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El periodismo es un humanismo
(Artículo en El País, 7 NOV, 2014)
Miguel Ángel Bastenier
El periodista ha de estar siempre leyendo; calle y
lectura no se oponen, se explican entre sí
El periodismo se ha clasificado secularmente en atención a la temática
o a la territorialidad con la que se ejerce, y así lo denominamos —tanto
impreso como digital— político, internacional, cultural, económico,
sucesos o policial, espectáculos o farándula. Y, sin negar que como
materia publicable existen esas categorizaciones, porque predomina
una u otra en su fabricación, me siento algo incómodo con toda esa
aparente fragmentación del trabajo. El periodismo es uno y
probablemente más que trino, pero lo que varía no es el contenido
profesional en sí mismo, sino su punto de desembocadura en el
periódico, las características de la sección correspondiente.
¿Qué es, entonces, lo específico de cada uno de los encasillamientos
citados?: fundamentalmente, el tipo de formación de que ha de
dotarse el periodista para el desempeño de su cometido, aunque
siempre haya conocimientos comunes a todos ellos. Hagamos primero
un somero repaso a esas dedicaciones universales del periodista. Es
imprescindible una familiaridad con la literatura, cuando menos de la
lengua propia. El periodista que carezca de un conocimiento suficiente
de las joyas de la literatura española, verbigracia el Quijote, Lope,
Quevedo y una serie de clásicos contemporáneos, muchos de ellos
latinoamericanos, es de una osadía preocupante. Y saber algo de
Shakespeare, el gran psiquiatra del mundo occidental, no le haría
daño a nadie. Inmediatamente antes o después viene leer periódicos.
Uno al día, el preferido, es muy poco porque así puede ocurrir que
veamos solo ratificadas nuestras opiniones que son, frecuentemente,
en lo que se transforman las obsesiones. Y todo ello se resume en que
el periodista ha de estar constantemente leyendo, pero como
complemento a una vida cuidadosamente diversificada, para no comer
y beber únicamente en la compañía del gremio. Calle y lectura no solo
no se oponen, sino que se explican, corroboran o desmienten entre sí.
Tras esta mínima exploración, pasemos al periodismo de sección,
centrándonos en Internacional, como resumen y compendio de toda la
profesión.
El periodista de Internacional debe aspirar como primera pretensión a
ser un ‘todero’, o generalista; aquel que tiene que saber, no ‘un poco
de todo’, como se suele decir, sino lo suficiente de lo que haga falta.
Por ello, ha de poder responder a solicitudes informativas tan dispares
como la muerte de Ian Paisley, el fierabrás anti-papista del Ulster, o
las circunstancias de la fundación del Estado Islámico en Siria-Irak.
Cierto que la existencia de Internet, biblioteca inagotable del
periodista, facilita las cosas, pero siempre habrá que saber primero
dónde y qué buscar. Y eso no está en wifi.
Evidentemente hay que tener buen inglés, lengua por la que discurre
lo esencial del tráfico informativo mundial; si el periodista es español,
un respeto a la historia haría aconsejable el conocimiento del francés
que, además, ayuda a ordenar los pensamientos; y de cara a un futuro
que ya es presente, el árabe, seguramente con preferencia al chino,
por lo menos para los que somos del Mediterráneo.
Ser ‘todero’ implica cubrir todas las áreas antes mencionadas: hará
local, economía, deportes, política, cultura. Y como cualquier
periodista de Internacional a lo que aspira es a una corresponsalía o a
tener madera de enviado especial, deberá hacer eso no solo en la
sede del diario, sino en Roma, Moscú, París o Washington, con la
lengua de la localidad que habrá de conocer, así como dominar
formatos tipo entrevista, crónica, análisis, perfil y ¿cuál no? El
generalista tendrá, por añadidura, tanto si trabaja dentro como fuera
de la redacción, un terreno de especialización propia en la que aspire
a ser al menos tan buenos como el mejor. Su pretensión, sin duda
luciferina, será la de convertirse en el periodista ‘total’.
Si nos movemos en un terreno más laboral, pero no por ello menos
deontológicamente exigible, el corresponsal o enviado estará de
servicio las 24 horas del día, porque los diferentes cuadrantes horarios
le obligarán a trabajar a horas que no necesariamente sean las de la
redacción central. El generalista, convertido, por tanto, en especialista,
tendrá que haberse fabricado una red de contactos informativos tan
extensa como práctica, especialmente en el mundo de la política, de la
cultura, de la economía, y al mismo tiempo recorrer arriba y abajo el
territorio que le sea propio. La calle y los despachos serán su hábitat
natural.
La enumeración de aficiones y necesidades podría llegar al infinito,
pero permítaseme un último e imprescindible consejo: como dice mi
gran amigo, Tomás Alcoverro, uno de los mayores conocedores en el
mundo de los Orientes Próximo y Medio, el internacionalista debe
tener un estómago a prueba de bomba, porque allí donde vaya habrá
de comer de todo. Por eso digo que el periodismo es un humanismo.
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