Evolución del teatro hasta 1975 - Colegio Cooperativa San Saturio

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El teatro contemporáneo (desde 1939).
1. Situación del teatro en la posguerra
La situación del teatro en la posguerra es pobre, por la desaparición de los dramaturgos
anteriores a la Guerra Civil, por el exilio de otros autores, por la censura y por la falta de
ambición de los empresarios teatrales.
Predominaban las obras insustanciales, pero en la década de los cincuenta se desarrolló un
teatro realista y existencial. En los sesenta e inicios de los setenta se produjeron interesantes
innovaciones estéticas. Muerto Franco, subieron a escena autores prohibidos o silenciados.
1.1. La alta comedia
El teatro burgués, que tuvo un gran éxito de público, se caracteriza por la búsqueda de la obra
bien elaborada, el tono costumbrista, la naturaleza superficial de las obras, la importancia del
ingenio, las grandes dosis de humor (con la excepción de algunas obras más dramáticas) y la
monotonía temática (el adulterio o la infidelidad son temas recurrentes).
Destacan autores como José María Pemán, Por la virgen capitana (1940), Juan Ignacio Luca de
Tena, Dos mujeres a las nueve (1949), Joaquín Calvo Sotelo y, sobre todo, Víctor Ruiz Iriarte y
Edgar Neville.
1.2. El teatro humorístico
En los años cuarenta, junto al teatro de evasión se desarrolló un teatro de humor, cultivado por
Enrique Jardiel Poncela, Alfonso Paso y Miguel Mihura como autores más destacados.
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) planteó como novedades el encadenamiento de
situaciones inverosímiles y un humorismo de raíz intelectual. Destacan obras como Cuatro
corazones con freno y marcha atrás y Eloísa está debajo de un almendro.
Alfonso Paso (1926-1978) muestra gran habilidad en la intriga, la creación de situaciones
sorprendentes y los diálogos. Destacan obras como Los pobrecitos (teatro social) y Usted puede
ser un asesino (teatro policiaco).
Escrita en 1932 y estrenada veinte años después, Tres sombreros de copa de Miguel Mihura
(1905-1977) supone una ruptura completa con el teatro cómico anterior. El desfile de
personajes grotescos delante de un joven ingenuo la víspera de su boda permite al autor poner
en entredicho valores como la fidelidad, el honor o las convenciones, en un tono que combina la
caricatura, el humor trágico y la verdad profunda.
En otras obras el autor aborda temas como la emancipación de la mujer (¡Sublime decisión!) o
las convenciones sociales (Mi adorado don Juan), o bien se vale de la sátira (El caso de la señora
estupenda) o la caricatura, por ejemplo en el contraste entre la vida española y la parisina
(Ninette y un señor de Murcia).
2. Teatro realista de la década de los 50.
En el año 1949, el estreno de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, determinó un
cambio en el panorama teatral. Desde esa fecha y durante los años cincuenta surgieron obras
que intentaban reflejar y criticar la dura realidad del momento.
Buero Vallejo fue uno de los dramaturgos más destacados a partir de la Guerra Civil. Su
trayectoria teatral es un claro ejemplo de la evolución seguida por el teatro español desde los
años cuarenta hasta la actualidad.
El tema de las primeras obras de Buero —Historia de una escalera (1949) y En la ardiente
oscuridad (1950)— es la reflexión sobre la angustia existencial.
Los personajes de estos dramas presentan la tragedia de vivir y las ansias de libertad frustradas.
La frustración está, en ocasiones, simbolizada por personajes ciegos. Estas obras, que se
representan en un escenario único, abordan también cuestiones sociales, de la realidad del
momento.
Los siguientes dramas —Un soñador para un pueblo (1958), El concierto de san Ovidio (1962), El
tragaluz (1967)— ahondan en los problemas sociales.
En estas obras, el autor introduce personajes y ambientes históricos y presenta novedades en la
escenificación, como los escenarios múltiples, las elipsis temporales y los efectos de inmersión
(efectos provocados a través de la luz, la música, los sonidos…, con los que crea un ambiente
propicio para que el espectador pueda revivir lo que piensa el personaje).
Después, Buero continuó su renovación de las técnicas teatrales en obras como El sueño de la
razón (1970), La fundación (1974), La doble historia del doctor Valmy (estrenada en 1976) y La
detonación (1977).
Además de por Buero, el teatro realista con carga social fue cultivado por Alfonso Sastre
(Escuadra hacia la muerte, 1953) , José Ma Rodríguez Méndez (Los inocentes de la Moncloa,
1960), José Martín Recuerda (Las salvajes en Puente San Gil, 1963) y Lauro Olmo (La camisa,
1963).
3. Teatro de renovación formal o vanguardista
A partir de los años sesenta, y sobre todo durante los setenta se produce un teatro más exigente
y renovador, experimental en las formas y dirigido a un público más minoritario.
No se trata ya de un teatro realista sino un teatro simbólico y alegórico, de influencia
vanguardista, que acentúa los aspectos visuales, sonoros y musicales para ofrecer un
espectáculo total. Entre los autores, pueden citarse a Fernando Arrabal (El arquitecto y el
emperador de Asiría, 1966), Francisco Nieva (Pelo de tormenta, 1962), Manuel Martínez
Mediero, José Ma Bellido, Miguel Romero Esteo y Antonio Martínez Ballesteros.
A finales de los sesenta surgieron también grupos de teatro independiente, que creaban las
obras conjuntamente y cambiaron la concepción del lugar teatral al llevar sus montajes a
fábricas, calles, escuelas... Entre los más destacados cabe mencionar Els Joglars, Els Comediants,
Los Goliardos, Tábano o La Cuadra.
En los últimos años, la característica más destacada es la variedad de tendencias:
•
Un teatro de línea tradicional, representado por autores como Fernando Fernán Gómez
(Las bicicletas son para el verano).
•
Un teatro experimental y vanguardista: Alfonso Vallejo (El cero transparente) ,
•
Un teatro realista y social, sobre temas actuales con un enfoque próximo al de la farsa o
de sainete: José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro),
Fermín Cabal (Tú estás loco, Briones y Esta noche, gran velada).
4. El teatro último
Tras el experimentalismo, casi todos los géneros literarios vuelven la vista a la tradición, de ahí
la denominación de neorrealista que se aplica a la época posterior a 1975. Los escenarios
españoles acogen espectáculos de los grupos independientes o de los autores anteriores que
siguen estrenando, pero los nuevos dramaturgos se inclinan por una comedia neorrealista bien
construida y que desarrolla temas de actualidad: la droga, el paro, los problemas de la juventud,
la delincuencia, etc. El tratamiento de estos temas favorece la aparición de un nuevo
costumbrismo, aunque esta vez con un matiz irónico. Entre los nuevos dramaturgos señalamos
a José Sanchís Sinisterra (1940), con Ñaque o De piojos y actores (1980) y ¡Ay, Carmela! (1986);
Fermín Cabal (1948), con Tú estás loco, Briones (1978), Esta noche gran velada (1983) y Caballito
del diablo (1985); José Luis Alonso de Santos (1942), con Del laberinto al treinta (1982), La
estanquera de Vallecas (1981) y Bajarse al moro (1985); Francisco Melgares (1938), con
Anselmo B (1986); Alfonso Vallejo (1943), con Eclipse (1976) y A tumba abierta (1978); Ernesto
Caballero (1957), con El cuervo graznador grita venganza (1985); Ignacio Amestoy (1947), con
Ederra (1981) y Alfonso Armada (1958), con Cabaret de la memoria (1987).
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