II. EL SITIO DE BARCELONA EN 1713-1714. Estudio histórico por D

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II.
EL SITIO DE BARCELONA EN 1713-1714.
Estudio histórico por D. Joaquía de la Llave y García, coronel graduació
de Ejército, teniente coronel de Ingenieros (1).
No hay historia escrita entre las generales de la Península
espanola 6 de las que particularmente tratan de sus provincias
orientales que no se ocupe, con mas ó menos proligidad, de los
sucesos à que dieron origen el fallecimiento y la sucesión del
rey Carlos II al empezar el siglo xvm. La guerra europea que
sobresalía entre los importantes, como enderezada à modificar
el mapa universal, produjo muchos y estimables escritos en varíedad de conceptos, no dejando de ocasionar en la regïón catalana algunos con. la especial tendència de explicar la actitud
en que parte de sus hijos se colocara entonces.
Naturalmente oírecía el sitio sufrido por la capital asunto
merecedor de consideración expresa, aun sin intento de relatar
mas de lo que dentro de las murallas ocurría, y tampoco falto
quien lo hiciera. Entre otros literates dedico al objeto buen
número de folios el Pbro. D. Mateo Bruguera (1871-1872), però
con evidente desconocimiento de la escuela militar, con decísión
de acumular argumentos en pro de la tesis que se proponía sostener, y por tanto con incompetència teòrica y con manifiesta
parcialidad.
Consideradas por el coronel D. Joaquín de la Llave las deficiencias de semejantes obras; notando que no deja de haber
también, por otra parte, errores y omisiones en las que redactaran oficiales extranjeros componentes de las fuerzas aliadas a
las espanolas, si peritos no bien informados, tomo como empeno la revisión de antecédentes, el estudio completo de los da-
(i) Madrid. Impr. del «Memorial de Ingenieros del Ejército», 1903.
En 4-° mayor, vrn-268 pàginas.
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BOLETÍN DE LA REAL ACADÈMIA DE LA HISTORIA.
tos, acudiendo à fuentes puras; à los papeles conservados en los
archivos dependíentes del Ministerio de la Guerra, como también
en los de la provincià y Municipio de Barcelona; à los documentes publicados con anterioridad, sueltos ó en colecciones; à las
discusiones entregadas à la prensa con cualquier oportuno mo• tívo, con todo lo cual ha dado cuerpo à narración completa del
sítio referido, en los anos 1713-1714; ha escrito monografia à
la moderna, obra sintètica que responde à la reconocida conveniència de separación de las materias; que constituye un libro
mas de la historia militar, y dentro de ella de la historia del
Cuerpo de Ingenieros; un libro que ahadir à la biblioteca tècnica reunida por el general Fernàndez de San Roman, que por
su generosa voluntad última forma sección preciada y utílísima
en la de esta Acadèmia.
Hace el Sr. de la Llave, en principio, manifestación del propósito firme de apartarse de toda clase de prejuicios, exponiendo la íntención en términos merecedores de notoriedad.
«He nacido en Barcelona—dice, pàg. 53—y ^LIIÍ me he criado
y educado, permaneciendo en aquella ciudad hasta los quince
anos
Mis profesores, mis condiscípulos, mis amigos y muchos
de mis parientes, al hablar de la guerra de Sucesión, asunto que
siempre preocupa a los catalanes, y mas especialmente à los
barceloneses, se mostraban decididamente austriacos; opinaban
por el mejor derecho de Carlos III, ó el Archiduque, al trono de
Espaha; encontraban justificada la actitud hostil à Felipe V y la
resistència desesperada de Barcelona contra el ejército francocastettano del duque de Pópoli y del mariscal de Berwick. Parece, pues, natural que rodeado de aquella atmosfera saturada
de espíritu antiborbónico que trasciende à la literatura y al teatro, no disponiendo en mis lecturas mas que de libros impregnados de la misma tendència, esta me dominase, y mi opinión
personal, en cuanto puede tenerla un muchacho, fuese la misma
de mís profesores y condiscípulos. Sin embargo, no fué así; no
puedo explicarme la causa del fenómeno que en mi se opero;
però es lo cierto que sin saber porqué, ni en qué la fundaba por
entonces, me formé una opinión particular, favorable à los dere-
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chos de Felipe V, y por lo tanto encontraba injustificada la actitud que tomaron los catalanes a partir del ano I7°5i y mucho
mas la que adoptaron en Julio de 1713.
