1 Pensar una ética-política común: universalidad de la justicia desde la injusticia y la violencia Dora Elvira García1 I Construir lo teórico desde lo histórico y “lo vivido” Las formas políticas y de gobernanza tienen su lugar natural en el espacio de lo público y político, y ahí es en donde se pueden generar situaciones de concordia que dan pie a situaciones de justicia o por el contrario situaciones de injusticia, que dan pie a acciones violentas. Las propuestas desde nuestras latitudes se han teorizado en los últimos años, pero han sido bastante invisibles de modo que se han privilegiado de manera casi única -debido a los procesos de colonización- las teorizaciones eurocéntricas o anglosajonas dejando de lado a las nacidas desde América Latina. Estas propuestas muestran una grande preocupación por las buenas formas de acción política rescatadas en el buen gobierno ancestral con una caracterización propia que se vincula sustancialmente con implicaciones comunitarias y participativas. Tales formulaciones reverberan en las comunidades que todavía guardan costumbres y formas de vida tradicionales y que recogen dichas formas políticas que reivindican esa política como construcción del espacio público en el que se dirime la vida comunitaria tan amenazada en el mundo contemporáneo. De ahí que sea preciso rescatar y reconocer las concepciones políticas que buscan adecuarse a nuestras realidades, para desde ellas y en reconocimiento de la multiculturalidad propia, se deje de imitar los modelos confeccionados para otras coordenadas geográficas. Los modelos importados no han dado cuenta de los beneficios para las propias comunidades, sino muy al contrario, las han dejado en situaciones de carencia, mostrando lo efectos de formas de depredación en las comunidades y revelando como consecuencia, la exclusión y la discriminación. En estos modelos foráneos como ha podido constatarse en las olas de la globalización, lo político acaba reduciéndose a lo económico. Estos elementos son los que condicionan los verdaderos caracteres humanos y las especificidades de enorme riqueza de las entidades oriundas de América Latina. La historia es recurrente y larga en esta lógica de imitación de lo extranjero que subsume lo nativo y propio de estas tierras. Así ha sido la historia desde la colonización, la Independencia y los diversos momentos revolucionarios que México ha vivido. Cuando se buscaba la Independencia, las formas libertarias quedaron sujetas a las estructuras colonizadoras que siguieron perviviendo aún con los esfuerzos de la Reforma, detonadas por el Plan de Ayutla. Este Plan fue un compromiso con la libertad, encargo que había iniciado con el movimiento de Independencia de 1810, de modo que la relevancia de la revolución que le siguió a tal plan dio lugar a la Constitución de 1857.2 Los vaivenes de la lucha entre ciudadanos y las autoridades acontecieron con revoluciones, una tras otra y, finalmente se plasmaron los reclamos en la creación de una ley suprema. Desde ahí se iniciaron las reflexiones y debates para generar un nuevo estado de cosas a partir de un pensamiento liberal. La lucha ideológica fue enorme y se evidenciaba en las disputas en las que, ambos gurpos, liberales y conservadores miraban siempre hacia fuera del país para organizarse. El fin político buscado por esos legisladores era el perfeccionamiento 1 2 Profesora-investigadora del Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México. Jorge CARPIZO, Estudios Constitucionales, UNAM-La gran Enciclopedia de México, México 1983, p.43. 2 de la sociedad y la mejora en la calidad de vida de las personas que conformaban esa sociedad. Y ellos sabían que esto se habría de lograr mediante el compromiso con ciertos valores y mediante su construcción responsable, además, entendían que los derechos y deberes emergentes de sus discusiones y de cara al bien común, eran centrales para el país. Los protagonistas forjadores eran personajes ilustrados que conocían el papel de la democracia en el desarrollo de la sociedad y entendían su relevancia como instrumento fundamental para la decisión colectiva de los asuntos públicos. En teoría, sabían que el valor democrático se encontraba en ser medio para las decisiones de los que son mayoría, aunque de hecho no permitían tales decisiones, aduciendoi ignorancia de las mayorías. La historia del pensamiento colonizante continúa con los ideales liberales retomadas por los constituyentes liberales, para quienes era fundamental una circulación libre de las ideas y el uso de la reflexión crítica para valorar pensamientos y situaciones políticas, así como la inquietud por el alcance del bienestar propio y de los otros. Ellos sabían que esos eran los elementos centrales de cualquier filosofía política que intentara el alcance de un mundo más democrático y más justo, para lo cual era necesario concertar entre los intereses individuales y los comunitarios; sólo así podrían alcanzar una democracia auténtica que habría de realizarse en el espacio público, de ahí que se necesitara tanto de su construcción significativa como del debate político. El liberalismo -como tradición filosófico-política- precisa la aceptación de ciertos conceptos compartidos, así como de algunas nociones comunes a la mayoría de los liberales que se presentan como categorías clave, aún no siendo idénticas en todos los casos. Conceptos tales como libertad, autonomía, individuo y los derechos, entre otras, fueron centrales para entender a esta tradición que se extendió al pensamiento de los intelectuales mexicanos y que se permeó en sus reflexiones en el proceso constructivo constitucional desde mediados del siglo XIX. La libertad es la noción central que apuntala el pensamiento liberal y da cuenta de sus propios orígenes en el ámbito públicopolítico en la Modernidad. Tal concepto va inverterado con la noción de autonomía. De aquí se desprenden las demás nociones como lo es la conceptualización del individuo y la idea de tolerancia presente en algunos constituyentes del 573. Las diversas influencias en favor de la defensa de la libertad fue leída por Rejón y Otero como una defensa fundamental de los seres humanos, y de ahí se derivó la propuesta del juicio de amparo, como respuesta defensiva ante los abusos de las autoridades estatales4. La búsqueda de renovaciones y desafectaciones de la colonización, dieron paso a otra influencia definitiva que marcó los derroteros de la historia de México, al estar vinculados con proyectos igualmente foráneos, ahora anglosajones que se sumaban a los europeos. De este modo, las ideas liberales que ya flotaban en el ambiente y que formaban parte de las apuestas teóricas del momento, emergieron y se constituyeron como protagonistas de lo que estaba por venir, con la herencia generada a partir del liberalismo clásico, así como de autores que eran leídos por los ilustrados mexicanos. El peso de los sectores reaccionarios y conservadores que pretendían, tanto deslegitimar la relevancia de la democracia y volver a las antiguas prácticas gubernamentales reconocidas por la 3 La influencia de Alexis de Tocqueville fue relevante en los constituyentes del 57, la influencia de Tocqueville sobre Crescencio Rejón y Mariano Otero, creadores del juicio de amparo fue innegable. «Reflexiones en torno al contenido ideológico de la Constitución de 1857: el problema de la libertad religiosa», en Emilio Rabasa (coord.) 1857-2007, Legado constitucional, Porrúa, México 2008. 3 tradición que heredaban, así como negar la posibilidad de un gobierno más abierto en cuanto a las creencias se trataba5, limitaba las pretensiones de los liberales que en realidad eran, a ojos contemporáneos, muy conservadores. Así, la conformación básica del pensamiento político de finales del siglo XIX posteriormente abrevó y se apuntaló a partir del positivismo que buscaba la cientificación de todo el conocimiento y toda la realidad. Poco a poco esta influencia dejó de lado el ámbito filosófico y humano del conocimiento, de la praxis y de la cultura política. Además, se regateó el desarrollo humano al soslayar a grupos mayoritarios de personas en lo relativo a los derechos más básicos, así como los derechos políticos que, en tanto ciudadanos gozaban, como fue la escatimación de la posibilidad de participar social y políticamente, o siquiera, como sucedió con los grupos indígenas, de aparecer en el mapa. Las prácticas liberales que por principio eran aceptables al buscar igualdad y libertad, sin embargo, no lograron sus objetivos y reprodujeron la lógica colonial extractivista6. Esta forma que se ha reproducido hasta nuestros días, concentra el poder en pocas manos, creando a la par instituciones con el objeto de proteger tal poder minoritario. Este tipo de sociedades son excluyentes por lo que no extienden los derechos a gran parte de la comunidad. Así, las herencias coloniales en México con una economía extractiva se transformaron en modos latifundistas, situación continuada -con sus modalidades- hasta la actualidad, a través de las empresas nacionales y transnacionales. Hoy día, en que la mayoría de la población es de clase media, las instituciones públicas no corresponden a este hecho porque el viejo corporativismo se mantiene y se enfrenta a la voluntad colectiva recurrentemente apabullada por las instituciones que concentran el poder y los beneficios a unos cuantos7. Como es de suponer, esta cuestión genera acciones que se formulan como reclamos violentos en aras de superar la situación de excluidos. Desde la exclusión y la violencia es preciso construir una política que no se aparte de las exigencias éticas, al vincular las demandas del poder con las de los valores, para desde ahí, dar pie a que se dé cauce a situaciones de paz mediante la inclusión y el reconocimiento. II. Globalización e injusticia local Bajo la égida de la globalización y el “desarrollo” no ha sido posible resolver los problemas vitales de la mayoría de los pobladores de México8, porque la incapacidad de estas lógicas -en la solución de tales dificultades vitales-, los ha condenado a la desintegración o a la regresión, y ha conllevado así enormes males que lastran la vida de dichos ciudadanos, destruyendo su dignidad. Podemos apreciar que esto no variará “a menos que consiga crear las condiciones de su propia metamorfosis, la cual la haría capaz de sobrevivir y de transformarse al mismo tiempo”9. Las causas globales en conjunto con 5 A pesar del iluminismo que gozaban, les costaba mucho trabajo pensar sin los referentes religiosos vinculados a las creencias heredadas por los antepasados. Esta dificultad fue evidente en los debates de la Comisión Constituyente del 57. 6 James ROBINSON - Daron ACEMOGLU, ¿Por qué fracasan los países? Crítica, Barcelona 2014. 7 Carlos FUENTES, «México, ¿individualista o colectivo?», en Periódico Reforma, sección Editorial, del lunes 30 de abril del 2012. 8 Cfr. Stéphane HESSEL y Edgar MORIN, El camino de la esperanza, Destino, Paidós, Barcelona 2012, p. 15. 9 Idem. 4 los efectos devastadores que las racionalidades mercantilistas han conllevado en las personas son vivenciadas por millones de mexicanos. Las escenificaciones de dolor y violencia se ven cotidianamente en nuestras sociedades aún y con los avances históricos en relación a los derechos humanos. Tal exclusión y violencia son fenómenos que se han recrudecido debido a las políticas fraudulentas, voraces y favorecedoras únicamente para ese pequeño grupo. La propagación de la pobreza que es en sí una forma de violencia y que es avalada por la corrupción, las fuerzas del crimen organizado -que han penetrado en los nichos de la política y del gobierno- todo esto, ha dado lugar a un Estado débil que camina paralelamente a la persistente y sistemática injusticia. Siguiendo las herencias teóricas y políticas y sumándose a las más recientes como el neoliberalismo y el mercantilismo más devastadores, todo esto en conjunción, ha conducido a esquivar lo ciudadano y lo estrictamente político, centrándose únicamente en el aspecto económico. De ahí que aquello tan celebrado como ha sido el “desarrollo”, lejos de generar un verdadero proceso de beneficio o mejora en el vivir humano lo que ha hecho es empobrecer a las poblaciones. A costa de argumentar que a los pueblos se les desarrolla, este pretexto es el que ha impulsado a generar los procesos con los que se les ha dominado y trastocado sus modos de vida, beneficiando únicamente al capital de los grupos de poder. La cancelación del surgimiento de situaciones humanas de carácter ético-político ha recaído en los grupos de excluidos que, lejos de propiciar la justicia y la concertación en las sociedades, han generado exclusión, injusticia y afrentas en lo más hondo de la humanidad. Eximirse de relacionar lo político con lo ético ha dado lugar a las formas políticas actuales que han sido incapaces de sistematizar y dirimir temas diversos, y ha generado con ello, discriminaciones y exclusiones ya por una pésima distribución de recursos materiales causantes de violencias estructurales como lo es la pobreza, o sea por una carencia en el reconocimiento y una falta fundamental de organización política. Asimismo existe una total ausencia de visión de construcción de una posible concordia que reanime el atropello sistemático de la dignidad. En suma, se evidencia una insufucuenciua en el logro en torno a las cuestiones de justicia. Es una exigencia ética repensar las formas políticas existentes para evidenciar las situaciones que han generado y continúan generando violencia10. Los procesos de globalización han mostrado su faz macabra y lejos de haber modificado las realidades injustas, las han recrudecido, pasando de ser formas locales de violencia a estructuras organizadas a nivel internacional y global. Por ello, la exigencia de criticar los marcos políticos en los que ha de construirse una situación de distribución, de reconocimiento y de inclusión para alcanzar la justicia es ineludible, dado que “la dimensión política está implícita, y de hecho viene exigida por la gramática del concepto de justicia”11. Esta justicia tiene que ver con cuestiones de distribución, pero no únicamente, tal como ha pasado en los países con altos índices de asignación y reparto de los recursos, en donde han logrado articular tal distribución con formas de 10 Johan Galtung ha señalado tres tipos de violencia: la violencia directa que es la explícita, la estructural que es la que se ubica en las instituciones y en las estructuras sociales y la violencia cultural que se encuentra situada en los espacios culturales, en los imaginarios simbólicos, Cfr. Johan GALTUNG, Paz por medios pacíficos. Paz y conflicto, desarrollo y civilización, (traducción Teresa Toda), Gernika Gorogatuz, Bilbao 2003, pp. 57ss y 265ss. 11 Nancy FRASER, «Reinventar la justicia en un mundo globalizado» en New Left Review, #36, 2009, p. 41 en http://newleftreview.org/static/assets/archive/pdf/es/NLR27003.pdf. (revisado diciembre 18, 2014) 5 reconocimiento y han buscado superar las figuras discriminatorias existentes. Ambas acciones, distribución y reconocimiento han de conjuntarse de manera tridimensional con lo político, y así, en este espacio es en donde se rubrica «quién está incluido y quién excluido»12. En ese ámbito político se han de dirimir las disputas económicas y culturales y resolver las «injusticias como la paridad en la participación [con todo y] los obstáculos que dejan fuera del alcance algunos aspectos importantes de la justicia»13. III. Lo político como el aval del «desarrollo» Claramente, en un país como el nuestro, los sistemas políticos están lejos de haber alcanzado a reivindicar una redistribución justa, pero tampoco han logrado un reconocimiento de quienes conforman la sociedad14. Con ello, lo económico, lo identitario y lo político apenas y aparecen en el horizonte, con las consecuencias que conocemosy que propician la flagrancia de las injusticias y, «en donde hay injusticia hay violencia y hay víctimas en el sentido moral del término»15. El compromiso del Estado sigue quedando en deuda porque aunque ha habido ciertos cambios en las formas como se desarrollan los debates y las realidades sobre justicia social 16, sin embargo, falta mucho por hacerse. Las consecuencias se evidencian por las exclusiones estructurales expresadas como violencias que no siempre son palpables o evidentes, en tanto son invisibilizadas. Esto tiene que ver con las herencias, las tradiciones y los usos y costumbres sistematizados que se han establecido en la sociedad, dado que se aceptan sin escrutinio alguno- como situaciones normales y se reproducen sin recato ni cuestionamiento social y ético. Repensar muchos de los legados de las tradiciones de pensamiento así las socio-culturales nos ayuda a concientizar y a visualizar aberraciones que advertimos como naturales en nuestras sociedades, y por las que se aniquila a personas de diversas maneras: sometimiento, abusos instumentalización; todas ellas son formas que evidencian y son efectos de las situaciones de pobreza real, vividas con una franca vulnerabilidad. La reflexión filosófica no puede quedar al margen de estas cuestiones y por ello debe al menos clarificar conceptos que han sido borrados o invisibilizados en la reflexión política heredada de un sistema paternalista y discriminatorio con sus formas de dominio y exclusión, además de hacer propuestas. La banalización, normalización e ideologización social de estos graves problemas, además de destruir las vidas de esas personas, fortalece las raíces de la desigualdad humana y pone en entredicho el concepto mismo de ser humano. En la medida en que el marco de lo político se desmbiembra, se normaliza la violencia que brota ante la indolencia de las instancias políticas responsables y de la sociedad misma. Las realidades de libertad, concertación y discurso se aniquilan. La colonización no cesa. Los político se ha centrado falazmente en los temas del “desarrollo” y la sostenibilidad, temas que hoy día se encuentran en la agenda de los gobiernos en el mundo y como tantos otros asuntos humanos que salen al escenario 12 Ibidem, p. 37. Idem. 14 Ibidem, p. 31. 15 Xabier ETXEBERRÍA, Virtudes para la paz, Bilbao, Bakeaz 2011, p.5 16 Nancy FRASER, «Reinventar la justicia en un mundo globalizado», en p. 33. Fraser señala que los debates que solían centrarse de manera exclusiva en la cuestión del qué se desplazó sobre el quién y sobre cuál es la comunidad pertinente. 13 6 público, se han convertido en moneda de cambio universal y desde unas perspectiva mercantilista que ha ocultado las verdaderas formas perversas de daño, producidas en aras de ese desarrollo. El concepto y la realidad del desarrollo17 ha de ser redefinido, aclarado y ubicado en la arena del debate moral y en un marco político humanizado y desde la ética del desarrollo. Se ha de contribuir con los distintos agentes del desarrollo y mediante la cooperación para beneficio de la mayoría para que en realidad se ayude a remediar las situaciones de violencia estructural: situaciones de hambre, empobrecimiento creciente y selectivo, desigualdad y discriminación progresivas. Ante estas situaciones «no hay ética que valga, ni religión, ni ciencia, ni técnica, ni política, ni nada, si no afrontan directamente dicha situación y la solucionan»18. La ética ha ocultado en los sistemas de relaciones económicas, políticas, jurídicas y técnicas, que por efecto de intereses bastardos proliferan y se justifican comportamientos abusivos, corruptos e inmorales frente a las exigencias postuladas de eficacia y de pragmática. Las injusticias expresadas fundamentalmente por la pobreza y las exclusiones han dado lugar a situaciones de violencia normalizadas. En el nombre del desarrollo han continuado las lógicas colonizantes y se han llevado a cabo acciones que afectan negativamente y de manera directa a las oportunidades y la calidad de vida de millones de personas que viven en la exclusión, en su mayoría en regiones clasificadas como subdesarrolladas. Por ello, el impacto del desarrollo lejos de mostrar una presencia éticamente responsable, lo que ha mostrado es una serie de enormes males. Las transferencias destinadas al grueso de la población no han derivado en prosperidad ni en desarrollo cualitativo justo, reducción en los indicadores de pobreza, vulnerabilidad y marginación y en comunidades que finalmente alcancen los estándares de vida aceptables desde perspectivas éticas. Y la política - en tanto organización - es ciertamente la responsable de haber clausurado los problemas de construcción humana desde la justicia, y lo que ha prevalecido es la exclusión y la injusticia. IV. La construcción de significantes plenos desde conceptos vividos y desde la injusticia Hemos de partir desde la injusticia real en tanto es detonadora de violencia, para de ahí alcanzar la justicia y la paz, sin ideologizar dichos conceptos. Se comprende la ausencia de dicha justicia y, de ahí emana la pretensión de su alcance. Se requiere partir de la injusticia19 porque de otro modo, la justicia, se convierte en un significante vacío 20 y una plenitud ausente, como ha sucedido en nuestras coordenadas. En este marco, el pensamiento político se ha estimado como la actividad que advierte y atiende las formas de organización de un conjunto de personas insertas en una comunidad con un carácter 17 El trasfondo en el que nos movemos se sitúa en la ética del desarrollo. Denis GOULET, Ética del Desarrollo. Guía teórica y práctica, IEPALA, Madrid 1999. 18 Denis GOULET, op. cit., p.12. 19 Es esta consideración sigo a Luis Villoro en nuestro contexto y a Amartya Sen en un ámbito más global. 20 Significante vacío es un significante sin significado que da lugar a estructuras hegemónicas y desde ahí es posible decir que son condición de posibilidad y de imposibilidad de la sociedad. Ernesto Laclau, ¿Por qué los significantes vacíos son importantes para la política? en Emancipación y diferencia, Ariel, Buenos Aires 1996, p. 82; Ernesto LACLAU, La razón populista, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2005, p. 136. 7 común de sus formas de organización21 y no sólo de grupos acotados y beneficiados. Así, tal pensamiento político, además de ser parte de esas formas construidas comunalmente es asimismo un proyecto reconocido por la comunidad. Desde ahí emanan los marcos valorativos de la figura del mundo y de conceptos tales como el de justicia22. Entonces, las teorías de la justicia surgidas en otras latitudes, como ha sido la Teoría de la Justicia de John Rawls, han servido de expresión de conformaciones sociales, económicas y políticas desde su contexto, y sirven de guía para pensar en posibilidades para lograr una sociedad justa. Sin embargo, tales teorías parten de la justicia, y es por ello que Villoro las considera demasiado formalistas y abstractas frente a nuestros contextos. En éstos, las construcciones políticas y los procesos democráticos -como los que vivimos en Latinoamérica- son todavía profundamente inmaduros. Por ello esas teorías de la justicia -en espacios principalmente anglosajones- parten de los constructos formales para aplicarlos a los espacios vividos en los que pueden funcionar. Aún con el reconocimiento de esas teorías, es posible apreciar su insuficiencia para nuestros ámbitos. Por ello es que Luis Villoro23 propone construir una teoría desde la concepción negativa de la justicia que «en lugar de partir del consenso para fundar la justicia, part[ir]a de su ausencia; en vez de pasar de la determinación de principios universales de justicia a su realización en una sociedad específica, part[ir]a de la percepción de la injusticia real para proyectar lo que podría remediarla»24. Villoro nombra este acceso a la justicia la “vía negativa25 hacia la «justicia»26 como respuesta a la injusticia. Esta vía depende de un contexto histórico determinado y situado en donde rige la desigualdad social extrema y creciente, en donde manda la exclusión y la marginación de una gran mayoría. El punto de partida no puede ser el consenso al no prevalecer condiciones sociales y políticas para un acuerdo común; lo que existe es una reclamación desde la experiencia de la injusticia, por lo que reflexiones en torno a la justicia deben cambiar desde los puntos de partida, dado que es posible entrever un cierto «equívoco originario»27 que corroe las teorías de la justicia. Desde ahí es necesario replantear las preguntas sobre la justicia a partir de la experiencia de la injusticia apelando a las reflexiones desde la ética política. Cuando la exclusión de los beneficios sociales y políticos se vuelve algo cotidiano no podemos seguir mirando igual la realidad, y nuestro punto de vista y de partida han de cambiar. El modo de mirar 21 Así lo señala Michael OAKESHOTT, «La educación política», en Resurgimiento de la teoría política en el siglo XX: filosofía, historia y tradición, coord. Ambrosio Velasco, Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, México 1999, p. 293. 22 Cfr. Luis VILLORO, Los retos de la sociedad por venir, Fondo de Cultura Económica, México 2007, p. 104. 23 Ibid., p.15. 24 Ibid., p. 16. 25 Es relevante apreciar cómo esta inclinación de Villoro por la vía negativa se encuentra presente desde sus textos más antiguos, como en su texto «La significación del silencio» que versa en torno al lenguaje y su contraposición, el silencio, en Luis VILLORO, El significado del silencio y otros ensayos, Universidad Autónoma Metropolitana, México 2008, pp. 69 y 75. 26 Así intitula el primer capítulo de su libro Los retos de la sociedad por venir que constituye el primer inciso del primer reto de los tres que propone: justicia, democracia efectiva e interculturalidad. Estos tres retos son los centrales que plantea la sociedad por venir. Al responder a cada uno de estos retos con razones fundadas es que podremos orientarnos en este mundo. Cfr. Luis VILLORO, Los retos de la sociedad por venir, p. 9. 27 Reyes MATE, Tratado de la injusticia, Anthropos, Barcelona 2011, p.10 8 será entonces desde la vía negativa, es decir, a partir de la percepción y vivencia de la injusticia real, y desde ahí se ha de proyectar aquello que podría corregirla. La injusticia vista como el mal radical tiene que ver con la negación sistemática y recurrente de lo que es el bien común y el incumplimiento de normas morales universales. En una realidad como la que vivimos en México es posible comprender la justicia únicamente a partir de su ausencia porque ésta es lo que más nos impacta desde el conocimiento personal del mundo que nos rodea, sobre todo a los grupos de excluidos. Esta es una reflexión «ética auténtica»28 que parte de lo vivido, y con ello se manifiesta la ausencia y la inoperancia de la justicia. «Sólo cuando tenemos la vivencia de que el daño sufrido en nuestra relación con los otros no tiene justificación, tenemos una percepción clara de la injusticia»29. El carácter ético para escapar de la dominación y la injusticia generada por tal dominación, se enmarca en el planteamiento de tres momentos o estadios. Ellos constituyen los elementos para el desarrollo de un orden moral que han seguido individuos y sociedades para lograr una concepción más racional de la justicia a partir de su ausencia. Tales momentos constituyen la experiencia de la exclusión: la exclusión misma, el equiparamiento con el excluyente y el reconocimiento del otro. La marginación de los bienes de diversa índole generan una carencia en la justicia y se expresa como una injusticia. Así, existe una conciencia de equivalencia con los otros que dominan y por ello, ese “daño se toma como un desafío”30 o interpelación a una condición debida pero negada, que expone la alternativa del disenso. Villoro considera que la disidencia dependería de un previo consenso y “la relevancia moral tanto del consenso como el disenso, si está basada en razones, conduce a la afirmación de los derechos universales del hombre, sea por una vía afirmativa o por un camino negativo”31. Esto significa que hay que justificar el consenso y el disenso desde alguna idea regulativa, desde un punto de vista moral, para lo cual, el imperativo de universalidad ofrece apoyo. El imperativo del disenso fundamenta la validez universal de los derechos humanos y exhorta a la voluntad moral a llevar a cabo tal universalidad en la práctica. Por ello es que atañe a una ética concreta que considere las condiciones que permitan la aplicación de normas generales como el hecho de tratar a todos como fines32; es una «ética política porque considera las circunstancias y las relaciones de una acción singular con su contexto y las posibilidades reales de aplicación de las normas»33, pero siempre vislumbrando el imperativo de la universalidad de carácter moral. Ahora bien, la reivindicación de un derecho es la demanda de reconocimiento de parte de otra persona, grupo o cultura y constituye el tercer momento de superación de la excusión. El excluido puede fundamentar su pretensión como una reivindicación de un derecho común universalizable, que en este caso es la no exclusión. El reconocimiento del otro sigue siendo un desafío en nuestra época y desde la Conquista y la Colonia34; el 28 Luis VILLORO, Los retos de la sociedad por venir, p.16. Idem. 30 Ibidem, p. 24. 31 Luis VILLORO, Los retos de la sociedad por venir, p. 29. Esta discusión la retoma Villoro de Javier MUGUERZA, Ética, disenso y derechos humanos, en conversación con Ernesto Garzón Valdes, Argos, Madrid 1998, p.100. 32 Cfr. Luis VILLORO, Los retos de la sociedad por venir, p. 31. 33 Luis VILLORO, El poder y el valor, Fondo de Cultura Económica, México 1997, p. 124. 34 Luis VILLORO, «El derecho de los pueblos indios a la autonomía», en Luis VILLORO, El significado del silencio y otros ensayos, p. 246. 29 9 prejuicio que continúa defiende la cultura del otro como lo oscuro, lo oculto y por ende, lo excluido. Con ello, la posibilidad de universalización procede por la crítica a las tentativas de imposición de valoraciones que excluyan a las demás. Este «criterio de universalización por la no exclusión es compatible con el mantenimiento de las diferencias que surgen de las situaciones distintas de los sujetos sociales»35. Los excluidos pretenden tener acceso a un valor del que carecen. Su reclamo puede ser exclusivo porque difiere de otros grupos y sin embargo el valor reclamado por cada grupo resiste el criterio de no exclusión ya que puede ser exclusivo, aunque no es excluyente. La exclusión genera disidencia y posible consenso aunque «el consenso no es un criterio para llegar a la universalización del valor»36. Los valores universalizables por ese proceso y los correspondientes derechos universales se ciñen y acotan a cada situación histórica que reivindica a cada valor en una reyerta para el logro del reconocimiento de esos derechos. Aún siendo que los excluidos tomen conciencia de la ausencia de consenso, ellos constituyen un sujeto moral que tiene un interés general dirigido por valores comunes benéficos para todos. Así es como se accede a la experiencia personal de un nuevo sentido de la justicia y de ese modo, en ese proceso histórico de la justicia social, se van suprimiendo las diferencias excluyentes. La «idea de justicia se va enriqueciendo al tenor de la progresiva conciencia de las injusticias existentes»37, esto se debe a que cada demostración de injusticias lleva a proyectar intersubjetiva e interculturalmente un orden social más justo, el cual parte de una disrupción del consenso fáctico anterior. Villoro ejemplifica en el decurso histórico cómo se fueron ampliando los ámbitos de la justicia, aun cuando se sigan manteniendo otras formas de exclusión38. Villoro insiste en que «[la] percepción de la justicia no puede menos de estar impactada por la experiencia cotidiana de su ausencia»39. La ética-política común se rompe con la dominación, asimismo es destruido todo viso de ética. Toda esta apuesta empuja a una carencia de vínculos y a una insuficiencia de sentido de solidaridad que permite y posibilita la exclusión de quienes resultan ser los más necesitados por la falta de la idea de un fin y un bien común. La construcción ha de ser desde abajo para con ello vislumbrar lo comunal y lo justo de una manera más universal. Para Villoro el presupuesto de cualquier acuerdo es el reconocimiento de la diferencia entre las personas y las culturas40. Ese acuerdo consensual sobre la injusticia busca superar la exclusión partiendo de esa injusticia y ampliando poco a poco los círculos de la justicia; así ha procedido la historia. Decir que «el concepto de justicia, el valor que se concede, está condicionado por el marco valorativo de la figura del mundo de una cultura»41, esto significa que los caracteres comunes de lo que es la justicia en la pluralidad en diversas épocas pueden emanar de los daños sufridos y de la negación de lo que es la justicia. La violencia que ha 35 Luis VILLORO, Los retos de la sociedad por venir, p. 34. Ibid., p.35 37 Ibid., p.37. 38 Cada nueva idea de justicia dará lugar a nuevas exclusiones y éstas a nuevas disrupciones emanadas de sociedades injustas. Villoro muestra su teoría con esta lógica recursiva del proceso de construcción de la idea de la justicia, como una espiral de círculos ascendentes hacia la universalidad. 39 Luis VILLORO, Los retos de la sociedad por venir, p. 16 40 Cfr. Luis VILLORO, «El derechos de los pueblos indios a la autonomía», en Los significados del silencio y otros ensayos, p. 226. 41 Luis VILLORO, Los retos de la sociedad por venir, p. 104. 36 10 impactado en las sociedades ha sido y es inmensa porque se ha traicionado y vilipendiado a la justicia. La persistente injusticia se ha convertido en un reclamo disidente en aras de la no exclusión de lo plural del bien común y la no-excusión en el cumplimiento universal de lo debido42. V. Generar un consenso desde la injusticia la violencia y la exclusión El consenso que se respalda y adquiere en la injusticia es de corte disruptivo e intersubjetivo en la sociedad y desde él se puede crear una transformación en la sociedad al generar otro consenso divergente, buscando proyectar otra forma de ser de la sociedad. El disentimiento, frente a aquello que indignifica es el elemento que genera el cambio y así es como se van construyendo nuevas concepciones de justicia, de modo tal que no es un orden permanente, sino una construcción procesal de la historia. Desde ahí es posible postular principios éticos universales dado que, aunque cada situación de injusticia tenga sus particularidades, ellas tienen un sentido muy aproximado entre sí en tanto que vulneran y cancelan a las personas y sus especificidades éticas. Pensar a partir de la visión del universalismo ético es relevante para el alcance de la justicia y tal “universalidad de las normas éticas implica necesariamente la existencia de valores transculturales y transhistóricos, pero sin sojuzgar en aras de esos valores de las culturas dominantes que tanto daño han causado al intentar dominar de manera radical, absoluta e injusta. Los conceptos de justicia, inclusión, distribución justa y democracia han de constituir para la filosofía política retos de cualquier sociedad, mucho más la nuestra tan anémica de ellos. Proponer ideales que regulen nuestras acciones en nuestra sociedad será valioso porque con ellos se podrán saldar las cuentas pendientes para con las personas y grupos de manera respetuosa, incluyente, con equidad y de manera autónoma por los miembros de esta sociedad. Pensar en una sociedad tan anhelada será posible desde los contextos de la vida en situaciones concretas y específicas. Se puede lograr proyectando, encarando a la globalización, proponiendo principios indispensables para lograr la unidad social desde la pluralidad de concepciones del bien común e imaginando éticamente situaciones que nos permitan vislumbrar mejores mundos posibles. Sólo así podrá pensarse la justicia y la concordia no como derecho universal sino como ejercicio vivido. VI. Epílogo. Si hay justicia, hay paz Si entendemos la paz como la pretensión de superar las diversas modalidades de violencia interhumana, esto no significa buscar la desaparición de la conflictividad, sino que alienta los modos de afrontarla mediante el respeto, la cooperación y la creatividad. Porque como decíamos antes cuando aparece la injusticia hay violencia y afloran víctimas que ven amedrentada su dignidad. Decir que si hay justicia hay paz, lejos de ser un discurso de optimismo ilustrado o ingenuo implica más bien una cuestión de reflexión y de recapitulación de daños, en la memoria guardada ante los horrores vividos en la historia de nuestro país. Es guardar la memoria y no olvidar hechos terribles vividos por diversas comunidades y grupos de personas. Traspasar los ciclos de violencia que subyugan a nuestra comunidad humana 42 Cfr. Ibid., p. 113. 11 significa el emplazamiento de la imaginación ética43 como posibilidad futurizante para retener y enarbolar situaciones mejores. Con la imaginación ética es dable sospechar, inventar, crear y forjar ideas o propuestas que nos den pautas para superar dicha violencia. La imaginación exige la capacidad de figurarnos una red de relaciones que incluya a todos los potenciales frentes humanos, incluidos, por supuesto, nuestros enemigos44. Entonces, hablar de alcanzar la paz mediante la imaginación nos obliga a verla como una paz imperfecta que nos permita divisar algunas ventajas al crear mejores condiciones. Esto significa partir de nuestra imperfección humana para superar las situaciones indeseables por injustas y violentas y lograr escenarios de paz, entendida ésta como el conjunto de procesos sociales en donde se toman decisiones para regular los conflictos mediante procesos pacíficos45, pero sin decaer en el proyecto de plenificación. Proyectar, es utilizar la imaginación que puede pensarse como el motor que desborda las fronteras de la realidad y sigue siendo factible para propugnar por cambios en las realidades que vivimos. «La imaginación forja proyectos para la esperanza y potencia la construcción de ellos al anticipar los posibles realizables»46. Dicha imaginación está jaloneada -por un lado- hacia su anclaje en algo mejor, al estar enraizada en dicha realidad pero erigiendo posibilidades avisadas hacia lo que podemos hacer venir o realizar en el futuro, en un marco de edificación de identidades pacíficas. La imaginación busca asimismo un mejor estado de cosas y de situaciones renovadas que pretenden cancelar la naturalizada violencia. Se trata de abrir el campo de lo posible más allá de lo actual como un ejercicio de la imaginación, para pensar de otro modo el ser social y político. Con ello, las expresiones recurrentes de injusticia que se constituyen en formas violentas, no tienen por qué ser así, sino que pueden trastocarse y dejar de ser el presupuesto de las violencias estructurales y culturales, de modo tal que la paz pueda suponer y vislumbrar el alcance de la justicia en los ámbitos públicos y políticos. Esto se podría conseguir mediante una aptitud situada en la capacidad ética de la comunidad humana que escudriñe, reconozca y visualice la injusticia a partir de lo que vivimos, inquiriendo desde la imaginación ética que nos ha de abastecer de recursos para localizar el norte requerido para lograr la justicia en nuestra comunidad. El imperativo de construcción de la justicia no puede esperar ni decaer aunque nos haya sido negada por los signos de la dominación que ha prevalecido desde la Colonia hasta nuestros días. El imperativo de proyectar la justicia nos obliga a prensar una ética-política común que supere las situaciones de exclusión, injusticia y violencia que desafortunadamente, todavía vivimos. 43 El recurso de la imaginación ética ha sido relevante a lo largo del pensamiento filosófico y un recurso de importancia en autores como Giambattista Vico, Baltasar Gracián, Inmanuel Kant, H.G. Gadamer, Hannah Arendt, Paul Ricoeur y actualmente Martha Nussbaum, entre otros. Cfr. Dora Elvira GARCÍA, El sentido común. Reflexiones ético-políticas, México, Plaza y Valdés/Cátedra UNESCO de Ética y Derechos Humanos, 2014; Dora Elvira GARCÍA, Trascender la Violencia, Porrúa/UNESCO, México 2014. 44 Nelson Mandela señalaba (en entrevista del 8 de diciembre de 2009), en John CARLIN, «Me llamaban cobarde por tender la mano. La fuerza de la concordia», en el periódico El País, Madrid, 7/12/2013, pp.1-6. 45 Cfr. Vincent MARTÍNEZ GUZMÁN, «La paz imperfecta. Una perspectiva desde la filosofía para la paz», op. cit, p. 206. Este autor apoya la postura de Francisco A. MUÑOZ, La paz imperfecta, Instituto de la Paz y los Conflictos, Universidad de Granada, Granada 2001. 46 Idem. 12 INFRAPOLÍTICA, IMPOLITICIDAD Y NUEVO REALISMO Ángel Octavio Álvarez Solís Universidad Iberoamericana, México La infrapolítica no es fácilmente capturable. La razón de esta propiedad inasible no sólo reside en que este término contiene muchos efectos de sentido, sino que es un proyecto en proceso. Las consecuencias teóricas y prácticas del proyecto infrapolítica están aún por medirse, ya que puede formar un programa, un horizonte categorial, una especie de teoría marrana, un síntoma del agotamiento de los estudios culturales o simplemente una dimensión novedosa de la experiencia contemporánea. Por esta razón, escribir sobre infrapolítica supone una neutralización conceptual, pero sin esta aproximación la infrapolítica puede incurrir en un deflacionismo teórico: la infrapolítica puede ser mucho o nada. Para evitar este vértigo argumental, más que trazar una genealogía problemática o elaborar una cartografía semántica, la infrapolítica puede contrastarse con algunas instancias del pensamiento político contemporáneo, especialmente con los proyectos teóricos con los cuales puede tener una afinidad electiva: el pensamiento impolítico y el nuevo realismo. Por tal motivo, este ensayo más que definir una semántica o plantear el horizonte de sentido de la infrapolítica constituye un ejercicio de contraste programático entre la infrapolítica y una parte de la teoría italiana contemporánea. 1. La impoliticidad infrapolítica Aunque signado por la obra de Roberto Esposito, el pensamiento impolítico tiene una genealogía trazada por muchos años de discusión y múltiples problemas irresueltos por la tradición filosófica occidental. Si el pensamiento impolítico es un pensamiento de la aporía, entonces la impolítica aparece cuando existe una fractura entre el pensamiento, la política y la vida. En Italia, en la década del setenta, Massimo Cacciari publicó Lo impolítico nietzcheano (1978), un texto que guarda una relación afín con Betrachtungen eines Unpolitischen de Thomas Mann (1918) y con la idea del último Nietzsche de entender la vida como un campo de batalla. Sin embargo, con el agotamiento de la filosofía política, el pensamiento impolítico sirvió para acumular las energías del pensamiento crítico y operó como una forma alternativa para evitar la captura normativa de lo político. Lo impolítico, por consiguiente, no es el registro práctico que experimenta lo contrario política, sino la operación crítica que lleva a la política hasta sus límites. Desde el horizonte de la filosofía italiana, lo impolítico aparece en el marco de la deconstrucción de léxico político de la modernidad. En Categorías de lo impolítico (2006), Esposito advierte inmediatamente que los conceptos políticos de la modernidad neutralizan el conflicto y, por extensión, despolitizan los conceptos y las prácticas en un mundo protegido por la legalidad. Salvo algunas excepciones, la política moderna es política de la neutralidad. De manera que, paradójicamente, lo impolítico tiene el mismo efecto de sentido que la anti-política: un cortocircuito aporético motivado por la estructura neutralizadora de los vocabularios políticos modernos. Para poder escapar al efecto neutralizador y recuperar la dimensión agónica del conflicto político es necesario realizar un trabajo negativo sobre aquello que George Bataille entendió como la 13 negatividad sin empleo. En consecuencia, para mostrar el despliegue categorial de lo impolítico, Esposito plantea una estrategia negativa: definir previamente la antipolítica para mostrar que esta última constituye la negación de lo impolítico. La antipolítica es el inverso de la política, nunca su negación. El anti-político, al negar la política, no detecta que está haciendo una forma de política. La razón de esta impostura reside en que si la política adopta a la enemistad como forma originaria, la enemistad con la política constituye una reactivación negativa propia del procedimiento político. Esto no significa que todo sea político ni que, schmittianamente, todo sea politizable; por el contrario, lo impolítico es el tipo de pensamiento que advierte el destino político de la antipolítica. Al igual que la crítica a la metafísica occidental opera como la extensión de un tipo de pensamiento metafísico (la metafísica de la antimetafísica) o la crítica platónica a la retórica sofista (la retórica de la antiretórica), la antipolítica es la culminación de la política moderna: la neutralización del conflicto y la enemistad. Por lo tanto, lo impolítico planteado desde el horizonte moderno constituye una hiperpolítica, una politización radical al margen de la política, nunca fuera y nunca dentro del campo político. Según Roberto Esposito, la detección del elemento político de la antipolítica es posible debido a la potencia del pensamiento impolítico: «sólo lo impolítico define toda la realidad en términos políticos».47 Por un lado, lo impolítico argumenta que no existe entidad alguna que pueda oponerse a la política desde el interior (el lenguaje político) o desde el exterior (la metapolítica o la antipolítica) sin que en ello incurra en una petición de principio o en una proyección ideológica, casi mística o abiertamente teológica. El pensamiento impolítico se opone a la teología política porque, más que una analogía estructural entre los conceptos políticos y los conceptos teológicos (Schmitt) o la prueba documental de la imposibilidad teológica de la teología-política (Peterson), la teologíapolítica constituye una hipostasis del conflicto por medio de una solución antropológica. Al igual que la retórica de la antipolítica es una continuación de la política por medio de la negación del objeto, la teología-política es una forma de robustecer el primado antropológico de la despolitización del conflicto. Por otro lado, el pensamiento impolítico no niega el conflicto ni opone una forma alternativa a la política: asume la inevitable “realidad” de lo político. “La considera como la única realidad y toda la realidad. Agregando también, sin embargo, que es sólo la realidad.”48 Pero esta politización no implica una forma de absolutismo político de la realidad ni una variación afirmativa de una política total: lo impolítico recuerda la finitud de la política porque no es producido ni es productor de política. La expresión impolítica, entonces, coincide con la política al no negarla ni como un contra ni como un anti, ya que “no hay otra política que la política”, lo cual supone que la autonomía de la política —en tanto expresión política de la modernidad— está basada en una apuesta autoreferencial que no puede ser de otra manera. Finalmente, lo impolítico confirma que la política es inmanencia pura. La política no es algo más que sí misma, pues no puede tener un telos fuera de sí. «Lo impolítico es el fin de todo fin de la política».49 Lo impolítico, entonces, surge para denunciar y absorber los discursos mistagógicos del fin de la política y, de esta forma, mostrar el carácter anti 47 Roberto ESPOSITO (2006). Categorías de lo impolítico, Buenos Aires: Katz, p. 13 Roberto ESPOSITO (2006). Categorías de lo impolítico, Buenos Aires: Katz, p. 14. 49 Roberto ESPOSITO (2006). Categorías de lo impolítico, Buenos Aires: Katz, p. 15. 48 14 teológico-político de la política. Sin embargo, si lo impolítico está en contra de toda teología política, esta denuncia inevitablemente adquiere una tonalidad teológica. El pensamiento impolítico constituye una secularización de la teología negativa, ya que al situar lo impolítico en los confines, se aparta del conocimiento afirmativo de la política para instaurar un marco en el que es posible la no-acción y la no revelación del acto político. Esposito confirma esta hipótesis al señalar que lo impolítico es una suerte de teología negativa en clave gnóstica. Antes de mostrar las coincidencias y las separaciones entre lo impolítico y la infrapolítica, cabe precisar que la infrapolítica se resiste a ser tematizada precisamente porque cualquier intento de definición impide su potencia como forma de pensamiento. La infrapolítica, al menos la modalidad desarrollada recientemente por Alberto Moreiras, no requiere una conceptualización rigurosa porque constituye una experiencia que puede ser detectada, casi sentida o intuida, antes que pueda elaborarse teóricamente. Para decirlo en el lenguaje de la vieja fenomenología, la infrapolítica forma parte del mundo de la vida (Lebenswelt) porque la conciencia fenoménica que capta los objetos está inmersa en un horizonte pre-teórico que constituye su condición trascendental de posibilidad. La diferencia radica en que la experiencia infrapolítica capta el mundo de la vida sin la mediación del paradigma de la conciencia o del paradigma del lenguaje, pues es una región en el que la palabra ostenta la incapacidad para capturar el pensamiento. La infrapolítica es una región del mundo de la vida que experimenta el vació entre el lenguaje y el pensamiento. A partir de lo anterior surge un problema fundamental: la infrapolítica aparece inicialmente como un horizonte de sentido no capturado por la política ni por la teoría ni por la vida fáctica. Es más, la infrapolítica no es enteramente una política, pues emerge como una experiencia más que como un concepto que abre un campo de reflexión a las actuales condiciones de la existencia. ¿Cómo enunciar un pensamiento que, de entrada, descarta todo intento de conceptualización? ¿Cómo explicar una experiencia pre-teórica, pre-conceptual, cuasi-política, que sólo puede ser captada por sus efectos no inmediatos? Alberto Moreiras lo sintetizó de la siguiente forma: «la infrapolítica abre la exploración de las condiciones de existencia en el tiempo de la realización de la estructuración ontoteológica de la modernidad».50 Por esta razón, si la infrapolítica indaga el suceso de la política en el mundo sin que adopte una forma política específica, entonces la política excede o sucede a la política. Esto significa que la experiencia está determinada por la política, pero la experiencia no queda reducida por la política. La política no agota pero condiciona los regímenes de historicidad de la experiencia infrapolítica. La infrapolítica es así un proceso de desnaturalización del régimen de sentido de la política sin que ello implique una afirmación de una politización infinita o de una equivalencia entre la política y la vida. La naturaleza de la política no es en sí misma política, pero está condicionada por el tiempo de la vida. Esta experiencia de éxodo de la política constituye una forma de práctica infrapolítica. Respecto del tiempo de la vida, Blumenberg escribió que el tiempo de la vida diverge del tiempo del mundo en la medida que el primero mide el tiempo a partir de la acción y el segundo por medio de la teoría. La teoría, por lo tanto, no puede exceder a la vida y, por esta razón, postular una teoría de la infrapolítica implicaría una violación del 50 Alberto MOREIRAS (2015), «Infrapolitics». Conferencia presentada en el marco del programa Political Concepts. A Critical Lexicon en la Universidad de Columbia. 15 proyecto que la infrapolítica intenta interpretar: la vida en su inmanencia radical. La conclusión anterior refleja, tangencialmente, los presupuestos mínimos de la infrapolítica: una experiencia afectada pero no reducida o determinada por la política. En este punto, la in infrapolítica coincide con la impolítica: la política es un régimen de sentido autoreferencial que, al margen de la ideología o los afectos políticos, está ocurriendo en cada tiempo de la experiencia sin quedar reducido por ella. En consecuencia, la infrapolítica tiene un momento de políticidad impolítica que permite la retirada de lo político y, al mismo tiempo, adviene en un acto de politicidad radical al desnaturalizar los presupuestos absolutos de la heliopolítica —la forma de la política que deriva de un principio mayor el resto de la experiencia humana. Como lo hiciera Blumenberg con el absolutismo teológico, la infrapolítica implica una descarga del absoluto político, ya que al marcar las coordenadas políticas que orientan la experiencia puede desmarcarse del impacto que puede tener en el mundo de la vida. Moreiras apunta: «En cuanto su-ceso, es decir, exceso que precede, campo experiencial no circunscribible ni agotable por determinación política alguna, la infrapolítica tiene dimensiones críticas—la infrapolítica piensa la política en la medida en que piensa su negación–, pero su ejercicio primario no es crítico (de la política) sino interpretativo».51 El momento de politicidad impolítica, de tránsito experiencial del dominio de la physis por el predominio reflexivo del nomos, no es estrictamente una actividad infrapolítica pero la supone. En este viraje, la infrapolítica deviene en poshegemonía. En efecto, la poshegemonía es el inverso práctico de la infrapolítica. La infrapolítica puede darse sin poshegemonía, pero la poshegemonía requiere de una reflexión infrapolítica. A diferencia de la teoría de la poshegemonía propuesta por Jon-Beasley Murray, en la cual el hábito, el afecto y la multitud constituyen la triada conceptual que permite captar «la colección de cuerpos que, organizándose para aumentar su poder de afección, constituyen la sociedad y hacen que las cosas cambien»52, la derivación poshegemónica de la infrapolítica destaca la existencia de la política más allá de la subjetivación. La poshegemonía opera como una política del no-sujeto en la medida en que funciona como una práctica-teórica en la que es posible pensar una política sin hegemón. «La posthegemonía se instala como práctica teórica en la zona de indiferenciación entre teoría y práctica, esto es, en el límite de la invención política, en doble recurso a la lógica articulativa de la teoría, a la que no vacila en someter a examen deconstructivo, y a la lógica práctica de la acción, que queda también sujeta al imperativo de sus efectos».53 En contraste con el pensamiento impolítico, el primer punto de diferencia/convergencia entre la infrapolítica y lo impolítico reside en la forma en que ambas teorías entienden la impoliticidad. Para Roberto Esposito, lo impolítico tiene una dimensión conceptual originaria, la cual es posible captar mediante categorías por medio de una circunspección analítica. En cambio, la infrapolítica considera que no toda la experiencia puede ser capturada o limitada a una dimensión conceptual ni que la política sea una experiencia que no sea conceptuable, expresable o comunicable. Sin embargo, ambos pensamientos coinciden en prolongar y pensar la experiencia desde la co51 Alberto MOREIRAS (2015), «Ni siquiera un manifiesto». Entrada del Blog Infrapolitical Deconstruction Collective, posteado el 4 de febrero de 2015. 52 Jon-Beasley MURRAY (2010), Poshegemonía. Teoría política y América Latina, Buenos Aires: Paidos, p.12. 53 Alberto MORERIAS (2013), «Posthegemonía o más allá del principio de placer», en Alter/Nativas 1, p. 9. 16 pertenencia entre el pensamiento y lo político. De manera que la infrapolítica es el correlato experiencial de la codificación conceptual de las categorías impolíticas y, el pensamiento impolítico, la conceptualización del límite infrapolítico de la experiencia. La infrapolítica comienza cuando lo impolítico colapsa teológicamente. La segunda afinidad electiva entre el proyecto de Moreiras y la postura de Esposito radica en su apuesta metodológica por la deconstrucción. Según Carlo Galli, lo impolítico es el único registro de la deconstrucción no ideológica de la modernidad.54 Esto sugiere que la deconstrucción realizada por lo impolítico consiste en desmantelar los fundamentos normativos de los conceptos políticos fundamentales (soberanía, ley, representación, autoridad) para mostrar que la línea divisoria entre la filosofía política y el pensamiento reside en la forma en que trazan los confines de lo político.55 En cambio, la infrapolítica emplea la deconstrucción para impedir que los conceptos, las signaturas y las ideas intenten capturar un elemento que, por su función semántica y por su operación ético-política, es incapturable e irrepresentable. La infrapolítica es un laboratorio de pensamiento que opera como una deconstrucción de los dispositivos capturadores de la experiencia justificados por la estructuración onto-teológica de la modernidad. Por lo tanto, la infrapolítica y la impolítica son dos formas de ejercicio deconstructivo con diferente modalidad política. La primera deconstruye los excesos y los sucesos de la política en su manifestación experiencial; la segunda, las categorías con las cuales la tradición ha pensado los regímenes de politicidad. No obstante, la deconstrucción infrapolítica es una modalidad marrana de la deconstrucción. Si como apuntó John Caputo detrás de la deconstrucción derridiana subyace una teología negativa o un mesianismo judío56, la deconstrucción infrapolítica supone una teología política marrana. Pero afirmar la existencia de una teología marrana implica una tergiversación de los fines anti-identitarios y contra-comunitarios del marranismo. ¿El marranismo puede advertir y suponer una forma de política o es la política la que deviene en una forma marrana? El marranismo, por lo pronto, es la signatura que permite pensar la política fuera de los marcos de las políticas de la identidad y contra todo esfuerzo de captación comunitaria de lo político. La política marrana es disociación sin residuo teológico, agonismo sin concertación pública. 2. El realismo infrapolítico Junto con Markus Gabriel, Maurizio Ferraris ha proyectado recientemente un programa filosófico titulado nuevo realismo. El nuevo realismo tiene la finalidad expresa de recuperar la dimensión de lo real que no puede ser atrapada por el antirealismo que predominó durante el final del siglo XX. El antirealismo sugiere que el acceso a la realidad siempre está mediado por las representaciones, las prácticas y los textos con los cuales interpretamos la realidad. La prueba de que el acceso a lo real no es posible de manera directa está apoyada, sin un cuestionamiento radical de su justificación 54 Carlo GALLI (1994), “Recensione” a Roberto Esposito, Nove pensieri sulla política en Filosofia política. Bologna: Il, Mulino, pp. 154-156. 55 Roberto ESPOSITO (1996), Confines de lo político. Nueve pensamientos sobre política, Barcelona: Trotta, pp. 15-19. 56 John D. CAPUTO (1997), The Prayers and Tears of Jacques Derrida. Religion without Religion, Indiana: Indiana University Press. 17 epistemológica, en la máxima nietzscheana «no existen hechos sólo interpretaciones”. Contra el exceso de hermenéutica y el abuso deflacionario del giro lingüístico, el nuevo realismo constata que en algunos ámbitos del pensamiento los modelos hermenéuticos han comenzado a ser desplazados por un enfoque más descriptivo de la ontología, las ciencias cognitivas y la estética como teoría de la percepción. Por consiguiente, el nuevo realismo ataca el eje fundamental de la posmodernidad: el realytismo, el cual es una forma de populismo mediático que convierte al mundo en una fábula».57 Para desmontar el aparato tecno-político del realitysmo, Ferraris ataca lo que según él configuran «los dos dogmas del posmodernismo»: (1) la tesis hermenéutica que sostiene que toda la realidad está socialmente construida y (2) la tesis ironista que afirma que la verdad es una noción inútil, ya que la solidaridad es más importante que la objetividad. Sin embargo, uno de los puntos relevantes del nuevo realismo para la discusión con la infrapolítica radica en la lectura crítica de la deconstrucción. Maurizio Ferraris, aunque originalmente vinculado con Derrida58, modifica la ortodoxia anglosajona de la deconstrucción y cede a una nueva forma de realismo para elaborar una ontología social entendida como una teoría de la documentalidad. La documentalidad supone la práctica deconstructiva porque es una forma de textualismo débil, textualismo que modifica el postulado derridiano Il n´y a pas de hors-texte59 por el moderado «nada social existe fuera del texto.”60 El punto fino de esta modificación de la premisa gramatológica reside en que la deconstrucción admite un más allá del texto para confrontarse directamente con lo real: “la sacrosanta vocación deconstructiva que está en el corazón de toda filosofía digna de este nombre debe medirse con la realidad, porque de otro modo es un juego fútil; y que toda deconstrucción sin reconstrucción es irresponsabilidad»61. En sintonía con el nuevo realismo, la infrapolítica admite que la experiencia de la realidad constituye la primera aproximación de la práctica deconstructiva. La diferencia radica en que la realidad es experimentada de manera política por medio de una negación del absolutismo lingüístico. La infrapolítica modifica el supuesto gramatológico del nuevo realismo y lo injerta impolíticamente: «nada social existe fuera del texto (político)». La razón de esto reside en que el ser y el pensamiento no son equivalentes y la forma de romper con esta equivalencia depende de un proceso de des-metaforización entendido como un ejercicio político. La desmetaforización es así una forma de realismo negativo en la medida en que la negación de la metáfora implica una recuperación del mundo sin la mediación de la subjetividad. «Si pensar el ser puede traducirse políticamente, aunque no solo políticamente, como desmetaforizar la historia sobre el fondo imposible de un lenguaje sin metáfora, pensar el ser es el proceso siempre 57 Maurizio FERRARIS (2014). Manifiesto del nuevo realismo, Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 39-60. Al respecto, cabe recordar que Maurizio Ferraris tiene una fuerte historia biográfica con Derrida: primero con la difusión de su obra en Italia, cfr. Maurizio FERRARIS (2003), Introduzione a Derrida, Roma: Laterza. Posteriormente, el lazo afectivo se produce con la publicación conjunta en El gusto por el secreto. Finalmente, el recuento final de la importancia de Derrida para el proyecto filosófico y el ritmo vital de Ferraris en Ferraris, Maurizio (2006). Jackie Derrida. Rittratto a memoria, Turín: Bollati Boringhieri. 59 Jacques DERRIDA (1998). De la gramatología, México: Siglo XXI. 60 Maurizio FERRARIS (2014), Manifiesto del nuevo realismo, Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 120-121. 61 Maurizio FERRARIS (2014), Manifiesto del nuevo realismo, Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 37. 