Religiosidad Popular en Torrecilla de Alcañiz José P. Burgués Dalmau Introducción Los estudios de teología práctica se están interesando cada vez más en lo que se ha denominado “catolicismos popular”, “religión popular”, y más a menudo “religiosidad popular”. En este estudio quiero presentar la religiosidad popular (RP) de un lugar concreto de España, que puede servir como referencia al estudiar otros aspectos de religiosidad popular en España, Hispanoamérica y entre los hispanos en Estados Unidos. No pretendo que haya ninguna relación directa entre manifestaciones de la RP en este lugar de España y las comunidades hispanoamericanas ni las hispanas en USA; si algo tienen en común es su directa descendencia de una RP medieval precolombina española, que ha ido evolucionando a través del tiempo en el caso de Torrecilla de Alcañiz (TA), y a través del espacio y del tiempo en las comunidades hispanoamericanas e hispanas en USA. 1 Lo que sí pretendo es que la RP es, o al menos ha sido durante siglos1, el marco vital, el referente identificador y la clave epistemológica de los habitantes de TA. Marco vital, porque la RP ofrece una sacralización del espacio y del tiempo y una estructuración religioso-social que permite a cada individuo encontrar su lugar en la comunidad concreta; Referente identificador, porque con sus características propias y sus relatos míticos, la RP de TA permite a sus habitantes conocer lo propio y lo distintivo en relación con las comunidades próximas; Clave epistemológica, porque la RP ofrece a los habitantes de TA los elementos básicos para entender el sentido de la vida y las normas de conducta que se aplican en la comunidad. Entiendo que cada comunidad tiene sus características propias, pero que la RP tiene mucho que ver con la formación de las mismas. El objeto de este estudio es ofrecer un modelo de análisis de la realidad sociológica y religiosa de una comunidad concreta, a partir del supuesto de que la RP es, en el caso de las comunidades hispanas, un referente básico. Tal vez el estudio de esta comunidad española particular pueda servir para llevar estudios similares a este lado del Atlántico. 1. El marco histórico-geográfico Torrecilla de Alcañiz es un municipio del Bajo Aragón (noreste de España), de una extensión territorial de 2672 Has y una población que en sus mejores tiempos ha sobrepasado los 1000 habitantes pero en la actualidad no llega a los 500. Se encuentra a una altura sobre el nivel del mar de 400-600 m. La base de vida de sus habitantes ha sido y es la agricultura. Aunque la configuración del terreno es bastante accidentada, en los valles y zonas llanas se cultivan los productos típicos mediterráneos: cereales y olivo especialmente, pero también vid, almendro y otros árboles frutales y hortalizas. Siempre ha habido ganadería lanar extensiva, y en las últimas décadas ha ido adquiriendo importancia la ganadería intensiva o de granjas de otras especies animales: aviar, vacuno, porcino, e incluso equino. También en las últimas décadas al trabajo agrícola se han añadido diversas actividades de servicios. Debido a la mejora de las comunicaciones un cierto número de habitantes de TA residen en el pueblo, aunque van a trabajar diariamente a la cercana ciudad de Alcañiz, distante 15 Km. Este último factor geográfico ha hecho que, aunque mucha gente haya emigrado de TA, también se han quedado a vivir un suficiente número de matrimonios jóvenes como para permitir una vida normal para una pequeña comunidad. Existen escuelas, clubes deportivos, asociaciones culturales, religiosas y políticas que nos permiten considerar a TA como una comunidad “viva” en lo funcional, perfectamente válida para el tipo de estudio que hacemos. TA se encuentra en un territorio lingüístico fronterizo. En ella se habla español, con un número decreciente de términos del aragonés que se habló en la zona hace varios siglos. En cambio en los pueblos que la limitan por el sur y por el este se habla una variedad de la lengua catalana, propia de la zona oriental de Aragón, recuerdo vivo del origen de los repobladores que vinieron a 1 Baso este estudio en el mi obra Religiosidad Popular en Torrecilla de Alcañiz, editada por el Instituto de Estudios Turolenses en 1989. Los datos que en ella se presentan eran tomados de lo cotidiano del siglo XX, tal como se vivían cuando la escribí y en décadas anteriores. Hoy día algunos de esos datos pertenecen ya más a la historia que a la realidad, por el “enfriamiento religioso” que se vive en España. Pero creo que son perfectamente válidos para el objetivo de este estudio. 2 estas tierras desde el norte después que en el siglo XII se reconquistara a los moros el territorio que ellos habían ocupado durante varios siglos. Este dato me parece importante, porque aunque la frontera es siempre una línea permeable de influencias, exige al mismo tiempo a sus habitantes un esfuerzo para mantener clara su identidad. Somos distintos del vecino, sobre todo si el vecino habla una lengua diferente a la nuestra. Y esa diferencia la tenemos que mantener viva, para no dejar de ser quienes somos. La clasificación social en el pueblo tenía que ver con la cantidad de tierras que poseía la gente. Aunque en el municipio, dada su pequeña extensión, no había latifundios, sí que existía un pequeño número de propietarios mayores, que en tiempos en que la agricultura era artesanal, necesitaban contratar mano de obrar para el cultivo de sus fincas. Al lado de ellos había una mayoría de pequeños propietarios, que podían sobrevivir del fruto de sus propias tierras, más algunos salarios que ganaban trabajando para los propietarios mayores, y había también un grupo menor de gente que apenas poseían nada y que sólo podían vivir de los jornales que ganaban al servicio de los grandes propietarios. Naturalmente, al ir transformándose la agricultura según un modelo industrial, los agricultores necesitan cada vez extensiones más grandes de terreno para cultivar de manera rentable, y estas extensiones se encuentran en los municipios vecinos. Hoy la clase de grandes propietarios ha desaparecido, y también la de los peones. El número de agricultores ha disminuido. Quienes todavía se dedican a la agricultura lo hacen con ayuda de maquinaria sofisticada de todo tipo, cada cual trabajando en sus propias tierras y otras que arrienda en el mismo municipio y en otros vecinos. La evolución ha hecho desvanecerse en el municipio las diferencias sociales que existían en siglos pasados. No hay “ricos” ni “pobres”, sino trabajadores que se esfuerzan para salir adelante y que, hasta ahora, lo van consiguiendo bastante bien. Pero estos cambios afectan, lógicamente, al papel de la RP, que tenía entre sus metas la transmisión del equilibrio social existente. Los datos que presento en este estudio se refieren a una situación propia de hace 50 años. En estos últimos años se han producido una serie de cambios muy significativos en toda España y concretamente en TA, que hacen que también el papel de la RP haya evolucionado. Estos son los cambios más significativos: Cambios religiosos. El Concilio Vaticano II ha tenido mucho que ver con la manera de ver y de actuar de la Iglesia. Aunque es bien conocido que las normas y orientaciones eclesiales tardan mucho tiempo en influir sobre la RP, en nuestro caso, dada la facilidad de comunicaciones, los efectos han sido más rápidos. Por ejemplo, el Rosario de la Aurora y los Cantos de los Despertadores desaparecieron de la práctica litúrgica ordinaria (aunque se han mantenido en la práctica extraordinaria de algunas festividades) cuando se autorizó la misa vespertina del sábado y se suprimió en consecuencia la misa del alba dominical. El descenso de vocaciones sacerdotales que siguió al Concilio ha hecho que desde 1976 TA haya perdido su párroco residente, siendo atendida por el párroco de otro pueblo vecino, Castelserás, mayor que TA. El párroco actual reside en Alcañiz y visita el pueblo ocasionalmente. Otro ejemplo de este cambio, aunque en este caso en mi opinión positivo, es la introducción de las misas regionales (“Aragonesa” y “Baturra”) en algunas festividades tradicionales. Cambios políticos e ideológicos. Con la muerte de Franco en 1976 y la restauración de la Monarquía y la democracia en España el papel de la Iglesia cambió en la sociedad española. El universo vital de la gente se fragmentó; corrientes laicas de pensamiento se extendieron en la sociedad, y como consecuencia disminuyó la práctica religiosa. Otro 3 cambio, este positivo, es la exaltación de lo regional, con la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar el día de su fiesta. Cambios económicos. La agricultura dejó de ser el único medio de vida de la gente, y aunque sigue conservando su importancia económica, su carácter industrial actual ha roto el enlace con lo mítico de la RP. Por ejemplo, ya no se da pan bendito de la misa de San Antón a las mulas y otros animales domésticos, porque estos prácticamente han desaparecido. Más jóvenes de TA han podido llevar a cabo estudios medios y superiores, con la que la mentalidad de las generaciones jóvenes ha ido cambiando, y con ella la práctica religiosa. El consumismo es la nueva religión. Un cambio positivo fue la operación del entonces párroco D. Juan José Omella, que decidió vender el terreno de la Foya para que se construyera la piscina y el campo de fútbol y la primera urbanización torrecillana, la de la calle Diputación, con objeto de obtener fondos para restaurar la iglesia. Y de paso permitir la creación de un espacio recreativo y vital para la población torrecillana. Cambios tecnológicos. Primero fueron los automóviles y la televisión los que influyeron en la vida de la gente. Los primeros permitiendo que la gente saliera mucho más del pueblo; la televisión permitiendo que la gente organizara de modo distinto su tiempo libre y se pusiera en contacto con otro tipo de ideas. Los teléfonos móviles y la Internet han continuado rompiendo la especificidad de la cultura rural, haciéndola más cosmopolita, y ello también ha afectado a la RP. Un efecto positivo de este cambio fue la promoción de los Despertadores, que han tenido ocasión de realizar actuaciones fuera del pueblo, y grabar un CD con sus canciones. Cambios demográficos. Durante siglos una gran mayoría de la población de TA era nacida en el mismo municipio. En un porcentaje superior al 95 %. Apenas había un pequeño número de vecinos venidos, normalmente, de pueblos cercanos, por matrimonio o por otro tipo de razones, por lo cual existía una tradición común, que fácilmente se transmitía a las nuevas generación como la cosmovisión común. Poca gente emigraba. Sin embargo estas cifras han variado considerablemente. En las últimas décadas no sólo hay muchos más torrecillanos que emigran, sino que el matrimonio con personas de otros pueblos se ha convertido en un hecho normal, y además han venido a vivir al pueblo, por razones laborales, gentes de otros lugares, e incluso de otras naciones2. Con ello se ha roto la universidad cultural, y por supuesto, religiosa. Así, pues, podemos decir que en las últimas décadas se han producido una serie de cambios que han alterado totalmente el panorama religioso de TA. La RP también ha quedado alterada, aunque no siempre de modo negativo. Por tanto este estudio, que se refiere sobre todo a datos de hace varias décadas, necesitaría una serie de matizaciones si se refiriese a los datos de hoy. Pero, puesto que mi estudio tiene como objetivo ofrecer un término de comparación para la RP hispanoamericana e hispana en USA, prefiero no hacer esas matizaciones en este momento. 2. Coordenadas espacio-temporales de los sagrado 2 Según los datos del padrón municipal, en diciembre de 2008 en TA hay 436 habitantes, de los cuales 239 son nacidos en el mismo pueblo. Hay 6 extranjeros (rumanos). En años recientes han residido en el pueblo varias familias marroquíes. De los aproximadamente 200 habitantes re stantes, hay un buen número de nacidos en el hospital de Alcañiz, y registrados como nativos de la ciudad próxima. Con estos datos creo que no es arriesgado estimar que en la actualidad al menos el 25% de los habitantes de TA no son originarios del pueblo. 4 A. Los espacios sagrados Para gente que pasaba la mayor parte de su vida en su pueblo, ya que los viajes fuera eran raros, y que no tenía imágenes de otros lugares (no había televisión; poca gente leía revistas) el universo era lo que veía en torno suyo. Ese mundo tenía numerosas marcas sagradas, que orientaban hacia Dios el pensamiento de la gente. Presentamos una breve descripción, en orden de importancia, de los espacios sagrados de TA: El templo parroquial. Se encuentra en una situación prominente, junto al barranco que limita por el sur el casco urbano de TA, orientado hacia el este. Es un airoso edificio construido en piedra. La portada es renacentista, muy simple, ordenada en dos cuerpos. El superior tiene una hornacina con una estatua moderna de San Miguel, titular del templo. Las dimensiones interiores del templo son 27,71 m. de largo, 17,70 m. de ancho y 9,75 m. de alto3. Consta de tres naves, que se cubren con bóveda de lunetos y bóveda de crucería en la mitad anterior del templo. Tiene adosada una torre de 38 m. de altura, formada por cuatro cuerpos: el primero en piedra, de planta cuadrada; los otros tres en ladrillo, ochavados en degradación. En el tercer cuerpo se encuentra el campanario, con cuatro campanas. Claramente se notan dos épocas en su construcción. La parte más antigua es la anterior: la cornisa es más estrecha, la bóveda es de crucería y los altares laterales tienen bóvedas más adornadas. Las bóvedas de la parte posterior son lisas y la cornisa es más ancha. Sobre ella había imágenes de ángeles y santos de escayola que fueron mutilados en 1936 y definitivamente eliminados en la restauración de 1983. La iglesia, como el pueblo, perteneció a la Encomienda de Alcañiz de la Orden de Calatrava. Creemos que debieron ser los caballeros calatravos los constructores del primer templo. Teniendo en cuenta sus características arquitectónicas y que el primer tomo de bautizados de la parroquia comenzaba en 1554 (siguiendo las instrucciones del Concilio de Trento de que hubiera un libro de registros bautismales en cada parroquia), creo que no es arriesgado decir que el primer templo fue construido a finales del siglo XV o principios del XVI. Uno o dos siglos más tarde se produjo la ampliación (o restauración: quizás hubo algún siniestro que 3 Nos servimos de los datos del Inventario Artístico de la Archidiócesis de Zaragoza, de 1975, y de la obra manuscrita de un autor anónimo, “X y Z” (se trata de un padre jesuita nativo de Torrecilla, Miguel Velilla, que no obtuvo la autorización de sus superiores para dar a conocer su nombre, y escribió hacia 1934) Torrecilla de Alcañiz. Datos para su historia y geografía recogidos, dispuestos y ordenados por X y Z, natural del mismo pueblo. 