CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD EN LA ZONA V 1966 - 1998 PRESENTACIÓN QUÉ ENTENDEMOS POR CLH 1. REPRESIÓN INSTITUCIONALIZADA, 1966-1998 Sectores y Procesos Sociales Perseguidos, 1966-1981 El campesinado víctima del accionar militar La Reforma Agraria Protestas cívicas y organizaciones sindicales 2. REPRESIÓN DESCENTRALIZADA, 1982-1998 2.1 El paramilitarismo en la Zona V 2.2 Reingeniería militar y legalización del paramilitarismo 2.2.1 2.2.2 2.2.3 2.2.4 La Red 07 de Inteligencia de la Armada Las brigadas móviles en la Zona V Batallón de artillería No. 2 “Nueva Granada” Batallón de infantería No. 40 “Luciano D`Elhuyar” 2.3 Movilización campesina como respuesta a la represión en las zonas rurales 2.3.1 Albergue Campesino de Barrancabermeja y Casa Campesina de San Vicente, respuestas al desplazamiento forzado 2.3.2 La ANUC, cronología de una persecución sistemática 2.4 Otros sectores sociales perseguidos 2.4.1 Partidos políticos de oposición Persecución al Partido Comunista Colombiano La Unión Patriótica El Movimiento A Luchar 2.4.2 Persecución contra defensores de Derechos Humanos 2.4.3 Las Organizaciones Sindicales perseguidas La Unión...USITRAS Profesores y movimiento sindical El Sindicato...SES La Asociación ASINORT Los Sindicalistas de Norte de Santander Los trabajadores de SINTRAINAL Los sindicatos en Barrancabermeja La USO Los trabajadores y sindicatos de la Palma 2.4.4 Persecución contra Sectores Populares 2.4.5 Persecución contra líderes cívicos y comunales 2.4.6 Persecución contra Sectores marginados y excluidos 2.4.7 CLH contra miembros de grupos guerrilleros 3. MECANISMOS INSTITUCIONALES DE IMPUNIDAD 3.1 3.1.1 3.1.2 3.1.3 La judicialización del conflicto social Decreto de estado de sitio Mecanismos de defensa inocuos Fuero militar, prerrogativa para la impunidad 3.2 3.2.1 3.2.2 3.2.3 3.2.4 3.2.5 3.2.6 3.2.7 3.2.8 Mecanismos de impunidad durante el proceso judicial Archivo de las investigaciones por falta de pruebas Duda a favor del investigado Penas irrisorias Morosidad y negligencia de los entes judiciales Desviación de la realidad Cosa juzgada y principio non bis in idem Las condenas administrativas Falta de tipificación del delito 3.3 El paramilitarismo como mecanismo de impunidad 3.4 La impunidad como política de Estado 4. HACIA LA CONSOLIDACIÓN DE UN MODELO ECONOMICO Y SOCIAL AUTORITARIO Y EXCLUYENTE CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD EN LA ZONA V 1966 – 1998 Algunos cantan victoria Porque el pueblo paga vidas, Pero estas muertes queridas Van escribiendo la historia Mario Benedetti PRESENTACIÓN El presente informe sobre Crímenes de Lesa Humanidad cometidos de 1966 a 1998 en la zona V, utiliza la jurisdicción militar como forma de delimitar la zona estudiada, de manera que abarca los departamentos y regiones dentro de los cuales tenía jurisdicción la V Brigada del ejército, esto es, los departamentos de Santander, Norte de Santander, y las regiones del Sur de Bolívar y Sur del Cesar. El informe obedece a la necesidad de realizar un acercamiento y comprensión de las dinámicas económicas y políticas de nuestro país desde el marco de la represión implementada por el Establecimiento para eliminar o desarticular los procesos de organización surgidos desde espacios populares. Para poder comprender de forma integral los proceso represivos de la zona se hizo necesario documentar crímenes cometidos en algunos municipios que no pertenecen a la zona pero que dan cuenta del contexto operativo en que se llevaron a cabo, por ello se encontrarán registrados casos de municipios como Yondó (Antioquia), Cimitarra (Santander), La Gloria, Pelaya, Pailitas, Tamalameque y Curumaní (Cesar). El informe abarca entonces 155 municipios, un 14.76% del total de 1050 municipios del país, distribuidos así: Sur del Cesar, 11 municipios; Sur de Bolívar, 18 municipios; Santander (salvo el municipio de Cimitarra, ya cubierto por el informe publicado en el 2000), 87 municipios; y Norte de Santander, 40 municipios. La presentación de los casos se estructuró según la región en la cual se presentaron, y las regiones se establecieron según criterios económicos y culturales que las caracterizan. Así encontramos los siguientes capítulos: 1-Sur de Bolívar 2-Sur del Cesar 3-Norte de Santander 4-Provincias Santandereanas 5-Magdalena Medio Santandereano 6-Barrancabermeja 7-Bucaramanga En la mayoría de los capítulos se presentan los casos organizados por municipios y dentro de cada municipio se organizan de forma cronológica, agrupando, cuando fue pertinente, los casos que pertenecían a un proceso u organización social especialmente atacada. Pero en las tres principales ciudades de la zona, Bucaramanga, Cúcuta y Barrancabermeja, se agruparon los casos según sector social victimizado, encontrándose apartes para sindicalistas, defensores de los derechos humanos, sectores populares, sectores marginados, campesinos, etc. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD? Los Crímenes de Lesa Humanidad se diferencian de otros crímenes porque son actos INHUMANOS, GENERALIZADOS y SISTEMÁTICOS, además porque son perpetrados por las autoridades de un Estado o por particulares que actúan por instigación de dichas autoridades o con su tolerancia, ayuda o complicidad, y porque están dirigidos contra la población por motivos sociales, políticos, raciales, religiosos o culturales. Cuando se dice Generalizados se quiere destacar que se trata de crímenes que se cometen contra una gran cantidad de víctimas. Cuando se dice Sistemáticos, se hace referencia a que son crímenes que se realizan con arreglo a un plan o política preconcebidos que permiten la realización repetida o continuada de actos inhumanos. Dados estos elementos implicados en la categoría, la investigación de los Crímenes de Lesa Humanidad en la zona V implica la tarea de demostrar y argumentar dos dimensiones básicas: Lo generalizado y sistemático de su comisión, y la responsabilidad del Estado a través de la acción u omisión de sus instituciones y agentes legales e ilegales. El carácter de Crimen de Lesa Humanidad que poseen los casos registrados en el Informe sobre la Zona V deviene de sus características de sistematicidad, generalidad y extrema lesividad que presentan, en especial cuando se observan retrospectivamente y de forma global, pues así puede determinarse qué modalidades criminales fueron utilizadas, qué sectores sociales fueron atacados, cuáles fueron los motivos de dicho ataque y cuál fue la operatividad implementada por los criminales. En este sentido, el análisis de la totalidad de los crímenes cometidos en la zona V en lo que va de 1966 a 1998, nos muestra que todos ellos se presentaron dentro de alguno de los siguientes contextos: 1. En zonas de conflicto armado donde se desarrolla la lucha contraguerrillera por parte de agentes estatales, particularmente las fuerzas armadas y las estructuras paramilitares implementadas por el Establecimiento. 2. En zonas con grandes intereses económicos como minería, agroindustria, recursos energéticos, proyectos de infraestructura vial, etc. Pues cuando en estas zonas hay presencia de la insurgencia, la población, y en especial los miembros de organizaciones sociales, son consideradas vinculadas a la guerrilla, y a los pobladores se les considera simpatizantes o auxiliadores de ésta. 3. En zonas donde existen sectores organizados que promueven su participación política y/o luchan por derechos socioeconómicos. 4. En zonas donde convergen y/o conviven intereses económicos y políticos, con grupos sociales considerados como “problemáticos” o “anormales”, que en realidad constituyen grupos social y económicamente marginados tales como pobladores de la calle, drogadictos, prostitutas, homosexuales, bandas juveniles, recicladores -entre otros-. Estas personas se convierten en víctimas de crímenes de lesa humanidad, bajo la modalidad de la mal llamada “limpieza social”. 5. Contra los miembros de instituciones u organizaciones y/o personas, dedicadas a la investigación y denuncia de crímenes de lesa humanidad y al trabajo de defensa, protección y promoción de los derechos humanos. 6. Contra personas de sectores de oposición política o agrupaciones sociales que enfrentan las políticas estatales. En suma, puede asegurarse que los crímenes reseñados buscaban alcanzar resultados específicos en lo económico, en lo político y en lo militar, y por esto sus principales efectos fueron: 1. Generar desplazamiento y/o repoblamiento al obligar a los pobladores a dejar sus bienes y a abandonar la región de donde son originarios o a donde han llegado. En algunos hechos el desplazamiento busca repoblar las mismas tierras bajo el auspicio de integrantes de grupos paramilitares y sus familias, o con otras personas afines a las prácticas e ideología de los victimarios. 2. Consolidar modelos de propiedad y concentración de la tierra (latifundios) por medio de los cuales se apoya a terratenientes -ganaderos y empresarios agroindustriales-, para que puedan lograr cada vez mayor concentración y explotación de la tierra productiva, o despejar zonas donde grandes empresas van a explotar recursos naturales. 3. Desmovilizar sectores organizados logrando la desarticulación de las organizaciones que propenden por alternativas por fuera de las perspectivas oficiales. 4. Consolidar intereses económicos y políticos evitando cualquier alteración de “status quo” locales y regionales y frenar las reivindicaciones sociales que no estén contempladas dentro del modelo económico y político imperante. 5. Garantizar la implementación de las políticas de flexibilización laboral acordes con el modelo neoliberal en las empresas más significativas de la actividad industrial en la región. Finalmente, el Informe demuestra que la comisión de crímenes de lesa humanidad es una política de Estado donde se implementan diversos mecanismos institucionales de impunidad para favorecer, tolerar y dejar al encubierto las estructuras y autores responsables de los crímenes. En este orden de ideas, el presente volumen hace una lectura general de los Crímenes de Lesa Humanidad cometidos en la zona V entre 1966 y 1998, los cuales suman en total 13.238 para 10.077 víctimas, entre los que se encuentran 5.104 asesinatos, 892 desapariciones forzadas, 1.825 tortura, 3.400 detenciones arbitrarias, 483 allanamientos, 1.058 amenazas y 476 atentados. Al analizar las modalidades represivas utilizadas en la Zona V se pueden ubicar claramente dos momentos. El primero va de 1966 a 1981 y se caracteriza por el protagonismo del ejército y en general de los órganos estatales en la responsabilidad de crímenes de lesa humanidad y en la existencia de medidas legales para reprimir al movimiento social. Después de 1982 se presenta una clara inflexión en la forma de control social, representada principalmente por el incremento en las acciones paramilitares, sin que desaparezcan las de organismos estatales, pero que por su contundencia permite esbozar un segundo modelo represivo caracterizado por la descentralización y desinstitucionalización de las formas de control social y la implantación de la “guerra sucia” como principal operatividad para enfrentar a los disidentes. Como se puede observar en el gráfico 1, la responsabilidad paramilitar aparece claramente en la zona a partir de 1982, obedeciendo al reacomodamiento de las modalidades represivas que implementaron formas irregulares para superar la insuficiencia de las medidas legales de control del orden público y por la presión internacional frente a la evidencia de altos niveles de violaciones de los Derechos Humanos por parte de la fuerza pública. Gráfico 1, Zona V, 1966-1998, No. de víctimas por año según responsable 800 700 600 500 Autor no precisado Organismo Estatal Paramilitares 400 300 200 100 0 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 De esta forma el análisis de los crímenes de lesa Humanidad en la zona V será abordado teniendo en cuenta los dos periodos señalados, de 1966 a 1981 y de 1982 a 1998. 1. REPRESIÓN INSTITUCIONALIZADA, 1966-1981 La modalidad represiva implementada hasta 1981 se caracterizó por ser una dominación centralizada e institucional apoyada predominantemente en formalidades legales, especialmente en normas emitidas en el marco de los decretos de estado de sitio. Basándose en el artículo 121 de la constitución de 1886, que otorgaba facultades legislativas al ejecutivo en caso de que éste considerara turbado el orden público, todos los gobiernos, unos en mayor proporción que otros, apelaron al estado de sitio para confrontar las perturbaciones del orden público, argumentando que el país atravesaba por una situación delicada que no podía ser superada por medio de las normas y herramientas ordinarias de control. La medida, supuestamente excepcional, se convirtió en permanente1 . Esta situación permitió al poder ejecutivo, del cual dependen directamente las Fuerzas Armadas, tener absoluta autonomía para promulgar normas represivas sin el debido procedimiento constitucional, evadiendo el control de los demás poderes públicos y violando principios universales del derecho de tal manera que en el periodo de 1966 a 1981 “el 1 El Estado de sitio se hizo vigente durante este periodo en las siguientes fechas: de agosto 7 de 1958 a enero 1 de 1962; del 2 de mayo de 1963 al 9 de mayo del mismo año; de mayo 21 de 1965 a diciembre 16 de 1968; de octubre 9 de 1969 a noviembre 17 de 1970; de febrero 26 de 1971 a diciembre 29 de 1973; de Junio 12 de 1975 a junio 22 de 1976. En este mismo año se declara nuevamente el estado de sitio (decreto 2131 de 1976). La excepción se presentó en los años 62-64 y 1974. recurso del estado de sitio hacía que en la práctica no rigiesen los principios abstractos incorporados en la constitución sino una legalidad de excepción que restringía las libertades públicas” 2 . Bajo el Estado de Sitio se decretaron medidas como el juzgamiento de civiles por parte de autoridades militares, se adelantaron capturas sin orden judicial, se aplicó la sanción de arresto hasta por 180 días por alcaldes y gobernadores contra dirigentes sociales, dando como resultado detenciones arbitrarias y masivas, torturas, restricciones a las garantías judiciales y al derecho al habeas corpus. Esto explica por qué la modalidad criminal más utilizada de 1966 a 1981 en la zona V fue la detención arbitraria o sin cumplimiento de mínimas garantías procesales. En este sentido, los principales responsables de la comisión de crímenes de lesa humanidad en el periodo que va de 1966 a 1981 fueron los organismos estatales, en especial los miembros del ejército (Ver cuadro Nº 1), quienes al inscribir su actuación dentro de los parámetros de la lucha contrainsurgente, mantienen una ideología de carácter anticomunista, en la cual el control del orden público interno es parte esencial para contrarrestar el crecimiento de la movilización popular organizada, convirtiendo a la población civil en un objetivo de las acciones militares y a su vez, en elemento fundamental para contrarrestar el éxito de las agrupaciones insurgentes. Cuadro 1. Zona V. Número de Víctimas según Responsable General, 1966-1981 RESPONSABLE Autor no precisado Organismo Estatal Total Organismo Estatal Total general No. Víctimas 12 Acción Combinada 9 Acción Conjunta 3 Autor Estatal no precisado 15 DAS 5 Ejército 1.223 Policía 161 1.416 1.428 Fuente: Proyecto CNM Ya para 1961 la seguridad interna era un objetivo fundamental para garantizar la protección de las clases dominantes, frente a la expansión del comunismo en Latinoamérica y la creciente importancia adquirida por las diferentes organizaciones sociales en el país. El apoyo del gobierno de Estados Unidos a través de la Alianza para el Progreso centró su interés en evitar el triunfo del comunismo en aquellos países en los que ejercía influencia directa, para lo cual era necesario desarrollar una guerra contrainsurgente y evitar así que se repitiera la experiencia revolucionaria de Cuba en los países de Latinoamérica. La Alianza para el Progreso materializaba sus objetivos centrales a través de una guerra frontal contra los grupos insurgentes, acompañada de tareas de carácter cívico-militar, con el fin de lograr la simpatía de la población civil hacia las Fuerzas Armadas, la militarización de zonas de influencia y la creación de aparatos de difusión de la ideología castrense. 2 Rodrigo Uprimny y Alfredo Vargas Castaño. “La palabra y la sangre: violencia, legalidad y guerra sucia”. En La irrupción del paraestado. Ensayos sobre la crisis colombiana. Germán Palacio (compilador). Bogotá, ILSA-Cerec, 1990, pp. 111-12. Las Fuerzas Armadas colombianas emplearon diferentes mecanismos para ampliar su radio de influencia y su presencia en el ámbito nacional, favorecidos por el nombramiento de alcaldes y gobernadores militares, y la autorización para adelantar labores de control a través de la realización de allanamientos y detenciones que buscaban frenar las movilizaciones populares y enfatizar cuál era el verdadero enemigo. Es así como “ni la invocación de los ‘bandoleros’ ni la de los ‘guerrilleros’ resultaba ya suficiente para justificar este desempeño que abarcaba también a los pobladores de los campos y a los obreros de los centros urbanos, y que se extendería sin dificultad a los estudiantes, a los disidentes políticos y a los ‘marginados’ sociales” 3 . Igualmente, la represión se vio reforzada en el campo judicial desde 1965 cuando la legislación de excepción aprobó, mediante el Decreto 1290 de mayo 21 de ese año, que las Fuerzas Armadas tuvieran atribuciones judiciales en contra de civiles, teniendo injerencia directa tanto en el Ministerio de Justicia como en la rama jurisdiccional. Así, a partir de la década de los sesenta, las Fuerzas Armadas ingresan de manera directa dentro de los parámetros de la doctrina contrainsurgente, manteniendo una ideología de carácter anticomunista, en la cual el control del orden público interno es parte esencial para contrarrestar el crecimiento de la movilización popular organizada, convirtiendo a la población civil en un objetivo de las acciones militares y a su vez, en elemento fundamental para contrarrestar el éxito de las agrupaciones insurgentes. A partir de 1966, luego del cambio de denominación del Ministerio de Guerra al de Ministerio de Defensa (1965), se producen varias transformaciones en la política militar del país. Tales cambios implican un nuevo rumbo en la evolución de las Fuerzas Armadas constituyéndose en un organismo de importancia creciente dentro del Estado, lo cual las lleva a una permanente modernización. Además, ante el avance de nuevas formas de lucha social, encarnadas en los grupos guerrilleros recientemente constituidos, el tratamiento dado por las instituciones militares al conflicto social se transforma, dando mayor relevancia a la defensa y control del orden público interno que al mantenimiento de las fronteras por parte del Ejército. De tal manera que “el tránsito político e institucional referido, condujo en el Ejército a varios cambios. Éste dejó de ser instrumento de los partidos políticos para convertirse en columna vertebral del Estado; su función asignada pasa de guardián de las fronteras a principal agente en el control del orden público; de enfrentar la violencia partidista y sus expresiones bandoleriles, pasa a combatir la infiltración comunista internacional”. 4 Efectivamente, la denominación de Seguridad Interior tiene que ver con un cambio progresivo en la forma del tratamiento al conflicto interno, puesto que para esta época, si bien se señala el fin del periodo de la Violencia, se inicia una fase de lucha continental en contra del comunismo como parte de una estrategia liderada por Estados Unidos, para restar influencia a esta ideología y de paso restringir la manifestación de los movimientos sociales. Además, en la segunda mitad de la década de los sesenta se hace evidente la participación activa de grupos guerrilleros como las FARC, el ELN y el EPL, en varias zonas del país, especialmente en los lugares donde se presentaban problemas críticos en cuanto al conflicto por la tierra. En 1975 emerge el M-19 como otro grupo guerrillero que se suma a los ya conformados, con un corte populista y nacionalista que centra sus acciones en el ámbito urbano especialmente. 3 Gallón Giraldo, Gustavo. Op., cit. , p. 26. Rueda Santos, Rigoberto. De la guardia de las fronteras a la contrainsurgencia. Elementos de la evolución política e institucional del Ejército colombiano 1958-1965. Bogotá: ICFES, 2000, p. 327. 4 A partir de 1975 se presentó una fuerte reactivación de los movimientos laborales y cívicos debido a la desconfianza de los actores sociales frente a las políticas reformistas de López Michelsen 5 . Principalmente la agitación social presente durante 1977 es el motivo que esgrimen los altos mandos militares para exigir al presidente López Michelsen medidas de emergencia en contra del aumento activo de la subversión, y así de paso, restringir la movilización popular que ejercía fuerte influencia a escala nacional, poniendo a prueba el orden público. Sin embargo, el gobierno de turno estaba por terminar y los militares debieron esperar, para ver cumplidas sus exigencias, hasta la posesión del gobierno de Turbay Ayala, quien bajo el amparo del Estado de Sitio vigente, decretó el llamado Estatuto de Seguridad (Decreto 1923 del 6 de septiembre de 1978). Este estatuto estableció medidas restrictivas de la libertad de reunión, de circulación y de expresión, limitó las libertades sindicales, creó delitos y aumentó las penas de algunos de ellos, asimilando el delito político al delito común. Además, otorgó prerrogativas a la jurisdicción penal militar, restringiendo el derecho a la defensa y posibilitando la arbitrariedad procesal. En palabras de Uprimny y Vargas, el decreto sancionado “satisfacía las aspiraciones de los militares y constituía el refinamiento y síntesis de las modalidades de represión experimentadas durante los largos años de vigencia del estado de sitio. Con base en tal norma se crearon nuevos delitos, se agravaron las penas de aquellos que ya existían, se modificó el procedimiento judicial y se transfirió al conocimiento de los jueces militares el juzgamiento de casi todos los delitos con una leve connotación política” 6 . Para 1978 el estado colombiano se caracterizó por su incapacidad, cada vez más evidente, para vencer a las guerrillas tratando de evitar los factores sociales y políticos que les habían dado vida. En este sentido, durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala se apoyó incondicionalmente al Ejército para adelantar una lucha antiguerrillera que estuviera libre de todo obstáculo legal, la cual cobró su máxima expresión en el Estatuto de Seguridad que otorgaba a los militares funciones de carácter judicial. Los abusos por parte de los militares no se hicieron esperar, implementando de manera masiva la detención arbitraria acompañada casi siempre de tortura. La puesta en marcha de esta clase de actividades violatorias de los Derechos Humanos, condujo a un malestar en amplios sectores del país, lo cual fue reforzando la simpatía por los grupos guerrilleros y el aumento del reclutamiento en sus filas. De esta manera, el gobierno abrió espacio a la “ocupación militar del Estado, que permitió la aplicación del Estatuto de Seguridad, con burdas detenciones indiscriminadas y torturas a personas de grupos sindicales, organizaciones populares e intelectuales considerados de izquierda. Fue un “ascenso social” de los “excesos” cometidos de tiempo atrás contra la población campesina en las zonas de violencia. Todos estos episodios estuvieron enmarcados por la aplicación de la justicia militar, a través de numerosos consejos verbales de guerra, y la continuación de las operaciones militares contra las guerrillas”. 7 Durante la administración Turbay, 1978-1982, más de 16.000 personas fueron arrestadas; sólo en 1980 se detuvieron casi 8.000 personas por razones políticas. Dichas detenciones presentaron prácticamente en todos los caso violaciones graves en los procedimientos de 5 Esto obedeció a que la Central de Trabajadores de Colombia se adhirió a la candidatura de López confiando en su política de apoyo al sindicalismo, y fue rápidamente desengañada cuando el gobierno respondió a las exigencias sindicales con la instauración del estado de sitio. Archila Mauricio y otros. 25 Años de Luchas Sociales en Colombia, 1975-2000. Bogotá, Cinep, 2002, p.16. 6 Rodrigo Uprimny y Alfredo Vargas Castaño. Op. Cit., p.114. 7 Leal, Buitrago F. Op. cit. Pág. 55. allanamiento, detención, tortura e interrogatorio, como en el proceso judicial mismo y en el ejercicio del derecho a la defensa8 . En la zona V, como se puede observar en el gráfico 2, de 1966 a 1981 la detención arbitraria o sin cumplimiento de mínimas garantías procesales, crimen propio de las Fuerzas Armadas y de Policía, aparece como la modalidad más frecuente seguida por la tortura. Gráfico 2: Zona V, 1966-1981, No de victimizaciones según modalidad ASESINATO 5% AMENAZAS 2% DESAPARICION 1% ALLANAMIENTO 4% TORTURA 22% Las torturas utilizadas fueron diseñadas especialmente para evitar dejar rastros físicos visibles, por esto las más utilizadas fueron aplicar choques eléctricos en los testículos, hundir la cabeza del detenido entre agua para dejarlo sin respiración, colgar DETENCION 66% de los brazos durante largas jornadas al detenido o dejarlo parado, desnudo y a la intemperie durante varios días. En ocasiones les aplicaban sustancias químicas que denominaron “sueros de la verdad” para alterar los sentidos del detenido y obligarlo a confesar. También se usaron torturas de tipo sicológico como amenazar a la víctima con matar a sus familiares o someterlos a largos interrogatorios sin dejarlos dormir ni consumir alimentos. De las 1.340 detenciones registradas en la zona V entre 1966 y 1981, en 435 casos las victimas denunciaron haber sufrido torturas, lo que confirma que la detención no sólo fue en sí misma un Crimen de Lesa Humanidad, sino que además fue el medio para cometer crímenes más graves que atentan contra la integridad y la vida de las personas. Sectores y Procesos Sociales Perseguidos, 1966-1981 Durante la segunda mitad de la década de los sesenta y toda la década del setenta, la maquinaria represiva del Estado se dirigió contra campesinos y pobladores urbanos en el marco de protestas y huelgas laborales o en medio de operaciones “contrainsurgentes”, en las que, sin mediar ordenes judiciales, se allanaban las viviendas y se detenía durante varios días a campesinos, obreros, sindicalistas, estudiantes, profesores o militantes de partidos políticos, con la excusa de estar persiguiendo la base social de los grupos guerrilleros. No es gratuito que los años de mayor represión en la Zona -1971, 1975 y 1979-, coincidan con paros cívicos realizados a nivel regional y apoyados decididamente por distintos sectores sociales de las ciudades y municipios comprendidos en la zona V. 8 Javier GIRALDO M. S.J. “Los modelos de la represión”. Revista Solidaridad Nº 100, noviembre, 1988. Debido a que las ciudades capitales e intermedias fueron los epicentros de los principales movimientos de protesta, tanto sindicales como cívicos, fueron los pobladores urbanos (Ver cuadro No. 2) los más golpeados por los crímenes de Lesa Humanidad. En particular los estudiantes fueron un sector altamente perseguido, pues en la década del setenta ellos se convirtieron en los principales agitadores de los movimientos de protesta. Cuadro 2. Zona V. Número de víctimas según sector social, 1966-1981 No. de víctimas Educadores 20 Estudiantes 349 Funcionarios Públicos 1 Militante Partido Político 43 Obreros y trabajadores 89 Organización guerrillera 1 Población Rural 258 Población Urbana 572 Sindicalistas 95 Total general 1.428 Fuente: Base de Datos Proyecto CNM SECTOR SOCIAL En cuanto a los pobladores rurales se observa un alto número de víctimas debido, por un lado, a la problemática con la tenencia de la tierra, y por el otro, a la presencia de grupos insurgentes en las zonas rurales que llevaron al ejército a ver en el campesinado un objetivo de guerra suponiendo que conforman la base social de la guerrilla. El campesinado víctima del accionar militar Durante la década del 60, la acción estatal y de las fuerzas armadas en el Magdalena Medio tiene como eje central la lucha contrainsurgente dirigida hacia los movimientos guerrilleros que hacen presencia en la zona. En la zona rural de los municipios de San Vicente del Chucurí y Simacota, ubicados en el Magdalena Medio santandereano, se ubica el nacimiento del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en 1964; y desde 1966 las FARC se posiciona en la margen occidental del Río Magdalena consolidando el IV frente que operará entre los ríos Carare, Opón, Minero y Ermitaño en el municipio de Cimitarra posteriormente hacen presencia en Puerto Salgar, Puerto Boyacá y Puerto Berrío. Finalmente y en menor proporción, hizo su arribo el Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Movimiento 19 de Abril (M-19), cuyo radio de acción se centró en el departamento de Santander, particularmente en Bolívar. Esta situación hace que el Estado se empeñe de forma vigorosa en frenar la influencia de estos grupos armados dentro de las comunidades campesinas. En pro de contener el influjo de las organizaciones insurgentes en los distintos tejidos sociales la, acción estatal no ha discriminado las formas o métodos de lucha, ni tampoco las personas contra las cuales se dirigen las operaciones. Así, desde la década del sesenta los campesinos debieron soportar constantes amenazas, especialmente, la población cercana a las zonas de influencia guerrillera, lo que estimuló tempranos procesos de desplazamiento. Los campesinos fueron obligados a identificarse con un salvoconducto que debían obtener en las instalaciones de los batallones para poder transitar de un municipio a otro e informar los motivos de situaciones tan cotidianas como la visita de un familiar, la compra de cualquier medicamento de uso doméstico o el envío o recepción de correspondencia. Esto se combinó con la obligación de presentaciones periódicas a los batallones. En el marco de la lucha contraguerrillera como respuesta a la presencia del movimiento insurgente, el Estado denominó a la región del Magdalena Medio como “zona roja” planteando la necesidad de restaurar el orden perturbado en un espacio que parecía salirse de su control y erradicar la violencia9 . Para tal fin, la acción del Ejército, encargado de perseguir y frenar a los movimientos guerrilleros, trasciende este objeto y se dirige hacia quienes se consideraba eran sus bases, en especial a los campesinos ahora acusados de ser “posibles guerrilleros”, enlaces o apoyo de tales movimientos. En este propósito se acudió a las detenciones arbitrarias, las torturas, el enjuiciamiento y el miedo, como formas de control y disuasión. La ideología contrainsurgente, que convirtió a los campesinos en uno de sus principales objetivos, dio inició a la victimización de dicho sector social. En los años setenta también contra los campesinos se presenta el allanamiento, la detención sin garantías procesales, las sindicaciones y los procesos judiciales. Estas modalidades de coerción se acompañaron en ocasiones con traslados de los campesinos a unidades militares o cárceles. También se presentaron robos, saqueo y crímenes sexuales. Se hace recurrente por parte de las tropas obligar a los detenidos a vestir prendas militares y a transportar pesados equipos; por si fuera poco, la comida y bebida les es negada y se complementa con golpes y colgadas. Además de la sindicación del campesinado con la insurgencia, la problemática de la tierra se configuró como una más de las razones para que los grandes terratenientes, apoyados por las fuerzas del orden, persiguieran sistemáticamente a los agricultores. Las ocupaciones sobre terrenos improductivos por parte de los campesinos, originaron primero desaprobación, y después medidas conducentes a conjurar tales actos por parte de los terratenientes, quienes veían amenazados sus intereses y su señorío por el movimiento continuo y progresivo del campesinado. El carácter pacífico que acompañaba dichas movilizaciones, las normas jurídicas que protegían a los campesinos en la posesión de tierras, las políticas de reforma agraria impulsadas por el gobierno, y la diversidad de mecanismos que tendían a apoyar las anteriores situaciones y circunstancias, no servían de obstáculo alguno para evitar el ataque y el hostigamiento de los terratenientes con miras a conservar y extender sus predios. Paralelamente a la coerción que se desencadenó a causa de la lucha por el derecho a la tierra, la fuerza pública arremetió contra el movimiento campesino que, gracias a iniciativas como las tomas de tierras, se originó en la región del Magdalena Medio; dicha represión fue característica durante el Frente Nacional y buscó la destrucción de las organizaciones gremiales campesinas así como el asesinato sistemático de sus dirigentes, combinando para ello mecanismos legales y extralegales10 . Los sindicatos agrícolas fueron por tanto el objetivo de las instituciones estatales del orden.11 Un ejemplo de ello fue lo sucedió en mayo de 1963 con el Sindicato Agrario de Provincia (Santander), el cual denunció los constantes allanamientos del ejército y las reiteradas provocaciones de los militares en su sede sindical. En octubre de ese mismo año fueron heridos dos miembros del sindicato Agrario de la Hacienda “La Tigra” (Santander) por los latifundistas. La situación se agravó en noviembre con el asesinato de uno de los miembros del Sindicato de Agricultores de “La Línea” del ferrocarril de Puerto Wilches. 9 “Así es mi Magdalena Medio”. Revista del Comité Regional para la defensa de los Derechos Humanos de Barrancabermeja, CREDHOS. Barrancabermeja, 10 Vargas Velásquez, Alejo. Colonización y Conflicto Armado. Bogotá, CINEP; 1992, p.180 11 Villegas Arango, Jorge y otros. El Libro Negro de la represión, 1959-1980. Bogotá, FICA, 1980 2 ed., pp. 40-43 En el área rural de Barrancabermeja, donde Ecopetrol había establecido contratos de arrendamiento con los campesinos, éstos habían organizado el Sindicato Agrícola de la zona petrolera, SINAGRAPETROL. A fines de 1964 el sindicato denunciaba la insistente actividad de las fuerzas militares imponiendo salvoconductos y otras exigencias a las familias campesinas de la región y el hostigamiento de detectives encargados de denunciar a los campesinos sin ninguna razón 12 . En mayo de 1965 el mismo sindicato se pronunció frente al riego sobre las parcelas campesinas del químico DDT lo cual provocó la muerte de los animales, por parte de sujetos que se denominaban “malarios”. La persecución contra las organizaciones gremiales campesinas se intensificó en 1965. En febrero de ese año se denunciaron múltiples detenciones, requisas y maltratos contra los campesinos de Cimitarra. Cinco meses mas tarde, en julio, el presidente del sindicato de Trabajadores Agrícolas del Carare, fue victima de un atentado. Al mes siguiente, dos dirigentes agrarios fueron detenidos en Puerto Wilches. En el mes de septiembre, el mismo Sindicato Agrícola de la Zona Petrolera denunció las detenciones contra muchos campesinos hechas por el ejército cuyas tropas “llegaron a nuestras casas a atropellarnos y preguntarnos por nuestros nombres colocándonos la bayoneta en el pescuezo, y para obligarnos a decir lo que no conocemos utilizando la trompetilla del fusil colocada debajo de la tetilla” 13 . En los años siguientes se hizo sistemático el maltrato a los campesinos por parte de la fuerza pública sobre la región del Carare, en el departamento de Santander. En junio de 1967 los campesinos de la región fueron objeto de requisas e interrogatorios efectuados por patrullas militares en medio de las maniobras que adelantaron 5.000 soldados. Pese a ello, los campesinos de la zona siguieron luchando por sus derechos, fomentando de igual manera la creación de agremiaciones como la Asociación de Trabajadores Campesinos de Carare, ATCC, organización que logró importantes reivindicaciones que le acarrearon a sus miembros la persecución del establecimiento. En 1968 se desarrolla sobre la región el Plan Andes, del cual sólo quedará una nueva estela de represión contra el campesinado en la que destaca el desarrollo de operaciones psicológicas consistentes en campañas masivas de propaganda, falsos rumores y simulación, por parte de la tropa regular, como unidades guerrilleras para buscar la confusión de los campesinos. En correspondencia con este ambiente, en el pleno de los trabajadores de la CSTC celebrado en julio de 1968, se denunció la existencia de un verdadero “campo de concentración” en Barrancabermeja donde fueron detenidos simultáneamente 150 campesinos por tropas de la V Brigada. La Reforma Agraria La reforma agraria de 1961 se había presentado como un intento de “eliminar y prevenir una concentración inequitativa de la propiedad, crear unidades de explotación adecuadas, dar mejores garantías a aparceros y arrendatarios, dotar de tierras a los peones del campo y elevar el nivel de vida de los campesinos, fomentar el cultivo de las tierras incultas o mal cultivadas, incrementar la producción y la productividad, y asegurar la conservación de los recursos naturales” 14 . Sin embargo, las cifras de propiedad de la tierra al cabo de unos años de su aplicación demuestran que el grado de acumulación de la misma en pocas manos no 12 Villegas Arango, Jorge. Op. Cit., citado por Romero Medina, Amanda. Magdalena Medio. Luchas sociales y violaciones a los derechos humanos 1980-1992. Corporación Avre, 1994 13 Villegas Arango. Op. cit., p.61 14 Gilhodes, Pierre. “La cuestión agraria en Colombia 1900-1985”. En Nueva Historia de Colombia, Tomo III. Planeta, 1989, p. 348 sufrió muchos cambios. Entre los años de 1962 y 1967 los propietarios de predios de más de 200 hectáreas pasaron de controlar el 55% de la superficie a controlar el 63.4% del área total 15 . Durante el gobierno de Guillermo León Valencia se aprobó la ley pero no se le dio mayor impulso a la iniciativa. Carlos Lleras Restrepo decidió llevar a cabo la reforma agraria con el apoyo de los trabajadores rurales y no solo con el de las clases gobernantes; quienes por el contrario intentaban sabotear los tímidos asomos reformistas del presidente. Resultado de estos esfuerzos fue el decreto 755 de 1967 que reconoció a la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos) como un proyecto de convergencia de los habitantes del campo a nivel nacional. Terminado el cuatrienio de Lleras, la recién fundada organización campesina perdió el apoyo gubernamental a causa de las alianzas celebradas por el gobierno Pastrana con los terratenientes, acuerdos que fueron conocidos como el pacto de Chicoral y que se formalizaron tiempo después en las leyes 4 y 5 de 1973. Desde ese momento la ANUC comenzó una nueva estrategia para ver cumplido el anhelo de una reforma agraria. Este era el contexto nacional en donde se desenvolvían los esfuerzos del campesinado por conseguir una reforma agraria y, al mismo tiempo, los de los terratenientes, en su afán de bloquear a toda costa esas demandas. Las regiones comprendidas en este Informe no fueron ajenas a esas dinámicas nacionales, y en ellas las disputas por la titularidad de la tierra se evidenciaron de manera fogosa entre los colonos y los grandes señores de la tierra. El sur del Cesar fue una de las primeras regiones que padeció este tipo de situación, pues desde los años 40 el señor Alberto Marulanda Grillo expropió de manera violenta a los antiguos pobladores, quienes habían desarrollado un tipo de propiedad comunitaria al interior de los baldíos estatales. En estos lotes los campesinos construyeron caminos y cultivos comunes que beneficiaban a todos los pobladores del lugar. De repente los caminos fueron cerrados con cercas y los cultivos destruidos, a todos se les dijo que eran desempleados, los expulsaron y los etiquetaron de rebeldes y comunistas16 . Entre tanto, Alberto Marulanda consolidó su poderío en el sur del Cesar con la colaboración de la policía. Los antiguos pobladores fueron obligados a vender las tierras al señor Marulanda Grillo, y los que no lo hicieron fueron arrestados por la policía, judicializados y sus parcelas destruidas. Haciendo uso de este tipo de estrategias el gamonal se hizo a unas 18.000 hectáreas 17 . Gran parte de estas tierras, unas 12.000 hectáreas, pertenecen en la actualidad a la hacienda La Bellacruz. Así pues, no es erróneo afirmar que los derechos de propiedad alegados por la familia Marulanda son resultado de la apropiación ilícita de terrenos baldíos, junto con la expoliación perpetrada a los antiguos colonizadores de la región 18 . En efecto, en 1963, bajo la presidencia de Guillermo León Valencia, los campesinos denunciaron la apropiación ilegal de los baldíos aledaños a las poblaciones de La Gloria, Tamalameque y Pelaya sin recibir ninguna respuesta por parte del gobierno central. Este fue un año más en el trasegar de los campesinos por el reconocimiento de los derechos de propiedad que habían adquirido y la familia Marulanda negaba. Para protegerse contra las 15 Hacia 1960 el Comité Nacional Agrario que tenía a cargo los trabajos preparatorios de la ley 135 de 1961, ley de Reforma Agraria, calculó que el 16% de grandes propietarios poseía el 85% de la superficie agrícola, y el 84% de pequeños propietarios representaba tan solo el 15%. Estas cifras son tomadas de: “La derrota del reformismo agrario”. En Alternativa número 124 de julio 25 a agosto 1 de 1977, p. 31. 16 Cf. CELEITA Berenice. “Determined to return to their Roots”. Colombia Bulletin. Vol. I No 2. Winter. 1996. p. 18. 17 AMNISTÍA INTERNACIONAL. COLOMBIA. Hacienda Bellacruz: Tierra, violencia y fuerza paramilitar. 23 de junio de 1997. 18 Ibídem. reclamaciones de los agricultores la familia recurrió a la represión y despojó a los lugareños de sus propiedades. Los descendientes de esos expropiados decidieron mantener la lucha y esperar el momento propicio para recuperar el derecho que les fue arrebatado. De tal manera, la familia Marulanda se hizo dueña de grandes extensiones de tierra utilizando métodos engañosos contra el campesinado y apoyados de forma directa por las autoridades civiles y policivas de la región, represión que se extendió durante más de cuarenta años, con el respaldo de los grupos paramilitares que aterrorizaron la región. A partir de los años setenta, las políticas económicas privilegiaron la modernización agrícola del latifundio con miras a la actividad exportadora; en consecuencia, gran cantidad de territorios del Sur del Cesar, en particular de San Alberto, fueron empleados para el establecimiento de grandes agroindustrias. Al mismo tiempo, se dio un incremento sustancial de la ganadería extensiva, actividad que expandió sus fronteras principalmente en el Sur del Cesar, la parte norte del departamento santandereano y el Sur del Magdalena Medio. Este era el panorama social y económico de la región en los años setenta, el cual lejos de promover la redistribución de la tierra y la equidad de su concentración, agravó mucho más las condiciones de vida de los agricultores. Estas circunstancias propiciaron el inicio de un movimiento en pro de la tenencia de la tierra “para aquellos que la trabajan”, y con la suspensión de la repartición de tierras por parte del gobierno Pastrana, comenzó una época de represión contra los campesinos que intentaron la ocupación de las tierras por parte del ejército. Esta represión consistió en la detención arbitraria de los campesinos sin garantías procesales 19 , además los jornaleros eran objeto de insultos, ultrajes, torturas físicas y sicológicas por parte del ejército. Esta modalidad fue la más común en todo el transcurso de la década del setenta y comienzos de los años ochenta. Otro tipo de estrategia del estado para el abandono de las tierras por parte de los campesinos consistió en el decomiso que hacían las fuerzas militares de sus herramientas de trabajo, junto con el saqueo a las viviendas, el robo de gallinas y otros animales domésticos que son de su propiedad20 . Con este tipo de acciones el ejército amedrentaba a los jornaleros y contuvo las protestas sociales, pues como afirmaban sus dirigentes: “el ejército está movilizado para controlar a las organizaciones populares”21 . Así pues, las luchas por la concentración y el poder sobre la tierra se constituyeron en uno de los factores principales de la victimización hacia el sector social campesino por parte de los grandes hacendados, apoyados en todo momento por el estado.22 Protestas cívicas y organizaciones sindicales La protesta social en la década del sesenta y el setenta estuvo relacionada con la precaria situación económica que debía soportar la mayoría del pueblo colombiano. Durante estas dos décadas se impuso una política de apertura a las inversiones extranjeras, de modo que los recursos naturales del país se destinaron a satisfacer las necesidades del capital extranjero. Reservas de petróleo, carbón y níquel fueron entregados por medio de 19 Por garantías procesales debe entenderse aquellos requisitos exigidos por la ley, para proceder de manera “correcta” a la captura de un ciudadano, de lo contrario, la detención es ilegal y deberá ser dejado en libertad inmediatamente. esto es, la extralimitación de las facultades de policía o las acciones que se enmarcan en el otorgamiento de facultades jurisdiccionales a las fuerzas armadas. 20 Revista Alternativa, Nº 14, 20 de agosto de 1974. 21 Ibídem., p. 17. 22 RAYMOND PIERRE. Hacienda tradicional y aparcería. Bucaramanga, Ediciones UIS, 1997. contratos leoninos de concesión que sólo dejaron a los colombianos pobreza, destrucción ambiental y agotamiento de los recursos naturales. Aunado al saqueo de recursos, la inflación llegó en estos años a ser del 30% anual, y la deficiencia en los servicios públicos era ostensible, situaciones estas que obligan a los grupos sociales a organizarse para exigir mejores condiciones de vida. En este sentido se enfocaron las luchas sindicales que fueron apoyadas por amplios sectores de la sociedad en especial los estudiantes y los sectores populares. En los cascos urbanos de las principales ciudades de la zona V se presentaron varias protestas importantes enmarcadas dentro de la agitada serie de protestas nacionales23 . Por ejemplo, en marzo de 1964 los estudiantes de la Universidad Industrial de Santander, UIS adelantaron una huelga contra el sistema bipartidista del frente nacional, que se prolongó por más de dos meses logrando el apoyo de diversos sectores sociales y consiguiendo la renuncia del rector de la institución 24 . En esta década los sindicatos son protagonistas por ser las estructuras organizativas que en gran medida jalonaban las jornadas de protesta, y entre ellos, jugó un papel central la Unión Sindical Obrera (USO), sindicato en el que se agruparon los trabajadores de la industria del petróleo en el país y que ha sido no solo el sindicato de mayor importancia de Barrancabermeja, sino uno de los que ha marcado en gran parte la historia del movimiento obrero colombiano. Pero la USO también se destaca por la constante persecución y ataques de toda clase contra sus dirigentes y miembros, a quienes por el hecho de estar sindicalizados bajo la bandera de esta organización, se han convertido en blanco de la más grande estrategia implementada para disminuir, socavar y destruir el sindicato. Acudiendo a la huelga como medio de expresión frente al Estado, la USO logró alcanzar el derecho a la organización sindical, al tiempo que asumían como propias las denuncias y reivindicaciones de los pobladores, llegando así a generarse un entrecruzamiento de luchas sindicales, campesinas y cívicas; a la que el Estado respondió con represión, ejercida básicamente por miembros de sus instituciones y que se materializa en las muertes de trabajadores y líderes sindicales. Los destierros, encarcelamientos, desapariciones y despidos, son muestra de la persecución sistemática contra la USO, que se remite a un periodo de más de más de sesenta años. Represión y estigmatización, han sido compañeras permanentes de la Unión Sindical Obrera. Encontramos una primer protesta sindical en Barrancabermeja en 1966, donde fueron detenidas 43 personas entre obreros y sindicalistas. En los años setenta, y principalmente en las coyunturas de las huelgas de 1971 y 1977, el conflicto obrero fue tratado por los gobiernos de turno recurriendo a la intervención militar, la declaración de toque de queda y la militarización de la ciudad. Una vez iniciadas las huelgas fueron declaradas ilegales, se despidió a los obreros en paro y fueron detenidos los dirigentes y activistas sindicales. Las detenciones fueron irregulares, sin garantías procesales; los detenidos fueron sindicados por el Ejército o la Policía y algunos torturados mediante aislamiento e incomunicación, golpes, plantón, colgadas, privación de alimentos, vendas en la cara, etc. En 1971 la USO adelanta una nueva huelga y sus dirigentes fueron juzgados en Consejo Verbal de Guerra, apuntalando la práctica de que el conflicto social se debía enfrentar solamente con represión. Detenciones, allanamientos arbitrarios, torturas y decretos 23 “Paro de jueces, maestros, empleados de Telecom., portuarios, Ministerio de hacienda, Croydon, Acerías Paz del Río y Transportes”. Archila Neira, Mauricio, Idas y Venidas vueltas y revueltas: Protestas sociales en Colombia, 1958-1990, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, CINEP, Bogotá, 2003, p.138 24 Voz Proletaria, 20 de agosto de 1964, p. 1 intimidatorios por parte de la autoridad local, se ampararon entonces en decretos y disposiciones soportadas en el Estado de Sitio imperante. Por otro lado, la huelga del 1977 logró frenar la entrega de la refinería a las multinacionales Policolsa y Chemical a pesar de haber sido declarada ilegal por le alcalde militar de la ciudad, quien además despidió a 217 trabajadores. En Cúcuta se presenta un paro cívico el 8 de marzo de 1971, arrojando un saldo de 9 obreros y 4 estudiantes detenidos y condenados por rebelión; en esta ciudad fue la unidad militar Grupo de Caballería Mecanizado Nº 5 "General Hermógenes Maza" la encargada de reprimir las protestas. En esta misma ciudad hacia el mes de septiembre de 1975, los trabajadores de "Almacenes Tía" se declaran en Huelga para presionar la firma de una convención colectiva. En octubre del mismo año fueron detenidos obreros de la empresa Sofasa por sus actividades sindicales. Al siguiente año, en marzo de 1976, la manifestación realizada por los estudiantes de la Universidad Francisco de Paula Santander fue duramente reprimida por la policía dejando un saldo de 30 estudiantes detenidos. Y para 1979 se presentaron huelgas y protestas que buscaban el mejoramiento de condiciones laborales que involucraron por ejemplo trabajadores de Sofasa Renault y acarrearon a los trabajadores detenciones, torturas y amenazas, perpetradas por agentes militares y de policía Las agresiones contra los obreros no sindicalizados, o trabajadores agremiados de los que no conocemos su organización, se caracterizaron fundamentalmente por las detenciones con limitación de garantías procesales, las torturas y las sindicaciones y procesos a que fueron sometidos. Dichas agresiones en esa década tienen como principal responsable al ejército. En Bucaramanga entre 1970 y 1981, las detenciones a obreros y trabajadores terminaban con sindicaciones irregulares, no obstante presentarse también casos de tortura y asesinato. La detención –normalmente antecedida de allanamientos- propició que los trabajadores fueran torturados mediante prácticas que se fueron volviendo comunes: aislamiento, amenazas, golpes, plantón, vendas en la cara, privación de alimentos. Las detenciones sin garantía contra obreros sindicalizados seguidas de tortura y a veces sindicación tuvieron lugar también en San Vicente, Puerto Parra y Sabana de Torres. En algunos casos las detenciones terminaron con la desaparición del trabajador. El registro de CLH en Barrancabermeja contra obreros y trabajadores tiene en los años setenta una pauta común a otras regiones: detención sin garantías procesales y torturas con responsabilidad de miembros de la tropa acantonada en la ciudad. En el periodo anterior a 1981, Barrancabermeja registra un elevado índice de profesores afectados por medidas de represión, particularmente en 1977 por medio de detenciones con limitación de garantías cuando los maestros participan en forma activa en distintas movilizaciones como el Paro Cívico Nacional de aquél año y la ciudad se encuentra regida por un alcalde militar. Los educadores de secundaria mantendrán un alto nivel de movilización y en las jornadas nacionales de 1979 participaron nuevamente. En Bucaramanga, los organismos estatales son los responsables de las tres modalidades más recurrentes en la persecución a los maestros: las detenciones sin garantías procesales, las torturas y las sindicaciones y procesos judiciales. En el caso de Cúcuta y Pamplona, Norte de Santander, los profesores, junto a los estudiantes, hicieron parte de las manifestaciones que por entonces animaron la movilización social. 2. REPRESIÓN DESCENTRALIZADA, 1982-1998 Desde comienzos de la década de los ochenta incursionó un modelo de represión de carácter irregular y descentralizado cuyo primer antecedente fue la creación del grupo Muerte A Secuestradores (MAS). Esta denominación fue retomada posteriormente por varias estructuras paramilitares y utilizada a su vez por las fuerzas de seguridad estatales para encubrir un importante número de asesinatos políticos y desapariciones forzadas. El surgimiento de este modelo represivo obedeció a varios factores, entre ellos que para 1982, bajo el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), se inauguró una política que buscaba desarrollar una iniciativa de paz que incluía una ley de amnistía para los insurgentes. La propuesta del gobierno produjo la desmovilización de algunos grupos alzados en armas. El principal beneficiario de la amnistía fue la dirigencia del M-19, recién condenada en consejo de guerra, a lo que los militares se opusieron, afirmando que se había frustrado su triunfo militar, y que se había fortalecido la organización guerrillera al concedérsele carácter político. El proceso de paz significó para los militares la limitación de su normal capacidad operativa. Las relaciones entre el presidente Betancur y las Fuerzas Militares presentaron diversos enfrentamientos. Luego de que las Fuerzas Armadas habían recibido el total respaldo del gobierno de Turbay Ayala, en cuanto a la autonomía militar en el control del orden público, se encontraron con la nueva visión pacificadora del presidente Betancur, que implicaba la reducción de las acciones directas de carácter militar. Unido a esto, el gobierno anunció la investigación de las actividades del MAS, en las cuales estaban vinculados varios militares. Tal medida trastocó aún más a la cúpula militar, que se encontraba relegada a un segundo plano en los acuerdos sobre la política de paz con los guerrilleros. El proceso de paz implicó un acelerado crecimiento del protagonismo de las FARC, y el reafirmamiento del EPL y del ELN en varias zonas del país y la consolidación del M-19. Esta situación generó la idea extendida entre ganaderos, terratenientes y militares de que los acuerdos de paz eran desventajosos, puesto que desarticulaban las dinámicas de poder existentes y otorgaban un estatus político a las guerrillas. La mencionada idea se reafirmó aún más con el éxito electoral de la Unión Patriótica. Debido a esto, las elites regionales rechazaron tajantemente la política de paz del gobierno central, impulsando actividades violentas en contra de comunistas, líderes locales, sindicalistas y reformistas sociales. En la perspectiva de potenciales redefiniciones en favor de la guerrilla, de sus aliados y simpatizantes, se presentaron graves riesgos para los equilibrios de poder regional, lo cual conllevó a un cambio en las formas de coerción existentes para dar paso a la organización de ejércitos irregulares, que serían apoyados con beneplácito por los defensores violentos del establecimiento 25 . Al desacuerdo con la política pacificadora se unían los propietarios agrarios vinculados con el narcotráfico, los cuales retomaron el “modelo” organizativo de los grupos paramilitares dinamizando su consolidación en diferentes regiones del país, utilizando “la represión violenta, ilegal y parainstitucional de los movimientos populares y de las diversas formas de oposición política y protesta social, mediante el recurso de las amenazas, las desapariciones, la tortura, los asesinatos selectivos y las masacres” 26 . 