Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay

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PANTONE 368C NEGRO
LAMINADO MATE
Re v ista d e l In stitu to Histó ric o
y Ge o g rá fic o d e l Uru g u a y
Re v ista d e l In stitu to Histó ric o
y Ge o g rá fic o d e l Uru g u a y
Horacio Espondaburu- “Tropa de
ganado atravesando un arroyo”
UN MÉDICO INGLÉS EN EL RÍO
DELA PLATA ANTES
DE LA FUNDACIÓN DE
MONTEVIDEO
Au g u sto So iza La rr o sa
MEMORIA GRÁFICA DE LA
GUERRA GRANDE
ANÁLISIS DEL PLANO
TOPOGRÁFICO LEVANTADO
POR EL CAPITÁN JUAN P.
CARDEILLAC
Yv h o R. Ac u ñ a
HACE OCHENTA AÑOS NOS
VISITÓ EL GENIAL
ARQUITECTO FRANCÉS LE
CORBUSIER
Cé sa r J. Lo u sta u
EL SALADERO DEL
CERRITO
Be a triz To rr e n d e ll La rra v id e
ROQUE SAENZ PEÑA
EL JURISTA, EL DIPLOMÁTICO
Y EL HÉROE
ROMÁNTICO
Ed iso n Go n zá le z La pe y r e
RELIGIOSAS ITALIANAS EN LA
CONSOLIDACIÓN
DE LA IGLESIA URUGUAYA
MODERNA
Su sa n a Mo n r e a l
LA AEROSTACIÓN EN EL
URUGUAY DURANTE
EL SIGLO XIX. Las ascensiones
de Mr. Casimir Baraille
en Buenos Aires y Montevideo:
años 1868, 1869, 1870 y 1873.
Ju a n Ma ru ri
EL INGENIERO AGRÓNOMO
SALVADOR
GARCÍA PINTOS BARACCO,
PIONERO EN LA HISTORIA
DE LA GESTIÓN
AMBIENTAL.
Ed u a r d o Da ra g n é s Ro d e r o
CARLOTA JOAQUINA DE
BORBÓN
Hé c to r Pa tiñ o Ga r d o n e
EN MEMORIA
Hé c to r Gr o s Espie ll
En riqu e Me n a Se g a rra
1810: AMÉRICA ASUME SU
DESTINO ANTE LA
HISTORIA
Da n ie l Ca sta g n in
EL INSTITUTO HISTÓRICO
Y GEOGRÁFICO DEL
URUGUAY
DON TOMÁS VILLALBA
Fa b iá n Me lo g n o Vé le z
REVISTA DEL
INSTITUTO
Re v ista d e l
In stitu to Histó ric o
y Ge o g rá fic o
d e l Uru g u a y
TOMO XXXII
ISSN: 0797-3020
Mayo 201 0
XXXII Mon tevideo - Ur uguay
9 770797 302007
LAMINADO MATE
PANTONE 368C NEGRO
TOMO XXXII
REVISTA DEL
INSTITUTO HISTÓRICO
Y GEOGRÁFICO DEL
URUGUAY
Tomo XXXII / Año 2010
MONTEVIDEO
ISSN: 0797-3020
Queda hecho el depósito que ordena la ley
Impreso en Uruguay - 2010
Tradinco S.A.
Minas 1367 - Montevideo.
La responsabilidad sobre el contenido de los trabajos publicados en este tomo XXXII de
la Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay corresponde exclusivamente
a sus autores.
Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier proceso reprográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo
o cualquier otro medio mecánico o electrónico, total o parcial del presente ejemplar, con
o sin finalidad de lucro, sin la autorización del autor.
Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Tomo XXXII
Primera edición: Mayo 2010
Diseño y diagramación:
Augusto Giussi
ÍNDICE
UN MÉDICO INGLÉS EN EL RÍO DE LA PLATA ANTES
DE LA FUNDACIÓN DE MONTEVIDEO..............................................9
Augusto Soiza Larrosa
MEMORIA GRÁFICA DE LA GUERRA GRANDE
ANÁLISIS DEL PLANO TOPOGRÁFICO LEVANTADO
POR EL CAPITÁN JUAN P. CARDEILLAC .......................................... 51
Yvho R. Acuña
HACE OCHENTA AÑOS NOS VISITÓ EL GENIAL
ARQUITECTO FRANCÉS LE CORBUSIER......................................... 71
César J. Loustau
EL SALADERO DEL CERRITO..............................................................83
Beatriz Torrendell Larravide
Roque Saenz Peña
El jurista, el diplomático y el héroe
romántico............................................................................................93
Edison González Lapeyre
LA AEROSTACIÓN EN EL URUGUAY DURANTE
EL SIGLO XIXLas ascensiones de Mr. Casimir Baraille
en Buenos Aires y Montevideo: años 1868, 1869, 1870 y 1873. ................ 105
Juan Maruri
CARLOTA JOAQUINA DE BORBÓN................................................... 127
Prof. Héctor Patiño Gardone
1810: AMÉRICA ASUME SU DESTINO ANTE LA HISTORIA.......... 137
Daniel Castagnin7
Don Tomás Villalba........................................................................141
Fabián Melogno Vélez
RELIGIOSAS ITALIANAS EN LA CONSOLIDACIÓN
DE LA IGLESIA URUGUAYA MODERNA............................................151
Susana Monreal
“EL INGENIERO AGRÓNOMO SALVADOR
GARCÍA PINTOS BARACCO, PIONERO EN LA HISTORIA
DE LA GESTIÓN AMBIENTAL”.......................................................... 177
Eduardo Daragnés Rodero
EN MEMORIA
HÉCTOR GROS ESPIELL..................................................................... 185
EL INSTITUTO HISTÓRICO
Y GEOGRÁFICO DEL URUGUAY........................................................ 187
REVISTA DEL INSTITUTO...................................................................211
REVISTA
DEL
INSTITUTO HISTÓRICO Y GEOGRÁFICO
DEL URUGUAY
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
9
UN MÉDICO INGLÉS EN EL RÍO DE LA PLATA
ANTES DE LA FUNDACIÓN DE
MONTEVIDEO
Tributo a Sir William Osler:
WILLIAM OSLER recurrió a su entusiasmo por la historia
de la medicina y la biografía cuando enseñaba al lado de la
cama y en la clínica, y cuando escribía sus ensayos y artí –
culos. Estimulaba en sus discípulos la reverencia por las
grandes figuras de la medicina.
(MARTIN DUKE, M.D [20].)
Augusto Soiza Larrosa
Introducción
Cuando recorremos por tierra como viajero (no como turista) el litoral
atlántico y fluvial uruguayo desde las costas del departamento de Rocha al
de Colonia; o navegamos por las aguas que bañan sus costas, contemplando el avance del navío que hunde y alza lentamente su proa en el azul de
aquel inmenso y silencioso mar (porque en el mar no hay ruido, salvo en
la tempestad), no dejamos de pensar en aquellos viajeros del siglo XVII y
XVIII que se aventuraron por estas latitudes cuando asentamientos humanos – excepto el indígena – todavía no existían. Y percibimos que estamos
reeditando su peripecia de navegantes y viajeros, surcando las mismas
aguas y hollando las mismas arenas, y viendo la misma (o casi) geografía
que ellos vieron.
Si es bastante conocido el inglés William Toller [1], a través del relato
de su viaje al Río de la Plata en 1715, no ha sucedido lo mismo con el otro
inglés que fuera nada menos que su personaje principal. En ninguna de las
ediciones conocidas de aquella travesía que los condujo del viejo continente al nuevo, aparece identificado a quien Toller menciona reiteradamente
como “el Presidente” y alguna vez le jerarquiza como “capitán”. Y que reconoce como el promotor de su travesía por mar a las tierras sudamericanas
bajo promesa de “bellas cosas”. Le llama un tal “M.D.”.
La recopilación de viajeros al Río de la Plata que hace algunos años
apareció en edición conjunta de la Unión Académique Internationale y la Academia Nacional de la Historia de Buenos Aires, por la pluma de la historiadora Daisy Rípodaz Ardanaz, contiene algunos datos sobre el enigmático
10
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
“M.D.” [2]. Fue esa publicación la que nos movió a indagar mas sobre el
personaje.
Adelantemos que “M.D.” no fue otro que Monsieur Dover, Thomas
Dover, también conocido como el capitán Dover, el presidente de la Factoría inglesa, o simplemente Dover. Este “M.D.” pasó ignorado sin pena
ni gloria en su condición de médico para todos los que se ocuparon del
viaje de 1715 desde Inglaterra al Río de la Plata. No interesó siquiera su
identificación porque el protagonista de ese viaje ha sido para la historia,
sin duda - y con todos los honores - William Toller, mientras el doctor
Dover sólo un personaje secundario, que no interesaba descubrir. Pero,
ahondando en su historia personal, nos hallamos ante un magnífico personaje de apasionante y muy poco conocida vida.
En el estudio preliminar de la edición de Rípodaz Ardanaz, cuando se
refiere a William Toller, aparece señalado un trabajo capital, el de Kenneth
Dewhurst & Rex Doublet sobre Dover y el viaje al Río de la Plata, que de
no ser por la búsqueda en la red Internet, no lo habríamos localizado [3]. A
su vez, estos autores remontan la biografía de Dover a la primigenia investigación que realizó nada menos que William Osler, que fue un admirador
de Thomas Dover y encontró el lugar donde fue sepultado.
El pasaje de Thomas Dover por las costas oceánicas y fluviales del
actual territorio del Uruguay, y su breve estadía en Buenos Aires, es prácticamente desconocida.
El “Diario” de William Toller
William Toller llevó un pormenorizado relato manuscrito e ilustrado,
un verdadero Diario que comenzó al zarpar del puerto inglés de Plymouth
y canceló ya en el Río de la Plata, antes del arribo de la expedición a su
destino, Buenos Aires. Pese al abrupto e inexplicable corte de la pormenorizada narración, a través de la correspondencia de Thomas Dover; la del
comandante del navío que los trasladó, Henry Partington, así como las
novedades e incidentes del negocio que instalaron en la capital de la Gobernación comunicados a Londres desde Buenos Aires - ya que el motivo
del viaje fue comercial - nos permiten conocer como terminó el mismo.
Se ha insistido en adjudicar categoría de médico al autor del relato, William Toller, basándose en algunos pasajes de su Diario. Concretamente
cuando menciona “Mi instrucción en la medicina y la cirugía ...” (folio 3 de su
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
11
El gotoso o la podraga; por aliviar el dolor de estos enfermos se popularizaron los Polvos
de Dover
12
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
manuscrito), así como su interés para describir aspectos medicinales de la
flora americana y buenos conocimientos de la clasificación zoobotánica
para su época. Pero no es seguro que lo haya sido. A lo sumo - como
Dover - pudo haber obtenido el grado de bachiller en medicina, lo cual es
mera presunción, pues nada se conoce sobre su vida. Se sabe que viajó en
carácter de cronista y memorialista. Por otro lado, se desconocen - salvo
aquella escueta mención de su puño y letra - antecedentes profesionales
de Toller. No intervino de alguna forma en actividades médicas abordo ya
que el navío que lo transportaba llevó su propio cirujano. Pero, médico o
no, ésta es una acotación que en nada desvaloriza el magnífico documento
de su autoría.
La historia de su Diario es interesante. El Diario de Toller, un circunstanciado relato fue a parar – no sabemos cómo ni cuándo – a la Sección
Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid. Y ha conocido varias ediciones.
La descripción bibliográfica del códice, lo identifica como encuadernado en tafilete rojo, tamaño papel oficio, con 33 folios de antigua paginación que comienza en la página 3 verso y se interrumpe en la 52. La
página 21/22 ha sido arrancada. La paginación moderna es la que se sigue
en las ediciones actuales. Muchas siglas y símbolos del manuscrito no han
sido aclaradas. Por ejemplo, Toller escribe los días de la semana con signos planetarios (la luna llena corresponde a sunday, domingo). Además,
las fechas pueden mostrar diferencia en días, entre las anotaciones inglesa
y española, pues corresponden al calendario juliano para Inglaterra (que
subsistió hasta 1752) y al gregoriano para España (en uso desde 1582), como
lo anota el erudito compatriota Rolando Laguarda Trías [4: 250]. El Diario
está escrito en inglés con partes en francés y citas en latín. Se intercalan
muchos etcétera y se formulan juicios que tienen significados implícitos. Todo esto hace difícil la lectura. Se acompaña de valiosas láminas dibujadas
por Toller (aguadas o témperas).
El Diario ha sido reproducido (total o parcialmente) varias veces en
Uruguay. Inicialmente en facsímil (no traducido) y con comentario preliminar por el historiador uruguayo Rogelio Brito Stífano en la Revista Histórica del Museo Histórico Nacional [5].
El manuscrito fue reproducido por fotografiado directo del original
cuando Rogelio Brito Stífano cumplía una misión oficial a España confiada por el Museo Histórico Nacional. Su traducción fue luego encargada
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
13
Edificios del futuro asiento esclavista inglés del Retiro (Buenos Aires), próximo a la actual
Plaza San Martín, sobre la barraca que da al Río de la Plata (plano de Bermúdez, 1713).
a las Sras. Mercedes Massera y Teresa Baqué. Se reprodujo el facsímil en la
Revista Histórica de dicho Museo, pero no llegó a ver la luz su traducción,
prometida para entregas siguientes. Esta edición reprodujo la figura de
un Atlas, dibujo de Toller, que no está en la impresa por la Facultad
de Humanidades, con una leyenda en latín “Hic Labor.Hoc.Opus” y una
inscripción en griego .
En el mismo año - ¿una coincidencia editorial o el celo de historiadores
por la primicia? - apareció la primera versión al castellano por Edmundo
Narancio y Raúl Vaz Ferreira [6]. Sin duda es ésta la mejor versión,
editada por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Universidad estatal en 1955, porque además de reproducir la totalidad del manuscrito, eruditamente traducido, le
acompaña con láminas y aportes históricos y zoológicos. La transcripción
paleográfica fue supervisada por el Consejo Británico; la traducción del inglés
y francés fue de Clara Fanelli de Chac; y los textos en latín, nada menos
que de Eugenio Coseriu; la advertencia estuvo a cargo del historiador Edmundo Narancio, el estudio preliminar sobre la fauna descrita por Toller, por
14
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
el zoólogo Raúl Vaz Ferreira, y los aspectos astronómicos (que carecen de
valor) por Félix Cernuschi. Es de lamentar que no sea una edición anotada
y carezca de análisis geográfico.
La historia de esta edición, es la siguiente. El profesor de zoología de
dicha Facultad, Raúl Vaz Ferreira, en busca de datos sobre la fauna nacional, y en conocimiento del diario de William Toller a través del Catálogo
de Manuscritos de América de la Biblioteca Nacional de Madrid (1933), obtuvo un microfilm del mismo.
Se ha citado además el relato de Toller en numerosas publicaciones [7,
8, 9] pero no hay hasta la fecha una edición crítica completa del manuscrito. Ni la edición del Museo Histórico, ni la de la Facultad de Humanidades y Ciencias o las nombradas, tienen referencia alguna al médico inglés
Thomas Dover.
Thomas Dover, médico y pirata
Estamos ante uno de los más singulares médicos ingleses, cuyas aventuras no han sido totalmente reveladas, sobre todo las que cumplió en el
Río de la Plata, cuando Montevideo aún no había sido fundada, y Buenos
Aires era un pequeño poblado con rango de Gobernación.
De Thomas Dover se han ocupado entre muchos, Osler [10], Nixon
[11] y Dewhurst-Doublet [3]. Estos últimos revisaron documentación manuscrita inédita, existente en el Museo Británico, hasta entonces no manejada, citando además extensa bibliografía.
El primero que se ocupó de Thomas Dover fue sin duda William
Osler [10] que, intrigado por la popularidad de sus polvos medicinales, se
sintió atraído por su personalidad y experimentó por él un afecto especial.
Hurgó entonces en los registros publicados del Royal College of Physicians
de Londres, entre 1701 y 1800; leyó los datos sobre su vida incluídos en el
libro de medicina que escribió Dover; y también las anotaciones del libro
del capitán Woodes Roger sobre el viaje a los mares del sur entre 1708 y
1711 en el cual aquel había participado como capitán de uno de los navíos.
Y con todos esos materiales escribió su ensayo biográfico de 1896 sobre
el Medical Bachelor. Pero no se detuvo allí. Ubicó en 1912 la partida matrimonial de una de las hijas de Dover, con su firma; y también el sepulcro
del médico en la iglesia de Stanway, en Gloucestershire, en su cripta bajo
el altar. Por las reformas estructurales de la iglesia se había perdido todo
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
15
Tomás Dover en una cacería de vacunos con disparos de mosquete en la playa de Castillos, en el actual territorio del Uruguay (aguada por William Toller, 1715).
recuerdo de la localización de la tumba. Proyectó entonces colocar una
lápida en su memoria. La Guerra Mundial de 1918 y su muerte en 1919
frustraron la iniciativa.
Un sumario de sus 80 años de vida, (Barton, 1662 - Gloucestershire,
1742; no se conoce retrato) nos revela que fue: médico, discípulo y seguidor de Sydenham, capitán de marina, accionista y especulador de bolsa,
viajero, pirata, empresario e introductor de esclavos. Además, polemista,
tratadista e inventor de un tratamiento para la podagra (la gota) que le dio
fama.
Su bisabuelo, William Cole había sido presidente del Corpus Christi College, en Oxford, a pesar de ser protestante. Su abuelo, Robert Dover, hacendado y abogado en Costwold. Su padre, John Dover, capitán de caballería y
retirado en Barton on the Heath, donde nació nuestro médico en 1662.
Sus estudios escolares los hizo en Chipping Campdem (Costwold),
donde vivía su abuelo. En 1680 pasó al Magdalen Hall, en Oxford, obteniendo el bachillerato en 1684. Los dos años siguientes son un vacío en su
biografía. En 1686 fue admitido en el Caius College, de Cambridge. Allí fue
aprendiz de medicina con Thomas Sydenham, graduándose como bachiller
en medicina en 1687. Por eso Osler le adjudicó el grado de M.B. (Medical
Bachelor) y no M.D. (Medical Doctor).
En la época de Thomas Dover, la enseñanza de la medicina y cirugía en Inglaterra se hacía en las Universidades de Oxford y Cambridge,
16
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
aunque hubo médicos que se formaron en países del continente europeo,
y algunos privadamente al lado de otros médicos. Se concedieron además
licencias por el Royal College of Physicians de Londres (fundado en 1518),
por la iglesia (el obispo de Londres o el deán de la catedral de St. Paul), y
por concesión del rey, honoríficamente.
La Universidad de Oxford, donde inicialmente estudió Thomas Dover se regía por los estatutos del Código Carolino, siglo XVII, conjunto de
normas dictadas bajo el reinado de Carlos I que abarcaban entre otros,
los estudios médicos y que perduró hasta el siglo XIX. El estudiante de
Oxford hacía cuatro años para Bachiller en Artes, tres más para Maestro en
Artes. En medicina, tres para Bachiller (como Dover), y cuatro más para
Doctor en Medicina. Pocos en Inglaterra tenían este último grado, y muchos
quedaban en el de Artes o se iban a estudiar fuera de la isla.
La Universidad de Cambridge – donde parece que Dover también
estudió – se regía por otros estatutos, los Isabelinos de 1570, requiriendo
seis años para Bachiller en Medicina y cinco mas para Doctor. No se requerían
los grados en Artes [12].
La época en que vivió Thomas Dover, fines del siglo XVII (fue Medical
Bachelor en 1687), tuvo muchas carencias en cuanto a la formación médica. Estándares de práctica médica estaban establecidos desde el siglo
anterior, cuando se fundó el Royal College of Physicians (1518), pero las Cátedras de lecturas médicas (donde los estudiantes eran sólo oyentes), tanto
en Oxford (dos) como en Cambridge (una) de 1524, recitaban aforismos
de Hipócrates y Galeno. Hacia 1540 se dispuso del Regius Professors en
ambas universidades. A través de todo el siglo XVII, no hubieron hospitales importantes en Gran Bretaña excepto los medievales reabiertos
luego de la supresión de los establecimientos religiosos por los estatutos
de 1536-1547. Recién hacia fines del siglo XVI Cambridge contó con demostración anatómica vesaliana (una por año), pero aún no una cátedra,
que se fundaría tan tardíamente como en 1705 (en Edimburgo) y 1707 (en
Cambridge). Dover por tanto no pudo acceder a ellas. Hacia 1723 la enseñanza médica en hospitales comenzó en el Guy’s Hospital y en 1736 en
el Edimburgh Hospital. En 1741 se estableció la cátedra de medicina clínica,
en Edimburgo; y en 1780 en Oxford. Tal vez por eso Sydenham, que no
fue miembro del Royal College, no tenía muy buena opinión de los estudios
médicos en su época y era partidario del aprendizaje de la medicina en la
práctica, mas que en la Universidad. Dover mismo tenía poca confianza en
lo que llamaba despreciativamente “club de los prejuiciosos caballeros” refirién-
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
17
dose al Colegio Real. Los alumnos
universitarios debían esperar años
leyendo a Hipócrates y Galeno, en
tanto recibían sólo tres lecciones
anatómicas en tres días (que en
Cambridge se suspendieron en
1646) [13].
Se sabe que Dover fue discípulo en régimen de pupilaje del
gran Thomas Sydenham (16241689).
Precisamente una forma de
aprender medicina, era obtener un
grado en la Universidad y luego
Thomas Dover encuentra al abandonado
continuar estudiando al lado de
AlexanderSelkirk el 2 febrero 1710 en el
un médico en su actividad privaarchipíelago de Juan Fernández (grabado
da, obteniendo así valiosa inforanónimo).
mación. Thomas Dover, que fue
Bachiller en Medicina a los 25 años,
hizo aprendizaje al lado de Thomas Sydenham. Este ejercía en el hospital
Saint Bartholomew’s (de 1546), donde lo había hecho William Harvey. Dover
residió en la casa de Sydenham como pupilo. Escuchemos lo que narraba
el propio Dover de esta etapa de su vida cuando enfermó de small-pox: “
[en enero probablemente de 1686] primero me sangraron hasta extraerme veintidós onzas; luego un emético. No se permitía que hubiera fuego en mi habitación, cuyas
ventanas permanecían constantemente abiertas y se ordenó que la ropa de la cama no
debía cubrirme mas arriba de la cintura. En veinticuatro horas me hizo tomar doce
botellas de cerveza floja acidulada con espíritu de vitriolo (ácido sulfúrico
diluído] ” [14] Sin embargo es justo decir que aún así, fue casi milagroso
que sobreviviera a la enfermedad ... y al tratamiento.
Thomas Dover, hombre del siglo XVII, adquirió una formación médica incompleta (tampoco fue cirujano) pues no fue mas allá del bachillerato,
careció del grado de Doctor, y no fue autorizado por el Real Colegio de
Médicos de Londres, condición necesaria para ejercer en su jurisdicción.
Inmediatamente de obtenido el grado de Bachelor se casó, retornó a
Costwold y, tras la muerte de sus padres, heredó la propiedad de éstos en
18
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Barton on the Heath. En 1691 se trasladó a Bristol - donde podía ejercer
sin licencia del Royal College - y en 1695 ofreció sus servicios gratuitos al
hospicio y asilo de pobres “Saint Peter”.
El traslado a Bristol cambió el curso de su vida. Bristol fue un puerto
activo en el tráfico comercial con América inglesa (hoy Norteamérica y
Canadá) e Indias Occidentales (hoy Centro y Sudamérica), sobre todo en
el lucrativo negocio del tráfico de esclavos negros, en el cual Inglaterra
se llevó el primer premio. Mas aún por la abolición del monopolio de la
Compañía de Africa que favoreció a la East India Co de los comerciantes
londinenses. Las “piezas” (así llamaban a los esclavos) adquiridas en África Occidental por intercambio con mercadería inglesa, eran introducidas
en “Factorías” de tierras tropicales, para no provocar la muerte de los
negros por frío. En Bristol, el joven Dover, bachiller en medicina, vio en
el comercio de esclavos un lucrativo medio de vida, más promisorio que
el ejercicio galénico. Y a ello se deben sus numerosos viajes entre 1701 y
1708 en los cuales ejerció la medicina de abordo y aprendió el arte de navegar, justificando uno de sus apodos en el ambiente marinero de Bristol:
el capitán Dover que recogerá luego William Toller en su Diario. Esos viajes
serían seguidos por el de 1708 a 1711 en calidad de pirata.
Son mas que probables sus conocimientos para la navegación de altura,
pues astrología y astronomía formaban parte de la educación médica en el
siglo XVII. La astronomía era materia incluída para el grado de las Maestrías y muchos estudiantes lo completaban aún antes de iniciar estudios de
medicina.
Luego de su aventura esclavista en el Río de la Plata, su tercera expedición entre 1715 y 1717, y que trataremos mas adelante, retornó a Inglaterra. Antes de finalizar el año 1717 estaba ejerciendo la medicina en la
localidad de Strand, entre Londres y Westminster. Pero ahora veamos la
extraordinaria aventura bucanera de Thomas Dover.
Thomas Dover y su primer viaje a los Mares del
Sur
Su actividad como pirata – que Osler consideraba una imputación
cruel, pero aceptaba de mala gana como veraz – se ajusta a la definición de
esa actividad: “ladrón que roba en los mares, apresando embarcaciones, que recalan
en los puertos y saquean las ciudades”. El vocablo deriva del latín pirata y éste
del griego peirao, peirates.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
19
Efectivamente, Dover promovió una empresa pirata, ayudó
a financiarla con 3000 libras y la
acompañó (para salvaguardar sus
intereses, como representante de
los financistas) en el viaje “comercial” mas exitoso de la marina
inglesa. Fue en 1708 a las Indias
Occidentales y Mares del Sur
(costas de Perú y México), autorizado por la corona inglesa para
el ataque y apresamiento de naves
enemigas francesas y españolas.
Esa expedición fue favorecida por
la nueva Acta de Presa inglesa
(1708) por la cual la corona autorizó a mercantes (tanto armadores como tripulación) a adueñarse
de lo capturado, en tanto aquella
retenía su tercera parte. La corona había decidido que esa era la
forma más barata de combatir a
sus enemigos: Francia y España.
Dover ya no era joven, tenía por Polvos de Dover en tabletas de 5 grains, con
entonces 46 años pero con expe- la advertencia de -Veneno- (de la Royal Pharmaceutical Society, Gran Bretaña).
riencia en navegación (era conocido en el ambiente marítimo de
Bristol como el capitán Dover) por
sus varios viajes como socio comercial y médico de abordo entre 1701 y
1708 al África Occidental en busca de esclavos y al Caribe para su introducción. Convencido que armar barcos de presa era más redituable que curar
enfermos, reunió al sindicato de comerciantes de Bristol y autoridades de
la ciudad para armar una expedición bajo el Acta de Presa. Se contaba con
el capitán Woodes Rogers, convocado por el príncipe Jorge, casado con
la reina Ana de Inglaterra y avalado por el almirante Lord High. Se trataba
de “viajar a las costas del Perú y México, en el mar del sur, contra los enemigos de Su
Majestad, los franceses y españoles”. Se armaron dos fragatas, una - Dutchess - al
mando del capitán Woodes Rogers, y otra – Duke – por Dover.
20
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
En ese viaje, Dover rescató personalmente el 2 de febrero de 1710
al abandonado Alejandro Selkirk desde hacía 4 años y 4 meses en
las islas del archipiélago de Juan Fernández (hoy bajo soberanía
chilena) en el Océano Pacífico (personaje que inspiró al escritor inglés William Defoe [1660-1731] su novela “La vida y desconocidas
sorprendentes aventuras de Robinsón Crusoé, de York, marinero”
en su primera edición de 1719).
En este largo viaje, Dover no estuvo librado de aventuras. Zarparon
del puerto de Bristol y su primera singladura fue hasta el puerto irlandés
de Cork. Desde aquí hasta las islas Canarias, hubo alboroto entre la marinería, lo que obligó a la oficialidad a calzar armas hasta cesado el peligro de
motín. En las canarias cargaron bebidas alcohólicas y se largaron al cruce
del Océano Atlántico, que fue muy azaroso. Doblaron el Cabo de Hornos
y navegaron a lo largo de la costa oeste de Sudamérica. En esta etapa del
viaje, les atacó el escorbuto, ante el cual Dover consideró que era necesario un suplemento de vegetales frescos y frutas. ¿Pero dónde hallarlos?.
El piloto de la fragata Duke, capitán William Dampier, buen conocedor de
las aguas del Pacífico, indicó que era conveniente recalar en las islas del
Archipiélago de Juan Fernández. Dover bajó a las islas en una barcaza y retornó con un presente no esperado: un hombre ataviado de pieles que
parecía mas salvaje aún que los primitivos habitantes de las islas,
según el testimonio que vertió el capitán Woodes Rogers en su diario “A
cruising voyage round the World” ( 1ª ed., London, 1712, cit. por Dewhurst &
Doublet, pág. 109). Ya estaba el futuro Robinson Crusoe abordo.
Una vez reaprovisionados, se apresaron varios pequeños navíos frente
a las costas de Chile, que pasaron a engrosar la flota inglesa, aumentada
ahora a 8 embarcaciones con 300 prisioneros, y se atacó al importante
puerto (en ese entonces peruano) de Guayaquil. Fue Dover precisamente
el designado “comandante en jefe” del ataque a la ciudad, reclamando
un pago para su rescate. Tras algunos cabildeos, y no quedando conforme
con el dinero disponible según le comunicó el gobernador español, Dover
se lanzó al ataque. A la caída de la ciudad, se logró un botín de 30.000
piezas de plata de a 8 reales. En la toma, muchos marinos contrajeron
la peste, epidemia que existía en esa época en la ciudad. Resulta que los
cadáveres de las víctimas eran sepultados bajo tablones dentro de las iglesias. Precisamente, los atacantes que durmieron en su interior, sufrieron el
ataque de las pulgas, enfermando. La epidemia se desató en 180 marineros cuando ya estaban navegando dos días después hacia el Archipiélago de
Colon (islas Galápagos). Dover, que tenía cuatro cirujanos bajo sus órdenes,
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
21
mandó sangrar los enfermos abundantemente y darles luego “espíritu de
vitriolo”, como lo había recibido de Sydenham. Sólo 10 murieron; algo
nunca visto en la historia de la marina inglesa.
A la altura de las costas de California, dos navíos mas (Marquis y Batchelor) fueron apresados, no sin batalla que duró dos días y costó 30 muertos
y Dover pasó a comandar uno de ellos, (el Batchelor) hasta su amarre en
Londres, navío que luego fue vendido al capitán de la East India Co., John
Opie, amigo y futuro yerno de Dover, pues casó con su hija Elizabeth. La
actividad cumplida por la expedición, de apresamiento de barcos, ataque
de ciudades, toma de prisioneros y obtención de un botín, es propia de la
piratería. Dover dobló en ese viaje el capital invertido.
Esta aventura ya nos introduce en la increíble historia de este
médico inglés que pondría sus pies poco después en las costas del
Río de la Plata.
Sin embargo, la poderosa East India Co. capturó los navíos arribados a
Londres reclamando el monopolio comercial que tenían en su territorio,
que por cierto no lo tenían los armadores de Bristol. Hubo negociación
entre Bristol y Londres, en la cual Thomas Dover tuvo principalísimo
papel (no olvidemos que defendía su propia participación de 3000 libras).
Al fin, todo llegó a buen término, y Bristol pagó a la compañía londinense
6000 libras. El rol que jugó Dover en todo este negocio y que justificaría después su venida al Río de la Plata, fue puesto en conocimiento
por carta del embajador británico en Bruselas al jefe del gobierno Tory,
Robert Harley en estos términos: “hombre de sentido y conducta en todo este
asunto”.
Robert Harley, Thomas Dover y su segundo
viaje al Río de la Plata
Robert Harley era el jefe del gobierno Tory. Inglaterra estaba pasando
por mal momento en sus finanzas, con grandes gastos de guerra y agotamiento del crédito público. Además, la principal empresa comercial martítima inglesa, East India Co. había invertido muchas libras en los delegados
parlamentarios, que eran mayoritariamente de la fracción política contraria
al gobierno. Esto irritaba a Harley.
La expedición de 1708 financiada por los comerciantes de Bristol había
abierto los ojos del gobierno, que entrevió las enormes posibilidades de
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comerciar con los países de la América hispana y los Mares del Sur, hasta
entonces monopolizado por Francia, con quien estaba en guerra. Robert
Harley elevó al Parlamento un proyecto de ley (bill) para autorizar el comercio con los Mares del sur y países de Hispanoamérica.
Robert Harley jugó entonces un rol central en el viaje a la América
hispana de Dover y Toller. En efecto: 1) estaba irritado con la East India
Co.; 2) la expedición financiada por Bristol había sido exitosa, y se abría un
amplio campo de comercio; 3) se le había informado de un hombre “de
sentido y conducta en todo este asunto” en el conflicto Bristol-Londres, que era
Thomas Dover; 4) el tal Dover, con experiencia marítima, tenía información de primera mano sobre las potencialidades comerciales del Río de la
Plata, ya que las había obtenido directamente de un traductor que había
viajado desde Buenos Aires a las costas de Chile y Perú, contratado por la
expedición de Bristol (sobre el cual nada sabemos). La paz de Utrecht vino
a solucionar el tema del monopolio francés y abrió la América hispana al
comercio inglés.
Sólo faltaba arreglar quién se haría cargo de ese comercio, que no la
East India Co. El elegido no fue otro que la South Sea Co. de Bristol, que
recibió el patrocinio del gobierno pero a cambio debió garantir la deuda
pública de 10 millones de libras recibiendo un interés del 6% anual. Esto
puede parecer excesivo, pero no si se tiene presente el fabuloso horizonte
comercial que se le abría, que era el monopolio del tráfico de esclavos
y productos ingleses hacia América, trayendo de allí textiles, sebo,
quina y metales preciosos de Perú y México. Thomas Dover será elegido por la compañía como su delegado en Hispanoamérica, y presidente
de su primer factoría en Buenos Aires.
El Tratado de Madrid de 1713 y la expedición
inglesa al Río de la Plata de 1715
Thomas Dover llegó al Río de la Plata como presidente de una factoría
o agencia comercial introductora de la British South Sea Company con
casa matriz en Londres. Era fuerte accionista de la misma.
La South Sea Co. tuvo la protección de la ley votada en el parlamento
inglés en 1711, impulsada por el jefe de gobierno de la fracción Tory Robert Harley, conde de Oxford, para equilibrar la influencia de otra compañía, la East India Co. que contribuía con grandes sumas de dinero a
la fracción contraria. Tenía pues fines comerciales y también políticos. Se
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le autorizó comerciar con los países de la América Española (en los llamados “mares del sur”) con el objetivo principal de introducir negros
esclavos. Estos eran adquiridos por trueque comercial en África por la
Royal African Company, luego trasladados por la British South Sea
Co. e introducidos en hispanoamérica, trayendo de allí, cueros vacunos,
sebo, corteza de quina y metales preciosos. Una vez desembarcados en el
Río de la Plata (Buenos Aires, pues Montevideo no existía), los esclavos
eran trasladados en caravana para ser distribuídos en Córdoba, Tucumán,
Santiago de Chile y Potosí.
No los ingleses, sino los franceses, a través de la Real Compañía de
Guinea, tenían el monopolio de la introducción de esclavos en Indias
según el “Asiento de Negros” celebrado en Madrid en 1701. Ese monopolio duraría 10 años. Entre 1702 y 1714, Francia introdujo por el puerto
de Buenos Aires 3.475 esclavos con más de 90.000 pesos de beneficio
para la Real Hacienda española. Unos 174.000 cueros vacunos se fueron a
Europa. Pero vencido el término del contrato con Francia - aún antes de
la Paz de Utrecht entre Francia, España e Inglaterra - se firmó un nuevo
“Tratado de Asiento” o Tratado de Madrid del 27 de marzo de 1713
por el cual el rey de España transfería el “asiento de negros” de la Real
Compañía de Guinea francesa a la reina de Gran Bretaña representada
por la British South Sea Company. La concesión tuvo fuerza desde el 1º
de mayo de 1713 por 30 años.
El “asiento”, fue un contrato entre las autoridades reales y los particulares, por el cual se autorizaba a éstos cierto tipo de comercio monopólico,
en este caso, la introducción esclava mediante pago de una comisión por
cada desembarcado, aún con “anticipos”, que alivió algo la alicaída administración de la metrópoli. “Asientos” en Buenos Aires hubieron muchos:
con Francia (la “Real Compañía de Guinea”, 1896, con casa matriz en
Portugal y en España en 1701); con Inglaterra (la “South Sea Co.”, 1713 a
1727), y con empresas españolas (la “Compañía Gaditana”, 1765; la “Real
Compañía de Filipinas”, 1787 [15:106]. Posteriormente, el comercio negrero se abrió a todo el mundo. Inglaterra abolió el tráfico de esclavos en
1807. Por supuesto, el contrabando - otra forma de introducción negra
“no legal” - supera toda imaginación.
El asiento con Inglaterra autorizó la introducción de las “piezas de Indias”, negros en perfecto estado físico (40% moría durante el viaje y 10%
luego del arribo) en los tres puestos comerciales o “factorías” establecidas
en Buenos Aires, Veracruz y Cartagena de Indias. Podía introducir 4000
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por año, de los cuales 1200 destinadas al Río de la Plata (800 para Buenos
Aires; el resto a “las provincias de arriba y Chile”). Sólo se autorizaron dos
navíos de la Royal Navy (“navíos de permiso”) para el comercio, máximo
de 600 toneladas. Cada esclavo se vendería (según un estándar, “sano y
sin defectos”) a 33 y 1/3 onzas (moneda española de oro, equivalente a
8 escudos de plata). Los asentistas - decía el contrato - podrían disponer
de porciones de tierra en el Río de la Plata en lugares a señalar, aptos para
cultivos y pecuaria, como recursos para alimentar a los esclavos introducidos hasta su venta. Cabe adelantar que hubo introducción de esclavos
en la banda oriental del Río Uruguay aún antes de la fundación de
Montevideo [16].
Como bien señala Edmundo Narancio, la introducción de esclavos por
Inglaterra en el Río de la Plata, y el retorno de las naves inglesas con
productos pecuarios – sobre todo cueros – impulsó la ganadería en ambas márgenes del Plata, incluída la Banda Oriental del río Uruguay. Así,
la South Sea Co., amparada por el Tratado de Madrid, tuvo un centro de
trabajo en el Arroyo de las Vacas. Y a este fenómeno no le fue ajeno la
fundación de pueblos: Montevideo entre 1724 y 1726, coincidente con
una compra de cueros por la Compañía inglesa de 20.000 piezas el 30 de
octubre de 1723; otra de 60.000 el 11 de setiembre de 1724; 100.000 en
1725, y 300.000 mas en 1726 y 1729 [Emilio Ravignani, Guía del curso de
historia americana y nacional, cit. por Narancio, Advertencia al Viaje de William
Toller, XVIII-XIX].
Las construcciones de la factoría - seguía el Asiento - serían exclusivamente de madera, excluyendo cualquier otro material. Nada de fortificaciones. Allí se establecerían los funcionarios del asiento y un oficial real
español con mando y poder de fiscalización.
Los oficiales reales españoles controlaban lo que ingresaba en territorio español. Cuando se trataba de “naves de registro” o, en general de las
que arribaban con su licencia en regla, el trámite era sencillo. Su capitán se
presentaba declarando el número de esclavos que conducía a la autoridad
marítima, y ésta se hacía presente abordo donde verificaba el acuerdo de
la declaración con la guía de embarque. Además pasaba prolija inspección
al barco para comprobar que no transportaba artículos de ilícito comercio.
Tal desconfianza estaba plenamente justificada pues, sobre todo en los
“navíos de registro suelto” y en los admitidos por “arribada forzosa”, casi
siempre se lograba poner en descubierto la intención de ocultar esclavos
o mercaderías para introducirlas luego sin abonar impuestos. Aún así era
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25
habitual el empleo de ardides por los capitanes de barcos para lograr el
fraude, a lo que no iba en zaga, la corrupción de los oficiales reales. Parece
que esto sucedió con la factoría presidida por el Dr. Thomas Dover. Y que
fue una de las causas de su remoción. Al mismo tiempo se efectuaba el
examen médico de los negros, lo que no evitó la aparición de epidemias
en los habitantes de las ciudades de introducción.
Inglaterra podría despachar anualmente un navío de 500 toneladas
con productos a comerciar (fuera de los esclavos) en fecha determinada
y puertos señalados por España. La firma del Tratado de Utrecht, de paz
y amistad entre el Rey de España y su Majestad Británica, 13 de julio de
1715, no hizo mas que ratificar y dar firmeza al Tratado de Madrid de
1713. Hubo tratados posteriores, que ajustaron todavía las condiciones
del comercio.
Cabe señalar que España nunca vio con buenos ojos el tratado con
Inglaterra. Terminaba con su monopolio comercial en Indias; introducía
en sus dominios funcionarios ingleses que podían espiar y alentar insurrecciones; favorecía la corrupción de los oficiales; y peligraba una faena
incontrolable de vacunos para satisfacer las demandas siempre excesivas
de cueros.
Alistamiento de la expedición inglesa al Río
de la Plata en 1715
La British South Sea Company, firmado el Tratado de Asiento quedó en condiciones para iniciar la empresa.
El 3 de setiembre de 1714 Thomas Dover – reiteramos, accionista de
la Compañía - encabezó la lista de posibles candidatos a presidir las factorías en Hispanoamérica, y fue electo para la de Buenos Aires [minuta
de comunicación de la South Sea Co., Museo Británico, cit. por 3: 111].
La extraña designación de un médico como presidente de esa factoría en
Buenos Aires, debió estar vinculada a sus conocimientos marítimos y al
haber navegado en el área de introducción, por integrar la expedición de
1708, y adquirir allí información de primera mano sobre las potencialidades comerciales con el Río de la Plata. Dover además fue recomendado a
los directores de la South Sea Co. nada menos que por el parlamentario
del grupo Tory Robert Harley, quien lo consideraba un buen negociante
luego del affaire del secuestro de los barcos de la expedición de 1708 en
Londres, que referimos antes. Nombrado como presidente de la agencia
26
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en Buenos Aires, tenía que establecer personalmente la primera Factoría
sudamericana.
El gobierno inglés estaba autorizado por el Tratado para enviar hasta
dos navíos de guerra al lugar donde se establecería la factoría, transportando los funcionarios antes que arribaran los cargamentos de esclavos, para
preparar los albergues y servicios. Se alistaron entonces los dos primeros
navíos con destino al Río de la Plata, sin esclavos, pero abastecidos con
personal y material para levantar la factoría. Se trató del “HMS Anglesea”
y el “HMS Warwick”, ambos de la Marina Real. Nos interesa especialmente este último, pues en él embarcó Dover, su comitiva de cinco
empleados, y William Toller con su familia. Es de éste viaje que trata
el diario de Toller.
El Warwick estaba bajo mando del capitán Henry Partington, R.N.,
de brillante foja militar y estricta disciplina, con 150 tripulantes a sus órdenes y cañones, además de los pasajeros con destino a Buenos Aires. Partington ha sido descrito como “temperamental, muy disciplinario, atacado
de accesos de cólera y “posiblemente pederasta” por los dos casi niños que
embarcó como sirvientes personales. Estos rasgos de carácter tendrían
influencia en las desventuras de Thomas Dover en el Río de la Plata, que
como sabemos, era a su vez “irascible, orgulloso, soberbio, autocrático y
fuertemente rencoroso”. En suma, dinamita pura en el mismo barco. Partington terminó mal la aventura, pues al regresar a Londres fue juzgada su
conducta por un Tribunal de la Royal Navy, siendo culpado y sancionado.
Dover recibiría como Presidente de la factoría un sueldo de 1000 libras al
año (los cobraría su esposa por poder), mas 25 como “propina”, y 10.000
dólares para comprar las instalaciones francesas en Buenos Aires. Para
sí y su comitiva podía disponer de “hasta 10 negros para servicio personal”, que debía pagarlos de su bolsa. Pero no le fue autorizada la lista de
medicamentos, porque Dover –entonces con 53 años- viajó en carácter
comercial, no como médico. El Warwick – como cualquier navío- llevaba
su propio cirujano, Robert Rootsoy, 1er. Cirujano con su propia lista de
medicinas. Sabemos que había un 2do. Cirujano, según la siguiente anotación de Toller:
“Esta semana el 2º Cirujano me trata de una manera cruel en la Sala de Cirugía. Con motivo de mi queja al Capitán Partington fue encerrado en su camarote
durante 3 días” [f. 14v].
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La preparación del viaje y alistamiento de los navíos para una navegación estimada en 8 meses sufrió cambios y tardanzas. El avituallamiento
del Warwick comenzó el 11 de julio, pero se interrumpió hasta el 12 de noviembre. En el ínterin, fue descubierta una maniobra fraudulenta del Comisionado comercial, Arthur Moore, que cargó mercancías no declaradas
para introducir en Buenos Aires de contrabando. Contrabando, bribonerías y prácticas corruptas fueron constantes en la aventura emprendida por
la South Sea Co.
El Dr. Dover fue acompañado por Robert Martin como agente de la
Compañía. Tuvieron de entrada conflicto con el capitán Partington, por
violar el número de acompañantes y su carga.
En efecto, tanto Dover como Martin se quejaron a los directivos de
la South Sea Co. desde Plymouth por las desatenciones y desobediencias
del capitán Partington. La Compañía les apoyó y envió al lord del Almirantazgo – del cual dependía jeráquicamente Partington – una fuerte
comunicación escrita en que solicitaba un reajuste del comportamiento del
capitán. El Almirantazgo cedió y reconvino a Partington. Este a su vez se
defendió, probando que se había violado el Tratado de Asiento, porque en
vez de viajar como máximo seis blancos a Buenos Aires, lo hacían clandestinamente cinco mujeres (incluída la/las concubinas de Dover) y cuatro
hombres (incluyendo el hijo de Martin), con una importante carga que
había tenido que transportarla en su propio camarote y no en bodega.
Uno de esos “viajantes clandestinos” fue precisamente William Toller, un hombre educado, natural de Plymouth, que hablaba varias lenguas,
con conocimientos médicos, invitado por Dover para acompañarlo al Río
de la Plata, según lo consignó en su diario:
“La curiosidad –dice Toller- no fue el acicate en la empresa de este viaje. La esperanza de una mejor fortuna que la que he tenido en Inglaterra, la voluntad de Dios y
la felicidad de mi pequeña familia, fueron los sinceros motivos por los cuales partí de mi
patria, de acuerdo al mismo tiempo con la conformidad de mis familiares y la invitación de M.D. [Mister Dover] que me había prometido bellas cosas
en América ... [ ] Voy debido a una ventajosa invitación del presidente de
la factoría inglesa que será establecida en el Río de la Plata por la Compañía del Mar
del Sud, de Gran Bretaña, cuyas órdenes fueron que yo suministrara todos los
datos necesarios para el citado servicio” (fs. 3 del manuscrito).
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Al redactar su Historia del viaje bajo forma de un diario (“ ... tengo algún
conocimiento de matemáticas y geografía [que] me proporcionaba el placer y la oportunidad de relevar con habilidad todos los lugares notables que se hallan en el atlas y otros
libros de viajeros ...”), quedó para la posteridad uno de los mas fascinantes
relatos de la costa oceánica y fluvial de nuestro país, descripción de su
fauna (con dibujos), y vista desde el cerro de Montevideo (aún no fundada la ciudad). Si bien no estaba autorizado a viajar, igual lo hizo con su
esposa, hija y una criada que poco le ayudó, pues se la apropió el capitán
del buque.
El 25 de noviembre estaba listo para zarpar el Warwick, soltando amarras del puerto de Plymouth, el 17 de febrero de 1715.
La travesía atlántica y arribo al Río de la Plata
El Warwick llega a la ensenada de Castillo
El cruce del océano Atlántico, desde la isla de Madeira al Río de la
Plata no tuvo acontecimientos destacables. El 11 de junio de 1715 vieron
tierra.
Es emocionante la descripción del arribo de la expedición a la bahía de
Castillo, primera tierra sudamericana que ven los expedicionarios. Toller
anotó que “Si se descubre tierra en la latitud 34º 30’ se verá Castillos antes que
la Isla de Lobos; la tierra de Castillos aparece por sí sola”. Se destaca
la aproximación que hizo de la ubicación de Castillos, ya que la situación
exacta es a los 34º 21’ de latitud, según el Derrotero Argentino (Ximénez
y Langguth, cit.: 127)
El 11 de junio, a las 7 y 1/2 de la mañana “vimos tierra distante 4 leguas,
baja, con montecillos de arbustos situada de NO a OSO” (f. 15v). Media hora de
navegación y “la tierra frente a nosotros apareció al NO, 2 leguas, baja, arenosa,
acá y acullá arbustos ... Esta es la Tierra de los Charrúas, distante de [cabo]
Castillos 60’ al Norte ... Según nuestros pasajeros se parecía a las bajas costas de
Romney Marsh. No pudimos ver montañas ni tierras altas ni aún desde la cofa grande
de proa” (f. 15v).
El 12 de junio, luego de una noche de relámpagos, aclaró a las 5, y a las
7 de la mañana luego de 4 meses de navegación atlántica sin percances, el
Warwick ancló en la bahía de Castillo con 7 brazas de profundidad y fondo
arenoso (la braza equivale a 1m 6718cm). Se trata de la ensenada de Castillo Grande, o simplemente de Castillo, así llamado el fondeadero o seno
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que forma la costa, entre la barra del arroyo Valizas (o Balizas), desagüe
de la laguna Castillos, y el Cabo Castillo (la punta de Castillo Grande, así
llamada para diferenciarla de la Punta de Castillo Chico, o “de la Coronilla”).
El Cabo Castillo es un promontorio rocoso, casi enteramente cubierto de arena que tiene un frente de 1550 metros, y debe su nombre a la
primera denominación de la isla mayor o Isla Castillo, luego transformada
en Isla del Marco (por el cercano marco divisorio hispano-portugués),
que se llamaba - como Toller acertadamente nombra - Isla del Castillo
o Roca Castillo o Lobos de Castillo por el aspecto que luce a la distancia, con una gran roca, “por su semejanza a un castillo” y por la cantidad
de pinnípedos que la habitaban (f. 19v, anotación del día 17 de junio).
Esta ensenada donde fondeó el Warwick, fue muy útil a la navegación a
vela, y aprovechada por las fragatas-correo de España cuando no podían
entrar en la boca del Río de la Plata por el Pampero duro. Desde la playa, la
correspondencia y bultos se trasladaba en carretas, en un trayecto de una
semana, hasta Montevideo a razón de 40 a 60 km por día [8].
Por ser un cabo muy visible, muchos marinos recalaron en él para entrar a la boca del Rio de la Plata, y no en el Cabo Santa María (hoy
Punta del Este, que no La Paloma). Lo hicieron el capitán holandés Henry
Ottsen, comandante del navío “Mundo de Plata” en 1599; y el navío en
que viajaba el padre Cayetano Cattaneo, en 1729 [17: 400, ref. 42].
La primera vez que se documenta el topónimo “los Castillos”, es en
la Geografía de Juan López de Velasco (1571-74), y le atribuye carácter
de ínsula. El nombre arraigó rápidamente, y en 1587 (Tratado descriptivo
del Brasil) se habla de “tres islas altas que se dicen los Castillos”. Y en el
poema “La Argentina” de Martín del Barco Centenera (1ª edición, 1602),
se señala: “Al un cabo dos islas como hermanas / Está, que cada cual parece roca /
De castillos se dicen muy cercanas” [17, págs. 395-96].
El Warwick permaneció en esta zona del día 12 hasta el día 18.
Cacerías de Thomas Dover en las costas atlánticas
Ansiosos por pisar tierra, apenas fondeado el navío, el Dr. Dover - llamado por Toller “el Presidente”, por su cargo en la factoría - bajó armado
y acompañado y estuvo todo el día en el Cabo a los tiros, regresando en la
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noche “con un hermoso toro que cazaron” y que Toller dibujó, reproduciendo
su cabeza (lám. XII de la edición Narancio-Vaz Ferreira). Aquí debemos
hacer mención a la singular cacería por disparos de arma de fuego citando
al ilustrado historiador compatriota Horacio Arredondo:
“La caza a tiros de vacunos ¿arcabuz o ballesta?. Punto dudoso que sobre la base
del dibujo del mencionado Toller, que presenta la escena en la bahía de Castillos (Rocha) en 1715, trato de dilucidar en una monografía sobre viejos armamentos ...” [18,
págs. 27 - 30]
Es sorprendente esta duda. En la lámina III de la edición de Narancio
y Vaz Ferreira (entre págs. 48-49), que ilustra la (única) escena de caza a la
que seguramente se refiere Arredondo, es evidente que los expedicionarios esgrimieron armas de fuego. Pero además, el propio Toller, también
cazador, relata:
“Fui a tierra una vez más ... deseaba ahora satisfacer a mi estudioso y contemplativo genio y por consiguiente armado solamente con un mosquete y una
caja llena de cartuchos y con algunas provisiones di una vuelta por la costa del
mar ... (f. 18v).
Thomas Dover era un excelente tirador (“infatigable cazador” le llama Toller); fue mayormente responsable de las expediciones a tierra y la
respectiva cacería. Tiro va, tiro viene, cazó cuánto animal comestible se le
presentó ante la mira de su arma.
Durante los 5 días que permanecieron al ancla en la bahía de Castillo,
mató 6 toros y luego 4 más. La fuerza, tamaño y bravura de los vacunos
fue destacada por Toller, lo que coincide con un testimonio muy anterior,
el del abate Louis Feuillé, que estuvo en la costa uruguaya con la expedición científica francesa de 1708
Según el abate Louis Feuillé cazar vacas era sumamente peligroso. Si el
cazador no era diestro y su tiro no daba en el punto apropiado del cuerpo
para matar al animal, corría grave riesgo; de herirlo meramente sería atacado y no le darían tregua si no dispusiera de armas para su defensa. Relata
el caso de un oficial de la expedición cuya vida corrió riesgo de haber sido
corneado, de no salir en su auxilio sus compañeros. Una forma de cazar
los vacunos era atando un ternero enlazado a un poste, pues sus balidos
atraían a su madre; los cazadores, vientre en tierra y a tiro de fusil, las
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mataban y raramente escapaba alguna (transcripción tomada de Horacio
Arredondo, cit., 18, págs. 28-29).
