Palabras pronunciadas por el rector Guillermo Jaim Etcheverry en

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PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE
BUENOS AIRES, GUILLERMO JAIM ETCHEVERRY, DURANTE LA REUNIÓN
REALIZADA CON LOS INTEGRANTES DEL CLAUSTRO DE PROFESORES
AL FINALIZAR EL CICLO LECTIVO 2005
Salón del Consejo Superior de la UBA. Diciembre 22 de 2005.
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En la misma fecha que el año anterior, nos reunimos hoy al finalizar el
año académico 2005 con los representantes del claustro de profesores en los
Consejos Directivos de las facultades y en el Consejo Superior. Como dijera
entonces, el propósito explícito de este encuentro es el de consolidar entre
nosotros los vínculos personales y académicos que se han ido forjando durante
estos años. He invitado también en esta oportunidad a los representantes del
claustro que han sido elegidos recientemente con motivo de la renovación de los
Consejos Directivos, en un ejemplo de transición democrática que celebramos.
Nuestro Estatuto es sabio cuando en su artículo 36 señala que sobre
nosotros, los profesores, recae la responsabilidad del cumplimiento de los fines
de la Universidad. Se trata de un grave compromiso que no siempre tenemos
presente. Para cumplirlo necesitamos concebirnos como parte de una
universidad, como corresponsables del destino de una institución que trasciende
los meros límites del ámbito de la unidad en la que actuamos. Como profesores,
como intelectuales, somos responsables de esta gran institución. Beneficiarios
del innegable prestigio nacional e internacional de la UBA, estamos obligados a
participar en el diseño de su futuro. Independientemente del lugar que
ocupemos, debemos involucrarnos en el destino del conjunto. Nada de lo que
sucede en la UBA nos debería ser ajeno.
Debemos sentirnos orgullosos de pertenecer a esta casa, de que nuestros
nombres estén ya asociados a su historia. A propósito del prestigio de la UBA,
señalé días atrás que también en 2005, nuestra Universidad se ha ubicado entre
las consideradas 300 mejores del mundo. En América Latina la acompañan la
Universidad Nacional Autónoma de México, la de San Pablo y, este año, se ha
agregado a la nómina la Universidad de Campinas en Brasil. Este dato no es
una invitación al conformismo: somos concientes de que atravesamos serias
dificultades y no parece aventurado pronosticar que continuarán en el futuro
próximo. Sin embargo, tampoco debemos desestimar el importante
reconocimiento de que goza nuestra Universidad, considerada en los círculos
académicos internacionales como una de las más importantes del mundo. Lo es,
sin duda, por la calidad de su gente y por la originalidad de mucho de lo que ella
produce. Es por eso que, como ya es habitual, también en 2005 muchos de
ustedes así como de nuestros graduados y estudiantes han sido reconocidos en
el país y en el exterior. Se han incorporado a academias nacionales y
extranjeras, recibieron premios en todos los campos de la creación intelectual y
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tuvieron una destacada actuación en congresos y reuniones científicas y
profesionales.
Cada año, cuando los periodistas se acercaban a Borges – que enseñaba
en este mismo edificio – en oportunidad de concederse el Premio Nobel y le
preguntaban su reacción al no recibirlo, él decía que la reiteración de ese hecho
confirmaba que el mundo es un cosmos y no un caos. Yo también, como ya
resulta habitual, quiero comenzar estas palabras reconociendo el esfuerzo
cotidiano de quienes integran nuestra comunidad universitaria. Mujeres y
hombres que enseñando, investigando, trabajando y estudiando construyen el
prestigio de nuestra Universidad, en circunstancias cuyas dificultades resulta
ocioso describir ya que son por todos conocidas.