25 26 Romero, Mauricio. Paramilitares y autodefensas 1982-2003. Bogotá: Editorial Planeta. 2003 Romero, Mauricio. Op cit, p. 110. Las diversas manifestaciones en contra de la pacificación y de la apertura política dieron como resultado “tres mecanismos políticos diferentes: polarización entre las élites regionales y los dirigentes del Estado central, y entre esas mismas élites y los grupos locales organizados y que apoyaron las negociaciones de paz; competencia entre el nuevo poder emergente asociado con el narcotráfico y el de los movimientos guerrilleros y su influencia local en movimientos sociales y políticos, y fragmentación dentro de la organización del Estado. El divorcio entre la dirigencia del Estado central y la alta oficialidad del Ejército en relación con las negociaciones de paz facilitó la confluencia subnacional de todos aquellos que se oponían a ese tipo de acercamientos” 27. En medio de estas fuertes contradicciones, la violencia paramilitar se fortaleció como un mecanismo coercitivo que encontró en los poderes regionales apoyo económico y en algunas facciones de las Fuerzas Armadas respaldo militar. Muchas de estas estructuras irregulares reivindican los cada vez más numerosos asesinatos y desapariciones, al igual que generalizan las “listas negras” de amenazados a muerte entre dirigentes y militantes de organizaciones gremiales, políticas y humanitarias, religiosas y culturales28 . La visión institucional ofrece una explicación del surgimiento de los grupos paramilitares sustentada, en primer lugar, en la idea de que la práctica de la “vacuna” y del secuestro por parte de las FARC para adquirir financiamiento, que fue tomando mayor relevancia a partir de la segunda mitad de la década de los setenta, hacía cada vez más patente la incapacidad del Estado para proteger las áreas del conflicto urbano y rural, y por lo tanto “la legitimidad del Estado resultaba en cuestión: era incapaz de garantizar la paz rural, utilizaba métodos ilegales de lucha contra la guerrilla y la subversión, no podía proteger a los ciudadanos contra el robo o la violencia delincuencial, y no lograba poner en la cárcel a los culpables de cualquier tipo de delito”. 29 Lo anterior se convirtió en un elemento causal que legitimaría el afianzamiento de las organizaciones paramilitares, desvinculándose así al Estado de su participación directa en este tipo de violencia parainstitucional. En segundo lugar, oficialmente se sostiene que en 1981 tras el secuestro por parte del M-19 de Marta Nieves Ochoa, hermana de Jorge Luis Ochoa, un capo de las drogas, se presenta un esfuerzo determinante para coordinar una iniciativa privada en contra de la amenaza guerrillera, constituyéndose el MAS (Muerte A Secuestradores). Este grupo se habría conformado gracias al aporte económico de los traficantes de droga; además el “modelo” se extendió a varias zonas de país, sobre todo donde tales grupos comenzaban a extender su poder territorial por medio de la compra de tierras, los cuales “acostumbrados a emplear guardaespaldas y grupos armados, se convirtieron en catalizadores de una nueva alianza antiguerrillera, conformada por los narcotraficantes, a los que se sumaban, con alivio o entusiasmo, los antiguos propietarios que no habían logrado suficiente protección del Ejército, y amplios sectores de esta misma institución”. 30 En este sentido, sobre la base de los anteriores argumentos, diferentes instancias estatales y muchos académicos afirman que desde inicios de la década de los ochenta hacen presencia los traficantes de drogas, quienes para adquirir protección y defensa ante el secuestro y la “vacuna” por parte de la guerrilla, habrían convenido en dinamizar la conformación de organismos de seguridad privada, constituyendo ejércitos de particulares para la protección del negocio y para detener las acciones extorsivas de la guerrilla. 27 28 29 30 Ibid, p. 19. Ibid. Melo, Jorge Orlando. Op., cit, p. 486. Ibid, p. 492. Aunque es evidente que muchos ganaderos, hacendados y traficantes han apoyado la conformación de ejércitos privados, y de igual manera, que las exigencias económicas y los abusos de las guerrillas han abierto las posibilidades para que en algunas regiones se organicen grupos de autodefensa con el respaldo de autoridades civiles y militares, sin embargo estos aspectos coyunturales no explican el auge del fenómeno paramilitar. Contrario a esta explicación de carácter institucional, adoptamos la postura de que el paramilitarismo “es simple y llanamente, el resultado directo de la aplicación de una concepción y una ideología que se enseña en las academias militares, que se implementa en las estructuras del Ejército y que se difunde en los llamados “sectores dirigentes” del campo político y económico” 31 . Por lo tanto, las bases estructurales del surgimiento de las organizaciones paramilitares, están en estrecha relación con una política estatal que busca garantizar el orden social vigente 32 . En efecto, existe en el Ejército colombiano una elaboración doctrinaria tal, que incluye en su definición estratégica y operativa el paramilitarismo33 , reflejada en los diferentes reglamentos y manuales de combate de contraguerrilla (Manual de Contraguerrillas de 1979; Manual de Combate contra Bandoleros o Guerrilleros, Res. 0014 del 25 de junio de 1982; Reglamento de Combate de Contraguerrillas de 1987). Estos manuales presentan algunas pautas de operación y entrenamiento de los grupos paramilitares, los cuales son presentados bajo diferentes denominaciones como juntas de seguridad y vigilancia, juntas de autodefensas y comités cívicos militares. Esto sin detrimento de que las Fuerzas Militares patrocinen y participen en operaciones encubiertas dirigidas en contra de las agrupaciones insurgentes, la población civil y las organizaciones sociales. 2.1 El paramilitarismo en la Zona V Ante el fracaso del modelo represivo centralizado conducido por el Estado desde finales de los años sesenta como mecanismo de control social, la acción represiva comienza a ejercerse a través de medios ilegales e irregulares que dan lugar al surgimiento de la represión parainstitucional, bajo la óptica adoptada desde los años sesenta en el país de la doctrina contrainsurgente, concepción construida en la vinculación de la población a la guerra como participante activo, por una parte, y como objetivo de tal guerra, en la medida en que se combate las posiciones inconformes con el orden impuesto, vale decir, los movimientos sociales y las alternativas políticas de oposición. En la zona V, encontramos varias formas de paramilitarismo. La primera y la que se dio más tempranamente fue la actuación irregular de organismos del estado, especialmente miembros del la SIJIN (F2), el DAS, y de la inteligencia del ejército (B2). Esta forma de actuar se caracterizaba por la no identificación de los agentes quienes actuaban de civil para aparecer como fuerzas oscuras o escuadrones de la muerte. Se trató de militares comprometidos en operaciones encubiertas que ejecutaron diversas modalidades de represión política que al no ser compatibles con el estado de derecho se encubren como anónimas buscando que sean asimiladas a la delincuencia común y evadir su 31 NCOS y otras. Tras los pasos perdidos de la guerra sucia. Paramilitarismo y operaciones encubiertas en Colombia. Bruselas. Ediciones NCOS. 1995, p. 6. 32 El origen de los paramilitares se remonta a la década de los sesenta, donde la Ley 48 de 1968, que convirtió en legislación permanente el decreto 3396 de 1965, expedido bajo el amparo del estado de sitio. Donde siguiendo la recomendación de altos mandos del Ejército Norteamericano se crearon grupos de civiles armados bajo el control del Ejército. Estas organizaciones inicialmente tendrían un carácter defensivo de los “intereses nacionales” y deberían operar en zonas de actividad guerrillera. 33 “La defensa de la nación es la organización y previsión del empleo de todos los habitantes y recursos del país, desde tiempo de paz, para garantizar la Independencia Nacional y la estabilidad de las instituciones”. Decreto 3398 de 1965 que autoriza la creación de autodefensas campesinas. responsabilidad. En el presente informe a esta modalidad de paramilitarismo se presenta como responsabilidad de autores estatales no precisados, para evidenciar la magnitud del fenómeno, que se presentó principalmente en zonas urbanas 34 . Otra forma de accionar paramilitar que se presentó también en las zonas urbanas fue el recurso a particulares que muchas veces eras ex agentes de organismos de seguridad y otras “sicarios” pagados para realizar asesinatos selectivos y para realizar labores de inteligencia y trabajar como informantes. En las zonas rurales se presentó una tercera forma de paramilitarismo caracterizado por la conformación de ejércitos con características similares a las del ejército regular. Se trató de la implementación de grupos de civiles armados operando en regiones rurales, usando ropaje militar, coordinados, armados y entrenados por el Ejército con la supuesta misión de “exterminar comunistas”. Cada una de estas formas estuvo acompañada, patrocinada, y facilitada por el accionar de organismos estatales tanto militares como policiales y de seguridad, y también por instancias judiciales y de investigación, además del apoyo de las élites políticas y económicas de cada región. El paramilitarismo se configura así en un complejo aparato represivo creado, promovido y auspiciado por el propio Estado colombiano. Específicamente encontramos procesos rurales y urbanos diferenciados que fueron atacados de forma particular aunando métodos institucionales y parainstitucionales. Bajo la influencia de la doctrina del enemigo interno definido por la doctrina contrainsurgente, el paramilitarismo desde sus inicios no tuvo como objetivo una lucha contraguerrillera propiamente, en términos de combate o confrontación armada, sino el atacar directamente a la población u organizaciones sociales justificando su proceder por supuestos nexos de las víctimas con la subversión, escondiendo una verdadera estratagia de control y dominación basada en una violencia que se instala en la lógica de la defensa de las instituciones y del statu quo. Igualmente los espacios políticos ganados por la izquierda como alternativas a las estructuras políticas imperantes se convirtieron en uno de los puntos focales de exterminio para los agentes promotores del orden social vigente. La guerra sucia se desató inicialmente contra guerrilleros amnistiados, abogados defensores de presos políticos, voceros guerrilleros participes en las negociaciones, militantes políticos de izquierda, considerados todos simpatizantes de la actividad guerrillera. Solamente hasta 1998, poco mas de quince años después de la aparición de los primeros grupos paramilitares en la Zona V, se tiene noticia de encuentros armados entre estas estructuras y grupos subversivos. Frente a la tercera manifestación del paramilitarismo citada, aquella que surge de la coordinación, entrenamiento y patrocinio por el ejército de grupos de civiles armados que operan en regiones rurales, es trascendental referenciar la trayectoria a largo plazo que tiene esta clase de paramilitarismo en los territorios donde ha hecho presencia. Su trasegar podemos definirlo en cuatro momentos: (i) uno de llegada o incursión a zonas determinadas, atacando de modo indiscriminado a toda la población y las organizaciones 34 Entre los principios que orientan las operaciones encubiertas están: el alto grado de clandestinidad y compartimentación de los equipos que las ejecutan; el anonimato o autoría desviada, para que los hechos no sean atribuidos a las Fuerzas Militares sino a “sicarios” y paramilitares, o incluso a grupos insurgentes; y, finalmente, el uso del terror como arma de guerra irregular para conquistar la mente de la población. Orgánicamente, tales operaciones son planeadas, dirigidas y ejecutadas por los distintos organismos de inteligencia y contrainteligencia de las Fuerzas Militares, como el Batallón de Inteligencia y Contrainteligencia Brigadier General Charry Solano BINCI, cuya comandancia participó en la conformación de la Alianza Anticomunista Americana (Triple A) en 1978. Ésta organización era la forma clandestina en la que operaban diferentes unidades militares adscritas al BINCI. Ver NCOS y otras. Op. cit, p. 29. sociales que a su criterio mantengan vínculos con la subversión con herramientas de terror colectivo. Luego de reducir los factores que se le opusieron, el paramilitarismo inicia (ii) una búsqueda de legitimación social, canalizando proyectos o iniciativas financieras, educativas, sanitarias, etc. de forma legal para ganarse a la población aterrorizada y controlarla, acudiendo a métodos más discretos e individualizados de represión contra las posibles voces que se levanten al nuevo orden dispuesto. La tercera etapa consiste en (iii) la capitalización política de su dominio, con la constitución de movimientos políticos a efectos de alcanzar cargos de elección popular, y la entrada directa a las administraciones locales propagando su ideología. Una vez sujetas totalmente las zonas en el plano militar, social y político por el paramilitarismo, se hace el camino expedito para (iv) la articulación de estas zonas al capital nacional o extranjero mediante su inserción en la economía de mercado, por medio de proyectos económicos y productivos como vías de comunicación, proyectos de vivienda, extracción de recursos naturales no renovables, o construcción de complejos agroindustriales, que únicamente favorecen a los inversores (siendo en varias ocasiones los mismos paramilitares) y van en desmedro de los intereses de los pobladores del lugar. En concreto, una mirada a las estructuras paramilitares que hicieron (y siguen teniendo) presencia en el territorio comprendido por la V Brigada se remonta a 1981 con la creación de una base paramilitar en la Inspección de Policía de San Juan Bosco de la Verde, en Santa Helena del Opón (Santander), patrocinada por el Comando Operativo No. 10 del Magdalena Medio y su comandante Ramón Emilio Gil Bermúdez, cuya sede era en Cimitarra (Santander). El grupo era liderado por Isidro Carreño Lizarazo y actuó en Santa Helena del Opón, Cimitarra, San Vicente del Chucurí y parte del Bajo Simacota, denominándose indistintamente MAS, Los Grillos o Los Tiznados. También, aunque en menor proporción, tuvieron estancia en la Provincia de Vélez, con exactitud en las proximidades al municipio de Santa Helena del Opón. En el informe de la procuraduría de 1983 se menciona la base de San Juan Bosco de Laverde como uno de los focos del paramilitarismo. Asimismo se acusa al inspector de policía de la vereda, Isidro Carreño Estévez de ser el comandante de esta base; mientras que el coronel Gil Bermúdez es señalado como uno de sus patrocinadores. Sin embargo, a pesar de estas denuncias ni el presidente de la república ni los tribunales tomaron cartas en el asunto, por el contrario, el coronel Gil Bermúdez fue ascendido unos años más tarde e Isidro Carreño Estévez nunca pudo ser capturado. Inicialmente los paramilitares realizaron campañas intimidatorias en la zona que desembocaron en el asesinatos selectivos de líderes campesinos y miembros de justas de acción comunal, siendo la zona de El Carmen de Chucurí que para la época era parte del municipio de San Vicente del Chucurí, donde incursionaron con más fuerza presentándose una total de 15 asesinatos en 1982 y 22 en 1983, aunado a 55 amenazas contra la población que sembraron el terror en la zona. Todas éstas acciones fueron reivindicadas por paramilitares que se hacían llamar “Los grillos” o “Justicieros del mal”. Posteriormente se pudo precisar que se trataba de la misma estructura conformada por el Inspector de Policía Isidro Carreño y su hijo del mismo nombre, conocidos como fundadores del MAS en la zona. Durante los mismos años (1982-1983) en la zona rural de Barrancabermeja se presentaron 20 asesinatos reivindicados por el MAS y por “El comité de limpieza del Magdalena Medio”. Y en Sabana de Torres en el mes de febrero de 1983 asesinan en una sola acción a 11 campesinos, mientras en Puerto Parra desaparece ocho campesinos en febrero de 1984. A mediados de la década de los ochenta en Puerto Parra, el Bajo Simacota, la Inspección de Cienaga del Opón de Barrancabermeja y Cimitarra, comenzó a operar otra estructura paramilitar similar a su antecesora de San Juan Bosco, teniendo como base la Inspección de Policía de Campo Capote (Puerto Parra) bajo la protección de las bases militares acantonadas en ese lugar y en Las Montoyas, también Inspección de Puerto Parra, adscritas al Batallón “Luciano D’ Elhuyar”, que hasta 1988 era parte de la XIV Brigada. El grupo paramilitar de Campo Capote, conocido como Los Masetos, contó con el apoyo de autoridades locales de Puerto Parra, de ACDEGAM y paramilitares de Puerto Boyacá. Por la misma época en Bucaramanga, el paramilitarismo hostigó permanentemente a sindicalistas y dirigentes cívicos en una campaña de amenazas e intimidaciones basada en una supuesta militancia subversiva de aquellos, presentándose de forma cambiante como MAS, el Movimiento Obrero Nacional Socialista MOENS o Los Magníficos, aunque la estructura paramilitar implementada utilizó con mayor preponderancia el primer nombre. Un hecho a nivel nacional de especial significado frente al impulso del paramilitarismo en el país por parte del Estado, que a su vez tuvo incidencia en los sucesos que se presentaron en la Zona V, lo marcó en 1986 la reunión efectuada en el Batallón de Inteligencia y Contrainteligencia (BINCI) “Charry Solano” , donde los comandantes de estructuras paramilitares en el país bajo su control discutieron la articulación de sus movimientos, la promoción de estos grupos y su coordinación con el ejército, contándose entre los asistentes quienes actuaban en el Magdalena Medio Santandereano. Desde 1987 en adelante, en el municipio de El Carmen de Chucurí, que antes de 1986 era una Inspección de Policía de San Vicente, empieza a verse la expansión de los grupos radicados en San Juan Bosco de la Verde. Verdaderamente se construyó un modelo paramilitar de involucramiento total de la población en “grupos de autodefensa” tal como inspiraba la doctrina contrainsurgente, promovido con intensidad por los militares pertenecientes al Batallón “Luciano D’ Elhuyar” acantonados en distintas bases implantadas en El Carmen. En primer lugar el Comando Coronel Correa Campos CCCC, grupo formado en retaliación a las marchas campesinas de 1988; y luego Los Masetos, como comúnmente se conocieron después, no solamente actuaban en este municipio sino en el Bajo Simacota y la parte colindante con Barrancabermeja, y San Vicente del Chucurí, localidad en la que empezaron a penetrar con mas fuerza a partir de 1992, donde la misma agrupación en el primer semestre de ese año se presentó en unos panfletos como Comité Democrático Chucureño, el cual era una articulación entre Los Masetos y altos mandos del Batallón Luciano D' Elhuyar cuyo fin era “ajusticiar a los inescrupulosos bandoleros y sus colaboradores”, y en los cuales se exigía a los pobladores que denunciaran a los guerrilleros ante la Alcaldía. Es de resaltar que en el territorio chucureño, fundamentalmente en El Carmen, Los Masetos cooptaron a la fuerza a muchos campesinos para que integraran sus filas, con apoyo y promoción directa de los militares. Si los jornaleros y pobladores se oponían a patrullar con los grupos de civiles armados o cuestionaban sus mecanismos de represión y control eran amenazados con la orden de abandonar sus tierras, o en caso de no hacerlo, se exponían a ser asesinados por los paramilitares. La situación que le planteaban al campesino se resume en la siguiente sentencia: “o se quedan y trabajan con nosotros; o se van; o se mueren”. Por la misma época, 1987, en el departamento de Norte de Santander, el paramilitarismo hacía sus primeras apariciones inicialmente como MAS en Convención y luego en Ocaña como Sociedad de Amigos de Ocaña, SAO, con la particularidad de que algunos de sus miembros provenían del Sur del Cesar. Bucaramanga y la zona metropolitana no fueron territorios exentos, instalándose allí estructuras paramilitares conocidas como Escuadrones de la Muerte que ejecutaban prácticas de “limpieza social”, diferentes de las que tiempo atrás atacaban a sindicalistas y dirigentes cívicos. No obstante la mas importante agrupación que ejecutó cientos de asesinatos de personas “indeseables”, con un incremento exagerado en 1989, fue La Mano Negra 35 , estructura que también actuó en otros municipios de forma activa como Matanza, e hizo de la zona rural de Lebrija cercana a la capital santandereana, un “botadero de cadáveres”. En la misma operatividad, desde mediados de los ochenta Terminator se unió a la labor de “limpieza” hecha por estos grupos, realizando numerosos asesinatos en Aguachica 36 . Durante 1989 los pobladores del sector rural en San Vicente y El Carmen del Chucurí debieron soportar la arremetida paramilitar, así como los habitantes de las zonas rurales de Sabana de Torres, Barrancabermeja, Lebrija, Rionegro y Puerto Wilches. Mientras tanto, durante este año el ejército reduce su participación activa como agente represivo entregando la zona a las fuerzas paramilitares(Ver gráfica), lo que explica la drástica reducción de los crímenes perpetrados por unidades militares. Durante 1989 se presentan sólo 45 detenciones, 19 asesinatos y 8 desapariciones, las cuales son responsabilidades de las siguientes unidades militares: BATALLON DE ARTILLERIA DE DEFENSA AEREA No. 2 "NUEVA GRANADA", Batallón de Infantería Nº 16 Patriotas, BATALLON DE INFANTERIA No. 13 "GARCIA ROVIRA", BATALLON DE INFANTERIA No. 40 "LUCIANO D' ELHUYAR", BATALLON TARQUI, BRIGADA MOVIL No. 2, GRUPO DE CABALLERIA MECANIZADO y GRUPO DE CABALLERIA MECANIZADO No.5 GENERAL HERMOGENES MAZA. 600 500 400 Ejército Paramilitares 300 200 100 0 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 Este comportamiento obedeció a la reacción de organizaciones nacionales e internacionales contra las arbitrariedades cometidas en los dos años precedentes. Así, se realizó en 1988 la primera visita del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas de la ONU, y en 1989 se instaló en Bogotá el primer proceso contra la impunidad de crímenes de lesa humanidad en América Latina. Además el gobierno estadounidense, alardeando de un discurso de defensa de derechos humanos, condicionó la ayuda militar entregada a Colombia a la reducción de las violaciones a los derechos humanos. 35 Se conocía así a este grupo por dejar en los parajes donde se encontraban a la gran mayoría de sus víctimas una mano negra pintada en un papel. Asimismo, los cuerpos de los ultimados presentaban signos de tortura, y muchas veces, estaban incinerados. 36 Las víctimas de Terminator se caracterizaban por mostrar un disparo en la frente y dos en el pecho, método que se constituía en la forma de dar muerte por parte de este grupo de “limpieza”; a ello se suman las múltiples torturas a las que eran sometidos antes de morir. Varios cuerpos aparecieron con las manos y plantas de los pies quemados. Así, la presencia de instancias internacionales en el país con el fin de estudiar y evaluar los índices de violencia, los autores y víctimas del conflicto armado colombiano, condujo a que los desmanes represivos y la enorme cantidad de asesinatos contra la población realizados por estructuras estatales comenzaran a ser superados por los crímenes ejecutados por miembros del paramilitarismo, quienes pasaban a ser los responsables directos de los crímenes y la fuerza pública asume el papel de colaboradores y auspiciadores de los nuevos victimarios. Es precisamente en esta coyuntura cuando las estructuras paramilitares toman como modo predilecto de operación la realización de masacres y asesinatos a nombre de organizaciones guerrilleras como las “FARC” el “ELN” y el “EPL”, garantizando la impunidad de sus crímenes y culpando a la guerrilla de los mismos. La entrada de la década de los noventa trajo consigo el fuerte posicionamiento de los grupos paramilitares que actuaban en la Zona V hasta controlar totalmente los territorios en que se establecieron. Puerto Parra, El Carmen, Santa Helena del Opón son muestras de localidades donde con el trasegar de los años, los crímenes de lesa humanidad disminuyeron por la imposición de la bota paramilitar, que, no obstante, no se detenía y seguía su andanada en otras regiones con la promoción o aquiescencia de los cuerpos militares. En 1991 en Sabana de Torres, localidad que tenía antecedentes de la presencia de paramilitares, vio el paso del MAS y un grupo conocido como Sombra Negra o Los Motosierristas, que también abarco la parte baja del municipio de Rionegro. Es de resaltar que en esta localidad, los paramilitares destinaban como sitios especiales de retención y asesinato fincas y casas de zonas rurales, que generalmente eran propiedad de los terratenientes y militares que integraban y/o apoyaban la constitución de estos grupos, como sucedió en la finca El Cairo, donde los paramilitares llevaban a sus víctimas para darles muerte. A su vez actuaron en abierta complicidad con miembros de la Brigada Móvil No. 2 y del Batallón de Contraguerrillas No. 5 “Los Guanes”. Igualmente desde inicios de los noventa, la operatividad de los paramilitares va abarcando mas procedimientos. Una de las modalidades que se identifica es la realización de retenes con el objetivo de interceptar a las víctimas mientras se desplazan en vehículos particulares o de servicio público. Los agresores las identificaban haciendo uso de las “listas de la muerte”, y acto seguido, las obligaban a descender de los automotores para ser acribilladas; en otros casos, los victimarios daban muerte a las personas en sus propios vehículos. El Sur del Cesar desde 1994 debió contener la arremetida de estos grupos contra el campesinado de la región, auspiciado por los grandes terratenientes (como Juan Prada o el ex-embajador ante la Unión Europea Carlos Arturo Marulanda), agroindustriales, y las bases militares dispuestas allí (Morrison o Aguas Claras), quienes propiciaron los destierros de los moradores de estas tierras gracias a las masacres, así como la reducción de los sindicatos de las industrias de la palma africana. Los cadáveres eran hallados por los vecinos de las víctimas totalmente destrozados por disparos de fusil. 1995 es un año clave en la consolidación del paramilitarismo en Colombia con las primeras reuniones que materializaron dos años después la creación de las Autodefensas Unidas de Colombia AUC. Una de sus mas asiduas promotoras, las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá ACCU, al mando de Carlos Castaño, empezaron a ocupar el Sur del Cesar aproximadamente desde 1996, para posteriormente ampliar su espacio en el Norte del departamento; presencia que luego se perpetuó con las Autodefensas Campesinas de Santander y Sur del Cesar AUSAC. Mientras esto ocurría, otras localidades de Santander también soportaron la presencia de paramilitares en sus tierras. Betulia y el Bajo Simacota fueron objeto de la expansión de Los Masetos que para dicha época dominaban a sus anchas la Región Chucureña. Igualmente Sabana de Torres y Puerto Wilches concentraron acciones paramilitares de una estructura llamada Autodefensas Campesinas de Colombia. Un panorama general de 1996-1997 nos muestra que los grupos paramilitares presentes en la Zona V iban imponiendo su autoridad en amplios sectores de esta región. En el Magdalena Medio Santandereano (excepto el casco urbano de Barrancabermeja), la Región Chucureña, el sector de Sabana de Torres y el Bajo Rionegro era indiscutible su inserción. Cosa distinta sucedía en Bucaramanga, Cúcuta y Villa del Rosario (las dos últimas localidades en menor proporción), donde los paramilitares de La Mano Negra eran el motor de la “limpieza social” y la victimización de sectores marginados social y económicamente de estas ciudades. Mención aparte debe hacerse frente a la legalización del paramilitarismo a través de las CONVIVIR, que en Santander operaron específicamente en Lebrija. Las Colonias, como se conocía a esta Asociación Comunitaria de Vigilancia Rural, fue responsable de numerosas ejecuciones extrajudiciales durante 1997. Esta Cooperativa de Seguridad, a pesar de no tener autorización, actuó con la protección del General (r) Fernando Millán, comandante de la V Brigada en el período 1997-1998. Tres zonas claves por los proyectos económicos que allí se manejan o se han venido implementando, afrontaron desde 1998 una escalada paramilitar a sangre y fuego sin precedentes. El Sur de Bolívar, con antecedentes en 1997, fue el territorio de guerra de las ACCU-AUC de Carlos Castaño, autoras de numerosas masacres y asesinatos selectivos de líderes campesinos a fin de hacerse el control de los yacimientos auríferos y los cultivos de hoja de coca, con abierta complicidad tanto del ejército como de la policía. Poco a poco las cabeceras municipales de San Pablo, Cantagallo, Simití, Santa Rosa del Sur, Tiquisio y otras localidades del Sur de Bolívar quedaron en manos de paramilitares gracias al terror y la muerte. Un blanco de la arremetida de las ACCU-ACU fueron los participantes en el Éxodo Campesino a Barrancabermeja de 1998. Mayo de 1998 marca la entrada de los paramilitares al centro urbano de Barrancabermeja, principal ciudad del Magdalena Medio y puerto petrolero del país. Aunque habían antecedentes de su presencia con el “Comité Cívico de Barrancabermeja” o de “Gentes Honestas” diez años atrás, y en 1995 con una agrupación llamada “Grupo de Exterminio y Autodefensas Urbanas”, sus acciones eran circunstanciales, enfiladas a las amenazas de organizaciones cívicas y sociales. La situación dio un giro radical primero con la llegada de las AUSAC y con ellas, posteriormente, las AUC, que desde mayo de 1998 tomaron la ciudad casa por casa, barrio por barrio, centrando su ocupación fundamentalmente en las comunas nororientales y surorientales atacando sin discriminación a la población y a numerosos dirigentes y activistas sociales, que a su parecer eran milicianos de la guerrilla. Los métodos empleados en el campo se trasladaron a la ciudad, por lo que los habitantes del casco urbano de Barrancabermeja, siendo una de las localidades de Colombia con presencia de todos los organismos de seguridad estatales, debieron observar varias masacres y asesinatos selectivos cometidos por paramilitares, quienes se hicieron al control total ante la mirada impasible y aquiescente de la fuerza pública. La Región del Catatumbo, en Norte de Santander, tierra de importancia vital para megaproyectos energéticos y mineros, así como los relacionados con su biodiversidad ambiental, y zona de cultivos de hoja de coca, se transformó, finalizando 1998, y con mayor crudeza entre 1999 y 2003, en escenario de ocupación de paramilitares de las ACCUAUC, que partiendo del oriente del departamento, desde Ocaña, avanzaron paulatinamente sobre la región hasta llegar a Tibú y a su vez a Cúcuta, consolidando allí un corredor bajo su completo dominio con la aquiescencia o participación activa de militares de las unidades de la zona como el Grupo Mecanizado No. 5 “Hermógenes Maza” o el Batallón de Infantería No. 46 “Héroes de Saraguro”, sacrificando miles de campesinos y generando el desplazamiento de numerosas familias que engrosaron los cinturones de miseria de Ocaña y la capital nortesantandereana. Como conclusión, en la Zona V es necesario diferenciar dos manifestaciones generales del paramilitarismo: una, encausada a la persecución sistemática de sectores de población marginada, la llamada “limpieza social”, teniendo como eje fundamental Bucaramanga y su área metropolitana, y en menor medida Cúcuta y Villa del Rosario, al igual que otras localidades de Santander (Matanza y Lebrija), y Aguachica. La otra, es la que ha estado ligada a la doctrina contrainsurgente, que hizo carrera en las Fuerzas Militares desde los años sesenta, creada, promovida y patrocinada por el propio Estado; grupos paramilitares que en la Zona V estuvieron (y siguen estando) casi en la totalidad de su territorio, partiendo en los ochenta en Santa Helena del Opón y Cimitarra, para luego irse posicionando hacia el norte del Magdalena Medio Santandereano (la Región Chucureña, el Bajo Simacota, Betulia y Puerto Parra); teniendo en ésta época su primera aparición en Norte de Santander en Ocaña. Al entrar los años noventa ocuparon el Sur del Cesar, Sabana de Torres, Puerto Wilches y el Bajo Rionegro, para, finalizando el período que se comprende en este informe (1966-1998), tomar el Sur de Bolívar, el centro urbano de Barrancabermeja y la Región del Catatumbo incluyendo Cúcuta. El Cuadro N°3 resume el numero de Crímenes de Lesa Humanidad realizado por los grupos paramilitares en la Zona V. No registra las amenazas, los atentados, y otras modalidades de hostigamiento menos frecuentes pero que igualmente acompañaron la persecución contra los pobladores, procesos y organizaciones sociales. Es importante resaltar que es alto número de crímenes cometidos por paramilitares de los cuales no se tiene el dato exacto de autoría pues esto obedece a la operatividad propia de estos grupos que se escudan en el anonimato para cometer los crímenes sin hacer, en la mayoría de los casos ocurridos en zonas rurales, una reivindicación expresa de los mismos. Cuadro3, Zona V, 1966-1998, Víctimas de CLH según organización paramilitar responsable GRUPO PARAMILITAR ALPHA 82 AUTODEFENSAS CAMPESINAS DE CORDOBA Y URABA ACCU AUTODEFENSAS CAMPESINAS DE SAN ALBERTO AUTODEFENSAS CAMPESINAS DEL SUR DEL CESAR AUTODEFENSAS DE SAN MARTÍN AUTODEFENSAS DE SANTANDER AUTODEFENSAS DEL MAGDALENA MEDIO AUTODEFENSAS UNIDAS DE COLOMBIA AUC AUTODEFENSAS UNIDAS DE SANTANDER Y SUR DE BOLIVAR AUTODEFENSAS UNIDAS DE SANTANDER Y SUR DEL CESAR CARATAPADAS COMANDO CORONEL CORREA CAMPOS COMITE DE LIMPIEZA DEL MAGDALENA MEDIO COMITE DEMOCRATICO CHUCUREÑO COMITÉ PARA LA RIVINDICACION MORAL DE CONVENCION CRMC CONVIVIR EJERCITO REVOLUCIONARIO DE COLOMBIA ERC ESCORPION No. Víctimas 2 40 1 37 2 19 4 5 1 38 9 20 4 11 1 2 2 6 ESCUADRON DE LA MUERTE 42 ESCUADRON EJERCITO DE LOS POBRES 6 FALCO 1 GRUPO PARAMILITAR DE ABREGO Y OCAÑA 17 JUSTICIEROS DEL MAL 62 LA MANO NEGRA 170 LA MARCA DEL ZORRO 3 LOS GRILLOS 1 LOS MOTOSIERRA 4 LOS RAMPUCHES 4 LOS SEÑORES GIRALDO 2 LOS TIZNADOS 40 LOS TUNEBOS 8 MOVIMIENTO DE INTELIGENCIA GUERRILLERA 1 MOVIMIENTO OBRERO ESTUDIANTIL NACIONAL SOCIALISTA 3 MUERTE A CUATREROS MAC 1 MUERTE A EXPENDEDORES DE BAZUCO (MEB) 4 MUERTE A JALADORES DE CARROS (MAJACA) 3 MUERTE A SECUESTRADORES – MAS 439 MUERTE A SUBVERSIVOS COLABORADORES MASC 4 RAMBO 3 SERPIENTE NEGRA 2 SOCIEDAD DE AMIGOS DE OCAÑA 10 TERCER ESCUADRON DE BOINAS ROJAS 3 TERMINATOR 43 TOXICOL 90 18 Sin Dato 2974 Total 4072 Fuente: Proyecto CNM, 2006 2.2 Reingeniería militar y legalización del paramilitarismo Mientras el paramilitarismo se iba consolidando en la Zona V, en el orden nacional el ejército incrementó su acción criminal respaldado con la creación de una Fuerza Élite Antiguerrillera compuesta por soldados profesionales37 y permitiendo el reclutamiento voluntario o por conscripción con el fin de organizar unidades permanentes contraguerrilleras38 . Además, “Se crearon las divisiones, unidades mayores estratégicas, cuya jurisdicción correspondió grosso modo a los teatros de operaciones militares (...) Se pusieron en marcha cuatro divisiones: la primera, con comando en Santa Marta, y la segunda, con comando en Bucaramanga, que abarcaban el teatro noreste; la tercera división, con comando en Cali, que ocupaba el teatro suroeste; y la cuarta división, con comando en Villavicencio, que cubría el teatro sureste”39 . De esta manera, con el aumento del pie de fuerza y la ampliación del espacio de acción en el territorio nacional, las Fuerzas Armadas pretendían retomar el control del orden público. Igualmente, en 1986 con el argumento de las urgencias electorales se hizo llamamiento de 37 38 39 Decreto 2157 y Ley 131 de 1985 expedidos por el gobierno Betancur Leal, Buitrago Francisco. Op., cit, p. 115. Ibid, pp. 112, 113. reservas y en 1987 se creó la Jefatura Militar de Urabá, con la que las FFMM asumieron funciones militares y políticas en la zona 40 . En 1991 se puso en funcionamiento el Arma de Inteligencia del Ejército y se creó la Brigada Móvil Nº 2, según los voceros oficiales, en respuesta al ataque a la infraestructura energética, medida junto a la que se lanza el Plan Energético Vial. Las Brigadas Móviles se organizan debido al fracaso de las negociaciones de paz con los grupos insurgentes y como una forma operativa para que las Fuerzas Armadas pudieran tener éxito en derrotar a las guerrillas, reforzando la idea guerrerista sostenida por influyentes sectores del Estado. Téngase en cuenta que a comienzos de los años noventa concluyeron las negociaciones de paz con el M-19, el EPL y el Quintín Lame y miles de integrantes de esos grupos fueron desmovilizados. Sin embargo, esta desmovilización, no fue completa, en parte debido a que en diciembre de 1990 el Presidente Cesar Gaviria Trujillo terminó repentinamente con el proceso de diálogo iniciado por el Gobierno Betancur, ordenando al Alto Mando militar ejecutar la operación "Centauro" contra el Secretariado de las FARC-EP en "Casa Verde". Tras el fracaso de los diálogos con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, CGSB, el gobierno nacional presenta su declaratoria de Guerra Integral en octubre de 1992. La medida tendrá complemento con la formulación de la segunda fase de su “Estrategia Nacional contra la Violencia” en noviembre del año siguiente. Los efectos de estas medida y las modalidades represivas a las que abre paso se irán revelando paulatinamente y es en 1993 cuando adquieren una fisonomía reconocible: “por una parte, el presupuesto militar aumentó en forma exorbitante; fueron creadas unidades contrainsurgentes en todas las Brigadas militares; el arsenal bélico fue modernizado; los soldados profesionales aumentaron de 2.000 a 23.000; y se desplazaron del combate a reclutas temporales; la remuneración de las Fuerzas Armadas se elevó considerablemente. Los medios de comunicación promocionaron intensamente el nuevo profesionalismo militar así como los avances en la tecnología bélica”41 . Para 1994 están organizadas tres Brigadas Móviles: la Móvil N° 1, con sede inicialmente en Granada, Meta, centrando sus operativos en este departamento; la Móvil N° 2, situada en la región del Magdalena Medio, con sede en Barrancabermeja, Santander; y la Móvil N° 16, cuyo objetivo militar era la protección de la infraestructura petrolífera de Arauca y Casanare, con sede en Yopal, Casanare. Pese a los discursos oficiales, las incursiones operativas de las Brigadas Móviles contribuyen “al aumento preocupante del número de refugiados internos, especialmente en el departamento del Meta y en la región del Magdalena Medio (...) Quienes permanecen en la zona son obligados a conformar grupos paramilitares organizados por las Brigadas Móviles para combatir los llamados “núcleos de subversión” 42 . Además, y como también fue señalado en su oportunidad, estas unidades militares mantienen un concepto de “enemigo” excesivamente amplio, e incluyen en su definición no sólo a los guerrilleros, sino también a los miembros de la UP, activistas comunitarios y dirigentes comunales (especialmente quienes se vinculan a las juntas de acción comunal)” 43 . En este sentido, las Brigadas Móviles como fuerza de represión legalizada, reafirman las formas de violencia existentes, incluyendo la organización de grupos paramilitares y el 40 Andrés DÁVILA. “Ejército regular, conflictos irregulares: la institución militar en los últimos quince años”. En Malcom Deas y María Victoria Llorente (comp.). Reconocer la guerra para construir la paz. Bogotá, Uniandes-CerecNorma, 1999 41 Comisión intercongregacional de justicia y paz. “La judicialización del conflicto armado”. Revista Justicia y Paz, Vol 6, Nº 4, 1993, pp. 5,6. 42 Americas Watch. Estado de Guerra, violencia política y contrainsurgencia en Colombia. Bogotá. Tercer Mundo editores, CEI, IEPRI. 1994. p. 89. 43 Americas Watch. Estado de Guerra, violencia política y contrainsurgencia en Colombia. Bogotá. Tercer Mundo editores, CEI, IEPRI. 1994. p. 89. ataque a familias campesinas situadas en las zonas de conflicto, tales abusos forman parte del gran número de casos que quedan en la total impunidad. Tal y como ha sido documentado, las Brigadas Móviles emplean en los operativos que adelantan estrategias de terror tanto físico como psicológico en contra de la población, como lo demuestran las torturas, las ejecuciones indiscriminadas, la quema de viviendas y cultivos, los bombardeos y las amenazas de muerte. Igualmente, las incursiones militares de las Brigadas Móviles son seguidas o acompañadas por la ofensiva de los paramilitares, quienes “amenazan y asesinan a cualquiera que consideren simpatizante de la guerrilla o de los grupos de izquierda” 44 . Son abundantes por lo demás los testimonios de campesinos denunciando los operativos conjuntos de los paramilitares y el Ejército. Al final de este periodo de reingeniería militar se presentó un aumento de los crímenes de lesa humanidad responsabilidad del ejército. Durante estos años (1980 a 1998), el crimen más utilizado por el ejército contra los pobladores del sector rural fue la detención, acompañada casi siempre por torturas o malos tratos, pero fueron los asesinatos, las desapariciones forzadas y las constantes amenazas los crímenes determinantes para general el desplazamiento forzado de la población. En total, el ejército fue responsable de 644 detenciones arbitrarias, 167 allanamientos, 372 amenazas, 489 torturas, 349 asesinatos y 218 desapariciones forzadas. Ya entonces se registran casos en los que el campesino detenido arbitrariamente es obligado a patrullar con la tropa y donde son asesinados y presentados como guerrilleros muertos en combate. Durante el mismo lapso de tiempo y contra el mismo sector los paramilitares efectuaron 1.579 asesinatos, 214 desapariciones forzadas, 173 torturas y 563 amenazas, pues no obstante el sostenido proceso de reingeniería a que es sometido el Ejército y el conjunto de las Fuerzas Armadas desde principios de los años 90, ello no se tradujo en una disminución del recurso a los medios paraestatales. La llamada “guerra sucia” no conoció reflujo alguno en estos años. Antes bien, al paso del año 1993, se constata la expansión nacional del paramilitarismo y la imposición del terror en distintas regiones del país por parte de sus estructuras militares: “Tumaco y sus zonas aledañas; amplias zonas de los departamentos de Sucre, Magdalena, Cesar y Bolívar; el municipio de San Vicente de Chucurí, zonas de los municipios de Betulia, Galán, Zapatoca y del corregimiento de Yarima en Santander, como expansión del paramilitarismo de El Carmen de Chucurí; la región del Catatumbo y la Provincia de Ocaña, en Norte de Santander; todo el departamento del Meta y parte del Guaviare; amplias zonas de Boyacá y Casanare; el norte del Valle del Cauca; el Nordeste y el Urabá antioqueños y zonas del Huila y del Cauca”45. También en 1994, el Estado busca de nuevo darle piso legal al paramilitarismo, con la expedición del decreto 356 que autorizó la creación de las Asociaciones Comunitarias de Vigilancia Rural -CONVIVIR-. Antioquia, con su gobernador Álvaro Uribe Vélez a la cabeza, sería el departamento donde mayor fuerza tomarían las CONVIVIR, cuyos asociados eran reconocidos paramilitares. Para 1996 se hablaba de la existencia de 70 Convivir en Antioquia 46 . El inicio de la puesta en marcha de la nueva fase del proyecto paramilitar que se encarna en las Convivir, se puede rastrear a través de la aprobación de la Ley 61/93, el Decreto 356/94, la Resolución 368/95, expedidas por el entonces presidente Cesar Gaviria Trujillo y mediante las cuales se establece el marco legal de operación de grupos de autodefensa. Sin embargo, 44 Ibid. pp. 120, 121. Ibid. p. 6. 46 LAS CONVIVIR OTRO NOMBRE PARA EL PARAMILITARISMO. En: Gritos de Libertad Humanos Nº 2. Medellín, abril a junio de 1996. 45 Informativo de Derechos la propuesta se concreta a finales del año de 1994, cuando el Ministro de Defensa Fernando Botero logró dar cuerpo a la idea de conformar cooperativas campesinas de seguridad, que protegieran inicialmente los intereses de los ganaderos y grandes agricultores del departamento de Córdoba, donde la situación de orden público se había salido del control de la fuerza pública. Inicialmente la propuesta definió estas cooperativas como agencias privadas de seguridad bajo la vigilancia del Estado47 . Siempre se negó que estas cooperativas estuvieran armadas, pero no sólo tenían armamento de guerra, sino que operaban de manera irregular. En cuanto al control que debía ejercer el Ministerio de Defensa, por medio de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada, pronto quedó demostrado que esta entidad no fijó desde un principio políticas claras al respecto, lo cual permitió a las CONVIVIR actuar de forma clandestina convirtiéndose en ejércitos irregulares dotados con armas de uso restringido de las Fuerzas Militares y con el apoyo y financiación de grupos económicamente poderosos de las regiones en las que empezaron a operar48 . Paralelamente a estos hechos, a finales del año de 1994 se lleva a cabo la Primera Cumbre de las Autodefensas de Colombia en la que los paramilitares se autodefinen como un proyecto político legítimo que siempre estuvo apoyado por el Estado; reconocen también que tales grupos fueron reglamentados por el Ejército en los Manuales de Inteligencia de Combate y que reciben capacitación y entrenamiento de miembros de las Fuerzas Armadas para realizar operaciones conjuntas. Además, el documento producto de la cumbre afirma que “se acordó agrupar a todas las autodefensas existentes en el país y que poseen un matiz transparente en la lucha contrainsurgente en torno a la organización de AUTODEFENSAS DE COLOMBIA, con la misión primordial de combatir la subversión en el territorio nacional” 49 . Así mismo, informan que se organizaron en estructuras como GRAU (Grupo de Autodefensa Urbano), GRIN (Grupos de Inteligencia) y GRAP (Grupos de Apoyo Político) y que “se aprueba seguir considerando como blancos militares, a los cuadros políticos y sindicales de la extrema izquierda”50 . Dicha cumbre marca la conformación de una organización más amplia que recoge los diferentes grupos de autodefensa que venían operando en las diferentes regiones al amparo de poderes locales y como mecanismo eficaz de la fuerza pública para realizar actividades clandestinas; en este orden de ideas las CONVIVIR entrarán en esta dinámica de violencia parainstitucional al desbordar los propósitos que inicialmente motivaron su creación, y se conviertan en asociaciones al servicio de los poderes regionales para realizar operaciones de contrainsurgencia en estrecha colaboración con la fuerza pública y los paramilitares preexistentes. Es a partir de 1995 que las organizaciones paramilitares buscan tener mayor credibilidad tratando de alcanzar un status político; plantean que la justificación de su existencia se basa en una “guerra frontal” contra la subversión, por lo cual deciden intensificar su acción militar en todos aquellos lugares donde opere la guerrilla y enfrentarla con sus mismas armas, reduciendo el apoyo popular con el que puedan contar estas organizaciones. Afirman que “tienen, al igual que la guerrilla, un plan nacional y planes regionales, y poseen un sistema de preparación para sus hombres (...) Aseguran que sí tienen un objetivo político: el anticomunismo y la erradicación de la guerrilla en defensa de la iniciativa privada y la libre empresa; en cuanto a la financiación de los grupos que en distintas regiones integran su 47 48 49 50 Revista Semana, mayo 31 de 1994, p.32 Revista Alternativa, N° 16, diciembre-febrero, 1998. p. 11. Boletín Informativo Justicia y Paz, op. cit., p. 32. Ibid, p. 33. recién creada ‘coordinadora’ depende exclusivamente de ganaderos y finqueros de esas mismas regiones” 51 . Cuestionados por las razones de sus acciones y la participación en el conflicto que vive el país, uno de los jefes paramilitares sostenía que “aquí nosotros estamos librando una guerra de insurrección, pero contra el inmenso poder que tiene la guerrilla. No es como dice el Ministro de Gobierno, que nosotros estamos suplantando al Estado, lo que estamos pidiendo es que venga el Estado a reemplazarnos a nosotros, que estamos aquí, precisamente porque no hay Estado” 52 . Una afirmación que constata la fragmentación estructural del Estado, puesto que en varias regiones del país los grupos paramilitares operan con toda libertad controlando las diferentes expresiones políticas en alianza con las élites locales. El año 1997 también nos entrega un contexto bastante particular para abordar el fenómeno paramilitar, ya que es en este año, en el que comienza el “desmonte” de las cooperativas de seguridad al comprobarse los vínculos directos entre CONVIVIR y Fuerzas Armadas, así como el apoyo dado por las instituciones militares en lo que a inteligencia militar, apoyo logístico y armamento de uso restringido se refiere. Pero aunque se deroga su denominación como CONVIVIR, impidiéndose el empleo de armas de fuego y la realización de procedimientos distintos al de vigilancia y seguridad privada, no se elimina el sustento legal que les permite seguir funcionando, bajo una denominación distinta y con una vigilancia “estricta” por parte de un Estado que nunca realizó un efectivo control de estas organizaciones. A pesar, de haberse desmontado las CONVIVIR, “los grupos de justicia privada, que estaban organizados, entrenados militarmente y con armas de guerra en zonas de conflicto, no van a abandonar de la noche a la mañana el poder que tenían, para convertirse apenas en ciudadanos colaboradores de la justicia”53 . AL momento en que las CONVIVIR pierden su legalidad, en 1998, ya se habían presentado tres “Cumbres del movimiento de autodefensas”, cuyo objetivo se puede inferir como una “política” de coordinación y solidez de una estructura paramilitar de carácter nacional. En 1997 se hacen públicos algunos comunicados del grupo dirigente de las ACCU que reafirman la coordinación y la creación de un estado mayor a nivel nacional, tratando de trascender los límites regionales. A partir de estas “cumbres” se considera que las “Autodefensas Unidas de Colombia”, AUC, son una organización política de alcance nacional, teniendo como base un programa político y económico, pretendiendo representar una tercera vía entre la guerrilla y el establecimiento. Estos ingentes esfuerzos por amalgamar una coalición de grupos locales y regionales de paramilitares dan continuidad a las acciones criminales en contra de la población civil, más no en la confrontación directa con la guerrilla. 2.2.1 La Red 07 de Inteligencia de la Armada 54 (...) hay unos motores fundidos, necesito que los reparen, los tengo en tal sitio y daban la dirección, lleven buenos mecánicos y buena herramienta; mecánicos significa sicarios, 51 Revista Semana, febrero 28 de 1995, p. 22. Ibid, p. 24. 53 Revista Alternativa, N° 16, Dic-Feb, 1998, p.12. 54 La información de la estructura de la Red No. 7, así como los itinerarios de los responsables, se han basado En: Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, Corporación Regional Para la Defensa de los Derechos Humanos, CREDHOS. Magdalena Medio, Hoy como ayer persistiendo por la vida. Redes de Inteligencia y Exterminio en Barrancabermeja. Bogotá, 1999. 52 buenas herramientas significa buen armamento y motores fundidos significaba las víctimas. (Confesión de uno de los sicarios) La creación de la Red de la Armada No. 7 se concretó de acuerdo a las indicaciones de la Directiva Permanente No. 021 de 1991 y de la Circular No. 05315 del mismo año, emanada de la Armada Nacional. El sustento legal de estas directrices es la directiva No. 200-05 de 1991, originada por el Ministerio de Defensa Nacional, Comando General, quien reguló la organización y funcionamiento de las redes de inteligencia. Esta estructura de inteligencia estuvo a cargo de la Dirección de Inteligencia de la Armada (DINTE) con sede en Bogotá; su máxima autoridad fue el Segundo Comandante de la Armada, a quien le seguía el Director. Para la época de los crímenes cometidos por sus integrantes, el Director era el Coronel Rodrigo Alfonso Quiñónez Cárdenas, el responsable detrás de la mayoría de acciones desarrolladas y ejecutadas por la Red, en tanto que el Subdirector era el Mayor Jairo Osorio Morales. El Capitán Juan Carlos Álvarez Gutiérrez, quien posteriormente sería asesinado en Cartagena, coordinaba la Red 07. En un nivel subsiguiente estaban los Jefes administrativos y de área. El primero se ocupaba de la parte financiera; el segundo manejaba los agentes de control y cubría las áreas críticas objeto de las labores de inteligencia, además era el puente de información para el jefe de la red. Las dos funciones eran asumidas por Carlos David López Maquillón. En cuanto a los agentes de control, eran los encargados de cubrir los blancos (objetivos de la investigación), dependiendo de forma directa del jefe de área. Manejaban y ayudaban en las labores efectuadas por los agentes de inteligencia. No obstante, estas tareas no eran las únicas, pues también actuaban directamente en el desarrollo de los crímenes planeados, como en el caso de Ancízar Castaño Buitrago, uno de los miembros más sanguinarios de la red. Seguidamente se tienen los agentes de inteligencia quienes debían estar adiestrados para manejar los informantes, procesar la información recogida y pasarla a los agentes de control; además tenían que poseer un conocimiento amplio del escenario donde se movían. También, al igual que los agentes de control, participaban en la ejecución de los crímenes concebidos por la red. En el último eslabón se encontraban los informantes, quienes básicamente suministraban la información sobre los objetivos de inteligencia. Algunos de ellos se vinculaban primeramente como informantes, para luego pasar a ser agentes de inteligencia y subir al escalón de agentes de control. Se resalta que de los integrantes de la red, únicamente eran miembros activos de la armada el Capitán Juan Carlos Álvarez y el Suboficial Carlos David López Maquillón, en tanto que los demás eran militares retirados o simplemente civiles, con lo cual se pretendía mantener encubiertas las operaciones de inteligencia, y desdibujar por completo cualquier nexo o relación con la estructura. El trabajo de la Red No. 7 era por completo clandestino. Todo se conducía desde la más estricta confidencialidad. Las ordenes impartidas desde la DINTE se ejecutaban a cabalidad, sin que los canales de comunicación fueran menoscabados o infiltrados. Esto garantizaba por completo la efectividad a la hora de ejecutar los asesinatos, los cuales en su gran mayoría se caracterizaban por un rasgo común: su vinculación con organizaciones sociales. Así, las muertes ocurridas en 1992 reflejaban una completa persecución y represión a toda forma organizativa social o popular, bajo el pretexto de una supuesta lucha contra la subversión. La información de inteligencia que pasaba por la red, ineludiblemente tenía como destino final la DINTE, instancia donde era evaluaba para impartir las directrices correspondientes, que no eran mas que la orden de asesinato de los objetivos cubiertos e investigados (las víctimas). Estos podían adquirir dos formas en su realización: (i) selectiva, encaminada contra un blanco determinado e individualizado a través del respectivo seguimiento; o (ii) indiscriminada, de donde resultaban las masacres, pero con la particularidad de que varias, o todas las víctimas, eran parte de organizaciones sociales o populares, especialmente de sindicatos. Ambas modalidades se fundaban en que su accionar partía de un supuesto vínculo con la subversión que nunca se probó, pero que servía de “excusa” a la hora de matar, con lo que de paso, se reprimía cualquier forma de movilización social. No obstante, los asesinatos no solamente se cometieron en la persona de los blancos de inteligencia de la red, también se debieron hacer extensivos a sus propios miembros. Es de anotar que en todos estos crímenes estuvo relacionado el Coronel Quiñónez Cárdenas, siendo su autor intelectual. La mayoría de las muertes, por no decir la totalidad, se daban en función de los intereses del alto oficial, preponderantemente por proteger su figura y status dentro de la Armada, borrando cualquier enlace o vínculo que lo uniera con las acciones de la red (como sucedió con Saulo Segura). Asimismo, y en cierta consonancia con lo anterior, se presionó y hostigó a quienes relataron mediante confesiones lo sucedido en 1992 y la cantidad de crímenes cometidos por la Red No. 7. 