antología literariavi

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AUSPICIAN
Ministerio de Educación
Buenos Aires Ciudad
EDICIONES HOJA
DE ROBLE
Resolución 244 “Subsecretaría de Inclusión
Escolar y Coordinación Pedagógica”
EDICIÓN: Claudia Toledo y Alejandro De Oto Gilotaux
DIBUJO DE TAPA: TRABAJOS DE LAS ALUMNAS MARÍA PILAR FERRO, FRANCISCA
MÁRQUEZ MIRANDA, MILAGROS MOLINÉ O´CONNOR, SOL REINOSO, VALENTINA
VIVANCO Y EL ALUMNO IGNACIO EPELDE. PÁJAROS PINTADOS CON TÉMPERA Y RODILLO Y
HOJA TROZADA CON LOS DEDOS, INSPIRADOS EN CUENTOS DE 2º GRADO SOBRE LOS
PÁJARON DE AGUA Y FUEGO.
COLABORADORES: ANA CAROLINA FALCINELLI, ROSA LORENA LASA, MACARENA DE
VEDIA, MARÍA CORRADETTI, PATRICIA BARREIRA, LORENA BARRAU, PEDRO ADÚRIZ
Y A.
P.
EL TÍTULO “¡TODOS A BORDO! VIAJE SIN FIN A LA IMAGINACIÓN”, FUE PENSADO POR LOS
7º GRADO CON SU MAESTRA, VICTORIA PITTALUGA.
ALUMNOS Y ALUMNAS DE
DISEÑO
DE TAPA Y DE INTERIOR:
MARIELA TACCONE. LOS TÍTULOS Y
LAS PORTADAS DE
CADA GRADO FUERON PENSADOS Y HECHOS POR LOS ALUMNOS CON LA GUÍA DE SUS
MAESTRAS.
Antología literaria VI. 2010 : todos a bordo viaje sin fin a la
imaginación / coordinado por Claudia Toledo dirigido
por Alejandro De Oto Gilotaux. - 1a ed. - Buenos Aires : Hoja de
Roble, 2010.
275 p. ; 15x22 cm.
ISBN 978-987-25297-1-0
1. Literatura Infantil. I. Toledo, Claudia, coord. II. De Oto
Gilotaux, Alejandro, dir.
CDD A860.928 2
Fecha de catalogación: 23/11/2010
QUEDA HECHO EL DEPÓSITO QUE ESTABLECE LA LEY 11.723
LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la
transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o
mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del
editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
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DEDICATORIA
PRÓLOGO
pág. 9
pág. 11
PRIMER
grado
RUIDO DE HISTORIAS FANTÁSTICAS
pág. 13
SEGUNDO
grado
SOPA DE HISTORIAS
pág. 41
TERCER
grado
DUENDES , BIOGRAFÍAS, CONTAGIOS Y POESÍAS
pág. 69
CUARTO
grado
CADA HISTORIA, UN TESORO
pág. 105
QUINTO
grado
¡¿CUÁNTOSCUENTOSCUENTAQUINTO?!
pág. 143
SEXTO
grado
PROHIBIDO NO LEER
pág. 173
SÉPTIMO
grado
S.O.S. EXCESO DE IMAGINACIÓN
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pág. 215
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DEDICATORIA
Dedicamos este nuevo volumen al señor Álvaro Istueta Landajo, abuelo los
Lago y los Istueta, alumnos de nuestro Colegio.
Tres años atrás, en la Universidad Católica Argentina, nos acompañó
recitando sus poemas gauchescos durante la presentación de la tercera edición de la
Antología Literaria.
Sus versos nos transmitieron entonces el testimonio de un poeta genuino: la
confianza en el lenguaje para transmitir las emociones que nos vinculan como seres
humanos; la búsqueda persistente de aquellas palabras que permiten recuperar los
tonos de un paisaje y una tradición que hace a nuestra identidad.
Don Álvaro se fue en silencio a la Casa del Señor, pero su voz de poeta y
experiencia de vida continúan resonando, haciendo eco en los sentidos versos que
escribió.
DEJEMÉN…
Sueña el enfermo sanar,
el que vive, vivir más,
el flojo con ser capaz
como el que sufre, olvidar,
sueña el cayao con hablar
el suelto e’ lengua, cayarse,
el apurao, sujetarse
como el pobre con ser rico,
y sueña el grande ser chico
como el grandote, achicarse.
El que no tiene, tener,
el que rueda con parar,
el que no canta, cantar,
y el que no sabe, saber,
con ser madre la mujer
y toda novia, casarse,
el muy solo, acoyararse,
el descuidao ser prolijo,
y ser güen padre un güen hijo,
como el tristón, alegrarse.
Sueña curar un dotor,
el hambriento con ‘tar yeno,
el qu’ es malo con ser güeno
y el qu’ es güeno, ser mejor,
el seco ser dentrador
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como el poca cosa, altivo,
volver a ser, el que ha sido,
y ya qu’ el soñar evoco…
dejemén… que sueñe un poco
pues también soñando… vivo.
Álvaro Istueta Landajo 1938 - 2010
Porfiando… Editorial Sinopsis. Buenos Aires, 1998
…. Gracias.
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PRÓLOGO
Semejando las alas de un pájaro, una frase sobrevuela la contratapa
de este libro; frase que se encuentra a la entrada de la Biblioteca Leopoldo
Lugones, en Villa Giardino, Córdoba, y que adoptamos como lema.
Adherimos a la concepción de la lectura como una práctica que nos
construye como personas y por ende, nos mejora como sociedad en tanto nos
permite participar de un modo más crítico en un devenir compartido.
Entendemos que la lectura no es un contenido más del Diseño Curricular, sino
un pilar de la formación intelectual que debe ser construido y fortalecido en
el día a día, a lo largo de la escolaridad primaria.
Sin embargo, estamos convencidos también de que la lectura por sí
sola no basta. Debe hallar su correlato en la escritura, práctica necesaria no
solo porque permite demostrar el conocimiento y comunicar la experiencia,
en una suerte de catarsis que puede incluso ser sanadora o reveladora. El
dominio de la escritura es ese otro pilar intelectual que nos convoca a innovar
y nos habilita a transformar nuestros conocimientos. Escribir clarifica las
ideas, desarrolla estructuras lógicas, retroalimenta la creatividad, refina y
flexibiliza el pensamiento.
Es por eso, que al lema adoptado nos permitimos agregar nuestra
impronta y decimos:
“Todos los grandes países fueron primero miles de niños leyendo…
y escribiendo.”
En el Bicentenario de nuestro querido país, reiteramos nuestro
compromiso con la formación de lectores y escritores competentes, futuros
ciudadanos responsables, próximos gobernantes; en suma, personas críticas
que encuentren en la lectura y la escritura herramientas cognitivas para
modelar una sociedad más justa y hacer más grande la tierra que los vio nacer.
Vaya también en este compromiso renovado nuestro homenaje a
todas las personas de buena voluntad, ciudadanos ilustres o anónimos, que en
estos doscientos años encontraron en la educación un camino seguro para
construir nuestra identidad como nación respetuosa de la diversidad, un
puente sólido para unir a los habitantes más allá de las diferencias, una brújula
para orientarnos en la bonanza y en la adversidad.
Alejandro M. De Oto Gilotaux
Director de Primaria
José L. Ordoñez
Director General
Claudia Toledo
Asesora de Lengua
Haydeé Fisher
Vicedirectora
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PRIMER
grado
RUIDO DE HISTORIAS FANTÁSTICAS
ALUMNOS Y ALUMNAS DE 1º GRADO
PATRICIA LAMAS Y CAROLINA BACH
MAESTRAS
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EL HOMBRE DE NIEVE
ANTONIO ALEXANDER
DON FRESQUETE VIVÍA EN UN LUGAR MUY FRÍO
PORQUE ERA UN MUÑECO DE NIEVE.
LOS DÍAS DE SOL DON FRESQUETE SE ASUSTABA
PORQUE TENÍA MIEDO DE DERRETIRSE.
POR SUERTE LLEGÓ EL FRÍO Y LA SUPERNIEVE.
TODOS LOS CHICOS TAMBIÉN LLEGARON PARA IR A
ESQUIAR.
DON FRESQUETE SE SENTÍA SOLO PORQUE TODOS
SE IBAN A DIVERTIR Y ÉL NO TENÍA AMIGOS.
ALGUNOS CHICOS SE DIERON CUENTA DE QUE
ESTABA DON FRESQUETE Y ENTONCES FUERON A JUGAR
CON EL MUÑECO. HACÍAN BOLAS DE NIEVE.
Y DON FRESQUETE SE SINTIÓ BIEN Y NO SE SINTIÓ
MÁS SOLO.
LA TORTUGA TIENE FRÍO
LUCAS ALONSO
HABÍA UNA TORTUGA LLAMADA CLARA QUE VIVÍA
CON UNA FAMILIA.
AL LLEGAR EL INVIERNO CLARA TENÍA FRÍO Y
QUERÍA IRSE A UN LUGAR DONDE HICIERA CALOR. PERO
PARA IR A ESE LUGAR NECESITABA AYUDA, ELLA SOLA NO
PODÍA.
LE PIDIÓ AYUDA A LAS AVES Y ACEPTARON
AYUDARLA. LAS AVES TENÍAN UN BARRILETE.
ENGANCHARON A LA TORTUGA Y LA LLEVARON VOLANDO
HASTA BRASIL.
CUANDO CLARA LLEGÓ HACÍA MUCHO CALOR Y LE
GUSTABA PERO SENTÍA MUCHA TRISTEZA PORQUE
EXTRAÑABA A SU FAMILIA.
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DE NUEVO LE PIDIÓ A LAS AVES QUE LA AYUDARAN
A VOLVER A SU CASA.
LAS AVES LA LLEVARON EN SU BARRILETE Y CLARA
SE ENCONTRÓ CON SU FAMILIA Y VIVIÓ MUY FELIZ.
EL HIJO PERDIDO DEL LOBO PANDA
JUAN CRUZ BARDI
HABÍA UNA VEZ UN ANIMAL MUY RARO. ERA UN
LOBO-PANDA. FUE A PASEAR POR EL BOSQUE Y SE PERDIÓ.
Y COMO ESTABA PERDIDO NO ENCONTRABA A SU FAMILIA.
EL LOBO PANDA EXTRAÑABA MUCHO A SU FAMILIA
Y DECIDIÓ BUSCARLA. RECORRIÓ MUCHOS LUGARES Y NO
LOS ENCONTRABA. ENTONCES PENSÓ EN TOMAR UN
AVIÓN PARA IR MAS LEJOS.
EN EL AEROPUERTO ESTABA ESCONDIDA UNA LOBAPANDA. SE VIERON, SE ENAMORARON Y SE CASARON.
LOS LOBOS PANDA TUVIERON UN HIJO Y TODA LA
FAMILIA SE FUE A VIVIR AL BOSQUE.
UN DÍA EL PEQUEÑO LOBO PANDA SE ALEJÓ
MIENTRAS JUGABA Y UNOS CAZADORES LO VIERON Y LO
TOMARON PRISIONERO PORQUE ERA MUY RARO.
EL PEQUEÑO LOBO PANDA GRITÓ MUCHO EN SU
JAULA, LLAMANDO A SU MAMÁ Y A SU PAPÁ.
EL PAPÁ LOBO PANDA ESTABA MUY PREOCUPADO Y
BUSCÓ A SU HIJO. CUANDO ESCUCHÓ LOS GRITOS SE
ACERCÓ Y PUDO RESCATARLO.
LE CONTÓ QUE ÉL TAMBIEN SE HABÍA PERDIDO
HACÍA MUCHO TIEMPO Y LE PIDIÓ QUE NUNCA MÁS SE
ALEJARA.
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EL TORTUGO SÚPER RÁPIDO
FRANCISCO BARRIAL
EL TORTUGO VIVÍA EN UN JARDÍN SIN FLORES Y
QUERÍA CONOCERLAS. DESDE SU JARDÍN OLÍA EL
PERFUME PERO NO LAS CONOCÍA.
PIDIÓ AYUDA AL PERRO DE LA CASA. ÉL TENÍA UN
SÚPER TÓNICO QUE LO HACÍA IR MÁS RÁPIDO. EL
TORTUGO LO TOMÓ Y PUDO VIAJAR A TODA VELOCIDAD.
LLEGÓ A UN JARDÍN QUE TENÍA FLORES Y LAS PUDO
CONOCER. COMO LE GUSTABAN MUCHO Y ERAN MUY
LINDAS DECIDIÓ QUEDARSE A VIVIR EN ESE JARDÍN Y
NUNCA MÁS VOLVIÓ A SU CASA.
LA TORTUGA ESQUIADORA
INDALECIO JESÚS BERGÉS
UNA TORTUGA LLAMADA JUANA SE DESPERTÓ Y
DESCUBRIÓ QUE TENÍA UN PROBLEMA. QUERÍA VIAJAR A
LA NIEVE PERO NO SABÍA CÓMO IR.
SE PUSO A GRITAR PIDIENDO AYUDA. UNOS PATOS
QUE ESTABAN CERCA LA ESCUCHARON Y LA AYUDARON A
LLEGAR HASTA UN PUENTE.
CUANDO CRUZÓ EL PUENTE LA TORTUGA
ENCONTRÓ LA NIEVE. ESQUIÓ UN POCO Y PASÓ TANTO
TIEMPO ESQUIANDO QUE LA NIEVE EMPEZÓ A DERRETIRSE
Y CONVERTIRSE EN AGUA.
SE ACORDÓ DE QUE TENÍA QUE CRUZAR EL PUENTE
PARA REGRESAR A SU CASA. FUE AL PUENTE Y PUDO
VOLVER A SU HOGAR.
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EL LOBO PEZ VIAJA
SANTIAGO JOSÉ BLANCO MENGONI
UN LOBO PEZ ESTABA MUY ABURRIDO Y QUERÍA IR
AL PUERTO. FUE CAMINANDO EN SUS CUATRO PATAS DE
LOBO HASTA QUE LLEGÓ.
EN EL PUERTO SE ESCONDIÓ DETRÁS DE UNA CAJA
PORQUE COMO ERA CHIQUITO PUDO ESCONDERSE.
ESCONDIÉNDOSE LLEGÓ HASTA UN BARCO QUE IBA
PARA LA NIEVE. PENSÓ QUE COMO LA NIEVE SE ROMPÍA Y
HABÍA AGUA Y FRÍO, LE IBA A GUSTAR.
EL BARCO SE DIRIGIÓ AL POLO NORTE. CUANDO
LLEGÓ, BAJÓ Y SE ESCAPÓ.
VIVIÓ FELIZ EN EL POLO NORTE PORQUE ESTABA EN
EL LUGAR QUE QUERÍA.
LA TORTUGA A LA QUE LE GUSTA LA NIEVE
SALVADOR BUNGE
EN EL PATIO DE MI CASA HABÍA UNA TORTUGA A LA
QUE LE GUSTABA PASEAR EN LA NIEVE. ENTONCES
DECIDIÓ IR AL POLO NORTE.
LA TORTUGA SE ENGANCHÓ EN UN COHETE QUE
TENÍA MI VECINO Y FUE A TODA VELOCIDAD HASTA EL
POLO NORTE. LLEGÓ CONGELADA Y SE QUEDÓ A VIVIR EN
EL POLO NORTE CIEN DÍAS.
AHÍ LOS OSOS LE ENSEÑARON A HACER PIRUETAS
EN LA NIEVE. A LA TORTUGA LE GUSTABA MUCHO.
VOLVIÓ AL PATIO DE MI CASA CAMINANDO PORQUE
EN EL POLO NORTE LE ROBARON EL COHETE. TARDÓ
MUCHO TIEMPO EN LLEGAR.
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EL ANTÍLOPE TORTUGA TIENE UNA BAZOOKA
JUAN CRUZ CARDOSO
EL ANTÍLOPE TORTUGA TENÍA UNA FAMILIA Y UN
PEQUEÑO HIJO.
LOS CAZADORES TOMARON PRISIONERO A SU HIJO.
EL ANTÍLOPE TORTUGA ESTABA MUY TRISTE Y
QUERÍA RESCATAR A SU HIJO. ENTONCES EL ANTILOPE
BALLENA QUE ERA SU AMIGO ARMÓ UN PLAN PARA
RESCATARLO.
LOS DOS CONSIGUIERON UNA BAZOOKA Y FUERON
A SALVAR AL PEQUEÑO. LOS CAZADORES SE ASUSTARON Y
SALIERON CORRIENDO.
ASÍ ELANTILOPE TORTUGA PUDO RESCATAR A SU HIJO.
EL LOBO TUCÁN EN LA SELVA
JUSTO CAMILO CARDOSO
EL LOBO TUCÁN VIVÍA EN EL ZOOLÓGICO. TENÍA
PELOS EN EL CUERPO Y LA CABEZA DE TUCÁN.
NO LE GUSTABA VIVIR EN EL ZOOLÓGICO PORQUE
HABÍA ANIMALES QUE ERAN MALOS CON ÉL: UN LOBO
FEROZ Y UN COCODRILO.
SE ESCAPÓ PORQUE LE SACÓ LA LLAVE AL
CUIDADOR Y ABRIÓ LA JAULA. DESPUÉS BUSCÓ UN BARCO
PARA IRSE A SUDÁFRICA.
EL LOBO TUCÁN LLEGÓ DE NOCHE A LA SELVA Y LE
GUSTÓ PORQUE CONOCIÓ A OTRO LOBO TUCÁN Y A UN
CANGREJO. JUGARON A TIRARSE AL AGUA Y COMIERON
MANZANAS.
EN CINCO AÑOS SE HICIERON AMIGOS.
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LOS BOMBEROS Y LOS CHICOS
MARTÍN CASTELLANOS BÁRCENAS
HABÍA UNA VEZ DOS CHICOS DE SEIS AÑOS QUE
ESTABAN MUY ABURRIDOS EN SU CASA. ENTONCES SE
FUERON A LA ESTACIÓN DE BOMBEROS.
AHÍ SE DIVIRTIERON MUCHO. VIERON CAMIONES DE
BOMBEROS, UN TUBO MUY LARGO Y TAMBIÉN UNA
SIRENA. OYERON SONAR MUY FUERTE LA SIRENA Y TODOS
LOS BOMBEROS FUERON A SUS CAMIONES.
HABÍA UN INCENDIO EN LA PLAZA. ERA LA PLAZA
QUE LE GUSTABA A LOS CHICOS.
LOS CHICOS VOLVIERON A SU CASA. VIERON POR LA
TELEVISIÓN EL INCENDIO Y DECIDIERON IR A AYUDAR A
LOS BOMBEROS.
LOS BOMBEROS APAGARON EL INCENDIO Y LOS
CHICOS LOS FELICITARON Y AGRADECIERON PORQUE
HABÍAN SALVADO SU PLAZA.
EL PRÍNCIPE Y SU AMIGA LA RINOCERONTE CABALLO
EDGARDO CRESPO LINDEMAN
EN UN BOSQUE AL LADO DE UN CASTILLO VIVÍA
UNA RINOCERONTE CABALLO. ERA GRANDE Y TENÍA UN
CUERNO COMO LOS RINOCERONTES Y DE CABALLO TENÍA
LA COLA Y LAS PATAS.
LA RINOCERONTE CABALLO ESTABA TRISTE
PORQUE SU FAMILIA SE MURIÓ. UN PRÍNCIPE LA MATÓ CON
LA ESPADA PORQUE QUERÍAN COMER A LA PRINCESA QUE
ESTABA EN EL CASTILLO. LA PRINCESA ERA LINDA Y TENÍA
UN CABELLO AMARILLO Y ENRULADO.
LA RINOCERONTE CABALLO LLORABA MUCHO
PORQUE SE SENTÍA MAL Y TENÍA UN BEBÉ EN LA PANZA. EL
BEBÉ NACIÓ Y YA NO LLORÓ MÁS. ESTABA CONTENTA.
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EL PRÍNCIPE FUE AL BOSQUE Y VIO A LA
RINOCERONTE CABALLO CON EL BEBÉ. SE HICIERON
AMIGOS Y JUGARON LOS TRES.
EL PRÍNCIPE LLAMÓ A LA PRINCESA PARA JUGAR
CON LOS AMIGOS PORQUE HABÍA NACIDO EL BEBÉ.
LA TORTUGA MARINA
NAZARENO FLORES GUTIERREZ
MI TORTUGA ES MARINA Y SE LLAMA SOL.
UN DÍA PUSE A MI TORTUGA EN EL INODORO Y SE
QUEDÓ ATASCADA. LA TUVE QUE SACAR CON UNA PALA Y
PENSÉ QUE NUNCA MÁS TENÍA QUE PONERLA EN EL
INODORO.
ENTONCES LA PUSE EN LA PILETA PERO AL DÍA
SIGUIENTE LA PILETA ESTABA TODA LLENA DE BARRO. MI
PAPÁ Y YO TUVIMOS QUE LIMPIAR LA PILETA.
EN EL FONDO ESTABA MI TORTUGA, LA BAÑAMOS Y
QUEDÓ BRILLANTE. LE DIMOS LECHUGA, JUGO DE
NARANJA Y UNA MANZANA. DESPUÉS DORMÍ CON ELLA.
AL OTRO DÍA PENSÉ QUE ERA MEJOR PONERLA EN
LA BAÑERA Y QUE AHÍ PUDIERA NADAR Y NO TUVIERA
MÁS PROBLEMAS.
EL GIGANTE DE NIEVE
FACUNDO IACINO
HABÍA UNA VEZ UN MUÑECO DE NIEVE QUE VIVÍA
EN BARILOCHE. ÉL TENÍA UN PROBLEMA. SE VENÍA UN
FRÍO TREMENDO Y SE IBA A AGRANDAR CON LA NIEVE QUE
IBA A CAER.
ASÍ PASÓ. EMPEZÓ A NEVAR Y EL MUÑECO CRECIÓ Y
CRECIÓ. NO PARABA DE AGRANDARSE.
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ENTONCES DECIDIÓ NO PREOCUPARSE MÁS
PORQUE SE AGRANDABA Y TERMINÓ ACOSTUMBRÁNDOSE
A SER UN GIGANTE DE NIEVE.
LA LLAMA MONO MANEJA UN AVIÓN
RAMIRO LEYRO RÍOS
HABÍA UN ANIMAL QUE TENÍA CABEZA DE MONO Y
CUERPO DE LLAMA. CHILLABA COMO LOS MONOS Y
CORRÍA COMO LAS LLAMAS. TENÍA FAMILIA Y DESPUÉS LA
PERDIÓ. VIVÍA MUY ARRIBA EN LA MONTAÑA.
ERA UN ANIMAL RARO Y TODOS SE ASUSTABAN
CUANDO LO ENCONTRABAN MENOS LOS CAZADORES.
PONÍAN UNA CUERDA EN DONDE VIVÍA LA LLAMA MONO
PARA ATRAPARLA. UN DÍA HABÍAN COMIDO UNA Y LES
HABÍA GUSTADO Y QUERÍAN OTRA.
LA LLAMA MONO ERA INTELIGENTE Y ERA MUY
DIFÍCIL CAZARLA. ENTONCES SE ESCONDIÓ EN UN AVIÓN
ROTO QUE UN SEÑOR HABÍA DEJADO AHÍ. LA LLAMA
MONO LO ARREGLÓ Y QUISO BUSCAR UN LUGAR.
PERO LOS MOTORES SE ESTABAN ROMPIENDO Y
TUVO QUE ABRIR UNA PUERTA Y SALTAR. HABÍA MUCHO
VIENTO Y CAYÓ DE CABEZA.
NO LE PASÓ NADA PORQUE ERA MUY FUERTE. LA
ENCONTRÓ UN SEÑOR QUE MANEJABA UN BOTE Y LA
LLEVÓ AL ZOOLÓGICO.
EL TORTUGO VIAJERO
MANUEL PADILLA
HABÍA UNAVEZ UN TORTUGO QUE SE LLAMABA JUAN.
EL TORTUGO VIVÍA EN ESPAÑA Y HACÍA MUCHO CALOR.
ENTONCES SE FUE A ITALIA PERO TAMBIÉN HACÍA
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MUCHO CALOR. SE ENCONTRÓ CON UNOS PATOS Y LES
CONTÓ QUE ESTABA CANSADO DEL CALOR.
LOS PATOS LE OFRECIERON AYUDARLO. LE DIJERON
QUE TENÍAN UN SUPERTÓNICO Y QUE SI LO TOMABA IBA A
LLEGAR A ESTADOS UNIDOS EN DOS HORAS.
EL TORTUGO SE PUSO MUY CONTENTO Y TOMÓ EL
SUPERTÓNICO.
A LAS DOS HORAS LLEGÓ A ESTADOS UNIDOS Y
DISFRUTÓ MUCHO DEL FRÍO.
CUNADO LLEGÓ EL VERANO EN ESTADOS UNIDOS
VOLVIÓ A TOMAR EL SUPERTÓNICO Y REGRESÓ A SU CASA
EN ESPAÑA.
EL INCENDIO DEL CAMIÓN DE BOMBEROS
MATÍAS FEDERICO PÁPARO
UNOS CHICOS FUERON DE VISITA A LA ESTACIÓN DE
BOMBEROS. RECORRIERON LA ESTACIÓN Y SE SUBIERON A
UN CAMIÓN DE BOMBEROS. APRENDIERON A MANEJAR EL
CAMIÓN.
MIENTRAS ESTABAN EN LA ESTACIÓN HUBO UN
INCENDIO Y LOS BOMBEROS Y LOS CHICOS SALIERON A
APAGARLO.
LOS BOMBEROS NO LOS DEJARON ESTAR CERCA
DEL FUEGO PERO LOS CHICOS VIERON ATRÁS DE UN
ÁRBOL UN GATO QUE ESTABA ASUSTADO. EL GATO TENÍA
UN COLLAR CON SU NOMBRE Y SU DIRECCIÓN.
LOS CHICOS DEVOLVIERON EL GATO A SUS DUEÑOS
Y SE SINTIERON FELICES POR PODER AYUDAR.
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EL INVENTOR BUSCA UNA TORTUGA
JOAN RIBERA
HABÍA UNA TORTUGA QUE SE LLAMABA MÓNICA Y
VIVÍA EN EL JARDÍN DE UNA CASA MUY LINDA. PERO ESO
NO LE ALCANZABA PARA DIVERTIRSE.
LA NIÑA QUE ERA LA DUEÑA DE LA TORTUGA LA
BUSCABA POR AQUÍ Y POR ALLÁ PORQUE CREÍA QUE
HABÍA PERDIDO A SU TORTUGA.
PERO LA TORTUGA MÓNICA VIENDO LAS FLORES SE
HABÍA IDO CAMINANDO DESPACITO A LA CASA DE UN
SEÑOR INVENTOR QUE ESTABA BUSCANDO UNA TORTUGA
PARA PROBAR UNO DE SUS INVENTOS.
EL INVENTO ERA UN SUPERTÓNICO QUE SERVÍA
PARA HACER QUE LAS COSAS LENTAS FUERAN RÁPIDO.
LA TORTUGA PROBÓ EL SUPERTÓNICO EN ELLA.
RESULTÓ QUE EL SUPERTÓNICO ANDABA A LA PERFECCION
Y ENTONCES LA TORTUGA MÓNICA PODÍA IR MUY RÁPIDO
A DONDE QUISIERA. PASEÓ UN RATO POR TODOS LADOS
PERO DESPUÉS QUISO REGRESAR A SU CASA.
LA NIÑA SE PUSO MUY CONTENTA CUANDO VIO QUE
MÓNICA ESTABA VOLVIENDO AL JARDÍN.
LAS DOS SE PUSIERON A JUGAR TODA LA TARDE
JUNTAS HASTA QUE LLEGÓ LA NOCHE Y FUERON A DORMIR.
LA FOCA TORO CAMINA LENTO
MANUEL RUIZ MAGADÁN
PIPITA UNA VEZ SE PERDIÓ PORQUE NO QUISO
ESTAR MÁS CON SU FAMILIA. A PIPITA LA RETABAN Y SE
PONÍA FURIOSA.
SE LEVANTÓ TEMPRANO Y SE ESCAPÓ. ERA UNA
FOCA TORO Y CORRÍA LENTO MUY LENTO Y NO PUDO
LLEGAR A DONDE QUERÍA Y SE DURMIÓ EN EL CAMINO.
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CUANDO SE DESPERTÓ DECIDIÓ BUSCAR EL
CAMINO POR DONDE HABÍA ESTADO Y VOLVER CON SU
FAMILIA AUNQUE LA RETARAN. ESTABA TRISTE SIN
FAMILIA.
PIPITA ENCONTRÓ EL CAMINO Y MUY DESPACIO FUE
CAMINANDO A SU CASA.
CUANDO LLEGÓ SU FAMILIA SE ALEGRÓ Y LE PIDIÓ
QUE NUNCA MÁS SE ALEJARA DE ELLOS.
LA TORTUGA SALE DE VIAJE
JOAQUÍN SALDUNA
MI TORTUGUITA ES TRAVIESA.
UN DÍA LA LLEVÉ A CONOCER A OTRAS TORTUGAS
PARA QUE TUVIERA AMIGAS Y NO HICIERA TANTAS
TRAVESURAS.
SE PASÓ TODA LA TARDE JUGANDO Y DESPUÉS
VOLVIMOS A MI CASA.
YO DESPUÉS ME FUI A DORMIR PERO MI
TORTUGUITA SE ENCONTRÓ EN EL JARDÍN CON UNOS
PATOS. MI TORTUGA LE PIDIÓ A LOS PATOS QUE LA AYUDEN.
ELLA QUERÍA VIAJAR. QUERÍA CONOCER BARILOCHE.
LOS PATOS LA LLEVARON VOLANDO. LA ATARON A
SUS ALAS Y LLEGÓ RAPIDÍSIMO. EN BARILOCHE CON SUS
AMIGOS LOS PATOS HICIERON UN MUÑECO DE NIEVE Y
JUGARON A TIRARSE BOLAS.
YO ESTABA PREOCUPADO POR MI TORTUGA
TRAVIESA.
CUANDO MI TORTUGUITA SE ABURRIÓ DE ESTAR EN
LA NIEVE LE PIDIÓ A LOS PATOS QUE LA TRAIGAN DE
NUEVO A MI CASA. CUANDO LLEGÓ MI TORTUGA LA RETÉ
POR HABERSE IDO Y PROMETIÓ NO HACERLO MAS.
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EL TIBURÓN Y LA TORTUGA
SANTIAGO ANDRÉS SPOSATO
A LA TORTUGA LE GUSTABA LA PLAYA Y VIVÍA EN
BRASIL.
CUANDO LA TORTUGA NADABA EN EL MAR VINO UN
TIBURÓN Y LA ASUSTÓ MUCHO. PENSÓ QUE SE LA IBA A
COMER.
EL TIBURÓN ERA BUENO Y NO QUERÍA COMERLA. SE
HICIERON AMIGOS Y NADARON JUNTOS EN EL MAR.
LOS CHICOS SE AYUDAN
FRANCISCO TAVOLARO CARINI
UNA MAÑANA MUY NUBLADA TRES CHICOS SE
DIERON CUENTA DE QUE IBA A NEVAR.
CUANDO VIERON LA NIEVE SE PREPARARON PARA
HACER UN HOMBRE DE NIEVE. JUNTARON TRES BOLAS
GRANDES DE NIEVE.
DE PRONTO APARECIÓ EL SOL Y LAS BOLAS
EMPEZARON A DERRETIRSE.
UNO DE LOS NENES LLAMADO FACUNDO TUVO LA
IDEA DE IR A LA SOMBRA PARA QUE NO SIGAN
DERRITIÉNDOSE LAS BOLAS DE NIEVE.
EN LA SOMBRA PUDIERON HACER AL HOMBRE DE
NIEVE Y ESTABAN MUY FELICES.
RODOLFO Y BERNARDO ENCONTRARON UN COFRE
BAUTISTA UBIRIA
RODOLFO Y BERNARDO VIVÍAN EN EL MISMO
EDIFICIO Y UN DÍA SE FUERON CAMINANDO A LA ESTACION
DE BOMBEROS.
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LOS BOMBEROS LES MOSTRARON TODA LA
ESTACIÓN Y LOS CHICOS DESPUÉS SE FUERON A LA CASA
DEL ABUELO DE RODOLFO. EN LA CASA DEL ABUELO
TOMARON LA MERIENDA Y SE FUERON CAMINANDO POR
EL BARRIO.
ATRÁS DE UN ÁRBOL ENCONTRARON UN COFRE.
CUANDO LOGRARON ABRIR EL COFRE DESCUBRIERON
QUE ESTABA LLENO DE DIAMANTES. SE ALEGRARON
MUCHO Y SE LO LLEVARON.
RODOLFO Y BERNARDO COMPARTIERON LOS
DIAMANTES DEL COFRE Y SE FUERON CADA UNO A SU
CASA MUY FELICES.
EL MONO ARDILLA JUEGA AL GOLF
DIONISIO VICENTE GASSIEBAYLLE
HABÍA UNA VEZ UN MONO ARDILLA QUE JUGABA AL
GOLF EN LA SELVA CON UN PALO Y COCOS. PRACTICÓ Y
PRACTICÓ HASTA QUE SE HIZO FAMOSO. QUERÍA IR A
ESPAÑA PARA JUGAR EN UN TORNEO DE GOLF.
NO TENÍA PLATA PARA PAGAR EL PASAJE. ASÍ QUE
VIO UNA VALIJA ABIERTA Y SE ESCONDIÓ. CUANDO LLEGÓ
AL AVIÓN ABRIÓ EL CIERRE Y SE ESCAPÓ. ENSEGUIDA SE
ESCONDIÓ DONDE PONEN LOS CHALECOS SALVAVIDAS.
PUDO ENTRAR PORQUE LOS SACÓ.
EL MONO VIO UNA ALMOHADA POR AHÍ Y SE LA
LLEVÓ PARA EL VIAJE. DEJÓ UNA BANANA PARA CUANDO
LLEGARA Y LAS OTRAS SE LAS COMIÓ. SE FUE POR DEBAJO
DE LOS ASIENTOS Y TIRÓ LAS CÁSCARAS EN UN TACHITO
DE BASURA.
LLEGÓ A ESPAÑA Y SE FUE A UN HOTEL QUE SE
LLAMABA QUEOUPETI. ERA UN HOTEL PARA MONOS Y
OTROS ANIMALES. UN CABALLO ERA EL DUEÑO DEL
HOTEL. DEJABA PASAR A TODOS Y DESPUÉS ATENDÍA.
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EL MONO ARDILLA JUGÓ AL MINIGOLF Y EMPATÓ
CON SU AMIGO, UN PERRO ARDILLA. Y SE DIERON LA PATA
Y SE QUEDARON EN ESPAÑA PARA JUGAR AL GOLF Y
GANAR MÁS CAMPEONATOS.
EL MUÑECO DE NIEVE DERRETIDO
SANTIAGO VILLAVERDE
UN DÍA QUE NEVÓ TRES HERMANAS LLAMADAS
SOFÍA, MARÍA Y MARTINA HICIERON UN MUÑECO DE
NIEVE. LO LLAMARON DON FRESQUETE.
OTRO DÍA HIZO CALOR Y EL MUÑECO EMPEZÓ A
DERRETIRSE.
LAS CHICAS FUERON A AYUDARLO Y LO LLEVARON
EN UN CARRITO A OTRO LUGAR MÁS FRÍO.
EL LEÓN ELEFANTE
Y SU AMIGO LA LIEBRE JIRAFA SE AYUDAN
SANTIAGO ESTEBAN YBARRA
CUANDO EL LEÓN ELEFANTE LLEGÓ A BRASIL VIO
QUE HABÍA CAZADORES. NO PUDO ESCAPAR Y LO
CAPTURARON.
EL LEÓN ELEFANTE EMPEZÓ A PEDIR AYUDA. LA
LIEBRE JIRAFA QUE ERA SU AMIGA LO FUE A AYUDAR. EL
LEÓN ELEFANTE PUDO ESCAPAR.
LOS DOS AMIGOS NO QUISIERON QUEDARSE MÁS EN
BRASIL PORQUE LE TENÍAN MIEDO A LOS CAZADORES. FUERON
AL PUERTO Y BUSCARON UN BARCO QUE LOS LLEVE A JAPÓN.
EN JAPON LES GUSTÓ LA COMIDA Y LA GENTE NO
QUERÍA CAPTURARLOS,
BUSCARON UN LUGAR PARA VIVIR Y SE QUEDARON
EN JAPÓN.
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DON FRESQUETE Y SUS AMIGOS
BERNARDITA ALEMÁN
HABÍA UNA VEZ UN MUÑECO DE NIEVE QUE SE
LLAMABA DON FRESQUETE.
UN DÍA DON FRESQUETE SE AGRANDÓ PORQUE
NEVABA MUCHO ENTONCES COMENZÓ A CRECER Y SE
ENCONTRÓ CON UN GATO Y UN PERRO. ELLOS SE
ASUSTARON PORQUE ERA MUY GRANDE Y DON
FRESQUETE LLORÓ PORQUE TODOS PENSABAN QUE ERA
UN GIGANTE Y LES DIJO QUE NO SE ASUSTARAN.
EL PERRO Y EL GATO SE ACERCARON Y LO AYUDARON
A SACARSE NIEVE. CON LA NIEVE QUE LE SACARON
HICIERON OTRO MUÑECO PARA QUE SEA SU AMIGO.
ESTRELLITA CONOCE EL MUNDO
NATHALIE ASLANOGLOU
HABÍA UNA VEZ UNA TORTUGA LLAMADA
ESTRELLITA QUE ESTABA ABURRIDA SENTADA EN EL
PASTO DE SU CASA.
VIO UNOS PATOS EN LA PLAZA QUE QUEDABA
CERCA DE SU CASA Y SE FUE A JUGAR CON ELLOS.
ESTRELLITA LES DIJO A LOS PATOS QUE QUERÍA CONOCER
EL MUNDO. ELLOS LE DIERON UN TÓNICO MÁGICO QUE LA
HACÍA VOLAR Y SE FUE VOLANDO A CHINA.
CUANDO LLEGÓ SE FUE A COMER SUSHI A UN
RESTAURANTE. SIGUIÓ RECORRIENDO EL MUNDO Y SE FUE
A JAPÓN. FUE A CONOCER CÓMO ERA EL COLEGIO EN
JAPÓN.
ESTRELLITA ESTABA TAN CANSADA DE RECORRER
EL MUNDO QUE SE FUE A SU CASA.
LLEGÓ Y FUE A BUSCAR A LOS PATOS PARA
CONTARLES TODO LO QUE HABÍA HECHO.
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TODOS JUNTOS FUERON A LO DE ESTRELLITA A
JUGAR Y SE FUE A DORMIR MÁS TARDE.
EN EL SUPERMERCADO
MARÍA AGUSTINA BASGALL
A LA MAÑANA DON FRESQUETE, UN MUÑECO DE
NIEVE, ESTABA EN LA CASA DE LOS CHICOS QUE LO
HABÍAN ARMADO. DE REPENTE SALIÓ EL SOL Y DON
FRESQUETE EMPEZÓ A DERRETIRSE. ENTONCES LO
PUSIERON EN EL FREEZER Y DON FRESQUETE SE QUEDÓ
DURO.
LOS CHICOS LO QUERÍAN TOCAR PERO AL TOCARLO
EMPEZÓ DE NUEVO A DERRETIRSE. NO SABÍAN CÓMO
ARREGLARLO. ENTONCES TUVIERON UNA IDEA: FUERON
AL SUPERMERCADO Y LO PUSIERON EN LA HELADERA DE
LOS HELADOS.
DON FRESQUETE TODAS LAS NOCHES COMÍA
HELADO Y POR LA MAÑANA LOS CHICOS LO IBAN A
SALUDAR.
EL TESORO PERDIDO
SOFÍA BATALLA GUTIÉRREZ
UNA MAÑANA EN UN VELERO VALENTÍN Y YAMILA
IBAN A LA ISLA EN UN RÍO SERENO PERO CUANDO
ESTABAN POR LLEGAR A LA PLAYA VIERON A UN YACARÉ.
TRATARON DE PASARLO Y NO PUDIERON. NO
SABÍAN QUÉ HACER HASTA QUE SE LES OCURRIÓ UNA
IDEA: DARLE COMIDA. EL YACARÉ LOS DEJÓ PASAR. ELLOS
LO QUE QUERÍAN ERA ENCONTRAR UN TESORO EN LA ISLA
QUE DECÍA EN UN LIBRO.
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BUSCARON DURANTE OCHO DÍAS HASTA QUE LO
ENCONTRARON. VALENTÍN LO AGARRÓ Y YAMILA LO
AYUDÓ A LLEVARLO AL VELERO.
CUANDO LLEGARON A SU CASA LO REVISARON Y SE
ENCONTRARON QUE EL COFRE ESTABA VACÍO. SE
PUSIERON TRISTES Y DECIDIERON IR DE NUEVO A
BUSCARLO OTRO DÍA.
LOS CHICOS DURMIERON EN LA ISLA
MELINA CATELLANI
UN DÍA YAMILA Y VALENTÍN FUERON EN UN
VELERO A UNA ISLA EN UN RÍO.
LOS CHICOS QUERÍAN BAJAR A LA ISLA Y VIERON A
UN YACARÉ ENTONCES SE ASUSTARON Y SE QUEDARON EN
EL VELERO.
PENSARON CÓMO SALIR DEL VELERO Y SE LES
OCURRIÓ TOMAR UNA SOGA.
VALENTÍN SALTÓ ALTO Y CAYÓ ENCIMA DEL
YACARÉ. ENTONCES YAMILA LE ATÓ LA BOCA Y SALIERON
CORRIENDO.
LOS DOS CAMINARON POR LA ISLA HASTA QUE SE
HIZO DE NOCHE. NO ENCONTRARON SU BARCO PERO SÍ AL
YACARÉ. SE QUEDARON QUIETOS HASTA QUE SE FUE.
COMO AL FINAL NO PUDIERON ENCONTRAR EL
BARCO DURMIERON EN LA ISLA HASTA EL DÍA SIGUIENTE.
EL GATOPATO QUE CONSIGUIÓ UNA CASA
LUZ DALTON
HABÍA UNA VEZ UN GATOPATO QUE QUERÍA ESTAR
EN UNA CASA DONDE LO QUISIERAN Y LO CUIDARAN.
COMO ERA MITAD GATO Y MITAD PATO NADIE QUERÍA
ESTAR CON ÉL.
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UNA MAÑANA FUE A RECORRER LAS CALLES
PREGUNTANDO A LA GENTE SI QUERÍA UN GATOPATO DE
MASCOTA. TODOS LE DECÍAN QUE NO HASTA QUE
ENCONTRÓ A ESTRELLITA Y SE LO LLEVÓ A SU CASA.
EN LA CASA ENCONTRÓ UNA PILETA. SE TIRÓ
DICIENDO “BOMBA AL AGUA” Y TIRÓ AGUA PARA TODOS
LADOS. DE REPENTE SE ENCONTRÓ CON UNA GATAPATA.
SUS PLUMAS SE SECARON POR TANTA EMOCIÓN Y LE
SALÍAN MAL LAS PALABRAS PORQUE LE DIO VERGÜENZA.
ENTONCES LA GATAPATA DECIDIÓ HABLAR. LE MOSTRÓ LA
CASA DE ESTRELLITA Y CON EL TIEMPO FUERON MUY
BUENOS AMIGOS.
GATOPATO SE PUSO FELIZ PORQUE TENÍA UNA CASA
CON PILETA Y PATIO.
EL GATOPATO Y SU APARATO
FELICITAS DE TEZANOS PINTO
HABÍA UNA VEZ UN GATOPATO QUE QUERÍA ESTAR
CON SUS AMIGOS PERO NO LO ENTENDÍAN PORQUE
HABLABA MITAD GATO Y MITAD PATO.
UN DÍA COMPRÓ UN APARATO PARA HABLAR COMO
LOS DEMÁS. FUNCIONABA SI TENÍA UNA LAMPARITA
ENCENDIDA Y FUE A PROBARLO AL LAGO. DIJO “MIAU” Y
DEL APARATO SE ESCUCHÓ UN “HOLA” Y SUS AMIGOS LE
ENTENDIERON. GATOPATO SE PUSO MUY CONTENTO Y
DECIDIÓ TENERLO COLGADO EN EL CUELLO SIEMPRE.
SUS AMIGOS LO INVITARON A SUS CASAS PARA
JUGAR CUIDANDO QUE LA LAMPARITA NO SE LE APAGARA.
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EL RATÓN MÚSICO
MARINA GUIRAO
HABÍA UNA VEZ UN RATÓN LLAMADO PATRICIO QUE
VIVÍA EN UN CAMPO.
UN DÍA QUISO SER MÚSICO Y FUE A PREGUNTAR AL
HIPOPÓTAMO CÓMO PODÍA CANTAR PERO EL HIPOPÓTAMO
CANTABA HORRENDO. ENTONCES FUE A PREGUNTARLE A
LA JIRAFA Y TAMBIÉN CANTABA HORRENDO. ASÍ QUE FUE
A PREGUNTARLE A LA RANA Y AL FIN CANTÓ EN EL
ESCENARIO. CANTÓ MUY AFINADO E HICIERON UNA
FIESTA PARA FESTEJAR.
LA GATAPATA HECHIZADA
VICTORIA GULLY
NADANDO EN UN RÍO HABÍA UNA VEZ UNA
GATAPATA QUE SE LLAMABA ISABEL. ERA MITAD PATA Y
MITAD GATA Y LE GUSTABA NADAR POR MOMENTOS
PORQUE COMO ERA GATO A VECES NO LE GUSTABA
BAÑARSE.
UN DÍA UNA HADITA LA TRANSFORMÓ EN UNA
PERSONA PORQUE ERA SU DESEO. PERO TUVO UN
PROBLEMA.
QUISO NADAR EN LA LAGUNA PERO NO SABÍA
CÓMO HACERLO PORQUE YA NO ERA PATA. QUISO SALTAR
DE UN TECHO A OTRO PERO NO SE ANIMÓ PORQUE YA NO
ERA GATA. ENTONCES SE FUE A DORMIR PARA
ENCONTRARSE CON EL HADA EN SUS SUEÑOS. CUANDO SE
LE APARECIÓ QUISO HABLARLE PERO NO LE ENTENDIÓ.
HABLÓ POR SEÑAS Y ENTENDIÓ.
ENTONCES LA TRANSFORMÓ EN GATAPATA Y FUE
FELIZ SIENDO MITAD PATA Y MITAD GATA.
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LOS PATOS Y LA TORTUGA
MARÍA MARTIN VALERGA
HABÍA UNA VEZ DOS PATOS QUE SE REÍAN CUANDO
HACÍAN MUCHOS CHISTES.
UN DÍA LOS PATOS LE QUISIERON HACER UNA
BROMA A SU AMIGA LA TORTUGA DÁNDOLE UN BARRILETE
QUE TENÍA COLA LARGA.
SE AGARRÓ DE ÉL PERO TUVO UN PROBLEMA
PORQUE VOLABA MUY RÁPIDO. LA TORTUGA SE BAJÓ
MAREADA Y SE FUE A LA PLAYA DE TORTUGAS A BUSCAR A
SUS AMIGOS.
LA TORTUGA DEVOLVIÓ EL BARRILETE A LOS PATOS
Y LES DIO DOS PECECITOS PARA AGRADECERLES PERO
TAMBIÉN LES HIZO UNA BROMA. LOS PECES EXPLOTARON
Y LAS PLUMAS DE LOS PATOS QUEDARON NEGRAS.
DESDE ESE DÍA LOS PATOS Y LA TORTUGA NO SE
HICIERON MÁS BROMAS.
LA TORTUGA VIAJA POR EL MUNDO
MARTINA MARÍA MENÉNDEZ
UN DÍA EL PATO FUE A BUSCAR A SU AMIGA LA
TORTUGA PORQUE ESTABA CANSADA DE CAMINAR Y
QUERÍA DARLE UN BARRILETE PARA AYUDARLA A VOLAR.
LA TORTUGA ESTUVO CONTENTÍSIMA Y PUSO
COMIDA EN EL BARRILETE. SE SUBIÓ Y VINO UN VIENTO
MUY FUERTE Y SE VOLÓ.
DESDE ARRIBA VIO EL MUNDO Y SE PUSO MUY
FELIZ.
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LA CEBRA A RAYAS
HELENA VICTORIA MYMICOPULO LLAMBÍAS
UN DÍA UNA CEBRA BOSTEZÓ TAN FUERTE QUE SE
TRAGÓ UNA MARIQUITA Y COMO LE HACÍA COSQUILLAS
LE CAMBIÓ LA FORMA DE SUS RAYAS. LOS FAMILIARES LE
DIJERON QUE NO ERA UNA CEBRA PORQUE SUS RAYAS NO
ERAN RECTAS. PROBÓ BOSTEZAR PARA VER SI SE LE
ACOMODABAN BIEN LAS RAYAS PERO NO LO LOGRÓ.
ESTUVO PENSANDO Y TUVO UNA IDEA. HIZO LA
VERTICAL Y LA MEDIALUNA Y NO FUNCIONÓ. FUE AL
HOSPITAL Y EN EL CAMINO SE ENCONTRÓ CON UN LEÓN.
DEL SUSTO SE LE SALIÓ LA MARIQUITA QUE SE FUE
VOLANDO TODA BABOSA.
COMO EL SUSTO FUE MUY GRANDE SE
ACOMODARON SUS RAYAS Y SE SINTIÓ FELIZ.
EL YACARÉ Y LOS DOS NIÑOS
LOLA OBARRIO IDOYAGA MOLINA
HABÍA UNA TARDE SOLEADA Y A UNA CHICA Y A UN
CHICO QUE SE LLAMABAN VALENTÍN Y YAMILA SE LES
OCURRIÓ UNA IDEA: IR A NAVEGAR EN UN VELERO EN EL RÍO.
CUANDO LLEGARON A LA ORILLA VIERON UN
YACARÉ GIGANTE Y NO SE ANIMARON A BAJAR. SE LES
OCURRIÓ OTRA IDEA: CON UN CARTÓN QUE TENÍAN
CONSTRUYERON UNA YACARÉ Y MIENTRAS EL YACARÉ SE
DISTRAÍA CON EL MUÑECO LOS CHICOS APROVECHARON A
BAJAR A LA ISLA.
AHÍ ENCONTRARON MUCHAS PALMERAS, COCOS,
RANAS Y ARENA FINITA. JUGARON EN LA PLAYA TODA LA
TARDE HASTA QUE SE DIERON CUENTA DE QUE EL YACARÉ
ERA BUENO PORQUE INTENTABA BAJARLES COCOS.
SE HICIERON AMIGOS Y LO FUERON POR SIEMPRE.
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VALENTÍN Y YAMILA
MARGARITA MARÍA PIDAL FERNÁNDEZ SASSO
UNA MAÑANA YAMILA Y VALENTÍN ESTABAN
NAVEGANDO EN UN RÍO Y DESCUBRIERON UNA ISLA.
DE REPENTE VIERON UN YACARÉ Y SE ASUSTARON.
VALENTÍN DIJO:
- ES MUY FEROZ.
Y NO SABÍAN QUÉ HACER.
YAMILA DIJO:
- ES MUY DENTUDO Y MUY RÁPIDO.
NO SABÍAN CÓMO BAJAR DEL BARCO. EL YACARÉ
TENÍA HAMBRE Y TENÍAN COMIDA PARA ÉL. LE DIERON UN
PEZ Y SE HICIERON AMIGOS.
EL YACARÉ LES MOSTRÓ SU CUEVA. SE METIERON Y
SE QUEDARON UN RATO LARGO JUGANDO. CUANDO SE
HIZO DE NOCHE LE DIJERON QUE LO IBAN A VISITAR MÁS
SEGUIDO.
SUBIERON AL BARCO Y SE FUERON A SU CASA. LES
CONTARON LA HISTORIA A SUS AMIGOS. LES
PREGUNTARON SI HICIERON AMIGOS EN LA ISLA Y LES
DIJERON QUE SÍ.
LUPE PIERDE SUS RAYAS
MARÍA DELFINA POSE SABBATINI
UNA TARDE HABÍA UNA CEBRA LLAMADA LUPE QUE
BOSTEZÓ Y LE ENTRÓ EN LA BOCA UNA LUCIÉRNAGA Y SE
QUEDÓ TODA BLANCA.
VINO SU MEJOR AMIGO Y NO LA RECONOCIÓ
PORQUE LAS CEBRAS TIENEN RAYAS RECTAS.
SE FUE A SU CASA LLORANDO PENSANDO EN CÓMO
CAMBIAR. BUSCÓ A SU AMIGA PINTORA Y LE PIDIÓ QUE LA
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PINTARA COMO SON LAS CEBRAS. QUEDÓ TODA RAYADA
PERO COMENZÓ A LLOVER Y LAS RAYAS SE LE
DESPINTARON. ENTONCES BUSCÓ OTRA AYUDA.
LE PIDIÓ A SU AMIGO EL SAPO QUE ATRAPARA CON
SU LENGUA A LA LUCIÉRNAGA QUE SE HABÍA TRAGADO.
POR FIN FUNCIONÓ Y SUS RAYAS NEGRAS
VOLVIERON A APARECER.
EL RATÓN DEJA DE CANTAR
SOFÍA QUANTÍN
HABÍA UN RATÓN QUE CANTABA MAL Y ATURDÍA
PERO CUANDO REÍA CANTABA Y SONABA MUY BIEN.
VINO LA MAMÁ Y LO LLEVÓ A SU CASA CON TODOS
LOS RATONES. ELLOS LE CONTARON MUCHOS CHISTES Y
SE RIÓ MUCHO. ENTONCES SU CANTO FUE MUY AFINADO.
TANTO SE RIÓ EL RATÓN QUE LE EMPEZÓ A DOLER LA
PANZA.
LA MAMÁ LO LLEVÓ AL HOSPITAL Y EL MÉDICO LE
REGALÓ UNA RADIO PARA ESCUCHAR MÚSICA Y DEJAR DE
CANTAR.
EL GATOPATO
MERCEDES SALAZAR LEA PLAZA
HABÍA UNA VEZ UN GATOPATO QUE TENÍA UNA
COLA DE GATO Y UN PICO DE PATO. ESTABA MUY TRISTE
PORQUE NADIE LO QUERÍA Y SE QUEDÓ ESCONDIDO EN UN
ZAPATO. UNA CHICA ESCUCHÓ QUE ALGUIEN LLORABA Y
FUE A VER QUÉ PASABA. CUANDO VIO AL GATOPATO SE
SORPRENDIÓ PORQUE JAMÁS HABÍA VISTO UN ANIMAL
TAN EXTRAÑO. LE PREGUNTÓ POR QUÉ LLORABA Y EL
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GATOPATO LE CONTÓ QUE ESTABA TRISTE PORQUE TODOS
SE BURLABAN DE ÉL.
LA CHICA INVITÓ A GATOPATO A SU CASA PARA QUE
TOMARA ALGO CALENTITO Y SE TRANQUILIZARA.
EL PADRINO DE LA CHICA LES CONTÓ SOBRE UN
LUGAR LLAMADO GATOPATOLANDIA DONDE VIVÍAN
MUCHOS GATOPATOS. EL PADRINO QUE ERA PILOTO LOS
SUBIÓ A SU AVIÓN Y LOS LLEVÓ A ESE LUGAR TAN LINDO.
CUANDO EL GATOPATO VIO GATOPATOLANDIA
QUISO QUEDARSE PARA SIEMPRE.
A LA CHICA Y SU PADRINO LES GUSTÓ TANTO ESE
LUGAR QUE SE QUEDARON CON EL GATOPATO PARA
HACERLE COMPAÑÍA Y QUE NO ESTUVIERA MÁS TRISTE.
LA RADIOGRAFÍA DE LA CEBRA FREDI
ISABEL SANZ
LA CEBRA FREDI JUGABA CON SUS HERMANOS EN
LA PRADERA CUANDO SE TRAGÓ UNA LUCIÉRNAGA.
CLARAMENTE ERA DE NOCHE EN EL CAMPO Y FREDI
SE FUE AL DOCTOR QUE LE SACÓ UNA RADIOGRAFÍA Y
DIJO QUE FREDI IBA A BRILLAR DE NOCHE. SUS HERMANOS
SE SORPRENDIERON AL OÍR LA NOTICIA Y SE LES OCURRIÓ
UNA IDEA: IR A ASUSTAR AL LEÓN APROVECHANDO QUE
BRILLABA.
CUANDO LLEGARON A LA CUEVA, EL LEÓN SE
ASUSTÓ, SALTÓ DE LA CAMA Y CORRIÓ AL BOSQUE Y
NUNCA VOLVIÓ.
LAS CEBRAS CONTENTAS DE QUE FREDI HABÍA
ECHADO AL LEÓN, HICIERON UNA FIESTA.
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YAMILA Y VALENTÍN PASEAN EN SU VELERO
BRUNELLA NATIVIDAD TRIPICCHIO
UNA TARDE DOS CHICOS QUE SE LLAMABAN
VALENTÍN Y YAMILA ESTABAN NAVEGANDO EN UN RÍO Y
SE REÍAN MUCHO PORQUE HABÍA PASADO UN PAYASO.
DESPUÉS DE QUE PASÓ EL PAYASO SE DIERON
CUENTA DE QUE CHOCARON CON UNA MONTAÑA DE
ARENA Y SE DETUVO EL VELERO. VIERON UNA ISLA QUE
TENÍA UN ENORME YACARÉ. TENÍAN MUCHO MIEDO
PORQUE EL YACARÉ TENÍA DIENTES MUY FILOSOS Y ERA
RÁPIDO.
DABA MUCHO MIEDO Y NO SE ANIMARON A BAJAR
DEL VELERO. Y SE LES OCURRIÓ UNA IDEA. BUSCARON EN
EL VELERO UN TRONCO, PINTURA VERDE Y UN PINCEL Y
EMPEZARON A HACER UNA TRAMPA.
CUANDO TERMINARON LA TRAMPA LA TIRARON EN
LA ARENA Y EL YACARÉ CURIOSO FUE A VER QUÉ ERA ESE
TRONCÓN Y COMO LE GUSTÓ SE LO LLEVÓ A SU CUEVA.
LOS CHICOS BAJARON DEL VELERO Y FUERON A LA
PLAYA DEL RÍO A REFRESCARSE.
EL SOL SE ESTABA PONIENDO. ENTONCES LOS
CHICOS SE SUBIERON AL VELERO Y SE FUERON
CONTENTOS A SU CASA CON GANAS DE VOLVER OTRO DÍA.
LA CEBRA LOQUITA
LUCÍA INÉS VANELLI
UN DÍA UNA CEBRA LLAMADA LEILA VIO UNA
MARIQUITA. SE ASUSTÓ Y SUS RAYAS CAMBIARON
TOMANDO LA FORMA DE RULOS.
TOMÓ UN TÓNICO Y SUS PELOS CAMBIARON A
CÍRCULOS. ENTONCES SE PUSO DEBAJO DE UN ÁRBOL
PORQUE TODOS SE REÍAN.
A LA MAÑANA VIO QUE TENÍA SUS RAYAS DE
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VUELTA Y NADIE SE RIÓ DE ELLA NUNCA MÁS.
SE DERRITE DON FRESQUETE
MARÍA JOSEFINA VOLPACCHIO
UN DÍA DE MUCHO FRÍO UNOS SEÑORES HICIERON
UN MUÑECO DE NIEVE Y LO LLAMARON DON FRESQUETE.
UN DÍA DE MUCHO CALOR DON FRESQUETE EMPEZÓ
A DERRETIRSE. ENTONCES LOS SEÑORES PUSIERON A DON
FRESQUETE EN UN FREEZER GIGANTE PARA QUE NO SE
DERRITIERA MÁS Y LO DEJARON ALLÍ HASTA QUE HIZO
FRÍO OTRA VEZ.
UN RATÓN CANTANTE
JUANA YOUNG CHRISTIANSEN
UN RATÓN QUERÍA APRENDER A CANTAR.
ENTONCES SE COPIÓ DE LOS PÁJAROS. PERO LE SALÍA
HORRIBLE SU CANTO.
DESPUÉS DECIDIÓ COPIARSE DE LAS RANAS Y OTRA
VEZ LE SALIÓ MAL.
EL RATÓN LE PIDIÓ A LA GATA TINI QUE ERA UNA
PROFESORA DE MÚSICA SI PODÍA ENSEÑARLE A CANTAR Y
LA GATA LE DIJO QUE SÍ.
EL RATÓN APRENDIÓ A CANTAR. AL TIEMPO
HICIERON UNA FIESTA Y EL RATÓN CANTÓ ALLÍ Y SE PUSO
MUY FELIZ. LO APLAUDIERON TANTO QUE SE CANSÓ Y SE
FUE A DORMIR A SU CUEVA.
AL DÍA SIGUIENTE SE LEVANTÓ CONTENTO Y LE
AGRADECIÓ A LA GATA POR AYUDARLO.
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SEGUNDO
grado
SOPA DE HISTORIAS
ALUMNOS Y ALUMNAS DE 2º GRADO
TERESA D’ONOFRIO E INÉS VILANOVA
MAESTRAS DE GRADO
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EL PÁJARO DE FUEGO
Tomás Allende
En la selva amazónica vivía José. Era un hombre muy bueno
que cuidaba y curaba a todas las aves de la selva.