Como acabo de señalar, hace pocas horas tuve oportunidad de presentar
ante la comunidad universitaria un informe correspondiente a lo actuado en el
Consejo Superior y el rectorado durante el año 2005. Esa reunión, que se
celebró por segunda vez, responde a mi ambicioso propósito de inaugurar una
tradición en nuestra universidad. Pretendo que ese acto de cierre de curso
lectivo se instale como un encuentro habitual, un acontecimiento, que nos
permita reflexionar sobre lo que hemos hecho entre todos y, al mismo tiempo,
explorar el horizonte, intentando identificar algunos de los múltiples desafíos que
deberemos enfrentar. En ese acto, como símbolo de la vocación de unidad de
nuestra institución también entregamos sus diplomas a unos pocos de los
profesores designados por el Consejo Superior para desempeñarse en cada una
de nuestras unidades académicas. De allí mi decepción por el hecho de que una
de nuestras facultades decidiera no participar en ese acto. Siempre busqué
acoger a todos con igual atención, sin establecer diferencia alguna. Entiendo que
podemos discrepar, que no solo es lógico sino que es saludable que lo
hagamos, pero que por sobre todo, debemos respetar el carácter de símbolo que
adquiere todo lo que hacemos. No deberíamos contribuir a feudalizar aún más
esta universidad.
No voy a reiterar lo que expresé en oportunidad del acto de cierre
comentado. En el informe de gestión cuya copia recibirán hoy, encontrarán
detallado lo mucho que hemos hecho durante este año que, también como ya es
habitual, no resulto sencillo concretar.
Permítanme, sin embargo, señalar algunos hechos que considero
relevantes. En lo que respecta a la actividad académica, esencia de nuestro
quehacer, quisiera destacar dos aspectos. El primero es el que se ha centrado
en nuestra vinculación con la educación media. Hemos realizado numerosas
actividades en la interfase entre la educación media y la Universidad. Siempre
sostuve que la Universidad debe mirar a la educación, que es parte del sistema
educativo y que nuestra responsabilidad es contar con más y mejores
estudiantes ya que el país necesita más profesionales universitarios en su fuerza
de trabajo. Como resultado de esas experiencias que, reitero, encontrarán
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descriptas en el informe, hemos sometido al Consejo Superior con la intención
de que sean discutidas por toda la comunidad universitaria, una serie de ideas
destinadas a adaptar el Ciclo Básico Común al preocupante nivel con el que se
incorporan los estudiantes a nuestra casa. Al cumplirse 20 años del comienzo de
esa experiencia educativa singular, es preciso repensar sus objetivos, corregir
sus desviaciones, plantear la necesidad de brindar una formación más básica y
más común, imprescindible para tiempos en los que se requiere una gran
flexibilidad. Mejorar la formación de quienes pretenden iniciar estudios
universitarios, lograr que no los abandonen, no es solo nuestra obligación sino
un compromiso. La UBA cumple una función de singular importancia en la
educación argentina y podría tener sobre ella un impacto aún mayor. No
debemos descuidar ese aspecto esencial de nuestra tarea.
La otra cuestión que considero importante es la vinculada con la situación
de los profesores. El año anterior señalamos que uno de nuestros objetivos
prioritarios era el de regularizar el cuerpo docente de la Universidad y durante
2005 continuó el impulso que diera el Consejo Superior al trámite de los
concursos para la designación de profesores. Baste señalar que en el año 2002
se llamaron a concurso 57 cargos nuevos de profesores, en 2003 255, en 2004
727 y en 2005 725. Entre 1998 y 2001 se llamaron a concurso 853 cargos y
entre 2002 y 2005, 1.764. De hecho, el crecimiento en los llamados y en la
regularización de cargos fue tal que, si a los que ya se encuentran cubiertos por
concurso se suman los llamados en trámite, la planta de profesores regulares
llegaría al 85 por ciento (en la actualidad es del 52 por ciento).
Contamos por primera vez con un cuadro de situación preciso acerca de
los docentes que enseñan en la UBA y creamos la Dirección de Gestión de
Concursos para jerarquizar una actividad clave para la calidad educativa. El
Sistema Integrado de Concursos Docentes, que comenzó a operar en 2005
permite controlar en tiempo real el trámite de los concursos aprobados a partir
de esa fecha, tanto por la administración de la universidad y de las facultades
como por los propios aspirantes inscriptos. En sus primeros siete meses de
operación, el sistema registró 610 nuevos llamados a concurso por un total de
1.148 cargos de profesores.
