Jerusalén y la aplicación de la Resolución 29 C - unesdoc

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Conferencia General
30ª reunión, París 1999
30 C
30 C/12
5 de octubre de 1999
Original: Francés
Punto 4.3 del orden del día provisional
JERUSALEN Y LA APLICACION DE LA RESOLUCION 29 C/22
PRESENTACION
Fuente: Resolución 29 C/22
Antecedentes: En esta resolución, la Conferencia General, recordando las
decisiones y resoluciones anteriores de la UNESCO relativas a la salvaguardia del
patrimonio cultural de Jerusalén, invitó al Director General a proseguir sus
esfuerzos para que se las aplique y decidió incluir esta cuestión en el orden del día
de su 30ª reunión.
Objeto: De conformidad con la Decisión 3.5.1 adoptada por el Consejo Ejecutivo
en su 156ª reunión, el Director General designó a un experto de reputación
internacional, el Profesor Léon Pressouyre, ex Vicerrector de la Universidad de la
Sorbona, profesor emérito de historia de la Edad Media, ex evaluador del Consejo
Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) para los sitios del patrimonio
mundial y Presidente de la Comisión establecida por el Anexo VIII del Acuerdo
de Dayton para la conservación de los monumentos y sitios de Bosnia y
Herzegovina. Al término de la misión que efectuó en Jerusalén del 1º al 10 de
septiembre de 1999, el Profesor Pressouyre presentó un informe al Director
General quien, una vez enterado de su contenido, decidió comunicarlo a la
Conferencia General.
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Léon Pressouyre
Informe al Sr. Federico Mayor, Director General de la UNESCO
sobre la salvaguardia del patrimonio urbano y monumental de Jerusalén
(misión del 1º al 10 de septiembre de 1999)
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Definición de la misión
En su Decisión 156 EX/3.5.1, el Consejo Ejecutivo le invitó a “designar una
personalidad experta en la materia con el cometido de preparar un informe sobre esta cuestión
en el que se contemplen todos los aspectos mencionados en las resoluciones y decisiones
pertinentes de la UNESCO, y presentarlo a la 30ª reunión de la Conferencia General”.
En respuesta a su solicitud, le di mi acuerdo de principio para efectuar una misión en
Jerusalén del 1º al 10 de septiembre de 1999.
El mandato de la misión precisaba que yo debía, en estrecha colaboración con el
Director de la División del Patrimonio Cultural:
- estudiar la situación conforme a las decisiones y resoluciones pertinentes de la
UNESCO al respecto;
- establecer in situ los contactos con las autoridades interesadas en la salvaguardia del
patrimonio cultural de la ciudad vieja;
- presentarle a usted antes del 20 de septiembre de 1999 un informe confidencial,
incumbiéndole sólo a usted la decisión de presentarlo a la Conferencia General.
Sin embargo, las condiciones de ejecución inicialmente previstas para esta misión han
evolucionado sensiblemente desde el mes de julio, volviendo más arduo aún un peritaje de por
sí difícil desde el principio.
Por cartas del 6 de agosto de 1999 (CLT/CH/99/JER/154 y 155) y de conformidad con
sus instrucciones, el Sr. Hernán Crespo-Toral, Subdirector General de Cultura, había
informado oficialmente a los representantes acreditados de Palestina y de Israel ante la
UNESCO de la misión que me había usted encomendado. Unicamente S.E. el Embajador
Ahmad Abdelrazek, Observador Permanente de Palestina, respondió a dichas cartas y aceptó
recibirme el 31 de agosto de 1999 para entregarme una lista de las personalidades palestinas
que debía contactar durante mi misión.
A fines de agosto el Sector de Cultura me informó de que S.E. el Embajador Avi
Shoket, Delegado Permanente de Israel ante la UNESCO, había emprendido gestiones
reiteradas para oponerse a mi misión. Por mi parte quise entrevistarme con su sucesor, S.E. el
Embajador Uri Gabay, pero su secretariado me negó una cita. Así pues, en ningún momento
se me entregó, directa o indirectamente, una lista oficial de las personalidades israelíes que
debía contactar durante mi misión.