58 18 recomenzante de analizar y destruir inversiones metafóricas en cuanto formaciones de poder».62 En suma, si el propósito final del nuevo realismo consiste en reconstruir la deconstrucción63, la infrapolítica radicaliza la deconstrucción: deconstruye los procesos de reconstrucción del mundo de la vida. Esto sugiere que la experiencia de lo real es inenmendable, ya que lo que está fuera de la subjetividad no puede corregirse por medio de un esquema conceptual. La infrapolítica es así la experiencia de la imposibilidad de conceptualización total de la experiencia. Por consiguiente, la infrapolítica supone una forma de realismo negativo, un tipo de realismo que, a la par de realizar un trabajo sobre lo negativo, emplea la negatividad como un instrumento para una ontología minimalista. La infrapolítica invierte el principio spinoziano omnis negatio est determinatio y lo transforma por un omnis determinatio est negatio para…. En consecuencia, el realismo infrapolítico habita la negatividad en la medida que evita las capturas onto-teológicas por parte de los regímenes de representación, las políticas de la identidad y la fuerza totalizadora de las comunidades. El proyecto de la infrapolítica es realismo, porque no apuesta por un sujeto trascendental, un idealismo textualista, un neo-comunismo o una hermenéutica más allá de la facticidad, pero es infrapolítico porque reconoce que la vida en su inmanencia radical es lo único inconceptualble, irrepresentable y aporético de la experiencia. Como explicó recientemente Alberto Moreiras “la infrapolítica es el doble juego de destrucción o desestructuración crítica (desmetaforizante, en su peligro) del pensamiento tradicional, que constituye la hegemonía de Occidente, y del paso atrás o salto hacia una re-estructuración posthegemónica».64 Finalmente, la infrapolítica como artefacto académico, como práctica-teórica, como genealogía y archivo, como un proyecto a mediano y largo plazo está por medirse. Los tiempos posthegemónicos de la actualidad exigen una reflexión infrapolítica, pero en eso ni el tiempo ni la teoría ni la discusión pública pueden anticipar la contingencia radical del pensamiento. 62 Alberto MOREIRAS (2014), «Deconstrucción y Política. Posthegemonía e infrapolítica». Conferencia presentada para LASA, Chicago 2014. 63 Maurizio FERRARIS (2014), Manifiesto del nuevo realismo, Madrid: Biblioteca Nueva, pp.179; Maurizio Ferraris (2010). Riconstruire la decostruzione. Cinque saggi a partire da Jacques Derrida, Milán, Bompiani. 64 Alberto MOREIRAS (2015), «La presuposición del vencimiento y su consecuencia. Nota miméticopreliminar a Schurmann, Beistegui, Malabou, Sheehan, Leyte, Martínez Marzoa», Entrada del Blog Infrapolitical Deconstruction Collective, posteado el 3 de febrero de 2015. 19 El compromiso ético de la resistencia política Pablo Lazo Briones Departamento de Filosofía, UIA. En las últimas décadas se han incrementado los movimientos violentos de protesta e insatisfacción por los más distintos motivos alrededor de todo el mundo: los plantones y demostraciones de los indignados frente a las casas de bolsa y los edificios de economía más representativos en los países europeos, norteamericanos y latinoamericanos; las interminables marchas por motivos de reformas en las políticas de educación, en las políticas del escaso aumento al salario mínimo, o frente a los actos de impunidad frente una manifiesta injusticia o de morosidad o contubernio en su ausencia de aplicación; los actos vandálicos de denuncia de la represión policíaca que llevan indefectiblemente a más actos de represión, hasta llegar a los extremos de las manifestaciones con víctimas mortales, como en los casos de Ucrania en el 2014 o de Turquía en 2013, o de autoinmolación como un recurso extremo de demostración de inconformidad, recuérdense los casos del centenar de monjes tibetanos que se han inmolado desde 2013 en China como protesta a la represión del gobierno y como exigencia de la autonomía tibetana. También se han multiplicado los actos simbólicos de una disidencia pacífica: las huelgas de hambre de agentes representativos de una minoría vejada en sus derechos históricamente, por ejemplo, la negativa de ingerir alimentos del preso político Mohamed Alan en Israel; las demostraciones de insatisfacción vía la creación artística o de performances e instalaciones vinculadas con la concientización que puede ocasionar esta generación de arte, por ejemplo, la obra plástica culturalmente hibridada del artista colombiano Nadin Ospina; las denuncias y filtraciones de información de corruptelas políticas y o de documentos de alto interés para la opinión pública de bajo y alto nivel en los medios, el más conocido en el sitio Wikileaks o la guerra informática o cyber war en la que los hackers hacen las veces de disruptores políticos en las redes nacionales o internacionales de muchos Estados totalitarios y/o corruptos; el activismo cuya estrategia de oposición al régimen se plasma en la expresión del propio cuerpo que sale de los estándares habituales, por ejemplo el grupo feminista que se declara en contra de la explotación del turismo sexual, el sexismo y de la utilización patriarcal de la imagen de la mujer en general del grupo ucraniano autodenominado Femen, que se hizo famoso en todo el mundo por la protesta de bellas mujeres con los pechos desnudos y marcado el torso con leyendas de protesta, o bien el caso del movimiento mexicano de campesinos denominado Movimiento de los 400 Pueblos, conformado por hombres y mujeres que se manifiestan en contra de la corrupción del gobierno bailando semidesnudos por las calles del centro de la ciudad; o el movimiento no pants day más o menos exitoso en las principales capitales del mundo. También se contarían entre estos movimientos pacifistas de desnormalización o disrupción de lo social el seguimiento simbólico de iconos aparecidos en películas de alta difusión social, por ejemplo, la conocida máscara del filme V de Venganza utilizada en muchos movimientos de resistencia y convertida ya en un símbolo contemporáneo fácilmente reconocible. Frente a esta exacerbación, diversidad y multiplicidad de gestos, movimientos y declaraciones de resistencia, violentas y no violentas, cabe la pregunta sobre su abordaje filosófico en general, y en concreto sobre el compromiso ético que pueden suponer. 20 Muchos dirán que estos movimientos son manifestaciones sociales que corresponde estudiar sólo a sociólogos, politólogos, juristas o antropólogos, o acaso economistas cuando sus consecuencias se ven en las zonas de comercio y tránsito afectadas; también se dirá que su investigación sólo importa dadas sus implicaciones estadísticas de cara a la comprensión de las variaciones poblacionales que estudian las ciencias sociales, y algunos otros sostendrán que tales movimientos de disidencia importan también desde un enfoque histórico para explicarse la forma en que las sociedades se renuevan a sí mismas mediante cortes en su devenir y la formación de nuevos grupos e identidades culturales. Pero es más difícil encontrar partidarios de la pertinencia de un enfoque filosófico: ¿existe un abordaje epistemológico o lógico estricto de los movimientos de resistencia política? ¿existe –pregunta aún más audaz- una ontología de estos movimientos, y una estética de aquello que ponen en juego como recursos de expresión en su insatisfacción? Y la pregunta que más nos interesa aquí: ¿aquellos que los llevan a cabo, lo hacen siguiendo una orientación ética derivada de una reflexión filosófica, o bien esta orientación ética es parte de una moral social que no necesariamente tiene que ver con el instrumental sistemático o metódico de la filosofía? Si es que existe un compromiso ético de la resistencia política, ¿puede ser pensado desde una postura filosófica relevante, o se trata de un compromiso digamos “existencial” que adoptan los disidentes en el día a día de su lucha sin preocuparse por su racionalización o estructuración a nivel de pensamiento? Estas preguntas asumen, por supuesto, que hacer filosofía tiene que ver con un procedimentalismo sistemático y racional, metódico y abstracto, que aspira a la sistematización de los fenómenos sociales y a su control bajo marcos conceptuales de jerarquía y taxonomía, o bien asumidos y subsumidos a una centralidad de una serie de conceptos que se quieren nucleares y fundamentales y alrededor de cuyas órbitas periféricas girarían fenómenos de carga ontológica menor y subordinada (las críticas de Michel Foucault y de Jacques Derrida a la sistematicidad de la razón filosófica como dispositivo de poder logocéntrico, extensivo y absorbente de todo otro fenómeno son esenciales aquí65). Pero aún que renunciemos a esta forma de ver la filosofía y optemos por una posición irracionalista o intuicionista, o bien como despliegue deconstructivo de estrategias lingüísticas que abren justamente un sentido ético, en el sentido que quiere por ejemplo Derrida, o como reconstrucción de mapas conceptuales siempre contingentes y haciendo el pliegue de sí mismos en la lógica de su espejeo con la multiplicidad de fenómenos en la historia, como quiere Gilles Deleuze,66 es decir, aun asumiendo que la filosofía es un ejercicio que critica su propia versión universalista, abstracta, racionalizante y sistematizante, la pregunta sobre el abordaje filosófico de los movimientos de resistencia política sigue vigente, y diríamos que, bajo esta versión contingente y asistemática de la filosofía, que pone atención a la concreción de los hechos en su particularidad histórica, apenas comienza a perfilarse su estatus de abordaje filosófico o de implicación en un compromiso ético. 65 Cfr. M. FOUCAULT, Vigilar y castigar, Siglo XXI, México 1975 y Foucault, Defender la sociedad, FCE, México 2000; J. DERRIDA, Fuerza de ley. El «fundamento místico de la autoridad», Técnos, Madrid 1997. 66 Cfr. G. DELEUZE, ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona 1991. 21 En todo caso, seguimos aquí la indicación de que la filosofía, y la formulación ética de un compromiso que se sigue de la reflexión filosófica, consiste en el planteamiento de un problema concreto respecto a un fenómeno, que exige una invención conceptual que lo explique y despliegue su potencia, esto es, sus posibilidades de cumplimiento en la contingencia de su aparecer localizado en un momento y un espacio circunscritos.67 Desde esta perspectiva, entonces, la pregunta por el abordaje filosófico de los movimientos de resistencia política, y el compromiso ético implicado en este abordaje, tiene que ver con la indagación de la potencia que puede desplegarse en ellos, con la capacidad de crítica propiamente filosófica y de puesta en marcha de lo que podemos llamar con una metáfora los “disparadores” de la acción de resistencia: aquellos recursos de crítica e invención conceptual que “disparen” estas acciones, que despierten la potencia que guardan en la concreción de su contingencia. 1. Mistificación de lo político y su distanciamiento ¿Cuál es la potencia propia de un movimiento de resistencia política? ¿Y cómo es que el despliegue de esta potencia se relaciona con un compromiso ético? La crítica filosófica comienza con el distanciamiento conceptual de las circunstancias que provocan el movimiento de resistencia. Este distanciamiento conceptual, necesario para el ejercicio del pensamiento crítico, por supuesto no quiere decir adoptar una posición de ignorancia o desinterés por las circunstancias en las que surge la disidencia, todo lo contrario, este “distanciamiento” es paradójicamente en realidad un acercamiento a las verdaderas condiciones de injusticia, explotación, corrupción o desigualdad que pueden provocar la protesta y una resistencia como reacción, el distanciamiento se trata de desprenderse precisamente de esas condiciones sociales en las que los sujetos pueden estar perdidos sin darse cuenta, significa cobrar conciencia de este extravío y mirarlo con recursos conceptuales críticos a una distancia en la que se ven sus verdaderas implicaciones. En otras palabras, el abordaje filosófico de los movimientos de resistencia política comienza con el distanciamiento de la mistificación de lo político en el que surge y contra el cual lucha. La mistificación de lo político supone en primer lugar un falseamiento de las verdaderas condiciones sociales que dan pie a la resistencia. Existen muchas maneras de cobrar conciencia de ello que no son exclusivas de la filosofía, pero sólo por un examen filosófico crítico se abre la universalidad que tienen en común los movimientos de resistencia: por una parte, la dinámica de un poder hegemónico que se autoproduce gracias a la falta de legitimidad del orden social, y por otra parte, la obligación ética de decir la verdad, incluso a costa de la propia integridad, que caracteriza el llamado o vocación apofántica de quien hace filosofía. En este punto conectaré con la propuesta de Alain Badiou sobre el lugar que tiene el filósofo de cara a los movimientos de resistencia y a su papel dentro de ellos. Haciendo una interpretación sui generis de la crítica al Uno o Das Man de Heidegger, Badiou dirá que habiendo caído en un mundo de imperio del régimen de las opiniones y de «lo político» que ha pervertido todas las formas de comunidad, podemos, o no, virar hacia el acontecimiento como irrupción y ruptura del orden de la situación, y ser fieles, o no, al «vacío de contenido» de un conjunto infinito, este es el gesto heroico realmente 67 Idem. 22 transfigurador, en donde aparecen fórmulas tales como el «animal humano que adviene sujeto», o el «simplemente mortal» que, dada su fidelidad al acontecimiento y su empeño en seguir la máxima de “¡Continuar!”, adviene el “Inmortal” que puede ser. Con ello se logra una “recomposición de todas las opiniones” por la “potencia de las verdades” 68: un reordenamiento completo del mundo. Su ética entera, como la ontología de Heidegger, depende del aleccionamiento que aporta esta fábula heroica del pasaje del “animal humano” a la figura del “Inmortal” que puede ser en un trayecto auto-responsable en donde encuentra su verdad (la “resolución” heideggeriana): «¿Para quién está ausente la verdad? Para el animal humano como tal, empecinado en la persecución de sus intereses, no hay verdad, sino opiniones por las que se socializa. En cuanto al sujeto –el Inmortalla verdad no le podría faltar, ya que su constitución depende de ella y sólo de ella, dada como trayecto fiel.»69 Ahora bien, esto tiene que ver de forma positiva con el momento central para una resistencia política de desmitificación de las opiniones, del colapso de su pretendida autoridad (como quería Heidegger respecto a la “autoridad” del prejuicio) y de dislocación del estatus quo político que es soportado por esta colección de opiniones. El mismo Badiou habla de un acto de imaginación, de la “ficción” necesaria de la “imagen de mí mismo” que tiene que ver con la re-composición del sujeto en este juego de creer y no creer. Una de las preocupaciones más recurrentes en Alain Badiou es la pregunta por el alcance del pensamiento filosófico así planteado cuando se trata de su compromiso con movimientos de inconformidad política, inquiriendo por una clase de resistencia política efectiva, que repercuta en la transformación de las cosas en el medio público en que aparece la insatisfacción. Al hacer esto, pone en juego una vez más la meditación sobre la esencia del quehacer filosófico, y de su legitimidad cuando el reclamo de su intervención en asuntos sociales se hace acuciante. ¿El filósofo se dedica a reflexionar sobre la realidad social a distancia, desde la universalidad de sus meditaciones, o bien se ve obligado a intervenir en esa realidad social, como parte de ella que es y comprometido como cualquier otro en la contingencia y particularidad de sus problemas? Badiou se coloca en medio de una alternativa difícil para contestar a estos problemas: parece que si el filósofo opta por lo primero, asegura una visión formal y precisamente universal de la esencia de lo social, pero de inmediato es acusado de perder contacto con la urgencia de respuesta de problemas como la injusticia, la corrupción de las instituciones o la deficiente administración de las políticas públicas, lo que el pensador francés llama genéricamente “lo político”. Si opta por lo segundo, se le acusa de haber traicionado su vocación de universalidad y verdad, para convertirse en una especie de intelectual orgánico que vende sus consejos, como los antiguos sofistas, a quien quiera comprarlos: empresarios, políticos, instituciones “humanistas” que devalúan la especificidad del lenguaje filosófico vulgarizándolo, esto es en gran medida delatado por Badiou como el contubernio del lenguaje ético actual con el estado de cosas devaluado y tramposo del medio político y la sociedad de consumo en general. El alcance del pensamiento filosófico cuando se populariza de estos modos, necesariamente se ideologiza o se banaliza, se reduce a unas cuantas fórmulas manejables en un sentido conveniente socialmente, las “citas citables” que ajustan a una 68 69 A. BADIOU, La ética. Ensayo sobre la conciencia del mal, Herder, México 2004, p. 115. Ibid., p. 92. 23 circunstancia y que vemos en películas de Hollywood lo mismo que en el discurso de políticos o empresarios que en su vida han visto un libro de filosofía. En este caso podemos hablar de un impacto pobre de la filosofía en la sociedad, reducido a sus términos más laxos. Derrida llamó “filosofemas” a estas fórmulas de éxito mediático o politizado, en las que queda cancelado aquello que se dice en filosofía, y Badiou, en una terminología que sigue el maoísmo, las tilda de ideologizaciones abiertas. Además, para terminar este retrato desalentador del impacto social de la filosofía, un dato contundente para quienes intentamos hacer filosofía, un «pensamiento gota de plomo» para decirlo con una fórmula de Nietzsche, es justamente describir el proceso social con el que se ha “bajado socialmente” el pensamiento filosófico de pensadores tan disidentes como Marx, Sartre o Slavoj Žižek a sus términos popularizados y nada peligrosos justamente como oferta social de pensamiento crítico y de disidencia, ajustándose a un lugar dado y previsto por el Estado (como dijeron hace tiempo Adorno, Althusser, Marcuse, o en el seguimiento contemporáneo de la misma crítica, Slavoj Žižek y Alain Badiou). Es el fenómeno que Marcuse llama “desublimación de lo sublime”: el estatus quo de nuestra sociedad capitalista, que tiene la habilidad de tragarse los elementos de peligrosidad (arte subversivo, pensamiento crítico, movimientos de resistencia) y hacerse más fuerte a partir de ellos, por ejemplo, haciendo un fenómeno de venta y cosificando como mercancía con gran éxito social justamente el arte subversivo o el pensamiento crítico (el éxito de venta de los libros de Slavoj Žižek en todo el mundo, y de su misma “imagen mediática” como filósofo excéntrico y disidente, que él ha sabido explotar muy bien, son un ejemplo contundente de este fenómeno). Hemos de preguntar, pues: ¿el mismo Badiou escapa a esta absorción al parecer inescapable del medio de consumo de “filosofía de disidencia”? La cuestión es pensar si se puede hablar de otro impacto de la filosofía, un impacto fuerte o denso, en donde sus argumentos no se vean reducidos de esta manera a su expresión más manipulable y empobrecida. Este impacto fuerte de la filosofía, de densidad en el entramado social, nace de un emplazamiento peculiar de quien hace filosofía, de una posición que enfatizando su diferencia en el medio social sin embargo no renuncia a él. Aquí parece colocarse la propuesta del autor de Manifiesto por la filosofía. La defensa de la verdad por la que lucha remite de inmediato a una acción apofántica, un deber de declarar la verdad que se conoce, no importando las consecuencias de ello. Desde la perspectiva de la disidencia política, la apófansis así ejercida no se queda en el nivel de juicio enunciativo de la negación o la afirmación, sino que revela un compromiso, un deber declarativo en y contra las condiciones sociales en que aparece. Decir la verdad, revelarla, en el acto de denuncia: esta es la orientación primaria para un pensamiento de la inconformidad social como procedimiento de verdad.70 Pero el problema es cómo decir la verdad, habida cuenta de una historia de milenios en la que pueden contarse por decenas las muertes y persecuciones, exilios y desapariciones, de aquellos que se han atrevido a seguir la vocación filosófica del deber de denuncia, del deber de decir la verdad. En este sentido, Badiou nos hablará de “valentía” como rasgo de la invención de una filosofía al crear una «separación normativa» definitiva en el medio social: “La filosofía es el acto de reorganizar todos los experimentos teóricos y prácticos al proponer una gran división normativa, que invierte 70 A. BADIOU, Philosophy for militants, Verso, London 2012, cap. 7. 24 un orden intelectual establecido y promueve nuevos valores más allá de los comúnmente aceptados.”71 La denuncia apofántica y el reordenamiento de lo social debidos a la acción de la filosofía entendida de este modo, implica para Badiou en primer lugar evitar la figura debilitada de la filosofía política restringida a su lugar en el «conflicto de las facultades» de las universidades actuales, en donde se restringe a analizar, comparar y evaluar las formas de gobierno, la legitimidad de las instituciones políticas y las ideas básicas de gobernabilidad, justicia, participación política, etc., desde una mirada a distancia, como mero juego de malabarismo intelectual sin repercusión social alguna, de modo históricamente insuficiente. Pero también, en segundo lugar, se distancia de la posición del marxismo ortodoxo en el que la realidad social debía ajustarse a los ideales de la teoría, tomándolos como su único fin, como su parámetro único. Frente a estas posturas, Badiou defiende que la filosofía profesional académica no debe, pero tampoco puede, dedicarse desde sí misma a dar indicaciones de acción para la disidencia o militancia de resistencia política, pero sí de forma escalonada, a través de lo que puede llamarse «lenguaje mediador» o de «composibilidad» con los actores sociales. Así, una preocupación legítima del filósofo profesional puede ser (y en ciertas circunstancias sociales de injusticia debe ser) la generación y desarrollo de un “lenguaje de mediación social”. Pensar sus estrategias comunicativas, su alcance, sus condiciones sociales de posibilidad y su finalidad, mediando entre la idea abstracta de sociedad y vida política y las condiciones concretas en que se presentan los movimientos de resistencia. Decir que la filosofía en este caso es un “lenguaje mediador” quiere decir que no es un lenguaje inmediato, un aleccionamiento del filósofo que desde su pretendida altura supracultural iría de barricada en barricada con la solución definitiva del problema de insatisfacción que dio pie a la disidencia, dando indicaciones estratégicas de ataque y contrataque al Estado. Para evitar este lugar equivocado hay que insistir en una articulación mediadora de la filosofía con los movimientos de resistencia política. Para Badiou la filosofía, aún la de corte marxista-maoista, no debe seguir la idea de Lenin: decir a las masas qué deben hacer. La filosofía no debe ser programática en el sentido de proveer a los trabajadores y militantes de órdenes y tácticas, esto es, su papel no es prescriptivo en el medio de la insatisfacción política. Su idea se centra en defender que la filosofía es incapaz de generar eventos o verdades por sí misma, sino sólo en articulación con cuatro acontecimientos sociales que la anteceden y la prefiguran: política, arte, ciencia y amor. Su orientación materialista deriva en la propuesta de construir un «espacio de composibilidad» con estos eventos del tiempo histórico en los que incide la reflexión filosófica. La filosofía para Badiou no es madre de la política (o de las ciencias, del arte o del evento erótico), de hecho es al revés. En esto Badiou coincide con Hegel: la filosofía es reflexión nocturna, entra en acción cuando el búho ha emprendido el vuelo después de ocurrida la historia. Pero con Badiou, a diferencia de Hegel, hablamos de una contingencia inmanentista radical. Es por esto que, en lo que toca a la disidencia política, Badiou propone que la filosofía debe generar una nueva figura simbólica de orientación entre la vieja imagen del guerrero –independiente, autónomo y aristocrático, en el plano de la trascendencia- y el soldado –dependiente de su unidad con todos los demás, democrático y anónimo. Ni uno ni otro dan cuenta, dice desde la teoría de conjuntos, de 71 Ibid., p. 13. 25 la necesidad de generar un sub-conjunto sin nombre de verdadera transformación de las cosas, ambos pertenecen a conjuntos de denominación conocida y por lo tanto dominada políticamente. ¿Cuál es entonces el lugar de encuentro de la filosofía y la resistencia política? Para Badiou ya no es prioritariamente la fábrica, en donde los trabajadores tienen que ver directamente con la producción (es a Gramsci a quien corrige en este momento), sino la multiplicidad de ligas y relaciones sociales en donde pueda caber la creación de un sub-conjunto sin nombre, un sub-conjunto de “ficción simbólica” que de lugar a una figura entre el guerrero y el soldado. Esta nueva figura sin denominación, sin nombre, es lo que será piedra de toque para la recomposición del campo político-social en su conjunto, que requiere de una nueva “gran creencia” renovadora: «Pienso que el problema más complejo de nuestra época es el problema de una nueva ficción (…) El problema es la falta de una gran ficción que sea el soporte de una gran creencia (…) El punto es encontrar otra disposición entre las masas, las clases, los partidos; otra composición del campo político, ya que una gran ficción es siempre algo como el nombre dado a una recomposición del campo político mismo.»72 2. Dos formas de resistencia y su compromiso ético En otro lugar he distinguido entre una forma de resistencia social que llamo cíclica y otra forma que, siguiendo la idea de Simon Critchley de una “política intersticial”, llamo resistencia intersticial.73 La primera se distingue por ser un acto repetitivo, incluso obsesivo, estacionario, de salvaguarda y aseguramiento de un lugar que se está resistiendo, sea éste simbólico o real. Entre los ejemplos de lugar simbólico pueden contarse un discurso sobre la identidad originaria, la idea de la pureza de la raza como condición cultural a defender o la educación como patrimonio y legado a conservar. Ejemplos de lugares reales son en cambio una plaza pública de fácil reconocimiento, una sección de una ciudad comprometida en una guerra, último bastión de la resistencia, o las actuales explanadas de edificios financieros y de bolsa tomadas por movimientos como el de “los indignados” en todo el mundo. Esta forma de resistencia cíclica, si bien puede haberse extendido como la forma más conocida y aceptada políticamente, es débil en cuanto a su efectividad estratégica pues es fácilmente ubicable (panoptizable en sentido foucaultiano) dado que se concentra en manifestar públicamente su lugar defendido, y por tanto puede ser reconcentrada y reducida justo a ese lugar al que vuelve en su circularidad, más viciosa que virtuosa, es decir, puede ser arrinconada fácilmente al reducto que defiende ostensiblemente y justamente por hacerlo de forma reiterativa (un ejemplo polémico de la suerte de esta modalidad de resistencia es la reducción del movimiento zapatista en México a sus términos arrinconados, reales y simbólicos, de no cooperación y, a la postre, de aislamiento infértil respecto al cambio social que se proponía en su comienzo). 72 Ibid., pp. 77-78. La idea inspiradora de una “política intersticial” se encuentra en: Simon CRITCHLEY, Infinitely Demanding. Ethics of commitment, politics of resistance, Verso, London 2007. He desarrollado la idea de una resistencia intersticial en: LAZO, P., Crítica del multiculturalismo, resemantización de la multiculturalidad. Argumentación imaginaria sobre la diversidad cultural, Plaza y Valdés, México 2010. 73 26 La segunda forma de resistencia, la intersticial, no defiende cíclicamente un lugar, simbólico o real, sino una condición insatisfecha. Los derechos violados en un caso de manifiesta torpeza por parte de una institución de procuración de justicia, el maltrato histórico hacia un grupo minoritario, el no cumplimiento de las expectativas de un movimiento revolucionario, son ejemplos del origen de esta condición de insatisfacción. Aunque este segundo tipo de resistencia es insistente en los gestos sociales de su insatisfacción, no es ni cíclica ni ostensible en su estrategia de oposición, sino fluyente y sutil: con tácticas casi invisibles para un dispositivo panóptico de poder, sabe fluir y “colarse” por entre las contenciones y enmurallamientos de su armadura, no se propone como “anti-” (anti-institucional, anti-democrática, anti-fascista, etc.), como elemento de oposición frontal, sino, diremos aquí siguiendo una insinuación derridiana se propone como estrategia deconstructiva de “dislocamiento” del sistema desde su interior. 74 Es por esto que es inventiva, creadora de recursos de desviación o redireccionamiento de los discursos y disposiciones verticalistas del poder, y en este sentido es desmitificante de todo deslizamiento “hacia arriba”, hacia el cielo trascendente de los fetiches inamovibles de cualquier forma de ideología, incluida por supuesto la ideología de la revolución como fuente de la transformación total y final de la sociedad, y que con Michel de Certeau hemos señalado como fuente de las tácticas cotidianas propicias para los movimientos de resistencia interculturales en contra del discurso monolítico ideológico del multiculturalismo.75 Ahora bien, es esta resistencia intersticial la que puede implicarse directamente con un compromiso ético, en el sentido que le dan Althusser y H. Marcuse, Michel de Certeau o Enrique Dussel. Con estas orientaciones teóricas quiero apuntar la amplitud de la idea de compromiso ético que estoy poniendo en juego: se trata, la labor ética en el ámbito de una sociedad represiva o “desublimada”, como la llamó Marcuse, que es extensión de los aparatos ideológicos del Estado en vigor; se trata incluso de lo que cabe hacer en la cotidianeidad como terreno de la resignificación íntima de las prácticas sociales y de lo que Michel de Certeau llamó «revoluciones simbólicas», lo que puede implementarse mediante un programa ético-político emancipador del tipo propuesto por Enrique Dussel para los pueblos periféricos de América Latina desde la perspectiva subalternista contraimperialista. No hay espacio en este texto para desarrollar estos “aires de familia” en las estrategias de resistencia, que dejamos sólo apuntados como tópicos de inspiración para lo que enseguida diremos sobre una educación en la resistencia intercultural. Por intercultural entenderé, siguiendo también lo que he planteado en mi Crítica del multiculturalismo, resemantización de la multiculturalidad, aquellas relaciones de mutua transformación y enriquecimiento cultural de los miembros de comunidades que se enfrentan en la diversidad de formas de hibridación cultural. Estas relaciones interculturales combaten la ideología del multiculturalismo que propone una falsa tolerancia entre los miembros de tales comunidades culturales; combaten también las políticas públicas espurias sobre la integración, la pluralidad y la defensa de derechos de minorías. Es por ello que intenté desarrollar un modelo de “invitación a la auto-transformación” de los agentes culturales en las relaciones de dos comunidades o más, que conscientemente toman distancia de los modelos políticos de falsa armonía plural, de falso cosmopolitismo, cuando realmente 74 75 Cfr. J. DERRIDA, Márgenes de la filosofía, Cátedra, Madrid 1989. P. LAZO, Ibid., p.173. 27 impera un modelo de absorción violenta de un grupo humano sobre los otros (y que con razón E. Dussel ha identificado con el etnocentrismo de la empresa de conquista europea que se ha extendido a todas las formas de neocolonialismo en todo el mundo, haciéndose así global). La invitación a auto-transformarse como miembro de una comunidad cultural se plantea justamente como un modelo ético-político en donde los agentes culturales se toman muy en serio evitar cualquier forma de etnocentrismo, incluso cuando se hace en nombre de asuntos tan loables como los derechos humanos, del modelo de democracia representativa, de la protección de minorías o de la cultura por la paz o el cosmopolitismo. Es una invitación porque no puede plantearse de entrada como un mandato universal de acción desde la perspectiva monocultural de una sola cultura (la Occidental), por muy sublimes o inclusivos se planteen sus ideales ético-políticos. Esta invitación consiste precisamente en experimentar la necesidad de transformar, por decisión propia, determinadas prácticas culturales de cara a lo que hacen miembros de comunidades culturales distintas a la nuestra, cuando lo mismo ocurre en la otra comunidad en el espacio de “atravesamiento cultural” (o como se dice en lengua inglesa, crossculturality). Es el resultado de la experiencia de «traslapamiento cultural», que no se reduce a neocolonialismo, sino que es el empalme de determinadas «zonas enigmáticas» (es la fórmula que retomamos de Charles Taylor) de las culturas en donde se habla de un “enigma” porque las decisiones respecto a los encuadres míticos, simbólicos, eróticos o estéticos, no son claras de entrada, en donde aparece, por ello, un compromiso de interpretación-comprensión de aquello que es el motivo de enfrentamiento cultural, enfrentamiento que puede conducir, y de hecho ha conducido más de una vez, al sometimiento de un grupo cultural sobre otro, pero que también puede conducir a la mencionada auto-transformación en esa zona conflictiva. Pues bien, ahora preguntamos: ¿cómo pueden contribuir a esta auto-transformación cultural los procesos de resistencia política que se hacen despertar en la educación? Consideramos que la educación no es una colección de patrones y técnicas ya asentados, dados para su simple seguimiento por parte de un técnico de la didáctica. Más bien es un conjunto de procesos formativos complejos que se mueven simultáneamente en los planos cognoscitivo, afectivo, familiar y social, procesos que requieren por parte del profesor más de una “táctica” de enseñanza que de un sistema perfectamente estipulado de antemano. La educación, pues, contiene elementos de interpretación e invención de recursos que sólo se hacen evidentes en su práctica. Es aquí en donde comenzamos a encontrar relaciones con la idea de resistencia intersticial, ya que ésta también es un conjunto de estrategias de reinvención de sentidos ya dados socialmente, tanto en el plano cotidiano de “lo que se acostumbra” y se da por valioso sin cuestionamiento (en el plano moral-social de aceptación ideológica que criticó Althusser y de otro modo Michel de Certeau), como en el estrato propiamente político en donde las normas y las decisiones institucionales se apuntalan unas a las otras. Lo que llamé resemantización en el ámbito de la crítica al multiculturalismo y sus políticas, se entreteje aquí con la posibilidad de una resistencia política educativa: resemantizar es un neologismo que utilicé para referirme a una resignificación fuerte de los campos semánticos imaginarios que son el trasfondo de toda práctica cultural, que de hecho son su sostén necesario, el vínculo invisible de todas las prácticas culturales gracias al cual podemos referirnos a la cultura como un conjunto más o menos unitario de sentido, más o menos cerrado y permanente (hasta que históricamente se rompe esta unidad con nuevas hibridaciones culturales). La 28 educación es el campo fértil de tal resemantización, sobre todo cuando se lleva a cabo en el sentido de resistencia política. 29 Venezuela: la búsqueda de un nuevo sentido de la vida humana Carmen Bohórquez Venezuela RESUMEN Cuando en 1975 se dio a conocer la Declaración de Morelia, muchos sentimos que se había abierto finalmente la puerta a una dimensión nueva y realmente identificatoria del malestar que había estado inquietando el pensar filosófico en Nuestra América. Comenzaba una verdadera reflexión sobre el sentido del Ser americano y se asumía la dominación como el elemento constitutivo del continente. No era ésta la primera vez que alguien expresaba tal intuición; ya lo había hecho Francisco de Miranda en 1790 cuando en carta dirigida a William Pitt, le hacía ver que «América ha sido constituida como oprimida». No será sino después que el capitalismo se establece como sistema de dominación mundial que esta realidad comienza a pesar en las conciencias y a motivar formas de lucha contra lo que se revelaba como la más grande de las injusticias. La Declaración de Morelia recoge el espíritu que animaba estas luchas, lo clarifica y establece las vías hacia la verdadera liberación. Esta propuesta que cambió el rumbo de la reflexión filosófica, se traducirá en contundente realidad en 1998 con Hugo Chávez y su propuesta bolivariana, que comenzará transformando la realidad dependiente de Venezuela en una donde la solidaridad, la justicia y la igualdad se harán el común denominador de una patria liberada. Intentaremos mostrar cómo en Venezuela se está dando un verdadero proceso de liberación donde la vida y la felicidad aparecen como la máxima pretensión de todas las acciones revolucionarias. **** En 1790, Francisco de Miranda, llamado por muchos el gran Precursor de las Independencias de la América Meridional, dirige una carta al Primer Ministro inglés, William Pitt, donde le plantea como exigencia fundamental la necesidad que tiene la América española de que Inglaterra «le ayude a sacudir la opresión infame en que la España la tiene constituida». Es decir, está asumiendo por primera vez como causal de insurrección, no un hecho circunstancial, sino una razón esencial: América ha sido constituida como oprimida76. La prueba manifiesta de esta condición la encontramos en la negación de todo derecho posible a sus habitantes, incluido el del conocimiento: verificándose así el tenerlos (a los americanos) aprisionados sin causa, ni motivo alguno! – y lo que es más aún, oprimir también el entendimiento con el infame tribunal de la Inquisición, que prohíbe cuantos libros o publicación útil parezca capaz de ilustrar el entendimiento humano, que así procuran degradar, haciéndolo supersticioso, humilde y despreciable, por pura crasa ignorancia77. 76 Archivo del General Miranda, Negociaciones, T. XV, pp. 114-119. Edición preparada por Vicente Dávila. Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1938 (Colombeia. T. IX, pp. 39-44). Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, 1988). 77 Archivo del General Miranda, Negociaciones, T. XV, p. 114. (Colombeia, T. IX, p. 39). Al término de la frase, Miranda agrega la siguiente nota a pie de página: “Los Scitas, dice Herodoto, sacan los ojos a sus esclavos, para que batan con más paciencia la leche, que es su nutrimento ordinario. Mas la España 30 En América, pues, se da una situación global e insostenible de dominación, a la cual es necesario poner fin78. Esta afirmación de Miranda constituye sin duda la primera expresión de la conciencia del hecho colonial; entendido éste, ya no como limitación de derechos particulares, sino como negación de todos aquellos derechos esenciales que en tanto hombres tienen los americanos. En otras palabras, se trata de la negación del ser americano mismo. Establecida y hecha consciente esta condición colonial, Miranda se plantea entonces como un imperativo la negación de dicha negación, que no es otra cosa que la inmediata acción superadora de dicha condición y la subsecuente afirmación del ser propio: En esta situación, pues, la América se cree con todo derecho a repeler una Dominación igualmente opresiva que tiránica – y formarse para sí un gobierno libre, sabio y equitable (sic); con la forma que sea más adaptable al País, Clima e Índole de sus habitantes79. De seguidas, Miranda pasa a fundamentar teóricamente esta acción liberadora examinando y contraponiendo argumentos capaces de invalidar los posibles alegatos de España ante esta pretensión de emancipación.80 Esta conciencia de haber sido cercenados en nuestros derechos esenciales por un imperio que se creía con el poder divino de aniquilar y esclavizar a otros pueblos para imponer su visión del mundo, su religión y su cultura, así como para someter toda la fuerza de trabajo de los sobrevivientes a los designios de su dominación económica, permaneció como una herida abierta incluso durante el propio proceso de independencia respecto a España, sin que este proceso pudiera revertir realmente el sentimiento de seguir bajo una situación de opresión. Esta conciencia de un ser defectivo acompañó a buena parte del pensamiento nuestroamericano a todo lo largo del siglo XIX y XX, y se expresó en una permanente actitud de rebeldía que irrumpía de cuando en cuando desde el seno mismo del pueblo, buscando vías de emancipación. El choque con la realidad siempre fue brutal. Al imperio español, lo sucedió el inglés y luego el norteamericano, casi naturalizando nuestra eterna condición de pueblos sometidos, de economías dependientes, de culturas inferiores, cuyo destino manifiesto se reducía a tratar de parecernos a nuestro dominador, si queríamos tener alguna posibilidad de ser considerados como “civilizados”. La primera ruptura con este orden de cosas la encarnará la Revolución Cubana en 1959, pero la misma será de inmediato cercada por el amo de la comarca, al cual le seguirán, como buenos perros amaestrados, el resto de los gobiernos de Suramérica y el Caribe. No ocurrió así con buena parte del pueblo llano que se vio interpelado por la valentía del pueblo cubano, ni con muchos luchadores políticos e intelectuales de izquierda que sintieron que una ola de libertad podría bañar el continente y acabar con los siglos de opresión. Sin embargo, esta ola de libertad no traspuso ciertos límites, ni fue refinando aun la crueldad, les saca por decirlo así, los ojos del entendimiento a los americanos para tenerlos más sujetos”. 78 Ibidem, p. 115 (Col., p. 40). 79 Ibid. 80 Este cuidado argumentativo será por lo demás una constante en todos los documentos que al respecto escriba Miranda; lo que en particular se hará más intenso a partir de 1808, cuando perciba la proximidad del descalabro de la monarquía española. 31 más allá de la formación de grupos guerrilleros en distintas regiones de América, cuyo final todos y todas conocemos. Faltó fundamentalmente que este gran paso histórico que daba Cuba, fuera objeto de profundas reflexiones que permitieran entenderlo como un imperativo a seguir, como una condición esencial del ser americano, sin cuya realización estábamos condenados a permanecer en el no-ser, que tan claramente había percibido Miranda casi dos siglos atrás. Lamentablemente, lo que estaba más alienada en ese entonces era la propia reflexión. La Filosofía no era más que un remedo del pensamiento eurocéntrico, una ancilla tan servil como en los tiempos de la colonia, que se solazaba en reproducir lo dado en otras tierras mientras permanecía ciega respecto a la propia realidad que la rodeaba. La falsa conseja de que el pensamiento europeo era la máxima expresión del pensamiento y que esto lo hacía universal, era defendida con una pasión tal que toda otra expresión de pensamiento era cuando menos ridiculizada. Salvo intentos esporádicos, no fue sino hasta fines de los años 60’, a casi 10 años del inicio de la Revolución Cubana, cuando comienza a producirse en Nuestra América una revolución copernicana respecto a la propia reflexión. La Teoría de la Dependencia en el campo de la sociología y de la economía, la Teología de la Liberación, en el campo de la relación con lo trascendente y la Filosofía de la Liberación, en el campo del pensamiento último cambiarán totalmente las coordenadas por las cuales se había venido interpretando nuestro lugar en el mundo. Cinco siglos de pensamiento colonizado se veían ahora subvertidos por este nuevo pensamiento que nos hacía volver la mirada sobre nosotros mismos y descubrirnos como seres dignos, con la potestad de reclamar los derechos que otros pueblos se habían abrogado sólo para sí mismos. Fue un pensamiento liberador del pensamiento, develador de conciencias, que nos llevó a comenzar a reescribir nuestra historia desde sus propios orígenes y a revisitar los clásicos, convencidos ahora de los límites locales en los que verdaderamente se situaban, aunque sin negar sus aportes al pensamiento universal; esos cuyo derecho descubríamos ahora que también nos pertenecía. La revolución que este pensamiento liberador va a desencadenar producirá no sólo un cambio en la propia conciencia de nuestro papel como sujetos históricos, con derecho inalienable a decidir nuestro propio destino, sino que también se convertirá en un reto al pensamiento europeo que, aunque con actitud displicente al comienzo, tendrá que terminar aceptando que otras formas de pensar el mundo eran posibles. Ejemplo de ello son los Diálogos Norte-Sur, organizados por Raúl Fornet-Betancourt, que pusieron en igualdad de condiciones a la Ética del Discurso de Appel y Habermas con la Filosofía de la Liberación de Enrique Dussel. Pero este impacto fue más allá de la Filosofía. Lo podemos extrapolar a la literatura, a la música, a la pintura, las que comenzaron a afirmarse con fuerza ante una Europa erguida como modelo, e incluso a darle lecciones de por dónde debía enrumbarse la búsqueda del nuevo sentido del mundo, así como a mostrarle que este nuevo sentido debía ser construido en conjunto con los pueblos de todo el planeta. Aunque todavía quede un núcleo duro que sigue pensando en la supremacía cultural de Europa, buena parte de su intelectualidad ha optado por el diálogo intercultural, por abrirse y reconocer que hay un pensamiento filosófico en África, en Asia, en América Latina y el Caribe con tanto derecho a reclamarse como tal y del cual tendría mucho que aprender. Esta búsqueda de una razón común a la humanidad se ha expresado, en el nivel ético y político, en el Foro Social Mundial y en su lema “Otro mundo es posible”. A 32 pesar de que subsiste el estado de guerra de las grandes potencias contra naciones indefensas, a pesar de que la avaricia por la posesión de los grandes recursos naturales del planeta ha generado alianzas criminales entre el viejo y el nuevo imperio, a pesar de las grandes tragedias humanitarias generadas por la ola neoliberal, a pesar de la demencia con la que actúan quienes se creen paradójicamente los adalides de la civilización, se da hoy un despertar de los pueblos del mundo que, conscientes de su derecho a decidir libremente su destino y no aceptar ya más imposiciones coloniales, buscan hacer realidad ese otro mundo posible de paz, de justicia y de igualdad. Se da hoy una pulsión ética hacia la liberación definitiva como no se había visto antes jamás; y en el origen de esta pulsión ética, así como en su traducción práctica, Nuestra América ha tenido mucho que ver. El mundo camina hoy hacia una realidad multicéntrica y multipolar. El tan cacareado fin de la historia, con el triunfo definitivo del capitalismo como único modo de producción, de relacionamiento, y de realización humana, así como la hegemonía incontestable de los Estados Unidos por sobre las demás naciones de la tierra, fue retada tan rápidamente que sólo ha podido mantenerse llevando la realidad hasta límites que rayan en la locura. Afghanistán, Irak, Libia, Siria han resultado un boomerang que no hayan como revertir. Los monstruos creados para destruir los gobiernos que allí mantenían la unidad y la paz, hoy muerden la yugular de su amo; Rusia y China tan despreciados en 1989, hoy se han convertido en verdaderos centros que le disputan el control del comercio mundial y su influencia política en el mundo; en tanto sus viejos aliados europeos no ladran más fuerte porque el cerco militar de la OTAN los mantiene con un nudo al cuello que les permite poco movimiento. Pero más allá de ello y rompiendo con siglos de sometimiento silencioso, América Latina y el Caribe han decidido transformar en praxis de liberación el viejo sueño de libertad que sembraron nuestros pueblos originarios, los esclavos irredentos y un puñado de hombres y mujeres patriotas que enfrentándose a su identidad aprendida de fieles siervos, dieron el paso necesario y sacrificaron sus vidas por romper las cadenas que les ataban al imperio español. Aunque ese viejo sueño de libertad volvió a quedar sepultado con la toma del poder en las nacientes repúblicas por las viejas élites formadas durante la colonia, el mismo despertó de nuevo a fines del Siglo XX, cual Bolívar redivivo, conmoviendo los cimientos de nuestro continente y dándole de nuevo sentido a las palabras ‘patria’, ’libertad’, ‘pueblo’, ‘igualdad’, ‘justicia’ y ‘paz’, tan condenadas por el pensamiento neoliberal que se adueñó del mundo tras la caída de la Unión Soviética. Podemos trazar el inicio concreto de esta revolución política, y por lo mismo ética, en 1998, con el triunfo electoral en Venezuela del Comandante Hugo Chávez Frías, como Presidente de Venezuela, quien abrió las compuertas para que un huracán revolucionario estremeciera las viejas estructuras de poder y despertara con nuevos bríos las ansias reprimidas de libertad que dormían en la conciencia del pueblo. Sin embargo, los antecedentes de este gran movimiento político, por lo que respecta a Venezuela, se remontan más atrás: al propio año 1989, en que el pueblo venezolano salió en avalancha contra el paquete neoliberal que acababa de decretar el nuevo gobierno de Carlos Andrés Pérez. El resultado fue una severa represión militar que produjo al menos 3 mil muertos y aceleró la insurrección que desde varios años antes venía preparando un grupo de jóvenes militares, encabezados por Hugo Chávez, contra la falsa democracia, tutelada por los 33 Estados Unidos, que mantenía sumido al pueblo en la miseria más atroz y al pensamiento liberador, encarcelado. La llegada de Hugo Chávez a la presidencia de la república produjo un gran despertar de la esperanza colectiva y dio paso al proceso de construcción del poder popular, que comenzó a hacerse una creciente y profunda realidad en todos los espacios de vida y en todos los niveles de gobierno de la Venezuela bolivariana. Del mismo modo, otros pueblos de Nuestra América comenzaron a emerger desde su alteridad históricamente negada para ejercer su derecho a construir otro tipo de sociedad, otra manera de mirar el mundo, otra forma de relacionarse con su prójimo distinta a la que dicta el imperio del dólar y el saqueo explotador practicado por los agentes de ese poder neoliberal. El primer gran paso en esta dirección estuvo en establecer como verdad fundamental del proyecto bolivariano de transformación política, la afirmación de que la soberanía reside directa e intransferiblemente en el pueblo, y sobre esa base, plantearse la creación colectiva de un nuevo pacto social en el que desapareciera la relación dominador – dominado. El pueblo, como sujeto histórico real, fue convocado a asumir la dirección de ese nuevo pacto, que concitó de inmediato la feroz oposición de las élites que hasta ese momento habían dominado al país, así como la “preocupación” de los personeros del Departamento de Estado. Chávez inauguró su gobierno con un Decreto llamando al pueblo a decidir si se abría un proceso constituyente que llevara a la producción de una nueva Carta Magna. Con casi un 90% de aprobación, este proceso colmó todos los espacios de la vida política nacional y no hubo grupo social que no se sintiera concernido. El pueblo eligió a los constituyentes, hizo miles y miles de propuestas y aprobó en referéndum, el 15 de diciembre de 1999, el texto de la nueva Carta Magna, que no sólo se convirtió en un modelo de garantía de los derechos humanos de todos los habitantes por igual sino que propició una revolución política al instaurar el concepto, por primera vez en la historia, de una democracia participativa y protagónica, la cual al día de hoy y a pesar de la permanente conspiración del imperio y sus aliados internos, ha ido ganando cada vez mayores espacios en la organización política del país, A pesar de la atroz campaña mediática dirigida a ocultar la realidad del proceso revolucionario y a desprestigiar toda acción de gobierno, desde hace 16 años Venezuela ha venido construyendo paso a paso esta democracia participativa y protagónica, reduciendo cada vez más los niveles de desigualdad, transfiriéndole cada vez mayor poder al pueblo organizado y avanzando a paso firme hacia la construcción de una alternativa de superación del modo capitalista de producción mediante la transformación del Estado burgués en un Estado comunal. La nueva Constitución establece que la república debe constituirse en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, en el que todos los ciudadanos se vean reconocidos, en primer lugar, en su dignidad esencial como persona; en segundo lugar, en el derecho que les asiste de tener garantizadas las condiciones que les permitirán reproducir su vida y desarrollar sus potencialidades creadoras, y, en tercer lugar, en ser igualmente reconocidos como agentes fundamentales en la construcción de la nueva sociedad con plenas y equitativas condiciones de participación. 34 Todo ello queda posibilitado por la noción y la práctica real de la ya dicha democracia participativa y protagónica que, sin duda, constituye la clave sobre la que se estructura la propuesta bolivariana y de cuya realización plena depende su consolidación como proceso liberador. Es evidente que una democracia que pueda oponerse de manera efectiva al concepto neoliberal de democracia, no puede construirse con o desde criterios puramente formales o procedimentales, sobre todo cuando no se trata sólo de construir un régimen político sino, más que eso, de construir un nuevo espacio de realización humana en el que la satisfacción de los derechos humanos básicos, la libertad y la justicia se conviertan en ejercicio y disfrute real y efectivo de todas las ciudadanas y ciudadanos, y no sólo de unos pocos. Y esto no puede ser construido sino colectivamente, es decir mediante la participación protagónica de todos por igual. Se trata de construir con el concurso de todos y todas una nueva sociedad, un nuevo proyecto (nacional en este caso) que asegure más y mejores condiciones de reproducción de la vida para todos y todas, y en todas sus manifestaciones; de allí que sean igualmente fundamentales las nociones de solidaridad y corresponsabilidad, así como la participación en condiciones de igualdad y de libertad en los asuntos públicos, o en la generación de nuevas formas de participación. Ahora bien, de esta definición de democracia como construcción colectiva de un nuevo sistema de relaciones políticas mediante la participación protagónica de todas y todos los ciudadanos, se derivan dos principios fundamentales e inéditos que caracterizan el modelo que se ha puesto en marcha en la Venezuela Bolivariana. En primer lugar, el hecho de que una democracia se defina como participativa y protagónica presupone ya la imposibilidad de que alguno de sus miembros quede excluido de participar en esa construcción, es decir presupone el principio de la inclusión. Al mismo tiempo, si para que pueda construirse una democracia de esta naturaleza es fundamental la participación de todos los ciudadanos, entonces no sólo no pueden existir condicionamientos discriminatorios de esa participación, sino que tampoco puede imponerse una manera particular de hacerlo. Es decir que cada ciudadano, respetado en su alteridad, participará libremente desde sus propios referentes culturales en la construcción del objetivo común, que es lo que se quiere significar cuando se habla de participación en condiciones de igualdad; con lo cual el resultado que se obtenga será verdaderamente el fruto de la interacción de lo diverso. Inclusión social e interculturalidad se constituyen, así, en presupuestos pero también en garantía de construcción de un modelo auténtico de democracia: la democracia participativa y protagónica. Este concepto, desarrollado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, se opone de manera radical al concepto de “democracia” que defiende el neoliberalismo, y ya este sólo hecho marca su sentido emancipador. Sin duda, es también un aporte a la teoría y a la praxis política contemporánea, y abre el camino de una transición inédita hacia el Socialismo, única garantía de supervivencia de la humanidad. En esta Constitución, por ejemplo, se define la República como una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural. Este reconocimiento del mapa cultural del país hizo posible por primera vez la visualización y la presencia política de los pueblos indígenas. Los derechos de estos pueblos y comunidades abarcan el reconocimiento de su organización social, política y económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones, así como su hábitat y derechos originarios sobre las 35 tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan y que son necesarias para desarrollar y garantizar sus formas de vida. Al momento se han demarcado y entregado en titularidad a las comunidades indígenas más de 2 millones de hectáreas, las cuales son además, por disposición constitucional, inembargables e intransferibles. De acuerdo a esta Constitución los pueblos indígenas tienen derecho a mantener y desarrollar su identidad étnica y cultural, cosmovisión, valores, espiritualidad y sus lugares sagrados y de culto, así como también tienen derecho a una educación propia y a un régimen educativo de carácter intercultural y bilingüe, atendiendo a sus particularidades socioculturales, valores y tradiciones; pero también tienen derecho per se de participar en todos los órganos de decisión asamblearia de la nación, desde la Asamblea Nacional hasta los Concejos Municipales correspondientes a su región, como igualmente dirigen el Ministerio del Poder Popular para los Pueblos Indígenas. Con la misma intención de erradicar toda exclusión, se creó también un Ministerio para Asuntos de la Mujer y la Igualdad de Géneros. Es claro, pues, que se trata de la reivindicación de la persona humana como eje y télos de la organización de la sociedad, y no de una defensa del propietario o del consumidor, que es la definición que se hace desde el mercado y que necesariamente condena a muerte a gran parte de la humanidad. Es, pues, en función de estos principios que el Estado queda obligado, al igual que la sociedad, a facilitar a toda la población las condiciones más favorables para la práctica de la participación (Art. 62). Obligación que se hace perentoria en tanto el art. 132 de la Constitución convierte a esta participación en un deber del ciudadano: De hecho la propia Constitución asegura esta inclusión y el respeto a la diversidad mediante múltiples vías y desde el fiel cumplimiento de los derechos humanos. Así, por ejemplo, respecto a la inclusión social, cabe citar entre otros, el Art. 88, mediante el cual se establece la igualdad y equidad de hombres y mujeres en el ejercicio del derecho al trabajo, y se reconoce el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social, por lo que las amas de casa tienen derecho a la seguridad social. Igualmente el artículo 79 considera a los jóvenes sujetos activos del proceso de desarrollo de la nación, y por ello el Estado, junto con la familia y la sociedad, deben crear oportunidades para estimular su tránsito productivo hacia la vida adulta y en especial, para la capacitación y acceso al primer empleo. Igualmente, el artículo 80 se ocupa de los ancianos y ancianas; el 78 reconoce a los niños, niñas y adolescentes como sujetos plenos de derecho; el 81 garantiza el derecho de toda persona con discapacidad o necesidades especiales al ejercicio pleno y autónomo de sus capacidades, así como a su integración familiar y comunitaria, mediante la equiparación de oportunidades de formación y de capacitación para el trabajo en función de sus particulares condiciones. Del mismo modo, se reconoce el derecho de las personas sordas o mudas a expresarse mediante el lenguaje de señas, quedando obligadas las empresas de TV a incorporar este lenguaje en los programas de información. Además de estos artículos dirigidos a garantizar la inclusión de sectores específicos de la sociedad, se da también una serie de articulados que establecen la obligación por parte del Estado, en responsabilidad compartida con todos los ciudadanos, de asegurar el cumplimiento de los derechos humanos básicos, tales como el derecho a una vivienda digna; a la salud, mediante una atención inmediata y eficiente; al trabajo y, en general, a todo aquello que asegure una participación justa y equitativa en el desarrollo de la nación, 36 sin discriminación de ningún tipo. Todo esto es hoy una realidad en continuo progreso y realización, al punto que Venezuela ha sido declarada un país sin hambre, libre de analfabetismo, con 60% de su población en aulas, con un índice de pobreza extrema menor a 5%, con el desempleo en 6%, con una atención de salud pública gratuita para más del 80% de su población, con más de 3 millones de pensionados que reciben el equivalente del salario mínimo y se incrementa al ritmo de éste, y un ambicioso Plan de Viviendas que ha dado hogares dignos a casi un millón de familias pobres en apenas tres años y previendo superar el déficit total de viviendas para el año 2019. Gracias a estas políticas sociales, Venezuela ha pasado a ser el país con el menor índice de desigualdad en toda América Latina y el país con el más alto índice de participación protagónica de los ciudadanos y ciudadanas en todos los asuntos públicos. A nivel práctico, esta participación le permite a todo ciudadano o ciudadana el postularse a cargos por iniciativa propia sin la mediación de los partidos políticos (Art. 67); revocar los mandatos dados pues todos los cargos de elección popular, incluido el de Presidente, son revocables (Art. 71); proponer leyes (Art. 204); aprobar o rechazar en referéndum decretos presidenciales, enmiendas o reformas constitucionales, o decisiones de trascendencia nacional como puede serlo la firma de Tratados o acuerdos que afecten la vida nacional (Art. 341); integrar los Comités de Evaluación de los postulados a cargos del Poder Judicial (Tribunal Supremo de Justicia y Jueces de la República), del Poder Electoral, así como a Fiscal General, Contralor General y Contralores Estatales, y Defensor del Pueblo (Art. 296). De la misma manera, la nueva Constitución otorga a las comunidades el derecho de control de la gestión pública integrando los Consejos de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas, tanto a nivel de los estados, como de los municipios y parroquias (Arts. 166, 182). De estos Consejos, cuando sea el caso, formarán también parte los representantes de las comunidades indígenas. Asimismo, se ha avanzado mucho en la transferencia de servicios públicos de salud, educación, vivienda, deporte, cultura, etc. a las comunidades organizadas; al igual que en el derecho a decidir, formular y administrar directamente sus propios proyectos de inversión (Art. 184). Esta transferencia del poder a las comunidades organizadas ha venido cobrando cada vez mayor fuerza y celeridad, y constituye la experiencia más interesante y radical que está hoy teniendo lugar en Venezuela. Más aún, la consolidación de la autonomía de las comunidades y de su real poder de gobierno ha sido consagrada por la Asamblea Nacional a través de la Ley Orgánica de Consejos Comunales. De acuerdo a esta ley, por cada cuatrocientas familias corresponde un Consejo Comunal, y sus integrantes, que no son “representantes” sino voceros elegidos por la comunidad en asamblea popular, pueden ser también revocados de su función cuando ésta así lo considere justificado. Dicho Consejo Comunal coordina la organización y la ejecución de los proyectos que la asamblea popular haya considerado prioritarios, y administra los recursos que por ley le son transferidos a la comunidad desde el Presupuesto Nacional. En el ejercicio de la soberanía popular, la asamblea comunitaria elige también a quienes van a administrar el Banco Comunal, o a integrar las mesas técnicas de agua, de electricidad, de vivienda, de cultura, etc., a través de las cuales se trabaja en la solución de problemas específicos de la vida en comunidad. Varios Consejos comunales pueden asociarse en Comunas y con ello 37 tener acceso a préstamos de mayor envergadura que le permitirán desarrollar proyectos socio-productivos de gran alcance. Vale aquí destacar el papel protagónico que han asumido hoy las comunidades en la solución del problema de la vivienda, al convertirse ellas mismas no sólo en administradoras del recurso financiero sino también en constructoras. En concreto, las comunidades organizadas ejecutan el 40% de las viviendas construidas con financiamiento oficial; y es también la comunidad la que decide quiénes de entre sus integrantes van a ser los primeros beneficiarios de dichas viviendas; así como también decide quienes han de tener derecho prioritario a ser atendidos en las Casas de Alimentación, o a beneficiarse de otras iniciativas planteadas por la comunidad al gobierno nacional o a los gobiernos regionales. Podríamos estar horas de horas enumerando los grandes logros que el gobierno del Presidente Chávez y ahora del Presidente Maduro, en conjunto con el pueblo organizado, ha ido construyendo a lo largo de estos 16 años. Queda mucho por hacer, en particular, poder romper la dependencia económica que aún nos impide avanzar en el camino de la justicia social para todos y todas. Seguimos insertos en un contexto neoliberal, con mucho poder concentrado en el sector industrial, comercial y financiero, y nos hemos quedado rezagados en cuanto a la diversificación de la economía, la soberanía alimentaria, la economía participativa, popular y alternativa. Nuestra victoria contra este contexto mundial dominado por el modelo capitalista, sólo será posible en la medida en que logremos acelerar el paso hacia la construcción del Estado Comunal, es decir cuando el poder sea realmente ejercido por el pueblo organizado y con conciencia de su rol histórico. En todo caso, Venezuela constituye hoy la experiencia más avanzada en la construcción de una sociedad al menos post neoliberal y su fortaleza está fundamentalmente en la organización del poder popular. Todo lo anterior viene a colación ante lo que constituye una generalidad en la mayor parte del mundo periférico, y en buena parte de llamado mundo desarrollado: la terrible e injusta exclusión de la que son víctimas grandes grupos sociales, por no decir las grandes mayorías condenadas a condiciones de mera sobrevivencia y sin más aliciente que el de construirse la falsa ilusión de que algún día un golpe de suerte les rescate de la miseria. No pretendemos que Venezuela pueda ser tomada como un modelo perfecto, pero sí que en ella se ha desarrollado una arquitectónica donde lo legal se ha hecho legítimo gracias a la participación activa del pueblo que busca y está transformando el sistema heredado, en otro en el cual quedan garantizadas, en primer lugar, las condiciones de reproducción de la vida y en donde el dictum bolivariano de que «El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política», se hace cada vez mayor realidad. Esto, que podría llamarse un principio colectivo de liberación está produciendo en Venezuela una verdadera revolución. Prueba de ello son las continuas amenazas con las que los Estados Unidos pretende cercarnos, el famoso decreto de Obama declarando a Venezuela «una amenaza inusual y extraordinaria» para la seguridad nacional de los Estados Unidos, las continuas campañas mediáticas en contra de nuestros líderes, el cerco financiero de las agencias de calificación de riesgos, el acoso de los diputados y senadores 38 norteamericanos, la presión sobre otros gobiernos para aislarnos internacionalmente y, por último, la cruenta guerra económica que nos acosa desde casi el mismo momento de la muerte del Presidente Chávez. En términos dusselianos podría decirse que la “pretensión de bondad” del acto ético es subsumida por una “pretensión política de justicia” que norma todos los actos de gobierno81. En 16 años de revolución bolivariana no ha habido una sola acción de gobierno que no haya estado dirigida, en primer lugar, a crear las condiciones para que el pueblo, el otro oprimido, el excluido sea reconocido como persona humana, así como a superar todas las condiciones de negatividad a las que había estado condenado por siglos. Y esto, no desde la falsa ilusión de que todos y todas tenemos las mismas oportunidades de ascenso social, sino de que todos y todas tengamos las mismas condiciones para desarrollar nuestras potencialidades creadoras, cualesquiera que éstas sean. Y esto pasa por asegurar que las condiciones materiales de reproducción de la vida no se conviertan en la prueba de supervivencia de los más aptos, como en el fondo lo establece el modelo capitalista, sino que sean una verdadera realización de la sentencia de Marx de a cada quien según sus necesidades. A partir de este piso, la sociedad puede emprender un camino de desarrollo, de perfeccionamiento en el que todos y todas están capacitados para participar libremente. Se trata de una nueva manera de entender el ejercicio del poder. No tendría sentido y sería hasta una traición al pueblo soberano, si el gobierno eligiera para lograr mantenerse en el poder, el hacer concesiones a los poderes internos y externos en detrimento de las necesidades del pueblo. Por el contrario, el gobierno bolivariano ha escogido sin titubear el camino de la liberación colectiva, y esto le ha valido 16 años de conspiración permanente, de golpes de Estado, de guerra mediática, de amenazas y cercos, de calumnias de todo género; todas las cuales ha podido enfrentar con éxito hasta el presente, por su inclaudicable compromiso con la voluntad de vivir de la comunidad y con las condiciones para que esa vida sea cada vez más sostenible y productiva. Sin embargo, la actual y desproporcionada guerra económica está surtiendo su efecto y está minando la confianza con la que el pueblo siempre lo ha acompañado. Confiamos, sin embargo, en que prevalecerá la conciencia de todo lo ganado en estos 16 años, sobretodo en términos de la dignidad y la libertad recuperadas, y que esta experiencia venezolana que constituye sin duda una verdadera revolución política en este siglo XXI, pueda superar la actual crisis y fortalecerse para bien de la historia de los pueblos que en el mundo luchan contra el orden que los niega. En la construcción de ese otro mundo posible, en Venezuela hemos optado claramente por el campo del socialismo que para nosotros es, antes que nada, un humanismo. Nuestra época y las circunstancias en nuestra América son diferentes de otras épocas y otras circunstancias. Nuestra historia ha sido siempre una historia de lucha contra fuerzas foráneas negadoras de nuestra especificidad cultural y humana, y el filósofo surgido de esta circunstancia es un filósofo que está obligado a pensar las formas de la dominación. 