una orden superior. Al respecto la corte dijo:
“Las órdenes con poder vinculante entre los miembros de la [fuerza pública] deben ser por
lo menos lógicas, coherentes con la misión encomendada a sus miembros. Por lo tanto, el
mandato para participar, por ejemplo, en el homicidio de un pacífico ciudadano indefenso o
para ocultar el delito mediante la simulación de un enfrentamiento con armas de fuego, no
hace penetrar los actos dentro de la órbita del servicio.” 121
La llegada de la Constitución del 91 no trajo cambios sustanciales respecto del privilegio
concedido a los militares para que juzguen ellos mismos sus actuaciones ilegales. El único
logro visible fue la prohibición expresa al juzgamiento de civiles por cortes marciales.
Debieron pasar varios años, miles de torturas, asesinatos y desapariciones y numerosas
acciones de organizaciones nacionales e internacionales para que algunos jueces empezaran
a cuestionar la idea de que la tortura, el asesinato o desaparición forzada de opositores
políticos eran acciones del servicio, y por tanto debían ser delitos cobijados por el fuero
militar. 122
120
Corte Suprema de Justicia. Colisión de competencias, Auto del 3 de mayo de 1988. M.P Carreño Luengas. Citado
por Tribunal Permanente de los Pueblos. Proceso a la impunidad de crímenes de lesa humanidad, Bogotá,
Noviembre de 1989, Tercer Momento: Examen del Fuero Militar; pp: 325.
121
Ibid
122
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos expresó al respecto “[la jurisdicción penal militar] por su
naturaleza y estructura (...) no satisface los estándares de independencia e imparcialidad requeridos por (...) la
Convención Americana [de Derechos Humanos]. En este sentido (...) en un Estado democrático de Derecho la
jurisdicción penal militar ha de tener un alcance restrictivo y excepcional y estar encaminada a la protección de
intereses jurídicos especiales, vinculados con las funciones que la ley asigna a las fuerzas militares. Así, debe estar
excluido del ámbito de la jurisdicción militar el juzgamiento de civiles y sólo debe juzgar a militares por la comisión
de delitos o faltas que por su propia naturaleza atenten contra bienes jurídicos propios del orden militar” (Caso
11.603 “19 comerciantes”)
En el proceso adelantado por el asesinato de ALVARO GARCES PARRA (Alcalde de Sabana de
Torres) el Consejo Superior de la Judicatura, en providencia del 17 de junio de 1999,
resolvió el conflicto de competencia a favor de la jurisdicción ordinaria, argumentado que “la
orden de matar a disidentes políticos no hacía –ni hace- parte de las funciones a cargo de la
fuerza pública... su función es la contraria: proteger la vida de todos los residentes en
Colombia y frente a los delincuentes aprehenderlos y dejarlos a disposición de las
autoridades judiciales... con lo cual dicha actividad criminosa carece de fuero de
juzgamiento”. Así mismo, se retomó la sentencia C-358/97 de la Corte Constitucional que
en uno de sus apartes estableció: “la comisión de delitos no es un medio aceptable para
cumplir las misiones confiadas a la fuerza pública... no todo lo que se realice con ocasión del
servicio puede quedar comprendido dentro del derecho penal militar”.
Esta sentencia conceptúo sobre el carácter restrictivo y excepcional del fuero militar, regla
edificada bajo la expresión “relación con el mismo servicio”. En el criterio del Tribunal
Constitucional, el término servicio alude a las finalidades concretas que deben cumplir los
miembros de la policía y de las fuerzas armadas, concretamente a la guarda de la vida,
honra y bienes de los colombianos, y no puede abarcar todos los actos realizados por los
miembros de la fuerza pública, por lo cual no todo delito realizado por un militar o un policía
debe ser conocido por la justicia penal militar, jurisdicción perfilada básicamente a procesar
actos de desviación de poder que, por serlo, desvirtúan el uso legítimo de la fuerza.
En resumen, conforme a los criterios expuestos, son dos los factores que juegan al momento
de aplicar la figura del fuero militar por los delitos cometidos por cuerpos militares o
policiales: uno subjetivo, consistente en que el agente se encuentre en servicio activo; y
otro funcional, referente a que la conducta punible se ejecute con relación al servicio. Con
indudable claridad el Tribunal constitucional dejo sentado que en materia de CLH se rompe
el factor funcional, pues nunca se puede considerar la perpetración de un crimen de lesa
humanidad como acto relacionado con el servicio: “un delito de lesa humanidad es tan
extraño a la función constitucional de la Fuerza Pública que no puede jamás tener relación
con actos propios del servicio, ya que la sola comisión de esos hechos delictivos disuelve
cualquier vínculo entre la conducta del agente y la disciplina y la función propiamente militar
o policial, por lo cual su conocimiento corresponde a la justicia ordinaria (...) 123 .
Con esto la corte precisó que la intervención de la justicia penal militar tiene un carácter
estrictamente excepcional y restrictivo, siendo la jurisdicción ordinaria, por regla general, la
competente para juzgar.
A pesar de esto, los jueces castrenses no obedecieron el
imperativo de desplazar a la jurisdicción ordinaria las conductas de uniformados que
constituían crímenes de Lesa Humanidad. Para ellos el fuero era su único horizonte a la hora
de investigar y fallar, argumentando la eficacia e “imparcialidad” de sus procedimientos,
cuando en la práctica la absolución era la regla general.
El Consejo Superior de la Judicatura, entidad que actualmente resuelve conflictos de
competencia entre la jurisdicción penal militar y la ordinaria, ha mantenido la línea generosa
llevada en épocas anteriores por el Tribunal Disciplinario, asignando casos a los Tribunales
castrenses donde se ve con claridad que se trata de crímenes de Lesa Humanidad. Así el
fuero, a pesar de las restricciones y el carácter excepcional de su manejo, sigue siendo el
privilegio por el que el sindicado es juez de su propio proceso, siendo ésta la institución por
excelencia de la impunidad.
123
Ibidem
En las investigaciones adelantadas por los numerosos asesinatos realizado por la Red de Inteligencia
de la Armada, el Consejo Superior de la Judicatura, colaborando con la consabida impunidad que
imparten los Jueces Penales Militares, resolvió el 11 de agosto de 1994 la colisión de competencias
suscitada entre el Comando de la Armada Nacional y la Fiscalía Delegada ante los Jueces Regionales,
Unidad Especializada de Terrorismo de Santafé de Bogotá, en favor de la Justicia Penal Militar, al
considerar que “No se trata de que sea función de los militares que laboran en servicios de los que en el lenguaje
militar se llaman ‘de inteligencia´ asesinar o cometer actos de terrorismo, ni de que la comisión de asesinatos o de actos
terroristas sea cumplimiento de labores de inteligencia. Pero no de esto se sigue que esos hechos delictivos de que se acusa
a los oficiales y suboficiales mencionados estén desvinculados de su servicio”.
Con esta decisión los procesos contra Rodrigo Alfonso Quiñónez Cárdenas, Jorge Rojas Vargas,
Rafael Alfredo Colón Torres, Jairo Enrique Osorio Morales, Harry Rodolfo Ávila Pinilla, Juan Carlos
Donado Caamaño y Jorge Enrique Uribe Cañaveral, pasaron a la Justicia Penal Militar. Donde los
castigados fueron muy pocos gracias a que se desvirtuaron los testimonios de victimas y familiares al
ser solicitado por el mismo juzgado examen psiquiátrico para los denunciantes y declarantes que
hicieron sindicaciones a los militares.
Finalmente el 25 de marzo de 1994, el Juzgado 109 de Instrucción Penal Militar, que conoció en
primera instancia el proceso por los crímenes perpetrados por miembros de la Red Nº 7 de la
Armada, ordenó la detención preventiva de Carlos David López Maquillón por “conformación de grupos
sicariales o escuadrones de la muerte” y se abstuvo de dictar medida de aseguramiento contra Rodrigo
Quiñonez Cárdenas, Rafael Alfredo Colón Torres, Jairo Enrique Osorio Morales, Jorge Rojas
Vargas, Mauricio Fabián Varón Daza y Harry Rodolfo Ávila Pinilla.
Buscando castigar a los altos mando del ejercito responsables de estos crímenes el agente del
Ministerio Público impugnó esta resolución, pero el juez de primera instancia, en auto del 2 de mayo
de 1994, se abstuvo de reponer y concedió el recurso de apelación que surtió ante el Tribunal
Superior Militar el 15 de diciembre de 1994, confirmando en su integridad la resolución dando
absoluta credibilidad a las versiones de los militares implicados y violando el principio de unidad
procesal al desconocer el acervo probatorio que llevó a la condena, por parte de la Justicia Ordinaria,
de los paramilitares y sicarios implicados.
El argumento principal esbozado por los jueces militares se basó cínicamente en que “no existe una
sola prueba que le dé respaldo probatorio alguno a los dichos de los suboficiales denunciantes... Es inconcebible que
Juan Carlos Álvarez Gutiérrez y Carlos David López Maquillón cuando ordenasen a los sicarios matar a alguien, lo
hiciesen en cumplimiento de una orden proveniente de la Dirección de Inteligencia, por cuanto en el ámbito militar, las
órdenes que se emiten de superior a subalterno deben ser lógicas, claras, precisas, oportunas, concisas y encaminadas al
cumplimiento de actos específicos del servicio militar y por ende contener un alto sentido moral”.
El 30 de marzo de 1995, el Juzgado 41 de Instrucción Penal Militar concedió el beneficio de libertad
provisional en favor de Carlos David López Maquillón. Y en una muestra de absoluto respaldo hacia
los criminales, el 17 de julio de 1997, el Comando de la Armada Nacional declaró que no existía
mérito para dictar resolución de convocatoria a Consejo Verbal de Guerra y ordenó cesar todo
procedimiento en favor de Rodrigo Quiñonez Cárdenas, Rafael Alfredo Colón Torres, Jairo Enrique
Osorio Morales, Jorge Rojas Vargas, Mauricio Fabián Varón Daza, Harry Rodolfo Ávila Pinilla, Juan
Carlos Donado Caamaño, Jorge Enrique Uribe Cañaveral y Carlos David López Maquillón.
Esta decisión fue apelada y el 30 de septiembre de 1998, el Tribunal Superior Militar confirmó la
decisión, al considerar que “si quienes eran columna vertebral de los únicos indicios graves de cargos, y estos
mismos se retractan voluntariamente de sus mendases acusaciones, entonces toda sindicación respecto del personal de
inteligencia de la Armada, ha quedado sin piso jurídico”.
En el asesinato de los paramilitares DIEGO LUIS CATAÑO HERNANDEZ, DIEGO
ALEXANDER LOPEZ SALAZAR, de 17 años, conocido como "Rastrillo", MILTON
MARTINEZ PLATA, alias "El Zancudo" y JOSE ALIRIO ULLOA TRIANA, conocido como
"Carlos Villa" a manos de la Red de Inteligencia Nº 7 de la Armada, el Juzgado 127 de Instrucción
Militar de la XIV Brigada, a pesar de la gran cantidad de evidencia, profirió una providencia en la que
resolvió “abstenerse de abrir investigación Penal” contra Jorge Ernesto Rojas Galindo y Jorge Castellanos
Lozano; y envió copia de lo actuado al Departamento de Policía de Santander para que investigara al
civil Hugo Hernán Hurtado Díaz “quien está seriamente implicado en autos” 124 .
3.2 Mecanismos de Impunidad Durante el Proceso Judicial
La mayoría de los casos no llegaron siquiera a la fase de investigación por falta de denuncia,
lo que obedecía al temor que sentían las víctimas o sus familiares de acusar a los
responsables, o por la imposibilidad de individualizarlos, o por la ausencia de tipificación del
delito. La falta de denuncia fue entonces el principal mecanismo de impunidad al evitar que
el aparato judicial iniciara los procesos que llevarían a un eventual castigo a los culpables.
Sin embargo, cuando la denuncia se presentaba o se adelantaba la investigación de oficio
(sin necesidad de denuncia) se activaban otra serie de mecanismos que articulados
propiciaban la impunidad de casi la totalidad de los casos.
En particular se utilizaron las causales de justificación que exoneraban al responsable al
alegar el cumplimiento de un deber legal, o de una orden legítima de autoridad competente.
También jugaron a su favor el cumplimiento de términos que implicaba la prescripción de la
acción legal y así la imposibilidad de investigar la conducta criminal
3.2.1 Archivo de Las Investigaciones por Falta de Pruebas
Siguiendo la regla general del derecho que establece que “no existe sentencia judicial sin
prueba” los funcionarios judiciales o de los órganos de control absuelven a los responsables
en razón de no contar con el material probatorio suficiente para proseguir con la actuación
respectiva, o proferir un fallo definitivo. A esta figura procesal se le conoce como falta de
mérito probatorio y fue invocada dentro de las pocas investigaciones y juicios adelantados
por crímenes de Lesa Humanidad como excusa para no perseguir a los responsables.
La ausencia de pruebas no era casualidad, se trataba de una manifestación propia de los
crímenes de Lesa Humanidad, cuyos responsables –agentes estatales o paraestatalescontaban con la influencia necesaria para ocultar las pruebas de los delitos o evitar que
estas sean recaudadas por los organismos de investigación.