2.2.2 Las Brigadas Móviles No. 1 y No. 2 en la Zona V A partir de los años noventa como se mencionó un eje de la estrategia militar se centró en las Brigadas Móviles. Estas estructuras militares fueron concebidas como unidades de mayor capacidad de combate y de movilización respecto de las unidades convencionales. A diferencia de estas últimas, que se componen por jóvenes que cumplen el servicio militar obligatorio, las Móviles se integran por soldados profesionales y su reclutamiento, entrenamiento y equipamiento demanda en adelante un porcentaje significativo del presupuesto nacional, y para ello se creó lo que en que la opinión se conoció como “impuesto de guerra”. Según cifras de Americas Watch en 1993 se incorporaron 15.000 soldados profesionales más a las filas del ejército. La línea de mando de las Brigadas Móviles, se relaciona únicamente con el Comando en Bogotá, es decir que no dependen de los comandantes regionales, lo que les da mayor autonomía y libertad de movilización pues no se restringen a las jurisdicciones de las unidades tradicionales. La instauración de estas unidades desde la óptica institucional, se pensó con el propósito de intensificar efectivamente la lucha contrainsurgente, desarrollando un patrón de acción constante encaminado a la reducción y confinamiento de la subversión, en el que están previstos los bombardeos, las operaciones rastrillo y el empleo de medidas para salvaguardar el “orden público”, solo que justificados en la idea en que son medidas que se emprenden supuestamente contra campamentos guerrilleros y la insurgencia en forma exclusiva. En esta misma lógica es que tienen cabida en la operatividad de las estas Brigadas la práctica de crímenes de lesa humanidad. En su creación en 1990, la Brigada Móvil No. 1 tiene asiento en Granada, departamento del Meta, pero actuó en territorios de la Zona V, fundamentalmente el Sur de Bolívar. Por su parte, a la Brigada Móvil No. 2, a fines de 1992, se le encargó el Magdalena Medio y tuvo sede en Barrancabermeja, asumiendo también la región chucureña (San Vicente y El Carmen), y posteriormente Norte de Santander y el Sur de Bolívar. Todo este nuevo montaje de infraestructura logística militar, era la complementación de un esfuerzo ofensivo estatal concretado en los 21 batallones de contraguerrilla vinculados con las catorce brigadas militares en el país para la época, establecidos en áreas donde se presume la presencia guerrillera, que con el transcurso del tiempo aumentó su complejidad estructural. Desde las disposiciones institucionales se preveía que la operatividad de las Brigadas Móviles observase la protección de los derechos humanos de la población, así como la rendición de informes fidedignos de las operaciones de combate (muertos, casas destruidas, numero e identidad de los detenidos, etc) y el adelanto de investigaciones para identificar los responsables de cualquier abuso por fuera de las ordenes de combate. Sin embargo, y tal como lo establecía Americas Watch: “pese a la insistencia gubernamental en el sentido de que las Brigadas Móviles no cometen abusos sistemáticos, algunas dependencias del Estado, así como varios grupos de derechos humanos, han logrado documentación sobre violaciones graves, constantes y aterradoras de derechos humanos y Derecho Internacional Humanitario”. 55 A pesar de las afirmaciones del gobierno en el sentido de que las Brigadas Móviles estaban mejor entrenadas para proteger a la población civil y que estaban celosamente controladas, Americas Watch señaló en su oportunidad que éstas emplean el terror en la población civil como parte clara de su estrategia y que esto era tolerado abiertamente por sus comandantes. Dicha situación era característica de ambas Brigadas Móviles, pues las ejecuciones sumarias, las desapariciones, las violaciones, la tortura y los malos tratos, la quema de viviendas, cultivos y alimentos, los bombardeos indiscriminados, y las amenazas de muerte, entre otros crímenes, no fueron ajenos a la operatividad de estas nefastas unidades militares. El terror era la constante, y la intimidación a la población indefensa, la mejor manera de combatir al “enemigo”, concepto que los militares tomaban de forma excesivamente amplia, incluyendo en su definición no solo a los guerrilleros, sino también a los miembros de partidos de oposición, activistas populares y dirigentes comunales, especialmente quienes estaban vinculados a las juntas de acción comunal.56 Por las características de su operatividad, es imposible que los efectivos adscritos a estos cuerpos militares, en la ejecución de sus operativos puedan distinguir entre civiles y guerrilleros, de modo que las muertes y los daños que provocan se extienden a la población y a los no combatientes; tal es el caso del bombardeo indiscriminado. Pero en otros eventos, la intención homicida no puede encubrirse, como cuando se obliga a los pobladores a portar uniformes militares, patrullar o simplemente servir de guías. Otra practica extendida es la de relacionar como muertos en combate a campesinos y civiles muertos por la Brigada en condiciones distintas; este último evento se relaciona bastante con el uso de “los informantes”, cuyos señalamientos, sin mayor asidero, eran tenidos por motivos suficientes para matar. Recogiendo las consideraciones expuestas, la implementación de las Brigadas Móviles procuró reforzar la estrategia de combate y lucha contra las organizaciones subversivas en todo el territorio nacional, esperando con ello un arrinconamiento y vencimiento paulatino de las mismas. Sin embargo, la verdadera utilidad y funcionalidad que logró esta empresa fue la represión y hostigamiento hacia la población en general. El “enemigo interno”, característicamente los campesinos, se encontraba en todas partes sin distinción alguna, razón fundamental para atacar a civiles indefensos y convertirlos en víctimas de crímenes de lesa humanidad. Respecto de estos, se agrega que los militares simplemente dejaban a su consideración dos caminos: huir, y con ello aumentar el número de refugiados internos 55 56 Americas Watch. Estado de guerra. Violencia política y contrainsurgencia en Colombia, pp. 89/88 Americas Watch. Ibid, p. 89 (impropiamente llamados desplazados), o verse paramilitares organizados por la misma Brigada.57 obligado a conformar los grupos 2.2.3 Batallón de Artillería de Defensa Aérea No. 2 “Nueva Granada” Acantonado en la ciudad de Barrancabermeja, el Batallón de Artillería de Defensa Aérea No. 2 “Nueva Granada”, es una tropa divisionaria propia de la V Brigada, siendo una de las principales unidades del territorio que comprende esta jurisdicción militar. Por dicha razón, el despliegue y cubrimiento de este destacamento comprendía zonas diferentes a las del puerto petrolero, especialmente en los campos del Sur de Bolívar y la región chucureña, combinándose con otras estructuras para la ejecución de operativos conjuntos, fundamentalmente con el Batallón de Infantería “Luciano D’Elhuyar y la Brigada Móvil No. 2. El abarcamiento de varios territorios por parte del Batallón “Nueva Granada”, no significó que en uno u otro emplearan mecanismos represivos de diversa índole, pues es visible un patrón común en las acciones cometidas por sus miembros, que al igual que otras sedes militares de la V Brigada (vale decir, el “Luciano D’Elhuyar”), pretendió levantarse como excusa supuestamente valida para atropellar a cuanto ciudadano cayera en sus manos: la lucha contrainsurgente, que de suyo incluía la perpetración de crímenes de lesa humanidad, a lo cual se aunaban otras herramientas represivas complementarias. Los métodos predilectos empleados por el “Nueva Granada” eran básicamente dos: las detenciones, ilegales en casi la totalidad de los casos, y las torturas. Ambas se justificaban bajo el pretexto del combate de la subversión; cada persona era un potencial guerrillero, y por ello debía ser castigada y flagelada para sacarle información. Con todo, existe una disparidad en la forma como se llevaba a cabo todo este arsenal opresivo, dependiendo del lugar de los hechos. Si era en el centro urbano de Barrancabermeja, a la víctima se le llevaba detenida a la sede del batallón donde era torturada. Acto seguido, los victimarios la mantenían recluida e incomunicada la mayor cantidad de tiempo posible, para finalmente sindicarla en forma mendaz de ser guerrillero, o hacerle suscribir “declaraciones voluntarias” de culpabilidad, punto de referencia para montar procesos penales completamente falaces. Pero la situación tenía un giro cuando actuaban las tropas en el campo, porque una vez detenido el campesino, generalmente para él existían dos opciones: la tortura o el asesinato, siendo el segundo de los crímenes el preferente, acreditado con el pretexto del “subversivo muerto en combate”. Especialmente se debe reparar en ciertos detalles en lo concerniente al sector urbano de Barrancabermeja, todo bajo la óptica de la estrategia de lucha contrainsurgente. El puerto petrolero es una de las pocas ciudades del país con presencia por parte de todos los organismos de seguridad del estado. Por parte del ejército, aparte del “Nueva Granada”, tuvo asiento el Batallón de Contraguerrillas No. 45 “Héroes de Majagual”, así como varias bases militares dependientes de aquella unidad. El control militar es extremo, particularmente en los sectores populares, vale decir, las comunas nororientales y surorientales, donde sus pobladores son estigmatizados y satanizados por encontrarse en “focos subversivos”. Por tal motivo se implementaban los mecanismos represivos señalados, detenciones y torturas, complementándolos con otros que en el papel eran aparentemente legales, como los allanamientos, pero que al final guardaban el mismo objetivo. La incursión del paramilitarismo en Barrancabermeja se aunó a las maniobras represivas llevadas por el Batallón “Nueva Granada”, dentro de la estrategia de lucha contra la 57 Americas Watch. Ibid, p. 89-90 subversión. La masacre del 16 de mayo de 1998, marcó el inició de la entrada definitiva de unidades paramilitares en la ciudad, especialmente en los sectores populares (barrios nororientales y surorientales), donde sobrevinieron inmediatamente los asesinatos y demás crímenes en aras de la consolidación de un dominio territorial absoluto. La participación del “Nueva Granada” en este escenario consistió en ser sujetos pasivos e inoperantes ante tal arremetida. Su omisión y aquiescencia ante los paramilitares, se convirtió en un permiso de facto para que se emprendiera todo tipo de vejámenes en contra de la población barranqueña en beneficio de una supuesta estrategia contrainsurgente, que no tomaba en cuenta y le era impasible, los ríos de sangre que formaban un cauce cada vez más grande en la ciudad. 2.2.4 Batallón de Infantería No. 40 “General Luciano D’elhuyar” Ubicado en el municipio de San Vicente de Chucurí, y desde 1988 parte de la V Brigada, el Batallón de Infantería No. 40 “General Luciano D’ Elhuyar” se constituyó de manera activa en el promotor fundamental del paramilitarismo en la región chucureña, primero posicionándolo, para luego ir paulatinamente implantándolo de manera definitiva, logrando el control absoluto de la zona con base en el terror y la muerte. Dicha expansión de los paramilitares hacia San Vicente y El Carmen, que tuvo como punto de inicio la Inspección de Policía de San Juan Bosco de la Verde58 , encontró su punto culminante con el grupo denominado “Los Masetos”, del cual hacían parte activamente varios militares adscritos a esta unidad militar; era común para los campesinos de la región ver patrullajes conjuntos entre los efectivos del batallón con “masetos” La relación de militares con paramilitares, tratándose del Batallón “Luciano D’Elhuyar”, era una sola, indivisible y univoca, confundida en un objetivo perentorio: la lucha contra la subversión, por cualquier medio y sin importar los mecanismos para hacerla. Por tal motivo, los pobladores de la región chucureña, especialmente de El Carmen, se vieron involucrados inevitablemente en un conflicto, en el que, de entrada, eran catalogados como guerrilleros por el simple hecho de vivir en el campo. Solo tres alternativas dejaban a la mano de los campesinos los integrantes de la maquinaria militar-paramilitar: o se someten y trabajan con nosotros; o se van; o se mueren59 . La implementación del paramilitarismo por el “Luciano D’ Elhuyar”, a pesar de ser la característica y herramienta más importante de su operatividad, no era la única. Dentro del horizonte general de lucha contrainsurgente, entraba de lleno la práctica de crímenes de lesa humanidad por parte de sus miembros, sin contar las acciones de los paramilitares, contra la población en general, y primordialmente contra el campesinado. Básicamente la represión oficial buscaba a partir de estos métodos el control y la dominación total, bajo la idea del acorralamiento de la guerrilla. En consecuencia, muchas víctimas fueron señaladas como militantes de la subversión, lo que justificaba detenciones ilegales, torturas, desapariciones y asesinatos. En síntesis, este batallón implementó dos instrumentos operativos íntimamente ligados: la implementación del paramilitarismo y la comisión de crímenes de lesa humanidad, ambos 58 En una primera etapa se cubrió la región chucureña, para después de 1995, ir extendiéndose a los municipios circunvecinos, entre los más importantes Barrancabermeja, Betulia, Sabana de Torres y Puerto Wilches. Ver: “El modelo chucureño de paramilitarismo” en: Cinep -Banco de datos de violencia política-: “Deuda con la Humanidad. Paramilitarismo de Estado 1988-2003”. Bogotá, 2004; pp: 347. 59 Ibídem; pp: 349. escudados en una estrategia contrainsurgente, en aras de obtener dominio y autoridad despótica absoluta que se cubrió en la más honda impunidad60 . 2.3 Movilización campesina como respuesta a la represión en las zonas rurales Las respuestas populares al avance paramilitar y a la militarización de las zonas rurales, con su ola de asesinatos y persecución no se hizo esperar, y el campesinado comenzó su movilización en el Magdalena Medio protestando contra los asesinatos del MAS y los atropellos militares. Con ocasión de la Marcha por la Paz, en 1982, “Barrancabermeja presenció la primera protesta de los desplazados con la toma de la iglesia del Sagrado Corazón, donde se denunció que el río Magdalena se había convertido en cementerio por los asesinatos cometidos por los paramilitares” 61 . Como si el terror no fuera ya demasiado alarmante, los movimientos de protesta arrojaron como resultado centenares de detenidos, torturados y asesinados. En general el panorama nacional en la década de los ochenta evidenció un auge en las protestas y movilizaciones sociales62 . Una de las características principales de la renovada fuerza de la movilización popular fue el protagonismo que tomó la lucha campesina ante el eminente abandono del estado en las zonas rurales. Durante estos años los campesinos reafirmaron su lucha por la tierra, manifestaron su indignación frente a la guerra sucia y propendieron por el mejoramiento de sus condiciones de vida. La población urbana hizo lo propio, la cual multiplicó sus acciones colectivas paralelamente a las del campesinado. Por aquellos años las marchas campesinas se configuraron en la forma de movilización más importante y en la dinámica de protesta social que conjugaba diferentes fuerzas sociales y políticas que de ninguna manera podían atribuirse a la guerrilla. Lejos de ser iniciativas surgidas al interior de la insurgencia, las movilizaciones y protestas populares se configuraron como reivindicaciones y exigencias del común de la población ante el incumplimiento de los compromisos y acuerdos del estado que acarrearon el empeoramiento de las condiciones de vida de los pobladores. Sin embargo, y dado que en algunas zonas la insurgencia se convirtió un insoslayable actor político que hizo presencia o ayudó a la consolidación de organizaciones sociales, el Estado se opuso abiertamente a estas expresiones sociales y ordenó un tratamiento prioritariamente militar para reprimirlas63 . En 1985, por ejemplo, se adelantaron movilizaciones de protestas del campesinado del Sur de Bolívar, cuyos miembros dieron curso a una enorme movilización hacia el puerto petrolero de Barrancabermeja, debido a la cruenta represión ejercida por tropas militares que iniciaron operativos contra el campesinado de esta región, así como de los jornaleros de Yondó, Antioquia, y Puerto Wilches, Santander. Como resultado de los desmanes del ejército se inició un masivo éxodo hacia Barrancabermeja a donde el 1º de diciembre llegaron más de mil campesinos, mientras que un numero igual de marchistas estaba retenido por el ejército en Cantagallo. Luego de varios días de diálogo con representantes del Gobierno, regresaron a sus parcelas con varias promesas, entre ellas que cesarían los 60 Una situación que nos da una comprensión del manto de impunidad que recaía sobre todas las acciones del “Luciano D’ Elhuyar” levantado por los mismos militares, fue el impedimento hecho por estos mediante una asonada, a la ejecución de una orden de captura expedida por la Fiscalía Regional de Cúcuta contra 26 paramilitares, que pretendía llevarse a cabo por uno de los auxiliares del ente acusador el 31 de marzo de 1992. Así, se encubría uno de las lanzas represivas y opresivas del batallón. Fuente: Ibíd; pp: 350 61 PRADA M., Esmeralda y otros. “25 años de luchas sociales en Colombia: 1975 – 2000”. Bogotá, CINEP. 62 Ibídem, p. 129. 63 Julián VARGAS. “A pesar de todo, caminaron las marchas”. En Cien Días Nº 2, abril - junio, 1988. hostigamientos. También en 1985 se dieron movilizaciones importantes como las marchas hacia Cartagena en demanda de la atención estatal. Mientras se realizaban las primeras movilizaciones de estos campesinos, orientadas al reconocimiento por parte del gobierno central y regional de las necesidades de la región para que se brinden respuestas estructurales que mitigaran el abandono al que la población era sometida, se produjeron múltiples agresiones sobre la población rural. Vienen luego otras experiencias organizativas entre las que se destacan la Coordinadora Popular de Barrancabermeja, la Coordinadora Popular del nororiente Colombiano o la Coordinadora Campesina del Magdalena Medio, entre otras, iniciativas que coordinaron la realización de varias de las movilizaciones que se llevaron a cabo durante los años ochenta en toda la zona V. Dirigentes, promotores y activistas de todas estas iniciativas populares de organización y movilización sufrieron la arremetida del paramilitarismo. Sobrevienen así, atentados, asesinatos selectivos y masacres que se cometieron en los años ochenta. En el mes de junio de 1987 diversas organizaciones sociales propiciaron una estructura organizativa conocida como la Coordinadora Popular del Nororiente, para movilizar el campesinado de esta zona del país buscando principalmente el cese de la militarización en la zona, el respeto a las garantías ciudadanas, además de reivindicaciones por la tierra. A esta protesta se le conoció como El Paro del nororiente colombiano en el que se movilizaron aproximadamente 7.500 campesinos de más de 20 municipios de los Santanderes, el Sur del César y el departamento de Bolívar, bajo la consiga ¡El pueblo habla, El pueblo manda!. Los campesinos se movilizaron pacíficamente hacía poblaciones como San Vicente de Chucurí, Ocaña, Chitagá, Tibú, San Pablo y Barrancabermeja. Entre los procesos organizativos que se sumaron a la coordinación del Paro se encontraban USITRAS (Unión Sindical de Trabajadores de Santander), el SES (Sindicato de Educadores de Santander), ASINORT (Asociación de Instructores de Norte de Santander). SINTRAUIS (Sindicato de trabajadores de la Universidad Industrial de Santander), los sindicatos de la Industria de la Palma del Sur del Cesar, la ANUC y diversos movimientos estudiantiles, populares y comunitarios de toda la zona. Las marchas del noreste o nororiente formaron parte de un conjunto de movilizaciones campesinas que coincidieron en marchas regionales también en la Costa Norte y el departamento de Nariño. Gracias a la fortaleza organizativa previa a la realización del paro y el importante papel que jugó la Coordinadora Popular del Nororiente, el éxito del Paro fue total. La reacción del gobierno ante el masivo apoyo de las marchas no se hizo esperar: valiéndose de los medios de comunicación, el Presidente Barco desaprobó las jornadas de protesta64 . El señalamiento contra las movilizaciones del Nororiente, se intensificó en los días previos a la realización del mismo. “Inquietud en el gobierno por Paro”, así se tituló el artículo publicado por el diario El Tiempo el 6 de junio de 1987, donde se expuso que el gobierno asumía el paro del Nororiente colombiano como “eminentemente político” y señalando que “entre los organizadores de dicho movimiento estaban las FARC y el ELN, además de la Unión Patriótica y otras agrupaciones regionales”65 . El artículo continuaba afirmando que “entre las peticiones contenidas en el extenso pliego que será entregado al gobierno figuran puntos idénticos a los reclamados por el ELN en reciente declaración, como la eliminación de los contratos de asociación para la explotación petrolífera”66 . Relaciones como estas pusieron en riesgo eminente la vida de los participantes y organizadores de las marchas, 64 65 66 Colombia Hoy Informa, No. 50, Bogotá, 1987 El Tiempo. Junio 6 de 1987, p. 1 A El Tiempo, junio 6 de 1987, p. 1 A. quienes se convirtieron en objetivo específico de los grupos paramilitares y de las mismas fuerzas armadas que hacen presencia en la región. Los operativos de la fuerza pública para contener las marchas se desarrollaron mediante la implantación de retenes en las principales vías de acceso a los municipios donde se llevarían a cabo las concentraciones. La fuerza pública militarizó totalmente las poblaciones de Ocaña y Barrancabermeja, lo que provocó situaciones de escasez al paralizar económica y administrativamente dichas zonas, lo cual facilitó la represión contra los manifestantes. Uno de los mecanismos represivos del ejército fue el empleo de gases para amedrentar y contener a la población. Posteriormente, cientos de personas resultaron heridas. Tras las negociaciones con los delegados de los campesinos concentrados en San Vicente Chucurí, el gobierno departamental se comprometió a realizar una serie de obras públicas, como carreteras y puentes, construir y dotar puestos de salud y concentraciones escolares, otorgar garantías para la desmovilización del campesinado, investigar los crímenes cometidos por miembros de las Fuerzas Armadas en la región y respetar la libre organización y movilización de los campesinos. La retaliación paraestatal no se hizo esperar y una vez terminadas las jornadas de paro, los paramilitares desataron su acción homicida sobre obreros, campesinos, y dirigentes que participaron en el Paro. El mismo mes de junio de 1987, fueron asesinados cuatro dirigentes campesinos y cívicos que habían sido líderes del Paro del Nororiente 67 . Aunque los asesinatos fueron reivindicados por miembros del grupo paramilitar MAS, las víctimas encabezaban una "lista negra" de dirigentes campesinos, que tenía en su poder un agente de la Policía Nacional en Convención (Norte de Santander). Frente a los nombres de los líderes aparecía la palabra "Cumplido", indicando que ya habían sido asesinados. Otras sesenta y siete personas, así como cuatro familias, participantes en el paro cívico y residentes en diferentes municipios del departamento, estaban igualmente relacionadas en la lista. El mes siguiente fueron asesinados tres activistas sindicales militantes del Partido Comunista y trabajadores de la empresa GASAN 68 , por miembros de un grupo paramilitar en el de Piedecuesta, Santander. Uno de ellos, era presidente de SINDIGAS, miembro del Comité Federal de USITRAS y dirigente y negociador del Paro Cívico del Nororiente. Entre Julio y diciembre de 1987, los grupos paramilitares que se hacían llamar Sociedad de Amigos de Ocaña, Comité para la Reivindicación Moral de Convención (CRMC), y el MAS, asesinaron a dos líderes más del Paro y amenazaron de muerte a más de treinta personas, entre los que se encontraban educadores, comerciantes, campesinos y conductores que también habían participado en el paro y que en su mayoría pertenecían al sindicato ASINORT o al partido político A Luchar. Estas amenazas causaron el desplazamiento forzado de varios de los amenazados. Desde comienzos de 1988, las organizaciones que habían impulsado la Coordinadora Popular del Nororiente, 67 68 FUENTE: REVISTA COLOMBIA HOY INFORMA, J i d 1988 SAID QUINTERO PEREZ, HECTOR MELO, JORGE TELLEZ QUINTERO y WILSON BECERRA BERNARDINO GARCIA, LUIS FRANCISCO GUZMAN y JAIRO DE JESUS BLANDON empezaron a movilizarse para exigir al gobierno el cumplimiento de los compromisos adquiridos con la población, los cuales no habían sido cumplidos. Para ello se dio inicio a los preparativos de una nueva jornada en exigencia del respeto a la vida, por servicios públicos y sociales, el cumplimiento de los compromisos oficiales con anteriores protestas, y en defensa de los recursos naturales. Se discutieron y concretaron pliegos reivindicativos locales y regionales, medios logísticos para la movilización y mecanismos de negociación con el gobierno 69 . En el impulso a esta nueva jornada de movilización y denuncia participaron la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, la Organización Nacional Indígena de Colombia, la Coordinadora Nacional de Movimientos Cívicos, seccionales de la CUT, Juntas comunales, cívicas y campesinas y las organizaciones políticas A Luchar, Frente Popular, Unión Patriótica y Frente Popular. En la zona V, las organizaciones que impulsaron la realización de las marchas fueron además de las ya mencionadas, la Coordinadora Campesina del Magdalena Medio, USITRAS, SINTRAUIS, el SES, ASINORT, y organizaciones defensoras de derechos humanos como el CSPP seccional Santander, entre otras. Miles de personas se sumaron a las marchas propuestas por las distintas organizaciones sociales que promovieron su realización a pesar de “la expresa prohibición del gobierno”, que se fundamentaba en la vinculación de las movilizaciones con la subversión. El Ministro de Gobierno enfatizó que así los gobernadores permitieran las marchas, él mantendría el ejército en las ciudades para defender a las “gentes del bien70 . En varios lugares del país, los participantes de las marchas comenzaron a organizarse en la semana previa a la realización de la protesta con el fin de resistir conjuntamente las operaciones de control de la fuerza pública y llevar a cabo las movilizaciones. Entre tanto, “Las Fuerzas Armadas ponían en práctica un plan destinado a desmovilizar a los campesinos. Este operativo consistió en el taponamiento mediante tropa y bloqueos con tanques y alambradas de las principales carreteras troncales y sitios de concentración para impedir el paso de las marchas hacía las capitales departamentales, como era su objetivo; inmovilización de los carros en que se transportaban mediante pinchazos a las llantas y decomiso de las llaves; confiscación, y algunas veces destrucción de los alimentos destinados para la manutención durante las jornadas de la marcha y concentración; cierre con cadenas y candados de los parques y plazas donde los campesinos se iban a concentrar; allanamiento violento de oficinas públicas e iglesias donde algunos marchistas lograron refugiarse; detención de dirigentes y marchistas y allanamientos en varios pueblos y veredas”71 . Las agremiaciones estudiantiles y sindicales respaldaron las marchas por medio de la realización de protestas locales en los centros urbanos más importantes del país. “En Bucaramanga fueron tomadas las instalaciones de la Procuraduría... En Convención (Norte de Santander), los pobladores realizaron colectas de alimentos para proveer a los campesinos a los que el ejército había decomisado sus provisiones, siendo nuevamente confiscadas” 72 . Al manejo militar se añadió la desinformación sistemática y la difusión de versiones tendenciosas que buscaron mostrar a la guerrilla como la responsable de los hechos. La prensa nacional deslegitimó desde sus páginas editoriales la protesta de los campesinos. 69 70 71 72 SOLIDARIDAD. Junio, 1988. No 95, p. 5. COLOMBIA HOY INFORMA. Año IX, No. 58, Bogotá, 1988, p. 17. SOLIDARIDAD. Junio, 1988. No 95, p. 6. SOLIDARIDAD. Junio, 1988. No 95, p. 8. “Las marchas están prohibidas. Con la Constitución en la mano y con la fuerza de la ley, se deben impedir...la plaga de las marchas debe cesar”, pedía El Tiempo en su edición del 24 de mayo 73 . En el editorial del 29 de mayo, día de una de las masacre, El Espectador afirmó que todas las marchas que surcaban los campos de los departamentos de la costa Atlántica, Antioquia, los Santanderes y Arauca, eran un plan de subversión para hundir al país en el más profundo caos. Por su lado, la revista Semana, en un artículo titulado El Marchismo Leninismo acusaba a las marchas de ser una réplica de la gran marcha de Mao y señalaba a varias organizaciones guerrilleras de ser las responsables de la movilización campesina74 . A pesar de las acciones de la fuerza pública y la administración gubernamental para impedir la realización de las marchas, entre el 22 y el 24 de mayo de 1988, más de 80.000 personas provenientes de los departamentos de Bolívar, Cesar, Norte de Santander, Santander, Magdalena, Sucre, Córdoba, Atlántico y Arauca, se movilizaron hacia las principales ciudades del país. Se trató de una movilización que superó en convocatoria y cubrimiento geográfico las marchas de 1987. Efectivamente, durante los 10 días de movilización, los tres paros movilizaron 81.210 campesinos en 9 departamentos, “en 11 frentes que sincronizadamente quisieron confluir sobre cinco cabeceras provinciales y sobre cuatro capitales regionales”, entre las que Bucaramanga era la más importante. La mayor incidencia se localizó en las áreas más afectadas por el conflicto en el último año: el Magdalena Medio santandereano, la provincia de Ocaña y el Nordeste antioqueño. En el cuadro No. 4 se presentan las cifras generales de la participación de la población en las marchas de acuerdo a la región y el municipio de proveniencia de los pobladores. Cuadro No.4 Marchas Campesinas. Participación por regiones y municipios 73 74 El Tiempo, 24 de mayo de 1988, p. 4A Semana, No. 317, mayo 31 de 1988, p. 27. MARCHAS CAMPESINAS – MAYO 1988 COSTA ATLÁNTICA NORDESTE ANTIOQUEÑO Hacia Cartagena Nro. Campesinos Magangue 5000 (5) Remedios 500 (3) Segovia Turbaco Bajo Cauca Cisneros Hacia Valledupar Jagua de 400 (3) Subtotal Ibirico 1500 (4) Codazzi Hacia Santa Marta Fundación 5000 (2) (Bellavis.) Hacia Barranquilla Carret. Or y 1760 (2) Cord. Hacia Montería 1250 (1) 1500 Sahagun (3) Planeta Rica Tierralta 300 (2) Subtotal 17.210 NORORIENTE COLOMBIANO Nro. Sur del Cesar Nro. Campesinos Campesinos 6000 (5) Pailitas 500 (3) 4500 (5) Curumaní 2000 (3) 2500(5) Pelaya 900 (3) 900 (5) Provincia de Ocaña 8500 (3) Teorama 13.900 Tibú 800 (3) El Tarra 1500 (3) Filo Gringo 5000 (1) Hacarí 3000 (2) Convención 4000 (3) Aserrío 3000 (3) San Calixto 700 (3) Palmarito 3000 (3) Ocaña 500 (3) Magd. Medio (Sant.) S. Vicente Chucurí 5000 (6) Barranca (La 500 (3) Fortuna) Cachiri 500 (3) Arauca Saravena 2000 (4) Arauquita 1700 (2) Prov García Rovira Cerrito Subtotal 7000 (3) 50.100 TOTAL NACIONAL Costa Atlántica Noreste Antioqueño Nororiente Colombiano TOTAL 17.210 13.900 50.100 81.210 21.19% 17.11% 61.70% 100% Frente a las denuncias de detenciones, torturas, asesinatos y masacres, la Coordinadora Popular del Nororiente, buscó garantizar en la mesa de negociaciones la integridad física de los participantes en la marcha. Sin embargo, y como ya se anotó, el gobierno no garantizó esa mínima condición. Por el contrario, adelantó una amplia militarización de las zonas que permitió el hostigamiento sobre las marchas desde el momento mismo en que empezaron. Antes que las gobernaciones, fueron los militares quienes ejercieron su jurisdicción de hecho sobre el orden público, excusados en que las marchas eran un “oscuro plan subversivo” con el objetivo de desestabilizar al gobierno y a sus instituciones. hostigaron a los marchistas, restringieron la movilización, cortaron el suministro de víveres y detuvieron arbitrariamente las marchas en 29 sitios distintos, los campesinos concentrados en el Sur del Cesar, Pelaya, Pailitas, Curumaní, ni siquiera pudieron iniciar su desfile a Bucaramanga. Los crímenes contra los marchistas se dieron durante en dos tiempos; durante el desarrollo de las marchas se perpetraron contra el campesinado y después de su realización contra sus dirigentes. En Santander se presentaron varias detenciones, desapariciones, torturas y asesinatos de campesinos, en los que el Batallón Nueva Granada y militares al mando del Teniente Coronel Rogelio Correa Campo adscritos al Batallón Luciano D'Elhuyar estuvieron involucrados, principalmente se destacan las masacres de La Fortuna en zona rural de Barrancabermeja y Llana Caliente en el municipio de San Vicente del Chucurí. La persecución y asedio contra los manifestantes prosiguió en los días siguientes a la realización de las masacres. Un día después de la masacre de la Fortuna las fuerzas paraestatales asesinaron a un concejal de la UP y extendieron su accionar criminal contra el Sindicato de Educadores de Santander, SES, organización que denunció la desaparición de dos profesores. En la mañana siguiente, el 25 de mayo, la Coordinadora Popular del Nororiente convocó la realización de un Paro Cívico en Barrancabermeja, con el fin de solidarizarse con las marchas y repudiar los hechos de la Fortuna. En el desarrollo de la protesta los paramilitares cobraron la vida de dos personas más. Así mismo, decenas de campesinos fueron asesinados; eran abordados en los buses por caminos intermunicipales o masacrados en sus viviendas. Para el segundo semestre de 1988, estas veredas eran parajes fantasmas donde los paramilitares ostentaban el control absoluto. En total, entre 1987 y 1988 fueron asesinados por ejército y paramilitares 6 dirigentes cívicos, 5 educadores, 70 militantes de partidos políticos de oposición, entre los que se encontraban 13 pertenecientes a A luchar y 49 a la UP, 16 obreros y trabajadores, 433 pobladores de las zonas rurales y 44 sindicalistas, principalmente de la USO, el SES y Sintraindupalma. Con ocasión de esta arremetida estatal y paraestatal, en los años siguientes, la actividad reivindicativa se disminuyó sustancialmente pues se logró socavar la fortaleza tanto de las organizaciones sindicales y políticas, como de los demás movimientos cívico – populares de la zona. Zona V. N° de víctimas del ejército y los paramilitares según años, 1987-1998 600 500 400 Ejército Paramilitares 300 200 100 0 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 Como se observa en el gráfico, en los años 1987 y 1988, se presenta un importante repunte en el número de crímenes de lesa humanidad por la acción militar y paramilitar, lo que coincide con el desarrollo de procesos organizativos de la zona identificados principalmente con el paro del nororiente del 1987 y las marchas campesinas de 1988. Además, en estos años se inicia la ruptura de diálogos con los grupos insurgentes. En julio de 1987 hay una ruptura parcial de la tregua a raíz de la emboscada de un convoy militar en el Caquetá. Hacia finales de 1988 el Presidente Barco anuncia un "Plan de Paz" que no es otra cosa que el énfasis de la represión paraestatal masiva en un contexto de revitalización del estado de sitio. De aquí que el final de los diálogos de negociación entre guerrilla y gobierno constituya el inicio de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), que surge en momentos de auge del movimiento social entre 1987 y 1988. En 1998, los campesinos del Sur de Bolívar y del Valle del Río Cimitarra realizaron un multitudinario éxodo hacia Barrancabermeja, como forma de denunciar la falta de atención del Estado en sus zonas y las constantes incursiones paramilitares. En total llegaron a Barrancabermeja más de 10.000 campesinos que se concentraron en varios centros educativos. Los antecedentes del éxodo se remontan a las movilizaciones realizadas por los campesinos de San Pablo, en el Sur de Bolívar hasta Barrancabermeja en 1986, donde a pesar de las acusaciones de infiltración de la guerrilla y las continuas amenazas los campesinos lograron concertar una serie de acuerdos con el gobierno cuyo fundamento se centraba en una presencia del Estado no represiva sino con inversión social y el mejoramiento de las condiciones de vida de los pobladores de la región, y el compromiso Estatal para castigar a los servidores públicos que patrocinaran la conformación de grupos paramilitares. El reiterado incumplimiento del gobierno de estos acuerdos motivó el éxodo de 1998 donde se instaló una Mesa Regional Permanente de Trabajo que se encargó de elaborar un Plan Integral de Desarrollo del Magdalena Medio que el Estado se comprometió a acoger como hoja de ruta para las inversiones en la región, sin embargo, una vez los campesinos retornaron a sus tierra, el gobierno incumplió y el aparato paraestatal arremetió contra los líderes del éxodo y los miembros de la Mesa de Trabajo. 2.3.1 Albergue campesino de Barrancabermeja y Casa Campesina de Sanvicente, respuestas al desplazamiento forzado La dura situación que debió enfrentar el campesinado desde mediados de los ochenta obligó a miles de habitantes de las zonas rurales a desplazarse hacia los cascos urbanos como forma de salvaguardar su integridad personal, primero debido a los intensos bombardeos y operativos militares en la zona, que obligaron en 1987 a un éxodo de más de 6.00 campesinos provenientes del Sur de Bolívar, y luego debido a la “guerra sucia” adelantada por los grupos paramilitares con apoyo de las Fuerzas Militares. De esta forma, se generan en la zona quinta dos procesos importantes que buscan brindar protección y alojamiento a las familias desplazadas por la violencia, brindar asistencia médica, sicológica y educativa e impedir la destrucción violenta de las comunidades rurales al ofrecer un punto de referencia para reconstruirlas. Se trata del Albergue Campesino que funcionó en Barrancabermeja desde 1988 y de la Casa Campesina que funcionó en San Vicente de Chucurí desde 1992. Lugares donde se dispusieron espacios de diálogo con instituciones gubernamentales para darle salida a la emergencia de los campesinos desplazados y se implementaron formas de denuncia que permitieran dar una alerta temprana frente a incursiones paramilitares y atropellos por parte de la Fuerza Pública en los municipios santandereanos del Magdalena Medio. El Albergue de Barrancabermeja se abrió con el apoyo de la ANUC, el Comité de Derechos Humanos de Barrancabermeja, el Comité Ecuménico y la Coordinadora Campesina del Magdalena Medio, posteriormente se unieron a esta iniciativa numerosas organizaciones sociales. A pesar del carácter netamente humanitario de estas dos experiencias, sus dirigentes y los residentes que se alojaron en ellas debieron soportar el hostigamiento de militares y paramilitares, allanamientos, incursiones y señalamientos constantes, a tal punto que el Albergue debió cerrar sus puestas durante más de un año, de marzo de 1992 a mayo de 1993, debido a la eminente amenaza de una incursión paramilitar. Empeñados en reconstruir la vida de los campesinos desarraigados de sus tierras por la violencia los dirigentes del albergue buscaron de forma creativa superar todas las dificultades, repitiendo “...aquí estamos, el proyecto existe, y existe porque hay desplazados, existe porque hay solidaridad, existe porque quedan personas románticas que creen en la entrega y encuentro con el otro” 75 . 2.3.2 La ANUC, cronología de una persecución sistemática La persecución sistemática contra los miembros de la ANUC se desencadenó poco tiempo después de su constitución como organización nacional, proceso que se instituyó a comienzos de la década del setenta. La Asociación Nacional de Usuarios Campesinos fue un espacio en el que confluyeron los dirigentes locales y miembros de las Juntas de Acción comunal de la mayoría de los municipios y departamentos del territorio nacional. Desde sus inicios, la Asociación nacional de Usuarios Campesinos se proyectó como una iniciativa cuyo fin principal fue y sigue siendo la lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida del campesinado y la reivindicación por el derecho a la tierra. Como respuesta a los desalojos a los que eran sometidos los campesinos, la ANUC, promovió en 1971 un plan nacional de “Toma de Tierras” que hizo de la década del 70 un importante momento de movilización campesina, en el que se empleó la toma de oficinas públicas y los paros cívicos como formas de protesta y denuncia. En el caso particular del Magdalena Medio, la ANUC comenzó una labor de asesoría a algunas tomas de tierra que se dieron en la región en la zona de Jacaranda, Barrancabermeja, y en las veredas Cailas, de San Vicente, La Lucha, de Puerto Wilches, Marta, de Lebrija, y La Caimana, en la zona de la Rochela. Ya en octubre de 1970, el Presidente de la Asociación de Usuarios Campesinos de Cimitarra había sido detenido por el ejército, en medio de varias detenciones arbitrarias que la tropa adelantó aprovechando el toque de queda que por varias semanas se decretó en la población. A partir de ese momento se evidenció el afán del establecimiento por frenar la fortaleza organizativa de los campesinos de la ANUC, lo cual se llevó a cabo por medio del accionar represivo de la fuerza pública, que viendo en la lucha campesina una “inadmisible alteración del orden”, comenzó a hacer uso de las detenciones arbitrarias para coaccionar a los lideres campesinos y mitigar sus demandas, favoreciendo a la par los intereses de los grandes terratenientes, quienes se opusieron en todo momento a las tomas de tierras y veían amenazados sus intereses y su señorío por el movimiento continuo y progresivo del campesinado. Las tomas de tierras se dieron durante 1971 y 1973, desplegando la labor de la Asociación Municipal de Usuarios Campesinos de Barrancabermeja a todos los municipios de la región, buscando así la coordinación con sus equivalentes en San Pablo, Yondó, Puerto Wilches, Sabana de Torres, Betulia y Cimitarra76 . En San Vicente, la represión se ensañó contra los simpatizantes y miembros de la Asociación, comenzando por el señalamiento de que fueron objeto. Un ejemplo de ello fue lo sucedido en agosto de 1972, cuando 20 CAMPESINOS de San Vicente de Chucurí fueron acusados de ser “enlaces” del ELN y condenados en consejo 75 76 Documento Albergue Campesino, Diciembre 13 de 1993. Vargas Velásquez, A. Colonización y Conflicto Armado, p.181, y Romero Medina Amanda. Op cit. p. 68. verbal de guerra en Casabe, como escarmiento por una emboscada que sufrió el ejército a manos del ELN de la que resultaron muertos un capitán y cinco soldados77 . La persecución contra el campesinado y los dirigentes de la ANUC, que inició del setenta, no dejó de revestir preocupantes niveles durante los ochenta. En de los años ochenta, las modalidades criminales contra los miembros de transformaron; las detenciones arbitrarias efectuadas por la fuerza pública precedentes dieron paso a los mecanismos irregulares utilizados por los grupos que comenzaron a hacer presencia en toda la zona. en la década A comienzos la ANUC se en los años paramilitares Durante el año 1983 se desató una fuerte represión contra el campesinado en general y particularmente sobre los dirigentes campesinos y la ANUC. Los hostigamientos contra los miembros de la ANUC se presentaron a partir del mes de enero en Barrancabermeja y se prolongaron en el transcurso del año. La oleada de violencia que se desencadenó en 1983 contra los líderes campesinos de la zona V, conllevó a que en el mes de mayo del mismo año la ANUC Barrancabermeja denunciara el asesinato de 10 dirigentes campesinos en Puerto Boyacá. Los principales responsables de la comisión de CLH contra los miembros de la ANUC en el curso de ese año fueron los grupos paramilitares que comenzaron a hacer presencia en la zona, particularmente el MAS y los Tiznados, quienes realizaron varias amenazas e intimidaciones contra los dirigentes de la Asociación Campesina. Así, a lo largo de 1983, 9 integrantes de la ANUC fueron victimizados en la zona V, 6 de ellos fueron agredidos en la ciudad de Barrancabermeja, donde la ANUC había alcanzado un alto apoyo y participación del campesinado y los 3 restantes en el municipio de Simacota. Paralelamente a las amenazas y hostigamientos que recibieron sus dirigentes, la ANUC denunció los atropellos sufridos por los campesinos de los corregimientos y veredas de los municipios del Magdalena Medio y en particular los relativos a hostigamientos y amenazas por parte de los propietarios de tierra para que los campesinos desalojaran sus tierras. Uno de los principales mecanismos empleados por los agentes paraestatales para dar muerte a los miembros de la ANUC fue el de la selectividad; los líderes campesinos, una vez identificados eran sujetos a una persecución sistemática que podía prolongarse durante años y estar acompañada de detenciones, hostigamientos y amenazas que finalmente resultaban en el asesinato de los campesinos. La responsabilidad de los crímenes contra la ANUC en la zona V corrió por cuenta de las estructuras paramilitares y el ejército, quienes en medio de operativos o acciones conjuntas en las zonas rurales, daban muerte a sus víctimas. En 1985 se desarrolló una nueva arremetida contra los campesinos de la ANUC, que se extendió a los municipios de Aguachica, Arboledas, Puerto Wilches y Barrancabermeja, lugar en el que se presentó el mayo número de casos de CLH contra los integrantes de la ANUC. En el marco de las detenciones ilegales y allanamientos a sedes sindicales que se intensificó en todo el país y particularmente en la zona V, a comienzos de ese año se perpetró un atentado contra el Presidente de la Asociación de Usuarios Campesinos ANUC, Seccional Magdalena Medio. Además de los múltiples hostigamientos contra la ANUC, las amenazas y agresiones se extendieron a los miembros de otras organizaciones sindicales y cívicas, así como a otros habitantes de la región del Magdalena Medio, tal como fue denunciado por el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, regional Santander. 77 Vargas Velásquez, A. Op. cit. Para el autor, la escasa importancia de la Anuc por estos años se evidencia “en la misma participación de la región en las “tomas de tierra” que impulsa la ANUC a comienzos de los 70s. En 1971, año de auge de las “recuperaciones” impulsadas por la ANUC a nivel nacional, se dan 6 “tomas de tierra” en la región del Magdalena Medio Santandereano y 2 más en 1973”, Ibid., p. 182 Al analizar la comisión de CLH contra los miembros de la ANUC, encontramos como la fuerza pública y los grupos paramilitares no fueron los únicos implicados en la persecución contra los miembros de la Asociación Campesina, en muchos casos, los grupos paramilitares establecieron alianzas con los terratenientes de la zona para hostigar y victimizar a los campesinos de dicha organización. Esta situación se presentó en el segundo semestre de 1985 en los municipios de Aguachica y Puerto Wilches. En 1987 fueron varios los hechos contra la ANUC. Precisamente en ese año la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos comenzó un nuevo periodo de lucha agraria y promovió la organización de grandes movilizaciones campesinas y cívico populares como el Paro del Nororiente que se desarrollo a mediados del mes de junio. El renovado impulso que cobraron las luchas y reivindicaciones campesinas y su articulación con las demás protestas populares, sindicales y estudiantiles fueron frenados mediante el accionar conjunto de los militares y paramilitares que se manifestó principalmente en el segundo semestre del año. Los municipios más afectados por la arremetida paraestatal que se produjo ese año fueron Barrancabermeja y San Vicente de Chucurí. Para finales del año se presentaron 4 casos de CLH en los municipios mencionados; una vez más Barrancabermeja fue el epicentro de la represión contra los campesinos de la ANUC. La arremetida contra la ANUC se incrementó en 1988. Durante ese año fueron victimizados en la zona V, 10 integrantes de la Asociación de Usuarios Campesinos. Muchos de ellos fueron agredidos mientras desarrollaban sus actividades gremiales. Pese a la persecución sistemática contra el campesinado que se desarrolló durante 1987, sus luchas y reivindicaciones no pudieron ser acalladas; por el contrario, en el mes de mayo de 1988 los campesinos de la ANUC y varios gremios sindicales, políticos, estudiantiles, cívicos y populares del Nororiente Colombiano promovieron la realización de las multitudinarias marchas campesinas, que convocaron a miles de campesinos de toda la zona. Antes, durante y después de las marchas, el ejército y los paramilitares dieron curso a la eliminación sistemática de todos los pobladores que participaron y lideraron las movilizaciones. Como resultado de esto, varios dirigentes e integrantes de la ANUC fueron intimidados, desaparecidos y asesinados. Los operativos de los agentes paraestatales se desarrollaron en los municipios de Barrancabermeja, Betulia, Cacota, Cerrito, Convención, San Vicente de Chucurí y el Socorro. La situación no varió mucho en 1989. Además de las amenazas, detenciones, desapariciones y asesinatos, se implementaron otros mecanismos represivos contra la ANUC como el allanamiento de sus sedes principales. Precisamente en enero de ese año se produjo un allanamiento a la sede campesina de la ANUC-Barrancabermeja por parte de miembros de la policía local y dos civiles de los organismos de seguridad del Estado. En ese momento, en la sede de la ANUC estaba localizado el Albergue de Damnificados de la Violencia en el Magdalena Medio. Las agresiones se agravaron en los meses siguientes; poco tiempo después del allanamiento de la sede principal de la ANUC se desencadenaron varios asesinatos y desapariciones contra sus miembros a manos del ejército y las estructuras paramilitares. De tal manera en 1989, se presentaron 7 casos de CLH en la zona V, 6 de ellos fueron efectuados en Barrancabermeja, principal epicentro de la represión paraestatal contra la ANUC. El otro crimen fue perpetrado en la población de Rionegro. En la década del noventa continuaron los hostigamientos y agresiones contra los campesinos de la ANUC. Los operativos y operaciones conjuntas del ejército y los paramilitares para asesinar a los campesinos mientras se desplazaban por las áreas rurales se incrementaron en el período comprendido entre 1990 y 1998. No obstante las decenas de vidas de campesinos de la ANUC que fueron sesgadas por los agentes paraestatales en los años ochenta tanto en la zona V como en el resto del país, su lucha no cesó. Por el contrario, cobró un nuevo impulso. Un ejemplo de ello fue el importante papel que jugó la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos durante la negociación del Paro del Magdalena Medio Santandereano que se efectuó en el mes de octubre de 1990. En esa oportunidad, los campesinos se retiraron del despacho de la gobernadora de Santander ante la insistencia del general Carlos Julio Gil Coronado, en señalarlos como “subversivos e idiotas útiles de la subversión”, señalamiento que puso en evidencia una vez más la persecución a la que desde había más de veinte años habían tenido que enfrentar los campesinos de la Asociación. Como si los señalamientos y sindicaciones no bastaran a finales del mes noviembre del mismo año, la sede de la ANUC Barrancabermeja, fue allanada por unidades del Batallón Nueva Granada. El accionar represivo del ejército y los paramilitares se extendió también a San Vicente de Chucurí, Lebrija y Arboledas. El saldo de esa acometida fue la comisión de 5 casos de CLH en los municipios señalados. Los hostigamientos contra los directivos y la persecución a la Asociación Campesina prosiguieron con el atentado dinamitero que sufrió la sede de la ANUC en Barrancabermeja en la madrugada del 13 de febrero de 1991. Por supuesto, la justicia no pudo establecer ningún responsable y la investigación por el hecho fue archivada. Como fuera resaltado por el vicepresidente y el secretario de la ANUC Barrancabermeja en ese momento, las diligencias practicadas por la Policía en atención a los hechos fueron totalmente irregulares; en opinión de los directivos de la ANUC, ello probaba la persecución de las fuerzas armadas contra la agremiación campesina. Estas expresiones se demostraron claramente con las innumerables agresiones realizadas por efectivos del Batallón Nueva Granada y el Batallón Luciano D’El Huyar contra los afiliados a la ANUC ese año. Después del atentado contra la sede principal de la ANUC en Barranca, esta fue trasladada a la ciudad de Bucaramanga donde continuaron las agresiones contra sus miembros. Otros de los municipios en los que se registró la comisión de CLH contra la ANUC en 1991 fueron Tibú en Norte de Santander y la población santandereana de Simacota. Muchos de los campesinos de La Asociación Nacional de Usuarios campesinos, abrumados por la inclemencia de la guerra sucia abanderaron la defensa de los derechos humanos. Esto conllevó a que la fuerza pública y los paramilitares se armaran de más motivos para eliminarlos. Tal fue el caso de tres dirigentes de la ANUC, que integraban la Corporación Chucureña de Derechos Humanos y fueron detenidos y torturados por el ejército a mediados de 1992. Los agricultores fueron obligados a vestir uniformes camuflados, los llevaron a registrar supuestos campamentos guerrilleros y fueron golpeados. Pocos meses más tarde, uno de los detenidos, que en ese momento se desempeñaba como secretario de la Junta de Acción Comunal de la localidad de Corintos fue asesinado por tropas del Batallón Luciano D'Elhuyar, en la vereda Montebello. Este caso explicita una vez más la sistematicidad de la persecución contra los campesinos de la Asociación. En los últimos meses del año, las unidades de la Brigada Móvil No 2, en compañía de los grupos paramilitares de la zona reanudaron las amenazas e intimidaciones contra los campesinos de la ANUC, principalmente en la región chucureña, donde identificaron a su víctimas a través de la utilización de las “Listas negras de la Muerte”. En octubre de 1992, el presidente de la Asociación Municipal de Usuarios Campesinos de San Vicente de Chucurí, así como los últimos directivos de la ANUC, debieron abandonar la región, obligados por las constantes amenazas de paramilitares y militares. Durante los meses siguientes, cuatro campesinos más miembros de la Asociación fueron amenazados por paramilitares del grupo Los Masetos y efectivos de la Brigada Móvil No. 2 en el mismo municipio. En suma, la persecución contra los afiliados de la ANUC que inicialmente se concentró en la ciudad de Barrancabermeja, con el devenir de los años noventa se focalizó en el municipio de San Vicente, donde las iniciativas del campesinado habían recobrado un nuevo impulso, el cual en poco tiempo fue socavado por el ejército y los paramilitares. Para finales del año 10 miembros de la Asociación habían sido agredidos por las fuerzas parainstitucionales, 6 de ellos en San Vicente, uno en Barrancabermeja y los tres restantes en la población de Betulia, donde ya se habían registrado crímenes contra la ANUC algunos año antes, en 1988. Durante 1994 disminuyeron los casos de CLH contra la ANUC en toda la zona V. En el transcurso de ese año se registraron 4 casos de CLH contra sus miembros, la mayoría de ellos en la población de San Vicente. También se presentaron hostigamientos en Barbosa y Betulia, donde continuó la persecución que venía presentándose desde el año anterior. En el curso de 1994 la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos ANUC en Barrancabermeja, continuó siendo víctima de nuevos hechos de violencia que se reanudaron en la ciudad de Barrancabermeja. A finales de septiembre. el presidente de la Asociación Municipal de Usuarios y miembro de la Junta Directiva Nacional de la ANUC fue detenido en la Casa Campesina de Barrancabermeja, por orden de la fiscalía regional, sin que se conocieran los cargos en su contra. El hecho tuvo lugar apenas tres días después de que tropas del Batallón Antiaéreo Nueva Granada allanaran la Casa Campesina. A finales de la década del noventa se intensificó la represión contra los miembros de la ANUC tanto en Barrancabermeja como en toda la zona V. Fue tal la represión que se desencadenó contra los campesinos de la Asociación que estos no tuvieron más remedio que renunciar a la organización, a las tomas de tierras y vincularse a otras iniciativas cívicas y populares. La persecución también se extendió a los afiliados de la Asociación de la capital de Norte de Santander, donde a finales de 1998 comenzaron a ser asesinados los principales líderes de la asociación. En síntesis, en el periodo de estudio abarcado por el informe (1966 – 1998), se presentaron 69 casos de CLH contra los miembros de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos ANUC, en toda la zona V. la mayoría de estos crímenes fueron responsabilidad directa de las estructuras paramilitares (32 casos), seguidos de los organismos del ejército (27 casos). Los casos restantes fueron perpetrados por la policía (4 casos) y por autores estatales no precisados (1 caso). Estos datos son una muestra más que suficiente de la sistematicidad con la que fueron reprimidos los campesinos de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos por el establecimiento y sus fuerzas irregulares. 