»Después he tenido ocasión de estudiar mas detenidamente
el asunto, y no he variado de opinión en cuanto al pleito dinàstico, abrigando el convencimiento de que los buenos espafioles
de principios del siglo xvm eran los que sostenían à Felipe V, en
virtud del testamento de Carlos II, que en aquella monarquia,
que siempre tuvo como base el caràcter patrimonial, era el verdadero texto legal; pues el testamento transmitía al duque de
Anjou el patrimonio integro de la monarquia espanola, mientras
que el Archiduque hubiera sido rey en virtud del tratado de reparto, y n o s ° l ° s e hnbieran separado de la metròpoli las posesiones de Itàlia y los Países Bajos, que al íin las perdimos, sinó
que se hubiera desmembrado el territorio peninsular con la separación de Guipúzcoa, la alta Navarra y parte de Cataluna.
Comprendo, sin embargo, que, como sucede en todo pleito dinastico, las opiniones estuviesen divididas, y que muchos espafioles, tanto Castellanos como de la corona de Aragón, por fidelidad à la Casa de Àustria, que reinaba desde hacía dos siglos,
y habituados à considerar como la natural enemiga nuestra à
Francia, se resistiesen à admitir à un rey francès y prefiriesen à
Carlos III, que les parecía el verdadero rey nacional».
Meditado el plan con este presupuesto, el autor del libro, antes
de entrar en matèria, como preparación recapitula cronoíógicamente los sucesos de la guerra de Sucesión en toda Europa, en
la Península sobre todo y con especialidad en Cataluna, refiriendo en mar y tierra el avance de las naciones componen tes de la
Grancle Alianza, las cuales, durante la campana de 1705, consiguieron la ocupación de dicho territorio con el de Valencià, y
forzaron à las tropas directamente acaudillaclas por Felipe V à
levantar el sitio que habían puesto à Barcelona con pérdida considerable de personal, abandono de la artilleria y quebrantamiento de la moral.
Se restauro luego con la victorià de Almansa, suceso al que
siguieron otros prósperos en la campanu de 1711; el embarque
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del Archiduque para Alemania; su elevación al trono imperial;
el cambio de disposiciones que el hecho produjo en los Gobiernos de Inglaterra y Holanda; los preliminares de paz general iniciados por consecuencia en el Congreso de Utrech; firmada esta
y comprometiéndose el nuevo Emperador à evacuar las provincias que en Espafïa le daban obediència, quedaron los catalanes
atenidos é. sus propios recursos, no obstante lo cual persistieron
en la resistència à Felipe V.
Este es, en realidad, el momento histórico en que principian
los estudiós especiales del Sr. de la Llave, con la descripción de
la plaza de Barcelona y terreno que la rodea, tales como se encontraban en 1713, acto equivalente à levantar el telón del teatro en que iban à representarse las escenas del asedio; à presentar la decoración de los montes ó alturas inmediatas, ríos y rieras,
caseríos, caminos, accidentes natúrales ó artificiales. Llega en la
exposición al circuito fortificado de la plaza, noticiando las m o diflcaciones hechas en él desde la època romana, ya por crecimiento de la población, ora por acudirà los trastornos ocasionados por las aguas, motivo, el ultimo, que mas 'de una vez ha
entretenido la atención de la Acadèmia, y para el cual aporta el
autor datos, citando los aducidos por otros investigadores.
