Revista en Línea No. 35 - Academia Nicaragüense de la Lengua

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lengua
Revista de la Academia Nicaragüense de la Lengua
2a época, núm. 35
1523
Managua
Noviembre, 2010
4
Lengua / Revista de la Academia Nicaragüense de la Lengua
Director:
Jorge Eduardo Arellano
Editor:
Francisco Arellano Oviedo
Diagramación:
Lydia González Martinica. PAVSA.
Cubierta: Armando Morales “Bañistas en el puerto de Granada”, óleo
sobre tela (1989).
Contracubierta: Foto de familia en el Museo de Santa Cruz,
Toledo, 26 de octubre de 2010, al final de la entrega del Premio
“Don Quijote” a Juan Goytisolo y a la Asociación de Academias de
la Lengua Española. En el centro de la primera fila, el Rey de España
flanqueado por Víctor García de la Concha y Juan Goytisolo.
Managua, noviembre, 2010
El contenido de los artículos firmados representa
únicamente el punto de vista del autor.
5
ACADEMIA NICARAGÜENSE DE LA LENGUA
Director
Subdirector
Secretario
Subsecretario
Tesorero
Bibliotecario
Fiscal
:
:
:
:
:
:
:
D. Jorge Eduardo Arellano
D. Carlos Tünnermann Bernheim
D. Francisco Arellano Oviedo
D. Pedro Xavier Solís
D. Carlos Mántica Abaunza
D. Guillermo Rothschuh Tablada
D.a Ana Ilce Gómez Ortega
Miembros de Número
(Por orden de precedencia)
D. Felipe Rodríguez Serrano
D. Enrique Peña-Hernández
D. Edgardo Buitrago Buitrago
D. Eduardo Zepeda-Henríquez
D. Fernando Silva Espinosa
D. Guillermo Rothschuh Tablada
D. Carlos Mántica Abaunza
D. Jorge Eduardo Arellano
D. Emilio Álvarez Montalván
D. Francisco Arellano Oviedo
D. Carlos Tünnermann Bernheim
D. Róger Matus Lazo
D. Carlos Alemán Ocampo
D. Pedro Xavier Solís
D. Rosario Fiallos Aguilar
D. Julio Valle-Castillo
D. Alejandro Serrano Caldera
D. Sergio Ramírez Mercado
D.a Ana Ilce Gómez Ortega
D.a Isolda Rodríguez Rosales
D.a Gloria Elena Espinoza de Tercero
D. Erick Aguirre Aragón
Miembros correspondientes
D. Jaime Íncer (Nicaragua)
D. Mario Hernández Sánchez-Barba (España)
D. Noel Rivas Bravo (España)*
D. Ricardo Llopesa (España)*
D. Günther Schmigalle (Alemania)
D. Nicasio Urbina (EE.UU.)*
D. Steven White (EE.UU.)
D.a Nydia Palacios (Nicaragua)
D.a Conny Palacios (EE.UU.)*
D. Armando Íncer (Nicaragua)
D.a Claire Pailler (Francia)
D. Horacio Peña (EE.UU.)*
D.a Gioconda Belli (EE.UU.)*
D. Naohito Watanabe (Japón)
D. Francisco de Asís Fernández (Nicaragua)
D.a Gloria Guardia (Panamá)
D. Guillermo Menocal Gómez (EE.UU.)*
D. Jorge Eduardo Argüello Sansón (EE.UU.)*
D. Julio Ortega (Perú)
D.a Pilar Llull Martinez de Bedoya (España)
D. Jorge Chen Sham (Costa Rica)
* Nicaragüenses en el extranjero.
6
ACADEMIA NICARAGÜENSE DE LA LENGUA
Miembros honorarios
D. Alejandro Montiel Argüello (Nicaragua)
D. Ernesto Cardenal Martínez (Nicaragua)
D. Óscar Acosta (Honduras)
D. Alberto Cañas (Costa Rica)
D. Ian Gibson (España)
D. Víctor García de la Concha (España)
D. Gregorio Salvador Caja (España)
D. Humberto López Morales (Puerto Rico)
D. Juan Munguía Novoa (Nicaragua)
D. Iván Escobar Fornos (Nicaragua)
D. Luis Sáinz de Medrano (España)
D.a Christina María van der Gulden (Holanda)
D. Rodolfo Sandino Argüello (Nicaragua)
D. José Joaquín Quadra Cardenal (Nicaragua)
D. Carlos Mejía Godoy (Nicaragua)
D. Róger Mendieta Alfaro (Nicaragua)
7
SILLAS DE LA ACADEMIA
A: Mons. José Antonio Lezcano y Ortega (1865-1952), fundador; Dr. Julio Ycaza
Tigerino (1919-2001), ingresó el 5 de enero de 1954; Dr. Alejandro Serrano Caldera
(1938), ingresó el 10 de junio de 2002.
B: Dr. Francisco Paniagua Prado (1861-1932), fundador; Dr. Fernando Buitrago Morales
(1894-1979); Lic. Francisco Arellano Oviedo (1941), ingresó el 26 de mayo de 1995.
C: Dr. Manuel Maldonado (1864-1945), fundador; Dr. Andrés Vega Bolaños (18901896), ingresó el 8 de agosto de 1948; Dr. Emilio Álvarez Montalván (1919), ingresó
el 27 de enero de 1995.
Ch: Dr. Diego Manuel Chamorro (1901-1971), ingresó el 19 de agosto de 1948); Don
Carlos Mántica (1935), ingresó el 28 de abril de 1971.
D: Consagrada a la memoria de Rubén Darío. Dr. Alfonso Ayón (1858-1944),
fundador; Dr. Rafael Paniagua Rivas (1916-1994), ingresó el 22 de agosto de 1957.
Lic. Carlos Alemán Ocampo (1941), ingresó el 10 de marzo de 1998.
E: Pedro Joaquín Chamorro Zelaya (1891-1952), fundador; Ernesto Mejía Sánchez
(1923-1985), ingresó el 26 de junio de 1955; Dr. Carlos Tünnermann Bernheim
(1933), ingresó el 30 de agosto de 1995.
F: Carlos Cuadra Pasos (1879-1964), fundador; Dr. Jorge Eduardo Arellano (1946),
ingresó el 8 de septiembre de 1989.
G: Consagrada a la memoria de Don Enrique Guzmán. Dr. Luis H. Debayle (18561938), fundador; D. Pablo Antonio Cuadra (1912-2002), ingresó el 26 de julio de
1945; D. Sergio Ramírez Mercado (1942), ingresó el 15 de mayo de 2003.
H: Ing. José Andrés Urtecho (187?-1938), ingresó el 7 de junio de 1929; Dr. Emilio
Álvarez Lejarza (1884-1969), ingresó el 23 de diciembre de 1941; Dr. Felipe
Rodríguez Serrano (1920), ingresó el 9 de septiembre de 1955.
I: Pbro. Azarías H. Pallais (1884-1954), ingresó el 20 de diciembre de 1929; Dr.
Enrique Peña Hernández (1922), ingresó el 28 de mayo de 1961.
J: Dr. Santiago Argüello (1871-1940), ingresó el 29 de enero de 1931; Dr. José H.
Montalván (1904-1964), ingresó el 20 de octubre de 1948; Dr. Edgardo Buitrago
(1924), ingresó el 23 de septiembre de 1962; Lic. Erick Aguirre Aragón, ingresó el
28 de julio de 2010.
K: Don Pablo Hurtado (1853-1936), ingresó el 19 de julio de 1933; Gral. José María
Moncada (1871-1945), ingresó el 5 de septiembre de 1940; Dr. Ramón Romero
(1880-1964), ingresó el 8 de julio de 1948; Dr. José Sansón Terán, ingresó en 1954;
Don José Jirón Terán (1916), ingresó el 30 de septiembre de 1993; D.a Ana Ilce
Gómez Ortega (1945), ingresó el 12 de julio de 2006.
L: Don Pedro Joaquín Cuadra Chamorro (1887-1955), ingresó el 19 de julio de 1933;
Don Eduardo Zepeda-Henríquez (1930), ingresó el 7 de julio de 1963.
M: Dr. Rodrigo Sánchez, ingresó el 20 de enero de 1942; Dr. Julio Linares (1902-1971),
ingresó en 1962; D.a Rosario Fiallos de Aguilar, (1938), ingresó el 21 de julio de 1999.
N: Dr. Salvador Castrillo Gámez (1873-1950), ingresó el 8 de noviembre de 1942; Don
Adolfo Calero Orozco (1899-1980); Lic. Róger Matus Lazo (1943), ingresó el 26 de
junio de 1996.
Ñ: Prof. Carlos A. Bravo (1885-1975), ingresó el 13 de marzo de 1949; Don Guillermo
Rothschuh Tablada (1926), ingresó el 10 de abril de 1970.
O: Dr. Santos Flores López (1878-195?), ingresó el 14 de octubre de 1942; Ing. Ernesto
Gutiérrez (1929-1988), ingresó el 3 de agosto de 1967. Lic. Pedro Xavier Solís
Cuadra (1963), ingresó el 5 de mayo de 1998.
P: Dr. René Schick Gutiérrez (1909-1966), ingresó el 30 de abril de 1966; Dr. Fernando
Silva (1927), ingresó en 1968.
Q: Consagrada a la memoria de D. Quijote. Lic. Julio Valle-Castillo (1952), ingresó
el 18 de mayo de 2001.
R: D.a Isolda Rodríguez Rosales (1947), ingresó el 18 de septiembre de 2007.
S: D.a Gloria Elena Espinoza de Tercero (1948), ingresó el 29 de noviembre de 2007.
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Contenido
I. .
PLUMA INVITADA.....................................................11
Español en España y español en América......................13
II. . TEXTOS RESCATADOS............................................17
Cercopithecos de Ometepe.............................................19
III. . HOMENAJE A ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ.......21
Elogio de Ernesto Mejía Sánchez..................................23
Amistad y erudición en Ernesto Mejía Sánchez............33
Prosemas escogidos........................................................38
IV. . DISCURSOS DE INGRESO.......................................47
Los pies sobre la tierra...................................................49
Vetas periodísticas..........................................................76
Modalidades del nocturno poético en la Generación
del 40: La noche ensimismada en Martínez Rivas,
Mejía Sánchez y Cardenal...........................................90
Semblanza de Jorge Chen Sham..................................113
Discurso de don Róger Mendieta Alfaro al
incorporarse a la Academia Nicaragüense
de la Lengua .............................................................120
Mendieta Alfaro: maestro de la sátira..........................136
V. . NUEVA GRAMÁTICA DE LA LENGUA
.ESPAÑOLA................................................................141
La Nueva Gramática: actualizada científicamente,
colectiva, panhispánica, policéntrica, actual.............143
La Nueva gramática y la política lingüística
panhispánica..............................................................147
VI. . IGNACIO BOSQUE: DOCTOR HONORIS
.
CAUSA DE LA UNIVERSIDAD AMERICANA.......151
Luminarias de la lengua española................................153
Discurso de Ignacio Bosque en el acto de concesión
del Doctorado Honoris Causa que le otorga
la Universidad Americana ........................................165
VII.. DICCIONARIO DE AMERICANISMOS...............175
Hispanoamérica en sus palabras..................................177
Diccionario de Americanismos: conociendo
a nuestra familia hispanoamericana...........................184
El Diccionario de americanismos: espejo de la
identidad de nuestros pueblos....................................190
VIII..DOCUMENTA RUBENDARIANA..........................201
Fervor y apoteosis del “Canto a la Argentina”
en su centenario.........................................................203
IX.. ARTÍCULOS Y ENSAYOS.......................................217
Carta a don Edgardo Buitrago: en ocasión
de su misa de cabo de año.........................................219
Celestina, Lázaro y Palomino......................................222
7 títulos de escritoras nicaragüenses............................238
X. . RESEÑAS Y NOTAS.................................................247
El ejemplo señero de Darío en dos colecciones
de estudios.................................................................249
Jorge Chen Shan, editor: Asedios posmodernos
a Rubén Darío............................................................253
Una aproximación minuciosa, casi detectivesca,
de la vida y obra de Salomón de la Selva..................257
Vargas Llosa: espeleólogo de la conciencia
humana / dos notas....................................................266
Pedro Xavier Solís: El vidente Bernardo de Cuapa.....270
Rosario Aguilar: agradecimiento a FAO .....................271
I
PLUMA INVITADA
Presentamos un magistral artículo de nuestro miembro
honorario, Gregorio Salvador Caja (Cúllar, Granada, España, 1927),
tomado de su libro Noticias del Reino de Cervantes / Uso y abuso
del español actual (2007).
Preclaro ciudadano de nuestra lengua, Salvador Caja ha sido un
apasionado defensor de su unidad. Doctor en Filología Románica
por la Universidad Complutense en 1953, ejerció la docencia en
las universidades de La Laguna (Tenerife), Granada, Autónoma de
Madrid y en su Alma Mater, aparte de enseñar cursos especializados,
como profesor visitante, en la universidad de Maryland, EE.UU; el
colegio de México y la Universidad de Buenos Aires.
La investigación dialectológica, la lexicología, la crítica
literaria y el cuento han constituido los ámbitos de su quehacer.
Entre sus obras, cabe citar Semántica y lexicología del español
(1985), Lengua española y lenguas de España (1987), varias veces
reeditado; Política lingüística y sentido común (1992), Un mundo
con libros e Historia de las letras, ambas de 1996.
Por sus colaboraciones habituales de prensa, mereció cuatro
premios periodísticos. Definitivamente, para muchos colegas suyos
de la América hispana Gregorio ha sido un maestro muy respetado
y un sincero amigo. Hasta él vayan nuestros “saludes”.
Pluma invitada
13
Español en España
y español en américa
Gregorio Salvador Caja
Se suele hablar de español de España y español de América
como si fueran las dos variedades que deban distinguirse y
oponerse en esta lengua nuestra, tan ancha y extendida. No
me gusta a mí, como lingüista, esa diferenciación porque es
una mera constatación geográfica, sin apoyaturas lingüísticas
suficientes para que tenga validez en dialectología. Si Inglaterra
y los Estados Unidos son, al decir de Bernard Shaw, dos países
separados por la misma lengua, no se puede repetir la ingeniosa
paradoja con respecto a España e Hispanoamérica.
De hecho, no hay en el español de América ninguna
peculiaridad lingüística de mayor o menor extensión que no
tenga su correlato en alguna zona, también más o menos extensa,
del español peninsular, y desde luego muchas de sus aparentes
particularidades lo emparejan con el castellano literario de los
siglos de oro.
Solo hay un rasgo común a todas las hablas americanas, el
de la confusión de s y z, y está igualmente presente en las islas
Canarias, en dos tercios de Andalucía y en algunos lugares de
Extremadura y de Levante. Sevilla era ya seseante en el siglo
XVI y por ella pasaban todos los viajeros a Indias, gran parte de
los cuales eran de ese territorio meridional que había discrepado
de Castilla en la evolución de las sibilantes.
El español es una lengua muy cohesionada, la más unitaria de
todas las grandes lenguas del mundo. Sus diferencias dialectales
son mínimas en comparación con las que suelen ofrecer
otros dominios lingüísticos y no impiden nunca —ni siquiera
14
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
dificultan— la intercomprensión entre sus hablantes, procedan
de donde procedan. Cualquier hispanohablante entiende a otro
sin mayores problemas, lo que no puede asegurarse, pongamos
por caso, de los anglohablantes.
Que las diferencias dialectales sean mínimas en español,
que nuestro idioma sea lo que técnicamente se llama una lengua
“símplex”, es decir, una lengua cuyas variedades dialectales
son todas inteligibles entre sí, no quita que estas existan y que
incluso se pueda hablar de una primera subdivisión del español,
de dos grandes variedades en la lengua: el español de tendencia
fonéticamente conservadora, que los dialectólogos solemos
llamar español castellano, y el español de tendencia evolutiva,
que denominamos español atlántico. Pero esa división no se
corresponde con España y América, ni muchísimo menos. El
español castellano, de gran homogeneidad, de notables fijeza
consonántica, es el español de la mitad norte de la Península
y el que se habla en la altiplanicie mexicana, en las zonas
interiores de Centroamérica, en la cordillera andina y en todos
los altiplanos de América del Sur. El español atlántico es el del
sur de la Península, las islas Canarias y las del Caribe y todas
las tierras litorales de América, tanto atlánticas como pacíficas,
un español dialectalmente heterogéneo, de consonantismo
relajado y gran efervescencia articulatoria. La proximidad
fonética, si dejamos aparte el seseo y la entonación, entre
un mexicano de la altiplanicie, un quiteño, un bogotano, un
boliviano, cualquier hispanoamericano del interior, y un
salmantino, un burgalés o un turolense es mucho mayor que
la que existe entre un granadino, un gaditano, un tinerfeño, un
cubano, un rioplatense o un chileno. Esa repartición geográfica
de la subdivisión inicial del español, el de consonantismo
firme y el de consonantismo relajado o español de tendencia
castellanista y de tendencia andalucista, que también se han
denominado así las dos amplias variedades, da lugar a que la
diferencia de pronunciación existente entre un madrileño y un
sevillano sea muy pareja a la que se puede advertir entre un
mexicano de la capital y un veracruzano o un colombiano de
Bogotá y otro de Cartagena de Indias.
Pluma invitada
15
La dualidad fónica española de hablas norteñas y hablas
meridionales se repite en todo el continente americano entre la
pronunciación de las tierras altas y la de las tierras bajas, entre
sierras o altiplanicies y costa o litoral, lo cual hace que casi
todas aquellas naciones estén dialectalmente partidas de manera
análoga a como lo está el español de España, y eso le da un
considerable equilibrio al idioma y ayuda notablemente a evitar
la fragmentación, a mantener la unidad. Porque si las isoglosas
dialectales coincidiesen con fronteras políticas, la tendencia a la
disgregación lingüística, apoyada por siempre posibles desatinos
nacionalistas, podría favorecer la separación idiomática y acabar
con esa coalescencia admirable que existe en nuestra lengua
y que tanto se le valora desde otros ámbitos lingüísticos más
dialectalizados.
Afortunadamente, no hay un español de España y un
español de América, en el mismo sentido que hay un inglés
británico y un inglés norteamericano o un portugués ibérico
y otro brasileño. El océano no parte el español. Hay diversas
peculiaridades de español de América y más o menos las mismas
de español de España, entrecruzadas entre sí y, en cualquier caso,
mutuamente inteligibles sin esfuerzos. Hay español en España y
español en América, eso es lo que hay: una lengua unitaria y
asombrosamente cohesionada y homogénea para lo que suele
ser el panorama fuertemente dialectalizado que ofrecen otras
lenguas del mundo.
II
TEXTOS RESCATADOS
En su Rusticatio Mexicana (1781), el poeta Rafael Landívar (ciudad
de Guatemala, 1731-Bolonia, Italia, 1793) rescata una tradición
mítica de Mesoamérica en el libro XIV de esa obra única: la del
mono raptador de hembras; cercopithecos los bautiza, conocidos
popularmente en Centroamérica como sisimicos.
Dos literatos nicaragüenses la han retomado: el novelista Hernán
Robleto en Una mujer en la selva (1935) y Pablo Antonio Cuadra en
dos versos de su poema “Escrito sobre el congo”: refiriéndose a los
cercopithecos o sisimicos, afirma: raptan a las niñas que atraviesan
los caminos / o a las que se bañan desnudas en la íngrima ternura
del riachuelo.
Rescatamos, pues, el fragmento siguiente, tomado de la traducción
en prosa que realizó de la Rusticatio Mexicana el estudioso
mexicano Octaviano Valdés: Por los campos de México (México,
ediciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1942,
pp. 195-196), precedidos de estas líneas:
Los peligros que el ciervo y la liebre esquivan con su pie veloz,
los salva con taimados ardides, y burla a su declarado enemigo,
el sagaz cercopitheco, gala del campo, dueño principal de la
selva, mañoso de ingenio, peremne gloria de las fieras. Muchas
veces envuelve su cuerpo de negra vestidura, cubriéndolo todo
de pelaje desgreñado; su vientre, piernas, brazos, ijares, cara,
cabeza y manos, no carecen de pelo negreante. Pero si es
Nicaragua pródiga...
Textos rescatados
19
CERCOPITHECOS DE OMETEPE
Rafael Landívar
Si vero Nicaragua tibi det prodiga dono,
Quem praecincta lacu nutrit gratissima tellus
Ille alvum certe pectusque albescet et ora.
Haec vero humanam simularet bellua formam,
Ni magno contorta sinu, contorta deorsum,
Cauda ferae reliquos turparet corporis artus.
Mole tamem plures adeo se attollere visi,
Aethiopem ut primo credas spectare decennem,
Viribus at cinctum validis, hominisque vigore,
Raptandis, ut saepe solent, uxoribus apto.
Pero si es Nicaragua pródiga la que en don te ofrece el simio
que nutre en una isla feracísima1 orlada por las aguas de un
lago, con toda seguridad lleva este el vientre, el pecho y la cara
albeantes. Tendría una figura semejante a la de un hombre, si su
cola retorcida hacia abajo con una vuelta desproporcionada no
le afeara el cuerpo. Se ha visto algunas alcanzar tal estatura, que
a primera vista creerías contemplar un etíope de diez años. Está
dotado de las poderosas fuerzas y vigor del hombre, suficiente
para raptarse a las mujeres según lo acostumbra a menudo.
(Traducción de Octaviano Valdés)
__________________________
1. Ometepe, en el gran lago de Nicaragua, grata en extremo por su fertilidad
y llena de monos con cola (cercopithecos)
Ernesto Mejía Sánchez.
III
HOMENAJE A
ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ
Ernesto Mejía Sánchez, retrato a pluma de Álvaro Gutiérrez.
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
23
ELOGIO DE ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ1
Carlos Tünnermann Bernheim
NOS HEMOS congregado esta noche en la Sala de Grados
de esta Casa de Estudios para dar cumplimiento al acuerdo de
nuestra Junta Universitaria, en virtud del cual se confiere el título
de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma
de Nicaragua, UNAN, a don Ernesto Mejía Sánchez. El título
de Doctor Honoris Causa es la mayor distinción académica que
puede otorgar nuestra Universidad. Se concede por resolución
de la Junta Universitaria aprobada por voto unánime de sus
miembros.
Desde el advenimiento de la autonomía universitaria, la
UNAN es muy exigente en cuanto a los títulos honoríficos que
otorga. En sus Estatutos tiene establecido que estos solo pueden
darse a las personas que se destacan por una extraordinaria labor
cultural, científica o docente. Como morada de las más elevadas
manifestaciones del espíritu, la Universidad ha reservado
su máximo galardón académico precisamente para quienes
sobresalen en las cosas del espíritu. Aquí no se prodigan honores
a los políticos ni a los magnates. Como lo advirtiera el recordado
rector Mariano Fiallos Gil, al ofrecer el título de Doctor Honoris
Causa a don Antonio Oliver Belmás, este homenaje es muy
exclusivo: solo se concede a personas cuyas obras descansan
en los más altos valores de la ciencia y la cultura “Nunca lo
hemos otorgado por otra cosa en que no entren como factores
decisivos el honor, la dignidad y el mérito. Se lo hemos negado
__________________________
1. Discurso pronunciado en la ceremonia de investidura de Ernesto Mejía
Sánchez como Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en 1971.
24
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
a grandes, poderosos y ricos personajes”, dijo entonces el rector
Fiallos Gil.
Desde 1958 la lista, no muy extensa, de quienes han recibido
esta distinción incluye los nombres siguientes: Josefa Toledo de
Aguerri, Salomón de la Selva, Raúl Silva Castro, Antonio Oliver
Belmás, Edelberto Torres y Alfonso Cortés. A ellos se agrega
hoy el nombre de Ernesto Mejía Sánchez. La lista en sí es la
mejor demostración de lo que antes hemos dicho.
Para conferir el grado de Doctor Honoris Causa a Ernesto
Mejía Sánchez nuestra Junta Universitaria tuvo en cuenta su
calidad humana; la originalidad de su poesía; sus relevantes
méritos como ensayista, historiador y crítico literario; su devoción
por la obra de nuestro Rubén Darío, a cuyo conocimiento ha
contribuido con luminosos estudios y su fecundo trabajo docente
como catedrático e investigador de la Universidad Nacional
Autónoma de México.
Pese a los largos años que tiene de residir en México, la
labor de Mejía Sánchez es bien conocida y apreciada en los
medios universitarios e intelectuales de Nicaragua, con los que
mantiene permanente contacto. Por eso, al referirme a su vida
y obra, lo hago no para darlas a conocer, sino para realizar su
elogio.
Nacido en Masaya en 1923, aprendió las primeras letras
en su ciudad natal; los estudios de secundaria los cursó en el
Instituto Nacional de Oriente de la ciudad de Granada, donde
también siguió los de Derecho en la extinta Universidad de
Oriente y Mediodía. En 1944, se trasladó a la ciudad de
México donde ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional Autónoma para cursar la carrera de Letras,
estudios que culminó con singular éxito en 1951 al obtener su
Maestría en Letras Españolas con mención magna cum laude.
Raimundo Lida fue uno de sus maestros en esta Facultad. Su
afán por profundizar sus conocimientos le llevó a Madrid donde
entre 1951 y 1953 hizo estudios de doctorado en Letras, con
especialización en Filología Hispánica, en la Universidad
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
25
Central de aquella ciudad. Particularmente importantes, para
su formación como investigador, fueron los años en que hizo
estudios e investigaciones en el Centro de Estudios Filológicos
y Literarios de El Colegio de México, una de las instituciones de
más sólido prestigio del continente. En el Colegio de México
trabajó con eminentes maestros, principalmente Alfonso Reyes,
quien fuera su gran preceptor (Reyes le dirá después, en ocasión
de recibir un ejemplar de su libro Los primeros cuentos de Rubén
Darío: Siempre será para mí una alegría el haberlo visto crecer,
madurar y soltar los primeros frutos a mi lado).
Su tarea docente la ha desempeñado de manera especial en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México, donde ha impartido, brillantemente,
las cátedras de Morfología, Sintaxis, Estilística y Literatura
iberoamericana, campo este último en que es una autoridad
reconocida. Sin embargo, su labor como catedrático ha rebasado
los límites de la República mexicana, pues constantemente recibe
invitaciones para dictar cursos y lecciones en universidades de
otros países. Así ha dictado conferencias en Segovia y Salamanca
de España, en varias universidades de los Estados Unidos y en
Berlín, Caracas, Oxford y León de Nicaragua. Ha participado
en numerosos congresos y seminarios sobre literatura y es
miembro fundador del PEN Club de México y de la Comunidad
Latinoamericana de Escritores.
Ernesto Mejía Sánchez ha sido galardonado en varios
concursos literarios: en 1947 obtuvo el Premio Nacional Rubén
Darío, concurso que ganó otra vez en 1950 con su colección de
poemas “La impureza”, aún inédita, pero que será incorporada
al libro que de su obra poética publicará próximamente nuestra
Editorial Universitaria. En 1945, obtuvo el segundo Premio de
Poesía del Primer Certamen Nacional de Cultura, convocado
por el Gobierno de El Salvador, con su libro Contemplaciones
Europeas. El jurado, integrado por Alberto Velázquez, de
Guatemala; Arturo Agüero, de Costa Rica y Pablo Antonio
Cuadra, al acordar el premio para el trabajo de Mejía Sánchez
manifestó: hemos hallado en él una singular madurez poética,
26
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
una pureza de expresión y una novedosa modalidad que puede
servir de orientación hacia rumbos inéditos de la poesía
centroamericana.
Mejía Sánchez pertenece a varias corporaciones culturales
que se honran de contarlo entre sus miembros: La Sociedad
de Amigos de Menéndez y Pelayo; la Academia de Geografía e
Historia de Nicaragua y la Academia Nicaragüense de la Lengua,
correspondiente de la Española. Es actualmente directivo de la
Comunidad Latinoamericana de Escritores, que ya ha celebrado
tres importantes congresos. Por encomienda de esta, Mejía
Sánchez tuvo a su cargo la compilación del importante volumen
publicado por la Comunidad con motivo del Centenario del
nacimiento de Darío y que se intitula: Estudios sobre Rubén
Darío, obra que recoge valiosos ensayos sobre nuestro gran poeta,
que aún no habían recibido adecuada divulgación. Es un libro de
más de seiscientas páginas, estupendamente organizado, del que
ningún estudioso de Darío podrá prescindir en el futuro. Solo la
acuciosidad de Mejía Sánchez y su dominio de la bibliografía
dariana podían darnos una colección tan extraordinaria como la
reunida en el libro de referencia.
Antes de cumplir los veinte años de edad Mejía Sánchez
inició su carrera literaria colaborando en diarios y revistas de
Nicaragua, de manera especial en los recordados Cuadernos del
Taller San Lucas, de los que fue editor entre los años 1942 y
1944. Sus primeros poemas aparecieron en la revista Educación,
en 1944. A raíz de su traslado a México sus poesías comenzaron
a publicarse en las principales revistas literarias de México, de
las que por años ha sido asiduo colaborador. Tanto en México
como en Madrid, su espíritu inquieto le movió a fundar revistas
literarias para dar amplio margen a su búsqueda de nuevas
formas de expresión artística.
El primer libro que Mejía Sánchez publicó fue una antología
de Romances y corridos nicaragüenses, editado por la imprenta
de la Universidad Nacional Autónoma de México. Pero su obra
poética personal, que abarca ya más de media docena de libros, se
inicia en 1947 con la aparición de Ensalmos y conjuros, editados
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
27
por Cuadernos Americanos. El crítico Orlando Gómez-Gil (quien
en su obra Historia crítica de la literatura hispanoamericana
incluye a Mejía Sánchez entre lo que llama la “promoción más
reciente” de escritores hispanoamericanos al lado de Daniel
Devoto, Alí Chumacero, Juan Rulfo y Julio Cortázar) dice de
los versos de Ensalmos y conjuros que encierran una “poesía
aguda, paradojal, indirecta, llena de rodeos”. Como miembro
de la generación siguiente a la de vanguardia, la poesía de Mejía
Sánchez, desde su primera manifestación, se nos revela como
algo novedoso, de estilo depurado, trabajado con impecable
técnica, pero donde el pulcro artífice no impide que captemos la
inspiración del auténtico poeta que trasciende de cada uno de los
Ensalmos y conjuros, como en aquel que dice:
Para saber si el fruto de su vientre
ha de ser varón o niña, que tu mano
inaugure la sombra de sus ojos, y
que pronuncie un nombre sin
recordar la noche de la sangre.
Si ella dice: rueca, o: golondrina,
será mujer quien alegre tu casa.
Si dice, por ejemplo: amaranto,
será varón quien besará
a la madre. Si queda muda,
no te apenes, él hablará por ella;
que nacerá un poeta.
Bajo el sello editorial Sur de Buenos Aires apareció, un
año después, el poema en versículos, de gran aliento: “La carne
contigua” que según Ernesto Cardenal, está “lleno de tabúes,
construido todo él alrededor de una palabra: la desnudez de
Thamar”. Cardenal, en la introducción a la Antología de la
Nueva poesía nicaragüense afirma que la poesía de Mejía
Sánchez: “Es una poesía clara, pero llena de secretos, que a
cada uno se entrega en voz baja y en privado. Una poesía que
vale más por lo que niega que por lo que entrega, más por lo
que calla que por lo que dice... Después de la lectura de cada
poema suyo se siente una rara sensación de revelación velada,
28
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
de “Estar en el secreto”. Más importante que lo que se entiende
es lo que se sobreentiende, aquello que al final de cada verso
deja por decir, como si terminara sus frases siempre una sílaba
antes, al borde del misterio. El callar algo es un medio más de
expresión para él, una verdadera figura literaria. Hay que ser
sagaz y avispado ante cada poema, porque para él la poesía es
eminentemente de palabras, no de sentimientos ni de ideas y las
palabras, que son apariencias, engañan. De ahí esa especie de
doblez o doble sentido de su poesía. Doblez que es inherente
al lenguaje, además, pues ya la misma etimología de la palabra
palabra lleva en sí la marca de la mentira: parábola, esto es,
desviación, rodeo, expresión indirecta. Las palabras siempre
son de dos caras, como las monedas; cara y cruz; el espíritu y la
letra... Toda poesía está hecha de palabras, pero en esta de Mejía
Sánchez la palabra es, al mismo tiempo, el tema de su poesía.
Palabra es la palabra más usual en sus poemas (como también
la variante aritmética de número). Sus palabras y números
siempre tienen algo de ciencias ocultas, de magia, algo diabólico
y sibilino”.
Palabra, agregamos nosotros, que al conjuro poético nos
revela de misterio, transformándose en algo distinto:
Ensayé la palabra, su medida
el espacio que ocupa. La tomé
de los labios, la puse con cuidado
en tu mano. Que no se escape. ¡Empuña!
Cuenta hasta dos (lo más difícil)
Abrela ahora: una
estrella en tu mano!
El propio Mejía Sánchez, nos dice que para él la poesía es:
Este desasosiego, esta palabra que desde el corazón
me llega y se detiene en mis labios, no es nuevo en mí,
sino que permanece, vive desde cuando mis padres,
en amorosa lucha, concretaron la carne de la muerte
para darme al mundo; y me crece como un mar en el pecho,
siempre cambiante, furioso y sin consuelo.
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
29
Ha de llegar un día en que tanto afán madure
y se desangre, y esa ignorada palabra detenida
en mis labios rompa el aire como un canto y
me haga feliz y duradero el nombre”.
En el canto IX de “Los desvelos”, revelador poema incluido
en el libro Contemplaciones europeas, Mejía Sánchez nos da la
clave de su “Vita arsque poetica”:
Bautizo las palabras, pongo
nombre a los nombres. Digo
la noche y significa una
paloma. Imagino el leopardo
y tus ojos lloran. Sufro la luz,
el día y gano la impureza.
Dibujo un rostro más ¡Dios
mío! sobre el tuyo. Escribir
un poema es como recordar
el futuro. Es engendrar un hijo
en la tumba. Grabo tu nombre
y se confunde con el mío.
Qué repentino padre soy
en el mismo instante. Qué
dios sobre este muro que
emborrono desde que nazco.
Este es mi testamento, mi
bautismo, tu imagen y semejanza.
“Bautizar las palabras”; poner “nombre a los nombres” es
el secreto de toda poesía. Octavio Paz nos lo dice: “el poeta
no tiene más remedio que servirse de las palabras —cada una
con un significado semejante para todos— y con ellas crear un
nuevo lenguaje. Sus palabras, sin dejar de ser lenguaje —esto es
comunicación— son también otra cosa: poesía, algo nunca oído,
nunca dicho, algo que es lenguaje y que lo niega y va más allá...
La poesía es lucha perpetua contra la significación. Dos extremos:
el poema abarca todos los significados, es el significado de todas
las significaciones... Triunfo de la palabra: el poema es como
30
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
esos desnudos femeninos de la pintura alemana que simbolizan
la victoria de la muerte...”.
El eminente crítico, Enrique Anderson Imbert, profesor de la
Universidad de Harvard, en su muy conocida obra Historia de la
literatura hispanoamericana, dice de Mejía Sánchez que es uno
de los poetas más agudos y rigurosos. “En su agudeza y rigor
hay algo de juego con complejas significaciones y sorpresas que
obligan al lector a corresponder con la inteligencia, no solo con
la emoción”.
La poesía de Mejía Sánchez figura en las mejores antologías
de la poesía española e hispanoamericana. Ha sido traducida el
inglés, alemán, italiano y polaco. Su voz está incluida, como
voz de acento poético propio, en el “Archivo de Literatura
Hispánica en cinta magnética” de la Fundación Hispánica de la
Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, junto con las
voces de los más representativos poetas y prosistas ibéricos y
latinoamericanos.
El acuerdo de nuestra Junta Universitaria, en virtud del cual
se confiere el grado de Doctor Honoris Causa a Ernesto Mejía
Sánchez, señala entre los méritos que movieron a nuestra Junta a
otorgar su reconocimiento, el valioso aporte que Mejía Sánchez
ha hecho, mediante sus exhaustivas investigaciones, para el
mejor conocimiento de la vida y obra de nuestro Rubén Darío.
En efecto, Mejía Sánchez, es sin duda hoy día el más autorizado
crítico y escritor dariano del mundo hispanoamericano. Desde el
inicio de su carrera literaria, el estudio del legado dariano ha sido
constante preocupación de nuestro homenajeado. A Rubén ha
dedicado varias obras fundamentales que han contribuido, como
pocas, al esclarecimiento de muchos aspectos de la creación
artística rubendariana.
La serie de estudios consagrados a Rubén la inicia con
su trabajo: “Los primeros cuentos de Rubén Darío”, que le
sirvió para graduarse con honores como Maestro en Letras en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México. A sus años como investigador de “El
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
31
Colegio de México”, del que era entonces Presidente su maestro
Alfonso Reyes, debemos la aparición de Cuentos completos de
Rubén Darío (1950); Poesía de Rubén Darío. Libros poéticos
y antología de la obra dispersa (1952) y “Las humanidades
de Rubén Darío”, que leyó al hacer su ingreso en la Academia
Nicaragüense de la Lengua, el 26 de junio de 1955.
Sigue después el volumen compilado por encargo de la
Comunidad Latinoamericana de Escritores Estudios sobre
Rubén Darío, aparecido en 1968 y que antes mencionamos. La
serie culmina, por ahora, con el libro que acaba de publicarle
la Editorial Revista de Occidente, como parte de la colección
“Cimas de América” y que se intitula: Cuestiones rubendarianas.
Esta colección la creó la mencionada editorial para publicar
“los libros más significativos de los autores más consagrados de
América”. La Editorial, al ofrecer la obra al público, manifiesta
que “se honra en presentar una cima nicaragüense”, señalando
de Mejía Sánchez que “sus estudios y su constante trajín con
los libros de autores hispanoamericanos, han hecho de él uno
de los críticos literarios de mayor rigor científico. Este libro
contiene los mejores trabajos de Mejía Sánchez sobre Darío,
entre ellos su famoso ensayo “Rubén Darío, poeta del siglo
XX”, leído por su autor en el Primer Congreso Internacional
de Hispanistas, que tuvo lugar en Oxford, Inglaterra, el 10
de septiembre de 1962 y en el cual refuta los reproches del
poeta español Luis Cernuda y del crítico inglés Bowra a la
obra dariana. En este estudio Mejía Sánchez hace gala del
manejo de la crítica literaria; lo estimamos definitivo para
demostrar la vigencia y actualidad de nuestro gran poeta. El
libro es de tan singular valor que con motivo de su aparición
los mejores escritores e intelectuales mexicanos se reunieron
recientemente en “La Capilla Alfonsina” para rendir homenaje
a Mejía Sánchez. También la Universidad Nacional Autónoma
de Nicaragua ha querido aprovechar la oportunidad de su
publicación para otorgarle el doctorado Honoris Causa.
Más no solo la obra de Rubén Darío ha sido estudiada a
fondo por Mejía Sánchez. Su formidable labor de investigación
ha comprendido también la de Alfonso Reyes, cuyas Obras
32
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
completas viene editando desde el volumen XIII en adelante;
Gutiérrez Nájera; José Martí; Montalvo, etc...
En el campo propiamente histórico ha dedicado estudios al
Padre Mier y al Padre Las Casas. Sobre este último publicó en
1967 un libro de reseña bibliográfica: Las Casas en México. Su
ensayo “El pensamiento literario de Rousseau”, incluido en el
volumen editado por la UNAM en 1962, bajo el título Presencia
de Rousseau, es un ejemplo de su tremenda capacidad para
encontrar siempre algo nuevo o algún aspecto novedoso aun en
los más estudiados autores. Octavio Paz en Corriente alterna
elogia el trabajo de Mejía Sánchez y reconoce que su lectura
le permitió ver con mayor claridad aún el parentesco entre
Rousseau y el fundador del surrealismo, André Breton. “Mejía
Sánchez, dice Paz, analiza con gran erudición e inteligencia un
texto poco conocido del primero y en el cual no es ilegítimo
ver una suerte de prefiguración de la concepción surrealista del
lenguaje”.
Este es el hombre y su obra a quien la Universidad Nacional
Autónoma de Nicaragua ha dispuesto distinguir confiriéndole el
grado de Doctor Honoris Causa en reconocimiento a su ardua
labor literaria. En realidad, es nuestra Universidad la que se
honra al incorporar a la lista de sus doctores honorarios a uno de
los nicaragüenses más doctos con que cuenta el país.
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
33
Amistad y erudición
en Ernesto Mejía Sánchez
Jorge Eduardo Arellano
En el número 34 (octubre, 2009) de la revista Lengua, Julio
Valle-Castillo rinde un compacto y completo homenaje a su
maestro paradigmático: “Ernesto Mejía Sánchez, crítico de
Rubén Darío”, fallecido hace 25 años. “Reinaremos en el
olvido”, aseguraba el maestro y amigo Mejía Sánchez; pero
sus más próximos discípulos nunca creímos que, en su caso
personal, ese reino adviniese tan pronto. Ni su poesía ni su prosa
se han difundido como merecen ni han recibido estudios ni
reconocimientos críticos. Ni siquiera su producción dariísta, ya
compilada por Valle-Castillo, ha visto luz.
De ahí que evoque su amistad y vida, creación y erudición:
los cuatro aspectos del ser humano que fue Ernesto Mejía
Sánchez (Masaya, Nicaragua, 6 de julio, 1923-Mérida, Yucatán,
29 de octubre, 1985): uno de los mayores poetas mallarmeanos
(en la línea de Stephane Mallarmé) de Hispanoamérica y quizá
el hombre de letras más completo de Nicaragua. El único, al
menos, que en la segunda mitad del siglo XX alcanzó un nivel
transoceánico como crítico e investigador literario. Sin lograr
obras de síntesis como Pedro Henríquez Ureña, dejó una extensa
y dispersa producción erudita que abarca más de cien títulos
entre libros, folletos, sobretiros, antologías y ediciones de y
sobre epígonos de la poesía, la narrativa y el pensamiento en
lengua española.
Sin ánimo de llenar varios párrafos de nombres, enumero
los autores a quienes entregó sus principales afanes y desvelos:
Bartolomé de las Casas, Gaspar Pérez de Villagrá, el Príncipe
de Esquilache (Francisco de Borja), Juan Francisco de Páramo
34
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
y Cepeda, Marcelino Menéndez Pelayo, Miguel de Unamuno y
Azorín, por citar siete españoles. Luego, a los hispanoamericanos
—comenzando por los mexicanos— Servando Teresa de Mier,
Carlos María de Bustamante, Manuel Gutiérrez Nájera, Amado
Nervo, Luis G. Urbina, Julio Torri y Alfonso Reyes, cuyas
Obras completas tuvo a su cargo desde el volumen XIII; a los
sudamericanos Andrés Bello, Juan Montalvo, Domingo Faustino
Sarmiento, Rufino Blanco Fombona, Rómulo Gallegos; y a
los centroamericanos Rubén Darío y Salomón de la Selva.
Finalmente, a los antillanos José Martí, Eugenio María Hostos,
Pedro Henríquez Ureña y José Luis González.
De todas estas veinticinco figuras capitales, a quienes dedicó
acuciosas indagaciones, Darío, Reyes y Martí, despertaron su
mayor interés. Mejía Sánchez fue el más sabio dariísta de su
tiempo, como dan fe las ediciones que preparó de los Cuentos
completos en 1950 y de las Poesías en 1952 y 1977 de Darío, los
fundamentales estudios recogidos en Cuestiones rubendarianas
(1970) y varias investigaciones: desde la primera y desconocida
“Darío, Maeztu y la Hispanidad” (Anhelos, núm. IX, marzo,
1941), pasando por “Darío y Acuña” (La Prensa, Managua,
18 de agosto, 1949), hasta las reveladores puntualizaciones de
Hércules y Onfalia (México, 1964) y Las revelaciones literarias
(Revista Iberoamericana, núm. 62, 1966).
Por su lado, sobre Reyes escribió centenares de páginas, entre
otras las de sus trabajos La vida en la obra de Alfonso Reyes (1961
y 1966), “Rubén Darío y los Reyes” (Revista Conservadora del
Pensamiento Centroamericano, núm. 47, abril, 1963), “El orden
en los papeles” (Nuestra década, 1964), Más sobre Unamuno y
Reyes (1964), Rubén Darío y Alfonso Reyes (1966), “Menéndez
Pidal y Alfonso Reyes” (Anuario de Letras, UNAM, 1968-1969)
y Los amigos de Alfonso Reyes (1971). En cuanto a Martí, Mejía
Sánchez ha referido su devoción al mismo en el prólogo a una
compilación crítica de las correspondencias norteamericanas del
apóstol cubano que editó dos veces: José Martí en el Partido
Liberal (1886-1892). Tal devoción la concretó, por ejemplo,
en un cursillo de 1957, en la dirección de una tesis en 1958,
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
35
en unas páginas de su “Biblioteca Americana” (1959), en dos
seminarios —uno de 1960 y otro de 1972— y en su asistencia
al Coloquio Internacional de Burdeos el último año referido.
La tradujo, además, en tres ensayos: “José Martí” (Cuadernos
Universitarios, León, núm. 17, 1961), “Los últimos días de
José Martí” (Humanitas, Monterrey, núm. 4, 1963) y “Martí y
Darío ven el baile español” (Filosofía y Letras, UNAM, núm.
3, 1977).
Pero también autores de otras lenguas y literaturas, como la
francesa y la inglesa, tuvieron en Mejía Sánchez un apasionado,
fehaciente erudito. Dos de ellos, al respecto, fueron Juan Jacobo
Rousseau y George Santayana. Sobre el primero sistematizó una
interpretación teórica: “El pensamiento literario de Rousseau”
(incluida en la obra colectiva Presencia de Rousseau en México¸
México, UNAM, 1962); y sobre el segundo una valoración
interesante. Octavio Paz elogió el ensayo sobre el enciclopedista
francés en su Corriente alterna (México, Siglo veintiuno,
1967, pp. 64-66): “Mejía Sánchez analiza con gran erudición e
inteligencia un texto muy poco conocido del primero (Rousseau)
y en el cual no es ilegítimo ver una suerte de prefiguración de
la concepción surrealista del lenguaje. Se trata del Essai sur
l’origine des langues. Confieso que yo no lo conocía e ignoro
si (André) Breton lo leyó alguna vez. Me inclino por la negativa
(…) Breton creía que el lenguaje funda a la sociedad y no a la
inversa; Mejía Sánchez señala que para Rousseau “hay un pacto
lingüístico anterior al pacto social…”.
Sin embargo, no bastan estas líneas para dar una idea bastante
aproximada de la erudición y del repertorio bibliográfico de
Mejía Sánchez. Habría que deslindar en él ocho etapas vitales
para comprender su vocación y carrera literarias. La de su
Infancia y adolescencia (1923-1940, hasta los 17 años); Los
años formativos (1941-1951, hasta los 28), primero en Nicaragua
como poeta y luego, académicamente, en México (de enero, 1944,
a julio, 1951) hasta graduarse; La experiencia europea (19511953) sobre todo española, durante la cual realizó pesquisas
documentales que posteriormente aprovecharía; Intermezzo
36
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
nicaragüense (1954-1955) e imposibilidad de adaptarse al medio;
Realizaciones y primera madurez (1966-1972): en USA (Tulane,
Nebraska, Nueva York) y México (de los 43 a los 49); años
también de realizaciones y madurez creadora que culminaron
con la publicación en Madrid de Cuestiones rubendarianas
(1970), el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional
Autónoma de Nicaragua (1971) y la edición de casi toda su
producción poemática en Recolección a mediodía (1972); Años
de crisis familiar y radical agnosticismo (1973-1978, de los 50 a
los 58); y La intensificación declinante de su crisis (1979-1985,
de los 59 a los 62), por la emergencia de una enfermedad mortal:
fibrosis intersticial difusa (Pasman Rich) en 1979.
Como se ve, hubo ocho Mejía Sánchez bien definidos de los
cuales tuve la fortuna de conocer a los tres últimos, aunque el premortem me haya deparado alguna decepción perdonable. Lo cierto
es que los Mejía Sánchez mejor asimilados intelectualmente por
mí, fueron el quinto y el sexto, o sea el de las etapas culminantes
de su carrera. Son los Mejía Sánchez que guardo con gratitud,
pues el hombre desde que me lo presentó Enrique Fernández
Morales en su casa-museo (Granada, 26 de diciembre de 1965),
se preocupó por mi destino literario y me heredó algunos de sus
papeles y folletos nacionales, enseñándome a honrar los valores
culturales y a practicar una generosidad bibliográfica oportuna,
entre otros bienes perdurables.
Esta vez quiero dejar constancia de su amistad, trans­
cribiendo tres de las doce dedicatorias que me obsequió y aún
conservo con sus títulos respectivos: “A Jorge Eduardo Arellano
—decía la primera—, en memoria de nuestras arduas sesiones
bibliográficas. Afectuosamente, Ernesto Mejía Sánchez.
Granada, feb. 1966”, estampada en un ejemplar de La poesía
contemporánea en Centro América, ponencia leída en las
Primeras jornadas de Lengua y Literaria hispanoamericanas,
celebradas en Salamanca, 1953. La segunda fue trazada en el
primer ejemplar de Estelas / homenajes, y en ella reconoce al
gran amigo “que me permitió recoger estos fragmentos, —con
la gratitud de su afectísimo, Ernesto Mejía Sánchez—, ya casi
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
37
16 de enero de 1971”. Y la tercera figura en su folleto Literatura
y sociedad puertorriqueñas (1977) y dice “A Jorge Eduardo,
gran amigo, colaborador y sucesor de todo lo bueno que quise
hacer”.
La etapa de su infancia y adolescencia quedó trasfundida
en sus textos autobiográficos (poemas y prosemas), que no
son pocos. La formativa de Nicaragua puede rastrearse en El
sembrador y en Anhelos, publicaciones periódicas católicas de
Masaya (la segunda, dirigida por él, constó de nueve números: de
julio, 1940 a abril, 1941), como también en el primer Cuaderno
del Taller San Lucas (octubre, 1942).
La etapa de México, entre 1944 y 1951, entrañó su formación
académica y americana. Guiado por el polígrafo Rafael Heliodoro
Valle, hombre cordial y práctico, Mejía Sánchez tuvo de maestros
insustituibles al español Agustín Millares Carlos —notable
bibliógrafo—, a ese coloso del saber literario y universal que
fue Alfonso Reyes y al agudo crítico argentino Raimundo Lida.
En dicha etapa no solo escribió la tesis de maestría Los primeros
cuentos de Rubén Darío (1951), sino también sus primeros
títulos en verso: Ensalmos y conjuros (1947), La carne contigua
(1948), El retorno (1950) y La impureza (1951). De este año
a 1953 data su estadía en Europa: Francia, Italia, España. Allí,
bajo la orientación de Antonio Rodríguez Moñino, completó su
erudición en letras españolas, hizo activa vida literaria desde
la Residencia del Mayor Guadalupe en Madrid y su poesía
encontró afinidad espiritual e iluminada fecundación en la del
catalán Carles Riba.
En fin, de 31 años regresó a Nicaragua para administrar una
empresa cuasi-familiar: la Imprenta Granada; pero, aunque el
26 de junio de 1955 ingresaría en la Academia Nicaragüense
de la Lengua, no pudo desplegar libremente sus talentos (las
condiciones objetivas se lo impidieron) y tuvo que marcharse a
México, país donde se arraigó para siempre y fue algo más que
su segunda patria.
38
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Prosemas escogidos
Ernesto Mejía Sánchez
La ancha Castilla
(Joaquín Vaquero)
PASO LA tarde en la ancha Castilla; del amarillo al ocre,
que traen de la mano todo el estío, paso al infinito violeta
del poniente, las tierra de labor y los trigales, verde laguna y
verde ciénaga, barro y huesos de la tierra, desierto visto con la
yema de los dedos, como la luna o su madre el primer día de
la Creación, con su hombre diminuto y sus borregos. Tierra de
Campos —campos de tierra dura y parda, rocas y adobes, para
la catedral, piedra sombreada y fresca para el agua romana, que
lleva hasta las Termas y más allá, al Panteón y al Pireo. Ancha es
Castilla, como el mundo. Pasa el mar y la selva: el verde aquí es
mujer y el monte morado y los volcanes domésticos me llevan a
mi casa. Casa de adobes amarillos, piedra fresca para apagar el
alma soleada por Castilla.
Tercera clase
El tren mixto de Madrid salía
de Valencia a las dos de la tarde. No
recuerdo nada de las particularidades
de este remoto viaje.
Azorín, Madrid, ídem,
Biblioteca Nueva, 1941, II.
VAMOS EN tercera, de Madrid a Valencia, por eso de Las Fallas.
Y arranca el tren con gran estrépito español, antes de tiempo.
Hace hambre al parecer, pues todos se han puesto a hurgar
en sus atados y sacan panes y hogazas y facones para cortar
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
39
peligrosamente el de cada día. Mechan el corazón con longaniza,
morcillas, jamón serrano o queso ratonado. Los precavidos traen
sardinas y merluzas o tortilla de patatas para el come que te
come. No llegamos a la primera estación y ya hemos devorado
un metro de pan con su aderezo porque me han convidado con
gentileza. Que el americano se a morir, darle algo. Y dale con
el americano; y pasarle también la bota de vino juguetón. Se
oyen cantos o parecen cantos con el vino. Ahora, a los postres, el
americano va despacio con las naranjas, unas de oro valencianas,
marcadas con un superfluo sellito de tinta roja que dice Valencia,
que con el zumo manchan los dedos a su antojo. Ronda el vino
en el canto y cada quien canta su cual canción de su región, que
es la mejor y que le da por el culo a todas las otras. Y ahora a
darle: Que cante el americano, que cante el americano. Y alguno
muy sabido agrega: ¡Pero en inglés! Y el americano, haciendo
de tripas lo que son, saca el alma a rodar y da de sí un romance
del Conde Dirlos, que no habéis oído, aprendido de niño allá en
su tierra, después del mar, con música de Mudarra o de Flecha
el Viejo, Cancionerillo llamado jardín de amantes, sin pie y sin
fecha. Y Moñino, que lloraba de risa.
Filología callejera
Yo aprendí de Solalinde una buena
costumbre, que era resultado de su salud moral:
en cuanto guardábamos los papeles y salíamos
a la calle, el filólogo desaparecía, dejando sitio
al muchacho más sencillo que he conocido...
Yo lo acusaba, burlescamente, de vivir preso
entre los muros del “dialecto castellano” y
no querer salirse de ellos. Porque el hecho de
que en España se huya dado preferencia en el
habla corriente a la palabra “estrecho” sobre la
palabra “angosto” no significa que ésta deje de
ser perfectamente legítima. Y él se amparaba en
su prosapia toresana.
R., XII, 223-224.
VENIRME A mí que soy de Toro, hijo de las Leyes de ídem,
ca hombre, a decirme que Atlántico se pronuncia a la manera
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
azteca, con te-ele, no faltaba más, cuando sabemos por la sangre
que siempre se ha dicho A-lántico, A-las, o Ad-lántico, Ad-las, si
queréis ser relamidos como sois. Ignorantes, mastuerzos, que no
sabéis de la misa la media ni el trueque de sibilantes en antiguo
español, nada de la erre y ele implosivas ni de la caída de la de
intervocálica. Confundís el acusativo con el nominativo y a las
mujeres les regaláis un costurero y por el clásico ya consta que
las regaló uno grande, de raso pajizo. Y esa manera de espeler
la equis (ésqüisit form), que es el colmo, que os viene de los
suramericanos del Norte. Vamos, la monda. Y dijo don Ramón:
Que Reyes y Ureña llevan razón, Solalinde.
A la cena familiar
A Hernando Valencia Goelkel.
EN EL verano vamos por las orillas del Manzanares, playa de
Madrid, a la cena que recrea y enamora. Llevamos sandías y
melones, ciertos vinos frescos, jamoncillos raídos y los ojos
abiertos a rabiar. Vino clarete y pobrete de Valdepeñas, que
dejamos reposar en el agua; sandías y melones de Villaconejos,
que no somos villamelones para colocarnos cocalocas en los
colones. Y ellas, qué mirar, qué sonreír, y dan la vuelta por la
Ermita y vuelven a pasar y a volver los ojos con qué discreción,
con familiar curiosidad animal. —Vos convidamos, vidas,
acercáos. —Qué estraño habláis y qué modales, querer alternar
por una mirada. —Es que nos quedamos allá, en el siglo XVI.
Y ellas confusas, aturdidas, imaginan borrosamente una tienda,
una tasca nombrada El Siglo Veinte, El Siglo de Oro o El Siglo
de las Luces. Serán ellas sin saberlo nuestras primas, y nosotros
haremos de sus primos, en la cena dichosa, alegres y frugales,
como quien no quiere forzar la parentela.
Manolo Altolaguirre
(1959)
ME ASOMÉ al aljibe del patio al anochecer. El olor del mar y
los jazmines daban ganas de morir. Cayó un nardo en el agua y
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
41
vi su rostro niño y cano a la vez, sonriendo plata en el círculo
negro. Vi las islas y la nube, a Isabel Paloma y a su madre joven
clavel cortado. Vi el final de un amor y el brusco volcón en una
carretera de Burgos. Vi el ciervo herido que busca en el monte
amparo. Vi lo que no vi y lo que vi: El joven a la mesa de plomo,
sangrándose la espalda, el No. 73 de la calle de Viriato en que
viví. Vi el rostro de la Verónica estampado en las prensas, vi
sus prensas de Málaga, de Madrid, de París, de Londres, de La
Habana y de México. Vi la calle de Belisario Domínguez en
que viví y su última imprenta y otra vez San Lorenzo 12 y el
olor del mar. Vi sus libros y errores, sus erratas y aciertos, la
sonrisa de cada día, la inocencia y el fuego. En Velintonia 3 está
la foto de Paloma. Y todos corren anticipadamente a la muerte
de Federico: “Manolo Altolaguirre... Concha Méndez y otros
que se me olvidan.” Pero nadie para en la carretera. Pasan todos
los coches con los ojos cerrados. Pasa Dios y el último latido del
motor. Pasa el Diablo como alma que lleva el diablo. No llega
Eluard ni Supervielle ni Spender. Pasa el silencio con un beso en
los labios. Pasa lo que no pasa y lo que siempre pasa, en la noche:
otro nardo en el agua, que borra el rostro niño y la sonrisa.