2.4 Otros Sectores Sociales Perseguidos Además del campesinado y de los diferentes sectores y procesos adelantados en las zonas rurales, en la zona V fueron perseguidos en los cascos urbanos y en las principales ciudades de la zona sectores sociales que desarrollaban actividades reivindicativas. En total se registraron 4.649 víctimas excluyendo a los pobladores rurales, las cuales se identificaron, según el contexto socioeconómico en que se desarrollaban, los siguientes sub-sectores: ZONA V, 1982-1998 Víctimas de CLH según identidad social de las víctimas SECTOR SOCIAL GENERAL Defensores Derechos Humanos IDENTIDAD SOCIAL Total 26 Dirigentes Cívicos Educadores Estudiantes Funcionarios Públicos Militante Partido Político Total Militante Partido Político Obreros y trabajadores Organización guerrillera Población Urbana Total Población Urbana Sindicalistas Total general 111 183 144 223 Oposición Política 407 Partidos Tradicionales 109 516 288 65 Comerciante 194 Conductor 47 Población Carcelaria 10 Profesional 47 Religioso 15 Sector Marginado 478 Sector Popular 686 Sin Dato 1.043 Trabajador Informal 93 2.613 480 4.649 FUENTE: Base de datos CNM Al analizar los casos presentados contra estos sectores encontramos la prevalencia de tres lógicas represivas que permitieron ubicar sub-sectores. La primera puede denominarse doctrina contrainsurgente, y fue utilizada para reprimir aquellos sectores que eran acusados de ser colaboradoras de la guerrilla principalmente, sindicalistas, militantes de partidos políticos, educadores, dirigentes cívicos, estudiantes, sectores populares profesionales y religiosos. Íntimamente ligada con ésta, la segunda lógica represiva, justifica la persecución a militantes de partidos políticos y a sindicalistas por ser sectores que plantean cambios estructurales en el sistema de relaciones económicas imperante, particularmente en lo que tienen que ver con las políticas sociales y laborales. La tercera lógica es la mal llamada “limpieza social” que se presentó principalmente en Cúcuta y Bucaramanga, y donde se atacó a sectores marginados y excluidos económicamente. Bajo esta misma lógica se puede ubicar una lógica delincuencial, donde los organismos de seguridad, principalmente la policía, asesinan, tortura y desaparece a miembros de bandas de delincuencia organizada en las que ellos también participan, como una forma de controlar los negocios ilícitos. Estas lógicas represivas fueron implementadas desde organismos estatales y paraestatales dividiéndose la responsabilidad de los crímenes de la siguiente forma: Zona V, 1982-1998, No. de víctimas según responsable RESPONSABLE Total Acción Combinada 30 Acción Conjunta 58 Armada Nacional 69 Autor Estatal no precisado 657 Autor no precisado 833 DAS 23 Ejército 756 Paramilitares 1.638 Policía 582 Total general 4.646 FUENTE: Base de datos CNM La modalidad utilizada por el ejército fue principalmente la detención con limitación de garantías procesales y la tortura o malos tratos, aunque también fueron responsables de asesinatos y desapariciones forzadas. Sus crímenes se dirigieron principalmente contra los militantes de partidos políticos y los habitantes de los sectores populares de la ciudad que fueron militarizados sometiendo a sus pobladores a todo tipo de arbitrariedades. Los paramilitares incursionaron en los cascos urbanos persiguiendo también a militantes de partidos políticos de oposición, pobladores de sectores populares y sindicalistas; y su modalidad principal fue el asesinato y la amenaza. Principalmente en las zonas urbanas se implementaron por parte de los miembros de organismos de seguridad del estado las acciones encubiertas, donde actuaban evitando ser identificado adelantando operaciones vestidos de civil, usando capuchas para ocultar su rostro y movilizándose en carros sin identificación para ejecutar los crímenes. Esta forma de operar es difícil de diferenciar de la realizada por particulares contratados para realizar los crímenes, y que se adecuarían de forma más clara a la idea de paramilitarismo quienes actúan de forma similar. Justamente esta similitud en la operatividad utilizada en ambos casos evidencia la existencia de un mismo patrón de entrenamiento, un mismo armamento y un mismo objetivo a perseguir, lo que deja entrever la magnitud de la connivencia entre órganos del estado y supuestos paramilitares. En este sentido, el Proyecto CNM asume que el accionar encubierto de miembros de organismos de seguridad del Estado es una forma de paramilitarismo, sin embargo, opta por relacionarlos diferenciadamente (como responsabilidad de organismos estatales no precisados) para evidenciar la magnitud de un modelo paramilitar que parte directamente de los organismos de seguridad del Estado como la policía, el DAS, la SIJIN, el B2 y el F2, quienes además de usar miembros activos y retirados, poco a poco va vinculando a particulares dentro de sus estructuras como forma más efectiva de evadir la responsabilidad. En particular en ciudades como Barrancabermeja, Bucaramanga y Cúcuta se presentan más de 500 asesinatos cometidos a través del accionar encubierto de las autoridades, demostrando que se trata de una forma sistemática de persecución contra sectores populares que busca principalmente garantizar la impunidad de los responsables. En lo que sigue se analizará la persecución contra los principales sectores sociales perseguidos. 2.4.1 Partidos Políticos de Oposición El Proyecto CNM tiene registrado en su base de datos un total de 400 víctimas de crímenes de Lesa Humanidad pertenecientes a partidos políticos de oposición que realizaron su trabajo político en la Zona V de 1982 a 1998, siendo la agresión más frecuente el asesinato, lo que evidencia que la política de persecución contra este sector buscaba terminar de forma definitiva con las posibilidades de una alternativa política diferente. Además de los asesinatos se presenta un alto número de detenciones acompañadas por torturas y asesinatos, lo que obedece a la implementación de acciones militares inspiradas en la doctrina contrainsurgente que veían en los militantes políticos de oposición una forma de amenaza a la seguridad del Estado, el cual era concebido como la primacía de un orden social unívoco e incuestionable que se ponía en riesgo si se permitía la existencia de opciones políticas alternativas a las tradicionales. La mayoría de estos crímenes fueron adjudicados o reivindicados por grupos paramilitares, sin embargo, las distintas investigaciones adelantadas demostraron que no eran simples sicarios los que actuaban, y que en estos crímenes resultaban comprometidos una y otra vez, militares de alto rango. En el siguiente cuadro se observa de forma discriminada la responsabilidad de los crímenes cometidos contra ese sector. Zona V, 1982-1998, Militantes de partidos políticos de oposición victimizados según responsable RESPONSABLE Acción Combinada Acción Conjunta Armada Nacional Autor Estatal no precisado Ejército Paramilitares Policía Total No Víctimas 1 7 1 57 142 133 59 400 FUENTE: Base de datos CNM Los partidos políticos perseguidos en la Zona V fueron: 1- Partido Comunista de Colombia fue atacado desde 1982 en toda la zona, principalmente en Bucaramanga y Barrancabermeja. Doce de sus militantes fueron asesinados y tres desaparecidos, además debieron soportar el hostigamiento de la fuerza pública con detenciones, allanamientos y torturas. 2- Unión Patriótica: Fue el partido político más atacado en toda la Zona, principalmente en Santander en los municipios de Bucaramanga, Barrancabermeja, Sabana de Torres, San Vicente del Chucurí, Río Negro, Puerto parra. 110 de sus militantes fueron asesinados y 36 salieron vivos de diferentes atentados, 23 fueron desaparecidos y decenas fueron detenidos y torturados por la Fuerza Pública. 3- Firmes, movimiento con auge a mediados de los ochenta promovido por numerosas personalidades e intelectuales y encabezados por Gerardo Molina, fue hostigado a través de allanamiento y detenciones masivas en la ciudad de Bucaramanga donde tenía mayor acogida. 4- A Luchar que fue atacado principalmente en Barrancabermeja y Bucaramanga, con ocasión del paro del Nororiente de 1987 y de las marchas de 1988. Veinte de sus militantes fueron asesinados y 6 desaparecidos. 5- Frente Popular, movimiento que se lanzó en Barrancabermeja a finales de los Ochenta y fue hostigado en esta misma ciudad, donde asesinaron a dos de sus líderes. 6- Alianza Democrática M-19 Fue perseguida en la década de los 90 principalmente en Sur del Cesar en los municipios de San Alberto y San Martín, donde les realizaron once atentados cobrando la vida de 4 de sus militantes. 7 - Corriente de Renovación Socialista, organización política que surge luego de los diálogos adelantados por el gobierno de Cesar Gaviria (1990-1994) y una disidencia del ELN, fueron atacados en Lebrija Santander donde asesinaron a 3 de sus líderes. 8- Esperanza Paz y Libertad fue victimizado en la década de los noventa principalmente en los municipios del Norte de Santander y Sur del Cesar donde los grupos parmalitares reaccionaron contrariamente a los acuerdos de Paz firmados entre la mayoría de la agrupación guerrillera EPL y el gobierno Gaviria, que había sido el origen de esta organización política, y atacaron a los militantes ya desmovilizados, asesinando a doce de ellos. 9- Movimiento Campesino, principalmente en 1992. Obrero y Popular de Sabana de Torres fue atacado 10- En el Sur del Cesar fueron atacados partidos políticos locales, entre los que encontramos El Movimiento Acción Comunitaria (MAC), que surge en Aguachica Sur del Cesar a mediados de los 90. y varios movimientos de San Alberto, entre ellos, el Movimiento Independiente Convergencia Democrática Ciudadana en San Alberto, atacado en 1993, el Movimiento Cívico Comunitario de San Alberto, atacado en 1995, y la Unión Política Cívica atacad el mismo año. En la zona V se observa que hacia 1985 y 1986 arrecia la represión contra los miembros de partidos políticos de oposición (Ver Gráfico), pues de 4 asesinatos contra este sector en 1984, se pasa a 12 en 1985 y a 18 en 1986, evidenciando, por un lado, la consolidación de la represión parainstitucional que se plantea como reacción a los diálogos de paz adelantados entre la insurgencia y la administración de Betancur; y por el otro, la reacción de las estructuras políticas tradicionales por la proximidad de las elecciones. Zona V, 1982-1998, Militantes de partidos políticos de oposición victimizados por año 80 70 60 50 40 30 20 10 0 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 FUENTE: Base de datos CNM Es revelador que en los ocho meses que antecedieron la jornada electoral los mandos castrenses ordenaran la detención de un gran numero activistas de la Unión Patriótica, sin encontrarse nunca elementos que justificaran dichas acciones, por lo que en todos los casos los detenidos salieron sin cargos. Y que a lo largo del mes de mayo de 1986, el “MAS” haya fijado letreros murales en los que amenazaban de muerte a militantes comunistas, principalmente al representante a la Cámara, electo por la Unión Patriótica, Leonardo Posada Pedraza 78 , quien fuera finalmente asesinado el 30 de agosto siguiente en Barrancabermeja, apenas dos días antes del asesinato del senador de la UP por el Meta Pedro Nel Jiménez. Entretanto, en el mes de marzo de 1986, ocho militantes de la UP fueron masacrados por el MAS en la población de Puerto Parra, mientras que 9 personas fueron desaparecidas y 5 resultaron heridas como resultado del accionar de una patrulla de aproximadamente 60 paramilitares, acompañada por unidades militares, quienes incursionaron en la inspección departamental de policía Campo Capote. A pesar de las labores de entorpecimiento al trabajo electoral materializado en la intensa represión militar y el accionar de grupos paramilitares, las elecciones de marzo y mayo de 1986 fueron todo un éxito, la Izquierda fortaleció su posición en los Concejos Municipales, la alianza Unión Patriótica - Frente Amplio del Magdalena Medio (FAMM), obtuvo un Representante a la Cámara, Hernán Motta, con la suplencia de Leonardo Posada (asesinado poco después) y un diputado a la asamblea departamental, Jairo Vargas, además, 45 Concejales en 23 municipios santandereanos. Sabana de Torres fue uno de los municipios donde se evidencio la acogida de la izquierda, pues 5 de los ediles del Cabildo Municipal eran miembros de la Unión Patriótica79 . Este triunfo electoral motivó el aumento de la guerra sucia en los años 85 y 86 especialmente por la aprobación de políticas de descentralización administrativa implementadas a mediados de esta década, que otorgaban a los municipios autonomía para 78 79 CPDH. Itinerario de la Represión y la Violencia Institucionalizada, 1986 Op. Cit, p. 38 invertir recursos económicos80 . Estas reformas ponían en cabeza del municipio la administración y prestación de los servicios públicos básicos, la construcción, dotación y mantenimiento de centros de salud y hospitales, planteles educativos, instalaciones deportivas, prestación de servicios de asistencia técnica, concertar con el DRI (Desarrollo Rural Integrado) en zonas de colonización, adjudicación de terrenos baldíos. Además, permitía adelantar programas de urbanización, operar y construir puertos y muelles fluviales, construir y mantener vías terrestres, mantener y constituir guardias cívicas, reglamentar el transporte urbano y suburbano. No es de extrañarse que los políticos tradicionales entendieran el peligro que corrían si la administración de estos recursos caía en manos de los partidos de oposición, ya que perderían el control sobre los negocios que dependían de estos recursos. También fueron determinantes en la victimización contra este sector las marchas campesinas adelantadas en 1988 y lideradas por partidos políticos de oposición y diferentes organizaciones sociales, pues es justamente en este año donde más asesinatos se presentan contra militantes de partidos políticos de oposición. Principalmente en Barrancabermeja y en Bucaramanga se presentan masacres y asesinatos selectivos contra los líderes políticos que participaron en las marchas. En el Sur del Cesar es clara la reacción contra el proceso de paz adelantado con el M-19, pues es allí donde principalmente victimizan a los miembros ya desmovilizados de este grupo y que ahora eran militantes de la Alianza Democrática AD-M19. La persecución al Partido Comunista Colombiano A finales de la década del treinta, el Partido Comunista comenzó a desarrollar un amplio trabajo organizativo en la Zona V. Los primeros comités regionales del PCC se constituyeron en la capital santandereana en el año de 1937 y se extendieron posteriormente en todo el departamento incluyendo el Magdalena Medio: “En Barrancabermeja el PCC colaboró activamente en la Creación de la Federación Nacional de Trabajadores Navieros, entidad que logró que se aprobaran importantes reivindicaciones para los trabajadores hasta que el gobierno de Lleras Camargo los liquidó a sangre y fuego; no obstante, en la misma región más concretamente al margen occidental del río Magdalena se gestó un Partido Comunista fuerte al calor de las luchas de los trabajadores petroleros contra las multinacionales. El arraigo popular que tuvo el partido Comunista desde el principio se debió a que, en primer lugar, planteaba unas técnicas de lucha política novedosas; en segundo, proponía cambios radicales, y, en tercer lugar, porque ponía en práctica su teoría” 81 . Además de propender por la lucha de los trabajadores petroleros, el PCC apoyó la creación de barrios populares en la ciudad de Bucaramanga, “barrios como Obras Públicas o la 80 La reforma a la organización administrativa y territorial de los municipios se realizó por medio de la Ley 11 (Creación de Juntas Administradoras, Veedurías, Juntas directivas de empresas de servicios públicos), el Decreto Legislativo 1333 de 1986 (Código del régimen municipal), el Decreto reglamentario Nº 77,78,79,80 y 81 de 1987 (Funciones de las municipalidades). La ley 14 de 1983 y la ley 12 de 1986 (Recursos fiscales del municipio) y la ley 14 modificaron las bases sobre las cuales se cobran impuestos municipales (predial e industria y comercio), y destinaron nuevos impuestos para los municipio (El que grava instituciones financieras). La ley 12 aumenta del 27% anula al 45% anual la participación de los municipios, en particular de aquellos con menos de 100 mil habitantes, en el Impuesto sobre las Ventas. Y las transferencias de la Nación a los municipios pasó de 12 mil millones al año a 40 mil millones de peses (valores de 1989). Solidaridad Nº 81. Bogotá, febrero de 1987 81 REINICIAR. “Solo los muertos tienen nombre”. Op. cit., p. 26 libertad se fundaron por el impulso de los activistas comunistas” 82 . Además del fomentó por la vivienda popular, los militantes del Partido apoyaron las tomas de tierras en las áreas rurales del departamento de Santander y la región del Sur del Cesar, y dieron lugar a la edición del “Diario Popular de Santander” 83 , publicación que contribuyó a la consolidación y fortaleza de esta corriente de oposición en toda la zona. Debido a ello, fue precisamente en la región en estudio donde se llevó a cabo el V Congreso Comunista, “en el que se planteó la lucha contra el costo de la vida, contra los despidos y contra el fascismo” 84 . Otro de los municipios santandereanos donde también se generó una importante acogida a este tipo de planteamientos fue San Vicente de Chucurí. “Una característica de la actividad de los comunistas en el campo fue la promoción de la organización de los trabajadores a través de las ligas campesinas y los sindicatos agrícolas (...) En virtud del auge de las luchas agrarias registrado en el decenio de 1925-1935 el campesinado, se articuló a proyectos de tipo nacional” 85 . A lo largo de su actividad, el PCC formó alianzas con otros partidos alternativos que iban surgiendo en la historia Colombiana como una forma de fortalecer a la oposición política y unificar las luchas obreras. Hicieron parte de las alianzas con el Partido Comunista, el Frente Popular, el MRL, el Frente Unido del padre Camilo Torres; el MOIR, la ANAPO . A mediados de los años setenta como un experimento de unidad de izquierda, varios de estos movimientos intentaron conformar la Unidad Nacional de Oposición, UNO, que constituyó un frente interesante y novedoso por cuanto un partido comunista y una organización maoísta protagonizaban un capítulo de unidad86 ; en la década del ochenta, la agrupación comunista también formó parte de las alianzas de la UP. A nivel regional el Partido concentró su actividad en la defensa del derecho a la vivienda y junto con CENAPROV (Central Nacional Pro Vivienda) dieron origen a otros barrios de vivienda popular en la ciudad de Bucaramanga, entre ellos el barrio Manuela Beltrán, así como por el acceso a las mínimas condiciones de vida urbana, como era los servicios públicos y la infraestructura necesaria que les permitiera adquirir niveles de vida dignos. De la misma manera, la organización política en su trayectoria ha estado muy ligada a la organización del movimiento sindical, de manera que muchos de sus militantes y dirigentes hicieron parte de diferentes sindicatos. En Santander por ejemplo se puede citar el SES, USITRAS (conocido ahora como SINTRAUNICOL), SINTRALTABACO y la CUT. El Partido generó procesos de educación obrera a través del CEIS (Centro de Estudios e Investigación Social) que realizaba cursos a los distintos sindicatos utilizando la metodología de educación popular. La lucha por la educación pública y la ampliación de la participación popular y la construcción de una democracia con justicia social, fueron las razones por las cuales el Partido siempre estuvo motivado por la participación en las actividades de movilización de masas. Prueba de ello fue su participación activa en el paro del Nororiente Colombiano, tanto de las negociaciones como de las actividades reivindicativas de los sectores sociales que participaron de igual forma en él. De la misma manera que se perpetró la persecución y acorralamiento, hasta la casi total destrucción de la Unión Patriótica, el PC también padeció y soportó los embates y agresiones 82 83 84 85 86 Ibídem. Op. Cit. REINICIAR. “Solo los muertos tienen nombre”. Op. cit., p. 27 Ídem, p. 148. Idem, p. 151. en su contra por parte de la fuerza pública y de modo más enfático por los grupos paramilitares. La represión a este partido de oposición y de izquierda se centró la ciudad de Bucaramanga y la zona metropolitana, territorio en el que activistas y dirigentes del movimiento comunista no escaparon de la progresiva y orquestada estrategia de reducción estatal y paramilitar fundamentada en un supuesto auxilio y apoyo a grupos subversivos por parte de la organización, etiqueta de la cual se servían los dos agentes mencionados para ejecutar todo tipo de atropellos y desmanes contra los partidarios del PC, incluido violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Al tiempo que centenares de militantes del Partido Comunista perdieron la vida en todo el territorio nacional, lo cual evidencia el exterminio sistemático al que han sido sometidos por el establecimiento y los grupos paramilitares, en la zona V, 46 militantes del Partido Comunista fueron victimizados en el transcurso de los años 1982 – 1987. La oleada de crímenes perpetrados contra los miembros de esta opción política se presentó en los años de 1984 , 1985, 1986 y 1987, período en el cual el trabajo desarrollado por el PCC y la UP fue altamente estigmatizado por los sectores tradicionales y los poderes locales, además de la cruenta persecución a la que fueron sometidos los militantes por parte de la fuerza pública y el paramilitarismo. El examen de los casos contra miembros del Partido Comunista muestra que ser presentados como “muertos en combate”, es también uno de los mecanismos de impunidad utilizados por los militares para justificar su asesinato y tortura. Entre los activistas del PCC victimizados por los agentes paraestatales también se encontraban los jóvenes militantes de la Juventud Comunista. Varios de los jóvenes activistas fueron detenidos y asediados por la fuerza pública en los principales centros urbanos de la región en estudio, entre 1989 y 1990. En el siguiente cuadro se presentan, los tipos de agresiones sufridos por los integrantes del PCC en el curso del período señalado: Zona V. Militantes del partido Comunista de Colombia victimizados AÑO 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1990 1991 TIPO DE AGRESION Amenazas Desaparición Forzada Detención Amenazas Asesinato Amenazas Asesinato Detención Torturas o malos tratos – Desaparición Forzada – Asesinato Allanamiento – Detención Detención Detención – Torturas o malos tratos Desaparición Forzada Detención Torturas o malos tratos Asesinato Asesinato Desaparición Forzada Detención – Torturas o malos tratos Total 1 1 1 1 1 1 2 1 1 2 2 9 1 3 1 4 1 1 1 1992 1993 1996 1997 Total Asesinato Asesinato Atentado Torturas o malos tratos Allanamiento – Detención Asesinato 1 5 2 1 1 1 46 FUENTE: Base de Datos Proyecto CNM La Unión Patriótica Nacido en 1985 como movimiento político de convergencia democrática, la Unión Patriótica se concibió como una alternativa política frente a la estructura de poder tradicional, como un medio para canalizar las diversas manifestaciones de protesta civil y popular, y asimismo, como un mecanismo político conducente a una eventual asimilación de las FARC a la vida civil, en un proceso que vinculó en sus inicios no solo a cuadros y dirigentes nacionales de la guerrilla, sino al que se sumaron militantes políticos de la izquierda no ligados a la acción armada, liberales, conservadores, lideres campesinos, obreros, estudiantes, en un sinnúmero de tendencias dado el carácter pluralista que se propuso el nuevo partido. Luego de la realización del Primer Congreso Constitutivo Nacional, celebrado, la Unión Patriótica se lanzaba a la contienda electoral de 1986. La votación obtenida por este movimiento sobrepasó sus propios cálculos: más de 320.000 votos afirmaría la secretaría de prensa de la UP, mientras que el periódico El Tiempo hablaba de 299.185 escrutinios a favor de este movimiento. En todo caso, el 9 de marzo de 1986, día en que se habían celebrado las elecciones, la Unión Patriótica había logrado, de manera independiente o entrelazando coaliciones, ocho curules principales y seis suplencias en el Congreso21, diputados en las Asambleas Departamentales y representación en 150 Concejos Municipales87 . Frente a años anteriores, la participación de la llamada Izquierda Legal se había más que duplicado. En torno a la figura de Jaime Pardo Leal como candidato a la presidencia, la UP logró cinco senadores, nueve Representantes a la Cámara, catorce Diputados Departamentales, trescientos cincuenta y un Concejales Municipales, que estaban señalando en cifras el triunfo sin antecedentes de la UP. Sobre la Unión Patriótica se desató desde sus inicios una práctica de asesinatos políticos en masa y persecución extrema que tenía el objetivo inmediato de eliminar físicamente al partido y con ello diluir su fuerza política. Entre 1985 y 1986 se cometieron a nivel nacional 230 homicidios contra miembros de la UP. En 1987 se registran 100 ejecuciones más y en 1988 la cifra pasa de 300. Antes de llegar a la campaña electoral de 1988, la arremetida de la extrema derecha cobra la vida de Jaime Pardo Leal, de dos Senadores, dos Representantes a la Cámara, cuatro Alcaldes Municipales y de más de doscientos militantes y dirigentes en todo el país. Esta situación dificulta la intervención de la UP en las elecciones de 1988 con las que se iniciaba la elección popular directa de los alcaldes municipales; a pesar de todo, en esta ocasión la UP participa en 105 municipios en coaliciones con otras fuerzas democráticas y logra ser elegida en diez y siete alcaldías populares. Sin terminar el año de 1989, la cifra de muertos de la UP pasa el número de novecientos, entre ellos seis Alcaldes. En ese año se registra el mayor número de desplazamiento forzado de militantes de la Unión Patriótica tanto al interior del país como hacia países fronterizos. 87 El Tiempo, junio 1 de 1986. Págs. 3C y 4C. Entre 1985 y 1993 se cometen 2.200 homicidios de los cuales la Unión Patriótica documenta 1.163 ejecuciones extrajudiciales en contra de sus miembros, así como 123 desapariciones forzadas. A ello se suman los 43 sobrevivientes a atentados de asesinato y las 225 personas amenazadas de muerte entre los años citados.. Por si las cifras mismas no fueran suficientes para demostrar la persecución del establecimiento colombiano contra la UP, debe señalarse el hecho que la mayor parte de los Crímenes y violaciones contra su militancia tienen lugar en las zonas en que ha logrado mayor respaldo electoral, que se perpetran contra los miembros que han sido elegidos para desempeñar cargos públicos y durante periodos de actividad electoral88 . El respaldo para señalar al Estado colombiano como responsable de las graves violaciones y crímenes cometidos contra los miembros y simpatizantes de la UP, se basa, en primer lugar, en el hecho de que agentes del Estado han participado en crímenes contra sus miembros; en segundo, en que el Estado colombiano no ha cumplido con su obligación de proteger a los miembros de la UP, ni ha observado procedimientos efectivos para prevenir, investigar y sancionar los delitos cometidos contra la UP. Las medidas cautelares para la protección de algunos dirigentes solo se implementaron a fines de octubre de 1992 y tan solo después de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos hiciera la respectiva solicitud al gobierno colombiano 89 . En la práctica, el Estado colombiano ha tolerado, incluso hasta hoy, la persecución contra la UP: se han omitido las debidas investigaciones y sanciones, se han dejado de tomar medidas preventivas cuando, conociendo de las amenazas, las autoridades colombianas no tomaron precauciones apropiadas; la impunidad que resulta de ello propicia a su vez la comisión de mayores abusos. El avance paulatino de la UP y la fuerza inicial con que destacó como partido a la vida nacional, se fue apaciguando y decayendo debido a la estrategia de destrucción y reducción del mismo perpetrada por el estado colombiano, a través de sus fuerzas militares y policiales, y por grupos paramilitares que transformaron sus dirigentes en objetivos militares por señalarlos como “militantes de la guerrilla”. Como en todo el territorio nacional, en las regiones comprendidas por la Zona Quinta la mayoría de los militantes del PCC se adhirieron a la novedosa propuesta política de la Unión Patriótica y adelantaron el trabajo previo a la constitución de dicho espacio alternativo en aquellas regiones donde su radio de influencia era más significativo. Este factor permitió que la UP se consolidara en un gran numero de poblaciones de la zona como Barrancabermeja, Bucaramanga, Sabana de Torres, Puerto Wilches y Rionegro en el departamento Santandereano, Cáchira en Norte de Santander, San Martín en el Sur del Cesar, y San Pablo en el Sur de Bolívar. Hasta fines de la década de los 80 los miembros de la Unión Patriótica fueron especialmente perseguidos con incrementos en los períodos electorales de 1986 y 1988. A principios de los años 90 ya se da por hecho que la organización ha desaparecido en Cimitarra, Simacota, San Vicente de Chucurí, Puerto Parra y El Carmen, siguiendo el patrón de exterminio de la zona sur antioqueña del Magdalena Medio. El exterminio se extendió paralelamente a los activistas del PCC que integraron la Unión Patriótica, razón por la cual se presenta un elevado índice de víctimas del Partido en toda la 88 informe sobre casos de homicidio de miembros de los partidos unión patriótica y esperanza paz y libertad preparado por el defensor del pueblo colombiano, pp.38/9 y 109/110. 89 OEA. informe anual de la comisión interamericana de derechos humanos 1996. Informe No. 5 de 1997. Caso 11.227. Washington, 1997. Pág. 105 zona V. Una de las primeras víctimas de la UP en el país fue Jesús Eduardo Vasco Hincapié, concejal del Partido Comunista, y uno de los principales promotores de la UP en Santander, el cual fue asesinado el 28 de mayo de 1984 en Sabana de Torres, antes del lanzamiento oficial de la Unión Patriótica en el país. En el año de 1992 prosiguió el genocidio contra la UP en la zona V, y por ende, la eliminación sistemática de los miembros del PC que integraron dicha alternativa política. En mayo de ese año, fue asesinado en Barrancabermeja por unidades de la Red 07 de la Armada, Ismael Jaimes Cortes director del diario “La Opinión” y quien había sido Concejal por la Unión Patriótica en tres oportunidades. Ismael había participado de la creación de la Unión Patriótica en la ciudad. Pero los crímenes no se detuvieron allí; a partir de 1994 la fuerza pública y el paramilitarismo implementaron el plan “Golpe de Gracia”, con el propósito, como bien lo indica su nombre, de exterminar definitivamente al movimiento político. Esta estrategia de exterminio fue denunciada por el senador electo de la UP, Manuel Cepeda Vargas, quien fue asesinado posteriormente en un operativo conjunto entre militares y paramilitares. Los años siguientes estuvieron marcados por la arremetida paramilitar y militar en la comisión de CLH contra los miembros de la Unión Patriótica de modo que “entre enero y septiembre de 1996 se produjo en el país el asesinato de un activista de la UP cada dos días”90 . Podemos decir entonces que desde su formación, la Unión Patriótica sufrió un verdadero intento de eliminación como fuerza política; los miembros de esta organización han sido víctimas de una persecución sistemática manifestada en ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, enjuiciamientos penales infundados, atentados, la intimidación y las amenazas, en una magnitud tal, que su persecución generalizada y sistemática ha constituido un verdadero caso de genocidio político. Genocidio porque se trata efectivamente de la negación del derecho a la existencia de todo un grupo humano. Una negación al derecho a existir que causa perdidas a la humanidad, que en el caso de la sociedad colombiana implicaron nada menos que la imposibilidad de un proceso de paz y el bloqueo a la construcción de una sociedad democrática91 . El Movimiento Político A Luchar A Luchar se constituyó como una propuesta política que apareció en el panorama nacional el 24 de mayo de 1984. Esta opción política surgió en medio de las contradicciones que se manifestaban al interior de la izquierda durante el gobierno de Belisario Betancur, cuando se comenzaron a firmar los acuerdos de cese de hostilidades por ambas partes en un proceso que buscaba la tregua como medio para conseguir la paz del país. Cabe resaltar que la organización apareció en medio de un agudo conflicto social en donde se desencadenaron las luchas por parte de los sectores sociales como los paros de trabajadores, huelgas obreras, toma de tierras rurales y urbanas, mítines, etc, como expresiones del descontento social que se estaba presentando ante el estado y las reformas restrictivas de los intereses del pueblo en general. 90 OEA. informe anual de la comisión interamericana de derechos humanos 1996. Informe No. 5 de 1997, caso 11.227. Washington. 1997, p. 109. 91 Informe del defensor del Pueblo para el gobierno, el Congreso y el Procurador General de la Nación. Estudio de casos de homicidio de miembros de la Unión Patriótica y Esperanza Paz y Libertad. Bogotá, octubre de 1992; Reiniciar, fundación para la defensa y promoción de los derechos humanos. “genocidio contra el partido político unión patriótica 1985-1993”. De tal forma, el Movimiento apareció como un proyecto político sindical, y a partir de 1986 , con su primera Convención Nacional, se comenzaron a aglutinar en el mismo diversos sectores sociales que promulgaban la lucha por una Colombia libre y socialista. Así mismo, este movimiento político se definía como una organización de masas con carácter amplio, en la cual tenían cabida todas las personas que desde diferentes sectores socioeconómicos, reivindicaban un cambio de estructuras, con el ánimo de construir una sociedad justa. Por tal razón en la agremiación convergían estudiantes, obreros, amas de casa, intelectuales y un sinnúmero de personas que impulsaban una plataforma política enmarcada dentro de la normatividad jurídica del país y amparada en los preceptos de libertad de opinión y asociación 92 . Varios miembros de organizaciones sociales como “La Central Unitaria de Trabajadores, la Federación Colombiana de Educadores y La Asociación Nacional de Usuarios Campesinos”. La aparente legalidad del movimiento únicamente quedaba en el papel y la buena voluntad de los gobernantes, pues la intolerancia y la dureza con que se castigó a la forma crítica de comprensión y pensamiento de la realidad nacional abanderada por este partido, conllevó la reducción y posterior desaparición del mismo. En cuanto a la presencia territorial, los activistas de la organización se dispersaban principalmente por el territorio del oriente del país, fundamentalmente en Santander. En Bucaramanga residía el comité ejecutivo nororiental, siendo esta ciudad uno de los principales fortines del partido. La popularidad y aceptación que tenía “A Luchar” se daba principalmente en las clases medias y bajas, pues estas se identificaban con la propuesta del movimiento en tanto reflejaba sus necesidades mas sentidas en la plataforma política, además de las denuncias de la grave crisis social hechas por A Luchar en la plaza pública y en las entidades y estamentos gubernamentales. Sin embargo, el acompañamiento de los intereses de los mas desfavorecidos, acabó siendo objeto de una represalia sin proporciones acompañada de una represión desmedida por parte del Estado, cercenando la posibilidad de reivindicar y expresar las demandas de gran parte de la población de la zona. A Luchar fue una de las organizaciones que lideró “la realización del paro cívico del Nororiente Colombiano, realizado en junio de 1987, y las denominadas marchas campesinas de 1988, las que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas armadas del gobierno colombiano, marchas que produjeron unas 50 víctimas entre asesinatos y desaparecidos” 93 . Entre las víctimas de la represión paraestatal contra estas movilizaciones se encontraba un gran número de militantes y simpatizantes de A Luchar. En la denuncia proferida por los miembros del Movimiento ante el Tribunal Permanente de los Pueblos se estipulan los mecanismos represivos emprendidos por el establecimiento para eliminar esta alternativa política de oposición: “En razón de la actividad pública que adelanta la organización y dada su importante presencia en zonas rurales agrarias y en poblaciones pequeñas e intermedias, hemos sido víctimas de la acción policivo – represiva de las fuerzas armadas gubernamentales y de las bandas paramilitares a su servicio, el resultado de dicha actividad contraria al estado de derecho... son 205 entre asesinados y desaparecidos .Igualmente y por la razón de la presencia de la Organización en zonas de enfrentamientos militares entre la insurgencia y el ejército, importantes sectores de la población civil simpatizante de A Luchar, sufren los rigores del conflicto armado interno, desalojos de sus parcelas, control de alimentos, hurto de bienes, bombardeos.” 94 92 A Luchar. Carta enviada por el Comité Ejecutivo Nororiental y Nacional al Procurador Regional de Santander. Bucaramanga, 16 de febrero de 1988 93 Tribunal Permanente de los Pueblos. Denuncia presentada por Javier Darío Vélez, miembro de A Luchar, Noviembre 4, 5 y 6 de 1989. 94 Op. Cit. Entre los principales victimarios de los militantes de A Luchar, se encuentran los miembros de la fuerza pública, encabezados por las tropas adscritas a la V Brigada del ejército. Además de las unidades militares, los organismos de inteligencia del estado se ensañaron contra los miembros de A Luchar en toda la zona V. A la par con los desmanes de las instituciones estatales, las fuerzas irregulares reforzaron las labores de persecución y exterminio de los militantes de A Luchar. El exterminio y persecución sistemática contra los militantes de A Luchar que participaron en la realización del Paro Cívico del Nororiente de junio del 87 y las marchas campesinas de mayo del 88, se extendió durante el año de 1989. Además de perseguir, asesinar y desaparecer a los miembros de este movimiento político, los organismos del estado recurrían a mecanismos como las amenazas y detenciones arbitrarias para intimidar a los miembros de A Luchar y mitigar su trabajo político. En la década del noventa la represión paraestatal continuó sesgando las vidas de los miembros, activistas y simpatizantes de esta corriente política en toda la zona quinta. La persecución que se centró inicialmente a los miembros de la organización de los santanderes, con el tiempo se propagó a los municipios del Sur de Bolívar, donde pese a la represión, el movimiento continuaba haciendo presencia. Zona V. Militantes de A Luchar Victimizados AÑO Tipo de Agresión Total 1986 Amenazas 1 1987 Asesinato 5 1988 Asesinato 5 Detención - Desaparición Forzada 1 Detención - Desaparición Forzada - Asesinato 5 Torturas o malos tratos - Desaparición Forzada – Asesinato 1 1989 Allanamiento 1 Detención - Torturas o malos tratos 1 Torturas o malos tratos - Desaparición Forzada – Asesinato 1 1990 Asesinato 1 1991 Asesinato 1 Detención - Desaparición Forzada 5 1992 Asesinato 1 1993 Asesinato 1 1997 Asesinato 2 Total 32 FUENTE: Base de Datos Proyecto CNM 2.4.2 Persecución contra Defensores de Derechos Humanos Los defensores de derechos humanos surgen en la zona de forma espontánea a comienzos de los ochenta debido a la indefensión de las comunidades afectadas por diversas modalidades de crímenes y de la necesidad de enfrentar las agresiones provenientes del Estado. Así, surgen líderes cívicos, campesinos o sindicales que asumen la tarea de denunciar las violaciones de derechos humanos y tratan de formar a las comunidades para que exijan el respeto de sus derechos y comprendan los límites de la acción estatal. Son los miembros de este sector los primeros en alzar su voz para denunciar la acción paramilitar y la connivencia de estos con el ejército y con otros agentes institucionales, al igual que simpatía y apoyo por parte de terratenientes, ganaderos y políticos locales frente a la acción de estos grupos. La agudización de los asesinatos, torturas y desapariciones hacia finales de los ochenta y comienzos de los noventa obligó a la conformación de asociaciones y comités especializados en derechos humanos, los cuales contaron con la asesoría de profesionales del derecho, quienes a su vez fueron perseguidos, amenazados, torturados, asesinados y desaparecidos. También encontramos entre los defensores de derechos humanos perseguidos a funcionarios municipales dedicados a recepcionar quejas sobre violaciones de derechos humanos o a sacerdotes que asumían la defensa de los derechos humanos como forma de frenar la barbarie contra los habitantes de su comunidad. La persecución a los trabajadores de derechos humanos se caracterizó por presentarse en dos momentos: amenazas, hostigamientos y señalamientos durante largos períodos enfocados a la organización en general, desde meses hasta años consecutivos; y en un segundo momento las agresiones son de carácter personal y se extienden a los grupos familiares, o más grave aún, se hacen efectivas. Aunque el número de víctimas perteneciente a este sector social es relativamente bajo frente al total de víctimas, no lo es si se tienen en cuenta que los defensores de derechos humanos en la región son pocos, debido precisamente a que su labor fue estigmatizada al ser tildados de colaboradores de la guerrilla. Las primeras víctimas de este sector se presentan en el año de 1983 y son principalmente hostigados con amenazas provenientes del grupo paramilitar MAS. A comienzos de los noventa, la Red de la Armado No. 07, asesinó en Barrancabermeja a tres defensores de derechos humanos que se suman a los nueve asesinados cometidos por otros grupos paramilitares, siendo el asesinato la modalidad más utilizada para acallar a los defensores de derechos humanos en la zona. La forma de actuar era similar a la usada por los llamados “sicarios”, esto es, los asesinos se movilizan en moto o en carros particulares abordan a la víctima y le disparan o se la llevan para torturarla y luego de asesinarla arrojan su cuerpo en zonas lejanas. Esta forma de operar fue también utilizada por organismos estatales no precisados quienes ocultaban su vinculación con organismos de inteligencia del Estado, principalmente del ejército, al atacar a la víctima vestidos de civil y en carros particulares. Como lo muestra la siguiente tabla, Bucaramanga y Barrancabermeja son los municipios donde más se persiguió a los defensores de derechos humanos, lo que no es extraño por ser éstos centro urbanos donde se presenta el mayor número de crímenes y por ende el mayor número de denuncias. Además de ser municipios donde las estructuras paramilitares organizadas por organismos de inteligencia del estado persiguieron este tipo de labor en el marco de lo que ellos consideran lucha contrainsurgente. ZONA V Crímenes contra los defensores de los Derechos Humanos según Departamento y municipio, 19661998 DEPARTAMENTO NORTE DE SANTANDER MUNICIPIO CACOTA CONVENCION CUCUTA OCAÑA SAN CALIXTO VILLA DEL ROSARIO Total NORTE DE SANTANDER SANTANDER BARRANCABERMEJA BUCARAMANGA SABANA DE TORRES SAN JOSE DE MIRANDA SAN VICENTE DE CHUCURI Total SANTANDER SUR DEL CESAR AGUACHICA Total SUR DEL CESAR Total general Total 1 1 2 3 1 1 9 7 5 1 1 2 16 1 1 26 Algunas de las organizaciones golpeadas por defender los derechos humanos fueron el Comité de Derechos Humanos de Ocaña, la Corporación Chucureña de derechos humanos, CREDHOS, el Servicio de pastoral social de la diócesis de Socorro y San Gil, el Comité Regional de Derechos Humanos de Santander, el Comité Departamental de Derechos Humanos “Hernán Motta Motta”, la seccional Santander del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos y la ANUC, esta última no especializada en defensa de los derechos humanos pero donde muchos de sus integrantes adelantaron esta labor en sus regiones como parte del trabajo social y político propio de la Asociación como en el caso de su participación en el Comité de solidaridad y defensa de los derechos humanos de García Rovira, fundado en 1987. Este Comité surgió como respuesta a la aparición sistemática de asesinatos de campesinos por paramilitares en la provincia García Rovira, unido a acciones contrainsurgentes del ejército, que tenían como objeto minar la resistencia de los campesinos a la venta de sus tierras y adelantar operaciones contraguerrilleras contra el ELN que en últimas solo afectaron a la población. Así pues, dentro de este contexto, aparece en la región el movimiento en pro de la defensa de los derechos humanos, conocido como el Comité por la Defensa de los Derechos Humanos de la Provincia García Rovira que se dedicó a denunciar las actividades militares contra la población rural, a la vez que mostrar a la opinión pública el exterminio del que eran víctimas por el accionar de los grupos paramilitares. En los años ochenta, se destacó la labor desempeñada por el CSPP (Seccional Santander), que permitió que en departamento de Santander y otras zonas próximas al mismo, el manto de la impunidad y el olvido de la memoria de las acciones violatorias de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad no se extendiera en su totalidad. Su tarea logró reivindicar y recuperar de la oscuridad las víctimas de macabra violencia infligida por los cuerpos militares, policiales y los grupos paramilitares a cientos de personas inocentes caracterizadas por la lucha de mejores condiciones sociales y laborales, La Corporación Chucureña para la Defensa de los Derechos Humanos de San Vicente, a causa del desplazamiento forzado de campesinos hacia el casco urbano producido por los enfrentamientos que se presentaban entre ejército y guerrilla y a la presión paramilitar en las zonas rurales del municipio, adelantaba no sólo labores de asistencia a los desplazados, sino que también se convirtió en denunciante de los atropellos contra la población campesina. Simultáneamente a la ANUC, los miembros de la Corporación Chucureña para la Defensa de los Derechos Humanos, fueron obligados a dejar la región en 1993, luego de múltiples amenazas y fallidos intentos de asesinato; de esta manera, las organizaciones sociales con labores de mayor importancia desaparecieron. Desde ese momento, la zona estuvo desprovista de cualquier tipo o forma de organización no gubernamental de defensa de los Derechos Humanos. El Comité Regional para la Defensa de los Derechos Humanos, CREDHOS, surgió en 1987 con el impulso y promoción de la Coordinadora Popular, el Movimiento Sindical, las fuerzas políticas populares, la Iglesia Católica, algunos concejales, integrados en el proyecto común de la defensa de los Derechos Humanos. El Comité constituyó su sede en Barrancabermeja pero a través de equipos promotores cubrió por varios años la zona de Puerto Berrío, Puerto Wilches, San Vicente de Chucurí, EL Carmen, Bajo Simacota (en Santander), Yondó, El Bagre, La Concha (en Antioquia) y San Pablo (Sur de Bolívar). Hasta hoy, CREDHOS lleva a cabo proyectos pedagógicos sobre los derechos humanos, recibe e investiga denuncias de abusos contra los derechos humanos y presta asistencia legal a las víctimas de dichas violaciones. En coincidencia con el discurso promulgado por las instituciones castrenses, el paramilitarismo señaló igualmente las organizaciones de defensa de derechos humanos creadas en la región como fachadas de la subversión, de manera que la denuncia de las violaciones a los derechos humanos significó, para sus perseguidores, pertenecer a las redes de apoyo de la insurgencia. En correspondencia con esta forma distorsionada de ver la defensa de la vida, la verdad y la vigencia del derecho, cuando el Comité de derechos humanos en Ocaña, en Norte de Santander, organizó un foro de derechos humanos en agosto de 1991, en las siguientes semanas varios de sus organizadores recibieron amenazas anónimas que los señalaron como un organismo de fachada. El equipo coordinador del Comité recibió en septiembre del mismo año una amenaza de muerte escrita dirigida al “Equipo Coordinador para la defensa de los bandoleros y comunistas de la provincia de Ocaña” y planteando que “los famosos foros para los Derechos Humanos no es mas que una reunión de malandros, en donde se reúnen para decirle a los bandoleros que es lo que tienen que hacer cuando sean capturados por la autoridades... allí no asiste gente de bien; todos los que tengan problemas con la justicia son los asistentes a todos esos foros de bandidos. Cuídense señores comunistas de los Derechos Humanos...Dejen de tener ese organismo de los Derechos Humanos como fachada. Dejen de ser bandidos y de engañar a la gente de bien. La van a pagar bien caro.”95 Otro tanto ocurrió en San Vicente durante el primer semestre de 1992 cuando circularon comunicados suscritos por un “Comité Democrático Chucureño” -una articulación entre paramilitares y altos mandos del Batallón Luciano D' Elhuyar- manifestando como su objetivo “ajusticiar a los inescrupulosos bandoleros y sus colaboradores”, y exigiendo a los pobladores que denunciaran a los “guerrilleros” ante la Alcaldía. En el mismo comunicado, señalaban a la Corporación Chucureña de Derechos Humanos como una organización “amparada e 95 Equipo coordinador para la defensa de los derechos humanos de la provincia de Ocaña. Acción urgente. Anexo anónimo. 10 septiembre 1991. infiltrada por la subversión que toleraba la destrucción del sector productivo de la región y la extorsión y amenazas a los campesinos para que abandonaran sus parcelas.”96 A pesar de la arriesgada labor adelantada por este tipo de organizaciones y de los numerosos muertos, torturados, desplazados y desaparecidos que han puesto, la impunidad frente a los crímenes de lesa humanidad sigue rampante y no parece mejorar. Pero su lucha por la justicia y la verdad no ha sido en vano y su aporte para la construcción de una narración fundante de los colombianos que nos permita reconocernos en la historia de la injusticia y de la violencia para no olvidar las atrocidades cometidas por los hoy premiados con medallas de honor, ha sido invaluable. 96 San Vicente de Chucurí, 30 de julio de 1992, comunicado a la opinión pública del Comité Democrático Chucureño. 