comparación de los patrones del África Occidental y del Sur

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ANÁLISIS
PAUL NUGENT
Migración, fronteras y creación
del Estado: comparación de los
patrones del África Occidental
y del Sur
«Se había decidido que debía volver al Reino Unido por aire pero, afortunadamente, el barco sueco M. S. Becky, que tenía sólo 3 meses, llegó para recoger un cargamento de cacahuetes. Tenía espacio para cuatro pasajeros. Yo era uno de ellos.
Partimos de Banjul la noche del 11 de marzo. Yo compartía habitación con R. A. J.
Walton, los otros pasajeros eran el señor Fritze de Maurel et Prom y el señor
Brugiere de Maurel Freres. Tuvimos un viaje más cómodo y rápido. El único incidente fueron los cuatro polizones Wolloff [sic] que fueron encontrados a bordo.
Tenían que ser transbordados al barco saliente S. S. Flora, en medio del océano cerca de las Islas Canarias. Eso me dio la oportunidad de mandar un informe censor de
vuelta a Banjul.» 1
sta cita se podría confundir, excepto por los detalles coloniales específicos, con un artículo periodístico sobre inmigración ilegal hacia Europa en
2006. De hecho, proviene de los diarios personales de un oficial colonial
en Gambia, embarcando de vuelta a casa, hace años. Esto sirve como recordatorio
de los fuertes elementos de continuidad en la relación de África con Europa. Pero
dentro de la misma África, en el pasado reciente, se han presenciado algunos cambios discursivos bastante significativos. Al comienzo del siglo XIX, un nuevo lenguaje de ciudadanía a través de África proporcionó un marco de legitimidad para distinguir entre autóctonos y foráneos, creando un profundo sentimiento de inseguridad entre aquellos a los que de repente se les cuestionaba su estatus. 2 La grave
situación de la gente de origen burkinabé que vive en el sur de Costa de Marfil, y
las comunidades hutu y tutsi, establecidas desde hace tiempo en el este del Congo,
son casos a tener en cuenta. Durante la mayor parte del siglo pasado, vale la pena
recordarlo, los africanos participaron en grandes flujos migratorios, animados de
forma habitual por los regímenes coloniales y luego tolerados por los gobernantes
de los estados independientes. Efectivamente, había una aceptación oficial, surgida
E
Paul Nugent, University of Edinburgh.
7
análisis
de una astuta apreciación de la importancia del trabajo extranjero para la viabilidad
de la producción de caco y café, cosa que en parte explica porqué tanta gente de
los estados sahelianos fue llevada a las regiones forestales de Costa de Marfil después de la independencia.
La mano de obra migrante ha sido tradicionalmente barata debido a una combinación de factores, incluyendo la pobreza endémica de regiones particulares (el
Sahel es un caso clásico), el requisito colonial de pagar los impuestos en metálico y
la ausencia de alternativas remuneradas en el hogar. Por tanto, los emigrantes han
sido tradicionalmente elegidos para llevar a cabo los trabajos más duros y pobremente pagados que la población del país de acogida ha rehusado. Los países receptores han tenido un interés personal en fomentar la inmigración, y hasta cierto punto en limitar los negocios de sus propios «indígenas». Un interés que también han
tenido los países emisores. 3 Las ventajas para estos son la llegada de ingresos de los
emigrantes para ayudar a las poblaciones rurales, un incremento de los ingresos imponibles y un alivio de las presiones en el país. Sin embargo, como demuestra la
historia de los desventurados polizones «Wolloff» de la cita inicial, la emigración
también ha sido una elección positiva, adoptada por los mismos emigrantes. La historia de cómo la emigración ha funcionado en la práctica, por tanto, tiene en cuenta las complejas relaciones entre los gobiernos de origen y los receptores, los empleadores y los africanos emigrantes.
En particular, en Sudáfrica existe un acuerdo sobre la relación estructural entre
las regiones de exportación e importación de mano de obra, la cual está a menudo
destinada a ser esencialmente parasitaria. Pero quizás haya aún más que decir sobre
cómo los patrones de migración han ayudado a dar forma a la configuración espacial de África y las probabilidades de vida de su gente. En este ensayo, examinaré
específicamente su importancia para la creación de regímenes fronterizos, identidades y procesos de construcción de estados. Intento exponer algunas de las evidencias de la región de África del Sur y Senegambia, para llegar a algunas conclusiones
comparativas. Debido a las divididas historiografías de esas diferentes subregiones,
ha habido hasta el momento un interés muy limitado en este tipo de análisis comparativos. Este proyecto, por tanto, representa un primer paso hacia la ruptura de las
fronteras académicas.
En el caso de África del Sur, el poder económico de la industria de las minas de
oro en Witwatersrand después de 1886 no simplemente determinaba la vida de los
sudafricanos rurales, sino que dibujaba gran parte del subcontinente dentro de su
vórtice, incluyendo las micro-colonias (después estados) de Lesotho y Suazilandia,
las colonias portuguesas de Mozambique y Angola, y los territorios de Rhodesia del
Norte (Zambia), Rhodesia del Sur (Zimbabwe), Malaui (Nyasaland), Namibia
(Sudoeste de África) y Botsuana (Bechuanaland). La experiencia del trabajo migran-
8
te trató a los trabajadores como seres transitorios, subrayando su carácter de extranjero en Sudáfrica. Por medio de una dialéctica familiar, las fronteras entre Sudáfrica
y sus vecinos eran paradójicamente reforzadas por los sustanciales movimientos humanos dirigidos hacia el sur. Las diferentes autoridades intentaban controlar la migración transfronteriza, aunque por diferentes razones. Los estados emisores querían
evitar una hemorragia de población, que podría ser mejor utilizada en casa, mientras que los sudafricanos querían asegurar que los trabajadores extranjeros entraran
a través de los canales aprobados. En algunos casos, las labores del sistema de trabajo emigrante eran contra-intuitivas. Hasta hace poco, la mayoría de la población
sudafricana negra estaba cuidadosamente controlada por la ley del pase, y tratada
como exógena al entorno urbano. Bajo el apartheid, los controles de los flujos estaban dirigidos contra los sudafricanos negros más que contra los trabajadores extranjeros, que eran acorralados de otras maneras. Por tanto, las fronteras internas de
Sudáfrica eran significativas y, de muchas maneras, tan rigurosamente vigiladas como las externas. Con el fin del apartheid, la desaparición de las fronteras internas ha
producido un endurecimiento de las externas.
