PAU Historia junio 2009 Castilla y León

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Historia de España
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CASTILLA Y LEÓN
CONVOCATORIA JUNIO 2009
SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO
AUTORA:
Marta Monje Molina
Opción A
Tema
El texto, un fragmento de El imperio hispánico 1479-1665,
obra del historiador Ernest Belenguer, es una fuente secundaria de carácter historiográfico. En él se dibujan las líneas
maestras del siglo XVI español, que Belenguer divide en
tres fases: una etapa de crisis (1504-1516), a la que siguen los
largos reinados de Carlos I (1516-1556), con quien se inicia
la dinastía de los Austrias, y de su hijo, Felipe II (1556-1598),
marcados por la implicación de la monarquía hispánica en
los asuntos de Europa.
Belenguer destaca el impulso económico provocado por la
conquista y la colonización de América y la llegada de enormes remesas de metales preciosos, que a medio plazo provocaron el estancamiento de las estructuras productivas
castellanas y un alza importante de precios. Además, la política exterior en Europa provocó enormes dificultades financieras, muy evidentes durante el reinado de Felipe II. En el
ámbito cultural, el humanismo floreció durante la primera
mitad del siglo; el Concilio de Trento, iniciado en 1545, convirtió a la Península en un «reducto» del catolicismo, aislado
de las influencias europeas.
En el gráfico, una fuente secundaria de carácter historiográfico, se representan los principales hechos del reinado de
Felipe II y sus objetivos: defensa del catolicismo, que provocó
el aislamiento cultural de España, y lucha por la hegemonía
en el norte de Europa y el Mediterráneo. Enmarca el esquema
una línea que representa el círculo vicioso de los enormes
gastos a los que recurrió la monarquía hispánica para sostener su política exterior, que provocaron sucesivas bancarrotas.
La crisis de los años 1504-1517
El inicio del siglo XVI en España estuvo marcado por la
muerte de Isabel la Católica (1504) y la incertidumbre con
respecto a su sucesión, que hizo peligrar la unión dinástica
de los reinos de Castilla y Aragón propiciada por su matrimonio con Fernando II de Aragón. Los objetivos fundamentales de la política exterior de los Reyes Católicos fueron
conseguir la unidad de los reinos ibéricos, aislar a Francia y
consolidar su posición en Italia. Para cubrirlos concentraron
su política matrimonial en Portugal, Inglaterra y Borgoña. La
muerte de sus dos hijos mayores —Juan, casado con Margarita de Austria, e Isabel, que había contraído matrimonio
con Manuel I el Afortunado de Portugal (así como del hijo
de estos, Miguel)— hizo recaer los derechos sucesorios en
Juana, casada con Felipe de Habsburgo (apodado el Hermoso), hermano de Margarita de Austria y heredero del
emperador Maximiliano I.
Los indicios de inestabilidad mental de Juana provocaron
que la reina Isabel hiciese constar en su testamento que su
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marido —cuyos derechos se circunscribían a la Corona de
Aragón— quedase encargado de gobernar en Castilla en
caso de que Juana fuese incapaz reinar. Se produjo entonces una pugna por el poder entre el rey Fernando, que ejerció la regencia en Castilla entre 1504 y 1506, y Felipe de
Habsburgo. Pocos meses antes de la muerte de la reina, Felipe se había aproximado a Francia por el Tratado de Blois.
El pacto perjudicaba los intereses en Italia de Fernando el
Católico, por lo que este decidió firmar la paz con el reino
francés en 1505 y contraer matrimonio con Germana de
Foix; se abría así la posibilidad de una futura separación
de Aragón y Castilla en caso de tener un heredero.
Las Cortes de Toro (1504-1505) reconocieron a Juana como
reina y a Fernando como regente; sin embargo, este debió
ceder el poder a Felipe el Hermoso —a quien apoyaban los
grandes de Castilla— por las concordias de Salamanca y
Villafáfila. La pareja real llegó a Castilla procedente de Flandes en abril de 1506, pero la muerte de Felipe I en septiembre de ese año abrió una nueva etapa de incertidumbre.
Dada la conducta de la reina, Fernando el Católico asumió
de nuevo la regencia (1507-1516), durante la cual se produjo la anexión de Navarra (1512). A su muerte el cardenal Cisneros se hizo cargo de una nueva regencia (1516-1517) hasta que se produjo la llegada de Carlos de Gante (1500-1558),
hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso.
El reinado de Carlos I
El acceso al trono de Carlos I (1516-1556) supuso la instauración de una nueva dinastía en los reinos hispánicos (la
casa de Austria o de los Habsburgo). A la herencia materna
(reinos de Castilla y Navarra, Corona de Aragón, las Indias),
el joven rey sumaba los territorios de su familia paterna:
desde 1515 Carlos gobernaba de hecho en los Países Bajos
y el Franco Condado. En 1519, tras la muerte de su abuelo
Maximiliano I, fue elegido y coronado emperador del Sacro
Imperio con el nombre de Carlos V. De esta forma, heredaba
un conjunto de estados heterogéneos, con lenguas, culturas e instituciones diferentes.
A su llegada a Castilla en 1517, Carlos I encontró una gran
oposición, y cuando tuvo que ausentarse del reino para
hacerse cargo de sus posesiones imperiales estallaron las
revueltas de las Comunidades (1520-1522) y de las Germanías (1519-1523). La primera fue protagonizada por varias
ciudades del interior de Castilla (Toledo, Segovia, Salamanca,
Zamora, Ávila, Cuenca y Madrid). Sus partidarios, los comuneros, pretendían que el monarca prescindiera de sus consejeros extranjeros y acatara la voluntad de las ciudades
representadas en las Cortes. Los comuneros solicitaban,
además, la reducción de impuestos, la protección de la
industria textil, y una serie de reformas municipales a favor
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de los plebeyos y contra la nobleza. En la batalla de Villalar
(1521), los comuneros fueron derrotados y sus líderes (Juan
Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado), ejecutados.
La revuelta de las Germanías (1519-1523) tuvo lugar en
Valencia y Mallorca y se caracterizó por un componente
social más marcado que el levantamiento de las Comunidades (con la cual no tuvo conexión alguna), ya que se dirigió
contra los señores feudales y sus siervos mudéjares. La monarquía salió reforzada de ambos episodios frente a las ciudades y las Cortes, y también frente a los nobles. Desde
entonces, Carlos V pudo abordar una ambiciosa política
exterior y obtener sin oposición recursos de Castilla.
La política exterior de Carlos V tuvo como principal objetivo
preservar su herencia dinástica. Mientras que para Castilla y
Aragón la defensa del Mediterráneo occidental frente a los
turcos era una tarea prioritaria, el monarca dio preferencia
al predominio en Europa, asegurándose así la hegemonía
de los Habsburgo en Italia (a costa de Francia) y un considerable prestigio militar (victorias de Pavía o San Quintín). Sin
embargo, Carlos V no fue capaz de contener el avance del
Imperio otomano en el Mediterráneo ni la difusión del protestantismo por el norte y centro de Europa, lo que provocó
la ruptura de la unidad religiosa del Sacro Imperio. El emperador presionó al papa Pablo III para que convocase el Concilio de Trento. El Concilio abrió sus sesiones en 1545 e inicialmente trató de fundamentar la unidad cristiana; cuando
ese objetivo ya no fue posible, se dedicó a fortalecer el dogma del catolicismo.
La lucha por la hegemonía en Europa protagonizada por
Carlos V absorbió enormes recursos y fue necesario recurrir a
los préstamos de los banqueros europeos (Fugger, Welser),
que dejaron una pesada herencia de deudas y acreedores a
su hijo Felipe II. Dicha política pudo sostenerse gracias a la
enorme afluencia de oro y plata procedentes de las Indias,
que empezaron a llegar en cantidades considerables a partir de 1530. Pocos años antes, se había iniciado la primera
fase de la conquista del continente americano. Entre 1519 y
1521 el extremeño Hernán Cortés sometió al Imperio azteca;
pasada una década, Francisco Pizarro acabó con el Imperio
incaico del Perú (1531-1535). Inmediatamente, se establecieron las bases de la organización territorial de las nuevas
conquistas con la constitución de los virreinatos de Nueva
España y Perú. La promulgación de las Leyes Nuevas (1542),
destinadas a eliminar los abusos cometidos contra la mano
de obra indígena, provocó la rebelión de los encomenderos
en Perú. La Corona cedió ante ellos y llegó a una solución
de compromiso, reduciendo la encomienda a un tributo.
En el ámbito de la cultura, el primer cuarto del siglo XVI se
caracterizó por la difusión de las corrientes renacentistas,
favorecida en España por sus relaciones con Italia, pionera
del Renacimiento, y con los Países Bajos, que anteriormente
habían influido en la difusión del gótico tardío. El Renacimiento se caracterizó por un pensamiento humanista laico,
inspirado en los escritores y artistas griegos y latinos. Los
principales representantes del erasmismo en España fueron
Juan Luis Vives, los hermanos Alonso y Juan de Valdés,
Pedro Mexía y Juan Mal de Lara. La imprenta contribuyó a la
difusión de las ideas de estos autores.