2.4.3 Las Organizaciones Sindicales Perseguidas La gravedad de las agresiones propinadas contra los activistas y lideres sindicales y otras organizaciones reivindicativas de los trabajadores, corroboran que no se trató de una violencia difusa e indiscriminada, como se ha pretendido mostrar para ocultar la real dimensión del problema. Se trata de una situación marcada por las violaciones sistemáticas, permanentes y selectivas de los Derechos Humanos de los trabajadores colombianos, en un contexto general de impunidad, en un país que formalmente consagra el derecho fundamental a la asociación sindical. En Sabana de Torres, donde ya en los años ochenta es claro el propósito de eliminar a través del paramilitarismo a las organizaciones sociales y sindicales, los afiliados al Sindicato de Trabajadores de la Salud y el Sindicato de Trabajadores Oficiales, SINTRAOFICIALES, fueron en esa década las primeras victimas. Tras la arremetida contra el Movimiento Obrero y Campesino de Sabana de Torres sobreviene el asesinato en 1995 de un afiliado al Sindicato de Trabajadores Oficiales de Sabana de Torres, SINTRAOFISAT, por paramilitares. La persecución al sindicato produjo el desplazamiento forzado de muchos de sus miembros y la disolución del organismo gremial en 1996 luego de que los sobrevivientes pactaran con la Alcaldía acabar el sindicato y la liquidación de los trabajadores quienes nunca recibieron los pagos ni las indemnizaciones correspondientes a las liquidaciones. Los trabajadores se reagruparon posteriormente en el Sindicato de Trabajadores del Municipio. No puede perderse de vista como un elemento central de la represión contra los sindicatos, el recurso a la judicialización de los dirigentes y el señalamiento a los trabajadores de vínculos con la subversión, que los empresarios combinaron con la contratación de mano de obra temporal, la imposición de cooperativas de trabajo asociado, las violaciones al derecho de asociación sindical, la violación de derechos convencionales y los despidos. Así contra los trabajadores de la industria de alimentos en particular se combinó la represión contra las organizaciones sindicales con su criminalización, lo que además buscó desconocer los conflictos laborales y concretamente la discusión de los pliegos de peticiones presentados por los trabajadores así como encubrir los planes de reestructuración de las empresas que contemplaban el cierre de factorías y los despidos colectivos. Las acciones y medidas emprendidas contra sindicatos como los de las embotelladoras de Coca Cola en Barrancabermeja, Cúcuta y Bucaramanga, de Palma Africana en San Alberto, Cesar, y Puerto Wilches, en el Magdalena Medio, o la Unión Sindical Obrera, permiten evidenciar la implementación de estrategias encaminadas a quebrantar las organizaciones, reprimir su movilización, desconocer las peticiones laborales de los trabajadores, y principalmente, implementar las medidas de flexibilización laboral que van desde mejorar la productividad del trabajo fusionando cargos y labores, hasta la reducción de los salarios y el cambio en las formas de contratación laboral imponiendo el empleo de trabajadores temporales y contratistas a través de las cooperativas de trabajo asociado. Dicho de otro modo, la persecución, hostigamiento y CLH contra los sindicatos de algunas empresas clave en el modelo económico que se ha impuesto solo buscan imponer condiciones favorables para obtener ventajas dentro de las políticas de apertura económica. Pero las medidas empresariales contra los trabajadores y sus organizaciones sindicales han sido complementadas integralmente por la acción paramilitar y militar, de donde provienen procedimientos “legales” e ilegales, amenazas, presiones y Crímenes de Lesa Humanidad que resultaron fundamentales para imponer la flexibilización laboral y cumplir las metas institucionales trazadas por las empresas en el marco de la liberalización económica. En algunos casos el contexto de la persecución fueron las negociaciones de pliegos de peticiones. La persecución contra los sindicatos asentados en la Zona Quinta en el periodo que este Informe considera, ha dejado algunas organizaciones gremiales destruidas y gran cantidad de mano de obra sindicalizada desplazada. La represión antisindical en los años ochenta y noventa estuvo a cargo tanto de la fuerza pública como de agentes irregulares. En el primer caso se mantuvieron los allanamientos, detenciones, acusaciones y sindicaciones de militancia subversiva; en el segundo, amenazas, torturas, desapasiones y asesinatos; también los paramilitares atribuían a los sindicalistas y a sus dirigentes relaciones o participación en grupos guerrilleros. Las víctimas fueron activitas, dirigentes y afiliados sindicales de diversas industrias y servicios; normalmente se trató de personas que además eran militantes políticos de izquierda. El imaginario contrainsurgente que buscó siniestramente asimilar la actividad sindical a la insurgente, tiene en la práctica del allanamiento una forma de concretarse. En los allanamientos a los dirigentes sindicales se buscaban armas, o sencillamente se colocan veladamente en las residencias, armas, documentos, municiones, etc., con lo que se buscaba inculpar a los sindicalistas. De otro lado, el señalamiento y el allanamiento tienen dos consecuencias más allá: desprestigian al activista o dirigente y con ello a la organización gremial, y justifican la acción del paramilitarismo que defiende sus acciones criminales señalando la pertenencia de sus víctimas a la guerrilla y que encuentra en el sindicalismo un “disfraz” de la insurgencia. Como una modalidad selectiva de represión, los allanamientos confirman su sistematicidad, evidencia que aquella es concientemente dirigida. En Bucaramanga, una particular y sistemática persecución se adelantó contra los trabajadores del sector de la salud. A lo largo de los años ochenta dos trabajadores y activitas sindicales del Hospital Ramón González Valencia fueron detenidos y torturados y otros dos asesinados, y en 1985 se presenta un allanamiento a la residencia de una activista sindical de SINTRACLINICAS. Los afiliados y dirigentes del Sindicato de Trabajadores de los Hospitales de Santander, SINTRAHOSPITALARIOS, entre 1984 y fueron sujetos de falsas acusaciones y sindicaciones de militancia en grupos guerrilleros, pasando por detenciones en manifestaciones públicas, amenazas y hostigamientos, así como detenciones y torturas. El otro móvil de su persecución fueron las denuncias que la Junta Directiva del sindicato hiciera contra la actividad proselitista de algunos empleados dentro de hospitales, como en el caso del Socorro. Activistas y afiliados a sindicatos de la capital santandereana como SINTRAMUNICIPIO, SINTRAMETALURGICOS fueron allanados a mediados del ochenta por agentes de policía y miembros del ejercito; así como miembros de la Junta Directiva del sindicato del Banco Popular, de Avianca y del Sindicato de Trabajadores de Cicolac en 1988. Ese mismo año, el presidente del Sindicato de trabajadores de la empresa petrolera OCCIDENTAL fue desaparecido y un sindicalista afiliado a SINTRAELECOL asesinado. Durante 1989 también fueron asesinados dirigentes de SINTRACUAEMPONAL y SINTRABANCA. Afiliados a SINTRAPROACEITES y el sindicato de Bavaria sufrieron el mismo crimen en 1990 y 1993, respectivamente. La Unión de Trabajadores de Santander, USITRAS Una de las agremiaciones sindicales que más sistemáticamente se persiguió en los años ochenta fue la Unión de Trabajadores de Santander, USITRAS, por sus actividades de reivindicación y representación de los trabajadores que la constituyó en una de las más representativas del departamento de Santander, que además de la acción reivindicativa propiamente, adelantó la denuncia y el rechazo a las violaciones de libertades y derechos del conjunto de los ciudadanos, y la lucha por derechos sociales y el derecho a la vida. A USITRAS estaban afiliados sindicatos como el de los trabajadores de la Palma Africana, el Sindicato de Educadores de Santander, el Sindicato de trabajadores de Coca Cola, SINTRADINGASCOL, el Sindicato de trabajadores de la UIS, o el Sindicato de Trabajadores de Santander, SINTRADEPARTAMENTALES. La Unión Sindical sufrió la persecución tanto de los organismos de la fuerza pública como de las estructuras del paramilitarismo que se presentaban como MAS. Contra los miembros de USITRAS, la fuerza pública desplegó distintas modalidades que incluyeron las detenciones, los allanamientos y las sindicaciones de pertenencia a los grupos subversivos, que en la mayoría de los casos no cumplían los requerimientos legales y estuvieron a cargo de los organismos de inteligencia de la policía y el ejército. Las amenazas también contribuyeron al propósito de intimidar a los afiliados al sindicato y con ello socavar la organización. La principal circunstancia en que se afectó al sindicato con modalidades represivas fue en situación de conflictos colectivos o concentraciones masivas. Las detenciones contra miembros y dirigentes se remontan al menos a 1984, no obstante el largo antecedente de detenciones sin garantía, torturas en los lugares de detención y sindicaciones desplegados contra los trabajadores agremiados en el departamento. En el año 85 los seguimientos, desalojos, detenciones y allanamientos contra dirigentes y funcionarios del sindicato continuaron. Al año siguiente vinieron las tentativas de secuestro, la persecución judicial y las amenazas, con lo cual se mantuvo el nivel de amenaza y zozobra en los activistas. En el 87 las detenciones y los allanamientos a dirigentes se sumaron a los múltiples obstáculos que se implementaron para ver reducida la organización gremial. La detención y tortura se aplicaron en el año siguiente en al menos un caso. De otra parte, las amenazas y las intimidaciones constituyeron una de las modalidades más reiteradas de la operatividad paramilitar en contra de los afiliados a USITRAS y que fue paralela a la de la fuerza pública. Al menos desde 1983 se tiene registro de amenazas de muerte a dirigentes sindicales mediante comunicaciones escritas en las que también se conminaba a abandonar la actividad sindical; el móvil de la persecución volvía a ser la sindicación de militancia en organizaciones guerrilleras contra los activistas y dirigentes de USITRAS. Las amenazas, a veces extensivas a su Comité Ejecutivo, se repitieron en los años siguientes y se concretaron con el asesinato en 1990 de uno de sus dirigentes. Por el carácter mismo de la agremiación, la persecución a sus activistas se constituyó a su vez en la persecución a los dirigentes de las organizaciones vinculadas y de paso a las organizaciones políticas en las que eventualmente militaban. El Sindicato de Trabajadores de la Universidad Industrial de Santander, SINTRAUIS El sistemático propósito de desmantelar el movimiento sindical en los años ochenta toma cuerpo en Bucaramanga y Santander con la persecución a los afiliados al Sindicato de Trabajadores de la Universidad Industrial de Santander, SINTRAUIS, particularmente en la segunda mitad de esa década. Detenciones a directivos y afiliados en medio de negociaciones de pliego de peticiones en 1985 son antecedente a un periodo en que las actuaciones de las fuerzas militares y paramilitares se manifestaron crudamente; entre 1986 y 1989 se sucedieron detenciones arbitrarias, continuos allanamientos, desapariciones, torturas, permanentes amenazas de muerte y asesinatos, afectando incluso a familiares y reprimiendo ya no solo la actividad sindical sino la decidida vinculación del Sindicato y la comunidad universitaria a las protestas, manifestaciones, denuncias y demás actividades del movimiento social y popular como en el caso del Paro del Nororiente de 1987 y las marchas campesinas de 1988. El señalamiento a los trabajadores y la presunción de su relación con la insurgencia es un móvil compartido por ambos tipos de responsables de la persecución. Una de las consecuencias de la arremetida contra dirigentes y activistas fue la anexión de SINTRAUIS a SINTRAUNICOL, dejando de lado toda actividad derivada de la lucha por reivindicaciones sociales y centrándose en cambio en la obtención de ventajas gremiales. Profesores y movimiento sindical EL informe también visibiliza la persecución al profesorado y a sus movimientos sindicales. La situación vivida por los educadores en los años ochenta comprendió un viraje total respecto de la represión centralizada e institucional a la que fueron sometidos en la década anterior. Lo que se puede observar es la hostilidad por parte del gobierno nacional hacia la participación activa de los maestros, exigiendo mejoras laborales y su adhesión a las movilizaciones y la protesta social de otros sectores sociales. Los paros adelantados por el magisterio, utilizados como medida de presión para lograr sus demandas, a pesar de ser un derecho consagrado, fueron hostigados por el gobierno. El desarrollo de marchas, movilizaciones, reuniones etc., no era permitido y más bien era coartado, al punto de emplear medidas coercitivas y arbitrarias contra sus participantes, como por ejemplo, las detenciones, sindicaciones y maltratos físicos y verbales. En este contexto, los años de 1982 a 1987 presentan ciertas particularidades con respecto a la persecución sistemática dispuesta sobre los profesores del departamento de Santander y en particular de Bucaramanga. Es bien sabido que para esta época los grupos paramilitares en el departamento se estructuran y que junto a la fuerza pública cubrieron de violencia la capital santandereana. Empero, las fuerzas paraestatales no tienen una relación de casos considerable frente a la eliminación sistemática de los maestros. Sucede lo contrario con los agentes del orden estatales, quienes a través de sus distintos organismos detenían y sindicaban a los profesores agremiados. Pese a que este tipo de coerción se practicaba circunstancialmente, se llevaba a cabo en condiciones y acontecimientos definidos. La represión del movimiento sindical se enfocó entonces a la supresión de cualquier viso o expresión de las pretensiones laborales de los educadores, independientemente de las actividades reivindicativas sindicales. En 1982 a nivel nacional, los maestros se plantearon el Movimiento Pedagógico Nacional que proponía a la educación como cambio bajo la consigna “Educación como liberación nacional”. Desde ese momento se trazó como meta la transformación de la docencia, concibiéndola como servicio para los sectores populares. Asimismo, se formuló el objetivo claro de la defensa de la educación pública, encaminada al mejoramiento de la educación para la población y la consecuente transformación del país. De forma paralela al cambio político de la organización, el establecimiento dio inicio a la represión de sus miembros, tarea ejercida por las autoridades militares y de policía. El modelo represivo implementado por el estado se identificó primeramente por las detenciones y allanamientos, cuya operatividad se implementaba sobre acusaciones sin sustento alguno y muchas veces sin el lleno de los requisitos legales. Durante 1987 gran número de educadores de todo el país recibieron amenazas de muerte por parte de grupos paramilitares que, utilizando diversos procedimientos, buscaban eliminar la organización sindical y las expresiones culturales e ideológicas de los docentes. El paramilitarismo utilizó varios nombres para sembrar el terror en todas las organizaciones sindicales de educadores a nivel nacional, amenazando a los directivos y asociaciones como FECODE, ADEA, AIC, ASINORT, SES y muchos otros gremios de profesores a nivel nacional. Entre finales de los años ochenta y los primeros años de los noventa son varios los casos de educadores agredidos en las cabeceras y áreas rurales del Magdalena Medio a manos de las estructuras del paramilitarismo, como ocurrió en Sabana de Torres, Puerto Parra, Landázuri, San Vicente de Chucurí y El Carmen de Chucurí, donde los maestros recibieron amenazas de muerte, y fueron desaparecidos y asesinados, con los consecuentes procesos de desplazamiento, y en algunas ocasiones con el señalamiento expreso de ser militantes guerrilleros. En los años noventa en Barrancabermeja los profesores no fueron ajenos a los crímenes cometidos por el paramilitarismo mediante amenazas bajo la sindicación de militancia guerrillera y asesinato selectivos. En lo que respecta a la persecución sufrida contra los profesores en Bucaramanga se registran allanamientos, detenciones y maltratos por parte de la fuerza pública. En Norte de Santander, Pamplona registra detenciones a educadores y estudiantes de la Universidad de la ciudad bajo la presunción de subversión en los años ochenta. Entre 1988 y 1993 son varios los educadores oficiales asesinados por desconocidos en El Carmen, Los Patios, San Calixto, Tibú y Cúcuta. El Sindicato de Educadores de Santander, SES El Sindicato de Educadores de Santander, creado a mediados de los años ochenta por la fusión de los sindicatos de educadores ya existentes, ha sido una de las organizaciones de mayor numero de afiliados y hace presencia en toda la geografía del departamento. Pese a la diversidad política de sus afiliados, la organización gremial enfiló su actividad reivindicativa a la defensa de los intereses laborales y derechos fundamentales de los maestros, la movilización y la defensa de la educación pública Los maestros representaban a sus comunidades y expresaban muchas de sus demandas e intereses, además de asumir en ocasiones el compromiso de liderar las iniciativas de las organizaciones cívicas y comunales; un gran numero de ellos logró ocupar cargos en los Consejos Municipales. Especialmente en las zonas rurales fueron señalados por la fuerza pública como “comunistas” o “ simpatizantes de la subversión” dada su condición sindical y de liderazgo comunitario, por lo que se convirtieron en uno de los blancos predilectos del accionar contrainsurgente, estatal y paraestatal. Dentro de la estrategia de desplegar distintos mecanismos represivos, los continuos atropellos y persecución a los que eran sometidos los educadores pertenecientes al Sindicato de Educadores de Santander, SES, tenían como único fundamento la actividad sindical de las personas objeto de la represión o su adscripción y pertenencia a la organización. De tal manera, la defensa de los derechos e intereses de los educadores fue castigada con su represión. Pero, si bien la represión sostenida contra el SES se encaminó fundamentalmente a castigar a sus miembros por su actividad, dentro de esta andanada de actos intimidatorios y transgresores de los derechos fundamentales, se implementó, como una forma directa de agresión, el acoso hacia el núcleo familiar. Por tal motivo, muchos de los allegados a los activistas del sindicato debieron soportar diferentes represalias dada su relación con sus parientes sindicalizados. Tras la detención masiva de 22 educadores en una jornada de Paro Nacional en 1984, los dirigentes del SES comenzaron a ser perseguidos y hostigados por la fuerza pública, principalmente por las unidades de la V Brigada. Conjuntamente con la anterior situación, varios integrantes del SES residentes en la capital santandereana fueron víctimas del acoso estatal y paramilitar. Al igual que la mayoría de las organizaciones sociales que participaron en la realización del Paro Cívico del Nororiente y la conformación de la Coordinadora del Nororiente, de la cual formaban parte activa varios integrantes del SES, la represión contra el sindicato en el período posterior al Paro Cívico del Nororiente en 1987 y las marchas campesinas del 1988 no se hizo esperar. La participación y el apoyo de los miembros del SES a estas manifestaciones populares, como a otras jornadas de paro y reivindicación cívicas, fue masivo. Tan solo un día después de que se iniciaran las marchas de mayo, dos educadores del SES fueron desaparecidos por unidades del ejército en un retén militar luego de relacionarlos con las marchas campesinas. Durante la realización de las marchas fue detenido otro educador por miembros de la policía y el F-2. En el mes de septiembre de 1988, un profesor fue asesinado por sicarios en el centro de la ciudad de Bucaramanga. Continuando la tendencia de 1988, en 1989 las violaciones de derechos humanos contra los integrantes del SES se incrementaron considerablemente. Los hostigamientos y agresiones contra los miembros y dirigentes del sindicato que inicialmente se efectuaron en Bucaramanga y el área metropolitana, poco a poco se fueron ejecutando en las demás regiones del departamento santandereano, incluyendo el Magdalena Medio. En los municipios de Galán, Vélez, Bolívar, Concepción, Landazuri y San Vicente de Chucurí, fueron intimidados diecisiete dirigentes entre 1988 y 1989. Paralelamente a los hostigamientos militares, la persecución de los miembros del SES comenzó a ser responsabilidad de “autores desconocidos” y los paramilitares. En el transcurso de los primeros meses de 1989, varios educadores fueron perseguidos y hostigados por sicarios que llegaron incluso a tratar de desaparecerlos en otros casos asesinados. Para finales del mismo 1989, el SES denunció que 16 de sus miembros fueron asesinados por la Fuerza pública y los paramilitares en ese año. La cruenta persecución dejaba por entonces 89 educadores de primaria y secundaria desplazados forzadamente de sus sitios de trabajo debido a las amenazas y ultrajes a los que eran sometidos. Otros 11 educadores que ocupaban cargos directivos en organizaciones sindicales fueron objeto de amenazas, allanamientos y detenciones arbitrarias durantes este mismo período de tiempo. El incremento de la violencia contra el SES se evidenció a su vez en los ataques con artefactos explosivos de los que fue objeto su sede en Bucaramanga, la práctica de los allanamientos ilegales por parte de la fuerza pública97 , y los absurdos pero amenazantes señalamientos a los educadores sindicalizados de enlaces con actividades “terroristas”. A partir de estos sucesos, su accionar político estaría encaminado a reivindicaciones de derechos como la vida, la organización sindical, el trabajo y demás derechos fundamentales de la población. A estas luchas se sumaron, aquellas encaminadas contra la privatización e imposición de megaproyectos contraproducentes y lesivos para el sector rural especialmente. Entre los años de 1990 y 1992, la represión estatal y paramilitar hacia el SES y sus activistas presentó un aumento de todos los mecanismos de violencia irregular y regular. A pesar de las múltiples denuncias realizadas por el SES ante la opinión pública y las instancias judiciales, el exterminio y persecución contra sus integrantes se siguieron presentando en todo el departamento, lo que logró minar permanentemente la fuerza y capacidad de convocatoria del Sindicato de Educadores de Santander. La Asociación sindical de instructores de Norte de Santander, ASINORT 97 Baste simplemente señalar como una muestra de la opresión estatal materializada en esta clase de instrumento de la violencia regular practicada, la diligencia surtida el 15 de noviembre de 1989 por unidades de la V Brigada, quienes allanaron la sede de la organización y detuvieron a un miembro del comité ejecutivo del SES que se encontraba en los cuartos de alojamiento de maestros, siendo posteriormente trasladado a esa unidad militar. CSPP (Seccional Santander): Denuncia Pública. Bucaramanga, 16 de noviembre de 1989 Desde comienzos de los años ochenta, los educadores de Norte de Santander lograron consolidar un gran numero de organizaciones y sindicatos cuyas manifestaciones y protestas sociales tuvieron una gran acogida y apoyo por parte de otros gremios sindicales que los respaldaron en la realización de marchas y acciones conjuntas. Tal fue el caso de las protestas llevadas a cabo por el Comité Cívico de Ocaña, conformado entre otros por la asociación sindical de educadores ASINORT. El trabajo realizado por El Comité Cívico de Ocaña y ASINORT, consistía en la planeación y realización de múltiples acciones populares para presionar por el mejoramiento de los servicios públicos en el municipio. Tales iniciativas acarrearon a sus miembros persecución, amenazas y asesinatos en manos de grupos paramilitares como la SAO (Sociedad de Amigos de Ocaña). En otros casos, la persecución y señalamiento de los educadores estuvo encabezada por Oficiales adscritos al grupo mecanizado “Hermógenes Maza”. Aunque los primeros hostigamientos contra los educadores de Norte de Santander y los miembros de ASINORT ocurrieron a comienzos de 1986, la persecución sistemática contra el sindicato de profesores prosiguió en la década del noventa. En los años siguientes, la actividad reivindicativa de ASINORT se disminuyó sustancialmente ya que la fuerte acometida paraestatal logró socavar la fortaleza tanto de la Asociación como de los demás movimientos cívico – populares del Norte Santandereano. Los sindicalistas en Norte de Santander En lo referente a Norte de Santander, particularmente entre 1985 y 1988, fueron amenazados, torturados o desaparecidos dirigentes sindicales de las empresas de gaseosas colombianas y del sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción, SINDICONS, en Cúcuta, del Sindicato de Trabajadores del Ministerio de Educación y del Sindicato de Trabajadores de Empresas Mineras de Norte de Santander, en Ocaña. Las organizaciones y agremiaciones sindicales sufrieron en este periodo persecuciones, amenazas y señalamientos, además de atentados contra sus sedes, atribuidos a grupos paramilitares entre los que estaba la “Sociedad de Amigos de Ocaña”, SAO. Entrados en los años noventa, los “desconocidos” cobran la vida, tras un primer atentado un año antes, de un sindicalista que había organizado las Madres Comunitarias en Cúcuta y quien para entonces era su presidente. También en la capital departamental, presenta el asesinato de dos dirigentes del Sindicato de Vendedores del Mercado de la Sexta en 1994, una de ellos había sido antes amenazado. Ese mismo año, un dirigente de la Asociación de Vivienda Popular y Autoconstrucción de Ocaña, ASOVIPA y un sindicalista del Ministerio de Obras Públicas en el mismo municipio fueron victimas de un atentado a manos de sicarios, que a pesar de haber sido reducidos por algunos testigos del hecho, fueron dejados en libertad sin cargo alguno por la Policía. Los trabajadores de Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de Alimentos, SINALTRAINAL SINALTRAINAL ha sostenido una constante oposición y crítica hacia los métodos de estructuración y avasallamiento del personal obrero de Coca Cola. Como la evolución de la situación en años posteriores ha confirmado, la persecución contra SINALTRAINAL, su destrucción y el desplazamiento de la mano de obra sindicalizada y convencionada ha tenido como objetivo implementar la contratación de mano de obra temporal, las cooperativas de trabajo asociado y los contratos civiles para evitar el pago de salarios justos y los beneficios laborales, así como obstaculizar el libre derecho de asociación sindical. En unos casos, las detenciones fueron el recurso patronal-estatal para encubrir los conflictos laborales o simplemente quitar legitimidad a las acciones de presión de los sindicatos. Las gerencias de la empresa Coca Cola, no dudaron de recurrir al señalamiento como presuntos insurgentes hacia los trabajadores sindicalizados sencillamente para desconocer procesos de discusión de pliegos de peticiones, las pretensiones de cerrar factorías o despedir trabajadores. Estas medidas se han alternado con campañas y montajes de desprestigio al sindicato promoviendo la desafiliación de sus miembros, allanamientos a sedes, etc, que no han hecho más que facilitar la violación de derechos laborales, los despidos, los recortes salariales, y el retroceso respecto a derechos y garantías conquistadas. Estas medidas se ha complementado con la acción estatal y paramilitar o de ejércitos privados de seguridad, con base en procedimientos legales o amenazas y presiones de toda índole. En este sentido, las actuaciones de la empresa multinacional, descansan en tres mecanismos represivos: (i) la judicialización, (ii) las acusaciones de vínculos con la subversión, y (iii) los hostigamientos; todos puestos en marcha contra el sindicato, con ayuda y la participación de los organismos estatales y con significativa ayuda del paramilitarismo, todo en aras de imponer la flexibilización laboral y cumplir las metas institucionales. Los Sindicatos en Barrancabermeja Los hostigamientos contra la seccional en Barrancabermeja del sindicato de trabajadores de la embotelladora de Coca Cola, SINTRADINGASCOL, buscaron minar la organización sindical y reprimir sus demandas. Los casos se concentran en 1984 cuando sus dirigentes son detenidos gracias a las denuncias que contra ellos hiciera el gerente de la empresa quien quiso vincular a los activistas sindicales con las acciones adelantadas por parte de la guerrilla del ELN contra la infraestructura de la planta. Este tipo de señalamiento fue luego implementado contra los trabajadores de Coca Cola en Bucaramanga argumentando de manera similar que los trabajadores intentaban atentar contra las instalaciones de la empresa. En años posteriores Barrancabermeja es escenario del allanamiento a dos dirigentes de SINALTRAFER en 1985 y el asesinato de dos trabajadores de la Empresa Fluvial San Pablo en 1988. EL Sindicato de la Empresa de Saneamiento Básico y de Agua Potable de Barrancabermeja, SINTRACUEMPONAL, también fue objeto de persecución e intimidación. Un primer hecho se registra en 1989 cuando un miembro de su junta directiva fue torturado y asesinado por miembros de la policía. Años más tarde, en 1998, se cometen dos atentados en un mismo día contra tres de sus afiliados, incluido su presidente. Del Sindicato de la Empresa de Obras sanitarias de Santander, Sintremposan, entre 1988 y 1989 fueron asesinados dos de sus dirigentes, uno en Barbosa, por “desconocidos”, y otro en Barrancabermeja. En este último caso, los paramilitares se adjudicaron la desaparición, tortura y asesinato de Gerardo Jerez Quiroga. La acción paramilitar coronaba una serie de persecuciones antecedentes contra Gerardo por parte del F2 de la Policía. Las amenazas contra la junta directiva del sindicato prosiguieron en momentos en que se adelantaban campañas de denuncia por violaciones a la Convención de trabajo, inmoralidad administrativa, y politiquería y clientelismo por parte de los directivos de Emposan. Aunque inicialmente llamadas telefónicas a nombre del MAS se adjudicaron el hecho, en el cuerpo de Gerardo Jerez aparecieron marcadas a cuchillo las letras CCC que reivindicaban una nueva estructura paramilitar, el Comando Coronel Correa Campos. Otro año de signo tenebroso para la vida e integridad de los trabajadores sindicalizados en Barrancabermeja lo marca 1992. Durante este año se sucedieron crímenes contra líderes populares y sindicales de la ciudad por parte de la Red de Inteligencia de la Armada, principalmente. Una de las organizaciones afectadas fue el Sindicato de Choferes de la Empresa de Transportes San Silvestre. Los crímenes contra los miembros de la agremiación sobrevinieron luego de que el sindicato lograra una favorable convención de trabajo. Entre 1991 y 1993 son asesinados – en dos ocasiones en masacres que cobraron la vida de sus familiares y amigos- varios afiliados al sindicato y conductores de la empresa, no obstante haberse hecho la denuncia de la situación ante la Procuraduría General. Los alcances del plan de exterminio se evidencian aún más si se tiene en cuenta que una de las personas que suscribieron tales denuncias tuvo que salir de la ciudad y fue asesinado meses después en Bogotá. La “acusación” bajo la cual obraron los agentes de la Red era la de que los sindicalistas “colaboraban directa o indirectamente con la subversión” y frecuentaban lugares donde aparentemente se reunían miembros de las milicias populares. Según el razonamiento de los jefes de inteligencia de la Armada, ser miembro de la ANUC significaba ser subversivo y adelantar campañas en favor de los derechos humanos “iba en contra de las fuerzas militares”. El año de 1994 marca otra inflexión en la persecución a las organizaciones sindicales en la ciudad. Los integrantes de organizaciones sindicales, junto a sus allegados y familiares fueron víctimas de constantes hostigamientos como en el caso de los hijos de un dirigente sindical de SINTRAIFIBA, y la sindicación de guerrillero vuelve a ser el móvil del asesinato de un directivo del sindicato de la Empresa de Agua Potable y Saneamiento Básico de Barrancabermeja EDASABA. La Unión Sindical Obrera, USO En los primeros años ochenta el ejército continúa siendo responsable del mayor numero de allanamientos, detenciones y sindicaciones a los obreros sindicalizados de la USO y a sus dirigentes; las torturas a algunos de los detenidos siguieron presentándose. A mediados de la década se definen dos instrumentos de persecución contra los trabajadores sindicalizados. Uno, al que recurren los directivos de Ecopetrol y los mandos militares extendidamente, es la acusación de que los sindicalistas pertenecen a organizaciones insurgentes, asimilándolos a subversivos y terroristas. El segundo instrumento, es la definitiva instrumentación del paramilitarismo para fines represivos; es así como se implanta la modalidad de las amenazas a través de panfletos y el asesinato selectivo de trabajadores, sobre todo a partir de 1985. Las estructuras paramilitares actuaron casi siempre bajo el nombre de MAS pero de igual manera circularon volantes con amenazas a nombre del “Comité Cívico de Barrancabermeja” o el “Comité de Gentes Honestas de Barrancabermeja”. Pero es el año de 1988 el que marca el nivel más alto de crímenes de lesa humanidad contra los activistas de la USO en toda la década. La responsabilidad de estos hechos recae en las unidades castrenses acantonadas en la ciudad, quienes a su vez implementaron la modalidad paramilitar. 1988 es además el año en que la USO, junto a USITRAS y ASINORT, participó en la conformación de la Coordinadora Popular del Nororiente que impulsó las Marchas Campesinas de ese año, antecedidas por el Paro del Nororiente Colombiano del año anterior. Esto constituyó una causa más para que los trabajadores agremiados de la industria petrolera se convirtieran en blancos de la sistemática persecución emprendida por las fuerzas paraestatales. Los hostigamientos, amenazas, detenciones, atentados y asesinatos contra los miembros de la USO –muchas veces precedidos de amenazas y seguimientos por parte de los organismos de seguridad- continuarían en ascenso en el periodo posterior a las marchas campesinas. En los meses siguientes se incrementó la oleada de violencia contra los participantes de las marchas y principalmente contra las organizaciones sociales que convocaron a la población para que acudieran a las movilizaciones. Las reiteradas amenazas de muerte en caso de no abandonar la ciudad y dejar sus actividades reivindicativas, realizadas por parte de la fuerza pública y los grupos paramilitares que operaban en la región eran una constante; un caso representativo fue el plan de atentar contra las vidas del presidente nacional de la USO y un líder de la Coordinadora Popular de Barrancabermeja y miembro a su vez de la Coordinadora Popular del Nororiente. Como se registró en su oportunidad, la victimización a los trabajadores de Ecopetrol entre 1989 y 1992 dejaba un incalificable saldo de 55 trabajadores asesinados, 15 personas heridas por atentados y 33 más desplazados. Antes de terminarse el año 1993 la USO denunció que 110 de sus afiliados estaban amenazados. La situación de persecución no varió en los años siguientes. En los años noventa los crímenes se hicieron extensivos a trabajadores, contratistas y profesionales que no estaban afiliados a la USO. En su mayoría se trató de asesinatos selectivos a manos de desconocidos que por su operatividad –uso de pistolas calibre 9 mm, capuchas, crímenes al ingreso o salida de la residencia, o en el desplazamiento hacia el lugar de trabajo-, bien pueden asimilarse a la usada por otras estructuras paramilitares. Dichas estructuras buscaron confundir la opinión y desalentar cualquier tipo de acción judicial usando diferentes nombres; en los noventa, suscribieron sus crímenes como “Autodefensas del Magdalena Medio”, “Autodefensas Urbanas de Barrancabermeja”, “La Gota Negra” o “Grupo de exterminio de Barranca y Yondó”. Los nombres y los crímenes se ampliaron con la entrada en operación de la Red de Inteligencia de La Armada en 1992. La mirada en conjunto a los casos registrados evidencia además que muchos atentados y asesinatos contra dirigentes sindicales coinciden con la negociación de pliegos de peticiones entre la USO y ECOPETROL como ocurrió en 1988, 1991 y 1995. Se trata de periodos en que los activistas sindicales recibieron amenazas de muerte, fueron desaparecidos o asesinados, y algunos debieron tomar la vía forzada del desplazamiento. Como en otros sectores industriales en el país, la compañía petrolera estatal Ecopetrol ha venido implementando forzadamente la flexibilización laboral utilizando intensamente el sistema de contratistas, empleando personal temporal y haciendo contratos por obra, al punto que para comienzos de los años noventa 1992 la empresa ya cubría cerca de la mitad de sus necesidades de servicio con este tipo de contratos. En el propósito de llevar a cabo reformas y reestructuraciones en Ecopetrol que venían siendo obstaculizadas por la denuncia y movilización de la USO, el Estado y las gerencias de la empresa encontraron en la creación, a comienzos de los noventa, de la llamada “Justicia Regional” o “sin rostro” un importante instrumento de persecución a los activistas sindicales al facilitar el montaje de procesos judiciales. Los años noventa fueron así característicos por esta modalidad represiva que a través de maniobras de las unidades de Inteligencia Militar, la Fiscalía y el DAS, vinculó a los activistas con los grupos guerrilleros y dio lugar a la apertura de procesos judiciales bajo descabellados cargos como “secuestro extorsivo”, “homicidio con fines terroristas”, “terrorismo” o “concierto para delinquir”. El resultado es que a partir de 1992 son varios los dirigentes que resultaron sindicados, juzgados y condenados, no obstante las arbitrariedades jurídicas que se debieron cometer para lograr el propósito de mantenerlos en la cárcel, tales como las violaciones al principio de autonomía e independencia de las ramas del poder público, los testimonios irregulares, la intromisión amañada de los organismos de seguridad en los procesos y la clonación de testigos. A ello se suma las amenazas y presiones que sufrieron los abogados defensores. En su persecución al sindicato, el paramilitarismo recurrió igualmente al señalamiento hacia los activistas calificándolos como comunistas y guerrilleros, y bajo esa sindicación anunció en 1997 su intención de eliminar físicamente la dirección sindical. La referencia anticomunista desde la cual es considerada la actividad sindical llevó a que funcionarios de Ecopetrol resultaran implicados en alianzas con el paramilitarismo según fue denunciado para el caso de Sabana de Torres por un directivo sindical que fue salvajemente asesinado en 1998. Su denuncia no solo advertía de la alianza paramilitares-Ecopetrol sino las practicas de financiar las estructuras irregulares con el cobro de porcentajes sobre el valor de los contratos adjudicados por la empresa. Los trabajadores y sindicatos de la industria de la palma africana Los trabajadores y sindicatos de la industria de la palma africana han padecido una larga trayectoria de persecución. En San Alberto, Cesar, los trabajadores de Indupalma organizaron su primer sindicato en 1963. En varias ocasiones durante los años setenta, se intentó por parte de la empresa el montaje de procesos judiciales contra los dirigentes, acusados por ejemplo de sabotaje a las instalaciones. Estos procesos no era más que una treta de los directivos para frenar las iniciativas y reivindicaciones laborales de los trabajadores e impedir su movilización. Pero el enfrentamiento a las políticas de persecución sindical tramadas por la empresa, y que contaron con el apoyo del ejército, se mantuvo. Si bien durante los primeros años de los ochenta las acciones de control y represión sindical continuaron siendo asumidas por la fuerza pública que detuvo y desapareció dos trabajadores del sindicato de Indupalma, poco a poco –y con mayor fuerza a partir de 1988la irrupción del paramilitarismo en toda la región del magdalena medio deja sentir sus accionar en la comisión de crímenes, ya no solo contra los trabajadores de Indupalma sino de otras empresas del sector ubicadas tanto en el Cesar como en Santander. A partir del citado año, las agresiones contra el movimiento sindical fueron en aumento; ello se correspondía tanto al crecimiento de las empresas como al aumento de la sindicalización. Sobrevienen entonces los asesinatos selectivos, algunas masacres, las detenciones y la desaparición de obreros, sindicalistas o no, y de los activistas. La connivencia de las empresas con el paramilitarismo, en particular de Indupalma, fue evidente para todos. Dentro de su trabajo, especialmente en las plantaciones, los obreros eran intimidados con amenazas y agresiones verbales; sus viviendas, asaltadas por los techos y puertas en búsqueda de personas relacionadas en las listas que portaban los paramilitares y que según estos eran “de limpieza”. Muchos trabajadores eran hostigados en momentos en que se transportan hasta sus sitios de trabajo; entonces las unidades paraestatales se dedicaban a averiguar sus horarios, rutas y las placas de los vehículos en los que se desplazaban hacia la empresa. Y en efecto, varios asesinatos ocurren mientras las victimas esperaban bus, sobre las vías por las que forzosamente transitaban o en sus propios domicilios. En los años noventa las organizaciones gremiales de los trabajadores de las industrias palmeras en el sur del Cesar continúan sintiendo el rigor de un paramilitarismo que actúa a sus anchas y que ahora se presenta a sí mismo como “autodefensa”. Los crímenes siguen concentrados en la cabecera municipal de San Alberto pero el paramilitarismo extiende sus operativos al montaje de retenes en las vías intermunicipales y sus crímenes no solo afectan a los obreros de Indupalma, SINTRAPALMA, sino a los otros sindicatos asociados en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria del Cultivo y Procesamiento de Aceites y Vegetales, SINTRAPROACEITES, como es el caso de ASINTRAINDUPALMA; igualmente, al Sindicato de la empresa “Oleaginosas Las Brisas” afiliado a SINTRAINAGRO; a los trabajadores de las empresas “Palmas del Cesar”, ubicada entre San Martín y Aguachica; así como a los de Oleaginosas Monterrey, Agrícolas del Norte en Puerto Wilches a los trabajadores de la empresa Palmas Oleaginosas. Los crímenes contra obreros y activistas sindicales de las industrias palmeras en el Sur del Cesar afectaron así mismo a organizaciones como la ANUC o movimientos políticos como Esperanza Paz y Libertad y la Unión Patriótica pues varios de ellos eran a la vez militantes políticos o dirigentes cívicos locales. 2.4.4 Persecución Contra Sectores Populares La violencia generada en las zonas rurales como consecuencia del desarrollo de operativos militares contra los grupos guerrilleros, y particularmente debido a las acciones emanadas de la doctrina contrainsurgente que etiquetó al campesinado como colaboradores de las organizaciones insurgentes, involucrándolos dentro del conflicto y dándoles una tratamiento de enemigos. Aunado a la situación histórica de pobreza y marginalidad del sector rural, ocasionó una constante migración “voluntaria” y desplazamiento forzado del campesinado hacia los cascos urbano, con la consecuente pauperización y deterioro de la calidad de vida. Este éxodo generó además que en los cascos urbanos se establecieran diversos asentamientos que se conocen como barrios populares, los cuales en su mayoría carecen de vías de acceso adecuadas, de servicios públicos de acueducto y energía eléctrica y de centros hospitalarios y de educación. Padecen además altos niveles de desempleo y o realizan actividades económicas informales que les proporcionan escasos recursos. Por las características de marginalidad y pobreza, los barrios populares fueron espacios de resistencia que evidenciaron la inequidad del sistema económico capitalista. Sus habitantes para enfrentar su precaria situación generaron procesos organizativos para resistir un modelo económico que los condenaba a la miseria y a ser explotados sin tener derecho a la salud, a la educación, a la alimentación, ni a la vivienda. Las reivindicaciones de este sector fueron enfrentadas por parte del Estado con una abierta persecución, constante vigilancia, incursiones del ejército y de los paramilitares, retenes, allanamientos y asesinatos. A este sector le vulneraron su intimidad, su libertad y su derecho a la vida; fueron condenados a vivir en medio del terror, a amanecer cada día con un cadáver en sus calles y a soportar sangrientas incursiones paramilitares donde principalmente eran atacados hombres jóvenes. De 1966 a 1998 en los barrios populares de las principales ciudades de la Zona V se presentaron 439 asesinatos, 57 desapariciones forzadas y 84 torturas (sin contar los casos en los que la víctima fue torturada antes de ser asesinada). También se registraron 96 detenciones ilegales. La responsabilidad de estos crímenes se distribuye de la siguiente forma: RESPONSABLE GENERAL Acción Combinada Acción Conjunta Armada Nacional Autor Estatal no precisado Autor no precisado DAS Ejército Organismo Estatal no precisado Paramilitares Policía Total No. de víctimas 18 2 30 148 43 4 144 2 237 64 692 El móvil principal de esta persecución es la acusación contra los pobladores de barrios populares de ser auxiliadores de la guerrilla. Otras veces se presenta como retaliación por acciones realizadas por grupos guerrilleros o por el desarrollo de jornadas de protesta, como la ocurrida el 20 de junio de 1985 en Bucaramanga, donde en el marco del paro nacional el ejército reprimió a los habitantes de los barrios populares, actuando de forma combinada con miembros de la policía y con hombres del DAS que se presentan encapuchados, allanando residencias, deteniendo y realizando montajes probatorios para sindicar de pertenecer al M-19, ELN o EPL. Al lado de los operativos oficiales se presentan asesinatos selectivos contra personas que previamente habían sido víctimas de detención o allanamiento por parte de miembros del DAS. En 1986 y 1987 se observa en Bucaramanga el incremento de las acciones del grupo paramilitar “La mano negra” contra sectores populares. Agrupación conformada por miembros de la policía que se concentró en perseguir a excluidos y marginados, pero que también atacó a los sectores populares, concentrando el 16% de las acciones contra este sector en Bucaramanga. Desde 1994 en la ciudad de Cúcuta, particularmente en los barrios ubicados en la ciudadela Atalaya, hacen presencia escuadrones de la muerte, que como ya dijimos, son miembros de organismos de seguridad del estado actuando de forma encubierta, e implementa un particular modo de realizar los asesinatos donde propinaban a la víctima un disparo en el ojo derecho, otro en el hombro izquierdo y un tercero en el hombro derecho. Los asesinos se hacían llamar de diversas formas aparentando ser grupos paramilitares, entre los nombres encontramos el de Los Tunebos, quienes realizan asesinatos selectivos contra personas a las que se les ha realizado seguimiento por parte de organismos de seguridad del Estado e incluso llegaban a los barrios con listas de nombres a las cuales debían asesinar. Mientras, los medios de comunicación, reproduciendo las versiones oficiales presentaban estos crímenes como enfrentamientos entre bandas delincuenciales. De igual forma en Barrancabermeja desde finales de los ochenta las protestas y manifestaciones públicas realizadas por los sectores populares fueron duramente reprimidas por el ejército, que se presentó acompañado de informantes, mientras supuestos grupos paramilitares, que no eran más que agentes de organismos de seguridad actuando de forma encubierta, realizaron asesinatos selectivos. A comienzos de los noventa los residentes de los barrios populares informaron que el puesto de policía del barrio Campoalegre, cerca de Provivienda, y que se encontraba bajo el mando del Teniente Coronel Víctor Manuel Bernal Castaño, funcionó como base para planear los crímenes y proteger a los responsables. La forma de acción encubierta fue tan apreciada por los organismos de seguridad que llegó a institucionalizarse en lo que se conoció como la Red de Inteligencia No.7 de la Armada, que funcionó en Barrancabermeja de octubre de 1991 a enero de 1993, bajo la dirección del capitán de la Armada Juan Carlos Álvarez Gutiérrez, quien recibía órdenes directas del Teniente Coronel Rodrigo Quiñónez Cárdenas. Esta instancia secreta de la Armada reclutó y contrató, incluso por medio de contratos escritos, a ex miembros de la Armada y asesinos a sueldo para realizar asesinatos selectivos y para impulsar la conformación de grupos paramilitares en los municipios santandereanos del Magdalena Medio con el apoyo del Batallón Antiaéreo Nueva Granada. En un principio sus acciones fueron presentadas con la fachada de grupo paramilitar "Comando de Unidades Especiales de la M” pero luego quedó al descubierto la implicación de altos mandos del ejército y de funcionarios del ministerio de defensa. La puesta en funcionamiento de esta red explica que entre los meses de junio y julio de 1992 en Barrancabermeja se hallan presentado, sólo en los barrios populares, 24 asesinatos selectivos entre los que se cuentan varias masacres. En uno de los reportes entregado por un miembro de la Red a su superior encontramos: “REPORTE: El 3 de febrero, es asesinado el señor Antonio Valderrama, padre de Renato Antonio Valderrama Morales conocido con el alias de "Marlon" dentro del 24 frente de las FARC; Antonio Valderrama cubría actividades ilícitas con el disfraz de zapatero. Se conoce que era emisario de los grupos de la guerrilla que está en zona de San Vicente y El Carmen (S)". (Informe de Inteligencia Militar. Proceso Penal Militar. Cuaderno anexo E, folio 53) Las acciones de la Red fueron acompañadas por un incremento en las acciones militares contra los habitantes de estas zonas. Así narra uno de los habitantes las agresiones sufridas a manos del ejército: “Los agresores se movilizaban en un campero Toyota, color verde oscuro; agarraron a José Manuel del cabello, lo vendaron y amarraron, y luego lo llevaron a las instalaciones del Batallón Nueva Granada, ‘donde fue sometido a ultrajes y torturas: golpes y ahogamientos, hasta perder por momentos la conciencia. Aún padece dolores en las costillas y en los riñones.’ Después de 25 horas, le hicieron firmar una constancia de ‘buen trato’ y lo entregaron a la Fiscalía, de donde fue llevado a la cárcel.” 98 Otro testimonio afirma que: “Un vecino de apellido Arrieta, que es informante del Ejército, aseguró a los militares que él era al que buscaban; luego en la base militar, le dijeron que "era el guerrillero que estaban esperando". Lo sentaron en una silla, le ataron las manos atrás y lo golpeaban mientras le preguntaban por unas armas; luego le pusieron una bolsa en la cabeza y seguían golpeándolo. Hacia las 12 de la noche, lo sacaron a caminar por el barrio para que dijera el lugar donde estaban las armas, pero como no lo hizo, le dijeron que lo llevarían de nuevo a la base militar, y que la tortura sería más grave. Un Teniente le dijo que "le regalara una pistolita, que con eso me soltaba y no había problemas", luego le dijo que tenía información sobre las bombas que fabricaban en el taller de propiedad de Mejía.”99 Las sindicaciones y detenciones masivas de barranqueños se intensificaron en los años de 1995 y 1996. Según información oficial suministrada por el ejército y la policía, en el curso de estos años “se detuvieron en Barranca y sus alrededores y puesto a ordenes de la fiscalía, alrededor de 200 personas, la mayor parte de ellas sindicadas de rebelión” 100 . Paralelamente, los grupos paramilitares comenzaron a posicionarse en la ciudad y en todo el Magdalena Medio; varios miembros de sus tropas comenzaron a patrullar en los barrios nororientales asesinando a todo aquel que se opusiera a sus designios. Es revelador que luego de la fuerte arremetida institucional se presente desde 1996 un incremento de las acciones realizadas por paramilitares, situación que lleva a pensar que la consolidación del paramilitarismo recibió un contundente apoyo de los organismos de seguridad para que lograran ingresar a la zona y consolidar su presencia. Los últimos años que cubre este informe dan cuenta de la arremetida paramilitar tanto en Cúcuta como en Barrancabermeja, donde desde 1997 hasta 1998 se presentan numerosas masacres, siendo la más célebre la realizada en Barrancabermeja el 16 de mayo de 1998 en los barrios Campestre, Campín, 9 de Abril, María Eugenia, Villarelys. La Esperanza, Pozo Siete y Divino Niño de la Comuna 7, sector suroriental de la ciudad, donde el grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Santander y Sur del Cesar desaparecen a 25 habitantes de este sector y asesinan a 7 más. Para terminar es importante destacar que la persecución contra profesionales cercanos a los sectores populares, particularmente contra periodistas, abogados, sociólogos e ingenieros, 98 BOLETIN INFORMATIVO JUSTICIA Y PAZ, VOLUMEN 6, NRO. 2. Caso de José Manuel Rodríguez Sampayo sucedido en Barrancabermeja el 1° de mayo de 1993 99 CREDHOS, Denuncia de Darío de Jesús Medina del 18 de abril de 1994 100 Corporación regional para la defensa de los derechos humanos, CREDHOS. Informe: Derechos Humanos en Barrancabermeja y su zona de influencia en el Magdalena Medio. Septiembre de 1995 – Mayo de 1996. Barrancabermeja, Junio de 1996. obedeció a que los primeros utilizaban los medios masivos de comunicación para denunciar los atropellos que vivía a diario la población y los nexos entre narcotraficantes, delincuencia común, políticos y miembros de las fuerzas de seguridad del estado. Los segundos, estaban encargados de atacar en los tribunales a los culpables de los crímenes, y los terceros, lideraban procesos sociales y realizaban trabajos académicos para comprender la dinámica social de la represión. 