Historia o d o n t ó l o g o s . Bartolomé Mestre Mestre, Manuel Mora Esteva —sobrino de Bastos Ansart—, Bartolomé Covas Sancho —que en realidad nunca fue médico, aunque se hiciera pasar p o r t a l — , Mateo Palmer M o ner, e s t o m a t ó l o g o , c o m o Santiago Forteza Forteza. Éste último, y el t a m b i é n dentista Guillermo Barceló Barceló y Bartolomé Mestre Mestre — los tres tenían iguales los dos primeros apellidos—, fueron nombrados, meses más tarde, alféreces de complemento del Cuerpo de Sanidad Militar. También ascendió a alférez médico de c o m p l e m e n t o , algo después, Pedro Sabater, m u y a m i g o de Baltasar Covas, por ser a m b o s de ¡deas izquierdistas, y que t u v o a su cargo los enfermos afectos de enfermedades venéreas. El Hospital Militar de Palma de Mallorca durante la Guerra Civil José M . a Rodríguez Tejerina El Hospital Militar de Palma de Mallorca se levanta actualmente en la esquina de la calle de San Miguel con la de los Olmos, en un lugar que ocupara en el siglo XIII un c o n v e n t o de franciscanos, el más antiguo de Palma, y que luego habitaron las monjas de Santa Margarita. En 1821 el convento fue destinado a Hospital de Convalecientes y las monjas se m u d a r o n a otro, sito en la calle de la Concepción. Cerca del Hospital Militar, en la calle de los Olmos, estuvo desde finales del ochocientos, la Casa de Expósitos o Inclusa que dependía, en sus inicios, del t a m b i é n próxim o Hospital General. El claustro, la iglesia del convento de Santa Margarita se conservan todavía, c o m o m o n u m e n t o s históricos nacionales, en la calle de San Miguel, junto al moderno edificio del Hospital Militar. Sólo llegó a ser brigada m é d i c o , en c a m bio, Andrés Galmés Gomila, que decía conocer a don Pío Baroja y que logró en Ibiza salvar el M u s e o Fenicio del saqueo de algunos desaprensivos soldados nacionales. Mención aparte merece el capitán m é d i co, pediatra, d o n Vicente Sergio de Orbaneja, falangista, pariente de José A n t o n i o Primo de Rivera, que t u v o una actuación represiva m u y destacada en la retaguardia. Los p r i m e r o s h e r i d o s El 19 de julio de 1936 fueron asistidos en el Hospital Militar los primeros heridos de guerra; el capitán d o n José Puig Nos, herido en una pierna y que falleció v í c t i m a de la gangrena gaseosa seis días más tarde y, el m i s m o día, poco después, el falangista José Rovira, herido en el brazo izquierdo que logró salvar su vida aunque fallecería posteriormente, en 1938, de una pulmonía. En el A r c h i v o de la Casa de Socorro de Palma, en el Libro Registro correspondiente, aparece con fecha 19 de julio de 1936 y el n ú m e r o de orden 2039, la siguiente noticia: « J . Puig, de 48 años. Fermín y Galán 188: Fractura abierta de fémur derecho, erosión rodilla izquierda, herida contusa muñeca derecha. Gran hemorragia: A r m a de f u e g o » . Personal m é d i c o A comienzos de julio de 1936 era director del Hospital Militar de Palma de Mallorca el teniente coronel d o n Ramón Anglada Fluxá. Y c o m a n d a n t e s y capitanes médicos adscritos a los distintos servicios, d o n Virgilio García Peñaranda, d o n A n t o n i o Rossell S a n t o m á , d o n Eusebio Gimeno Sáinz, d o n Mariano Navarro, d o n Miguel Roscal, d o n A n t o n i o Grau Pujol, d o n Daniel Ortega Lechuga. Era capitán de Sanidad d o n Fidel Lladó Boixaderas. Había t a m b i é n varios soldados médicos y 37 El capitán Puig Nos fue trasladado con t o d a urgencia al Hospital Militar, donde le operó el c o m a n d a n t e m é d i c o d o n Virgilio García Peñaranda, ayudado por Bartolomé Mestre. Don Virgilio García Peñaranda fue pronto encarcelado, por sus ideas liberales y presunta pertenencia a la masonería. Las b a j a s d e l f r e n t e d e M a n a c o r En el Hospital Militar fueron asistidos, desde el 16 de agosto de 1936 hasta septiembre del m i s m o año, alrededor de 300 heridos procedentes del frente de Manacor, según el m a n d o nacional. Mas, la superiora de dicho