Un día José se fue a nadar al río Amazonas. De pronto se
levantó una gran tormenta. La lluvia y el viento estaban tan furiosos
que desprendían los árboles de la tierra. En el río se formaban olas
gigantes y la corriente arrastraba todo lo que se volaba. José se
ahogaba. Estaba desesperado. Las olas con fuerza lo empujaban para
abajo. José se moría. Las aves de toda la selva se unieron y desearon
todas juntas que José se salvara. Entonces apareció en el cielo un
enorme pájaro rojo que con su potente calor sopló ráfagas de viento
caliente y rápidamente chupó el agua del aire y secó el río.
Así se salvó José. Y en tres años la selva se recuperó. Desde
esa tormenta toda la naturaleza de la selva amó al pájaro de fuego.
SUSTO EN EL MAR
Benjamín Alliati
Había un chico que cumplía años y le compraron unas patas
de rana, porque le encantaba bucear. Las quiso probar, entonces fue a
la playa y se metió al mar.
Todos los que estaban en la orilla pensaron que se trataba de
un tiburón. Solo se veía el gorro de cumpleaños y las patas de rana.
¡Parecía un tiburón!
La gente gritaba y los que estaban adentro del mar salieron
corriendo. El papá del chico sin saber que su hijo era el tiburón llamó
a los guardavidas y les dijo que estaba en peligro. Los hombres fueron
a rescatarlo pero cuando llegaron vieron que era un chico.
Todos se empezaron a reír y volvieron al mar. Él se sacó el
sombrero para no asustarlos más.
DESASTRE EN LA COCINA
Martín Blanco Eguren
La familia había terminado de cenar y pusieron todos los
platos sucios en la pileta. La señora perezosa se fue a dormir sin lavar
y entonces comenzó el problema.
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Los platos y cubiertos no querían pasar toda la noche
pegoteados. Y hartos de estar sucios decidieron hacer justicia. Primero
se sacaron de encima los restos de alimentos. Medio bife voló hasta el
techo y rompió la bombita de luz. Un trozo de apio terminó en la
ventana. Las cebollas salpicaron todas las paredes. Después abrieron el
detergente y lo volcaron entero en sus cuerpos. Abrieron la canilla y se
dieron un buen baño salpicando toda la cocina de espuma.
Al día siguiente, cuando la señora entró a la cocina, no veía
nada. Era todo una gran burbuja de jabón. La pinchó y se metió en
medio de la espuma. Después tuvo que limpiar todo y nunca más
volvió a dejar los platos sucios.
ROJO EL CIELO
Santiago Manuel Canosa Rouzés
Qué miedo tengo.
El cielo está rojo.
¿Será el sol furioso
que tiene un enojo?
Celeste otra vez.
Ya pasó el peligro.
Por suerte fue rápido
y ya siento alivio.
¿Qué? Rojo otra vez.
Se enojó de nuevo.
¡Qué loco es el Sol!
Mejor no me muevo.
Quieto en mi escondite.
Espero y espero,
que al Sol se le pase
su furia de nuevo.
Entonces escucho
un grito en el cielo.
No es el Sol furioso.
Es un pájaro de fuego.
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EL MIEDO DEL LEÓN
Andrés José Castro Nevárez
Una mañana en la selva un león temible y muy fuerte asustaba a
un ratón pequeño. Con una voz muy grave le decía al ratoncito que lo
comería masticándolo en mil pedacitos. El ratón le pedía que no lo coma
y le suplicaba pero el león se le acercaba mucho atemorizándolo. Tanto
se le acercaba que le contagió al pequeño ratón sus terribles pulgas.
Entonces el ratón que era alérgico a las picaduras se empezó a
hinchar y se le inflamó la cabeza. Se convirtió en un ratón gigante y el
león tuvo mucho miedo y huyó llorando por su vida.
NOCHE DE EMPACHO
Jerónimo Colombres León
Era una Noche de Brujas y todos los chicos de Jerolandia
salieron disfrazados a tocar timbres para pedir caramelos a los grandes.
Pero en Jerolandia vivía Joaquín, un grande de treinta años al
que le gustaban mucho los caramelos. Este bandido quiso
aprovecharse de la fiesta y se disfrazó de Dr. Frog, un científico que
había tomado una poción para crecer. También disfrazó a su perro de
monstruo y salieron a engañar a la gente para conseguir caramelos.
Fueron primero a la casa de los viejitos más generosos de la
ciudad. Dr. Frog y su perro se veían tan reales que los viejitos se
asustaron creyendo que eran ladrones y llamaron a la policía. Entonces
Joaquín mintió explicando que era un niño científico disfrazado y que
su poción científica lo había hecho crecer.
Entonces, para disculparse el viejito le regaló una bolsa
enorme de caramelos que Joaquín se comió de un atracón. Le dio tal
dolor de panza que terminó su noche de brujas en el hospital con un
empacho que le enseñó a no mentir nunca más.
EL PÁJARO DE FUEGO
Lucas Di Paolo Gonzalez Bonorino
Había un pájaro de fuego que se llamaba Raxnaly. A él le
gustaba estar solo. Todos lo odiaban porque quemaba los árboles con
sus plumas que eran de fuego.
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Un día salió a volar por el pueblo porque allí no había más
árboles. Un volcán había erupcionado y había quemado todo. Cuando
los campesinos lo vieron, comenzaron a tirar lanzas porque creían que
él había sido el culpable del incendio. El pajarito se fue a la selva y
allí se cruzó con una pajarita que le gustó mucho. Era muy linda, su
pico brillaba y sus alas también.
Dos años después el pajarito fue a verla y vio que los
cazadores se la habían llevado. Buscó y buscó pero no la encontró.
Entonces se fue a la ciudad. Para él era peligroso ir ahí, pero lo pajarita
le gustaba mucho.
Entonces descubrió que la pajarita estaba en una jaula porque
era una muestra extinta. Unos hombres la habían metido allí para una
muestra de animales extintos.
El pajarito derritió las rejas de la jaula con sus alas de fuego
y así la rescató.
LA LECCIÓN DEL SAPO KARATECA
Ignacio Epelde Calcagno
Había una vez una laguna donde vivían una mariquita, una
hormiga, un pajarito y un sapo. Todas las noches el sapo les decía a los
animales que era un sapo asesino y que los iba a matar. Como el sapo
practicaba artes marciales, los animales le creían una amenaza.
Un día la mariquita se animó contarle a la hormiga que tenía
miedo. La hormiga que sentía lo mismo se animó a contarle al pajarito
que, ¡sorpresa!, también tenía miedo.
Entre todos le pidieron al sapo que no los molestara, pero el
verde karateca les dijo que los mataría y sería el dueño de la laguna.
Entonces los animales no se acercaron nunca más a la laguna porque
el sapo se quedaba allí dando vueltas alrededor del agua. Hasta que un
día se resbaló y se cayó.
El sapo no sabía nadar. Pataleaba y pedía auxilio. Los animales
lo fueron a ayudar y lo salvaron. Pasado el peligro los animales se
sorprendieron viéndolo tan débil al malvado.
Desde ese día el animalito verde se sintió agradecido y
aprendió a querer a los demás.
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NACE EL ARCO IRIS
Salvador Damián Figueroa
Esta es la historia de un pájaro que vivía en un volcán. Él no
había elegido vivir ahí y no le gustaba porque estaba solo. Entonces
todos los días salía a pasear buscando compañía pero sus hermanos los
pájaros no lo querían y lo dejaban solo.
Las personas le tenían miedo y lo atacaban con mangueras de
agua. Esto al pájaro le dolía mucho y lo hacía desaparecer. Por eso
siempre volvía a su volcán. Y tanto sufría al ser rechazado que eligió
quedarse ahí triste y solo para siempre. Tanto lloraba que sus lágrimas
de fuego llegaron al cielo. Y entonces las nubes se convirtieron en un
gran pájaro de agua que tomó de las alas al pájaro de fuego y lo llevó
a volar.
Volando juntos formaron un arco iris en el cielo.
PAJARO DE FUEGO
Juan Ignacio Furió
Había una vez un pájaro distinto a los demás. Se llamaba
Pájaro de Fuego. Se llamaba así porque era todo de fuego. Tenía un
pico ganchudo, y unas alas grandes y con llamas.
Un día salió de su volcán para buscar comida. Él vivía en un
volcán, no en un nido. Pájaro de Fuego comía carne caliente de
diferentes animales que encontraba en los bosques, desiertos o selvas.
De repente empezó a llover y el agua lo apagó. Sin el fuego, el pájaro
no podía volar. Se estaba por morir y fue a parar al agua. Se cayó justo
en un arroyo. Él gritó:
¡Auxilio, auxilio! ¡Me ahogo!
Hasta que llegó la pájara Nube. Ella era muy linda, tenía un
pico curvo y era de color celeste. Sus plumas eran blandas y sus alas
medianas.
Ella lo rescató porque sabía nadar. Los dos se enamoraron y se
casaron.
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GONZALITO POR T.V.
Martín García Berro
Un día en un barco Gonzalito cumplió trece años. Se puso un
bonete y abrió sus regalos.
Como le encantaba nadar se probó sus nuevas patas de rana y
se tiró al mar. Desde la orilla la gente se asustó muchísimo porque
desde lejos se veía como un tiburón. Primero llamaron a los bañeros
que sacaron a todos del agua. Después llamaron a los cazadores de
tiburones. Pero cuando estaban a punto de matar a Gonzalo,
aparecieron los de Greenpeace que querían salvar al tiburón.
Los cazadores se pelearon con los de Greenpeace y los
bañeros mandaron una brigada con sirenas. Llegaron los del noticiero
y lograron la imagen que salió por todos los medios. Era el primer
plano de Gonzalito muy tranquilo saliendo del agua.
CARNAVAL EN LA COCINA
Felipe García Fernández
Fernanda quería cocinar calabaza con salsa de tomate y de
postre mandarina. Entonces puso todos los alimentos en la pileta y
abrió la canilla. Justo sonó el teléfono y ella fue a atender.
La mandarina se puso en la rejilla para que se llene la pileta y
así armar la verdadera fiesta de carnaval. Cuando el agua rebalsaba la
pileta, comenzó la competencia de bombas.
La calabaza y el tomate se tiraban intentando salpicar la mayor
cantidad de agua. La cocina se inundó. Ya se estaba inundando el
living cuando la señora sintió el agua en sus pies. Soltó el teléfono y
corrió a la cocina. Todo flotaba como en un mar sucio. La señora
estaba desesperada.
Entonces empezó a llorar. Y mientras lloraba y limpiaba le
dieron ganas de jugar. Junto con los alimentos chapotearon disfrutando
el carnaval.
PELIGRO EN EL MAR
Santos Giménez Bonet
Wenceslao era un gran nadador y su sueño era explorar el
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fondo del mar. Un día se puso un traje gris y transformó unas zapatillas
en aletas de pez. En su traje dibujó escamas y se puso una máscara de
aire. Así se metió al mar.
Abajo entre peces y corales fue feliz por un ratito. A veces le
gustaba jugar con los peces y acariciarlos, y los peces lo querían. Hasta
que apareció un inmenso tiburón. Todos los peces comenzaron a nadar
rápido huyendo del peligro, pero Wenceslao no estaba preparado para
ese peligro. Nadó y nadó desesperado. Se quedaba sin aire. Los peces
lo empujaban hacia la superficie pero era muy hondo.
Cuando por fin pudo sacar su cabeza al aire, el tiburón lo
alcanzó y abrió su enorme bocota. Pero justo en ese instante una red de
pescadores envolvió a Wenceslao. Así lo salvaron de los colmillos del
tiburón. Y la enorme bestia marina huyó de los pescadores que eran
cazatiburones.
UNA DE PIRATAS
Simón Granillo Ocampo
Una tarde en Punta del Este, Juan estaba por meterse al mar.
De pronto vio un barco pirata. Era enorme y tenía una bandera negra
con una calavera. Estaba lleno de piratas. Juan sintió mucho miedo.
Luego empezaron los gritos de auxilio. Era Marcos, un nene de diez
años, que estaba atado y amordazado en medio de los piratas.
Juan fue nadando a salvarlo. Nadó mucho, estaba cansado y
con miedo. Igual enfrentó a los malvados piratas. Se acercó a Marcos
para desatarlo pero un pirata lo empujó. Entonces Juan volvió a
intentar pero otra vez lo empujaron. Había muchos gritos.
Hasta que apareció un señor con una remera que decía “Director”
y muy enojado le dijo a Juan que se fuera porque estaban trabajando.
Entonces Juan vio las cámaras y luces y se dio cuenta de que
estaban filmando una película.
LA COCINA LOCA
Tomás Gulmanelli
Había una vez una cocina que era muy loca. Era muy diferente
a todas las cocinas, porque su comida tenía vida. Allí iba a haber una
fiesta con muchos invitados y comida.
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Había chefs y cuatro mamás que cocinaban diferentes platos,
como pollos con salsas y pizzas de limón. Pasaron nueve días haciendo
comidas ricas hasta el día de la fiesta.
Los invitados fueron llegando y pusieron música tranquila. La
gente empezó a bailar.
Al llegar la noche, la comida empezó a cobrar vida. Cuando
iban a comer, el pollo se paró, la tarta empezó a volar y la pizza a rodar.
La casa se puso patas para arriba.
¡Que problema, mamá mía!- dijo el chef.
Los invitados se fueron porque tenían miedo. Los diez
cocineros y las cuatro mamás apagaron la música y la comida se
quedó quieta. Empezaron a limpiar todo y la casa quedó deslumbrante.
Asustados, tiraron la comida a la basura y nunca más volvieron a poner
esa música.
SI VES UN DRAGÓN
Facundo Lutowicz
Si ves un dragón
escribiendo en un renglón,
te confundiste un montón
porque no es un dragón.
No existen en este mundo.
Yo no me confundo.
Mi nombre es Facundo
y estoy en segundo.
Si ves un dragón
atajando un gran gol
y ganando el pinbol,
no es un dragón.
No existen en este mundo,
yo no me confundo.
El que ataja soy yo, Facundo,
del equipo de segundo.
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Si ves un dragón
que no es nada feo
paseando en trineo,
no es un dragón.
No existen en este mundo.
Yo no me confundo.
Soy yo Facundo,
seguro te lo dije, estoy en segundo.
PÉREZ EL COMILÓN
Felipe Pérez Manghi
Blas se despertó temprano para ver si el ratón Pérez le había
dejado la plata por su diente. Había y mucha. Luego fue a la cocina
para desayunar y no encontró comida. Llamó a su mamá y ella se
sorprendió mucho pero pensó que tal vez era una travesura de su hijo
y fue al mercado a comprar más.
A la mañana siguiente volvió a pasar lo mismo. Así, todos los
días la mamá compraba comida y al otro día, desaparecía. Llamaron a
la policía, pero no encontraron ladrones escondidos ni nada extraño.
Entonces Blas empezó a tener pesadillas porque creía que en la casa
vivían espíritus.
Una noche Blas se despertó asustado y transpirado fue a la
cocina a tomar agua. Ahí estaba el ratón Pérez comiendo queso y
tomando cerveza. Y el resto de los alimentos los había guardado en una
valija para comerlos después.
Blas lo quería a Pérez porque era generoso y simpático. Por
eso no le contó a su mamá. Pero todas las noches lo invitó a cenar para
evitar que se repitiera el problema.
La mamá estaba contenta porque se había resuelto el misterio.
Pero tenía que cocinar mucho porque ese invitado era un comilón.
Y SE HIZO LA NOCHE
Santiago Rodríguez.
Hace mucho tiempo el mundo era una gran isla con un enorme
sol que nunca se iba. Por eso siempre era de día.
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Para poder dormir, la gente se metía en grutas. Pero como no
había tantas dormían todos amontonados y mal, y siempre estaban
cansados y no querían al Sol. Entonces mandaron al pájaro más grande
para pedirle que se fuera. El Sol se sentía muy triste porque tenía
miedo de que lo dejaran de querer y además no tenía otro lugar donde
ir. Y era muy bueno y quería ayudar a las personas, pero no se quería
apagar. Por eso lloraba muchas lágrimas de fuego.
Entonces, el pájaro sintió mucha pena por el Sol y lo abrazó
con sus enormes alas sin importarle quemarse. El amor fue muy fuerte
pero el pájaro nunca sufrió el calor porque el cielo se convirtió en un
manto fresco y oscuro que los envolvió. Y las lágrimas del Sol
formaron lucecitas que se desparramaron por todo el cielo azul.
Eso a las personas les encantó y disfrutaron siempre de la noche
estrellada que se hacía cada día cuando el pájaro subía a abrazar al Sol.
ESTE SOY YO
Bautista Mariano Rodríguez Alemparte.
Este soy yo.
Mi nombre es Bautista.
Juego bien al fútbol.
Seré futbolista.
Tengo un hermano.
Somos mellizos.
Los dos muy alegres
y un poco petisos.
No como pizza,
pero sí hamburguesa.
La como con fritas,
pero sin mayonesa.
Estoy en segundo
y ya multiplico.
El año que viene,
seguro divido.
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Por ser alto,
no tengo apuro.
Así soy muy lindo.
Lo sé. Estoy seguro.
Este soy yo.
Mi nombre es Bautista.
Ya me despido.
Hasta la vista.
Y ESTE SOY YO
Tobías Máximo Rodríguez Alemparte
Este soy yo.
Mi nombre es Tobías.
Tengo un mellizo.
¿Ya lo sabías?
Con mi hermano,
nos parecemos.
Tal vez nos confundas.
Ya lo sabemos.
Soy divertido.
Pero ojo al piojo,
si me molestan,
a veces me enojo.
Si con mi hermano,
yo me peleo,
papá y mamá dicen:
- Eso es muy feo.
¿Sabés cuál es
mi plan favorito?
Comiendo pochochos
mirar dibujitos.
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Acá te dejo
mi poesía.
Te lo recuerdo,
mi nombre es Tobías.
GUERRA EN LA HELADERA
Santino Soto Acebal
En una cocina de un hotel había una heladera enorme pero los
alimentos siempre se peleaban por el mejor lugar.
Este día el chef había salido y los alimentos empezaron la peor
lucha de la historia. Los tomates y ajíes se unieron por ser rojos y se
tiraron encima de las lechugas hasta aplastarlas. Por suerte los apios,
también verdes, las ayudaron a levantarse.
Las zanahorias se unieron con los huevos haciendo catapultas
que estrellaban los huevos contra las paredes. Las cebollas se
enfurecieron y todos comenzaron a llorar inundando la heladera.
Cuando llegó el chef, vio tanto alboroto que tuvo que usar el
más potente desinfectante para limpiar. A los alimentos les ardió tanto
ese líquido azul que nunca más hicieron la guerra.
CONFUSIONES
Eduardo Martín Stafforini
Si un dragón te protege del sol,
tiene un palo como una bombilla,
existe pero no brilla,
no es dragón. Es una sombrilla.
Si un dragón tiene luces en las alas,
no tiene plumas ni patas,
y vuela de manera especial,
no es dragón. Es una nave espacial.
Si un dragón hecha vapor por el pico,
vapor oscuro pero no rico,
que si lo olés te marea,
no es dragón. Es chimenea.
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Si un dragón se enciende en la parrilla,
si quemada su piel no brilla,
y es más flaco que la morcilla,
no es dragón. Es una salchicha.
Si un dragón hace cosquillas con sus garras,
duerme con antiparras,
y bebe del pico de la jarra,
no es dragón. Es un cascarrabias.
ATENCIÓN, NO ES DRAGÓN
Ignacio Stecconi
Si un dragón te da viento,
larga humo con olor
y burbujas de color,
no es dragón. ¡Qué experimento!
Si un dragón te protege del sol
y no es la crema protectora.
Te conviene mirar mejor.
No es dragón. ¡Es tu doctora!
Si un dragón sin trampas,
más ligero que un camión
sobrevuela nuestras pampas,
no es dragón. Es un avión.
Si un dragón hecha vapor por el pico,
y chifla una pavada
cuando me hago un mate rico
no es dragón. Es la pava.
Si un dragón en la parrilla,
se parece a la morcilla
que seguro no se hizo,
no es dragón. Es un chorizo.
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Si un dragón con sus garras
toca muy bien la guitarra,
si no corre ni vuela,
no es dragón. Es tu abuela.
LA REINA CEBOLLA
Pedro Stella
Había un chef que cocinaba con mucha cebolla y sus platos
eran siempre blancos. Tenía cebolla en la heladera, en la mesa, en los
armarios y por eso era ella la reina de la cocina. Pero era una reina
mala, muy mandona, y los tomates y brócolis lloraban mucho.
Con tanto llanto, todas las mañanas la cocina estaba mojada y
entonces el chef llamó al plomero. Para poder trabajar el señor sacó las
verduras y las puso en cajas. Después descubrió que los caños estaban
perfectos y le avisó al chef. Pero él estaba tan preocupado porque no
veía sus cebollas que no lo escuchó con atención y siguió buscándolas.
Cuando las encontró, las puso en una fuente de plata. Ellas se
reían y bailaban. Luego encontró las cajas con las demás verduras y
vio que estaban llorando y se iban a achicharrar. Entonces las usó a
todas para que no se pongan feas. Ese plato le quedó tan colorido y
lindo que descubrió la importancia que tenían.
A partir de ese día las cebollas no se sintieron más importantes
que las demás y el chef cocinó mucho mejor.
EL RATÓN Y EL LEÓN
Ignacio Martín Suárez
Había una vez un ratón de paseo en un safari. Allí vivía un león
que aprovechó su tamaño y fortaleza para asustar al ratón. Al chiquito
no le importó porque sabía que las reglas dentro de los safaris no
permitían a los leones comerse a los animales que pagaban el paseo.
Al león le molestó la actitud canchera del ratón y se lo comió.
Pero el ratón era mucho más astuto de lo que imaginaba el grandote y
también era un gran bailarín.
El chiquito se quería escapar pero no se desesperó. Se puso a
bailar. Al león le dieron unas tremendas ganas de vomitar y el ratón
logró salir del estómago.
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LOS CHICOS DISFRAZADOS DE POLICÍAS
Gonzalo Villaverde
En una noche muy oscura, en un castillo había muchas cosas de
terror. Estaba lleno de monstruos y se escuchaba un sonido raro. Unos
niños policías que se dedicaban a salvar a la gente de los fantasmas,
entraron. La puerta tenía cara de vampiro y ahí mismo apareció un
zombi detrás de ellos. Los chicos asustados gritaron “¡No!”. Pero el
zombi los encerró en una jaula.
Adentro había un esqueleto con una espada. Los niños
policías tomaron una pistola y de un disparo rompieron el candado de
la jaula. Salieron corriendo y se escondieron debajo de una mesa. Allí
había muchas arañas que molestaban picándolos.
Los chicos subieron por unas escaleras hasta el tercer piso.
Encontraron una momia fea y muy alta. Ella estaba cuidando un
tesoro. Entonces los chicos se escondieron y esperaron hasta que ella
se fuera para robarle el tesoro.
Luego salieron de la casa y se abrazaron. Volvieron a sus hogares
y le contaron el cuento a sus papás y ellos les creyeron.
LA FIESTA DE DESPEDIDA
Fátima Balangione
Había una vez una cocina que era divertida porque todos sus
habitantes estaban locos y hacían fiestas de disfraces.
Una vez, organizaron una fiesta en honor a todos los tomates. Era
una despedida porque al otro día los iban a comer. Era domingo y ese
día se comía fideos con salsa de tomate.
Prepararon todo en una gran mesa redonda. Pero llegó el perro
de la casa que estaba persiguiendo a un gato y arruinó la fiesta. El gato
perseguía al pescado, pero el pescado no quería que lo comieran para
no perderse la fiesta de despedida. ¡Qué lío!
Finalmente, los tomates le explicaron al perro y al gato que esa
era su fiesta de despedida y pidieron que no se la arruinaran. Ellos
entendieron y dejaron de molestar.
Los tomates se fueron muy contentos a dormir.
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EL PÁJARO DE FUEGO
Lucía Battista
En una selva que tenía plantas, árboles y animales salvajes, vivía
un pájaro gruñón y ardiente. Sus plumas eran amarillas, naranjas y
rojas. Su cuerpo era ardiente y le gustaba comer lombrices.
El asustaba a los animales con su fuego y todos gritaban cuando
lo veían venir volando.
El pájaro de fuego se sentía mal porque no tenía amigos. Se
sentía solo y nadie quería jugar con él.
Un día vino el pájaro nube que era amable, generoso y bueno, y
decidió ayudarlo. Entonces lo llevó con el rey de la selva, el león.
El león ordenó a los animales que juntaran todo el agua de la selva
para apagar sus plumas y terminar con el fuego. Así fue como el pajarito
nunca más quemó nada. Y desde ese día, tuvo siempre muchos amigos.
BUSCANDO LA PLANTA FAVORITA
Francisca Brave
Hace mucho tiempo en África había una selva con flores y
plantas pequeñas. Era enorme y muy ruidosa porque sus animales
hacían diferentes sonidos y movían las plantas todo el tiempo. Allí
vivía un mono que chillaba mucho. Él era muy hambriento pero
también compartía su comida con una mona. Su mejor amiga era
divertida y muy graciosa.
Un día el mono encontró su planta favorita, pero no era una
planta cualquiera, sino que caminaba. Él quería atraparla pero no
podía porque la planta se movía de aquí para allá. Después de estar un
buen rato intentando se cansó, era imposible atraparla.
Un día vino la mona y lo ayudó. Además de divertida, tenía
buenas ideas. Entonces se le ocurrió alcanzarla con la cola. La estiró y
rodeó la planta que tenía muchas flores y un rico olor. Juntos la
atraparon y fue su picnic.
UN ALMUERZO EN LA PLAYA
Bernardita Casá
Esto pasó en una playa con mucha arena amarilla y olas enormes.
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En el fondo del mar vivía una ballena gorda, generosa y tranquila con
un cangrejo inquieto y rojo con pinzas. En el momento del almuerzo la
ballena fue a agarrar un pez y el cangrejo también.
Entonces la ballena lo partió en dos para compartirlo con el
cangrejo. La ballena enseguida lo comió pero el pez no y quiso
sacárselo al cangrejo. El animal con pinzas salió corriendo para que
no se lo saque y chocó con un tiburón que casi lo come cuando
apareció la ballena y lo defendió para que no muriera.
Finalmente el cangrejo le agradeció bailando como loco,
moviendo la colita y con sus pinzas agarró un caracol brillante como
una joya. La ballena se emocionó de tan lindo que era.
Juntos fueron a buscar mojarritas deliciosas para compartir una
merienda.
UN PULPO EN PROBLEMAS
Josefina Colantonio Allende
Había una vez un pulpo dormilón que vivía en un océano con
algas y cangrejos. En el fondo del mar había algas, peces y muchos
caracoles. El agua era muy celeste y calentita. A los peces les gustaba
jugar juntos pero al pulpo le gustaba dormir.
Un día el pulpo estaba soñando y quedó atrapado entre las algas.
Trató de sacar sus tentáculos pero no podía. El animal se sentía muy
mal porque pensaba que se iba a quedar atrapado para siempre allí.
De pronto apareció el cangrejo para ayudarlo. Con sus pinzas
cortó las algas y lo sacó. El pulpo muy agradecido le dio un abrazo con
sus ocho largos brazos.
Desde ese día se convirtieron en los mejores amigos y como al
pulpo le gustaba dormir, el cangrejo se volvió dormilón. Finalmente
juntos pasaron lindos momentos.
VERSOS DISPARATADOS
Fátima Delpech Foster
Si un dragón te da viento,
te vuela el tenedor
y te enfría la comida,
no es dragón. Es el ventilador.
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Si un dragón te protege del sol
mientras estás en la orilla
y hace que no te quemes como frutilla,
no es dragón. Es sombrilla.
Si un dragón tiene luces en las alas,
no parece un pajarón
y está lleno de pasajeros,
no es dragón. Es un avión.
Si un dragón se enciende en la parrilla,
chorrea un juguito colorado
y huele muy sabroso,
no es dragón. Es una costilla.
YA NO QUEMO MÁS
Agustina Etchemendy de la Serna
Había una vez un pájaro de fuego que vivía en un volcán muy
grande y caliente. El pájaro era muy especial y diferente a los demás.
Si lo tocabas, te quemaba. Tenía un tamaño mediano y los colores de
sus plumas eran naranja, colorado y amarillo.
Siempre que se posaba en el bosque encima de una roca o una
rama, estas se ponían muy negras porque la convertía en carbón.
Él comía insectos luminosos que eran muy brillantes y volaban
por el bosque.
Pero como él quemaba, nadie lo quería.
Un día vio a una pajarita volando sola por las nubes. Era linda,
las alas eran blancas y negras igual que su cuerpo. Ella se apoyaba en
las nubes blancas, esponjosas y suaves.
Pero un día, sin querer el pájaro de fuego quemó su nube. La
pajarita se enojó mucho con él y no lo perdonó. El pájaro muy triste fue
a pedir ayuda al hechicero del bosque que vivía en una casa de paja.
El hombre le abrió la puerta y recibió al pájaro. Le pidió que
le quitara su hechizo para no quemar más. El brujo aceptó pero a
cambio de que le consiguiera una olla mágica. El pájaro fue hasta la
casa de la bruja del bosque, donde había una enorme olla para
hechizos. Pero cuando la fea bruja se enteró, le pidió que a cambio de
la cacerola, hiciera que el hechicero del bosque se enamorara de ella.
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El pájaro la llevó a la bruja, junto con la olla, hacia donde se
encontraba el hechicero. La bruja lo miro y él a ella. Los dos se
enamoraron completamente.
El hechicero cumplió con su promesa y el pájaro NO QUEMÓ
MÁS. Todo lo que tocaba lo convertía en flores y así conquistó a la
pajarita.
LAS AVENTURAS LOCAS DEL RATÓN PÉREZ
María del Pilar Ferro
Había una vez un ratón llamado Pérez que no comía mucho
queso y vivía en una cueva linda.
Un día, él tenía que recorrer ochenta casas para juntar los
dientes que se les caían a los chicos. El ratón Pérez se encargaba de
juntar los dientes para hacer casitas y a cambio, les daba plata a los
niños. Estas casitas se las regalaba a otros ratoncitos.
Llegó a la casa de una chica, entró a su cuarto para buscar el
diente y de repente sonó el despertador. Se dio cuenta de que había
llegado tarde. La chica llamada Florencia, lo vio y lo quiso atrapar para
mostrárselo a sus amigos. Lo corrió y corrió hasta que lo atrapó. Lo
puso en una jaula pequeña y así lo encerró.
A la mañana siguiente lo llevó a la escuela. El pobre ratoncito
se sentía muy tímido y con miedo. En el colegio, todos se acercaban
para verlo y tocarlo. Él no quería. Sólo quería estar en su casa con sus
amigos.
Florencia y los chicos lo veían muy triste. Entonces decidieron
dejarlo ir. El ratón Pérez se puso feliz y nunca más volvió a llegar tarde
a las casas de los chicos.
EL PÁJARO Y LA PAJARITA
Francisca Márquez Miranda
Había una vez un pájaro de fuego. Vivía en un volcán y comía
bichitos. Sus plumas eran de color rojo y naranja. Todos los días, se
posaba en la punta del volcán para descansar.
Cuando se paraba en una rama, se sentía mal con la naturaleza
porque cada vez que tocaba algo con su pico, lo convertía en carbón.
Sea una rama, una hoja o un bichito, todo lo que tocaba lo quemaba.
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Un día, el pájaro se fue a su casa porque se sentía muy triste.
Camino a su nido, se encontró con una pájara en el cielo que se
camuflaba con las nubes. Era la pájara nube de agua. Ella era
esponjosa, blanca y lo que tocaba no se quemaba, sino que se convertía
en algo suave y lindo.
El problema que tenía el pajarito era que lo que tocaba,
quemaba. Entonces no se podía acercar a la pajarita. Tenía mucho
miedo de lastimarla. Le pidió ayuda a una amiga de él, la nube. Ella le
sacó las plumas de fuego y en su lugar le puso otras de algodón. Así
fue como se animó a acercarse a la pajarita.
Días después, la pajarita nube puso huevos. Los dos vivieron
felices para siempre.
LA RANA GRUÑONA
Milagros Moliné O´Connor
Había una vez una laguna con muchos animales. El lugar era
tranquilo y con mucha agua.
Allí había una vaquita de San Antonio, un ratón, un pollito,
una hormiga y una rana. Eran muy buenos amigos.
Un día como hacía mucho calor, la rana se tiró a nadar a la
laguna. Todos se pusieron furiosos porque ellos no sabían nadar.
Entonces se reunieron en la casa del pollito a pensar algo que no
supiera hacer la rana.
De pronto a la vaquita de San Antonio se le ocurrió una idea:
demostrar que ellos podían hacer cosas grandiosas. Así demostraron
cuánto talento tenían.
Cuando salió de la laguna, la rana vio que ellos tenían un
talento: bailaban todos juntos. Al verlos, ella se tentó y se puso a bailar.
Luego les prometió que les iba a enseñar a nadar.
EL DRAGON CONFUNDIDO
Luz Moreno Hueyo
Si un dragón te protege del sol
y no te quema la mejilla
y tampoco la rodilla,
no es dragón. Es sombrilla.
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Si un dragón se enciende en la parrilla
y se quema mucho rato en el fuego
y sale mucho olor a quemado,
no es dragón. Es el asado.
Si un dragón hace cosquillas con sus garras,
te da mucha risa un rato,
juega con la lana y el zapato,
no es dragón. Es un gato.
EL RATÓN LOCO
Solana Moreno Hueyo
Había un ratón muy glotón al que le gustaba el queso. Le
gustaba comer los quesos grandes con agujeros en el medio. Y de
comer tanto, se estropeó los dientes.
Estos se enojaron porque el ratón no los cepillaba. Entonces
los dientes se fueron y el ratón no pudo masticar más ni comer su
queso preferido. Se puso muy triste. Los buscó por debajo de la mesa
y las sillas y miró por las ventanas. Pero no encontró nada, los dientes
no estaban. Pensó y pensó hasta que se le ocurrió una idea: ir a la casa
de los niños que se les caen los dientes.
Fue a la casa de una nena que dormía y se llevó su diente y le
dejó veinte pesos debajo de la almohada.
Cuando se despertó, ella se encontró con el dinero. No sabía
quién se lo había dejado. Hasta que de repente vio las huellas del ratoncito
en su almohada. Así fue como descubrió que se trataba de un ratón.
UNA CARIÑOSA AMISTAD
Magdalena Newton
Esto pasó en una selva muy tranquila, con un oso panda y un
grillo. El insecto ruidoso y saltarín estaba paseando entre los árboles y
de repente sintió que un viento raro se acercaba hacia él. El pequeño
bichito voló y voló y aterrizó en la cabeza de un peludo y esponjoso
oso panda. El grillo sintió miedo y se durmió en la cabeza del gordo
animal.
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Al amanecer el oso rascó su cabeza y el grillo saltó de un
susto. Desde entonces sintieron que tenían algo en común. Si al oso le
gustaba bailar, al grillo también. Si uno dormía, el otro también.
Pero una noche algo ocurrió.
Cuando el animal pequeñito cantaba, al oso le molestaba
demasiado. Entonces se quitó al bichito de su cuerpo. El grillito se fue
enojado a su casa y no volvió nunca más.
El oso se sintió mal, muy mal y no pudo dormir de tristeza y
lloró toda la noche porque extrañaba a su amigo.
Finalmente decidió ir a la casa de su amigo, golpear la puerta
y pedirle que volviera con él. El oso eligió escuchar a su amigo cantar
en lugar de extrañarlo.
LA SELVA EXTRAÑA
Delfina María Petrovich
Había una vez en África una familia de leones y de chitas.
Todos se morían de calor. La selva era muy linda, tenía muchos árboles
y ramas. Era muy acogedora, tenía diferentes animales y hojas.
La mamá chita tenía un bebé y la mamá leona estaba
embarazada. La mamá chita se fue a pasear y a juntar flores.
Cuando fue la hora de irse, había mucha niebla. La mamá
mona no podía ver, se perdió y no sabía dónde estaba. Sintió miedo
porque estaba anocheciendo.
De pronto vio una luz prendida y caminó hacia allí. Era la casa
de la señora elefante que la refugió y le ofreció un té porque se sentía
mal. Más tarde le ofreció su dormitorio y se fueron a dormir.
A la mañana siguiente la señora elefante la acompañó hasta su
casa. La niebla había desaparecido y cuando volvió a su casa, el bebé
estaba feliz de verla.
¡NO ES DRAGÓN!
Delfina María Puiggari
Si un dragón te protege del sol
y no se derrite tu mejilla,
ni un helado de vainilla,
no es dragón. Es una sombrilla.
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Si un dragón hecha vapor por el pico
y lo trae la cocinera
para servirte un té rico,
no es dragón. Es una tetera.
Si un dragón se enciende en la parrilla
junto a una rica morcilla,
pero es crocante y tiene olor,
no es dragón. Es una costilla.
MI COCINA TRAVIESA
Sol Reinoso Taccone
A mi cocina llegó un tomate muy tímido. Siempre está más
rojo que los demás.
El tomate se asustó porque había mucha comida y se escondió
en un estante, pero en ese mismo instante se cortó la luz y salió
rodando. Todos comenzaron a reírse porque cayó de cabeza y el tomate
sintió mucha vergüenza. Se puso aún más colorado porque estaba
enojado.
Entonces una sandía se le acercó. Era muy amable y generosa
con los tomates y los comprendía porque también le pasaba lo mismo.
La sandía rodaba y nunca sabía dónde terminaba. A ella también esto
le daba mucha vergüenza, nada más que se ponía roja por dentro.
La sandía para ayudarlo, le recordó que tenía muchos amigos
que querían estar con él: la verde lechuga, la zanahoria naranja, la
verde palta y la llorona cebolla.
Finalmente el tomate se tranquilizó y le agradeció a la sandía
su ayuda. Muchas verduras lo recibieron en un bowl multicolor.
EN LA SELVA
Fátima María Roldán Bulnes
Había una vez una selva que era muy linda y colorida. Era
enorme y silenciosa, pero había un león que rugía cuando se enojaba.
Sus rugidos eran tan fuertes que aturdían a todos los que vivían ahí.
Al que más le molestaban los ruidos era a un ratoncito que
vivía ahí cerca. Un día le dijo:
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- ¡León, me aturdís! Podés parar por favor, que me hacés
temblar.
El enorme animal le respondió:
- Bueno, ratoncito. Me voy a dormir una siesta, así no te
molesto.
De repente llegaron a la selva unos cazadores que venían del
zoológico. Querían atrapar al león para ponerlo dentro de una jaula.
Colgaron una red en un árbol, que se cayó encima del animal. Este
gritaba:
- ¡Ayuda, ayuda! Ayúdenme por favor.
El ratoncito escuchó y lo fue a salvar. Cortó la soga con sus
dientes. El león logró así escapar de la red. Cuando los cazadores
vieron que el león estaba escapando, quisieron lastimar al ratoncito con
un palo, pero este se escondió en su cuevita.
Los cazadores, cansados de esperar, se fueron. Así el ratón y el
león se hicieron muy amigos.
EL RATÓN SALVADOR
Agustina María Suárez
Hace mucho tiempo, había una selva muy grande. Allí había
animales feroces y animales buenos. Entre ellos, había un león y un
ratón.
El león quiso perseguir al ratón para comérselo, pero este
corría y corría hasta que se escondió en un refugio muy, muy
escondido. Era la ratonera, que era muy chiquita y el león no pudo
entrar.
El enorme animal se asomó por la ventana. El ratón
tembloroso se animó y lo acarició. El feroz animal se sintió mal por
haber querido lastimar a ese simpático ratón. A él le encantaban los
mimos. Entonces hicieron un trato para que el león no lo comiera. Los
dos aceptaron no lastimarse.
Una mañana, aparecieron en la selva unos cazadores. Eran
malos y querían atrapar al león para ponerlo en una celda dentro de un
zoológico.
Los hombres colocaron una jaula con barrotes de hierro. Con
una cinta oculta entre el pasto, el león fue engañado y tropezó. La jaula
cayó sobre él, atrapándolo.
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El ratón tomó un palito y abrió la cerradura de la jaula. El león
corrió y escapó. Con un rugido bien fuerte le agradeció al ratón.
LA RANA Y SUS AMIGOS
Rocío Villaverde
Había una vez un pollito resbaladizo, una rana muy saltarina y
nadadora, una hormiga trabajadora, una simpática vaquita de San
Antonio y un ratón excavador. Todos vivían en un campo con una
enorme y tranquila laguna.
Un día de calor, todos los amigos decidieron ir a jugar juntos.
Pero la rana encontró agua y se tiró. Sus amigos no podían nadar. Esto
a la rana no le importaba, pero a sus amigos sí. Los animalitos se
sintieron ofendidos.
Entonces pensaron un plan para mostrar sus talentos. El ratón
sabía excavar, la hormiga trabajaba más que ninguno, el pollito volaba
y la vaquita era la más simpática de la laguna. Todos comenzaron a
hacer sus talentos para que la rana se pusiera celosa.
Hicieron una fiesta de talentos. Pusieron música y comenzaron
a bailar. Desde el agua, la rana escuchó la música y las risas de sus
amigos y le dieron ganas de ir a bailar con ellos.
Entonces fue a la fiesta y se disculpó con sus amigos. Ellos la
perdonaron y juntos bailaron toda la noche.
LOS CINCO ANIMALITOS
Valentina María Vivanco
Había una vez un campo con una laguna. Allí vivían cinco
animalitos: una rana verdosa, una hormiga trabajadora, un pollito
esponjoso, una vaquita de San Antonio con manchitas y un ratón
escurridizo.
Siempre estaban en el pasto porque eran muy juguetones y
todos los días, salían a jugar a las escondidas. Ese era su juego preferido.
Un día, fueron todos a pasear a la laguna. Ese día había un sol
increíblemente fuerte. Entonces, la rana se tiró al agua para refrescarse
porque tenía mucho calor. El resto estaba triste por no poder tirarse al
agua, ninguno sabía nadar.
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Los amigos, tristes, fueron a la casa del ratón para mostrar sus
talentos y así sentirse mejor. El ratón mostró al resto que era muy
rápido, la hormiga mostró ser muy trabajadora y el pollito mostró
poder volar muy alto. De repente escucharon:
¡Ayuda!
Era la rana que se estaba ahogando. Los amiguitos con sus
talentos hicieron una balsa. La hormiga se subió y el pollito con su
pico la arrastraba. Así buscaron a la rana y la rescataron. Ella les
agradeció y se disculpó con sus amigos.
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TERCER
grado
DUENDES, BIOGRAFÍAS,
CONTAGIOS Y POESÍAS
ALUMNOS Y ALUMNAS DE 3° GRADO
LAURA VARELA Y MARÍA LYNCH
MAESTRAS
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MI CABALLO TOTO
Manuel Barchi Bulló
El pelaje de mi caballo
es marrón y suave,
como el de un conejo.
Su crin y cola son largas
y tiene una mancha en la cara
blanca como la lana.
Es flaco como un palo
y veloz como el viento.
Él no tiene herraduras
para proteger las pezuñas
cuando chapotea por el lago
y corre por el pasto.
Su cara de tristeza me da pena
cuando está solo
y aburrido en el corral.
Él no para de relinchar
para llamar a los demás.
y me persigue para pasear.
MONUMENTOS INVISIBLES
Pedro Castro Nevares
Un día, en Estados Unidos, la Estatua de la Libertad
desapareció. Al día siguiente, la Torre Eiffel también desapareció en
París, al igual que el Obelisco de Buenos Aires.
Todos en el mundo comenzaron a sentir miedo y
preocupación. ¿Qué más podría desaparecer? Muchos se acercaban y
pasaban por donde deberían estar ubicados esos monumentos.
Entonces chocaban contra la nada y se hacían unos chichones
infernales.
Los investigadores trataron de averiguar qué estaba pasando y
después de mucho trabajo anunciaron que los monumentos se habían
vuelto invisibles.
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Las personas decían que estos científicos estaban locos y
mientras tanto, ellos trataban de volverlos a la normalidad con
diferentes fórmulas, pero nada funcionó.
Tres días después, el Doctor Castro hizo un preparado y lo
llamó “Aparecedor”, claro que hizo más de uno. Como él era
argentino, primero usó el experimento en el Obelisco y luego viajó a
Nueva York para usarlo en la Estatua de la Libertad. Después tomó un
avión para ir a París, Francia, donde se ubicaba la Torre Eiffel.
Todos los monumentos aparecieron y cuando el científico
volvió a la Argentina, lo recibieron como un héroe y se hizo muy
famoso.
LA BRUJA Y EL AGUA
Ian Dalton
En el año 995, el explorador Martín Moronga llegó en su barco
a una isla. Contento de haberla descubierto, la llamó “Isla de
Morongonia”. Cuando la recorrió, se sorprendió al ver el agua, los
árboles, las plantas, los animales y el cabello de los habitantes. Todo
era de color violeta.
Escalando las montañas, llegó a una cueva y encontró una
esfera pequeña. Era brillante y transparente. Cuando Martín quiso
levantarla, no pudo. Por más que era pequeña, pesaba muchísimo.
De repente, la esfera empezó a flotar a la altura de él. Martín
quedó asombrado. A los pocos segundos, empezó a mostrar dibujos.
Allí se veía lo que había pasado en la isla.
Hace mucho tiempo atrás una bruja había hechizado el agua
del lugar. Ella estaba molesta porque era fea. Los habitantes e incluso
la naturaleza se burlaban de su peinado y fealdad. Su pelo tenía
muchos rulos marrones y era muy despeinado. Era imposible
controlarlo. Los animales se reían de sus dientes y los habitantes de su
ropa negra.
Entonces, llegó el día en el que la bruja se cansó de que se
burlaran y decidió embrujar el agua. La tiñó de color violeta con un
hechizo. Desde ese día, el pelo de todos los que bebían de ella, se ponía
de ese color.
Al enterarse de esto, Martín decidió ayudar a los habitantes de
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esa isla. Fue a buscar a la bruja. Ella tenía una cueva submarina muy
escondida. El lugar era oscuro y estaba vigilado por tiburones blancos.
Cuando la bruja lo escuchó, se dio vuelta y con su varita le
empezó a lanzar hechizos. Pero como él era muy bueno esquivando, la
bruja nunca le pegó. Él se subió a su cabeza y le quitó la varita.
Después la amenazó y le dijo:
- O sacas el hechizo de la isla o te convierto en mariposa.
Ella, muy asustada, aceptó y sacó el conjuro que tenía la isla.
Todo volvió a su color normal y los habitantes le agradecieron
a Martín por haberlos ayudado.
FRAN, EL TRAVIESO
Franco Delucchi
Un 22 de junio de 2001 a las seis de la mañana, nació Franco,
el primer hijo de Jorge y Delfina. Era un bebé gordito, tenía ojos
marrones y pestañas largas y lindas.
Nunca usó chupete. Su mamá se lo daba para que no llorara y
él lo escupía.
A los ocho meses, Franco empezó a gatear y sus papás tenían
que perseguirlo por toda la casa para que no hiciera macanas. Lo
mismo pasó cuando dio sus primeros pasos.
Tenía 16 meses cuando dijo su primera palabra: “papá”.
Su juguete preferido era un autito a control remoto que no
sabía manejar y cuando intentaba estacionarlo, siempre lo chocaba.
También hizo pedazos un jarrón.
Un verano en Mar del Plata, cuando tenía tres años, fue a
comprar pulóveres con su papá y su abuela. Franco era un chico muy
inquieto y juguetón. Caminaba por todo el negocio, se escondía detrás
de los mostradores. Solo lo perdieron de vista por unos minutos, pero
cuando nadie se dio cuenta, se escapó a la vidriera y sin querer, tiró un
maniquí. ¡Su papá tuvo que pagar todo lo que había roto!
Otra vez, en el country, Franco se escapó con un amigo de una
actividad llamada “Tiempo libre”, que organizaba el club. Allí jugaban
al fútbol, hacían torneos y se divertían mucho. Ese sábado se fueron
caminando y se alejaron mucho del grupo sin avisar.
Cuando el profesor se dio cuenta de que faltaban, se preguntó
dónde estarían. Estaba tan preocupado que avisó a la guardia y los
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fueron a buscar. Revisaron los lugares donde siempre iban los chicos:
los juegos, el gimnasio y el restaurante, pero no los encontraron. Por
suerte al profesor se le ocurrió que podrían estar en sus casas y se
sorprendió cuando los encontraron mirando la tele. Los retaron y
Franco y su amigo se disculparon.
¡Siempre fue un chico muy travieso!
CRISTIANO EN SU NUEVA CASA
Marcos Diarbekirian
Un chico de diez años llamado Cristiano vivía en un campo
muy alejado de la Capital y no tenía juguetes. Por eso jugaba a
perseguir animales, trepaba a los árboles más altos o iba a pescar al río.
Los papás le dijeron que iban a mudarse a la ciudad de Buenos
Aires y él estaba preocupado porque le gustaba su casa. Era feliz en
ella y no quería perderla.
Cuando llegó el día de la mudanza se sintió triste y se llevó
algunos recuerdos: un poco de pasto, un pez del río en un frasco con
agua y una fotografía de la casa.
No tenían auto para viajar a la ciudad y tampoco podían pagar
los boletos para viajar en micro o en tren. Tuvieron que caminar cien
kilómetros cargando las valijas y mochilas hasta llegar a la ciudad.
Caminaban de día con sus mascotas, atravesando campos para
llegar más rápido y descansaban por la noche. Para dormir buscaban
un lugar bueno: una cueva, a veces debajo de los puentes, bajo la
sombra de los árboles.
Hacían una fogata para calentar las comidas y conversaban
sobre el viaje que les parecía bueno y, a veces, sacaban fotografías. La
familia de Cristiano era muy especial porque tenían muchas cosas en
común y siempre estaban juntos y de buen humor. Los hermanos muy
pocas veces se peleaban y cuando esto sucedía, los padres los retaban
o los ponían en penitencia hasta que se perdonaban y amigaban.
Por fin llegaron a la ciudad después de caminar todo un mes.
Estaban muy cansados y hambrientos. A medida que se acercaban a la
capital empezaron a ver que la gente los saludaba y les daban la
bienvenida. Ellos se sorprendieron.
Buscaban un lugar para alquilar porque no tenían dónde vivir
y cuando lo encontraron, se sintieron orgullosos y empezaron a
desempacar.
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Cristiano puso en su dormitorio la foto de la vieja casa, el pez
con agua y el pasto en un frasquito chiquito. Aunque extrañaba su
vieja casa, se sentía más contento.
MAXI EN LA CIUDAD
Joaquín Floria
Un chico llamado Maxi vivía en un campo muy lejano de la
ciudad. El campo era grande, tenía hierbas y muchos animales en
corrales.
A él le encantaba jugar con su primo a atajar penales, correr
carreras en bici y cuando llovía, saltar los charcos. Se sentía feliz y su
vida le parecía muy divertida. Tenía todo lo que necesitaba.
Un día los papás lo llamaron para hablar con él. Le tenían que
decir que se mudarían a la ciudad porque no había ningún trabajo cerca
del campo y el padre tenía que viajar muchas horas por día.
Maxi se sintió muy triste porque le encantaba estar en el
campo con sus amigos y le gustaba la naturaleza. Le encantaba el sol,
las hierbas, los animales. Pero se dio cuenta de que el padre tenía razón
y preparó todas sus cosas para la mudanza.
A los pocos días, partieron. De recuerdo se llevó las hierbas
más doradas del campo.
Mientras se alejaba de su casa en el auto, intentó imaginarse
cómo sería la ciudad. Nunca había estado allí y tampoco había vistos
fotos o imágenes en la televisión porque no tenía muchos canales.
Luego de unas horas de viaje llegaron. Maxi se sorprendió
cuando vio tanta gente caminando por la calle, los rascacielos muy
altos y los ascensores.
A él le gustó la ciudad, pero no tanto como el campo porque
no se podía andar a caballo ni estar al aire libre. Lo que sí disfrutó es
que no había tantos mosquitos.
Él pensaba cómo sería su vida en el colegio. Tenía miedo de
que lo trataran mal. Como era tímido, el primer día de clase estaba
nervioso. Pero después se fue dando cuenta de que los chicos lo
trataban bien y podía compartir sus juegos. En el recreo jugaba con sus
muñecos y sus autos y se divertía con sus nuevos amigos.
Así, de a poco, Maxi se fue acostumbrando más a la ciudad.
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EL CAMBIO
Juan Cruz Gaona
Una noche del año 2000 nació un bebé flaquito y lindo
llamado Juan Cruz.
Sus papás, Lucía y Juan Francisco, eligieron ese nombre
porque les gustaba a los dos.
El día de su nacimiento, la tía le regaló un osito de peluche,
tierno y cariñoso. Desde ese día, Juan Cruz no lo soltó nunca más,
porque le gustaba mucho y cuando fue más grande, jugaba a darle de
comer.
Su primera palabra fue “papá” y la dijo a los dos años, cuando
dejó el chupete y nunca más lo pidió.
Juan Cruz era muy travieso. Cuando tenía un año y medio, tiró
un juego de mesa, que le habían regalado para el cumpleaños, por la
ventana que daba a la calle. La mamá que lo vio llorando, le preguntó
por qué estaba tan triste. Él señaló la ventana por donde lo había
tirado. Cuando ella se asomó y lo vio, bajó corriendo hasta la calle para
buscarlo.
Allí había una señora que casi se golpea la espalda. ¡Estaba
muy enojada! Su cara estaba muy colorada y retaba a gritos a la mamá
de Juan Cruz. Ella se sentía muy mal y le explicó lo que había pasado.
Y así la señora entendió.
Unos años después, Juan Cruz tenía hambre. Entonces se puso a
comer ciruelas. A él le gustaban mucho, eran su fruta favorita y la comía
todos los días por lo dulce y sana. De tantas ciruelas que se comió, los
cachetes se le pusieron negros. Cuando Lucía, su mamá, lo vio, le sacó
unas foto sentado arriba de un sillón rojo. ¡Parecía un payaso!
La familia pensaba que cuando Juan Cruz creciera iba a dejar
de ser travieso y tenían razón. Cuando cumplió diez años, ya era
bueno, obediente y generoso.
LA TORTUGA
Julián González Calderón
Nadie sabe su edad.
Tiene arrugas en la cara.
A una linda viejita
ella me hace acordar.
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Tiene patas muy cortas
que despacio la hacen caminar
y todos los animales
la pueden alcanzar.
Ella es muy tímida
y por eso, al tocarla,
esconde su triangular cabeza
dentro de su fuerte caparazón.
Come lechuga muy lento,
nunca hace nada rápido.
Su boca es muy chiquita,
igual que la de la hormiga.
A mí me gusta darle de comer
y verla masticar,
porque ella es muy tranquila
mi querida tortuguita.
DUENDE PELUQUERO
Santiago Guirao
En una mañana de mucho calor, una familia de duendes que
estaba formada por los papás y el hijo, se mudó a un bosque lindo,
colorido y habitado por muchos animales.
El pequeño era bajo como un hongo y flaco como la rama de
un árbol. Tenía orejas puntiagudas, el pelo castaño y siempre usaba un
alto sombrero verde.
Soñaba ser peluquero que era una tradición familiar. Le
gustaba hacer cortes de pelo a sus muñecos y también pelucas con
peinados raros para los que se estaban quedando pelados. A veces
provocaba accidentes con los instrumentos porque no sabía cómo
usarlos.
Cuando tuvo diez años, los padres lo enviaron a una academia
de peluquería. Sentía mucha curiosidad por saber qué materias tenía
que cursar, entonces fue a la cartelera y leyó la lista:
Instrumentos de peluquería.
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Cortes para hombres, mujeres y niños.
Peinados para mujeres y hombres.
Atención al cliente.
En la primera clase de instrumentos de peluquería aprendió a
usar el peine fino, el cepillo redondo, las tijeras y la navaja. Cuando
tuvo que usar el secador, lo encendió con la potencia máxima y
provocó un corte de luz. Todos los alumnos gritaron del susto.
Por miedo a que provocara más accidentes, para practicar en la
clase de cortes le dieron maniquíes. ¡Los dejaba a todos pelados! Una
vez le tocó barrer los pelos del piso y los tiró por la rejilla. ¡Qué lío!
Tapó las cañerías y cuando abrían las canillas solo salían pelos.
El duende que quería ser peluquero pensó que las materias que
quedaban iban a ser más fáciles. Pero cuando fue a la clase de
peinados, apretaba tanto el peine sobre la cabeza que la gente gritaba.
Y en la de atención al cliente jugaba, hacía avioncitos con los papeles
del mostrador y distraía a sus compañeros.
Fue así como no pudo seguir con la tradición familiar y tuvo
que buscar otro oficio.
LOS HALCONES Y EL NIÑO QUE SALVARON A LOS
DUENDES
José Gulmanelli
Manuel fue con su mamá a visitar el zoológico de la ciudad
de Buenos Aires desde muy temprano porque era enorme y se
necesitaba mucho tiempo para verlo todo.
Cuando la señora fue al baño, el chico se quedó afuera leyendo
un libro de cuentos maravillosos, con duendes. Había aprendido que en
general eran bajos, tenían orejas puntiagudas, y usaban gorros altos, trajes
rojos, verdes o púrpuras y grandes cinturones con hebillas de oro.
Llegó hasta la parte en que un grupo de estos seres mágicos
estaba jugando y un dragón enorme y rojo estaba por atacarlos. Justo
en ese momento, la mamá lo llamó para seguir el recorrido y él olvidó
el libro abierto sobre el banco.
Al llegar la noche, los duendes salieron del libro porque el
dragón ya había incendiado cuatro aldeas con su fuego. Necesitaban
ayuda y querían pedir auxilio a los humanos.
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Como ya habían cerrado el zoológico, solo quedaban los
animales. ¿Quién podría ayudarlos a combatir con ese terrible animal?
Recorrieron las jaulas y eligieron a los halcones porque su vuelo era
veloz y sus picos muy filosos. Hablaron con el más grande, que habló
con los demás. Todos entendieron a los duendes y dijeron que los iban
a ayudar.
Entraron al libro y cuando encontraron a la bestia, los halcones
lo picotearon y le comieron las alas. El dragón cayó en un lago y se
ahogó.
Los duendes se pusieron contentos y los halcones volvieron a
sus jaulas con la panza llena.
Al día siguiente, el niño volvió al zoológico y buscó su libro.
Estaba en el mismo lugar donde lo había olvidado, pero cerrado.
Alrededor había plumas y cenizas, también sintió olor a humo.
Entonces abrió el libro y comenzó a leer. Decía que los duendes habían
sido salvados por los halcones del zoológico que habían entrado al
libro gracias a un niño que lo había dejado allí.
Muy contento y sorprendido por la magia de su libro, volvió a
su casa y contó a su mamá lo que había sucedido.
EL NIÑO INVISIBLE
Santiago Iglesias Girollet
Un día, un niño llamado Pepe estaba jugando con un líquido
que encontró en la mesa de la cocina de su casa.
El frasco le llamó la atención por sus colores brillantes.
Adentro de él se veía un líquido de diferentes colores. Lo abrió y se
puso un poco en las manos. Primero le ardieron y en pocos minutos se
le pusieron invisibles.
Pepe se asustó mucho. Nunca había visto algo así. ¡Sus manos
habían desparecido! Él las movía de un lado para el otro, pero no se
veían. Tomó el frasco y se fijó en las instrucciones que tenía escritas
en la etiqueta amarilla. Allí decía “No abrir nunca”. Pepe se preocupó
mucho porque pensaba que no había un antídoto, pensaba que se iba
a quedar con las manos invisibles para siempre.
Después de un rato se le ocurrió ponerse el líquido en el cuerpo
para hacerse completamente invisible y hacer muchas travesuras. A las
pocas horas su cuerpo ya no se veía en el espejo.
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Aprovechó y fue a lo de su abuelo para asustarlo. Su abuelo
que no entendía qué pasaba, se puso los anteojos y empezó a mirar
para todos lados, pero no encontraba nada. El niño se moría de risa.
Luego fue al cuarto de su hermano y con una sábana blanca
encima, lo asustó. Su hermano empezó a gritar mucho y llamó a su
mamá. Buscaron por todos lados, pero no encontraron nada.
Esa noche, la mamá buscaba a Pepe y como no lo encontraba,
pensó que estaba jugando. Ella lo llamaba “Pepe vení”, pero él no
aparecía. La mamá estaba cada vez más preocupada porque su hijo no
estaba.
El niño, cansado de ser invisible, salió de la casa para buscar
un antídoto. Se dirigió allí porque no sabía a dónde ir ni a quién pedirle
ayuda. Cuando llegó, sin hacer ruido, pasó escondido hasta el
consultorio del doctor y entró. Allí estaba el médico sentado en su
escritorio.
Pepe tomó un lápiz y escribió una nota contando que
necesitaba un antídoto para dejar de ser invisible. El hombre al
principio se asustó, pero después le dio un remedio y el niño dejó de
ser invisible. Le agradeció al médico y contento volvió a su casa. Sin
que nadie lo viera, se metió en su cama y se hizo el dormido. Así nadie
lo retaba.
EL DIAMANTE SALVADOR
Álvaro María Istueta
En 1985, en un lugar del desierto del Sahara, cerca de Egipto, un
arqueólogo llamado Andrés Moreno descubrió una pirámide muy alta.
Después de recorrer el exterior y de sacarle fotos, los
científicos se acercaron a la puerta, donde encontraron unos
jeroglíficos. Los expertos dijeron que esas escrituras egipcias antiguas
decían: “Todo el que entre y no logre ver el brillo, no saldrá con vida”.
