anécdota histórica - Hemeroteca Digital

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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
ANÉCDOTA
XNCVENTaO
E.
HISTÓRICA,
S E C I H X O S I I CON S i ; VIATICO.
ÍL día 20 de enero de 1685 amaneció en Madrid u n
dia despejado y sereno: el ciclo limpio de nubes apareció
con aquel hermoso azul que alegra la vista y vivitica la
naturaleza. Toda ella estaba en c a l m a , y la brisa mas ligera no agitaba las pocas hojas que las escarchas hablan
dejado en los árboles: los pajarillos abandonando sus asilos sallan á disfrutar de tan benigno ambiente, y alegraban el campo con sus gorjeos. A lo lejos el nevado G u a d a r r a m a cerraba este cuadro encantador, presentando su
frente cubierta de nieve y sus faldas revestidas de u n azul
oscuro.
Acababa Carlos II de oír misa, y dirigiéndose á su
«pósenlo, abrió u n » de las ventanas del alcázar, que daba
al p a r q u e , ó campo del moro. Su alma comprimida dentro
•le aquel cuerpo enfermizo, pareció rejuvenecerse al sentir
*1 contacto de aquel ambiente voluptuoso y 4 la vista del
agradable panorama que se desplegaba ante sus ojos.
U n a t u r b a de jóvenes paseaba el parque, galopando y
compitiendo en los escarceos de sus caballos. Al mismo
tiempo otra m u l t i t u d de caballero» y señoras desenabocaba
ASo VII.
p o r los portillos de Scgovia y de la Vega , dirigiendo sus
pasos hacia las orillas del r i o , ó paseando p o r el camino
del Pardo. Miró el rey con envidia aquel concurso alegre
y bullicioso, y sintió apoderarse de su alma aquella timidez melancólica que formaba el fondo de su carácter.
Acordábase en aquel momento que era rey de vastas m o narquías y que millones de hombres acataban sumisos su
débil voz' y con todo, á pesar de su mando a b s o l u t o , era
triplemente esclavo y mucho mas infeliz que la m.nyor
te de sus vasallos. El triste monarca vela tiranizadas su
Tmaginacion, su voluntad , y hasta sus menores acciones,
Dor los exorcismos, los preceptos higiénicos y la etiqueta
que gravitaba sobre él con toda la rigidez del ceremonial
austríaco.
.-.ti.
Cansado de tan violenta situación, despreció los mandatos del médico, y mandó poner su carroza: poco rato
después salió por el portillo de S. Bernardino, acompaña,
do de la guardia chamberga que custodiaba su persona,
bajando hacia el camino del P a r d o , que estaba lleno df
gente de toda, clases, y de caballos, coches y h i e r a , .
"
26 de jumo de 1842.
t'* ¡Sr;
202
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
acmalmenle ex.stc, ante, por el conlrario el ca.ni„o olVcCia uaa superficie türluosa y desigual, y en aquel .nornerito por algunas parles casi ir.lransilable, á consecuencia
<le las lluvias anlcrioros. Tampoco se habla erigido aun la
preciosa capilla de S. Aiiluiiio, en que Goya nos I c ó una
«le sus briliaulcs inspiraciones: unos pocos cipreses y a l g u nos árboles esparcidos sin concierto fonnabaa ciilonces el
unico órnalo de la J'7or/íJa.
Al llegar Cáilus 11 á esle sitio, observó que la gcnle se
paraba y que su gu^.^ü^ postrada en el suelo inclinaba
los arcabuces. Al „,isn,o tiempo vio á un sacerdote que
caminaba lentamente arropa.]» en su manteo, y precedido
de un n m o que llevaba uu farol. ILzole el I k y señal para
que se acercase, y le pregun.ó qué llevaba. lUspondióle el
sacerdote diciendo, que era el ,c,.ie,ae cura de S. Marcos,
que . b a á llevar e l v . á t i c o á un guarda ú hortelano del sot o de M^as
c a / « « t o . Acordóse al p u „ , o Carlos II del
ejemplo de Rodu//o de Ilasplourg
(1) ilustre tronco de su
(1)
Refiérese de eíle emperador,
que cuando
era
simple
familia, y bajando de su coche, hincó una rodilla en t i e r r a ; y al mismo tiempo invitó al cura á que tomase stt
asiento, dándole tratamiento de merced. En seguida cerró
la portezuela con sus propias m a n o s , y se puso á seguir
el coche á pie y con la cahcza descubierta.
IJicu agcno se hallaba el pobre hortelano de la visit»
que le iba á llegar. Acababa de dirigir al ciclo u n a ferviente súplica por la suerte de su hija, que iba á quedar
huérfana y desvalida. Lloraba esta infeliz á la cabczera d*
su moribundo p a d r e , á quien veia perecer destituido de
todo socorro h u m a n o , cuando llegó i sus oídos el ruido
confuso de los coches, y el sonido de la campanilla, que
conde de Hasphourg yendo un dia con su balcón por un camno c»
ocasión que babia muchos lodos, vio llegar á un sacerdote nr'ecedido de un acolito con una linterna. Conociendo que llevaba el viático para algún enfermo, se apeó buniildcmentcde su caballo v tuvo
el esuivo para que montase c cura e„ él, haciendo que el acólito
subiese en el del escudero que le acompañaba. Los autores reliíiosos miran este acto de veneración al SSmo. Sacramento como una de
las causas de su Fomoc.on al imperio y del engrandecimiento de U
casa de Austria, que le tieoK por fundador.