Contexto y metodología de la misión
La misión se llevó a cabo en un contexto favorable, pues la firma de los acuerdos de
Sharm-el-Sheikh (4-5 de septiembre de 1999) coincidió con mi estancia en Jerusalén (1-9 de
septiembre de 1999). A pesar de los atentados posteriores a esa negociación histórica,
cometidos el día 5 de septiembre, y a pesar de que la cuestión de Jerusalén sigue sin figurar en
el orden del día de los próximos encuentros entre israelíes y palestinos, la esperanza de una
paz justa y duradera parece ir ganando terreno poco a poco, como pude advertirlo durante mis
encuentros oficiales u oficiosos con las personalidades locales.
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Colocado en la difícil situación de un enviado comisionado por una organización
internacional pero privado de hecho de la mitad de sus interlocutores debido a la actitud de los
dos representantes sucesivos de Israel ante la UNESCO, me veía ante una alternativa simple:
- o bien, tomando nota de la situación, entrevistarme únicamente con los
representantes palestinos, comisionados por S.E. el Embajador Ahmad Abdelrazek, y
presentarle un informe de una misión unilateral,
- o bien, por afán de honestidad intelectual, establecer contactos personales con
colegas israelíes de alto nivel y consultarlos de modo oficioso.
Escogí esta segunda opción, sin disimular a mis interlocutores israelíes, por un lado, que
mi misión no era del agrado de las autoridades de su país y, por otro, que no podía garantizar
la confidencialidad de mi informe. Cuatro de ellos, cuyas esferas de competencia abarcan la
arqueología, el patrimonio cultural, el urbanismo y la sociología, aceptaron, aunque bajo
secreto, responder a mis preguntas, completar mi información y acompañarme a visitar
algunos sitios. Deseo manifestarles aquí un reconocimiento especial; en efecto, este informe
le debe mucho a su amor sincero y desinteresado por Jerusalén.
Al término de mi misión de escucha, de información y de observación, me pareció
necesario, habida cuenta de la evolución positiva del proceso de paz, formular cuatro
constataciones:
- La ciudad vieja tiende a quedar aprisionada por la urbanización de sus
inmediaciones.
- Las modificaciones de la composición social afectan la coherencia del tejido urbano
y del patrimonio edificado de la ciudad vieja.
- En la ciudad vieja y sus inmediaciones, los problemas que plantean la arqueología y
la conservación de los monumentos siguen siendo básicamente políticos.
- La celebración del milenio plantea de modo urgente las cuestiones relativas a los
sitios y monumentos cristianos de Jerusalén.
1.
La ciudad vieja tiende a quedar aprisionada por la urbanización de sus
inmediaciones
Para quien vuelve a Jerusalén después de varios años de ausencia, la primera
constatación es la de la transformación del paisaje urbano y del entorno de la ciudad vieja. Se
están realizando importantes obras de acondicionamiento frente a la Puerta de Jaffa para
establecer un enlace con David’s Village; se están construyendo inmensos complejos en el
noreste, como los hoteles más abajo de Derech Schechem Street, no lejos del Sepulcro de los
Reyes y de la iglesia San Jorge. A los edificios decididamente modernos de Jerusalén
occidental, aparecidos desde 1948, se han añadido en el noreste y el sudeste grandes
conjuntos periurbanos. Según su situación geográfica y administrativa, llevan nombres
distintos –barrios o colonias- pero responden a una misma definición al crear una amplia zona
de suburbios dotada de sistemas de comunicación radiales y periféricos cuyo entramado
supone previamente una urbanización más densa y la desaparición paulatina de los paisajes
intersticiales.
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Como el epicentro del fenómeno urbano se va desplazando hacia el este, la ciudad vieja
ya no se encuentra a las puertas del desierto, sino en plena zona en vías de urbanización. Esta
evolución, iniciada desde la época en que el Sr. Teddy Kollek era alcalde de Jerusalén,
continuó activamente con su sucesor, el Sr. Ehud Olmert, a partir de 1994. Se la conoce bien
gracias a los trabajos de los urbanistas israelíes, el último de los cuales es el de Amir Ceshim,
Municipal Policies in Jerusalem (Jerusalén, Passia, 1998), que es particularmente informativo
debido a que su autor fue uno de los asesores oficiales de la municipalidad de 1984 a 1994.