En África occidental, las raíces de la emigración son incluso más profundas que
en el sur de África, lo que muchos poderes consideran sorprendente. Sin embargo,
se atribuye el grado de movilidad de los africanos occidentales a patrones de comercio basados en la ecología y la migración temporal, cuyas lógicas son anteriores
al colonialismo. En Senegambia, donde no había actividad minera significativa, la
emigración estaba caracterizada por el flujo rural-rural: el movimiento desde las tierras interiores del Sahel hacia las zonas de cultivo comercial mejor regadas, cerca
de la costa, desde mitad del siglo XIX. La economía del cacahuete de la región de
Senegambia dependía en gran parte de los soninkés de las tierras fronterizas de
Senegal-Malí, pero también de otros territorios vecinos, que venían a trabajar la tierra de forma temporal.
El interés primario de las autoridades de Senegambia era aumentar los impuestos
de exportación en los cultivos comerciales y recaudar los impuestos de la población residente. Los países exportadores de mano de obra se beneficiaban de los ingresos de impuestos adicionales, incluso si las autoridades estaban a veces preocupadas por la pérdida demográfica. Los emigrantes disfrutaban de una libertad de
movimiento mucho mayor que en África del Sur, en parte porque la mayoría de la
región formaba parte de la Federación Francesa del África Occidental. Sin embargo,
había una excepción significativa en la diminuta forma de Gambia. Durante el período colonial, la competición franco-británica por la población forzó a los regímenes coloniales competidores a aceptar unas fronteras relativamente abiertas. A los
trabajadores emigrantes se les ofrecían incentivos para asentarse y se les permitía, a
menudo, hacerlo de forma permanente. Esto era muy distinto del sistema de trabajo
controlado e inflexible de Witwatersrand, con su contratación formal y sus recintos
9
análisis
cerrados. Las diferentes trayectorias de migración tuvieron consecuencias importantes a largo plazo para las comunidades emigrantes, como veremos en su debido
momento.
Este ensayo, por tanto, ofrece tres argumentos principales:
1. Las trayectorias de migración en las dos subregiones han diferido en el curso
del siglo XX. Mientras que los patrones de migración han sido recientemente
más internacionalizados en África Occidental, en el Sur de África los emigrantes se han transformado en parados rurales.
2. La arquitectura del Estado, en la que los impuestos proveen la mayor parte de
la consolidación material e ideológica, ha crecido en gran parte fuera de estas
trayectorias divergentes. En gran medida, esto incluye las estructuras de la autoridad rural. Este punto subraya la observación de que los estados africanos no
son esencialmente lo mismo, incluso si la crisis de las últimas dos décadas ha
producido alguna convergencia.
3. La consecuencia de la combinación de 1+2 es una variación significativa en el
grado de apertura de las fronteras. La migración capilar, que entendemos como
un proceso en el que cada cohorte de emigrantes arrastra al próximo detrás de
él, ha prosperado en un contexto de fronteras relativamente abiertas. En contraste, la containerización –bajo la cual los trabajadores son transportados en
masa a sus lugares de trabajo y devueltos otra vez – ha tendido a operar al lado
de fronteras más reguladas.
■ ‘Containerización’: emigración laboral en Sudáfrica
Poco después del descubrimiento de oro en Witwatersrand en 1886, fue evidente
que los gastos de la minería que extrae los minerales a mucha profundidad plantearía un constante reto a la rentabilidad. Como el precio del oro era fijo, las empresas
mineras sólo podían manipular el coste de la mano de obra, con lo que centraron
su preocupación en rebajar el coste del salario. La habilidad de los mineros blancos
en hacer huelga (como demostraron en 1907, 1913, 1914 y 1922), 4 y cada vez más
también el derecho al voto, en defensa de sus intereses colectivos, marcó límites sobre lo que los propietarios de la mina podían conseguir de la mano de obra más
cualificada. Cuadraron el círculo buscando emplear mineros negros, con los sueldos más baratos posibles. Pronto, las minas miraron más allá de las fronteras de
Sudáfrica, especialmente hacia Mozambique y Lesotho, incluso brevemente hacia
China. Sin embargo, los políticos estaban coaccionados por los portavoces de los
intereses de la mano de obra blanca que presionaron con éxito por el fin del experimento chino y, posteriormente, por la exclusión de todos los trabajadores extranjeros. 5 El acuerdo, que se estableció lentamente, ofrecía a los trabajadores blancos
protección en el trabajo y salarios más altos, pero también permitió a las minerías
10
contratar activamente al norte del río Limpopo. La Cámara de Minas centralizó los
contratos de trabajo para impedir que la competencia subiera los precios de los mineros. Mientras la Corporación de Contratación Nativa (NRC) contrataba sobre todo
en Sudáfrica, la Asociación de Trabajo Nativo de Wiwatersrand (WNLA) 6 era la responsable de explotar la fuerza de trabajo más allá de las fronteras de Sudáfrica.
El sencillo secreto de mantener los costes bajos se basaba en expandir constantemente la frontera de contratación, siguiendo la lógica de la trata de esclavos de una
manera interesante. 7 En 1913, las altas tasas de mortandad por neumonía entre los
trabajadores de las llamadas regiones tropicales obligaron a restringir la contratación en las áreas al sur del 22º de latitud sur. Pero en 1932 esta restricción se anuló
en un contexto de mejores controles de salud, y la WNLA intentó extender sus operaciones a través de África del Sur y Central. Es importante remarcar el grado en que
la viabilidad de la industria de las minas de oro en Sudáfrica dependió de la mano
de obra proporcionada por sus vecinos. Debido a los deficientes materiales y al alto
coste de la estructura de la minería de niveles profundos, se ha insinuado que los
vastos depósitos de Sudáfrica probablemente se habrían quedado en la tierra si hubiesen estado situados en cualquier otro lugar del mundo donde no estuviese presente una fuerza de trabajo cautiva. 8 Fue el extremo abaratamiento de la mano de
obra emigrante, que disfrutaba de un poder de negociación muy limitado, lo que
hizo posible las minas de oro. Y sin oro, la historia económica de Sudáfrica habría
sido diferente, como sin duda lo hubiese sido su historia política.
Debido a que la economía sudafricana giraba en torno a las fortunas de oro en el
periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial, el Estado apoyaba directamente los
intereses mineros. Esto requirió que las autoridades negociaran con el Ministerio de
Asuntos Exteriores respecto al Alto Comisionado Territorial de Botsuana, Lesotho y
Suazilandia; la Oficina Colonial y los gobernadores locales respecto a las colonias
del África Central; las autoridades portuguesas en Mozambique y Angola; y los colonos blancos que disfrutaban de un autogobierno en Rhodesia del Sur. Mientras
que los representantes metropolitanos estaban preocupados por las minas como
vector de enfermedad y el daño económico causado por la pérdida de población,
los agricultores blancos y las empresas mineras de Rhodesia del Sur se quejaban de
que se estaban llevando su fuerza de trabajo. Este conflicto de intereses requería una
serie de acuerdos formales que cubrieran las zonas de contratación de la WNLA y
las cuotas territoriales.