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
"iilicaba la aproximación del viático. Poco ralo ilcspues
' i t r ó c«te precedido del rey y de una multitud de scno''es de la corte, que á imitación suya le hablan seguido.
^'1 turbación del enfermo fue t a l , que apenas acertó á
••«'pouder 4 las preguntas que le dirigia el sacerdote, no
"•enes confuso que él.
Luego qne buho terminado este su ministerio, dirigió•''e el rey al enfermo, y le preguntó cariñosamente por i!
"¡slado de su salud y de su familia. Conociendo que lo
S"e mas le allijia era la suerte de su pobre bija, á quien
'ua i dejar buérfana , puso en manos de ella el bolsillo
'lue llevaba, y ofreció al padre cuidar de su coloración.
Y; "nilacion del rey los cortesanos que le acompañaban
'''Cron á la pobre joven muestras de su generosidad.
Volvió el cura á subir en el coclie que liabia ocu¡)ado
'* venida, y el rey al costado, o m i n a n d o así b a s J* la fuente de Lcganilos, desde donde raarcbó á pie
'^sla la iglesia parroquial, y luego que se concluyó la r e *^rva volvió á palacio entre los aplausos de la multitud,
T^e vitoreaba su piedad.
Con este motivo se abrió aquel mismo aiío en A m b e ^ s u n j hermosa lámina aludiendo á este a s u n t o : en la
parte superior está la Iglesia Católica con lodos sus a t r i b u <*'• Eu el centro de la lámina, Carlos 11 arrodillado al cslrip del coche ofrece su asiento al cura; una multitud de guar'•", caballeros de las órdenes, d a m a s , frailes, coches y
''cayos concurren á dar realce á la escena con sus poslu'"'" y variados tragcs. Eu lontananza se ven el Alcázar
*['*', el puente de Segovia y una gran parle de Mailrid.
I^íilió acompañada esta lámina de un poema latino del P.
"lanucl V a n - O u t e r s , alusivo al suceso.
Desde entonces los reyes de España h a n observado
Pllílualmenle la costumbre de ceder su coche, siempre
'lue se encuentran al Sto. viático.
V . DE I.A F .
MORAL . PRIVADA.
•'í-AS IDEADO POU KENMAJIIN FRANKHX PARA ARRKUI.AR SU VIDA.
(Conclnsion. Véase el número anterior.)
E
L articulo que roas inconvenientes me opuso fue el del
"''den. ]No larde en persuadirme que mi jilau de distribu^'ou del d i a , aunque poilia ser praclicablc para un hora"•"c cuyas ocupaciones fuesen de tal naluralo/.a, que le
permitiesen la libre disposición del t i e m p o , presentaba su
•"IPcucion muchas dificultades para un dueño de eslablcci"iienlo, obligado á sostener relaciones con toda clase de
personas, y recibirlas A las horas que tuviesen por o p o r tuno visitarle. También halle difícil de observar el orden
'''> cuanto al p u n t o que debia tener cada cosa, cada papel,
*'c- No me habia acostumbrado desde un principio á csle
"'¿lodo, y conio tenia una memoria cscelentc, no conocia
*' inconveniente de las fallas en csle precepto. Este a r t í c u ^ Ole costó una atención tan penosa; me hallaba tan
* " " r r i d o de i n c u r r i r tan amenudo en faltas, de tener tan
••^cuenics recaídas y de hacer en él tan cortos progresos,
l u e estuve por decidirme ú lomar el partido de renunciar
*' «"prerido precepto.
Este caso juxgo que ha sido m u y común en algunas
Personas, por falta de algunos medios semejantes á los que
^ ^ * ' ^ p l e a b a , que habiendo bailado mucha dificultad en
' « q m r i r ciertas buenas costumbres, ó en abandonar otra»
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malas, renuncian á sus esfuerzos y concluyen p o r decir
que el orden es imposible. Cualquiera que pretendiese ser,
mi plan y la razón me sugería también algunas veces que
esta estremada exactitud, lal como yo la cxijia de mí misrao, podia ser una especie de niñería en la m o r a l , que
hubiera hecho reir á espensas m i a s , si hubiese sido conocida; que un empeño perfecto podia espcrimentar el i n conveniente de hacerse objeto «le envidia y de aborrecimiento; y que un hombre que quiere el bien, debe sufrirse á sí mismo algunas ligeras fallas, á fin de permitir la
franqueza á sus amigos. El hecho es que yo rae hallaba
incorregible sobre el articulo del o r d e n , y hoy que soy
anciano, y que mi memoria es m a l a , espcrimenlo de u n a
manera sensible la faha de esta cualidad. Pero cu el total,
au:'' cuando no haya llegado á la perfección, i que con
lanía -imbicion aspiraba, y de la que tan lejos he estado,
mis esfíierzos me han hecho sin embargo mejor y mas feliz de lo que sería si no la hubiese emprendido. Asi es
como el que quiere hacer una bonita forma de letra p o r
la imitación de las muestras grabadas, a u n cuando n o
llega nunca A copiarlas con la misma perfección, sus e s fuerzos á lo menos le conducen á formar una letra clara
y legible.
