Sarcasmo y provocación en el 1º movimiento de la Sonata para piano Op. 31 nº 1 de Beethoven (3º PREMIO) Emilio Lede Abal Director do traballo: Luis Costa Vázquez El op. 31 nº 1 es un buen ejemplo de humor beethoveniano. Frente a las inofensivas bromas de Haydn y en contraste con el refinado (y retorcido) humor mozartiano, Beethoven muestra aquí su faceta más sarcástica y provocadora. Como su contemporáneo Goya, otro gran sordo, el compositor de Bonn emplea deliberadamente la fealdad con el propósito de escandalizar al oyente, eso sí, como veremos a continuación, de manera groseramente jocosa. «E stoy muy descontento de todas mis obras. Desde hoy emprenderé un nuevo camino», le dijo Beethoven a su amigo y antiguo profesor de violín Wenzel Krumpholzi. La confesión –referida por Czerny, alumno del primero–, data al parecer del año 1802. Según Krumpholz, poco después aparecieron las 3 sonatas del op. 31, si bien Ernesto de la Guardia opina que el disgusto del compositor fue motivado por la primera obra de dicho opus, puesto que «no está a la altura de las sonatas que la rodean, aunque su belleza [sic] es suficiente para que la hubieran firmado un Mozart o un Haydn». En la misma línea, Edwin Fischer sostiene que la sonata en Sol M es «serena y casi haydniana en estilo»ii. No podemos estar de acuerdo con estas opiniones, pues como se expondrá más adelante, la deliberada fealdad del primer movimiento del op. 31 nº 1 atenta de manera feroz y despiadada contra la refinada tradición del buen gusto dieciochesco. Esta actitud sarcástica y provocativa, junto a aspectos (¿puramente?) técnicos tales como el uso de la mediante como tonalidad secundaria (la primera vez que no emplea la tonalidad de la dominante en sus sonatas para piano), bien puede responder a ese «nuevo camino» que estaba surgiendo de la confesa insatisfacción (artística) del músico de Bonn. La actitud frívola de este primer movimiento parece ser atestiguada por el comentario de Czerny sobre la manera en que era interpretado por el propio compositor: con enérgica vivacidad y con cierto carácter caprichosoiii. El humor –vía de escape de su progresivo deterioro auditivoiv– también impregna el resto de la sonata. El segundo movimiento, adagio grazioso, es excesivamente largo, sin sentido algunov, y en él se mofa del bel canto con interminables figuraciones y profusa ornamentaciónvi. Elterlein, Marx y Lenz captan en sus estudios su esencia italiana, si bien yerran al idealizarlavii. Schauffler, por el contrario, considera este movimiento haydniano y dice, además, que «no hay nada revolucionario en la alegre sonata en Sol M»viii. La literatura romántica y postromántica, parece evidente, no podía concebir a Beethoven, el héroe, perdiendo su precioso tiempo en frivolidades como estaix. Schubert tomó el tercer movimiento como modelo para el rondó final de su penúltima sonata para piano (D 959). Incluso copia la idea del último estribillo, interrumpido por silencios, aunque con una intención completamente diferente: allí ISNN: 2174-0054 | donde Schubert alcanza lo sublime, Beethoven se burla del esfuerzo del pianista por recordar el estribillo una vez másx. No es de extrañar, pues, el desconcierto que las sonatas del op. 31 causaron entre críticos y músicos. Sin embargo, no tardaron mucho en pasar a formar parte del repertorio habitual de conciertoxi. Objetivo del trabajo Dos son los objetivos principales que guían el desarrollo del presente artículo. Por un lado, se intenta mostrar la frivolidad y el carácter humorístico de la obra, en principio ajenos a la consideración que los intérpretes y el público tienen de Beethoven, del que el Romanticismo nos ha transmitido el mito del héroe, la idea del músico trascendental «que liberó a la música», como se ha comentado en la introducción. Por otro lado, también puede servir de ayuda al pianista que se enfrente a la interpretación de la obra, al menos en lo que respecta al primer movimiento. Nuestros oídos son bombardeados constantemente por una enorme cantidad y diversidad de músicas, lo