2.4.5 Persecución Contra Lideres Cívicos y Comunales La persecución contra los líderes cívicos que en su mayoría habitaban barrios populares y se dedicaban a organizar la comunidad en torno de exigencias para mejoras la prestación de servicios públicos domiciliarios, o la gestación de procesos organizativos en torno a la cultura, fue adelantada en su mayoría de forma irregular, es decir, por medio de asesinatos selectivos y desapariciones forzadas perpetradas por hombres de civil que aunque aparezcan como autores no precisados compartían un mismo modus operandi que los identificaba con un accionar paramilitar (Ver cuadro). ZONA V, 1966,1988 Responsables de los crímenes contra los dirigentes cívicos y comunales No. Víctimas Acción Combinada* Allanamiento 1 Desaparición Forzada 1 Autor Estatal no precisado Asesinato 13 Atentado 1 Desaparición Forzada 1 Torturas o malos tratos - Asesinato 1 Torturas o malos tratos - Desaparición Forzada - Asesinato 1 Autor no precisado Asesinato 4 Atentado 1 Torturas o malos tratos - Asesinato 1 Ejército Amenazas 1 Asesinato 1 Detención 1 Detención - Desaparición Forzada 3 Detención - Torturas o malos tratos 19 Torturas o malos tratos 1 Paramilitares Amenazas 21 Asesinato 30 Atentado 2 Torturas o malos tratos - Asesinato 3 Policía Allanamiento - Detención 2 Total general 109 FUENTE: Base de datos Proyecto CNM * Donde interviene más de un organismo estatal RESPONSABLE TIPO DE AGRESION Algunos de los crímenes cometidos por el ejército fueron responsabilidad del B2, organismo de inteligencia de la V brigada. También se ubicó la responsabilidad de las siguientes unidades militares: Batallón Contraguerrilla No.45 Héroes de Majagual y Batallón de Artillería de Defensa Aérea No. 2 "Nueva Granada" en Barrancabermeja. El Batallón de Infantería No. 13 "García Rovira" en Norte de Santander y la Brigada No. 2 en el Sur de Bolívar. Las unidades militares aprovecharon la facultad que tenían para allanar y detener a sospechosos, luego negaban tener a la víctima en su poder y posteriormente aparecía su cadáver en sitios alejados. nunca era hallado. En otras ocasiones la víctima era desaparecida y su cadáver También se presentaron desapariciones forzadas cuando la víctima era detenida en retenes militares y se registran algunas operaciones militares donde actuaban de civil. Los crímenes perpetrados por autores estatales desconocidos o autores desconocidos fueron casi siempre precedidas de hostigamientos, allanamientos o detenciones realizadas por el ejército o por organismos de inteligencia, quienes acusan a los líderes de realizar actividades subversivas. Este hecho hace supones que estos crímenes son responsabilidad de órganos del estado como la policía, el DAS o la SIJIN, quienes operaban de forma encubierta o a través de particulares. La connivencia entre organismos de seguridad del estado y grupos paramilitares era tal que en Convención (Norte de Santander) se le encontró en 1987 a un agente de policía una "lista negra" de dirigentes campesinos, y frente a los nombres de los que habían sido asesinados por paramilitares aparecía la palabra "Cumplido". Las formas de operar de los victimarios fue realizar allanamientos y detenciones arbitrarias. En otras ocasiones, sobre todo en Bucaramanga y Barrancabermeja, escuadrones de hombres de civil, pertenecientes a organismos de seguridad e inteligencia del Estado, sacaban a la víctima de la casa y posteriormente la desaparecían. En los municipios santandereanos del magdalena medio y en el sur del cesar se observa una especial sevicia a la hora de perpetrar los crímenes, lo que se explica por el modelo paramilitar presente en la zona, que se caracteriza por la presencia de grupos de 20 o más hombres uniformados y bien armados que patrullaban la zona y siguiendo órdenes del ejército y con “listas negras en la mano” atacaban a la población. En el Norte de Santander se presenta el fenómeno de “escuadrones de la muerte”, quienes actuaban casi siempre con arma 9mm, torturaban a las víctimas y las arrojaban en “botaderos de cadáveres”, como el basurero de Uríamaco en Cúcuta, con las manos atadas y un disparo en la cabeza. Es importante resaltar que Barrancabermeja, Bucaramanga y Lebrija en Santander; Ocaña, Cúcuta y Villas de Rosario en Norte de Santander, son las ciudades que presentan el mayor número de víctimas de este sector social, lo cual se explica porque en estas ciudades se adelantaros los más importantes procesos organizativos. Encontramos por ejemplo que en los barrios del norte de Bucaramanga y en los del nororiente de Barrancabermeja, sus habitantes, a pesar de la situación de pobreza que los aquejaba, creaban comités culturales y de deporte, realizaban gestiones ante instituciones estatales y en ocasiones llegaba a vías de hecho como paros y protestas para exigir un mejoramiento en los servicios públicos. Estas iniciativas populares fueron entendidas como incitación a la subversión, buscando su desarticulación al atacar a los líderes cívicos y comunales que las impulsaban. No es gratuito que los años de mayor victimización coincidan con el desarrollo de actividades reivindicativas en la zona, es el caso del paro cívico del nororiente de 1987 y las marchas campesinas de 1988, apoyadas por amplios sectores de la sociedad. En el año 1996 los paramilitares arremeten contra los líderes cívicos que intentan adelantar procesos organizativos siendo la mayoría de ellos amenazados de muerte para obligarlos a abandonar sus ideales y en muchos casos fueron desplazados de su domicilio por temor a la muerte. Entre las organizaciones y procesos atacados se encuentra el Comité cultural del barrio Zamora, La comunidad Teatro de las calles, el Comité Cultural de Zapamanga y la Asociación de Artistas Colombianos en Bucaramanga. El Comité Popular y la Coordinadora Popular del Nororiente en Barrancabermeja. El Comité Cívico de Ocaña. El grupo Comuneros 81 y el Movimiento Acción Comunitarias de Aguachica Sur del Cesar y el Movimiento Cívico Comunitario de San Alberto en el mismo departamento. Además fueron perseguidos los miembros y directivos de las Juntas de Acción Comuna de los municipios de la zona y de los barrios populares quienes la mayoría de las veces tenían nexos con partidos políticos de oposición. 2.4.6 Persecución Contra Sectores Marginados y Excluidos “Nadie en Colombia se puede arrogar la facultad de definir... quien es útil, bueno y merece seguir con vida y quien es malo, inútil, ‘desechable’ y debe morir. Nadie y mucho menos la autoridad. Cuando la autoridad asume ese papel... se convierte en la monstruosa dueña de la vida, de la honra y de los bienes (...) 101 Durante los noventa, los organismos de seguridad del estado apoyados por grupos paramilitares o actuando como tales incurrieron en lo que ellos llamaba “limpieza social”. Esta práctica se implementó en algunos casos como forma de ganar credibilidad y aceptación hacia los grupos paramilitares que se presentaban como guardianes del orden y garantes de la seguridad al erradicar de manera “eficaz” los males de la sociedad (mendigos, recicladores, drogadictos, delincuentes, homosexuales, trabajadoras sexuales y pobres en general). Otra cara de esta “limpieza social” fueron las prácticas mafiosas adelantadas por los organismos de seguridad del Estado contra las bandas de delincuentes, quienes antes de ser capturados y puestos a disposición de un juez, fueron torturados y asesinados con crueldad como forma de escarmiento y en muchos casos para cobrar cuentas pendientes, pues no es un secreto que los miembros de la SIJIN, el DAS, y la policía forman parte de estas bandas. En 1993 la revista Ciendías explicaba el fenómeno de la “limpieza social” así: “Quienes promueven y ejecutan esta forma de violencia lo hacen movidos por un discurso ideológico según el cual se explica la persistencia de la marginalidad, el incremento del fenómeno delincuencial y de los comportamientos censurados, como producto de la ineficacia del aparato estatal en la aplicación de justicia” 102 . Sin embargo, al analizar la sistematicidad de los casos reunidos en este informe, se puede afirmar que la mal llamada “limpieza social” no obedeció solamente a una necesidad de las autoridades y de ciertos sectores por mejorar el entorno social al desaparecer a aquellos que estorban, afean o generan inseguridad en la ciudad; sino que esta práctica buscaba, y efectivamente lograba, la legitimación y aceptación por parte de las comunidades de los grupos paramilitares que operaban en la región, mitigando de este modo el descontento que podría crear la persecución contra líderes políticos, sociales y sindicales que normalmente le acompañaba. La persecución concomitante de marginados y dirigentes cívicos, líderes políticos de oposición o sindicalistas, generó en la población urbana una estigmatización polarizada que puso del lado de los buenos a todo aquel que cumpliera los cánones de normalidad y obediencia, y del lado de los malos, a aquellos que se revelaban, que no se dejaban someter, que se resistían o transgredían un orden de exclusión. Esta forma de caricaturizar la dinámica social se fortaleció especialmente por la acción clandestina de grupos paramilitares que se presentaron ante la sociedad como los guardianes del orden y la seguridad pública, lo que consiguieron asesinando a todos los que se encontraban fuera del orden, esto es, delincuentes, indigentes, drogadictos, prostitutas, líderes populares, sindicalistas, estudiantes y todo aquel que en su consideración alterara el orden o la idea del bien. 101 Sentencia del Consejo de Estado de junio de 1992 citada por Amnistía Internacional en Violencia política en Colombia. Mito y Realidad, 1994. 102 Revista Cien días vistos por Cinep, Volumen 6 No.24, octubre-diciembre de 1993, pag.12 Poner en el mismo rango al líder de izquierda, al sindicalista, al dirigente cívico, con el delincuente, el indigente, o el secuestrador, permitió la formación de un imaginario social de rechazo a todo fenómeno que altere el orden establecido, logrando así la aceptación social de la criminalización de la actividad social y política de izquierda, criminalización que en nuestro país no se concreta en una persecución jurídica sino que implica la pérdida de la vida y el hostigamiento sistemático. La aceptación social de esta modalidad criminal posibilitó la permanencia de la impunidad gracias al silencio y aquiescencia de los sectores mayoritarios de la comunidad, quienes, como ya se dijo, interiorizaron la idea de que todo lo que se salga de lo “normal” debía ser eliminado, sin pasar siquiera por un cuestionamiento sobre las causas y factores determinantes de la marginalidad social o de los movimientos de reivindicación y resistencia, y menos aún, deteniéndose en una reflexión sobre la manera de afrontar estos fenómenos en el marco de un estado de derecho. En la zona quinta la persecución contra marginados sociales se presentó desde 1986, en especial en la ciudad de Bucaramanga, y se extendió en los años siguientes hacia la zona metropolitana de la capital santandereana y hacia los municipios de Lebrija, Bolívar y Rionegro. En Norte de Santander esta práctica se implementó inicialmente en Ocaña y sólo hasta 1989 tomó fuerza en Cúcuta, llegando a ser en la década de los noventa la ciudad con mayor número de víctimas. El crimen más utilizado fue el asesinato, que se presentó en 286 de los 326 casos que se tienen registrados. 18 de las víctimas se salvaron y quedaron heridas, a 20 las detuvieron y torturaron y a dos las desaparecieron. En el siguiente cuadro se observa que los crímenes asociados a la persecución de pobladores marginados y excluidos económica y socialmente presentaron características particulares según la ciudad en la que se desarrollaron. Así, encontramos que en Cúcuta se destacó con fuerza la persecución contra indigentes y/o recicladores, mientras que en Bucaramanga, como ya mencionó, fue más utilizada la persecución contra delincuentes. También observamos que en Cúcuta el denominado autor no precisado se perfiló como uno de los principales responsables de este tipo de crimen, lo que se explica por la vinculación directa de agentes de seguridad del estado con los grupos de “limpieza” que por obvias razones no deseaban ser identificados ni reivindicaban sus crímenes. En cambio, en Bucaramanga la mayoría de crímenes fueron reivindicados por grupos paramilitares o se les podía atribuir su autoría por la recurrencia de su accionar. ZONA V, 1966-1998 Persecución a marginados y excluidos sociales DEPARTAMENTO NORTE DE SANTANDER MUNICIPIO CACHIRA CUCUTA Total: 124 EL ZULIA IDENTIDAD SOCIAL Delincuente Delincuente Drogadicto Homosexual Indigente y/o reciclador Pandillero Sin Dato Delincuente Total 3 56 10 5 47 4 2 1 LOS PATIOS OCAÑA PAMPLONA PAMPLONITA TIBU VILLA DEL ROSARIO Total 20 Homosexual Indigente y/o reciclador Delincuente Delincuente Demente Indigente y/o reciclador Trabajadora Sexual Indigente y/o reciclador Delincuente Delincuente Drogadicto Indigente y/o reciclador Sin Dato Total NORTE DE SANTANDER SANTANDER 3 1 3 2 1 1 1 1 5 9 4 3 4 166 BARRANCABERME JA Delincuente Total 36 Demente Homosexual Indigente y/o reciclador Pandillero Sin Dato BOLIVAR Delincuente BUCARAMANGA Delincuente Total 79 Drogadicto Homosexual Indigente y/o reciclador Sin Dato Trabajadora Sexual FLORIDABLANCA Delincuente GIRON Delincuente LEBRIJA Demente MALAGA Demente Indigente y/o reciclador PIEDECUESTA Delincuente Drogadicto RIONEGRO Delincuente SABANA DE TORRES Delincuente Demente SAN GIL Delincuente ZAPATOCA Delincuente 16 1 1 10 4 4 2 43 1 2 25 4 4 3 1 2 1 1 4 1 1 1 1 6 2 Total SANTANDER SUR DE BOLIVAR Total SUR DE BOLIVAR SUR DEL CESAR 141 REGIDOR SAN PABLO 2 2 3 SANTA ROSA DEL SUR Delincuente 1 AGUACHICA 8 2 GAMARRA SAN ALBERTO Total SUR DEL CESAR Total general Indigente y/o reciclador Delincuente Sin Dato Delincuente Indigente y/o reciclador Delincuente Sin Dato 1 4 4 11 326 Los más perseguidos fueron los delincuentes y los indigentes y la operatividad utilizada permite afirmar que se traban de bandas conformadas por miembros de organismos como la SIJIN, el B2 y el UNASE entre otros, que actuaban de civil o de forma encubierta para evitar ser identificados plenamente. Entre los principales grupos paramilitares conformados por miembros y ex-miembros de organismos del Estado y por particulares, encontramos a los que se conocían como “escuadrones de la muerte”, entre ellos la Mano Negra, la Marca del Zorro, los Rampuches, los Tunebos, MEB (Muerte a Expendedores de Bazuco), Rambo, Escorpión, Terminator y Toxicol 90. También coadyuvaron en esta práctica estructuras paramilitares como las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), las Autodefensas Unidas del Sur del Cesar y Santander, las Autodefensas del Magdalena Medio y el MAS. En la capital santandereana, la mayoría de crímenes contra la población marginada y los excluidos sociales, fueron reivindicados por grupos paramilitares, y aquellas que fueron de autor no precisado su responsabilidad es atribuible a dichos grupos por la recurrencia de ciertas operatividades criminales. En la mayoría de los casos obligaban a sus víctimas a abordar vehículos conducidos por hombres encapuchados que portaban diferentes tipos de armas. Las víctimas eran torturadas y luego asesinados, casi siempre con arma 9 mm, y sus cuerpos eran abandonados en sitios lejanos conocidos popularmente como “botaderos de cadáveres”. En Cúcuta y Bucaramanga diversos organismos de seguridad del Estado asumieron la tortura, el asesinato y la desaparición forzada como formas de combatir la criminalidad, así, los miembros de la Unidad Especial de Antiextorsión y Secuestro-Grupo UNASE y el Comando Institucional Antiextorsión y Secuestro CIAES, se encargaron de eliminar a la población marginada de dichas localidades, actuando en muchos casos conjuntamente con escuadrones de la muerte como la Mano Negra, grupo paramilitar que se caracterizó por llevar a cabo estas prácticas inicialmente en el departamento de Santander, extendiéndose posteriormente a la región Norte Santandereana. En la ciudad de Bucaramanga esta práctica fue mucho más sistemática que en otros centros importantes del departamento como Barrancabermeja. Los sectores perseguidos, delincuentes, indigentes y/o recicladores, trabajadoras sexuales y un gran número de delincuentes y jóvenes considerados drogadictos, se convirtieron en uno de los principales objetivos de los escuadrones de la muerte, cuyo ideario de “orden” no atendía el respeto ni mucho menos consideraba la dignidad humana de estos sectores de la población. La victimización contra los marginados se caracterizó por la participación de agentes estatales, donde los escuadrones de la Mano Negra y el F2 actuaron conjuntamente y financiados por comerciantes vinculados algunas veces con el contrabando debido a la cercanía de Venezuela. En Norte de Santander, este tipo de accionar comenzó a implementarse por la fuerza pública, especialmente la policía, cuyos efectivos enfocaron su estrategia criminal contra los comerciantes y marginados sociales. En la ciudad de Cúcuta la policía históricamente ha estado relacionada con actividades ilícitas como el contrabando de mercancías y de gasolina desde Venezuela así como el tráfico de carros robados, de aquí que los miembros de esta institución acudieran a las operaciones encubiertas para perseguir a sus compinches o a aquellos delincuentes que representaban competencia para adelantar sus negocios ilícitos. A medida que transcurría la primera mitad de la década del noventa, los grupos paramilitares se encargaron de seguir efectuando este tipo de operaciones , dada la avanzada de sus tropas en todo el territorio y el paulatino dominio sobre la zona. Los barrios de la Ciudadela Juan Atalaya, uno de los sectores más populares y humildes de la capital nortesantanderana fue uno de los lugares en lo que se concentró la arremetida paraestatal; ser habitante de Doña Ceci, Las Palmeras y Pueblo Nuevo, por mencionar algunos barrios, era un estigma que denotaba un riesgo permanente. La mayoría de las víctimas de la “limpieza social“ eran arrojadas en botaderos de cadáveres entre los que encontramos el “Anillo Vial” , ubicado en el corregimiento de Lomitas, Villa del Rosario Norte de Santander, donde se encontraron ocho fosas comunes con cientos de cadáveres en un área de 200 metros. Otros botaderos eran el Canal de Bogotá en esta misma ciudad y la “Vía Café Madrid” cerca de Bucaramanga, La Cemento y Chimitá, las vías que conducen de Bucaramanga a Pamplona o Matanza y el anillo vial de la ciudad, espacios que de 1988 a 1993 se convirtieron en el cementerio de las víctimas de los grupos paramilitares. 103 En el Sur del Cesar la persecución y victimización contra la población excluida estuvo encabezada inicialmente por el escuadrón paramilitar Terminator, grupo que se caracterizó por la enorme sevicia con la que daba muerte a sus victimas, por ejemplo en 1985 el comandante de la policía informó que habían encontrado más de 50 cadáveres de supuestos delincuentes decapitados, torturados, atados a estacas o maniatados y que algunas de las cabezas cortadas fueron enviadas a otros delincuentes como amenaza. En los años siguientes, las Autodefensas Campesinas del Sur del Cesar se encargaron de realizar este tipo de crímenes en la región, incrementando especialmente su accionar durante 1994 y 1995 y 1998. 103 Amnistía Internacional: Violencia política. Op. Cit. Pág. 21-22. 2.4.7 Crímenes de Lesa Humanidad Contra Miembros de Grupos Guerrilleros Los militares, saliéndose del marco legal que les impone la Constitución y la ley, atacaron a este sector social con acciones ilegales y violatorias de los derechos humanos. Si las acciones emprendidas contra este sector no hubiesen caído en la ilegalidad, nadie cuestionaría que los miembros de grupos guerrilleros fueran perseguidos en defensa del Estado; pero en Colombia es necesario denunciar los métodos ilegales utilizados por la fuerza pública, en particular por el ejército, para desarticular este tipo de organizaciones. Entre las principales formas de este accionar al margen de la ley encontramos la detención sin garantías procesales y el sometimiento a torturas y malos tratos, que fueron encubiertas obligando a la víctima a firmar boletas de buen trato. Aquellos que fueron procesados por la justicia no contaron con las garantías de un debido proceso; basta recordar los célebres Consejos Verbales de Guerra, que se instituyeron bajo la legislación de Estado de Sitio durante los años setenta y ochenta, como forma de juzgar los delitos políticos de forma sumaria, esto es, abreviando los procedimientos a costa del debido proceso, y donde el juzgamiento se encontraba en manos de jueces castrenses. En otras ocasiones no sólo se utilizó la tortura sino que se recurrió al asesinato y a la desaparición forzada como forma de garantizar, según los militares, el exterminio de personas perjudiciales para la sociedad. La impunidad de estos crímenes se garantizó de varias formas, una de ellas institucional, que consistía en la promulgación de leyes permisivas que permitían realizar detenciones sin previa orden judicial y facultaban al ejército para conminar a los detenidos durante varios días en instalaciones militares, a las que no tenían fácil acceso autoridades civiles y mucho menos los familiares de las víctimas, facilitando de este modo la práctica de los crímenes y el ocultamiento de los mismos. En otros casos, los militares al detener a un guerrillero, y a pesar de encontrarse fuera de combate, lo asesinaban sin permitirle ser juzgado y condenado en juicio. Fue tal el autoritarismo militar que llegaron a atacar ambulancias o vehículos que transportaban guerrilleros heridos, acciones en las que además de asesinar a los guerrilleros asesinaban a los conductores de los vehículos y a los acompañantes. Estas acciones se encubrían afirmando que los guerrilleros habían sido “dados de baja” en combate, a pesar de existir múltiples indicios y en ocasiones testigos de que los asesinados ya se encontraban vencidos y en manos de los miembros de la fuerza pública. Tales prácticas solo desvirtuaron por completo los derechos y garantías de los incriminados y de paso los convirtió en blanco de crímenes de lesa humanidad. Estos militantes o excombatientes de la insurgencia amnistiados fueron a la vez objeto de planes de persecución y asesinato por parte del paramilitarismo que no respetó los acuerdos políticos de los gobiernos nacionales con algunas organizaciones que impulsaron procesos de desmovilización. El ejército, la policía y otros organismos de seguridad también actuaron de forma encubierta, esto es, vestidos de civil y usando vehículos sin identificación, de forma que los crímenes no aparecían como responsabilidad del Estado sino de particulares. El uso de informantes que señalaban a las víctimas fue también una manera de operar para realizar asesinatos selectivos. Práctica que además generaba graves efectos para las familias de las víctimas, quienes fueron estigmatizadas y debieron abandonar sus viviendas para evitar ser asesinadas al igual que sus familiares. Similar forma de persecución se implementó contra los miembros de grupos guerrilleros que adelantaron conversaciones de paz en el marco de las cuales fueron amnistiados, indultados o plantearon una tregua para impulsar procesos de participación política democrática, quienes luego de dejar las armas fueron perseguidos y asesinados por el ejército104 . Como lo muestra el siguiente gráfico en los años donde se concretaron propuestas de paz y negociaciones políticas, o en los años siguientes a este tipo de acuerdos, se incrementó el número de crímenes contra guerrilleros desmovilizados, indultados, amnistiados, detenidos o vencidos; signo representativo de la tradicional oposición del estamento castrence y de los sectores de derecha a cualquier intento de abrir espacios de participación política a sectores alternativos. ZONA V, 1966-1998 Crímenes contra miembros de organizaciones guerrilleras 18 16 14 12 10 8 6 4 2 0 79 84 85 86 87 90 91 92 93 94 95 96 97 98 FUENTE: Base de Datos Proyecto CNM En la persecución de guerrilleros desmovilizados se observa también la participación de grupos paramilitares, entendidos como civiles que realizaban el “trabajo sucio” para cubrir la responsabilidad del ejército. Por ejemplo en 1985, año en el que se adelantaron acuerdos de paz entre las guerrillas y el gobierno Betancur, y donde se declaró una tregua que permitía a los combatientes realizar trabajo político en sus regiones, la mayoría de guerrilleros en tregua fueron atacados por el ejército o por paramilitares, quienes contribuyeron con sus crímenes a perpetuar las prácticas y modelos de política tradicional encaminadas a defender los privilegios de elites locales que monopolizaban los centros de poder político, económico y social. 104 El indulto lo otorga el presidente y la amnistía el Congreso de la República. En las zonas urbanas algunos jóvenes habitantes de sectores populares militaban en grupos guerrilleros, lo que acarreó la arremetida contra este sector que debió soportar cientos de allanamientos, detenciones, asesinatos y torturas. En estas zonas actuaron “escuadrones de la muerte” (Agentes de organismos de inteligencia encapuchados y de civil), quienes sacaban de sus casas a los presuntos guerrilleros y los asesinaban o desaparecían. La siguiente tabla discrimina el grupo guerrillero al cual pertenecían las víctimas y el tipo de agresión que sufrieron. Debe tenerse en cuenta que la cifra registrada en la base de datos del Proyecto CNM es muy inferior al número real de víctimas, ya que la mayoría de crímenes contra este sector no se consideraban como violaciones a los derechos humanos sino como el inevitable resultado de la confrontación bélica. Además, los organismos de seguridad del Estado tuvieron a la ley y a las instituciones judiciales de su lado al momento de determinar si se trataba de un combate o de una ejecución extrajudicial, por lo tanto, no se registraba como un crimen sino como una acción de guerra. ZONA V, 1966-1998 Crímenes de Lesa Humanidad contra miembros de organizaciones guerrilleras ORGANIZACIÓN AGRESIÓN GUERRILLERA Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar Atentado Ejército de Liberación Nacional ELN Asesinato Detención - Torturas o malos tratos Detención - Torturas o malos tratos - Asesinato Detención - Torturas o malos tratos Desaparición Forzada - Asesinato Torturas o malos tratos Total Ejército de Liberación Nacional ELN Ejército Popular de Liberación EPL Asesinato Torturas o malos tratos Torturas o malos tratos - Asesinato Total Ejército Popular de Liberación EPL Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC Asesinato Detención* Detención - Desaparición Forzada Total Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC Movimiento 19 de Abril M-19 Asesinato Desaparición Forzada - Asesinato Detención - Torturas o malos tratos Total Movimiento 19 de Abril M-19 No de Víctimas 2 25 1 1 1 1 29 9 1 1 11 11 2 2 15 4 2 1 7 Sin Dato Total general Asesinato Atentado Torturas o malos tratos 1 1 1 67 FUENTE: Base de datos proyecto CNM *Las detenciones se relacionan por haber sido realizadas cuando el grupo se encontraba en tregua. Respecto de los amnistiados pertenecientes a las FARC, estos se desmovilizaron en el marco del proceso paz intentando su reinserción en la vida y cotidianidad del país, creyendo que desde la normalidad podían alcanzar lo que anhelaban a través de las armas. Pero los ataques contra los guerrilleros de las FARC no se presentaron únicamente en momentos en que estaban desmovilizados, o activos pero en tiempos de amnistía, sino que incluso se extendieron a sus familiares. En Santander y el Sur del Cesar particularmente, los militantes y amnistiados del M-19 sufrieron una implacable persecución luego de que el grupo guerrillero acogiera los acuerdos de amnistía propuestos por el gobierno de Belisario Betancur. Una de las estructuras responsables de estos crímenes fue el MAS, quienes justificaron así el asesinato de Carlos Toledo Plata en 1984: “En nombre de los soldados caídos y de los secuestrados, dimos muerte a Carlos Toledo Plata. El grupo Ricardo Franco tendrá su merecido por suplantarnos. Muerte A Secuestradores MAS. Por lógica y en defensa de la Patria, ejecutamos a Toledo Plata. Habrá mas muertes. Le podemos garantizar al pueblo colombiano que los terroristas no llegarán al gobierno. Eso lo garantiza el MAS. Por la salud de la Patria lo hemos hecho. El señor Toledo Plata tiene y ha recibido su merecido. Muerte A Secuestradores MAS se responsabiliza del hecho”. En los departamentos de Santander y Norte de Santander, varias personas solamente por ser sindicadas como presuntos militantes del Ejército de Liberación Nacional se constituyeron en blanco de crímenes cometidos por los organismos de seguridad estatales. La persecución montada a los militantes y excombatientes de la misma organización guerrillera, si bien debía ser hecha por las autoridades estatales por mandato legal y constitucional, abarcó cualquier método, hasta la tortura y el desprestigio infligido y montado a los capturados. La fuerza pública se arrogaba a sí misma la imposición del castigo a los rebeldes. Finalmente, la persecución y señalamiento de miembros del EPL o de civiles sindicados como tal, se utilizó como un medio de hostigamiento que permitió mostrar resultados de carácter militar a la vez que se intimidaba al resto de la población que conoce los casos de torturas y vejámenes a los que son sometidas las victimas antes de ser rematadas a tiros. Fue común encontrar los cuerpos incinerados, con claras muestras de haber sido quemados vivos. Los principales responsables de la persecución de miembros de grupos insurgentes fueron los miembros del ejército (66%), en especial las siguientes unidades: Batallón Contraguerrilla No.27 Coronel Rogelio Correa Campos, Batallón Contraguerrilla No.45 Héroes De Majagual, Batallón de Artillería de Defensa Aérea No. 2 "Nueva Granada", Batallón de Infantería No. 13 "García Rovira", Batallón Héroes de Saraguro, Brigada Móvil No. 2 y el Grupo de Caballería Mecanizado No.5 General Hermógenes Maza Márquez. El CIAES (Comando de Investigación Antiextorsión y Secuestro) reiteradamente utilizó la tortura y la ejecución extrajudicial para atacar a los guerrilleros que eran capturados. Siempre justificaron su accionar como actos propios del servicio y absolutamente necesarios para adelantar sus labores de seguridad. La actitud tomada por el ejército y otros organismos del estado frente a los guerrilleros desmovilizados, amnistiados o indultados ha sido muy perjudicial para adelantar nuevos procesos de desmovilización de grupos guerrilleros, y más allá, para negociar la salida política del conflicto social y armado que ha vivido el país. Los crímenes contra quienes han optado por dejar las armas han confirmado la imposibilidad de adelantar procesos de reforma política en el marco de un estado democrático de derecho y han cerrado la posibilidad de vincular nuevas alternativas al panorama político de nuestro país, reafirmando la idea que en Colombia no se puede hacer el tránsito de la lucha armada a la participación política sin arriesgar la vida. Los crímenes de lesa humanidad y las violaciones a los derechos humanos causados por los grupos paramilitares y los agentes estatales contra desmovilizados o amnistiados reversaron la oportunidad que los procesos de negociación abrieron. 3. MECANISMOS INSTITUCIONALES DE IMPUNIDAD Mientras la impunidad de crímenes de Lesa Humanidad continúe imperando en Colombia, la esperanza continuará desterrada105 La discusión sobre la impunidad en Colombia no es nueva, esta situación, que se define como la ausencia de investigación, juzgamiento y castigo para quien(es) incurre(n) en delitos consagrados como tales en la ley, ha sido una constante en la historia de la sociedad colombiana. Sin embargo, esta recurrencia no implica homogeneidad de las causas y explicaciones del fenómeno, ya que una cosa es entender la impunidad como resultado de la incapacidad material del aparato de justicia, propia de países “subdesarrollados”; y otra entenderla como una estrategia estatal de ocultamiento de su responsabilidad y la de sus agentes -legales e ilegales-, con miras a la consolidación de prácticas político-militares para defender un sistema social y económico excluyente e injusto. En el primer caso, la impunidad se supera implementando procesos judiciales eficaces, incrementando el presupuesto y los recursos destinados a jueces y fiscales y capacitando adecuadamente a los funcionarios. En el segundo caso, la impunidad se supera sólo si se devela el papel estratégico que ha jugado el sistema penal, el sistema judicial y las prácticas estatales, respaldadas por la ley, en la destrucción de grupos sociales por móviles políticos, constituyéndose en un elemento fundamental dentro de la compleja maquinaria represiva establecida para sostener un orden social y económico excluyente. En el informe sobre crímenes de Lesa Humanidad en la zona V se registran la comisión de más 10.000 crímenes entre torturas, asesinatos, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias y amenazas. En casi la totalidad de los casos no se presentó ningún tipo de investigación, principalmente por la ausencia de denuncia que se explica por el temor a ser señalado y nuevamente victimizado. En aquellos casos en que se adelantó algún tipo de investigación se evidenció la conjugación de diversos mecanismos de impunidad que impidieron la individualización y castigo de los culpables. Esta grave situación de impunidad menoscabó los procesos de organización social desarticulando las posibilidades de un tipo de organización social alternativa. Recordando las palabras del padre Javier Giraldo, “la impunidad no ha transitado impunemente por nuestros caminos” ... “ha dejado huellas profundas. Ha erosionado instituciones y estructuras; ha afectado el mundo de las relaciones sociales y políticas; ha diseñado el Estado...” 106 Develar la funcionalidad estratégica de la impunidad es una forma de contribuir al esclarecimiento de los hechos y a la individualización de los responsables, pero, más importante aún, es una forma de poner en cuestión los principios y la ideología impuesta por medio de los crímenes impunes y de los mecanismos que los permitieron. En lo que sigue se identifican los principales mecanismos implementados para garantizar la impunidad de los responsables de Crímenes de Lesa Humanidad en la Zona V. Partiendo del trabajo adelantado por defensores de derechos humanos, se reconocen diferentes tipos de mecanismos de impunidad identificando cuatro grupos principalmente: En un primer grupo se encuentran los mecanismos de derecho, que son aquellos que se refieren a ámbitos de encubrimiento expresados de manera explícita o implícita en la ley, así como a la forma 105 Editorial del Boletín Justicia y Paz, Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, Vol.2 No.4, OctubreDiciembre de 1989 106 Giraldo, Javier M.S.J: Colombia. Consecuencias Jurídicas y Políticas de la Impunidad. En: Memorias del Seminario Latinoamericano sobre Impunidad, poder judicial y derecho a la justicia. Volumen III, Bogotá, Abril 25-26 de 1997 p.94 en que se desenvuelven los procesos judiciales tanto en la etapa procesal como en la ejecución de las sentencias. Los mecanismos de derecho se dividen a su vez en mecanismos de ley, mecanismos investigativos, mecanismos propios del proceso disciplinario y mecanismos propios del nivel contencioso administrativo. Es importante resaltar aquí las leyes de indulto tan utilizadas en los últimos años para perdonar y olvidar los crímenes cometidos por los paramilitares, entre ellas la ley 792 de 2002 que otorga “estatus político” a los paramilitares para permitirles acceder a los beneficios contemplados en la ley 418 de 1997 prorrogada por la ley 548 de 1999 para los responsables de delitos políticos. También encontramos el decreto 128 de enero de 2003 que reglamenta la ley 782 donde se consagra el indulto para los paramilitares desmovilizados. Un segundo grupo se refiere a los mecanismos de hecho, es decir, aquellos que se encuentran prohibidos por la ley pero que de hecho se utilizan para garantizar la impunidad, entre estos encontramos principalmente la realización de operaciones encubiertas o a través de particulares conocidos como paramilitares, las amenazas a los testigos, la alteración de las escenas de los crímenes, fingir combates para justificar las ejecuciones extrajudiciales, etc. En un tercer grupo se concentran los mecanismos de tipo político que son usados desde la estructura misma del Estado. Los mecanismos políticos buscan por un lado la congelación de las acciones emprendidas por el mismo Estado para tratar de llegar a conclusiones concretas en los casos de la comisión de crímenes de lesa humanidad; y por otro la neutralización de los organismos de derechos humanos tanto en el ámbito nacional como en el internacional, a través de los señalamientos, deslegitimación de los informes etc. Finalmente, existe un cuarto grupo, que se refiere a la impunidad como mecanismo social. Este tipo de mecanismos se basan en la utilización de elementos visibles de la sociedad civil para desmentir, ignorar o acallar la comisión de dichos crímenes. Los medios masivos de comunicación tienen un papel importante aquí porque desinforman sobre los crímenes al señalar a las víctimas como miembros de grupos subversivos para justificar su asesinato haciendo eco sin ningún esfuerzo por encontrar la verdad de las versiones oficiales. Lo mismo hacen cuando atribuyen la responsabilidad a grupos ilegales sin aclarar la conexión de estos grupos con los agentes estatales. Este grupo tiene especial importancia ya que convierte a la sociedad en cómplice silenciosa de los crímenes, y permite un mejor proceso de legitimación por parte de las actuaciones del Estado. En los casos registrados como crimen de Lesa Humanidad en la zona V encontramos la combinación de mecanismos de impunidad de diverso tipo, sin embargo, por la presencia reiterada y la importancia que tienen como mecanismo de impunidad se analizarán de forma particular algunos de ellos, resaltando en cada caso los mecanismos de hecho y de derecho que los acompañan. 3.1 La judicialización del conflicto social 3.1.1 Decretos de Estado de Sitio En la historia de la represión en Colombia se ha resaltado un tipo de represión centralizada e institucional, realizada abiertamente a nombre del Estado y fundamentada en normas legales, principalmente en decretos de estado de sitio. Autores como Uprimny y Vargas explican que “el recurso permanente del estado de sitio hacía que en la práctica no rigiesen los principios abstractos incorporados en la Constitución sino una legalidad de excepción que restringía las libertades públicas” 107 . El Estado de Sitio, como lo establecía la Constitución de 1986, era la facultad que tenía el gobierno de asumir prerrogativas legislativas propias del congreso para reestablecer el orden público turbado. Se entendía por turbación del orden público “todo levantamiento, tumulto o alteración que engendren la perturbación del orden público” 108 , quedando a criterio del gobierno cuáles actos se adecuaban a la definición establecida. Las medidas legales establecidas para controlar el “orden público turbado” permitían a militares y miembros de la fuerza pública amplias facultades que conducían a una fuerte restricción de los derechos y libertades fundamentales. Este tipo de medidas generaron impunidad porque las medidas e instituciones creadas bajo su imperio se convertían en condición de posibilidad para la comisión de crímenes de Lesa Humanidad y para la impunidad de los mismos. Por ejemplo se permitía realizar detenciones sin cumplir con mínimas garantías, otorgando total autonomía a los miembros del ejército y de la policía para reprimir cualquier tipo de protesta, manifestación o reunión de forma brutal. Además los órganos de inteligencia no requerían mayor acervo probatorio para capturar a presuntos subversivos quienes eran torturado y procesados sin garantías en un Consejo Verbal de Guerra precedió por militares, de forma que se imponían penas severas incluso en ausencia de pruebas. También se imponía restricciones para indagar e informar sobre las acciones de la Fuerza Pública, incluida la movilidad, la situación de detenidos, ni discursos que aludan a estos temas109 ; cubriendo así con un manto de silencio e impunidad las actuaciones de la Fuerza Pública, para evitar que fueran puestas en tela de juicio. Con estas medidas se institucionalizó la censura a la prensa y se restringió de forma exagerada la libre movilidad de las personas al ordenar: “las personas contra quienes haya graves indicios de que se encuentran vinculadas a actividades subversivas o que estimulas este género de actividades o que de cualquier modo atenten contra la paz pública o el orden institucional, según listas que elaborará el DAS y que someterán a revisión del consejo de ministros, serán sometidas a vigilancia policiva y por consiguiente no podrán ausentarse del lugar habitual de su residencia sin previo aviso a la oficina del DAS, al alcalde del lugar sobre el motivo de su ausencia y el lugar de destino” 110 El establecimiento de alcaldes militares, toque de queda, control de vías y amplias facultades para detener durante varios días a los sospechosos, facilitaba el actuar irregular de los militares quienes carecían de órganos de vigilancia. En concreto encontramos normas como el Decreto 1355 de 1970 que consagran la llamada detención administrativa. Los artículos 62 y 71 establecían111 : “... Excepcionalmente en materia penal, la policía puede disponer hasta por 24 horas para establecer la plena identificación del aprehendido y comprobar la existencia de otras solicitudes de captura...”, y “... Las personas contra quienes no exista petición 107 Uprimny Rodrigo y Vargas, Castaño Alfredo. “La palabra y la sangre: violencia, legalidad y guerra sucia”. En La irrupción del paraestado. Ensayos sobre la crisis colombiana. Germán Palacio (compilador). Bogotá, ILSA-Cerec, 1990, pp. 111-112. 108 Rodríguez, Libardo: Los actos del ejecutivo en el derecho colombiano, Edit. Temis, Bogotá, 1977; p: 48. Citado por Acosta Peñaloza, Álvaro Guillermo: op. cit; p: 69. 109 Decreto 1134 de julio de 1970 expedido por el gobierno de Alfonso López Michelsen 110 Decreto 1134 de Julio de 1970 expedido por el gobierno de Alfonso López Michelsen 111 Otras disposiciones que fundamentan este tipo de detenciones son las contenidas en el artículo 1º del Decreto 1859 de 1989, modificado por los artículos 20 y siguientes del Decreto 2790 de 1990 de captura deberán ser puestas inmediatamente en libertad, a menos que su identificación se dificulte, caso en el cual la captura podrá prolongarse hasta por 12 horas...”. Esta figura permitió a funcionarios militares y policiales detener a opositores políticos sin cumplimiento de mínimas garantías, quienes fundados casi siempre en señalamientos realizados por testigos secretos e infligiendo torturas, realizaban el montaje de procesos penales para encarcelar a la víctima. De este modo, no sólo se perseguían y castigaban cualquier intento de disidencia política sino que, aplicando una norma legalmente establecida, se garantizó la impunidad de los responsables de torturas, asesinatos y desapariciones. En el gobierno de Turbay Ayala, 1978-1982, se consolidó este tipo de normas al elevarlas al rango constitucional. El art 28 de la Constitución de 1886 se reformó estableciendo: “Aún en tiempo de guerra nadie podrá ser penado ex-post facto, sino con arreglo a la ley, orden o decreto en que previamente se haya prohibido el hecho y determinándose la pena correspondiente. Esta disposición no impide que aún en tiempo de paz, pero habiendo graves motivos para temer perturbación del orden público, sean aprehendidas y retenidas mediante orden del Gobierno, y previo dictamen de los Ministros, las personas contra quienes haya graves indicios de que atentan contra la paz pública. Transcurridos diez días desde el momento de la aprehensión sin que las personas retenidas hayan sido puestas en libertad, el Gobierno procederá a ordenarla o las pondrá a disposición de los jueces competentes con las pruebas allegadas, para que decidan conforme a la ley”. La facultad otorgada por medio de este artículo fue interpretado de forma extensiva y en la práctica el consejo de ministros, único facultado para decretar detenciones sin previa orden judicial, emitió órdenes en abstracto donde facultaba a los miembros de la fuerza pública para “retener personas” sin identificar claramente a quiénes se refería, dando así plena autonomía para que el militar o el policía fuera el que señalara a quiénes detener112 . Además, el permitir que una persona estuviera detenida durante diez días en instalaciones militares, propiciaba la práctica de la tortura y de la desaparición forzada. Durante la administración Turbay más de 16.000 personas fueron arrestadas; sólo en 1980 se detuvieron casi 8.000 personas por razones políticas. Dichas detenciones presentaron prácticamente en todos los caso violaciones graves en los procedimientos de allanamiento, detención, tortura e interrogatorio, como en el proceso judicial mismo y en el ejercicio de defensa 113 . En la zona V, entre 1966 y 1981, de las 1.226 detenciones registradas en la zona V, 364 de las víctimas denunciaron haber sufrido torturadas, 21 fueron asesinadas y 9 fueron desaparecidas; lo que confirma que la detención no sólo es en sí misma un crimen de Lesa Humanidad, sino que es el medio para cometer otro tipo de crímenes, de modo que las medidas legales que facultan la realización de detenciones sin contemplar garantías para el detenido propician la comisión de torturas y asesinatos y a la vez propician la impunidad de estos crímenes. En la actualidad encontramos que la constitución de 1991 también permite la detención administrativa, sin embargo, la Corte Constitucional, en sentencia C-024 del 27 de enero de 1994, condicionó esta práctica al cumplimiento de una serie de requisitos: 1) Originarse en 112 Salamanca Adolfo y Aramburo José Luis, El Cuadro de la Justicia: Estado de Sitio sin Estado de Sitio, Editada por el CINEP,1978. Pág. 42. 113 Giraldo, Javier M. S.J. Op. cit., “Los modelos de la represión”. razones objetivas o motivos fundados; 2) Operar en situaciones de apremio en que no pueda exigirse orden judicial; 3) Tener como único objeto verificar rápida y brevemente los motivos o la identidad del retenido para constatar si debe realizarse una investigación en su contra; 4) No exceder más de 36 horas ni sobrepasar el tiempo necesario para la verificación de los hechos; 5) Ser proporcional a la gravedad del hecho, sin limitar exageradamente la libertad de la persona y sin aplicarse discriminatoriamente. Otra figura propia del estado de sitio fue la institución de Consejos Verbales de Guerra para civiles, donde se juzgaban delitos como la rebelión o el terrorismo y que en la práctica fueron utilizados para perseguir dirigentes populares, sindicales, políticos y sociales, y en general para criminalizar la protesta social que se entendía como una actividad subversiva e ilegal 114 . Su creación se originó en el marco del estado de sitio partiendo de una absurda interpretación del Artículo 61 de la Constitución que establecía: “Ninguna persona o corporación podrá ejercer simultáneamente, en tiempo de paz, la autoridad política o civil y la militar o la judicial.” El gobierno argumentó que si en época de normalidad nadie estaba facultado para ser al mismo tiempo autoridad militar y judicial, a contrario sensu, cuando existía perturbación del orden público si era permitido reunir las dos calidades, por lo que cuerpos militares en este contexto eran asimismo autoridades judiciales, siendo autorizados para el juzgamiento de civiles en tribunales castrenses. En realidad el artículo 61 permitía en estado de sitio la simultaneidad de las funciones políticas o civiles con las judiciales, o de aquellas con los militares en una misma persona o corporación, pero nunca daba lugar a entender una unión de la autoridad judicial con la militar pues existía un termino disyuntivo “o” entre estas. En igual sentido se pronunciaban algunos magistrados disidentes de las permisiones exageradas al ejecutivo otorgadas por la Corte Suprema de Justicia: “Lo que se deduce, fuera del tradicional propósito de alejar a los jueces ordinarios, es una represión a las protestas sociales, al sindicalismo activo, a la agitación estudiantil legítima, a los esfuerzos por promover una toma de conciencia y acción respecto de los problemas que sacuden al país”. 115 Contrariando el principio del juez natural que establece: 1) la necesidad de que el juez sea constituido previamente al hecho; 2) la inderogabilidad e imposibilidad de reforma de las competencias asignadas; y 3) la prohibición de jueces extraordinarios y especiales; la Corte Suprema de Justicia dijo: (...) el artículo 61 de la Carta permite, en estado de sitio, ampliar la jurisdicción penal militar al conocimiento de los delitos comunes cuando tienen conexidad con la turbación del orden o con las causas que han originado la anormalidad. Siendo los tribunales militares también creación de la misma [constitución de 1886] como los jueces ordinarios, el simple tránsito de competencia de unos a otros para el juzgamiento de ciertos delitos comunes en tiempo de estado de sitio con los procedimientos de la justicia castrense, no implica creación de 114 Estrictamente el principio del juez natural determina y concreta cuál es el órgano encargado de ejercer la potestad juzgadora en un caso específico. En otras palabras, este postulado consagra que el juzgamiento de conductas punibles o disciplinarias sólo puede acometerlo la autoridad señalada previamente en la Constitución y la ley. Así, de la misma manera que no hay delito sin ley preexistente (principio de legalidad), tampoco puede haber juzgamiento válido sin la presencia de un órgano jurisdiccional estructurado, antes del juicio y de acuerdo con los procedimientos legales de rigor. (Velásquez Velásquez, Fernando: Manual de Derecho Penal. Parte General, 4ª edición, Ed. Temis, Bogotá, 2002, p.70) 115 Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 30 de octubre de 1978 sobre revisión de constitucionalidad al decreto legislativo 1923 de 1978 (Estatuto de Seguridad). Salvamento de voto de los magistrados José María Velasco y Gustavo Gómez. Citada por Acosta Peñalosa, Álvaro Guillermo: op. cit; pp: 119. tribunales [especiales], ni el sometimiento de los sindicados a normas procesales formalmente nuevas en el tiempo, pues están consagradas en norma preexistente (...) La justicia militar amplía su competencia para juzgar los delitos comunes, por autorización de la misma Carta. 116 Los consejos verbales de guerra, además de institucionalizar una práctica aberrante frente a los cánones del derecho moderno, fueron un mecanismo de impunidad porque desconocían como causal de nulidad de los procesos la ausencia de formalidades al momento de realizar allanamientos o capturas y el uso de torturas para arrancar confesiones (en las que se fundaban las condenas). Los jueces militares consideraban válidas las confesiones arrancadas por medio de la tortura, la producción ilegal de pruebas y el sometimiento de los detenidos a largas jornadas de interrogatorios sin presencia de un abogado defensor117 . Al respecto, el abogado Aurelio Jiménez Callejas, presidente de la asociación de juristas demócratas y quien asistía a varios de los acusados en la corte marcial de 1979, expresaba refiriéndose a los juicios verbales adelantados por la justicia militar: “Se quiere a toda costa evitar la lectura de los expedientes en este proceso, pues la mayoría de los procesados en sus indagatorias denunciaron las torturas a que fueron sometidos. A pesar de que todos esos casos fueron puestos en conocimiento de la Procuraduría, rápidamente pasaron al olvido y nunca esa entidad dio una respuesta adecuada” 118 . De este modo se autorizó tácitamente a las fuerzas armadas para detener sin formalidades legales, para torturar a los detenidos y para realizar montajes de proceso penales en su contra. 3.1.2 Mecanismos de Defensa Inocuos Algunas herramientas legales fueron creadas supuestamente para garantizar la integridad de los detenidos, pero en la práctica se convirtieron en normas sin posibilidades reales de aplicación o en mecanismos para garantizar la impunidad. Este es el caso del Habeas Corpus, el cual en la práctica no se podía invocar con éxito debido a las restricciones propias del estado de sitio, donde de forma legal se permitía la incomunicación de los detenidos en bases militares sin posibilidad de avisar familiares, evitando así precisar ante qué autoridad se debe realizar la petición. Situación que se agravaba porque los funcionarios de la justicia ordinaria no tenía fácil acceso a las instalaciones militares. Desde el punto de vista procesal se garantizó la impunidad mediante la reglamentación amañada para interponer el Habeas Corpus. Así, se ordenaba solicitar “dentro de las seis horas siguientes a los organismos de seguridad del Estado, que informen si contra el detenido existe orden de detención o sentencia condenatoria”, lo que pone sobre aviso a los responsables de una desaparición forzada para que oculten evidencias y construyan coartadas que les permita garantizar la impunidad. Además, se estableció como juez competente para conocer del Habeas Corpus al “superior del lugar donde se encuentra detenida la persona” haciendo inoponible la figura en zonas rurales, donde no existe este tipo de jueces, o en épocas de vacancia judicial. 116 Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 13 de agosto de 1970, sobre revisión de constitucionalidad al decreto legislativo 1133 de 1970. Citada por Acosta Peñalosa, Álvaro Guillermo: op. cit; pp: 91. 117 Salamanca Adolfo y Aramburo José Luis, Op. Cit. Pág. 62 118 Consejos de Guerra: Cero y van siete. En Alternativa N° 240 Noviembre 22 de 1979. 3.1.3 Fuero Militar, Prerrogativa Para La Impunidad El fuero Militar es un procedimiento especial y de excepción por medio del cual se da competencia a Tribunales Militares para conocer de los delitos cometidos por los miembros de las Fuerzas Armadas con ocasión del servicio119 . En Colombia esta excepción se ha convertido en el principal mecanismo de impunidad frente a la responsabilidad de crímenes de lesa humanidad y en vergüenza internacional, pues los tribunales judiciales han considerado que la desaparición forzada, la tortura y la ejecución extrajudicial son actos relacionados con el servicio militar o policivo. La Constitución Nacional vigente en las décadas de los sesenta y los setenta consagraba el Fuero Militar en su artículo 170: “De los delitos cometidos por los militares en servicio activo y en relación con el mismo servicio, conocerán las Cortes marciales o Tribunales militares, con arreglo a las prescripciones del Código penal militar.” El Código Penal Militar (Decreto 250 de 1958), establecía a su vez en el artículo 308 numeral 2, que la jurisdicción penal militar conocerá de los delitos establecidos en leyes penales comunes, cometidos por militares en servicio activo o por civiles al servicio de las Fuerzas Armadas, en tiempo de guerra, conflicto armado o turbación del orden público y conmoción interior. Lo que implicaba ampliar el fuero a los miembros de la policía. Además este código incluyó una larga lista de delitos comunes a los exclusivamente militares. El decreto 250 de 1958 sería remplazado en 1988 por el decreto 2550 que de forma generosa, extendió la figura del fuero mas allá de lo dispuesto por el art. 170 de la Constitución al consagrar en el artículo 14 como principio de aplicación de la ley penal militar lo siguiente: “Las disposiciones de este código se aplicarán a los militares en servicio activo que cometan hecho punible militar o común relacionado con el mismo servicio, dentro o fuera del territorio nacional, salvo las excepciones consagradas en el Derecho Internacional. También se aplicarán a los oficiales, suboficiales, y agentes de la Policía Nacional”. (Negrilla fuera de texto) De esta forma se podía acudir al fuero en cualquier momento sin importar si se estaba en tiempos de paz. En este decreto se añaden a la lista conductas como la tortura y la detención arbitraria. Esta jurisdicción ha sido muy criticada en particular por la ambigüedad al momento de definir lo que se considera “acto del servicio”, que es de donde se desprende la posibilidad de aplicar el fuero. La instancia judicial encargada de dirimir los conflictos de competencia entre los jueces penales militares y los ordinarios, ha dado un amplio alcance al fuero militar, aduciendo que los delitos en relación con el mismo servicio son los cometidos en servicio activo, entendiendo por servicio activo las conductas encaminadas a “la defensa permanente de la nación”. Esta concepción finalista extremadamente amplia de las conductas propias del servicio implicaban que incluso crímenes de lesa humanidad que fueran realizados en defensa de la nación, debían ser juzgados por tribunales militares. Años más tarde y debido a la vertiginosa degradación del escenario de Derechos Humanos en el país, donde era cada vez más evidente la participación de miembros de la fuerza pública en la comisión de crímenes graves contra la población, comenzó a hacer carrera una doctrina de interpretación restrictiva del fuero militar planteada por la Corte Suprema de Justicia donde se decía: “Cabe preguntarse ¿qué acto relacionado con el servicio puede 119 La figura del fuero militar viene en desuso e inclusive ha sido abolida de la normatividad de algunos países. En 1981 el parlamento francés abolió las dos jurisdicciones militares existentes en Francia: el Tribunal Permanente de las Fuerzas Armadas y la Corte de Seguridad del Estado. Las razones esgrimidas para tomar dicha decisión se basaron en la contradicción existente entre el carácter jerarquizado de la milicia y la necesaria independencia de los jueces. (Tribunal Permanente de los Pueblos. Proceso a la impunidad de crímenes de lesa humanidad, Bogotá, Noviembre de 1989. Tercer momento: Examen del Fuero Militar; p: 307-366.) cumplir quien decide por sí y ante sí conducir una persona agraviada de la libertad hasta el lugar designado por él para sacrificarla?. En tal supuesto se trata simplemente de una acción violenta ejecutada para sojuzgar sin derecho a la víctima, por razones que, sea cual fuere su naturaleza, no la legitiman(...) el militar que no adecué su conducta al acto propio del servicio, o que no actúe en cumplimiento de ordenes superiores, o se aparte de ellas, para dedicarse a actividades particulares por su propia cuenta, estará actuando por fuera del servicio y en asuntos que no guardan relación con éste. Y los hechos punibles que llegare a realizar en estas condiciones, pertenecen indudablemente a la órbita de competencia de la justicia ordinaria. 