Acaso será útil el que mis descendientes sepan que con
este método y ayudailo por la gracia de Dios, fue como
uno d e s ú s antepasados adquirió una fcliciilad, que conservó constante toda su vida hasta la edad de 79 años en que e.scribc estas páginas. Los reveses que pueden acompañar el
resto de sus dias, están en las manos de la Providencia;
pero si le llegan á suceder, la rellcxion sobre lo pasado deberá darle fuerzas para soportarlos con mas resignación. Atribuye á la templanza su prolongada salud; al trabajo y í
la economía el bicueslar que adquirió desde joven, la fortuna que le ha seguido y totlos los conocimientos que le
han puesto en estado de ser un ciudadano ú t i l , y le h a n
adquirido u n cierto grado de reputación entre los sab¡o.s; A
la sinceridad y la justicia debe la confianza de su pais y los
bonoríhcos empleos de que le ha revestido; y en Un , á la
iniluencia reunida de todas estas virtudes, a u n cu estado
de imperfección en que ha podido adquirirlas, debe la
igualdad de genio, la ali'gría en la conversación, que h a cen apreciable suconipañia basta de la bulliciosa juvciiluj.
K s p e r o , p u c s , que algunos de mis descendientes quieran
imitar csle ejemplo, y por ello tendrán que felicitarse.
Se observará, que auiiqíie mi plan de conducta no c a rece CMlcraincnle de principios de religión, no entra sin e m bargo en él ningún dogma que pertenezcan una secta p a r ticular. IIc evitado de inlcnlo este p u n t o , porque estando
bien convencido de la utilidad y de excelencia de mi método,
y persuadido deque podría servir á hombres de todas religiones, me proponía deiide luego publicarle de un dia á oiro,
y no quería que pudiese escitar la prevención de ningún
individuo de cualquiera seda que fuese. Me habia resuelto
A publicar u n breve comentario do cada v i r t u d , cn el cual
hubiera demostrado la ventaja de poseerla, y los males que
acarrea el vicio que la es opuesto. Hubiera intitulado m¡
libro El aric Je la virtud, porque cn él habría manifestado los medios de adquirirla, lo cual le hubiera dislinguido
de las simples e.iciíaciones al Lien, que ni dan A conocer
ni indican los medios de alcanzarle; asemejándose al hombre de que nos habla el apóstol, cuya caridad era todo
palabras, y no mauifeslaba al desnudo ó al hambriento
dónde ó cómo encontrarían alimentos ó vestidos, contentándose con exhortarle á que comiese y se vistiese. (Sanliag o , Ep. cap. III, vcrs. ÍS y í € . )
Las cosas no obstante han tomado tat g i r o , que mi ¡n_
tención de escribir y publicar c s « comentario no llfic<j ¿
tener efecto. Habia alguna que x)lra v«x cacrilo varias n o -
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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
t a 5 , i ( l c a s y razoiíainicnlos que contaba emplear, i fin <lc
servirme después de ellos; pero las continuas tareas que lian
exigido mis negocios particulares en la primera parte de
mi v i d a , y después los negocios públicos, de que me he
•yislo encargado, me han obligado siempre á diferir este
proyecto. Comprometido ademas mi espíritu en otro
grandioso proyecto, cuya ejecución exigia lodo un hombre,
y del cual me he visto desviado por una serie imprevista
de ocupaciones, ha permanecido imperfecto hasta este m o mento.
Mi designio en aquella obra era esplicar y p r o b a r este
axioma. " Q u e las malas acciones no son malas porque estén prohibidas, sino que están prohibidas porque son m a las." Considerando solo la naturaleza del h o m b r e , h u b i e ra establecido que lodo aquel que desea ser dichoso aun en
este m u n d o , necesita ser virtuoso. Que hay ricos negociant e s , grandes estados, príncipes que necesitan hombres de
probidad para la dirección de sus negocios; y como semejantes sugetos no abundan demasiado, hubiera tratado
de demostrar para instrucción de los jóvenes, que de
cuantas cualidades pueden conducir á la fortuna i un
hombre p o b r e , las que mejor probabilidad tienen de buen
éwlo son la probidad y la integridad.
Mi lista de virtudes no conteiiia en un principio mas
que doce; pero u n q u á t e r o amigo mió tuvo la bondad de
advertirme, que generalmente me consideraban como engreído, que el orgullo se manifestaba frecuentemente en mi
conversación, que en una dispula no me contentaba con
llevar la razón, sino que me hacia arrogante y aun insolente,
y me convenció citándome varios ejemplos: Ucsolví , pues,
c u r a r m e de este vicio, ú llámese m a n í a , lo mismo que de
los demás, y aiíadí la humildad ú mi lista, dando á esta
u n sentido es tenso.
No puedo alabarme de haber llegado á poeser cnterainentc esta v i r t u d , pero á lómenos gané mucho en cuanto
á su apariencia. Tomé un empeño formal en evadirme de
toda contradicción directa de las opiniones de o t r o s , ó t o da aserción positiva en favor de las mias. Llegue hasta
cl cstreino de prescribirme, conforme los antiguos reglamentos de nuestra junta , la obstinencia de toda espresion que denotase un modo de hablar lijo y detenido,
como: " c i e r t a m e n t e , " "sin duda alguna," ele; y en su
l u g a r adopté: "me parece," "creo," "presumo que tal cosa es
de este ó del otro modo;" ó bien: "por ahora me parece así."