81 Enrique DUSSEL, Política de la liberación II. Arquitectónica, Trotta, Madrid 2009, § 372. 39 Lo cual exige de nuestra parte una articulación orgánica con aquellos sectores sociales que se organizan también en resistencia contra la dominación, así como el desarrollo, junto a ellos y con ellos, de un pensamiento creador auténticamente revolucionario, que se nutre de dos fuentes igualmente fundamentales: la del saber acumulado por la humanidad a lo largo de su historia y las experiencias populares, que lo legitiman, cuestionan y renuevan. Hoy, en el alba del siglo XXI, en que el eje de la historia de la humanidad se ha desplazado a la América Latina, en tanto que es en este continente donde se están dando los cambios históricos más importantes de las últimas décadas y las propuestas más originales de transformación social, y en que también por eso mismo, han recrudecido las amenazas y las seculares intervenciones directas del imperio estadounidense sobre el continente; hoy, en que, más grave aún, la humanidad está siendo colocada por esa misma ciega y suicida ambición imperial al borde mismo de una guerra nuclear, no sólo no tiene sentido la secular separación entre pensamiento y praxis, sino que se hace de máxima urgencia el compromiso activo de todos los obreros del pensamiento y de la palabra con los movimientos populares de denuncia y de resistencia ante los atropellos imperiales, así como su incorporación al trabajo de construcción de proyectos verdaderamente emancipadores. Si todo este trabajo que hemos emprendido en Venezuela contribuye a fortalecer esa conciencia y a avanzar en el proceso de descolonización del espíritu y de la cultura, clave fundamental en la lucha colectiva de los pueblos por la afirmación de su soberanía, la revolución bolivariana estará cumpliendo, más allá de las acciones que le toca asumir en relación con las particulares circunstancias de Venezuela, con el deber ético al que todos y todas estamos llamados, como es la de sumarnos a la batalla por la superación radical del sistema más destructivo y criminal que ha existido en la historia mundial y por la construcción del único camino posible por el que la humanidad podrá liberarse y salvarse a sí misma y al planeta: el camino del socialismo. Caracas, 24 de octubre de 2015 40 Las funciones de la filosofía como escalpelo ante la pobreza y la desigualdad82 Pablo Guadarrama González83. La filosofía, que en modo alguno debe reducirse a su presuntamente exclusivo origen grecolatino84, desde sus primeras expresiones en diversas épocas y latitudes ha desempeñado múltiples funciones. Entre ellas pueden destacarse: la cosmovisiva, la lógico-metodológica, la axiológica, la hegemónica, la práctico-educativa, la emancipadora, la ética, la ideológica, la estética, la humanista85, etc. Por supuesto que otras como la función crítica, la desalienadora, la utópica, etc., pueden ser subsumidas dentro de algunas de las funciones anteriores o es posible que se descubran otras nuevas, en correspondencia con las transformaciones que se operan constantemente en el saber filosófico, al igual que nuevas formas del conocimiento humano. Lo cierto es que no todas ellas han desempeñado el mismo papel en distintos contextos históricos, ni se han pronunciado de forma abierta y orgánica para ser útiles en relación con el esclarecimiento de las causas de la pobreza y las desigualdades sociales, así como las vías para erradicarlas. La historia del pensamiento latinoamericano puede mostrar innumerables ejemplos de auténticas expresiones útiles de algunas de las funciones de la filosofía propiciadoras para la conceptualización y concreción de formas de humanismo práctico86, como escalpelo 82 Ponencia al Coloquio Internacional de Filosofía “Filosofía e Independencia desde América Latina y el Caribe”. Universidad Pontificia de México, Ciudad de México, 23-26 de noviembre de 2015. 83 Profesor de Mérito de la Universidad Central de Las Villas, Santa Clara, Cuba. [email protected] 84 «Dicen algunos que la Filosofía excepto el nombre, tuvo su origen entre los bárbaros; pues como dice Aristóteles en su Mágico y Soción en el libro XXIII. De las sucesiones fueron los magos sus inventores entre los persas; los caldeos entre los asirios y babilonios; los gimnosofistas entre los indios; y entre los celtas y galos los druidas, con los llamados Semnoteos»: Laercio, Diógenes. Vida de los filósofos más ilustres, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1990, p 9. 85 «Entre esas funciones de la filosofía se pueden destacar, con sus consecuentes objetivos, las siguientes: 1. La cosmovisiva, que permite al hombre saber y comprender los diversos fenómenos del universo incluyendo los de su propia vida, y pronosticar su desarrollo. 2. La lógico-metodológica, que le posibilita examinarlos y analizarlos con rigor epistemológico. 3. La axiológica, cuando se plantea valorar, enjuiciar, apreciar su actitud ante ellos. 4. La función hegemónica, orientada a que el hombre domine y controle sus condiciones de vida. 5. La práctico-educativa, cuya misión es que el hombre se transforme, se cultive, se supere, se desarrolle. 6. La emancipadora, que hace factible su relativa liberación y desalienación. 7. La ética, que le sugiere reflexionar sobre su comportamiento y la justificación o no de su conducta. 8. La ideológica, destinada a orientar la disposición de medios de justificación de su praxis política, social, religiosa, jurídica, etc. 9. La estética, que estimula en el ser humano el disfrute y aprecio de ciertos valores de la naturaleza y de sus propias creaciones. Y, finalmente, aunque tal vez sea su función principal, se encuentra la humanista, cuyo objetivo básico es contribuir al perfeccionamiento del permanente e inacabado proceso de humanización del homo sapiens, a fin de que este alcance niveles superiores de progreso omnilateral. Guadarrama, Pablo, ¿Para qué filosofar?, Centro de Estudios Filosóficos “Adolfo García Díaz”, Universidad del Zulia, Maracaibo, # 30, 1998, pp. 109-139; Filosofía y sociedad, Editorial Félix Varela, La Habana 2000, T. I, pp. 44-45. 86 Por humanismo práctico ─término utilizado por Marx en sus trabajos tempranos como La sagrada familia y los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 así como los de humanismo concreto, humanismo positivo y humanismo culto que diferenciaba del humanismo real de Feuerbach─, entendemos una postura de compromiso activo, militante y arriesgado con la defensa de la dignidad de determinados 41 crítico ante la pobreza, ─que en modo alguno puede reducirse a un problema psicológico como creía Demócrito87, sino que es un problema muy cruelmente objetivo─ y las injusticias sociales que han sido comunes a los pueblos de Nuestra América. Durante el período colonial, entre ellas, se encuentran las reflexiones de Las Casas sobre la igualdad y la libertad en el hombre creado por Dios88; las de Francisco Javier Alegre el derecho a la libertad89; las de Clavijero sobre la semejanza de las almas de indígenas y europeos90; las de Gamarra sobre la útil función desalienadora de la filosofía91; las de Caballero sobre la importancia trascendental de la filosofía como completamiento del ser humano92 y su postura crítica ante la esclavitud93; las Varela en su enfrentamiento a la esclavitud y en la lucha por igualdad y la independencia 94; las de grupos humanos, que se diferencia del humanismo abstracto que se limita a simples declaraciones filantrópicas, que no trascienden más allá de cierta misericordia o postura piadosa ante indígenas, esclavos, siervos, proletarios, mujeres, niños, minusválidos, etc. Un humanismo práctico debe distanciarse del antropocentrismo que ha caracterizado generalmente a la cultura occidental y tomar en consideración la imprescindible interdependencia entre el hombre y la naturaleza. 87 «Si no deseas lo mucho, lo poco te parecerá mucho; que deseos pequeños hacen que pobreza y riqueza se contrabalanceen»: DEMÓCRITO DE ABDERA, Fragmentos filosóficos, en Buch Sánchez, Rita María, Historia de la Filosofía, Editorial Félix Varela, La Habana, Tomo I., p. 121. 88 «Todo hombre, toda cosa, toda jurisdicción y todo régimen o dominio, tanto de las cosas como de los hombres, de que tratan los dos referidos principios son, o por lo menos se presumen que son, libres, si no se demuestra lo contrario. Pruébese porque desde su origen todas las criaturas racionales nacen libres (Digesto, De iustitia et iure, ley Manumissiones) y porque en una naturaleza igual Dios no hizo a uno esclavo de otro, sino que a todos concedió idéntico arbitrio...»: BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, Tratados, tomo II, México, Fondo de Cultura Económica, 1965, p. 1251. 89 «Para que los hombres sufran alguna disminución de la natural libertad que todos por igual gozan, menester es que intervenga su consentimiento...» Navarro, Bernabé. Humanistas del siglo XVIII, México, UNAM, 1962, p. 43. 90 “Sus almas son radicalmente y en todo semejantes a las de otros hijos de Adán y dotados de las mismas facultades; nunca los europeos emplearon más desacertadamente su razón, que cuando dudaron de la racionalidad de los americanos. El estado de cultura en que los españoles hallaron a los mexicanos excede en gran manera al de los mismos españoles cuando fueron conocidos por los griegos, los romanos, los galos, los germanos y los bretones”. Idem. pp. 5-6. 91 «La filosofía ha sido dispuesta para la verdadera utilidad del hombre»: Isabel MONAL, Las ideas en la América latina. Una antología del pensamiento filosófico, político y social, T. I, La Habana, Casa de las Américas, 1985, p. 130. 92 «La filosofía necesaria con necesidad de medio para completar la perfección natural del hombre. Prueba: El hombre, para ser completamente perfecto en el orden natural, debe adornar su entendimiento con verdades y su voluntad de buenas costumbres; pero el hombre no puede lograr esto de manera cabal sin la filosofía, que distingue la verdad de la mentira y lo bueno de lo malo; luego la Filosofía es necesaria con necesidad de medio para completar, etc.»: José Agustín CABALLERO, Philosophia electiva, Editorial de la Universidad de La Habana, La Habana 1944, p. 199. 93 «Es la esclavitud la mayor maldad civil que han cometido los hombres cuando la introdujeron». José Agustín Caballero, «En defensa del esclavo», Papel periódico de la Habana, 5 y 8 de mayo de 1791, en Escritos varios, Editorial de la Universidad de La Habana, La Habana 1956, p. 5. 94 «Estoy seguro de que el primero que dé el grito de independencia tiene a su favor a casi todos los originarios de África. Desengañémonos: Constitución, libertad, igualdad, son sinónimos; y a estos términos repugnan los de esclavitud y desigualdad de derechos. En vano pretendemos conciliar estos contrarios»: Félix VARELA, Obras. Editorial Imagen Contemporánea-Editorial Cultura Popular, La Habana 1997, T. II. p. 119. 42 Luz y Caballero sobre la igualdad social95; las de José Martí exigiendo igualdad de cultura96, no evadir la pobreza97 y asumir digna actitud humanista ante ella98. Fueron múltiples las expresiones de articulación de la lucha contra el poder colonial con las aspiraciones de lograr mejores condiciones de vida para indígenas, esclavos, campesinos, artesanos y en general el sector empobrecido de la población. Una vez lograda la independencia en la mayoría de los países latinoamericanos, en una nueva época histórica en que aparecen ideologías que se orientan a representar los intereses proletarios como el socialismo y el anarquismo, −que surgen como alternativas ante las insuficiencias del conservadurismo y el liberalismo, los cuales lejos de aminorar las desigualdades sociales las acrecientan−, emergen nuevos análisis y propuestas en las que se le plantean a la filosofía desplegar sus funciones a tenor con las nuevas demandas sociales y culturales, en particular la lucha contra las cada vez más abismales desigualdades sociales. Con tales objetivos se elaboran también las propuestas de Bello para lograr una elaboración filosófica propia en función de la realidad social latinoamericana99; las de Sarmiento buscando en la educación la posibilidad de solución a la pobreza y la vagancia100; las de Varona al proponer justas decisiones, no solo educativas sino también políticas y jurídicas, ante las desigualdades sociales101; la inconformidad de Rodó por las injusticias sociales prevalecientes102; lo que Vasconcelos caracterizó como la monstruosidad del capitalismo y la miseria que produce103; las de Henríquez Ureña de 95 «Ni somos tan iguales que nos confundamos, ni tan diversos que nos contrastamos»: José DE LA LUZ Y CABALLERO, Selección de textos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1981, p. 34; «La igualdad natural es una quimera; pero todos los hombres deben ser iguales ante la ley». Idem, p, 72. 96 «No hay igualdad social posible sin igualdad de cultura»: José MARTÍ, Obras completas, Editorial Ciencias Sociales, La Habana 1975, T. III. 28. 97 «A la pobreza no se le tenga miedo: en ella solo vacilan los viles, que están de más en todas partes»: Ibidem, t. XXVIII, p. 313. 98 «no es nada menos que un criminal quien ve la pobreza, y puede ayudarla y no la ayuda»: Ibidem, t. II, p. 374. 99 «Los trabajos filosóficos de Europa no nos dan la filosofía de la historia de Chile (o Hispanoamérica), Toca a nosotros formarla por el único procedimiento legítimo, que es el de la inducción sintética»: Andrés BELLO, Obras Completas de Andrés Bello, La Casa de Bello, Caracas 1981, t. XXIII, p. 240. 100 «La ley dice que se persiga a los vagos. Pero ¿Cuáles son esos vagos?; ¿Quién los ha hecho vagos, si no los gobiernos que no los educan? (…) Para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos es necesario educar al pueblo, es la verdadera democracia, enseñadles a todos lo mismo para que todos sean iguales»: E. Anderson IMBERT, Genio y figura de Sarmiento, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1967, p.131. 101 «Juan y Pedro pueden ignorarlo; el juez debe saberlo. Las capas sociales se tocan; pero no se compenetran. Se imitan, se caricaturizan por fuera; viven vida distinta y distante por dentro. Aplicarles la misma ley es cultivar del mismo modo un cactus y una parra»: Enrique José V ARONA, Con el eslabón, Cuba Contemporánea, La Habana 1925, # 37, p. 294. 102 «en nuestro tiempo, aun aquellos que no somos socialistas, ni anarquistas, ni nada de eso en la esfera de la acción ni en la doctrina, llevamos dentro del alma un fondo, más o menos consciente de protesta, de descontento, contra tanta injusticia brutal, contra tanta hipócrita martiria, contra tanta vulgaridad entronizada y odiosa, como tiene entretejida en su urdimbre este orden social trasmitido al siglo que comienza por el siglo del advenimiento burgués y la democracia utilitaria»: José Enrique RODÓ, Obras Completas, Introducción general de Emir Rodríguez Monegal, Aguilar, Madrid 1957, p.113. 103 Por otra parte, es natural que el movimiento social cobre fuerza en América, en donde el más obtuso palpa el contrasentido de la gran riqueza virgen y la gran miseria de la gente, contraste debido en gran parte 43 incrementar la solidaridad para atenuar las desigualdades sociales104; las de Korn promoviendo el socialismo ético;105 las de Vaz Ferreira criticando las consecuencias sociales del capitalismo106 y promoviendo una tendencia humanitaria y pobrista 107 así como el reconocimiento por Caso de la alternativa del socialismo, no obstante sus sustanciales diferencias con esta propuesta, ante los males profundos de la sociedad108. Todas ellas son expresiones en distinto grado de humanismo práctico y de reconocimiento de la función emancipadora de la filosofía. Nadie tildará de socialistas o marxistas a los pensadores latinoamericanos anteriormente referenciados, pero el problema más que de enfoques ideológicos es de sentido común ante la pobreza y las desigualdades sociales que de manera creciente engendró el capitalismo desde su nacimiento, chorreando lodo y sangre como aseguró Marx. La historia de los pueblos latinoamericanos, desde la conquista y colonización así como tras nacimiento de las repúblicas latinoamericanas hasta nuestros días, ha sido un escenario de inhumana explotación de los sectores sociales desposeídos ante la cual los más auténticos pensadores de esta región no han sido indiferentes. Esto no significa que no hayan existido, y aun existan cómplices ideológicos de las distintas oligarquías dominantes, articuladas a poderes coloniales y actualmente transnacionales, pero estos no deben ser considerados propiamente como los auténticos representantes del humanismo práctico que ha caracterizado por lo general a los más dignos exponentes de la vida filosófica latinoamericana. Algunos de estos pensadores latinoamericanos se percataron de los fundamentados móviles que gestaban ideas subversivas respecto a la injusta sociedad capitalista y que en algún modo explicaban el auge de las ideas socialistas y anarquistas. Una tendencia muy común en los pensadores anteriormente referenciados la constituyó considerar la falta de educación y cultura como la causa principal de la situación de pobreza. Por tal motivo la mayoría de ellos proponía a encontrarle solución a través de políticas públicas que aseguraran mejores oportunidades educativas a los hijos de los sectores humildes de la población. La mayor parte de los pensadores que se orientaron hacia el socialismo y que asumieron el marxismo como uno de los principales instrumentos para lograrlo, reconocieron la a los errores de la organización política y social. De ahí que nuestra preocupación primera sea resolver el problema del mejoramiento colectivo»: José VASCONCELOS, Barcelona, s.e. 1927, p. 4. 104 «El problema del porvenir inmediato es poner la riqueza al alcance de todos y las soluciones propuestas por Henry George y por los socialistas van pareciendo cada día menos ilusorias. La civilización tenderá a sustituir la lucha por la vida, por una solidaridad cada vez más firme e inteligente y dulcificadas las relaciones sociales...»: Pedro HENRÍQUEZ UREÑA, Ensayos críticos, Imprenta Esteban Fernández, La Habana 1905, p. 95. 105 Korn, imbuido por las ideas del socialismo ético de Bernstein y el pensamiento Kautsky, consideraba que el socialismo tenía que ser eminentemente el producto de una función y actividad ética, aunque reconocía como un mérito de Marx que había vinculado el socialismo al movimiento obrero. Alejandro KORN, Obras Completas, Editorial Claridad, Buenos Aires 1959, p. 212. 106 El capitalismo para él engendra y mantiene una agobiante desigualdad social. Carlos VAZ FERREIRA, 1939, p. 39 107 «Se suprimió la esclavitud pero la humanidad no se conformó con eso, quiere el bienestar de todas las clases y de todos los hombres y se intensifica cada vez más la tendencia humanitaria y pobrista»: Carlos VAZ FERREIRA, Fermentario, Impresora Uruguaya, Montevideo 1957, p. 107. 108 «Todos sabemos que las sociedades contemporáneas adolecen de males profundos. El socialismo desde muchos puntos de vista es la verdad. Quien lo niega de plano no es un hombre de su época»: Antonio CASO, La persona humana y el estado totalitario, Universidad Nacional de México, México 1941, p. 59. 44 importancia de la educación, como el caso de Aníbal Ponce109. Sin embargo, no cifraron exclusivamente en ella las esperanzas emancipadores de las clases desposeídas, sino que confiaron más en las posibilidades reales de la revolución social, que no fuese solamente una mejoramiento material sino también espiritual y cultural de los sectores populares como se puede apreciar en Mariátegui110. Si bien hubo expresiones en el marxismo latinoamericano de posturas dogmáticas que contribuyeron a afectar el reconocimiento de la validez teórica de la concepción dialéctico materialista de la historia111, también han habido heterodoxos que han desarrollado algunos aspectos valiosos, como Antonio García sobre las funciones emancipadoras y renovadoras de esta filosofía112; Estanislao Zuleta sobre la indiferencia de los capitalistas por la situación social de los trabajadores113; Ludovico Silva con la plusvalía ideológica114 y Adolfo Sánchez Vázquez con la critica a las distintas formas de enajenación que reproduce el capitalismo ante las cuales propone la revitalización del marxismo como filosofía de la praxis115, para solo referenciar a algunos de los más prestigiosos y reconocidos filósofos latinoamericanos que desde distintas interpretaciones del marxismo han abordado el tema de las crecientes desigualdades sociales, lo que no significa que sean los únicos. Quienes han asumido la concepción materialista de la historia, ─que lamentablemente algunos han identificado como marxismo y en el peor de los casos la han reducido a sus 109 «La causa del proletariado es por eso su causa, y si para destruir puede bastar la pica, para construir es necesario la escuadra y el compás»: Aníbal PONCE, Obras de Aníbal Ponce, Casa de las Américas, La Habana 1975, p. 389. 110 «La política es hoy la única grande actividad creadora. Es la realización de un inmenso ideal humano. La política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria y la verdad de nuestra época es la Revolución. La revolución que es para los pobres no sólo la conquista del pan, sino también la conquista de la belleza, del arte, del pensamiento y de todas las complacencias del espíritu»: José Carlos MARIÁTEGUI, Obras, Editorial Amauta, Lima 1982, T. I., p. 336. 111 Véase: Pablo GUADARRAMA, Marxismo y antimarxismo en América Latina, Universidad INCCA de Colombia. Bogotá l990; El Caballito, México-Editora Política, La Habana/México 1994; El Perro y la Rana, Ministerio de Cultura, República Bolivariana de Venezuela, Caracas 2014, T. I. 112 «Pero se equivocan quienes piensan que esa filosofía es revolucionaria sólo para un tipo de sociedades y para unos ciertos aspectos de la vida: lo es siempre y no sólo para la naturaleza sino para la sociedad y el hombre, concebidos como criaturas históricas, esto es como sujetos y objetos de un incesante proceso de creación y recreación»: Antonio GARCÍA, El realismo dialéctico en la historia. La crisis del marxismo como filosofía de interpretación de la historia. Hacia el nuevo orden del hombre, Humanismo y sociedad, Bogotá 2006, p. 76. 113 «De esta manera el capitalismo se preocupa por el incremento de la productividad del trabajo (en términos de Marx de la producción de plusvalía relativa) ─y moviliza la ciencia para ello─ porque la productividad del trabajo es un elemento esencial de la valoración del capital; pero no se preocupa por lo que pueda ocurrirles a los trabajadores mismos, a los que quedan cesantes, a los consumidores, o a otros sectores de la vida social»: Estanislao ZULETA, Conversaciones con Estanislao Zuleta, Hombre Nuevo Editores EU, Medellín 2008, p. 107. 114 «El fenómeno en cuando compra, es lo habitual, pero en el caso de los artistas e intelectuales, que sirven a los intereses ideológicos del capitalismo, se trata de venta de fuerza de trabajo espiritual. En ambos casos hay plusvalía ideológica»: Ludovico SILVA, La plusvalía ideológica. Universidad Central de Venezuela, Caracas 1970, p.19 115 «Seguimos pensando que el marxismo es ante todo y originariamente una filosofía de la praxis, no sólo porque brinda a la reflexión filosófica un nuevo objeto, sino especialmente porque cuando de ‘lo que se trata es de transformar el mundo’ forma parte como teoría del proceso mismo de transformación de lo real»: Adolfo SÁNCHEZ VÁSQUEZ, Filosofía de la praxis, Grijalbo, México 1980, p. 12. 45 expresiones en el llamado “socialismo real”─, han logrado por supuesto una mayor aproximación a las causas reales de la pobreza y la desigualdad social. Debe tenerse presente que los procesos de aproximación al marxismo y distanciamientos del él por parte múltiples intelectuales latinoamericanos, han estado condicionados más por factores políticos coyunturales, que por identificación y/o discrepancias epistémicas o metodológicas. Este hecho se puede apreciar claramente hace cuarenta años en el caso de los firmantes de la Declaración de Morelia. Las razones que llevaban algunos de ellos a tomar distanciamientos críticos respecto al socialismo y al marxismo de esa época, pueden hoy entenderse mucho mejor. Sin embargo, lo importante no es ahora tratar de medir con los marxómetros más exactos, si deberían o no ser incluidos dentro de tal clasificación. Lo valioso es determinar en qué medida asumieron una digna actitud crítica respecto a cuestiones tan esenciales al filosofar latinoamericano como la toma de conciencia crítica ante las funciones de la filosofía en relación con la dependencia o la solidaridad, la liberación de los pueblos subyugados por los imperialismos y la posibilidad de constituir una filosofía universal de la liberación. El humanismo práctico, subyacía en las mejores intenciones del filosofar de Zea desenmascarando las falacias de la cacareada igualdad burguesa116; de la invocación de Miró Quesada de un socialismo democrático117; del apoyo de Roig a la constitución de una filosofía de la liberación, pero sin extrapolar sus posibilidades emancipadoras reales118; de la responsabilidad individual y universal del filósofo según Villegas119; de la 116 «Porque pese a las declaraciones de igualdad de la burguesía originada de su propia servidumbre ha sido ya creada nueva forma de dominio. Dominio aún más inhumano que los sufridos por el esclavo y el siervo. Pero será, a partir de esta inhumanidad, que se dé el más grande paso hacia la plena liberación del hombre y por ende al del espíritu como expresión de toda la humanidad... La burguesía, con sus nuevas injusticias, va a abrir la posibilidad de la auténtica liberación del hombre»: Leopoldo ZEA, Filosofía de la historia americana, Fondo de Cultura Económica, México 1978, p. 84. 117 «Creo que la forma política que más conviene a América Latina es la de un socialismo humanista [...] El socialismo es joven, tiene apenas unas décadas como sistema en funciones. Dentro de algunas décadas, tal vez no muchas, el fracaso del socialismo totalitario no podrá ya disimularse y comenzará a pensarse muy seriamente en la posibilidad de un socialismo democrático. Eso me parece una necesidad histórica»: Francisco MIRÓ QUESADA, «Reportaje a Francisco Romero», en: Francisco Romero. Maestro de la filosofía latinoamericana, Sociedad Interamericana de Filosofía, Caracas 1984, pp. 136-137. 118 «No se debe exagerar la función liberadora de la filosofía. En relación con el origen de la filosofía de la liberación dice. “Por lo que a mí respecta puedo decir que tuve una participación decidida, como los demás colegas, pero mantuve celosamente cierta independencia de criterio. Y sobre todo debo decir que nunca estuve poseído del espíritu por momentos mesiánico de algunos que se habían posesionado de su papel de “liberadores”. En verdad siempre he entendido que la filosofía tiene una función, importante, pero no por eso menos humilde”»: Arturo ANDRÉS ROIG, Rostro y filosofía de nuestra América, Una ventana ediciones, Buenos Aires 2011, p. 287. 119 «el filósofo es más consciente de esta situación comprometida. Y ante ella no trata solo de asumir su responsabilidad como individuo, sino además y en esto está la individualidad de su obra, trata de asumir esta responsabilidad como si él encarnara a toda la humanidad»: Abelardo VILLEGAS, Filosofía de lo mexicano, UNAM, México 19792, p. 143 46 propuesta de Dussel en asumir la representatividad del pobre120 entendiéndolo como todas los sectores, clases y pueblos explotados por el capitalismo121. Cualquier nuevo balance del histórico significado la controvertida filosofía de la liberación, independientemente del valor que tengan los anteriormente efectuados122, desde diferentes perspectivas123 no puede pasar por alto la función eminentemente humanista, con diversos matices, que ha desempeñado esta heterogénea corriente del pensamiento filosófico latinoamericano en el develamiento de las causas de la pobreza y la desigualdad social, así como en otros aspectos que le han hecho adquirir un reconocimiento de valor universal. Similar mérito deben tener aquellos que han cultivado las funciones de la filosofía, no articulados a esta corriente, ─por distintos caminos e incluso desde otros saberes y disciplinas, como la teología de la liberación, la teoría de la dependencia, la filosofía intercultural, el discurso poscolonial, el pensamiento alternativo, etc.─ pero con confluyentes intenciones emancipadoras y de enfrentamiento crítico a las enajenantes condiciones de la sociedad capitalista que en sus recientes procesos globalizadores y con mayor énfasis tras el fracaso del “socialismo real” ha tratado de imponer la hipócrita ideología neoliberal, que recomienda a los países periféricos ejecutar lo que los centrales no hacen. En esa digna labor develadora de la naturaleza inhumana del capitalismo, ─ cuyos ideólogos desde la ilustración y el positivismo124 han tratado de inculcar concepciones socialdarwinistas para justificar sus actuaciones depredadoras acudiendo a argumentar una supuesta naturaleza humana125 o una metafísica esencia humana en lugar de una histórico, circunstancial y progresiva condición humana126 ─, se destacan una pléyade de auténticos representantes de la vida filosófica latinoamericana que especialmente han retomado las propuestas de Simón Rodríguez, Juan Bautista Alberdi y José Martí de 120 La filosofía de la liberación, al menos en la versión planteada por Dussel ha puesto especial énfasis en la situación de «El pobre como el ‘otro’: como América Latina periférica, como las clases oprimidas, como mujer, como juventud»: Enrique DUSSEL, Historia de la filosofía y filosofía de la liberación, Editorial Nueva América, Bogotá 1994, p. 163. 121 «Es la situación, la ‘realidad’ latinoamericana de miseria, de clases y pueblos explotados por el capitalismo, de la mujer oprimida por el machismo, de la juventud y la cultura popular dominadas, etc., el punto de partida y el criterio para elegir o constituir (si no las hubiera a disposición) el método y aquellas categorías pertinente para una reflexión filosófica sobre una tal ‘realidad’»: Idem. p. 167. 122 Véase: Horacio CERUTTI, Filosofía de la liberación latinoamericana, FCE, México 1983. 123 Véase: Humanismo y Filosofía de la Liberación en América Latina, dir. Pablo Guadarrama, Editorial El Búho, Bogotá 1993. 124 Véase: Pablo GUADARRAMA, Positivismo en América Latina, Universidad Nacional Abierta a Distancia. Bogotá. 2001; Positivismo y antipositivismo en América Latina. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2004; IDEM, «Razones del positivismo y el antipositivismo sui generis en América Latina», Cuadernos americanos, Universidad Nacional Autónoma de México, México 2011, Año XXV, Vol. 3, n. 137 (2011) 125-149. 125 «Aquellos que se aferran a la idea de la existencia de una presunta inamovible e imperfectible naturaleza humana egoísta, individualista, explotadora, discriminatoria, etc., por supuesto que pueden encontrar algunos argumentos para justificar desde concepciones discriminatorias, racistas y fascistas, hasta las más recientes posturas neoliberales, actualmente de capa caída tras los recientes desastres financieros del capitalismo mundial”. Guadarrama, Pablo. Pensamiento Filosófico Latinoamericano. Humanismo, método e historia. Universitá degli Studi di Salerno-Universidad Católica-Planeta, Bogotá, Tomo III. 2013. p. 427. 126 Véase: Proyecto internacional de investigación, «El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana»: www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/ 47 cultivar el pensamiento de Nuestra América oteando todos los horizontes pero con las raíces bien sujetas la realidad de estos pueblos y sorteando la nordomanía cuestionada por Rodó. En esa labor hay que reconocer, entre otros, la labor de Salazar Bondy al convocar a la elaboración de una filosofía acorde a nuestros propios patrones y aplicada de acuerdo a nuestros fines127; de Cerutti al proponer una filosofía nuestroamericana y para la liberación128, sin dejar de reconocer los méritos de la filosofía de la liberación 129; de Vargas Lozano al cuestionarse Filosofía ¿para qué? como un llamado a pensar cuidadosamente en el significado de la filosofía, la función e importancia que puede y debe tener para la sociedad130; de Saladino al rescatar el valor de los ilustrados latinoamericanos y en especial de los marxistas que han tenido presente la ancestral situación de los indígenas131; de Biagini quien luego de analizar algunas de las propuestas de la filosofía de la liberación, la intercultural, la poscolonial, el pensamiento alternativo reclama que lo importante es generar un conocimiento para decidir y actuar132; de Giusti al desenmascarar el liberalismo por incrementar las desigualdades 127 «En filosofía, como en ciencia, solo quien tiene la clave de la teoría puede hacer suyos los avances y los poderes de la civilización. Nuestra filosofía debe ser entonces, teoría y a la vez explicación, concebidas y ejecutadas a nuestro modo propio, de acuerdo a nuestras pautas y categorías, así como la ciencia que pese a su neutralismo declarado, comporta sobre todo en las disciplinas sociales, un ingrediente de interpretación y de ideología y debe ser elaborada por nosotros como teoría según nuestros propios patrones y aplicada de acuerdo a nuestros fines”. Salazar Bondy, Augusto, “Sentido y problema del pensamiento filosófico hispanoamericano»: Repensar a Augusto Salazar Bondy. Homenaje a los 90 años de su nacimiento, ed. Rojas Joel, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima 2015, p. 106. 128 «Lo que se ha conocido como filosofía de la liberación constituyó un saludable conjunto de esfuerzos para instaurar en la actividad filosófica universitaria una serie de actitudes, principios, temas y modalidades de abordarlos, que han dejado sin duda huella en obras, discípulos, epígonos y polémicas»: Horacio CERUTTI GULDBERG, Filosofías para la liberación. ¿Liberación del filosofar?, Universidad Autónoma del Estado de México, México 1997, pp. 173-174. 129 Entre ellos destaca «B) principios (que, más bien, operaron como metas y objetivo deseables) filosofar a partir de las demandas sociales de los más necesitados, marginados y despreciados de la población. Esto provocaba un parteaguas de insospechadas aunque anheladas consecuencias en relación con la tradición filosófica»: Idem, p. 174. 130 «No se trata de un estudio en abstracto, elaborado al margen de las condiciones materiales de nuestro tiempo, sino que es de lo más concreto que puede plantearse»: Eduardo Sarmiento, en Gabriel Vargas Lozano (2012), Filosofía ¿para qué? Desafíos de la filosofía en el siglo XXI, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa/Itaca”, Signos Filosóficos, vol. XV, núm. 29, enero-junio, 2013, pp. 231-236, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa Distrito Federal, México, http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34326236009 131 «1ª. Los demomarxistas que evidencian las siguientes posiciones, por un lado una visión negativa del indio que refleja la influencia liberal y positivista y, por otro lado, la incomprensión de la posibilidad de liberación por sí mismos; 2ª. El marxismo crítico que expresó el planteamiento más lúcido para contrarrestar la imagen negativa, valorando la potencialidad revolucionaria del indio. Ubico en el primer rumbo a Vicente Lombardo Toledano y José Antonio Arze, en el segundo a José Carlos Mariátegui»: Alberto SALADINO GARCÍA, Indigenismo y Marxismo en América Latina, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca 1994, p. 104. 132 «En definitiva, se está planteando una reflexión verdaderamente integral que recupere las distintas acepciones implícitas por esa peculiar variante reflexiva denominada filosofía latinoamericana y caribeña con sus aludidas acepciones; un pensamiento que, de Alberdi en adelante, no denota una pura contemplación sino un conocimiento para decidir y actuar; un programa enraizado socio-históricamente tendiente a afirmar un nosotros frente al status quo y que ponga en juego la capacidad comunitaria para subvertir un estado anómalo de cosas»: Hugo BIAGINI, «Filosofar latinoamericano», Diccionario de pensamiento alternativo, Adenda, dir. Hugo Biagini, Editorial Biblos, Buenos Aires 2015, p. 95. 48 sociales133; de Serrano Caldera sobre las causas estructurales de la pobreza134;de Carmen Bohórquez sobre el compromiso orgánico del filósofo en el desenmascaramiento de los poderes hegemónicos135; de Guillermo Hoyos por tratar de mundanizar la fenomenología136 y de Edgar Montiel con el humanismo americano y el poder emancipador de la cultura137, entre otros. Los anteriores autores referenciados solo constituyen una pequeña muestra, aunque representativa, sobre como los más significativos, o al menos reconocidos generalmente, cultivadores de la filosofía en Latinoamérica han promocionado en sus diversas expresiones, en ocasiones ubicadas en corrientes yuxtapuestas, sus funciones epistémicas, junto a la humanista y en particular emancipadora y desalienadora, así 133 «En América Latina el liberalismo está violando sus principios constitutivos, y lo está haciendo, por así decir, tanto por exceso como por defecto de las reformas que implementa. Los viola por el exceso de liberalismo cuando somete indiscriminadamente una sociedad desigual y pluricultural, como la nuestra a reglas de funcionamiento del mercado, pues de esa manera produce como ya dijimos, un efecto contrario al que supuestamente desea obtener, se decir contribuye a perpetuar las desigualdades y a desarticular la ya precaria cohesión de las diferentes comunidades culturales. Pero puede violar también sus propios principios constitutivos por defectos de liberalismo, es decir porque se colude ocasionalmente con tradiciones antidemocráticas que nos son prácticamente atávicas como el caudillismo y el militarismo»: Miguel Giusti, El soñado bien, el mal presente, Universidad Católica del Perú, Lima 2011, p. 58. 134 «La contradicción entre la democracia política y la exclusión social constituye una de las características del mundo contemporáneo, particularmente en lo que se refiere a los países del Sur empobrecido. El incremento de la pobreza se ha producido en el momento en que en América Latina, por ejemplo, se han establecido gobiernos democráticos en todos, o casi todos los países. Por supuesto, esto no quiere decir que la democracia produzca miseria y la autocracia el bienestar, sino solamente que las causas estructurales de la pobreza que vienen desde la época de la implantación de gobiernos autocráticos en la región, no han desaparecido por el solo hecho de haberse establecido gobiernos democráticamente electos; que no basta la periodicidad en la realización de los procesos electorales, sino que el problema es estructural y como tal, requiere un tratamiento integral que complete tanto a los aspectos formales de la democracia, (elecciones periódicas) como la reforma institucional que adecue el sistema jurídico y normativo y las instituciones correspondientes, a las necesidades de la sociedad de que se trate»: Alejandro SERRANO CALDERA, Los dilemas de la democracia. Hacia una ética del desarrollo, Editorial HISPAMER S.A., Managua 1995, p. 39. 135 «Como filósofos, como humanistas, sobre todo como humanistas, como personas comprometidas con todas las luchas sociales, estamos obligados a asumir el reto de pensar alternativas en un mundo que es controlado hoy por fuerzas imperialistas y estamos comprometidos y obligados a contribuir al desenmascaramiento de un supuesto orden internacional que se legitima a sí mismo a través de organismos como la ONU, la OEA, la OMC y otros, que en nombre de la democracia y de la libertad, se han arrogado la potestad de decidir, cual Dios iracundo y perverso, que pueblos tienen derecho a seguir existiendo y cuáles deben ser borrados de la faz del planeta»: Carmen BOHÓRQUEZ, «Acto de Clausura», Memorias del II Foro internacional de Filosofía de Venezuela, Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, Caracas 2006, p. 310. 136 «Hoyos, por tanto, se propone –para decirlo en una sola frase– mundanizar la fenomenología. Consecuencia de esta idea es que pase del ego trascendental, según sus propias palabras, al ciudadano de a pie, al hombre de carne y hueso. De ahí la importancia no sólo de la convergencia entre ética y política; sino el paso de la una a la otra. Esto, entre otras cosas, conlleva a apoyar el pensar en español. Podemos ver, por ello, cómo metodológicamente, la obra de Hoyos –sobre todo en lo que cuenta como parte de su filosofía de la educación, sus escritos sobre ética y sobre política– está salpicada de noticias, de observaciones sobre la vida cotidiana, sobre valoraciones de las actuaciones de los personajes de la vida pública de colombianos, latinoamericanos, y, de ciudadanos de diversos estados, de los ciudadanos del mundo». Germán VARGAS GUILLÉN, «Guillermo Hoyos Vásquez: entre filosofía y pedagogía», Anuario Colombiano de Fenomenología. Volumen VII Universidad Tecnológica de Pereira, Pereira 2013, p.19. 137 Véase: Edgar MONTIEL, El Poder de la Cultura, Recurso estratégico del desarrollo durable y la gobernanza democrática, Fondo de Cultura Económica, Lima 2010. 49 como el interés por promocionar su función práctico-crítica en aras de desentrañar la intríngulis expoliadora del capitalismo, como causa fundamental de la esclavitud, la servidumbre y la despiadada obtención de plusvalía en los obreros y por tanto de la pobreza y las desigualdades sociales. Todas y cada una de las funciones de la filosofía en sí mismas son indispensables para el buen desempeño de la actividad filosófica, sin embargo en determinadas circunstancias unas resultan más útiles o significativas que otras, pues su valor debe medirse por el papel que desempeñan en cada momento histórico. Por supuesto que estas funciones no se plasman de manera abstracta y descontextualizada en una época, sino que se revelan orgánicamente en pensadores que asumen posturas epistémicas y axiológicas circunstancial e históricamente condicionadas. Un adecuado análisis del asunto del papel como posible escalpelo de las funciones de la filosofía para desentrañar las causas de la pobreza y la desigualdad y proponer vías o formas para su eliminación exige un pormenorizado estudio en el caso de cada pensador o corriente de pensamiento en su momento histórico a fin de aquilatar la trascendencia de sus ideas. No se debe excluir a nadie por argumentos axiológicos o epistemológicos, pues la historia de la filosofía en esta parte del mundo, al igual que en otras latitudes, revela siempre infinitas posibilidades de desplegar una aguda y comprometida crítica a los distintos sistemas socioeconómicos enajenantes existentes. Los filósofos latinoamericanos más auténticos en distintos momentos no solo se han planteado profundos análisis interpretativos sobre las causas de la pobreza y las desigualdades sociales, sino que desde sus trincheras de ideas se han propuesto contribuir a su transformación y de alguna forma, junto a otros intelectuales, han desempeñado un activo papel en la lucha por superar las injusticias sociales. Este hecho no significa en modo algunos que hayan podido precisar las causas reales de las distintas manifestaciones de pobreza y desigualdad social, pero muchas veces sus respectivos escalpelos en tal búsqueda se aproximaron genialmente a encontrar algunas de las razones de los quistes de pus que enfermaban el organismo social, si es que es posible aun hoy aprovechar algunas de las metáforas del positivismo decimonónico, que no careció, por supuesto, de núcleos racionales. No todas las funciones de la filosofía muestran de forma clara e inmediata su utilidad en la tarea de desenmascarar las causas de las desigualdades sociales y la pobreza. Uno de los méritos principales de la Declaración de Morelia fue revelar la trascendental importancia de la batalla cultural en la guerra ideológica que ha vivido últimamente la humanidad. A esta labor se añade que este documento contribuyó a la revalorización de la producción filosófica latinoamericana y su consecuente articulación con el saber filosófico universal, así como indicar algunas de las causas que habían producido la situación de dependencia de los pueblos de esta región ante los poderes coloniales y neocoloniales como contribuyentes en la gestación de niveles extraordinarios de subdesarrollo, pobreza y desigualdad social. En particular los autores de este histórico documento se detuvieron en analizar las funciones que habían desempeñado filosofías de dominación, por lo que se exigía la conformación de nuevas filosofías emancipadoras, entre las cuales destacaban la filosofía de la liberación, en función de los intereses de los pueblos marginados del orbe138. 138 «A una filosofía que hace suponer el destino manifiesto de un conjunto de pueblos para imponer su dominación al resto del mundo, deberá ofrecerse una filosofía que niegue tal destino y haga, por el 50 Sin embargo, en este documento no queda plasmada con manifiesta claridad que la causa fundamental de tales injusticias sociales radica en la explotación capitalista, a que en forma diversa, primero de esclavitud jurídicamente declarada, o después velada en el trabajo asalariado donde la pobreza se reproduce, especialmente en el informal que promueve tanto el neoliberalismo a fin de desconocer los derechos laborales, entre otros. Si bien se hace referencia a la situación de dependencia en que quedaron los países latinoamericanos por la dominación colonial, neocolonial e incluso se refiere a la imperialista, sin embargo el discurso de oprimidos y opresores que se utiliza, tanto en ese documento como en otras expresiones de la filosofía de la liberación no llamaba por sus propios nombres a la esclavitud, de indígenas y africanos, reverdecida por el inhumano sistema capitalista ni las nuevas formas de explotación de hombres, mujeres, niños y ancianos que impondría la producción industrial capitalista, generadora de plusvalía que en la mayoría de las ocasiones ni siquiera quedaría en manos de emergentes burguesías nacionales, sino de elites financieras transnacionales, de la misma forma que se continua observando en tiempos actuales de globalización presuntamente posmoderna139. Si una nueva función debiera promoverse en la filosofía latinoamericana contemporánea debía ser la temeraria que convoque a los pensadores a llamar a los fenómenos y procesos sociales por sus nombres reales, conceptualizándolos debidamente para revelar sin eufemismos su esencia verdadera, sin que esto signifique, como consideraba Platón que el filósofo debe contentarse con encontrar conceptos inmóviles140. Precisamente se trata de todo lo contrario, el filósofo tiene la tarea de descubrir críticamente el dinamismo de los conceptos en correspondencia con el dialéctico y por tanto contradictorio desarrollo de la realidad, si es que en verdad, aspira a contribuir a su mejoramiento. De lo contrario puede suceder lo mismo que Engels le criticaba a Hegel141, que el sistema de ideas vaya por un lado y la conflictiva realidad por otro. contrario expreso el derecho de todo pueblo a la libertad como autodeterminación. A una filosofía que justifique, como lo ha venido haciendo, la dependencia de unos pueblos en exclusivo beneficio de otros. deberá oponerse una filosofía que rechazando la relación vertical de dependencia haga expresa una relación horizontal de solidaridad. Esto es la solidaridad de hombres entre hombres, de pueblos entre pueblos, de pares entre pares»: Declaración de Morelia. Documento elaborado por Enrique Dussel, Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roig, Abelardo Villegas, Leopoldo Zea, con motivo del Primer Coloquio Nacional de Filosofía, celebrado en la ciudad de Morelia, Michoacán (México), del 4 al 9 de agosto de 1975. http://www.ensayistas.org/critica/manifiestos/morelia.htm 139 Véase: Pablo GUADARRAMA, Cultura y educación en tiempos de globalización posmoderna, Editorial Magisterio, Bogotá 2006: http://biblioteca.filosofia.cu/php/export.php?format=htm&id=2181&view=1 140 «Puesto que son filósofos aquellos que pueden alcanzar lo que siempre se mantiene igual así mismo y no lo son los que andan errando por la multitud de cosas diferentes»: PLATÓN, La República, en Buch Sánchez, Rita María, Historia de la Filosofía, Editorial Félix Varela, La Habana, Tomo I., p. 257. 141 «De este modo, la tesis de Hegel se torna, por la propia dialéctica hegeliana, en su reverso: todo lo que es real, dentro de los dominios de la historia humana, se convierte con el tiempo en irracional; lo es ya, de consiguiente, por su destino, lleva en sí de antemano el germen de lo irracional; y todo lo que es racional en la cabeza del hombre se halla destinado a ser un día real, por mucho que hoy choque todavía con la aparente realidad existente. La tesis de que todo lo real es racional se resuelve, siguiendo todas las reglas del método discursivo hegeliano, en esta otra: todo lo que existe merece perecer. Y en esto precisamente estribaba la verdadera significación y el carácter revolucionario de la filosofía hegeliana (…)»: Federico ENGELS, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (y otros escritos sobre Feuerbach) Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, Madrid 2006, pp. 10-11: www.engels.org. [email protected] 51 Tal vez la filosofía, especialmente en Latinoamérica, esté obligada a aprender de algunas de sus hijas en el reino de las ciencias sociales, en especial de la economía y la sociología, la actitud de objetividad epistémica, como lo hace la Declaración de Morelia al estimar altamente la significación de la teoría de la dependencia. No hay duda que múltiples ciencias sociales han revelado con exactitud las causas de la pobreza y las desigualdades sociales, lo que podría llevar a algunos trasnochados positivistas a considerar que es posible prescindir de las funciones de la filosofía en esa labor. Lo cierto es que en los grandes centros de poder numerosos megaproyectos de investigación no prescinden de los servicios de tanques pensantes. Este hecho puede validar la tesis de que solamente con la filosofía no es posible develar las raíces de múltiples problemas ecológicos, demográficos, psicológicos, belicistas, etc., que agobian al hombre contemporáneo, pero tampoco sin la filosofía esto puede lograrse. 52 FILOSOFÍA MEXICANA, LATINOAMERICANA Y HUMANISMO Mario Magallón Anaya CIALC/UNAM 1. De filosofías Es necesario plantear como consideraciones introductorias cuál ha sido el problema central cuando, desde nuestra América, hablamos de modernidad filosófica y cultural. La modernidad no es un concepto sino, más bien, una forma expresiva y práctica de la razón, que se la puede explicar por sus características y atributos dentro de un contexto sociohistórico, en la medida de que tanto la filosofía como la cultura son: productos de una temporalidad-espacial. Desde ésta se construyen teorías sobre el sujeto, sobre el humanismo frente a la técnica, la epistemología y la racionalidad dentro de espacios teórico-prácticos complejos multidiversos, concebidos en totalizaciones que constituyen totalidades complejas en una relación disciplinaria e inter, multi y transdisciplinarias. Lo cual requiere reflexionar no sólo sobre cuestiones de método sino de las relaciones metodológicas, de las elaboraciones teórico-formales, de los problemas epistemológicos, de las construcciones de lenguajes significativos y de su valor simbólico; de las construcciones de sentido y de significación, todo lo cual tiene que ser visto desde el ámbito de la realidad sociohistórica. Se puede decir que la modernidad no es una sino diversa. Más allá de las concepciones posmodernas, ésta no sólo no ha concluido, sino que se ha transfigurado. Ahora no se puede entender como factor único determinante del quehacer humano concebida en una sola dirección y razón histórica, porque la historia no es continua y progresiva, unilineal sino multilineal, tiene avances y retrocesos, afirmaciones y negaciones; tampoco es absolutamente racional, sino, es más bien, una combinación dialéctica entre la subjetividad y la objetividad, entre el Yo y el nosotros, entre la razón y la sinrazón. Con la posmodernidad se ha declarado la muerte de la filosofía. Sin embargo, puede decirse que desde siempre ha existido esta paradoja, cada asesinato de la filosofía, del ejercicio filosófico y del filosofar se abre un área diversa y vital de la reflexión filosófica. Al menos desde Hegel, en la declaración de cada muerte se acuñan, valga la metáfora, nuevas células y tejidos reproductores para engrosar los problemas metafísicas. Es decir, morir para seguir viviendo. Ese impulso mortal puede considerarse como el más antiguo, las muertes de Dios (de la metafísica) o del hombre, del sujeto sólo pueden ser escandalosas para los que finjan ignorar las largas sedes o lugares de los atentados filosóficos contra la filosofía. El observador externo no ha dejado de percibir el infatigable carácter polémico del amplísimo escenario filosófico, analítico-crítico. Es posible observar en una visión retrospectiva de la historia de la filosofía el enfrentamiento entre Parménides y los pitagóricos; Platón contra los sofistas; Aristóteles contra Platón, para no agobiar la memoria hasta Hegel contra Marx, Marx contra Hegel, Nietzsche contra todos, Bergson y Sartre contra la ciencia y los empiristas contra los metafísicos. 