Thomas Dover, pasajeros y tripulantes del Warwick recorrieron los aledaños del cabo. Surgen del relato de Toller topónimos y lugares de la bella
costa oceánica rochense, en la zona de la actual población de Valizas. Así,
la “cima de Castillos” o “el alto del monte que forma el cabo Castillo”(que es el
Cerro de la Buena Vista); un manantial de agua dulce (hoy subsistente); el
cruce “del Río en la canoa del Presidente” (el arroyo Valizas); su barra, cerrada
por “el arenoso istmo” y el origen de este curso de agua que “proviene de la
laguna cerca del gran bosque” (f. 18v), que no es otro que el conocido como
“bosque de ombúes”, el mayor del mundo, que fue muy bien descrito por
José Henriques Figueira. En su plano de la bahía (lámina XIV de la edición
Narancio-Vaz Ferreira) y lámina a color, (pág. 200) de Juan A. Varese [19],
que es de su pluma, se reconoce la “aguada” (A) que Lobo y Riudavets
sitúan al pié del cerro de la Buena Vista (“Manual”: 61); el arroyo Valizas
o “río dulce que nace en un lago de la región [laguna de Castillos]” (B); el “istmo
arenoso” que hay que sortear para navegar por el Valizas (F). Ni un humano
se encontró en la zona, aunque sí vestigios tanto indígenas (una “flecha”)
como europeos (un sombrero y un cajón de botellas, f. 17v del manuscrito), e incluso “la vértebra y otros huesos de una gran ballena” (f. 17 v, anotación
del día 18 de junio).
La fructífera cacería de vacunos de largos cuernos, permitió degustar
su sabrosa carne asada:
“El Presidente, etc. habían matado 4 reses. La canoa no pudo ser lanzada sobre el
arenoso istmo [no pudo salir al mar desde el arroyo Valizas] como antes, así que
los señores ... y algunos de los hombres y sirvientes se quedaron en tierra toda la noche,
donde hicieron un gran fuego y asaron ¼ de res que comieron la
mayor parte sin sal ni pan y bebieron agua del lago. Sueño poco tenían. Humo
y ruido en gran cantidad ...” (f. 18v).
Y mas adelante, se pondera la calidad de tal alimento, por cierto no
muy común en Europa, al menos con tal abundancia:
“La cantidad de carne vacuna era tan grande que todos han comido opíparamente,
pero no sienta muy bien a algunos a quienes esta cantidad de provisiones frescas, comida
con demasiada gula, ha producido disentería y cólicos ... Bendigo a Dios que los de la
Factoría no sintieron ninguno de estos efectos ni yo los he tenido. En realidad he-
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mos empleado carne fresca, mas o menos, durante todo el viaje y no
estamos hartos de ella” (f. 19).
No despreciaron comer otras presas: peces, lobos marinos (la isla Castillo estaba repleta de estos pinnípedos; hoy luce desierta), e incluso cuartos de ñandú. El Dr. Dover atrapó un armadillo (“mulita”) que murió
abordo sin haber probado bocado. No surge que hubieran degustado tan
apetitoso manjar, y Toller anotó que “algunos los ponderan como buen alimento,
pero privado de su caparazón no es mas grande que una rata” (f. 19v), aprovechando para dibujarlo (lám. III, edición Narancio-Vaz Ferreira).
A las 3 de la tarde del 18 de junio, provistos de agua dulce y carne vacuna, levaron anclas abandonando la bahía de Castillos, cuya costa volvió
a quedar en el silencio, sólo roto por el continuo batir de las olas oceánicas
y el grito de los lobos.
El Warwick desde la bahía de Castillos a Monte Vidio
Este tramo del viaje fue muy lento, por la inseguridad de las cartas de
navegación del capitán Partington.
A las 5 de la tarde del día 18 pasaron la Isla Lobos de Castillo (Isla del
Marco); la tierra lucía baja desde Castillos al Cabo de Santa María (Punta
del Este, no la actual La Paloma), que está a la entrada del Río de la Plata,
dice Toller.
El Cabo Santa María en los siglos XVI al XVIII era para los navegantes
la hoy Punta del Este; recién en el siglo XIX se le dará aquel nombre a la
Punta de Rocha, Puerto de La Paloma.
Al mediodía del 19 de junio estaban a 4 leguas de la Isla de Lobos y 5 del
Cabo Santa María; observaron los “montes [sierras] de Maldonado”; a las 4
de la tarde a 1 legua del Cabo.
Anotó Toller que, de querer entrar a la bahía de Maldonado, no hay
peligro pues su fondo es claro y firme y puede albergar hasta 30 buques.
Existe en esa bahía una pequeña isla (hoy isla de Gorriti), muy baja. Se
puede permanecer en esa bahía porque hay bastante agua, fondeando “a
tiro de pistola” de aquella. También, pero “a tiro de mosquete” de la costa del
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continente existe un “lago de agua dulce (la actual Laguna del Diario) la mejor
del mundo para largos viajes al cual se llega fácilmente. Si el tiempo está sereno se verá
la Isla de Lobos o el Monte de Maldonado”, (tal vez el Cerro Pan de Azúcar).
Toller introdujo unas “Instrucciones para navegar aguas arriba en el Río de la
Plata” enviado desde el puerto francés de Saint Maló al comandante del
Warwick, Henri Partington para su viaje a Sudamérica (f. 16 del manuscrito). Según las mismas, de la Isla de Lobos a la Isla de Flores se debía buscar el
canal hacia el oeste, donde se encontrarán 22 brazas de fondo firme, pero
no debiendo pasar mas de 2 leguas al sur de Flores, por el temible Banco
Inglés. Entre Flores y tierra firme habría un pasaje donde se encontrarían
las Islas Carretas, batidas por el mar, a 1 legua y ½ de la costa. Partiendo de
la Isla de Flores, con rumbo oeste se llegaría a Monte Video.
El día 20, a las 6 y media de la tarde fondean con 11 brazas a 2 leguas
de la costa. Pasan allí la noche y levan anclas a las 5 de la mañana del día
21. “Y nos encontramos como al margen [al extremo] a lo largo de esta bahía que
es de casi 4 leguas. Esta amplia bahía correspondería a la desembocadura del
arroyo Solís Grande. El topónimo más al este es Punta Negra porque se les
aparece de ese color, pero le llama Cabo del Roque por la roca que se destaca
de él sobre el horizonte cuando se lo mira por primera vez. El Dr. Dover
bajó a tierra en su bote con el carpintero de abordo para cazar ganado
vacuno en el Cabo Roque. Retornó al Warwick ya en la noche habiendo
obtenido un ejemplar. Fue durante esta excursión que sufrió un pequeño
accidente, un esguince del tobillo derecho (f. 22v).
A las 4 de la tarde del día 21 de junio están a 1 milla y 1/2 de la Isla de
Flores y 6 leguas de Monte Vidio (sic). Cabe recordar que Toller se refiere
al actual Cerro de Montevideo y no a la ciudad, aún no establecida por los
españoles [21]. Toller describe una población de lobos marinos en las tres
colinas rocosas que constituyen la Isla de Flores, fauna hoy desaparecida. La
costa es llana y arenosa (es toda la actual playa de la Ciudad de la Costa) y
la parte oeste de esta enorme bahía la reconoce como Bahía de Monte Vidio.
Con el cielo cubierto, que no presagia buen tiempo, a las 11 postmeridiano
fondearon a 2 leguas de distancia del cerro.
El territorio de la actual ciudad de Montevideo – aparte de ser recorrido por indígenas – era visitado regularmente por militares españoles, como forma de preservar los dominios castellanos, siempre amenazados por
los portugueses. Aún sin ocupación efectiva, la gobernación de Buenos
Aires enviaba piquetes militares, a modo de avanzadas, así como embarca-
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ciones que recorrían la costa del litoral fluvial y atlántico y fondeaban en
las bahías de Maldonado y Montevideo. Los soldados y marinos recorrían
los aledaños y acampaban como pequeñas guarniciones o vivacs. Además,
los navíos provenientes de la metrópoli o de los reinos con los cuales no
estaba en guerra, anclaban en la bahía a la vista del cerro de Monte Vidio,
a la espera de los prácticos que venían desde Buenos Aires, pues la navegación hasta ese puerto era muy peligrosa. Si bien recién en 1724 se inició
la ocupación formal del territorio montevideano y el proceso fundacional
de la ciudad por la corona española (en respuesta a la efectiva ocupación
portuguesa de fines de 1723), esos campos fueron recorridos permanentemente y el ganado que pastaba, cazado para el corambre.
El día 22, a las 10 de la mañana ya estaban las anclas fuera del agua. El
cerro de Monte Video se aleja de la vista de Toller. La navegación es peligrosa; el fondo marino es barroso. El Warwick avanza con cautela, fondeando
antes de hacerse la noche. Se bajaron botes para sondar, ya que la zona
tiene bajos; el barco comenzó a escorar y se sintió roce en su banda de estribor y luego de babor. Se decidió fondear el día 23, y el 24 los botes fueron bajados para llegar a Monte Vidio. En esta excursión se capturó
un ternero (sic) de 1 año que mostraba una herida anterior por mosquete,
probablemente hecha por algunas de las partidas españolas de avanzada.
Además “en una especie de pizarra de plomo” sobre el pasto se habían grabado
los nombres de varios marinos españoles con la fecha 1714.
No era infrecuente que los marinos dejaran testimonio de su arribada
en las costas donde fondeaban; si lo era por militares, se hacía como una
forma de establecer soberanía.
Ante la evidencia de la navegación riesgosa por el Río de la Plata, el 25
de junio se envió el bote de la factoría a Buenos Aires con tres directores
de la Compañía, un sirviente negro y un teniente 2º, mas seis expertos
remeros y un patrón de bote, entrevistarse con el gobernador anunciando
el arribo de la comitiva inglesa y para traer un piloto o práctico de río. Se
calculó que la travesía del bote, 40 leguas, insumiría menos de 7 días. Toller
sentenció “ ... en verdad creo que necesitarán tener buen ánimo antes de llegar allí,
soplando los vientos fríos y siendo las noches largas” (f. 23v). Ese bote llegará en
cinco días (30 de junio).
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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El Warwick comienza a remontar el río de la
Plata
Desde la partida del bote a Buenos Aires el 25 de junio, el Warwick se
movió con cautela por el bajo fondo del río y la falta del práctico.
El 12 de julio, luego del almuerzo, el Dr. Dover bajó a tierra retornando
a la noche con otra presa vacuna, “un gran toro”. Y describió que “la región
es muy agradable; extremadamente bien poblada con ganado vacuno y algunos ciervos,
deliciosamente cubierta de árboles”. Toller supuso que la zona del desembarco
de Dover fuera “la Bahía de Santa Lucía”, lo que revela la antigüedad del
topónimo del gran río. Se basó para esa ubicación en la carta hidrográfica
francesa. Describió “colinas, cerca de la costa Oeste y del Norte bastante altas, con
peñascos arenosos hacia el NE; hay médanos y mas hacia el Este, tierra mas alta,
terminando en Monte Vidio” (f. 25v). La descripción de Toller, corresponde a
la barra del río Santa Lucía, y su visión hacia el N-E las barrancas de San
Gregorio y Mauricio, en el departamento de San José (Vidart, III: 37).
Como señala Daniel Vidart, siguieron subiendo por el río con bajadas
a tierra para cazar a disparo limpio lo que se les presentaba ante la mira
del mosquete. Esto aconteció el 19 de julio sin resultado; pero el 20 (le
acompañaba Toller, el capellán del barco y su capitán), Partington cazó un
“leopardo”, que Toller registró en dibujo para la historia (f. 26v), y que fue
devorado por la tripulación ante la repugnancia del memorialista. Según
Vaz Ferreira, se trataba de un “jaguar” o “yaguareté” (Pantera Onça, Linneo), especie muy abundante en el sur de Uruguay, hoy casi extinguida.
Nuevo descenso a tierra el 23/07, en la bahía del que Toller llamó “Río
San Thomas” (f. 27v) donde Dover cazó “un toro muy carnoso”, cacería que
repitió deportivamente los días 24, 27 y 2 del mes de agosto. En esta jornada, su disparo no fue feliz, y el vacuno herido y furioso arremetió contra
el médico que se salvó de ser corneado protegiéndose tras un árbol hasta
que sus compañeros lograron matar al toro a tiros. Tampoco tuvo suerte
al dispararle a un “marrano grande” que le persiguió (“pecarí”, Pecarí tajaçú,
Linneo). Toller describió enormes manadas de estos animales.
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El Dr. Dover decide dejar el Warwick y trasladarse en bote a Buenos Aires
Ante la falta de noticias del práctico para llegar a Buenos Aires, el Dr.
Dover mantuvo una conferencia con los funcionarios del Asiento, 5 de
agosto, y decidió – como presidente de la factoría – bajar el bote principal y llegar a la ciudad. Debían estar allí antes que arribara un navío con
esclavos. Hubo disputas - que no se detallan - por esta decisión, y rotura
de relaciones entre Dover y Toller. Tal vez a estas disputas obedezca el
brusco término del Diario de Toller. Dover partió entonces en un gran
bote - el Warwick estaba frente a las costas de Colonia - el 10 de agosto con
empleados de la factoría, sus sirvientes negros y vituallas para varios días,
siendo despedido muy a la inglesa con once cañonazos y tres hurras. Tras
cinco días de cruce del río, 140 millas, arribó a Buenos Aires.
El día 16 envió Dover al Warwick el bote y un bergantín desde Buenos
Aires con buenas noticias, dos pilotos españoles y personal de aduana. El
día 17 el bergantín español se les aproximó y comenzó el alijo de materiales
para instalar el nuevo Asiento, sobre todo miles de piezas de madera necesarias para levantar los galpones. El Dr. Dover había llegado felizmente a
destino, mientras la factoría francesa se aprestaba a dejar sus instalaciones.
Llama poderosamente la atención – anota Brito Stífano – la omisión en la
vigilancia del río, tanto por agua como por tierra, al punto de no haberse
localizado por las patrullas españolas el navío inglés. La negligencia de
las autoridades es patente. De lo que es también revelador, que un inglés
(Toller) haya dibujado y descrito con minuciosidad una derrota marítima
y fluvial que podía servir a los británicos, enemigos de los ibéricos, para
fines bélicos. Debe agradecer España que el manuscrito fuera a dar al fin,
a sus archivos, y no al de los ingleses.
En tanto, Dover había sido bien recibido por el gobernador Baltasar
García Ros, alojándose en la casa dejada por el Asiento francés, identificada como el “retiro de los franceses”, evidente antecedente del actual topónimo, el “Retiro” bonaerense. Allí se levantará el Asiento esclavista inglés.
Su arribo a Buenos Aires fue comunicado por los oficiales reales españoles (funcionarios de hacienda) mediante oficio al rey el 8 de noviembre
de 1715 (documento que fue encontrado en el Archivo de Indias, Sevilla,
Audiencia de Charcas por Laguarda Trías, y transcrito in extenso):
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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“Señor - ... y el día 17 [de agosto; la discrepancia de fecha se debe al
calendario empleado, pues según Toller fue el 15 de agosto] llegó otro bote
del dicho Navío [el Warwick] y en él cuatro personas que dijeron ser directores de dicho
asiento [de Inglaterra] y llamarse uno Dn. Thomás Douer [sic] presidente de
dichos directores, el otro Ricardo Martin, el otro Geremías Montt y el otro Joseph de
la Noy, y habiendo dado estos, razón del paraje donde quedaba dicho Navío, se volvió
a despachar dicho práctico y lo condujo a este Surgidero el día veinte y dos de septiembre [nuevamente discrepancia por el calendario en uso] y en su compañía
un paquebote, embarcación muy pequeña despachada de Londres de cuenta de la
Compañía [tratábase del “William & Mary”] con el motivo de traer los tratados
de paz, que por olvido dijeron habérseles quedado, con lo cual fueron recibidos en este
Puerto con las calidades y condiciones que se previenen en los tratados” (Laguarda
Trías, cit [4]: 248).
El mismo oficio nos entera que a su fecha de redacción habían “entrado
en este Puerto tres Navíos con cargazón de Negros de cuenta de dicha Compañía, y
quedan aguardando su carga [la de retorno a Inglaterra] de que daremos cuenta...”
(ídem: 249).
Sigamos la navegación del navío inglés. El 22 de agosto, el Warwick ya
con piloto abordo levó anclas y comenzó el lento rumbo al Riachuelo de
Buenos Aires. No escapó a una de las furiosas tormentas que suelen azotar al río de la Plata, que rompió velamen y derrumbó mástiles. El día 28
estaban anclados al lado de un paquete inglés, el citado paquebote William
& Mary, del capitán Jesson que traía equipaje y un escribiente para el Dr.
Dover.
El manuscrito de Toller se interrumpe el día 4 de setiembre (f. 33v).
El 11 de setiembre de 1715 el Warwick fondeó frente a Buenos Aires,
la ciudad en que Thomas Dover - buen negociante - ya había sentado sus
reales un mes antes.
La Factoría inglesa en Buenos Aires
Dover había establecido buenas relaciones no sólo con el gobernador,
también con el obispo católico y los jesuítas. Es otro hecho muy llamativo
del temperamento negociador y “entrador” del médico, un protestante en
un territorio católico y en una época de intolerancia religiosa. Inspeccionó
las instalaciones del abandonado Asiento francés, donde encontró algunos
cueros vacunos y veintidós esclavos. Pero las instalaciones eran mínimas
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y el dinero venido de Bristol - mil dólares - para gastos de instalación no
alcanzarían para instalar el Asiento inglés. Entonces ocurrió un hecho insólito: pidió ayuda económica a los jesuítas que le prestaron en tan sólo
24 horas un importante capital, 150.000 pesos sin intereses y sin garantía.
Tanto así se confiaba en el médico. Es bueno decir que el capital les fue
devuelto, e incluso Dover contribuyó para terminar su iglesia de San Ignacio, la que aún sigue en pie.
Superado el tema económico el Asiento fue entonces instalado en las
cercanías de la actual Plaza San Martín, incluyendo un embarcadero, oficinas, habitaciones para empleados y barracas para albergar a los esclavos.
El edificio principal del Asiento inglés ocupó la llamada Residencia del Retiro,
en su origen la casa del Gobernador “Robles” (según Torre Revello [22,
pág.83], pero en realidad del Sr. Miguel “Riglos” edificio del siglo XVII).
Se le describe como construcción con cuarenta cuartos, salones, habitaciones, noria y “tres suertes de tierras”. Era sin duda la construcción más
importante de la ciudad en su época, a la cual se le fueron agregando obras
hasta finales del siglo XVIII. El terreno, limitado por un cerco para evitar
fugas, ha sido situado entre las actuales calles Esmeralda, Maipú, Callao y el
río (es decir, proximidades de la Plaza San Martín). Emeric Vidal (cit. por
Schávelzon: 108) llegó a conocerlo ya transformado en establos y galpones
en 1816, y lo describió así en 1820: “todo amurallado a su alrededor, los esclavos
bajan a tierra en la playa, inmediatamente atrás del edificio; y el portón de entrada aún
está en ruinas cerca del camino de la costa, aunque la pared ya ha desaparecido”. Allí
se depositaron hasta 200 esclavos por barraca, abiertas en sus lados, sólo
techadas, para aliviar el nauseabundo olor que despedía esa masa enorme
humana. El Retiro es el edificio que se reconoce en su apogeo en planos
de Buenos Aires de 1740. La propiedad pasó a manos particulares en 1773
(familia de los Basavilbaso) y en 1787 (Martín de Sarratea), pero siempre
para el negocio de esclavos.
Casi nada ha quedado documentado del aspecto edilicio de otros locales del Asiento.
Según Schávelzon (cit.: 107), uno de los depósitos fue el existente en la
actual esquina de Belgrano y Balcarce, donde terminaba la ciudad, bajo la
barranca lindera al río (ver plano); un enorme edificio de planta rectangular con fácil acceso desde el río con marea alta (por eso luego usado
como Aduana) y con embarcadero propio, como lo muestra un plano de
1713, aún sin el patio central que se reconoce en planos posteriores (1740
y 1750). Fue conocido en Buenos Aires como Aduana Vieja (desde 1783)
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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o Quinta de Domingo Basavilbaso, aunque éste personaje nunca habitó allí. Se
conserva una foto del edificio de años muy posteriores, con una fachada
monumental y muy decorada. El local sirvió a los ingleses para depósito de
mercaderías (mayormente contrabando) mas que para la esclavatura.
La South Sea Co. no perdió el tiempo. La Compañía podría traer en
cada barco hasta 375 negros extraídos de Angola, entre 10 y 30 años; mitad de cada sexo. Al regreso, el navío embarcaría cueros vacunos y sebo.
A fines de 1715, casi enseguida de establecido Dover y sus funcionarios,
cinco navíos con carga humana fondearon frente a Buenos Aires.
Uno de ellos, el Indian Queen traía 100 esclavos enfermos de smallpox,
dando oportunidad a Dover de tratarlos por el método de Sydenham, con
éxito. Agotó el stock de medicinas en ese tratamiento, pidiendo más a
Inglaterra.
En 1716, 1000 negros de Madagascar llegaron a Buenos Aires (también fueron capturados en otras regiones africanas). En total, durante la
existencia de la Factoría, cerca de 10.000 esclavos fueron introducidos
por la Compañía, pero las cifras nunca se sabrán por la incidencia del
contrabando y la falta de información sobre la carga. El 7 de abril, con las
bodegas abarrotadas de cueros y sebo, el Prince of Wales y el Indian Queen
zarparon para Londres.
Interludio. El viaje de los esclavos
Comprados ordinariamente en Angola, los esclavos entre 10 y 30 años,
mitad de cada sexo, eran celosamente resguardados durante el viaje para
que arribasen el mayor número posible en estado de salud a puerto sudamericano. Unos 375 negros eran cargados; durante el viaje se baldeaban
con agua y vinagre los habitáculos, e incluso se escuchaba música y se
recomendaban juegos para evitarles la depresión por el desarraigo. Para
sortear fraudes y favorecer el cuidado en el transporte por los capitanes
mercantes, se les cedía cuatro cada 104 desembarcados sanos. Durante el
viaje, cada 14 días eran contados, y anotados los vivos y los muertos, lo
que se documentaba tanto en Buenos Aires como en Londres. Antes de
echar los cadáveres por la borda, el cirujano jefe anotaba número, fecha y
causa de la muerte. El capitán no recibía su parte en esclavos, si antes el cirujano, bajo juramento, no comunicaba cuántos habían muerto y cuántos
desembarcaban vivos.
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Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Eran bañados al descender del barco, luego “palmeados” (medidos) y
“carimbados” (marcado con señales a fuego). El cirujano de la Factoría
fue Mr. William Philips.
El regreso del Warwick y de Thomas Dover a
Inglaterra
A comienzos de 1716, el Warwick también comenzó a cargar cueros.
Por la negligente vigilancia de los oficiales españoles (y seguramente su
corrupción), muchos cueros fueron transbordados a otros navíos mercantes. Se documentó por ejemplo, que entre el 23 y 28 de febrero de 1716
el Warwick transfirió mas de 5000 a barcos mercantes (según carta del
propio capitán), así como los navíos arribados desde Inglaterra descargaron fardos a la vista de los oficiales españoles, pero por detrás (o con
su connivencia) abarrotaron los depósitos del Asiento con mercancías no
declaradas.
En junio de 1716, cumplida su misión, también el “H.M.S Warwick”
retornó a Inglaterra con 11.215 cueros vacunos en sus bodegas.
¿Qué pasó con el Dr. Dover?. Le quedaba breve permanencia en Buenos Aires, porque su gestión al frente de la Factoría no fue satisfactoria
para los directores de la South Sea Co. Habían estos recibido en Londres
noticias de primera mano por los capitanes de varios navíos arribados
del Río de la Plata y también notificadas por el capitán Partington desde
Buenos Aires [documentación archivada en el Museo Británico, op. cit.
por 3]. Pese a los buenos resultados económicos de la factoría, las noticias
indujeron a los ejecutivos londinenses a coordinar una amable reunión (un
almuerzo de trabajo) con el antiguo presidente del Asiento francés en Buenos Aires, y además nombrar un Tribunal para estudiar la relación entre las
“instrucciones” y las “acciones” desarrolladas en el Asiento inglés; y el 18
de julio de 1716 éste emitió su juicio:
“El Tribunal tomó en consideración la situación de la Factoría en Buenos Aires acordando en orden al último Tribunal, y después de algún debate, resolvió que el Capitán
Dover Presidente de la dicha Factoría, por violación de las instrucciones y negligencia en
sus obligaciones, sea destituído del servicio de la Compañía” [3, pág.116].
Se le atribuyó la violación de las instrucciones, negligencia con sus obligaciones empresariales y tal vez actividad fraudulenta tanto para el ingreso
de mercadería no autorizada como la salida de cueros (con la complicidad
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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y corrupción de los oficiales reales al servicio de España, lo que explicaría
la regalía de mas de 389 libras “por obsequios hechos a los Oficiales Reales”).
De fuentes españolas, también se reveló que Dover recibiía “comisiones”
por el comercio de los cueros. Y también había “inflado” los costos de
medicinas y alimentos para los esclavos en coautoría con el cirujano de
la Factoría. También debe haber influído su carácter irascible que lo malquistó con sus superiores en Londres y enemistó con sus subordinados
en Buenos Aires. Thomas Dover y el cirujano de la Factoría Mr. William
Philips fueron cesados, permaneciendo en sus cargos los otros miembros
de la misma; pero no volvieron inmediatamente a Inglaterra, por el tiempo
que insumió llegar a su conocimiento la destitución, y el arribo de su sucesor, un tal John Thrupp. Con éste, la Compañía no fue tan dispendiosa
como con Dover, y no le autorizó mas que un sirviente de cámara, y por
supuesto ningún memorialista como Toller lo había sido para el primer
presidente.
El 24 de febrero de 1717 llegó a Buenos Aires el sucesor de Dover, lo
que marcó el fin de éste como el primer presidente de una factoría inglesa
en el Plata; retornando entonces a Inglaterra probablemente en el mismo
navío. Y al finalizar ese año, ya estaba ejerciendo esporádicamente la medicina en Cecil Street, en la localidad de Strand, entre la ciudad de Londres y
de Westminster, en el Londres de la época de Dover, en tanto frecuentaba
la bolsa de papeles al portador.
Thomas Dover, médico famoso en Londres
Pero la South Sea Co., de la cual el Dr. Dover era fuerte accionista,
quebró en 1720, le llevó a la ruina y obligó a ejercer con mas asiduidad la
medicina. Las epidemias de smallpox y su forma de tratarlas propiciaron su
consulta y también su fama. Pero Dover no era médico diplomado por el
Royal College of Physicians de Londres.
Osler lo perfiló como de “temperamento encendido, que no fácilmente acordaba, combativo, odiable”. Su desprecio por los miembros del Royal College of
Physicians de Londres era bilateral. Los colegiados le tildaban de Quicksilver
doctor por el uso que hacía del azogue (mercurio), al cual Dover llamaba
“jalea de metales”, “bálsamo puro de la sangre”. Pero llegó a ser uno de los
médicos eminentes de Londres, con abultada y rica clientela y acostumbraba entrevistar a sus pacientes en una taberna, el Jerusalem Coffee House,
en Strand. Adquirió aquí gran reputación, como “famoso hombre que llega a
curar el smallpox en una nueva forma”.¿Cuál era aquel tratamiento?. Ni mas ni
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menos que el que había recibido cuando enfermó de smallpox mientras era
pupilo de Thomas Sydenham. Era una asistencia racionalmente mejor que
los tratamientos ortodoxos de la época, pues combatía la deshidratación,
la hemoconcentración y la irritación cutánea.
La popularidad, fama, y su personalidad arrogante, despectivo para con
sus colegas, le granjeó su enemistad, así como la de boticarios, que perdían
dinero al no preparar medicamentos galénicos (las ineficaces pilulas). Fue
el médico mas famoso de Londres y el único que estaba en boca de todo
el pueblo, “un hombre desconocido en la profesión, que públicamente
denosta a sus colegas y les acusa de matar a cientos de enfermos con
sus obleas y purgantes”. Cuando otros facultativos daban por perdido un
enfermo de smallpox, Dover le sometía a su tratamiento empírico “a la
Sydenham” y lo salvaba.
Era casi odiado, más aún teniendo presente que Thomas Dover carecía de doctorado y de licencia otorgada por el Colegio de Médicos
de Londres. Pero luego de exámenes mensuales, obtuvo finalmente la
licencia para ejercer como physician en 1721. Tenía por entonces 60 años.
Pero no había perdido su petulancia; y pocos meses después estaba enfrentado en un juicio ante el Royal College por violar la ética: no había llamado en consulta a un colega. Preguntado porqué, respondió que aquel
había hecho un tratamiento basado en el “blistering” que hemos traducido
como “escarificación, o ampollamiento” (¿ventosas escarificadas? ), y que
las había suprimido porque consideraba que eran contraproducentes para
la enfermedad. ¿Y porqué entonces gozaba ese tratamiento de tanto predicamento entre sus colegas?. Contestó que por haber sido usado por los
“Indios” (sic”, en referencia a los indostánicos), pero que él – que había
conocido a muchos “indios” en sus viajes – ya no lo practicaban. Consideraba que la escarificación hacía perder la parte mas preciada de la sangre, el
suero, como decía Sydenham y por esto era perjudicial. Finalmente recibió
una mera amonestación por el presidente del gremio, Sir Hans Sloane, con
quien luego continuó en buenos términos e incluso le derivaría pacientes.
En 1726 retornó a Barton, donde su esposa murió. Acosado por acreedores, ya que había hipotecado sus fincas para comprar acciones de la
South Sea Co. , tuvo que vender sus tierras en 1727 por 3400 libras a
un tal Thomas Mander, quien inmediatamente levantó sus deudas, quedándole para sí sólo 140 libras hasta que el balance definitivo le permitió
hacerse de 1562 libras en setiembre de 1727. Continuó ejerciendo en Cecil
Street hasta 1728
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Viudo, sin hogar y prácticamente en bancarrota pasó a convivir con su
pariente Robert Tracy, en Stanway Hall, Gloucestershire, donde volvió
a ejercer la medicina. Dos años después, volvió a Bristol, le pidió a Hans
Sloane, aquel del Royal College que le enviara pacientes. Estos lentamente
comenzaron a consultarlo y comenzó allí a redactar su libro The ancient
physician’s legacy to his country (El legado de un antiguo médico a su ciudad),
que le demandó unos tres años. Vio la luz en 1732, cuando ya tenía 70
años. Era una suerte de “libro de medicina de familia” del siglo XVIII que
alcanzó varias ediciones (la 6ª en el año de su muerte y la 8ª en 1771, 30
años después). Contiene 42 enfermedades exitosamente tratadas por Dover, explicadas en lenguaje llano, describiendo los casos clínicos y adjuntando cartas de pacientes donde le testimoniaban el agradecimiento por
las “curaciones”. En el prefacio cita la opinión de un tal doctor Radcliffe,
“viajar es necesario para hacer un hábil médico”. Y recordaba, “yo he viajado mas
que todos los médicos de Gran Bretaña”. Lo que era una gran verdad.
El libro reza así: “Siendo cuanto él [el autor] ha recogido por sí mismo en 49
años de práctica. O un recuento de varias enfermedades que afectan al género humano,
descriptas de una manera sencilla para que cualquier persona pueda conocer la naturaleza de su propia enfermedad. Junto con los varios remedios para cada malestar fielmente
asentados. Diseñado para uso privado de toda la familia”.
A la fecha de edición de su libro, estaba nuevamente en Londres (entre
1731 y 1736), viviendo y ejerciendo en Lombard Street y luego en la mas
distinguida dirección de Arundel Street, continuando con sus consultas en el
Jerusalem Coffee House, en Strand. Por su edad entró en declinación su
actividad, lo que no impidió continuar sus críticas en sucesivas ediciones
de su libro, contra el Royal College y la Society of Apothecaries. Como hemos
dicho, Dover estaba vivo a los 80 años, en 1742 cuando vio la luz la 6ª edición, retirado desde 1736 en Stanway Hall, Gloucestershire, esperando
su muerte. Fue sepultado en la cripta de la familia Tracy, en la Stanway
Church el 27 de abril de 1742, de donde lo rescató para la historia Sir
William Osler.
Thomas Dover ante la historia. Los Polvos de
Dover
Thomas Dover no pasó sin embargo a la historia ni por sus viajes, ni
como traficante de esclavos negros, ni por sus cacerías en las costas oceánicas del Río de la Plata, ni por su estadía en Buenos Aires, ni aún por el
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hallazgo de Alejandro Selkirk. Tampoco por su libro de medicina, ni por
su frecuente uso del mercurio; ni siquiera por su exitoso tratamiento del
smallpox “a la Sydenham”, Sino por los polvos que llevan su nombre:
los “polvos de Dover”, una mezcla galénica muy original de opio e ipecacuana, disueltos en vino blanco, cuya fama se mantuvo por muchos años.
Pulvis Ipecacuanhae Compositus et Opii, tal era la prescripción que recibían
los apotecarios. Los comercios que en Inglaterra vendían bebidas y ropa
también lo hacían con los famosos “polvos de Dover” a las gentes de paso.
Tal fue la popularidad y amplia utilización por galenos y público en general
del preparado que Dover inventó en fecha incierta y cuya fórmula apareció en la primera edición de su libro. La introducción de esta fórmula fue
muy beneficiosa y original; el opio, así como otros productos incluso mas
tóxicos, eran utilizados como analgésicos por los pacientes, sin límite
posológico, llegando a la intoxicación. La fórmula de Dover constituyó un
producto estable, conocido, medible, que provocaba analgesia y sensación
de euforia, pero cuya sobredosificación aparejaba el vómito por la presencia de la ipecacuana. Era ésta una raíz originaria de América, conocida
desde 1600, Cephaelis Ipecacuanha[Rubiaceae], Brazilian Ipeca introducida en
París en 1672 para combatir la disentería con sangre o líquida [23]. La “ipeca” fue redescubierta por Dover e introducida inteligentemente asociada
al polvo de opio para evitar la sobremedicación. Incluso los niños no se
intoxicaban con el opio, pues vomitaban mas precozmente por la ipeca.
La adicción opiácea también era combatida por el vómito. El uso del opio
por Dover pudo estar vinculado a su experiencia con Thomas Sydenham,
quien había introducido en medicina anteriormente un derivado del mismo: el láudano (tintura azafranada de opio); pero el agregado de ipecacuana por Dover fue totalmente original.
La fórmula de sus polvos aparece en la sección de su libro dedicada a
la “gota o podagra” y luce mas o menos así: “Tome opio 1 onza, sal piedra y
tártaro vitriolado 4 onzas de cada uno, bebida cordial 1 onza, ipecacuana 1 onza. La
sal piedra y el tártaro vitriolado se colocan en un mortero calentado al rojo; se revuelve
con una cuchara hasta su calcinación; se reduce la mezcla a polvo muy fino; se corta la
rebanada de opio [la masa de opio venía en “ladrillos”] que se muele a polvo; se
mezcla todo. Dosis: 40 a 60 o 70 granos [no gramos] en un vaso de vino blanco pasando a la cama; cubriéndose bien caliente, y bebiendo ¼ de pinta mientras se transpira.
En dos o tres horas como más tarde, el paciente se verá liberado del dolor. Y aunque todavía no pueda ponerse en pie, se sentirá mucho mejor aunque no pueda caminar hasta
el siguiente día. Este remedio puede ser tomado varias veces a la semana o al mes”.
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El polvo se administraba bajo dos formas: a pequeña dosis, para fiebre
y dolores; y a grandes dosis, para gota y disentería. Dover recomendaba
que a esta última dosificación, el paciente debía previamente ... “realizar
testamento”. En el tratamiento de la gota (“podagra”) fue la medicación
de elección hasta la introducción del cólchico.
Las propiedades farmacológicas del opio explican el extendido uso de
los polvos de Dover: insomnio, diarrea, bronquitis, cefalea crónica, agitación psíquica, desorden menstrual, dolor de cualquier naturaleza, malaria,
sífilis y smallpox. Los polvos de Dover tuvieron amplia aceptación y larga
vida. William Osler los incluyó en su conocido texto Principios y Práctica
de la Medicina, prescribiéndolos para la bronquitis aguda y la fiebre tifoidea. Siguieron prescribiéndose hasta el primer tercio del siglo XX, cuando
dejaron de usarse por la aparición de nuevos analgésicos, a partir de los
derivados del ácido salicílico, v.g. la aspirina. Y las regulaciones a la importación de opio y sus derivados terminaron con su administración.
En algunas bibliotecas de médicos, de no hace muchos años, se encontrará el Tratado de Farmacología del argentino Litter, en el cual incluso
personalmente estudiamos en la década del sesenta. En su capítulo sobre
analgésicos, todavía se citaban los Polvos de Dover.
Qué fue del Asiento inglés en Buenos Aires
Por el excesivo sobreprecio de los esclavos, la South Sea Co. como ya
dijimos, quebró en 1720; había gastado mas de un millón de libras en sobornos; había sufrido robos y defraudaciones; y había perdido la confianza
de España y los compradores. El Asiento inglés quedó desierto.
Una Real Cédula del 27 de marzo de 1727 decretó el embargo de todos
los bienes pertenecientes a los ingleses en América, resultado esperable del
comienzo de hostilidades entre ambas monarquías.
Vidart transcribe una carta del jesuita Carlos Gervasoni al Padre Comino desde Buenos Aires, en 1729:
“ ... todo pasa por la mano de los esclavos, no habiendo por aquí español, por
miserable que sea, que al poner el pie en tierra no eche al momento peluca y espada
desdeñando toda ocupación que no sea la de comerciante. Sólo a los ingleses les es
permitido conducir y vender esclavos y traen trescientos o cuatrocientos en cada viaje, no se cuantas veces al año. Ahora, a causa de
46
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
su ruptura con España por la flota, no es permitido ni aún a ellos
conducir esclavos, y las dos hermosas casas que tienen esos ingleses
con un bellísimo huerto y todos los demas efectos, están en poder del
Rey” [Vidart, cit. pág. 41].
Mientras funcionó, el Tratado de Asiento de 1713, Inglaterra introdujo
en América el mayor número de esclavos negros por el puerto de Buenos
Aires. Aún luego del cese del asiento y embargo de sus bienes, persistió
introduciendo negros en Buenos Aires por medio del contrabando. Así lo
describe el citado jesuíta Gervasoni:
“ ... Sin embargo, ellos traen [pese a la confiscación del asiento] continuamente a la Colonia de los Portugueses [Colonia del Sacramento] que está en la otra
parte del río y comprados allí los esclavos de contrabando los hacen desembarcar en una
playa desierta y los introducen en Buenos Aires” [Vidart, cit. pág. 42].
Los médicos “quedados” del tráfico de esclavos
El asiento finalizó, pero algunos médicos que venían en los buques
negreros quedaron en el río de la Plata. En 1715 un tal John Burnett,
graduado en Edimburgo, y en 1718 un tal John Mylan. Otro, Robert
Fonteyn, y James Ross Pringle, colono inglés en Mendoza, en su viaje a
Chile, quedó allí bloqueado por la nieve y se hizo viñatero, con numerosa
familia y nombre castellanizado, Diego Ruiz Pringues. Recordemos que
uno de los médicos de la South Sea Co. en barco negrero al río de la Plata, fue Thomas Falkner, sacerdote jesuita, comisionado como cirujano y
botánico en 1730 [24, págs. 21-24].
Bibliografía citada en el texto
[1] William Toller (1715), The History of a Voyage of the River of Plate &
Buenos Ayres from England. Anno MDCCXV. By William Toller / Historie
d’un voyage en la Warwick du Plemue [Plymouth] en Grand Bretagne au Buenos
Ayres dans l’Amérique Méridionale, avec les observationes utiles en les langues
angloise et françoise par le Sieur G. Toller. D.P. 1715.
[2] Daisy Rípodas Ardanaz, (2002), Viajeros al Río de la Plata (1701-1725),
Buenos Aires, Union Académique Internationale-Academia Nacional
de la Historia (Serie Fuentes narrativas para la historia del Río de la
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
47
Plata y Chile), 408 págs., ilus. El viaje de Toller aparece en la pág. 347.
La carátula del libro reproduce (modificada) la de su manuscrito.
[3] Kenneth Dewhurst & Rex Doublet (1974), Thomas Dover and the South
Sea Company. Medical History, 18: 107-121 [Adobe Acrobat Document].
Años antes Kenneth Dewhurst habia publicado The Quicksilver Doctor.
The Life and Time of Thomas Dover, Physician and Adventurer, Bristol, John
Wright and Sons, Ltd., 1957, 192 p., 21 figs. Los autores manejaron
documentación original existente en el Museo Británico, Museo Nacional de Marina (Greenwich), y los Anales del Real Colegio de Médicos
de Londres, además de ediciones originales de época y documentos
particulares.
[4] Rolando Laguarda Trías (1957), El enigma del viajero Acarette Du Biscay.
Rev. Soc. Am. Arqueol. (Montevideo), tomo XV: 227-270. La referencia a Toller (242-257) – de cuyo viaje Laguarda Trías esperaba hacer
una edición crítica y adelantó una conferencia en el Instituto Histórico
y Geográfico del Uruguay, no impresa – aparece curiosamente dentro de la narración de otro viajero. Laguarda Trías intentó vincular al
mencionado Acarette Du Biscay - cuya nacionalidad y demás datos son
oscuros - con un tal R.M. que sería Richard Martin, uno de los directores de la South Sea Co., por cuenta de la cual viajaron precisamente
Dover y Toller.
[5] Rogelio Brito Stífano (1955), El relato del viaje de William Toller al Río de
la Plata en 1715. Presentación que precede a la Reproducción facsimilar de
la <Historia de un viaje al Río de la Plata y Buenos Aires desde Inglaterra. Año
MDCCXV> por William Toller. Rev. Histórica (Montevideo), 23 (6769): 193-263, con ilus.
[6] Edmundo Narancio & Raúl Vaz Ferreira (1955), Viaje de William Toller
a la Banda Oriental y Río de la Plata en 1715, Montevideo, Instituto de
Investigaciones Históricas, Facultad de Humanidades y Ciencias, serie
<Relatos de Viajes, Memorias y Autobiografías>, tomo II, 82 p., XXI láms.
[7] Daniel Vidart (2000), Toller, el naturalista del buque negrero, en su: El Uruguay visto por los viajeros, tomo III: “La Banda Oriental entra en escena”.
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, págs. 29-42 (Serie, Lectores de Banda Oriental, 21). La carátula está ilustrada con aguadas de
Toller
48
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
[8] Isaías Ximénez & Eduardo Langguth (2008), Islas y cabos atlánticos del
Uruguay. Montevideo, Paideia Ediciones, cap. 8. Hay en esta edición
una referencia a las fragatas correo que fondeaban en la bahía de Castillos, precisamente donde lo hizo el Warwick, navío que trajo a Dover
y Toller. La misma es original del Manual de Navegación del Río de la Plata,
de Lobo y Riudavets, en su 2ª ed., Madrid, 1868, pág. 60.
[9] Fernando Mañé Garzón (1996), El viaje de William Toller, 1715. En su:
“Historia de la ciencia en el Uruguay”, Montevideo, Universidad de la
República, tomo II: 105.
[10] William Osler (1896), Thomas Dover, M.B. (of Dover’s Powder), Physician
and Buccaneer, Bull. Johns Hopkins Hosp., 7: 1-6. Reproducido en su libro “An Alabama student and other biographical essays”, New York, Oxford
University Press, 1908. Y modernamente en Academic Medicine, 82 (9):
880, sept. 2007 (Medicine in arts), con comentario por Martin Duke,
M.D. Casi seguramente es también de Osler, el artículo no firmado
sobre Thomas Dover aparecido en el periódico The New York Times,
edición del 1 de junio de 1901 (Internet).
[11] J. A. Nixon (1909), Thomas Dover: physician and merchant adventurer. Bristol Med. Chir. J., 27: 31-40. Cit. en [10].
[12] Phyllis Allen (1946), Medical education in the 17th century in England. J.
Hist. Med., (New York), I: 115-148.
[13] A.G.L. Ives (1948), British Hospitals, London, Collins, 50 p., ilus.
[14] Víctor Robinson (1947), La medicina en la historia. Ed. en castellano,
Buenos Aires, Ediciones del Tridente, pág. 283-284. Un relato similar
se puede consultar en el artículo sin firma sobre Thomas Dover aparecido en el periódico The New York Times, edición del 1 de junio de 1901,
cuyo autor fue probablemente William Osler (asequible en Internet).
[15] Daniel Schávelzon (2003), Buenos Aires negra. Arqueología histórica de una
ciudad sitiada. Buenos aires, Emecé, 209 p., ilus.
[16] Homero Martínez Montero (1940), La esclavitud en el Uruguay. Contribución a su estudio histórico-social. Rev. Nacional (Montevideo), XX (41): 221.
Este trabajo es importante para la historia de la esclavitud en nuestro
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
49
país; lamentablemente no está editado en libro, y debe ser buscado en
varios números de la Revista Nacional.
[17] Rolando A. Laguarda Trías (1959), El Río de la Plata y la costa de Montevideo (Derroteros y Reconocimientos). An. Histór. Montevideo, Museo y
Archivo Histórico Municipal, tomo III, págs. 353-459..
[18] Horacio Arredondo (1959), Estampas del viejo Montevideo. An. Histór.
Montevideo, Museo y Archivo Histórico Municipal, tomo III, págs.
27-30.
[19] Juan Antonio Varese (2001), Rocha, tierra de aventuras. Montevideo,
Banda Oriental, 236 p., ilus.
[20] Martin Duke (2007), Commentary al artículo de William Osler “Thomas
Dover, M.B. (of Dover’s Powder), Physician and Buccaneer”, en: Academic
Medicine, 82 (9): 881, sept. 2007 (Medicine in Arts).
[21] Según Arredondo (cit. [18], pág.14) los nombres del Cerro de Montevideo, fueron varios: Pinachullo Detentio, Monte Vidi, Monte de San Pedro,
Monte de San Ovidio, Monte Seredo, Monte Vidio, todos registrados en las
primitivas cartas “portulanas”.
[22] José Torre Revello (1970), La sociedad colonial. Páginas sobre la sociedad de
Buenos Aires entre los siglos XVI y XIX. Buenos Aires, Ediciones Pannedille, cap. VIII: Los negros.
[23] M. R. Lee (2008), Ipecacuanha. The South American vomiting root. J. Roy.
Coll. Physicians Edimb., 38: 355-360 (Internet).
[24] Andrew Graham-Yooll (2000), La colonia olvidada. Tres siglos de presencia
británica en la Argentina. Buenos Aires, Emecé, 416 p. Para la designación de Thomas Falkner en viaje al Río de la Plata como cirujano de la
South Sea Co., véase: P. Guillermo Furlong Cardiff, S.J., La personalidad
y la obra de Tomás Falkner. Facultad de Filosofía y Letras, Public. Inst.
Invest. Histór., XLVIII, Buenos Aires, 1929, pág. 17. Para Furlong es
incierta la fecha de su arribo a Buenos Aires.
Montevideo, junio 26 de 2009
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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MEMORIA GRÁFICA DE LA GUERRA GRANDE
ANÁLISIS DEL PLANO TOPOGRÁFICO
LEVANTADO POR EL
CAPITÁN JUAN P. CARDEILLAC
Yvho R. Acuña
1 - INTRODUCCIÓN
El escenario geográfico, como uno de los factores determinantes de los
hechos históricos, forma parte indisoluble de su estudio integral. A nuestro entender no se puede intentar una adecuada investigación histórica,
sin el contexto recreado de todos los factores geográficos, entre los que
se destaca, la distribución espacial y su representación. El paisaje donde se
desarrollaron los hechos, se encuentra aproximadamente representado en
los mapas de época. En el caso que nos ocupa, tanto su escala que permite
una gran riqueza de información, como por los detalles específicos de la
distribución de las defensas, aportan datos esclarecedores que pautaron las
acciones militares que allí y entonces tuvieron lugar, todo lo cual lo hace
particularmente interesante.
El presente trabajo intenta trasladar de la forma más precisa posible,
todos los detalles topográficos y toponímicos de interés, desde un plano topográfico de la época de la Guerra Grande, a una carta moderna
y compatible con cualquier sistema de coordenadas. Hemos apuntado
también los datos del plano con la narración de las memorias del general
Ventura Rodríguez, a fin de entrelazarlas, agregando además un enfoque
geomorfológico del terreno. El plano en cuestión, fue editado adjunto a
las “Memorias Militares del General Don Ventura Rodríguez”, publicadas por el
Dr. Carlos Travieso,1 cuyo título en reproducción facsimilar y las leyendas
aclaratorias analizamos a continuación.
Nos interesa destacar como concepto preliminar, que los mapas de
cualquier época y escala, ya sea pequeña, media o grande, como las cartas topográficas en general, representan aproximadamente el paisaje. En
primer lugar porque la cartografía es siempre una representación conven1 Travieso, Carlos Dr. Memorias Militares del General Don Ventura Rodríguez. Guerra
Grande. Episodios de la Defensa de Montevideo. Montevideo 1919. Talleres Gráficos A.
Barreiro y Ramos.- Barreiro & C.a, sucesores. Calle Bartolomé Mitre número 1467.
52
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cional, por lo tanto incompleta y tal vez subjetiva, diferenciándola para
clarificar, de la fotografía, que a su escala se puede considerar totalmente
fiel. En segundo lugar, porque el lenguaje semiótico que se utiliza varía con
el paso del tiempo. Esto se acentúa en los documentos antiguos, dado que
aún no se había acordado la normalización ni la aprobación internacional
de las bases técnicas, como sucede hoy día, para la adopción de los símbolos convencionales.
2 - DESCRIPCIÓN GENERAL DEL PLANO
En el título, cuya leyenda en reproducción facsimilar se adjunta a continuación, se autodefine como:
Fig. 1 Reproducción parcial del plano de Cardeillac con su leyenda.
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53
-PLANO TOPOGRÁFICOde la ciudad de MONTEVIDEO capital del Uruguay de su primera y segunda línea de fortificaciones que para su defensa se construyeron desde
7 de enero de 1843: el cual indica las baterías y guardias avanzadas del Ejército sitiador,
mandado por el Brigadier General Dn Manuel Oribe.
Levantado en 1847, por orden del Señor General Dn Manuel Correa.
Por el Capitán Dn Juan P. Cardeillac
“El plano adjunto a la obra es reproducción de uno de los raros ejemplares litográficos del que levantó durante la Defensa, en 1847, el Capitán don Juan P. Cardeillac, de orden del General Don Manuel Correa,
Jefe del Estado Mayor General del Ejército. Dicho ejemplar es propiedad del señor ingeniero Coronel don
Sivestre Matto.”2
Al título, como se muestra en la fig. 1, le siguen las “Explicaciones”3 en
las que aparecen sólo cuatro signos convencionales, referidos a “casas destruidas por las minas del sitiador”, “cercos de pytas” (sic), “pozos de agua para regar
las quintas” y “división de secciones de la ciudad”. Finalmente termina la leyenda
con las “Observaciones”, donde se consignan datos generales sobre la ubicación en coordenadas geográficas referidas al meridiano de París, así como
rumbos, distancias, y cotas, todo lo que analizamos a continuación.
1. Desde la Catedral, al Cerro de Montevideo, fija el rumbo N. O.
79º20´ (que aunque no se expresa, debe ser magnético) y 3318 toesas, (una toesa equivale a 1,946m.), lo que traducido a metros serían
6456,8m. De las mediciones gráficas a partir de la cartografía4 moderna, resulta lo siguiente; el rumbo en 65º57´ y la distancia en el
orden de 5500 m., lo que determina discrepancias importantes de
los datos del plano, 14º en el rumbo y 17% en la distancia.
2. Desde la Catedral, al Cerrito de la Victoria, fortaleza principal del
campamento sitiador, las observaciones consignan rumbo al N. E.
17º46´ y 3602,5 toesas, siguiendo el razonamiento anterior, de la
distancia transformada a metros tendríamos 7010,47m. Los valores
modernos de la cartografía, fijan alrededor el rumbo en 28º58´ y la
distancia en 6370 m., con una discrepancia del 10% en la distancia.
No sabemos a que atribuir estas fuertes diferencias; pero suponemos que no pueden haber sido medidas directamente en el terreno,
2 Memorias Militares del General Ventura Rodríguez. Pág. 10. Publicadas por el Doctor
Carlos Travieso. Montevideo 1919. Talleres Gráficos A. Barreiro y Ramos.- Barreiro & Ca,
Sucesores. Calle Bartolomé Mitre número 1467
3 En el lenguaje informático moderno, a la leyenda se le conoce como “Metadatos”
4 En la cartografía topográfica moderna, se estima que el error de lectura, sería de 0,25 de
milímetro, lo que traducido al denominador de la escala alcanza a 12,5 m. y considerando
algunas otras fuentes de error no traspasaría nunca los 50 metros.
54
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
3.
4.
5.
6.
sino que tal vez fueron deducidas gráficamente de mapas contemporáneos, los que como ya hemos demostrado en otros trabajos semejantes, adolecían de gruesos errores, producto de la precariedad
de los medios empleados para su confección, así como de un sostén
geodésico general.
Con respecto a los rumbos que aunque no está dicho en forma
explícita, sólo pueden ser magnéticos. No disponemos de observaciones confiables de esa época para contrastar.
También se establecen alturas sobre el nivel del mar, de varios puntos de la ciudad expresados en pies5 y pulgadas. Éstas, al compararlas con las obtenidas de la moderna cartografía, dificultan su análisis, puesto que no se conoce con certeza, el plano de referencia
de la época origen de las cotas. Suponemos que partían del “pelo
de agua” de la playa en la bahía, casi seguramente sin considerar la
variación diurna de las mareas y menos aún, las que tienen largos
ciclos luni - solares. Lo que sí tenemos la certeza, es que no se habían observado datos mareográficos que pudieran vincularse con
los actuales.
Abajo y la izquierda del plano aparece la escala de mil varas castellanas (o de Burgos o de Lugo), para este trabajo hemos usado el
valor de 0,859 m. para la vara.6
Dada su trascendencia, consideramos importante transcribir textualmente los conceptos vertidos por el Dr. Carlos Travieso, en el
prólogo de la obra citada: “Respecto a la parte gráfica, expresaré que los
diseños de las cuatro baterías de vanguardia de la defensa de Montevideo, que
figuran en la obra, son otros tantos documentos históricos originales de la mayor
importancia. Trazados, bajo la dirección del General Rodríguez, por el señor
don Pascual Golino, meritorio profesor que fue de dibujo, escultura y modelado
en la Escuela de Artes y Oficios, esos diseños han sido ahora último, reformados por el reputado artista pintor don José Casanovas y Clerch, conservándose
con toda fidelidad los datos del original. “El plano adjunto a la obra es reproducción de uno de los raros ejemplares litográficos del que levantó durante la
defensa, en 1847, el capitán don Juan P. Cardeillac, de orden del General Don
Manuel Correa, Jefe del Estado Mayor General del Ejército, dicho ejemplar
5 El pie usado en nuestro país era de 0,286 m., un tercio de la vara vigente, de 0,859 m.
y la pulgada de 0,024m., según ley del 13 de mayo de 1862, que dispuso el uso obligatorio
del Sistema Métrico Decimal y entró en vigencia en 1865, para todo el territorio nacional.