Cuando otro arriesgaba una proposición que me parecía
e r r ó n e a , me privaba del placer de contradecirle bruscam e n t e , y de manifestarle desde luego lo absurdo de sus
espresiones; y en mi respuesta empezaba por observar que
en tales ó cuales casos ó circunstancias, su opinión pudier a ser justa, pero que en la ocasión presente creía ó me
parecía que la cosa era distinta.
No tardé mucho en conocer la ventaja de este cambio en
mis modales; las conversaciones en que lomaba empeño
eran mas agradables; el tono modesto con que espouia
mis opiniones, las facilitaba una acogida mas p r o n t a , y
n o sufrían tantas contradicciones; yo esperimenlaba m e nos morlilicacion cuando me equivocaba , y conducia con
mas facilidad á mi» adversarios á abandonar sus errores, y
u n i r s e á mí cuando llevaba la razón. Este m é t o d o , al cual
n o pude sujetarme en un principio , sino violentando mi
inclinación n a t u r a l , llegó á serme lan fácil, tan habitual,
«jue acaso de cincuenta años á esta parle no habrá uno que
haya oido escaparse de mi boca una palabra dogmática.
A esla c o s t u m b r e , ademas de mi carácter de integridad, es
á la que principalmente rae creo deudor del crédito que
• b t u v e para con mis conciudadanos cuando propuse n u e •a» instíluciones ó la modificación de las antiguas, asi com o mi grande ínQuencia en las asambleas públicas c u a n - I
do llegué á ser miembro de ellas; porque no era yo mas
que un mal o r a d o r , nada elocuente, sujeto á mucha perplexidad en la elección de las palabras, apenas correcto, y
sin embargo gcnpralmenle hice adoptar iiris opiniones.
Finalmente, de todas nuestras pasiones naturales acaso
no haya ninguna mas difícil de dominar que el orgullo; que
se le disfrace, que se le mortifique cuanto se quiera, siempre
permanece vivo, y de cuando en cuando rompe y se m a n i fiesta . Acaso le reconoceréis con frecuencia en estas m e m o r i a s , porque en el momento eii que creo haberle
completamente subyugado, me veréis probablemente o r gulloso de mi liuiiiildad.
BELLAS ARTES.
]>£ Z.AS ESCUELAS D E F I N T U n A .
PI.%-TORKS US1>A^'UI.I¡S.
u,
NA de las causas que dieron á las arles en España una
prodigiosa actividad, fue la independencia que gozaban
entre si bajo el aspecto artístico las diversas ciudades
principales. Con efecto, Sevilla, INIadrid, Valencia, G r a n a d a , Zaragoza y Córdoba, eran otros tantos centros de
estudio donde se formaban grandes pintores con estilo
p r o p i o , y sin dejarse a r r a s t r a r por ningún ínllujo csterior.
Cada ciudad se gloriaba de tener sus artistas peculiares,
sus ilustraciones locales; y la dirección adoptada por ellos,
hija del carácter especial de los habitantes de cada comarca, de su situación, clima y costumbre», imprimia (i las
obras del arte un cierto sello de originalidad que fácilmente dan á conocer su origen.
Asi como la Italia, la España artística luvo sus dos
grandes siglos, el XVI y el XVII; pero este último, fue mas
glorioso aun para los españoles, asi como cl primero lo
había sido para los italianos. M a d r i d , Valencia y Sevilla
fueron las Ires cabezas de las principales escuelas españolas; la primera la de Castilla, luvo por su gefe á Vclazquez,
La segunda se personifica naturalmente en Juan de Juanes, Ribera, y liibalta\y
la tercera, ó la sevillana, la
mas fecunda, cuenta en primera linea á JW¡Í/"/'//Ü,
Zurbarán, y Alonso Cano.
Tales son los siete ú ocho nombres que naturalmente
vienen primero que todos á los labios entre siete ú ochocientos al hablar de las escuelas españolas; y ellos son
para España lo que para la llalla y la H o l a n d a , diez ó
doce grandes notabilidades, que el Iranscurso de los siglos
n o ha poilido hacer olvidar.
Los artistas eminentes cuyo t u r b u l e n t o natural 6 ía»
circunstancias de su vida lanzaron en peligrosas aventuras,
en rápidas peripecias, dan á conocer en sus obras aquella
fuerza de imaginación, aquella vehemencia de contrastes,
que sin duda debió inspirarles la rotación continua de sus
fuerzas intelectuales. Porque el hombre que regresaba
4 su obrador de vuelta de un duelo peligroso ó de algún
galanteo arriesgado; el artista que cenia espada y estaba
acostumbrado á esgrimirla en defensa de su pais ó de su
persona , no es natural que pudiera inspirarse por la celestial visión de la Madre de Dios sonriendo á su d i vino hijo, ó de un santo cenobita implorando el auxilio
del cielo con la penitencia y la oración.
2í/'6tra, que aunque pese á los italianos era español»
fue uno de aquellos hombres audaces y turbulentos, digno»
hijos del siglo X V I , que luchando d u r a n t e su vida con
todos los que le rodeaban, han logrado por el transcurso
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
oel tiempo purificar su nombre , y hacer redejar solo en
*' la gloria tle sus obras inmortales. En ellas, sin embargo, se crlia de ver el carácter fuerte, las impresiones t r á gicas y sombrías de una vida aventurera y extraordinaria; y
SI bien es cierto que & veces, como hombre superior, para
luien nada es imposible, supo elevarse A la grata ternura,
*' rico colorido de los Vincis y Corregios, lauíbien lo es
<iue su título de gloria principal consiste en la renreseiila^'on de la humanidad doliente y agoliiida por los paileci'nicnlos de la eiilcrmcdad 6 del martirio; en los colores
"ombrios, la espresion de la tristeza y del dolor.