cual dificulta el conocimiento del inmenso repertorio que debemos afrontar. Incluso los músicos de la época de Beethoven, buenos conocedores de los mecanismos de un estilo bastante homogéneo todavía, reconocían en ocasiones sus dificultades para comprender ciertas obras del compositor de Bonn. Por ello, este análisis parcial intenta aproximarnos a algunas de las ideas que guían la composición de Beethoven, y por tanto puede ser un punto de partida para el intérprete que desee tocar la obra. Metodología Puesto que los elementos de la composición no pueden a menudo disociarse unos de otros, hemos optado por evitar un análisis basado en parámetros separados. Otra opción habría consistido en un enfoque que partiese de lo general hacia lo particular, pero finalmente se ha adoptado un criterio cronológico teniendo en cuenta el carácter dramático de la forma sonata, en la que se suceden los acontecimien- Abril 2011 Nº 1 | Revista del Conservatorio Superior de Música de Vigo | diapente | 25 tos, adecuado en especial para el lector que no conozca en profundidad la obra. Así pues, el análisis se centrará en los aspectos humorísticos y transgresores que acontecen a lo largo del primer movimiento de esta sonata para piano de Beethoven. Diseño y desarrollo de la investigación El principio de la exposición (ej. 1), donde las dos manos parecen incapaces de tocar juntasxii, es toda una declaración quería un contraste en el tercer compás, como muestra el p de algunas edicionesxiii.) Por si quedase alguna duda, Beethoven insiste reiteradamente en la misma idea, y además en el mismo acorde de Sol (8 compases nada menos: deliberada pobreza armónica), añadiendo más leña al fuego con las prohibidísimas síncopas armónicas del final del pasaje (c. 8). La cadencia en Re no sincopada hace más evidente todavía la vacuidad y el deliberado mal gusto de este comienzo. Mozart, un infante transgresor (véanse si no las piezas experimentales del Cuaderno de Nannerl o del Cuaderno de Londres), no habría Ej. 1. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 1-11. de intenciones. La síncopa inicial –además de no provocar disonancia alguna, como suele ser preceptivo– incumple de manera flagrante la norma según la cual la parte que ocupa el tiempo fuerte del compás no debe ser mayor al espacio destinado al tiempo débil, que en el presente caso dura hasta ¡6! veces menos. El acorde de la mano izquierda, al principio del compás y en abierta contradicción con el acento desplazado de la derecha, aclara la naturaleza transgresora de la síncopa al tiempo que la socava. Beethoven no juega con la síncopa a la manera de Haydn, con la intención de crear una confusión métrica (como en el trío del minueto de la Sinfonía nº 92 «Oxford»), sino con el propósito de provocar tolerado de ninguna manera tanta simpleza como vulgaridad. Lo que sigue (cc. 12-22) es la repetición transportada y casi literal del anterior pasaje. La principal diferencia se encuentra en la primera nota de la mano izquierda, en vez del acorde tríada del inicio un solo fa natural que enfatiza la violencia del cambio de armonía (ej. 2), secundado por la oposición dinámica (del acorde de Re M en p al de Fa M en f). La próxima broma es formal. La desbocada catarata de semicorcheas en octavas (cc. 30-45) parece dar comienzo, debido a los cambios de textura y carácter, al puente o transición que conecta el primer grupo temático con el segundo. Ej. 2. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 12-14. en el oyente –siempre que esté familiarizado con la tradición anterior del Clasicismo vienés– una sensación de profundo desagrado. Haydn, poseedor de un delicioso e inocuo sentido del humor blanco, se habría escandalizado ante tan irrespetuoso e hiriente sarcasmo. (Nota sobre la dinámica: el tenso p quizás sea necesario para el grosero exabrupto en f del c. 8 con anacrusa, aunque Edwin Fischer, dudando acerca de dicha indicación, lo toca f y afirma que Beethoven Las expectativas se ven frustradas con la semicadencia en Sol con la que concluye el