Planeta Running - La Misión Race

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TRAIL RUNNInG
Planeta Running
carreras
La Misión
Es más que una carrera (STOP) Es más que
una aventura (STOP) Es más que un desafío
extremo (STOP) Es más que una prueba
de resistencia (STOP) Es la mutación que
hace indestructibles a sus victoriosos
supervivientes (STOP) Es LA MISIÓN (STOP)… Es
LA MISIÓN (STOP)… Es LA MISIÓN (STOP)…
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La bestia de
la Patagonia
Texto: Miguel Caselles. Fotos: Alejandra Melideo.
L
a Misión es mucho más que una carrera de 150 kilómetros. Es una
competición única en el mundo por su formato de expedición y
autosuficiencia en plena montaña sobre un recorrido que poco antes
de la salida se hace público. Ya sea en la modalidad individual o en equipos
de dos, los corredores deben orientarse mediante mapa/brújula y seguir las
instrucciones de la organización para afrontar un exigente trayecto montañoso.
Además, los participantes tienen que acarrear en sus mochilas todo lo
necesario para subsistir durante la travesía, esto incluye saco de dormir, saco
vivac o carpa, hornillo, walkie-talkie, botiquín, ropa de abrigo, casco y comida.
Siendo un corredor rápido y meticuloso con peso de este material, obligatorio,
al menos siete kilos se han de cargar a la espalda si bien la media suele estar
en los diez.
Poco más de tres días, 76 horas, es el tiempo límite para lograr llegar a meta
por tus propios medios. La centena y media de kilómetros transcurre por
senderos de la Patagonia argentina en plena cordillera de los Andes, subiendo
y bajando montañas de dos mil metros hasta acumular casi diez mil metros
de desnivel positivo. Esto supone tener que vadear ríos, bordear lagos,
atravesar filos nevados, cruzar barrizales pantanosos y bregar entre bosques y
cañaverales. Es por ello indudable que para cuantos participan en La Misión su
objetivo supremo es cruzar, por su propio pie, bajo el arco de meta.
Sólo una experimentada organización es capaz de sacar adelante con solvencia
y seguridad una prueba deportiva de esta envergadura. El “Team La Misión” lo
forman un nutrido grupo de veteranos organizadores, voluntarios, deportistas,
profesionales de actividades en montaña y cuerpos de rescate capaces de
evacuar a un corredor accidentado o perdido (a pie, a caballo o en helicóptero)
en el menor tiempo posible. Algo que en las montañas de la Patagonia no
es inmediato cuando el clima no acompaña, por eso la obligación de cargar
con el material imprescindible de supervivencia y el walkie-talkie, ya que no
hay cobertura GSM. En esta edición tres corredores lesionados por esguince,
fractura y corte profundo tuvieron que ser res catados, dos a caballo y uno en
helicóptero.
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No cabe duda que uno de los factores determinantes
en esta carrera, el más temido por los corredores, es
la climatología tan cambiante de la Patagonia, pues la
carrera ni se detiene ni se suspende por mal tiempo.
Equipamiento completo para hacer frente a temperaturas
bajo cero, lluvia, barro y nieve es imprescindible. De la
dureza extrema de este gran desafío dan fe los cuatro
puntos que la organización del Ultra Trail del Mont Blanc
otorga a La Misión, la puntuación máxima para poder
participar en la prueba francesa.
La importancia de la estrategia
Otro de los condicionantes que hacen de La
Misión una autentica aventura es la estrategia que
cada participante o equipo elija para completar
el dificultoso recorrido. Al ser una carrera de
resistencia ‘non stop’, el cronometro nunca
se detiene y cada vez que se hace una alto en
el camino para descansar o dormir el tiempo
disponible sigue restándose. Por lo tanto hay que
buscar el equilibrio en la rentabilidad física obtenida
de las paradas recuperadoras frente el cómputo de
tiempo total previsto. Mientras los primeros trazan
el recorrido prácticamente sin parar los últimos se
detienen a dormir unas horas durante las tres noches
de travesía andina.
Y llegó la hora. Al medio día del pasado 25 de
Noviembre, 500 valientes de diez nacionalidades
se desafiaron a sí mismos enrolándose en la quinta
edición de La Misión. Para muchos, la que sería
la aventura de su vida. Este año la organización
eligió a la pintoresca localidad de Villa La Angostura
como centro de operaciones y punto de salida y
meta. Al igual que sucedió con el K42 Adventure
Marathon, celebrado dos semanas antes, Villa La
Angostura recibió con hospitalidad y entusiasmo
a cuantos corredores y voluntarios harían realidad
esta nueva edición de La Misión. Con una primavera
austral que no terminaba de llegar a la Patagonia las
condiciones eran invernales en los días previos a la
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carrera, afortunadamente durante las jornadas de
competición el cielo abrió dejando a la vista algunos
de los paisajes patagónicos más salvajes.
En el sobre que la organización entregó
poco antes de dar la salida, los corredores
encontraron la ruta a seguir marcada en
un mapa, que hasta el momento se había
mantenido en secreto. Está prohibido portar GPS
por lo que nociones básicas en el uso de brújula/
mapa son indispensables. El primer tramo del
recorrido tiraba por el Cajón Negro, un hermoso y
encajonado valle por donde vierte el Arroyo Piedritas.