«Hay que advertir—asienta, pàg. 45—que en aquella època
el mar llegaba muy cerca del pie del Monte Taver, y que por lo
tanto el recinto estaba próximo à la orilla: después se ha ido r e tirando paulatinamente, però de un modo constante, y el primitivo puerto romano, así como el de los Condes, el de Jaime I y
el de Alfonso V de Aragón, se han ido terraplenanclo, necesitàndose otros nuevos. Solo en cien anos, de 1614 à 1714, se
había retirado el mar unos 320 metros».
Como es de presumir, detalla los medios de defensa en tiempos sucesivos; los que aconsejó el invento de la artilleria y su
respectiva aplicación en nueve sitios sufridos por la plaza descle
el ano 801 hasta el de 1713 de la historia presente que, según
razón natural, no era de pensar entrarà en la cuenta.
Que una vez suscrita la paz de Utrech se obstinaran los barceloneses en mantener la beligerancia estimàndose a l a altura del
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poder y recursos de las naciones colocadas a su frente, no parecía
creible. Alguna esperanza pudieron tener en el apoyo del E m perador antes de que éste se entendíera con el rey de Francia;
llegados al extremo, no les quedaba ninguna de auxilio por parte
de la reina Ana de Inglaterra ó de los Estados generales de Holanda. Todas las gestiones de los embajadores ó plenipotenciaríos enviados por el Consistorio de Cataluíia a las Cortes europeas habían fracasado, lo mismo en la pretensión cle mantenerse
en el jmsto dominio del Emperador y Rey, que en la de ser declarado y reconocido el territorio como república independiente
bajo el protectorado de la Casa de Àustria, y aun la mas senci11a, al parecer, de conservar, por virtud del tratado de paz, los
privilegios y prerrogativas que gozaban a la muerte de Carlos II,
con mas las concedidas por el Archiduque.
Díjose que extendíeron las negociaciones, con igual resultado,
à la Puerta Otomana, lo cual niega D. Víctor Balaguer en calidad
de historiador de la región, sin mas óbice que no haber visto el
documento alguno confirmatorio; però niega también el proyecto
de constituirse en república, y el Sr. de la Llave, inclinado a estimar calumnioso lo que atafie a gestión en Turquia, transcribe
en el segundo particular las instrucciones que se dieron a los diplomàücos, documento que no consiente dudar respecto à las
intenciones de los poderdantes. Bueno es hacer constar, por otro
lado, y dígolo por mi cuenta, no haber sido solo el marqués de
San Feüpe quien estampo en sus Comentarios la noticia de la
propuesta presentada al Gran Turco, ni solos tampoco en creerla
el P. Belando y D, Andrés Muriel: W . Coxe 3^ J. Campbell, historiadores ingleses, acogieron la nueva, y no creo yo la fundaran en papeles Castellanos.
Sea como se quiera, dado aviso en los despachos de los embajadores de no ser fàcil que se torciera el curso de los sucesos
porque conservase ó perdiese Catalufia unos privilegios que à
nadie mas interesaban, y que casi nadie conocía en su esencia y
en sus detalles, aunque las cartas del Emperador- no prestaran
mejor fundamento à la esperanza de conservarlos, reunidos con
separación, para deliberar, los Brazos generales, Estamentos ó
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Cortes del Principado, decidieron tras larga discusión prolongar
la resistència. Llegando al acuerdo escribe el Sr. de la Llave:
«Ha sido frecuente en Barcelona en todos los disturbios políticos, y se ha repetido en diversas ocasiones durante los del siglo xix, que una minoria turbulenta se ha impuesto à la ciudad,
y ha obligado a los vecinos pacíficos à tomar las armas contra el
Gobierno. Algo de esto debió de ocurrir en 1713: la prudència
y la razón aconsejaban à los catalanes someterse, hubiesen ó no
procedido bien y lealmente al declararse en 1705 por el Archiduque. Las armas de Felipe V eran vencedoras; el Emperador
les abandonaba, no debían tener de ello la menor duda; la r e sistència podria ser empenada y gloriosa, però no conduciría à
ningún fin útil; las concesiones que no obtuviesen de la clemència del rey no las arrancarían con la guerra, que había de empeorar su-situación al mostrarse rebeldes; esto no podia ocultarse àlos sensatos, però predomino la opinión de los arrebatados
y violentes».
