Ayuntamiento de Huesca, historia de una década, la de 1865 – 1875

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30 San Lorenzo
Diario del AltoAragón - Sábado, 10 de agosto de 2013
Ayuntamiento de Huesca, historia
de una década, la de 1865 – 1875
Félix GENERELO GIL
Asesor del IEA. De la Asociación
Española de Militares Escritores
E
N EL siglo XIX, España no
conoce tiempos de bonanza. La guerra con los franceses y el desastre del 98 son su
prólogo y su epílogo. La historia
de una sola década del Ayuntamiento oscense nos dará fe de
sus tiempos revueltos.
1866. Un símbolo de la época,
Camo, recién licenciado en farmacia, llega a Huesca, su pueblo,
con toda la ambición, ilusiones
y sueños que caben en la cabeza bien amueblada de un joven
de veinticinco años. Con seguridad, traería de Madrid noticias
del intento de derrocamiento del
gobierno sucedido en el mes de
enero de ese año y del levantamiento de los artilleros del cuartel de San Gil, saldado con más
de trescientos muertos.
Huesca, que recordaba cuando
en el 48 el cabecilla Manuel Abad
ocupaba la ciudad amenazando
de muerte a quienes no obedecieran sus bandos, recibe alarmada en 1867 las noticias que
llegaban de Linás de Marcuello.
Las tropas revolucionarias de los
generales Pierrad y Moriones se
enfrentaban a las gubernamentales del general Manso de Zúñiga. La muerte en combate de éste
y la retirada a Francia de los sublevados tranquilizó a la población. Por poco tiempo, pues al
año siguiente, en el mes de septiembre, estallaría la revolución
del 68, “La Gloriosa”, que echaría del trono a Isabel II.
El 19 de octubre, la Junta Revolucionaria de Huesca forma el
nuevo Ayuntamiento presidido
por don Pedro Sopena. En él figuran, entre otros, Nicolás Escuer
y Manuel Camo. Se crean siete
compañías de “Voluntarios de la
Libertad”. El Ayuntamiento, jefe nato de toda fuerza popular,
las patrocina y pide a la Diputación Provincial las cuatro cornetas que habían pertenecido a la
extinta Guardia Rural y que “se
digne” solicitar al Gobierno Provisional el envío de fusiles para
armar a la tropa. Las compañías,
a su vez, piden al Ayuntamiento
el convento de Santa Clara, cuyas monjas han sido trasladadas,
a instancias de la Junta Revolucionaria, al de Capuchinas. Santa
Clara se convertía, una vez más2,
en cuartel de tropa. El Ayuntamiento recibe varios cientos de
fusiles y compra pólvora y balas
con cargo al capítulo de imprevistos de su presupuesto. De ese
mismo capítulo se pagan ciento
cuarenta y seis quepis confeccionados por el industrial don Joaquín Buisán. Unos vecinos, don
Eduardo Boig y su consorte, piden organizar, a su costa, una
compañía de jóvenes de entre
veinte y veinticinco años.
La población estalla en fervor
revolucionario al percibir que la
Guardia Civil pretende apresar
en Huesca al general Pierrad, héroe de la revolución y cabecilla
de los sucesos de Linás de Marcuello, que había regresado del
exilio. Una muchedumbre que
grita su protesta y adhesión al
general, fuerza al Gobernador a
dejar en libertad al detenido, que
parte para Zaragoza escoltado,
como guardia de honor, por varios ediles. Sello distintivo de los
tiempos de revolución es el anticlericalismo que lleva a expulsar
al obispo don Basilio Gil, quitar
las campanas de las torres y derribar iglesias.
En el año 1869, el Gobierno
Provisional del general Serrano,
convoca Cortes Constituyentes.
La nueva forma de gobierno se
define como monarquía constitucional. Examinadas varias
candidaturas, la corona es finalmente ofrecida al duque de Aosta, Amadeo de Saboya. Huesca
sos nada es duradero y en enero
de 1870, Montestruc presenta la
dimisión.
En 1871 es elevado al trono
Amadeo I. El general Prim, a cuyas gestiones se debía principalmente la elección del nuevo
rey, no podrá defender la corona pues ha sido asesinado el mismo día de la llegada del Saboya.
Amadeo abandonará pronto, teniendo a los españoles por ingobernables y calificando a España
como una jaula de locos. Había llegado a Madrid en enero
del 71 y regresaba a su país en
febrero del 73. El 13 de febrero,
el Gobernador de Huesca envía
al Ayuntamiento este oficio: “El
Senado y Congreso, constituidos
en Asamblea soberana, después
de admitir la renuncia de don
Amadeo de Saboya ha proclamado la República.
Tranquilidad completa en esta capital
y su provincia”.