Al fondo de este valle la nieve se acumulaba
obligando a todos los corredores a compartir huella
por filos nevados en medio de la niebla y la ventisca
de las alturas hasta hacer cumbre en el Cerro Buol,
el primer control de paso. Desde aquí se trajinaba
por una escarpada lengua de nieve encauzada por el
valle del Arroyo Ujenco, que habría de salvarse antes
de llegar al siguiente control de paso a los pies del
Cerro Bayo, ya al atardecer.
Caía la primera noche y el pelotón más numeroso
avanzaba en busca del Lago Traful, primero subiendo
por el valle del Arroyo Bonito, que desemboca en
el Lago Nahuel Huapi, y a continuación enlazando
con el valle del Arroyo Cataratas, que muere en el
lago Traful. Tras cruzar este gélido arroyo en
15 ocasiones muchos corredores quedarían
extremadamente tocados por el sobreesfuerzo
realizado. Todavía no habían llegado al ecuador
de carrera y aún restaban por cruzarse una
treintena de arroyos de deshielo.
Amanecía el segundo día de trail en la vistosa Villa
Traful, a orillas de su Lago, y un gran campamento
de la organización con avituallamiento completo
y puesto medico recibía como un oasis el goteo
de corredores. Allí pudieron descansar, llenar el
estómago con alimento caliente y continuar periplo
andino. Las piernas sumaban ya 60 kilómetros y el
cansancio y los maltrechos pies multiplicaban los
Mientras los
primeros trazan
el recorrido
prácticamente sin
parar, los últimos
se detienen a
dormir unas horas
durante las tres
noches de travesía
andina
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abandonos sin compasión.
Al límite de la resistencia
Tocaba ahora ascender al Cerro Piedritas que roza los dos mil metros y luego
dejarse caer hasta el caudaloso Río Minero, que se tuvo que cruzar con ayuda
de una cuerda fija instalada por seguridad. Remontando la cuesta por la ribera
del Río Minero quienes lideraban la prueba incrementaban exponencialmente
su diferencia con el grueso del pelotón. Para quienes seguían en juego
las anécdotas y las escenas de compañerismo se sucedían a lo largo del
itinerario.
Camino del siguiente control de paso a orillas del lago Nahuel Huapi, el
impresionante paisaje del majestuoso Mallín de las Nubes animaba a
avanzar a los castigados marchadores andinos por encima de la extenuación.
Descendiendo por el interminable valle del Arroyo Ragintuco se arribaba al
segundo y último gran campamento, donde de nuevo se podía comer caliente,
recibir atención médica y recuperar el resuello. Los primeros llegaban el
segundo día de competición por la tarde y los más rezagados una jornada
después. Cien kilómetros ya habían quedado pegados a suela de las zapatillas
y las piernas pesaban como el plomo. Varios cuerpos tuvieron que decir
“basta” mientras la mayoría se preparaba para el asalto definitivo.
A esas alturas de La Misión el último gran obstáculo a sortear era el
Cerro O’Connors de algo menos de dos mil metros y cinco farragosas
cumbres. El ascenso a lo largo de angostos filos nevados puso al
límite a los corredores más deteriorados. El cansancio acumulado
después de haber trotado o caminado más de cien kilómetros se grababa
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en el rostro de todos. Avanzando en fila india por los escalones tallados en
la nieve y visualizando uno de los escenarios mas cautivantes de toda la ruta
fueron franqueadas, una tras otra, las cinco cimas del O’Connors. Una vez
descendido el tramo final se cruzaba nuevamente por la base del Cerro Bayo y
desde allí, por caminos más llevaderos, la deseada meta en el centro de Villa
La Angostura por fin se veía a tiro de piedra.
Atardecía cuando el gran corredor de Villa La Angostura Ignacio Di Lorenzo
se proclamaba vencedor absoluto de La Misión 2009. Superando con
paso firme el último metro de los 150 kilómetros de andino recorrido
sellaba en meta un crono de 31 horas y 34 minutos. Cerca de 43
horas después arribaba el también vencedor Christian Moll (74:27h)
cerrando la que dicen ha sido la edición más dura de La Misión. Entre
ambos deportistas más de 200 corredores se vieron abocados a abandonar
principalmente por agotamiento extremo y ulceras en los pies.
Por contra más de 250 supervivientes, hombres y mujeres de todas las
edades, lograban el luchado sueño de llegar a meta. Completaban así una
metamorfosis que les hizo indestructibles en ese mágico momento…
Entre los elegidos para la gloria también estaban los españoles Xavier
Ajona (48:40h) y Enrique Luis Álvarez, que hizo equipo (Deporcamping
Gallaecia) con la argentina Paulina Mosquera, (58:35h). Para todos ellos,
doblegar a la bestia de la Patagonia fue una “¡MISIÓN CUMPLIDA!”
tatuada con letras mayúsculas en su memoria.
Más información sobre esta prueba: www.lamisionrace.com.ar
Línea aérea recomendada: www.lan.com
En La Misión está
prohibido portar GPS
por lo que nociones
básicas en el uso de
brújula y mapa son
indispensables
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