De aquí la declaración de guerra del Consistorio y Brazos generales en 9 de julio de l'J 13 y el principio de la acometida consiguiente à la plaza por el duque de Pópoli, nombraclo capitàn
general del ejército espafiol en Cataluna por Felipe V.
No eran sobradas las Tuerzas de que disponía, por lo que hubo
de limitarse, al pronto, à establecer línea de circunvalación ó de
bloqueo mas aparente que efectivo. El autor del libro enumera
esas fuerzas; las que en oposición organizó la ciudad; examina
la calidad de unas y otras; los antecedentes y competència de
los jefes respectivos, y juzga las disposiciones que adoptaron,
sentados los princípios que por entonces se observaban en el
ataque y defensa de una plaza según el raétodo ensenado por el
mariscal de Vauban.
Caudillo ó Xef fe major en la de Barcelona resulto elegido
D. Antonio Villarroel, teniente general anteriormente del ejército real, si bien con autoridad limitada por las atribuciones del
Consistorio, las del ConcelUr en cap 6 jefe municipal y las de
varias Juntas, de las que cuatro principales estorbaban à su iniciativa.
EL SITIO DE BARCELONA EN
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«Puede asegurarse, piensa el Sr.'de la Llave ( i ) , que era un
bravo y entendido militar, capaz de conducir con acierto la d e fensa; però no tuvo nunca líbertad de acción en su difícil mando, y debió pasar en él muy malos ratos y continuos sinsabores».
Creíale yo castellano al ocuparme de su entidad (2), tanto por
la significación del apelatívo como por la procedència y actos en
los comienzos de la guerra; mas en uno de los documentes ínsertos en esta historia del sitio (pàg. 188) declara con repetición ser hijo de Barcelona. Sin embargo, no redactaba sus comunicaciones en lengua catalana; quizà no la hablaba tampoco,
lo que contribuiria à la desconfianza, suspicàcia é injustícia que
sus paisanos le mostraron.
Algun castellano habría tal vez à sus ordenes; en cambio eran
muchas las familias catalanas acogidas à lugares de la desobediencia, según los de Barcelona decían; muchos los nobles de la
tierra que como jefes y oficiales servían lealmente en el ejército
de Felipe V, habiendo regimientos, como los dragones de Marimon y de Grimau que eran exclusivamente catalanes, y aun
partidas de campesinos calificados de butiflers por los rebeldes. Fueran todavía muchos mas los hombres que se les restaran sín las desacertadas medidas del ministro Orry que pusieron
las armas en manos de los pacíficos vejados en los intereses,
cuando fàcil le fuera, de otro modo, poner en evidencia el prurito cle los ciudadanos en estimarse síntesis .y voz de región.
Va contando el libro de referència como transcurrieron ocho
meses en período de expectacíón, à cuyo termino recibieron los
sitiados nuevas decepciones con noticias del tratado de Rastadt,
en el que ni mención se hacía de sus deseos, y del nombramiento
del duque de Berwick para continuar el sitio provisto de considerable refuerzo de tropas francesas, artilleria, material de ingenieros é instrucciones de severidad en caso de no someterse
aquéllas en absoluto.
(1) Pag. 71; en las 165, 219 y 222 trata también de sus condiciones
personales,
(2) En la Armada esj>anola. Madrid, 1900, tomo vi, pàg. 116.
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Era el 12 de Julio de 1714 en la noche cuando à sus ordenes
se abrió trinchera, instante desde el que el autor refiere dia por
dia los trabajos, acompanando à la explicación pianos, dibujos de
la època, datos biogràficos de las personas de viso en ambos
campos, reflexiones crítico-profesionales que sírven de leccíón.