Conversaciones en el bar
(Luis Rosales)
DICEN QUE lo maté, lo oí en La Habana; pero nadie quiso
decírmelo a mí solo. Esperaron el teatro lleno y lo gritaron a
pedradas, con huevos podridos y tomates. No dicen que lo maté,
técnicamente; sino que lo vendí, que lo entregué en mi casa, entre
sábanas blancas. Sí, Granada andaba loca en busca de colores.
Azul y rojo, rojo y gualda en las banderas, por los arrayanes,
las arreboleras, en el carmen de Falla, husmeando fuego ritual
y sangre en los rosales. Ruiz Alonso, mascando un clavel negro
entre las fauces lo mandó a perseguir y nos buscaron casa por
casa, porque la nuestra era toda Granada y allí me lo encontraron,
ya pálido, los sayones de tricornio. Mis hermanas le llevan
camisas y holandas con alhucema y azahares. Allí los sayones
se están rifando sus vestiduras. Allí se oyó que yo era y que esa
misma noche me matarían. Y Ruiz Alonso, chafando su clavel,
mandó hacer fuego sobre la “L” azul de Luis en la pijama.
42
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Rusticatio nicaragüensis
LANDÍVAR (RUSTICATIO, XIV, 355-564) y Th. Belt
(Everyman’s Library, XXXVII, 333-335) me anticiparon
las primeras nociones sobre los cuadrumanos robadores de
mujeres. Tendrá que agradecer el país natal, oh my land!, al
jesuita latinizante la opaca mención de su bravo mar interior
y su isla eruptiva, pospuestos deliberadamente a la figura del
lascivo cercopithecos, adolescente etíope dotado de humano
vigor para el rapto matrimonioso. Y al inglés compañero de
Darwin, muerto en purísimo olor científico en Nijni Novgorod,
limpio entre las nieves, haberlo bautizado con el casto nombre
de Cebus albifrons, amado por Mme. Mestayer en su hotel La
Sirena. Después leí todos los Huxley, ambos Lawrence, el primef
Miller y hasta Faulkner el bueno, y no hallé nada que valiera la
pena. Sólo un día, en un claro bordeado de grandes ceibos y
chilamates, tan altos que entre sus copas y el suelo feraz había
mucho cielo, o el cielo era bajo entonces y estaba al alcance de
nuestra mano, entre el boscaje fresco y fragante, en el aire lento
como una esmeralda oí el grito de la mujer, mezcla de asombro
y felicidad, volando de rama en rama, en brazos del pequeño
y fecundo pariente. I was a child, I was a little monkey in the
kingdom by the sea.
Apunte en la embajada
Occasionally a female would be seen
carrying a young one on its back, to which
it clung with legs and tail, the mother
making its way along the-branches, and
leaping from tree to Cree, apparently but
little encumbered with its baby. A large
black and white eagle is said to prey
upon them, hut 1 never witnessed Chis,
although I was constantly falling in with
troops of the monkeys.
Thomas Belt, The Naturalist in Nicaragua.
Londres, 1878, VII, 91-92.
VEO A los nicaragüenses malhablados, hijos de mona y guardia,
negros, renegridos, morenos, morochos o morunos y murrucos,
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
43
hablando francés, francés cercopithéque —porque antes
creíamos los del Centro que éramos más o menos blancos, cara
blanca, cebus albifrons, pues no visitamos las afueras— y ahora,
afuera, de lejos, te vemos, tierra, como sos. Tierra negra, morena
cuando más, como la carne que quiero y no quiero. Madre carne,
madre patria, bandera mentida en blanco y azul (por moler a
Rubén Darío), yo te veré si es que te veo como serás. No me
borres, por que yo canté el Himno y marché a la zaga algún día.
Anduve de rama en rama del árbol genealógico, hice un claro en
el bosque, fui un niño como fueron mis padres, un niño y ya no
lo soy. Un niño, un monito, en un reino junto al mar, como dijo
Edgar A. le Grand Poet.
Santos Cermeño
TÚ QUE no tocaste la flauta por casualidad, tú que tocaste lo
que tocaste porque la sabías ya sin saberlo, tú más amigo que los
amigos, te quiero dibujar desde tu tierno corazoncito de plástico,
dentro de tu ancho pecho sonoro y —santo, santo, santo— bajo
el coro de nuestra iglesia parroquial. Oh Santos, con tu piano
de juguete, en noches de serenata, alegre y sosegado. Bajo lo
peor de Nicaragua, o lo mejor, que casi siempre es lo mismo, tú,
sereno en tu serenidad magistrado, impartiendo lo que puedes:
amistad, amor, justicia y alegría, para los que no somos más que
aprendices de tu sabia inocencia de ritmos y rimas. Ya no somos
lo que realmente somos —pero tal vez un poco peor, pero sin
condiciones ni mejoras, pues todo lo que sabemos no sirve acaso
para la salvación de las almas. Oh Santos, tú que tienes la riente
paz, dame la mía.
Enrique Fernández Morales
FIGURA MENOR que yo o igual lo que no es cierto sino todo lo
contrario en varias antologías como lo demuestra la muestra de
su otro lado de la luna: el dibujo, el rostro, la tinta, los colores,
el cuerpo, la forma, la plástica en todo su esplendor mayor
que nunca podré hacer ni deshacer sino celebrar. Aquí el San
Francisco, el de Asís, enorme y delicado, como él quiso, los
44
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
muchachos de la calle, los poetas, la Anunciación y la Pietá.
Veo rostros y cuerpos que conozco y desconozco, unos ojos, tal
vez una sombra en hielo azul traslúcido que voy descubriendo
a cada momento, un rostro lunar, una mirada lunática. Todo con
el capricho maestro, mayor de edad, serio y risueño, achinado,
chirreado y chinchineado como él, pero en prerrafaelita, artnouveau, naïf y sobre y noche de insomnio cerrada. Puedo pintar
o dibujar los cuerpos más tristes esta noche, dice el Autor. Qué
ruido más triste hacen los cuerpos cuando se aman, dijo el Poeta.
Qué qué, cacaraqueó Susana y los viejos y el viejo amigo suyo
y seguro servidor.
Alejandro Aróstegui
1
LUZ DE abajo, luz de la tierra, basurero del hombre, chatarra,
podredumbre metálica, desperdicio, pecado contra natura,
Jardín de las Delicias a lo infernal, hacia lo tríptico pésimo.
Paisajes ancestrales tristísimos, tal vez algún astro o piedra,
negro o plata o mierda. Una idea manual, herramientas calcadas
como fueron, no de fierro, mesas con utensilios y objetos ¿para
quién? flotando suspensos en el éter gaseoso, que de repente se
vuelven conchas y estrellas marinas, joyas, planetas, gemas,
constelaciones, galaxias: Chevron, Carrada Dry, McCormick,
Coca Cola, Pepsi Cola, Esso (¡Dios mío, yo nunca escribí eso! y
es la única en que pronuncio Coca o Pepsi), las peores latas, las
que dan toda la lata, aplastadas, pero rutilantes levitando en su
espacio particular, redivivas, redimidas, gloriosas, en estado de
original transparencia.
2
LA HERRUMBRE, el orín, el machigüe, el chingaste, el sacaste
animal, el sarro vegetal, el chicuije mineral, lo chachalte y lo
tetelque, en rebelión iluminada. La insurrección de abajo tiende
hacia la excelencia, a la santidad por la sabia mano gobernada.
Sabe que los grises dan vida al amarillo, los ocres al carmín,
pero en metálico: Pémex, Cálmex, Tecate y chiles jalapeños
Homenaje a Ernesto Mejía Sánchez
45
destruidos en el asfalto de la noche irrumpen en el aire empíreo.
El Bosco continúa en el chacuatol, en el fétido paisaje lacustre.
Las líneas rectas, dunas, elípticas, curvas, casi cuerpos, dirigidas,
intencionales, no dejadas a la improvisación de lo fortuito; los
azules, los verdes, las texturas enrarecidos y sin peso y sin peso el
bruto bólido, la extraña masa férrea y las sardinas niñas ovaladas
y los delicados caparazones de chocolate grande y aluminio otra
vez en vuelo fulgurante. Qué pesadilla luminosa, higiénica,
equilibrada, tibia, nicaragüense y virginal.
La nueva milpa
DIVISO A Camilo Zapata en su caballito chontaleño. Los
soñadores ciegos de Saraguasca vienen también, oliendo la
flor de pino para orientarse. Viene el Trío Monimbó llamando
a su palomita guasiruca: Ven, palomita, ven que ya es hora / y
verás la Aurora. Vienen las campesinas del Cuá pegando gritos
por su cuerpo desgarrado; viene Ernesto Cardenal escribiendo
su llanto. Ya está abonado con sangre el solar de Monimbó; de
la tumba del guerrillero se levanta la carne viva: Somoza y el
juez de mesta no aguantan ésta. Lo dice el canto de los pájaros,
alto y profundo como las aguas de Nicaragua. Ahí viene don
Justos Santos ya revivido y todos toditos juntos sus pinoleros.
Con un rastrillo de oro viene don Justo y una bala de plata por
la limpieza de su conducta, a hacer la limpia del cielo y tierra.
La Mora limpia de nuestro sueño. Ya vienen por la quebrada, La
Quebradita, Terencio Acahualinca y el niño Quincho, Quinchito
Barrilete con su cometa y hasta la viejita de Mozambique. Vienen
huellas sagradas, hoy pestilentes, ardiendo en lava… Vienen
Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina, vienen cantando que
es buena la cosecha, que está a la vista, que está ya lista, que
estalla limpia La Nueva Milpa. Llegó Sandino.
Julio Valle-Castillo
JULIO VALLE-CASTILLO de los valles que yo vi es un castillo
de naipes donde caben, por ejemplo: Vallecastín, Ron Castillo,
Castillito, Castillo Will, que firma el castillo del rótulo de don
46
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Laureano Castillo, cuya tienda era El Castillo más castillo que
el de Kafka, pues allí conocí las mancuernillas de ámbar bajo
el vidrio borroso, las mismas que traje julitro bajo sus gafas de
cucaracha pachorruda, con las que el niño ve todo el mundo
como disparate armónico, el niño con su paleta de guaro que
vio o me dijo Roberto Sosa, el mejor poeta nicaragüense de
Honduras (Costa Rica), y que estuvo debajo ‘e la cama de Rubén
Darío muriéndose: “Jure, jodido” y no le cumplió, pues se salió
con unas imágenes a su imagen y semejanza: ¡valle, castillo, el
último modernista, ámbar y quoque filo mi!
Taller, talleres, talleristas…
—PINTEN UN huevo con palabras, decía Coronel en su
gallinero imaginario. Lo ovoide, lo elíptico, lo rosáceo, pintarlo
por dentro y fuera hasta que no quede nada del huevo sino
palabras. Corregir la pintura, tacharla, rasparla y que sólo quede
lo resplandeciente de la criatura. A ver, vate —me decía a mí—,
desembuche. Y yo sacaba mi mierdita de la bolsa y él leía y
leía, serio, sonriente, picarón y decía: —Esto es una reverenda
mierda. Pues así va uno aprendiendo en el taller de la vida. Así
Cardenal aprendió más que ninguno. Y yo sigo aprendiendo
todavía.
IV
DISCURSOS DE INGRESO
Incorporación de don Erick Aguirre Aragón
a la Academia Nicaragüense de la Lengua,
28 de julio de 2010.
Discursos de ingreso
49
Los pies sobre la tierra
(Discurso de ingreso a la Academia
Nicaragüense de la Lengua)
Erick Aguirre Aragón
DEBO AL poeta Fernando Silva dos acontecimientos impor­
tantes en mi vida como escritor. Una de ellas, la más remota, fue
haber leído hace ya más de treinta años sus Cuentos de tierra
y agua (1965), que para mí ambientaron espléndidamente en el
hábitat nicaragüense mis entonces fervientes lecturas de Mark
Twain, y lograron hacerme aterrizar de la mejor manera posible
no sólo en la realidad de mi país, sino también en la realidad de
nuestra lengua, que no es otra cosa que la realidad de nuestra vida.
Desde entonces dejé de soñar con el caudaloso Mississipi, con
sus alegres vagabundos y feraces aventureros, para sumergirme
en la literatura nicaragüense de la mano de quien es actualmente
el más nicaragüense de los escritores. Recuerdo que llegue a leer
sus cuentos casi por casualidad, durante una huelga estudiantil,
cuando avergonzado de que mis compañeros de la Asociación de
Estudiantes de Secundaria me viesen siempre leyendo literatura
“extranjera”, decidí acompañarme con su libro en las noches de
vigilia durante las tomas de colegios en los años finales de la
dictadura de Somoza.
Pero su lectura me obligó a poner atención a otros textos y a
otros autores nacionales que escoltaban sus libros en la biblioteca
de mis padres. Así fue como desde entonces alterné mis lecturas
iniciales llenas de lejanas e ingenuas imágenes, con la dura
realidad circundante de la dictadura, que a través de imágenes
más cruentas y dramáticas nos mostraba entonces la poesía de
Ernesto Cardenal y Leonel Rugama, o los cuentos de Lizandro
Chávez y Sergio Ramírez; pero también con las historias,
50
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
crónicas y testimonios, entonces clandestinas y secretas, de
Jerónimo Aguilar Cortés, Manolo Cuadra y algunos otros, sobre
la lucha de Augusto C. Sandino contra la ocupación extranjera
a inicios del siglo veinte. Fue aquella una bifurcación literaria
que, como lector y aprendiz de escritor, terminó por marcarme
para siempre.
La otra cosa no menos importante que debo ahora al poeta
Silva es haber animado a los miembros de esta academia a
someter a votación la propuesta de mi ingreso como miembro de
número, lo cual agradezco profundamente.
El periodismo y los escritores modernistas
Como escritor y periodista me veo obligado a reflexionar
en este discurso de ingreso acerca de la antigua y extraña
relación entre el periodismo y la literatura, y acerca de
cómo la obra literaria de Rubén Darío y la de los escritores
modernistas hispanoamericanos, han colocado ante nuestros
ojos la verdad incuestionable de que ambos oficios se han
enriquecido mutuamente a lo largo de los años; pese a que, como
parientes distantes, se miran a veces con reticencia o con cierta
desconfianza.
En el ámbito hispanoamericano fue durante las últimas
décadas del siglo diecinueve, época de grandes transformaciones
económicas y sociales en la que los jóvenes poetas e intelectuales
de la nueva generación aglutinaron y dieron forma a las ideas
y al espíritu del movimiento modernista; cuando ambos oficios
confluyeron de forma significativa y extraordinariamente
fructífera. Fue durante ese periodo que, ante la disolución
del tradicional mecenazgo aristócrata o burgués que obligó a
nuestros escritores a ganarse la vida con sus propios recursos,
los nuevos poetas y prosistas se vieron obligados a refugiarse
en el periodismo como un oficio que podría, eventualmente,
permitirles sobrevivir sin traicionar sus afanes artísticos.
“La generación de jóvenes artistas e intelectuales que se
formó en ese periodo –anota el académico Noel Rivas Bravo en
Discursos de ingreso
51
la introducción a su edición crítica de España contemporáneafue también una importante generación de periodistas. No
olvidemos que muchos de ellos realizaron buena parte de su
labor creadora y crítica en los periódicos”.1 Durante ese periodo,
pues, el periodismo y las nuevas e innovadoras propuestas
de la literatura hispanoamericana llegaron a entrelazarse y a
relacionarse tan íntimamente, que precisamente las páginas de
los periódicos servirían recurrentemente como vehículo casi
exclusivo para el desarrollo de la mejor prosa hispanoamericana
finisecular. Y fue el propio Rubén Darío –según observa Rivas
Bravo apoyándose en un artículo de Todo al vuelo (1912)-, quien
afirmó que el periodismo entonces servía como “gimnasia de
estilo” para el pensador y el artista sometidos a la imposición
del ejercicio diario de redacción. Y precisamente en las crónicas
y “gimnasias” periodísticas de Darío y de los tantos modernistas
hispanoamericanos que ejercieron el periodismo, puede observarse
con claridad la profunda e imbricada necesidad de relación,
en ambos oficios, con el ejercicio de narrar y con la voluntad
constante y sistemática de observar y explicar críticamente los
entornos humanos y sus complejas implicaciones.
Fue con el ejercicio de la crónica y la entrevista de fondo,
o con la virtuosa combinación de ambos géneros, que desde el
tiempo de auge de nuestros modernistas el periodismo empezó
a imbricar sus mejores dechados con la historia de nuestra
literatura. No en balde la entrevista, a diferencia de los demás
géneros periodísticos, es, como se repite en las Facultades
de Periodismo y Comunicación, el único género en el que la
realidad habla por sí misma. El único en el que el entrevistado,
con sus propias palabras, presenta al lector el mundo, los sucesos
y las explicaciones de ellos. Su misión es atribuir una opinión
sobre temas de interés público y fijar las responsabilidades
respectivas. Con sus objetivos y reglas, la entrevista de fondo, al
igual que la narrativa, construye un personaje (el entrevistado),
expone su identidad, presenta sus actos y discurre acerca de
__________________________
1. Rivas Bravo, Noel. Introducción a: Darío, Rubén. España contemporánea”
(edición crítica). Academia Nicaragüense de la Lengua, Managua, 1998.
52
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
sus motivaciones; todo a partir del discurso de un narrador (el
periodista-escritor) que lo enfrenta con las evidencias de su
mundo y su historia, apoyado en todo un trabajo de investigación
que en poco se diferencia del que desarrolla un novelista para
escribir su obra.
En tanto, el ejercicio de la crónica, el más antiguo de los
géneros periodísticos, logra entroncar por una parte con el relato
y la novela, y por otra con la historia, hasta el punto en que,
hoy por hoy, es considerado el género por antonomasia del
periodismo literario. Un género que adopta la superestructura
del relato, al mismo tiempo que incorpora la técnica del punto
de vista narrativo, y llega incluso a convertir al periodista en
un narrador, con todas sus posibles variantes. La crónica es uno
de los géneros periodísticos considerados híbridos, y quizás sea
entre ellos el más sui géneris; comparte las características del
reportaje por su necesidad de sujeción al hecho informativo o
noticioso, y las del artículo de opinión por la importancia, en
su ejercicio, del juicio y la libre interpretación personal del
autor, que en este caso tiene la suficiente libertad como para
“sobrevolar” los acontecimientos y desplegar a discreción sus
propios enfoques y personales perspectivas. El desarrollo de
este género lleva intrínseca una simbiosis expresiva entre los
hechos y el autor; entre el qué y el cómo; entre lo acontecido
y la visión personal del narrador. El buen cronista es capaz de
presentar al lector una especie de quintaesencia de la noticia, lo
que casi siempre no logra verse en la nota informativa propia
del reportero. La crónica, pues, es una especie de radiografía
de la noticia, es decir, una presentación digerida y asimilada del
hecho noticioso. Se dice en el gremio que un buen cronista lo es
sólo si domina o conoce “por dentro” los hechos que informa en
una crónica, género que además exige de un estilo personal y un
vocabulario rico, muy bien trabajado, y la innata capacidad de
ver “más allá” de los hechos y atravesarlos con la mirada.
Durante los casi seis años en que impartí las asignaturas
de Géneros periodísticos y Escritura creativa en la Universidad
Nacional y la Universidad Centroamericana, me llamó mucho
Discursos de ingreso
53
la atención el hecho de que, aún en las dos universidades
nicaragüenses donde las transformaciones curriculares propias de
una época como la actual han dejado huellas menos catastróficas,
y en las que las ciencias de la comunicación y el periodismo
aún sobreviven entre el generalizado déficit humanístico; no se
haya todavía introducido alguna materia propicia para abordar
y por consiguiente sopesar en su dimensión la importancia del
periodismo modernista hispanoamericano de finales del siglo
diecinueve; especialmente la práctica, profusa y abundante, de
la crónica y el ensayo periodístico ejercidos por Rubén Darío,
con los cuales se ganó la vida por mucho tiempo -más de la
mitad de su vida-, al punto de que ha sido considerado, como
reitera con admiración el Dr. Carlos Tünnermann Bernheim,2
nuestro primer periodista profesional moderno.
No es casual entonces que en el período de finales del
siglo diecinueve y comienzos del veinte, la crónica alcanzara
en Hispanoamérica los más altos niveles de calidad en su
ejecución. Según Rivas Bravo, por sus características la
crónica fue uno de los géneros más idóneos para encauzar las
colaboraciones periodísticas de los escritores modernistas,
que llevados generalmente por la necesidad se convirtieron
en articulistas, críticos literarios, reseñadores y cronistas.
Periodismo y literatura se beneficiaron mutuamente: los
escritores por medio del periodismo comenzaron a difundir las
metáforas configuradoras de la nueva imaginación artística…
El oficio de periodista comunicó a los escritores un sentido de la
actualidad que afectó positivamente a sus creaciones, anota el
académico.3 Y, en efecto, la crónica imponía a los modernistas
muy pocas limitaciones. Con la única obligación de partir de
un acontecimiento de actualidad que interesara a los lectores de
periódicos, sea una puesta en escena, la presentación de un libro,
la semblanza de un personaje interesante o desconocido; el viaje
a algún país lejano para informar sobre su cultura, costumbres,
__________________________
2. Tünnermann Bernheim, Carlos: Rubén Darío: puente hacia el siglo XXI.
PAVSA, Managua, 2003.
3. Rivas Bravo, Noel. Ibid.
54
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
idiosincrasia o historia, el escritor modernista convertido en
periodista desplegaba libremente en sus textos las más prolijas
divagaciones e impresiones acerca de asuntos de actualidad
respecto al pensamiento, la imaginación, la creación y los temas
de mayor importancia en la época.
Rubén Darío periodista
Como el más importante escritor modernista, redactor y
director de diarios, semanarios y revistas, corresponsal de La
Nación de Buenos Aires en Europa durante casi un cuarto de
siglo, Rubén Darío fue sin duda un maestro en el ejercicio de
este tipo de periodismo, un virtuoso ejecutor de combinaciones
genéricas, un prestidigitador de la palabra capaz de difuminar no
solo las fronteras inter-genéricas del periodismo sino también de
las fronteras entre el periodismo y la literatura. Todo estudiante
de periodismo o de comunicación, hoy en día, debería saber
y estar consciente de que, al cambiar el registro de la lengua
castellana y al desplegar su pensamiento y sus ideas en una
prosa transformadora y engendradora de una nueva estructura
prosística en Hispanoamérica, Darío también logró reformular
literariamente la naturaleza híbrida, variada, novedosa y versátil
de la crónica como género periodístico-literario. Además de lo
que siempre se menciona en los ensayos y relaciones biográficas
acerca del modernista nicaragüense que se estudian en nuestras
aulas, que por lo general se concentran en la demostración
sistemática de que Darío fue, recurrentemente, un hombre de
ideas avanzadas y un rebelde de libre pensamiento; debemos
también hacer el debido énfasis en que, a estas alturas, cualquier
intento de reivindicar el sustrato ideológico librepensador de
nuestro admirado compatriota, implica el escudriñamiento o
examen de todo un instrumental prosístico desplegado con un
propósito de ruptura no sólo esencial, sino también formal.
Ya todos sabemos que, una vez suelta su mano de las de los
curas jesuitas, quienes lo nutrieron con clásicos latinos desde su
infancia, Darío fue decisivamente influenciado por los círculos
intelectuales liberales de la ciudad de León: periodistas, poetas,
Discursos de ingreso
55
juristas de tendencia liberal, quienes celebraron su precocidad y
lo estimularon con nuevas lecturas pero también lo ayudaron a
publicar en periódicos sus primero “pinos”. Ya sabemos también
que por ellos enriqueció su conocimiento de los clásicos latinos
iniciado con los jesuitas, pero también llegó a conocer, entre
otras cosas, la obra de Juan Montalvo, el brillante y combativo
ensayista ecuatoriano, significativamente uno de los primeros
escritores hispanoamericanos que utilizaron, con virtuosismo
y maestría, el periodismo como instrumento dinámico y de
influencia directa en la cultura y en la vida social y política de
nuestros países; pero también como arma de lucha y de denuncia
contra la opresión y el oscurantismo reinantes en nuestros
ámbitos.
De la casta erudición de los jesuitas a los círculos libre­
pensadores leoneses y el anticlericalismo de Juan Montalvo. Un
tránsito iniciático curioso el de Darío. Quizás por eso nunca he
podido dejar de notar que el reflejo ideológico vertido por la
historiografía común en nuestro entorno, suele mostrarnos, a la
larga, una imagen inevitablemente contradictoria del desarrollo
intelectual de Rubén Darío. Pero eso, creo yo, más bien forma
parte de la unión de contrarios que es, en sí, una de las claves
de su cosmovisión intelectual y de la dinámica ebullición de su
prosa periodística como ejercicio dialógico y como instrumento
literario.
Cuando uno se encuentra ya inmerso en la lectura de sus
crónicas, reseñas, retratos o entrevistas; en sus sensaciones artís­
ticas y sociales de España y de París; en sus impresiones de viaje
por Europa con sus diferentes y aparentemente contradictorias
digresiones y discursos, no es difícil percibir la apremiante nece­
sidad de novedad formal de un prosista luchando por conciliar
ideas y postulados contradictorios entre los más diversos sistemas
discursivos con los que estaba entonces familiarizado; lo cual
conlleva, según creo, un extraordinario esfuerzo de síntesis
que pudo haberlo llevado a una propuesta ecléctica superior
entre los practicantes del ensayo periodístico en su época. Se
trata, pienso yo, de un proceso dialógico aparentemente contra­
dictorio en el despliegue de los diversos discursos con los que
56
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
construyó sus crónicas y artículos, y que con frecuencia parecen
activar la memoria de otros discursos antagónicos, creando
así enriquecedoras zonas de conflicto y ambigüedad en sus
escritos.
Todos sabemos que Darío escribió y teorizó mucho acerca
de la estética y del trabajo artístico-intelectual, como parte del
despliegue discursivo necesario para apuntalar la revolución
modernista, pero a estas alturas me da la impresión de que su
proyecto artístico necesitaba, además de sus correspondientes
contradicciones ideológicas, de un proceso escritural que con­
frontara, o bien hiciera conciliar, los más agudos o profundos
antagonismos discursivos. Ya se ha dicho también que en el
contexto decimonónico de América Latina una revolución esté­
tica como la encabezada por Darío sólo podía haber surgido
gracias a las discordancias entre las categorías de progreso
recurrentes en sus discursos ideológicos y la realidad entonces
operante (o más bien siempre inoperante) de nuestros países.
Pero si recordamos, por ejemplo, ciertas acusaciones miopes de
incoherencia que alguna vez se enderezaron contra Los Raros
(1896), conjunto de ensayos creativos escritos originalmente para
el periódico, podríamos inferir ahora que tales contradicciones
eran más bien deliberadas y formaban parte de una propuesta
discursiva que colocaba en el centro de su factura la ambigüedad
y la contradicción.
Y es muy cierto, como lo afirma Jorge Eduardo Arellano,4
que el escritor nicaragüense concibió la edición de Los Raros —al
igual que las de todos sus libros— de acuerdo a una estructura
definida y a una cuidadosa secuencia. Por tanto podemos darnos
cuenta ahora que las alegadas incoherencias del libro son más
bien el resultado de un procedimiento textual innovador que
Darío no sólo limitó a su obra estrictamente creativa, sino también
a su ejercicio ensayístico y periodístico. Y es precisamente
curioso que, como también lo ha anotado Arellano, el elemento
__________________________
4. Arellano, Jorge Eduardo: Los Raros: una lectura integral. Instituto Nicaragüense de Cultura, Managua, 1996.
Discursos de ingreso
57
que cohesione Los Raros sea el uso conciente y deliberado del
intertexto, cuya función en este caso pareciera limitarse a la
correlación y el funcionamiento de un conjunto significativo y
muy variado de textos ajenos a lo largo del libro.
Pero si lo pensamos bien recordaremos que se trata de un
procedimiento literario que ya Darío había desarrollado no sólo
en Azul... (1888), como ya lo ha demostrado el profesor Iván
Uriarte,5 sino también en otros textos ensayísticos creativos
anteriores a Los Raros. Aunque en este caso tengo la impresión de
que podría ser el primer logro periodístico-literario trascendente,
en lengua castellana, de una estrategia o procedimiento textual
que actualmente es objeto de profundas interpretaciones
teóricas por parte de la crítica y los académicos. Recordemos
que, pese a la antigüedad de su uso en la historia literaria, el
intertexto fue deliberadamente utilizado en lengua inglesa por
T.S. Eliot y Ezra Pound hasta en los inicios del siglo veinte,
aunque específicamente en obras de creación poética y no, como
el caso de Los Raros, en ensayos y artículos periodísticos de
carácter creativo que combinan procedimientos tales como la
insinuación de cargas semánticas, referencialidades cruzadas o
simultáneas; alteración deliberada de normas discursivas y reglas
de gramática; evocación de textos, transtextualidad y préstamos
discursivos.
Pero el hallazgo y utilización revolucionaria del intertexto
no sólo en su poesía y su cuentística sino también en su prosa
ensayística y periodística, sirvió a Darío para enriquecer,
vivificar y desarrollar sus ideas y planteamientos sociales;
algo que ahora ha llevado a algunos críticos a descubrir una
verdad elemental: Rubén Darío no solo resiste una crítica desde
la llamada posmodernidad, sino que el múltiple legado de su
obra (sobre todo la prosística expresada en crónicas, ensayos,
reseñas y entrevistas, o en la combinación de todas ellas) recobra
__________________________
5. Uriarte, Iván. “El intertexto como principio constructivo en los cuentos de
Azul…”. Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación. Número 56, febrero-abril 1988.
58
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
actualmente vigencia debido a que el contexto histórico y las
particularidades y experimentaciones intrínsecas a su proceso
de producción literaria, guardan en sí mismas las claves para
comprender sus interpretaciones y conclusiones acerca de
la forma en que se han ido definiendo las deformaciones y
con­tra­dicciones sociales, políticas y culturales de nuestras
sociedades hasta la contemporaneidad. La postmodernidad en
Latinoamérica, además de manifestarse como condición, tam­
bién se ha manifestado, desde Darío o incluso antes, como
teoría, como ejercicio ensayístico y también periodístico. Una
simple lectura de sus mejores libros de prosa puede ayudar a
corroborarlo.
Una conciencia inconforme
La naturaleza dialógica, aparentemente contradictoria de la
prosa y el pensamiento de Darío y de muchos modernistas, indican,
por otra parte, la existencia y el desarrollo de una conciencia
inconforme ante el hecho muy probable de que la llamada
identidad latinoamericana termine siendo una meta elusiva o
una utopía inalcanzable. Es evidente que la sustentación de una
idea de identidad hispanoamericana basada en el mestizaje y
la pluriculturalidad como procesos cambiantes en permanente
construcción, constituye una constante en el discurso crítico
desplegado en la prosa de Darío. Pero esa sustentación está
soportada por el pleno conocimiento y el dominio intelectual de
un conjunto de ideas que desde mediados del siglo diecinueve
vinieron delineando la modernidad ideológica hispanoamericana,
que se expresa y se ha expresado desde entonces como una
búsqueda de nuevos postulados surgidos de nuestras propias y
variadas realidades culturales.
Darío tenía plena conciencia de la importancia de su
pensamiento vertido principalmente en su prosa ensayística y
en sus crónicas periodísticas, que frecuentemente constituían un
mismo ejercicio; en textos escritos con un estilo quizá menos
ornamental que el de sus cuentos o prosas poéticas, un estilo
ciertamente más directo, aunque siempre emocional, vivaz e
Discursos de ingreso
59
irónico; dotado, como afirmaba el profesor Fidel Coloma, con un
fuerte poder de inspiración y de fascinación capaz de convertir
al lector en un adicto a su palabra.6 Y es obvio también que
no sólo la profundidad sino también la complejidad de los
textos periodísticos de Darío aún siguen pendientes de mejores
y acuciosas exploraciones, sobre todo si consideramos que sus
compilaciones periodísticas y sus libros de ensayos constituyen
quizá más del cuarenta por ciento de toda su obra publicada, esto
sin considerar la publicación sistemática de cuentos o prosas
de ficción que dejó dispersas en innumerables publicaciones
periódicas y que también contribuyen a configurarnos en
perspectiva una idea del ejercicio de su pensamiento crítico.
Siempre me he preguntado por qué Darío, siendo que
durante toda su vida intelectualmente productiva publicó casi un
centenar de cuentos (lo cual no quiere decir que no haya escrito
muchos más que quizás permanecen dispersos o extraviados en
colecciones de revistas y periódicos), nunca se preocupó por
compilarlos en volúmenes y publicarlos en su momento como
libros, lo cual sí hizo con sus ensayos, crónicas y artículos
periodísticos. Desde la publicación de Los Raros (1896),
pasando por España contemporánea, Peregrinaciones (1901),
La caravana pasa (1902), Tierras solares y Tierras de bruma(1904), Opiniones (1906), Parisiana (1907), Viaje a Nicaragua
–e Intermezzo tropical- (1909), hasta Letras (1911) y Todo al
vuelo (1912), sin contar con que mucha de su prosa de ideas
dispersa en publicaciones de la época podría haberle permitido
estructurar y editar al menos dos o tres publicaciones más; los
libros de prosa ensayística organizados por él mismo llegan
sorprendentemente a completar la decena.
La importancia que el escritor nicaragüense le otorgó a esa
vasta y quizás entonces poco comprendida zona de su obra en
prosa, se hace evidente si reparamos en lo que sus biógrafos y
apologistas nos cuentan como anécdota: ante la incomprensión
__________________________
6. Coloma, Fidel. Prólogo a: Darío, Rubén. “Opiniones”. Editorial Nueva
Nicaragua. Managua, 1988.
60
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
de sus amigos y de algunos editores, Darío se empeñaba en
publicar sus libros de artículos y ensayos (los cuales, repito,
estructuraba en un orden meticulosamente determinado)
de manera sistemática, aun cuando a lo inmediato, o en su
momento, la publicación de esos libros no contribuyera a su
fama ni le acarreara beneficios económicos. La importancia
que Darío le otorgó a sus ensayos y al registro sistemático y
cronológicamente ordenado y coherente de los títulos bajo los
cuales procuró publicarlos, así como la incomprensión con que
por ello lo veían algunos de sus amigos cercanos y editores, en
cierto modo revelan no sólo la preocupación del nicaragüense
por registrar bibliográficamente la coherencia ideológica (aun
entre sus evidentes contradicciones y cambios de perspectiva) y
la honestidad de su pensamiento; sino también por desplegar y
mostrar las posibilidades literarias que la hibridación de ciertos
géneros periodísticos ofrecían a los nuevos escritores y a la
literatura de la época.
Nuevas forma de narrar
Pero esa preocupación de Darío por organizar o sistematizar
sus dechados periodísticos, y la extrañeza de sus amigos y
editores ante su empeño, nos permiten además formarnos una
idea clara no sólo de la rebelión intelectual emprendida por los
modernistas contra la presión social durante los primeros auges
del capitalismo, así como de su crítica permanente a la “abyecta
actualidad” de la realidad hispanoamericana de entonces, sino
que nos rebela que en ellos se albergaba la conciencia de que
cierto periodismo ejercitado con talento, creatividad y cierta
erudición mesurada, claramente expuesta ante un lector pro­
medio; constituía, además de un enriquecedor ejercicio que de
paso les servía para ganarse la vida, una nueva forma de narrar
que vendría finalmente a enriquecer y a extender el abanico de
inconmensurables posibilidades de la literatura.
Es claro que nadie que lea ahora sus libros de prosa ensayística
o periodística podrá acusar a Darío ni de “abstención política”
ni de “indiferencia moral”; pero tampoco podrán acusarlo, en
Discursos de ingreso
61
términos generales, de ligereza intelectual o de “gacetillerismo”.
Todo lo contrario: tanto sus textos como las anécdotas que
nos refieren sus biógrafos revelan su profunda voluntad de
participación en una plenitud histórica que según Octavio Paz7
estaba hasta entonces vedada a los hispanoamericanos, y que a
inicios del siglo veinte empezaba a desplegarse masivamente a
través de las páginas de los periódicos en el virtuoso vehículo que
significaba la prosa vivaz, acuciosa e inteligente de los grandes
escritores convertidos en cronistas, es decir, en ese animoso y
agudo interlocutor con el que un lector de periódicos se trenza
gustoso en un amplio diálogo.
No en balde el escritor Julio Ortega afirma, después de una
observación atenta, que Darío escribió la mayor parte de su
obra en diálogo con el lector, y que, después de todo, su vida no
puede verse como la simple suma de sus anécdotas, sino como
la construcción literaria de una bio-lectura, es decir, ejerciendo
la escritura teniendo en cuenta siempre la mirada del lector y
revelándose desde los ojos del otro. Por eso, al igual que Ortega
me atrevo a creer que no sólo la poesía de Darío, sino también
su prosa creativa y erudita, está hecha de conversaciones
superpuestas, en las que sus lectores terminamos siendo parte de
una charla con la tradición literaria, con la actualidad creativa y con
el futuro de nuestra cultura. En este sentido, y significativamente
partiendo de la obra de Darío, Ortega cuestiona el sentido de
la literatura entendido como mera comunicación, y establece
una fina diferencia entre comunicación, escritura y dialogismo,
entendido éste como la necesidad de un “otro” para comprender
o comprendernos, y proponiendo finalmente la percepción de la
literatura como una “demorada y extremada conversación”.8
Creo entender de la tesis de Ortega que, si consideramos
a la literatura una práctica social, inevitablemente ambigua,
su lectura implica el involucramiento activo del lector, y esta
__________________________
7. Paz, Octavio. “Los hijos del limo”. Seix Barral, México, 1981.
8. “Julio Ortega: Darío es el comienzo de todo”. El Nuevo Diario, Managua,
10 de enero, 2009.
62
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
relación, aunque plural, está limitada por las diferencias de
tiempo y de funciones entre el autor y el lector. No se trata solo de
interrelación o intercambio de contextos, si no de un permanente
deambular conversando por variables e impredecibles rutas
laterales en el tiempo. La propuesta de lectura dariana que nos
ofrece Ortega es también un encuentro con el presente y el
futuro del lenguaje. Un encuentro con la crítica literaria o el
periodismo como una aventura y un ejercicio eminentemente
creativos.
Por eso debo manifestar, aquí y ahora, mi profunda
convicción de que, en el ejercicio periodístico-literario de los
grandes exponentes de esa fructífera combinación genérica,
los lectores actuales, y especialmente los jóvenes estudiantes
de periodismo y aspirantes a escritores, pueden llegar a com­
prender que la literatura y el periodismo, el de antes, el de
ahora y el del futuro, aunque permanecen y permanecerán
siempre alimentándose y enriqueciéndose mutuamente, requie­
ren y seguirán requiriendo de escritores y periodistas que com­
prendan también sus retos morales; requieren y requerirán
de oficiantes diestros pero también honestos. Porque, como
afirmaba el recientemente fallecido escritor y periodista argen­
tino Tomás Eloy Martínez, el lenguaje periodístico del futuro
no será cuestión únicamente de oficio o desafío estético, sino,
ante todo, de soluciones éticas.9
Y precisamente Martínez, quien fue y seguirá siendo por
mucho tiempo, en la tradición de Darío y de Gabriel García
Márquez, un ejemplo de esa práctica y de esa responsabilidad,
ha sido uno de los pocos escritores que, en el balance final
de su vida, según afirma Sergio Ramírez,10 logró colocar a
la literatura apenas un poco por encima de su otra pasión: el
periodismo. Y es muy cierto también que en sus novelas tampoco
__________________________
9. Martínez, Tomás Eloy. “Periodismo y narración: desafíos para el siglo
XXI”. Universidad Nacional de Rosario. www.bdp.org.ar
10. Ramírez, Sergio. “Escritor hasta la muerte”. Carátula. Revista electrónica.
Edición No. 35, abril-mayo, 2010.
Discursos de ingreso
63
abandonó nunca el periodismo, que como bien afirma Ramírez,
logró adherirse casi naturalmente en el entramado de sus
narraciones. Como escritor y como periodista latinoamericano,
Eloy Martínez nos ha dejado la nada despreciable enseñanza
de que, en la actualidad, la noticia ha dejado de ser objetiva
para volverse individual, por lo tanto el periodista-escritor que
se precie no debe ser sólo un agente pasivo que simplemente
observa la realidad y la comunica, una mera polea de transmisión
entre la fuente y el lector, sino también una voz que nos ayude
a pensar la realidad y a reconocer sus secretas tensiones, a
entender el por qué, el para qué y el cómo de las cosas con el
deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez, y a
partir de ese deslumbramiento provocar o activar un proceso de
identificación entre el lector y la noticia que se está contando.
Hablo de entender la profesión, o la fusión de ambas profesiones,
como la entiende ese otro gran periodista y escritor que es García
Márquez, quien considera que la poesía debería ser cada vez
más informativa y el periodismo cada vez más poético.
Decía un escritor español (probablemente José Bergamín
o Ramón Gómez de la Cerna) que todo artículo ha de ser parte
de un todo. Y si el autor de ese artículo está lo suficientemente
claro de ese hecho sistemático inherente a su oficio, que implica
al menos sopesar la calidad o el alcance de cada pieza que
escribe, terminará por admitir que el destino final de su texto,
o de algunos de sus textos, será dejarse articular en un libro,
como eventualmente sucedía con los folletines decimonónicos
que se publicaban por entregas en los periódicos. Es decir, pues,
que tal será el destino indefectible de aquellos mejores textos
logrados por el periodista que se asume como escritor, y del
escritor que se ejercita como periodista utilizando en su trabajo
informativo los mejores recursos provenientes de la invención
poética o de la creatividad literaria, así como la recurrente
alusión o evocación de libros, autores, o de la literatura en sí
misma; en fin, un ejercicio o gimnasia estilística cuya estrategia
por lo general está provista de la suficiente dosis de amenidad y
claridad exigidas tanto por los lectores de periódicos como por
los consumidores de lecturas “elevadas”.
64
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Periodismo y estilo literario
En una entrevista en la que abordamos precisamente el tema
del periodismo11 y la literatura, el escritor Sergio Ramírez, muy
familiarizado, como sabemos, con la tradición periodísticoliteraria, me dijo lo siguiente: “Para mí, el periodismo enlaza
dos cosas muy importantes, que son, por un lado la información
dirigida hacia cierto público, y por otro las maneras de escribir,
es decir, la excelencia de la escritura que para mí tiene mucho
que ver con el periodismo; es algo que le da alas y le permite
tomar un vuelo firme y sostenido a alguien que debe manejar la
pluma de la manera más hábil posible, aunque sea para informar,
o más bien: sobre todo porque es para informar”. En una
conversación anterior, Ramírez me había dicho que cualquiera
de los oficios paralelos que suele sobrellevar el escritor en
muchos casos, incluso el del periodismo (pese a su cercanía
con la literatura), termina siendo, al final, una especie de lastre
para el oficio literario. Por eso, a través de aquella entrevista,
Ramírez aconsejó a los jóvenes periodistas interesados en el
ejercicio literario que, aún con el poco tiempo del que dispongan
para dedicarse a sacarle punta al estilo, deben tener también la
formación y la disposición mental como para escribir de una
manera clara, concisa, elegante, sin basura; “sin abusar –me dijode la retórica, e ir directamente donde el lector quiere ir, que es a
los hechos, presentados de una manera clara y atractiva”.
Desde el auge periodístico del modernismo y los modernistas,
los artículos o ensayos literarios sobresalientes tienden a
confundir ante nuestra vista las fronteras entre literatura y
periodismo; desde entonces este tipo de textos ha estado siempre
en medio de una polémica respecto al género. Articulista
sistemático y prolífico, publicado en los más importantes
periódicos de lengua castellana en el mundo, Ramírez opina que
la esencia del buen ensayo, eso que puede permitir concederle
categoría literaria, es precisamente el estilo. “Un ensayo que
__________________________
11. Aguirre, Erick. “Señor de los tristes. Una biografía en libros”. El Nuevo
Diario, Managua, 21 de mayo, 2006.
Discursos de ingreso
65
tiene estilo literario –afirma- se vuelve atractivo y pasa a ser
la reflexión de un escritor, en este caso sobre lo que uno lee, el
atractivo que tienen para uno ciertos personajes, determinados
autores, algunos temas, las formas de la escritura, la inteligencia
de la escritura”.
Según Ramírez, la vinculación entre el espacio público y el
espacio literario es el objeto principal de un verdadero ensayo
literario, y pese a todo considera que el periodismo es a fin de
cuentas la mejor escuela para un escritor. Una escuela para él
privilegiada, porque le permite al escritor-periodista estar en
contacto directo con la vida. Y por ese privilegio de entrar a
la escritura a través del periodismo, en efecto, tuvo que pasar
Rubén Darío, quien –según me recordó Ramírez oportunamentealguna vez trabajó como cronista de la página roja. “Eso fue lo
que hizo cuando empezó a trabajar en un periódico de Chile:
cubría incendios y crímenes”, me dijo Ramírez, quien además
me confesó que después de todo le habría gustado sentirse más
endeudado con Darío como cronista y como prosista de lo que
en realidad se encuentra a estas alturas.
Para Ramírez, Darío es sin duda uno de los grandes
periodistas de América Latina, aunque casi nadie le reconozca
tal mérito. Como escritor admira sus crónicas de viajes y sus
crónicas de acontecimientos, entre ellas especialmente las
recogidas en España contemporánea, un libro que considera
extraordinariamente bien escrito, con una percepción periodística
profunda, capaz de calar en una sociedad en crisis como se
encontraba España a finales del siglo diecinueve. En fin, de
acuerdo a este experimentado narrador y articulista, la reflexión
sobre la escritura y sobre la cultura propia de algunos géneros
periodísticos, siempre irá paralela a la escritura de imaginación;
al igual que la reflexión literaria, política o cultural, expresada
a través de artículos periodísticos, para un escritor de ficción
como Ramírez, que no deja de estar atento a la realidad que lo
circunda, seguirá siendo siempre necesaria.
Recuerdo que esta conversación con Ramírez, que me ha
parecido oportuno traer ahora a colación, se produjo a partir de
66
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
la publicación de un libro que recogía algunos de sus mejores
ensayos literarios. Entonces yo traté de insistir, a lo mejor con
demasiada insistencia, en estas, para mí, obsesionantes reflexiones
respecto al ejercicio con cierto tipo de textos colindantes entre
lo meramente periodístico y lo literario. Pero parte de aquella
insistencia también provenía, según también recuerdo, del hecho
de encontrarme entonces casualmente inmerso en el intento de
escribir un prólogo a un libro (lamentablemente aún inédito)
de ensayos periodísticos, artículos y reseñas del ya fallecido
poeta Álvaro Urtecho, cuya actividad intelectual y creadora,
como sabemos, incluyó no sólo la poesía, sino también la crítica
literaria, el periodismo cultural, la crítica de arte y el ensayo
de reflexión filosófica, los cuales no podrían ser interpretados
adecuadamente sin una consideración paralela, inseparable de
sus propias concepciones acerca de la creación literaria misma,
es decir, de la particular convicción (compartida íntimamente
con Mallarmé o Paul Valéry) de que aun las reseñas de crítica
literaria constituyen una aventura y un ejercicio de lenguaje,
una experiencia en la que, de la misma forma que ocurre en el
proceso de creación literaria, el ser y los lenguajes interactúan
e intentan agotar los más inusitados resultados de sus propias
potencialidades.
Un examen sistemático de la obra ensayística y periodística
de Urtecho permite ver claramente la imposibilidad de una
clasificación maniquea de su quehacer como crítico. La futura
y necesaria compilación y publicación de sus textos críticos
en volúmenes, permitirá ver también la muestra amplia de una
obra “marginal” de creación, puesto que, como Octavio Paz,
Urtecho asumió la crítica y el periodismo literario como una
actividad también creadora, paralela en un sentido mínimamente
inferior o “marginal” a su propia obra meramente creativa.
Sus artículos, reseñas y ensayos publicados constantemente
en revistas y periódicos, se constituyen en secuelas vivas de
las obras examinadas. Las ideas y conceptos, las hipótesis y
contradicciones (así como también las felices coincidencias que
lo conducen al animoso discurrir apologético) entrevistas en
la obra de los autores criticados, son expuestas con sagacidad
Discursos de ingreso
67
y entusiasmo, con cierta gozosa agudeza que se incrementa
a medida que va escudriñando en los textos, fraguando
sucesivamente nuevas preguntas, aproximaciones inquisitivas a
los problemas interpuestos a su lectura por las estructuras de
lenguaje construidas por los autores; rondas dubitativas entre los
bordes o intersticios de las obras o textos que son objeto de sus
reseñas críticas.
Una discusión interminable
Y es que entonces, mientras leía los textos del poeta Urtecho,
no dejaba de rondar en mi cabeza una pregunta que muchas
veces escuché en la universidad: ¿tiene el artículo periodístico
lo que algunos llaman “rango” de literatura? Pero luego caí en
la cuenta de que tratar de responder a esa pregunta implicaba
involucrarse en una vieja e interminable discusión, en medio
de la cual, alternativamente, se le ha despojado y concedido
al periodismo el beneficio de cumplir los requisitos mínimos
para, al menos, situarlo en una posición privilegiadamente
cercana a la literatura. Una encendida discusión que en nuestra
lengua se viene sosteniendo desde 1895, cuando el dramaturgo
y periodista español Eugenio Sellés defendió al periodismo
instando a la Academia a considerarlo como un género literario
más, comparándolo con la poesía, la novela e incluso con la
dramática; y que se prolonga hasta los nuevos tiempos actuales
en los que finalizamos la primera década del siglo veintiuno y
vemos cómo el periodismo escrito parece cada vez más acosado
por el vértigo de la tecnología.
Pero el italiano Umberto Eco12 ha dicho algo que quizás
pueda servirnos de consuelo, y es que desde los años finales
del pasado siglo, con la aparición del satélite y la masificación
de la televisión por cable, el periodismo escrito ya había
experimentado una visible transformación y se había visto
inmerso en una competencia de triple vía: al convertirse la
__________________________
12. Eco, Umberto. “Cinco escritos morales”. Lumen. Barcelona, 1998.
68
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
televisión en la primera fuente de difusión de noticias, los
diarios entraron en competencia con ella, ergo, procedieron a
“semanarizarse”, es decir, a ofrecer otras formas de atracción
al lector. Consecuentemente, al competir con la TV los diarios
tendieron a desplazar o a competir con las revistas y periódicos
semanales. Por tanto, siendo éste un fenómeno relativamente
reciente, debería más bien estimularnos a fomentar ese tipo de
periodismo cuya primera nutriente en nuestra lengua, insisto,
está en la prosa periodística modernista practicada como nadie
entre nosotros por Rubén Darío; un periodismo bien escrito que
no sólo informe sino que profundice en la noticia, que investigue,
que analice seria y serenamente los hechos y que, sin falsear
la realidad, no oculte las propias impresiones del periodista y
ayude al lector a saber más y mejor.
Durante una cátedra abierta de la Facultad de Humanidades y
Comunicación en la Universidad Centroamericana de Managua,
escuché a un profesor citar al cubano Alejo Carpentier, en el
afán de encontrar argumentos conciliatorios para dilucidar esa
compleja dicotomía periodismo-literatura. Según Carpentier, el
periodista y el escritor se integran en una sola personalidad; el
periodista “trabaja en caliente”, rastrea el día a día “sobre lo vivo”.
En tanto, el novelista “trabaja retrospectivamente, contemplando,
analizando el acontecimiento cuando su trayectoria ha llegado
a su término”. Sentado entre periodistas y estudiantes de
periodismo, aquellas palabras de Carpentier hicieron que me
revolviera inquieto en mi puesto. Pensé que su argumento no
terminaba de zanjar el asunto y más bien continuaba subrayando
ciertas aparentes diferencias. Se me ocurrió entonces que, quizás,
la tan anhelada conciliación genérica estaba precisamente en
saber apreciar la calidad con que se ejercen y se combinan
ciertos géneros periodísticos que aquí ya he mencionado, como
son la crónica, la entrevista de fondo, el reportaje y el artículo de
opinión, que como toda literatura apelan al principio del placer
que nos procuran el don de síntesis, la eficacia descriptiva, la
pasión y la ironía.
Recuerdo que en mis tiempos de profesor, los estudiantes
constantemente me preguntaban si puede considerarse cualquier
Discursos de ingreso
69
artículo periodístico un ensayo literario. Y siempre les respondía
que, no solo los periodistas en ejercicio de su profesión sino
también ellos como estudiantes de periodismo, deberían saber
bien que la crónica, la entrevista de fondo y el reportaje, como
dije antes, son considerados géneros periodísticos híbridos, es
decir, fronterizos entre la información y la opinión. Asimismo
el artículo, que pese a ser parte de los géneros de opinión es
también de cierta manera híbrido. Todos ellos de alguna manera
nos remontan a lo literario: por un lado, el carácter interpretativo
de los dos primeros nos remite al mundo del relato; por otro, el
artículo de opinión frecuentemente nos hace dudar acerca de si
estamos ante una modalidad de “periodismo mayor” o “literatura
menor”. Pero dado que los tres géneros mencionados son
híbridos, pienso que no resulta ocioso preguntarse qué ventajas
podría obtener aquí un periodista si se empeña en ofrecer al lector
una visión de las cosas simultáneamente subjetiva y metódica;
personal y objetiva; documentada en el registro de los hechos
y sustentada en la información verídica; pero que además lo
anime con inquisiciones, disquisiciones, reflexiones y muchas
preguntas.
Desde la época de don Enrique Guzmán Selva hasta hoy día,
el periodismo nicaragüense ha respondido satisfactoriamente a
este apremio literario sobre su ejercicio. Desde Guzmán Selva
hasta Rubén Darío, y desde Manolo Cuadra y Joaquín Pasos hasta
Álvaro Urtecho, Edwin Sánchez, Helena Ramos y algunos de los
más jóvenes como Arquímedes González, Luis Enrique Duarte y
Eunice Shade, para sólo mencionar a algunos nombres, las páginas
de nuestros periódicos nos halagan frecuentemente con textos
que reflejan los mismos hechos sociales, políticos, económicos y
culturales que cotidianamente aborda el periodismo, pero desde
otra dimensión genérica, desde un punto de vista de narrador
literario cuya perspectiva puede ampliarse, abrirse o estrecharse
de acuerdo a las circunstancias o al objeto de comentarios, aunque
siempre condicionada (valga la redundancia) a esa perspectiva
individual de narrador-protagonista.
Se trata de una dimensión genérica que hasta hace algunos
años había dejado de ser suficientemente frecuentada por
70
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
nuestra prensa escrita; una forma amena de acercamiento a la
realidad desde una perspectiva personal: viñetas y especulaciones
sobre hechos y personajes que no siempre son objeto de este tipo
de enfoque por la prensa cotidiana. Un tipo de periodismo que
contribuye a re-situar la importancia del “factor humano” de la
escritura y su incidencia en los procesos históricos, a veces mucho
más influidos por la proyección de las individualidades que por
las grandes motivaciones políticas, que son supuestamente las
que siempre han moldeado la realidad. Independientemente
del tema que aborde, este tipo de periodismo creativo intenta
entender la sustancia medular de todos sus elementos. Trata de
comprenderla y al mismo tiempo explicar al lector el proceso
de su razonamiento, de su acercamiento a ella. Así, el lector
acompaña al articulista, cronista o entrevistador, en atisbar,
deducir la fórmula íntima de las cosas que rodean al tema
abordado. Y en ese afán de comprender y saber, el periodista
llega casi a ser como el novelista que, al desarrollar su trama y
moldear sus personajes, explora también los extremos del ser e
intenta desentrañar los secretos del mundo.
El polaco Ryszard Kapuscinski tenía una particular manera
de entender el periodismo, una concepción radicalmente opuesta
a la asepsia con que es asumido por algunos periodistas en
ciertas partes del mundo, incluida Nicaragua, y evidentemente
distante de la visión en que han sido formados, según la opinión
de algunos especialistas, los periodistas latinoamericanos más
contemporáneos, cuya influencia directa –afirman- viene del
periodismo anglosajón, especialmente del reporterismo nortea­
mericano de nuevo cuño. Pero Kapuscinski siempre desdeñó el
mito de la objetividad con que frecuentemente nos atormenta
el credo “objetivista”, demasiado apegado al casi dogmático
imperativo de las “cinco w”,13 en el que se empeña cierto
periodismo contemporáneo, y sin renunciar al compromiso
con la verdad, jamás ocultó sus simpatías y sus inclinaciones
personales en la descripción de los ámbitos y los sucesos que le
tocó cubrir y reportar como cronista; recurriendo para ello a las
__________________________
13. Qué (what), quién (who), cuándo (when), dónde (where), por qué (why).
Discursos de ingreso
71
más sofisticadas técnicas de la escritura literaria, pero también
al principio fundamental de que un reportero debe estar entre la
gente sobre la cual quiere o piensa escribir.
La mayoría de la gente en el mundo vive en muy duras y
terribles condiciones, y si no las compartimos no tenemos
derecho, según mi moral y mi filosofía, a escribir,14 afirmó el
periodista polaco en una conferencia convocada por la Fundación
Nuevo Periodismo Iberoamericano. Una moral y una filosofía, las
de Kapuscinski, evidentemente opuestas, o al menos distantes,
de la forma frontal, visceral y éticamente vacía de concebir el
oficio que actualmente tienen algunos famosos reporteros. Una
filosofía y una moral periodísticas que, sin embargo, vienen a
confirmarnos la saludable sobrevivencia en el siglo veintiuno, de
un tipo de periodismo que, sin faltar a la verdad, se empeña en
permanecer comprometido con la mirada subjetiva de quien lo
ejercita, a condición de que lo haga con la suficiente maestría y
nos contagie, a punta de eficacia literaria, pasión e inteligencia,
con su propia y libre manera de ver el mundo.