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El reinado de Felipe II
Tras la paz de Augsburgo (1555), que consagró la división
entre católicos y protestantes en Europa, Carlos V abdicó
(1555-1556) y renunció a sus dominios hispánicos y en las
Indias, Borgoña e Italia, en favor de su hijo Felipe. Posteriormente, cedió sus derechos imperiales y dominios austríacos
a su hermano Fernando I.
A diferencia de su padre, Felipe II (1556-1598), no se ausentó de la Península, y estableció su corte en Madrid (1561).
En el ámbito de la política interna, consolidó el sistema de
gobierno basado en los consejos, aumentó el poder de los
secretarios del rey y se apoyó en virreyes y gobernadores
para dirigir los territorios en los que estaba ausente. Asimismo, impulsó la Contrarreforma en España, provocando un
clima de autoritarismo político y religioso, que condujo a
la revuelta de los moriscos de Granada (Guerra de las Alpujarras, 1568-1570) y a la rebelión de Aragón (1590-1592)
—sin embargo, Felipe II fue muy respetuoso con las instituciones de sus reinos—.
La Paz de Cateau Cambrésis (1559) con Francia permitió a
Felipe II concentrarse en la defensa del Mediterráneo occidental frente a los turcos y los piratas berberiscos. Para ello,
junto con el papado y la República de Venecia, formó la Liga
Santa, cuya flota, al mando de Juan de Austria (hermanastro
del rey), venció a los turcos en Lepanto (1571).
Sin embargo, el mayor problema con que tuvo que enfrentarse Felipe II fue la rebelión en los Países Bajos, un conflicto
que se prolongó durante los siguientes ochenta años
(1568-1648). Las protestas comenzaron por la política represiva que se seguía con los calvinistas y contra el autoritarismo del rey. En el verano de 1566 estallaron una serie de disturbios populares y Felipe II envió como gobernador al
duque de Alba, partidario de la intolerancia política frente a
los partidarios de una posición más flexible, encabezados
por la princesa de Éboli y el secretario del rey, Antonio
Pérez. Un noble, Guillermo de Orange, abrazó el calvinismo
y se hizo fuerte en las provincias del norte (Holanda y
Zelanda). Con ello comenzó una larga guerra (1568) que no
pudo evitar la división del área: por un lado, Flandes, que
comprendía las provincias católicas del sur (las actuales Bélgica y Luxemburgo, aproximadamente) y, por otro, las provincias del norte (los actuales Países Bajos), que bajo la
Unión de Utrecht (1581), se declararon independientes.
El conflicto en los Países Bajos agudizó las luchas por el
poder en la corte del rey (asesinato de Juan de Escobedo y
detención de su instigador, Antonio Pérez) y se agravó debido al apoyo de Isabel I de Inglaterra a los rebeldes, lo que
convenció a Felipe II de la necesidad de invadir este reino.
Para ello necesitaba, además de una flota poderosa y la base
terrestre de los Países Bajos, un gran puerto atlántico. La
unión con Portugal (1580) le permitió disponer de uno (Lisboa), además de otorgarle el control de su gran imperio
marítimo (Brasil y los enclaves comerciales de África y Asia).
Sin embargo, la expedición de la denominada Armada
Invencible (1588) contra Inglaterra fue un estrepitoso fracaso. Dos años después tuvieron lugar los disturbios de Aragón (1590-1592), motivados por un enfrentamiento entre
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Felipe II y el Justicia Mayor de Aragón, que amparó al antiguo secretario del rey, Antonio Pérez (aragonés), perseguido por la justicia real y la Inquisición. Los intentos por arrestarlo provocaron un motín en Zaragoza; el rey aplastó la
rebelión y ejecutó al Justicia Mayor, aunque Pérez consiguió
escapar. Felipe II, además, se implicó en las guerras de religión en Francia y dio su apoyo a la facción católica. Su intervención finalizó al firmar con Enrique IV de Borbón la Paz de
Vervins (1598).
(976-1013), el gobierno efectivo pasó a manos del hayib
o valido andalusí, Almanzor. Él y sus dos hijos, que le
sucedieron en el poder, son conocidos como los amiríes.
Almanzor controló la Administración y el Ejército y emprendió expediciones de castigo contra los reinos cristianos del norte. En el año 1009 estalló una revolución en
Córdoba durante la cual fueron asesinados los amiríes.
Por último, en el año 1031, una asamblea de notables
decretó en Córdoba el final del califato.
Pese a disponer de enormes fuentes de ingresos, procedentes de los impuestos que pagaba Castilla (especialmente la
alcabala) y de las Indias, Felipe II no pudo cubrir los gastos
derivados de su política en Europa. En 1590 se instituyó un
nuevo impuesto indirecto (llamado de millones). La magnitud de los envíos de metales preciosos procedentes del
Nuevo Continente provocó la llamada revolución de los
precios (durante el siglo XVI los precios se multiplicaron por
seis en Europa occidental). España resultó muy afectada y
su comercio perdió competitividad en el exterior. La diferencia entre gastos e ingresos endeudó a la Corona y provocó las bancarrotas de 1557, 1575 y 1596.
쐌 La Ilustración. Corriente de pensamiento que se difundió
por Europa en el siglo XVIII. En el caso de España fue la
base ideológica de las reformas llevadas a cabo por los
primeros Borbones, especialmente Carlos III. Los rasgos
más importantes del pensamiento ilustrado fueron la
confianza en el empleo de la razón para resolver los problemas del individuo y la sociedad, el fomento de la economía nacional y el impulso del conocimiento científico
y de la educación.
En lo que respecta al imperio colonial, durante el reinado
de Felipe II se inició la segunda fase de las conquistas interiores del continente y, desde México, se exploró el océano
Pacífico: las islas Filipinas («del rey Felipe») fueron conquistadas entre 1565 y 1571 por Miguel López de Legazpi.
El espíritu de la Contrarreforma tuvo sus máximas expresiones artísticas en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial
(1563-1583), en cuyo diseño participó, entre otros arquitectos, Juan de Herrera, y en el pintor Doménikos Theotokópoulos, el Greco (1541-1614). Al mismo tiempo, la defensa a
ultranza de los principios de la Contrarreforma provocó la
censura (Índices de Libros Prohibidos) y la represión de
las ideas libres que, con gran dureza, llevó a cabo la Inquisición (represión de los erasmistas, arresto del arzobispo
Carranza, autos de fe de Valladolid contra los protestantes,
1559), sumiendo en el retraso y el aislamiento a la ciencia y
el pensamiento españoles.
Términos históricos
쐌 Califato de Córdoba. Fase de la historia de al-Ándalus,
que siguió a las etapas del emirato dependiente (711756) y emirato independiente (756-929). El período se
abrió cuando Abd al-Rahman III, emir desde el año 912,
se proclamó califa en Córdoba (929). Abd al-Rahman III
restauró la unidad del Estado islámico y estableció la
hegemonía de al-Ándalus sobre toda la Península Ibérica.
Promovió además el desarrollo artístico e intelectual en
Córdoba y Madinat al-Zahra (Medina Azahara). Su sucesor, Al-Hakam II (961-976), fue un notable erudito y un
gran protector de la cultura. Continuó la política de su
padre, consolidó el centralismo de los omeyas y mantuvo
la hegemonía militar de al-Ándalus sobre los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica y en el Magreb.
Tras la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba se
mantuvieron en el poder de forma simbólica. Aprovechando la minoría de edad del nuevo califa, Hisham II
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En España, los canales de difusión de las ideas ilustradas
fueron las academias, las instituciones científicas y de
enseñanza superior y las sociedades económicas de amigos del país. Al ámbito de la Ilustración perteneció un
importante grupo de intelectuales y literatos (Feijoo,
Jovellanos, Cadalso, Fernández de Moratín), políticos
(conde de Floridablanca) y científicos (Mutis). Las ideas
ilustradas tuvieron también su reflejo en el campo del
arte: el neoclasicismo. Este estilo predominó en las reformas urbanísticas llevadas a cabo en Madrid por Carlos III.
쐌 Encomienda. Institución castellana de origen medieval
establecida en las Indias a partir de las Leyes de Burgos
(1512) para controlar la mano de obra indígena. Consistía
en la asignación de un grupo de indígenas a un encomendero, quien, a cambio de su trabajo y del pago de tributos, se comprometía a alimentarlos, cristianizarlos y
respetarlos. El régimen de encomiendas provocó tales
abusos que desde ciertos sectores de la Iglesia se alzaron
voces de protesta, entre ellas, las del dominico andaluz y
antiguo encomendero Bartolomé de las Casas. Consecuencia de dichas protestas fue la promulgación de las
Leyes Nuevas (1542), que, al suprimir las encomiendas,
fueron recibidas con hostilidad en las Indias; en Perú
incluso estalló una revuelta armada. La Corona cedió y se
llegó a una solución de compromiso reduciendo la encomienda a un tributo. Finalmente, esta fue abolida en casi
toda la América española en el siglo XVIII.