Entre los principales
mecanismos utilizados para lograr un pobre material probatorio o la imposibilidad de acceder
al mismo, tenemos:
124
Fuentes: Jurisdicción Penal: Procesos bajo los radicados 19673 y 029 de la Unidad de Derechos Humanos de la
Fiscalía General de la Nación en Bogotá; el proceso 7377 del Tribunal Nacional en Bogota; y el proceso con el
radicado 1953 del Juzgado Regional de Cúcuta.
Jurisdicción Penal Militar: Proceso con el radicado 120868 del Tribunal Superior Militar en Bogotá.
a) Entorpecimiento a la práctica de pruebas técnicas: Comportamiento adoptado por los
organismos de seguridad estatales para dilatar y hacer fracasar diligencias judiciales o de los
organismos de control con ánimo de que se evalúe el proceso sin el suficiente fundamento
probatorio. Entre estas prácticas se encuentra la utilizada por unidades militares que se
negaban a responder las solicitudes de los órganos de investigación, aduciendo que los
encargados de responder no se encontraban en los batallones, estaban de vacaciones o que
no tienen jurisdicción sobre la zona en la que ocurrieron los hechos. Estas argucias llevaban
a los órganos de investigación a afirmar por ejemplo que “no se ha demostrado la presencia
de militares en el lugar de los hechos”.
b) Falta de prueba sobre la participación de un funcionario público: Para esto se utilizaba el
ocultamiento de su identidad o fisonomía mediante el uso de capuchas el uso de vehículos
particulares sin distintivos oficiales y la utilización de seudónimos falsos para evitar la
identificación del organismos de seguridad responsables.
c) Establecimiento de períodos de recuperación para los torturados y/o recurrencia a formas
de tortura sicológicas o que no dejan huellas visibles.
d) Falta de ampliación de la queja por temor a ser agredido de nuevo y amenazas o
asesinato de los testigos de los crímenes. Lo que se relaciona con el control de las
autoridades militares sobre algunas zonas, coadyuvado por la presencia paramilitar.
Son muchos los casos de asesinato de testigos, como ejemplo podemos recordar el
asesinato del campesino BLAS ANTONIO BARON PINILLA quien era uno de los testigos en el
proceso que se sigue por la masacre de funcionarios judiciales en la Inspección
Departamental de La Rochela, municipio de Simacota (Santander) 125 . Blas fue sacado de su
casa y fusilado el 9 de marzo de 1989 por un grupo de 7 sujetos armados con fusiles R-15
También en el caso del asesinato de MANUEL GUSTAVO CHACÓN SARMIENTO, sindicalista
perteneciente a la Unión Sindical Obrera USO, se incurrió en la práctica de acallar a los
testigos por medio de la amenaza y del asesinato126 . El principal testigo, RINCÓN
MOGOLLÓN, quien manifestó ante el Procurador Regional de Barranca, que había reconocido
al suboficial Pablo Francisco Pérez Cabrera de la Armada Nacional como uno de los asesinos,
fue asesinado en Bogotá, a pesar de ser beneficiario del programa de protección de testigos,
o quizás, debido a esto.
En el caso del profesor y miembro del Sindicato de Educadores de Santander (SES),
GUILLERMO PASSOS LASCARRO, quien fue asesinado por dos individuos vestidos de civil en
el perímetro urbano del municipio de Puerto Wilches, el 18 de julio de 1989, se observa que
los testigos fueron seguidos, fotografiados y sus teléfonos interceptados logrando que nadie
declarara sobre el asesinato, ni siquiera un familiar de la víctima.
3.1.2 Duda a Favor del Investigado
La falta de pruebas llevaba casi siempre a la aplicación de la máxima “In dubio pro reo” (o
en el campo disciplinario In dubio pro disciplinado), que antes de ser concebida como una
herramienta garantista frente a la potestad punitiva del estado, se
convirtió en un
125
Esta masacre fue perpetrada por paramilitares del grupo Los Masetos, con el patrocinio de mandos del Ejército y
la Armada, entre ellos, el Brigadier General Farouk Yanine Díaz, Comandante de la II División.
126
Asesinado ocurrido el 15 de enero de 1988 en el centro de Barrancabermeja a manos de miembros de la Armada
Nacional,
instrumento legal de favorecimiento de la impunidad y de absolución de agentes estatales
responsables de CLH.
Se observa también que la aplicación del in dubio pro reo fue más allá de la falta de
pruebas, en varias ocasiones, estando las pruebas en el proceso, las mismas se
menospreciaban, por ejemplo, arguyendo su falta de respaldo en otros medios probatorios o
inconsistencias en su práctica o comprensión.
Principalmente se descalificaban los
testimonios de las víctimas y se planteaba la incongruencia de las pruebas en el proceso,
dando siempre mayor validez a los descargos realizados por los miembros de la fuerza
pública.
Tratándose de la descalificación de los testimonios de las víctimas, tildar de exagerada su
denuncia o minarla por no encontrarla respaldada en pruebas de otro tipo, fueron las
consideraciones más comunes a la hora de evaluar sus afirmaciones por parte de los
órganos disciplinarios. Especialmente en los casos relacionados con torturas, cualquier
contradicción del declarante se tomaba de plano para desvirtuar lo denunciado mientras se
reforzaban otras pruebas que no guardaban relación.
El argumento de incongruencia de las pruebas, que deviene en absolución al aplicar la duda a favor
del investigado lo encontramos en un famoso caso de promoción del paramilitarismo y
encubrimiento de una masacre en el Sur del Cesar. El Procurador General, Jaime Bernal Cuellar,
revocó el fallo que ordenaba la destitución del Mayor Jorge Alberto Lázaro Vergel por su
participación por omisión de sus deberes en la masacre de Puerto Patiño, jurisdicción de Aguachica
(Cesar), ocurrida el 15 de enero de 1995. El procurador aplicó en este caso la duda a favor del
investigado al considerar que existía incongruencia en las pruebas. A esto llegó después de poner en
duda el testimonio rendido por el Capitán de la Policía del Distrito de Aguachica, Fabián Ríos
Cortés, quien afirmó que el Mayor Lázaro Vergel simpatizaba con los grupos paramilitares. El
procurador restó credibilidad al testimonio al considerar que nunca se afirmó un conocimiento
directo del proceder del Oficial con los paramilitares, que se carece de quejas por parte de los
pobladores y que un Detective del DAS de la zona, afirmó no haber escuchado comentarios por
parte de Vergel sobre las simpatías hacia el paramilitarismo.
Cabe anotar que la Procuraduría olvidó por completo el informe de inteligencia realizado por la
policía frente a la existencia de paramilitares en el Sur del Cesar, donde se especificaba quiénes eran
sus patrocinadores e instructores, y se hacía énfasis en la permisión por parte de los cuerpos
castrenses de la zona, incluida la Base Morrison de la que era comandante el Mayor Lázaro Vergel.
De acuerdo al informe, la promoción y apoyo de los militares a dichas estructuras, permiten inferir
responsabilidad de miembros el ejército en la masacre, en especial del Oficial Lázaro Vergel. El
procurador omitió la reproducción integra de las declaraciones del Capitán Ríos, en las que resultaba
claramente evidenciado el compromiso de Lázaro Vergel con los paramilitares por las constantes
afirmaciones de simpatía e incluso participación directa en su organización.
Esta clase de decisiones nos demuestran como un principio universalmente reconocido, el in dubio pro
reo, por la desdeñada interpretación que se hace de su aplicación, paulatinamente pasa de ser garantía
fundamental a mecanismo de impunidad. Basta simplemente inadvertir pruebas en el proceso, o
contradecirlas amañadamente para concluir de plano la existencia de una duda impune que esconde
la verdad histórica de la responsabilidad estatal en la comisión de CLH.
3.1.3 Penas Irrisorias
La justicia penal ordinaria y la penal militar casi nunca llegaron a imponer penas privativas
de la libertad, quedando sólo la posibilidad de adelantar un proceso disciplinario, los cuales,
cuando prosperaban terminaban imponiendo sanciones que no se compadecían con la
magnitud de los crímenes cometidos.
Esta situación se presentó porque la normatividad disciplinaria de la fuerza pública busca
principalmente proteger el honor y la disciplina, estableciendo la destitución, máxima
sanción dispuesta, frente a las faltas que atentan contra estos dos valores fundamentales;
pero a la hora de sancionar las conductas que vulneran derechos fundamentales o que
constituyen crímenes de Lesa Humanidad, las sanciones son exiguas.
Una muestra de lo anterior son los decretos 085 de 1989, reglamento disciplinario para las
Fuerzas Militares, anterior a la Ley 813 de 2003 que lo derogó; y el decreto 2584 de 1993,
reglamento disciplinario para los miembros de la Policía Nacional que se encuentra vigente
en la actualidad. El primero por ejemplo trae como faltas que constituyen mala conducta
ejecutar actos contra la moral y las buenas costumbres dentro de cualquier establecimiento
militar (Art. 142 ordinal b), o el abuso con frecuencia de bebidas embriagantes (Art. 142
ordinal d). En la misma medida el segundo (decreto 2584 de 1993), aunque no hace
distinción de las causales de mala conducta, en la descripción de faltas relaciona también
comportamientos que atentan contra el honor o la disciplina como tratar a los superiores,
subalternos y compañeros o al público en forma descortés e impropia empleando
vocabulario soez (Art. 39 numeral 1º), o ejecutar con negligencia o tardanza las ordenes o
actividades relacionadas con el servicio (Art. 39, numeral 15, ordinal c). Pero en ninguno de
los dos estatutos a lo largo de su normatividad, establecen como comportamientos
sancionables con destitución la tortura o el asesinato, por lo que ante estas conductas lo
único que opera es una reprensión.
Con base en las disposiciones legales, los entes disciplinarios, en especial el Despacho del
Procurador General de la Nación, al momento de investigar en el campo disciplinario a
militares o policías que participaron en crímenes de Lesa Humanidad, dan paso a las
irrisorias y peripatéticas sanciones que se establecen en los reglamentos de la fuerza pública
en el evento de encontrarlos responsables.
Cabe resaltar el esfuerzo realizado por la Procuraduría Delegada de los Derechos Humanos,
cuando era Procurador de esta dependencia Jesús Orlando Gómez López, que intentó fundar
una doctrina donde se da prevalencia al contenido de los tratados internacionales sobre
derechos humanos suscritos por Colombia frente a la legislación interna. Argumentando que
no se puede aducir una falta de tipificación en materia disciplinaria de la tortura, el genocidio
o la desaparición forzada. Por consiguiente, al ser comportamientos que atentan contra el
género
humano,
rotundamente
vedados
y
proscritos
tanto
nacional
como
internacionalmente, y llevar insito un carácter de extrema gravedad que supera los
estándares de cualquier comportamiento considerado causal de mala conducta, en respeto
del principio de proporcionalidad establecido en la Constitución, la sanción a imponer a los
miembros de la fuerza pública hallados responsables debe ser la destitución.
Con todo, primaron las sanciones irrisibles gracias al principio de legalidad que fue aplicado
por los procuradores apegados a la literalidad del derecho, a su carácter irreflexivo y al celo
por las formalidades legales. Así se dio cumplimiento formal al objetivo de regulación de la
convivencia social postulado por el derecho, pero se sacrificó la verdadera justicia material,
minimizando el daño que ocasionan los CLH, y aprobando indirectamente los actos de los
agentes estatales al dar la posibilidad de que los repitan.
Por la desaparición, tortura y asesinato de Gerardo Lievano García; y la detención y torturas
infligidas a seis personas mas por miembros del Grupo de Caballería Mecanizado No. 5”General
Hermógenes Maza”, la Delegada Para los Derechos Humanos, bajo los criterios expuestos de
tipicidad de los CLH como faltas disciplinarias para los miembros de la fuerza pública y de
proporcionalidad de la sanción, dispone la destitución de los Capitanes William Roberto del Valle y
Cesar Alonso Maldonado Vidales. Pero en la resolución del recurso de apelación, la Procuraduría
General de la Nación modificó las sanciones de los mencionados imponiéndoles únicamente
Reprensión Severa. Al respecto, sostuvo esta instancia que si bien el conjunto de irregularidades
disciplinarias frente a las cuales existe certeza de su comisión por los investigados, amerita la
imposición de una sanción disciplinaria más drástica en razón de su gravedad en la medida que
comportan graves hechos violatorios de derechos humanos considerados como CLH; en pro del
derecho no era de recibo la destitución por aplicarse a miembros del ejército normas que no los
cobijan, pues se violaba el principio constitucional de legalidad de la sanción, lo cual hace imperativo
acudir a sus estatutos especiales. Por consiguiente, como el régimen disciplinario de las Fuerzas
Militares (decreto 085 de 1989) trae la destitución para faltas constitutivas de mala conducta o contra
el honor militar, y el caso en mención no se adecua a esta normatividad debido a que los actos
configurativos de CLH no tienen cabida en esos dos escenarios, para el Despacho del Procurador el
correctivo procedente era el de Reprensión Severa.
La imposición de panas mínimas está relacionado con la aplicación del principio de
favorabilidad que según el artículo 29 de la Constitución estipula que en materia penal la ley
permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicara de preferencia a la restrictiva o
desfavorable. Esta prerrogativa propia de un derecho penal liberal, democrático y garante de
los derechos fundamentales de las personas, al ser componente esencial del debido proceso,
busca guardar y respetar la dignidad de la persona procesada.