120 A pesar del aparente avance, esta interpretación era funcional a la impunidad en la medida en que desconocía la sistematicidad de los crímenes, esto es, no los entendía como parte de una política de Estado, sino como hechos aislados responsabilidad de quien los ejecutaban, desconociendo que por sus características de crimen de Lesa Humanidad implicaban planificación, control de establecimientos y zonas, prerrogativas para detener, interrogar, ocultar personas e información, en fin, su ejecución requería de la complicidad de diferentes miembros de organismos estatales y de una motivación, que en la mayoría de los casos era política. De esta forma se individualiza estratégicamente la responsabilidad frente a la comisión de torturas, asesinatos y desapariciones forzadas para entenderlas como acciones individuales y aisladas antes que como acciones sistemáticas y generalizadas que hacen parte de un plan de persecución contra sectores sociales determinados. Sin embargo, debe reconocerse que esta interpretación aporta un elemento importante al cuestionar la obediencia debida como elemento determinante del acto del servicio, ya que los tribunales venían asumiendo como acto de servicio las torturas, asesinatos o desapariciones cometidas en cumplimiento de una orden superior. Al respecto la corte dijo: “Las órdenes con poder vinculante entre los miembros de la [fuerza pública] deben ser por lo menos lógicas, coherentes con la misión encomendada a sus miembros. Por lo tanto, el mandato para participar, por ejemplo, en el homicidio de un pacífico ciudadano indefenso o para ocultar el delito mediante la simulación de un enfrentamiento con armas de fuego, no hace penetrar los actos dentro de la órbita del servicio.” 121 La llegada de la Constitución del 91 no trajo cambios sustanciales respecto del privilegio concedido a los militares para que juzguen ellos mismos sus actuaciones ilegales. El único logro visible fue la prohibición expresa al juzgamiento de civiles por cortes marciales. Debieron pasar varios años, miles de torturas, asesinatos y desapariciones y numerosas acciones de organizaciones nacionales e internacionales para que algunos jueces empezaran a cuestionar la idea de que la tortura, el asesinato o desaparición forzada de opositores políticos eran acciones del servicio, y por tanto debían ser delitos cobijados por el fuero militar. 122 120 Corte Suprema de Justicia. Colisión de competencias, Auto del 3 de mayo de 1988. M.P Carreño Luengas. Citado por Tribunal Permanente de los Pueblos. Proceso a la impunidad de crímenes de lesa humanidad, Bogotá, Noviembre de 1989, Tercer Momento: Examen del Fuero Militar; pp: 325. 121 Ibid 122 La Comisión Interamericana de Derechos Humanos expresó al respecto “[la jurisdicción penal militar] por su naturaleza y estructura (...) no satisface los estándares de independencia e imparcialidad requeridos por (...) la Convención Americana [de Derechos Humanos]. En este sentido (...) en un Estado democrático de Derecho la jurisdicción penal militar ha de tener un alcance restrictivo y excepcional y estar encaminada a la protección de intereses jurídicos especiales, vinculados con las funciones que la ley asigna a las fuerzas militares. Así, debe estar excluido del ámbito de la jurisdicción militar el juzgamiento de civiles y sólo debe juzgar a militares por la comisión de delitos o faltas que por su propia naturaleza atenten contra bienes jurídicos propios del orden militar” (Caso 11.603 “19 comerciantes”) En el proceso adelantado por el asesinato de ALVARO GARCES PARRA (Alcalde de Sabana de Torres) el Consejo Superior de la Judicatura, en providencia del 17 de junio de 1999, resolvió el conflicto de competencia a favor de la jurisdicción ordinaria, argumentado que “la orden de matar a disidentes políticos no hacía –ni hace- parte de las funciones a cargo de la fuerza pública... su función es la contraria: proteger la vida de todos los residentes en Colombia y frente a los delincuentes aprehenderlos y dejarlos a disposición de las autoridades judiciales... con lo cual dicha actividad criminosa carece de fuero de juzgamiento”. Así mismo, se retomó la sentencia C-358/97 de la Corte Constitucional que en uno de sus apartes estableció: “la comisión de delitos no es un medio aceptable para cumplir las misiones confiadas a la fuerza pública... no todo lo que se realice con ocasión del servicio puede quedar comprendido dentro del derecho penal militar”. Esta sentencia conceptúo sobre el carácter restrictivo y excepcional del fuero militar, regla edificada bajo la expresión “relación con el mismo servicio”. En el criterio del Tribunal Constitucional, el término servicio alude a las finalidades concretas que deben cumplir los miembros de la policía y de las fuerzas armadas, concretamente a la guarda de la vida, honra y bienes de los colombianos, y no puede abarcar todos los actos realizados por los miembros de la fuerza pública, por lo cual no todo delito realizado por un militar o un policía debe ser conocido por la justicia penal militar, jurisdicción perfilada básicamente a procesar actos de desviación de poder que, por serlo, desvirtúan el uso legítimo de la fuerza. En resumen, conforme a los criterios expuestos, son dos los factores que juegan al momento de aplicar la figura del fuero militar por los delitos cometidos por cuerpos militares o policiales: uno subjetivo, consistente en que el agente se encuentre en servicio activo; y otro funcional, referente a que la conducta punible se ejecute con relación al servicio. Con indudable claridad el Tribunal constitucional dejo sentado que en materia de CLH se rompe el factor funcional, pues nunca se puede considerar la perpetración de un crimen de lesa humanidad como acto relacionado con el servicio: “un delito de lesa humanidad es tan extraño a la función constitucional de la Fuerza Pública que no puede jamás tener relación con actos propios del servicio, ya que la sola comisión de esos hechos delictivos disuelve cualquier vínculo entre la conducta del agente y la disciplina y la función propiamente militar o policial, por lo cual su conocimiento corresponde a la justicia ordinaria (...) 123 . Con esto la corte precisó que la intervención de la justicia penal militar tiene un carácter estrictamente excepcional y restrictivo, siendo la jurisdicción ordinaria, por regla general, la competente para juzgar. A pesar de esto, los jueces castrenses no obedecieron el imperativo de desplazar a la jurisdicción ordinaria las conductas de uniformados que constituían crímenes de Lesa Humanidad. Para ellos el fuero era su único horizonte a la hora de investigar y fallar, argumentando la eficacia e “imparcialidad” de sus procedimientos, cuando en la práctica la absolución era la regla general. El Consejo Superior de la Judicatura, entidad que actualmente resuelve conflictos de competencia entre la jurisdicción penal militar y la ordinaria, ha mantenido la línea generosa llevada en épocas anteriores por el Tribunal Disciplinario, asignando casos a los Tribunales castrenses donde se ve con claridad que se trata de crímenes de Lesa Humanidad. Así el fuero, a pesar de las restricciones y el carácter excepcional de su manejo, sigue siendo el privilegio por el que el sindicado es juez de su propio proceso, siendo ésta la institución por excelencia de la impunidad. 123 Ibidem En las investigaciones adelantadas por los numerosos asesinatos realizado por la Red de Inteligencia de la Armada, el Consejo Superior de la Judicatura, colaborando con la consabida impunidad que imparten los Jueces Penales Militares, resolvió el 11 de agosto de 1994 la colisión de competencias suscitada entre el Comando de la Armada Nacional y la Fiscalía Delegada ante los Jueces Regionales, Unidad Especializada de Terrorismo de Santafé de Bogotá, en favor de la Justicia Penal Militar, al considerar que “No se trata de que sea función de los militares que laboran en servicios de los que en el lenguaje militar se llaman ‘de inteligencia´ asesinar o cometer actos de terrorismo, ni de que la comisión de asesinatos o de actos terroristas sea cumplimiento de labores de inteligencia. Pero no de esto se sigue que esos hechos delictivos de que se acusa a los oficiales y suboficiales mencionados estén desvinculados de su servicio”. Con esta decisión los procesos contra Rodrigo Alfonso Quiñónez Cárdenas, Jorge Rojas Vargas, Rafael Alfredo Colón Torres, Jairo Enrique Osorio Morales, Harry Rodolfo Ávila Pinilla, Juan Carlos Donado Caamaño y Jorge Enrique Uribe Cañaveral, pasaron a la Justicia Penal Militar. Donde los castigados fueron muy pocos gracias a que se desvirtuaron los testimonios de victimas y familiares al ser solicitado por el mismo juzgado examen psiquiátrico para los denunciantes y declarantes que hicieron sindicaciones a los militares. Finalmente el 25 de marzo de 1994, el Juzgado 109 de Instrucción Penal Militar, que conoció en primera instancia el proceso por los crímenes perpetrados por miembros de la Red Nº 7 de la Armada, ordenó la detención preventiva de Carlos David López Maquillón por “conformación de grupos sicariales o escuadrones de la muerte” y se abstuvo de dictar medida de aseguramiento contra Rodrigo Quiñonez Cárdenas, Rafael Alfredo Colón Torres, Jairo Enrique Osorio Morales, Jorge Rojas Vargas, Mauricio Fabián Varón Daza y Harry Rodolfo Ávila Pinilla. Buscando castigar a los altos mando del ejercito responsables de estos crímenes el agente del Ministerio Público impugnó esta resolución, pero el juez de primera instancia, en auto del 2 de mayo de 1994, se abstuvo de reponer y concedió el recurso de apelación que surtió ante el Tribunal Superior Militar el 15 de diciembre de 1994, confirmando en su integridad la resolución dando absoluta credibilidad a las versiones de los militares implicados y violando el principio de unidad procesal al desconocer el acervo probatorio que llevó a la condena, por parte de la Justicia Ordinaria, de los paramilitares y sicarios implicados. El argumento principal esbozado por los jueces militares se basó cínicamente en que “no existe una sola prueba que le dé respaldo probatorio alguno a los dichos de los suboficiales denunciantes... Es inconcebible que Juan Carlos Álvarez Gutiérrez y Carlos David López Maquillón cuando ordenasen a los sicarios matar a alguien, lo hiciesen en cumplimiento de una orden proveniente de la Dirección de Inteligencia, por cuanto en el ámbito militar, las órdenes que se emiten de superior a subalterno deben ser lógicas, claras, precisas, oportunas, concisas y encaminadas al cumplimiento de actos específicos del servicio militar y por ende contener un alto sentido moral”. El 30 de marzo de 1995, el Juzgado 41 de Instrucción Penal Militar concedió el beneficio de libertad provisional en favor de Carlos David López Maquillón. Y en una muestra de absoluto respaldo hacia los criminales, el 17 de julio de 1997, el Comando de la Armada Nacional declaró que no existía mérito para dictar resolución de convocatoria a Consejo Verbal de Guerra y ordenó cesar todo procedimiento en favor de Rodrigo Quiñonez Cárdenas, Rafael Alfredo Colón Torres, Jairo Enrique Osorio Morales, Jorge Rojas Vargas, Mauricio Fabián Varón Daza, Harry Rodolfo Ávila Pinilla, Juan Carlos Donado Caamaño, Jorge Enrique Uribe Cañaveral y Carlos David López Maquillón. Esta decisión fue apelada y el 30 de septiembre de 1998, el Tribunal Superior Militar confirmó la decisión, al considerar que “si quienes eran columna vertebral de los únicos indicios graves de cargos, y estos mismos se retractan voluntariamente de sus mendases acusaciones, entonces toda sindicación respecto del personal de inteligencia de la Armada, ha quedado sin piso jurídico”. En el asesinato de los paramilitares DIEGO LUIS CATAÑO HERNANDEZ, DIEGO ALEXANDER LOPEZ SALAZAR, de 17 años, conocido como "Rastrillo", MILTON MARTINEZ PLATA, alias "El Zancudo" y JOSE ALIRIO ULLOA TRIANA, conocido como "Carlos Villa" a manos de la Red de Inteligencia Nº 7 de la Armada, el Juzgado 127 de Instrucción Militar de la XIV Brigada, a pesar de la gran cantidad de evidencia, profirió una providencia en la que resolvió “abstenerse de abrir investigación Penal” contra Jorge Ernesto Rojas Galindo y Jorge Castellanos Lozano; y envió copia de lo actuado al Departamento de Policía de Santander para que investigara al civil Hugo Hernán Hurtado Díaz “quien está seriamente implicado en autos” 124 . 3.2 Mecanismos de Impunidad Durante el Proceso Judicial La mayoría de los casos no llegaron siquiera a la fase de investigación por falta de denuncia, lo que obedecía al temor que sentían las víctimas o sus familiares de acusar a los responsables, o por la imposibilidad de individualizarlos, o por la ausencia de tipificación del delito. La falta de denuncia fue entonces el principal mecanismo de impunidad al evitar que el aparato judicial iniciara los procesos que llevarían a un eventual castigo a los culpables. Sin embargo, cuando la denuncia se presentaba o se adelantaba la investigación de oficio (sin necesidad de denuncia) se activaban otra serie de mecanismos que articulados propiciaban la impunidad de casi la totalidad de los casos. En particular se utilizaron las causales de justificación que exoneraban al responsable al alegar el cumplimiento de un deber legal, o de una orden legítima de autoridad competente. También jugaron a su favor el cumplimiento de términos que implicaba la prescripción de la acción legal y así la imposibilidad de investigar la conducta criminal 3.2.1 Archivo de Las Investigaciones por Falta de Pruebas Siguiendo la regla general del derecho que establece que “no existe sentencia judicial sin prueba” los funcionarios judiciales o de los órganos de control absuelven a los responsables en razón de no contar con el material probatorio suficiente para proseguir con la actuación respectiva, o proferir un fallo definitivo. A esta figura procesal se le conoce como falta de mérito probatorio y fue invocada dentro de las pocas investigaciones y juicios adelantados por crímenes de Lesa Humanidad como excusa para no perseguir a los responsables. La ausencia de pruebas no era casualidad, se trataba de una manifestación propia de los crímenes de Lesa Humanidad, cuyos responsables –agentes estatales o paraestatalescontaban con la influencia necesaria para ocultar las pruebas de los delitos o evitar que estas sean recaudadas por los organismos de investigación. Entre los principales mecanismos utilizados para lograr un pobre material probatorio o la imposibilidad de acceder al mismo, tenemos: 124 Fuentes: Jurisdicción Penal: Procesos bajo los radicados 19673 y 029 de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General de la Nación en Bogotá; el proceso 7377 del Tribunal Nacional en Bogota; y el proceso con el radicado 1953 del Juzgado Regional de Cúcuta. Jurisdicción Penal Militar: Proceso con el radicado 120868 del Tribunal Superior Militar en Bogotá. a) Entorpecimiento a la práctica de pruebas técnicas: Comportamiento adoptado por los organismos de seguridad estatales para dilatar y hacer fracasar diligencias judiciales o de los organismos de control con ánimo de que se evalúe el proceso sin el suficiente fundamento probatorio. Entre estas prácticas se encuentra la utilizada por unidades militares que se negaban a responder las solicitudes de los órganos de investigación, aduciendo que los encargados de responder no se encontraban en los batallones, estaban de vacaciones o que no tienen jurisdicción sobre la zona en la que ocurrieron los hechos. Estas argucias llevaban a los órganos de investigación a afirmar por ejemplo que “no se ha demostrado la presencia de militares en el lugar de los hechos”. b) Falta de prueba sobre la participación de un funcionario público: Para esto se utilizaba el ocultamiento de su identidad o fisonomía mediante el uso de capuchas el uso de vehículos particulares sin distintivos oficiales y la utilización de seudónimos falsos para evitar la identificación del organismos de seguridad responsables. c) Establecimiento de períodos de recuperación para los torturados y/o recurrencia a formas de tortura sicológicas o que no dejan huellas visibles. d) Falta de ampliación de la queja por temor a ser agredido de nuevo y amenazas o asesinato de los testigos de los crímenes. Lo que se relaciona con el control de las autoridades militares sobre algunas zonas, coadyuvado por la presencia paramilitar. Son muchos los casos de asesinato de testigos, como ejemplo podemos recordar el asesinato del campesino BLAS ANTONIO BARON PINILLA quien era uno de los testigos en el proceso que se sigue por la masacre de funcionarios judiciales en la Inspección Departamental de La Rochela, municipio de Simacota (Santander) 125 . Blas fue sacado de su casa y fusilado el 9 de marzo de 1989 por un grupo de 7 sujetos armados con fusiles R-15 También en el caso del asesinato de MANUEL GUSTAVO CHACÓN SARMIENTO, sindicalista perteneciente a la Unión Sindical Obrera USO, se incurrió en la práctica de acallar a los testigos por medio de la amenaza y del asesinato126 . El principal testigo, RINCÓN MOGOLLÓN, quien manifestó ante el Procurador Regional de Barranca, que había reconocido al suboficial Pablo Francisco Pérez Cabrera de la Armada Nacional como uno de los asesinos, fue asesinado en Bogotá, a pesar de ser beneficiario del programa de protección de testigos, o quizás, debido a esto. En el caso del profesor y miembro del Sindicato de Educadores de Santander (SES), GUILLERMO PASSOS LASCARRO, quien fue asesinado por dos individuos vestidos de civil en el perímetro urbano del municipio de Puerto Wilches, el 18 de julio de 1989, se observa que los testigos fueron seguidos, fotografiados y sus teléfonos interceptados logrando que nadie declarara sobre el asesinato, ni siquiera un familiar de la víctima. 3.1.2 Duda a Favor del Investigado La falta de pruebas llevaba casi siempre a la aplicación de la máxima “In dubio pro reo” (o en el campo disciplinario In dubio pro disciplinado), que antes de ser concebida como una herramienta garantista frente a la potestad punitiva del estado, se convirtió en un 125 Esta masacre fue perpetrada por paramilitares del grupo Los Masetos, con el patrocinio de mandos del Ejército y la Armada, entre ellos, el Brigadier General Farouk Yanine Díaz, Comandante de la II División. 126 Asesinado ocurrido el 15 de enero de 1988 en el centro de Barrancabermeja a manos de miembros de la Armada Nacional, instrumento legal de favorecimiento de la impunidad y de absolución de agentes estatales responsables de CLH. Se observa también que la aplicación del in dubio pro reo fue más allá de la falta de pruebas, en varias ocasiones, estando las pruebas en el proceso, las mismas se menospreciaban, por ejemplo, arguyendo su falta de respaldo en otros medios probatorios o inconsistencias en su práctica o comprensión. Principalmente se descalificaban los testimonios de las víctimas y se planteaba la incongruencia de las pruebas en el proceso, dando siempre mayor validez a los descargos realizados por los miembros de la fuerza pública. Tratándose de la descalificación de los testimonios de las víctimas, tildar de exagerada su denuncia o minarla por no encontrarla respaldada en pruebas de otro tipo, fueron las consideraciones más comunes a la hora de evaluar sus afirmaciones por parte de los órganos disciplinarios. Especialmente en los casos relacionados con torturas, cualquier contradicción del declarante se tomaba de plano para desvirtuar lo denunciado mientras se reforzaban otras pruebas que no guardaban relación. El argumento de incongruencia de las pruebas, que deviene en absolución al aplicar la duda a favor del investigado lo encontramos en un famoso caso de promoción del paramilitarismo y encubrimiento de una masacre en el Sur del Cesar. El Procurador General, Jaime Bernal Cuellar, revocó el fallo que ordenaba la destitución del Mayor Jorge Alberto Lázaro Vergel por su participación por omisión de sus deberes en la masacre de Puerto Patiño, jurisdicción de Aguachica (Cesar), ocurrida el 15 de enero de 1995. El procurador aplicó en este caso la duda a favor del investigado al considerar que existía incongruencia en las pruebas. A esto llegó después de poner en duda el testimonio rendido por el Capitán de la Policía del Distrito de Aguachica, Fabián Ríos Cortés, quien afirmó que el Mayor Lázaro Vergel simpatizaba con los grupos paramilitares. El procurador restó credibilidad al testimonio al considerar que nunca se afirmó un conocimiento directo del proceder del Oficial con los paramilitares, que se carece de quejas por parte de los pobladores y que un Detective del DAS de la zona, afirmó no haber escuchado comentarios por parte de Vergel sobre las simpatías hacia el paramilitarismo. Cabe anotar que la Procuraduría olvidó por completo el informe de inteligencia realizado por la policía frente a la existencia de paramilitares en el Sur del Cesar, donde se especificaba quiénes eran sus patrocinadores e instructores, y se hacía énfasis en la permisión por parte de los cuerpos castrenses de la zona, incluida la Base Morrison de la que era comandante el Mayor Lázaro Vergel. De acuerdo al informe, la promoción y apoyo de los militares a dichas estructuras, permiten inferir responsabilidad de miembros el ejército en la masacre, en especial del Oficial Lázaro Vergel. El procurador omitió la reproducción integra de las declaraciones del Capitán Ríos, en las que resultaba claramente evidenciado el compromiso de Lázaro Vergel con los paramilitares por las constantes afirmaciones de simpatía e incluso participación directa en su organización. Esta clase de decisiones nos demuestran como un principio universalmente reconocido, el in dubio pro reo, por la desdeñada interpretación que se hace de su aplicación, paulatinamente pasa de ser garantía fundamental a mecanismo de impunidad. Basta simplemente inadvertir pruebas en el proceso, o contradecirlas amañadamente para concluir de plano la existencia de una duda impune que esconde la verdad histórica de la responsabilidad estatal en la comisión de CLH. 3.1.3 Penas Irrisorias La justicia penal ordinaria y la penal militar casi nunca llegaron a imponer penas privativas de la libertad, quedando sólo la posibilidad de adelantar un proceso disciplinario, los cuales, cuando prosperaban terminaban imponiendo sanciones que no se compadecían con la magnitud de los crímenes cometidos. Esta situación se presentó porque la normatividad disciplinaria de la fuerza pública busca principalmente proteger el honor y la disciplina, estableciendo la destitución, máxima sanción dispuesta, frente a las faltas que atentan contra estos dos valores fundamentales; pero a la hora de sancionar las conductas que vulneran derechos fundamentales o que constituyen crímenes de Lesa Humanidad, las sanciones son exiguas. Una muestra de lo anterior son los decretos 085 de 1989, reglamento disciplinario para las Fuerzas Militares, anterior a la Ley 813 de 2003 que lo derogó; y el decreto 2584 de 1993, reglamento disciplinario para los miembros de la Policía Nacional que se encuentra vigente en la actualidad. El primero por ejemplo trae como faltas que constituyen mala conducta ejecutar actos contra la moral y las buenas costumbres dentro de cualquier establecimiento militar (Art. 142 ordinal b), o el abuso con frecuencia de bebidas embriagantes (Art. 142 ordinal d). En la misma medida el segundo (decreto 2584 de 1993), aunque no hace distinción de las causales de mala conducta, en la descripción de faltas relaciona también comportamientos que atentan contra el honor o la disciplina como tratar a los superiores, subalternos y compañeros o al público en forma descortés e impropia empleando vocabulario soez (Art. 39 numeral 1º), o ejecutar con negligencia o tardanza las ordenes o actividades relacionadas con el servicio (Art. 39, numeral 15, ordinal c). Pero en ninguno de los dos estatutos a lo largo de su normatividad, establecen como comportamientos sancionables con destitución la tortura o el asesinato, por lo que ante estas conductas lo único que opera es una reprensión. Con base en las disposiciones legales, los entes disciplinarios, en especial el Despacho del Procurador General de la Nación, al momento de investigar en el campo disciplinario a militares o policías que participaron en crímenes de Lesa Humanidad, dan paso a las irrisorias y peripatéticas sanciones que se establecen en los reglamentos de la fuerza pública en el evento de encontrarlos responsables. Cabe resaltar el esfuerzo realizado por la Procuraduría Delegada de los Derechos Humanos, cuando era Procurador de esta dependencia Jesús Orlando Gómez López, que intentó fundar una doctrina donde se da prevalencia al contenido de los tratados internacionales sobre derechos humanos suscritos por Colombia frente a la legislación interna. Argumentando que no se puede aducir una falta de tipificación en materia disciplinaria de la tortura, el genocidio o la desaparición forzada. Por consiguiente, al ser comportamientos que atentan contra el género humano, rotundamente vedados y proscritos tanto nacional como internacionalmente, y llevar insito un carácter de extrema gravedad que supera los estándares de cualquier comportamiento considerado causal de mala conducta, en respeto del principio de proporcionalidad establecido en la Constitución, la sanción a imponer a los miembros de la fuerza pública hallados responsables debe ser la destitución. Con todo, primaron las sanciones irrisibles gracias al principio de legalidad que fue aplicado por los procuradores apegados a la literalidad del derecho, a su carácter irreflexivo y al celo por las formalidades legales. Así se dio cumplimiento formal al objetivo de regulación de la convivencia social postulado por el derecho, pero se sacrificó la verdadera justicia material, minimizando el daño que ocasionan los CLH, y aprobando indirectamente los actos de los agentes estatales al dar la posibilidad de que los repitan. Por la desaparición, tortura y asesinato de Gerardo Lievano García; y la detención y torturas infligidas a seis personas mas por miembros del Grupo de Caballería Mecanizado No. 5”General Hermógenes Maza”, la Delegada Para los Derechos Humanos, bajo los criterios expuestos de tipicidad de los CLH como faltas disciplinarias para los miembros de la fuerza pública y de proporcionalidad de la sanción, dispone la destitución de los Capitanes William Roberto del Valle y Cesar Alonso Maldonado Vidales. Pero en la resolución del recurso de apelación, la Procuraduría General de la Nación modificó las sanciones de los mencionados imponiéndoles únicamente Reprensión Severa. Al respecto, sostuvo esta instancia que si bien el conjunto de irregularidades disciplinarias frente a las cuales existe certeza de su comisión por los investigados, amerita la imposición de una sanción disciplinaria más drástica en razón de su gravedad en la medida que comportan graves hechos violatorios de derechos humanos considerados como CLH; en pro del derecho no era de recibo la destitución por aplicarse a miembros del ejército normas que no los cobijan, pues se violaba el principio constitucional de legalidad de la sanción, lo cual hace imperativo acudir a sus estatutos especiales. Por consiguiente, como el régimen disciplinario de las Fuerzas Militares (decreto 085 de 1989) trae la destitución para faltas constitutivas de mala conducta o contra el honor militar, y el caso en mención no se adecua a esta normatividad debido a que los actos configurativos de CLH no tienen cabida en esos dos escenarios, para el Despacho del Procurador el correctivo procedente era el de Reprensión Severa. La imposición de panas mínimas está relacionado con la aplicación del principio de favorabilidad que según el artículo 29 de la Constitución estipula que en materia penal la ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicara de preferencia a la restrictiva o desfavorable. Esta prerrogativa propia de un derecho penal liberal, democrático y garante de los derechos fundamentales de las personas, al ser componente esencial del debido proceso, busca guardar y respetar la dignidad de la persona procesada. En el campo disciplinario, incluyendo los regímenes propios de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional se aplica también el principio de favorabilidad lo que ha servido para que con el paso del tiempo se sanciones leyes donde se excluyen conductas o se sancionan suavemente y deben aplicarse por ser más favorables, desconociendo la proporcionalidad entre la falta y el castigo y los tratados internacionales frente a la comisión de crímenes de lesa Humanidad. El 25 de agosto de 1992, en la Finca Monterrey, ubicada en zona rural de Puerto Parra (Santander), cuyos propietarios eran Jorge Iván y Jairo Galvis Brochero, reconocidos paramilitares del Magdalena Medio, se encontraron en fosas comunes los cadáveres de cuatro personas de la extinta Red de la Armada No. 7, con signos de tortura, y totalmente descuartizados, mutilados y separados los troncos, y las cabezas de sus miembros. Sus nombres correspondían a Diego Luis Cataño, Diego Alexander López, José Alirio Ulloa y Miltón Martínez. En el crimen estuvieron relacionados miembros de la Policía de Puerto Parra, militares de la XIV Brigada y el Director de la Red No. 7 Rodrigo Quiñónez Cárdenas. A pesar de la atrocidad de los tratos a que fueron sometidos los sicarios de la Red, ser desaparecidos por espacio de 25 días hasta el hallazgo de sus cuerpos, y estar demostrado en el proceso disciplinario la plena participación de algunos de los responsables, específicamente de los miembros de la Policía de Puerto Parra y un Oficial de la XVI Brigada; la Procuraduría Delegada Para los Derechos Humanos no tuvo otro remedio que, muy a su pesar, imponerles a los investigados la suspensión del ejercicio del cargo por el término de 90 días en vez de la destitución, pues la ley 200 de 1995 no comprendía dentro de las faltas merecedoras de la máxima sanción la tortura ni el homicidio, y por aplicación del principio de favorabilidad, el correctivo disciplinario procedente era la suspensión. Al respecto se pronunció la Delegada en los siguientes términos: Nos corresponde aquí antes de determinar el anterior aspecto [aplicación retroactiva de la ley más favorable] consignar el criterio de la Delegada acerca de la urgente necesidad de modificar el Código Disciplinario Único, porque se está prestando en el fondo situaciones inequitativas que dejan un sabor a falta de verdaderas sanciones. En efecto, el art. 25 de la Ley 200 de 1995 define en forma taxativa las faltas gravísimas, que son las únicas según el art. 32 ibidem, que pueden ser sancionadas con destitución o desvinculación del cargo. Resulta por lo menos un contrasentido y una falta de sindéresis legislativa que se considere como falta gravísima obstaculizar las investigaciones que adelante la Procuraduría (...) y no se considere como falta gravísima, el homicidio, la tortura o la desaparición de mecanismos probatorios o elementos incautados. La vida máximo y supremo derecho en un Estado Democrático, ocupa en el Código Disciplinario Único, una ubicación subalterna y secundaria pues ni siquiera el homicidio múltiple, la masacre aparece enunciada en la lista de faltas gravísimas. Todo lo anterior reclama frente al Derecho Internacional de los Derechos Humanos, y a los postulados de los artículos 11 y siguientes de nuestra Constitución política, la urgente modificación al Estatuto Disciplinario vigente, pues al no dudarlo viola la propia Constitución, por desatender el valor supremo, que a la vida, a la dignidad de la persona le otorga la Carta Política y los Convenios sobre Derechos Humanos. Frente al correctivo impuesto, agrego el cuerpo disciplinario: (...) No sobra consignar que se trató de varias víctimas, cuatro en total, de varios hechos disciplinarios, que se afectaron bienes jurídicos como la libertad, la autonomía, la integridad, la vida, el trato digno que merece la persona, se ocultaron pruebas, se mantuvo a los parientes de las víctimas y las autoridades, en incertidumbre acerca de la suerte de los desaparecidos, lo que constituye fundamento para aplicar el máximo de la sanción127 . Pero las buenas intenciones de la Delegada Para los Derechos Humanos no son el fundamento legal para fallar. Desafortunadamente, la cándida política sancionatoria en materia disciplinaria frente a las violaciones de Derechos Humanos y CLH establecida por el Estado colombiano, es el obstáculo insalvable a la realización efectiva de interpretaciones consecuentes con el carácter especial y enérgico que debe haber en el castigo de estas conductas. Se ve entonces una implantación efectiva de la impunidad desde la esfera legislativa, correspondiente a la práctica de encubrimiento estatal de la responsabilidad de sus agentes, que se apoyan sin consideración en figuras legales pensadas, en un principio, de salvaguarda a las arbitrariedades del Estado; pero por transformaciones diestras de las normatividad existente, como el principio de favorabilidad, se convirtieron en herramientas de sombra y enmascaramiento de los rostros de la represión estatal. 3.2.4 Morosidad y Negligencia de los Entes Judiciales El derecho establece procedimientos judiciales que en el papel se presentan como eficaces y eficientes, pero la realidad demuestra todo lo contrario. Los términos de los respectivos procesos se dilatan para que con el paso del tiempo las respectivas actuaciones se oculten, o no se puedan proseguir. Así, la lentitud de nuestro aparato judicial se usa como arma de impunidad, favoreciéndose a los responsables de CLH al no investigarlos con prontitud y celeridad y terminando por decretar la prescripción de los procesos. Formalmente la prescripción es la perdida de la capacidad del Estado de perseguir y sancionar conductas punibles por el paso del tiempo. En el ordenamiento penal, el término de prescripción se maneja respecto del máximo de pena descrita o de la condena dispuesta 127 Procuraduría Delegada Para la Defensa de los Derechos Humanos. Expediente No. 008-134958 pero se plantea que el tiempo transcurrido no puede ser menor de cinco años no mayor de 20 y que en el caso de genocidios, torturas, desaparición forzada o desplazamiento el término será de 30 años. En el campo disciplinario se cuentan para la prescripción cinco años a partir del momento en que se cometió la falta disciplinaria sin importar su clase, por esto es en el derecho disciplinario donde más se presenta esta figura, mas aún cuando ningún acto de la Procuraduría la interrumpe, como sí sucede en el campo penal actualmente, donde la acusación proferida por la Fiscalía hace que se vuelvan a contar de nuevo los términos. En resumen la disgregación del proceso, su retardación, la maraña de formalismos, la negligencia administrativa, entre otros factores, se constituyen en elementos que paulatinamente empantanan las investigaciones y provocan que se archiven por prescripción. De la misma forma, la declaración de caducidad de los procesos, fue otro mecanismo de impunidad utilizado, la cual opera cuando se presenta la denuncia pasado cierto tiempo que es contemplado en la ley como determinante de la caducidad de la acción, es decir que se pierde el derecho de denunciar. Los jueces, desconociendo las situación fáctica de terror a que eran sometidas las víctimas o sus familiares que eran amenazados de muerte si llegaban a denunciar los crímenes cometidos, y desconociendo el tratamiento especial que debía darse a los crímenes de lesa humanidad, declaraban la caducidad de los procesos impidiendo así el castigo de los culpables. Al igual que con la falta de pruebas, la prescripción y la caducidad son el resultado de la articulación de varios mecanismos de impunidad de hecho, entre ellas encontramos: 1) Entorpecimiento de la práctica de pruebas por parte de las autoridades civiles y militares para dilatar el período probatorio. 2) Sobrecarga del proceso en pruebas testimoniales, debiéndose hacer varias citaciones para recibir la declaración sin que se tomen en cuenta circunstancias que dificultan su práctica como el traslado de guarnición de los implicados, o la situación de orden público y peligro de la integridad personal de los potenciales testigos que nunca comparecen. 3) Depender del traslado de pruebas desde la jurisdicción penal para ser conocidas por el proceso disciplinario, sin importar el tiempo que tome. 4) Morosidad en el desarrollo de las investigaciones, sea por peligrosidad de las mismas, o por la desatención de los funcionarios comisionados. 5) Negativa de adelantar las investigaciones, alegando falta de competencia frente a los hechos. 6) Demora en las notificaciones de las providencias de la Procuraduría a los militares o policías investigados debido a su traslado a regiones distantes de donde se cometió la falta. 3.2.5 Tergiversación de la Realidad La absoluta credibilidad otorgada a las versiones oficiales cuando se investigan crímenes de Lesa humanidad ha permitido que se enmascare la realidad. En particular el ejército y otros organismos de seguridad del Estado suelen justificar los comportamientos criminales alegando que reaccionaron ante un ataque de la subversión o asumiendo que la víctima pertenecía a grupos subversivos. Los funcionarios judiciales consolidando este mecanismo de impunidad hacen caso omiso de importante material probatorio para dar prioridad a las versiones oficiales. El 29 de mayo de 1988, en la vereda Llana Caliente, jurisdicción del municipio de San Vicente del Chucurí (Santander), mas de 51 campesinos fueron asesinados y otros 58 heridos por 240 efectivos del Batallón de Infantería No. 40 “Luciano D’ Elhuyar” al mando del Teniente Coronel Rogelio Correa Campos. Esta masacre fue el cruento desenlace de la represión y hostigamiento con que se venía tratando las marchas campesinas que recorrieron el nororiente colombiano.. Luego de ese trágico día, el Gobierno Nacional a través de comunicados e intervenciones de sus miembros, en especial del Ministro de Gobierno Cesar Gaviria Trujillo, diría de manera acomodada que los sucesos de Llana Caliente eran el resultado de enfrentamientos del ejército con miembros de las “guerrillas” infiltradas en las marchas. De igual manera se pronunciaban los distintos estamentos militares. En ambas partes se olvidaban deliberadamente los mas de 40.000 proyectiles de arma de fuego disparados por los uniformados hacia la inerme masa campesina. Fuera del falaz cubrimiento periodístico donde se tomaba de plano la versión gubernamental y de las Fuerzas Militares de los supuestos enfrentamientos con miembros de la subversión que desencadenaron la masacre, en la investigación disciplinaria adelantada por la Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares, sin tomar en cuenta las innumerables irregularidades que campearon en su desarrollo, asumió las afirmaciones tergiversadas del ejecutivo, aduciendo que no había claridad alguna sobre la autoría o responsabilidad individual de la masacre, pues “no estaba plenamente probado que la tropa hubiese sido la autora de los disparos contra los campesinos”, adicionando que “existía la duda si entre los marchistas había gente armada o no”. La única falta disciplinaria que encontró probada la procuraduría fue que un paramilitar, el Comandante Camilo, escolta del Oficial Correa estaba armado, pero al haber fallecido este (gracias a los disparos hechos por el Comandante Camilo), consideraba que no era posible continuar la investigación y decidió archivarla. También en la investigación disciplinaria llevada a cabo por la Procuraduría Delegada para la Defensa de los Derechos Humanos, por la detención y torturas infligidas al presidente de la ANUC de San Vicente de Chucurí (Santander) Gabriel Flórez Oviedo, siendo responsables miembros del Batallón “Luciano D’ Elhuyar en hechos ocurridos el 9 de septiembre de 1990 en zona rural del municipio mencionado, exactamente en el sitio “La Lajita”. 128 Se desconoció la denuncia realizada por una reconocida ONG colombiana y la declaración de la víctima, que para el Procurador Provincial de Barrancabermeja carecían de credibilidad por haber sido rendidas dos años después del hecho. Sin mayor problema dijo el procurador: “hay que darle credibilidad al oficio suscrito por el Comandante del Batallón Luciano D’ Elhuyar”, debido a su autenticidad. Por tanto no encontró a su parecer la Provincial pruebas que llevaran a inferir participación de funcionarios públicos, decidiendo el archivo de las diligencias. La utilización de argucias y engaños que se presentan como causales de justificación sirvieron también para eximir de responsabilidad a los responsables de crímenes de Lesa humanidad. El recurso más usado por el ejército ha sido el de aseverar que se trata de “guerrilleros muertos en combate”, expresión simple pero bastante eficaz a la hora de encubrir las ejecuciones extrajudiciales. Sostener que la víctima de una ejecución 128 Procuraduría Delegada Para la Defensa de los Derechos Humanos. Expediente No. 008-105751 extrajudicial es un guerrillero muerto en combate, implica que se reaccionó contra una injusta agresión, es decir que existe legítima defensa. Para configurar este mecanismo se viste a la víctima con prendas militares, o se altera la escena del crimen colocando armas de fuego alrededor, o se simulan ataques armados, ardides que son asumidos por la justicia sin mayor reparo a pesar de lo absurdos que puedan ser los montajes. Así relató el campesino RITO MARIO PINZON RUEDA, las torturas a que fue sometido cuando lo detuvieron miembros de una patrulla del Ejército comandada por el teniente Ramírez, en acción conjunta con algunos paramilitares del grupo MAS, en abril de 1982 en la Inspección de Policía El Guamo, municipio de Simacota (Santander) "enseguida me colgaron y me golpearon preguntándome unas cosas de las yo no era sabedor, diciéndome que yo era un guerrillero....Me quitaron la ropa y me pusieron un vestido camuflado de ellos mismos. Mandaron a otro paramilitar, llamado Silvio, a que me tomara unas fotos. Después me obligaron a que me cargara una maleta de ellos mismos y me llevaron con un nylon como el que lleva a un animal.....Como a las 5 de la tarde del otro día, viendo que ya me iban a matar, pues ya estaba hecho el hueco, me encomendé a la Virgen, logré zafarme y salí corriendo por entre la montaña y no lograron pegarme ni un tiro. Me tuve que ir huyendo para Suaita ...” 129 El estricto cumplimiento de un deber legal, es otra causal de justificación alegada con frecuencia. Su aplicación básicamente recae sobre los actos cometidos en ejercicio de funciones legales de funcionarios públicos. Por ejemplo, esta disposición dispensa de reprensión al policía que captura a un delincuente en flagrante delito en el domicilio de otra persona, siendo su actuar ajustado a la ley y la Constitución pues cumple con las labores propias de su cargo establecidas en mandatos jurídicos (Art. 230 de la Carta Política). No obstante, la figura tiene ciertos requisitos, contándose primeramente la existencia de un deber jurídico, el cual, en segundo lugar, tiene que ser estricto sin lugar a extralimitaciones; y por último debe estar el proceder encaminado a cumplir la finalidad ordenada por la norma legal. Pero cuando un militar o un policía participa directa o indirectamente en la comisión de un CLH, no puede considerarse que obran por mandatos legales, simplemente actúan de forma contraria a ellos, violando y vulnerando la Carta Política de 1991; y mucho menos se comprende que guardan dichos actos los requisitos del estricto cumplimiento de un deber legal para justificarlos. En el campo disciplinario, esta justificación tiene acogida en los eventos donde se menciona por parte de los cuerpos castrenses o policiales enfrentamientos armados que arrojan “guerrilleros muertos en combate”, por cuanto los sujetos involucrados solamente actúan conforme a la ley y las obligaciones de mantenimiento del orden público en el territorio nacional, más que por una legítima defensa, situación que ayuda únicamente a reforzar la excusa. En consecuencia, aquí tienen cabida los mismos mecanismos de hecho que señalamos en esta causal; simplemente cambia la eximente y el escenario donde se maneja. En el plano político el Estado colombiano y sus fuerzas de seguridad pretenden librar de cualquier cuestionamiento o crítica sus acciones, así estas sean violatorias de los derechos humanos. Declaraciones de guerra integral a la insurgencia o la estructuración de complejos proyectos militares de combate, cuando producen lo que denominan efectos colaterales, o sea destrucción de construcciones civiles o la muerte de pobladores al margen del conflicto, no son revaluadas ni juzgadas ya que su justificación es el aniquilamiento de terroristas; la responsabilidad se excluye. En materia de CLH ocurre de forma similar, donde fuera de los discursos de poder que indirectamente aprueban su perpetración, las eximentes legales relevan culpabilidades a agentes estatales, acomodadas según su conveniencia, las cuales se 129 Testimonio recogido por comité cívico de def. Dd-hh de San Vicente de Chucurí., 31/07/82 y El Espectador, 1701-83 “Párroco de San Vicente Relata...” aceptan por organismos judiciales y disciplinarios que con estas interpretaciones dan lugar a pensar que el asesinato o las torturas infligidas a un inocente por militares o policías, son permisibles por estarse cumpliendo un estricto deber legal; o se defienden legítimamente aquellos frente a las agresiones de personas desarmadas, exonerando por tanto su muerte en la oscura impunidad. 3.2.6 Cosa Juzgada y Principio de Non Bis In Idem En el derecho colombiano una vez se ha emitido fallo sobre determinados hechos, el funcionario judicial no esta obligado, y más bien le es prohibido, proferir un nuevo pronunciamiento de fondo sobre la misma situación fáctica, sin importar el contenido de la providencia anterior. Dicho postulado se conoce como el principio del non bis in idem (no dos veces sobre lo mismo), según el cual nadie puede ser perseguido judicialmente más de una vez por similares hechos, o sea, nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo comportamiento. Aunque esto no obsta para que se le siga una investigación disciplinaria en caso de ser funcionario público, ya que no existe idéntica causa de persecución; el proceso penal busca la defensa del orden social mientras que el disciplinario, sin desconocer lo anterior, primordialmente se estructura en lograr el correcto funcionamiento de la función pública. Sin embargo, este principio ha sido utilizado como garantía de impunidad debido a que las entidades públicas, como le ejército y la policía, cuentan con sus propias dependencias disciplinarias internas(decreto 085 de 1989 para las Fuerzas Militares; decreto 2584 de 1993 para la policía). Por consiguiente, si dentro de un Comando de Policía o unidad militar se lleva una investigación disciplinaria por una falta cometida por alguno de sus miembros al reglamento respectivo, decidiéndose de fondo mediante un fallo, no pueden ser vinculados a otra diligencia equivalente, contándose las posibles indagaciones que se adelanten posteriormente en la Procuraduría, pues existe identidad de causa. Esas decisiones disciplinarias internas que hacen tránsito a cosa juzgada, al igual que las tomadas en la jurisdicción penal militar, son instrumentos legales expeditos de absolución de responsabilidades de miembros de la fuerza pública vinculados en CLH. Puede afirmarse que un porcentaje bastante elevado (por no decir total) de indagaciones internas de tipo disciplinario de los organismos de seguridad estatales, son favorables a los acusados, en especial cuando se les vincula por actos abiertamente violatorios de los derechos humanos; nunca se les castiga, así realmente se concluya de las pesquisas lo contrario. 3.2.7 Las Condenas Administrativas: No Hay Culpables Pero el Estado Paga En materia de CLH, las condenas administrativas al Estado colombiano por la actuación de los miembros de su fuerza pública fueron los primeros pronunciamientos que, desde el aparato judicial, denunciaron la sistemática violación de derechos humanos llevada a cabo por las fuerzas militares y policiales en el país bajo el amañado pretexto de la lucha Podría pensarse que a través de los Tribunales Administrativos o el contrainsurgente 130 . 130 En el año de 1985 el Consejo de Estado condenó a la Nación por medio del Ministerio de Defensa a indemnizar a la familia de Olga López Jaramillo, médica detenida en 1979 junto con su hija de 5 años, quienes fueron torturadas en las instalaciones de la BIM (Brigada de Institutos Militares) en Bogotá, caso en el que se encontraban involucrados el Presidente Julio César Turbay Ayala, el Procurador General de la Nación y el comandante de dicha unidad y posterior Ministro de Defensa Miguel Vega Uribe. Sólo hasta este año, las constantes denuncias del Comité Permanente para la Defensa de Derechos Humanos y de organizaciones como Amnistía Internacional, fueron respaldadas por corporaciones oficiales. Este fallo, histórico para el país, puso al descubierto la práctica de la Consejo de Estado se abren las puertas de la esperanza para la sanción efectiva de los responsables de CLH, pero en realidad las indemnizaciones sólo reconocen una responsabilidad estatal que causo un daño por la actuación de agentes del orden, perjuicio que debe ser reparado. La condena no pasa de un monto económico determinado y de reprochar las acciones de aquellos en forma general, mientras los verdaderos culpables en concreto quedan cubiertos en la impunidad -no hay culpables pero el Estado paga-. Este mecanismo fue utilizado en el proceso adelantado por el asesinato de Álvaro Garcés Parra, militante de la UP y alcalde del municipio de Sabana de Torres (Santander). En 1989 se interpuso la demanda ante el Tribunal Administrativo de Santander que en 1992 declaró la responsabilidad administrativa de la Nación por falla del servicio debido a la participación intelectual y material de militares en el asesinato, por lo cual ordenó cancelar una indemnización por perjuicios materiales y morales a los familiares del dirigente político fallecido. Pero en los demás campos, básicamente en el penal ordinario y en el penal militar, nunca se encontró un individuo en concreto responsable, a pesar de que las investigaciones arrojaron la participación de reconocidos paramilitares del Magdalena Medio y altos mandos castrenses de las unidades acantonadas en la zona. Únicamente la Procuraduría sancionó a dos oficiales relacionados en el caso con destitución, pero a la época del fallo ambos se encontraban en retiro. Verdad, justicia y reparación son tres postulados que deben salvaguardarse en un sistema judicial. En materia de CLH deben ser sus valores imperativos al momento de evaluar responsabilidades y culpas. La justicia contencioso administrativa en la práctica sólo se limita al último y en términos estrictamente monetaristas, ordenando la cancelación de gruesas sumas de dinero a los familiares de las víctimas pero sin trascendencia en la perspectiva de una efectiva sanción con relación a la gravedad de los actos que investigó. Pueden haber juicios y pronunciamientos radicales frente a la actuación de los organismos de la fuerza pública, reclamación por los crímenes cometidos e instigación a otras instancias judiciales para que investiguen a fondo lo acontecido, y críticas a las políticas estatales en materia de violación a los derechos humanos. Todos estos pensamientos son aceptables y valiosos, pero al no concretarse nombres ni responsables, ni existir, por respeto al principio de proporcionalidad, castigos efectivos a estos desde todos los ámbitos, la responsabilidad administrativa simplemente será producto de una “falla del servicio” y el crimen vendrá a ser otra causa que hace parte de la larga lista de remuneraciones que debe cancelar el Estado colombiano por concepto de indemnizaciones, quien destina cerca de 90.000 millones de pesos anuales a dichas cancelaciones. Sin embargo ¿existirá una reparación verdadera a partir del punto de vista económico? ¿Cuándo no se quiere dinero sino el esclarecimiento de los hechos y una justicia efectiva, servirá de algo este mecanismo? 3.2.8 Falta De Tipificación Del Delito Hasta el año 2000 no se encontraban tipificados delitos como el genocidio, la desaparición forzada, tortura, las cuales no podían ser subsumidas bajo los delitos de homicidio, secuestro o lesiones personales, porque en su comisión se encuentra al Estado como sujeto activo de la acción y porque se trata de crímenes de Lesa Humanidad. En particular la desaparición forzada fue uno de los delitos más crueles y al no encontrarse tipificado como delito fue muy utilizado por agentes estatales y para estatales quienes amparaban su responsabilidad en el vacío legal que llevaba en muchos casos a la tortura durante los años del Estatuto de Seguridad, especialmente durante los interrogatorios judiciales, y la complicidad de las Fuerzas Armadas con funcionarios del gobierno. Al respecto: Boletín de Prensa. Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos-Comisión Coordinadora, Bogotá, Julio 10 de 1985. imposibilidad de acusar penal o disciplinariamente a los sujetos activos de esta conducta. Prueba de ello son los casos en que los juzgados no adelantaron procesos judiciales argumentando que la conducta no tipificaba delito alguno Además de esto, varios fallos emitidos por la procuraduría exoneran a los acusados de perpetrar este delito, al considerar que si no estaba tipificada la desaparición forzada como delito mucho menos podía constituir una falta disciplinaria. 