En las entrevistas que sostuve con ellos, los palestinos y los israelíes denunciaron
unánimemente los riesgos que entrañaba el proyecto de un “Greater Jerusalem” para el paisaje
urbano: hoy día hace falta mucha imaginación para ver en Jerusalén esa “ciudad que el
desierto habita”, cantada en 1983 por Shmuel Trigano. Uno de mis interlocutores israelíes
aludía con inquietud a un futuro próximo en que espacios protegidos, como el valle del
Cedron y la Gehena, se convertirían para Jerusalén en lo que Central Park o Fort Tryon Park
son actualmente para Nueva York: reservas naturales y culturales estrictamente circunscritas,
enclaves en una ciudad desmesurada de contornos movedizos. El mismo interlocutor, sin por
ello cuestionar la validez de la “Jerusalem Law” votada por la Knesset el 30 de julio de 1980,
se interrogaba sobre los efectos perversos de una política de urbanización que ha causado un
innegable deterioro de los valores patrimoniales. A este respecto, encomió la decisión que
adoptó el 6 de julio de 1999 el ministro Haim Ramon de suspender la construcción de una
zona de colonización judía en el barrio árabe de Ras-al-Amoud, en Jerusalén oriental, por
considerarla una primera medida positiva, anunciadora del camino que se propone seguir el
gobierno del Sr. Ehud Barak.
No todos, empero, compartían esta confianza durante la investigación que llevé a cabo.
Los hechos parecen contradecir la declaración de principio del Primer Ministro israelí de que
su gobierno no edificaría nuevas colonias en Cisjordania, pero no desmantelaría las que ya
existen (11 de junio de 1999): en efecto, las colonias existentes tienden a extenderse y
ramificarse, incluso en zonas sensibles. Habiendo estado personalmente en Maale Adoumim
el 9 de septiembre, pude comprobar que se seguían llevando a cabo allí importantes obras de
construcción. Se trata, como se sabe, de la mayor entidad municipal de la zona oriental y al
parecer su población rebasa ya los 60.000 habitantes.
En este contexto de planificación urbana de un “Greater Jerusalem” es donde deben
situarse, en mi opinión, las obras viales en torno a la ciudad vieja, a las que los informes del
Profesor Lemaire siempre dedicaron una parte importante y particularmente detenida. En
efecto, esas obras, cuyas consecuencias son graves para un entorno cada vez más invadido por
construcciones viales, rampas de acceso, muros de contención cuyos revestimientos
cuidadosamente emparejados no consiguen disimular la función técnica, no responden a una
voluntad de tratamiento abierto de las inmediaciones del centro histórico, sino a la necesidad
siempre creciente de establecer relaciones selectivas entre el centro y una periferia
privilegiada por los urbanistas.
2.
Las modificaciones de la composición social afectan la coherencia del tejido urbano
y del patrimonio edificado de la ciudad vieja
Se puede seguir observando en la ciudad vieja la distinción tradicional entre cuatro
grandes barrios: el barrio judío en el sudeste, el barrio armenio en el sudoeste, el barrio
cristiano en el noroeste y el barrio musulmán en el noreste. Pero las características culturales
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relacionadas con esos barrios históricos se están modificando, con consecuencias molestas
para la coherencia del tejido urbano y la autenticidad de las construcciones.
Citaremos aquí a título meramente informativo las transformaciones radicales que han
afectado el sector sudeste: después de la destrucción del barrio magrebí que precedió en 1967
al acondicionamiento de la explanada del Muro de las Lamentaciones, la reconstrucción del
barrio judío fue en los años 1970 un caso muy comentado en todos los institutos de
urbanismo. La opción escogida, la de una refección integral acompañada de frecuentes
elevaciones, dejaba poca cabida a la restauración de las construcciones antiguas, previstas sin
embargo en la obra clásica del arquitecto Arieh Sharon, con prefacio de Teddy Kollek,
Planning Jerusalem (Jerusalén, Weidenfeld y Nicolson, 1973). En gran medida, el
descubrimiento del Cardo bizantino, su reconstrucción parcial, su transformación en galería
comercial, que lo convirtieron en una atracción turística conocida mundialmente, fueron la
coartada tardía de una política de renovación poco conforme al espíritu de la carta de Venecia.
Hoy día lo que se cuestiona es la integridad del barrio musulmán, el único en haber
conservado muy ampliamente su sistema de vialidad y sus construcciones tradicionales. Los
peligros que se ciernen sobre él son múltiples; los más evidentes son la superpoblación y la
modificación de la composición social.