쐌 Reyes Católicos. Nombre con el que son conocidos Isabel I de Castilla (1474-1504) y Fernando II de Aragón
(1479-1516), cuyo matrimonio (1469) hizo posible la
unión de sus reinos bajo una sola dinastía. Tras imponerse en la guerra civil castellana (1474-1479) a Juana la
Beltraneja —hija de Enrique IV y esposa de Alfonso V de
Portugal—, implantaron en Castilla un gobierno centralizado (consejos, secretarios, virreyes), dominaron a la
nobleza y a las Cortes y reforzaron el orden interno (Santa Hermandad, 1476), así como la administración de justicia (regidores, chancillerías, audiencias). Persiguieron además la unidad peninsular (conquista de Granada, 1492)
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y la uniformidad religiosa (creación de la Santa Inquisición, 1478; expulsión de los judíos y los mudéjares en
1492 y 1502-1526 respectivamente).
En el ámbito de la política exterior afianzaron su posición
en Italia frente a Francia, para lo recurrieron a la guerra y
a una política de alianzas matrimoniales con Inglaterra, el
Imperio alemán y Portugal. Completaron su política
mediterránea mediante la ocupación de una serie de plazas fuertes en el norte de África para defenderse de los
piratas berberiscos y del Imperio turco. En el Atlántico, se
produjo la conquista de las Islas Canarias. Ante la imposibilidad de establecer una ruta de enlace con las Indias
por el sur, dominada por los portugueses, apoyaron la
expedición de Cristóbal Colón hacia el oeste, que dio
lugar al descubrimiento de América (1492), acontecimiento que transformó en beneficio de Castilla el ámbito
geográfico y las relaciones de poder que habían caracterizado a la Europa medieval.
Preguntas
 El descubrimiento de América (octubre de 1492) se suele considerar el acontecimiento que dio paso a una nueva época: la Edad Moderna. La expansión del Imperio
otomano, que culminó con la conquista de Constantinopla (1453), supuso el cierre de la ruta comercial de las
especias con las Indias a través del continente asiático y
aceleró la búsqueda de alternativas a través del océano
Atlántico. Castilla y Portugal, los dos reinos mejor situados para acometer esta búsqueda, fueron los pioneros
en las exploraciones atlánticas: ambos reinos disponían
de una marina cualificada y de enclaves insulares, y
habían perfeccionado la cartografía y los instrumentos
de navegación (brújula, astrolabio). Portugal, no obstante,
llevaba ventaja. Sus marinos habían bordeado la costa
africana occidental y habían alcanzado el cabo de Buena Esperanza (1488). Castilla solo disponía de las Islas
Canarias —bajo su soberanía tras el Tratado de Alcaçovas (1479)—, que fueron conquistadas entre 1483 y
1496. Este contexto explica por qué la Corona portuguesa rechazó el proyecto de buscar una ruta alternativa a
las Indias por el oeste presentado por un oscuro navegante genovés, Cristóbal Colón, y en cambio sí fue aceptado por la castellana, que vio en él una oportunidad de
ampliar su influencia en el Atlántico.
Con financiación genovesa y, tras firmar las Capitulaciones de Santa Fe (abril de 1492), una donación de los
Reyes Católicos por la que Colón era nombrado almirante, virrey y gobernador general de las tierras que descubriera, pudo este organizar su primer viaje. Colón partió
de Palos (Huelva) el 3 de agosto de 1492 con tres naves
—una nao, la Santa María, y dos carabelas, la Pinta y la
Niña— y unos cien marinos. Tras treinta y tres días de
navegación, el 12 de octubre alcanzó la isla que los nativos llamaban Guanahaní y que él denominó San Salvador (actual isla Watling, en las Bahamas). La expedición
llegó a otras islas: Juana (Cuba) y La Española (Santo
Domingo/Haití). Colón acababa de descubrir un nuevo
mundo; sin embargo, creyó que llegaba a las Indias.
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Tras el primer viaje de Colón, los Reyes Católicos obtuvieron las concesiones pontificias conocidas como bulas
Inter caetera (1493). Dictadas por el papa Alejandro VI,
otorgaban a Castilla el dominio de las tierras descubiertas
o por descubrir al oeste de una línea imaginaria, trazada
en el sentido de los meridianos, a cien leguas al oeste de
las islas Azores. Portugal, sin embargo, protestó ante la
expansión de Castilla, y fue preciso suscribir un acuerdo
castellano-portugués (Tratado de Tordesillas, 1494), que
dividió el océano Atlántico: Castilla se quedó con las tierras situadas al oeste del meridiano 46° Oeste (aproximadamente), y Portugal, con las localizadas al este.
Colón realizó otros tres viajes. En el segundo (25 de septiembre de 1493-11 de junio de 1496) exploró las Antillas menores, San Juan Bautista (Puerto Rico o Borinquen)
y Santiago (Jamaica). En el tercer viaje (30 de mayo de
1498-20 de noviembre de 1500) descubrió la isla de
Trinidad y el continente americano a la altura del Orinoco. En su cuarto y último viaje (11 de mayo de 15027 de noviembre de 1504), exploró las costas atlánticas
de América central buscando algún paso que condujese
a las islas de las especias.
En 1513 Vasco Núñez de Balboa, tras atravesar el istmo
de Canadá, descubrió el mar del Sur (océano Pacífico),
confirmando así que un continente entero se interponía
entre Europa y las ansiadas islas de las especias.
 La unión dinástica de las coronas de Castilla y Aragón se
produjo como consecuencia del matrimonio de Isabel I
de Castilla y Fernando II de Aragón. Sin embargo, la unificación de ambos reinos no significó la creación de un
Estado unido y sin fronteras internas y con unas instituciones, unas leyes, una lengua y una moneda comunes.
Por el contrario, Castilla y Aragón permanecieron claramente diferenciados, e incluso enfrentados, en su manera de entender la política.
Isabel I era hija del rey Juan II de Castilla y hermanastra
de Enrique IV (1454-1474) quien, tras el pacto de los
Toros de Guisando (1468), la reconoció como heredera.
Para afianzar su posición Isabel contrajo matrimonio con
Fernando de Aragón (1469), lo que provocó que Enrique IV la desheredara y designara como su sucesora a su
supuesta hija, Juana la Beltraneja (fruto, según los enemigos del monarca de las relaciones de la reina Juana con
el favorito Beltrán de la Cueva). A la muerte de Enrique IV,
Isabel I se impuso a Juana, casada con Alfonso V de Portugal, en una guerra civil (1474-1479). En esta lucha resultó fundamental el apoyo de su marido. Por la Concordia
de Segovia (1475) se estableció la igualdad de ambos en
el ejercicio del poder real, y este reconocimiento se extendió al reino aragonés cuando Fernando accedió al trono
en 1479 tras la muerte de su padre, Juan II.
La unión dinástica nació marcada por la desigualdad:
Castilla ocupaba un territorio mucho mayor que el de
Aragón y tenía un mayor volumen de población; además, su economía se encontraba en expansión y poseía
unas instituciones más homogéneas y útiles para el ejercicio sin trabas del poder monárquico. Parecía inevitable
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que la construcción de un Estado sólido se cimentara,
sobre todo, en el reino castellano. Los Reyes Católicos
convinieron aparecer juntos en monedas e inscripciones
(primero Fernando, por ser el varón), aunque Castilla
figuraba siempre en primer lugar en títulos y escudos.
Acordaron, además, que, en caso de que Isabel falleciera
antes, Fernando nunca sería rey de Castilla, sino que el
trono lo ocuparían los hijos de ambos. De hecho así ocurrió a la muerte de Isabel en 1504: accedió al trono su
hija Juana, acompañada de su marido, Felipe de Habsburgo. No obstante, la inestabilidad mental de Juana y la
muerte prematura de Felipe I en 1506 permitieron a Fernando proclamarse gobernador o regente de Castilla
hasta la mayoría de edad de su nieto, Carlos de Habsburgo, hijo de Juana y Felipe. Fernando incluso volvió a
casarse tras la muerte de Isabel, buscando un heredero
para Aragón, pero el único hijo que nació de esa unión
no sobrevivió. Estas circunstancias permitieron que Carlos heredase el patrimonio familiar en su totalidad.
 El comienzo de la guerra entre España y Francia en 1635,
en el contexto de la Guerra de los Treinta Años, fue el
detonante de la crisis de 1640, año en que se iniciaron
las sublevaciones de Cataluña y Portugal. La frontera
pirenaica estaba amenazada y el conde duque de Olivares, valido de Felipe IV (1621-1665), pensó que podía ser
una buena excusa para obligar a Cataluña a contribuir a
la guerra con tropas y dinero. Además, penetraron en el
territorio catalán los soldados de los tercios reales. Las
protestas contra ellos se multiplicaron desde la Generalitat y el Consell (gobierno municipal) de Barcelona.