Algunos no quisieron entrar porque tenían miedo, otros sí
ingresaron a la pirámide porque les parecía ridículo creer algo así.
Cuando entraron a esa estructura triangular cayó desde el
techo un martillo que se movía como un péndulo. Todos se salvaron
porque se tiraron cuerpo a tierra justo a tiempo. Minutos más tarde
dejó de moverse, se levantaron y siguieron caminando por adentro de
la pirámide.
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Tuvieron que enfrentar muchos peligros y a pesar de los
cuidados, perdieron cuatro hombres. Finalmente llegaron a una puerta
y cuando la empujaron tuvieron que retroceder porque una luz brillante
los dejó ciegos por unos momentos. Por suerte ellos traían unos
anteojos para el sol y se los pusieron. Después se acercaron a la luz y
vieron que era un diamante que protegía al faraón y a su tesoro.
Ellos lograron ver el brillo y pudieron salir con vida de la
pirámide.
EL MEJOR AMIGO
José Cayetano María Licciardo Hary
Camilo era hijo único. Le gustaba dibujar, jugar a la pelota y
leer libros, pero se aburría jugando solo. Tenía muchísimos juguetes,
pero no sabía con cuál jugar. En las vacaciones de verano fue a visitar
a sus abuelos y conoció a Agustín, un chico de ocho años que vivía en
el campo. Era el hijo de un hombre que trabajaba en la estancia de sus
abuelos.
Camilo lo encontró en el tambo. Agustín estaba ordeñando una
vaca. Sintió curiosidad y fue a ver cómo lo estaba haciendo. Agustín le
propuso que lo ayudara y cuando Camilo lo intentó, le pareció
asqueroso y se empezó a reír.
A partir de entonces, empezaron a jugar juntos.
Un día Agustín lo invitó a su casa. Cuando llegó, Camilo se dio
cuenta de que su nuevo amigo no tenía tantos juguetes. En la
habitación solo había ladrillitos para construir y algunos superhéroes.
Primero se preocupó, pero después entendió que podía jugar sin tener
juguetes porque Agustín tuvo una buena idea: armarlos con los
materiales que tenía.
Con madera, plástico, cinta, pasto y marcadores hicieron un
robot de un metro y medio. Jugaron durante cinco horas. Al otro día,
Camilo visitó de nuevo a su amigo e hicieron lo mismo. En una
semana inventaron aviones, camiones, helicópteros, dirigibles.
Cuando Camilo tuvo que regresar a la ciudad, no quería irse
porque tenía al fin un amigo para jugar y se estaba divirtiendo mucho.
Pero sus padres lo habían visto tan feliz durante esa semana que le
prometieron que volvería a ver a Agustín el próximo verano. Y fue así.
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EL DUENDE CURIOSO
Matías Llorente
El duende Momo vivía en un bosque muy antiguo y oscuro,
que tenía árboles muy altos y muy tupidos. Estaba cerca de un pueblo
tranquilo. Sus habitantes eran constructores, por eso sus casas eran
fuertes, grandes y muy cómodas.
El duende era gordo como una pelota y bajo como un niño de
tres años. Sus orejas parecían pinches y tenía bigotes. Era tan peludo
que se parecía a la cola de un zorro.
Momo era coqueto, inteligente, curioso, travieso, estudioso y
dormilón.
Una mañana invitó a su amigo Chuchu a jugar. Al llegar la
hora del almuerzo, no tenían comida ni dinero para comprarla. Lo más
fácil era ir a la casa de la bruja y robar algo de su cocina. Ella dormía
casi todo el tiempo o no estaba en su casa.
De todas formas, necesitarían ayuda, así que llamaron a tres
amigos más: Leni, Molies y Bonio.
Entraron en puntitas de pie. Pensaron que encontrarían la casa
vacía, pero vieron que estaba la escoba, el gato y el búho comiendo su
almuerzo mientras la bruja preparaba una poción mágica. Nada había
salido como lo habían pensado.
Como todavía no los había visto, intentaron esconderse detrás
de la puerta, pero el gato los escuchó. Entonces ellos corrieron para
protegerse debajo del sillón. Rápidamente cambiaron sus planes:
Momo iba a distraer a la escoba, Chuchu al gato, Leni a la bruja y
Molies al búho. Bonio se iba a encargar de robar la comida.
Comenzaron a correr por toda la casa, hasta que la bruja se dio
cuenta de lo que estaba pasando en su cocina y ordenó a la escoba que
atrapara a Bonio. Tanto se marearon los habitantes de la casa, que
finalmente los duendes traviesos se escaparon con todo lo necesario
para almorzar. Se llevaron carne, pan y manzanas.
Todos fueron a la casa de Momo y compartieron los alimentos.
Hicieron riquísimos sándwiches de carne y de postre, manzanas.
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LA PELOTA QUE NO ENTRABA NUNCA AL ARCO
Juan Cruz Mayer
El Real Argentina, un equipo de fútbol, nunca había perdido un
partido porque sus jugadores eran estrellas y el director técnico
excepcional.
Un día los jugadores recibieron de regalo una pelota. Como la
querían estrenar, la llevaron al siguiente partido y tuvieron muchas
oportunidades de gol pero ¡la pelota no entraba en el arco!
En todos los siguientes partidos que jugaron con esa misma
pelota, empataron. Entonces, entrenaron más horas, pero igual la
pelota seguía sin entrar en el arco.
Después, la probaron sin nadie atajando en el arco. Un jugador
fue caminando, delante del arco le pegó e igual no entró. Entonces, ese
mismo día la llevaron a investigar.
Los científicos vieron que era una pelota normal y les dijeron
que estaban locos. Los jugadores intentaron destruir la pelota y
descubrieron que era manejada por control remoto. Uno de los
entrenadores que habían tenido estaba enojado porque lo habían
despedido y quería venganza.
Destruyeron el control y probaron la pelota. Ya era normal. Se
acordaron de que tenían un partido. Fueron corriendo y el resultado
fue: 5 – 0. Ganó el Real Argentina.
¿POR AQUÍ O POR ALLÁ?
Santiago Micheletti
¿Saben qué pasó en Roelandia?
Los habitantes no querían vivir más allí. Es más, no querían
saber nada de Roelandia. No es porque les robaban ni porque no
podían recibir cartas. No, no era por eso. Era porque todas las calles
cambiaban de lugar y las personas perdían mucho tiempo para
encontrar su trabajo, su escuela o su casa.
Un día, un chico me contó que él vivía en la calle Belgrano y
cuando volvió a su casa por el mismo camino de siempre, apareció en
Juncal. Para él todo fue muy confuso, no podía ni siquiera llegar a la
facultad. ¡Su calle había cambiado de lugar!
Una tarde, su mamá le dijo que fuera a lo de su abuela para
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llevarle una canasta con flores y algunos dibujos. Vivía justo enfrente
de su casa. Al cruzar la calle ¡se encontró con el zoológico! Entonces
volvió y le avisó que ya no estaba el edificio. Como ella no le creyó
fueron juntos para ver qué había pasado y comprobó que era verdad lo
que le había dicho el hijo. Por suerte vieron a un policía y le dijeron
que no entendía qué había sucedido. Este los miró asombrado y les
preguntó:
-¿Recién se dan cuenta? Esto sucede hace más de un año, van
a tener que acostumbrarse.
También me contó que los taxistas aprovechaban la situación
para hacer viajes más largos y ganar más plata. Los colectiveros iban
hacia cualquier lado. Los que habían dejado los autos estacionados en
una calle, no volvían a encontrarlos.
La familia iba a tener que cambiar la forma de vivir. Para ellos
no fue fácil y se mudaron a mi barrio.
PÓCIMAS MÁGICAS
Nicolás Enrique Pereyra Pigerl
Hace millares de años, un brujo que vivía cerca de un volcán
inventó pócimas mágicas que servían para diferentes cosas: volar, vivir
más años, manejar a las personas. Pero la más poderosa era una que
juntaba todos los poderes de las otras pócimas. Cuando abrías la
botella donde estaba, salían millares de voces antiguas y se cumplía el
deseo que tenías en ese momento.
Cuarenta y dos años después de que se muriera el viejo brujo,
el volcán estalló. Todo se derritió menos la casa del brujo, porque su
aprendiz agarró la pócima más poderosa y le pidió que hiciera un
escudo protector.
Cuando la erupción terminó, el aprendiz le pidió a la pócima
que se abriera una puerta para poder salir de la casa que había quedado
atrapada entre la lava seca.
El hombre salió a investigar y vio pura roca, cenizas y
muertos. Entonces, deseó que el lugar fuera como antes y todo cambió.
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AUTOBIOGRAFÍA
Cristóbal Pusso Helguera
En el año 2002 nació el tercer hijo de la familia Pusso. Al
hospital fueron a conocerlo los tíos, los primos, los padrinos y los
abuelos. Era un bebé muy tierno y chiquito como un conejo.
Cuando lo llevaron a su casa lloraba pidiendo la leche y
dormía todo el día. Después fue creciendo, comenzó a reírse y a jugar
con sonajeros. Lo llevaban a pasear todos los días.
Primero empezó a gatear y a los once meses, a caminar. Su
primera palabra fue “papá” y cuando tuvo un año y medio empezó a
hablar. Después dejó el chupete y más tarde fue al jardín.
A los seis años comenzó la primaria en “Los Robles”. En
primer grado aprendió a hacer amigos y a usar la cabeza. Jugaba
mucho a la mancha en los recreos. Cuando terminó el año y empezó
segundo grado, estudiaba mucho Matemática porque le parecía difícil.
Al terminar las clases se fue a Florianópolis en Brasil. Cerca
de la casa donde estaba, había árboles de los que colgaban lianas.
Siempre se colgaba de ellas.
Después fue a Punta del Este y se metió en el mar y le dio de
comer a los lobos marinos. Las vacaciones fueron tan divertidas que
empezó tercer grado bien y emocionado.
EL DUENDE SUPERHÉROE
Octavio Nicolás Rolón
En un lugar llamado Sacatuca Skat, había un duende muy
ingenioso que se llamaba Simao. Su piel era arrugada, tenía garras muy
largas y orejas puntiagudas. Era muy bondadoso, pero se enojaba
muchísimo cuando se enteraba de injusticias.
Por eso, una vez por mes Simao necesitaba comer un gran
pollo para tener súper poderes y así ayudar a la humanidad. No podía
comer ni más ni menos de un pollo, si no algo terrible le sucedería.
Primero, se haría más débil y después, invisible.
Ese mes ya lo había comido, pero estaba tan ocupado y tenía
tantas cosas en que pensar que se olvidó y comió otro pollo más.
Entonces se debilitó y de a poquito se hizo invisible.
Simao recién se dio cuenta cuando se miró en el espejo para
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ver si estaba feo y horroroso como siempre. En ese momento recordó
que había comido dos pollos en un mes.
Cuando los villanos se dieron cuenta de que el superhéroe no
estaba, atacaron a Sacatuca Skat. Pasaron toda la semana robando y
matando para hacerse más ricos.
Por suerte Simao recuperó sus poderes y empezó a luchar
contra ellos y les ganó.
Después de todo lo que había pasado, decidió pegar un papel
en la puerta de la heladera, que decía el día y el mes en que debía
comer el pollo. Así los villanos nunca volverían a atacar Sacatuca Skat.
JUAN, UN CHICO DEL CAMPO
Camilo Romero
Juan Manuel Rolón tenía siete años. Vivía muy lejos de la
ciudad, en un campo muy florido con romeros bellos. Sus juegos
preferidos eran correr con el perro, perseguir vacas y trepar a los árboles.
Un día la mamá y el papá le dijeron que tenían que mudarse a
un departamento porque habían cambiado de trabajo y tenían que ir a
Buenos Aires. Él se enojó y se entristeció mucho. ¡No podría montar
su caballo! ¡No podría seguir a su vaca! ¡No podría vivir en esa casa
ni tener la misma cama!
Cuando llegaron a la ciudad fueron a conocer el departamento,
pero no le gustó. Su casa del campo era muy diferente: su cuarto era
inmenso, había mucha luz y desde la ventana veía el cielo, los pájaros
y el pasto.
Después tuvo que ir a la escuela y le pareció demasiado
grande. Le salían bien todas las cosas menos Matemáticas y Lengua
porque eran muy difíciles. Los otros chicos se burlaban de él y siempre
volvía a su casa triste porque no tenía amigos.
Le contó a su mamá y a su papá por qué estaba triste y ellos se
lo dijeron a la Directora del colegio. Ella les pidió a los alumnos que
no se burlaran más y lo entendieron.
Un día los chicos lo invitaron a jugar al fútbol. Juan era bueno
metiendo goles y los compañeros quisieron jugar todo el tiempo con
él. Como cualquiera se puede equivocar, le dieron un consejo: que
estudiara más. Él practicó y le fue bien en las pruebas de Matemática
y Lengua.
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La mamá lo premió comprando un campo para ir los fines de
semana y él se alegró porque podría volver a montar a caballo.
MI PERRO LOCO
Manuel Sanz
El perro de mi abuela
se llama Coco
y siempre la hace enojar
porque en su sillón se va a sentar.
Su pelaje dorado,
siempre está despeinado.
Solo tiene tres meses
y no come peces.
Vivo lejos de su casa
y lo voy a visitar.
Parece ser un buen perro,
aunque le falta aprender.
DEL CAMPO A LA CIUDAD
Agustina Abril Blanco
José vive en el campo y tiene ocho años. Le gusta armar
juguetes con lo que encuentra en el campo, pero lo que más le gusta es
nadar en el río. Cuando hace calor, a José le encanta ir allí y treparse
a los árboles a pensar.
Disfruta mucho de vivir en el campo porque se acuesta en el
pasto y siente el calor del sol, hace picnics con su familia y así se siente
bien.
Pero un día, su papá le cuenta que consiguió un trabajo en la
ciudad y que se mudarán allá. Al principio José se pone triste.
Al llegar a la ciudad, el niño se siente molesto. Está aburrido
porque no encuentra con qué jugar. Allí no hay cosas para armar sus
juguetes ni pasto para hacer picnics. Está aturdido por los ruidos.
Todo cambia cuando al ir a la escuela, conoce a unos amigos
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que lo invitan a jugar. Los juegos de sus amigos son diferentes, pero se
divierte igual. Al llegar a su casa, le cuenta a su papá que se siente feliz
porque puede jugar como en el campo pero con diferentes cosas y
divertirse igual.
LOS MÉDANOS
Felicitas Bosch Ferrari
Campo y arena,
pinos y mar,
con mi yegua Gateada,
salgo a pasear.
Por la costa y los bosques,
a galope tendido,
mi infancia recorre
mi suelo querido.
Mi abuelo y sus cuentos,
historias de vida,
de cómo se criaron,
allá en Energía.
Recuerdos eternos,
que nunca se olvidan.
Aromas de campo
y leña encendida.
Regreso cantando
sobre huellas perdidas
me duermo despacio
esperando el nuevo día.
EL SUSTO VIAJERO
Juana Brave Bosch
A un chico muy valiente que se llamaba Pedro, le gustaban
mucho las aventuras. Uno de sus juegos preferidos era acampar.
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Un día Pedro se fue de campamento a una cueva con su amigo
Juan. La cueva era oscura, grande y estaba llena de murciélagos y
arañas.
Antes de ir a dormir se fueron a conocer el bosque y a pescar.
Les encantaba pescar de noche. Cuando cayó el sol, se acostaron en las
bolsas de dormir y descansaron.
Luego de un rato les agarró hambre. Entonces salieron al
bosque para buscar comida. De repente apareció un monstruo muy
pero muy feo. Era gordo, grande y peludo. Tenía unos dientes muy
filosos. Cuando Pedro lo vio, se asustó y salió corriendo. Le contó a
Juan lo que había visto y los dos chicos estaban muertos de miedo.
Pero como eran muy valientes, tomaron coraje y volvieron al bosque
para sacarle una foto al monstruo. Así la gente les creería que lo habían
visto.
Rápidamente sacaron la foto y salieron corriendo. Al día
siguiente, regresaron a sus casas. Se la mostraron a la prima de Juan.
Ella se asustó y salió corriendo.
Al día siguiente, ella se la mostró al cartero y él también se
asustó muchísimo. Estaba tan asustado que repartió todas las cartas
mal. Las personas del barrio se enojaron muchísimo porque no tenían
sus cartas sino que las de sus vecinos.
El hombre, mientras repartía la correspondencia, le mostró la
foto a un marinero. Él se asustó tanto que no podía parar de temblar, al
igual que su barco. La tripulación también comenzó a asustarse al ver
como se movía el barco.
Al gato de Juan que también vio la foto, se le pararon los pelos
del susto. La vecina que era una viejita que estaba regando las flores
de su jardín gritó de miedo al ver al gato. ¡Parecía un monstruo!
Los chicos no querían que el miedo siguiera pasando de
persona en persona. Entonces, tomaron nuevamente coraje y
regresaron al bosque donde habían visto al monstruo. Allí rompieron
la foto en muchos pedazos y así el contagio del miedo terminó. Con el
tiempo, la gente se olvidó de esa terrible foto.
MI ESCRITORIO ES ASÍ
Victoria Capelli
En el pasillo de mi casa
está mi escritorio.
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Es mi mueble preferido,
donde yo pinto y escribo
cuentos y poesías
para que mamá las lea
y cuando llego del colegio
allí hago la tarea.
Mi escritorio es de madera
y fuerte como un árbol.
Nunca se rompe
aunque mis libros apoye.
Allí yo me inspiro
y hago lindos dibujos.
Otras veces me distraigo
mirando las fotos.
En un cajón grande
guardo un secreto:
un diario íntimo
que solo yo leo.
ADIVINANZA
Elena María Caranti
Mi animal preferido
tiene el cuello muy largo
un poco más que las ramas
de un árbol muy alto.
Solo come hojas verdes
de las copas de los árboles.
Por más que se esconda,
su cuello siempre asoma.
Me encantaría subir a una,
y hasta que caiga el sol,
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dar un paseo por África
colgada de su largo cuello.
Su cuerpo es delgado
y tiene manchas marrones
sobre su pelaje amarillo
que recuerda el sol.
Mi animal preferido
es una jirafa.
Me gusta como camina
y también que es tranquila.
NUNCA PARA LA BURLA
Rosario Cozzi
Una tarde de mucho calor, un adolescente sacó la lengua por
la ventana de su casa porque estaba muy enojado. El perro de su
vecino lo vio y también sacó la lengua y contagió a una viejita que
estaba regando las flores de su jardín. Ella le sacó la lengua a un señor
que pasaba caminando por allí.
El hombre no entendía por qué la viejita era tan maleducada
con él. Pero él tampoco se resistió a sacar la lengua y mientras pasaba
por una cancha, contagió a un jugador de básquet.
El jugador le sacó la lengua a uno de sus contrincantes y el
público al ver esto, gritaba: “¡Pelea, pelea!”. Los dos equipos se
empezaron a pelear, hasta que uno dijo: “¡Dejen de pelearse!”
Todos frenaron los golpes, pero no podían parar de sacar la
lengua. Hasta que al réferi se le ocurrió una idea: ponerle sal a todas
las lenguas. Apenas lo hicieron, todos corrieron a tomar agua y
metieron la lengua en remojo.
EL MAR QUE BUSCA TESOROS
María del Pilar Crego
El mar ansioso tiene 3000 años de antigüedad. La exploradora
Pilar lo descubrió mientras excavaba en la arena durante unas
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vacaciones con su familia. Ella y su amigo llamado Nicolás estaban
haciendo un pozo para esconder un cofre con muchas monedas que
habían ahorrado y no querían que nadie las encontrara.
Pero el mar se enteró y las fue a buscar. Hasta ese momento,
el mar había estado tranquilo, pero dos minutos después de que
enterraran el tesoro, aparecieron muchas olas que rebotaban todo el
tiempo. Iban y venían rapidísimo al lugar donde estaba el cofre.
El mar tardó un minuto en desenterrar las monedas. Como ya
había encontrado lo que quería, se tranquilizó de nuevo. Las monedas
ya estaban debajo del mar con el resto del oro de los barcos hundidos.
LA DUENDECITA BUENA
María Victoria Furió
Había una vez una duendecita llamada Culmita. Ella, a
diferencia de todos los duendes, era amable, buena y generosa.
Culmita vivía en un hongo esponjoso y colorido, con su papá
y su mamá. A ella le gustaba mucho caminar por el bosque y cantar.
Pero sus padres querían que aprendiera a hacer travesuras como todos
los duendes. Entonces la mandaron a una de las cuantas academias de
duendes.
En la academia llamada “Is Haygh” había muchas alumnas y
también muchos maestros. Uno de ellos era especialista en hacer
bromas, otro en engañar a los demás y otro enseñaba estrategias para
molestar a los humanos.
Culmita se sintió muy extraña. Cuando miró a uno de los
maestros, tropezó y él se rió, porque era especial para molestar y
burlar. Ella se largó a llorar y se puso muy triste. Llamó a su mamá y
le pidió regresar a su casa. Culmita no quería ser una duendecita mala.
Y corrió hasta la salida del colegio. Sus padres la fueron a buscar pero
al día siguiente la enviaron de regreso.
Esa misma mañana, el maestro de bromas dijo:
- Háganse bromas con un compañero.
Culmita, que no quería saber nada, se quedó sentada en un
banco. Su maestro la mandó a la dirección. Como el director había
salido, ella aprovechó para escaparse por la ventana.
Cuando el director regresó, se llevó una sorpresa: Culmita no
estaba. Fue a buscar a los especialistas en encontrar objetos perdidos.
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Inmediatamente, salieron a buscarla. Era la primera
duendecita que se había escapado de la academia.
Culmita corrió y corrió hasta llegar a un bosque. Trepó a un árbol
y se ocultó entre rama y rama. Mientras tanto, el director se dirigió a la
casa de Culmita para avisarle a los padres lo que había pasado.
En el bosque, Culmita se sentía diferente. Era la primera vez
que estaba contenta de hacer una travesura. Entonces, decidió volver a
la academia para ser una duendecita traviesa.
Desde ese día, ella se convirtió en la especialista en escaparse.
Y cuando la duendecita creció, se hizo maestra en escapes.
EL SECRETO DE LOLA
Fátima Hoorn de la Serna
En el bosque había un duende llamado Kobold. Él era muy
travieso y gracioso. Tenía orejas grandes y su piel era de color verde.
Vivía en un bosque que tenía un montón de árboles y algunos hongos.
Le gustaba mucho comer tréboles de cuatro hojas y sopa de ranas.
Un otoño, Kobold se cansó de estar solito mirando árboles y
árboles. Entonces decidió ir a la ciudad para conocer a los humanos. El
duende hizo una larga caminata, pasó por las orillas del río, por una
catarata y por las montañas.
¡Llegué! – gritó Kobold.
Él era tan chiquito que nadie lo escuchaba. Cuando oyó las bocinas del
tráfico, el ruido de los colectivos, el subir y bajar de las persianas de
los edificios y a los bebitos llorar, pensó que estaba soñando. Pero no
estaba dormido y decidió seguir caminando para ver si había un lugar
más tranquilo.
Hasta que llegó a una casa. Todos corrían apurados de un lado
para el otro. El duende, enseguida notó que estaban cocinando una
torta. Se metió en la casa, sin que nadie lo viera, y probó un poquito de
la mezcla.
Pensó que le faltaba algo más a la receta. Entonces tomó la
botella que estaba sobre la mesada y le puso vino sin que se dieran
cuenta.
La mamá metió la torta en el horno. Una hora después, la
sacaron y la probaron todos. Como estaba muy dura y tenía un gusto
extraño, empezaron a toser.
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Kobold, desde la ventana, veía lo que pasaba mientras comía
un pedacito. Le pareció muy rica. Al duende le gustaba comer
cualquier cosa.
A la mañana siguiente, Lola se había ido al colegio. Cuando
volvió, entró a su cuarto y se asustó porque todo estaba patas para
arriba. Kobold le dijo que él hacía magia y Lola, por fin, le creyó. Pero
le pidió que pusiera todo en orden para que sus papás no vieran lo que
había pasado.
Al llegar del trabajo, los papás entraron al cuarto de Lola para
saludarla. Enseguida se escuchó el grito que dieron al ver el desorden.
La chica tuvo que explicarles que un duende llamado Kobold había
hecho eso.
Los papás se sorprendieron mucho al principio, pero después
vieron que Kobold era bueno y dejaron que viviera con ellos, pero en
secreto.
LA MONTAÑA EXTRAÑA
Lucía Iglesias Girollet
Había una vez un señor que se llamaba Pedro. Era un hombre
muy deportista, le gustaba correr, saltar y competir. Ya hacía un tiempo
que se estaba entrenando para escalar una montaña porque quería subir
hasta la cima más alta del mundo.
Llegó el día en que tenía que escalar la montaña más alta. Se
puso las zapatillas, la ropa de gimnasia y llenó su botella de agua.
Apenas amaneció, comenzó a trepar. Pero tuvo un problema. A
medida que él subía, la montaña seguía creciendo.
Pedro se dio cuenta de que la montaña crecía y que tenía vida.
Él daba un paso y esta se movía. Se sintió asustado porque nunca
llegaba a la cima. Pasaban las horas y él estaba cada vez más cansado.
La montaña no paraba de moverse y entonces tampoco podía bajar. Ya
no tenía más agua y le dolían los brazos y las piernas.
Hasta que empezó a anochecer. Pedro estaba aterrado. Había
muchos ruidos de animales que lo asustaban. Había muchos
murciélagos volando por el aire pero sintió un fuerte ruido de
ronquido. Era la montaña que dormía.
Entonces él aprovechó, sin hacer ningún ruido, bajó la
montaña. Agotado regresó a su casa y a los pocos días le contó a todo
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el mundo que la montaña tenía vida. La gente le creyó y él se hizo
conocido en muchos lugares.
MI MAMÁ
Pilar Iglesias Girollet
Mamá mía, ¿cuánto me querés?
Mamá mía, ¿a quién de los tres?
Tus ojos son brillantes y color café.
Te quiero porque si estoy triste,
me das fe.
Yo sueño mucho contigo
y cuando vengo del colegio,
quieres estar conmigo.
Mami sos linda como una rosa.
Te quiero porque sos hermosa.
Cultivás tres jazmines blancos.
¿Por qué somos tantos?
Mami, soy tuya porque me querés,
como tú eres mía
porque yo también te quiero y te querré.
ADIÓS AL CAMPO, HOLA A LA CIUDAD
Felicitas Llambí Padilla
La joven María vivía en el campo con sus padres y su tía. Ella
tenía diez años, era rubia con ondas en el pelo.
Cada mañana investigaba las plantas y los bichos. También le
gustaba jugar a las escondidas con sus peluches. Era una niña muy
feliz, cantaba, trepaba árboles y en verano dormía al aire libre, en una
carpa. Le encantaba andar en sulqui y recorrer el campo mientras sus
padres y su tía alimentaban a los animales.
Un día, Carlos, el señor que les había prestado el campo, les
pidió que se lo devolvieran porque su casa se había derrumbado y
necesitaba un lugar donde vivir. Los padres de María pensaron que
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Carlos tenía razón, pero se dieron cuenta de que tenían un grave
problema porque necesitaban conseguir un nuevo trabajo para ganar
dinero y poder comprar una casa para ellos.
Entonces decidieron mudarse a la ciudad para conseguir uno.
Tres días después dejaron el campo. María estaba muy triste porque
extrañaba la quinta.
Su tía Clara la llevaba a la plaza pero nadie quería ser su
amiga. Todos los chicos estaban en el tobogán, las hamacas, la calesita
y en el sube y baja. Pero María no. Ella estaba sola, trepada en la copa
de un árbol.
Cuando iba de paseo al shopping, todos compraban ropa
moderna; en cambio María compraba ropa de campo. María sufría
muchísimo porque nadie era como ella.
El día que María cumplió once años, hizo una fiesta. Solo
fueron ella, su tía, sus papás y su perro Pluky. El perro era su único
amigo.
Hasta que el “día del animal” fue a la plaza y allí se encontró
con una chica llamada Luli. Ella tenía una perra que se llamaba Lulú.
Sus perros se enamoraron y las chicas se hicieron grandes amigas.
Luli le enseñó cómo comportarse en la ciudad y María se
sintió muy bien porque empezó a conocer otro mundo y le pareció muy
bueno. En vez de viajar en sulqui, empezó a andar en bici; en vez de
trepar árboles, se subía al tobogán. Y lo mejor de todo era que seguía
teniendo a su familia y una amiga.
UN PÁJARO CANTOR
Trinidad López Malbrán
¿Tengo un pájaro o un globo?
Se achica cuando lo soplo,
es blanco como la nieve
y vuela alto como las nubes.
Tiene manchas
marrones como la tierra
y patitas naranjitas
y suaves. ¡Una ternurita!
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Sus dos ojitos marrones
que me miran con cariño
son brillantes y transparentes
como diamantes.
Blanco era y se manchó,
por eso se llama “Manchitas”.
Su mejor amigo es Bebé,
canta y silba para él.
Cuando llego del colegio
siempre me alegra su canto.
Manchitas me espera cantando
y en su hamaquita bailando.
LA RISA CONTAGIOSA
Aitana Mondragón Rodríguez
Había una vez, en la lejana sabana, una hiena llamada Martha.
Ella, al igual que todas las hienas se la pasaba riendo.
Una tarde paseaba por la selva un grupo de turistas. El guía
tropezó con una piedra. La hiena comenzó a reírse y contagió a un
turista que le estaba sacando fotos.
Cuando el guía tropezó, se le enganchó el pantalón en una
rama y se le bajó. Un turista le sacó una foto en calzoncillos.
Inmediatamente largó otra carcajada que contagió a otro turista, y este
con su risa contagió a una hormiga.
La hormiguita se reía con carcajadas chiquititas y no podía
seguir con su camino de lo tentada que estaba. A las carcajadas, la
hormiguita se metió en un paquete de papas fritas y un turista chinito
sin darse cuenta, se la comió.
El chinito empezó a reírse. Cuando se subió al avión para
regresar a su país, contagió al piloto. Él se rió por el altavoz y todos los
pasajeros se tentaron. El avión temblaba de tantas carcajadas.
Cuando llegaron a China, la risa se fue contagiando de un
chino a otro. Hasta que una mañana, las risas despertaron al
emperador. Él era un hombre muy muy gordo y de mal carácter. Le
gente sentía mucho temor. Este se despertó de muy mal humor. Gritó
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y gritó desde su ventana. A todos se les paró la risa. El emperador
realmente era un hombre que daba miedo.
Así fue como el contagio de la risa se frenó.
UN LIBRO HECHIZADO
María Victoria Mútolo Terzano
Hace muchos años vivía en un libro de cuentos un duende
llamado Fray. Él era flaco y valiente. Tenía una nariz grande y unas
orejas muy chiquitas y puntiagudas. Su aspecto era muy simpático.
Fray vivía en un bosque encantado que había en un libro de un
niño llamado Alejandro. El lugar estaba lleno de animales. Su casa
estaba en el más alto árbol del bosque.
A medida que Alejandro avanzaba los renglones y las páginas,
aparecían en la historia unos leñadores. Ellos comenzaron a talar los
árboles para vender la madera. Fray se puso nervioso, saltó de la rama
y se escapó del libro. Fue entonces que apareció en el cuarto de
Alejandro.
El lugar era grande, tenía autos, muchos juguetes y estaba
repleto de libros. Fray vio que Alejandro se acercaba. El chico no
parecía ser nada peligroso.
Cuando el niño lo vio, gritó. Estaba muy asombrado de ver al
personaje del cuento en su cuarto.
El duende le empezó a contar sobre los leñadores que estaban
cortando su casa y sobre el daño que le estaban haciendo al bosque.
Fray no paró de hablar por media hora. A Alejandro le interesó mucho
el tema y decidió ayudarlo.
Los dos se subieron al escritorio, se tomaron de la mano, y
desde allí, saltaron al libro que habían dejado sobre la cama. Debían
detener a los leñadores.
Al llegar al bosque, el niño se sintió fuera de su mundo. Estaba
tan sorprendido que casi se desmaya. El lugar era grande, con muchas
casas en las copas de los árboles. También tenía ríos encantados e
infectados por pirañas.
Fray agarró una soga y enredó a los hombres. Los dos
decidieron que Alejandro saliera del libro y borrara a los leñadores
para que nunca más hubiera problemas en el bosque. Al día siguiente,
el duende reparó su casa y Alejandro prometió visitarlo a menudo.
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Desde ese día, todas las noches, Alejandro lee la misma
historia, una y otra vez.
APRENDER A JUGAR
María Mercedes Mymicopulo Llambías
Joaquín vivía en una mansión en un barrio lujoso. Tenía
muchos juguetes distintos, los más modernos de todos, en un cuarto
especial para jugar. Tenía una nave espacial, un auto, un tractor y
muchos más juguetes automáticos. Pero no se divertía con nada.
Él era bueno pero caprichoso y siempre estaba aburridísimo.
No había nada que lo hiciera sentir feliz, ni siquiera jugar. Se sentía
solo porque no tenía hermanos. Era infeliz y no sabía el porqué.
Un día Martín, un amigo del colegio, lo invitó a jugar. Vivía
en una casa como la de cualquiera, con su mamá y papá. Era un chico
bastante inteligente, que tenía pocos juguetes pero sabía divertirse.
Joaquín, al principio, sintió miedo e incomodidad. No estaba
acostumbrado a jugar con otras personas y menos si no tenían tantos
juguetes como él. Pero igual aceptó ir porque sintió algo en su interior.
Cuando llegó a la casa, al comienzo estaba tímido pero al rato,
todo lo contrario. El cuarto de su amigo era normal, pero para él que
era rico, no. Había pocos juguetes y no eran tan modernos ni
automáticos como los suyos.
A los pocos minutos, Joaquín sintió una enorme alegría y
comodidad. El temor se había ido. Jugó como nunca antes había
jugado. Mientras estaba allí, se preguntó por qué su amigo que no tenía
sus juguetes ni dinero, se divertía, y él que tenía muchísimo de todo,
no. Se sintió celoso y decidió irse de la casa. Martín se sorprendió
porque habían jugado muy bien toda la tarde.
Al otro día, Joaquín se dio cuenta de que lo que había hecho
estaba mal. Entonces, fue a la casa de Martín, le contó por qué se había
ido de ese modo y se disculpó. Su nuevo amigo le contó los secretos
del juego. Estos eran: tener imaginación, tener un buen amigo con
quien jugar y por último, tener muchas ganas de divertirse.
Así fue como los chicos jugaron hasta la noche y cuando lo
vinieron a buscar, Joaquín se fue con el mejor regalo: tener un amigo
con quien jugar.
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MI AMIGO Y YO
Mora Olmi
Hace un año conocí a un chico. Se llamaba Santiago y tenía
siete años como yo. También vivía en el campo y le gustaba jugar a la
pelota, nadar en el río y andar a caballo. Siempre pescábamos en el
arroyo y muchas veces sacábamos salmones de un metro y medio, los
guardábamos en un balde gigante y después, los devolvíamos al río.
Una tarde invité a Santi a jugar conmigo y mi perro Pipo.
Trepamos a los árboles, jugamos con el perro, saltamos tranqueras y,
aunque nos estábamos divirtiendo, Santiago tenía cara de
preocupación. No le pregunté qué le pasaba porque me daba un
poquito de vergüenza.
Cuando se hizo de noche, los papás lo vinieron a buscar. Me
pareció raro porque él vivía al lado de mi casa y podía irse solo.
Al otro día, Santi ya no estaba en el campo. Mi perro Pipo y
yo lo buscamos en todos lados y cuando fui a su casa, vi un cartel que
decía “ESTANCIA VENDIDA”.
Pipo empezó a llorar y yo, también. Ni me había enterado de
que él se iba a ir y era mi amigo. Después me di cuenta de que se había
ido a la ciudad.
Ese mismo día, Santi me envió un mail despidiéndose. Me
decía que no se había despedido porque tenía miedo de que yo me
enojara. También me pedía que nos comunicáramos por mail para
seguir siendo amigos. Hace un año que nos escribimos mensajes.
LAS TRAVESURAS DE KÁ
Olivia Serra
Hace mucho tiempo, había un duende llamado Ká que vivía en
el bosque. Él era feo, molesto y desobediente. Su deporte favorito era
asustar a la gente, empujar a alguien a un charco lleno de barro,
hacerse invisible y cambiar todo de lugar. Cambiaba el azúcar por la
sal, el cacao por el café.
Ká estaba tan aburrido del bosque que salió a conocer la
ciudad. Sin querer se encontró con la casa de José, un escritor bueno y
firme que escribía cuentos de fantasmas y dragones. Algunos de los
personajes de los libros de José eran buenos y salvaban a la gente.
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Como Ká era muy travieso, desarmó toda la casa de José.
Cuando el dueño llegó, vio al duende tomando un té y pegó un grito
del susto.
Ká se hizo invisible. El escritor pensó que todo esto había sido
un sueño. Pero las travesuras del duende no paraban. Cuando José se
sentó en la silla, se la movió. Cuando estaba agarrando la sal, la
cambió por azúcar y también le arruinó la comida y le cambió de lugar
la ropa en el placard.
Después de un rato, el duende vio que el hombre estaba muy
triste y preocupado porque pensaba que estaba teniendo visiones y se
estaba volviendo loco. Ká sintió lástima por él y se hizo visible. Se
presentó y le dijo que regresaría al bosque y no lo molestaría más.
José se quedó pensando y se dio cuenta de que, a pesar del lío
que había hecho el duende, sus travesuras eran divertidas.
El escritor quiso ser su amigo. Entonces, le propuso ir a
visitarlo algunos días al bosque. Quería ver cómo era la vida allí.
Desde ese día, todos los miércoles, José lee uno de los cuentos
de Ká y aparece en su bosque. Se divierte mucho haciendo travesuras
con Ká y sus amigos.
MAGDALENA
Magdalena Tarasido
Nací el diez de julio del 2000 en Buenos Aires, Argentina, a las
cinco y media de la mañana. Mis padres se llaman Adriana y Martín.
En total somos siete hermanos: Ana, Florencia, María, Inés, Mariana,
Marcos y yo, que soy la más chiquita.
Cuando era bebé me gustaba mucho el chupete, lo dejé cuando
tenía dos años. No gateé, caminé al año. Mi primera palabra fue
“mamá”. Mi juguete preferido era un canguro blanco y marrón.
Cuando era chiquita le comía los chicles a mis hermanas y me
comía la comida del perro. Pintaba la pared.
Fui al jardín de infantes “Las Victorias” y después fui a “Los
Robles”.
Mi mejor amiga fue Juana Brave. En mi tiempo libre me
gustaba jugar a la mancha y saltar a la soga.
Con mi familia me gusta ir al campo los veranos.
Cuando sea grande quiero ser veterinaria.
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EL SECRETO DE VALEN
Valentina Torrado
Algunos años atrás, por el año 2001, nació una chica muy linda
llamada Valentina.
Como Valen se movía tanto, sus hermanas la apodaron
“Terremoto”. Todo se lo sacaban de sus manos porque era especialista
en romper cosas. ¡Un día le dibujó toda la chequera a su papá!
A ella, desde muy chiquita, le gustó dibujar y por eso dibujaba
todo lo que veía. Dibujaba las mesas, el piso, las ventanas y muchas
cosas más.
Su sueño, desde muy pequeña, fue ser dibujante de dibujos
animados.
Un día, como a Valentina le gustaba mucho la magia, decidió
hacer un dibujo de un hada y una bruja.
Esa noche ocurrió algo muy extraño. De su dibujo salieron el
hada y la bruja y empezaron a pelearse. La bruja quería transformar la
casa de Valu en un lugar oscuro como un pantano. El hada quería llenar
la casa con mariposas, flores y ratones mágicos. Sus varitas se
chocaron tanto que al final se rompieron. ¡La casa quedó patas para
arriba! Las mariposas y las flores quedaron mitad negras y mitad rosas.
La mitad de la casa era negra y la otra mitad, rosa.
Cuando Valen se despertó, se sorprendió al ver lo que había
pasado. Buscó muchas maneras de arreglar el lío y por fin eligió una:
borrar a los dos personajes y dejar las varitas. Con ellas solucionó
enseguida todo el lío que habían hecho la bruja y el hada. Y se sintió
aliviada.
YO Y MI PERRITA JUANITA
Martina Yañez Arauz
Yo tengo una perrita
que vive en mi quinta.
A veces muerde un poquito
a los desconocidos.
Su pelo suave y amarillo
me hace pensar en un solcito
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que con mis dedos gorditos
los fines de semana, acaricio.
Mi perrita es muy alegre
y si mueve la cola
es porque quiere que la corra
por el pasto alto y verde.
Cuando jugamos carreras,
siempre me gana ella
porque corre veloz
como un camión.
.
Juanita es muy buena
y muy divertida.
Por eso la quiero mucho
a mi perrita gordita.
LA AVENTURA DE LUIS
Paloma Ybarra
Luis vivía en el campo con su mamá y su papá. Tenía nueve
años pero no había ido nunca al colegio. Aprendía a leer, a escribir, a
sumar y a restar, en casa con sus papás.
Su vida en el campo era muy linda. Allí, en primavera y en
verano, nadaba en los lagos, andaba a caballo. Y en otoño, juntaba
hojas y luego saltaba sobre ellas para desparramarlas.
A Luis lo que más le gustaba del campo era el paisaje del
atardecer en primavera: el sol fuerte de color naranja, el cielo un poco
rosado y colorado, el perfume a rosas, el calor en la cara y en el cuerpo...
Un día, los padres de Luis le avisaron que se deberían ir a la
ciudad por cuestión de trabajo. Cuando se enteró, se sintió triste al
mismo tiempo que emocionado y un poco feliz porque por fin iba a
tener amigos. Le daba tristeza irse del campo y emoción ir al cole
como todos los chicos.
Prepararon toda la mudanza y a los pocos días partieron. El
viaje fue largo y un poco aburrido. Luis se divertía con sus papás
dibujando, leyendo y escribiendo.
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Al llegar a la ciudad se sintió raro porque había humo, bocinas
y mucho tráfico. En las calles había basura y cemento.
Pero a los pocos días, cuando ya estaban instalados en una casa
en un barrio tranquilo, sus padres le dieron otra gran noticia: ¡Tendría
un hermanito! Se sintió feliz. Unos meses después, en casa eran cuatro.
La vida en el barrio le gustaba porque era tranquilo como el
campo, pero cuando viajaba al centro con su mamá para ir de compras,
no podía respirar por la contaminación y le molestaba el ruido.
Unos años después, regresaron al campo y se sintió más feliz
que antes todavía porque ahora tenía un hermano con quien jugar.
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CUARTO
grado
CADA HISTORIA, UN TESORO
ALUMNOS Y ALUMNAS DE 4° GRADO
MERCEDES SCIURANO Y MILAGROS ASTIGUETA
MAESTRAS
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UN VIAJE EN ELEFANTE A LA LUNA
Agustín Benito Alexander
Pepe era un niño de doce años, aventurero y valiente, al que
le gustaba volar en su avioneta.
Una tarde soleada y calurosa, estaba volando tranquilo; eso sí,
un poco distraído. Mirando una paloma, no vio que tenía poca nafta.
La avioneta estaba cayendo y su única salvación era tirarse
para que alguien o algo lo atajase. Y eso pasó. El niño cayó sobre el
lomo de un elefante que volaba, conducido por un bombero.
El bombero primero lo miró con cara rara, pero después lo
saludó y le presentó al elefante, llamado Bobby.
Desde ahí arriba se veía la avioneta caer, su casa y hasta la gata
del vecino. Pepe estaba contento y agradecido. Nunca se había sentido
mejor. En la mitad del viaje se durmió sobre el lomo del animal.
Cuando despertó, era una noche oscura y lluviosa. Pepe estaba
con la capa del bombero cubriéndose de las gotas de agua. El bombero
encontró un refugio y Bobby fue a descansar a la cueva. El niño y el
bombero buscaron comida para todos. Encontraron dos piedras y leña,
hicieron una fogata y comieron malvaviscos que Pepe tenía en el
bolsillo.
Cuando dejó de llover, los tres siguieron volando. El cielo
estaba despejado y se veía la Luna. A Pepe se le había ocurrido una
idea. Quería conocerla. El elefante y el bombero estuvieron de
acuerdo. Como iba a ser un viaje muy largo, prepararon una
cantimplora con agua y se pusieron unas frutas en el bolsillo.
Empezaron a volar a toda velocidad. Desde allí, veían estrellas
luminosas. Pepe estaba feliz, a él le encantaban las aventuras. A lo
lejos se podían ver Júpiter y Saturno. El cielo estaba negro pero lleno
de centellas. Luego de un par de horas recorriendo el universo,
llegaron a la Luna.
Allí se encontraron con marcianos. Eran verdes y pegajosos.
Tenían una baja estatura y ojos rojos que sobresalían de la cabeza.
Ellos parecían malos y nada contentos con las visitas.
Entonces el elefante, Pepe y el bombero decidieron pegar la
vuelta al planeta Tierra. Luego de un largo viaje, llegaron a salvo a la
casa de Pepe, donde merendaron y descansaron.
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UN PASEO A ÁFRICA EN ELEFANTE
Ramón Amadeo
Un chico llamado Rodrigo que tenía diez años, vivía en África.
Allí había elefantes, leones y muchos animales más.
Rodrigo quería volar, pero no en avión o parapente. Quería
hacerlo en un elefante. Entonces decidió ir a buscar uno. Le preguntó a su
mamá pero ella no lo dejaba. Después de insistir decidió dejarlo. Le dio
una cantimplora con agua y un par de frutas. Así se fue caminando.
En el viaje, también pensaba cómo podía hacer para que un
elefante volara. Luego de buscar por una hora y veintitrés minutos
encontró al enorme animal. Ahora tenía otro problema: enseñarle a
volar. Y para lograrlo tenía que buscar alimento. Se acordó de la
comida que le había dado su mamá.
Sacó la banana y el elefante se vino como una estampida de
cien elefantes. Pero cuando el niño la guardó, paró. Entonces ahí, fue
que se le ocurrió una idea: lo premiaría con una banana cuando lo
obedeciera. Le decía “da la vuelta”, y él la daba, pero siempre y cuando
le diera su fruta como recompensa. Así fue como empezó a enseñarle.
Cuando se le habían comenzado a acabar las frutas, comenzó
a volar. El chico se subió a su lomo y el animal despegó con sus
orejotas. Las movía de arriba abajo y de abajo hacía arriba. Al
principio, Rodrigo tuvo vértigo, pero después le gustó.
Desde arriba, podía ver los animales enormes que desde esa
altura parecían del tamaño de una hormiga. También se veían algunos
cadáveres de animales, todo menos su casa. El niño comenzó a tener
hambre y sed. El elefante se había comido todo y como el clima era
caluroso, Rodrigo cada vez sentía más sed.
Desde muy arriba, se dio cuenta de que no sabía cómo volver
a su casa. Lo único que sabía era que su hogar estaba en algunas de
esas pocas montañas que se veían a lo lejos.
Rodrigo empezó a preocuparse y se preguntó cómo haría para
volver solo. Así que después de pensar por un buen tiempo, decidió
pedirle ayuda al elefante para que lo alcanzara a la cima de las montañas.
Después de una hora y cincuenta minutos, llegó a la primera
montaña. Empezó a recorrer el lugar pero allí ni siquiera se veían dos
árboles. Llegaron a la segunda montaña, después de media hora.
Revisaron pero tampoco y ya se hacía de noche. Por fin en la tercera
montaña estaba su casa.
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LA GRAN EXPEDICIÓN
Santiago Juan Bardi
Un día de 1816 se hizo una expedición a las salinas para cargar
sal y como a mí me encantaban las aventuras, decidí sumarme a la
expedición. En esos años, utilizábamos la sal para conservar los
alimentos. Una vez por año, yo acompañaba a mi papá a las salinas
para traer sal y venderla.
La carreta salió una mañana de septiembre de mucho sol. Yo
iba con mis mejores amigos y con mi padre. Ir hacia las salinas en
carreta era un programa que me encantaba.
La noche antes de salir hacia las salinas, Roberto, mi padre, se
había enfermado de culebrilla. El viaje fue muy duro para él porque se
sentía muy mal y no existían remedios para curarlo.
Estuvimos viajando por más de un mes. Yo me había hecho
cargo de la expedición, ya que mi papá no mejoraba. Desde la carreta,
se veían por el camino grandes árboles, tierra, pasto, madera y muchas
cosas más.
Un día de octubre, un grupo de indios con lanzas nos
capturaron ¡Teníamos un miedo! Yo pensaba que nos había atrapado
porque habíamos ocupado su territorio.
El lugar donde vivían los indios estaba lleno de chicos, carpas
y fogatas para cocinar la comida. Apenas llegamos, nos miraban con
gran curiosidad. Parecía que nunca habían visto blancos.
Mi papá se sentía cada vez peor. Pero uno de los indios lo curó
con yuyos y pastos. Nosotros nos sentíamos muy agradecidos.
Así nos dimos cuenta de que los indios eran buenos. A los
pocos días nos liberaron. Nosotros les regalamos un caballo para
agradecerles.
DE LINCOLN A BUENOS AIRES
Felipe Barrial
Un día yo estaba en mi cuarto mirando televisión con mi
hermano, cuando mi mamá y mi papá nos dijeron que nos iríamos de
Lincoln a Buenos Aires. Teníamos que dejar la ciudad donde vivíamos
porque en la Capital había mejores trabajos para mis papás.
Mi hermano y yo nos sentimos muy tristes. En Lincoln yo
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podía salir con mis amigos, ya que no había tanta inseguridad y la vida
era mucho mas tranquila. No había tantos ruidos ni tráfico. La gente se
conocía y era muy amable.
Antes de irnos nos quedamos tres días en la casa de mi amigo.
Lo pasamos muy bien, pero llegó el momento de partir. Armamos las
valijas, nos despedimos y partimos en tren rumbo a Buenos Aires. No
disfruté para nada el viaje. Por fin llegamos a la nueva casa. Era grande
y espaciosa, pero yo seguía triste.
En el colegio, a mis nuevos compañeros no les gustaba cómo
hablaba. Yo sentía que éramos muy diferentes. Ellos escuchaban otro
tipo de música, nos gustaban cosas diferentes.
Un día en un recreo, les mostré a mis compañeros mis trucos
con skate en rampas. Todos se sorprendieron mucho. Con el tiempo yo
les fui enseñando y así todos salíamos de paseo para andar en skate.
Ellos me llevaron a Mc’ Donalds, al shopping, a conocer los cines
grandes y altos edificios.
A los diez regresé a Lincoln y me quedé para siempre allí.
Cuando me convertí en un adulto, conseguí una esposa de nombre
Marta. Era muy linda y vivimos para siempre allí. Pero siempre
recuerdo a mis queridos amigos de Buenos Aires.
UN NIÑO DE BRASIL
Fernando Cabral
Carlos había nacido en Brasil hacía diez años. Él vivía en
Florianópolis que es un lugar muy lindo porque todo el año tiene un
clima cálido. Hay muchas playas con arena muy fina y limpia, agua
verdosa y tibia, y con olas grandes para barrenar. Allí pasaba la mayor
parte del tiempo nadando.
Un día sus papás le dijeron que se tenían que ir a Buenos Aires.
El papá era abogado de una empresa y lo habían trasladado a
Argentina.
Carlos se puso a llorar porque en Florianópolis tenía muchos
amigos y había vivido muchas experiencias alegres y apasionantes:
había viajado en crucero, volado en parapente, remado en canoa y
había tomado clases de surf.
Luego de unos días armó su equipaje. En sus valijas puso toda
su ropa, un Nesquik de su país, que era el más rico de todos, una almeja
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como recuerdo de la playa y un collar de plata, que le había dado su
profesor de surf.
Cuando despegó el avión sintió tristeza porque se separaba de
sus amigos y de la playa.
Al llegar a Buenos Aires, Carlos se apenó por la Argentina, por
la basura que vio en el Riachuelo y en el Río de la Plata. En la Capital,
alquilaron un departamento de dos ambientes, en Recoleta. El barrio le
parecía muy cerrado porque había muchos edificios de departamentos
que le tapaban el cielo. El clima de la ciudad le pareció demasiado frío,
tuvo que acostumbrarse a usar abrigos.
Él estaba muy triste porque no tenía la playa cerca. Los fines
de semana se quedaba encerrado en su casa para no tener malas
experiencias, no salía a la calle porque tenía miedo a los ladrones.
Los chicos de su escuela se burlaban de él porque hablaba en
portugués. Hasta que un día se fue de campamento con sus
compañeros y conoció Mar del Plata. Se parecía a Florianópolis por la
playa, pero tenía más edificios. Allí le pudo mostrar a sus amigos lo
bien que surfeaba y fue entonces cuando empezaron a respetarlo.
Descubrieron que era un buen chico porque les enseñó a surfear en
esas playas. Allí barrenaron las olas y comieron churros al atardecer.
Una de esas tardes estaban barrenando, cuando uno de ellos
casi se ahoga. El sol caía en el horizonte y no lo podían sacar del agua.
Carlos tomó su tabla y lo buscó. Lo encontró atrapado en un arrecife.
Trató de sacarlo, pero cuando estaba por lograrlo, comenzó a quedarse
sin aire.
Trató de tranquilizarse y a los pocos minutos, lo pudo sacar.
Regresaron nadando a la orilla.
Con el chico al que salvó se hicieron tan amigos que se
invitaban todos los días a la casa para jugar y empezó a dejar de
extrañar su antigua vida.
DOS PUEBLOS EN MI VIDA
Diego Calp
Yo vivía en un pueblo muy grande que se llama San Francisco.
La vida allí era divertida, linda y fácil porque sus habitantes eran muy
simpáticos, cariñosos y buenos. Además había pasto muy verde,
arroyos y lagunas transparentes, y palmeras y árboles.
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Un día de otoño mamá y papá me dijeron, durante la cena, que
nos íbamos a ir a vivir a San Pedro porque en San Francisco había una
larga sequía y se secaban los cultivos y se morían de sed los animales.
Me sentí muy triste porque quería mucho a mi pueblo y no tuve tiempo
para despedirme de él.
Al día siguiente fuimos a un minipuerto. Jamás había volado
en avioneta. Me sentía contento porque me parecía más divertido que
viajar en tren.
Después de estar tres horas viajando, vi un río y me di cuenta
de que había olvidado las cañas de pescar.
Cuando llegamos a San Pedro, fuimos a la casa donde íbamos
a vivir. Era grande y linda. Sentí tranquilidad porque yo pensé que
íbamos a estar mucho tiempo buscando un hogar.
Los primeros días tenía vergüenza porque era nuevo en el
colegio, pero poco a poco logré hacerme muchos amigos.
Mi vida en San Pedro era aburrida porque no había mucho para
hacer. Solo había tierra y el arroyo estaba contaminado.
Pasaron los años y conocí a una linda chica. Me casé y tuve
trece hijos y veintiséis nietos. Viví muchas aventuras porque descubrí
que San Pedro no era como yo pensaba cuando era chico.
Fui muy feliz pero nunca me pude olvidar del pueblo donde
nací. Por eso, cada verano voy con mi nieto favorito a recordar la
hermosa infancia que viví allí.
RAYO RADIACTIVO
Ezequiel Campos Soria
Un superhéroe llamado Rayo Radiactivo tenía el poder de tirar
rayos contra sus enemigos. Había nacido en otro mundo, en Tripta,
donde había radioactividad. Rayo Radiactivo era bueno y generoso.
Luchaba contra la maldad de la ciudad. Todos lo querían porque
salvaba a la gente.
Llegó a nuestro mundo en el año 2000 porque su planeta
estaba siendo atacado por los trit, que podían absorber la energía de las
cosas que tocaban.
Un caluroso verano, durante una fuerte tormenta, estaba
vigilando la ciudad desde el edificio más alto cuando cayó un rayo y
se electrocutó. El superhéroe no estaba lastimado, pero había perdido
todos sus poderes.
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Se dio cuenta de que ya no podía seguir luchando y se sintió
triste. Sus amigos superhéroes lo veían tan mal que le dieron sus
superpoderes. Rayo Radiactivo podía correr a toda velocidad y volar,
era muy fuerte.
Aprovechó que ahora podía volar y regresó a Tripta y con sus
nuevos poderes derrotó a los trit. Entonces, los habitantes de su planeta
lo curaron para que recuperara el poder de tirar rayos.
Contento regresó a la Tierra y les devolvió los superpoderes a
sus amigos. Juntos luchan por el bien de su ciudad.
UNA VIDA DE DUENDE LLENA DE AVENTURAS
Agustín Capelli
Un otoño lluvioso, en un pueblo llamado Malibú, comenzó un
gran tornado que arrasó con todas las casas de madera y se llevó a
todos sus habitantes, con excepción de un duende que apenas vio que
el cielo se ponía negro, se escondió en la esquina de un sótano.
El duende estaba triste y aburrido porque no tenía amigos con
quienes jugar y hacer travesuras. Entonces, decidió buscar a su familia
en los pantanos de Florida porque pensó que el tornado los podría
haber llevado hasta allí.
Una nueva tormenta arrasó árboles durante su viaje, pero él
pudo salvarse porque se tiraba al suelo cuando soplaba fuerte el viento
y se aferraba al pasto.
Caminando entre los árboles que habían quedado, vio humo y
se acercó para averiguar mejor qué era. Descubrió un campamento en
el que estaban otros duendes que habían sobrevivido al tornado.
Lamentablemente ninguno era su familiar pero se sintió feliz porque
había encontrado a alguien de su misma especie.
Se instaló en el campamento y conoció a Rebeca, una
duendecita que era linda y amable. Se enamoraron y se casaron. Juntos
hicieron que el pueblo de duendes creciera cada vez más. Y aunque el
duende nunca logró encontrar a sus parientes, vivió feliz porque había
formado otra familia.
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LAS AVENTURAS DEL ELEFANTE BARBOL
Tomás Checchi
Un domingo a la tarde invité a Marcos, mi mejor amigo, al
zoológico.
Cuando llegamos al lugar de los elefantes, me trepé a un árbol
y al ver a uno me caí del susto. Era más grande de lo que me
imaginaba. El elefante me levantó con su trompa y me invitó a subir a
su lomo. Con un poco de miedo pero ganas de tener una aventura,
acepté la invitación. De repente, Barbol, el elefante, y yo empezamos
a elevarnos y en pocos minutos estábamos volviendo. Desde allí arriba
podía ver a las personas, casas, autos y todo lo que nos rodeaba, muy
muy chiquitos.
El clima era fresco, soleado y con algo de nubes. Al volar
sentía algo de miedo pero al mismo tiempo diversión.
Luego de unos minutos, llegamos a un bosque y bajamos a
tierra porque Barbol tenía hambre. Caminamos un rato y vimos una
carpa cerca. Tocamos la puertita y apareció “Mini máximo”, un
científico loco que nos convidó con unas frutas del bosque. Invitamos
a “Mini Máximo” a dar un paseo con nosotros. Mientras volábamos,
apareció una cigüeña con un bebé. Me entregó el bebé y se marchó.
Era muy chiquitito y tenía el pelo negro. Yo estaba muy contento
porque me gustan mucho los niños. Entre los tres decidimos
entregárselo a una familia para que lo adopte y lo cuide bien. Pero no
conocíamos ninguna.
Entonces fuimos volando hasta un pueblo y allí aterrizamos.
Pensamos en tocar las puertas de algunas casas para encontrar una
buena familia. Vimos una casa con grandes juegos en el jardín y al
tocar la puerta nos encontramos con una señora con cara de buena
persona. Nos dijo que adoraba a los bebés y apenas le mostramos al
que traíamos, él sonrío. Nos dimos cuenta de que en esa casa no había
otro niño. Ella nos dijo que quería cuidar del bebé y ser su mamá.
Nosotros aceptamos dejárselo y nos fuimos volando.
Yo me sentía muy feliz de haberle encontrado una linda
familia que lo adopte. Los tres regresamos al bosque donde nos
despedimos del científico y luego volvimos al zoológico donde me
esperaba Marcos, mi mejor amigo.
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EL MONSTRUO QUE CONSIGUIÓ UN CUERPO HUMANO
Pablo Enrique Hearne
Hace mucho tiempo un monstruo que se llamaba Lionel Hierro
quería saber si existía alguien parecido a él. Sus piernas eran de hierro,
muy parecidas a la base de la Torre Eiffel y su habilidad era hablar con
los animales.
El monstruo vivía en una laguna, escondido de la gente. Un día
preguntó a todos los animales del lago si conocían a algún monstruo
igual a él, porque se sentía muy feo y solo. Necesitaba un amigo,
alguien que le explicara por qué era así. Casi todos le dijeron que no,
que tal vez en la ciudad encontraría al alguien como él. Entonces,
Lionel decidió ir ahí para encontrarlo, tenía esperanzas. Lo malo de
todo esto era que tenía que atravesar el bosque encantado para llegar a
la ciudad. Allí había unos árboles que se movían y con sus ramas
jugaban con las distintas partes del cuerpo de Lionel. Tiraban de sus
brazos, de sus piernas y de su cabello. Él se sentía aterrorizado. Quería
correr pero no podía porque estaba desarmado. Los árboles que eran
muy sabios le hacían preguntas y luego de cada pregunta que
respondía bien, soltaban las partes de su cuerpo. Lionel respondió
todas las preguntas bien y así recuperó sus piernas y sus brazos.
Inmediatamente se alejó de estos extraños árboles.