Estamos trabajando en diversos ámbitos para tratar de resolver la
injusticia que representa el contar con un número tan importante de docentes
que actúan sin percibir remuneración alguna, especialmente cuando sobre ellos
recae la responsabilidad de muchos cursos.
Muchas otras actividades de importancia en el área académica están
descriptas en el informe. Solo quiero agregar que este año celebramos también
el vigésimo aniversario de nuestro programa de enseñanza en las cárceles, UBA
XXII y que el Consejo Superior continúa analizando el Régimen Común de
Estudios que sometimos a su consideración. Reitero la necesidad de que la
responsabilidad sea una compañía inseparable de la gratuidad. Enseñar a todos,
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si. Pero exigir el máximo rendimiento, alentar el esfuerzo, señalar que el estudio
universitario no es un alegre paso despreocupado por las aulas sino que supone
un duro trabajo cotidiano tanto para quien enseña como para quien aprende.
Durante este año se han fortalecido en todas las áreas las relaciones de
la UBA con otras universidades de la región y del mundo. Somos un destino
buscado por estudiantes y académicos de otros países. En base al exitoso
antecedente del Centro de Altos Estudios Franco-Argentino, se iniciaron las
actividades del Centro Corea-Argentina y del Centro Germano-Argentino.
La investigación científica y técnica continúa representando una prioridad
central de la UBA. Es esta actividad la que contribuye a ubicarnos dentro del
grupo de universidades de investigación que incluye a las más destacadas del
mundo. Proseguimos con el financiamiento de los proyectos de la programación
UBACYT 2004-2007, que se encuentra en su segundo año de ejecución. Ya
fueron pagados $3.500.000 y en estos días se pagaran los restantes
$6.450.000, completando así el financiamiento correspondiente a 2005. La firma
del convenio con el CONICET para la gestión de institutos compartidos, el ciclo
de encuentros temáticos de becarios que trabajan en áreas similares y el éxito
obtenido en las calificaciones de quienes se presentaron al programa de
incentivos, son otros logros de este año.
En lo que respecta a la extensión universitaria, tal vez la novedad más
significativa la constituya el hecho de que hemos creado un programa para el
desarrollo de proyectos de extensión universitaria (UBANEX) al mismo nivel que
los proyectos de investigación científica.
Hemos dado un nuevo impulso a la tarea de difusión de la producción
científica e intelectual de la UBA mediante la actividad de EUDEBA, la
producción de varios programas de televisión que se emiten por Canal(á) en los
que muchos de ustedes han participado. Hace pocas horas, culminando casi 16
años de tropiezos, se iniciaron las transmisiones de 90.5 Radio UBA, la que
constituirá sin duda un importante vehículo para difundir nuestro pensamiento.
Al igual que en años anteriores, este periodo se caracterizó por la clara
reafirmación del Consejo Superior como el órgano que ejerce la jurisdicción
superior de la universidad. Esta imprescindible instancia de expresión de la
posición del conjunto de la institución acerca de su actividad ha quedado
evidenciada en numerosas decisiones de política institucional que adoptó el
Cuerpo así como en las situaciones conflictivas en las que debió intervenir.
Resulta imposible resumir en esta ocasión las cuestiones vinculadas con
aspectos presupuestarios, financieros y administrativos, que han ocupado
mucho de nuestro tiempo. Ellas se encuentran descriptas en el informe que los
invito a leer.