Hasta hace poco, en Nicaragua, algunos de nuestros
periodistas se preguntaban, por ejemplo, por qué algunos editores
o directores de medios escritos prestaban tan poca atención a
la crónica-reportaje o al artículo creativo-reflexivo como una
virtuosa mezcla de géneros periodísticos. La respuesta de algunos
colegas experimentados fue contundente: nuestra sociedad
está acostumbrada al escándalo, al impacto inmediato de una
noticia, y los medios no pueden olvidar que son empresas, y si
no venden se ahogan. Y la verdad es que los periódicos -como
ha dicho Umberto Eco-, en el afán de competir con el vértigo
impactante de imágenes visuales de la TV, y convencidos de que
eso es lo que prefieren las mayorías, a veces olvidan que tal vez
los lectores, seguramente en algún momento de su cotidianidad,
se sienten abrumados por tanta imagen sin reflexión y buscan
“otra cosa” en los periódicos: profundización de la noticia,
__________________________
14. Kapuscinski, Ryszard. “La piel del reportero”. La Insignia. Madrid, 31 de
marzo, 2009..
72
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
investigación, análisis serio y sereno. En otras palabras, como
ya dije: saber más y mejor.
Una lluvia de semillas semánticas
El colombiano García Márquez siempre ha sostenido, con
absoluta seriedad, que se nace siendo escritor. También ha dicho
que se nace con la vocación para ser periodista, y que para ejercer
felizmente el periodismo escrito, entendido como un género
literario, se debe haber nacido con un talento propicio. Para
sustentar esa alegre suposición, el Premio Nobel de Literatura
no recurría a otro fundamento más que a su propia experiencia,
es decir, al difícil propósito de aprender, por su propia voluntad
y contra un medio adverso, los ardides y secretos del oficio. Y
no sólo al margen de la educación formal, sino contra ella, pero
a partir de dos condiciones ineludibles: una aptitud bien definida
y una vocación arrasadora. “Nada me complacería más si esa
aventura solitaria pudiera tener alguna utilidad no sólo para el
aprendizaje de este oficio de las letras, sino para el de todos
los oficios de las artes”, dice el escritor en su Manual para ser
niño.15
Preocupado desde siempre por la calidad del periodismo,
García Márquez confesó alguna vez estar en total desacuerdo
con la idea, desde hace buen tiempo predominante en muchas
universidades, de que el oficio periodístico no necesita pruebas
de aptitud o vocación. Por el contrario, dice tener la plena
certidumbre de que el periodismo escrito es definitivamente
un género literario, y piensa que la excesiva dependencia de la
tecnología en las modernas redacciones de los diarios del mundo,
a la postre puede resultar perjudicial en la formación de los nuevos
oficiantes. Un periodista llamado Juan Arias se encargó después
de subrayar a los lectores del diario español El País, la validez de
esa advertencia, agregando como complemento paradójico unas
frases provocadoras del escritor argentino Jorge Luís Borges,
dirigidas hace ya mucho tiempo a un grupo de periodistas con
__________________________
15. García Márquez, Gabriel. 1994. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá.
Discursos de ingreso
73
quienes se reunió para charlar sobre las afinidades o contrastes
entre sus respectivos oficios. “Yo no he leído un periódico en mi
vida -les dijo Borges-; en un diario por lo general se escriben
noticias, desde luego tontas. ¿Qué importa que un ministro viaje
o no? De las cosas realmente importantes uno se entera de igual
modo. Por ejemplo, cuando el hombre llegó a la luna lo supe
sin necesidad de leer un diario. En épocas importantes para la
humanidad no había periódicos. Y no creo que Platón fuera
inferior a un vespertino. No se puede saber de antemano cuáles
son los hechos trascendentales de cada día. La crucifixión de
Cristo fue importante después, no cuando ocurrió”.
Sé que con frecuencia resulta difícil dispensar a Borges tanta
arrogancia, pero igualmente difícil es dejar de encontrarle razón
y coherencia a la mayoría de sus sentencias. Independientemente
de lo simbólico o estrictamente provocador en estas frases del
argentino, sospecho que terminan corroborando mi impresión
de que el periodismo escrito desperdicia sus esfuerzos al
competir con los medios audiovisuales por lograr una extremada
brevedad, rapidez, impacto, esmero gráfico o síntesis. Me resisto
a considerar que un artículo de dos o tres cuartillas, conciso, con
un buen tema bien tratado, es decir, con cierto magnetismo y
poder de convicción, resulte demasiado extenso para el “pobre”
lector. Octavio Paz dijo que algunos artículos —los mejores—,
como los buenos poemas, están hechos para durar. También dijo
que para comprender un poco la historia (con minúscula, es
decir, lo que pasa hoy) tenemos que leer los periódicos, pero eso
no quita saber que debajo de la información operan realidades
y fuerzas invisibles que apenas logramos vislumbrar. Paz cita
ejemplos de numerosos y perdurables artículos periodísticos de
José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Bergamín y Gómez
de la Cerna, quienes hicieron reverdecer las páginas de diarios
y revistas “con una prodigiosa lluvia de semillas semánticas”.16
Yo por mi parte agregaría muchos textos periodísticos de Rubén
Darío, y también del mismo Borges, quien no sé si a su propio
pesar fue un asiduo colaborador de diarios y revistas.
__________________________
16. Paz, Octavio. Agosto. “Poesía y periodismo”. Revista Vuelta. México, 1995.
74
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Los pies sobre la tierra
Después de mucho reflexionar acerca de todas estas cosas,
he llegado a pensar que los puntos de atención en el ejercicio
literario del periodismo deberían tener como eje fundamental
el compromiso con la verdad y, especialmente, con la literatura
como goce intelectual y como generadora de una particular visión
del mundo. Y precisamente desde esa visión del mundo tengo
la impresión de que los vehículos adecuados para una amena,
aunque severa reflexión sobre los siempre ingentes e inabarcables
asuntos humanos, no pueden ser más que la informalidad y
el desenfado, la virtuosidad y aparente ligereza del ensayo
periodístico; el duelo de inteligencias y sensibilidades que es la
entrevista de fondo; el recuento agudo, atento y reflexivo en que
debe constituirse toda pieza de periodismo literario.
Creo firmemente que el periodista-escritor debe intere­
sarse siempre por representar, a través del ejercicio profesional
constante, la angustia de estos tiempos aparentemente sin
esperanzas, especialmente en un país donde la vocación perio­
dística y la dinámica literarias se enfrentan cotidianamente
a una realidad millonaria de analfabetas; donde el sentido
de humanidad y sensatez que proporciona la buena lectura,
desgraciadamente se ve asediado por la descomposición social,
el desmedro de la ética y la desnaturalización de las insti­
tuciones sociales y de nuestra relación con el mundo. Asumo
ante ustedes las muy probables contradicciones y deficiencias
en las reflexiones de este discurso. Pero sus ingenuidades, sus
equivocaciones y hasta los pocos aciertos y verdades que en ellas
puedan ser evidentes, espero que no sean asociadas con otra cosa
más que con el intento de resaltar el valor de la literatura como
objeto de reflexión y de gozo, y el del periodismo como una
forma de ejercicio literario que nos ayude a mantener los pies
sobre la tierra.
Pienso que el periodista escritor o el escritor periodista debe
ser sobre todo un cronista, un conversador con el lector, y que
serán sus digresiones las que nos llevarán (a escritores, periodistas
y lectores) a comprender con mayor claridad las funciones del
Discursos de ingreso
75
periodismo y la literatura en esta sociedad global. Seguramente,
como les dije, encontrarán ustedes en las reflexiones de este
discurso más preguntas que respuestas, y con seguridad también
notarán que he hablado más sobre mis dudas e incertidumbres
como periodista y escritor, que sobre las razones y convicciones
que supuestamente me han llevado a escribirlo. Pero aunque
esté lleno de dudas y lo atormenten las contradicciones, creo
que el trabajo del periodista literario siempre se justificará por
el legítimo deseo de mostrar su propio aprendizaje; dar cuenta
del itinerario de un escritor que se resiste al desaliento de un
mundo en crisis, y el de un periodista capaz de deslumbrarse
constantemente con la riqueza y los buenos augurios que nos
proporciona y siempre nos proporcionará la literatura.
El director de la Academia entrega diploma
al nuevo Académico, don Erick Aguirre Aragón.
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
VETAS PERIODÍSTICAS
Isolda Rodríguez Rosales
I. Preliminares
CONOCÍ A Erick Aguirre en un Curso de Escritura Creativa
que coordinamos desde la extinta Escuela de Arte y Letras,
impartido por el escritor Sergio Ramírez. Siempre me
quedaba con el grupo para disfrutar las experiencias que Sergio
compartía de manera amena y generosa. Posteriormente, me lo
volví a encontrar en un Congreso de Literatura, en los años
90. Desde entonces hemos estado encontrándonos en eventos
literarios, llámense cátedras, recitales o discusiones de libros. En
la Universidad Centroamericana ambos impartíamos Escritura
Creativa y compartimos experiencias, lecturas y saludos.
Después llego el tiempo de la Maestría en Literatura, y el nuevo
milenio nos sorprendió leyendo a Julio Valle-Castillo con su
excelente novela Réquiem en Castilla del Oro, para establecer
un paralelo con la obra del gran novelista Alejo Carpentier. Se
trata de El arpa y la sombra, narración de corte histórico, pero
que deconstruye la historia misma. Y fuimos apasionándonos
con el método comparativo, para encontrar convergencias y
divergencias narrativas, tanto temáticas como estructurales.
Y así avanzamos hasta encontrarnos con Tatiana Lobo, la
narradora chileno costarricense y reencontrarnos con Lizandro
Chávez, que nos develó el otro lado de Nicaragua, el hermano
del Caribe y descubrimos temas coincidentes: ese mundo casi
desconocido por el Pacífico, esa cultura ignorada e irrespetada,
como lo denuncia Chávez Alfaro, en Columpio al aire.
Fue grata la sorpresa al leer Subversión de la Memoria,
libro de ensayos literarios que el CNE le publicara a Erick en
2005, y encontrar ensayos fruto de esos debates, remozados
Discursos de ingreso
77
con el ojo agudo y crítico de su autor. Porque en este trabajo
encontramos detenidos análisis que ofrecen una nueva mirada
nuestra narrativa.
Fue también gratísimo leer su poemario que concursó para
el “Premio Internacional Rubén Darío” 2009, y releer unos
poemas que tanto se referían a experiencias en Alemania como
en Managua, con un estilo fresco y que trascienden la aldea
nacional. Al abrir la plica del libro ganador, cuál fue mi sorpresa
al leer el nombre de Erick Aguirre, como autor de La vida
que se ama y a quien por unanimidad, se le otorgó el Premio
Internacional de Poesía Rubén Darío, 2009.
Quiero señalar que en todos estos años he seguido la pista
literaria de Erick, porque me interesa tomar el pulso a nuestra
literatura, enterarme de qué se está escribiendo y formarme un
criterio personal, y en el caso de Aguirre, he descubierto una
enorme creatividad, aunada con la disciplina escritural, que le ha
permitido una creación sólida y constante.
II. Erick Aguirre el periodista,
el poeta, narrador y ensayista.
A. Ya mencionamos Subversión de la memoria, importante
libro de ensayos literarios en los que el autor aborda diferentes
características de nuestra narrativa con mirada crítica y
pertrechado de las teorías actuales para el estudio literario y
cultural, entre los cuales destaca el norteamericano John Beverly.
En el capitulo 2, Novela, Nación e Historia, Aguirre plantea su
perspectiva sobre Réquiem en Castilla del Oro, señalando como
característica de la nueva novela, la búsqueda de la identidad y el
empleo del lenguaje neobarroco. De esta obra, Aguire dice: “La
novela de Julio Valle Castillo demuestra que la reapropiación del
lenguaje barroco … tiene el propósito deliberado de inscribir el
pasado histórico en la dinámica reciente de nuestra realidad, para
incentivar a la sociedad contemporánea a enfrentar sin titubeos
el enigma de su futuro” (Aguirre: 57)
Posteriormente, en ese mismo capitulo, aborda el tema
Caribe: alteridad y Nación, señalando que tanto Lizandro Chávez
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Alfaro, con Columpio al aire (1999) como Tatiana Lobo en su
novela Calypso (1996) “de alguna manera circunscriben en sus
contextos nacionales el proceso histórico, político y cultural
del Caribe, valorando el libro de Chávez como un intento de
reinterpretar el primer esfuerzo de sometimiento hegemónico
de la autoridad central del Pacifico, sobre la región caribeña” y
concluye que igual que Chávez, Tatiana Lobo también intenta
representar un universo cultural renuente a la integración
nacional. Ambos autores pintan personajes antagónicos al mundo
caribeño “Y es ahí donde se rebela el conflicto de la alteridad
cultural. Porque en ambas novelas se platea problematiza la
visón del Caribe, como una sociedad desconocida y ajena a las
costumbres del Pacifico. Es decir, se descubre al otro, al que no
conocemos.
Aguirre se descubre como critico armado de metodologías
estructuralistas y con el aparataje teórico necesario para
fundamentar sus hipótesis de trabajo. Pasan bajo su mirada
critica novelas testimoniales y memorias, en este caso,
Vida perdida de Ernesto Cardenal, Vida y amores de Alonso
Palomino del narrador y académico Carlos Alemán Ocampo,
Castigo Divino de Sergio Ramírez, Entre altares y espejos
de la pintora María Gallo, e incluso, una autorreferencia a su
novela Un sol sobre Managua, para concluir con un interesante
estudio de la narrativa corta, de la que afirma, se nutre en
hechos reales “extraídos del mundo personal de gente común y
corriente, con todos sus atributos provincianos y de barriadas
del tercer mundo:
“Junto a las tragedias naturales y sociales aparece también
la degradación de la sociedad, el empobrecimiento tan dramático
de la gente que ya era pobre, que vive en un estado permanente de
damnificados que produce una disolución social” (Aguirre: 14)
Hoy incorporamos a un hombre enamorado de la literatura,
y que ha llegado a ella por senderos que se bifurcan, como diría
Borges. Es decir, transitando por el periodismo, la poesía, la
narrativa y el ensayo, no sé exactamente en que orden, solo él
sabrá cuáles fueron las luces que los deslumbraron primero.
Discursos de ingreso
79
Señalemos pues, ya formalmente, que Erick Aguirre Aragón
(Managua, 1961) como poeta ha publicado Pasado meridiano
(1995), Conversación con las sombras (Poesía, 2000, Centro
Nicaragüense de Escritores). En narrativa, Un sol sobre
Managua ((1998) y Con sangre de hermanos (2002). En
critica literaria, Juez y parte (1999), Subversión de la memoria
(Ensayos, 2005 –Centro Nicaragüense de Escritores) y Las
máscaras del texto (Ensayos, 2006, Academia Nicaragüense de
la Lengua) y La espuma sucia del río. Sandinismo y transición
(2000) de carácter periodístico.
B. En Pasado meridiano, publicado en 1996, pero obvia­
mente escrito años antes, Erick sorprende con una poesía
desencantada, por los sueños rotos. Una juventud que luchó, vio
a sus padres hacerlo y de pronto, todo se hace pedazos. En el
poema “Odisea” señala:
De pronto sorprendemos a los padres
gritando mueras a la dictadura
a la burguesía y al revisionismo marxista.
Es entonces que la vida
empieza a prepararnos la mortaja,
o una amarga vejez que casi siempre consagramos
a un improbable, ridículo mito.
Insisto: es casi inconcebible que este hombre joven, hable
de una amarga vejez e incluso de la muerte que aguarda, como
dice Darío, “con sus fúnebres ramos”. Porque el tema de la
muerte aparece repetitivo y machacón, y no es para menos: la
muerte de su hermano y tantos que cayeron en la guerra, y nos
quedó el regusto a la sangre derramada, con cicatrices y duelos
que aún no hemos realizado. Y así lo recalca, el poeta cuando
afirma El guerrillero muerto se revuelve en tu tumba./ Y no con
un clamor, con un sollozo. Son versos estremecedores que nos
traen recuerdos dolorosos y que Erick no quiere olvidar ni que
se olviden, sino, dejarlos plasmados para la historia, para la
eternidad. Con increíble amargura se le escucha decir: ¿Qué fue
de aquel joven que amaba la poesía? / Murió. Y no preguntes
cómo / sino porqué la muerte / le arañó el rostro …
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Este poemario refleja una época de cambios, cuando nos
movieron nuestra base de sustentación y ya nada volvió a ser
igual. Detrás de la poesía, se asoma el periodista, narrando,
contando la noticia: La Perestroika, la caída del muro de Berlín,
el fin de la utopía, todo eso se refleja en estos versos, que con su
vuelo poético y armonía, marcan hitos imborrables en la historia
y de los que hemos sido parte, de una u otra forma.
El muro de Berlín se vendió en trozos
a coleccionista de antigüedades
Solo después, y poco a poco, vinieron cayendo en la cuenta
de las cosas: cuando el mundo se hizo otro y supieron
que la verdad, Stalin fue asesino, que Gorbachov
hacía bien, que en Cuba la libertad fungía lesionada,
que los dirigentes sandinistas nos habían defraudado.
En este poemario, se asoma el alma de un poeta joven y viejo,
como le dice a su hijo, que se duele con el dolor de los demás, de
los que regresaron mutilados de la guerra, de la pobreza de los
barrios de Managua, de su gente. Es un canto de amor/dolor por
lo que vivimos y perdimos, por el fin de los sueños construidos
al calor del ideal.
En la montaña los soldados recuerdan
el brillo de los ojos amados
en el estallido de los obuses
jóvenes cegados por la metralla
agonizan perdidos entre la niebla segoviana.
Porque este libro se convierte en memoria, historia, recuerdo,
poesía, todo en uno, de una Nicaragua que ha sufrido tanto, de
los amigos, de los ignorados: “y descubra que somos humanos,
/seguramente aprenderá a querer a los amigos, / a los hermanos,
al duro y lejano compatriota.” Es Managua con sus barrios,
parques, gente que sobrevive en medio de la miseria, Managua
con su parque y sus bancas pobladas de borrachos, las calles
de Monseñor Lezcano, toda la vida bullendo entre la miseria, el
dolor y la sobrevivencia. Es un canto a la solidaridad, también con
Discursos de ingreso
81
los poetas, a quienes dedica múltiples versos: Benavente, Edwin
Illescas, Manuel Martínez, por mencionar solo algunos. Ideas
compartidas, pensares, pesares. Este libro, usando los términos
de Genette, se alza como el genotexto o pretexto de su novela Un
sol sobre Managua, donde desfilan casi los mismos personajes,
inquietudes, desencantos y sueños perdidos. Finalmente, es una
exhortación a la paz, porque el hastío de la guerra penetra hasta
la médulas de los huesos.
No me digan que pronto acabará la guerra.
No sigan guardando pañuelos, pistolas
y adoquines; antiguas carabinas invencibles.
Observen mi cuerpo:
aún palpita y sobrevive entre las bombas.
En Nicaragua, donde en la década ochenta se produjo una
de las revoluciones más impactantes de América, la poesía casi
siempre ha estado unida al mito dariano. La modernidad y la
Vanguardia se encargaron de romper ese antiguo mito, pero
nadie pudo evitar luego que la poesía llega; a unirse a la idea de
Revolución, el mito central de la modernidad.
C. Un sol sobre Managua es la primera novela de Erick
Aguirre, y los temas siguen la misma línea de su poemario.
Managua se convierte en sujeto de la historia narratológica,
porque es la ciudad misma la protagonista de los discursos
dialógicos entre poetas y periodistas, que debaten ya, el aserto
que Erick mantiene hoy en su discurso, en torno a los vínculos
entre el periodismo y la literatura. Un narrador homodiegético,
Carlos, es el periodista que cuenta sus experiencias a Joaquín,
pero a lo largo del relato surgen diversas voces que entretejen e
imbrican el discurso. Así, se escuchan las voces de Raúl Orozco,
de quien el autor logra un excelente retrato, Manuel Eugarrrios,
personajes de la vida periodística del país. Estas voces articulan
interesantes análisis sociales, entre ellos, la pérdida de la
identidad a raíz del terremoto de la capital.
Asimismo, aparecen los mismos lugares y barrios: Monseñor
Lezcano, San Sebastián, Altagracia, para mencionar algunos. La
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
pobreza agazapada en los barios de Managua, los niños en la
calle, en fin, todo el drama de una ciudad que no se recupera
de sus traumas pasados. Los mismos referentes sociohistóricos,
la Perestroika, la caída del Muro de Berlín y la disolución del
bloque socialista. Los poetas, infaltables en las discusiones:
Álvaro Urtecho, Julio Valle-Castillo y el mismo Carlos, con
quien el autor se puede identificar.
Un sol sobre Managua se constituye en una crítica a esta
sociedad que ha perdido su identidad, importando modelos made
in USA. Arremete contra los cronistas deportivos, los periodistas
mediocres, los académicos, falsos intelectuales, los políticos y
la falacia de los años ochenta. Aguirre retrata una sociedad con
todas sus lacras y sus dramatis personae, empeñados en arreglar
el mundo.
D. La vida que se ama. Sin pretender agotar la valiosa
producción literaria de Erick Aguirre, es justo hacer referencia
al poemario con el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía
Rubén Darío. Se trata de “La vida que se ama” aún en proceso de
edición. Son poemas que hablan de diversas experiencias, desde
su visita a la casa donde vivió Hoffman o la ciudad reconstruida
en Alemania: “Hay una Alemania que sufre / el triunfo de la
otra Alemania./ Pude verlo yo mismo una mañana de mayo /
desde la ventana de mi cuarto / en el apartamento de Gudrun”.
Es decir, ahora la mirada es diferente, después de la caída del
muro, la aparente unificación de Alemania, de las diferencias
ideológicas que perviven a pesar de las voluntades. El mundo del
poeta se amplía y habla de Picadilly y de los Beatles, producto
de sus viajes, donde se nutre de la cultura europea. Si embargo,
se mantiene latente y constante la memoria de los amigos que
lucharon y murieron, y lo que no se pudo hacer, porque ahora es
tarde ya, porque apenas asoma la esperanza
Hartos de recordar
las tumbas sin cruces y las fosas
donde aún duermen nuestros amigos
el sueño de las generaciones,
esperanzados apenas en la memoria
Discursos de ingreso
83
Y más adelante recalca la misma idea, el mismo recuerdo,
imposible de borrar:
donde vibra en silencio el recuerdo
de todos los muertos;
pero nunca podremos liberarnos
del rencor por la vida
que quizás ellos guardan.
Es que las heridas son profundas y difíciles de sanar. En estos
versos, se nota más hondura de sentimientos, más dificultad para
el olvido, porque no olvida Monimbó y sus muertos, su hermano
que no pudo formar un hogar. Se aprecia más ensimismado,
reflexivo, que interioriza su sentir, que se encierra en su interior
para reflexionar sobre el acontecer de la vida. Es el poeta que se
angustia por tanta miseria humana y que al final, siente que no
queda apenas esperanza:
Asqueado de todo eso, preferiría morir.
De no ser por tus ojos
y por el amor que me ofrecen.
El poeta no ve una salida posible, en este país donde la muerte
es una compañera cotidiana y la sociedad rebasa de corrupción.
Aguirre vuelve a arremeter contra la descomposición social y
sus consecuencias, no sólo a nivel nacional, en un país que ya
tocó fondo, dice el poeta, sino que habla de los compromisos
en Kioto, la política norteamericana y de los corrupción países
ricos, clama por la destrucción de las especies, por los desastres
ecológicos, en fin, se rebela como hombre sensible a los padeceres
del planeta y que no encuentra la salida. Por eso el desencanto, la
desilusión, la herida aún abierta, la desesperanza:
No hay salida visible
en este túnel sin fin
donde un hombre camina;
a los jueces comprados,
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
III. Darío y la crónica periodística
En su discurso de esta noche, Erick Aguirre se ha centrado
en el vínculo entre el periodismo y la literatura, partiendo del
modelo de Rubén Darío como paradigma de los escritores
modernistas latinoamericanos que han llevado el periodismo
a niveles literarios, por tanto plantea Erick, ambos oficios se
han enriquecido a lo largo de los años estableciendo nexos
enriquecedores que han permito que algunos escritos alcancen
categoría literaria. Esta noche Erick Aguirre, periodista, poeta
y narrador hace un acto de reconocimiento para ese poeta/
periodista que escribió hace cien años “Canto a la Argentina”,
como homenaje a la independencia de este país, y qué es este
canto, sino una suerte de crónica de la formación de la hermana
Nación del sur, de sus inmigrantes, sus costumbres y cómo
poblaron la extensa Patagonia, todo dicho con la belleza líricoépica de una canto de exaltación y de saludo.
Al revisar la vida de Rubén Darío, es fácil seguir sus huellas
como periodista y la causa es sencilla: ¿en qué podía trabajar
un poeta en un momento de crisis económica producto del auge
incipiente del capitalismo? Al mismo tiempo, el periodismo
nacido en el siglo XIX, avanzaba, ganando espacio y los escritores
fueron quienes colmaron las páginas de los diarios de la época,
permitiendo esa imbricación o enlace con la literatura de la que
habla Erick en su discurso de hoy. Se trataba de un asunto de
sobrevivencia, excepto que estos escritores entre ellos Azorín,
Ramiro de Maeztu, y por supuesto, Darío, lograron escribir con
un estilo propio y le otorgaron a la crónica la categoría literaria.
No obstante, pienso, que el periodismo, per se, no alcanza la
categoría de género literario, porque dentro de él, sólo la crónica
y quizás la entrevista, alcanza vuelo literario, y en el caso de
Darío, eso es indiscutible.
El erudito Pedro Salinas señala que desde los catorce años
Rubén Darío escribe en el periódico La Verdad, en León, por
ganas de escribir, vagas y generales. Más tarde, en Chile, ya es
instala como periodista completo. Sin embargo, ese quehacer
periodístico quebrantaba el ánimo del poeta, poco amigo de
Discursos de ingreso
85
saludos de cortesía y salón. Él mismo dice en Peregrinaciones
“Y me fue verdaderamente pesadumbre y fastidio, tener que ir
luego a saludar a personas, a comunicar con tantas gentes que
me son extrañas, a estar de nuevo en la abominación de mis
contemporáneos”. Y es que nuestro poeta tenía un alma solitaria
y le pesaban esas obligaciones como corresponsal, como
periodista.
Salinas llega a afirmar que el trabajo de Darío como periodista
lo sumía en una dualidad desgarradora, porque este trabajo le
quitaba tiempo para el puro arte de la creación y “que el periodista
que llevaba Rubén a su lado, suena a extraño. Era su extraño. El
que la sociedad le puso para darle una cosa y quitarle otra”. Bajo
la mirada de Salinas, el quehacer periodístico de Rubén Darío,
le sumergió en una vorágine que le limitaba la creación poética,
en un entorno más sereno y reflexivo. Más tiempo para él, para
volar en sus versos. Esa es la dicotomía del escritor/periodista.
Es vivir en un mundo escindido, que quita espacio a uno para
dárselo al otro.1 Lo bueno es que en el caso de Darío, su pluma
fue tan fuerte y creativa, que le permitió cultivar el periodismo y
más específicamente, la crónica, otorgándole belleza estética, al
tiempo que legó formidables estampas de su época.
Aguirre señala acertadamente que Rubén Darío no sólo
resiste una crítica desde la posmodernidad, porque sus crónicas
mantienen su vigencia, porque la pobreza sigue siendo la
condición de muchos y la riqueza, la situación de unos pocos. “Lo
que Darío sentía frente a las guerras en Sudamérica o en China,
nosotros lo sentimos frente a las primeras guerras del siglo XXI,
en Afganistán o en Irán. Escándalos, fieros males, acompañan
los inicios del siglo XXI como los del XX”.2 Y es que Rubén
Darío hizo de la crónica su bandera para reflejar una sociedad
llena de contradicciones, diversidades, como lo es aún hoy día,
__________________________
1. Pedro Salinas. La poesía de Rubén Darío, Buenos Aires: Editorial Losada,
1948, pp 20-21.
2. Rubén Darío. Crónicas desconocidas. Edición crítica, introducción y notas de Günther Schmigalle. Berlín. Edición Tranvía, 2006, p. 10
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
y no sólo cultiva la Crónica de Salón con sus impresiones sobre
las exposiciones de pintura parisina, sino que también la llamada
Crónica Política, que predomina en Crónicas desconocidas, que
demuestran, como lo han señalado Jorge Eduardo Arellano y
Julio Valle-Castillo, que el interés político de Rubén Darío no
era ocasional, sino más bien, una constante en su vida.
La sensibilidad social evidente y clara desde Azul… se
profundiza con los años y las contradicciones de clase. Al llegar
a España el 1º de enero de 1899, Darío encuentra una sociedad
sumergida en la pobreza, en el desagarro por la pérdida de sus
últimas colonias y todo la luminosidad que viera en años pasados,
se transforma en crónicas desgarradoras que reflejan los efectos
de los conflictos bélicos en los que ha estado involucrada. Estas
crónicas son las que conforman España contemporánea (1901)
y es fácil apreciar en sus páginas ese desaliento ante la crisis que
vive la sociedad española:
Mientras uno materialmente no puede dar un
paseo por las calles sin que le impidan el paso los
mendigos, mientras la prostitución, comprendida la
de la infancia, y causada por el hambre en este buen
pueblo, se instala en nuestros ojos a cada instante,
mientras los atracos, o robos en plena calle hacen
protestar a la prensa todos los días, se han gastado
en los tres de carnaval trescientas mil pesetas en
confetti y serpentinas.
El alemán Günther Schmigalle es uno de los dariístas
que más ha profundizado en el estudio y compilación de
La caravana pasa y Crónicas desconocidas, y es un trabajo
que se constituye en un referente obligado para el estudio de
Darío periodista, porque Schmigalle realiza una profunda
introducción y además anotaciones, que permiten ubicar en su
contexto y circunstancias, los datos referidos en estas crónicas
darianas. En el libro primero y tercero de La caravana pasa,
señala Schmigalle, Darío aborda aspectos de la vida parisina,
pero no con una mirada de espectador, sino que asustado por
los acontecimientos que se suceden en el momento y que aún
Discursos de ingreso
87
se mantiene vigentes. “La fuerza yanqui” forma parte de las
crónicas escritas contra el imperialismo norteamericano, que
abarcan: “Por el lado del norte”, “el triunfo de Calibán”, “La
antidiplomacia”, Una nota del Mr. Knox, entre otras. Darío
desde su posición de corresponsal del diario La Nación, asume
una actitud de observador analítico que informa y comenta
sobre los acontecimientos más relevantes del momento, como la
Exposición universal de 1900 y el centenario del nacimiento de
Víctor Hugo (26 de febrero de 1902).
La lectura de las crónicas demuestra que Darío se dirige
a un lector asiduo de La Nación porque hace referencia y
autorreferencia a los textos publicados en este diario. Por
ejemplo en la crónica “Perros y flores” el mismo Darío hace una
acotación a una crónica que apareció después en Peregrinaciones:
“¿Recordáis las maravillas florales de la Exposición Universal?
Habría que repetir el mismo himno, que glosar el mismo canto”
refiriéndose a su visita al palacio de la Horticultura en abril de
1900.3
En la lectura cuidadosa de sus crónicas se aprecia el manejo
de una valiosa información, datos, y textos, especialmente fran­
ceses, pero crea con todo ello un escrito novedoso en el que
además de situarnos ante la situación del momento, esta no
queda exenta de la crítica abierta, de la mirada sensible y ética
ante una sociedad que considera decadente y fatua.
Rubén Darío tenía un alto concepto del periodismo, y así lo
expresa en “El periodista y su mérito literario”:
Hay editoriales periodísticos escritos por hombres de
reflexión y de vuelo, que son verdaderos capítulos de
libros fundamentales … Hay crónicas, descripciones
de fiestas o ceremoniales escritas por réporters que
son artistas … Muy hermosos, muy útiles y muy
valiosos volúmenes podrían formarse con entresacar
__________________________
3. Rubén Darío, La caravana pasa. Libro primero. Edición crítica, introducción y notas de Günther Schmigalle. Berlín: Ed. Tranvía, 2000, p. 30.
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
de las colecciones de los periódicos la producción,
escogida y selecta, de muchos, considerados como
simples periodistas.4
Y fue justo lo que hizo el mismo Darío con la compilación
cuidadosa y ordenada de sus crónicas en: España contemporánea
(Paris, 1901), Peregrinaciones (París, 1901), La caravana
pasa, (París, 1902), Tierras solares (Madrid, 1904), Opiniones
(Madrid, 1906), Parisiana (Madrid, 1907), Letras (París,
1911) y Todo al vuelo (1912) y aún quedan muchas sueltas,
afirma Gunther Schmigalle. Es decir, un trabajo intenso e
inmenso que permitió darle vuelo literario a su trabajo como
corresponsal de La Nación. Herencia literaria que recogieron
los poetas posteriores, comenzando por el mismo Salomón de
la Selva, quien como anota el académico Julio Valle-Castillo, en
la Introducción: Salomón de la Selva Ensayista, en su exilio en
Costa Rica colaboró en Repertorio americano y posteriormente
publicó en compañía del periodista norteamericano Carleton
Beals, el semanario bilingüe el Digesto Latinoamericano,
desde cuyas páginas apoyaron la causa de Sandino, igual en
las columnas del Panamá América.5 Qué decir de los poetas
de la Vanguardia: el indiscutido trabajo periodístico de Pablo
Antonio Cuadra, sea como periodista cultural o como editor del
diario La Prensa casi hasta su muerte, Pablo Antonio, fundador
de todas las revistas importantes del país y director desde los
años cincuenta; Joaquín Pasos y las Prosas de un joven, José
Román y las diversas épocas de su revista Centro, Manolo
Cuadra y sus columnas “Santo y seña”, “Suceda lo que suceda,
la dictadura caerá”, “Bombas de mano-lo”, “Espejos giratorios”
y el Gruñido en un bárbaro, aunando la nota periodística con la
poesía, narrativa o ensayo y la crítica política.
__________________________
4. Rubén Darío. Citado por Carlos Tünnermann B. en: Rubén Darío Maestro
de la crónica y otros escritos darianos. p. 20.
5. Salomón de la Selva. Antología Mayor. Ensayos. Selección, introducciones
y notas de Julio Valle-Castillo. Managua: Fundación UNO, 2010, p. 14.
Discursos de ingreso
89
Es esa la veta que el periodista puede aprovechar, pero
no quedándose en el lenguaje plano o monocromo, sino que
llenándolo de adjetivos luminosos, de descripciones detalladas,
de ideas y conceptos, sueños y anhelos que conforman el sentir
y pensar de un pueblo, de una época, de un minuto que queda
eternizado para siempre plasmado por la pluma colorida de quien
ama el oficio de escritor.
Público asistente a la ceremonia de incorporación de don Erick
Aguirre Aragón a la Academia Nicaragüense de la Lengua.
90
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Modalidades del nocturno poético
en la Generación del 40: La noche
ensimismada en Martínez Rivas, Mejía
Sánchez y Cardenal
Jorge Chen Sham
Universidad de Costa Rica
I
QUIERO SALUDAR a todos los miembros de esta Academia
y, en especial, a doña Gloria Elena Espinoza de Tercero, mi
reconocimiento y gratitud por haber traído al seno de esta
corporación la propuesta que, unos dos meses antes de su
muerte, había conversado con el ilustre académico D. Edgardo
Buitrago Buitrago (q.e.p.d), de proponerme como Miembro
Correspondiente. Esta propuesta ha llenado mi corazón
y su distinción la recibo humildemente por dos motivos:
primeramente, porque mi padre, un chino cantonés de cepa, me
enseñó que lo más importante en la vida es el trabajo tesonero
y sin interés; segundo, porque espero, de esta manera, que las
relaciones histórico-culturales entre Nicaragua y Costa Rica,
caminen por nuevos derroteros en este nuevo milenio y se
persuadan ustedes que, del otro lado del San Juan, admiramos y
nos dejamos seducir por la creación nicaragüense.
Como costarricense, ustedes me honran al ser escogido, en
votación unánime, por una de las corporaciones más prestigiosas
dentro del concierto hispanoamericano de las academias, a la par
de que se han interesado en mi labor de divulgación y de estudio
de las letras nicaragüenses a las que he dedicado una gran parte
de mi trabajo universitario más reciente. Me propongo por ello,
a que nos adentremos en una parcela del mundo poético de esa
Discursos de ingreso
91
Generación del 40 en Nicaragua, la cual ha contribuido con
creces para que la experimentación/reflexión del lenguaje y su
radical visión del localismo/cosmopolitismo de las vanguardias,
tal y como lo ha conceptualizado Valle-Castillo (28-29), sigan
por nuevos derroteros en esa gran fragua/laboratorio que es la
creación poética, pues, desde el punto de vista de la alquimia.
Recordemos que el dios romano Mercurio es también el nombre
para Hermes Trismegistus, el padre de la alquimia y, por lo tanto,
de la escritura, las letras y las transformaciones de la materia,
gracias a que las visiones producidas por el mercurio o el sulfuro
permiten ese diálogo espiritual y revelador (Pariente 228) en el
que el poeta se encuentra y convoca las maravillas del lenguaje
para revelar la dimensión creadora y trascendente.
Hacia esta radical noción de la Poesía se encamina la
absolutización de la experiencia poética. La filosofía del Roman­
ticismo la pensó en términos del poder supremo de la naturaleza
y del espíritu en su mediación con la realidad apariencial del
mundo y de individuo. De ahí el papel y la función del poeta
como el mediador que posibilita trascender la realidad apariencial
y acercarnos a un proceso de integración con el cosmos, cuya
prerrogativa sea su capacidad de revelar y de expresar. Ya lo
explicaba M. H. Abrams en su fundamental estudio sobre el
romanticismo inglés, al presentar esta experiencia de vida/
creación como una intensificación de los atributos y cualidades
del poeta, los cuales son correlativos al proceso de su crecimiento
espiritual frente a la contingencia y la apariencia material:
La profunda experiencia que tiene el poeta del
sufrimiento y la mortalidad humanos se traduce
sistemáticamente en una relación alterada entre su
ojo y su objeto: la escena natural articula y devuelve
reflejados los sentimientos rudimentarios que le
aporta la percepción del espíritu, de tal manera
que el correlato de su nuevo mirar al hombre «con
otros ojos» es su nueva percepción de los objetos
naturales como inmersos en una luz y una sombra
diferentes. (Abrams 88)
92
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Para que se despliegue esta revelación y se mire diferencial
y radicalmente al individuo y la materia, se impone un tiempo
preferencial en el que la ensoñación y la imaginación deben
ejercitarse. No es casual, como ha demostrado Albert Béguin
para el romanticismo alemán, la preponderancia que los estudios
psicológicos sobre el sueño ganarán en el último tercio del
siglo XVIII en Europa, pues la visión onírica conducirá a la
correlación entre mecanismos poéticos y el perfeccionamiento
de la vida psíquica del artista. Ese crecimiento espiritual
del poeta solo es posible si dejamos esa realidad cotidiana y
apariencial para perfeccionarnos en la vida interior, restitutiva
y reintegrativa, con nuestro propio yo, porque, “para ellos [los
románticos], son precisamente el sueño y los demás estados
‘subjetivos’ los que nos hacen descender en nosotros mismos
y encontrar esa parte nuestra que ‘es más nosotros mismos’ que
nuestra misma conciencia” (Béguin 29). La noche —también
las transiciones del día a la noche (el crepúsculo) o viceversa
(la madrugada)—, se convertirá en el tiempo ideal para llevar a
cabo estas transformaciones del espíritu; su forma poética más
completa para interpretar este estado de conciencia intensificada
o de funcionamiento perturbador será el nocturno, en donde
la imaginación y la ensoñación se llevarán al límite en su
confrontación con los grandes fantasmas del poeta: la existencia,
la trascendencia divina, el amor.
El nocturno es un modo de composición al que el Roman­
ticismo dará genuina madurez, a pesar de que, en el caso, de
nuestra tradición lírica española, ya encuentre ejemplos cimeros
con la mística de San Juan de la Cruz. La noche ha sido el objeto
de disquisiciones desde siempre y, en el místico español por
ejemplo, se pondera como el tiempo propicio para la develación
y la experiencia extática del místico; recordemos los versos
iniciales de la “Noche oscura”, en donde el “alma” se eleva: “En
una noche oscura/ con ansias de amores inflamada/ ¡oh dichosa
ventura!/ salí sin ser notada/ estando ya mi casa sosegada” (San
Juan de la Cruz 150). Es el tiempo para que una experiencia
que, dentro del tópico del furor amoris, impele al yo lírico a
despojarse de su cuerpo y transitar por el espacio de la noche.
Discursos de ingreso
93
Pero es el Romanticismo quien le otorgará el verdadero
estatuto a la noche y la pondrá dentro de una jerarquía de
valores en la que la vida nocturna condensará la imago mundi
de los “contenidos pasionales” (Béguin 31) del artista y será
una prolongación de sus aspiraciones de lo absoluto y lo
trascendental, frente a la noche sosegada del místico en San
Juan de la Cruz. En nuestra tradición hispánica, para limitarme
a ella por motivos de espacio y de tiempo, tres ejemplos serán
necesarios para determinar un recorrido diacrónico y, de este
modo, plantear la consolidación del nocturno en la poesía
hispánica. Ninguna referencia a la importancia de la noche
estaría completa sin la evocación a Gustavo Adolfo Bécquer, en
donde no solamente es el estado primigenio para el desvarío y
la confesión amorosa, sino también el sueño y la visión onírica
se apoderan del acto poético para establecer la correspondencia
con la reflexión meditativa. Tal concentración de los impulsos y
de la agudización de la sensibilidad es palpable desde la “Rima
I”, en donde la noche se ha convertido en un espacio/tiempo
para el desgarre introspectivo que, más bien, deja desosiego y
no calma al amante:
Aún turbando en la noche el firme empeño
viene en la idea la visión tenaz…
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
en que acaba el soñar! (Bécquer 55)
El tópico de la vida como sueño inunda la cosmovisión
del poeta español; eso es innegable. Pero lo significativo
aquí es subrayar la singularidad de esa experiencia onírica en
un Bécquer que problematiza los estados del sueño hacia la
vigilia, la intensidad de sus imágenes, el dolor y la angustia
metafísicas, tal y como se produce en la “Rima 61”: No sé lo
que he soñado/ en la noche pasada;/ triste, muy triste debió
ser el sueño,/ pues despierto la angustia me duraba (Bécquer
117). La “Rima 61” apunta hacia la influencia que “las pasiones
suscitadas o despertadas por estas representaciones nocturnas
pueden persistir perfectamente en la vida diurna” (Béguin 31)
y, por lo tanto, desemboca en las paradojas emocionales que la
“represión emotiva” y la pasión vista retrospectivamente dejan
94
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
en el atribulado amante (Blanc 66), pues la noche y el sueño se
establecen como esos motivos que desencadenan la invención
del soñador romántico ante el objeto amoroso que ya no posee.
La noche pasional del amante melancólico guarda y arrastra
la reminiscencia de la amada perdida ya, como sucede en la
“Rima 31”:
Cuando en la noche te envuelven/ las alas de tul del sueño,
y tus tendidas pestañas/ semejan arcos de ébano;
por escuchar los latidos/ de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida/ cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,/ cuanto poseo:
¡La luz, el aire/ y el pensamiento! (Bécquer 85)
El recuerdo de la amada se confunde con el acto de
contemplación de la belleza transitoria y nos conduce a una
meditación sobre la muerte en términos de un lamento que
encierra el apóstrofe lírico “¡La luz, el aire/ y el pensamiento!”,
el cual expresa la zozobra y la impotencia. Pero también puede
conducir a la reflexión metafísica ante las interrogaciones que la
noche desata para que el vuelo de la imaginación impulse al yo
lírico hacia la inmensidad; el caso extremo es la “Rima 25”:
Cuando miro de noche, en el fondo/ oscuro del cielo,
las estrellas temblar, como ardientes/ pupilas de fuego
se me antoja posible a do brillan/ subir en un vuelo,
y anegarme en su luz, y con ellas/ en lumbre encendido
fundirme en un beso. (Bécquer 79)
Bécquer busca aquí la unión mística en el contacto tras­
cendental del “vuelo” y del “beso”, dos imágenes para destacar
esa transformación que la noche provoca y que José Asunción
Silva hace tanto el origen como el apoyo para cualquier reflexión
legítima del verdadero poeta. Influido por esa intensidad
romántica del sueño, los nocturnos de Silva representan el
culmen de esta tradición que celebra y prefigura la noche como
imagen de la dignidad poética y de la pasión amorosa. Por
ejemplo, el poema “A veces cuando en alta noche” se establece
como un compendio de los motivos nocturnos; los elementos
Discursos de ingreso
95
ligados al aire, entre ellos la música, inundan el ambiente para
que el silencio y el orden se hagan respetar en esa evocación de
la amada:
A veces, cuando en alta noche tranquila,
Sobre las teclas vuela tu mano blanca,
Como una mariposa sobre una lila
Y al teclado sonoro notas arranca,
Cruzando del espacio la negra sombra
Filtran por la ventana rayos de luna […]. (Silva 27)
Pero la consagración máxima de la noche llegará con el
poema intitulado “Nocturno”, en donde Silva, con un ritmo
frenético que produce el versolibrismo y las anáforas, creará ese
atmósfera propicia para experimentar la intensidad de ese amor
que quema por dentro y que el brillo de la noche refleja no solo
como corolario de la viveza del recuerdo, sino también de los
signos que anuncian la angustia de la muerte:
Una noche,
Una noche toda llena de murmullos, de perfumes
[y de músicas de älas,
Una noche
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda
[las luciérnagas fantásticas,
A mi lado lentamente, contra mí ceñida toda,
[muda y pálida,
Como si un presentimiento de amarguras infinitas
Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara […].
(Silva 34)
La atmósfera de la noche irradia sobre el rostro de la amada,
cuyas señas ya anuncian el desenlace y ese sufrimiento infi­
nito ante la tremenda y dura verdad de la mortalidad del ser
humano.
No faltaría tampoco la mención a los nocturnos darianos,
los cuales han sido estudiados ya con gran pertinencia por
Julio Ycaza Tigerino en su discurso de incorporación a esta
Academia, el 5 de enero de 1954. Dos de esos nocturnos se
96
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
encuentran en Cantos de vida y esperanza y el título se sendos
poemas es precisamente “Nocturno”. El primero de ellos, el que
comienza con el verso “Quiero expresar mi angustia en versos
que abolida/ dirán mi juventud de rosas y de ensueños” (vv. 1-2,
Darío 505), retoma la modalidad de la angustia metafísica de
la confesión autobiográfica, pues como analiza Ycaza Tigerino,
“[s]úbitamente nos introduce en un mundo que hasta ahora había
eludido obstinadamente [Rubén] por ingrato y falto de luz, su
propio mundo, el mundo de sí mismo, su mismidad” (Ycaza
21); su balance conduce a ese contraste con los proyectos
juveniles (“mi juventud de rosas y de ensueños”) para situarse
en preocupaciones metafísicas que se plantean en los cuartetos
finales:
El ánfora funesta del divino veneno
que ha de hacer por la vida la tortura interior;
la conciencia espantable de nuestro humano cieno
y el horror de sentirse pasajero, el horror
de ir a tientas, en intermitentes espantos,
hacia lo inevitable desconocido, y la
pesadilla brutal de este dormir de llantos
¡de la cual no hay más que Ella nos despertará!
(vv. 17-24, Darío 505)
La noche produce aquí una meditación angustiante. El destino
humano se dibuja aquí en esa “conciencia” que posee el ser
humano del paso temido e inexorable sin que pueda saber hacia
dónde se dirige; ese “horror” lo expresa bien el encabalgamiento
de las dos estrofas, de “la sensación dolorosa del tiempo” (Ycaza
25) y de la muerte a la que no puede nombrar. Ahora bien, el
otro nocturno de Cantos de vida y esperanza es, sin duda, el
más conocido y analizado. Precisamente retoma el motivo de la
vigilia y de la interrupción del sueño reparador:
Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz habéis oído
el cerrar de una puerta, el resonar de un coche
lejano, un eco vago, un ligero ruido. (vv. 1-4, Darío 555)
Discursos de ingreso
97
Este momento entre el sueño y la vigilia, el que denominaban
los románticos como el momento de “lámpara encendida”
genera una reflexión que insiste en esa recapitulación biográfica
dolorosa de los proyectos juveniles abandonados, para subrayar
de nuevo el tópico de la vida como un sueño. Ello conduce a
una síntesis conclusiva en el que se problematiza “ese doloroso
misterio de la vida” (Ycaza 27) y el poema se transforma en una
lamentatio que nos descubre un universo de gran desolación:
Todo esto viene en medio del silencio profundo
en que la noche envuelve la terrena ilusión,
y siento como un eco del corazón del mundo
que penetra y conmueve mi propio corazón.
(vv. 17-20, Darío 555)
Estamos ante un nocturno cuya modalidad expresiva es la
angustia reflexiva, en donde el “silencio profundo” de la noche
hace desnudar el alma del atribulado poeta filosófico hasta las
fibras más profundas de su ser. He aquí la gran lección que el
sueño y el vuelo nocturnos producen en una poesía que otorga
una gran conciencia al desarrollo de la vida interior y al proceso
de introspección por ellos desencadenados. De esta forma, uno
de los dos rasgos con los que Iván Uriarte caracteriza a los
miembros de la Generación del 40 (Uriarte 81-82), el hermetismo
estético explicaría las razones por las cuales el nocturno y la
noche aparecen en posición medular en la producción poética
de Carlos Martínez Rivas (1924-1998), Ernesto Mejía Sánchez
(1923-1985) y Ernesto Cardenal (1925), para llevarlos, según ve
Jorge Eduardo Arellano en Martínez Rivas pero que trasladamos a
esta exploración de la noche, a una “concentración y perfección”
(Arellano 320).
II
En el caso de Martínez Rivas, la edición de 1973 en la
Editorial EDUCA, agrega, como acápite, a La insurrección
solitaria (1953), el breve opúsculo El paraíso recobrado, poema
en tres escalas y un prólogo (1943), con la siguiente nota para
los lectores: “para quienes pudieran interesarse en la iniciación
98
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
y evolución poética del autor” (Martínez Rivas, s. p.). La clave
biográfica del itinerario que marca esta corta colección es
indudable en su referencia al destinatario del opúsculo, Yadira
Jiménez, la amada compañera del poeta. El segundo poema
de los tres que conforman el periplo iniciático lleva por título
“Segunda escala: En el aire” y despliega la simbología de la
noche ligada a los motivos del aire:
Hemos llegado a la primera estrella.
Mira la inmensa noche azul llena de temblorosos ojos.
Todo esto forma ahora nuestro nuevo camino.
(Martínez Rivas 29)
El poema señala un punto de llegada desde el cual se abre el
“nuevo camino” que ha traspasado el yo lírico y su acompañante.
Alcanzar las estrellas es emprender ese viaje hacia las alturas,
hacia la inmensidad del cosmos, mientras que, delante, se
abre el firmamento de la “noche azul”. No es casual, entonces,
la equivalencia sinecdótica entre “la primera estrella” y los
“temblorosos ojos”, pues el campo de percepción se expande en
este firmamento para que la imaginación acendrada y el vuelo de
ensoñación se desencadenen; la noche lo posibilita, mientras que
el ascenso los propulsa hacia estadios siderales:
Por él vamos, Yadira, y te miro
como un gorrión saltar de estrella a estrella.
Subir de astro en astro. De cometa en cometa.
Y más allá. Más alto. Más arriba,
ya por las últimas orillas del cielo,
en donde va tu cuerpo, quemándose en el aire,
con rumbo hacia un seguro porvenir de lucero.
(Martínez Rivas 29)
El acto que realiza el yo lírico no es inocente en este contexto
nocturno: mira absorto; como tampoco lo es el pájaro con el
cual compara a su amada, el gorrión, de resonancias amorosas
desde la poesía latina. El vuelo de la amada no tiene alcance, el
ritmo del poema empieza con un crescendo que va marcando
las escalas de un proceso de transformación/combustión de la
Discursos de ingreso
99
materia orgánica (“tu cuerpo, quemándose en el aire”) para que
del movimiento de propulsión a chorro, como diríamos hoy en la
física, se desintegre la materia y se produzca el estado gaseoso/
volátil (“seguro porvenir de lucero”). Desde un punto de vista
mítico, la metamorfosis descrita por Martínez Rivas es la propia
de la elevación y endiosamiento de los mortales. Recordemos a
Orfeo en la ópera prima de Claudio Monterverdi, de quien Apolo
se apiada y lo eleva al cielo transformado en una constelación, en
un astro resplandenciente, como recompensa a sus pesares como
cantan elevándose Orfeo y Apolo: “Saliam cantando al cielo,/
dove ha virtù verace/ degno premio di sé, diletto e pace” (38),
mientras el coro canta en el final de la ópera: “Vanne, Orfeo, felice
a pieno/ a goder celeste onore,/ là’ve ben non vien mai meno,/
là’ve mai fu dolore,/ mentr’altri, incensi e voti/ noi t’offriam
lieti e devoti” (39). Este mismo proceso se produce en el poema
de Martínez Rivas, cuando en la estrofa siguiente se ensalza de
esta manera la metamorfosis inaudita para que el proceso de
embelesamiento del amante contemplativo continúe:
[…]
así tú, Yadira, has ido avanzando hacia la belleza.
Pasando de muchacha a estrella.
De estrella a remolino; de remolino a brisa,
y de brisa
a sosegado, claro, ilustre aire.
(Martínez Rivas 29)
Sublimada en “la belleza” más pura y aérea en su equivalencia
semántica y fónica con “estrella”, la metamorfosis no se detiene.
El grado máximo de ese proceso sería la combustión en la que la
“belleza” se sigue purificando (cambiando de estado), solamente
para dar paso a la transición de la materia en el “aire”. Así, a
continuación se hace una paráfrasis del “Prólogo” del Evangelio
de San Juan: “Y el verbo se hizo carne,/ y habitó con nosotros,/
y nosotros vimos su gloria,/ gloria cual de unigénito venido del
Padre/ lleno de gracia y de verdad” (San Juan, 1: 14; La Sagrada
Biblia, 1246). Mientras que en Martínez Rivas se reproduce ese
tono sermonístico de los evangelios así:
100 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Porque, en verdad, la carne se hizo aire.
Y el aire se hizo carne y habitó entre nosotros.
(Martínez Rivas 29)
Para comprender esta preponderancia del aire, habría
que subrayar el hecho de que esta metamorfosis es también
un desdoblamiento de la sustancia: así, “carne” y “aire” se
intercambian en una dinámica en la que los límites corporales
y de la materia se pierden, se traspasan, como el mismo acto
poético de mirar la noche estrellada, de manera que la ligereza
y la levedad del ser solamente pueden integrarse dentro de una
neutralización de las fronteras y de los límites (Lara Martínez
185-186). Es ahí en donde toda la primera parte del poema se
convierte en un preámbulo que crea esa atmósfera propicia para
que, de la física combustión, surja la erótica de los amantes en
complemento:
Desde la tierra, entre el hervidero fuimos ascendiendo.
Ahora todo está en ti.
Y tú tan sola, ya aire ante aire.
Llegamos a la cima más alta de su delicia.
(Martínez Rivas 29-30)
La ascensión de los amantes se describe como una acción
colectiva; pasamos de “tu cuerpo, quemándose en el aire” (v. 9)
al “entre el hervidero fuimos ascendiendo” (v. 21), con el fin de
marcar esa travesía hacia el goce y el disfrute compartidos. De
esta manera, la combustión de los elementos y el dinamismo del
ascenso marcan los signos del encuentro amoroso y se recupere
esa vía integrativa del eros que consume/combustiona:
Y oye qué nueva trinidad tan pura:
tú, yo y el aire. Y los tres somos uno.
Por eso, a través de tu cuerpo
puedo contemplar todo el cielo.
Como si lo tuvieras dentro de ti.
Y tu esqueleto brilla como los hilos de una lámpara.
Y de tu corazón, en vez de sangre,
Discursos de ingreso
101
sale un río astronómico y celeste, que en orden
y de pies a cabeza te recorre.
(Martínez Rivas 30)
La consumación erótica a la que asistimos hace que toda
travesía esté signada bajo el símbolo de la unión integrativa,
gracias a la cual la desintegración de la materia en los cuerpos
eufóricos transforma el espacio de los amantes en dilatación/
expansión del aire; la trinidad es el momento de la consagración
en la que la experiencia de la unidad (”los tres somos uno”)
desemboca en la transparencia de la materia. Ahora, veamos
cómo pasamos de verbo “mirar” del principio del poema al
acto de “contemplar” la inmensidad del “cielo” para que la
amada transparentada (transfigurada) ahora, como si fuera un
cuerpo opaco, sea reflejo de la luz. Llegamos a la maravillosa
transformación; el cuerpo de la amada culmina su metamorfosis,
anunciada al principio del poema, en estrella resplandeciente,
en un movimiento que va de su interior (“de tu corazón, en vez
de sangre,/ sale un río astronómico y celeste”, vv. 31-32) y la
recubre de arriba hacia abajo (“de pies a cabeza te recorre”,
v. 33). La ligereza y la transparencia del aire por un lado, el
brillo y la luminosidad por otro, convierten a la amada en otra
estrella que brilla en el concierto de las constelaciones celestes.
El ascenso vertiginoso es palpable en este momento de fruición
y de intensidad lumínica en la enumeración de todas las estrellas
del firmamento y que las sobrepasa en un movimiento que
culmina con el Sistema Solar y se dirige hacia “La Vía Láctea”
(v. 50). Se trata del momento en el que podemos advertir cómo
en el clímax poético las imágenes se suceden y se superponen,
de modo que la experiencia visionaria deja traslucir esa unión
de todos los símbolos posibles en la enumeración simbólica “El
Unicornio,/ y el Ojo del Toro y la Serpiente” (vv. 50-51). Por esa
razón, “Segunda escala: En el aire” hace compatible la visión y
el sueño, como medida final de todo proceso de contemplación
y de la metamorfosis:
Ya no hace falta ahora sino el sueño.