El sur de Mozambique había representado una fuente importante de trabajadores
emigrantes desde el principio, cuando la principal atracción eran los campos de
diamantes. 9 Tras la tragedia de la guerra de Sudáfrica (1899-1902), los mozambiqueños proporcionaban alrededor del 60% de la fuerza de trabajo minera. 10 En
1909, la Convención Mozambique-Transvaal garantizó mano de obra mozambi-
11
análisis
queña para las minas de oro a cambio de un acuerdo para canalizar la mitad del
transporte de mercancías a través del puerto de Lourenço Marques. Aunque hubo
muchas amenazas de ruptura en la relación, las minas sudafricanas y las autoridades portuguesas se necesitaban mutuamente. El beneficio de las minas es evidente,
pero la exportación de mano de obra proporcionó a los portugueses los medios materiales a través de los cuales pudo establecerse el estado colonial.
La debilidad de los portugueses les había forzado a confiar el territorio mozambiqueño a compañías concesionarias. El Estado colonial fue siempre débil, financiera
y administrativamente, y necesitaba los recursos proporcionados por el sistema de
mano de obra emigrante para remediar sus defectos. En 1928, se firmó una nueva
convención que fijaba un número máximo de trabajadores contratados por la WNLA
–que luego se convirtió en un mínimo de 60.000 trabajadores por año– a cambio de
asegurar el tráfico por el puerto portugués. 11 Aparte de la ayuda indirecta para construir la infraestructura de la colonia, la exportación de mano de obra también proporcionó un beneficio en forma de pago por emigrante contratado. La convención
de 1928 también estipulaba el retraso de parte del pago a los trabajadores al finalizar sus contratos, para asegurarse de que los trabajadores gastaban algo de su dinero en bienes portugueses cuando volviesen. En 1932, al levantar la restricción sobre
el 22º sur, se abrió la contratación a todo Mozambique, aunque el sur quedó desproporcionadamente representado. Mientras que el primer Estado sudafricano se
erigió sobre las ganancias mineras, el Estado colonial portugués se fundó bajo el
principio de la gente agricultora. Cada uno era coactivo a su manera; la diferencia
era que el primero aspiraba a una situación estática, en el sentido de la capacidad
de regular sus temas, mientras que el compromiso del último con su gente era tan
superficial como brutal.
Como Mozambique, Lesotho y Suazilandia también tuvieron, desde una primera
fase, emigración laboral hacia Witwatesrand. 12 La decisión de declarar estos territorios protectorados se tomó, de forma preventiva, para que no fueran completamente
absorbidos por Sudáfrica. Sin embargo, su viabilidad como territorios que no costaran al contribuyente británico ni un céntimo dependía de los recursos que los trabajadores emigrantes trajeran con ellos. Pero aquí, los agricultores tomaron una forma
diferente a la de Mozambique. Eso quiere decir que a los jefes se les daba un incentivo material para involucrarse en el proceso de contratación, mientras se les recompensaba por su cooperación con los poderes delegados. De ahí que la supervivencia de las monarquías de Lesotho y Suazilandia, y el considerable poder que
mantuvieron los jefes de Botsuana en la independencia, sea una consecuencia directa del nexo mano de obra-poder.
Mientras explotaba sus tierras de contratación tradicionales, la WNLA también intentó abrir nuevas zonas a través del centro y el sur de África. En esto se enfrentó a
12
algunas resistencias de colonos blancos por sus intereses en la región, determinados
a mantener sus fuentes de mano de obra locales. La WNLA respondió explotando la
porosidad de las fronteras. Estableció una base de contratación en Francistown, en
el norte de Botsuana, y construyó carreteras que conectaban con la frontera de
Namibia, contando con la probabilidad de que los trabajadores la cruzarían para
inscribirse. A pesar de los esfuerzos de las autoridades de Rhodesia del Norte,
Rhodesia del Sur, Nyasaland, Namibia y Angola por reforzar las restricciones, los
africanos votaron con sus pies, prefiriendo los salarios más altos que ofrecían las
minas sudafricanas a los que ofrecían los agricultores blancos locales y las minas de
Rhodesia del Sur. Esto forzó a las administraciones locales a llegar a un acuerdo a
través del cual la WNLA permitiría contratar, pero sujeto a cuotas.
A partir de 1939 la WNLA se estableció en las colonias centroafricanas británicas, con Salisbury (Harare) como su centro de operaciones. La WNLA construyó carreteras, centros de descanso, instalaciones sanitarias y, al final, proporcionó vuelos
regulares a Sudáfrica. 13 Según Crush, Jeeves y Yudelman, el acuerdo de 1939 tenía
su atractivo para los colonos porque las minas sudafricanas acordaron dejar de contratar trabajadores que hacían el camino a través de las fronteras internacionales a
pie. Esto restringió el poder de negociación de los trabajadores emigrantes potenciales en casa, quienes históricamente habían logrado usar la frontera como un recurso. 14 Cuando las patrullas policiales sudafricanas detenían a los que cruzaban la
frontera de manera ilegal, los enviaban a menudo a agricultores locales, en las regiones fronterizas, que pagaban menos que las minas de Witwatersrand. 15
Durante la Segunda Guerra Mundial, después de que la WNLA hubiese establecido instalaciones para la exploración médica, no envió de vuelta a sus países de origen a los que suspendieron la prueba para las minas, lo que podría sido controvertido. En lugar de ello, contrató a esos trabajadores para los agricultores blancos en
Rhodesia del Sur, encontrándose así con sus objeciones. 16 Algunos de esos trabajadores fueron capaces más tarde de seguir su viaje hacia el sur, pero al menos por un
tiempo proporcionaron mano de obra barata para los colonos de Rhodesia. Todo
esto habría servido como disuasorio para el cruce de fronteras ilícito.
Aunque la proporción de no sudafricanos disminuyó durante la Depresión, el
censo de 1936 en Sudáfrica reveló que alrededor de la mitad de los trabajadores en
las minas del Rand habían sido traídos de los territorios vecinos. 17 En el período de
la posguerra, el dominio numérico de los trabajadores extranjeros aumentó aún
más. Según Jeeves y Crush, «a principios de 1970, casi el 80% de los trabajadores
de la mina era emigrante de Malaui, Mozambique, Angola, Botsuana, Lesotho y
Suazilandia». 18 Una razón importante es que el desarrollo de la industria manufacturera de Sudáfrica creó formas alternativas de empleo que pagaban sustancialmente más que las minas. Los sudafricanos negros, por tanto, eran reacios a alistarse en
13
análisis
un trabajo que era igual de peligroso que mal pagado. Las políticas del apartheid
del Partido Nacional después de 1948 buscaron cambiar totalmente la tendencia
hacia la urbanización africana y esperaba mandar a la mayoría del surplus de población en las áreas urbanas de vuelta al campo. Aunque esto rebajó bastante la posición de negociación de los trabajadores negros, lo que está parcialmente reflejado
en el hecho de que los contratos para los trabajadores sudafricanos se convirtieron
en sustancialmente más largos, las mineras continuaron buscando a la mayoría de
sus trabajadores a través de las fronteras de Sudáfrica. En muchos casos, se consideraba que los extranjeros eran más dóciles.