Se estima, que la vara usada en nuestro país, podría ser originaria de Lugo, por lo menos es
a la que mas se aproxima, según lo expresa el ingeniero agrimensor Luis Niederer, en un
trabajo suyo sobre agrimensura legal, editado en internet.
6 Ver nota 5
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
55
es propiedad del señor Ingeniero Coronel don Silvestre Mato”. La acuarela
que figura en la carátula es obra del celebrado pintor don Francisco Gutiérrez
Rivera.”
2.- COMPARACIÓN GEOMORFOLÓGICA
Han transcurrido 160 años desde el trabajo de Cardeillac y la representación cartográfica actual. En tan breve lapso se puede afirmar que las
formas del terreno, desde el punto de vista de los agentes geomorfológicos naturales permanecieron inmutables. Suponemos que la superficie
topográfica no ha tenido variación sensible a la escala de la carta, salvo
aquellas producidas por la intervención humana, como son los casos más
notorios, de las obras del Puerto de Montevideo, de la Rambla Sur y de la
organización.
Tanto la planimetría como la altimetría, de la cartografía topográfica
actual y la del plano de Cardeillac, en la zona de la Ciudad Vieja y El Cordón -el clásico damero español- una vez que fueron ajustadas en escala y
orientación, coincidieron muy bien en forma analógica, lo que permitió
trasladar los detalles, con discrepancias gráficas entre ambos del orden de
un milímetro, (10 metros en el terreno) dentro del citado damero urbano.
Tanto en la “Ciudad Vieja”, como en la parte más occidental de la “Ciudad
Nueva”. Cabe acotar que dichas discrepancias pueden adjudicarse, tanto al
estiramiento de papel como a errores propios de los instrumentos técnicos del dibujo de la primera época.
Fuera de éstas zonas los errores aumentan hacia el este y norte, en
forma casi directamente proporcional a la distancia de la Ciudad Vieja y el
Cordón, llegando gráficamente a centímetros, es decir que multiplicados
por el denominador de la escala, alcanzan a más de cien metros, sobre el
terreno. Las deformaciones citadas aparecen al este de la calle Fernández
Crespo (ex Sierra); estos errores se comportan de forma sistemática7, lo
que nos permite deducir que el plano no fue confeccionado sobre un sostén de base geométrica8 homogéneo.
En cuanto a las vaguadas, se presentan también con muy buena ubicación y coincidencia con las curvas de nivel. También en este caso se repite
la mejor coincidencia en la Ciudad Vieja y en la parte oeste del Cordón.
7 Errores que se manifiestan siempre con el mismo signo, a diferencia de los accidentales
que son aleatorios
8 Una triangulación que encuadre toda la zona levantada.
56
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Las pequeñas cañadas intermitentes, coinciden plenamente con las formas
de terreno, en tanto las del Cordón acusan un desplazamiento hacia el
este9, más acentuado tanto en las que desaguan al sur, sobre el Río de la
Plata, donde se encuentra actualmente el Parque Hotel, como las que lo
hacen en la bahía. Estas deformaciones sistemáticas, muestran la misma
tendencia que la planimetría.
Fig.2 Batería de Sosa, ubicada unos 50 m. al N. E. del edificio actual del IPA “La acuarela
de la figura 1, que ilustra la tapa de la publicación del Dr. C. Travieso, es obra del celebrado paisajista
don Francisco Gutiérrez Rivera”.10
2.1- REFERENCIAS ALTIMÉTRICAS DEL PLANO
1. Elevación del umbral suelo de la puerta del cuartel general (Casa de
Olloniego – actual 18 de Julio y Ejido), sobre el río de la Plata, 113
pies 3 pulgadas. Los que transformados a metros, según el valor
9 “- en el paraje llamado la Estanzuela, a cuyo lugar afluían cuatro cañadas de poco agua en las ensenadas hasta Punta de Carretas” pág. 294 Montevideo Antiguo Isidoro de María. Nota 26
“La Estancuela abarcaba la zona actual del Parque Rodó y Playa Ramírez. La primera de
las cañadas era el arroyo Médanos o Santa Ana, (en la línea de la calle J. Barrios Amorín,
acotamos ex Médanos) – que desembocaba en la pequeña playa de Santa Ana, cubierta por
la actual Rambla Costanera – y la última el arroyo La Estancuela desecado para hacer el
lago del Parque Rodó. (Cfr. Alicia Torres Corral. El Paisaje y la mirada. Historia del Parque
Rodó, Montevideo, Cal y Canto, 2000)
10 Obra citada Págs. 9 y 10. El punto de vista de la imagen, a nuestro entender, debe
haber sido tomado desde el N. O. de la misma, suponemos que fue una copia del natural
que trató de ser lo mas fiel posible, lo que le atribuye un valor documental destacado. La
representación de las sombras, si fueron tomadas fielmente del natural indican asimismo
que es de tarde y apenas pasado el mediodía.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
2.
3.
4.
5.
57
atribuido al pie o tercia de la vara castellana, resultaría en 32,39 m.,
en tanto que la lectura de la cota según la cartografía moderna11
sería de 33,2 m. Muy coincidente y su diferencia es menor al error
de lectura de la carta moderna.
Elevación del piso de la capilla de la Aguada, sobre el mismo río,
con calma, 64 pies 4½ pulgadas, de lo que resultaría en 18,412 m.,
en tanto de la cartografía moderna sería de 14m., esta discrepancia
algo más fuerte, se puede deber a la elevación del piso sobre el terreno natural.
Elevación del piso de la Iglesia Matriz, (Plaza de la Constitución)
sobre dicho río 77 pies 11 pulgadas, lo que transformados en metros, sería 22,286 m., y de la cartografía sería 21 m., diferencia menor al error de la lectura.
Elevación de la cumbre Cerro de Montevideo, o sea del piso de las
baterías, sobre dicho río, 462 pies, lo que transformado sería 132,13
m., y según la moderna cartografía un valor del orden de 135 m.
también muy semejante.
Elevación de la expresada cumbre (del Cerrito de la victoria), 385
pies 4 pulgs, lo que transformado sería 110,206 m., en tanto que de
la moderna cartografía tenemos, 73 m. al suelo natural y algún par
de metros mas por le relleno del piso de las baterías, nos daría un
valor mucho mas coherente. Dado que la discrepancia es muy grande, sobre todo comparándola con los demás valores que acuerdan
bastante bien, suponemos que podrían ser 100 pies menos, en lugar
de 385, serían 285 pies 4 pulgs, lo que resultaría en 81,61 m. bastante
mas próximo.
2.2 – ANÁLISIS GEOMORFOLÓGICO
Desde el punto de vista altimétrico, es sabido que las formas del terreno se caracterizan por la ubicación de las líneas divisorias de aguas - las
cuchillas - y el escurrimiento de ésta por las vaguadas, dicho de otra forma
por la red hidrográfica y la orográfica, que recíprocamente se condicionan y se vinculan sin intersecarse. La altimetría en la cartografía moderna
se representa habitualmente por curvas de nivel, artilugio que demuestra
bastante fielmente las formas del relieve topográfico, dependiendo de la
11 Las cotas de la cartografía moderna utilizada, surgen de la lectura directa de la carta
CDM 1:10.000,, que como tienen curvas de nivel con equidistancia cada 2.5 m., aseguran
el metro en la lectura directa.
58
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escala del documento y de la equidistancia de las curvas. En el plano de
Cardeillac por su parte, las divisorias se dibujaron festoneadas como era de
estilo, sin definir su altura, pero en general con una muy buena ubicación,
aunque con muy pocos puntos acotados refiriéndonos siempre a la Ciudad
Vieja y el Cordón.
En cuanto a las vaguadas, se presentan también, con muy buena ubicación y coincidencia con las citadas curvas de nivel; también en este caso
se repite la mejor interrelación en la Ciudad Vieja y casi todo el Cordón.
Las pequeñas vaguadas de la Ciudad Vieja, coinciden plenamente con las
formas de terreno, en tanto algunas del Cordón acusan un desplazamiento
hacia el este, más acentuado en las que desaguan al sur, sobre el Río de la
Plata, donde se encuentra actualmente el Parque Hotel.
Un caso aparte lo constituye el arroyo Seco, cuyo valle amplio y muy
plano, se ubica casi inmediatamente al este y norte de la denominada “Línea Exterior”, la que se situaba en general sobre la calle Fernández Crespo.
El cauce muy posiblemente divagante12, presenta un desplazamiento que
en partes alcanza hasta un par de centímetros en el plano, con relación
al indicado por las curvas de nivel, es decir casi doscientos metros en el
terreno. El valle según la cartografía actual, debería correr por la calle Domingo Aramburu, luego por Enriqueta Compte y Riquet, para finalmente
desaguar en la bahía por la calle Entre Ríos.
Desde el punto de vista planimétrico, las dos líneas de defensa se ubicaban sobre sendos ramales de la cuchilla principal, orientadas sensiblemente norte - sur y casi perpendiculares a ella. El ramal Cuchilla Grande,
ingresa a la planta urbana coincidiendo con la avenida José Belloni (antiguamente denominada Cuchilla Grande), siguiendo sensiblemente paralelo a las avenidas 8 de Octubre y 18 de Julio, en esta última con orientación
casi este – oeste, para terminar en la calle Sarandí. Una descripción más
detallada del curso de la divisoria principal, en la parte que nos interesa
para este trabajo es la siguiente:
Desde 8 de octubre, en el mamelón13 ubicado en la intersección de la
calle Francisco Canaro (ex Cnel. Brandzen) y Boulevard Artigas, frente a
12 Los cursos de agua, sobre todo los de mayor caudal, pueden divagar, es decir cambiar
frecuentemente sus canales y sus márgenes, dependiendo de la naturaleza del lecho, pero
sobre todo cuando son arenosos y después de las crecientes ordinarias.
13 En topografía, colina de forma redondeada, en forma de mama, máximo relativo del
perfil de la divisoria.
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59
la entrada al hospital de niños Pereira Rosell, hace un giro al oeste - sur –
oeste. Continua por un cuello14 muy notorio próximo a la intersección de
calle Juan Paullier y Brandzen, sigue entre Brandzen y Ana Monterroso de
Lavalleja, pasa por otro mamelón en la intersección de Joaquín de Salteraín
y Ana Monterroso, converge luego hacia la Av. 18 de Julio, pasando por un
cuello en la intersección de esta última y la calle Gaboto, continua jalonada
por otro mamelón ubicado en el centro de la manzana encuadrada por
las calles, Colonia, 18 de Julio, Vázquez y Tacuarembó, sigue por el cuello
de la Av. 18 de Julio y Santiago de Chile, hasta el mamelón ubicado en el
centro de la manzana encuadrada por las calles Yí, Yaguarón, San José y
Soriano. Desde allí hace una nueva inflexión en dirección oeste-noroeste
hasta el lado sur de la Plaza Cagancha, luego continúa francamente al oeste
hasta un alargado mamelón que se extiende desde la Plaza Independencia
a la Plaza Matriz. De allí prosigue por una línea que pasa en el lado sur de
la Plaza Zabala, para continuar entre la calle Washington y Sarandí hasta la
costa del río de la Plata.
3.- UBICACIÓN DE LAS LÍNEAS DE DEFENSA
La primera línea, denominada “Línea Exterior”, se desarrollaba desde
un punto, donde en la época era la costa de la bahía, determinado actualmente por la intersección de las actuales calles Paraguay y Panamá, una
cuadra al este de la rambla Sud América. Muy cerca de allí se encontraba
un pequeño reducto. Unos 500 m. al norte estaba el Reducto15 de Rondeau, que diera nombre al barrio.
El primer tramo de esta línea se dirigía en dirección este-oeste, con una
extensión aproximada de 700 metros hasta la posición actual del Palacio
Legislativo, antigua plaza General Flores, donde se encontraba la Batería
Sosa; a partir de allí, la línea continuaba sobre la calle Fernández Crespo,
ex Sierra, 1400 metros en dirección SSE, hasta la avenida 18 de Julio, en la
manzana donde se encuentra actualmente el Banco Hipotecario del Uruguay.
14 Zona más estrecha de la divisoria, mínimo relativo de dicha línea. Las divisorias se
jalonan con cuellos y mamelones.
15 Construido por Rondeau en el año 1813, después de la retirada de Sarratea e incorporación de Artigas, el Reducto se encontraba frente a la antigua capillita y más afuera de la
vieja estación de Tranvías (del Reducto), a la altura de las calles Vilardebó y Reducto.
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Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
La línea en esta zona avanzaba, haciendo una inflexión más al este,
hasta la actual calle Arenal Grande, seguía luego 250 metros al Sur, hasta
Guayabos, giraba nuevamente 100 metros al Oeste hasta Juan D. Jackson,
por donde seguía hasta la mitad de la cuadra comprendida entre Chaná y
Guaná, para terminar en la intersección de Constituyente y Yaro. A partir
de allí comenzaba una línea denominada “De Escucha” de unos 800 metros
de extensión, sobre una vaguada que corre entre las calles Gaboto y Magallanes hacia el Sur, hasta desembocar en el Río de a Plata.
Esta primera línea distaba un tiro de cañón, de la siguiente, a una distancia establecida en 600 toesas (1169 m.)16, según recuerda Orestes Araújo, que lo toma de Isidoro de María, Montevideo Antiguo y que explica el origen
del nombre atribuido al barrio del Cordón, como cordón defensivo, zona
donde no debería haber edificaciones de material.
Fig.3 ·
Integración del plano de Cardeillac con los contornos punteados del puerto y curvas de
nivel de una carta actual.
16 Diccionario Geográfico del Uruguay. Orestes Araújo. Montevideo. Imprenta Artística
de Dornaleche y Reyes. Calle del 18 de Julio, números 77 y 79. 1900. - Pág. 195
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Fig. 4 Línea de Fortificaciones integrada con el trazado actual
61
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La segunda línea, identificada en el plano como “Línea de Fortificaciones”,
fig. 4, cerraba la angostura de acceso a la ciudad, entre el actual Cementerio Central, antiguo “Campo Santo” y la Estación de Ferrocarril Central
General Artigas, hasta donde llegaba costa de la bahía. Cabe acotar que
el actual Cementerio Central coincide plenamente con el tercio norte del
“Campo Santo” de Cardeillac, tal como se puede apreciar en la actual estructura.
Todo este tramo se emplazaba sobre dos pequeños ramales de la divisoria principal, que se desprenden del mamelón allí existente en la avenida
18 de Julio entre las calles Ejido y Yaguarón, un ramal hacia el norte y otro
al sur, el del norte separa aguas entre la cañada intermitente, que aún hoy
se manifiesta en circunstancias de lluvia torrencial, que corre por la calle
La Paz y otra más pequeña al oeste.
El ramal del sur remataba en la punta que se halla 400 metros al sur
oeste del Cementerio Central, intermedio entre la calle Ejido y Santiago
de Chile sobre la rambla República Argentina. Comenzamos su descripción en la costa del río de la Plata, en la rambla República Argentina, en
el punto citado en el párrafo anterior. Luego se extiende 400m hasta el
vértice NE del citado Cementerio Central. Corría luego hacia el norte por
la actual calle Yaguarón, con los quiebres adecuados para batir sus propias
defensas, con una extensión de 840 metros aproximadamente, hasta la calle Colonia, luego variaba levemente su orientación al NNO, atravesando
sucesivamente las calles Yí, Cuareim, Ibicuy y Paraguay, con una extensión
del orden de 900 m., hasta un punto ubicado en el actual atrio de la Estación Central17.
Al encontrarse ambas líneas de defensa, como se puede apreciar en el
plano sobre sendos ramales consecutivos de la Cuchilla Grande, casi paralelos y a poco mas de mil metros entre sí, se deduce que podían mantener
un ágil sistema de apoyo, con observación visual, comunicaciones y dominio de los campos de tiro que presentaban los valles aledaños, ubicados al
este y noreste de ellas.18
17 Ambas líneas de defensa, aparecen desde muy antiguo proyectadas en la defensa del
Montevideo colonial, cerrando el acceso por tierra. Ver “Montevideo en la Época Colonial”. Dr.
Carlos Travieso. 1936. Pág. 21 y 28
18 Debemos imaginarnos el escenario de la época, desprovisto casi totalmente de cualquier tipo de construcciones, lo que permitía la ínter visibilidad, de ambas líneas.
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3.- PLANIMETRÍA Y TOPONIMIA
El documento consta de una escala gráfica de mil varas castellanas,
con talón, a la izquierda del cero, de cien varas, debajo se lee “Escala de mil
varas castellanas un milímetro por cada diez Vs “. La vara castellana o de Burgos,
como generalmente se conoce en nuestro país tiene un valor de 0,859 m,
el pie su submúltiplo, la tercera parte.
Tomamos este valor de un trabajo editado en internet, sobre Agrimensura legal, página 11, por el ingeniero agrimensor José Luis Niederer, quien
fuera grado 5 y director del departamento de Agrimensura de la Facultad
de Ingeniería. En él refiere, en forma pormenorizada, la correspondencia
legal19 entre las antiguas unidades de la época colonial y el sistema métrico
decimal. La vara castellana o de Burgos, tiene variaciones sensibles en la
América hispana y a pesar que en la literatura corriente se le adjudica un
valor algo menor, de 0,835 m., al adoptado en nuestra legislación, la realidad de los hechos y las reiteradas mediciones realizadas en nuestro país,
corroboran el criterio legal adoptado.
De esta forma, a partir de estos elementos y mediciones realizadas,
entre puntos claramente identificables, tanto en la cartografía actual, como
en el plano de Cardeillac, llegamos a un valor analítico de dicha escala que
hemos redondeado, en 1/8600.
Utilizamos como base, moderna y homogénea, las cartas elaboradas
por el Servicio Geográfico Militar en la década de 1960 para el Consejo
Departamental de Montevideo. Denominada como consecuencia CDM a
escala1:10000, hojas Nº 41 y 42, en proyección Gauss – Krügger, meridiano de contacto 62c. Levantadas mediante procedimientos aero - fotogramétricos, por el Servicio Geográfico Militar en 1962. Esta elección se basó
en la proximidad de la escala entre ambos documentos, la riqueza, cantidad
y calidad de los datos de Cardeillac, así como la precisión del documento
cartográfico moderno. Sobre estas analogías y consideraciones citadas, se
realizaron las mediciones, que en lo posible, apuntaron a compensar las
deformaciones por estiramiento de papel u otras causas.
La Toponimia ha variado en algunos casos, sustituyendo los antiguos
nombres, por otros nuevos y en otros, quitando el artículo previo al nombre, por ejemplo: “Piedras”, a secas, sustituye a Calle de las Piedras, la que
19 Ley del 13 de mayo de 1862
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individualizaba más claramente la alusión a la magna gesta cosa que en la
primera época expresamente se buscó. Según nuestro entender al sustituir
el antiguo nomenclátor santoral, por el a veces epopéyico y otras guaranítico, se apuntó a la identidad nacional. Actualmente los topónimos se
han sustituido en muchos casos por nombres de actores políticos, que ha
nuestro entender, le han hecho perder identidad a la ciudad.
En el plano de Cardeillac aparecen ubicados, la 3ª sección con su grafía
orientada en forma perpendicular a la calle Washington, entre “La calle de
Colón y La Calle de Pérez Castellanos”, la 4ª en sentido oeste este, al igual que
la 5ª, ambas ubicadas entre la ciudadela y la línea de fortificaciones. Bajo
el título de “Observaciones”, se consignaban algunos datos que analizaremos
a continuación:
1. Longitud geográfica del plano de Cardeillac: λ = 58º 55’ 30’’ Oeste,
con origen en el meridiano de París. Para su análisis del Anuario del
Observatorio de Madrid extraemos, que el Observatorio de París20,
al cual se refiere la longitud, se encuentra a 0h 9m 20,9s al Este de
Greenwich. Lo que, traducido de unidades de tiempo a grados, se
transforma en 2º 20’13,5’’ Este de Greenwich. De la carta topográfica C. D. M. Por interpolación gráfica, obtuvimos la longitud,
λ = 56º 12 ‘12’’, Oeste de Greenwich, considerando la diferencia
de longitud, entre París y Greenwich, apuntada, resulta una discrepancia de 0º3’4,5’’; algo más de tres millas náuticas, lo que llevado a
kilómetros y considerando la convergencia de meridianos, determina finalmente una marcada diferencia de 5400 m, con la cartografía
actual.
2. Latitud geográfica del plano de Cardeillac: “φ = 34º 53’ sud”. De la
carta topográfica C. D. M. obtenemos por métodos gráficos que φ
= 34º 54’ 30’’ sur. Discrepancia 0º1’ 30’’. Una milla náutica y media,
dicho de otra forma, unos 2700 m.
3. Ambas discrepancias compuestas alcanzan a más de 6000 m, que
sólo pueden atribuirse a la falta de un sostén geodésico homogéneo,
que propiciaban los errores propios de la época. Estas diferencias
son normales entre las posiciones geográficas, de la cartografía del
20 Anuario del Observatorio Astronómico 1991. Impreso en el Instituto Geográfico
Nacional. Pág. 366. Madrid
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siglo XIX e incluso muchas de principios del siglo XX21, en la medida que no contaban con un sistema de triangulación de sostén. En
tanto las discrepancias topográficas, por ser relativas, al compararlas analógicamente, se reducen, como vimos a pocos metros.
4. Se establecen también distancias y rumbos, entre puntos conspicuos, como la Catedral y la cúspide del Cerrito, y también entre la
susodicha Catedral y el Cerro de Montevideo. Los rumbos dados
a partir del norte magnético, luego de ser corregidos de la declinación, acuerdan bastante bien, sus diferencias son del orden de minutos y dada la variabilidad, así como el comportamiento errático y
poco predecible del campo magnético terrestre, no se puede aspirar
a un mejor acuerdo. Las distancias dadas en toesas, luego pasadas
a metros para ser contrastadas con las actuales, tienen una fuerte
diferencia: del 10% para le distancia de la Catedral al Cerrito y del
17% para la distancia de la Catedral al Cerro de Montevideo, que
llama la atención, pero como no se conoce el origen de éstos datos,
ni como fueron medidos, no sabemos a que atribuirlas.
ALGUNOS LUGARES Y TOPÓNIMOS DESTACADOS
1. Fuerte de San José, intersección de la Calle de las Piedras y Guaraní,
en el vértice noroeste de la primitiva planta urbana. Actualmente
en la manzana encuadrada por las calles Piedras, Cerrito, Guaraní y
Lindolfo Cuestas.
2. El Fuerte, casa del gobernador, rodeada por las calles 1º de Mayo,
en el centro del damero de la Ciudad Vieja, orientada sensiblemente
en dirección norte – sur. Actual Plaza Zabala, rodeada por la circunvalación Durango.
3. Catedral de Montevideo, frente al ángulo sur – oeste de la Plaza de
la Constitución.
4. Mercado, de la antigua planta urbana, mitad oeste de la Plaza Independencia, sobre la intersección de las calles Ciudadela y Sarandí.
21 Para un estudio detallado general de estas fuertes discrepancias, entre las coordenadas
geográficas determinadas en esa época y las actuales, ver: Yvho Acuña. “Aportes de la Cartografía y la Teledetección Espacial a la Investigación Histórica.” Revista del Instituto Histórico y
Geográfico del Uruguay Tomo XXIX año 2004, Pág. 305
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5. Campo Santo, sobre el sur de la línea de fortificaciones, tercio norte
del actual Cementerio Central. Los agregados al “Campo Santo” se
aprecian fácilmente al sur, en los muros linderos actuales.
6. Batería 18 de Julio, o de las Bolsas. Una cuadra al norte del portón
del centro. Línea interior de fortificaciones. 18 de Julio y Yaguarón.
7. Cuartel del Escuadrón de Artillería Ligera. Calle Yaguarón, vereda
este (corralón), entre la calle San José y 18 de Julio.
8. Batallón 4 de Línea, calle de San José, entre Yaguarón y Yí.
9. “El Caballero” fuerte de la línea de fortificación y la Batería Central
o “25 de Mayo”. Construcción cuadrangular de ladrillo y barro de
6 a 7 metros de altura, paredes inclinadas de merlón saliente. Con
5 piezas de artillería, 2 de 18 y tres de 24; foso de 2 metros de profundidad y 2½ m de ancho, seguía una trinchera atronerada, de 2
m. de altura sobre el foso, luego una explanada de tablones con 4
piezas de marina de a 12, apuntadas hacia fuera, al camino central
del Cordón. En 18 de Julio y Ejido.
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Fig. 5. Copia facsimilar del plano de Cardeillac, donde se le han agregado algunas líneas
punteadas de urbanizaciones modernas, como es el caso del puerto, la Estación Central
General Artigas y el Cementerio Central al sur de las fortificaciones, así como parte del
barrio del Cordón. También se han identificado algunas avenidas, calles principales y
parte de la cuadrícula.
10.“El Cristo”, frente a la posición actual de la Universidad de la República, a principios del siglo XX, 18 de Julio y “Caiguá”, hoy Av.
18 de Julio y Eduardo Acevedo.
11.Saladero de Ramírez, Escuela de Artes y Oficios. Manzana limitada
por San Salvador, Gonzalo Ramírez, Minas y Magallanes. Actual
UTU.
12.Batería de Ramírez. En el espolón22 del ramal que se desprende
hacia el sur de la divisoria principal – avenida 18 de Julio - próximo
al Saladero de Ramírez. Manzana actualmente limitada por las calles
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Isla de Flores, Dr. Lorenzo Carnelli, San Salvador y Minas. Al oeste
corría la cañada de Médanos, por la calle Javier Barrios Amorín y al
este la cañada de Santa Ana, cegada por la Rambla Sur
13.Plaza del General Flores. Posición actual del Palacio Legislativo.
100 m. al sur se encontraba la Batería de Sosa.
14.Entrada al camino de la Figurita. Capilla de Don Servando. Plano
de Cardeillac. Citado en la pág. 59 del libro del Dr. C.Travieso.
15.1ª Ubicación del “Batallón de Extramuros”. “Cantón de Olloniego”. 18 de Julio y Vázquez.
16.2ª Ubicación del Batallón de Extramuros, Plaza de Artola, vereda
Este. Plaza de los Treinta y Tres.
17.Quinta de Hocquard. Pág. 97. Calle Hocquard esquina Prof. Carlos
Bacigalupi.
18.Batería “Rondeau”, que estaba situada en la Av. D. Fernández Crespo, en la época de la carta de Cardeillac, camino al Mirador de Suárez, en terrenos de don Manuel Herrera y Obes, frente a lo de Béjar, hoy calle
de Sierra entre Nueva York y Asunción23.
19.Hospital de Sangre, en la calle Paraguay, ex – Queguay, junto al Palacio Jackson.
20.El Reducto. Originalmente construido el año 1813, cuando el sitio
a los españoles, después de la retirada de Sarratea y la incorporación
de Artigas al mismo. Allí en la zona general, se ubicaban las quintas
de Zas, Vilardebó, Lapido, Wich, Canstatt, Montero, Estorba. El
Reducto, según se desprende de este trabajo y en este caso con los
errores propios de él, se ubicaba aproximadamente en la actual calle
Pampa, entre las calles Panamá y Guatemala.
CONSIDERACIONES FINALES
1. Deducción analógica. Posiciones vinculadas al “damero urbano”.
A partir del Plano topográfico que hemos analizado, se pueden es23 Ibídem En cursiva textual. Pág.156
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
69
tablecer analogías gráficas, con errores del orden de 10 metros en
la planta urbana de la Ciudad Vieja y el este de la Ciudad Nueva,
aproximadamente hasta la calle Fernández Crespo (ex Sierra). Fuera
de estos límites se identifican lugares, por sus topónimos como la
Quinta de Vilardebó, o la zona de Tres Cruces, cuya planimetría,
mantiene una forma analógica con los actuales trazados, pero adolecen de fuertes desplazamientos hacia el este y norte, al tratar de
referirlos al cuadriculado de la moderna cartografía, estas consideraciones deben aplicarse, también, a la determinación de la posición
del Reducto.
2. Deducción analítica. Posiciones vinculadas a las coordenadas geográficas. Como hemos demostrado, los errores en latitud y longitud,
alcanzan varios minutos (millas náuticas) y en cuanto a las distancias, están claramente erradas. Todo lo que resulta en otra verificación y simultáneamente ratificación, semejante al análisis de otros
planos y mapas antiguos de nuestro país.
3. Deducción geomorfológica. La representación de las formas del
terreno, de ambas épocas son bastante homogéneas y coincidentes,
a pesar de que la simbología es muy diferente, las curvas de nivel de
la cartografía moderna nos muestran un modelado del terreno con
un escurrimiento totalmente coherente con la carta antigua.
4. No se ha tenido en cuenta la altura de las torres de la Catedral
de Montevideo, tanto por no tener referencias comparativas, como
por no incidir en el análisis geomorfológico.
5. Tampoco ha sido analizada la declinación magnética de la época,
“Ángulo de la declinación ó variación del punto 11º 40´ (Este)”. Al momento
actual, según nuestros cálculos basados en datos modernos alcanzaría a
d=–9º 10´ (Oeste), lo cual implica una marcada variación del orden de 20º,
aunque sólo tiene importancia en los modelos geofísicos.
Montevideo, 26 de agosto de 2009
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HACE OCHENTA AÑOS NOS VISITÓ EL GENIAL
ARQUITECTO FRANCÉS LE CORBUSIER
César J. Loustau
Ante todo, debemos aclarar algunas inexactitudes en que incurrimos
deliberadamente en el título. Le Corbusier no se llamaba así, sino Charles Édouard Jeanneret (1887-1965); nunca recibió el título de arquitecto, puesto que no siguió estudios regulares de esa profesión en ninguna
facultad; finalmente no era francés, sino suizo, puesto que nació en La
Chaux-de-Fonds, el 6 de octubre de 1887. Pero, eso sí, fue uno de los
grandes genios del siglo XX. Todos los historiadores de la Arquitectura
están contestes en considerarlo uno de los “Cuatro Grandes” de la Arquitectura del siglo XX. Completaban el cuarteto el estadounidense Frank
Lloyd Wright (1867-1959) y los alemanes Ludwig Mies van der Rohe
(1886-1969) y Walter Gropius (1883-1969). Lo curioso, lo paradójico, es
que de los Cuatro Grandes, sólo Walter Gropius obtuvo el diploma que lo
habilitaba a ejercer la profesión. Los otros tres fueron autodidactas: se
formaron solos, trabajando al lado de verdaderos maestros como Auguste
Perret, Louis Sullivan o Peter Behrens.
SUS ORÍGENES FAMILIARES. Sus ancestros franceses, de religión protestante (eran albigenses), se hallaban afincados en la región de
Languedoc. A raíz de las guerras de religión, los Jeanneret, así como numerosas familias protestantes de la región, buscaron amparo en Suiza,
donde fueron bien acogidos. Los Jeanneret se establecieron en La Chauxde-Fonds. Esta localidad, junto con Le Locle y Ginebra, constituyen los
principales centros de la industria relojera helvética.
Es más: su bisabuelo y su abuelo se especializaron en decorar esferas
de relojes. En el ámbito familiar, todos pensaron que el joven Charles
Édouard debía seguir la tradición. Como tempranamente demostró inclinación y aptitudes para el dibujo, sus padres decidieron inscribirlo en
la escuela de arte de la localidad. Cierto es que la decoración artesanal de
esferas de relojes había decaído sensiblemente, como consecuencia de la
industrialización de la relojería, y no podía constituir aliciente alguno, para
un adolescente, dedicarse al difícil aprendizaje de tal especialidad, cuando
las perspectivas de trabajo eran cada vez menores.
72
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Quiso el azar que en la Escuela de Arte de la Chaux-de-Fonds enseñara un maestro de excepción: Charles L’Eplattenier, quien supo detectar
en su discípulo aptitudes nada frecuentes y, por ello, trató de alentarlo en
el estudio de formas arquitectónicas. Hizo más aún: enterado de que un
miembro de la comisión de la Escuela pensaba mandar construir su propia
vivienda, lo convenció de que recurriera a su dotado discípulo para que se
la proyectara.
LOS VIAJES DE APRENDIZAJE. Gracias a los honorarios percibidos por la primera casa que diseña, parte para Italia, Hungría y Austria,
con solo una mochila a la espalda y una libreta de croquis bajo el brazo.
Numerosos viajes realiza con posterioridad: un especial olfato lo guía
a los lugares precisos donde aprender aquello que intuye necesario para su
formación. Así en Viena conoce, en 1908, a Joseph Hoffmann, uno de los
grandes maestros de la Wiener Secezzion quien, incluso, le ofrece trabajo en
su estudio. Sin embargo, desdeña la tentadora propuesta, pues está ansioso por conocer París. En Viena, además, traba amistad con Adolf Loos,
con quien congenia prontamente. Ambos abordan temas de arquitectura y
comprueban la similitud de pareceres que tienen frente a ellos.
SU ESTADA EN PARÍS. Llega a la Gare de l’Est en febrero de 1908
y se aloja en la bohardilla de un inmueble en la rue des Écoles. Inmediatamente trata de conectarse con el ambiente profesional y artístico parisinos.
Conoce a Frantz Jourdain –autor de la reputada tienda ”La Samaritaine”–
quien lo recomienda a Charles Plumet. Como éste, en ese momento, no
tiene trabajo para ofrecerle lo deriva, a su vez, a Henri Sauvage –autor
del famoso edificio con los pisos en retranqueo de la rue Vavin– quien le
encarga un trabajo de poca monta, pero que le sirve para estirar sus, por
entonces, magros recursos. También conoce a Tony Garnier, autor de numerosos inmuebles en Lyon, su ciudad natal.
En su afán de enterarse de cuanto hecho artístico ocurre en la Ciudad
Luz, va a visitar al famoso autor de afiches Eugène Grasset. Éste, luego de
apreciar los dibujos que tomara del natural el joven suizo en Italia, Grecia
y Oriente, y comentar el estado decadente que aqueja a la arquitectura
francesa de entonces, le informa que los hermanos Perret –que dirigen
una empresa constructora– están ensayando un nuevo material de reciente
aparición: el hormigón armado. Grasset piensa que tal vez, gracias a él,
surja un nuevo camino de renovación artística.
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Le Corbusier en el puerto de Montevideo. Se aprecia, en segundo plano, la bahía y parte
de la villa del Cerro.
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LA EMPRESA DE LOS HERMANOS PERRET. No lo piensa
dos veces el joven Jeanneret y se dirige sin titubear al Nº 2 bis de la rue
Franklin. En la planta baja tiene su sede el escritorio de la empresa constructora de Auguste, Gustave y Claude Perret. El edificio, de 1903, proyectado por Auguste y construido por los tres, es el jalón que marca el inicio
de una nueva manera de construir. El destino condujo al joven Charles
Édouard al lugar más indicado para instruirse adecuadamente acerca del
nuevo material. Un año y tres meses –hasta la primavera de 1909– permanece Jeanneret junto a los Perret cumpliendo cinco horas diarias de labor.
Siguiendo el consejo de Auguste asiste, en las horas libres, a clases de
Matemáticas en la Sorbona y de Resistencia de Materiales, a fin de poder
comprender mejor el comportamiento estático del hormigón armado. La
relación de Auguste Perret con Charles Édouard Jeanneret, de patrón a
colaborador –más bien de maestro a discípulo– fue de enorme importancia para el desarrollo de la arquitectura moderna en Francia.
SU ESTADA EN ALEMANIA. Con posterioridad a su permanencia
en Francia, se establece un año en Alemania, entre abril de 1910 y mayo
de 1911. Enviado por la Escuela de Arte de la Chaux-de-Fonds estudia el
movimiento alemán del Werkbund, y redacta un documentado informe
acerca del mismo. Traba conocimiento con Peter Behrens, arquitecto jefe
de la potente industria de material eléctrico A.E.G. Se dio la increíble casualidad de que en el estudio de éste colaboraron tres de los “Cuatro Grandes” de la Arquitectura Moderna: Walter Gropius, Le Corbusier y Mies
van der Rohe. Con este último trabará fugaz conocimiento en el estudio
del gran arquitecto germano; a Gropius, no llega a conocerlo, puesto que
había partido para Berlín, para abrir su propio estudio profesional, antes
de que él comenzara a trabajar con Behrens.
“L’ESPRIT NOUVEAU”. Vuelto a París, funda y dirige, conjuntamente con el pintor Amedée Ozenfant, una revista que habría de ejercer
poderosa influencia en los medios artísticos parisinos: “L’Esprit Nouveau”.
En ella escribe artículos sobre pintura y arte en general, que firma con su
verdadero nombre, Jeanneret, mientras que otros que redacta sobre arquitectura, aparecen bajo el seudónimo de Le Corbusier, seguramente con la
intención de separar ambas actividades: como arquitecto se lo conocerá
como Le Corbusier; los cuadros que pinta, en cambio, los firma Jeanneret.
Inclusive, su vida la divide en sus dos actividades: por la mañana se dedica
a pintar en su casa y, por la tarde, en el estudio de la rue de Sèvres, se ocupa
de las obras arquitectónicas.
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Algunos de los arquitectos y estudiantes que recibieron en Montevideo a Le Corbusier y
lo acompañaron en la recorrida que efectuó por nuestra ciudad. Le Corbusier aparece en
la foto entre el decano, Arq. Leopoldo C. Agorio (a su derecha) y Octavio de los Campos,
entonces estudiante (a su izquierda).
EL VIAJE A SUDAMÉRICA. Le Corbusier se embarca en Burdeos
en el transatlántico francés “Massilia” el 14 de setiembre de 1929 y llega
a Buenos Aires el 28 de ese mes. Tiene entonces 42 años y es soltero (se
casará con Ivonne Gallis al año siguiente, en 1930; en ese año, además,
obtiene la ciudadanía francesa). Ya cuenta en su haber varias destacadas
obras como son la vivienda y taller del pintor Amedée Ozenfant (19221923); las viviendas del banquero y coleccionista de arte Raoul La Roche
y la de su propio hermano músico Albert (1923-1924); el Pabellón de
l’Esprit Nouveau en la exposición de artes decorativas que tuvo lugar en
París en el año 1925; la casa Cook en Boulogne-sur-Seine (1926); la villa
Stein en Garches (1926-1927); dos viviendas-modelo en la exposición del
Werkbund en Stuttgart (1927); también de 1927 es el proyecto que presenta en el concurso para el Palacio de las Naciones en Ginebra; y, finalmente,
la villa Savoye en Poissy (1928-1930), entonces en construcción.
En cuanto a los libros que había escrito y publicado antes de venir
a Sudamérica, son: “Vers une architecture” (1923); “L’Art Décoratif d’Aujourd’
Hui” (1925); “La peinture moderne” (1925) –junto a Amedée Ozenfant–;
76
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“Urbanisme” (1925); “Almanach d’architecture moderne” (1926); “Une maison, un
palais” (1927) 1.
Cuando Le Corbusier viene a nuestras costas, ya ha producido obras y
escrito libros de real importancia. La villa Stein en Garches y el libro “Vers
une architecture”, constituyen dos principalísimos jalones de la arquitectura
del siglo XX. Por eso, en América, los jóvenes arquitectos y los estudiantes, lo reciben con gran júbilo.
Le Corbusier, cual evangelista, venía a dar la buena nueva de la arquitectura del hormigón armado que acababa de nacer. Sin duda siempre atrae
lo reciente, por lo cual, en cada conferencia que daba, la gente se agolpaba
para escucharlo. La burda descalificación del proyecto de Le Corbusier y
1 En 1927 Le Corbusier y su primo Pierre Jeanneret se presentan al concurso promovido
por la Sociedad de las Naciones, para erigir su sede en Ginebra. Acudieron al llamado
367 equipos de arquitectos: unos pocos modernos, los más, eclécticos o, decididamente,
neoclásicos. Sin duda, el proyecto presentado por los primos Jeanneret era el más lógico, el
que mejor atendía las necesidades funcionales de un organismo particularmente complejo.
El edificio, sobre pilotes, no impedía la vista sobre el hermoso lago de Ginebra; la enorme
sala de actos para 3.000 congresistas planteaba un delicado problema acústico, puesto que
cualquiera de los miembros asistentes podía querer hacer oír su voz. No era el caso, más
simple, de un teatro o de una sala de conciertos en que, quien emite sonido está en un lugar
preciso, y los oyentes en otro, también determinado. Aquí cualquiera de los asistentes podía
hablar y todos debían poder escucharlo perfectamente. Los primos Jeanneret recurrieron,
como asesor acústico, a Gustave Lyon, el responsable de la impecable acústica de la salle
Pléyel en París. Por otra parte, las bases estipulaban, en forma conminatoria, que el costo
del edificio no debía sobrepasar 13.000.000 de francos suizos. El único que podía realizarse
con ese presupuesto era el de Le Corbusier y Pierre Jeanneret. El jurado, compuesto por
cuatro miembros “modernos”, cuatro eclécticos y presidido por Víctor Horta –el arquitecto
belga fundador y propulsor del Art Nouveau– en un primer momento consideró que el
proyecto de Le Corbusier era el mejor y, por lo tanto, digno de adjudicársele el primer
premio. Luego, los arquitectos académicos comenzaron a tejer intrigas para desacreditarlo,
logrando que el jurado declarara nueve primeros premios ex aequo, entre los cuales figuraba el de Le Corbusier. Finalmente, M. Lemaresquier, profesor en l’École des Beaux Arts
y delegado francés, alertó que el proyecto de Le Corbusier y su primo, no estaban dibujados con tinta china –como lo estipulaban las bases– sino con tinta de imprenta y, por ese
nimio pretexto, logró que se lo descartara. El “escandaloso affaire del concurso del Palacio de las
Naciones”, calificó indignado Le Corbusier a la bochornosa decisión del jurado, en el libro
que inmediatamente escribió. En “Une maison, un palais” –que así tituló su escrito– puso
al descubierto la infame confabulación urdida en contra de él. El libro fue un detonante,
un catalizador que aglutinó las mentes “renovadoras” de todo el mundo. La creación de los
C.I.A.M. (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna) fue su lógica consecuencia. Por eso, si en la ocasión Le Corbusier perdió la batalla, luego ganó la guerra. A partir de
entonces la arquitectura moderna conquistó carta de ciudadanía urbi et orbi. Le Corbusier,
a fin de expandir las nuevas ideas, realiza una gira por distintas capitales de Sudamérica.
Viaja a Buenos Aires y, en la capital argentina, pronuncia una serie de conferencias antes
de venir a Montevideo.
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Otra toma del gran “Corbu” en el puerto capitalino.
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su primo Pierre Jeanneret, en el concurso para el Palacio de las Naciones
en Ginebra, sirvió para darle una inusitada notoriedad al colocarlo en víctima de una infamia.
EL CONFERENCISTA. A esta altura de su vida había depurado su
técnica como conferencista, a tal punto, que lograba mantener la atención
del público aún después de tres o cuatro horas de hablar, explicar y dibujar.
Y ahí estaba el quid de su atracción: improvisaba en cada ocasión y, a medida que hablaba, dibujaba con carbonilla y tizas de colores sobre enormes
hojas de papel de embalaje de color garvanzo.
Tenía un enorme sentido didáctico y, por ello, cautivaba a su auditorio.
En Buenos Aires fue donde pronunció más conferencias: totalizó diez,
espaciadas entre los días 5 y 19 de octubre. En cambio, en Montevideo, en
San Pablo y en Río de Janeiro solo dio dos disertaciones: una de ellas dedicada a arquitectura, en tanto la otra, la centró sobre temas urbanísticos.
Durante su permanencia en Buenos Aires aprovechó para realizar algunos
viajes de corta duración, como fueron: uno a Asunción del Paraguay, en un
avión Latécoère de la filial argentina de Aeropostal, piloteado por Vicente
Almandos Almonacid, el martes 22 de octubre regresando al día siguiente;
otro, en ferrocarril a Mar del Plata (los días 25 y 26 de octubre) y, en fin
algunos más cercanos como a San Antonio de Areco (el 12 de octubre),
con motivo de la inauguración del monumento a Ricardo Gûiraldes, o a la
estancia de la familia Bullrich (el 27 de octubre).
EN EL URUGUAY. Llegó Corbu a nuestra capital, procedente de
Buenos Aires en avión que aterrizó en el aeródromo de Melilla, en la tarde
del día miércoles 6 de noviembre. Cabe señalar que, luego de una breve estadía entre nosotros, vuelve a Buenos Aires en hidroavión el sábado 8; allí
se embarca el día jueves 14 por la mañana, en el paquebote italiano Giulio
Cesare que, por la tarde, hace breve escala en nuestro puerto. Aprovechan
la ocasión algunos montevideanos que lo habían conocido durante sus
charlas (entre ellos el decano Agorio), para subir a bordo a fin de saludarlo
y desearle un buen retorno a Francia. El lujoso buque italiano continuó su
viaje con destino a Santos, en Brasil. Coincide, en ese viaje, con la famosa
bailarina y cantante estadounidense de color Josephine Baker, de quien
realiza expresivos croquis durante la travesía. A Santos llega el sábado 20.
El mismo día, va a San Pablo. Finalmente diremos que Le Corbusier de
San Pablo se dirige a Río de Janeiro, donde se embarca en el Lutèce el día
9 de diciembre. Durante el viaje de regreso, aprovecha para reescribir las
conferencias que había dictado en estas latitudes, las que serían publica-
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das bajo el título de “PRÉCISIONS sur un état présent de l’Architecture et de
l’Urbanisme”. Llega de retorno a París, luego de su periplo sudamericano,
el 23 de diciembre.
El ambiente arquitectónico montevideano sintió una gran sacudida
con su presencia: es que aportaba aires, de renovación a nuestra profesión.
Muchos estudiantes y colegas que habían leído –más bien devorado– sus
libros, tuvieron la ocasión de verlo y oírlo directamente. Su visita agitó
extraordinariamente las aguas, conmovió el medio profesional. Justamente
eso era lo que buscaba el gran “Corbu”: despertar las “conciencias adormecidas”. ¡Y vaya que lo logró! Frente a sus eslóganes incisivos, penetrantes, no
se podía permanecer indiferente: o uno se volvía partidario acérrimo de
sus ideas o, por el contrario, las rechazaba. Entre nosotros predominaban
francamente los primeros: prácticamente todos eran –o se volvieron– decididamente corbusianos. Es que habían muchas mentes aptas para captar
el mensaje que quería transmitir. Prueba de ello es que, al siguiente año,
vale decir en 1930, se produjo el gran vuelco en la arquitectura vernácula.
El Hospital de Clínicas de Surraco; el Estadio Centenario, de Scasso y
Domato; el Palacio Lapido, de Aubriot y Valabrega; el edificio “Centenario”
de de los Campos, Puente y Tournier y la casa propia de Vilamajó marcan,
claramente, el advenimiento de la arquitectura “moderna” en nuestro medio, con ejemplos de altísima calidad técnica y plástica.
LAS CONFERENCIAS QUE DIO. En Montevideo, como dijimos,
dio dos conferencias que pronunció en el Paraninfo de la Universidad los
días jueves 7 de noviembre de 1929 –la cual fue presentada por el Arq.
Mauricio Cravotto– y, la segunda, el viernes 8, ambas por la tarde.
En la primera de ellas señaló la revolución que se había producido en
el arte de construir gracias al invento del hormigón armado. Tradicionalmente las casas constaban de un sótano húmedo y, luego, las paredes de
los pisos superiores debían coincidir verticalmente con las de los inferiores, puesto que unas se apoyaban sobre las otras. Los muros, entonces,
cumplían una misión de sostén y, debido a ello, no se los podía debilitar
impunemente abriendo amplios vanos; éstos, por tanto, debían ser de dimensiones más bien reducidas. Con la estructura de hormigón armado, el
sostén quedó relegado a unos delgados pilares (o columnas), espaciados
unos de otros. En consecuencia los muros dejaron de tener función portante, para solo servir como tabiques para separar, el ambiente interior del
exterior, o dos ambientes interiores entre sí. Despojados los muros de su
papel de sostén, la aislación entre el interior de un edificio y el exterior,
podía confiarse, en lo sucesivo, a una simple lámina de vidrio, o a un doble
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panel vidriado, “le mur neutralisant”, como lo bautizó. De ahí pasó, el gran
“Corbu”, a explicitar los que él consideraba que eran los cinco puntos fundamentales de la arquitectura moderna:
1.- Los pilotis.
2.- La planta libre.
3.- La fachada libre.
4.- La ventana a lo largo.
5.- El techo jardín.
Pregonó la bondad de elevar del suelo la construcción, mediante pilotis
(columnas), de manera de dejar libre la superficie del terreno. O sea que no
más sótanos malsanos, ni, tampoco, planta baja en contacto con la tierra
que le podría transmitir humedad por capilaridad. Los puntos 2, 3 y 4 son
posibles –según explicó– gracias al empleo del hormigón armado. Por
último, el quinto punto (la utilización de la azotea como jardín), también
resulta factible si la losa superior es plana, horizontal y de hormigón armado. Inclusive, la capa de tierra brinda aislación térmica, la cual conviene
tanto al habitante de la finca como a la plancha de hormigón, al disminuir
las dilataciones y contracciones del material debidas a los cambios de temperatura.
En cuanto a los problemas de urbanismo refirió que, en general, las
ciudades tienen un casco antiguo encerrado entre murallas, con calles
angostas y tortuosas. Tal disposición no presentó problemas mientras el
hombre se desplazó a pie o a caballo. Pero, una vez aparecidos los automotores, aquella trama urbana proveniente del Medioevo –o de la época
colonial, en nuestro caso–, se aseveró inadecuada para que en ella circularan elementos mecánicos a velocidades antes impensadas. El problema del
tránsito vehicular convulsionó completamente a las ciudades: sus arterias
no permitían que el flujo fuera ágil y no se produjeran atascamientos. El
problema más serio para Le Corbusier era evitar que los peatones circularan por las mismas sendas que los autos. Vías diferenciadas, en distintos
niveles, evitarían el encuentro del automóvil con el peatón. Varios años
después, en la década de los años cuarenta, un ex colaborador suyo concretaría sus ideas en tierra uruguaya. El arquitecto catalán Antonio Bonet
realiza la urbanización del balneario “Portezuelo”, en el departamento de
Maldonado. En su trazado, las sendas peatonales pasan por encima del
trazado vial, mediante puentes aéreos. De esta manera, peatones y autos
no se encuentran nunca. Lamentablemente, esos puentes de madera no
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existen más; deteriorados por la acción del tiempo y la falta de mantenimiento, finalmente fueron quitados.
También se refirió al plan Voisin 2. En una zona parisina de escaso
valor arquitectónico, al norte del Sena –que propuso demoler–, pensó levantar la “Cité d’Affaires” (el centro bursátil o de negocios): rascacielos cruciformes de 300 metros de altura –que él bautizó “cartesianos”–, albergarían
los escritorios de toda la actividad comercial de la Ciudad Luz. Emergerían
sobre el verde césped que cubriría la zona, haciendo convivir los edificios
en altura con la naturaleza,
ANÉCDOTAS MONTEVIDEANAS. Quienes más acompañaron
a Le Corbusier a recorrer nuestra ciudad fueron el arquitecto Leopoldo
C. Agorio (entonces decano) y los estudiantes Octavio de los Campos,
Milton Puente, Hipólito Tournier y Mario Muccinelli, entre otros, seguramente –suponemos–, porque tendrían un mayor conocimiento de la lengua francesa.
Corrieron varias anécdotas acerca de la impresión que le produjo al
gran Corbu nuestra capital, y la exteriorización que hizo de sus apreciaciones.
En cierta oportunidad, uno de los acompañantes le preguntó qué era
lo que le había gustado más de nuestros edificios. Rápido como un rayo,
respondió: “Las medianeras”. Hizo una pausa, y agregó: “Porque son lisas”.
Esta aparente irreverencia –como otras con que salpicó sus dichos– sabía dosificarlas de manera de mantener expectante a su auditorio. Luego
se explayó más ampliamente: frente al exceso decorativista del siglo XIX
–ejemplificado por muchos inmuebles de nuestra urbe– él preconizaba
la ausencia total de decoración en los edificios. La belleza habría de conseguirse, exclusivamente, por el feliz juego de volúmenes y por las sabias
proporciones de los elementos. Demuestra el espíritu reinante en los medios de avanzada europeos, el título de un libro que escribió el arquitecto
vienés Adolf Loos: “Ornamento y delito”. Le Corbusier preconizaba que la
verdadera belleza había que buscarla en la sencillez, en la pureza de las
líneas, en los volúmenes netos, sin rebuscamientos.
2 Gabriel Voisin fue un destacado ingeniero francés fabricante de aviones y, también de
automóviles. La carrocería del célebre modelo de 10 HP del año 1925, fue diseñada por Le
Corbusier. Esa es la razón por la cual, en varios de los tomos de sus obras completas, frente
a algunos de los edificios que construyó, figura, estacionado, el Voisin de su propiedad. La
empresa Voisin solventó los gastos de estudio y la maqueta del plan de París que, por eso,
lleva su nombre.
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Por eso, una de las viviendas que le impresionó más favorablemente
fue la residencia propia del arquitecto José Pedro Sierra Morató en la avenida Juan M. Pérez (ahora Juan Bautista Alberdi) Nº 6189, en Carrasco.
***
En cierto momento estaba Corbu en la plaza Independencia junto con
sus compañeros de excursión. Uno de ellos le explicaba que el palacio
Salvo era el edificio más alto de hormigón armado en Sudamérica en ese
momento, pero el ilustre visitante, evidentemente, no le prestaba atención
abstraído en realizar mediciones a pasos y cálculos que los presentes no
atinaban a entender el motivo. Finalmente, con expresión de haber logrado
lo que buscaba, dijo: “¡Aquí!”, seguramente con el mismo énfasis con que
Arquímedes debió pronunciar su famoso “¡Eureka!” al descubrir, mientras
se hallaba sumergido en la bañera, el principio hidrostático que lleva su
nombre. Quienes lo acompañaban quedaron sumamente intrigados con lo
que había querido decir. Finalmente uno de los presentes, menos tímido
que los demás, se animó a demandar: “Aquí, Monsieur, ¿qué?”. A lo que respondió; “Aquí hay que emplazar la pieza de artillería para tirar abajo ese adefesio”
(se refería al palacio Salvo).
Esta fue otra de las famosas boutades que corrió, como reguero de pólvora, por todo Montevideo.
La visita de Le Corbusier fue como una ráfaga que pasó cual estrella
fugaz. Pero dejó sedimento. Tal vez, la gente de esa época no valoró, debidamente, el momento histórico que le tocó en suerte vivir. Hoy, con la
perspectiva que brinda el tiempo transcurrido, apreciamos, en su justo valer, la trascendental visita: es que estuvo con nosotros uno de los grandes
genios del siglo XX.