53 En fin son incansables estos enfrentamientos en filosofía. La imagen que se presenta desde fuera, es la del filósofo “destructor” y “terrorista” dedicado a dinamitar los soportes de las filosofías de otros filósofos esperando ver volar la “inmaculada” e intocable como es: la suya. Es necesario señalar que la filosofía occidental desde sus orígenes siempre ha tratado de autodestruirse, al descubrirse, al mostrarse: por lo mismo o puede decirse que tiene a la guerra y a la lucha como medio. La guerra termina con la guerra y la filosofía extirpa a la filosofía. Cada gran sistema filosófico siempre aspira a que la marcha se cerrase en él, donde todo quede dicho y resuelto y, por lo mismo, nada quede ya por decir. La filosofía contemporánea europea ha perdido su filo crítico de análisis, como los enclaves empíricos, y los materiales ontoepistémicos se diluyen; lo socioeconómico desaparece en aras de la cultura lingüística; aún las relaciones de propiedad e interés económico, donde se establece la circulación de la información y desaparecen casi por completo los análisis teóricos; el tema del poder, no obstante que se mencione en todos los estudios sobre las relaciones sociales y humanas, el cual «está en todos partes», como dijera Foucault en Las palabras y las cosas, se disuelve cuando se estudia con sistematicidad, disciplina y precisión teórica, lo cual lleva a concluir que el poder no se encuentra de forma expresa en ninguna parte, pero está presente. La política ha perdido su sentido y valor como forma de participación y relación social. Lejos de abordar el problema de la filosofía por la vía de la descomposición, de la fragmentación, de la muerte de la metafísica, del sujeto y de la inmensidad de los “ismos” (materialismos, idealismos, personalismos, irracionalismos, existencialismos, marxismos, historicismos, etc.), tan aludidos por la posmodernidad, lo recomendable, para no caer en la inmovilidad, es continuar con el ejercicio racional y crítico del filosofar y de la filosofía; como con la capacidad para construir discursos, así como darle un espacio a los mito-lógos, porque la función de los mitos es expresar las metáforas de lo simbólico con sentido y significación, pero nunca entendidos como falsos; porque el lógos desde sus orígenes se hace a partir de los mitos atravesado por los imaginarios sociales y permeado por factores diversos, por filosofemas, que no necesariamente deben ser considerados como únicos, sino constituyentes de un corpus teórico filosófico. La filosofía no es unilineal y unívoca, sino más bien, de múltiples dimensiones teóricas, epistemológicas, metafísicas, simbólicas, de interpretación y de construcciones de sentido. La filosofía ha dado un violento viraje, por ello tienen que encarar la disolución de los discursos del “pensamiento débil” y del “pensamiento único”, de la Razón occidental misma, concebida como crítica teórica de análisis riguroso y sistemático; deben plantearse y fundarse las razones que den sentido explicativo del proceso real de conocimiento. El problema de la pretensión de validez universal de toda teoría filosófica debe erigirse a partir de la conciencia histórica y de su relatividad que en todo pensamiento está implícito. La idea de un sistema único, verdadero y eterno ha mostrado lo contrario cuando se analiza la realidad filosófica. Fueron tantos los sistemas y tantas las discrepancias que, desde el siglo XIX, se empezó a negar la filosofía desde la filosofía misma. Lo que llevó necesariamente a indagar sobre lo qué es la filosofía. La filosofía no es una, sino que se constituye de filosofías, pero su columna vertebral de cada una de ellas debe estar constituida por los sujetos del filosofar, los que están 54 obligados a la construcción de discursos consistentes, que fundados desde la tradición permitan avanzar sobre los problemas filosóficos. Hace ya más de un siglo Dilthey planteó esta propuesta, la cual el filósofo español José Gaos recupera en su filosofía y propone desde México y Latinoamérica, una “filosofía de la filosofía”, a la cual incorpora, además, la fenomenología y una filosofía de la expresión verbal. Es decir, En cuanto interrogación y esfuerzo de la contestación adecuada, por una parte; en cuanto tendencia a ser de lo más o lo más saber toda filosofía, por otra parte; la filosofía de la filosofía deberá contener una fenomenología de la expresión general, de la expresión verbal, de las expresiones interrogativas y las expresiones correlativas, las contestaciones, ya que el método fenomenológico se impone hoy (1939) como el idóneo para lo que, si no fuese así, se diría una teoría de la expresión, etc. Pues bien, una fenomenología de la expresión en general y de las mencionadas expresiones especiales en particular, arrojaría muy probablemente un resultado: que las expresiones lo son vitales de sujetos, de las que son ingredientes los objetos considerados comúnmente como lo único expresado.142 Por lo mismo, es necesario terrenalizar la verdad, buscar su sentido en la veracidad y congruencia dialéctica de la interpretación y la explicación de lo óntico y de la episteme. Por esto mismo, puede decirse con Rafael Moreno, que los problemas humanos, ya sean institucionales, sobre todo estructurales, son formulados, expresamente para obtener soluciones humanas. “Los problemas son compresibles y conmensurables para quienes los plantean y para quienes los conocen”.143 Este modo de entender la filosofía es reflexionar sobre la manera en que se ha ido articulando nuestras formas de conciencia. Lo que quiere decir es que tenemos que elaborar la historia que “historea” aquello que hemos ido siendo. Se trata, como diría Gaos, de hacer historiografía filosófica que ha de caracterizarse por historiar la historia y la filosofía, intentando mostrar su valor y su existencia. Lo que requiere es exponer los hechos y las razones en las que su funda la racionalidad del filosofar: mexicano o latinoamericano, francés o español; como, a la vez, encontrar bajo un conocimiento cierto, los pasos que han ido constituyendo el filosofar; descubrir la filosofía que sustenta el proceso historiográfico y poner de manifiesto las diversas reconstrucciones, las que además de configurar nuestra historia, integran cada pasado, a su respectivo presente y futuro.144 En el inicio del Siglo XXI y del Tercer Milenio empieza a “clarear” en el territorio filosófico mexicano y latinoamericano una inquietud que va poco a poco concretándose. Aquella que considera de gran relevancia reflexionar sobre el pensar filosófico y la filosofía mexicana y latinoamericana. Esto inevitablemente lleva a la pregunta obligada: ¿Existe una filosofía mexicana y, en consecuencia, latinoamericana? Esta vieja pregunta 142 José GAOS, Filosofía de la filosofía e historia de la filosofía, México, Stylo, 1947, pp. 24-25. Rafael MORENO, «Introducción», en Horacio CERUTTI GULDBERG, Hacia unas metodología de la historia de las ideas (filosóficas) en América Latina, México, CCyDEL-UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 1997, p. 12. 144 Mario MAGALLÓN ANAYA, «La filosofía y la educación en Rafael Moreno», en Mario Miranda Pacheco Norma Durán Amavizca coordinadores, La filosofía mexicana entre dos milenios, México, FFyL /DGAPA/UNAM, 2002, p. 94. 143 55 demanda argumentos nuevos para ser contestada, que marquen un horizonte ontológico, epistemológico, discursivo, simbólico y hermenéutico. Es la vieja discusión entre los filósofos universalistas y los relativistas de México y de América Latina e, inclusive, del mundo; enfrentamiento teórico-práctico entre los universalismos y los nacionalismos filosóficos; entre los filósofos de la filosofía mexicana y latinoamericana y de aquellos que prefieren repetir las filosofías extranjeras. 2. De filosofía mexicana y latinoamericana Empero, queda la duda si ¿Es posible repetir un “modelo filosófico” o si se puede enseñar a filosofar? El filosofar y la filosofía son experiencias profundas sobre el pensar y el hacer humano por un ente situado. La filosofía requiere del método filosófico, en éste se dan relaciones deductivas e inductivas, de análisis y síntesis, donde el filosofar y la filosofía se realizan en un horizonte de sentido por un sujeto situado en la realidad ontoteórico-práxica, que demanda respuestas filosóficas a los problemas más apremiantes de las condiciones de existencia del ser humano. El método en filosofía es requisito para la reflexión, como a la vez, es el instrumento adecuado para filosofar. Por ello, Rafael Moreno ha considerado que El buen método es requisito esencial de todo buen filosofar. La historia de la filosofía entera, viéndola desde Platón hasta Descartes, Kant y la analítica actual, vuelve irrecusable la afirmación de que no existe filosofía sin el método proporcionado al filosofar correspondiente y, por eso, sea el instrumento para llevar a cabo dos acciones decisivas: meditar sobre el objeto y cumplir la finalidad del mismo. Objeto, finalidad y método son las condiciones del todo necesarias para que haya filosofía.145 Esto coloca a nuestra reflexión filosófica ante la situación de indagar sobre lo que se entiende por filosofía e historia. La filosofía considerada como método, es permanente preguntar y repreguntar por la realidad, la existencia y el mundo; por la filosofía y su historia y por el espacio-temporal, por el lenguaje, por una gramatología de la experiencia reflexiva y donde éstas se producen. Es un ir del hipotético teórico a lo asertórico. Es la filosofía de la praxis en su profundo sentido formal-abstracto, ontológico y epistemológico, allí donde el concepto de método es considerado como instrumento para pensar en esta nueva época y adquiere en este sentido, otra dimensión filosófica. Ya que el concepto de método de la nueva época se diferencia precisamente de las antiguas sabidurías del conocimiento y de la explicación del mundo, porque presenta un camino de autocercioramiento. El primado de la autoconciencia es el primado del método. Hay que entenderlo literalmente: sólo esto es objeto de una ciencia que satisface las condiciones de lo investigable metódicamente.146 Las construcciones filosófico-formales, las filosofías del lenguaje, las filosofías prácticas, etc. Se dan en una producción combinada entre lo praxológico y la teoría 145 146 Rafael MORENO, op. cit, p. 29. Hans-Georg GADAMER, Elogio de la teoría…op. cit., p. 36. 56 filosófica. De este modo, puede decirse que la filosofía mexicana y la latinoamericana se constituyen por “las cosas consideradas filosóficas y mexicanas (y latinoamericanas)”. Es un pensar metódico generalizado que busca lo universal, porque es la preocupación por los problemas de los seres humanos situados en un espacio concreto, algo común y universal al quehacer filosófico. El gentilicio filosofía mexicana o latinoamericana tiene el carácter adjetivante y diferenciador, como lo han sido las filosofías en el mundo. Sin embargo, es en este principio, de lo particular y específico: mexicana o latinoamericana, donde radica la universalidad y la originalidad, porque la originalidad se encuentra en los problemas filosóficos mexicanos y latinoamericanos, como también en los atributos que analizan y generan metódica y dialógicamente, desde las particularidades históricas, sociales, teóricas y epistemológicas, las cuales son universalizables siempre y cuando respondan a las necesidades y demandas de otras realidades filosóficas, sociales, políticas y culturales, sin que, por ello deba reducirse a la filosofía a relativista. Empero, la subjetividad permea todo el quehacer filosófico humano. En filosofía generalmente se busca consistencia, coherencia, sistematicidad y rigor en los argumentos. Empero, la objetividad como la Razón misma, se producen en una relación dialéctica entre el equivocismo y el univocismo,la objetividad y la subjetividad en la relación hermenéutica, dialógica y simbólica. Demasiado rigor lógico y epistemológico, corre el riesgo de caer en la dispersión y la vaguedad. Es mejor trabajar con el método filosófico, donde la dialéctica y la analogía permitan expresar y mostrar al ente, a los objetos, a las cosas y al Ser mismo, como a los problemas que todo ello implica. Es decir, debe advertirse que la modernidad europea ha llegado al extremo, según Heidegger,147 de considerar a la Razón (instrumental) y a la ciencia, como entidades ónticas que no piensan. Debe hacerse un ejercicio de reflexión filosófica, poética y creativa, sin por ello, sacrificar la racionalidad y la ontología, sino más bien, realizar un ejercicio de reflexión creativa y poética, allí donde la imaginación se "remeza" en el Ser, en el conocimiento y en la crítica reflexiva. Es importante aceptar, que no existen absolutos en filosofía, sino más bien, problemas que requieren respuestas. La filosofía y el filosofar están referidos y se relacionan con lo humano, de un ente en el mundo. La filosofía y el filosofar, como advierte José Gaos,148 deben estar alerta para no caer en el “imperialismo de las categorías” –ya sean europeas, o de cualquier otro lugarporque ello puede inmovilizar el ejercicio de la razón, la filosofía, la creatividad filosófica, la producción de ideas, de pensamientos, de lenguajes, de símbolos, etc. Cuando se filosofa se está en una realidad sociohistórica, lo cual permite afirmar que los conceptos, las categorías de la historia y de la filosofía son siempre “autóctonos”; es decir, producidos en un contexto histórico social concreto. Es la respuesta a los problemas que la realidad plantea. De tal forma, las categorías y las teorías filosóficas tienen su origen en la actividad práxica y en la forma de concebir, desde uno de estos territorios de la filosofía particular, desde un horizonte universalizable. La historia de la filosofía muestra que el espíritu del ser humano ha tenido la tendencia a extender las categorías de la filosofía de un territorio geográfico concreto, de una 147 148 Cfr. Martin HEIDEGGER, ¿Qué significa pensar?, Buenos Aires, Nova, 1972. Cfr. José GAOS, En tormo a la filosofía mexicana, en Obras completas, T. VIII, México, UNAM, 1996. 57 región, de una nación hacia otras, donde la mayoría de las veces se ejerce como práctica del poder de dominación e imposición, que busca hacer el puente de relaciones y conexiones con pretensión universalizadora de dominio sobre las “filosofías marginales”. Por ello las filosofías dominantes universalizan sus particularidades y formas de entender la filosofía hacia las dominadas. Este modo de proceder de algunas filosofías, es la imposición o la aceptación consciente o inconsciente, de la “dictadura de las categorías”. Es la práctica del poder autoritario excluyente, ejercido desde la “Razón occidental”, considerado por ella misma y por las dominadas, como “superior”. Lo cual, de ningún modo, proceder desde la filosofía está justificado no sólo por razones filosóficas, sino también ideológicas. Es, más bien, el “ejercicio del poder y la dominación de las conciencias”; allí donde se ejerce una práctica filosófica e ideológica considerada como extralógica. Esto ha sido, hasta el modo de alineación y enajenación del pensar y de la forma de construir juicios, razonamientos teóricos y formales. Sin embargo, esta manera de producir filosofía desde las metrópolis imperiales y filosóficas, está conformada por las filosofías nacionales. Por lo tanto, de filosofías particulares que pueden ser “universalizables desde lo particular” por su carácter racionalmente humano. Es decir, existe otra forma de producir filosofía sin la intención de dominación, que desde lo particular de cada país busca la universalidad de sus principios racionales. El maestro Rafael Moreno señala que la filosofía es procesual, tránsito dialéctico. Esto es discurrir sobre la existencia y los modos de producción material y espiritual. La filosofía no acepta, por método lo establecido, por lo mismo, es antidogmática porque cuestiona y critica sus propios supuestos; argumenta sobrela Realidad, la cual, no obstante de que no tiene un origen filosófico, demanda respuestas filosóficas sobre la existencia humana, el mundo, la naturaleza, la vida, la ciencia, la tecnología y la cultura. La historia de la filosofía está constituida por un corpus múltiple de conceptos y categorías en la unidad discursiva del filosofar y su producto: la filosofía. Es decir, en ella pueden incluirse la mexicana, la argentina, la española, la francesa, la italiana, la inglesa, la japonesa, la alemana, etc. Todas las filosofías tienen en común problemas, temas, métodos, análisis, problemas del conocimiento, epistemológicos y ontológicos. Porque lo fundamental son los problemas del ser humano en un horizonte histórico de sentido. De tal forma, la Realidad ontológico-epistémica se constituye en la unidad de una pluralidad de realidades materiales, abstractas y formales. La filosofía sólo es concebible en la concreción de la existencia temporal. Para ello debe advertirse que las realidades abstractas no son la Realidad, sino que ésta es la “realidad concreta concreta”, es decir, es la forma más lógicamente real. Por lo mismo, debe perseverarse en la idea de que la filosofía es la forma de pensar la realidad y de los lenguajes de comunicación de ella. La filosofía es concebida como parte de la naturaleza filosófica y social, resultado del diálogo y la convivencia analítico-crítica y la relación dialéctica entre los sujetos, y del sujeto con el objeto, con la cosa. De tal manera, ejercer la racionalidad y el filosofar mismos requieren de un esfuerzo por entender la práctica histórica y la cotidianidad de la vida humana. Por esto, puede decirse que Ejercer el filosofar desde la práctica histórica impulsa a pensar la realidad sorteando el escollo de la ilusión de la transparencia como obstáculo epistemológico. Ésta, en tanto 58 rechazo impune de toda mediación, constituye la fuente de dogmatismos cerriles. Sólo elaborando sutilmente estas mediaciones se hace accesible el ámbito de aquello que virtualmente anida en la cotidianidad y pugna por disolverse en la plenitud de sus posibilidades bloqueadas. El caminar o proceder del pensar nuestro americano viabiliza la experiencia de reflexionar desde la práctica histórica sin fugas o evasiones de la misma. Al contrario, propicia una reiterada inmersión en la cotidianidad en tanto humus del esfuerzo del ingenio.149 De acuerdo con esto, la filosofía mexicana y latinoamericana de la actualidad responde a la urgente necesidad de hacer filosofía mexicana y latinoamericana desde la cotidianidad, desde la propia realidad. Esta es filosofía que se realiza desde la plena racionalidad del logos propio que hunde sus raíces en el pasado filosófico de los filósofos clásicos de todos los tiempos, tanto de aquí como de allá. Por lo mismo, la filosofía mexicana y latinoamericana no es un trabajo de reflexión ocioso que se afana desde la imaginación propia por filosofar y hacer filosofía. Sino más bien, éstos se construyen aprendiendo y revisando la historia de la filosofía mundial, concebida como método y como problemática, lo que pone en camino para aprender a hacer filosofía en general, mexicana y latinoamericana en particular. Insistiríamos que se tiene que ir más allá de las filosofías posmodernas y poscoloniales; reclamar y defender nuestro derecho a formar parte de la historia de la filosofía mundial y de La Filosofía asumida desde una realidad justa, humana y solidaria, sin la asunción de posiciones imperiales de poder desde la dominación. 3. De filosofía y humanismo Reflexionar desde la filosofía sobre el ser humano, nos coloca ante la urgencia de volver al humanismo en los modos de hacer filosofía entre nosotros. Es necesario advertir que en la realidad latinoamericana y mundial, no es el ser el que está oprimido, sino el ser humano histórico, concreto; este es el ser excluido, negado, explotado, hambriento. Es decir, “Es el hombre de carne y hueso” unamuniano. Es por ello, no obstante la tozudez de los críticos posmodernos y poscoloniales, la necesidad de recuperarnos, siendo en la finitud del ente, porque nada de lo humano es eterno. Edward Said, intelectual y literato palestino, recientemente desaparecido, lanza un llamado de atención a recuperar el humanismo, ese radicado en el ser humano en el sentido más radical. Es el humanismo que se opone a las posiciones posmodernas, poscoloniales disolventes y desestructurantes del filosofar y de las filosofías nacionales y regionales. Quien señala al respecto: Por último, y esto es lo más importante, el humanismo es el único y yo iría tan lejos como para decir que es la última resistencia que tenemos […] no como una devoción sentimental que nos convoca a volver a valores tradicionales o a los 149 Horacio CERUTTI, «Urgencias de un filosofar vigente para la liberación», México, CCyDEL/UNAM. 59 clásicos, sino como la práctica activa de un discurso secular racional. El mundo secular es el mundo de la historia, en cuanto construida por seres humanos.150 De esta manera, la filosofía mexicana, latinoamericana y mundial no nace de un querer, de un gusto o deseo, o de la simple imaginación, sino ante la urgencia de reflexionar sobre las condiciones de existencia del ser humano. Es a partir del sujeto histórico-social que se filosofa con autonomía de la razón y en libertad sobre un tema o un problema, encaminado a analizar, criticar y enjuiciar a la filosofía y a la realidad concreta. La cual se conforma en la dialéctica procesual por lo nacional y lo universal de manera pertinente. Así, una filosofía mexicana y latinoamericana pensada de este modo, no depende de las supuestas creaciones universales con matices imperiales de dominio, sino siempre construidas a partir de los problemas de cada nación. La racionalidad, el rigor, la sistematicidad, el método y la consistencia teórico-filosófica, con pretensiones universales son las características de la filosofía concebida como una “exclusiva” de todo ser humano en el mundo. La filosofía mexicana y latinoamericana producidas en la última mitad del siglo XX cumplen con estos requisitos, los cuales por su carácter metódico son universalizables, en la medida que buscan dar respuestas a los problemas de la existencia, al analizar construcciones ontológicas y epistemológicas, las cuales pueden ser útiles a filósofos y filosofías de otras regiones del mundo, porque lo común y central en el ejercicio del filosofar son los problemas y las respuestas. Cuando se estudia la filosofía mexicana y latinoamericana se encuentra que no repiten posiciones filosóficas, sino más bien, son una forma de filosofar y de filosofía que se realiza desde lo peculiar y valioso, aquello entendido como el estudio del objeto, los temas y problemas. Este modo de hacer filosofía consiste en el estudio de lo distintivo del ejercicio de la racionalidad de lo mexicano y/o latinoamericano, hasta lograr elevarse a la universalidad. La historia de la filosofía es una reflexión íntegra y de convicción probada por la propia racionalidad. La filosofía es duda radical sobre los problemas humanos de cada nación, de cada “pueblo”, de cada etnia y de la humanidad toda. El sujeto filosofante desarrolla su filosofía a partir de la sociedad, no es reflexión solitaria sino compromiso con la realidad y el mundo, con la pretensión de transformarse y transformar el modo de hacer filosofía entre nosotros y con los otros. En la actualidad la filosofía y el sujeto del filosofar son mexicanos, argentinos, cubanos, uruguayos, brasileños, es decir son: latinoamericanos y nacionales. Así, en el filosofar y la filosofía, el sujeto como el objeto se asumen profesionalmente como problemas filosóficos mexicanos o latinoamericanos. La filosofía mexicana, la latinoamericana y la universal están constituidas por filosofías, que son, a la vez, de discrepancia, de confrontación, pero también, de colaboración, de comprensión y reconocimiento. Esto es toma de posición respecto a la filosofía mundial. Lo cual implica una conciencia clara del puesto o posición filosófica desde el cual se ubica el filósofo. La filosofía mexicana y latinoamericana, como toda filosofía, analiza críticamente temas y problemas, objetos de reflexión del sujeto y del 150 Edward SAID, «A 25 años del libro Orientalismo: abrir una ventana hacia oriente», en El Mercurio, Santiago de Chile, 24 de agosto, 2003. 60 objeto filosófico, de una empresa común al ser humano y a los filósofos en la temporalidad. Porque la filosofía, como bien señala José Gaos, es el agon, en el sentido griego. Es decir, es el campo de reflexión de las cuestiones humanas. La filosofía así concebida, está muy lejos de ser provinciana, tampoco puede asumir una postura autocolonial, la cual algunos filósofos en América Latina la denominan como “sucursalera” en método, conceptos, categorías, contenidos, problemas. Su carácter intencional fenoménicamente es universalizable, como lo fue en su tiempo la filosofía de Platón o la de Aristóteles, de Plotino, de Descartes, de Hume, Locke, Kant, Hegel, Marx, Dilthey, Husserl, Heidegger, Adorno, Horkheimer, Marcuse, Apel, Habermas, Caso, Zea, Ramos, Roig, Ardao, Miró Quesada, Villoro, Uranga, Guerra, Villegas, Frost, Rovira, Moreno, Beuchot, Dussel, etc. La filosofía mexicana y latinoamericana es, parafraseando a Samuel Ramos, la filosofía universal y mundial hecha nuestra; es una filosofía que mexicaniza o, en su caso, latinoamericaniza lo universal y dialécticamente, universaliza lo particular. Esto es ejercitar el logos y el agon, lo cual de ningún modo, deberá confundirse con actitudes voluntaristas con inclinación esencialista, sino, más bien, se afianza en la realidad filosófica y cultural. En especial, con las formas más racionales y objetivas de la cultura filosófica mexicana, latinoamericana y mundial. Tanto la historia de la filosofía como de la cultura develan y constituyen el conocimiento explicativo y hermenéutico adecuado para comprender la cultura necesitada de una filosofía desde el ser humano situado en el tiempo. Por lo tanto, es filosofía en la historia, que ha ido cambiando objetivos, contenidos, enfoques teóricos, epistemológicos y metodologías, según los objetos filosóficos y culturales analizados y tratados por el sujeto del filosofar. Sin embargo, la historia no es suficiente para mostrar la existencia, el valor y el significado de la filosofía mexicana y latinoamericana. Sino, más bien, este hecho tiene el valor de dar fundamento al ejercicio de la racionalidad en el hacer de nuestra filosofía, tanto en sus contenidos teóricos como filosóficos. Por todo lo anterior, puede decirse que habrá filosofía mexicana (latinoamericana o mundial) si existen sujetos dedicados a filosofar sobre los problemas urgentes del filosofar, del mundo de la vida y de la historia. Esto es, allí donde el fundamento de la racionalidad es irrebatible por estar saturado de evidencias. 61 Filosofía de la educación, neoliberalismo y globalización Miguel Romero Griego RESUMEN Abstract El análisis filosófico de la educación, entendida como un proceso eminentemente formativo, exige considerar factores económicos y políticos que inciden directa e indirectamente en el desarrollo del ser humano y de la humanidad. La educación ha sido uno de los factores fundamentales para el desarrollo del ser humano y la sociedad. Los proyectos educativos “oficiales”, ahora globales, están ligados a modelos políticos y económicos, actualmente de carácter neoliberal; relacionados, a su vez, con los intereses de grupos hegemónicos, principalmente financieros, influyendo en el tipo de ser humano que se pretende formar, esto conlleva concepciones filosóficas e ideológicas que ya no se circunscriben a un país, región o continente, tienen un carácter eminentemente global y exigen un análisis serio y profundo. Uno de los objetivos de esta ponencia es: analizar filosóficamente los proyectos educativos actuales, su relación con el neoliberalismo y la globalización; así como con la dependencia o independencia de los países, lo cual conlleva sus posibilidades de enajenación o liberación, para comprender mejor algunos problemas relacionados con la filosofía y su enseñanza en las circunstancias actuales de nuestro país. La reflexión filosófica y la filosofía, como producto de ella, desde sus orígenes han estado ligadas a la educación, esto ha sido un factor fundamental para la formación del ser humano lo cual conlleva aspectos y problemas de carácter ético, estético, epistemológico, ontológico y axiológico, que inciden directa e indirectamente en nuestras concepciones sobre la vida, la moral, la naturaleza y el propio ser humano. Aunque los procesos educativos pueden considerarse fenómenos multifactoriales y multicausales151. Sin la reflexión filosófica y la educación no hubieran sido posibles el surgimiento de la ciencia ni formas de organización política relacionadas con la Democracia. De acuerdo con cada corriente o perspectiva filosófica e ideológica se plantean los principios y fundamentos, teóricos y prácticos, de la educación, lo cual se relaciona con las posibilidades de concienciación o de enajenación y, en consecuencia, de promover o reafirmar la dependencia o independencia de los sujetos y de los países. La filosofía es producto de la reflexión y la actitud filosófica, se trata de una forma de conocimiento que tiene semejanzas y estrechas relaciones con el conocimiento científico y el no científico que conlleva una forma de ser y estar en (dentro de) y ante (frente a) la naturaleza, la sociedad y uno mismo152. No es solamente un conjunto de ideas o abstracciones de personajes reconocidos como filósofos, sino el producto de cierto tipo de reflexiones y cuestionamientos que realizamos algunas personas sobre diversos 151 En esto coincidimos con los planteamientos de la Teoría de la complejidad, especialmente con los de Edgar Morin en sus diferentes obras, entre ellas: Introducción al pensamiento complejo, La mente bien ordenada y Los siete pilares para la educación del futuro. 152 Esta y otras ideas fueron desarrolladas más ampliamente en mi tesis de Doctorado: Filosofía de la Educación en la Universidad Nacional Autónoma de México: 1970-2000, UNAM, México 2008. 62 fenómenos y problemas, naturales y sociales, para comprenderlos y actuar en consecuencia. Entre esos fenómenos se encuentran de manera primigenia: la educación y el Desarrollo humano, su perfeccionamiento o, según algunos, su “humanización”. Esto se realiza a partir de la realidad y de un ideal que se pretende alcanzar, ergo, una dimensión utópica o prospectiva sobre lo que puede ser, o se quiere que sea153. La reflexión filosófica se ha caracterizado por la búsqueda de la verdad con procedimientos y características especiales, con la finalidad de encontrar explicación a interrogantes propias y distintivas del ser humano. Esto implica la posibilidad de que el ser humano tome conciencia de su entorno, de otros seres y de sí mismo. La concienciación puede considerarse contraria a la alienación y está ligada a la situación del sujeto, es decir de su circunstancia y contexto histórico social y cultural. La reflexión en general, como búsqueda de explicación más allá de la inmediatez o la sensopercepción sin razonamiento alguno sobre la información que nos puedan proporcionar los sentidos y la reflexión filosófica, como una búsqueda sistemática y fundamentada con el afán de conocer algo, han sido primordiales para que el ser humano logre explicar diversos fenómenos, sin que esta búsqueda haya permitido llegar a certezas absolutas. En esto estarían de acuerdo la mayoría, tal vez, todos los filósofos; sus desacuerdos, fuertes y radicales en algunos casos, se ubicarían en los medios y formas, factores, condiciones, procedimientos o métodos para llegar a conocer y comprobar la veracidad o validez de ese conocimiento; así como en las posibles fuentes y límites del conocimiento. Más allá de las discrepancias entre el racionalismo y el empirismo, la reflexión filosófica exige considerar los procesos mentales relacionados con el razonamiento, como capacidad o habilidad para analizar, realizar abstracciones e inferencias lógicas válidas, para “tomar conciencia” y, de acuerdo con ella, decidir y actuar en consecuencia. Según el maestro Adolfo Sánchez Vázquez: Y si nos preguntamos hoy dónde está la importancia y la utilidad de la filosofía, habrá que responder a ello situándonos en el mundo en el que se hace la pregunta. Un mundo injusto, abismalmente desigual; insolidario, competitivo y egoísta; un mundo en el que una potencia –los Estados Unidos– se burla del derecho internacional y recurre a la formar más extrema de la violencia contra los pueblos: la guerra preventiva, y a la más bárbara y repulsiva práctica contra los individuos inocentes: la tortura; un mundo en el que la dignidad personal se vuelve un valor de cambio y en que la política – contaminada por la corrupción, el doble lenguaje y el pragmatismo– se supedita a la economía154. Este aspecto de la reflexión filosófica como crítica social, planteada desde diversas perspectivas, entre ellas la filosofía de la Liberación, presente en la «Declaración de Morelia», se relaciona directamente con la “conciencia social”, categoría conceptual y 153 Cf. Miguel ROMERO GRIEGO (2014), Filosofía de la educación, ideología y utopía, Editorial Del lirio, México. 154 Adolfo SÁNCHEZ VÁZQUEZ, «Significado y papel de la filosofía en la actualidad». Discurso pronunciado al ser investido con el grado de doctor honoris causa por la Universidad de Guadalajara, el 10 de junio de 2004. Consultado en CEFILIBE, 12 sept. 2008 63 principio fundamental de la praxis, necesaria para lograr sociedad y del propio ser humano. La concienciación tiene un carácter epistemológico y también ontológico, pone en juego la poiésis y autopoiésis, la capacidad creadora y autocreadora, transformadora y autotransformadora, propias de la naturaleza humana, como parte esencial de ella. Asimismo se relaciona con el ámbito axiológico, en la medida en que también participan los valores y la valoración, no únicamente de tipo moral, sino en general. Cabe recordar la importancia que le da Hegel al papel de la conciencia y el proceso para llegar al espíritu absoluto o la autoconciencia155. Aunque es a partir de Marx que se relaciona, la conciencia y la autoconciencia, directamente con las condiciones sociales, materiales y económicas, con los modos de producción y, en el capitalismo, como parte de la explotación del hombre por el hombre. José Revueltas, desde su perspectiva filosófica, también abordó este problema en su obra, poco conocida y valorada, La dialéctica de la conciencia156. El problema de la conciencia, la autoconciencia, alienación o enajenación, históricamente ha formado parte de la reflexión filosófica de diversos filósofos desde diferentes perspectivas filosóficas, entre ellos el maestro Leopoldo Zea y otros importantes filósofos latinoamericanos y latinoamericanistas. En la «Declaración de Morelia» (1975) en el punto 3 se alude directamente a la necesidad de “La toma de conciencia” y, en el punto 6, al referirse a la filosofía de la Liberación, se afirma: la liberación que propone esta filosofía con su discurso, pretende ser un modo concreto de sumarse a la praxis liberadora social y nacional, con el objeto de participar desde el plano del pensamiento (en) la tarea de la transformación del mundo con un sentido verdaderamente universal. El punto de partida que da fuerza y contenido a este impulso es el de la conciencia oprimida en un mundo periférico que puede por eso mismo, como alteridad arrojada fuera de la historia universal, proponer categorías integradoras realmente ecuménicas157. La filosofía de la educación y la reflexión filosófica, en Latinoamérica y el Caribe, han estado caracterizadas en muchos aspectos por un recalcitrante eurocentrismo. Es común asociarlas, o limitarlas, a un análisis metateórico o de tipo conceptual sobre lo que algunos filósofos, especialmente europeos, han expresado acerca de la educación. No es casual encontrar en la mayoría de los textos relacionados con esta temática, ideas y tesis 155 Al respecto puede consultarse La fenomenología del espíritu, cuya primera edición en alemán fue en 1807. Entre las ediciones de esta obra se encuentra la del Fondo de Cultura Económica, México 1966. 156 Esta obra está publicada por editorial Era, México, 1982. Curiosamente es poco conocida y reconocida. Sin embargo, en el prólogo escrito por Henri Lefebvre reconoce la importancia de la obra de J. Revueltas sobre todo en cuanto al tratamiento de la dialéctica, comparándolo con filósofos de la escuela de Frankfurt. En nuestro país aún no se valora en toda su magnitud la riqueza intelectual, filosófica y política, teórica y práctica de este filósofo mexicano. 157 Declaración de Morelia: Filosofía e Independencia* [Documento elaborado por Enrique D. Dussel, Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roig, Abelardo Villegas, Leopoldo Zea, con motivo del Primer Coloquio Nacional de Filosofía, celebrado en la ciudad de Morelia, Michoacán (México), del 4 al 9 de agosto de 1975. Edición digital de Marisa Muñoz] p. 4. Consultado en http://www.ensayistas.org/critica/manifiestos/morelia.htm (15 oct. 2015) 64 planteadas por Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, Marx, o intérpretes de ellos y muy poco o nada de las ideas de filósofos latinoamericanos, mismos que en muchos casos plantearon sus reflexiones filosóficas y pedagógicas basándose en prácticas educativas o docentes concretas. Las aportaciones de filósofos y educadores como, José Ma. Luis Mora, Gabino Barreda, José Vasconcelos, Enrique Barona, José Martí, José Enrique Rodó, Samuel Ramos, Francisco Romero, Paulo Freire, Francisco Larroyo, Vicente Lombardo Toledano, Rafael Moreno, entre otros, se minusvaloran o ignoran. Mención aparte merece la marginación o minusvaloración que se ha hecho de los sabios y maestros de las culturas prehispánicas, los Tlamatinime. Las discusiones sobre lo que dijo o “quiso” decir Descartes, Marx y otros filósofos europeos resultan, para algunos, más importantes y “filosóficas” que los planteamientos de algunos filósofos latinoamericanos y les parecen más importantes que la reflexión sobre problemas concretos de nuestra educación, realidad y circunstancia histórica. Por supuesto que es importante conocer y considerar las ideas de filósofos europeos o de cualquier parte del mundo; pero también lo es valorar a otros que no tuvieron “la suerte de ser europeos”. Según el maestro Francisco Larroyo: La filosofía de la educación... contempla la vida de la educación en su totalidad tratando de encontrar y comprender su estructura en sus más hondas y determinantes esencias. Esta reflexión filosófica averigua, en efecto, esencia y valor, finalidad y sentido, posibilidades y límites de la educación158. Desde nuestra perspectiva la filosofía de la educación no puede ser solo un ejercicio de interpretación teórica o conceptual, debe abocarse además a tratar de transformar y solucionar algunos problemas educativos concretos, entre ellos los derivados de la actual Reforma educativa y otros relacionados con el Neoliberalismo y la Globalización. Consideramos a la filosofía de la educación como una rama de la filosofía o disciplina filosófica que tiene como objeto material de estudio a la educación y como objeto formal: la reflexión seria, rigurosa y sistemática sobre los principios, fundamentos y fines de la educación; su relación con otras disciplinas en general, disciplinas filosóficas y ciencias; así como su relación e implicaciones en diversas prácticas sociales y ámbitos de la vida. Esta reflexión exige un enfoque dialéctico, teórico y práctico, entre lo abstracto y lo concreto, lo general y lo particular. No puede quedarse en un ámbito puramente teórico y discursivo, pues eso dificulta e imposibilita encontrar y proponer soluciones a determinados problemas, propios de nuestro entorno y, en ocasiones, ajenos a los planteamientos de filósofos clásicos o reconocidos, de cualquier época, o bien se requiere de re-contextualizar esas ideas desde Nuestra América. Esto coincide con un planteamiento de la “Declaración de Morelia”. se hace necesario analizar el problema de las relaciones culturales. La filosofía de lo americano ha mostrado todo lo que de inauténtico tiene la asunción de formas culturales sin una adaptación adecuada a las características peculiares de los 158 Francisco LARROYO, colaboración de Edmundo ESCOBAR, Sistema de la filosofía de la educación, 3ª ed. Porrúa, México 1980, p. 3 65 países que las asumen y ha mostrado también que tal superación requiere de una toma de conciencia de las respectivas realidades históricas159. Una condición necesaria, aunque no suficiente, para la concienciación por medio de la reflexión filosófica es que ésta sea situada, entendida como una reflexión a partir de la situación y el contexto de quien reflexiona, de acuerdo con determinadas necesidades y circunstancias históricas, sociales individuales y sociales; vinculadas también con la subjetividad y la objetividad; así como sus respectivas interrelaciones, de carácter dialéctico y complejo, multifactoriales y muldimensionales. La libertad como capacidad de elección, es una consecuencia de la concienciación y reconocimiento de la dominación, manipulación y enajenación o alienación promovida por los grupos hegemónicos que, a su vez, no tienen conciencia del daño que causan a la sociedad al promover la sobre explotación de los recursos naturales y humanos y, en este sentido, también víctimas de la enajenación. Esta afectación a la naturaleza y al ser humano ha sido criticada hasta por el Papa Francisco en diversos discursos y documentos eclesiásticos, entre ellos la más reciente Encíclica titulada Laudato Si´160. Dentro de los fines de la educación, expresados en documentos de carácter político, como el artículo 3º de nuestra Constitución y pedagógicos, entre ellos los planteamientos de educadores como Paulo Freyre; propositivos como los de la UNESCO, entre ellos los elaborados por Jacques Delors, por ejemplo, La educación encierra un tesoro y, más recientemente, La Filosofía, una Escuela de la Libertad; la Organización de Estados Iberoamericanos, el desarrollo y la formación del ser humano ocupan una parte esencial, aunque con diferentes telos e intencionalidades; así como perspectivas antropológicas, éticas, pedagógicas y filosóficas en general. Desde nuestra perspectiva la filosofía de la educación no debe confundirse con las teorías pedagógicas o educativas, aunque guarde estrecha relación con ellas. El análisis filosófico de la educación debe abarcar, por lo menos: a) los planteamientos o ideas de algunos teóricos o filósofos de la educación; b) aspectos normativos, esto es, leyes y decretos relacionados con la política educativa postulada por el Estado, ahora subordinado a organismos financieros internacionales y los intereses de grupos hegemónicos, el Art. 3º de la Constitución mexicana resulta fundamental, pues de él derivan todas las leyes y reglamentos educativos; c) la ideología dominante asociada con los incisos anteriores y con; d) las prácticas políticas y educativas, que expresan, reafirman o contradicen, planteamientos teóricos o aspectos normativos. Esto requiere de un análisis lingüístico y extralingüístico de tipo dialéctico, asumiendo que las relaciones entre la teoría y la práctica, son dinámicas, inestables, contradictorias y cambiantes, multifactoriales en sus causas y efectos, complejas de acuerdo con algunos planteamientos de Edgar Morin, quien ha participado directamente en los proyectos educativos impulsados a nivel mundial por la UNESCO. Desde la década de los 80, con el desarrollo del Neoliberalismo y la globalización, las políticas educativas se fueron orientando, imponiendo, de acuerdo con el capitalismo que rige a la economía mundial actualmente, apoyados y fortalecidos por el Fondo Monetario 159 Declaración de Morelia: Filosofía e Independencia*… p. 5. Cfr. PP FRANCISCO, Laudato si' (24 de mayo de 2015) consultado en: w2.vatican.va/.../papafrancesco_20150524_enciclica-laudato-si.html (18 oct. 2015) 160 66 Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la propia UNESCO. Esto ha socavado la libertad y soberanía del Estado, de los países y de los seres humanos. Es evidente, en las últimas décadas, el apoyo a la educación privada, y el énfasis por impulsar los estudios profesionales orientados a la productividad, sacrificando el sentido humanístico y eminentemente social, en stricto sensu, de la educación, lo cual representa clara y evidente orientación ideológica de acuerdo con los intereses de grupos hegemónicos, empresariales y políticos. La privatización de la educación y algunos otros Derechos humanos, como la salud, es una tendencia cada vez más evidente a nivel mundial. La globalización, como fenómeno socio-económico, político y cultural en general, se ha venido gestando desde la segunda mitad del siglo XX, y entre sus implicaciones se encuentra una nueva geopolítica económica, adquiriendo su mayor expresión e impacto a partir de los años 80, lo cual afectó directa e indirectamente a la educación en general, escolarizada y no formal, pues se postularon ciertos valores y comportamientos, generando una transculturación e influyendo en ámbitos teóricos, de reflexión propiamente intelectual; y prácticos, relacionados con la planeación y políticas educativas establecidas por el Estado, “obligándolo” a modificar perfiles y funciones sustantivas de las instituciones educativas de todos los niveles educativos. Aunque no pueden negarse algunas implicaciones benéficas, por ejemplo, el mayor y más rápido acceso a la información y posibilidad de intercambio de ideas. En los noventa se hizo patente la evaluación de las IES y la Educación en general, de esas fechas data el “enfoque educativo por competencias”. En 1996 la UNESCO define y apoya el proyecto y el 19 de junio 1999 se “acuerda” el Plan Bolonia. A partir del 2000 se introduce el “Proyecto Tunning”, en el 2002 se adopta oficialmente en América Latina161. En este proceso se evidencia una vez más el Eurocentrismo y la Xenofilia denunciada ya por diversos filósofos latinoamericanos y latinoamericanistas, entre ellos Samuel Ramos en su obra El Perfil del hombre y la Cultura en México, Leopoldo Zea, en diversos textos, por citar algunos. Esto nos hace recordar a Calibán y el “Calibanismo” expuesto por Rodó, aún presente en nuestro continente. Según Amparo Ruiz, refiriéndose a la globalización: En esta lógica todos los procesos económico-productivos, político-ideológicos y socioculturales habrán de sujetarse a las exigencias del mercado internacional y de los capitales que gobiernan el mundo. Los ideólogos de la tecnocracia pretenden imponer una lógica de razonamiento en donde la denominada globalización aparece como destino único e inapelable y como proceso natural al que deben someterse todas las naciones162. Económicamente los efectos de la globalización afectan, y seguramente afectarán más los presupuestos asignados a la educación (en el proyecto de presupuesto para el 2016 ya se percibe una disminución en educación y en salud pública) empleando ideológica y falazmente conceptos como: “eficiencia”, “productividad”, “competitividad”, “calidad”, 161 Para profundizar en el análisis de estos proyectos educativos véase: https://sites.google.com/site/observatoriofilosoficomx/declaracion-de-bolonia-y-proyecto-tuning Consultado: 20 oct. 2015 162 Amparo RUIZ DEL CASTILLO, Educación superior y globalización. Educar ¿para qué?, Plaza Valdés, México 2001, p. 11. 67 “economía sana” etc. desde una perspectiva pragmática, economicista neoliberal, con parámetros empresariales evidentemente cuantitativos, marginando características propias y específicas de la educación, que la diferencian de la pura “capacitación para el trabajo”, del entrenamiento o adiestramiento, afectando especialmente a la Media Superior y Superior; asignándoles el papel de productoras de mano de obra calificada, abundante, buena y barata, para ponerla al servicio de las megaempresas y del capitalismo financiero, en donde rige fundamentalmente el criterio de utilidad y producción de plusvalía, obviamente en beneficio de la burguesía neoliberal. A partir de los 90, la educación Superior y la Media Superior, va siendo sustituida por la capacitación, el entrenamiento y el adiestramiento, una prueba de ello es la reducción de la matrícula en las carreras humanísticas, el apoyo a carreras técnicas con la creación de las Universidades Tecnológicas. Ciertamente las IES deben considerar las necesidades “empresariales”, de tal manera que sus egresados se incorporen al mercado laboral, pero también es necesario que esa formación incluya el “desarrollo pleno y armónico de todas las facultades y habilidades del ser humano” (según el Art. 3º), mismas que no se circunscriben a la vida económica, su trascendencia va más allá de esos ámbitos. Curiosamente, uno de los problemas más alarmantes de la sociedad actual, en especial de la mexicana es la “crisis de valores” y proliferación de antivalores o pseudovalores. ¿De qué sirve una persona apta y eficientemente preparada en determinadas áreas del conocimiento si lo emplea para perjudicar a la sociedad y no para ayudarla?; ¿Le conviene a las empresas e instituciones tener un personal óptimamente preparado pero carente de una formación ética y humanística?; ¿Es idóneo contar con personal que sólo trabaja por dinero, sin ningún otro interés; o carente de lealtad, honestidad, honradez, tolerancia y respeto?, las teorías actuales de la Administración afirman que este tipo de personal causa más perjuicios que beneficios. Sin embargo, las evaluaciones a que han sido sometidas las IES en los últimos años, por el CONACYT y por otras instancias reconocidas (CENEVAL, FIMPES. CONAEMS, INEE y otras) emplean parámetros cuantitativos y pragmáticos, no contemplan los aspectos señalados y, además, violan la Autonomía de algunas instituciones, esto abarca aspectos como: instalaciones, personal (docente, administrativo y de servicios), planes y programas de estudios, recursos didácticos, “rendimiento académico”, “eficiencia terminal”, administración de recursos financieros (obtención y dosificación), trasladando criterios empresariales a la evaluación educativa, cuya naturaleza y “razón de ser” es totalmente diferente. A partir de la “eficiencia terminal” y cumplimiento de los “estándares de calidad” se asignan los presupuestos a la instituciones educativas y se les incluye o no en un “Padrón de excelencia” esto evidencia el pragmatismo y sus nexos con la ideología neoliberal, considerada como la máxima expresión del “capitalismo salvaje”, en la cual los intereses económicos se sobreponen a los de cualquier otro tipo. Al respecto Luis Hernández afirma: Desde el momento de su anuncio, la reforma educativa tuvo un inocultable aroma empresarial. Por más que se trató de disimular, fue evidente que, más que devolver la rectoría de la enseñanza pública al Estado, la nueva ley les entregó a los hombres de negocios un control cada vez mayor de este sector. Más que responder a consideraciones 68 pedagógicas, los cambios al artículo tercero constitucional introdujeron a la Carta Magna la agenda y los intereses del sector patronal163. Según A. Puiggrós: «La evaluación como forma de control es mostrada como novedosa y única solución que permitiría orientar los “ajustes” necesarios para adecuar los sistemas educativos y en particular las universidades a las actuales políticas económicas neoliberales»164. El pragmatismo y eficientismo se identifica en los diferentes ámbitos de la “vida académica” de las IES, que se encuentra mediada por el “rendimiento de cuentas” que deben hacer, ya sea a los patronatos, dueños de las instituciones, al Estado o a la propia SEP. Esto conlleva que algunos profesores se preocupen más por los puntos que pueden tener en las evaluaciones que por la “formación” de los estudiantes, promoviendo incluso una competencia individualista, desleal y en muchas ocasiones deshonesta. Todo ello resulta contrario a una formación humana y humanística; contraviene los principios de: compromiso y responsabilidad social, ética profesional y solidaridad. Evidentemente hay una subordinación de las IES a la satisfacción de los requerimientos de las empresas de manera irracional, en aras de una desatención a las necesidades sociales. Según Bertrand Russell: para que una civilización científica sea una buena civilización, es necesario que el aumento de conocimiento vaya acompañado de sabiduría. Entiendo por sabiduría una concepción justa de los fines de la vida. Esto es algo que la ciencia por sí misma no proporciona... aunque suministre uno de los ingredientes que el progreso exige.165 No se trata de rechazar los avances científicos y tecnológicos, tampoco de negar la inserción de nuestro país en la economía internacional; pero sí de cuestionar la sumisión y falta de conciencia, necesaria para involucrarse en las leyes del neoliberalismo y, sobre todo, para valorar los fines de la educación, sus principios y fundamentos, razón de ser de la misma, esto es: la formación humana. En el aspecto político, en general, los cargos directivos de las IES, desde la Secretaría de Educación Pública, rectorías y hasta algunos mandos medios son, en muchos casos y de diferentes maneras, ajenos y contrarios a los principios de democracia que tanto se menciona en nuestro artículo 3º Constitucional, el cual debiera ser la guía principal de la educación. Sin embargo, los espacios y prácticas educativas en general, docentes y directivas, son los más antidemocráticos y poco tolerantes; los cargos y nombramientos dependen en gran medida de las relaciones políticas y sociales más que de las capacidades de los aspirantes a ocuparlos, éstos se encuentran mediados por cuestiones políticas más que pedagógicas o educativas. Prueba de ello son los nexos entre rectorías de universidades y cargos gubernamentales, lo cual manifiesta la primacía que tienen los factores políticos y económicos por sobre los educativos. 163 Luis HERNÁNDEZ NAVARRO, Educación: reforma con aroma empresarial, consultado en: http://www.jornada.unam.mx/2015/10/13/politica/017a2pol (18 oct. 2015) 164 Adriana Puiggrós - Pedro Krotsch, (comps.), Universidad y evaluación. Estado del debate, Rei argentina, Institutos de Estudios y Acción Social, Buenos Aires 1994, p. 9. 165 Bertrand RUSSELL, La perspectiva científica, 4ª ed. Ariel, Seix Barral, México 1976, p. 9. 69 La evaluación que se pretende de los docentes, “requisitos de ingreso y permanencia” en la docencia, debiera también ser aplicada a los directivos de todos los niveles, incluyendo al más alto de la SEP. Al respecto llama la atención y merece un especial análisis el “actual” Registro de validez Oficial de Estudios (RVOE) que otorga la Secretaría de Educación Pública (SEP) a las Instituciones de Educación Superior (IES), que abarca desde el Técnico Superior Universitario (TSU) cuya duración promedio es de dos años después de terminada la Educación Media Superior (EMS) hasta el posgrado, que en México representa el máximo grado académico. En él se percibe una de las tantas contradicciones que hay en la propuesta de Reforma Educativa y ha generado controversias y movilizaciones, sobre todo por Profesores de Educación Básica, que sienten afectados sus Derechos Laborales. El actual RVOE publicado en el Diario Oficial de la Federación el 10 de Julio del año 2000, hace quince años, no responde al enfoque pedagógico por competencias; textual y específicamente está orientado por una perspectiva de diseño curricular denominada “por objetivos”, cuyo surgimiento se ubica en los años setenta con la llamada “Tecnología educativa”, también motivo de discusiones en esa época, asociada a una visión psicológica “conductista” de tipo Skineriano, misma que en muchos aspectos puede verse reflejada en la Reforma educativa actual. La sumisión, apresuramiento y falta de reflexión sobre las “propuestas” de la OCDE o el FMI, producen contradicciones peligrosas para la formación y el desarrollo de los seres humanos y del país. Se acatan disposiciones ajenas a nuestra realidad y hacer los ajustes necesarios de manera coherente. Es imprescindible buscar alternativas nuevas de intercambio y discusión de ideas, de propuestas acordes con nuestro contexto histórico social globalizado, pero desde una perspectiva eminentemente pedagógica, académica, diferente a la neoliberal, dándole prioridad al carácter humanístico y formativo de la educación, especialmente la profesional, en donde se demuestre la importancia de ver los estudios superiores no como mercancía, objeto de compra-venta o de intercambio meramente comercial, sino también en relación con el compromiso y responsabilidad social que todo profesionista, de hecho todo ser humano, debe asumir. Este obsesivo énfasis en la cientificidad y mercantilismo que permea a la educación resulta opuesto a lo que podría ser una “formación humanística” auténtica. Se hace necesaria una educación que privilegie el Ser sobre el Tener, que humanice realmente, que promueva lo más óptimamente posible todas las capacidades humanas, entre ellas las de carácter estético, emocional, sentimental y afectivo, lo cual pone en juego el desarrollo del ser humano y de la sociedad en general, fines que persiguen desde sus orígenes la filosofía y la Educación. Esta obsesividad se acentúa al ser relegadas las ciencias sociales, entre ellas la filosofía y las humanidades en general. Al mercantilizar el conocimiento y la educación se reducen y simplifican posibilidades del Desarrollo humano y social, se limitan al ámbito económico de los “bienes terrenales” se ciega y parcializa a la propia inteligencia humana, promoviendo una “meritocracia”, una simulación y competencia desleal entre los profesores, investigadores y las comunidades educativas en general, todo ello muy lejano y contrario al sentido prístino de la educación y una visión integral del mundo y de la vida humana. Se agudiza la dependencia económica y cultural, la enajenación, la pérdida de conciencia y de identidad. 70 La educación y la filosofía de la educación hoy, más que nunca, debe enfrentar el reto de representar la conciencia humana y social; desenmascarar la ideología neoliberal que simula perseguir el bien común, cuando en realidad sólo está defendiendo los intereses de unos cuantos y esto exige analizar las implicaciones de la globalización. En esta misión juegan un papel fundamental la educación, la reflexión filosófica y la concienciación, lo cual pone en juego ni más ni menos que las posibilidades de liberación y el destino de la humanidad. 71 IDEAS EDUCATIVAS DE JOSÉ MARTÍ, SU VIGENCIA EN EL SIGLO XXI Mtro. Gustavo Escobar Valenzuela ENP, UNAM Círculo Mexicano de Profesores de Filosofía, A.C. (CMPF) «El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento, y en la dirección de sus sentimientos. Un pueblo instruido ama el trabajo y sabe sacar provecho de él. Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y más rico que otro lleno de vicios, y se defenderá mejor de todo ataque». José Martí (1853-1895) El tema de la educación ocupa un lugar central en el pensamiento martiano. La guerra de revolución, a la que en su segunda etapa se adhirió Martí como combatiente y organizador de fuerzas y voluntades, reclamaba el surgimiento de un hombre nuevo, renovado en su visión del mundo y en su praxis política desde la perspectiva de un americanismo que si bien hundía sus raíces en lo autóctono se encontraba abierto a las voces del mundo en su conjunto enmarcado en los valores de justicia, concordia, paz y solidaridad; no en vano el héroe cubano dejó dicho que: «Patria es humanidad». Las ideas educativas del prócer cubano –que bien podrían ser consideradas como su filosofía de la educación–, se plasmaron en cartas, artículos, discursos y escritos diversos y son fruto de sus experiencias como educador ejercida en varios pueblos de «Nuestra América»: México, Guatemala, Venezuela, así como de su larga estadía en Nueva York donde permaneció de lleno dedicado a la organización de la “Guerra Necesaria”, una guerra que pondría fin al colonialismo español, y que, a su vez, frenaría el voraz expansionismo del Coloso del Norte, del fabuloso gigante de las Siete Leguas y que acabaría, finalmente, por establecer la República democrática y cordial, «con todos y para bien de todos». Para el apóstol cubano la educación tiene una función emancipadora, constituye una vía para que los pueblos aseguren y conquisten su independencia en lo político y en lo espiritual, en lo plenamente humano, pues a un pueblo ignorante puede engañársele con la superstición, y hacerle servil. «Un pueblo ignorante está en camino de ser bestia y un hombre instruido en la ciencia y la conciencia, ya está en camino de ser Dios».166 La educación –acaba por sentenciar el gran revolucionario cubano– es el único medio de salvarse de la esclavitud y la ignominia. Como instrumento liberador, la educación deberá estar vinculada a los genuinos valores nacionales y a las necesidades específicas del pueblo. Recordemos como en su notable ensayo Nuestra América publicado en México en 1891, durante su destierro, Martí reclama la vuelta a la realidad americana, a potenciar sus ineludibles virtudes y a no desembocar en la fascinación de ideas que le son ajenas. 166 José MARTÍ, Obras Completas, Tomo XIX, p. 376; en lo sucesivo abreviaremos o.c. como Obras Completas. 72 Aquellos hombres y mujeres que se desarraigan de su país, desdeñando sus costumbres y tradiciones son como seres sin brújula, «que no benefician al país en que han de vivir y que no saben beneficiarse de él».167 Si la educación es un camino idóneo para acceder a la libertad y a la independencia, es menester que ésta no sea cerrada o restringida, que se aplique a la totalidad de la sociedad. Todas las clases o grupos sociales tienen derecho a la educación, así como la obligación de participar, de manera efectiva en la obra revolucionaria y en la configuración de una nueva sociedad más justa y humana. Es preciso observar que la confluencia y armonía de las clases sociales es una preocupación constante en el pensamiento martiano. Al odio debe oponerse el amor, al antagonismo, la conciliación, al choque desordenado, la armonía. La preservación de la identidad nacional no se contrapone –para el propio Martí– con las exigencias de una modernidad y las transformaciones que ésta conlleva. El apóstol cubano es consciente de vivir una nueva época en la cual se advierte un espectacular desarrollo científico y técnico. La educación debe ajustarse a tales cambios; atrás quedaron los modelos escolásticos y tradicionales que engendraban hombres inhábiles para transformar la realidad. «Al mundo nuevo corresponde la Universidad Nueva». Ha nacido una nueva fe que debe reemplazar a la fe oscura y dogmática que proyectó su sombra por siglos. La Universidad Científica ha venido a suplir a la Universidad Teológica que divorcia al hombre del mundo. «A las aves, alas; a los peces, aletas; a los hombres que viven en la naturaleza el conocimiento de la naturaleza; éstas –dice Martí– son sus alas».168 Por otra parte, la educación dota al ser humano de herramientas que le permiten asimilar pasadas experiencias para mejorar su presente. «Educar –observa el prócer cubano– es despostar en cada hombre toda la obra que le ha antecedido; es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente».169 La educación es como proceso dialéctico que le permite al ser humano irse enriqueciendo, aumentar sus potencialidades, asimilando el pasado, incorporándolo como parte sustantiva de su ser. Sin duda, piensa Martí, los hombres y mujeres que han asimilado las experiencias pasadas para mejorar el presente, son los ancianos. «La ancianidad es sublimemente sintética. Habla como los pueblos antiguos, en frases cortas, con grandes palabras. Todo se agranda al ascender; así es tan grande la cumbre del camino».170 Al lado de hombres que se han llenado de sabiduría con las experiencias y enseñanzas vividas: Rafael María de Mendive, Peter Cooper, Luz y Caballero entre muchos otros, figuran los jóvenes, verdaderos destinatarios del proceso educativo. «Los estudiantes son obreros: unos trabajan la industria; otros la razón. Esta juventud entusiasta es bella, tiene razón, pero aunque estuviera equivocada, la amaríamos».171 167 José MARTÍ, o.c., Tomo V, p. 261. Ibidem, VIII, p.281. 169 Ibidem, Tomo VIII, p. 281. 170 Ibidem, Tomo III, p. 201. 171 Ibidem, Tomo VI, p.196. 