Hospital, sor Oliva A b a d , est i m a m u y superior la cifra real de heridos, e incluso las estadísticas oficiales de Sanidad Militar la sitúan en 570, con pocas defunciones, apenas unas 10. C o m o asimismo fueron atendidos bastantes heridos en los hospitales de Manacor y Porto Cristo y aun en el Colegio de las M M . del Sagrado Corazón de Palma, el n ú m e r o total de heridos, presumiblemente, debió ser de unos 800. H u b o 300 m u e r t o s , ya que la cifra de 75, dada t a m b i é n por el m a n d o nacional, es harto exigua. Los primeros heridos del frente de Manacor que llegaron al Hospital Militar fueron los capitanes de Infantería d o n Eduardo García Serena y don José Grau Pujol. Este último era hermano del c o m a n d a n t e médico cirujano del Hospital d o n A n t o n i o Grau Pujol, que había sustituido a d o n Vicente García Peñaranda. A m b o s capitanes habían sido alcanzados por la misma bala; el primero tenía una fractura de f é m u r izquierdo y, el s e g u n d o , una herida leve en la pierna derecha. Los heridos, siempre según sor Oliva, llegaban en m u y mal estado, sedientos, ensangrentados, desfigurados, pidiendo algo de beber, «por amor de Dios», y dando vivas a España y al Ejército. Terminado el desembarco de las tropas del capitán Bayo, el Hospital Militar de Palma de Mallorca atendió, en el período c o m p r e n d i d o entre septiembre de 1936 y abril de 1939, a 1.054 enfermos de la Ar- mada y, entre ellos a los habidos en los cruceros Almirante Cervera y Baleares. El Hospital disponía únicamente, al iniciarse la c o n t i e n d a , de 150 camas. H u b o q u e ampliar su n ú m e r o a 300, pero aún así resultó su n ú m e r o insuficiente y el director del centro, el teniente coronel médico d o n Ramón A n g l a d a y el administrador del m i s m o , d o n Bartolomé S a m p o l , decidieron requisar el edificio del Colegio de las M M . de los Sagrados Corazones de S o n Espanyolet y dedicarlo a la atención de los heridos leves y de los convalencientes. Las mismas monjas del Colegio se dedicaron al cuidado de estos heridos. El Hospital Militar recabó la colaboración de cuatro monjas más, dado el intenso trabajo. T a m b i é n prestaron sus servicios en el m i s m o numerosas muchachas voluntarias de Frentes y Hospitales. Que hubo de distribuir en tres grupos. U n o de ellos se ocupaba del aseo de los hospitalizados y del arreglo de las camas. Otro, confeccionaba sábanas, vendas y t o d a suerte de prendas. El tercero, en fin, ayudaba a practicar las curas. Ninguna de ellas era enfermera titulada. La limpieza, el lavado y el planchado de ropa se hacían en el Hospital. Luego del precipitado reembarque de las huestes de Bayo, el Hospital Militar c o n t i nuó estando repleto de heridos, ya q u e fueron trasladados a él los procedentes de los hospitales de Manacor y Porto Cristo. Pronto, además, se reanudaron los b o m bardeos aéreos por parte de la Aviación Republicana. Que fueron m u y intensos. El 26 de mayo de 1937 nueve aparatos de los denominados por los nacionales Martín Bombers, pero que eran en realidad Katiuskas rusos del tipo Tupolav SB-2, y algunos Pofez franceses modelo 540, arrojaron 98 bombas y causaron 9 muertos y 18 heridos. El 7 de agosto del m i s m o año, otros cinco Martín Bombers lanzaron 23 b o m b a s y hubo que lamentar 1 m u e r t o y 1 herido. El 7 de diciembre se presentaron 24 aviones republicanos y descargaron 82 b o m bas de gran potencia. Quedaron destruídos 35 edificios y seriamente dañados otros 40. H u b o 10 m u e r t o s y 30 heridos. El 31 de mayo, en el mismo año todavía, fue derribado un aparato «rojo». A bordo de él venían dos aviadores checoeslovacos. Uno de ellos murió a las pocas horas. El otro, un gigante de unos dos metros de altura, sanó de sus heridas y fue llevado, en calidad de prisionero de guerra, al castillo de Bellver. Hacía grandes alardes de catolicismo. Fue canjeado por un cautivo nacional en poder de los republicanos. El checo volvió a bombardear Palma. Derribado de nuevo, murió