La superpoblación, debida a una afluencia reciente y difícilmente cuantificable de
familias musulmanas, corre el peligro de crear condiciones de insalubridad que podrían
justificar, como ya ha ocurrido antes, la intervención de las autoridades públicas ansiosas de
eliminar los “tugurios”, consigna que en varios lugares, en los años 1970, sirvió de
justificación para efectuar demoliciones arbitrarias. Es encomiable el trabajo muy positivo
que ha efectuado sobre el terreno una organización no gubernamental, la Welfare Association,
que desde 1994 inició un programa de rehabilitación de la ciudad vieja que comprende,
además de una serie de intervenciones complejas cuidadosamente planificadas, rescates
urgentes cuya finalidad es ofrecer las condiciones mínimas de higiene y seguridad en zonas
superpobladas o insalubres.
La modificación de la composición social se refiere a lo que los palestinos llaman los
“asentamientos judíos”. Visualmente, esas unidades de vivienda se caracterizan por
elevaciones y sobre todo por la presencia de banderas israelíes visibles desde puntos de
observación elevados, como el nivel superior del Austrian Hospice, en el Nº 37 de la Vía
Dolorosa. Se ha establecido recientemente un sistema privado de circulación que comunica
las distintas zonas de vivienda a través de las terrazas. Este modo de circulación alta existe en
varios sitios del mundo mediterráneo, como en Gadames (Libia) o Mesta en la isla de Quíos
(Grecia), pero no forma parte claramente de la tradición arquitectónica jerosolimitana. La
autenticidad de la ciudad vieja se ve afectada por esos acondicionamientos, nacidos de una
voluntad coyuntural de segregación.
Un último peligro se cierne sobre la ciudad vieja: el de los “espacios libres” que pueden
ser una tentación para los promotores inmobiliarios. Para limitarme a un ejemplo, quisiera
señalar a su atención la zona muy sensible de Burj al-Laqlaq, situada en el ángulo noreste de
la muralla de Solimán el Magnífico.
El 6 de mayo de 1998 este sitio fue ocupado por un grupo de ocupantes ilegales israelíes
deseosos de instalarse allí. En una atmósfera de gran tensión entre las distintas comunidades,
que se refleja en la carta 157/5/98 que le dirigió el 2 de junio de 1998 el Sr. Faisal Husseini, el
servicio israelí de Antigüedades inició unas excavaciones (véase el párrafo 8 del documento
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155 EX/11), que llegaron a su término durante el verano de 1999 sin que se hayan publicado
sus resultados. Teniendo presente su carta del 9 de julio de 1998 (DG/4.6/151), me parece
urgente que la UNESCO exprese de nuevo su preocupación por la utilización de un sitio
histórico y arqueológico digno de interés.
Tomo nota con satisfacción de que responsables israelíes han afirmado en diversas
ocasiones su deseo de mantener esa zona como espacio verde: este punto de vista, expresado
en 1973 por el arquitecto Arieh Sharon en su libro Planning Jerusalem, fue efectivamente
reiterado en 1996 para justificar la denegación del permiso de construcción solicitado por el
Centro Comunitario Burj Laqlaq. Como éste procedió, pese a ello, a realizar obras de
restauración, la nueva construcción fue derribada en la noche del 27 de agosto de 1996 bajo el
control de las fuerzas de policía israelíes.
En este contexto sumamente conflictivo, la implantación en el sitio de Buy al-Laqlaq de
un pequeño barrio judío, con o sin sinagoga, mencionada por varios de mis interlocutores,
constituiría a la vez una falsificación histórica y una provocación de extrema gravedad. La
solución del statu quo -pese a que tienda a prolongar la existencia de un descampado- sería
probablemente la más oportuna, al no haber la menor concertación sobre la ordenación
paisajística de la zona arqueológica de Burj al-Laqlaq.
3.
En la ciudad vieja y sus inmediaciones, los problemas que plantean la arqueología
y la conservación de los monumentos siguen siendo básicamente políticos
Como las autoridades israelíes nunca aplicaron la Decisión 150 EX/3.4.3 relativa al
acceso por la Vía Dolorosa al túnel que costea el muro occidental de Haram al-Sharif, esta
cuestión, largamente discutida por el Consejo Ejecutivo y la Conferencia General desde 1996,
no ha perdido actualidad, al igual que la de las alteraciones provocadas por la excavación de
dicho túnel en las mamposterías de cuatro edificios, la madraza Osmaniya, la madraza alJawhariya, la residencia de Rabat el-Kurd y la madraza Manjakiya. Al no haber tenido acceso
a su debido tiempo al informe sobre el estado de conservación del complejo al-Jawhariya
presentado el 6 de septiembre de 1999 por el Profesor Giorgio Croci, me vi en la
imposibilidad de comunicar sus conclusiones a las autoridades del Waqf al-Islami,
limitándome a tomar nota de las inquietudes reiteradas en nombre de esa organización por el
Sr. Adnan al-Husseini.