Último paso de la transfiguración.
102 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Sepárate de ti hasta caer en ti
Que como un anillo hundiéndose poco a poco en el agua,
en el agua del sueño
se irán tus otras manos,
se irán tus otros ojos,
tu otra voz,
tu otra frente,
tu otra tú,
como sobre un estanque
donde el árbol
se separa del
árbol. (Martínez Rivas 31)
No nos extrañe esta unión de “aire” y “agua en el poema de
Martínez Rivas. Pero no se trata del cualquier agua; se refiere
al “agua del sueño”, en donde la búsqueda de la movilidad se
asegura en el dinamismo ascendente de la imaginación, de esas
alturas imaginarias que elevan el espíritu hacia la contemplación
sublime. Si este poema nos conduce ahora hacia la necesidad del
impulso ascensional, la estrategia de esta imaginación dinámica
obliga a plantear el “agua del sueño ”, en virtud de un poder que
le permite no solo desdoblarse sino también transfigurarse como
indica el poema. Pero hay que advertir, en primer lugar, que el
simbolismo de las “aguas del sueño” funciona como ese espejo
en donde se contempla, como un nuevo Narciso, la imagen del
otro. Gracias a esa posibilidad de verse en ellas, se intensifica
la prioridad que Martínez Rivas concede a la contemplación y a
la observación en cuanto designio propio del espíritu humano:
“También la contemplación determina una voluntad. El hombre
quiere ver. Ver es una necesidad directa. La curiosidad vuelve
dinámico al espíritu humano” (Bachelard 50).
Pero se trata de un doble proceso de desdoblamiento y de
separación simultáneos (motivados por los encabalgamientos
y la disposición tipográfica en forma de decrescendo también),
el cual le devuelve al poeta en el símbolo del “arbol” que se
yergue imponente sobre el “agua” hacia el cielo; es la imagen
definitiva de la verticalidad visionaria que propulsa al soñador.
Discursos de ingreso
103
De manera que el yo lírico se apresta a vivir lo inefable y, en
el nocturno poético, se produce una situación comunicativa que
conduce a una concentración de esta experiencia de la alteridad
sobre el poeta; sus modalidades, intensificación del intercambio
y destinatarios diversos, permiten establecer diferencias, cuando
la finalidad comunicativa de los poemas es una súplica a la
amada o una súplica a la divinidad. El estatus del destinatario del
nocturno hace que la situación comunicativa sea distinta, ya que
implica no solo un tratamiento distinto en las relaciones entre
interlocutores, sino también su temática cambiará.
III
Ligado también a la visión onírica encontramos el poema II
de los Ensalmos y conjuros (1947), de Ernesto Mejía Sánchez. La
noche vuelve a ser no solo una obsesión, sino también el tiempo
para desarrollar una metafísica del sueño, pues la exploración de
la noche permite que salgan los “demonios” que nos acorralan.
Por ello, el poema II narra la aventura interior de quien explora
su conciencia:
Yo concluía las noches con un sueño. Yo
conjuraba a alguien en un sitio secreto. Yo
contaba unos números. Y alguien,
que no sospechas, nacía entre la sombra,
no formaba su cuerpo con lo oscuro; sino que
de aire limpio, separado, se construía. Yo
contaba unos números. (Mejía Sánchez 21)
Observemos el encabalgamiento pronunciado a lo largo
del poema, crea ese clima de angustia y de agitación en esa
observación introspectiva que realiza el yo lírico. La noche es
el momento para la búsqueda interior, para descender en las
profundidades del alma; la exaltación y la agudización de los
sentidos se impone en la correlación entre el verbo “conjurar”
y “contar los números”. El extrañamiento, que produce esta
experiencia, se traduce en la incertidumbre y en la indeterminación
iniciales; expresiones como “sitio secreto” (v. 2) y “nacía entre
la sombra” (v. 4) se utilizan para captar y valorar el carácter
104 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
extraordinario del acto performativo de quien es el demiurgo
que crea con las palabras; de ahí el poder que encierra el verbo
“conjurar”. La clave está en la naturaleza del acto creador en la
equivalencia entre conjurar y contar, mientras que del otro lado,
el objeto creado surge otra correlación con los verbos “nacer” y
“construir”. La magia del conjuro activa esa fundación/creación
gracias al lenguaje; pero veamos cómo la materia creada no se
perfila como objeto de “lo oscuro”, sino de “aire limpio” (v. 6).
De nuevo, el aire cobrará una importancia capital para signar la
ligereza y la levedad del dinamismo creador. Por otra parte, no
olvidemos que un conjuro se vale de fórmulas o de repeticiones
cuyo valor radica en el poder del lenguaje y, así, cuatro veces
se repite la acción de contar en forma de dos paralelismos
simétricos que le otorgan al poema, con los encabalgamientos,
ese ritmo cadencioso:
Yo/ contaba unos números (vv. 2-3)
Yo/ contaba unos números (vv. 6-7)
Yo/ seguía contando (vv. 11-12)
Yo/ seguía contando (vv. 14-15)
El conjuro y el proceso de creación se vuelven uno solo para
que se performe la capacidad de actualización del evento (contar
los números), en la medida en que se narra una experiencia en
progresión, ejecutada en el acto mismo de enunciación lírica; de
ahí el uso del imperfecto a lo largo de todo el poema. Por otro
lado, el misterio de la noche es propicio para que se produzca
este acontecimiento sobrenatural y extraordinario, el cual se
continúa describiendo a continuación:
Alguien, horadando la sombra,
nacía como un ángel de vidrio, como niño vacío.
Se hacía un hueco vivo. Yo
seguía contando.
Se acercaba a mis labios. Amorosamente
se adhería a mi carne. La más exacta
piel, la más exalta, me envolvía. Yo
seguía contando. Repetía,
ahora con su voz las mismas cifras. (Mejía Sánchez 21)
Discursos de ingreso
105
La repetición de la acción de “nacer” en esta atmósfera
claroscura no pasa desapercibida; veamos:
nacía entre la sombra,/ no formaba su cuerpo con lo
oscuro;sino que de aire limpio, separado, se construía
(vv. 4-6)
horadando la sombra, nacía/ como un ángel
de vidrio (vv. 8-9)
Así, otra equivalencia se impone por su correlación con
lo aéreo: “aire limpio” ⇒ “ángel de vidrio”. Recordemos que,
como seres alados y celestiales, el ángel es mensajero y anuncia,
“se mueve, como el decir, en las esferas de la comunicación y la
armonía” (Ovares y Rojas 133). Verdadero mediador, el ángel
transmite y hace que todo el poema quede envuelto en una
atmósfera de lo extraordinario y misterioso, para que se produzca
la unión mística con arrebatos eróticos; el punto de contacto
es el beso y la boca por el cual el ángel traspasa y transmite.
Este arrebato y alumbramiento es insólito, es el encuentro
del yo lírico con la Poesía, pues aquí “[e]l quehacer angélico
alude, por ejemplo, a la lucha con la palabra y la búsqueda
del sentido, al extrañamiento del poeta con el producto de su
trabajo” (Ovares y Rojas 133), para concluir precisamente en
la función del yo lírico como médium o mediador: “Repetía,/
ahora con su voz las mismas cifras” (v. 16-17). A la luz de lo
anterior, la palabra poética se transforma en una experiencia
con lo numinoso e inefable, en un intento por sugerir cómo esa
manifestación de lo sagrado es intrínseca al acto de la poesía.
La sensación de profundidad y de vivir un acto extraordinario
hacen que la noche sea una síntesis que reenvía de perspectiva
en perspectiva al sujeto, mientras que la noche iluminada se
propone como totalidad y apertura del cosmos (Collot 42), ya
que el poeta conjura y cifra la Poesía:
Y como cada noche nacía con forma diferente,
para no equivocarme, yo coloqué a este ángel
en un sitio secreto; y le puse número. (Mejía Sánchez 21)
106 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Para terminar, Mejía Sánchez vuelve a la dimensión más
radical del nocturno, aquel que interroga lo inefable en esta
suerte de epifanía de la Poesía, por lo que aquí el tema del
poema desemboca, en tanto ars poetica, en la dimensión
metapoética; nos dice lo que es la Poesía reproduciendo
(actualizando) su proceso de gestación simbólica.
IV
Por último, vamos a analizar dos breves nocturnos de
Ernesto Cardenal que se ubican dentro lo que siempre se ha
denominado la primera etapa “De Granada a Gethsemani (19251959). De Gethsemany, Ky: Poesía de amor místico, hemos
seleccionado “Trenes en la noche” y “A la luz de la luna”, en
los que llama la atención el hecho, como lo apunta Uriarte,
que sean “poemas contemplativos no totalmente desligados del
mundo exterior” (Uriarte 92). La noche invita a interrogarse
sobre el papel del ser humano en el universo; es una búsqueda
a la “salud y desorden humanos” (Abrams 148). Por ello, la
serenidad y el reposo dominan en unos poemas en los que el
yo lírico se ubica en la celda del claustro monacal, veamos
“Trenes en la noche”, en donde el ruido exterior perturba el
sueño confortador y quiebra el silencio de la noche:
Me despierta en la celda el largo tren de carga
que se oye venir desde lejos en la noche
y va pasando y pasando, y pitando,
y parece que no va a acabar nunca de pasar.
Vagones y vagones y vagones que van chocando.
(Cardenal 120)
Todos los elementos expresivos se motivan para subrayar
la longitud del “tren de carga”: las anáforas y el polisíndeton
están al servicio de la repetición de ese ruido que, machacón, se
prolonga para causar el sobresalto del sueño y la invasión de la
intimidad. La noche, entonces, se presta para las cavilaciones
del espíritu y el poema de Cardenal nos confronta a la etapa
de la vigilia, en la que la meditación se encuentra determinado
Discursos de ingreso
107
por su asociación con el elemento sensorial que la desencadena
(Béguin 28), en este caso el tren:
Yo me vuelvo a dormir y va todavía pasando,
jadeando, allá en la lejanía, y todavía pitando,
y entre sueños me pregunto por qué hay trenes todavía
y a quién llevan carga los trenes, qué carga llevarán,
y de dónde vienen los vagones, y hacia dónde van.
(Cardenal 120)
Observemos la importancia de la forma verbal escogida
por Cardenal; se trata de la perífrasis ir + gerundio, cuyo valor
progresivo resalta la prolongación y la persistencia de ese ruido
que obsesiona al yo lírico. Y el estado de vigilia, de ese sueño que
aún no es profundo, provoca una serie de imágenes sobre trenes
que se yuxtaponen con el elemento sensorial desencadenante
(“jadeando” y “todavía pitando”), con el fin de que sean el germen
de la meditación propuesta. Ahora bien, ¿por qué la reflexión
se dirige a un elemento tan banal como el tren? ¿Pensaríamos
que se refieren a preguntas anodinas, que representan simples
cavilaciones del soñador? No, hay que buscar la ley de analogía
que vendría a sustituir relaciones entre cosas, tal y como lo
querían ver los primeros psicólogos del sueño a finales del siglo
XVIII (Béguin 29). La clave se encuentra en el último verso del
poema: “y de dónde vienen los vagones, y hacia dónde van”; las
preguntas se dirigen hacia el origen y la dirección de los trenes. El
tren, elemento de nuestra modernidad, representa el movimiento
y el dinamismo y, por lo tanto, del fluir temporal; recordemos
que, en nuestro imaginario, el río es el símbolo que recubre estas
significaciones. Por lo tanto, la relación sinecdótica se dibuja
aquí en la equivalencia “tren” ⇒ “río”, para que el primero sea
un nuevo eslabón en la cadena alegórica que ya magistralmente
había consagrado Jorge Manrique:
Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,
que es el morir/ allí van los señoríos
derechos a se acabar/ e consumir […]. (Manrique 192)
Así, Cardenal en este breve pero sentido nocturno vuelve
sobre las interrogantes de la existencia humana, en un nocturno
108 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
que rescata renovando el fluir y el movimiento de la vida en la
imagen del rumbo del tren.
Pasemos ahora al otro poema, “A la luz de la luna”, en
donde el contraste con los elementos de la vida moderna y
cotidiana permitirá la aparición de otro de los grandes inventos
tecnológicos de la ciencia humana:
A la luz de la luna los techos de zinc
y la bodega de lata, la bomba de gasolina
y el tanque de agua, parecen de plata.
Y como una estrella, o como un cigarrillo,
pasa allá lejos sobre la colina de Nally
un avión de pasajeros tililando en la noche. (121)
Breve poema, de una gran economía expresiva y de una
aparente simpleza de imágenes, solamente aparente detrás del
lenguaje sencillo. Como he dicho anteriormente, Cardenal es fiel a
los orígenes del nocturno, cuando el tema aquí es la contemplación
de la luna; sin embargo, los elementos de comparación parecen
banales, desde el momento en que la escena dibuja una insulsa
estación de gasolina. Pero veamos cómo la luz de la luna
se refleja sobre esta estación y la impregna cromáticamente
hablando (“parecen de plata”). Esta asociación entre luna, el
color plata y el agua no es nueva cuanto más se relacione con el
acto de contemplar; la encontramos magistralmente en Federico
García Lorca, nada menos que en el “Romance sonámbulo”
del Romancero gitano, cuando el reflejo y la mirada se vuelven
complementarias en los ojos de la gitana:
Con la sombra en la cintura,/ ella sueña en su baranda
verde carne, pelo verde,/ con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde./ Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas.
(García Lorca, vv. 5-12, 190)
Pero en Cardenal, la luna se refleja en la estación, cuyo
elemento dominante es “el tanque de agua”, que sirve de espejo
y, de rebote, la luz asciende de nuevo, para que el efecto de
Discursos de ingreso
109
percepción sea ahora “un avión”, el cual se compara con “una
estrella” o “un cigarrillo [, yo diría, encendido]”. La perspectiva
se amplía y la contemplación humana se abre hacia las alturas
para admirar las maravillas de la noche. La analogía surge
en la equivalencia sinecdótica otra vez: “luna” ⇒ “tanque de
agua”⇒ “estrella” ⇒ “avión de pasajeros”, para culminar con
esa contemplación de la inmensidad del cosmos frente a la
pequeñez del ser humano. Desde la celda monacal el espíritu
trasciende por esa ventana que amplía el horizonte, experiencia
tan claramente perfilada desde Alfonso Cortés.
Por lo tanto, en los nocturnos de Martínez Rivas, Mejía
Sánchez o Cardenal se subraya esa contante en que la noche
convoca y refuerza los lazos humanos y espirituales, con lo
cual explicaríamos las razones por las cuales los poetas siguen
cultivando su temática y acuden a la forma del nocturno. Las
demandas afectivas y cognitivas siguen interpelando en una
modalidad genérica que se presta para desplegar la función
expresiva de las emociones, es decir, en la “emoción convertida
en imagen” (Ernest Cassirer, Antropología filosófica, citado
por Castilla del Pino 68). La significación profunda del sueño
y de las visiones nocturnas obedece a tres modalidades: dulce
nostalgia en Martínez Rivas, extraña angustia en Mejía Sánchez
y serena realización en Cardenal (Béguin 221). En los tres casos,
la creación poética se inicia allí en donde el silencio reflexivo
y la cavilación comienzan influenciados y ensimismados por la
noche. Ya lo expresa con acierto Iván Uriarte en relación con la
primera etapa cardenaliana: “En esa primera estada en México
surgió una relación místico-erótica con la poesía: se trataba de
un método de escribir poemas mentalmente como una oración,
después de apagar la luz, para enseguida transcribirlos al papel”
(Uriarte 86). Cuando el silencio y la oscuridad se imponen, la
noche interpela al poeta, para provocar el ensimismamiento y la
intensificación, ya que “trata deliberadamente y con toda lucidez
de provocar la subida de las voces misteriosas” (Béguin 198199).
110
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Obras citadas
Abrams, M. H. El Romanticismo: Tradición y revolución.
Madrid: Editorial Visor, 1992.
Arellano, Jorge Eduardo (Comp.). Antología general de la poesía
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Cultural, 2007.
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imaginación de la materia. México, D. F.: Fondo de
Cultura Económica, 4ª reimpresión, 2003.
Bécquer, Gustavo Adolfo. Rimas. Buenos Aires: Editorial
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Béguin, Albert. El alma romántica y el sueño: Ensayo sobre el
romanticismo alemán y la poesía francesa. Madrid:
Fondo de Cultura Económica, 2a. reimpresión, 1993.
Blanc, Mario A. Las “Rimas” de Bécquer: su modernidad.
Madrid: Editorial Pliegos, 1988.
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1991.
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Tusquets Editores, 3ª. edición, 2000.
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París: Presses Universitaires de France, 1989.
Darío, Rubén. Azul…, Prosas profanas, Cantos de vida y
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Discursos de ingreso
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Editorial Espasa-Calpe, 1991.
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1982.
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Eunice Odio ante la crítica. Jorge Chen Sham y
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Cultural Hispánico, 2001: 173-205.
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Martínez Rivas, Carlos. La insurrección solitaria. San José:
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Mejía Sánchez, Ernesto. Recolección a mediodía. Managua:
Editorial Nueva Nicaragua, 1985.
Monteverdi, Claudio. L’Orfeo, favola in musica in un prologo e
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Ovares, Flora y Margarita Rojas. El sello del ángel: Ensayos
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centroamericano. Managua: Centro Nicaragüense de
Escritores, 2000.
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Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
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del I Simposio Internacional de Poesía Nicaragüense
del siglo XX (Homenaje a Pablo Antonio Cuadra).
Jorge Chen Sham (Ed.). Managua: Asociación Pablo
Antonio Cuadra, 2005: 27-80.
Ycaza Tigerino, Julio. Los nocturnos de Rubén Darío y otros
ensayos. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1964.
Incorporación de don Jorge Chen Sham
a la Academia Nicaragüense de Lengua,
28 de abril de 2010.
Discursos de ingreso
113
SEMBLANZA de Jorge Chen Sham
Gloria Elena Espinosa de Tercero
QUIERO INICIAR mis palabras esta noche invocando la
presencia espiritual de nuestro recordado académico D. Edgardo
Buitrago, al cumplir su deseo de incorporar a nuestra Casa al
eminente profesor, señor D. Jorge Chen Sham, acogido en el
pleno de nuestra Corporación por unanimidad, como Miembro
Correspondiente por sus virtudes, tesonera investigación y
divulgación de la literatura nicaragüense.
Es una verdadera satisfacción, honorables miembros de
la Academia Nicaragüense de la Lengua, dar la bienvenida y
saludar en vuestro nombre, a D. Jorge Chen Sham, quien ha
desplegado su mirada enamorada por Nicaragua y sus poetas,
narradores y dramaturgos; autores que ya han pasado al sitial
de la historia, como de quienes aún navegamos en este mar sin
retorno.
Son muchos los méritos académicos que acompañan a D.
Jorge Chen Sham: doctor en Estudios Románicos y Premio al
Investigador 2008, de la Universidad de Costa Rica. Pero no puedo
explayarme, por razones de tiempo, en su vasto currículum de
militancia por diversas y reconocidas organizaciones e institutos
literarios ni en su pertenencia como miembro de los consejos
editoriales de cinco prestigiosas revistas científicas en la rama
de la Literatura y la Lingüística ni en enumerar las universidades
europeas o americanas donde ha sido invitado a impartir cursos
como profesor visitante.
Como hispanista y especialista en el siglo XVIII, además
de haber publicado casi un centenar de artículos en revistas
especializadas, editó en el año 2001 el libro de las Actas del
114
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
“Seminario hacia la comprensión del 98: representaciones
finiseculares en España e Hispanoamérica”, publicado por la
Editorial de la Universidad de Costa Rica y el Centro Cultural
Español. Tiene también dos libros de su autoría, los cuales pasaré
a comentar de manera sucinta.
El primero fue publicado en 1999, por la Editorial de
la Universidad de Costa Rica. Su título es Fray Gerundio de
Campazas o la corrupción del lenguaje.
La novela, de la cual hace un concienzudo análisis, fue
escrita por el sacerdote jesuita José Francisco de Isla de la Torre
y Rojo, publicada durante la segunda mitad del siglo XVIII.
La obra ridiculiza la moda de los predicadores de la época que
utilizaban un lenguaje gongorino altisonante en el púlpito y
describe las costumbres populares de forma detallada; tanto de
gentes como de ciudades y casas con sus interiores. El texto, que
apenas dos años después de su aparición fue incluido en el Index
inquisitorial, es considerado por la crítica como fundamental del
siglo XVIII español.
El interés de don Jorge Chen Sham en esta obra fue puesto
en cuestionar la rapidez con que se transformó, a los ojos de
los lectores contemporáneos de su época y a lo largo de todo
el proceso de su recepción, hasta constituirse en el canon
interpretativo de ser una sátira de los malos predicadores y su
justificación como novela con un fin didáctico, recalcando el
significado de los silencios y omisiones en el texto mismo.
Para tal efecto, usando los paradigmas de la sociocrítica, y en
especial de la pragmática, trata de explicarse el proceso arbitrario
de la recepción a través de la explicación de las preguntas
siguientes: ¿a partir de qué elementos textuales fundaron su
lectura los lectores de la época y extrajeron consecuencias
polémicas que dieron origen o agudizaron enfrentamientos de
tipo social?, ¿qué se escondía detrás del gesto de la censura
que daba lugar a represalias de orden ideológico? y ¿por qué la
instancia autorial de Fray Gerundio de Campazas insistió hasta
la saciedad en que el texto se leyera únicamente como sátira
Discursos de ingreso
115
contra los malos predicadores? En realidad, sabía que se exponía
ante la censura eclesiástica.
El segundo fue publicado en 2004, por Ediciones Perro Azul.
Su título es La comunidad nacional “deseada”: la polémica
imparcialidad de Cartas Marruecas.
La ficción novelesca Cartas marruecas fue escrita por José
Cadalso y publicada como libro en 1793. La obra se nos presenta
como un conjunto de noventa cartas comunicadas entre tres
personajes (dos de ellos extranjeros), convertidos en remitentes
y destinatarios a su vez, lo que permite al lector la expectación
e interpretación de la vida contemporánea de la época, con sus
peculiares costumbres ciudadanas, con distintos y cruzados
puntos de vista al tratar del carácter nacional español; esto es,
el problema de España. Él encuentra una España que no se
puede exaltar y lo manifiesta a través de sus cartas. A Cadalso, le
preocupaba especialmente la cuestión de su decadencia. La obra
es considerada por la crítica como un texto capital del último
tercio del siglo XVIII español.
D. Jorge Chen Sham se adentra en el análisis de su proceso de
recepción, truncado mediante el silencio de la crítica; el estudio
de las repercusiones de los paratextos en la conformación de un
proyecto autorial claramente nocivo y riesgoso por la escogencia
de géneros de expresión, que chocan con la intencionalidad
satírica del texto, tal como lo son el viaje ficcional, las cartas,
la prensa periódica de tipo costumbrista, y la literatura moral y
pedagógica; el análisis narratológico del intercambio epistolar
para identificar la estructura epistolográfica y la novela de
educación; indaga sobre el concepto de viaje dentro de la filosofía
de la Ilustración; y finalmente, profundiza en la caracterización
negativa del hombre español y el país, la consolidación del
discurso de la famosa Leyenda Negra como vehículo de
propaganda política. En síntesis, de como Cartas marruecas
se inserta en la polémica del período de la ilustración sobre la
civilización española y sus aportes a la cultura universal.
Como centroamericanista, aparte de haber publicado
mu­chí­simos artículos en revistas especializadas de España,
116
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Francia, Costa Rica, Alemania y Nicaragua, ha editado los
libros siguientes: Actas del Simposio-Homenaje: Nuevos
acercamientos a la obra de Rima de Vallbona (2000); La palabra
innumerable: Eunice Odio ante la crítica (2001, en colaboración
con Rima de Valbona); y De márgenes y adiciones: novelistas
latinoamericanas de los 90 (2004, en colaboración con Isela
Chiu-Olivares).
En especial, quisiera remarcar la valiosa labor de
D. Jorge Chen Sham en la organización y convocatoria de los
simposios internacionales de poesía nicaragüense del siglo XX
y, últimamente, los coloquios internacionales Rubén Darío, que
organiza bianualmente en la ciudad de León, como representante
de la Universidad de Costa Rica, en estrecha colaboración con
las autoridades de la UNAN-León y mi esposo D. Luis Alberto
Tercero Silva.
De estos simposios ya se han publicado los títulos
siguientes: “Volver... a la fuente del canto”: Actas del I Simposio
Internacional de poesía nicaragüense del siglo XX (Homenaje a
Pablo Antonio Cuadra, 2005); y “Riega la luz dormida”: Actas
del II Simposio Internacional de poesía nicaragüense del siglo
XX (Homenaje a Azarías H. Pallais, 2009), que en sus primeras
noventa páginas constituye el corpus analítico más grande y
sistemático jamás escrito sobre nuestro poeta de las palabras
evangelizadas. En él aparecen análisis realizados por diferentes
especialistas, sobre el sistema semiótico que conforma su poesía
al representar la naturaleza en un plano horizontal o plano
sintagmático y los caminos al asimilar la vida y la historia en el
plano vertical o paradigmático; su misticismo y la estructuración
de su libro-poema Caminos como una fachada de catedral gótica;
la correspondencia entre la lengua y la crítica en sus glosas; la
contemporaneidad de su poética social en el Libro de la palabras
evangelizadas; el equilibrio entre sus temas y formas interioristas
y los señalamientos sociales exterioristas, lo que supone también
el equilibrio entre lo docto y lo popular, entre lo sensorio y
temporal, y lo lírico. Ahora se encuentra preparando las Actas
del III Simposio Internacional sobre poesía nicaragüense del
siglo XX (Homenaje a Alfonso Cortés, 2010).
Discursos de ingreso
117
También quisiera gozar de su benevolencia para ofrecer un
reconocimiento y agradecer a D. Jorge Chen Sham por haber
editado en 2007, De casas, ángeles y lobos: La novelística
inicial de Gloria Elena Espinoza de Tercero, libro en el que
cinco destacados críticos literarios, entre ellos nuestra académica
Nydia Palacios Vivas por Nicaragua, se encargan de analizar
mis tres primeras novelas. Asimismo, su empeño por publicar
en los próximos meses, el libro crítico sobre mi dramaturgia
Espacios dramáticos y experimentación discursiva en Gloria
Elena Espinoza de Tercero, donde participan con su estudio
analítico, nueve especialistas pertenecientes a universidades de
dos continentes.
Igualmente, escribió dos libros. El primero fue publicado
en 2002, por Ediciones Perro Azul. Su título es Radiografías
del sujeto agónico: culpa y trascendencia en la novelística de
Rima de Valbona, en el que presenta un rico y variado análisis
de interpretación de las novelas de Valbona.
Empieza por la dolorosa conciencia del sujeto autobiográfico,
que sufre las mentiras de la sociedad falocéntrica y ayudándose
del conocimiento que tiene de la obra de Miguel de Unamuno
y sus ideas de sufrimiento y búsqueda de la trascendencia, va
dando cuenta de la necesaria pero invaluable experiencia de
liberación; de forma tal que grafica y evalúa el problema de la
toma de conciencia del sujeto femenino, mediante la indagación
de los mecanismos de poder que determinan su opresión, lo que
lo lleva a la reflexión razonada sobre las trampas que la liberación
implica para el sujeto femenino dominado.
Este proceso de conscientización es concebido como un
pathos en el que, más significativo que el dolor y la violencia
física, los personajes protagonistas se enfrentan a traumas y
agonías que viven en el nivel de la conciencia, en el ámbito de
la intimidad donde el individuo está siempre en confrontación
ante su propio yo, que se deja invadir por el sentido de vacío y
carencia para producir frustración, ansia insatisfecha e incluso
sentimientos de fracaso.
118
Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
El segundo fue publicado en 2007, por la Editorial Univer­
sitaria de la UNAN-León. Su título es Del sosiego luminoso y la
serenidad metafísica en Mariana Sansón Argüello.
En este libro explora los temas y motivos que preocupaban a
Mariana Sansón: desde el camino del conocimiento y sus formas
de revelación, a través de la simbología del ojo, que perfila su
destino poético al guiar toda su indagación escritural; pasando
por el estudio del axis mundi, sustentador de su universo
poético, en el que da relevancia al análisis de los motivos
vegetales, profundizando en el símbolo del jardín como el más
conspicuo, que la conduce hacia la divinidad manifestada en
toda la Naturaleza; relevando cómo la presencia de un Dios
artista-creador repercute ostensiblemente en su concepción del
tiempo; estableciendo un balance crítico del ascenso cósmico,
que la poeta toma de los elementos acuáticos y aéreos, dado que
el agua, los pájaros y el aire se convierten en los símbolos más
relevantes del diseño de Las horas y sus voces y otros poemas,
para revelar el movimiento ascensional que nos propone
Mariana, con esa convicción de que solamente un proceso de
introspección y de escucha de la interioridad le permitirá reali­
zar su proyecto poético; y finalmente develándonos cómo la
experiencia de la verticalidad y de la inmensidad del cosmos, se
despliega en poesía de una pureza inusual, centrada en la reflexión
metapoética al reflexionar sobre los modos de percepción de la
escritura poética.
Es el más profundo, sistemático y detallado estudio que se
haya realizado sobre nuestra Mariana y, a mi juicio, redimensiona
el sitial de su poesía en la literatura nicaragüense, como
genuina, de gran calidad estética y uno de los eslabones sólidos
entre Alfonso Cortés, debido a su profundidad metafisica, y la
generación de los Ernestos, inmediatamente posterior a la suya,
al privilegiar en su indagación visionaria la convocatoria de la
noche, tiempo en el que se exacerba la imaginación y se efectúan
las visiones del ascenso cósmico.
Nuestro nuevo académico, en su discurso de incorporación
“Las modalidades del nocturno poético en la Generación del
Discursos de ingreso
119
40: La noche ensimismada en Martínez Rivas, Mejía Sánchez
y Cardenal”, se adentró precisamente en esta relación al
recordamos la herencia romántica, que da madurez al género
poético del nocturno, y que en nuestra tradición tiene su origen
en San Juan de la Cruz, pasa por Gustavo Adolfo Bécquer y se
hace carne entre nosotros en Rubén Darío.
Él nos explicó en forma magistral las razones por las cuales
el nocturno y la noche aparecen de forma privilegiada y medular
en la producción poética de Carlos Martínez Rivas, Ernesto
Mejía Sánchez y nuestro colega Ernesto Cardenal.
120 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Discurso de don Róger Mendieta
Alfaro al incorporarse a la
Academia Nicaragüense de la Lengua
Róger Mendieta Alfaro
Señoras y señores académicos
Invitados especiales
Distinguida concurrencia
Amigos:
ES UN honor entrar a esta catedral de la cultura y el entendimiento,
conocida en el mundo de las letras como Academia Nicaragüense
de la Lengua. Doy gracias por ello, de manera espiritual a
Dios; y en el orden temporal, a don Jorge Eduardo Arellano,
su Director; don Emilio Álvarez Montalbán y don Róger Matus
Lazo, quienes firmaron la moción proponente para mi ingreso. Y
por supuesto, a los honorables académicos que me honraron con
su voto para que fuese aceptado por unanimidad.
Mi esposa Carmen, hijos, nietos, familiares y amigos
comparten conmigo este caminar bajo la exclusiva sombra de
la Academia Nicaragüense de la Lengua, y hacen propia mi
proverbial expresión de plenitud.
Confieso compañeros académicos, que de acuerdo a mi
convicción, el escribir, cualquiera que fuere la disciplina, está
más ligada a las ansias de remontar el vuelo en el afán del ser
escritor, que a la solución de los ingentes retos económicos
y sociales que nos plantea la vida. Afirmo y expongo esta
virtual condición, porque como un narrador, soy una de tantas
respuestas de esta vital experiencia, a la que una representativa
mayoría de ustedes no es ajena: el alma en las letras y en el
arte, en su mayor expresividad, está esencialmente ligada a la
Discursos de ingreso
121
abstracción y el sacrificio del ser dentro de la creatividad. Virtud
encadenadora, divina pasión interior de la que es imposible
escapar. Basta echar un breve vistazo al itinerario de ese mundo
existencial de poetas, narradores, pintores y músicos, desde el
iluminado Cervantes al nostálgico Chopín; y del virtuoso de La
Polonesa al gran Tolstoi, sin olvidar a algunos de los nuestros:
el acosado Darío; Cortés, el divino loco; o el malogrado Álvaro
Urtecho, para sacar conclusiones y confirmar, que aunque el
arte y sus expresiones campea y se regocija en lo prolífico
de la belleza, esta vive sumida y pernocta en la hidalguía de
la incomodidad. Claro está: este cruce del Mar Rojo en la
literatura y el arte, no puede ser de otra suerte. Sin embargo,
existen sus excepciones.
Nací en San Marcos, Carazo (1930), en los días que el
pueblo tenía una solitaria calle central, medio empedrada en
verano, y ruinosa en los meses de lluvia, cuando las correntadas
de agua y lodo, caían y se desbordaban en las zanjas de la villa,
derrengando sus dos callejas y los barrancos de sus costados.
Aprendí primeras letras en el kindergarten que dirigía
la maestra Ana García, hija del senador Luciano García,
matrimoniado con Blanca Mendieta, hermana de Rubén
Mendieta Rodríguez, mi padre, quien de muy joven se despidió
de nosotros, al ser emboscado por lo que llamamos muerte. Y
me tocó vivir y crecer en los predios del abuelo José María
Alfaro Rojas, ganadero, cafetalero, y de los primeros alcaldes
de San Marcos; firme de carácter, y duro en el trabajo sin
limitaciones de tiempo.
Tengo la convicción que su temple, honradez y firmeza de
su valor, en algo incidieron para formación de mi estructura
anímica siendo la brújula de lo que sería mi vida.
El lado paterno familiar fue estimulado por el Quijote
de la familia doctor Salvador Mendieta, centroamericanista,
entregado a esa causa en una maratón casi genética, puesto
que teniendo decenas de oportunidades en su favor, no solo
olvidó los bienes materiales, sino en cierto modo, la seguridad
122 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
financiera del paraguas familiar. Como el más cercano émulo de
Morazán, fundó el primer Partido Unionista Centroamericano.
De este hombre —siendo todavía niño— recibí los primeros
libros que ocuparon mi atención: Historia de Roma y Los viajes
de Colón. En cierta visita que hiciera a tío Salvador en compañía
de mi madre, antes de despedirnos, me tomó de la mano y
condujo a su biblioteca. Sin más ni más, tomó los libros que
referí antes y me los obsequió.
En verdad, pensando con mente de niño, creí que tío
Salvador me iba a obsequiar otra cosa, pues por intereses lógicos
de la niñez, esta clase de lecturas no estimulaban mi atención. Y
salí pensando que habría sido de mi agrado, que en vez estudios
me hubiese obsequiado las aventuras de Sandokán o del Cisne
negro, que en esos días se leían en los penecas.
Sin embargo, años más tarde, según el testimonio de mi
madre, viví entregado a la lectura de la fascinante historia del
mundo romano y los viajes del descubridor.
Y pienso que por ahí comenzó a darme vueltas en la
imaginación cierto incipiente proceso literario, que sin clara
conciencia me inquietó. Comencé a devorar libros de toda clase,
incluyendo cierta literatura esotérica; y otra de fascinante corte
pornográfico que se conseguían en las ventas de libros usados
en el Mercado San Miguel: Flor del fango y otras dos firmadas
por José María Vargas Vila, que eran prohibidas y estaban
anatematizadas por la Iglesia, y debían leerse a escondidas en
el fondo del solar, o bajo la penumbra del baño. Era el tiempo
de las enaguas largas y los bombachos femeninos flotando en
un mar de vuelos que bajando de la cintura se ligaban en las
rodillas.
En esos días comencé a escribir algunas cartas de amor
que jamás fueron enviadas. Estaban plenas de un platonismo
que rallaba en la comicidad. Hice igual cosa con uno que otro
verso que tuvo el mismo destino final de las cartas; la diferencia
consistía en que, mientras estas eran escondidas en el hueco de
Discursos de ingreso
123
un horcón en mi casa, los versitos caían lastimosamente volando
hasta el fondo del pompón.
Recuerdo uno de estos poemitas: Tus ojos, tu cara, tu pelo.
Tu cuerpo de mármol, tus senos erectos… El último verso olía a
diabólica herejía. Era prudente y necesario hacerlo desaparecer.
A la edad de 22 viajé a San Salvador y me hospedé por breve
tiempo en la casa del tío. Ocho días más tarde, una llamada
telefónica me puso en contacto con José Madriz y Cobos, hijo
del expresidente Madriz (q.e.p.d.), quien era subdirector de El
Diario de Hoy; y pasé a integrar el cuerpo de redactores. Me
asignaron el cargo de revisar los envíos de los corresponsales.
Salí de la casa de tío Salvador y me fui a vivir a la pensión El
Carmen, en donde una de tantas mañanas, a la hora del desayuno,
me encontré con el inolvidable humorista Gonzalo Rivas Novoa,
autor de Morado, original folleto satírico, quién había sido
expulsado a golpe de calcetín a través de la frontera. Después de
saludarlo y preguntar cómo se sentía, el original humorista con
su proverbial mirada de gato acurrucado y cierta irónica sonrisa
que invitaba a escuchar lo que vendría después, contestó: Con el
pie en el acelerador. Y agregó: Ya contacte con Chepito Madriz
–mi mentor- para escribir una décima humorística, y lograr
alguna oxigenación para paliar el mal rato. Ya tengo tres días de
estar aquí –dijo quedito, con la tasa de café en la mano.
—¿Y qué te parece la comida? —pregunté.
A través de la línea estrecha de su sonrisa que semejaba una
raya en sus labios, contestó: Para serte sincero: Aquí casi ni se
come, pero casi ni se paga...
De revisor de corresponsales me trasladaron a titulador del
diario. Bastaron ciertos consejos del sub Director y algunas horas
de práctica simulada para entender la responsabilidad. Más o
menos seis meses duré en el cargo. Un día de tantos surgió cierto
conflicto laboral, con el que me solidaricé firmando el pliego
peticionario. Esto fue suficiente para que el hilo se rompiera por
lo más delgado.
124 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Luego de la experiencia comencé a escribir artículos de
opinión para La Prensa Gráfica, y en ocasiones reportajes sin
firma a El Diario Latino, bajo la dirección del nicaragüense Juan
Felipe Toruño. Luego lo hice para el diario El Pueblo, bajo la
dirección del también paisano Dr. Juan Manuel Siero.
Por esos días comencé a contactarme con los jóvenes poetas
Álvaro Menéndez Leal —tiempo después Menén Desleal—;
Ricardo Martel Caminos, Ìtalo López Vallecillo y Orlando
Fresedo, quienes como yo, comenzaban a buscar cancha en
revistas y periódicos. Dos o tres veces a la semana montábamos
una breve tertulia en las bancas o la grama del Parque Cuscatlán
para cambiar opiniones sobre nuestras inquietudes. En ocasiones
visitábamos al poeta y ensayista Luís Gallego Valdez, asesor
del Instituto de Turismo. Y quien expone, de modo personal,
lo hacía con el abogado y excelente poeta Hugo Lindo, en su
despacho asesor de la Alcaldía de San Salvador. Con el poeta
Lindo nos unía cierta afinidad de orden psicológico existencial,
pues compartíamos inquietudes que tenían que ver con los
laberintos del esoterismo y trascendencia del alma humana.
De los reportajes que escribí sólo puedo recordar brevemente
el que firmé alrededor de un balneario popular que se llamó La
Chacra. No sé si exista todavía. Y entre los pinitos de los días
del Cuscatlán está la repuesta al poeta Ricardo Martel Caminos
sobre un poema suyo publicado en La Prensa Gráfica:
Me han dicho que os conteste.
Ya saben qué les queda;
algún pato de palo con o sin una rueda.
Un traje remendado que les diera algún rico,
cuando la madre pobre pide para su chico…
Y el último cuarteto:
Con los ojitos ávidos contemplar las vitrinas,
y jugar con los rotos que botan las vecinas.
Soportar arañazos, moquetes y empellones,
porque el tal Santa Claus no llega a los mesones.
Discursos de ingreso
125
O el platónico delirante amor alrededor de cierta atractiva
volatinera del circo Ataide, de nombre Patricia, a quien dediqué
un soneto. Leo el primer terceto:
Le llaman Patricia a mi equilibrista.
La rubia, la blanca, la bella, la artista.
La gringa de mármol, de oro y de sol…
En 1953 conocí a mi esposa Carmen, a propósito de cierto
Congreso Mariano que congregó a representantes de colegios
católicos en San Salvador. Aclaro que no era dado a las cuestiones
religiosas, y en los días en que conocí a mi dulce Carmen, dos
fueron las inquietudes que colmaban mi espíritu: el problema
político de Nicaragua; y los estudios teosóficos que me ligaban
al poeta Lindo, lo que me había alejado un poco del grupo de
poetas jóvenes del Cuscatlán.
La quieta y bella Carmen, virtual amor de mi mocedad, me
sedujo a tal grado, que el azul y divino pegamento sentimental aún
no había regresado a Nicaragua, cuando este bardo enamorado
le había enviado tres sonetos sobre la rosa, que vinieron a ser
como el complemento de la rosa roja y una manzana de igual
color, que le entregué la tarde que nos despedimos.
Me permito leer el primer soneto:
La rosa y la mujer son parecidas.
Son milagros de amor las dos atadas.
La mujer tiene besos de mil vidas.
La rosa tiene lenguas enlazadas.
La mujer es la rosa que florece
De ilusión, tantas veces pasajera.
La rosa es la mujer que se enternece,
al palpitar en su pasión primera.
Sin reventar la rosa no podría
hacer vibrar el corazón de hielo
en que están la pasión y su porfía.
El amor se estremece en su agonía,
cuando la rosa de melancolía
hace sonar el parpadear del cielo.
126 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Meses antes de regresar a mi querida Nicaragua, escribí
el folleto Democracia o Comunismo, que fue editado en una
pequeña imprenta de San Salvador. El doctor Arellano lo
cita en una memoria bibliográfica. A decir verdad, lo había
olvidado.
En 1954, regresé a Nicaragua bajo circunstancias ajenas
a este discurso. Estando en la cárcel, comencé a leer El viejo
y el mar, de Hemingway. Novela apasionante y conmovedora:
un rudo pescador sobre un bote, en desesperada y determinante
lucha por defender a un pez en la inmensidad del océano frente
a la voracidad y el embate artero de los tiburones. La novela de
Hemingway me motivó a tal grado, que escribí un ensayo en que
considero El viejo y el mar, como la lucha entre el bien y el mal
dentro del esquema finito del ser existencial abrumado por un
océano en que rugen, precipitan, van y vienen las pasiones.
Salí de La Aviación bajo el hervor de la narrativa dándome
golpes en la cabeza. Hice el intento de escribir la novela Sangre
en el Rostro, que mandé a un concurso a nivel Centroamericano.
Pero como ésta no alcanzara el propósito que pretendía, me
olvidé de ella y la hice pedazos.
En 1959, de nuevo en prisión por el frustrado intento de
Olama y Mollejones, me entregué totalmente al estudio de la
vida de Abraham Lincoln. Me empapé del libertador de los
negros y Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Y
con un poema de trescientos versos decidí concursar. El “Canto
a Lincoln” salió de la cárcel en pedazos, escrito sobre las raídas
páginas de una revista. No sé cómo habría hecho Carmen para
darle el orden que requería el Concurso y hacerlo llegar a su
destino.
Mi sorpresa fue mayúscula al recibir la noticia que el poeta
Óscar Acosta, de Honduras, había logrado el premio; y yo
—todavía tras las rejas— había obtenido la primera mención
de honor. El jurado en la ocasión estuvo integrado por José
Coronel Urtecho, Julio Ycaza Tigerino y José Francisco
Borgen. A ninguno de ellos conocía.
Discursos de ingreso
127
Ya fuera de la cárcel me integré a la redacción del diario
Flecha, bajo dirección del político Carlos Montalbán y
administrado por doña Carmen de Robleto, viuda de don Hernán,
su fundador. En este diario compartí labores con el veterano Juan
García Castillo, quien era Jefe de Redacción. Armando Fisher,
Ignacio Briones Torres, Manuel Díaz y Sotelo, Eugenio Lestón
y yo éramos quienes correteábamos la noticia.
Por meses, diariamente, escribí en Flecha, la columna
Tiro al blanco (1957), en que abordaba no solamente suce­sos
nacionales, sino otros que hacían noticia en el ámbito inter­
nacional: lanzamiento del Sputnik; caída del dictador Pérez
Jiménez; las vacas flacas del café; boda de Francois Sagan, etc.
Renuncié a Flecha para cumplir requerimiento de una
beca en el Instituto Internacional de Ciencias Políticas, que
bajo gestión de José Figueres, Raúl Haya de la Torre, Rómulo
Betancourt y Luís Muñoz Marín, funcionaba en San Isidro
de Coronado, Costa Rica. Fue una experiencia inolvidable y
positiva, recibir lecciones y compartir experiencias con notables
expositores políticos sociales como el sociólogo escritor Víctor
Alba, Alfredo Pareja Diezcanseco y el académico novelista
peruano profesor Luis Alberto Sánchez.
A mi regreso se me nombró Director del recién fundado
diario La Nación, en sustitución del doctor Alberto Saborío,
quien había renunciado. Meses más tarde hice igual cosa que
mi antecesor, asumiendo la Dirección del diario el doctor y
periodista Danilo Aguirre Solís, Director fundador de El Gran
Diario, amigo de siempre, y progenitor del sólido intelectual
Erick Aguirre, hoy compañero de Academia.
Antes de la experiencia de La Nación, junto al poeta Mario
Cajina, fundamos el semanario Movimiento, y luego del colapso
de Movimiento, de manera personal, en 1960, tanteé la aventura
de Avance, y enfrenté los mismos problemas que habían herido
de muerte a Movimiento.
En Costa Rica, mediante concurso, obtuve el honor de
publicación de un trabajo en la revista Combate, de circulación
128 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
internacional. Su Director doctor Luís Alberto Monge, me
nombró corresponsal. A través del escritor Víctor Alba, profesor
del Instituto Internacional de Ciencias Políticas, contacté con la
Agencia Literaria Americana (ALA), quien difundió tres de mis
artículos, entre estos: Entre la espada y la pared, en El Diario de
New York (1-9-64); en El Caribe, de Santo Domingo, y El Siglo
de Torreón, en Méjico.
No recuerdo por cuánto tiempo, en el diario La Prensa de
la familia Chamorro, siendo Pedro Joaquín Director, escribí
diariamente una décima humorística sin firma responsable. Era
tarea diaria acudir a La Prensa. No existía la facilidad del correo
electrónico. La décima estaba motivada por algún suceso que
tuviese cierta importancia acontecida el día anterior. Agrego tres
de ellas:
MATRIMONIO:
Dis la información de ayer
que ya May Britt se casó,
y enamorada juró
al negro Lewis querer.
¿Qué nos viene a sorprender?
¡Claro! ¡Confundido me hallo,
porque escogió como un rayo…!
Mas, fuere otra mi opinión,
si el novio fuese en cuestión
como Rolando Lacayo.
CONFUSIÓN:
Contra Lacayo Farfán,
ahora viene Dórticos…
Mal informados los dos,
o locos sin duda están.
¡Contra Lacayo Farfán!
Dando vuelta a la cuestión,
pienso que la información
trastabilló en la mitad…
Y es lacayo de verdad
y no Lacayo de León.
Discursos de ingreso
129
EXPLICACIÓN:
Flamante la explicación
que sobre Pasos Arguello,
—en sobre esto o sobre aquello—,
hace el de Gobernación.
Yo no encuentro la razón,
pues izquierda - según se explica-,
es algo que autentifica
cierta manera de actuar…
y no va Luis a apoyar
lo que el gobierno predica.
El pago de esta décima fue autorizado por su administrador
general, Ing. Xavier Chamorro (q.e.p.d), padre del periodista
Francisco Chamorro, actual Director de El Nuevo Diario.
De tal modo que omitiendo mi currículo político y
profesional y haciendo referencia a mi quehacer única y
excluidamente dentro del entorno de las letras: fui corrector de
corresponsales, titulador, reportero, columnista, colaborador
articulista, y relator de sucesos históricos que tuviesen alguna
importancia; co-director y director de semanarios, así como de
un diario. En el orden: Movimiento, Avance y La Nación; y
como una respuesta al aldabonazo interior que golpea mi alma
en esa secreta e inescrutable pasión de escritor, surgió Cero y
van dos, con sus vericuetos y el sabor humorístico que generó
el secuestro de los diputados en la toma del Palacio Nacional
(1978). Y como si fuese pan caliente en tiempos de hambre, el
público lo desapareció.
Leo un breve pasaje del enredo que generó aquella primera
acción guerrillera en el propio corazón del gobierno: —“¡Qué
pasa! ¡Qué pasa!¡Hay que tener respeto, que esto es el Congreso”
—gritó Luis Pallais, quien sustituía al titular en calidad de Jefe
de su bancada. “Casi al instante sonaron los disparos que
explotaron en el techo, y algunas esquirlas de cemento cayeron
sobre el rostro de Pallais, provocándole un pequeño corte, de
donde manó un hilillo de sangre. Don Efraím Tigerino se tiró al
piso llevándose por delante a un asistente de la Asamblea. Una
130 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
vez pasada la confusión, alzó la cabeza y preguntó a uno de los
compañeros de bancada: ¿Ya dominó la situación la Guardia?
¡Cuál Guardia!, le contestaron. ¡Los que tienen dominada la
situación son los del Frente!”
Tras la huida de Somoza publiqué El último marine, (1979),
del cual se editaron cinco ediciones en la Editorial Unión. La
primera de dos mil ejemplares y las siguientes de cuatro mil.
Igual que Cero y van dos, voló como pan salido del horno.
La Editorial Unión suspendió la impresión de El Ultimo
Marine debido a que el gobierno del F. S. L. N, requirió el total de
las facilidades impresoras para la Campaña de Alfabetización.
En el segundo piso de la casa de un amigo, vecino del Reparto
Pereira, a diario –a través de un sensible aparato de radio,
estábamos al tanto de lo que ocurría en los sitios insurreccionados;
al grado que podíamos captar las conversaciones por radio entre
Somoza y el hijo, como esta a que hago referencia: Tacho: Aló.
Habla Tachito: Aló, Comandante… T: ¿Cómo estás Tacho?
Contesta el Jr: Entrándole. Le entramos bien tarde para tantear
la cosa. T: Ajá. Jr: Ysi avanzamos bastante, nos reagrupamos
¿verdad? T: Si. Y mañana en la madrugada les vamos a volver a
entrar como hicimos en Masaya. Se interrumpe el contacto. Se
recobra la comunicación y habla el Jr: ¡Aló, aló! T: ¿Si? El Jr:
Oíme, aquí tenemos una luna llena linda y romántica. Lo arrecho
es que no tenemos ningún culo. ¡Ja ja ja ja ja!, se escucha la
carcajada de Somoza Portocarrero.
El último marine fue la primera crónica de esta clase que se
escribió después de la guerra. Su venta me produjo suficiente
dinero para paliar un poco la escasez que nos tocó vivir después.
Pero, además, me entotorotó, como decía mi madre: ¡Creí que en
nuestro país los libros se vendían como pan caliente! Y fue hasta
la publicación de Olama y Mollejones que tuve idea aproximada
de quiénes compran libros en mi Nicaragua culturalmente
imaginaria.
Abandoné la crónica para navegar en el océano de la ficción.
Escribí La piel de la vida, novela que se desplaza bajo la quimera
Discursos de ingreso
131
ficciosa y el descarnado hilo de la realidad. Es la historia de la
Paca, una mujer de mar, de setenta años o más; no imaginaria,
sino real, que vivía bajo el mismo techo con sus dos maridos:
Ariosto Canales, el abandonado de Jinotepe, que años más tarde
apareció en Miramar, balneario de León donde la Paca había
sentado sus reales; y Domingo Artola, el pírrico pretendiente
con quien había alzado vuelo. A la altura del reencuentro y
vuelta al ruedo familiar, fue criterio de los hijos, que ambos
podían guarecerse bajo el mismo techo, pues ya no había nada
que celar.
La Paca de vez en cuando, perdía la razón, e imaginariamente
volaba a bordo de una silleta; mientras que Ariosto y Domingo,
los potenciales maridos, apenas podían escamar pescados, o
merodear en la arenosa costa a caza de cangrejos o desenterrando
huevos de tortuga.
La piel de la vida es versátil novela de altos y bajos; entre
la realidad y la ficción campea solidariamente el humor. Y en
cuanto a hondura de la realidad, es verdadera piel de la vida en
la gente del mar y el campo, donde dolor y la tragedia social
alcanzan niveles de vergüenza y dolor frente a feroces formas de
explotación. La Piel de la Vida comienza con el funeral de Poncho,
hermano de Ariosto. Refiero las frases de uno de los compañeros
pirucas al momento de enterrar al difunto: Te fuiste, hermano,
pero moriste en tu ley. ¡A tu salud! Y no pudo continuar porque
olvidó las palabras que había venía repensando. Entonces, alzó
la botella de aguardiente que tenía prensada en la cintura, y
chorreó sobre el rústico cajón de madera un líquido turbio y
penetrante con olor a alcohol y gasolina… La piel de la vida fue
presentada en la Fundación José Dolores Estrada por el doctor
Emilio Álvarez, magnífico intelectual y excelente amigo, hoy
compañero de Academia. Confieso que La piel de la vida es mi
novela preferida.
El candidato (1996) es semejante, pero en entorno
diferente: una especie de bailete político que lleva pincelazos de
historia, en que salta y danza la ficción. Es la trama de Cándido
Valpulso, desmarimbado relojero, que al ver la montonera de
132 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
partidos políticos que pretenden la Presidencia: Los mechudos,
Los sacolargo, El zancudo, El comején, El rojo manchado, Los
mancos, Los pactistas, Los comepatos, etc., decidió juntarse a
similares seguidores, y echar adelante el carro del Partido del
Reloj. Casi se puede asegurar que El Candidato es una caricatura
del panorama político recurrente en que los actores son los
mismos, repetitivamente, dando la sensación que el tiempo se
hubiese detenido.
Sobre La zarza y el gorrión (1999) mi tercera novela,
escrita dentro del contexto del examen político, ideológico,
revolucionario que vivía Nicaragua, hago un breve repaso
histórico en busca de un verdadero protagonista, que hubiese
montado el Pegaso azul de la ensoñación, y el Minotauro de la
realidad. Álvaro Urtecho (q.e.p.d.) poeta y agudo crítico comenta:
En sus 25 capítulos se alternan el humor y la sátira corrosiva
con monólogos y diálogos de incertidumbre, de búsqueda de
una identidad que nunca se presenta clara, pues el héroe, es
decir, el revolucionario puro, el guerrillero de la montaña y
de la ciudad, se siente frustrado, engañado, traicionado por
una kafkiana dirección que actúa en las tinieblas. El teatro
de operaciones militares, con toda su parafernalia demoníaca,
acompaña las incertidumbres de Cero en su búsqueda de la
utopía que tiene que pasar necesariamente por la elección
entre la CIA y la KGB, el reino nauseabundo del dólar y el
gélido de la homogénea sociedad uniformada, dirigida a
control remoto por el Comandante Barbas. Concluye Urtecho:
La zarza y el gorrión, la realidad y el deseo, la frustración y la
ilusión, la gélida utopía y la calurosa esperanza, la impostura
y la buena intención, las armas destructivas de la muerte y la
sonrisa tierna e inocente de la vida. Términos contrapuestos
que se buscan y juntan, elementos de la naturaleza que adquiere
un valor simbólico, que Róger Mendieta Alfaro ha rescatado
febrilmente para nosotros.
Cuando el escritor que llevamos dentro sale a flote y queda al
descubierto, ya resulta imposible detener ese caudal de narración.
Siempre estará en búsqueda de explorar nuevos motivos en donde
Discursos de ingreso
133
quemar la pólvora de la ficción que usualmente complementa,
escancia o difumina, con la médula de la realidad.
Y como proverbial cuestión que nos liga y compromete
al encuentro con nuestra enmarañada historia de héroes y
bandidos, volviendo los ojos hacia esta, escribí Hubo una
vez un general. La búsqueda de información para estructurar
la novela me condujo a formidables resultados: me hicieron
conocer al protagonista, y considerarlo como el único y
verdadero General, tanto en el orden de lo insurreccional y
creativo, como en ponderar su estrategia de guerrillero.
Con La herencia, (2009) trabajo seleccionado en Concurso
por el Centro Nicaragüense de Escritores cierro el ciclo de
mis novelas publicadas. De acuerdo a la opinión del jurado,
esta obra introduce elementos novedosos en nuestra narrativa
tanto en la temática como en las técnicas de narración.
En Un asunto de honor y El clavel y las rosas, (1984)
colección de cuentos y poemas, Julio Ycaza Tigerino (q.e.p.d),
poeta, crítico y agudo escritor, ex Secretario de nuestra
Academia, hizo la valoración siguiente: La generación nacida
en los años 30 produjo en Nicaragua un importante grupo de
poetas y escritores y en él se inscribe ahora Róger Mendieta
Alfaro. Y digo ahora porque prácticamente su producción
había permanecido inédita. En Un asunto de honor y El clavel
y las rosas, el primero colección de cuentos y el segundo
de poemas, Mendieta Alfaro se nos presenta no ya como el
vigoroso cronista y periodista que conocíamos, sino como
un escritor más completo con profundidad psicológica en
la pintura de los personajes de su narrativa y con fuerza y
versatilidad en su quehacer poético. Destacan en este libro de
Mendieta Alfaro el cuento Un asunto de honor que da título a
la parte narrativa, y constituye un notable acierto de pintura
psicológica, y el extenso poema Canto a Lincoln, en la línea
de la Sonata a Alejandro Hamilton, que no desmerece ante el
poema del eximio Salomón de la Selva.