Los desarrollos políticos en África amenazaron momentáneamente este arreglo a
mitad de 1970. Tras la muerte de trabajadores malauianos en un accidente aéreo, el
presidente Kamuzu Banda anunció el fin de la emigración en 1974, una prohibición que duró algunos años. El colapso del poder portugués en 1974 amenazó de
forma parecida el abastecimiento desde Angola, y de una forma más importante,
desde Mozambique. Esto derivó en un descenso repentino del número de emigrantes extranjeros reclutados por las minas y su sustitución por sudafricanos negros. Sin
embargo, hacia la década de 1980 los trabajadores extranjeros eran de nuevo el
elemento dominante, aunque la composición de la fuerza de trabajo en cualquier
momento podría parecer diferente dependiendo de las circunstancias políticas. Por
ejemplo, los mozambiqueños, que habían vuelto en gran número, fueron reducidos
de repente en 1986, cuando el régimen de Pieter Botha anunció su intención de
acabar con la migración desde su fuente como castigo por ayudar a las actividades
de la guerrilla del Congreso Nacional Africano (CNA). A causa de la presión de las
mineras, se permitió más tarde prescindir de esta política. Aunque los países de la
Línea del Frente fuesen hostiles a Sudáfrica y soñaran con romper su dependencia
en el futuro, la realidad de la situación es que los envíos de dinero y los pagos atrasados eran vitales para su economía nacional y la supervivencia del Estado. Dado
que los trabajadores emigrantes en algunos países eran políticamente la sección de
la población que más se expresaba, fue una estrategia desaconsejable el impedirles
ganarse la vida. En los años del ocaso del apartheid, su dependencia era más pronunciada que nunca. Según Crush, Jeeves y Yudelman, «al principio de 1990, más
de la mitad de los ingresos nacionales de Lesotho procedían de los trabajadores
emigrantes en las minas de Sudáfrica; en Mozambique la cifra era de casi un tercio». 19
A pesar de la resistencia del sistema extranjero de mano de obra emigrante, las
fronteras estuvieron más controladas que nunca en el período de después de 1970.
El Gobierno sudafricano estaba preocupado por la infiltración de las guerrillas a través de las tierras fronterizas, y por eso estaba interesado en llevar un estricto control
de los movimientos a través de la frontera. El sistema de mano de obra emigrante no
estaba amenazado por este cordón por la razón de que los trabajadores extranjeros
14
eran alistados en sus países de origen y volaban a menudo al país. De ahí que las
fronteras de Sudáfrica fuesen simultáneamente difíciles y permeables, una aparente
paradoja que en realidad tiene sentido. Al final de sus contratos, a los trabajadores
se les enviaba de vuelta bajo los términos de los acuerdos firmados con los estados
vecinos. Aunque algunos tuvieron éxito entrando en Sudáfrica clandestinamente, e
incluso consiguieron los documentos sudafricanos, esto no era posible para la mayoría. Pasar por sudafricano podría funcionar para aquellos que tuviesen parientes
étnicos al otro lado de la frontera –por ejemplo, los sothos y los tsuanas– pero era
mucho más difícil para aquellos que venían de más lejos. Durante el tiempo que los
emigrantes trabajaban en Sudáfrica, estaban confinados en recintos donde trabajaban, dormían y disfrutaban de su tiempo libre. 20 Con el apartheid, el Estado estaba
determinado a limitar la presencia negra en las ciudades, y quizá era inevitable que
los trabajadores extranjeros debieran estar sujetos a tales rígidos controles.
Esto plantea la pregunta de por qué los africanos eligieron emigrar a las minas
cuando las condiciones de trabajo eran tan malas. Claramente, había un elemento
de pura necesidad. La necesidad de pagar los impuestos era un factor de presión, y,
efectivamente, la utilización de la mano de obra era parte del fundamento en que
se basaban los impuestos. Sin embargo, el trabajo en la mina también permitía a los
trabajadores y sus familias tener acceso a los preciados bienes de consumo.
También es importante reconocer que la mano de obra emigrante interiorizó sus experiencias y encontró virtudes positivas en las privaciones sufridas. Entre los grupos
de emigrantes perpetuos, como los basothos de Lesotho o los changanas de
Mozambique, la migración a Sudáfrica se convirtió en un rito de paso. Se esperaba
de un hombre que demostrara su masculinidad participando en el proceso migratorio, con todos los peligros que pudiera conllevar. Los hombres basothos que habían
estado en las minas compusieron poemas orales (o lifela) que proporcionaban una
historia no completamente literal de sus hazañas heroicas. David Coplan ha hecho
un uso productivo de esos poemas que proveen un elemento de comprensión dentro del mundo cognitivo de los trabajadores. Considero el siguiente ejemplo de los
trabajadores de Lesotho cruzando el río Caldeon en Sudáfrica:
Cruzando el río [Caldeon] me convierto en un hombre nuevo,
diferente del que era en casa.
En casa estaba seguro
Pero ahora que estoy en este lado
Estoy en un lugar de peligro,
Donde podría perder mi vida en cualquier momento
Así que me preparo para la muerte.
Ahora que estamos en este lado
Asumimos una actitud diferente
15
análisis
De esa donde somos compasivos con los otros hombres.
En este lado tenemos que ser duros y asumir la virilidad
No ser compasivos como las mujeres en casa. 21
Si la migración iba sobre la identidad masculina, también iba sobre la identidad
basotho. De ahí que Coplan cite a un minero basotho, que dice: «En las minas pensamos en Lesotho; en Lesotho pensamos en las minas». 22 Después de cumplir un
número de contratos, un hombre debería asentarse en el estilo de vida rural, junto
con las esposas aseguradas mediante el brideprice (precio por el que se compraba a
la novia, que se pagaba a la familia de ésta), que se ganaba con el salario de la mina. Cada vez más, los ingresos de las minas eran lo que mantenía a flote los hogares
rurales. En los años setenta, se dio a conocer mediante un estudio que mientras el
92% de la fuerza de trabajo residente en Lesotho se dedicaba a la agricultura, tan
sólo el 6% de los ingresos disponibles de los hogares venían de esa fuente. 23 De ahí
que la mayoría de los basothos eran campesinos, en el sentido estricto del término.
Mientras, en las minas, los hombres se enorgullecían de la realización del trabajo
por el que se reconocían determinados grupos étnicos. Los basothos eran, por ejemplo, famosos por sus habilidades como excavadores.