Un nuevo tema de litigio ha surgido en 1999 con motivo de las obras de restauración de
los niveles inferiores de la mezquita al-Aqsa, conocidos como “la vieja al-Aqsa”, por el Waqf
el-Islami.
Esta restauración, dirigida por el Sr. Issam Awwad, arquitecto encargado de la
conservación de Haram al-Sharif, quedó terminada durante el mes de agosto de 1999. Se trata
de una empresa minimalista, comparable por sus intenciones a la que fue acabada en 1997 en
las supuestas “Caballerizas de Salomón”, un vasto hipogeo transformado en cuadra por los
Templarios en el siglo XII. El saneamiento de las mamposterías, unas reparaciones modestas
de la parte inferior y la instalación de una iluminación de neón reversible voluntariamente
permitieron abrir nuevas salas de oración, lo cual constituía una prioridad para las autoridades
religiosas, que han de hacer frente a la afluencia de peregrinos en las grandes fiestas del
Islam.
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El éxito total de la operación realizada por el Waqf el-Islami se vio comprometido, no
obstante, por un incidente que se produjo a principios del mes de agosto: una antigua ventana
de “la vieja al-Aqsa”, que estuvo antaño cegada y fue abierta por el Sr. Issam Awwad en el
costado meridional de Haram al-Sharif, fue inmediatamente condenada por la policía israelí
pretextando que se trataba de una medida de seguridad. Las autoridades del Waqf el-Islami
me comunicaron un dossier relativo a este asunto en el que se insistía en que la seguridad era
un falso pretexto, ya que la ventana restaurada tenía una reja de protección metálica y no era
posible abrirla desde el suelo. Mis interlocutores israelíes, proclives a minimizar el alcance de
este incidente, me remitieron, siempre de modo oficioso, al artículo dedicado al tema por
Meron Benvenisti, teniente de alcalde de Jerusalén en la administración Kollek, en el diario
Ha´aretz del 12 de agosto de 1999, titulado “¿En qué manos está el Monte del Templo?”. En
él el autor toma valerosamente sus distancias con respecto a la opinión de los celotas, siempre
dispuestos a reducir la influencia del Waqf sobre el Monte del Templo.
En este mismo contexto de apasionamiento, que justifica todos los excesos en pro de la
identidad, cabe abordar el problema recurrente de los palacios omeyas, cuyos vestigios se
extienden por una vasta plataforma, al sur de Haram al-Sharif, más abajo de la mezquita alAqsa. Como respuesta a una carta del 9 de febrero de 1995 enviada al Director de la División
del Patrimonio Cultural de la UNESCO por la Delegación Permanente del Reino de Jordania,
el Profesor Lemaire había acudido al lugar en mayo de 1995 y había recogido informaciones
que permitían aclarar los objetivos de las obras en curso (documento 147 EX/17). Desde
entonces había informado regularmente de los progresos de la obra iniciada por los
arqueólogos y arquitectos-paisajistas israelíes (150 EX/13), deplorando durante su última
misión la construcción en medio del patio de uno de los palacios omeyas de una pérgola
metálica que desfigura el sitio (29 C/14).
Siguiendo la lógica de la operación iniciada en 1995, las obras de ordenación continúan
hoy en el sector suroriental, tras la apertura al público en 1997 del conjunto remodelado en el
sector suroccidental, tema de una carta del Sr. Embajador Avi Shoket a la Secretaría de la
UNESCO, fechada el 21 de abril de 1997 (151 EX/9 Add.). Habiendo podido examinar cada
una de esas dos zonas, comparto efectivamente las reservas que manifestaba el difunto
Raymond Lemaire sobre el carácter de la rehabilitación del sitio de los palacios omeyas. Tras
años de abandono, la amplia zona excavada por el Profesor Mazar ha ido perdiendo poco a
poco las marcadas características arqueológicas que se distinguían en las antiguas fotografías
aéreas (Nahman Avigad, Discovering Jerusalem, Jerusalén, Shikmona Publishing Company,
1983, pág. 19, fig. 4) y que eran bien conocidas tanto por el gran público como por los
arqueólogos israelíes (Meir Ben-Dove, In the Shadow of the Temple, Jerusalén, Keter
Publishing House, 1985). La presentación actual, que contiene muchos materiales modernos,
es a la vez complicada y reductora: con el pretexto de resaltar vestigios de épocas anteriores,
trivializa innegablemente los palacios omeyas, monumentos principales de la zona sobre los
que el Waqf el-Islami no ha cesado de afirmar la validez de su jurisdicción. Como escribía
Amos Elon, poco sospechoso de prejuicios antiisraelíes: “Seguramente profundas razones
psicológicas explican que la arqueología israelí tenga una connotación tan típicamente política
e incluso patriotera (… ). La arqueología patriótica, como la fe en el análisis freudiano, tiende
a efectuar una especie de cura; los hombres triunfan sobre sus dudas y temores y tienen la
impresión de rejuvenecer gracias al descubrimiento de sus orígenes, reales o supuestos, pero
siempre ocultos”. Como esta cita procede de uno de mis interlocutores israelíes, cabe desear
que la comprobación de los excesos ideológicos de ayer lleve progresivamente a los
responsables de la Israël Antiquities Authority a un planteamineto más científico e imparcial
del pasado multisecular de la ciudad.