En 1983, Romance para Carmen, uno de los poemas de El
clavel y las rosas fue llevado a escena en el Teatro Nacional
134 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Rubén Darío, por su ex Directora María Antonieta Siero. El poema
está escrito en versos octosílabos con sabor a canto, inspirado en
la danza y el taconeo de una gitana bailaora de flamenco que
llamó mi atención en el Mesón de los Cuchilleros de Madrid,
y lo dediqué a Pablo Antonio Cuadra, uno de nuestros grandes
poetas. Leo dos de sus cuartetos ensayado con acompañamiento
de tacones y castañuelas:
Suena el tablao flamenco,
la Carmen suelta los pies.
Está su cuello muy rígido,
los ojos fijos en él. Tarará, tarará…
tarará tará, tará.
Ansias deshilan sus dedos.
Palomas parecen ser,
los duros senos de Carmen,
prisioneros de su sed.
Tarará, tarará…tarará tará, tará.
Para concluir me refiero al libro de cuentos humorísticosatíricos La casa de la yegua y otros relatos, (Fondo editorial
CIRA 2001), que comienza con el cuento que da título a la
publicación. Los personajes giran en torno a cierta sempiterna
fauna política animal que a pesar de las mil reformas aprobadas
en su Congreso, no lograron reformarse. Habla el prologuista:
Bendito sea el Señor, por no tener que recurrir al eufemismo
literario de la identidad de los personajes, al hacer referencia al
mundo de La Casa de la Yegua y otros relatos que tienes frente
a ti. Como puedes notar, hay pocas diferencias con los que ya
conoces desde la A hasta la Z, con la excepción de que en estas
historias don León es don León, don Caballo no es una caricatura
de sí mismo; don Burro es la real abstracción de este maravilloso
personaje; don Chancho es el mismo don Chancho, sin el disfraz
de alguna máscara; y doña Chachalaca —de sobra conocida— se
identifica con camaradas que le son afines en usos y abusos desde
todo punto de vista. La ficción es motivo de otras historias.
Leo a ustedes uno de los párrafos de La casa de la yegua,
un famoso burdel donde los diputados del nuevo mundo animal,
Discursos de ingreso
135
luego del famoso Apocalipsis del Sida, en que el mono suplanta
al hombre, heredando la generalidad de sus vicios en vez de la
opacidad de sus virtudes:
¡Qué bello es mi viejito! —acarició Potranquilla la panza
del enzacatado Rabo Verde, que hasta se sentía el Rey de los
Putos. y no cabía de gozo.
–¡Ahora no lo soy tanto…! —rebuznó el diputado con espeso
fingimiento diputadil-. Fui bello cuando era un burrito de seis
meses, y el cura del pueblo, solicitaba mi presencia en la Iglesia
del Beato Burro Mentiroso para sacarme de angelito. Hoy no
soy ya el mismo, Potranquilla. Esos dorados tiempos pasaron ya.
Con el duro trajín de la política, uno se va gastando tanto, que
así como hoy me ves, no serviría ni siquiera para hacer de Santa
Claus en una tienda de tereques usados. ¿no es así, compañero
secretario? Si usted lo dice no lo voy a contradecir —contestó
el diputado Pata Renca, siguiendo el hilo al Presidente de la
Asamblea, mientras se desabrochaba la bragueta, lanzaba al
piso los pantalones, destornillaba la pata de madera, e invitaba
a Burrita sin Tetas a tomarse el segundo champaña doble para
que estuviera a tono. —¿Sabe compañero? —Sí, Presidente.
—¡Qué bello es el poder! ¿Verdad? —Usted lo dice, Presidente.
—¡El poder es para poder! —Aunque uno no pueda. Este es el
problema, porque a veces… aunque se tenga poder no se puede
poder… peló los dientes Pata Renca.
Para concluir, compañeros académicos, doy gracias a uste­
des por haberme recibido en esta catedral de la lengua y el
entendimiento, Lo mismo que a nuestros invitados por haber
tenido la voluntad y paciencia de escucharme.
Muchas gracias.
136 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Mendieta Alfaro:
maestro de la sátira
Jorge Eduardo Arellano
TRES EXPERIENCIAS marcaron la trayectoria vital de Róger
Mendieta Alfaro (San Marcos, Carazo, 1930): el periodismo,
la política y la literatura. Indisolublemente unidas, las pri­
meras definieron muy pronto su personalidad; pero esta no
se explica sin la escritura creadora: poesía, crónica, fábula y,
especialmente, novela.
¿Poesía? Sí, pero a nivel inédito, privado, casi secreto. Una
excepción es la veintena de composiciones que dio a luz, bajo
el título de El clavel y las rosas, en 1984. Entre ellas figuraba su
“Canto a Lincoln”, escrito a los 29 años —durante su segunda
estadía en prisión a consecuencia de su lucha armada contra la
dictadura— que obtuvo mención de honor en el Premio Rubén
Darío de 1960, convocado a nivel centroamericano.
¿Crónica? Otro sí. Tal lo revelan tres libros suyos de tiraje
masivo que fueron reeditados: Cero y van dos (1978) sobre
la célebre toma del Palacio Nacional, donde sesionaba el
Congreso de la República; El último marine (1979), recuento
de la insurrección popular y su consecuencia: la caída del
tercer Somoza; y Olama y Mollejones (1994), memoria de la
juvenil aventura guerrillera de mayo, 1959, en la que Róger
participó. Ameno y fluido resulta el escritor en esas crónicas
testimoniales que no pueden ocultar al periodista y al político,
pero las trasciende.
¿Cuento? También. Aunque Mendieta Alfaro no tienda
en su temperamento narrativo al microcosmos, sino al
macrocosmos, ha escrito valiosos cuentos. Uno de ellos
Discursos de ingreso
137
los reunión en Un asunto de honor (1984), atinado en sus
percepciones psicológicas; y otro, “Perra suerte la del rey”
(1991), fue antologado en la rigurosa muestra: “Diez cuentos
de narradores nicaragüenses” (Lengua, núm. 33, junio, 2008).
¿Fábula? En efecto. La casa de la yegua y otros relatos
(2001) es una serie de dieciocho piezas, signadas por la
intencionalidad satírica —tanto en el estilo como en las
tramas— que constituyen un completo fabulario carnavalesco.
En ella, la tipificación de sus personajes se realiza a plenitud,
de manera que ejemplifica la teoría tradicional de acción /
tipificación / intención, expuestas por Hebert Thompson en The
Fable as Stilistic Test in Classical Greek Literature (1912).
Partiendo de la herencia indígena mesoamericana (Tío
León, Tío Tigre, Tío Conejo, Tío Coyote y Tío Zorro), sin
faltar el híbrido colonial (Macho-Ratón), su autor redondea un
macrocosmos centrado en la psicopatología de los politiqueros
“nicas”, fijando un ámbito propio: un país habitado por animales
descendientes del homo sapiens que se había extinguido a
causa del sida. Buena, sana, graciosa, divertida, refrescante
y renovadora son los adjetivos que merece esta colección de
fábulas, la más moderna aportación al género en Centroamérica
tras las de Augusto Monterroso (1921-2003) y que sólo tiene
un antecedente en Centroamérica: Ciertos animales criollos
(1985) del venezolano Guillermo Morón.
¿Y novela? Para Mendieta Alfaro, la novela es el género
donde ha canalizado toda su potencialidad y afinidad prosística;
cinco logros tiene en su haber: La piel de la vida (1987), El
candidato (1996), La zarza y el gorrión (1999), Hubo una vez
un general (2005) y La herencia (2009), las cuales han valorado
diversos críticos. Yo quiero subrayar que, excepto la primera,
se inscriben en la línea más genuina del carácter nicaragüense
—la risa en forma de guasa, la burla, la sátira, remontada
al Güegüense— y, alguna de ellas, tienden a un objetivo
desmitificador. Así lo han reconocido Nydia Palacios, Álvaro
Urtecho, Erick Aguirre, por ejemplo, y algunos extranjeros,
138 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
particularmente Werner Mackenbach en La utopía deshabitada
(Die unbenohnte Utopie, 2004).
El candidato, concentrado en las campañas electoreras
contemporáneas, conforma una radiografía y un mural: en una
se denuncia la farsa y el fraude; en otro se retrata los personajes
circenses de cada día. En El Candidato —anotó Manuel
Guillén—, Róger despliega “una ingeniosa carga de humor
que nos llama a la reflexión necesariamente sobre el destino de
nuestros gobernantes y gobernados”.
La zarza y el gorrión mereció esta acertada valoración de
Álvaro Urtecho: “el héroe, el revolucionario puro, el guerrillero
de la montaña y de la ciudad se siente frustrado, engañado,
traicionado por una kafkiana dirección que actúa en las tinieblas.
El teatro de operaciones militares, con toda su parafernalia
demoníaca acompaña las incertidumbres de Cero en su búsqueda
de la utopía que tiene que pasar necesariamente por la elección
entre la CIA y la KBG, el reino nauseabundo del dólar y el gélido
de la homogénea sociedad uniformada, dirigida a control remoto
por el Comandante Barbas.” Y concluye Urtecho “La zarza y
el gorrión, la realidad y el deseo, la frustración y la ilusión, la
gélida utopía y la calurosa esperanza, la impostura y la buena
intención, las armas destructivas de la muerte y la sonrisa tierna
e inocente de la vida. Términos contrapuestos que se buscan
y juntan, elementos de la naturaleza que adquiere un valor
simbólico, que Róger Mendieta Alfaro ha rescatado febrilmente
para nosotros”.
Y Hubo una vez un general también mereció la exégesis
crítica de quien suscribe: “Una ficción totalizadora de Sandino”.
Pues bien, Mendieta Alfaro no mitifica a Sandino, como sus
antecesores, ni lo exalta épicamente ni lo remonta a la categoría
precolombina. Más bien lo desmitifica, reduciéndolo a hombre
de carne y hueso. En cuanto a La herencia, Francisco Arellano
Oviedo se ha encargado de señalar que “explotación, traición,
vicios, sexo, sectas religiosas, constituyen la atmósfera que
respira y asfixia a la población” en esta novela que presenta
“elementos de la realidad a través de un tejido simbólico”.
Discursos de ingreso
139
He aquí debelada sintéticamente la pasión del escritor
que ingresó a la Academia Nicaragüense de la Lengua, como
Miembro Honorario, el pasado 28 de abril; del verdadero
maestro de la sátira como narrador consagrado que es, aparte de
ciudadano consciente de sus deberes cívicos y leal amigo.
“Lo bueno, si breve, dos veces bueno” —decía Baltasar
Gracián en el Siglo de Oro—, sentencia que he modificado:
“Lo malo, si extenso, dos veces malo”. Por eso, deseando evitar
ambos abusos, he sido muy concreto en mi reconocimiento de la
obra escrita de Róger Mendieta Alfaro.
Incorporación de don Róger Mendieta Alfaro
a la Academia Nicaragüense de la Lengua,
28 de abril de 2010.
V
NUEVA GRAMÁTICA DE
LA LENGUA ESPAÑOLA
Nueva gramática de la lengua española
143
La Nueva Gramática: actualizada
científicamente, colectiva,
panhispánica, policéntrica, actual
Jorge Eduardo Arellano
CADA 23 de abril, día y mes del fallecimiento de don Miguel
de Cervantes (1547-1616), se conmemora el Día de nuestro
idioma: el cuarto más hablado en el mundo después del chino,
el inglés y el hindú. Cuatrocientos millones lo parlan en más de
una veintena de países, figurando México a la cabeza con un
cuarenta por ciento; en España sólo lo habla el diez por ciento.
Expansivo y homogéneo, el español posee un riesgo moderado de
fragmentación, un léxico básico compartido, una morfosintaxis
elemental común y una incalculable riqueza en sus variedades
nacionales o regionales.
“Reino de Cervantes” llamó el escritor venezolano Arturo
Uslar Pietri la extensión donde habita la enorme cantidad
de personas que hablamos español como lengua materna. El
mexicano Carlos Fuentes, por su lado, ha propuesto un nombre
para nuestro continente mestizo “que nos abarca en lengua o
imaginación, sin sacrificar variedad o sustancia”: Territorio de
la Mancha. O sea el escenario de don Quijote que convierte el
Atlántico en puente, no en abismo.
Consciente de esta inapreciable herencia, la Real Academia
Española ha desarrollado una política lingüística panhispánica
desde que asumió su dirección Víctor García de la Concha: un
académico fuera de serie que, a sus dotes innatas de caballerosidad
y hombría de bien, une un rigor intelectual y una devoción al
servicio público que lo hacen alcanzar las metas propuestas,
cualesquiera fueran los obstáculos para su concreción. Así, con
144 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
la plurinacional y múltiple autoridad corporativa de las veintidós
Academias de la Lengua, ha emprendido obras en conjunto,
aprobadas en sesiones memorables, como la Ortografía (1999),
que tendrá una nueva edición mucho más amplia; el Diccionario
Panhispánico de Dudas (2004) y el Diccionario del Estudiante
(2005). Al mismo tiempo esa política ha culminado en el
Diccionario de Americanismos, cuya presentación oficial en
el marco del V Congreso Internacional de la Lengua Española
impidió el reciente terremoto de Chile.
La Nueva Gramática de la Lengua Española que hoy nos
reúne se caracteriza por ser actualizada (es decir, puesta al día
desde el punto de vista de las teorías lingüísticas), colectiva (la
anterior, de 1931, fue elaborada exclusivamente por la RAE y ésta
por las 123 colaboradores de las 22 Academias), panhispánica
(pues representa el español de todas las variedades dialectales
del mundo hispanohablante) y policéntrica (al reconocer las
diferentes normas cultas de nuestra América (antes se limitaba
a una norma culta: la española). Todo con el objetivo de ofrecer
un mapa total de nuestro idioma.
Además, es actual (refleja los usos vigentes) y en esta
dirección los ejemplos de sus descripciones son de dos clases:
los construidos por sus redactores (debidamente convalidados
por un número suficiente de hablantes y refrendadas por las
Academias) y los procedentes de textos, es decir, de obras
literarias: clásicas y, especialmente, contemporáneas. “El
corpus del que se han extraído los datos que ejemplifican aquí
las estructuras gramaticales —se lee en el ‘Prólogo’— es uno
de los más extensos de cuantos hayan sido utilizados en un
estudio lingüístico sobre el español”. Por algo este par de tomos
—de casi dos mil páginas cada uno y dedicado a la sintaxis y
a la morfología— constituyen, verdaderamente, un tratado a la
altura de las monumentales gramáticas del italiano (1995) y del
holandés (1997), por citar dos antecedentes europeos.
Un tratado que hizo posible Ignacio Bosque —sabio
gramático y, por tanto, humilde— en permanente comunicación
durante once años con sus colegas en la otra orilla del Atlántico.
Nueva gramática de la lengua española
145
Entre ellos destacó nuestro notable y fecundo académico Róger
Matus Lazo, quien tuvo la ayuda de egresados de la Escuela
Superior de Lexicografía de la Real Academia Española, Germán
Rodríguez y Francis Mendoza, ambos también egresados de la
UNAN-Managua. Una colosal obra que no sólo se sustenta en
textos ensayísticos, científicos, periodísticos y poéticos (escasos,
por cierto, porque estos por naturaleza alteran las estructuras
gramaticales), sino orales, aunque en menor proporción.
Por lo demás, las citas literarias de los autores no se
escogieron necesariamente por ser auctores imitanti, como
recomendaba Nebrija en la primera gramática de nuestra lengua
publicada el mismo año del descubrimiento de América: “Arte
de la Lengua Castellana”, “la primera gramática en lenguas
romances”, que sirvió de vehículo a la empresa política, cultural
y religiosa de la monarquía española. “No constituyen dichos
ejemplos, en su conjunto, un canon de excelencia” —se aclara.
Se escogieron, en muchos casos, porque documentan variedades
del español en distintas áreas lingüísticas o en los diversos
niveles de realización de la lengua.
Alrededor de cuarenta mil suman esos ejemplos y tres mil
setecientos sesenta y siete las obras de las cuales se extrajeron
unos veinte mil. Basta citar, en la sección de la derivación
apreciativa —correspondiente a uno de los cuarenta y siete
capítulos—, el diminutivo del nombre propio José. Si en el área
del Caribe se usa Joseito, en México, Chile, parte del Río de
la Plata y en Centroamérica es común Josecito. Mientras en
España se usa Joselito, que pudo formarse sobre Josele y —más
recientemente— Josito. Esta última variante se registra asimismo
en México, entre otros países. Joselito se utiliza con frecuencia,
además, como hipocorístico de José Luis.
Especial significación entre los ejemplos tienen los textos
de prensa y otras publicaciones periódicas de todo el mundo
hispanohablante que suman trescientos siete y sus citas tres mil
trescientos ochenta y uno. En el caso de Nicaragua, figuran los
diarios La Prensa y El Nuevo Diario, más las publicaciones
periódicas Bolsa de Mujeres, El Confidencial y La Prensa
146 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Literaria. En cuanto a la nómina de las obras citadas en uno de
los apéndices, registra 12 autores de Nicaragua (Rubén Darío,
Salomón de la Selva, Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, José
Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal,
Fernando Silva, Jaime Espinosa, Sergio Ramírez, Gioconda
Belli, Erick Blandón Guevara y Jorge Eduardo Arellano. Tres
son las obras de quien escribe citadas en la Nueva Gramática:
El padre-indio Tomás Ruiz, prócer de Centroamérica (1979), La
moneda en Nicaragua: reseña histórica (2000) y Voces indígenas
y letras coloniales de Centroamérica (2002).
Cabe destacar, aparte del anterior que me regocija y enaltece,
este dato: la cantidad de autores nicaragüenses supera a la de los
otros países del área centroamericana: 7 de Guatemala (Miguel
Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Argentina Díaz Lozano,
Manuel Galich, Paca Navas, Francisco Albizúrez y Mario
Alberto Cabrera), 4 de Costa Rica (Joaquín Gutiérrez, Alberto
Cañas, Fabián Dobles y Alfonso Chase), 3 de El Salvador (Arturo
Ambrogi, Joge Lardé y Marin, Claribel Alegría) y también 3
de Honduras (Ramón Amaya Amador, Samuel Díaz Zelaya y
Arturo Mejía Nieto).
Independientemente saldrá a luz un tercer volumen
consagrado a la fonética y fonología, el cual registrará la
pronunciación, entonación y ritmo del español de cada uno
de los veintidós países hispanoparlantes (incluyendo Estados
Unidos y Filipinas). Tal volumen será acompañado de un dividí
(o deuvedé en España) y demostrará en vivo la vasta riqueza
de nuestra lengua, esto es, del Reino de Cervantes —o mejor
dicho—, del Territorio de la Mancha.
Nueva gramática de la lengua española
147
La Nueva gramática y la política
lingüística panhispánica
Róger Matus Lazo
LA LENGUA es un hontanar inagotable. Cada individuo la
aprende dentro del grupo social y conoce mejor su uso en la
escuela y en la vida. Pero la lengua, además, se transmite de
generación en generación y se adquiere por aprendizaje. Y aquí
es donde comienza la libertad del individuo, porque no solo se
somete a los principios y leyes que rigen su funcionamiento,
sino que se convierte en un creador frente a su propio repertorio
lingüístico, porque dentro de los cauces normales aprende su
lengua a su modo: afirma sus gustos y preferencias, selecciona
según su criterio y recurre a las formas que mejor se acomodan
a sus posibilidades expresivas.
En una comunidad lingüística, como la hispanohablante,
la lengua constituye una variedad de usos lingüísticos porque
todos ellos forman — como afirma Eugenio Coseriu en sus
Lecciones de lingüística general— un conjunto más o menos
complejo de “dialectos”, “niveles” y “estilos” de lenguaje.
De todas estas variedades hispanohablantes, una de ellas se
convierte en el grupo de mayor prestigio y acaba imponiéndose
en el uso culto como modelo para toda la comunidad y, por ende,
como referencia a todos los hablantes, con independencia de la
variedad o variedades que cada uno emplee. Este modelo sirve,
además, como fuente y base fundamental para fijar la norma,
es decir, el conjunto de usos lingüísticos que se consideran
correctos o más o menos aceptables.
Cuando la variedad de la lengua constituida como modelo
o variedad estándar se ajusta a esa norma, se denomina len­
gua estándar o lengua común, la que usan los medios de
148 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
comunicación, los profesores, los profesionales, los académicos.
Es la lengua de todos los días con independencia, como dijimos,
de las variedades dialectales que caracterizan a cada comunidad
lingüística. ¿Cuál es el propósito? Emplear un modelo de lengua
unitario para la enseñanza, los usos oficiales y los usos escritos
y formales que permita cohesionar política y socialmente la gran
comunidad lingüística hispanohablante.
Hace algunas décadas, la lengua estándar respondía a
un criterio unitario monocéntrico, como el caso del español
peninsular, con la lengua madrileña como modelo y orientada
por criterios lingüísticos de un solo organismo normativo.
Sin embargo, en los últimos años, la Real Academia Espa­
ñola y las veintiuna academias de América y Filipinas que
con ella integran la Asociación de Academias de la Lengua
Española, vienen desarrollando una política lingüística que
implica la colaboración de todas ellas, en pie de igualdad y
como ejercicio de una responsabilidad común, en las obras que
sustentan y deben expresar la unidad de nuestro idioma en su
rica variedad: el Diccionario, la Gramática y la Ortografía. Don
Rafael Lapesa, por su parte, sostenía que para mantener la unidad
fundamental de la lengua, su homogeneidad básica, “es preciso
que los hispanohablantes de unos y otros países nos oigamos
mutuamente hasta que el uso normal de cada país sea familiar
para los otros”. Como dijo el Rey Juan Carlos en una ocasión:
“Lo que nos diferencia es precisamente lo que nos complementa
y enriquece”.
En la actualidad, se ha superado la idea de que el español
peninsular es el modelo, frente a las variedades americanas.
Ahora, estamos hablando de una norma hispánica general o del
nuevo estándar panhispánico policéntrico del español, formado
a partir de la selección de variedades cultas que son, como dice
Miguel Lope Blanch, las que “rigen prioritariamente la vida de
las lenguas de cultura”.
Por eso reiteramos: todas las variedades hispánicas están en
el mismo nivel de validez y de respeto y todas juntas, con la Real
Nueva gramática de la lengua española
149
Academia Española, analizan y discuten el camino que lleva
nuestro idioma común. Hay hechos concretos: el Diccionario
panhispánico de dudas (2005), el Diccionario de americanismos
(2010), y la nueva Ortografía que en breve verá la luz pública
y sobre todo la Nueva gramática de la lengua española (2009)
cuyo ponente, don Ignacio Bosque, supo con verdadera sabiduría
interpretar y registrar los modos y decires de nuestra América
hispanohablante. La Nueva gramática ha derribado fronteras y hoy nos
damos cuenta de que todos —como afirmó alguna vez don
Ignacio Bosque— “compartimos más de lo que nos diferencia”.
Porque carcacha es la misma en Chile, El Salvador, México
y Venezuela; nuestro atol es el mismo de Cuba, El Salvador,
Guatemala, Honduras y Venezuela; y el raspado lo comen
también en México, Colombia, Panamá y Venezuela; hay
comelones en todo Centroamérica, Colombia, Cuba, Ecuador,
México y Venezuela.
Rijo, dicen en España y rigio decimos nosotros; hojaldre
dicen allá y hojaldra decimos acá; y la chirola nuestra es la
chirona española. Tembleque dicen los españoles y nosotros, más
sonoros y expresivos, decimos tembeleque y la tembelequencia
es la misma. Nosotros vamos por agua y los españoles van a
por agua y el vaso de agua o con agua es el mismo. Lo principal
de una lengua es la unidad —nos recuerda don José Moreno de
Alba. Unidad para comunicar las ideas y transmitir con precisión
lo que se quiere decir.
Con la Nueva gramática se logra lo impensable hace más
de cien años: “Hacer compatible la unidad con la variedad”,
como concluye don Ignacio Bosque. Porque en la unidad está
la cohesión de la lengua y en la variedad todo aquello que la
enriquece.
Allí está nuestra lengua con sus usos y matices. Allí están
también nuestros escritores consagrados, desde Darío hasta
Cardenal y Sergio Ramírez, desde los vanguardistas como
Joaquín Pasos y Pablo Antonio Cuadra hasta nuestras grandes
150 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
escritoras como Gioconda Belli y Rosario Aguilar. Y allí está
el habla de nuestro pueblo con su lenguaje coloreado con el
énfasis y la afectividad. Una manera de decir las cosas tratando
de imponer su pensamiento falseando muchas veces la realidad
y la verdad, y hasta abultando las palabras y las ideas, como
afirma Bally, para cargar de expresividad un lenguaje que está
en lucha con la vida.
Baste una muestra. El uso de aumentativos no intensifica, a
veces, la calidad, sino lo contrario. Azulón, verdeón, amarillón,
rosadón son adjetivos que se refieren a colores más bien tenues.
Observemos en un ejemplo citado por don Carlos Alemán
Ocampo, cómo el hablante recurre a la duplicación de sílabas
para pintarnos con la palabra las diferentes tonalidades, cada vez
más débiles, del color rosado del hígado:
—Es rosado —contesta un alumno de medicina en un
examen público.
—¿Está seguro?
—Bueno, rosadón.
—¿Seguro?
Bueno, rosadonsón.
—¿Seguro?
—Entonces, rosadonsonsón.
VI
IGNACIO BOSQUE:
DOCTOR HONORIS CAUSA
DE LA UNIVERSIDAD AMERICANA
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
153
Luminarias de la lengua española
Francisco Arellano Oviedo
Inicio esta laudatio Ignatii Bosque Muñoz honoris
causa como suelen empezar los filósofos, con una explicatio
terminorum. En este caso que no abordaré un tema filosófico yo
la habría omitido, si un clásico de la filología1 no hubiese dicho
que la tercera parte de la gramática versa sobre la interpretación,
en términos usuales, de las palabras raras y de los argumentos.
Explico, pues, que laudatio es un término latino que
significa, alabanza, encomio. Por su etimología y significado,
emparenta con laudare y con laus- laudis; alabar y alabanzas,
respectivamente. Laudare, en castellano antiguo, dio loar y loa,
tan usados en la literatura del siglo XII y XIII. Laudatio debería
ser un cultismo con entrada en los diccionarios de la lengua
española; pero la mayoría de estos no la registra. Únicamente el
Diccionario del Español Actual de don Manuel Seco, Olimpia
Andrés y Gabino Ramos la consigna y, por supuesto, todos los
diccionarios latinos.
En tiempo de los latinos se utilizaba, en los sepelios de la clase
noble, la laudatio fúnebris que era el panegírico pronunciado
por uno de los familiares o amigo principal del difunto. En la
actualidad, la laudatio es el discurso académico que se hace
en ceremonias de doctorados honoris causa para proclamar los
méritos del doctorando.
Creo que sería incompresible hablar de la Nueva gramática
de la lengua española o del doctorando, Ignacio Bosque
Muñoz, su principal ponente, si omitimos algunos antecedentes
__________________________
1. Se hace referencia a Dionisio Tracio o Dionisio de Tracia.
154 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
que son los indicadores del quehacer lingüístico o las grandes
luminarias, en el caso de la lengua española, que esclarecen
textos y contextos.
Durante muchos siglos estuvo vigente un opúsculo gra­
matical de la escuela alejandrina: la gramática de Dionisio
Tracio. Este personaje fue un discípulo de Aristarco (216-144
antes de Cristo) y con quien llegó la filología helenística a su
máxima realización. La obra de Dionisio Tracio se constituye en
el referente primero de cuanta gramática se escribió —después
de él— en Grecia, Roma y en la cultura de occidente. Así reza en
griego koiné la introducción de su obra, con su venia, honorable
Rector:
2
La gramática es el conocimiento de lo dicho especialmente
por los poetas y prosistas. Las partes de aquella son seis: primera,
lectura cuidadosa según la prosodia; segunda, explicación de las
formas poéticas que hubiere; tercera, explicación en términos
corrientes de las palabras raras y de los argumentos; cuarta,
búsqueda de las etimologías; quinta, exposición de la analogía;
sexta, crítica de los poemas, que es la parte más hermosa de
toda la gramática.
Es importante señalar que Dionisio no hizo su gramática
para que la estudiasen los alumnos de una clase. Es decir, su
preocupación no era pedagógica sino filológica. La gramática
__________________________
2. Cfr. Tracio, Dionisio: Gramática/Comentarios antiguos, Introducción,
traducción y notas de Vicente Bécares Botas. Madrid, Editorial Gredos
S.A., 2002, p. 35.
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
155
aparece como un arte y no como una ciencia; gramma letra
tecnh: arte. En esta gramática aparecen los conceptos de
acento (agudo, grave y circunflejo); los signos de puntuación;
el alfabeto compuesto de veinticuatro letras, dividido en vocales
y consonantes; sílaba (larga y breve); palabra; nombre; género
(masculino, femenino, neutro); número (singular, dual y plural);
casos son cinco (recto o nominativo, genitivo, dativo, acusativo y
vocativo); verbo y sus accidentes (modo, voz, número, persona,
tiempo, conjugación) y tantos otros conceptos que la gramática
griega y la latina mantienen.
La gramática de Dionisio Tracio fue imprescindible para
la elaboración de las gramáticas latinas de Varrón, Prisciano
y Donato; pero no solo eso, esta gramática de Dionisio fue el
modelo de todas las teorías gramaticales de la Edad Media. Por
esto, la gramática de Dionisio Tracio es la primera luminaria de
la lengua.
En siglo XV tiene su ocaso la Edad Media, entra el Rena­
cimiento en Florencia, la ciudad novia que llamaba Pablo
Antonio Cuadra,3 aparecen las pinturas de Fra Angelico,
Botticelli y Mantegna, Brunelleschi impone la línea horizontal
en la arquitectura, el palacio sustituye a la catedral, la teología es
menospreciada por la filosofía antropocéntrica.
En España se dieron tres acontecimientos que modificaron
drásticamente las instituciones del Viejo Mundo. Ocurren
entonces la expulsión de los moros de Andalucía, Cristóbal
Colón descubre el Nuevo Mundo y aparece la gramática de
D. Antonio Martínez de Cala e Hinojosa, mejor conocido como
Antonio de Nebrija.
Antonio de Nebrija nació en Lebrija, provincia de Sevilla
en 1444. Fue historiador, pedagogo, astrónomo, poeta, filólogo
y gramático, autor de muchas obras, pero la que le dio gloria
fue la gramática. Dos razones determinaron la importancia de
__________________________
3. Cfr. Cuadra, Pablo Antonio: Otro rapto de Europa, Ediciones El pez y la
serpiente, Managua. s.d., p.35
156 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
la Gramática de la lengua castellana. Se trataba de la primera
gramática de nuestra lengua que apareció dos meses antes de que
España descubriera el Nuevo Mundo y era la gramática sobre
una lengua nueva. Hasta entonces se creía que solo el latín y el
griego eran dignos de estudio porque estas lenguas guardaban el
tesoro de la filosofía, la literatura, el derecho y la administración.
Siendo profesor de Retórica, aspiró a la cátedra de Gramática de
la Universidad de Salamanca, pero la oposición de sus colegas
no le permitió concursar y amargado se retiró de la ciudad y se
fue a Sevilla. Más tarde fue llamado a la Universidad de Alcalá
de Henares donde enseñó durante los últimos años de su vida. En
la actualidad, su efigie resalta evocando disciplina y sabiduría en
el paraninfo de esta universidad.
La Gramática de la lengua castellana de D. Antonio de
Nebrija de alguna manera sigue el modelo de la gramática de
Dionisio Tracio. Divide la gramática en cuatro partes:
1. Ortografía, 2. Prosodia y sílaba, 3. Etimología y dicción;
y 4. Sintaxis. Las partes de la oración son diez (él incluye el
participio verbal). Según el maestro Julián Corrales, a este
número de partes de la oración se llega mezclando los criterios
morfológicos, sintácticos y semánticos. El nombre es una de las
diez partes de la oración que se declina por casos. Los casos
son los mismos de la declinación latina y existen morfemas
para singular y plural. No obstante rescata el valor de las
preposiciones que de alguna forma sustituyen la declinación y
reconoce la importancia del artículo en la lengua castellana, el
cual no existía en la lengua latina aunque sí en la lengua griega.
Finalmente, Nebrija fija como criterio de corrección el uso de los
grandes autores.4
Don Antonio de Nebrija y su Gramática de la lengua
castellana, representan la segunda luminaria de la lengua
española.
__________________________
4. Cfr. Nebrija, Antonio de: Gramática de la lengua castellana, Volumen II,
Edición crítica por Antonio Quilis, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1992, p. 61 y ss.
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
157
En 1713, un grupo de intelectuales españoles, reunido entorno
a la persona del marqués de Villena y duque de Escalona, D. Juan
Manuel Fernández Pacheco, se propuso fundar una institución
que permitiera fijar, desarrollar y cuidar la lengua castellana,
entonces remozada con el léxico de Miguel de Cervantes, Lope
de Vega, Luis de Góngora y Francisco de Quevedo y Villegas.
La lengua castellana, desde hacía un poco más de dos siglos
había llegado hasta los vastos dominios del Nuevo Mundo. Esta
Institución fue aprobada el 3 de octubre de 1714 por Real Cédula
de Felipe V, quien la acogió bajo su “amparo y Real Protección”.
De aquí el nombre de Real Academia Española que dentro de
dos años será tres veces centenaria.
La primera tarea que asumen los miembros de la Real
Academia Española es el Diccionario de la lengua castellana en
que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza
y calidad con las frases o modos de hablar, los proverbios
o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. El
primero de seis tomos de este diccionario, conocido actualmente
como Diccionario de Autoridades por tener en los artículos citas
de autores que ejemplifican o corroboran la definición dada,
aparece en 1726 y en 1739 se culmina esta primera empresa con
la presentación del sexto y último tomo.
El diccionario es una obra reguladora del uso de las
palabras, pero más apropiada para exponer la norma de lo
correcto e incorrecto es la gramática que explica y fundamenta
la concepción teórica y válida de la lengua. Así, aun cuando en
1754 existió un esfuerzo por hacer una gramática que resultó
frustrada, esta fue una realidad en 1771. Entonces era director de
la Real Academia Española, Fernando de Silva Álvarez de Toledo
y fueron nombrados redactores los académicos de número, Juan
Trigueros y Juan de Aravaca, que empezaron por recopilar
trabajos anteriores, entre estos los de D. Francisco Antonio de
Angulo, académico de la lengua, miembro del consejo de su
majestad y oficial mayor de la secretaría del Real Patronato.
Esta gramática de 1771 es concebida también como un arte
porque tenía como objetivo regular el uso de las voces, más
158 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
específicamente era el arte de hablar y escribir correctamente.
Es sorprendente que no diga nada sobre el sonido de las voces
y por tanto no defina el alfabeto que para D. Antonio de Nebrija
estaba compuesto por 26 grafías: 8 vocales y 18 consonantes.
Considera que las partes de la oración son nueve y no diez
como lo establecía Nebrija y marca todavía una diferencia mayor
en relación con Nebrija. Dice que: nuestra lengua no admite
variedad de casos o terminaciones en los nombres y solo conoce
diferencias entre singular y plural. Para expresar el oficio
diferente de una palabra nos valemos de preposiciones y no de
desinencias propias de una declinación; define el verbo desde
un punto de vista semántico. Por decreto real de Carlos III, la
enseñanza de esta gramática fue de obligatorio cumplimiento en
todas las escuelas españolas. Desde entonces, la Real Academia
Española fue considerada como la institución competente para
interpretar y administrar los aspectos normativos de nuestra
lengua. Esta competencia ha sido ampliada a las otras academias
creadas por la Casa de Madrid, particularmente en la realización
de proyectos panhispánicos, en los que el trabajo es colegiado.
El Diccionario de Autoridades y la Gramática de la Lengua
Castellana de 1771, representan la tercera luminaria de la lengua
española.
El siglo XIX se abre en América con movimientos
independentistas y concluye la primera década del siglo con
la Independencia de Chile y Argentina. D. Andrés Bello, vene­
zolano de nacimiento y chileno de corazón, fue un hombre
repre­sentativo de la ilustración americana; dice Claudio
Wagner: fue historiador, jurista, legislador, filólogo, naturalista,
diplomático, poeta, filósofo, político, educador5 que preparó sus
propios textos, me atrevo a redondear la cita. Publicó en 1847
su obra Gramática de la lengua castellana destinada al uso de
los americanos. A pesar del título de esta obra, su propósito no
__________________________
5. Claudio Wagner. 2006 . Andrés Bello y la Gramática Castellana latinoamericana. Documentos Lingüísticos y Literarios . www.humanidades.
uach.cl/documentos_linguisticos
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
159
era excluyente; consideraba que los lazos culturales con España
debían mantenerse, pues eran importantes para la unidad de
Hispanoamérica. La unidad de la lengua era para Bello —lo
afirma Amado Alonso— un bien político inapreciable, de alcance
no sólo nacional sino intercontinental.
Los conocimientos sobre el lenguaje del célebre polígrafo
suramericano proyectaban interés pedagógico y sensibilidad
estética y humanista, como manifestaciones de su recia y erudita
personalidad. Cada lengua —dice el enciclopedista— tiene su
teoría particular, su gramática; los pensamientos se tiñen del
color de los idiomas. Esta intuición de Bello, quien también fue
académico correspondiente de la RAE en Hispanoamérica, y
que se refiere a la gramática particular de cada lengua, contiene
su principal crítica a la gramática de la Real Academia Española
a la que califica como más latina que castellana. Recordemos
las palabras del prólogo de su Gramática: En España, como en
otros países de Europa, una admiración excesiva a la lengua
y literatura de los romanos dio un tipo latino a casi todas las
producciones del injenio.
Había pues en Bello la voluntad de independizar el castellano
del latín, así como nuestra lengua común del castellano, cito
nuevamente el prólogo: Chile i Venezuela tienen tanto derecho
como Aragón i Andalucía para que se toleren sus accidentales
diverjencias, cuando las patrocina la costumbre uniforme i
auténtica de la jente educada.
Esa percepción de la realidad, que Bello pudo advertir con un
siglo de anticipación, y que ha hecho posible que ahora tengamos
una gramática pluricéntrica es lo que en una ocasión me explicó
don Fernando Lázaro Carreter, enfatizando que D. Andrés Bello
era más actual ahora que en su tiempo y que por tanto nosotros
lo podíamos entender mejor que sus contemporáneos.
La gramática de Bello aporta la clasificación de los
tiempos verbales, considerada por algunos lingüistas como la
más consistente de las aparecidas en la historia del español.
Para Bello los sonidos elementales que se pueden pronunciar,
160 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
separadamente, son cinco y se llaman vocales; de los otros
ninguno puede pronunciarse por sí solo, a lo menos de un
modo claro i distinto; y para que se perciban claramente es
necesario que suenen con algún sonido vocal: llámanse por eso
consonantes. Bello contabiliza 20 consonantes, entre las que
aparecen los dígrafos ch , ll y rr que actualmente no pertenecen
al alfabeto pero se cuentan como dígrafos. Entre las consonantes
descritas por Bello no aparecen las siguientes h, k, q, w, x. Sobre
cada caso, Bello describe la situación fonética de cada grafía
y nos dirá que la h es muda; que la k y la q se pueden sustituir
por la c; que la k y la w solo se utiliza en nombres de personas,
lugares, dignidades y oficios extranjeros y que la x no denota
un sonido particular sino los dos que corresponderían a gs y cs
como se aprecia en sonido de la palabra examen.
Esta particular visión sobre la estructura de las palabras y de
la fonética de nuestra lengua lo llevó a concebir el proyecto de la
Ortografía chilena u Ortografía de Bello, que para documentos
oficiales estuvo vigente a finales del siglo XIX y primeras
décadas del siglo XX, no solo en Chile y Argentina sino también
en Colombia, Ecuador y Nicaragua. Los enfoques particulares
y consistentes que Andrés Bello hizo sobre la gramática hace
un poco más de siglo y medio fueron tan significativos como
para considerar su Gramática la cuarta luminaria de la lengua
española.
La presentación de la Nueva gramática de la lengua española
todavía no se ha realizado en todo los países de América y esta
ya se ha situado en un lugar prominente en la historia de las
gramáticas, no solo de la lengua española sino también de otras
lenguas tan antiguas, expresivas y con tradición reflexiva como
la nuestra. En verdad, esta Nueva gramática marca un hito en
las realizaciones lingüísticas del pasado y del presente. Existe
ahora un nuevo punto de referencia. Si en el pasado dijimos: en
la gramática de Nebrija ya se establece…; en el futuro diremos,
probablemente, en la Nueva gramática se describe que…,
se recomienda que…, por señalar una novedad de esta obra
que recurre a lo descriptivo y a lo normativo; pero la Nueva
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
161
gramática ha sabido articular los nuevos postulados de las
ciencias de la comunicación con los esfuerzos y realizaciones
de la tradición, la reflexión gramatical a la luz de los métodos
científicos de la dialectología y sociolingüística con la antigua
tradición de normar la lengua como un arte.
Los autores de la Nueva gramática, a lo largo de once
años, dieron respuestas al gran reto que suponía esta empresa:
una obra que describiera el español estándar sin perder de vista
las riquezas del español diferencial, es decir, del español que
caracteriza a cada región o país; una gramática cuyos autores
fueran los estudiosos más representativos de nuestros países; una
gramática cuyos usos estuviesen respaldados por los escritores
cultos de Hispanoamérica, una obra con criterio didáctico de
tal manera que pudiese ser comprendida por aquellas personas
que tuviesen un mínimo de formación gramatical. Una obra que
considerase no solo la norma culta de España sino la de las otras
naciones donde España sembró su lengua.
Los resultados están superando las expectativas entre aquello
que queríamos y lo que en verdad se ha hecho. ¿Cuál ha sido
la clave de tanto éxito? ¿Un director tan dinámico en la Real
Academia Española como Víctor García de la Concha? —Sí,
pero no solo. ¿Una comisión de gramática de la Real Academia
Española que con experiencia y sabiduría asesoró el trabajo?—
Sí, pero no sola. ¿Una comisión interacadémica integrada por
especialistas latinoamericanos? —Sí, pero no sola…
Quiero contarles que este muchacho de 59 años que está aquí
(muchacho llamaba D. Pablo Antonio Cuadra a todos aquellos
que eran menores que él) ha completado una brillante hoja de
sueños, estudios, proyectos y realizaciones académicas. ¿Quién
habría pensado que aquel joven que en los años sesenta estudiaba
bachillerato en Alicante acometería con verdadera pasión los
más diversos temas de la palabra, fuera esta sustantivo, verbo,
locución, oración, tesis, tratado, diccionario?
He podido contar, entre las obras de Ignacio Bosque,
17 libros, algunos de estos sobrepasan las 5000 páginas;
162 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
más de un centenar de artículos lingüísticos publicados en
revistas especializadas de Europa; una veintena de ponencias
pronunciadas en seminarios internacionales y publicadas en
revistas y memorias de universidades e instituciones culturales,
una veintena de tesis de doctorado dirigidas por él, cursos del
área lingüística impartidos en la Universidad Complutense de
Madrid y otras universidades europeas y de Estados Unidos.
Quién habría dicho que aquel joven que en los años setenta
estudiaba en la Universidad de Berkeley, California, podría vivir
una experiencia tan grata en un país de poetas y donde podría
contar si así lo deseaba que el voseo es uno de los aspectos de
la lengua diferencial que caracteriza, particularmente el habla
de los argentinos como la de los nicaragüenses; que ejemplos
de Sergio Ramírez y de Gioconda Belli aparecen en la Nueva
Gramática para ilustrar aspectos de la materia expuesta en esta
nueva obra que tanto esperábamos y que ya en 1998, en México,
habíamos dicho en nombre de la Academia Nicaragüense de la
Lengua, y esto consta en las memorias del undécimo congreso
de las academias en Puebla: cito textualmente palabras dichas
en aquel foro de academias antes de que finalizara el siglo XX:
Ni la Real Academia Española, ni la Asociación de Academias
de la Lengua Española se atrevieron, a partir del último medio
siglo, a editar una gramática normativa que ayudara a maestros
y estudiantes en el proceso de enseñanza- aprendizaje de nuestra
lengua. Y continuaba así en el párrafo siguiente:
Buscar un equilibro entre lo normativo y descriptivo en los
estudios lingüísticos justifica el hacer y quehacer de nuestras
corporaciones y asegura la vigencia de la comunicación
lingüística aturdida en nuestros días por la influencia negativa,
distorsionante y de incontrolable anarquía que ejercen sobre la
lengua los poderosos medios de comunicación.
Apreciado Rector, aquella urgencia que era un sentir de
nuestros académicos y que, en nombre de ellos expuse, es hoy
una realidad que superó nuestras peticiones de hace 12 años;
pero quiero completar la contestación de las interrogaciones
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
163
parcialmente respondidas en torno al éxito de la Nueva
gramática. Personalmente, considero que la clave de ese éxito
se debe a la acertada decisión de haber nombrado a don Ignacio
Bosque ponente principal de la Nueva gramática. Él concibió
la estructura y organización de lo que debía contener la obra; a
manera de ponencias, presentó cada uno de los capítulos para
que las academias los discutieran y los iluminaran; él tuvo la
paciencia y la humildad para escuchar, enmendar e incluir los
nuevos aportes, etc.
D. Fernando Lázaro Carreter, maestro del maestro Ignacio
Bosque se llenaba de orgullo por haber sido el primero en
reconocer y proclamar los méritos de su discípulo, el más docto,
que eso significa doctor que deviene de doctior y es el grado
que le dio la Universidad Autónoma de Madrid. ¡Con cuánta
objetividad y conocimiento de causa, D. José Moreno de Alba,
director de la Academia Mexicana de la Lengua y especialista
en el español de América ha dicho que D. Ignacio Bosque es el
mejor gramático de la Lengua Española!
Apreciado Rector, la candidatura del doctorando que Nuestra
Casa le presentó en días pasados está ampliamente avalada
por estudios académicos realizados por este en la Universidad
Complutense, en la Universidad de Berkeley y la Universidad
Autónoma de Madrid, por su obra científica publicada y por
la deuda de gratitud que a él debemos los hablantes de nuestra
lengua común.
Yo que he participado en diferentes congresos con el maestro
Ignacio Bosque, que en repetidas ocasiones le he presentado
consultas y que he compartido numerosas sesiones de trabajo
en la Real Academia Española, durante dos estadías en aquella
Casa, puedo decir que el doctorando es un verdadero sabio,
lo digo también por su humildad que es una manifestación de
sabiduría. No me queda ninguna duda: Ignacio Bosque Muñoz
es el último fuego encendido, brillante luminaria de la lengua
española que reluce sobre la función de la palabra creativa y que
allana toda comunicación que busca el entendimiento franco y
164 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
sincero. Por sabio y por humilde, según el sermón de la montaña
él ya es dueño del algún lugar del reino de los cielos, pero como
no puede ostentar la escritura correspondiente, que esta su Casa,
honorable Rector, en abono a sus méritos, le extienda el título de
Doctor Honoris Causa.
Muchas gracias.
Don Ignacio Bosque Muñoz en el acto de concesión
del doctorado Honoris Causa que le otorgó
la Universidad Americana, UAM.
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
165
Discurso de Ignacio Bosque en el
acto de concesión del Doctorado
Honoris Causa que le otorga la
Universidad Americana
Ignacio Bosque Muñoz
Señor Rector, señores miembros del Consejo de Directores,
autoridades de La Universidad Americana, queridos compañeros
académicos, queridos colegas y amigos:
POCOS visitantes de este hermoso país podrán decir que se
les ha honrado con una distinción tan alta como la que yo recibo
hoy a las pocas horas de haberlo pisado por primera vez. Junto
con mi gratitud a la Universidad Americana por su generosidad
al otorgarme este doctorado, hago expresa la que debo a mis
compañeros y colegas nicaragüenses por su hospitalidad y por su
amable invitación a presentar en Managua la Nueva gramática
de la lengua española. Gracias también a la Embajada de España
y a la editorial Espasa por haber hecho posible este viaje.
He de hacer extensivo el galardón que hoy se me otorga
al numeroso equipo de colaboradores que en las veintidós
Academias de la Lengua Española y en varias universidades
europeas y americanas han trabajado denodadamente a lo largo
de once años para elaborar entre todos una gramática del español
general que estuviera a la altura de los tiempos. Conseguimos
llegar a puerto hace tan solo unos meses. En los primeros días
del pasado mes de diciembre se publicaron, en efecto, los
dos primeros volúmenes de una obra que muestra las pautas
morfológicas y sintácticas que compartimos los hispanohablantes
de todo el mundo, pero también las que nos diferencian. Hemos
realizado una descripción general de la lengua que supera al fin
166 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
la tendencia tradicional de las gramáticas académicas a centrar
casi exclusivamente sus descripciones en los usos peninsulares.
La Nueva gramática se publicará en tres versiones: a la más
extensa, que consta de casi cuatro mil páginas, se unirá en muy
pocas semanas la «versión manual», reducida a una cuarta parte,
y a finales de este año o comienzos del próximo aparecerá la que
llamamos «versión básica», que no superará las 300 páginas.
Quiero expresar desde aquí mi agradecimiento a la Academia
Nicaragüense por los materiales que nos envió durante el largo
proceso de elaboración de esta obra, por sus atinados comentarios
a nuestros borradores, así como por los textos nicaragüenses que
nos proporcionaron, además de por su estímulo y su aliento en
este dilatado proyecto colectivo.
***
Me gustaría aprovechar esta oportunidad para defender una
idea, casi de sentido común, que se cuestiona de vez en cuando
entre nosotros. Me refiero al simple hecho de que el estudio de la
gramática haya de ocupar un lugar preeminente en la educación
de nuestros jóvenes, y —consecuentemente— en los planes de
estudio de la enseñanza media.
Las críticas a la gramática y a los gramáticos son muy
antiguas, y casi se podría decir que parecen moldeadas en las
mismas hormas. Entiendo que las críticas que recibe la gramática
como disciplina, y por extensión los que la cultivan, se pueden
agrupar en dos clases: críticas injustas y críticas justas. Aunque
estoy convencido de que las injustas son más numerosas, no
es mi intención ocultar las que poseen cierto fundamento. Las
críticas injustas revelan malentendidos e incomprensiones; las
justas son llamadas de atención; diagnósticos que debemos
interpretar como oportunidades y como estímulos, puesto que
en alguna medida nos afectan a todos los que tenemos alguna
responsabilidad en la educación de los jóvenes.
La primera de las críticas injustas es la que niega la necesidad
misma de la gramática como rama del conocimiento. Se trata de
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
167
una opinión no del todo infrecuente entre los especialistas en
literatura, y a veces también entre algunos escritores. Se registra
con varios grados de animosidad, pero todos los que la lanzan
parecen sostener que el gramático se interpone entre el hablante
y las palabras. Dan a entender que crea entre ellos un artificio
innecesario, una red conceptual incomprensible e inaccesible
que dificultaría el acercamiento a los textos, y hasta el hecho
mismo de gozar de ellos. La gramática sería así una especie de
entelequia creada artificialmente por los especialistas; un mundo
abstruso y cerrado, mantenido a lo largo de los siglos; una ficción
para iniciados que al parecer deberíamos desenmascarar.
Los testimonios que ponen de manifiesto tan peculiar forma
de ver las cosas son numerosos, desde Erasmo de Rotterdam
al menos, pero no deseo aburrirles con una retahíla de citas.
Recordaré —a modo de ejemplo y entre muchos otros testimonios
que se podrían entresacar— que un personaje de la novela de
Pérez Galdós Los duendes de la camarilla pone claramente de
manifiesto esta actitud cuando alecciona a otro con estas palabras
relativas a lo que debería aprender cierta joven:
“Póngasele también preceptor que le enseñe la
Geografía, y la Aritmética hasta la regla de tres,
no más; y de Gramática nada, que eso es estudio
baldío”.
Muchos de los que lanzan hoy sus diatribas sobre la inutilidad
de nuestra disciplina argumentan que los escritores progresan o
innovan cuando se liberan de la gramática, que sería algo parecido
a liberarse de la tonalidad en la música, o del metro y la rima
en la poesía. Los discípulos de Arnold Schoenberg hablaban, en
efecto, de la tonalidad en la música como de una restricción o
una constricción de la que habían logrado liberarse, a la vez que
invitaban a otros músicos a hacer lo propio. Pero la comparación
es incorrecta, por no decir estrafalaria, porque la gramática no
es algo de lo que uno haya de liberarse. Sería absurdo decir,
por ejemplo, que las innovaciones en la ornamentación y en
el urbanismo nos permiten liberarnos de la necesidad de hacer
cálculos arquitectónicos para que los edificios no se derrumben.
168 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Aun así, por sorprendente que parezca, esta crítica no resulta
infrecuente. En el prólogo de una edición de los cuentos de
Lezama Lima que se publicó se 1987 se sitúan correctamente
estos relatos en el conjunto de la obra literaria del gran escritor
cubano. En esas páginas puede leerse lo siguiente:
“La obra poética, narrativa y ensayística de
José Lezama Lima (1910–1976), bien conocida
entre nosotros, fue descubierta fuera de Cuba
—tardíamente— por editores y críticos gracias a
la irrupción de una novela que forzaba los límites
del género, se reía de gramáticas y de preceptivas,
e imponía al fin su verbo inagotable y su mundo
poderoso: Paradiso (1966)”.
El prologuista atribuye el gran valor de la novela Paradiso
a que, supuestamente, Lezama se reía en ella de la gramática.
Pero no hay tal. Les puedo asegurar que el respeto a la gramática
por parte de Lezama es escrupuloso en Paradiso, como lo es en
todas sus obras. Parece que lo que el autor del prólogo quería
decir es que el lenguaje de Lezama en Paradiso es imaginativo,
denso, incluso barroco. Como es obvio, nada de eso afecta a la
gramática, que no se opone a la imaginación, ni a la ensoñación
ni a la fantasía. Es exactamente al contrario: la gramática hace
posible que la imaginación, la ensoñación y la fantasía vivan
en los textos, como podrá comprobar fácilmente cualquiera que
dedique unas horas a recorrer las frondosas páginas de Lezama
Lima.
Un prestigioso escritor español contemporáneo, Luis
Landero, publicaba hace algo más de una década en el diario
español de mayor tirada una encendida diatriba contra la
enseñanza de la gramática. Se titulaba El gramático a palos
(El País 14/12/1999), y en ella describía a un joven que había
estudiado diez años de gramática en al bachillerato y que era,
según Landero, “un analfabeto de lo más ilustrado”. Aplicando
unas palabras de Bergson relativas a la teatralidad, Landero
explicaba que el mundo de la gramática es rígido, mecánico
y deshumanizado, y que formar a los jóvenes en la gramática
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
169
es cultivar «una forma bien laboriosa de ignorancia». Landero
clamaba en su artículo de esta forma:
«¿Y para qué sirve la lengua? ¿Para qué necesitan
saber tantos requilorios gramaticales y semiológicos
nuestros jóvenes? […]. Yo sospecho que, en algún
oscuro departamento de alguna universidad, en
el centro de algún laberinto pedagógico, alguien
alimenta el sueño, o más bien la pesadilla, de que
algún día habrá en España cuarenta millones de
filólogos.»
El texto de Landero todavía puede consultarse en Internet,
donde aparece ensalzado por decenas de votos de adhesión
depositados por internautas anónimos. El novelista oponía en
él la enseñanza de la gramática al conocimiento y el disfrute
de la literatura, y entendía que no se debería enseñar gramática
con el argumento de que basta con enseñar a leer y a escribir.
Me parece que el error es doble. Por un lado, se confunde la
deficiente enseñanza de la gramática en las clases de secundaria
y de bachillerato (hablo ahora solo por mi país) con la supuesta
inutilidad de la disciplina en su conjunto, se enseñe como se
enseñe. Por otro lado, la diatriba oponía extrañamente el placer
al conocimiento; el disfrute del idioma a su comprensión.
La primera confusión es disculpable, y hasta podría decirse
que la censura que encierra debería situarse entre las que llamo
«críticas justas» a nuestra disciplina. La segunda confusión me
parece menos aceptable. Es similar al error que cometería el que
aconsejara a un astrónomo que prescindiera de su telescopio,
dejara de estudiar las ondas electromagnéticas que emiten los
astros, y se tumbara en alguna playa en una noche de verano para
comprender verdaderamente la infinitud del firmamento. Nadie
se atrevería a dar tan inusitado consejo porque, como es lógico,
las emociones que despiertan en nosotros lo que admiramos, lo
que nos atrae, nos sobrecoge o nos espanta no son equivalentes al
conocimiento —siempre imperfecto y en continua evolución—
de los complejos sistemas y mecanismos que hay detrás de casi
todo lo que despierta alguna de nuestras emociones.
170 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
La segunda crítica injusta se sitúa en un peldaño por debajo
de la primera. Viene a decir que la gramática es necesaria, pero
que los gramáticos la complican arbitrariamente. La crítica tiene
dos vertientes. Algunos autores entienden que los gramáticos no
se dan cuenta de que la lengua es, en realidad, muy sencilla. O,
lo que es peor, son conscientes de ello, pero urden alambicados
entramados y abstrusos armazones para envolverla en un halo
de misterio que la oculte a los no iniciados. Tejen un velo que
esconde su pasmosa simplicidad, acaso para prestigiarse ellos
mismos llenando así la vaciedad de una ocupación prescindible.
Vuelvo a elegir la descripción de un personaje hecha por Pérez
Galdós, esta vez en El doctor Centeno, para ilustrar este arraigado
estereotipo:
«Vedle cómo apechuga con su latín y con la
abominable Gramática, de la cual maldijéralo Dios
si entendía una sola palabra.»