*****
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EL SALADERO DEL CERRITO
Beatriz Torrendell Larravide
Introducción
En La Coruña, activo puerto y gran ciudad comercial en el siglo XVIII,
vivían Antonio Fariña Méndez e Isabel Rodríguez y Varela de Soto, quienes se casaron en Santa María del Campo el 21 de febrero de 1788. No
sabemos cuantos hijos completaron esa familia; sí sabemos que Antonio,
que nació en 1801 y Andrés su hermano, decidieron como algunos de sus
coterráneos, cruzar el océano para venir a probar suerte en el Río de la
Plata. Seguramente tenían buenas referencia de la Banda Oriental, porque
venían decididos a desembarcar en Montevideo. Acaso por su hermano
Ramón, que pudo llegar antes.
Muy jóvenes llegaron a esta ciudad y comenzaron a trabajar buscando
buenas relaciones para el comercio, a través del cual querían mantener su
contacto con familiares y amigos de las rías altas de Galicia.
Ya en Montevideo en 1824, comprobamos que el trabajo del comercio
entre la ciudad y el campo, al que se habían dedicado, rindió sus frutos. La
primera carta que se conserva, se refiere a Andrés Fariña y nos demuestra
que en ese año tenían un capital suficiente para saldar deudas ajenas. Está
fechada en Fraile Muerto el 8 de mayo de 1824. Juan Alonso, escribe a don
José Macías de Souto pidiendo le pague las siete onzas que le debe. Como
está muy pobre le ruega mande lo antes posible, aunque sea una onza. En
nota, bajo la firma de Alonso dice que “Andrés Fariña pagará a mi cargo la
cantidad convenida “. Veremos que Andrés en esos primeros años, trabaja
cerca de la frontera, su correspondencia está fechada en Cerro Largo, por
lo menos hasta 1830. Seguirá enviándola entre Melo y Frayle Muerto.
El comercio de Antonio, cercano al puerto, estaba muy bien conceptuado, por eso los vendedores del Montevideo antiguo, se estacionaban en
su puerta para confiarle, no sólo mercadería, también onzas de oro, que
sabían podrían recuperar cuando las necesitaran.(1)
Actividades comerciales
Antonio tiene su residencia al lado del comercio y su actividad primordial es por el puerto de Montevideo; su hermano Andrés, viaja continuamente al sur del Brasil y pronto tendrá una residencia también en Cerro
Largo. Se mantendrán unidos por la correspondencia –los chasques eran
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rápidos en esa época– y también por los viajes del sur al noreste del territorio.
Los caminos naturales eran por la cuchilla Grande, actual ruta 7 o en
los estiajes por la cuchilla de Polanco, que llevaba hasta Pirarajá, cuando
daba paso el río Cebollatí. Por las repetidas cartas desde Frayle Muerto se
infiere que, seguramente se utilizó el camino montado sobre la cuchilla
Grande.
La actividad comercial anterior al Saladero fue una actividad febril y
pronto necesitaron socios. De los primeros fue Antonio Ríus Blanco y
entre 1829 a 1833, la correspondencia entre ellos lo demuestra.
El 19 de febrero de 1829, una carta digna de un gran literato, es la que
escribe Antonio Rius, que como socio de las primeras horas, también es su
representante. Cómo y dónde se conocieron, no lo sabemos, pero fuerte
habrá sido esa amistad y la sociedad comercial que formaron, porque cinco años después eran cuñados.
La carta de Rius, después de un preámbulo dice: “Al grano” y habla de
los derechos de Aduana, del aforo de los artículos a enviar, etc. También
comenta sobre la actividad política de esos años, que mucho repercutían
en el comercio.
“El gobierno de la Provincia está en la Aguada, en casa de Don Manuel vive el
General Rondeau. La Sala de Representantes está en la Capilla, el Ministro de Gobierno en Toledo, el de Hacienda en lo de Berro y el de Guerra en lo de Gutiérrez. El
general Rivera en lo de Obes y en otras varias casas los empleados....”
La letra del original es buena pero el papel en parte gastado, no permite
una lectura correcta. En la posdata, “Le remito 2 cigarros finos a 4 $ cada
uno. Si usted no viniera y ese amigo suyo, por quien se interesa, necesita
más cigarros, puede indicarme la calidad para hacerle traer de Buenos Aires, que serán más baratos”.
Del 6 de mayo del mismo año 1829 existe un documento fechado en
Frayle Muerto, con firma del alcalde ordinario de Cerro Largo, don Blas
Coronel, que procede al inventario de los bienes del finado Juan Alonso
Martínez del que queda como albacea don Andrés Fariña. El inventario
comienza por nombrar una casa de piedra con 18 varas de frente al sur y
24 al norte, con 5 puertas exteriores etc., También se detallan los muebles
y elementos de labranza, el ganado con sus 423 vacunos de cría.. El documento termina con las firmas de Blas Coronel, Andrés Fariña y varios
testigos.
Andrés se hace cargo entonces de la cría del ganado, que enviará a
Montevideo para que su hermano Antonio lo comercialice.
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Vuelve en diciembre de ese año a escribir Antonio Rius desde Montevideo “Caro amigo, he perdido la cuenta de las cartas que le he enviado tanto por
tierra como por mar”... no es claro el motivo de esta carta, aunque se vislumbra la tristeza que le causa la partida no deseada de Antonio Fariña hacia
el norte y por eso le informa lo que está sucediendo.
Una posdata del 15 de diciembre “Anoche se ha levantado parte del
batallón de caballería acampado en el Aº de Morales... el papel gastado
no permite leer más que “El General Lavalleja.... –termina- con muchas
memorias de todos para todas.”.....
Antonio debió llegar hasta el sur de Brasil, seguramente por negocios,
no creemos que fueran motivos políticos, porque como vimos, ya estaban
los hermanos integrados con los criollos antes de 1825. Su socio principal,
Antonio Rius, formaba parte de la familia de los constituyentes.
Como nos dice la historia, en febrero de 1829, una tormenta de viento había destruido en parte la sala de sesiones de Canelones y pasó el
Gobierno Provisorio a instalarse en La Aguada. Por fin el 1º de mayo, ya
retiradas las tropas extranjeras, el Gobierno, la Asamblea y el Ejército Patrio hicieron su entrada en Montevideo por el Camino Real, hoy Avenida
Agraciada, y se instalaron en el Cabildo. La primera actividad fue redactar
la Constitución, que se aprueba el 10 de setiembre.
Entre los Representantes que la firman, están Silvestre Blanco, como
presidente de la Asamblea y Juan Benito Blanco como representante.
Silvestre Blanco permanecerá con los patriotas “riveristas” y Juan Benito,
será fiel a los “lavallejistas”. Pero para el año de la Independencia, todos
los criollos están unidos. Según investigaciones genealógicas, el pariente de
los Rius Blanco, por lo tanto de Fariña, es Juan Benito, de origen gallego.
La ascendencia de Silvestre Blanco proviene en cambio de Cataluña.
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Andrés establecido en Melo, jura la Constitución de 1830 como suplente del alcalde ordinario, Blas Coronel. Antonio, como vimos, tiene
su vivienda y comercio en la calle San Juan (actual Ituzaingó) y jura la
Constitución en la Plaza Matriz. Por los recibos de pago a serenos y otros
impuestos, sabemos que en San Juan 80 se hallaba la vivienda y en San
Juan 82, el comercio.
Pocos años después la actividad de los dos hermanos Fariña, los lleva
a tener la firma comercial “Antonio Fariña y Hno.” Que continuará luego
en la empresa del Saladero.(2)
El casamiento
Para 1833 Antonio ya tiene previsto formar su familia. Conoce la casa
de José Magín Rius y Josefa Blanco y Farías, padres de Antonio y María.
Mariquita será la elegida para el casamiento, que se realiza solemnemente
en la Matriz de Montevideo el 3 de julio de 1833.
Mariquita era hija del catalán José Magin Rius y de Josefa Blanco. El
único hermano de Mariquita, Antonio Rius Blanco, se casará luego con
Felipa Macuso, pero como vimos es el primer socio de la actividad comercial de los hermanos.
En Montevideo, también tenía su vivienda Juan Benito Blanco, hermano de Josefa, que ya está casado con María Casimira Vila Villamil. Una de
sus hijas, Celedonia Blanco Vila, se casará luego con Guillermo Brown (h),
que serán compadres con Fariña.
Otro hijo, Juan Ildefonso, será socio y representante de la firma Fariña
Hnos., en su juventud, cuando todavía era un joven artista, antes de integrarse a la actividad política.
Para el casamiento de Antonio Fariña, firma como padrino Andrés.
Otro hermano que también se radicó en la Banda Oriental, no forma sociedad con Antonio y Andrés. Es Ramón, casado en 1831 con Josefa de
Acha. Tal vez sea el primero en llegar al Río de la Plata y comunicarse con
sus hermanos de la Península.
El Comercio y el Saladero
Antes de su casamiento, el 23 de marzo de 1833, Antonio Fariña ya
tiene arrendado un Saladero en la falda del Cerrito de la Victoria. Desde
entonces, la actividad comercial será también una actividad empresarial.
Desde el 13 de abril hasta el 13 de diciembre de 1833, el intercambio
comercial con Río Grande del Sur, se mantiene y aumenta. Los documentos firmados por Antonio Gómez Braga, los de Marcos José de Leira y
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también la correspondencia de Andrés a su hermano en Montevideo, lo
demuestran. No son sólo los vacunos los que llegan para utilizar todos sus
derivados, por agua se transportan también mercaderías varias.
El 29 de febrero de 1834, llega a nombre de Hnos. Fariña, un lote de 16
piezas de madrás y liencillo. También otros productos para el hogar que las
familias de Montevideo desean adquirir: azúcar, tabaco, bebidas, etc.
La mercadería llega por el puerto y durante la presidencia de Oribe,
Fariña ha tratado con él en varias ocasiones.
También por tierra llega el ganado. Andrés escribe a su hermano el 23
de setiembre de 1834, para que pague una tropilla que le envía desde el
norte.
Poco después le comunica el modo en que deberá cumplir con el comprador de la Azotea en Frayle Muerto, de la que el mismo Andrés sigue
siendo el albacea desde que fue nombrado en 1829.
El 30 del mismo mes, intranquilo, desde Cerro Largo vuelve a escribir
sobre el tema de la venta y la urgencia por solucionar lo antes posible el
contrato ya firmado
Por fin, el 6 de marzo de 1835 recibe $ 1.200 de su hermano político
Juan Alonso Lago, comprador de la Azotea.
En agosto de 1835, llegan a término los trámites de la compra del Saladero, arrendado a José Ma. Platero. Mientras tanto no dejan de ingresar
novillos a la Tablada y se ha mejorado el edificio, se agregan galpones y se
plantan árboles frutales, completando el número de higueras ya existentes.
En julio de 1836, Rivera se subleva contra el presidente Oribe. En
septiembre de ese año, Oribe vence en Carpintería donde nacen las divisas
blanca y colorada. Este hecho lleva a un proceso de división entre los compatriotas, que se vive en cada familia de diferentes formas, pero siempre
con sufrimiento de ambos lados.
Del año 1837, no se conservan documentos que nos permitan saber
como lo viven los hermanos Fariña. Sólo un recibo se guarda en el Archivo del Museo Histórico:
“He recibido de Don Antonio Fariña y de la viuda de Don Francisco
Soler, cuarenta y cuatro patacones importe de una chinita y para que conste doy el presente en Montevideo abril 20 de 1837 “. Por Don Antonio
Rius.
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La firma nos resulta incomprensible.
En ese año, se casarán Celedonia Blanco Vila, con Guillermo Brown
(hijo).
Representó la firma de los Hnos. Fariña en Brasil y era primo hermano
de Mariquita y Antonio Rius Blanco.
¿Puede ser ese el motivo de la compra de 1837?
No es mucho lo que se puede inferir de ese documento, pero vale mencionarlo por ser el único que conservó de ese año, seguramente de gran
ajetreo, por lo que Antonio, tan prolijo en registrar todos los movimientos
comerciales, no tuvo tiempo de guardarlos.
La actividad empresarial
En los años 1838 y 1839, vuelve la empresa a tener gran actividad, lo
que veremos con algunos ejemplos.
En abril de 1838 se reinicia la correspondencia desde Cerro Largo.
Antonio guarda las cartas que recibe ese año. Aunque tampoco es fácil
entender la firma, la carta es interesante por el contenido.
Está dirigida a don Antonio Fariña, comenzando por disculparse por
molestarlo en sus ocupaciones comerciales. El que firma está con una
erupción de fuego en varias partes del cuerpo y como no ha llegado el joven que lo ayudaría, ha renunciado a su trabajo hasta mejor tiempo.... Sigue
con interés de hacer bien a los niños que están a su cargo. Manda poder
al Sr. Antuña por si puede enviarle una ayuda....... también manda sus más
agradecidos recuerdos al Sr. J. Benito Blanco y a todos los amigos.
Desde Cerro Largo y para don Antonio Fariña, el 13 de junio de 1838
“Tengo a la vista su carta del 11 del próximo pasado que recibí hace pocos días por
demoras del correo. He dado todos los pasos para hacer retornar al negro, aunque no me
dan malas noticias de que lo hayan perdido, pasará a las fuerzas de Rivera. En fin las
medidas están tomadas. Aún no he hablado con él, podrá ser muy bien que no se escape.
Sin más asuntos, mande a su seguro servidor q.b.s.m. Francisco de Paula.
P.D. la carta que me incluyó para el Presidente de la Provincia Riograndense fue
remitida hace unos días y será entregada en mano propia según lo recomendé.”
Del 24 de diciembre de 1838, el intercambio comercial con La Habana
continúa.
Existe un convenio entre Don Antonio Fariña y Don Jaime Cruzet que
lo demuestra.
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“Jaime Cruzet deberá entregar a Antonio Fariña cien cascos de Caña y cincuenta
cajas azúcar blanca de la Habana que se hayan a bordo del Bergantín Español “Marinero” a su consignación, recientemente llegado a este puerto. La caña a sesenta pesos
cada ciento y veinte galones. La azúcar a tres pesos por arroba según la muestra.
Don Antonio Fariña entregará a Jaime Cruzet en todo el mes de febrero tres mil y
quinientos quintales carne de tasajo superior, para cargar otro buque hacia el Mercado
de la Habana, al precio de veinte y tres reales por quintal. Antonio Fariña recibe los
efectos expresados en el muelle y Jaime Cruzet recibirá la carne en el Saladero de Fariña
en el Cerrito por cuenta del Señor Fariña los gastos de su conducción hasta el muelle.
Resultando un saldo a favor de Antonio Fariña, éste se obliga a recibir una letra
por dicho saldo, de la fecha en que se concluya la entrega del tasajo a 8 meses, con el
uno y medio por ciento mensual girado por el Sr. Cruzet y aceptado por los Señores
Zimmerman Fraqui y cia.
Para constancia firmamos de un tenor y a un solo efecto en Montevideo a 24 de
diciembre de 1838.
Rafael Rezano Jaime Cruzet Antonio Fariña
El Saladero del Cerrito está en plena actividad y el trueque de mercaderías se acepta como palabra de caballero.
Influencia de los cambios políticoS en el comercio
Durante la presidencia de Oribe, la familia Fariña había encontrado
apoyo a sus actividades comerciales, impulsadas por un Gobierno que se
abría al intercambio con todos los puertos. Su adhesión al presidente, ya
es una amistad que perdurará.
El 25 de diciembre de 1838, el general Manuel Oribe renuncia a su
cargo y viaja a Buenos Aires con el general Antonio Díaz.
Aceptada la renuncia de Manuel Oribe de la primera magistratura, asumió el poder Gabriel A. Pereira en su calidad de presidente del Senado.
En noviembre de 1838 entraba Rivera a la Plaza y asumía su segundo
mandato.
Antes de continuar con los protagonistas de esta “historia” nos parece
oportuno transcribir algunos datos del historiador Dr. Eduardo Acevedo.
En febrero de 1839 se reúne la Asamblea Legislativa y Constituyente
para elegir a Rivera como presidente de la república. El general está en
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Durazno organizando la campaña contra Rosas. Una Comisión compuesta por un senador y dos diputados se traslada al Cuartel General y recibe
el juramento del presidente electo. Después de la batalla de Cagancha, en
diciembre de 1839, la guerra contra Rosas quedaba localizada en las provincias argentinas.
“El territorio uruguayo había recobrado la tranquilidad. Así se mantuvo hasta
fines de 1840. Viene entonces el problema de las aguas jurisdiccionales y la
lucha naval. ... .... el combate entre el Coronel Juan Coe y el Almirante Brown se
desarrolló a la vista de Montevideo y duró 8 horas. Las azoteas de los edificios y toda
la parte de la ciudad próxima a la bahía estaba coronada por un inmenso pueblo que
miraba con religioso silencio el espectáculo que se presentaba a su frente. Fueron cuatro
los combates durante el curso de 1841 no hubo ni triunfos ni derrotas”.
En mayo de 1842 el llamamiento a la Guardia Nacional y la formación de batallones de línea se efectivizó en las calles de Montevideo. Desfilaron 4.000 hombres bajo
el mando de Anacleto Medina.(3)
Actividades de los Fariña en 1839
De enero a diciembre de 1839 existen documentos que muestran el
crecimiento económico de la Sociedad Comercial de los hermanos Fariña. Pero siempre aparecen problemas y dificultades, que Antonio enfrenta
con fortaleza y por amor a su familia.
A fines del año 1839 comienza una etapa difícil para ellos: oribistas. Sin
embargo no deja de ver las posibilidades que le ofrece la segunda presidencia de Rivera que trae algunas ventajas. Antonio escribe a Juan I, Blanco:
“puede venirse con confianza, que nada le sucederá ni a usted ni a nadie, pues este
“diablo” lleva una política hasta la fecha, sin esperarse de un caudillo de esta clase”.
Los cambios económico y políticos en esos años, son muy rápidos y los
comerciantes deben buscar soluciones casi mágicas para no desaparecer.
Durante la 2ª presidencia de Rivera el establecimiento sufre altos y bajos. De 1835 a 1839 había ganado 50.000 $; entre 1839 a 1842 parecía que
el Saladero estaba predestinado a desaparecer.
Comienza el 39 con un dato referente a su hermano Ramón. Recibe
Antonio desde Toledo una misiva: “1º de enero de 1839 Apreciable Señor,
haga me el favor de tomar de la casa de Don Ramón, su hermano, un recado y ¿cazadora?? Como de ocho pesos, entregarlo al dador ..... me hace falta el caballo con recado
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y para no volver a Montevideo, me valdré de éste para seguir mi viaje, hágame este favor
y apúntelo en mi cuenta....... firma Luis Antonio de Paula Ratto
Es Antonio de Paula, uno de los que integran el intercambio comercial desde Cerro
Largo a Montevideo.
El 12 de enero de 1839 llega de Brasil una carta comercial para Antonio Fariña que firma Joaquín de Berro.
“Muy Señor mio:
Por Santana recibí la apreciable de usted y ahora que sale el Sr., Cura Manuel
de la Hoz, le pongo estos cuantos reglones. He recibido de lo que tenía en Piratini y en
ésta.
Está tan paralizado el negocio que es imposible que crea en el estado en que se halla,
pues nadie pasa a comprar nada del otro lado. Si esto sigue así, yo pienso pasar con todo
a Piratiní, porque de ese modo ahorro lo que me deben. Deseando que usted lo pase bien
att.” Firma Joaquín de Berro.
El 24 de enero de 1839 desde algún lugar del noreste que no se especifica, Andrés
escribe a su hermano Antonio.
“Pagarás al portador, para que lo lleve al Sr. José Ma. Castellano, noventa novillos a cinco y cuartilla pesos y sesenta y una vacas a cuatro y
cuartilla pesos, confirmados por el Sr. Brum, cuyo pago será mitad a la
vista y el resto a 15 días de la fecha “
firma Andrés Fariña
Abajo:
son 90 novillos
61 vacas
Debajo con otra letra se lee:
Recibí el importe de los novillos y vacas que expresa la anterior,
Montevideo 25 de enero de 1839, firma: Ma. Castellano
El 19 de Junio llega de Brasil otra carta de Joaquín Berro, para avisarle
a su amigo Fariña que le envía los patacones que le debe y el saldo llegará
después.
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Roque Saenz Peña
El jurista, el diplomático y el héroe
romántico
Edison González Lapeyre
Roque Saenz Peña1 es, sin lugar a dudas, una de las personalidades más
descollantes de la historia sudamericana.
Fue un héroe, un estadista, un líder político, un reformador, un jurista
excepcional, un amigo de sus amigos y, sobre todo, un gran rioplatense.
Su actuación, en las actividades políticas internas de su país y en el campo internacional, se proyecta a lo largo de cuatro décadas, es decir, desde
el año 1874 al año 1914 en que fallece.
En este trabajo intentaremos, en primer lugar, hacer una breve referencia biográfica de esa personalidad excepcional y polifacética y, en segundo
lugar, el analizar tres aspectos de esa trayectoria brillante, referidos a su
condición de notable jurista, de distinguido diplomático y de héroe romántico.
Es decir que, en este modesto análisis de su personalidad, sólo en forma sumaria se va a hacer referencia a su importante trayectoria como estadista y dirigente político de su país.
Otros lo han hecho con mayor propiedad de lo que podría hacer el
autor, por cuanto, por tratarse de historiadores argentinos, han estado en
condiciones de profundizar en la esencia misma de esa gestión que fue tan
trascendente en la evolución política y constitucional de esa gran Nación.
Aspectos biográficos
Roque Saenz Peña nació en la ciudad de Buenos Aires, el 19 de marzo
de 1851, siendo hijo del doctor Luis Saenz Peña y de doña Cipriana Lahite.
Cursó estudios en esa ciudad, primero en la escuela de las hermanas Estanislada y Eulogia Rodriguez, completando sus estudios secundarios en el
Colegio Nacional de Buenos Aires e ingresando a la Facultad de Derecho
donde comenzó a actuar en política en filas del Partido Autonomista, dirigido por Adolfo Alsina
1 Nota del autor. Si bien con frecuencia en los estudios históricos y biográficos sobre
esta personalidad se escribe el apellido Saenz Peña, con tilde en la á, he preferido hacerlo
sin ese acento tomando en consideración que tanto su padre, Luis Saenz Peña, como sus
descendientes, lo excluyeron (Cf. Barreda Laos, Felipe, Roque Saenz Peña, Buenos Aires,
1954, p.11).
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Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Sus estudios universitarios fueron interrumpidos cuando se alistó como capitán de guardias nacionales durante la rebelión de Bartolomé Mitre
contra el presidente electo Nicolás Avellaneda.
Finalizado el conflicto, con la derrota de los rebelados comandados
por Mitre, Saenz Peña se reintegra a los estudios graduándose de abogado
con la tesis sobre la “Condición jurídica de los expósitos”, en 1875.
Cabe destacar que Felipe Barreda Laos, sostiene que realizó estudios
secundarios en el colegio modelo Legoût y en el colegio de la América del
Sur dirigido por Lorenzo Jordana donde fungía como profesor Leandro
Nicéforo Alem, que era sólo nueve años mayor que Saenz Peña y sobre el
que habría ejercido una significativa influencia2.
Leandro Alem, personalidad muy importante en la historia política argentina se destacó desde muy joven por su brillante oratoria y la energía y
coraje de sus actitudes.
Indudablemente, de ser cierta esta aseveración, Saenz Peña habría sido
uno de los discípulos más adictos de Alem.
Graduado de abogado, se proyecta con enorme entusiasmo y dedicación a la actividad política dentro del Partido Autonomista, siendo electo
diputado a los 25 años y a pesar de su juventud, un año más tarde, es elegido presidente de la cámara que integraba.
Su altura física, superior al promedio para la época en que vivía, su personalidad arrolladora y carismática, su condición de brillante orador y de
estudioso de los temas – que consideraba, le fueron abriendo, en el terreno
político, un camino tachonado de éxitos hasta alcanzar la presidencia de la
República Argentina en 1910, así como en el jurídico y diplomático al que
nos referiremos a continuación.
El jurista
Roque Saenz Peña fue hijo y nieto de distinguidos juristas. Su abuelo,
Juan Saenz de la Peña, fue un distinguido abogado y camarista igual que
su padre Luis Saenz Peña Dávila, pero, indudablemente, su inteligencia y
conocimiento del Derecho, superaron con creces los altos merecimientos
de sus ancestros.
Como prueba irrefragable de su talento jurídico nos referiremos sólo a
dos de sus múltiples intervenciones como destacado jurisconsulto.
Por un lado, la ley electoral No. 8871 del 10 de febrero de 1912 dirigida
a democratizar la vida política argentina, que estaba plagada de fraudes e
irregularidades de diversos tipos.
2 Barreda Laos, Felipe, Roque Saenz Peña, Buenos Aires, pp.19-20
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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Roque Saenz Peña y Gonzalo Ramírez firmando el protocolo de 1910.
Esta ley, que redactó Saenz Peña en estrecha colaboración con su ministro del Interior, Indalecio Gómez, constituyó una reforma electoral de
enorme trascendencia en la historia política argentina y estuvo basada en
tres postulados fundamentales: el voto secreto y obligatorio para todos
los ciudadanos argentinos varones, mayores de 18 años y la utilización del
padrón militar.
Transcurrido casi un siglo de esa histórica ley es difícil reconocerle,
con los desarrollos que en materia electoral han tenido posteriormente los
sistemas democráticos, la importancia que la misma tuvo, pero es indudable su enorme trascendencia no sólo para la República Argentina sino
para otros países que se inspiraron en la misma para consagrar reformas
análogas.
Por el otro lado, es particularmente destacable, la gestión que le cupo a
Saenz Peña como delegado argentino al Congreso Internacional Sudamericano que tuvo lugar en Montevideo entre los años 1888 y 1889.
En esa oportunidad, puso en evidencia un profundo conocimiento del
Derecho Penal Internacional del mismo modo que nuestro compatriota,
el Dr. Gonzalo Ramírez, lo hizo del Derecho Internacional Privado, una
disciplina que Ramírez conocía profundamente por haber ocupado la Cátedra de la misma.
96
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
En 1887, es designado enviado especial y ministro plenipotenciario de
la República Argentina en el Uruguay3 y ello le permite atender, de manera brillante, su condición de delegado argentino al congreso referido que
tuvo lugar en la capital uruguaya,donde en las largas jornadas en que se
desarrolló el mismo y que tuvieron lugar en el Club Uruguay, forjó una
amistad muy especial con el que, por nuestro país, cumplía iguales funciones en la República Argentina. Me refiero al doctor Gonzalo Ramírez
que se iba a reflejar, dos décadas más tarde, en el denominado Protocolo
Ramírez-Saenz Peña.
En el plano estrictamente técnico, sin lugar a dudas, podemos afirmar que Roque Saenz Peña y Gonzalo Ramírez fueron las figuras más
descollantes de esa conferencia que alguien calificó como “congreso de
sabios”.
En cuanto al primero, fueron numerosas sus intervenciones destacables, adquiriendo relevancia muy especial en ese sentido, la exposición que,
como miembro informante del Proyecto de Tratado sobre Derecho Penal,
efectuó el 1º de diciembre de 18884.
Ese informe y la defensa que luego efectuó a algunas observaciones
formuladas al proyecto de convención son de un nivel, para la época, realmente excepcional.
A pesar de las dificultades que existían en materia de comunicaciones,
por aquel entonces, Saenz Peña dio prueba irrefragable de estar al día con
los últimos desarrollos doctrinarios europeos e incluso con la jurisprudencia de tribunales de indudable prestigio como el Tribunal de Casación
francés.
Para dar una idea de la solidez de la exposición que efectuó nos vamos
a permitir transcribir sus conceptos respecto a la extradición y el asilo.
En la sesión del 3 de diciembre de 1888, Saenz Peña manifestó:
“La extradición y el asilo, se nos presentan como dos teorías o como dos escuelas en
oposición; la limitación de la una importa consagrar las amplitudes de la otra, lo que
vale decir, que el asilo ha gozado de todos los prestigios que le acordaron los usos internacionales hasta fines del siglo XVIII en que fueron celebrados los primeros tratados
de extradición; el eminente publicista argentino Carlos Calvo, aborda esta materia con
el acopio de erudición que lo distingue y comienza preguntándose: ¿la extradición es un
principio general del Derecho de Gentes o constituye tan solo un derecho imperfecto? La
contestación se la dan Grotio, Vattel, Burlamaqui, Rutherforlk, Kent, Story, Gefferson, Lee, Lord Broughan, Hélie y todos los publicistas que defienden la extradición,
3 Esa era la designación que en aquel entonces se le asignaba a los embajadores.
4 V. Actas y tratados del Congreso Internacional Sudamericano, Montevideo 1890, acta
No. 12, pp.174-226.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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como un principio de universal interés en los Estados y como una consecuencia de la
solidaridad social basada en el imperio salvador de la justicia represiva” .
Para aquellos que amamos al Derecho y tenemos una formación en
materia jurídica es un verdadero deleite leer el informe de la referencia
que, por otra parte, refleja la capacidad oratoria de Saenz Peña y su habilidad dialéctica.
El diplomático
Fueron también muy importantes sus actividades como agente diplomático de la República Argentina.
Ya en el año 1880, se incorporó al gabinete del presidente Julio A.
Roca como subsecretario en el ministerio de Relaciones Exteriores y Culto cuyo titular era el doctor Bernardo de Irigoyen, permaneciendo en ese
cargo durante dos años.
En octubre de 1889, luego de su brillante participación en el Congreso Sudamericano de Derecho Internacional de Montevideo, es designado,
nuevamente junto a Manuel Quintana, representante de la Argentina en el
Congreso Panamericano de Washington.
En esa oportunidad alcanzó, su participación, una particular relevancia.
Sostuvo el principio de no intervención de las potencias extranjeras
en los asuntos internos de los Estados americanos y se opuso al proyecto
presentado por Estados Unidos de creación de una Unión aduanera con
una moneda única para toda América.
Pero, en especial, es relevante su enconada oposición a la doctrina Monroe que postulaba el criterio de “América para los americanos”, sosteniendo una posición más amplia y liberal de “América para la humanidad”.
Al asumir la Presidencia de su país, el doctor José Figueroa Alcorta,
en su condición de vicepresidente y ante la muerte del presidente Manuel
Quintana, Saenz Peña es designado representante de la Argentina a las
bodas reales de Alfonso XIII y estando en Madrid recibe la designación
como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante España,
Portugal, Suiza e Italia.
Precisamente, encontrándose en este último país, recibe la designación
de representante de Argentina, juntamente con Luis María Drago, a la
Segunda Conferencia Internacional de la Paz que se iba a celebrar en La
Haya, donde toma contacto con otra personalidad progresista y brillante
de nuestra América, el uruguayo José Batlle y Ordoñez, con el que seguramente intercambiaron opiniones y comentarios sumamente fructíferos.
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Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
El 5 de enero de 1910, suscribe en Montevideo, el denominado Protocolo Ramírez- Saenz Peña, poniendo en evidencia los excelentes vínculos
fraternos que sentía hacia el pueblo uruguayo y que se habían reflejado en
la manifestación que efectuó en el sentido de que “argentinos y orientales son
una misma familia asentada sobre dos soberanías”.
Este protocolo tuvo una particular trascendencia porque puso fin a una
serie de incidentes por cuestiones limítrofes que desde el año 1907 habían
enturbiado las relaciones entre los pueblos del Plata.
En efecto, ambos países vivían situaciones de tremenda tensión frente
a actitudes intransigentes de algunos hombres del gobierno argentino, dirigidos por el canciller Estanislao Zeballos, defensor de la disparatada tesis
de la “costa seca” que, gráficamente, hubiera significado que cuando un
bañista dejaba de hacer pie bañándose en una playa cualquiera de la costa
uruguaya del Río de la Plata quedaba bajo jurisdicción argentina y, en virtud de diversos incidentes acontecidos, en particular los relativos al vapor
“Constitución” que tuvieron lugar el 4 de agosto de 1907 y las maniobras
de la escuadra argentina frente a las costas de Montevideo realizadas el 15
de abril de 19085.
Para resolver las diferencias planteadas se había llegado a un principio
de acuerdo, en el segundo semestre del año 1909, entre el canciller argentino Victorino de la Plaza y el ministro plenipotenciario del Uruguay
acreditado en la Argentina, el doctor Gonzalo Ramírez, pero el mismo no
fue aprobado en definitiva.
Roque Saenz Peña, en momentos en que había sido designado ministro
plenipotenciario en Roma y acababa de obtener la venia correspondiente
del Senado, solicitó que se le permitiera participar en las negociaciones que
habían iniciado de la Plaza y Ramírez.
Dice al respecto Gilberto Prat de María:” Cuando comenzaron los primeros “pourparlers” para llegar a una solución de aquel conflicto en el
Plata, estaba a punto de partir Roque Sáenz Peña para Europa. Entonces
él se dirigió al Gobierno Argentino, para solicitar la alternativa de ser él
quien interviniera en esa negociación, por su vinculación especial con el
Uruguay en los años que había sido ministro y –eso no lo decía Sáenz Peña
pero lo tuvo en cuenta, seguramente, el Gobierno Argentino – por su versación especial en todos los problemas diplomáticos. El Gobierno Argentino accedió a esa solicitud de Sáenz Peña y lo designó representante en la
5 V. González Lapeyre, Edison, Los límites de la República Oriental del Uruguay, 2ª. ed.
Montevideo 1992, pp.40-42
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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negociación del Protocolo que se llama Ramírez-Sáenz Peña y que puso
fin en ese momento de 1910 a aquel enojosísimo problema del Plata”6.
El Protocolo se firmó en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, con la presencia del canciller del Uruguay, Antonio Baccini y, en ese
acuerdo, además de reiterarse “los antiguos vínculos de amistad, fortalecidos por el común origen de ambas naciones”, se reconoció un condominio de las aguas del Río de la Plata que postergó la dilucidación definitiva
del problema hasta la firma del Tratado del Río de la Plata y su Frente
Marítimo, el 19 de noviembre de 1973.
El ingeniero José Serrato manifestó al respecto:”tuvo la virtud enorme y muy apreciada virtud, de alejar del campo candente y agitado de la
calle, explotado por los irresponsables, el problema de la jurisdicción de
las aguas platenses, aplazando su solución para mejor oportunidad. Este
protocolo serenó los espíritus argentino-uruguayos”7.
Lo cierto es que Saenz Peña, con la firma de este acuerdo, puso, una
vez más, en evidencia sus condiciones de eximio negociador y diplomático
y el afecto que sentía por nuestro país.
El clima tenso y crispado que había imperado en el Uruguay desde
hacía un par de años por lo que se consideraban atropellos argentinos a
nuestra soberanía, que incluso llevaron a manifestaciones en contra del
país hermano y pedradas contra la sede de su legación en Montevideo
cambió radicalmente, a tal punto que la gestión de Saenz Peña y el acuerdo
logrado despertaron el entusiasmo y la alegría en la población de nuestro
país y en sus autoridades.
El presidente Williman lo agasajó con un banquete donde se pronunciaron discursos laudatorios tanto para Saenz Peña como para la Nación
Argentina pero, además, fue agasajado por el Club Uruguay y por el ministro del Brasil con sendas recepciones. Incluso los empresarios uruguayos
organizaron una reunión con gran asistencia popular en honor de la República Argentina y de su ilustre representante.
El héroe romántico
Uno de los períodos más románticos, heroicos y trágicos de la vida de
Saenz Peña, lo vivió durante la guerra del Pacífico.
6 Prat de María, Gilberto, en Curso de Información Especializada, Ministerio de Relaciones Exteriores, Montevideo, 1955, ps. 92-93
7 Serrato José, Jurisdicción sobre el Río de la Plata, en Curso de Información
Especializada, Montevideo, 1955, p.16.
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En 1879, cuando Saenz Peña tenía 28 años, se desencadena una muy
sangrienta guerra que enfrenta a las fuerzas armadas de Chile, contra Perú
y Bolivia.
Las autoridades del país trasandino primero, bloquearon el litoral boliviano y luego declararon la guerra a este país y a Perú iniciando las hostilidades.
Si bien la actitud belicista de Chile generó honda preocupación en Argentina con la que mantenía diferencias y situaciones conflictivas en materia de límites y provocó una amplia y fuerte reacción de la opinión pública
a favor de Perú y Bolivia, las autoridades de Buenos Aires resolvieron
mantenerse neutrales ante esta confrontación bélica.
En ese escenario, Saenz Peña, el 30 de junio de 1879, presenta renuncia
indeclinable a su cargo de diputado y se alista en el ejército peruano donde
va a cumplir una descollante gestión.
Para unirse al ejército incaico se traslada con algunos amigos, entre los
que se encontraba Miguel Cané y familiares a Montevideo, que lo despidieron, no sin antes intentar disuadirlo de su decisión, cuando abordó el
vapor “Potosí”que iba con destino al Callao8.
Al pasar por el puerto de Arica, Saenz Peña es informado que el presidente peruano, general Mariano Ignacio Prado se encontraba en dicha localidad y atento a ello desembarca para presentarse y ofrecer sus servicios
al ejército de ese país.
Habiéndosele ofrecido un cargo y jerarquía muy honroso en el ejército
de reserva, lo que le hubiera evitado entrar directamente al combate, Saenz
Peña rechaza el ofrecimiento manifestando que no había viajado al Perú y
alistado en su ejército para eludir los peligros de las batallas, que quería un
puesto de mayor riesgo personal.
Mientras tanto se traslada a Lima, donde participa de un banquete ofrecido el 30 de Julio por el ministro plenipotenciario de Colombia al Cuerpo
Diplomático y a los representantes de los países que habían concurrido al
Congreso Americano de Juristas que se desarrollaba en esos momentos en
la capital peruana.
En esas circunstancias, hizo uso de la palabra para explicar, con extraordinario donaire y excelente oratoria, las razones que lo habían inducido a unirse a la causa del Perú y de Bolivia en el conflicto armado que
se había iniciado pocos meses antes. A ese discurso nos referiremos más
adelante tratando de desentrañar si no existieron otras razones de carácter
sentimental que lo determinaron a participar de esa guerra.
8 Barreda Laos, op.cit. p.46
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
101
Unos días después, el gobierno peruano accede al planteo de Saenz
Peña de participar directamente en el frente de batalla y se le destina al
ejército del Sur, con el grado de teniente coronel, debiendo desempeñar el
mando en Arica a donde partió desde Lima el 16 de agosto de 1879.
Allí participa en múltiples enfrentamientos donde pone en riesgo su vida e incluso cumple un rol protagónico en el combate de Tarapacá donde
el ejército aliado derrota a las fuerzas chilenas.
Pero el fin se aproxima con el triunfo chileno no sin una valiente defensa por parte de los peruanos y bolivianos. Precisamente, el episodio final
se desarrolla en la batalla del Morro, los día 6 y 7 de junio de 1888, donde
Saenz Peña comanda el batallón Iquique.
Barreda Laos, al referirse a esta batalla y a nuestro héroe, manifiesta:
“El primero en el ejemplo, Saenz Peña, espada en mano, dando voces de aliento a los
valientes que le seguían, es la arrogancia retando a la barbarie enemiga que le acecha y
le hace blanco de sus disparos. Una bala certera le ha atravesado el brazo derecho; la
abundante hemorragia que mana de la herida estimula su coraje hasta la temeridad;
sin apearse del caballo, se venda como puede, y sigue conduciendo a los suyos llevándolos
al combate” 9.
Habiendo cesado el fuego, por parte de los defensores, los soldados
chilenos siguieron disparando sus fusiles ultimando a todo aquel enemigo
que veían con vida, entre los que se encontraba el coronel Bolognesi y
otros altos oficiales aliados los que sin clemencia de ningún tipo fueron
rápidamente ejecutados.
El destino quiso que Saenz Peña no fuera víctima de esos verdaderos
fusilamientos y que, cuando un soldado enemigo intentó ejecutarlo, fuera
salvado por un oficial inglés al servicio del ejército chileno, el comandante
Robert Souper Howard, que reconoció a Saenz Peña y le salvó la vida en
reconocimiento del coraje y la valentía que el mismo había puesto en evidencia y por tratarse de un ciudadano argentino10.
En esas circunstancias, Saenz Peña es tomado prisionero y con la asistencia de varios oficiales chilenos es conducido a un hospital en Arica
donde está convaleciente de sus heridas por un lapso de tres semanas.
Con la intervención de Miguel Cané y de otros amigos que se encontraban en Chile obtiene un tratamiento especial siendo embarcado en el
vapor Itaca hasta el puerto de Valparaíso.
Tres meses después, es liberado y se traslada, en el vapor Cordillera, hacia Montevideo donde desembarca el 28 de septiembre de 1880, partiendo
9 Barreda Laos, op.cit. p. 71.
10 Souper Howard, poco tiempo después, perdería la vida en el combate de Chorrillos,
alcanzado por una bala de ametralladora.
102
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
el 29 y llegando a Buenos Aires el día 30 de ese mes donde es recibido
apoteósicamente.
El ministro plenipotenciario del Perú, acreditado en Buenos Aires, al
recibirlo, juntamente con cientos de amigos, familiares y admiradores, exclamó “Viva la República Argentina. Viva el héroe de Arica”.
Las razones de su alistamiento en la guerra
del Pacífico
La historia recoge dos versiones diferentes sobre las razones que determinaron el alistamiento de Saenz Peña en el ejército peruano-boliviano
durante la Guerra del Pacífico.
Por un lado la que el mismo sostuvo y fue recogida por diversos historiadores y por el otro, la, en principio, oculta y develada más recientemente.
En el discurso que pronunció el 30 de julio de 1879 en el banquete ofrecido por el ministro de Colombia, acreditado en Lima, al Cuerpo
Diplomático y a los jurisconsultos que estaban reunidos en el Congreso
Americano de Juristas, manifestó: “la causa de Perú y Bolivia es, en estos momentos, la causa de la América; y la causa de la América es la causa de mi patria y de
sus hijos. Yo no he venido envuelto en la capa del aventurero preguntando donde hay un
ejército para brindar mi espada; no excita mi alma la sed de sangre y anarquía. No: yo
he dejado mi patria para batirme a la sombra de la bandera peruana cediendo a ideas
más altas, a convicciones profundas de mi espíritu; cediendo no tampoco a imposiciones
inmediatas de los deberes patrios, sino a las inspiraciones espontáneas del sentimiento
americano”.
Recogiendo estas palabras, la mayoría de los biógrafos de Saenz Peña
le adjudican como causa de su decisión “su espíritu romántico de luchar
por causas justas”11.
Por el otro lado, Lucía Gálvez atribuye esa determinación a la tremenda angustia y desesperación que le provocó enterarse por intermedio de
su padre que la mujer que amaba era su media hermana. Ello lo habría llevado a procurar una muerte heroica. Esta brillante historiadora argentina
que, a sus profundos conocimientos de historia, aúna la virtud de disponer
de una pluma literaria realmente excepcional, expresa, bajo el título de “El
amor imposible de Roque Sáenz Peña” lo siguiente: “Las balas zumbaban
cada vez más cerca, a su lado caían sus compañeros, en medio de gritos, humo, tierra y
sangre. El sol quebraba las aguas del Pacífico y destacaba la silueta oscura del Morro
11 Pigna Felipe, en Biografías, portal “El Historiador”.15.0.2007. Barreda Laos, op.cit.
p.44.
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103
sobre el cielo azul. No tenía miedo, no le importaba morir. Por el contrario buscaba la
muerte, pero no una muerte cualquiera: quería una muerte heroica, algo que compensara la angustia y el dolor que lo impulsaron a buscar ese destino” 12. En lo personal
nos inclinamos a aceptar esta versión, a la que nos hizo referencia hace
un cuarto de siglo nuestro entrañable amigo, ya desaparecido, el ilustre
diplomático y jurista argentino, el embajador Ernesto de la Guardia. Nos
es muy difícil aceptar que aquel joven renunciara a su carrera política, al
cargo de diputado e, incluso, a su propia ciudadanía que, acorde con la
legislación argentina vigente en aquélla época, se perdía de revistar en un
ejército extranjero13, sólo por las razones que él mismo manifestó.
Por otra parte, el discurso que espontáneamente realizó en ocasión del
banquete ofrecido por el ministro plenipotenciario y enviado especial de
Colombia en Lima, en cierto modo, da la pauta de la existencia de otras
razones diferentes a las que él expuso en esa oportunidad.
.¿Por qué debió insistir tanto en explicar su conducta si no fuera porque en el fondo de su corazón existían otras razones más profundas? Por
qué exigió que se le diera un puesto en el frente de combate donde iba a
arriesgar seriamente su vida?
En nuestra opinión, compartiendo el criterio de Lucía Gálvez, damos
respuesta a estas interrogantes, manifestando, en primer lugar, que intentó
convencer a aquellos que dudaban de las razones que lo habían determinado a alistarse en esa sangrienta guerra y, en segundo lugar, porque tenía
razones que, de ningún modo, podía develar.
Pensamos, pues que aquella terrible pena generada por las declaraciones de su padre respecto a la mujer amada, lo llevaron a procurar una
muerte heroica que afortunadamente no se concretó, y de ese modo la República Argentina pudo beneficiarse de ese espíritu noble, de ese intelecto
brillante y de esa personalidad excepcional en los años que siguieron a su
retorno a la Patria.
Incluso el hecho de que contrajera matrimonio ya maduro, es decir,
muchos años después de su gran desilusión, es indicativo de que, si bien
las heridas recibidas en la batalla del Morro cicatrizaron con rapidez, no
sucedió lo mismo con las que sufrió en sus sentimientos más íntimos siendo un hombre muy joven.
En cuanto a su vida familiar es destacable el hecho de que Saenz Peña se casó con una hermosa mujer, Rosa González, cuyo padre, Lucas
González, fue ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la República
12 Gálvez Lucía, Historias de amor en la historia argentina. Ed. Punto de Lectura, reimpreso en Colonia Suiza, Uruguay, feb. 2008, pp.250-251.
13 Poco tiempo después de su retorno el Congreso argentino, por la unanimidad de sus
miembros, le restituyó la ciudadanía perdida.
104
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Argentina y de ese matrimonio tuvieron una hija Rosita que se casó con
Carlos Saavedra Lamas que también fue canciller argentino y que fue laureado con el Premio Nobel de la Paz.
A cien años del Protocolo Ramírez- Sáenz Peña, el pueblo uruguayo
debe rendirle honores y homenajes a la memoria de ambos ilustres patricios que supieron ser eximios jurisconsultos, diplomáticos, hombres de
Estado y, sobre todo, excelentes rioplatenses que, con amplitud de miras y
espíritu fraterno, supieron dirimir, por la vía del acuerdo y la conciliación
de puntos de vista diferentes, el conflicto que, en ese momento, afectaba a
esa misma familia “asentada sobre dos soberanías”.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
105
LA AEROSTACIÓN EN EL URUGUAY DURANTE EL
SIGLO XIX
Las ascensiones de Mr. Casimir Baraille en Buenos Aires y
Montevideo:
años 1868, 1869, 1870 y 1873.
Juan Maruri
El 19 de agosto de 1868 arribó a Montevideo desde Buenos Aires, el aeronauta francés Mr. Casimir Baraille, en el vapor de la carrera de
bandera de los Estados Unidos “James T. Brady”, buque que competía
con otros en esta ruta. Su objeto era realizar en nuestra capital ascensiones
aerostáticas, como las tres que había efectuado en aquella ciudad meses
atrás.
Las referidas ascensiones serían las primeras demostraciones aeronáuticas que se harían en nuestro país, de acuerdo a los rastreos e investigaciones que hemos llevado a cabo en el correr de mas de quince años; teniendo
en cuenta la posibilidad de que en 1855, el aeronauta también francés Paul
Lartet, lo hubiera intentado en Montevideo antes de dirigirse a Buenos Aires, donde en octubre y noviembre de 1955, con su “montgolfiera” (globo
de aire caliente) fracasó en tres intentos de hacerse a los aires, según datos
extraídos de un trabajo de indagación de nuestro extinto amigo argentino
Oscar Luis Rodríguez.
La citada afirmación que hemos hecho está basada en las pesquisas
anteriores hechas años atrás por el también extinto amigo, historiador aeronáutico y documentalista Carlos L. Bernasconi, quién descubrió en la
“Antología Epigramática” de Francisco Acuña de Figueroa la breve composición poética “El que alzó mas alto el nombre de la Patria”, que figura
en la página Nº.235, del tomo primero, con el Nº.560, en la cual en sus
versos el poeta se refiere al globo “Patria Oriental”, que hizo “un francés
maquinista”. Da para pensar que quizá Lartet fuera el tal “francés maquinista”, lo que promovió a Luis A. Musso que en 1969 publicara un artículo
sobre el tema en el diario “Acción” de Montevideo. Por todo lo cual insertamos estos antecedentes como referencia histórica, sin haber encontrado
nada que los verifique.
106
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
560
El que alzó más alto el nombre de la patria
El globo “Patria Oriental”
Que hizo el francés maquinista,
Subió a perderse de vista
Entre aplauso general.
Con razón ora un papel
Dice, hablando de tal hombre,
Que de nuestra patria el nombre
Nadie alzó más alto que él.
F. A. de Figueroa
Baraille en Buenos Aires, abril y mayo de 1868
Estas ascensiones que hizo con éxito en Buenos Aires, aunque aparentemente con poco suceso económico, fueron realizadas con dos globos de
gas diferentes: “Le Zéphyr” y el “Estrella del Sud”. El primero lo había
traído de Europa. Con él había hecho demostraciones en París, Burdeos
y Lyon; era de seda, de ocho metros de diámetro y podía contener 250
metros cúbicos de gas.
Diario La República de Buenos Aires
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
107
La primera tuvo lugar el 5 de abril de 1868, soltando amarras a las 16
y 30 horas de la Plaza del Parque esquina Tucumán (hoy Gral. Lavalle)
mientras la “Banda de Garibaldinos” ejecutaba lo mejor de su repertorio,
ascendió llevando en sus manos las banderas argentina y francesa y descendió en Punta Chica, al sur de Barracas. Luego de salir de la barquilla, el
globo se le escapó de las palmas, (pues todavía contenía un poco de gas,
a pesar de haber accionado el desgarre), yendo a perderse en el Río de la
Plata.
Por medio de una colecta popular y con la ayuda de la Municipalidad, hizo construir el “Estrella del Sud”, similar al “Le Zéphyr”, pero mas
grande pudiendo admitir hasta 495 metros cúbicos (17.500 pies cúbicos)
de gas de alumbrado y de unos treinta metros de altura; se construyó en
un tiempo record para una plaza como Buenos Aires, sin experiencia en
hacer este tipo de trabajos, como poder fabricar un ingenio aéreo, es muy
factible que ya lo trajera de Europa o por lo menos las partes importantes
para su construcción, ejemplo: la válvula de control, la red, la válvula de
desgarre, etc. El hecho fue que este nuevo globo pintado con los colores
nacionales (azul y blanco) quedó en condiciones para que el sábado 23 de
mayo de 1868, Baraille cumpliera su segunda “suelta” y primera con dicho
esférico, ahora desde la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo), también
en la tarde, yendo a descender a unas tres millas fuera del canal en el Río de
la Plata, donde fue rescatado en buenas condiciones, al igual que su globo
por embarcaciones que lo seguían, dado que al otro día, domingo 24 de
mayo pudo efectuar la última ascensión de ese año en Buenos Aires. Esta
vez llevó a un acompañante en la barquilla, se trataba del dueño del “Café
del Tiro”; soltaron amarras en la tarde, dando algunos canastazos con la
barquilla contra unas paredes próximas a la suelta, yendo a descender en
un lugar cercano a la Boca del Riachuelo, sin mayores contratiempos mas
que la pérdida del aparato que siguió casi a flor de agua, llevado por el
viento con el poco gas que le quedaba. Fue perseguido por el aeronauta
en una ballenera sin mayor suerte; sin embargo de alguna manera logró
recuperarlo, pues con el “Estrella del Sud” hizo todas las ascensiones en
Montevideo.
108
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Baraille en Montevideo, de agosto a diciembre de 1868:
Primera Ascensión en Montevideo desde la
Plaza de la Constitución, el 25 de agosto de 1868
Inmediatamente de su llegada a nuestra ciudad, Baraille se apersonó
a la Junta Económica Administrativa, cuyo presidente era el Dr. Manuel
Herrera y Obes, a fin de ofrecer sus servicios el próximo 25 de agosto
de 1868, en que se festejaba la fiesta patria, con el objeto de ejecutar el
fantástico espectáculo de una ascensión aerostática en su globo “Estrella
del Sud”. A su vez visitó las redacciones de los diarios que se editaban en
Montevideo, a fin de asegurarse la promoción del evento, con miras de
futuras “sueltas”.
Luego de haber asegurado el contrato para el 25 de agosto, por el cual
la municipalidad le pagaba $500.- pesos por una ascensión en la Plaza de
la Constitución, mandó traer de Buenos Aires los aparejos de su globo
con el propósito de preparar todo y dejarlo pronto. Paralelamente hizo los
arreglos necesarios en la Compañía del Gas, con la finalidad del llenado de
su ingenio del fluido que se usaba para el alumbrado de la ciudad.
Plaza de la Constitución 1867
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
109
El globo llegó el 23 de agosto en el vapor “Río Uruguay”, se revisó y
se dejó en condiciones para el espectáculo.
En el año 1868, en que el presidente de la República era el general
Lorenzo Batlle, quién había asumido sus funciones el 1º de marzo, la crisis
económica que ya se avizoraba sus síntomas en 1867, se fue intensificando
por diferentes causas: como el permanente estado de guerra interna; el
mantenimiento de nuestro cuerpo expedicionario en la Guerra de la Triple
Alianza, que se venía desarrollando desde 1865 en el Paraguay; y a las que
había que sumar otras causas. Para colmo de males ese año fue epidémico,
por una nueva invasión del cólera, aunque sus picos ya habían pasado,
pues fueron en los meses de enero y febrero. No obstante las diversiones
públicas se mantenían: los teatros, circos, plaza de toros y carreras de caballos, siempre contaban con asistentes.
Por lo que el anuncio de la ascensión aerostática para el 25 de agosto,
costeada por la Junta Económica Administrativa, prometía atraer muchas
personas, mas de las que habitualmente en ese mismo lugar presenciaban
la ceremonia militar.
El martes 25 de agosto fue un día propicio para la demostración, con
poco viento y cielo claro. Como estaba previsto primero se efectuó el
solemne Te Deum en la iglesia matriz, pasando mas tarde las autoridades
nacionales, encabezadas por el presidente de la República general Batlle,
al edificio del Cabildo, del otro lado de la Plaza de la Constitución, donde
desde sus balcones presenciaron la parada militar de los cuerpos de la
guarnición de Montevideo, con sus bandas de músicos.
Un gran gentío poblaba la plaza y las calles adyacentes, cuyo número
según el diario “La Tribunita” era mayor a 5.000 personas y conforme al
diario “La Tribuna” de 8.000 a 10.000 almas. Antes de la hora prevista
quedó henchido el “Estrella del Sud” con el gas de alumbrado.
