HUMILDAD

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HUMILDAD
Una clave para salvar nuestra alma
por el Padre Nicholas Gruner, S.T.L., S.T.D. (Cand.)
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En un artículo anterior expliqué con precisión cuan peligrosos son nuestros tiempos para
todos los que quieren salvar su alma. Nosotros estamos viviendo en un tiempo de apostasía
general y mucha gente, incluyendo familiares y amigos, perdió su Fe por distintas razones
personales, pero también a causa de la apostasía que viene desde Vaticano de hoy. Esa apostasía
se está promoviendo a nivel de su parroquia.
Esa apostasía la promueve además Hollywood, la publicidad, los medios seculares, los
partidos políticos y el conjunto de la cultura en general en que vivimos, vivamos en Europa, en
Norteamérica o en Sudamérica.
Africa y Asia sufren sus propios problemas como nosotros, especialmente a través de la
novedad postconciliar de la inculturación, por la cual se incorporaron ritos de vudú en las
liturgias católicas en Africa, y rituales hinduístas en la India. Varios obispos de esos continentes
aprueban ese escándalo.
Así, los católicos ahora estan engañados por la apostasía porque parece estar en casi todas
partes, y porque llega a ellos a través de canales que en el pasado se les enseñó que eran “dignos
de confianza”.
En otras palabras, en el pasado usted podía seguir el ejemplo y las enseñanzas del Papa,
de los Cardenales, de los obispos, de los sacerdotes y de las órdenes religiosas. Nosotros
sabemos, por supuesto, que los medios seculares no son necesariamente amigos de Jesucristo o
de la Iglesia Católica. Usted sabe que los partidos políticos en su mayoría están más interesados
en aumentar su poder que en hacer progresar el reinado de Cristo Rey.
Pero hoy, casi todas nuestras parroquias, nuestros obispos, nuestras órdenes religiosas
están promoviendo ceremonias de culto que no vinieron a nosotros a través de la Sagrada
Tradición. Lo que algunos de ellos promueven hoy hubiera sido explícitamente rechazado antes
del Concilio Vaticano II, tal como las varias manifestaciones del Movimiento Pentecostal (el
Movimiento Carismático), las cuales, en el clima de hoy dentro de la Iglesia, dan una apariencia
de ser católicas, pero no lo son.
Aquellos en el poder, sea en las cancillerías apostólicas, en el Vaticano o los superiores
de las ordenes religiosas, que están promoviendo la nueva religión en sus nuevas expresiones,
han escandalizado al clero menor que está en la creencia que eso debe ser correcto porque sus
“superiores” acompañan todo eso.
Por eso, nosotros vivimos en los tiempos más difíciles para salvar nuestra alma a causa
del escándalo que nos rodea, sea que la gente que nos escandaliza lo hace por malicia,
ignorancia, debilidad o pereza.
Algunos lo hacen por ignorancia. Ellos no saben que lo que están haciendo es contrario a
la Fe y a las buenas costumbres.
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http://www.fatima.org/span/crusader/cr77/cr77pg11.pdf
Algunos lo hacen por malicia. Ellos saben que es malo hacerlo. Ellos han aprendido lo
suficiente en sus estudios, pero quieren el poder, el prestigio, las posiciones dentro de la Iglesia
que acompañan a la falsa religión, que les da la falsa religión.
Otros lo hacen por debilidad. Aunque no les guste la “nueva religión”, ellos temen resistir
por temor a perder su salario o las pequeñas cosas de la vida que el acompañarla les dá. O temen
ponerse de pie ante la gente que es más poderosa que ellos y decirles simplemente la verdad, lisa
y llanamente.
Y aún otros lo hacen por pereza. Aún cuando ellos no temen a sus superiores y no son
ignorantes. Ellos saben que lo que están haciendo es malo. Ellos saben que lo que están
promoviendo es malo. Ellos no lo hacen por ignorancia o por debilidad, sino por pereza. Ellos
saben que si resisten deberán trabajar. Y que será un gran esfuerzo. Que requerirá de ellos ser
más vigorosos en su propio estilo de vida. Eso les atraerá enemigos que hoy no existen para
ellos.
Sea por ignorancia, o debilidad, o malicia o pereza, el hecho es que la Gran Apostasía
está sobre nosotros. El hecho es que las presentes orientaciones están llavando a las almas a
negar la Fe Católica, a negar que hay solo una religión fundada por Jesucristo, la religión a la que
debemos pertenecer en orden a salvar nuestras almas.
El hecho es que nosotros debemos adherir a la Fe Católica, una e íntegra en orden a salvar
nuestra alma. Nosotros sabemos esto porque nos lo dice el Credo Atanasiano. Nosotros debemos
dar culto a Dios en la Fe Católica de acuerdo a los ritos transmitidos a nosotros de generación en
generación desde los Apóstoles. Ese verdadero culto católico debe fundarse en los ritos recibidos
y aprobados.