Esto no es para idealizar la vida en la mina, meramente para tener en cuenta las
maneras en las que se convirtió en una prueba de virilidad. El sentido de orgullo
entre los ex mineros apuntaló su resistencia a la autoridad, que percibían como ilegítima, especialmente la de jefes y directores que buscaron aprovecharse a su costa.
La realidad fue que no era solamente la arquitectura del Estado central la que estaba
construida con los recursos derivados de la migración minera. La última también
ayudó a dar forma a las estructuras de las «normas tradicionales» rurales porque los
jefes se utilizaban a menudo para contratar trabajadores, mientras que también
mantenían un informe de los que estaban ausentes. El hecho de que la norma «tradicional» rural estuviese presente tan profundamente en la economía industrial de
Sudáfrica no es, de hecho, tan sorprendente.
El fin del apartheid significó la eliminación de los controles de flujo de los sudafricanos negros, permitiéndoles mudarse a las ciudades para buscar trabajos mejor
pagados. A pesar de los altísimos niveles de desempleo, había poco entusiasmo por
el trabajo en las minas, a pesar de algunas mejoras en los salarios. Sin embargo, había un claro imperativo político de empezar a reemplazar extranjeros por sudafricanos desde finales de 1980, y esto se refleja en las cifras de contratos en el contexto
de una disminución de la fuerza de trabajo. La tabla 1 proporciona una imagen del
cambio de composición de la mano de obra de las minas a través del tiempo.
16
Tabla 1: Cambio de composición de la mano de obra en las minas de oro
sudafricanas en intervalos de diez años
Año
1940
1950
1960
1970
1980
1990
1992
Sudafricana
179.708
121.609
141.806
105.169
233.088
244.262
171.070
Extranjera
168.058
172.816
233.808
220.143
182.449
172.706
153.371
Total
347.766
294.425
375.614
370.312
415.537
396.968
324.441
FUENTE: Crush, Jeeves and Yudelman, South Africa’s Labor Empire, Table A4, pp.
234-235; Jonathan Crush, «Mine migrancy in the contemporary era», en Crush and
James, Crossing Boundaries, cuadro 3, p. 22.
De repente, regiones enteras del subcontinente que habían dependido de los ingresos de la emigración, se enfrentaron a la exclusión. El problema se agravó por el
hecho de que la estabilización laboral significaba que los trabajadores, en efecto, se
convertían en empleados permanentes en vez de contratados a corto plazo.
Aquellos que fueron contrataron se distanciaron de sus parientes rurales, mientras
una nueva generación de jóvenes no tenía posibilidad de encontrar un trabajo en
las minas en los términos de antes. En efecto, su progresión hacia la edad adulta estaba estancada, dando paso a tensiones acumulativas en el campo. Aquellos que
llegaron a Sudáfrica por otros medios, se encontraron con que no eran en absoluto
bien recibidos, ya que los sudafricanos negros se quejaron de un exceso de extranjeros compitiendo por el espacio y consiguiendo los mejores trabajos. Aunque no
hubo los mismos excesos de violencia que se registraron en Congo o en Costa de
Marfil, Sudáfrica fue también propensa a los discursos de ciudadanía excluyentes
que distinguían los autóctonos de los foráneos.
Esto podría parecer sorprendente dado que los extranjeros siempre habían desempeñado un papel importante en el mercado laboral sudafricano. Sin embargo, el hecho de que los emigrantes tuviesen siempre contratos de corto plazo y estuviesen
confinados en hostales significaba que eran en gran parte invisibles a la masa de la
población urbana. Fue la visibilidad y la confianza expresada por los nuevos inmigrantes, en gran parte de países que no habían formado parte del sistema de mano
de obra migrante (como la República Democrática del Congo), lo que provocó una
respuesta violenta, que rayaba en la xenofobia. No existe hoy un tema tan beligerante en Sudáfrica como el de la presencia de extranjeros. Pero el foco del debate
sobre la inmigración de Sudáfrica corre el riesgo de ignorar la situación apremiante
de la mayoría de la gente en Lesotho (y cualquier otro lugar en la subregión), que
17
análisis
ha estado condenada a un futuro de creciente empobrecimiento en las barriadas rurales, justo al otro lado de la frontera de Sudáfrica. Para ellos, el sistema de trabajo
migratorio se ha convertido en una trampa.
■ Migración capilar: flujos de mano de obra en África Occidental
A pesar de la cantidad de documentación dedicada a la migración en Sudáfrica,
es en realidad África Occidental la que ha sido históricamente la región con la mayor concentración de emigrantes. 24 En el siglo XX, el perfil demográfico de un número de estados fue radicalmente alterado por formas de migración que, poco a poco, formaron asentamientos permanentes. Hacia 1975, «el número estimado de
burkinabés que vivían fuera era de 956.000, es decir, el 17% de la población nativa
del país: 726.000 residían en Costa de Marfil, 159.000 en Ghana y 48.000 en
Malí». 25 Hacia los años noventa, alrededor del 11% de la población gambiana era
inmigrante, mientras que en Costa de Marfil la cifra se quedó en un asombroso
25%. 26
Además, mientras la migración en Sudáfrica era, en muchos casos, una innovación de finales del siglo XIX, en África Occidental sus huellas se encuentran mucho
antes. Las grandes diásporas comerciales en África Occidental, como las de los diolas y los hausas en el Oeste y Centro de Sudán, respectivamente, son anteriores, por
siglos, al colonialismo. Estas redes de comercio construyeron las particulares dotaciones y deficiencias de varias zonas ecológicas: de ahí que la sal del desierto, las
pieles y el ganado se comerciaran en el bosque, mientras que los productos forestales, como la kola, se trajeron del bosque, y el pescado y la sal marina se comerciaron tierra adentro desde la costa. Los comerciantes de productos de larga distancia
pagaban tasas a los gobernantes de las organizaciones políticas por las que pasaban, y uno podría decir incluso que los fundamentos materiales de muchos estados
precoloniales se apoyaban precisamente en las tasas sobre los movimientos de personas y bienes. Las tasas directas eran mucho menos comunes, aunque existían,
ciertamente, en estados como el califato Sokoto.
La demanda colonial de impuestos por persona impuso presión a los africanos
occidentales para ganar dinero en metálico, pero vale la pena apuntar que las sociedades con las tasas más altas de migración eran las que históricamente habían sido móviles. El ejemplo clásico es el del soninké o el sarakolé en los valles del Alto
Senegal y el río Níger, cuya combinación de agricultura y comercio temporal se remonta a muchos siglos atrás. Dichas comunidades aprovecharon las oportunidades
que vinieron con el colonialismo –incluyendo el cultivo comercial y el empleo urbano– e incluso viajaron a partes distantes del imperio francés en busca de mejoras
personales.