168 73 La educación consiste en el desarrollo pleno del hombre, en su encumbramiento y en la transformación de su entorno; así, en la escuela se ha de aprender a manejar y controlar las fuerzas con que la vida se ha de luchar. El hombre se realiza cabalmente con el esfuerzo de su trabajo, del tal manera que se pierde el tiempo –dice Martí aludiendo a la vieja educación escolástica– “en la enseñanza elemental literaria donde su crean pueblos de aspiradores perniciosos y vacíos”.172 Acorde con esto, Martí desdeña a aquellos seres que solo viven esperando la dádiva del puesto que ha de venirles por el favor de la amistad o la relación gubernamental, así piensa que la burocracia acaba por destruir las raíces de la sociedad y de la nación entera. Los hombres inactivos y parásitos son ridiculizados por Martí, semejan “meras vejiguillas de barro con extremidades débiles, que cubren de perfumes suaves y de botines de charol”; mientras que los hombres creativos, industriosos y trabajadores tienen “el ojo alegre, la palabra pintoresca y profunda, las espaldas anchas, y la mano segura”173; estos hombres transforman el mundo y por ello inspiran respeto. Pero para formar este tipo de hombres, útiles a la sociedad, es necesario impulsar la educación técnica y científica. Las escuelas deben cambiar su visión de enseñanza, en lugar de geografía antigua o de añejas reglas de retórica o de cosas meramente memorísticas, deben impartirse cátedras de salud, consejos de higiene; en suma: de enseñanzas prácticas. «El único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza».174 Así como hemos visto, de manera somera, como Martí pone énfasis en la necesidad de impulsar una educación práctica, científica y técnica, la cual constituye una necesidad imperiosa para modernizar a la sociedad subdesarrollada, no pierde de vista que la educación debe formar, sobre todo, a hombres y no a máquinas o robots; por ello nos dice que «es necesario hacer de cada hombre una antorcha», superar un estado de animalidad y egoísmo, y crear en los pueblos “el ala y el desinterés”, es decir los nobles ideales y valores que enaltecen al género humano. No es posible eliminar la educación humanística. Es menester «crear universidades científicas sin derribar por eso jamás las literarias».175 Pero, en todo caso, es preciso transformar la literatura y con ello las humanidades, las cuales deben ser manifestaciones de la vida propia, ser adecuadas a nuestras maneras de ser y a nuestras necesidades. «La Universidad Europea ha de ceder a la Universidad Americana», pero sin renunciar del todo a los valores de la cultura occidental. Con gran optimismo Martí vislumbraba, por todas partes, el surgimiento de un nuevo tipo de hombre que reemplazará a los conservadores y rezagados, a los que se mantenían en el status quo. La educación de antaño era “ornamental” y “florida”, propia de rancias aristocracias, de hombres cuya existencia era producto de una organización injusta de pueblos retrógrados, de pueblos “de murciélagos” que viven inmersos en las sombras del pasado. De acuerdo con todas estas ideas Martí veía la necesidad de emprender una auténtica reforma educativa mediante la cual la educación se vinculara a nuestras necesidades e idiosincrasias y así tomará en cuenta el carácter mestizo de nuestros pueblos, pues esta 172 José MARTÍ, o.c., Tomo VIII, p. 285. Ibidem, Tomo VIII, p. 286. 174 Ibidem, Tomo VIII, p. 289. 175 Ibidem, Tomo X, p. 375. 173 74 América Mestiza, la que es despreciada por la América Sajona, con sus singularidades y posibilidades será el punto de partida de nuestro desarrollo histórico y de nuestro reencuentro con las demás naciones. «Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas Repúblicas Americanas».176 La tarea educativa, por otra parte, debe hacer frente a todo tipo de discriminación. Martí está convencido que la supuesta inferioridad de razas no es más que un mito. Refiriéndose a la discriminación, Martí observa que la mujer, a través de la historia, ha sido marginada y que no se le debe educar conforme a costumbres serviles que la conviertan en objeto de dominación. La mujer, de acuerdo con el autor de «Nuestra América» está plenamente capacitada para estudiar profundas materias que requieren un gran poder de abstracción; no es verdad, dice el apóstol cubano, «que sea cosa probada la flaqueza de la mente femenil para llevar en sí hondas cosas de arte, leyes y ciencia».177 Otro ser marginado a través de la historia ha sido el indígena el cual debe ser incorporado a la sociedad mediante una educación apropiada. Es necesario «que el indio vuelva a su alma clara y suba a ciudadano».178 El indio no es inferior, la Conquista y más tarde la Colonia lo han esclavizado y envilecido en forma sistemática. «Se pide alma de hombres a aquellos a quienes desde el nacer se va arrancando el alma; se quiere que sean ciudadanos los que para bestias de carga son únicamente preparados».179 Hemos apuntado aquí algunos conceptos, dibujando algunos trazos del ideario educativo de José Martí que esperamos nos permitan percatarnos de su vigencia; se trata de un ideario que concibe a la educación como un camino hacia la forja de pueblos libres, integrados por seres humanos dignos, transformadores de su realidad y portadores de elevados principios. Es preciso destacar que entre los más importantes principios que orientan la praxis educativa de José Martí figuran: la vinculación del estudio al trabajo, la formación integral del ser humano tanto en lo científico como en la humanístico, la necesidad de vincular la educación a las necesidades del país, la importancia de la superación de la mujer como miembro pleno de la sociedad, la integración del indígena a la sociedad y el respeto a su cultura y tradiciones, así como el papel activo y creador que le confiere a los maestros como supremos artífices de una nueva sociedad. En el mundo moderno, en crisis de valores morales y desarmado en sus esperanzas y utopías por quienes han hecho de su pensamiento, la cultura, y en general de toda actividad humana, un mero valor de cambio, Martí, como hombre, escritor y revolucionario, ejemplifica los más profundos valores éticos, aquellos que permanecen y transforman, enriquecen y contribuyen al progreso de la humanidad. Asimismo es pertinente subrayar que lo que podríamos llamar la filosofía de la educación martiana pugna, en lo esencial, por el surgimiento de un “nuevo hombre” y consecuentemente de un nuevo humanismo libre de toda forma de colonialismo y dependencia, de una ética cuya praxis se centre en la formación de hombres y mujeres 176 Véase el ensayo «Nuestra América» de José Martí. José MARTÍ, o.c., Tomo IX, p. 288. 178 Ibidem,Tomo IX, p. 326. 179 Ibidem, Tomo VII, p.154. 177 75 libres, arraigados en la realidad americana, atentos y conscientes de sus problemas y necesidades, que tiendan a eliminar todo tipo de complejos y prejuicios, especialmente de aquellos que llevan a discriminar nuestras culturas, privilegiando una artificial que no corresponda a nuestras aspiraciones, valores y formas de vida; la concepción de una ética humanista contraria al hedonismo burdo y egoísta que impera en nuestro tiempo y que conlleve una moral donde la abnegación y el sacrificio así como el cumplimiento del deber y la solidaridad ocupan un lugar primordial. Como se suscribió en la Conferencia Internacional sobre José Martí celebrada en la Ciudad de La Habana, Cuba en abril de 1992, a la que acudieron 20 países, el héroe cubano encarna los valores más originarios de independencia y libertad consustanciales a los deseos y luchas de los pueblos, y su legado como se puede apreciar en su ideario educativo, aparece más vigente que nunca por lo que es necesario estudiar y difundir su obra a nivel nacional y mundial. BIBLIOGRAFÍA ESCOBAR, Gustavo, Aproximación a José Martí, Editorial Torres Asociados, México 2006. ___, Bolívar, hombre solar, visto por Martí, Panoramas de Nuestra América No. 1, Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, México 1993. ___, Reflexiones sobre la Edad de Oro de José Martí, Anuario del Centro de Estudios Martianos No. 13, La Habana, Cuba 1990. Escritos sobre educación. José Martí, Selección de textos y edición de Pedro Álvarez Tabío, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba 1976. MARTÍ, José, Nuestra América, Latinoamericana, Cuadernos de Cultura Latinoamericana, UNAM, México 1978. ___, Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba 1975. 76 LA CORRIENTE HISTÓRICO-CULTURAL DE LA TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN Y SU INFLUJO EN EL PAPA FRANCISCO Juan Carlos Scannone Introducción Ante el hecho de la dependencia, marginación, opresión, pobreza e injusticia estructurales, no sólo surgen en América Latina (AL) -en los años 60- movimientos sociales y políticos liberadores, sino también, a fines de esa década y a comienzos de los 70, un pensamiento teológico y filosófico “de liberación”. Éste interpreta y discierne respectivamente, a la luz de la Revelación cristiana o de la razón filosófica- dichos hecho y movimientos, e intenta contribuir, por medio de la praxis teórica, a la liberación integral latinoamericana. Se trata, en ambos casos, de un acto segundo -reflexivo y crítico- con respecto al acto primero de la interpelación ética de los pobres y la correspondiente praxis de su liberación.180 Ambos tipos de pensamiento asumen, tanto para analizar y comprender la situación histórica latinoamericana como para transformarla, la mediación intrínseca de las ciencias humanas y sociales, en forma crítica y según sus respectivos objetos formales o pertenencias epistemológicas. Por ello la teología y la filosofía de la liberación son teóricamente diferentes, aunque convergentes. Pues ambas son planteadas en perspectiva latinoamericana, pero sin renunciar a su validez universal; tienen como punto de partida y lugar hermenéutico la realidad histórica de nuestro Continente y la opción por los pobres que le responde; siguen el ritmo metodológico “ver, juzgar, actuar”; y emplean la mediación analítica, de modo que, a veces, los mismos autores -filósofos cristianos como Enrique Dussel, Ignacio Ellacuría y yo mismo- ejercemos ambas: tanto la filosofía (FL) como la teología de la liberación (TL).181 I. Surgimiento y diferenciación Gustavo Gutiérrez puede ser considerado el padre de la TL, pues ya la promovía en una conferencia algo anterior a Medellín (1968).182 La problemática la retomó esta Conferencia al aplicar la lectura de los signos de los tiempos, propugnada por el Concilio Vaticano II, a AL y su situación de pobreza, injusticia y violencia tanto guerrillera como institucional. Y fue luego desarrollada por dicho teólogo en su libro de 1971 (Lima, CEP): Teología de la liberación. Perspectivas. Por su parte, en Argentina, la Conferencia episcopal había formado, a su regreso del Concilio, en 1966, la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL), con obispos, teólogos, pastoralistas y religiosos/as, en cuyo seno iba a nacer la que Gutiérrez reconoce como “una corriente, con características propias, dentro de la TL”,183 denominada luego por Juan Luis Segundo: “teología del pueblo” (TP),184 180 Esa distinción de acto primero y segundo, la tomo de Gustavo GUTIÉRREZ, Teología de la liberación. Perspectivas, Salamanca, Sígueme 19722. 181 Ver mis trabajos: Teología de la liberación y praxis popular, Salamanca, Sígueme 1976; Teología de la liberación y doctrina social de la Iglesia, Madrid-Buenos Aires, Cristiandad-Guadalupe, 1987; «Filosofía/Teología de la liberación», en: R. SALAS ASTRAIN, Pensamiento Crítico Latinoamericano. Conceptos Fundamentales II, Santiago de Chile, Universidad Silva Henríquez, 2005, 429-442; «La filosofía de la liberación: historia, características, vigencia actual»: Teología y Vida 50 (2009) 59-73. 182 Fue publicada como folleto por los movimientos de Pax Romana, MIEC-JECI, Montevideo 1969. 183 Cf. su libro: La fuerza histórica de los pobres, Lima, CEP, 19802, p. 377. 77 cuyos líderes teológicos fueron ante todo, los profesores de la Facultad de Teología de Buenos Aires: Lucio Gera y Rafael Tello. Su impronta aparece ya en el Documento de San Miguel (1969), del episcopado argentino, aplicando Medellín al país.185 En cambio, la FL nace en Argentina a comienzos de 1971 en un encuentro que tuvo Enrique Dussel conmigo y con filósofos jóvenes de las ciudades de Santa Fe y Paraná. Aunque estábamos bajo el influjo de Medellín, nuestros nuevos planteos surgieron, con todo, a partir de una problemática estrictamente filosófica, a saber, como respuesta al libro del filósofo peruano Augusto Salazar Bondy: ¿Existe una filosofía de nuestra América?, su controversia con Leopoldo Zea sobre la filosofía latinoamericana y una relectura latinoamericana del “rostro del pobre” según Emmanuel Lévinas,186 no sólo enfocada en clave ética interpersonal, sino también social, política, estructural y conflictiva. Ese movimiento naciente, aunque no tuvo la importancia de la TL, se difundió en gran parte de AL, vinculándose con enfoques ya antes existentes: la búsqueda de una “filosofía americana” (Zea), de un “pensamiento indígena y popular” (Rodolfo Kusch), la historia de las ideas en AL (Arturo A. Roig, Abelardo Ramos), y posteriores, como una aplicación de la filosofía de Zubiri a nuestra realidad, en diálogo con la TL (Ellacuría). Más tarde, habiendo Dussel partido para México -debido a la persecución paramilitar y, luego, militar en Argentina-, se fue perfilando la que Raúl Fornet-Betancourt denominó corriente histórico-cultural dentro de la FL.187 Éste cuenta entre sus representantes a Kusch, , a Carlos Cullen, a mí,188 etc. II. La TP y la vertiente histórico-cultural de la FL: su caracterización Como pasa en general con la TL y la FL, también en esas corrientes prevalentemente argentinas hay “características propias” comunes, en la diferencia de pertenencia epistemológica entre filosofía y teología. Pues ambas se apartan, en su análisis de la realidad histórica general y latinoamericana, de categorías de interpretación tanto liberales como marxistas, y las buscan en la historia y la cultura de nuestro subcontinente, como son las de “pueblo”, “antipueblo”, “pueblos contra imperialismos”, “cultura, 184 Cf. Liberación de la teología, Buenos Aires, Lohlé, 1974, p. 264. Sobre la TP y sobre dicho documento, ver: S. POLITI, Teología del pueblo. Una propuesta argentina a la teología latinoamericana 1967-1975, Buenos Aires, Guadalupe, 1992; M. GONZÁLEZ, Reflexión teológica en la Argentina (1962-2010). Aportes para un mapa de sus relaciones y desafíos hacia el futuro, Buenos Aires, Docencia, 2010; ver también mi trabajo; «La teología argentina del pueblo», Gregorianum 96 (2015) 9-24. 186 Aludo al libro citado de Salazar (México, Siglo XXI, 1968), L. ZEA, La filosofía americana como filosofía sin más, México, Siglo XXI, 1969; y E. LÉVINAS, Totalité et Infini. Essai sur l’extériorité, La Haye, M. Nijhoff, 19683. 187 Ver su libro: Philosophie und Theologie der Befreiung, Frankfurt a. M., Materialis, 1988. 188 Entre otras obras, cf. R. Kusch, América Profunda, Buenos Aires, Hachette, 1962; ID. El pensamiento indígena y popular en América, Buenos Aires, Hachette, 19732; ID., Geocultura del hombre americano, Buenos Aires, García Cambeiro, 1976; C. CULLEN, Fenomenología de la crisis moral. Experiencia de la sabiduría de los pueblos, S. Antonio de Padua (Buenos Aires), Castañeda, 1978; ID., Reflexiones desde América 3 vol., Rosario /Argentiba), Fundación Ross, 1985-86; J.C. SCANNONE, Nuevo punto de partida en la filosofía latinoamericana, Buenos Aires, Guadalupe, 1990 (2ª ed., ibid., Docencia, 2011); ID., Religión y nuevo pensamiento, Barcelona-México, Anthropos-UAM (Iztapalapa), 2005; ID., Discerniiento filosófico de la acción y pasión históricas, Barcelona-México, Anthropos-Iberoamericana, 2009. 185 78 religiosidad y sabiduría populares”, etc.; para “ver” e interpretar la realidad y para transformarla prefieren el análisis histórico-cultural sin desdeñar el socio-estructural, de modo que no sólo emplean la mediación de las ciencias sociales -más analíticas-, sino también la de ciencias más sintéticas y hermenéuticas, como son las de la historia, la cultura y la religión; revalorizan fuertemente la piedad popular latinoamericana, en especial las expresiones creativas del catolicismo popular; además del conocimiento científico, tienen en cuenta el conocimiento “por connaturalidad”, tanto para dar arraigo sapiencial al análisis científico como para finalmente desembocar en la praxis con discernimiento espiritual. En el caso de la TP, ella tiene especialmente en cuenta la relación entre el Pueblo de Dios y los pueblos históricos, recomprendiendo así la relación Iglesia-mundo expuesta por la constitución pastoral Gaudium et Spes, del Vaticano II.189 Dichas corrientes teológica y filosófica consideran “pueblo”, ante todo, a los pueblosnación, que lo son porque poseen analógicamente una memoria histórica común, una cultura común y un proyecto de bien común. Pero reconocen que, de hecho, en AL, son los pobres -que sólo son Juan Pueblo-, quienes forman el corazón vivo del pueblo en su conjunto; y, probablemente lo son también de jure, porque solamente poseen su dignidad humana y su cultura, sin los privilegios del poder o del tener, y porque sus legítimos intereses coinciden con la justicia, la paz y la solidaridad. No pocas veces sectores sociales más altos viven culturalmente más en Europa o Norteamérica que en su propia tierra. Otra característica que comparten dichas corrientes filosófica y teológica es el lugar importante que dan a la cultura como «estilo de vida de un pueblo» (Thomas S. Eliot) y, en ella, a los valores o antivalores religiosos (Paul Tillich), ya que conforman su «núcleo ético-mítico» (Paul Ricoeur).190 Con todo, ambas corrientes no dejan de dar suma importancia a las “estructuras de pecado” y a la «violencia institucionalizada», pero reconocen que no basta con cambiar estructuras e instituciones, si el cambio no va acompañado de una conversión ético-cultural. De ahí la relevancia que para esas corrientes cobran la inculturación y la interculturalidad, consideradas como mutuamente complementarias. En el caso de la TP, se reconoce la encarnación del Evangelio en la piedad popular latinoamericana, la cual se ha convertido en una verdadera espiritualidad y mística populares (Jorge Seibold).191 Por el contrario, la filosofía no incultura un pensamiento previo, por ejemplo, el griego o europeo, aunque no se niega a releerlos desde su propio horizonte de comprensión, sino que, además y sobre todo, trata de pensar creativamente desde AL, “llevando a concepto” la sabiduría popular en sus múltiples manifestaciones: religiosas, políticas, literarias, artísticas, etc.192 Para dichas filosofía y teología -aun como ciencias- es clave dicha mediación de la sabiduría popular, según ésta se manifiesta en los símbolos, narraciones, prácticas y ritos del pueblo, especialmente pobre. En el caso de la primera -la filosofía-, se trata de la sabiduría popular a secas, que responde fácticamente a las grandes cuestiones del sentido 189 Además de las obras citadas en las notas 6 y 2, cf. una muy buena síntesis en: Fernando BOASSO, ¿Qué es la pastoral popular?, Buenos Aires, Patria Grande, 1974. 190 Cf. P, RICOEUR, «Civilization universelle et cultures nationales», en: ID., Histoire et Verité, Paris, Seuil, 19673, 286-300. 191 Cf. J. SEIBOLD, La mística popular, México, Buena Prensa, 2006. Ver también mi artículo: «El sujeto comunitario de la espiritualidad y mística populares», Stromata 70 (2014)183-196. 192 Entre las obras citadas en la nota 9, ver las de Cullen y mi libro Nuevo punto de partida. 79 de la existencia. En el caso de la teología, se trata de la sabiduría teologal del Pueblo de Dios inculturado en su piedad, espiritualidad y mística populares, la cual se extiende a toda la vida y convivencia, y no sólo a la dimensión estrictamente cultual y religiosa. Pero no basta solamente con llevar lo implícito a lo explícito, la representación al concepto, la sabiduría a la ciencia, como si así se las “elevara”, según lo plantea Hegel y, hasta cierto punto Husserl; sino de un intercambio de saberes distintos y complementarios entre el pensador filósofo o teólogo y el pueblo, saberes que se fecundan y enriquecen mutuamente. Aún más, hasta cierto punto puede decirse que –al menos en el nivel teológico- la ciencia (teológica) está al servicio de la sabiduría (bíblica y del Pueblo de Dios en su peregrinación histórica). En esta breve exposición no puedo desarrollar cómo ambas corrientes se continuaron hasta hoy a través de tres generaciones, sino sólo indicar que permanecen fecundas y en diálogo enriquecedor con otras corrientes, respectivamente, de la TL y la FL. En el caso de la primera, eso ya se manifestó claramente en el Segundo Congreso de El Escorial (1992)193 y hoy aparece en la acogida de importantes teólogos de la liberación a las iniciativas del Papa Francisco. Y, en el caso de la FL, se vio en el encuentro y manifiesto de Río Cuarto (Argentina, 2003)194, en distintas iniciativas de la Asociación de Filosofía y Liberación, aun en el Congreso celebrado en agosto de este año, en Santa Fe (Argentina), así como en los Congresos Internacionales de Filosofía Intercultural. Puedo dar testimonio de todo ello. El intercambio de saberes mencionado más arriba tiende últimamente a ampliarse en el diálogo intercultural entre distintas filosofías y teologías inculturadas, no solamente en las culturas latinoamericanas, sino también en las diferentes culturas en un nivel universal. En teología, la interculturalidad se planteó sobre todo desde el ámbito de lengua alemana. Por su parte, uno de los principales promotores de la filosofía intercultural es un heredero de la FL, a saber, el cubano -residente en Alemania- Raúl Fornet-Betancourt. III. El Papa Francisco, la TP y la corriente histórico-cultural de la FL Me concentraré sobre todo en su relación con la TP y, al final, haré una breve consideración sobre una alusión que el Papa hace de la segunda en un punto importante, aunque sin salirse de un contexto teológico-pastoral. La buena relación del Cardenal Bergoglio con la TP aparece -al menos extrínsecamente- en su relación como arzobispo con dos de sus fundadores: Gera y Tello. Pues, en 2012, cuando falleció el primero, lo hizo enterrar en la Catedral de Buenos Aires como experto del Concilio Vaticano II y de las Conferencias de Medellín y Puebla; y, cuando un discípulo del segundo, Enrique Bianchi, publicó -asimismo en 2012- un libro sobre aquél,195 el mismo Bergoglio lo presentó al público -reivindicando explícitamente su persona y teología-, siendo así que Tello había sido removido de su cátedra y 193 Ver: J. COMBLIN-J.I. GONZÁLEZ FAUS-J. SOBRINO (eds.), Cambio social y pensamiento cristiano en América Latina, Madrid, Trotta, 1993. 194 Cf. Erasmus. Revista para el diálogo intercultural 5 (2003), Nº 1-2 (dedicada a Filosofía de la liberación. Balances y perspectivas 30 años después, compilada por D. Michelini. 195 Cf. Enrique C. BIANCHI, Pobres en este mundo, ricos en la fe: la fe de los pobres en América Latina según Rafael Tello, Buenos Aires, Ágape, 2012. 80 suspendido a divinis por un anterior arzobispo, el Cardenal Aramburu. Últimamente ha promovido a arzobispo al que ya había hecho antes rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina, Mons. Víctor Fernández, discípulo de Tello, y ha nombrado en la Comisión Teológica Pontificia a Carlos María Galli, discípulo de Gera y su sucesor en la cátedra. Pero su relación intrínseca con la TP se manifiesta claramente en muchos de sus gestos y palabras, en especial, en la exhortación que le sirve de hoja de ruta: Evangelii Gaudium (EG). Pues el Papa, sin ser teólogo en el sentido de un profesor de teología, sino ante todo pastor –aunque fue profesor de teología pastoral en la Facultad jesuita de San Miguel-, no sólo basa muchos de sus enfoques, en la teología del pueblo, sino que la ahonda por su cuenta, avanzando teológicamente en puntos clave.196 Consideraré sólo tres: la comprensión de “pueblo”, referida al Pueblo de Dios y a los pueblos del mundo; la inculturación y la piedad popular en su relación con la opción por los pobres. III-1. El pueblo y la figura del poliedro “Pueblo” es una categoría básica tanto para Francisco -quien desde hace mucho se refiere frecuentemente al “pueblo fiel” de Dios-, como para la TP. Una objeción que se le hace es el riesgo de uniformizar las diferencias, por ejemplo, de clase, en una especie de conglomerado homogéneo, fácilmente manipulable por un líder carismático. Precisamente en este punto se da un claro avance del Papa en la precisión del concepto de “pueblo”, tanto aplicado a los pueblos-nación como al Pueblo de Dios. Pues explícitamente rechaza el modelo de la esfera, “donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros” (EG 236). Y le contrapone el “del poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad” (ib.). Al final del mismo párrafo lo aplica al orden civil global y nacional, afirmando: “Es la conjunción de pueblos, que en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos” (ib.). En cuanto a la Iglesia, se refiere a «la belleza de su rostro pluriforme» (EG 116) y, luego, a su «multiforme armonía que atrae» (EG 117). La armonía supone unidad de y en la diversidad, aludiendo -en ese contexto- a la interculturalidad. Además de esa explicitación que previene malentendidos populistas, se puede señalar otra aportación, de carácter epistemológico, también propia de Bergoglio. Pues éste, como Arzobispo, en una conferencia de 2010, hizo notar que ese concepto no es meramente racional sino también “histórico-mítico”.197 Según mi interpretación, es histórico, porque la pertenencia o no a un pueblo depende de la actitud (ético-histórica) de cada persona y grupo en la historia, y no sólo de su posicionamiento territorial o estructural de clase; y es “mítico”, porque es un concepto-símbolo, analógico, y no una idea unívoca, clara y distinta, ni tampoco dialéctica (a lo Hegel). En cuanto al epíteto 196 Ver mis artículos: «Papa Francesco e la teologia del popolo», La Civiltà Cattolica 3930 (5 marzo 2014), 571-590, en español: Razón y fe n. 1395 (enero 2015), 31-50; y «El Papa Francisco, ¿teólogo del pueblo?», Criterio n. 2414 (mayo 2015) 44-47. 197 Cf. J. M. BERGOGLIO, Nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo. Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016, Buenos Aires, Claretiana, 2011. 81 “mítico”, constato un paralelismo con el “núcleo ético-mítico”198 que, según Ricoeur, caracteriza a las culturas nacionales: es ético porque implica valores, y mítico, porque se expresa en símbolos y narraciones simbólicas. III- 2. La evangelización como inculturación Ya la TP y, luego, el Documento de Puebla (1979) valorizaban la encarnación de la fe en la cultura y las culturas -de acuerdo con Evangelii Nuntiandi (EN, 1975), de Pablo VI, y la reconocían en América Latina. Algo más tarde, Juan Pablo II usó el neologismo inculturación, que evoca la analogía de la encarnación,199 de la que tratan luego la conferencia de Santo Domingo (1992) y documentos posteriores. Pero Francisco da un nuevo paso con respecto a todos éstos, hablando de la «evangelización como inculturación» (EG 122; el subrayado es mío).200 Pues, en el binomio «evangelización de la cultura» e «inculturación del Evangelio», que parecían ser sólo dos caras de la misma moneda, el Papa Bergoglio privilegia, con dicha formulación, la inculturación, que así aparece claramente como un fin explícito de la misión de la Iglesia. Ello está plenamente en sintonía con la importancia reconocida por el Papa a las Iglesia locales. Cuando era Rector de las Facultades de Filosofía y Teología de San Miguel organizó un Congreso Internacional (1985) sobre el antedicho binomio, que daba título al encuentro. Entonces, en su discurso inaugural, recalcó la importancia de la inculturación del Evangelio, citó al P. Pedro Arrupe -precursor en el uso de ese neologismo (Sínodo de 1974)-, y evocó la práctica de jesuitas como Mateo Ricci, De Nobili y José de Acosta.201 Aquí también se aplica el modelo del poliedro, figura de la unidad en y de las diferencias, según una eclesiología genuinamente trinitaria, en la cual se reconoce un protagonismo al Espíritu Santo (EG 116, 117). III-3. La piedad popular: «lugar teológico» El Vaticano II no trató de la religiosidad popular. Pablo VI la aborda en EN, inspirándose -según puede comprobarse- en la TP, gracias al luego Cardenal argentino Eduardo Pironio (Sínodo de 1974).202 Más tarde el tema es retomado por Puebla (1979) que aplica esa exhortación a AL)-, en la sección correspondiente, redactada principalmente por el pastoralista chileno Joaquín Alliende, quien asumía la por él denominada «teología de la pastoral popular» argentina.203 198 Cf. su art.cit., en la nota 11. Cf. JUAN PABLO II, Catechesi tradendae 53 (1979); ya antes había usado ese neologismo ante la Comisión Bíblica (26 de abril, 1979), ver Acta Apostolicae Sedis 1979, p. 607. 200 Ver mis artículos: «L’inculturazione nell’Evangelii Gaudium; chiavi di lettura», en: Humberto Miguel Yáñez (a cura di), Evangelii gaudium: il testo ci interroga, Roma, Gregorian University Press, 159-170; y "La inculturación en el Documento de Santo Domingo", en: Stromata 49 (1993) 29-53. 201 Cf. J. M. BERGOGLIO, «Discurso inaugural», en: Evangelización de la cultura e inculturación del Evangelio, Buenos Aires, Guadalupe, 1986, 15-19. 202 Según C. M. Galli, la exposición de Pironio en el Sínodo de 1974 influyó en EN 48: ver la introducción del primero a Signos de los tiempos en América Latina. Evangelización y liberación, Buenos Aires, Guadalupe, 2012, p. 10; cf. E. PIRONIO, «La evangelización del mundo de hoy en América Latina», Teología 12 (1975) 155-165. 203 Cf. J. ALLIENDE, «Diez tesis sobre pastoral popular», en: Religiosidad popular, Salamanca, Sígueme, 1976, p. 119. 199 82 Se ha señalado la diferencia de abordaje de la “pastoral popular” en Medellín y en Puebla,204 pues en esta última se consideran no sólo “semillas”, sino sobre todo “frutos del Verbo” en la religiosidad popular latinoamericana, debidos a la primera evangelización. En esa línea prosiguieron las Conferencias posteriores, pero, en Aparecida (2006) -cuya comisión redactora fue presidida por Bergoglio- aparece una importante novedad, pues allí se reconocen una “espiritualidad” y “mística populares” (Documento de Aparecida 262).205 La exhortación EG se refiere a éstas en dos lugares. En el primero se retoma el texto de Aparecida (EG 124). Pero la segunda referencia constituye una verdadera profundización con respecto a todo lo anterior. Pues, por un lado, el Papa descubre dicha mística no sólo en los actos específicamente religiosos del Pueblo de Dios, sino en toda su vida cristiana, al afirmar que “la ‘mística popular’ acoge el Evangelio entero y lo encarna en expresiones de oración, de fraternidad, de justicia, de lucha, de fiesta” (EG 237), tanto en la oración como en la acción. Y, por otro lado, se reconoce que «las expresiones de la piedad popular…son un locus theologicus (‘lugar teológico’)» (EG 126), es decir, fuente para la reflexión teológica, por lo tanto importante para la teología como tal. Aún más, Francisco sugiere un tercer aporte suyo en esta materia, cuando alude a una relación intrínseca con la nueva evangelización, afirmando: es “…un lugar teológico al cual debemos prestar atención, particularmente en el momento en que pensamos en la nueva evangelización” (ib.). En ese texto el Papa no nos dice por qué, pero podemos interpretarlo desde lo que, en otro lugar, EG dice de los pobres, su fe y su sabiduría popular, pues ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a conocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos (EG 198). Son, por consiguiente, factor clave de la nueva evangelización tanto para la Iglesia como para la humanidad toda. De acuerdo con esto, volveré a un rasgo común de toda la TL y la FL, que Francisco pone muy de manifiesto. III-4. La opción preferencial por los pobres: categoría teológica “Deseo una Iglesia pobre para los pobres” (EG 198) asevera el Papa, desde la elección de su nombre hasta una cantidad innumerable de gestos y palabras. Pues, como lo decía ya la Instrucción Libertatis Nuntius (1986), tal amor preferencial nos viene desde Jesús 204 Cf. A. ALTAMIRA, «La pastoral popular. Documentos y perspectivas», Stromata 30 (1974) 397-347; 31 (1975), 221-235; el artículo prosigue en: ibid., 32 (1976) 227-251; 33 (1977) 3-40. 205 Sobre la espiritualidad popular, cf. G. GUTIÉRREZ, Beber en su propio pozo. En el itinerario espiritual de un pueblo, Lima, CEP, 1983; acerca de la mística popular, cf. J. R. Seibold, op. cit., en la nota 12. 83 mismo (preanunciado por los profetas) y se vivió siempre en la Iglesia, aunque haya sido explicitado por las Conferencias del Episcopado Latinoamericano y asumido por los últimos Papas, de tal manera que no llama la atención que Francisco lo viva, a no ser sino por su insistencia y ejemplaridad. Con todo, también aquí ahonda el pensamiento, al expresar que se trata de una “categoría teológica, antes que cultural, sociológica, política o filosófica” (EG 198). Ha sacado las consecuencias metodológicas y epistemológicas para la teología, de esa actitud evangélica y su puesta en práctica pastoral. Ello está en íntima conexión con su reconocimiento de la piedad popular -como hemos visto, especialmente, de “los pobres y sencillos”-, como lugar teológico. III-5. Francisco y la línea histórico-cultural de la FL Por supuesto que se puede relacionar al Papa con todo lo que esta corriente filosófica tiene de común con la TP. Pero aludiré ahora a un lugar donde menciona un escrito de esa línea de FL, en un punto que, según me parece, la caracteriza, así como al Papa. En su primera encíclica, Laudato Si’ (LS), cita un estudio mío filosófico,206 que tiene aún más valor si se lo interpreta teológicamente. Pues, cuando allí el Papa trata de la «ecología de la vida cotidiana» (LS 147-155), se refiere a «la creatividad y la generosidad de personas y grupos que son capaces de revertir los límites del ambiente, modificando los efectos adversos de los condicionamientos» (LS 148). Allí alude al interior amigable y cordial de casas de familia, a pesar de sus fachadas muy deterioradas, a «la ecología humana que pueden desarrollar los pobres», a «la red de comunión y pertenencia» que hace que «cualquier lugar dej(e) de ser un infierno y se conviert(a) en el contexto de una vida digna» (ibid.), etc. Todo ello lo experimentó Bergoglio con frecuencia en las villas miseria de su arquidiócesis de Buenos Aires. Aún más, en el párrafo siguiente se refiere a que, aun en ámbitos de carencia extrema, cuyas circunstancias de anonimato social y desarraigo «favorece(n) las conductas antisociales y la violencia” (LS 140), sin embargo, “el amor puede más». Pues «muchas personas en estas condiciones son capaces de tejer lazos de pertenencia y de convivencia que convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria donde se rompen las paredes del yo y se superan las barreras del egoísmo». Francisco las llama «experiencias de salvación comunitaria» (ibid.) y las reconoce, por ejemplo, en «reacciones creativas para mejorar un edificio y un barrio». Observemos que son experiencias, no meras teorías, y no son sólo individuales, sino comunitarias. Aún más, son «experiencias de salvación comunitaria»: de salvación ya aquí y ahora, aunque todavía no plena ni definitiva. Y salvación tanto personal como comunitaria. Más tarde, sobre ese mismo hecho sorprendente, he citado no pocas veces a Pedro Trigo, quien lo observa en los barrios carenciados del gran Caracas,207 como también lo experimentamos los argentinos en el Gran Buenos Aires, a saber: que, en medio de circunstancias de muerte, brota sobreabundancia de vida, solidaridad y libertad. Son 206 Se trata del artículo: «Irrupción del pobre y lógica de la gratuidad», en: J.C. Scannone-M. Perine (comps.), Irrupción del pobre y quehacer filosófico. Hacia una nueva racionalidad, Buenos Aires, Bonum, 1993, 213-239, el Papa cita pp. 225-230. 207 Como ejemplo cf. P. TRIGO, La cultura del barrio, Caracas, Universidad Católica. Andrés Bello-Centro Gumilla, 2004. 84 signos de los tiempos, gérmenes de algo nuevo, presencia activa del Señor en la historia. El título del libro citado por el Santo Padre en esa nota alude a «la irrupción del pobre» en la conciencia y la sociedad latinoamericanas -expresión que tomé de Gutiérrez-, irrupción a la cual yo allí caracterizo como “hecho de vida y libertad”, porque, donde se esperaría muerte, hay fuerza y exceso de vida, y en medio de la opresión y exclusión, se experimentan hondamente la propia dignidad y libertad, y la de todos, sobre todo, de los pobres. Lo corroboran muchas expresiones de los discursos de Francisco en sus dos encuentros con los movimientos sociales, en especial, el de agosto último en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).208 El tema de la presente conferencia podría ahondarse y ampliarse mucho más, pero estimo que lo dicho basta para mostrar el influjo de la TP y, hasta cierto punto, de su correspondiente filosófica, en el Papa Francisco y en su pastoral, aunque él, a su vez, las profundiza creativamente. Juan Carlos Scannone S.I. 208 Cf. PAPA FRANCISCO, «Discurso en el II Encuentro mundial de movimientos populares», 9 de julio de 2015, http://w2.vatican.va/contn/francesco/es/speeches/2015/july/documents/papafrancesco_20150709_boliviamovimenti-popolari.html. 85 Horizonte eco-humano-espiritual en las teologías de liberación Diego Irarrazaval * El disfrutar y entender la fe (en América Latina) conlleva incesantes interrogantes y también lineamientos proféticos. Esto proviene de clamores y sabidurías de los pueblos (y de portavoces de equidad, convivencia, arte, reflexión). A la vez se manifiestan agudas tensiones entre comunidades ´de abajo´ y la hegemonía nor/atlántica/pacífica. Existen logocentrismos y tecno-ciencias que no concuerdan con la polifónica lucha de nuestros pueblos. En medio de estos procesos complejos, desde ´abajo´ hay propuestas de humanización atentas a las energías del universo. En estos fértiles terrenos se han ido perfilando enunciados teológicos, cuyo horizonte tiene un perfil eco-humano-espiritual. 1. Clamor sapiencial de la muchedumbre postergada Caminamos en un continente desgarrado por violencias y desconfianzas. A pesar y en medio de todo, la población latinoamericana prioriza la fiesta. Ella constituye la preocupación más significativa; ella resuelve heridas; ella es portadora de utopías. Las teologías de liberación 209 (desde sus inicios hace medio siglo y sobretodo en estas últimas décadas) apuestan a celebrar y transformar el acontecer humano. Se han desenvuelto corrientes de pensar bíblico, espiritual, histórico, sistemático, feminista, afroamericano, mestizo e indígena, eco-teológico. Es una genuina e incesante polifonía, solidaria con el pobre y con los modos de luchar por la justicia y por la alegría sin barreras. Cabe reconocer (con realismo y sin auto-exaltación) altos y bajos en la reflexión compartida durante más de 50 años, y también anotar oleadas de descalificación y malentendidos. Se habla de reducirse a lo político y a una simple ética cristiana, de un supuesto abandono de lo espiritual, o bien de limitarse a ámbitos intra-cristianos y de poca atención a desafíos del mundo cambiante. Sin ánimo apologético, más bien cabe agradecer logros, en medio de incesante represión y fragmentación. Se constata un pensar creyente que es relevante para los interrogantes humanos, que es interdisciplinario y crítico, que es apasionadamente creador, que se orienta a responsabilidades bioespirituales, que admira el Misterio. De modo afectivo y simbólico van madurando perspectivas hacia adelante. Abunda la pequeña lucidez y el audaz testimonio. Uno puede detenerse, por ejemplo, en el arte ciudadano, en productos eclesiales sur-andinos, en voces proféticas. Son pequeños/inmensos frutos con calidad de futuro. Es una creatividad particular y universal. Cada elemento (anotado a continuación) surge de situaciones precisas. Son 209 Véase M.F. DOS ANJOS (org.) Teologia e novos paradigmas (Sao Paulo: Loyola, 1996); I. ELLACURÍA, J. Sobrino (eds.) Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación (Madrid: Trotta, 1990, tomos I y II); L.C. SUSIN (org.), O mar se abriu. Trinta años de teología na América Latina (Sao Paulo: Loyola, 2000); J.J. Tamayo, J. Bosch (eds.), Panorama de la teología latinoamericana (Estella: Verbo Divino, 2001); I.A. REBLIN (org.), A teología contemporánea na America Latina e no Caribe (Sao Leopoldo: Oikos, 2008); A. Brighenti, R. Hermano (org.), La Teología de la Liberación en prospectiva. Congreso continental de teología (Santiago: UCSH, 2014). 86 elementos que confluyen para superar la deshumanización en América Latina, y para abrazar la universal vocación a la Vida. Un primer testimonio de lucidez y de jovial solidaridad. Violeta Parra 210, enraizada en los clamores artísticos de su pueblo y en la libertad de la fe, ha impugnado la religión acomodada: “Yo canto la diferencia que hay de lo cierto a lo falso. … afirmo señor Ministro que se murió la verdad. … los niños andan con hambre les dan una medallita o bien una banderita”. De este modo la realidad falsa es desnudada. En cuanto al plano religioso: “Qué vamos a hacer con tanto y tantos predicadores, unos se valen de libros y otros de bellas razones, algunos de cuentos varios, milagros y apariciones. … se ve que no son muy limpios los trigos de esta viña y la cizaña pretende comerse toda la espiga. … qué vamos a hacer con tanta mentira desparramada”. A estos clamores por la verdad se añaden lineamientos utópicos: “Hay una ciudad muy lejos pa´ allá los pobres se van las murallas son de pan y los pilares e´ queso. … hay un estero de vino que atraviesa la ciudad y son de harina tostá los arenales que vimos. Los que pasan por camino Dicen ´aquí está lo gueno´ y se atracan sin recelo del poder que los alima”. Permítanme pasar a otros modos de ver y transformar el mundo. En la región quechua del sur-peruano (de modo especial en Santiago de Pupuja, y en Juliaca) numerosas jornadas han forjado un pensar bíblico, inculturado e intercultural, estético y espiritual. Una de las mayores publicaciones lo dice así: «en el arte del pueblo quechua hay un lenguaje teológico, y éste va creciendo en el dialogo con el arte… la alegría de vivir en 210 Véase la colección de 528 canciones, en cancioneros.com/nc 1594/0 “Yo canto la diferencia”, “Qué vamos a hacer”, y 12974/0 “Hay una ciudad muy lejos”, al que Isabel y Angel Parra le agregaron: “Aquí va la despedida, y la ciudad tiene un honor, las tejas e´ sopaipillas, y los ladrillos alfajor”. (¡Es bien contestatario y alegre este modo de entender la existencia celestial!). Mis disculpas por no citar todos los versos. 87 comunidad refleja el espíritu de la vida real, siempre llena de esperanza, aún en los momentos de oscuridad»211. Todo esto es llevado a cabo por grupos de adultos, jóvenes, niños, tanto urbanos como rurales, que formalmente ni han estudiado arte ni teología. En estos grupos hay inmensa creatividad en la pintura, el tejido, el socio-drama, la liturgia. Sobresale la armonía e intensidad cromática. Ante estas obras, uno constata ´la teología de los pequeños de Dios´ (como dice el subtítulo de dicha publicación mayor). Las comunidades quechuas hablan con/a Dios mediante su sabiduría y arte, su comportamiento liberador, su mística de crucificados y resucitados. Por otra parte, Luis Zambrano articula la lucha por los derechos humanos y medioambientales, la renovación eclesial, el arte y la teología. Lo espiritual es conjugado con lo socio-político y lo cósmico. “Nueva es la flor, la más pequeña, la que esperó un largo invierno, quizá dos, para ofrecer la sinfonía de su color… Nueva es toda revolución, la más humilde y más lejana, la que no consta aún en ningún libro y con su viento de siglos ya empieza a conmover el mundo” 212. Luego de estos testimonios, y a modo de recapitulación, Pedro Casaldaliga nos incentiva de modo político y místico 213: “La quena latinoamericana la voz del Tercer Mundo grita sus dolores y canta su esperanza. Los pobres de la tierra la Iglesia de los pobres. … el pueblo es el doctor el sabe cuando y como hacer el parto. … las masas tienen hambre y este Pan es su carne destrozada en la lucha vencedora en la muerte. Somos familia de la fracción del pan. Danos Padre, el pan de cada día, El arroz o el maíz o la tortilla. 211 Comunidades Cristianas de Santiago de Pupuja, Cristy Orzechowski, Berna Schulte, Y el Verbo de hizo Arte, Arte y teología de los pequeños de Dios, Puno: Santiago de Pupuja, 1997, 11 y 349. 212 Luis ZAMBRANO, En el nudo del tiempo, Lima: Arteidea, 2009, 69. 213 Pedro CASALDALIGA, véase en www.koinonia.org obras de Pedro Casaldaliga, “Cantares de la Entera Libertad” (1984), de las que extraigo pocas líneas. Mis disculpas por no incluir el conjunto. 88 Que el pueblo tenga en sus manos el pan de la Eucaristía puesto que el pueblo hace el pan”. Cabe sumarse a todos estos clamores, y cabe desear que enriquezcan el pensar. 2. Afán de-colonial e insurgencia latinoamericana La humanidad se encuentra en medio de aguas tormentosas, y se avanza muchas veces con sobresaltos, y a veces con serenidad. Son encaradas agudas tensiones entre los sectores humanos ´de abajo´ y los poderes ´de arriba´ (debido por un lado a la hegemonía nor/atlántica/pacífica, y por otro lado, a la resistencia e iniciativa social de grandes sectores silenciados). Estamos tensionados porque se han interiorizado logocentrismos y tecno-cientifismos; éstos no concuerdan con la polifónica lucha sapiencial de pueblos frágiles y tenaces. Se siente un cambio de época. Son denunciadas muchas atrocidades (de ayer y de hoy). También son reafirmados afanes de felicidad (en el hoy y el porvenir). Se superan bloqueos mentales y axiológicos. Se debaten paradigmas. Ante la crisis de civilización, a nivel planetario, van brotando pequeñas e inmensas iniciativas humanas. Se dan pasitos, y a la vez grandes y audaces saltos. En numerosos rincones y en foros latinoamericanos es debatida la problemática colonial y de-colonial, gracias a actividades contestarías del pueblo. Todo esto afecta y de varias maneras desafía la labor teológica. La fe es pensado en contextos controversiales. Gracia a Dios, y mediante labores tenaces, se han ido abriendo ventanas por donde entra buen aire fresco. Esto proviene del acontecer del Concilio Vaticano II. Luego hubo dolorosas décadas de restauración y represión. Luego se han ido retomando rutas de renovación eclesial. Ella es sostenida por la fidelidad al Evangelio. Se van desenvolviendo nuevas fases en la reflexión creyente. Han brotado teologías en plural, y las comunidades de fe se han fortalecido. Sin embargo, lo hegemónico sigue siendo imitar lo ajeno, reproducir temas irrelevantes, dar la espalda a energías autóctonas. En vez de cultivar lo propio y polifónico, son asimiladas imposiciones planetarias. Cada uno se inclina a reproducir pautas que no corresponden (y que agreden) lo que necesita cada pueblo. Un maestro de Simón Bolívar advertía: «la sabiduría de Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son, en América, dos enemigos de la libertad de pensar… Imiten la originalidad ¡ya que tratan de imitar todo!»214. Hasta mediados del siglo pasado, los modos de pensar han sido miméticos (y esto también ha enviciado el ámbito teológico). Durante siglos, la cristiandad consolidaba el injusto orden colonial. Luego se ha asumido y exaltado la Ilustración (con su neo-colonialismo, y con una modernidad plagada de inequidad). Hoy se va afianzando la revolución de la información y tecnología, la instantánea comunicación digital, el marketing de un consumo insaciable y discriminador. ¿Qué pasa en lo espiritual? En términos generales, la transcendencia ha sido localizada en lo privado y en el mito del progreso cuantificable. A pesar de ello, abundan búsquedas espirituales que a veces caracterizamos como una fidelidad creativa. 214 Pensamiento de Simón RODRÍGUEZ (1769-1854) citado por Eduardo GALEANO, Espejos. Una historia casi universal, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, 184. 89 Un gran salto a nivel macro (y unos pasitos en lo cotidiano) es el reconocernos como diferentes. No vale mendigar ni imitar lo predominante a nivel mundial. Más bien cabe afirmar la «otreidad» sudamericana. Esto constituye una fase necesaria en el caminar decolonia. A la vez, han sido delineadas alternativas con calidad ética215. Se trata de vastas temáticas. Un denominador común, a lo largo de nuestra historia216, es un celebrar y pensar insurgente El itinerario no es un acomodarse a lo existente, ni un ser controlado por élites. Muy por el contrario, la población ha ido forjando su itinerario, marcado por creencias y celebraciones, y con modos de apreciar lo que favorece la vida. En la actualidad existen brizas y vientos refrescantes. Al malestar social le acompaña el clamor por dignidad y justicia. Esto es evidenciado por movimientos sociales y en la auto-gestión local. Varias vertientes de la teología latinoamericana ofrece pistas decoloniales, y se contribuye a repensar el continente tomando en cuenta el cambio de época que requiere una radical creatividad. 3. Enunciados teológicos con un horizonte eco-humano-espiritual En contraposición a fuerzas oscuras y miméticas que envuelven a cada pueblo, existen manantiales de claridad espiritual, sapiencial, estética, socio-política. Estas luces cobijan a quienes confrontan lo mono-cultural, lo mono-religioso, lo logo-céntrico, lo androcéntrico (supeditado a otras épocas). La última palabra no es la agresión simbólica hacia quienes tienen un horizonte libertario. Más bien hay una penúltima palabra en la modalidad de resistencia. Si uno pregunta por la última palabra, ésta no sería propiedad de individuos piadosos, ni de propietarios de verdades, sino más bien ella brota desde abajo, y ella es asequible de modo universal. Su horizonte es el misterio de vivir. ¿Por qué se va caminando a un horizonte eco-humano-espiritual? En primer lugar, se van leyendo señales de nuestros tiempos de sufrimiento y expectativa. Lo ha consignado Pedro Casaldaliga en el ya anotado poema: “la quena latinoamericana… grita sus dolores y canta su esperanza”. También puede decirse que 215 Reconocer nuestra «otreidad» ciertamente fortalece una perspectiva de-colonial. Vease Enrique DUSSEL, 1492. O encobrimento do Outro (Petrópolis: Vozes, 1993); Raul FORNET, Filosofía Intercultural (México: UPM, 1994); Ricardo Salas (coord.), Pensamiento crítico latinoamericano, III Tomos (Santiago: UCSH, 2005); Ivonne Farah, Luciano Vasapollo (coord.), Vivir Bien: ¿paradigma no capitalista? (La Paz: CIDESUMSA, 2011); Raúl Gonzalez, Richard Howard (comp.), Hacia otras economías. Crítica al paradigma dominante (Santiago: LOM, 2012); José María ARNAIZ, Alternativas de Humanización. Más allá de la dualidad (Madrid: PPC, 2012). Con respecto a lo de-colonial: Aníbal QUIJANO, Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina (Buenos Aires: Gráfica y Servicios, 2000); Santiago Castro-Gómez, Ramón Grosfoguel, ed., El giro decolonial (Bogotá: Siglo del Hombre, 2007); número especial de la revista internacional Voices, 2014/1: «Liberation Theology and poscolonial thought»; Josef ESTERMANN, Más allá de Occidente. Apuntes filosóficos sobre interculturalidad, descolonización y el Vivir Bien andino, Quito: Abya Yala, 2015. 216 Grandes precursores: Felipe Guamán POMA DE AYALA (El primer nueva crónica y buen gobierno, 1583, Mexico: Siglo XXI, 1980) y BARTOLOMÉ DE LAS CASAS (Obras Completas, Madrid: Alianza, 1992). La obra lascasiana ha sido comentada por Gustavo GUTIÉRREZ, En busca de los pobres de Jesucristo (Lima: CEP, 2004). En el plano documental e histórico ver Paulo SUESS, La conquista espiritual de la América Española (Quito: Abya Yala, 2002) y Enrique Dussel (ed.), Resistencia y Esperanza. Historia del pueblo cristiano en América Latina y el Caribe (San José: CEHILA/DEI, 1995); Maximiliano SALINAS, En el cielo están trillando. Para una historia de las creencias populares en Chile e Iberoamerica (Santiago: USACH, 2000). 90 son gemidos del Espíritu Divino que interpelan el acontecer humano y cada entidad del universo. En segundo lugar, las comunidades creyentes estamos convocadas por el Señor asesinado y resucitado. Esto implica un sinuoso y fascinante caminar eclesial, marcado de modo especial por la renovación conciliar, por instancias ecuménicas, por iglesias particulares, por asociaciones de base. A mi parecer, lo decisivo es entender y celebrar la fe cristiana. Esto se lleva a cabo en torno a candentes interrogantes humanos y en sintonía con la creación. Es llevado a cabo con una metodología creyente y eclesial, que sea relevante hoy y mañana, y que cuide y transforme el mundo. No cabe pues el enjaulamiento en esencias cristianas. Más bien, de modo ciudadano, somos convocados a búsquedas de sentido, a poderes liberadores, al cotidiano de-colonizar y re-inventar. En cuanto a lo teológico, es polifacético y biocéntrico. Cuenta con cauces hermenéuticos, con buenos frutos, con encantadoras flores. También hay equívocos, errores, ausencias, agendas abiertas. Cada persona puede plantearse si lo que entiende y celebra es relevante para las nuevas generaciones, y también preguntarse si hay sinergia y transparencia en la comunidad creyente. La fe es apreciada y pensada desde abajo y hacia el Misterio. Esto conlleva distanciarse de hegemonías nor/atlánticas/pacíficas. Ellas reconocen contextos pero no toleran alteridades. Ellas aplauden un folklore comercial y turístico, pero obstaculizan emancipaciones culturales y procesos inter-culturales. La adhesión al Dios de la Vida cuestiona ´lenguajes transcendentes´ que se limitan a lo individual y a neo-ídolos del progreso. También es confrontado el monólogo civilizatorio, en torno a milagros tecno-comunicacionales y al marketing de la felicidad. La crítica de lo colonial externo e interno conlleva cuestionar la sacralización económica y nuevas idolatrías 217. En Aparecida, el episcopado latinoamericano ha propuesto “descolonizar las mentes” y favorece “relaciones inter-culturales” (Documento de Aparecida, # 96). En medio de muchas tinieblas hay amanecer y hay luminosidad. De manera positiva, la realidad de cada día -aunque encasillada- permanece abierta a lo transcendente. Vale decir, es posible desentrañar la acción divina en medio del acontecer humano. El humanizador Gloria Dei vivens homo de San Ireneo de Lyon va de la mano con el Gloria Dei vivens pauper de San Romero de América. En este sentido, se da preferencia a la sabiduría simbólica y política del pueblo de Dios. La alabanza a Dios involucra a personas muy concretas, y obviamente también involucra a la madre-tierra. Admiramos a Dios cuando la humanidad es feliz desde sus raíces, cuando -en la penumbra cotidiana- cada entidad del universo redescubre su luz interior, cuando los empobrecidos pueden celebrar el vivir de cada día. Es decir, el horizonte de liberación tiene un carácter festivo y ecológico, humanizante y espiritual. A estos elementos teológicos pueden añadirse varios enunciados (como un modo de ir concluyendo). Pensar desde el confiar en Dios. No ocurre en uno mismo ni en pautas religiosas. Vale decir, se conoce a partir de la revelación, ya que Dios siembra en los corazones de la humanidad. 217 Véase Leonardo BOFF, «El mercado y la religión del mercantilismo», Concilium 241 (1992) 7-13; Jung Mo SUNG, Deseo, Mercado y Religión, Santander: Sal Terrae, 1999; Joseph DUGGAN, «Disonancia epistemológica», Concilium 350 (2013) 13-22. 91 El dialogo es inseparable de la espiritualidad. Al dialogar con las filosofías, lo teológico latinoamericano lleva a cabo una reflexión envuelta en simbologías, y en prácticas solidarias del pueblo. Por eso sobresalen eventos realizados por representantes de regiones originarias, afro-americanos, mestizas, y por círculos eco-teológicos, feministas, y de lecturas de la Palabra. Cada uno a su modo, pero también el conjunto de estas iniciativas, logran conjugar rito y festival, reflexión y comportamiento cotidiano. Pequeñez y universalidad. La mundialización económica y comunicacional no suprime lo particular y pequeño. Personas y poblaciones minúsculas tienen maneras de ser macroecuménicas, ya que comparten afanes vivenciales, se confía en el Dios del universo que a nada ni nadie excluye, se cultivan símbolos particulares con significación mundial. La liberación es un proceso cotidiano e incesante, lleno de tensiones y de preguntas inacabadas. Ni es un espectáculo grandioso ni es sólo un porvenir. La liberación, en uno mismo y con los demás, con Dios y con la creación, ocurre en el día a día (en el aquí y ahora). Nos cierra o nos abre la realidad. Se oculta o bien se transparenta el Misterio. Se acoge pues lo luminoso en medio de tinieblas. Hay un malestar generalizado, al transitar por un cambio de época donde abunda la incertidumbre. Nos envuelven redes yoístas y agresivas. Ahora bien, entre cientistas sociales, teólogos, filósofos, artistas, no vale perderse en obsesiones de especialistas. Puede haber saludables polílogos de carácter eco-humano-espiritual. *Diego Irarrazaval. Profesor en la Universidad Católica Silva Henriquez y vicario parroquial (Santiago de Chile). Coordina y asesora programas sociales y eclesiales (19752004 en Peru; 2005-2015 en Chile). Autor de Teología en la fe del pueblo (San José: DEI, 1999), Raíces de la esperanza (Lima: CEP, 2004), Itinerarios en la fe andina (Cochabamba: Verbo Divino, 2013), Levadura en la harina (Bogotá: PPC, 2015) y otras obras. [email protected] Mi ponencia en México tiene rastros de la interacción indígena/mestiza, sectores de Iglesia, tareas académicas; véase «Un pensar creyente: minúsculo y universal»: Boletín del Instituto de Estudios Aymaras, 49/51 (1995) 61-94; «Otro modo de pensar»: Alternativas 20/21 (2001) 113-136; «Don y responsabilidad eco-espiritual»: Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, 65 (2011) 22-29; «Claro/oscuro teológico: colonialidad, resistencia, reinvención»: Voices from the Third World, 1 (2014) 69-86). 92 Filosofía tsotsil: Una apuesta Ética-política Manuel Bolom Pale218 ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el Poder? ¿Cuántas guerrillas, cuántas protestas, cuántas huelgas de hambre, cuántos escándalos, cuántas muertes más se necesitan para que el Poder que gobierna excluyendo e imponiendo se dé cuenta de que destruye y se destruye? ¿Qué hacer frente a tanto gris sordo y ciego...? Otros vientos empezarán a soplar respuestas... y esperanzas. Subcomandante Marcos, enero de 1997 En este trabajo reflexiono sobre los pueblos originarios, concretamente sobre los pueblos tsotsiles, su pensamiento, cosmovisiones, filosofías de la ética- política frente al pensamiento moderno. Esta reflexión nace fundamentalmente de la lectura de Enrique Dussel, Ambrosio Velasco y otros pensadores latinoamericanos. ¿Los pueblos originarios concretos y vivos podrían desde sus pensamientos, cosmovisiones y filosofías plantear una ética-política diferente al pensamiento moderno, al eurocentrismo? La respuesta es obviamente que sí. El orden es el siguiente: en primera instancia expondré los principios organizativos que regulan al pueblo tsotsil. Autores latinoamericanos como Leopoldo Zea, Enrique Dussel219, Walter Mignolo, Arredondo y Ambrosio Velasco, quienes dejan entrever como punto de concordancia la destrucción del eurocentrismo, existen otras formas de dar cuenta y otros puntos de partida para la destrucción del eurocentrismo, me refiero al campo desde la práctica filosófica de los pueblos originarios que es donde me centraré. En 1994 emerge la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) nace la denominada por Pablo González Casanova, (1996) teoría social de la Selva y se constituye como nuevo paradigma de la vida cotidiana, de comprensión de la historia, de la ciencia, de la religión, por ello planteamos una interrogante ¿cuál ha sido el papel que han jugado los pueblos originarios en la lucha, en los saberes y practicas? Se abre esta interrogante porque es justamente donde se coloca en otra mirada lo indígena, a partir de ver la cultura, la lengua y la vida en el campo de la autonomía y rompe con la colonialidad. El presente escrito es un esfuerzo de tender puentes de diálogo, una invitación a mirar a quienes diariamente dedican el esfuerzo de ahondar en esta bella y compleja forma que compromete a cada acto, cada opción de qué, de cómo, a quién, y para qué luchar, en la conciencia que tiene en la trasformación subjetiva y colectiva de quienes enseñan-aprenden en la vida desde el campo, tarea de luchar y construir la vida con dignidad, recuperando el valor revolucionario de lo local que configura lo global, de las palabras que parieron los corazones. Es una invitación al encuentro y desencuentro, abrir el espacio para el diálogo con los otros pueblos. Ver como la ética por su hacer es un arma política poderosa, el ich’el ta muk’220, k’anel, lekil kuxlejal, conceptos que nombramos desde la lengua original, no es sencillo aprehender lo que hay en los pueblos tsotsiles como un elemento de lucha que está anclada en nuestras raíces y nuestro pensar fundado desde lo comunitario y en la cosmovisión que son elementos imprescindibles para la construcción cultural y filosófica. 218 Es docente de la Universidad intercultural de Chipas (UNICH) y asesor de grupo en la Nueva Escuela Chiapaneca (NECH) 219 Enrique DUSSEL, Europa, modernidad y eurocentrismo, p. 48. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/dussel/artics/europa.pdf 220 Respeto significa: «sentir o demostrar que se honra y se estima a otra persona o cosa; considerar el bienestar de otros y tratarlos con deferencia y cortesía». El respeto es una ley fundamental de la vida. 93 En suma, podemos decir que los componentes principales de la realidad nosótrica son los siguientes: la pluralidad, la diversidad y la complementariedad221 que incluye a todo el cosmos. A los tsotsiles, en nuestra niñez siempre nos enseñan los principios éticos, que es el caminar, los valores éticos están impregnados en nuestra lengua, en las expresiones que nos cobijan y poco a poco se van adentrando hasta nuestra huesos y tuétanos, es común escuchar xanavuk me snopel a vu’un, lo que se está diciendo con estas expresiones es, vivir con el caminar el pensamiento, esa metáfora vivir es siempre relacionando con el caminar. Quieres caminar implica pensar, la pregunta: cómo quieres pensar y por lo tanto implica preguntarse cómo quieres vivir, en el vivir está la elección, y por ello, la autonomía. Si la persona no sabe elegir, le empujan a elegir, es decir provocan para generar el pensar propio. Ya sea a nivel familiar o comunitario. Nakanome ta vo’nton ti snopele Nopome lek, Paso me lek ti abtele, Ai’ome ti k’ope, ti lo’ile Ch’uno me ti k’ope Ja’ me ech cha vojtikin Ja’ me ech chana’ Ja’ me jech chakuxi Yu’un chnichimaj avo’nton Yu’un chnichimaj ak’op Yu’un chk’unib a vo’nton Yu’un chbik’itub a vo’nton Yo’to kuxulot Yo’to chaxanab Yo’to xavik’ a sat. Nicolas Bolom Huacash Jocosic, Huixtan Chiapas, Enero de 2014 Siéntalo en tu corazón tu pensamiento Piénsalo bien Realiza bien el trabajo Escucha(siente)la palabra, la conversación Cree en la palabra Así conocerás Así sabrás Así vivirás Para que florezca tu corazón Para que florezca tu palabra Para que suavice tu corazón Para que seas humilde Mientras vives Mientras caminas Mientras está despabilado tus ojos Lo que esta expresado en tsotsil se logra saborear de una reflexión filosófica inspirada en la cosmovisión, en ojear de la vida y en el andar con ella. Este mundo, nuestro mundo vivido, es el camino y depende de nosotros cada quien qué camino queremos andar, cómo queremos caminar y cómo queremos vivir, se me hace esto como el principio de autonomía. Es el mundo de nuestra experiencia, donde debemos aprender a percibir entre las múltiples encrucijadas que se presentan a nuestra mirada de la cuál está de acuerdo con el Ai’o222 me ti k’ope, ti lo’ile; es decir, cuál es la más adecuada para andar esta 221 Carlos LENKERSDORF, Filosofar en clave tojolabal, Miguel Ángel Porrúa, México 2005. Escuche atentamente lo que otros dicen, con cortesía y en silencio. No insista en imponer sus ideas a los demás. Respete la sabiduría de las personas reunidas en consejo. Cuando uno lanza una idea en una asamblea, ya no le pertenece; le pertenece a todos los presentes. Apoye abiertamente las ideas de otros, si son verdaderas y buenas. Una vez que un consejo ha tomado una decisión en unión, no hable secretamente en contra de lo que se haya acordado. Si el consejo se ha equivocado, el error se manifestará a todos a su debido tiempo. Los problemas con otros, tráigalos al consejo. No los circule en privado o individualmente 222 94 jornada, de la escucha, del sentir, Ja’ me jech chakuxi, para transitar por el camino de la vida buscando siempre la fidelidad a la propia conciencia ética que nos impulsa a ser como tsotsiles yu’un chnichimaj avo’nton, para florecer el corazón. Así pues, en las encrucijadas que se abren ante nuestra conciencia, en la cultura tsotsil nos corresponde escoger uno u otro camino, aunque posiblemente en condiciones no tan adversas como las que viven aquellas personas que han optado por el camino de la humildad (yu’un chbik’itub avo’nton). Para estos, nos planteamos algunas interrogantes ¿En qué consiste este camino? ¿Cómo reconocerlo? ¿Qué dificultades se encuentran en nuestro andar por la vida para percibir la humildad inherente a nuestro ser-en-el-mundo? ¿Cómo saber en qué momento se logra esto del chbik’itub o’ntonal? ¿Cómo puede llegar a ser tan poderosa la conciencia del propio aprendizaje y colectivo que sea capaz de movilizar a miles de seres humanos para exigir respeto aun a costa de la vida? Considero que preguntas de este tipo sólo pueden responderse desde la intimidad de la propia conciencia, desde las profundidades a donde cada quien pueda llegar excavando en los recovecos del corazón para florecerla en ella, cómo tsotsil tenemos que sentir en la piel, en la mirada, en el andar del diario vivir entender que la humildad es la dignidad que habita nuestro ser, aunque sea invisible a los ojos de los otros. Exigimos el ich’el ta muk’ (gran respeto) con la otredad, en pocas palabras, lo que exigen los pueblos tsotsiles y mayense en general es luchar por el respeto a los derechos elementales de la vida, sobre todo al derecho fundamental a una vida digna, por ello hablamos del ich’el ta muk’ como el gran respeto, exigencia ética ineludible. Y, por lo mismo, escogen el camino del pensar con el corazón para saber qué es lo que se desea y saber que camino andar. El ich’el ta muk’ en el tiempo (antes-después) se pretende colocarla como piedra angular en la ética política del ser tsotsil y también es construir la utopía que de alguna manera se ha venido construyendo con las generaciones con el fin de atrevernos a ver de otra manera, configurar nuestro ver en la vida comunitaria (sk’elel jlumaltik, yojtikinel jtaleltik, chanel ta komon), en el mundo y poder compartir, como lo que se menciona: Entonces nuestras palabras nacen desde lo que sentimos, desde nuestro dolor, desde lo que nos une, desde más adentro del corazón, entonces podemos hablar, es una manera de reconocernos que en nuestras palabras tiene algo de verdad, entonces es cuando nos damos cuenta que no únicamente hay pena, dolor, pobreza viven en nuestra lengua, sino que vemos que hay mucho que construir y sacar la esperanza que viven en nuestro corazón. Cuanto esto nos vemos y lo vivimos podemos hablar con nosotros, miramos hacia dentro y saber quiénes somos entonces es cuando miramos nuestra historia. Saber quiénes somos como pueblos, como comunidad y como familia entonces vemos un amanecer, una forma de corazonar para seguir viviendo con dignidad como la semilla del maíz… (Nicolas Bolom Martínez, Jocosic, Huixtan Chiapas, enero de 2014). Mirar la historia es una metáfora de míranos como seres humanos, así como, el maíz representa simbólicamente el cosmos, y la germinación implica la continuación de con miembros del consejo. Las palabras alteradas contra otros sólo sirven para encrudecer una situación conflictiva. Si va a hablar con un anciano o un huésped honorable, es una costumbre indígena ofrecerle antes un pequeño obsequio como manifestación de respeto. 95 pensar, por tanto, en el pensamiento ético de los pueblos tsotsiles y mayenses, no únicamente es el horizonte hacia el cual se dirigen, sino también el camino por el cual transita en nuestro corazón, si nos despojamos del chopol snopel, del chopol pasel implica cribar lo que necesitamos como pueblos y como indígenas. Ti lekilale sk’an meltsanel, sk’an pasel, sk’an k’elel, sk’an t’unel, sk’an chapel ta komon, el mundo justo hay que construir, lo que nos enriquecen son los elementos humanitarios, éticos, morales, políticos que vemos desde nuestra comunidad como indígenas, porque lo que viene nos daña, nos corrompe, nos ciega. Ti lekilale ta jkotoltik (Lo Ético para todos). (Nicolas Bolom Martinez, Jocosic, Huixtan Chiapas, enero de 2014). Tiene que ver con lo profundo en el modo de percibir el mundo propio, así como las relaciones intercomunitarias, enseña a caminar, en su práctica política soñando, luchando, resistiendo... No tenemos que aceptar todo lo que vienen de afuera, solo nos engañan, nos compra nuestra mirada (visión del mundo) nos compra por medio de los programas, si nos somos capaces de ver eso, entonces, nos dejamos estamos vendiéndonos y estamos empobreciendo cada vez más, tenemos que respetarnos a nosotros mismos, vivir lo que dice nuestro corazón, es necesario el k’anel (Antonia Pale Huet Jocosic, Huixtan Chiapas, enero de 2014). El valor ético del amor o k’anel, un nuevo camino, que guía luminosa como los ancestros que muestran el camino que de alguna manera ahí se nutren los elementos ético político a partir de las tradiciones y de esa manera se van construyendo. Los conceptos hunden sus raíces en el pensamiento ancestral mayense, la no-violencia (mu pasel k’op, ich’ bail ta muk’) es la mayor fuerza del mundo. Una persona que puede expresar la ich’bail ta muk’ en su vida ejerce una fuerza superior a todas las fuerzas de los problemas o conflictos, el ich’el ta muk’ es una ética de la resistencia a la que conciben incluso como su arma más poderosa para el lekubtasel kuxlejal. La filosofía tsotsil incorpora en su cosmovisión la ética y política, combinando pensamiento y praxis, como se expone en los siguientes conceptos. 1. La relacionalidad (komon pasel, komon k’elel, la persona está inserta en un sistema de relaciones múltiples. El komon es un principio trascendental que se manifiesta en todos los niveles y de diversas maneras, y es garantía para la vida. Va unida a la idea de reciprocidad. Las diferentes formas de reciprocidad en una comunidad hacen posible el bienestar y la fertilidad. El principio de komon pasel se opone al aislamiento de la persona. 2. Ch’ulchan (La dimensión cósmica de la ética): representa la conciencia ecológica. Todo está éticamente relacionado con todo. El cosmos es un sistema de relaciones múltiples. Una perturbación de estas relaciones tiene consecuencias cósmicas. Las secuelas de los actos humanos afectan la salud y la vida de toda la comunidad y de todo el universo, inclusive la vida de la madre tierra mediante el clima. 3. Snup xchi’il (principio de la complementariedad): a cada ser y cada acción corresponde un elemento complementario que constituyen de este modo un todo integral. El contrarío de una cosa no es su negación, sino su complemento y correspondiente necesario. Así ocurre con el cielo y tierra, sol y luna, varón y mujer, día y noche. 4. Chapel ta komon (la reciprocidad), es la correspondencia en el terreno de lo moral y práctico. Cada acción recién cumple su sentido y fin en la correspondencia, logrando una 96 armonía. Representa el orden cósmico como un sistema balanceado de relaciones. Cada relación tiene que ser bidireccional, es decir, recíproca. La relación con lo divino, por ejemplo, es una relación de correspondencia mutua: si dios me bendice (en la cosecha, el negocio, etc.), yo estoy responsable a cumplir los requisitos rituales durante un ciclo. 5. La concepción cíclica del tiempo: el pensamiento tsotsil recalca la discontinuidad (inconstancia) y determinación cualitativa del tiempo. Hay tiempos resaltantes y vacíos temporales, tiempos densos y fútiles, decisivos e insignificantes. Estas cualidades del tiempo están relacionadas de preferencia con cambios agrarios y cósmicos. En ciertos tiempos la tierra, me’etik balamil, es particularmente activa y por eso tiene que ser dejada en tranquilidad por ciertos tiempos. 6. Sistema de correspondencias entre el orden cósmico y humano, a nivel representativo y simbólico. El microcosmos (humano) y macrocosmos no están separados totalmente uno de otro, sino que interfieren de varias maneras, a través de “puentes”, transiciones sumamente frágiles que necesitan cuidado especial y profundo respeto. Por ejemplo, el relámpago, el arco iris y la niebla, los cerros, las cuevas, son “puentes” divinos entre universo y tierra. También los manantiales son fenómenos sagrado de transición, porque emanan del vientre de la Madre Tierra. Las transiciones en la vida del individuo requieren en el mundo tsotsil de un acompañamiento ritual – simbólico especial. A modo de ejemplo tenemos los ritos en torno al embarazo y parto, el primer corte de cabello, la entrada a la adolescencia y el acompañamiento ritual en la muerte. 7. Conciencia natural: se manifiesta en una actitud de cuidado y profundo respeto del ser humano hacia la totalidad de la naturaleza. Recalca la afinidad y complementariedad fundamental entre naturaleza humana y no humana. Si el hombre o la mujer se desligan de las múltiples relaciones con el mundo natural, esto significa su caída, sea como individuo o como especie. La madre tierra es otra entidad, es una persona que tiene sed y que siente dolor cuando es arañada, los manantiales, cerros tienen energía y entran en contacto con el todo. Así como dice uno de los ancianos: «Siempre es bueno tener los pies en el corazón, para que tus pasos nunca sean falsos». En el proceso de formación y educación de los niños y niñas tsotsiles se comunican persuasivamente para inculcar que es necesario actuar sin perder el equilibrio que se consigue gracias a la unidad entre mente y cuerpo. El equilibrio o su contrario depende de cuan unidos o disgregados tenemos la cultura de la naturaleza, la razón de las pulsiones, la energía espiritual de la corporal, el mundo de arriba con el mundo de abajo, el mundo simbólico e intersubjetivo que los abuelos y padres, las abuelas y las madres transmiten como parte de la tradición familiar y del saber de los abuelos y las abuelas. Si esto llega a fracturarse, lo más seguro es que la soledad persigue los pasos con ojo de lince y siempre encuentra. La soledad tiene vida, materialidad, ojos, pero también energía, espíritu, intensidad y hondura, siendo esto así tiene la facultad de acechar, acosar al ser humano. La soledad es inherente al ser humano por su incompletud. Por ejemplo, cuando alguien se encuentra sentado en su milpa y alguien pasa cerca expresan lo siguiente: Qué estás haciendo, sentado en tu Tierra, entristecido, sin hablar, conversa, levántate. Qué tristeza verte así sentado bajo el universo. Mueve tu corazón habla aun cuando estés triste, habla como lo hacen nuestros mayores. Lo que pone en evidencia es la manera de romper el silencio y empezar a dialogar, un acto de liberación, ponerse de pie y hablar desde la tierra es decir desde el territorio y con los ancestros. Ya que la palabra es vida, es libertad, es paz, armonía, reciprocidad; política, ética, el canto es 97 igual que la palabra, la palabra es el territorio, la guarda de la libertad; el canto debe fermentar las danzas debe llenarse de fortaleza de la energía del ajav debe ser principio o termino para seguir en el pensar espiral. Por lo tanto, la ética-política desde los pueblos originarios atraviesa el pensar latinoamericano, es filosofar críticamente desde cultura ancestral, desde nuestras propias tradiciones filosóficas como afirma Horacio Cerutti223. Filosofar así, es hacer una filosofía propia sin colonialismos mentales, exigiéndonos una actitud de replanteamientos sobre nuestra realidad y obviamente de nuestra filosofía. En suma, podemos decir que estos son aportes del pensar colectivo de un pueblo originario. Conclusión Al inicio de este escrito se plantea como núcleo problemático la posibilidad de que los pueblos originarios pudieran sembrar de algún modo al pensamiento que permita aportar a la construcción del pensar filosófico de la humanidad. Las aportaciones conceptuales filosóficas con las que contribuyen los pueblos originarios pueden caber dentro de los siguientes puntos: a) la supervivencia de los principios organizativos que explican y ordenan la realidad desde sujetos-colectivos; b) su particular forma de enunciación desde la oralidad, el diálogo y la palabra conectadas a las profundas raíces del pueblo con respecto a sus formas de vida en unión al ejercicio y la práctica de sentir-escuchar (aiel). Podemos decir que es un ejercicio distinto con los pensamientos hegemónicos. Es indiscutible el movimiento que los pueblos originarios siembran en la tradición filosófica latinoamericana y del Caribe. Abandonemos el temor de emprender un camino inverso al de los pensamientos ya puestos. Porque al hablar de estrategia cultural para vivir en un lugar y en un tiempo determinado, también es política. Bibliografía DUSSEL Enrique, Europa, modernidad y eurocentrismo, disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/dussel/artics/europa.pdf. LENKERSDORF Carlos, (2005), Filosofar en clave tojolabal, Miguel Ángel Porrúa, México. CERUTTI Horacio (2000), Filosofar desde Nuestra América, ensayo problematizador de su modus operandi, Miguel Ángel Porrúa/UNAM, México. 223 Horacio CERUTTI, Filosofar desde Nuestra América, ensayo problematizador de su modus operandi, Miguel Ángel Porrúa/UNAM, México 2000. 98 Ontogénesis de la filosofía de los pueblos originarios Alberto Saladino García Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México El mundo conoce solamente la América Latina blanca, sus intentos de liberación. No sabe nada de la América India; cree que ella fue y hoy es un recuerdo, un tema para historiadores, paleólogos, folkloristas, etc. Nada más lógico que esa ignorancia. Ramiro Reinaga. Resumen La filosofía es quehacer intelectual desplegado por el ser humano para reflexionar sobre el universo, la naturaleza, la sociedad, el hombre y sus creaciones, por lo que todas las sociedades la han cultivado; así los pueblos originarios de América la vienen desarrollando desde tiempos precoloniales y no obstante la conquista europea que padecieron, sus herederos actuales continúan con esa tradición. Para ponerlo de manifiesto resulta pertinente vincular sus principios filosóficos del periodo preamericano con su praxis actual, de este modo se aportarán elementos para consolidar la ontogénesis de la filosofía de los pueblos originarios de nuestra América. Presentación La filosofía es una de las actividades intelectuales innatas al ser humano, de modo que el ejercicio del pensamiento reflexivo pertenece a todas las sociedades por lo cual los pueblos originarios de nuestra América igualmente la vienen cultivando desde antes de la época colonial; no obstante la conquista padecida por sus antepasados que rompió la continuidad de sus preocupaciones intelectuales, sus herederos sobrevivientes han mantenido viva la reflexión sobre el cosmos, la naturaleza, la sociedad, el hombre y sus creaciones, ciertamente impregnada con elementos de la cultura occidental, sin que se haya cancelada o extirpado su tradición ancestral, por lo que resulta pertinente constatar los vínculos de los principios filosóficos de sus antepasados con los que fundamentan su vida, colectiva y personal, en la actualidad; tales principios amparan y expresan la praxis filosófica de los pueblos originarios. El ejercicio filosófico de los pueblos originarios de nuestra América delata un proverbial pensamiento libertario y reflexivo, especialmente incisivo a partir de la imposición del modo de producción capitalista como lo testimonian las múltiples rebeldías y luchas protagonizadas a lo largo de su vida colonial, la que los redujo y mantiene en situación de subordinación, como indios, desclazados, empobrecidos, explotados y marginados, en la mayoría de sus casos; pero también lo fundamentan y son fuentes para sistematizar su pensamiento declaraciones, documentos, discursos, manifiestos, proclamas y recientemente estudios antropológicos, científicos, históricos, literarios, filosóficos, políticos, por parte de algunos de sus intelectuales. De modo que existe material para codificar su filosofía no sólo con fuentes ortodoxas como los textos escritos, sino otros de carácter arqueológico, arquitectónicos, pictóricos como escrituras ideográficas o pictográficas ya través de su tradición oral, sus denuncias, manifiestos, novelas, poesías y relatos. Todos ellos aportan elementos para construir la 99 ontogénesis de sus racionalizaciones sobre el mundo, la naturaleza, la sociedad, el ser humano, etc. El empleo aquí del término ontogénesis invoca ese ineludible trabajo, que a decir de Bartolomé Alonso Caamal estriba en «Reorganizar nuestra historia [lo que] no significa hacer una relación de acontecimientos más o menos coherentes; un trabajo de esta naturaleza sólo cobrará sentido en tanto contribuya a la recuperación del pensamiento fundamental que ha dado origen y sustento a las culturas…»224 americanas; la reconstrucción de la génesis de los principios filosóficos partir de los fundamento teóricos indispensables para explicar su presente y visualizar su futuro, como lo anticipó Guillermo Bonfil Batalla: El pasado también unifica. Los logros de los mayas clásicos se reclaman como parte del acervo del quechua […igual que los franceses afirman su pasado griego]; es la civilización común. Y además del remoto pasado compartido y de la experiencia colonial que lo iguala todo. Los indios tienen también un mismo proyecto histórico para el futuro. La legitimidad de ese proyecto descansa precisamente en la existencia de la civilización india, en cuyo marco será posible realizarlo una vez que “culmine el capítulo dela colonización”. Civilización propia significa derecho y posibilidad para crear un futuro propio, diferente, no occidental.225 Retomar la historia con el propósito de actualizarla -para respaldar el reconocimiento a la emergencia de otra filosofía latinoamericana- según lo vienen reiterando los propios intelectuales indios: «Nosotros demostramos que el pensamiento de nuestros abuelos del Tawantinsuyo es justo, moral, científico y cósmico… Reconocemos que la mayoría de nuestros hermanos indios ha olvidado la teoría del pasado… Cuando se sabe de dónde se viene, se sabe hacia dónde se va… Queremos retomar el curso de nuestra historia para volver a la libertad, a la justicia, a la creación…».226 La insistencia en la reivindicación de la historia de los pueblos aborígenes, como un proceso que arranca desde tiempos inmemoriales a la actualidad se proclama con propósitos explícitos de unión. En la Declaración de Temoaya (1979) ya se puntualizaba: «Los indígenas nos sentimos miembros de una sola civilización, pese a la diversidad de lenguas y culturas… Tal civilización indígena de América se integra así con muchas etnias, y cada una de estas etnias, con muchas comunidades y regiones… Hoy debemos… recuperar nuestra etnicidad, nuestra identidad histórica, y afirmarnos con ella en el proceso de liberación».227 Justamente para atender esos planteamientos y reclamos de los pueblos originarios recurro a la construcción del término ontogénesis.228 La instrumentalización de esta 224 Bartolomé ALONSO CAAMAL, «Los mayas en la conciencia nacional», Arturo Warman y Arturo Argueta (coords.), Movimientos indígenas contemporáneos en México, México, Centro de Investigaciones en Humanidades de la UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 1993, p. 52. 225 Guillermo BONFIL BATALLA, «Utopía y revolución. El pensamiento político de los indios en América Latina», Utopía y Revolución. El pensamiento político contemporáneo de los indios en América Latina, México, Editorial Nueva Imagen, 1981, p. 38. 226 Guillermo CARNERO HOKE, «Teoría y práctica de la indianidad», en Guillermo Bonfil Batalla (comp.), op. cit., pp. 113-114. 227 “Declaración de Temoaya”, en Guillermo Bonfil Batalla (comp.), op. cit., p. 394. 228 Empleo la palabra ontogénesis para semantizar la continuidad de la tradición de identitaria de la filosofía de los pueblos originarios. Su etimología procede de las raíces griegas onto = ser y genesis = creación, 100 conceptualización posibilita la recuperación y vinculación de los principios procesados antes de la época colonial como fundamentos teóricos que sustentan las actuales concepciones acerca del mundo, la naturaleza, la sociedad y el hombre. Mundo En la época precolombina existió preocupación por cuestionar y atender la preguntan acerca del origen del mundo. Las soluciones cosmogónicas construyeron respuestas, ciertamente, de carácter religioso: no hay mundo sin la intervención de la divinidad. Esa preocupación la propaló Quetzalcoatl entre los toltecas. Explica el origen del mundo porintervención divina: Ometoetl como principio dual (Ometecutli=señor, Omecíhuatl= señora) de lo existente; empezaría su acción dando origen al fuego y al sol; luego al maíz y al hombre; después crearía el lugar de los muertos; más tarde originaría el agua, el mundo y al final pondría en marcha el universo: donde impera la creación y destrucción como resultado de su misma obra.229 Al mundo le otorgaría dimensión espacio-temporal: a) el mundo contiene cuatro regiones y b) ha pasado por cuatro edades, desde la existencia humana como raza; salvándose una pareja en cada época. En la época histórica en que se relata, se vive en el quinto sol. La dimensión espacio-temporal se representa en forma horizontal, al ubicar al mundo habitable como una isla inmensa dividida en cuatro rumbos o cuadrantes que convergen en el ombligo de la tierra, tales regiones lo constituyen: el norte, lugar de los muertos, lugar de Mictlantecutli, del color negro; el sur, región de las sementeras, Tlalocan, lugar de Tlaloc, del color azul; el oriente, región de la luz, de la fertilidad y de la vida, región de Quetzalcoatl, simbolizado con el color blanco; poniente, casa del sol, lugar de Huitzilopoctli, país del color rojo. El impacto de esa concepción cósmica en la vida terrenal consistió en haber orientado la planificación de los centros ceremoniales. Exposición semejante se hace en el Chilam Balam de Chumayel.230 Pero también da cuenta de su representación vertical al ubicar el topan como el lugar de los trece cielos, la región de los dioses, donde mora Ometéotl; el tlactípac identificada como la superficie terrestre, la región donde vive el hombre; el mictlán compuesto por los nueve pisos inferiores, región de los muertos, donde moran Mictlantecutli y Mictecacíhuatl. Tal concepción vertical del mundo influyó en la orientación de la construcción de pirámides. quiere significar la recuperación del origen de su ser o, mejor dicho, del pensamiento que señala su ser, con lo cual resulta pertinente para dar cuenta de la esencia de sus creaciones intelectuales, a lo largo de su historia y que pervive, actualizándose, hasta el presente con la perspectiva de alimentar otro futuro. Incluso permite problematizar, como línea de continuidad, los principios rectores de su filosofía relativizando el proceso de conquista o invasión, por lo cual es factible abonar la existencia de ciertos elementos reflexivos para respaldar la reconstrucción de su tradición. De manera que la conjunción de dichos radicales resulta convincente al apelar ambos al principio de las cosas, a los rasgos fundamentales del ser, a sus caracteres inherentes, a su simiente. 229 Miguel LEÓN-PORTILLA, «El pensamiento prehispánico», en Mario de la Cueva, et. al., Estudios de historia de la filosofía en México, México, Facultad de Filosofía y Letras, 1980, pp. 25-35. 230 Victórico MUÑOZ ROSALES, «Filosofía prehispánica. La sabiduría y los sabios mayas», en Alberto SALADINO GARCÍA, Historia de la filosofía mexicana, México Seminario de Cultura Mexicana, 2014, p. 14. 101 En el caso de la cultura maya se sistematizó el discurso de la creación, justo en el inicio de la época de dominio colonial, de similitud inoculable con el relato bíblico contenido en el Génesis. Exactamente en el Popol Vuh se relata la creación todo en suspenso, en silencio y vacío. Nada más Dios existía y creó todo. Los testimonios de diversos pueblos originarios de México actuales relativos a su concepción del mundo, sistematizados por estudios antropológicos como por los indígenas mismos, dan cuenta de la reminiscencia de los principios concebidos de sus ancestros mesoamericanos en este punto. Fausto Reinaga estipula como contenido esencial del pensamiento del Nuevo Mundo la razón cósmica, expresión y chispa del Sol, fluido cósmico, pues existe interacción con el universo, así lo viven los pueblos originarios al evidenciar que sus actividades cotidianas como la agricultura, la ganadería, la pesca, están en dependencia del astro rey y cuya prueba lo constituye la vida colectiva, porque todo en el cosmos pertenece a todos y su supervivencia requiere de la colaboración de todos.231 Persiste una visión holista del cosmos, en el que la actuación de la divinidad sigue presente, ahora matizada por la influencia de las religiones monoteístas y otros aspectos de cultura occidental: Dios se sigue concibiendo como el creador del cosmos, leyendo el mundo a través de los cuadrantes con simbolismos combinados, y con la interpretación de la existencia del cielo, tierra e inframundo. De manera que en lo más profundo de la conciencia de los integrantes de los pueblos originarios perduran interpretaciones ancestrales, matizadas con elementos del ambiente cultural dominante. Naturaleza El intento de comprender la lógica del funcionamiento de la naturaleza llevó a los pueblos precolombinos a desarrollar el pensamiento causalista, a través del discernimiento de los fenómenos mediante la relación causa-efecto. Así establecieron conocimiento que les permitieron obtener beneficios para satisfacer sus necesidades materiales cotidianas, pero también para atender sus improntas espirituales. La racionalización de la naturaleza los llevó a generar conocimientos que a la luz de la historia de la ciencia los debemos considerar verdaderos aportes. Por ejemplo para fortalecer su relación armónica con la naturaleza desarrollaron saberes para la clasificación de ésta, por ejemplo la taxonomía náhuatl, que con criterios prácticos les permitió ordenarlas en plantas útiles como las que les proporcionaron alimentación, remedios medicinales y las empleadas en sus construcciones y demás actividades. Asimismo, la profundización de los conocimientos de los recursos florísticos les permitió clasificarlas por el lugar de crecimiento en acuáticas, terrestres, sobre la rivera de los ríos y lagunas, etcétera. Más aún crearon establecimientos para sistematizar el conocimiento de las virtudes de plantas y animales como jardines botánicos y pajareras.232 De modo que el cultivo del conocimiento de la naturaleza los llevó a apreciarla, en primer lugar, como la fuente principal de recursos para su subsistencia, pero, además, en segundo lugar, como resultado del conocimiento racional sobre muchos de sus elementos, los mejoraron como el caso del maíz, que les permitió generar una amplia variedad; 231 Cfr. Fausto REINAGA, «El pensamiento del Nuevo Mundo», Guillermo Bonfil Batalla (comp.), op. cit., pp.74-77. 232 Eli DE GORTARI, La ciencia en la historia de México, Grijalbo, México 1980. 102 además, de tratarlo con sumo respeto hasta humanizarlo, al hacer depender su producción por la acción del hombre, amén de haberla convertido en el elemento constitutivo de su humanidad. El proverbial respeto a la naturaleza por parte de los pueblos precolombinos persiste entre los pueblos originarios en la actualidad, y se ha venido desplegando como verdadero amor a la naturaleza. Ello delata su concepción holista, en la que la concepción ancestral de interacción sigue presente al asignar al hombre no sólo responsabilidades ante sus semejantes, sino también con los elementos de la naturaleza. Son expresiones de la ontogénesis de la filosofía de los pueblos originarios su persistente apelación al pensamiento de las antiguas civilizaciones, al destacar la sacralización de elementos y fuerzas de la naturaleza como el sol, la luna, la lluvia, el viento, el fuego, etc., y al enfatizar esa herencia de respeto a la naturaleza con la promoción del conocimiento de sus regularidades para ajustarse a ellas. Con esos conocimientos mejoraron su relación con los elementos y las fuerzas cósmicas y elevaron al plano de valor su amor a la naturaleza materializado en su «respeto sagrado que [le] tenían y tienen […], respeto que le llevó a sólo tomar de ellas sus excedentes. Así respetaba, a su vez, el equilibrio compensador de la naturaleza, se integraba a ella para no depredarla […]». 233 Guillermo Carnero Hoke resume puntualmente el respeto a la naturaleza por parte de los pueblos originarios como producto de la tradición procedente de la época preamericana al cantar: «el indio conserva amorosamente su medio, restituyendo la fertilidad a la tierra, que debe ser tratada amorosamente; la primera manifestación de este nuestro amor por el medio ambiente consiste en la guarda de las leyes naturales, que se traduce en una profunda y equilibrada ética natural».234 Tan profunda espiritualidad evidenciada en el respeto a la naturaleza sólo se comprende en el marco de su concepción holista del cosmos, donde se interpreta a todos sus elementos como indispensables y en el que el ser humano tiene una alta responsabilidad de garantizar su preservación, para lo que le resulta una impronta conocerlos, saber las regularidades de la naturaleza. El principio de conocer se focaliza en su amor a la naturaleza. Sociedad Los pueblos precolombinos concibieron a la sociedad como colectividad, susceptible al cambio, acompañándolo de la idea de incertidumbre. Recordemos al respecto Nezahualcoyotl: ¿Acaso de verdad se vive en la tierra? No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. Aunque sea de jade se quiebra, aunque sea de oro se rompe, Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra, No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí235 233 Guillermo CARNERO HOKE, «Teoría y práctica de la indianidad», en Guillermo Bonfil Batalla (comp.), op. cit., p. 123, 234 Ibidem, p. 142. 235 Miguel LEÓN- PORTILLA, El pensamiento prehispánico, en Mario de la Cueva, et. al., Estudios de historia de la filosofía en México, p. 46. 103 Tuvo clara conciencia de la finitud humana, la cual fue recurrente en su poesía y representaciones, pero a la vez da cuenta que la vida se enfrenta con esfuerzo, luchando, solucionando los problemas, por eso requieren la colaboración de todos. Así el espíritu comunitario se practicó 1) como expresión de su comprensión de ser parte constitutiva del cosmos, como un elemento más de la naturaleza; 2) la asunción de la responsabilidad de colaborar en la persistencias de las condiciones de vida; 3) la suma de esfuerzos para enfrentar los retos y así garantizar la satisfacción de sus necesidades tanto materiales como espirituales; 4) el trabajo como razón de ser de la existencia. Justamente eso fue lo que simbolizó el ayllu incaico y el calpulli mexica. En el caso azteca, aún más, al considerarse parte de la naturaleza, ayuda a mantener el orden cósmico con su inmolación. Si bien ese espíritu comunitario ahora se ha centrado en considerarlo rasgo de la etnicidad de los pueblos originario al tomarlo como elemento identitario, debe enriquecerse con base en los rasgos constitutivos en su génesis precolombino al destacarlo como expresión de respeto a la dignidad del ser humano, del amor a la naturaleza mediante el cultivo de sus saberes, el cumplimiento y el respeto a la palabra comprometida, la práctica de la rectitud. Por eso no es gratuito que las relaciones sociales en los pueblos originarios se resuman en su sabiduría con la cual fomentan la visión y los vínculos de sus conocimientos sobre la naturaleza y sus formas de vida, porque sus tradiciones sapiensales bosquejan actitudes y concepciones sintetizadoras, las cuales son exhibidas como modos de vida en sus acciones, en su vida cotidiana. Así, por ejemplo, Jaime Martínez Luna, la adecuó con la semántica de nuevos conceptos como el de comunalidad: La “comunalidad”, como hemos llamado al comportamiento, resultado de la dinámica de las instancias reproductoras de nuestra organización ancestral y actual, descansó en el trabajo, nunca en el discurso; es decir, el trabajo para la decisión (la asamblea), el trabajo para la coordinación (el cargo), el trabajo para la construcción (el tequio), y el trabajo para el goce (la fiesta). La comunalidad es trabajo y realización humana cotidiana […]236 Muy bien la han sistentizado, también los axiomas de la moral colectiva de los pueblos andinos con la expresión: «Ama llulla, ama súa, ama qhella: No mientas, no robes, trabaja».237 De modo que la solidaridad ha devenido praxis del colectivismo y principio de la vida de los pueblos originarios. Como se puede advertir el comunalismo, da cuenta del consenso como expresión del sentido de la vida de los hombres forjada en la acción colectiva, en la cotidianidad social, y se concreta en el esfuerzo que cada persona debe esmerarse en dar, en aportar, para bien de todos. También es expresión de resistencia y amor por la vida.238 236 Jaime MARTÍNEZ LUNA, «¿Es la comunidad nuestra identidad?», Arturo Warman y Arturo Argueta (coords.), op. cit., p. 160. 237 En varios textos reproducidos por Guillermo Bonfil Batalla (comp.), op. cit., aparece este axioma moral, pp. 80, 124. 238 «Pronunciamiento. Primer Congreso Internacional de Comunalidad», en Perfil Comunalidad. La Jornada de Oriente, Puebla, 5 de noviembre de 2015, p. 4ª. 104 Hombre Los estudios de filosofía prehispánica han puesto de manifiesto la concepción sobre el hombre propalada por las culturas de esa época. Los testimonios acerca de su origen y sentido sobre la tierra los ha llevado a sustentar la imposibilidad de la perfectibilidad humana, pues ese es un atributo de sus creadores, los dioses, que tiene que ensayar y repetir, ante sus acciones fallidas, su creación. El Popol Vuh cuenta los intentos de creación del hombre de tierra, de madera, de maíz, con lo que se interpreta que a los dioses les resultó más fácil crear al mundo que al hombre.239 En la mitología maya, el hombre histórico fue producto del empleo del maíz, cuya singularidad lo constituye su rostro: posee cara, habla, oye, medita, se mueve, conoce, aún así es un ser limitado. Una caracterización semejante del hombre lo desplegó la cultura náhuatl al asignarle rostro y corazón. Para explicarlo recurre al concepto ixtli (fisonomía moral, rostro); y yolotl (corazón); no se nace con ellos, los forja el educador. Así exhiben conocimiento de la naturaleza humana. La sabiduría del rostro y la firmeza del corazón deben buscar lo más valioso: xochitlincuicatl (el mundo de flor y canto, símbolos de verdad, poesía y arte); en xochitlincuicatl la persona encuentra la raíz y misterio de lo que lo sobrepasa; es el camino de la verdad del misterio de la vida; neltiliztli = verdad, la raíz y fundamento. Dios expresa la belleza utilizando al hombre; no busca representación fiel de lo existente, sino su raíz y fundamento.240 No se puede llegar a la verdad. Decir palabras verdaderas en la tierra para dar sentido a la vida, al apuntar lo que sobrepasa. La respuesta aparece en el “Diálogo de la poesía: flor y canto”; arte y poesía constituyen la única manera de decir palabras verdaderas, único camino para llegar a la verdad. Con la poesía el hombre puede escapar de la tierra –tlactipac- en búsqueda de la felicidad, donde se vive la verdad. Asimismo, con base en esas categorías sustentaron su sistema ético, al proponer un verdadero desarrollo intelectual de hombres rectos, justos. El hombre se moldea con la educación familiar, escolar y comunitaria. Quizá como expresión de resistencia ante la conquista y la vida colonial, los pueblos originarios desarrollaron actitudes y pensamientos alternativos a la cultura capitalista occidental, pero enraizándolos en lo más profundo de su memoria ancestral, por eso se ha explicitado que: “La filosofía… en la América india es convicción de que el hombre no es un ser distinto de la tierra que le parió. Su carne es tierra y su espíritu es Sol. El pensamiento es chispa solar incrustada en el cerebro humano. El hombre… Es la síntesis luminosa del espíritu cósmico…”.241 Así vida y muerte son sólo dos formas que adoptan los seres sobre la faz de la tierra, así lo ha recogido Virgilio Roel Pineda al señalar: “… ante Pachamama la muerte no es 239 Popol Vuh o libro de los consejos, 3ª edición, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Biblioteca del Estudiante Universitario, 1964, 180 pp. 240 Miguel LEÓN-PORTILLA, «El pensamiento prehispánico», en Mario de la Cueva, et. al., Estudios de historia de la filosofía en México, México, Facultad de Filosofía y Letras, 1980, p. 40. 241 Fausto REINAGA, «El pensamiento del Nuevo Mundo». Guillermo Bonfil Batalla (comp.), op. cit., p. 81. 105 más que una fase de la vida, de la misma manera que la vida no es una fase de la muerte…”242 Junto a esa recuperación del ser humano como ser cósmico, como elemento y parte de la naturaleza, el pensamiento de los pueblos originarios ha enriquecido una posición antropológica muy ligada a la cuestión moral –su principal rostro actual-, al explayar la rectitud de su comportamiento como lo prueban sus acciones en la restitución de la ética a la política y la que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha popularizado como horizonte de su lucha: mandar obedeciendo. Asimismo ha derivado la exaltación de la praxis de la moral inherente a su vida colectiva y que por ende sustenta la vida pública, con la recomendación de normas mínimas, propias del contenido de su educación, para el comportamiento de los integrantes de los pueblos originarios del cono sur, como lo he anticipado con “el Ama sua, el Ama quella, el Ama llulla” -“no robar, no mentir y no ser ocioso-. Como he anticipado en el principio de comunalidad, la vocación al trabajo resulta central como esencia de la vida humana de los pueblos originarios y lo reafirman en el cumplimiento servicial comunitario, en el respeto y veneración a los mayores, en el reconocimiento a su autoridad por la fuerza moral que las legitima, etcétera. De modo que el cemento de sus relaciones sociales, comunitarias e intercomunitarias, lo constituye la autoridad moral que expresan y despliega la rectitud del proceder de los integrantes de los pueblos originarios. A esas singularidades de la praxis de su pensamiento tradicional debe apuntarse el respeto y cumplimiento a la palabra empeñada, que la podemos apreciar como su verdad, como su logos. Para los guaraníes, según Bartolomeu Meliá, «la palabra lo es todo y todo para él es palabra»,243 pues en su actuar la han erigido en asunto de la mayor importancia, de carácter sagrado, al regir su conducta ante sus semejantes: proceder con nobleza, justeza y respeto a la palabra comprometida. Los testimonios más socorridos al respecto los proporcionó en diversos estudios Carlos Lenkersdorf al esclarecer, de modo magistral, el significado de la palabra y la función del lenguaje entre los tojolabales y con base en ellos fincar una lúcida exposición de la filosofía de este grupo étnico, cuyas conclusiones pueden generalizarse al resto de los pueblos originarios.244 Así esclareció los fundamentos ontológicos de su filosofar: «Se resume en el nosotros, con sus ramificaciones múltiples; la intersubjetividad, la nosotrificación, el antisolipsismo, el saber escuchar; el hecho de que todo vive y no somos más que un tipo de seres vivientes entre muchos otros…».245 Ontológicamente, la palabra expresa el ser de todo cuanto existe, he ahí su importancia, por lo que los integrantes de los pueblos originarios la asumen como guía de su conducta y en mi interpretación la elevo al nivel de uno de los principios más importantes de su filosofía. 242 Virgilio ROEL PINEDA, «Raíz y vigencia de la indianidad», Ibidem, p. 135. Bartolomeu MELIÁ, «La filosofía guaraní», en Enrique Dussel, Eduardo Mendieta y Carmen Bohórquez (eds.), El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” (1300-2000). Historia, corrientes, temas, filósofos, México, Siglo XXI Editores/CREFAL, 2009, p. 50 244 Alberto SALADINO GARCÍA, «Los valores del indianismo», en Ra Ximhai, Universidad Autónoma Indígena de México, vol. 9, núm. 2, mayo- agosto de 2013, p. 59. 245 Carlos LENKERSDORF, «La filosofía tojolabal», en Enrique Dussel, Eduardo Mendieta y Carmen Bohórquez (eds.), El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” (1300-2000). Historia, corrientes, temas, filósofos, México, Siglo XXI Editores/CREFAL, 2009, p. 35. 243 106 Epílogo La fuerza de los pueblos originarios lo constituye la ontogénesis de su pensamiento, su filosofía de la praxis en su comportamiento ante el cosmos, la naturaleza y sus semejantes. Para fertilizar la filosofía de los pueblos originarios tiene como condición el ejercicio de la autonomía que, como lo han demandado, exige nueva relación entre Estado y sociedad con ellos, concretamente el respeto a los derechos de propiedad de la tierra, usos y aprovechamiento de los recursos naturales, concretar sus históricas demandas de recuperar sus medios de producción. Simple y llanamente se les respete como sujetos, según lo demandó Floriberto Díaz: Nuestra existencia futura dependerá… de la capacidad que tengamos para realizar la compleja tarea de reconstrucción histórica… como el reto permanente de mantener los principios y valores comunitarios… En todo caso, lo fundamental en este proceso es que los pueblos indígenas tengamos libertad para decidir el rumbo y el horizonte de esa magna labor de reconstitución.246 De modo que la filosofía de los pueblos originarios es producto de su quehacer intelectual, como cualquier otro tipo de filosofía, al fin y al cabo hecha por ellos mismos, con lo que exhiben que su idea de dignidad es la misma que la de cualquier ser humano. Su filosofía también nos recuerda su carácter ético, de practicarla y ponerla al servicio de su gente y de los demás. La profundidad de su filosofía y su carácter servicial lo muestran innumerables testimonios. Transcribo, para terminar, el rescatado por Miguel Chase-Sardi: «Nuestra sabiduría está en el conocimiento que tenemos del idioma de los pájaros, del idioma de los animales, que nos cuentan las cosas que ocurren… Fuimos destinados a conocer la ley del bosque. El día que se acabe la raza guaraní, se acabará todo. Nuestra misión es mantener al mundo vivo. Cuando nosotros terminemos, el mundo terminará».247 Ni más ni menos que cultivan la finura del pensamiento, la filosofía, como praxis de la resistencia y saber al servicio de la humanidad. 246 Citado por Lariza ORTIZ QUINTERO, «Los indígenas y la autonomía», en Claudio Albertani, Guiomar Rovira y Massimo Modonesi (coords.), La autonomía posible. Reinvención de la política y emancipación, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México 2009, p. 453. 247 «Testimonio entre païtavyterä», en Adolfo COLOMBRES, Nuevo manual del promotor cultural. I Bases teóricas para la acción, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009, vol. I, p. 451. 107 Jusnaturalismo y secularización Julieta Lizaola I El objetivo de la presente ponencia es subrayar la importancia que guarda -dentro del pensamiento filosófico- la relación del jusnaturalismo y las modernas formas de organización política; las cuales van adquiriendo su condición de legitimidad y legalidad en el proceso de la secularización política y la laicidad estatal. Esto con la intención de vislumbrar el desarrollo complejo y contradictorio que encierra la secularización y las consecuencias que le son propias en términos culturales. Sin duda, el conflicto se enmarca dentro las problematizaciones propias del ámbito teórico de religión y política, y constituye uno de los puntos de reflexión insoslayables del mundo moderno. El planteamiento del cual partimos considera que tales transformaciones inician en la Baja Edad Media y se consolidan en una sociedad política capaz de estructurar un Estado de derecho; el cual es en sí una expresión de los cambios de paradigmas cósmicos y teológicos que han estremecido a la conciencia humana y la han llevado a la necesidad de edificar una nueva orientación cultural fincada en la reformulación del estoicismo ético y la ley natural, dando posibilidad a la modernidad. En este punto la importancia del franciscano Guillermo de Ockham es primordial. El nominalismo de Ockham, resquebraja el pensamiento escolástico y acompaña el fin de las concepciones antropocéntricas y geocéntricas, que si bien habían dotado al hombre de un lugar privilegiado dentro de la creación, lo concebían pasivo frente al orden perfecto y acabado. La teología de Ockham concibe a Dios como Potentia absoluta248, afirmando que «la voluntad es anterior a la razón, que la determina como le parece porque Dios es, por encima de todo, voluntad omnipotente», afirmación que se opone al tomismo clásico que sostiene que la voluntad de divina es guiada por la razón absoluta. «Ockham acentúa unilateralmente la fuerza de la voluntad frente a la razón»249 siendo la voluntad divina -en tanto que absoluta- incomprensible para el hombre, dando lugar a un absolutismo teológico250, de esta manera introduce el principio de arbitrariedad divina donde Dios resulta inalcanzable, indeterminable, incomprensible y por lo mismo arbitrario frente al hombre. Se abre paso la preeminencia de la contingencia absoluta del orden del mundo; el mundo es como Dios lo ha querido, y no en virtud de un orden inteligible y racional, y, por tanto, necesario. Las consecuencias de esta nueva elaboración turban el mundo espiritual europeo. La potentia absoluta deja al hombre a merced de la potestas divina, en un orden donde la infinitud de lo posible formula la multiplicidad de mundos, germinando, ante el abandono de un Dios providencial, la búsqueda de otras posibilidades que le conducirán a 248 GUILLERMO DE OCKHAM, Comentario al “Libro de las sentencias” Lluis DUCH, Religión y política, Fragmenta Editorial, Barcelona 2014. 250 GUILLERMO DE OCKHAM, Comentario al “Libro de las Sentencias”, p. 179. 249 108 mirar de otra forma el mundo: la ciencia y la técnica serán mediación para interactuar en él de manera más fiable. 251 Un Dios arbitrario cuya voluntad absoluta puede decidir crear el universo o destruirlo, puede hacer del hombre una criatura privilegiada de la creación o hacerla a un lado. Un Dios que en su absolutismo, ausente de los designios humanos, aparece como un dios escondido, lejano e inaccesible y por lo cual el hombre sufre su ausencia como orfandad. Este cambio de concepción de la relación entre la divinidad y el hombre es una fractura fundamental: el mundo deja de ser un cosmos, con su orden y armonía y el hombre pasa de la centralidad de la creación a lugar de un ser contingente. Deja de ser un mundo con un sentido escatológico y pasa a ser un mundo sin sentido definido. La cuestión que se presenta es entonces la siguiente: ¿qué puede hacer el hombre frente a un absolutismo teológico que le ha quitado su lugar en el cosmos y lo ha arrojado a la arbitrariedad misma alejado de todo sustento providencial? ¿qué puede el hombre frente a la indiferencia de la naturaleza? La respuesta es su autoafirmación. La búsqueda de una nueva obtención de la verdad y la posibilidad de la libertad se convierten en las búsquedas más acuciantes de los siglos venideros. Ockham fiel a sus inquietudes reflexiona sobre la ordenación del mundo eclesiástico y político. Comprende la función en esencia de la política como una acción reflexiva y práctica, que recae fundamentalmente en el gobernante, no en el Papa. Así el político no puede ser, desde Occidente, un líder religioso sino un hombre capaz de dirigir hacia las virtudes cívicas a los ciudadanos [...]252 La ampliación del conocimiento a varias áreas, no será más el camino de felicidad aristotélica sino la autoafirmación del hombre, es decir, el acceso a la relación saber – poder que derivará en el poder científico técnico frente a la naturaleza253. La sentencia potestas dei absoluta hace referencia a esta nueva situación entre Dios y el hombre. Que, como hemos querido señalar, genera consecuencias de suma trascendencia, grandes transformaciones al interior de varios ámbitos que inician su proceso de secularización: epistemológicos, jurídicos y políticos. Recordemos que para el teólogo inglés los universales no tenían ninguna realidad tangible, sino que eran únicamente nombres. Por lo mismo, no había un logos universal en el que confluyeran Dios y el hombre, tan sólo una razón individualizada, siendo la realidad social producto de la voluntad de cada individuo. Así, la referencia del poder político no podía ser otra que la voluntad de los miembros de la comunidad, es decir del pueblo. Dios ha creado todo lo que existe pero una vez creado Dios no tiene necesidad de influir sobre ello. Por consiguiente, lo creado debe bastarse a sí mismo. El mundo se desarrolla con independencia de su creador. El nominalismo y el absolutismo teológico que deriva de sus postulados- alcanzan esta reducción de la teología en la explicación del 251 GUILLERMO DE OCKHAM, Comentario al “Libro de las Sentencias”. Olmer MUÑOZ SÁNCHEZ, Guillermo de Ockham un pensador político moderno en el mundo medieval, p. 220 253 Jhon LOCKE, Ensayo sobre el entendimiento humano, Libro I, cap. I: «Puesto que el entendimiento es lo que sitúa al hombre por encima del resto de los seres sensibles y le concede todas las ventajas y potestad sobre ellos, es ciertamente un asunto que amerita el trabajo de ser investigado». 252 109 mundo, siendo esto consecuencia de la aceptación de la imposibilidad de interferir en el pensamiento e intenciones de Dios.254 Cabría señalar que la Reforma iniciada por Lutero en el siglo XVI, hubiera sido tanto teórica como prácticamente imposible sin esta concepción, la cual insiste en la íntima complicación entre la voluntad omnipotente de Dios, la libertad humana y la responsabilidad propia del ser humano. II En Ochkam se encuentra,- cito a Olmer Sánchez- además del teólogo y el filósofo al político, quien sorprendió en gran medida a los pensadores medievales con sus conceptos avanzados sobre la política y el gobierno civil. En este sentido, […] Guillermo de Ockham fue uno de los primeros pensadores modernos, que al igual que Marsilio de Padua, supo distinguir entre el poder espiritual y el poder temporal, entre el régimen político cívico y el de institución religiosa, distinción que daría inicio, en los siglos siguientes, a las teorías del Contractualismo moderno, representadas en dos grandes autores como lo son Thomas Hobbes y John Locke, considerados como los padres del contractualismo y del racionalismo político moderno occidental, [...]255. La importancia de Ockham, como vemos, es imprescindible para la comprensión del mundo moderno. Lo es para discernir las grandes rupturas y transformaciones del fin de la Edad Media, el surgimiento del Humanismo en el Renacimiento, para la formulación teológica de la Reforma, para la recuperación de las teorías jusnaturalistas del Estado donde los límites entre los poderes, eclesiástico y político implicaban su separación como lo plantearían los teólogos y juristas de la Escuela de Salamanca. Como consecuencia de estas concepciones teológico- políticas de los salamantinos derivaron dos cuestiones clave: una, el emperador no recibía de Dios potestad alguna para gobernar a todo el género humano; dos, el papa no estaba legitimado tampoco para inmiscuirse en el ámbito secular. Ni el papa, ni el emperador, eran los señores del mundo, pues ninguno posee jurisdicción universal sobre la tierra. Francisco de Vitoria afirma: la sociedad secular es una república perfecta y completa. Por eso no se encuentra sometida a nadie fuera de ella misma. Si el mundo físico y sus ciencias empezaban a generar transparencia para el hombre, la ciencia de la política se afanaba por alcanzar ese nuevo estatus de claridad. Para ello, entre otras cuestiones, reaparece la problematización de la ley. El racionalismo político aparece con esta intención, la de ofrecer juicios de validez objetiva demostrables como las proposiciones matemáticas. Para ello los axiomas realizan un papel central pues permiten que, formulados con lenguaje lógico, se alcance lo claro y lo distinto. La razón, considera Spinoza, tiene la facultad de iluminar lo mismo la verdad que la falsedad. El racionalismo político, recordemos, también fue una recuperación de las ideas estoicas. ¿Cómo pudo suceder que estas viejas ideas éticas de pronto tomaran un lugar privilegiado en el racionalismo político? En realidad, su influencia nunca había abandonado una posición central, sus vestigios habían permanecido presentes en el derecho romano, en las preocupaciones de los primeros filósofos cristianos, en las formulaciones de la escolástica. Sin embargo, el hecho de romper con la tradición fue de 254 Lluís DUCH, Religión y política, 219, 220. Olmer MUÑOZ SÁNCHEZ, Guillermo de Ockham un pensador político moderno en el mundo medieval, 222. 255 110 una enorme potencia. El renacimiento y la reforma eclesiástica daban muestras de las consecuencias de los grandes cambios inaugurados por Ockham y Copérnico. El mundo había perdido la armonía y unidad que gozaron en la Edad media. Ni el mundo religioso, ni el ético tenían un punto fijo. y Descartes pedía olvidar todo, y empezar de nuevo. Ante la necesidad de un nuevo centro aparece el estoicismo con renovada fuerza y con la promesa de restaurar al hombre en su dignidad ética, la cual descansa en la voluntad moral. En el valor que el hombre logra atribuirse así mismo. Este fue el gran aporte que la teoría del derecho natural otorgó al hombre moderno. La recepción de la autarquía de la razón, autónoma y suficiente, capaz de abrirse paso ella misma, fue la base de la Estados modernos que se fundan en su condición contractual, la validez y fundamento legal de la nueva conformación política, del nuevo contrato social. Ya fuera para los que argumentaban a favor del absolutismo o a favor de los derechos del pueblo, el derecho natural fue indispensable. Emancipada del pensamiento teológico la razón asume el lugar de su poder y su derecho a regir la vida social del hombre. El neoestoicismo ético dará frutos en la aparición de los derechos humanos inalienables: el derecho a la vida, la libertad, y la prosecución de la felicidad. El neojusnaturalismo, como fruto de la ética estoica que propone vivir conforme a la naturaleza racional del ser humano, da un paso natural a la moderna secularización. La antigua condición se ha transformado, la ley natural que derivaba - en última instanciade la divinidad y era la ley racional con la que los hombres podíamos conocer y gobernamos se modificó radicalmente, pasó de la idea de un derecho derivado de la divinidad, a la de un derecho deducido de la naturaleza humana cuyos postulados o principios se obtienen por métodos racionales. La ley natural sufrió, antes que cualquier otra instancia, el fenómeno de la secularización. Fue la primera en ser sólo producto de la razón, de una razón ya no entusiasmada por la búsqueda teológica sino geométrica y científica. La ley natural, como ley racional, es la prescripción de la razón en orden al bien común. El derecho moderno entonces, como un ordenamiento de la razón propio de la libertad humana, obtiene su sustento en el racionalismo político y su proceso de secularización. La razón y la voluntad permiten el dominio de los actos humanos en busca del bien. En suma, la ley natural, como actualización de la razón práctica, es el conjunto de principios de justicia con validez universal que son deducidos racionalmente. El derecho entonces no se funda en el poder y la voluntad sino en la pura razón. La otrora definición del hombre como imago Dei, que llenaba la teología y filosofía medievales, ahora se trastocaba como el ser constructor de su propia historia, aquel que no necesitaba ni de ministros, ni hasta de Dios, para vivir su mundo […] Maquiavelo lo dirá de una manera cruenta y directa. El florentino escribía que no venía a enseñar cosas que nunca habrían sido, ni nunca serían, sino aquellas que se podían encerrar en la verdad efectiva de las cosas. ¿Secularidad política tan sólo? No. Una nueva visión del hombre y la sociedad, y, por lo tanto, con esta mirada secular, una nueva Eticidad. 256 III 256 Francisco PIÑÓN GAYTÁN, «Modernidad, ética y secularización», Revista de jurisprudencia. 111 En conclusión, tanto el proceso de transformación de la Ley natural no como algo propio de la divinidad sino del hombre y la aparición de una sociedad civil laica presuponen un largo y complejo proceso de secularización. El debilitamiento de la presencia de Dios en el desarrollo de la vida de la ciudad y sus formas de estado y gobierno responden a la urgencia de orientación que el hombre vive a partir de la abolición de los universales y las derivaciones del giro copernicano que generan un nuevo nombre de Dios, un Dios escondido e inaccesible. Lo cual significó una nueva consideración de la naturaleza desde un nuevo pensamiento científico, propiciado por el uso de la razón humana sin sujeción al principio de autoridad. Un Dios ante el cual el hombre sólo puede responder reafirmando su libertad y su razón, recuperando la concepción ética que desde siglos ha sostenido esta posibilidad como garante de la felicidad humana: el estoicismo. La ley natural, el iusnaturalsimo, tiene como la secularización, diferentes acepciones pues su presencia en la historia del pensamiento humano es de larga andadura. La sociedad política que se desprende de las inquietudes religiosas para ordenarse contractualmente es ya una sociedad que transita por la vía de la secularización. Es decir, ya no requiere de formas eclesiásticas, ni teológicas para fundar un estado de derecho basado en el contrato social donde la soberanía reside en el pueblo y en los derechos universales de éste. El hombre moderno camina con la confianza de su razón, en busca de su libertad política. ¿Cómo se alcanza esto? El mundo moderno secularizado ha realizado largas batallas por comprender y definir qué es en la realidad la vía secularizada de la historia. En todas ha salido derrotado. La discusión teórica que se ha desenvuelto considera que sus formas culturales modernas son, en estricto sentido, un cumplimiento teológico. Lo cual nos lleva necesariamente a buscar nuevos horizontes hermenéuticos. Bibliografía Libros BLUMENBERG, Hans. The Legitimacy of the Modern Age, Massachussets: MIT Press 1991. CANALS, Vidal, F., Historia de la Filosofía Medieval, Barcelona, Editorial Herder, 1992 GUILLERMO DE OCKHAM, Obra Política I. Clásicos políticos. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1992 ___, Sobre el gobierno tiránico del papa, Madrid, Ed. Tecnos, 2008 ___, Comentario al “Libro de las Sentencias”, en: FERNÁNDEZ, Clemente, Los filósofos medievales. Selección de textos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1979. GILSON, Étienne, La filosofía de la edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV, Madrid, Editorial Gredos, 1976. PEÑA AGUIRRE, Esteban, La filosofía política de Guillermo de Ockham. Relación entre potestad civil y potestad religiosa, Madrid, Ediciones Encuentro, 2005. 112 LEÓN FLORIDO, Francisco, Guillermo de Ockham, Madrid, Ed. Escolar y Mayo, 2014. Artículos LEÓN FLORIDO, Francisco, «El papel de las analogías conceptuales en la historia de la filosofía, en: Revista electrónica A Parte Rei. Revista de Filosofía nº 1, junio (1997). - MUÑOZ SÁNCHEZ, Olmer, «Guillermo de Ockham un pensador político moderno en el mundo medieval», Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, vol. 36, no. 104. (2006) Colombia, Universidad Pontificia Bolivariana. 113 La postura ideológica del liberalismo moderado acerca del laicismo y la secularización Mtro. Pablo Ruiz Murillo Escuela Nacional Preparatoria Plantel “Justo Sierra” #3 Universidad Nacional Autónoma de México Ante todo, convendría primero presentar una definición elemental que nos permita aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de liberalismo, en el entendido de que toda conceptualización es relativa dada la complejidad y «la enorme carga de ambigüedad semántica e histórica que la palabra conlleva»257. Partiendo de la afirmación de que el liberalismo es un corpus teórico de naturaleza económica, política y social que posiciona por encima de todo el desarrollo pleno de la libertad personal del individuo y -por consiguiente- el progreso de la sociedad, entonces debemos considerar que el espíritu individualista de la ideología liberal involucra en sí mismo una contradicción fundamental dado que posterga los beneficios sociales hasta no ver satisfechos primero los intereses particulares.258 Con el estallido del proceso revolucionario burgués en el mundo occidental europeo y norteamericano hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX, las estructuras feudales del llamado Ancien Régime se vieron sacudidas por el ideario transformador del pensamiento liberal que reclamaba el establecimiento de un sistema político donde hubiera un equilibrio de poderes públicos tradicionalmente concentrados en la figura de un soberano que -por razones de jurisprudencia divina- detentaba el poder despótico y absoluto manifiesto en el emblemático aforismo francés L´État c´est moi (“El Estado soy yo”) del célebre “Rey Sol”, Luis XIV, desde el siglo XVII. Asimismo, la ideología liberal burguesa propugnaba la existencia de un nuevo régimen conformado por los denominados derechos naturales del ser humano, mismos que -por esencia- resultaban inalienables e intransferibles en todo momento, otorgándole así a los individuos -previa mayoría de edad alcanzada o compromiso matrimonial adquirido- la condición de ciudadanos y ya no más la de meros súbditos, como tradicionalmente sucedía en el antiguo sistema feudal. Por otra parte, el liberalismo pretendía consagrar la generalidad de esos derechos humanos a través del imperio de la ley o constitucionalismo, representante de la voluntad popular, la cual estaría por encima de cualquier persona incluida la de los propios encargados de ejercer la gobernabilidad con la finalidad de impedir el ejercicio del poder arbitrario y el ejercicio arbitrario del poder legal.259 257 Antonio ANNINO, «Definiendo el primer liberalimso mexicano», en Metapolítica, vol.7, Núm. 31, (2003), México, Editorial Jus, septiembre-octubre, p.40. 