Al paso que Ribera busca en la poesía religiosa de los
'"ártircs los asuntos de sus composiciones, Ziiritiran
te
supo crear un tipo especial en la unilbrriie SI'IK illcz de los
•claustros, y variar basta el infinito las diversas lurinas del
^uslero religioso dominando sus pasiones por la vigilia y
*' a y u n o , la inedilacion y el sulVimienio moral; pero un
sufriitiienlo tranquilo , intimo y sin aparato esterlor.
•• tal es el poder del genio, que en manos de
Ziiibardit
^^ un manantial inagotable de creaciones la mirada pensa''Va, la frente calva, el monótono híibilo blanco de un
pobre fraile; ; pintor verdaderamente místico, que ha sabido
"aliar en la simple espresion del sentimiento religioso, los
>iias variados y seguros efectos, y dar una animación ideal
y evangélica á sus raudas figuras, á sus países inmóviles y
^'^snudos!
El carácter de Zurbarán no era beliioso, ni avenlure•"o; no vio la Italia, ni en los cuarenta años de su vida
"'"tística hizo otra cosa que pintar para los conventos é iglesias de Sevilla, Jerez y Madrid. Su activiilail era igual á
"" talento, y aunque siempre agoviado de encargos, sabia
"acer frente á todos, de suerte que se cuentan sus obras
por centenares.
P o r diverso estilo, y muy lejos de la vida claustral,
Supo buscar f^cla^zquaz los asuntos desús admirables composiciones. Artista favorecido por la fortuna, cortesano
m i m a d o , amigo casi intimo de su soberano, hubo de ejercitar su talento en las escenas de lujo y de magnificencia
<ine pasaban en su derredor. Pudo saborear todos los place«es del amor p r o p i o , que en otros paises hicieron la glo'•'a de los Vincis, Ticianws, Rúbeos y W a u - d y k . Sus obras,
"unque muchas, fueron casi todas dedicadas al monarca,
nue pareiia haber comprado absolulamenle y de antema" 0 todos los frutos de su pincel. IJien sabido es que
f"elipe IV se preciaba como su padre y abuelo, no solamente del titulo de aficionado, sino del de artista; y
para probar el alto aprecio que un tal monarca debia h a cer de tan gran pintor, no hay mas que recordar aqui la
'abida anécdota del cuadro de familia, en que habiéndose
••eiralado á sí mismo Vel.izquez, le pintó el rey en el pe|-ho la cruz de Santiago; sublime inspiración que luego
'miló ?íapoleon con el celebre artista David. N'elazquez,
pues, colmado de honores, títulos y hasta de misiones d i plomáticas, murió después de una larga carrera en M a d r i d , su patria, sin haber nunca luchado con la adversidail; privilegiada condición y muy ageiía por desgracia de
'a c;iislencia de la mayor parte de los grandes genios.
Pero en cambio, ¡cuántos de nuestros artistas espailo'e* han arrastrado una vida agitada por la desgracia!
¡cuántos no se han visto lanzados á los raas deplorables
**ccsos, por la fuerza de su carácter, ó por la turbulencia
** su imaginación! ¡ Qué e.xislencia mas tristemente varia
" " e la Je Alonso Cano, csla especie de Ccllini español,
O" sus duelos, sus pleitos, sus quimeras, el asesinato de
'• mujer, sus persecuciones, prisiones y tormentos; su
etiro del mundo á la vida religiosa, y sus dispulas con el
cabildo de Granada; sus espléndidos dones de parte de sus
•"•Ms, y sus exagerada» pretensiones por las otras; la rica
205
variedad de estas en arquitectura, pintura y escuUnra; y
los diversos estilos y contradicciones, que marcaron m
larga y animada carrera !
En cuanto á Juan de Juanes, este otro pintor místico,
aunque de carácter mas dulce y t r a n q u i l o ; este hombre cu
cuyas obras de rara perfección , se revela la fé' y el santo
entusiasmo del artista, que se preparaba con la sagrada
comunión antes de darlas principio, es doblemente ilustre
por su mérito intrínseco; y por haber sido el fundador
de la escuela valenciana, que es la que mas analogía g u a r da con la de Uafacl.
Si la existencia de Velazqucz fue lujosa y espléndida y
las de Cano y Ribera turbulentas y borrascosas, la de Murillo, por el contrario, no ofrece en toda ella mas circunstancias que las comunes de la vida. Tras de una j u ventud laboriosamente empleada en obras de s u r t i d o , que
los compradores mal pagaban, tuvo la fortuna de encont r a r en Madrid , y en el gran Velazquez, un protector generoso que le puso en situación de seguir los buenos estudios, y desarrollar su privilegiada imaginación. De vuelta
á Sevilla trabajó allí durante cuarenta años sin i n t e r r u i i cion y sin descanso una multitud prodigiosa de cuadros,
en los cuales se señalan bien por lo menos tres épocas distintas de sus conocimientos, de su edad y su estilo; a u n que en todas ellas se eleva á una altura propia, superior,
y verdaderamente prodigiosa.
¡ Qué de nombres pudiéramos aun añadir para dar siquiera una rápida ojeada por esas diversas escuelas españolas que tanto y tan a<lmirable fruto han producido!