En el campo disciplinario,
incluyendo los regímenes propios de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional se aplica
también el principio de favorabilidad lo que ha servido para que con el paso del tiempo se
sanciones leyes donde se excluyen conductas o se sancionan suavemente y deben aplicarse
por ser más favorables, desconociendo la proporcionalidad entre la falta y el castigo y los
tratados internacionales frente a la comisión de crímenes de lesa Humanidad.
El 25 de agosto de 1992, en la Finca Monterrey, ubicada en zona rural de Puerto Parra (Santander),
cuyos propietarios eran Jorge Iván y Jairo Galvis Brochero, reconocidos paramilitares del Magdalena
Medio, se encontraron en fosas comunes los cadáveres de cuatro personas de la extinta Red de la
Armada No. 7, con signos de tortura, y totalmente descuartizados, mutilados y separados los troncos,
y las cabezas de sus miembros. Sus nombres correspondían a Diego Luis Cataño, Diego Alexander
López, José Alirio Ulloa y Miltón Martínez. En el crimen estuvieron relacionados miembros de la
Policía de Puerto Parra, militares de la XIV Brigada y el Director de la Red No. 7 Rodrigo Quiñónez
Cárdenas.
A pesar de la atrocidad de los tratos a que fueron sometidos los sicarios de la Red, ser desaparecidos
por espacio de 25 días hasta el hallazgo de sus cuerpos, y estar demostrado en el proceso disciplinario
la plena participación de algunos de los responsables, específicamente de los miembros de la Policía
de Puerto Parra y un Oficial de la XVI Brigada; la Procuraduría Delegada Para los Derechos
Humanos no tuvo otro remedio que, muy a su pesar, imponerles a los investigados la suspensión del
ejercicio del cargo por el término de 90 días en vez de la destitución, pues la ley 200 de 1995 no
comprendía dentro de las faltas merecedoras de la máxima sanción la tortura ni el homicidio, y por
aplicación del principio de favorabilidad, el correctivo disciplinario procedente era la suspensión. Al
respecto se pronunció la Delegada en los siguientes términos:
Nos corresponde aquí antes de determinar el anterior aspecto [aplicación retroactiva de la ley más favorable] consignar
el criterio de la Delegada acerca de la urgente necesidad de modificar el Código Disciplinario Único, porque se está
prestando en el fondo situaciones inequitativas que dejan un sabor a falta de verdaderas sanciones. En efecto, el art. 25
de la Ley 200 de 1995 define en forma taxativa las faltas gravísimas, que son las únicas según el art. 32 ibidem, que
pueden ser sancionadas con destitución o desvinculación del cargo. Resulta por lo menos un contrasentido y una falta de
sindéresis legislativa que se considere como falta gravísima obstaculizar las investigaciones que adelante la Procuraduría
(...) y no se considere como falta gravísima, el homicidio, la tortura o la desaparición de mecanismos probatorios o
elementos incautados. La vida máximo y supremo derecho en un Estado Democrático, ocupa en el Código
Disciplinario Único, una ubicación subalterna y secundaria pues ni siquiera el homicidio múltiple, la masacre aparece
enunciada en la lista de faltas gravísimas.
Todo lo anterior reclama frente al Derecho Internacional de los Derechos Humanos, y a los postulados de los artículos
11 y siguientes de nuestra Constitución política, la urgente modificación al Estatuto Disciplinario vigente, pues al no
dudarlo viola la propia Constitución, por desatender el valor supremo, que a la vida, a la dignidad de la persona le
otorga la Carta Política y los Convenios sobre Derechos Humanos.
Frente al correctivo impuesto, agrego el cuerpo disciplinario: (...) No sobra consignar que se trató de varias
víctimas, cuatro en total, de varios hechos disciplinarios, que se afectaron bienes jurídicos como la libertad, la
autonomía, la integridad, la vida, el trato digno que merece la persona, se ocultaron pruebas, se mantuvo a los parientes
de las víctimas y las autoridades, en incertidumbre acerca de la suerte de los desaparecidos, lo que constituye fundamento
para aplicar el máximo de la sanción127 .
Pero las buenas intenciones de la Delegada Para los Derechos Humanos no son el fundamento legal
para fallar. Desafortunadamente, la cándida política sancionatoria en materia disciplinaria frente a las
violaciones de Derechos Humanos y CLH establecida por el Estado colombiano, es el obstáculo
insalvable a la realización efectiva de interpretaciones consecuentes con el carácter especial y enérgico
que debe haber en el castigo de estas conductas. Se ve entonces una implantación efectiva de la
impunidad desde la esfera legislativa, correspondiente a la práctica de encubrimiento estatal de la
responsabilidad de sus agentes, que se apoyan sin consideración en figuras legales pensadas, en un
principio, de salvaguarda a las arbitrariedades del Estado; pero por transformaciones diestras de las
normatividad existente, como el principio de favorabilidad, se convirtieron en herramientas de
sombra y enmascaramiento de los rostros de la represión estatal.
3.2.4 Morosidad y Negligencia de los Entes Judiciales
El derecho establece procedimientos judiciales que en el papel se presentan como eficaces y
eficientes, pero la realidad demuestra todo lo contrario. Los términos de los respectivos
procesos se dilatan para que con el paso del tiempo las respectivas actuaciones se oculten, o
no se puedan proseguir. Así, la lentitud de nuestro aparato judicial se usa como arma de
impunidad, favoreciéndose a los responsables de CLH al no investigarlos con prontitud y
celeridad y terminando por decretar la prescripción de los procesos.
Formalmente la prescripción es la perdida de la capacidad del Estado de perseguir y
sancionar conductas punibles por el paso del tiempo. En el ordenamiento penal, el término
de prescripción se maneja respecto del máximo de pena descrita o de la condena dispuesta
127
Procuraduría Delegada Para la Defensa de los Derechos Humanos. Expediente No. 008-134958
pero se plantea que el tiempo transcurrido no puede ser menor de cinco años no mayor de
20 y que en el caso de genocidios, torturas, desaparición forzada o desplazamiento el
término será de 30 años.
En el campo disciplinario se cuentan para la prescripción cinco años a partir del momento en
que se cometió la falta disciplinaria sin importar su clase, por esto es en el derecho
disciplinario donde más se presenta esta figura, mas aún cuando ningún acto de la
Procuraduría la interrumpe, como sí sucede en el campo penal actualmente, donde la
acusación proferida por la Fiscalía hace que se vuelvan a contar de nuevo los términos.
En resumen la disgregación del proceso, su retardación, la maraña de formalismos, la
negligencia administrativa, entre otros factores, se constituyen en elementos que
paulatinamente empantanan las investigaciones y provocan que se archiven por
prescripción.
De la misma forma, la declaración de caducidad de los procesos, fue otro mecanismo de
impunidad utilizado, la cual opera cuando se presenta la denuncia pasado cierto tiempo que
es contemplado en la ley como determinante de la caducidad de la acción, es decir que se
pierde el derecho de denunciar. Los jueces, desconociendo las situación fáctica de terror a
que eran sometidas las víctimas o sus familiares que eran amenazados de muerte si
llegaban a denunciar los crímenes cometidos, y desconociendo el tratamiento especial que
debía darse a los crímenes de lesa humanidad, declaraban la caducidad de los procesos
impidiendo así el castigo de los culpables.
Al igual que con la falta de pruebas, la prescripción y la caducidad son el resultado de la
articulación de varios mecanismos de impunidad de hecho, entre ellas encontramos:
1) Entorpecimiento de la práctica de pruebas por parte de las autoridades civiles y militares
para dilatar el período probatorio.
2) Sobrecarga del proceso en pruebas testimoniales, debiéndose hacer varias citaciones para
recibir la declaración sin que se tomen en cuenta circunstancias que dificultan su práctica
como el traslado de guarnición de los implicados, o la situación de orden público y peligro de
la integridad personal de los potenciales testigos que nunca comparecen.
3) Depender del traslado de pruebas desde la jurisdicción penal para ser conocidas por el
proceso disciplinario, sin importar el tiempo que tome.
4) Morosidad en el desarrollo de las investigaciones, sea por peligrosidad de las mismas, o
por la desatención de los funcionarios comisionados.
5) Negativa de adelantar las investigaciones, alegando falta de competencia frente a los
hechos.
6) Demora en las notificaciones de las providencias de la Procuraduría a los militares o
policías investigados debido a su traslado a regiones distantes de donde se cometió la falta.
3.2.5 Tergiversación de la Realidad
La absoluta credibilidad otorgada a las versiones oficiales cuando se investigan crímenes de
Lesa humanidad ha permitido que se enmascare la realidad. En particular el ejército y otros
organismos de seguridad del Estado suelen justificar los comportamientos criminales
alegando que reaccionaron ante un ataque de la subversión o asumiendo que la víctima
pertenecía a grupos subversivos. Los funcionarios judiciales consolidando este mecanismo
de impunidad hacen caso omiso de importante material probatorio para dar prioridad a las
versiones oficiales.
El 29 de mayo de 1988, en la vereda Llana Caliente, jurisdicción del municipio de San Vicente del
Chucurí (Santander), mas de 51 campesinos fueron asesinados y otros 58 heridos por 240 efectivos
del Batallón de Infantería No. 40 “Luciano D’ Elhuyar” al mando del Teniente Coronel Rogelio
Correa Campos. Esta masacre fue el cruento desenlace de la represión y hostigamiento con que se
venía tratando las marchas campesinas que recorrieron el nororiente colombiano.. Luego de ese
trágico día, el Gobierno Nacional a través de comunicados e intervenciones de sus miembros, en
especial del Ministro de Gobierno Cesar Gaviria Trujillo, diría de manera acomodada que los sucesos
de Llana Caliente eran el resultado de enfrentamientos del ejército con miembros de las “guerrillas”
infiltradas en las marchas. De igual manera se pronunciaban los distintos estamentos militares. En
ambas partes se olvidaban deliberadamente los mas de 40.000 proyectiles de arma de fuego
disparados por los uniformados hacia la inerme masa campesina.
Fuera del falaz cubrimiento periodístico donde se tomaba de plano la versión gubernamental y de las
Fuerzas Militares de los supuestos enfrentamientos con miembros de la subversión que
desencadenaron la masacre, en la investigación disciplinaria adelantada por la Procuraduría Delegada
para las Fuerzas Militares, sin tomar en cuenta las innumerables irregularidades que campearon en su
desarrollo, asumió las afirmaciones tergiversadas del ejecutivo, aduciendo que no había claridad
alguna sobre la autoría o responsabilidad individual de la masacre, pues “no estaba plenamente
probado que la tropa hubiese sido la autora de los disparos contra los campesinos”, adicionando que
“existía la duda si entre los marchistas había gente armada o no”. La única falta disciplinaria
que encontró probada la procuraduría fue que un paramilitar, el Comandante Camilo, escolta del Oficial
Correa estaba armado, pero al haber fallecido este (gracias a los disparos hechos por el Comandante
Camilo), consideraba que no era posible continuar la investigación y decidió archivarla.
También en la investigación disciplinaria llevada a cabo por la Procuraduría Delegada para la Defensa
de los Derechos Humanos, por la detención y torturas infligidas al presidente de la ANUC de San
Vicente de Chucurí (Santander) Gabriel Flórez Oviedo, siendo responsables miembros del Batallón
“Luciano D’ Elhuyar en hechos ocurridos el 9 de septiembre de 1990 en zona rural del municipio
mencionado, exactamente en el sitio “La Lajita”. 128 Se desconoció la denuncia realizada por una
reconocida ONG colombiana y la declaración de la víctima, que para el Procurador Provincial de
Barrancabermeja carecían de credibilidad por haber sido rendidas dos años después del hecho. Sin
mayor problema dijo el procurador: “hay que darle credibilidad al oficio suscrito por el Comandante
del Batallón Luciano D’ Elhuyar”, debido a su autenticidad. Por tanto no encontró a su parecer la
Provincial pruebas que llevaran a inferir participación de funcionarios públicos, decidiendo el archivo
de las diligencias.
La utilización de argucias y engaños que se presentan como causales de justificación
sirvieron también para eximir de responsabilidad a los responsables de crímenes de Lesa
humanidad. El recurso más usado por el ejército ha sido el de aseverar que se trata de
“guerrilleros muertos en combate”, expresión simple pero bastante eficaz a la hora de
encubrir las ejecuciones extrajudiciales.
Sostener que la víctima de una ejecución
128
Procuraduría Delegada Para la Defensa de los Derechos Humanos. Expediente No. 008-105751
extrajudicial es un guerrillero muerto en combate, implica que se reaccionó contra una
injusta agresión, es decir que existe legítima defensa. Para configurar este mecanismo se
viste a la víctima con prendas militares, o se altera la escena del crimen colocando armas de
fuego alrededor, o se simulan ataques armados, ardides que son asumidos por la justicia sin
mayor reparo a pesar de lo absurdos que puedan ser los montajes.