3.3 El Paramilitarismo Como Mecanismo de Impunidad Desde comienzos de los años ochenta se presentó un especial incremento de las acciones paramilitares quienes paulatinamente empiezan a realizar el “trabajo sucio” encomendado por la Fuerza Pública. Teniendo en cuenta que los miembros del ejército, la policía y demás órganos de seguridad del Estado se encuentran en la mira de diversos organismos de justicia que empezaban a destacar la magnitud de las violaciones de derechos humanos durante las décadas precedentes, se implementa una nueva estrategia que implica un aumento vertiginoso de asesinatos y desapariciones forzadas contra líderes de izquierda y campesinos a manos de grupos paramilitares. El paramilitarismo se constituye entonces como mecanismo de impunidad, porque es la vía para evadir la responsabilidad de los organismos del Estado en la comisión de crímenes contra la humanidad y oculta la política Estatal de persecución a organizaciones sociales y políticas de oposición. No es extraño que durante toda la década de los ochenta el propio Estado atribuyera constantemente los asesinatos políticos y contra la población popular y campesina a “escuadrones de la muerte”, “fuerzas oscuras”, “sicarios”, desvirtuando así la participación de los funcionarios estatales en este tipo de acciones. A más de ser el paramilitarismo un mecanismo de impunidad en sí mismo, los actores directos e indirectos (instigadores, entrenadores, conformadores, etc) también han quedado cubiertos por un manto de impunidad por la combinación de diversos elementos, en primer lugar, el apoyo brindado por instancias con gran poder político, militar y económico como gremios económicos (SAC, FEDEGAN), empresariales (Coca-cola, Indupalma, Ecopetrol), multinacionales (Chevron, Harken, Occidental, BP, Shell, Canadian-Oxy, Alberta y MeraMills, Repsol, Hocol, Halliburton, Western Atlas International), ganaderos y narcotraficantes. Fue También decisivo el apoyo político brindado por alcaldes militares y civiles, y por “dirigentes de los partidos tradicionales cuya línea de “cacicazgo” penetraba hasta el Congreso y el alto Poder Ejecutivo a través de ministros patrocinantes”. 131 Otro apoyo importante fue el otorgado por el poder judicial, “que absolvió o archivó los pobres procesos abiertos con ocasión de los centenares de crímenes cometidos por estas estructuras, y que cuando sancionó a algún responsable se negó a investigar y enjuiciar las En el mismo sentido se presentó el líneas de mando y la estructura criminal misma 132 . apoyo por parte de “los organismos de control del Estado, que abdicaron voluntariamente de sus facultades sancionatorias al encontrarse frente a frente con este fenómeno” 133 Indudablemente la mayor muralla de protección al paramilitarismo, tiene como columna central al poder judicial. El paramilitarismo ha gozado en el ámbito judicial de extraordinarios privilegios en orden a su impunidad: Por un lado, está la clandestinidad que 131 132 133 Boletín Justicia y Paz. Op. cit., p. 16. Ibid., pp. 16. Ibid, pp. 17. Boyacá por la fuerza pública, y que aún continúan impunes incluso dentro de sus respectivos países 136 . A los paramilitares se les proporcionaron por parte del ejército datos exactos de las víctimas (“listas negras”) para que realizaran asesinatos selectivos, se les permitió abandonar el lugar del crimen sin prisa ni inconvenientes, garantizándoles no ser detenidos por retenes o patrullas de la policía o el ejército. Esta práctica fue muy común en los municipios ubicados en el Magdalena Medio donde se presentó un fenómeno paramilitar específico promovido por la Brigada XIV, al mando del general Daniel García Echeverry y apoyado por el alcalde militar de Puerto Boyacá, Capitán Oscar Echandía. Y posteriormente consolidando ejércitos paramilitares a cargo del inspector de policía Isidro Carreño con el apoyo logístico y financiero del Comando Operativo No. 10 del ejército. No es gratuito que en noviembre de 1992, el Procurador Delegado para las Fuerzas Armadas presentara cargos formales contra el General Carlos Gil Colorado, el Capitán Gilberto Ibarra Mendoza, el Capitán Germán Pataquiva, el Capitán Orlando Pulido, el Teniente Francisco Javier Corrales, el Teniente Alberto Luis Mancilla, y el Teniente Evert Aranda Contreras por su participación en la organización de paramilitares en la región del Chucurí, en el departamento de Santander. 137 Desde 1989, siendo comandante de las Brigadas XIV y V, Gil fue implicado reiteradamente en actividades paramilitares. Cuando se anunciaron los cargos contra él, Gil dirigía la inteligencia del ejército.138 A pesar de las acusaciones, Gil fue ascendido normalmente y alcanzó el rango de Mayor General y el puesto de comandante de la Cuarta División, que tiene su sede en Villavicencio y es un centro de operaciones paramilitares. El 19 de julio de 1994, las FARC asesinaron a Gil en una emboscada.139 El Capitán Ibarra ha sido ascendido a mayor y ahora está al mando de la base en Yarima, cerca de San Vicente de Chucurí, donde sigue relacionado con la actividad paramilitar.140 El capitán Pataquiva, ahora mayor, trabaja en la oficina central de derechos humanos del ejército. 141 La unidad de acción se encuentra también en que la mayoría de las víctimas del paramilitarismo fueron previamente hostigadas, seguidas, detenidas y reseñadas por organismos de seguridad del Estado o por el propio ejército, quienes aseguraban que las víctimas (sindicalistas, políticos, periodistas, abogados) pertenecían a grupos guerrilleros, pero al no poder levantar cargos fundados en su contra acudían a los paramilitares, que en muchos casos eran miembros de las fuerzas armadas y de los organismos de seguridad del Estado actuando de forma encubierta, esto es, sin identificación alguna, lo que les permitía no ser identificados al momento de consumar el crimen. La diversidad de apoyos que constituyen la impunidad del fenómeno paramilitar y su implicación en la impunidad de los agentes estatales se observa en el caso del asesinato del alcalde de Sábana de Torres y miembro de la Unión Patriótica ALVARO GARCÉS PARRA. Aquí se puede observar la complicidad entre miembros de la fuerza pública y los paramilitares como mecanismo de impunidad, en la medida en que busca ocultar la participación directa de los miembros del ejercito y la policía en la planeación y ejecución de crímenes de lesa humanidad que quieren mostrarse como responsabilidad de desconocidos. 136 137 138 139 140 141 Ibid, p. 16. "Pliego de cargos a siete militares," El Tiempo, 18 de noviembre de 1992 "Acusan a siete militares de promover a paramilitares," Reuters, 18 de noviembre de 1992 Justicia y Paz, Boletín, julio-septiembre de 1994, pág. 48. Carta del Padre Javier Giraldo, Justicia y Paz, a Human Rights Watch, 14 de mayo de 1996 Entrevista de Human Rights Watch con el Ministerio de Defensa, Santafé de Bogotá, 24 de junio de 1996. Durante la etapa de planeación y ejecución del crimen se utilizaron varios mecanismos de impunidad de hecho, uno de ellos fue la planeación y ejecución conjunta del crimen entre militares y paramilitares, lo cual se traduce concretamente en: la entrega de salvoconductos por parte del ejercito para permitir el porte de armas a los sicarios encargados de disparar, el uso de seudónimos y documentos de identidad falsos, el ocultamiento de los criminales en bases militares, la consumación del crimen en la madrugada para facilitar el escape y evitar la presencia de testigos; la utilización de sicarios traídos de zonas lejanas para dificultar su identificación y evitar que los relacionaran con los miembros de la fuerza pública involucrados. En la etapa de investigación y juzgamiento se utilizaron diversos mecanismos de impunidad, entre ellos, la decisión de los jueces encargados del caso de transferir la jurisdicción a la Justicia Penal Militar al considerar que la orden de asesinar a líderes políticos constituye un acto del servicio; de este modo se logró dar un trato más considerado y ventajoso para los agresores y se evitó la posibilidad de intervención por parte de los familiares y amigos de la víctima como parte civil en el proceso. Por esta misma vía se esquivó la inculpación de oficiales de alto rango, desligándolos por completo de los hechos realizados por los hombres bajo su mando. Otro mecanismo de impunidad utilizado para obstruir la realización de indagatorias en el marco de la investigación, fue el traslado y otorgamiento de licencias a los miembros del Batallón Ricaurte implicados en el crimen, el retiro o ascenso de los militares de alto rango que participaron y conocieron sobre los hechos, la demora por parte de la Brigada V y del Batallón Ricaurte en la entrega de la información solicitada por el Juzgado que adelantaba la investigación, además de actitudes de desviación de la investigación como la asumida por los investigadores de la SIJIN de Bucaramanga que informaron que de las personas que murieron en los hechos, incluido el sicario, el único que tenía antecedentes era el alcalde asesinado. El asesinato del principal testigo, Gonzalo Ortega Parada, por orden del Comandante del Batallón Ricaurte, fue un mecanismo importante para garantizar la impunidad de los culpables. Ortega trabajaba para el Ejército y se negó a participar en el operativo que terminaría con la vida de GARCÉS PARRA, por este hecho fue amenazado, pero logró escaparse al enterarse de los planes para atentar contra su vida, sin embargo, poco después fue asesinado y presentado como guerrillero del ELN muerto en combate. Otro aspecto importante para garantizar la impunidad en este caso fue la ruptura de la unidad procesal, ya que por un lado se adelantó la investigación contra los militares implicados, quienes fueron absueltos por la Justicia Penal Militar, mientras por otro lado, la justicia ordinaria inició la investigación de los paramilitares involucrados. Además, la Fiscalía adelantó de forma independiente un proceso contra el comandante del Batallón Ricaurte que terminó finalmente en la absolución. Las autoridades con funciones de policía judicial se hicieron parte del andamiaje de la impunidad de este crimen, al desobedecer las ordenes de captura contra tres paramilitares implicados en el múltiple homicidio, que nunca fueron detenidos. El fenómeno paramilitar no es unidimensional sino que se presenta de diversas formas. En ocasiones se trata de operaciones encubiertas de organismos del Estado que asignan la responsabilidad a “Escuadrones de la muerte”. En otros casos se trata de particulares contratados para realizar asesinatos selectivos en lo que se ha conocido como la modalidad “sicarial”. Otra modalidad de paramilitarismo se presentó en las zonas rurales, donde se conformaron ejércitos paralelos que patrullaban las veredas y operaban en estrecha coordinación con las unidades militares. En Barrancabermeja se evidenció una forma particular de paramilitarismo conocida como “redes de inteligencia”. Entre octubre de 1991 y enero de 1993 funcionó en el puerto petrolero la llamada Rede N° 7 de la Armada Nacional. Esta red fue dirigida por el capitán de la Armada Juan Carlos Álvarez Gutiérrez quien se encontraba bajo las órdenes del Teniente Coronel Rodrigo Quiñónez Cárdenas. Los oficiales reclutaron y contrataron incluso por medio de contratos escritos a ex miembros de la Armada y asesinos a sueldo para realizar asesinatos selectivos en contra miembros y líderes de la Unión Patriótica, la Unión Sindical Obrera, el Sindicato de Choferes de la Empresa de Transportes San Silvestre y el Comité Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (CREDHOS). O para impulsar la conformación de grupos paramilitares en los municipios santandereanos del Magdalena Medio con el apoyo del Batallón Antiaéreo Nueva Granada. Según datos de la Fiscalía General de la Nación miembros de esta red asesinaron a más de 60 personas, principalmente defensores de derechos humanos, líderes sindicales y sociales e Y a pesar de la extensa evidencia sobre la incluso a miembros de la misma red.142 actuación de oficiales de la armada y del ejército, los procesos judiciales adelantados se centraron en establecer la responsabilidad personal de algunos de los paramilitares y sicarios sin profundizar en la estructura paramilitar de la que hacían parte, mientras la justicia penal militar absolvió a los militares inmiscuidos.143 Es importante recordar que el consejo de estado otorgó competencia a la justicia penal militar para juzgar los crímenes de la armada argumentando que “No se trata de que sea función de los militares que laboran en servicios de los que en el lenguaje militar se llaman de “inteligencia” asesinar o cometer actos de terrorismo, ni de que la comisión de asesinatos o de actos terroristas sea cumplimiento de labores de inteligencia. Pero no de esto se sigue que los hechos delictivos de que se acusa a los oficiales y suboficiales mencionados estén desvinculados de su servicio oficial. Todo lo contrario: Si los ejecutaron aprovecharon para efecto su carácter de miembros de la dirección de inteligencia de la Armada Nacional.... No se ve entonces manera de negar el fuero Penal Militare.” 144 3.4 La Impunidad Como Política de Estado La impunidad es una muestra de cómo en el Estado sus componentes: el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial aúnan sus esfuerzos no bajo la idea de echar las bases de un sistema justo y equitativo con miras a su desarrollo y perfeccionamiento que beneficie a los ciudadanos cuyos derechos debe garantizar, sino de someter a una espesa niebla de encubrimiento su culpa y responsabilidad de la práctica de crímenes de lesa Humanidad. El marco de la doctrina contrainsurgente “justifica” de entrada la comisión de estos actos para la conservación del statu quo, del orden vigente de poder. En consecuencia, la impunidad es un entramado completo de ocultamiento de los métodos irregulares empleados por el Estado 142 Datos de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General de la Nación. Fuentes: Jurisdicción Penal: Procesos bajo los radicados 19673 y 029 de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía General de la Nación en Bogotá; el proceso 7377 del Tribunal Nacional en Bogota; y el proceso con el radicado 1953 del Juzgado Regional de Cúcuta. Jurisdicción Penal Militar: Proceso con el radicado 120868 del Tribunal Superior Militar en Bogotá. 144 Providencia 1117A/248 del 11 de agosto de 1994. Magistrado Ponente Leovigildo Bernal al resolver al favor del Comando de la Armada Nacional la colisión de competencias entre ésta y la Fiscalía por la acusación contra el Coronel de infantería Rodrigo Quiñónez de más de 60 asesinatos en el Magdalena Medio. 143 con el objeto de combatir los agentes desestabilizadores de su poder, que sacrifica sin consideración los sujetos que en principio debía garantizarles sus derechos, y a los cuales no les interesa que los ofendidos no sean únicamente las víctimas de dicho accionar sino el género humano completo por la extrema gravedad inherente en los CLH. Una sociedad en las que sus capas dominantes o sus instancias decisorias han logrado un alto nivel de encubrimiento, una sociedad que ha logrado mantener una apariencia de democracia mientras estructura complejos sistemas de represión contra ciertos grupos sociales, es una sociedad donde el discurso y la normatividad protectora de la “dignidad humana” y de los “derechos humanos” se queda en el papel mientras en la práctica se presenta el genocidio de todo aquel que se oponga al sistema. Conforme a los mecanismos legales descritos a lo largo de este escrito, podemos ver que el aparato judicial corresponde a las estrategias estatales de silencio y olvido de innumerables casos de CLH cometidos dentro de los designios de la lucha contrainsurgente, y la represión de los movimientos y organizaciones sociales vistos como factores de perturbación del sistema de poder actual. Tanto cuantitativa como cualitativamente el aparato judicial no cumple con una mínima función de impartir justicia para la resolución pacífica de los conflictos. En vez de ello es una rueda más del complejo engranaje de impunidad estructurado y puesto en marcha por los distintos gobiernos colombianos. La independencia, imparcialidad y objetividad característica de los jueces se ha perdido, y se sigue deteriorando cada vez más. Debemos resaltar que varias de las figuras descritas (principio de favorabilidad, prescripción, causales de justificación, cosa juzgada, in dubio pro reo), en principio son baluartes de la construcción del derecho penal moderno, instituidas desde una óptica racionalista de limitación del poder punitivo del Estado que son concordes con tradiciones de humanización de la norma penal y el respeto a la dignidad del ser humano. Su consagración no se ciñe únicamente a los textos legales, tienen asidero tanto en nuestra Constitución como en Tratados Internacionales. Lo anterior, en vez de ser prerrogativas legales se transformaron en mecanismos institucionales de impunidad, debido a las deformaciones con que se han utilizado gracias a la implementación conjunta de los grupos de mecanismos de impunidad señalados (de hecho, de encubrimiento, de la investigación, desde el poder ejecutivo), viniendo a integrar los mecanismos propios de derecho estatuidos tiempo atrás por la voluble y flexible legislación colombiana sobre Derechos Humanos (véase el Fuero Militar o los Reglamentos Disciplinarios de las Fuerzas Militares) Una comprensión detallada y particular de los mecanismos desarrollados a lo largo de estas páginas, no debe dejar de lado una visión panorámica de los mismos. A efectos de entenderlos en una óptica conjunta que visibilice la estrategia estatal de encubrimiento de los CLH, la falta de mérito probatorio, el in dubio pro reo, la detención administrativa preventiva etc.; potencian aún mas el objetivo de ocultamiento de las autoridades estatales a la luz del aparato de justicia cuando actúan de forma acumulada. Por tanto existen procesos en donde la falta de pruebas, unida a la versión oficial de militares o policías de un combate en donde fueron dados de baja “guerrilleros” que justifica una legítima defensa, mas la credibilidad que se otorgan a estos informes en las instancias judiciales, son un cúmulo de argumentos tendientes a lograr un solo objetivo: la falta de sanción de los responsables a través de la absolución, por ejemplo en el campo disciplinario; y si llegan a adelantarse sobre los hechos investigaciones penales ordinarios, se echa a andar una colisión de competencias por parte de los tribunales castrenses para asumir la investigación por ser la acción relacionada con el servicio, por lo que se aplica el fuero militar, siendo el único veredicto posible la no responsabilidad. Dicho panorama acredita el enfoque centralizado en los mecanismos de derecho, que a nuestro parecer dejan entrever la manera como los otros grupos se emplean o ponen en perspectiva de aquellos, comprendiéndolos en su generalidad. Al final, el uso de capuchas, o el simular enfrentamientos armados etc, tiene directa incidencia en las normas legales y en los pronunciamientos judiciales a efectos de dejar sin castigo actos tan deplorables como lo son los CLH. La combinación de lo anterior hace que la impunidad se legitime en los estrados judiciales de forma sosegada pero efectiva. Ejemplos de la forma encadenada de la actuación de las figuras tratadas con miras a dejar sin sanción a un agente estatal o paraestatal por cometer un CLH hay varios. Solo basta observar los despachos judiciales o disciplinarios donde reposan los archivos de procedimientos que nunca llegaron a término, o se encuentran en “etapa de investigación”, o terminaron en absolución, demostrando la complejidad que se teje en los mecanismos de impunidad en perspectiva de seguir escondiendo la responsabilidad histórica que compele al Estado colombiano asumir por estas conductas. Lo mismo no ocurre frente a los abusos de autoridad, donde los militares o policías son en su mayoría sancionados. Así, las simples desviaciones de poder se corrigen drásticamente, pero las políticas de hostigamiento y represión a la población en general no lo son. El mantenimiento del orden es lo primordial pues el fin justifica los medios. En resumen, el aparato judicial en nuestro país es un componente más de la impunidad impulsada escrupulosamente por las autoridades estatales con el objeto de sepultar su práctica sistemática y generalizada de CLH bajo el horizonte de la lucha contrainsurgente, que de paso busca el amilanamiento de la protesta social. Por ende sus actuaciones no darán y nunca han dado una respuesta satisfactoria a la búsqueda de la verdad y a una justicia material que imponga las verdaderas sanciones a los funcionarios públicos, militares o policías involucrados en las violaciones de derechos humanos; es otro instrumento componente de la misma orquesta de encubrimiento estatal. Esa ineficiencia se traduce en las recientes condenas al Estado Colombiano proferidas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en las cuales se señala la violación a las garantías judiciales y a la protección judicial frente al esclarecimiento de los hechos, la sanción a los responsables y el acudimiento de los familiares de las víctimas a las autoridades jurisdiccionales. Los pronunciamientos de nuestros distintos jueces no satisfacen, a juicio de la Corte, una defensa de los derechos consagrados en esta materia en la Convención Americana de Derechos Humanos 145 . Las consecuencias jurídicas de la impunidad que agobia los despachos judiciales a lo largo del país, tienen directa incidencia en el campo político y social. Mientras que los discursos de poder respaldados en las armas se posicionan, gracias a los crímenes acontecidos que dejaron el camino abonado a su vertiginosa carrera, las víctimas, las organizaciones sociales martirizadas y los opositores sacrificados por el discurso de violencia, fueron sumiéndose paulatinamente en el olvido; el tejido social construido se destruyó totalmente sin esperanzas de volverlo a entrelazar, pues acometer tal empresa era estar nuevamente en los senderos de la victimización, volviendo a reeditar el pasado oprobioso de represión y muerte. El listado de víctimas seguía creciendo, por lo que en últimas nadie volvió a arriesgarse, ya que se decía y sigue diciendo: nunca transitaremos por los mismos caminos por donde transitaron los desaparecidos, los asesinados, los torturados o los prisioneros 146 . 145 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso 19 Comerciantes Vs. Colombia, Sentencia de 5 de julio de 2004, párr. 157 y ss. Citada en Comisión Colombiana de Juristas: op. cit; p: 132-153. 146 Giraldo Moreno, Javier: Colombia. Consecuencias jurídicas..., op. cit. Así, la única esperanza de acabar con la injusticia fue precisamente acudir a la justicia, denunciar las persecuciones, los hostigamientos, los asesinatos, las torturas etc., con la expectativa de su resolución y castigo. Pero al ser el victimario el propio Estado a través de sus agentes estatales y paraestatales, siendo regla fundamental la negación de su responsabilidad y compromiso con el empleo de los CLH, legitimando la impunidad que tanta pleitesía conceden nuestros jueces, construida desde unos mecanismos de derecho y de hecho, la esperanza se sepulta y la impotencia hace presa a la gente ante el mantenimiento de la injusticia. No podemos por tanto aceptar las oscuras justificaciones del Estado de su conversión de victimario a víctima, objeto de los bajos designios de sujetos pertenecientes a un tercer actor armado que quieren remplazarlo o alterar su funcionamiento; ni tampoco que la impunidad es un acontecimiento que se resuelve con la sola inyección de recursos económicos a la justicia, y la toma de conciencia de la gravedad del fenómeno en la sociedad. Sencillamente la impunidad es una política de estado, y mientras no se empiece a confrontar desde nuestros jueces para erradicarla, seguirán siendo estos una pieza más del complejo del olvido y la desmemoria. Surge entonces la necesidad de la búsqueda de la verdad histórica, de desenterrar lo enterrado deliberadamente, protestando contra el orden social y de poder impuesto por los victimarios a través de las armas y la muerte. Quienes ofrendaron su vida en la sistemática y generalizada práctica de CLH llevada por el Estado colombiano mediante la fuerza pública y el paramilitarismo, bajo la égida de una supuesta lucha contrainsurgente que reprimía la sociedad en general, deben ser rescatados de la amnesia que se ha ido apoderando de la memoria colectiva de nuestro país. Este estado de cosas se hizo gracias a una metódica política de impunidad, por lo que el reconocimiento de sus mecanismos, primordialmente de los de orden legal, es un gran paso para no seguir alimentando el camino de la niebla que envuelve a los asesinados, a los desaparecidos, a los torturados. El gran desafío a los efectos tanto jurídicos como políticos de la impunidad es responder a la estrategia del olvido con la estrategia de la memoria histórica que reivindique la vida y la dignidad humana y mantenga vivo el recuerdo de la barbarie para que no ocurra Nunca Más, sembrando hacia el futuro los sueños sepultados por el terror. 4. HACIA LA CONSOLIDACIÓN DE UN MODELO ECONOMICO Y SOCIAL AUTORITARIO Y EXCLUYENTE La lectura de miles de casos que muestran las pautas de persecución a diversos grupos y organizaciones sociales, las estrategias de control social implementadas por medio de la comisión de crímenes de lesa humanidad y los diversos mecanismos de impunidad que ampararon dichos crímenes a lo largo del periodo comprendido entre 1966 y 1998, permiten reconocer cómo fue implantándose un modelo de desarrollo social y económico. Hoy es factible dilucidar a qué intereses sirvieron miles de crímenes, así como el arrasamiento o debilitamiento de las resistencias sociales en muchas de las regiones comprendidas por la zona V, en las que sus elites han retomado el control político. El contexto en el cual se cometieron tantos crímenes y se siguen cometiendo actualmente, superpone o articula tres grandes dinámicas: Un modelo de acumulación capitalista, un modelo de desarrollo económico, que se ha venido implementando y pasa por la articulación de regiones específicas en función de los proyectos del capital nacional e internacional; la expansión del Estado para superar su limitada y precaria presencia con proyectos modernizadores, pero que a la final logran poco más que militarizar lo público; y, la reacción a los avances democratizadores impulsados por las organizaciones sociales alternativas y de oposición política que, en momentos y lugares dados, pudieron convertirse en amenaza a las relaciones de poder constituidas. En estos tres ámbitos descansa el modelo de sociedad y economía que el Establecimiento viene impulsando y al cual han sido funcionales los crímenes de lesa humanidad perpetrados a lo largo y ancho de la Zona V. Un modelo de desarrollo extractivo alrededor del petróleo, la madera, el oro y otros recursos naturales; que consolida la gran propiedad agraria, la ganadería extensiva y los proyectos de agroindustria de palma africana; autoritario y excluyente, fundamentado en la expropiación violenta y en la violación sistemática de los derechos humanos. El modelo ha incluido hasta el presente una estrategia integral de guerra implementada por el Estado. Al lado de garantizar y coadyuvar el accionar paramilitar por parte de las Fuerzas Armadas, el Estado favorece la privatización y militarización de lo público a fin de ejercer soberanía y control en los territorios comprendidos en la zona V. En el caso de la zona cubierta por el presente Informe, los cuerpos de seguridad, los terratenientes y narcotraficantes financiaron, coordinaron y dirigieron –hasta hoy- grupos paramilitares en su propósito de imponer su modelo de seguridad y desarrollo. A la postre, se ha constituido un control autoritario de la población, se ha eliminado con violencia a los disidentes y limitado todos los intentos de protesta social y política. Se ha perseguido y desplazado a los productores de la economía campesina, bajo el pretexto de eliminar la base de apoyo de la guerrilla; se ha desarrollado y se está desarrollando una contrarreforma agraria y la consolidación de un “paraestado” con un sistema privado de seguridad, regulación económica, control político, cobro de impuestos, políticas sociales y procedimientos para dirimir conflictos. De la garantía y funcionalidad que el paramilitarismo representa para tan diversos sectores económicos y políticos es de donde proviene el enorme aparato político y económico que ha sustentado y respaldado el fenómeno paramilitar. A partir de 1999 se registró una fuerte ofensiva del paramilitarismo en el departamento de Norte de Santander y en particular en la región del Catatumbo, que tuvo como epicentro al municipio de Tibú. En esta región nortesantandereana, el periodo que va de 1999 a 2005 ha visto agravarse el conflicto social y armado. Su condición estratégica de territorio transfronterizo, aunado a los intereses económicos que sus reservas carboníferas y su biodiversidad han desatado, el fortalecimiento de los cultivos de hoja de coca, la presencia insurgente y los avances organizativos de las comunidades, se han constituido en principales factores para explicar la situación de violencia, el deterioro de la vigencia de los derechos humanos y la crisis humanitaria, de manera que no han dejado de cometerse Crímenes de Lesa Humanidad contra sus pobladores. La implantación de megaproyectos económicos en la región que buscan favorecer la explotación de carbón, petróleo, gas y de agroindustrias, pretende - a través de la consolidación paramilitar y su correlato en el crecimiento de los cultivos de coca, así como con la implementación del Plan Colombia en la zona-, garantizar la acción de los nuevos proyectos empresariales sin concertación con los pobladores, a expensas del detrimento del territorio y además sin ningún tipo de resistencia social organizada. En lo que respecta al Sur de Bolívar y el Magdalena Medio, tras la arremetida de los años 2000 y 2001, los paramilitares consolidaron su presencia en San Martín de Loba, Rioviejo, Simití, Santa Rosa, Morales, Puerto Wilches, Yondó, San Pablo y Barrancabermeja. Con ello han logrado un control permanente sobre el río Magdalena garantizando una continuidad territorial desde Urabá que se extiende hasta la provincia de Ocaña en Norte de Santander a través de su control del sur del Cesar. En el sur de Bolívar el conflicto social y armado ha mantenido su vigor en los últimos años, a lo que se suman los procesos de desplazamiento forzado y la implementación del Plan Colombia. En esta región, se ha fortalecido la tendencia a la concentración de la tierra y a su uso extenso en ganadería, a su uso inadecuado. La tendencia ha sido provocada por la conjugación del latifundio tradicional con el narcotráfico y los intereses agroindustriales; del paramilitarismo se han servido todos para consolidar, no solo una desigual estructura de tenencia, sino un ejercicio directo de poder que aunque ilegal e ilegítimo configura un cierto orden que mantiene el status quo que se ha venido configurando. Desde la década de los noventa los investigadores sociales han determinado la relación del paramilitarismo con los intereses económicos presentes en una región, es decir que estos grupos no aparecen en una zona únicamente para contrarrestar la presencia de la guerrilla sino casi siempre para controlar las fuentes de recursos económicos existentes en ella. Alfredo Sarmiento Gómez*, afirmó en el año 2002, después de un seria investigación, que sólo el 30% de los casos de presencia paramilitar en los municipios de Colombia se explicaba por la presencia de grupos insurgentes 147 . En los demás casos se hace evidente el interés por controlar zonas estratégicas para la economía legal e ilegal. Y efectivamente, con la consolidación del paramilitarismo en las diferentes regiones de la Zona Quinta, se ha venido viabilizando paralelamente un proyecto económico y productivo que tiene varios frentes: el despojo de tierras mediante el desplazamiento forzado; el avance de los cultivos intensivos de palma africana; la extracción de oro en el sur de Bolívar, el robo de combustibles en Barrancabermeja, el control del cultivo de hoja de coca y la producción de cocaína, entre otros. En la actualidad, es aún más claro que paramilitares y narcotráfico son la cara y el revés de una misma maquinaria que extiende sus inversiones en el contrabando de gasolina, arroceras, comercialización de electrodomésticos y vehículos, transporte público –colectivos, mototaxis-, juegos de azar –chance, casinos- confecciones, construcción, y prostitución 148 . No es el paramilitarismo el que ha infiltrado la economía, como algunas autoridades comienzan a reconocer, sino que bajo su faceta paramilitar, el narcotráfico y otros elementos de la economía mafiosa ha copado para sí las economías regionales. El paramilitarismo ha logrado igualmente insertar el capital mafioso en actividades económicas ilegales o subterráneas “en las que antes participaban de manera indirecta, vendiendo seguridad o simplemente cobrando ‘vacunas’” 149 . Un importante ejemplo de esto es la configuración de “carteles” de gasolina. Las estructuras paramilitares han facilitado la diversificación de las inversiones del capital narcotraficante y mafioso y han pasado de la posesión de latifundios a otras actividades que les permiten incorporarse a economías formales para, entre otras, ampliar el lavado de activos. El control paramilitar sobre la ciudad de Cúcuta, por ejemplo, tiene beneficios inmediatos y directos. Los fondos para financiar la actividad paramilitar y narcotraficante se han venido manejando a través de la red financiera de la ciudad y ello explica que pese a la caída del comercio en Cúcuta a raíz de la crisis política en Venezuela, entre el 2001 y el 2003 la ciudad manejara fondos por encima del promedio nacional150 . En Cúcuta controlan negocios como los moteles, el contrabando de gasolina y de arroz, y los carros de servicio público, taxis. Otro renglón de la economía nortesantandereana afectado por el paramilitarismo es el *Director del programa nacional de desarrollo humano del departamento nacional de planeación. (para 2002) 147 Sarmiento Gómez, Alfredo, Violencia y Equidad, En: Economía, violencia y paz, González, Luis M (comp.), UIS, GER, SIC, Bucaramanga 2002, p.29 148 El Tiempo, “la sombra ‘para’ en las economías regionales, 3 de julio de 2005, pp.1-4 149 Ibid. 150 Ibid. arrocero. El jefe paramilitar alias “Jorge 40” es investigado por blanqueo de dólares a través de la importación y el contrabando de arroz desde Venezuela. A este mismo respecto, a mediados de 2005 la información de prensa precisaba : “A través de trochas que vienen desde Ureña y San Antonio, en Venezuela, semanalmente ingresan a la capital nortesantandereana al menos cinco tractomulas cargadas de arroz, que se vende en el país a precios por debajo de los del mercado151 . Por otra parte, en el departamento de Santander, estructuras paramilitares ejercen control sobre el negocio del Chance, la gasolina y las inversiones en palma africana. El negocio del hurto de gasolina es controlado por los paramilitares, entre ellos el desarticulado Bloque Conquistadores del Opón, que hacía parte del Bloque Central Bolívar (Vanguardia Liberal, 26 de junio, 2005). En el Magdalena Medio se hurta de los tubos de Ecopetrol la mitad del total de galones hurtados a nivel nacional. En especial de las tuberías que conducen el combustible desde Campo Galán hasta Bucaramanga y Sebastopol, y de allí a Tocancipá. Hay indicios de que algunas estaciones de servicio expenden gasolina robada, Del cobro de vacunas que hacían desde fines de los años noventa a los casi 1.500 pimpineros que traen gasolina de Venezuela a través de Cúcuta, los paramilitares han pasado a controlar el negocio en la frontera de modo absoluto mediante la conformación de su propio cartel. El grupo paramilitar al frente de dicha actividad no hace parte del desmovilizado en Tibú en diciembre de 2004. El cartel compró carros para el transporte del combustible y su venta en Cúcuta a través de testaferros y según lo establecido por la prensa, desde mediados de 2004 “empezaron a incursionar en bodegas de almacenamiento (puntos de recolección como los llama el gobierno) para participar de la importación legal pactada por Colombia y Venezuela”. Así, “el dinero de las AUC está infiltrado en al menos uno de los 84 puntos que tienen visto bueno del Ministerio de Minas y Energía y que esperan el inicio de la importación legal” 152 . Las cifras oficiales calculan que solo en un mes por norte de Santander ingresan 30.000 barriles de contrabando que equivalen a unos 5.280 millones de pesos. Por eso, cuando organizaciones como la Fundación Seguridad & Democracia reconoce que las estructuras política y económica del paramilitarismo sigue intacta, a pesar de las aparentes desmovilizaciones de cerca de cinco mil de sus hombres, dice parcialmente la verdad pues sigue dando un tratamiento al tema como si el paramilitarismo fuese una ‘empresa’ autónoma del narcotráfico y otras mafias La Serranía de los Yariguíes 153 , que abarca varios municipios santandereanos entre los que se encuentran El Carmen de Chucurí, San Vicente de Chucurí y Simacota entre otros, así como las serranías de San Lucas (Sur de Bolívar), Santo Domingo y Las Quinchas, poseen grandes extensiones de bosque primario que proporciona inmensos recursos madereros cuya explotación se encuentra mediada por la intervención paramilitar que imponen “impuestos” a los explotadores y regulan la actividad por encima de las entidades estatales. En especial en el sur del departamento de Santander. 151 Ibid. La nota de prensa agrega que en el caso del pago actual de vacunas “el cobro se efectúa cuando descargan las ‘pimpinas’ en el corregimiento La Parada, en Villa del Rosario (área metropolitana de Cúcuta), a pocos metros del puente internacional Simón Bolívar. “Algunos pagan en las oficinas que tienen en Juan Frío (corregimiento a 15 minutos de Villa del Rosario)”, dicen. El Tiempo, “En la frontera, cartel de gasolina”, 3 de julio de 2005, p. 1-5. 152 153 El pasado 13 de mayo, el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial expidió la resolución 603 de 2005, mediante la cual “declara, reserva y alindera el Parque Nacional Natural Serranía de los Yariguíes”. Otro de los componentes característicos del modelo de desarrollo económico que se ha venido imponiendo es el impulso a la agroindustria de la palma africana. Este propósito descansa en dar a la estructura latifundista tradicional una apariencia de eficiencia y modernidad productivas, pero que de paso refuerza y reafirma el carácter excluyente y monopólico del uso de la tierra y no altera para nada la estructura inequitativa de tenencia de la tierra. Respecto a otras producciones, los señores de la tierra han venido implementando las llamadas “alianzas” productivas que no han hecho otra cosa que reforzar sistemas de aparcería154 . Para el caso de la Palma africana, los latifundistas, nuevos y viejos, proponen sociedades a los pequeños e incluso medianos propietarios y productores induciéndolos a asociarse a los proyectos de monocultivo, mediante un sistema de endeudamiento que se presenta como apoyo a consolidar una “economía campesina de la palma”. “En realidad, se trata de contar con una oferta de materia prima permanente sin tener ninguna vinculación laboral entre los latifundistas que controlan los procesos de elaboración y comercialización y los campesinos empobrecidos” 155 . Para el caso del Magdalena Medio se proyectó la siembra de miles hectáreas de palma africana utilizando los recursos del Plan Colombia. Otro de los baluartes que ha tenido por objeto la comisión de Crímenes de Lesa Humanidad en guerra desatada por el paramilitarismo contra los pobladores ha sido el control del contrabando de gasolina que significa un negocio muy lucrativo en cuanto a los miles de millones en ganancias anuales que representa. Pero al lado de ello, y no menos importante, está el control en la adjudicación de los contratos que la Empresa Colombiana de Petróleos que cada vez más se han impuesto como modalidad para el desarrollo de algunos de sus servicios y operaciones. Justamente el papel de la Unión Sindical Obrera, ha convertido la agremiación en un obstáculo al control paramilitar de dichos servicios y operaciones, y ello le ha acarreado la persecución tanto estatal como paramilitar. En cuanto a la minería, el periodo que comprende entre 1998 y 2005 no ha hecho otra cosa que verificar la apropiación violenta a través del paramilitarismo de los ricos yacimientos de oro en los municipios de Río Viejo, San Pablo, Moralito, y algunos otros comprendidos por las explotaciones auríferas en la Serranía de San Lucas, en el Sur de Bolívar. En dichas zonas, sobre todo después de 1995 cuando se aumentó el registro de la producción, el terror paramilitar y los crímenes de lesa humanidad cometidos han permitido a las empresas trasnacionales, eso sí, con anuencia de las autoridades nacionales respectivas, apoderarse de las minas. Con el control de los paramilitares, estos dispusieron de los registros de las concesiones, títulos que les permiten venderle el oro al Banco de la República. Recientemente se ha puesto al descubierto cómo, los capos de las mafias paramilitares que tienen asiento en Córdoba recibieron como contraprestación -dada su colaboración para la apropiación de las minas- la posibilidad de declarar ante el Banco de la República como salido de Córdoba el oro que realmente es extraído en el sur de Bolívar; con lo cual, el porcentaje de regalías recibido amplía las rentas departamentales que son manejadas por 154 “Las alianzas son el remedio legal para eludir las obligaciones con los trabajadores agrarios desposeídos. Al volver socio al trabajador, el latifundista ahorra en jornales y elimina las horas extras y las prestaciones sociales. La clase propietaria considera que ellos deben conservar la administración de las alianzas dada su “experiencia””. César Jerez. “Neoliberalismo, cuestión agraria, desarrollo regional, derechos humanos y conflicto: la lucha por el derecho a la tierra en el Magdalena Medio”. En Por el derecho a la tierra. Plataforma colombiana de derechos humanos, democracia y desarrollo, Bogotá, 2002, p.212 155 Ibid, p.212 ellos mismos y que repite la historia de hacer del Banco central del país, un importante lavador de recursos de las mafias del narcotráfico156 . Entre los proyectos que comprometen recursos del estado pero apalancan beneficios para el capital privado y que vienen siendo impulsados en el periodo reciente en las regiones abarcadas por la Zona Quinta destaca el proyecto Yuma que implica la recuperación de la navegabilidad del río Magdalena como vía de transporte de carga, una ruta pensada para la exportación. El desarrollo del proyecto ha requerido la consolidación paramilitar mediante la violencia y el desalojo en municipios como Puerto Berrío, Barrancabermeja, Gamarra y otros puertos del Magdalena Medio. Otros proyectos en juego dentro de la dinámica regional de la zona quinta, concurren en la región del Catatumbo. Los análisis reconocen al menos cuatro de ellos: los cultivos de uso ilícito, el petróleo, el carbón y los ejes viales, que permiten la explotación eficiente de los tres primeros. Los cultivos de hoja de coca en el Catatumbo comenzaron en la Gabarra, municipio de Tibú, y se fueron extendiendo a Teorama, Convención, El Carmen, San Calixto, El Tarra y Hacarí, zonas en las que era anterior la presencia de los grupos insurgentes. La llegada e implementación del paramilitarismo a estas regiones a fines de los años noventa estuvo marcada por el registro de masacres y desplazamiento forzado. Aunque en muchos e interesados análisis la situación a que se da lugar se ha presentado como una disputa entre paramilitares y guerrillas por el territorio y los cultivos, lo cierto es que el ingreso de insumos necesarios para el procesamiento de la hoja de coca en cocaína requiere indispensablemente la colaboración de las unidades de la fuerza pública acantonada en la región, lo cual no puede considerarse como una situación propiciada apenas por la corrupción de algunos miembros de las instituciones. Con el argumento de que los yacimientos petrolíferos en el Catatumbo estarían prácticamente agotados, la empresa colombiana de petróleos ECOPETROL ha venido en los últimos años desmantelando la estructura productiva que tenía en la región y en ese marco procedió al cierre de la refinería que tenía en Tibú. Posteriormente, la empresa estatal ha buscado entregar en concesión al capital privado la exploración y explotación de los ricos yacimientos en hidrocarburos que la zona posee. Ha sido justamente el control paramilitar de algunas zonas y centros urbanos de la región el que ha permitido, desde fines de los noventa, que empresas extranjeras adelanten sus trabajos de sísmica a fin de evaluar el verdadero potencial de los yacimientos. Los centenares de muertos y miles de desplazados que ha provocado la presencia paramilitar, coinciden con el asentamiento de los proyectos empresariales extranjeros 157 . También en la zona del Catatumbo se ha establecido la existencia de un considerable yacimiento carbonífero y ello ha desatado el interés de los capitales que tradicionalmente han explotado este recurso en el departamento. La importancia económica que ha cobrado el Catatumbo ha planteado para el desarrollo económico que se le plantea a la región – siempre sin dejarle nada al desarrollo de la población o del departamento- la necesidad de construir eficientes ejes viales para la exportación de carbón y petróleo. 156 Cfr. Observatorio social de empresas trasnacionales, megaproyectos y derechos humanos, “Los megaproyectos detrás del paramilitarismo”, y Peña Hoyos, “¿Qué hay detrás del conflicto colombiano?”, en Pueblo y Territorio Nº 1, 2005. 157 Peña Hoyos, D.“¿Qué hay detrás del conflicto colombiano?”, en Pueblo y Territorio Nº 1, 2005. La extensión de los cultivos de coca en Magdalena Medio era de 3,686 hectáreas a finales de 2004 158 . Las principales áreas de cultivo se han ubicado tradicionalmente en el sur de Bolívar, en particular en los municipios de Santa Rosa del Sur y San Pablo. En el municipio de Bolívar (Santander), el área cultivada en 2004 es 5,2 veces mayor a la de 2001. MUNICIPIO 2002 DEPARTAMENTO DE BOLÍVAR ARENAL 71 CANTAGALLO 446 MORALES 64 RIOVIEJO 166 SAN PABLO 614 SANTA ROSA DEL 996 SUR SIMITI 321 TIQUISIO 7 SANTANDER BETULIA BOLIVAR 101 CIMITARRA 120 EL CARMEN 18 EL PEÑÓN LANDAZURI 43 PUERTO PARRA 19 RIONEGRO 1 SAN VICENTE DE CHUCURI SIMACOTA 19 TOTAL 3.065 2003 2004 194 511 145 288 1105 1336 109 229 78 242 756 925 410 72 338 69 307 96 62 487 157 18 1 3 24 23 5 19 33 20 4.604 3.686 Fuentes: Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos, SIMCI. El negocio de la cocaína generó en el 2004 para la región del Magdalena Medio un ingreso bruto cercano a los $80 mil millones, de los cuales apenas un 14 por ciento llegó al bolsillo de los cultivadores como ingreso neto. La suma restante quedó en manos de intermediarios o se dedicó a la compra de insumos para el procesamiento: aproximadamente 870 toneladas de cemento, 27 mil litros de ácido sulfúrico, 55 toneladas de soda cáustica y 970 mil de galones de gasolina (equivalentes a unos 64 barriles diarios)159 . Mediante el paramilitarismo, el narcotráfico consolidó su dominio de zonas que funcionan como “corredores” para la salida de droga al exterior. El envío de remesas hacia el país aumentada en los últimos años -al punto de que el precio del dólar a mediados de 2005 cayó 158 Estas cifras se basan en imágenes de satélite captadas entre noviembre de 2004 y enero de 2005 en el marco del proyecto SIMCI. 159 Esta estimación se basa en información de precios y coeficientes técnicos citados en los estudios de UNODC (2005). Informe sobre cultivos de coca 2004. Disponible en internet, y Fonseca, Gutiérrez y Rudqvist (2005). Los cultivos ilícitos en el sur de Bolívar. Bogotá: PNUD-ASDI. a los precios del 2002- y en regiones que ni siquiera son exportadoras pero están bajo su control los precios son aún menores160 . Pero el despliegue paramilitar tiene también otra connotación que aquí se ha señalado dentro de su funcionalidad en la viabilización de la implementación del modelo económico neoliberal. Las acciones y medidas emprendidas contra sindicatos como los de las embotelladoras de Coca Cola en Barrancabermeja, Cúcuta y Bucaramanga, de Palma Africana en San Alberto, Cesar y Puerto Wilches, en el Magdalena Medio, o la Unión Sindical Obrera, permiten evidenciar la implementación de estrategias encaminadas a quebrantar las organizaciones, reprimir su movilización, desconocer las peticiones laborales de los trabajadores, y principalmente, implementar las medidas de flexibilización laboral que van desde mejorar la productividad del trabajo fusionando cargos y labores, hasta la reducción de los salarios y el cambio en las formas de contratación laboral imponiendo el empleo de trabajadores temporales y contratistas a través de las cooperativas de trabajo asociado. La persecución, hostigamiento y CLH contra los sindicatos de algunas empresas clave en el modelo económico que se ha impuesto para imponer condiciones favorables y obtener ventajas dentro de las políticas de apertura económica, han sido complementadas integralmente por la acción paramilitar y militar, de donde provienen procedimientos “legales” e ilegales, amenazas, presiones y Crímenes de Lesa Humanidad que resultaron fundamentales para imponer la flexibilización laboral y cumplir las metas institucionales trazadas por las empresas en el marco de la liberalización económica. La persecución contra los sindicatos asentados en la Zona Quinta en el periodo que este Informe considera, ha dejado algunas organizaciones gremiales destruidas y gran cantidad de mano de obra sindicalizada desplazada. Este sucinto panorama deja claro que el llamado desarrollo económico que se le impone al conjunto de la región se hace sinónimo de violencia, desalojo y muerte, con su estela de crímenes de lesa humanidad. En ese sentido, el desplazamiento forzado en Colombia es un crimen de lesa humanidad sistemáticamente dirigido hacia la expropiación, la implementación de la contrarreforma agraria y el aseguramiento de territorios estratégicos. Respecto al conflicto agrario se ha anotado cómo “los grupos paramilitares juegan el papel de ejércitos privados del “mercado” de tierras, que a través del terror imponen un sistema de precios que conduce al despojo y desplazamiento de los campesinos que han valorizado la tierra a través de años de trabajo en dichos predios. El modo de funcionamiento de este “mercado” de tierras asociado al proyecto narcoparamilitar y ganadero, muestra el desplazamiento de la población nativa y su reemplazo por una población afecta al proyecto paramilitar. De esta forma, se transporta la base social del modelo de “desarrollo y orden” que ofrece el proyecto de modernización agraria contrainsurgente al cual está vinculada la acción paramilitar” 161 . Del mismo modo en el Sur de Bolívar, varios municipios se han venido caracterizando como expulsores de desplazados en la región – al menos en los años noventa- destacan Rioviejo, San Pablo, Simití, Tiquisio, Yondó. Barranco de Loba, Achí y Barrancabermeja. A su vez, Barrancabermeja se constituyó en el principal centro receptor de desplazados. Entre 1987 y 1997, recibió 3.621 desplazados, en su mayoría provenientes de San Pablo, Puerto Wilches, Rioviejo, Santa Rosa, Yondó y Puerto Berrío, y sólo en el año siguiente se registraron 1285 nuevos desplazados en la ciudad. 160 El Tiempo, “la sombra ‘para’ en las economías regionales, 3 de julio de 2005, pp.1-4 Gustavo Zárate. “Conflicto sociopolítico y desplazamiento de la población en el departamento de Bolívar”. Seminario Desplazamiento Forzado y Conflicto Social. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1997 161 Norte de Santander ha sido uno de los departamentos de mayor impacto por el conflicto interno. Es una de las zonas que concentra mayor actividad y presencia del paramilitarismo y de grupos insurgentes. Este departamento en años recientes ha generado sucesivos e importantes movimientos de personas tanto al interior como al exterior del país 162 . Norte de Santander, junto con Arauca, son los principales departamentos de procedencia de desplazados colombianos hacia Venezuela con el 38.3% y 29.3% respectivamente, en conjunto el 67.6%. Tan solo entre enero de 2000 y junio de 2001, se desplazaron forzadamente hacia Venezuela, 2.125 personas procedentes de Norte de Santander163 . En la región del Catatumbo el desplazamiento forzado es una constante por lo menos desde los primeros años de la década de los noventa. Siguiendo la tendencia departamental, los años de 1999, con 5.867 desplazados y el 2002, con un total de 21.244, han sido los años más críticos en esta zona aún cuando el promedio está en unos 4.000 desplazados en los restantes años. Las ciudades de Cúcuta y Ocaña se han constituido en las de mayor recepción de personas desplazadas, aunque también se da el desplazamiento inter.-rural, cuando a la población no se les permite la llegada a los núcleos urbanos, así como intermunicipal, interdepartamental e internacional, dada la condición fronteriza con Venezuela 164 El desplazamiento forzado en las zonas rurales de la zona quinta ha facilitado la concentración ilegal de tierras fértiles a manos de paramilitares, pero principalmente ha posibilitado la redefinición del uso del suelo; de ahí que el proceso de concentración de tierras haya permitido la implementación intensiva de monocultivos como la palma africana o el caucho en el Magdalena Medio, los Santanderes y el Sur del Cesar. El modelo agroindustrial que se ha puesto en marcha, y que ha mantenido su crecimiento, implica además una transformación de los territorios que acarrea serios problemas ambientales. El cambio en la estructura agraria, en el sistema de tenencia de la tierra, ha contado con el concurso de amplios sectores de las fuerzas armadas, del latifundio tradicional, del gamonalismo político local y regional, así como de las empresas multinacionales. La exclusión y marginamiento a que condena el “exitoso” modelo económico apuntalado por el paramilitarismo y la acción represiva de la tropa regular en la zona V se agudiza aún más si se consideran las cifras que reflejan la situación de derechos humanos. En el primer semestre de 2005 se registraron 110 casos (117 víctimas) en los que los paramilitares (Bloque Central Bolívar) violaron los derechos humanos en el Magdalena Medio, pese al cese a las hostilidades declarado por las AUC desde el 5 de diciembre de 2002. Las víctimas eran campesinos, comerciantes, hacendados, vendedores de chance, tejedores de atarrayas, pescadores y mecánicos. Entre las víctimas estaban también dos trabajadores de ECOPETROL afiliados a la USO y tres personas asesinadas como parte de operaciones de ‘limpieza social’ 165 . En la misma región del Magdalena Medio, y durante el primer semestre de 2005, el desplazamiento forzado se incrementó ligeramente con relación al año 2004. 162 Fundación para la paz y la democracia, Fundapem. Dimensión y problemática que afecta los desplazados hacia Ecuador, Venezuela y Panamá, por el conflicto bélico en Colombia. El rostro ignorado de los desplazados colombianos más allá de las fronteras. Diagnóstico. San José de Costa Rica, 2004, pp.95-96 163 Ibid., p. 42 164 Funprocep. Marginalidad, riqueza y negación. Conflicto, derecho a la educación y desplazamiento en el Catatumbo, 2004 165 En el Observatorio de Paz Integral en el Magdalena Medio participan la Diócesis de Barrancabermeja, la Universidad de la Paz, CREDHOS, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio y la Defensoría del Pueblo, regional Magdalena Medio. Municipios del Magdalena Medio que históricamente han presentado altos índices de violencia política continúan estando entre los más violentos de Colombia, es el caso de Barrancabermeja, Sabana de Torres, Puerto Parra, Aguachica, Santa Rosa del Sur, San Pablo y el Carmen de Chucurí.