¡CuAn rica sería una simple nomenclatura que (aun h a ciendo abstracion de los primeros gcl'cs) comprendería
para la escuela valenciana á O r r e n t e , Riballa, Espinosa y
Vicente J u a n e s ; para la de M a d r i d , después de Velazqucz^
á Berrugucle, Gallegos, Pantoja, Pacheco, Coello, C a r d u c h o , T r i s t a n , Sebastian Martínez, Cerezo, Maso M a r tinez, R i c i , y Carrcño; y para la sevillana, después de
M o r i l l o , Cano y Zurbarán , 4 Luis de Vargas, F e r n a n dez, Céspedes, Sánchez C o r l a n , lo.« H e r r e r a s , Pedro de
Moya, Anlolincz, Bocanegra , Niño de G u e v a r a , Meiieses,
Tovar y Villavicencio! ¡Cuánta fuerza y poderío en estas
escuelas en que laníos artistas sobresalen en pintar los
sentimientos del alma, en hacer .sensible á la vista las mas
sublimes ideas, en estudiar el corazón para revelarnos sus
misterios! Y sobre todo ¡ q u e d e maravillas no ha obrado
esta otra maravilla, la fé, la le p u r a , religiosa, y sublime
que inspiraba el pincel del artista, y subyugaba la imaginación de un pueblo ardiente y apasionado!
piSTonr.s iTAí.i,VKOs.
El arte en Italia se nos presenta con diversas condiciones que en España; los artistas allí están mas diseminados
aun; los elementos inspiradores son varios y los géneros
diferentes. Pero en Italia como en España, ya hemos d i choque existe esta división marcada en grupos diferentes, y
á veces rivales, en puntos distantes y sin inlluencia r e s pectiva, y eslodá á las diversas escuelas mayor interés y
contraste.
Un convenio mas ó menos arbitrario clasificó las d i versas escuelas italianas, hasta que Lanzi con ingenio m e tódico y reflexivo, y auxiliado con profundos estudios, dividió su patria en alta y baja Italia, para trazar la historia
de sus diversas escuelas y pintores; ocupándose primero
en la baja Italia , donde halla en primer lugar la escuela
Florentina; 2." la de Siena, 3." la de Roma, y 4.0 la de
^ápoles. La alta Italia le ofrece en 5." lugar la escuela
Veneciana: G." la de M a n t u a : 7." Módena: S." Parma: 9.»
Cremona, y 10. Milán. Trata después aparte de la escuela
Bolonesa, la undécima en el órdcii qucie propone. Ferrara,
206
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
Genova, y el Piamonle completan en su clasificación el
n ú m e r o total de catorce grandes cscuclai italianas.
Pero este lujo de aparato puede reducirse á una cifra
m e n o r , y p a " abrazar el conjunto del arte italiano, bast a á nuestro entender señalar las cinco esencias de p r i m e r
orden que han prevalecido: y otras dos que han alcanaado una gloria secundaria, componiendo un total de siete
grandes larailias ó gerarquías de pintores italianos, en
esta forma.
Escuela Florentina y Toscaiia.— Romana.—VcMCi-ia« a . — Lombarda 6 JMilaiicsa (que roniproiidc Parnia , M ó d e u a , Mantua, etc.).— IJoloñcsa (subdivisión tan brillande la escuela lombarda, que merece una denominación especial.)— j\apolitaiia.— y Gcuovcsa.
Florencia se gloría de ser la madre de todas las escuel a s de Italia. En Ki escuela llorenliua, que es la de las i n -yencioncs atrevidas y del dibujo grandio.so, sc encuentran
lo» nombres de pintores, que si han podido ser sobrepujados después, tuvieron la gloria de ser los primeros. Tales
son Ciniabuc, G i o t t o , Paolo Vcello, F r a Filipo, Masaccio,
cuyas o b r a s , ya bellas por .sí mismas, ofrecen algo mas
que interés histórico : G b i r l a n d a i o , que fue el maestro de
B a o n a r r o t i ; el Verocchio, que tuvo por discípulo á \\¡\c ¡ ; en fin aquellos genios colosales, Leonardo y Mi^url
Ángel,
y á su lado F r a Barlolomeo, y Andrea del Santo.
Roma se personifica en el nombre de Rafael, y en su
derredor se agrupan los de sus maestros y discípulos:
P e r r u g i n o , Julio R o m a n o , Ferino del Vaga, el Fattore.
t a s épocas siguientes dan á Roma el Poussiu, Claudio Lorcncs,
(aunque ambos franceses), el Garofolo, Salvator Ilossa,
los dos Caravaggi, Zuccbari, el liarrorchio, Andrés Sacc h ¡ , el Jussepino, Carlos M a r a t l i , Pedro de Corlona,
Battoni, Mengs, erudito alemán, bien conocido en Españ a , que descubre en sus obras mas talento que imaginación, mas conveniencia que genio.
Si Roma tiene, por decirlo así, el privilegio del d i íiujo noble y p u r o , de la composición sublime y calcul.id a , Vcnccia ofrece el prestigio de un inimitable colorido.