5 destruyó la parte posterior del templo), con la construcción de la actual fachada y de la torre. Al hablar de la decoración del templo, forzosamente hemos de referirnos a dos épocas: antes y después de 1936. El templo jamás recuperó el esplendor que tenía antes de 1936. Todo lo podía ser quemado, se quemó. Lo mismo que ardieron los archivos parroquiales y municipales. Las campanas se desmontaron para ser convertidas en cañones. Lo que no ardía, fue arrancado y destrozado. El templo fue convertido en un almacén-mercado de la colectividad local durante casi dos años4. El altar destruido era de estilo barroco, construido en 1754. Estaba dedicado a San Miguel. Había dos retablos laterales dedicados a San Juan Bautista y a la Virgen del Pilar. El retablo actual reproduce, con gran sencillez, la disposición del destruido, aunque en lugar de San Juan Bautista hay una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Había además otros dos pequeños altares en el presbiterio, dedicados al santo aragonés pedro Arbués y a la Virgen del Amor Hermoso, que no fueron restablecidos. Había una balaustrada de madera, del siglo XV, separando el presbiterio de la nave, que también fue quitada más tarde. Los altares de las naves laterales guardan mayor continuidad con los destruidos en 1936 en cuanto a los santos venerados, aunque también son mucho más simples que antes de 1936. Están ordenados “jerárquicamente”: cuanto más cerca del altar mayor, más importante era su culto. En siglos pasados había varios clérigos en TA, que se beneficiaban de “capellanías” o propiedades donadas a la iglesia por gente rica y piadosa, a cambio de celebrar un cierto número de misas al año, posiblemente en los altares laterales. Comenzando por la nave lateral sur, el primer altar está destinado a los Santos de la Capilla, que era con mucho el más importante de la iglesia. Hablaremos de él más tarde, al tratar de los santos. El segundo está destinado a San Antonio Abad, patrón de los agricultores, representado con un cerdo. El siguiente es el de la Virgen del Carmen. Le sigue el de la Virgen de los Dolores, el más simple del templo. Antes estaba destinado a la Inmaculada Concepción, mientras que la Virgen del Carmen se encontraba en un altarcito junto a la puerta. El último altar de la nave sur está dedicado a San Pedro. El primer altar lateral de la nave norte o izquierda está dedicado a la Virgen del Rosario. Le sigue el dedicado a San Blas, patrón del pueblo, (aunque la imagen actual 4 Para conocer más datos sobre esta época de la historia de TA, ver mi artículo… 6 posiblemente es de San Agustín: un obispo con un libro). Le sigue un altar muy simple, del Santo Cristo. A continuación está la puerta de entrada, por lo que en este lado en lugar de cinco altares laterales sólo hay tres. En el altarcito junto a la puerta citado antes se venera hoy a Santa Águeda. Sobre el atrio de la Iglesia estaba instalado el órgano, del que hoy sólo queda la bellísima caja del siglo XVIII. El coro se halla a 5 m. de altura, sobre la parte posterior de la iglesia. Tenía, antes de 1936, su sillería para sacerdotes y cantores, en dos filas. En la base del templo se construyó una capilla bautismal. En la última reforma del presbiterio, llevada a cabo en el año 1986, la pila bautismal se trasladó al presbiterio. Templos menores. A dos kilómetros escasos del núcleo urbano se encuentra la ermita de Santa Bárbara. Ocupa el centro geométrico del término municipal, a 552 m. sobre el nivel del mar (la iglesia parroquial se encuentra a 445). Situada en lo alto de un cabezo, goza de una espléndida vista. Fue construida en piedra en el siglo XVI, restaurada por completo y ampliada en 1903, y de nuevo restaurada en 1980. Tiene coro y una pequeña espadaña con una campana o “cimbalé”. Mide 14,60 m. de largo por 9,50 de ancho. Antes de 1936 tenía un retablo en el altar mayor (que antes de 1869 se encontraba en el altar de los Santos de la Capilla del templo parroquial), y ocho altares laterales, dedicados a la Virgen de los Dolores, San Antonio de Padua, la Virgen del Rosario y San Francisco Javier (lado de la Epístola) y a Santa Lucía, Santo Cristo, San Blas y San Antonio Abad (lado del Evangelio). En estos momentos está en marcha un proyecto de restauración, para recuperar las pinturas murales que fueron cubiertas de cal. Se ha descubierto ya una pintura mural del siglo XVIII dedicada a la Virgen del Tremedal. A menos de 1Km. del pueblo y sobre una loma (470 m.) se encuentra la capilla del Calvario. Fue reparada por D. José Pardo Sastrón, ilustre botánico y farmacéutico torrecillano del siglo XIX, quien también creó en las proximidades el primer jardín botánico, ampliado en nuestros días. Fue pintada y restaurada de nuevo en 1981. Mide la capilla 5,89 m. de largo por 5,37 m. de ancho, y en su único altar descansa la imagen, de tamaño natural, del Cristo Yaciente, que desempeñaba un papel primordial en las procesiones de la Semana Santa. En el cementerio municipal, obra de la segunda mitad del siglo XIX (cuando se suprimió el pequeño cementerio junto a la iglesia en el que se construyó después la casa parroquial), hay una capilla que mide 6 m. de largo por 5,50 7 m. de ancho, en la que se llevan a cabo los últimos ritos religiosos de los funerales. A las afueras del núcleo urbano se encuentra una pequeña capilla (3,40 x 3,33 m.) dedicada a San Miguel. Fue construida a mediados del siglo XIX, y en la actualidad no tiene ningún tipo de culto. Otros lugares sagrados El templo parroquial junto con la ermita y las otras tres capillas descritas constituyen los lugares oficiales de culto. Pero el espacio vital de los habitantes del pueblo estaba (y en parte aún está) configurado por otros lugares sagrados. No tan oficiales, pero no por ello menos significativos en la religiosidad popular. Procediendo en círculos concéntricos, de dentro afuera, serían lo siguientes: El hogar. La casa era el primer templo, y sin duda en ninguna de ella faltaban símbolos religiosos. En algunas incluso había pequeños altares5. Hasta hace unas décadas había cinco agrupaciones de 30 personas (el pueblo contaba con poco más de 200 familias) que mantenían el culto a sendos iconos o “capilletas”: dos de la Sagrada Familia, dos de la Medalla Milagrosa y una del Perpetuo Socorro), que iban rotando de casa en casa, cada día del mes en una casa distinta. Eran los “coros” de la Visita Domiciliaria. Se colocaba la capilleta en un lugar de honor, se mantenía encendida una lámpara de aceite ante ella, se recitaban unas oraciones, se leía a veces una revista piadosa adjunta y se depositaba una pequeña limosna en el cepillo incorporado. Las calles. Cada una constituía una unidad religiosa. Y si la calle era larga, podía haber varios núcleos religiosos en la misma, marcados por las hornacinas que contenían la imagen de un santo6. La calle se convierte en espacio religioso cada vez que se organiza una procesión, o el Rosario de la Aurora. En dos ocasiones al año (Corpus Christi y el día de la Asunción por la tarde) se levantaban altares en las calles por donde iba a pasar la procesión, profusamente adornados por los vecinos. Las calles están marcadas por signos sagrados: una pequeñas cruces en las estaciones del Vía Crucis, y las marcas de los lugares donde se detienen los Despertadores para cantar una copla. 5 En la casa de mis abuelos maternos había una hornacina con una estatua de San Pascual Bailón, al que las mujeres de la familia cada año dedicaban la novena, siguiendo un librito impreso en… 6 En la actualidad se han destruido buena part e de las hornacinas que existían antes, aunque aún tenemos algunos magníficos ejemplos, como la de San Roque en la calle que lleva su nombre. X y Z cita 16 capillas en las calles: en la calle del Barranco (hoy Ramón y Cajal), una de la Virgen del Pilar y o tra de la Virgen del Rosario; en la calle del Plano (hoy Julián Santapau), una de San Pascual y otra de la Virgen del Pilar; en la calle Moliner, una de la Virgen del Pilar; en la plaza de la Iglesia, una del Sagrado Corazón de Jesús; en la calle San Roque , una de la Divina Pastora y otra de San Roque; en la calle del Horno, una de la Virgen del Pilar; en la calle Baja (hoy Pardo Sastrón), una de San Roque y otra de la Virgen del Pilar; en la calle Celma, una de San Roque; en la calle Mayor, una de San Roque y otra de la Virgen del Carmen; en la calle Alta (hoy Mártires de la Cruzada, junto con la calle Mayor), una de la Virgen del Tremedal y otra de San Roque. La Virgen del Pilar y San Roque, como vemos, tenían la preferencia en el culto popular. 8 X y Z en su obra citada (p. 179) cuenta que en la noche la calle se convertía en una especie de templo cósmico: “Hasta el año 1880 se rezaba el Rosario, una hora después del anochecer, en los cuatro puntos cardinales del pueblo, que dominaban todo el vecindario. En la calle del Barranco lo recitaba Joaquín Asensio; en la calle de San Roque, don José Pardo; en la calle Mayor, el tío Elías Beguer, y en la calle Baja, Macario Sancho, y a continuación del Rosario se leía la novena de San Roque y se cantaban sus gozos, y era tal el respeto con que se miraban estas devociones, que nunca había motivos de disgusto, pues aun los jóvenes en sus rondas y esparcimientos nocturnos dejaban de tocar y cantar, o se abstenían de pasar por allí”. Suponemos que esta práctica tenía lugar durante el mes de octubre, dedicado al Rosario, o tal vez durante los días anteriores a la fiesta de San Roque, el 16 de agosto. Las cruces de los caminos. En los cuatro caminos antiguos que conducían de TA a los pueblos vecinos, a un centenar de metros del correspondiente portal, había una cruz a la que en primavera se acudía procesionalmente. Era un modo de santificar el espacio exterior. Además estaba la cruz de las eras altas, desde la que se bendecía todo el término el día de la Cruz de Mayo. Las cruces señalaban el límite al interior del cual, según las Ordenanzas Municipales de 1893, no se podían practicar los deportes tradicionales como el tiro del bolo o de la barra, ni el juego de la pelota. Los peirones o pilares. Quedaban más alejados del centro urbano, y estaban siempre situados al lado de los caminos. Sobre varias piedras labradas de gran tamaño se colocaba una hornacina y en ella una imagen piadosa. Fueron arrasados en 1936. En la actualidad pueden verse algunos restos7. Retos de tres peirones: el de San Pedro, el de la Santísima Trinidad y el de la Virgen del Pilar. En la página siguiente se muestran un peirón-lápida bien conservado; dos cruces de los caminos y algunas lápidas funerarias. 7 X y Z cita los siguientes: en el camino de Alcañiz, el de la Virgen del Pilar; en el camino de Castelserás, el de Santa Bárbara y el de la Santísima Trinidad; en el camino de Valjunquera, el de la Virgen de los Dolores, el de San Macario y el de la Virgen de los D esamparados; en el camino de la Ermita, el de la Primera Estación del Vía Crucis, el de San Pedro Mártir y el de San Pascual. Estos peirones estaban asociados con leyendas o tradiciones antiguas. Por ejemplo, se cuentan dos historias asociadas al de la Vir gen de los Desamparados. Según la primera, lo hizo construir un arriero agradecido que obtuvo ayuda de la Virgen al extraviarse en una noche de tormenta. Cuenta otra leyenda que un labrador volvía a casa de noche cuando se vio acosado por unos lobos. El la brador prometió una vela a la Virgen cuando llegó junto al peirón. Los lobos se retiraron, y el labrador se olvidó de la vela. Años más tarde, en el lecho de muerte recordó su promesa. Mandó comprar la vela y encenderla por los dos cabos a la vez, para que se consumiera antes de morir, y de este modo cumplir su promesa a la Virgen. 9 Lápidas funerarias. Tradicionalmente se hacían construir en lugares en los que había ocurrido alguna desgracia, bien un accidente o un asesinato. Las cinco que existen datan de la segunda mitad del siglo XIX. Otros accidente mortales han ocurrido después, pero ya se ha perdido la costumbre de levantar lápidas. 10 B. Los tiempos sagrados Cuando la vida de una población depende fundamentalmente de la agricultura, organiza su calendario según los ciclos agrícolas. Las fiestas, en las que siempre se mezclan aspectos religiosos y profanos, van jalonando significativamente el año agrícola. El horario de cada día estaba marcado por el sol, más que por el reloj (la fachada sur del Ayuntamiento guarda aún un espléndido reloj de sol). En invierno como en verano las campanas de la iglesia marcaban la referencia religiosa de cada momento del día. Presentamos a continuación los dos ciclos básicos que organizaban la vida cotidiana de la gente de TA, el diario y el anual. El día El reloj de la torre se colocó a principios del siglo XX. Se compró por 4.136 pesetas, importe de la venta de la campana gorda de la que hubo que desprenderse porque estaba resquebrajada. Las campanas marcaban con sus distintos toques el ritmo normal de cada día, y además anunciaban los acontecimientos extraordinarios. El número de campanas (seis en los mejores tiempos) y la diversidad de tañidos permitían la existencia de un código sonoro que todos los habitantes desde muy pequeños conocían, y que a nadie se le ocurría usar en vano, pues ello hubiera sido un quebranto de las normas tácitas de convivencia. Diariamente los habitantes de TA oían varios toques de campana8: Tres de Ángelus al amanecer, a mediodía y al atardecer; Tres por la mañana para llamar a misa; Tres por la tarde para llamara al acto litúrgico correspondiente: Rosario, Novena, Septenario, Mes de María… A las 5 de la tarde, el toque “de los Dolores”; A las 8 de la tarde, el “de las Ánimas”. Todos estos toques eran “sencillos”. Los domingos y festivos el primer toque era “bandiado”, es decir se hacían girar una o dos campanas sobre sus ejes durante varios minutos. Dada la situación del casco urbano, las campanas de la torre no se oyen bien en todo el término municipal. En cambio sí se oye la de la ermita, que se halla en una posición mucho más elevada y céntrica. El ermitaño9 daba todos los días de labor dos toques: uno, una hora antes de mediodía; otro, dos horas después. Si las campanas de la torre tenían una connotación religiosa, la de la ermita tenía más bien un significado laboral. 8 Hablamos en pasado, pues parte de los toques de campana se han perdido. En la actualidad se ha instalado un sistema automático electrificado que reproduce algunos de ellos. 9 El ermitaño solía ser un hombre de edad, con pocos recursos económicos. Además de tocar la campana cuidaba del orden de la ermita y del arreglo de la senda que llevaba a ella. Los domingos pasaba por todas las casas del pueblo pidiendo el salario -limosna a l grito de “¡El ermitaño de Santa Bárbara!”. También recogía la colecta el día de la romería, ocasión en que la gente solía ser generosa. Adosada a la ermita hay una sencilla vivienda, hoy restaurada y desfigurada, en la que algunos ermitaños vivieron. La ermita fue utilizada en algunas ocasiones de epidemia de cólera durante el siglo XIX como lugar de cuarentena para familias que habían perdido algún miembro a causa de ella. 11 Posiblemente regía algún horario especial, como el escolar. En cualquier caso, servía de referencia para quienes trabajaban en los campos. Con ocasión de las defunciones las campanas tenían un uso especial. Al llevar el viático a un enfermo se daba una señal especial: siete campanadas. Al oírlas la gente que andaba por la calle estaba prevenida para guardar la compostura debida al paso del Santísimo Sacramento. En algunos casos, previo pago (lo cual nos hace pensar que era un privilegio de los ricos) se tocaba “agonía”, pidiendo la oración de los fieles por alguna persona que estaba falleciendo. En el momento en que alguien expiraba, las campanas daban la noticia, informando con el código adecuado si se trataba de un hombre o de una mujer. Un repique especial, el “toque de gloria”, indicaba que el difunto era un niño. Otro toque especial acompañaba a los difuntos al cementerio. La víspera del día de Difuntos las campanas tocaban durante dos horas “a Ánimas”, mientras los vecinos, reunidos, rezaban por todos los fieles difuntos. Durante las procesiones siempre se “bandiaba”, tarea arriesgada reservada a los jóvenes, resistentes al vértigo y al ruido. Algún cura por su cuenta ampliaba el código, y con cinco golpes de campana indicaba que estaba en el confesionario. Cuando se producía algún toque insistente y fuera del horario normal, la gente entendía que se trataba de una emergencia, normalmente un incendio, y acudían rápidamente con un cubo en la mano, preguntando: “¿Dónde es el fuego?”. Esta norma no se aplicaba en el caso del cimbalé (campana pequeña) de la ermita: si sonaba fuera de los toques normales, la gente entendía simplemente que alguien había subido a pasar el día en la ermita, y los niños se estaban divirtiendo. El toque del cimbalé de la ermita era asociado con fiesta, cuando sonaba a horas inusuales. Y la costumbre de hacerlo sonar con este significado se mantiene hoy día. El encargado de los toques de Ángelus normalmente era el cura; el de los de misa y rosario, el sacristán. De “bandiar” se encargaban los jóvenes; de los toques de difuntos, los monaguillos. Una señora se encargaba del toque de Ánimas y de Dolores, y el ermitaño se encargaba de los de la ermita. A fuego tocaba el primero que llegaba (la iglesia estaba siempre abierta de día), y a todos los niños les hacía ilusión tocar el cimbalé de la ermita. Durante el Triduo Santo no sonaban las campanas, como expresión de dolor por la pasión del Señor. Para señalar el comienzo de los actos litúrgicos se usaban esos días las carraclas y matracas, instrumentos de percusión de madera. Cuando llegaba la hora, los niños iban por las calles haciendo ruido y gritando “¡El primerooo! ¡El segundooo!...”, según el toque que correspondiera. Antes de 1936 había en el piso de la torre superior al campanario una gran matraca que se usaba con el mismo fin 10. En los domingos y días festivos había algún cambio en los horarios campaniles, pero no eran las campanas las que daban los buenos días, sino los cánticos de la Cofradía de los Despertadores. A las 4 (hora solar) comenzaban a reunirse. Cantando los gozos, diversos según el tiempo litúrgico o el día festivo, recorrían el pueblo invitando a la gente a unirse en el rezo del rosario de la aurora. Terminada la vuelta, y en compañía de la gente que se había unido, daban otra vuelta por las calles del pueblo, cantando el rosario. Era aún de noche cuando, terminado el rosario, comenzaba la “misa primera”, facilidad que se daba a la gente para que pudiera cumplir con el precepto dominical antes de ir a trabajar en tiempo de urgente actividad agrícola (cosecha de la oliva o del cereal). Para quienes no 10 Posiblemente sería como la descrita por Ramón J. Sender en Réquiem por un campesino español. 