pasaje. Tras unas insulsas repeticiones, en su parte final se encuentra un momento especialmente vacuo y a la vez hilarante, el de los arpegios ascendentes y descendentes (¿a qué viene toda esa palabrería?), como si se tratase de la parodia de un estudio para piano de Czerny (ej. 3). Irónicamente, lo que parecía iba a ser el puente es estable armónicamente, mientras la sección del primer 26 | diapente | Revista del Conservatorio Superior de Música de Vigo | Abril 2011 Nº 1 | ISNN: 2174-0054 grupo temático, que debería ser estable, no lo es: Sol M al principio, cadencia de la primera frase en Re, tratamiento secuencial (=inestabilidad) de la primera frase transportada a Fa M y consiguiente cadencia en Do, finalmente vuelta a Sol por medio de otra repetición secuencial antes de comenzar la falsa transición armónica. La vuelta al principio –el consecuente de la primera frase en el 46–, 35 compases después de que su antecedente hubiese finalizado, enfatiza la sensación que nos ha dejado la falsa transición de haber estado dando vueltas para no llegar a ningún lado. Finalmente la armonía se encamina a si La repetición del tema b en modo m se engarza con la arquetípica secuencia ascendente del siglo XVIII a la que sucede una manida progresión descendente de quintas, pasaje que volverá a reiterarse con los elementos de la textura invertidos. En el primer ciclo de quintas, la sincopación de Ej. 5. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 83-88. Ej. 3. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 39-45. m, tonalidad confirmada por las reiteradas semicadencias, la mayoría de ellas frigias (cc. 55-56, 59-64, ej. 4), que anuncian el esperado segundo tema (c. 66). Pero con 2 sorpresas: la primera el carácter circense del tema, que parecía iba a ser, al fin, algo serio, y la segunda el modo mayor de Si que anticipa el sol# del c. 65. De la manera más resbaladiza que se pueda imaginarxiv, el modo pasa de mayor a menor en la soldadura previa a la reiteración del tema secundario. Significativamente, y en otro ataque contra la tradición clásica, esta es la primera exposición de sonata de Beethoven que no termina en la tonalidad de la dominante o del relativo la mano izquierda provoca unas heterodoxas y reprobables segundas inversiones de los acordes de mi, Re y do# (cc. 83-85) dentro de la secuencia Si7 – mi – La7 – Re – Sol7 – do# – Fa#7 (ej. 5). La sensación que experimenta el oído es extraña: la cuarta y sexta se escucha al principio como un acorde de floreo del acorde de séptima, pero luego, sorprendentemente, se disuelve en la primera inversión de la siguiente quinta. En el período cadencial la ambigua oscilación entre el modo menor y el mayor (cc. 99-102) resulta divertidamente Ej. 4. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 53-64. mayor en relación a la tonalidad principal, inaugurando una de las relaciones tonales mediánticas que caracterizarán a la música del Romanticismo. La cadencia de los cc. 9-10 ha «quemado», por así decirlo, la tonalidad de Re M, la dominante de Sol en la que debía haber terminado la exposiciónxv, y por ello la armonía se dirige hacia si, cuya conexión con Sol M se debe a su condición de relativo de Re Mxvi. ISNN: 2174-0054 | chirriante, lo que sumado a la reiteración de la cadencia perfecta a partir del c. 104 (4 veces seguidas) acaba derivando en una parodia de la parte final de la exposición (ej. 6). (Véase y escúchese la genial parodia de una sonata de Beethoven por Dudley Moore; obsérvese en particular su exagerada burla del proceso cadencialxvii.) Abril 2011 Nº 1 | Revista del Conservatorio Superior de Música de Vigo | diapente | 27 El desarrollo está construido a partir de 2 elementos: el ritmo cojo del comienzo del movimiento en la arquetípica progresión de quintas descendente, y las vacuas escalas descendentes del falso puente dentro de la progresión clásica ascendente más habitual. Al principio, Beethoven vuelve a la tonalidad de la tónica para descansar tras la tensión originada en la exposición debido a la oposición de