Cuando Augusto Monterroso describe a un aprendiz de
escritor en Leopoldo (sus trabajos), uno de sus más conocidos
cuentos, deja caer, como de pasada, este mismo sambenito que
tantas veces se ha adjudicado a los gramáticos:
«Leopoldo no carecía de sentido crítico. Comprendió
que su estilo no era muy bueno. Al día siguiente
compró una retórica y una gramática Bello-Cuervo.
Ambas lo confundieron más».
La otra vertiente de esta misma crítica viene a afirmar que
el conjunto de reglas y pautas que constituye la gramática es
innecesariamente complejo, y por tanto debería ser simplificado
por los que tienen autoridad para hacerlo. Las dos vertientes
de la crítica son injustas. Es más, yo diría que son difícilmente
comprensibles. Un conocido periodista español publicó hace pocos
años un libro de gramática que tuvo un notable éxito en España.
Llevaba el atractivo título de La gramática descomplicada, y se
explicaba en él de forma supuestamente sencilla todo lo que los
profesionales de esta disciplina presentan, al parecer, de manera
innecesariamente embarullada.
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
171
Nunca se ha dicho que la medicina sea simple y que los médicos
la compliquen, ni que la economía sea materia transparente, a
pesar de los esfuerzos de los economistas por hacerla esotérica.
Nunca se ha dicho, en efecto, de otras disciplinas lo que de la
gramática se dice con no poca frecuencia. Pero si la gramática
del español es simple, ¿por qué les cuesta tanto aprenderla a los
que estudian nuestro idioma como segunda lengua?; ¿por qué,
si son tan sencillos el modo subjuntivo, el uso del imperfecto
de indicativo o la posición del adjetivo, hacen sudar tanto a los
que enseñan el español a estudiantes que tienen otros idiomas
como lengua nativa?; ¿por qué, si la flexión verbal es diáfana, se
analizan una por una más de sesenta clases de verbos irregulares
en la Nueva gramática de la lengua española?
La gramática es sencilla para el que la usa de manera intuitiva
e inmediata, como igualmente sencillo es caminar, mantener
el equilibrio, hacer la digestión o lograr que nuestro corazón
bombee sangre. Todo lo instintivo es sencillo. Los problemas
surgen cuando filtramos el instinto por la conciencia, cuando
nos esforzamos por establecer generalizaciones que nos ayuden
a entender cómo funcionan las cosas, y especialmente cuando
intentamos comprender qué hacemos cuando encadenamos
palabras y expresamos significados complejos que llegan a los
demás, sin apenas percatarnos de que logramos con ello un
pequeño prodigio.
Da la impresión de que lo complejo para algunos autores
no es el idioma mismo, sino las pautas o las reglas que creemos
descubrir en él, o las normas que se dan para regular su uso.
También en este caso puede decirse que algunas de las críticas
injustas proceden de la boca y de la pluma de personas muy
notables. Todos ustedes recuerdan seguramente las sonoras
palabras de Gabriel García Márquez en Zacatecas. Decía el
maestro colombiano:
«[…] me atrevería a sugerir ante esta sabia
audiencia que simplifiquemos la gramática antes
de que la gramática termine por simplificarnos a
nosotros.»
172 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Entre los muchos comentarios que se hicieron a estas palabras
no encontré ninguno que dijera lo primero que a mí se me ocurrió
al leerlas en un diario: que todo el discurso de García Márquez
en ese acto estaba escrito en un castellano gramaticalmente
impecable; que el texto en el que se pedía la simplificación de
la gramática era un modelo de corrección gramatical en el que
no sobraba una preposición ni había una coma de más, un texto
en el que no podría detectarse ni un atisbo de anacoluto, ni un
solecismo incipiente, ni el más leve indicio de ese supuesto afán
simplificador.
Pero las críticas injustas no deberían ocultarnos las que no
lo son tanto. Se ha criticado muy justamente a las autoridades
académicas, a los pedagogos y a los especialistas en gramática
porque nuestra disciplina se enseña de manera deficiente, porque
los estudiantes no se interesan por ella y porque llegan incluso a
detestarla. La gramática se les presenta como un sistema externo
que nada tuviera que ver con su pensamiento, con su propia
naturaleza como individuos. Se les muestra como una especie
de horma impuesta y forzada, tan ajena a sus preocupaciones
como un código de derecho mercantil. Se les llena la cabeza de
términos que no comprenden y se les obliga a memorizarlos sin
que lleguen a entender nunca por qué se supone que son útiles
los conceptos que designan.
El estudiante entiende muy bien al profesor de biología
cuando este le explica la estructura del corazón porque sabe
que el corazón cuyo funcionamiento se le muestra es el suyo
propio. No entiende, en cambio, al profesor de lengua porque
cree que la lengua no le pertenece. Está convencido de que es de
los demás, de que pertenece a las instituciones, a las jerarquías,
a los políticos, a los profesores, a los académicos; cree que es de
todos menos suya.
Se ha dicho en múltiples ocasiones, casi siempre con escaso
éxito, que en las clases de gramática de la enseñanza secundaria
y del bachillerato hay tanto exceso de nomenclatura como
ausencia de reflexión; que se pone el acento en la terminología,
en la identificación y la rotulación —a menudo rutinaria—de
Ignacio Bosque: Doctor Honoris Causa, UAM
173
hechos y fenómenos; que no se fomenta la creatividad, que no
se cuida la percepción del matiz, la compresión del vínculo que
siempre existe entre la forma y el sentido; que no se hace patente
la conexión entre las mil piezas de ese rompecabezas que los
estudiantes han de memorizar una a una sin que se les llegue a
mostrar nunca la figura que entre todas conforman.
Nadie discute la necesidad de enseñar las destrezas
discursivas imprescindibles para leer, escribir y entender los
textos, pero se discute que la gramática —entendida como
reflexión elemental sobre la arquitectura del idioma—forme parte
de estos conocimientos básicos. Es como si se dijera: «Dígame
usted cómo se arranca este carro y cómo se maneja, pero no
me diga una sola palabra del motor que lo hace funcionar».
Esta reacción podría ser justa en el caso del vehículo, pero es
inapropiada si se aplica al idioma. La diferencia es muy simple:
el carro no está en nuestra cabeza; no forma parte de nosotros. El
idioma, en cambio, es parte de nuestro propio ser. Las palabras
no son el adorno de las ideas, sino el material del que están
hechas. La lengua no es un vehículo en el que nos subimos y del
que nos bajamos; es indistinguible de nuestra naturaleza porque
está integrada en nosotros mismos.
A los jóvenes les encanta hablar y escribir, comunicarse,
compartir sus experiencias. Les encanta hablar, pero… detestan
la lengua. Llegan a pensar que da igual cómo se digan las cosas
si consiguen hacerse entender. No cabe duda de que los docentes,
los pedagogos, las autoridades educativas y otros profesionales
tienen alguna responsabilidad en esta situación. Pero no solo
a ellos debe atribuirse que una de las más antiguas disciplinas
entre las humanidades se vea hoy postergada en algunos ámbitos
educativos y se considere en ellos innecesaria, cuando no
inconveniente.
La gramática formaba parte, junto con la lógica y la retórica,
del trivium medieval, las tres vías fundamentales que en la
antigüedad conducían al conocimiento de las humanidades. No
creo que la gramática recupere el lugar que en otro tiempo tuvo en
la educación, pero al menos deberíamos transmitir a la sociedad
174 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
que el sistema gramatical de una lengua no es algo de lo que uno
deba «liberarse». A los que ponen en tela de juicio su necesidad
deberíamos explicarles que la gramática no es un corsé, sino más
bien un andamio; que gracias a ella podemos entender cómo se
enlazan las palabras y se construyen desde las expresiones más
triviales hasta los versos más elevados, pasando por los sistemas
conceptuales más complejos o los mundos imaginarios más
inverosímiles. La gramática no es una estructura que nos oprima
o nos coarte, sino el armazón mismo de nuestro pensamiento.
Como escribió Alfonso X el Sabio hace siete siglos y recordaba
recientemente Salvador Gutiérrez, la gramática «faze el çimiento
de toda razon».
La enseñanza de la lengua no es un lujo del que podamos
prescindir. Uno puede amueblar mejor o peor su casa, pero
educar es amueblar la cabeza de los jóvenes, darles instrumentos
para pensar y crear, mostrarles las posibilidades de su propia
mente, y estos no son lujos, sino necesidades ineludibles,
verdaderos compromisos con ellos, con la sociedad, y hasta con
nosotros mismos. Hemos de llevar a las nuevas generaciones el
convencimiento de que el idioma no es un peso que nos oprima ni
una correa que nos ate ni un tributo que hayamos de pagar. Ojalá
sepamos hacerles ver que la lengua es nuestra mayor riqueza
personal; que el acceso a su conocimiento no solo los ayudará
profesionalmente, sino que los hará formarse como individuos y
crecer como personas. Ojalá sepamos hacerlo.
Muchas gracias.
Managua, 23 de abril de 2010
VII
DICCIONARIO DE
AMERICANISMOS
Diccionario de americanismos
177
Hispanoamérica en sus palabras
Jorge Eduardo Arellano
A SESENTA y un años de fundada, la Asociación de Academias
de la Lengua Española ha consumado su obra cumbre:
Diccionario de americanismos. No se trata del primero en su
género. En el siglo XX aparecieron más de una decena de
diccionarios generales del español de América. Citaré, en
orden de aparición, los de Augusto Maralet (1925), Francisco
Javier Santamaría (1942), Marcos Augusto Morínico (1966) y
Alfredo Neves (1973).
Consiste este diccionario en la obra más acabada de la
moderna lexicografía del español americano. Más aún: del
final de una resistencia intransigente —como la calificaba don
Ricardo Palma— de la matriz madrileña de nuestras academias,
iniciada a finales del siglo XIX.
Con el tiempo, esta actitud fue disminuyendo; pero no
debe olvidarse que la lista de americanismos remitidas por don
Ricardo a Madrid en 1892 —con motivo del cuarto centenario
del descubrimiento de América— fue rechazada por la RAE de
entonces. En consecuencia, el maestro peruano decidió editarla
por su cuenta, enriquecida, en dos volúmenes: Neologismos y
americanismos (1896) y Dos mil setecientas voces que hacen
falta en el diccionario (1903). Allí figuraba, por ejemplo,
gachupín: “voz despectiva con que, en México y otras
repúblicas, se apoda al español”; y que es ya obsolescente, tal
como se indica en el Diccionario de americanismos que hoy
nos convoca (página 1616). Gachupín con criollo, gavilán
con pollo —decía un refrán en las postrimerías de la época
colonial.
178 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Yo asistí el martes 3 de agosto a la presentación oficial en
la Academia Argentina de Letras, Buenos Aires, del Diccionario
de Americanismos (Asociación de Academias de la Lengua
Española, Santillana Ediciones, 2010). Y hoy, miércoles 25
del mismo mes, tengo el honor de iniciar su presentación en
la Academia Nicaragüense de la Lengua, señalando sus rasgos
generales, refiriendo sus antecedentes históricos y ejemplificando
algunas de sus entradas —entre voces, frases y locuciones—
que suman más de 70 000 y contienen, aproximadamente, unas
120 000 acepciones. ¡Todo un repertorio monumental del léxico
español de América!
Es decir, un léxico —el más completo hasta hoy, registrado
en 2 333 páginas— que no se comparte con el español general,
o sea, con los términos comunes a todos los hispano hablantes:
árbol, casa, vestido, desayuno, sangre, etc. En consecuencia,
han quedado fuera del Diccionario de americanismos (DA) los
vocablos que, originarios del continente, se usan habitualmente
en el español general, por ejemplo chocolate, cacique, canoa,
tomate, coca.
El DA pues, no establece contrastividad con el llamado
“español de España”: aquellos peninsulares o vocablos
restringidos a los cuarenta y tanto hablantes de la Madre patria
como cojonudo (formidable, estupendo), hostiar (pegar o
abofetear a alguien), gilipollas (bobo, estúpido, jactancioso),
pelas (dinero), pucherazo (fraude) y la locución tenerla en el
bote (ir a la fija). Su carácter diferencial no es el del Proyecto
de Augsburgo, cuyo Nuevo diccionario de americanismos tiene
en su haber publicados los volúmenes consagrados a Colombia,
Argentina, Uruguay, Cuba y Bolivia.
EL DA o Diccionario de americanismos recibió su título
definitivo el 2 de marzo de 2009 en Sevilla, cuando su texto
básico fue aprobado por el pleno de la Asociación de Academias,
tras un intenso proceso de preparación coordinado por el doctor
Humberto López Morales —Secretario General desde 1994—,
quien concibió y elaboró su planta, depurándose definitivamente
en la reunión de la comisión interacadémica convocada en
Diccionario de americanismos
179
El Puerto de Santa María. Pues bien, en el preámbulo a la
edición inicial de la planta, o diseño regulador de la macro y
la microestructura (Buenos Aires, Academia Argentina de las
Letras, 2005), López Morales explicó que el proyecto se realizaba
porque hasta ahora se disponía de cuatro elementos:
1. Los medios suficientes para dedicarse en firme a la
tarea; 2. Lexicógrafos de reconocida solvencia científica y con
amplia experiencia diccionarista en la gran mayoría de las 22
corporaciones que integran la Asociación; 3. Una tupida red
electrónica de comunicación, facilitadora de los intercambios
transoceánicos de manera inmediata; y 4. La conciencia real
y efectiva de que el proyecto se ejecutaba con la colaboración
entusiasta de todas ellas, impulsadas por la política panhispánica
de la Real Academia Española.
Desde hace rato, la RAE “se ha negado a seguir firmando
en solitario, los pilares más importantes de la unidad de nuestra
lengua”. Y, en este caso, a contribuir eficazmente a la realización
del DA; más aún, como lo indica en el prólogo el Director de
la RAE, Víctor García de la Concha, fue voluntad decidida de
la Asociación ofrecer el DA a la comunidad hispanohablante
“como su más importante aportación a la conmemoración del
Bicentenario de las Repúblicas Iberoamericanas”. Oficialmente,
el DA se presentaría en el V Congreso Internacional de la
Lengua Española, a celebrarse en la ciudad-puerto de Valparaíso
en marzo del 2010. Lamentablemente, el terremoto de Chile lo
impidió.
La obra, sin embargo, había entrado en la imprenta a mediados
de enero de 2010. Así consta en carta, suscrita en Madrid el 27
de enero de ese año y enviada por López Morales a Gerardo Piña
Rosales, Director de la Academia Norteamericana de la Lengua
y uno de sus más valiosos colaboradores. (Los Estados Unidos
es el país, después de México, que posee más hispanohablantes:
42 millones). Dice:
“Estimadísimo amigo: Cumplo con el muy grato deber de
informarle de que el manuscrito final de nuestro Diccionario de
180 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
americanismos, después de la revisión complicada y exhaustiva
de dos conjuntos de pruebas, acaba de ser entregado a las prensas
de la Editorial Santillana. Lo tendremos en el V Congreso
Internacional de la Lengua Española de Valparaíso, que será
celebrado a principios de marzo de 2010. Allí será también su
primera presentación oficial, a la que seguirán otras, tanto en
España como en América.”
“Se trata de un hermoso volumen de 25 000 páginas,
elegantemente diseñado y encuadernado, que consta —a falta de
recuentos definitivos— de unas 60 000 entradas, que superarán
las 200 000 acepciones (simples y compuestas, complejas,
fórmulas, locuciones y frases proverbiales), un diccionario
dialectal absolutamente original y novedoso en su concepción
lexicográfica, que sin duda hará época. A todos les consta,
porque de una manera o de otra todos hemos sido miembros
de este colosal equipo de trabajo, el gigantesco esfuerzo,
dedicación e ilusión que ha significado la realización de esta
ambiciosa empresa en relativamente poco tiempo. Ahora llega el
momento de que nos alegremos —¡y mucho!— de haber puesto
punto final a un proyecto soñado desde finales del siglo XIX y
vuelto a revivir en 1951, con la fundación en México de nuestra
Asociación de Academias de la Lengua Española.”
“Aunque siempre he entendido que se trataba de un trabajo
colectivo, de absolutamente todos nosotros, quiero agradecer con
mucha emoción a todos, y a usted en particular, el entusiasmo
que ha puesto en ayudarnos en esta gran empresa, hoy convertida
en hermosa realidad”.
En cuanto al aporte de Nicaragua, virtualmente fue
incorporado en el programa informático ARU (“lengua” en
aymará), preparado para el proyecto, que reúne los casi 150
diccionarios de americanismos (generales y nacionales) editados
desde 1975 hasta la fecha, incluyendo el Diccionario de uso del
Español en Nicaragua (2001), pionero en más de un sentido,
conocido por DUEN. Mas la Academia Nicaragüense tuvo en
su Secretario, y autor del DEN (Diccionario del Español de
Nicaragua, 2007), su responsable constante y ejemplar, auxiliado
Diccionario de americanismos
181
por la becaria y egresada de Escuela de Lexicografía Hispánica,
Hilda María Baltodano Reyes.
El Diccionario de americanismos (DA) se llamaba, en
realidad, Diccionario académico de americanismos; pero
en la segunda sesión de trabajo del 2 de marzo de 2009, ese
título se abrevió de acuerdo con la propuesta sustentada por
la Academia Nicaragüense. En el Congreso fundacional de
1951 fue bautizado como Diccionario de americanismos
(DA); a continuación, recibió el nombre de Diccionario
hispanoamericano de la Lengua (DAH), según ponencia del
uruguayo Adolfo Berro García leída en el II Congreso de
Madrid (1956); y más tarde fue designado como Diccionario
Académico de hispanoamericanos (DAH) en el Congreso de
1994 también celebrado en Madrid, tarea encomendada a la
Academia Puertorriqueña para su inicial ejecución. Poco
después se le denominó Gran diccionario de americanismos
(GDA) en octubre de 1996, durante el Encuentro de
Lexicógrafos en Montevideo —fui invitado con el colega Róger
Matus Lazo— para estructurar su primera planta y en 1998,
cuando el proyecto comenzó a tener vida, recibió el nombre de
Diccionario académico de americanismos (DAA).
Pero ese título era redundante —planteó la Academia
Nicaragüense a través de su Director. Al ser autora del
Diccionario, la Asociación de las Academias de la Lengua, el
adjetivo “académico” resultaba superfluo; por tanto, habría que
omitirlo. Gonzalo Celorio, Secretario de la Academia Mexicana
y Pedro Luis Barcia, presidente de la Argentina, secundaron
la propuesta. Sometida a votación, se aprobó unánimemente.
Además, la Nicaragüense, en aras de una mayor claridad y
precisión, sugirió que “académico” podría sustituirse por
actual, adjetivo que refleja su carácter sincrónico y de uso
no normativo del contenido de la obra, aparte de conservar el
acrónico con el cual el Diccionario había circulado desde hace
diez años: DAA. Sin embargo, no se consideró necesaria esta
especificación, modificándose el título al escueto: Diccionario
de americanismos (DA), inicialmente recomendado en 1951.
182 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Por cierto, uno de los promotores del proyecto entonces fue el
nicaragüense Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, fallecido al año
siguiente.
Aparte de su riqueza inagotable, el DA contiene un índice
sinonímico de 134 palabras, algunas de ellas consideradas
malsonantes o tabú por el criterio pudoris causa; pero el
DA es un diccionario usual (no normativo): recoge el léxico
creado y empleado en la lengua, como el sexual; de aquí que,
entre esas palabras, figuran incontables sinónimos de: ano,
coito, afeminado, homosexual, lesbiana, nalgas, pene, periodo
(menstrual), prostitutas, realizar el coito, testículo (s) y vulva,
aunque sin marcas geográficas.
Por eso diré que en Colombia el órgano femenino
recibe los nombres de arepa, biscocho, cosa, cuca, chimba,
chocha, chucha, pan, panela, panocha, papo, sapo y tórtola.
En Venezuela se le llama cuca, cuchara, cotorra, chuta,
cuchumina (en el ámbito rural) y peluda. En Panamá se le dice
micha, sinónimo de pan (“Subió la michita” informan, de vez
en cuando, los diarios), mota, pía, terrón, conejo y refiriéndose
al de las niñas, cucuchita.
En El Salvador se impone el vocablo pupusa, al igual
que pan, hoyo y rajadura. A su vez el vocablo más vulgar es
metedero; otros corresponden a campo, horqueta y guanábana.
En Costa Rica la designación más popular es mico. Pero
también se recurre a empanada, mano y panocho. En Honduras
predomina cuca (como en Venezuela y Cuba), peluche,
pupusa, cosa, pan, chimadero (el más vulgar), hoyo, mico y
guanábana. Y en Guatemala el nombre de mayor uso es pusa
(las dos últimas sílabas de pupusa).
¿Y entre nosotros? Basta citar que mi Léxico sexual de
Nicaragua (1998) estudio el tema, afirmando que se destacan
las voces relacionadas metafóricamente con frutas (anona,
mamey, mango, mango mechudo y especialmente papaya) y
con animales (araña, lora, mono, punche y sapo), entre casi un
centenar de denominaciones.
Diccionario de americanismos
183
En fin, el DA —como ha afirmado el presidente de la
Asociación de Academias de la Lengua Española— es “fruto
granado de la política lingüística panhispánica” que ha promovido
y ha estado al servicio de “la unidad del español sin menoscabo
de su rica y fecunda variedad”.
184 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Diccionario de Americanismos:
conociendo a nuestra familia
hispanoamericana
Hilda Baltodano Reyes
La obra Diccionario de americanismos, DA, está referida
a la magnífica recopilación del abundante léxico de los países
de habla hispana en América. Es una descripción exhaustiva
de los diversos vocablos y modismos que ponen de manifiesto
la riqueza cultural de los americanos y su percepción exclu­
siva del mundo, las innovaciones léxicas de naciones que
están en contacto con otras lenguas y culturas, que viven
una historia diferente, que evolucionan; así el Diccionario
de americanismos muestra la heterogeneidad del español en
tierras americanas, un español que se ha mantenido unido
gra­cias a la comunicación y comprensión de sus pueblos
hermanos.
Este trabajo lexicográfico fue creado en el seno de la Real
Academia Española y no habría sido posible sin la cooperación
de todas las Academias de los países hispanoamericanos que
integran la Asociación de Academias de la Lengua Española,
coordinada por su Secretario General, el doctor Humberto
López Morales, quien además es el director del proyecto.
Una de las características principales y novedosas del
Diccionario de americanismos es su planta o estructura, com­
puesta por una macroestructura que permite saber qué tipo de
vocablos están registrados y una microestructura, compuesta
por todos los elementos que contiene un artículo lexicográfico.
Podemos considerar algunos aspectos de la planta para valorar
la profundidad y alcance de este estudio.
Diccionario de americanismos
185
En la macroestructura, ¿qué es americanismo? Si bien
existen desde el punto de vista lingüístico diferentes conceptos
sobre este término, el DA concibe el americanismo como
aquellos vocablos de la lengua que se usan en el español de
América y no están presentes en el español de la península.
No se integran las palabras que provengan de sustratos o
lenguas indígenas ni que se hayan formado en este territorio,
si estas ya constituyen parte de la terminología acostumbrada
en España. Sí se consideran las palabras que pertenecen al
español general, pero en América tienen un significado original;
además de los préstamos y extranjerismos crudos o adaptados
a nuestra lengua. Es un trabajo dialectal y diferencial por
cuanto concreta los americanismos al vocabulario exclusivo
de los hablantes hispanoamericanos; también es de uso actual,
prioriza el vocabulario más empleado en nuestras tierras en los
últimos cincuenta años aproximadamente; aunque contempla,
con el consenso o aporte de las academias, las palabras menos
frecuentes o en desuso. Además, los lemas o entradas del
artículo reúnen unidades simples o complejas que pueden estar
formadas por dos o más palabras, desde una locución hasta una
frase proverbial.
De la microestructura se puede afirmar que contiene
abun­dante información codificada a través de marcas que
evitan la confusión en las definiciones de las palabras. Esta
infor­mación puede ser etimológica (origen de las palabras),
gramatical (sustantivos y adjetivos con su género respectivo,
verbo, adverbio, preposiciones, interjecciones y pronombres),
marcas diatópicas (país que emplea la palabra, de norte a sur
y de oeste a este), ámbito semántico (metáfora, metonimia),
frecuencia de uso, marcas geográficas (urbano, rural), registros o
comunidad de hablantes, valoración social (prestigiosos, vulgar,
tabú), estratificación social (culto o popular), estilo (esmerado,
espontáneo), marca pragmática (afectuoso, despectivo, festivo,
hiperbólico) y el contorno de las definiciones (en letra cursiva. En
ocasiones, un artículo lexicográfico puede contener la mayoría
de estos datos.
186 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
La macroestructura y microestructura del Diccionario de
americanismos se incluyen en una sección del llamada “Guía
del consultor”, desde la página XXXI a la página LVII, en las
que además se pueden apreciar las explicaciones que fueron
realizadas con términos de uso frecuente en Nicaragua y por
supuesto registradas con la marca diatópica de nuestro país.
Obsérvense estas características en el siguiente artículo
lexicográfico:
indio, -a.
I.
1. sust/adj. Mx, Gu, Ho, Ni, Pa, Co, Ec, Pe, Bo
,Ch, Py. Persona inculta, de mal gusto y modales
rústicos. pop ^ desp.
Entre los diversos significados registrados de la palabra
indio, no se encuentra el referido a procedente de la India ni
del indígena de América, porque estos conceptos pertenecen al
español general. Sin embargo, se encuentra este término usado
para persona inculta, de mal gusto y modales rústicos, que solo
nuestros pueblos americanos (México, Guatemala, Nicaragua,
Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Paraguay)
pueden emplear de forma despectiva.
De esta misma palabra, indio, se encuentran locuciones
y frases proverbiales, reflejo de la creatividad y humor de los
hablantes de cada país (para una mejor comprensión se debe
sustituir, en este caso, el símbolo “~” por la palabra indio; en
las marcas gramaticales encontramos loc. adv. para locución
adverbial, loc. sust. para locución sustantiva, fr. prov. para
frase proverbial; en las marcas diatópicas o países que emplean
estos términos se encuentran Bo:O para el oeste de Bolivia,
Ec. para Ecuador, Chi. para Chile, Cub. para Cuba, y Ni. para
Nicaragua).
Ejemplos de locuciones son:
a. || a lo ~. loc. adv. Bo:O. Con brusquedad y rudeza.
pop + cult → espon.
Diccionario de americanismos
187
b. || el ~.
i. loc. sust. Ec. Ch. Enfado, arrebato, conducta
colérica. pop.
ii. Cub. El Sol. pop.
[…]
f. || ~ viejo. loc. sust. Ni. Guiso hecho con masa de maíz,
carne y especias.
Tres ejemplos de frases proverbiales son:
a. || ~ comido, ~ al camino. fr. prov. Ho, ES. Indica
que alguien se ha ido de un lugar sin despedirse y a la
carrera. (indio comido puesto al camino).
[…]
c. || ~ comido puesto al camino. fr. prov. Gu, ES, Ho,
Ni, CR. indio comido, indio al camino.
[…]
e. || no tiene la culpa el ~, sino el que lo hace su
compadre. fr. prov. Mx, Ho. Indica que la responsabilidad
en el resultado de una acción recae en la persona que
permite que otra persona cometa dicha acción, y no en
el ejecutor mismo.
f. || un ~ menos, una tortilla más. fr. prov. Ho, ES, Ni.
Indica que cuando se muere un indio no se pierde nada,
más bien se gana. desp.
Podemos notar que estas frases proverbiales son usadas
en México y Centroamérica, países que han sido reconocidos
por el lingüista Pedro Henríquez Ureña como una misma zona
dialectal, por compartir muchas características similares en su
habla, especialmente en su léxico de origen indígena.
Pero este no es el único ejemplo de los términos y conceptos
que coinciden entre los países hispanoamericanos. Realmente
nuestros pueblos comparten muchos más y no solo con países
vecinos sino con otras regiones más lejanas. Palabras indígenas
introducidas en el español desde la Conquista, han adquirido
en cada país un concepto propio originado por situaciones
históricas, psicológicas y sociales, como es el caso de la palabra
guaca. El término guaca y su variante huaca, del quechua waca,
188 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
se registra con significados exclusivos de los países de América
Central y del Sur. Sin embargo Nicaragua, Honduras, Cuba y
hasta Ecuador comparten el significado siguiente: hoyo donde
se depositan frutas verdes para que maduren; y para Nicaragua,
Costa Rica, Panamá y Ecuador, con el significado aplicado en la
política: escondite y lugar para esconder cosas de valor.
La palabra argolla, del árabe hispano alḡúlla, y este
del árabe clásico ḡull, cepo, en el español general refiere a
instrumento hecho de dos maderos gruesos; pero en la mayor
parte de los países de América, aunque poco usado, es el anillo
de compromiso o matrimonio; sin embargo Guatemala, El
Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Ecuador y Perú, por
metáfora la usan despectivamente como “conjunto de personas
que monopolizan el gobierno, las decisiones o el dominio en
una institución, empresa o en cualquier otro tipo de agrupación”;
podemos agregar además el significado eufemístico y muy
humorístico de ano para El Salvador y Nicaragua.
No puede faltar el empleo de voces extranjeras en nuestra
lengua, como blue jeans, del inglés, que se manifiesta en diversas
variantes tales como: blue jean para Bolivia; blue jeans, por
supuesto para los hablantes hispanos de Estados Unidos; blujín,
poco usado en El Salvador y el de uso más común bluyín,
completamente adaptado a la grafía del español, para Honduras,
El salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Cuba, Colombia,
Venezuela, Perú y Chile, referido al pantalón de algodón grueso,
ceñido y en general tirando a azul; pues ya sabemos que un
bluyín también puede ser negro, rojo, café y hasta blanco. A
este podemos agregar la derivación bluyinear, verbo usado por
los jóvenes en Colombia para referir al tocamiento lascivo por
encima de la ropa.
Y si se desea ampliar el vocabulario de los jóvenes y
comunicarse mejor con ellos, recuérdese que quieren decir no,
cuando utilizan expresiones como nel, nel pastel en México
y Centroamérica, excepto Panamá; neles, en Honduras y El
salvador o los nombres propios nela en Cuba, neli en Guatemala
y nelson en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Perú.
Diccionario de americanismos
189
Para la misión de verificar el uso de los vocablos de este
diccionario se contó con la ayuda de las academias de cada país.
Esta se realizó en un período de dos años con extensas jornadas
de trabajo. Los borradores eran enviados desde la Real Academia
Española, y sus impresiones eran folletos desde 300 a 1500 páginas
cada letra. En esta tarea la Academia Nicaragüense de la Lengua
contó con la experiencia idiomática del coordinador del DA por
Nicaragua, D. Francisco Arellano Oviedo y su obra Diccionario
del español de Nicaragua (2007, 2008 y 2009) que, en palabras
del doctor López Morales, “este texto pone de manifiesto la gran
riqueza léxica propia de la región, prácticamente ignorada hasta
ahora”, es decir hasta su publicación; también se cotejó con
la obra Diccionario del habla nicaragüense de Alfonso Valle
(1972); Vocabulario nicaragüense de Cristina María van der
Gulden (1995); El habla nicaragüense y otros ensayos de Carlos
Mántica (1994), pues como él se considera que “se habla bien
cuando se habla como la gente y se dice bien si así es como se
dice”; además documentos de periódicos y revistas disponibles
en Internet. Pero sobretodo se investigó en el habla de la gente:
galleros, artesanos del tabaco, cafetaleros, empresarios, músicos,
mecánicos, pescadores, mercaderes, maestros, beisbolistas,
amas de casa, ancianos, niños, jóvenes universitarios, en fin en
el habla de toda nuestra población.
El Diccionario de americanismos posee un cuantioso
repertorio que refleja la fertilidad ilimitada de los vocablos
y modismos propios de nuestra Patria, Nicaragua, y demás
naciones del continente. No cabe duda que el nicaragüense verá
reflejado en este estudio su espíritu y cultura; de igual manera
confirmará, a través de este texto, el léxico de pueblos hermanos
que, gracias a los medios de comunicación han penetrado en
nuestro territorio; pero más aún apreciará el caudal lingüístico
de otros pueblos menos conocidos, que como nosotros, lograrán
trascender las fronteras geográficas del continente y el mundo.
Managua, 25 de agosto de 2010
190 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
El Diccionario de americanismos:
espejo de la identidad
de nuestros pueblos
Francisco Arellano Oviedo
PARA los estudiosos de la lengua española, siempre fue
una ilusión contar con una obra como el Diccionario de ame­
ricanismos que ahora presentamos. Esta tarea que fue muchas
veces postergada ha sobrepasado la imaginación de cuantos
alguna vez pensamos en su culminación. Una realización
temprana habría privado a esta obra del instrumental técnico
y científico que ahora tiene la Lexicografía moderna, que es
la ciencia que se ocupa de los diccionarios; en la actualidad la
Lexicografía es considerada como una disciplina o ciencia de
la Lingüística y no como un aspecto de la Morfología. En este
nuevo contexto, la Lexicografía actual es una disciplina como
la Fonética, la Fonología, la Gramática, la Semántica y la
Sociolingüística, que juntas forman la Lingüística moderna.
El Diccionario de americanismo, DA, en su aspecto científico,
mucho debe a la Lexicografía y la Sociolingüística sin omitir,
por supuesto, los aspectos gramaticales presentes en el corpus:
clasificación de género de los lemas, categoría gramatical de los
mismos, clasificación de los verbos, determinación de locuciones,
si estas son sustantivas, adjetivas, verbales o adverbiales. La
Sociolingüística ha permitido codificar a través de las marcas
elegidas en la microestructura, otro tipo de información que
contiene la obra: niveles del lenguaje según tono e intención del
usuario, calificación de las unidades del corpus, de conformidad
con la norma y lugar de uso y frecuencia generacional, actividad
principal del usuario… De manera que este diccionario es más
que un simple listado de palabras ordenadas alfabéticamente.
Diccionario de americanismos
191
La década que se cierra este año, 2010, ha sido una década de
oro en la historia de la Asociación de Academias de la Lengua
Española que preside y coordina en el trabajo la institución
fundadora, la Real Academia Española; en materia lingüística se
han presentado el Diccionario de la Lengua Española, conocido
como DRAE, edición XXII, 2001; Diccionario panhispánico
de dudas, DPD, 2005; Diccionario del Estudiante, 2005;
Diccionario esencial de la lengua española, que contiene los
avances de la última edición del DRAE, después de cinco años
de avance, 2006; Nueva gramática de la lengua española, dos
volúmenes, 3885 páginas, 2009; Manual de la nueva gramática
de la lengua española, 993 páginas, 2010; Diccionario de
americanismos, DA, 2333 páginas, 2010. Y en noviembre de
este año quedará aprobada la Ortografía que sustituirá la que
está vigente, que es de 1999. Nos hemos referido a las obras
lingüísticas de carácter panhispánico, sin tener en cuenta las
literarias que también se han publicado como: Don Quijote de
la Mancha, IV Centenario, Cien años de soledad, de Gabriel
García Márquez, antologías poéticas de Pablo Neruda y de
Gabriela Mistral…
Todas las obras lingüísticas mencionadas son panhispánicas,
no solo porque han sido realizadas con la colaboración de
equipos de académicos de todos los países donde se habla
el español sino porque en todas ellas se ha considerado la
lengua en su totalidad, en sus diferentes niveles diatópicos,
diacrónicos, diastráticos y porque la norma culta de cada país se
ha tomado en cuenta para las obras esencialmente normativas:
el diccionario, la gramática y la ortografía.
Se ha dicho que el DA es el diccionario más completo del
léxico americano y sus 2333 páginas, más de 70 000 lemas y
más 120 000 acepciones así lo prueban; se ha afirmado que es
una obra actual y esto es así no solo por su reciente publicación
sino por la modernidad de su concepción y, particularmente,
por su valioso contenido que en su conjunto era totalmente
desconocido; se ha manifestado que este diccionario es
descriptivo y no normativo; la razón de estas características
tiene que ver con el propósito de la obra que es dar a conocer
192 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
el léxico diferencial o propio de cada país; muchas de estas
palabras descriptivas de una particularidad de la realidad se
generalizarán y se impondrán en sectores más amplios de los
hablantes y entonces su escritura, fonética y semántica se
convertirán en norma para el sector o región de uso.
De todas estas obras panhispánicas, el DA nos llena de
mucha alegría, satisfacción y acaso, también de orgullo pues
en su construcción hemos puesto algo de nuestro cariño,
compromiso, conocimiento, compañerismo y corazón que
unidos a los esfuerzos de los otros colaboradores suman un gran
amor. El DA es una obra que une y reúne aquello que auguraba
Rubén Darío y que es ahora divisa de nuestra Academia: En
espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua. Recoge los
sustratos de nuestras lenguas indígenas, las realizaciones
antiguas de cara al futuro, la magia y los colores del trópico
en contrapunto con las alturas andinas y cumbres de Machu
Picchu; el esplendor y resplandor de atahualpas y moctezumas,
la sabiduría de los nicaragua y la fuerza de caupolicanes. El DA
es una obra que viene de nuestras raíces e ilumina la identidad
de nuestros pueblos.
Aun cuando el proyecto del DA es centenario, puedo contar
a los presentes que he conocido y contribuido en lo posible
con sus principales protagonistas; aquellos que no pusieron la
primera piedra, pero sí las bases, la armazón y el techo, entre
estos: Víctor García de la Concha, Director de la Real Academia
Española y presidente de la Asociación; Humberto López
Morales, Secretario General de la Asociación de Academias de
la Lengua Española y Director del proyecto; José Moreno de
Alba de México; Alfredo Matus Olivier de Chile; Pedro Luis
Barcia de Argentina; José Manuel Blecua de la Real Academia
Española; Atanasio Herranz, español que pertenece a la
Academia Hondureña de la Lengua. Participé por Nicaragua
en los últimos congresos de la Asociación de Academias de la
Lengua Española en los que se tomaron decisiones oportunas
y decisivas para ejecutar este proyecto. En 1998, mocioné en
Puebla, México, en favor de una nueva gramática y en 2002 lo
hice en favor de los términos del beisbol; traté de demostrar
Diccionario de americanismos
193
que la mayoría de estos se pueden usar sin violar las normas de
nuestra fonética y por tanto debían incluirse en el DRAE.
En 2002, representando a Nicaragua como miembro de la
Comisión Permanente, dediqué tres meses a tareas del DRAE
en comisión ad hoc que dirigía D. Fernando Lázaro Carreter, a
la revisión de un lexicón de chilenismos durante las sesiones de
la comisión que dirigía D. Humberto López Morales y en horas
de trabajo individual revisé los lemas centroamericanos que
aparecían en el DRAE, 2001. Al regresar a Nicaragua revisé
y envié aportes para la planta del DA; todavía en esa fecha, la
planta era un pequeño folleto.
Este era fruto de las concepciones que tenía D. Humberto
López Morales más los aportes de académicos que trabajaron
algunos días con este propósito en Uruguay. En 2007,
nuevamente en la Comisión Permanente, en Madrid, me
correspondió revisar la base de datos ARU que contenía los
americanismos del DRAE, aproximadamente 28 000 vocablos.
De estos, pertenecían a Nicaragua 1012. En esa fecha ya había
aparecido en Nicaragua la primera edición del DEN y entonces
pude aumentar, en la base de datos mencionada, los lemas de
Nicaragua, de 1012 a 5400 palabras.
En los años siguientes, 2008 y 2009 se enviaron más palabras
que las dos últimas ediciones del DEN había incorporado. La
revisión del DA se hizo a través de la comunicación electrónica
entre 2008 y 2009. Al frente de esta tarea estuvieron, por
Nicaragua, la dos veces máster Hilda María Baltodano Reyes;
ella empezó la tarea en lo referente a nuestro país en Madrid
y la concluyó en Managua; quien les habla inició la tarea en
2000. El Diccionario del español de Nicaragua, DEN, que está
en la base de datos de la Asociación, fue el principal referente
para Nicaragua. Para su elaboración, lo he dicho antes, partí
de las experiencias que en la materia habían realizado en
nuestro país Carl H. Berendt, Alfonso Valle, Alejandro Dávila
Bolaños, Ernesto Miranda Garay, Carlos Mántica Abaunza,
Cristina María van der Gulden, Fernando Silva, Jorge Eduardo
Arellano y las palabras que encontré en las obras de mis
194 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
colegas académicos, escritores, cantautores y la recogidas en
mercados, caseríos, zonas rurales, grupos de jóvenes, clínicas,
talleres y cantinas (este último término según la acepción
nicaragüense). Yo he citado para la compilación de mi trabajo a
más de ochenta autores nacionales y más de 120 obras; téngase
en cuenta la cantidad de veces que se ejemplifica con textos
de Fernando Silva, Gloria Elena Espinoza de Tercero, Carlos
Alemán Ocampo, Sergio Ramírez, Julio Valle Castillo y Carlos
Mejía Godoy… y tantos otros que ahora por razones de espacio
y tiempo no es posible mencionar, pero aparecen en el DEN.
De manera que el léxico de Nicaragua en el DA es
significativo particularmente si consideramos que somos
un país de cinco millones y medio de habitantes y aunque
geográficamente somos el país más extenso de Centroamérica,
tenemos menos población que El Salvador y Guatemala; si
tenemos en cuenta esos dos elementos población y territorio,
somos un país cuya población es varias veces menor que la
población de la ciudad de México o Buenos Aires; en territorio
y población más pequeño que Venezuela, Colombia, Bolivia,
Perú y en población menor que Cuba. Señalamos estos
elementos porque la creación de palabras guarda relación
con la cantidad de población y con la diversidad del medio.
Valorando esos elementos Nicaragua, seguramente, está por
encima de la media aritmética en cuanto al número de palabras
por país que contiene el DA.
No hemos podido determinar todavía cuántos lemas con
la marca de Nicaragua tiene este Diccionario, pero sí son
abundantes. Es difícil encontrar páginas en que no aparezca la
marca de nuestro país, sea lema compartido con un país vecino
o con un país distante. Encontramos lemas en uso exclusivo
para Nicaragua y otros los compartimos con regiones y con
múltiples países.
Compartimos con un país vecino:
¡adentro! interj. ES, Ni. Usado para dar ánimo: ¡adentro,
Cojutepeque! —cantan en El Salvador.
Diccionario de americanismos
195
¡Adentro mis muchachos! —dijo en Masaya
el monseñor de los pobres.
aka. m. Ho, Ni. Metralleta semiautomática de
fabricación rusa.
babasal. m. Ni, CR. Gran cantidad de baba.
¡caballada! interj. Ni, CR. Algo excelente.
chachagua. f. Ho, Ni. Dos frutos unidos por la misma
cáscara. cilampa. f. Ni, CR. Lluvia tenue.
daiper. m. ES, Ni. Pañal de tierno.
gacilla. f. Ni, CR. Alfiler que se abrocha de tal manera
que su punta queda dentro de un gancho.
machetón, a. ES, Ni. Persona tosca.
Encontramos lemas compartido con un país distante:
acostada. f. Ni, Ch. Reposo de alguien en la cama para
descansar o dormir.
chacueco. adj. Mx, Ni. Dicho de algo mal hecho.
chancha. f. Ni, Pe. Dinero reunido entre varios para
compartir un gasto.
dagazo. f. Ni, Bo. Herida hecha con la daga.
fresco, a adj. Ni, Bo. Dicho de alguien que es
descuidado.
fruncido, a. adj. Mx, Ni. Referido a una tela mal cosida.
maceada. Verificamos
centroamericano:
f. Ni, Bo. Apuesta.
lemas
compartidos
en
el
sector
afuerear. tr. Ho, ES, Ni. Salir alguien a defecar.
barajustada. f. Gu, Ho, ES, Ni. Huida impetuosa de la
persona o del animal. Además de la región
centroamericana, este vocablo tiene uso en
Ve.
chabela. adj. Ho, ES, Ni. Referido a cosa de mala
calidad.
chachalaca. f. Mx, Gu, Ho, ES, Ni. Persona parlanchina.
196 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
fulearse. prnl. Gu, Ho. ES, Ni. Comer hasta hartarse.
Con el significado de ´llenar de combustible
el tanque´ es tr., y se usa en Gu, Ni, CR, y
PR.; Con el significado de ´llenar de algo un
recipiente´, es tr. y se usa en Ho, ES, Ni.
gabacha. f. Gu, Ho, ES, Ni, CR. Prenda de vestir
holgada, generalmente de color blanco, usada
en laboratorios, hospitales, peluquerías y
salones de belleza.
pisador, ra. adj. Gu, Ho,Ni. Referido a persona aficionada
a practicar el acto sexual.
reloj. m. Ho, Ni, CR. Corazón de la persona y
también tiene el significado de ´hoyo del
calcetín´ compartido con Ho.
Verificamos lemas compartidos con países distantes. Así:
chancletear. tr. Ni, Cu, Co. Ve, Ar. Andar arrastrando los
pies.
churrete. m. Ni, Ec, Ch. Evacuación del vientre, líquida y
con presión.
cundido, a. adj. Ni, Cu, RD, PR, Co, Ve. Lleno o
cubierto de algo nocivo o no conveniente;
lo compartimos con Ho, ES y RD, referido
a cosa o lugar lleno de personas o animales;
y lo compatimos con Ho y ES, referido a
planta llena de flores o frutos.
encanado, a. adj. Ni, Cu, Co, Ve, Bo, Ec, Ch, Ar. Ur.
Referido a alguien que está en prisión.
frigorífico. m. Ni, Co, Ec, Pe, Bo, Ch, Py, Ar, Ur.
Establecimiento industrial donde se donde
se encuentra todo tipo de carne para su
conservación.
pispireto, a. adj. Ni, Py, Ur. Referido a persona vivaz;
también se usa con el sentido de persona
coqueta en Mx, Gu, Ho, Ni, Ur.
Diccionario de americanismos
197
Por supuesto que encontramos lemas de uso exclusivos de
Nicaragua. Así:
ababiecarse. prnl. Ni. Distraerse mirando a alguien o algo.
babazón. f. Ni. Salivación abundante.
bacán. m. Ni. Fiesta bulliciosa.
bajín, m. Ni. Recompensa ilícita obtenida por un
servicio.
cabrearse. prnl. Ni. Preocuparse por algo o por la
presencia de alguien.
chafista adj. Ni. Persona bromista.
chagüite. m. Usada por varios países, pero solo en
Nicaragua tiene los significados de ´discurso
político´ y de ´llaga de la caballería´.
chanfaina. f. Ni. Usada con diferentes acepciones por
varios países, pero solo en Nicaragua tiene los
significado siguientes: ´comida hecha con la
cabeza del cerdo´, ´exposición desordenada´
y ´producto de mala calidad´.
compactar. tr. Ni. Reducir el número de empleados en una
empresa o institución.
dacron. m. Ni. Tipo de tela.
fachadismo. m. Ni. Política administrativa que consiste en
aparentar que se actúa.
¡fuche! interj. Ni. Expresa rechazo.
gaspar. m. Ni. Persona delgada.
lejío. m. Ni. Emanación del difunto.
licuriaco. m. Ni. Persona que repara objetos domésticos.
mameyudo, a. adj. Ni. Referido a persona de cabeza grande
||2. Persona inteligente.
piquinyuqui. m. Ni. Trago de licor.
piruca. m y f. Tomador consuetudinario, generalmente
indigente.
pisporrazo. m. Ni. Golpe fuerte.
quebradera. f. Ni. Escurrimiento vaginal de un líquido
seroso que algunas mujeres sufren tras el
período menstrual.
198 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
quebradora. f. Ni. Fiebre de origen viral acompañada de
dolores por todo el cuerpo.
¡raflá! interj. Ni. Expresa la rapidez con que se hace
algo.
rebuznar. intr. Ni. Cometer un error al hablar.
rebuzne. m. Error grave al hablar.
reconcentrarse. prnl. Ni. Reunirse varias personas para un
mismo fin.
recupere. m. Ni. Botín que resulta de una acción armada.
||2. Obtención del total de una parte de algo
que estaba perdido o robado.
sacadora. f. Ni. Mujer que, con coqueterías, quita dinero
a los hombres.
sampajagua. adj. Ni. Referido a persona que se mete en
asuntos ajenos.
sanjuaniar. tr. Ni. Lavar la ropa rápido y mal.
sanjuliana. f. Ni. Ano de la persona.
santolear. tr. Ni. Administrar a alguien la extrema­
unción.
tábano. m. Ni. Cobrador impertinente.
tabaquera. f. Ni. Insulto verbal.
tajonear.
tr. Ni. Azotar a alguien con un látigo.
talolinga. f. Ni. Lodazal.
uantú. m. Ni. En el boxeo, golpe de derecha y después
de izquierda. ||2. Alianza entre dos personas
para algo.
¡uyuyuy!
interj. Ni. Expresa que alguien no siente
ningún temor o miedo de algo o alguien.
También encontramos lemas plurimembres ya sea derivados
de verbos o de sustantivos, helos aquí:
dejarse. prnl. Ni. Significa la finalización de una
relación amorosa, pero de este verbo, en
su forma transitiva y pronominal, tenemos
locuciones o lemas plurimembres como los
siguientes:
tr: ~ a medio palo. loc. v.: no concluir algo.
tr: ~ a pie. loc. v.: robarle todo a alguien.
Diccionario de americanismos
199
tr: ~ como semáforo. loc. v.: dejar en espera a alguien.
tr: ~ con los colochos hechos. loc. v.: dejar listo a alguien.
tr: ~ el cacaste. loc. v.: morir alguien en una acción.
tr: ~ el ombligo en... loc. v.: nacer alguien en…
tr: ~ el tren. loc. v.: quedarse alguien soltero.
tr: ~ a alguien en el petate. loc. v.: arruinar a una persona.
tr: ~ en la lona. loc. v.: ganar un boxeador a otro por
nocaut.
tr: ~ en la luna. loc. v.: permanecer alguien sin entender.
prnl: ~sela meter | ~sela zampar. loc. v.: aceptar una mentira
y también la otra acepción.
Como ejemplo de lemas plurimembres derivados de
sustantivos tenemos de Nicaragua:
gallo. m. En Mx., Ni., Py. Significa candidato de preferencia.
||2. En Gu., Ho., ES., Ni. Significa clítoris de la mujer. ||3. En
Ni. Significa jefe de pandilla. Pero este sustantivo da origen a
los lemas plurimembres siguientes: ||4. ~cumbo. loc. s.: gallo
de pelea sin cola. ||5. ~fino. loc. s.: gallo de raza. ||6. ~gallina.
loc. s.: persona miedosa. ||7. ~giro. loc. s.: tipo de color, plumas
negras y doradas. ||8. ~pinto. loc. s.: comida típica de frijoles
con arroz. ||9. ~tapado. loc. s.: candidato reservado para el
último momento. ||10. sopa de ~. loc. s.: la que se hace con el
gallo muerto en la pelea.
El término gallo ha dado origen a las frases proverbiales
siguientes:
Cada gallo en su patio. / El que es ~ donde quiera canta. /
El ~ viejo con el ala mata. / Más claro no canta un ~.
Concluyo, pues, valorando el DA como una obra
monumental, soñada, ansiada, realizada con entusiasmo y
cooperación de especialistas de todas las latitudes americanas.
Describe esta obra, con vocablos aparentemente inconexos,
la historia, el paisaje, la flora y la fauna del continente; así
como la anatomía y los sentimientos de sus habitantes. En este
diccionario los nicaragüenses nos vemos y nos reconocemos
200 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
como creativos e ingeniosos, con gran sentido de la plasticidad,
del humor y la picardía en la creación de las palabras.
Y como no hablamos de las comidas, les recuerdo que hace
rato pasó la hora del indioviejo o del caballobayo; ya llegó la
hora del gallopinto, pero la Embajada de España, en esta ocasión,
les ofrece con verso de Rubén Darío a Berceo: un vaso de bon
vino. ¡Gracias!
Managua, 25 de agosto de 2010
Salón “Papa Otto”
Edificio Invercasa
VIII
DOCUMENTA RUBENDARIANA
Rubén Darío, fotografía tomada de la obra El archivo de Rubén Darío
(Buenos Aires, Editorial Losada, 1943), compilado por Alberto Ghiraldo.
Documenta rubendariana
203
Fervor y apoteosis del “Canto a la
Argentina” en su centenario
Jorge Eduardo Arellano
El Canto a la Argentina, donde dice el
poeta su visión ardiente de alucinado
ante el presente y el futuro de la república
Argentina que… sangre universal / absorbe
para dar vida al orbe entero… añade al
principado lírico de Rubén Darío el título
de poeta civil.
Alexandre Plana, La Vanguardia.
Barcelona, 21 de enero, 1915.
EL MÁS alto y apoteósico homenaje en verso que se le ha
tributado a la patria de San Martín, Sarmiento y Mitre, entre otros
próceres civilizadores, es el “Canto a la Argentina” de Rubén
Darío, escrito en París a partir de diciembre, 1909 y concluido, a
lo sumo, en abril de 1910.
Publicado en un libro especial el 25 de mayo de ese año,
le produjo a su autor la mayor retribución económica otorgada
en su vida: ¡diez mil francos! Una suma superior a la que había
recibido cualquiera de sus libros; más aún, superior a la que
había logrado obtener con todos sus libros juntos.
Por algo, aparte de Nicaragua, Argentina fue el país de
América donde Rubén vivió más tiempo. Cinco años, tres meses
y veinticinco días: del 13 de agosto de 1893 al 8 de diciembre de
1898; lapso durante el cual encabezó el movimiento modernista
y editó sus dos libros renovadores: Los raros y Prosas profanas;
posteriormente seis días: del 19 al 24 de agosto de 1906, a raíz
204 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
de su participación en el Congreso Panamericano de Río de
Janeiro; y seis años después, más de cuatro meses: entre el 8 de
agosto y mediados de diciembre de 1912, en gira de la revista
Mundial.
Tanto se integró Darío a la vida artística de Buenos Aires y
amó intensamente a la Argentina, que este país fue llamado por
él su patria intelectual primero y luego su segunda patria de
encanto. Pero —lo más importante— es que, de acuerdo con su
ideología de la latinidad, veía en Argentina —junto con Brasil y
Chile— un posible muro de contención frente al expansionismo
imperial del Norte. Así, en 1897, aseguró en su prosema “A la
Argentina”: Has podido oponer al águila yanqui el cóndor.
Su pre-texto
Se trata de una oda en prosa, muchísimo más breve que el
“Canto”, del cual constituye su pre-texto paralelo. Escrita trece
años antes, anticipa el contenido de aquél. Por ello vale la pena
difundirla:
Corazón de América y brazo del futuro americano.
Dueña del sol de mayo.
Madre de luchadores, patria de corazones.
Tierra en que germinan semillas de porvenir.
Pampa inmensa donde el sol se expande y los rebaños, el
trigo, el avestruz y el potro tienen existencia.
Matrona de bronce, que tuviste por sangre y hierro tu
libertad.
Fecunda y misteriosa protectora de las razas del mundo,
que pones en cada una de ellas tu germen autóctono.
Comodora de la bandera blanca y azul, que en la escuadra
de América presentas tu sol delante de todas las estrellas
Gloria y amor a ti, ¡oh Argentina patria!
Un galope de pegasos nuevos, anunciando triunfos, nació
de las naciones latinas, y tus hombres de obra trabajan en
siembras de ciudades y de ideas.
Has tenido el talismán que ha ahuyentado la guerra. Has
podido oponer al águila yanqui el cóndor.
Documenta rubendariana
205
Y tu bella sangre, ¡oh Argentina!, comunica su ritmo al
vibrar de todo el Continente.
La estatua de la Libertad está levantada delante de la
ciclópea Nueva York; el simulacro de la vida futura de la
América Latina debe levantarse, triunfante, delante de
Buenos Aires.
Como en el crisol el oro, en ti se purifican la sangre y los
pensamientos de todos los pueblos.
Como en la pampa el potro, en tu cielo vuela libre el
pegaso.
Y la ciudad de los sueños que vienen será Buenos Aires.
Tal lo esperan los hijos de la Visión; tal lo aguardan los
ausentes de la Esperanza; tal lo miran los ciudadanos y los
obreros de la Atlántida.
Gloria por los colores de tu pabellón.
Gloria por la fuerza de tu historia y por San Martín, Belgrano
y Moreno.
Amor a ti, nación de las naciones de América.
Amor a ti, porque eres nuestra abanderada continental.
Porque en ti alienta la santa vitalidad latina.
Y porque en tus palpitaciones, ¡oh corazón de América! Yo
creo escuchar la música del universo futuro (en Darío, IV,
1955: 450-452).
Contexto histórico
“En la balanza que forma el continente americano, es la
República Argentina la que hace el contrapeso a la pujanza
yanqui, la que salvará el espíritu de la raza y pondrá coto a más
que probables y aprobadas tentativas imperialistas” —escribió
asimismo en París, julio de 1911. “Por eso —añadía— el
mundo fija la mirada en ese gran país del Sur, de apenas siete
millones de habitantes, que rivalizará en más de una empresa
agraria, pecuniaria o financiera con el otro gran país del Norte
cuya población pasa de ochenta millones” (Darío, 1997: 31).
He aquí, en esencia, la convicción que animó al nicaragüense
universal para elaborar su “Canto a la Argentina” un año
antes.
206 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Y añadía Darío, definiendo y resumiendo la historia de los
argentinos: “Pueblo formado con savia española, que heredara
todas las cualidades y defectos de los conquistadores, con
agregación de nuevos elementos, inició su independencia con
hechos épicos, sufrió las consecuentes agitaciones y revueltas en
un estado de ensayo; soportó los soplos del pampero anárquico y
se desangró en choques intestinos; supo lo que pesa el plomo y
el hiero de las tiranías, se revolvió contra ellas; fue poco a poco
iluminando su propia alma, el alma popular y enseñó a Demos
la verdadera diferencia entre la civilización y la barbarie; cuida
de la escuela y la universidad; propaga la cultura y progreso;
levanta y da brillo a la organización parlamentaria; ve que en
el seno de la tierra está la mayor de las riquezas” (Darío, 1997:
31-32).