12 iban al campo, la “misa mayor” se celebraba a las diez (hora solar). En torno a la misa se agrupaban otras devociones, como el rezo de “tercia” entre el segundo y el tercer toque de misa, o la “Corona de San Francisco” después de la misa. Para la gente piadosa el toque de las campanas a lo largo del día les traía a la mente el recuerdo de Dios. Para la gente ordinaria, en un tiempo en que había pocos relojes, las campanas indicaban con exactitud la hora del día. Durante siglos las campanas constituían la voz sagrada y profana del pueblo. Al llegar el progreso, el cura decidió instalar un altavoz en la torre, lo que le permitía hacer sus mensajes más explícitos. Conectado además a un tocadiscos, durante los años que funcionó introdujo una nota novedosa y extraña en la comunicación religiosa tradicional. Las autoridades civiles apreciaron el invento, y colocaron altavoces más potentes en diversos lugares del pueblo, para transmitir los mensajes comerciales o sociales. El pregonero ya no tiene que ir tocando la gaita y gritando sus mensajes por las esquinas; le basta con leerlo un par de veces ante el micrófono conectado a los altavoces, después de dejar sonar la canción correspondiente (jota para mensaje comercial; pasodoble para mensaje social). El año Resulta difícil precisar con exactitudes ciclo anual de las fiestas. Porque así como los lugares quedan fijos, los ordenamientos temporales varían, evolucionan. Al tratar de describirlos corremos el peligro de colocar juntas celebraciones que corresponden a épocas diferentes. De mezclar lo que uno ha conocido (ignorando su origen) con lo que ha leído u oído contar. No me resulta posible establecer el proceso diacrónico de la formación del calendario festivo, así que haré una presentación sincrónica, un tanto artificial, como si todas las celebraciones tuvieran lugar a lo largo del mismo año. Podemos asegurar que en los siglos XVI y XVII el número de festividades religiosas en España era muy superior al actual, pero no tenemos noticias sobre las fiestas que se celebraban entonces en TA. Por lo que sabemos, podemos situar el cenit festivo, en cuanto a número de festividades y esplendor de las mismas, hacia la segunda mitad del siglo XIX. Los años 40 del siglo XX fueron también una buena época en lo referente a fiestas populares. A partir de entonces las celebraciones festivas religiosas han ido decayendo progresivamente, a pesar de que alguna celebración nueva, como la de San Isidro Labrador (el 15 de mayo) se hayan introducido en el calendario popular recientemente. El uso del verbo en presente no significa que la práctica religiosa esté viva aún. El año litúrgico comienza en Adviento. Un mes más tarde que el agrícola, y un mes antes que el civil. La primera festividad importante es la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, que va precedida de una novena. Desde el noveno día anterior el rezo normal del rosario en la iglesia se hace más solemne, con cantos y oraciones especiales, como los gozos. Cuando la novena, como en este caso, coincide con una campaña fuerte de recolección (la oliva), sólo asisten las personas que no pueden ir al campo, ya que “la obligación es antes que la devoción”. El día 4 de diciembre se celebraba a primera hora, para que pudieran asistir los labradores, una misa solemne en honor de Santa Bárbara, y se cantaban sus gozos. También a Santa Lucía, el 13 de diciembre, se le dedicaba una misa cantada. Sin que se le tenga una devoción especial a la santa, su fiesta tiene un significado particular en el calendario agrícola, ya que marca el comienzo de las “kaliendas”, o días que permiten 13 saber qué tiempo va a hacer al año siguiente, especialmente si va llover mucho o poco. La interpretación de estos días es la siguiente: desde el 13 hasta el 24 de diciembre (¡noche mágica!) cada día equivale a la primera quincena de cada mes, empezando por enero. Los doce días desde el 25 de diciembre al 6 de enero (fiesta de los Reyes Magos), cada día equivale a la segunda quincena, pero empezando al revés, de diciembre a enero. Tal como haya sido el clima durante esos 24 días, así será al año siguiente. Los días navideños se celebran con las ceremonias acostumbradas en todo el orbe cristiano y con pocos ritos particulares. La “misa de gallo” es de gran solemnidad, y en esa noche los pastores eran los primeros en pasar a adorar al niño. Las Ordenanzas Municipales de 1893 citan expresamente esa noche permitiendo que la gente fuera rondando (es decir, cantando al son de guitarras y otros instrumentos) más tarde de lo habitual por las calles. Es decir, se daba un carácter más social que familiar a la fiesta de Navidad. Como en cada casa se mataba un cerdo, normalmente en el mes de diciembre, se llevaba esa noche a la iglesia la “bochiga” o vejiga del cerdo inflada y se reventaba con gran alboroto. El 1 de enero tiene un especial significado para los niños. Por la mañana, antes de misa, van con una cesta de casa en casa de sus familiares a buscar el “cabo de año”, o aguinaldo, consistente en pequeños regalos como frutos secos y dulces (los regalos llegan con los Reyes Magos, el 6 de enero). La idea es que los restos del año viejo sean recogidos por los niños, símbolo de lo nuevo. Después de la misa tenía lugar una procesión especial, la del Niño “de las campanetas”, que sonaban desde la peana. En estos días de invierno los troncos que ardían en el hogar “cagaban turrón”, cuando los niños les daban golpes con el atizador. Las costumbres del belén, cabalgata de Reyes y árbol de Navidad se han introducido más recientemente, y van desplazando a las tradicionales. La primera fiesta local importante es San Antón, el 17 de enero. La cofradía de su nombre organizaba antaño la fiesta, pero luego se hizo cargo de ella el Ayuntamiento. Los quintos, o jóvenes que irían ese año al servicio militar, pasaban por las calles pidiendo leña para armar la tronca, o gran hoguera que se encendía frente al Ayuntamiento por la noche y se veía rodeada de gente hasta el amanecer. Algunos llamaban a esta noche “la fiesta de los borrachos”. Aparece el fuego en nuestro estudio. El fuego es un símbolo religioso común. Significa luz, purificación, calor… Una hoguera en la noche fría es una invitación a reunirse alrededor y hablar, cantar, bailar… o simplemente dejar perder la mirada tras las formas variantes de las llamas. En tres ocasiones se encendían la tronca en TA: en San Antón, San Blas y Santa Águeda. Son las grandes hogueras místicas que congregan a todo le pueblo. En primavera los muchachos encendían las hogueras místico-iniciáticas de los montes alrededor del Calvario, en las dos noches en que la gente subía en procesión, el Viernes y el Sábado Santo. En otoño se encendían las hogueras vecinales del Pilar. Más tarde hablaremos de estas dos últimas. La tronca de Santa Águeda corría por cuenta de los recién casados del año anterior, mientras las de San Antón y San Blas, como las fiestas respectivas, las pagaba el prior de la correspondiente cofradía. Cuando desaparecieron las cofradías, el Ayuntamiento se hizo cargo. La tronca se subastaba, y la cuadrilla de amigos que pedía menos era la encargada de montarla. El esqueleto de la hoguera es siempre un tronco de olivo de gran tamaño. Alrededor de él se amontona toda clase de leña, ramas, matorral, etc., que los 14 mozos van a buscar al monte (ahora son siempre ellos quienes la preparan), o la gente da. La hoguera alcanza la altura de las casas. Después del rezo de Completas se le prende fuego, y se la deja arder toda la noche. El frío del invierno hace que la gente se sienta a gusto alrededor de la tronca, y permanezca allí hasta muy tarde. Alrededor del fuego se bebe, se canta, se juega a la “morra”, y hasta había baile nocturno, lo que daba fácil pretexto a algún cura para predicar al día siguiente sobre las llamas del infierno y los condenados y demonios bailando alrededor. La hoguera aún arde al día siguiente, ya que el olivo tarda mucho tiempo en consumirse. Mientras queda un leño ardiendo, hay gente alrededor. En la actualidad las calles están cementadas, pero esto no es obstáculo para que se encienda la tronca. Para proteger el pavimento se extiende una capa de arena, y sobre ella se monta la tronca. El aumento de tráfico rodado ha hecho que las hogueras se preparen en la plaza de la iglesia, más amplia y menos transitada. Algunos vecinos protestan, porque el tremendo calor del fuego daña las fachadas de las casas, ventanas y puertas. El fuego ancestral tiene que librar una dura batalla para sobrevivir los embates del progreso… Pero sigamos con San Antón. Después de la misa mayor hay procesión y pan bendito, que se guardaba para dárselo a los animales domésticos (caballerías, cerdos, gallinas, ovejas…) que de este modo gozarán de buena salud todo el año. En tiempos se sacaba la estatua del santo a la calle y se hacía pasar a los animales por delante11. El pan bendito es una especie de bizcocho que, partido en pequeños trozos, se reparte entre los asistentes a misa en especiales solemnidades (San Antón, San Blas, Santa Águeda, Virgen del Rosario, los Santos de la Capilla, San Miguel) después de la comunión, previamente bendecido. Las mujeres lo llevan a la iglesia, pero lo sirven los hombres, en bandejas de plata. Lo preparan y sirven los patrocinadores de la fiesta (cofrades, recién casados, quintos…). Cuando el Ayuntamiento ocupa los bancos de preferencia (San Blas, San Miguel), a sus miembros se les sirve un trozo mayor, envuelto en papel blanco. La gente lo come normalmente en la misma iglesia, pero hay quien lo guarda para quienes no han podido ir a misa (niños pequeños). Sólo el día de San Antón se reserva para los animales. El rito del pan bendito es antiquísimo, y ha sobrevivido el paso de los siglos sin alteraciones. Es el símbolo claro del compartir el gozo de la fiesta y la fe entre toda la comunidad. Llega para todos. Las fiestas de invierno se celebran en torno a San Blas, el patrón del municipio. El 3 de febrero la cosecha de la aceituna está ya avanzada, y a veces terminada. La gente tiene dinero en mano. El día 2 se celebra la fiesta de la “Candelera” o Candelaria. Por la noche, con las solemnes completas, comienza la fiesta de San Blas. En tiempos pasados se celebraba la “cercavilla”, o concurso de dance para hombres, que posiblemente tenía algún significado religioso. Una marca especial de la fiesta de este día, tanto durante el Rosario de la Aurora como durante la procesión son los disparos con escopetas que los 11 Esta costumbre está viva en Madrid, donde el 17 de enero hay procesión y bendición de animales frente a la iglesia de San Antón, en la calle Hortaleza. 15 cazadores prodigan. El ruido y el fuego asociados, cosa normal en muchas tradiciones religiosas. El tercer día de fiesta, el 4 de febrero, por no tener un nombre especial, se le llama “día de San Blasé”, como al 30 de septiembre, último de las fiestas de otoño, se le llama de “San Miguelé”. El día de Santa Águeda las recién casadas acuden a misa llevando el pan bendito en procesión desde el Ayuntamiento, vestidas con el traje regional aragonés. Los maridos lo sirven después de la comunión, y luego llevan la peana de Santa Águeda, la patrona de las casadas, en la procesión. Después de las fiestas de invierno empieza el largo ciclo de Cuaresma-Pascua, el más importante en el calendario cristiano, y también en el agrícola, porque del buen tiempo primaveral (abundancia de lluvias y ausencia de heladas tardías) dependen todas las cosechas del año. El “Jueves Lardero”, último antes de la Cuaresma, es una fiesta para los niños, que no tienen clase por la tarde y van a merendar juntos el “choricé”, normalmente al monte. Fecha importante, pues por primera vez los niños deciden por sí mismos qué hacer, sin la tutela de sus padres. El niño empieza a ser reconocido como mayor. El Carnaval se celebró hasta los años de la Guerra Civil española (1936-39). Después de la guerra se prohibió el uso de máscaras, y como la máscara y la burla son la esencia del carnaval, desapareció la fiesta. La participación era mayor o menor según hubiera acabado ya o no la cosecha de la aceituna. Las Ordenanzas Municipales de 1893 se reglamentaban los Carnavales. Veamos algunos artículos: “16. Se permite llevar careta, pero no después de la oración de la tarde. Se prohíbe imitar a la magistratura, llevar hábitos religiosos y de las Órdenes Militares, así como otros uniformes oficiales. Se prohíbe llevar armas, y hacer parodias que puedan ofender a cualquier religión, a la decencia y buenas costumbres. Se prohíbe insultar y ofender a las personas y a la moral y decoro con obras feas, bromas, gestos impropios (…) 17. No se permite arrojar agua, harina, ceniza y otras cosas a la gente. 18. Sólo la Autoridad podrá obligar a quitar la careta a quien haya molestado. 19. Los enmascarados que falten al orden serán detenidos.” Por las medidas restrictivas podemos imaginar cómo se desarrollaban los carnavales. La gente mayor recuerda que antes de la guerra eran estos uno días muy animados, en los que lo esencial era el disfraz, la representación, la subversión temporal del orden y los valores establecidos. Pero siempre había algunas personas con mayor creatividad y sentido del humor, que en esos días se volvían protagonistas de la fiesta, y parodiaban ahorcamientos, representaban obras burlescas como Las Fraguas de Vulcano, imitaban a los Despertadores o hacían trucos de magia para los niños. La Iglesia nunca estuvo de acuerdo con esta desmesura, y sin duda luchó para conseguir su supresión. Su postura puede verse reflejada en una copla que cantaban los Despertadores el domingo de Carnaval: “Regocijos, placeres y encantos Con siniestra idea presenta Satán Estos días de Carnestolendas A todos aquellos que en disfraces van. Cristianos, huid 16 De locuras tan propias en todo Para las criaturas poder pervertir.” Un tanto dura la postura de la Iglesia, aunque la gente no debía hacer mucho caso: no veían a Satán oculto bajo las caretas, y encontraban en los Carnavales una buena ocasión para divertirse, después de los duros trabajos del invierno. El Carnaval indica la llegada de la primavera. Por lo demás los carnavales de los pueblos se prestaban, seguramente, a menos excesos que los de las grandes ciudades. Alguna relación con el Carnaval, aunque no he logrado encontrar la explicación, tenía una costumbre prohibida por las Ordenanzas Municipales: “Se prohíbe en Semana Santa golpear en las puertas, iglesias etc. con palos para hacer ruidos para molestar, así como colgar o poner en sitio alguno objetos repugnantes con el nombre de aleluyas”. Tal vez se tratara de carteles alusivos a algunos hechos recientes o personas12. Quizás la costumbre tenga alguna relación con la noche de Pascua y los quintos, de lo que hablaremos más adelante. El gusto por el disfraz y la parodia no se ha perdido: simplemente se ha desplazado a otros momentos de las fiestas, con concursos o por el simple placer de disfrazarse. El Miércoles de Ceniza se celebra una misa solemne, con bendición e imposición de las Cenizas. El primer domingo de Cuaresma comienzan las novenas, que duran hasta el Viernes de Dolores. La primera dedicada a San Francisco Javier; la segunda a los Santos de la Capilla y la tercera a San José. Y, a continuación, el Septenario a la Virgen de los Dolores. Todas las tardes de Cuaresma, pues, había rezos especiales, que terminaban con el canto de los Gozos respectivos. Los viernes de Cuaresma se entonaba el Miserere (Salmo 50) en el altar del Santo Cristo y los domingos se rezaba el Vía Crucis en la iglesia después de la novena. Los niños de las escuelas dedicaban las tardes de los viernes de Cuaresma a rezar el Vía Crucis en el monte Calvario acompañados por sus maestros. Las personas mayores iban también, más tarde. Si el tiempo era malo, lo rezaban en la iglesia. El Domingo de Ramos tenía lugar la solemne procesión de los ramos antes de misa. Los ramos son de olivo. Es el tiempo de la poda. Con esta fiesta comienza la Semana Santa, el tiempo litúrgico más importante del año. El martes Santo por la noche se rezaba de manera solemne el Vía Crucis en las calles del pueblo, deteniéndose en las estaciones marcadas por unas cruces. Cantaban los Despertadores. Era la procesión del Encuentro. En la plaza de España estaba situada la cuarta estación, y cuando el sacerdote decía: “Mirad cómo avanza la Madre al encuentro de su Hijo!”, desde la calle Baja se acercaban los pasos de la Virgen de los Dolores, San Juan Bautista y la Magdalena, al encuentro del Ecce Homo, que a hombros de los hombres venía desde la iglesia. Ya todos juntos, continuaban el Vía Crucis. Jueves Santo era el día elegido por mucha gente para “cumplir” con Pascua, confesando y recibiendo la comunión ese día (aunque había un grupo de pascualinos, hombres que sólo iban a misa una vez al año, y entonces confesaban y comulgaban también, pero preferían hacerlo el martes de Pascua, de una manera más discreta. Sin cumplir con esta norma, se arriesgaban a que el cura les negara la sepultura eclesiástica. Tras la misa vespertina solemne tenía lugar el traslado del Santísimo Sacramento al monumento situado en el altar de la Virgen del Carmen. Desde ese momento hasta el acto litúrgico 12 Algo similar al “Pasquino” romano. 