Así relató el campesino RITO MARIO PINZON RUEDA, las torturas a que fue sometido cuando
lo detuvieron miembros de una patrulla del Ejército comandada por el teniente Ramírez, en acción
conjunta con algunos paramilitares del grupo MAS, en abril de 1982 en la Inspección de Policía El
Guamo, municipio de Simacota (Santander) "enseguida me colgaron y me golpearon preguntándome unas cosas
de las yo no era sabedor, diciéndome que yo era un guerrillero....Me quitaron la ropa y me pusieron un vestido
camuflado de ellos mismos. Mandaron a otro paramilitar, llamado Silvio, a que me tomara unas fotos. Después me
obligaron a que me cargara una maleta de ellos mismos y me llevaron con un nylon como el que lleva a un
animal.....Como a las 5 de la tarde del otro día, viendo que ya me iban a matar, pues ya estaba hecho el hueco, me
encomendé a la Virgen, logré zafarme y salí corriendo por entre la montaña y no lograron pegarme ni un tiro. Me tuve
que ir huyendo para Suaita ...” 129
El estricto cumplimiento de un deber legal, es otra causal de justificación alegada con
frecuencia.
Su aplicación básicamente recae sobre los actos cometidos en ejercicio de
funciones legales de funcionarios públicos. Por ejemplo, esta disposición dispensa de
reprensión al policía que captura a un delincuente en flagrante delito en el domicilio de otra
persona, siendo su actuar ajustado a la ley y la Constitución pues cumple con las labores
propias de su cargo establecidas en mandatos jurídicos (Art. 230 de la Carta Política). No
obstante, la figura tiene ciertos requisitos, contándose primeramente la existencia de un
deber jurídico, el cual, en segundo lugar, tiene que ser estricto sin lugar a extralimitaciones;
y por último debe estar el proceder encaminado a cumplir la finalidad ordenada por la norma
legal.
Pero cuando un militar o un policía participa directa o indirectamente en la comisión
de un CLH, no puede considerarse que obran por mandatos legales, simplemente actúan de
forma contraria a ellos, violando y vulnerando la Carta Política de 1991; y mucho menos se
comprende que guardan dichos actos los requisitos del estricto cumplimiento de un deber
legal para justificarlos.
En el campo disciplinario, esta justificación tiene acogida en los eventos donde se menciona
por parte de los cuerpos castrenses o policiales enfrentamientos armados que arrojan
“guerrilleros muertos en combate”, por cuanto los sujetos involucrados solamente actúan
conforme a la ley y las obligaciones de mantenimiento del orden público en el territorio
nacional, más que por una legítima defensa, situación que ayuda únicamente a reforzar la
excusa. En consecuencia, aquí tienen cabida los mismos mecanismos de hecho que
señalamos en esta causal; simplemente cambia la eximente y el escenario donde se maneja.
En el plano político el Estado colombiano y sus fuerzas de seguridad pretenden librar de
cualquier cuestionamiento o crítica sus acciones, así estas sean violatorias de los derechos
humanos. Declaraciones de guerra integral a la insurgencia o la estructuración de complejos
proyectos militares de combate, cuando producen lo que denominan efectos colaterales, o
sea destrucción de construcciones civiles o la muerte de pobladores al margen del conflicto,
no son revaluadas ni juzgadas ya que su justificación es el aniquilamiento de terroristas; la
responsabilidad se excluye. En materia de CLH ocurre de forma similar, donde fuera de los
discursos de poder que indirectamente aprueban su perpetración, las eximentes legales
relevan culpabilidades a agentes estatales, acomodadas según su conveniencia, las cuales se
129
Testimonio recogido por comité cívico de def. Dd-hh de San Vicente de Chucurí., 31/07/82 y El Espectador, 1701-83 “Párroco de San Vicente Relata...”
aceptan por organismos judiciales y disciplinarios que con estas interpretaciones dan lugar a
pensar que el asesinato o las torturas infligidas a un inocente por militares o policías, son
permisibles por estarse cumpliendo un estricto deber legal; o se defienden legítimamente
aquellos frente a las agresiones de personas desarmadas, exonerando por tanto su muerte
en la oscura impunidad.
3.2.6 Cosa Juzgada y Principio de Non Bis In Idem
En el derecho colombiano una vez se ha emitido fallo sobre determinados hechos, el
funcionario judicial no esta obligado, y más bien le es prohibido, proferir un nuevo
pronunciamiento de fondo sobre la misma situación fáctica, sin importar el contenido de la
providencia anterior. Dicho postulado se conoce como el principio del non bis in idem (no
dos veces sobre lo mismo), según el cual nadie puede ser perseguido judicialmente más de
una vez por similares hechos, o sea, nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo
comportamiento. Aunque esto no obsta para que se le siga una investigación disciplinaria
en caso de ser funcionario público, ya que no existe idéntica causa de persecución; el
proceso penal busca la defensa del orden social mientras que el disciplinario, sin desconocer
lo anterior, primordialmente se estructura en lograr el correcto funcionamiento de la función
pública.
Sin embargo, este principio ha sido utilizado como garantía de impunidad debido a que las
entidades públicas, como le ejército y la policía, cuentan con sus propias dependencias
disciplinarias internas(decreto 085 de 1989 para las Fuerzas Militares; decreto 2584 de 1993
para la policía). Por consiguiente, si dentro de un Comando de Policía o unidad militar se
lleva una investigación disciplinaria por una falta cometida por alguno de sus miembros al
reglamento respectivo, decidiéndose de fondo mediante un fallo, no pueden ser vinculados a
otra diligencia equivalente, contándose las posibles indagaciones que se adelanten
posteriormente en la Procuraduría, pues existe identidad de causa.
Esas decisiones disciplinarias internas que hacen tránsito a cosa juzgada, al igual que las
tomadas en la jurisdicción penal militar, son instrumentos legales expeditos de absolución de
responsabilidades de miembros de la fuerza pública vinculados en CLH. Puede afirmarse que
un porcentaje bastante elevado (por no decir total) de indagaciones internas de tipo
disciplinario de los organismos de seguridad estatales, son favorables a los acusados, en
especial cuando se les vincula por actos abiertamente violatorios de los derechos humanos;
nunca se les castiga, así realmente se concluya de las pesquisas lo contrario.
3.2.7 Las Condenas Administrativas: No Hay Culpables Pero el Estado Paga
En materia de CLH, las condenas administrativas al Estado colombiano por la actuación de
los miembros de su fuerza pública fueron los primeros pronunciamientos que, desde el
aparato judicial, denunciaron la sistemática violación de derechos humanos llevada a cabo
por las fuerzas militares y policiales en el país bajo el amañado pretexto de la lucha
Podría pensarse que a través de los Tribunales Administrativos o el
contrainsurgente 130 .
130
En el año de 1985 el Consejo de Estado condenó a la Nación por medio del Ministerio de Defensa a indemnizar a
la familia de Olga López Jaramillo, médica detenida en 1979 junto con su hija de 5 años, quienes fueron torturadas
en las instalaciones de la BIM (Brigada de Institutos Militares) en Bogotá, caso en el que se encontraban
involucrados el Presidente Julio César Turbay Ayala, el Procurador General de la Nación y el comandante de dicha
unidad y posterior Ministro de Defensa Miguel Vega Uribe. Sólo hasta este año, las constantes denuncias del Comité
Permanente para la Defensa de Derechos Humanos y de organizaciones como Amnistía Internacional, fueron
respaldadas por corporaciones oficiales. Este fallo, histórico para el país, puso al descubierto la práctica de la
Consejo de Estado se abren las puertas de la esperanza para la sanción efectiva de los
responsables de CLH, pero en realidad las indemnizaciones sólo reconocen una
responsabilidad estatal que causo un daño por la actuación de agentes del orden, perjuicio
que debe ser reparado. La condena no pasa de un monto económico determinado y de
reprochar las acciones de aquellos en forma general, mientras los verdaderos culpables en
concreto quedan cubiertos en la impunidad -no hay culpables pero el Estado paga-.
Este mecanismo fue utilizado en el proceso adelantado por el asesinato de Álvaro Garcés
Parra, militante de la UP y alcalde del municipio de Sabana de Torres (Santander). En 1989
se interpuso la demanda ante el Tribunal Administrativo de Santander que en 1992 declaró
la responsabilidad administrativa de la Nación por falla del servicio debido a la participación
intelectual y material de militares en el asesinato, por lo cual ordenó cancelar una
indemnización por perjuicios materiales y morales a los familiares del dirigente político
fallecido. Pero en los demás campos, básicamente en el penal ordinario y en el penal militar,
nunca se encontró un individuo en concreto responsable, a pesar de que las investigaciones
arrojaron la participación de reconocidos paramilitares del Magdalena Medio y altos mandos
castrenses de las unidades acantonadas en la zona. Únicamente la Procuraduría sancionó a
dos oficiales relacionados en el caso con destitución, pero a la época del fallo ambos se
encontraban en retiro.
Verdad, justicia y reparación son tres postulados que deben salvaguardarse en un sistema
judicial. En materia de CLH deben ser sus valores imperativos al momento de evaluar
responsabilidades y culpas. La justicia contencioso administrativa en la práctica sólo se
limita al último y en términos estrictamente monetaristas, ordenando la cancelación de
gruesas sumas de dinero a los familiares de las víctimas pero sin trascendencia en la
perspectiva de una efectiva sanción con relación a la gravedad de los actos que investigó.
Pueden haber juicios y pronunciamientos radicales frente a la actuación de los organismos
de la fuerza pública, reclamación por los crímenes cometidos e instigación a otras instancias
judiciales para que investiguen a fondo lo acontecido, y críticas a las políticas estatales en
materia de violación a los derechos humanos. Todos estos pensamientos son aceptables y
valiosos, pero al no concretarse nombres ni responsables, ni existir, por respeto al principio
de proporcionalidad, castigos efectivos a estos desde todos los ámbitos, la responsabilidad
administrativa simplemente será producto de una “falla del servicio” y el crimen vendrá a
ser otra causa que hace parte de la larga lista de remuneraciones que debe cancelar el
Estado colombiano por concepto de indemnizaciones, quien destina cerca de 90.000 millones
de pesos anuales a dichas cancelaciones. Sin embargo ¿existirá una reparación verdadera a
partir del punto de vista económico? ¿Cuándo no se quiere dinero sino el esclarecimiento de
los hechos y una justicia efectiva, servirá de algo este mecanismo?
3.2.8 Falta De Tipificación Del Delito
Hasta el año 2000 no se encontraban tipificados delitos como el genocidio, la desaparición
forzada, tortura, las cuales no podían ser subsumidas bajo los delitos de homicidio,
secuestro o lesiones personales, porque en su comisión se encuentra al Estado como sujeto
activo de la acción y porque se trata de crímenes de Lesa Humanidad.
En particular la desaparición forzada fue uno de los delitos más crueles y al no encontrarse
tipificado como delito fue muy utilizado por agentes estatales y para estatales quienes
amparaban su responsabilidad en el vacío legal que llevaba en muchos casos a la
tortura durante los años del Estatuto de Seguridad, especialmente durante los interrogatorios judiciales, y la
complicidad de las Fuerzas Armadas con funcionarios del gobierno. Al respecto: Boletín de Prensa. Comité
Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos-Comisión Coordinadora, Bogotá, Julio 10 de 1985.
imposibilidad de acusar penal o disciplinariamente a los sujetos activos de esta conducta.
Prueba de ello son los casos en que los juzgados no adelantaron procesos judiciales
argumentando que la conducta no tipificaba delito alguno
Además de esto, varios fallos emitidos por la procuraduría exoneran a los acusados de
perpetrar este delito, al considerar que si no estaba tipificada la desaparición forzada como
delito mucho menos podía constituir una falta disciplinaria.
3.3 El Paramilitarismo Como Mecanismo de Impunidad
Desde comienzos de los años ochenta se presentó un especial incremento de las acciones
paramilitares quienes paulatinamente empiezan a realizar el “trabajo sucio” encomendado
por la Fuerza Pública. Teniendo en cuenta que los miembros del ejército, la policía y demás
órganos de seguridad del Estado se encuentran en la mira de diversos organismos de
justicia que empezaban a destacar la magnitud de las violaciones de derechos humanos
durante las décadas precedentes, se implementa una nueva estrategia que implica un
aumento vertiginoso de asesinatos y desapariciones forzadas contra líderes de izquierda y
campesinos a manos de grupos paramilitares.
El paramilitarismo se constituye entonces como mecanismo de impunidad, porque es la vía
para evadir la responsabilidad de los organismos del Estado en la comisión de crímenes
contra la humanidad y oculta la política Estatal de persecución a organizaciones sociales y
políticas de oposición. No es extraño que durante toda la década de los ochenta el propio
Estado atribuyera constantemente los asesinatos políticos y contra la población popular y
campesina a “escuadrones de la muerte”, “fuerzas oscuras”, “sicarios”, desvirtuando así la
participación de los funcionarios estatales en este tipo de acciones.
A más de ser el paramilitarismo un mecanismo de impunidad en sí mismo, los actores
directos e indirectos (instigadores, entrenadores, conformadores, etc) también han quedado
cubiertos por un manto de impunidad por la combinación de diversos elementos, en primer
lugar, el apoyo brindado por instancias con gran poder político, militar y económico como
gremios económicos (SAC, FEDEGAN), empresariales (Coca-cola, Indupalma, Ecopetrol),
multinacionales (Chevron, Harken, Occidental, BP, Shell, Canadian-Oxy, Alberta y MeraMills, Repsol, Hocol, Halliburton, Western Atlas International), ganaderos y narcotraficantes.