Caminó hasta que se cruzó con un campo de flores de todos los
colores. Tenían un delicioso aroma. Lionel se acercó para olerlas y se
desmayó sobre el suelo. Cuando se despertó estaba atado con una
soga, boca abajo.
Un mago barbudo lo había tomado prisionero. Tenía un
sombrero azul con estrellas y una capa roja. Llevaba puesto un tapado
verde. El mago le prometió convertirlo en un ser más lindo, pero a
cambio Lionel debía realizar una peligrosa prueba: ir patinando hasta
una meta, esquivando rocas rodantes. El monstruo deseaba tanto ser
más lindo, que se animó.
Empezó a patinar, siguiendo la dirección y los movimientos de
las rocas que pasaban a su lado. Así fue como logró llegar a la meta.
El mago cumplió con su promesa y le dio a Lionel un cuerpo humano.
El monstruo feliz regresó a la laguna con sus amigos.
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EL MONSTRUO Y EL CIENTÍFICO LOCO
Santiago Lago
Un científico loco se sentía solo y se le ocurrió una idea para
un experimento: hacer un monstruo. Lo hizo y de la felicidad que
sintió por haberlo logrado se desmayó arriba de los experimentos. Con
la caída, empujó dos tubos de ensayo encima de su creación. Como
consecuencia, al monstruo le salieron dos cabezas y un brazo. Al
verlo, el hombre se asustó mucho porque era muy extraño y feo. Pero
el monstruo resultó ser bueno. El científico lo llamó Dos Cabezas.
Los dos vivieron juntos por muchos años en el laboratorio. El
científico lo quería mucho porque se divertían juntos, jugaban a las
escondidillas, a la mancha, al gallito ciego y al cuarto oscuro. Pero el
juego favorito del pequeño monstruo era asustar a la gente.
Con el paso de los años, el científico comenzó a envejecer y a
preocuparse por su creación. El monstruo nunca se había manejado
solo y si alguien lo descubría podría ser muy peligroso. La gente
podría pensar que él era malo y hacerle daño.
Un día el científico se enfermó. El monstruo muy asustado por
su creador salió a la ciudad a pedir ayuda. Pero él nunca había estado
en la ciudad. Allí había muchos ruidos que lo asustaban, gente que al
verlo gritaba y salía corriendo y miles de autos que andaban a toda
velocidad. Él estaba muy triste, si no se curaba el científico no sabría
qué sería de él. No entendía por qué la gente corría así al verlo, pero
decidió seguir caminando en busca de ayuda. Caminó y caminó hasta
que anocheció.
Cansado se sentó a descansar, hasta que de repente apareció un
hombre que parecía no temerle. El hombre también era un científico y
lo miraba con curiosidad. Así el monstruo se animó y le contó que el
científico estaba enfermo. El hombre se ofreció a ayudarlo y los dos
fueron al laboratorio y allí con remedios lo curaron. El monstruo se
sintió alegre y feliz de ver bien a su amigo.
UN CAMINO HACIA LAS SALINAS
Santiago Morelli
Como todos los años, yo acompañé a mi papá a las salinas a
buscar sal. En esa época, la sal no se vendía en el supermercado y
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había que hacer un largo viaje para conseguirla. En ese momento la
usábamos para conservar la carne.
En la noche para acompañarlo a mi papá para ir a las salinas,
preparamos las carretas. Invité a mis dos amigos, uno se llamaba
Chango y otro Pipita. En una madrugada fría, después de preparar
alimentos y bebidas, partimos.
Mientras nos dirigíamos a nuestro destino, disfrutábamos de
las estrellas y la Luna. Ya llegando, de repente, Pipita y Chango se
empezaron a pelear. Pipita decía que había escuchado un sonido y
Chango le gritaba y le decía que era mentira. Entonces, como mi papá
y yo habíamos escuchado caballos galopando, les tiramos una
cantimplora con agua en sus caras para que hicieran silencio y
pudiésemos escuchar bien.
Vimos que se acercaban unos indios hacia donde estábamos
nosotros. Para que no nos atacaran les dimos nuestra comida y así
logramos que se alejaran. Después vimos que pasaban unos soldados
que estaban de expedición por allí y para que estuviéramos a salvo nos
llevaron a los cuatro a un campamento.
En el campamento había soldados que buscaban a las personas
que estaban en el camino para protegerlas de los indios. Allí
descansamos y como ya no teníamos alimento, los soldados nos
repartieron lo que tenían.
Así recuperamos fuerzas y a la mañana siguiente seguimos
nuestro camino. Luego de un par de días de viaje, llegamos. El lugar
tenía el suelo completamente blanco y tenía huecos. Mi papá, muy
distraído, se cayó en uno de ellos. Él se estaba hundiendo hasta que yo
me tiré al agua y lo ayudé a salir.
Tomamos la sal y retornamos el camino de regreso. En el
camino estaban unos soldados que nos acompañaron hasta la ciudad.
LA MUDANZA
Marcos Otero
Un niño llamado Marcos vivía en Inglaterra con su papá y su
mamá. Ellos tenían una casa linda e iluminada con recuerdos de todo
el mundo. A ellos les gustaba viajar por diferentes países en el verano.
Todas las tardes Marcos jugaba con sus compañeros de clase
después del colegio. A él le encantaba jugar a la mancha con ellos en
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la plaza del barrio. Tenía nueve años y también le gustaba saltar a la
soga con todos sus amigos.
De un día para el otro, el papá consiguió trabajo y dijo a toda
su familia que empacara para mudarse a la Argentina. Marcos se fue
enojado a su cuarto.
Con tristeza, la familia empacó todo en cajas. Marcos estaba
amargado y no quería hablar con el papá. Estaba muy enojado, tan
enojado que ni siquiera aceptó la pelota de fútbol que le quería regalar.
Y era una de las buenas.
Cuando llegó el avión a Londres, partieron los tres. Al llegar a
la Argentina, lo primero que vio fue el Obelisco y pensó que la ciudad
de Buenos Aires era muy fea y que estaba contaminada y
completamente descuidada. Pero a los pocos días conoció la cancha de
Huracán y le encantó. Luego conoció el Botánico, la Casa Rosada y la
Catedral. De repente sintió mucha felicidad. Buenos Aires también era
muy linda.
En el colegio, él sintió mucha vergüenza frente a sus
compañeros. No sabía hablar bien en español y se sentía muy solo.
Un día a un compañero de clase se le perdió el sacapuntas y
Marcos lo ayudó a encontrarlo. Pero el chico ni le agradeció. Luego,
en el recreo este mismo compañero se estaba peleando con otros. Él
fue y lo ayudó. Así fue como consiguió su primer amigo argentino.
Desde ese día, se hicieron grandes amigos.
Poco a poco se acostumbró a vivir en Argentina y vivió feliz
allí junto a su nuevo amigo.
JUAN Y LOS INDIOS
Juan Martín Pérez Manghi
Había una vez un chico llamado Juan. Los papás y el hermano
iban a ir a una expedición a las salinas para buscar sal. En esos
tiempos, se usaba la sal para que la carne no se ponga fea. El papá le
dijo a Juan que no podía ir con ellos porque era chiquito y ese era un
viaje muy peligroso.
Cuando los papás y el hermano mayor se estaban por ir, Juan
se escondió en la carreta. Luego de unas horas de viaje, el papá
escuchó un ruido en la carreta y vio a Juan escondido. Se enojó y lo
retó. Pero ya no lo podía dejar porque estaban muy lejos.
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En el viaje, Juan vio todas las flores y los lagos con agua
transparente. Él estaba muy contento.
Cuando estaban por llegar al pueblo unos indios le tenían una
trampa preparada y la carreta quedó atrapada en un pozo. Los indios
llevaron a la familia de Juan a la tribu. Juan y el hermano mayor tenían
miedo. El lugar era muy lindo, tenía chozas, algunas cuevas y fogatas.
El cacique de la tribu quería un esposo para su hija. Ella se
llamaba Aili. Era linda, tenía pelo negro y ojos verdes. El hermano
mayor se enamoró de la hija del cacique. Con el paso de los días,
descubrieron que tenían muchas cosas en común. Salían a cazar
juntos, iban a pescar y salían a caminar a la tarde.
Pocos días después se casaron y fue toda la familia al
casamiento del hermano mayor de Juan. Así fue como se unió una
familia de indios con una familia de blancos.
LA CRISIS
Thiago Quesada
Llovía muy fuerte. A pesar de la lluvia de Santa Rosa, Dante
estaba en su casa con sus amigos organizando una enorme fiesta para
celebrar su cumpleaños número dieciocho. ¡Al fin había terminado el
colegio! ¡Iba a poder vivir solo!
Apenas había comenzado la fiesta, abrió la puerta su hermano
Virgilio e interrumpió la diversión. Tenía cara de enojado y sus ojos
mostraban furia porque estaba celoso de Dante que tenía tantos
amigos.
Como estaban peleados y Virgilio era agresivo, Dante quiso
evitar que alguien saliera lastimado. Le preguntó qué quería para que
se fuera rápido. Virgilio le dijo que quería arruinarle la diversión para
que se sintiera tan aburrido y solo como él.
Aunque no lo había invitado a su cumpleaños, sintió tristeza
por él y lo dejó entrar. Pero Virgilio no estaba convencido totalmente
de quedarse y divertirse, quería arruinar a su hermano estropeando su
fiesta.
Primero pensó en arruinar la comida. Le puso sal a las frutillas
con crema, cambió las bebidas… Pero lo peor de todo fue que cambió
las velas de la torta por bengalitas y cuando las encendieron, Dante se
quemó la cara.
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Los amigos trataron de ayudarlo buscando agua y le pusieron
hielo. Pero la cara le quedó negra. Dante sospechó de su hermano. A
pesar de eso, cuando se recuperó, una semana después, buscó su
dirección en una guía telefónica y lo fue a buscar muy enojado.
Cuando llegó a la casa, tocó el timbre pero no le abrió la
puerta. Entonces la derribó y vio que no había nadie. Revisando la
casa, descubrió un problema más serio. ¡Su hermano estaba loco!
Estaba fabricando un arma nuclear.
Dante tenía un problema: no podía denunciar a su hermano
porque iría preso, pero tampoco podía dejar que destruyera la ciudad.
Llamó a sus amigos por teléfono para pedirles ayuda.
Mientras pensaba cómo detenerlo, entró Virgilio. Dante lo
trató de convencer, pero su hermano no le hizo caso. Y entonces
empezaron a pelear. Virgilio tomó un arma y cuando estaba por
matarlo, llegaron los amigos de Dante. Como se distrajo, lograron
atraparlo.
Dante llamó a la policía pero llevó a su hermano a su hogar. Le
hizo sentir como si fuera suya la casa y Virgilio cambió de actitud y se
amigó con su hermano.
TOTO Y SUS AVENTURAS
Máximo Raggio
Toto cumplía nueve años. Su papá, para el cumpleaños le había
hecho una casa en el árbol. Él siempre había soñado con una casa
arriba de un árbol porque le encantaba ver el paisaje desde allí y jugar
a ser explorador.
Entonces su papá le preparó una sorpresa mientras Toto
veraneaba en la casa de su abuela.
Cuando el niño volvió, se encontró con una casa construida en
la copa del árbol y su papá le gritó:
- ¡Sorpresa!
Toto, muy contento, entró a la casa y la recorrió. Era grande
y colorida. Se puso a cantar una canción llamada “Monkey banana” y
al decir “banana” las paredes se convirtieron en palmeras, los muebles
en animales y como se lo imaginan ¡la casa del árbol, en una jungla!
Había árboles, animales y lianas por todos lados.
Toto quería salir de la jungla pero no sabía cómo, entonces le
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preguntó a un cocodrilo cuál era la salida. El cocodrilo le dijo que
debían salir por la guarida de los leones. Toto caminó y caminó hasta
llegar a la guarida. Cuando al fin llegó, los leones le rugían sin dejarlo
pasar por ahí. A Toto se le ocurrió agarrar una liana y atar a los leones.
Pudo salir de la jungla y la casa del árbol volvió a su normalidad. Toto
nunca más volvió a cantar esa canción.
El papá de Toto, preocupado, lo abrazó. El chico le contó todo
lo que le había ocurrido y los poderes que tenía la casa. Los dos se
tomaron de las manos, cantaron una canción en francés. A los pocos
segundos aparecieron en París.
Desde ese día, los dos usan la casa para recorrer el mundo.
EL ENCANTAMIENTO DEL MAGO
Juan Cruz Romero
En un otoño lluvioso en la gran ciudad, un mago festejaba el
cumpleaños de su única sobrina. Iba a ser en el campo, pero lo
festejaron en su casa porque llovía demasiado.
Entonces el tío mago fue a entretener a los amigos de su
sobrina Maia. Los chicos estaban ansiosos esperando su llegada.
Saludó a los niños y les explicó que haría un truco en el que él quedaría
detenido en el tiempo por treinta segundos. Pero algo salió mal y frenó
el tiempo dejando congelados a todos los espectadores. Él no quedó
atrapado en el encantamiento.
Se abrieron portales y el mago entró a uno que lo llevó al
futuro, cinco meses hacia adelante. Apareció manejando en un auto en
la ciudad. Los semáforos no andaban, pero él manejaba sin problemas.
Hasta que unos hombres cruzaron la calle y los atropelló.
El mago se bajó rápidamente para ayudarlos. Estaban heridos,
en una crisis de vida o muerte y encima eran sus amigos.
El mago frenó el tiempo nuevamente y apareció otro portal en
el que él entró y llegó al presente. El tiempo seguía detenido. Hizo el
truco al revés y el tiempo comenzó a correr.
Entonces, siguieron celebrando el cumpleaños hasta que
terminó. Tres meses después sacó su licencia de conducir. No
manejaba mal el mago. Pero cuando se acercó la fecha del accidente,
dejó de conducir porque no quería lastimar a nadie.
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ALGUIEN COMO YO
Iván Sartirana
En un shopping vivía Fachermus, un monstruo que se sentía
solo y diferente al resto porque su aspecto horrorizaba a la gente. Sus
brazos eran alpargatas. En un pie llevaba una bota y en otro una
zapatilla. Su torso era una cartera y tenía cabeza de gato. Nadie lo
comprendía ni aceptaba. Cuando él aparecía, la gente gritaba y huía.
Un día, Fachermus decidió salir de la tienda donde se escondía
e ir a pasear por la ciudad. Pero mientras caminaba hasta la salida del
shopping la gente se asustaba por su apariencia. Todos corrían y se
metían dentro de los locales. Era un caos.
El monstruo estaba desalentado. Cuando llegó a la calle se
encontró con una multitud de personas que caminaban apuradas. Cruzó
rápidamente la avenida. Pero al verlo, la gente se asustó y empezó a
correr. Los conductores salieron de sus autos y huyeron. En pocos
minutos, la calle se había convertido en un lío. Fachermus se
entristeció y siguió caminando. Pensó en ocultarse, pero esto no le
serviría porque no podría encontrar a nadie que lo quisiera y aceptara.
Lo que no sabía era que la policía estaba detrás de él. A los pocos
minutos, lo arrestaron. El monstruo se sentía desesperanzado.
Cuando llegaron a la comisaría, él se convirtió en el centro de
la atención de todos. La gente intrigada, entraba y salía de la cárcel
solo para verlo. Pasó dos o tres días encerrado, hasta que una noche,
Fachermus golpeó con un fierro de su cárcel al guardia, le sacó las
llaves y así pudo escapar.
El adefesio salió de la prisión y se dirigió a un lugar seguro
para pasar la noche. Decidió esconderse en un basurero, ya que ahí no
iba a pasar nadie. El lugar era asqueroso, lleno de mugre y olor.
Fachermus estaba enojado, no entendía por qué la gente no lo
aceptaba.
Cansado, se recostó sobre una montaña de basura. De repente
escuchó un ruido de un carrito. Era un linyera que estaba allí buscando
comida entre la basura. El monstruo al verlo se asustó, tenía miedo de
que el hombre gritara y la policía lo volviera a atrapar. Decidió
advertirle que él no era lindo y pedirle que no se asustara. Fachermus
despacito se apareció frente de él.
El hombre puso cara de asombro pero no gritó. Él le dijo que
se sentía solo y que la gente se asustaba de él. El hombre también le
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contó su historia y que se sentía tan solo como él. Le prometió que lo
ayudaría a encontrar un monstruo parecido a él. Fachermus prometió
ser su compañero y amigo.
UN VIAJE A JUJUY
Matías Young Christiansen
Una noche Matías estaba en su casa cuando sus padres le
dijeron que no podían pagar el agua ni las cuentas, entonces se tenían
que ir a vivir a Jujuy. Allá los abuelos de Matías les prestarían una casa
con todo, gas, agua, etc.
Matías se sintió muy triste porque él vivía en Buenos Aires
donde tenía muchos amigos. Pensó en llevarse recuerdos de la ciudad.
En su valija puso una foto con todos sus compañeros en el día de su
cumpleaños, una pequeña estatua del Obelisco y una bandera de su
equipo de fútbol. Él amaba el deporte y su club.
Se fue muy pero muy triste. Cuando faltaba poco para llegar,
al tren en el que iban se le rompió una parte de la vía. Entonces se
demoró, tardaron más de un día en llegar.
Cuando llegaron a Jujuy, Matías tenía mucho miedo, no
conocía a nadie y pensaba en sus amigos, a quienes extrañaba. Todo
era diferente para él, los cerros, las personas vestidas con coloridos
ponchos, los paisajes rodeados de tierra y pasto, no había edificios sino
pequeñas casas. Todo había cambiado.
Pero pasaron algunos días y participó de muchos torneos que
se organizaron en el colegio. Matías fue a Tilcara donde había una
competencia de fútbol, rugby y resistencia. Enseguida, se anotó para
participar. Se armaron equipos con alumnos de diferentes grados. Así
él pudo conocer muchos chicos y hacerse nuevos amigos.
Al regresar a su casa, Matías abrió la mochila donde había
guardado los recuerdos de Buenos Aires. Se puso mal. Se dio cuenta
de que a él le gustaban los dos lugares y eso lo hizo sentir nervioso.
Pero descubrió que en las vacaciones podía visitar a sus amigos de la
ciudad, mandarles cartas y chatear por la computadora. Eso lo
tranquilizó y así pudo tener dos grupos de amigos, unos porteños y
otros jujeños.
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UN VIAJE EN UNA ESCOBA
Ana Alvez Peña
En la selva, un duende llamado Panquecito vivía en una casa
de hojas y lianas. Era chiquita, pero él vivía feliz porque era cómoda y
le gustaba.
Una mañana primaveral, se empezó a aburrir y quiso pasear
por la ciudad. Cuando estaba yendo hacia allí, se encontró una escoba
voladora. Miró para arriba y vio en el árbol un sombrero que se movía.
Trepó a las ramas y se encontró con un mago. Le preguntó por qué
estaba allí y él le contó que se le habían terminado los poderes y su
escoba había chocado contra el árbol. El mago le pidió un poco de
savia de árbol para reparar la escoba y el duende lo ayudó.
Como el duende fue bueno, el mago lo ayudó a llegar a la
ciudad en escoba.
UN MONSTRUO EN BUSCA DE UNA AMIGA
Victoria María Amadeo
Había una vez un monstruo llamado Chaco. Él habitaba en las
afueras de una gran ciudad, escondido de la gente. Aunque era muy
agradable, los humanos le temían porque era diferente a los demás. Su
pelo era largo y azul, sus piernas eran de diferentes colores, uno de sus
brazos era muy chiquito y su cara amarilla tenía granos.
Él vivía en un circo junto con otros monstruos que trabajaban
de payasos. Había nacido en un hospital, pero cuando sus parientes lo
conocieron, salieron corriendo del susto. Por eso, se tuvo que criar
solo, con su mamá.
Pasaron los años y Chaco se sentía solo porque su madre se
había muerto y la gente seguía asustándose de él.
Chaco quería ver si había alguien en el mundo que quisiera ser
su amigo porque los del circo tampoco lo querían.
Un día salió a caminar por la ciudad para ver si encontraba a
alguien como él. Era la primera vez que se animaba a dejar el circo y
conocer el mundo. Luego de caminar un buen rato, llegó a la ciudad.
Al verla, se quedó impresionado de todos los ruidos y movimientos.
Pero, aunque estaba rodeado de gente, se seguía sintiendo solo.
Entonces Chaco siguió caminando distraído y chocó con Lola.
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Era una súper heroína que volaba con su capa mágica. Su ropa era
verde y amarilla, su pelo era cortito y de color naranja.
Chaco, inmediatamente se disculpó y Lola le preguntó por qué
tenía esa cara. Él le contó que se sentía solo.
Lola se sintió mal por él. Le contó dónde vivía y de qué
trabajaba. Ella vivía en una casa de superheroínas y trabajaba salvando
al mundo. Entonces Chaco le preguntó si ella tenía algún amigo. Lola
después de pensar un buen rato le contestó que no. Ella solo tenía
mujeres heroínas.
El monstruo le dijo si quería ser su amiga y Lola aceptó. La
cara de Chaco cambió totalmente y se puso muy contenta. Los dos
felices se fueron a conocer la ciudad. Todas las tardes salían a volar
juntos por la ciudad de Buenos Aires.
LA MUDANZA
Sofía Barchi Bulló
Hace tres años, yo vivía en Brasil y me costó aceptar irme de
ahí. Les voy a contar mi historia.
Yo me llamo Guadalupe y me dicen Guada. Vivía en Brasil
con mi familia. Éramos mi hermano, mis papás y yo. Cuando tenía
doce años me tuve que ir porque a papá, el más trabajador de la
empresa, lo transfirieron a París.
En Brasil mi vida era muy linda. Me divertía mucho. Iba a la
playa todas las tardes a la salida del colegio porque me quedaba de
paso. La playa allí tenía el agua cristalina y calentita. La arena era
suavecita y blanca. Mis amigos también iban allí.
Yo tenía muchos amigos, ellos me querían y yo también a
ellos. Mis mejores amigas se llamaban Joaqui y Cande. Juntas
salíamos a pasear y en la playa juntábamos caracoles y hacíamos
castillos de arena. Éramos muy amigas, como hermanas.
El día que me tenía que ir, las tres nos escapamos hacia la
playa. Como no quería irme a otro país, decidí esconderme.
Caminamos y caminamos hasta que nos escondimos cerca del muelle
para que nadie nos viera.
Al día siguiente, yo pensé que para mi papá ese viaje era muy
importante. Entonces decidí volver pero me di cuenta de que
estábamos perdidas. Nos habíamos ido tan lejos que, sin darnos cuenta,
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habíamos llegado a la selva. El lugar era muy oscuro, tenía muchas
plantas y había muchos animales diferentes. Las tres nos sentíamos
muy asustadas. Teníamos miedo de que aparecieran animales salvajes.
Escuchábamos ruidos que venían de las palmeras y de los
arbustos. No sabíamos qué hacer. Por suerte ya era de día y veíamos
mejor. Pero estábamos muertas de sed y de hambre. Caminamos hacia
el centro de la selva, donde nos encontramos con una laguna. Era
grande y su agua era transparente y fresca. Nosotras la bebimos,
desesperadas. De repente escuchamos ruidos de un helicóptero.
Miramos hacia el cielo y había uno con mi papá y una guardavidas. Así
nos rescataron y nos llevaron a casa.
Al final me fui a París, y no fue tan terrible como yo había
pensado. Ahí conocí la torre Eiffel, visité museos y aprendí francés.
Pero luego de dos años, a papá lo volvieron a transferir. Yo estaba feliz
de regresar a Brasil para encontrarme con mis antiguas amigas.
LAS AVENTURAS DE GUADALUPE Y SU HERMANO
Guadalupe Casá
Un día de otoño, en el jardín de mi casa, le pedí a mi papá que
me regalara para mi cumpleaños algo hecho con sus propias manos. Él
tuvo la idea de hacerme un caleidoscopio.
Más tarde, envuelto en un papel dibujado con regalitos me
entregó mi regalo. Era un caleidoscopio que mostraba las estaciones
del año y cómo serían los días. Me indicaba si ese día habría sol, nubes
o llovería.
Cuando estrené el regalo, veía tan de cerca el otoño que de
repente ¡Bum! Caí rodando dentro del caleidoscopio.
Unos minutos más tarde mi hermano vio el caleidoscopio
tirado en el piso, miró por él y se reunió conmigo. Los dos nos
sentíamos muy raros, recorrimos el lugar para ver cómo sería vivir allí
dentro. Se podían ver muchos árboles sin hojas y se podía sentir un
fuerte viento sobre nuestras caras. En el camino nos encontramos con
unos cuantos bichitos dentro de una canasta que llevaba un enanito
vestido de jardinerito. Cuando él nos vio, se asustó y salió corriendo
porque le parecíamos muy grandes.
Los bichitos cayeron de la canasta. Eran muchos y saltaban
queriendo decirnos algo. Me agaché para preguntarles qué me querían
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decir. De cerca parecían hormiguitas, casi ni se veían. A los gritos nos
invitaron a su casa. Con mi hermano aceptamos y fuimos caminando
hasta que de repente vimos una cueva. El lugar era muy extraño, de
afuera era diminuta pero al entrar era gigante. Allí había sillitas para
los bichitos y camitas hechas de paja.
De repente comenzamos a sentir un fuerte temblor. Era mi
papá que estaba agitando el caleidoscopio. Los bichitos se asustaron y
se aferraron a nuestras piernas para no caer. Todo comenzó a girar,
hasta que mi hermano y yo caímos en mi casa. Los bichitos ya no
estaban con nosotros.
Nuestros papás nos preguntaron preocupados dónde habíamos
estado y cuando nosotros les contamos, no nos creyeron. Decidimos
con mi hermano guardarnos esta aventura como secreto.
LA MAÑANA DE MI CUMPLEAÑOS
Manuela Durañona
La mañana de mi cumpleaños nos fuimos temprano al campo
para festejarlo allí.
Cuando llegamos, mi papá me preguntó qué quería para mi
cumple. Yo le dije que me encantaría tener una casa en el árbol para
poder jugar con mis amigas. Mientras me estaba preparando para
ayudar a mi mamá a cocinar la torta de cumpleaños, me asomé a la
ventana y vi la casa en el árbol ya terminada. Estaba hecha de madera,
tenía plantas y ramas que la sostenían. Salí corriendo y me subí.
Adentro era mucho más grande de lo que parecía. Tenía una cocinita
con cacerolas de juguetes y un cuarto lleno de muñecas.
Cuando me asomé por una de las puertas pude ver una hamaca
hecha con una rueda y una larga escalera de madera. Quise bajar y me
quedé atrapada entre las ramas. De repente, algo me pinchó en el brazo
y grité, pero nadie me escuchó.
Empecé a achicarme hasta llegar a tener el tamaño de una
mano. Todo se veía grande, yo tenía miedo de que algo cayera sobre
mí. Pasó cerca una hormiga. Era enorme, yo sentí mucho miedo de que
me atrapara, pero ella me miró y siguió su camino.
Por mi baja altura me costaba mucho caminar sobre el pasto.
Comencé a perder el equilibrio y no me podía sostener. Mi perro me
vio, pero no me reconoció y comenzó a cavar hasta que me enterró en
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un pozo. Cuando abrí los ojos me encontré rodeada de muchas hadas.
Ellas eran de mi tamaño e incluso había unas más chicas. Llevaban
puesto un vestido y zapatitos hechos con flores de colores. En sus
manos tenían una varita mágica.
Les conté lo que había sucedido y les pedí ayuda para volver a
mi tamaño y así regresar a mi casa. Ellas decidieron ayudarme, pero a
cambio me pidieron vivir en mi casa del árbol. Yo acepté. Una de ellas
tomó la varita, dijeron unas palabras mágicas y así recuperé mi tamaño
normal.
Yo cumplí con mi promesa y las llevé a mi casita del árbol.
UN MONSTRUO NO QUERIDO, PERO CON FUTURO
Candelaria Echechuri
Sapoca estaba caminando por las calles de una gran ciudad
cuando una bruja llamada Clara lo transformó en un monstruo. Su
aspecto cambió totalmente. Ahora tiene una cola larga y puntiaguda.
Su cabeza es igual a la de un sapo, sus ojos son saltones y su lengua es
larga y finita. Lleva alas en la cintura que le permiten volar a una baja
altura por el bosque. Su cuerpo es de color verde y negro, similar a la
ropa de un detective. Esto le permite a Sapoca esconderse y camuflarse
entre las hojas.
Sapoca vive en un pantano con todos sus amigos monstruos.
Se tuvo que ir de la ciudad porque la gente le temía.
Todos los días sale a buscar comida. Se alimenta de monstruos
más chiquitos con sabor a salchicha y moscas con sabor a peperoni. Su
comida favorita es el corazón de pulpo.
Se siente muy solo y quiere conocer a alguien que lo quiera y
lo comprenda. Extraña su vida como humano porque entonces tenía
muchos amigos. Por eso se propone un desafío: enfrentar la ciudad y
buscar su identidad.
Cuando llega a la ciudad, toda la gente sale corriendo. Algunos
se meten debajo de la mesa, otros se tapan con almohadas, otros se
trepan a los techos y algunos se toman un taxi o colectivo que pasa
cerca. Solo una persona se queda ahí, Lula. Ella parece no temerle. Lo
ve muy solo y siente que tiene que ayudarlo y permanecer siempre a
su lado.
Lula es una superheroína. Tiene el pelo naranja y un traje de
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color verde y amarillo con una “L” en su pecho. Ella es muy buena y
tiene un corazón enorme. Siempre ayuda a los demás.
Luego de conocerse, se quedan conversando y él le pregunta si
se quiere casar con él. Ella responde enseguida que sí, descubre que él
es feo pero es bueno. Sapoca le pregunta si quiere ir con él al pantano
donde están sus amigos que también necesitan de una superheroína.
Ella acepta y juntos se alejan de la ciudad.
EL SUEÑO DE COCORACO
Milagros Epelde Calcagno
Había una vez un monstruo llamado Cocoraco. Él era muy raro
y diferente a los demás porque era una especie de dinosaurio. Tenía la
cabeza enorme y el cuerpo extremadamente chiquito.
Vivía frente a una laguna lujosa en la que se reflejaban los
rayos del sol. Cuando estaba triste y se sentía solo, se sentaba al lado
de la laguna y miraba su reflejo. Su sueño era conseguir a alguien que
lo cuide y lo mime.
Cocoraco decidió irse a otro lugar a buscar amigos. Se preparó
la mochila con comida, fruta, bebidas y cucharas, y empezó su
aventura. Caminó, caminó y caminó, hasta que llegó a un lugar muy
extraño.
Allí había un par de hadas, muchas mariposas y animales
raros. Cocoraco se sentía muy diferente. Estaba contento de estar en
otro lugar, pero tenía miedo porque él nunca había salido de su laguna
y no conocía seres como ellos. Por eso, decidió seguir su camino.
Se dio cuenta de que ahí, al lado suyo, había una laguna como
la de enfrente de su casa. Se acercó y vio que en sus orillas había
muchos indios. Esa era la ciudad de los indios llamada
“Callamacatacachoca”. La gente vivía en carpas hechas con palos y
pieles de animales. Los indios estaban preparando un fuego para poder
calentarse y las mujeres estaban lavando la ropa en el lago. Había unos
niños jugando con unas ramas como si fueran espadas.
De lejos vio una india lavando la ropa junto a otras mujeres.
Le llamó la atención. Apenas la vio, le gustaron sus dos trenzas largas
y sus ojos verdes como las hojas. Se acercó y le empezó a hablar.
Cocoraco le contó su historia. La india se llamaba Shara y se dio
cuenta de que él era bueno y amable. Como no tenía donde pasar la
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noche, le ofreció una carpa. A la noche el monstruo tenía frío y se
sentía raro, salió de la carpa vio el cielo estrellado y se calmó.
Desde ese día, la india lo trató a Cocoraco como una mamá
porque vio que él estaba solo y se sentía desprotegido. La india Shara
había podido ver en el monstruo lo más importante. Cocoraco era feo,
pero también era bueno y la trataba muy bien. Él se sentía feliz al ver
que alguien lo aceptaba y quería como era.
PANCHO Y SU CASA
Luz Gaischuk
Era una mañana primaveral en el bosque secreto. Solo los
duendes lo podían ver porque quedaba dentro de un hueco de un viejo
ombú que había en la plaza de la gran ciudad.
En este bosque vivía un duende llamado Pancho. Era flaco y
muy inteligente.
El tenía una familia muy pero muy numerosa. Y un día tuvo un
gran problema: se le incendió su casa de paja porque hacía mucho
calor.
Llamó a los bomberos y lograron apagarla, pero la paja estaba
toda quemada y húmeda. Y entonces se hizo una nueva casa con la
ayuda de sus alumnos duendes.
VICKY, ANA Y LOS INDIOS
María Victoria Heine
El año pasado me desperté a la mañana con un olor rico a leche
con galletitas. Desayuné con mis papas y me fui al pueblo Konagua a
comprar sandías.
Cuando regresé, vi muchas carretas. Corrí rápido hasta la puerta
y avisé esto a mis padres. Mamá y papá me explicaron por qué había
tantas carretas ¡Había una expedición a las salinas! Todos los años,
partía un grupo hacía el norte para recoger sal. La sal se usaba mucho
para conservar comida. Yo también quería ir, siempre había querido
conocerlas.
Empecé a pedirles si podía ir pero ellos decían que no porque
a las mujeres no se les permitía realizar esas actividades, solo a los
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hombres. Mi papá sí iba, entonces comencé a pensar. Se me ocurrió
una idea: disfrazarme de varón. Me preparé, me puse la ropa vieja de
mi tatarabuelo y en la cabeza un sombrero bien grande que me tapaba
la cara. Así me fui a dormir.
A la mañana siguiente, salí de la casa y corrí a la carreta. De
pronto me encontré con mi amiga Ana, también vestida como hombre,
que sabía de mi idea y quería venir conmigo.
La caravana partió y nosotras nos dormimos en la parte trasera
de la carreta. En un momento se detuvo y todos bajaron a tomar mate
y a descansar al costado del camino. Nosotras nos quitamos los
disfraces sin que nadie nos viera.
En un momento, en medio del desierto, aparecieron unos indios.
Ellos parecían ser fuertes y rudos. Vestían taparrabos y en la cabeza
tenían una bincha con una pluma. Llevaban flechas y tenían los
cachetes pintados de rojo. Nos capturaron y nos llevaron hasta su
tribu sin que mi papá se diera cuenta.
Era un lugar extraño. Dormían en carpas hechas con piel de
animales y había mujeres cocinando en fogatas. Las indias tejían en
telares y los chiquitos jugaban arriba de los árboles. Apenas llegamos,
todos empezaron a mirarnos con cara de curiosidad. Nos miraban el
pelo, la ropa y nuestras pulseras.
Cuando cayó la noche, todos se fueron a dormir a sus carpas,
menos dos chicas que susurraban mientras miraban nuestras pulseras.
Entonces se me ocurrió una idea: darles nuestras pulseras a cambio de
que nos liberaran. Ellas aceptaron y nos soltaron.
Corrimos un buen rato hasta el camino. Allí a lo lejos vimos
la caravana. Cuando mi papá nos vio, nos retó. Estuve un mes
castigada pero feliz de estar de vuelta con mi familia.
EL SUEÑO MÁS LARGO
María La Rosa
Hace un año, un mes, dos semanas, tres días, trece horas,
treinta y seis minutos y dieciséis milésimas de segundos me comí una
media luna muy rara. Tenía un gusto que no conocía y era muy ácida.
Comencé a sentirme muy mareada y me fui a recostar a mi cama.
Al despertarme vi que yo era un hada que llevaba puesto un
vestido celeste, unos zapatos blancos y una varita. Mientras volaba,
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choqué con un globo y caí encima de una cosa gris con forma de
montaña y me desmayé.
Me despertó un bombero con un casco dorado con penacho.
Llevaba en sus manos una manguera a lunares y un hacha brillante
como la Luna.
Yo era chiquita como una oruga y cuando me subí al casco del
bombero vi que esa cosa gris era un elefante llamado Dailan Kifki que
volaba por el aire.
Cuando el bombero sintió que algo caminaba sobre su casco,
me tomó con sus manos y me vio bien de cerca. Gritó porque se dio
cuenta de que yo era un hada y se asustó. Para él no existían.
Yo miré hacia abajo y vi muchas cosas chiquitas. Hacía mucho
frío allá arriba. Empecé a hablar con el bombero para que no me
tuviera miedo. Él me miraba con cara de susto.
Dailan Kifki empezó a hacer señas y ruidos que no
entendíamos, pero cuando miramos hacia atrás vimos un viento con
hojas que se acercaba con mucha velocidad. Yo me sujeté bien fuerte
de la mano del bombero y él le dijo al elefante que volara más rápido.
El animal siguió un camino de nubes hasta alejarse de las hojas.
El bombero me pidió que mirara hacia abajo para ver si
reconocía el lugar. Desde lejos pude ver una casa que me resultaba
conocida. ¡Era la casa de mi tío! La reconocí por su color naranja y por
su entrada. Dailan Kifki aterrizó sobre el jardín y yo me bajé y toqué
el timbre.
De repente escuché un grito que decía “¡María, despertate!”.
Abrí los ojos y era mi mamá. Ya era hora de ir al colegio. Pensé que yo
seguía soñando pero cuando llegué a la clase de Matemática me di
cuenta de que el sueño había terminado. En el recreo les conté mi
aventura a todas mis compañeras.
EL MALABARISTA Y LA EQUILIBRISTA
Joaquina Maurette
Francisco, un joven lindo de ojos marrones y pelo castaño, era
un malabarista.
El circo era su hogar porque allí se sentía parte de una familia.
La carpa era grande, con muchos asientos y muy colorida. A él le
gustaba vivir ahí.
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Cuando terminaba la función, Francisco disfrutaba ir con la
equilibrista a comprar un helado a la heladería del pueblo porque
estaba enamorado de ella. Era joven y linda como las estrellas que
brillan mucho.
Una tarde, Francisco estaba haciendo su show cuando, de
repente, se distrajo al ver a la equilibrista y se le cayeron todas las
pelotas al piso. El público empezó a tirarle tomates. El malabarista se
sintió triste porque pensó que seguro lo iban a echar. Y el jefe lo echó.
Como no tenía dónde vivir, la equilibrista le ofreció que
viviera con ella y él aceptó. Agarró sus cosas, las puso en la casa de su
amiga y fue a buscar trabajo. Y consiguió un puesto de peluquero.
El primer día de trabajo, cortó mal el pelo porque estaba
ansioso. Entonces lo despidieron. Fue a buscar otro y de vuelta lo
despidieron.
Después regresó al circo a preguntarle al jefe si podría seguir
trabajando ahí y le contó que estaba enamorado de la equilibrista, que
por eso se había distraído. Entonces, el jefe sintió pena y lo perdonó.
LA MEJOR CITA
Verónica Mazzinghi
Iba caminando por la calle Florida para visitar a mi prima
Mechi. Era un día cálido aunque había algunas nubes. Cuando llegué,
vi que en su casa había una multitud de gente, camiones, autos y
bicicletas que paraban en la puerta de su casa. Quería saber qué pasaba
porque sabía que su familia era grande pero no tanto.
Me asusté porque también había policías y ambulancias. Creía
que le había pasado algo grave a ellos. Pregunté qué pasaba pero nadie
me contestaba. Traté de entrar a la casa pidiendo permiso pero por la
multitud no podía. Cuando logré acercarme a la puerta mi tía me
condujo hasta el patio donde camarógrafos, periodistas y fotógrafos le
sacaban fotos a un bombero. También había un elefante. Yo me
sorprendí muchísimo y le pregunté a mi prima qué había pasado. Ella me
explicó que esa mañana se había levantado, cambiado y salido al jardín.
Miró hacia arriba y vio un elefante con alas, que bajaba hacia ella.
Cuando se fijó bien, vio que lo montaba un bombero. Justo
pasó un fotógrafo y los vio. Le empezó a contar a todos sus colegas y
así se llenó de fotógrafos y camarógrafos.
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Cuando vi al elefante me asusté, pero él me sonrío y yo no tuve
más miedo. Entonces Mechi me preguntó si podía sacar a Dailan Kifki,
ese era el nombre del animal y al bombero de la multitud. Acepté y los
ayudé distrayendo a las personas. El bombero me agradeció. Me
preguntó si quería ir a volar con ellos. Le dije que sí y le avisé a mi
prima.
Dailan Kifki empezó a volar bien alto y yo me sentía libre y
liviana. El hombre todo el tiempo gritaba porque se ponía nervioso, el
elefante parecía que iba a chocar. En un momento el animal paró y yo
me asusté. No entendía qué había pasado. Me agarré bien del bombero,
me asomé un poco y vi unas enormes orejas grises.
Me acerqué un poco más y vi la cara de Dumbo que lo estaba
saludando con la trompa. Se pusieron a charlar un largo rato, creo que
dos o tres horas. Luego miré mi reloj y llegaba tarde a la cita con mi
novio. Le avisé al bombero. Pero cuando él le avisó a Dailan Kifki, no
quiso irse. Nos pusimos a pensar cómo convencerlo y a cambio de
llevarnos de vuelta le ofrecimos sopita de avena. El animal aceptó y
nos llevó de regreso.
Pasamos a buscar a mi novio y lo llevamos a volar en elefante.
Fue la mejor cita que tuve.
EL MAGO Y EL MONSTRUO
Carolina María Menéndez
Hace mucho tiempo un mago vivía en la selva. La jungla era
grande, linda, peligrosa y tranquila. El mago tenía cien años. Su barba
era larga y blanca.
Un día el mago estaba haciendo magia y sin querer hizo un
monstruo negro, con dos ojos verdes, cola de pato y tres dedos con
garras muy afiladas. Se parecía a un lagarto
El monstruo empezó a destruir todo lo que miraba y a matar a
los animales con bolas de fuego ¡Hasta podía matar elefantes! El
monstruo lo hacía porque tenía mucha pero mucha hambre. ¡Y el mago
no sabía qué hacer!
El monstruo no paraba de comer y el mago seguía sin saber
cómo solucionar el problema.
De repente, el monstruo paró de comer. El mago había hecho un
hechizo que lo transformó en bueno y lo obligó a hacer caso para siempre.
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Gracias a eso el mago tuvo un compañero y al mismo tiempo
un ayudante.
LA HISTORIA DE MI INFANCIA
Delfina Obejero
Les voy a contar la historia de mi infancia.
Yo vivía en el campo con mi papá y mi mamá. El campo era
muy chiquito pero lindo. Me podía divertir construyendo hamacas y a
veces, podía relajarme y sentirme tranquila.
Todos los días había que cosechar el girasol, plantarlo y
regarlo. Yo vivía muy feliz hasta que un día me tuve que mudar porque
hubo una inundación y se llevó todo.
Cuando mi papá me dijo que teníamos que mudarnos, me sentí
muy triste, con ganas de llorar. Iba a extrañar el paisaje y mucho más…
Para no extrañar el campo, me llevé una foto de mi familia
cosechando, una ramita de trigo y la única ropa que se había salvado
de la inundación.
En el tren solo dormí, comí y recorrí los vagones.
Al llegar a la estación, caí rendida en el banco más cerca de la
estación del tren del que me bajé. Cuando llegué al hotel, mi papá y yo
hicimos una guerra de almohadas.
Antes de dormirme en mi nuevo hogar, le prometí a mi papá
que cuando tuviera una hija regresaría al campo de visita.
UN GRAN CAMBIO
Juana Peroni
Hace tres años tuve que dejar Buenos Aires y me tuve que
mudar a Los Ángeles porque a mi papá había conseguido trabajo allá.
Buenos Aires era grande, linda y colorida. Sus habitantes eran gentiles
y maravillosos.
A mí me encantaba vivir allí porque estaba el Parque de la
Costa, mis amigas, el colegio y un montón de cosas más. Me encantaba
mi casa y toda la gente que conocí ahí.
Hasta que un día mi papá me dijo que lo habían trasladado a
una ciudad de Estados Unidos. Yo me quedé sorprendida. Fui al cole,
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agarré mis cosas y les dije a todas mis amigas. Ellas empezaron a llorar
porque me iban a extrañar.
Comenzó el viaje y ya nos alejábamos de Buenos Aires y yo
empecé a llorar.
Cuando el avión aterrizó en Los Ángeles, me encontré con un
aeropuerto grande y moderno. Todo bastante diferente a lo conocido.
Nos instalamos en una casa hermosa y cómoda.
En el primer día de colegio, yo me sentía entusiasmada de
conocer a mis nuevos compañeros. Al llegar, vi que el colegio era
enorme y tranquilo. Sus patios eran coloridos y lleno de juegos.
Cuando entré a la clase, me di cuenta de que yo no hablaba tan bien
inglés.
Al principio me costó mucho el colegio, me iba mal en las
materias y no hablaba con nadie en los recreos. Estaba sola y me
pasaba caminando de acá para allá sin hablar con nadie. Pero con los
días me hice amiga de una chica llamada Lucía. Ella sabía castellano e
inglés porque también venía de Buenos Aires. Así que me ayudó
mucho a aprender y a acostumbrarme a esta nueva vida.
LA AVENTURA DEL LORO
Candelaria Reinoso Taccone
Cierto día, en el año 1777, un grupo de hombres se preparaba
para ir a las salinas. Estaban al borde del camino, a las afueras de
Buenos Aires. Su objetivo era conseguir sal y con ella poder hacer
charqui, comida muy común en esa época.
Allí había unas cuantas carretas con muchas cosas y una de
ellas era una jaula con un loro. Este loro tenía bellas plumas de color
rojo y verde. Pero él no sabía que las utilizaban para salvarse de los
indios. Después de un rato de cargar las cosas en las carretas, partieron
a las salinas.
En la noche, un grupo de indios apareció. Estaban montados a
caballos. Eran grandes, altos y fuertes. El indio mayor del grupo se
acercó y extendió la mano como pidiendo algo. Parecía que había que
dar algo para que los dejaran pasar. Los hombres no tenían miedo
porque ya en otras excursiones a las salinas se habían topado con esa
misma tribu y ellos siempre pedían algún obsequio.
Los hombres sacaron la jaula de la carreta y se la entregaron
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a los indios. El loro dormía, por eso no se dio cuenta de que los indios
se lo llevaban.
Al despertar, se asustó porque estaba en una tribu desconocida.
Cuando los indios se habían dormido, el loro abrió la jaula con sus
patas y se escapó. Sin darse cuenta, entró a la carpa de una familia de
indios. El loro empezó a chillar y despertó a todas las personas.
Los indios buscaban el lugar de donde provenía el ruido. El
loro desesperado salió de la toldería y todos comenzaron a correr para
atraparlo. Voló hasta un árbol y se escondió entre las hojas.
Al día siguiente, el loro salió del árbol y se fue a un lago cerca
de la tribu para beber agua. Se posó en la orilla y tomó mucha agua,
tanta agua que se cansó y se durmió. Una pequeña india fue a jugar al
lago y se encontró con el loro de hermosas plumas. Lo agarró y lo llevó
para mostrárselo a su mamá y preguntarle si se lo podía quedar.
La mamá aceptó y desde ese día, el loro y la niña se quisieron
mucho. Así al loro, nunca le quitaron las plumas ni lo lastimaron.
UN AVIÓN DE PAPEL
Catalina Ruiz Magadán
En mi cumpleaños, mi papá me regaló un avión de papel. Mi
hermano me pidió permiso para jugar con él y yo le dije que sí.
Inmediatamente se largó a llover. Había rayos y truenos. Mi
hermano tiró un avioncito que salió volando por una de las ventanas
abiertas. Un rayo lo tocó y lo convirtió en un pájaro que se cayó porque
no sabía volar. Yo lo vi y lo agarré. Lo entramos a la casa de mi abuela
y lo secamos con la toalla.
El pájaro subió algunas escaleras. Comencé a buscarlo, pero
como no lo encontraba y grité: “Vení pájaro”.
Luego le puse como nombre Ramiro y le enseñé a volar.
Aprendió casi en la primera vuelta. Le hice una jaula. Coloqué allí una
hamaca en la que Ramiro se hamacaba, comida y agua. También le
puse unas plantas para que pudiera trepar.
Una mañana, el pajarito metió el pie dentro de la jaula y se
lastimó. Yo lo agarré y lo llevé a la veterinaria. Allí me dijeron que
podían curarlo poniéndole una venda. Al día siguiente el pajarito ya
estaba curado. Puse un piso de madera para que el pajarito no se
volviera a lastimar. Por las mañanas lo ponía en el piso para que jugara
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conmigo. Más tarde le puse una pajarita como compañía.
Con el pasar de los días los dos hicieron un nido y tuvieron
hijos. Vivieron con nosotros en la casa de mi abuela hasta el día de hoy.
LA EXPEDICIÓN QUE NO PUDO LLEGAR A DESTINO
Milagros María Sosa Reboyras
Una tarde de invierno de 1901 estaba jugando a la pelota, en la
calle, con mis vecinos. Tenía diez años y era curioso e irresponsable.
Cuando terminé de jugar y regresé a casa, vi cerca de mi hogar
una carreta que me llamó la atención. Era diferente a las demás porque
tenía las ruedas más grandes y fuertes. Sentí curiosidad y me trepé a la
carreta para ver a dónde iba y averiguar qué tenía adentro. Había
botellones de agua, mucha comida, carpas, bolsas para dormir y
lanzas.
De repente, la carreta se empezó a mover. Podría haber saltado
pero no lo hice porque quería averiguar a dónde iba.
Me oculté en un baúl para que no me vieran y salí cuando
alguien habló y sentí que esa voz la conocía. Era Agustina, mi mejor
amiga, que se estaba yendo a una expedición con su tío Pancho. Iban
las Salinas Grandes a buscar sal.
Ella se alegró al verme, pero el tío se preocupó porque sus
padres no sabían que estaba allí. Estaban a punto de llegar pero como
ya era tarde, pararon para comer y dormir.
Los indios nos estaban espiando detrás de los arbustos.
Cuando el tío y Agustina estaban durmiendo, vinieron a capturarme
porque era el que estaba despierto. Me llevaron a su refugio y me
ataron en un árbol.
Yo había participado en mi pueblo en una competencia de
nudos y cuando se fueron a dormir, me desaté y me fui escabullendo
en los arbustos hasta la carreta.
Al llegar, estaba muy asustado y le conté todo a Agus. Como
estábamos aterrados, regresamos a Buenos Aires.
Al ver a mi familia, les conté lo que había vivido y me retaron
mucho. Le dije a mi padre que siempre había querido ir a las Salinas
Grandes y me prometió que cuando fuera grande me iba a llevar.
Cuando yo ya había cumplido dieciséis años, lo cumplió.
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EL ELEFANTE VOLADOR
María Agustina Sposato
Una tarde de verano estaba leyendo el libro Dailan Kifki en mi
cuarto. Mientras lo leía apareció una manchita en la cabeza del elefante
que estaba dibujado en mi libro. Me sorprendí porque la manchita
había aparecido en forma repentina. Traté de quitarla frotándola con el
dedo. De repente todo empezó a girar y los colores se mezclaron. Yo
me sentía muy rara y confundida.
De pronto sentí que estaba sentada sobre algo raro. Me fijé y
no lo podía creer. ¡Era el elefante Dailan Kifki del libro que estaba
leyendo! Levanté la vista y me encontré con un bombero. Al verme se
presentó y me dio la bienvenida. Desde allá arriba podía observar a
todos los protagonistas de la novela que yo estaba leyendo.
Me sentía muy confundida de estar volando sobre un elefante.
Cuando yo voy al zoológico veo elefantes pero nunca voladores.
El día era muy soleado pero estaba por anochecer. De pronto
apareció una bandada de pájaros que no nos dejaba pasar, por lo cual
Dailan Kifki empezó a subir hasta que tocamos las nubes.
Luego de la bandada, el animal logró bajar y continuar su
rumbo. De repente comenzó a llover muy fuerte y las alas de Dailan
Kifki se comenzaron a deshacer. Yo me sentía medio asustada porque
como estábamos a muchos metros del suelo pensé que nos íbamos a
caer. Pero no, porque con lo inteligente que era el bombero, había
traído alas de repuesto. Luego bajamos a un refugio hasta que parara
de llover.
Yo tenía mucho miedo pero el bombero me dijo que me calme,
que todo iba a estar bien. Cuando paró de llover, el bombero le colocó
las alas a Dailan Kifki y seguimos vuelo. Como salió un sol radiante,
el bombero no podía ver nada. Pero por suerte llegamos sanos y salvos.
Los personajes del libro me invitaron a comer. Yo acepté con
mucho gusto aunque sentía un poco de vergüenza. Al terminar la
comida, saludé a todos, agarré mi libro, toqué la manchita negra y
volví a mi casa.
Cuando llegué, le conté a mi familia mi aventura arriba de un
elefante y a ellos le pareció todo medio loco. Pero en realidad pasó.
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LA EXPEDICIÓN
Regina María Trezza
El 2 de julio de 1810, era un día soleado en el pueblo. Ese día
era mi cumpleaños, cumplía nueve años. Mis regalos fueron una soga,
un cuchillo y un perro al que llamé Escot. Desde ese día nos volvimos
inseparables. A Escot y a mí nos gustaban mucho las aventuras, íbamos
al bosque o cazar. La pasábamos muy bien juntos.
Una tarde, teníamos mucha hambre y vimos comida en una
carreta que estaba en la calle del pueblo. Como estaba detenida y no
había nadie dentro, nos subimos los dos y comimos mucho hasta que
nos quedamos dormidos. Pero sin que nos diéramos cuenta, la carreta
arrancó y nosotros seguíamos durmiendo atrás.
Después de varias horas en la carreta, desperté. ¡Qué susto me
di cuando descubrí que la carreta había arrancado y ya estábamos muy
lejos! Escuché a unos hombres hablar y me sorprendí. Iban a comer, ¡Y
me iban a descubrir! Me escondí en un cajón con Escot.
Los hombres abrieron el cajón y nos echaron. Nos quedamos
solos y asustados a mitad del camino. Escuchábamos muchos ruidos.
Eran indios fuertes y grandes que llevaban flechas. Me
capturaron a mí porque el perro se fue corriendo. Me llevaron
empujándome con un palo, yo no podía parar de llorar del miedo que
tenía.
Lloré tanto que me encerraron para que no molestara más.
Pero a unos doscientos metros estaba Escot, que con su olfato me
encontró. Apenas lo vi me alegré mucho. Le señalé mi bolsillo y le hice
gestos para que me ayudara a sacar mi cuchillo. Él me obedeció y así
pude desatarme los pies que tenía atados con unas sogas. Con el
cuchillo, corté las cañas de mi celda y escapé.
Caminé y caminé hasta que llegué a un pueblo cercano al mío.
En un palenque vi unos caballos ensillados, me subí a uno y galopé
hasta llegar junto a mi familia. Nunca más me quise ir de allí.
UNA AVENTURA BUENÍSIMA
Josefina Velarde
Una mañana yo me desperté muy cansada en mi cama. El día
anterior había tenido una fiesta de cumpleaños de una amiga. Fui a
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fijarme si mi árbol estaba sanito porque le tenía que poner unas gotitas
especiales para que creciera más fuerte.
Entre sus ramas vi trepado a un elefante. Era muy grande, con
unas orejas gigantes y una pequeña trompa. En la boca tenía una cartita
que decía:
“Hola, soy Dailan Kifki. Yo vivía en un zoológico, pero no me
querían. Entonces me echaron. Quieren que me cuides.”
Empecé a acariciarlo y confió en mí. Me agarró de la cintura
con su trompa y me puso en su lomo.
Comenzó a volar con las orejas y subió y subió. Yo veía a
todos chiquitos y sentía cosquillas en la pancita. Estaba asustada y me
reía.
Después de un rato de estar volando, se desató una tormenta.
El cielo se llenó de nubes negras y comenzaron a caer gotas de lluvia.
Yo intentaba decirle a Dailan Kifki que teníamos que regresar. Pero él
continuaba volando. En el cielo se estaba formando un tornado y este
nos arrastró con mucha fuerza. Todo giraba y me dolía mucho la
cabeza. Cuando terminó la pesadilla, estábamos en la copa de un árbol
atrancados entre las ramas. Una persona nos vio y llamó a los
bomberos.
Cuando llegaron, pusieron la escalera y un bombero que se
veía muy cansado, me agarró y me bajó.
El problema era cómo bajar al elefante. Llamaron a un
helicóptero para ponerle un chaleco y engancharlo, y así lograron
bajarlo.
Esta idea funcionó pero… ¿cómo íbamos a encontrar mi
casita? Me puse a llorar porque extrañaba mi hogar. Entonces, el
bombero me vio y ofreció llevarme a mi casa en su gran camión rojo.
Volando en el helicóptero, colgado del chaleco iba Dailan Kifki.
A lo lejos, nos despedimos de él y el bombero me dijo que lo
llevarían a África para que viva en su hábitat.
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QUINTO
grado
¡¿CUÁNTOSCUENTOSCUENTAQUINTO?!
ALUMNOS Y ALUMNAS DE 5º GRADO
MARÍA GARCÍA SANTILLÁN
MAESTRA DE PRÁCTICAS DEL LENGUAJE
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ROMANCE DEL MAR Y LA ARENA
Mateo Caranti
El caracol vio a la arena
y le pareció morena.
Llegó el mar
y lo empezó a salpicar.
El agua, muy sonriente,
hacía reír a la gente
que caminaba por el puente,
disfrutando el sol caliente.
La arena divertida,
al mar invitó a cenar
un plato de algas y almejas
y lo logró enamorar.
El mar abrazó a la arena
y la acarició con las olas,
y cuando se separaron
le regaló un collar de perlas.
AVENTURAS CON UN PINCEL
Guido Nicolás Carullo
Caminaba por la calle hacia el colegio cuando me encontré con
un pincel que tenía pelos de plata y mango de oro. Lo tomé y en ese
mismo momento, dibujé mi casa sobre una pared. Cuando toqué el
dibujo, aparecí de regreso en mi cuarto. El lugar estaba en orden, pero
algo me pareció raro.
Tomé el pincel y me dibujé en un enorme barco. Aparecí allí.
De repente, el cielo se puso negro, las olas comenzaron a crecer y se
desató una terrible tormenta. El barco no paraba de moverse. Entonces,
agarré el pincel y sobre el piso de madera del barco, dibujé mi casa.
Cuando abrí los ojos, estaba recostado en mi cama. Eso me
tranquilizó.
Después de descansar un rato, decidí irme a Hawai a surfear.
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Tomé mi objeto mágico y me dibujé sobre una tabla de surf arriba de
gigantescas olas. Pero tuve un problema, las hice demasiado grandes.
De tan grandes que eran, no las pude manejar y me caí de la tabla.
Nadé hasta la orilla y sobre la arena mojada, dibujé el colegio.
Aparecí en mi clase de teatro. El aula se estaba prendiendo
fuego, algo se estaba quemando. Mis compañeros estaban asustados,
en el fondo de la clase, subidos a los bancos. La maestra había llamado
a los bomberos, pero no llegaban. Un chico se lastimó la pierna…
Entonces me acordé de que tenía un pincel. Le pregunté a la
maestra dónde podía dibujar. Ella me miró extrañada pero igual me
dejó dibujar sobre el banco. Hice una enorme manguera y así apagué
el fuego. Todos me agradecieron.
EL BILLETE PERDIDO
Joaquín Casá
Papá había apoyado un billete de $100 sobre la mesa y
misteriosamente desapareció. En ese momento solo estábamos cerca
mis hermanos Tole, Guadalupe, Beltrán, mi mamá y yo. Nos
desesperamos porque con ese dinero ese mismo día teníamos que
pagar Internet y si no lo hacíamos, iban a cortar el servicio.
Se me ocurrió actuar como detective e investigar qué era lo
que había sucedido con el billete. Tomé una birome y un papel, y
empecé la búsqueda. Escribí una lista de los que estaban en casa. Tole
y Beltrán estaban jugando a las compras con billetes, así que los
marqué como sospechosos en mi lista. Pero enseguida los taché, ya que
cuando me acerqué me di cuenta de que esos billetes eran falsos, eran
para jugar.
Luego fui al cuarto de mi mamá y le pregunté si ella lo había
agarrado y me dijo que no. Pero como buen detective necesitaba
pruebas. Le pregunté dónde había estado, a lo que me respondió, que
dándose una ducha en el baño. Para comprobarlo fui directo al baño
que estaba empañado y encontré su toalla mojada, así que le creí y
también la taché de mi lista de sospechosos.
Mi principal sospechosa pasó a ser Guadalupe, que se había
ido a comprar caramelos. La marqué con una cruz en mi lista. Cuando
volvió dijo que se había comprado solo un caramelo y no tenía vuelto.
No tenía más sospechosos, no sabía qué hacer, por dónde
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seguir. Busqué por toda la casa, pero no lo encontré. Me sentía un
fracaso como detective. Y me sentía mal, ya que de grande, quería
dedicarme a ese trabajo.
Decepcionado, me acerqué al gato para darle de comer.
Mientras llenaba su plato de comida, noté que comenzó a tener
arcadas. Entonces le metí la mano en la boca para evitar que se ahogara
y le saqué un bollo de papel. ¡Era el billete de $100! Se lo había
comido porque tenía hambre.
Fui entusiasmado a contarle a mi papá. Me felicitó y me dijo:
“Vos vas a ser un gran detective”. Juntos fuimos a pagar Internet.
EL SECRETO DEL CONTROL REMOTO
Juan Bautista De Oto Gilotaux
Caminando por un puente, encontré un control remoto. Lo
llevé a mi casa. Traté de probarlo con mi televisor, pero no servía. Lo
tiré al piso y de repente, todo se paralizó. Sorprendido, miré todos sus
botones.