A las escuelas sus rivales opone un considerable número
de artistas diversamente célebres, desde los hermanos Bellini y el Giorgione, pasando después al Ticiano y Pablo
Veronés, el T i n t o r e t t o , á los dos P a l m a , y Sebastian
del Piombo p a r a llegar á París Bordoni, el Bassano, el
P a d u a n o , y el caballero L i b e r i , que supo aun d a r cierto
esplendor á una época de decadencia.
dibujo, el colorido, el claro oscuro, toda» las diversa»
conbinaciones del arte con sus respectivos medios, concurren para glorificar una escuela simultáneamente ilustrada
por Luis, Aníbal y Aguslin Carracci, el Dominiquíno,
Lioreldo Spada, el Guerccino, Albano, y Guido Reñí.
La escuela napolitana cuenta un origen muy antiguo,
y tuvo ya artistas contcui¡)oráneos de Ciuiabue y de G i o llo. La lanía de sus producciones data desd- la llegada »
Mápoles de Piili<loio de C-iravagg'ío y del F a t t o r e , ambo»
lU'stcrrailos ilt; Roma por el saco de 1527. Después de la
dominación de estos imitadores de Rafael, sucedió la de
Miguel Ángel por el Vasari, y Marco de Siena. Vinieron
después R¡bcra( el españólelo) Lanfranco, G u i d o , D o m i niquíno, J u s c p i n o , Salvator Rosa, y el Calabrés; y en la
última época Lucas J o r d á n , y Soliracna.
En tanto que N:ipoles recogia los restos de la escuela
de Rafael , después del saco de R o m a , y que J u l i o Romano
era llamado á Mantua , Perino del Vaga, instituía en G e nova una nueva escuela de pintura. Cítanse después la*
obras que vinieron á egncutar á dicha ciudad el Ticiano
durante una residencia do tres aiios; después Salimbcni,
y el Sorri de Siena, ilespucs Agustín T a s s i , y en fin R u bens y Vaiidik. U n o de los pintores originarios de Genova
que han trabajado mas fue Bernardo Slrozzi (el Capuchino ), una de las glorias de la escuela gcnovesa.
PISTOBKS
I'l..\Mi;.\(:t>S ,
UOI,.lXI)ESIÍS ,
FRANCESES.
ALF..MAM5S
V
Las escuelas llamciira, holandesa y alemana, forman
con los tipos italianos un contraste notable y fértil en observaciones artísticas. Los nombres mas antiguos para cada una
de estas tres escuelas son: Alberto Durero , Juan de Bruja.i y lAicas de Leydcn. Por cima de lodos los nombre»
llamenros se eleva el de Pedro Pablo Rubens, uno de lo.s
dioses de la pintura , y que supo dominar todos los géneros, desplegando en lodos ellos la mas asombrosa fecundidad de invención, el mas seguro cálculo, y la ejecución
mas atinada. El Rubens de la escuela holandesa es Rcmirandl,
lo cual hasta para dar á los ílamencos una s u perioridad incontestable, si ya no tuvieran para apoyarla u n
yanriik, un Tenierx, y otros infinitos.
Si desde las grandes escuelas cspaiiolas, italianas y ílamencas pasamos á la escuela francesa la hallamos d e s nuda del interés que aquellas inspiran por su gran vuelo
y la emulación de los diferentes estilos y medios. —No hay
E n la escuela Lombarda nos hallamos A Leonardo en Francia aquellos nobles esfuerzos entre ciudades r i v a JF'/Wc/; y muy por bajo de él ,^ Luini, SalaV y Gandanio les de Mailríd, Sevilla y Valencia. — Do Florencia, Roma,
F e r r a r i : después el INIaiilcgne y su discípulo el Divino Venccia y Milán.— De Brujas Anvcrcs, Amstcrdan y H a r Coreggio, y el Parmesano. La gracia de los pintores de lem. Allí en p i n t u r a no hay mas que un nombre; París.
Lombardía dá al claro oscuro una grande importancia en
En el siglo XVII cuenta grandes n o m b r e s ; L c b r u m ,
el a r l e , y fiados en él disputan á los venecianos la palma M i g n a r d , L u s u e u r , Poussin (que la Italia le dispula), los
del colorido. ¡Qué de semejanza entre el Ticiano y (Jorre- J o u v e n c l , los Coypcl, Rigaud y Largilliere. En el siglo
6 Í o , y q u é de perfección en ambos! y hay que advertir XVIII las repulacionfs crecen en número, y disminuyen
que Rubens, este otro famoso colorista , no lo luc ni á la en valor. Después de Subleyras y R e s t o u l , ocupan los p r i manera del Ticiano, ni á la de Correggio: tan divc-sos meros lugares Lemoyne, INaloire y Natlier. Después Bo«5•on los recursos del a r t e , y tantos los caminos por donde cher hace prevalecer su gracia amanerada, su incorrecel verdadero genio sabe llegar á la perfección!
ción y convencional colorido. Después Vanloo y luego
La ilustración de la escuela Boluñesa data de los C a r - Vien sc esfuerzan en restablecer los estudios severos. D r o mel. El primer maestro de la mayor parte de los pintores uais y David realizan su pensamiento, y la escuela de este
de esta escuela Dionisio Calvaert, es un curioso cgemplo último ejerce d u r a n t e treinta años una dominación despóde lo caprichoso y fug'livo de la fama, y hoy apenases tica , hoy reemplazada por una reacción, en que se hallan
conocido sino por la deserción en masa de sus discípulos, confundidos todos los géneros, todos los ensayos, todas la»
que corrieron á inscribirse en la escuela de los Carracci. imilaciones.