Fue También decisivo el apoyo político brindado por alcaldes militares y civiles, y por
“dirigentes de los partidos tradicionales cuya línea de “cacicazgo” penetraba hasta el
Congreso y el alto Poder Ejecutivo a través de ministros patrocinantes”. 131
Otro apoyo importante fue el otorgado por el poder judicial, “que absolvió o archivó los
pobres procesos abiertos con ocasión de los centenares de crímenes cometidos por estas
estructuras, y que cuando sancionó a algún responsable se negó a investigar y enjuiciar las
En el mismo sentido se presentó el
líneas de mando y la estructura criminal misma 132 .
apoyo por parte de “los organismos de control del Estado, que abdicaron voluntariamente de
sus facultades sancionatorias al encontrarse frente a frente con este fenómeno” 133
Indudablemente la mayor muralla de protección al paramilitarismo, tiene como columna
central al poder judicial. El paramilitarismo ha gozado en el ámbito judicial de
extraordinarios privilegios en orden a su impunidad: Por un lado, está la clandestinidad que
131
132
133
Boletín Justicia y Paz. Op. cit., p. 16.
Ibid., pp. 16.
Ibid, pp. 17.
Boyacá por la fuerza pública, y que aún continúan impunes incluso dentro de sus respectivos
países 136 .
A los paramilitares se les proporcionaron por parte del ejército datos exactos de las víctimas
(“listas negras”) para que realizaran asesinatos selectivos, se les permitió abandonar el
lugar del crimen sin prisa ni inconvenientes, garantizándoles no ser detenidos por retenes o
patrullas de la policía o el ejército. Esta práctica fue muy común en los municipios ubicados
en el Magdalena Medio donde se presentó un fenómeno paramilitar específico promovido por
la Brigada XIV, al mando del general Daniel García Echeverry y apoyado por el alcalde
militar de Puerto Boyacá, Capitán Oscar Echandía. Y posteriormente consolidando ejércitos
paramilitares a cargo del inspector de policía Isidro Carreño con el apoyo logístico y
financiero del Comando Operativo No. 10 del ejército.
No es gratuito que en noviembre de 1992, el Procurador Delegado para las Fuerzas Armadas
presentara cargos formales contra el General Carlos Gil Colorado, el Capitán Gilberto Ibarra
Mendoza, el Capitán Germán Pataquiva, el Capitán Orlando Pulido, el Teniente Francisco
Javier Corrales, el Teniente Alberto Luis Mancilla, y el Teniente Evert Aranda Contreras por
su participación en la organización de paramilitares en la región del Chucurí, en el
departamento de Santander. 137 Desde 1989, siendo comandante de las Brigadas XIV y V,
Gil fue implicado reiteradamente en actividades paramilitares. Cuando se anunciaron los
cargos contra él, Gil dirigía la inteligencia del ejército.138 A pesar de las acusaciones, Gil fue
ascendido normalmente y alcanzó el rango de Mayor General y el puesto de comandante de
la Cuarta División, que tiene su sede en Villavicencio y es un centro de operaciones
paramilitares. El 19 de julio de 1994, las FARC asesinaron a Gil en una emboscada.139
El Capitán Ibarra ha sido ascendido a mayor y ahora está al mando de la base en Yarima,
cerca de San Vicente de Chucurí, donde sigue relacionado con la actividad paramilitar.140 El
capitán Pataquiva, ahora mayor, trabaja en la oficina central de derechos humanos del
ejército. 141
La unidad de acción se encuentra también en que la mayoría de las víctimas del
paramilitarismo fueron previamente hostigadas, seguidas, detenidas y reseñadas por
organismos de seguridad del Estado o por el propio ejército, quienes aseguraban que las
víctimas (sindicalistas, políticos, periodistas, abogados) pertenecían a grupos guerrilleros,
pero al no poder levantar cargos fundados en su contra acudían a los paramilitares, que en
muchos casos eran miembros de las fuerzas armadas y de los organismos de seguridad del
Estado actuando de forma encubierta, esto es, sin identificación alguna, lo que les permitía
no ser identificados al momento de consumar el crimen.
La diversidad de apoyos que constituyen la impunidad del fenómeno paramilitar y su implicación en
la impunidad de los agentes estatales se observa en el caso del asesinato del alcalde de Sábana de
Torres y miembro de la Unión Patriótica ALVARO GARCÉS PARRA. Aquí se puede observar la
complicidad entre miembros de la fuerza pública y los paramilitares como mecanismo de impunidad,
en la medida en que busca ocultar la participación directa de los miembros del ejercito y la policía en
la planeación y ejecución de crímenes de lesa humanidad que quieren mostrarse como
responsabilidad de desconocidos.
136
137
138
139
140
141
Ibid, p. 16.
"Pliego de cargos a siete militares," El Tiempo, 18 de noviembre de 1992
"Acusan a siete militares de promover a paramilitares," Reuters, 18 de noviembre de 1992
Justicia y Paz, Boletín, julio-septiembre de 1994, pág. 48.
Carta del Padre Javier Giraldo, Justicia y Paz, a Human Rights Watch, 14 de mayo de 1996
Entrevista de Human Rights Watch con el Ministerio de Defensa, Santafé de Bogotá, 24 de junio de 1996.
Durante la etapa de planeación y ejecución del crimen se utilizaron varios mecanismos de impunidad
de hecho, uno de ellos fue la planeación y ejecución conjunta del crimen entre militares y
paramilitares, lo cual se traduce concretamente en: la entrega de salvoconductos por parte del ejercito
para permitir el porte de armas a los sicarios encargados de disparar, el uso de seudónimos y
documentos de identidad falsos, el ocultamiento de los criminales en bases militares, la consumación
del crimen en la madrugada para facilitar el escape y evitar la presencia de testigos; la utilización de
sicarios traídos de zonas lejanas para dificultar su identificación y evitar que los relacionaran con los
miembros de la fuerza pública involucrados.
En la etapa de investigación y juzgamiento se utilizaron diversos mecanismos de impunidad, entre
ellos, la decisión de los jueces encargados del caso de transferir la jurisdicción a la Justicia Penal
Militar al considerar que la orden de asesinar a líderes políticos constituye un acto del servicio; de
este modo se logró dar un trato más considerado y ventajoso para los agresores y se evitó la
posibilidad de intervención por parte de los familiares y amigos de la víctima como parte civil en el
proceso. Por esta misma vía se esquivó la inculpación de oficiales de alto rango, desligándolos por
completo de los hechos realizados por los hombres bajo su mando.
Otro mecanismo de impunidad utilizado para obstruir la realización de indagatorias en el marco de la
investigación, fue el traslado y otorgamiento de licencias a los miembros del Batallón Ricaurte
implicados en el crimen, el retiro o ascenso de los militares de alto rango que participaron y
conocieron sobre los hechos, la demora por parte de la Brigada V y del Batallón Ricaurte en la
entrega de la información solicitada por el Juzgado que adelantaba la investigación, además de
actitudes de desviación de la investigación como la asumida por los investigadores de la SIJIN de
Bucaramanga que informaron que de las personas que murieron en los hechos, incluido el sicario, el
único que tenía antecedentes era el alcalde asesinado.
El asesinato del principal testigo, Gonzalo Ortega Parada, por orden del Comandante del Batallón
Ricaurte, fue un mecanismo importante para garantizar la impunidad de los culpables. Ortega
trabajaba para el Ejército y se negó a participar en el operativo que terminaría con la vida de
GARCÉS PARRA, por este hecho fue amenazado, pero logró escaparse al enterarse de los planes
para atentar contra su vida, sin embargo, poco después fue asesinado y presentado como guerrillero
del ELN muerto en combate.
Otro aspecto importante para garantizar la impunidad en este caso fue la ruptura de la unidad
procesal, ya que por un lado se adelantó la investigación contra los militares implicados, quienes
fueron absueltos por la Justicia Penal Militar, mientras por otro lado, la justicia ordinaria inició la
investigación de los paramilitares involucrados. Además, la Fiscalía adelantó de forma independiente
un proceso contra el comandante del Batallón Ricaurte que terminó finalmente en la absolución.
Las autoridades con funciones de policía judicial se hicieron parte del andamiaje de la impunidad de
este crimen, al desobedecer las ordenes de captura contra tres paramilitares implicados en el múltiple
homicidio, que nunca fueron detenidos.
El fenómeno paramilitar no es unidimensional sino que se presenta de diversas formas. En
ocasiones se trata de operaciones encubiertas de organismos del Estado que asignan la
responsabilidad a “Escuadrones de la muerte”. En otros casos se trata de particulares
contratados para realizar asesinatos selectivos en lo que se ha conocido como la modalidad
“sicarial”. Otra modalidad de paramilitarismo se presentó en las zonas rurales, donde se
conformaron ejércitos paralelos que patrullaban las veredas y operaban en estrecha
coordinación con las unidades militares.
En Barrancabermeja se evidenció una forma particular de paramilitarismo conocida como
“redes de inteligencia”. Entre octubre de 1991 y enero de 1993 funcionó en el puerto
petrolero la llamada Rede N° 7 de la Armada Nacional. Esta red fue dirigida por el capitán
de la Armada Juan Carlos Álvarez Gutiérrez quien se encontraba bajo las órdenes del
Teniente Coronel Rodrigo Quiñónez Cárdenas. Los oficiales reclutaron y contrataron incluso
por medio de contratos escritos a ex miembros de la Armada y asesinos a sueldo para
realizar asesinatos selectivos en contra miembros y líderes de la Unión Patriótica, la Unión
Sindical Obrera, el Sindicato de Choferes de la Empresa de Transportes San Silvestre y el
Comité Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (CREDHOS). O para impulsar la
conformación de grupos paramilitares en los municipios santandereanos del Magdalena
Medio con el apoyo del Batallón Antiaéreo Nueva Granada.
Según datos de la Fiscalía General de la Nación miembros de esta red asesinaron a más de
60 personas, principalmente defensores de derechos humanos, líderes sindicales y sociales e
Y a pesar de la extensa evidencia sobre la
incluso a miembros de la misma red.142
actuación de oficiales de la armada y del ejército, los procesos judiciales adelantados se
centraron en establecer la responsabilidad personal de algunos de los paramilitares y
sicarios sin profundizar en la estructura paramilitar de la que hacían parte, mientras la
justicia penal militar absolvió a los militares inmiscuidos.143
Es importante recordar que el consejo de estado otorgó competencia a la justicia penal
militar para juzgar los crímenes de la armada argumentando que “No se trata de que sea
función de los militares que laboran en servicios de los que en el lenguaje militar se llaman
de “inteligencia” asesinar o cometer actos de terrorismo, ni de que la comisión de asesinatos
o de actos terroristas sea cumplimiento de labores de inteligencia. Pero no de esto se sigue
que los hechos delictivos de que se acusa a los oficiales y suboficiales mencionados estén
desvinculados de su servicio oficial. Todo lo contrario: Si los ejecutaron aprovecharon para
efecto su carácter de miembros de la dirección de inteligencia de la Armada Nacional.... No
se ve entonces manera de negar el fuero Penal Militare.” 144
3.4 La Impunidad Como Política de Estado
La impunidad es una muestra de cómo en el Estado sus componentes: el poder legislativo,
el ejecutivo y el judicial aúnan sus esfuerzos no bajo la idea de echar las bases de un
sistema justo y equitativo con miras a su desarrollo y perfeccionamiento que beneficie a los
ciudadanos cuyos derechos debe garantizar, sino de someter a una espesa niebla de
encubrimiento su culpa y responsabilidad de la práctica de crímenes de lesa Humanidad. El
marco de la doctrina contrainsurgente “justifica” de entrada la comisión de estos actos para
la conservación del statu quo, del orden vigente de poder. En consecuencia, la impunidad es
un entramado completo de ocultamiento de los métodos irregulares empleados por el Estado
142
Datos de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General de la Nación.
Fuentes: Jurisdicción Penal: Procesos bajo los radicados 19673 y 029 de la Unidad de Derechos Humanos de la
Fiscalía General de la Nación en Bogotá; el proceso 7377 del Tribunal Nacional en Bogota; y el proceso con el
radicado 1953 del Juzgado Regional de Cúcuta.
Jurisdicción Penal Militar: Proceso con el radicado 120868 del Tribunal Superior Militar en Bogotá.
144
Providencia 1117A/248 del 11 de agosto de 1994. Magistrado Ponente Leovigildo Bernal al resolver al favor del
Comando de la Armada Nacional la colisión de competencias entre ésta y la Fiscalía por la acusación contra el
Coronel de infantería Rodrigo Quiñónez de más de 60 asesinatos en el Magdalena Medio.
143
con el objeto de combatir los agentes desestabilizadores de su poder, que sacrifica sin
consideración los sujetos que en principio debía garantizarles sus derechos, y a los cuales no
les interesa que los ofendidos no sean únicamente las víctimas de dicho accionar sino el
género humano completo por la extrema gravedad inherente en los CLH.
Una sociedad en las que sus capas dominantes o sus instancias decisorias han logrado un
alto nivel de encubrimiento, una sociedad que ha logrado mantener una apariencia de
democracia mientras estructura complejos sistemas de represión contra ciertos grupos
sociales, es una sociedad donde el discurso y la normatividad protectora de la “dignidad
humana” y de los “derechos humanos” se queda en el papel mientras en la práctica se
presenta el genocidio de todo aquel que se oponga al sistema.