18
En tercer lugar, mientras que los emigrantes sudafricanos estaban en un sentido
containerizados, esto es, que se transportaban por ferrocarril y aire y se alojaban en
recintos cerrados antes de ser devueltos a casa por los mismos medios, el patrón de
los africanos occidentales era el que se podría llamar migración capilar. Esto es, los
emigrantes que volvían a las mismas áreas por un período largo de tiempo establecían lazos locales de clientela y facilitaban así los movimientos de la nueva ola de
emigrantes. Los pioneros, finalmente, siguieron adelante hacia metas más frescas en
las áreas urbanas africanas y luego en Europa o Norteamérica. En cuarto lugar,
mientras que el patrón sudafricano era el movimiento de las áreas rurales a las urbanas, en el África Occidental había una mezcla de emigración rural-rural, rural-urbana, urbana-urbana e incluso rural-urbana-rural. Finalmente, mientras que ha habido
una tendencia a asociar la emigración sudafricana con el afianzamiento del subdesarrollo, la emigración de África Occidental ha recibido mucha mejor prensa debido al alivio que ha proporcionado para las regiones empobrecidas del Sahel. Los
envíos del mundo avanzado y de las mejores regiones de África Occidental ahora
mismo proporcionan una inyección de recursos vital, aunque nadie está demasiado
seguro de las cifras.
El resto de este ensayo está dedicado a explicar esta historia con detalle para el
Sudán Occidental –y más específicamente la región de Senegambia– y sugerir cómo
las literaturas se podrían enriquecer provechosamente. En Senegambia, el final del
comercio de esclavos y la transición para legitimar el comercio proporcionaron los
estímulos iniciales para la emigración del trabajo libre. En la década de 1840, se
empezó a cultivar cacahuete en grandes cantidades a lo largo de los tramos más bajos del río Gambia. Debido a que no había vías férreas en este punto, y el cacahuete es una clásica materia prima de grandes volúmenes y bajo coste, no era comercialmente atractivo cultivar cacahuete para exportar al interior. En vez de eso, los
trabajadores empezaron a emigrar a temporadas hacia la costa, donde trabajaban
de aparceros. Esta medida ha continuado, de una forma ligeramente modificada,
hasta el presente. Crucialmente, los trabajadores eran a menudo de origen servil.
Los amos se beneficiaban de enviar a sus esclavos y dependientes a trabajar a la
costa. Y luego, cuando la esclavitud se acabó formalmente, los ex esclavos preferían los contratos de trabajo emigrante a trabajar con sus anteriores amos en casa. 27
El otro rasgo crucial del primer sistema de trabajo emigrante fue que a los emigrantes se les sacó costosamente de los sonkinkés de lo que es ahora el noreste de
Senegal y el oeste de Malí. Como ya se ha dicho, tenían una historia de movilidad.
En Gambia, a estos aparceros se les conoció como agricultores desconocidos, señalando abiertamente su estatus de extranjeros, mientras que en Senegal se les conoció como navétanes (birrias). Las cifras de emigración a la costa son remarcables,
considerando que no había una gran atracción industrial semejante a las minas de
Witwatersrand. Según Swindell, alrededor de 100.000 personas estaban involucradas en la emigración a Senegambia al principio del siglo veinte como navétanes o
19
análisis
para cultivar cacahuete para ellos mismos. 28 Esto sería equivalente al total de la
emigración al Rand desde el sur de Mozambique y los territorios del Alto
Comisionado en 1920. En otras palabras, una cifra asombrosamente alta dado que
no había un gran motor industrial que propulsara el sistema. 29
Las autoridades gambiana y senegalesa compitieron activamente por la atención
de esos emigrantes cuya presencia era crucial para la viabilidad del cultivo del cacahuete. Los estados coloniales derivaron gran parte de sus tasas de impuestos en
las importaciones de cacahuete y, por eso, tuvieron un claro interés en fomentar la
inmigración. Los británicos también esperaban animar a los africanos de las colonias francesas a quedarse de forma permanente, en un gran juego de guerra demográfica, y fijar deliberadamente su impuesto por yarda frente al impuesto francés por
persona. Evidentemente, la estratagema funcionó porque Gambia recibió un estable
flujo de colonos huyendo de los impuestos franceses y las demandas de mano de
obra. Una vez más, la arquitectura del Estado colonial en esta parte de África
Occidental se debe en gran parte a los patrones de emigración.
En las áreas que enviaron a los trabajadores, los oficiales coloniales mantuvieron
opiniones divididas sobre las consecuencias de la emigración. Algunos defendían
que la emigración era despojar a ciertas áreas de sus varones físicamente capaces;
de ese modo se les volvía más susceptibles a la escasez de comida. Pero otros oficiales mantenían que la emigración enseñaba a sus africanos el valor del trabajo
duro y, si acaso, devolvía dinero a la economía rural del Sahel. En un fascinante informe, François Manchuelle insiste en que la emigración estaba más provocada por
el deseo de acumular que por los impuestos y la pobreza. Apunta que los navétanes
mandaban considerables sumas de dinero, a menudo a través de medios telegráficos, a sus hogares rurales durante el periodo colonial. En el círculo de Nioro, se estima que el ingreso total de la agricultura, del comercio y de la producción artesanal en 1929 era de 6 millones de francos, mientras que los emigrantes ganaban alrededor de 3 millones de francos. 30 Hay alguna similitud aquí con Sudáfrica, en
que los emigrantes jóvenes de sexo masculino usaban sus salarios no para comprar
bienes consumibles y dinero para empezar un negocio, sino también para pagar su
brideprice. Por eso los jóvenes aceleraron su progresión a la edad adulta usando sus
ganancias en la costa, lo que fue motivo de quejas de los mayores sobre el colapso
del orden tradicional. 31 En ambos contextos, los conflictos generacionales se basaron a menudo en las consecuencias materiales de la emigración.