carbonizado. El 30 de m a y o de 1938 sufrió Ciutat su postrer bombardeo aéreo. Nueve aparatos arrojaron 63 b o m b a s , destruyendo algunos edificios y ocasionando 2 muertos. Una c u m p l i d a relación de los heridos en estos bombardeos y de los lesionados por caídas en los refugios antiaéreos la tenem o s merced a los archivos de la Casa de Socorro de Palma. piel y empapaban las quemaduras con ácido pícrico en repetidas curas. Otra vez, pues, el Hospital Militar se vio desbordado y h u b o que trasladar a m u chos de estos q u e m a d o s a la Clínica Naval, la Mutua Balear y al Colegio de los Sagrados Corazones. El 1 de agosto de 1938 estalló en el Puert o de Pollensa una de las calderas del crucero ligero italiano de la Primera Guerra Mundial, R.N. Quarto, que era el buque insignia de la patrulla italiana de control de «no intervención». Resultaron abrasados 38 marineros, varios de ellos tan gravemente que fallecieron, casi de inmediato, 5. En los días siguientes murieron otros más, hasta un total de 18. El s e r v i c i o r e l i g i o s o Al estallar el Movimiento componían la comunidad de Hermanas de la Caridad del Hospital Militar, sor Oliva A b a d , que era la superiora, y las monjas sor Rosa Morgadas, sor Carmen Carbonell, sor Ricarda Vidador, sor Encarnación Seguí y sor María Richarte. En enero de 1937 arribaron, c o m o refugiadas, procedentes del Sanatorio del Espíritu Santo de Barcelona, sor Presentación Palomo, sor Marina Alegri y su superiora, sor Josefa Pujadas. Esta última se q u e d ó en el Hospital Provincial. En junio de 1937 llegó a su vez otra hermana, escapada de la «zona roja»; sor Rosario Roussel. Y se incorporó a la c o m u n i d a d una novicia, sor Maria Magriñá, pronto destinada a la M i sericordia. En marzo de 1938 sor María Magriñá y sor Josefa Pujadas fueron destinadas a la Clínica del doctor Pieras, que había sido también requisada para atender a los oficiales heridos. Lógicamente, dado el fervor religioso desencadenado, los capellanes destinados en el Hospital Militar fueron numerosos. En un principio lo era únicamente el padre Pizá, teatino, de talante rijoso, que fue suspendido a divinis. Le sucedieron otros capellanes; el padre Borras, que no se Las v í c t i m a s n a v a l e s El 22 de febrero de 1938 se atendieron en el Hospital Militar, a partir de las nueve de la noche, a 22 heridos de metralla procedentes del crucero Almirante Cervera, que había sido atacado por la aviación republicana. Uno de los marinos heridos era don Jesús Vierna, hermano del contralmirante del Baleares d o n M a n u e l , que tan trágico fin iba a tener unos días depués. En efecto, el 6 de marzo, a las 4 de la tarde, llegaron al Hospital Militar 205 náufragos del crucero Baleares. Venían todos negros, q u e m a d o s ; desnudos por completo. Según la prensa nacional daban vivas a España, la Marina, la M u e r t e , la Virgen del Carmen. Y cantaban la Salve Marinera. Mas lo cierto es que ingresaron en el Hospital m u y abatidos y, m u c h o s de ellos, shockados. En el arsenal del Hospital había gran cantidad de ácido pícrico que guardaba el practicante señor Selles. Como las sábanas no debían rozar las quemaduras, se puso sobre las camas unos aros de hierro que, al estar cubiertos por mantas, daban aspecto de t ú m u l o s a los lechos. Los m é d i c o s recortaban los colgajos de 39 acostó durante los días que duró el desembarco de los milicianos m a n d a d o s por el capitán Bayo, pendiente siempre de administrar los Santos Sacramentos a los m o ribundos. El padre Daniel A u b a c h , que pertenecía a la Orden de San Vicente de Paúl y gustaba de hacer música y cantar a los soldados hospitalizados. Con los náufragos del Baleares vino el padre Juan Grúa, que atendió a los marinos con gran d e v o c i ó n . Era capellán del Cuartel de Infantería de Marina y del Hospital de Marina de Cartagena. El padre Seguí, de los Sagrados Corazones, y el padre Bartolomé J a u m e , fueron incansables impartiendo conferencias a los heridos. Don Valentín