El rito recibido y aprobado, que no puede ser suprimido, es la Misa Tridentina. Nosotros
lo sabemos por la Bula Quo Primum del Papa San Pío V, que afirma:
“Además, por autoridad Apostólica y a tenor de la presente, damos concesión e indulto,
también a perpetuidad, de que en el futuro sigan por completo este Misal (el Misal Tridentino) y
de que puedan, con validez, usarlo libre y lícitamente en todas las Iglesias sin ningún escrúpulo
de conciencia y sin incurrir en castigos, condenas ni censuras de ninguna especie.
“... que no han de estar obligados a celebrar la Misa en forma distinta a la establecida
por Nos, ni Prelados (Praesules), ni Administradores, ni Capellanes, ni los demás Sacerdotes
seculares de cualquier denominación o regulares de cualquier Orden; del mismo modo,
estatuímos y declaramos (es decir, ordenamos oficialmente) que no pueden ser forzados ni
compelidos por nadie a reemplazar este Misal; y que la presente Carta jamás puede ser
revocada ni modificada (moderari) en ningún tiempo, sino que se yergue siempre firme y válida
en su vigor (in suo existent robore).”
Fue acerca de esta Misa Tridentina que el Papa Juan Pablo II mandó reunirse una
comisión de 9 Cardenales en 1986. La comisión reconoció unánimemente que esta Misa puede,
sin embargo, ser celebrada por todo sacerdote católico. Nosotros también sabemos eso por el
Concilio de Trento que afirma:
“Los ritos recibidos y aprobados de la Iglesia Católica” no pueden ser cambiados “por
ningún pastor de la Iglesia de ningún rango cualquiera fuere (per quemcumque ecclesiarum
pastorem) a otros nuevos ritos”. (Ver Concilio de Trento, Sesión 7, Canon 13.) (Dz. 856)
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Nosotros debemos resistir a quienes lo hicieran de otra manera. Nosotros debemos
resistir, al menos lo bastante, no acompañándolos con los nuevos ritos, con las nuevas doctrinas,
con las nuevas prácticas, con la nueva forma de hablar que causa confusión. Hasta donde
tengamos la capacidad y la oportunidad de hacerlo, nosotros debemos resistir activamente,
defendiendo la Fe Católica y los ritos católicos, contra aquellos que atacaran nuestra Fe y
nuestros bastiones de la Fe, contra aquellos que promovieran la nueva religión.
Estar en guardia,
pero también tenemos que ser humildes
Pero además, se nos presenta otro problema.También tenemos que resistir la astucia del
demonio. Nosotros debemos estar en guardia espiritualmente contra el orgullo. Dios sabrá por
que razón nos mostró la verdad de la Fe Católica tradicional y nos señaló que la falsa religión
conciliar es opuesta a la Fe Católica. Pero debemos darnos cuenta que no es por nuestros propios
méritos, por nuestros esfuerzos, que tenemos esa gracia. Nadie, solo por sus propias facultades
puede no ser engañado – ni siquiera los predestinados, los elegidos. Es por la misericordia de
Dios y por la gracia de Dios que nosotros podemos ver claro. “Incluso los elegidos serían
engañados si eso fuera posible,” dijo Jesús de tiempos tales como los nuestros.
Nosotros debemos darnos cuenta que es por la gracia de Dios, no por algún mérito de
nosotros mismos. Porque Dios nos ha dado esta gran gracia, El espera algún rédito de Su
inversión en nosotros. Dios espera de nosotros que nos volvamos santos. Así, en nuestra defensa
de la Fe Católica, en la defensa de las prácticas católicas y de los sacramentos, no debemos
perder nunca el coraje, nunca perder la caridad. Pero no debemos volvernos orgullosos.
Nosotros necesitamos, en primer lugar, tener un programa para nuestro propio bienestar
espiritual. Ese programa fue trazado por Nuestra Señora de Fátima. Y ese programa consiste en
adorar al Unico Verdadero Dios; no solo en teoría, sino en la práctica.
Es por eso que debemos rezar a menudo la oración que el Angel enseñó a los niños en la
primavera de 1916. Nosotros debemos adoptar, cuando estemos solos, la postura que el Angel les
enseñó a adoptar mientras rezaban esa oración. Eso es, rezar esa oración estando postrados en
tierra o en el suelo, y ponernos en presencia de Dios dondequiera que estemos y decir:
“Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no
adoran, no esperan y no os aman.”
Nostros deberíamos seguir el consejo que el Angel dió en el verano de 1916 de rezar
frecuentemente a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, recordando que Ellos están
esperando escuchar nuestras oraciones. Como lo pidió Nuestra Señora, deberíamos ofrecer
sacrificios por la conversión de los pecadores; nosotros deberíamos hacer que todo lo que
hagamos sea un sacrificio que podamos ofrecer a Dios por la conversión de los pecadores.
Sobre todo, nosotros deberíamos aceptar todas la contradicciones, los inconvenientes, los
insultos, la falta de comprensión y consideración, el trabajo, el clima, los problemas que nos
traen nuestros amigos o enemigos; ofrecerlo todo a Dios y a Jesús y a María por la conversión de
los pecadores.