Conforme a los mecanismos legales descritos a lo largo de este escrito, podemos ver que el
aparato judicial corresponde a las estrategias estatales de silencio y olvido de innumerables
casos de CLH cometidos dentro de los designios de la lucha contrainsurgente, y la represión
de los movimientos y organizaciones sociales vistos como factores de perturbación del
sistema de poder actual. Tanto cuantitativa como cualitativamente el aparato judicial no
cumple con una mínima función de impartir justicia para la resolución pacífica de los
conflictos. En vez de ello es una rueda más del complejo engranaje de impunidad
estructurado y puesto en marcha por los distintos gobiernos colombianos. La independencia,
imparcialidad y objetividad característica de los jueces se ha perdido, y se sigue
deteriorando cada vez más.
Debemos resaltar que varias de las figuras descritas (principio de favorabilidad, prescripción,
causales de justificación, cosa juzgada, in dubio pro reo), en principio son baluartes de la
construcción del derecho penal moderno, instituidas desde una óptica racionalista de
limitación del poder punitivo del Estado que son concordes con tradiciones de humanización
de la norma penal y el respeto a la dignidad del ser humano. Su consagración no se ciñe
únicamente a los textos legales, tienen asidero tanto en nuestra Constitución como en
Tratados Internacionales. Lo anterior, en vez de ser prerrogativas legales se transformaron
en mecanismos institucionales de impunidad, debido a las deformaciones con que se han
utilizado gracias a la implementación conjunta de los grupos de mecanismos de impunidad
señalados (de hecho, de encubrimiento, de la investigación, desde el poder ejecutivo),
viniendo a integrar los mecanismos propios de derecho estatuidos tiempo atrás por la
voluble y flexible legislación colombiana sobre Derechos Humanos (véase el Fuero Militar o
los Reglamentos Disciplinarios de las Fuerzas Militares)
Una comprensión detallada y particular de los mecanismos desarrollados a lo largo de estas
páginas, no debe dejar de lado una visión panorámica de los mismos. A efectos de
entenderlos en una óptica conjunta que visibilice la estrategia estatal de encubrimiento de
los CLH, la falta de mérito probatorio, el in dubio pro reo, la detención administrativa
preventiva etc.; potencian aún mas el objetivo de ocultamiento de las autoridades estatales
a la luz del aparato de justicia cuando actúan de forma acumulada. Por tanto existen
procesos en donde la falta de pruebas, unida a la versión oficial de militares o policías de un
combate en donde fueron dados de baja “guerrilleros” que justifica una legítima defensa,
mas la credibilidad que se otorgan a estos informes en las instancias judiciales, son un
cúmulo de argumentos tendientes a lograr un solo objetivo: la falta de sanción de los
responsables a través de la absolución, por ejemplo en el campo disciplinario; y si llegan a
adelantarse sobre los hechos investigaciones penales ordinarios, se echa a andar una
colisión de competencias por parte de los tribunales castrenses para asumir la investigación
por ser la acción relacionada con el servicio, por lo que se aplica el fuero militar, siendo el
único veredicto posible la no responsabilidad.
Dicho panorama acredita el enfoque centralizado en los mecanismos de derecho, que a
nuestro parecer dejan entrever la manera como los otros grupos se emplean o ponen en
perspectiva de aquellos, comprendiéndolos en su generalidad. Al final, el uso de capuchas, o
el simular enfrentamientos armados etc, tiene directa incidencia en las normas legales y en
los pronunciamientos judiciales a efectos de dejar sin castigo actos tan deplorables como lo
son los CLH. La combinación de lo anterior hace que la impunidad se legitime en los estrados
judiciales de forma sosegada pero efectiva.
Ejemplos de la forma encadenada de la actuación de las figuras tratadas con miras a dejar
sin sanción a un agente estatal o paraestatal por cometer un CLH hay varios. Solo basta
observar los despachos judiciales o disciplinarios donde reposan los archivos de
procedimientos que nunca llegaron a término, o se encuentran en “etapa de investigación”,
o terminaron en absolución, demostrando la complejidad que se teje en los mecanismos de
impunidad en perspectiva de seguir escondiendo la responsabilidad histórica que compele al
Estado colombiano asumir por estas conductas. Lo mismo no ocurre frente a los abusos de
autoridad, donde los militares o policías son en su mayoría sancionados. Así, las simples
desviaciones de poder se corrigen drásticamente, pero las políticas de hostigamiento y
represión a la población en general no lo son. El mantenimiento del orden es lo primordial
pues el fin justifica los medios.
En resumen, el aparato judicial en nuestro país es un componente más de la impunidad
impulsada escrupulosamente por las autoridades estatales con el objeto de sepultar su
práctica sistemática y generalizada de CLH bajo el horizonte de la lucha contrainsurgente,
que de paso busca el amilanamiento de la protesta social. Por ende sus actuaciones no
darán y nunca han dado una respuesta satisfactoria a la búsqueda de la verdad y a una
justicia material que imponga las verdaderas sanciones a los funcionarios públicos, militares
o policías involucrados en las violaciones de derechos humanos; es otro instrumento
componente de la misma orquesta de encubrimiento estatal. Esa ineficiencia se traduce en
las recientes condenas al Estado Colombiano proferidas por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, en las cuales se señala la violación a las garantías judiciales y a la
protección judicial frente al esclarecimiento de los hechos, la sanción a los responsables y el
acudimiento de los familiares de las víctimas a las autoridades jurisdiccionales. Los
pronunciamientos de nuestros distintos jueces no satisfacen, a juicio de la Corte, una
defensa de los derechos consagrados en esta materia en la Convención Americana de
Derechos Humanos 145 .
Las consecuencias jurídicas de la impunidad que agobia los despachos judiciales a lo largo
del país, tienen directa incidencia en el campo político y social. Mientras que los discursos de
poder respaldados en las armas se posicionan, gracias a los crímenes acontecidos que
dejaron el camino abonado a su vertiginosa carrera, las víctimas, las organizaciones sociales
martirizadas y los opositores sacrificados por el discurso de violencia, fueron sumiéndose
paulatinamente en el olvido; el tejido social construido se destruyó totalmente sin
esperanzas de volverlo a entrelazar, pues acometer tal empresa era estar nuevamente en
los senderos de la victimización, volviendo a reeditar el pasado oprobioso de represión y
muerte. El listado de víctimas seguía creciendo, por lo que en últimas nadie volvió a
arriesgarse, ya que se decía y sigue diciendo: nunca transitaremos por los mismos
caminos por donde transitaron los desaparecidos, los asesinados, los torturados o
los prisioneros 146 .
145
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso 19 Comerciantes Vs. Colombia, Sentencia de 5 de julio de
2004, párr. 157 y ss. Citada en Comisión Colombiana de Juristas: op. cit; p: 132-153.
146
Giraldo Moreno, Javier: Colombia. Consecuencias jurídicas..., op. cit.
Así, la única esperanza de acabar con la injusticia fue precisamente acudir a la justicia,
denunciar las persecuciones, los hostigamientos, los asesinatos, las torturas etc., con la
expectativa de su resolución y castigo. Pero al ser el victimario el propio Estado a través de
sus agentes estatales y paraestatales, siendo regla fundamental la negación de su
responsabilidad y compromiso con el empleo de los CLH, legitimando la impunidad que tanta
pleitesía conceden nuestros jueces, construida desde unos mecanismos de derecho y de
hecho, la esperanza se sepulta y la impotencia hace presa a la gente ante el mantenimiento
de la injusticia.
No podemos por tanto aceptar las oscuras justificaciones del Estado de su conversión de
victimario a víctima, objeto de los bajos designios de sujetos pertenecientes a un tercer
actor armado que quieren remplazarlo o alterar su funcionamiento; ni tampoco que la
impunidad es un acontecimiento que se resuelve con la sola inyección de recursos
económicos a la justicia, y la toma de conciencia de la gravedad del fenómeno en la
sociedad. Sencillamente la impunidad es una política de estado, y mientras no se empiece a
confrontar desde nuestros jueces para erradicarla, seguirán siendo estos una pieza más del
complejo del olvido y la desmemoria.
Surge entonces la necesidad de la búsqueda de la verdad histórica, de desenterrar lo
enterrado deliberadamente, protestando contra el orden social y de poder impuesto por los
victimarios a través de las armas y la muerte. Quienes ofrendaron su vida en la sistemática
y generalizada práctica de CLH llevada por el Estado colombiano mediante la fuerza pública
y el paramilitarismo, bajo la égida de una supuesta lucha contrainsurgente que reprimía la
sociedad en general, deben ser rescatados de la amnesia que se ha ido apoderando de la
memoria colectiva de nuestro país. Este estado de cosas se hizo gracias a una metódica
política de impunidad, por lo que el reconocimiento de sus mecanismos, primordialmente de
los de orden legal, es un gran paso para no seguir alimentando el camino de la niebla que
envuelve a los asesinados, a los desaparecidos, a los torturados.
El gran desafío a los efectos tanto jurídicos como políticos de la impunidad es responder a la
estrategia del olvido con la estrategia de la memoria histórica que reivindique la vida y la
dignidad humana y mantenga vivo el recuerdo de la barbarie para que no ocurra Nunca Más,
sembrando hacia el futuro los sueños sepultados por el terror.
4. HACIA LA CONSOLIDACIÓN DE UN MODELO ECONOMICO Y SOCIAL
AUTORITARIO Y EXCLUYENTE
La lectura de miles de casos que muestran las pautas de persecución a diversos grupos y
organizaciones sociales, las estrategias de control social implementadas por medio de la
comisión de crímenes de lesa humanidad y los diversos mecanismos de impunidad que
ampararon dichos crímenes a lo largo del periodo comprendido entre 1966 y 1998, permiten
reconocer cómo fue implantándose un modelo de desarrollo social y económico. Hoy es
factible dilucidar a qué intereses sirvieron miles de crímenes, así como el arrasamiento o
debilitamiento de las resistencias sociales en muchas de las regiones comprendidas por la
zona V, en las que sus elites han retomado el control político.
El contexto en el cual se cometieron tantos crímenes y se siguen cometiendo actualmente,
superpone o articula tres grandes dinámicas: Un modelo de acumulación capitalista, un
modelo de desarrollo económico, que se ha venido implementando y pasa por la articulación
de regiones específicas en función de los proyectos del capital nacional e internacional; la
expansión del Estado para superar su limitada y precaria presencia con proyectos
modernizadores, pero que a la final logran poco más que militarizar lo público; y, la reacción
a los avances democratizadores impulsados por las organizaciones sociales alternativas y de
oposición política que, en momentos y lugares dados, pudieron convertirse en amenaza a las
relaciones de poder constituidas.
En estos tres ámbitos descansa el modelo de sociedad y economía que el Establecimiento
viene impulsando y al cual han sido funcionales los crímenes de lesa humanidad perpetrados
a lo largo y ancho de la Zona V. Un modelo de desarrollo extractivo alrededor del petróleo,
la madera, el oro y otros recursos naturales; que consolida la gran propiedad agraria, la
ganadería extensiva y los proyectos de agroindustria de palma africana; autoritario y
excluyente, fundamentado en la expropiación violenta y en la violación sistemática de los
derechos humanos. El modelo ha incluido hasta el presente una estrategia integral de guerra
implementada por el Estado. Al lado de garantizar y coadyuvar el accionar paramilitar por
parte de las Fuerzas Armadas, el Estado favorece la privatización y militarización de lo
público a fin de ejercer soberanía y control en los territorios comprendidos en la zona V.
En el caso de la zona cubierta por el presente Informe, los cuerpos de seguridad, los
terratenientes y narcotraficantes financiaron, coordinaron y dirigieron –hasta hoy- grupos
paramilitares en su propósito de imponer su modelo de seguridad y desarrollo. A la postre,
se ha constituido un control autoritario de la población, se ha eliminado con violencia a los
disidentes y limitado todos los intentos de protesta social y política. Se ha perseguido y
desplazado a los productores de la economía campesina, bajo el pretexto de eliminar la base
de apoyo de la guerrilla; se ha desarrollado y se está desarrollando una contrarreforma
agraria y la consolidación de un “paraestado” con un sistema privado de seguridad,
regulación económica, control político, cobro de impuestos, políticas sociales y
procedimientos para dirimir conflictos. De la garantía y funcionalidad que el paramilitarismo
representa para tan diversos sectores económicos y políticos es de donde proviene el
enorme aparato político y económico que ha sustentado y respaldado el fenómeno
paramilitar.
A partir de 1999 se registró una fuerte ofensiva del paramilitarismo en el departamento de
Norte de Santander y en particular en la región del Catatumbo, que tuvo como epicentro al
municipio de Tibú. En esta región nortesantandereana, el periodo que va de 1999 a 2005 ha
visto agravarse el conflicto social y armado. Su condición estratégica de territorio
transfronterizo, aunado a los intereses económicos que sus reservas carboníferas y su
biodiversidad han desatado, el fortalecimiento de los cultivos de hoja de coca, la presencia
insurgente y los avances organizativos de las comunidades, se han constituido en principales
factores para explicar la situación de violencia, el deterioro de la vigencia de los derechos
humanos y la crisis humanitaria, de manera que no han dejado de cometerse Crímenes de
Lesa Humanidad contra sus pobladores. La implantación de megaproyectos económicos en la
región que buscan favorecer la explotación de carbón, petróleo, gas y de agroindustrias,
pretende - a través de la consolidación paramilitar y su correlato en el crecimiento de los
cultivos de coca, así como con la implementación del Plan Colombia en la zona-, garantizar
la acción de los nuevos proyectos empresariales sin concertación con los pobladores, a
expensas del detrimento del territorio y además sin ningún tipo de resistencia social
organizada.