Salí a la calle y me di cuenta de que el mundo estaba quieto.
Con un botón podía pararlo y con el otro lo ponía en movimiento. Me
acordé de las noticias que había escuchado a la tarde. Decían que los
animales del zoológico se habían escapado. Con el mundo paralizado,
puse a todos los animales de vuelta en sus jaulas. Apreté el botón y el
mundo comenzó a girar otra vez.
Fui a mi casa y me puse a ver el noticiero. Esta vez, contaban
que Barcelona, mi equipo preferido, estaba perdiendo tres a uno contra
Sevilla. No lo dudé, tomé un avión hacia España y desde el aeropuerto,
un tren hasta el estadio.
Cuando llegué, el Barcelona seguía perdiendo tres a dos.
Apreté el botón y paré nuevamente el mundo. Entré a la cancha e hice
que Sevilla metiera dos goles en contra. ¡Barcelona ganó! Fuimos
todos a festejar. Yo me sentía muy feliz de estar junto a mis jugadores
preferidos.
Ya de vuelta en mi país, escuché por la radio malas noticias.
Unos ladrones estaban amenazando a mi familia. Entonces, asustado,
tomé el control remoto y frené el tiempo. Cuando llegué a mi casa,
todo estaba extrañamente tranquilo. Tuve que poner en marcha el
mundo para entender qué era lo que estaba sucediendo. Entonces,
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escuché ruidos en mi cuarto. Fui hasta allí y vi a los ladrones. Con el
control remoto los amenacé y les dije: - ¡Quietos!
Logré liberar a mi familia, pero había un problema, había
olvidado el control remoto dentro de la casa. Cuando regresé, noté que
todo estaba quieto, pero faltaba mi aparato mágico ¡Lo había perdido!
Lo busqué por todos lados. ¡Era muy peligroso que los ladrones lo
hallaran antes que yo! Pero allí estaba, debajo de mi cama. Lo tomé y
corrí a reunirme con mi familia.
Escondí el control en una caja con un candado bien grande
para que nadie pudiera encontrarlo. Me di cuenta de que era algo muy
peligroso si caía en malas manos.
LUCAS, EL HÉROE
Lucas Dormal
Hace más de mil años, un chico de once años, muy pobre,
estaba cazando en un bosque muy verde y habitado por muchos
animales salvajes. Estaba por atrapar un ciervo grande y gordo, como
para alimentar a toda su familia, cuando de repente, cayó del cielo un
huevo que lo espantó.
El chico, enojado, se acercó. En el huevo se abrió una grieta y
de allí salió un pequeño dragón azul. Lucas quiso tocarlo y el dragón
le dejó una marca con forma de flecha en su mano. Luego, el
dragoncito se hizo cenizas y despareció. El chico, extrañado, regresó a
su casa sin haber cazado nada.
Al día siguiente, vio a un aldeano borracho que quería golpear
a un niño mendigo. Lucas movió su mano y trasladó al niño hacia un
lugar seguro para impedirlo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que
tenía una fuerza especial. La marca del dragón le había otorgado
poderes mágicos.
Desde ese instante, empezó a usar sus poderes para hacer el
bien. Ayudaba a las familias pobres, como la suya, que no podían pagar
los impuestos que exigía el rey.
Cierto día llegó a la aldea un malvado mago que destruía todo
lo que encontraba en su camino. Lucas lo enfrentó y logró vencerlo. En
ese momento, se convirtió en el héroe del pueblo.
Todavía hoy se encuentra en la aldea la estatua de bronce que
hicieron para honrar a su salvador.
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UN RARO ACONTECIMIENTO
Juan Manuel Etchemendy de la Serna
Un caluroso día, caminaba temprano por las calles de Buenos
Aires para disfrutar de la ciudad tranquila. Tenía entonces 10 años.
De repente, vi una inmensa y gorda cola verde asomando por
detrás de nuestro Obelisco. Tuve miedo, pero la curiosidad me venció
y me acerqué con sigilo.
Un enorme, gigantesco y colosal dragón verde, estaba justo
ante mis ojos. Él estaba de espaldas pero como al moverme pisé una
rama, percibió mi diminuta figura. Al verlo voltearse, me caí del
miedo.
El dragón rugió como jamás había escuchado hacerlo a un
animal en mi vida. Su siguiente paso fue abalanzarse contra los
edificios. En cada paso aplastaba cuatro autos juntos. ¡Era de verdad,
colosal! La gente salía de los edificios gritando y llorando por el
miedo. El dragón siguió así hasta llegar a la plaza Vicente López,
donde se puso a comer tréboles. Yo era uno de los pocos que había
seguido al dragón en su larga y destructiva carrera hasta la plaza.
Volvió a rugir, pero luego me pareció escucharlo hablar. Creí que me
había vuelto loco. Luego comprendí que yo era el único entre todos
que podía entenderlo.
El inmenso dragón se fue volando pero yo conseguí encontrar el lugar
donde él se escondía. Me acerqué y lo vi. Le hablé y él me respondió
perfectamente. Me contó que venía de un reino de fantasía. Allí era
conocido como Orff, el dragón de la Montaña Blanca. Había venido a
este mundo para salvar a su amigo, un poderoso mago que en su reino
era conocido como Galluno. El problema era que lo había secuestrado
su malvado hermano y pedía como recompensa cien joyas de plata y
trescientos zafiros rojos. Orff también me dijo que el único lugar
donde había un tesoro así era en esta ciudad. Curioso pregunté, en qué
lugar se encontraban las joyas y Orff me aclaró que enterradas en el
cementerio de la Recoleta. Aunque me daba un poco de miedo, decidí
ayudarlo.
Orff y yo levantamos vuelo del lugar donde se escondía y
emprendimos un viaje de cinco minutos hacia el cementerio. Al llegar,
me bajó de su lomo. Todo era muy oscuro y tenebroso. Me asusté. Pero
había decidido a ayudarlo y juntos comenzamos a buscar las joyas.
Después de buscar por horas el tesoro y no encontrar nada, Orff y yo
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perdimos las esperanzas. El dragón se sentía muy triste por no poder
rescatar a su amigo Galluno. Así que se me ocurrió una idea fantástica.
En vez de joyas, pusimos piedras en un saco y lo llevamos hasta el
escondite del hermano de Galluno. Él, engañado, tomó la pesada bolsa
y liberó al mago. Cuando estaba por abrir el saco, para verificar que
allí estuviesen las joyas, Galluno hizo uno de sus trucos de magia y nos
hizo desaparecer a los tres.
Luego Orff y Galluno se despidieron de mí y por un portal que abrió
el mago, regresaron a su mundo. Yo me quedé pensando que esta había
sido la aventura más loca y rara que jamás había tenido.
UN DRAGÓN EN BUENOS AIRES
Bautista Frávega
Iba muy tranquilo caminando a la madrugada por la Avenida 9
de julio. Pasaba junto al Obelisco cuando me pareció ver una cola
verde alrededor del mismo. Me dije que era un espejismo. Volví a
mirar otra vez y seguía ahí. Salí corriendo con mucho miedo. Luego
me detuve porque la curiosidad me venció.
Me acerqué con cuidado, despacio, despacio. ¡Y lo vi! ¡Era un
dragón! Nuevamente salí corriendo porque pensé que moriría. Me di
cuenta de que no me había visto y me quedé contemplándolo. Era raro
ver un dragón en Buenos Aires. Debía medir unos cinco metros, era
verde esmeralda con escamas grandes, ojos enormes y una cola larga,
muy larga. Debajo de sus enormes patas se habían producido grandes
agujeros y grietas, por su gran peso.
De repente se dio vuelta ¡¡y ahí me vio!! Grité de terror, pero
nadie podía oírme, ya que era muy de madrugada y todos dormían. Él
acercó una pata y me levantó en ella. Grité aún más alto. Me tapó la
boca y me dijo que no temiera, que no me haría daño.
Cuando me calmé, me contó que se llamaba Orff y que se
encontraba aquí porque habían secuestrado a su amigo, Galluno. Le
pregunté quién era Galluno y me contó que era un mago de la Montaña
Blanca, lugar de donde él venía. Me costaba creerle. Al principio dudé,
pero decidí ayudarlo.
Orff necesitaba encontrar un tesoro que los secuestradores le
pedían para liberar a su amigo. Cuando le dije que lo ayudaría,
comenzó a saltar de alegría. A cada salto, se escuchaban gritos y las
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alarmas de los autos comenzaban a sonar, se destruían las calles
cercanas y también los vehículos. Un poco más tarde, se escuchó un
ruido inconfundible, el de la sirena de policía.
Ante semejante desastre le pedí a Orff que dejara de saltar y se
echara a volar de inmediato. Desconcertado, levantó vuelo. Y yo me
fui con él. Le expliqué que la policía cuidaba el orden en la ciudad. Y
como él estaba enloqueciendo a los vecinos con sus saltos, lo atraparía
para encerrarlo.
Nos fuimos a una zona desierta donde acampamos. Le hice
todas las preguntas que quería hacerle y la más importante: dónde se
suponía que se encontraba el tesoro. A él le habían indicado tres
opciones: el Cementerio de la Recoleta, la plaza Vicente López o
algún colegio. Opté por el cementerio porque era un buen lugar para
esconderlo y porque en las películas los tesoros siempre estaban
enterrados en un lugar como ese.
Antes de comenzar la búsqueda, decidimos descansar. Orff se
durmió enseguida, pero yo tardé, todavía no confiaba plenamente en
él. Era un dragón, una bestia a la que no conocía. Finalmente me
venció el sueño.
Me desperté y él aún dormía. Busqué una piedra y se la tiré
para despertarlo, con esas escamas protegiéndolo no le dolería. Miré
mi reloj. Era la hora perfecta para partir: las cuatro de la mañana. La
ciudad estaría desierta.
Fuimos volando al cementerio y aterrizamos en él. Con unos
coletazos, Orff se encargó de abrir las tumbas. Pero los esqueletos que
había en ellas, comenzaron a levantarse y rodearnos. Como dragón que
era, Orff sin perder tiempo expulsó una gran llamarada por su bocota
y los convirtió en cenizas a todos, menos a uno. Este parecía más fuerte
que los demás, tal vez porque poseía un enorme diamante entre sus
costillas.
- Ahora es mi turno - pensé, y de un rápido movimiento le
arranqué el diamante.
El esqueleto cayó de espaldas, inmóvil. De inmediato, como
por arte de magia, apareció un goblin. Lo reconocí fácilmente, porque
había leído muchos libros sobre esos seres.
- ¡Urluk! - exclamó Orff, -¡Devuélveme a mi amigo! ¡Sé que
lo tienes! - gritó amenazándolo con darle uno de sus coletazos.
Urluk se hizo a un lado y le mostró a Galluno, que parecía muy
viejo y tenía una larga barba. El goblin le pidió el diamante a cambio
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de su amigo el mago. Yo se lo acerqué y él entregó al viejito, que
sonreía de alegría al ver al gran dragón.
Pero Orff, no permitió que Urluk se saliera con la suya, estaba
cansado de sus maldades, y de una llamarada lo hizo desaparecer.
UN AMOR DE NOVELA
Juan Ignacio Lutowicz
Él la mira y ella suspira.
Él la invita a una cita,
pero ella se olvida.
Ella lo ignora y él llora.
Ella se va y él la busca.
Ella regresa y él lo festeja.
Los dos comparten
una romántica cena
a la luz de una vela.
Y a la mañana siguiente
continúan su amor
sin ningún temor.
Cuando se ven nuevamente,
se quieren casar
en ese lugar especial.
El día de la boda,
su amor es tan grande
que nada ni nadie los separará.
LA HISTORIA DE BAUTISTA EL PODEROSO
Bautista Llambí Padilla
Un día de otoño, paseaba por el bosque cercano a mi quinta
cuando me corté el tobillo con una lata que estaba tirada en el suelo.
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Era una lata de gaseosa de la que salía un líquido verde. La agarré y la
llevé a mi casa para mostrarle a mi mamá con qué me había lastimado.
Cuando me desinfectó la herida, notó que en el corte había
líquido verde que había ingresado en mi pierna. Para que no avanzara,
me puso un torniquete en la rodilla y me dijo que a la mañana
siguiente, me iba a llevar al doctor.
Como a mí me gusta armar cosas con objetos descartables,
igual conservé la lata.
Al otro día, bien temprano, me desperté. Me sentía raro, con el
estómago revuelto. El médico me revisó y dijo que nunca había
atendido un caso así. Yo tenía ya toda la pierna verde. Por las dudas,
me dijo que me vacunara.
Al poco tiempo empecé a sentirme extraño, como si algo
hubiese cambiado. Mi cuerpo estaba más musculoso, la ropa me
empezó a quedar chica.
Una mañana, abrí la ventana de mi habitación para ver cómo
estaba el día, pero me tropecé y caí al vacío. En lugar de seguir
cayendo, comencé volar. Así fue como me di cuenta de que tenía
súperpoderes. Me había vuelto muy fuerte y veloz.
Mientras volaba, un director de circo me vio y me contrató
para trabajar con él. En el primer show, ya me había vuelto muy
famoso. Levantaba seis elefantes con una mano y seis con la otra.
Luego de tres semanas me hice internacionalmente famoso. Al
mes, mi jefe me propuso que en el próximo show enfrentara al mejor
hechicero de la historia, llamado Humbor. En la pelea, lo distraje con
mi velocidad y le pegué con toda mi fuerza. Él salió volando, pero yo
perdí mis súperpoderes.
Recién entonces, pensé que si no hubiera abusado de mis
poderes usándolos solo para mi beneficio, podría haber ayudado a las
personas. Pero ya no podía hacerlo porque físicamente era de nuevo,
normal. La ropa me quedaba enorme, mi cuerpo ya no era tan fuerte.
Quise probar si podía volar o no y cuando me arrojé por la ventana, me
caí y me quebré todo.
Cuando me llevaron al médico, me dijeron que tenía que hacer
reposo por tres meses y en ese tiempo, decidí que si volvía a tener
poderes, los usaría para hacer el bien.
Un día de otoño, paseaba por el bosque cercano a mi quinta y
me corté nuevamente con una lata con líquido verde, pero en el otro
pie…
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TONY EN LOS PLANETAS
Felipe Maurette
Cuando fuera grande, Tony quería ser mago. Él pensaba que la
magia realmente existía y como sus amigos no creían lo mismo, lo
molestaban.
Un día, caminando por la calle, encontró un cajón de madera.
Era grande como para guardar un mueble. Tony era fuerte, así que lo
ató con una soga y lo llevó arrastrando hasta su casa. Allí lo abrió para
ver qué había en su interior y salieron rayos amarillos que se reflejaron
en las paredes y en las ventanas.
Entró a la caja y vio una luz fuerte en todo el interior. Sintió
que estaba en una montaña rusa y luego esa sensación paró. Cuando
todo estuvo quieto, salió del cajón y este desapareció. Descubrió
entonces que no estaba en su cuarto y tampoco en la Tierra. Había
aparecido en otro planeta.
Miró a su alrededor y se encontró con un ser extraño. Era alto,
de color verde, medía alrededor de cinco metros y hablaba así:
“Viribiriviri”. Le preguntó si había visto un cajón, pero ni él entendió
a Tony ni Tony lo entendió a él.
Empezó a buscar horas y horas, hasta que lo encontró cerca
de una cueva gigante. Se metió allí y apareció en el planeta Marte. Vio
inmensas dunas, cañones y casquetes polares recubiertos por hielo
seco. De allí se fue a Plutón, donde vio rocas y aguas congeladas.
Después de recorrer un rato, regresó a la caja y apareció en
Júpiter. Allí vio una gran mancha roja y un gigante remolino ¡Era
realmente enorme! Asustado por lo que estaba viendo, buscó su caja.
Pero esta vez no la encontró. ¡Había desaparecido! Desesperado,
empezó a buscar el cajón hasta que recordó dónde lo había dejado y
fue hacía allí. Se metió en él y viajó hasta el Sol.
Era inmenso y estaba lleno de fuego. Tony se estaba muriendo
de calor. ¡No aguantaba más! Hasta que de repente escuchó a lo lejos:
“¡Tony! ¡Tony!”.
Era su mamá que lo estaba despertando para ir al colegio. Todo
había sido un sueño. Aliviado de no estar en el Sol, se fue a vestir para
ir al colegio.
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LA ARENA Y EL MAR
Pedro José Molinario
Cuando te veo venir
con tus grandes olas,
te ves tan elegante
que me pongo nerviosa.
Con tu blanca espuma
tú me refrescas,
cuando estoy herida
de tantas huellas.
Si me siento amargada
porque es invierno,
tu me acaricias
con tu agua azulada.
Por eso, a cada instante
agradezco tu amor
y como si fueran flores
yo te regalo mis caracolas.
UN CURIOSO CASO
Joaquín Mútolo Terzano
Mientras dormía, yo, Jack Black, un detective de veinticinco
años, escuché el sonido del teléfono. ¿Quién podría ser a esas horas de
la noche? Atendí. Era el jefe del GED “Grupo especial de detectives”.
Me llamaba para resolver la desaparición repentina de Facundo Serra,
un famoso científico. Yo lo conocía a Facundo de la facultad, habíamos
estudiado juntos y nos respetábamos mucho.
Fui a su casa en busca de pistas. Pero cuando entré, encontré
todo desordenado y destrozado. Recorriendo la escena del crimen hallé
un pedazo de papel, en el que se encontraban escritas las letras
“DR.C”. Lo estudié y pensé mucho. Supuse que era una pista que
quiso dejar el científico, con estas iniciales había intentado dar una
clave sobre el nombre de su secuestrador.
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Siguiendo esa hipótesis, obtuve mis primeros sospechosos: su
vecino, el doctor Cripex, su compañero de trabajo, el doctor Crapen y
su amigo, el doctor Casá. Sus nombres coincidían con las iniciales del
papel. Decidí empezar por interrogar al Dr. Cripex.
Cuando le comenté la causa de mi visita y le expliqué lo que
había sucedido, me respondió que él a la hora del crimen se encontraba
haciendo terapia, ya que intentaba superar la reciente muerte de su
abuelo. Hablé con su psicóloga y confirmó los hechos. El Dr. Cripex
decía la verdad, era inocente.
Cuando fui a casa del Dr. Crapen lo encontré muy nervioso.
Ellos eran amigos, habían sido compañeros en la secundaria y
actualmente, trabajaban juntos. Se anticipó a mi pregunta y me explicó
que se encontraba muy nervioso porque unos hombres lo acababan de
amenazar telefónicamente con hacerle daño. Igualmente, a la hora del
secuestro del científico, él se encontraba con un paciente trabajando.
Pedí los datos del paciente y verifiqué la información. El Dr. Crapen
también parecía inocente.
Fui a la casa de mi último sospechoso, el Dr Casá. Me hizo
pasar y me convidó un té. El lugar estaba silencioso y sumamente
limpio y ordenado. Impecable. Como si lo acabaran de limpiar, pues se
sentía ese olor a productos de limpieza. Se me ocurrió que quizás
habían limpiado tanto para ocultar las evidencias. Observé con
detenimiento el lugar, lo hice con disimulo para no alertar al
sospechoso. En eso, encontré la prueba que necesitaba: una cana. El
Dr. Casá era muy morocho y Facundo ¡extremadamente canoso!
Me dirigí hacia el baño, de donde provenían extraños
gemidos. Abrí la puerta y allí estaba atado y amordazado el pobre
científico. Lo estaba desatando, cuando vi por el espejo que el Dr. Casá
estaba a punto de golpearme con una llave inglesa. Logré esquivarlo y
lo desmayé pegándole con mi arma. No lo iba a matar porque quería
que cumpliera su condena en la cárcel.
Luego de meses de interrogarlo sobre el motivo del secuestro,
confesó que lo había hecho porque el Dr. Facundo había descubierto la
fórmula para la cura de una importante enfermedad. Él quería
apropiársela, ya que valdría una fortuna y se convertiría en el doctor
más famoso del mundo. Pero eso, por suerte, le sucedió al verdadero
doctor, al Dr. Facundo Serra.
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EL CASO DEL MILLÓN
Felipe Augusto Palacín
Diez de diciembre. París, Francia.
Soy el detective Felipe Palacín. Hasta el año 2005 fui policía de la
ciudad, luego me ascendieron.
Una noche, a las diez, me encontraba en la oficina con mis compañeros
de trabajo, Felipe y Juan, cuando sonó el teléfono. Atendí. Llamaban
del Banco más importante de Francia pidiendo nuestra ayuda. Me
intrigó saber por qué habían acudido a nosotros y no a otros. Se los
pregunté y me respondieron que confiaban plenamente en nuestra
forma de trabajo. No lo podíamos creer, ya que ese importante Banco
contaba con uno de los mejores sistemas de seguridad. Salimos
rápidamente al lugar para ver qué había ocurrido.
Cuando entré al Banco, estaba todo desordenado, revuelto, dado
vuelta. Me dirigí hacia la caja fuerte donde guardaban el famoso rubí
de un millón de dólares. Obviamente no estaba. Lo habían robado.
Con mi rastreador verifiqué si el ladrón había dejado alguna pista.
Encontré un pelo en el vidrio de la caja, así que lo guardé para
analizarlo. Lo puse en el registro de mi computadora, que lo comparó
con el registro de ADN de los hombres más buscados en Francia.
Esperé impaciente el resultado. ¡Pero ahí estaba! El pelo pertenecía a
Francisco, el terrorista más temido y perseguido. Él se volvía loco por
el dinero y era capaz de cualquier cosa por hacerse cada vez más rico.
Junto con mis compañeros, fuimos a buscarlo, pero no sabíamos por
dónde empezar.
La única pista que teníamos era Juan Manuel, un prisionero amigo
suyo. Nos dirigimos a la comisaría para interrogarlo. Le decían “El
sucio”, porque era un estafador, le gustaba el dinero y, justamente,
trabajaba para Francisco. En un principio se negó a hablar. No nos
brindaba información. Entonces lo amenazamos con dejarlo para
siempre en la cárcel si no colaboraba. De a poco nos fue dando datos.
Nos dijo que el sospechoso tenía un galpón en una playa abandonada,
desierta, ya que hacía varios años había explotado allí,
misteriosamente, un restaurante. Creía que en ese galpón podría estar
escondido Francisco.
Nos dirigimos al lugar, junto con cinco patrullas más. Al ingresar, nos
comenzaron a disparar. Fue un gran tiroteo. Dos policías nuestros y
ocho hombres de ellos resultaron heridos por las balas. Pero logramos
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controlar la situación y fueron todos capturados, hasta el mismo
Francisco.
Regresamos el valioso rubí a la caja fuerte del Banco y encerramos al
ladrón en la cárcel. Una vez más, cumplimos con nuestra misión.
LAS AVENTURAS DE FACUNDO Y ORFF
Facundo Adolfo Serra
Estaba caminando por la 9 de julio cuando vi una cola verde
atrás del Obelisco. Fui a fijarme qué era, me acerqué y me sorprendí.
Era Orff, el dragón de la Montaña Blanca, que había conocido un día
en el bosque. Ese día la enorme bestia había ido a comer tréboles y yo
había ido a recolectar manzanas. Recuerdo que cuando lo vi por
primera vez, me asusté, pero después descubrí que era manso y que
solo se alimentaba de vegetales. Entonces nos hicimos grandes
amigos.
Me alegró mucho reencontrármelo, hacía tiempo que no lo
veía. Le pregunté por qué estaba aquí. Me dijo que me estaba
buscando para que lo ayudara a liberar a su amigo Galluno, que había
sido secuestrado con un hechizo por unos brujos. Ellos querían un
tesoro que tenía su amigo mago y querían saber dónde lo había
escondido.
Le dije que lo ayudaría, entonces empezamos la búsqueda.
Creíamos posible que Galluno se encontraba en el Bosque de Cam,
porque allí se encontraba el castillo de los malvados hechiceros.
A esa hora de la mañana, la ciudad estaba desierta. No había
nadie porque era muy temprano. Decidimos emprender la búsqueda,
pero cuando el dragón dio un paso, media ciudad tembló ¡Por suerte no
tan fuerte! Recordé que mi amigo tenía unas estupendas alas, así que
para evitar los ruidos y desastres que podría ocasionar en la ciudad por
su enorme tamaño, me subí a su lomo y echamos a volar.
Vimos la costanera y el Obelisco. A medida que tomamos
altura todas las cosas se veían más chicas. Volamos por largas horas,
hasta que llegamos a la Montaña Blanca, donde encontramos el castillo
de los brujos.
Nos acercamos pero escondiéndonos, porque había muchos
guardias. Pero Orff estaba muy enojado y no le importó. Avanzó,
empujó y lastimó a guardias para poder pasar. ¡Lo logró! Entramos al
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castillo y los brujos nos vieron. Tiraron un hechizo a Orff y lo
congelaron. Yo corrí para salvar a Galluno que estaba dentro de una
jaula. Me escondí como pude bajo una mesa y, como por arte de magia,
encontré allí mismo la varita del mago secuestrado. La usé.
Congelé a los brujos con tan solo un movimiento, y
descongelé a Orff. Rescatamos a Galluno y nos fuimos rápidamente,
porque los brujos estaban congelados, pero como todo, en algún
momento comenzarían a descongelarse.
Orff me dejó en mi casa y me agradeció por haberlo ayudado.
Nos despedimos y se fue volando a la Montaña Blanca con Galluno.
Esa fue la última vez que lo vi.
LA PIEDRA DE LOS PODERES
Julián Smaldone
Un día lluvioso, Julián iba caminando a su casa, pero como vio que
había barro en el camino que tomaba siempre, decidió tomar otro. Cuando
estaba por llegar, vio una estatua casi cerca de la entrada de su casa.
Era de roca y le gustó tanto que quiso tocarla para ver si era
sólida. Ni bien puso un dedo en ella, se destruyó haciéndose polvo. En
su lugar, apareció una piedra adornada con cinco gemas distintas. Al
mirarlas bien, descubrió una inscripción grabada en la piedra, que
decía: “Cada gema tiene un significado: el celeste representa el poder
del agua, el rojo, el del fuego, el marrón el poder de la tierra y el
blanco, el del aire.”
Julián se quedó sorprendido, pero notó que faltaba el
significado de una. Con las gemas en su bolsillo, probó los poderes que
otorgaban y al levantar los brazos, empezó a volar. Miró con vértigo
hacia abajo y alzó su mano derecha. De ella comenzó a salir agua.
Levantó la izquierda y de esta salió fuego. Luego de pasar la tarde
volando, aterrizó en el patio de su mansión y empezó a llenar la pileta
con el agua que salía de su mano.
Tres días más tarde, estaba volando, apagando incendios y
rescatando gatitos. Quiso usar los poderes para salvar a la gente.
Quiso probar si con sus poderes podía reparar la estatua que se
había disuelto. Cuando estaba tratando de hacerlo, vio una gema
violeta y la otra parte de la inscripción, que decía: La gema violeta
significa fusión y transformación total.
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Julián sintió que las gemas de su bolsillo habían desaparecido,
igual que la violeta. Pensó que había perdido los poderes, pero no era
así, se había transformado para siempre en un superhéroe.
LA PIEDRA MÁGICA
Francisco Zubillaga
Estaba caminando por la ciudad cuando vi, en una casa
abandonada, un arbusto que me llamó la atención por su pequeño
tamaño. Fui a explorar y detrás de él, noté algo de colores. Me acerqué
y descubrí una piedra del tamaño de un puño, que tenía muchos
colores: rojo, verde, amarillo, azul, marrón y negro. La agarré y la
guardé para llevármela a mi casa.
Cuando llegué, se la mostré contento a mi mamá. Era una
piedra muy particular para mí. La guardé en el cajón de mi mesa de luz
y me fui a dormir.
En la mitad de la noche, me desperté por los
ruidos y luces que había en mi cuarto. Miré hacia la mesa de luz y vi
que se estaba moviendo bruscamente. Busqué la piedra y noté que se
estaba poniendo de diferentes colores. Me pareció raro. Cerré los ojos
y pedí un deseo.
De repente me empezaron a crecer músculos y en las manos
tenía poder de rayos láser. Me miré en el espejo y vi que tenía un súper
traje con una capa y de mi boca podía lanzar fuego y hielo. Yo me
sentía poderoso, el más fuerte del mundo. Pensé que tal vez también
podría volar.
Cuando salí a la calle para volar, me di cuenta de que otra
persona había pedido deseos. Pero él hacía el mal. Lo fui a detener y
le pedí que no destruyera nada. El hombre no me obedeció, entonces
lo reté a un combate. El que perdía, debía dejar de usar sus poderes y
se los entregaría al ganador.
Al empezar la batalla, el cielo se llenó de tornados y las olas
del mar comenzaron a moverse bruscamente porque había terremotos.
El hombre comenzó a tirarme fuego y yo lo congelé. Después
se hizo invisible. Yo no sabía dónde estaba. Me empezó a arrojar bolas
de fuego. De repente se rió y yo pude ubicarlo. Aproveché y lo congelé
con mi poder. Lo convertí en una estatua.
Tomé sus poderes y frené los terremotos y tornados. Desde ese
día, usé mis poderes para hacer el bien.
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LA ESTRELLA MÁGICA
Sol Cirio
Una noche me acosté a dormir y miré el cielo por la ventana.
Había muchas estrellas. Una de ellas llamó particularmente mi
atención porque era la más brillante, tenía una luz especial. La vi
moverse y se posó en mi ventana, muy cerca de mí. Asustada llamé a
mi mamá.
Ella trató de agarrarla, pero no pudo. Cuando lo intenté yo, la
atrapé. Le pregunté a mamá si podía conservarla y me dijo que sí. La
contemplé por un largo rato. Era linda, brillante y pequeña. La guardé
con sumo cuidado en una cajita de cristal y me fui contenta a dormir.
Cuando desperté, yo no estaba en mi casa. Me encontraba en
el espacio y era muy raro porque no estaba flotando, estaba parada
sobre la esfera terrestre. De repente oí una voz grave que me hablaba.
No sabía de dónde provenía. Era de ella, la Tierra. Me pedía ayuda.
- Necesito que hagas algo. Necesito tu ayuda. Tus compañeros,
los humanos, me están matando de a poco, me están contaminando y
me hacen sentir cada vez más débil. Me debilitan cortando mis árboles,
ensuciando los ríos, tirando papeles, acumulando basura…
Mientras me hablaba aparecían ante mis ojos imágenes de los
seres humanos dañando al planeta. ¡Estaba tan indignada! Busqué la
forma de volver a mi casa, quise sentir mis latidos, para comprobar que
la que estaba ahí era yo. Tomé la estrella con fuerza y la puse en mi
corazón. Como por arte de magia, regresé a mi casa.
Intenté entender por qué me habían elegido a mí, por qué me
habían mostrado esas imágenes. Comprendí después de un rato que era
para que yo tratara de detener lo que estaba sucediendo. Debía intentar
terminar con la contaminación que provocaba el ser humano.
Al día siguiente, antes de irme a dormir, guardé la estrella en
la cajita de cristal. Nuevamente desperté en el espacio. Aparecieron las
imágenes y, esta vez, las miré con mucha atención. Mientras las
observaba, con mucho dolor, pensaba qué hacer al respecto. Cuando
por fin se me ocurrió algo, decidí repetir lo hecho la noche anterior.
Puse la estrella en mi corazón y volví a mi cama.
A la mañana siguiente me levanté entusiasmada para poner en
marcha mi plan. Empezaría de a poco. Primero, trabajaría en el
colegio, contagiando a todos mis amigos. Armamos un proyecto
ecológico escolar para el cuidado de nuestro ambiente. Todo el colegio
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colaboró y logramos un cambio muy grande. Así que, nos animamos y
salimos a concientizar a nuestros vecinos. Luego comenzamos a dar
charlas en los distintos colegios, contando lo que habíamos hecho y
logrado. Y así se fue divulgando el tema, de colegio en colegio, de casa
en casa, de vecino en vecino, de boca en boca.
Con el tiempo, comencé a estudiar seriamente el tema,
investigué y aprendí mucho. Di conferencias en diferentes lugares,
para grandes y chicos.
Me fui haciendo cada vez más conocida, me llamaban “La
protectora de la Tierra”. Me sentía muy contenta y orgullosa. La gente
estaba cambiando la forma de vida y la naturaleza estaba cada vez más
linda y limpia.
Debo confesar que en todos estos años, durante todo mi
trabajo, discursos, conferencias, he llevado siempre conmigo, en algún
bolsillo, a mi brillante estrella.
LA GAVIOTA ENAMORADA
Gina Cristiani
A la mañana el mar
está lindo para nadar.
Con una brisa bonita
la gaviota despierta loquita.
Trata de impresionar al caracol
regalándole rosas de color.
Si al caracol le da un resfrío,
la gaviota le brinda abrigo.
En aquella tarde helada
la gaviota está alocada.
El caracol se pone nervioso
y se ríe gracioso.
Pasean por la orilla
y él le hace cosquillas.
Ella muy sorprendida
le da un beso de despedida.
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A la mañana siguiente
la gaviota está impaciente
por darle un abrazo de amor
y con sus plumas brindarle calor.
LA NARANJA MÁGICA
María Iglesias Molli
Estaba por mi campo recolectando naranjas, cuando una llamó
especialmente mi atención. Esta naranja era distinta al resto: muy
brillante, esponjosa, de un tamaño y una forma casi perfectos. Parecía
mágica. La tomé con cuidado y al tocarla vi cómo una M de color
negro aparecía escrita en su centro. Me sorprendí.
Como estaba temblorosa, se me cayó la naranja al piso. Al
golpearse, la M desapareció, pero aparecieron otro montón de letras en
ella. Cuando levanté la naranja, las miré con atención. No eran simples
letras, formaban palabras que leí lentamente: invisibilidad, pequeñez,
gigante, animal, convertirse en otra persona, transportación,
velocidad, volar, fuego, etc. ¡Había un montón!
Despacito y con temor toqué donde decía “invisibilidad”. En
ese mismo instante dejé de ver mis manos y mis pies. Rápidamente
volví a tocar la naranja y recuperé mi estado normal.
La guardé muy bien en mi bolso y en el camino de regreso a
casa pensé cómo podría usarla, ya me estaba divirtiendo de solo
imaginarme volviendo loco a mi hermano con el uso de los diferentes
poderes. Pero no lo haría, los usaría solo para mi propia diversión.
Ya en mi casa, tomé la naranja y toqué donde decía
“pequeñez”. Todo se me volvió enorme. Salí por la ventana de mi
cuarto de un gran salto. El campo me pareció extra grande. Los
insectos se veían como unos rinocerontes y las flores parecían
monstruos con pétalos.
Quise retornar a mi estado natural, pero se ve que por
distraerme observando las cosas desde acá abajo, descuidé la naranja y
no la pude encontrar. Regresé por el mismo camino para no perderme,
pero al llegar a la ventana de mi cuarto, me di cuenta de que sería
imposible subir hasta allí de un salto. Tendría que entrar por otro lado,
así que me fui corriendo a la puerta de entrada. Quizá tenía suerte y se
encontraba abierta.
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Mientras corría, choqué con una piedra, que comparada con
mi tamaño dejaba de ser una simple piedra. Parecía una enorme
montaña, ¡imposible de escalar! Miré a mí alrededor buscando otra
alternativa más fácil y vi un árbol que no era tan alto, así que decidí ir
por ahí.
Comencé a escalarlo. A pesar de todas las ramas pinchosas que
había, seguí resistiendo. Después me encontré con un pajarito que
empezó a picotear mi cabeza con lo cual quedó muy morada. Quise
agarrarlo y él tironeo y le saqué cantidad de plumas. Se puso furioso y
voló a otro nido.
Luego escuché mi nombre y me acordé de que mi familia
estaba adentro de la casa. Yo grité con una voz más finita que la nota
si. Corrí hacia la puerta de servicio y por suerte estaba abierta.
Entonces entré y me choqué con una pata peluda, era de mi gata.
¡Encima ella pensó que yo era un ratón! Lo supe porque movió su
lengua de lado a lado, como relamiéndose.
Me asusté mucho y corrí hasta encontrar mi cuarto donde
podría obtener alguna idea. Pero lo único que encontré fue a mi
hermano, comiendo salchichas asadas y mirando televisión. ¡Era
asqueroso! Pero al mismo tiempo me puse contenta porque significaba
que estaba cerca de mi cuarto. Me di vuelta para seguir huyendo y me
reencontré con mi gata que estaba mirándome fijamente.
Volví a darme vuelta y vi un sillón demasiado grande.
Entonces intenté escalarlo y me escondí en un almohadón. Luego quise
salir y me encontré en mi cuarto. Allí, estaba mi mamá ordenando la
ropa en un canasto. Salté hacia su hombro y de este al canasto.
Buscando la salida encontré una naranja, muy brillante. ¡Era
la naranja mágica! Busqué el poder “pequeñez”, lo volví apretar y
recuperé mi tamaño actual.
Mi mamá vio que algo se agrandaba… ¡era yo! Ella hizo
muchas preguntas y yo le conté toda la historia. Me dijo que era
peligroso jugar con objetos mágicos. En ese mismo instante se me
cayó la naranja y cuando la levanté, noté que tenía grabada la palabra
MORALEJA.
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UN AMOR ARENOSO
Milagros María Messi
Cerca del mar
le gusta despertar.
De él está enamorada
y se siente un hada.
La arena está fría
cuando corre una brisa.
Si es valiente su mar,
se animará a amar.
Al atardecer, el mar
sus olas comienza a entibiar.
Ella no puede soportar
lo bello que es el mar.
No lo deja de mirar
y lo quiere enamorar.
Ella se estremece
si el mar se mece.
ENTRE DOS MUNDOS
María Guadalupe Pereyra Pigerl
En el mundo de las hadas una mamá tuvo una niña llamada
Sol. La pequeña era verdaderamente diferente a todas las hadas porque
en vez de tener alas, tenía una cola de sirena. Esto era una catástrofe
en el mundo de las hadas, porque despreciaban a las criaturas que no
eran como ellas.
Investigaron y analizaron el motivo por el cual de un hada
había salido una sirena como Sol. El padre de la niña contó su versión.
Dijo que cuando era joven una malvada bruja hada lo había hechizado
para castigarlo. La bruja estaba enamorada, pero él no le correspondía,
estaba enamorado desde siempre de la madre de su hija. No aceptó el
amor de la bruja y la rechazó por lo que ella le confirió un conjuro:
- Tu primera hija tendrá cola de pescado y jamás podrá volar.
No pertenecerá a este mundo de hadas.
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Obviamente esta era la causa de tal raro acontecimiento.
Al nacer la niña y ver sus cualidades de sirena, compraron un
gran tanque, para colocarla allí y evitar que se deshidratara. Este
nacimiento causó tal revuelo que llegó a oídos de la Madre Reina de
las hadas.
Ella ordenó a los padres de Sol que la sacaran de ese mundo,
ya que no pertenecía a él y la enviaran al mundo acuático, propio de
las sirenas. La reina amenazó al padre con cortarle la cabeza si no
cumplía con la ley, ya que en su mundo no debía existir una criatura
como esa.
Temerosos los padres se dirigieron inmediatamente al mundo
de las sirenas, pero al llegar fueron recibidos por los guardianes, que
impidieron su paso. Solo dejarían pasar a la niña si tenía las
características adecuadas para ingresar. Ella sí era un ser acuático, pero
no sus padres.
Enojados y preocupados pensaron qué hacer al respecto.
Querían permanecer juntos como una verdadera familia. Entonces se
les ocurrió ir en busca de la que había causado esta injusticia.
Fueron a buscar a la bruja para pedirle ayuda. Tuvieron un
largo viaje hasta llegar a su castillo. Cuando llegaron, se abrió la gran
puerta y el padre se asustó al verla. La bruja estaba muy avejentada.
No la recordaba tan arrugada, canosa y encorvada como la encontraron
en ese momento. Disimulando su temor, el padre explicó la causa de
su visita. Necesitaba que los convirtiera en sirenos a ellos, para poder
estar con su querida hija en el mundo acuático.
La bruja los escuchó impaciente, pero rechazó su pedido. Les
propuso un trato. Los convertiría en seres acuáticos si el padre
permanecía en su castillo, a su lado. Se negaron rotundamente,
enfurecidos por tal pedido. Inesperadamente, luego de un largo
momento de silencio y reflexión, la madre tomó la palabra. Negoció
con la bruja, aceptaría tal propuesta si el padre podría ir a visitarlas
todos los días.
Desde ese momento, madre e hija vivieron bajo el mar. El
padre una vez al día iba a visitarlas. Pero él seguía triste, disconforme
con la situación. Extrañaba demasiado a sus queridas mujeres y quería
vivir con ellas, y no al lado de la vieja bruja, a quien no amaba. Ya
cansado, comenzó a idear un plan.
Una noche el padre concretó su idea. Esperó a que la bruja se
durmiera para levantarse y dirigirse en puntitas de pie hacia el cajón
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mágico de la viejita. Con temor tomó una varita y un libro que
explicaba cómo hacer diferentes conjuros. Leyó rápidamente distintos
hechizos hasta que encontró el que le servía.
Con la varita apuntando a la bruja dijo las palabras indicadas
en el libro y en un segundo la vieja se convirtió en un inofensivo sapo.
El padre tomó al sapito y lo guardó en una cajita.
Entusiasmado se fue corriendo al mundo acuático, pero antes
de entrar arrojó bien lejos la cajita que tenía en la mano. Al
reencontrarse con su mujer y con su hija se abrazaron bien fuerte y
comenzaron a vivir como una verdadera familia, y ya nunca más se
separaron.
¿SOY SIRENA?
Josefina Ratto
Una mañana cualquiera, Florencia se metió en la bañera para
bañarse como siempre lo hacía. Pero esa vez le sucedió algo
inesperado, se cayó de golpe y no pudo levantarse. Se sentía muy
mareada.
Cuando se recuperó un poco, intentó moverse, pero no podía.
Se sentía rara, algo le estaba pasando. No sentía las piernas, buscó
moverlas. No lo logró. Se miró y descubrió que en lugar de sus piernas,
tenía una cola de sirena con escamas y muchos colores.
Como de costumbre, ese día Florencia tenía clases de surf en
la playa y no se las quería perder. Tomó su toalla y se restregó su nueva
cola con ganas. Entonces descubrió que al secarla, recuperaba sus
piernas y volvía a ser ella misma.
Habló con Cande, su mejor amiga y le pidió ayuda. Temía que al
meterse al mar durante sus clases de surf, la cola reapareciera. Cande le
aconsejó que por ese día no fuera y trataran de conocer mejor esto nuevo
que le estaba sucediendo. Decidieron quedarse en casa de Florencia.
Estaban muy tranquilas charlando y tomando sol al borde de la
pileta, cuando risas y gritos las interrumpieron sorpresivamente. Era su
hermana con sus amigas que venían corriendo para tirarse de bomba a
la pileta. Obviamente que las salpicaron.
Florencia salió corriendo para que sus piernas no se
convirtieran en cola. Con ayuda de su amiga, se secó con las sábanas
de su cama que fue lo primero que encontró cuando entró a su cuarto.
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Al día siguiente planearon ir a la playa a una hora en la que no
hubiera nadie, para ver si realmente la cola de sirena aparecía al entrar
en contacto con agua. Cande había ido preparada. Llevaba patas de
rana y un tanque de oxígeno, para resistir el mayor tiempo posible bajo
el mar.
Se zambulleron. Las piernas de Florencia se transformaron en
una cola de sirena. Contentas comenzaron a bajar a las profundidades.
No podían creer lo que veían. Era un paisaje fascinante. Se cruzaron
con peces de todos los tamaños, formas y colores. ¡Espectaculares!
Los delfines las rodeaban, se abrazaban con los pulpos, jugaban
carreras montadas a los caballitos de mar. Las amigas vivieron una
aventura extraordinaria y maravillosa.
Repentinamente Florencia despertó en su bañadera: ¿Había
sido un sueño? ¿Se había desmayado? ¿Había sucedido realmente? No
sabía la respuesta. Se lo preguntaría a su amiga Cande. Salió de la
bañera. Se miró al espejo y sonrió divertida… tenía una flor tras su
oreja. ¡Había sido verdad!
EL HUEVO MÁGICO
María de los Ángeles Romanelli
Un día de vacaciones como cualquiera fui a la playa “Las
rocas “. La llaman así porque hay más rocas que arena.
Me quedé un rato juntando caracoles en un balde de metal. De
repente, vi en el agua algo que llamo mi atención. Me acerqué. Era un
huevo y me lo llevé a casa.
En el taller de mi papá lo investigué y le saqué una capa de
algas que cubría la cáscara. Cuando quité un pedazo aparecieron unos
jeroglíficos dorados. Lo limpié por completo y descubrí que era un
huevo dorado. No entendía lo que decían esas extrañas figuras, pero
enseguida me di cuenta de que eran jeroglíficos egipcios. Lo sabía
porque en el colegio justo estábamos estudiando el tema: la historia de
Egipto y sus características.
En ese momento recordé que estaba en problemas, no quería
estudiar para la prueba de los egipcios que tendría al día siguiente, yo
estaba muy entusiasmada con investigar y analizar mi nuevo objeto.
Al girar la parte superior del huevo, este me absorbió y aparecí
en una ciudad extraña, llena de personas, que para mí, eran extranjeras.
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Estaban todos vestidos con ropas oscuras. Se destacaba un gran
palacio. Supuse que era importante. Fui hasta la puerta y me recibieron
unos fornidos y grandotes guardias. Era el palacio del rey. Cuando me
recibió, le pregunté dónde me encontraba. Estaba en Egipto. A él le
divirtió mi historia y prometió ayudarme. ¡Estudiaríamos juntos para
la lección!
Me llevó a las pirámides, donde se encontraban sepultados
distintos faraones. Me mostró las actividades deportivas típicas como
el arco y flecha, la pesca, la cocina, las batallas, las artesanías y
manualidades. Por último me mostró la historia de la ciudad escrita en
las paredes del palacio.
A la noche organizó una gran cena. Era un banquete exquisito.
En una de las lujosas bandejas había un huevo dorado igualito al que
me había encontrado. Lo giré y aparecí en mi cuarto.
¿Habría sido un sueño? ¿Qué había sucedido? Aún no lo sé.
Será un misterio… pero en la prueba el colegio ¡¡¡obtuve un diez!!!
¡MIS AVENTURAS CON ORFF!
Clara Romero
Era de madrugada. La ciudad estaba desierta. Tras el obelisco,
descubrí una cola verde que rodeaba la base del mismo. Parada frente
al obelisco me pregunté qué ser extraño con cola verde me esperaba
del otro lado. Di algunos pasos y comencé a dar la vuelta… ¡y ahí
estaba! ¡El poderoso dragón de la Montaña Blanca, mi ya conocido
amigo Orff!
Me alegré mucho, ya hacía mucho tiempo que no lo veía.
Pero… ¿qué hacía Orff en una ciudad como esta? Me di cuenta de que
no quería que otras personas lo vieran. No quería que lo capturaran y
lo encerraran en un zoológico.
Había venido para rescatar a su amigo Galluno que había sido
secuestrado por unos brujos. Debía hallar un cofre escondido en esta
ciudad para intercambiarlo por su amigo. Solo lo liberarían si recibían
a cambio este tesoro escondido.
Lo invité a mi casa que queda en un campo. Decidimos ir
volando para no ser vistos. Mientras volábamos me contó que me
necesitaba porque ya me conocía de otras aventuras.
Cuando le dije a mi papá, él se entusiasmó mucho, ya que de
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chico siempre había soñado con tener un dragón de mascota. Como mi
papá era arquitecto, le hizo una casa con ramas, hojas de palmera y
troncos. La cama era de colchones viejos y la almohada de plumas de
aves.
Pasaron los días y no encontrábamos el cofre. Orff comenzaba
a impacientarse.
Una noche me desperté transpirado porque había tenido un
extraño sueño. Había unas personas desconocidas, que para mi eran
indios. Ocultaban un tesoro en un bosque. Lo escondían en un lugar
especial: los árboles formaban un círculo. Sabía que esto me quería
decir algo. Iríamos a buscar al bosque.
Corrí a contárselo a Orff y fuimos hacia ese bosque. Mientras
volábamos, el dragón se distrajo mirando un cartel luminoso y chocó
contra un edificio. Cayó al suelo y aplastó más de veinte autos. Todos
salieron corriendo.
Orff intentó levantarse, pero no pudo porque estaba débil.
Entonces como se sentía muy mal, le dije que caminara hasta llegar a
mi casa y que yo me encargaría de encontrar el cofre. Como era muy
pesado, rompió todo el asfalto a cada paso.
Mientras tanto, yo llegué al lugar del círculo de árboles, pero
no vi ningún cofre. De repente di un paso y sin darme cuenta me caí
en un pozo. Ahí estaba el cofre. Lo agarré y escalé hasta salir de allí.
Volví a mi casa bien rápido para no ser vista por aquellos hombres.
Cuando se lo di a Orff para que lo intercambiara por Galluno,
él ya lo había encontrado y rescatado. No lo podía creer. Me enojé
mucho, tanto esfuerzo para nada. Al menos la plata sirvió para pagar
los daños causados por el dragón en la ciudad. Él me agradeció y
regresó a su hogar.
LA DESAPARICIÓN DE LA TORRE EIFFEL
María Sol Yrimia Obarrio
Hace unos meses en París sucedió algo rarísimo: desapareció
misteriosamente la torre Eiffel. Todo comenzó el 29 de mayo cuando
me llamaron para que me hiciera cargo del famoso caso.
Ese día la torre había sido repintada, le habían dado otra mano
de pintura para dejarla impecable. Obviamente lo primero que se me
ocurrió fue dirigirme a su pintor, Gabriel Palacio. Era un hombre de
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estatura mediana, flaco, morocho y de ojos marrones. Siempre llevaba
su uniforme puesto para no ensuciarse con la pintura.
Cuando lo interrogué, me comentó que había pintado la torre
con la ayuda de otras cinco personas: dos hombres y tres mujeres. Me
contó también que al día siguiente de pintar la torre, esta desapareció.
Le pedí si podía mostrarme el tacho de pintura con que la
había pintado. Era una pintura gris, normal. Una etiqueta del balde
anunciaba que la pintura se secaba solo en una noche.
No entendía qué podría haber sucedido. Nadie podría haberla
trasladado. Algo extraño sucedía y no podía darme cuenta. Decidí ir al
lugar en donde se encontraba la torre. Comencé a recorrerlo en busca
de alguna pista y en eso sentí como si me chocara con una pared. Pero
no había nada enfrente. Volví a intentar seguir mi camino, pero me
choqué nuevamente. Entonces empecé a tocar con mis manos. Era
como tocar la misma torre.
No era posible. ¡No estaba, pero estaba ahí! Seguía estando
ahí, pero invisible. ¿Qué había sucedido?
Se me ocurrió inspeccionar nuevamente el balde de pintura.
Lo observé más detenidamente. Volví a leer la etiqueta “Secado en solo
una noche”. Debajo de la etiqueta se traslucían otras letras. Despegué
la etiqueta y allí estaba la respuesta a la incógnita.
Debajo de la falsa etiqueta había otra que decía: “Secado en
una noche. ¡Cuidado! A veces, vuelve invisible las cosas”. Había
encontrado la respuesta. La torre no había desaparecido, solo se había
vuelto invisible.
Avisé al presidente y él ordenó pintarla con pintura normal.
¡Caso resuelto!
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SEXTO
grado
PROHIBIDO NO LEER
ALUMNOS Y ALUMNAS DE 6º GRADO
VERÓNICA ACUÑA MOYANO
MAESTRA DE PRÁCTICAS DEL LENGUAJE
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EL FARO
Francisco Alves Peña
Lucía, muy atenta, leía las primeras líneas de su primera
novela. Había alquilado con su familia una casa cercana a la playa. Iba
a aprovechar sus vacaciones para terminar su libro. Ella era una
incipiente escritora.
En esa playa, hacía muchos años habían cerrado el faro. Unos
pocos hombres lo recordaban y solo algunos viejos se acordaban del
encargado, que había desaparecido. Su vida había sido un misterio.
Siempre hablaba de su mujer y de sus dos hijas, sin embargo nadie
pudo conocerlas, ni verlas jamás. Con la partida del encargado,
surgieron un montón de aventuras, misterios, temores y mil deseos por
descubrir.
A partir de su desaparición, en el pueblo comenzaron a circular
muchos rumores. Se decía que por allí rondaban fantasmas. No todas
las personas creían en esto, pero muchas tenían miedo de que en
cualquier momento algo pudiera suceder.
Una extraña señora, al parecer, tenía encuentros con estos
fantasmas. Se creía que el espíritu del encargado rondaba por allí y que
el faro estaba encantado.
De repente Lucía, recordó a su único hijo, Frank. Él tenía once
años y mientras pasaba el día solo en la playa, ella trabajaba con sus
escritos. Lucía detuvo la escritura de su libro. Preocupada, gritó su
nombre, pero él no le respondió.
Inquieta, empezó a buscarlo por todas partes, pero jamás
apareció. Su hijo había desaparecido. Llamó a la policía, pero nadie
contestó su llamado.
La mujer levantó la vista y vio a dos mujeres avanzando por la
playa con unos hermosísimos vestidos. Se dio cuenta de que eran
iguales a las señoras del cuadro que estaba colgado al lado de la
ventana del living. Su asombro creció al ver a unos niños corriendo
por los médanos. Creyó que tal vez su hijo se había encontrado con
ellos.
Le dio curiosidad, se abrigó y salió a ver qué estaba
ocurriendo. Tratando de trepar el médano, se dio cuenta de que las
mujeres y los niños se estaban dirigiendo al faro.
Al acercarse vio que uno de los chicos le hacía una señal
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sugiriéndole que los acompañara. Lucía desesperada por encontrar a su
hijo, corrió lo más rápido que pudo pero al llegar se dio cuenta de que
no había nada. Enojada, se fue llorando con la ilusión de encontrar a
su hijo desparecido.
De repente, escuchó una voz diciendo “Mamá”. Parecía ser la
voz de su hijo. La madre, llorando de alegría lo fue a buscar. Enojada
y a la vez feliz, le preguntó por qué se había escapado. Francisco le
respondió que se había ido porque ella no le prestaba atención a él,
sino a su nueva novela.
Lucía se acercó para abrazarlo, pero todo se esfumó. Ella
había perdido la razón.
LAS RUINAS DE HAMELIN
Tomás Barchi Bulló
Hace muchísimos años, una ciudad llamada Hamelin se llenó
de ratas. Por eso sus habitantes fueron a quejarse al alcalde. Él les dijo
que la persona que librara la ciudad recibiría mil monedas de oro. La
noticia pasó de boca en boca hasta que todo el mundo se enteró de lo
que estaba ocurriendo. Venían cazadores de otros lugares, pero nadie
podía terminar con la plaga.
Un día llegó a Hamelin un flautista que con una flauta mágica
tocó una melodía y todas las ratas se fueron al río, donde se ahogaron.
Así acabó con la plaga. El músico fue a reclamar su recompensa al
alcalde de la ciudad, pero solo le dieron diez monedas.
Enojado, tocó y todos dentro de la alcaldía lo siguieron hacía
las montañas. Con su flauta hechizó a la gente. Ya no podrían mentir
ni ser malos, todas las autoridades se transformaron en personas muy
generosas. Hasta el alcalde se convirtió en un buen hombre. Regaló
todo lo que tenía, incluso le dio su título de alcalde al flautista.
Como él no sabía gobernar, en dos semanas, la ciudad estaba
en ruinas, había inseguridad, las calles estaban desprolijas y la gente
disconforme. Entonces todo el mundo abandonó la ciudad y se fue
hacia pueblos cercanos que estaban más organizados.
Arrepentido, el flautista tocó la flauta y reunió a las ratas que
habían sobrevivido. Les ordenó que reconstruyeran la ciudad. Luego,
regresó el título al alcalde, quien lo aceptó y prometió cumplir sus
promesas.
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EL LIBRO
Tobías Bardi
Lucía leía atentamente las primeras líneas de su novela, en el
escritorio de la casa de la playa que había alquilado junto a su familia.
Detuvo su trabajo porque llamaron a la puerta. Como no había
nadie, regresó al escritorio. Allí estaban sus hojas amarillentas y un
libro titulado La casa de la playa. Todo estaba igual, pero a la vez,
diferente. Se acercó sin poder explicar qué estaba sucediendo. Leyó el
nombre del escritor y era igual al de su hijo. No entendía nada.
Asustada, empezó a leer. No entendía mucho por qué le
faltaban páginas al libro y estaba todo roto. Lo guardó en el baúl y trató
de pensar en ello, pero no comprendía. Tomó coraje y lo empezó a leer
nuevamente.
Trataba sobre la vida de su padre. A Lucía esto le llamó mucho
la atención. Desde ese momento, comenzaron a pasar cosas muy
extrañas. Las hojas comenzaron a avanzar rápidamente. Cuando por
fin se detuvieron vio que en esas hojas se narraba su muerte. Estaba
aterrada. Se puso a llorar, no quería leer nada que le recordara la
muerte de su padre.
El hijo se acercó porque escuchó a su madre llorar. Le preguntó
qué le pasaba, pero ella no quiso contestarle, no quería asustarlo.
De repente, comenzaron a escuchar pasos en la cocina. Ellos
se escondieron dentro de un armario, pero cada vez los pasos se
escuchaban más cerca. El hijo comenzó a llorar y la mamá salió del
escondite para ver de quién eran los pasos.
Afuera, se encontró con que la luz se había cortado. Tomó la
linterna que tenía en el cuarto. Cuando la encendió, vio sombras
reflejadas en el espejo. Lucía alumbró el espejo pero la sombra ya no
estaba. Miró por la ventana y vio que los árboles se movían mucho y
las olas eran grandes. Había mucho viento.
Llamó al hijo y le pidió que trajera el libro que había quedado
en su cuarto. Cuando el chico lo fue a buscar, no lo encontró. Había
desaparecido. Lucía lo fue a buscar ayudándose con la linterna. Lo
encontró apoyado sobre la mesa del comedor, abierto. Cuando leyó las
páginas vio que allí decía:
“Hija, no te va a pasar nada. No te quería asustar, solo quería
verte otra vez. Te quiero mucho.
Tu padre”
Al leer esto, Lucía se puso a llorar y abrazó a su hijo.
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EL VIEJO DEL BALDÍO
Matías Blaquier
Era primavera y hacía calor. Había flores en todas partes.
Como la mayoría de las tardes se dirigieron hacia las plazoletas de la
avenida. Esa tarde soleada, Nicolás, Matías y Manuel, unos chicos de
doce años, salían del colegio. Pasarían a buscar a Ralf, el perro de
Matías para llevarlo a pasear.
Cuando llegaron a la casa, le pusieron el collar y la soga al
perro. Por supuesto, ya sabían que debían dar la vuelta para evitar el
baldío de la esquina porque allí había una casa de madera, muy pobre
y chiquita, que parecía abandonada. Pero todos los vecinos creían que
alguien vivía allí, porque a la noche se escuchaban ruidos y chillidos y
se veía movimiento en el pastizal.
Los chicos salieron a la calle con el perro. De la casa de
madera salía un exquisito olor a carne jugosa. Ralf hizo fuerza para
escaparse de las manos de Nicolás e ir hacia el olor. Como el chico no
lo tenía bien agarrado, al perro le fue muy fácil escaparse.
Fue corriendo por la vereda asustando a la gente con los
ladridos. Los chicos lo perseguían corriendo. Al llegar a la esquina, el
perro se embarró con un charco y luego, dobló. Los chicos lo perdieron
de vista. Dejaron de oír los ladridos.
Cuando llegaron a la esquina, siguieron las huellas que los
llevaban hasta el pastizal. Sin pensarlo, se metieron al terreno baldío
y se encontraron con un sendero de pasto aplastado que había marcado
Ralf. Lo siguieron corriendo y llegaron a la casa.
Allí vieron a un anciano acariciando al perro y dándole de
comer un pedazo de carne y de tomar. La apariencia del anciano era
espantosa y la de la casa también. Pero no parecía malo, sino un señor
amable.
Los invitó a que pasaran a su casa y los chicos, muy asustados,
lo hicieron. La casita por dentro era vieja y con cosas rotas. El techo se
iba cayendo de a poco. Los chicos le ofrecieron al señor ayudarlo a
reparar su casa y regalarle algunas cosas para que viviera mejor.
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LA LEYENDA DE LAS CALAVERAS
Tomás Cloppet
Unos arqueólogos argentinos viajaron a Guatemala para
investigar la cultura maya en las ruinas de Piedras Negras. Querían
encontrar piezas de los mayas para que el museo en el que trabajaban
fuera más interesante.
Se quedaron trabajando y excavando unas semanas y
encontraron en un templo, muy profundo, debajo de la tierra, unas
calaveras negras.
Cuando las vieron de ese color, pensaron en limpiarlas. Pero
cuando lo hicieron, no lograron quitarle lo negro. Entonces
investigaron con sus herramientas arqueológicas si en la zona había
carbón, pero no.
Los indígenas pensaban que las calaveras eran negras porque
provenían de los dioses y que daban buena suerte a quien las protegía.
Uno de los arqueólogos comenzó a dudar porque analizaron un
pedacito de hueso en la computadora y esta no logró reconocerlo como
un hueso humano.
Regresaron a Buenos Aires y en el aeropuerto, un hombre cayó
encima del equipaje de uno de los arqueólogos y se rompieron todas
las cosas que había dentro, menos las calaveras. Tenían que ir a una
reunión y el tráfico impidió que llegaran a tiempo. Cuando entraron al
museo, descubrieron que ninguno tenía la billetera. Esto siguió y uno
de los arqueólogos empezó a sospechar que las calaveras les traían
mala suerte porque las habían desenterrado y las habían dejado sin
protección.