17 del viernes por la tarde tenía lugar la vela del Santísimo. En turnos de una hora, ocho personas a la vez (parejas de hombres, mujeres, niños y niñas) permanecían en oración de rodillas en sus respectivos reclinatorios. Excepto en las altas horas de la noche, no estaban solos, pues otra gente acudía también a rezar. Por la noche sólo quedaban los hombres y las mujeres. El párroco dirigía dos Horas Santas, una el jueves por la tarde y otra el viernes por la mañana. Al anochecer del Viernes Santo tenía lugar la primera procesión al Calvario, con la Virgen de los Dolores llevada a hombros por las jóvenes de la cofradía de las Hijas de María, rigurosamente enlutadas. A lo largo del camino se entonaban cánticos apropiados. Antes de llegar a la capilla del Santo Sepulcro, el camino da dos vueltas en espiral a la colina donde se encuentra el pequeño templo. Se dice que la distancia entre las estaciones del Vía Crucis en el Calvario es la misma que la que existe entre los mismos lugares en Jerusalén. En las casas del pueblo orientadas hacia el Calvario la gente colocaba luminarias. Los muchachos de 12 a 16 años habían ido por la tarde, agrupados en cuadrillas, a preparar hogueras en los montes vecinos para este momento. Se trataba de encender muchas, de tamaño reducido; a veces bastaba con prender fuego a un arbusto seco. Debían situarse a una distancia no muy lejana (para que se vieran bien las hogueras) ni muy cercana (los muchachos no debían verse). Cuando los primeros faroles se acercaban a la colina del Calvario, comenzaba la actividad incendiaria de los jóvenes. Para los que participaban en la procesión el efecto de las luces era soberbio: por un lado el pueblo, medio iluminado con velas y lámparas; por el otro las hogueras en los montes, en varios lugares a la vez13. De este modo todo el término municipal se unía simbólicamente al dolor de sus habitantes por la muerte del Hijo de Dios. Una vez llegados a la capilla, un grupo de hombres tomaba a hombros el Cristo Yaciente para llevarlo a la iglesia. El camino de regreso se hacía sin vueltas ni cantos. El sábado por la noche se volvía en procesión al Calvario, exactamente igual que el viernes, pero esta vez llevando el Cristo Yaciente, que había estado expuesto durante el día en la iglesia, para depositarlo de nuevo en su capilla hasta el año siguiente. Antes del Concilio Vaticano II, la misa de Gloria se celebraba el Sábado Santo por la mañana. En ella se bendecía la pila bautismal llena de agua, y la gente iba con jarras para llevar agua bendita a sus casas. A continuación el cura iba con los monaguillos a bendecir las casas cuyas puertas encontraban abiertas. La gente les daban algún dinero y huevos, y con ello los monaguillos hacían bizcochos. Torrecilla, como tantos pueblos españoles e hispanoamericanos, vivía intensamente el misterio de la Muerte de Cristo en los actos litúrgicos correspondientes, pero apenas daba relieve a la Resurrección. “Pascua” es una palabra que tradicionalmente se asociaba a la ermita, a los quintos, a la naturaleza. El Sábado Santo por la noche era la gran fiesta de los “quintos”. En esa fecha “entraban” los nuevos, los que ese año serían sorteados para ir a cumplir el servicio militar al año siguiente. Los quintos entrantes enramaban con pino la puerta del alcalde y algunas más, especialmente de alguna moza, si ese era su humor. Incluso podían hacer alguna pintada 13 Para no alarmar a nadie, digamos que nunca se pro dujo ninguna desgracia personal ni material con estas hogueras. Los muchachos sabían muy bien qué se podía quemar, y cómo; era su iniciación en el uso del fuego, del que a menudo tendrían que servirse después en sus tareas agrícolas de poda y limpia de los campos. Tampoco los montes sufrían una degradación especial, pues en general se quemaba leña muerta, y los arbustos verdes se regeneran con rapidez en el monte. 18 de autoafirmación, sin faltar. Los quintos salientes enramaban la puerta de la iglesia y la del cura. Pero la gran fiesta de los quintos es el Lunes de Pascua. Ese día el pueblo en masa se desplaza en romería a la ermita de Santa Bárbara. En tiempos se subía en procesión, desde la iglesia, con gran devoción. Poco a poco el carácter profano de la fiesta ha ido prevaleciendo. A principios del siglo XX escribía X y Z: “Es de lamentar que al espíritu y devoción de hace cincuenta años haya sustituido la frivolidad, característica de la juventud de ahora, por lo que la gente sensata y de orden se abstiene de subir esos días”. Nos parece un poco duro ese juicio. Y nos alegramos de que ya no quede en TA lo que él llama “gente sensata y de orden”. O dicho de otro modo, de que ese tipo de gente no se distinga de la demás por no subir a la ermita. Después de la misa solemne todo el pueblo canta con toda el alma los Gozos a Santa Bárbara, quizás el canto popular religioso que más gente sabe cantar. Y ese canto, y la armonía que sigue en la comida campestre compartida representa una experiencia cuasi-mística especial, que une a la gente entre sí y con la naturaleza. Tras la comida la gente vuelve al pueblo, y continúa allí la fiesta. Hubo una época en la que también se subía el lunes después de Pentecostés, pero esta celebración no tuvo aceptación popular y se suprimió. Dentro de la Pascua, el Domingo de Cuasimodo era el día destinado para llevar la comunión a los enfermos e impedidos que lo solicitaban, para de este modo cumplir con Pascua. En el mes de mayo, “mes de las flores”, tenía lugar todas las tardes un acto litúrgico especial dedicado a María, de la misma manera que el de junio estaba dedicado al Sagrado Corazón de Jesús (con exposición menor cada tarde), y el de octubre al rosario. El día de la Ascensión, jueves de la sexta semana de Pascua, era una gran fiesta. Ese día los niños y niñas de ocho años recibían la primera comunión. Había también procesión, corta, en la que los niños llevaban la peana del Niño Jesús y las niñas la de la Inmaculada Concepción. El día de Corpus Christi, también jueves, se celebraba la procesión más solemne del año. El sacerdote, bajo palio, llevaba el Santísimo en la custodia. La gente adornaba con mantones, colchas y sábanas los balcones de las calles por donde pasaba la procesión, y el suelo, especialmente barrido, se alfombraba con flores. La gente preparaba cinco altares en calles diversas, para hacer las cinco “estaciones” o paradas de la procesión. Cada vez el sacerdote depositaba en el altar la custodia, y se rezaban las oraciones adecuadas. Los niños de primera comunión iban junto al sacerdote, con sus trajes blancos. Las niñas llevaban unas cestitas con pétalos de rosa, que iban arrojando ante el Santísimo. La festividad del Sagrado Corazón de Jesús, también en junio, era también solemne, con misa mayor y procesión. Por supuesto, cuanta mayor importancia tenía la fiesta, más 19 solemne era también el acto litúrgico de la tarde. Al Rosario, que nunca faltaba, se le añadía en las fiestas la exposición del Santísimo, con los cantos adecuados para cada ocasión. A partir del día de Corpus, la cosecha del cereal (siega y trilla) es muy absorbente, por lo que el ritmo religioso se resentía un tanto. Desde esa fecha hasta el día de la Asunción (15 de agosto), cuando ya la trilla estaba terminada, se suprimía el canto de los Despertadores, pues tenían que ir a trabajar muy temprano incluso los domingos. En pleno verano había aún una fiesta importante, la de la Virgen del Carmen, que se preparaba con su correspondiente novena, y en la que participaban los numerosos miembros de su cofradía. Por la tarde se hacía una procesión, pero sin salir de la iglesia. San Pedro era una fiesta menor, pero tenía la particularidad de que por la tarde la gente hacía fiesta, y en cuadrillas iban a “refrescar”, merendar juntos en lugares adecuados del campo. Los niños celebraban además otro día de “refresco”: el de San Juan Bautista, 24 de junio. Desde hace unos años se han introducido unas fiestas de verano que tienen un carácter más profano que religioso. Se trata de la “Semana Cultural”, que se celebra a principios de agosto, aprovechando que no hay mucho trabajo en el campo y en cambio hay muchos veraneantes en el pueblo. Además de diversos actos recreativos para jóvenes y mayores, se incluye una misa baturra, solemne, el domingo. Con la Virgen de Agosto, el día 15, las manifestaciones religiosas volvían al ritmo normal. Aunque el protagonismo pertenecía más bien a San Roque, el protector contra la peste que tenía media docena de hornacinas en las calles del pueblo. El 15 por la noche se preparaban media docena de altares en las calles, y la procesión pasaba ante ellos. Un adorno típico de los altares ese día eran las “cabelleras”: macetas sembradas con cebada y criadas en la oscuridad de las bodegas, para que los tallos fueran largos, finos y pálidos. Los Despertadores cantaban el Rosario durante la procesión. Después de la procesión los vecinos, reunidos en corros por calles, continuaban la fiesta durante toda la noche, hasta después de la misa de la madrugada del día 16. Llegamos a septiembre, otro momento importante para las festividades religiosas en TA. El día 29 se celebra la fiesta patronal de la parroquia, San Miguel. El domingo anterior la cofradía de las Esclavas, numerosas, celebraba su propia fiesta. El día 28 se celebra la fiesta de los Santos de la Capilla, de los que hablaremos más tarde. Había misa solemne con procesión y veneración de las reliquias. Por la noche se celebraban las solemnes Completas de San Miguel. El día 29 se celebraba la fiesta mayor. Como es una época del año en que no hay tareas agrícolas apremiantes y hace buen tiempo, y además vienen más personas de fuera, estas fiestas son más solemnes y participadas que las de San Blas. Los miembros del Ayuntamiento y otras autoridades acuden desde el Ayuntamiento en procesión. Una banda de música, contratada para la ocasión, les acompaña, y luego toca cánticos adecuados durante la procesión. Cada fiesta tiene su repostería adecuada, además del pan bendito. El lunes de Pascua se comía en la ermita la rosca, una especie de empanada dulce rellena de huevo duro y longaniza. El dulce típico de las fiestas de San Blas es el relleno, hecho con una masa mantecosa y dulce de calabaza. Lo típico de las fiestas de San Miguel es el almendrado, hecho con clara de huevo, almendras y azúcar. Otros dulces típicos que caen bien en cualquier fiesta son el mantecado, el rosconé (este se freía en la sartén, a diferencia de los demás que se cocían en el horno), y la torta rápida. Días antes de las fiestas el pueblo 20 se llenaba de los aromas emanados de los dos hornos en los que se cocían las pastas. El ambiente “olía” a fiesta. El mes de octubre es el Mes del Rosario. El primer domingo se celebra la fiesta del Rosario. La cofradía está formada por 15 personas, una por cada misterio, normalmente los cabezas de familia de 15 familias importantes del pueblo. Fiesta de pan bendito y procesión. Cada domingo de este mes por la tarde se cantaba el rosario por las calles (además del rosario de la aurora, cantado por los Despertadores). El día 12 se celebra solemnemente la fiesta de la Virgen del Pilar, patrona de Aragón. El 11, después del rosario, se encendían hogueras en las calles, y los vecinos compartían la velada. Se asaban membrillos, recién cosechados. Los niños hacían estallar los “güetes”, o tallos de carrizos que se hinchaban al calentarlos en la hoguera. De paso, si los vecinos se descuidaban, les robaban algún membrillo… era un pillería tradicional y consentida, a pesar de los gritos que seguían a los niños mientras se iban corriendo hacia otra hoguera. Eran las hogueras de otoño, otro rito que fortalecía la unión entre los vecinos. Estas hogueras en algunos casos se prolongaban hasta la fiesta de Todos los Santos. El asfaltado de las calles acabó con la tradición. Los vecinos se reunían también en las casas el día 1 de noviembre, para rezar por los difuntos durante las dos horas en que las campanas tocaban a réquiem. Con esta fecha termina prácticamente el ciclo religioso anual, y también el agrícola. Es cosa admitida que a partir del 1 de noviembre los frutos que quedan en el campo (a excepción de las olivas) son propiedad de quien los quiera coger. Visto el ciclo de las celebraciones religiosas populares, vemos que no se ponen los acentos en las mismas fechas que en el calendario litúrgico oficial. El Adviento, por ejemplo, pasa desapercibido, mientras el mes de octubre goza de una solemnidad especial. Las grandes solemnidades cristianas (Navidad, Pascua, Pentecostés) reciben menos atenciones que las fiestas patronales locales. La Cuaresma tiene cierto peso, pero es porque en ella se celebran tres novenas y un septenario. El lunes de Pascua, con la subida a la ermita, es más solemne que el domingo. Las celebraciones del Jueves y Viernes Santo tienen gran asistencia de público, mientras que la Vigilia Pascual pasa casi desapercibida. El periodo pascual no es muy tenido en cuenta, pero sí lo son los meses de mayo y junio, dedicados a María y al Sagrado Corazón de Jesús. Para completar este recorrido temporal, habría que mencionar otras celebraciones venidas a menos, como las de Santa Quiteria, Santa Filomena, Santa Potenciana (nombrada patrona del pueblo a principios del siglo XVIII porque lo libró de una plaga de langosta, y cuya fiesta se celebraba el 19 de mayo), San Severiano y otras. Habría que mencionar también un ciclo menor mensual, con algunas celebraciones fijas. Los primeros viernes de mes eran días de confesión y comunión, para cumplir con la tradición de los nueve primeros viernes. A partir de 1875, que es cuando se renovó el altar de los Santos de la Capilla, cada segundo domingo de mes (o en la fiesta más solmene del mismo) las rejas de este altar se abrían, y también el relicario precioso de los Santos, durante todo el día, con guarda y alumbrado. El 19 se cantaba una misa en el altar de San José, y al final de la misma se daba a venerar a los fieles una reliquia de la capa del santo. El tercer domingo había exposición del santísimo al terminar la misa mayor, con procesión dentro del templo. En tiempo más antiguos hubo también otras costumbres piadosas, como cantar los gozos de San José todos los miércoles del año, los de los Santos de la Capilla todos los viernes y los de la Virgen del Carmen los sábados. 21 Posiblemente las devociones de los párrocos influían en las modas piadosas del momento. Vemos, pues, que el tiempo en TA estaba estructurado en una serie de círculos concéntricos, que abarcaban el día, la semana, el mes y el año, todos ellos delimitados por abundantes signos religiosos. En un medio agrícola a menudo hostil (heladas, sequías, inundaciones, pedrisco, plagas…) la estructura religiosa ofrecía a los habitantes de TA un marco de referencia seguro, un orden en medio del caos vital. No podían controlar los elementos atmosféricos, pero al menos eran dueños del tiempo. Repitiendo fielmente los mismos ciclos, hacían lo posible por asegurarse la protección del cielo. Al menos lo intentaban, que era todo lo que podían hacer. 3. Estructura ideológico-religiosa: los santos En la religiosidad popular tiene un destacado lugar el culto a los santos. Se puede encontrar la explicación a este fenómeno por diversas vías: Desde un punto de vista teológico, se ve a Dios como un ser muy lejano, casi inalcanzable para los simples humanos, por lo que se hace necesario contar con la ayuda de otras figuras intermedias a las cuales se puede recurrir en caso de necesidad, de modo que ellas presenten nuestras necesidades ante el Altísimo. Desde un punto de vista histórico, sabemos que el paso del politeísmo pagano al monoteísmo cristiano no fue instantáneo, sino un proceso de siglos, durante el cual se produjo una progresiva sustitución de divinidades y santuarios locales por santos y templos cristianos equivalentes. El proceso no concluye hasta la baja Edad Media, cuando siguiendo el ritmo de la Reconquista se produce en España una evangelización más profunda de los ambientes rurales. Navidad sustituye a las Saturnalia; en San Blas se repite el tema de las Lupercalia, y la bendición de los campos del día de San Marcos sustituye a las Rubigalia. Desde un punto de vista estructural, las devociones a los santos, a María y a Cristo se articulan en un sintaxis simbólica particular, en la que cada elemento sigue teniendo un significado propio, pero al mismo tiempo adquiere un significado nuevo en relación con los demás. El universo sagrado es un reflejo del universo terreno, cotidiano. Reflejo y modelo a la vez. Entre esto dos universos existe una interacción: desde un modo concreto de vida se sienten unas necesidades concretas, específicas, y se idea un modelo sacro que responda a ellas. De este modelo se pretende al mismo tiempo que influya en las pautas de conducta de la gente, para que esta se ajuste al ideal. Los santos son la concreción, en un momento y en un lugar, de la escala de valores e ideales de una comunidad. Al mismo tiempo constituyen una marca de identidad, pues no existen dos comunidades que veneren exactamente a los mismos santos. Ahora bien, cuando las condiciones históricomateriales de vida cambian, y en consecuencia las necesidades del grupo, inmediatamente se altera la constelación celeste, y decaen en la devoción popular algunos santos, o aparecen otros nuevos. Naturalmente los que tienen más segura su continuidad son los que simbolizan la identidad de un grupo (San Blas para TA, la Virgen del Pilar para Aragón, Santa Águeda para los recién casados, San Roque para los vecinos de su calle, etc.) o los que representan una vinculación más grande con la trascendencia (San 22 Miguel y el cielo, Santa Bárbara y la naturaleza, la Virgen del Carmen y la muerte, la Virgen de los Dolores y la condición sometida de la mujer). Veamos a continuación los personajes sagrados de mayor influencia en la Religiosidad Popular de TA, clasificados en dos categorías: los santos y las advocaciones marianas. A. Los santos San Blas. El santo patrón de TA es San Blas, uno de los catorce auxiliadores medievales de que habla Huizinga. Es el personaje que más coplas de los Despertadores tiene dedicadas: trece, a través de las cuales la gente del pueblo tienen un conocimiento tradicional bastante aproximado de su vida. Y además entre las reliquias del altar de los Santos había un brazo y la “varilla” o mandíbula inferior. Dice una copla popular: “San Blas, obispo de Sebaste/ que en Torrecilla vino a quedarse/ tiene un brazo y una varilla/ depositada en la Capilla”. En la lista de reliquias que el canónigo Bañolas trajo de Roma en 1609, regalo de la Marquesa de Aytona doña Catalina de Moncada, aparecen citadas las de San Blas, inmediatamente después de las de los Papas