Luteranos y católicos superan 500 años de conflicto

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Luteranos y católicos superan
500 años de conflicto
El 31 de octubre recién pasado tuvo lugar un
acontecimiento que llena de alegría a los cristianos: católicos y luteranos firmaron un acuerdo
sobre la doctrina de la justificación, asunto que
los separaba desde los tiempos de la Reforma.
Este hecho ecuménico también se celebró en
Santiago en una liturgia conjunta presidida por
el pastor luterano Martin Junge y monseñor
Francisco Javier Errázuriz.
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L-ostó treinta años, pero al final salió. Las
comisiones mixtas de teólogos de la Federación
Luterana Mundial y la Iglesia católica romana,
que se han reunido desde los tiempos del Concilio Vaticano II (1962-1965), finalmente vieron un
frHto importante de su trabajo: un acuerdo sobre
el espinoso asunto de la justificación por la te. Y
en un sentido muy profundo, esta declaración
conjunta afecta las relaciones entre la Iglesia católica y todas las Iglesias y comunidades que
nacieron durante y después de la Reforma protestante. Fs que el asunto de la justifii ai ion era
un aspecto medular—incluso el desacuerdo centra!— de las diferencias doctrinales entre cristianos desde el siglo XVI hasta nuestros propios días.
No es una exageración decir que la división en-
¡nucnismn'
tre protestantes y católicos está en camino de
superarse, en beneficio de la credibilidad del
mensaje cristiano ante el mundo. El Papa Juan
Pablo II manifestó su alegría por este evento preparatorio al Año del Gran Jubileo 200U.
Frente a los abusos en que había caído la
Iglesia católica romana, Martin Lutero, (14831546) insistió públicamente, con una valentía
ahora reconocida por todos, que las obras buenas que podrían cumplir el hombre y la mujer
no les merecían la salvación o justificación. Una
persona so justifica por lo gracia y la misericordia de Dios —decía— nada más. Darse cuenta
de este inmenso amor misericordioso de Dios
por nosotros, y por cada uno en particular, era
todo lo necesario para acoger la salvación como
un don gratuito. Tener fe era reconocerse pecador y absolutamente incapaz de merecer la salvación por los propios méritos.
WB*P
Unidad de los
Robert E. Mosher, s.s.c."
*
Sacerdote norteamericano de
la Suciedad Misionera de San
Columbario, diredor de la
Comisión National de
Ecumenismo y Diálogo
Inlerreligioso (CONEDI) de la
Conferencia Episcopal de
Chile.
H. Richard NIEBUHR, The
Ktngdom oí God ¡n America,
Harper & Brothers, New York,
1959, p. 18.
Lejos de hacer de la salvación un asunto financiero con la compra de las indulgencias (una
especie de "buenas obras"), lo que ayudaba a
pagar los gastos de construir la nueva basílica
de San Pedro, Lutero recogió con su enseñanza
sobre la gratuidad de la vida nueva en Cristo lo
que los Padres de la Iglesia —especialmente San
Agustín— reconocieron siglos antes, y lo que San
Pablo proclamaba en varias epístolas. En cierto
sentido, lo que Agustín recuperó para su época
—la validez de las exhortaciones de San Pablo
sobre la Ley y la gracia—, Lutero lo volvió a destacar para los cristianos europeos de su propia
época. No había nada que el ser humano pudiera hacer para ganar la salvación. Le correspondía aceptar el don sin condiciones, y, arrepentido, vivir consecuentemente con la recepción de
este don.
na antigua y aceptada se realizó en la experiencia vital; lo que había sido una verdad entre varias llegó a ser la verdad [principal]".1 Los grandes personajes de la Reforma, entonces, se preocuparon de lo que Dios había hecho ya en Cristo, no de lo que pudiera hacer el hombre por su
salvación.
Durante siglos, le pelea siguió en torno a lo
que era la justificación—la mera remisión de los
pecados, o la infusión de la gracia santificante,
de las virtudes teologales y de los dones del Espíritu Santo. La Iglesia católica puso mucho énfasis
en lo que ayudaba al recto comportamiento para
con Dios, y, por lo tanto, en el valor de las buenas obras. Mientras los luteranos y otras Iglesias
protestantes y comunidades evangélicas citaban
la tarta de San Pablo a los Efesios —"Porque por
gracia sois salvos por medio de la le; y esto no
viene de vosotros, pues es don de Dios. No por
obras..." (Ef 2, 8-9)— los católicos argumentaban
a partir de la carta de Santiago —"¿De qué sirve,
hermanos míos, que alguien diga: 'Tengo fe', si
no tiene obras? ...la fe, si no tiene obras, está
realmente muerta..." (St 2, 14.17)
L A GRACIA Y LAS BUENAS OBRAS
En el fondo, las diferencias no implicaban
doctrinas contradictorias, y menos podrían justificar la separación de las Iglesias, según el documento de acuerdo. Junto al cardenal Edwarcl Idrib
Cassidy, presidente del Consejo Pontificio para
la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el
obispo protestante Christian Krause, presidente
de la Federación Luterana Mundial además de
oLros representantes de las dos Iglesias, participaron en la ceremonia de Augsburgo centenares
de huéspedes de todo el mundo. El Día de la
Reforma en que se firmó el documento conmemora la exposición de las 'Jr> tcsi^ que hizo Martin
Lutero el .31 de octubre de 1517, en la puerta de
la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg.