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Solo quiero señalar dos hechos. El primero es que la UBA está
atravesando durante estos años una grave crisis presupuestaria y financiera que
alcanzó su máxima gravedad durante el ejercicio 2004. Más del 95 por ciento de
los fondos asignados a la Universidad en el Presupuesto Nacional, se destinan
al pago de su personal, lo que nos ha obligado a echar mano a todos nuestros
recursos para hacer frente a esos gastos. Finalmente, en el día de ayer, el
Consejo Superior aprobó los presupuestos de todas las fuentes
correspondientes al ejercicio 2005 – un hecho histórico ya que muchas de ellas
nunca habían sido aprobadas. Se concreta así el compromiso que asumí de
transparentar todos los recursos de la administración central. Asimismo, se
aprobaron los cierres presupuestarios de los ejercicios anteriores, poniendo fin a
la situación generada precisamente cuando nos propusimos descubrir el
movimiento de todos los fondos de la UBA. Debí pagar el precio del
cuestionamiento de muchos que, cuando todo era oscuro, nada objetaban.
La designación de un nuevo equipo al frente de la Secretaría de Hacienda
y Administración en mayo de 2005, nos permitió rectificar el rumbo a propósito
de algunos procedimientos que, puestos en práctica durante muchos años, no
habían logrado ser modificados como pretendíamos. El análisis llevado a cabo
por la Comisión Especial designada mediante resolución (CS) Nº 4.788/05 y los
estudios que, al respecto de las mismas cuestiones, realizaron los nuevos
responsables de la Secretaría de Hacienda – con el asesoramiento de
reconocidos expertos en finanzas públicas de la Facultad de Ciencias
Económicas de nuestra Universidad – permitieron definir con más claridad las
áreas conflictivas y proponer al Consejo Superior las medidas destinadas a
resolver los problemas planteados que son precisamente las que acaban de ser
aprobadas. Felizmente, cumplimos con el objetivo de iniciar el ejercicio 2006 con
las cuentas claras.
Avances y retrocesos resultan inevitables en un cambio de esta magnitud
en una organización tan compleja. Aunque queda mucho por hacer y a pesar de
los tropiezos – cuya responsabilidad asumo en lo que me compete – me siento
orgulloso por haber podido cumplir con el propósito que expresé al iniciar mi
gestión. Estoy convencido de que pocas veces antes en la historia de nuestra
Universidad se ha logrado conocer con tal grado de detalle el movimiento de
fondos en su administración central, de lo que podrán dar testimonio quienes ya
han actuado en sus órganos de gobierno. Estoy seguro de que el cambio cultural
desencadenado es irreversible y hará que este proceso se extienda en el futuro
a todas las dependencias de la UBA
Quiero finalmente compartir con Ustedes la que anticipo como una
situación crítica para el ejercicio 2006 ya que en el proyecto sometido al
Congreso Nacional, no se ha tomado en consideración la suma de 1.203
millones de pesos solicitada como aporte del Tesoro Nacional en el anteproyecto
de presupuesto aprobado por el Consejo Superior – que volvimos a formular
continuando con una práctica iniciada en 2003 - y que eleváramos a las
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autoridades nacionales. En una reciente nota a los integrantes del Congreso de
la Nación, señalé que “si durante 2006 abonáramos a nuestro personal los
mismos salarios que hemos pagado en octubre de 2005, requeriríamos
alrededor de 585 millones de pesos. Si se tiene en cuenta que la cantidad
presupuestada para la UBA es de pesos 591.838.724, solo nos restarían 6
millones de pesos. Como para atender los servicios públicos de nuestras
distintas dependencias destinamos más de 20 millones de pesos por año, el
remanente citado no alcanza para pagar ni siquiera a la tercera parte de esos
servicios. Esta situación – proseguía - compromete seriamente el funcionamiento
de esta compleja universidad que atiende a más de 300.000 estudiantes y debe
hacer frente a actividades de docencia de pre y posgrado, asistencia médica en
sus cuatro unidades hospitalarias, tareas de extensión universitaria, educación
media y muchas más.”
Si bien durante este año recibimos signos efectivos de apoyo del
Gobierno Nacional, especialmente de su Ministro de Educación, las acciones
destinadas a obtener el presupuesto que nos corresponde no deben cejar.
Queridas amigas y amigos:
Es mucho lo hecho, no pocos los tropiezos, empecinada la vocación por
superarlos.