En lo que respecta al Sur de Bolívar y el Magdalena Medio, tras la arremetida de los años
2000 y 2001, los paramilitares consolidaron su presencia en San Martín de Loba, Rioviejo,
Simití, Santa Rosa, Morales, Puerto Wilches, Yondó, San Pablo y Barrancabermeja. Con ello
han logrado un control permanente sobre el río Magdalena garantizando una continuidad
territorial desde Urabá que se extiende hasta la provincia de Ocaña en Norte de Santander a
través de su control del sur del Cesar. En el sur de Bolívar el conflicto social y armado ha
mantenido su vigor en los últimos años, a lo que se suman los procesos de desplazamiento
forzado y la implementación del Plan Colombia. En esta región, se ha fortalecido la tendencia
a la concentración de la tierra y a su uso extenso en ganadería, a su uso inadecuado. La
tendencia ha sido provocada por la conjugación del latifundio tradicional con el narcotráfico y
los intereses agroindustriales; del paramilitarismo se han servido todos para consolidar, no
solo una desigual estructura de tenencia, sino un ejercicio directo de poder que aunque
ilegal e ilegítimo configura un cierto orden que mantiene el status quo que se ha venido
configurando.
Desde la década de los noventa los investigadores sociales han determinado la relación del
paramilitarismo con los intereses económicos presentes en una región, es decir que estos
grupos no aparecen en una zona únicamente para contrarrestar la presencia de la guerrilla
sino casi siempre para controlar las fuentes de recursos económicos existentes en ella.
Alfredo Sarmiento Gómez*, afirmó en el año 2002, después de un seria investigación, que
sólo el 30% de los casos de presencia paramilitar en los municipios de Colombia se
explicaba por la presencia de grupos insurgentes 147 . En los demás casos se hace evidente el
interés por controlar zonas estratégicas para la economía legal e ilegal.
Y efectivamente, con la consolidación del paramilitarismo en las diferentes regiones de la
Zona Quinta, se ha venido viabilizando paralelamente un proyecto económico y productivo
que tiene varios frentes: el despojo de tierras mediante el desplazamiento forzado; el
avance de los cultivos intensivos de palma africana; la extracción de oro en el sur de Bolívar,
el robo de combustibles en Barrancabermeja, el control del cultivo de hoja de coca y la
producción de cocaína, entre otros. En la actualidad, es aún más claro que paramilitares y
narcotráfico son la cara y el revés de una misma maquinaria que extiende sus inversiones en
el contrabando de gasolina, arroceras, comercialización de electrodomésticos y vehículos,
transporte público –colectivos, mototaxis-, juegos de azar –chance, casinos- confecciones,
construcción, y prostitución 148 .
No es el paramilitarismo el que ha infiltrado la economía, como algunas autoridades
comienzan a reconocer, sino que bajo su faceta paramilitar, el narcotráfico y otros
elementos de la economía mafiosa ha copado para sí las economías regionales. El
paramilitarismo ha logrado igualmente insertar el capital mafioso en actividades económicas
ilegales o subterráneas “en las que antes participaban de manera indirecta, vendiendo
seguridad o simplemente cobrando ‘vacunas’” 149 . Un importante ejemplo de esto es la
configuración de “carteles” de gasolina. Las estructuras paramilitares han facilitado la
diversificación de las inversiones del capital narcotraficante y mafioso y han pasado de la
posesión de latifundios a otras actividades que les permiten incorporarse a economías
formales para, entre otras, ampliar el lavado de activos.
El control paramilitar sobre la ciudad de Cúcuta, por ejemplo, tiene beneficios inmediatos y
directos. Los fondos para financiar la actividad paramilitar y narcotraficante se han venido
manejando a través de la red financiera de la ciudad y ello explica que pese a la caída del
comercio en Cúcuta a raíz de la crisis política en Venezuela, entre el 2001 y el 2003 la
ciudad manejara fondos por encima del promedio nacional150 . En Cúcuta controlan negocios
como los moteles, el contrabando de gasolina y de arroz, y los carros de servicio público,
taxis. Otro renglón de la economía nortesantandereana afectado por el paramilitarismo es el
*Director del programa nacional de desarrollo humano del departamento nacional de planeación. (para
2002)
147
Sarmiento Gómez, Alfredo, Violencia y Equidad, En: Economía, violencia y paz, González, Luis M
(comp.), UIS, GER, SIC, Bucaramanga 2002, p.29
148
El Tiempo, “la sombra ‘para’ en las economías regionales, 3 de julio de 2005, pp.1-4
149
Ibid.
150
Ibid.
arrocero. El jefe paramilitar alias “Jorge 40” es investigado por blanqueo de dólares a través
de la importación y el contrabando de arroz desde Venezuela. A este mismo respecto, a
mediados de 2005 la información de prensa precisaba : “A través de trochas que vienen
desde Ureña y San Antonio, en Venezuela, semanalmente ingresan a la capital
nortesantandereana al menos cinco tractomulas cargadas de arroz, que se vende en el país
a precios por debajo de los del mercado151 . Por otra parte, en el departamento de
Santander, estructuras paramilitares ejercen control sobre el negocio del Chance, la gasolina
y las inversiones en palma africana.
El negocio del hurto de gasolina es controlado por los paramilitares, entre ellos el
desarticulado Bloque Conquistadores del Opón, que hacía parte del Bloque Central Bolívar
(Vanguardia Liberal, 26 de junio, 2005). En el Magdalena Medio se hurta de los tubos de
Ecopetrol la mitad del total de galones hurtados a nivel nacional. En especial de las tuberías
que conducen el combustible desde Campo Galán hasta Bucaramanga y Sebastopol, y de allí
a Tocancipá. Hay indicios de que algunas estaciones de servicio expenden gasolina robada,
Del cobro de vacunas que hacían desde fines de los años noventa a los casi 1.500
pimpineros que traen gasolina de Venezuela a través de Cúcuta, los paramilitares han
pasado a controlar el negocio en la frontera de modo absoluto mediante la conformación de
su propio cartel. El grupo paramilitar al frente de dicha actividad no hace parte del
desmovilizado en Tibú en diciembre de 2004. El cartel compró carros para el transporte del
combustible y su venta en Cúcuta a través de testaferros y según lo establecido por la
prensa, desde mediados de 2004 “empezaron a incursionar en bodegas de almacenamiento
(puntos de recolección como los llama el gobierno) para participar de la importación legal
pactada por Colombia y Venezuela”. Así, “el dinero de las AUC está infiltrado en al menos
uno de los 84 puntos que tienen visto bueno del Ministerio de Minas y Energía y que esperan
el inicio de la importación legal” 152 . Las cifras oficiales calculan que solo en un mes por norte
de Santander ingresan 30.000 barriles de contrabando que equivalen a unos 5.280 millones
de pesos.
Por eso, cuando organizaciones como la Fundación Seguridad & Democracia reconoce que
las estructuras política y económica del paramilitarismo sigue intacta, a pesar de las
aparentes desmovilizaciones de cerca de cinco mil de sus hombres, dice parcialmente la
verdad pues sigue dando un tratamiento al tema como si el paramilitarismo fuese una
‘empresa’ autónoma del narcotráfico y otras mafias
La Serranía de los Yariguíes 153 , que abarca varios municipios santandereanos entre los que
se encuentran El Carmen de Chucurí, San Vicente de Chucurí y Simacota entre otros, así
como las serranías de San Lucas (Sur de Bolívar), Santo Domingo y Las Quinchas, poseen
grandes extensiones de bosque primario que proporciona inmensos recursos madereros
cuya explotación se encuentra mediada por la intervención paramilitar que imponen
“impuestos” a los explotadores y regulan la actividad por encima de las entidades estatales.
En especial en el sur del departamento de Santander.
151
Ibid.
La nota de prensa agrega que en el caso del pago actual de vacunas “el cobro se efectúa cuando
descargan las ‘pimpinas’ en el corregimiento La Parada, en Villa del Rosario (área metropolitana de
Cúcuta), a pocos metros del puente internacional Simón Bolívar. “Algunos pagan en las oficinas que
tienen en Juan Frío (corregimiento a 15 minutos de Villa del Rosario)”, dicen. El Tiempo, “En la
frontera, cartel de gasolina”, 3 de julio de 2005, p. 1-5.
152
153
El pasado 13 de mayo, el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial expidió la
resolución 603 de 2005, mediante la cual “declara, reserva y alindera el Parque Nacional Natural
Serranía de los Yariguíes”.
Otro de los componentes característicos del modelo de desarrollo económico que se ha
venido imponiendo es el impulso a la agroindustria de la palma africana. Este propósito
descansa en dar a la estructura latifundista tradicional una apariencia de eficiencia y
modernidad productivas, pero que de paso refuerza y reafirma el carácter excluyente y
monopólico del uso de la tierra y no altera para nada la estructura inequitativa de tenencia
de la tierra. Respecto a otras producciones, los señores de la tierra han venido
implementando las llamadas “alianzas” productivas que no han hecho otra cosa que reforzar
sistemas de aparcería154 .
Para el caso de la Palma africana, los latifundistas, nuevos y viejos, proponen sociedades a
los pequeños e incluso medianos propietarios y productores induciéndolos a asociarse a los
proyectos de monocultivo, mediante un sistema de endeudamiento que se presenta como
apoyo a consolidar una “economía campesina de la palma”. “En realidad, se trata de contar
con una oferta de materia prima permanente sin tener ninguna vinculación laboral entre los
latifundistas que controlan los procesos de elaboración y comercialización y los campesinos
empobrecidos” 155 . Para el caso del Magdalena Medio se proyectó la siembra de miles
hectáreas de palma africana utilizando los recursos del Plan Colombia.
Otro de los baluartes que ha tenido por objeto la comisión de Crímenes de Lesa Humanidad
en guerra desatada por el paramilitarismo contra los pobladores ha sido el control del
contrabando de gasolina que significa un negocio muy lucrativo en cuanto a los miles de
millones en ganancias anuales que representa. Pero al lado de ello, y no menos importante,
está el control en la adjudicación de los contratos que la Empresa Colombiana de Petróleos
que cada vez más se han impuesto como modalidad para el desarrollo de algunos de sus
servicios y operaciones. Justamente el papel de la Unión Sindical Obrera, ha convertido la
agremiación en un obstáculo al control paramilitar de dichos servicios y operaciones, y ello
le ha acarreado la persecución tanto estatal como paramilitar.
En cuanto a la minería, el periodo que comprende entre 1998 y 2005 no ha hecho otra cosa
que verificar la apropiación violenta a través del paramilitarismo de los ricos yacimientos de
oro en los municipios de Río Viejo, San Pablo, Moralito, y algunos otros comprendidos por
las explotaciones auríferas en la Serranía de San Lucas, en el Sur de Bolívar. En dichas
zonas, sobre todo después de 1995 cuando se aumentó el registro de la producción, el terror
paramilitar y los crímenes de lesa humanidad cometidos han permitido a las empresas
trasnacionales, eso sí, con anuencia de las autoridades nacionales respectivas, apoderarse
de las minas. Con el control de los paramilitares, estos dispusieron de los registros de las
concesiones, títulos que les permiten venderle el oro al Banco de la República.
Recientemente se ha puesto al descubierto cómo, los capos de las mafias paramilitares que
tienen asiento en Córdoba recibieron como contraprestación -dada su colaboración para la
apropiación de las minas- la posibilidad de declarar ante el Banco de la República como
salido de Córdoba el oro que realmente es extraído en el sur de Bolívar; con lo cual, el
porcentaje de regalías recibido amplía las rentas departamentales que son manejadas por
154
“Las alianzas son el remedio legal para eludir las obligaciones con los trabajadores agrarios
desposeídos. Al volver socio al trabajador, el latifundista ahorra en jornales y elimina las horas extras y
las prestaciones sociales. La clase propietaria considera que ellos deben conservar la administración de
las alianzas dada su “experiencia””. César Jerez. “Neoliberalismo, cuestión agraria, desarrollo regional,
derechos humanos y conflicto: la lucha por el derecho a la tierra en el Magdalena Medio”. En Por el
derecho a la tierra. Plataforma colombiana de derechos humanos, democracia y desarrollo, Bogotá,
2002, p.212
155
Ibid, p.212
ellos mismos y que repite la historia de hacer del Banco central del país, un importante
lavador de recursos de las mafias del narcotráfico156 .
Entre los proyectos que comprometen recursos del estado pero apalancan beneficios para el
capital privado y que vienen siendo impulsados en el periodo reciente en las regiones
abarcadas por la Zona Quinta destaca el proyecto Yuma que implica la recuperación de la
navegabilidad del río Magdalena como vía de transporte de carga, una ruta pensada para la
exportación. El desarrollo del proyecto ha requerido la consolidación paramilitar mediante la
violencia y el desalojo en municipios como Puerto Berrío, Barrancabermeja, Gamarra y otros
puertos del Magdalena Medio.