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4.
La celebración del milenio plantea con urgencia las cuestiones relativas a los sitios
y monumentos cristianos de Jerusalén
Las comunidades cristianas se preparan a conmemorar en la unidad de la fe, pero en la
diversidad de los calendarios, ritos y lugares de culto, el segundo milenio del nacimiento de
Cristo. Las informaciones obtenidas en el Christian Information Center de Jerusalén tienden a
probar que la afluencia de peregrinos y turistas no afectará exclusivamente a Belén, sino al
conjunto de los sitios cristianos de la región y muy especialmente los de Jerusalén y su
periferia.
En la actualidad no parece que se haya pensado en ninguna concertación entre las
comunidades cristianas -y a fortiori en ninguna concertación interconfesional-, situación que
deja sin respuesta problemas esenciales de seguridad e incluso de conservación de los
monumentos correspondientes.
No deben subestimarse los problemas de seguridad, ya que la coincidencia de
celebraciones de las tres religiones del Libro puede originar concentraciones humanas
imprevistas en las callejuelas de la ciudad vieja y, en particular, en la Vía Dolorosa. Estos
problemas de seguridad no deben sin embargo resolverse a costa de remodelaciones puntuales
pero irreversibles en los principales sitios de la Jerusalén cristiana, ya se trate de monumentos
intra muros, como el Santo Sepulcro o la Basílica del Ecce Homo, ya de monumentos extra
muros, como el Cenáculo o la Iglesia de la Ascensión.
Se han señalado a mi atención nuevos proyectos relacionados con el Santo Sepulcro,
donde está previsto, al parecer, abrir una salida de emergencia. Esta solución, que no parece
contar con el acuerdo de las tres comunidades afectadas, no debería en ningún caso imponerse
en el último minuto sin un detenido estudio previo. Ahora bien, la situación topográfica del
Santo Sepulcro, en pleno centro del barrio cristiano, aconsejaría sobremanera estudiar un plan
de circulación para los peatones que permitiera reducir rápidamente el riesgo de
embotellamiento en las escaleras que constituyen su principal acceso a partir de Christian
Quarter Road. La visualización de los accesos antiguos en la topografía histórica de un barrio
bien conocido debería permitir una mejor integración ulterior del monumento en el tejido
urbano circundante. No parece que se haya vuelto a pensar en ello desde la presentación del
informe del arquitecto Jean Trouvelot el 20 de agosto de 1956.
Por lo que respecta a los lugares de culto periurbanos, muchos de los cuales se
encuentran ya sea en el Monte de los Olivos (iglesia de San Lázaro en Betania, iglesia de
Bethphagé, basílica de Getsemaní, tumba de la Virgen, iglesias de la Ascensión, convento del
Pater Noster, Dominus Flevit, etc.), ya en el Monte Sión (Cenáculo, San Pedro in Gallicantu,
etc), en todos los casos se plantean problemas específicos de acceso y de afluencia.
Especialísima atención debería prestarse a aquellos sitios que son sagrados para dos
religiones, como la antigua iglesia de la Ascensión, sede de una mezquita muy venerada, o
incluso para las tres religiones del Libro, como el complejo de edificios del Monte Sión, que
alberga la Tumba de David, el Cenáculo, una antigua mezquita y el cementerio musulmán de
la familia Dajani, propietaria hasta hace poco de toda la zona de Djebel Nabi Daoud.
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