A las 14 y 30 se puso en movimiento el globo, sostenido por veinte
hombres de un grueso cable (el “guide-rope” o cabo regulador, cuerda
gruesa de buena longitud que se usaba para navegar a baja altura, sobre
todo de noche y también para el momento del aterrizaje) con Baraille en la
barquilla, donde flameaban las banderas uruguaya y francesa. El esférico
fue llevado hacia donde se encontraba el presidente de la República; terminado el preámbulo y luego de dar una vuelta a toda la plaza, lo colocaron
en el centro y de allí ascendió. Eran mas o menos las tres de la tarde.
Se elevó a regular altura, salvando los edificios que rodeaban la plaza.
Como la brisa era del norte llevó al globo hacia el sur, alcanzando en pocos minutos la costa a la altura del Templo Inglés (frente a donde hoy se
encuentra el actual) internándose unas cuantas cuadras en el río, momento
en que Baraille accionó la válvula y comenzó a perder altura, descendiendo
110
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a unos mil metros de la costa, cuando largó el ancla y esperó asido a su
salvavidas unos diez o quince minutos que llegara el vaporcito “Artigas”,
el cual estaba pronto para esta emergencia, recogiéndole a él y a su balón
sin inconvenientes.
El pintor italiano Eduardo de Martino, famoso marinista de la corte
inglesa (que estuvo activo en el Uruguay por esa época y sobre quién mas
adelante, Manuel Larravide guió sus preferencias y le sirvió de modelo, al
que fue consecuente), se hallaba presente en la plaza e hizo un bosquejo
del aspecto animadísimo que ofrecía el espectáculo de la ascensión para
enviarlo a la gran revista británica “The Illustrated London News”
El éxito de esta demostración hizo que la empresa de circo permanente
“18 de Julio”, que se encontraba ubicado en la calle del 18 de Julio Nº394,
frente al Cementerio Británico (sitio que hoy ocupa el Palacio Municipal), convino arreglos para que el aeronauta efectuara una ascensión el
domingo 30 de agosto, como final de la función de ese día de la Compañía
Ecuestre que estaba actuando en dicho escenario, el cual era en realidad
una especie de teatro abierto y permanente con capacidad de mil “lunetas”, hoy llamadas butacas, cuarenta palcos, gradas, etc., que le daban una
capacidad total de tres mil lugares, donde hacían sus representaciones las
diferentes compañías del tipo circense que pasaban por Montevideo.
Segunda Ascensión desde el circo “18 de Julio”
30 de agosto de 1868
El 28 de agosto comenzó en la prensa de Montevideo la publicidad
para la nueva ascensión del “Estrella del Sud” con su intrépido aeronauta,
que tendría lugar el próximo domingo 30 de agosto. En los diarios de la
mañana de ese domingo se anunciaba una variante: llevaría a su esposa,
quién se arrojaría al vacío con un paracaídas. Como había una gran expectativa por esta nueva e insólita “suelta” y el día era bastante adecuado, con
poco viento y no mucha nubosidad (calculamos unos cinco octavos de
estrato cúmulos y cúmulos de buen tiempo), las calles contiguas al circo
estaban colmadas de curiosos ávidos de ver el esférico con sus ocupantes
alzarse hacia las nubes. Sin embargo dentro del local había poca gente,
dado que no tuvo éxito la venta de entradas, por el hecho de que el espectáculo era factible verlo desde afuera; lo cual conspiró contra los intereses
del aeronauta y la empresa.
Baraille como era lógico de suponer tenía muchos gastos para el funcionamiento de su aeróstato, ¿vaya a saber cuanto costaba el metro cúbico
de gas? y el “Estrella del Sud” llevaba unos 495 m³; hoy llenar el globo
costaría unos 280 dólares, de acuerdo a lo que cobra la Compañía del Gas
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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de Montevideo, continuadora de aquella que habían fundado en julio de
1853 los señores: Demetrio Ísola, Juan Miguel Martínez y Javier Álvarez
y, que en ese año de 1868, recibió un fuerte impulso económico, mediante
la organización de una nueva compañía en la que intervino el Barón de
Mauá.
A pesar del poco éxito económico de ese día y quizá pensando en las
próximas ascensiones que iba a realizar, a las 3 horas de la tarde soltó las
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amarras del globo que partió raudo hacia las nubes, pendiendo desde la
barquilla la pretendida “esposa” del aeronauta que no era mas que una
colosal muñeca vestida de miriñaque y accesorios.
El globo pasó a regular altura, llevado por una brisa del sur sobre los
antiguos corrales del abasto en la Aguada, momentos en que Baraille aprovechó para soltar a su “esposa”, convertida en una gran muñeca de trapo,
que cayó pendiendo de un paracaídas en la playa de la Aguada, donde
unos muchachones se encargaron de destrozarla, volviendo en triunfo a la
ciudad con sus restos; mientras otros curiosos que lo perseguían en coche,
a caballo y a pié, llegaron tarde para salvarla de la consabida maldad de los
grupos de jóvenes perversos comunes a todas las épocas. El hecho es que
esta fue la primera vez que en nuestro país se usó el paracaídas y no como
creímos hasta no hace mucho que había sido en diciembre de 1915, con
el descenso desde el globo “Quo Vadis” del paracaidista ítalo-argentino
Marco Turco Greco, en las cercanías del Parque Urbano (hoy Rodó).
El “Estrella del Sud”, al quedar liberado del peso de la muñeca y el paracaídas, ascendió vertiginosamente, introduciéndose en las nubes y desapareciendo de la vista, con gran alarma de todos los que seguían su ruta,
desde calles puertas y azoteas.
Según contó Baraille a la prensa, al atravesar la capa de nubes el gas se
dilató por el calor del sol, ascendiendo mas aún, por lo que tuvo que abrir
la válvula con el fin de dejar escapar el gas y así comenzar el descenso. Observando la capa de nubes a sus pies, que ahora era mas compacta, notó un
fenómeno que le pareció extraño, un arco iris totalmente cerrado y de no
muy grandes proporciones, con la sombra del globo en el medio.
Este fenómeno que es muy común para el que vuela, lo observó por
primera vez el sabio español Antonio de Ulloa sobre la cumbre del Pambamarca en Ecuador, en una de sus expediciones a fines del siglo XVIII, por
lo que se le conoce como “círculo de Ulloa”. A su vez el primer tripulante
de un globo que lo observó y lo detalló por escrito, fue Camille Flammarion, célebre astrónomo francés, quién acompañó al famoso aeronauta Mr.
Eugéne Godard en una serie de viajes aéreos en 1867 y 68 notando este
fenómeno el día 15 de abril de 1868, es decir cuatro meses y medio antes
de Baraille.
El aeróstato siguió su marcha conservando mas o menos rumbo norte,
hasta que Baraille decidió aterrizar antes que se alejara mucho de la ciudad.
El descenso tuvo lugar a las cuatro de la tarde en las proximidades de Toledo, cerca del “corral de piedras”, en la quinta del señor Livi, luego que
el ancla y las cuerdas que largó fueron tomadas firmemente por ayudantes
ocasionales que lo seguían. El aeronauta fue conducido por los propie-
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
113
tarios de la chacra en un coche hasta la capital, remitiéndole mas tarde el
balón que estaba en perfectas condiciones.
Los comentarios de esta ascensión en la prensa fueron muy elogiosos,
por lo que el francés se animó a anunciar otra para el próximo domingo 6
de setiembre, partiendo desde la Plaza Independencia. Solicitó por medio
de los diarios la ayuda de toda la población, a fin de solventar los cuantiosos gastos que le exigía realizar el citado acontecimiento, por modesta
que esta fuera, aceptando donaciones mínimas de cuatro centésimos, las
que se recibieron en la imprenta del diario “La Tribuna” y en la Sala de
Comercio.
La suscripción popular no tuvo éxito en esa primera semana, por lo
que hubo que postergar la tercera ascensión dos semanas mas, hasta el
domingo 20 de setiembre, en que casi se logró recaudar los fondos suficientes, para henchir el globo con el gas de alumbrado necesario.
Tercera ascensión desde la Plaza Independencia
20 de setiembre de 1868
En aquél domingo 20 de setiembre, casi de primavera, el viento de
superficie reinante era fuerte del este noreste, lo que por un lado pareció
favorecer los planes de Baraille, por lo menos los propósitos que él había
publicitado en los diarios de Montevideo, en los cuales anunció el proyecto de que si el viento era propicio trataría de llegar hasta Buenos Aires, baladronada para incitar al público a presenciar el despegue del globo, (claro
sin saber que los vientos que normalmente predominan en altura son del
noroeste y mas arriba del oeste, dirección contraria de donde se encuentra
la capital argentina). El hecho fue que la Plaza Independencia, se colmó
de público, ansioso de ver nuevamente la notable visión del aeróstato remontándose en los aires, sin nada que impidiera observar todos los preparativos y su abastecimiento con el gas de alumbrado. En esos años la
citada plaza no tenía las proporciones de hoy en día; recién el 24 de agosto
de 1877, durante el gobierno del coronel Lorenzo Latorre, se le anexó el
predio de la antigua ciudadela, con el Mercado Viejo, que ocupaba parte de
la plaza, quedando desde entonces con el área que luce en la actualidad.
Con el motivo de la “suelta” del globo, la ciudad se mantuvo con una
constante animación y bullicio durante todo el día. Gracias a una colecta
de último momento al público que se hizo presente, que según los cálculos
de “La Tribunita” era de mas de cuatro mil personas, Baraille pudo finalizar de solventar los gastos de la ascensión, que como se verá mas adelante
llegaba a la suma de 200 pesos.
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Revista Militar de 1865
Las tropas que marchan hacia el Paraguay ante el Gral. Venancio Flores, pasan frente al
“Hotel MALAKOFF”.
Óleo de Pietro Valenzani
A las dos de la tarde, con todo pronto y el “Estrella del Sud” henchido
del gas necesario, se soltaron amarras al grito del francés de ¡¡larguen todo!! El balón quizá con mucho lastre para los 495m³ y el gas no tan puro
como las otras veces (lo que le quitaba poder ascensional), fue arrastrado
por el fuerte viento, subiendo en forma oblicua y no vertical, sin poder
salvar las paredes del Hotel Malacoff (Plaza Independencia 110), que se
interponía en su ruta, entrando en colisión con ese edificio, produciéndole
averías en la tela del globo (aparentemente una rasgadura de un metro),
con la consabida pérdida de gas; Baraille reaccionando rápidamente, se
desprendió de lastre a fin de salvar los obstáculos que fueron apareciendo
con las construcciones mas altas de la hoy “ciudad vieja”, logrando dar
un gran salto elíptico sobre la pequeña urbe, mientras desde la barquilla
tremolaban las banderas nacional y francesa.
Según el diario “El Siglo” del 21 de setiembre de 1868, Baraille manifestó que el “Estrella del Sud” alcanzó los mil doscientos metros de altura,
de acuerdo a la alteración barométrica que observó. Es difícil que haya
llegado a ese nivel en el poco trecho de su desplazamiento, pues bajó en
la bahía de Montevideo, con el consiguiente descenso también oblicuo, en
realidad recorrió quince cuadras sobre el eje de la actual calle Sarandi. Su
llegada a tierra (o mejor dicho al agua), fue sin que tuviera necesidad de
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
115
usar la válvula para dejar escapar gas, lo que nos dice del gran daño que
le produjo en la envoltura del esférico el accidente de la salida y colisión
contra el Hotel Malacoff.
El lugar exacto de su “acuatizaje” fue al costado de la fragata del Imperio del Brasil “Niteroi” que en realidad era una corbeta de tres mástiles,
buque insignia del almirante barón de Tamandaré, la cual estaba fondeada
frente al cuartel de Dragones (entre las calles Guaraní, Buenos Aires, Patagones, hoy Lindolfo Cuestas, y Sarandi), que en ese año alojaba al Batallón
Constitucional y donde en 1890 se construyó un cuartel para el Batallón 3º
de Cazadores, mas tarde sede de la Escuela Naval y luego de la Escuela de
Enfermería Dr. José Scoseria (ex Carlos Nery). Primero fue auxiliado por
dos falúas enviadas prestamente por su propietario el señor Conceiçao y,
a los pocos minutos por el vaporcito “Artigas”, que estaba pronto para la
emergencia y lo recogió.
En el mes de setiembre, antes de esta tercera ascensión, Baraille se puso
en contacto con la empresa de la Plaza de Toros que funcionaba en la villa
de la Unión de Montevideo desde 1855, a fin de efectuar un espectáculo
en conjunto, aprovechando una corrida. La primera intención que se tuvo
fue dejar el “Estrella del Sud” cautivo y hacer varias ascensiones con pasajeros, como se estilaba en Europa (ejemplo: el balón cautivo del Trocadero
en París), hasta una altura de cien metros, llamándose por la prensa a los
interesados que se animaran a subir en el aeróstato; dando la dirección de
Baraille para que los intrépidos aficionados se dirigieran directamente a él,
en el Club Extranjero, calle Cerrito Nº215.
Parece que no hubo interesados, porque finalmente se hizo una ascensión en la Plaza de Toros, pero a globo libre, como se verá enseguida.
A los pocos días comenzó la propaganda para la cuarta ascensión, que
tendría lugar en la referida Plaza de Toros, el domingo 4 de octubre, con
la variante que el aeronauta subiría montado en un caballo, luego que se
lidiara el cuarto toro de los cinco de esa tarde. Esto de subir en un caballo aunque parezca disparatado tuvo antecedentes: en 1798 el aeronauta
francés Testu-Brissy inició este cruel deporte, siguiéndole un 14 de julio
de 1850 Mr. Poitevin desde el hipódromo de París, montado en su pony
“Blanche”; aquí como se verá no se llegó a tanto.
La corrida y la ascensión aerostática fueron suspendidas por mal tiempo para el próximo domingo 11, continuándose con la publicidad durante
esa semana.
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Cuarta ascensión en la Plaza de Toros de la
Unión
11 de octubre de 1868
La Plaza de Toros de la villa de la Unión estaba situada en el espacio
delimitado por las calles actuales: Purificación, Odense, Trípoli y Dr. José
Irureta Goyena. A cinco cuadras de la Avda. 8 de Octubre hacia el norte,
en las proximidades de Larravide y Avellaneda.
Para llegar a esta villa, se usaba el camino a la Unión, sobre el eje de la
que es hoy Avda. 18 de Julio y Avda. 8 de Octubre (que se llamaba: camino
o calle Real). Este camino se había empezado a pavimentar el 1º de noviembre de 1866, acercando así esta población a la ciudad de Montevideo,
sobre todo a partir del 25 de mayo de ese mismo año de 1868, que se inauguró el tranvía a tracción a sangre a la Unión (primer vía férrea que tuvo
el país), que según la grafía de la época se la denominaba “trenway” a la
Unión y también ferrocarril a la Unión (que en realidad comenzó a funcionar el 1º de junio de 1868) con “wagones” de 1º y 2º (abiertos y cerrados)
a veinte centésimos y a diez centésimos, respectivamente, el pasaje entre
la Plaza Independencia y la Plaza de Frutos de Maroñas y viceversa. Este
transporte colectivo servía a la Plaza de Toros y, en los días de corridas era
reforzado a diez o doce “wagones” en la tarde.
El domingo 11 de octubre amaneció un día perfecto, prácticamente sin
viento, con cielo claro y agradable temperatura primaveral, continuando
de la misma forma todo el día, lo que propició el espectáculo que se desarrolló en la tarde.
Plaza de Toros de la Unión, circa 1870.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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El programa de esta corrida extraordinaria, incluía la lidia de cinco
toros “de muerte”, traídos de las sierras de Minas; además se había contratado como “primera espada” al matador José Paquique y buenos “banderilleros” que vinieron desde Perú. La ascensión tendría lugar entre el cuarto
y el quinto toro.
Las instalaciones de la Plaza se colmaron de público ansioso de gozar
del espectáculo taurino y de la “suelta” del “Estrella del Sud”; los diarios
calcularon de seis mil a diez mil espectadores.
A las dos de la tarde comenzó la lidia de los toros, según estaba programado. Hubo un accidente cuando se toreaba al tercero, pues el banderillero Ramó, uno de los que vinieron del Perú, fue cogido en una pierna por
el bravo animal, caldeando los ánimos del público. Pasó el cuarto y le llegó
el turno a Baraille y su globo.
El balón seguramente fue henchido al final de la prolongación de la
línea del gas, que en ese año llegó a la Unión. Al igual que lo que se hizo en
Buenos Aires en su primera ascensión, el cual luego de haberlo llenado fue
llevado por voluntarios desde la Compañía del Gas, en Retiro, hasta la Plaza de la Victoria (hoy de Mayo), es decir unas cuantas cuadras de distancia;
con certeza de esa manera se procedió aquel domingo, transportándolo
desde el Camino Real (8 de Octubre) hasta la Plaza de Toros.
Se instaló el globo en el medio del ruedo y hacia allí convergió un
grupo de personas que llevaban lo que aparentaba ser un caballo (que en
realidad era de madera y paja) al cual fingían hacerlo brincar, ilusionado a
los espectadores que no lo podían visualizar bien, pues estaba tapado con
una gran manta que lo hacía casi invisible. La ficción fue efectiva en los
primeros momentos y la concurrencia creyó que era un animal de carne
y hueso, hasta que a los pocos minutos no se los pudo engañar mas, dándose cuenta de la superchería, sin que esto molestara a los aficionados.
La barquilla se remplazó por el equino de palo y en él se situó Baraille a
horcajadas, dando la orden de largar todo, sin los adminículos necesarios y
de uso en un globo de gas, sobre todo el lastre, que es junto con la pureza
del gas, lo que le da la autonomía al aeróstato.
El “Estrella del Sud” subió casi en línea recta, pues el tiempo no podía ser mas apropiado para esa operación, con el viento calmo. Se calcula
que llegó a los ochocientos metros de altura, mientras el francés, que era
distinguido a simple vista, montado o parado sobre el “caballo-barquilla”,
saludaba con su gorra a los espectadores.
El globo se desplazó unas cuadras hacia el este, impulsado por una
tenue brisa del oeste y Baraille ante la curiosa y atenta mirada del público,
118
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comenzó el descenso al abrir la válvula de comando del gas, tirando de la
cuerda que lo accionaba.
El aterrizaje se produjo en una de las chacras inmediatas a la Unión,
cuyo propietario era el señor Basáñez. Todo el mundo corrió a aquel sitio
tan cercano, quién a caballo, quién en coche, quién e pié. Todos penetraron en la quinta, con el consiguiente deterioro de los plantíos y la furia del
dueño, quién exigió las reparaciones del caso a Baraille. Este contestó con
razón que nada le tocaba abonar y que en caso de haber alguna indemnización esta correría por cuenta de la empresa de la Plaza de Toros que lo
había contratado. Ante este estado de cosas, fue puesto en conocimiento
del altercado el jefe político de Montevideo, que se hallaba presente en la
corrida, el que ante este original incidente ordenó al comisario de la villa
fuera él mismo a cerciorarse de la situación, disponiendo este que el aeronauta solo era responsable del daño que personalmente y su globo habían
hecho y no el producido por los curiosos que invadieron la propiedad ajena. Finalmente todo quedó solucionado con el pago de veinte pesos que
entregó Baraille al señor Basáñez.
Mientras tanto la “fiesta brava” culminó a últimas horas de la tarde, con
la lidia del quinto toro. El tren que tuvo que devolver a la concurrencia
a Montevideo, hizo viajes hasta las once y media de la noche, de aquella
extraordinaria jornada de diversión popular, como fue la combinación de
los toros, el globo y la tarde que se prestó para tal suceso.
El diario “La Tribuna”, del viernes 16 de octubre, hace una crónica
jocosa de la corrida y la ascensión del “Estrella del Sud” en verso, en largas
coplas de las cuales se extraen las que siguen:
...”Se procedió al intermedio
en que Mr. Baraille
subiera con su jamelgo
montado cual Astolfo
por esos aires inmensos
salió el quinto de los toros
(cuando el globo estuvo lejos)
que era obrero y yaguané
bravucón y muy ligero”...
La referida ascensión, a pesar de lo accidentada, tuvo un buen éxito
económico para nuestro aeronauta, sin embargo en esa misma tarde del
domingo, mientras se desarrollaba el evento, Baraille fue despojado de
trescientos pesos que había dejado en su alojamiento del cuarto Nº.8 de
la casa situada en la calle Cerrito Nº. 213, al lado del Club Extranjero, por
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un tal Bautista Morisi que huyó a Buenos Aires con el dinero, según su
confeso cómplice Fernando Trápoli, quién fue remitido por el comisario
de la 1º. sección como así figura en un parte que envió el ministro de
Gobierno, José Cándido Bustamante al canciller de la República. Parece
que la justicia actuó rápidamente en aquellos años, pues a los dos días fue
detenido Morisi en Buenos Aires y Baraille recuperó su dinero, lo que le
permitió subsistir por un tiempo y curarse de una dolencia que lo aquejó
durante el mes de noviembre.
En los primeros días de diciembre siempre de 1868 y luego de repuesto
de su enfermedad, Baraille comenzó las movilizaciones para publicitar una
nueva ascensión por suscripción popular. Para despertar mayor interés en
esta última “suelta”, se anunciaba que sería efectuada de noche desde la
plaza Independencia, elevándose el “Estrella del Sud” iluminado “a giorno” con las linternas necesarias. De mas está decir el peligro que esto
podría haber significado para el aeronauta, si en verdad pensaba realizarla
de esta manera, dada la inflamabilidad del gas de alumbrado, prueba de
ello fue el accidente que tuvo al año siguiente en Buenos Aires, el cual se
relata mas adelante.
Los anuncios en la prensa se fueron sucediendo y pasaron de un domingo al otro sin que el francés lograra reunir la cantidad suficiente a fin
de realizar la ascensión. En uno de los avisos se podía leer: “la “Estrella
del Sud”, dirigida por el aeronauta Casimir Baraille que en los aires encenderá un gran fuego artificial, con el globo iluminado y lanzando linternas
venecianas en paracaídas”. Ni con esta fantasía pido reunir los fondos
necesarios. Finalmente se programó para el domingo 20 de diciembre,
pero como no recaudó mas que ciento ochenta pesos y para solventar los
gastos necesitaba como mínimo doscientos pesos, por medio de una carta
que apareció en los diarios puso aquella suma a disposición que se habían
suscrito en su casa de la calle Cerrito Nº. 213.
El lunes 21 de diciembre Baraille partió para Río de Janeiro. Reapareció
en nuestra ciudad cinco años mas tarde, como se podrá ver.
Baraille nuevamente en Buenos Aires, años
1869 y 1870
A principios de mayo de 1869 volvió Baraille a Buenos Aires, ciudad
que se aprestaba a festejar, como todos los años las fiestas patrias, aunque
esta vez con mayor resonancia, pues se inauguraba el sistema de aguas
corrientes.
Como el año pasado el aeronauta se presentó a la municipalidad, ofreciendo tres ascensiones, esta vez con un globo igualmente aerostático que
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Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
se denominaba “América” y, además el raro espectáculo de un descenso
en paracaídas (posiblemente semejante al que efectuó en Montevideo en
la segunda ascensión).
La municipalidad lo contrató por treinta mil pesos argentinos. Baraille
hizo su primera y única ascensión en Buenos Aires, el domingo 23 de
mayo, pensando que las otras dos restantes las podría hacer los días prefijados, sobre todo la del 25 de mayo, con la inauguración en la Plaza de la
Victoria (hoy Plaza de Mayo) de la primera de dos magníficas fuentes de
“fierro” traídas desde Europa, para estrenar el agua corriente.
Largó amarras con el “América” desde el centro de la Plaza de la Victoria a la una y media de la tarde, subiendo reto y muy alto. El viento lo
desplazó hacia el río, por lo que maniobró para comenzar el descenso,
haciéndolo entre los dos muelles que entonces existían hacia la entrada del
Riachuelo y a una ocho cuadras de la Aduana.
Una goleta que iba para el Tuyú, luego que vio el globo fondeó en las
cercanías y mandó un bote tripulado por cuatro hombres a fin de darle
auxilio, recogiendo al aeronauta y al globo. En esos momentos la falúa de
la Capitanía del Puerto, comandada por el capitán Ángel Castello y tripulada por ocho remeros y un timonel, se dirigía también a recogerlo. Es en
esas circunstancias que el vaporcito de excursiones “Cavour”, el cual con
veinte pasajeros realizaba un paseo por los alrededores, con el mismo designio llegó hasta la pequeña embarcación, a cuyo bordo ya se encontraba
Baraille. El entusiasmo de los pasajeros, hizo que pasara el francés y su globo del bote al vaporcito; el balón aún contenía una buena cantidad de gas y
se elevaba bastante sobre las embarcaciones que intervenían en el rescate.
Baraille continuó desalojando el gas para poder llevar el ingenio a tierra
firme, ayudado por los marineros de la falúa quienes apretaban la envoltura con sus remos, cuando sobrevino una terrible explosión e incendio que
tomó a las tres pequeñas naves. El gas encendido quemó a una veintena
de personas, entre ellas a Baraille, falleciendo dos de los accidentados. Los
sobrevivientes del siniestro fueron recogidos por el vapor “Bené”.
La manipulación del gas de cañería, tan inflamable, es de mucho cuidado. Parecería que nuestro aeronauta no fue muy prudente al dejar acercar
el globo a la chimenea del vaporcito y ¡pretendía realizar una ascensión
nocturna, iluminada con linternas, en Montevideo, a fines de 1868!.
En esos días ocurrió en Europa una catástrofe semejante, debido también a la imprudencia, aunque esta vez fue por obra de los curiosos. En
Florencia, Italia, ascendió el globo “Le Colosse”, al mando del famoso
aeronauta francés, ya nombrado mas arriba, Mr. Eugéne Godard, quién
con esta había verificado su 989º ascensión en la cual lo acompañaban
cuatro aficionados. El gran aeróstato descendió en San Elero, estación de
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121
los F.F.C.C. romanos; los campesinos del lugar que acudieron a su llegada
fumaban y el aparato lleno de gas contenía mil doscientos metros cúbicos,
que se escapaban por la banda de desgarre; en determinado momento
explotó, quemando a muchas personas.
La municipalidad de Buenos Aires, en un rasgo altruista y de justicia,
entregó al aeronauta los treinta mil pesos convenidos por tres ascensiones,
aunque solo cumplió una. Ese dinero le vino de perillas al que se sumó
al recolectado por una colecta popular, pues lo resarció por la pérdida del
“América” y pudo viajar a Europa para operarse de cataratas contraídas,
según parece por el accidente.
Reapareció en Buenos Aires en 1870, año en que protagonizó un escándalo amoroso, por el cual estuvo un tiempo en la cárcel, desapareciendo del Río de la Plata por un lapso de alrededor de tres años. Lo veremos
nuevamente en Montevideo durante 1873, donde efectuó la última ascensión de su vida.
Baraille nuevamente en Montevideo, año 1873
Habían pasado tres años desde las últimas noticias que se conocían de
Baraille en el Río de la Plata, luego del escándalo amoroso y su prisión en
Buenos Aires.
En agosto de 1873 reapareció nuevamente en Montevideo con un globo denominado “Paz”, sobre el cual no hemos logrado averiguar sus dimensiones y peculiaridades, por lo que creemos sea en términos generales
de características semejantes a los primeros.
Como en oportunidades anteriores en Buenos Aires y Montevideo, llegó días antes de la fiesta patria, ofreciendo para esa jornada el espectáculo
de una ascensión aerostática, desde la Plaza de la Independencia, en aquel
Montevideo casi pueblerino que recién trataba de escapar de las murallas
de su ciudadela que lo cercaba y detenía su crecimiento (de esta manera
pensaban los gobernantes de la época y hoy ¡ lo que daríamos por mostrar
la ciudad vieja amurallada!).
Al igual que cinco años atrás Baraille se presentó a los poderes públicos, a fin de tratar de financiar el inflado del globo con el gas de alumbrado
necesario y demás gastos que demandaba la ascensión, siendo ayudado
por el gobierno del Dr. José E. Ellauri que era el presidente de la República, con cien pesos; contó también con el apoyo pecuniario del jefe
político comandante Enrique Pereda; además de algo que puso de sus
arcas la Junta Económica Administrativa. Así mismo hizo como en otras
veces una suscripción popular, que también como en otras veces no tuvo
mucho éxito. A todo esto hay que sumarle la publicidad que realizó por
122
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los aires, lanzando desde su globo en marcha, cientos y cientos de volantes
de propaganda del licor de cortezas de naranjas amargas “Hesperidina” de
Bagley, marca aún hoy existente.
Aquel 25 de agosto resultó para la ciudadanía plena de acontecimientos y espectáculos extraordinarios, pues además del consabido Te Deum
y posterior desfile militar, tuvo lugar en la tarde la ascensión de Baraille;
la ascensión del aeronauta mexicano Teódulo Ceballos desde la Plaza de
Cagancha; la función del equilibrista oriental Manuel Roso, que se cumplió
en la Plaza de la Independencia desde su centro por un alambre tendido
hasta la azotea del “Café de la Buena Moza”; y finalmente fuegos artificiales, también desde esta última plaza.
Plaza de la Independencia 1875
Última y trágica ascensión de Baraille en la
Plaza DE LA Independencia el 25 de agosto de
1873
Amaneció un hermoso día, luminoso y pleno de sol, frío pero sereno,
con una brisa del noroeste, característico de un centro de altas presiones,
con lento desplazamiento hacia el este, ideal para espectáculos al aire libre.
Temprano en la mañana, Baraille comenzó con el inflado del “Paz”,
en la Plaza de la Independencia, mediante un alargue de la cañería desde
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123
la Compañía del Gas.Luego de finalizado el solemne Te Deum en la Catedral, en celebración del 48º aniversario de la Independencia del Estado,
como de costumbre se trasladaron el presidente y las autoridades al Cabildo, del otro lado de la plaza de la Constitución, donde se instalaron en las
ventanas del edificio colonial, con el objeto de presenciar el desfile de los
cuerpos de la guarnición de Montevideo, compuesto por el Regimiento
de Artillería con tres baterías de tren volante y los Batallones: 1º,2º,3º y 4º
de Cazadores, comandados por el general José R. Villagrán, quién llevaba
como ayudante al sargento mayor graduado Máximo Santos. Finalizado el
mismo, la concurrencia ávida de presenciar al intrépido Baraille remontarse en su balón y mas tarde al equilibrista Roso, se trasladó a la plaza de la
Independencia, donde se fueron congregando unas diez mil personas, mas
todas las que esperaban el espectáculo desde las azoteas y balcones de las
casas circundantes y próximas.
124
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El globo “Paz” repleto de gas de alumbrado a la orden del aeronauta de
¡larguen todo! Dada desde su barquilla de mimbre, a la que había forrado
interior y exteriormente de láminas de corcho para darle flotabilidad en
caso de descenso en el agua, partió raudo en forma casi vertical. Llevaba
como ayuda aeronáutica varios sacos de lastre y un ancla con veinte metros de cuerda.
Desde el aire, Baraille sin saco ni sombrero saludaba a la muchedumbre
que lo aclamaba, tremolando las banderas uruguaya y francesa, dedicándose casi enseguida a la tarea de lanzar al vacío volantes de propaganda
del licor “Hesperidina” de Bagley, como había quedado con la casa representante.
Desmintiendo las noticias que adelantó el diario “La Democracia” del
24 de agosto, no acompañó nadie al aeronauta, allí se decía que las personas cuyas iniciales eran M.A. y A.S. amigos del periodista que escribía, irían
en el globo, dejando una zapatería que les pertenecía abandonada. Quizá
si esto hubiera sucedido así, las circunstancias habrían sido diferentes y la
tragedia que siguió a la suelta no figuraría en la historia como tal.
El esférico, luego de estabilizar su altura fue tomado por un viento previsible del noroeste, como es normal después de cierta altitud, para un día
de cielo algo nuboso, con presión alta. Su desplazamiento según las crónicas fue hacia el mar, con un rumbo directo a Punta Carretas, es decir mas
o menos al cuadrante sureste, internándose en el Río de la Plata. Dos vaporcitos de la Capitanía del Puerto, que tenían sus fuegos encendidos para
prestar auxilio al aeronauta, salieron inmediatamente con rumbo al este,
pues el globo fue derivado hacia ese punto, al maniobrar Baraille (lo que se
consigue con la válvula) buscando una corriente que lo trajera nuevamente
a tierra, consiguiendo con esto que en determinado momento descendiera
hasta muy cerca del agua, por lo que el vaporcito “Uruguay”, uno de los
dos que salieron, apuraron la marcha con el fin de rescatarlo; fue entonces
que el “Paz” se elevó vertiginosamente, dando un gran ascenso, como si
hubiera arrojado repentinamente todo el lastre.
El “Uruguay” desde ese momento lo fue perdiendo de vista, hasta que
desapareció en el horizonte, habiendo navegado mas de veinticuatro millas
náuticas desde el puerto. Recorrió hasta la noche el Banco Inglés y regresó
sin noticias del intrépido aeronauta, que por última vez había desafiado
impunemente los problemas del mar.
La ciudad de Montevideo no se percató inmediatamente de esta tragedia aeronáutica, primera de nuestra historia, esperando ver a Baraille por el
interior del país, o en otro lugar, no dándose entera cuenta de la magnitud
de este drama, sacando inverosímiles conclusiones en base a informacio-
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125
nes periodísticas y comentarios descabellados por desconocimiento de la
aerostación.
Los días pasaron y se fue perdiendo poco a poco el recuerdo del valiente aeronauta que emocionó a Montevideo y Buenos Aires en nueve
ascensiones con sus diferentes globos. En 1930 el Dr. José M. Fernández
Saldaña publicó un artículo en el Suplemento Dominical del diario “La
Mañana” de Montevideo, del 5 de enero de ese año titulado “La pérdida
del globo Paz”, siendo esta la primera vez que se le recordaba, sin que
hubiera nada en el artículo que se tuviera en cuenta desde el punto de vista
aeronáutico. Igualmente en 1933 se le nombra a Baraille en la página 764
del Tomo III de “Anales Históricos del Uruguay” de Eduardo Acevedo.
Recién en 1943 el historiador Juan Carlos Pedemonte por medio de la
revista “Mundo Uruguayo” del 21 de enero y a través del libro “Medio
Siglo de Aeronáutica” de 1944, expone sus investigaciones y su parecer
sobre Baraille y sus globos, de acuerdo a sus conocimientos como aviador
amateur.
Bibliografía consultada:
-“La Atmósfera” por Camille Flammarion, Buenos Aires 1875
-“Obras Completas de Francisco Acuña de Figueroa” 1890
-“A un siglo de la primera tragedia aérea” por Osvaldo Castro, publicado en La Nación de Buenos Aires el 11 de mayo de 1969
-“La pérdida del globo <Paz>” por el Dr. José M. Fernández Saldaña,
publicado en La Mañana de Montevideo el 5 de enero de 1930
-“Medio Siglo de Aeronáutica” por Juan Carlos Pedemonte
-“Crónica Histórica de la Aeronáutica Argentina” por Antonio M.
Biedma R.
-“Anales Históricos del Uruguay” Tomo III por Eduardo Acevedo
-Documentos del Archivo General de la Nación
-Diarios de Buenos Aires:
La República 1868
Gacetilla 1868
-Diarios de Montevideo:
La Nación 1855
Comercio del Plata 1855 y 1856
La Tribuna 1868, 1869 y 1873
La Tribunita 1868
El Orden 1868
El Mercantil del Plata 1868
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El Siglo 1868, 1869 y 1873
El Telégrafo Marítimo 1868 y 1873
La Democracia 1873
El Hispano Americano 1873
Revistas:
Hojas Selectas de Barcelona, 1910
Mundo Uruguayo de Montevideo, 1943
Peña Filatélica de Buenos Aires, 1986
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CARLOTA JOAQUINA DE BORBÓN
Prof. Héctor Patiño Gardone *
Infanta de España
Carlota Joaquina Teresa de Borbón y Borbón Parma. Nació en Aranjuez el 25 de abril de 1775 y falleció el 7 de enero de 1830 en el palacio de
Queluz. Infanta de España, fue la hija primogénita de los reyes de España
Carlos IV (nacido en Portici, Nápoles en 1748 y fallecido en Roma 1819)
y María Luisa de Parma (nacida en Parma 1751 y fallecida en Roma 1819),
entonces príncipes de Asturias.
Aún niña figuró en el ajedrez de las políticas matrimoniales y dinásticas.
Prueba de ello fue que su abuelo paterno, el rey Carlos III dispuso entregarla en matrimonio al segundogénito de los reyes María I y Pedro III de
Portugal, el infante don Juan, entonces Señor del Infantado y que venía en
segundo lugar como pretendiente de la corona lusa después de su hermano José, príncipe de Beira y de Brasil, duque de Braganza (1761-1788).
Con apenas 10 años, la Infanta Carlota Joaquina de España se casa el 8
de mayo de 1875 con el infante portugués. Tres años más tarde, su cuñado,
el heredero de la Corona, fallece de viruelas sin descendencia de su tía y
esposa la infanta María Francisca Benedicta de Portugal, este acaecimiento
hizo posible para Carlota Joaquina y su marido Juan, convertirse en los
nuevos pretendientes, con los títulos de príncipes de Beira y de Brasil, y
duques de Braganza.
En 1786 las peores crisis de inestabilidad mental de la reina María I,
afectada por las defunciones de su marido y tío, el rey consorte Pedro III,
y de su heredero primogénito José, hacen que el príncipe Juan asuma las
riendas del Gobierno de la monarquía portuguesa en calidad de regente.
La regencia fue finalmente confirmada en 1792, cuando la reina María I
empeoró aún más si cabe, afectada por los acontecimientos de la Revolución Francesa.
Estos acontecimientos fueron providenciales para Carlota Joaquina,
mujer ambiciosa y violenta. Desde entonces, y aún adolescente, siempre
procuró entrometerse en los asuntos de Estado, buscando influenciar las
decisiones de su esposo, a menudo recurriendo a la intriga, el chantaje y
a la presión conyugal, cuando no conseguía de éste lo que se había fijado
obtener.
128
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El carácter de la princesa hizo que la Casa Real Portuguesa estuviera
expuesta a situaciones riesgosas que trascendieron el ámbito cortesano y
llegaron a los oídos del pueblo.
La conducta de la princesa española era muy cuestionable. Vivo retrato
de su madre, tanto en lo físico como en lo moral, estuvo muy lejos de ser
una mujer bonita y querida. Aquejada de una cojera, al tener una pierna
más corta que la otra, tenía además el tronco torcido por una malformación ósea en la espalda, dándole un aspecto de tener un hombro más alto
que el otro. Dice el historiador portugués Octavio Tarquinio de Sousa que
era una mujer horrenda, huesuda, con una espalda desnivelada, de mirada
hundida. Tenía boca de rictus cruel y desdeñosa, con un cutis áspero y
afeado por cicatrices de la varicela y una prominente nariz rojiza. Pequeña,
casi enana, poseía un alma ardiente, ambiciosa, inquieta, llena de pasiones,
exenta de escrúpulos y con impulsos sexuales desbordantes.
En su matrimonio con Juan VI (príncipe regente a partir de 1786, con
intermitencias, y finalmente, desde 1792 hasta 1816, período en que es rey,
tuvo 9 hijos:
1. María Teresa de Bragança. (1793-1874). Princesa de Beira. Casada
con su primo Pedro de Borbón y Braganza, hijo del infante Gabriel de
Borbón. En segundas nupcias con el Infante Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente al trono de España
2. Francisco Antonio Pio de Bragança. (1795 – 1801) Infante de
Portugal. Príncipe de Beira y duque de Bragança.
3. María Isabel de Bragança (1797 – 1818). Infanta de Portugal.
Casada con su tío Fernando VII, rey de España
4. Pedro IV rey de Portugal y Pedro I emperador de Brasil (1798
– 1834). Casado con María Leopoldina de Augsburgo (1797 – 1826), archiduquesa de Austria. Tuvo descendencia.
5. María Francisca de Bragança (1800 – 1834). Infanta de Portugal.
Casada con Carlos María Isidro de Borbón (1788 – 1855), infante de España. Conde de Molina. Tuvo descendencia.
6. Isabel María de Bragança. (1801 – 1876) Infanta de Portugal.
Regente de Portugal.
7. Miguel I (1802 – 1866). Rey de Portugal tras ocupar el trono que
correspondía a su hermano. Casado con Adelaida, princesa de Löwenstein-Wertheim- Rochefort. .
8. María de Assunçao de Bragança (1805 – 1834). Fallecida soltera.
9. Ana de Jesús María Luisa Joaquina Micaela Rafaela Sérvula
Antonia Xavier de Paula de Bragança y Borbón (1806 – 1857). Infanta
de Portugal. Casada con Nunho Severo de Mendonça Rolim de Moura
Barreto, duque de Loulé.
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129
Princesa de Portugal
Antes del traslado de la Corte Portuguesa a Brasil Carlota Joaquina
se vio repetidamente apartada de decisiones de su esposo y formó a su
alrededor una camarilla integrada por nobles portugueses afines a sus
ambiciones de poder y deseos intervencionistas en el gobierno luso que
conformaron su propio partido secreto. El objetivo de ese partido conspirador era el de apartar del poder al príncipe regente Juan y declararlo
incapaz de cuidar los asuntos del Estado, igual que su madre la reina María,
que había enloquecido.
Pese a las precauciones, el partido “Carlotista” fue descubierto (1805),
sus miembros arrestados y acusados de conspirar contra el regente y el Estado. El conde de Vila Verde, ministro de Estado, realizó una investigación
y fueron encarcelados todos los implicados. El regente Juan para evitar el
escándalo, no hizo encarcelar a Carlota Joaquina, pero se separó de ella y
la confinó en el Palacio de Queluz, pasando él a instalarse en el Palacio
Monasterio de Mafra.
Más de una vez en su vida Carlota Joaquina será confinada al Palacio
de Queluz, por lo cual y por su carácter fue conocida como la arpía de
Queluz.
Los ejércitos franceses habían ingresado y conquistado Portugal. El
temor llegó a la corte y comienza a manejarse seguir el camino de la corte
portuguesa y establecerce en América. En Febrero de 1808 se desplazan
a Andalucía y hallándose en Aranjuez, apurando el traslado, se produce
el alzamiento de Aranjuez que resulta en la abdicación de Carlos IV y la
proclamación de Fernando VII (19 de marzo). Este hecho determinará el
ingreso de Napoleón en la política española y finalmente la proclamación
de José Bonaparte. Se sustituiría a los Borbones por los Bonaparte.
Bochornosas abdicaciones a cambio de rentas personales para Carlos
y Fernando. (Bayona).
En 1807 la población de Portugal ha sido estimada en 2,930.524 personas. La fuerza productiva era de unos 900.000 trabajadores es, casi 500.000
agricultura. Se ha calculado que 25.000 eran religiosos y 30.000 militares.
El 27 de noviembre de 1807 desde las once horas al mediodía embarcaron en Belem el príncipe y la familia real, entretanto el pueblo congregado en los montes vecinos y a las orillas, se entretenía con la partida de
las familias que se despedían con lágrimas de los amigos y parientes que
dejaban, El desorden en el embarque era impresionante. Viajaron hijas sin
padres, mujeres sin marido y personas de ls nobleza se embarcaron sin
ropa y poc o dinero.
130
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Junot llega a Lisboa cumpliendo las órdenes de Napoleón antes del 1 de
diciembre y alcanzará a ver la flota zarpando. Aproximadamente, ochenta
y cinco naves pobladas con quince mil personas, según una estimación.
Hay una flota rusa en Lisboa que el emperador pone a las órdenes de
Napoleón, pero que no combatirá ni saldrá del puerto bloqueado por los
ingleses.
La Corte Portuguesa en América
El ejército francés penetró en Portugal casi sin encontrar resistencia.
La corte decide con la protección inglesa trasladarse al Brasil, dejando
la patria sin recursos y sin gobierno, presa de los invasores, que habían
resuelto dividir el territorio de Portugal en tres reinos. Al sur, el principado de Algarves, que sería entregado a su alteza serenísima don Manuel
Godoy; al norte; el reino de Lusitania Septentrional que se adjudicaría a
la reina de Etruria, María Luisa, hija de los reyes de España, a la que se
había despojado de Toscaza; el centro de Portugal se adjudicaría cuando
se hiciera la paz general.
La familia real, el consejo de estado, los ministros y casi todos los grandes señores portugueses, con sus servidumbres y comitivas, componiendo por todo el número de trece mil personas según algunas estimaciones
(Diego Barros Arana. Historia de América), se hicieron a la mar en catorce
buques de guerra y muchas naves mercantes, llevando consigo sus tesoros
(29 de noviembre de 1807)
El 23 de enero de 1808 desembarcó en Bahía el regente Don Juan; y
después de decretar la apertura de los puertos de Brasil al comercio directo
de todas las naciones amigas, para ganarse la voluntad de los ingleses, se
hizo a la vela para Río de Janeiro donde llegó el 7 de marzo. Don Juan fue
proclamado por el pueblo emperador del Brasil; y en efecto, todo tendía
a formar de esta extensa colonia portuguesa un imperio soberano. El regente comenzó por organizar un ministerio y dio el cargo de ministro del
interior a Marcos de Noroña y Brito, conde de Arcos, virrey del Brasil,
desde dos años atrás. Se estableció una imprenta real y aparecieron los
primeros periódicos que hubiera conocido el Brasil; y se fundó un banco
al cual quedó confiada la administración de los monopolios reales. Todas
estas medidas daban a la colonia una vida nueva y la preparaban para la
independencia que habría de declararse en breve.
Carlota Joaquina, que también se traslada a América, pasa a tener una
relación muy estrecha con el Río de la Plata, lugar donde aspira gobernar
dados los problemas sucesorios entre Carlos IV su padre y su hermano
Fernando VII.
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131
La vecindad de la opulenta corte portuguesa con el Virreinato del Río
de la Plata, aumentó las inquietudes de los porteños, ante la suerte de estas
tierras pertenecientes a una dinastía desprestigiada, en conflicto entre sus
miembros y luego prisionera.
Carlos IV heredó la corona a los cuarenta años, y era bien inclinado,
naturalmente recto, pero de entendimiento todavía inferior al de su tío
Fernando VI. Y tuvo la desgracia de estar casado con su prima, María
Luisa de Parma, mujer de gran agudeza y carácter, más sin elevación de
miras, ni sentido moral. Dominaba totalmente al rey, imponiéndole sus
caprichos y trayéndole y llevándole a su antojo. Sufrió todo Carlos IV, no
ya con resignación, sino con alegría, pues estaba convencido del talento de
su mujer, y además le tenía miedo.
Ya destronado y desterrado en Roma sostenía con su hijo Fernando
VII una doble correspondencia; escribía en efecto, unas cartas dictadas o
visadas por María Luisa y Manuel Godoy en que todo eran quejas y reclamaciones, y a la vez otras de que no tenían noticia su mujer ni Manuel, en
que se quejaba de estos y decía a su hijo que no hiciera caso de las primeras. Y de su género de vida y manera de reinar, he aquí como él mismo los
refirió a Napoleón en Bayona. Todos los días, invierno y verano, iba de
caza hasta las doce, comía y al instante volvía al cazadero hasta la caída de
la tarde. “Manuel me informaba como iban las cosas, y me acostaba para
comenzar la misma vida al día siguiente, a menos de impedírmelo alguna
ceremonia importante”.
El arribo del regente de Portugal convierte a Brasil en el único reino de
este continente. Los tormentosos tiempos políticos europeos y la influencia británica, llevó a Don Juan a soñar con un plan imperial anexando las
colonias españolas.
Carlota Joaquina, por su parte, volvió a formar un partido “carlotista”,
ahora en América, para el que contó con el apoyo de su amante, el almirante inglés Sir Sydney Smith y el trabajo incansable de su secretario privado
José Presas.
El ministro de la corte portuguesa Rodrigo de Souza Coitinho, futuro
conde de Linares, planteaba desde Río de Janeiro armar un gran imperio
con Pedro, el hijo primogénito de Juan y Carlota como emperador y hacer
un acuerdo comercial entre el Río de la Plata y Río de Janeiro. Cuenta sus
proyectos a Enrique de Liniers (hermano de Santiago) que trata de disuadirle diciéndole que,en el virreinato desean la paz pero no temen la guerra.
(Carlos Segretti..Un caos de intrigas).
Las pretensiones de Souza Coitinho se contraponían con las de Carlota
Joaquina, que se consideraba heredera forzosa por haber derogado su padre la ley sálica promulgada durante el reinado de Felipe V.
132
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En marzo de 1808 Souza Coitinho envía un mensaje al Cabildo de
Buenos Aires a través de Posidonio da Costa. El Cabildo reaccionó considerando el mensaje una ofensa y pidiendo a Liniers que adoptara medidas
para vengar el ultraje.
Simultáneamente con esta gestión el virrey recibe un oficio del capitán
general de Porto Alegre, solicitándole reciba al comisionado real brigadier
Joaquín Javier Curado.
La misión Curado es demorada en Montevideo, donde Elío le detiene
siguiendo instrucciones del virrey.
Durante la detención de Curado las circunstancias varían. La diplomacia británica no está ya dispuesta a apoyar una incursión militar en el Río
de la Plata. El embajador británico Lord Stragford mantiene correspondencia con el ministro George Cannig y finalmente le comunica haber
logrado que Juan desistiera de anexar esas colonias. Los ingleses por su
parte también prefieren negociar con las colonias e incluso prefieren que
sean independientes.
En agosto de 1808, Souza Coutinho apoya la reclamación de la infanta
por sus derechos a la Corona Española, pero hace incluir en la reclamación
al infante Pedro Carlos (sobrino de Carlota), a sugerencia de Juan VI.
Se redactan cuatro documentos, los cuales aprobará el príncipe regente:
El primer documento es conocido como “Justa reclamación” y en él
los representantes de la Casa Real de España, Doña Carlota Joaquina de
Borbón princesa de Portugal y Brasil y Don Pedro de Borbón y Bragança,
infante de España, hacen a su alteza el príncipe regente de Portugal, un
pedido de socorro contra la propagación del sistema usurpador de Napoleón, para poder conservar sus derechos, combinándose las fuerzas inglesas, portuguesas y españolas para impedir que los franceses practiquen
en América las mismas violaciones y subversiones que cometieron contra
casi toda Europa. También solicitan interese al almirante de Inglaterra,
para que disponga sus fuerzas navales para que sin faltar a la defensa de la
costa de Brasil, proteja al Río de la Plata. Este documento se redactó con la
ayuda del almirante Sir Sydney Smith que desde su arribo a Río de Janeiro
vivía, como ya dijimos, un caluroso romance con la princesa que, aunque
no era bonita, según Vicente de Sierra, tenía porte de reina, elegancia,
inteligencia y dinamismo.
Este documento fue traducido por José Presas, secretario de Carlota
Joaquina y el príncipe regente, especulando que su hijo heredaría el trono
de Portugal y el de España e Indias, acordó apoyarlo.
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133
El segundo documento “Respuesta del Príncipe Juan” en ella se manifiesta “dispuesto a sostener sus derechos y el de todos los españoles que
son fieles a la Corona y a la Patria”
El tercer documento se titulaba “Manifiesto a los Fieles Vasallos de su
Majestad Católica el Rey de España e Indias por su Alteza Real Doña Carlota Joaquina, Infanta de España, Princesa de Portugal y España” y estaba
dirigido a todas las autoridades seculares y eclesiásticas. En él la princesa
manifiesta nula la abdicación de la familia real a favor del emperador francés y se declara depositaria y defensora de esos derechos para restituirlos al
legal representante de su familia. También anuncia el propósito de enviar
al infante Pedro Carlos para arreglar los asuntos del gobierno.
El cuarto documento son “Las Pretensiones de Don Pedro Carlos sobre sus derechos dinásticos”. Manifiesta estar de acuerdo con su prima,
pero deja constancia del derecho de antelación y preferencia de los individuos varones de su familia.
Vemos que en este momento Carlota Joaquina, su esposo Juan y el infante Pedro Carlos, parecen estar de acuerdo. Como muestra del carácter
de Carlota Joaquina, vamos a recordar unas expresiones de la princesa en
carta enviada en junio de 1812 a su ex secretario José Presas “Remito las
Gazetas de Buenos Aires, Monte-Video, y juntamente las dos de aquí, en
las cuales verás la inesperada noticia de la muerte de mi sobrino… (incluye
una larga lista de enfermedad y remedios aplicados al infante Pedro Carlos). Se me olvidaba decirte que ahora se trataba de enviar a mi sobrino a
Lisboa, con pretexto de viajar para su salud; pero era para ver si lo introducían en España: y Dios que ha quitado todos los estorbos que me podían
hacer mal, lo quitó a él de este mundo·” (Memorias secretas de la Princesa
del Brasil de Juan Presas. Burdeos, 1830)
En 13 de setiembre de 1808 Carlos Guezzi, enviado de la Corte, hace
entrega a Liniers de los cuatro documentos, los que también fueron enviados a las gobernaciones, intendencias, cabildos y la audiencia de Charcas.
Carlota no se detiene a esperar respuestas y lord Stragford en correspondencia a George Canning informa que Carlota envío una carta al regente declarándole su propósito de pasar a Buenos Aires escoltada por el
almirante Sydney Smith y alguno de sus hijos y expresa que “la conducta
de la princesa ha sido excesivamente indiscreta… “respecto a Sir Sydney
hay que lamentar que se haya sentido atraído por el deseo de realizar un
servicio cargado de circunstancias de un nuevo carácter romántico… y
que no permitiría el traslado de persona alguna de la familia real, aún a
riesgo de ofender al almirante británico”
134
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La corriente carlotista alcanzó apoyo en importantes sectores del virreinato del Río de la Plata pero no así en otros lugares, provocando revueltas en Chuquisaca y La Paz
Carlota Joaquina estuvo involucrada en la puja de los intereses portugueses y británicos. Fue atacada por muchos, pero también logró ser escuchada por otros. Su declaración de depositaria de los derechos dinásticos
de su familia, fue un argumento muy fuerte, aunque ella lo sostenía para
realizar sus propios planes.
Se relaciona y mantiene correspondencia con personajes destacados
del virreinato del Río de la Plata fundamentalmente y también en España
y es el centro de una red de intrigas.
Integraban el partido carlotista entre otros Saturnino Rodríguez Peña
quien puso a Manuel Belgrano, Castelli, Vieytes y Pueyrredón en relación
directa con la princesa.
Según Vicente López, en su Historia de la República Argentina, los
patriotas de Buenos Aires exigían como condición sine qua non para su
apoyo, la renuncia de ella y su hijo Don Pedro a la corona de Españaa y
Portugal, constituyendo una monarquía independiente que no pudiera ser
llevada ni reunida a otra corona. Esto debía expresarse en términos similares a la renuncia realizada por Felipe V, quien para ser rey de España debió
renunciar a todos sus derechos al trono de Francia.