Las investigaron más todavía con otros arqueólogos y todos
llegaron a la conclusión de que no provenían de nada humano. Como
la mala suerte no los dejaba vivir, los arqueólogos tomaron un vuelo a
Guatemala y volvieron a envolverlas en mantas y las enterraron en el
mismo lugar en el que las habían sacado.
Inmediatamente después de salir de ese lugar, comenzaron a
tener buena suerte por protegerlas.
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LA DIFERENCIA NO ES MALA
Juan Cusi
Era primavera y como la mayoría de las tardes se dirigían
hacía la plaza de la avenida. Esa tarde, cuando los chicos salían de la
biblioteca pasarían a buscar a Martín. Por supuesto, ya sabían que
deberían dar la vuelta para evitar el baldío de la esquina. Al hacerlo, se
encontraron con un grupo de chicos de otro barrio, sentados en la
vereda. Les tuvieron mucho miedo, porque estaban mal vestidos y
tirados en la calle. Parecían provenir de un barrio humilde.
Cuando caminaron al lado de este grupo, los chicos pasaron de
largo muy asustados, pero no les hicieron nada.
Al día siguiente tuvieron que hacer el mismo recorrido rumbo
a la biblioteca. Se encontraron en el mismo lugar con el mismo grupo
de chicos. Martín y sus amigos otra vez sintieron miedo. Pensaban que
les podían hacer daño o robarles. No estaban acostumbrados a ver
gente nueva con ese aspecto en su barrio.
Al lado de Martín pasó un hombre que le robó el celular. Uno
de los chicos se levantó y le avisó a Martín que no se había dado
cuenta. El grupo de jóvenes que estaba en la plaza empezó a perseguir
al ladrón. Parecían no temerle.
Después de correrlo por un buen rato, uno de ellos, sin ningún
miedo, lo atrapó y le devolvió el celular a Martín que estaba feliz de
haberlo recuperado.
Martín le agradeció mucho por haberlo ayudado y se dio
cuenta de que no eran chicos malos, si no personas que no tenían lo
necesario para vivir. A los pocos minutos se organizó un partido de
fútbol en la plaza. Los chicos se mezclaron para conocerse mejor.
A partir de ese día, Martín aprendió que todo no es lo que parece
y que se podía ser amigos de personas que sean o se vistan diferente.
MIS VACACIONES
Facundo de Anchorena
Yo me divertí en las vacaciones
porque había muchos juegos
y conocí nuevos animales
que me parecían un sueño.
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Fui a un acuario muy grande
donde pude tocar un delfín.
Al principio me daba miedo,
pero después me hizo reír.
Visité el parque de Mickey
donde había muchos muñecos.
El castillo era gigante
como los que hay en los cuentos.
Por la ciudad estuvimos paseando
con mis papás muy contentos.
Llegó la hora de volver
y nos pusimos tristes por el regreso.
PERDIDOS EN EL BOSQUE
Guillermo de Elizalde
Hace dos años en la Patagonia ocurrió algo muy interesante.
En el sur de la Argentina era la época de las ballenas. Muchos turistas
habían ido allí para ver ese espectáculo. El organizador los dividió en
cinco grupos. Tres grupos fueron a verlas, uno al hotel para ir a las
actividades el día siguiente y el último grupo fue a investigar al
bosque.
El organizador le dijo a este grupo que a las 15 horas
retornaran al hotel para hacer otra actividad. Ese grupo, ya en el
bosque, preguntó la hora y como ya eran las 14. 50, decidió volver
pero... ¡nadie sabía cómo regresar!
Por suerte, uno tenía una brújula. Como pensaban que el hotel
estaba en el norte, fueron hacia allí. Caminaron una hora y media, y
cuando estaban a punto de caerse del cansancio, escucharon el sonido
de una cascada. El sonido los guió a ella. Al llegar, miraron para abajo.
¡Era increíble! ¡Había una especie de escalera de piedras!
Bajaron a investigar qué podría haber. Siguieron caminando y
poco después encontraron unas ramas que tapaban el camino.
Afortunadamente, uno del grupo había llevado una navaja y con ella
las cortó. No mucho después, oyeron pasos.
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De repente, todos sintieron un olor espantoso y se desmayaron.
Despertaron en medio de un pueblo. A su alrededor estaban los últimos
tehuelches existentes. Ellos los miraban con caras de asombro.
Al principio, querían irse porque los trataban mal, pero al
pasar los días los tehuelches comenzaron a acercarse más a ellos y les
enseñaron sus costumbres. Con el paso de los días, fueron
relacionándose cada vez más.
Una noche de luna llena, todos los indígenas se sentaron en un
círculo. Uno de ellos prendió una fogata. Todos empezaron a gritar y
saltar hasta que otro indígena salió de una tienda. El grupo de turistas
pensó que era el cacique. Poco después se acercó con un líquido
viscoso con el cual les tocó las caras y les dijo en un idioma extraño
que ya eran tehuelches.
Los hombres se sintieron muy orgullosos de pertenecer a la
comunidad.
Los otros grupos de turistas que habían ido a buscarlos, vieron
todo e idearon un plan para sacarlos de allí. Todos sacaron espejos para
distraer a los tehuelches con los reflejos. Estos salieron corriendo, pero
regresaron sin nada porque no pudieron alcanzar las cosas brillantes.
Como si fuera poco, también habían perdido a los nuevos miembros
de su comunidad.
Pero ellos les contaron a sus compañeros el vínculo que habían
establecido con la comunidad aborigen y regresaron en son de paz.
EL ROBO DE LA CARTERA
Francisco Ferro
Reunidos bajo el balcón de la casona, cinco chicos se
refugiaban del fuerte sol del mediodía. Ellos eran amigos del barrio y
muchas veces se juntaban allí para conversar.
De pronto divisaron en la otra esquina a unos ladrones que
acababan de asaltar a una señora y salían corriendo. Ella estaba muy
asustada y pedía ayuda. Los chicos, con curiosidad, fueron a ver qué
pasaba.
Cuando ya estaban muy cerca, solamente Santiago se animó a
acercarse y preguntarle si estaba bien. La señora se lo agradeció y le
dijo que los ladrones se habían ido con su cartera hacia la derecha. Le
contó que en ella llevaba su billetera y documentos.
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Santiago y los chicos fueron en la misma dirección que habían
huido los ladrones. Dos cuadras después, los vieron esconderse en una
fábrica abandonada. Solamente Santiago se animó a entrar, el resto
tuvo miedo.
La fábrica era grande y estaba toda cubierta de polvo. Allí
había muchos barriles y en algunos de estos estaban escondidos los
ladrones. El chico sentía un poco de miedo, pero igual se acercó.
Detrás de un barril se encontraba la cartera de la señora. Santiago la
tomó.
Los ladrones escucharon ruidos y decidieron salir a investigar.
Santiago rápidamente se ocultó adentro de uno de los barriles y los
ladrones, como no lo vieron, se fueron de la fábrica.
Un rato después, el joven le devolvió la cartera a la señora y le
dio algunos consejos para cuidarse. Ella se los agradeció mucho. Santi
regresó con sus amigos y les dijo que estaba bien.
LOS HOMBRES AMBICIOSOS
Santiago Filgueira
Hace mucho tiempo un grupo de turistas visitó el Parque Cerro
de los Leones. En ese grupo había dos científicos en busca de agua con
poderes curativos. Su deseo era ser reconocidos mundialmente por su
descubrimiento. Eran ambiciosos y deseaban fama y poder.
Mientras realizaban la visita, estos dos científicos se desviaron
del recorrido que seguía el grupo, sin que nadie se diera cuenta. Ellos
se dirigieron hacia el río porque desde allí seguirían nuevas pistas.
Se habían enterado de la existencia del agua curativa a través
de una leyenda que hablaba de un grupo de conquistadores españoles
que la habían buscado. Según cuenta la historia la habían hallado en
una gruta que quedaba en las profundidades de un bosque.
Ellos creían que en esa leyenda había algo de verdad. Esos
hombres se habían perdido en el bosque y nunca más se supo de ellos.
Historias que pasaban de boca en boca entre los aborígenes decían que
el bosque los había tomado prisioneros.
Ahora, los científicos habían encontrado pistas para llegar al
lugar y lo estaban haciendo. De pronto vieron que el paisaje cercano a
la orilla del río cambiaba y se volvía rocoso. Uno de los hombres, al
pisar una piedra suelta, se resbaló y cayó. Su tobillo se había cortado.
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Se encontraron sin saber cómo con una ciudad precolombina. El lugar
parecía detenido en el tiempo, las casas estaban construidas con barro
y los techos con paja. Las calles eran de tierra y la vegetación cubría
gran parte del terreno.
Unos hombres jóvenes, vestidos con pieles de animales
aparecieron. En sus manos, llevaban lanzas y boleadoras. Los científicos
estaban aterrados, pensaban que los iban a atrapar y hacerles daño.
Pero los hombres se acercaron, señalando el tobillo herido. El
hombre no comprendía lo que estaba sucediendo. De repente, uno de
los aborígenes, apareció con una vasija con agua. La colocó sobre la
lastimadura y a los pocos segundos ésta sanó. Los científicos estaban
muy sorprendidos. El agua curativa realmente funcionaba.
No solo descubrieron que la leyenda era cierta, sino también
que estos hombres eran buenas personas. Pero los científicos eran tan
ambiciosos que igual decidieron llevarse el agua para ser reconocidos
y hacerse famosos.
Cuando se estaban por ir con muestras de la sustancia curativa,
el bosque misteriosamente los atrapó con sus ramas. Nada más se supo
de ellos.
EL MISTERIO DEL FARO
Felipe Giudice
Lucía era una mujer joven a la que le encantaba leer historias
fantásticas. Era muy solitaria. Todos los días iba a leer a la biblioteca
pública y una de esas tardes, encontró un libro llamado El misterio del
faro. Lo pidió prestado y se fue.
Cuando llegó a su casa, comenzó a leerlo con interés. En la
novela había muchos personajes, pero la atrapó el de un viejo que
cuidaba un faro en una costa desierta.
Lucía interrumpió su lectura porque alguien golpeó su puerta.
Miró por la mirilla y como no había nadie, regresó al sillón del living
para seguir leyendo. Entonces vio que encima del libro, había otro con
hojas amarillas, titulado La casa de la playa.
Lucía se asustó. Pensó que había alguien en su casa y revisó
todo rincón. Regresó al living y miró la tapa del libro. Le llamó la
atención el nombre del autor porque era uno de sus favoritos y no era
común encontrar gente que se llamara así. Abrió el libro y comenzó a
leer la dedicatoria del autor a su madre…
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Se sintió mareada. El nombre y el apellido de la mamá del
autor eran los suyos. Buscó la biografía del escritor en la solapa del
libro y… faltaban diez años para su nacimiento… Creyó que era un
sueño y fue a mojarse la cara.
La mujer se miró en el espejo y entonces, apareció el viejo del
faro. Lucía quiso huir corriendo pero la puerta estaba cerrada. El viejo
le pidió que lo llevara de regreso a la costa a través del espejo y le
mostró el lugar.
Lucía se preguntó a sí misma qué estaba pasando. Buscó en
Internet el faro que le había mostrado el viejo y vio que era cierto que
existía. Decidió ir y llevar el espejo como el viejo le había pedido.
Cuando llegó al faro, vio que allí había una persona, un
muchacho joven. Se enamoraron a primera vista. Lucía dejó el espejo
junto al faro y se fue con él caminando. Diez años después, nació su hijo.
EL PREJUICIO
Bernardo Gulmanelli
Era viernes por la tarde, alrededor de las dos. Salí a comprar
unos cereales, leche y algunas medialunas para tomar el té. Todos
estaban durmiendo, hasta la calle parecía dormida. Solo estaba yo,
unos chicos hablando en la vereda y una señora.
Apenas salí, me di cuenta de que alguien me seguía. Era esa
señora, muy diferente, vestida de negro y blanco. Yo no le di mucha
importancia y seguí caminando. Estaba regresando a casa cuando
descubrí que continuaba siguiéndome. Fui a decirle que se detuviera.
Éramos tan diferentes. Yo me preguntaba por qué me seguía y qué
quería.
Como continuaba persiguiéndome, salí corriendo hacia mi
casa. Ella me gritaba pero yo no le entendía nada. Parecía como si me
quisiera devolver algo. Aceleré el paso hasta que llegué a mi hogar,
¡sano y salvo!
Al día siguiente, la señora tocó el timbre de mi casa y habló
con mi mamá. Me quería devolver mi celular. Se me había caído. Yo
nunca me había dado cuenta.
La invitamos a tomar algo y me disculpé por el modo en que
la había tratado. Después de compartir un café, la acompañé hasta su
casa.
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EL FLAUTISTA
Mateo Guzmán García Bouzá
Hamelin era una ciudad muy tranquila, alegre y llena de
felicidad. Hasta que un día fue invadida por ratas feas e inmundas.
Algo estaba claro: no iba a ser fácil sacarlas. Intentaron echarlas de
muchas formas: con queso envenenado, tramperas de hierro y hasta un
río de queso pegajoso. Pero nada funcionaba.
Hasta que un día apareció un hombre de aspecto extraño. Era
un joven alto, de vestimenta pobre, pero que tenía algo muy especial:
poseía una flauta de oro con un brillo hipnótico y unos extraños
adornos. Él aseguraba que solo con el sonido de su flauta se desharían
de la plaga. El alcalde, entre risas, le dijo burlón que si cumplían lo
prometido, le otorgarían cien mil monedas de oro.
El flautista comenzó a tocar con su flauta una melodía extraña
y las ratas empezaron a brillar y a seguirlo hasta un río, que fue su
perdición.
Al volver victorioso, el flautista reclamó su recompensa, pero
el alcalde avaro y orgulloso, le dio solo diez monedas y lo expulsó a
la calle.
La noche era fría y el flautista estaba furioso. Entonces
empezó a tocar, sin darse cuenta de lo que hacía, una melodía alegre y
estridente. Al día siguiente, el flautista, dispuesto a irse de esa ciudad
que lo había rechazado, juntó su equipaje. Cuando estaba por
marcharse, observó algo muy raro. Todos se acercaban para entregarle
objetos de valor: monedas, joyas y hasta los títulos de sus propiedades.
El flautista introdujo su mano en el bolsillo y tocó algo raro, parecido
a la gelatina de color violeta, que había capturado todos los
sentimientos negativos del pueblo.
El flautista lanzó el objeto mágico bien lejos, lo mas lejos que
pudo, para que nadie pudiera encontrarlo. Después de unos días, el
flautista ya era el hombre más rico del mundo entero y al asomarse por
la ventana de su palacio, vio que los hombres, mujeres y niños dormían
en las calles. Todos estaban incómodos y con frío. Entonces, el
flautista sintió lástima.
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EL AGUA CON PODERES CURATIVOS
Tomás Raúl Hoerth Alconada
En las oscuridades de un bosque de Bariloche se encontraron
cuevas con pinturas rupestres de los mapuches. Lo más sorprendente
de estas eran tres raras calaveras de color negro.
Ese mismo año, el alemán Martín Stekelenburg y el francés
Alou Touloulan, dos reconocidos científicos, estaban en busca de agua
con poderes curativos.
Alou vio en las noticias que en Argentina se habían encontrado
cuevas indígenas con estas misteriosas calaveras y se lo comentó a su
colega. Los dos decidieron ir hasta allí en busca del agua milagrosa. En
sus largos años de búsqueda de este elemento, ellos habían descubierto
que los mapuches podrían poseerla. Era un agua transparente y dulce
que tenía el poder de curar todo tipo de heridas.
Por desgracia, un descendiente de los pueblos indígenas había
querido hacer lo mismo que ellos. Por coincidencia, los tres sacaron
boletos para visitar las cuevas a la misma hora, en la misma excursión.
Llegado el momento de ingresar a estas, los científicos
creyeron ver una cara familiar con rasgos de indígena. Era Alí
Caruchá, un aborigen que peleaba por sus derechos y por eso era
conocido mundialmente.
El indígena se alejó del grupo de la excursión y Martín lo
siguió. En el camino, Alí sintió que alguien lo seguía y en la oscuridad
pudo ver su cara. Pero de repente alguien le dio un golpe por la espalda
y se desmayó. Había sido Martín, que había encontrado una piedra en
el bosque y para detenerlo, lo golpeó.
Sin darse cuenta, también se había cortado con el filo de la
piedra, pero esto no le importó y siguió con su camino. En el camino
encontró una fuente de agua, sumergió su mano ensangrentada para
lavar la herida y por fortuna se curó. Sacó un frasco que llevaba en su
mochila y tomó una muestra del agua de esta fuente. Se la llevó a su
amigo y para verificar si era cierto, Alou también se cortó el dedo.
Pero esta vez, el agua no sanó su herida.
El científico alemán concluyó que para que tuviera un efecto
sanador, debía haber mucha agua. Con permiso, Alou demolió casi
toda la cueva y con una máquina sacó gran parte del agua que había
allí. Pero cuando quedaba solo tierra en el lugar, sucedió algo
inesperado: la tierra comenzó a deslumbrar.
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Martín se sacó la curita de su dedo, tomó un frasco y le puso
tierra y agua. Metió el dedo y este se curó por completo.
Así fue como descubrieron que el secreto estaba en la mezcla
del agua con la tierra de ese lugar. Los dos científicos fueron
premiados por su descubrimiento. Al poco tiempo, la mezcla curativa
comenzó a venderse en todas las farmacias.
LOS CIENTÍFICOS Y EL AGUA CON PODERES
Marcos María Irigaray
En 1990 unos científicos querían investigar sobre el agua con
poderes curativos. Años atrás habían descubierto la existencia de un
agua que sanaba cualquier enfermedad. Por lo que sabían, una tribu en
Tucumán la tenía.
Uno de ellos se llamaba Albert y era descendiente de un
pueblo indígena. Él los conduciría hasta el lugar.
Los científicos se fueron de expedición para a encontrar el
agua con poderes. Mientras recorrían el lugar, se cruzaron con un
pueblo todo con carpas. Parecía una tribu. Entraron a investigar.
Allí estaba un señor, que parecía ser un cacique. Él daba
órdenes a los demás aborígenes, era el líder. Los científicos fueron para
hablar con él. Querían saber si los podía ayudar a hallar el agua. Por la
información que tenían, ya estaban cerca de encontrarla.
Pero el cacique no les dijo nada, los miraba en silencio. Los
científicos prometieron irse apenas consiguieran un poco del agua y le
dejarían a cambio algo valioso, lo que él quisiera. El hombre aceptó y
los acompañó hasta la fuente con la condición de que solo podían
probarla. No debían sacarla de ahí, ya que era sagrada.
Mientras caminaban por el bosque, el cacique les contó los
poderes que tenía y para que servía. Ellos lo escuchaban muy
entusiasmados. Luego de tres horas de caminar, llegaron hasta la
fuente. El lugar estaba muy escondido. Los hombres agarraron agua,
Albert se animó y la bebió. A los pocos minutos se empezó a sentir
mejor que nunca, más fuerte y joven.
Tomaron muestras, mientras uno de ellos se encargaba de
distraer al cacique. Pero este empezó a sospechar de que algo raro
estaba pasando y los maldijo. Dijo unas palabras en un extraño
idioma mirando fijo a los científicos. Inmediatamente comenzaron a
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caerse al piso, debilitándose. Así el cacique les quitó el agua que
habían tomado como prueba y se escapó.
Después de un tiempo, los científicos se levantaron. No
reconocían el paisaje ni recordaban lo que había sucedido. Habían
perdido la memoria y todos sus conocimientos. Extrañados, se alejaron
del lugar.
Desde ese día, el cacique cuidó del agua con poderes.
EL SECUESTRO
Agustín Lupano
Me llamo Agustín, soy soltero y dentista. En el ranking ATP
soy el número diez.
Yo vivía en una casa en las afueras de la ciudad. Una tarde fui
a comprar carne a un supermercado cercano a una villa. Siembre iba
allí porque tenían mejores precios.
En el camino vi a una persona despeinada, que no paraba de
escupir. Me generó mucho miedo porque tenía aspecto de ladrón. Él se
me acercaba todo el tiempo, como si me quisiera decir algo. Como no
sabía el porqué, lo esquivaba disimuladamente.
De repente apareció detrás de mí una persona alta y de tez
blanca, que me golpeó con algo duro y me metió en su auto, donde me
ató. Estaba asustado y dolorido. Al final, quien me había pegado no
era aquel hombre del que yo tanto había desconfiado.
El auto arrancó y me llevó a las afueras de la ciudad. A una
casa donde estaban los prófugos más buscados del país. Cuando
llegué, todos me miraron amenazantes. La casa era vieja y tenebrosa,
tenía un aspecto de sucia. Me dejaron en un rincón, atado y sin comida.
Estaba muy asustado.
A la noche, mientras todos dormían, apareció Carlos, así se
llamaba el hombre de rasgos oscuros al que yo había temido.
Silenciosamente, me desató y me liberó. Le pregunté por qué me había
ayudado y me dijo que él no era una mala persona y que muchas
veces, las apariencias engañan.
Me había querido avisar que unos hombres me estaban
persiguiendo, pero no se atrevió a acercarse más porque sintió que yo
le tenía miedo. Entonces, siguió al auto en el que me habían
secuestrado y así me encontró.
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Al final, el hombre del que había desconfiado por su aspecto,
era una excelente persona.
Sin hacer ruidos, nos fuimos por la ventana y caminamos por
largas horas, hasta llegar a una comisaría. Les dijimos dónde estaba la
casa de los prófugos y los policías los detuvieron. Los ladrones juraron
que se vengarían.
Carlos y yo nos hicimos grandes amigos y él me acompañó a
todos los torneos de tenis.
LA DESCONFIANZA
Matías Mariani
Yo vivía en una calle oscura. En la esquina de mi casa siempre
pasaba un hombre mal vestido. Cada vez que lo veía, sentía
desconfianza porque parecía venir de la villa. Todos le temían y creían
que era responsable del robo de la semana pasada en el Banco.
Una tarde estaba caminando cerca de mí, cuando se le cayó
algo de la mano. Yo no sabía si levantárselo o seguir de largo como si
no hubiera ocurrido nada. Pero cuando vi su cara de soledad y tristeza,
sentí mucha lástima por él y entonces, me agaché y lo levanté. Era un
reloj viejo.
Él pensó que se lo iba a robar y empezó a gritarme.
Inmediatamente se lo di. Me pidió perdón y me agradeció. Me quedé
hablando con él. Me contó sobre su vida, por qué estaba solo en la
calle y cómo había pedido a su familia. Descubrí que era una buena
persona, muy sufrida. Me sentí mal por haberlo discriminado.
En los días siguientes seguimos conversando. Veía que la
gente del barrio le temía y pensé qué podía hacer para que confiaran en
él y lo conocieran. Les dije a todos que era bueno pero nadie me hizo
caso.
Un día soleado, estábamos caminando por el barrio. Una
anciana pasaba por ahí cuando un camión a toda marcha casi la
atropella. Mi amigo empezó a correr y empujó a la señora, evitando
que el camión la pisara. Le salvó la vida. La anciana le agradeció y
todos lo felicitaron.
Hoy en día todos saludan a mi amigo con respeto.
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CAMBIO DE COLEGIO
Manuel Peón Amar
Una noche mis padres
me contaron un problema:
me cambiaban de colegio.
La noticia recibí
y muy triste me sentí.
Inquieto y enojado,
a mi cuarto me fui
y allí me quedé,
pensando en el problema
hasta que por fin me dormí.
Llegué al nuevo colegio
con mucha curiosidad
y miedo a la soledad.
Con esperanza quería
encontrar nuevos amigos.
Unos chicos me recibieron.
Querían jugar conmigo.
Me dijeron sus nombres
y me chocaron las manos.
Nos hicimos amigos.
Así nos conocimos
y ahora somos muy unidos.
Con confianza compartimos
siempre juntos
todo lo divertido.
GANAR UN TORNEO Y UN AMIGO
Hernán Pérez Demaría
Agustín jugaba al tenis desde los siete años. Le gustaba tanto
jugar que no le importaba si ganaba o perdía. A los trece años se federó
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y le pusieron un entrenador porque jugaba muy bien y los padres
decidieron que participara en torneos importantes.
El entrenador era muy competitivo y lo entrenaba hasta el
máximo para que mejorara mucho cada día. Y así fue. Agustín a los
dieciocho años empezó a representar a su país.
En un torneo de tenis doble en la ciudad de Buenos Aires,
debía competir contra España. Las parejas serían sorteadas. Agustín
era uno de los mejores entre todos los jugadores y no le preocupaba
con quién formaría pareja porque sabía que con cualquiera se iba a
divertir y a esforzar por ganar. Sin embargo, también sabía que con
Luis no quería jugar. Siempre que la pelota iba alta tiraba un smash
matador, pero no sabía perder y cuando eso sucedía rompía las
raquetas y las tiraba al piso.
Desafortunadamente para Agustín, le tocó en el sorteo jugar
con Luis. Como era un buen jugador, decidió que no le importarían las
reacciones de su compañero.
En la primera ronda, el primer partido fue muy difícil. Cada
vez que perdían un game, Agustín se acercaba a Luis e intentaba
tranquilizarlo hablándole. Ganaron con lo justo.
Luego, cada vez les resultó más fácil vencer a sus
contrincantes. Luis se empezó a ver más relajado y tranquilo y eso lo
hacía jugar mejor.
Hasta que llegaron a la semifinal. Fue un partido complicado.
Los dos ya estaban muy cansados y estaban perdiendo por mucho.
Agustín le dijo a su compañero que no importaba perder, pero que
igual tenían que poner todo el esfuerzo posible.
A partir de entonces, empezaron a ganar. Estaban en el tercer
set, iban seis a seis, cuando Agustín logró meter un globito y ¡ganaron
la semifinal!
Llegaron a la final. También iban perdiendo por muchos tantos
cuando Luis le dijo a Agustín que no importaba perder, pero que igual
tenían que poner todo el esfuerzo posible. Luis reconoció sus palabras
y se puso contento.
Ganaron el campeonato por poco, pero lo más importante es
que se hicieron amigos.
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LA LEYENDA DEL MONO DE ORO
Lucio Francisco Raggio
En el Parque Cerro de Tigres, en Centroamérica, se creía que
en el interior de una montaña ubicada allí, había una estatua grande y
pesada, de un mono hecho de oro puro. Se creía también que
antiguamente en la zona del parque había muchos tigres sueltos y que
la estatua pertenecía a los mayas. Ellos la habían ocultado allí porque
sabían que su pueblo iba a desaparecer.
Un grupo de turistas que visitaba el parque quería descubrir si
era verdad o no la leyenda de la estatua. Uno de los turistas había
comprado un viejo mapa en un local de antigüedades y se lo mostró al
guía para que lo llevara allí. El mapa decía en un idioma antiguo que
el que encontrara la estatua tendría buena suerte, pero quien intentara
sacarla tendría que superar muchas trampas peligrosas.
Los turistas estaban convencidos de que iban a poder superar
las trampas y el guía aceptó.
Cuando ingresaron a la montaña por un túnel que encontraron
donde indicaba el mapa, el hueco se cerró. Entonces, fueron por un
camino y cuando llegaron al final vieron la tumba de un cacique. La
abrieron y hallaron un cuerpo sosteniendo un mono de oro.
Descubrieron entonces que no era tan grande y pesado.
Pensaron que si lograban sacar la estatua, la puerta se abriría
otra vez. Pero en vez de abrirse, se cerró y abrió otra. Una trampa tras
otra tuvieron que esquivar.
Cuando lograron salir, uno quedó atrapado en la montaña. Era
el que había comprado el mapa.
En vez de vender el mono de oro, decidieron regresarlo a la
montaña para salvar al turista que había quedado encerrado. Cuando
este logró salir vivo, prometió que nunca más buscaría tesoros en una
montaña.
EL ANTIGUO PUEBLO TEHUELCHE
Justo Serra
Nahuel, un descendiente de tehuelches, se infiltró en un grupo
de turistas. Él pensaba que las calaveras negras pertenecían a su pueblo
porque eran huesos de sus antepasados.
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Mientras recorría la ciudad, se chocó con un turista. El señor,
muy amablemente, le pidió disculpas y le ofreció ir a tomar un café.
Nahuel se apartó del grupo, aceptó y fueron a la cafetería que estaba
en la esquina de la calle donde se encontraban.
Charlaron y charlaron mientras tomaban café. Sebastián, el
turista, pensaba distinto al aborigen sobre las calaveras negras. Decía
que estas pertenecían a quien las encontrara, pero a medida de que la
charla avanzaba se hicieron amigos y empezó a pensar como Nahuel.
Así fue como comenzaron una aventura para encontrarlas.
Sebastián entró en su casa con Nahuel y tomó algunas armas
para protegerse de cualquier peligro que hubiera en el camino. Fueron
a las afueras de la ciudad y Nahuel se acostó en el piso y comenzó a
golpearlo mientras se arrastraba. Al golpearlo no se escuchaba nada,
pero de repente, se oyó el ruido de un metal hueco. El tehuelche abrió
una alcantarilla y se metió. Sebastián empezó a seguirlo. Cuando se
terminó el túnel, subieron a la superficie y se encontraron a 90km. de
Rawson, la ciudad donde se habían conocido.
Ya estaba anocheciendo y no podían seguir caminando.
Entonces se echaron a descansar. Al despertar Sebastián notó que
Nahuel no estaba. Se levantó y sin darse cuenta tocó una piedra y una
red lo atrapó. Entonces llegó el tehuelche y con un cuchillo cortó la
red. Sebastián, impactado, agradeció y siguieron su largo camino.
Desconocían quienes habían puesto la trampa. Al entrar en un
bosque, se sentaron a comer pan y tomar agua que Sebastián había
traído de su casa. Luego, al escuchar un ruido miraron hacia la
montaña y vieron una manada de lobos enfurecidos porque habían
entrado en su territorio. Ellos corrieron perseguidos por los animales
salvajes. Llegaron a una catarata que caía a un lago y saltaron.
Los lobos ya no los podían seguir. Al anochecer se detuvieron
a comer pero se dieron cuenta de que ya no tenían la comida.
Seguramente la habían perdido en el lago. Se aliviaron al ver un
pequeño ciervo, entonces Sebastián, silenciosamente, sacó un arma y
lo mató. Prendieron una fogata, lo cocinaron y lo comieron.
Al día siguiente, luego de caminar varias horas, se encontraron
con unas enormes escaleras y al final de las escaleras, la cueva de las
calaveras. Subieron las escaleras corriendo y cada vez que pisaban un
escalón, este se caía. Cuando ingresaron a la cueva, miraron hacia atrás
y vieron toda la escalera derrumbada.
Dieron unos pasos dentro de la cueva, pisaron un pequeño
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escalón que casi no se veía, y miles de flechas salieron disparadas de
las paredes hacia ellos, pero lograron tirarse al piso a tiempo y
esquivarlas. Entonces, miraron para todos lados y las vieron. Las
calaveras negras estaban allí.
Las agarraron y la cueva comenzó a derrumbarse. Corrieron
hacia fuera y saltaron porque no había escaleras. Ya en el exterior,
decidieron darle las calaveras a sus verdaderos dueños, el pueblo
tehuelche. Entonces fueron al pueblo que estaba a pocos minutos de
viaje y se las entregaron.
MIS VACACIONES DE VERANO
Lucas José Serra
En enero voy a ir a Miramar
y lo voy a pasar genial.
Me voy a alejar de la ciudad
porque a una playa voy a veranear.
Allí conoceré gente nueva
y jugaré al fútbol a la luz del sol,
nadaré como un pez entre las olas
y armaré castillos en la suave arena.
En las vacaciones siento
que soy libre y estoy relajado
porque terminaron las clases
y puedo jugar, correr y nadar.
En las vacaciones de verano
soy más alegre y más divertido
porque no tengo que hacer tareas
y estoy más tiempo con mis primos y mis amigos.
UN ROBO EN EL SUBTE
Nicolás Sosa Reboyras
Salí de mi trabajo a las 16 horas y regresé a mi casa en subte
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porque el colectivo estaba lleno. La estación estaba vacía. Cuando vino
el subte, subí tratando de encontrar un asiento. Entonces, encontré dos
lugares vacíos, uno al lado de un hombre de aspecto desprolijo y sucio,
y otro al lado de un señor bien vestido. Elegí sentarme al lado de ese
señor.
De repente, sentí que alguien me estaba revisando el bolsillo,
donde se encontraba mi billetera y, al mismo tiempo, en el otro empezó
a sonar mi celular. Atendí el celular y me puse a charlar. Mientras
tanto, el señor de buen aspecto que estaba sentado al lado mío, se
levantó y fue hasta la puerta con una billetera parecida a la mía
asomando por el bolsillo.
Traté de detenerlo pero las puertas se cerraron. En la próxima
estación me bajé y me fui a mi casa.
Al día siguiente, volvía del trabajo en subte y me encontré de
nuevo con el hombre que pensé que me había robado la billetera. Con
mucha valentía me animé a decírselo y él quiso huir, pero lo pude
alcanzar porque ese hombre desprolijo del que desconfiaba lo agarró.
Le revisé el bolsillo y todavía tenía mi billetera, entonces lo
llevé a la comisaría con la ayuda del otro hombre.
MI FAMILIA
Marcos Tarasido
Mi familia es muy numerosa.
Entre todos, somos nueve.
Tengo seis hermanas
y una gran diferencia de edad.
Mis hermanas me tratan con generosidad
y tenemos una gran amistad.
Las mayores me ayudan en las tareas
y estudian conmigo para las pruebas.
Con la menor, jugamos y reímos,
y juntos nos divertimos
porque en nuestra familia
somos los más chiquitos.
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Mis papás son pacientes,
pero como todos los padres,
se enojan con nosotros
cuando no hacemos caso.
Mi mamá cocina mucho,
prepara dulces y panes.
Nosotros la observamos
y la admiramos.
Mi papá me lleva al club
y me ve cuando hago deportes.
Y cuando hago algo malo,
me da consejos que me ayudan.
En mi familia hay mucha unión
y también discusiones y peleas
pero tenemos una buena relación
porque el enojo no nos dura un montón.
LA CASA DE LA PLAYA
Rafael Nicolás Trozzo
Lucía, una escritora, estaba leyendo su novela en el escritorio
de la casa de la playa que había alquilado con su familia:
“Hace mucho tiempo dejaron de oírse en el poblado las quejas
por el cierre del faro. Solamente algunos ancianos recordaban la
partida del último encargado y ocupante de la casa de la playa. Siempre
mencionaba a su mujer y a sus hijos, sin embargo se fue solo.
Cuando este partió, todos sus secretos se tornaron misterios y
se pudieron escuchar historias que interesaron a mucha gente, por
mucho tiempo.
Esa tarde, sus amigos llegaban en bici al médano que habían
elegido como mirador…”
Lucía detuvo su lectura, ya que llamaron a la puerta. Como no
había nadie, regresó, pero todo estaba distinto. Miró su libro y
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descubrió algo extraño. Su obra estaba escrita por su hijo de cinco
años, no por ella.
No entendía nada. Se preguntaba cómo había ocurrido eso.
Dio un vistazo hacia todos lados para asegurarse de que todas las otras
cosas estuvieran como antes y cuando se miró en el espejo, no se vio
reflejada en él. En su lugar aparecía una imagen de alguien muy
parecido a su hijo, pero más grande. Estaba segura de que era su hijo.
Tenía los mismos ojos y postura. Al verlo moverse, vio que hacía con
las manos, el gesto que lo caracterizaba.
Cuando volteó, lo vio en el escritorio escribiendo el libro.
Confundida, lo primero que hizo fue hablarle, pero él parecía no
escucharla.
Preocupada, subió a su alcoba y se encontró con ella misma
envejecida, hablando sola. Lucía no entendía nada, salió a la calle.
Descubrió que toda la gente que conocía, había envejecido. Hizo todo
lo posible por llamar la atención, pero nadie parecía verla.
De repente, se encontró de nuevo en su escritorio. Todo había
vuelto a la normalidad, pero sentía que todo lo que había pasado había
sido aunque nunca supo la razón de su viaje al futuro.
NADIE ES PERFECTO
Elina Blaquier
Una tarde soleada de invierno, cinco amigos paseaban por la
vereda. Luego de caminar cinco cuadras, uno de los chicos, a lo lejos,
en la esquina de la calle de enfrente, vio una casa abandonada. Era
enorme y descuidada. El jardín se veía con el pasto largo y había bolsas
de basura sin recoger.
Los chicos dando pasos muy pequeños, comenzaron a
acercarse con mucha intriga. Al llegar a la puerta de la casa, decidieron
entrar. Pasaron un largo tiempo recorriendo el lugar, que al parecer
estaba solitario. Las paredes eran grises y desprolijas. No tenían un
solo cuadro ni adorno.
A medida que daban un paso, escuchaban un ¡crash! El ruido
lo causaban restos de pintura seca y hojas. En los pisos había basura
que también crujía al pisarla.
De repente escucharon la voz ronca de un hombre. Cada vez
se escuchaba más fuerte. Uno de los niños tropezó y se lastimó el
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tobillo derecho, impidiéndole pararse y caminar. Todos se detuvieron
para ayudarlo.
En un momento, la voz calló. Los cinco amigos, asustados,
comenzaron a sentir pasos…. ¡crash! ¡crash! Aterrorizados se tomaron
de las manos. Había una sombra detrás de ellos que cada vez se
acercaba más.
Un hombre los tomó por las espaldas, los agarró y los ató. Los
chicos gritaron y patalearon. Pedían que los soltaran. Cada vez tenían
más miedo.
Los cinco niños miraron hacía la derecha y vieron que allí
había un niño que padecía de una extraña enfermedad. Estaba
paralizado en una silla de ruedas. El niño parecía vivir allí encerrado,
lejos de la gente.
Los amigos atrapados lo miraron fijamente. El niño, con los
ojos, les señaló algo. Era una tijera. Rama, uno de los chicos, estiró su
pie derecho y la empujó hacia uno de sus amigos. Él la tomó y cortó la
soga que los ataba.
Lentamente se acercaron al niño para agradecerle. Él les contó
que vivía allí encerrado porque su papá no quería que la gente lo
discriminara.
De repente apareció el padre, conmovido y emocionado al ver
que su hijo por primera vez conversaba con chicos de su edad y no era
lastimado. Se quedó absorto.
Entonces, el padre comprendió que no todos discriminaban,
que aunque su hijo tuviera una enfermedad, podía tener amigos y ser
tratado como uno más. Desde ese día, abrió las puertas de su casa para
recibir a los nuevos amigos de su hijo.
EL REENCUENTRO
Alexia Bledel
A Francisco lo habían robado y adoptado desde muy chico. Él
desconocía esto y vivía con quien creía que era su madre.
Una tarde de un viernes, bajo el sol tibio del invierno, cinco
chicos conversaban en una esquina. Entre ellos, estaba Francisco.
Cuando fue de regreso a su casa, sin que se diera cuenta, un
señor y una señora lo persiguieron. Eran sus papás, buscándolo.
Ellos habían conseguido información, pero no sabían con
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seguridad si se trataba o no de su hijo. Durante años, luego de que la
policía hubiera fracasado en la búsqueda de su hijo desaparecido, los
papás continuaron investigando. Y así habían obtenido algunos datos.
Ahora tenían una nueva pista y estaban intentando ver si era su
hijo. Lo persiguieron hasta su casa y muy cuidadosamente entraron
por la puerta de atrás para que no los descubrieran. Revisaron y
encontraron una foto de bebé que coincidía con la que ellos tenían en
su casa.
Flor, la mujer que lo había robado, los vio desde el cuarto de
Francisco. Asustada, llamó a la policía, ya que no sabía que se trataba
de los padres de su hijo. Mientras tanto, estos trataban de encontrar al
chico para decirle la verdad. Pero él no les creyó y con mucha bronca
los echó de la casa.
Cuando llegó la policía, se los llevaron a la comisaría para
saber qué era lo que estaba ocurriendo. Francisco comenzó a pensar
que esto podía ser cierto. Él no tenía ninguna foto de cuando era bebé
y su madre nunca le había contado cómo era de chiquito, ni cómo
había nacido. Siempre había tenido una extraña sensación.
Finalmente, los dos sospechosos fueron liberados, pero se
inició un juicio para averiguar al respecto.
Todo se empezó a complicar. Francisco empezó a pensar y
buscar si era cierto lo que le habían dicho. Durante el juicio, él
consiguió el domicilio de quienes decían ser sus padres y fue hasta allí
para investigar. La puerta estaba cerrada, pero una de las ventanas
estaba abierta. Entró y encontró fotos de sus primeros años. Enseguida
se reconoció.
Fue al juicio y las mostró. Sus verdaderos padres fueron
absueltos y la mujer que lo había raptado quedó presa por haber robado
un bebé. Con el tiempo, Francisco fue conociendo a sus padres hasta
lograr una linda relación.
LA CASA DE LA PLAYA
Mercedes Cabral
Lucía leía detenidamente las primeras líneas de su libro, en el
escritorio de la casa de la playa que había alquilado junto con su
familia.
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“Como años atrás el faro había cerrado, ya no se escuchaban
más quejas. El último encargado había huido solo, misteriosamente y
eso fue lo que hizo despertar por la zona tantas dudas e inquietar a los
vecinos.
Esa tarde, un grupo de chicos se dirigían hacía los médanos en
bicicleta.”
Lucía detuvo su trabajo debido a que llamaron a su puerta.
Como no había nadie, volvió a su escritorio donde encontró un libro
que antes no había visto allí. Se titulaba La casa de la playa y el autor
tenía el nombre de su hijo, quien había muerto hacía unos años.
Entonces levantó la vista y el espejo reflejó al encargado del
faro con el mismo libro que ella tenía en la mano. Lucía lo abrió y
comenzó a leerlo. Le llamó la atención el dibujo que el libro tenía en
la tapa. Parecía ser la playa que había enfrente de la casa que había
alquilado con su familia para pasar el verano.
Sintió unas cosquillas. Comenzó a leerlo. Allí contaba todos
los misterios del faro y la extraña desaparición del cuidador. Esa
historia parecía transcurrir en esa misma playa. Lucía miró por la
ventana y vio a unos chicos, que luego de su descanso, se dirigían
hacia el faro. Siguió leyendo y se sorprendió al ver que el libro
describía la misma escena. Era muy extraño porque todo lo que
sucedía en la playa estaba escrito en esas páginas. Guardó el libro y se
dirigió hacía el faro para terminar con sus dudas. Mientras caminaba
por la orilla del mar, leía el libro para averiguar más sobre aquel
misterio.
Cuando llegó al faro, se encontró con la puerta abierta y el
candado roto. Dentro de ese tenebroso lugar se escuchaban voces de
chicos que pedían auxilio. Lucía subió a la torre.
Al llegar arriba, encontró a los chicos encerrados y cuando
quiso abrir la puerta, él apareció. Era el cuidador del faro. Lo
reconoció enseguida. Entonces le pidió respuestas: dónde había estado,
por qué se había ido y por qué había encerrado a esos chicos.
Él le explicó que no tenía malas intenciones, solo quería un
poco de compañía. Le contó que siempre se había imaginado una
esposa y dos hijas, pero al darse cuenta de que no las tendría jamás,
salió en busca de alguien que lo acompañara. Como pasaban los años
y no conocía a nadie, sintió algo muy fuerte y los secuestró. La
soledad lo estaba volviendo loco.
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El hombre conmovió a Lucía. Ella lo comprendió y le
prometió que todos los días iría a visitarlo siempre y cuando se quedara
en el faro e hiciera su trabajo. Él aceptó.
Lucía regresó a su casa, abrió nuevamente el libro y se dio
cuenta de que el nombre de su hijo no aparecía más ahí. Pensó que tal
vez esta sería una señal que le mandaba su hijo para que ayudara a ese
pobre hombre. Así fue como Lucía pudo terminar su libro, visitando
cotidianamente al cuidador.
EL HOMBRE EXTRAÑO
Candelaria Cazenave
Tres chicos volvían de la escuela, hablando sobre un señor que
vivía cerca de su barrio. El hombre era un viejo muy conocido por su
vida solitaria, su piel arrugada y su extraña forma de vestir. Tenía
costumbres distintas que eran vistas como raras. Su ropa era de
distintos colores y tenía modales extraños. También era muy fuerte,
tenía unos enormes músculos y un cuerpo muy grande.
La tarde avanzaba y los niños continuaban hablando. Se
mantenían muy interesados charlando hasta que de repente vieron que
un enorme camión doblaba muy rápido. Uno de ellos no tuvo tiempo
para correr y el vehículo lo atropelló.
El niño estaba completamente atascado, era imposible sacarlo
de debajo del auto. Se acercó un montón de gente que desesperada no
se animaba a sacarlo. El chico estaba realmente muy asustado.
De repente, el hombre extraño del barrio se acercó al tumulto
de gente e hizo mucha fuerza hasta que logró sacar al niño.
Después de ver este maravilloso rescate, el barrio entero quedó
sorprendido. Luego de unos días, el extraño empezó a tener confianza
con la gente y a relacionarse.
Desde entonces, el hombre fue respetado y las personas
supieron que aquel señor raro era una muy buena persona.
AMIGO O ENEMIGO
Delfina Díaz Alberdi
Tocó el timbre y salimos todos al recreo. Yo siempre jugaba
con Marcos y Martín, pero esta vez, ellos habían faltado.
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No sabía con quién jugar. La única opción era Juan, el chico al
que todos temían porque decían que lastimaba a los demás y era
grandote y bastante feo.
Pero yo preferí estar solo que ir con Juan. No pensaba ir con
los nerds del grado. Ellos siempre jugaban a cosas aburridísimas, la
mayoría de las veces jugaban a la rayuela, uno de los juegos más
aburridos que conozco. Así que me quedé sentado todo el recreo...
Cuando tocó el timbre para irnos a casa, salimos todos
alborotados. Sin querer empujé a Juan. Muy asustado, salí corriendo
muy rápido porque pensé que me iba a hacer algo.
De tanto correr llegué a un callejón. Pensé que ya lo había
perdido, cuando apareció Juan con cara de amargado. Aterrorizado, le
pedí que no me hiciera nada. Él se me acercó y como tenía tanto
miedo, lo esquivé y salí corriendo. Iba tan rápido que me tropecé con
una roca, Juan se acercó a mí, me ayudó y me pidió que no le temiera.
Se ofreció a curar mi herida, yo estaba muy agradecido, pero aún tenía
un poco de miedo.
Le conté todo lo que me habían dicho acerca de él y me
prometió que nunca le haría daño a nadie. Me dijo que todos esos eran
rumores. Yo le creí y al fin y al cabo, Juan terminó siendo uno de mis
mejores amigos.
PREJUICIO
Dolores Fernández Ocampo
Un día soleado, unos chicos con mucho poder económico se
juntaron en la plaza como todos los días así de hermosos. A ellos les
encantaba andar en karting y jugar a la pelota. Los fines de semana solían
irse a sus campos y allí jugar a la mancha y hacer carreras en pony.
Luego de un rato de jugar, aparecieron unos chicos con feas,
viejas y rotas vestiduras. Al verlos, sintieron miedo. Les daba la
sensación de que los miraban fijos y que susurraban en secreto sobre
ellos. Creían por prejuicio que los lastimarían o robarían.
Cuando notaron que no tenían malas intenciones, se animaron
y se acercaron. Les preguntaron cómo se llamaban y ellos,
tímidamente, les contestaron. Uno de los chicos, Lionel, con miedo les
preguntó por qué se vestían así. El más grande les dijo que no todos
tenían la suerte de tener dinero y poder vestir esas lindas ropas.
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Los chicos los entendieron y enseguida se pusieron a
conversar y a reír. Les dijeron que se tenían que ir rápidamente, porque
ya iba a oscurecer, pero decidieron dividirse en dos grupos e ir de
visitas a sus casas.
Un grupo fue a la casa de Jonathan. Él tenía mucho dinero y
vivía en una casona. Cuando sus padres vieron a los invitados de su
hijo, se pusieron locos, no lo podían creer. Su madre estaba preocupada
por lo que dirían sus amigas del té de los lunes cuando se enterasen.
En cambio los padres de Noel, uno de los niños de familia
humilde, actuaron diferente. Cuando vieron las nuevas amistades de su
hijo quisieron sacar ventaja. Querían que se hicieran muy amigos para
poder robarles. Pero Noel no quería saber nada con esta idea.
Los dos grupos de amigos decidieron que continuarían con su
amistad, a pesar de lo que sus padres pensaran. Descubrieron que
compartían muchas cosas.
ANDÁ DESPACIO… ¿VISTE QUE TENÍA RAZÓN?
Clara Imbrosciano
Un día Nacho, un chico de veinte años, iba a sacar el registro
junto con sus amigos. No se sentía seguro porque tenía miedo de
chocar o que ocurriera algo muy peligroso.
Les contó sus miedos a sus amigos y ellos empezaron a reírse
de él y a decirle que era un miedoso. Por eso, se sentía muy enojado
y triste; pero a la vez, seguía con miedos y desconfiado. Sentía que el
miedo lo estaba comiendo por dentro y no sabía qué hacer.
Igual decidió ir a sacar el registro. Sus amigos le decían que él
manejaba muy despacio, pero igual logró aprobar el examen y obtener
el registro de conductor. Se sentía muy feliz.
Días después, Hugo, uno de los amigos, lo invitó al cine. Los
dos se fueron en el auto. Hugo iba muy rápido. Nacho le pedía que
manejara más despacio, pero no lo escuchaba. Así fue como chocaron.
El amigo se dio cuenta de que tenía razón, pero no sabía como
disculparse. Entonces le pidió perdón y Nacho aceptó sus disculpas
aconsejándole que pensara en el daño que podría haber ocasionado.
Semanas después, Hugo y Nacho salieron a manejar. Esta
vez, el que manejaba muy despacio era Hugo. Entonces Nacho le hizo
chistes y, en broma, le dijo que condujese más rápido y que no fuera
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tan desconfiado. Hugo se rió, tomó confianza y aceleró. Pero nunca
más manejó en forma descuidada.
EL POZO
Merceditas Juri
Bautista, un chico de unos once años, se encontró con cuatro
amigos el viernes por la tarde, bajo un árbol de un barrio cerrado.
Uno de ellos, Tomás, abandonó la sombra del árbol para ir a
buscar un vaso de agua a su casa. Cuando regresó, vio que en la plaza
había mucha gente y que, cada vez, se iban acumulando más personas.
Al acercarse, vio que había un pozo. Pensó en decirles a sus amigos,
pero le dio curiosidad y se acercó aún más. Entonces, se cayó en el
pozo. La gente se acercó enseguida, pero ninguno lo podía sacar. Era
muy profundo.
Bautista y sus amigos empezaron a preguntarse dónde estaba
Tomás. Se preocuparon tanto que cuando salieron de la sombra del
árbol a ellos también les dio curiosidad ver tanta gente reunida en la
plaza.
Entonces se acercaron y lo vieron en el pozo. Bautista no sabía
qué hacer. Una de las personas que estaba allí les aconsejó que
llamaran a sus padres. Él fue a la casa de su amigo para avisarles lo que
había ocurrido, pero allí no había nadie.
Un hombre llamó a la policía y un rato después llegó un
patrullero, atrás de un camión de bomberos. Más atrás, venía un chico
de quince años que se llamaba Ezequiel e iba al mismo colegio que
ellos. Todos le tenían mucho miedo, en especial Tomás. Él se creía
superior al resto por ser más grande.
El adolescente era quien había cavado el pozo. Ezequiel era
muy malo con los chicos, pero si había gente, se hacía el bueno.
Tomás gritando, le preguntó cómo podía salir de allí. Pero él
no le respondió. A los pocos minutos, Ezequiel se arrepintió y le dijo
que podía salir con unas piedras que él había dejado ahí, en un costado.
Así fue como Tomás pudo trepar y salir. Esa misma noche,
los chicos junto con Ezequiel, acordaron que no les iban a contar a sus
padres lo que había pasado.
El pozo fue rellenado con tierra y ahí arriba pusieron juegos,
como si nunca hubiera pasado nada.
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UNA GRAN AVENTURA
Sol López del Carril
Un viernes a la tarde, cinco chicos conversaban en la esquina
y justo llegó Matías, un amigo de ellos. Él les propuso jugar a las
escondidas. Se podían esconder en cualquier lado, menos en la casa de
Pepita, la bruja del barrio. A ella la consideraban mala porque siempre
estaba mal vestida y tenía un aspecto sucio. Su casa era fea y el pasto
de su jardín estaba siempre seco y lleno de gatos. Ella parecía ser una
persona solitaria, no tenía amigos, ni dientes. Por eso todos la llamaban
“la bruja del barrio”.
Todos votaron para que contara Carlitos, que era el más
miedoso del grupo. Como el tenía mucho miedo, los chicos se fueron
a esconder a la casa de la bruja, a propósito.
Cuando entraron a la casa, todos sintieron miedo pero
quisieron asustar a Carlitos. Se escondieron detrás de un árbol y vieron
que algo salía. ¡Era la vieja que iba a regar sus plantas! Pepita los vio,
sacó su escoba y los empezó a correr. Ella pensó que le estaban
robando.
Los chicos empezaron a correr. Tenían miedo de que les
hiciera daño. Carlitos escuchó los gritos y salió a buscarlos. Cuando
los vio corriendo con Pepita detrás, quiso acercarse y explicarle que
ellos eran buenos y que solo estaban jugando. Mientras los chicos
huían, Carlitos disimuladamente se escondió detrás de una planta y
cuando ella no lo veía, entró en la casa.
Vio que ella tenía flores y fotos de su familia. Era un lugar
muy agradable y cálido. Nunca se hubiera imaginando que el hogar de
la bruja del barrio era así. Todo estaba decorado y prolijo. Cuando
salió de la casa sin que Pepita lo notara, fue con sus amigos y les
contó lo que había visto.
Sus amigos sorprendidos, le pidieron perdón a Carlitos por
haber querido asustarlo. Él los perdonó, pero les pidió que también se
disculparan con Pepita.
Los chicos aceptaron y fueron a disculparse. Ella, contenta,
los invitó a tomar el té en su casa. Todos tomaron el té allí y
descubrieron que Pepita no era una bruja sino alguien muy amable y
agradable.
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UNA EXTRAÑA AVENTURA
Clara Martin Valerga
Todos los años hacemos una obra de teatro y siempre a mí me
eligen como protagonista. Pero este año algo cambió.
Un chico nuevo entró y los profesores se emocionaron de lo
bien que actuaba. Yo estaba celoso, nunca me había pasado. Además
me habían dado el peor personaje, era como si fuera un árbol que se
quedaba toda la obra parado.
Los maestros, después de muchos días, se dieron cuenta de que
mi personaje estaba mal. Yo hablaba despacio y enojado. Pensaron qué
podían hacer conmigo. Todos mis compañeros querían que el nuevo
amigo fuera el protagonista, ya estaban hartos de que siempre ocupara
yo ese lugar.
Al final del ensayo, me quise ir. Mientras me retiraba, me
gritaban “¡Cobarde!”. Me fui tapándome los oídos. Lo único que
conseguí fue una obra de los más grandes.
Cuando llegué, miré la lista de los chicos que iban a actuar.
Miré bien… y estaba anotado el chico nuevo. No lo podía creer. Pensé
que él podía sacarme el personaje protagónico otra vez, pero también
que quizá se había anotado por compasión.
Al otro día, llegamos a la clase y vi al chico, que me llamó. Me
pregunté para qué sería. Fui y me dijo que se había anotado para que
yo participara en la obra principal y también me dijo que me había
dejado el personaje.
Yo le di un abrazo y me di cuenta de que él no era malo. Solo
era que actuaba muy bien y que capaz yo también le había hecho lo
mismo a los otros chicos.
SABER PERDONAR
Inés Mircoli Geuze
Tiziana estaba triste a la hora del té.
Sola, lloraba desconsolada.
De tanto llorar, su cara angustiada
parecía una flor morada.
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Las finas lágrimas de Tiziana
se derramaban sobre la taza de té.
Su mejor amiga la había traicionado
y se sentía decepcionada.
Le había contado un secreto
y ella no lo guardó.
Tiziana ya no podría confiar
en ella nunca jamás.
El teléfono sonó.
Tiziana llorando contestó.
Era su amiga pidiendo disculpas
y Tiziana reflexionó y la perdonó.
LAS TRES CALAVERAS NEGRAS
Malena Moss
Un grupo de turistas que venían de diferentes países visitó el
Parque Cerro Leones. Allí recorrieron cavernas, lagos y montañas.
Entre ellos se encontraban unos alemanes que creían que las
calaveras pertenecían a antiguos germanos que habían llegado a
América antes que los españoles. Supuestamente, ellos habían llegado
por casualidad a este continente, cuando estas tierras aún no habían
sido descubiertas. Eran antiguos comerciantes que deseaban conseguir
esclavos en África, pero se les había roto la brújula, se desorientaron y
comenzaron a navegar sin rumbo por el océano Atlántico.
Luego de una gran tormenta naufragaron en las costas de la
Patagonia. Un aborigen tehuelche los encontró, se sorprendió al ver a
estos hombres de cabellos claros y extrañas vestimentas y los llevó a
su tribu. Entonces el médico brujo curó sus heridas. Los blancos se
sintieron muy agradecidos y descubrieron que estas personas sabían
organizarse y que, a diferencia de ellos, no tenían esclavos. Decidieron
renunciar al comercio de esclavos y quedarse a vivir en la Patagonia.
Ellos aprendieron muchas cosas de los aborígenes y, a la vez, les
enseñaron muchas otras. Al pasar los años, cuando murieron los
germanos, la tribu los enterró con tristeza en una gran caverna.
Todos los turistas visitaron lo más importante de esa zona, hasta
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que un extraño turista alemán les pidió visitar la caverna cercana al
mar. Lo que el guía y el grupo no sabían era que les habían pedido ir
hasta ese lugar para desenterrar las calaveras negras y llevarlas a un
museo. Así, no solo les darían mucho dinero sino que los honrarían en
su país pues con esa prueba, demostrarían que los alemanes habían
descubierto América y no los españoles.
El guía aceptó la invitación y todos juntos visitaron la caverna.
En ella había muchas cosas escritas en las paredes. De repente un
turista estadounidense se resbaló y empujó una roca enorme que tapó
la salida. Así fue como todo el grupo se quedó encerrado en la caverna.
Muchos estaban asustados y propusieron empujar la roca a ver si
lograban sacarla. Mientras, los alemanes buscaban desesperados las
calaveras.
Al levantar la vista, observaron con atención los gráficos que
había en las paredes. Se dieron cuenta de que ahí estaban dibujados los
germanos en su barco. Allí estaban enterrados esos hombres que
habían sido tan importantes para los tehuelches. Pero al desenterrar e
investigar los cuerpos vieron que pertenecían a España y no a
Alemania, como ellos creían.
Los turistas se decepcionaron mucho. Habían estado
estudiando el tema, habían hecho grandes viajes para descubrir que
estaban equivocados. Finalmente, con tristeza partieron a su país.
LAS TRES CALAVERAS
María Mercedes Ordoñez
Un grupo de turistas visitó el parque “Cerro leones”. Entre
ellos había dos personas, una de ellas parecía ser el jefe. Ellos habían
ido a la excursión para buscar las calaveras negras. Creían que estas
pertenecían a tres antiguos líderes de su grupo que tenían poderes
psíquicos. Pensaban que en poco tiempo, el mundo se acabaría por el
calentamiento global y la contaminación. Los glaciares del sur se
derretirían y la Patagonia desaparecería por una gran inundación. Para
evitar esto, debían encontrar las tres calaveras. En ellas habría un
mensaje que diría cómo salvar al mundo.
Dentro del grupo de turistas, había unos científicos que decían
que no había que tocarlas, que debían dejar todo como estaba, ya que
eran peligrosas. Pero ellos continuaron con su plan.
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Como no querían que nadie los descubriera, se mezclaron con
turistas. En una de las visitas, se separaron del grupo para ingresar al
lugar donde estaban las misteriosas calaveras. Con la ayuda de unos
arqueólogos, lograron descifrar el código que estaba detrás de ellas.
Tenían que dirigirse a una montaña y allí debían encontrar dos
elementos que los guiaran hasta un lugar sagrado. Entonces, escalaron
la montaña y buscaron hasta que encontraron los elementos.
Cuando se estaban acercando más al lugar, apareció el otro
grupo que se oponía a que tomasen las calaveras. Ellos creían que era
peligroso tocarlas, ya que eran muy misteriosas y podrían provocar que
el mundo se acabase o alguna catástrofe.
Comenzaron a enfrentarse y a discutir. Pero los que creían que
en pocos segundos se acabaría todo convencieron al resto.
De repente el cielo se puso negro, las nubes comenzaron a
moverse muy rápido y el viento sopló muy fuerte. La tierra se empezó
a levantar y en el agua de los lagos se formó un remolino.
Los turistas comenzaron a correr porque el suelo se movía
cada vez más. Pero ellos no dejaron de correr hasta que encontraron el
lugar sagrado. Era una cueva llena de piedras y una luz enfocaba las
tres calaveras. Estas estaban apoyadas arriba de una piedra grande. Al
principio sintieron miedo de tocarlas, pero si esperaban un segundo
más, el mundo se acabaría.