El IO de Septiembre, habiendo suficíentes brechas practicables,
se preparo el asalto general, no sin anunciarlo con parlamento,
por el que se dejaba à cargo de los sitiados la responsabüídad
de las consecuencias. Ouisieron arrostrarlas, resistiendo el empuje de los asaltantes hasta llegar estos al centro de la ciudad,
y todavía intentaron alcanzar por capitulación alguna ventaja,
cuando era pasado el tiempo y ocasión de conseguirlo; hubieron
al fin.de ceder, sin condición escrita, en la madrugada del 12,
no obstante lo cual y acto continuo se publico bando del duque
de Berwick, en que se imponía pena de muerte a oficiales, soldados, vivanderos y otras cualesquiera personas que injuriasen
à los habitantes tratàndoles de rebeldes, ó cometiesen desmàn,
anunciando que los barceloneses se habían rendido y se les había concedido vida, honras y haciendas.
El recto y desapasionado criterio con que el Sr. de la Llave
ha aumentado el interès de su obra, brilla grandemente en las
consideraciones finales: en el juicio que le merecen los jefes
vencidos, los generales Basset, Bellver y Ramon, el marqués de
Poal, los concelleres en cap, Flix y Casanova, el coronel Amill y
aun los menos significados. Véase uno de los que mas se han
discutido.
«D. Rafael Casanova personifica el espíritu de intransigència,
la tenacidad de la defensa, la negativa opuesta à todo acomodo.
Por esto, sin duda, se le ha elevado una estàtua, que desde el
punto de vista cataMn de I^M» tel ^ e z mereciese màs Villarroel. No cabé desconocer que Casanova creia de buena fe servir à su pàtria, llevando al ultimo Jímite la resistència contra F e lipe V; tampoco puede ponerse en duda que en las tranquillas
que continuamente presentaba à la acción militar respondía al
espíritu estrecho de los Consístorios y Juntas de que formaba
parte, se Kallaba inspirado por el ambiente que en ellos se res-
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piraba; però creyendo servir los íntereses de la defensa, fué
constantemente un estorbo para su acción libre y desembarazada. El dia del asalto dió pruebas de un valor personal, que hasta
entonces no había tenido ocasión de ostentar, y haciéndose matar en. la reacción ofensiva contra el baluarte de San Pedró, hizo
olvidar los muchos errores que había cometido».
Creo aún de oportunidad al conocimíento del libro transcribir íntegramente los pàrrafos que siguen ( i ) , advirtiendo que
la opinión del autor coincide con las de reputados escritores catalanes (2).
«Demostració queda en su lug*ar que no fué unànime ni del
todo espontànea la desesperada resolución que se adopto, declarando soberbiamente la guerra à Felípe V. Respecto à su
conveniència ya empieza à verse claro aun entre los que conservan mas ferviente el cuito à las antiguas instituciones de Cataluna; ya se comprende que la heroica defensa de los fueros y
privzlegios del Príncipado fué la que precipito su pérdida. Es
indudable que Felipe V, imbuído en los principios cesaristas
que le había inculcado su abuelo, así como sus ministros, decididos partidarios del centralismo político à la francesa, estaban
fifmemente resueltos à suprimir aquellas prerrogativas siempre
molestas para la autoridad real, que indudablemente mermaban,
y a las que se atribüían la frecuencia con que la província había
dado muestras de su espíritu levantisco; però es también muy
probable que la sumisíón después del tratado de Utrech hubiera salvado una parte por lo menos de los fueros, y que en
todo caso la capitulación en Abril de I7I4> cuando las coníerencias entre el coronel Dalmau y MM. Orry y de Guerchy, hubiera proporcionado condiciones relativamente ventajosas.
»Pero en vez de esto, se extremo la resistència, se exaspero
la ira del general sitiador y de la Corte, y cuando se quíso tratar
de capitulación ya no era tiempo, el vencedor era dueno de dic-
(1)
V é a s e p à g . 217.
(2) Cita à Cordeu y Pena y D, Teodoro Baró.