La actitud de lord Stragford, el retiro de Sir Sydney Smith, la presencia
del embajador de España en Río Marqués de Casa Irujo, terminaron bloqueando las aspiraciones de la Corte Lusitana y las de Carlota Joaquina.
El marqués de Casa Irujo ofició a Elío desaprobando las relaciones
con Curado y con Carlota Joaquina y le ordenó a mantener su posición
como funcionario español hasta que llegara la resolución que había pedido
a España enviando un nuevo virrey.
Producidos los acontecimientos de mayo de 1810, Carlota Joaquina
pretendió instalarse en Montevideo, como antes quiso hacerlo en Buenos
Aires. Pero su proyecto tuvo la oposición de marqués de Casa Irujo y el
Consejo de Regencia.
Pese a ello Carlota hizo que el regente contribuyera con dinero y armas
a la defensa de la Banda Oriental, baluarte absolutista con el gobernador
Elío.
Pese a la caída del imperio napoleónico en 1814, el regente prefirió no
regresar a Portugal. En 1816, a la muerte de su madre María, asumió el
título de Rey.
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El regreso de la Corte a Portugal
Producida la revolución liberal de Oporto, el rey es obligado a regresar
a Portugal. Nuevamente Carlota Joaquina asume un rol protagónico y se
niega a jurar la Constitución de 1822 junto con el cardenal arzobispo de
Lisboa, Carlos da Cunha e Menezes.
Se convierte en la figura más importante del partido de los absolutistas.
Fue nuevamente confinada a Queluz desde donde desarrolló una intensa
actividad política para derrocar a su marido y suspender la Constitución.
Vive nuevamente separada de su esposo Juan VI, que pasa a residir en el
Palacio de Bomposta en Lisboa.
Su residencia fue el principal foco de intrigas de los absolutistas y se
le imputa enorme responsabilidad en los proyectos de los principales levantamientos de 1820, la “Villafrancada” de 1823 y la “Abrilada” de 1824,
tres intentos por abolir el régimen constitucional, deponer al rey Juan VI
y colocar en el trono al infante don Miguel, hijo predilecto de Carlota
Joaquina. Posteriormente se convertiría en regente y luego rey Miguel I
de Portugal.
Tras la “Villafrancada de 1823” el rey acabó por suspender la constitución, prometiendo convocar en breve nuevas elecciones con el fin de
redactar un nuevo texto constitucional. En ese tiempo Juan VI cohabitó
nuevamente con la reina durante algunos meses. El entendimiento entre la
pareja finalizó después de la “Abrilada” de 1824, cuando el Infante Miguel
intentó posesionarse del trono y vino en auxilio de su madre, auténtica jefa
del partido absolutista en Portugal.
Con el apoyo de los embajadores de Francia y Gran Bretaña, Juan VI
marchó a la guerra contra su hijo. El infante fue degradado y privado de su
cargo de generalísimo del Ejército y exiliado. Juan VI decretó que Carlota
Joaquina fuese desterrada para siempre al Palacio de Queluz, prohibiendo
su reaparición en la corte.
En 1826, sintiéndose enfermo, el rey Juan VI nombró un consejo de
regencia para que asumiera las riendas del gobierno tras su muerte, el cual
debía encargarse de escoger el heredero del trono portugués siendo presidido por su hija la infanta Isabel María de Bragança. Hoy se piensa que el
rey (por estudios grafológicos y análisis de sus vísceras, ya había muerto en
la fecha del documento, posiblemente envenenado), no habría firmado ese
documento que privaba a su esposa la prerrogativa que desde siempre en
la historia lusa le correspondía, como reina-viuda el ejercicio de la regencia
durante la minoría de edad o ausencia del heredero a la Corona.
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Posiblemente Carlota Joaquina haya sido la instigadora de la muerte
por envenenamiento de Juan VI, al cual le habría suministrado arsénico en
naranjas inyectadas.
El trono fue cedido a su hijo Pedro I, entonces emperador de Brasil,
como Pedro IV de Portugal. No obstante Portugal vivirá una guerra civil
entre Pedro IV y su hermano Miguel, pretendiente absolutista. Aún después de la abdicación de Pedro IV a favor de su hija y heredera la reina
María II.
En 1828 es derrocada María II y sube al trono Miguel I, como rey de
Portugal. La aspiración de Carlota Joaquina se vio coronada con el éxito.
Pero la felicidad de la reina fue breve. Miguel pago muy mal el apoyo
permanente de su madre, a la cual mantuvo desterrada lo que le provocó
un tremendo disgusto y desilusión. Fallece súbitamente el 7 de enero de
1830.
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1810: AMÉRICA ASUME SU DESTINO ANTE LA
HISTORIA
Daniel Castagnin
La vasta conmoción que la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas imponen al mundo, repercutió brutalmente sobre la estructura,
tan delicada como arcaica, del Imperio Español.
En su momento, los pueblos ibéricos, dueños del océano, encabezaron la colosal hazaña del Descubrimiento y la Colonización. Amos de los
vientos y señores de la pólvora, llevaron sus Imperios a zonas tan desconocidas como alejadas, estructurando sistemas, a veces añejos y otras
veces innovadores, que les permitieron extenderse por espacios antes inconcebibles.
Pero la Historia vuelve por sus fueros: sobre la vieja Europa, en Francia e Inglaterra, los movimientos sociales, galopando sobre una simple,
pero potente, Primera Revolución Industrial, dieron a luz una nueva forma de vida basada en el empuje de una clase enérgica y trabajadora, capaz
de ahorrar e invertir, de educarse y de aplicar recursos colectivos a fines
prácticos y directos.
No podemos olvidar aquí al aporte americano a este proceso. El maíz
y la papa transformaron los magros rindes de la agricultura europea, permitiendo obtener magníficas cosechas que cubrieron con creces las necesidades de las masas más densas. Esos rendimientos formidables facilitaron
el desarrollo de una mano de obra fabril numerosa y aplicada, y también
de ejércitos masivos, y, por ello, necesariamente disciplinados.
En este entorno ocurre la Revolución Francesa, que altera, como dijimos al principio, los parámetros de las sociedades tradicionales, tanto en
Europa como en América. El hecho novedoso de que, de un solo golpe,
se desplomara toda la estructura política y militar que desde hacía tres siglos dirigía un continente, cambió la forma de percibir al mundo.
Como respuesta a la amenaza napoleónica, el poder naval británico,
con la profunda sapiencia decantada por un pueblo isleño, hizo posible
que, en tiempos de la navegación a vela, una fuerza naval se moviera fluidamente por los océanos del globo, amenazando a pueblos lejanos.
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En este contexto ocurre un hecho señero: la jornada trágica de Trafalgar, en 1805, que cortó el cordón umbilical que conectaba la metrópolis
española con sus dependencias americanas. Esta orfandad americana obligó a la articulación de estructuras políticas, económicas y militares jamás
antes soñadas.
A través de todos estos hechos se impone la figura de un desconocido
capitán Bonaparte, que aplica su ciencia de artillero en Tolón e impide a
la Armada inglesa dar uno de sus típicos golpes de mano para destruír a
un enemigo probable. El general en potencia sólo había aplicado la máxima de Dantón: “l´audace, l´audace et toujours l´audace”, que rubricaría a
todas las conductas de los líderes históricos en lo sucesivo. El empuje, la
eficacia, la asunción de riesgos y la innovación política pasaban a ser punto
privilegiado del orden del día.
En América se siente también el golpe de Napoleón, que provoca que
la arcaica arquitectura de la monarquía española se desmorone como un
castillo de naipes. Sobre el suelo americano el cataclismo es percibido por
hombres ubicados en distintas posiciones del quehacer humano.
En el Río de la Plata, José Artigas, modesto oficial hecho a tareas rudas
y sacrificadas, había recorrido la conflictiva frontera hispano-lusitana al
lado de Félix de Azara.
Artigas, por su notoria baquía, había sido designado para asistir al sabio. Las consecuencias del contacto entre estos dos hombres iban a ir más
allá de lo previsto por sus superiores.
Félix de Azara era hermano de Nicolás de Azara, embajador de la Corte española en París, y seguramente Nicolás fue oportuno informante para
su hermano de los relevantes sucesos de la época. Así habría sido que,
indirectamente, esos datos llegaron a Artigas, permitiéndole hacerse una
composición de lugar certera.
En el otro extremo de América, el joven Bolívar, en la cumbre de la
sociedad colonial de la época, percibió el impacto de los sucesos europeos
que, inevitablemente, se iban a precipitar sobre el horizonte americano.
Bolívar, habiendo presenciado él mismo los hechos capitales del momento
europeo, se ubica oportunamente en el ojo de la tormenta y anuncia de
modo matemático los cambios políticos y sociales que el momento histórico entrañaba para América.
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Lo más sorprendente es que un oficial español de muy brillante trayectoria y seguramente llamado a escalar las más altas jerarquías de su época,
José de San Martín, se va a sentir llamado a servir a la causa de esa América, que lo viera nacer en las márgenes del río Uruguay.
Los hombres pasan, dejando su huella y su semilla. Los pueblos así
fecundados continúan sus nuevos caminos.
En los hechos quedó claro que los pueblos americanos libres de la tutela colonial por la fuerza de los acontecimientos, asumían de por sí y para
sí la conducción de sus destinos. Y esto no fue utópico: América no era
Europa; un océano la separaba del Viejo Mundo y de sus idas y venidas.
España y su vetusta monarquía se evaporaba, embestida por el torrente
napoleónico, y todo nuestro continente, con poblaciones autosuficientes y
numerosas, se echaba a andar.
Mil ochocientos diez es, pues, el nudo histórico que marca el momento en que los americanos, ellos solos, asumen su propio destino: lejos de
España; aparte de Inglaterra, que nos era ajena por su idioma, religión y
cultura; muy fuera de la agitada órbita francesa; vecinos de las cautas y ordenadas, recién emancipadas, colonias inglesas de América del Norte…
Este encuadre histórico, tan original como vigoroso, se materializa en
el Movimiento Juntista, grito de libertad de pueblos nuevos que necesariamente ven en la espada el símbolo y la herramienta de su independencia.
Las Juntas, expresión colectiva de sociedades jóvenes y anónimas, echan a
andar sus primeros pasos políticos. En todos ellos, la fórmula republicana
se adapta a un ámbito que no encuentra en lo feudal ningún atractivo, que
agrupa a hombres decididos que surgen de una comunidad ecuestre y de
un territorio de horizontes infinitos.
Así, a este momento inicial, marcado con el grito de sus caudillos y
sus primeros éxitos militares, le seguirá el método de las fórmulas y los
ensayos e, inevitablemente, como en toda obra humana, los consiguientes
errores y frustraciones.
Muy dura va a ser la próxima etapa, pero, aunque con sangre, América,
el Nuevo Mundo, nuestra patria común, inicia su camino.
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Don Tomás Villalba
Fabián Melogno Vélez
Don Tomás Villalba nació en Dolores, departamento de Soriano, el 9
de diciembre de 1805, siendo bautizado el 11 de marzo del año siguiente.
El abuelo materno D. Francisco de Albín, fue el padrino. Era hijo legítimo
del gallego Antonio Villalba y Cova y de Doña Bartolina Albín y Olmos
de Aguilera. Su padre fue mayordomo de la estancia de Don Francisco
de Albín (Comandante militar del partido de las Víboras este último) y
participó en la reconquista de Buenos Aires, integrando la 2ª Compañía de
Milicias de Caballería de Colonia, con el grado de teniente y a órdenes de
Dn. Benito Chaín.
Al morir ahogado en aguas del río Uruguay, en enero de 1799, Dn.
Manuel de Gardeazábal, importante hacendado y pulpero del partido del
Espinillo, Dn. Antonio Villalba, inicia gestiones con la sucesión de Gardeazábal para comprar la estancia de éste. El establecimiento aludido tenía
11.500 varas de frente por 9.000 de fondo. Se acordó la venta al fiado por
la suma de $8.700 por el plazo de 5 años, al 5% y pago de alcabalas por
mitades.
La pulcra caligrafía y excelente ortografía de Dn. Tomás Villalba que se
aprecia en su correspondencia, permite presumir que recibió una esmerada educación. Inició su carrera como funcionario público en el año 1829,
desempeñándose como auxiliar del Ministerio de Gobierno y Relaciones
Exteriores, desempeñando esta función hasta el 31 de diciembre de 1830.
En la presidencia de Dn. Manuel Oribe, sirvió al gobierno, en filas de la
Guardia Nacional de Colonia, hallándose presente en la batalla de Carpintería el 19 de setiembre de 1836, lo que le valió su ascenso a capitán y que
se le expidiera el diploma de “Benemérito de la Patria”. También estuvo
presente en este evento bélico su hermano Antonio que será ascendido a
teniente coronel graduado y tres años más tarde morirá fusilado, por haber
respaldado el movimiento que acaudillara el coronel Doroteo Vélez en el
departamento de Soriano.
Al concluir la “Guerra Grande”, subraya Fernández Saldaña que: “un
clima de paz era propicio para los hombres como Villalba, quedando de
manifiesto sus dotes de organizador y de verdadero hombre de gobierno.”
Fue designado por el presidente Dn. Juan Francisco Giró como jefe
político y de policía del departamento de Colonia el 1º. de abril de 1852
y desempeñará iguales funciones en el departamento de Soriano, hasta
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noviembre de 1853 en que presenta renuncia al cargo para postularse para
senador. En este período, mantiene una interesante correspondencia con
Dn. Manuel Herrera y Obes. En carta datada en Dolores el 3 de enero
de 1852, le comunica que: “Anoche llegó á esta Villa el Presbítero D. José
Letamendi y hoy ha sido repuesto en el Curato de q.e estaba despojado.
Me presentó la honorable recomendación de V. que para mi Sor. Doctor,
es de muy grande importancia. En obsequio á ella he ofrecido mis servicios al padre Letamendi y le prestaré para el ejercicio de su ministerio
todas las cooperaciones de mis facultades.” El 29 de mayo de ese año, en
carta datada en Mercedes, lo felicita a Dn. Manuel Herrera y Obes, por las
modificaciones que por su iniciativa, se proyectan introducir al tratado de
límites con el Imperio del Brasil y sobre extradición de esclavos. El 28 de
noviembre de 1853, desde Gualeguaychú le comunica a Herrera y Obes
que se ha ido para Entre Ríos, para no quedar en medio de la guerra civil
que ha comenzado a gestarse por los partidarios del desplazado presidente
Giró: “como yo espero mas males que bienes de la guerra civil, rehuso tomar parte
en ella.” Le expresa que renunció al cargo de Jefe Político para postularse
como candidato al Senado y que hasta el día 20 esperó a quien le subrogaría al frente de la Jefatura del departamento de Soriano: el comandante
don Timoteo Domínguez “hombre de Flores y que obraba por órdenes directas de
aquel.” Se complace en recordar que mientras estuvo él al frente de la Jefatura: “Yo había conseguido mantener el orden y la paz aún á pesar de las rivalidades y
anarquía ecsistentes.” Señala que la excitación era grande en el departamento
y que fue aprovechada desde Entre Ríos: “bajando a Soriano una fuerte partida
que fue al momento duplicada con los soldados de la policía del mismo lugar.” Asevera
que esa partida de entrerrianos pudo fácilmente ser destruida “si Domínguez hubiera sido un Gefe y no exclusivamente un bravo. Cargando individualmente
muchos pasos á vanguardia de su tropa sin ver que la mitad se había vuelto, fue muerto
de un sablazo y sus contrarios no respetaron su valor, separándole la cabeza del cuerpo y
haciéndola rodar.” Debemos aclarar aquí que los soldados enemigos llegaron
a la casa de Domínguez golpeando con la culata de sus tercerolas la puerta.
Faustina Ruiz, la esposa de Domínguez y sus criadas estaban aterradas, al
fin una de las criadas de mayor coraje abrió la puerta y la cabeza del comandante Domínguez cayó rodando para el interior de la vivienda.
Informa que el Gral. Lucas Moreno en ejercicio de “las facultades con
que se cree mediante los decretos de Sepbre. nombró Com.te G.l del Departam.to de la
Colonia al Ten.te cor.l D. Tomas Gomez y del de Soriano al Cor.l Baez. El prim.o
aceptó sin titubear y empezó á reunir gente en la jurisdicción de S.n Salvador. El 2º.
no aceptó ó aceptó á medias.”
Comenta que el coronel Baez le informó que no deseaba tomar parte
en una guerra civil y que asumiría una actitud pacífica.
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Tomas Villalba
Denuncia la duplicidad del Sr. Paranhos, agente diplomático del Imperio “El Sor. Paranhos tiene su política propia y esa política no nos conviene… fomentando y dando alternativamente esperanzas á los dos partidos de modo que la guerra
civil tome cuerpo y se prolongue por algún tiempo para que el Ejército imperial pueda al
fin entrar como pacificador y no en virtud del tratado de alianza.” El Dr. Eduardo
Acevedo al evaluar la situación política de nuestro país en ese período de
su historia, coincide con la óptica de Dn. Tomás Villalba, al expresar: “La
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diplomacia brasileña que tan activamente había colaborado en la caída del gobierno de
Giró, decidió ayudar al Presidente derrumbado, para que á su turno volteara a Flores.
Era el medio de que no desapareciera el estado de guerra en este ensangrentado suelo
que el Imperio había decidido anarquizar como medio de absorverlo más rapidamente.”
(“Anales Históricos del Uruguay”)
En carta fechada en Montevideo el 7 de febrero de 1854, le informa
que D. Venancio Flores quería destituir a Lamas “con el cual los hombres de
la situación están malisimamente y se encontró q.e su Ministro de Gobierno q.e ostensiblemente manifestaba la misma predisposición q.e el Gobernador, había contestado
en términos q.e se encontraron indecorosos y pasteleros (esto de los pasteles está muy de
moda), á las comunicaciones con q.e el Sor. Lamas había irritado la bilis de esta gente.
La explosión fué grande y el Ministro salió por la ventana.”
Critica la poca categoría de los ministros que rodean a Flores: “Yo creía
q.e ya no era posible descender más, habiendo tenido de Ministro de Gob. y Relaciones
Ext.s al secretario de Otorgués, pero nos faltaba, y con verdad faltó muy poco, p.a
acatar como a Mro. de Hacienda al procesado y prófugo de 833.”
Denuncia que Lamas es el dueño de la situación: “Lamas es el q.e dirige
todo de acuerdo con los S.S. Carneiro Leao y Paranhos. Me consta que sus trabajos
se dirigen no solo respecto á las cosas de este País, sino también contra ciertas personas
quienes por sus luces, su posición social y sus vistas políticas, pueden embarazarle el
desarrollo de las suyas”.
Con respecto al Gral. Melchor Pacheco y Obes, destaca que: “Vive
ahora muy retirado y trabaja muy secretamente, pero su fuego respecto á la intervención
me parece q.e ha calmado mucho, si no se ha estinguido del todo.” Destaca que Pacheco
“ha heredado lo q.e se llama partido Riverista, los floristas lo quieren mal, pero éstos
nada pueden hacer colocados entre D.a Bernardina y el Brasil.”
En misiva del 13 de mayo de 1854 le informa que: “ayer ha sido elegido el
coronel Flores para sustituir al Sor. Giró hasta el 1º. de marzo de 1856. Prestó juramento y se recibió ayer mismo.” Agrega que: “Los lamistas encabezados por Don Luis
y los Magariñistas, dirigidos por D. Mateo, estuvieron perfectamente de acuerdo en ese
punto de la larga y calorosa sesión de ayer aunque en otros muchos, muy graves y muy
esenciales q.e se tocaron diferían completamente. Como entre ambas fracciones constituyen una gran mayoría ahogaron fácilmente á los conservadores, muy teóricos, muy pocos
y muy desacreditados q.e abandonaron sus puestos y se retiraron antes de la votación.”
Legitimado el desempeño de la primera magistratura por el Gral. Venancio Flores, al designarle el Poder Legislativo presidente de la República,
Dn. Tomás Villalba se sintió autorizado a aceptar su designación de jefe
político y de policía del departamento de Cerro Largo. Sin duda el Gral.
Flores tuvo presente su excelente desempeño al frente de la Jefatura de Soriano, para resolver su designación, prescindiendo de su filiación política.
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Fue así que por decreto del 10 de junio, Villalba pasará a tomar posesión del cargo aludido. Cumplió una meritísima gestión en este nuevo
destino. Reglamentó el trazado de las calles de Melo, adjudicándoles un
ancho de 18 varas. Sus circulares del mes de agosto dirigidas a comisarios, tenientes alcaldes y jueces de paz, revelan su idoneidad para el cargo
que se le confiara. Combatió con energía a los bandoleros brasileños que
ingresaban a nuestro territorio, a secuestrar personas de color para luego
venderlas como esclavos en dominios del Imperio. Aunque sólo un año
ejerció este cargo, dejó un perdurable recuerdo, por su excelente gestión.
Acéfala la Contaduría General de la Nación, Flores mediante decreto
de 24 de febrero de 1855, decidió confiar el desempeño de este importante cargo a Dn. Tomás Villalba. Inmediatamente, el flamante contador
general. dispuso la reorganización de las oficinas de cuentas, recaudación
y pagos del Estado, mediante decreto.
Es también muy interesante, la correspondencia que mantiene Dn. Tomás Villalba, en la presidencia de Giró, con el Dr. Eduardo Acevedo.
Entre otros tópicos, plantea un problema jurídico y particularmente de
Derecho Constitucional: la incompatibilidad de ejercer simultáneamente
el cargo de juez y de legislador. Villalba entiende que lesiona el principio
de separación de poderes. En carta de 9 de marzo de 1853, le expresa que
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la renuncia del Sr. Araúcho, ha desatado la controversia acerca de la compatibilidad del ejercicio simultáneo del cargo de juez y de legislador. Araúcho fue electo senador por Soriano en 1852 y renunció al año siguiente,
por considerar incompatible el cargo de legislador con el de miembro del
Tribunal de Justicia (cargo este último, desempeñado desde 1838).
Villalba es contrario al ejercicio simultáneo de ambos cargos y declara
que su posición al respecto, la mantiene desde “las primeras elecciones del año
30 la sostuve contra el Doctor Ellauri q.e fue el primero en hacerse elegir Diputado,
desempañando á la sazón el empleo de Agente Fiscal del Crimen q.e todavía era discernido por el Gobierno.”
Al parecer, Villalba no tiene muy buen concepto de quienes se desempeñan como jueces y asevera que: “una gran parte de la corrupción de los jueces la
he atribuido á la impunidad que tienen asegurada, en el hecho de sentarse en los bancos
de los legisladores.”
Afirma que: “el punto por otra parte es grave y la conciencia pública no puede
quedar satisfecha ni formada por las decisiones de una Cámara.”
Sostiene que: “nuestras leyes llevan consigo un vicio radical desde que el Poder
Político que las discute y las vota, ofrece en su personal, un ejemplo perenne de inconstitucionalidad.”
Agrega que: “Una Cámara sola no tiene el derecho de interpretar por sí y ante
sí uno de los principales artículos de la Ley Fundamental, lo que a mi juicio es otro
error de lo que no se ha apercibido la de Senadores. Eso debería ser el objeto de una ley
que pasase por todos los trámites de la discusión en las dos Cámaras separadamente,
dejando bien claro y determinado el punto controvertido.”
Le dice al Dr. Acevedo que le habla con franqueza de: “una materia en
que V. es maestro consumado, no siendo yo ni aún aprendiz.”
En esta misiva, le anuncia el envío de un estado de las exportaciones
por vía fluvial del departamento, durante el año pasado, pero le aclara
que: “Va incompleta, esto es, sin comprender á la jurisdicción de Dolores q.e es casi la
mitad del Dep.to, p.r el motivo q.e el Receptor da en su nota. Yo se lo explicaré a V.
más – D. Angel Carreras fue nombrado Subreceptor de Dolores y solicitó y obtuvo no
depender de su Gefe natural é inmediato –el Receptor de Mercedes– por que había sido
colorado y quedó dependiendo de la Receptoría General. Necesariamente, en este ramo
el Depto. quedó partido literalmente por el medio y adiós uniformidad de régimen en
el Dep.to y adiós disciplina y estadística.” Reflexiona Villalba que: “Tales medidas
pueden ser muy buenas para satisfacer antojos y caprichos de algunos ahijados, pero muy
mal calculadas para la moralidad de los actos gubernativos y para la mejor expedición
de los asuntos públicos.”
Se indigna con Francisco Xavier de Acha, por un artículo que publicó
en un periódico de la capital, en que acusa a los jefes políticos de supina
ignorancia con respecto a sus facultades y atribuciones y declara que el
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Sr. Acha debió consultar el Reglamento que se aprobó para el ejercicio
del cargo por las Cámaras, en que procurándose huir de un despotismo
imaginario de estos funcionarios, se cayó: “en un caos y anarquía verdaderos, no
se le deja unicamente la sombra de una autoridad descarnada sin medios propios, sin
facultades coercitivas, aun en los casos de desorden y sin la superintendencia que debieran
ejercer sobre todas las cosas y empleados de cualquier ramo y jerarquía dentro de cada
Depto.” Considera que al Sr. Acha le falta autoridad intelectual para opinar: “Pero
el Sr. Acha es poeta o medio poeta y esa clase de hombres no son los mas propios para
tratar con acierto los asuntos serios de la administración pública.”
En la presidencia de Dn. Gabriel Antonio Pereira, fue designado integrante del Consejo Consultivo creado por decreto del 10 de marzo de
1858 y se desempeñó como inspector del Poder Ejecutivo en los Bancos
Comercial y Mauá.
Pereira lo tuvo como asesor financiero.
Al acceder a la primera magistratura Dn. Bernardo Prudencio Berro, se
le confió la cartera de Hacienda, ponderando el representante diplomático
de Francia Martín Maillefer, en su informe al canciller francés, el acierto
de esta designación. Don Tomás Villalba, recogiendo ideas sustentadas
por el Dr. Eduardo Acevedo, en ese entonces ministro de Gobierno, nombró una “Junta Consultiva” integrada por: Marcos Vaeza, Ricardo Hughes,
Cándido Juanicó, Florentino Castellanos, Juan Ramón Gómez, Jaime Cibils, Manuel Herrera y Obes, Juan Miguel Martínez, Luis Lamas, Juan B.
Capurro, Adolfo Vaillant, para el estudio de las cuestiones de Hacienda.
Estaba además encargada de dictaminar en los asuntos que le consultara
el Ministerio y de proponer los medios pertinentes para el fomento de
la industria y del comercio. El 3 de junio de 1861, apenas transcurrido
un año y pocos meses, el presidente Berro destituyó a los tres ministros
que integraron su primer gabinete: el Dr. Eduardo Acevedo, de Gobierno,
Tomás Villalba, de Hacienda y el Gral. Diego Lamas, de Guerra y Marina.
En “Anales Históricos del Uruguay”, el Dr. Eduardo Acevedo, enumera
las distintas hipótesis que se manejaron en la época, para explicar la causa
de esta destitución colectiva de ese “gran ministerio”. Unos lo atribuían
a la cuestión religiosa, dado que el ministro de Gobierno Dr. Acevedo,
había asumido actitudes decididas contra el clericalismo absorbente, otros
pensaban que la causa fueron los sucesos políticos de que era teatro la
República Argentina y para otros se imaginaba el motivo del cese, en los
celos del presidente, por la eficiencia de sus ministros, a quienes muchos
atribuían el éxito en exclusividad de su gestión.
En 1863, Villalba es electo senador por Canelones, pero su elección
fue declarada nula. Nuevamente votado ingresará a la Cámara Alta y el
Senado lo consagra presidente el 15 de febrero de 1865. Ese mismo día
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Atanasio Cruz Aguirre le transfirió el ejercicio de la primera magistratura,
desempeñada por éste desde un año atrás. En esas circunstancias tan difíciles para la República en que el jefe revolucionario Gral. Venancio Flores,
secundado por las fuerzas de mar y tierra del Imperio del Brasil, arribaba
a la Capital, amenazando con arrasarla a sangre y fuego, como ya lo había
hecho, en bochornoso contubernio, en Paysandú, el presidente Villalba
comisionó al Dr. Manuel Herrera y Obes para buscar un avenimiento pacífico sobre determinadas bases, pero Flores no consintió en aceptarlas y
Villalba se vio obligado a entregarle la ciudad, responsabilizándose de ello,
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como el mismo afirmó: “para ante la ley y la opinión, para ante los contemporáneos
y para ante la Historia.” El 20 de febrero se firmaría en la villa de la Unión
el tratado de paz que dio término a la guerra civil.
El 20 de mayo de 1862, se había sancionado un proyecto de ley que
adoptaba el sistema métrico decimal. El autor de este proyecto fue Dn.
Tomás Villalba, según lo recuerda Constante Fontán Illas, aunque recién
se pondrá en práctica en 1869.
El 1º. de marzo de 1865, el gobierno provisorio, designó mediante
decreto contador general de la Nación y comisario general de Bancos a
Dn. Tomás Villalba.
El 12 de julio de 1886 se produjo su deceso, en su domicilio de la calle
Ituzaingó entre Reconquista y Yerbal. Esa casa en que residía, le había sido
obsequiada mediante suscripción popular, a raíz de la pacificación del 65.
También el comercio de Montevideo le regaló un hermoso álbum y una
medalla de oro. El País perdía un ciudadano ejemplar que puso al servicio
del Estado su indiscutible capacidad y su incuestionable probidad.
FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS
A.G.N. R.O.U: Fondo Archivos Particulares: Caja 20, carpeta 18.
A.G.N. R.O.U: Fondo Museo Histórico Nacional: Caja 166, carpeta
10.
ACEVEDO, Eduardo: Anales Históricos del Uruguay, Montevideo,
Imp. Barreiro y Ramos, 1933.
FERNÁNDEZ SALDAÑA, J.M.: Diccionario uruguayo de biografías,
Montevideo, Ed. Amerindia, 1945.
GOMENSORO MOYANO, Hubertina: Apuntes genealógicos, Buenos Aires, Ed. La Facultad, 1937.
MELOGNO VÉLEZ, Fabián: Soriano en la batalla de Carpintería, en
Revista Histórica de Soriano No. 40, Imp. Alen, 2008.
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RELIGIOSAS ITALIANAS
EN LA CONSOLIDACIÓN DE LA IGLESIA URUGUAYA
MODERNA
Susana Monreal
Los inicios de la vida independiente de las nuevas repúblicas hispanoamericanas fueron acompañados de variados cambios que abarcaron la
vida religiosa y las modalidades y acentos que la marcarían en su desarrollo
futuro. Los nuevos países, y también Uruguay, recibieron desde la década
de 1830 el aporte de congregaciones religiosas europeas, de preferencia
de origen italiano y francés, de perfil renovador: la vida comunitaria se
complementaba con un intenso trabajo educativo o social. Las Iglesias
nacionales desarrollaron una política de atracción de congregaciones que,
en algunos casos, renovarían la tradicional vida conventual colonial y, en
otros, crearían las bases de la vida religiosa en el país. Este último fue el
caso del Uruguay en donde el desarrollo de la vida religiosa había sido
sumamente limitado durante la colonia. En diciembre de 1859, con la designación de Jacinto Vera como cuarto vicario apostólico, se acentuó esta
tendencia de promoción de la llegada de congregaciones europeas, como
una de las políticas destinadas renovar la vida de la Iglesia, primero, y a
enfrentar las tendencias secularizadoras, más tarde.
Luego de estudiar el origen y el carisma de las congregaciones italianas que llegaron al Río de la Plata a partir de mediados del siglo XIX, se
analizarán el proceso de su llegada al Uruguay y finalmente la significación
de su presencia en el país y sus aportes para la consolidación de la Iglesia
uruguaya moderna.
Un nuevo modelo de vida religiosa
En las últimas décadas del siglo XVIII, la revolución política que se inició en Francia, y en toda Europa, tuvo severas consecuencias para la vida
religiosa1, que se vio muy debilitada por la crisis revolucionaria. La identificación del catolicismo con la monarquía, la política secularizadora que se
desarrolló desde 1790, los avances del racionalismo en los sectores sociales más influyentes y la profunda ignorancia religiosa del pueblo caracterizaron este proceso. A partir de 1802 sin embargo la política napoleónica
marcó otros rumbos, bajo la persuasión de que la religión actuaba como
1 Gérard CHOLVY y Ives-Marie HILAIRE, Histoire religieuse de la France. 1800 - 1880 y
Histoire religieuse de la France. 1880 - 1914. Toulouse, 2000.
152
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firme contención para el pueblo, para las mujeres, para los jóvenes. Por
otra parte, también se desarrolló en Europa, y con motivaciones mucho
menos interesadas, un movimiento intelectual que valoraba los sentimientos religiosos, y particularmente al cristianismo como religión liberadora
y promotora de civilización.
La restauración católica, entre 1802 y 1815, se oficializó con la Restauración que dio nuevo impulso a la alianza del trono y el altar. A pesar de
que las revoluciones de julio de 1830 alimentaron nuevos impulsos anticlericales, hacia 1840 el clima volvió a distenderse. Aun cuando se asistía
al nacimiento de la sociedad industrial, la cultura rural y sus tradiciones,
también en relación con la vida cristiana, atravesaron un período de fortalecimiento que se extendería hasta 1880 en toda Europa. Con el apoyo
romano, la acción pastoral se expandió según un nuevo espíritu, especialmente vinculado con las manifestaciones de la religiosidad popular. Se
produjo entonces el desarrollo y la difusión de fiestas patronales y procesiones, de las obras de juventud y de los libros religiosos populares, de la
devoción al Sagrado Corazón, del culto eucarístico y la piedad mariana, de
construcción de iglesias y de impulso a las peregrinaciones colectivas.
En toda Europa la vida religiosa fue adquiriendo nuevos rasgos. Después de la revolución, la reconstrucción del clero católico fue lenta hasta
1814 y muy rápida desde entonces. Otra tendencia de la época fue la
orientación de las vocaciones hacia las congregaciones y los institutos religiosos. En esta línea, al restablecimiento de las órdenes antiguas, con un
vigor que los sufrimientos habían reafirmado, se agregó la fundación de
nuevas congregaciones masculinas y femeninas, dedicadas en su mayoría a
la educación y al trabajo social.
Los institutos religiosos manifestaron un dinamismo y una energía sólo
comparable a la vivida en los siglos XII y XIII, con una diferencia elocuente.2 En tanto la multiplicación de las fundaciones medievales había
provocado el desconcierto de Roma y en consecuencia la aplicación de
algunas medidas restrictivas, la eclosión de fundaciones en el siglo XIX
no despertó ninguna oposición; por el contrario, el hecho fue considerado
una manifestación de la Providencia. El florecimiento de la vida religiosa
tuvo características propias. En primer lugar, fue especialmente fecundo
en Italia y en Francia, países que reunieron más de la mitad de las fundaciones. Por otra parte, estas fundaciones fueron particularmente dinámicas, y pronto se abrieron a la acción misionera fuera de Europa. Las
fundaciones del siglo XIX dieron el impulso decisivo al “catolicismo de
2 Raymond HOSTIE, Vida y muerte de las órdenes religiosas. Estudio pisco sociológico. Bilbao,
1973.
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153
movimiento”, que se manifestó desde el siglo XVII con la fundación de
las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, abandonando los muros de
los conventos para desarrollar la vida apostólica en círculos sociales más
amplios. Se consolidaba de este modo la alternativa al “catolicismo de referencia”, vinculado a la vida contemplativa, que había predominado hasta
entonces y que había tenido la exclusividad en la vida religiosa femenina
en la América colonial.3
En Italia, desde comienzos del siglo XIX, a las congregaciones antiguas, se sumó una legión de nuevas congregaciones, dedicadas a las más
variadas tareas: misiones, atención de niños y ancianos, cuidado de enfermos, educación de niños y niñas, sobre todo de niños que hoy llamaríamos en situación de riesgo. Las congregaciones italianas que llegaron
a Uruguay en la segunda mitad del siglo XIX pertenecen precisamente a
este ciclo de trasformación y de eclosión de la vida religiosa: las Hijas de
María Santísima del Huerto, las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, las Hijas de María Auxiliadora y las Hermanas Capuchinas de la Madre
Rubatto. Las otras dos congregaciones de origen francés, pero que llegaron por vía italiana, fueron las Monjas Salesas, fundación del siglo XVII,
y las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena de Albi, fundación
francesa del período estudiado.
En 1829 fue fundada, en Chiavari, cerca de Génova, la congregación
de las Hijas de María Santísima del Huerto4. La obra fue promovida por Antonio María Gianelli5 y por la hermana Catalina Podestá6 para
3 Elisabeth DUFOURCQ, Les Aventurières de Dieu. Trois siècles d’histoire missionnaire française,
París, 1993, p. 39.
4 Dizzionario degli Instituti di Perfezione (DIP), t. 3, 1976, col. 1634; Enciclopedia Católica, t. 5,
1950, col. 1276; Hna. Amábile FERRAIRONI, Catalina, Clara y las otras..., s. l., 1995.
5 San Antonio María Gianelli (1789-1846) Nació el 12 de abril en Cereta, diócesis de
Génova, hoy diócesis de Chiavari. Fue ordenado sacerdote en 1812 y desde entonces desarrolló las siguientes funciones: coadjutor del abad de San Mateo, profesor de letras en
el Colegio de los Padres Escolapios de Carcare, profesor de retórica en el Seminario de
Génova. En 1826 fue designado arcipreste de Chiavari y desarrolló en la ciudad una obra
muy importante: fundó un seminario, instituyó la congregación misionera de los Liguoriani
y se integró a la Sociedad Económica y a su dirección. Este último cargo lo condujo a la
fundación, en 1829, de las Hijas de María Santísima del Huerto. En 1838 fue consagrado
obispo de Bobbio y se dedicó con total entrega a las visitas pastorales, la redacción de homilías edificantes, la formación del clero, el impulso del seminario, la promoción del culto
de San Colombano y la restauración del templo de la ciudad. Publicó Precetti Rettorici, La
riforma del Seminario y Regole di civiltá e di buonacrianza. Bibliotheca Sanctorum, vol. 2, 1962, col.
211- 216; Enciclopedia Britannica (EB), 1995, t. 4, p. 928; Dizionario degli Istituti di Perfezione
(DIP), t. 3, 1976, col. 530-531.
6 Hermana Catalina Podestá (1813-1883) Viuda y con una hija a los 18 años, Catalina
Podestá ingresó a la sociedad de Señoras de Caridad, fundada por el padre Antonio María
Gianelli y posteriormente al instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto. Estuvo
154
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encargarse del cuidado de las huérfanas del lugar en el Ospizio di Caritá e
Lavoro. Años antes, el patricio Stefano Rivarola había fundado en Chiavari
una “Sociedad Económica” que mantenía al citado hospicio. Cuando el P.
Gianelli ingresó a la comisión directiva de la “Sociedad Económica” dio
impulso a la rama femenina de la sociedad, llamada “Señoras de Caridad”,
que terminó dando nacimiento al nuevo instituto religioso. Dicho instituto
tomó su nombre del santuario vecino consagrado a la “Madonna dell’Orto”,
patrona de Chiavari y devoción local desde el siglo XVII. La primera comunidad de Chiavari se dedicó a la adoración eucarística y al cuidado de
niñas pobres y huérfanas, enfermos, encarcelados y mujeres “caídas”. La
joven viuda Catalina Podestá ingresó a la congregación tres años después
de su fundación, estuvo a su cabeza durante cuarenta años, logró la autorización pontificia (1868) y promovió su expansión en América Latina, a
partir de mediados del siglo XIX. A ella se debe en buena parte la estabilidad del nuevo instituto.
La congregación de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia7
fue creada en Savona, en 1837, por el impulso de María Josefa Rossello8.
Mons. Agostino De Mari, obispo de Savona, preocupado por el abandono
moral en el que se encontraba su pueblo y especialmente las niñas de la
ciudad, deseaba promover la fundación de una institución que se ocupase
de su educación. Benita Rossello, desde muy joven terciaria franciscana,
se ofreció a llevar adelante la obra con otras tres jóvenes de la localidad y
con gran confianza en la Divina Providencia, puesto que la congregación
se fundó sin recursos. Así se inició el nuevo instituto; a los pocos años
comenzaron a crecer las vocaciones y a multiplicarse las casas, primero en
a la cabeza de la congregación durante 40 años y a sus virtudes como superiora se debió
la consolidación de la obra. En 1861 se instaló en Roma y logró la aprobación papal del
nuevo instituto en 1868 y de las Constituciones en 1882. Promovió la expansión de las
religiosas del Huerto en Italia y en América Latina. Hna. Amábile FERRAIRONI, Catalina,
Clara y las otras..., s. l., 1995.
7 DIP, t. 3, 1976, col. 1650-1652.
8 Santa María Josefa Rossello (1811-1880) Benita Rossello nació en Albissola, el 27 de
mayo de 1811, siendo hija de una humilde familia de ceramistas y la quinta de diez hermanos. El cuidado de sus hermanos más pequeños la preparó para su futura actividad al servicio de los más pobres. En 1830 comenzó a trabajar para la familia Monleone de Savona,
con la que permaneció siete años, más como hija adoptiva que como doméstica. En 1837
solicitó la entrada en la congregación local de las Hijas de Nuestra Señora de la Nieve pero
no fue aceptada por no tener dote. Ese mismo año fundó con otras tres compañeras - Angela y Domenica Percio y Paolina Barla - la congregación de las Hijas de Nuestra Señora
de la Misericordia. Adoptó el nombre de religión de María Josefa, profesó el 2 de agosto
de 1838 y fue electa superiora en 1840. Durante sus 50 años como superiora, se preocupó
especialmente por la formación espiritual y la preparación profesional de las religiosas.
Murió en Savona el 7 de diciembre de 1880. DIP, t. 5, 1977, col. 950-951.
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la Liguria, más tarde en otras regiones de Italia y finalmente por el mundo.
En 1875 las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia se instalaron en
América Latina, más precisamente en la provincia de Buenos Aires y más
tarde lo hicieron en los Estados Unidos. El objetivo preciso del nuevo
instituto, cuyas constituciones fueron aprobadas por León XIII en 1900,
era la práctica de obras de misericordia, especialmente dirigidas a los más
pobres y a los más abandonados. Si bien desde 1854 las Hermanas iniciaron tareas de asistencia a enfermos a domicilio, la educación de las niñas
fue una actividad a la que consagraron siempre muchas energías.
El Instituto de las Hijas de María Auxiliadora9 fue fundado en
1872 en Mornese, un pequeño pueblo de los Alpes italianos. La obra fue
promovida por María Dominga Mazzarello10 y el párroco del pueblo, el
padre Domingo Pestarino. Éste había apoyado, en 1855, a Angelina Maccagno en la fundación de la Asociación de Hijas de María Inmaculada, a
la que se unió María Mazzarello. Esta obra tenía como finalidad el apostolado y las obras de servicio orientada sobre todo a las niñas del pueblo
y de los alrededores. El encuentro con Don Juan Bosco, primero de Don
Pestarino, quien ingresó a la congregación salesiana, y más tarde, en 1864,
de María Mazzarello fue decisivo para la fundación del nuevo instituto. En
efecto, Don Bosco, apoyándose en la obra ya iniciada por María Mazzarello, organizó la primera comunidad de las Hijas de María Auxiliadora, “un
monumento vivo de gratitud a María Auxiliadora”. El 5 de agosto de 1872
las primeras dieciséis religiosas hicieron sus votos de pobreza, celibato y
obediencia, y María Mazzarello fue elegida como primera superiora, cargo
que conservó hasta su muerte, en 1881. María Dominga Mazzarello, de
personalidad enérgica y realista, de fe profunda y recia, imprimió a la obra
9 Hna. María Pía GIUDICI, F.M.A., Una mujer de ayer y de hoy. Santa María Dominga Mazzarello. Barcelona, 1981; DIP, t. 3, 1976, col. 1609-1613.
10 Santa María Dominga Mazzarello (1837-1881) Nació el 9 de mayo de 1837, en Mornese, en el seno de una familia campesina acomodada y profundamente cristiana. Recibió
de su padre instrucción básica y sólida formación cristina. Desde niña se destacó por
su piedad, su espíritu alegre y su laboriosidad. En 1855 se integró, junto con otras tres
jóvenes del lugar, a la Asociación de Hijas de María Inmaculada, fundada por Angelina
Maccagno. Junto con su prima Petronila instaló, en Mornese, un taller de costura, que
atrajo a numerosas niñas que aprendían el oficio y recibían formación cristiana. Cuando
Don Bosco conoció su obra, le pareció un buen punto de partida para la rama femenina
de su congregación y en 1872 fue fundado el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.
Como superiora de la nueva obra, María Mazarello se reveló como una mujer de coraje y
de profundo conocimiento del alma humana, especialmente de las jóvenes que ingresaban
al instituto. De manera audaz, promovió, en 1879, la primera expedición misionera hacia el
Río de la Plata, precisamente a Uruguay. La Madre Mazzarello murió en Niza Monferrato
el 14 de mayo de 1881. Hna. María Pía GIUDICI, F.M.A., Una mujer de ayer y de hoy. Santa
María Dominga Mazzarello. Barcelona, 1981; DIP, t. 5, 1977, col. 949-951.
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157
su espíritu sencillo y alegre. La institución estaba especialmente orientada
a la educación cristiana de las niñas de las clases populares y era, de algún
modo, la cara femenina de la obra emprendida por Don Bosco en Turín.
El Instituto de las Hijas de María Auxiliadora fue aprobado por Mons.
Sciandra, obispo de Acqui, en 1876 y fue un instituto “agregado a la Sociedad Salesiana” desde 1885 hasta 1906, cuando logró su autonomía como
congregación femenina, si bien cuenta con la continua asistencia espiritual
de los Salesianos de Don Bosco y comparte con ellos la identidad y los
objetivos.
En 1885 nació el Instituto de las Hermanas Terciarias Capuchinas11, bajo el impulso de Ana María Rubatto, Hermana María Francisca12
en la vida religiosa. Marieta Rubatto tenía 42 años, cuando comenzó a
construirse en Loano, donde solía pasar los veranos, el “pequeño convento” para asistir corporal y espiritualmente a los enfermos. La obra fue
promovida por María Elice, ex monja carmelita, quien propuso a Marieta
iniciar una comunidad religiosa como superiora. Después de muchas dudas y con el consejo de su confesor capuchino, el padre Angélico da Sestri
Ponente, y de otros sacerdotes, incluido Don Juan Bosco, Marieta aceptó
iniciar la obra que estaría consagrada al cuidado de enfermos a domicilio
y a la enseñanza de la doctrina cristiana. El 23 de enero de 1885 se fundó
el Instituto de las Hermanas Terciarias Capuchinas13 con la ceremonia de
vestición y el inicio del noviciado de las primeras seis religiosas. En julio del mismo año, Mons. Felipe Allegro, obispo de Albenga, firmaría las
Constituciones fundamentales y el Reglamento diario de la nueva congregación. A
la comunidad de Loano siguieron nuevas fundaciones en el Norte de Italia
- en Voltri, Génova, San Remo y San Leonardo - y numerosas vocaciones
11 P. Teodosio DE VOLTRI, O.F.M. Cap., María Francisca de Jesús. Montevideo, 1962; P.
Rodolfo TOSO, O.F.M. Cap., Una mujer fuerte. M: Francisca Rubatto. Montevideo, 1992; DIP,
t. 2, 1975, col. 200-201.
12 Beata María Francisca Rubatto (1844-1904) Ana Maria Rubatto, Marieta, nació en
Carmagnola, Turín, en el seno de una familia campesina y cristiana. Desde su infancia manifestó inteligencia natural, espíritu laborioso y alegre, y profunda piedad. A los 19 años
perdió a su madre y luego de vivir siete años en casa de su hermana mayor Magdalena, se
instaló en la casa de una señora viuda, sin hijos y de fortuna, Mariana Scoffone de Costa,
como una hija adoptiva. En 1882, murió la señora Scoffone y Marietta Rubatto continuó
la vida que había llevado en los últimos años. En el verano de 1883, en Loano, se inició la
organización de una obra religiosa, a cuya cabeza se pondría Marietta. Con el apoyo del P.
Angélico da Sestri Ponente, Marieta Rubatto fue la fundadora del Instituto de las Hermanas Terciarias Capuchinas. En 1888, la congregación se instaló en Génova y, en 1892, en
Montevideo donde desarrollaron importantes tareas asistenciales y educativas. La M. Robatto murió en Montevideo, el 6 de agosto de 1904. Ibídem; DIP, t.6, 1978, col. 530-531.
13 En 1972 el Instituto de las Hermanas Terciarias Capuchinas cambió su nombre por el
de Instituto de las Hermanas Capuchinas de la Madre Rubatto.
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religiosas. En 1892, nuevamente a instancias del llamado del P. Angélico, la
madre Francisca y otras tres religiosas partieron hacia Montevideo, desde
donde se fundarían nuevas comunidades en Rosario de Santa Fe y Buenos
Aires, e incluso una misión en la selva amazónica.
En cuanto a las congregaciones francesas que llegaron al Uruguay a
través de sus ramas italianas, éstas fueron dos: la Orden de la Visitación de
Nuestra Señora y las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena de
Albi. La Orden de la Visitación de Nuestra Señora, fundada en 1610,
en Annecy, por Francisco de Sales y por Juana Francisca Frémiot, baronesa de Chantal, fue instituida para consagrarse a la oración y a las actividades apostólicas, en particular a la visita y al cuidado de los enfermos y de
los pobres. Si bien el apostolado educativo no fue el carisma fundacional
de las Salesas, la vida de claustro indujo a las monjas, desde 1640, a la instalación de pensionados, que debieron cerrar en 1907. En 1852 nació la
congregación de las Hermanas Domínicas de Santa Catalina de Siena
de Albi, fundada por Catalina Fabre, Madre Gérine en la vida religiosa, en
la ciudad de Albi. Terciaria dominica desde los 19 años, la Madre Gérine
reunió a otras jóvenes para dedicarse a la visita y a la evangelización de los
pobres y de los enfermos. Con el estímulo del padre Enrique Domingo
Lacordaire, la pequeña comunidad se instaló en Toulouse y se consolidó
en Albi. A éstas siguieron numerosas fundaciones en el sur de Francia, al
cuidado de enfermos se sumaron las tareas de enseñanza, y pronto surgirían fundaciones en Italia y en América del Sur.
Estas obras cristianas compartieron muchas características en su origen: las regiones en las que se realizaron las fundaciones, las familias y la
formación de las fundadoras, los objetivos de las obras, la espiritualidad
de las mismas.14
En relación con los lugares de origen, estas obras fueron el fruto de
la Italia rural y católica. Las fundadoras, nacidas entre 1789 y 1844, en un
lapso de cincuenta años, provenían del Norte de Italia sin excepciones.
Asimismo todas las nuevas congregaciones fueron fundadas en las zonas
en las que sus fundadoras habían nacido y se habían formado. También
se asemejan las familias y el tipo de formación recibido por estas mujeres.
Todas provenían de familias de origen rural o de pequeños pueblos, y de
acendrado cristianismo. Por otra parte, ninguna de ellas había recibido una
educación de nivel destacado.
14 S. MONREAL, “Las propuestas educativas francesas en Uruguay en el siglo XIX. Las
congregaciones católicas francesas”, en Prisma, Universidad Católica del Uruguay, Montevideo, 2005, nº 20, p. 49-98. Un estudio semejante ya ha sido realizado sobre las congregaciones católicas francesas que llegaron a Uruguay en el siglo XIX.
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159
De la misma forma todos los institutos estudiados fueron fundados para consagrarse a tareas de asistencia y de educación, lo que fue muy común
en la época. En relación con las tareas educativas, las nuevas congregaciones italianas no se propusieron en ningún caso ofrecer una formación de
alto nivel académico, sino que se consagraron a la enseñanza básica, a la
enseñanza de oficios y a la revitalización de la educación cristiana en los
ambientes populares.
Igualmente todas estas fundaciones compartieron un mismo espíritu
tradicional, el espíritu de restauración del cristianismo y la fidelidad a
la tradición.15. Si bien tratamos la historia de institutos femeninos, todas
las fundadoras mujeres estuvieron siempre cobijadas por la figura de un
cofundador, un sacerdote prestigioso por su espíritu religioso o sus dotes
apostólicas, y por el apoyo de la jerarquía. Este fue el caso de Catalina Podestá que continuó la obra iniciada por el padre Antonio María Giannelli;
de María Dominga Mazzarello que siguió las directivas de su párroco Don
Pestarino primero y de Don Bosco más tarde; de Marieta Rubatto, que se
apoyó en los consejos del padre Angélico de Sestri y en la autoridad de
Mons. Allegro.
Finalmente otros caracteres comunes a las fundadoras y a sus institutos
son propios de la religiosidad de la época: la piedad mariana, el culto eucarístico, el espíritu misionero. En relación con la devoción mariana, desde
1840 se produjo en toda la Europa católica una marcada revitalización
de la misma, aun cuando la misma tenía raíces populares muy antiguas.
Además la exaltación de María se relacionaba con la reivindicación del
rol femenino en las obras cristianas y especialmente en el cuidado de los
enfermos y en la enseñanza. La devoción a María estuvo en el origen, en
el espíritu y hasta en el mismo nombre de las congregaciones estudiadas.
Antonio María Gianelli ofreció su fundación a Nuestra Señora del Huerto
de Chiavari; María Mazzarello recibió de Don Bosco la orientación para
poner su obra en manos de María Auxiliadora; María Josefa Rossello consagró sus hijas a Nuestra Señora de la Misericordia
En cuanto al espíritu misionero, las congregaciones italianas fundadas
en el siglo XIX se desarrollaron pronto en número de comunidades y en
vocaciones, lo que alimentó el impulso apostólico. Con plazos diversos,
los institutos estudiados iniciaron con audacia sus obras misioneras fuera
de Italia y de Europa. Si bien en el caso de las Hermanas del Huerto trascurrieron más de 20 años entre la fundación y la partida hacia América, y
el lapso superó los 30 años en el caso de las Hijas de Nuestra Señora de la
15 R. HOSTIE, Vida y muerte de las órdenes religiosas. Estudio psico sociológico. Bilbao, 1973, p.
286- 299.
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Misericordia, las Hijas de María Auxiliadora iniciaron las obras en América
6 años después de fundadas y las Hermanas Capuchinas 7 años después.
Sin excepciones las obras misioneras fortalecieron a las nuevas congregaciones, aumentaron las vocaciones en las tierras de misión y los institutos
iniciaron una firme proyección internacional.
“Ardemos en deseos de darnos a las almas”
A partir de 1856 comenzaron a llegar al Río de la Plata las congregaciones italianas femeninas. En efecto en el mismo año, y en el mismo barco,
llegaron desde Génova las primeras Monjas Salesas y las primeras Hijas
de María Santísima del Huerto.16
Llegaban a una joven república, recién salida de una larga guerra civil
y regional, marcada por el estancamiento rural, las intervenciones extranjeras y las primeras manifestaciones de filosofías no cristianas. La Iglesia
uruguaya era ciertamente débil. A la ausencia de una estructura jerárquica
propia, se agregaban la inquietante situación del clero – carencia de clero
nacional, debilidad en la formación y en la acción pastoral de los sacerdotes, presencia de curas europeos influidos por las revoluciones liberales de
1848 – y las fuertes limitaciones de la educación católica.