Y prosigue Rubén trazando, panorámicamente, el auge que
la república Argentina había protagonizado de 1880 a 1910, es
decir, durante el período que corresponde en América Latina
la implantación del modo de producción capitalista en escala
continental: “Se preocupa de las cuestiones económicas que
son las cuestiones vitales; por la eliminación o por cruzamiento
comienza la formación de una raza flamante; recibe sangre viva
y músculo útil de los cuatros puntos del globo; echa al olvido el
daño español del pronunciamiento y el mal hispanoamericano
de la revolución; crece, se hace fuerte al amparo de una política
de engrandecimiento económico, hace que las grandes potencias
la miren con simpatía, y celebra su primera fiesta secular con el
asombro aprobador de todas las naciones de la tierra” (Darío,
1997: 32).
El centenario de la independencia
Tal era “la nueva y gloriosa Nación”, cantada por el himno
de los argentinos, que propiciaría el primer centenario de
su independencia el 25 de mayo de 1910. El ambiente era de
regocijo: se enaltecían —al decir de Mireya Camurati— “no
solo las glorias pasadas, sino la prosperidad y enorme desarrollo
del presente” (Camurati, enero-junio, 1989: 104). Si bien luego
se calificarán estas actitudes como “las ilusiones del centenario”,
Documenta rubendariana
207
la imagen era válida. Al respecto, señaló un historiador
contemporáneo: “Aunque como país periférico y dependiente,
la Argentina crecía. Aumentaban las cifras de sus exportaciones
agropecuarias, así como la extensión de sus vías férreas; se
secularizaban las instituciones, y el capital extranjero, después
de la crisis de 1890, volvía a mostrarse confiado en el orden de la
república oligárquica” (Halperin Donghi, 1969: 214-215).
Entonces La Nación, el gran diario porteño y representante
de esa república oligárquica (lo había fundado Bartolomé
Mitre, en 1870, presidente de la república entre 1862 y 1868),
decidió consagrar al acontecimiento un volumen de lujo que
obsequiaría a sus miles de suscriptores. Y en ese volumen
—por cierto, de 336 páginas, de 46 cm de alto por 31 de ancho,
encuadernado en tela y con decoración estampada— insertaría
dos composiciones laudatorias, solicitadas oportunamente: una
a Darío y otra a Leopoldo Lugones (1874-1939), el mayor de
los poetas modernistas de Argentina. De ahí que aparecieran el
propio 25 de mayo “Canto a la Argentina” del primero y “A los
ganados y las mieses” del segundo; el poema más extenso de los
que integran sus Odas seculares.
El más extenso poema dariano
También el Canto fue el más extenso poema dariano: ¡mil
y un versos! “¿Casualidad?” —se pregunta Julio Saavedra
Molina. Y contesta: “Cosa buscada quizá por el interventor
del miliunichesco vocablo” (Saavedra Molina, 1945: 54). En
efecto, su original autógrafo a lápiz de grafito —conservado en
el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile, en
Santiago— contiene un número en el margen izquierdo de sus 86
páginas cada diez versos. Esto confirma la sospecha del dariísta
chileno, quien identifica su métrica predominante: el heptasílabo
(verso de siete sílabas) combinado con el tredecasílabo (de 13),
el decasílabo (de 10) y el eneasílabo (de 9). Los 1,001 versos se
agrupan en 31 estrofas, cuya extensión varía de 8 a 76 versos.
Otro dariísta, el argentino Arturo Marasso, señala los textos
antecesores del canto en nuestra América y su modelo europeo
208 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
sugeridor: “Darío volvió al viejo tema de las odas de [Andrés]
Bello (1781-1865), [José Joaquín] Olmedo (1780-1847) y
[Olegario V.] Andrade (1839-1882). Pero este tema del ‘canto
a’ había sido renovado en la poesía moderna con los magníficos
Laudi de [Gabriel] D’Anunzzio”. Los Laudi —especifica
Marasso— “sugieren a Darío la amplitud de la oda, el arrebato
lírico y la modulación, el tono que se eleva entre el rumor de
las mil voces que entonan el Himno argentino” (Marasso, 1934:
301). Precisamente, el Canto se inicia con una invocación
tres veces repetida, ¡Argentina! ¡Argentina! ¡Argentina! que
concluye, en su primera estrofa, invocando el primer verso de
dicho himno: …Oíd mortales, oíd el grito sagrado (vv. 7-8). Y
el bloque multifacético que sigue se cierra con el triple pregón
del mismo himno: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!
En el prolongado y minucioso intermedio, como una vasta
sinfonía, Darío despliega sus profundas motivaciones anímicas
ante una idea cardinal: la Argentina como tierra de promisión
(¡Oh, tierra abierta al sediento / de libertad y de vida!). Óigase
como aprovecha, de inmediato, este vibrante oíd:
Oíd el grito que va por la floresta
de mástiles que cubre el ancho estuario,
e invade el mar; sobre la enorme fiesta
de las fábricas trémulas de vida;
sobre las torres de la urbe henchida;
sobre el extraordinario
tumulto de metales y de lumbres
activos; sobre el cósmico portento
de obra y de pensamiento
que arde en las políglotas muchedumbres;
sobre el construir, sobre el bregar, sobre el soñar,
sobre la blanca sierra,
sobre la extensa tierra,
sobre la vasta mar.
Con una euforia vital, la exalta: He aquí la región del
Dorado, / he aquí el paraíso terrestre / he aquí la ventura
esperada, / he aquí el Vellocino de Oro, / he aquí Canaán la
Documenta rubendariana
209
preñada, / la Atlántica resucitada, / he aquí los campos del Toro
/ y del Becerro simbólicos; / he aquí el existir que en sueños /
miraron los melancólicos, / los clamorosos, los dolientes, / los
poetas y visionarios / que en sus olimpos y calvarios / amaron a
todas las gentes.
¿Los campos del Toro? Correcto: la aplicación no solo en
verso sino en prosa de un mito persa a la patria argentina. En
su ensayo sobre el escultor porteño Rogelio Irurtia, Darío había
recurrido al mito de Mithra que propagaron los legionarios
romanos a través de la Europa Occidental, desde los tiempos
de César, para explicarse el fecundo país de las pampas.
Allí, abolida la barbarie con la ejecución del Toro brutal por
Mithra —quien se elevó a las esferas celestes con el nombre
de Silvana— se cultivó la tierra, se protegieron los ganados, se
fundaron ciudades —anotó en el ensayo referido— “en que se
congregan los traficantes, los ricos, los artistas, los pensadores”
(Darío, 1990: 243).
Función apoteósica
Como las anteriores, las alusiones culturales son numerosas
y cumplen su función apoteósica. De hecho, en palabras de
Marasso, el Canto “es poema de vate y de pensador, de hombre
universal y americano, concebido como un conglomerado de
yuxtaposiciones. Abunda en descripciones enumerativas, en
erudición mitológica, geográfica y étnica, política y económica,
patriótica y pedagógica, social y moral, doctrinaria y visionaria”
(Marasso, 1943: 301). La Biblia figura entre sus fuentes y
también los clásicos latinos (Virgilio, Horacio, Ovidio) e incluso
un argentino: Rafael Obligado (1851-1920), autor de Santos
Vega, donde evoca el 25 de mayo de 1810, cuando Buenos Aires
lideró el movimiento revolucionario.
Darío alude a tales hechos en la estrofa siguiente: Héroes de
la guerra gaucha, / lanceros, infantes, soldados / todos, héroes
mil consagrados, / centauros de fábula cierta, / sacrificados del
terruño, / granaderos el rayo al puño, / locos de gloria… (vv.
453-459). Y recuerda a José de San Martín, sin nombrarlo, en su
210 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
silenciosa vejez: ¡Y gloria! ¡Gloria a los patricios, / bordeadores
de precipicios / y escaladores de montañas, / como el abuelo
secular / que, fatigado de triunfar / y cansado de padecer,
/ se fue a morir de cara al mar / lejos, allá en Boulogne-surMer (vv. 441-452). Igualmente, le dedica a Hipólito Bauchard
—subalterno de San Martín que realizó, al mando de la fragata La
Argentina, una notable campaña de corso contra los absolutistas
españoles— estos cinco versos:
Recordad al nauta que vino
de Saint-Tropez, a Bouchardo,
el capitán franco-argentino,
hábil bajo las marejadas,
bajo las tormentas ufano
(vv. 703-707)
En suma, el Canto conforma la imagen de Argentina como
tierra de paz y prosperidad, abierta a los inmigrantes (ciudadanos
del orbe todo) y que se levantaba ya como nación del porvenir.
De ahí que se refiera a rusos (hombres de las nieves del zar),
judíos (mocetones de ruda estampa, / dulces Rebecas de ojos
francos, / rubenes de largas guedejas, / patriarcas de cabellos
blancos), italianos (hijos de la tierra del milagro partenoveo),
suizos, franceses y españoles, entre los cuales destaca a los finos
andaluces sonoros, / amantes de zambras y toros, / astures que
entre peñascos, / aprendisteis a amar la augusta / Libertad,
elásticos vascos / como hechos de antiguas raíces, / raza heroica,
raza robusta, / rudos brazos y altas cervices, / hijos de Castilla la
noble / rica de hazañas ancestrales; / firmes gallegos de roble; /
catalanes y levantinos / que heredasteis los inmortales / fuegos
de hogares latinos.
Desfilan luego la Pampa feraz (estepa sin nieve, entraña
robusta, / mina de oro supremo) y el gaucho de broncina faz;
Buenos Aires (Metrópoli reina, la fecunda, la copiosa, / la
bizarra, grande entre grandes, a la que denomina íntimamente
amada ciudad); y el Río de la Plata (Padre extraordinario, más
que del Tíber y del Sena, / más que del Támesis rubio, / más que
del azul Danubio / y que del Ganges indiano, / es el misterioso
Documenta rubendariana
211
hermano / del Tigris y Éufrates bíblicos, / pues junto a él han de
surgir / los adanes del porvenir. El sol tutelar “desde la enseña
argentina”, la mujer, la hermandad continental constituyen,
entre otros, subtemas que merecen ejemplificarse, al igual que
reminiscencias de poemas anteriores del autor, como la célebre y
celebrada “Marcha triunfal”, escrita en la isla Martín García —a
la entrada del Río de La Plata— en mayo de 1895:
Sonad, oh claros clarines,
sonad tambores guerreros,
en el milagroso escenario;
los nombres de los paladines
La mujer argentina, con savia diversas creadas, no podía
faltar en este poema vigoroso, optimista, totalizador: Talle de
valses de Viena, / ojo morisco es de España, / crespa y espesa
pestaña / es de latina sirena; / de Britania será esa piel / cual la
de la pulpa del lis / y que se sonrosa en el / rostro angélico de la
miss; / esa ondulante elegancia / es de la estelar París, / y esa
luminosa fragancia / de las extrañas del país. / Concentración
de hechizos varios, / mezcla de esencias y vigores, / nórdico oro,
mármoles varios / algo de la perla y el lirio, / música plástica,
visión / del más encantador martirio, / voluptuosidad, ilusión, /
placidez que todo mitiga / o pasión que todo lo arroja, / leona
amante o dulce enemiga, / tal la triunfante Venus criolla.
Compás moderno y anhelo personal
El crítico español Guillermo Díaz Plaja advirtió que en
el Canto “todo —tema y verso— tiene un compás acelerado
de modernidad” (citado en Pantorba, 1967: 321). En efecto,
compruébese esta modernidad en la enumeración caótica con
que Darío describe la urbe bonaerense, emparentándose a
Walt Whitman: Tráfagos, fuerzas urbanas, / trajín de hierro y
fragores, / veloz, acerado hipogrifo, / rosales eléctricos, flores
/ miliunanochescas, pompas / babilónicas, timbres, trompas, /
paso de ruedas y yuntas, / voz de domésticos pianos, / hondos
rumores humanos, / clamor de voces conjuntas, / pregón, llamado,
todo vibra, / pulsación de una intensa fibra, / sensación de un
212 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
foco vital, / como el latir del corazón / o como la respiración
del —pecho de la capital (vv. 377-392). Se trata, como lo ha
señalado Julio Valle-Castillo, del esbozo inaugural de la épica
urbana en lengua española (Valle-Castillo, julio-septiembre,
2004: 41).
Casi al final del poema, sin embargo, desaparece el vate, el
aeda, tomando su lugar el hombre para exclamar:
¡Y yo, por fin, que he de decirte,
en voto cordial, Argentina!
(vv. 971-972)
Ahora esta nación (Aurora de América), heroica y guerrera
en el pasado, hospitalaria y maternal en el presente, será en
el futuro inexhausta mina, con sus inacabables rebaños para
que los pueblos extraños / coman el pan de tu harina. Surge,
entonces, su deseo —digamos mejor anhelo— personal:
¡Cómalo yo en postreros años
de mi carrera peregrina,
sintiendo las brisas del Plata!
(vv. 978-980)
Finalmente, cabe transcribir esta justa valoración del crítico
argentino Enrique Anderson Imbert, a quien no se le escapa
obviamente “la gratitud o la lisonja al país amigo y, sobre todo,
una fina lluvia de imágenes líricas que va calando hasta los
huesos a todos los temas transeúntes”, advirtiendo que es “la
voz íntima de Darío, asordinada, pero no acallada por el gran
vozarrón declamatorio de orador de centenario, lo que el lector
de poesía salva. Las olas, como de mar, que se sacuden en el
poema vienen a cantar a la Argentina… pero esas olas cantan en
realidad los grandes temas optimistas: la humanidad, la paz, el
progreso, el trabajo, la utopía” (Anderson Imbert, 1961: 200).
Una positiva proeza verbal y poética
Pese a su desmesura, tópicos inevitables y versos de escaso
vuelo, el “Canto a la Argentina” resultó una definitiva proeza
Documenta rubendariana
213
verbal y poética. Sus lectores de hace cien años se sintieron
plenamente identificados con el poeta. Hoy, por las circunstancias
históricas que se han padecido, el Canto solo puede considerarse
una ilusoria reliquia épico-lírica.
Canto a la Argentina y otros poemas.
Bibliotecas Corona, Madrid, 1914.
214 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
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IV. Madrid, Afrodisio y Aguado, 1955, pp. 450-452;
originalmente publicado, con el título de “Oda a la
República Argentina”, en La Nación, Buenos Aires,
10 de julio, 1897, p. 6, col. 4
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Prólogo: Fidel Coloma. Managua, Nueva Nicaragua,
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Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la Universidad de La Plata, 1934.
Documenta rubendariana
215
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“Revista Chilena de Historia y Geografía”, 1945.
VALLE-CASTILLO, Julio: “Rubén Darío y su otra trilogía”,
en Boletín Nicaragüense de Bibliografía y
Documentación, núm. 124, julio-septiembre, 2004,
pp. 27-42.
Darío en París (1910).
IX
ARTÍCULOS Y ENSAYOS
Edgardo Buitrago Buitrago.
Artículos y ensayos
219
Carta a don Edgardo Buitrago: en
ocasión de su misa de cabo de año
Francisco Arellano Oviedo
Ha vuelto septiembre que nos recuerda la Batalla de San
Jacinto y también lo ocurrido en León en 2009: tu partida, don
Edgardo, el día 14. Vos que eras el historiador, el tribuno, el
maestro, el jurista, el académico, el dariano, el amante de tu
ciudad natal, el fundador y director del Museo-Archivo Rubén
Darío, el amigo…, agitaste tus alas y alzaste el vuelo. El tiempo
ha corrido tan veloz que nos parece que quien nos acompañó
siempre llegará a la sesión de trabajo un poco tarde, como a
veces ocurría. Entonces, vos respetuosamente te excusabas y…,
¡claro!, teníamos que comprender que venías desde León y que a
veces se atasca el tráfico en la capital y el tiempo que se tarda de
un punto de Managua a otro lugar de esta es mayor que el tiempo
que transcurre en un viaje de León a Managua.
Recuerdo a Julio Valle, querido don Edgardo, aquel día del
sepelio, rechazando, negando y renegando lo ocurrido. Él decía
que en cualquier momento recibiría tu llamada por teléfono y
escucharía tus sonoras carcajadas ya fuera por un elogio o una
crítica a tu persona, porque él elogiaba, en ese momento, tu
ecuanimidad y espíritu constructivo, que no te gustaba restar ni
dividir sino sumar y multiplicar, y eso siempre te lo reconocimos:
¡fuiste un hombre de unidad! ¡Gracias por esa enseñanza tan
importante!
Con tu partida, me ha ocurrido lo que me pasa también con el
poeta PAC; a veces paso por su casa y me parece que lo voy a ver
con aquella su pose tan característica, con el hombro recostado,
ligeramente sobre el marco de la puerta, mirando que uno se
220 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
iba acercando y cuando estaba al alcance de su voz iniciaba la
plática…, pero en tu caso era diferente, había que tocar fuerte
aquella puerta y gritarte cerca del agujero de la cerradura para
que la voz pasara al fondo de la casa; pero bien, mi querido
amigo, nos hacés mucha falta, no solo en la Academia, también
en el Museo-Archivo, en la Universidad, en los medios de
comunicación y en las diferentes tribunas del país, porque tu
sabiduría, tu capacidad de análisis y de exposición, así como tu
palabra fraternal y juiciosa siempre fueron bien recibidas y lo
que vos decías era lo correcto.
Tu partida me parece que ha sido como la ausencia de quien
se va por un año sabático. Aquí, tu gente (Mercedita y Miguel
Ángel) me entregó este año el texto de tu obra Las Purísimas
para que lo editara y se me pidió que lo presentara en el Paraninfo
de la Universidad de León. Así, hice la edición y me cupo el
honor de hablar en la misma tribuna donde vos hiciste gala de tu
magisterio y jurisprudencia. ¡Cuánto me habría gustado que para
esta fecha hubiésemos tenido una edición de tus obras completas,
pero no pierdo las esperanzas que las instituciones de aquella tu
ciudad natal las hagan realidad en algún momento!
En la Academia Nicaragüense de la Lengua donde se te estima,
admira y reconoce tu trabajo por el desarrollo e incremento de
nuestra cultura, mantenemos nuestra agenda activa, procurando
conservar el prestigio que nos heredaron personajes de tu talla.
Después de tu partida, elegimos a doña Ana Ilce Gómez
Ortega en el cargo directivo que vos desempeñabas, la fiscalía.
Todos coincidimos y seguramente vos también nos habrías dado
tu voto, porque Ana Ilce es poeta y musa ella misma, humilde y
muy capaz, valiente y tan juiciosa.
Presentamos la Nueva gramática de la lengua española y el
Diccionario de americanismos, ambos proyectos panhispánicos
en los que la Academia Nicaragüense de la Lengua, tu Academia,
puso el mejor de sus empeños. Este año saldrán cinco obras que
llevarán el sello de nuestra Casa; pero hay una noticia muy bonita
y de gran interés para vos: nuestra colega Gloria Elena Espinoza
Artículos y ensayos
221
publicó un teatro, Sangre atávica, en el que uno de los personajes
principales es el celebérrimo don Edgardo, esto implica que en
esa obra no podía estar ausente doña Marianita, aquella por quien
cambiamos algunos artículos de nuestros estatutos a fin de que
ella pudiese ingresar también a esta Academia y detrás de ella
otras mujeres importantes por su creatividad y humanismo.
El sábado 11 de septiembre a las 10:00 a.m. hay una misa en
la catedral de León, donde el tropel de las ideas y palabras han
concedido reposo a tu cerebro. Me han invitado, es tu misa de
cabo de año y Dios mediante, allí estaré en compañía de quienes
hemos sido tus amigos y de quienes te admiramos por tu obra y
tu fe en nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Managua, septiembre 2010
Académicos e invitados, en ocasión del 80 aniversario
de la Academia Nicaragüense de la Lengua.
222 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
CELESTINA, LÁZARO Y PALOMINO
Amadeo Albuquerque Lara
NINGÚN escritor de valía puede dar un salto a la vida
literaria si no es sobre los hombros de quienes lo precedieron
en la historia. Vida y Amores de Alonso Palomino refleja la
influencia del Arte de Amar, o del Ars Amandi de Ovidio; la
Trotaconventos y La Celestina, así como de El Lazarillo de
Tormes en versión modificada. Se trata de una novela picaresca,
al estilo de La Celestina y El Lazarillo de Tormes, con las cuales
se ha de comparar en este estudio. Carlos Alemán Ocampo es un
estudioso de la lengua, y como tal, se ha interesado no solamente
en los temas más representativos de la literatura española y de
la nicaragüense, sino que ha profundizado en el lenguaje que
utilizan los personajes populares. Vida y amores representa la
oralidad del “Platicador de recuerdos”, en el ocaso de su vida.
Por la misma razón, resulta difícil hablar de Celestina como
personaje aislado del resto de la literatura española. Juan Luis
Alborg afirma que … son abundantísimas sus deudas con la
literatura de la Antigüedad y de sus imitaciones medievales y
renacentistas. (p. 559). Las otras obras clásicas que hay que
tomar en cuenta para entender este arte de amar tan deseado
y codiciado, sin duda que es Trotaconventos de Juan Ruiz, el
Arcipreste de Hita como la mejor alcahueta, cien años antes que
Celestina: Busqué trotaconventos qual me mandó el Amor,/ de
todas las maestras escogí la mejor;/ (Estrofa 697) y Pánfilo en
busca de la vieja Anus como mediadora para seducir a Galatea
son antecedentes literarios de Calisto y Melibea. Fallé una tal
vieja qual avía mester,/ artera e maestra e de mucho saber;/ Doña
Venus por Pánfilo non pudo más fazer/ de quanto fizo aquésta
por me fazer plazer. (Estrofa 698) ¿Qué mejor inspiración para
Artículos y ensayos
223
los amores y placeres de Alonso Palomino? Trotaconventos para
el Arcipreste; Doña Venus para Pánfilo; Celestina para Calisto; y
la Clorinda y la Gertrudis para Palomino.
Esta novela de Alemán Ocampo es digna de comparar no
solamente con las ya señaladas en el título de este estudio, sino
con las obras que las precedieron. Sin embargo, semejante
empresa la consideraría ajena a mis propósitos. Baste por ahora
dedicar unas cuantas comparaciones literarias de estas tres obras.
Primero, las tres son de carácter picaresco, aunque con Lazarillo
se defina el verdadero género; segundo, la intención de Palomino,
Celestina y Lázaro es mezclarse con los distintos estratos de
la sociedad; tercero, Vida y amores y Lazarillo contienen un
carácter anecdótico y burlesco; cuarto, las tres obras pertenecen
al género novelesco, pues La Celestina ha sido considerada por
sus críticos como novela dramática, según Leandro Fernández
de Moratín; en tanto que Buenaventura Carlos Aribau, la llamó
«novela dialogada», clasificación que causó la crítica de María
Rosa Lida de Malkiel, pero novela al fin.
I. Entre la Edad Media y el Renacimiento español
La Celestina es una obra que se ubica entre la Edad Media y
el Renacimiento español. Manuel Criado de Val la califica como
la última y decisiva culminación de la literatura medieval; con
ella se abre asimismo el largo período de la literatura clásica
española (Introducción:19). La primera edición de Burgos data
de 1499, bajo el título de Comedia de Calisto y Melibea, pero
sin el nombre del autor y sin la página titular. Esta edición consta
de dieciséis actos, pero posteriormente se publica en Sevilla, en
1501, otra edición con el nombre de Tragicomedia de Calisto y
Melibea, con veintiún actos, más una carta titulada “El autor a
un su amigo”. La obra ha sido objeto de la crítica en cuanto al
autor se refiere, por cuanto el mismo Fernando de Rojas afirma
que encontró un manuscrito que él resumió como el primer acto,
al cual añadió los otros quince a la edición de Burgos y que por
último añadió cinco para completar los veintiuno, tal como se
lee actualmente.
224 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
A. El oficio de la seducción
¿Por qué Calisto busca a la prostituta Celestina para que
seduzca a Melibea? Porque además de haber antecedentes
literarios en este arte de la seducción como la ya mencionada
Trotaconventos, queda comprobado por esas experiencias
que la seducción no sólo pertenece a los hombres sino a las
mujeres, especialmente las que saben fingir y engañar. Estas
son excelentes seductoras entre mujeres porque nadie mejor
que ellas conocen los sentimientos femeninos. Por lo tanto, en
Palomino son las mujeres las que se encargan de buscarles los
placeres a las demás. La Clorinda me consiguió varias chavalas
del pueblo, todas muchachas de la escuela, hasta iglesieras. Me
advertía: -Te gusta tal y tal, pues no andés detrás de ella que
la vas a conseguir (p. 50). El mismo oficio de la vieja a quien
Amor recomendó al Arcipreste, o el de la puta vieja Celestina.
Solamente que la Clorinda se conservó solo para Palomino y no
se sabe que haya sido alcahueta para otros. En los personajes
de La Celestina el sexo es, si no la única, la principal vía hacia
la realización de la existencia del ser, por eso Vida y Amores de
Alonso Palomino se convierte en un tratado del comportamiento
sexual entre él y sus mujeres, porque Palomino es un maestro de
la sexualidad y por eso es perdonado por sus ‘infidelidades’.
B. El placer carnal y sus consecuencias
Mientras La Celestina es un libro pesimista, por cuanto
no hay felicidad para los hombres ni para las mujeres, pues su
única liberación es la muerte trágica, Palomino vive el placer
y se vanagloria de saberlo producir a sus amantes. En cuanto
a tragedias amorosas entre Palomino y sus amantes, la única
registrada es la de la Lolita Zeledón, después que Palomino
volvió al mercado con la Gertrudis por mandado de la Clorinda;
luego, la de la Juanita Picado cuando un amante la acuchilló en
el mercado Boer, después de haberse separado de Palomino; por
último, la Gertrudis muere aplastada por pedazos de concreto
cuando el terremoto de 1972. Sin embargo, la única muerte
trágica por decepción amorosa es la de la Lolita Zeledón. Pero
si hemos de encontrar tragedia en Vida y Amores, tres de sus
Artículos y ensayos
225
mujeres encuentran la muerte de forma trágica, pero la Clorinda
es la excepción, pues esta muere por causas naturales.
C. Los ardides para introducirse en la sociedad
En tanto que Celestina se hace pasar por vendedora de peines,
alfileres, ovillos de hilo, afeites, hierbas e incluso oraciones para
el dolor de muelas, Palomino, por iniciativa de la Clorinda, ofrece
remedios y oraciones a los pobres, pero para hacerles el favor,
por compasión. Sin embargo, en su consultorio ofrece consejos
y demostraciones de cómo mejorar las técnicas del sexo a la
gente de distintos estratos sociales cuando él se aprovecha para
dar una lección real del cómo y del hacer. Aquí encontramos una
gran diferencia entre Celestina y Palomino, puesto que la vieja
Celestina ya se encuentra retirada de sus actividades sexuales y
sólo visita los hogares en beneficio de sus clientes; en tanto que
Palomino se encuentra en plenos goces de los placeres aunque
simula hacerlo por el bienestar de su clientela.
Si La Celestina termina con un final trágico, Palomino
mira hacia el pasado con satisfacción, en el ocaso de su vida,
ya de regreso a su pueblo natal. El placer de Calisto es efímero
cuando le dice a su amada Melibea: “Jamás querría, señora, que
amaneciese” (Acto XIX), sin pensar que no vería ni el próximo
amanecer. La Celestina busca el placer de los amantes, como
intermediaria y experimentada en el placer, aunque ella ya no lo
goce. Palomino es “prestado” por sus mujeres para que goce el
placer sexual con otra mujer. Celestina había sido prostituta en su
juventud, pero ya en su vejez sólo busca el placer de los jóvenes
incautos; Palomino continúa disfrutando del sexo hasta poco antes
de su muerte, cuando Isabel, ‘la sobrina carnal de la Clorinda’ le
manifiesta: – No se vaya a sentir incómodo, esto no es cosa suya,
es de destino. Aproveche que es el último (p. 261).
II. El inicio de la novela picaresca
El Lazarillo de Tormes se ha considerado como una obra
anónima, aunque la crítica ha sugerido un posible autor o autores,
sigue siendo anónima para la posteridad. La primera edición
226 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
conocida es de 1554, es decir, 56 años después de la edición
príncipe de La Comedia de Calisto y Melibea. El Lazarillo es
una novela autobiográfica, contada en primera persona que
destaca su carácter picaresco. Marcel Bataillon afirma que en
la novela Se aprecia que por una singular transmutación, un
corpus tradicional de burlas y anécdotas dispersas cambia
de estructura y de razón de ser (Prólogo:39). El narrador se
identifica como “Lázaro de Tormes, hijo de Tomé Gonçales y
de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca” (El
Lazarillo: 63). Pero Lázaro aunque es un gran pícaro, dada su
corta edad, no se especializa en el arte de amar. Nos interesa,
sin embargo, su mala fortuna de ser lazarillo de ciego, criado
de clérigo, criado de escudero o de fraile, o de buldero, o de
capellán, o de alguacil. Mientras Lázaro va de amo en amo,
Alonso Palomino va de mujer en mujer; de pueblo a mercados
y de mercado a farmacia. Es en estos recorridos por las antiguas
calles de Managua y por las pláticas en los mercados que
Palomino encuentra a sus mujeres y se vuelve un experto en los
placeres y la lujuria de la carne. También es en los recorridos por
la calles de Toledo que Lázaro conoce a profundidad la pobreza
extrema de sí mismo y de la sociedad española de la época y la
apariencia de riquezas de la cual se burla en sus siete tratados.
A. La vida del Pícaro
Según Juan Luis Alborg, el pícaro es una persona que se
opone al pastor idealizado y al héroe caballeresco (Tomo I, p.
751) y otros temas tan exaltados en la literatura anterior: El
Cantar de Mio Çid, los Cantares de Gesta, el Mester de Clerecía
con sus sílabas cunctadas, las obras de Alfonso X El Sabio y el
Auto de los Reyes Magos. Ya con el Arcipreste comienza a darse
un giro en la literatura española, con el tema de la Trotaconventos.
Entonces hacía falta un cambio diametralmente opuesto: una
‘filosofía vulgar’, un personaje popular sin ninguna cultura como
presume en el Prólogo “que en este grossero estilo escribo”, y
jactándose de las enseñanzas del ciego afirma: “y en muy pocos
días me mostró jerigonza” (Tratado Primero); el pícaro tiene
que ser astuto, roba para subsistir, es un antihéroe, pues destaca
Artículos y ensayos
227
por sus fechorías, es marginado por la sociedad y es un criado
de personajes de diferentes estamentos de la sociedad a quienes
critica duramente. Américo Castro afirma que Desde fines del
siglo XV venían usándose los personajes de las clases más bajas
como una especie de proyectil para ser lanzado contra la gente
aristocrática y los valores encarnados por ellos secularmente
(Alborg, p. 757). Por eso, Alemán Ocampo utiliza a Alonso
Palomino como un pícaro que comete fechorías amorosas dentro
de la sociedad, sin mucha astucia para conquistar, puesto que
tiene a la Clorinda; pero desde el punto de vista social y religioso
es un antihéroe.
B. Al servicio de cualquier señor
Alborg expresa que la decadencia de la economía, pronto
iniciada, y la pobreza de los campos empujaban hacia las
ciudades a masas de gentes, dispuestas a buscar acomodo al
servicio de cualquier señor o a vivir como se pudiera (p. 752). Otra
causa socio-económica en España es la aparición del parasitismo
y la holgazanería como producto del regreso de expedicionarios
venidos de América. Este entorno social empuja a Lazarillo a
subsistir como sirviente de personajes que representan en su
tiempo la mendicidad, la tacañería del religioso y la pretensión
de pertenecer a la nobleza aunque se viva en la miseria. Esto
para destacar a los tres personajes que Lázaro describe en
tres diferentes tratados: el ciego, el clérigo de Maqueda y el
escudero. Naturalmente, que el otro personaje que representa el
embuste religioso es el buldero, de quien Lázaro se burla sin
misericordia. Alonso Palomino busca los mercados para conocer
de cerca la situación social y económica de su época, aunque
no como sirviente de ningún señor sino como el amante fiel y
amigo de confianza de las vendedoras del mercado.
Lázaro se presenta como un criado de ciego, huérfano de
padre, abandonado por su madre a la merced de aquel mendigo
que deambula por las calles de Salamanca y más tarde, por las de
Toledo, ciudad que lo ve pasar miserias y desengaños, pero que
también lo ve crecer y aún prosperar en sus años de juventud.
Refiriéndose a esta ‘jerigonça’ de los vagabundos que Lázaro
228 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
presume poseer, Marcel Bataillon expresa que tales jerigonzas no
se encuentran por ningún lado (Citado por Alborg). Sin embargo,
Lázaro es un personaje de la baja sociedad, hijo de padres poco
recomendables, mientras que Palomino es descendiente de
conquistador español y nieto de una anciana religiosa (p. 12).
En su niñez fue sacristán, visitador de billares, aunque asegura
nunca haber pasado más allá de la puerta, ni mucho menos haber
jugado. Por eso el narrador sabe muchas anécdotas y cuentos y
conoce muy bien el lenguaje de sus personajes.
C. Lázaro y Palomino por las calles
Lazarillo va de amo en amo hasta completar los siete.
Palomino va de mujer en mujer, quienes se hacen cargo de
su existencia, tanto de la manutención diaria como de la
complacencia sexual. Palomino comienza con las muchachas
de Diriá, muchas de ellas iglesieras, muy discretas y al final
muy agradecidas de que Palomino les haya evitado una vejez
amargada por no haber experimentado el sexo. Ellas me ven y
me dicen adiós como agradecidas de que se les haya llegado
la ancianidad y que por mí se van con su gozo”, (p.50). Sin
embargo, Palomino se jacta de las muchas que tuvo: Este viejo
que ya nadie ve, que no parece, a muchas se las llevó adelante,
pero que esta vez reflexiona que Me percato que no conté nunca
nada de mis mujeres, las cercanas a lo largo de la vida (pp.
9-10). Por supuesto, en este estudio me concentraré en esas
mujeres “cercanas” que formaron parte de la vida sexual de
Palomino. Esas mujeres que vivían urgidas: detrás del excusado
en Diriá, detrás del mostrador de la farmacia, como la Lolita
Zeledón, o después de un tiempo, al regresar ‘prestado’ a su
mujer de turno. Palomino vive extenuado sexualmente no solo
por la urgencia de sus mujeres, sino por aquellas que llegan a
buscar consejo de cómo mejorar su relación con sus maridos.
Sufre tanto desgaste que se le doblan las piernas, pero aún así
siente la responsabilidad de cumplir.
El ambiente social en que se desarrollan las acciones de
Lazarillo es un pueblecito pobre de la España del siglo XVI,
cuya adolescencia y juventud la pasó trabajando como sirviente
Artículos y ensayos
229
de amos de poca o ninguna cultura; pero como adulto termina
como un modesto pregonero en las calles de Toledo. El Lazarillo
de Tormes se desarrolla en una época de hambre y pobreza
económica aspecto que se ve reflejado en todos sus amos, aunque
más acentuado en el tratado del escudero. Especial atención
merece el pasaje en donde Lázaro escucha el lamento de una
mujer cuyo marido lo llevan a enterrar: “– Marido y señor mío,
¿adónde os me llevan? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa
lóbrega y oscura, a la casa donde nunca comen ni beben!”
(Tratado tercero). Este lamento Lázaro lo interpreta como que el
muerto lo llevan a casa del escudero, pues luego exclama: “– Oh
desdichado de mí, para mi casa llevan este muerto!
III. Vida y Amores de Alonso Palomino
Vida y amores de Alonso Palomino es una novela picaresca,
una muestra muy singular dentro de la narrativa nicaragüense.
Su autor es el investigador, lingüista y académico, Carlos
Alemán Ocampo. El personaje principal y narrador en primera
persona, Alonso Palomino, ostenta un apellido sugerente y
derivado de paloma y palomitas por el arte de ser mujeriego,
pero niega actuar bajo los efectos de las palomitas o hechiceras
de su pueblo. Aunque él mismo acepta estar protegido por la
Clorinda para que ninguna hechicera le haga daño. Palomino
tiene muchas mujeres y no porque él las busque, sino porque a
él se le ofrecen o lo piden prestado a su mujer de turno, la que
muy resignada lo cede, lo comparte, sin guardarles rencor ni a
él ni a su beneficiada de turno. Entre estas beneficiadas está la
Gertrudis, quien lo recibe prestado de la Clorinda; la Rosita,
la Juanita Picado y la Lolita Zeledón lo reciben prestado de la
Gertrudis; aunque siempre la Clorinda está de por medio para
recuperárselo a la Gertrudis, hasta que finalmente la Gertrudis
muere por el terremoto de Managua y Palomino regresa a su
pueblo a pasar los últimos días que le quedan a la Clorinda
a quien él mismo entierra para finalmente darse cuenta que
con Isabel por fin me llegaba el sosiego de mujeres (p. 261).
Palomino confiesa que ante la juventud de Isabel sus fuerzas se
acaban.
230 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Palomino, al igual que Lázaro describe el ambiente social y
económico que se vive en los mercados. Además de sus amores,
es un gran observador de cómo viven las personas que lo rodean.
Es digno de mención la vida de uno de sus vecinos: Había un
señor, del cual nunca supe su nombre, que era el único que se
nos adelantaba para salir. Caminaba silencioso y despacio por
la calle, calculando su hora de llegada al punto de su trabajo.
Salía sin comer ni siquiera una tomita de café. Seguro era solo
porque nunca encendía fuego (p. 42). Lázaro pasa una vida de
miseria (lacería) que le hace honor a su nombre. Para sobrevivir,
tiene que robar o hacerle trampas a su amo de turno: al ciego le
roba el vino y la longaniza, entre otras cosas; al clérigo, le roba
el pan; pero al escudero no tiene que robarle porque nunca hay
comida en casa.
A. Palomino pasa “prestado” a otra mujer
Mientras Lázaro busca otro amo para ver si mejora su
situación, Palomino corre otra suerte. Palomino vive de lo
que le ofrece su mujer del momento; y si cambia de mujer es
porque pasa “prestado” a otra ‘para probarlo’, pero nunca por
haber pasado hambre ni porque su mujer no lo haya deleitado.
Su campo de acción es el mercado Boer, y su historia la guarda
en unos papeles para dejar constancia de todo esto (p. 26). Sin
embargo, su punto fuerte no son los documentos para el lector,
sino su plática con los oyentes: Aunque me adelante un poco,
lo voy a decir ya. Este recurso de recordar lo pasado mientras
nos adelanta otros hechos aparentemente relevantes para el
acontecimiento narrado, representa el fluir de la conversación, así
como el mantener la atención del oyente: la función apelativa del
lenguaje. Su presencia en los mercados permanece en el dominio
de los testigos que lo vieron actuar. Todavía en los mercados
se menciona de cuando anduve por esos lados y allí, Dios más
que nadie lo sabe, fui tempranero siempre, cada mujer que fui
teniendo, a las tres de la mañana me tenía en pie ayudando con
las cosas (p. 26). La expresión: ‘Cada mujer que fui teniendo’
comunica el peregrinar de un lado a otro, al igual que lo hizo
Lázaro de amo en amo; o como Celestina que con el pretexto
Artículos y ensayos
231
de vender peines, alfileres, ovillos de hilo, afeites, hierbas e incluso
oraciones para el dolor de muelas, tiene acceso a diferentes hogares
y de esa manera se roza con diferentes estratos de la sociedad.
B. La vieja Managua de antes del terremoto de 1972
En Vida y Amores tenemos una radiografía de la vieja
Managua de antes del terremoto de 1972. Los lectores que
conocieron la ciudad se deleitan recordando el barrio Boer, El
Fóker, San Sebastián, San Antonio, el mercado Boer, el mercado
San Miguel, la calle Candelaria, la calle del Triunfo, la iglesia
San Sebastián, la Catedral, el Parque Central, la Avenida Bolívar,
la Calle Quince de Septiembre, el Palacio de Comunicaciones,
los almacene Tina Lugo, la tienda Kika, Celia Pasos de Argüello,
Casa Sengelmann, distribuidora de los radios Telefunken; los
Trajes Pérez Santos, el Centro Destilatorio, el cine Tropical, el
cine Trébol, el cine Boer; la Mecatera, la cárcel El Hormiguero,
las radios Panamericana, Radio Mundial y Unión Radio; la
empresa de buses Santa Fe, solo para mencionar unos tantos.
Sin embargo, los lugares por donde caminaba Palomino con más
frecuencia era El Fóker, San Sebastián, San Antonio, la Calle
del Triunfo, y la Calle Quince de Septiembre, según lo relata
él mismo cuando en compañía de su mujer visita las tiendas ya
mencionadas.
En los mercados conoce a otros estratos de la sociedad. En
ocasiones tuvo que responder ante la Guardia Nacional, cuando
cayó preso, a los periodistas que lo entrevistaron y con la gente
rica que llegaba a pedirle ayuda para mejorar sus relaciones
amorosas con su pareja.
Aunque no pretendo haber completado el análisis de la obra,
he destacado algunos aspectos comparativos en la novela de
Alemán Ocampo. Sin embargo, no puedo descuidar el lenguaje,
y la crítica social.
C. Los referentes del lenguaje de los mercados
Como queda dicho al principio, Carlos Alemán es un
escritor y estudioso de la lengua, especialmente, de la variedad
232 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
que se habla en Nicaragua. Por supuesto, el autor pone en boca
de sus personajes este hablar del pueblo, así como los temas,
pertenecientes a distintos campos semánticos: utensilios
o artículos de cocina y su medio de transporte. “Le sentí el
cariño en el llamado para que le ayudara al acomodo de los
platos, cazuelas y porras en el carretón (p. 30). Como se trata
de una mujer del mercado, estos son los objetos referidos. No
solamente sus mujeres trabajan en el mercado, sino que viven
humildemente en una cuartería. … mientras caminábamos
hacia el lado de “El Fóker”, cerca de la iglesia de Cristo del
Rosario, a la cuartería donde ella vivía” (p. 31). Tres grandes
ejes del medio en donde se desenvuelve la novela son Diriá,
los mercados y la cuartería. Por lo tanto, sus personajes hablan
de este ambiente y su lenguaje es un reflejo de las experiencias
vividas en esos lugares.
También hay otros referentes que pertenecen a otro campo
semántico, propio de las mujeres del mercado: la carne, la
verdura, los huesos, el azúcar libreada, porque ella era comidera
y no fresquera (p. 31). El eje central de este campo semántico
son las ‘comideras’ del mercado: carne, verdura y huesos; el eje
de las ‘fresqueras’ en este caso es el azúcar libreada; es decir,
el azúcar comprada por libras y no por quintal. No se trata de
comerciantes mayoritarias, sino de mujeres luchadoras, sin
duda mujeres solteras; pues a excepción de la Gertrudis, no se
mencionan los hombres de las demás.
Gertrudis fue la mujer que se hizo cargo de él en el mercado. A
ella se refieren las alusiones en el párrafo anterior. A ella también
le gustaba cantar y oír las canciones de Radio Panamericana,
canciones de grandes amores. … después de oír un poco la vi
lagrimear, se limpió la cara con el delantal y me pidió que le
cantara una canción. Las costumbres de la gente del pueblo
se reflejan en su lenguaje: … el chirrido de los resortes del
catre y ella que salía del aposento y yo pensé que salía al patio
para ir a orinar y no (p. 33). El delantal es el distintivo de las
vivanderas y no podía faltar, aunque esta vez le sirve además
como pañuelo que enjuga sus lágrimas. El narrador prefiere
emplear el verbo ‘lagrimear’ en vez de llorar. Es el léxico del
Artículos y ensayos
233
pueblo. Con los resortes del catre se comunica la humildad del
aposento y el orinar en el patio revela el ambiente de la cuartería,
en donde no hay un servicio privado en el cuartucho.
D. Muestra representativa del léxico popular
Hay también una enumeración de palabras de uso popular,
las cuales el autor pone en boca de sus personajes, pero que solo
mencionaré unas cuantas: iyendo por yendo, zafado, boca floja
por indiscreto, tempraneaba por levantarse temprano, al suave
por poco a poco, barata por vehículo con altoparlantes, desapartó
por apartó, largo por lejos, notición por noticia importante,
alcanzaba por cabía, agarró por se dirigió, bullaranga, por
bullanga, platicadera por pláticas, bailadera por baile, me dio mi
preocupadita por preocupación, algunos me daban mis centavos,
algo de dinero, tenamastes por piedras, hornado por horneado,
mujerero por mujeriego, supiritada por excitada, compadecencia
por compasión, un Palomino en esas vainas por en esas cosas,
comideras por vendedoras de comida, fresquera por vendedora
de refrescos, despercudida por de tez clara, siguiéndoles la
platicada por conversación, hamaqueando por meciéndose
en hamaca, querendona por cariñosa, chancecitos pasajeros
por aventuras amorosas, fachenta por fachenda, cuentera por
chismosa, hielosa por helada, tuquitos por pedazos, me había
quedado hecho humo por ausente o ensimismado, chachalte
por ácido, garubas por garúas, rateábamos por reatábamos,
traido por disgusto o enemistad, los últimos deslumbres del
sol rayando el cielo por crepúsculo o atardecer, se le arrimó el
hombre por acercarse, entre otros. En el habla popular es notorio
el sufijo –era como platicadera y bailadera para indicar la acción
repetitiva de platicar o de bailar respectivamente; o persona que
hace o vende algo, como es el caso de comideras y fresqueras.
Este recurso morfológico es común en el habla nicaragüense.
Otras palabras existen en el idioma español, pero el pueblo
les da un nuevo significado como zafado, adjetivo que se le da
a una persona indiscreta o que no guarda secretos; o el adjetivo
sustantivado traido que sufre dos cambios: de significado
‘enemistad’ y de acentuación, en vez de hiato se conserva
234 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
el diptongo. Compadecencia es una palabra derivada del
verbo compadecer, forma que traiciona al hablante en vez del
sustantivo compasión que no guarda más relación formal que la
raíz o lexema.
Mientras otras se diferencian de la forma española solamente
por una letra. El adjetivo hornado viene de la forma popular
hornar, en vez de horneado y hornear, respectivamente. Iyendo
es el gerundio del verbo ir usado por el pueblo en vez de yendo;
por supuesto, iyendo traiciona por la presencia de la i del verbo
ir. El adjetivo fachenta en vez de fachenda es otro ejemplo.
El adjetivo mujerero resulta más transparente para el pueblo
que mujeriego, de aquí su preferencia. Sin embargo, el adjetivo
supiritada es absolutamente de creación popular; el diccionario
de la Real Academia Española lo registra como propio de
Nicaragua con el significado de impetuoso o vehemente. Estas
pequeñas muestras tomadas de la novela de Alemán Ocampo,
demuestran algunas características del español popular puestas
en boca de estos personajes.
E. La crítica social en Vida y Amores
Alonso Palomino tuvo que enfrentar la justicia policial y
de la guardia de su época. En el caso del asesinato de la niña
Milagritos, Palomino siempre esperaba lo peor para él. El
primer día tuve temor de verme salir amarrado y culateado
como culpable (p. 61). Como la policía llegaba y salía de la
cuartería para interrogar a quienes vivían allí, nuestro narrador
presenta la situación vivida en esos días. Apenas te veían la duda
en la mirada, salían emocionados con la persona para un su
lugar donde ellos terminaban de interrogar (p. 61). Es decir,
antes de encontrar al culpable, los de la cuartería eran amarrados
y culateados. En ese momento todos eran sospechosos.
Otro aspecto social es la discriminación racial y social.
Relatando el mismo asesinato de la Milagritos, el narrador
afirma que alguna gente había pegado de un negro que vivía
en la cuartería de al lado” (p. 66). Hasta hace pocos años, la
Artículos y ensayos
235
gente de origen afro-caribeño era calificada de hechicera y de
causar males a las otras personas. También se sospechaba de los
gitanos: Siempre hay ese sentimiento de que los gitanos sean
los que hacen barbaridades en los lugares donde andan (p.
67). La gente de la cuartería tenía miedo hasta de hablar en voz
alta en presencia de los gitanos. El otro sector de la sociedad
calificado de practicar la brujería son los pueblos de Masaya,
Diriá y Niquinhomo. Se dice de esos pueblos que en ellos hay
gente de ciencia, dotada y mejores curaciones y adivinaciones
que los gitanos para encontrar el secreto de las cosas (p. 67).
En la novela destacan tres grupos sociales como practicantes de
la hechicería: los afrocaribeños de la costa Caribe, los gitanos, y
los pueblos de Masaya, Diriá y Niquinhomo. Entre la población
nicaragüense también se incluye Diriomo.
Por último, la novela Vida y Amores… retrata la vida de la
Rosita, la cual representa a las personas que se dedican a andar
de pueblo en pueblo, en las fiestas patronales. En la madrugada
del tercer día de bulla se apareció la Rosita, después de varios
meses de andar por esos mundos de las fiestas patronales (p.
67). La Rosita es el prototipo de la mujer cantinera que lleva
una vida nómada y mundana, sin ningún hombre que le ofrezca
estabilidad. Se quedaba en las cantinas de enfrente esperando
que algún picado la llevara a bailar al malecón (p.68). Incluso,
esta vida ambulante le sirvió a la Rosita como coartada para
librarse de los señalamientos de participación en el crimen de
la Milagritos. La Rosita decía que en esos días había ido a las
fiestas de San Roque a El Viejo, Chinandega (p. 71). Esta versión
resultó tan cierta de su presencia en las fiestas de San Roque, que
hasta un busero de Chinandega la defendió. Testimonió que la
había venido enamorando en el camino. Y ese mismo hombre
buscó al muchacho que andaba con la Rosita y vino a declarar
(p. 72). De manera que en estos ejemplos encontramos una
verdadera muestra de distintos estratos de nuestra sociedad, de
sus discriminaciones y costumbres.
Carlos Alemán Ocampo es sin duda un gran observador
e investigador de las costumbres y conductas de la sociedad
nicaragüense. El hombre que se expresa en las narraciones en
236 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
primera persona bautizado por el autor como Alonso Palomino
es el prototipo del hombre mujeriego que se jacta de sus hazañas
como el experto que enseña a sus mujeres a disfrutar de su vida
sexual. En tanto que Lazarillo deambula por las calles de Toledo
como criado de diferentes amos, Palomino vive en el ambiente de
los mercados y camina por las calles de Managua empujando el
carretón de la Gertrudis pensando en la canciones románticas de
la Gertrudis o en los amores de la Clorinda, de la Lolita Zeledón,
de la Juanita Picado o de la Rosita. En tanto que Celestina usa sus
artimañas de vendedora de productos caseros para incursionar
en la privacidad de los hogares para desempeñar su oficio de
alcahueta entre jóvenes de la alta sociedad, pero que al final muere
asesinada por sus criados, Palomino se queda en la memoria de
las niñas viejas, de las que una vez fueron muchachas escolares e
iglesieras que al llegar a su vejez, se sienten agradecidas por los
favores sexuales de Alonso Palomino. Por eso, había que hacer
un análisis comparativo entre estas tres obras: La Celestina,
Lazarillo de Tormes y Vida y Amores de Alonso Palomino por
sus parecidos literarios: Arte amatorio, criado de amos y amante
de mujeres.
Artículos y ensayos
237
Obras citadas
ALBORG, Juan Luis. Historia de la Literatura Española. Tomo
I. Madrid, Gredos, 1970.
ALEMÁN Ocampo, Carlos. Vida y Amores de Alonso Palomino.
Segunda Edición. Managua, El Jaguar y la Rosa,
1994.
ANÓNIMO. Lazarillo de Tormes. Prólogo de Marcel Bataillon.
Barcelona, Orbi.Fabbri, 1999.
ROJAS, Fernando de. La Celestina. La Comedia (o trjicomedia)
de Calisto i Melibea. Edición fonológica por Manuel
Criado de Val. Madrid, Editora Nacional, s/a.
RUIZ, JUAN, Arcipreste de Hita. Libro de Buen Amor. Tomo I.
Madrid, Espasa-Calpe, 1974.
238 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
7 títulos de escritoras
nicaragüenses
Jorge Eduardo Arellano
NADA MÁS oportuno resulta para mí conmemorar a la mujer
nicaragüense, con motivo de su día internacional, comentando
siete obras de igual número de escritoras: tres novelas, un libro
de relatos, dos de crítica literaria y una colección de artículos de
opinión.
La promesante (2001) de Rosario Aguilar
La octava novela de Rosario Aguilar es La promesante
(París, Indigo & Cote-femmes edition, 2001), que despuntó en la
primera década de este siglo acreditándose el premio “Gabriela
Mistral”, coordinador por la narradora y también leonesa,
residente en París, Milagros Palma. Con esta decorosa obra de
ficción se narra una tragedia, la de Cecilia Ruiz, una joven que
vive con su padre finquero en la isla de Ometepe.
Mientras recibe la visita de su madre divorciada Vanessa,
quien radica en los Estados Unidos, el padre se suicida sin dejar
explicación alguna. Ambas —madre e hija— viajan a Nueva
York, donde comparten momentos inolvidables. Sin embargo,
por una infección adquirida durante las fiestas celebratorias del
advenimiento del nuevo milenio, Cecilia es hospitalizada y se le
detecta sida.
Todo gira en torno de Cecilia, “la muchacha alegre,
apasionada, caprichosa” que se niega aceptar el dictamen médico;
pero luego se enrola en un grupo de autoayuda para luchar y
hacer retroceder la enfermedad implacable. Pero la trama es
más complicada y los recursos variados. Aguilar confirma en La
Artículos y ensayos
239
promesante su poder de evocación, sobre todo el encuentro con
Dagoberto Flores, joven finquero de El Sauce y pariente a quien
le une una afición: los caballos.
Flores, para el padre de Cecilia “un pistolero”, será asesinado
a causa de una vendetta en una poza de Malpaisillo, no sin antes
haberle trasmitido el virus HIV. Al final, Cecilia escribe una carta
a su hermana Amanda, diciéndole que ha decidido ser “como
una promesante en espera de un milagro”. De ahí el título de
esta novela que tuvo una segunda edición en Nicaragua un año
después.
Una perfecta desconocida (2002) de Mercedes Gordillo
El último libro de Mercedes Gordillo (Managua, 1938)
constituye un ejemplo del viejo arte de narrar. Presentado por
los críticos mexicanos Jaime Labastida y Federico Álvarez en
la Feria de Guadalajara, consagra a la autora, cuya vocación
tardía —como el caso de Juan Aburto— no ha sido obstáculo
para realizarse como narradora. Me refiero a Una perfecta
desconocida (2002): una colección de relatos. Trece en total,
número riesgoso y aparentemente fatalista.
En ellos, Gordillo sigue siendo la misma y comienza a
ser distinta (¡ojo Vidamar Retaluz!). La misma porque no
renuncia a su entrañable mundo capitalino, al ámbito de su clase
social, a sus caprichos, pretextos y fantasmas; distinta porque
enriquece su narrativa con aportes personales vinculados a la
corriente fantástica que otorga al texto como una creación una
nueva sensibilidad. Al menos, dos de sus piezas lo confirman
(“Una perfecta desconocida”, que da título al volumen; y “La
papalota”).
Sin embargo, no todas las piezas corresponden a relatos
ficcionalizados; pero se leen con fruición, incluyendo los
exentos de contenidos fantásticos, como “El Gurú”: la mejor
reconstrucción de la subcultura de la droga que llegó a Nicaragua
en los años sesenta, relacionada con el yoga, el esoterismo y
la meditación trascendental. También simpáticas resultan las
240 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
anécdotas domésticas elevadas a categoría literaria como “El
retrato de don Adrián” y “Ojos de amor”.
En fin, Una perfecta desconocida carece de vacuos
experimentalismos modernos y su autora no pretende ser una
prima dona, ni afirmar ninguna voluntad feminista. Solo se da
como es: una mujer fiel a lo suyo, a su entorno, a su interioridad;
una cuentista perfecta.
El sueño del ángel (2003)
de Gloria Elena Espinoza de Tercero
Con su segunda novela, El sueño del ángel (2003) Gloria
Elena Espinoza de Tercero (Jinotepe, 1955), obtuvo el Premio
de novela “Funisiglo”, creado por Róger Mendieta Alfaro y solo
otorgado una vez. Catalina Méndez es su protagonista. A través
de ella, Espinoza de Tercero “nos entrega la visión de una mujer
fragmentada por el deseo, al parecer liberada y después culpable
de la seducción de un pene extranjero y ajeno a lo típicamente
nicaragüense” —la resume Luis A. Jiménez, crítico especializado
en literatura de mujeres.
Hablo de uno de los cinco colaboradores de la obra de
exégesis crítica. De casas, ángeles y lobos (León, Editorial
Universitaria, 2007) que reúne diez análisis de la narrativa inicial
de Espinoza de Tercero, cuya recepción crítica ha sido amplia
y rigurosa, especialmente entre los académicos costarricenses
María Amoretti y Jorge Chen Shan. Basta citar con un análisis
más: el de Nydia Palacios sobre El sueño del ángel (Artes y
letras, La Noticia, 23 de junio de 2003) y otro, de Vicent Spina,
incluido en dicho libro: “En sueño del ángel: el retorno”.
Spina deslinda los dos inconexos personajes principales:
José Trejos, psiquiatra, casado y con hijos, radicado en Miami,
emigrante nica de vuelta en su ciudad natal; León; y Augusta
Catalina Méndez, “descendiente de una familia de abolengo,
empobrecida, solitaria, veterana sandinista desilusionada”. Ella
se ha quedado en el país y sufrido, especialmente por la muerte
de su hijo.
Artículos y ensayos
241
El crítico concluye: “Los dos personajes sienten una dualidad
interior que los desgarra como una dialéctica que no encuentra
una síntesis sino hasta en los últimos capítulos. Para Catalina la
síntesis se realiza cuando se confiesa con su amiga Victoria. Las
dos mujeres —la que se quedó para participar en el infierno de
la guerra, y la que se fugó y halló una vida frívola en Europa—
se abren la una a la otra y hallan consuelo en la amistad. José,
incapaz de sentirse ni arraigado a un pasado nicaragüense ni
a un futuro estadounidense, por fin halla cierta satisfacción al
enterarse del nacimiento de su nieto, cuyo ángel de la guarda
será el mismo que ha andado por la novela en busca de su propia
razón de ser.”