Más o menos de la misma manera que el sistema de ferrocarril que unía Witwatersrand con Delagoa Bay canalizó a los trabajadores a las minas, los ferrocarriles
de África Occidental dieron forma a los patrones de emigración. La construcción
del ferrocarril de Thiès-Kayes a través de los distritos senegaleses de Bawol y SineSaloum disminuyó la importancia del transporte por el río, mientras que también
20
hacía de estas áreas objetivos importantes para los cultivadores de cacahuete. Al
mismo tiempo, empezó a ocurrir un cambio de suministro de mano de obra en la
década de 1920. La relativa importancia de los soninkés del Alto Senegal disminuyó, para ser reemplazada por los bambaras y otros subgrupos mandingas que estaban situados a lo largo del tramo recién construido de Malí. Para ellos, el ferrocarril
les proporcionó un medio sencillo de hacer el viaje a la costa y volver. Mientras
tanto, los soninkés empezaron a cambiar sus focos de emigración hacia los centros
urbanos, como Bamako y Dakar, donde había una expansión de empleo formal. Los
soninkés consiguieron un hueco particular en los muelles y como marineros, y hacia la década de 1960 empezaron a aparecer en número significante en los puertos
costeros franceses. Otros emigrantes de Malí, mientras tanto, continuaron yendo a
la costa para cultivar el cacahuete. En Senegal, la orden religiosa de los mourides
logró pedir más tierra para sí misma, con seguidores del morabito trabajando en sus
cultivos de cacahuete. Los navétanes continuaron yendo a Sine-Saloum, donde la
tierra estaba disponible. Sin embargo, en los setenta los mejores precios de producción de Gambia, un sistema de pagos más fiable y el gran poder adquisitivo de los
dalasis permitieron que muchos emigrantes cruzaran la frontera y se establecieran
en Gambia. Según Swindell, sólo 9.000-11.000 navétanes continuaron llegando a
Senegal, mientras que una encuesta de agricultores en Gambia en 1974/75 dio una
estimación de 33.000. 32 Como sus predecesoras británicas, las autoridades gambianas reconocieron la importancia de esos emigrantes para una continua expansión
del cultivo del cacahuete e impusieron pocas barreras.
El análisis de Swindell de la encuesta es altamente instructivo. Reveló que la única gran fuente de emigrantes era Guinea (31% del total), mayoritariamente compuesta por fulas. Senegal y Malí tenían la misma importancia, detrás de Guinea. La
región de Casamance, en el sur de Senegal, se convirtió en una fuente importante
de emigrantes, además de los wolofs y sereres, que habían cruzado la frontera de
Sine-Saloum. En Malí, fueron las áreas a lo largo de la línea férrea las que permanecieron como la fuente principal para los contratos. La evidencia sugiere que no todos esos agricultores extranjeros eran en realidad emigrantes en el sentido del término, habiendo escogido en efecto establecerse en Gambia para su vida laboral.
Sin embargo, la expectativa era la de volver a sus casas en cuanto fuesen mayores.
Quizás el descubrimiento más intrigante fue que muchos de esos emigrantes combinaban repertorios urbanos y rurales. Esto es, trabajaban a menudo en la ciudad, especialmente en Dakar y Banjul, durante la estación seca, y volvían al cultivo del cacahuete en la estación húmeda. Uniendo esto al análisis de Manchuelle, se podría
sugerir que otros grupos seguían el camino de los soninkés a la ciudad, pero sin dejar necesariamente la aparcería. En el caso de los jolas de Casamance, que llegaron
comparativamente tarde al juego, emigrar a la ciudad durante parte del año y entonces volver a los pueblos al principio de la estación de cultivo se ha convertido
en un modo de vida para los hombres y mujeres jóvenes. Según Michael Lambert,
21
análisis
la emigración navétane desde Buluf (centro-sur de Casamance) empezó en la década de 1930. 33 Como en los ejemplos sudafricanos, ganarse su bridepride se convirtió en un medio para los hombres jóvenes, aunque aún hay algún debate sobre si
esto debilitó o fortaleció la unión entre la vejez y la juventud. 34 En la década de
1950, las mujeres empezaron a buscar trabajo en Banjul y Dakar, inicialmente como trabajadoras domésticas, para conseguir el dinero para el ajuar de bienes que
necesitarían para entrar en el mercado marital. 35 Mientras que la emigración femenina continuaba siendo a corto plazo y circulatoria, muchos hombres jola empezaron a buscar empleo de largo plazo, explotando el acceso a la educación que se expandió rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial, dando a la gente de
Casamance una ventaja competitiva sobre los senegaleses del norte. 36 Debido a
que la tierra en la mayoría del Casamance es muy escasa, los jolas se han ido estableciendo en la división oeste de Gambia en número significante en el pasado reciente. Esto es importante anotarlo porque se ha creado la impresión en algún texto
de que toda la emigración es rural-urbana, mientras que la mayoría continúa siendo
rural-rural. El Gobierno gambiano está presidido por un jola de extracción senegalesa, lo que significa, en efecto, que los emigrantes jola todavía se consideraban bienvenidos en contraste con los wolofs, que se han convertido en objetivos de desaprobación oficial.
En las últimas décadas del siglo XX, el efecto capilar fue evidente en términos de
nuevos patrones de emigración transcontinental. Los wolofs, que son los máximos
partidarios de la cofradía mouride, empezaron tarde, pero comenzaron a dejar los
países en gran número desde la década de 1980, explotando sus solidaridades religiosas para sostener la cadena migratoria. 37 Los mourides están presentes en gran
número a través de Europa –especialmente en Francia, Italia y España– y en los
Estados Unidos, y más recientemente se han presentado en Sudáfrica. Su ejemplo
estimula a otros a seguir su periplo, siempre que los países receptores no cierren sus
fronteras.
Mientras tanto, el fenómeno agricultor desconocido/navétane ha perdido la mayoría de su atractivo. Los bajos precios de los cacahuetes, y las sucesivas sequías,
significan que la agricultura se percibe como mucho menos atractiva que otras alternativas.
Aunque los trabajos en Dakar, Banjul y Bamako son pocos y muy alejados entre
ellos, existe la esperanza de que la emigración internacional proporcione los medios para ganar dinero para mandar a casa. Como en las primeras emigraciones rural-rural, los envíos más sustanciales llegan a África Occidental desde fuera, y hay
que hacer caso de la emigración creciente como un medio óptimo para la erradicación de la pobreza en el África Occidental.
22
■ Conclusión
Las comunidades emigrantes que una vez mantuvieron las minas de oro sudafricanas en funcionamiento ya no son cortejadas como mano de obra y se les ha dejado a la deriva. Mientras, sus homólogas del África Occidental se imaginan que han
encontrado una alternativa en forma de emigración transcontinental. En efecto, el
ethos empresarial de los africanos occidentales les ha convertido en objeto de odio
en Sudáfrica, que se ha convertido en una alternativa a las destinaciones occidentales en que el acceso se ha vuelto más difícil. Se ha de reconocer que sus estrategias
de supervivencia y acumulación son bastante efectivas. Por contraste, uno ha de
mirar bastante fijamente para evidenciar que los mozambiqueños, basothos y malauianos han tenido éxito ganándose la vida en las calles de Johanesburgo, Durban
y Ciudad del Cabo y mucho menos en Nueva York, Londres y París. Todos estos
africanos han hecho del cruzar las fronteras un hábito, pero sólo en algunos ejemplos esto se ha vuelto una habilidad transferible. La diferencia podría residir parcialmente en las profundas trayectorias históricas de las dos subregiones, tomando el
argumento de Manchuelle de que la emigración siempre ha sido una estrategia de
acumulación en África Occidental, pero eso también está unido a las formas que tomó la emigración. Mientras que la containerización limitó la flexibilidad de los emigrantes sudafricanos en detrimento suyo a largo plazo, la emigración capilar fue infinitamente adaptable. He aquí que la historia es quizá más importante que la diferencia cultural per se teniendo en cuenta las diferencias.