Las primeras congregaciones llegaron a Uruguay durante el Vicariato
Apostólico de Mons. José Benito Lamas. El 18 de noviembre de 1856 desembarcaron en Montevideo, procedentes de Génova y después de un largo
viaje, las primeras cinco monjas Salesas, provenientes del monasterio de
Milán y las primeras ocho Hermanas de Caridad Hijas de María Santísima
del Huerto. Se trataba de dos congregaciones de perfil bien diverso y que
darían respuesta a necesidades bien diferentes de la sociedad uruguaya.
Las Hermanas de la Visitación o Salesas, provenientes de la península itálica, integraban la primera congregación religiosa femenina de vida
contemplativa que llegó a Uruguay. Con su llegada a Montevideo se concretó un proyecto que se remontaba a 181617, cuando se habían iniciado
las gestiones para lograr el establecimiento de un monasterio en la ciudad.
Juana María y Rosa Eduviges García de Zúñiga, especialmente la primera
de las nombradas, habían manifestado entonces el deseo de entrar a la vida
religiosa. El arribo a Montevideo, en 1821, del padre Antonio Portegueda, devoto del Sagrado Corazón de Jesús, acarreó la instauración de esta
16 Ver Carlos VENER OFM Cap y Álvaro MARTÍNEZ, Aportes de las congregaciones religiosas de origen italiano en el Uruguay (1856-1919), Montevideo, 1998.
17 Historia de la Fundación del Monasterio de la Visitación Santa María de Montevideo. Libro
diario manuscrito, Archivo del Monasterio Nuestra Señora de la Visitación, Progreso, Canelones.
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161
fiesta religiosa en la ciudad y la fundación de la Congregación del Sagrado
Corazón. Además el P. Portegueda apoyó el proyecto de establecer un
monasterio de la Visitación en Montevideo y dirigió al papa las primeras
peticiones formales. El empeñoso sacerdote, que falleció en 1832, no
pudo ver la concreción de la obra.18 En la década de 1850 el proyecto recobró impulso, cuando llegó a Montevideo del Pbro. Isidoro Fernández. El
padre Fernández, director de las Monjas Carmelitas de la ciudad de Salta,
traía la idea de instalar un monasterio de dicha congregación. Sin embargo,
pronto se unió al antiguo proyecto de las hermanas García de Zúñiga y
de otras señoras. En abril de 1855, con las autorizaciones de Mons. José
Benito Lamas, el padre Isidoro Fernández viajó a Europa con la misión de
traer al Río de la Plata a las religiosas fundadoras del futuro monasterio.
No habiendo encontrado en Madrid respuesta favorable, el P. Fernández
se dirigió a Roma y obtuvo el apoyo de Pío IX, quien, recordando las
súplicas recibidas treinta años antes en ocasión de su viaje a Montevideo,
aprobó la propuesta. El monasterio de la Visitación de Roma encomendó
la concreción del proyecto al monasterio de Milán; la madre Luisa Beatriz
Radice fue “puesta a la cabeza de esta gran empresa”. Acerca de la madre
Radice y de la ardua preparación del viaje a Montevideo, se lee en los Anales del monasterio de Montevideo: “su celo por la perfecta observancia, su rara
prudencia y su confianza en Dios parecían haber crecido en medio de las dificultades”.19
Finalmente, el 22 de febrero de 1856, la Sagrada Congregación de los
Obispos y Regulares emitió la bula que habilitaba a Mons. Lamas a erigir
un monasterio de la Visitación en Montevideo. Seis meses más tarde, el 5
de agosto, las cinco misioneras partían del monasterio de Milán.20 Después
de dieciocho días en Génova, una noche en Marsella, un largo viaje transatlántico de un mes con escalas en Málaga, Lisboa y Tenerife, diecisiete
días en Bahía y veinticuatro días en Río de Janeiro, llegaron a Montevideo
donde fundaron el monasterio el 8 de diciembre de 1856.21
18 Ibidem, f. 6-25. El testamento del padre Portegueda probaba su predilección por la
Orden de la Visitación, pues solicitaba que todos sus bienes, libros y ornamentos fuesen
reservados para el uso del capellán de estas religiosas, cuando ellas se instalasen en Montevideo. Destinaba también algunos fondos para la fundación del proyectado monasterio.
Ibidem, f. 17.
19 Ibidem, f. 25.
20 Ibidem, f. 35. Las hermanas designadas para fundar el monasterio de Montevideo fueron: Sor Luisa Beatriz Radice, superiora; Sor Mª Gertrudis Crespi, asistente; Sor Mª Rosa
Citeri, Sor Mª Alfonsa Gnecchi y Sor Mª Carolina Crespi. Ibidem, f. 23.
21 Ese mismo día tomaron el hábito las primeras novicias uruguayas: las hermanas Zúñiga, “ya ancianas”, las hermanas Rodríguez, la Srta. Marcelina Del Valle y la Srta. Ángela
Prego. Ibidem, f. 57-59. Sor Ascensión Alcain ingresó la vida religiosa más tarde, no se
adaptó, dejó el hábito, pero se obligó a permanecer siempre adicta al monasterio. Ibidem,
f. 65.
162
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La sociedad montevideana tenía grandes expectativas en la labor educativa que las Hermanas Salesas podrían desarrollar: “Las personas más
distinguidas de la ciudad se mostraban favorables a la nueva casa, ya que se
hacían pedidos para confiarnos sus niñas, pero nuestra respetable Madre
no quiso que se abriese el educandado tan luego, para darnos un poco de
tiempo para que nos entregásemos más a formarnos a la vida religiosa”.
Las clases comenzaron el 19 de febrero de 1857, bajo la protección de San
José, con cuatro alumnas.22 El pensionado y la escuela de niñas pobres se
instalaron en los años siguientes. En diciembre de 1859 los cursos se abrieron con 70 niñas inscriptas y 40 pupilas. Incluso se hizo necesario solicitar
el envío de más hermanas para dedicarse a la educación, y en enero del
mismo año se habían unido a la comunidad religiosa Sor Mª Sofía de Ornans, Sor Rafaela de Milán – “para enseñar el inglés” –, y una pretendiente
del monasterio de Montpellier.23
Con las Salesas viajaron las Hijas de María Santísima Huerto, quienes llegaron de Génova, para desarrollar tareas de asistencia en el Hospital
de Caridad.24 Desde el siglo XVIII la atención del Hospital de Montevideo
estaba en manos de la Hermandad de San José y de la Caridad, que había
integrado Francisco Antonio Maciel, y que dio entrada a las mujeres en
las obras de caridad y beneficencia pública. En 1886 la citada Hermandad
fue sucedida por la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública, presidida
por Juan Ramón Gómez, de 1855 a 1896, y en la que se destacó la figura
generosa de Juan Dámaso Jackson. Esta comisión promovió la llegada de
religiosas para la atención del Hospital y encargó al P. Isidoro Fernández
traer a las primeras cuatro Hijas de la Caridad para servir en el Hospital
de Caridad. De acuerdo a lo proyectado, el P. Fernández debía conducir a
Montevideo a las Monjas Salesas y a las Hermanas Vicentinas del convento de Roma.
De acuerdo a las gestiones realizadas por el padre Fernández, en Génova debían unirse a las Hermanas Salesas las Hijas de la Caridad destinadas
22 Ibidem, f. 62.
23 Ibidem, f. 75 y 76. Acerca de la enseñanza del inglés, las Hermanas le prestaron especial atención, “muchas personas en aquella época habiendo pedido que se enseñase tal
idioma”.
24 Visita ad limina de Mons. Inocencio Ma. Yéregui a Roma, Montevideo, 5 de julio de 1888, f.
40. Archivo Curia Eclesiástica, serie Obispado, Mons. Inocencio Yéregui, carpeta 1888; L.
A. PONS, Biografía del Ilmo. y Revmo. Señor Don Jacinto Vera y Durán, primer Obispo de Montevideo.
Montevideo, 1904, p. 183; Oscar MEIJOME, Las Hermanas en los Hospitales, Amor y ayuda a
los que sufren, Montevideo, 1956; Hna, Amábile FERRAIRONI, Catalina, Clara y las otras, s.
l. , 1995, p. 112, 130 y 147 y ss. ; Hna. Amábile ABATTI, Misión e inculturación de las Hijas de
María Santísima del Huerto en América Latina, Roma, 1997, p. 34 y ss. , 76 ss. , 169 y 192; Hna.
Eulalia, Sin fronteras. 140 años en Montevideo, Montevideo, 1998, p. 105 y 108.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
163
al Hospital de Montevideo. Llegado a Génova, el padre Fernández recibió
la noticia de que se había dado a las religiosas vicentinas otros destinos,
lo que motivó una fuerte preocupación. La madre Mª Catalina Schiaffino,
superiora del monasterio de la Visitación de la ciudad, sugirió al sacerdote
que se dirigiera a las Hijas de María Santísima del Huerto, recién instaladas
en Génova y con obras en todo el Piemonte. Si bien la primera respuesta
fue negativa, a los pedidos insistentes y a las intensas oraciones de las
monjas Salesas siguió la aceptación de enviar ocho religiosas, bajo la dirección de la superiora Mª Clara Podestá. Eran todas ligures y habituadas
a la vida tranquila de Chiavari.25 Completaban el grupo quince religiosos
franciscanos, destinados a Salta. El superior de los padres franciscanos, el
P. Pellicci fue designado por el P. Isidoro Fernández como confesor de las
religiosas.26
Después de un viaje de tres meses y cargado de dificultades, las Hermanas del Huerto llegaron a Montevideo y al Hospital de Caridad, en
noviembre de 1856, en medio de una verdadera fiesta popular. El 12 de diciembre tomaron posesión de las salas y demás departamentos del Hospital y se firmó el convenio entre la congregación y la Comisión de Caridad.
Pronto las hermanas ampliaron sus tareas, dedicándose a las visitas a los
enfermos a domicilio y asumiendo la gestión de la escuela que funcionaba,
desde junio, en el hospital. La epidemia de fiebre amarilla, que se inició
en junio de 1857, dio oportunidad a las hermanas de prestar importantes
servicios.27
A partir de 1857 se sucedieron los viajes que trajeron nuevos grupos
de religiosas a Montevideo y a la región; llegaron cuatro religiosas en abril
de ese año y nueve en 1863. También se diversificaron las tareas de las
religiosas del Huerto que fueron asumiendo progresivamente la dirección
del Asilo de Beneficencia Larrañaga, el Lazareto, el Hospital de Dementes,
llamado luego Hospital Vilardebó, y la Casa de Aislamiento para enfermos
contagiosos en el Buceo, que recibió más tarde el nombre de Hospital
Fermín Ferreira. Entretanto, también fue creciendo la actividad educativa
de la congregación: luego de varias mudanzas, en noviembre de 1869, se
inauguró la casa del Colegio de Nuestra Señora del Huerto de la calle San
25 Hna. A. ABATTI, Misión e inculturación de las Hijas de María Santísima del Huerto en América Latina, p. 31- 41. Se trataba de la madre Clara Podestá y de las hermanas Mª Alfonsa
Covino, Clara Adami, Mª del Crucifijo Rebuffo, Mª Escolástica Celle, Mª Inés Prefumo,
Felipa Solari y Pierina Ansaldi. Los pasajes de las Hermanas del Huerto hasta el Brasil fueron pagados por el Barón de Mauá y el resto por la Comisión de Caridad.
26 Ibidem, f. 39- 45.
27 Ibidem, p. 42-70; Hna. Eulalia, Sin fronteras. 140 años en Montevideo, p. 68- 91.
164
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José, que sería también sede de la Casa Provincial y del Noviciado.28 Por
entonces, las hermanas estaban encargadas de seis escuelas: una de caridad
o gratuita “de las morenitas”, otra gratuita “de las blancas”, otra de caridad
perteneciente a la Sociedad de San Vicente, la escuela de señoritas externas
y dos escuelas de trabajos manuales.29 En 1884, los avisos publicados en
“El Bien Público” nos indican la orientación que las hermanas daban a sus
colegios: “Las Hermanas se proponen por objeto formar honestas, ilustradas y laboriosas madres de familia, dándoles una educación esmerada en
todos los ramos del saber y en la moral religiosa”.30
En el desarrollo de toda la obra de las Hijas de María Santísima del
Huerto fue de gran importancia la figura de la madre Clara Podestá, superiora de la congregación en América durante seis años, entre 1856 y 1862.
Era una mujer fuerte y enérgica, una religiosa observante, una administradora competente y una mujer muy dotada para las relaciones humanas. En
tal sentido deben destacarse las buenas relaciones que tuvo con las autoridades eclesiásticas y, en particular, con Mons. Jacinto Vera, con quien
mantuvo una fluida correspondencia desde su partida de Montevideo, en
1867, hasta su muerte, en Roma, el 2 de enero de 186931 – “La Madre
General y yo le agradecemos todos los cuidados de Padre que brinda a
nuestras queridas Hermanas. En cuanto a eso, estoy tranquila, y tengo la
certeza de que, con su presencia, estarán más animadas y contentas. Sé que
las consolará y las cuidará muchísimo (...)”.32
A partir de 1874 llegaron nuevas congregaciones a Uruguay. Se trataba
de congregaciones de diverso origen fundacional, que llegaron directamente de Italia o de algún país de la región, concretamente de la Argentina. Ya
se había iniciado en el país un proceso de profundos cambios económicos,
sociales, políticos y culturales, que darían nacimiento al Uruguay moderno.
28 En julio de 1857 ingresó la primera postulante uruguaya a la congregación y en enero
de 1859 tuvo lugar la ceremonia de Vestición de las primeras cinco religiosas. Hna. A.
ABATTI, Misión e inculturación de las Hijas de María Santísima del Huerto en América Latina, p.
72- 96; Hna. Eulalia, Sin fronteras. 140 años en Montevideo, p. 108-110 y 172.
29 Ibidem, p. 115.
30 “Colegio Nuestra Señora del Huerto. Dirigido por las Hermanas de Caridad “Hijas
de María” de Montevideo”, en El Bien Público, Montevideo, 23 de febrero a 31 de marzo
de 1884.
31 La M. Clara Podestá fue superiora provincial desde el 12 de junio de 1860 hasta su
muerte. Durante su ausencia fue sustituida interinamente por la M. Filomena Ghiglione,
entre junio de 1867 y junio de 1869. A su muerte la sucedió, la M. Luisa Solari, quien fue
superiora provincial hasta junio de 1882. Hna. A. ABATTI, Misión e inculturación de las Hijas
de María Santísima del Huerto en América Latina, p. 259-261.
32 Carta de la Madre Clara Podestá a Mons. Jacinto Vera, Vicario Apostólico, Roma, 12 de enero
de 1868.AFMH, Casa Generalizia, Roma, cit. en: Hna. A. ABATTI, Misión e inculturación de
las Hijas de María Santísima del Huerto en América Latina, p. 172.
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165
Por otra parte, desde la década de 1860 se manifestaban impulsos secularizadores, frente a los cuales la llegada de congregaciones religiosas de vida
activa tendría un gran valor estratégico. Para la Iglesia revestía una especial
importancia la educación de las mujeres, de la elite en primer lugar, y el
desarrollo de redes de caridad de inspiración cristiana.
En 1876 había llegado a Uruguay el primer núcleo de Salesianos de
Don Bosco, liderados por un joven sacerdote de 26 años, de fe profunda,
inteligente y enérgico, el padre Luis Lasagna. Villa Colón se trasformó en
el la zona madre de la obra salesiana en Uruguay y en 1877 se iniciaron los
cursos en el Colegio Pío, nombre con el que se homenajeaba al papa Pío
IX. Nuevos grupos de padres salesianos llegaron a Montevideo en 1877
y 1879 y se multiplicaron las obras en Montevideo y en el interior: Las
Piedras, Paysandú y Mercedes.
En 1878 llegaron las Hijas de María Auxiliadora. Desde fines de
1876 la madre María Dominga Mazzarello venía manifestando su voluntad
de participar en la obra misionera iniciada por los Padres Salesianos en el
Río de la Plata. En tal sentido, le escribió al P. Juan Cagliero, antiguo director espiritual del Instituto y por entonces misionero en América:
“Ya es hora de que venga, pues hace mucho tiempo que se fue. ¡Si
supiera cuántas Hermanas y postulantes hay que usted no conoce! Tendría
que venir a verlas. Al menos, si no puede venir, llámenos pronto. Entre nosotras hay muchas que quieren ir, pero especialmente siete ya están
preparadas. Y son: Sor Magdalena Martini, Sor Emilia Borgna, Sor Adela
David, Sor Celestina Riva, Sor Carmela de Ovada, Sor Clotilde Turco y
Sor María Mazzarello, es decir, yo”.33
Habría que esperar hasta setiembre de 1878 para que se concretara,
con el apoyo de la familia Jackson, la primera expedición misionera de
las Hijas de María Auxiliadora con destino a Uruguay. Luego de recibir
las peticiones que las religiosas hicieron por escrito, la madre Mazzarello
comunicó oficialmente los nombres de las seis misioneras elegidas, cuya
superiora fue la Hna. Angela Vallese. Las mismas viajarían acompañadas
por el padre salesiano, Don Costamagna.34
Luego de ser recibidos en audiencia por el papa Pio IX, ocho misioneros salesianos y las Hijas de María Auxiliadora partieron de Génova, el
33 Hna. M. P. GIUDICI, Una mujer de ayer y de hoy. Santa María Dominga Mazzarello, p. 226;
Hna. G. CAPETTI, Cronohistoria, t. 2: El Instituto en Mornese la primera expedición. 1872-1879,
Barcelona, 1980, p. 204.
34 Ibídem, p. 236; Hna. M. P. GIUDICI, Una mujer de ayer y de hoy. Santa María Dominga Mazzarello, p. 237. Integraron el grupo misionero las Hermanas Juana Borgna, Angela Cassulo,
Angela Denegri, Teresa Gedda y Teresa - Teresina - Mazzarello.
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Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
día 14 de noviembre, rumbo al Río de la Plata. Las misioneras salesianas
partían con dos imágenes de María Auxiliadora cargadas de historia: la
primera había sido regalada por Don Bosco a Don Pestarino, párroco
de Mornese, y provenía de la capilla del colegio del pueblo; la segunda,
la había tomado Don Cagliero de la sacristía de Valdocco y es la que aún
hoy preside la capilla de las Hijas de María Auxiliadora en la casa madre
de Colón.35
El 12 de diciembre los viajeros llegaron al puerto de Montevideo. Las
Hijas de María Auxiliadora fueron recibidas por Mons. Jacinto Vera y se
alojaron con las Monjas Salesas, por no encontrarse aún en condiciones la
casa que les estaba destinada. Si bien muy agradecidas con la acogida de
las Monjas de la Visitación, las misioneras deseaban disponer de su propia casa para retomar la tarea evangelizadora que ya habían iniciado en el
barco con los hijos de los italianos que viajaban con ellas. Habían escrito
a la Madre Mazzarello: “En el barco hemos podido darnos cuenta de la
gran necesidad de hacer conocer y amar a Dios, y ardemos en deseos de
darnos a las almas”.36
En marzo de 1879 las hermanas pudieron instalarse en Villa Colón en
una casa de propiedad de Elena Jackson, “inscrita en el catálogo de nuestros insignes bienhechores”, al decir de Don Bosco37. Esperaban dominar
un poco mejor el español para abrir escuela y oratorio.
En enero de 1879, partió de Italia el segundo grupo de diez misioneras
acompañado por la propia madre Mazzarello hasta el puerto de Marsella.38 La superiora, Hna. Magdalena Martini, nombrada madre provincial,
y otras cinco religiosas abrirían la primera casa de Buenos Aires a fines de
enero.39 En abril de 1879, tuvo lugar una nueva fundación y la instalación
de un colegio para niñas en Las Piedras.40 En 1881, partió el tercer grupo
de religiosas hacia el Río de la Plata, para unirse a las obras de Montevideo
y de Buenos Aires.41 Desde Villa Colón se inició la expansión de las Hijas
35 Hna. G. CAPETTI, Cronohistoria, t. 2: El Instituto en Mornese la primera expedición. 18721879, p. 242. Ibídem, p. 245.
36 Carta de las misioneras a la M. María Dominga Mazzarello, publicada en Bollettino Salesiano,
enero de 1878, en: Hna. G. CAPETTI, Cronohistoria, t. 2: El Instituto en Mornese la primera
expedición. 1872-1879, p. 260.
37 Carta de Juan Bosco a Elena Jackson, Turín, 13 de setiembre de 1877, citada en: Ibídem, p.
353.
38 Ibídem, p. 327 - 328; Hna. M. P. GIUDICI, Una mujer de ayer y de hoy. Santa María Dominga
Mazzarello, p. 296-297.
39 Hna. G. CAPETTI, Cronohistoria, t. 3. Desde Nizza Monferrato nueva expansión con la Madre
Mazarello, Barcelona, 1980, p. 12-14.
40 Ibídem, p. 37 y 38, 53-55.
41 Ibídem, p. 295. En enero de 1891 fue fundada la Escuela Taller María Auxiliadora, en el
Cordón, en tierras donadas por la familia Migone. Allí funcionó una escuela primaria y una
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167
de María Auxiliadora por toda América del Sur: en 1879 hacia la Patagonia, en 1892 hacia Brasil y en 1900 hacia Paraguay.
En Uruguay se destacaron algunas hermanas que integraron la primera
expedición y que fueron verdaderos pilares de las nuevas fundaciones:
Angela Vallese, Teresina Mazzarello y Teresa Gedda.
Angela Vallese fue la primera superiora en América y en Uruguay. A
ella escribía la madre Mazzarello, a veces para comunicarse con toda la
comunidad, a veces para orientarla en su papel de pionera y de superiora.
El 22 de julio de 1879 la M. Mazzarello escribía a la hermana Ángela:
“No hay que hacer mucho caso de bagatelas; a veces, por hacer caso
de tantas pequeñeces, se descuida las cosas grandes. Y con esto no quiero
decir que entendáis que no hay que hacer caso de las cosas pequeñas; no es
esto lo que quiero decir. Corregid, advertid siempre, pero compadeced de
corazón y tratadlas a todas con caridad. Mirad, hay que estudiar la manera
de ser de cada una y saberla llevar para conseguir algo; hay que inspirar
confianza”.42
Teresina Mazzarello había ingresado a la congregación en 1873 y había
sido motivo de preocupación de la madre Mazzarello por la fragilidad de
su salud, sin embargo fue seleccionada para integrar la primera misión a
América.43 Ella recibió del P. Costamagna el cuadro de María Auxiliadora
que había presidido la capilla del colegio de Mornese. Teresina Mazzarello
fue la única de estas tres misioneras que murió en el Uruguay.
Finalmente debemos citar a la Hna. Teresa Gedda quien, luego de fecundo trabajo en Uruguay, partió a México para dirigir las obras en ese
país y murió en Nicaragua en 1917.44
Las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia llegaron a Uruguay
en 1889, procedentes de la Argentina donde se habían instalado en 1875.
Las gestiones para que las hermanas se instalaran en el Río de la Plata se
habían iniciado en 1867, en ocasión de la epidemia de cólera que asoló
a la ciudad de Buenos Aires. Por intermediación del Sr. Gazzolo, quien
conocía personalmente a la madre Josefa Rossello y admiraba su obra,
Mons. Escalada, arzobispo de Buenos Aires, había solicitado al obispo de
Savona, Mons. Cerruti, el viaje de sesenta religiosas para prestar asistencia
a los enfermos. Si bien la madre Rossello prometió una expedición de
escuela profesional para mujeres obreras. En 1899 se instaló en este local de la calle Minas
la Inspectoría que había funcionado hasta entonces en Villa Colón.
42 Hna. M. P. GIUDICI, Una mujer de ayer y de hoy. Santa María Dominga Mazzarello, p.
177.
43 Ibídem, p. 160.
44 D. A. MINELLONO, Suor Teresa Gedda Figlia di Maria Ausiliatrice. Alba, 1926.
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Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
veinticuatro hermanas, no existían entonces los recursos para financiar la
nueva fundación. En marzo de 1869 Mons. Escalada volvió a escribir a
la superiora, contando con un fuerte legado que haría posible el traslado.
Quedó convenido que el arzobispo de Buenos Aires viajaría a Roma, con
motivo de la reunión del Concilio Vaticano I y que se entrevistaría entonces con el obispo de Savona. Efectivamente, Mons. Escalada se entrevistó
con Mons. Cerruti y con la superiora, pero murió de pulmonía en Roma,
hecho que detuvo nuevamente todos los planes. Finalmente, en enero de
1875, Mons. Federico Aneyros repitió una vez más la invitación a las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia. En esta oportunidad, la Madre
Rossello prometió el envío inmediato de quince hermanas y, con la ayuda
del Sr. Gazzolo, por entonces cónsul de la Argentina en Savona, preparó
el viaje. Finalmente, luego de su audiencia con Pío IX y acompañadas por
un grupo de padres salesianos destinados a la Argentina, las hermanas
partieron en octubre de 1875, con el fin de consagrarse a la atención de
los enfermos y a las actividades educativas.45
Catorce años más tarde se concretaría la instalación de la congregación
en Uruguay. En enero de 1889, la Hna. María de la Santísima Trinidad
acompañada de otra religiosa y de dos niñas, Alicia y Julia Doyle, se trasladaron a Montevideo “a tomar baños por salud” y recibieron la recomendación de la superiora de no volver “sin fundar una casa en Montevideo”.46
El pequeño grupo se alojó en la casa de las Hermanas Vicentinas en la
Unión y recibieron la visita del obispo de Montevideo, Mons. Inocencio
Yéregui, quien también las invitó a fundar un colegio en la ciudad. La
Madre María Eufemia, superiora de la congregación en el Río de la Plata,
viajó entonces a Montevideo y comenzó a preparar con Mons. Nicolás
Luquese la fundación proyectada. Si bien en un primer momento se pensó
en la instalación de las hermanas en Pocitos, junto a la capilla de Nuestra
Señora de la Misericordia, dado lo descampado del lugar - “encontramos
aquello un campo abierto, pues sólo se divisaban dos casitas” - se resolvió
la fundación de una casa en el Paso del Molino. “Hasta que María Ssma.
las lleve a Pocitos, así en vez de una casa tendremos dos casas de la Misericordia”, concluía la madre Eufemia.47
Con el apoyo de las “Socias de la Enseñanza Católica”48, que designó a
las Srtas. Carmen Muñoz y Zoila W. Fernández para la tarea, las hermanas
45 Santa María Josefa Rossello, Buenos Aires, 1953, p. 188-194.
46 Reseña histórica del Colegio “San José”, Paso Molino, p 1.
47 Ibídem, p. 1 y 2.
48 Se trata de la Asociación de Enseñanza Católica, fundada en Montevideo, en 1885, por
iniciativa del Pbro. Nicolás Luquese, con el apoyo de las Srtas. Dolores Freire, Rosa Domínguez, Victoria y Josefina Ardito y Petrona Sequeira. La primera Comisión Directiva fue
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
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encontraron una casa para su instalación en el Paso Molino, en la calle
“Nubel”, perteneciente al Dr. Mullin (Mullen, sic.).49 El 19 de marzo, seis
religiosas llegadas de Buenos Aires tomaron posesión de ella; el colegio
recibió el nombre de “San José” “por ser el decimonoveno que fundara
el Instituto en la América del Sud” y por la fecha de la instalación de las
hermanas.50 Por otra parte, al abrirse la casa, el párroco de la zona, el padre
Aboyo, solicitó a las hermanas que se hiciesen cargo de “la Escuela Parroquial”, lo que fue aceptado.
Durante siete años, la Hna. María Fausta dio clases en un pequeño
salón junto a la iglesia del Paso Molino, hasta que en 1896 las religiosas se
instalaron en la casa actual de la calle Zufriategui, trasladándose la clase
parroquial al colegio. La nueva casa fue donada por Félix Buxareo y su
esposa, Sofía Jackson de Buxareo. Esta fue la sede definitiva del Colegio
“San José”, que tuvo que mudarse cinco veces antes de instalarse en su
emplazamiento actual.51 La obra alcanzó un considerable desarrollo en el
siglo XX, abriéndose la escuela – taller, que contó con el apoyo constante
de la familia Salvo.
Las Hermanas Terciarias Capuchinas arribaron a Montevideo en
1892. Un año antes, el padre general de los Padres Capuchinos había encargado a los Padres Capuchinos Genoveses la misión capuchina del Río
de la Plata, en la que había muchos inmigrantes ligures deseosos de recibir
atención espiritual.52 A fines de mayo de 1891 el P. Angélico de Sestri –
acompañado de otros siete capuchinos - se había embarcado en Génova y
pronto le escribió a la madre Francisca Rubatto desde Montevideo, sobre
las posibilidades de prestar servicios en un Hospital Italiano, que estaba
integrada por: Dolores Freire, presidente; Petrona Sequeira, vicepresidente; Elisa Pereda,
secretaria; Carmen Muños, tesorera; Rosa Domínguez, Josefina Ardito, Joaquina Gutiérrez
y Dolores Pérez, vocales. La Asociación promovió la fundación de diecisiete colegios en
Montevideo y el interior. La Asociación de Enseñanza Católica en su primer centenario.1885 - 6 de
enero- 1935. Montevideo, 1935.
49 Zoila W. Fernández se llamaba Zoa W. Fernández O’Neill y era una socia de la primera
hora de la citada Asociación. La calle “Nubel” se llamaba “Nouvelle”, de acuerdo a otros
documentos consultados. La Asociación de Enseñanza Católica en su primer centenario. 1885- 6
de enero - 1935, p. 43- 47.
50 Ibídem, p. 2 y 3. Los padrinos de la casa fueron Nicolás Zoa Fernández y su esposa,
Catalina O’Neill de Fernández.
51 Ibídem, p. 4 y 5.
52 Los Capuchinos se habían instalado en Montevideo en 1867, en el marco de la Guerra
del Paraguay, y dependieron de la Prefectura de Brasil hasta 1878. Desde entonces y hasta
1891 la misión capuchina quedó bajo la jurisdicción de la Prefectura de Chile. En febrero
de 1891 la misión fue asignada a la Provincia de Génova. C. VENER OFM Cap y Á.
MARTÍNEZ, Aportes de las congregaciones religiosas de origen italiano en el Uruguay (1856-1919),
op. cit., p. 24-26.
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Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
en vías de fundación. Esta obra, que tenía como objetivo brindar acogida
a los inmigrantes pobres, era promovida por la masonería italiana, pero
sus fundadores estaban dispuestos a acoger a las hermanas, “a condición
de que no hicieran presión sobre los enfermos en lo atinente a prácticas
religiosas”.53
En abril de 1892 el P. Angélico regresó a Génova y visitó a las hermanas para solicitarles nuevamente que viajaran al Río de la Plata. Logró
convencer a la madre Francisca, dudosa en un comienzo por la juventud
de su congregación. Finalmente, en mayo de 1892, la madre Francisca y
tres hermanas más se embarcaron, con cierta angustia, rumbo a Montevideo.54 Desembarcaron en nuestro puerto veinte días más tarde y, a pesar
del cálido recibimiento de los padres Capuchinos, la llegada no fue fácil.
Los problemas existentes entre Mons. Mariano Soler, obispo de Montevideo, y los administradores del Hospital Italiano, de marcada tendencia
anticlerical, impidieron el inicio de las actividades de las religiosas. Sólo
gracias al apoyo de Mons. Ricardo Isasa, obispo auxiliar de Montevideo,
y de los superiores de los jesuitas y de los salesianos, las Hermanas Capuchinas pudieron comenzar sus tareas en el Hospital. A las tensiones
iniciales, la madre Francisca y sus hermanas respondieron con paciencia
y tenacidad y pronto obtuvieron el rezo diario del Rosario en el Hospital,
la instalación de una capilla y el nombramiento de un capellán pago por la
administración.55
A fines de 1892 llegaron nuevas religiosas a Montevideo, que ya estaban en parte destinadas a la atención de los enfermos del Hospital Italiano
“José Garibaldi”, que se inauguraría en Rosario de Santa Fe. La apertura
del primer “pequeño convento” en Montevideo, en la calle Gaboto, exigía
un mayor número de hermanas italianas. Ante las resistencias que venían
de las autoridades de la congregación desde Europa, en abril de 1894 la
madre Francisca viajó a Italia a buscar nuevas misioneras. Regresó, cuatro
meses más tarde, reelecta como Madre General del Instituto y con cinco
nuevas religiosas.56
A partir de 1895 aumentó el número de comunidades y de obras atendidas por las Hermanas Capuchinas: enseñanza del catecismo en la zona
de Pocitos, nueva casa en Rosario de Santa Fe, enseñanza del catecismo
53 P. R. TOSO, O.F.M. Cap., Una mujer fuerte. M. Francisca Rubatto, pp. 167 y 168; P. T. DE
VOLTRI, María Francisca de Jesús, p. 153-156.
54 El 3 de mayo de 1892, la Madre Francisca y las hermanas Magdalena de Sestri, Anunciación de Voltri y Cayetana de Savona se embarcaron, en el “Duquesa de Génova”, rumbo
a Montevideo.
55 Ibídem, p. 156-163; P. R. TOSO, O.F.M. Cap., Una mujer fuerte. M. Francisca Rubatto, p.
169-173.
56 Ibídem, p. 174-187; P. T. DE VOLTRI, María Francisca de Jesús, p. 166-189.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
171
en la Barra de Santa Lucía, escuela en Nuevo París. En 1899 la misma
Madre Francisca encabezó un grupo de seis religiosas que se internaron
en la selva para instalarse en la misión de San José de la Providencia, en el
estado de Marañón. La madre regresaría a Italia y las hermanas morirían
a manos de los indígenas, instigados por los terratenientes de la zona, en
marzo de 1901. Continuaron los viajes de la dinámica superiora, la llegada
de misioneras y el surgimiento de vocaciones y de nuevas obras, hasta la
muerte de la madre Rubatto, el 6 agosto de 1904, en Montevideo, en el
marco de la guerra civil.57
El carácter de mujer fuerte de la madre Francisca Rubatto imprimió
su sello en el Instituto y en la obra que la congregación desarrolló en la
región. Sobre este tema, escribe el padre capuchino Rodolfo Toso:
“La fortaleza es una característica de los piamonteses, unánimemente
reconocida: su resistencia para el trabajo agrícola no obstante las asperezas
del suelo y del clima, el sentido instintivo de la realidad concreta y el saber
no exagerar el optimismo; el no desalentarse en medio de las dificultades,
la proverbial cortesía no ajena a la habilidad en los negocios y a la reserva
sobre las cosas de la propia casa, el amor a lo concreto que interrumpe la
extensa exposición con “¡basta!”, y por último el haber conquistado Italia
con aquel ejército de los Saboya que hacía gala de una antigua y secular
disciplina, En cuanto a lo que toca más de cerca, queremos recordar esa
fuerza piamontesa que con el aumento de las dificultades se obstina proporcionalmente, en la persecución del bien, como sucedió, por dar dos
ejemplos elocuentes, con Don Bosco y el Cardenal Massaia”.58
Su permanente alegría y su “gentil tenacidad” fueron una poderosa
ayuda para ganar la confianza de los administradores anticlericales del
Hospital Italiano de Montevideo. Así logró lo que Mons. Mariano Soler
no había obtenido con su actitud severa. Años más tarde, contaba la hermana Petrina Merello:
“Los dirigentes del hospital no entendían nada de religión..., pero la
Reverenda Madre con su bondad, educación y caridad, supo ganarse el
corazón de todos los que se acercaban a ella. La esposa del más contrario
a la religión, que llamaba a los sacerdotes bolsa de harapos y decía que
América había perdido todo su lustre después que entraron los sacerdotes,
fue la primera en regalarle luego una hermosa custodia para la capilla”.59
57 Ibídem, p. 194- 343; P. R. TOSO, O.F.M. Cap., Una mujer fuerte. M. Francisca Rubatto, p.
189-311.
58 Ibídem, p. 19 y 20.
59 Ibídem, p. 173.
172
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
En todo momento la madre Francisca desempeñó sus tareas de madre
superiora, de misionera, de enfermera, con franqueza y generosidad, y con
pobreza de espíritu. Mantuvo siempre una fuerte piedad eucarística, la
confianza en la Divina Providencia y un firme espíritu mariano.
Se ha presentado la llegada y la evolución de cuatro congregaciones
italianas femeninas que se instalaron a partir de la segunda mitad del siglo
XIX en Uruguay. Diversos elementos aparecen como constantes en este
proceso y permiten tejer relaciones entre las experiencias de cada congregación.60
Primeramente debe destacarse que en la mayoría de los casos existió
un llamado que motivó la llegada de cada una de estas congregaciones.
Prácticamente todas las congregaciones, de origen diverso, que llegaron
a la región en la época lo hicieron en respuesta a un pedido expreso de
las autoridades eclesiásticas o de las autoridades civiles. Las Hermanas del
Huerto se instalaron en el país respondiendo a un llamado de la Comisión
de Caridad y Beneficencia Pública y contaron siempre con el apoyo de la
Jerarquía; las Hijas de María Auxiliadora lo hicieron a pedido del vicario
apostólico que ya apreciaba la acción apostólica de los padres salesianos,
a quiénes él mismo había encomendado el colegio proyectado en Villa
Colón; las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia respondieron al
llamado de Mons. Inocencio Yéregui. Asimismo con frecuencia se detecta
la presencia de intermediarios - otros religiosos, laicos católicos de mucha
iniciativa y de peso económico, o colectividades nacionales. Este sería el
caso de las Hermanas Capuchinas, cuyo viaje se relacionó con la fundación del Hospital Italiano en Montevideo.
En relación con el tiempo que medió entre el llamado y el envío de la
misión a Uruguay, el período de meditación y de preparación de las fundaciones fue muy breve para todas las congregaciones. La fe y la resolución
primaron en el momento de tomar la decisión. A excepción de las Hijas
de Nuestra Señora de la Misericordia, que estaban en Buenos Aires desde
1875, todas las congregaciones estudiadas iniciaron su viaje en pequeñas
localidades del Norte de Italia. Merece destacarse la inmediata la respuesta
de las Hijas de Santísima María del Huerto, que tomaron sólo tres días
para preparar su viaje hacia el Río de la Plata.
Sin excepciones, todas las religiosas viajaron para asumir la dirección
de obras asistenciales o educativas, aunque se hayan manifestado matices
relacionados con los carismas religiosos y con los tiempos históricos de
cada venida.
60 S. MONREAL, “Las propuestas educativas francesas en Uruguay en el siglo XIX. Las
congregaciones católicas francesas”, op. cit.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
173
En la concreción de los traslados y en los procesos de instalación, las
congregaciones italianas pudieron contar con valiosos protectores; tampoco faltaron los obstáculos, más o menos graves. Los religiosos europeos
no encontrarían en Uruguay una Iglesia ni rica ni poderosa que les sirviera
de respaldo, sin embargo contaron con el apoyo expreso de la Jerarquía y
no faltaron los laicos generosos y comprometidos con las nuevas obras.
En tal sentido todas las congregaciones contaron con el auxilio y la protección de la familia Jackson y de otros laicos cristianos. Las Hermanas del
Huerto fueron apoyadas por Dolores Piñeyrúa de Urioste y las Monjas
Salesas por la familia García de Zúñiga. Para las Hermanos Capuchinas,
los apoyos de María Costa y de la familia Jackson fueron decisivos; como
lo fue el respaldo de Carmen Muñoz, de Zoa Fernández, de los Buxareo y
de la familia Salvo para la congregación de las Hijas de la Misericordia.
A los aportes materiales deben sumarse los apoyos espirituales, imprescindibles en los comienzos. En efecto las familias religiosas se apoyaron
unas a otras, sin tener en cuenta las nacionalidades. Las Hijas de María
Auxiliadora fueron acogidas por las Monjas de la Visitación; las Hermanas Capuchinas contaron con el apoyo de los Padres Capuchinos y con
el auxilio de los Padres Salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora en
momentos de dificultades; las Hermanas de la Misericordia se instalaron
en casa de las Hermanas Vicentinas a su llegada al país. A pesar de todo,
las dificultades fueron reales: un nuevo idioma, otra mentalidad, el carácter
de las obras que no siempre respondían a la vocación propia de las congregaciones, el cansancio y a menudo el desánimo de los primeros tiempos.
A pesar de todo, las congregaciones italianas se integraron en la sociedad uruguaya de manera natural y en forma muy rápida. Las vocaciones
religiosas uruguayas fueron inmediatas y todas las congregaciones instalaron muy pronto sus noviciados en el país. El resultado fue la consolidación de las obras educativas y sociales de las congregaciones italianas, que
se mantienen hasta nuestros días.
Las huellas de las misioneras
Habiendo analizado los perfiles de cuatro congregaciones italianas fundadas en el siglo XIX en el Norte de la península y una vez estudiadas las
circunstancias de su instalación en Uruguay, es oportuno reflexionar sobre
el significado de la llegada y del establecimiento de estos institutos en el
país, en función de sus influjos educadores, culturales y religiosos.
Ciertamente la llegada de las muy diversas congregaciones católicas
educadoras que arribaron en la segunda mitad del siglo XIX representó
una diversificación de las opciones educativas, lo que implicó la concre-
174
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
ción del principio de libertad de enseñanza y su apreciación como valor. En lo concerniente al desarrollo de la enseñanza cristiana católica, la
presencia de nuevas congregaciones, cualquiera fuera su origen, suponía
posibilidades de elección para las familias.
La valoración en cantidad de dicha presencia puede realizarse a través
del análisis de algunos datos. En 1887, diez años después de aprobada la
Ley de Educación Común, en Uruguay funcionaban 366 escuelas públicas
(45 %), con 30.572 alumnos (58 %), y 441 escuelas privadas (55 %), con
21.810 alumnos (42 %), de las cuales 74 eran católicas, con 8.144 alumnos.
Sobre un total de 52.382 alumnos, los alumnos de las escuelas católicas
representaban el 16 % del total.61 Dentro de ese número los alumnos de
escuelas de congregaciones italianas eran 4.057 - un 49.8 % - es decir, la
mitad de los mismos.62 Hacia fines del siglo, la llegada de nuevas congregaciones – Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia y Hermanas Capuchinas – aumentó ese porcentaje al 65 % del alumnado de los colegios
católicos – 4.789, sobre un total de 7.407 alumnos)63. Al iniciarse el siglo
XX, los colegios de religiosos italianos reunían pues más de la mitad del
alumnado de la educación católica.
En cuanto a la calidad, si bien las propuestas educativas de estos colegios fueron amplias y variadas, por su propio carisma y por la orientación
dada a las instituciones fundadas, los colegios recibieron alumnado que
provenía mayoritariamente de las crecientes clases medias, sectores medios y medios bajos.
Por las propias disposiciones diocesanas, la propuesta educativa y el
plan de estudios de los colegios tenían una base común. Sin embargo la
enseñanza ofrecida suponía seguramente diversos niveles de calidad, que
dependían de la tradición educadora de las congregaciones, del reclutamiento de los religiosos o religiosas, del alumnado que recibían, de su
propia historia en el país.
Estrechamente vinculada a la presencia educadora, se debería subrayar
la influencia de las congregaciones estudiadas en tanto presencia cultural
italiana en el Uruguay. Ya hemos destacado que la mayoría de las congregaciones católicas llegadas al Uruguay, desde mediados del siglo XIX, provi61 Eduardo ACEVEDO, Anales históricos del Uruguay. Montevideo, 1934, t. IV (18761894), p. 458.
62 Visita as limina de Mons. Inocencio Ma. Yéregui a Roma, Montevideo, 5 de julio de 1888,
f. 16-24.
63 Visita as limina de Mons. Mariano Soler a Roma, Montevideo, 1896, f. 26 – 35. No figuran
datos numéricos sobre el alumnado de los colegios de las Hijas de Nuestra Señora de la
Misericordia. Dice el Informe: “Hermanas de la Misericordia, tienen dos colegios en las
cercanías de esta ciudad, ambos con alumnas externas y bastante concurridos para el corto
tiempo de su establecimiento”. Ibídem, f. 31.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
175
no de Francia y de Italia. Efectivamente, en 1896, de siete congregaciones
masculinas que residían en Uruguay, dos eran de origen italiano; de doce
congregaciones femeninas, cuatro eran italianas. En el marco de la importante llegada de inmigrantes italianos al Río de la Plata, debe destacarse el
papel de transmisores de cultura desempeñado por estos religiosos.
Se ha dejado para el final el aspecto que las congregaciones destacaban más en sus documentos: la acción evangelizadora. En el marco de
la importante llegada de familias inmigrantes al país y del desarrollo de
progresivas políticas de secularización la formación cristiana de la infancia
fue la mayor motivación para el llamado a las congregaciones por parte de
las autoridades eclesiásticas y para el viaje de las mismas desde diferentes
puntos de Italia. Los obispos uruguayos Yéregui y Soler lo expresaron así
sucesivamente, en 1888 y en 1896:
“La educación e instrucción esencialmente católicas ha sido siempre
la suprema aspiración del prelado diocesano y de los católicos fervorosos
que se proponen conservar esta nación en el seno de Nuestra Santa Madre
Iglesia y en la profesión de la fe de Nuestro Señor Jesucristo”. 64
Para preservar la presencia cristiana en el país la educación se presentaba como un campo de acción decisivo. Fue una vía de acción especialmente favorecida para el mantenimiento de la fe ante una realidad percibida
como cargada de amenazas: escuela pública descristianizada, difusión de
las corrientes racionalistas y positivistas en la enseñanza superior, retos de
la masonería anticlerical y de su cercanía al poder.
Resulta más factible definir objetivos y transcribir documentos que evidenciar los resultados más o menos exitosos de las tareas religiosas de las
congregaciones educadoras. En este campo no hay cifras a considerar,
sin embargo es posible realizar algunas consideraciones. En primer lugar
debe valorarse la confianza de las familias cristianas y no cristianas que, en
sucesivas generaciones, encomendaron a las congregaciones católicas una
parte importante de la educación de sus hijas. Además deben considerarse
el despertar de vocaciones y la adhesión de las ex alumnas al proyecto de
los colegios, muy fuertes en la época estudiada. Finalmente, incluyendo
en esta reflexión a todas las congregaciones italianas o no, llegadas en
el período, y a todos los colegios fundados entonces, se podría afirmar
que al finalizar el siglo XIX se había constituido en el país una primera
red de educación católica. Con el apoyo manifiesto de la jerarquía, con la
cooperación constante de las diversas congregaciones educadoras, o que
64 Visita as limina de Mons. Inocencio Ma. Yéregui a Roma, Montevideo, 5 de julio de 1888, f.
15; Visita as limina de Mons. Mariano Soler a Roma, Montevideo, 1896, f. 23 y 24.
176
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
no siéndolo asumían funciones en dicha área, con el firme compromiso
del laicado católico, que se concreta en el 1er. Congreso Católico de 1889,
tomaba forma un proyecto educativo que alcanzaría en el siglo XX su
forma definitiva.
Las congregaciones femeninas, representantes del “catolicismo de movimiento” propio del siglo XIX y educadoras de mujeres cristianas en sociedades en cambio, cumplieron un rol destacado en Uruguay y en toda la
América Latina finisecular.65 Definida la mujer como “un ser estratégico”66,
en tiempo de transformaciones para la familia y para la sociedad, el modo
de vivir la fe cristiana que aportaban las religiosas inmigrantes, muy ligado a la vida activa y a la eficacia del trabajo, resultaba un aporte también
renovador.
65 Sol SERRANO, Vírgenes viajeras, Santiago de Chile, 2ª ed., 2001, p. 34.
66 Mariano SOLER, El matrimonio bajo el aspecto religioso, moral y social. Montevideo, 1890,
p. 22.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
177
“EL INGENIERO AGRÓNOMO SALVADOR GARCÍA
PINTOS BARACCO, PIONERO EN LA HISTORIA DE
LA GESTIÓN AMBIENTAL”1.
Eduardo Daragnés Rodero
El ingeniero agrónomo Salvador García Pintos Baracco, legislador por
la Unión Cívica por el departamento de Lavalleja fue el pionero en Uruguay y en el mundo de hablamos de “Medio Ambiente” e iniciar las pautas
para ejercer la Gestión Ambiental.
En toda la historia de la Humanidad, el concepto de “Medio Ambiente”
es muy nuevo y hoy en día se ha convertido en una de las mayores preocupaciones que tienen los gobiernos para su cuidado y la prevención de los
fenómenos que puedan causar su deterioro. El concepto “Medio Ambiente”
se ha ido usando hasta popularmente - poco a poco - desde 1972, a partir
de una Conferencia especializada realizada en Estocolmo a partir del 5 de
junio de ese año. Fecha que la misma Conferencia impuso a la comunidad
mundial como EL DÍA DEL MEDIO AMBIENTE.
El asunto tiene sus orígenes en una reunión de la Asamblea General
de Naciones Unidas en 1968, donde los representantes de los países habían manifestado inquietudes sobre múltiples problemas que afectaban el
entorno. .
La Delegación Uruguaya ante dicha asamblea se componía con la presencia del representante nacional Salvador García Pintos Baracco.
La resolución de la Asamblea General fue conovcar para 1972 una
Conferencia Mundial para el relevamiento de los problemas ambientales
y llevar a cabo una acción conjunta y ordenada para la corrección y el
ordenamiento de todo lo que comprometiera la estabilidad ambiental y la
conservación de los recursos naturales.
Uruguay se adhirió y votó afirmativamente.
1 Conferencia pronunciada el martes 28 de marzo del 2006 por el Académico Prof, Ernesto Daragnes Rodero.
178
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
La moción votada dio origen a la CONFERENCIA MUNDIAL PARA LA PRESERVACIÓN DEL AMBlENTE en ESTOCOLMO del 5 al
16 de junio de 1972.
En base a las motivaciones que produjo el encuentro en Naciones Unidas en 1970, el diputado García Pintos Baracco propuso el 14 de abril de
ese año la creación del INSTITUTO NACIONAL PARA LA PRESERVACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE, cuyo objeto era atender “todo lo
que se refiriese a la conservación del medio ambiente humano”, a la preservación de los recursos naturales y a la promoción del aumento de los
mismos.
Nació así la ley 14.053 de 19 artículos que le ubicó en la órbita del
Ministerio de Educación y Cultura y se integró con doce miembros: ministerios afines al tema. Universidad, intendencias, Cámara de Industrias,
los institutos de Ciencias Biológicas y de Higiene y el SOYP.
Pese a haberse creado en 1972, comenzó a funcionar, intenumpiéndose durante el gobierno militar. Su periodo más importante fue en 1988
bajo el ministerio de la Dra. Adela Reta, presidido por el subsecretario Dr.
Nahun Bergstein. Se extinguió con el advenimiento en abril de 1990 del
Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, que
absorvió sus funciones.
Lo importante a destacar es que Uruguay se convirtió en el primer país
del mundo que institucionalizó la Gestión Ambiental. Si bien se determinó
el 5 de junio como el DÍA DEL MEDIO AMBIENTE, para Uruguay
debió ser el 14 de abril de 1970 fecha en que García Pintos Baracco presentó su proyecto. Nos habíamos adelantado dos años y tres meses a la
consideración mundial del tema.
La exposición de motivos que hizo García Pintos es completa en temas y dramatismo y sus conceptos no han perdido actualidad. Sorprende
además cómo se adelantó a considerar aspectos que mucho tiempo después surgieron a la consideración pública, como el efecto invernadero, y
la fisión nuclear.
Es sumamente importante rescatar algunos conceptos para validar la
intención, el propósito y las razones que tuvo García Pintos para solidificar su moción.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
179
Al respecto decía resumidamente: El objeto del proyecto es el de promover la investigación, el estudio y la promoción de normas sobre materias implícitas al problema de la vida del hombre, incrustado en el medio
ambiente.
El próximo gran paso de la civilización, que no podemos postergar,
será tratar de pensar bajo qué condiciones ecológicas el hombre deberá
desarrollar sus problemas biológicos y en último término el del bienestar
del planeta mismo.
La acción esquilmante, gradual y sostenida que el hombre ha ejercido
donde sentó sus civilizaciones, la forma explosiva de un desarrollo tecnológico, con nuevas técnicas aplicadas a la industria y a la agricultura, los
efectos secundarios del desarrollo económico, agravan la acción depredadora del hombre, rompiendo el equilibrio, la armonía de relación entre el
hombre y su medio.
El hombre para el cumplimiento de sus reclamos de bienestar y dignidad, reclama, también, un ambiente propicio.
Las exigencias de una población creciente, el desarrollo tecnológico
desenfrenado, la explotación y expoliación de la fuentes de riqueza, provocan concomitantemente un desajuste en la relación de armonía de la
naturaleza.
La pérdidad de fertilidad, la erosión en todas sus formas, el agotamiento del suelo, la salinización, la contaminación del aire y del agua, las
consecuencias secundarias del uso excesivo, inadecuado e incontrolado de
los biocidas, la contaminación por el corrimiento de los abonos ácidos nitrogenados, la desforestación, extinción de la vida silvestre, los problemas
de los desechos, concurren a la perturbación del equilibrio biológico.
El hombre está inserto en un mundo, en que las interconexiones entre
los elementos vivos e inertes tienen que tener tal equilibrio, que haga posible un “habitat” apropiado para el pleno desarrollo en los ciclos vitales .
El hombre, depredador por excelencia, acentúa esa accion con el desarrollo tecnológico . Es la más grande fuerza viva que exista para
cambiar la naturaleza de la tierra. Ha extraído minerales, desforestado,
erosionado la tierra, como si los elementos naturales no fueran finitos . Ha
producido el progreso económico extrayéndolo del capital de la naturale-
180
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
za con beneficios a corto plazo, pero con secuelas ulteriores que pueden
llegar a lo catastrófico. La enfermedad de la civilización puede llegar a
grado tal que comprometa su propia vida.
La capacidad del hombre para trasmutar su propio ambiente, corresponde en forma muy estrecha a la cantidad de energía consumida. Este
aumento de gasto de energía, se ha traducido en mayor bienestar y en comodidades nunca soñadas. Pero el precio de tales beneficios a expensas de
riqueza quemada, ha dado también productos subsidiarios que ha hecho
que la palabra “contaminación” integre nuestro lenguaje cotidiano.
El aumento de estos productos de la combustión en las capas atmosféricas, no permite la refracción del calor a la tierra, es el denominado
efecto de invernadero, transformando en inestable el equilibrio de la
temperatura del planeta. Este recalentamiento y transformación del clima
puede llegar .hasta provocar una elevación mundial del nivel de los mares,
al fundirse los hielos de las capas polares.