En mayo de 1640 estalló una rebelión de campesinos,
que atacaron a los tercios concentrados en las comarcas de Gerona. Un mes después se les unieron los segadors
(«segadores»), congregados en Barcelona con motivo de
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la procesión del Corpus Christi (7 de junio), quienes se
apoderaron de la ciudad en los sucesos conocidos como
Corpus de Sangre. Los representantes del rey, incluido el
conde de Santa Coloma, virrey de Cataluña, así como
parte de la oligarquía y de la aristocracia de la ciudad,
fueron pasados a cuchillo.
Esta rebelión de contenido social conducía inevitablemente a la guerra civil, por lo que los representantes de
la Generalitat (pertenecientes a la baja nobleza, la burguesía y las oligarquías urbanas), temerosos de las represalias del rey y de la radicalización social de las masas
populares, decidieron ofrecer el condado de Barcelona a
Luis XIII de Francia; este nombró un virrey francés y, con
sus tropas, ocupó Cataluña, que de esta forma pasó a ser
un escenario más de sus enfrentamientos con los Habsburgo. Finalmente, y tras doce años de guerra, el ejército del rey Felipe IV logró entrar en Barcelona (1652),
poniendo fin a la secesión.
El ejemplo de Cataluña debilitó la autoridad de la Corona y alentó a Portugal a rebelarse. Además, los holandeses amenazaban las colonias portuguesas en Asia, África
y Brasil. En definitiva, Portugal se sentía mal protegido
por España; esta, a su vez, alegaba que era difícil defender las posesiones lusas sin una contribución económica y militar de Portugal. En 1640 se reclutaron soldados
portugueses para sofocar la rebelión catalana y se intentó movilizar a la nobleza lusa liderada por el duque de
Braganza. Los nobles no solo se negaron a colaborar,
sino que, a su vez, se sublevaron (diciembre de 1640) y
proclamaron rey al duque de Braganza con el nombre
de Juan IV. La guerra (conocida en Portugal como Guerra de Restauración) se prolongó hasta 1668, año en el
que la Corona española reconoció la independencia del
reino portugués (Tratado de Lisboa).
Opción B
Tema
El texto describe los rasgos fundamentales del régimen
franquista, dictadura instaurada en España tras la Guerra
Civil (1936-1939) que se mantuvo vigente hasta 1975. El recurso a la movilización y la existencia de un partido único emparentan al franquismo con los regímenes fascistas. Lo aleja de
ellos, sin embargo, el peso político que tuvieron en él el
catolicismo («intelectual orgánico del régimen») y el Ejército, que además fue clave en el mantenimiento del orden
público. El peso del Ejército hace que la dictadura de Franco
deba ser calificada de militar en lugar de falangista. Donde
no caben matices es en la importancia que tuvo en el mantenimiento del régimen la represión, que se llevó a cabo a
todos los niveles, en el ámbito político, sindical y cultural. Su
grado de intensidad varió según las épocas pero siempre
estuvo presente. El texto, por el tipo de lenguaje empleado,
propio de las ciencias sociales, es una fuente secundaria de
carácter historiográfico.
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El esquema, una fuente gráfica secundaria, también de
carácter historiográfico, representa las líneas fundamentales de la evolución política del régimen franquista en sus
primeros veinte años (1939-1959), que divide en dos fases:
una primera marcada por la posguerra y el aislamiento del
régimen (1939-1951) y una segunda fase, de consolidación
y normalización en el exterior, que ocupó el resto de la
década de 1950.
España durante el franquismo (1939-1975)
Tras el triunfo de los militares sublevados en la Guerra Civil
española (1936-1939), el general Francisco Franco implantó
una dictadura militar, que se mantuvo vigente hasta su
muerte. Franco, que concentró en su persona el poder ejecutivo (fue jefe del Estado y del Gobierno) y el mando del
Ejército y del partido único (FET y de las JONS), dirigió el
país con gobiernos formados por ministros que procedían
de las diferentes «familias» políticas que apoyaban el régimen (militares, falangistas, monárquicos, católicos). Se pueHistoria de España
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de hablar de un primer franquismo (1939-1959), representado en el esquema, y de un tardofranquismo o franquismo
tardío (1959-1975).
El primer franquismo
El primer franquismo se divide a su vez en dos etapas, una
fase de posguerra (1939-1951) y otra de normalización exterior y consolidación (1951-1959). Marca la separación entre
ellas la mejora en las relaciones internacionales del régimen, que permitió el abandono progresivo de la autarquía
y el aislacionismo que caracterizaron sus primeros años.
쐌 Posguerra (1939-1951). Entre 1938 y 1942, la figura más
relevante del franquismo fue Ramón Serrano Súñer,
quien diseñó un Estado de tinte fascista. El partido único,
FET y de las JONS, aunque aportaba cierta cobertura formal al Gobierno, no llegó a convertirse en un movimiento de masas. Además de Serrano Súñer, integraron los
gobiernos de esta época ministros de las distintas facciones o «familias del régimen», aunque predominaron los
de origen falangista y los militares.
La posición del franquismo en los primeros años de la
Segunda Guerra Mundial fue de no beligerancia, aunque
apoyó a la Alemania nazi y la Italia fascista. El Gobierno
franquista suministró materias primas estratégicas a
ambos países, cooperó en la invasión de la URSS (División Azul) y permitió los bombardeos sobre Gibraltar.
España acordó su entrada en el conflicto en noviembre
de 1940, tras la entrevista entre Franco y Hitler un mes
antes en Hendaya (Francia); la intervención se pospuso a
causa de la campaña alemana en el este de Europa. En
1942, Serrano Súñer salió del Gobierno, y Franco adoptó
una postura internacional más neutral. Este cambio en la
línea política no impidió que tras la victoria aliada en
la Segunda Guerra Mundial la España franquista sufriera
una etapa de ostracismo internacional. En febrero de
1946 se produjo el cierre de la frontera francesa y, en
diciembre de ese mismo año, la ONU aprobó una resolución de condena del régimen de Franco en la que se
recomendaba la retirada de embajadores.
Para tratar de superar el aislamiento del régimen, Franco
incrementó la influencia de los católicos en el Gobierno de
España; se inició entonces una etapa de nacionalcatolicismo. Además, dotó al régimen de un entramado jurídico
para legitimarlo y equipararlo, al menos en apariencia, con
otros estados europeos. Entre las nuevas normas figuraban
el Fuero del Trabajo (1938) y las Leyes Fundamentales: la
Ley Constitutiva de las Cortes (1942), por la que se creó una
asamblea consultiva formada por delegados corporativos
(procuradores) que representaban a sindicatos, familias y
municipios, aunque en realidad eran una prolongación
de las instituciones franquistas; el Fuero de los Españoles
(1945) recogía «derechos y deberes fundamentales»; la
Ley de Referéndum Nacional (1945) preveía la posibilidad
de realizar consultas populares mediante plebiscito o
referéndum; por último, la Ley de Sucesión a la Jefatura
del Estado (1947) concedía a Franco la potestad de nombrar a su sucesor, establecía que España era «un reino» e
incluía la posibilidad de una restauración monárquica.
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En esta primera época también se aprobó una amplia
legislación para respaldar una durísima represión: Ley de
Responsabilidades Políticas (1939), que afectaba a todos
los cargos públicos de la Segunda República; Ley para la
Supresión de la Masonería y el Comunismo (1940); Ley
para la Seguridad del Estado (1941), y Ley de Represión
del Bandidaje y el Terrorismo (1947). El régimen de Franco llevó a cabo unos 50 000 fusilamientos, y en 1939 los
presos políticos ascendían a 300 000 personas (cifra que
en 1951 se redujo a una décima parte); muchas de ellas
fueron condenadas a trabajos forzados en obras faraónicas como la del Valle de los Caídos. Se configuró un
poderoso aparato represivo que ahogó la débil oposición en el interior y se instauró un clima social en el que
predominaron los valores tradicionales y la moral católica.
La oposición al franquismo en el exilio (republicanos,
monárquicos) fue débil. Los republicanos estaban muy
divididos, aunque lograron mantener algunas de sus instituciones. Los monárquicos estaban representados por
Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII. Don Juan se mostró
favorable a una monarquía constitucional (Manifiesto de
Lausana) e intentó que Franco le cediera el poder. Sin
embargo, tras la aprobación de la Ley de Sucesión (1947),
se resignó a que su hijo Juan Carlos fuera educado en
España bajo los principios del Movimiento, ya que esto
implicaba que se convertiría en sucesor de Franco. Las
guerrillas, lideradas por los comunistas y los anarquistas,
mantuvieron diversos focos de resistencia armada en el
interior del país a lo largo de la década de 1940.
Durante este período, la destrucción ocasionada por la
Guerra Civil y el desfavorable contexto internacional
obligaron a los dirigentes del franquismo a adoptar una
política económica de autarquía, muy dirigista y de autosuficiencia con respecto al mercado exterior. Como consecuencia, se produjo un estancamiento económico
generalizado y escasez de productos básicos; adquirió
gran relevancia el mercado negro o estraperlo.
쐌 Normalización exterior y consolidación (1951-1959). En la
década de 1950 las relaciones diplomáticas mejoraron.