mártires, pero no se dice que sean de tanta importancia. Posiblemente para entonces San Blas era ya el santo patrón de Torrecilla, y había que encontrar unas reliquias proporcionadas. Hay una tradición oral que explica el origen de la devoción a San Blas en Torrecilla. Dice así: “Subían juntos desde Alcañiz San Blas, San Sebastián y San Valero. San Sebastián llevaba aparejos de pesca, así que al llegar a Castelserás, como por allí pasa el río Guadalupe, San Blas le dijo: ‘Tú quédate aquí’. San Blas y San Valero siguieron camino arriba. Cuando llegaron a Torrecilla, San Blas le dijo a San Valero, que llevaba una red para cazar pájaros: ‘Tú márchate a Codoñera’. Parece que San Valero no estaba muy conforme con la decisión, por lo que San Blas le amenazó con el bolo que llevaba (piedra esférica que se usa en un juego típico aragonés, de gran tradición en Torrecilla) y le dijo: ‘Venga, para arriba’. Así que San Valero no tuvo más remedio que marchar, mientras San Blas se quedó en Torrecilla” El relato, en su simplicidad, es un reflejo de la imagen que TA tiene de sí mismo y de sus relaciones con los dos pueblos más cercanos. Nos ofrece un par de indicios históricos interesantes: los tres santos vienen de Alcañiz, y además juntos, lo cual tal vez haga referencia al origen histórico del patronazgo: el siglo XII, cuando los Calatravos de Alcañiz invitaron a gentes del norte a repoblar estas tierras, recientemente reconquistadas de los moros. Resulta arriesgado buscar un origen más remoto a la fiesta, y aun al mismo pueblo. Pero recordemos que la tradición ha asociado a San Blas y a Santa Águeda en las fechas en que los romanos celebraban las Lupercalia y las Matronalia, fiestas de la fecundidad de los campos y de 23 la maternidad, cuando el invierno ya está avanzado. Las fiestas de San Sebastián y San Valero tienen lugar en fechas muy próximas. Por añadir un par más de curiosidades, digamos que la representación más antigua de San Blas es en una cueva rodeado de fieras (como Orfeo), y que fue decapitado (como Orfeo), y por eso es el patrono de las enfermedades de garganta. El culto de Orfeo estuvo muy extendido en todo el imperio romano, y también tenía relación con la fecundidad de la tierra. San Blas no tiene en Torrecilla una iconografía característica. Seguramente alguna imagen suya sería quemada en 1936. Las dos que ahora se veneran representan a un obispo, con mitra y báculo, y un libro en la mano. Muy bien podría tratarse de San Agustín… Nada que haga referencia a los dolores de garganta. Sabemos que en el siglo XIX venía gente de los pueblos vecinos a pedir a San Blas la curación de los males de garganta. Pero más allá de esta cualidad curativa, lo que destaca de San Blas en TA es su condición de patrón, pues de algún modo se cree que es él quien escogió a TA y no al revés, y por eso las fiestas en su honor son siempre solemnes y familiares al mismo tiempo, y la gente está contenta porque ha terminado o está por terminar la cosecha de la aceituna. San Miguel El titulara de la parroquia de TA es una figura que goza de gran popularidad como guardián del paraíso e intercesor en el momento del juicio a partir del siglo X. La imagen que se venera en la actualidad en el altar mayor, lo mismo que la de la peana para la procesión, es la de Ap 12, 7-9: el jefe de los ángeles que lucha contra el dragón, también llamado diablo y Satanás. Miguel es el guerrero magnífico, con yelmo y armadura, con una espada formidable en la mano y el demonio, vencido, a sus pies. Un demonio oscuro, de rasgos africanos. El paladín de los caballeros de Calatrava en su lucha de reconquista contra las gentes que se habían apoderado del país siglos antes. Tal vez la imagen de San Miguel en el altar mayor recordaría a los habitantes de TA quiénes eran sus señores, a quienes debían respetar y temer. Miguel es el prototipo de guerrero medieval (en la parte occidental de la península ibérica goza de más prestigio guerrero Santiago “Matamoros”), de caballero fuerte y santo, relacionado con otra figura prestigiosa en la Corona de Aragón y en todo el Mediterráneo: San Jorge, también héroe derrotador de dragones. Si le buscamos antepasados, encontraremos a los dioses de la guerra Marte (romano) y Wotan (germano), y a Mitra, el dios oriental del sol, el rayo y el toro, cuyo culto estuvo tan extendido en todo el imperio romano durante los primeros siglos de nuestra era. Muchos soldados romanos eran devotos de Mitra. Las fiestas de San Miguel se celebran a finales de septiembre, cuando han terminado las tareas de verano y se prepara la sementera, y con ella comienza un nuevo año agrícola. San Miguel ha atraído en TA junto a sí la fiesta de los Santos de la Capilla, convirtiéndose así en las fiestas de otoño, las más populares en le pueblo. Una característica de estas fiestas es el aspecto lúdicodeportivo. Tradicionalmente se celebraban competiciones de todo tipo, de fuerza y de velocidad, a pie y a caballo. El premio típico era un gallo. La creatividad y la tecnología moderna han producido en los últimos años la carrera de los “carrimoches”, algo bien genuino. Puede existir una relación con los juegos griegos de Eleusis, dedicados a la diosa Démeter, protectora de la agricultura. En la mitología griega las carreras tenían un significado mágico, pues se asociaban con el crecimiento de la vegetación. Hace mucho tiempo que ya no se pelea contra los moros, y poca gente conoce la historia de los Calatravos en TA, pero San Miguel sigue teniendo la devoción de los torrecillanos. El guerrero ha dejado su lugar al administrador celeste que pesa las almas en una balanza en el momento del 24 juicio. A Miguel se le tiene más respeto y temor que cariño, pero no se le puede ignorar porque es mucho lo que representa y muy pocas personas permanecen indiferentes ante la pregunta definitiva. San Miguel no forma trío con santos de los pueblos vecinos, a diferencia de San Blas. En el retablo del altar mayor de la iglesia parroquial aparecen, además de Miguel, una docena de ángeles. Dos ángeles con faroles acompañan también a San Blas en su altar. Santa Bárbara Es otra de los catorce santos auxiliadores medievales. Se la representa en una torre de tres ventanas (alusión a la Trinidad). La gente de TA conoce bien su historia, cantada en los gozos. A nivel superficial un doble vínculo une a Santa Bárbara con Torrecilla. En primer lugar, el escudo del pueblo es la torre, con dos ventanas. En segundo lugar, los cinco municipios cuyos términos municipales rodean a Torrecilla (Alcañiz, Castelserás, Valdealgorfa, La Codoñera y Valjunquera) tienen también una ermita dedicada a Santa Bárbara. Cosa que no ocurre en pueblos más alejados. No diré que el culto a Santa Bárbara se haya originado en Torrecilla, pero sí que nuestra ermita está en el centro de todas. Y todas tienen en común el elemento físico (se encuentran en lo alto de un monte, en el que se han plantado pinos) y el del culto (la romería se celebra aproximadamente en las mismas fechas, al principio de la Pascua, y de la misma manera). A nivel profundo, y fijándome sólo en TA, creo que el culto a Santa Bárbara tiene un significado especial. En los gozos se cuenta que un rayo mató a su cruel padre, y que ella pidió a Dios que librara de mala muerte y de rayos a quien la invocara. Pero el estribillo de los gozos no concede tanta atención a la buena muerte (existen otras “tácticas de salvación”, como el escapulario de la Virgen del Carmen, los Nueve Primeros Viernes, etc.) como a la protección climática: “Líbranos, Bárbara santa, de rayos y tempestad”. A primera vista las cosas están claras: en una cultura agraria y en una zona en que son frecuentes las tormentas de verano, devastadoras por su pedrisco y a veces por sus rayos, conviene tener algún protector celeste que cuide de las cosechas, especialmente los cereales. Pero yo creo que hay algo más profundo en todo ello. El monte de la ermita se encuentra en el centro geográfico del término municipal de TA y goza de una magnífica vista en todas las direcciones. Es un lugar hierofánico: allí resulta fácil elevar el espíritu hacia Dios, hacia cualquier Dios, porque la naturaleza misma habla de Dios. Quiero imaginar que desde que ha habido pobladores en la zona (fijos u ocasionales, lo cual nos lleva varios milenios atrás, según los yacimientos arqueológicos existentes en TA) se ha subido a rendir algún tipo de culto al cabezo de la ermita, al dios o al santo que fuera. O, más bien, al dios que simbolizara en cada época el ciclo uránico, con sus connotaciones de sol, rayo, tempestad, cielo, montaña…), llámese Zeus o Mitra. Cuando en la Edad media tiene lugar el proceso e cristianización de la zona, se busca un santo similar que siga recibiendo aproximadamente el mismo culto. Y la elegida es precisamente Bárbara, que además es el modelo ideal de converso para los adoradores de otras deidades. La romería a la ermita se realiza el lunes de Pascua, en estrecha relación con el ciclo de la Semana Santa, centrados en la muerte (monte Calvario) y resurrección (monte de la ermita) de Cristo. La muerte y resurrección de personajes divinos (Isis, Dionisos, Mitra) se encuentran en otras religiones paganas estrechamente vinculadas al ciclo natural agrícola: tras la muerte (invierno) viene siempre la vida (primavera), y las plantas que parecían muertas despiertan de nuevo. El ciclo telúrico-muerte-tierra complementa al ciclo uránico-resurrección-cielo. Recordemos que la Pascua cristiana, siguiendo la tradición hebrea, se 25 celebra en estrecha relación con las fases de la luna, y en primavera. El origen agrícola de la fiesta de los Ázimos-Pascua es evidente. La tradición cristiana ha respetado a lo largo de los siglos esta fuerte (natural) vinculación entre agricultura y religión: el ciclo vital de la naturaleza moldea el ciclo vital de las personas. Aunque la gente de TA no tenga una especial vinculación con Santa Bárbara, sí la tiene con la ermita. Todos los torrecillanos, presentes y ausentes, responden unánimes cuando cada muchos años el edificio requiere una restauración. Y allá quien lo desea a celebrar una fiesta familiar o una merienda con los amigos. La ermita es un símbolo de bienestar; de descanso bajo los pinos, donde siempre corre la brisa; de charla con lo amigos; de naturaleza amable, en suma. Y si hubiera que personalizar a la Madre Naturaleza, seguramente la imagen de Santa Bárbara sería muy apropiada. Los Santos de la Capilla Los santos más genuinos de TA son los “de la Capilla”. Son los propios y exclusivos, a quienes se recurría en siglos pasados en casos especialmente graves. Tenemos bien documentados el origen y la historia del culto a estros Santos, gracias especialmente al P. Roque Faci 14 y a José Pardo Sastrón15. En 1609, don Gaspar de Bañolas, canónigo torrecillano en la diócesis de Albarracín y capellán de la Infanta Española, pidió por mediación de doña Catalina de Moncada, marquesa de Aytona, una serie de reliquias romanas, contando con la autorización del papa Paulo V. Obtuvo 106, entre ellas los cuerpos de los mártires Severiano, Teodora y Pelagia. Este canónigo había obtenido ya antes una treintena de reliquias en Zaragoza, lo que nos indica que tenía intención de preparar un gran relicario. Excepto el cuerpo de Santa Rústica, que donó a la cercana villa de Monroyo, las demás reliquias las entregó a Torrecilla, obteniendo además el correspondiente permiso para rendirles culto público. La colección fue incrementada con donaciones posteriores. En una tabla se citaban cuarenta reliquias más. Algunas repetidas. La última donación de que se tiene memoria (y aún se conserva) es una espina de la corona de Cristo, donada con su relicario por doña Felipa Balaguer, condesa viuda de Alberola, en 1890. No en vano decía del altar de los Santos de TA el P. Faci: “Es el relicario más admirable que, después de de los innumerables Mártires de Zaragoza (este se halla en la iglesia de Santa Engracia de la capital aragonesa) se venera en Aragón”.16 No vamos a detenernos en el tema de la autenticidad de las reliquias, ni en la historia de este altar, que puede verse en las obras citadas. Nos detendremos únicamente es su relación con la religiosidad de TA. 14 Roque FACI, Aragón, Reyno de Christo y dote de maría Santísima, tomo II. Zaragoza, F. Moreno, 1750, pág. 240-245. 15 José PARDO SASTRÓN, Reliquias que se hallan en el Altar de los Santos en la Iglesia Parroquial de Torrecilla de Alcañiz, Zaragoza, M. Salas, 24 pág. 2ª edición: J. Sanz, 1891, 32 pág. 16 FACI, o.c., pág. 240. 26 Al parecer desde tiempos antiguos el altar gozó de gran devoción, y no sólo en Torrecilla, sino también en los pueblos de alrededor. Había muchas “presentallas” (ex-votos) que lo atestiguaban. Pero no resulta fácil decir hasta qué punto era un culto popular. Más bien parece que son la gente importante del pueblo quienes lo patrocinan. Dice el P. Faci que su creador, el canónigo Bañolas, pertenecía a la antigua e hidalga familia de los Pelliceres, bien conocida en Aragón. El principal testimonio de un milagro nos viene de un notario de Alcorisa. Mosén Roque Asensio mandó dorar el altar en 1769. Doña Bruna Foz Senlí (esposa de D. José Pardo Sastrón) legó en 1868 para la reforma del altar la suma de 3.000 reales. Otro canónigo Bañolas, D. Sebastián, donó por esas fechas una Virgen del Pilar de plata, con reliquias de las Santas Masas de Zaragoza. Mosén Jerónimo Martínez Foz, recién venido de América, y su hermana doña Antonia ofrecen el 1885 una araña de cristal para seis velas al altar de los Santos, y varios devotos compran otra igual para que haga pareja. D. Orencio de Alberola, conde de Alberola, obtuvo del Papa Gregorio XVI cuatro días anuales de indulgencia plenaria para el altar de los Santos. En la segunda mitad del siglo XIX fueron ardientes promotores de su culto D. José Pardo Sastrón, ilustre farmacéutico y botánico torrecillano, y el cura párroco D. Alejo Lis, que murió en olor de santidad. El altar debió ser el más lujoso de la iglesia, después del altar mayor, y el más protegido contra robos. Dice el P. Faci: “Su retablo se divide en varios y fuertes armarios, cerrados con llaves algunos, y puertas muy macizas, y se manifiestan a la veneración pública los días que después se dirá. A más de estas cerraduras, la Capilla tiene una reja muy doble y segura, cuyas llaves están en casa de los Patronos de dicha Capilla”. La capilla debió ser considerado el lugar más seguro del pueblo, pues cuando andaban tropas cerca durante las guerras carlistas, los torrecillanos encerraban dentro a las mozas, para ponerlas a salvo de la soldadesca (?). Durante el siglo XIX adquiere gran esplendor el culto a los Santos de la Capilla. Pardo Sastrón nos refiere las numerosas veces que en vida suya se recurre a los Santos. Veamos algunos casos. La primera referencia a su protección nos la da el P. Faci, pero se refiere a una sola santa como protectora: Santa Potenciana o Pudenciana. Una plaga de langosta, poco antes de 1750, asola Aragón. Torrecilla busca un patrón específico para defenderse de la calamidad en esta ocasión, y echando a suertes entre todos los santos de la Capilla, la señalada es la santa citada, quien libra a Torrecilla de la plaga. El pueblo, agradecido, la nombra co-patrona. Aún dio la santa otra muestra de su agrado hacia Torrecilla: al cortar de su reliquia un trocito para un relicario manual, salió una gotita de sangre. En 1834 había una epidemia de cólera morbo en toda España. En Castelserás y Alcañiz hubo muchas víctimas. Torrecilla recurrió entonces a sus Santos, y en particular a San Severiano, y el cólera no entró en el pueblo. En vida de Pardo Sastrón las rogativas a los Santos de la Capilla para pedir lluvia parecen cosa habitual. El clima no sería muy diferente del actual: hay años secos y años lluviosos. Pero la incidencia de una sequía en la población debía ser más dramática entonces. La estructura social era diferente, y el proletariado agrícola, hoy inexistente, estaba a merced de las cosechas de olivas y de grano. Un año seco significaba hambre para muchas familias. He aquí algunas fechas de rogativas que menciona Pardo Sastrón17: En 1863 llueve el mismo día en que se acaba la novena de rogativas. En abril de 1867 no llovió tras las rogativas, pero “aún se recogió bastante grano y los olivos florecieron”. Incluso se hizo una fiesta de acción de gracias en agosto. 