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tar la ley, y la impuso. Nada mas natural; extranarlo seria pecar
de inocente.
»Y sin embargo, Felipe V no suprimíó los fueros de Cataluna. Es cierto que por el decreto de Nueva Planta, de 16 de
Enero de 1716, dió nueva forma à su gobierno, principalmente
a la Real Audiència y à los Corregimientos y Municipios; però
en todo lo demés que no esté prevenido en los capítitlos antecedentes de este decreto mando se observen las constituciones que antes
kabía en Cataluiía, entendiéndose qzce son establecidas de nuevo
por este decreto, y que tienen la misma ftterza y vigor qtie lo individualmente mandado en él.
»Por un error asaz vulgarizado, ya que han sido parte à sostenerle novelistas, poetas y todos los historiadores, algunos mas
propensos à inflamarse en patriòtica irritación que à purgar la
historia de infidelidad ó mentirà, se atribuye al primer Borbòn la derogación completa de las libertades y fueros.de Cataluna. Como por afïadidura se supone que los códigos, díplomas,
cartas y registros en los cuales estaban aquéllas, fueron arrojados al fuego por mano del verdugo al siguiente dia de entrada
en Barcelona por los ejércitos aliados de Francia y Espana, han
corrido de mano en mano grabados y estampas, y mas aún, han
servido estos por via de ilustracíón en obras históricas, con lo
que se ha dado por medio de la representación artística mayor
realce a un suceso completamente falso.
»Los documentos quemados en el Salón de San Jorge, y que
han dado origen à/la leyenda, fueron títulos y prívilegios concedidos por el Archiduque à municipios particulares. Los fueros no fueron realmente derogados hasta que de hecho lo han
sido por las diversas Constituciones políticas que se ha dado la
nación en el siglo xix. Lo que se suprimió fué la parte externa:
los concelleres con sus rojas gramallas, los diputados y oidores
de cuentas, el protector del Brazo militar, el Consejo de Ciento;
però subsistió todo lo interno: la organización de la família y de
la propiedad, la forma de enjuiciar y hasta lo referente a la r e unien de Cortes y parlamentes, por no haberse derogado expresamente».
HÏSTORY OF THE PENINSULAR WAR.
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En Jo expuesto fundo parecer de haber prestado buen Servicio à" Ja historia nacional el Sr. Coronel D. Joaquín de la L·lave,
y complacido lo someto a la Acadèmia, que ya en acuerdo Ic ha
significado gratitud por el agasajo de su libro.
Madrid, 4 de Diciembre de 1903.
CESÀREO FERNÀNDEZ DURO.
III.
HISTORY OF THE PENINSULAR WAR.
Nuestro ilustre Director se ha servido çonferirme el encargo
de informar acerca del tomo tí de la obra History of the Peninstdar War, remitida à esta Real Acadèmia por su autor el
Sr. Oman, profesor de Historia Moderna en ía Universidad de
Oxford.
Ya en ocasión no remota, en Junio de este tnistno ano, y con
la de dar cuenta de varías obras dirigidas à igual objeto, esto es,
aí de recordar los hechos mas notables de aquella iucha que, al
fin, resulto tan gloriosa como favorable para nuestra pàtria, hechos traídos à la memòria por generales tan insignes como los
mariscales franceses Lannes y Moncey, por historiadores, t a m bién franceses, como el comandaate Baíagny y M. Ginííozi, y
bibliofilos como el alemàn Kircheisen, dí un breve informe sobre
el primer tomo de este mismo hermoso trabajo del Sr. Oman,
Revista parecida podria yo presentar hoy à la Acadèmia,
pues to que en el lapso de tiçmpo transcurrido desde la època
citada han salido à luz nuevos estudiós históricos, Memorias de
militares que tomaron parte en aquella guerra ycscritos de que,
como los de los Sres. Oman y Balagny, tiene ya noticia esta
docta Corporación. Los mas importantes, emperò, son los dos
que acabo de mencionar; y.aun cuando ya ha podido la A c a d e -
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