258 Pablo RUIZ MURILLO, La moderación liberal o “de cómo ajustar nuestras acciones a las circunstancias”. El caso de Mariano Riva Palacio, 1829-1852 (2009), México, Tesis de Maestría en Historia de México, Facultad de Filosofía y Letras/Universidad Nacional Autónoma de México, p. 4. 259 José Guilhierme MERQUOIR, Liberalismo viejo y nuevo (1993), México, Fondo de Cultura Económica, pp. 32-33 y 42. 114 El último de los fundamentos filosóficos del liberalismo era la teoría del libre comercio el cual señalaba que el orden natural de los mercados estaría controlado por el libre juego de la oferta y la demanda, en donde el Estado sólo se encargaría de preservar dicho proceso económico pues, como bien lo señaló el politólogo inglés Harold Laski: «Dejad al negociante libertarse a sí mismo, que él libertará a la humanidad. Pero ha de posesionarse del Estado para libertarse, […]»260 Ahora bien, como parte de la efervescencia revolucionaria del momento la filosofía liberal asumió un papel protagónico y trascendental para la Monarquía española, en general, y sus posesiones coloniales en América, en particular, cuando tras los sucesos históricos de la invasión napoleónica a España en el año de 1808 el pueblo se organizó mediante la lucha de guerrillas en contra de los franceses invasores y a través de la formación -en 1809- de unas Cortes Generales y Extraordinarias que debían representar a la nación española, incluyendo a las colonias americanas las cuales enviaron representantes suyos mismos que participaron en las discusiones legislativas que en 1812 concluyeron con la promulgación de la Constitución liberal de Cádiz, la cual reconocía que la soberanía residía en la nación, única con derecho a establecer sus propias leyes.261 Durante el México independiente, los simpatizantes de la ideología liberal buscaron construir un Estado-nación inspirado tanto en las propuestas económicas del librecambio de mercancías a favor de los pequeños propietarios como en la teoría jurídica de la soberanía nacional plasmada -a su vez- en una carta magna donde quedarían garantizados los derechos individuales. La nueva sociedad ideal de los liberales estaría gobernada por el poder civil el cual aplicaría la laicidad educativa junto con la separación entre los asuntos del Estado y los de la Iglesia. En conclusión, los defensores del liberalismo pretendían la modernización del antiguo régimen colonial basado en usos y costumbres corporativistas donde sus benefactores defendían la subsistencia de los fueros o privilegios apoyados -al mismo tiempo- en el control eclesiástico de la educación y en una relación estrecha de los negocios habidos entre la Iglesia y el Estado. Así las cosas y en contra de una supuesta solidez ideológica entre los liberales mexicanos, desde las primeras décadas del México independiente la compleja realidad nacional los conflictuó respecto a la aplicación de su programa ideológico, formándose así dos enfoques filosóficos que ante la incapacidad conjunta para lograr consensos y componer así sus diferencias llegaron incluso al choque armado. Las raíces de estas divergencias ideológicas se encuentran en el proyecto de reforma liberal instituido durante la vicepresidencia del político liberal radical el Dr. Valentín Gómez Farías entre 1833 y 1834 pues -a decir del historiador inglés Charles Hale- fue el propio ideólogo del régimen en turno, el guanajuatense Dr. José María Luis Mora, quien reconoció que la oposición al gobierno reformista surgió en parte dentro de las filas de los ‘hombres de progreso’. Mencionó a Manuel Gómez Pedraza, y especialmente a Juan Rodríguez Puebla, que se opuso a la política educativa del vicepresidente, que había abolido una educación especial para los indios.262 260 Harold J. LASKI, El liberalismo europeo (1981), México, Fondo de Cultura Económica, p. 157. Alfredo ÁVILA - Luis JÁUREGUI «La disolución de la monarquía hispánica y el proceso de independencia» en Erika Velásquez García et al., Nueva Historia General de México (2013), El Colegio de México, México, pp. 338-371. 262 Charles A. HALE, El liberalismo mexicano en la época de Mora (1820-1853) (1991), México, Siglo XXI editores, p. 148. 261 115 Esto nos lleva a preguntarnos acerca del origen de la discrepancia filosófica entre los liberales mexicanos del XIX. Según el historiador inglés Brian Hamnett, la división entre los moderados y los puros se debe a la naturaleza de la representación política en sus modalidades de federalismo y participación popular.263 De lo anterior, interpretamos que Hamnett hace referencia a que dentro del nuevo orden político de la nación republicana también llegó a haber disensos entre el grupo liberal sobre la conformación del «rasgo más novedoso del México independiente, dinamizador del proceso de cambio», a saber, la ciudadanía, condición que sólo los varones podían alcanzar y que involucraba dos atributos aceptados por el pueblo, el ciudadano originario dueño de derechos obtenidos desde «tiempos inmemoriales» por atribuirse derechos patrimoniales, y el ciudadano vecino que sin pertenecer a los pobladores originarios se le aceptaba como persona honesta, confiándosele así los derechos políticos; además, «ser vecino era el prerrequisito para ser ciudadano y ejercer, por lo tanto, el derecho de votar y ser votado».264 Quizá fue el nivel socio-económico de los representantes políticos bajo el sistema federal en donde se encuentran las diferencias liberales ya que como dice Alicia Hernández: A través del proceso electoral se propició la formación gradual de una representación nacional en la medida en que a través de él se fueron vinculando los intereses locales y regionales con los nacionales para dar vida y conformar los poderes federales.265 En segundo lugar y siguiendo con la explicación de Hamnett sobre las divergencias entre los liberales también se encuentra la postura que tendría la Iglesia católica en la sociedad mexicana pues, por un lado, los radicales se inclinaban a favor de un espíritu anticlerical abanderado desde la Revolución Francesa de 1789 que además les heredó el sobrenombre de jacobinos y, por el otro, los moderados adoptaban el pragmatismo para no afectar a la institución eclesiástica o provocar la molestia de otra corporación igualmente privilegiada, el ejército.266 Para confirmar lo antes dicho, Hale afirma que fue el anticlericalismo el que, por sobre todas las cosas, trajo consigo el divisionismo liberal.267 Este es el momento de que hagamos una pausa para analizar el pensamiento político del moderantismo liberal a partir de su ideario para después abordar su militancia política con la finalidad de entender no sólo las diferencias ideológicas habidas entre “tibios” y “rabiosos” sino para comprender el grado de influencia pública que tuvieron quienes participaron en la construcción del Estado-nación mexicano. Según el historiador mexicano Silvestre Villegas, las raíces europeas del pensamiento liberal moderado se ubican en la “Gran Revolución” de 1789 pues este movimiento llevó a muchos intelectuales europeos -entre ellos al filósofo inglés Edmundo Burke- a reconocer la justicia de sus orígenes al hacer propios “principios sinceramente razonables” de la Revolución Americana de 1776. Sin embargo, en Burke ese reconocimiento experimentó un ajuste cuando «el programa inicial de carácter templado» 263 Brian HAMNETT, «El liberalismo mexicano del siglo XIX: origen y desarrollo», en Metapolítica vol.7, Núm. 31, (2003) México, Editorial Jus, p. 56. 264 Alicia HERNÁNDEZ CHÁVEZ, La tradición republicana del buen gobierno (1993), México, El Colegio de México/Fideicomiso Historia de las Américas/Fondo de Cultura Económica, pp. 34-35. 265 Ibidem, p. 37. 266 B. HAMNETT. op. cit., p. 56. 267 Charles A. HALE, op. cit., p. 38. 116 de los girondinos pereció ante el radicalismo del Terror jacobino que acabó con las «buenas intenciones» liberales. Frente a este periodo de anarquía en Francia fue necesaria una “reforma” conciliadora e incluyente que no desconociera la herencia del pasado, entendida esta como el respeto a las creencias y las tradiciones de los pueblos, lo cual forma parte de uno de los postulados básicos de la filosofía liberal moderada.268 De igual manera, en sus Reflexiones sobre la Revolución en Francia publicadas en 1790 Burke nos heredó el lema más famoso de su obra que a su vez representa las aspiraciones ideológicas de la templanza liberal: «un Estado que carece de medios para hacer algún cambio carece de medios para conservarse», lo cual está muy vinculado con su concepto de tradición el cual -según José Guilherme Merquoir- se caracterizaba por su flexibilidad, adaptabilidad y por incluir el cambio en la continuidad.269 Lo que esto representa es hacer patente la disposición a adaptar los usos y prácticas del pasado dentro de una nueva realidad que considera necesaria la transformación como parte de un proceso continuo y permanente de adecuación a las circunstancias. En última instancia, el investigador Anthony Quinton ha señalado que el pensamiento político de Burke forma parte del llamado «conservatismo liberal inglés» para distinguirlo del «conservatismo compacto y reaccionario del continente». Del primero, Quinton explica que al menos comprende tres doctrinas: el tradicionalismo, el organicismo y el escepticismo político. Aquí sólo destacaremos las dos primeras como bases ideológicas de la moderación liberal; el tradicionalismo debe entenderse como aquella concepción donde el saber político es de carácter histórico y colectivo, mismo que habita en «instituciones que han pasado la prueba del tiempo». En tanto que el organicismo corresponde a una creencia de que la sociedad es un todo y no la simple acumulación de sus componentes, y por ello tiene un valor superior al del individuo. En ese sentido, «las tradiciones no impiden el cambio adaptativo, y el organicismo no excluye la modificación gradual y parcial de instituciones y procedimientos».270 Una más de las fuentes ideológicas de donde abrevó el moderantismo en Europa es el pensamiento del filósofo francés Alexis de Tocqueville quien afirmaba que los gobernantes estaban obligados a que sus gobiernos se ajustaran a los tiempos y a las costumbres, conforme a las circunstancias y el tipo de hombres que fueran gobernados.271 Y quién mejor que el propio autor de La democracia en América para confirmarnos lo anterior en una carta que escribió en 1836 a su amigo A. Rediré: Mostraré entonces francamente esta inclinación por la libertad […] Pero al mismo tiempo, declararé un gran respeto por la justicia, un sentimiento verdadero del amor, del orden y de las leyes, una adhesión profunda y razonada por la moral y las creencias religiosas que no puedo creer que no se perciban en mi un liberal de una especie nueva, que se me confunde con la mayor parte de los demócratas de nuestros días.272 268 Silvestre VILLEGAS REVUELTAS, El liberalismo moderado en México, 1852-1861 (1997), México, Universidad Nacional Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Históricas, pp.18 y 19. 269 MERQUOIR, op. cit., p.100. 270 Anthony QUINTON, The politics of Imperfection: The Religious and Secular Traditions of Conservative Thought in England from Hooker to Oakeshott (1978), Londres, Faber, pp. 56 y 60 en Ibid. 271 S. VILLEGAS REVUELTAS, op. cit., p. 19. 272 A. REDIRÉ, Comme disait De Tocqueville (1925), Paris, p. 59 en J. P. MAYER, Trayectoria del pensamiento político (1981), México, Fondo de Cultura Económica, 178. 117 Una más de las principales bases ideológicas del liberalismo moderado la encontramos en el historiador y político francés Francisco Guizot quien defendió el principio del “justo medio” en su obra Discurso sobre la historia de la revolución de Inglaterra publicada hacia 1850 y en donde destaca el reconocimiento que los reformadores ingleses hicieron de las herencias pasadas y las necesidades presentes con motivo de la «Revolución Gloriosa» de 1688 también conocida por la tradición histórica como The bloodless revolution (“La revolución pacífica”), sobre todo a la hora de poner en práctica su programa de gobierno en un afán por alcanzar el equilibrio y la perfección en la sociedad inglesa del siglo XVII. Asimismo, su interés por explicar el concepto de “revolución” lo llevó a precisar que en el caso inglés los responsables del levantamiento no fueron alborotadores sino hombres de orden y de gobierno quienes tras destronar a Jacobo II procedieron a encauzar sus exigencias revolucionarias contenidas en sus “justos límites” para al final fundamentarlas.273 Además Guizot llevó esta tesis de los contrapesos y la moderación a la realidad política durante su desempeño administrativo bajo el reinado de Luis Felipe I de Francia entre 1830 y 1848 donde vio en las clases medias al sector social encargado de equilibrar la tradición y la modernidad pues a decir de J. P. Mayer lo que este académico y estadista deseaba eran las medidas moderadas aplicadas por los hombres enérgicos, así como ser el intermediario: «entre rey y burguesía, entre razón y tradición, entre filosofía y credo, entre católicos y protestantes».274 Ahora bien, resulta importante señalar los esfuerzos que la templanza liberal en México realizó desde 1838 para obtener los cambios estructurales requeridos por el país, nos referimos a la denominada “Revolución filosófica o moral” del general Manuel Gómez Pedraza según la cual había que reinstaurar el federalismo pacíficamente mas no el gobierno liberal jacobino, todo mediante la convocatoria de una Asamblea Legislativa que en un semestre debía reformar la Constitución de 1824. Aunque al parecer el proyecto pedracista incluso había negociado con el entonces presidente-general Anastasio Bustamante la transición sosegada del centralismo al federalismo, en los hechos la “Revolución pacífica” no logró consolidar su cometido debido al radicalismo de los jacobinos y al temor de los centralistas hacia los grandes cambios que entrañaba tal reforma.275 Así las cosas, diremos que luego de los aciagos años de la década de 1840 en que tuvo lugar la intervención norteamericana en México, vinieron tiempos de reconstrucción nacional en medio de los cuales se gestaron no sólo descalificaciones entre las facciones políticas dominantes (conservadores, santannistas, radicales y moderados) sino también ejercicios de autocrítica y reflexión que se convirtieron en proyectos de gobierno. Donde más claramente están plasmados los principios filosóficos de la moderación liberal a mediados del siglo XIX es en las palabras que el general Ignacio Comonfort argumentó durante los decisivos años de su presidencia (1856-1857): El país quería orden, pero no despotismo, libertad, pero no libertinaje, reforma, pero no destrucción, progreso, pero sin violencias. […] Esta política, [….] tenía que ser reparadora de todos los infortunios 273 S. VILLEGAS REVUELTAS. op. cit., 19 y 22. Mayer. op. cit., 177. 275 Laura SOLARES ROBLES, Una revolución pacífica. Biografía política de Manuel Gómez Pedraza, 17891851, México, Instituto Mora/Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores/Consejo Estatal para la Cultura y las Artes del Gobierno del Estado de Querétaro, 1996, 140; 149-151. 274 118 pasados, conciliadora de todos los intereses presentes, y protectora de todas las esperanzas futuras; […]276 Llegado a este punto no interesa demostrar la manera como el denominado liberalismo moderado fue una expresión particular de las inquietudes y preocupaciones de algunos sectores de la sociedad mexicana decimonónica que con sus actividades políticas, empresariales y culturales, contribuyeron a la construcción de un Estado-nación. Tradicionalmente se ha pensado que la primera mitad del siglo XIX en México fue una gloriosa y épica lucha político-militar protagonizada por los grupos liberal y conservador, sin considerar los posibles enfoques o actitudes intermedias entre una y otra “facción”. Por lo tanto, hace falta entender que en aquella época no existían partidos políticos como los concebimos hoy en día dado que entonces cada grupo carecía de un programa o plataforma política bien definida. Más bien existían facciones o grupos de poder local y regional cuyos intereses respondían más a razones individuales y no colectivas. Además, había una tendencia o inclinación ideológica de carácter atemperado o moderado que retomaba del liberalismo y del conservadurismo respectivamente lo más adecuado a sus intereses, sin que ello fuera en contra de su pensamiento originario. De la ideología liberal los moderados aceptaban la necesidad de una modernización nacional mediante la reforma de las estructuras corporativistas, en tanto que del pensamiento conservador defendían su respeto por algunas tradiciones institucionales heredadas desde los tiempos hispánicos como fue el caso de la defensa del pasado colonial -en particular la figura histórica de Hernán Cortés- como periodo fundador de la nación mexicana.277 A este respecto, convendría señalar que incluso el propio ideólogo del grupo liberal, José María Luis Mora, reconoció en la imagen cortesiana una pieza fundamental para la construcción del ser mexicano a grado tal que afirmó: “el nombre de México están tan íntimamente enlazado con la memoria de Cortés que mientras él exista no podrá perecer aquélla”.278 Lo anterior nos muestra cómo esa línea divisoria entre las facciones opositoras no fue tan categórica como para impedir la existencia de afinidades y coincidencias ideológicas a pesar de las habituales confrontaciones político-militares de aquellos primeros años de vida emancipada en nuestro país. La trayectoria pública del liberalismo moderado nos permite acercarnos al conocimiento de esta fracción política y social cuyas preocupaciones ideológicas -al igual que las de los federalistas puros o los aristócratas conservadores- representaron los esfuerzos específicos por conciliar los diferentes intereses de los demás grupos de poder, nos referimos a la facción liberal moderada compuesta por civiles, que incluyó a ciertos políticos de carrera, agiotistas, profesionistas, entre otros. Cabe señalar que también 276 «Política del general Comonfort durante su gobierno en Méjico», en Anselmo DE LA PORTILLA, México 1856 y 1857. Gobierno del general Comonfort, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos para la Revolución Mexicana, [s/a], p. 373 en Silvestre VILLEGAS, «Dictadura liberal y proyecto económico en el gobierno de Ignacio Comonfort», en Abelardo VILLEGAS et al. Laberintos del liberalismo, México, Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos/Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa, 1995, p. 87. 277 HALE, op. cit., 304. 278 José María Luis MORA, México y sus revoluciones, v. 3, París, 1836 en HALE, Ibid., 124; Miguel SOTO Samantha ÁLVAREZ, Cómo acercarse a la historia, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1998, 57-68. 119 existía un sector de este liberalismo gradualista de carácter castrense conformado por algunos espadones o militares. A diferencia de la tendencia radical, pura o jacobina, la moderación liberal proponía -en general- un proceso de cambio social y político donde las transformaciones estructurales fueran paulatinas y dentro de un ambiente dirigido por el orden social y el respeto irrestricto de la ley. Cuando utilizamos la categoría “moderado” no queremos decir con ello que su naturaleza estaba claramente definida con respecto a los demás círculos de poder, pues la volatilidad ideológica de aquella época transformaba las posturas y actitudes políticas de los individuos o grupos de interés que eventualmente podían cambiar de facción según el grado de influencia que tuvieran las circunstancias del momento en cada uno de sus intereses. Ahora bien, desde la irrupción de Vicente Guerrero al Poder Ejecutivo en 1829 hasta el establecimiento de la última dictadura santannista en 1853 el gradualismo liberal sobrevivió a las intermitencias ideológicas que experimentó el país, primero como República federalista (1824-1835, 1847-1853) y, luego, como República centralista (1836-1846, 1853-1855). Dicha supervivencia se expresó mediante asociaciones temporales que concluyeron cuando la tendencia extremista de los liberales federalistas y de los centralistas se materializó mediante la aplicación de sus respectivos programas políticos durante las diversas administraciones públicas que se sucedieron en esta época. Por un lado, la ejecución de un deseo exaltado por romper con la tradición corporativista mediante la aplicación de la reforma liberal que tiene su antecedente en las reformas borbónicas del siglo XVIII, y por el otro, la defensa irrenunciable de los privilegios e instituciones coloniales como la iglesia en aras del orden y la paz establecidos. La siguiente etapa de participación pública del moderantismo liberal se dio en el periodo de la denominada Reforma liberal (1855-1857), la Guerra de Reforma (18571860) y la Segunda Intervención Francesa (1862-1867) en un momento en que la definiciones ideológicas del liberalismo se estaban convirtiendo en decisiones gubernamentales que una vez más encontraron como resistencia y oposición tanto al sector conservador de la Iglesia católica y del Ejército como al ala radical del partido liberal. Fue la administración pública del presidente provisional Ignacio Comonfort entre 1855 y 1857 la encargada de implementar el programa ideológico del liberalismo, pero en su modalidad gradualista pues para este gobierno nacional, para los congresistas atemperados encargados de redactar una carta magna y para las respectivas fuerzas progresistas en provincia el qué hacer estaba definido, el cuándo se presentaba en esta oportunidad como resultado del movimiento de Ayutla, el cómo abriría una brecha en este grupo de mexicanos que, independientemente de todo tipo de concepciones, se enfrentaban a un panorama problemático […]”279 La oposición armada y política de la reacción conservadora no hizo esperar e inmediatamente auspició el estallido de levantamientos militares en los estados de Guanajuato, Querétaro y Puebla, donde el ejército regular tuvo que apaciguarlos para mantener el orden social como requisito indispensable para instaurar un ambiente de 279 S. VILLEGAS REVUELTAS, op. cit., 102. 120 libertades políticas que en esos momentos se respiraban no sólo en el ejercicio de libertad de imprenta sino en la tribuna parlamentaria donde los diputados de las tendencias liberal jacobina y atemperada se debatían en sesiones legislativas históricas pues se discutieron asuntos tan complejos y diversos como la libertad de cultos, la relación con la Iglesia, el nuevo equilibrio de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo, el restablecimiento de la Constitución federal de 1824 y el problema de la propiedad inmueble280. Luego de promulgada la Constitución Política de la República Mexicana el 5 de febrero de 1857 sobrevinieron los acontecimientos que terminaron por rebasar a moderantismo liberal hecho gobierno pues el propio presidente constitucional de la República, Ignacio Comonfort, consideró lamentable que la Carga Magna que había jurado obedecer y cumplir como jefe del Ejecutivo le restaba facultades suficientes en la toma de decisiones frente a un Legislativo que resultaba fortalecido, razón por la cual lo encontraremos transigiendo con el bando conservador para reformar la Constitución del 57 por otra más acorde a su propias necesidades. Al final y en medio de un ambiente de enrarecimiento y volatilidad políticas se fraguó un autogolpe de Estado y un subsecuente pronunciamiento militar organizado y promovido por los sectores conservadores de la sociedad mexicana lo cual dio paso a una lucha intestina conocida como la Guerra de Reforma o Guerra de Tres Años donde el gradualismo liberal terminó por amalgamarse con el ala jacobina para confrontar a la reacción conservadora. La siguiente participación decisiva del liberalismo moderado en la vida pública tuvo lugar durante la segunda intervención del Imperio Francés en México que posibilitó la instauración de un segundo imperio en territorio nacional encabezado por su Majestad Imperial Maximiliano I de México que en su tendencia ideológico liberal le dio la bienvenida a aquellos liberales moderados que pretendían colaborar con él en la instauración del programa de reformas liberales pero de tendencia gradualista, convirtiéndose así en una nueva oportunidad para que el orden y la libertad se hicieran realidad en un contexto de gobernabilidad bajo el cobijo de una monarquía constitucional y hereditaria como la de los emperadores Maximiliano y Carlota. La culminación histórica de la presencia liberal moderada en la historia del siglo XIX mexicano tuvo efecto con el arribo al poder de la generación de colaboradores del general Porfirio Díaz en el último tercio de esa centuria cuando en sus planes gubernamentales estuvo la puesta en marcha de una política de conciliación con todas diversas y complejas fuerzas políticas, militares, empresariales y eclesiásticas en donde la templanza liberal encontró un nuevo y definitivo escenario de participación pública que lo convirtió en un protagonista decisivo en la conformación del moderno Estado-nación mexicano. Después de analizar el papel público desempeñado por la moderación liberal durante la primera mitad del siglo antepasado creemos que -junto con las tendencias extremistas del federalismo y del centralismo, respectivamente- ésta fue una facción adaptable a las dinámicas circunstancias de aquel tiempo y, por ende, una de las perspectivas más realistas del liberalismo mexicano, pues en medio de las frecuentes soluciones violentas que los diversos grupos de poder utilizaban para conciliar sus diferencias ideológicas el moderantismo liberal generalmente buscó la aplicación de los medios políticos menos gravosos para la adquisición del poder, aunque no desdeñó por completo la posibilidad de 280 Sonia PÉREZ TOLEDO et al., «A la mitad del siglo XIX. Las realidades y los proyectos» en Gran Historia de México Ilustrada (2001), México, Editorial Planeta DeAgostini, t. IV, 15. 121 recurrir a la fuerza de los espadones para conseguirlo y si no mantuvo una relación permanente con alguna otra facción política opositora fue porque las difíciles y complejas condiciones del momento no lo permitieron. De ahí entonces que la composición social del liberalismo atemperado agrupara a sectores tan distintos entre sí como el militar, el empresario o el profesionista que algunos investigadores han preferido categorizar -como en aquellos días- con el nombre de los hombres de bien, término que también alude a quienes en 1832 fueron designados como hombres de principios políticos y no de sentimientos. Desde luego que este mosaico de intereses tenía como denominador común la búsqueda de un orden social que garantizara un sistema representativo fundado en el respeto a las garantías individuales de todos los ciudadanos, en contra de cualquier expresión violenta de protesta popular que desembocara en la peligrosa disolución social de las instituciones. Este peculiar conjunto de características hizo posible no sólo que la moderación liberal influyera en los acontecimientos más importantes de aquella época sino que además sobreviviera a las caóticas coyunturas que el país entero vivió durante el resto de la centuria, lo cual habla de un constante ejercicio de reestructuración ideológica que -al igual que las otras tendencias políticas- lo mantuvo en activo por mucho tiempo, y que no es otra cosa sino un proceso de adecuación de los principios políticos a las circunstancias del momento. Como acabamos de observar, el liberalismo moderado tuvo sus respectivos altibajos que, además de darle experiencia política y madurez ideológica, algunas veces le valieron los adjetivos de oportunista, complaciente, chaquetero, equilibrista o partido del agua tibia. Sin embargo, tuvo la suerte de sobrevivir a los momentos de mayor crisis política, en ocasiones como actor de soporte en el Congreso y la prensa durante los periodos de gobierno federal y centralista, respectivamente. En otras circunstancias, aunque de manera temporal, representó el papel principal en las altas esferas del poder público y por lo regular se mantuvo a favor de las condiciones que posibilitaran un cambio paulatino de la institucionalidad. Pero sobre todo, fueron los moderados quienes negociaron y propiciaron la sobrevivencia del país tras el desastre de la guerra contra los Estados Unidos de América en medio del caos nacional que la oposición jacobina y reaccionaria, respectivamente, aprovecharon para responsabilizar de ello al liberalismo atemperado. Por tal motivo, el gradualismo liberal generalmente fue una opción ideológica en la que varios grupos e individuos se resguardaron para sacar provecho de los espacios institucionales que el sistema permitía utilizar (administración pública, ejército, congreso, prensa, etc.) y para mantener resguardados sus intereses económicos y sociales de cualquier inclinación violenta de los movimientos populares o de las ambiciones personales de un puñado de espadones. Ahora bien, en un afán por entender la vigencia actual que tiene el acontecer histórico sin pretender con ello la existencia de una relación forzada entre el pasado y el presente, y en el entendido de que cada época es el resultado de sus propias condiciones espaciotemporales que la hacen única e irrepetible, consideramos que la tendencia liberal moderada ha legado a todo sistema representativo y democrático una cierta vocación institucional por conciliar los diferentes intereses sociales mediante la adecuación de sus planes y programas de gobierno a la realidad nacional, sin el temor de resolver esas diferencias mediante la vía armada. 122 LA AMPLITUD DEL ESPECTRO DE LA GLOBALIZACIÓN Francisco Castro Merrifield Universidad Iberoamericana I Parece posible afirmar que el preludio de las formas actuales de globalización se puede rastrear en el desplazamiento territorial y marítimo de Gengis Kan y de Marco Polo en el siglo XIII, así como en el de Colón a finales del siglo XV. Circunnavegando el planeta, todos estos pioneros de la globalización difunden ya una cierta experiencia global del mundo en el que vivimos. Sin embargo ha sido la modernidad europea a partir del siglo XVIII la que ha configurado las auténticas condiciones de posibilidad que permiten hablar de globalización como horizonte pragmático de acción y experiencia basado en la absoluta transgresión de los límites espaciales y de referencia previos hasta conseguir configurar una realidad translocal o global. Europa es el sitio desde donde parten los movimientos geopolíticos de descubrimiento y apropiación del globo en una pretendida expansión de las referencias adoptadas inicialmente como específicas del contexto de ese centro europeo. La particular visión del mundo de la Europa moderna se generaliza. Desde esta geografía proyecta su espectro hacia todos los límites del globo terrestre Esta etapa de globalización, no obstante, entra en una fase crítica en 1945, momento en que la expansión europea ya no puede continuar operando desde el centro europeo hacia fuera, al menos no sostenida en las mismas premisas de la primera modernidad. El descubrimiento total de los confines inmanentes a la esfera o, mejor dicho, la imposibilidad de expandir más el proceso de descubrimientos y conquistas de los límites físicos totales del globo, exige repartos de poder siempre difíciles de realizar. Ya no hay más que descubrir, ahora es preciso repartir lo que hay, y como ello resulta ser escaso, es inevitable la lucha por capitalizar y administrar los descubrimientos y las conquistas, lo que deviene en un proceso de implosión intestino en el centro europeo, agobiado por ambiciones contradictorias y que agotan moralmente el modelo de mundo y de esfera extensa que habían impulsado los primeros procesos de navegación. En otros términos, digamos que el aumento por la competencia, la rápida movilidad del capital, el presuroso cambio tecnológico y organizacional, las crisis estatales y la inusitada inestabilidad de las condiciones económicas en que operaban los Estados Nacionales conduce a inevitables procesos de conflicto y ruptura. Desde sus más tempranos comienzos en la Europa medieval tardía hasta el presente, los periodos caracterizados por una expansión rápida y estable de la producción y el comercio mundial invariablemente terminan en una crisis de sobreacumulación que hace entrar en un periodo de mayor competencia, expansión financiera, y el consiguiente fin de las estructuras orgánicas sobre las que se había basado la anterior expansión del comercio y la producción. Estos periodos de crisis, como lo habrían sido las guerras mundiales, no son sino el otoño que sigue a un importante desarrollo capitalista. Es el tiempo en que el líder de la expansión anterior del comercio mundial cosecha los frutos de su liderazgo en virtud de su posición de mando respecto a los procesos de acumulación de capital a escala mundial. Pero es también el tiempo en que el mismo líder es desplazado 123 gradualmente de las alturas del mando capitalista por un emergente nuevo liderazgo. Esta fue la experiencia de Gran Bretaña entre el final del siglo diecinueve y el comienzo del veinte; de Holanda en el siglo dieciocho y tal vez sea la experiencia de los Estados Unidos hoy. Parece probable que las victorias de esta potencia durante el siglo XX, patentes en la americanización del mundo de hoy, aparecerán en forma retrospectiva como los momentos iniciales del cierre de su hegemonía mundial, así como la victoria de Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial y la expansión adicional de su imperio en el extranjero fueron los preludios de la desaparición final de la hegemonía mundial británica en los años cuarenta. Sin embargo, una comprensión de los modos de supervivencia basados en la gestión intelectual de modelos originales de flujo de información, capital y mercancías a partir de la supresión de las diferencias cualitativas y los modos de vida como el que hemos intentado mostrar, exige redinamizar el modelo a partir del cual se comprende la globalización una vez que el globo mismo ha mostrado sus límites de expansión posibles. Así, de hecho, más que caducar el modelo globalizador, lo que notamos es una nueva mutación, el paso a una tercera fase, a una globalización electrónica. Esta ópera a partir de la posibilidad tecnológica de crear un espacio navegable nuevamente, aunque ya no de modo físico sino virtual. Se trata de un nuevo espacio hiperdimensionado, potencialmente inagotable, un ciberespacio, cargado con la promesa de ser capaz de saciar el ansia de descubrimiento y aventura de todos a la vez, aunque en la práctica deviene más bien como un medio eficiente del capitalismo y como herramienta indispensable para la virtualización del mismo, fase que era requerida para su potenciación más allá de las mercancías y el capital real, aquel que estaba sostenido en algún tipo de recurso material tangible. Es importante destacar que no es del todo nueva esta fase. Si bien puede serlo en su rama electrónica no lo es en la del formato tecnológico. La virtualización de la actividad económica se dejaba ver en los cables submarinos del telégrafo desde la década de 1860 en adelante, con los cuales se conectaron los mercados intercontinentales. Ellos hicieron posible el comercio cotidiano y la formación de precios a través de miles de kilómetros. Chicago y Londres fueron conectados en tiempo real. El proceso de revolución de las transmisiones y de los transportes ya se había puesto entonces en evidencia desde mucho tiempo antes, si acaso la variante actual es de incremento de velocidad de flujo, y de cantidad de información en un ámbito exclusivamente hiperreal, utilizando un término de Baudrillard. Lo que tenemos ahora, en esta tercera fase, son flujos de información e intercambio que no provienen ya de ningún centro en particular (aunque sí lo tienen de hecho en algunos países desarrollados) y tampoco tienen un destino fijo sino que se definen a partir de la aleatoriedad del flujo de información y el cruzado permanente entre esos distintos flujos, produciéndose así una red virtual de choque que al no operar en un espacio físico encuentra nuevamente una esfera de dimensiones intangibles susceptibles de ser ahora cibernavegadas, ciberdescubiertas y cibercolonizadas. La desespacialización del globo real posibilita en resumen, una malla compuesta de puntos de intersección y líneas direccionales sin centro. Al negar la dignidad de las distancias y de los tiempos el espacio virtual recupera la amplitud del mundo que se había perdido cuando se descubrieron los límites físicos de la navegación abriéndonos por tanto a una nueva dimensión casi metafísica del espacio. Esta tercera globalización parece 124 reciclar un sentido de exterioridad metafísica contenedora y una referencia virtual y potencial absoluta (casi hegeliana), si bien ahora inmanente y dirigida sólo bajo la lógica de la sociedad de consumo y los flujos de capital II El proyecto de la globalización obtiene en parte su fuerza por estar constituido como un gran relato, lo que resulta destacable por cobrar auge y popularidad en una época, la nuestra, en que pareciera que tales relatos están proscritos. Una época en la que se descalifica, principalmente por una línea posmoderna de pensamiento, cualquier pretensión de construir grandes relatos; ello bajo la suposición de que todo lo que suene a grandeza, a totalidad y absoluto no puede sino revelar eurocentrismo, prejuicios coloniales, linealidad y, en último término, barbaries y desgracias a gran escala. Esta misma línea discursiva nos sugiere evitar estas tentaciones grandiosas y atenernos más bien a pequeños relatos, a elaborar discursos discretos en donde se valoren los distintos puntos de vista y que admitan que las interpretaciones deben, por su propia naturaleza contingente, permanecer en conflicto. El problema es que los promotores de estos pequeños relatos parecen olvidar que, en definitiva, esa tendencia constituye en sí misma un relato absoluto respecto al destino de los grandes relatos. Se encierra ahí su paradoja constitutiva: se condena al cristianismo, al liberalismo de corte hegeliano, al marxismo, al fascismo y se pretende favorecer una historia del detalle, del archivo, tanto como una filosofía de la especialización erudita. Sin embargo, tal vez el problema de los grandes relatos conocidos no fue su grandeza sino el hecho de que más bien resultaron pequeños, que no se acercaron efectivamente al polo de la desmesura, que no alcanzaron a medirse con el caos. Debemos reconocer que términos como el de globalización, acuñados para capturar la novedad de las condiciones emergentes, distan mucho de aislar lo verdaderamente nuevo en las transformaciones en marcha del capitalismo mundial, la soberanía estatal y las dinámicas existenciales de hoy. Los procesos globalizadores carecen de esa unidad de efectos que a veces se da por sentada cuando se habla de ellos. Me interesa enfocarme ahora en estas configuraciones de mundo y en estas consecuencias sobre todo en lo que concierne a las dinámicas de cambio en la condición humana. La primera de estas configuraciones de mundo que conviene volver a destacar es aquella que implica un cambio radical en el estilo lógico con el que se piensa el mundo. La homogeneidad espacial y la indignidad de las distancias llevan a la homogeneidad temporal e histórica, la desvalorización del pasado y de ahí a la homogeneidad de modos de vida. Prevalece una interpretación indiferente de todas las cosas que, por sus propias condiciones, favorece la implantación del sistema-mundo y la acumulación concentrada de capital al relativizar todas las opciones alternativas de subversión, las cuales quedan relegadas al mero sentimiento histérico y explosivo de corte estético y a la afectividad de la compasión por la miseria lejana y el exotismo de los conquistados. Los individuos acuden a desahogos y garantías de confort ofrecidas estratégicamente por el sistema-mundo como una sofisticada forma de tendencia civilizatoria, reforzada recurrentemente por la ilusión de libertad reducida a libertad de elección entre opciones de consumo y a la tenue afirmación del derecho a mi cosmovisión personal por la que 125 “cada cabeza es un mundo”. Estas prácticas civilizatorias, en las que subyace el principio homogeneizador, consiguen de manera eficaz operar igualmente con una tendencia inmunizadora que evita la infección y el contagio permanente en el sistema-mundo. La inmunización se ha convertido en una categoría interpretativa que atraviesa una diversidad de lenguajes particulares que van de la medicina a la política social o las tecnologías de la comunicación. Todas ellas abarcan, sin embargo, un mismo horizonte de sentido: la necesidad de asegurar, conservar y perpetuar lo propio frente a toda amenaza de alteridad. Se pregunta el historiador de las doctrinas políticas Roberto Esposito: “¿Qué tienen en común fenómenos como la lucha contra un nuevo brote epidémico, la oposición a la solicitud de extradición de un jefe de estado extranjero acusado de violaciones a los derechos humanos, el refuerzo de las barreras contra la inmigración clandestina y las estrategias para neutralizar el último virus informático?”281. Pues bien, todas ellas pueden ser entendidas como respuestas de protección ante un peligro. “ya se trate de la explosión de una nueva enfermedad infecciosa, de la impugnación de prerrogativas jurídicas consolidadas, de la repentina intensificación del flujo migratorio o de las maniobras sobre los grandes sistemas de comunicación –por no hablar de un ataque terrorista-, lo que se presenta es, no obstante, la ruptura de un equilibrio anterior y, por ende, la exigencia de su restitución”.282 En cualquier caso, sea asediado el cuerpo de un individuo (por una enfermedad infecciosa); el cuerpo político (por una injerencia violenta o terrorista); o el cuerpo electrónico (por parte de un mensaje pernicioso), lo invariable es que la amenaza se sitúa en la frontera entre el interior y el exterior, lo propio y lo extraño. La globalización, entendida desde su acepción homogeneizadora, parece asumirse sistemáticamente como un organismo que, para mantener su cohesión identitaria recurre a constantes maniobras encaminadas a la disolución de las diferencias, así como de las posibles intromisiones que amenazan con desintegrar las aparentes certezas del sistema-mundo. Lo sano, seguro e idéntico a sí mismo, no debe exponerse a la contaminación pues corre el riesgo de quedar devastado. Parece olvidarse que tanto el cuerpo como el cuerpo social no están hechos de una vez por todas sino que se constituyen y evolucionan a partir de su trato y sus cruces con la alteridad. Pero podríamos argumentar lo siguiente: ¿acaso no son los usos del tiempo y del espacio hoy tanto diferentes como diferenciadores?; ¿acaso la globalización no divide en la misma medida en que une? Sí, aunque las causas de la división son las mismas que las que promueven la uniformidad del globo. Es decir, existe una tendencia general a la diferenciación, lo que la convierte en una tendencia idéntica y homogénea. No obstante, es interesante captar esta calculada ambigüedad de los procesos globalizadores la cual revisaremos ahora, aprovechando, a manera de ejemplo, dos procesos paradójicos de la globalización que se encuentran estrechamente interconectados según nos lo deja ver Zygmunt Bauman283: por una parte la planetarización emergente (caracterizada por las dimensiones planetarias de los negocios, las finanzas, el comercio, los modos de vida y el flujo de información) y por otra la localización insidiosa (caracterizada por un proceso localizador y de fijación al espacio, 281 Roberto ESPOSITO, Immunitas. Protección y negación de la vida, Amorrortu, Buenos Aires, 2005, pp. 910. 282 Ídem. 283 Cfr. Zygmunt BAUMAN, La globalización, consecuencias humanas, FCE, México 2003, pp. 103-133. 126 con individuos imposibilitados para desplazarse globalmente y que deben soportar los cambios que sufra la localidad a la que se les ata). Lo que para algunos aparece como globalización, aparece como localización para otros. El gran valor de la globalización es la libertad de movimientos, nuevo factor de estratificación en nuestra modernidad tardía. Algunos individuos, algunas naciones y algunos objetos se vuelven plenamente globales, se desplazan rápidamente, lo suficiente para eludir cualquier intención de encauzarlos; otros individuos quedan detenidos en su localidad, y ser local en un mundo globalizado se vuelve señal de penuria, estigma de degradación social. Inevitablemente, por tanto, los procesos globalizadores incluyen una segregación, separación y marginación social progresiva. Por una parte conducen al neotribalismo, por otra a la hibridación, y ambos procesos operan con valoraciones diversas para quienes ocupan la cima que para quienes ocupan la base de la nueva jerarquía. En tanto, la nueva “clase media”, el grueso de la población, sobrelleva el mayor peso de esta oposición y de ahí se derivan sus consecuencias: padecer miedo, inseguridad, incertidumbre existencial, ansiedad. La necesidad de mitigar esos miedos y neutralizar su potencial de desasosiego y descontento es a su vez un poderoso factor que contribuye a una mayor polarización. Podemos ahora ir aproximando algunas consecuencias básicas derivadas de este recorrido a través del espectro de la globalización. En primer lugar, ésta arrastra a las economías a la producción de lo efímero, volátil y precario; se abrevia estratégicamente la vida útil de los productos, los servicios, las teorías y los valores. Esta abreviación se extiende, irremediablemente, a la brevedad de todo compromiso y responsabilidad asumida por el hombre. Para conseguir situarse en el imaginario de los deseos y necesidades de los consumidores, los bienes, servicios, teorías y valores deben abrirse paso entre el denso y oscuro laberinto de la competitividad global desregulada. Para hacerlo deben despertar el deseo seduciendo a los consumidores eventuales con dinámicas más agresivas y espectaculares que las de la competencia. Pero, en una economía de la seducción, la relación entre los individuos y los objetos viene marcada por la prohibición de conceder a esa relación nada más que el tiempo suficiente para que se desvanezca la deseabilidad de ese objeto sobre ese individuo. La economía del capitalismo global se presenta así como una angustiosa carrera de inflaciones y deflaciones del deseo y sus consecuentes frustraciones. Nos dice Bauman: La naturaleza propia de las atracciones consiste en que tientan y seducen sólo en tanto nos hacen señas desde esa lejanía que llamamos futuro; por su parte, la tentación no sobrevive mucho tiempo a la rendición del tentado, así como el deseo jamás sobrevive a su satisfacción.284 De hecho este desplazamiento incesante en pos de emociones y deseos nuevos no tiene una meta evidente. Es mucho más cercana a la emoción por el descubrimiento que incitaba a los navegantes en los inicios de la modernidad a tomar sus naves y desplazarse en busca de novedades. Una vez que toda distancia parece estar comprimida y homogeneizada de manera que ninguna escala espacial es mayor que las ambiciones del explorador de sensaciones, ávido de emociones nuevas, la idea de límite deja de tener sentido. La rueda mágica que aqueja al hombre contemporáneo, constituida por un oscilar 284 Ibid., p. 104. 127 del deseo y la inquietud de novedad, de consumo, acumulación, insatisfacción y nuevamente el deseo y la inquietud de novedad no parece, sin embargo, querer asumirse como un problema propio del capitalismo globalizador en nuestros tiempos. Nos lo explica Jeremy Seabrook: No se puede “curar” la pobreza porque no es síntoma de capitalismo enfermo. Por el contrario, es señal de vigor y buena salud, de acicate para hacer mayores esfuerzos en pos de la acumulación… Hasta los más ricos del mundo se quejan de las cosas de las que deben prescindir… Hasta los más privilegiados están obligados a padecer el ansia de adquirir […]285 Para el consumidor de la sociedad de consumo, estar en marcha, buscar, no encontrar, o mejor, no encontrar aún, no es malestar sino promesa de felicidad; tal vez es la felicidad misma. Viajar es esperanza, llegar es una maldición. La regla del juego consumista no es la avidez de obtener y poseer, ni la de acumular riqueza en el sentido material y tangible, sino la emoción de una sensación nueva e inédita. Los consumidores son, ante todo y como los navegantes de la primera modernidad, acumuladores de sensaciones y experiencias. Arrojados a un mar vasto, sin brújula ni mapa, sin anclas ni boyas visibles, podemos experimentar placer ante los nuevos descubrimientos o desesperarnos y ahogarnos. A fin de cuentas no hay puerto seguro a donde llegar. Cualquier posible refugio remoto que aún hoy podamos encontrar no tardará en convertirse en marina, parque de diversiones o sitio turístico de aventura. Descartada, pues, esta opción, sólo nos queda una de las dos primeras. Cual escojamos depende, en buena medida de tener conciencia tanto de la resistencia del barco como de las destrezas del marinero. III Como Jano, la globalización revela dos rostros, pues los mismos fenómenos pueden ser vistos a partir de condiciones paradójicas: como fuentes de optimismo y desarrollo de una sociedad más justa o bien de pesimismo y retroceso a la inhumanidad y la injusticia. Tomemos el ejemplo de la modificación de las formas de apertura entre lo público y lo privado. Para unos, la expansión de las formas de transparencia revela un avance notable; para otros representa un serio riesgo. De hecho, al hablar de lo público y lo privado en la globalización podríamos estar ante un fenómeno modélico, pues nos remite a su vez al conflicto entre libertad e igualdad, mismo que sintetiza el conflicto inicial de toda globalización: diferencia y homogeneidad. Sigamos a Giacomo Marramao cuando se pregunta: ¿resulta inevitable que la relación entre libertad e igualdad se configure como un “juego de suma cero”, esto es: donde prevalece la libertad y el dinamismo individuales hay discriminación; donde se afirma en cambio el principio igualitario se produce una tendencia al aplanamiento, a las nuevas tiranías de la homologación y el conformismo? ¿O se trata más bien de que esta manera 285 Jeremy SEABROOK, The Race for Riches: The Human Cost of Wealth, Marshall Pickering, Basingstoke, pp. 15-19. 128 de plantear la cuestión neutraliza y disimula los factores de poder que inducen a formularla?286. Lo interesante es detectar que a pesar de que la tendencia de la globalización hacia la homogeneización parece conducir a la ampliación del horizonte de la vida pública y, simultáneamente, al repliegue de la privacidad, pareciera más bien que el efecto es contrario: el declive del hombre público.287 Parece extraño afirmar esto, hablar de que el efecto de la globalización ha sido un espacio público muerto, vacío y sin esperanzas, acompañado inversamente con una inflación de lo íntimo, de las transacciones psíquicas, únicos espacios en donde se cree posible encontrar lo auténtico y verdadero. El espacio público muerto es una razón concreta para que las personas busquen en el terreno resacralizado de lo íntimo lo que estiman que se les ha negado en el plano de lo ajeno. Deviene así un fenómeno característico de la globalización: el aislamiento total en medio de la visibilidad pública, la incomodidad radical del hombre contemporáneo por sentirse expuesto en público, (por lo que para soportarla desarrolla toda una serie de ortopedias de espera y máscaras de falsa naturalidad: teléfonos celulares, automóviles, etc.). El hombre globalizado prefiere guardar silencio ante el otro para protegerse, solo se descubre ante aquellos que ha escogido para establecer contacto. Incluso en la web y sus blogs, se deja ver la aparente globalización de encuentros que de hecho son privados; la arquitectura posmodernista de la posguerra, por ejemplo la International School, busca favorecer la interacción con la diversidad pública a través del acceso a los rascacielos por la vía de plazas al aire libre y la transparencia del vidrio en todo el edificio, pero de hecho es sólo una ilusión. El vidrio aísla también de la vida de la calle las actividades que se desarrollan en el interior del edificio. En este concepto de diseño se combinan la estética de la visibilidad con el aislamiento social y la producción efectiva de diferencias en un entorno aparentemente homogeneizante; esta estética llega a hacer impracticable exactamente aquello que parece prometer retóricamente: la fluidez del contacto, la homogeneización de las relaciones sociales. Parece entonces, que la vida globalizada moderna debe conservar cierto nivel de heterogeneidad, debe conservar al extraño para preservarse y, además, debe conservarlo como tal, marginal pero a la vista. Sólo así reafirma su retórica de igualdad. La vida globalizada se ve obligada a apropiarse artificialmente de la diferencia, a consumirla para expulsarla y poder volver a consumirla. La globalización puede hacer esto porque es consciente de que los procesos nunca ocurren simultáneamente en todos los miembros de los subsistemas sociales. Como decía Herder «en la actualidad toda cosa cambiante lleva consigo la medida de su propio tiempo […] Existen en el universo innumerables tiempos»288. La diferenciación entre los subsistemas sociales produce temporalidad, por la razón de que la asincronización de los tiempos internos de los subsistemas evita que todo pueda suceder al mismo tiempo, evitando así que todo cambio cambie todo. La apertura geográfica del globo (el descubrimiento de “nuevas” zonas geográficas) trajo a la luz una variedad de “niveles culturales” coexistentes, que a través de procesos de comparación sincrónica fueron ordenados diacrónicamente. Fueron estas comparaciones las que efectivamente permitieron la noción de “progreso”. 286 Cfr. G. MARRAMAO, Poder y secularización, Península, Barcelona 1989, p. 207. Cfr. R. SENNETT, El declive del hombre público, Península, Barcelona 2002. 288 J.G. HERDER, Metakritik der Kritik der Reinen Vernunft, Berlín 1965, p. 68. 287 129 Pero el progreso es una significación imaginaria, que es apropiada de forma asimétrica por diferentes colectivos a nivel planetario289. Así, la contemporaneidad de los nocontemporáneos, de los “atrasados”, “subdesarrollados”, “primitivos” participa, aunque de forma desigual del nuevo mito del “progreso”. Finalmente, debemos indicar que una característica que configura la nueva conciencia de la época global, es asumirla como un periodo de transición. Por una parte se da la alteridad expectante de un futuro promisorio y, por otra, la alteración en el ritmo de la experiencia temporal. La “época” y el “periodo” coinciden dentro de un horizonte de movimiento que se excede a sí mismo. Por ello la anticipación providencial y la ejemplaridad de las historias antiguas se desvanecen. La dificultad de aprender el propio tiempo crece, por la razón de que el curso que tal tiempo hubiera seguido no pudo ser derivado de ninguna experiencia previa. Dice Reinhart Koselleck que “el futuro deviene un desafío, un puzzle”290. 289 J.P. ARNASON, «The Imaginary Constitution of Modernity», en Revue Europeene des Sciences socials, XX, Ginebra 1989, 323-337. 290 R. KOSSELLECK, Vergangene Zukunft, Frankfurt 1979, pp. 233ss. 130 Cómo la violencia se opone a la liberación. Cuerpos de mujeres, territorios de vida Francesca Gargallo Celentani Para Horacio Cerutti, por la amistad y el diálogo Quisiera detenerme en las ideas centrales sobre la explotación laboral y la educación a la violencia de dos pensadoras, la filósofa de la historia Silvia Federici y la antropóloga Rita Laura Segato, porque se acoplan a las prácticas de organización alrededor de la memoria de las mujeres asesinadas del colectivo Bordando Feminicidios, de México, las reflexiones de Lorena Cabnal, feminista comunitaria xinka sobre el cuerpo-territorio y las acciones de denuncia del neoliberalismo económico y la feminización del trabajo de colectivos de barrio y grupos y comunas autónomas. En la actualidad, el capitalismo avanza expoliando a las personas de su vida comunitaria, sus lazos asociativos, sus características solidarias, arrebatando la memoria y los espacios donde ejercerla colectivamente y, sobre todo, despojando a los pueblos indígenas y campesinos de sus territorios. Estas prácticas de saqueo son necesarias para ejercer la plena explotación de la fuerza de trabajo de las personas y para olvidar que el primer territorio donde se asienta la vida es el cuerpo. En el cuerpo se expresa la vida personal y colectiva. Por lo tanto, el cuerpo-territorio es, a la vez, espacio que la comunidad hereda e instrumento de construcción de la comunidad misma desde la vida particular. Los cuerpos sometidos a la violencia y los cuerpos que actúan para salir de la violencia están en el centro de la reflexión política feminista actual. Son el lugar donde se evidencian las violaciones a los derechos humanos (hambre, represión, sobrecarga de trabajo, vulnerabilidad extrema, encierro, golpes, miedo, tortura sexual, marginación, asesinato, obediencia a normas de género y sexualidad impuesta) y donde la aptitud para relacionarse con las y los demás deviene sujeto (deviene sujeto colectivo, nosotras/os, más específicamente). Regidos por convenciones sociales más o menos rígidas, erotizados según esquemas económicos que requieren, según el momento, de más o menos mano de obra o combatientes de guerras (con un énfasis en la heteronormatividad reproductiva en la etapa expansiva, que se vuelve norma del deseo, del abuso y del pudor), los cuerpos son también el instrumento vital de resistencia a las normas. Su encuentro produce incontables libertades, desbarata censuras, vuelve borrosos los límites racistas y clasistas, y pone en juego tanto su vulnerabilidad como su fuerza. Controlar los cuerpos es la principal actividad represiva de los gobiernos desde inicios de la Modernidad. El control puede ser de tipo represivo o normativo, eso es, profundamente respetuoso de “la ley” y productor de una idea de justicia científica y cuantificada. Desde la infancia las niñas y los niños reciben instrucciones: los carteles escolares rezan “No corras, no empujes, no grites”; las filas para entrar a clases contienen el deseo de movilidad; la reclusión en el recinto escolar ubica lo educado, lo propio, lo civilizado en el ámbito del claustro y la dificultad de relación entre iguales. Quien grita, gesticula, 131 camina por la calle, realiza un trabajo físico es “mal educado”, su participación en el debate político se ve como sucia, fuera de lugar, su presencia en el juego de la democracia es tolerado, pero le resulta repugnante, casi indecente a los dirigentes (casi siempre hombres o mujeres muy masculinizadas). Los cuerpos juntos son obscenos, en su doble sentido de fuera de lugar e inmundos para un sistema que nos quiere individuos educados. ¿Pero qué es un individuo educado sino un sujeto que se ve a sí mismo como único, separado de los demás, propietario de bienes, saberes, competencias y derechos que le son propios y lo defienden de la injerencia de las demás personas? En cuanto individuos, las personas se someten a un sistema legal impersonal que las rebasa precisamente como sujetos: nadie individualmente está por encima de la ley. La ley sustituye a la justicia comunitaria, a la reflexión sobre lo que es bueno para la colectividad, a la mediación para la reparación de los daños y la buena vida. Sobre la ley se sostiene la democracia representativa, que contabiliza votos individuales, pero repele la asociación de las personas para decidir a quién y qué votar (otorga ese derecho únicamente a una pequeña cúpula de dirigentes de partidos). De uno en uno, los sujetos son cuerpos reducibles a la observancia de reglas de comportamiento que fomentan la insensibilidad hacia las demás personas. Reglas en ocasiones no dichas, etiquetas o acciones y expresiones “políticamente correctas” que los sistemas de comunicación masiva utilizan para reforzar un afán de castigo que se revela en una pedagogía de la crueldad hacia otros cuerpos.291 Los buenos modales de la modernidad responden a descalificaciones de los saberes empíricos que vienen de la Ilustración y que tienen implicaciones clasistas y racistas, aunque no sean explícitas. Santiago Castro Gómez nos ha recordado que el ideal del científico ilustrado era tomar distancia epistemológica frente al lenguaje de la experiencia y de las personas que lo hablan, en particular las personas de los pueblos sometidos o esclavizados, para construir un imaginario objetivo y desapasionado.292 Debido a una cierta “sociología espontánea” de las personas (hombres) que tenían acceso a la educación, y que Castro Gómez define como una clasificación inmediata de las personas por su origen étnico,293 se puede inferir que los científicos atribuían una menor capacidad de abstracción a las mujeres, a las y los campesinos y, sobre todo, a las personas que hablaban lenguas indígenas. Sin embargo, las prácticas contemporáneas de muchos pueblos originarios de América apelan a otros sujetos, eso es, sujetos colectivos o sujetos “nosótricos”, como los llamaba 291 Rita Laura Segato ha esbozado en varias entrevistas, cursos y artículos la idea de una “pedagogía de la irresponsabilidad”, cuando no de una “pedagogía de la crueldad” en la violencia contemporánea. Cfr. “El sistema penal como pedagogía de la irresponsabilidad y el proyecto “habla preso: el derecho humano a la palabra en la cárcel”, Texto leído en el encuentro Culture, Violence, Politics, and Representation in the Americas , marzo 24 y 25 de 2003, en la University of Texas, Austin, School of Law, auspiciado por el Teresa Lozano Long Institute of Latin American Studies, la Organización Arte sin Fronteras y la UNESCO y “La pedagogía de la crueldad. Entrevista”, Página 12, Buenos Aires, Viernes 29 de mayo de 2015. 292 Santiago CASTRO GÓMEZ, La hibris del punto cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada (1750-1816), Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas 2008, p. 383 293 Ibidem, «los ilustrados criollos proyectaron su propio habitus de distanciamiento étnico (su “sociología espontánea”) en el discurso científico, pero ocultándolo bajo una pretensión de verdad, objetividad y neutralidad»: p. 12. 