El bloqueo de las radiaciones solares, por esta coraza que la civilización va construyendo, como elemento aislante, acarreará consecuencias
inimaginables.
No es necesario un esfuerzo imaginativo para dimensionar el problema, para evaluar sus consecuencias, debida cuenta del aumento sostenido
de un desarrollo tecnológico , acorde con los requerimientos de una sociedad que reclama más y más, con un explosivo aumento demográfico, y con
una tendencia irreversible a la concentración urbana. En la civilización
industrial y urbana de nuestros días “el hombre está construyendo
su propio ‘zoo’ una jaula que comprime su naturaleza”.
Los factores de envenenamiento, volcados en la vida marina, a través
de las alcantarillas o la dispersión por el aire, comprometiendo ese metabolismo y esa vida, rompen uno de los fundamentales eslabones del ciclo
vital.
La producción global de oxígeno depende en gran medida, tanto o
más que la que provee toda la vegetación terrestre, de la fotosíntesis , del
planctón oceánico y de las algas marinas.
Vemos así, que podemos por el uso desenfrenado de este aspecto de la
tecnología moderna que creimos que era un avance en la carrera del desa-
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
181
Ingeniero agronomo Salvador García Pintos.
Fotografía de la época en la que fue presentado el proyecto.
rrollo de la producción, crear riesgos inherentes y aterradores al amenazar
las fuentes naturales del oxígeno vital.
No es permisible considerar los bosques solamente como una fuente
de madera.
El proceso continuo de desforestación que se está padeciendo no es
ajeno, a estos cambios biológicos en sus causales y con sus consecuencias.
La civilización ha provocado la desaparición de los dos tercios de los
bosques que poblaban la tierra.
En este inventario que hemos realizado no hemos consignado los peligros consecuentes de la fisión atómica, el uso con fines pacíficos de esta
182
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
nueva forma de energía no es suficiente protección de las consecuencias
degenarativas de estos tipos de radiación.
El mejoramiento de las condiciones humanas, ha sido alcanzado en
su mayor parte con un punto de vista pragmático, encaminado a obtener
beneficios inmediatos, sin dar la debida consideración e incluso sin comprender las consecuencias que podrían originarse a largo plazo en el medio
humano y los efectos para la salud y bienestar del hombre. Se ha originado una situación cada vez más peligrosa que, de permitirse que continúe,
podría ser extremadamente critica, que dañaría gravemente el bienestar
presente y futuro de la humanidad, y que se haria irreversible, a menos
que se adopten medidas oportunas.
Confiamos que la acción de esta ley afirme en el hombre una conciencia de relación. Las exigencias deben contemplar siempre el ordenamiento armonioso de la naturaleza y que su rol protagónico, pueda permitir siempre el cumplimiento de su destino. .
Es importante destacar como el máximo objetivo de esta disertación
que los conceptos, advertencias y presuntas soluciones vertidas hace 36
años por el señor García Pintos Baracco constituían toda una novedad
para la época.
El destino del Instituto Asesor y regulador de los problemas ambientales no fue exitoso. Su funcionamiento, escaso de presupuesto duró cuatro
años hasta la creación del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente en abril de 1990. Este tipo de absorción si bien
puede considerarse una mejora en la gestión del país ya que ésta ha pasado a ser de una gestión asesora a una ejecutora lleva consigo un riesgo
implícito. La Gestión Ambiental se haya sometida ahora a la conjunción
de propósitos del nuevo ministerio a la temática “Vivienda”. Por su naturaleza y gravedad ha insumido la mayor importancia de todos los titulares
de esa cartera. Otro camino se habría recorrido si la temática ambiental
hubiese quedado en la órbita de un solo ministerio o quedase como función adicional del Poder Ejecutivo como son las Oficinas de Planeamiento
y Presupuesto y la Oficina de Servicio Civil.
La pasión por el tema y la propuesta de García Pintos provenía de su
formación científica, de su carácter de docente, de su formación religiosa,
de la especial circunstancia de poseer el rango de legislador nacional y que
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
183
el destino le diera el nombre de SALVADOR que iluminara su vida en
materia de justicia social.
Los méritos de García Pintos fueron reconocidos mundialmente al
punto que en la conferencia de Estocolmo ejerció la función de vicepresidente.
Muchos ciudadanos uruguayos han merecido el Premio Nacional de
Medio Ambiente. El primero fue el Dr. Rodolfo Tálice y el que habla el
primero del siglo XXI, pero consideramos que hubo una gran omisión.
Consideramos que el ingeniero agrónomo Salvador García Pintos Baracco que hoy cuenta con 84 años, enfermo de eficema, retirado de toda
actividad pública pero con absoluta lucidez, merece reconocimiento público de gran importancia considerando que hizo que fuera el Uruguay el
primer país que institucionalizara el comienzo de la Gestión Ambiental,
con el agregado que fue él quien creara el término MEDIO AMBIENTE,
tan popularmente usado hoy.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
185
EN MEMORIA
HÉCTOR GROS ESPIELL
El 30 de noviembre de 2009 falleció a los 83 años de edad, en la ciudad
que lo vio nacer –Montevideo– el profesor doctor Héctor Gros Espiell,
destacado miembro de número del Instituto Histórico Geográfico del
Uruguay. Había nacido el 17 de setiembre de 1926 y dedico su vida entera,
al estudio, convirtiéndolo, en los medios intelectuales del país y del extranjero, en una destacadísima figura de referencia permanente.
Jurista de excepción, brilló en las ciencias del Derecho Constitucional
e Internacional; juez y presidente de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos; miembro de múltiples academias científicas nacionales y extranjeras; vicepresidente de la Academia Nacional de Letras; reconocido
diplomático, autor de múltiples libros de variada temática, Gros Espiell,
constante luchador por la efectividad de los Derechos Humanos, colocó
al Uruguay culto, en el concierto intelectual más elevado de las naciones civilizadas del mundo, las que reconocían y valoraban siempre en él,
su personalidad, su sabiduría, su palabra serena, sus juicios prudentes y
ponderados, su pensamiento recto y profundo , claro e innovador en las
materias que analizaba. Fue canciller de la República, embajador, profesor
emérito de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, profesor honorario de múltiples Universidades extranjeras, recibió innumerables condecoraciones, revistiendo al final de su vida, para honor propio
y del Uruguay, la calidad de agente-presidente de la delegación uruguaya
ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya, en el litigio que enfrenta
a Uruguay y Argentina por la localización de la fabrica de pasta de celulosa
Botnia en suelo uruguayo.
El 20 de abril de 2010, cuando el Alto Tribunal Internacional dictó su
fallo, el férreo luchador por la causa ya no estaba entre nosotros, pero se
le rindió un emotivo y justo homenaje, al ilustre jurista y diplomático desaparecido que tanto hizo en sus últimos años, por lograr en este asunto, su
solución justa y de paz, entre dos países hermanos.
La personalidad del académico Gros Espiell deberá ser siempre recordado con las emotivas palabras de Don Juan Zorrilla de San Martín, pues
a nadie como a él se aplican tan bien:”Vivir se debe la vida, de tal suerte
que quede viva en la muerte”.
Héctor Patiño
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
187
EL INSTITUTO HISTÓRICO
Y GEOGRÁFICO DEL URUGUAY
El Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay es una corporación
académica de carácter privado, sin objeto de lucro, con fines de interés
público, formado por personas vinculadas al estudio y difusión de la Historia o Geografía, en su más amplia acepción y de la República Oriental
del Uruguay en particular. Fue creado por iniciativa de Andrés Lamas y
Teodoro Miguel Vilardebó el 25 de mayo de 1843, cuando, por decreto
dado en Montevideo, “El Gobierno toma al Instituto bajo su especial protección
en cuanto dependa de sus atribuciones” y reiterado “bajo el patrocinio” gubernamental por ley sancionada durante la XXV Legislatura, el 21 de junio de
1916, promulgada por el Poder Ejecutivo el 27 del mismo mes y año. Con
personería jurídica integra la Aaociación Iberoamericana de Academias de
Historia y la Union Académique Internationale. Su sede actual está en la
calle Río Negro 1495 Ap. 202. Montevideo 11100, Uruguay. Correo electrónico [email protected].
SOCIOS FUNDADORES, DE NÚMERO Y
CORRESPONDIENTES
(1843)
Socios Fundadores *
Andrés Lamas Teodoro Miguel Vilardebó
Cándido Juanicó
Fermín Ferreira
Santiago Vázquez
Francisco Araúcho
Melchor Pacheco y Obes
Manuel Herrera y Obes
Florencio Varela
José Rivera Indarte
Bartolomé Mitre
Julián Álvarez
Socios de Número **
Gral. José de San Martín Bernardino Rivadavia
Socios Correspondientes
Jorge Feliciano Fernández Pinheiro
Armando d’Avezac
188
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Canónigo Januario da Cunha
José Silvestre Rebello
Barón Inprinier
José Michaud
Eugenio de Mouglave
Enrique S. Edwards
Manuel Francisco de Barros y
Souza, Vizconde de Santarem
Conde Imbert de Matteletes
Luis Mortimer-Ternaux
Alcides D’Orbigny
Martín Fernández de Navarrete
Miguel Salvá
Francisco Martínez de la Rosa
Roberto Southey
* En sesión del 6 de junio de 1843 se propuso al Gobierno completar
la nómina de fundadores con los nombres de Santiago Vázquez, Bartolomé Mitre, Francisco Araúcho, Julián Álvarez, Eduardo Acevedo, Bernardo
Berro, Juan Francisco Giró y Lorenzo Batlle; el Gobierno eligió a los cuarto primeros propuestos (junio 8)
** Equivalente a los miembros de honor actuales.
OFICIOS ACADÉMICOS
2006 – Comisión Directiva – 2010
Presidente
Vicepresidente
Secretarios
Tesorero
Director de Publicaciones
Director de Cursos y Conferencias
Director de Biblioteca
Director de Revista
Olaf Blixen
Aníbal Barrios Pintos
Héctor Patiño
Alberto del Pino
Yvho Acuña
José Joaquín Figueira
Fernando Mañé Garzón
Augusto Soiza
Vacante
Aníbal Barrios Pintos
Fallecieron: en ejercicio de la presidencia, Fernando Assunçao y en
ejercicio de la vicepresidencia, Juan Villegas Mañé. Renunció a la secretaría
Juan José Arteaga, al ser designado embajador en la República de Perú.
Sindico
Walter Gulla
Renunció por razones personales
Juan Fernández Parés
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
189
MIEMBROS DE HONOR
Nacionales
Luis Alberto Lacalle
Julio María Sanguinetti
José Etchevery Stirling
Eduardo F. Acosta y Lara
José Joaquín Figueira
Luis Alberto Musso
Extranjeros
Pablo Taviani
Valentín Abecia Valdivieso
Juan Pérez de Tudela
Joaquim Veríssimo Serrao
José María Mariluz Urquijo
Italia
Bolivia
España
Portugal
Argentina
PLANTA DE NUMERARIOS
VACANTE
Angel Corrales Elhordoy
1978
Walter Gulla
1978
Yvho Acuña Tournaben
1984
Enrique Arocena Olivera
1984
Ernesto Puiggrós
1984
Juan José de Arteaga
1986
Luis Víctor Anastasía
1989
Daniel Hugo Martins
1989
Juan José Fernández Parés
1990
Olaf Blixen
1990 Álvaro Mones
1995
Fabián Melogno Vélez
1995
Víctor Hugo Lamónaca
1996
Marta Canessa de Sanguinetti
1996
Carlos A. Ranguís
1996
César J. Loustau
1996
Susana Monreal
2000
Augusto Soiza Larrosa
2000
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(3)
(4)
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(17)
(18)
(19)
190
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Aníbal Barrios Pintos 2000
VACANTE
Fernando Chebataroff Reta
2001
Oscar Padrón Favre
2001
Susana Rodríguez Varese
2001
Fernando Mañé Garzón 2002
Ernesto Daragnés 2002
Carlos Sagrera
2003
Beatriz Torrendell
2003
Alberto Del Pino
2003
Édison González Lapeyre
2003
Juan Maruri Berterretche
2004
Manuel Santos Pírez
2004
Gonzalo Aguirre Ramírez
2005
Héctor Patiño Gardone
2006
Raquel Domínguez de Sciara
2008
Daniel Castagnín
2008
José Luis Bruno
2008
Lincoln Maizteguy Casas
2008
Uruguay Vega Castillos
2008 (20)
(22)
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(24)
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Sillones Académicos
I Setembrino Pereda
II Alberto Reyes Thevenet
III Eduardo Acevedo
IV Dardo Estrada
V Francisco Bauzá
VI Ariosto González
VII Juan Zorrilla de San Martín
VIII Félix de Azara
IX Teodoro M. Vilardebó
X Rolando Laguarda Trías
XI Hermano Damasceno
XII José Enrique Rodó
XIII Andrés Lamas
XIV Orestes Araújo
XV Elzear S. Giuffra
XVI Dámaso Antonio Larrañaga
Anibal Barrios Pintos 2000
(21)
Yvho R. Acuña 1984
(4)
Gonzalo Aguirre 2005
(34)
Enrique Arocena 1984
(5)
Juan José de Arteaga 1986
(7)
Uruguay Vega Castillos 2008
(40)
Luis Víctor Anastasía 1989
(8)
Alvaro Mones 1995
(12)
Fernando Mañé Garzón 2002 (26)
Angel Corrales Elhordoy 1984 (2)
José Luis Bruno 2008
(38)
Edison González Lapeyre 2004 (31)
Marta Canessa de Sanguinetti 1996 (15)
Augusto Soiza Larrosa
(20)
Ernesto Daragnés 2002 (27)
Lincoln Maizteguy Casas 2008 (39)
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
XVII Gustavo Gallinal
Daniel Hugo Martins 1989
XVIII Alfredo R. Campos
César J. Loustau 1996
XIX Homero Martínez Montero Juan J. Fernández Parés 1990
XX Raúl Montero Bustamante Olaf Blixen 1990
XXI José Ma. Fernández Saldaña Walter Gulla 1978
XXII Agustín Beraza
Susana Monreal 2000
XXIII Flavio A. García
Víctor Lamónaca 1996
XXIV José María Reyes
Vacante
XXV Luis Alberto de Herrera VACANTE
XXVI Pablo Blanco Acevedo Beatriz Torrendell 2003
XXVII Mario Falcão Espalter Carlos Sagrera 2003
XXVIII José M. Pérez Castellano Raquel Domínguez de Minetti
XXIX Juan Carlos Gómez HaedoAlberto del Pino 2002 XXX Isidoro de María
Manuel Santos Pírez 2004
XXXI Jorge Chebataroff Fernando Chebataroff 2001 XXXII Edmundo M. Narancio Ernesto Puiggrós 1984 XXXIII Juan E. Pivel Devoto VACANTE
XXXIV Justino Jiménez de Aréchaga Carlos Ranguís 1996 XXXV Francisco J. Ros
Héctor Patiño Gardone 2006
XXXVI Eduardo de Salterain y HerreraDaniel Castagnín 2008
XXXVII José Henriques Figueira Oscar Padrón Favre 2001
XXXVIII Juan M. de la Sota
Juan Maruri Berterretche 2004
XXXIX Felipe Ferreiro
Susana Rodríguez Varese 2001
XL Alberto Zum Felde
Fabián Melogno Velez 1995
191
(9)
(17)
(10)
(11)
(3)
(19)
(14)
(18)
(29)
(28)
(36)
(30)
(33)
(23)
(9)
(16)
(35)
(37)
(24)
(32)
(25)
(13)
* Se indican en números romanos los sillones académicos, el año correspondiente a la fecha de incorporación como numerarios, y entre paréntesis el orden de antigüedad.
Supernumerarios
Balbino Álvarez Cotelo
Enrique Burbaquis
Héctor Brugnini
Alfredo Koncke
Roberto Lettieri
Beatriz Rienzi
Juan Ignacio Risso
Alberto Caramés
Nestor Careaga
Leonel Gallo
Marcos Silvera Antúnez
192
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
PRESIDENTES *
Fallecidos
Francisco J. Ros
Silvestre Mato
Eduardo Acevedo
Setembrino Pereda
Pablo Blanco Acevedo
Raúl Montero Bustamante
José María Fernández Saldaña
Felipe Ferreiro
Ariosto D. González
Rafael Schiaffino
Alberto Reyes Thevenet
Eduardo Acevedo Álvarez
Edmundo M. Narancio
Fernando Assunçao
* Inicialmente los presidentes duraron un año en el ejercicio de sus funciones, y a partir de
1941 su mandato se fijó en cuatro años. Varios presidentes fueron reelectos.
MIEMBROS DE HONOR NACIONALES *
Fallecidos
Alejandro Gallinal
Juan Zorrilla de San Marín
Eduardo Acevedo
José H. Figueira
Eduardo García de Zúñiga
Daniel García Acevedo Carlos Travieso
Benjamín Fernández y Medina
Carlos Ferrés
Luis Alberto de Herrera
José Serrato
Rafael Schiaffino
Rolando Laguarda Trías
Walter Laroche
María Luisa Coolighan Sanguinetti
Raul Montero Bustamante
Gustavo Gallinal
Felipe Ferreiro
José María Fernández Saldaña
José Luciano Martínez
Horacio Arredondo
Carlos Oneto y Viana
Daniel Castellanos
Juan Andrés Ramírez
Carlos Pérez Montero
Homero Martínez Montero
Carlos Echecopar
Federico García Capurro
Flavio García
Pedro Montero López
Florencia Fajardo Terán
Jorge A. Anselmi
* A partir de la aplicación de los Estatutos de 1941, se les designa “Miembros de Honor”.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
MIEMBROS DE HONOR EN EL EXTRANJERO
Fallecidos
Ricardo Levene Emilio Ravignani José Carlos de Macedo Soares Ramón Menéndez Pidal Ricardo Rojas Justo Pastor Benítez Emilio García Gómez Octavio Assunçao Joaquín Balaguer Demetrio Ramos Pérez Enrique de Gandía (Argentina)
(Argentina)
(Brasil)
(España)
(Argentina)
(Paraguay)
(España)
(Portugal)
(R. Dominicana)
(España)
(Argentina)
SOCIOS DE NÚMERO
Fallecidos
1843 – 1ra época
Lamas, Andrés
Vilardebó, Teodoro Miguel Juanicó, Cándido
Ferreira, Fermín
Vázquez, Santiago
Araucho, Francisco
Pacheco y Obes, Melchor
Herrera y Obes, Manuel
Varela, Florencio
Rivera Indarte, José
Mitre, Bartolomé
Álvarez, Julián
SOCIOS DE NÚMERO
Fallecidos
1915 – 2010 2ª. Época
Abadie Santos, Aníbal R.
Acevedo Alvarez, Eduardo
Acevedo Eduardo
Acosta y Lara, Raúl Santiago
Acuña Esquivel, Jacinto E.
Aguiar, José
Algorta Camusso, Rafael
Antuña, José C.
193
194
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Apolant, Juan Alejandro
Argul, José Pedro
Arredondo, Horacio (h)
Assunçao, Fernando
Ayestarán, Lauro
Aznárez, Jorge
Bachini, Antonio
Baliñas Barbagelata, Jorge
Barbagelata, Aníbal
Barbagelata, Lorenzo
Barbato, Germán
Barbieri, Antonio María
Baroffio, Eugenio P.
Bazzano, Hamlet
Berro, Aureliano C.
Berro, Mariano B.
Blanco Acevedo, Eduardo
Blanco Acevedo, Pablo
Bollo, Luis Cincinato
Bonavita, Luis
Bonino, Emilio O.
Buero, Juan Antonio
Bula, Mario A.
Campos, Alfredo R.
Campos Thévenin, Guillermo
Capurro, Fernando
Carbajal, Carlos
Carbajal Victorica, Juan José
Castellanos, Daniel
Castillos, Servando
Caviglia, Buenaventura (h)
Cigluti, Carlos W.
Cordero, Ergasto H.
Cortés Arteaga, Mariano
Crispo Acosta, Osvaldo
Danieri, Leonardo
Demichelli, Alberto
de Herrera, Luis Alberto
de Salterain, Joaquín
de Salterain Herrera, Eduardo
Duomarco, Carlos
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Estrada, Dardo
Etchecopar, Carlos
Falcão Espalter, Mario
Fernández, Ariosto
Fernández y Medina, Benjamín
Fernández Saldaña, José María
Fernández, Yamandú
Ferrreira y Artigas, Mariano
Ferreiro Felipe,
Ferreiro, Hernán
Ferrés, Carlos
Figueira, José H.
Furest, René
Galarza, Ricardo
Gallinal, Gustavo
García Acevedo, Daniel
García de Zúñiga, Eduardo
García Selgas, Gilberto
García Serrato, Nelson
Gerona, Héctor A.
Giuffra, Elzear S.
Giuria, Juan
Gomensoro, Javier
Gómez haedo, Juan Carlos
Gómez Ruano, Alberto
González, Ariosto
González, Domingo
Gorlero Bacigaluppi, Rúben
Grille, Ricardo
Gross Espiell, Héctor
Grunwaldt, Jorge
Hermano Damasceno
Jiménez de Aréchaga, Justino E.
Klappenbach, Miguel A.
Legrand, Enrique
Lepro, Alfredo
Lucuix, Simón S.
Llamas, Julio
Manini Ríos, Carlos
Manini Ríos, Pedro
Martínez, José Luciano
195
196
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Martínez Montero, Homero
Mato, Silvestre
Mena Segarra, Enrique
Montero Bustamante, Raúl
Morató, Octavio
Narancio, Edmundo M.
Oliveres; Francisco N.
Oneto y Viana, Carlos
Oribe, Aquiles B.
Patiño, Enrique
Pedemonte, Juan Carlos
Peirano Facio, Jorge
Pereda, Setembrino E.
Pereira Rodríguez, José
Pérez, Abel J.
Pérez Petit, Víctor
Piaggio, Nicolás
Pirotto, Armando
Pivel Devoto, Juan E.
Ponce de León, Luis
Porciúncula, Omar
Ramírez, Juan Andrés
Rebella, Juan Antonio
Reyes Thévenet, Alberto
Roca, Alberto
Rodó, José Enrique
Rodríguez Larreta, Eduardo
Roletti, Julio A.
Roma, Luis Régulo
Ros, Francisco J.
Sábat Pebet, Juan Carlos
Salaberry, Juan F.
Salgado, José
Sampognaro, Virgilio
Serrato, José
Sicco, Pedro
Scarone, Arturo
Schiaffino, Rafael
Schulkin, Augusto L.
Seijo, Carlos
Sosa, Julio María
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
197
Terra Arocena, Eduardo
Tomé, Eustaquio
Torterolo, Leogardo Miguel
Trabal, José E.
Traibel, José María
Travieso, Carlos
Varela Acevedo, Jacobo
Varela, José Pedro
Vázquez Ledesma, Orosmán
Vidal, Ángel H.
Vila Seré, Carlos
Viglietti, Yamandú
Villegas Mañe, Juan
Zolesi, Jerónimo
Zorrilla De San Martín, Juan
Zum Felde, Alberto
Acuñaciones del Instituto (10 piezas) 1996
(descripción)
MEDALLAS ACADÉMICAS PARA USO DE LOS
NUMERARIOS
(acuñada en plata y oro por Tammaro).
Verso:
Orlado de laureles la insignia del Instituto, con la
bordura: Ita Res Accendent Lumina Rebus.
Reverso:
Diámetro:
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, y espacio para grabar el nombre del numerario.
28 mm.
(Acuñada por Marcelo Joyas en bronce para numerarios y en níquel para supernumerarios)
Verso:
el sol rodeado por la leyenda de Lucrecio
“Ita res accendent lumina rebus” que se interpreta en
español: “Así, cada descubrimiento será una llama
fulgurante que iluminará otros hallazgos.” En bordura el
nombre del Instituto y la fecha de su fundación.
198
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Reverso:
libre para grabar el nombre del académico y la fecha de su ingreso al Instituto.
Diámetro:
32 mm.
La de los miembros de honor es igual a la de los numerarios, colocadas sobre una placa
en forma de sol de ocho puntas en metal blanco.
Todas ellas van pendientes de un cordón torneado de tres hilos con los colores de la
bandera de Artigas, blanco, azul y rojo.
MEDALLA CONMEMORATIVA DEL
CENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL
PINTOR JUAN MANUEL BLANES
(1830 – 8 de junio – 1930)
Verso:
perfil modelado por Nicanor Plaza,
Santiago de Chile, 1875.
Reverso:
Juan Manuel Blanes – El más grande de los pintores
nacionales. El Instituto Histórico y Geográfico del
Uruguay conmemora el primer centenario de su
nacimiento. Montevideo 1830 – 8 de junio – 1930.
Perfil de Nicanor Plaza – Santiago de Chile – 1875.
Diámetro:
5 centímetros.
Se acuñaron 51 medallas de plata, numeradas (0 a 50); y 500 de bronce.
TARJA CONMEMORATIVA DEL CENTENARIO DEL
DECESO DE SIMÓN BOLÍVAR
(1830 – 17 de diciembre – 1930),
con medallón y cartelas de bronce, incrustados.
Tamaño de la tarja: 30 x 22 centímetros.
El medallón (diámetro: 16 cms.), reproduce el de David d’Angers, según
el perfil de Roulin.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
199
En la cartela superior (14 x 5,75 cms.), está transcripto el párrafo inicial de
la semblanza que escribió Rodó sobre el Libertador.
La cartela inferior (6,5 x 1,5 cms.) lleva esta leyenda: tarja prestigiada por
el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay – 1930. Existen tarjas
que no tienen cartela inferior y la terminación la madera es distinta de la
anterior.
MEDALLAS CONMEMORATIVAS DEL CENTENARIO
DEL INSTITUTO HISTÓRICO Y GEOGRÁFICO DEL
URUGUAY
I - Medalla del Dr. Andrés Lamas
Verso:
cabeza de frente, por el escultor Antonio Pena. Andrés Lamas – 1817 – 1894.
Reverso:
El Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay en
su centenario a Don Andrés Lamas fundador y
primer Presidente de la Institución
– Montevideo 1843 – 1943.
Diámetro:
55 milímetros.
Se acuñaron 50 medallas en plata y 150 en cobre, por Tammaro.
II – Medalla del Dr. Teodoro M. Vilardebó:
Verso:
cabeza de frente, por el escultor Antonio Pena.
Dr. Teodoro M. Vilardebó –1803 –1857.
Reverso:
El Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay al Dr. Teodoro M. Vilardebó fundador y Primer Secretario de la institución.
Montevideo – 1843 – 1943.
Diámetro:
55 milímetros.Se acuñaron 50 medallas en plata y 150 en cobre, por Tammaro.
200
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
MEDALLA CONMEMORATIVA DEL CENTENARIO
DEL NACIMIENTO DE FRANCISCO BAUZÁ
Verso:
perfil, por el escultor Vicente Morelli, Francisco Bauzá.
Reverso:
El Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay al autor
de la “Historia de la dominación española en el
Uruguay” – 1849 – 1949.
Diámetro: 50 milímetros.
Se acuñaron 50 medallas plateadas y 100 en cobre, por Tammaro.
MEDALLAS DE HISTORIADORES DE ARTIGAS
Medalla del doctor Juan Zorrilla de San Martín, 1931.
Verso: perfil, por el escultor José Luis Zorrilla de San Martin, 1855.
Juan Zorrilla de San Martin, 1931.
Reverso:
Diámetro:
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay a los
historiadores de Artigas – Ley 10/VIII/950
(Escudo del Instituto).
50 milímetros.
Se acuñaron 25 medallas plateadas y 200 en bronce por Tammaro.
Medalla del doctor Pablo Blanco Acevedo.
Verso:
perfil, por el escultor Edmundo Prati. 1880.
Pablo Blanco Acevedo, 1935.
Reverso:
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
a los historiadores de Artigas – Ley 10/VIII/950
(Escudo del Instituto).
Diámetro: 50 milímetros.Se acuñaron 25 medallas plateadas y 100 en bronce por Tammaro.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
201
MEDALLA CONMEMORATIVA DEL
SESQUICENTENARIO DEL INSTITUTO HISTÓRICO Y
GEOGRÁFICO DEL URUGUAY.
Verso: Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay — 1843
Hacia el centro: Ita res accendent lumina rebus.
En el centro el sol con la empresa del Instituto
Reverso:
Conmemoración del sesquicentenario — 1993
Diámetro:
32 mm.
Se acuñaron 100 medallas de plata y 1 de oro, por Marcelo Joyas.
EDICIONES DEL INSTITUTO
PRIMERA ÉPOCA
Bases / del / Instituto Histórico y Geográfico / (Ador. tip.) / Montevideo /
(Big.) / Imprenta Nacional / [1843]
Portada v. en bl.; 12 p. de 14 x 20.
Cantos a Mayo / Leídos / en la sesión del Instituto Histórico-Geográfico Nacional /
El 25 de Mayo de 1844 / (E.N.) / Montevideo / Imprenta Nacional.
Port. orl. v. en b.; El 25 de Mayo, v. En b.; texto orl. A cada
composición precede una hj. En b. sin num. Con el título de la
poesía; 212 p. de 15 x 20; sign. 1 a 27.
[Arredondo opina que fue publicado en 1845].
SEGUNDA ÉPOCA
BIBLIOTECA DE AUTORES NACIONALES
(7 tomos en total) 1996
TOMO I: Escritos selectos del Dr. Andrés Lamas, con un prólogo del
Dr. PABLO BLANCO ACEVEDO, XLIV + 270 + (1)
+ una página y una lámina. Montevideo, 1922.
TOMO II:
El Parnaso Oriental o Guirnalda poética de la República Uruguaya, nueva edición, prólogo del Dr. GUSTAVO GALLI-
202
TOMO III:
TOMO IV:
TOMO V:
TOMO VI:
TOMO VII:
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
NAL, tomo I, XIII + tres + (1) + una + (1) + una + 290
+ (11) + una páginas. Montevideo, 1927.
El Parnaso Oriental o Guirnalda poética de la República Uruguaya, nueva edición, tomo II. (1) + una + (4) + 273 + una
+ (7) + una páginas. Montevideo. (1926).
El Parnaso Oriental o Guirnalda poética de la República Uruguaya, nueva edición, tomo III, (3) + una + 334 + (8) + dos
páginas. Montevideo. (1926).
Andrés Lamas. Escritos. Tomo II. Dirección y prólogo de
Don ARIOSTO D. GONZÁLEZ. XXX + (1) + una +
350 + (1) + una + (1) + una + (1) + 3 páginas y una
lámina. Montevideo, 1943.
Andrés Lamas. Escritos. Tomo III. Dirección, estudio preliminar y notas de don ARIOSTO D. GONZÁLEZ. CI
+ (una) + 616 + (1) + (una) + (2) + (una) + (una) + (1)
+ (dos) páginas y seis láminas. Montevideo, 1952.
Juan Zorrilla de San Martín. La Leyenda Patria. Advertencia
por el Sr. ARIOSTO D. GONZÁLEZ. Estudio preliminar y notas por el Dr. EUSTAQUIO TOMÉ. Bibliografía por el Sr. ARTURO SCARONE, XV + una + 126 +
(dos) páginas y 16 láminas.
CONFERENCIAS E INFORMES
(29 obras en total) 1996.
Protección y conservación de los Monumentos históricos Nacionales, informe
(miembro informante, Dr. GUSTAVO GALLINAL), 16 páginas. Montevideo, 1916.
Discurso inaugural del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, pronunciado el 14 de octubre de 1916 por su presidente don FRANCISCO J. ROS,
19 + una páginas. Montevideo, 1917.
Cartografía nacional, conferencia dada el día 9 de junio de 1917 por el
Coronel Gdo., ingeniero geógrafo D. SILVESTRE MATO (con un discurso de presentación de DON FRANCISCO J. ROS), 32 páginas. Montevideo, 1917.
Ascencio, informe (por Don DARDO ESTRADA), 19 + una páginas.
Montevideo, 1917.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
203
Juan Carlos Gómez sentimental, conferencia leída el día 17 de julio de 1917,
por el Dr. J.M. FERNÁNDEZ SALDAÑA, con un discurso preliminar
del coronel ingeniero SILVESTRE MATO, 31 + una páginas. Montevideo, 1918.
Fuentes documentales para la Historia Colonial, conferencia leída el día 28 de
julio de 1917, por Don DARDO ESTRADA, con un discurso preliminar
del DR. GUSTAVO GALLINAL, 39 + una páginas. Montevideo, 1918.
La evolución de la ciencia geográfica, conferencia pronunciada el 4 de agosto
de 1917, por Don ELZEAR SANTIAGO GIUFFRA, con un discurso
preliminar del DR. GUSTAVO GALLINAL, 39 + una páginas. Montevideo, 1918.
Rodó, conferencia leída el día 3 de diciembre de 1917, por el Dr. GUSTAVO GALLINAL, con un discurso preliminar de Don FRANCISCO J.
ROS, 41 + una páginas. Montevideo, 1918.
El poeta oriental Bartolomé Hidalgo, conferencia leída el 18 de junio de
1918, por Don MARIO FALCÃO ESPALTER, 131 + una + (1) + una +
(1) + una + (1) + una + (1) + una páginas. Montevideo, 1918.
América del Sur y la futura paz europea. Historiando el porvenir, conferencia pronunciada el día 17 de julio de 1918 por Don OCTAVIO MORATÓ, con un discurso de Don FRANCISCO J. ROS. 102 + dos páginas.
Montevideo, 1918.
Memoria correspondiente al período 1917-1918, 29 + (1) + dos páginas.
Montevideo, 1918.
El dibujante Juan M. Besnes e Irigoyen, conferencia leída el 10 de mayo de
1919 por el Dr. J.M. FERNÁNDEZ SALDAÑA (con apéndices). 54 + (1)
+ una páginas y dos láminas. Montevideo, 1919.
Congreso Internacional de Historia de América, Río de Janeiro 1922. Programa
de tesis de la sección XIX. Historia del Uruguay. (miembro informante Dr.
PABLO BLANCO ACEVEDO), 20 páginas. Montevideo, 1919.
204
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Fundación de Montevideo, (informe de don RAÚL MONTERO BUSTAMANTE Y Don J.M.LLAMAS) 46 + dos páginas. Montevideo, 1919.
La casa del Cabildo de Montevideo, exposición dirigida al Consejo Nacional de Administración (redactada por Don RAÚL MONTERO BUSTAMANTE), 12 páginas. Montevideo, 1920.
Conferencias del Curso de 1937, (precedida de una Introducción, por el
Dr. FELIPE FERREIRO): VI + 311 + una + (1) + una + (6) páginas.
Montevideo, 1938.
Conmemoración del Centenario. Sesión celebrada en Buenos Aires por la
Academia Nacional de la Historia el 22 de mayo de 1943 en honor del
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, XII + 53 + una (1) + una
+ (1) + una páginas y una lámina. Montevideo, 1943.
Meditación sobre Artigas. Conferencia pronunciada en la Academia Nacional de la Historia Argentina, el 21 de setiembre de 1947 y releída en el
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay por atención de su autor el
28 de octubre de 1947, por el Doctor ARTURO CAPDEVILA, 47 + una
páginas. Montevideo, 1948.
La significación internacional del Río de la Plata en los siglos XVIII y XIX,
conferencia pronunciada en el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay por el Sr. ÁLVARO TEIXEIRA SOARES, el 26 de mayo de 1948,
con un discurso de presentación por el Sr. SIMÓN LUCUIX, XII + (1) +
una + 65 + una páginas. Montevideo, 1949.
Temas de la Cuenca del Plata, conferencias pronunciadas por el Dr. JUSTO PASTOR BENÍTEZ. (Con una introducción por el Sr. ARIOSTO D.
GONZÁLEZ y un discurso de presentación, por el contralmirante Dr.
CARLOS CARBAJAL). XIV + 121 + una (1) + tres páginas. Montevideo, 1949.
Recuerdos de mi actuación en el Ministerio de Relaciones Exteriores (1907), conferencia pronunciada en el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay,
por el Dr. JACOBO VARELA ACEVEDO, el 27 de octubre de 1949, con
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
205
un discurso preliminar por el Sr. ARIOSTO D. GONZÁLEZ. XV + una
+ 19 + una páginas. Montevideo, 1949.
Viajes, viajeros y cartas geográficas, conferencia pronunciada en el Instituto
Histórico y Geográfico del Uruguay, por el Dr. DANIEL CASTELLANOS, el 11 de noviembre de 1949. XV + una + 22 + (dos) páginas. Montevideo, 1949.
Homenaje a Rodó en el cincuentenario de “Ariel”. (Sesión pública celebrada el
1º de marzo de 1950), conferencia pronunciada en el Instituto Histórico y
Geográfico del Uruguay por el Dr. EMILIO FRUGONI, con un discurso
preliminar por el Sr. ARIOSTO D. GONZÁLEZ, XV + una + 21 + (tres)
páginas. Montevideo, 1950.
Memoria anual (1949). 16 páginas. Montevideo, 1950.
Homenaje al Gral. San Martín. (Solemne sesión pública celebrada el 1º de
agosto de 1950), XVI + 56 + (1) + tres páginas y una lámina. Montevideo,
1950.
La guerra y la paz en la doctrina leninista-stalinista, por el Dr. ALBERTO
DOMÍNGUEZ CÁMPORA, con un discurso de presentación por el Dr.
JUAN ANDRÉS RAMÍREZ. XV + una + 27 + una páginas. Montevideo, 1952.
Curso de conferencias. Año 1950. Artigas. Homenaje en el centenario de su muerte. Prólogo por el Sr. SIMÓN S. LUCUIX. Dirección por el Sr. ARIOSTO
D. GONZÁLEZ . XXXIX + una + 466 + (1) + una páginas y 26 láminas.
Montevideo, 1952.
Los grandes maestros: Francisco Soca, conferencia pronunciada en el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, por el Dr. JOSÉ MARÍA DELGADO, el 24 de julio de 1952, precedida de un discurso de presentación
por el arquitecto CARLOS PÉREZ MONTERO, 32 páginas. Montevideo, 1952.
Reinstalación de la Academia Argentina de la Historia y Homenaje al general
Bartolomé Mitre, 74 + (1) + una + (1) + tres páginas y 7 láminas. Montevideo, 1956.
206
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
CONTRIBUCIONES DOCUMENTALES
(3 tomos) 1996
Correspondencia diplomática del doctor José Ellauri, 1839-1844 publicada, anotada y precedida de un estudio biográfico del doctor José Ellauri, por Don DARDO
ESTRADA, prólogo del Dr. GUSTAVO GALLINAL, (1) + una + LXXV
+ una + 416 páginas y una lámina. Montevideo, 1919.
Documentos para servir al estudio de la Independencia Nacional, tomo I,
1825. (Precedidos de una Advertencia por el Dr. FELIPE FERREIRO):
VI + 261 + (1) + una + (3) páginas. Montevideo, 1937.
Documentos para servir al estudio de la Independencia Nacional, tomo II, 1825.
(Precedidos de una Advertencia por el Dr. FELIPE FERREIRO): VI +
313 + (1) + una + (3) páginas. Montevideo, 1938.
VARIOS
(45 volúmenes) 2004
Estatutos. Ley de Subsidio, 20 páginas. Montevideo, 1916.
Escritos de Don Dámaso Antonio Larrañaga, edición nacional, tomo I, con
una introducción, XXII + (1) + una + 439 + una páginas y una lámina.
Montevideo, 1922; tomo II, 512 páginas y dos cuadros. Montevideo, 1923;
tomo III, 306 + 2 páginas. Montevideo, 1924; Atlas, parte I, Botánica, dos
+ (1) una + 2 + (1) + una página + CXXXV láminas + (1) + tres páginas.
Montevideo, 1927; Atlas, parte II, Zoología, Paleontología y mapas, dos +
4 + (1) + una páginas + CXXXI láminas + (1) + tres páginas. Montevideo,
1930.
Escritos del doctor don Carlos María Ramírez, tomo I, con una introducción
de don RAÚL MONTERO BUSTAMANTE, LIII + tres + 392 páginas.
Montevideo, 1923.
Conmemoración del II Centenario de Montevideo, 24 de diciembre de 1726 –
1926, dos + 39 + una páginas y una lámina. Montevideo, 1927.
Código de la Universidad Mayor de la República Oriental del Uruguay, mandado
publicar por el Exmo. Gobierno, 1849, reimpresión, (con una noticia preliminar de don RAÚL MONTERO BUSTAMANTE), 101 + una + (2)
páginas. Montevideo, 1929.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
207
Estatutos. 17 + una páginas. Montevideo, 1941.
The Southern Star. La Estrella del Sur. Montevideo, 1807, reimpresión
facsimilar, dirección y prólogo de Don ARIOSTO GONZÁLEZ. 30 +
(1) + una + (1) + una + (33) + una + dos + (1) páginas. Montevideo,
1942.
La calle del 18 de Julio (1719-1875). Antecedentes para la historia de la ciudad
nueva, por el arquitecto CARLOS PÉREZ MONTERO, 370 + (1) + una
páginas y seis láminas. Montevideo, 1942.
Gaceta de la Provincia Oriental. Canelones, 1826-27, reproducción facsimilar dirigida por los señores ARIOSTO D. GONZÁLEZ, SIMÓN S. LUCUIX y ARTURO SCARONE. Prólogo de Don SIMÓN S. LUCUIX: 30
+ dos + (64) + (1) páginas. Montevideo, 1943.
Primera muestra cartográfica de América y del Río de la Plata. Mapoteca del
arquitecto Fernando Capurro. Patrocinado por el Ministerio de Relaciones
Exteriores y organizada por el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay: 47 páginas y una lámina. (Precedido de un estudio del contralmirante
doctor CARLOS CARBAJAL). Montevideo, 1943.
El Paraguayo Independiente, Asunción 1850, reproducción facsimilar dirigida por el señor ARIOSTO D. GONZÁLEZ. Prólogo del doctor CARLOS PASTORE, bibliografía del señor ARTURO SCARONE: 40 + (1) +
una + (1) + una + (7) + una páginas. Montevideo, 1950.
El Cabildo de Montevideo. El arquitecto – El terreno – El edificio, por el arquitecto CARLOS PÉREZ MONTERO: XVI + dos + 610 + (1) + una
páginas y ochenta y cinco láminas. Montevideo, 1950.
Diario de Bruno de Zabala sobre su expedición a Montevideo, reproducción
facsimilar dirigida por los señores ARIOSTO D. GONZÁLEZ, CARLOS
PÉREZ MONTERO y OCTAVIO C. ASSUNÇAO. Prólogo y notas del
señor ARIOSTO D. GONZÁLEZ, XV + una + 57 + una (1) + una páginas. Montevideo, 1950.
Gral. José de San Martín. Socio de Número del Instituto Histórico y Geográfico
del Uruguay, (4) páginas. Montevideo, 1950.
208
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Civilización del Uruguay, por el Señor HORACIO ARREDONDO, prólogo del señor ARIOSTO D. GONZÁLEZ. Tomo I, Aspectos arqueológicos y sociológicos. 1600-1900, XXIX + una + 335 + una + (1) + una
páginas. Montevideo, 1951; tomo II, Bibliografía de viajeros. Contribución
gráfica, (1) + una + (2) + 394 + (1) + una + (1) + una + (2) páginas y
láminas sin numerar. Montevideo, 1951.
Voyage aux origines françaises de l’Uruguay, por el señor JACQUES DUPREY. Prólogo del doctor EDUARDO BLANCO ACEVEDO, (10) +
393 + (2) + tres páginas. Montevideo, 1952.
Homenaje a su Miembro de Honor don Raúl Montero Bustamante, (8) páginas.
Montevideo, 1952.
La diputación oriental a la Asamblea General Constituyente 1814-1815, por el
Sr. AGUSTÍN BERAZA, XV + una + 186 + (2) páginas, un cuadro y diez
láminas. Montevideo, 1953.
José Toribio Medina. Homenaje en el centenario de su nacimiento. XIV + (1) +
una + 61 + (1) + una páginas. Montevideo, 1953.
Homenaje al Brigadier General Juan Antonio Lavalleja en el centenario de su
muerte, 22 de octubre 1853-1953, (4) páginas. Montevideo, 1953.
Homenaje a Lavalleja y Rivera (Notas dirigidas a los Poderes Públicos),
16 páginas. Montevideo, 1953.
Homenaje al Brigadier General Fructuoso Rivera, (8) páginas. Montevideo,
1954.
Homenaje a Américo Vespucio, (4) páginas. Montevideo, 1954.
Índice General de la Revista, por la señorita EMA MACIEL LÓPEZ. Prólogo del señor SIMÓN S. LUCUIX: XVI + 48 + (1) + una páginas. Montevideo, 1955.
Homenaje a D. Raúl Montero Bustamante (Selección de sus escritos literarios e
históricos) Dirección de Don ARIOSTO D. GONZÁLEZ y prólogo del
doctor DARDO REGULES; tomo I, CXXIX + tres + 430 + (3) + tres
páginas y una lámina; tomo II, 575 + una + (2) + dos páginas; tomo III,
624 + (5) + tres páginas. Montevideo, 1955.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
209
Iconografía de Montevideo (Edición del Concejo Departamental de Montevideo). Dirección, selección y notas por los señores ARIOSTO D. GONZÁLEZ, CARLOS PÉREZ MONTERO, OCTAVIO C. ASSUNÇAO,
SIMÓN S. LUCUIX Y ARTURO SCARONE. Prólogo por el señor
ARIOSTO D. GONZÁLEZ, 260 + (1) + una + (1) + (1) + tres páginas.
Montevideo, 1955.
Instituto filial de Colonia. Antecedentes de su creación y discursos pronunciados en la ciudad de Colonia, 31 + una páginas. Montevideo, 1955.
El primer Observatorio de Montevideo. Prólogo por ARIOSTO D. GONZÁLEZ. El pasaje de Mercurio observado en Montevideo el 5 de noviembre de 1789, por CARLOS A. ETCHECOPAR. La casa del Observatorio y el
Montevideo de la época, por CARLOS PÉREZ MONTERO; XXVIII + 148
+ (39) + cinco páginas y XLIII láminas. Montevideo, 1955.
Homenaje a Bartolomé Mitre en el 50º aniversario de su muerte, 12 + (1) una
páginas y 7 láminas. Montevideo, 1956.
Efemérides uruguayas, por el señor ARTURO SCARONE y prólogo por
don RAÚL MONTERO BUSTAMANTE. Tomo I, XXVI + 621 + una
páginas y 34 láminas; T. II, 756 y 42 láminas; T. III, 778 + dos páginas y 38
láminas; Índices Generales; 417 + una + (1) + una páginas. Montevideo,
1956.
La Revolución de 1811 en la Banda Oriental. Junta Departamental de Montevideo. Publicación dirigida por el Instituto Histórico y Geográfico del
Uruguay. Montevideo, 1962.
Artigas precursor del federalismo republicano. Las Instrucciones del año XIII, por
JUAN A. GONZÁLEZ CALDERÓN. Advertencia por ARIOSTO D.
GONZÁLEZ, 33 + tres páginas. Montevideo, 1963.
Génesis de la familia uruguaya. JUAN ALEJANDRO APOLANT. Prólogo de FLAVIO A. GARCÍA. XV + 972 + (1) + (5) páginas. Imprenta
Letras S.A. Montevideo, 1966.
Intercambio de diplomas entre el Instituto y la Academia Nacional de la Historia
de la República Argentina. Apuntes para una historia de la representación diplomática
argentina en el Uruguay por el Dr. LUIS SANTIAGO SANZ, embajador de
la República Argentina (Sesión Pública del 4 de mayo de 1973) (1) + VI +
42 páginas. Montevideo, 1973.
210
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Estatutos del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay (reedición del impreso de 1941), (2)
+ 15 + una páginas. Montevideo, 1975.
Fundación de Montevideo, (informe de don RAÚL MONTERO BUSTAMANTE y don J.M. LLAMAS), reedición de la edición de 1919, con prólogo de LUIS R. PONCE DE LEÓN. VII + 46 + dos páginas.
La fecha de la Independencia Nacional por VICENTE T. CAPUTI, con
prólogo de JOSÉ M. TRAIBEL y palabras de SIMÓN LUCUIX al despedir los despojos mortales de VICENTE T. CAPUTI, reedición en conmemoración del Sesquicentenario de la Convención Preliminar de Paz, (4) +
IV + 47 + cuatro páginas. Montevideo, 1978.
La Colonia del Sacramento. Texto y notas de FERNANDO O ASSUNÇAO. Edic. de lujo, 20 ejemplares numerados del I al XX, Edic. Especial, 200 ejemplares, numerados del 1 al 200, (8) + 43 + (5) láminas +
veinticuatro láminas, Imp. Gordon. Montevideo, 1987.
Reseña del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Advertencia de EDMUNDO M. NARANCIO, presidente del Instituto. (2) + 37 + una páginas y cuatro láminas. Montevideo, 1987.
Notas explicativas correspondientes a la colección de platos con escudos heráldicos
realizada en conmemoración de los 500 años del Descubrimiento de América por
JORGE A. ANSELMI, (2) + XI + (3) + 57 + (1) + 1 + (1) páginas con
23 ilustraciones. Montevideo, 1988.
Carlos Manini Ríos – Comunicación para la Real Academia de la Historia
y textos relacionados con el autor. Advertencia de JOSÉ M. TRAIBEL,
director de Publicaciones, 32 páginas. Montevideo, 1991.
Reseña del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Advertencia de EDMUNDO M. NARANCIO, presidente del Instituto, 40 páginas, Imp.
Gordon S.A. Montevideo, 1992.
Estatutos del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay (secdición del impreso de 1991, (2) +38+ 1 páginas, Montevideo, 1992.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
211
Nonagésimo Aniversario del establecimiento de la Suprema Corte de Justicia (
26 de octubre de 1997) por Dr. NELSON NICOLIELLO. Advertencia de
EDMUNDO M. NARANCIO, presidente del Instituto. 17 páginas. Montevideo, 1999.
Viajeros al Río de la Plata. Tres viajeros a las costas orientales del Río de la
Plata (S. XVI - S. XVIII - S. XIX). Prólogo y notas: Fernando Assunçao. Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Montevideo,
2004.
Estatutos del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay (reedición
del impreso de 1941 (2) +38+1 páginas, Montevideo, 1992.
OTROS TRABAJOS
ESCUDOS HERÁLDICOS HISTÓRICOS CORRESPONDIENTES
AL TERRITORIO QUE HOY OCUPA LA REPÚBLICA ORIENTAL
DEL URUGUAY Y DE LAS CIUDADES DE MONTEVIDEO Y
MALDONADO. 1492 – 1988. Platos de 285 mm. De diámetro, con escudos a todo color, decorados a mano por Ana María Lorente sobre dibujos
de Rivera Milans, en 20 series con diseños diferentes, numerados para cada
una de 1 a 200, con la empresa del Instituto Histórico y Geográfico del
Uruguay y la de los 500 años del Descubrimiento, con autorización expresa de la Sociedad Estatal de Ejecución de los actos conmemorativos del
Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Montevideo, 1988.
REVISTA DEL INSTITUTO
(31 Tomos) 2009
Tomo I (núms. 1 y 2) 680 + (1) + una + (1) una páginas. Montevideo,
1920 – 1921.
Tomo II (núms. 1 y 2) 1066 + una + (1) + una páginas. Montevideo, 1921
– 1922.
Tomo III (núms. 1 y 2) 902 + (1) + una + (2) + una + (1) una páginas y
doce láminas. Montevideo, 1923 – 1924.
Tomo IV (núms. 1 y 2) 773 + una + (2) páginas. Montevideo, 1925.
212
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Tomo V (núms. 1 y 2) 788 + una + (1) páginas y tres láminas. Montevideo, 1926 – 1927.
Tomo VI (núms. 1 y 2) 758 + una + (1) páginas, tres láminas y dos cuadros. Montevideo, 1928 – 1929.
Tomo VII 352 + (4) páginas y cinco láminas. Montevideo, 1930.
Tomo VIII 398 + (1) + una + (3) + una páginas y seis láminas. Montevideo, 1931.
Tomo IX 324 + (1) + una + (3) + una páginas y seis láminas. Montevideo,
1932.
Tomo X: VI + 538 + (1) + una + (3) + una + (1) + una páginas y cuatro
láminas. Montevideo, 1933.
Tomo XI: VI + 372 + (1) + una + (3) + una + una páginas y tres láminas.
Montevideo, 1934 – 1935.
Tomo XII: VI + 448 + 1 + una + (3) + una + (1) + una páginas y dieciocho láminas. Montevideo, 1936.
Tomo XIII: VI + 370 + 1 + una + (3) + una + (2) páginas. Montevideo,
1937.
Tomo XIV: VI + 507 + una + (5) + una (1) + una páginas. Montevideo,
1938.
Tomo XV: VII + 458 + (1) + una + (4) + una + una páginas. Montevideo,
1939.
Tomo XVI: XII + 378 + (1) + una páginas y tres láminas. Montevideo,
1942.
Tomo XVII: XII + 422 + (1) + una páginas y seis láminas. Montevideo,
1943.
Tomo XVIII: XII + (1) + una + 374 + (1) + tres páginas. Montevideo,
1949.
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
213
Tomo XIX: XVI + 509 + una + (1) + una páginas y una lámina. Montevideo, 1952.
Tomo XX: XVII + una + 576 + (1) + tres páginas y veintiuna láminas.
Montevideo, 1957.
Tomo XXI: XVII + una + 369 + una + (1) + una páginas. Montevideo,
1958.
Tomo XXII: XVI + 891 + una + (1) + tres páginas y setenta y cinco láminas. Montevideo, 1959.
Tomo XXIII 64 páginas. Montevideo, 1960 – 77.
Tomo XXIV: XVII + 1078 páginas y veinte láminas. Montevideo, 1958 –
1959.
Tomo XXV 24 páginas, segunda época. Montevideo, 1983.
Tomo XXVI: XXX + 352 + 4. Montevideo, 1989.
Tomo XXVII: XVIII + 419 + (1) y 45 páginas. Montevideo, 1997.
Tomo XXVIII: XIV + 498 páginas + 4 láminas. Montevideo, 2002.
Tomo XXIX: XXIX + una + 407 páginas + una lámina. Montevideo,
2004.
Tomo XXX 336 páginas + una, Montevideo, 2008.
Tomo XXXI 294 páginas + una, Montevideo, 2009.
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Minas 1367 - Montevideo - Uruguay - Tel. 409 44 63. Noviembre de 2008
D.L. 349-724 / 09. Edición amparada en el decreto 218/996 (Comisión del Papel)
D.L. 346-474 / 08. Edición amparada en el decreto 218/996 (Comisión del Papel)
Esta edición del volumen XXXI de
la Revista del Instituto Histórico
y Geográfico del Uruguay fue
compuesta por Augusto Giussi
e impresa por Tradinco S.A. Se
terminó de imprimir en Montevideo,
a los 10 días del mes de junio de
2009.
Digitalización por el
Miembro Supernumerario del
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay
Osvaldo Castromán Herrera
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