Los arqueólogos tomaron coraje y las agarraron. Al tocarlas, el
cielo se despejó y el viento se calmó. El mundo volvió a la normalidad.
DIVERSIÓN EN EL MAR
Juana Oyenard
Mientras viajo en mi auto
miro por la ventana
y cuando veo la playa
recuerdo buenos momentos.
Apenas llego a la playa
¡no me aguanto la emoción!
Salgo corriendo del auto
y ¡de cabeza a la diversión!
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Rápidamente bajo los bolsos
y siento la frescura del mar,
y salgo de la casa
lista para jugar.
Corro al mar emocionada
a empaparme con el agua.
Mojada de punta a punta,
me siento feliz y entusiasmada.
Y así termina mi historia
con mucha alegría y diversión.
Al final del verano con tristeza
al mar le doy un abrazo.
LA NOVELA
Amparo Romero
Lucía leía y releía una y otra vez su novela. Para ella era
interesante, ya que trataba sobre una leyenda del pueblo donde vivía y
había crecido. Allí había una extraña historia sobre un faro y su
cuidador, quien nunca dejaba de mencionar a sus hijos. Había llegado
al pueblo en una noche de tormenta totalmente solo y nadie conocía a
su familia.
Pero las tres veces que Lucía había llevado su novela a la
editorial, no se la habían aceptado. Creían que la historia no era muy
original y por lo tanto no se venderían muchos ejemplares.
Ya cansada porque se había quedado reescribiendo toda la
noche, decidió recostarse para despejar su mente. Luego de un rato,
miró por la ventana y vio a dos hermosas jóvenes con vaporosos
vestidos caminando por la playa. Al mirarlas detenidamente, se asustó
ya que eran las mismas mujeres que estaban pintadas en un cuadro que
estaba en la casa que había alquilado. Recordó también, que la persona
que le había mostrado la casa, le había contado que las jóvenes
retratadas eran las hijas del hombre del faro.
Confundida, miró por la ventana y vio que unos niños corrían
hacia los médanos. De repente, se dio cuenta de que ella también había
entrado mágicamente en la novela. Miró a su alrededor y vio que
estaba en esa playa que tan familiar le resultaba.
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Comenzó a perseguirlos, pero algo la inquietaba, algo que no
había pensado: ella no había terminado la novela. ¿Qué pasaría con la
historia?
Entonces vio con asombro y desesperación que los niños,
personajes de su novela, comenzaban a desaparecer, uno por uno.
Pensó que las jóvenes también se desvanecerían, pero no. Ellas
seguían caminando por la orilla. Decidió tomar coraje y acercarse para
hablar con ellas. Pero al alcanzarlas, desaparecieron.
Desesperada, Lucía corrió y corrió hacía el faro. La puerta
tenía un candado roto, por lo tanto pudo entrar sin problemas. Adentro,
lo encontró todo desordenado, recogió del piso un papel amarrillo que
le llamó mucho la atención. Al leerlo, descubrió que narraba la vida del
hombre del faro. Contaba cómo el misterioso hombre había perdido a
sus hijas.
Un día, mientras él estaba trabajando como carpintero en un
pueblo cerca de una playa, vio que se desataba una fuerte tormenta en
el mar. El cielo se tornó negro y el viento comenzó a soplar levantando
arena. Las olas se hacían cada vez más grandes.
Se preocupó ya que sus dos pequeñas hijitas estaban jugando
en la orilla. Corrió hacía ellas, pero al llegar descubrió que el mar se
las había arrebatado. Nunca más encontraron los cuerpos de las niñas.
Meses mas tarde, en una noche de lluvia, llegó el hombre que
había perdido a sus dos hijas y se instaló en el faro. Se cree que el
hombre desde el faro, todas las noches las buscaba.
Entonces Lucía encontró allí lo que supuso que era un
escritorio y unos papeles en blanco. Empezó a escribir su novela
basándose en el papel que había encontrado. Cuando escribió “Fin”,
todo volvió a la normalidad y ella apareció en su casa, con unos
papeles en su mano que más tarde serían los borradores de su exitosa
novela.
ENAMORADOS ESTAMOS
Fátima Uribelarrea
Por la pradera caminamos
felices y contentos
demostrando nuestro amor
por todo el universo.
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No sé si él soñaba,
no sé si él dormía;
pero yo solo pensaba
en él porque lo quería.
Cuando se despertaba
de su largo soñar,
caminábamos juntos
por el mar sin parar.
Hoy vamos de la mano,
a cualquier lado.
Nuestro amor es más fuerte
que una lluvia ardiente.
UN COMPAÑERO NUEVO
Juana Zubeldía
Una mañana, en un colegio de Junín, entró un chico nuevo a la
clase de quinto grado y se enamoró a primera vista de Mariana. El
nombre de ese chico flaco, tímido y desordenado, era José.
En el laboratorio de Ciencias Naturales, tenían que hacer un
proyecto de a pares. A José le tocó trabajar con Mariana como
compañera. Después fueron todos a la clase de teatro y para hacer la
obra, también le tocó actuar con ella.
Esa misma tarde fue a la casa de su compañera para hacer el
trabajo de Naturales y ver el guión de la obra de teatro. Después de
terminar la tarea, fueron a tomar un helado y a pasear. Así, de a poco
se fueron haciendo mejores amigos. Ella se dio cuenta de que él era
una buena persona.
Cuando hubo que llevar el proyecto al laboratorio del colegio,
Javier un compañero del grado, rompió el trabajo, culpando a José. La
maestra al ver el proyecto completamente destruido, se sorprendió.
Llamó a Mariana y le preguntó qué había ocurrido.
Mariana pensaba que todo había sido culpa de José porque
todos sus compañeros le decían que no tenía que confiar en los nuevos.
Desde ese día, Mariana se enojó muchísimo con él y nunca más se
acercó para hablarle.
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José se acordó de que en el laboratorio había una cámara, se
paró sobre un banco y sacó la cinta. Fue a su casa y tranquilo vio el
video. Así descubrió que el culpable de todo había sido Javier.
Al día siguiente, buscó a su maestra de Naturales y en la clase
de computación le mostró el video. La maestra llamó a Mariana y
también se lo mostró.
A partir de ese día, Mariana y José fueron otra vez amigos y
junto con sus madres salían a almorzar. A Javier lo llevaron a hablar
con el director del colegio y le pusieron una mala nota. En su proyecto
obtuvo un cero como calificación.
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SÉPTIMO
grado
S.O.S. EXCESO DE IMAGINACIÓN
ALUMNOS Y ALUMNAS DE 7° GRADO
MARÍA VICTORIA PITALUGA
MAESTRA DE PRÁCTICAS DEL LENGUAJE
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EL MISTERIO DE LAS NOTAS MUSICALES
Nicolás Abraham Luján
Martín Cabagán, un hombre de unos cuarenta años, tenía una
gran pasión por la música. Trabajaba de guardia nocturno en un teatro.
Una noche, al entrar al teatro, vio sobre los pasillos unas
manchas negras que tenían una forma extraña. Estas manchas seguían
por las escaleras, hasta el segundo piso. Las siguió hasta el escenario.
Vio que se movían y pensó que eran hormigas. Se acercó a la partitura
que estaba allí y descubrió que eran notas musicales que se habían
escapado del pentagrama.
Decidió recogerlas. Así que las agarró y las colocó en una caja,
la cual llevó a su casa. Allí las liberó y observó de qué manera se
ubicaban. Tomó un lápiz, una hoja pentagramada y escribió las notas
hasta crear una sinfonía. Se sentó en su piano y tocó la música que
acababa de componer. Las notas estaban puestas a la perfección.
Volvió a guardar las notas y con curiosidad decidió investigar este
hecho fantástico.
Averiguó que el teatro donde él trabajaba se había construido
sobre un teatro griego. Cuando llegó a su casa, buscó en Internet
información sobre este misterioso teatro, llamado “Ecliseo Griego”.
Descubrió que “Ecliseo” era un famoso compositor griego. Él era muy
prestigioso, hasta que un día, inesperadamente, dejó de escribir. Nunca
nadie supo por qué. Pensó que tal vez las notas se le habían perdido.
Martín decidió tocar su obra y luego de un tiempo se convirtió
en uno de los mejores compositores del mundo. Se había vuelto
mundialmente famoso debido a sus melodías celestiales, tan
perfectamente hechas que parecían obra de los ángeles o del mismo
Dios.
Pero un día las notas desaparecieron y Martín se vio obligado
a abandonar el mundo de la música. Fue muy criticado por eso. La
gente no podía comprender cómo había dejado de escribir una música
tan hermosa.
Martín comenzó a pensar que las notas musicales estaban
malditas, debido a que se perdían inesperadamente de las partituras y
así llevaban al compositor a la ruina.
En su desdicha decidió buscar las notas para mojarlas y así
destruirlas porque nadie sabía cuánto daño podían ocasionar. Regresó
al teatro y buscó durante horas, luego días, hasta que pasaron tres
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meses. Finalmente un día las encontró y las mojó hasta acabar con
ellas. Y así Martín, un simple aficionado de la música pasó de
convertirse en un gran compositor a un músico obligado a abandonar
su incipiente carrera.
LAS TRIBUS ENEMIGAS
Javier Caeiro
En una región rodeada de sierras habitaban dos tribus
enemigas, comechingones y chacari.
El cacique de la tribu de los comechingones se llamaba
Naguan y estaba peleado con Citon, el cacique de la tribu chacari, ya
que le querían quitar las tierras fértiles ubicadas en el norte. Las tierras
de Citon estaban ubicadas en el sur y sufrían de una gran sequía desde
hacía ya varios meses.
Luego de una larga época sin lluvias, los chacaris estaban
enojados con su cacique Citon, quien les había prometido tierras
fértiles. Estaban desesperados por el agua, las cosechas se secaban y
los animales se enfermaban. Enojados y agobiados por el calor
decidieron enfrentar al cacique.
Frente a la presión de su pueblo, Citon decidió atacar por
sorpresa a los comechingones para poder apropiarse de sus ricas
tierras. Esa misma noche convocó a sus guerreros. Algunas mujeres se
encargaron de prepararles comida para el viaje hacia el norte, mientras
otros hombres preparaban las armas.
A la mañana siguiente decidieron iniciar el recorrido. Luego
de largos días llegaron a las tribus enemigas. A la noche se escondieron
atrás de los pastizales para invadir el lugar. Allí habitaba un gran
silencio.
Los centinelas estaban vigilando su territorio porque el
cacique Naguan, al mirar el cielo, algo había anticipado. Él tenía un
don que ningún otro cacique tenía. Con solo mirar al cielo podía
predecir el peligro.
Los chacaris muy silenciosamente distrajeron a los guardias
sin ser descubiertos. Uno de los soldados actuó y prendió fuego parte
de los pastos que se encontraban a gran distancia de los guerreros. En
el mismo instante que Naguan advirtió la trampa, Citon ordenó a sus
hombres contraatacar.
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Mientras los hombres se enfrentaban, las mujeres se llevaron a
sus niños para protegerlos. Los comechingones estaban siendo
derrotados. Sus casas eran invadidas y atacadas.
Ambos caciques se enfrentaron cara a cara y luego de un rato
Citon le clavó un puñal a Naguan matándolo.
Los comechingones finalmente se rindieron. Mientras pueblo
el chacari disfrutaba su victoria, se escuchó un fuerte ruido y se
reflejaron en el cielo unas luces brillantes, jamás vistas. Comenzó a
llover fuertemente. Los chacaris asustados abandonaron todo y se
marcharon hacia el sur.
Desde ese día, cada vez que los chacaris intentaron invadir a
los comechingones, fracasaron. Desde el cielo, Naguan, el rey de los
truenos y los relámpagos, les anticipaba el peligro.
UN TROFEO DE LA GUERRA
José Ignacio Cardoso
En 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis
buscaban la copa del Mundial de fútbol pasado porque la consideraban
de mucho valor. Por ese motivo, querían robársela, para venderla a
otros países y comprar armas para la guerra.
Pero el vicepresidente de la FIFA, Ottorino Barassi, decidió
esconder el trofeo para que cuando terminara la guerra pudiera jugarse
un nuevo Mundial. Tomó esta decisión con su socio y amigo Giuseppe
Marrote, otro amigo francés, Ruth Stevenson y su hermano Fabrizzio
Barassi.
Una noche fue en un auto negro, acompañado por Ruth
Stevenson, al estadio donde se encontraba el trofeo. Una vez que
tomaron la copa, la llevaron al auto sin despertar sospechas. Allí, los
esperaban Fabrizzio y Joseph. Llevaron el trofeo al departamento de
Ottorino y lo escondieron en una caja de zapatos debajo de la cama.
Creyeron que nadie la iba a buscar ni encontrar allí.
Los cuidadores del trofeo se dieron cuenta de que faltaba y
avisaron a la policía que acudió rápidamente. Interrogaron a todos los
posibles sospechosos, incluyendo el cuidador del estadio.
Los nazis, por su parte, hicieron su propia investigación que
estaba fuera de la ley. Sospechaban del reportero Freddo Chichisolla,
quien todos los días, en su programa, hablaba de la desaparición de la
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copa y daba a sus oyentes datos interesantes y exclusivos sobre el
misterioso caso.
Freddo se había enterado de lo sucedido cuando, muy
temprano, al ir a la estación de radio, pasó por el estadio.
Hubo muchos sospechosos en el caso, pero un abogado
llamado Paolo Paolini los defendió a todos. Esto generaba sospechas.
Cada vez que aparecía un sospechoso en el robo de la copa, este
abogado los defendía. Parecía que él ocultaba algo.
También sospecharon del presidente Benito Mussolini. Él
había ordenado a la policía buscar la copa, pero al poco tiempo,
canceló la operación. Había rumores de que traicionaría a los nazis,
pero nadie lo sabía con certeza.
El presidente de la FIFA, Piero Villini, nunca habló sobre el
trofeo, porque temía que lo persiguieran los nazis y que lo culparan
por haber sido tan imprudente. Asimismo, su actitud silenciosa
despertaba sospechas.
Los nazis amenazaron a los italianos, ya que si no se entregaba
el culpable, seguirían invadiendo y esto ocasionaría muchas muertes.
Revisaban casa por casa y en la calle inspeccionaban a toda la gente
que paseaba por allí, revisándoles las ropas y sus pertenencias.
Un día, en la casa de Ottorino se reunieron Ruth, Giuseppe y
Frabrizzio, quienes serían sus cómplices en el robo, para hablar sobre
el trofeo. Pensaron en huir del país, ya que la situación era cada vez
más complicada. Fabrizzio tenía un avión privado y lo usarían para
huir a Francia.
Unas semanas después, los nazis entraron al departamento de
Ottorino y mientras inspeccionaban, él rápidamente sacó la caja de
zapatos que se encontraba debajo de su cama y escapó en un auto. Los
nazis lo persiguieron y le dispararon, pero Ottorino logró escapar. Se
reunió con sus compañeros y fueron hacía al aeropuerto.
La noticia llegó a toda Europa, pero nadie sabía dónde se
encontraban. Ellos ocultaron la copa en un pueblito de Francia hasta
que la guerra terminó. Fue entonces, cuando regresaron a Italia con el
trofeo y fueron recibidos por todos los italianos que les agradecieron
haberlo protegido con tanto coraje.
La copa del mundo quedó en Italia hasta el siguiente Mundial
y hasta el día de hoy sigue recorriendo diferentes países gracias a
Ottorino Barassi.
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LA CARRERA
Marcos Fernández Berisso
Una tarde del año 2008, en el Mundial de atletismo de Beijing,
había muchos atletas de diferentes países compitiendo en la carrera de
mil metros. Era muy difícil ganar porque todos los competidores eran
muy rápidos.
Había un estadounidense llamado Paul que obtenía el segundo
lugar en la mayoría de las carreras. Nunca ganaba y como era muy
competitivo, cuando perdía se enojaba. El gran premio de esta carrera
era una medalla cuadrada de color dorado. Tenía grabada la imagen de
un chico corriendo.
Paul competiría en la primera fase y si salía entre los tres
primeros en la semifinal, participaría en la próxima fase. Como salió
segundo, pasó a las pruebas siguientes.
En el momento de la largada, estaba asustado y nervioso. Por
eso, salió antes del disparo y tuvieron que repetir la largada. Paul
empezó a correr hasta que ya había llegado a la mitad. De repente pasó
a todos y logró salir tercero. En la segunda partida, Paul y un
jamaiquino lograron llegar a la final. Ya estaba muy cerca de su
primera medalla.
Al día siguiente, en la final de cien metros, logró ganar la tan
deseada medalla. Estaba muy contento, era su primera carrera ganada.
Cuando llegó a su casa, comenzó a frotar su premio. Estaba
feliz, no sabía a quien avisarle de su triunfo. Salió de su casa y empezó
a entrenar para la próxima carrera. Después, al regreso, la lustró y la
guardó para que no le pasara nada.
Regresó a la calle para correr y empezó a sentir algo raro. No
sabía qué pasaba.
Unos días más tarde, participó en una nueva carrera para la
que había sido convocado. En este campeonato perdió e hizo la peor
marca de la historia. Sentía muchas cosas extrañas. Corría lento y le
dolían las rodillas. Quería correr, pero no podía. Él creía que iba
rápido, luego descubrió que no.
Sus representantes le dijeron que si seguía corriendo así,
perdería todo. Ya no lo iban a invitar para participar de los torneos e
iba a dejar de ser representado por ellos.
Ya en su casa, se quitó la medalla que había llevado para que
le diera suerte y bebió agua. Cansado, se tiró en su cama. Estaba
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agotado. Se sentía muy confundido, no entendía por qué en algunos
momentos corría velozmente y luego no podía casi ni moverse. Pensó
en esto toda la noche.
Tomó la medalla, la frotó y esta empezó a brillar. Paul no
entendía qué era lo que estaba ocurriendo. Llamó a sus representantes
para contarles lo que sucedía. Le dijeron que se deshiciera de la
medalla. Creían que tal vez era la causa de su desgracia. Le dijeron que
la ocultara y que no la llevara más a los torneos.
Así lo hizo y desde ese momento, Paul empezó a ganar
muchas carreras y se convirtió en el mejor corredor del mundo. Nunca
más volvió a colgarse la medalla. Se deshizo de esta para siempre,
temeroso de investigar por qué traía mala suerte.
LA ARRIESGADA DECISIÓN DE OTTORINO
Martín González Chuburu
Hace muchos años, el 14 de junio de 1948, Ottorino Barassi,
el presidente de la FIFA se encontraba en su país natal, Italia. Era la
época de la Segunda Guerra Mundial por lo tanto la gente no salía
mucho de sus casas ya que sentían inseguridad. Las autoridades de la
FIFA pensaban que la copa podría ser robada, entonces decidieron
esconderla en una caja de seguridad, en la sede central de la FIFA.
Pero después de un tiempo, Ottorino Barassi se dio cuenta de que sería
mejor guardarla en un lugar donde nadie se lo imaginara.
Pasó unos días pensando cuál sería el mejor lugar y finalmente
decidió que era una buena idea ocultarla bajo su cama en una caja de
zapatos. Aceptó correr estos riesgos porque sabía que los nazis la
querían para demostrar su presencia y su poder.
Al igual que los nazis, muchos gobiernos la querían tener para
demostrar su poder ante los países enemigos y traer alegría a los
hombres y mujeres que estaban sufriendo por la guerra.
Para llevarla a su casa, Ottorino tuvo que atravesar varias
situaciones riesgosas. Necesitó la ayuda de dos agentes que
custodiaban la copa, para cambiar la verdadera por una réplica, un
tema que no era tan difícil a causa de la confianza que había generado
Ottorino Barassi en los otros integrantes de la FIFA. Una vez que tuvo
la verdadera copa en el auto, Ottorino, fue hacia su casa donde la
ocultó.
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Días después, se supo que la copa había sido reemplazada. Los
nazis arribaron a Italia días más tarde para buscar al ladrón. No
provocaron líos ni peleas porque en esos momentos estaban aliados
con los italianos.
Decidieron ir a la casa de Ottorino Barassi, ya que años atrás
habían tenido conflictos con él, porque se decía que ayudaba a los
judíos a escondidas.
Llegaron a la casa de Ottorino, quien al verlos, se puso muy
nervioso. Las manos le transpiraban, tartamudeaba e incluso, a veces, no
se animaba a hablarles. Empezaron a revisar toda la casa y en el momento
en que se estaban por fijar debajo de la cama, se escuchó una gran
explosión en la calle. Salieron disparados a investigar qué pasaba. En ese
momento, Ottorino escondió la caja en otro lado, engañando a todos.
Al volver los nazis, Ottorino les dijo que la copa se encontraba
en el Banco Central, donde realmente se hallaba la réplica. Allí
encontraron una caja con una copa, pero al revisarla se dieron cuenta
de que era falsa porque no tenía el símbolo oficial de la FIFA.
Finalmente, el vicepresidente logró mantener la copa auténtica
a salvo cambiándola por la réplica. Nadie la buscaría dos veces en el
mismo lugar.
Al terminar la guerra se jugó el Mundial y finalmente la copa
quedó en manos del ganador.
LA ALDEA SIN ALEGRÍA
Benjamín Gutiérrez Meabe
Hace mucho tiempo, en el siglo XVII, había un rey llamado
Ricardo. Él no era como los demás reyes de esa época que eran buenos
y generosos. Por el contrario, este monarca era malvado, cruel y
exagerado en su forma de gobernar.
A los aldeanos no les gustaba el rey porque cometía muchas
injusticias. No le importaba el bienestar de su pueblo, si no más bien
el suyo.
Un día, el soberano llamó a uno de sus soldados y le mandó
decir a todo el pueblo que se reuniera en la puerta de su castillo antes
de la caída del sol. Cuando los aldeanos se reunieron, el rey se asomó
al balcón y anunció que desde ese momento, los niños y niñas no
podrían salir de sus casas a jugar.
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No quería que se divirtieran porque siendo niño no había
disfrutado de su infancia. De muy chico había tenido que asumir la
corona y no había tenido tiempo de jugar.
Sin embargo, aunque no pudo divertirse en su niñez, por
dentro le encantaba jugar y continuaba sintiéndose un niño.
Los pobladores no podían creer lo que estaban escuchando,
los niños lloraban. Durante todo un mes se aburrieron solos en sus
casas. En las plazas solitarias, no se escuchaban ruidos ni risas. Los
aldeanos se sentían impotentes frente a la actitud del rey, pero no se
animaban a expresar sus sentimientos por miedo al castigo.
Un anochecer, un aldeano escuchó unos ruidos de hamacas en
una plaza que parecía abandonada. Entonces, el muchacho se acercó
con curiosidad y vio que allí estaba el mismísimo rey Ricardo jugando.
El aldeano se acercó a hablar con él. Humillado por haber sido
descubierto, el rey se quedó callado. El hombre le pidió que fuera
sincero y que si en realidad disfrutaba del juego, le explicara el motivo
de esa absurda ley.
El monarca le contó que sentía envidia de la alegría de los
niños porque él había tenido una infancia muy triste.
El muchacho le contó a Ricardo que el jugar y estar al aire
libre era muy importante, en especial para los niños y que no era justo
que ellos no pudieran hacerlo porque su rey no había tenido una buena
infancia. Le dijo que podía revertir eso y darles a los niños de su
pueblo una infancia feliz.
Ricardo quedó en silencio por unos minutos y le dio la razón.
Al día siguiente, ordenó a sus soldados que anunciaran que la
ley quedaba suspendida. Los niños podrían jugar.
Inmediatamente, al escuchar la noticia, todos salieron
corriendo a las plazas y desde su balcón, el monarca escuchó las risas
y se puso muy contento por la decisión tomada.
EL INEXPLICABLE PODER DE LA PIRÁMIDE
Martín Lanusse
En el año 1952, Mark y Gwen, dos hermanos mellizos de
veinticinco años, se mudaron a una alejada zona en Marruecos porque
eran arqueólogos y esa era una zona que tenía muchos lugares con
reliquias arqueológicas.
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Mark era gordo, eso lo hacía torpe y Gwen, una chica brillante.
El día de su cumpleaños, los chicos recibieron un regalo
anónimo. Era un cofre de madera fileteado en oro y diamantes. Mark
observó unos jeroglíficos alrededor de la cerradura. Estuvieron varios
meses para descifrarlo. Decía que había pertenecido a Meanes, el
primer faraón de Egipto, quien había gobernado aproximadamente en
el año 3100 A.C.
Al día siguiente, Gwen se lo estaba por llevar a su hermano al
cuarto, cuando Mark la interceptó. Empezaron a tironear de este,
cuando uno de los diamantes cayó. En ese momento, el cofre se abrió.
En su interior había una pirámide. Sus caras eran lisas y de adobe.
Parecía muy real. Estaban emocionados ya que era una pieza
arqueológica increíble.
Una noche de tormenta, mientras Mark y Gwen estaban en el
living, un rayo impactó en la casa y se cortó completamente la luz. Con
cuidado, fueron al cuarto de Mark, donde vieron que la ventana estaba
abierta. Ellos notaron que la pirámide estaba brillando.
¿Acaso el impacto del rayo había dado suficiente energía para
darle vida? Mark la tomó y cuando se la estaba por entregar a Gwen,
liberó tanta energía que los succionó.
Despertaron en el interior de una pirámide. Parecía la misma
que la del cofre.
Según Mark, era el paraíso, pero a Gwen no le agradaba ese
lugar aunque siempre había soñado estar en un sitio como ese. Era frío
y húmedo y le producía una sensación de encierro.
El joven empezó a recorrer la pirámide. Pasó por incontables
pasadizos. Estos lo condujeron al centro de la pirámide. Allí yacía un
hermoso sarcófago recubierto de oro y con objetos valiosos,
admirables e indescriptibles. Apenas Mark observó todo aquello, fue a
buscar a su hermana para continuar juntos el recorrido.
Al regresar junto al sarcófago, Gwen propuso buscar la
cerradura para abrirlo. Había una manija a simple vista pero les
produjo desconfianza. Tenía que haber una perilla escondida. Después
de un rato, Mark encontró en la pared, un mosaico que le llamó la
atención y al apoyarse en él, inmediatamente empezaron a achicarse
las paredes de la pirámide.
Ninguno de los dos sabía por qué se iban achicando. Por la
desesperación, empezaron a golpear las paredes cuando de pronto, una
se rompió y se abrió un pasadizo al final del cual se veía luz.
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Como solo Gwen cabía, su hermano insistió para que ella
escapara y tristemente, ella se fue. Trepando salió y mágicamente, al
encandilarse con la luz, la joven estuvo en su casa otra vez. Ella buscó
la pirámide y cuando la encontró vio que también se había achicado.
Con los nervios y la desesperación de no volver a ver a su hermano,
ella la rompió.
Imprevistamente, Mark apareció inconsciente en el cuarto.
Intentó reanimarlo pero no parecía reaccionar. Observó que las caras
de la pirámide estaban rotas de una manera exacta y simétrica. Esto le
llamó la atención y las unió. Colocó la pirámide en la mano de Mark y
en el momento en que los dos hermanos la sujetaban al mismo tiempo,
Mark revivió y la pirámide desapareció.
¿Acaso sería la hora de que otros arqueólogos descubrieran su
poder?
UNA COMPOSICIÓN INESPERADA
Felipe León
Faltaban cuatro horas para que Cristian Martínez, uno de los
mejores compositores y músicos de los últimos tiempos, tocara en el
gran teatro. Este magnífico edificio había sido construido hacía 70
años y tenía una capacidad para diez mil personas. Sus pisos eran de
roble y tenía escaleras recubiertas por alfombras de color rojo, debido
a la próxima función.
Ricky, uno de los empleados de limpieza, llevaba trabajando
allí treinta años, siempre en el mismo turno. Era un hombre solitario,
no tenía familia y era un apasionado de su trabajo.
Esa tarde, mientras estaba limpiando, vio unas “hormigas” en
fila, subiendo las escaleras. Le pareció muy extraño, entonces decidió
seguirlas para averiguar qué pasaba. La fila era muy larga, subía por
las escaleras hasta llegar a la sala más grande y hermosa del teatro, con
unas butacas antiguas y tapizadas en terciopelo, donde iba a tocar
Cristian Martínez.
Ricky creyó que la fila de aquellos misteriosos seres llegaba
hasta ahí, pero en realidad seguía hasta el escenario de madera de
roble, del cual colgaban unos telones muy grandes de color rojo.
De pronto se detuvo y vio que lo que hasta entonces había
creído que eran hormigas, eran unas notas musicales que se
desprendían de una partitura que estaba sobre un atril.
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Al descubrir esto, preocupado, pensó que entonces el
compositor, esa noche, no podría tocar. Vio que las notas se movían y
se acercó a una de ellas para ponerla en su lugar. Pero al intentar
agarrarla, se escapó. Entonces, lo intentó otra vez y para su sorpresa,
pudo atraparla y colocarla en la partitura. Entonces ubicó todas las
otras notas pero en un orden diferente al que estaban al principio. Así
armó una nueva melodía.
Ya faltaban treinta minutos para que Cristian comenzara la
función. Todo estaba aparentemente en orden. Ricky se ubicó detrás
del escenario para disfrutar la melodía que él había compuesto.
Al terminar la función, el público se puso de pie y muy
emocionado aplaudió y ovacionó a Cristian Martínez.
El único que sabía quién era el verdadero compositor de
aquella increíble obra era Ricky, quien se sintió muy feliz y a partir de
ese momento, se dedicó a componer música.
EL ENFRENTAMIENTO DEL SOL Y LA LUNA
Matías Mazzinghi
Desde las primeras épocas, los zuga ruga, una de las más
importantes tribus comechigones, vivió en paz y armonía durante la
dinastía de los caciques itu mhelend. Probablemente esto se debió a la
devoción que le tenían al Sol, a quien llamaban Cali Lumbi Brill o
directamente Cali y a la Luna, a quien llamaban Oscu Fri Blan o
directamente Oscu. Continuaron así durante varios años hasta que se
produjo la llegada de los españoles y el cacique Itu Melend Ku Neh y
su tribu lucharon en el atardecer contra ellos y fueron vencidos. A la
noche intentaron sorprender a los zuga ruga pero estos indígenas los
derrotaron. El cacique vio esto como una ayuda de la Luna e hizo una
fiesta en su honor.
Al poco tiempo, los zuga ruga atacaron a sus enemigos por la
noche y volvieron a vencerlos. Otra vez, Itu Melened realizó una fiesta
en honor a la Luna. Esto se repitió durante varios meses y los
comechigones ya casi habían olvidado al Sol, ni siquiera lo tenían
presente en las ofrendas que se hacían en “el día de la luz”, día en el
que el pueblo bailaba y cantaba en su honor y le hacía muchas
ofrendas.
El astro no pudo soportarlo y cegado por los celos, decidió
dirigir sus rayos a las cosechas y así quemarlas. También decidió secar
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todas las fuentes de agua cercanas y brillar con más fuerzas para darles
más calor aún.
Como ya lo habían olvidado por completo, nadie se imaginó
que él era el causante de esta terrible sequía y decidieron pedirle ayuda
a Iguana Oscu Fri Blan. La llamaban así porque vivía en un sitio
oscuro, tenía el semblante frío y la cara muy pálida. Además usaba un
manto blanco para resaltar aún más su parecido con la Luna. Tras una
larga espera, oyendo palabras ininteligibles y observando ridículos
movimientos, Iguana declaró que la Luna le había ordenado que
tejieran un gigante manto blanco y cubrir con él alguna sierra cercana.
Luego de cumplir con esa tarea, en la que participó todo el pueblo,
todos se fueron a dormir.
A la mañana siguiente, los indígenas descubrieron que aquel
manto se había convertido en una sustancia muy extraña, blanca y
helada. Decidieron llamarla Nie ve, que significa manto helado. El
dios Cali, al ver esto, se enojó tanto que intentó derretir aquella
sustancia, pero al hacerlo no logró más que transformarla en agua. Esto
permitió a los zuga ruga refrescarse. Todos estaban agradecidos a la
Luna y también al Sol, pues creían que su dios había intercedido y los
había perdonado. Así, por fin lo recordaron y el dios se disculpó con la
diosa.
Esa noche hicieron una fiesta para honrarlos y el sabio ideó un
sistema para adorar a los dos dioses por igual: adorarían al Sol durante
una etapa de seis meses y a la Luna durante los otros seis. Fue así,
como se crearon las estaciones y por eso, en primavera y verano los
días son más largos y en invierno y otoño oscurece antes.
LOS NAZIS EN BUSCA DE LA COPA
Juan Martín Otero
En 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial. Los nazis
querían dominar el mundo y obtener el poder sobre las demás
naciones. Además querían matar a los judíos, ya que los consideraban
inferiores y causantes de muchos problemas.
Durante el tiempo que duró la guerra, se suspendieron dos
mundiales de fútbol. Es por esto que los nazis querían quedarse con
la copa, principalmente por cuestiones de poder. Esta simbolizaba
control y supremacía.
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Cuando se enteraron de esta intención, el presidente de la
FIFA, Jules Rimet, el vicepresidente Ottorino Barassi y el secretario
general Mario Baticana, decidieron arriesgar su vida para poner a salvo
la copa. Pensaban que este trofeo debía pertenecer al mundo del fútbol
y no estar en manos de un solo país que se adueñara de ella por la
fuerza. El país que se llevara la copa debía merecerla.
Así fue como inventaron una coartada para llegar a la casa de
Barassi, donde la esconderían en una caja de zapatos. El trofeo se
encontraba en la sede de la FIFA custodiado por guardias y por un
sistema de alarmas. Pero ellos tenían acceso a esta y contactos como
para poder acceder a la clave y desactivarla. El plan consistía en
pedirle “prestados” los uniformes a tres de los nazis y así pasar
desapercibidos entre los policías alemanes hasta la casa de Ottorino.
Pero al llegar allí se encontraron con que no se podía entrar.
A lo lejos pudieron divisar un grupo de soldados alemanes
rodeando la entrada de su casa. Pero al comenzar la guerra Barassi
había construido una entrada secreta para casos de emergencia como
este. Así fue como entraron sin ser vistos, dejaron la copa en una caja
de zapatos y salieron por el mismo lugar por donde habían llegado.
Dos semanas después de intensos bombardeos, decidieron ir a
buscar la copa, pero al llegar, fueron sorprendidos por una emboscada
nazi. Fue entonces cuando Jules y Baticana decidieron sacrificarse y
entregarse a la policía. Al ver esta situación, Ottorino, que venía más
retrasado, ingresó a la casa por la entrada secreta, buscó la copa y se
escapó con ella. Luego sobornó a un soldado alemán para poder huir a
Suiza, ya que este país no estaba implicado en la guerra.
Allí, angustiado por la vida de sus compañeros, esperó hasta el
año 1945 cuando la guerra finalizó. Luego de tres años decidió volver
a Italia y regresó la copa a la oficina de la FIFA. Jules Rimet y Mario
Baticana habían sido liberados. Meses después se reencontraron los
tres sanos y salvos.
AMOR POR LA COPA
Juan Rinaldi
Durante la Segunda Guerra Mundial, no hubo mundiales.
El siete de julio de 1939, un grupo de nazis atacó la sede de
la FIFA. Su presidente, Walet Jonson, se entregó a los nazis para darle
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tiempo a Ottorino, el vicepresidente, de escapar con el trofeo Jules
Rimet. Este trofeo era muy importante para la FIFA y para el mundo.
Representaba la unión y gracias a la convocatoria de este torneo,
muchos jugadores se habían hecho mundialmente famosos.
Ottorino era un hombre que adoraba su trabajo y por nada en
el mundo, dejaría que le pasara algo al trofeo. No quería que el
sacrificio de su jefe y su amigo fueran en vano.
Cuando llegó a su casa vio que estaba destruida. Rápidamente
dedujo que el trofeo era lo que los nazis buscaban. En ese mismo
momento, supo que debía huir de Italia. Tomó la copa y algunas de sus
pertenencias, y escapó a Francia donde vivía su tío muy querido.
El viaje no fue fácil. El vicepresidente de la FIFA tuvo que
cambiar su aspecto para pasar desapercibido. Se afeitó, se cortó el pelo
e incluso se puso unos anteojos para ocultar sus rasgos. Se vistió con
ropa muy elegante y un gran sombrero. Realmente estaba
irreconocible.
Al llegar, su tío lo hospedó cómodamente y pasaron unos días
tranquilos. Hasta que un día, escuchó golpes y ruidos cerca de su casa.
Ottorino sintió terror. Vivía en el miedo y la oscuridad. La mayor parte
del tiempo estaba encerrado, solo podía abrir las ventanas unos pocos
centímetros durante el día y salía al oscurecer a buscar alimentos para
él y su tío. Por las noches, no dormía. No podía dejar de pensar que los
nazis podrían encontrarlo.
Así pasaron los meses, hasta que una noche en el año 1948,
irrumpieron en la casa del tío de Ottorino y se lo llevaron. Lo obligaron
a trabajar para ellos en un campo de concentración.
Cuando los prisioneros ya estaban por ser asesinados, los
aliados vencieron a los alemanes. Así fue como Ottorino pudo salir a
salvo del campo de concentración y regresar la copa a su país, donde
se enteró que varios de sus amigos habían muerto.
LA RECAPACITACIÓN DEL REY
Tomás Rocha
Esta historia comienza alrededor del año 1640, en un pequeño
reino de Inglaterra. El pueblo estaba gobernado por el rey Philip cuya
crueldad y maldad reflejada en las leyes injustas que establecía,
atemorizaba a los aldeanos.
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Un día tranquilo y soleado, el rey mandó llamar a los
pobladores para informarles una nueva ley: ”El que lo mirara a los
ojos, sería desterrado”.
El rey estableció esa ley porque pensaba que cuando los
aldeanos lo miraban, veían sus verdaderos sentimientos y le daba
vergüenza.
En ese mismo instante, los pobladores obedecieron la orden y
miraron hacia el suelo para evitar el castigo. Luego su majestad les
ordenó que se retiraran.
En todas las casas se generaron discusiones por la ley que el
rey Philip había establecido. Había temor entre todos los aldeanos y
cada vez que se cruzaban con el rey, evitaban su mirada.
Un día, sin que el rey se diera cuenta, un niño llamado
Morgan, lo miró a los ojos. En ese instante descubrió que el rey
ocultaba algo muy importante. Intentó acercarse más a él y así fue,
como después de unos instantes de mirar sus ojos con profundidad,
notó en ellos una gran tristeza y una inmensa soledad. Tras ellos se
ocultaba una infancia triste, llena de maltratos. Lo que nadie sabía es
que él en el fondo de su corazón era bueno, pero temía sufrir como lo
había hecho en su infancia. Y por eso, y para no perder su autoridad,
se mostraba como una persona cruel.
Entonces el niño se acercó a él y le contó que había
descubierto en sus ojos mucha bondad. Su majestad se puso muy
nervioso y comenzó a gritar que lo castigaría. Pero el niño no le creyó
y en lugar de asustarse, lo abrazó.
Ante este gesto, el rey comenzó a llorar. Hacía mucho tiempo
que nadie lo abrazaba.
Esta ternura lo llevó a recapacitar sobre las cosas que se había
perdido y al tiempo suprimió todas las leyes injustas para el pueblo y
se transformó en un rey justo y tierno.
LA ALERGIA DEL REY
Cristóbal Rodríguez
En una época lejana, en un reino perdido en un valle de las
montañas de Suiza, gobernaba el Rey Juan III. Era un rey muy
caprichoso y se enojaba muy fácilmente.
Una tarde salió en su carruaje a ver cómo estaba su pueblo
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luego de la gran tormenta de la noche anterior. Quería saber si alguien
estaba herido.
Como era goloso, entró a una repostería y pidió al dueño si
podía probar algún caramelo. Pero cuando lo hizo, instantáneamente se
le hinchó toda la cara. Entonces descubrió que era alérgico y se enojó
muchísimo.
Exagerado como siempre, convocó a una asamblea y advirtió
que a partir de ese momento estaba prohibido comer caramelos. Al que
probara uno solo, se le cortaría la lengua.
Luego de unos días, el pueblo estaba invadido por el terror,
sobre todo los niños porque había un montón de pastelerías y a la gente
del lugar le encantaban los dulces.
Al día siguiente, el sirviente del rey entró apurado a la cámara
real y le dijo que había una protesta en las puertas del palacio. El
monarca ordenó a sus guardias que echara del palacio a los revoltosos,
pero no hubo forma. El pueblo no se movía. Solo reclamaban dulces.
El rey indicó a los guardias que si la propuesta no terminaba
inmediatamente, les cortaría la cabeza a los rebeldes. A los pocos
minutos, finalizó.
Pasaron unos días y el rey notó que nadie salía a las calles. La
gente estaba muy enojada con él.
El pueblo poco a poco fue perdiendo la alegría. Ya no se
escuchaban risas, todo parecía gris. El rey ordenó a sus súbditos que
salieran, les dijo que de no obedecer, los guardias irían por ellos. Pero
sus guardias tampoco le respondían. La aldea estaba en absoluto
silencio.
Muy humillado entró en su palacio y recién entonces se dio
cuenta de que su ley era injusta. Días después la retiró y se disculpó
con los aldeanos. El pueblo entero festejó comiendo dulces.
EL DÍA DE LA SONRISA
Lucas Rodriguez Galcerán
En una época muy lejana, el rey Idelfonso Gruñones I
gobernaba las tierras de Gasgonia. Era muy amargado porque se sentía
agobiado y cansado por la responsabilidad que caía sobre él y no
soportaba ver al pueblo divirtiéndose. Sentía mucha envidia.
Un día en el que sus nervios estaban realmente alterados, creó
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una ley: “A la persona que haga una fiesta o camine sonriendo por la
calle, se le cortará la cabeza”.
El pueblo cayó en desgracia, la gente ya no se podía divertir y
tenían miedo de distraerse y sonreír. Pero la gente no se iba a quedar
tranquila así nomás. Entonces unos muchachos tramaron un plan.
Entraron por la noche a la recámara real y decidieron jugarle una
broma.
Cuando el rey despertó, tenía un dolor de cabeza terrible.
Estaba en una casa vieja y medio destruida. Había colchones en el piso
con mantas comidas por las polillas.
¿Qué haces holgazán? ¡Es hora de trabajar! - le dijo uno de los
muchachos.
¿Pero qué pasó? ¡Soy el rey! – exclamó Idelfonso.
¡Pero qué rey ni rey! Eres Alfonso, el cortador de leña. ¡A
trabajar! ¡Nada de sonreír! – dijeron todos a coro.
El rey estaba confundido. El golpe en la cabeza todavía le
dolía y ya no sabía quién tenía razón. Así que trabajó todo el día y
cuando regresó a la casa, solo le dieron un plato de sopa y un pan.
Comieron alrededor del fuego.
¡Qué lindo sería ir a la taberna del pueblo a tomar algo con
amigos, divertirnos, relajarnos y reírnos un rato! ¿No? - dijo uno de
ellos.
¿Estás loco? ¿Dijiste divertirnos? ¿Quieres que te corten la
cabeza? – dijo otro.
¡Esto no es vida! Trabajamos todo el día y ni siquiera podemos
sonreír o divertirnos. Tendríamos que mudarnos de pueblo - opinó uno
de los hombres.
Al finalizar la miserable cena, todos se fueron cansados y de
malhumor a dormir.
El día siguiente fue igual y los otros también. Trabajo, tristeza
y malhumor. Idelfonso estaba triste, ahora podía entender cómo se
sentía el pueblo. Podía vivir en carme propia las vidas sacrificadas,
llenas de trabajo, sin comodidades ni lujos que debían soportar. Y
encima ni siquiera podían reír.
La séptima noche, los muchachos le pusieron un yuyo en la
sopa para dormirlo y lo regresaron al castillo. Cuando despertó y se vio
en su mullida y cómoda cama, pensó que todo había sido un sueño.
Entonces, saltó de su gigantesca cama y después de reírse un
rato, llamó al secretario y ordenó quitar esa ley. Además, estableció
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que ese día sería “El día nacional de la sonrisa”, un día de fiesta para
todo el pueblo, con comida y música para todos. Y así fue como
Gorgona volvió a ser feliz.
MALOK Y LA LLAVE MALDITA
Martín Alejandro Romanelli
En el año 300 D.C., vivía el gladiador Malok en el pueblo de
Zotok. Él era un hombre de carácter fuerte y valiente. Lo único que le
gustaba hacer era practicar lucha y leer libros enteros de famosos
guerreros y gladiadores de tiempos pasados. Su deseo era ser uno de
esos luchadores. Sus padres, ya ancianos, conocían también lo que era
la guerra y por eso le aconsejaban que abandonara la lucha, pero no
había forma de convencerlo.
Un año más tarde, Malok volvía de practicar en la arena.
Cuando llegó a su hogar, tropezó con algo en el suelo. Miró hacía abajo
y en el piso vio una gran llave dorada. Al tocarla se veía que era de
una fuerte soldadura de hierro y parecía emitir una extraña luz
verdosa.
La levantó pensando que había algo raro en ella. Rato después,
Malok se encontraba regando las plantas de su huerta, cuando
descubrió que no estaban dando frutos. Entonces comenzó a
lamentarse, sin darse cuenta de que mientras se quejaba, la llave
disparó un rayo de luz contra sus plantas y estas comenzaron a llenarse
de frutos. Al verlos, Malok tuvo un extraño presentimiento y pensó que
aquel objeto era de mucho valor y debía cuidarlo.
Al día siguiente, los padres de Malok enfermaron de una extraña
y muy contagiosa enfermedad. Necesitaban la ayuda de su hijo, pero él
estaba concentrado en esa llave y no les prestaba atención. Rato después,
sus padres murieron y Malok ni se enteró, pues había salido con unos
amigos para enseñarles las maravillas que concedía esa llave.
Cuando el vecino se lo comunicó, entró en un estado total de
angustia y tristeza. Durante días no se comunicó con sus amigos. Estos
trataban de ayudarlo, pero él seguía aislado y triste.
Un día se dio cuenta de que lo que lo ponía triste además de la
ausencia de sus padres, era la llave y decidió deshacerse de ella. Pero
la llave estaba hechizada y la única forma de destruirla era
reconciliándose con todo lo malo que esta había causado.
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Entonces Malok puso manos a la obra y empezó por disculparse
con sus amigos por haberlos abandonado. Como castigo no practicó
más el deporte que le gustaba, y por ultimo prometió visitar la tumba
de sus padres todos los días.
Finalmente se dirigió a la llave y vio que se estaba volviendo
más y más borrosa, hasta desaparecer. Cualquiera fuera el que le había
otorgado esa llave, rogó que ningún otro mal lo aqueje. Así pudo vivir
en paz y tranquilidad, porque sentía que sus padres de alguna forma lo
estaban cuidando.
EL MEDALLÓN DE ORO
Tomás Young Christiansen
Una noche en Londres un hombre llamado Kevin, que era un
practicante de esgrima, salió de un bar luego de hablar con unos
amigos. Cuando caminaba por la calle, en el borde de la vereda
encontró un medallón de oro que colgaba de una cadena también de
oro. Era más chico que la palma de su mano y le resultó demasiado
pesado para su tamaño. Tenía unas figuras humanas en bajorrelieve,
muy detalladas.
Se lo colgó y en ese instante sintió un escalofrío, pero estaba
tan feliz que ni se preocupó. Planeaba venderlo, pero los locales
estaban cerrados a esa hora y se fue a dormir a su casa con el medallón
puesto.
Mientras dormía empezó a sentir frío y notó que el colchón
estaba muy húmedo. Se despertó y sintió una luz en la cara. Era un
suave reflejo.
Se encontraba en medio del campo, rodeado de plantas que
flotaban como las algas en el agua y también rodeado de figuras
“humanas” escuálidas, descoloridas y borrosas. Se paró y cuando
empezó a caminar, sintió sus pies livianos, pero a la vez fuertes y con
energía.
Aquellos extraños hombres atraídos por el medallón,
agarraron a Kevin, para sacárselo y ante su resistencia, se lo llevaron.
Lo encerraron en una especie de jaula hecha de palos muy frágiles.
Esperó que las figuras escuálidas se fueran e intentó salir.
Después de un rato, escapó y se puso a pensar dónde estaba.
Pensó que en algún planeta lejano del Sol, por la temperatura. Recordó
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el escalofrío que había sentido y pensó que quizá había llegado ahí por
el medallón y que entonces regresaría también gracias a él. ¡Debía
recuperarlo!
Levantó la vista y divisó un gran árbol violeta. Al acercarse,
observó un hueco y dentro, el medallón. Lo agarró y cuando se dio
cuenta de que las figuras borrosas lo perseguían, empezó a correr.
Cuando logró dejarlos atrás, se acostó a descansar a la sombra
de un árbol. Una de las escuálidas figuras que estaba vagando por ahí,
lo vio con el medallón y se lo robó por atrás. Kevin lo corrió hasta un
río, saltó y se lo arrebató. Comenzó a tropezar y en ese momento
empezó a resbalar y cayó al agua y…
Apareció en su mundo, en su casa, todo mojado, sin el
medallón. Lo buscó pero jamás lo encontró.
LA LEYENDA DEL ARCO IRIS
Iñaki Zubeldía
En el actual territorio de Misiones, una gran tribu guaraní
habitaba en una extensa selva llena de exóticas plantas y variados
animales. Esta tribu era guerrera, buscaba ampliar su territorio para
desarrollar la actividad agrícola, la caza y la pesca. Se caracterizaba
por haber tenido a los mejores guerreros de los últimos tiempos. Su
cacique llamado Inacayal era responsable y respetado por su gente
debido a que se había destacado en grandes batallas durante su
juventud y aún seguía al mando del ejército.
Su dios era el caburé, un ave que estaba representada por
Coaraci, dios del Sol y fundador del pueblo hace muchos siglos. Las
plumas del caburé eran usadas como talismán de buena suerte, pero
para que lo fueran, debía haber tres y haberlas quitado estando viva el
ave. A eso los indios lo llamaban payé.
Un día los indios decidieron apoderarse del gran territorio de
las Cataratas o como ellos les decían: Y’Guazú (Agua Grande).
Al llegar, se encontraron con otra tribu vecina, que intentaba
hacer lo mismo que ellos. Por este motivo se declararon la guerra.
Durante varias lunas, lo único que hicieron fue fabricar armas,
organizarse y entrenar para el ataque.
Finalmente llegó el día esperado. Los guaraníes partieron
rumbo a las Cataratas, cerca del mediodía. La otra tribu los esperaba
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ansiosa, con ganas de luchar. Inacayal, por su parte, tenía una mirada
seria, debido a que estaba concentrado. Y para dar inicio a este
combate, dio un grito ensordecedor y se lanzó a la carga.
Luego de un buen rato de combate intenso, ya todo parecía
favorable a los guerreros de Inacayal. Pero repentinamente, de entre las
malezas, surgió un indio con una cerbatana y se la clavó al cacique de
los guaraníes. Inacayal comenzó a ahogarse y a toser. Inmediatamente
ordenaron la retirada, lo cargaron y rápidamente fueron hacia el toldo
de la curandera Ibur.
Al llegar, ella le dio un preparado compuesto por hojas de todo
tipo y lo mezcló con agua. Se lo hicieron beber y lo recostaron. Utilizó
un payé, ¡pero hecho de dos plumas! Ella explicó que no había podido
conseguir más que dos plumas, pero que igual funcionaría.
Pasados varios días de reposo, murió. Todos lo lloraron
desconsoladamente. Lamentaban la pérdida de su cacique. Le
rindieron homenaje y le hicieron rituales de despedida.
Al haber fallado el talismán, Ibur fue expulsada de la tribu y
maldecida.
Luego de ser enterrado con las plumas, el caburé tomó vuelo
y al llegar a las Cataratas, se produjo algo muy extraño. Tanto él, como
el agua y los rayos del sol comenzaron a girar muy rápido, al mismo
tiempo, cambiando de color.
Después de unos instantes, una extensa línea llena de colores
vivos cruzó la selva de punta a punta pasando por encima de las
Cataratas. Los indios lo llamaron “arco iris”.
¡QUÉ LLAVE TAN EXTRAÑA!
Magdalena Barbieri Pampillo
Eran las ocho y media de la tarde y el teléfono no dejaba de
sonar. Martín un hombre vago, de pelo oscuro y casi dos metros de
altura, siempre había estado interesado por las antigüedades. Al
escuchar el teléfono, lentamente se levantó y lo atendió protestando.
Era su mamá que le contaba que habían abierto una feria de
antigüedades en la plaza Vicente López. Encantado, se bañó, se vistió
y se dirigió a su garaje para buscar el auto y llegar antes de que
cerrara.
Pero tuvo un problema porque este se descompuso en el medio
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de la calle y como la grúa no llegaba, rápidamente lo estacionó al
costado y tomó un taxi. Al llegar al evento, se encontró con que solo
quedaba un stand y triste, comenzó a elogiar los objetos que se
encontraban allí. Lo que más le llamó la atención fue una llave de oro.
¡Era deslumbrante! Tenía unos llamativos y extraños dibujos.
Era tan hermosa que se quedó estupefacto al oír que solo valía
cincuenta pesos. Reconoció que era muy valiosa, así que la compró. Se
la envolvieron cuidadosamente y con ella regresó a su casa.
Al día siguiente despertó y buscó la llave en su mesa de luz,
pero no estaba. Martín pensó que lo habían estafado y que en el
paquete no habían puesto el objeto. Pero inexplicablemente vio en el
jardín, la imagen de una joven muy linda con un vestido con los
mismos dibujos que había en la llave de oro.
Se acercó a hablarle para ver si se había perdido. Ella no
respondió a ninguna pregunta, pero a los pocos minutos, la joven
comenzó a hablarle sin dar una pausa para respirar. Le dijo que ella era
la llave. Martín se sentía muy confundido, creía que estaba
enloqueciendo.
La joven le demostró que era la llave frente a sus propios ojos.
Martín al verlo, se quedó boquiabierto. El único problema era que
siempre que ella le mostraba a alguien su transformación, esa persona
se quedaba tan estupefacta e hipnotizada que cumplía todo lo que pedía
la joven.
Ya era tarde para Martín. Estaba comprándole regalos,
cocinándole y sirviéndola. Los ojos de la joven lo tenían
completamente esclavizado. Pero un día, mientras ella dormía, él
reaccionó. Se dirigió al lugar donde había comprado la llave. Allí le
dijeron que tenía que esperar a que ella se durmiera profundamente.
En ese momento, la joven se transformaría en llave hasta el amanecer.
Martín fue corriendo a su casa con la esperanza de salvarse. Pasando
la medianoche, la encontró.
La llave estaba apoyada sobre su sillón. La tomó y la fundió.
El oro que salió de esta, lo vendió. Nunca más volvió a verla.
EL MISTERIO DEL TEATRO
Felicitas Carvajal
El teatro ‘‘Sidney’’ comenzó sus funciones un miércoles del
año 2005. Aquel teatro era grande, lujoso y tenía tres salas. Las paredes
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de aquellos pasillos estaban recubiertas en algunas partes mosaicos
tallados a mano, con colores alegres y brillantes. El suelo era de
mármol. Las escaleras estaban cubiertas por alfombras coloradas.
El martes anterior a la inauguración, Ignacio, el conserje del
teatro, un hombre dedicado a su trabajo que nunca faltaba, ingresó al
lugar con su linterna. Habían cortado la luz y tenía que solucionar el
problema antes del miércoles.
Cuando entró, divisó un caminito, que según él era de hormigas
que bajaban por una de la escaleras principales hacia la planta baja. Él
pensó que tal vez esos pequeños insectos provenían de una de las salas
del teatro. Entonces sintió curiosidad e intentó saber de dónde salían.
Un teatro de ese nivel no podía tener bichos caminando.
Vio que se retiraban de la partitura que estaba en el escenario,
ya listas para la función del día siguiente. La partitura estaba toda
borroneada y las notas por cualquier lado. Las hojas tenían las notas
completamente mezcladas. Sin poder creerlo, se acercó más y vio que
lo que había allí no eran hormigas, sino notas musicales moviéndose.
El problema era que estas notas se estaban yendo del teatro.
Ignacio, salió muy rápido del lugar, para poder encontrar las notas
que se habían escapado. Faltaban unas horas para que el teatro inaugurara.
Salió tan apurado que olvidó cerrar con llave la puerta de entrada.
Mientras él seguía el camino de las notas, unos ladrones entraron
al lugar que se encontraba solitario. Cuando el conserje volvió, sin las
notas y cansado, se dio cuenta de que se había olvidado de cerrar el
lugar. Se desesperó al ver que faltaban objetos de valor. Ignacio se
sentía irresponsable, no paraba de sudar y moverse.
Cuando el dueño del teatro llegó al lugar y vio que las partituras
estaban vacías y que los objetos decorativos de valor tampoco estaban,
se dirigió a Ignacio furioso y le preguntó qué había sucedido. El
conserje nervioso trató de explicarle, pero el dueño del lugar hizo lo
que tenía que hacer, echarlo. Ese miércoles el teatro no abrió sus
puertas al público.
EL CASO DE LAS NOTAS TRAVIESAS
Catalina Casá
Aunque solo tenía diecinueve años, Juan trabajaba en un teatro
muy importante como sereno. Allí daban conciertos de música clásica
y también clases de ballet.
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Aquella tarde de un miércoles soleado, estaba llegando antes
de su horario normal. Al entrar al hall de entrada, se sorprendió. Vio un
camino de puntos negros recorriendo la alfombra colorada. Pensó que
eran hormigas o quizá cucarachas o lo que es peor… ¡pulgas!
Él no sabía qué hacer ya que solamente se encargaba de cuidar el
teatro por la noche, no de limpiarlo. Pero pensó que si no hacía algo,
podrían despedirlo o que quizá, la próxima función no podría comenzar.
Entonces decidió seguir el recorrido de los puntos negros hasta
el fin y se encontró con lo menos esperado. Los puntos negros no eran
hormigas, ni cucarachas, ni pulgas… ¡Las notas se estaban escapando
de la partitura y descendiendo por el atril!
Lo único que podía hacer era poner una por una en su lugar,
pero no sabía el orden. Entonces, decidió llamar al maestro Joaquín,
director de orquesta.
Este llegó lo más rápido posible al teatro. Se dirigió a la sala
principal y observó la situación. Tomó la batuta y comenzó a dirigir la
orquesta, y así, rápidamente ellas regresaron a su lugar en el
pentagrama.
El problema se había solucionado y podría comenzar la
función. Pero, Juan y el director estaban preocupados porque no sabían
la razón por la que las notas habían intentado escapar de su lugar. ¿Qué
pasaría si esto volviera a ocurrir? ¿Y si las notas alguna vez lograban
escapar de la sala a la calle? ¿Qué ocurriría con toda la gente que
trabajaba en el teatro?
El director llegó a un arreglo con ellas. Desde entonces, los
días que no hay función, las notas pueden pasear por todo el teatro,
pero cuando llega el momento de hacer la función deben encontrarse
con Juan en la alfombra para que una a una las regrese a su lugar, en
la partitura. Así, los músicos pueden seguir tocando tranquilos y el
público puede disfrutar la función.
UNA MALA DECISIÓN
María Florencia De Oto Gilotaux
Hace mucho tiempo, en un pueblo desconocido, gobernaba un
rey llamado José Carlos II. Era muy lindo excepto por su mano, la cual
era enorme. Como le era muy difícil agarrar cosas chiquitas con esa
mano, se le rompían.
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No le gustaba salir a la calle por miedo a ser burlado. En las
noches José Carlos II se desvelaba pensando cómo sería ser una
persona normal.
Un día encontró la solución a su problema. Esa misma tarde
salió por las calles del pueblo un guardia enviado por el rey, quien fue
pegando carteles que establecían la siguiente ley:
Aquellas personas que sean más lindas que el rey, deberán llevar una
máscara de por vida.
Todos tendrán que mostrar alguna deformidad en una parte del cuerpo
o irán a la cárcel hasta que accedan a ello.
La gente quedó atónita y se dio cuenta de que el rey no era tan
bueno como ellos pensaban. Esa ley les abrió los ojos, un verdadero
rey debería respetar el derecho de los ciudadanos de ser como son y
debería ser amable, considerado; todo lo contrario al suyo.
Se quejaron con el monarca, pero finalmente después de toda
la protesta, la mayoría de los habitantes aceptó la ley; aunque algunos
salieron del palacio con máscaras y otros, no.
El rey estaba satisfecho aunque no totalmente porque en su
interior, sabía que no estaba haciendo lo correcto. Con el paso del
tiempo, esa sensación de culpabilidad se volvió más fuerte y por un
mes no salió del palacio.
Mientras el rey se ocultaba en su hogar, la gente estaba furiosa.
Fue entonces cuando decidieron revelarse e ir al palacio con antorchas
y hachas. Entraron y obligaron al guardia principal a que los llevase
con el rey. Allí hablaron con él sobre lo que había hecho.
El rey hizo caso omiso a las palabras de sus súbditos y se rehusó
a quitar le ley. Lo sacaron del trono con amenazas y el nuevo rey declaró
que José Carlos estaba obligado a llevar una máscara de por vida.
EL CASO SIN TERMINAR
Rosario Dinardo Estrada
Todo empezó en 1966 cuando la copa del Mundial de fútbol
fue robada. El autor del robo se llamaba Charles, un ex detective de la
prestigiosa policía de Londres. Hace años que había sido despedido y
no tenía mucho trabajo. Le resultaba difícil poder vivir.
Charles tenía un asistente llamado Less, cuya personalidad era
todo lo contrario. Era responsable, honesto y organizado.