La España franquista resultaba útil a Estados Unidos en
su política de contención del comunismo; por eso este
país restituyó su embajador en Madrid (1950). En 1953 el
Gobierno español firmó una serie de pactos con Estados
Unidos que supusieron la integración económica y militar de España en los planes estratégicos de la primera
potencia del bloque occidental. Los acuerdos permitieron a los estadounidenses construir bases militares en
Torrejón de Ardoz (Madrid), Zaragoza, Morón de la Frontera (Sevilla) y Rota (Cádiz). La culminación del acercamiento a Estados Unidos fue la visita a España del presidente Eisenhower en 1959. También en 1953 se firmó un
Concordato con la Santa Sede que consagró la confesionalidad del Estado español: la religión católica era obligatoria en la escuela, el único matrimonio válido era el religioso y la Iglesia, mantenida por el Estado, estaba exenta
de impuestos. El Concordato reconocía a Franco el derecho de presentar al Papa los candidatos a obispos. En
Historia de España
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CASTILLA Y LEÓN
1955 España ingresó en la ONU, pero quedó fuera de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Los inicios de la década de 1950 también marcaron un
cambio de rumbo en la política interior del franquismo.
En 1951 se produjeron las primeras huelgas relevantes
debido a la persistente escasez de productos básicos. Se
impulsaron entonces una serie de transformaciones,
favorecidas por el fin del bloqueo diplomático y la concesión de ayudas financieras, para mejorar la situación
económica y eliminar progresivamente la política de
autarquía. La línea política se suavizó y se incrementó
aún más el peso de los católicos. En el cambio de Gobierno de 1951, Joaquín Ruiz-Giménez, reformista moderado
y miembro de la ACNP, ocupó la cartera de Educación. Sin
embargo, el falangista Gabriel Arias-Salgado, a cargo del
Ministerio de Información y Turismo desde 1957, impuso
una severa censura de prensa.
En 1956 se produjeron en Madrid protestas universitarias
que provocaron numerosas detenciones y el cese de los
ministros Joaquín Ruiz-Giménez (Educación) y Raimundo
Fernández Cuesta (Secretaría General del Movimiento).
Un año después entraron en el Gobierno los ministros
católicos del Opus Dei, los llamados tecnócratas, que, con
el plan de estabilización de 1959, enterraron la política
autárquica. En 1958 se completó la institucionalización
del franquismo con la promulgación de la Ley de Principios del Movimiento Nacional. Ese mismo año España
ingresó en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en la
Organización Europea de Cooperación Económica (OECE).
El franquismo tardío
Al igual que el primer franquismo, el franquismo tardío también se divide en dos etapas, separadas por el año 1973. Fue
este un período en el que tuvo lugar un vertiginoso y desequilibrado crecimiento económico, que provocó grandes
transformaciones sociales, y aumentó la oposición al sistema. Pese a ello se mantuvo el inmovilismo institucional y la
represión.
쐌 Tardofranquismo o desarrollismo (1959-1973). En los
años sesenta, el régimen franquista mostró una apariencia más moderna. El peso de la «tecnocracia» aumentó, al
igual que la influencia política de los partidarios de una
apertura política moderada frente a falangistas y militares. Dichos sectores se agruparon en torno al almirante
Carrero Blanco y se mostraron favorables a Juan Carlos
de Borbón. Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo (1962-1969), promovió la Ley de Prensa e
Imprenta (1966), aperturista, que sustituía la censura previa por multas y la suspensión de las publicaciones críticas. En 1967 se promulgó la Ley Orgánica del Estado, que
diseñaba la España postfranquista. Dos años después,
Juan Carlos de Borbón fue nombrado sucesor del general Franco; para ello, hubo de jurar lealtad a los principios
del Movimiento.
Sin embargo, junto a estos factores de estabilidad existían otros de incertidumbre. La oposición al régimen se
intensificó. Creció la influencia de sindicatos ilegales como
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Comisiones Obreras (CC OO, 1962-1966) y la Unión Sindical Obrera (USO, 1960). A partir de 1967, las huelgas fueron cotidianas, en particular en Asturias, Vizcaya, Guipúzcoa, Barcelona y Madrid, y alcanzaron especial relevancia
en el sector metalúrgico. En el ámbito universitario, estudiantes y profesores mantuvieron una situación de
revuelta constante desde 1965, lo que obligó al Gobierno a declarar el estado de excepción (1969). En estas
luchas tuvieron gran influencia el Partido Comunista de
España (PCE) y el Frente de Liberación Popular (FLP).
También aumentó la presencia de la izquierda revolucionaria y del terrorismo. El régimen recurrió una vez más a
la represión. En 1963 se creó el Tribunal de Orden Público
(TOP) y se produjeron ejecuciones como la del dirigente
del PCE, Julián Grimau (1963).
A partir de 1967 los partidarios a ultranza de Franco, civiles y militares, exigieron una vuelta a los principios de la
sublevación de 1936. Este sector del franquismo temía lo
que pudiera ocurrir tras la muerte del dictador, y fue
denominado el «búnker», es decir, el último refugio del
sistema. La división en el régimen se hizo evidente tras
el estallido del escándalo Matesa en 1969, que provocó
una crisis gubernamental y la formación de un gabinete
formado por tecnócratas del Opus Dei y dirigido por
Carrero Blanco. En política exterior se mantuvieron los
acuerdos con Estados Unidos y se solicitó el ingreso en la
CEE (1962), que fue denegado. Se abandonaron, asimismo, las colonias de Guinea Ecuatorial, que accedió a la
independencia (1968), e Ifni, cedido a Marruecos (1969).
El Sahara Occidental se conservó.
En materia económica, con el Plan de Estabilización de
1959 se promulgaron una serie de medidas que inicialmente frenaron el crecimiento económico, pues con ellas
se pretendía controlar la inflación. Además, se equilibró
el presupuesto y las importaciones se detuvieron al
devaluarse la peseta. Esta política económica supuso la
instauración de una economía de mercado en España.
Asimismo, facilitó las exportaciones, la entrada de turistas y la inversión extranjera. La acción de gobierno se
concretó en los Planes de Desarrollo (cuatro entre 1964 y
1976), coordinados desde la Comisaría del Plan de Desarrollo por Laureano López Rodó.
El eje de la actividad económica se desplazó de la agricultura a la industria y, en menor grado, a los servicios. El
capital y los trabajadores afluyeron al sector industrial,
que se concentró en Cataluña, Madrid y País Vasco. Creció la producción de bienes de consumo (automóviles y
electrodomésticos), la industria química, la siderúrgica
y la alimentaria. También crecieron la construcción y el
turismo. El boom de la construcción estuvo vinculado al
éxodo masivo del campo a las ciudades, que incrementó
la demanda y provocó la especulación y un crecimiento
urbanístico caótico. El turismo revolucionó la costa mediterránea e impulsó el sector servicios y la actividad inmobiliaria. Sin embargo, el crecimiento económico presentó
deficiencias importantes: dependencia de la coyuntura
exterior, desequilibrios regionales e inexistencia de una
reforma fiscal.
Historia de España
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CASTILLA Y LEÓN
El desarrollo económico también provocó cambios profundos en la sociedad. Aumentó el peso de las clases
medias urbanas y de los obreros industriales. Al mismo
tiempo, la población española experimentó uno de los
mayores crecimientos vegetativos de toda su historia.
Los años más prósperos (1956-1967) son conocidos
como los del baby-boom. Por otra parte, el impacto de la
expansión económica, la apertura al exterior, el aumento
del nivel de vida y el incipiente desarrollo de la sociedad de
consumo en la modernización de la mentalidad de los
españoles fue muy grande.
쐌 La agonía del régimen (1973-1975). Tras el asesinato de
Carrero Blanco por ETA (1973), Franco nombró presidente del Gobierno a Carlos Arias Navarro, representante de
la «línea dura» del franquismo. El nuevo Gobierno fue
incapaz de conciliar unos propósitos aperturistas teóricos con una represión práctica. La oposición al régimen
siguió creciendo y se articularon organizaciones en torno
al PCE (Junta Democrática, 1974) y al PSOE (Plataforma
de Convergencia Democrática, 1975). Los últimos actos de
represión de la dictadura provocaron escándalo en el
ámbito internacional y sirvieron para difundir la propaganda antifranquista. Así sucedió con el proceso 1001, en
el que se juzgó a dirigentes de CC OO (1973), con la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich (1974) y con
las últimas ejecuciones realizadas durante el franquismo,
que tuvieron lugar en septiembre de 1975. A finales de
ese año, el Gobierno tuvo que hacer frente a la Marcha
Verde, impulsada por el rey de Marruecos, Hassan II, en
la que invitó a miles de marroquíes a invadir el Sahara
español. El gobierno franquista decidió abandonar la colonia, cediéndola a Marruecos y a Mauritana (Acuerdo de
Madrid de noviembre de 1975).
Franco murió el 20 de noviembre de 1975, y con él se
extinguió su régimen. Su sucesor, Juan Carlos I, inició su
reinado dando los pasos necesarios para instaurar un
régimen democrático en el país.