las dos áreas tonales de Sol y si, inmediatamente antes de las dramáticas modulaciones que caracterizan al desarrollo beethovenianoxviii. Esta manera de comenzar la segunda sección de la sonata, que había caído en desuso desde aproximadamente 1770xix, ¿forma parte acaso del desvarío tonal iniciado en va y humorística de aquélla. En el ej. 7 se muestran las dos versiones, en primer lugar la original y luego la «correcta». Al final de la retransición aparece la novena menor de dominante (c. 182), que originalmente era un retardo o apoyatura de la duplicación de la nota fundamental en la voz más aguda. Por esa razón se situaba al menos a una distancia de novena por encima de la nota base del acorde y se prohibía que se colocase por debajo o como intervalo de segunda respecto a la fundamental. La novena aparece 3 octavas por encima de la raíz del acorde las 3 primeras veces (cc. 182, 184 y 186; sólo 2 de ellas aparecen en el ej. 8), pero en Ej. 6. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 98-108. Ej. 7. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 159-160. la exposición que posteriormente será rematado (y exagerado) en la reexposición?; ¿o es que Beethoven, en su afán reiterativo, está amenazando con volver a repetir de nuevo la exposiciónxx? El acorde en sf de los cc. 158-161 ocupa el lugar de la sexta aumentada, enfatizando a la dominante que le sigue la tercera ocasión –aquí está la provocación– se encuentra inesperadamente a distancia de segunda menor en relación a la nota principal del acorde. Sin embargo, después de haber escuchado la novena en la disposición «correcta» varias veces, la mano izquierda percute solamente el mib después de que la derecha haya tocado el acorde de séptima de dominante una semicorchea antes, por lo que el oído identifica el sentido armónico de la nota pero también el nuevo contexto en que aparece. Un buen ejemplo de transgresión desde la tradiciónxxi. El oyente (clásico) todavía está escandalizado por la fea nota provocadora, que desvía la atención, cuando ya suena la estruendosa y brusca recapitulación. Ej. 8. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 183-196. con frecuencia en momentos estructuralmente importantes, y éste lo es puesto que la reexposición es inminente. Pero al jugar con el arpegio del acorde mib – sol – sib – do#, la 6ª A alemana en Sol, el do# pasa a estar por debajo del mib, de manera que el intervalo de 6ª A se transforma en una 3ª d. Aunque la teoría armónica tradicional lo considera con frecuencia un acorde de 6ª A, en realidad no es sino una «romántica» 7ª d con la 3ª rebajada, una deformación incisi- En el c. 215, después del exabrupto en los 2 anteriores, hay un detalle de escritura interesante, el la# duplicado que forma parte del acorde de 6ª A previo a la dominante de mi m (al final del ej. 9; compárese con el ej. 4, en el que se duplica el la#, la sensible de si). Aunque el contexto armónico es muy tradicional –la 6ª A como nota de paso en la cadencia frigia–, su duplicación, sin embargo, no lo es tanto. En el Clasicismo suelen evitarse las duplicaciones de las notas característi- 28 | diapente | Revista del Conservatorio Superior de Música de Vigo | Abril 2011 Nº 1 | ISNN: 2174-0054 cas (sensibles, sextas napolitanas, sextas aumentadas,...), especialmente si se encuentran en el bajo, lo que en parte le proporciona al estilo la sonoridad cristalina y transparente que lo distingue del Barroco y del Romanticismo. La incongruente inestabilidad armónica del primer grupo temático de la exposición se acentúa irónicamente en la reexposición, en teoría la parte más estable de la forma sonata, en la que tendrían que resolverse los conflictos explícitos del desarrollo, latentes en la exposición por la oposición tonal (y temática). La recapitulación, en Sol M, comienza casi de la misma manera que la exposición, con la misma flexión hacia dad, Beethoven vuelve a utilizar el material del falso puente de la exposición, que transmite la misma sensación de pasaje de transición que nos va a llevar a otro lugar. Pero no nos conduce a ningún lado, sino a las cadencias finales. Alternando la dominante y la tónica, se crean expectativas que luego se resuelven pobremente en los cc. 312-322, de un modo parecido –aunque ampliado– a los momentos finales del primer grupo temático (cc. 25-30). Y tras el grotesco exabrupto en ff de los cc. 320-322, el p final en un sencillo y ligero staccato. ¡Como si nada hubiera pasadoxxii! Ej. 9. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 209-216. Re aunque en vez del p del principio se escucha un estruendoso ff y en vez del acorde inicial en la mano izquierda aparece un tenebroso Sol grave. Pero después de la cadencia en Re (cc. 203-204), Beethoven vuelve sobre sus pasos y efectúa otra nueva parada en Sol, seguida inmediatamente de la modulación a mi m, luego Mi M con la aparición del tema b, reiterado en mi m, y finalmente otras 2 veces la misma idea melódica circense en la tonalidad principal, es decir, Sol M. El extravío de la armonía, la reiteración del tema b, la grosería de los exabruptos en matiz f, la vulgaridad del tema Conclusiones Por todo lo dicho, la intención de Beethoven al escribir la obra no parece muy seria. O sí, si hacemos caso de la irónica máxima freudiana que afirma aquello de que «cuando hablamos en broma es cuando más en serio hablamos». En efecto, se trata de un ataque feroz a la tradición clásica de la cual procede el propio compositor, por medio de la burla y la Ej. 10. Beethoven, Sonata op. 31 nº 1, I, cc. 312-325. secundario, otra vez la repetición de las manidas progresiones ascendente y descendente, la 8 cadencias perfectas seguidas con la misma melodía al final de la reexposición... confirman el carácter humorístico de la pieza. En la coda, en la que se reitera de nuevo el mismo comienzo de la exposición y del desarrollo en la misma tonali- ISNN: 2174-0054 | transgresión de numerosas normas y convenciones, principalmente estéticas, formales y armónicas. Hasta el momento apenas se ha hablado acerca de la manera de tocar la obra. No obstante, parecen evidentes las repercusiones que se derivan del estudio de la partitura para la interpretación de este primer movimiento de la sonata. Pero Abril 2011 Nº 1 | Revista del Conservatorio Superior de Música de Vigo | diapente | 29 la plasmación (o no) de las ideas expuestas no corresponde al analista sino al intérprete, que en cualquier caso debería tener presente el admonitorio consejo de Alfred Brendel: «El pianista que no consiga hacer reír a alguno de sus oyentes después de haber tocado esta sonata debería convertirse en organistaxxiii». Bibliografía ROSEN, Charles (1994): Formas de sonata, Barcelona: Labor ROSEN, Charles (1994): El estilo clásico. Haydn, Mozart, Beethoven, Madrid: Alianza ROSEN, Charles (2005): Las sonatas para piano de Beethoven, Madrid: Alianza BEETHOVEN, Ludwig van (1980): Klaviersonaten, Munich: Henle, edición de B. A. Wallner SCHAUFFLER, Robert H. (1937): Beethoven. The Man who freed Music, Nueva York: Doubleday, Doran & Co. BURK, John N. (1943): The Life and Works of Beethoven, Nueva York: Random House THAYER, Alexander W. 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(1998): op. cit., pág. 573. xiv KÜHN, Clemens (1994): Tratado de la forma musical, Barcelona: Labor, pág. 174. xv Según la opinión de Joám Trillo. xvi www.youtube.com/watch?v=GazlqD4mLvw parodia perteneciente a un espectáculo del grupo cómico británico de los años 50 y 60 Beyond the Fringe. xvii ROSEN, Charles (1994): Formas de sonata, Barcelona: Labor, pág. 175. xviii ROSEN, Charles (2005): Las sonatas para piano de Beethoven, Madrid: Alianza, pág. 26. xix ROSEN, Charles (2005): op. cit., pág. 208. xx Como decía Stravinsky, «lo que no es tradición, es plagio»; es decir, que no se puede innovar si no es desde la tradición. xxi Sobre todo si no se ralentiza. xxii FRANKS, Tim (2001): «A master of thoughtfulness», http://www.newstatesman.com/writers/tim_franks xxiii ISNN: 2174-0054 | Abril 2011 Nº 1 | Revista del Conservatorio Superior de Música de Vigo | diapente | 31