17 PARDO SASTRÓN, o.c. 27 En 1868 se hizo una gran fiesta porque apedreó mucho en los pueblos vecinos y en Torrecilla, no. En junio de 1870 se hicieron rogativas (no sabemos el resultado) En mayo de 1871 se hicieron rogativas especiales, combinadas con una procesión a la Capilla de Loreto de La Codoñera. La santa especialmente invocada en aquella ocasión fue Santa Filomena (devoción de Mosén Alejo Lis, el párroco). El éxito fue total tras trece días de súplicas. Se vuelve en procesión a Loreto para dar gracias, y las niñas, que habían ido de luto, vuelven vestidas de gala. En 1872 hubo acción de gracias por la buena cosecha. En febrero de 1877 se hace una novena para pedir lluvia, sin éxito. En abril se repiten las rogativas, llueve un poco “… y aún se recogió media cosecha de granos, gracias a Dios y a nuestros Santos”. En abril de 1878 tienen lugar unas rogativas solemnes, con procesión al Calvario. Llovió entonces, y en mayo también. En mayo de 1879 se hacen rogativas. “Llovió poco, pero se recogió tanto grano que se hizo grande fiesta a los Santos en acción de gracias, el 26 de octubre. Dos días después llovió copiosamente, llenándose las balsas y saltando todos los valles”. En junio de 1887 se organizan rogativas en la forma acostumbrada. El mismo día de empezarlas llueve, y se interrumpen. En mayo de 1888 el éxito es menor, pues no llueve durante los nueve días, “pero llovió pocos días después y aún se recolectó algo de grano”. En abril de 1891 (año de la segunda edición del folleto de Pardo Sastrón) se realizan también las rogativas, lloviendo bastante para los sembrados. Vemos que en un plazo de 29 años se realiza al menos una docena de rogativas pidiendo agua para los campos. Da la impresión de que el éxito es fulminante en tres o cuatro ocasiones. Otras veces el éxito es menor, pero la gente (o al menos el cronista) se da por satisfecha. Suponemos que algunos años llovería sin necesidad de rogativas, y otros, no citados, no llovería a pesar de todo, y la cosecha sería mala. Lo significativo para nosotros es esa confianza del pueblo en el poder intercesor de sus Santos respecto a la meteorología. Pero no se recurría a las rogativas únicamente en relación con la lluvia. Hay otras circunstancias en las que también se pide ayuda a los Santos de la Capilla: En 1865 había muchas víctimas en Alcañiz por causa del cólera (murieron más de trescientas personas). Se organizó guardia continua ante los Santos, y el cólera, que llegó hasta Castelserás, respetó a Torrecilla, a pesar de que vino una vecina enferma del pueblo citado y murió. En 1885, a causa de la epidemia de cólera morbo asiático, se tuvieron los relicarios abiertos desde el 22 de julio hasta el 30 de septiembre (se cerraron el 5 de agosto y empeoró la situación, por lo que volvieron a abrirse). En esta ocasión se agotaron los recursos protectores sacros: guarda continua, misas cantadas, novenas (a los Santos, a la Purísima, a San José, a la Virgen del Carmen, a San Roque, a San Miguel y a la Asunción), procesiones, rosarios cantados por las calles, etc. El cólera, de hecho, invadió el pueblo, pero sólo cuatro personas murieron, mientras en los pueblos vecinos perdieron la vida cientos de personas18. 18 Entre otros el célebre botánico y farmacéutico Francisco Loscos, colaborador de Pardo Sastrón, que falleció en Castelserás en esta ocasión. 28 En 1873 se hicieron rogativas durante muchos días “con motivos de las grandes perturbaciones político-religiosas de España y de Europa”. Suponemos que Pardo Sastrón se refiere a la instauración de la I República Española, a la Comuna de París, a la toma de Roma por las tropas unificadoras de Italia, etc. Las rogativas consistían fundamentalmente, en permanecer rezando continuamente, día y noche, ante el altar de los Santos, por turnos. Habría además algún acto de culto especial durante el día, y normalmente una procesión durante la novena. Lo normal era que la capilla estuviera cerrada, como los relicarios (que además estaban cubiertos con un cuadro enrollable). Las reliquias se exponían al público en tiempo de rogativas, y en otras dos ocasiones anuales: el día de San Blas, patrón del pueblo, y el día de los Santos de la Capilla, que en tiempos se celebraba el 30 de septiembre y luego el 28, siempre asociados al día de San Miguel. En 1875 se produjo una novedad importante: el párroco mosén Pascual del Río (que fallecería en 1885 a causa del cólera en Torre del Compte, localidad de las cercanías), vista la gran devoción de los fieles, determinó ampliar los días de apertura de los relicarios. A partir de ese año se exponían también el día de Todos los Santos y el segundo domingo de mes o en la fiesta más solemne de cada mes. Gregorio XVI concedió indulgencia plenaria con las condiciones acostumbradas, a petición de D. Orencio de Alberola, a quienes visitasen el altar de los Santos los días de Reyes (6 de enero), San Blas (3 de febrero), San Ramón (31 de agosto), lo Santos (28 de septiembre), San Miguel (29 de septiembre) y la Virgen del Pilar (12 de octubre). El Cardenal García Gil, arzobispo de Zaragoza, concedió 80 días de indulgencia por cada devota visita al altar, y otros 80 a quienes confiesen, comulguen o practiquen otras obras de caridad en honor de los Santos. León XIII declaró el altar privilegiado a perpetuidad. Sin embargo, ya en 1891 se queja pardo Sastrón de la decadencia del culto a los Santos19: “En amenazándonos la peste, el hambre, la guerra o la falta de agua para los campos, cualquiera de los azotes, en fin, que Dios nos envía, ‘los Santos de la Capilla’ son lo primero de que nos acordamos, y hacemos muy bien; pero ‘amor con amor se paga’ y por tanto tenemos obligación de mostrarnos agradecidos; hacer lo contrario sería una ingratitud sin ejemplar (…) “Antes, y no hablamos de cosas muy antiguas, cuando los Relicarios estaban abiertos, la vela y la guardia perenne se hacía con perfecta regularidad y exactitud por dos personas que se relevaban de hora en hora, avisándose los vecinos los unos a los otros; cuando uno iba a la iglesia dejaba avisado al que habitaba más próximo y nadie se negaba. Ahora esa costumbre se va perdiendo desgraciadamente. “¡Falta quien haga la guardia! Pero ¿cómo es que cuando amenaza algún peligro asistimos muy devotos a las Rogativas y a hacer la vela? ¿Es eso regular? ¿Hay aquí motivos de arrepentimiento? ¿Con qué confianza vendremos después a pedir favor a ‘los Santos’ en los días de apuro y necesidad?” En agosto de 1936 el altar fue destrozado como los demás de la iglesia, relicarios y parte de las reliquias incluidos20. Unas cuantas se salvaron (no las “auténticas” o certificados de autenticidad), y en parte pudo identificarlas el sacristán don Miguel Burgués después de la guerra. En la actualidad no hay rejas, y las puertas de las alacenas donde se guardan algunos 19 PARDO SASTRÓN, o.c., 2ª edición, pp. 5 y 9-10 Para conocer más detalles de los efectos de la guerra civil españ ola en TA, véase José P. Burgués, Tiempo de violencia, tiempo de reconciliación. Dos años de la historia de Torrecilla de Alcañiz (1936-1938), en Boletín del CESBA nº 8, Alcañiz, 1999, pp. 121 -158. 20 29 relicarios están siempre abiertas. El día de los Santos sigue siendo parte de las fiestas patronales, unido a San Miguel, pero ya la gente no recurre a ellos como antes (no hay “calamidades públicas”; la sequía, bastante común, no es considerada como tal), ni a nivel colectivo ni individual. Hoy día poca gente sabría decir de qué santos se habla cuando se nombra a los de la Capilla. Durante la segunda mitad del siglo XIX los Santos de la Capilla gozaron de un máximo de popularidad en TA. Tenían a su favor una serie de elementos que justifican este éxito: eran protectores contra los males colectivos “enviados por Dios”; constituían una “técnica de salvación” personal (a los moribundos se les llevaba un saquito conteniendo reliquias); eran un símbolo identificador de Torrecilla (Pardo Sastrón destaca siempre en los favores recibidos por su intercesión que los pueblos vecinos no fueron librados de las calamidades), y gozaban del padrinazgo de las familias importantes del pueblo. El cambio de mentalidad descalificó la primera razón; la segunda cayó en desuso. Nunca llegaron a desbancar a San Blas como signo de identidad. La historia hizo el resto, de manera violenta. Porque en el fondo da la impresión de que la devoción a los Santos era más promovida por los pudientes que nacida del pueblo llano. Sólo así se explica la rogativa a causa de las “grandes perturbaciones” de 1873. El pueblo seguía a sus líderes, pero en el momento en que se quiebra la estructura social que marcaba aquellas diferencias, el culto a los Santos de la Capilla decae. Ya no hay “poderosos” que impulsen ese culto, y el pueblo que ni lo introdujo ni cuidó nunca del altar, ni pudo tomar decisiones al respecto, no siente la necesidad de dirigirse a ellos. El culto fue introducido artificialmente, y por carecer de un significado profundo, de un papel importante en la estructura simbólica de la religiosidad popular de TA, se ha ido apagando. Otros santos A San Roque se le tenía gran devoción. Una calle (en la que puede verse una hornacina con su imagen) lleva su nombre. En el templo parroquial, curiosamente, no hay ninguna representación del santo, mientras en las calles había al menos cinco capilletas dedicadas a él. La procesión nocturna del día de la víspera (en su honor, y no en el de la Asunción de María; las procesiones de las grandes fiestas se hacen por la mañana, después de la misa mayor. Esta es una excepción, junto con las dos de la Semana Santa) era una de las más importantes del año. San Roque es el patrón tradicional contra la peste, y en esto guarda cierto parentesco con Apolo. Ya dijimos que en Torrecilla durante el siglo XIX se vio desplazado en esta misión por los Santos de la Capilla. Hoy día la peste ya no es una amenaza. Si San Roque guarda aún parte de su atractivo es porque la calle es todavía una entidad con vida propia y distinta, y San Roque es el santo más callejero. El hecho de que vaya acompañado por un perro, en un pueblo en el que se tiene gran aprecio a los perros, especialmente los pastores y los de caza, también ayuda a que se le mire con simpatía. En el templo hay un San Antonio de Padua, pero pasa desapercibido ante la enorme popularidad de San Antón Abad, que incluso tiene un altar y hasta tuvo su cofradía. Más aún, la Hermandad de Agricultores y Ganaderos lleva el nombre de su santo patrón. San Antón gozó de gran prestigio en un tiempo en que la suerte de los animales domésticos era de gran importancia para el bienestar de las familias. Hoy día se ha perdido esa relación “personal” con los animales domésticos (la mula, el cerdo, la oveja, las gallinas y conejos, etc.) porque estos han desaparecido de la casa y los muchos existentes se crían en grandes 30 granjas, de manera industrial. San Antón representa la relación de las personas con el reino animal, y por eso su importancia puede disminuir con el progreso, pero difícilmente desaparecer. Santa Águeda cierra las fiestas de San Blas. Su fiesta recuerda las Matronalia romanas. La santa mártir se representa con los pechos cortados. Es la protectora de los matrimonios recientes, la que cuida de la fecundidad de la mujer y de la buena lactancia de los niños. Por tanto, además de ser poderosa protectora ante unos peligros que nunca se eliminan por completo (aunque han disminuido sensiblemente al mejorar las condiciones sanitarias y producirse sucedáneos de la leche materna), la santa es el símbolo del último paso que las jóvenes dan en su largo proceso de iniciación e incorporación a la comunidad. La Sagrada Familia es reciente objeto de culto, sin otra representación que algunas imágenes de la “visita domiciliaria”. Su valor ejemplar es evidente, debido a que después de la guerra civil española se quiso reforzar la unidad de la familia, convirtiéndola en un fuerte núcleo social y religioso. La familia es además la primera escuela, en la que cada cual ha de practicar su respectiva virtud: el padre, la laboriosidad; la madre, el amor respetuoso; los hijos, la obediencia. Ese modelo de familia unida se va deteriorando incluso en el medio rural, en el que se van viendo casos de divorcio o de unión libre. La Sagrada Familia deja de ser un modelo universalmente aceptado, y en consecuencia su culto decae. San José es un santo al que, como en toda España en general, se le ha dado un culto especial, con el septenario dominical de valor salvífico, los Gozos y oraciones propias. Incluso tiene hoy su imagen en el retablo del altar mayor. Recientemente, y quizás por imitación de otros lugares, se ha introducido la fiesta de San Isidro Labrador, patrono de los agricultores. Su fiesta tiene lugar en un momento propicio del año, cuando apenas hay trabajo urgente. Incluso se ha comprado una imagen para ponerla en un altar lateral de la iglesia. San Francisco Javier tiene su imagen en el altar mayor, y tenía novena. Simboliza la llamada vocacional a las misiones. Su culto está bastante extendido en la provincia de Teruel, a juzgar por el número de pueblos en los que se cantaban sus gozos21. 21 Miguel ARNAUDAS, en su Colección de cantos populares de la provincia de Teruel, (2ª edición, 1982) recopila los gozos al santo en cuatro pueblos de la provincia: Griegos, Borrachina, La Mata y Fonfría. Este autor menciona en la pág. 13: “Sabida es la general costumbre de celebrarse en los pueblos, durante el tiempo de cuaresma, sucesivos novenarios en honor de varios santos y algunos también por las almas del Purgatorio, para terminar con el Septenario de Dolores, en la correspondiente época”. 31 De San Francisco de Asís no existe hoy ninguna imagen en la iglesia, pero en tiempos hubo una cofradía con su nombre. Tal vez se trataba de una célula local de la Orden Tercera Franciscana. San Pedro Apóstol tiene un altar en la iglesia, el más alejado. No parece que aparte de este altar, haya habido nunca un culto especial al santo. San Pedro simboliza la comunión con la Iglesia universal. Hoy ya no existe, pero antes de la guerra civil hubo un pequeño altar dedicado a San Pedro Arbués, inquisidor mártir en Zaragoza, que debió ser instalado poco después de su canonización. Santa Lucía, que cuida de la vista, tiene también su imagen en la iglesia. Otras devociones que se pueden considerar como particulares en Torrecilla, pero prácticamente desaparecidas, son las de los santos ya citados Severiano, Potenciana, Teodora, Pelagia, Quiteria, Filomena y Pascual. Cristo no ha recibido un culto especial, ya que la RP prefiere recurrir a imágenes religiosas más cercanas, la de los santos. En la iglesia está representado de tres modos: como niño, en un altarcito junto al mayor, haciendo juego con la Inmaculada; como Sagrado Corazón, en altar propio (posterior a la guerra civil) junto al mayor, y objeto de la cofradía de su nombre; y Crucificado, también con altar propio lateral, y acaso en relación con la cofradía de Nuestro Señor Jesucristo. Existe además el Cristo Yaciente de la capilla del Calvario, ciertamente en relación con la última cofradía citada. Cristo Resucitado está ausente de la devoción popular. B. Las advocaciones marianas En TA no existe una advocación mariana propia. Ni tiene María dedicado ningún templo. En España el culto a María se propagó especialmente durante los siglos XII y XIII. En ese época el “panteón” torrecillano estaría ya estructurado, y el culto a María no pudo desbancar, como en otros lugares, a los santos que detentaban ya los lugares principales: Blas, Miguel, Bárbara, Roque, Antón) desde tiempos anteriores. No los desplaza, pero sí se introduce lentamente y arraiga. Hasta diez advocaciones distintas de María han sido veneradas bajo distintas modalidades, unas con más éxito que otras. Posiblemente fueron religiosos nativos del pueblo u otras personas piadosas quienes fueron introduciéndolas a lo largo de los siglos. Las advocaciones marianas más comunes forman como un segundo universo sagrado, más reducido, próximo y delicado que el primero. También más comprensible y “ortodoxo” (es más difícil ver la conexión con posibles deidades paganas anteriores), y más moderno, por voluntad de quienes introdujeron su culto. Y con puntos de contacto evidentes con los santos en algunos casos: Virgen del Pilar – San Blas: identidad regional – local; Virgen del Carmen – San Miguel: conducción de las almas al cielo; Virgen del Rosario – Santos de la Capilla: culto más reciente, espectacular y promovido por la clase acomodada; útil para cualquier necesidad. 32 Veamos con más detalle algunas peculiaridades del culto mariano en TA. Virgen del Pilar El día de la Virgen del Pilar siempre ha sido fiesta grande en Torrecilla, lo mismo que en todos los pueblos de Aragón. Recordemos las procesiones, las hogueras, las tertulias callejeras. La Virgen del Pilar tenía cinco capilletas en las calles. El desarrollo político de las autonomías regionales en España durante las últimas décadas ha favorecido notablemente su culto, coincidiendo con el auge de todo lo regional (folklore, deportes autóctonos, lengua y cultura, etc.). Se han importado nuevas costumbres, que vienen a relevar a las antiguas: ofrenda floral (máxima expresión dramático-litúrgica) y misa baturra (las guitarras y bandurrias remplazan al órgano destrozado durante la guerra; las jotas, mucho más populares, sustituyen a las misas latinas de Perosi o de Angelis que se cantaban antaño). El culto a la Virgen del Pilar cumple una misión a la vez identificadora (somos aragoneses) y desidentificadora con respecto al pueblo, ya que remite a Zaragoza, a la región. Se procura imitar, en pequeño, lo que la televisión muestra de la capital. De este modo el universo ideológico, cerrado y perfecto, del pueblo queda roto por una brecha más, descentrado, remitido a otra realidad que aunque pueda llamarse aún intrínseca y positiva, aleja de la propia fuente y diluye en lo universal. Virgen del Carmen En tiempos su culto tuvo más importancia que el de la Virgen del Pilar. Su referencia es aún más amplia: remite a la Iglesia universal, y responde a los deseos de salvación que toda persona siente. Era creencia común que nadie que muriese con su escapulario puesto se condenaría. Más aún: el sábado siguiente a su muerte, el fiel sería trasladado por la Virgen del purgatorio al cielo. La cofradía de la Virgen del Carmen, de la que hablaremos luego, era la más numerosa de TA. La gente vive hoy menos angustiada por la muerte y por lo que pueda ocurrir en el más allá. En consecuencia el culto a la Virgen del Carmen, que no lleva asociado ninguna señal identificadora del pueblo, se encuentra en retroceso. Virgen del Rosario La fiesta de la Virgen del Rosario (primer domingo de octubre) todavía se conserva, aunque ahora tiene un significado estrictamente religioso. Existe una cofradía formada por quince cabezas de familia “pudientes”22, una por cada misterio del rosario. La condición de miembro 22 Utilizamos la terminología usada por Carmelo LISÓN TOLOSANA en su estudio Belmonte de los Caballeros. Anthopology and History in an Aragonese Community, Princeton University Press, 1983. Es un término que se usa también en TA. El n úmero de miembros y la razón de la constitución de la cofradía coincide en TA con Belmont e, localidad del oeste de la provincia de Zaragoza, a unos 150 Km. de distancia. 