Otros proyectos en juego dentro de la dinámica regional de la zona quinta, concurren en la
región del Catatumbo. Los análisis reconocen al menos cuatro de ellos: los cultivos de uso
ilícito, el petróleo, el carbón y los ejes viales, que permiten la explotación eficiente de los
tres primeros. Los cultivos de hoja de coca en el Catatumbo comenzaron en la Gabarra,
municipio de Tibú, y se fueron extendiendo a Teorama, Convención, El Carmen, San Calixto,
El Tarra y Hacarí, zonas en las que era anterior la presencia de los grupos insurgentes. La
llegada e implementación del paramilitarismo a estas regiones a fines de los años noventa
estuvo marcada por el registro de masacres y desplazamiento forzado. Aunque en muchos e
interesados análisis la situación a que se da lugar se ha presentado como una disputa entre
paramilitares y guerrillas por el territorio y los cultivos, lo cierto es que el ingreso de
insumos necesarios para el procesamiento de la hoja de coca en cocaína requiere
indispensablemente la colaboración de las unidades de la fuerza pública acantonada en la
región, lo cual no puede considerarse como una situación propiciada apenas por la
corrupción de algunos miembros de las instituciones.
Con el argumento de que los yacimientos petrolíferos en el Catatumbo estarían
prácticamente agotados, la empresa colombiana de petróleos ECOPETROL ha venido en los
últimos años desmantelando la estructura productiva que tenía en la región y en ese marco
procedió al cierre de la refinería que tenía en Tibú. Posteriormente, la empresa estatal ha
buscado entregar en concesión al capital privado la exploración y explotación de los ricos
yacimientos en hidrocarburos que la zona posee. Ha sido justamente el control paramilitar
de algunas zonas y centros urbanos de la región el que ha permitido, desde fines de los
noventa, que empresas extranjeras adelanten sus trabajos de sísmica a fin de evaluar el
verdadero potencial de los yacimientos. Los centenares de muertos y miles de desplazados
que ha provocado la presencia paramilitar, coinciden con el asentamiento de los proyectos
empresariales extranjeros 157 .
También en la zona del Catatumbo se ha establecido la existencia de un considerable
yacimiento carbonífero y ello ha desatado el interés de los capitales que tradicionalmente
han explotado este recurso en el departamento. La importancia económica que ha cobrado
el Catatumbo ha planteado para el desarrollo económico que se le plantea a la región –
siempre sin dejarle nada al desarrollo de la población o del departamento- la necesidad de
construir eficientes ejes viales para la exportación de carbón y petróleo.
156
Cfr. Observatorio social de empresas trasnacionales, megaproyectos y derechos humanos, “Los
megaproyectos detrás del paramilitarismo”, y Peña Hoyos, “¿Qué hay detrás del conflicto
colombiano?”, en Pueblo y Territorio Nº 1, 2005.
157
Peña Hoyos, D.“¿Qué hay detrás del conflicto colombiano?”, en Pueblo y Territorio Nº 1, 2005.
La extensión de los cultivos de coca en Magdalena Medio era de 3,686 hectáreas a finales de
2004 158 . Las principales áreas de cultivo se han ubicado tradicionalmente en el sur de
Bolívar, en particular en los municipios de Santa Rosa del Sur y San Pablo. En el municipio
de Bolívar (Santander), el área cultivada en 2004 es 5,2 veces mayor a la de 2001.
MUNICIPIO
2002
DEPARTAMENTO DE BOLÍVAR
ARENAL
71
CANTAGALLO
446
MORALES
64
RIOVIEJO
166
SAN PABLO
614
SANTA ROSA DEL 996
SUR
SIMITI
321
TIQUISIO
7
SANTANDER
BETULIA
BOLIVAR
101
CIMITARRA
120
EL CARMEN
18
EL PEÑÓN
LANDAZURI
43
PUERTO PARRA
19
RIONEGRO
1
SAN VICENTE DE
CHUCURI
SIMACOTA
19
TOTAL
3.065
2003
2004
194
511
145
288
1105
1336
109
229
78
242
756
925
410
72
338
69
307
96
62
487
157
18
1
3
24
23
5
19
33
20
4.604
3.686
Fuentes: Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos, SIMCI.
El negocio de la cocaína generó en el 2004 para la región del Magdalena Medio un ingreso
bruto cercano a los $80 mil millones, de los cuales apenas un 14 por ciento llegó al bolsillo
de los cultivadores como ingreso neto. La suma restante quedó en manos de intermediarios
o se dedicó a la compra de insumos para el procesamiento: aproximadamente 870 toneladas
de cemento, 27 mil litros de ácido sulfúrico, 55 toneladas de soda cáustica y 970 mil de
galones de gasolina (equivalentes a unos 64 barriles diarios)159 .
Mediante el paramilitarismo, el narcotráfico consolidó su dominio de zonas que funcionan
como “corredores” para la salida de droga al exterior. El envío de remesas hacia el país
aumentada en los últimos años -al punto de que el precio del dólar a mediados de 2005 cayó
158
Estas cifras se basan en imágenes de satélite captadas entre noviembre de 2004 y enero de 2005
en el marco del proyecto SIMCI.
159
Esta estimación se basa en información de precios y coeficientes técnicos citados en los estudios de
UNODC (2005). Informe sobre cultivos de coca 2004. Disponible en internet, y Fonseca, Gutiérrez y
Rudqvist (2005). Los cultivos ilícitos en el sur de Bolívar. Bogotá: PNUD-ASDI.
a los precios del 2002- y en regiones que ni siquiera son exportadoras pero están bajo su
control los precios son aún menores160 .
Pero el despliegue paramilitar tiene también otra connotación que aquí se ha señalado
dentro de su funcionalidad en la viabilización de la implementación del modelo económico
neoliberal. Las acciones y medidas emprendidas contra sindicatos como los de las
embotelladoras de Coca Cola en Barrancabermeja, Cúcuta y Bucaramanga, de Palma
Africana en San Alberto, Cesar y Puerto Wilches, en el Magdalena Medio, o la Unión Sindical
Obrera, permiten evidenciar la implementación de estrategias encaminadas a quebrantar las
organizaciones, reprimir su movilización, desconocer las peticiones laborales de los
trabajadores, y principalmente, implementar las medidas de flexibilización laboral que van
desde mejorar la productividad del trabajo fusionando cargos y labores, hasta la reducción
de los salarios y el cambio en las formas de contratación laboral imponiendo el empleo de
trabajadores temporales y contratistas a través de las cooperativas de trabajo asociado.
La persecución, hostigamiento y CLH contra los sindicatos de algunas empresas clave en el
modelo económico que se ha impuesto para imponer condiciones favorables y obtener
ventajas dentro de las políticas de apertura económica, han sido complementadas
integralmente por la acción paramilitar y militar, de donde provienen procedimientos
“legales” e ilegales, amenazas, presiones y Crímenes de Lesa Humanidad que resultaron
fundamentales para imponer la flexibilización laboral y cumplir las metas institucionales
trazadas por las empresas en el marco de la liberalización económica. La persecución contra
los sindicatos asentados en la Zona Quinta en el periodo que este Informe considera, ha
dejado algunas organizaciones gremiales destruidas y gran cantidad de mano de obra
sindicalizada desplazada.
Este sucinto panorama deja claro que el llamado desarrollo económico que se le impone al
conjunto de la región se hace sinónimo de violencia, desalojo y muerte, con su estela de
crímenes de lesa humanidad. En ese sentido, el desplazamiento forzado en Colombia es un
crimen de lesa humanidad sistemáticamente dirigido hacia la expropiación, la
implementación de la contrarreforma agraria y el aseguramiento de territorios estratégicos.
Respecto al conflicto agrario se ha anotado cómo “los grupos paramilitares juegan el papel
de ejércitos privados del “mercado” de tierras, que a través del terror imponen un sistema
de precios que conduce al despojo y desplazamiento de los campesinos que han valorizado
la tierra a través de años de trabajo en dichos predios. El modo de funcionamiento de este
“mercado” de tierras asociado al proyecto narcoparamilitar y ganadero, muestra el
desplazamiento de la población nativa y su reemplazo por una población afecta al proyecto
paramilitar. De esta forma, se transporta la base social del modelo de “desarrollo y orden”
que ofrece el proyecto de modernización agraria contrainsurgente al cual está vinculada la
acción paramilitar” 161 .
Del mismo modo en el Sur de Bolívar, varios municipios se han venido caracterizando como
expulsores de desplazados en la región – al menos en los años noventa- destacan Rioviejo,
San Pablo, Simití, Tiquisio, Yondó. Barranco de Loba, Achí y Barrancabermeja. A su vez,
Barrancabermeja se constituyó en el principal centro receptor de desplazados. Entre 1987 y
1997, recibió 3.621 desplazados, en su mayoría provenientes de San Pablo, Puerto Wilches,
Rioviejo, Santa Rosa, Yondó y Puerto Berrío, y sólo en el año siguiente se registraron 1285
nuevos desplazados en la ciudad.
160
El Tiempo, “la sombra ‘para’ en las economías regionales, 3 de julio de 2005, pp.1-4
Gustavo Zárate. “Conflicto sociopolítico y desplazamiento de la población en el departamento de
Bolívar”. Seminario Desplazamiento Forzado y Conflicto Social. Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá, 1997
161
Norte de Santander ha sido uno de los departamentos de mayor impacto por el conflicto
interno. Es una de las zonas que concentra mayor actividad y presencia del paramilitarismo
y de grupos insurgentes. Este departamento en años recientes ha generado sucesivos e
importantes movimientos de personas tanto al interior como al exterior del país 162 . Norte de
Santander, junto con Arauca, son los principales departamentos de procedencia de
desplazados colombianos hacia Venezuela con el 38.3% y 29.3% respectivamente, en
conjunto el 67.6%. Tan solo entre enero de 2000 y junio de 2001, se desplazaron
forzadamente hacia Venezuela, 2.125 personas procedentes de Norte de Santander163 .
En la región del Catatumbo el desplazamiento forzado es una constante por lo menos desde
los primeros años de la década de los noventa. Siguiendo la tendencia departamental, los
años de 1999, con 5.867 desplazados y el 2002, con un total de 21.244, han sido los años
más críticos en esta zona aún cuando el promedio está en unos 4.000 desplazados en los
restantes años. Las ciudades de Cúcuta y Ocaña se han constituido en las de mayor
recepción de personas desplazadas, aunque también se da el desplazamiento inter.-rural,
cuando a la población no se les permite la llegada a los núcleos urbanos, así como
intermunicipal, interdepartamental e internacional, dada la condición fronteriza con
Venezuela 164
El desplazamiento forzado en las zonas rurales de la zona quinta ha facilitado la
concentración ilegal de tierras fértiles a manos de paramilitares, pero principalmente ha
posibilitado la redefinición del uso del suelo; de ahí que el proceso de concentración de
tierras haya permitido la implementación intensiva de monocultivos como la palma africana
o el caucho en el Magdalena Medio, los Santanderes y el Sur del Cesar. El modelo
agroindustrial que se ha puesto en marcha, y que ha mantenido su crecimiento, implica
además una transformación de los territorios que acarrea serios problemas ambientales. El
cambio en la estructura agraria, en el sistema de tenencia de la tierra, ha contado con el
concurso de amplios sectores de las fuerzas armadas, del latifundio tradicional, del
gamonalismo político local y regional, así como de las empresas multinacionales.
La exclusión y marginamiento a que condena el “exitoso” modelo económico apuntalado por
el paramilitarismo y la acción represiva de la tropa regular en la zona V se agudiza aún más
si se consideran las cifras que reflejan la situación de derechos humanos. En el primer
semestre de 2005 se registraron 110 casos (117 víctimas) en los que los paramilitares
(Bloque Central Bolívar) violaron los derechos humanos en el Magdalena Medio, pese al cese
a las hostilidades declarado por las AUC desde el 5 de diciembre de 2002. Las víctimas eran
campesinos, comerciantes, hacendados, vendedores de chance, tejedores de atarrayas,
pescadores y mecánicos. Entre las víctimas estaban también dos trabajadores de
ECOPETROL afiliados a la USO y tres personas asesinadas como parte de operaciones de
‘limpieza social’ 165 . En la misma región del Magdalena Medio, y durante el primer semestre
de 2005, el desplazamiento forzado se incrementó ligeramente con relación al año 2004.
162
Fundación para la paz y la democracia, Fundapem. Dimensión y problemática que afecta los
desplazados hacia Ecuador, Venezuela y Panamá, por el conflicto bélico en Colombia. El rostro
ignorado de los desplazados colombianos más allá de las fronteras. Diagnóstico. San José de Costa
Rica, 2004, pp.95-96
163
Ibid., p. 42
164
Funprocep. Marginalidad, riqueza y negación. Conflicto, derecho a la educación y desplazamiento en
el Catatumbo, 2004
165
En el Observatorio de Paz Integral en el Magdalena Medio participan la Diócesis de
Barrancabermeja, la Universidad de la Paz, CREDHOS, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena
Medio y la Defensoría del Pueblo, regional Magdalena Medio.
Municipios del Magdalena Medio que históricamente han presentado altos índices de
violencia política continúan estando entre los más violentos de Colombia, es el caso de
Barrancabermeja, Sabana de Torres, Puerto Parra, Aguachica, Santa Rosa del Sur, San
Pablo y el Carmen de Chucurí.
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