Este ensayo está basado en parte en la investigación llevada a cabo en la región
de Senegambia con la ayuda de la Nuffield Foundation (SGS/00910/G), la British
Academy (SG-38667), y el Development Trust Research Fund y la Hayter Travel
Fund de la University of Edinburgh.
Traducción del inglés: Beatriz Muñoz
1. Rhodes House Library, Oxford University, Mss. Afr. s. 1151, Personal diaries of Neil Archibald
Campbell Weir, Senior Commissioner, the Gambia, 1943-1950: entry for 1946.
2. Para un análisis de este fenómeno, véase Dan Hammett, Sara Dorman and Paul Nugent (eds.)
Making Nations, Creating Strangers: States and Citizenship (Leiden: Brill, en imprenta, 2007).
3. Ahora está claro que la puerta abierta marfileña nunca fue muy popular en el sur de Costa de Marfil.
23
análisis
4. Para una excelente explicación de la militancia del sindicalismo blanco, véase David Yudelman, The
Emergence of Modern South Africa (Ciudad del Cabo: David Philip, 1983), y sobre la revuelta Rand de
1922, véase Jeremy Krikler, White Rising: The 1922 Insurrection and Racial Killing in South Africa
(Manchester: Manchester University Press, 2005).
5. Alan H. Jeeves y Jonathan Crush «The failure of stabilisation experiments on South African gold mines», en Jonathan Crush and Wilmot James (eds.): Crossing Boundaries: Mine Migrancy in a Democratic
South Africa (Rondebosch y Ottawa: IDASA y IDRC, 1995), pp. 6-7.
6. Alan H. Jeeves, Migrant Labour in South Africa’s Mining Economy: The Struggle for the Gold Mines’
Labour Supply, 1890-1920 (Kingston y Montreal: McGill-Queen’s University Press, 1985).
7. La frontera esclavista se expandió continuamente debido a la tendencia de los costes de aumentar una
vez un área ha sido extensivamente explotada.
8. Jonathan Crush, Alan Jeeves and David Yudelman, South Africa’s Labor Empire: A History of Black
Migrancy to the Gold Mines (Boulder y Ciudad del Cabo: Westview Press and David Philip, 1991), p. 1.
9. Sobre la primera emigración, véase Patrick Harries, Work, Culture and Identity: Migrant Laborers in
Mozambique and South Africa c.1860-1910 (Portsmouth, Johanesburgo y Londres: Heinemann,
Witwatersrand University Press & James Currey, 1994); también Jeeves, Migrant Labour, capítulo 6.
10. Malyn Newitt, A History of Mozambique (Londres: C. Hurst, 1995), p. 492.
11. Newitt, History of Mozambique, p. 496.
12. Sobre los basothos, véase Eddy Tshidiso Maloka, Basotho and the Mines: A Social History of Labour
Migrancy in Lesotho and South Africa c.1890-1940 (Dakar: CODESRIA, 2004).
13. Crush, Jeeves and Yudelman, South Africa’s Labor Empire, p. 39.
14. Véase Charles Van Onselen, Chibaro: African Mine Labour in Southern Rhodesia 1900-1933
(Braamfontein: Raven Press, 1980), capítulo 8.
15. Crush, Jeeves and Yudelman, South Africa’s Labor Empire, p. 47.
16. Crush, Jeeves and Yudelman, South Africa’s Labor Empire, p. 47.
17. Lord Hailey, An African Survey, Revised 1956 (Londres, Nueva York y Toronto: Oxford University
Press, 1957), p. 1.378.
18. Jeeves and Crush, «Failure of stabilisation», p. 11.
19. Crush, Jeeves and Yudelman, South Africa’s Labor Empire, p. 2.
20. T. Dunbar Moodie, Going for Gold: Men, Mines and Migration (Berkeley, Los Angeles y Londres:
University of California Press, 1994).
21. Véase Moodie, Going for Gold..., p. 31.
22. David B. Coplan, In the Time of Cannibals: The Word Music of South Africa's Basotho Miners
(Chicago: University of Chicago Press, 1994), p. 144.
23. Van der Weil citado por Coplan, In the Time of Cannibals..., p. 142.
24. Dennis D. Cordell, Joel W. Gregory and Victor Piché, Hoe and Wage: A Social History of a Circular
Migration System in West Africa (Boulder y Oxford: Westview 1996), p. 5.
25. Aderanti Adepoju, «International migration in Africa south of the Sahara», in Reginald Appleyard
(ed.), International Migration Today, Volume I: Trends and Prospects (París y Perth: UNESCO and the
University of Western Australia, 1988) p. 66.
26. Cordell, Gregory and Piché, Hoe and Wage, p. 6.
27. Kenneth Swindell, «Serawoollies, Tillibunkas and Strange Farmers: The Development of Migrant
24
Groundnut Farming along the Gambia River, 1848-95», Journal of African History 21, 1, 1980, p. 95.
28. Swindell, «Serawoollies, Tillibunkas and Strange Farmers», p. 102.
29. The Southern African figures are drawn from Crush, Jeeves and Yudelman, South Africa's Labor
Empire, table A3, p. 232.
30. François Manchuelle, Willing Migrants: Soninke Labor Diasporas, 1848-1960 (Atenas y Londres:
Ohio University Press and James Currey, 1997), p. 176.
31. Manchuelle, Willing Migrants, p. 175-177.
32. Kenneth Swindell, «Migrant groundnut farmers in the Gambia: the persistence of a nineteenth century labor system», International Migration Review 112, 4, p. 454.
33. Michael C. Lambert, Longing for Exile: Migration and the Making of a Translocal Community in
Senegal, West Africa (Portsmouth: Heinemann, 2002), pp. 76-80.
34. Lambert expone que Van Der Klei ha exagerado la medida en que los salarios emigrantes los controlaban los varones mayores. Véase Jos Van der Klei, «Articulation of modes of production and the beginning of labor migration among the Diola of Senegal», en Wim Van Binsbergen and Peter Geschiere
(eds.), Old Modes of Production and Capitalist Encroachment (Londres: KPI, 1985).
35. Lambert, Longing for Exile, pp. 103-104.
36. Sobre la importancia de la educación en la migración y el nacionalismo de Casamance, véase
Vincent Foucher, «Les 'évolués', la migration, l'école: pour une nouvelle interprétation de la naissance
du nationalisme casmançais», en Momar-Coumba Diop (ed.), Le Sénégal contemporain (París: Karthala,
2002).
37. Serigne Mansour Tall, «L’émigration internationale sénégalaise d’hier à demain», en MomarCoumba Diop (ed.), La société sénégalaise entre le local et le global (París: Karthala, 2002), p. 556.
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