El año pasado concluí mis palabras diciendo: “Gracias a todos por
permitirme participar desde un sitio privilegiado en una experiencia fascinante.
Por ayudarme a descubrir las posibilidades que se esconden en la aparente
frustración. Por darme la confianza para seguir trabajando con entusiasmo
porque, No lo que hicimos ayer, sino lo que vamos a hacer mañana, juntos, es lo
que debería nuclearnos en esta Universidad.” Reitero esas palabras. Gracias.
He aprendido de mis muchos errores y agradezco a quienes me los han hecho
notar.
Días atrás, cuando entregaba los diplomas a los profesores reflexionaba
sobre el patrimonio que Ustedes constituyen para esta universidad. Cuando
estrechaba la mano de arquitectos cuyas obras admiro, literatos a quienes he
leído, científicos cuyos trabajos son reconocidos en todo el mundo, pensaba
que, a pesar de todos los sinsabores y las frustraciones, que pueden creerme no
son pocos, este desafío vale la pena.
Por eso, no imagino ámbito más propicio que este, el encuentro con mis
colegas profesores, para manifestar mi firme decisión de intentar continuar
durante el próximo periodo al frente de esta institución. A partir de ahora buscaré
activamente proponer un programa de acción para ese periodo, hablaré con
todos quienes quieran escucharme. Tenemos proyectos para desarrollar y
experiencia en hacerlo. Considero mi obligación, mi responsabilidad, no
abandonar por una elección personal la tarea emprendida. Pretendo ser el
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instrumento de quienes han apreciado lo que se hizo en estos años – imagino
que alguno habrá dentro de la institución ya que fuera de ella muchos me lo
hacen saber – reinsertar a la UBA en la cultura del país, cambiar su imagen
pública, despartidizarla, evitar caer en la lógica del clientelismo. Precisamente el
advertir una peligrosa tendencia al regreso de esas prácticas, es lo que me
decide a asumir este compromiso. No deberían volver. No ofreceré prebendas ni
canonjías, no cambiaré apoyos por cargos. Incidentalmente, hay pocos. En el
rectorado hemos pasado de 108 autoridades superiores y asimiladas en
diciembre de 2001 a 15 en diciembre de 2004, habiendo reducido nuestra
participación en la masa salarial de la UBA del 10.86 por ciento en diciembre de
2001 al 6.87 por ciento en diciembre 2004.
Ofreceré, eso si, mi compromiso con la idea de una universidad que no
sea una empresa obsesionada por el dinero o por el reparto de las migajas de un
poder inexistente, sino que tenga que ver con la ciencia y la cultura, con
múltiples inserciones sociales pero cuyo norte sea la educación. No hay
influencia más importante en la sociedad que la que ejercemos sobre los jóvenes
que luego actuarán en ella. Ese es nuestro mayor aporte al cambio de esta
realidad argentina tan injusta, tan desigual, tan poco solidaria.
Días atrás, cuando despedimos los restos del decano de Odontología y
de su esposa Nilda nuestro querido Juan Giglio, cuya ausencia está hoy tan
presente entre nosotros, relaté que un joven estudiante me comentó que,
aunque muchas veces disentía con él, reconocía en Juan la existencia de
“límites morales”. Un bello elogio que muchos quisiéramos algún día poder
recibir.
Porque de eso se trata nuestra tarea. De mostrar que los maestros de la
universidad crean y enseñan bien pero, sobre todo, que son maestros
precisamente porque tienen límites morales. Esa es la lección que debemos dar
y ese es el compromiso con el que inicio esta nueva etapa que sé difícil: marcar
que no todo vale que no todo es moneda de cambio. Que los profesores no
somos mercancías que se venden y se compran. Que nos ofenden quienes
intentan hacerlo. Que existen los principios. Que equivocados o no, nos guiamos
por ellos.
En suma que, como Juan, los profesores tenemos límites morales.
Muchas felicidades para Ustedes y sus familias. Mucha suerte también a
esta, nuestra gran Universidad.
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