Términos históricos
쐌 Anarquismo. Doctrina y movimiento político que propugnan la desaparición del Estado y de todo poder.
Como movimiento, surgió en la segunda mitad del siglo
XIX como consecuencia de la división entre los socialistas
seguidores de Karl Marx y de Mikhail Bakunin en el seno
de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o
I Internacional, constituida en 1864. Los anarquistas o bakuninistas eran partidarios de la acción directa mediante la
convocatoria de huelgas y la creación de sociedades de
resistencia, mientras que los marxistas fueron más proclives la acción política.
En España, el anarquismo, introducido por el bakuninista
Giuseppe Fanelli, tuvo una gran implantación, especialmente en Cataluña y Andalucía. En 1870 los bakuninistas
constituyeron la Federación Regional Española (FRE).
Prohibida cuatro años después, resurgió en 1881 con el
nombre de Federación de Trabajadores de la Región
Española (FTRE) y logró mantenerse vigente hasta 1888
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cuando, debido a las disputas internas y a la represión,
se extinguió. El anarquismo se dividió entre los partidarios de la acción violenta y los defensores de planteamientos más moderados. Los primeros llevaron a cabo
acciones violentas en Andalucía (actividades de la Mano
Negra en la década de 1880) y Cataluña (atentados en el
Teatro del Liceo, 1893, y durante la procesión del Corpus
Christi, 1896, ambos en Barcelona). En 1897, el entonces
presidente del Gobierno Antonio Cánovas fue asesinado
por un anarquista italiano.
Del fermento de descontento obrero a principios del
siglo XX, surgió en Cataluña Solidaridad Obrera (1907),
que en 1910 pasó a convertirse en un organismo sindical
nacional, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT),
anarcosindicalista y partidaria del comunismo libertario.
Esta organización dominó el movimiento anarquista en
España durante los treinta años siguientes. Participó en
la huelga general de 1917, sostuvo un sangriento pulso
con el Gobierno y los patronos en Barcelona (1918-1923)
e impulsó el llamado Trienio Bolchevique en Andalucía
(1918-1920). Proscrita durante la Dictadura de Primo de
Rivera, en la Segunda República estalló en el seno de la
organización la división entre los partidarios de adaptarse al nuevo régimen y quienes se integraron en la Federación Anarquista Ibérica, que eran defensores de la vía
insurreccional. Al estallar la Guerra Civil, la CNT entró a
formar parte de los gobiernos de la Generalitat en septiembre de 1936 y de la República dos meses después.
Partidaria de simultanear la guerra y la revolución, impulsó
las colectivizaciones en Aragón y se hizo con el control
de algunas instituciones del Estado. Tras su enfrentamiento con la Generalitat (sucesos de Barcelona, mayo
de 1937), fue apartada del Gobierno y perdió influencia en la política republicana. Tras la restauración de la
democracia en 1977, la CNT fue legalizada pero no recuperó su antigua pujanza.
쐌 Concordato. Convenio entre un Estado y la Santa Sede
por el cual se regulan las relaciones de dicho Estado con
la Iglesia católica. Aunque durante la Baja Edad Media y
en la Edad Moderna se habían dado acuerdos entre el
papado y los monarcas hispánicos, los primeros concordatos en la historia de España se firmaron en el siglo XVIII.
En esa época, los Borbones trataron de aumentar el control sobre la Iglesia a través del patronato regio, o el
derecho a nombrar obispos y otras dignidades eclesiásticas, y el exequátur, que suponía la revisión de las bulas
papales por parte del monarca antes de su aplicación.
Clemente XI había apoyado al archiduque Carlos durante
la Guerra de Sucesión, lo que deterioró de manera considerable sus relaciones con Felipe V (1700-1724 y 17241746). En 1737, Clemente XII logró que estas se normalizaran mediante la firma del primer Concordato en la
historia de España. El acuerdo reguló una serie de cuestiones (derecho de asilo, reducción del número de eclesiásticos, moderación en el recurso a las excomuniones)
pero fue ambiguo en lo referente a la participación de la
Corona en los beneficios eclesiásticos y la cuestión del
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CASTILLA Y LEÓN
patronato regio. Por esta razón, durante el reinado de su
sucesor, Fernando VI (1746-1759), se estableció un nuevo
Concordato (1753), que amplió el patronato regio y
aumentó la participación de la Corona en los beneficios
eclesiásticos, aunque la Santa Sede se reservó importantes atribuciones.
El Concordato de 1753 se mantuvo vigente hasta que la
Constitución de 1812 y los forcejeos entre Fernando VII y
los liberales hicieron que perdiera parte de su vigencia.
Durante la minoría de edad de Isabel II (1833-1843), las
relaciones de la Santa Sede con el naciente Estado liberal
español quedaron destruidas como consecuencia de la
desamortización general del entonces ministro de Hacienda Juan Álvarez Mendizábal (1836-1837) y otras medidas
que atentaban contra los intereses de la Iglesia (abolición del diezmo). Cuando los moderados llegaron al
poder (1844) se fijaron entre sus objetivos restaurar las
relaciones con el Papado. Establecieron el catolicismo
como religión oficial del Estado en la Constitución de
1845 y suspendieron la venta de bienes nacionales (propiedades del clero que habían sido desamortizadas).
Finalmente, en 1851 firmaron con la Santa Sede un Concordato, por el cual el Estado español se comprometía a
destinar una parte de su presupuesto (dotación del culto
y clero) para hacer frente a los gastos eclesiásticos. Con
esta medida se compensaba a la Iglesia de la pérdida de
bienes desamortizados y subastados.
El Concordato quedó suspendido temporalmente durante el Sexenio Democrático (1868-1874) y definitivamente
con la proclamación de la Segunda República (19311939). Tras su victoria en la Guerra Civil (1936-1939), Franco inició una aproximación al Estado Vaticano buscando
la firma de un nuevo Concordato, pero en la Santa Sede
se desconfiaba de la continuidad de un régimen rechazado por la comunidad internacional y extraordinariamente duro en su línea política. Finalmente, cuando el
Estado español normalizó sus relaciones diplomáticas, se
estableció un Concordato con la Santa sede en agosto
de 1953. El Concordato consagró el dominio de la Iglesia
católica sobre la sociedad española: se declaró la confesionalidad del Estado español, la obligatoriedad de la religión católica en la escuela, la validez exclusiva del matrimonio religioso y el mantenimiento de la Iglesia por el
Estado, además de su exención de impuestos. A Franco
se le reconocía el derecho de presentar al Papa los candidatos a obispos. Tras la instauración de la democracia en
España el Concordato perdió toda su vigencia. La Constitución de 1978 estableció la no confesionalidad del Estado, aunque abrió cauces para la protección de las creencias religiosas existentes en la sociedad española y su
promoción a través de la educación.
쐌 Alfonso XIII. Rey de España (1886-1941). Hijo póstumo
de Alfonso XII (1857-1885), durante su minoría de edad,
su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena, ocupó
la regencia (1885-1902). Con dieciséis años accedió a la
mayoría de edad y dio comienzo a su reinado, marcado
por el desastre de 1898 y el impulso regeneracionista
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encarnado en los conservadores Francisco Silvela,
(1899-1900, 1902-1903) y Antonio Maura (1903-1904;
1907-1909), y el liberal José Canalejas (1910-1912). Sin
embargo, desde 1913 la división interna se adueñó de los
partidos dinásticos. Aunque el país se mantuvo neutral
en la Primera Guerra Mundial, a lo largo del reinado de
Alfonso XIII se sucedieron numerosas crisis, algunas muy
graves: la Semana Trágica (1909), los conflictos de 1917
(Juntas de Defensa, Asamblea de Parlamentarios, huelga
general), el grave conflicto social de 1918-1923 y el desastre de Annual (1921) en la Guerra de Marruecos.
Finalmente, un general, Miguel Primo de Rivera, dio un
golpe de Estado en septiembre de 1923 —que Alfonso
XIII aceptó— y estableció un régimen dictatorial. La incapacidad del dictador para establecer un nuevo sistema
político convirtió su etapa de gobierno en un mero
paréntesis. Tras la dimisión de Primo de Rivera en 1930,
Alfonso XIII confió el poder a otro general, Dámaso
Berenguer, quien intentó retornar a la normalidad constitucional de 1876 frente a una oposición creciente.
En enero de 1931, Berenguer fue reemplazado por el
almirante Juan Bautista Aznar, quien formó un Gobierno
monárquico de concentración compuesto por políticos
que aún respaldaban a Alfonso XIII. El nuevo ejecutivo
anunció la convocatoria de elecciones, primero municipales y después a Cortes constituyentes, y se comprometió a conceder la autonomía a Cataluña. Por su parte, los
partidos republicanos firmaron el Pacto de San Sebastián
(agosto de 1930), por el que se comprometían a llevar a
cabo una insurrección que instaurara la República (la
fracasada sublevación de Jaca, en diciembre de 1930) y
crearon un comité revolucionario, en realidad, un Gobierno provisional clandestino.