33 se hereda, y con ella la obligación de organizar la fiesta, por turno. Cada miembro tiene que cubrir los gastos del festejo (invitar a los Despertadores, preparar el pan bendito y la procesión), procurando no desmerecer con respecto al año anterior23. El rezo del rosario era uno de los actos litúrgicos de más arraigo en la RP. En muchas casas se rezaba en familia; en algunas ocasiones los vecinos se unían para rezarlo juntos en la calle. Era el núcleo del acto litúrgico de las tardes, y se cantaba en procesión los domingos y días festivos antes del alba. Durante el mes de octubre era especialmente solemne. En la actualidad sólo unas pocas mujeres mayores (¿última generación que reza el rosario en TA?) se reúnen para rezar juntas en la iglesia alguna novena. Virgen de los Dolores Una advocación rica en significado, tampoco específica de TA, ha sido la de la Virgen de los Dolores. La sirve la cofradía de las Esclavas Hijas de María, de la que luego trataremos. Pertenecían tradicionalmente a ella todas las muchachas desde que recibían la primera comunión hasta que se casaban. La cofradía de las Esclavas era una metáfora, hoy desfasada, de lo que debía ser el papel de la mujer en la sociedad. Dicho con otras palabras, era una especie de “escuela de feminidad” en el que las jóvenes debían aprender que la mujer es la esclava del hogar, al servicio de sus padres, y luego de su marido y de sus hijos. La joven debía prepararse para sufrir los dolores ocasionados por la vida familiar, teniendo como modelo a la Virgen María, perfecto modelo sagrado. Debía aprender que la virginidad es el ideal de la mujer; por eso después de casadas las mujeres ya no podían pertenecer a la cofradía. Al ir cambiando los modelos de la sociedad, el culto a la Virgen de los Dolores es uno de los que más obsoletos han quedado. Posiblemente el culto a esta advocación mariana no desaparecerá completamente, pero deberá reorientarse. En una dirección más universal, y no exclusivamente femenina: la persona humana siempre tendrá que enfrentarse al misterio del sufrimiento, y prestará atención a las palabras o símbolos que le ayuden a comprenderlo. Otras advocaciones marianas El culto a la Purísima refleja en cierto modo al de la Virgen de los Dolores. Antes de la guerra civil tuvo un altar dedicado (precisamente el actual de los Dolores), pero en la actualidad sólo queda una imagen en una repisa junto al altar mayor. Su culto debe ser posterior a la definición del Dogma de la Inmaculada Concepción (1854). La única muestra especial de devoción que queda hoy día es la novena. Además de las advocaciones anteriores, que pueden ser consideradas “vivas” en la parroquia porque aún reciben un cierto culto y son usadas como nombre de mujer, habría que añadir otras hoy caídas en desuso pero que han tenido su reflejo en la piedad popular torrecillana en otros tiempos: Nuestra Señora del Amor Hermoso tuvo su pequeño altar en la iglesia antes de 1936, según se ve en una foto de aquel tiempo. Se encontraba en el lugar en el que actualmente se sitúa la sede del sacerdote. 23 Los gastos de esta fiesta son mucho menores, con todo, que los de San Blas. Cuenta Pedro FOZ, en una hoja impresa en 1920: “De modo que en estas fiestas/ con aceite, cera y flores,/ pastas, hoguera y licores/ muy cerca de mil pesetas/ se gastaba el Prior entonces”, lo cual representaba una cantidad enorme en el tiempo en que fue escrito el poema. 34 La Divina Pastora y la Virgen del Tremedal tuvieron sendas capilletas en calles del pueblo. La segunda tiene además un altar lateral en la ermita, con pinturas del siglo XVIII recientemente restauradas. La Virgen de los Desamparados tuvo su peirón en la partida del término municipal que se designa con ese nombre. La Virgen del Perpetuo Socorro era una de las advocaciones propias de las imágenes de la Visita Domiciliaria. En resumen: resulta difícil dirigirse a la Madre de Dios con el simple nombre de “María”. La piedad popular necesita asociarla a otras denominaciones más cercanas, añadiendo de este modo nuevos significados que antes no tenía. Ni resulta fácil atenerse exclusivamente al dogma, ni es conveniente dejar de lado la parte emotiva de la fe, ni es posible prescindir de la cosmovisión concreta de cada grupo de gente en cada tiempo y lugar, por lo que de ningún modo diremos que los mayores se equivocaron al adaptar el significado de la imagen de María a su propio universo. 4. Estructura sociológico-religiosa: exteriorización de la piedad asociaciones religiosas y Hasta ahora hemos visto cómo los espacios estaban perfectamente delimitados, la sucesión de los tiempos estrictamente marcada y las ideas sobre lo sagrado estructuradas de una manera muy precisa. Veamos ahora cómo las personas se van integrando en el todo, configurando a su vez una estructura social que, en concordancia con los planos anteriores, busca la armonía, el orden: que cada cual ocupe su lugar en el grupo según unas reglas determinadas. La iniciación sacramental oficial (bautismo, primera comunión y confirmación) no tiene nada de particular en TA: se siguen las normas eclesiales comunes. En paralelo con esta iniciación se siguen otras costumbres propias, que constituyen con las generales un camino iniciático que dura unos veinte años y que va conduciendo a cada cual según sus características (sexo, nivel económico, convicciones religiosas, etc.) a una determinada situación estable, tanto física (en el templo, en las procesiones) como institucional (cofradías), en la que normalmente permanecerá el resto de su vida. El camino Cuando se celebraba con todo esplendor la fiesta de la Virgen del Carmen, lo usual era que la madrina de Bautismo presentara al niño o a la niña al final de la misa para que se le impusiera el escapulario, una especie de talismán que llevaría puesto hasta que se perdiera o rompiera. Era el primer paso oficial (por la vía popular) que el niño daba en la Iglesia. Pero cuando los niños adquirían auténtico protagonismo era en el día de su primera comunión, al cumplir los ocho años. Se les reservaba ese día un lugar especial en la iglesia, y luego en la procesión. Los niños llevaban a hombros la peana con el Niño Jesús, y las niñas la de la Inmaculada. El día del Corpus, de nuevo con el traje de la primera comunión, los niños iban delante del sacerdote, mientras las niñas arrojaban pétalos de rosa al paso del Santísimo. En las dos fechas acompañaban al grupo cuatro niñas un poco mayores, vestidas de ángeles, con alas en las espaldas. A partir de este momento las niñas entraban a formar parte de la cofradía de las Hijas de María, en la que iban adquiriendo responsabilidades a medida que iban haciéndose mayores. Los niños 35 por su parte solían hacerse monaguillos, aunque no era un paso obligado. La cosa no era tan sencilla, porque antes de actuar en el altar, debían memorizar las fórmulas de la misa, en latín. Los movimientos litúrgicos se aprendían observando a un compañero veterano. Hacia los doce años de edad se dejaba de ser monaguillo. A cambio se tenía ya edad para subir a tocar las campanas en la torre y para ir a hacer hogueras el Viernes y el Sábado Santo. Como hemos dicho antes, era este un ejercicio que requería habilidad para no caerse, quemarse o quemar algo que no se debiera. Se trataba de una iniciación ritual usando el fuego. Al fuego se unía la noche, la pubertad, la actuación en grupo, la separación de los adultos y el servicio a la comunidad: un rito de iniciación característico, marcado además con un sentido religioso. Al llegar a la pubertad tanto los niños como las niñas abandonaban los primeros bancos de la iglesia, reservados para los niños, y si seguían yendo a misa era para colocarse al fondo de la iglesia o en los altares laterales del fondo24. Sólo los que tenían convicciones religiosas más profundas, o los que se adherían a la tradición de sus familias, ocupaban un banco hacia el centro del templo. Nunca hacia delante (especialmente los hombres), porque ello sería considerado como señal de un fervor sospechoso o un asomo de hipocresía. En las fiestas o funerales, cuando el templo se llena, no importa ocupar cualquier sitio vacante que quede. Según sus inclinaciones, el muchacho podía comprometerse más con la parroquia, integrándose en la Acción Católica (cuando existía) o en alguna cofradía. Las muchachas podían hacerse catequistas. Cuando existía el servicio militar obligatorio (abolido en España a finales del siglo XX), para los muchachos la experiencia de ser “quinto” era fundamental. Todavía se considera a los muchachos (y a las muchachas) como quintos, aunque ya no cumplan el servicio militar, al llegar a la edad de veinte años. A través de una serie de ritos de paso los jóvenes pasaban a formar parte de la sociedad de los adultos. Me detendré sólo en algunos aspectos de estos ritos relacionados con la RP. La noche de Pascua los quintos enramaban las calles, tras pedir permiso al alcalde. El lunes de Pascua los quintos engalanaban un carro para subir a la ermita (posteriormente se sustituyó el carro tirado por caballerías por un tractor y su remolque). Se les reserva el mejor lugar para instalarse junto a la ermita. Cada grupo se prepara su propia comida, pero ese día las madres de los quintos les preparaban de comer y servían. Los quintos salientes ofrecían un “brazo de gitano”, postre especial, al cura, y los entrantes otro al alcalde. Los protagonistas de la fiesta mostraban de este modo su respeto a las autoridades eclesiásticas y civiles. Ese día los quintos eran los encargados de organizar el baile popular al volver de la romería. Para las muchachas se crearon más recientemente unos ritos de paso similares: por sus cualidades o su belleza eran elegidas “reina de las fiestas” y “damas”, y bien ataviadas representaban de ese modo el ideal de la mujer torrecillana. Los ritos de paso de unos y otras terminaban el día de Santa Águeda, del que ya hemos hablado. Los recién casados adquirían ese día un protagonismo especial, que cerraba su iniciación con el ingreso pleno en la sociedad de los adultos. Las cofradías y otras asociaciones religiosas Cuando tuvieron vitalidad, las cofradías constituían el cauce normal para la actuación piadosa de la gente, bien en particular (cumpliendo con las obligaciones específicas de cada cofradía), bien colectivamente (figurando con estandartes, faroles, peanas, etc. en las procesiones y otros actos 24 En la actualidad es muy raro ver niños, jóvenes o personas de mediana edad e n misa. La práctica religiosa ha decaído mucho en España en las últimas décadas. 36 religiosos). Eran además el encuadre sociológico que indicaba la situación de cada persona dentro de la comunidad. A algunas cofradías se pertenecía casi por obligación; en otras se entraba por devoción; otras restringían su acceso a un limitado número de personas). No es fácil precisar el origen de las cofradías. Si bien la devoción a determinados cultos (Sagrado Corazón, Virgen del Carmen, Virgen del Rosario, etc.) es relativamente reciente, la necesidad de sentirse encuadrado en un grupo religioso configurante es de siempre. Habrán variado los nombres y las costumbres, pero es muy posible que las asociaciones de este tipo sean tan antiguas como la evangelización cristiana. Los movimientos laicales, tan apoyados por los últimos Papas, han venido a sustituir en parte la acción de las antiguas cofradías. Donde estas se han extinguido y no han florecido movimientos modernos, la vida eclesial languidece. La cofradía de la Virgen del Carmen era tal vez la más numerosa. Pertenecer a ella era una manera de asegurarse una “buena muerte”. Los socios aportaban una pequeña cuota anual con la que se pagaba la novena y una misa por el eterno descanso de cada socio difunto. El día de la fiesta mientras los toques de misa dos señoras de la cofradía atendían un pequeño puesto en el atrio del templo en el que vendían escapularios, medallas y algunos otros objetos religiosos, y hacían propaganda a su modo. Hemos mencionado antes la cofradía de las Esclavas Hijas de María a la que pertenecían niñas y muchachas. Sus obligaciones, como en las demás cofradías, eran escasas: mantener limpio el altar de la Virgen de los Dolores, encender sus velas durante la misa los días festivos y llevar (sólo las mayores, vestidas de negro) la peana de la Virgen en las procesiones correspondientes. Cuando el Viernes y el Sábado Santo había que subir la imagen hasta el Calvario, en la procesión de la noche, ellas sólo lo llevaban hasta las afueras del pueblo, y luego eran sus novios o pretendientes quienes les sustituían. Relevar a una chica en la peana de la Virgen era una especie de declaración, un acto social cuyo significado todo el mundo entendía. Para las mujeres casadas existía otra cofradía específica: la del Sagrado Corazón. Ellas cuidaban de su altar, cumplían sus turnos de vela cuando se exponía el Santísimo Sacramento y ofrecían una misa cuando fallecía alguna cofrade. Existía además una cofradía específica para las viudas: la de San Juan Bautista. San Juan Bautista tenía su pequeño altar antes de la guerra. Hubo en tiempos pasados una cofradía muy numerosa, a la que pertenecían hombres y mujeres: la de Nuestro Señor Jesucristo. Cuidaba de la capilla del calvario y de las procesiones de Semana Santa. Los costaleros que llevaban el paso iban vestidos con túnicas. Los demás llevaban antorchas, y el responsable de la cofradía recibía el nombre de ministro. Otras cofradías tenían un carácter más exclusivo, ya que sólo podían pertenecer a ella un número limitado de cofrades, que por turno pagaban los gastos de la fiesta respectiva. En consecuencia sólo los pudientes tenían acceso a ellas. La más conocida, todavía activa, es la de la Virgen del Rosario. Sólo quince cabezas de familia (generalmente varones) pertenecen a ella, y cuando un miembro muere, es el nuevo jefe de familia quien hereda su lugar. Las cofradías de San Blas y de San Antón debieron ser también de gran prestigio. Nos dice X y Z que en tiempos se ofrecía dinero y regalos para ser aceptados como miembros en ellas y los aspirantes esperaban ansiosos su turno para ser admitidos25. Estos cofrades tenían ocasión de lucirse con su esplendidez cuando 25 X y Z, o.c., pág. 151. También hace referencia a ello Pedro FOZ en su poema Fiestas de San Blas. 37 les tocaba ser priores y correr con los gastos de la fiesta respectiva. Ser prior era un acto de relevancia social, más que religiosa. Con el paso del tiempo estas cofradías fueron desapareciendo, y fue el Ayuntamiento, con la contribución de todos los vecinos, quien se fue haciendo cargo de las fiestas públicas. Se puede hablar de un proceso de democratización de los festejos. Al borrarse los límites entre clases sociales algunos órganos que las identificaban, como las cofradías, se atrofian o desaparecen. Hubo cofradías que tenían como objetivo fomentar el culto de los santos locales, como las de Santa Bárbara y la de los Santos de la Capilla. Apenas tenemos noticias de ellas. Su prestigio o su duración debieron ser menores. También existió una cofradía de las Ánimas del Purgatorio, siendo sus objetivos la oración por ellas, el culto del Día de los Difuntos y la celebración de misas por los fallecidos. Cita X y Z otras asociaciones piadosas que no debieron tener mucha raigambre popular: la Pía Unión de San Antonio, la Venerable Orden Tercera de San Francisco y la cofradía de los Jueves Eucarísticos. Podemos incluir aquí otra práctica piadosa que unía el carácter comunitario con la práctica familiar: el Apostolado de la Oración, de origen más reciente. Treinta personas constituían un coro de la visita domiciliaria. Compraban un pequeño icono o capilleta con una imagen sagrada, que residía un día del mes en cada casa. X y Z cita dos coros. Según nuestras noticias, a mediados del siglo XX llegó a haber cinco, lo cual significa que la mayoría de las familias del pueblo participaban en esta actividad. Es obligado hablar de otro grupo piadoso: los Despertadores26. Se trata de un grupo coral de unos veinte a treinta hombres de todas las edades, aunque son más abundantes los de edad avanzada. Su actividad principal consiste en ir cantando por las calles del pueblo para despertar a la gente que duerme, para que asista al Rosario de la Aurora. Y luego, naturalmente, cantar parte del Rosario en una segunda vuelta por las calles del pueblo. Este tipo de corales, también conocidos como Rosarieros o Auroros, existía en muchos pueblos de Aragón y de España. En la mayoría de ellos ha desaparecido, pero no así en TA. Un momento crítico para la institución fue el Concilio Vaticano II, con la