Herrero era un capellán de los requetés que repartía rosarios, estampitas, medallas, a los soldados internados. Don J u a n Vich era el inspector castrense. Ni que decir tiene que el C u m p l i m i e n t o Pascual, durante los tres años que duró la contienda, fue multitudinario. En f i n , el señor obispo de la diócesis, d o n Josep Miralles i Sbert, visitó el día 2 de septiembre de 1936, a las 6 de la tarde, con gran solemnidad, a los pacientes del Hospital Militar. Y, al día siguiente, a los hospitalizados en el Colegio de las M M . del Sagrado Corazón de Son Espanyolet. Consideraciones finales Pese a las depuraciones políticas, al no m u y alto nivel científico de alguno de los c o m p o n e n t e s de la plantilla de médicos del Hospital Militar de Palma de Mallorca, el quehacer del centro sanitario durante los tres años de la Guerra Civil, fue bastante loable. Hay que tener en cuenta q u e , por aquella época, no se habían descubierto aún ni las sulfamidas ni los antibióticos. Que el mét o d o de cura retardada de las fracturas abiertas de Trueta no había trascendido del á m b i t o de la Zona Republicana. Que las transfusiones sanguíneas se hacían de f o r m a precaria, de brazo a brazo, al no existir los bancos de sangre que preconi- zaría, en Barcelona, Duran J o r d á , meses más tarde. Que se desconocían todavía los diversos g r u p o s sanguíneos. Las deficiencias en el traslado rápido de los heridos fueron manifiestas. Así c o m o fue precario el t r a t a m i e n t o de los q u e m a d o s , al estar lejana la técnica de los implantes cutáneos. La Cirugía Plástica y Reparadora brilló por su ausencia, así c o m o la Cirugía Ortopédica. Se siguió en el t r a t a m i e n t o de las heridas por arma de fuego el m é t o d o descrito por el m é d i c o militar de Carabanchel, Bastos Ansart, en su célebre libro. Heridas por arma de fuego, aparecido a principios de 1936. Faltan, sin e m b a r g o , unas estadísticas detalladas, fiables, que permitan evaluar exactamente la ingente labor realizada en el Hospital Militar de Palma de Mallorca a lo largo de aquellos trágicos meses. Bibliografía A l c o f a r N a s s a e s J L . La marina italiana en la guerra de España. Editorial Eurus. C o l e c c i ó n Historia y T i e m po. Barcelona, 1976. B r o g g i M . P r o g e s o s assolits en S a n i t a t Militar d u r a n t la g u e r r a civil e s p a n y o l a (1936-39). C o m u n i c a c i ó n al X X V I I C o n g r e s o I n t e r n a c i o n a l d e Historia d e la M e dicina. Barcelona, 1980. B r o t o n s P o v e d a J . El S e r v i c i o d e S a n i d a d d e la A r m a d a en las f u e r z a s del b l o q u e o del M e d i t e r r á n e o . Revista General d e M a r i n a , 1 9 4 1 , V . Escribano E. Por J e s u c r i s t o y p o r E s p a ñ a . Las hijas d e la C a r i d a d de la Provincia Española e n t r e s c i e n t o s v e i n t i c i n c o h o s p i t a l e s d e s a n g r e d u r a n t e la C r u zada N a c i o n a l . M a d r i d , 1 9 4 2 , III, 3 3 1 - 3 3 2 . Garaizabal B a s t o s A . El S e r v i c i o q u i r ú r g i c o a b o r d o del c r u c e r o Canarias. Revista General d e M a r i n a , 1 9 4 1 , V. Garcia Rivas M . La S a n i d a d d e la A r m a d a e n la z o n a nacional d u r a n t e la guerra de 1936-1939. En, Los médicos y la Medicina en la Guerra Civil Española. Monografías Beecham. Madrid, 1986. L ó p e z Ruiz d e A z a g r a M . Casa de Socorro, 19011950. A y u n t a m i e n t o d e P a l m a , 1 9 8 7 . M e s t r e M e s t r e B. ¿La última palabra? Mallorca 19361939. Editorial Bauza. P a l m a d e M a l l o r c a , 1 9 7 6 . Parada R. L o s s e r v i c i o s s a n i t a r i o s a b o r d o del c r u c e ro Baleares. Revista General d e M a r i n a , 1 9 4 1 , V . S á n c h e z Granjel L. La M e d i c i n a e n la g u e r r a . En, Historia 16. La Guerra Civil. N.° 1 4 , S o c i e d a d y G u e r r a . Madrid, 1987. T o m á s M o n s e r r a t J . Médicos y Sociedad. Mallorca, 1936-1944. El T a l l . P a l m a , 1 9 9 1 .