En enero de 1875 entra
Un nuevo Ayuntamiento, con tinen Madrid el rey Alfonso
tes republicanos,
XII, que ha de terminar
que preside don
Mariano Guallart
con la guerra carlista
sustituirá a los monárquicos. Camo,
imprescindible ya
en todas las combidespide al Ayuntamiento naci- naciones, regirá la Diputación.
do de la revolución y estrena el
La política es veleidosa, y si
de don Rafael Montestruc, al que un cuarto de siglo antes se fusiacompañarán don Manuel Sán- laba a los revolucionarios del 48,
chez y don Manuel Camo. Nota- con Manolín Abad a la cabeza, el
ble fue el acuerdo de, mediante nuevo Ayuntamiento les levanta
donativos de la ciudadanía, for- un monumento proclamándolos
mar un fondo para redención de héroes de la República.
quintos sin posibles, impidiendo
Los “Voluntarios de la Liberla redención con hombres o de tad” dan paso a los “Voluntarios
sangre, habitual en la época. Pe- de la República”. Se organizan
ro en aquellos tiempos convul- cuatro compañías a cargo de los
concejales señores Ferrer, Guallart, Abad y Pelayo. Cada compañía ha de tener capitán, teniente,
alférez, dos sargentos y cuatro
cabos, elegidos por los voluntarios. El uniforme, sencillo, se lo
costean los propios milicianos y
se destinan fondos del Ayuntamiento para los no pudientes. A
los que por estar de servicio no
puedan acudir a su trabajo, perdiendo el jornal, se les socorrerá
con una peseta y cincuenta céntimos.
Dos años duró el Régimen y
las iniciativas “progresistas” que
anunciaba la República apenas
pudieron ver la luz. El proyecto
muy querido por Pi y Margal, de
dividir España en diecisiete Estados federales3, provocó el renacer de agravios entre regiones y
entre comarcas, con proclamas
de independencia, hasta el caso,
ridículo de no ser dramático, de
que provincias o ciudades declaraban la guerra a las vecinas. De
consecuencias más prolongadas
y graves, la sublevación del cantón de Cartagena obligó a la intervención del Ejército.
Pasan como un mal sueño los
presidentes Figueras, Pi y Margal, Salmerón y Castelar y el 3 de
enero de 1874, el general Pavía
expulsa del Congreso a los diputados imponiendo el orden. En
Huesca dimiten los mandos del
Batallón de Voluntarios y cesa el
Ayuntamiento.
El nuevo alcalde, don Juan Tello, inicia su mandato enviando a
Madrid un telegrama de felicitación por el triunfo del Ejército en
Cartagena y, como es de ritual,
cambiando nombres de plazas.
La de la República Federal será
plaza de la República Española.
Y poco más va a hacer, pues el 18
de enero se recibe un oficio del
Gobernador Civil manifestando
que de orden superior debe cesar en sus funciones el Ayuntamiento y que para formarlo han
sido nombrados los señores siguientes: Alcalde, don Gregorio
Campaña… Era don Gregorio un
representante de la burguesía de
Huesca, implicado en la revolución del 68, que luego financiaría el periódico “El Alto Aragón”,
plataforma de las actividades de
Camo. El Ayuntamiento se estrena con la noticia de la presencia
de fuerzas carlistas en Ayerbe.
Pero los acontecimientos, como
los gobiernos y los ayuntamientos se suceden con rapidez y el
susto se torna en fiesta y alegría
al conocerse el triunfo gubernamental del brigadier Delatre. Algunos concejales censuran que
se haya hecho jolgorio y música ante los prisioneros y heridos,
por ser un acto de crueldad. La
guerra venía de 1872, cuando los
carlistas reivindicaron los derechos de su candidato, español,
por encima de los de Amadeo de
Saboya.
Y como es norma, otra vez
cambia la milicia y se pide a los
“Voluntarios de la República” la
devolución de las fornituras, incluyendo las correas de los fusiles para equipar a los nuevos,
aunque parece ser que se confía más en los militares pues según el acta de la sesión del 10 de
junio la Corporación lamenta la
retirada de la provincia del brigadier Delatre, seguro contra las
invasiones de las partidas carlistas y acuerda solicitar autorización al Capitán General para ir a
Madrid, a pedir que vuelva la columna.
En enero de 1875 entra en Madrid el rey Alfonso XII, que ha de
terminar con la guerra carlista.
Martínez Campos y Cánovas del
Castillo lo habían aupado al trono con apenas oposición en una
España harta de veleidades partidistas y desgobierno. Con don
Gregorio Campaña, presenta la
dimisión todo el Ayuntamiento
de Huesca. Le va a sustituir el de
don Mariano Armisén, que inaugura una nueva época, con la
monarquía tradicional española
encabezándola y va a estrenar el
tratamiento de excelencia concedido por Resolución Real de 22
de marzo de 1875. Los ediles cruzan su pecho, por primera vez,
con las bandas que a partir de entonces habrá de ser su distintivo
individual.
Notas:
Ayuntamiento de Huesca, cuyas galerías y salones recorrerían personajes de esta historia FÉLIX GENERELO
1 Este artículo recoge los datos de
los libros de Actas del Ayuntamiento de Huesca. Mi agradecimiento a las facilidades dadas por
el personal que dirige el Archivo
Municipal.
2 La historia del convento de Santa
Clara como cuartel y fuerte puede leerse en Huesca, plaza militar. Historia de los cuarteles. Siglo
XVIII–XX, del autor de este artículo.
3 La propuesta de organización de
la nación en estados federales
comprendía los de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla
la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico
y Regiones Vascongadas.
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