El punto de partida para toda teología protestante es la doctrina de la justificación por la
fe. Este artículo de fe expresa la gran distancia
que se percibe entre Dios y la creación, y el
hecho de que Dios tomó la iniciativa de superar
esta distancia, perdonando y salvando a los seres humanos en su absoluta soberanía y por su
gracia, sota gratia. No estaban ausentes del magisterio católico estas creencias, sino, en las palabras del teólogo protestante H. Richard
Niebuhr, "lo que habitualmente había sido creído llegó a ser un asunto de convencimiento urgente; lo que había sido enseñado como doctri-
El documento está acompañado por otros dos
textos. Se trata de un anexo y de otra declaración
conjunta sobre la doctrina de la justificación, que
ya había sido preparada el año pasado por la Comisión mixta de diálogo entre católicos y luteranos. En virtud del nuevo consenso, la Federación
Luterana Mundial y la Iglesia católica declaran
juntas que «la enseñanza de las Iglesias luteranas
presentada en esta declaración conjunta no está
sancionada por las condenas del Concilio de
Trento». Al mismo tiempo, se constata que «las
condenas de las Confesiones Luteranas no afectan a la enseñanza de la Iglesia católica romana,
tal y como es presentada en esta declaración».
>ecumeni$mo
A B R A Z O D E PAZ
Junge, invitó a monseñor Francisco Javier Errázuriz, presidente de la Conferencia Episcopal de Chile y arzobispo
de Santiago, a una liturgia celebrada el mismo 31 de octubre de 1999. También tuvieron lugar ceremonias
ecuménicas en Concepción y otras ciudades. Los respectivos pastores leyeron sus mensajes e intercambiaron un
abrazo de paz, signo de sus esperanzas de lograr la plena
comunión entre las Iglesias en el futuro.
La alegría de los abrazos después de la firma era evidente en la liturgia de Augsburgo, sitio de la Confesión
de Augsburgo de 1530 —un intento fallido de impedir el
cisma. En la víspera de la ceremonia, se organizó una
liturgia ecuménica de oración vespertina en la basílica
católica de la ciudad, seguida por una "Noche de Luces"
en la iglesia evangélica. La municipalidad de Augsburgo
organizó una exposición de óleos sobre el tema.
La presencia como concelebrantes en el rito ecuménico del 31 de octubre en Santiago, de representantes de las
Iglesias ortodoxas, anglicanas, metodistas y pentecostales
fue significativo. El acuerdo alcanzado por luteranos y católicos no solo supera un conflicto importante entre ellos,
sino que ayuda a sanar las heridas en el Cuerpo de Cristo
en general, especialmente entre las Iglesias que aparecieron después y a causa de la reforma iniciada por Martin
Lutero.
"Juntos confesamos —declararon— que el ser humano es justificado por la fe en el evangelio 'sin las obras
de la Ley' (Rom 3, 28)...", pero también: "Juntos confesamos que las buenas obras, una vida cristiana de fe,
esperanza y amor, surgen después de la justificación y
son fruto de ella..."
No todos celebraron el evento, sin embargo. Algunos luteranos distribuyeron panfletos en Augsburgo en
contra de la firma, alegando que la Federación Mundial
Luterana había capitulado ante Roma. Notablemente, la
Iglesia luterana de Dinamarca, normalmente empeñosa
en mejorar relaciones con la Iglesia católica, se opuso al
acuerdo, llamándolo un documento poco serio. Por parte de algunos católicos, también el acuerdo fue criticado. El padre Avery Dulles, S.J., lo describió como un documento de poca utilidad, según la revista católica inglesa The Tablet.
Sin embargo, en Chile y en la gran mayoría de los
países cristianos la actitud fue de acogida. Luteranos y
católicos chilenos celebraron el hecho histórico con ceremonias ecuménicas. La Iglesia Evangélica Luterana en
Chile, representada por su presidente, el pastor Martin
Sin embargo, mucho queda por hacer y superar todavía. Mayor cooperación en los campos sociales y
ecológicos falta entre las dos Iglesias, para rendir un testimonio unido frente a los pecados sociales y lo que atenta
contra la integridad de la creación, explotada sin medida
ni lógica. También quedan diferencias importantes en la
comprensión de los sacramentos. Rara los luteranos existen dos sacramentos, el bautismo y la "Cena del Señor", mientras que los católicos reconocen y celebran siete, Sigue el
trabajo en el plano pastoral y doctrinal de secundar el don
del Espíritu Santo, el don de la plena unidad. El empeño
de cumplir !a voluntad expresa de Jesucristo —"que sean
uno" (Jn 7 7, 27)— es un trabajo que cada cristiano de las
dos Iglesias tiene que asumir en el futuro con mayor energía y confianza. Pero el espíritu de Augsburgo nos anima:
evidentemente, la fe puede mover montañas, fy
Diciembre 1999
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