El 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones municipales. Los partidos firmantes del Pacto de San Sebastián
vencieron en las grandes ciudades, donde los votos
expresaban realmente el estado de la opinión pública. El
rey, falto de apoyos, partió al exilio el 14 de abril; ese mismo día se proclamó la Segunda República española.
쐌 Adolfo Suárez. Político español (1932). Licenciado en
derecho, inició su carrera política en la Secretaría General
del Movimiento y, posteriormente, ocupó los cargos de
gobernador civil de Segovia y director general de Radio y
Televisión. Fue elegido ministro Secretario General del
Movimiento en el primer Gobierno de la Monarquía
(diciembre de 1975-julio de 1976), encabezado por Carlos Arias Navarro. Tras la dimisión de este, Juan Carlos I le
nombró presidente del Gobierno, cargo desde el que
impulsó la Ley para la Reforma Política, aprobada en
noviembre de 1976 por las Cortes y que supuso el desmantelamiento del sistema político franquista. En los meses
siguientes procedió a la legalización de los partidos políticos, incluida la del Partido Comunista de España —que
provocó numerosas protestas y dimisiones en el Ejército—. Al mismo tiempo, logró la unión de diferentes fuerzas políticas conservadoras y de centro en la Unión de
Centro Democrático (UCD), de la que se convirtió en líder.
Historia de España
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CASTILLA Y LEÓN
En junio de 1977 se celebraron elecciones democráticas. En
ellas logró la victoria UCD, aunque sin mayoría absoluta,
y Suárez se mantuvo en la presidencia del Gobierno.
Durante su mandato (1977-1979), impulsó una política
de acuerdos que se centraron en la lucha contra la crisis
económica (Pactos de la Moncloa, octubre de 1977), la
formación del Estado de las Autonomías (restablecimiento de la Generalitat de Cataluña, septiembre de 1977) y la
aprobación de una nueva Constitución democrática. Promulgada esta en diciembre de 1978, se procedió a convocar nuevas elecciones generales (marzo de 1979), que
otorgaron una nueva mayoría relativa a UCD. Durante su
segundo mandato (1979-1981), Suárez se vio sometido a
un fuerte desgaste personal como consecuencia de la
división en UCD, el terrorismo, el descontento en el Ejército y la intensificación de las críticas de la oposición
encabezada por el PSOE. Finalmente, dimitió en enero de
1981, pocas semanas antes del frustrado golpe militar
del 23 de febrero. Posteriormente, abandonó UCD para
formar un nuevo partido, el Centro Democrático y Social
(CDS), en representación del cual fue elegido diputado
en las elecciones generales de 1982, 1986 y 1989. Tras la
derrota del CDS en los comicios autonómicos y municipales de 1991, abandonó la vida política.
Preguntas
 Precedió al golpe de Estado de 1936 una conspiración
militar que se aceleró tras la victoria del Frente Popular
en las elecciones celebradas en febrero de ese mismo
año. En ella colaboraron, además de importantes sectores del Ejército, elementos civiles (monárquicos alfonsinos, carlistas, falangistas). El estratega de la operación
fue el general Emilio Mola, destinado en Pamplona. El
general José Sanjurjo era la personalidad designada
para presidir un directorio militar que se crearía tras el
golpe; pero Sanjurjo falleció el 20 de julio, cuando el avión
que debía transportarlo desde Cascaes (Portugal) a Burgos se estrelló durante el despegue. El también general
Francisco Franco, futuro caudillo de España, no se incorporó a la conspiración hasta el último momento.
La sublevación comenzó el 17 de julio de 1936 en
Marruecos, donde se encontraba la mayor y mejor preparada guarnición del Ejército español. Estaba formada
por cerca de 50 000 hombres: los legionarios (el Tercio) y
las tropas indígenas. Franco, tras controlar la situación
en Canarias, se trasladó a Marruecos, donde llegó el 19
de julio, y se puso al frente de la rebelión en esa zona.
El 18 de julio, Mola decretó el estado de guerra e inició el
levantamiento en la Península. Pocas horas después,
el general Gonzalo Queipo de Llano sublevó la guarnición de Sevilla al grito de «¡Viva la República!»; a lo largo
del día se aseguró el control de la franja de territorio
situada entre Jerez de la Frontera (que hacía posible el
enlace de Sevilla con la costa), Cádiz y Algeciras (imprescindibles para el desembarco de las tropas procedentes
del norte de África). Asimismo, los sublevados tomaron
el control de puntos aislados de Andalucía (Córdoba,
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Granada, entre el 20 y el 24 de julio); el resto del territorio andaluz siguió en poder de los republicanos, aunque
en los días siguientes estos apenas pudieron organizar
acciones de respuesta. La tarde del 18 de julio los militares sublevados se hicieron con el control de Burgos y a
las once de la noche de ese mismo día el general Cabanellas, al mando en Zaragoza, dio signos inequívocos de
sumarse a la rebelión. El presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga, dimitió y el presidente de la
República, Manuel Azaña, encomendó a Diego Martínez
Barrio la formación de un Gobierno de conciliación con
los rebeldes, encargo en el que no tuvo éxito.
El 19 de julio el general Andrés Saliquet declaró el estado de guerra en Valladolid y se incorporó al levantamiento, al que se sumaron Zamora, Salamanca, Ávila,
Segovia y Cáceres. También se inició el alzamiento en
Vitoria y en diferentes guarniciones de Galicia. El coronel
Antonio Aranda sublevó Oviedo y se hizo fuerte en la
ciudad; resistiría un duro asedio hasta octubre de 1936,
cuando llegaron las primeras columnas de apoyo procedentes de Galicia. En Palma, el general Manuel Goded se
levantó contra el Gobierno y, tras asegurar la situación,
voló a Barcelona, donde la sublevación militar fue sofocada por las milicias de la CNT y las fuerzas leales al
Gobierno en una sangrienta lucha en las calles de la ciudad. En Madrid, mientras tanto, formó Gobierno José
Giral, quien decidió la entrega de armas a las milicias
obreras. A lo largo del día se produjeron algunos movimientos militares en la capital de España (Carabanchel y
Getafe); finalmente, el general Joaquín Fanjul se atrincheró en el Cuartel de la Montaña y declaró el estado de
guerra. El 20 de julio se controlaron los focos de sublevación en Madrid y una multitud acompañada de guardias
de asalto tomó el Cuartel de la Montaña. En Valencia,
Albacete y Murcia el Gobierno pudo controlar la situación durante los días siguientes.
El 19 de julio la flota republicana inició el bloqueo del
estrecho. Franco realizó gestiones para recabar ayuda
de la Alemania nazi y la Italia fascista. En los días siguientes llegaron los primeros aviones italianos y alemanes
que permitieron a Franco iniciar el traslado del ejército
de África a la Península. Al mismo tiempo, Mola envió
columnas hacia Madrid que fueron detenidas en la Sierra de Guadarrama por tropas leales a la República y
milicianos llegados de Madrid (20-25 de julio). El 1 de
agosto, una vez transportado el ejército de África, Franco ordenó el avance hacia el norte a través de Extremadura y la progresiva ocupación de Andalucía.
Asentadas las posiciones, los sublevados controlaban,
además de las Islas Canarias, Palma de Mallorca e Ibiza,
dos áreas separadas: por un lado, ambas costas frente al
estrecho de Gibraltar, y por otro, Galicia-Castilla y LeónNavarra. A excepción de Zaragoza y Sevilla, eran zonas
con escasa población y de economía rural. La mayor parte del Ejército, sobre todo los oficiales, se sumaron al
golpe. Solo en Navarra, gracias a los carlistas, hubo un
masivo apoyo popular al golpe de Estado.
Historia de España
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CASTILLA Y LEÓN
La zona leal al Gobierno quedó también dividida en
dos: la cornisa cantábrica y el País Vasco (excepto Álava),
por un lado, y Madrid, Cataluña, Valencia, Castilla-La
Mancha, parte de Extremadura, Málaga y Murcia, por
otro. La sublevación fracasó en la mayoría de las grandes
ciudades y núcleos industriales. También se mantuvieron fieles al Gobierno republicano los guardias de asalto,
algunas unidades militares aisladas y la Guardia Civil, así
como la mayor parte de la flota naval y la aviación. La
actitud de la UGT y la CNT en aquellos lugares donde
pudieron obtener armamento fue decisiva para el triunfo de las fuerzas republicanas, como lo fue el respaldo
del PNV al Gobierno republicano en el País Vasco.
Se inició entonces la llamada guerra de columnas (julionoviembre de 1936). Las tropas rebeldes, mejor preparadas, tomaron la iniciativa. A lo largo de agosto llevaron a
cabo un rápido avance hacia Madrid que les condujo
a Cáceres (15 de agosto), uniendo así las dos zonas de la
Península que controlaban los sublevados. Prosiguieron
su avance a Madrid y el 27 de agosto, aviones Junker
alemanes realizaron los primeros bombardeos sobre la
ciudad. Después de frenar su marcha para liberar Toledo
(27 de septiembre), el ejército franquista prosiguió su
avance hacia la capital de España. En el norte, las tropas
de Mola tomaron Irún (5 de septiembre) y San Sebastián
(13 de septiembre).