Nosotros debemos rezar la oración que el Angel les enseñó en el otoño de 1916,
especialmente frente al Santísimo Sacramento. Nosotros deberíamos también rezar en la
privacidad de nuestro cuarto, poniéndonos, al menos en nuestra imaginación, ante el Santísimo
Sacramento presente en el tabernáculo de nuestra capilla o iglesia cercana. También podemos
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rezar esa oración postrados en tierra o en el suelo, cuando nadie esté a nuestro alrededor, como
los tres niños hicieron y repitieron lo que Angel dijo, a saber:
“ Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco
el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en
todos los tabernáculos del mundo, en reparación por todas las blasfemias, ultrajes, e indiferencias
con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del
Inmaculado Corazón de María, os ruego la conversión de los pobres pecadores.”
La humildad: es necesaria
Nosotros debemos estar en guardia contra el orgullo. Es el pecado capital de todos los
Pecados Capitales. Es del orgullo de donde vienen los otros. Y el orgullo tiene una naturaleza
particularmente furtiva, la de ocultarse de la misma persona que lo padece. Nosotros debemos
rezar a menudo, “Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al Tuyo”.
Todos los que leen este artículo, incluyéndome yo mismo, tienen orgullo. Todos nosotros
debemos pelear contra él. Usted debe reconocer las varias formas de orgullo que usted tiene. Y
usted debe procurar luchar contra él continuamente.
Para ayudarlo, nosotros hemos impreso en esta edición “El orgullo: el pecado más odiado
por Dios”, capítulo sobre el orgullo, del folleto Los siete pecados capitales.
Para vencer el orgullo, nosotros debemos humillarnos a nosotros mismos. La forma
principal de humillarnos a nosotros mismos es aceptar todas las humillaciones que Dios nos
permita soportar; sufrir incluso aquello que no merecemos. Eso no significa no defendernos a
nosotros mismos, ‘si no soy culpable de esta cuestión, o de esta acusación, hay otras que he
cometido por las que debería humillarme’.
Nosotros debemos rezar pidiendo humildad. Nosotros debemos rezar especialmente el
Rosario, porque como nos prometió Nuestra Señora, el Rosario nos ayudará a vencer el vicio, a
disminuir el pecado y a vencer el error. Nosotros no podemos recibir estos dones sin crecer en
humildad. Nosostros debemos recibir los sacramentos frecuentemente, especialmente yendo a
confesarnos al menos una vez por mes, preferentemente una vez por semana, con un buen
confesor.
La otra virtud que debemos practicar sobre todas las otras, es la virtud de la caridad. Si
nosostros hemos recibido dones de Dios (en realidad, todos los hemos recibido), especialmente
los dones de la Fe y el conocimiento y entendimiento, nosotros debemos usar esos dones para
salvar almas del fuego del infierno y ofrecer sacrificios y oraciones por su salvación.
También debemos expresar nuestro amor por Jesucristo haciendo reparación por las
ofensas, los sacrilegios, los ultrajes y las indiferencias por la cuales El es ofendido.
Nosotros debemos hacer reparación al Inmaculado Corazón de María por aquellos que
blasfeman contra Su Inmaculada Concepción, contra Su perpetua virginidad, contra Su
Maternidad de Dios; por aquellos que la atacan en Sus sagradas estatuas e imágenes; y por
aquellos que procuran alejar de los corazones de los niños la devoción a tan buena Madre. Estas
son en particular las ofensas por las cuales Nuestro Señor y Nuestra Señora nos piden practicar
los Cinco Primeros Sábados de Reparación al Inmaculado Corazón de María.
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¿Que debemos hacer nosotros ahora, inmediatamente?
1. Humillarnos nosotros mismos ante Dios y decir, “Oh Dios, se misericordioso conmigo
pecador”. (Lucas 18:13)
2. Detengámonos y recemos tres Avemarías, y prometamos a Nuestra Señora que lo
haremos todos los días por el resto de nuestras vidas. Prometamos crearnos el hábito de
hacer de ello la primera cosa a hacer todas las mañanas cuando nos levantamos.
3. Resolvámonos ahora a rezar el Rosario (al menos cinco decenas) todos los días. Si
nosotros nos hemos resuelto ya, renovemos nuestra resolución.
4. Pongámonos nuestro Escapulario Marrón, usémoslo todos los días, siempre y en todo
lugar. Tengamos uno o dos extras para reemplazar el que usamos cuando se deteriora.
5. Sepamos cuán orgullosos somos, leyendo sobre las diferentes clases de Orgullo: ver
“Orgullo: El pecado más odiado por Dios” y resolvámonos a combatir nuestro orgullo
todos los días.
6. Resolvámonos a resistir la apostasía cuando esta intenta hacernos caer en su trampa a
nosotros, a nuestra familia y amigos.
7. Asistámos a Misa como siempre fue dicha antes del Concilio Vaticano II. Leamos libros
católicos aprobados antes del Vaticano II y consigamos que otros hagan lo mismo.
Hagamos lectura espiritual, del tipo recomendado por los santos. No sigamos o no leamos
libros inspirados por la nueva teología y logremos que otros hagan lo mismo.
8. Relea este artículo y pida a Nuestra Señora le inspire lo que usted puede hacer y lo que
debe hacer.
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