La piedra bocona (2004) de Martine Dreyfus
Con un discurso narrativo tradicional, surgió en España otra
reveladora vocación tardía, pero decidida y delicada: Martine
Dreyfus (Managua, 1950). Sin sofisticaciones de escritora “de
modé”, ni banaldiades de diva, Dreyfus ha publicado tres novelas
cortas: El viaje a la vida (1997), Todo pasó en abril (2000) y La
Casa de la Piedra Bocona (2004). A las tres las une un hilo de
Ariadna: la nostalgia de su patria originaria y una visión no por
exotista menos sincera, cristalina y autobiográfica. Además, un
rechazo a la desesperanza, lo cual no le impide ser realista.
Pero La Casa de la Piedra Bocona contiene sus propios
elementos. El principal de ellos, o cohesionador, es la construcción
de un espacio mítico a partir de la llamada “Piedra Bocona”: una
pequeña estatua precolombina, empotrada junto a la puerta de
una antañona vivienda esquinera de Granada. Pues bien, Martine
transforma esa vivienda en el hábitat mágico de una existencia
burguesa —no exenta de tragedias— erosionada por el tiempo.
No se circunscribe, sin embargo, a un ámbito local.
En la segunda y tercera parte, la trama se sitúa en Europa
y Estados Unidos, exactamente en Nueva York, donde la
autora describe el torrecidio perpetrado por el terrorismo
talibánico. Por lo demás, mantiene el hibridaje léxico de sus
noveletas anteriores (mezcla de vocablos hispano-peninsulares
242 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
e hispano-nicaragüenses); la percepción elogiosa de Granada,
Nicaragua; y la idealización de sus personajes. En este caso, un
lustrador de zapatos (“El Chino”) y su familia: madre o mujer
de la calle y hermanita (“la tierna”). Ambas fallecen de la misma
enfermedad, después de sobrevivir en el rincón de un edificio
posterremoteado cerca de la Avenida Bolívar.
Martine incorpora a los olvidados (en lenguaje buñuelesco)
del mundo —quienes escarban en el basurero de “La Chureca”
para obtener alguna especie de alimento podrido— desde
una compasión cristiana y logra una ficción que es y no es de
novela rosa. Lo es porque “El Chino” recibe el amor de sus
padres adoptivos y se realiza en la vida. Y no lo es porque en la
noveleta subyace una profunda denuncia de la miseria humana,
convicción a la que se debe esta frase no convencional: “A veces
la vida es generosa”.
En el país de las alegorías (2006)
de Isolda Rodríguez Rosales
Escasos han sido, lamentablemente, los aportes de inter­
pretación crítica de nuestra literatura. Dos de ellos corresponden
a la catedrática y estudiosa Isolda Rodríguez Rosales (Estelí,
1948): Una década en la narrativa nicaragüense y otros
ensayos (1999) y En el país de las alegorías / Ensayos sobre
literatura nicaragüense (2006), de título rubendariano. Ambos
fundamentales, asimilan y aplican las teorías modernas.
Así, en el último volumen Rodríguez Rosales realiza pros­
pecciones en la parodia, el pastiche, la reescritura, la inter­
textualidad, la polifonía bajtiniana y en otros discursos narra­
tológicos privilegiando la novela y el cuento, la autobiografía
y el testimonio: El oro de Mallorca, novela de Rubén Darío
cohesionada por la angustia; Vuelva, Güegüense, noveleta de
Pablo Antonio Cuadra marcada por la búsqueda identitaria; La
revolución perdida, de Ernesto Cardenal; Columpio al aire y
Hechos y prodigios de Lizandro Chávez Alfaro; la polifonía de
Mil y una muertes de Sergio Ramírez; la ficcionalización de la
historia en Réquiem en Castilla del Oro, de Julio Valle-Castillo;
Artículos y ensayos
243
el género en La Promesante de Rosario Aguilar; Una perfecta
desconocida y Vida y milagros, ambas de Mercedes Gordillo.
Mas la poesía no se queda atrás en los análisis de Isolda.
Porque ella también opta por dilucidar la escisión vital de Rubén
Darío en Cantos de vida y esperanza, el conceptismo telúrico
—nicaraguanizado— de Rió hasta el fin de Ángel Martínez
Baigorri, el amor conyugal y lúdico de Poesía reunida de José
Cuadra Vega; y el retablo mestizo que es El lienzo del pajaritero
del ya citado Valle-Castillo.
En su mirada, Isolda Rodríguez Rosales une la calidad
académica y una frescura que le permiten potenciar el valor de
las obras representativas que estudia.
Addis Esparta Díaz Cárcamo: Existencialismo y
metafísica en la poesía de Alfonso Cortés (2009)
Subtitulado “Estudio temático, estructural y semiótico”, esta
obra —editada por la Academia Nicaragüense de la Lengua en
2009— constituye el examen más comprensivo y profundo de
la poesía alfonsina. Se trata de una renovadora sistematización
crítica que aborda lo simbólico, el existencialismo, la metafísica,
el intimismo y las relaciones macroestructurales de Cortés con tres
escritores hispanoamericanos postmodernistas: Alfonsina Storni,
Gabriela Mistral y Enrique González Martínez (una argentina, la
otra chilena y el tercero mexicano, respectivamente).
El existencialismo del autor de “Ventana” —que abarca la
angustia, la soledad y el sentido de la libertad— es cristiano,
dentro de una concepción equilibrada del catolicismo. Pero sus
categorías fundamentales son la temporalidad y la especialidad.
“El hombre —sostiene Addis— está enmarcado en un tiempo
y un espacio ilimitado. El sujeto de la enunciación pasa de un
estado físico a un estado metafísico”.
Otro aspecto desarrollado por Díaz Cárcamo, coordinadora
de la Maestría en Filología Hispánica de la UNAN-Managua, es
el surrealismo, mejor dicho: los elementos oníricos y misteriosos
244 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
trabajados magistralmente por Alfonso. En síntesis, éste se
distingue de sus coetáneos postmodernistas de Hispanoamérica
por su locura y estados de éxtasis. “Su vesanía se origina en su
propia genialidad, en su infinita sensibilidad por los problemas
humanos y en su ensimismamiento en las grandes lecturas de los
filósofos en boga, principalmente Schopenhauer, Jaspers, Kant
y Kierkegaard.”
Como tesis doctoral, Existencialismo y metafísica en la poesía
de Alfonso Cortés fue defendida en la Universidad de Humboldt
de Berlín hace varios años. Su bibliografía es exhaustiva y la
relacionada con Alfonso Cortés sorprendentemente completa,
destacándose trabajos que el suscrito ignoraba, como el de Raúl
Catagnino: “Poesía y demencia: el caso nicaragüense Alfonso
Cortés” (Cuadernos del Sur, Bahía Blanca, núm. 17, 1984, pp.
3-13). Addis Esperta Díaz Cárcamo prepara otro volumen de
ensayos —esta vez de agrocrítica— y ha estudiado, entre otros
autores, a Rubén Darío, Luis Alberto Cabrales, Pablo Antonio
Cuadra, Joaquín Pasos, Ernesto Cardenal y Gioconda Belli.
La herradura de mi suerte (2010)
de Ana María Chamorro de Holmann
La herencia de una sangre patricia, el rectilíneo ejemplo
de sus padres, el sello y la trayectoria del diario familiar, la
inclaudicable lucha de su hermano mayor, mártir de la patria…
He ahí las páginas iniciales de este libro: una suma de artículos,
reminiscencias, semblanzas y espontáneas creaciones.
Yo conozco a su autora: una dama, una matrona, una
sensibilidad que desde hace más de treinta años emite su opinión
sobre temas de interés nacional, prédica de valores y principios
(“cuando el sentido moral se pierde, todo está perdido”
—puntualiza Rubén)… He ahí el libro de Ana María Chamorro
de Holmann, el de su vida.
Ella se autorretrata como madre y esposa, como devota
mariana y colaboradora persistente de obras piadosas; pero
también revela una veta narrativa y una fibra poética. Si sus
Artículos y ensayos
245
versos cultivan flores del jardín de su hogar, casi todos sus
cuentos evocan y recrean anécdotas navideñas y de San Juan del
Sur. O sea: de la herradura de su felicidad.
X
RESEÑAS Y NOTAS
Reseñas y notas
249
El ejemplo señero de Darío
en dos colecciones de estudios
I
Autores varios: Repertorio dariano 2010 / Anuario sobre
Rubén Darío y el modernismo. Compilador: Jorge Eduardo
Arellano. Managua, Academia Nicaragüense de la Lengua,
febrero, 2010. 355 p., il.
EN LO que va del año, se han editado en Nicaragua tres
importantes colecciones de estudios sobre Rubén Darío.
Repertorio Dariano, 2010, que inicia una futura serie anual,
fue el primero volumen en aparecer y lo compiló el dariísta
nicaragüense Jorge Eduardo Arellano. Su consejo editorial lo
integran Pablo Kraudy (Nicaragua), Claire Pailler (Francia),
Noel Rivas Bravo (España) y Günther Schmigalle (Argentina),
también colaboradores del mismo.
Kraudy, por ejemplo, puntualiza “El pensamiento social
y político de Rubén Darío”, ensayo concebido desde la óptica
de la literatura de ideas y que considera al poeta “como testigo
e intérprete de su tiempo frente a la política y sus opiniones
acerca de los fenómenos como la democracia y los procesos
eleccionarios” (p. 97). Ciento sesenta y dos notas al pie de página
respaldan el desarrollo de esta lúcida interpretación incluida en
una de las secciones de la obra: Estética e ideas.
Por su parte, Claire Pailler consigna en 37 notas a la crónica
de Darío, “Reflexiones sobre el año nuevo parisiense”, inserta en
Peregrinaciones (1901). En ella su autora denuncia “el aparato
de la decadencia” en París en sus múltiples manifestaciones (la
miseria “horrible y dantesca en su realidad”, el endiosamiento
“de la mujer como máquina de goces carnales” y “la del histrión
250 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
en todas sus formas y en todas sus fases”, más “el imperio de la
fórmula y la contradicción entre la palabra y el hecho”, por citar
tres). Y concluye con una declaración tengo todavía el mal gusto
de creer en Dios, un Dios que no está en San Sulpicio ni en la
Magdalena.
La colaboración de Pailler se localiza en la sección dedicada
a la Crónica rubendariana, al igual que la de Günther Schmigalle:
“Darío, el cronista cosmopolita”, por cierto la introducción a
su último libro compilatorio: ¿Va a arder París…? (Madrid,
Ventisiete Letras, 2008), reseñado por Miguel Ángel Muñoz.
Este reconoce que la selección de estas treinta crónicas, que no
excluyen “las cosas de América”, ha sido bien anotada y la ha
ejecutado el dariísta alemán con rigor, coherencia y conocimiento
de causa.
La sección titulada Relaciones literarias se inicia con el
aporte de Noel Rivas Bravo: “Oscar Wilde y los modernistas:
[José] Martí, [Enrique] Gómez Carillo, [Rubén] Darío y Manuel
Machado”. Se trata del estudio preliminar a los textos de los
cuatro escritores nombrados que “nos trazan una imagen de Wilde
elegante, refinada, sugestiva, culta, irónica, encantadora, pero no
por eso ajena a un fondo de tristeza, soledad, dolor, desengaño
y tragedia” (p. 292-293). El de Darío se titula “Purificaciones de
la piedad”, procede también de Peregrinaciones (1901) y figura
en el Oscar Wilde (Valencia, Instituto de Estudios Modernistas,
2006) de Rivas Bravo.
La sección Poesía ofrece dos estudios: uno global sobre
la significación de Cantos de vida y esperanza: “Darío: lírico
perdurable de nuestra lengua”, de Jorge Eduardo Arellano,
anteriormente publicado —sin sus titulillos explícitos— en
Anales de Literatura Hispanoamericana (Madrid, Universidad
Complutense, 2006), poemario cumbre de Darío que suscitó
esta certeza de Jorge Guillén (1893-1984), cuando insurgían las
vanguardias españolas e hispanoamericanas: “ninguno ha sido
tan emperador tan absoluto como el poeta que logró ser poeta
de todas las Españas. Sólo en los versos de Rubén no se pone el
sol” (La Libertad, Madrid, 23 de agosto, 1921)
Reseñas y notas
251
El otro estudio de la sección, de Francisco Arellano Oviedo,
se concentra en el “Poema de otoño”, análisis exegético inédito
con sustentación latina y griega que supera a sus precedentes.
En cuanto a la sección Narrativa, consta de la primera parte de
otro estudio global, también inédito, de Jorge Eduardo Arellano:
“Los cuentos de Rubén Darío y su proyección en América,
España y Francia”, donde figura una aproximación a la teoría
rubendariana del cuento; de otro análisis, esta vez de Julio ValleCastillo: “El cuento de Huitzilopoxtly y la historia de su texto”
y de uno más, de Isolda Rodríguez Rosales: El oro de Mallorca:
la angustia como constante y el intertexto como recurso”. Ya
Isolda lo había publicado en el número monográfico sobre el
Segundo Simposio Internacional celebrado en León, Nicaragua,
del 18 al 20 de enero de 2004: “Rubén Darío: nuevos asedios
y reencuentros” / Edición de Jorge Eduardo Arellano (Boletín
Nicaragüense de Bibliografía y Documentación, núm. 124,
julio-septiembre, 2004).
Otra colaboración que reproduce el Repertorio es la de Carlos
Tünnermann: “Rubén Darío: puente hacia el siglo XXI”, lección
magistral pronunciada en la inauguración del Primer Simposio
Internacional, igualmente celebrado en León, que marcó un hito
en su especialidad. Así puede constatarse en el volumen Rubén
Darío y su vigencia en el siglo XXI (Managua, JEA editor, 2003),
donde la citada lección apareció originalmente.
El Repertorio contiene dos introducciones: una “Advertencia”
de Jorge Eduardo Arellano y un “R. D.: Cronología básica”
de Julio Valle-Castillo. Si la primera explica que el volumen
se edita en saludo al V Congreso Internacional de la Lengua
Española, a celebrarse en Valparaíso del 2 al 5 de marzo de
2010 —recordando que en esa ciudad cosmopolita apareció el
catapultante Azul… en 1888—, la segunda precisa los hechos
decisivos de la biografía del creador literario.
Otros dos trabajos valiosos presenta el volumen. En uno
de ellos, “Hacia la cartografía poética dariana”, el argentino
Rodrigo Javier Caresani puntualiza el “ethos” o el estilo de los
prólogos de Darío, el espacio hegemónico de la “nueva estética”
252 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
conquistado por Los Raros (1896) en Buenos Aires, “campo
polémico en que negocia, con fascinante destreza y eficacia,
las condiciones de lectura de esa biblioteca rara, radicalmente
novedosa, desconcertante… los raros que Darío elije van contra
los valores fundamentales de la burguesía finisecular para la que
escribe, tanto desde lo moral como desde lo político y religioso”.
Además, Caresani completa su “cartografía” en el otro lado del
Atlántico, cuando Darío se convierte en “portavoz que protesta
en nombre de toda la lengua, pero sin abandonar el espacio de la
autonomía del arte” (p. 85).
En el otro “Las montañas del oro: matriz intertextual de Rubén
Darío”, Iván Uriarte describe las operaciones transtextuales de
Cantos de vida y esperanza, concretamente en “A Roosevelt”,
“Canto de esperanza” y “Salutación del optimista”, enraizadas
en el hipotexto lugoniano: la “Introducción” a Las montañas del
oro.
En la sección “Fichero dariísta”, Héctor Vargas anota la biobibliografía de los chilenos Julio Saavedra Molina (1880-1939)
y Raúl Silva Castro (1903-1970); en otra sección, Documenta de
ayer y hoy, el mismo Vargas reconstruye las relaciones de Darío
y Antonio Machado, discípulo de aquel; y Julio Valle-Castillo
establece la función del poemario proyecto “El caracol: en la
gestación de Cantos de vida y esperanza”; y en la penúltima,
Darío en otros idiomas, se informa de dos obras darianas vertidas
al japonés: Azul… y El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical.
El Repertorio dariano 2010 (aparte de poemas a Darío de
Pablo Neruda y Manuel Mantero, y del rescate de otros dos
textos críticos desconocidos y espléndidos de Gabriela Mistral
y Nicolás Guillén) cierra con reseñas de diecisiete obras de
temática rubendariana, publicadas en España y Latinoamérica
entre 1997 y 2006. Alberto Acereda, Jorge Eduardo Arellano,
Armando Íncer, Ricardo Lobato, Héctor Vargas, Faustino Sáenz
y Esteban Sandino, entre otros, son sus firmantes.
Finalmente, un epígrafe precede esta obra colectiva: el de
Víctor García de la Concha, Director de la Real Academia
Reseñas y notas
253
Española, que vale la pena transcribir: “La apertura de España
a las Américas no es sólo cuestión de número, sino también de
calidad, gracias a la riqueza léxica y literaria de Hispanoamérica,
iniciada con el ejemplo señero del poeta nicaragüense Rubén
Darío hace poco más de un siglo”.
II
Jorge Chen Shan, editor: Asedios posmodernos
a Rubén Darío. León, Editorial Universitaria,
UNAN-León, 2008. 218 p.
El término “asedio” pertenece al lenguaje militar y designa
una estrategia para sitiar y tomar un objetivo. Pues bien, la
producción creadora de Rubén Darío es asediada en esta
pequeña obra desde varias perspectivas. Su título evoca el del
Segundo Simposio de León, del 18 al 20 de enero de 2004:
“Rubén Darío: Nuevos asedios y reencuentros”.
“La ‘cultura nueva’ de Rubén Darío”, ensayo-reencuentro
más que asedio, de Edgardo Buitrago (1924-2009), lo encabeza.
“El salmo de la pluma” (1889) —temprano poema profético
del bardo— es retomado por el maestro dariano detectándole
en su contenido “un destino de unidad continental”, entre los
dos bloques (el anglosajón y el latino) y una sola realidad;
pero reconoce que Rubén “no rebela cómo ha de verificarse
esa unión de los dos bloques que en su visión suprahistórica ha
llegado a constituir la Nueva Cultura” (14).
Más aún: pasando a comentar el Desastre del 98, Buitrago
recuerda que Darío tomó partido por la América hispana
—amenazada constantemente por la anglosajona— y aún por
la cultura latina, sustento de su credo político. Tras analizar
el poema “Pax” (1915), esta es la lección utópica que postula
Rubén, según Buitrago: la responsabilidad de crear una cultura
nueva “que será continuadora de Europa en una tierra de paz y
trabajo, abierta sin reservas a toda La Humanidad” (p. 24).
254 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
“Interculturalidad y mestizaje en Rubén Darío” es el
estudio más extenso y erudito de este libro que reúne las
actas del coloquio organizado en la Universidad Nacional
Autónoma de Nicaragua-León el 28 y 29 de agosto de 2008,
y dirigido por el académico costarricense Jorge Chen Shan.
María Amoretti Hurtado, la autora del segundo estudio citado,
también lo es. Ella enfoca la colonialidad que subyace en la
polémica americanismo-hispanismo en Darío —y que tuvo
de protagonista a Juan Valera, José Enrique Rodó y Miguel
de Unamuno, entre otros— planteando que nuestro poeta
desarrolló una empresa descolonizadora y emancipadora al
proponer y practicar la polidiversidad intercultural. ¿Cómo?
Perfilando “una filosofía de la interculturalidad tal como la
entendemos hoy” (76).
Cuatro fueron sus principios: 1. Entusiasmo (“La virtud de
abrirse y dejarse poseer por las otras culturas”); 2. Admiración
sincera (“Saber reconocer la originalidad de cada una y el
aporte que nos pueden dar”); 3. Lectura, es decir, búsqueda del
diálogo (“Leer al otro y dejarse leer por el otro”); y 4. Buena
intención (“Acercarse con un espíritu dispuesto a recibirlo con
fraternal afecto”). A través de ellos, su poesía es interpretada
por Amoretti Hurtado como “un claro esfuerzo, el primero y
más grande de todos en la historia del arte latinoamericano, por
la descolonización, por la autoafirmación de nuestra identidad
y el derecho a nuestra cultura” (62).
Si Amoretti Hurtado comprendió el mimetismo híbrido
de Darío —al devolver éste al lugar de origen del colonizador
su sistema de representaciones, pero con una plusvalía: la
reinterpretación cultural—, Peggy von Mayer Chavez relee dos
textos darianos: “El libro” (1881) y “El salmo de la pluma”,
poema de mil versos uno y poemario el otro sobre las letras del
alfabeto hebreo. Su objetivo es demostrar la concepción dariana
del poeta como lector privilegiado del Libro del Universo
(Liber Orbi). Y lo consigue, sobre todo al analizar “El salmo
de la pluma”, basada “en una hermenéutica del pensamiento
místico-simbólico de la Cábala, con las limitaciones que
Reseñas y notas
255
obviamente tiene alguien que, como yo, no es experta en este
complejo saber iniciático” (92). “Imaginarios simbólicos en la
palabra de Darío” se titula su interpretación.
Por su lado, en “El elogio de Cervantes / don Quijote en
Cantos de vida y esperanza: el quijotismo en Rubén Darío”,
Jorge Chen Shan emprende otras relecturas: la de tres poemas
del opus rotundum de Darío: “Cyrano de Bergerac”, “Un soneto
a Cervantes” y “Letanía de Nuestro Señor don Quijote”. No es
casual —afirma— que un poemario dedicado a realizar una
refundación de la identidad continental y al recentramiento del
proyecto modernista en materia de la renovación del lenguaje
poético, se dedique también a proyectar ese patrimonio cultural”
(115). De tal manera que Cervantes es concebido por Darío
como prototipo del artista y don Quijote reafirmado como héroe
ejemplar y vital e “icono del nacionalismo español” (137).
“La poesía como negación en Cantos de vida y esperanza,
de José Ángel Vargas Vargas —también costarricense— se
titula otro de los estudios. Bien documentado, Vargas opone al
optimismo vital de Cantos de vida y esperanza (en poemas como
“Aleluya” y “Pegaso”) el discurso pesimista de “A Phocas, el
campesino”, de los dos “Nocturnos” y de “Lo fatal”, marcados
por el desencanto existencial. “Esta negación del optimismo y
de la luz se expresa e la utilización de un concepto de la vida
como enigma, en el que es posible condensar los contrarios y
sin atenuar la voluntad del yo lírico de integrarse al universo”
(164). Ahora bien, no sólo la negación sino también la luz y
la esperanza “encuentran su fundamento en la utilización del
discurso de la sinceridad como uno de los principales ejes del
texto que muestran al yo lírico en su plenitud y desnudez, al
mismo tiempo” (165).
“Rubén Darío y Leopoldo Lugones: una relación
intertextual” ya fue comentado, pues no es otro que el trabajo
de Iván Uriarte inserto en el Repertorio Dariano 2010 bajo el
título de “Las montañas del oro: matriz intertextual de Rubén
Darío”.
256 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Tres catedráticos de la UNAN-Managua completan los
Asedios. Addis Esparta Díaz Cárcamo presenta un “Análisis
semiótico del poema ‘La cabeza del Rawi’ (Un enfoque de
género)”, el más novedoso de toda la colección y no menos
sustentado teóricamente. Roberto Aguilar Leal es el único de
los autores que aborda los cuentos. “Esteticismo y crítica social
en la cuentística dariana posterior a Azul…” se titula su aporte
que comienza: “Sin descuidar las exigencias de forma, estilo y
renovación que su condición de artista le exigía, [Darío] supo
hacer de su discurso narrativo un instrumento de indagación sobre
la condición del hombre hispanoamericano en su incorporación a
la modernidad dentro del contexto de un incipiente capitalismo”
(187).
Aguilar Leal revalora los “Cuentos nuevos” de su paréntesis
centroamericano (1889-1893), es decir, aquellos de signo
naturalista / realista, algunas recreaciones de la tradición
judeo-cristiana y unas cuantas ficciones neo-paganas; pero le
otorga mayor atención a la experiencia bonaerense, en la cual
culmina Darío en el género (1893-1898). Entonces recurrió a lo
sobrenatural como cuestionamiento de la realidad. Igualmente,
el catedrático no evade la importancia de “D. Q.” (1898) y de
“Huitzilopoxtli” (1914), aplicándoles sendos análisis. Así vemos
que, al final de su vida, “Darío trasciende su posición esteticista
para dedicar mayor atención a los problemas políticos centrales
a su tiempo: la guerra hispanoamericana del 98, la revolución
mexicana y, sobre todo, la creciente amenaza imperialista”
(201).
Darío como personaje de ficción es el ámbito en que se
ubica el último trabajo de esta obra: “Rubén Darío y la nación
imaginada en La puerta de los mares” (novela histórica de
Francisco Mayorga aparecida en 2002). Su autor es el experto
en la materia Ignacio Campos Ruiz, quien desmenuza el
entramado y la funcionalidad de los protagonistas: el dictador
José Santos Zelaya y el poeta y diplomático Rubén Darío. La
conclusión no es otra que el encuentro de “una faceta nostálgica
de la refundación del Estado-Nación, pero concibiendo que los
Reseñas y notas
257
problemas se resuelven con el modelo de grande hombre o con
la biografía pulcra de un poeta o de un diplomático o, mejor
dicho, con la de un intelectual incorruptible” (236).
En fin, los Asedios posmodernos a Rubén Darío no
responden, en su integridad, a su título; pero aportan mucho
a las lecturas del poeta desde las nuevas teorías de la crítica
literaria, y respaldan esta valoración que Chen Sham expone en
su “Breve introducción” al establecer: “la producción de Darío
inaugura un nuevo paradigma estético, radical e innovador,
pues reivindica como tradición / renovación a la poesía en
lengua española —a pesar de que a los peninsulares les cueste
reconocerlo— y un utópico programa ideológico-político
que pondera la unidad continental frente al expansionismo del
modelo anglosajón” (9-10)
Faustino Sáenz
Una aproximación minuciosa, casi detectivesca, de
la vida y obra de Salomón de la Selva. Jorge Eduardo
Arellano: Aventura y genio de Salomón de la Selva. León,
Editorial Universitaria, UNAN-León, 2009. 289 [1] p., il.
Aventura y genio de Salomón de la Selva, de Jorge Eduardo
Arellano, es un estudio muy detallado, hecho a conciencia y
no por eso menos facinante de uno de los valores intelectuales
“más consistente en Nicaragua” después de Rubén Darío. Todo
nicaragüense que se precie de ser buen letrado debe familiarizarse
con esta aproximación minuciosa, casi detectivesca de la vida y
obra de una gran figura literaria que “permanence prácticamente
ignorado a nivel de lengua española”. El libro se engalana con
ilustraciones que vienen a ratificar la investigación escrita. Además,
al final se encuentra un anexo que consta de una ins­cripción
bautismal, una carta de Salomón de la Selva y una certificación de
matrimonio. Todas éstas, tesoros para un histo­riador.
El estudio se divide en dos partes: Acroasis: Sol en vaso del
alma y anexos. Acroasis además de ser el cuerpo del libro, sirve de
258 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
breve introducción al estudio. En esta parte hay una explicación
del porqué del presente título, así como también se resume la
“Trayectoria infatigable”1 de Don Sal. Después leemos sobre
una de sus multiples facetas Mitificador de Sandino y pionero
múltiple. Seguidamente encontramos su “Autoconfesión y
autorretrato”. Jorge Eduardo Arellano no se detiene ahí, sino que
nos habla también de “El testimonio de su primógenito”. Líneas
más adelante, leemos sobre la definición de los intelectuales, “El
Intelectual, según Salomón”. Interesante es lo que viene después,
la “Autopresentación de 1955”. Esta sección introductoria la
enriquece el crítico con el “Juicio de Zepeda-Henríquez” y la
“Valoración de Valle-Castillo”. Y termina la sección hablando
del esfuerzo más reciente para dar a conocer su legado, tal como
lo es “Un festival consagrado a su memoria” y “Dos aportes
recientes”, uno de ellos, una disertación doctoral, y la otra, “una
versión en español (y difundida digitalmente) de Tropical Town
and Other Poems…”.
Después de lo anterior , se despliega como un abanico
multicolor el cuerpo verdaderamente de la obra dividida en
11 capítulos. El número 1 se titula “En su nativo e inolvidable
Leñin”. Este capítulo nos da un retrato de Teresa Glenton, su
abuela irlandesa, y como era de esperar, su Infancia bajo el sol
espeso y duro, pesado y paulatino; título muy barroco dada la
profusión de adjetivos. El interés del lector sigue en aumento y
leemos con deleite sobre los amores de su niñez, Granada era
Sión; tampoco podía faltar aquí la evocación de sus Primeros
maestros, su Primer viaje a Nueva York. El capítulo cierra con
su Retorno a León y Sus profundas raíces leonesas.
El capítulo 2. “Formación y experiencia en los Estados Unidos
(1906-1910) y (1911-1912)”. Según José Coronel Urtecho en
el epígrafe que Jorge Eduardo Arellano inserta en este capítulo,
leemos con admiración sobre uno de sus oficios, el de poeta,
1. Todo lo que aparece en negrita, son los apartados en que se subdivide la
obra. Y lo he dispuesto así para hacer más fácil la lectura y además respeto
el orden que sigue Jorge Eduardo Arellano.
Reseñas y notas
259
“un poeta neoyorquino y nada menos que uno de los pocos que
prepararon la sensibilidad de lo que se llamó por ese tiempo la
Nueva Poesía Norteamericana…”. Nos adentramos en el capítulo
con Frank Krane, su primer protector y su honda identificación
con el Ariel (1990) de José Enrique Rodó, identificación que
se tambalea en Nueva York y de eso nos habla un poco Jorge
Eduardo Arellano en la sección “El arielista vencido”. Después
nos enteramos de Los privilegios artísticos de Nueva York, de la
fundación por parte de Salomón de la Selva de La O.I.F. (Order
of ideal Friendship) junto con el cubano Rufino González. Su
admiración por Gilbert Murray y sus conferencias en Columbia.
Otras personalidades que lo impactan son Edwin Markhan:
sociólogo y místico, y John Dewey. El estudioso también incluye
a Edna Saint Vincent Millay: poetisa de rebeliones ardorosas,
joven mujer que “despertó su interés por el estudio del griego.”
Jorge Eduardo Arellano, además escudriña en este libro la
relación con Ralph Roeder, “norteamericano amante y cultor de
la belleza, la bondad y el amor; uno de los últimos destellos de un
tiempo que parecía tocaba a ocaso.” (51). Pero lo más importante
que hizo Salomón de la Selva durante este período fueron Sus
traducciones del inglés al español y viceversa. Y no content con
todo lo que hace Don Sal hace Su ingreso en el ejército ingles.
En noviembre de 1919 regresa a su patria y Arellano en esta
sección nos habla de su Breve intermezzo en Centroamérica.
Es lógico que esta vida agitada lo lleve a sentirse Cansado del
bullicio del mundo. El capítulo cierra haciendo referencia a Su
artículo sobre la mujer intelectual en América latina.
El siguiente capítulo el 3, habla de sus “Primeros años en
Mexico (1921-24)” Esta es una etapa formativa, de aprendizaje,
y sobre todo de mucho entusiasmo, de ahí que Jorge Eduardo
Arellano traiga a colación esta experiencia bajo el título sugeridor
de Piafábamos como jóvenes centauros; brincábamos como
faunos; vivíamos mitológicamente. Siempre dentro de este período
efervescente la Universidad Nacional comisiona a Salomón de
la Selva que vaya a La Habana como Secretario de Valle-Inclán,
quien había llegado a México como invitado especial para
concurrir a la celebración del Centenario de la Independencia.
260 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Ya de regreso Don Sal empieza sus colaboraciones en la revista
El Maestro. Durante esta época es marcada Su preocupación
centroamericanista, su colaboración con La Universidad Obrera
Libre, uno de los proyectos de Pedro Henríquez Ureña. Más
adelante Jorge Eduardo Arellano condensa el significado de El
soldado desconocido y su impacto, también hace referencia a
“El soneto coloquial a Ortiz de Montellano”, miembro del grupo
Contemporáneos. No contento el crítico con esta indagación
minuciosa, analiza “Sus colaboraciones en México Moderno”.
Después le vemos como alumno regular en la Escuela Nacional
Preparatoria y de ese entonces data su experiencia no falta de
humor, “La anécdota del hotelucho del Callejón de la Palma”.
El capítulo llega a su fin con “Vasconcelos versus Henríquez
Ureña” y “Una carta aclaratoria de Vasconcelos”.
“Con Darío y Míster Huntington en Nueva York” es el tema
del cuarto capítulo. En él nos enteramos de El encuentro de Rubén
y Salomón, de La lectura del poema “Pax” en la Universidad de
Columbia. También plasma su rememoración de Darío en Yo
lo recuerdo, presa de terrores. Además Jorge Eduardo Arellano
hace referencia a “El homenaje de la Poetry Society y los Eleven
Poems” después del fallecimiento del bardo universal. Esta
sección cierra con “La anécdota con Míster Huntington”.
No podía faltar en este libro tan completo de JEA, “El
magisterio de Don Pedro Henríquez Ureña”. El biógrafo-crítico
nos narra sus primeros encuentros, su quehacer como traductor,
traducciones tales como El “Cuento del país de las hadas”, los
Eleven poems of Rubén Darío. No faltando en medio de estos
trabajos, los Ejemplos de camadería intelectual. También es de
sumo interés La crítica de P.H.U. sobre Salomón de la Selva,
interesantísimo los Extractos de la correspondencia de ambos. Y
salpicado todo este trabajo de investigación con anécdotas, tales
como Un accidente en la Quinta Avenida. El capítulo cierra con
Los recuerdos salomónicos de 1946 y Referencias finales.
Curiosamente subdividido en tres grandes partes aparece el
capítulo 6, y se titula “Fundador de la otra Vanguardia”. En la
primera parte leemos Valoraciones y revaloraciones que subrayan
Reseñas y notas
261
la importancia de don Sal en la Poesía hispanoamericana. Su
protagonismo en el renacimiento poético de Estados Unidos,
relatado bajo la sección “Su experiencia en los Estados Unidos”,
sus composiciones de Tropical Town and Other poems (1918), la
lectura de su canto “The dreamer’s heart knows its own bitterness”
(“El corazón de un soñador conoce su propia amargura”),
composición que produjo malestar al Presidente Roosevelt “por
su espíritu latinoamericanista y antiimperialista.” (113). En esta
primera parte ambién se menciona su “Poema de las Estaciones”
en la revista Cervantes de Madrid. La II parte de este capítulo
revalora extensamente a El soldado desconocido (1922) y hace
suya la opinion crítica de Stefan Baciú que señala este libro
como el que abre Nuevas rutas a la Poesía humanitaria y social.
También analiza brevemente algunos poemas pertenecientes a
este libro, tales como: “Oda a Safo”: manifiesto de la poesía
nueva, y “La Paz”, poema culturalista. En la III parte habla de La
otra vanguardia de Hispanoamérica. Este capítulo lo enriquece
Jorge Eduardo Arellano con Anecdotario bélico y postbélico en
la IV parte. Y termina el capítulo con las “Recepciones críticas
de El soldado desconocido”.
“Amistad con Claudia Lars” es el título del capítulo 7 y su
importancia reside en que arroja luces sobre “la relación entre
el poeta más grande de Nicaragua después de Darío y la más
alta voz lírica de El Salvador.” (144) En él nos narra su “Primer
encuentro” “feliz para ambos…,” la enseñanza de métrica a la
futura Claudia Lars por parte de Salomón, magisterio ejercido
a través de Las cartas de Salomón desde Nueva York. También
Jorge Eduardo Arellano alude a Los sonetos en la revista leonesa
Darío, poemas dedicados a Claudia Lars, y no podia quedar fuera
El soneto inédito “Sabor de Carmen.” Más adelante, el crítico
inserta la opinion de Salomón en El juicio de 1932: “Claudia
Lars cómo se llama?” y termina con El reencuentro de 1929.
Muy distinto al anterior en cuanto al tema, aparece el capítulo
8. Campaña sindical y Sandinista (1924-1930). El estudioso
afirma que: “dicha campaña constituye uno de los períodos más
intensos de su aventura vital” y es precisamente por eso que
este capítulo detalla año con año esa experiencia. Así leemos
262 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
que 1924 se caracteriza por Visitas a Nicaragua y alianza de la
FON con la formula Solórzano-Sacasa. En 1925 encontramos un
“Himno de fe al desocupar las bayonetas yanquis el suelo patrio”
y la organización de sindicatos en León. En el siguiente año
1926: Su matrimonio con Carmelita Castrillo y “La leyenda de
San Adefesio, virgin y mártir.” En 1927: Su cuestionamiento del
contrato del gobierno de Díaz con los banqueros neoyorquinos.
En 1928 estaba en apogeo la causa Sandinista y de ahí que en
este año se resalte Su campaña virulenta contra la bochornosa
intervención. El capítulo termina con dos últimas referencias,
una al año 1929 donde leemos que Don Sal está Negociando
la paz con Feland y Moncada y por último la referencia al año
1930: Con Bertrand Russell en Nueva Orleáns.
“Periodista y educador en Costa Rica y Panamá” así reza
el capítulo 9. Este capítulo también presenta la peculiaridad de
su división en dos partes. La primera se inicia con una anécdota
feliz, como La cena en la legación con el Ministro Eberhart.
Aparte de esto, es sumamente interesante para el lector conocer
de los ensayos salomonianos, aludidos por Jorge Eduardo
Arellano como Sus Persiflages. Entre éstos, destaca el último
que es un Elogio de un texto costarricense para aprender ingles.
Durante su estadía en Costa Rica y Panamá, Don Sal “no hacía
mucha vida social,” (161) pero en cambio escribía poesía y
hacía algunas traducciones. De esta época datan Su “Canto a
Costa Rica” y el “Romance y cantar del 4 de junio de 1929.”
Asimismo realizó Traducciones en cuatro lenguas, versiones al
español de obras en latín, inglés francés, y griego. Además era
colaborador de periódicos, JEA destaca aquí su relación Con
The Nation, y también trae a colación el encomio que hizo Don
Sal A propósito de la publicación de un gran libro. Otros hechos
interesantes que aparecen en este capítulo es la Visita y carta
de Gabriela Mistral, así también como El duelo con el Ministro
León Cortés. La segunda parte de este capítulo continúa con
La sonata “Alejandro Hamilton” y otras producciones en verso
y prosa. De su estadía en Panamá, el crítico se detiene en El
semanario bilingüe Digesto Latinoamericano, que comenzó a
editar Salomón de la Selva “a los once meses de establecido
Reseñas y notas
263
en la capital panameña…” (172) “El acontecimiento politico
que más conmovió al editor de El Digesto Latinoamericano
fue El asesinato de Sandino. La conmoción que produjo este
hecho, llevó a Salomón de la Selva a escribir Pueblo desnudo
o la Guerra de Sandino, novela que se “publicó cuarenta años
después en Managua, Nueva Nicaragua, 1985.” JEA señala en
su estudio que a Salomón le “preocuopaba la educación” (177) y
de ahí surge la idea de crear El Centro de Estudios pedagógicos
e Hispanoamericanos. Este mismo centro auspició más adelante
La exposición de Roberto de la Selva. El capítulo termina con
la referencia específica a Salomón y su aporte a la creación de la
Universidad de Panamá.
“Bardo multiforme y neo-clasico” es el título del capítulo
10. Después de una pequeña introducción el estudioso se refiere
al papel de Salomón de la Selva como Neopopularista pionero.
Seguidamente comenta Alejandro Hamilton / Sonata y después
le vemos en todo su esplendor como Sonetista experimentado.
El crítico resalta más adelante a Sajadya: historia erótica de
inspiración hindú y Amanecer: recreación del sánscrito. “Su
posterior obra poética llegaría a constituir un modelo al servicio
de la colectividad y de causa nobles.” Ejemplo de lo anterior
es su Elogio del pudor, pero además incursiona en lo que Jorge
Eduardo Arellano llama “humanitarismo exteriorista” (201),
ejemplo de ésto es Dos soldados. No podían faltar en este capítulo
sus grandes poemas Las evocaciones de Horacio y Píndaro. A
medida que nos internamos en el capítulo vamos descubriendo
nuevas vetas de Salomón de la Selva; acertadamente Jorge
Eduardo Arellano no deja fuera su contribución como Poeta en
inglés, así como tampoco el breve análisis de dos de sus poemaslibros a como lo es el Canto a la Independencia Nacional de
México (1955) o la formulación de una paidea hispanoamericana
y Acomixtle Netzahualcóyotl. Esta revalorización crítica termina
con la referencia “al conjunto de traducciones” Lira Graeca y
finalmente termina el capítulo con la mención y breve análisis
de Otros poemas dispersos.
Este estudio tan meticuloso por parte de JEA llega a su fin
con el capítulo 11. “Arraigo en México” (octubre ,1935 – febrero,
1959) El crítico para darnos una visión muy completa de las
capacidades de Salomón de la Selva, detalla cronológicamente
sus actividades en México. Comienza por hacer mención de la
publicación de artículos diversos bajo el título general de El Arte
en México, a continuación señala los hechos más importantes
como el de 1937: La refundación en México del Centro de
Estudios Pedagógicos e Hispanoamericanos y el Manifiesto de
la “Revolución Nicaragüense.” En 1938: Su viaje a Los Angeles
como Emisario de la Política del Buen Amigo del Presidente
Lázaro Cárdenas y “Memorandum” sobre la emigración de judíos
a México. El siguiente año, 1939 lo vemos muy ocupado con
Los cursos para universitarios en La Laguna y su proyecto de una
“Historia de los Estados Unidos”. En 1940 sale a la luz Su primer
ensayo en español sobre Rubén Darío y otras colaboraciones en
publicaciones periódicas de México. Al servicio del gobierno
mexicano se involucra en otras actividades y así en 1941, Jorge
Eduardo Arellano realza Su papel en la negociación de México
con las compañías petroleras de los Estados Unidos, además
es significativo este año porque marca su reencuentro con Edna
St. Vincent Millay. Ya en 1942 se concentra en escribir otras
dos obras: “El príncipe Cantinflas” y “La Dionisiada”. En
1943 publica su Elogio del pudor e inicio de Ilustre familia. A
instancias del joven poeta nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez
aparece en 1944: La publicación “Sajadya” así como también
los testimonios de Ernesto Mejía Sánchez y Anastasio Somoza
García. Fructífero es también 1945 con Su “Personal letter to
Colonel Stimson” y el inicio de la Evocación de Horacio. El
año siguiente, 1946 es doloroso para él ya que ocurre la Muerte
de Pedro Henríquez Ureña, pero a su vez sus actividades no
cesan y le vemos envuelto en otras, tales como, la campaña
presidencial del licenciado Miguel Alemán y por consiguiente
en el inicio del sexenio alemanista. En 1947 elabora su informe
sobre el gobierno de Juan José Arévalo y es Miembro de honor
de la “Legión de Revolucionarios”. Muy movido es el año
1948: Viaje a Europa (España, Italia, Francia) acompañando al
Arzobispo de Yucatán. No menos importante es el año 1949:
Evocación de Horacio (edición definitiva) y una reveladora carta
de recomendación de parte de Salomón de la Selva. Su incesante
Reseñas y notas
265
actividad cultural no cesa. así aparecen en 1950: Dos ensayos:
“Edna St. Vincent Millay” publicado en América y el otro sobre
Rubén Darío, leído en el Ateneo de Washington, donde trabaja
como Agregado Cultural de la Embajada de México. Interesante
es también 1951: Los editoriales de Diógenes, la exposición de
Alonso Rochi y las Tres poesías a la manera de Rubén Darío.
También en este año ocurre su nombramiento como Profesor del
Instituto de Altos Estudios Internacionales y Homenaje a Alfonso
Cortés. Su agitada vida intelectual continúa desarrollándose y
así en 1952 la Academia Mexicana de la Lengua le otorga la
categoría de Miembro honorario de la Academia Mexicana de la
Lengua y JEA también se refiere aquí a su Carta sobre la unidad
hispanoamericana. Su Canto a la Independencia Nacional de
México y Reto de nuestros tiempos a los intelectuales católicos
aparecen en 1953. En 1954 termina de encuadernarse su
Ilustre familia y ocurre también su declinación del doctorado
honoris causa de la Universidad Nacional de Nicaragua. Un
año muy especial es 1955: Evocación de Píndaro: Primer
Premio de Poesía en el Certamen Nacional de Cultura de El
Salvador. Jorge Eduardo Arellano destaca también en este año
la argumentación de Salomón de la Selva sobre Darío: el de
oro más fino. Siguiendo con su cronología, el autor del libro, en
el año 1956 hace referencia a Don Sal visto por Stefan Baciú,
para destacar a continuación en 1957: Versos y versiones nobles
y sentimentales, Prolegómenos sobre la educación que debe
darse a los tiranos y nombramiento de Visitador de Embajadas
en Europa con rango de Embajador. El capítulo se acerca a su
final con Lauros natales, ultimo viaje a Europa (París, Roma,
Munich) y Acomixtli Netzahualcóyotl, todo esto en 1958. Al
año siguiente en 1959, ocurre su Fallecimiento en París, y aquí
también aparece la carta de Alfonso Reyes para terminar con sus
honras fúnebres en Managua y León.
Conny PALACIOS
266 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
Vargas Llosa: espeleólogo
de la conciencia humana / dos notas
I. Reconocimiento en Tegucigalpa
AAVV: Las honduras de Mario Vargas Llosa.
Tegucigalpa, M.D.C, Tipografía López, 2003. 120 p. il.
Gracias a Oscar Acosta —mi colega hondureño y hermano
mayor literario— pude apreciar la significación para el vecino país
norteño de la presencia de ese paradigmático espeleólogo humano
que ha sido Mario Vargas Llosa. Invitado por la Universidad
Pedagógica Nacional Francisco Morazán, el peruano-español
estuvo de visita hace unos pocos años en Tegucigalpa —la única
capital iberoamericana que no conocía— para recibir el doctorado
honoris causa de esa institución académica: un merecido lauro
más de este gran escritor que honró, antes que su persona, a la
intelectualidad catracha. En particular, al rector Ramón Ulises
Salgado Peña y a Oscar Acosta, gestor de esa iniciativa que,
por desdicha, no podemos esperar de nuestras universidades
financiadas por el Estado, más próximas a la esterilidad y al
parasitismo burocrático que a la extensión cultural creadora y a
la investigación científica.
Acosta sugirió otro logro que en Nicaragua tampoco seríamos
capaces de realizar: un libro-homenaje en el cual convergen y
se muestran al mundo —afirma el Rector Salgado Peña— “las
distintas y no menos sugestivas visiones que de la vida y la obra
de Mario Vargas Llosa suscita entre nosotros”. Nueve trabajos,
incluyendo el primero de Acosta (“El sol de Lima”), lo integran:
distribuidos en dos secciones (“Confidencia en alta voz” y
“Hallazgos y extravíos”), fueron solicitados a Dante Gabriel
Ramírez (1930), Marcos Carías (1938), Julio Escoto (1944),
Rigoberto Paredes (1948), Rodolfo Pastor Pasquelle (1948),
Hernán Antonio Bermúdez (1949), Roberto Castillo (1950) y
Héctor M. Leyva (1963). ¿Su título? Las Honduras de Mario
Vargas Llosa.
En realidad, dicho título corresponde a su contenido. Oscar
Acosta revela su experiencia peruana como diplomático entre
Reseñas y notas
267
1952 y 1958, lapso durante el cual trató al homenajeado, cuando
éste aprendía historia del Perú en la biblioteca del historiador Raúl
Porras Barrenechea. Julio Escoto, no sin censurable irreverencia
pero con maestría expresiva, rememora sus dos encuentros con
“don Mario”. Uno de ellos tuvo lugar en Granada, Nicaragua,
año de 1985. Entonces Vargas Llosa evaluaba nuestra Nicaragua
como experto analista / inquisidor / preguntador / esculcador /
juzgador / relacionador, escoltado por un “comisario cultural”
con vozarrón de locutor veracruzano, según el mismo Escoto,
quien consideraba a Lisandro (con zeta, no con ese) Chávez
Alfaro “el novelista con mayor dignidad que quizás jamás haya
conocido”. Y también evoca la confrontación entre dos figuras
político-culturales, ya explicitada en el tercer volumen de
memorias “La revolución perdida” de uno de los antagonistas.
Así, el más consistente novelista hondureño percibió:
“Nicaragua se adentraba en un delicado espiral en búsqueda
de su propia identidad, destructivo como es en alguna forma,
entre conflictos densos de caudillos literarios renombrados
y prosecuenciales (Ernesto Cardenal) y adalides súbitos que
asumían un nuevo liderazgo (Rosario Murillo), dispuestos a
inventar la historia, cualificar el Hombre Nuevo, pontificar
desde un divinismo dudoso de realidad y dictaminar cuál era la
solución para los males intelectuales de un país que ni imaginaba
entrar en la derrota sino en los cauces obligatoriamente exitosos
de la revolución”.
Los restantes colaboradores ofrecen asedios más
hondos. Dante Gabriel Ramírez destaca en Vargas Llosa sus
impugnaciones novelescas de los dogmas y fanatismos, su
proclamación erótica y ensayos críticos, entre los cuales uno
encuentra siempre aspectos insospechados. Pastor Pasquelle
privilegia su sentido de la libertad como leitmotiv y preocupación
central, sus reflexiones sobre el fanatismo y el conflicto cultural,
la problemática social y política latinoamericana, el arte, la
literatura, la estética. Y, sobre todo, su concepción de la política
como quehacer creativo, justiciero y civilizador. En esta línea,
la cita vargasllosiana se torna indispensable: “Hay que incitar
a los jóvenes, y sobre todo a los más idealistas y preparados, a
268 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
que en vez de alejarse de la despreciable política, se zambullan a
ella para volverla más digna... y más decente, y para que, de este
modo, la política, en vez de ser el reino de la maniobra pequeña y
de la intriga sórdida, se convierta en el instrumento de la justicia,
del progreso y de mejores formas de vida para el conjunto de la
sociedad”.
Los otros hondureños citados no fueron menos profundos.
Pero la limitación de espacio no permite reseñar sus visiones
de lectores ávidos y lúcidos intérpretes del corpus narrativo y
ensayístico de Vargas Llosa, uno de los literatos e intelectuales
en lengua española, señeros y prestigiosos de nuestro tiempo.
Consciente de ello, el Presidente de Honduras invitó a sesenta
personalidades locales para compartir un almuerzo en su honor.
En contestación al emotivo discurso de ofrecimiento, Vargas
Llosa improvisó unas palabras en donde ratificó sus posiciones
eminentemente liberales, sin dejar de reafirmar su solidaridad
con los pueblos desheredados del mundo que aspiran a un
desarrollo sostenible y próspero.
Para concluir, la visita de Vargas Llosa a Honduras enalteció
la imagen de este país, sumida en su tradicional “insularidad”.
II. Su tesis sobre los cuentos de Darío
Mario Vargas Llosa: Bases para una interpretación de Rubén
Darío. Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
Facultad de Ciencias Humanas, Instituto de Investigaciones
Humanísticas, 2001. 169 [8] p. il.
Una significativa circunstancia vincula a los nicaragüenses
con el escritor excepcional: su tesis en la Universidad Nacio­
nal de San Marcos, Lima, sobre los cuentos de Rubén Darío.
Defendida en 1958 para optar al título de Bachiller en Huma­
nidades, tres maestros contribuyeron a su realización: el his­
toriador Raúl Porras Berrenechea, quien le facilitó primeras
ediciones de Darío; el literato y político Luis Alberto Sánchez,
en cuya cátedra de Literatura Americana se inició esta tesis; y el
poeta Augusto Tamayo Vargas, siempre oportuno en su consejo
y ayuda.
Reseñas y notas
269
Fue una lástima que este ensayo juvenil —lo escribió a los
22 años— no haya visto luz a raíz de su defensa universitaria.
La valoración del autor estudiado se habría enriquecido. Vargas
Llosa estaba al tanto de la crítica sobre Darío y el modernismo
publicada hasta entonces. Desde luego, leyó a fondo la edición
de los Cuentos completos (1950), recogidos por Ernesto Mejía
Sánchez y estudiados por Raimundo Lida. Pero todavía en
2001, cuando lo editó la Universidad Nacional de San Marcos,
conservaba su vigencia interpretativa.
Consta de cinco capítulos: I. La indecisión inicial; II. El
impacto de Zola. La experiencia de “El fardo”; III. El origen de
una vocación. La aptitud formal; IV. La consolidación de una
vocación y V. La presencia de Zola en la obra de Darío (el más
extenso y acabado); finalmente, unas conclusiones, en las cuales
resume sus puntos de vista.
Vargas Llosa no aborda la obra del poeta, sino la construcción
de Darío como artista. Lo analiza, principalmente, como narrador,
sin prescindir de algunos versos que confirman su análisis. Trata
del desarrollo de una vocación similar, en su origen, a la suya.
“Un drama familiar, que se le revela sorpresivamente en la niñez,
arroja a Darío en la soledad, y en ella descubre en sí mismo una
aptitud para escribir, a la que se entrega totalmente, porque le
ayuda a soportar y mantener esa soledad”.
Ahora bien: su vocación es de índole eminentemente formal,
predispuesta al esteticismo (“la realización de la belleza”
ante todo) y no se define sino hasta 1887. Entonces escribe el
experimento naturalista a lo Emilio Zola de “El fardo”, el único
cuento realista de Azul… (en el cual somete la literatura a la
realidad), tendencia que inmediatamente abandona en los otros
ocho cuentos del mismo librito catapultante de 1888. Zola, pues,
le obliga a elegir la tendencia más afín a su individualidad.
Un acontecimiento político del cual es testigo, y que le
impresiona fuertemente, lo lleva dos años, en Centroamérica,
a revisar su elección anterior, concretada en el proyecto de los
Cuentos nuevos, de filiación realista-naturalista. Me refiero
270 Lengua, ranl, 35, octubre, 2010
a piezas narrativas como “El Dios bueno”, “Betún y sangre”
(ambas antibelicistas), “La novela de uno de tantos” y “Rojo”.
Pero ese proyecto resulta raté (es decir, fracasado) y Darío
retorna a su aptitud estética de Azul…
El acontecimiento que Vargas Llosa señala no fue otro que el
sangriento golpe de Estado del militar Carlos Ezeta al presidente
salvadoreño Francisco Menéndez el 22 de julio de 1890. Tal es
el resumen, simplista y superficial de su tesis que, en su única
edición —de 2001, la prologó Americo Mudarra Montoya y fue
precedida del discurso que pronunció el peruano universal al
recibir el doctorado honoris causa en la Universidad Nacional
de San Marcos. “Darío —concluye— no olvidó nunca a Zola,
merced al cual, en cierta forma, se encontró a sí mismo”.
Jorge Eduardo ARELLANO
Pedro Xavier Solís: El vidente Bernardo de Cuapa.
Academia Nicaragüense de la Lengua, PAVSA,
Managua, 2010, 156 pp.
En un estilo claro que párrafo a párrafo va motivando a
la lectura del siguiente, Pedro Xavier Solís Cuadra nos relata
una biografía de Bernardo de Cuapa, aquel campesino que en
1980 fue conocido en el mundo por el mensaje que la Virgen,
que ahora también lleva el nombre de aquel poblado rural de
Nicaragua, dio a conocer en favor de la paz a los nicaragüenses
y al mundo entero. Nos cuenta los hechos ocurridos, la sencillez
del vidente que posteriormente fue consagrado sacerdote, los
fenómenos portentosos registrados, el hostigamiento sufrido y,
entre anexos, un poema de PAC y una crónica de Mario Vargas
Llosa sobre las apariciones y el lugar.
Francisco Arellano Oviedo
Reseñas y notas
271
A Francisco Arellano Oviedo
Querido Francisco:
No quiero dejar pasar otro día y que comience otra semana
sin agradecerle de nuevo la amenísima conferencia magistral
que usted dictó en el Paraninfo de UNAN-León, el 7 de octubre
de 2010: “Vida y obra del Dr. Mariano Fiallos Gil”.
En realidad nos sorprendió. Usted logró entrelazar a la
perfección párrafos de la excelente biografía de Sergio Ramírez
con los de Soledad: tú eres el enlace. Y consultó otras fuentes
que usted mencionó y no mencionó.
Lo felicito. Usted sabía que era un reto y lo aceptó. Y lo hizo
tan bien que incluso la familia que conoce la vida de M.F.G., y
Marisol y yo que vivimos parte de esa vida tan rica y beligerante,
fuimos conmovidos por la manera con la que usted la abordó.
Sacó a la superficie, no al Mariano Fiallos Gil sobre el que se
había hablado por cuarenta y cinco años en el Paraninfo, sino
al hombre que realmente era. ¡Cómo lo hubiera disfrutado él!
Sobre todo con la anécdota del toro que todavía hoy está en el
misterio porque aunque él contestaba lo que usted señaló, que ni
ese ni ningún otro toro le había botado, siempre vi encenderse
en sus ojos una chispa de picardía cuando le preguntaban sobre
el asunto.
Usted nos dio la semblanza de un hombre. De un ser humano
con todos sus aciertos y errores, porque siendo beligerante
como era, como él mismo decía: Únicamente los inútiles no se
equivocan. Usted nos hizo recodar, sin mencionarla, la frase
de Terencio que él admiró y usó siempre: Hombre soy y nada
que es humano me es indiferente. ¡Oh, cuánto hizo disfrutar a
toda la audiencia, Francisco! Realmente no le conocíamos ese
aspecto, al menos aquí en León, siempre usted tan académico,
tan acucioso y preciso.
Gracias por haber aceptado esa difícil misión que le encargó
la UNAN-León.
Rosario Fiallos de Aguilar
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