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El ex policía tenía un magnífico plan; no solo para robar la
copa sino para luego simular que la encontraba y así nuevamente ser
respetado como detective. De esta manera volvería a ser parte de
Scotland Yard.
El ex detective se encargó de no dejar ningún tipo de huella y
como él había sido parte de Scotland Yard, conocía muy bien el
razonamiento de sus integrantes. Pero éstos fueron a su casa porque las
cámaras de seguridad lo habían delatado.
El día del robo, Charles había llevado una campera azul y su
gorro escocés. Solo los de Scotland Yard usaban una campera azul con
ese diseño. Si bien él quiso confundirlos utilizando este uniforme, la
policía sabía que él se había ido muy mal de su trabajo. Al principio no
sospechaban de él pero cuando vieron esas escuálidas piernas y su
amuleto de la suerte, cambiaron de opinión. Sin embargo, no podían
culparlo porque no tenía con él la copa.
Como Less era una persona buena y sobre todo honesta, no
servía para acompañar a su jefe en este delito. Lo perseguía la culpa,
entonces decidió ocultar el trofeo en un plaza bastante abandonada y
enterrarlo en un pozo muy profundo. Había traicionado a Charles (lo
cual también era raro en Less), pero solo porque lo seguía la culpa.
Pero si de algo estaba seguro era de que nunca lo delataría y haría
cualquier cosa para protegerlo. Quería a su antiguo jefe y temía que
fuera a prisión.
Cuando el ex miembro de Scotland Yard vio que el trofeo no
estaba donde debía, se preocupó. Pero nunca llegó a sospechar de
Less.
En Scotland Yard además de ser buenos detectives, contaban
con perros expertos en olfatear rastros, buscar pistas y cavar hoyos.
Una tarde uno de los perros de la policía los guió a todos hacía
un árbol ubicado en un parque. No paró de excavar hasta que encontró
una cáscara de banana. Esto hizo que uno de los detectives de mal
carácter se enfureciera y empezara a patear la tierra. Hasta se
encontraron con algo. Allí estaba el trofeo.
Scotland Yard nunca pudo encarcelar a Charles. El plan inicial
del ex detective, no se cumplió. Pero él perdonó a Less, ya que sabía
que todo lo había hecho para protegerlo.
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TODO POR UNA EXCURSIÓN
Fátima Echechuri
Felipe, un chico de 13 años muy estudioso, fue de excursión
con el colegio al museo de Ciencias Sociales. Iban a conocer más datos
sobre la vida de la civilización maya, ya que tendrían prueba dentro de
una semana.
Todos estaban muy contentos porque iban a aprender más,
especialmente él y su amigo Luis, a quienes les interesaba todo acerca
de aquel pueblo precolombino.
Cuando llegaron a la sala de los mayas se quedaron más que
sorprendidos. No podían creer todo lo que estaban viendo. Felipe vio
una máscara que le llamó mucho la atención. Era una cara extraña con
una boca como si estuviera triste y las orejas con pinches de madera.
Sobre la frente, tenía una pirámide. Estaba pintada de rojo, azul, verde
y amarillo. Parecía ser de madera.
En cuanto vio esa fabulosa máscara, sintió unas inmensas
ganas de probársela. No lo hizo enseguida porque si la maestra lo veía,
seguro lo retaría. Entonces, espero hasta que todos se fueran de la sala
y se la probó.
Sintió que una ráfaga de viento caliente lo envolvía y de
pronto, apareció en otro mundo. Era una zona seca, con muchos pozos
que los habitantes de allí llamaban cenotes.
La máscara lo había transportado al mundo de los mayas. Era
todo como él lo había imaginado. Tenían una innovación
arquitectónica importante, las casas se ubicaban alrededor del centro
ceremonial que era grande y donde había una pirámide altísima y con
muchísimos escalones.
Se sentía muy nervioso. No sabía qué hacer y por momentos,
tenía miedo porque estaba solo.
Fue a la orilla del río y vio una chica muy bella. Era alta, morocha
y de ojos marrones como una nuez. Felipe no sabía cómo comunicarse con
ella, hablaron por señales e interpretó que se llamaba Ainoa.
Al mirar sus ojos, se sintió enamorado. Lo había atrapado su
mirada, pero sabía que en un rato él tendría que volver al museo y no
la vería más.
Antes de partir ella le mostró su pueblo y pudo aprender más
sobre esta cultura. En el momento de despedirse, Felipe le prometió
que algún día regresaría.
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Se sacó la máscara. Sintió que una ráfaga de viento frío lo
envolvía y de pronto, apareció en el museo. Cuando llegó a su casa, le
contó a su mamá todo lo sucedido. Ella no le creyó y para comprobar
lo que decía, él le propuso ir al museo.
Luego de tres días fueron a la sala maya. Felipe se puso la
máscara que había usado anteriormente y le dio otra a su madre. Se las
colocaron en el rostro. Al cabo de algunos segundos, el chico llegó al
mundo maya y se sorprendió al ver que su mamá no estaba junto a él.
Entonces, vio a Ainoa y decidió quedarse a vivir con ella, aunque sus
padres no pudieran verlo crecer.
LA LOCURA DE LAS NOTAS MUSICALES
Maica Fernández Beyro
Una noche como tantas otras, el teatro La Operá ubicado en
París, se encontraba desierto y cerrado. Era el más grande de toda
Europa con seis pisos y cien palcos.
En la avenida no había ni una luz prendida. Pieg Russó había
entrado a trabajar hacía dos días como personal de limpieza. Tenía
treinta años.
Ese día, él tuvo que ir muy tarde al teatro para limpiarlo,
porque al día siguiente habría una función muy temprano. Apenas
llegó al segundo piso, sacó un mapa del bolsillo que le había dado el
dueño del lugar para orientarse en sus primeros días trabajando allí y
se dirigió a los baños.
Empezó a limpiar el piso, cuando de repente miró hacia el
pasillo y vio un camino negro, que al parecer era de... ¡hormigas! Pieg
pensó en sacar el insecticida, pero algo le resultó muy extraño así que
siguió el camino.
Al llegar al final del camino Pieg se sintió desorientado y
cuando quiso buscar el mapa, se dio cuenta de que lo había perdido.
Estaba muy oscuro y solo tenía una linterna que alumbraba muy poco.
Sin dudar, siguió el camino, pensó que capaz lo podía llevar a la salida
o a un lugar con luz. De pronto, apareció en el hall principal del
teatro. Se paró en el medio del mismo sin perder ni un segundo de vista
a esas hormigas. Divisó que la puerta del salón donde se realizaban las
obras estaba abierta y que las hormigas entraban por ahí. Pieg agarró
bien fuerte su linterna e ingresó al salón.
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Cuando Pieg miró hacia el escenario vio que esas supuestas
hormigas eran las notas musicales que se habían salido de la partitura.
No supo qué hacer, pensó que estaba enloqueciendo o que
prácticamente se trataba de un sueño. Pero luego de unos minutos,
comprobó que definitivamente eso estaba ocurriendo. Pieg se sintió
desorientado y mareado. Se desmayó y cayó al piso.
Al despertar, no sabía qué le había ocurrido. Entonces, miró el
reloj y se dio cuenta de que eran las cinco de la tarde del día siguiente.
Salió corriendo hacia la puerta de salida, pero ya era demasiado tarde.
La función comenzaría en pocas horas. La gente ya estaba haciendo
cola para entrar.
Pieg estaba muy nervioso, no sabía qué hacer. Ya comenzaba
la función y sentía que todo era un desastre. Vio a su jefe en la vereda
de enfrente y no tuvo más remedio que entrar de nuevo al teatro y
organizar el escenario. Subió y empezó a ordenar, cuando notó que
todas las partituras estaban en blanco. En ese instante recordó lo que
había ocurrido.
Buscó al director de orquesta y le contó todo. Este pensó que
Pieg estaba loco, pero igual rápidamente pudo escribir nuevamente las
notas y así la obra pudo comenzar. El público nunca se enteró de lo
ocurrido.
EL SACRIFICIO
Bárbara Hermandinger
Siglos atrás, en el imperio azteca, había un cacique llamado
Mal Kún quien era muy temido por todos los habitantes del lugar.
Como él creía en Huizilpochtti, el dios de la guerra y la
expansión, trataba de complacerlo a toda costa conquistando tribus
enemigas y sacrificando a sus pobladores.
Con el tiempo, Mal Kún se convirtió en padre del pequeño Mal
Kiñé; quien se fue transformando en un joven muy habilidoso para la
lucha y muy inteligente. Además de esas cualidades, tenía una que lo
hacía querido por todo el pueblo, ya que a diferencia de su padre, Mal
Kiñé era compasivo.
Él no creía en los dioses por lo tanto no intentaba complacer a
ninguno de ellos. Estas actitudes enfurecían a su padre que siempre le
aseguraba que era mejor ser temido por un pueblo, que ser querido por él.
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Las guerras y los sacrificios eran muy frecuentes y no se
detenían y los habitantes del imperio le suplicaban ayuda al hijo del
cacique, quien ponía todo su esfuerzo en ayudar, mas no podía. Su
padre no lo dejaba acercarse a ellos, ni hablarles para que la gente
pensara que para Mal Kiñé, no eran importantes.
Con el pasar de los años, Mal Kiñé se llenó de odio hacia su
padre, que continuaba desatando guerras y sacrificando a personas
inocentes. Entonces tomó una muy importante decisión: retaría a su
padre a un enfrentamiento. El que quedara en pie tendría el control del
imperio.
Desde ese día el joven entrenó intensamente, mientras su padre
no hacía más que descansar confiado en sus conocimientos y
habilidades.
El día llegó y todos apoyaban a Mal Kiñé. La batalla fue dura
aunque pareja, pero como Mal Kiñé era muy astuto, aprovechó un
momento de distracción de su padre y de un golpe lo venció.
En ese mismo instante se oyó un sonido ensordecedor y una
luz deslumbrante cegó por unos instantes a todo el pueblo. Cuando la
escena terminó, todos notaron la ausencia del cacique. Unos segundos
después el cielo se tornó negro y comenzó a llover.
Los sucesos extraños se repitieron y surgió algo que jamás
ninguno de los habitantes del pueblo azteca había visto: una tormenta
con relámpagos y truenos.
Todos entendieron que quien causaba tal espectáculo era Mal
Kún, que reprochaba a su hijo la decisión de enfrentarlo y la manera
en que dirigía el imperio. De esta manera, en cada tormenta, Mal Kún
se hacía presente ante su pueblo.
EN GUERRA CONTRA LA LUNA
Evelina Agostina Imbelloni
Hace muchos años en Machu Pichu, Perú, habitaba el pueblo
inca. Esta tribu tenía mucho respeto por los dioses, pero en especial
adoraban al dios Sol, llamado Inti y a la diosa Luna, Manaquilla.
Era un pueblo muy feliz, sin problemas, hasta que el hechicero
de la tribu tomó un día la palabra y dijo algo que destruyó la paz para
los incas.
Naúz, el hechicero del pueblo, decidió todos los días hacer un
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homenaje a Inti, en agradecimiento por darle calor y luz a toda la tribu.
En esta celebración habría ofrendas de comida y de oro para el Sol y
comenzaría justo cuando este estuviera en el medio de los cielos. La
fiesta duraría todo el día, hasta que el Sol cayera. Iba a haber un gran
fogón, música, un gran desfile con todas las ofrendas y muchas cosas
más, como ocurría siempre en las celebraciones tradicionales.
Al oír esto, Manaquilla y las estrellas se enfurecieron y
comenzaron a destruir el poblado.
Había comenzado la guerra entre el cielo y los habitantes de la
Tierra, algo que nadie podría haber predicho, y justo en ese
momento… sucedió.
La furia de las estrellas era tan grande que de ellas se
desprendió un gran rayo de luz que iluminó todo el cielo. Todas las
nubes se juntaron para tapar al Sol y luego comenzó a llover.
Manaquilla gritó y gritó hasta crear un sonido que agitó los cielos. Así
nacieron el relámpago y el trueno.
Al cabo de unos días, el pueblo estaba cubierto de agua, ya que
la fuerte lluvia y los fenómenos climáticos no cesaban. El pueblo era
un caos, todos corrían un grave peligro e Inti quería ayudarlos, pero no
podía.
Los días pasaron y los pocos pero valientes sobrevivientes se
reunieron en lo alto de la colina de Machu Pichu para pedir disculpas
a Manaquilla por haberla ignorado, pero ella no quería dejar su
venganza. Trataron con todo tipo de ofrendas, halagos, alabanzas y
regalos, pero la diosa seguía encaprichada y no quería que Inti
volviera a opacarla.
Pasaron los días y más vidas inocentes se perdieron. Solo
quedaban veintisiete personas en lo alto de esa colina, quienes podían
llegar a ser los únicos sobrevivientes en kilómetros a la redonda. Hasta
que intentaron hacer una última celebración para Manaquilla y las
estrellas.
Les dieron todo lo que tenían, los últimos animales, el agua
potable, vegetales, oro, plata, todo y se quedaron sin nada.
La Luna, al ver el gran arrepentimiento del ahora pequeño
pueblo, los perdonó y arregló todo el daño que había causado.
Así con el tiempo, creció nuevamente el pueblo y desde
entonces los incas no descuidaron a Manaquilla ni a ningún otro dios.
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LA BRILLANTE MONEDA
Victoria Lago
Una mañana, Manuel, un chico de 13 años, caminaba por la
calle hacia la escuela. Estaba muy asustado porque tenía una prueba de
historia muy difícil y no había podido estudiar. De repente, tropezó con
algo muy brillante. Se detuvo y agarró el objeto. Era una moneda de
oro, increíblemente brillante. Al tocarla, sintió una inmensa felicidad y
una gran emoción, también cosquillas en la panza. No sabía por qué.
Se la guardó en el bolsillo y corrió hacia la escuela para no
llegar tarde. Entró a su clase y comenzó a hacer la prueba. ¡Deseó
poder aprobarla! Cuando la terminó, pidió permiso para irse a su casa
porque no se sentía bien…
Al día siguiente, ya un poco mejor, regresó a la escuela y le
dijeron la nota de la evaluación: 10. Él no lo podía creer y no sabía
cómo su deseo se había hecho realidad.
Por la noche, al sacarse el pantalón escuchó un extraño sonido
y miró al piso. Era la moneda que se había caído pero no estaba igual.
Brillaba menos que cuando la había encontrado. No entendía por qué,
pero imaginó que al haberse cumplido su deseo de aprobar la prueba,
había perdido brillo. ¿Sería una moneda mágica?
Entonces, pidió otro deseo: ¡tener ordenado su cuarto! Unos
segundos más tarde, Manuel estaba muy feliz. Su cuarto estaba
completamente ordenado.
Empezó a pensar en todas las cosas que deseaba y todo se
cumplía. Comenzó a desear cosas cada vez más importantes y cada vez
que pedía un deseo, al cumplirse, la moneda iba perdiendo brillo.
Un día, Manuel pidió una novia. Enseguida, una niña muy
bonita llamada Victoria apareció en su puerta. Ella sonreía y parecía
muy feliz y fiel, pero a pesar de su belleza, él no sintió amor. ¿Qué
había pasado?
Desilusionado porque su deseo no se había cumplido, se dio
cuenta de que la moneda ya no le servía más y la arrojó a la calle. En
ese instante, la moneda comenzó a recuperar su brillo nuevamente
pero Manuel no lo notó.
Un joven que iba detrás de él, sí la vio y tal como le había
ocurrido antes a Manuel, también se sorprendió por su brillo. La tomó
y salió corriendo.
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EL INSÓLITO CASO DEL MISTERIOSO RELOJ
María López Malbrán
En un viejo pueblo, enfrente de una casa abandonada vivía un
niño con su familia. Se llamaba Ramón y tenía ocho años. Era muy
curioso y le gustaba conocer todo lo que lo rodeaba. Pero al padre no
le gustaba mucho esta actitud de Ramón, porque temía que algún día
pudiera pasarle algo.
Una noche mientras dormía, Ramón escucho ruidos. Parecía el
tic-tac de un reloj. Él sabía que en su casa no había ningún reloj que
hiciera esos ruidos. Se levantó de la cama y se fijó por toda la casa.
Como no encontró ningún reloj y el sonido continuaba, salió
de la casa y siguió el tic-tac que sonaba cada vez más fuerte. Oyó que
los ruidos provenían de la casa abandonada. Esta tenía dos pisos.
Desde la calle un sendero de piedras atravesaba el gran jardín hasta
llegar a la puerta de entrada.
Ramón tocó la puerta, pero nadie le respondió. Intentó abrirla,
pero no pudo. Entonces, entró por la puerta trasera que llegaba al living
de la casa. Allí vio un cartel colgado, con letras blancas, pero no se
podían leer de lo gastadas que estaban.
Se dirigió silenciosamente hacia las escaleras, cubiertas por
una alfombra roja, que llegaban al segundo piso. Cuando apoyó el pie
en el primer escalón, inesperadamente se asomó un señor gritando:
- ¡Salgan de acá! ¡La entrada a esta casa está prohibida!
Ramón muy asustado no llegó a verle la cara porque salió
corriendo del susto. Se tropezó y al caer vio que, por suerte, el señor
no lo perseguía.
Al día siguiente, llegaron sus primos y sus tíos. Ramón le
contó a Amado, de quien era más amigo, todo lo referido a la casa.
Entonces su primo le pidió quedarse a dormir en su habitación y así,
por la noche, entrar juntos de vuelta en la casa.
Esa misma noche los dos entraron a la casa abandonada y
cuando Amado vio el cartel violeta colgado, lo corrió y descubrió un
reloj que parecía ser muy valioso y antiguo. Era de madera y estaba
pintado de blanco, pero con la suciedad más que blanco estaba gris.
A Ramón le llamó mucho la atención que las agujas
retrocedían en lugar de avanzar. Entonces las giró lentamente. Luego
de unos segundos, los dos primos se sorprendieron cuando al mirarse,
se vieron más grandes, más maduros. Se dieron cuenta de que al mover
las agujas del reloj habían viajado hacia el futuro.
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Miraron a su alrededor y encontraron un periódico, era del 3
de septiembre de 2010. Vieron una foto de Ramón que estaba en la
portada. El titular decía: ”Caso insólito, dos niños de ocho años
descubrieron el viejo misterio del reloj”.
Algo había debajo del diario y cuando lo levantaron,
encontraron aquel reloj que había llamado tanto la atención de los
entonces niños. El ahora joven Ramón retrocedió el tiempo girando
nuevamente las agujas, pero esta vez hacia la izquierda.
Después de girarlas se encontró en su cuarto, rodeado de sus
juguetes y jugando con Amado. Habían vuelto a la normalidad.
Los dos juraron no volver a entrar a esa casa ni tocar ese
extraño reloj nunca más.
LA HISTORIA DEL CANTANTE QUE NO CANTABA
Victoria María Louzao Andrade
Un sábado muy tranquilo, Joaquín caminaba hacia su trabajo.
Era el acomodador de “La Ópera de Madame Letrua”, un teatro
reconocido internacionalmente por las obras que hacían allí.
Ese sábado había ido mucho más temprano que su horario
habitual porque a la noche, el famoso músico Patricio Zubieta dirigiría
su obra maestra. Mucha gente importante de todas partes del mundo
iría a ver la función.
Cuando el joven ingresó al hall de entrada, observó un rato largo
el esplendor del lugar. El teatro tenía ocho pisos. Estaba impecable y
había plantas exóticas y muy bien cuidadas en el hall de entrada.
Las escaleras eran muy anchas, cubiertas con una alfombra
roja. El escenario de la sala principal era majestuoso y había
muchísimos palcos con cómodas butacas forradas en terciopelo rojo.
Joaquín se dirigía al lugar donde guardaba su ropa, cuando de
pronto vio a un hombre de aspecto deforme, ridículo y desagradable
cantando la misma canción que Patricio entonaría en su función. Se dio
cuenta con asombro de que su voz era igual a la del famoso cantante.
Cuando Joaquín se acercó, el hombre se alertó e intentó
esconderse detrás de las cortinas, pero no pudo porque el joven lo
persiguió y lo encontró. Entonces, el hombre le rogó que guardara el
secreto porque si no, Patricio se quedaría sin trabajo y fama, y él ya no
podría mostrar su voz.
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Joaquín le preguntó si no le gustaría ser él quien cantara en el
escenario y él le respondió que sí, pero que con su aspecto nadie lo iba
a querer.
Cuando llegó la función, Patricio comenzó a simular que
cantaba en el escenario. De repente, este hombre interrumpió la
función y tomó el micrófono. Empezó a decir que el cantante no era el
dueño de esa voz, sino él.
El público se empezó a reír a carcajadas. Se sintió mal, pero
igual empezó a cantar.
Su voz sonó todavía mejor que otras veces. Cuando terminó la
canción, el público emocionado, empezó a aplaudir. Enseguida se
volvió famoso y ofreció al acomodador que trabajara con él.
EL AVE QUE SALVÓ A SU DUEÑA
Macarena María Llorente
Hace mucho tiempo existió una niña inca llamada Yamina que
vivía en una tribu en una región boscosa. Ella tenía el pelo oscuro con
unos hermosos reflejos un poco más claros. Tenía una belleza
incomparable. Amaba a los animales, pero por sobre todo a las aves.
Un día Yamina estaba en su choza jugando con unas piedritas
cuando de repente vio a un ave cayendo de un árbol. Al darse cuenta
de que era un pichón decidió cuidarlo hasta que creciera.
El ave era verde, roja, naranja y amarilla. Tenía un pico
afilado, grandes garras y unos pequeños ojos muy brillantes. La niña
decidió ponerle por nombre Brío. Así el ave creció con Yamina hasta
que ella se convirtió en una bella mujer.
Un día la india decidió llevar a Brío a conocer el bosque donde
ella había nacido y sus padres habían vivido. Mientras caminaban,
escuchó a un puma caminar por encima de las hojas secas que caían de
un árbol. El ave, al darse cuenta de la presencia del felino, comenzó a
volar en dirección a este mientras la joven huía corriendo. Pero el feroz
animal ya la había visto y salió en su persecución, hasta que el ave lo
atacó picoteándolo y rasguñándolo. A pesar de eso, el felino consiguió
matarlo y lo dejó tirado con las alas abiertas.
Un tiempo después, la india volvió con un grupo de cazadores
al lugar donde había visto al puma. Los hombres se llevaron al felino
y Yamina se quedó llorando sobre el cuerpo del animal que la había
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salvado. Cuando la joven se dio vuelta para regresar, escuchó un
extraño sonido a sus espaldas. Se dio vuelta y vio, asombrada, que del
loro de desprendía un gran arco de colores que llegaba al cielo. Se dio
cuenta de que el ave había sido premiada por los dioses porque había
conseguido su objetivo, que era salvarla.
Por esa razón, a partir de ese día, a ese arco se lo llamó arco
iris y cada vez que esa clase de pájaro queda tendido en el suelo con
las alas abiertas, las personas que lo ven y conocen esta historia, le
piden que proteja a su familia como tiempo atrás lo hizo con Yamina.
BELLEZA INTERIOR Y EXTERIOR
Valentina Márquez Miranda
Alrededor del año 1700, en un pueblo ubicado entre las
montañas de Alemania, gobernaba un rey llamado Alemuk. Era una
persona obesa y de baja estatura. En su cara tenía un largo bigote que
le tapaba su enorme boca. Su cabello pelirrojo enmarcaba y resaltaba
su horrible cara. Él mismo decía que era feo y por eso, nunca se miraba
en el espejo y le tenía envidia a cualquier persona que fuera más linda
que él.
Un día, una familia de campesinos tuvo a Iván, su tercer hijo.
Se decía que era un bebé muy lindo. Tenía su carita tan bonita que
parecía una perla. Sus ojos tan celestes como el cielo, parecían dos
luceros. Su tez era tan blanca como una nube y su pelo tan brillante,
encandilaba.
Cuando el rey se enteró de la belleza de este bebé, se puso tan
furioso que comenzó a patalear, a estar siempre de malhumor y a tratar
mal a sus sirvientes.
Un día mandó a uno de ellos a la aldea para que leyera un
bando que decía: “Los ciudadanos que tengan un hijo, van a tener que
llevarlo al palacio para ser calificado por el rey. Si es un niño lindo,
pasará a ser hijo de él”.
Los padres de Iván se alarmaron y decidieron consultar a un
brujo, quien les preparó un hechizo para que Iván se transformara
temporariamente en un niño feo. Pero este hechizo duraba solo tres
días y el embrujo se destruía poco a poco.
El niño recuperaría la belleza, hasta ser como antes. Los padres
aceptaron y el brujo comenzó a elaborar el hechizo. Le cortó al niño un
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mechón de pelo y una uña. Con una aguja pinchó su pequeño dedo y
le sacó una gota de sangre. Después vertió en una caldera el preparado
y luego de pronunciar unas extrañas palabras, se lo dio a beber. Poco a
poco el niño comenzó a deformarse, el pelo comenzó a cambiar de
color, los ojos se le volvieron marrones y la piel oscura. Los padres
estaban muy impresionados y a la vez muy agradecidos.
Al día siguiente, el rey mandó a otro soldado a leer otro bando
que decía: “El rey calificará a los niños a partir del amanecer”.
Los padres de Iván no se preocuparon y vistieron a Iván con
ropa muy vieja y rota. Cuando Dorotea, la madre, lo llevó ante el rey,
este lo vio y notó que el niño tenía una marca extraña en la pierna. Esa
marca era la que el brujo dejaba cuando hacía un hechizo sobre
alguien.
El rey conocía bien los embrujos del hechicero porque él era
un viejo amigo de la familia real. Como la madre, angustiada, se puso
a llorar cuando recordó que el hechizo duraría sólo un día más, el rey
se preocupó por el niño pues no sabía la verdad. Así mandó a una de
sus criadas a cuidarlo y llevarlo a otro lado. Apenas se desocupó, fue
inmediatamente a verlo y quedó impresionado ya que notó que estaba
más lindo que un momento atrás.
Al día siguiente, ya era un bebé muy lindo y adorable. El rey
inmediatamente mandó a llamar a los padres de Iván y les informó que
tal como indicaba el bando, el niño pasaría a ser su hijo. La madre
comenzó a llorar desconsoladamente. Abrazada al padre se fue del
palacio.
Pasaron varios años y el niño se crió como hijo del rey. Se
convirtió en un joven apuesto y bondadoso. Pero él siempre se había
sentido diferente a su padre. Iván empezó a preguntarle al rey quién era
su madre y dónde estaba. El rey le mintió y le dijo que había fallecido.
Cuando cumplió dieciocho años, tenía más dudas porque no se
parecía en nada al rey y porque en lo más profundo de su corazón una
voz le decía que él no era su padre. Iván le fue a preguntar a la criada
más antigua del palacio, quién decidió ayudarlo a hallar a su familia
porque siempre había sentido mucha pena por el niño. Muy orgullosa,
lo ayudó a buscar a su familia verdadera.
Cuando Iván tuvo la oportunidad, se escapó del palacio. Luego
de caminar un par de horas llegó al pueblo y se dio cuenta de que ese
era el lugar al que pertenecía. Recorrió el pueblo y golpeó la puerta de
todas las casas. Después de varias semanas, una tarde llegó a una muy
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humilde y al llamar, una mujer apareció. Era su madre, quien lo
reconoció enseguida al ver la marca del hechizo en su pierna.
EL AMOR CAMBIA LA VIDA
Inés Mayer
Hace mucho tiempo, en Francia, gobernaban unos reyes que
tenían un corazón bondadoso y noble. Ellos estaban esperando un hijo,
y eso provocaba una gran felicidad en el pueblo.
El día en que Françoise nació, su madre murió y el padre
quedó desolado. Luego de trece años de sufrimiento y dolor, el rey
también murió dejando su reinado a su único hijo.
Françoise, con apenas trece años de edad, no sabía cómo
gobernar. Además, su padre nunca le había enseñado nada de política
ya que su sufrimiento se lo impedía y casi ni se había comunicado con
su hijo.
Como era de esperarse, Françoise, no gobernaba muy bien
debido a su falta de experiencia, pero Pierre, su fiel ayudante, cumplía
muy bien su trabajo.
A los veinte años, seguía soltero y era cada vez más egoísta y
caprichoso. Varios de sus consejeros le recomendaban casarse ya que
tenía edad suficiente para ello. Pero él, como nunca les hacía caso, en
vez de casarse impuso una ley exagerada y absurda.
“Cada mujer de Francia al cumplir los 15 años, tendrá que
casarse con quien su padre le ordene y no con quien ame. La dama que
desobedezca, será mi esclava”.
Luego de tres meses de esta ley absurda, todas las mujeres de
más de quince años, estaban casadas o comprometidas con algún
miembro de la realeza.
El rey organizó una gran fiesta en su majestuoso palacio a la
que asistió toda la realeza. Allí, Françoise conoció a la hija mayor de
un conde italiano y se enamoró con solo verla. Ella poseía una belleza
divina, unos ojos compasivos, una sonrisa tan brillante como la Luna
y una elegancia única. Parecía un ángel sobre la Tierra. Su nombre era
“Constance Nicole Di Loncrete”.
Nicole y Françoise esa misma noche se enamoraron. Pero ella,
ya estaba comprometida con Lord Hamilton debido a la ley que él
mismo había impuesto y en seis días se llevaría a cabo la boda.
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Françoise estaba tan enamorado que decidió abolir la ley. En
el pueblo algunos pensaban que su rey se había vuelto loco, otros que
lo habían amenazado, pero muy pocos habían pensado en lo cierto, que
el rey se había enamorado.
Al padre de Nicole, no le importó la anulación de esa ley y
siguió adelante con la boda de su hija, ya que como ellos habían
perdido su fortuna, necesitaban el dinero de Lord Hamilton. Además,
Françoise le parecía un hombre egocéntrico, caprichoso, absurdo y
egoísta. Y no iba a dejar que su hija se casara con alguien así.
Luego de la boda de su amada con Hamilton, el rey cayó en
una gran depresión. No quería gobernar y cuando lo hacía, lo hacía
peor que de costumbre. Debido a eso, el reino quedó en manos de
Pierre. Mientras los consejeros ayudaban a su triste y desconsolado
rey, el asistente se consolidaba en el trono.
Finalmente, después de varios meses de angustia y llanto, el
rey se sobrepuso. Entonces, anunció a sus súbditos que a partir de ese
momento, antes de pensar en sí mismo, pensaría en el pueblo. No
dictaría más leyes absurdas y descabelladas. Françoise nunca volvió a
enamorarse de nadie como de Nicole y a pesar de su tristeza,
comprendió la lección. El egoísmo a quien más perjudica es a uno
mismo.
EL MEDALLÓN FANTÁSTICO
Delfina María Mercado Grimoldi
En un pueblo muy chiquito de Inglaterra vivía Philip. Tenía
unos catorce años de edad. Era muy tranquilo y le encantaban los
libros. Para poder disfrutar de la lectura, siempre iba a leer a la
montaña que le daba tranquilidad.
Un día, su maestro de historia, John Smith, dio una tarea que
requería utilizar varios libros. Como Philip venía de una familia
humilde no podía comprar el material, entonces fue por las tardes a
leer a la biblioteca.
Una de las tardes en que iba caminando hacia allí, observó en
la calle algo muy llamativo. Era un medallón de color dorado con una
piedra colorada en su interior, que colgaba de una cadena bastante
larga. Lo agarró y se lo puso.
Cuando llegó a la biblioteca prefirió investigar sobre el
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grandioso medallón dorado en vez de hacer la tarea del colegio. Tardó
un largo tiempo en buscar un libro que lo pudiera ayudar a saber más
sobre aquel extraño objeto. Luego de unas horas, Philip encontró un
libro de historias fantásticas que mencionaba al mágico medallón y su
significado.
Como ya era bastante tarde, se dirigió a su casa. Al llegar, sus
padres, Ana y Roberto, se enojaron y, en castigo, no lo dejaron ir a la
montaña a leer.
Al día siguiente, Philip estaba con muchas expectativas sobre
el medallón tan particular y empezó a investigar hasta que se dio
cuenta de que el extraño objeto dorado podía transformarlo en objetos
o monstruos, es decir, en algo mágico que él quisiera ser.
Esa misma mañana estuvo pensando en qué se podría
transformar para comprobar si era verdad lo que había descubierto en
los libros. Audaz, Philip quiso probar él mismo la transformación y fue
hacía la montaña para que nadie lo viera.
El joven siempre había querido ser una momia como la de sus
libros de aventuras. Y así fue. Se transformó en “la momia perdida”,
personaje de uno de sus cuentos favoritos. Ese libro a él lo llenaba de
alegría, entusiasmo y diversión. Pero ser una momia de verdad era
distinto.
No podía ver porque tenía los ojos vendados, le costaba
caminar, olía mal y sus amigos y familia se asustaban al verlo. Philip
se sentía extraño y asustado. Estaba sorprendido con lo que le había
pasado. Extrañaba ser él y quería volver a transformarse en un chico,
pero no encontraba su medallón.
Lo buscó en su cuarto. No estaba allí. Resultó que lo tenía su
hermana en uno de sus cajones. Sintió miedo de que ella descubriera el
poder que tenía. En silencio fue a buscarlo, se lo puso y recobró su cuerpo.
Fue a la montaña y arrojó el medallón al vacío para que nadie
pudiera usarlo. Por suerte, se rompió.
LA CODICIADA CAJA
María Victoria Felicitas Paseyro
Durante la Segunda Guerra Mundial no se llevó a cabo el
Mundial de fútbol, por eso el trofeo debía ser asegurado para que los
nazis no se apoderaran de él.
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Ottorino Barassi, el vicepresidente de la FIFA, que era muy
apreciado y respetado por sus colegas, tomó la decisión de “robar” la
copa para evitar que los alemanes se apoderaran de ella.
Al cabo de unos días de pensarlo, él ya estaba seguro de su
plan. Debía robar la copa y esconderla en una caja de botines que
guardaría entre otros elementos de utilería en su propia casa. Allí nadie
la buscaría. Ya sabía cómo llevarla a salvo a su casa. Para esto, contaba
con la ayuda del presidente de la FIFA, Emilio Franchello Herzen y su
secretario, el señor Morzt.
El señor Hersten, al igual que Barassi, era un hombre de
principios y gran enemigo de los nazis. Cuando los tres se encontraron
a escondidas detrás del estadio, Barassi les explicó su plan y estuvieron
de acuerdo que en aquel lugar pasaría desapercibida. Entonces
pusieron “el robo” en marcha.
Entraron al estadio con la llave de Barassi y como conocían
muy bien el funcionamiento de los sistemas de seguridad, los
desbloquearon sin ningún problema. Al finalizar, se separaron y cada
uno se fue a su casa. Habían acordado que Barassi guardaría la copa en
el lugar establecido. Ya era tarde y Ottorino se fue a dormir.
Días más tarde, por desgracia, Barassi se despertó con el ruido de
una explosión. Al salir de su casa se dio cuenta de que los nazis habían
puesto una bomba en su auto en forma de amenaza. Allí fue cuando sintió
miedo y se dio cuenta de que los alemanes ya sabían quién tenía la copa.
Al ver esto, volvió rápidamente a su casa y se encontró con
todo revuelto y destruido. Él sabía que ellos habían estado buscando la
copa pero por suerte, se había adelantado a esa situación y la había
trasladado al vestuario de un estadio de fútbol.
Ottorino también sabía que los nazis no pararían hasta
encontrar lo que tanto codiciaban. Su decisión fue la que finalmente
salvó la copa. Cuando tuvo la oportunidad, en una noche oscura, la
sacó del estadio a través de un pasadizo secreto que nadie conocía y la
enterró debajo de las gradas. Pensaba que sería muy difícil que
destruyeran todo el estadio.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la desenterró y la
guardó en la caja fuerte del club oficial de fútbol de la FIFA, uno de
los pocos que no había sido destruido. De esta manera, los nazis nunca
la tuvieron en sus manos.
El presidente, su secretario y Barassi, fueron premiados por su
valentía, sacrificio y responsabilidad.
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EL CASO PERDIDO
María del Rosario Pedriel
Entre 1938 y 1950, debido a la Segunda Guerra Mundial, no se
realizaron mundiales de fútbol. Un hombre llamado Ottorino Barassi,
que en ese entonces era presidente de la FIFA, sabía que la copa se
guardaba en un cofre dentro de una sala de dicha sede.
Para él, este objeto significaba un ejemplo para la humanidad.
Representaba el poder y el esfuerzo de una nación. Por eso, quería
evitar que quienes ganaran la guerra se la llevaran. Por lo tanto, decidió
buscarla y cuando la tuviese en sus manos, esconderla de los soldados
alemanes.
Un día planeó cambiar la copa verdadera por una réplica.
Consiguió acceder a la original, utilizando algunos contactos que tenía
y aprovechando su cargo. Muy cuidadosamente, una noche oscura y
nublada, logró intercambiar la copa verdadera por la copia.
Pero surgió un inconveniente que no estaba en los planes de
Barassi. Un niño tomó en el vestuario el bolso con la copa que su amigo
le había dejado, simulando que eran botines. Al verlo, Carlos, lo siguió y
desesperado pidió al niño que le regresara el bolso, pero este se negó.
Le dijo que a cambio quería el balón que se había usado en el
campeonato anterior. Barassi consiguió la pelota y la intercambió por
el bolso con el preciado trofeo.
Luego, ocultó la copa dentro del bolso de botines, de modo tal
que nadie la encontrara. Al rato, esperó pacientemente que todos se
fuesen de aquel lugar y que las calles pobladas se despejaran. De esta
manera, la llevó a su casa y la guardó en una caja de zapatos debajo de
su cama.
Varios días después, los nazis se dieron cuenta del cambio de
la copa. Estaban furiosos. Sospechaban de dos personas que eran las
únicas que limpiaban esa sala. Las interrogaron y revisaron cada una
de sus pertenencias, sin encontrar nada.
Los nazis, sin sospechar de Barassi, fueron a avisarle que no
habían encontrado el trofeo, pero tampoco lo hallaron ya que había
huido a Siena para mantenerla a salvo. Allí la enterró en el jardín del
hotel donde se hospedaba.
Los nazis nunca pudieron encontrarla. Para ellos la copa
simbolizaba: victoria, fuerza, valor y poder. Por lo tanto, esta había
sido una gran derrota.
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Cuando la guerra terminó, Barassi regresó la copa a la FIFA
para utilizarla en el próximo Mundial.
LA ORDEN DEL REY
María Josefina Pereyra Pigerl
En la remota Roma, un rey llamado Giorgio Tropoli había
mandado a uno de sus sirvientes al pueblo a leer el siguiente bando:
“Toda dama debe casarse con el hombre que el rey haya
elegido y aquella que se niegue, será sirvienta de su majestad.”
La mayoría de las muchachas, muy nerviosas, se fueron a otras
tierras porque no querían ser sirvientas del rey, ni ser la esposa de un
mal hombre. En su mayoría eran jóvenes humildes, que vivían en
pequeñas casas con su familia.
Entre ellas estaba Francesca, una hermosa joven. Ella
necesitaba con urgencia un esposo, porque sus padres la maltrataban.
Debía alejarse de sus progenitores para ser feliz.
Por fin llegó el día en que Francesca fue al palacio para
conocer a su futuro marido. Luego de una larga espera, la joven divisó
tras una hermosa cortina a un hombre muy feo, con nariz aguileña,
orejas puntiagudas y modales horribles. Al verlo, lo rechazó
inmediatamente.
En ese momento trágico, nadie la podía ayudar. Con sus
padres no quería regresar, entonces prefirió convertirse en una
sirvienta más del palacio.
Después de varios días de estar allí, conoció a un mayordomo
llamado Charlai. Era muy lindo, tenía ojos claros y una sonrisa
reluciente. Era todo un caballero y provenía de una familia humilde
como la de ella.
Pasaron varios meses trabajando juntos y finalmente se
enamoraron. Charlai no sabía cómo declararle su amor. Él trataba de
mandarle señales por medio de objetos pero siempre fallaba.
Un día Charlai le envió una carta, pero como Lucía, la mujer que
hacía la limpieza, pensó que era un papel sin importancia, lo tiró a la basura.
Luego de tantas oportunidades fallidas, él le pidió a un grupo
de músicos del palacio que lo ayudaran a declarar sus sentimientos a
través de una canción. Francesca se emocionó y también le
correspondió.
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Después de varios años se casaron y se escaparon de allí para
vivir en unas tierras muy, muy lejanas.
EL ORIGEN DEL ARCO IRIS
Milagros María Porres
Hace mucho tiempo, en el actual territorio de Guatemala
habitaba el pueblo maya. Sus habitantes no estaban en una buena
época porque hacía poco habían tenido una batalla y aunque habían
vencido, muchas de las personas más amadas habían muerto.
A partir de esa batalla habían creado una cárcel para los
prisioneros de guerra a quienes obligaban a jugar a un juego de pelota
que tenía serias consecuencias, ya que el perdedor era ahorcado.
Como resultado de la reciente guerra, en aquella prisión se
encontraba un joven llamado Ayohuma Tatián, que era una gran
persona por su honestidad y devoción al dios de su pueblo. Él no
jugaba bien a ese famoso deporte por lo tanto conocía su duro y cruel
destino, la muerte.
Pero como también era conocido por su gran inteligencia,
Ayohuma se dedicó a idear un plan para escapar de la prisión antes de
ser elegido para jugar a ese espantoso deporte. Estuvo mucho tiempo
pensando la forma y cada vez que lo convocaban para jugar, inventaba
que se sentía dolorido y terminaba convenciendo a los guardias
quienes le decían que no asistiera.
Luego de varias noches enteras sin dormir, se le ocurrió una
gran idea que probablemente funcionaría. El plan consistía en crear un
puente que pasara desde adentro de la prisión hacia fuera.
Era un día lluvioso y el tiempo no lo favorecía. Cuando se
dispuso a hacer el puente se dio cuenta de que los elementos que tenía
no le servirían por la lluvia. En ese momento no se le ocurrió otra idea
más que rezarle a Chac, el dios de la Lluvia, para que lo ayudara.
En ese momento, la divinidad se le apareció. El joven se asustó
mucho porque nunca creyó en la posibilidad de poder ver a un dios en
persona. Cuando recuperó la movilidad, después de un rato, le dio a
conocer al gran dios todo lo que le había pasado y por qué quería
escapar.
Aunque Chac ya lo sabía, lo escuchó muy atentamente sin
pronunciar palabra hasta que la historia terminó y le dijo que él era una
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persona muy devota, justa y humilde y que por lo tanto le concedería
un don para salvarle la vida.
Ese gran don fue convertirse en un puente muy alegre y de
colores para poder pasar al otro lado del muro. Ésta le pareció muy
buena idea a Tatián.
Desde entonces, cada vez que algún prisionero inocente y con
buen corazón quería escapar de la cárcel maya se desataba una fuerte
lluvia y aparecía un puente de varios colores, al que más tarde
llamaron arco iris.
LA LLAVE DE LA UNIÓN
Victoria Ratto
Hace mucho tiempo en un pequeño pueblo, vivía Ulises, un
niño de diez años de edad. Él era soberbio y egoísta. Era hijo único y
muy malcriado.
Gastón, su papá, era un hombre que trabajaba mucho, por lo
cual casi nunca estaba en su casa. Se encontraba siempre viajando.
Para que Ulises no notara su ausencia le compraba permanentemente
obsequios para entretenerlo.
Vivían en una casa antigua, muy grande, heredada de su
bisabuelo. Estaba tal cual él la había dejado cuando murió. Tenía
muchas antigüedades.
Un día vino el jardinero acompañado de su hijo, Vicente, de la
misma edad que Ulises. Ellos ya se conocían, así que enseguida
decidieron jugar a las escondidas.
Mientras Vicente estaba contando, Ulises decidió esconderse
en el jardín, detrás de unas plantas. Allí, inesperadamente, encontró
una puerta en el suelo tapada por algunas hojas. Decidió abrirla y
entrar para ver a dónde lo llevaba. Enseguida logró abrirla y con
cuidado se metió.
Del otro lado, se encontró con un lugar increíble, parecía una
casa. Allí había libros antiguos, unos sillones y un estante con algunas
cosas desparramadas. Lo que más le llamó la atención fue una llave,
que tenía grabada la palabra “Nantilus”. La llave era antigua y de
hierro. Tenía una cadena bien larga. Ulises se la colgó en el cuello.
Apenas salió del escondite, llamó a Vicente para contarle
dónde había estado. Él no le creía, entonces Ulises muy seguro de sí
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mismo, lo llevó hacia el lugar donde estaba la puerta.
Inexplicablemente ya no estaba. Había desaparecido.
Buscaron por los alrededores, pero no hallaron nada. No tenía
la menor idea de lo que había pasado, pero estaba dispuesto a
averiguarlo.
Ya estaba cayendo la noche, así que Vicente se fue a su hogar
convencido de que su amigo había inventado todo. Ulises,
decepcionado, decidió descansar un poco después de un día tan
agotador y lleno de aventuras.
Luego de una larga siesta, quiso averiguar un poco más sobre
ese lugar tan misterioso. Como era de noche y estaba oscuro, llevó una
linterna. Al llegar quedó sorprendido, la puerta sí estaba. Tomó la llave
y la abrió.
En ese momento apareció la imagen de Arturo, su bisabuelo.
El niño lo reconoció, ya que en la casa había muchas fotos de él. Ulises
se asustó, no podía creer que fuera su bisabuelo porque había muerto
hacía varios años.
Arturo lo sorprendió con una pregunta que jamás hubiera
imaginado, le preguntó si era feliz. Él le contestó que sí, que sí era
feliz, pero podría ser más feliz con la presencia de su padre, si no
viajara tan seguido.
Arturo conocía muy bien a Gastón y sabía que si el viajaba
mucho era porque pensaba que eso era lo mejor para los dos. Entonces
le aconsejó que lo mejor que podía hacer, era hablar con él y buscar
una solución juntos.
Ulises habló con su papá. Para Gastón era más importante la
felicidad de su hijo que el trabajo y por eso decidió dejar de viajar. Se
dio cuenta de que tantos juguetes no eran tan importantes.
EL MISTERIO DE LA LLAVE
Solange Yasmeen Rivera Morillo
A Juan, un joven de diecisiete años, le gustaban mucho los
perros. Él pensaba que lo protegían de muchas maneras y ese
sentimiento le hacía bien porque vivía solo y no sabía qué había pasado
con sus padres. Además de estos animales, también le gustaba
investigar misterios por su cuenta.
Una mañana, Manu, uno de sus perros, desapareció de la casa.
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Juan llamó a la policía para que lo ayudara a buscarlo. Se sentía triste
porque lo quería mucho. Primero tuvo insomnio y luego, de la tristeza,
no podía parar de dormir.
El perro regresó solo a la casa dos semanas después. Tenía una
llave que colgaba de su cuello. Estaba hecha de hierro y bañada en oro.
Cuando Juan la observó de cerca, vio que tenía impresos unos
símbolos. Se sorprendió mucho, jamás los había visto. Llamó a su
amigo Ricardo, un especialista en llaves antiguas y él también le dijo
que nunca había visto una así.
Para obtener más información, hicieron que Manu los guiara
al lugar donde el dueño del perro lo había encontrado.
Al llegar a la casa, a Ricardo le resultó conocido el portón de
madera. Creía que ya había estado en ese lugar, pero no era así.
La casa quedaba en un barrio llamado Cambridge, donde
vivían muchos vendedores de antigüedades. Era enorme y en cada casa
había una reja por seguridad.
El portón daba a muchas otras puertas que cada vez se hacían
más chicas. Todas se abrían con la misma llave. Al llegar a la última
puerta había un cofre con una carta y otra llave muy chiquita. La carta
estaba dirigida a él y en ella decía que la llavecita era para abrir un
libro que él tenía guardado hace tiempo y que allí se contaba su origen.
Despertó, su perro había regresado y tenía una llavecita
colgada del cuello. El chico vio la llave igual a la del sueño y empezó
a buscar el libro. Lo encontró en el altillo adentro de una caja adentro
de otra caja.
Leyéndolo se enteró de que sus padres habían muerto en un
accidente. Nadie se lo había dicho. Sintió tristeza porque él siempre
había pensado que lo habían abandonado, pero estaban muertos. Sintió
un shock pero en su interior se sintió mejor porque se había enterado
de la verdad.
LA TRÁGICA HISTORIA DEL LIBRO
Milagros Saravia
Una mañana de julio de 1999, Lucía, una joven de unos
veintidós años tenía que ir junto con su mamá a la casa de Magdalena,
su tía. Ella había fallecido la noche anterior.
Al llegar, le tocó vaciar todas las cosas del cuarto de
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Magdalena. Cegada por el dolor de esa gran pérdida, se sentó en la
cama y de repente algo que estaba debajo de la mesa de luz, le llamó
la atención. Era un viejo libro que asomaba entre dos cajas. Hubo algo
en él que le resultó llamativo. Quizás el color marrón o sus blancas
hojas sin usar. Esto la impulsó a agarrarlo.
Cuando llegó la hora de volver a su casa, agarró el libro y se
lo llevó para comenzar a escribir en él.
Esa misma noche se sentó en el sillón buscando inspiración
para su nuevo cuento. Al rato comenzó a escribirlo.
El cuento era acerca de un grupo de amigos que se iban de
viaje y a medida que pasaba el tiempo se iban muriendo.
Al día siguiente, una de sus amigas la llamó para invitarla a
un viaje de fin de semana. Al principio, ella no estaba muy convencida,
pero después sus amigas lograron convencerla.
El viernes a la noche, Lucía estaba armando el bolso, pero no
estaba segura de llevar el libro. Decidió dejarlo. A la mañana siguiente
cambió de opinión, pensó que sería bueno llevarlo, así podría terminar
de escribir su cuento. Solo le faltaba terminar la última parte.
A la hora de partir, estaban las tres amigas esperando el avión
y Lucía decidió contarles acerca de la historia que estaba escribiendo.
Al llegar a Brasil, lugar de destino de las tres amigas, fueron al hotel y
Lucía se dio cuenta de que el lugar era igual al escenario que ella había
descrito en su historia. Mucho no le importó, lo único que quería era
disfrutar de la playa y olvidar la pérdida de su tía Magdalena.
Esa misma tarde, cuando las chicas estaban en el mar, una de
ellas se acalambró una pierna, y al no poder nadar, se ahogó. Esto
también le sonó familiar a Lucía. Esto mismo estaba escrito en su libro.
Todo esto hizo sospechar que algo extraño ocurría con ese libro.
A la mañana siguiente, en el aeropuerto, esperando para
regresar a Buenos Aires, Manuela, su otra amiga, estaba comiendo
unas pastillas y de repente comenzó a toser sin parar. Lucía hizo lo
posible por ayudarla, pero ya era tarde. Manuela había muerto. Fue
entonces cuando se dio cuenta de que indefectiblemente todo lo que
estaba escrito en su libro, sucedía.
Más tarde, su abuela le contó que ese libro era mágico. Lo
primero que hizo ella, fue quemarlo y disculparse con toda la familia
de sus amigos.
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WECHU Y FELDÍO, EL RELÁMPAGO Y EL RAYO
María Scarano
En las lejanas tierras del Perú existía un reconocido cacique,
Cuncán. Él dirigía una tribu inca. Era muy sabio y tenía muchos
conocimientos, por eso era un gran líder para su pueblo. Había
cuidado a su gente por más de veinte años y todos lo admiraban por su
valentía y su inteligencia.
Cuncán había tenido dos hijos: Feldío y Wechu.
Feldío era un joven fuerte e intrépido, pero lo que más se
destacaba de él era su increíble habilidad para correr. Era realmente
veloz.
Wechu era una persona poderosa, temida, muy respetada. Era
corpulento y fuerte, y al ser el hermano mayor, pensaba que necesitaba
tener esa actitud para luego poder ser el gobernante del pueblo.
Feldío y Wechu siempre habían tenido problemas. Se
envidiaban demasiado. Cuando eran chicos, se peleaban por demostrar
quién era el más hábil y de más grandes, por sus amigos. Pero a medida
que fueron creciendo, se empezaron a pelear menos. Hasta que un día
la rivalidad comenzó a enfrentarlos nuevamente, pero esta vez, porque
Wechu iba a ser quien sucediera a su padre. Se peleaban a la noche, a
la mañana y a la tarde.
Su padre, que ya había intentado que dejaran de estar
enfrentados, se puso a pensar qué más podría hacer y, como no se le
ocurrió nada, decidió pedirle ayuda a Inti, el dios Sol. Así que se
dirigió al santuario, le dijo lo que estaba sucediendo y se quedó
sentado, en silencio, esperando su respuesta. Esa misma noche el cielo
se cubrió de estrellas y ellas le dieron la respuesta. Inti, por medio de
los astros, le comunicó que los llevara hacia el claro de una montaña y
los dejara solos.
Ese mismo día el padre les pidió que fueran a una montaña
para buscar algo (como excusa), y enseguida se dirigieron hacia el
lugar.
Cuando llegaron era de noche y de pronto comenzó una
tormenta. Al escuchar ese ruido se pusieron tan furiosos que
empezaron a pelear. Luego, escucharon la voz de Inti diciéndoles que
dejaran de hacerlo. Pero estaban tan ocupados peleándose que no
escucharon al dios. Agarraban lo que tenían a su alrededor y se
golpeaban, se pegaban, y se lastimaban mucho.
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Aunque Feldío era más fuerte, Wechu sabía por dónde lo
tenía que atacar. Al final, tras una intensa lucha, los dos murieron.
Después de un rato, el padre volvió para ver qué había
pasado. Pero al llegar, Inti le comunicó lo que había sucedido y que se
habían convertido en el relámpago (Wechu) y el rayo (Feldío).
La gente notó que en el pueblo empezaba a haber
tranquilidad y se preguntaban qué había sucedido. Así que Cuncán les
contó la historia.
A partir de entonces, siempre que la gente veía en el cielo el
relámpago y el rayo, sabían que, además de lluvia, venía una época de
buena cosecha.
EL MISTERIO DE LAS NOTAS MUSICALES
Josefina María Urso
Un sábado por la mañana Luciano, el conserje del teatro, llegó
a su lugar de trabajo mucho más temprano que de costumbre. El lugar
era muy grande y estaba completamente oscuro.
Empezó a limpiar y en el primer piso descubrió algo muy
extraño: un caminito de huellas. Continuó barriendo el piso y siguió el
recorrido para ver con más claridad a dónde se dirigía ese camino. Era
muy largo y recorría todos los pisos, subía y bajaba. Luciano estaba por
rendirse pero se sorprendió al notar algo muy parecido a una clave de sol
entre todas esas huellas extrañas. Eso lo intrigó mucho y no se rindió.
Al fin llegó a la fuente del problema y se quedó
completamente perplejo y asustado. Vio que de una partitura que
estaba sobre un piano en el gran escenario, salían una por una, miles y
miles de notas musicales como si se estuvieran desprendiendo. No
sabía qué hacer: si salir corriendo o quedarse para comprobar lo que
veía. La intriga venció al miedo, así que decidió acercarse para ver con
más claridad si lo que veía era cierto.
Caminó despacio hacia la partitura y notó que realmente eran
notas lo que estaban formando ese recorrido tan extraño. Se restregó
los ojos, y sí, las notas se despegaban como stickers de la partitura. Era
completamente increíble.
Decidió alejarse porque iba a desmayarse del temor. Salió
disparado de ese lugar y se quedó sentado en la entrada esperando la
llegada de su jefe.
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Cuando llegó Luciano, el jefe, le contó todo lo que había visto,
pero él no le creyó. Entonces fue a mostrarle para que lo viera con sus
propios ojos, pero cuando llegaron al piano, las notas ya no estaban.
Solo estaba la partitura en blanco.
Las notas parecían haber dejado una nota sobre el atril, que
decía:
“Disculpen por habernos ido, pero el director de orquesta es
muy estricto y nos presiona mucho, así que decidimos fugarnos.”
Luciano no lo podía creer. ¡Las notas se habían escapado! La
única opción era salir a buscarlas, pero parecía algo imposible
encontrarlas en una ciudad tan grande.
Buscó y buscó, pero no las pudo encontrar. Entonces, muy
decepcionado, regresó al teatro.
Milagrosamente, todas las notas estaban en su lugar, sobre la
partitura. Luciano se puso muy feliz y fue a llamar a su jefe. No lo
despidieron y el concierto fue un éxito.
EL REY ISAAC
María Sol Vivanco
Hace mucho tiempo atrás, en un reino de Judea, el rey Isaac
regresaba a su palacio después de dar un paseo por sus tierras. Antes
de irse a dormir, ordenó a sus guardias que al día siguiente reunieran a
los niños del reino para una prueba de bufones.
Al día siguiente, varios guardias pusieron esta orden: “Cada
niño o niña menor de 18 años de edad, deberá ir al palacio donde el rey
elegirá a un nuevo bufón.”
Semanas más tarde, nadie había logrado hacer reír al rey, a
pesar de que miles de chicos trataban, cantando, bailando o haciendo
piruetas. Pero no conseguían ninguna mueca de alegría por parte del
rey, solo un gesto de desprecio.
En ese momento vio a una hermosa muchacha y se enamoró
en ese mismo instante. La chica era la única mujer que se había
atrevido a asistir a la prueba y el rey, al estar enamorado, escogió, sin
dudar, a su nuevo bufón.
La muchacha se llamaba Azul y vivía con su padre que era
viudo. Isaac seguía enamorado y mandó llamar a la joven. Ella se
dirigió al palacio junto con su anciano padre.
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Cuando se quedaron solos los tres, el rey quiso obligarla a ser
su reina, pero ella no aceptó porque no estaba enamorada de él. Su
majestad trató de comprarla, pero su padre no aceptó.
Tras una larga pelea, el rey los dejo marcharse. Azul no sabía
que el rey tramaba algo.
Al día siguiente, cuando despertó, vio a unos guardias que
trataban de llevarse a su padre. Inmediatamente, se dio cuenta de lo
que el rey estaba haciendo.
Al ver sufrir a su padre, rogó a los guardias que por favor lo
soltaran. Les dijo que a cambio de su libertad, se casaría con el rey. Un
mes después se produjo la injusta boda.
Cuando el pueblo se enteró de lo que el rey había hecho, se
dispuso a ayudar a Azul de todas formas.
Un día el rey oyó rezar a Azul, pidiendo que su marido se diera
cuenta de lo cruel, egoísta y avaro que había sido con ella, con su padre
y sobre todo con su pueblo. Esas palabras transformaron al rey.
Esa misma tarde, cuando todo el pueblo entró al castillo para
matarlo, encontró en su mano una carta en donde decía que se sentía
mal por haber sido tan malo, que anularía todas las absurdas leyes que
había impuesto y que se disculpaba con Azul por lo mal que la había
tratado
De esta manera la joven quedó libre y el pueblo la eligió para
gobernar.
EL VOLCÁN POPOCATEPETEL
María Clara Volpacchio
Hace mucho tiempo atrás, en la ciudad de Tenochtitlàn, a
orillas del lago Texcoco, vivían los aztecas, un pueblo guerrero que
había logrado construir un gran imperio. Esta civilización provocaba
las llamadas guerras floridas, que en un principio eran verdaderas
cacerías para lograr prisioneros de guerra y ofrecérselos a los dioses.
Pensaban que con esos sacrificios le daban fuerza al Sol, quien según
ellos cada mañana lanzaba miles de rayos de luz para encender a las
estrellas. Era el triunfo del día sobre la noche.
Por ese entonces, el volcán Popocatepetel había despertado y
la nube de cenizas que desprendía, ocultaba la mayor parte de la luz
solar.
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Los sacerdotes, los guerreros, todos estaban preocupados por
la fuerza del volcán y el temor a que el Sol se ocultara para siempre.
Solo dos jóvenes parecían no darse cuenta de la situación: Alpulli que
era una hermosa muchacha, perteneciente a una familia noble de uno
de los veinte clanes o calpullis y Tenoch, su amado, un muchacho
valiente, fuerte, que pertenecía a una tribu vecina.
Ellos se amaban, pero pertenecían a dos tribus que estaban
enfrentadas, por lo tanto su amor no era aceptado por sus nobles
familias.
Con el paso de los días, las autoridades estaban cada vez más
preocupadas, porque del volcán no cesaba de emanar lava. El cielo
estaba cubierto de cenizas y el Sol ya no se reía, por eso no brillaba.
Las autoridades se dieron cuenta de que los sacrificios de los esclavos
y animales no alcanzaban. Necesitaban ofrecer a los dioses una
persona importante y decidieron sacrificar a la hija del Cacique, la
joven Alpulli. Los sacerdotes creían que la furia del volcán se debía al
amor prohibido que había nacido entre estos jóvenes.
Al enterarse, Tenoch y su amada trataron de convencer a los
jefes de las tribus y a los sacerdotes, pero Alpulli fue tomada prisionera
y llevada a un altar al pie del volcán. Tenoch corrió en su ayuda,
sorprendió a los guardias que custodiaban el lugar. Tras una breve
lucha logró liberarla y huyó con ella en brazos. Pero muchos aztecas
comenzaron a perseguirlos y para evadirlos, debieron escalar hasta la
parte más alta y peligrosa del volcán.
En la huida, los enamorados cayeron al cráter del
Popocatepetel. En ese momento el volcán dejó de arrojar cenizas y
después de un sonido fuerte y un gran temblor que se sintió en todo el
territorio, devolvió el cuerpo de Alpulli y Tenoch convertidos en cristal
transparente que luego de un estallido se convirtieron en millones de
fragmentos de arena.
Desde ese día, las cenizas de los jóvenes convertidas en arena,
permanecen unidas frente al mar.
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