reforma litúrgica. En efecto, al autorizarse la misa vespertina de los sábados, desapareció la misa de la aurora de los domingos, y con ella una de las razones para que la gente se levantara temprano. Con la recuperación de lo tradicional, los Despertadores han revivido después de aquella crisis que significó casi su extinción. Del campo de lo religioso han pasado al campo de lo folklórico, han grabado un CD, han sido invitados a cantar en algunos festivales… y siguen activos 26 Cf. Elisa SANCHO IZQUIERDO, Despertadores del Bajo Aragón, en Caesaraugusta, vol. 11-12, pp. 191-209. También los cita Miguel ARNAUDAS, o.c., pág 12 y otras. Ver también… 38 actuando en el mismo pueblo, con Rosario incluido, una docena de veces al año, con ocasión de fiestas especiales. La exteriorización de la piedad. No podemos juzgar sobre lo que la gente siente cuando manifiesta externamente su religiosidad. Pero sí que podemos observar lo que manifiesta. Me voy a fijar en dos aspectos externos de la RP en TA. 1. Las procesiones La procesión es una de las expresiones dramáticas más ricas de la RP, ya que en ella confluyen gran cantidad de elementos significativos: participa activamente la gente, se utilizan abundantes símbolos religiosos (estandartes, palio, pasos, ropajes, faroles, etc.), se recorren las calles, convirtiéndolas en lugar de culto y escenario total, a veces con sus propios adornos (banderas y colchas en los balcones, flores en el suelo) y altares, y se sacraliza el tiempo (no son iguales las procesiones diurnas y las vespertinas o del alba; varían de unas épocas del año a otras), entran en juego las campanas con su código particular, canta la gente e incluso en ocasiones aparecen elementos festivos especiales (autoridades, banda de música, aguederos/as, disparos de escopeta…). Hay tres clases de procesiones: Las interiores, que se llevaban a cabo en la misma iglesia. Tenían lugar en algunas fiestas como la Virgen del Carmen, el Jueves Santo, para el rezo del Vía Crucis y en otras ocasiones. Normalmente sólo se desplazaban el sacerdote y los monaguillos. Las urbanas, que tenían lugar en las calles del pueblo, saliendo de la iglesia y con varios recorridos posibles, según las ocasiones. Podrían añadirse, cuando se hacían de manera solemne, a toque de campana, la administración de la Unción de Enfermos y del Viático, así como la bendición de las casas, cuando tenía lugar el Sábado Santo por la mañana. La extraurbanas, que saliendo de la Iglesia se dirigían a lugares sagrados situados fuera de la población: el Calvario, la ermita y las cruces de los caminos para la bendición de los campos. Podemos incluir también el acompañamiento de los difuntos al cementerio. El número de procesiones ordinarias (sin contar entierros y administración de sacramentos) pasaba de treinta al año. Más del doble de ese número si añadimos los Rosarios de la Aurora con acompañamiento de los Despertadores, aunque en este caso no participaba el sacerdote (que se quedaba confesando en la iglesia), y a excepción de la cruz, algunos pendones y faroles en ocasiones, no aparecían símbolos religiosos. Esto nos da una idea de la importancia que este tipo de manifestaciones de RP tenía. Y aún la tiene hoy día, aunque el número de procesiones se ha reducido a menos de la mitad, y los elementos simbólicos que entran en juego también son menos. Todas las procesiones tienen en común el sentido: positivo, contrario a las agujas del reloj. Se sale del este en dirección norte y luego oeste, para regresar por el sur al punto de partida. La 39 disposición de los participantes también sigue un orden determinado: en dos filas; delante van siempre los niños. Tras ellos siguen los hombres. En el centro, entre las dos filas, los monaguillos, el sacerdote y las peanas y estandartes, en orden de importancia. Siguen las niñas, normalmente agrupadas, y tras ellas las mujeres. Quienes tienen problemas para caminar se quedan en el templo esperando la vuelta de la procesión. Cada procesión tenía su significado particular, pero algunas eran especialmente solemnes: La más solemne era la del Corpus Christi, con el sacerdote llevando la Custodia bajo palio, con los altares en las calles, los niños y niñas con su traje de primera comunión, bajo el sol de junio, imagen perfecta de luz y pureza. La del Viernes y la del Sábado Santo al Calvario, por la noche, con los pasos y los cantos, con las hogueras de los muchachos; toda la naturaleza participaba en el dolor por la muerte de su Creador. La de la víspera de San Roque, fiesta de las calles, con sus altares y los cantos de los Despertadores. La de las fiestas patronales (San Blas y San Miguel), con las autoridades municipales en lugar preferente y la banda de música acompañando. La del Domingo de Ramos, cada cual con su ramo de olivo, abriendo la Semana Santa. Y la del Martes Santo, cuando en la cuarta estación del Vía Crucis, situada en la Plaza de España, se producía el encuentro de Cristo con su Madre. Hay que señalar que las Ordenanzas Municipales de 1893 se preocupaban también del buen orden de las procesiones. Mandaban barrer y regar las calles por donde iban a pasar (art. 22), no poner estorbos en las calles (art. 24), ir en ellas con la cabeza descubierta (los hombres) y sin fumar, no hablar en voz alta ni hacer gestos irrespetuosos (art. 23), y amenazaban con un castigo a los que molestaran durante los actos religiosos, tanto en la iglesia como en la procesión (art. 25). Curiosamente, el art. 11 prohibía disparar armas de fuego y tirar petardos durante las procesiones (señal de que era una costumbre común). Como hemos dicho anteriormente, esa costumbre se ha conservado el día de San Blas, sin que nadie la prohíba. Más bien se echarían de menos los tiros, si un año faltaran… 2. La colocación de la gente en el templo El lugar ocupado por la gente en la iglesia durante las celebraciones litúrgicas no es indiferente sino muy preciso. Prescindiendo de las ceremonias especiales (funerales, bodas, bautizos, primeras comuniones…) cada cual ha de colocarse en un lugar determinado: en el atribuido para el grupo religioso al que él pertenece. La primera gran división del espacio sagrado en el templo sería (mirando desde el altar) por sexo: los hombres a la izquierda, las mujeres a la derecha. La segunda división es por edad: niños delante, adultos detrás. Cuanto más atrás se expresa un mayor despego a la ceremonia (lo cual socialmente no está mal visto), y los hombres preferían a veces quedarse de pie al fondo durante toda la misa mejor que sentarse en un banco en el centro de la iglesia (ya no es ese el caso, ahora que la asistencia a misa ha disminuido dramáticamente). Cuando la misa se llena a rebosar, en días de fiesta especial, no parece mal que los hombres suban al coro, pero nunca las mujeres, como no sea para contar con la coral o la rondalla baturra. Una tercera división: la nave central y las naves laterales. Antes apenas había bancos en la iglesia. La gente se sentaba en el suelo o permanecía de pie. Las señoras pudientes tenían su reclinatorio (silla de doble fondo que sirve para arrodillarse y para sentarse) y se colocaban 40 indistintamente en los altares laterales de su devoción, indistintamente a la derecha o a la izquierda. Pero no en los dos del fondo izquierda (desde los que no se ve el altar mayor), ya que estos eran ocupados por los jóvenes que habían abandonado ya los bancos de los niños y aún no habían encontrado su lugar entre los hombres. En las fiestas patronales las autoridades municipales ocupaban los primeros bancos, engalanados para la ocasión y dispuestos frente a frente, delante de los bancos de los niños. A un lado se sentaba el alcalde y varios concejales; al otro el juez de paz, el jefe de la guardia civil (si venía a misa) y el resto de conejales. Sólo en otra ocasión se veía una conexión tan fuerte entre Ayuntamiento e Iglesia: cuando el lunes de Pascua comen juntos los miembros de uno y otra en una pequeña habitación de la ermita, mientras el resto del pueblo come al aire libre. Las separaciones se mantienen hoy día, aunque con cambios. La gente que viene de fuera y no la conoce, no la respeta. Prácticamente ha desaparecido el uso de los reclinatorios, pues las señoras no sienten la necesidad de separarse de las demás. Alguna mujer se sienta en el lado de los hombres, pero es muy raro que un hombre se siente en el de las mujeres. Tradicionalmente se da el primer toque de campana media hora antes de comenzar la misa (antes era el sacristán o los monaguillos los encargados de hacerlo; hoy día se ha instalado un sistema automático). Las mujeres, especialmente las mayores, solían acudir al segundo, para “coger sitio”. Los hombres se reunían en corros en la plaza, cerca de la puerta. Las Ordenanzas Municipales de 1893 (art. 20) prohibían hacer estos corros a las puertas del templo en las grandes fiestas, ya que impedían el paso a la gente que quería entrar. También prohibían (art. 15) ponerse en la escalera del coro, dificultando el paso a los que tenían que subir a cantar. En el mismo artículo ordenaban guardar la compostura en el templo. Las mujeres entraban en la iglesia a medida que llegaban, sin detenerse en la plaza. Los niños (no las niñas) entraban a la sacristía, para leer revistas, jugar y alborotar mientras se preparaban los monaguillos (ahora no hay monaguillos, y es raro ver niños y jóvenes en la iglesia). El cura solía estar en el confesonairo. Al sonar el tercer toque entraban los hombres y se iban acomodando al fondo. Algunas mujeres iban goteando, hasta el momento del Evangelio. Mientras el sacerdote leía la oración de acción de gracias después de la comunión, la gente, empezando por detrás, empezaba a acercarse a la puerta para salir. Los hombres volvían a formar corros cerca de la puerta, mientras las mujeres, sin detenerse apenas como no fuera para saludar a alguna persona venida de fuera, se iban rápido a casa para preparar la comida. El espacio de la celebración se convertía, pues, en un escenario en el que se desarrollaba una especie de representación muda pero cargada de significado, frente a la otra celebración, la litúrgica, que protagonizaba el sacerdote en el altar. Por el simple hecho de colocarse en un lugar o en otro del templo, la gente usaba un código preciso con el que expresaba su conciencia de pertenecer a un determinado grupo de fieles. Una misma persona ocupaba diversos lugares en el templo a lo largo de su vida. No existen bancos privados, aunque la gente tiende a ocupar el mismo lugar en todas las misas. No importa sentarse un poco más adelante o más atrás; pero hay ciertos lugares en los que una persona no debía sentarse, pues ello significaría una grave trasgresión del código tácito existente. Instituciones sociales La proyección de lo religioso se nota en algunas instituciones sociales que han ido evolucionando con el tiempo. 41 El sindicato. A principios del siglo XX existía un sindicato agrícola bajo la protección de Santa Bárbara cuya misa costeaban en su fiesta los afiliados. La finalidad del sindicato era asistir a los enfermos e imposibilitados para el trabajo. Frente a los sindicatos anarquista (CNT) y socialista (UGT) de fuerte arraigo en el pueblo, se instituyó otro sindicato católico más reciente que por las mismas fechas27 llegó a contar 160 asociados, y una vida lánguida. Los objetivos de este sindicato eran abaratar la compra de simientes y abonos, y entretener los ratos de ocio en un local que alquilaban y habían convertido en bar. Desde el comienzo de la guerra civil hasta la ocupación del pueblo por las tropas de Franco se vivió, como en otros pueblos del Bajo Aragón controlados por los anarquistas, la experiencia de la Colectividad28. Una vez concluida la guerra, se recobró la experiencia del sindicato católico, denominado ahora Hermandad de Labradores y Ganaderos, bajo la advocación de San Antón Abad, con su correspondiente cooperativa. Se añadió un comercio de ultramarinos a las finalidades que ya tenía antes de la guerra. Hoy todos los propietarios de tierras pertenecen a la Hermandad, cuya tarea principal es el proceso y venta del aceite de oliva, principal producto agrícola del pueblo. Las referencias religiosas prácticamente han desaparecido, aunque aún se celebra la fiesta de San Antón. El Hospital. Julián Santapau, ilustre alcañizano que poseía fincas en TA, dejó a su muerte en los años 30 un legado para crear un hospital o refugio para gentes de paso pobres o enfermas, consistente en una casa convenientemente equipada con algunas camas. Dejaba también unas rentas para ayudar a aquellas personas del pueblo que más lo necesitaran. Se trata de la Fundación Santapau. Eran tiempos en que se veían pordioseros ambulantes que vivían de la mendicidad. Al desaparecer los pobres ambulantes, el patronato de la fundación determinó en los años 70 convertir la casa en un Hogar del Jubilado, modélico en su organización, donde la gente jubilada pasa buena parte de su tiempo libre durante el día. Con ayuda de la fundación, y otras fuentes de financiación se construyó frente al Hogar un parque infantil, en lo que durante siglos había sido la balsa de almacenamiento de agua de lluvia para uso del pueblo. Recientemente el servicio nacional de la Seguridad Social se ha hecho cargo del mantenimiento del Hogar del Jubilado, y ha construido un Centro de Día de mayor importancia. La Fundación Santapau pasa a segundo término, después de haber cumplido su cometido. La Capellanía. En 1701 una familia rica del pueblo fundó una Capellanía, o beneficio clerical consistente en un conjunto de fincas que proporcionaban una renta anual y que tenía la carga de celebrar un determinado número de misas anuales. El párroco Mosén Juan José Omella29 consideró a finales de los 70 que el templo parroquial necesitaba una urgente reparación, y carecía de fondos para llevarla a cabo. Por otra parte había una hermosa finca junto al pueblo perteneciente a la Capellanía, que tradicionalmente servía como terreno para realizar las carreras de San Miguel, y ocasionalmente como campo de fútbol. Propuso al municipio la venta de la finca para uso comunal. De este modo se construyeron la piscina municipal y el terreno de fútbol. El municipio urbanizó el terreno restante, creando una calle nueva y vendiendo las parcelas resultantes. Con el importe de la venta y otras ayudas particulares se emprendió la restauración de la iglesia y la torre. De este modo a cambio de desprenderse la Capellanía de una finca no muy productiva en las circunstancias actuales, se consiguió una notable mejora 27 X y Z, o.c., pág 206 Cf. José P. Burgués, Tiempo de violencia, tiempo de reconciliación. 29 En la actualidad, 2009, obispo de Logroño. 28 42 urbanística. La capellanía todavía existe, aunque notablemente disminuida y con escasos beneficios para la parroquia, que es la actual beneficiaria de la misma. Y ya que tratamos en diversos lugares de las relaciones entre el Ayuntamiento y la Parroquia, terminemos con un broche final, como prueba del buen entendimiento que tradicionalmente ha existido entre ambas instituciones (dejando aparte la caótica situación producida durante la guerra civil, de 1936 a 1938). En las Ordenanzas Municipales de 1893, que constan de 171 artículos, una veintena de ellos tratan sobre asuntos religiosos. Contemplan los excesos que pudieran cometerse y amenazan con castigos a los infractores. Más explícito es el Bando Municipal del 12 de octubre de 1923 (tiempo de la Dictadura de Primo de Rivera), en el que el recién electo alcalde se presenta a sus paisanos con estas palabras: “Don José Martínez Sánchez, Alcalde Constitucional de este pueblo, hago saber: que constituido el Ayuntamiento el día 22 del actual (sic), los concejales me honraron con el expresado cargo, y mi deseo es corresponder a la confianza de ellos y de los vecinos en general, y más tratándose de un pueblo eminentemente católico, castigaré con todo rigor lo que se trate de ofensas a Dios y al prójimo, en observancia del catecismo, y respeto de todos”. Se trataba de momentos especiales. Esta confesionalidad ha sido manifiesta durante siglos. Las circunstancias han cambiado en las últimas décadas. El pueblo sigue siendo oficialmente católico, según las partidas de bautismo, pero no practicante activo. El Ayuntamiento es aconfesional. Sin embargo sigue existiendo un sentimiento de respeto mutuo entre ambas instituciones. Conclusión Desde el comienzo de su historia, Torrecilla de Alcañiz (como la mayoría, si no todos, de los pueblos españoles) y sus gentes han estado profundamente marcados por la religiosidad popular. La RP marcaba el espacio, el tiempo, las creencias y la organización social del pueblo. Sin entrar en un análisis teológico más profundo, podemos decir que el influjo socializador de la fe cristiana era determinante. La fe orientaba la vida diaria de las gentes, dando sentido tanto a los acontecimientos cotidianos como a la esperanza en una vida futura. En las últimas décadas las coordenadas religiosas se han ido erosionando. El municipio y sus gentes se apoyan en otras referencias identificadoras ofrecidas por un nuevo contexto político, social y económico, en el que lo religioso va pasando al terreno de lo privado. Los medios de comunicación se han convertido en los modernos guían en un mundo que ha cambiado radicalmente. Estamos al final de una época, y la Iglesia debe buscar otros medios de hacerse presente entre la gente, si quiere mantener su relevancia. 43