En el frente político, en septiembre el socialista Francisco Largo Caballero formó un Gobierno que agrupaba a
republicanos moderados, Esquerra Republicana, PNV,
PSOE, UGT y PCE. Franco, por su parte, alcanzó la primacía entre los generales insurrectos (fue proclamado
Generalísimo y jefe del Estado y del Gobierno el 1 de
octubre de 1936).
En los primeros días de noviembre se produjeron los primeros ataques sobre Madrid. Los militares sublevados
habían previsto un golpe de Estado breve que durase
horas o días. Sin embargo, se había iniciado una larga
guerra civil que se prolongó hasta abril de 1939.
 Para la elaboración de la Constitución de 1978 se tomaron como modelo la española de 1931 y otras leyes fundamentales europeas, como la de la República Federal
de Alemania. La Constitución de 1978 fue fruto de un
amplio consenso político entre fuerzas de izquierda y
derecha. Esto la diferencia en gran medida de las constituciones del siglo XIX y, sobre todo, de la de 1931 (la
derecha de la época la consideró excesivamente progresista, democrática y laica, y se sintió marginada del proceso constituyente). En algunos aspectos (como en el de
las autonomías), la Constitución de 1978 resulta imprecisa. Sin embargo, este rasgo le ha conferido a la vez flexibilidad para adaptarse a gobiernos de distinto signo
político y ha permitido insertar los nacionalismos periféricos en el sistema democrático.
El nuevo texto constitucional se fundamentó en el consenso: una comisión o ponencia formada por siete
miembros redactó un anteproyecto que se debatió en
las Cortes (mayo-octubre de 1978). La Constitución fue
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aprobada en referéndum el 6 de diciembre y promulgada el 29 de diciembre de 1978. El texto constitucional
contiene los siguientes principios:
쐌 España es un Estado democrático y no confesional.
쐌 La soberanía nacional reside en el pueblo español.
쐌 La forma de Estado es la monarquía parlamentaria.
쐌 La unidad de España es compatible con la pluralidad
nacional.
Además declara que el Estado español es unitario, es
decir, no es federal pero tampoco centralista, sino autonómico, y que el castellano es la lengua oficial del Estado, aunque el resto de las lenguas existentes en España
son también oficiales en sus respectivas comunidades
autónomas.
La Constitución de 1978 establece que el rey es el jefe
del Estado. Aunque sanciona y promulga las leyes,
disuelve las Cortes y convoca las elecciones, está al margen del debate político. Es inviolable y no está sujeto a
responsabilidad. El monarca también tiene el mando
supremo de las Fuerzas Armadas. En la sucesión a la
jefatura del Estado se favorece al varón sobre la mujer, lo
que convierte al tercer hijo de don Juan Carlos, Felipe de
Borbón y Grecia, en el heredero al trono.
El poder legislativo reside en dos cámaras elegidas por
sufragio universal: el Congreso de los Diputados y el
Senado. El Congreso tiene mayor peso en la aprobación
de las leyes, mientras que el Senado prácticamente se
limita a refrendarlas. El poder ejecutivo reside en el
Gobierno, que dirige la política interior y exterior y
depende, para su permanencia, de la confianza del legislativo. El poder judicial corresponde a los juzgados y tribunales; en la cúspide del sistema judicial español se
encuentra el Tribunal Supremo.
En la Constitución también se recoge una declaración
de derechos y libertades muy avanzada. Como novedad
respecto a constituciones españolas anteriores, la actual
incluye numerosos derechos de carácter social y económico. También establece un Tribunal Constitucional para
la defensa y resolución de los derechos individuales y el
arbitraje en conflictos de competencias entre las instituciones del Estado y las de las Comunidades Autónomas.
El Tribunal decide si las leyes españolas son acordes o
no con la Constitución de 1978. En la Carta Magna también se establece la figura del Defensor del Pueblo para
salvaguardar los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Respecto a la no confesionalidad del Estado, la Constitución española es muy moderada, ya que abre cauces
para la protección estatal de las creencias religiosas y su
promoción a través de la educación. Cuando se redactó
el texto en 1978, se pensó en proteger la religión mayoritaria, la católica, para evitar la polémica religiosa que
caracterizó a la Segunda República. La protección se
amplía, sin embargo, a otras confesiones religiosas existentes en la sociedad española, por lo que el Estado se
Historia de España
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CASTILLA Y LEÓN
compromete a garantizar el derecho de los ciudadanos
a la formación religiosa y moral.
 Se denomina Edad de Plata de la cultura española el
período comprendido entre el final del siglo XIX (1898) y
1936. El número y la categoría de artistas, escritores, filósofos, ensayistas, periodistas y, muy especialmente, científicos, además de la existencia de un público mucho
más ávido de lecturas y conocimiento, hicieron posible
una de las épocas de mayor esplendor de la vida cultural española. Para ello, fue preciso que se dieran una
serie de condiciones:
쐌 El fortalecimiento de un Estado nacional, que evolucionó progresivamente hacia una democratización
real y al desarrollo de una sociedad de masas. Esto
supuso un grado de libertad de pensamiento hasta
entonces desconocido en España.
쐌 La presencia de una herencia regeneracionista, que
dio gran importancia a la educación, la cultura y la
investigación científica. La entidad pionera fue la Institución Libre de Enseñanza. Junto a ella surgieron
también el Instituto de Reformas Sociales (1903-1924),
la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907), el Institut d’Estudis Catalans
(1907) y la Residencia de Estudiantes (1910).
쐌 La creación de un vasto mercado para la prensa y el
libro como consecuencia del crecimiento de los índices de alfabetización y escolarización. Las empresas
editoriales conocieron una gran expansión. Madrid y
Barcelona se consolidaron como grandes centros de
creación cultural.
En este contexto se sucedieron tres generaciones de
extraordinarios pensadores y artistas que ejercieron
una labor de magisterio sobre la sociedad española. Se
trata de la generación de fin de siglo (modernistas y
generación del 98), la generación del 14 y la generación
del 27:
쐌 La generación de fin de siglo, integrada por escritores,
artistas y científicos nacidos en torno a 1870, se hizo
eco del malestar social y existencial del final del siglo
XIX. Agrupó dos tendencias estéticas: el modernismo y
la generación del 98. El grupo de escritores que constituyó la Generación del 98, cuyo precursor fue Ángel
Ganivet (Idearium español, 1897), se caracterizó por su
pesimismo existencial y estuvo influido por el irracio-
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nalismo de Schopenhauer, Bergson y Nietzsche. Frente a la tendencia a la evasión de los modernistas,
manifestaron una actitud crítica con su tiempo. Obsesionados con Castilla y la simbología del Quijote, abogaron por la recuperación del espíritu español al
margen de Europa o incluso frente a ella. En esta
generación destacaron filósofos (Unamuno), escritores (Baroja, Azorín), dramaturgos (Benavente, ValleInclán) o poetas (Antonio Machado). En el campo de
las artes alcanzaron notoriedad Gaudí (arquitectura),
Zuloaga y Rusiñol (pintura) y Albéniz, Granados y Falla
(música). También hubo un desarrollo importante en
el ámbito de los estudios científicos, con Ramón y
Cajal (biología y medicina), premio Nobel en 1905, o
Menéndez Pidal, Altamira y Asín Palacios en el de las
ciencias sociales.
쐌 Los miembros de la generación del 14 abrieron España a las vanguardias, a la ciencia moderna y a la integración con el resto de Europa (a la que admiraban y
creían que debía imitarse). Entre sus filósofos y escritores destacaron Ortega y Gasset, d’Ors, Gómez de la
Serna, Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez o Rodríguez Castelao. En el campo de las artes lo hicieron
Picasso y Turina, mientras que en el de la ciencia fueron
representantes destacados Rey Pastor (matemáticas),
Cabrera y Terradas (física), Negrín (biología y medicina) y Castro y Sánchez Albornoz (ciencias sociales).
쐌 Por último, la generación de intelectuales y artistas
de las décadas de 1920 y 1930 constituyó un grupo de
jóvenes que creció en un ambiente europeísta y se
benefició de la libertad política. Acostumbrados al
lenguaje de las vanguardias, difundieron el surrealismo y optaron por el cambio, la modernidad y la
democracia. En este grupo destacaron los poetas de
la generación del 27 (García Lorca, Alberti, Guillén,
Aleixandre, Salinas, Cernuda). Entre los novelistas
alcanzaron notoriedad Sender, Barea y Aub, y en el
campo de las artes, Dalí (pintura), Buñuel (cine) y
Halffter (música). Entre los científicos ocuparon un
lugar destacado Severo Ochoa (biología y medicina),
premio Nobel en 1959, y Francisco Grande Covián.
El fin de la democracia en España, la Guerra Civil y el
franquismo supusieron la quiebra de esta época de
esplendor cultural y pusieron fin al magisterio de tres
generaciones.
Historia de España
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