132 Carlos Lenkensdorf,294 o “comunalidades”, como los llaman Floriberto Díaz y Jaime Martínez Luna.295 Excluidos del gobierno central por cinco siglos de europeización tan forzada como frustrada, para las y los miembros de diversas comunidades indígenas juntarse, literalmente juntar sus cuerpos en un espacio colectivo, es el inicio de la política, la culminación y la vuelta a empezar de un proceso constante de construcción de la comunidad. Es una práctica emparentada con la política del “entre mujeres” propia del feminismo radical, de la relación política y el vínculo educativo que se establece cuando dos mujeres o más se juntan para pensar su realidad. Como recuerda la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui, “el mundo indígena no concibe a la historia linealmente, y el pasado-futuro están contenidos en el presente”, por lo tanto las mujeres y los hombres de los pueblos indígenas fueron y son fundamentalmente seres contemporáneos y tienen su propia apuesta a la modernidad.296 Su sujeto político es el “nosotras/os” que se conjuga con el yo, sin ser sólo un conjunto de individuos. “Nosotras somos cuando la necesidad o la voz de alguien nos junta. Si una dice que su marido le pegó, entonces nosotras llegamos con ella, la escuchamos, la tranquilizamos. Luego intentamos juntas resolver el problema, porque es un problema que una mujer sea golpeada. Lo hacemos juntas, porque aunque es una la que sufre la violencia como mujer es que todas la podemos sufrir si no solucionamos el problema; en cuanto mujeres mayas, sin que intervenga la ley ladina, buscamos la solución en el seno de nuestra sociedad”, relata la socióloga quiché Gladys Tzul Tzul.297 La comunidad existe en cuanto un sujeto colectivo la hace ser. Y puede ampliarse, ampliando el debate ético y la redefinición constante de la buena vida. Los cuerpos de la comunidad son aquellos que se reconocen en el nosotros/as.298 En las últimas décadas, los cuestionamientos de las mujeres a su exclusión de los cargos (que conllevan responsabilidades y reconocimientos públicos), así como el sutil tejido de interpretación de las reglas sexuales que implican una carga laboral sacralizada (la preparación de los alimentos, el cuidado del fuego, la recolección del agua), hablan de un nosotros/as que se amplía. La llamen o no “feminismo”, la continua participación política de las mujeres en 294 «La comunalidad se hace presente en su práctica. Dicho de otro modo, en la comunidad se hace presente un fenómeno poco conocido en nuestro contexto socio-cultural. Es el NOSOTROS. Los alumnos venían de muchas comunidades pero en el momento de enfrentar un problema, es la comunalidad, una forma del NOSOTROS, que surge entre ellos con una llamada ineludible. Los alumnos actúan con una reacción inmediata y no reflexionada. Por decirlo así, el NOSOTROS está latentemente presente y se manifiesta en el momento de que "algo" lo llame. En estos casos el NOSOTROS funciona como atractor hacia el cual se movilizan las personas. Visible para todos, cada uno se moviliza para que todos se junten y empiecen a actuar en forma NOSÓTRICA. El atractor se manifiesta al atraer y juntar a todos que estén asequibles y perciban la llamada. Al movilizarse el NOSOTROS, éste se muestra como principio organizativo social con implicaciones múltiples, algunos de las cuales podemos señalar enseguida.” Carlos Lenkersdorf, «Lengua y diálogo intercultural»: Revista Electrónica de Estudios Filológicos, n. 6, (2003), https://www.um.es/tonosdigital/znum6/estudios/Lenkersdorf.htm 295 Jaime MARTÍNEZ LUNA, Eso que llaman comunalidad, Conaculta (Colección diálogos. Pueblos originarios de Oaxaca), México 2010. 296 Silvia RIVERA CUSICANQUI, Ch’ixinakax utxiwa: una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores, Tinta Limón ediciones, Buenos Aires 2010, p. 55. 297 Entrevista personal, realizada en Totonicapan, septiembre de 2010. 298 No en todos los casos. Se puede participar de ciertas decisiones de la comunidad y no tener injerencia en otras, por ejemplo ahí donde el territorio comunal pertenece o es cuidado sólo por las familias de cierto apellido. 133 los movimientos comunitarios es hoy una marca de la ampliación del sujeto colectivo. 299 Desde la aceptación de la Ley Revolucionaria de las Mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en diciembre de 1993, por ejemplo, la exigencia de los derechos de las mujeres es parte de la lucha política de los pueblos maya zapatistas y la presencia de las mujeres en puestos de dirigencia es incontestable. No obstante, durante las últimas dos décadas, la violencia delincuencial, aquella que los medios y los gobiernos no reconocen como “política”, sino que definen como “flexible, escurridiza y mutable” y vinculan al narcotráfico, la trata de personas, la extorsión, el sicariato (sin decir nunca que éste está al sueldo también de mineras, petroleras y empresas de construcción y comercialización), en Nuestramérica, ha puesto en entredicho mucho procesos de liberación que vienen desde abajo y que son nosótricos. El terror, impuesto por la crueldad extrema y el miedo que genera, provoca una profunda crisis en las comunidades, así como en los pueblos y ciudades latinoamericanas. Pueblos enteros han sido desplazados de sus territorios; otros se resisten, reelaborando consignas comunitarias, pero o logran un gobierno autónomo, como el municipio de Cherán, en Michoacán, o pagan el precio de un incremento de asesinatos, apresamiento y violaciones de las y los dirigentes, defensores/as territoriales, ecologistas y portavoces. La memoria siempre presente de su ser nosotras/os les permite reorganizarse constantemente y, en ocasiones, tener éxitos de gran repercusión, como en el derrocamiento del presidente guatemalteco Otto Pérez Molina (septiembre de 2015), quien durante la guerra de genocidio en la década de 1980 actuaba bajo el seudónimo de mayor Tito Arias, y fue el responsable de la muerte de 8 campesinos quichés en Totonicapán el 4 de octubre de 2011. El narcotráfico300 hoy opera como el continuador de la colonización, tanto como lo hacen las mineras o las empresas de fracturación hidráulica. Para dominar un territorio, lo ocupan y obligan a sus habitantes a plegarse a sus normas. ¿Dónde está entonces el límite entre una actividad legal y una ilegal? Lorena Cabnal, que en la Montaña Xalapan resiste con mujeres y hombres a la Mina San Rafael de Guatemala Copper S.A., porque «el territorio no es sólo la tierra», sostiene que la “penetración colonial” no ha terminado, ya que «la invasión y posterior dominación de un territorio ajeno empezando por el territorio del cuerpo»301 se ha incrementado. La violación, por lo tanto, es una forma de invasión, no sólo un abuso, o uso extralimitado de algo íntimo, ligado a la sexualidad. La penetración colonial no usa la violación como quien comete un delito, hace de ella un plan, un acto de sometimiento y de apropiación, contra el cual debería luchar todo el 299 Francesca GARGALLO CELENTANI, Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en Nuestra América, Desde Abajo, Bogotá 2015. 300 Por narcotráfico no debe entenderse únicamente la actividad de producción y comercialización de sustancias ilegales. Con el término narcotráfico se cobijan una serie de actividades delincuenciales que van de la extorsión, al sicariato, a la trata de personas y la esclavización de trabajadores especializado mediante el secuestro. Los “narcotraficantes” siembran el terror en la población local, para obligarla a la obediencia de sus reglas o para desplazarla cuando su territorio es requerido para la siembra de amapola, mariguana o coca, o para actividades extractivas (legales o ilegales) o para el tránsito de los traficantes de armas y personas. El narcotráfico es condenado públicamente, pero representa la forma latinoamericana de delincuencia organizada que cuenta con la anuencia y el apoyo de gobiernos y grupos financieros legales, que no renuncian a los ingresos libres de impuestos que producen sus operaciones delincuenciales. 301 Lorena CABNAL, «Acercamiento a la construcción de la propuesta de pensamiento epistémico de las mujeres indígenas feministas comunitarias de Abya Yala», En Feminismos diversos: el feminismo comunitario, Acsur Las Segovias, Madrid 2010, pp. 11-25. p. 5 134 pueblo, no sólo las mujeres, pero que encuentra un terreno propicio en comunidades educadas por el “patriarcado ancestral”. En efecto, muchos pueblos en la época inmediatamente anterior a la invasión española consideraban a las mujeres como botín de guerra o como objetos de trueque en los matrimonios acordados. 302 La violencia actual tiene un origen colonial, sin lugar a duda, pero reconocerlo no es suficiente. Esta violencia nos exige una lectura dinámica, compleja de las transformaciones de las formas de opresión, destrucción e invisibilización de los cuerpos de las mujeres, así como de sus formas de defensa y reafirmación en la historia, que es siempre historia geográficamente ubicada y nunca universal. Desde el golpe de estado en Argentina, en 1976, las madres de las y los desaparecidos se han organizado en toda nuestra América logrando cambios significativos en la definición misma de los derechos humanos. En 1993, las madres de las jóvenes desaparecidas, secuestradas, torturadas y asesinadas de Ciudad Juárez exigieron en colectivo una respuesta del estado frente a un delito que hasta entonces había sido considerado del ámbito privado o de carácter sexual. Ellas enunciaron y definieron el feminicidio como un asesinato selectivo de las mujeres por ser mujeres, y rastrearon la larga construcción de la violencia contra las mujeres en las ciudades modernas del neoliberalismo, donde han desaparecido los derechos laborales y la exención de impuestos provoca que las autoridades no puedan mejorar la infraestructura urbana y se desinteresen de los asuntos de la ciudadanía. La definición del feminicidio fue, por lo tanto, un acto político colectivo. Posteriormente, un gran trabajo de reflexión feminista se derivó del acto de rebelión de las madres ante la impunidad de los feminicidas. Marcela Lagarde, Rita Laura Segato, Julia Monárrez, y otras más, no han dejado de reflexionar sobre los múltiples significados del acto feminicida y su influencia en la cultura.303 ¿A qué economía, a qué tipo de definición de la persona, a qué cultura corresponde la violencia que se expresa en el feminicidio? ¿Cuáles son las reflexiones y las acciones políticas que produce? ¿Qué mirada genera sobre el cuerpo de las mujeres en Nuestra América? La violación, la tortura y la muerte de la violencia feminicida parecen responder a una recuperación colonial de los cuerpos femeninos cuyo proceso de liberación se inició con la formulación de una palabra colectiva para definirse y definir el mundo deseado. Para Silvia Federici, feminista marxista italiana que vive en Nueva York, quien participó y acompañó en la década de 1980 la lucha de las mujeres nigerianas para la defensa de sus tierras comunales contra las petroleras y quien piensa en voz alta hoy con mujeres mayas y de otros colectivos en Nuestramérica sobre la producción de «lo 302 Ibidem, p.4. 303 Cfr. Julia Estela MONÁRREZ FRAGOSO, «La cultura del feminicidio en Ciudad Juárez, 1993-1999», Revista Frontera Norte, Colegio de la Fontera Norte, México, vol. 12, n. 33 (2000), http://132.247.1.49/mujeres/menu_superior/Feminicidio/5_Otros_textos/14.pdf; Marcela Lagarde acuñó e introdujo el feminicidio como delito en el Código Penal y la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en México desde febrero de 2007, bajo la forma de «violencia feminicida»; Rita Laura SEGATO, «Qué es un feminicidio. Notas para un debate emergente», en: Marisa BELAUSTEGUIGOITIA y Lucía Melgar (comps.), Fronteras, violencia, justicia: nuevos discursos. PUEG/UNIFEM: México 2007, pp. 35-48; entre otras. Últimamente, Segato propone el estudio del feminicidio como un “Femigenocidio”: “Femigenocidio y feminicidio: una propuesta de tipificación”, texto leído en la mesa “Feminismos Poscoloniales y descoloniales: otras epistemologías”, durante el II Encuentro Mesoamericano de Estudios de Género y Feminismos, 4-6 mayo de 2011, Ciudad de Guatemala. 135 común», hay que terminar de luchar contra el capitalismo. El capitalismo, en efecto, se erige sobre el cercamiento de las tierras y los cuerpos para el despojo de su valor: materias primas y trabajo humano, eso es trabajo de producción y de reproducción. Por supuesto, el capitalismo no inventó la explotación, ni la propiedad privada ni la sumisión de las mujeres, pero todos los otros sistemas de explotación (sea los precedentes en Europa sea los no europeos) vieron la riqueza como animales, tierra, bosques, agua, miel, telas, granos, metales. El trabajo humano era importante para construir, crear, cultivar en mundos donde el arte era colectivo y la espiritualidad, algo inmanente que involucraba la vida de todas las personas y seres. Con el capitalismo, cambia tanto la concepción de trabajo como la de riqueza.304 La historicidad de esta concepción de la riqueza vuelve imposible universalizar la explotación de las mujeres que está en la base del patriarcado occidental moderno. Después del fin oficial del socialismo a finales del siglo XX, el capitalismo ya no necesita disimular su violencia bajo una cara democrática. El actual proceso de acumulación pasa por encima de los derechos sociales de la población y de los derechos que las mujeres estaban alcanzando en su proceso de liberación. «Yo no veo posibilidades de cambio sin pensar en una lucha masiva que no solamente ponga una límite a esto, sino que establezca y empiece a construir una sociedad alternativa», sostiene Federici. Además considera que la violencia contra las mujeres es un instrumento para «la privatización de los todos los afectos de nuestras vidas».305 Ahora bien, el capitalismo es el sistema económico de esa Modernidad ligada a la actividad comercial que se inicia con la invasión de América en 1492. La precisa concepción de la riqueza social como trabajo humano del capitalismo, implica una transformación del tiempo de las personas de la cual se encarga la cultura de la Modernidad. Los horarios de la explotación laboral intervienen en la subjetivación de las personas, cuyos cuerpos son convertidos en máquinas para rendir. Personalmente concibo la Modernidad como el tiempo histórico de la hegemonía del capitalismo; ninguna hegemonía es absoluta, por lo tanto en la Modernidad conviven todas las formas de indocilidad ante esa hegemonía, desde las resistencias indígenas y los palenques negros en América, hasta las utopías heréticas y anarquistas, el feminismo y las comunas, las búsquedas revolucionarias liberal y socialista, el pacifismo y los procesos de liberación, entre ellos la propuesta zapatista. Es precisamente porque la Modernidad engloba también las respuestas a la aplanadora capitalista –que, sin embargo, hasta hora no han logrado sustituir- que resulta tan contradictoria.306 Para Federici, el capitalismo concibe el trabajo humano como una acción que debe incrementarse para que produzca riqueza, por lo tanto traslada la importancia del cultivo 304 Laura MURILLO RUBIO, «El cuerpo de la mujer es la última frontera del capitalismo», entrevista con Silvia Federici», El Diario Norte Euskadi, 18 de mayo de 2014, http://www.eldiario.es/norte/euskadi/cuerpo-mujer-ultima-frontera-capitalismo_0_260374735.html 305 Idem. 306 Las reflexiones sobre qué es la Modernidad en América, cómo en ella se produjeron utopías que buscaban transformarla, que relación tenía con el racismo y las relaciones coloniales más allá del dominio político, fueron un hilo conductor de los seminarios que organizó el filósofo Horacio Cerutti y en los cuales por 25 años participaron diversas/os pensadoras/es. Una de las cuestiones más importantes que se identificaron fue que en la Modernidad se da una heterogeneidad productiva de sistemas y contrasistemas, significaciones y pedagogías. Cfr. David GÓMEZ ARREDONDO, Calibán en cuestión, Aproximaciones teóricas y filosófica desde nuestra América, Desde Abajo Ediciones, Bogotá 2014. 136 de la tierra al cultivo del trabajo humano. A través de la división social entre campo y ciudad y la conversión del campesinado en explotados sin importancia propia, la colonización y sometimiento de las naciones de América y África y la esclavitud de millones de personas traficadas, el capitalismo acumuló trabajo humano. Para conservarlo e incrementarlo, ha usado la pena de muerte para prohibir el uso de anticonceptivos a las mujeres y persigue a las que abortaban. Es decir, el capitalismo interviene directamente para apropiarse del cuerpo de las mujeres y convertirlas en máquinas productoras de trabajadores.307 Es en el contexto de hambre de trabajo que tiene el capitalismo donde evoluciona el patriarcado. La violencia sexual se convierte en una forma de relación social, promovida por el control del Estado sobre el cuerpo de las mujeres. Acomuna la quema de brujas con la violación de las mujeres de los pueblos sometidos durante las guerras de invasión colonial, que según la historiografía nasa no es sino el primero de los tres momentos de su historia moderna.308 La violencia -que es a la vez práctica de crueldad física y amenaza de su uso, dureza e intimidación- sostiene el control de la procreación y del trabajo de la reproducción. En el capitalismo, las mujeres deben procrear trabajadores y cuidarlos todos los días y deben hacerlo en condición invisible, en condiciones no pagadas, porque de esta manera se reproducen de una forma muy barata. El capital puede tomar toda la riqueza que los trabajadores producen y pueden tomarla porque las mujeres producen trabajadores casi gratis.309 Ahora bien, si cruzamos el análisis del trabajo no pagado de las mujeres con la idea que la violación es una manifestación primaria de la violencia entre las personas, tal y como lo sostiene Rita Laura Segato en Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre géneros entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos,310 entendemos que la riqueza como explotación del trabajo produce también una economía simbólica del poder, ya que la violación de los cuerpos de las mujeres naturaliza la exacción forzada de servicios (el sexual y el laboral). Dicha exacción construye el género, la edad, la raza y la clase como sustratos organizativos, según quién ejerce y quién sufre la dominación, desde tiempos tan lejanos que es fácil confundir la historia de las relaciones de género (y, por lo tanto, de la guerra y de la opresión) con la historia misma de la humanidad. 307 Silvia Federici ha trabajado sobre la historicidad del control de la procreación y la violencia contra las mujeres de los aparatos represivos de los estados monárquicos absolutistas que sustituyeron al sistema feudal europeo y la ha relacionado con la actual rapiña de las tierras comunales, que constituyeron el núcleo central de la resistencia y defensa de los pueblos indígenas de los países otrora coloniales en Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Buenos Aires, Tinta Limón, 2010 y http://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Caliban%20y%20la%20bruja-TdS.pdf 308 En 2010 tuve el honor de presenciar algunas conversaciones acerca de la historia de la Modernidad mientras se configuraban los programas de estudios de la Universidad Autónoma Indígena e Intercultural Nasa, cerca de Popayan. Para las y los historiadores nasa conversaban acerca de que la Modernidad en América se divide entre el tiempo de la confrontación armada contra los invasores, el tiempo de la resistencia para garantizar la sobrevivencia de los pueblos y el tiempo de la reafirmación y visibilidad. Mientras los dos primeros tiempos son fluctuantes y varían de zona en zona, de pueblo en pueblo, el tercer momento de la Modernidad indígena americana inicia en 1973 con el Movimiento Quintín Lame. 309 «Conversaciones con Silvia Federici por Gladys Tzul Tzul. El Patriarcado del Salario: “Lo que llaman amor, nosotras lo llamamos trabajo no pagado», en Parole de Queer, http://paroledequeer.blogspot.mx/2015/04/conversaciones-con-silvia-federici-por.html 310 Universidad Nacional de Quilmes-Prometeo, Buenos Aires 2003 137 Segato retoma la idea de Carole Pateman de que la violación implica a nivel simbólico la apropiación de todas las hembras por parte de un macho-padre-patriarca,311 y por ende constituye el crimen que da origen a la primera ley. Si esto se esencializara, impondría nuevamente una historia universal que como feminista y como filósofa de la historia considero la principal forma de imposición de un modelo interpretativo sobre todas las realidades existentes; por lo tanto, nos dejaría sin la posibilidad de plantear políticamente un cambio. No obstante, si se trata de una relectura crítica de la idea moderna de contrato social (la transacción que sostiene la necesidad del estado), Segato estaría postulando la posibilidad de un cambio político que supusiera la desaparición de la organización social tal y como la conocemos. En su sentido hobbesiano, la sociedad se regula en cuanto los seres humanos están determinados por el terror. El miedo es el fundamento mismo del estado que se encarga de reproducirlo.312 ¿Si las mujeres fueran libres y no tuvieran miedo a la violación, la ausencia de ley, en la conservadora filosofía política de Hobbes, desataría un vacío de poder que nos devolvería al estado natural? Rita Laura va más allá de proponernos este cuestionamiento, al recordarnos constantemente que en América los estados han construido desde la Independencia a sus “otros” -las mujeres, los pueblos originarios, los mestizajes no deseados, las poblaciones de origen africanos que se reorganizaron después de la trata en los límites de la organización colonial –313 y que, por ende, no pueden terminar de reconocerse ni regularse con base en una justicia que abarca a toda su ciudadanía. En este sentido, en América, salir del estado de terror implicaría una revisión del pacto sexual en relación con la violencia racista, que en última instancia ha sido provocada por ese mismo pacto sexual, sea como iniciador de todas las jerarquías sociales sea en términos de la mayor violabilidad de las mujeres de los grupos humanos jerarquizados como vencidos o inferiores. Para Hobbes, el terror hacía brotar imaginaciones, ficciones que conducían a los seres humanos a pensamientos de sumisión: el poder como violencia producía “esa cosa” – que él identifica con la guerra, pero que según Coleman y Segato es la violación- que es “un poder común cuya función es mantenerlos en un estado de miedo y dirigir sus acciones hacia el beneficio común”.314 La función imperativa del miedo implica el autoritarismo de la ley y de la moral; quien desobedece debe ser reconducido a la razón mediante una intimidación. El miedo a la violación de las mujeres supone su aceptación de la 311 Carole Pateman, en 1988, introdujo una variación fundamental en los estudios sobre el contrato social, que se centraban en las ideas de Hobbes y Rousseau, por las de un “contrato sexual” originario para explicar la relación con la autoridad y el estado civil: «El contrato originario es un pacto sexual-social, pero la historia del contrato sexual ha sido reprimida» (p.9) y «La historia del contrato sexual es también una historia de la génesis del derecho político y explica por qué es legítimo el ejercicio del derecho -pero esta historia es una historia sobre el derecho político como derecho patriarcal o derecho sexual, el poder que ejercen los varones sobre las mujeres» (p.10). Carole PATEMAN, «El contrato sexual», Revista Anthropos, UAM, México 1995, pp. 9-57. 312 Thomas HOBBES, Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, Fondo de Cultura Económica, México 1992, o http://bibliotecasolidaria.blogspot.mx/2013/08/leviatan-thomashobbes.html 313 Rita Laura SEGATO, La nación y sus otros: raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de políticas de la identidad, Prometeo, Buenos Aires 2007 314 Ibidem, capítulo 17, p.135. En relación con el miedo como fundamentación del estado en Hobbes, cfr. a Carlo GINZBURG, «Miedo, reverencia, terror: releer a Hobbes hoy», en Miedo, reverencia, terror. Cinco ensayos de iconografía política, Contrahistorias, México 2014 138 protección masculina y produce el temor a liberarse de la protección cuando se vuelve opresiva. También produce la obediencia al mandato del trabajo no pagado de producción y reproducción de la fuerza de trabajo.315 La violación promueve por lo tanto el espacio de la no libertad, entendida como falta de autonomía personal y de grupo sexual. Volvamos a las preguntas iniciales de este trabajo: ¿qué significa para la liberación femenina el recrudecimiento de las violencias políticas, en particular las guerras –de todo tipo, declaradas y no, de país a país, civiles y entre sociedad y formas delincuenciales-316 que cada vez más se llevan a cabo con mayores pérdidas de vida y bienes de la población civil y violaciones masivas? ¿Qué significa la virtual impunidad de los hombres que agreden sexualmente a las mujeres, en ocasiones hasta provocarles la muerte? ¿Cómo lograr en un sistema de agresiones múltiples el indispensable cambio de las formas de relación para que no pasen por la apropiación del ejercicio de la sexualidad, reconociéndolo en todos los casos como un acto voluntario? No confundo la reivindicación de los derechos humanos de las mujeres con nuestra liberación. Una ley o un conjunto de normas no nos liberan, aunque apuntan a superar los impedimentos que provienen de la ley misma para el ejercicio de la libertad. La CEPAL (Comisión Económica para Nuestramérica y el Caribe) reconoce que en los últimos 20 años la situación legal de las mujeres ha mejorado sostenidamente en la región (en el mes de marzo de 2015 presentó un informe en Nueva York para evaluar la aplicación de la Plataforma de Acción de Beijing). No obstante, este avance es heterogéneo e insuficiente, las políticas públicas revelan la debilidad institucional (y la falta de voluntad, agregaría yo) para frenar la violencia contra las mujeres, la impunidad masculina y la desigualdad social-sexual. Los cambios en las legislaciones no han tenido una contraparte en la educación y en los medios que inciden en la mentalidad acerca de la humanidad plena de las mujeres, en particular si son pobres, tienen discapacidades, pertenecen a naciones 315 En «Conversaciones con Silvia Federici por Gladys Tzul», Silvia sostiene que: «El matrimonio es un sistema fundamentalmente laboral, es el medio por el cual el capitalismo hace trabajar a las mujeres para que reproduzcan su fuerza de trabajo obrero. El salario es la medida para conformar la familia, porque es ahí donde se obliga a las mujeres a reproducir trabajadores. Yo creo que cuando se ve esto se comprende por qué se puede hablar de un patriarcado del salario, porque el salario toma el trabajo de la mujer y también la controla a ella. El hombre se convierte en el delegado, porque el capital y el Estado delegan en el trabajador el poder de controlar y golpear las mujeres si no cumplen con esa función. Así como los señores que dominaban las plantaciones tenían a los supervisores que controlaban el trabajo de los empleados, se puede decir que los hombres controlan a las mujeres [...] Todo esto se hace invisible por lo que se llama amor. El capitalismo también se ha apropiado y ha manipulado la búsqueda de amor, de afectividad y de solidaridad entre todos los seres humanos; lo han deformado, usándolo como una medida para extraer trabajo no pagado. Por eso yo escribí. “Eso que llaman amor, nosotras lo llamamos trabajo no pagado». 316 Voy a nombrar “guerras” a todos los conflictos armados, pues se trata de batallas y agresiones libradas entre estados soberanos, grupos poblacionales de un mismo país, agresiones sistemáticas contra la población desarmada por grupos armados (delincuenciales, policiales, militares y paramilitares), miembros de familias enfrentadas al margen de la ley y el control estatal, que se desarrollan mediante la destrucción sistemática de las personas (mujeres, infantes, personas ancianas, hombres) y los bienes de quien es definido -para legitimar la agresión- como “enemigo”. Toda guerra tiene un propósito: imponer condiciones a quien es derrotado. ¿Qué propósito tiene violentar a la población civil? Se estima que el 90% de las víctimas de guerra están entre los civiles de a pie, la mayoría de ellos mujeres y niñas/os. En la actualidad, ningún conflicto armado en América ha sido declarado una guerra, no obstante el impacto de la violencia delincuencial, policiaca, estatal o de grupos económicos que tienden a la desestabilización de las economías planeadas para las mujeres –civiles o combatientes en los grupos armados- reviste la constante de la tortura por violación si cae en manos “enemigas”. 139 hostigadas por el estado en el que viven, son lesbianas o disidentes de una sexualidad monogámica, no son laicas liberales o profesantes de una religión reconocida o si sufren una racialización que las expone a la discriminación y la excesiva sexualización. A pesar de ello, las acciones contra la violencia contra las mujeres por partes del estado y sus agentes, si llegaran a cuajar en la garantía de prácticas de libertad de movimiento y expresión, podrían alistar un espacio propicio para la liberación. No considero los derechos humanos de las mujeres como un sinónimo –ni siquiera un equivalente- de las políticas feministas, pero reparo en que la defensa de estos derechos nos ayuda a vivir nuestro proceso de liberación de forma menos violenta. No son la misma cosa las políticas de las mujeres y las políticas de los estados latinoamericanos para las mujeres, porque la política de las mujeres no apunta al fortalecimiento del estado y el estado tiene miedo a la autonomía de las mujeres. En América (o Abya Yala, para no usar el nombre de un invasor para definir un continente poblado y política y socialmente organizado a la hora de la invasión) además, el miedo a los efectos producidos por el colonialismo en los diferentes grupos poblacionales americanos estaba presente en los grupos insurgentes de principios del siglo XIX que organizaron el estado. Por lo tanto, impulsaron luchas para la independencia política del estado y no de las naciones, suscribiendo un pacto sólo con parte de ellas. A la vez que construyeron lo que Bolívar Echeverría llamó la “nación de estado”, es decir ese sujeto social de la comunidad viva con el cual el estado quiere identificarse y que confecciona como su representante.317 En 200 años de vida política independiente fue hasta el 317 En muchos escritos Echeverría se refiere a la necesidad por parte de la organización capitalista del estado de construirse un justificante en lo nacional, de inventarse una “nación” por parte del estado. Aunque las naciones, en cuanto pueblos que se autorganizan y autorepresentan, existen al margen del estado, considero cierto que hay una construcción por parte del estado de la nación con la cual quiere identificarse. En un texto del 11 de junio de 2008, titulada “La nación postnacional”, Bolívar Echeverría sostiene que: “La necesidad de que en la vida moderna exista algo así como un estado nacional resulta descifrable desde la perspectiva de esta teoría de la enajenación. En efecto, el carácter nacional del estado proviene del hecho histórico real de que una sociedad así como la descrita resultaría imposible, dado que el “sujeto cósico” o enajenado –el valor económico capitalista- necesita para existir de la «sujetidad política» de la comunidad viva, y no puede por tanto aniquilarla. El dominio del capital sobre la modernización de la sociedad se encuentra siempre cuestionado por ésta, que es su sustento, y sólo puede cumplirse efectivamente a través de “compromisos” entablados por dicho capital con la realidad “natural” de esa sociedad. Pese a estar siendo sometida por la dinámica de la riqueza en su “forma de valor”, la dinámica propia de la sociedad en su “forma natural” es siempre, de todos modos, el fundamento y la condición de existencia indispensable de esa riqueza abstracta que se autovaloriza, y está por ello en capacidad de oponerle resistencia y de “negociar” con ella los términos de su sometimiento. El estado nacional es un conjunto institucional “puesto” por la empresa capitalista de acumulación pero identificado según los rasgos vivos de la comunidad o “nación natural” que le sirve de portadora y le permite existir como una “república” históricamente concreta. Son rasgos que, si pasan a conformar la “identidad” de esa “comunidad nacional moderna” - comunidad que no por “artificial” e “imaginaria” deja de ser efectiva-, sólo lo hacen “negociando” siempre de nuevo su alteración y acondicionamiento por esa empresa histórica capitalista. Aquella parte –mayoritaria o no- que, dentro de una comunidad, existe ya como sociedad civil, como un conjunto de propietarios privados –sean capitalistas o no capitalistas (como los trabajadores)-, se convierte en el vehículo o soporte antropológico de la empresa histórica estatal de acumulación de capital es decir, se identifica con tal empresa- sólo cuando acepta convencerse de que es una empresa propia suya, generada por ella misma, fruto de su propia sujetidad, y no una empresa exterior e impuesta sobre ella. Sólo cuando llega a confundir la pseudo-sujetidad política del estado capitalista con la sujetidad política comunitaria que le fue arrebatada; cuando llega a vivir la ilusión de ser partícipe de esa pseudo-sujetidad cósica. Instalada en tal ilusión, la comunidad comienza a existir de acuerdo a una figura de sí misma que la 140 levantamiento armado del pueblo nasa organizado en el Quintín Lame, en 1973, cuando se tomó en serio la urgencia de superar las formas de relación entre los grupos de personas construidos por 300 años de agresiones, resistencias, genocidios, reorganizaciones, cimarronajes, colonizaciones, mestizajes, retiros, porque la sociedad blanca independiente retuvo el miedo al otro, entendido como aquel que por su historia, su cuerpo o su economía rompe con un orden estatal de tipo lineal que se desplaza de la colonia a la modernidad, al progreso y, finalmente, al desarrollo. La lucha contra el racismo, no sólo contra la esclavitud, se inicia con la política nasa que se impone al estado colombiano y que se irradia sobre la organización de pueblos y nacionalidades circunvecinas.318 Se refuerza en 1994 con la aparición de un ejército maya que reivindica en el sureste mexicano la figura y la política agraria de un general nahua de principios del siglo XX, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Paralelamente, la superación del orden sexual colonial está en juego desde mediados del siglo XX, cuando empezó a manifestarse un feminismo urbano, de sectores medios, mestizos o blanquizados, que en cuarenta y cinco años interactuó positiva o negativamente con las acciones y los pensamientos diversos de las mujeres organizadas de todas las nacionalidades del continente.319 Sus reclamos han desatado resistencias que el orden estatal-social debe disfrazar de reconocimientos, sin proporcionarles defensa, porque les teme tanto o más que al reconocimiento de la heterogeneidad nacional. El actual orden sexual, según las ideas de las feministas xinkas que Lorena Cabnal transcribe y piensa, tiene un componente mixto, identifica como una comunidad cuya auto-realización en la empresa estatal capitalista coincide con su propia acción de sostenerla. Para ello, la comunidad se reconstruye autodisciplinándose, desechando un sinnúmero de potencialidades suyas y exagerando otras; reconfigurándose para corresponder al ideal de nación que el estado requiere»: http://www.flacsoandes.edu.ec/web/imagesFTP/1263328956.LA_NACION_POST_NACIONAL.pdf 318 Manuel Quintín Lame nació en San Isidro, en el Cauca, en 1880. Provenía de una familia de terrajeros (trabajadores indígenas que pagaban el arriendo de sus propias tierras con trabajo) proveniente del resguardo indígena de Lame. Se formó una idea de la economía indígena por su experiencia y durante el destierro en Panamá. Escribió un libro fundamental “en defensa de mi raza” que generó un pensamiento de liberación moderno, no ancestral ni tradicional, del pueblo nasa y precipitó su organización política: Los pensamientos del indio que se educó dentro de las selvas colombianas, Comité de Defensa del Indio, Bogotá, 1971. Y posteriormente, Las luchas del indio que bajó de la montaña al valle de la “civilización, Comité de Defensa del Indio, Bogotá, 1973. Postula tanto una idea de liberación indígena como la de resistencia indígena, sin contraponerlas, sino rescatándolas ambas para momentos políticos diferentes. Asimismo, no niega que por momentos se puede luchar dentro del marco de la ley, cuando ésta es respetada por el sistema que la impone. Cuando la ley no es respetada, sin embargo, los pueblos indígenas pueden postular una ruptura con el estado. En 1973, el pueblo nasa se levantó en armas y asumió el nombre de Quintín Lame para su organización. Dicha organización inspiró la formación del ECUARUNARI, que representa a los indígenas de las sierras ecuatoriana y que en 1986 concluyo en la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), cuyo objetivo es «lograr la unidad de las diversas organizaciones indígenas que aisladamente luchaban por sus derechos, así como para armonizar y compatibilizar las demandas históricas y la lucha frente al Estado Uninacional Ecuatoriano, sus gobiernos y autoridades de turno». 319 Las primeras reivindicaciones feministas en Nuestra América se produjeron a mediados del siglo XIX; no obstante, fueron de mujeres liberales y, posteriormente, de trabajadoras socialistas y anarquistas. Todas ellas eran blancas o mestizas blanquizadas, de cultura urbana. La primera manifestación feminista campesina e indígena, quizá sea la de Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, una revolucionaria mexicana que en 1936 escribió el panfleto República femenina. Cfr. Francesca GARGALLO, Ideas Feministas Latinoamericanas, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México 2015. 141 ancestral y colonial, que ha dado pie al patriarcado actual nacido del entronque de la misoginia y androfilia ancestrales con la opresión cristiana colonial de las mujeres, en particular de las mujeres vencidas, visualizadas como botín. No es una idea aceptada por todas las corrientes feministas: según algunas teóricas decoloniales, en particular la argentina en Estados Unidos María Lugones, el sistema sexual no fue patriarcal en América sino hasta la invasión colonial. Lugones duda de que existiera un sistema sexual de género. Basándose en las ideas de algunas organizaciones de mujeres indígenas, el orden social es un orden dual, de arriba-abajo, mujer-hombre, día-noche, que se ha pervertido con la invasión, la colonia y la modernidad. El hecho concreto es que hoy sabemos que hay una violencia constante, reforzada por todas las formas de represión de los movimientos sociales por parte de los agentes del estado, que es también activa en las organizaciones delincuenciales y en la organización de la vida familiar, contra las mujeres. Esta violencia no parece haber disminuido con el ingreso de las mujeres al mercado laboral asalariado ni con las leyes que supuestamente deben garantizarle la superación de las discriminaciones y el derecho a una vida sin violencia. Los narcotraficantes colonizan las zonas indígenas donde la división de género es bastante igualitaria e imponen su acción patriarcal contra los cuerpos de las mujeres que se resisten a la violación,320 así como la policía mexicana viola a las mujeres que toma presas en las manifestaciones políticas de resistencia al despojo de tierras. 321 ¿Su culpa es no estar reproduciendo una fuente de trabajo dócil? Tener un cuerpo con marcas físicas que lo identifican como de mujer, o de persona negra, o de indígena, o de colonizador (blanco caucásico, en el caso de América) no ubica al sujeto en el mismo nivel de respuesta ante el miedo y la organización social. “Nos tienen miedo porque no tenemos miedo” reza una canción de Liliana Felipe coreada en las marchas por las mujeres en resistencia contra el golpe de 2008 en Honduras, o en México, o en Colombia. Que las mujeres de un grupo nacional o de una posición política rebelde a la reproducción no tengan miedo implica un verdadero desafío al sistema cuyo pacto fundador es la amenaza de violar a todas las mujeres para generar la ficción -creída y reproducida- de “la cosa” que da miedo. Cuando las mujeres descreen de la superioridad del individuo masculino de tipo colonizador, tienden a una reapropiación de la propia corporalidad y buscan el fin del protectorado que los hombres ejercen sobre todas ellas, aunque de manera diferenciada. En la actualidad, el capitalismo está en crisis porque la idea de que la riqueza es generada por el trabajo y no es independiente de las personas entra en contradicción con la voracidad por las “cosas” que demuestra. Una crisis que Rita Laura Segato describe como 320 Estoy pensando en las violaciones de las mujeres guarijías por los narcotraficantes de Chihuahua, pero también ha sucedido por parte de grupos delincuenciales y paramilitares contra las mujeres wayuu de Colombia, en el Chocó y por las acciones de una guerrilla violentamente racista como lo fue Sendero Luminoso en la Amazonía peruana, y en muchas otras zonas de América, incluyendo Canadá y Estados Unidos. 321 El caso de la represión del movimiento campesino de defensa de las tierra en Atenco, en 2006, es paradigmático. Todas las mujeres presas por los órganos represivos del estado fueron violadas. Esta dinámica se produce también en Guatemala, Honduras y otros países. El 25 de febrero de 2015, en México, la policía federal volvió a violar como acto de represión a 4 maestras que participaron en una manifestación por sus derechos salariales en Acapulco. 142 la fase actual de rapiña y pérdida de legalidad del capitalismo.322 Es una fase intersticial, con una para-estatalidad en franca expansión, una difusa amoralidad delincuencial, donde la violencia contra las mujeres vuelve a ser, como en los principios del capitalismo analizados por Silvia Federici, un objetivo estratégico y en la cual, como observa Lorena Cabnal, la violación de los cuerpos territorios ratifica pactos intermasculinos contra aquellas de quienes exigen servicios. En esta fase predatoria del más fuerte, aparecen nuevos modos de desposesión, captura y agresión contra las mujeres y contra esas propiedades comunes que las mujeres han defendido al margen de la hegemonía capitalista. Uno de ello, paradójicamente, es dotar a las mujeres de un conjunto de leyes que deberían protegerlas y garantizarles la equidad con los hombres, a sabiendas de que no van a ser cumplidas, pero que las atan a su defensa. Algunas de estas leyes castigan la discriminación racista, aunque se promulgan cuando la apropiación de los elementos discriminadores del poder jerárquico se sale del control del estado. Por supuesto, para el ejercicio de la violación han existido dinámicas culturales que difieren de un pueblo a otro; todas ellas actúan a nivel económico, psíquico y social para la objetivación del cuerpo de las mujeres, construyendo la idea de que ellas “pertenecen” a alguien y que su violación es un robo, una ruina o una devastación de la propiedad de un hombre o una sociedad, nunca una violencia política en contra de ellas. Sin embargo, La guerra hoy se ha transformado, y algunos especialistas en su historia comienzan a examinar su diseño y listar sus nuevas características. Desde las guerras tribales hasta las guerras convencionales que ocurrieron en la historia de la humanidad hasta la primera mitad del siglo XX, el cuerpo de las mujeres, qua territorio, acompañó el destino de las conquistas y anexiones de las comarcas enemigas, inseminados por la violación de los ejércitos de ocupación. Hoy, ese destino ha sufrido una mutación por razones que tenemos pendiente examinar: su destrucción con exceso de crueldad, su expoliación hasta el último vestigio de vida, su tortura hasta la muerte. La rapiña que se desata sobre lo femenino se manifiesta tanto en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las formas de trata y comercialización de lo que estos cuerpos puedan ofrecer, hasta el último límite. A pesar de todas las victorias en el campo del Estado y de la multiplicación de leyes y políticas públicas de protección para las mujeres, su vulnerabilidad frente a la violencia ha aumentado, especialmente la ocupación depredadora de los cuerpos femeninos o feminizados en el contexto de las nuevas guerras.323 La policía mexicana viola a las mujeres que se manifiestan contra la impunidad que gozan los delincuentes que las matan, el estado brasileño no actúa contra las redes de tráfico de mujeres y niñas para el trabajo esclavo, la represión racista contra las mujeres de los pueblos originarios pasa por la violación, el rapto y la esterilización forzada. En 2003, al entrevistarse con presos por violación en una cárcel de Brasilia, Rita Laura Segato llegó a la conclusión de que el violador es un hombre cualquiera que ha captado una información difusa sobre las mujeres, sobre la moral y sobre el castigo. No es un psicópata, es un hijo, padre, transeúnte que castiga o se venga de que una mujer se encuentre físicamente lejos de la protección activa de otro hombre. Es un hombre que responde a la construcción de los géneros sexuales que se desprende del primer contrato 322 Rita Laura SEGATO, Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres, Tinta Limón-El Pez en el Árbol, Buenos Aires-Puebla 2015. 323 Rita Laura SEGATO, Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres, p. 4. 143 sexual, el que hace de la violación el crimen que funda la ley. Es un hombre genérico que actúa “contra una mujer genérica que salió de su lugar, esto es, de su posición subordinada y ostensiblemente tutelada en un sistema de estatus.” 324 En 2015, la misma Laura considera a la violación como una práctica de guerra sin fin, consonante con una economía de mercado global, la inestabilidad política, la decandencia de la democracia, el fin de una legalidad no discrecional. ¿Un hombre normal es el perfecto soldado de las nuevas guerras, el que depreda los cuerpos femeninos porque no hay estado que los defienda? La pregunta no es retórica. Las mujeres y los hombres que bordan en pañuelos la memoria de los nombres y las vidas de mujeres truncadas por cualquier tipo de asesino (maridos, policías, narcotraficantes, soldados, paramilitares, delincuentes comunes, compradores de sexo extremo, novios, secuestradores, etcétera) están hoy bordando un archivo para que la historia de las mujeres no pueda ser destruida una vez más por los mecanismos de borramiento de las diferencias entre pueblos y de la libertad de las mujeres. Bordando Feminicidios es un colectivo que se desprende del colectivo de colectivos que dio vida al movimiento de Bordando por la Paz en México (y en otros países en solidaridad con México), de 2012 a la actualidad. Bordando Feminicidios tiene claro que el asesinato, violación, secuestro, tortura y desprecio por el cadáver de las mujeres responde a un reacomodo del propio patriarcado, por ello utiliza un arte considerado femenino y “débil” como bordar para reubicar la centralidad de la vida femenina. Borda en colores simbólicos del feminismo, como el rosa y el morado, busca una belleza del texto y de la forma del bordado, cuida el recuerdo, suscribe el texto en primera persona, como si fuera la propia asesinada la que dijera “yo soy”. Se reúne en plazas y en casas, dando desplazamiento de lo protegido a lo expuesto a esos cuerpos históricos que se rebelan contra la violencia a través de una actividad sólo aparentemente silenciosa, de manera constante. Bordados de tradición indígena y bordados de tradición colonial, flores, pájaros y palabras. Bordados que se hilan con otras actividades visuales y prácticas artísticas de resistencia. Las mujeres hoy han dado pie a una plurinacionalidad con vínculos solidarios, con sus propias normas y construcciones que no siempre responden a organizaciones comunitarias, pero que siempre tejen redes y con-versan alrededor de prácticas de resistencia al despojo. Si bien “el mero desplazamiento de la mujer hacia una posición no destinada a ella en la jerarquía del modelo tradicional pone en entredicho la posición del hombre en esa estructura, ya que el estatus es siempre un valor en un sistema de relaciones”, 325 la posición del hombre tradicional es sólo defendida por los sectores más violentos de la sociedad capitalista en crisis que se sostiene en la guerra sin fin. A pesar de la violencia, es posible que las mujeres –entendiendo por mujeres un sujeto político de transformación colectivo- se liberen, acabando con los sistemas de género que constituyen jerarquías sexuadas, donde los hombres se establecen como el polo jerárquico a expensas de la subordinación de las mujeres (y de los intersexuales, generalmente feminizados por el pacto sexual que organiza el estado). Al tocar el tema de la violación en la formación de los estados modernos, plurinacionales pero racistamente jerárquicos, se toca un núcleo duro en las relaciones 324 325 Rita Laura SEGATO, Las estructuras elementales de la violencia, p. 31. Ibidem, p. 31-32 144 humanas, a nivel horizontal, entre compañeros de las opresiones de raza y clase, y vertical, entre opresores y oprimidas, que según Segato se desprende de un mandato: “La idea de mandato hace referencia aquí al imperativo y a la condición necesaria para la reproducción del género como estructura de relaciones entre posiciones marcadas por un diferencial jerárquico e instancia paradigmática de todos los otros órdenes de estatus racial, de clase, entre naciones o regiones”.326 La violación y el despojo de la riqueza que el trabajo gratuito de las mujeres produce son preceptos que entran y salen de la legalidad, pues sus resultados son necesarios para que el poder se mantenga. No obstante, necesitan de la normalización y el silencio, cosa que los bordados impiden y la teorización sobre el cuerpo territorio deshace. Bordar y pensar, reunirse y defenderse, destejen el entramado del estado que legisla hoy en contra de la violencia contra las mujeres, pero la permite en la práctica al evitar que se transforme la educación por la cual la diferencia sexual se organiza y se reproduce como desigualdad laboral sexual. El orden sexual no es una estructura en sentido levistraussiano, sino una práctica política que utiliza una simbolización disciplinadora y encubridora, que cambia según los procesos de convivencia entre las personas y que, dependiendo de las culturas y los tiempos, adquieren nombres que pueden ser traducidos a los conceptos de “mujer”, “hombre”, en ocasiones “mujer heterosexual”, “mujer no heterosexual”, “hombre hetero”, “hombre no hetero”, “intersexual”, etcétera. Considero que el análisis que Segato hace del fenómeno de la violencia en la cultura colonizada por el mandato de violación del patriarcado global (construido por las normas cristiano-capitalista-coloniales y que ha dado pie a una globalización del patriarcado) ofrece un margen para la liberación de las mujeres. ¿Liberación de la racialización, la fuerza, la edad, el poder de sus allegados masculinos en la estructura de clases, que las construyen como sujetos violables y, consecuentemente, desaparición del género junto con el mandato patriarcal? ¿Liberación de los elementos violentos que construyen las relaciones entre mujeres y hombres como necesariamente jerárquicas, convirtiéndolas en el arquetipo de todas las demás jerarquías? ¿O liberación como proceso –periodo y acción- de deshilado de las tramas de la opresión y posibilidad de retejido de las culturas -diferentes, no sometidas ni equiparadas ni paralelas a la de los hombres, sino simplemente otras, como otras son una para la otra la cultura mapuche y la singalés, sin estar en relación de recíproca conflictividad? Esta última interpretación de la liberación es la que más me agrada porque me permite imaginar cómo nos vamos a deshacer de la idea que los seres humanos nos agrupamos por temor, como pretende el Leviatán de Hobbes, un conservador aterrado por la desaparición de la monarquía. Es decir, deshacernos de la idea de que es necesaria la linealidad de un proceso de destrucción (humana, ambiental, de culturas) que se celebra como progreso y que implica el control. Por supuesto, estoy postulando el carácter progresista de las utopías y quisiera detenerme en la importancia de la superación de los conflictos racistas por medio del diálogo de todos los sectores de mujeres involucrados en la imaginación del horizonte de una(s) sociedad(es) no racista(s). Segato enuncia que la fijación ideológica en el dimorfismo anatómico avanza cada vez más hacia el tránsito de los sujetos. Eso quiere decir que a pesar de la violencia de 326 Ibidem, p.13 145 estado, de la delincuencia y de algunos hombres, las sociedades por efecto de la crítica feminista al “contrato sexual” están desplazando la idea que las mujeres y los hombres existen en sí como objetos y posesiones. Existe hoy la posibilidad de que se vean como sujetos históricos de la producción de símbolos, bienes, trabajos y afectividades. Estamos ante un horizonte de liberación de las normas de violación y despojo laboral para que los hombres se reconozcan entre sí como tales. Temo, sin embargo, que sin la elaboración de proyectos políticos desde la cotidianidad (como la comuna unida por lazos de reciprocidad simétrica propuesta por Agnes Heller en la década de 1970), mediante la puesta en circulación de ideas entre mujeres separadas por las clases, las racializaciones y las edades impuestas por el contrato sexual de género, que pueden comparar los sistemas de opresión que viven y aprender unas de otras (la apuesta por el diálogo), no haya salida de la violencia contemporánea. Propongo aquí que crucemos el análisis de la violación como forma básica de la interrelación social para la opresión, propuesta por Segato, con el fin del amor entendido como instrumento de despojo del trabajo humano y sumisión a la pareja, que nos ofrece Federici, con la idea de formación de comunas o micromundos plurales, concebidos por Agnes Heller como espacios de convivencia que pueden sustituir a la familia tradicional autoritaria y liberar las sexualidades,327 y con la apuesta por el diálogo como posibilidad de conocimiento recíproco no vertical, para que dejemos de obedecer mandatos. Asumamos para ello la territorialidad del cuerpo y la corporalidad del espacio de convivencia, presente en la idea de cuerpo-territorio muy finamente tejida por el colectivo feminista xinka de la Montaña Xalapan, en Guatemala, que Lorena Cabnal resuelve en una imagen: «Nos negamos a hablar de armonización con la Madre Tierra si no existe una relación armónica entre las mujeres y los hombres. Planteamos que defender un territorio-tierra ancestral contra las 31 licencias de exploración y explotación de minería que están planteadas sin defender los cuerpos de las mujeres que están viviendo la violencia sexual, es una incoherencia cósmica y política».328 Para que el cuerpo territorio de las mujeres sea realmente protegido de la violencia que crea jerarquizaciones es indispensable denunciar el silenciamiento de las mujeres y de la historia moderna de las nacionalidades indígenas como una estrategia para perpetrar delitos de lesa humanidad. Todas las antropólogas, activistas de derechos humanos, sociólogas, abogadas y feministas involucradas en la denuncia y esclarecimiento de los delitos de feminicidio y violación de las mujeres en México con quienes me he encontrado en los últimos cuatro años me han confirmado que el silenciamiento de estos delitos en el marco de la “guerra al narcotráfico” es precisamente una práctica de estado que invisibiliza lo que les pasa a las mujeres en la historia. Hacer historia es ver las mujeres en el marco del contrato sexual, visualizar los elementos estéticos, morales y jurídicos de enseñanza a la agresividad de los hombres contra las mujeres, tanto como indicar la existencia de pedagogías feministas que consideran el fin de la organización social que se sostiene en el terror al otro. 327 Agnes HELLER, La Revolución de la vida cotidiana, Península, Barcelona 1977, p.43 Lorena CABNAL, “Defender un territorio de la minería sin defender a las mujeres de la violación es una incoherencia”, en M4 Movimiento Mesoamericano contra el Modelo extractivo Minero, Guatemala, 24 de mayo de 2013, http://movimientom4.org/2013/05/defender-un-territorio-de-la-mineria-sin-defender-a-lasmujeres-de-la-violencia-sexual-es-una-incoherencia/ 328 146 Las experiencias y reflexiones propias de las mujeres latinoamericanas, en particular las que versan sobre las violaciones en contexto de guerra y represión política llevadas a cabo por las guatemaltecas, las hondureñas, las colombianas y las mexicanas, nos sirven para entender que no hay un lugar neutro, “políticamente correcto o aséptico”, como dice la abogada guatemalteca Andrea Diez, para que las mujeres nos involucremos en una red discursiva o en una práctica política feminista sobre la sexualidad. En particular, si nos asumimos como personas con una mirada crítica ante las violaciones y torturas sexuales o como defensoras de los derechos de las mujeres ante estos crímenes de lesa humanidad, no debemos creer que sea posible hablar de temas sexuales guardando nuestro propio sexo y sexualidad en el bolsillo para trabajar sobre la sexualidad de otras. Cuando hace treinta años estudiaba las transformaciones de las conductas femeninas impulsadas por el conflicto socio-militar en El Salvador para mi tesis de doctorado, caí en cuenta de que la guerra no desaparece el tiempo-espacio cotidiano de las mujeres, porque refuerza la masculinidad del derecho. En la guerra las mujeres no pueden hacerse sujetos de su vida política y tampoco adquieren poder, ni siquiera cuando conquistan niveles de mando, únicamente se masculinizan. Como lo expresan los estudios de Agnes Heller, la cotidianidad no se capta mediante el análisis empírico porque se distingue de la eternización ahistórica de la vida, ya que tiene que ver con la reivindicación de un cuerpo a defender como el propio territorio, con el cual y sobre el cual se ejerce el respeto y se construyen las relaciones con la libertad. Una idea que tres décadas después abarcaría Lorena Cabnal. La vida cotidiana es realización, es espacio de transformación y es el lugar donde leer la realidad.329 La importancia de la revisión de los pactos sociales mediante el diálogo entre mujeres que han sido diferenciadas por sus lenguas, economías, lugares en el sistema de trabajo y de representación, estudios y protección legal sin ejercer jerarquías implica visualizar procesos de liberación del sistema de género, acabar con las jerarquías racistas, de clase y de condición física que el contrato sexual ha elaborado para mantenerlas separadas entre sí. El estudio de los casos concretos de la realidad cotidiana de las mujeres en Nuestramérica sirve para leer los contextos de guerra al que nos lleva el pacto sexual que se sostiene en el terror a la violación para robar nuestro trabajo. La guerra es un espaciotiempo donde se exacerban prácticas cotidianas que la cultura patriarcal normaliza: la guerra no inventa las violaciones, no inaugura los feminicidios, no silencia que la vida, la dignidad y la libertad de las mujeres no forman parte de las causas de un levantamiento social, no son reivindicaciones precisas de los movimientos de liberación ni de los idearios revolucionarios. La guerra es cotidianidad exacerbada, nada más. En Tejidos que lleva el alma. Memoria de las mujeres mayas sobrevivientes de violación sexual durante el conflicto armado,330 una investigación participativa y horizontal con mayas queqchies, mam, chuj y kaqchikeles, coordinada por Patricia Castañeda y Amandine Fulchiron, junto con el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial y la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, se lee cómo las violaciones se inscriben dentro de la normalidad, pues en toda cultura patriarcal los hombres consideran tener derecho a poseer a una mujer que les provea de servicios 329 330 Ver Agnes HELLER, Más allá de la justicia, Crítica, Barcelona 1990, pp. 353-397 F&G Editores, Guatemala 2009 147 laborales y sexuales y se justifican apelando a un imaginario social según el cual la violación responde a supuestas “necesidades biológicas”. Estas violaciones se exacerban cuando las mujeres pertenecen a pueblos originarios, en cuanto el imaginario social normaliza con la misma fuerza la sumisión, explotación y menosprecio de las culturas no occidentales de América. La violación de una mujer indígena, desde este parámetro, es doblemente normalizada. En todo contexto de guerra -y la estrafalaria Guerra al Narcotráfico declarada por el poder ejecutivo hace diez años ha creado este contexto en México -,331 los hombres siguen haciendo en tiempo de guerra lo que hacían en tiempo de paz, aunque “la agresión sexual pasa a ocupar una posición central como arma de guerra productora de crueldad y letalidad, dentro de una forma de daño letal que es simultáneamente material y moral”.332 El histórico pacifismo de las mujeres no es una actitud que puede ser naturalizada, nace de un preciso conocimiento de la realidad. Deshilar las tramas de la violencia laboral y sexual, leerla como un problema político y plantearlo como un asunto estratégico, inaugura una socialidad que no se sostiene en la opresión. Como dice Lorena Cabnal, “a lo largo de la historia, las mujeres indígenas se han rebelado contra las opresiones del despojo y del saqueo y las formas de violencia contra sus cuerpos. Son numerosos los testimonios de resistencia: desde las abuelas y bisabuelas contra las formas de dominación colonial, hasta las contemporáneas, que colocan su cuerpo en la línea frontal del ataque para defender la vida”.333 Hablar de esta historia, desamordazar la historia de todos los grupos que hacen política “entre mujeres”, construye el camino de la superación de las sociedades generizadas: pone fin del sistema que se sostiene y reproduce el terror a la violación como construcción de jerarquías para el despojo del trabajo femenino en la cotidianidad. 331 Con el inicio de la “guerra contra el narcotráfico”, en el periodo presidencial de Felipe Calderón, además se agravaron los asesinatos y las desapariciones forzadas. Al terminar el mandato del segundo presidente del Partido Acción Nacional (PAN) al frente del ejecutivo, la cifra de desaparecidos en el país superó las 14 mil personas, según cifras oficiales. Desde diciembre de 2012, en la etapa de Enrique Peña Nieto la problemática persiste y parece no tener fin; según los registros de las autoridades la cifra de desaparecidos de la actual administración asciende a 9 mil 612 personas. Ver: Federico MASTROGIOVANNI, Ni vivos ni muertos. La desaparición forzada en México como estrategia de terror, Grijalbo, México 2014. De acuerdo a estimaciones, de seguir con esta tendencia, al terminar el actuar gobierno en 2018, Peña Nieto podría alcanzar los 30 mil o 40 mil desparecidos. Los hechos ocurridos en Iguala con la desaparición de los 43 normalistas de la normal rural de Ayotzinapa permitieron que el fenómeno de la desaparición forzada se posicionará con mayor fuerza en la atención de la sociedad, convirtiéndose en la fotografía que enmarca la realidad del país. Al ser estos desaparecidos todos hombres, no se relaciona la desaparición forzada con la violación, las torturas sexuales y el asesinato de mujeres por ser mujeres que desde 1993 vienen denunciando las madres de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y, luego, las madres y familiares de todo el país. 332 Rita Laura SEGATO, Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres, p. 6. 333 Lorena Cabnal, «De las opresiones a las Emancipaciones: Mujeres indígenas en defensa del TerritorioCuerpo-Tierra», Pueblos. Revista de Información y Debate, Euzkadi, tercer trimestre de 2014, http://www.revistapueblos.org/?p=18835