Esta no llegó en verdad á la altura de las grandes épocas
Pero es preciso confesar que <i ]a escuela francede Miguel Ángel, Rafael, Ticiano y Corregió, pero a p r o - sa carece aclualmente de disciplina, tiene al menos
vechó bien de .sus f r u t o s , ofreciendo un conjunto a r m o - la ventaja de estar llena de vida y ardor, mientras que em
•>»o de las diversas cualidades que llegó & substituir & la las demás naciones el ardor y la vida del arte ha desapareci«spontünea originalidad. La ciencia de la composición, el ' do. La España ha perdido hace muclios anos sus profun-
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
das inspiraciones; sus artistas espontáneos Jesaparccioroii
ConGoya. La ¡talla, indolente y cansada, no tiene apenas mas
pintores que los que la Alemania le envía. La Inglaterra
» o ha podido todavía hacer traspasar de su isla la rpptila«lon de algunos de sus colosislas; la Alemania, que acaha de
" i u i m a r el culto de las arles en M u n i c h , en Dussoldorf
en Berlín y cu F r a n c f o r t , y que ha fundado una colonia
•rlistíca en la misma R o m a , solo aspira hoy á elevar
ttna escuela rival de la francesa. Lo que pudiera o c u r r i r í a mejor á los franceses y alemanes, seria que se dedicaWn i estudiar siuccramente los verdaderos maestros que
ofrecen uias que imitar, los antiguos españoles é italianos
G. A.
NOVELA ÁRABE (1).
ZZ. A K O B ,
I
WSISTIENDO E l - M a n s u r en el gran designio de su vida,
«e Someter á la media luna toda la Península i b e r a , y de
poner los Pirineos por limites del imperio de U C r u z , continuaba con el mismo ardor y constancia su» operaciones
"iilitares, siempre brillantes, pero siempre infruluusas; y
para acometer de frente su proyecto de conquista general,
*in confiar á ningún oiro el cuidado de participar de su
'jccucion, dio un aiio de respiro á los castellanos y leone•M, y volvió sus arma? contra Cataluña; emprendiendo
*'la espediclon por el camino que siguió el emir Ahd-erral i a n cuando cruzando los Pirineos penetró t n El Ba/ad
"franc,
paseó sus victoriosos estandartes por las riberas
''el R ó d a n o , después por las del C a r o n a , en seguida por
las costas del Océano, y finalmente por las del Loira, hast a las campiñas de la capiíal de la T u r c n a , en donde enc o n t r ó el hacha de Carlos Marte!.
El conde Borel, heredero de los antiguos duques de
la Scptimania, bajo cuyo imperio había estado la Galla
gótica absorvida después por el vasto imperio de Cario
M a g n o , gobernaba á la sazón el condado de Barcelona; y
nabiendo pedido socorro á su soherano, el rey de Francia,
«1 mayor Hugo Capcto que reinaba en aquella época p o r
liuis I V , como el Ilajlb' El Maiisur por llerchain 2.', le
«abia mandado algunas tropas de la Aquilania. Con cuyo
•"cfuerío se había lísongeado Borel de disputar á los árabes
** paso del E b r o ; pero, derrotado completamente cu un
*tícuentro sangriento, se refugió en lo mas espeso de las
'Oontañas inaccesibles que separan Cataluña de A r a Son, y el ejercito de E l r a a n s u r , después de haber pasado
*l río que dio n o m b r e á la antigua Iberia, se estendió
p o r todo el fértil llano que encierran las crestas de las
*nontañas y las olas de la mar.
§07
que, bajo diversas denominaciones, no precisamenla d o mésticas, sino de servicio personal, formaban como si d i jéramos su casa, su familia y su sociedad. Entre ello» al
que mas distinguía El Malek con su aprecio y afecto,
ora su médico Yesid, joven árabe de F c í , que »c había venido con él de África á Córdoba, después de su espedicionvíctoríosa contra los Bereberes sublevados.
Estudioso, modesto, de un carácter siempre igual,
pero siempre serio, viviendo en cj retiro y huyendo» w a
vituperarlas, las diversiones d é l o s hombres de su edad,
Yi-sid grave antes de tiempo, se hacia querer, é inspiraba
compasiuii. Abd-El-Malek, que solo á su compañero d s
armas El-Mandhir
prefería sobre el joven fezano, veía c v a
sentimiento la profunda melancolía que sin cesar sonibrcal;»
con una nube de tristeza el noble semblante de su favorit o , pero se esforzaba en v a n o , con los cuidados mas e s merados, para atraer á los labios pálidos de Yesid la sonrisa habitual de la juventud. INadíe sabia el secreto de esta
melancolía: y viéndole siempre r e t r a í d o , meditabundo J"
entregado con ardor á los estudios mas a r d u o s , cualquiera habría podido creer que Ycsid investigaba, en el dédala
de aquellas ciencias quiméricas nacidas de la química J
la astronomía, algún misterio de la naturaleza, algún s e creto de la tierra ó de los cielos. Y aun esta era la o p i nión mas común; porque, en medio de la inclinación n a tural de los hombres de su profesión, era mas n a t u r a l « t
suponer al joven docto el gusto por las investigaciones
cabalísticas, que una de esas penas profundas, irrcmedia»
bles, que marchitan la vida desde su primavera.
Abd-EI-malek dejaba con frecuencia las alegres distracciones de sus compañeros de armas por los coloquios sotitarios y graves de su médico, y encontraba un grande e n canto en el pensamiento elevado, en las sentencias austeras
del joven filósofo, & quien también creía adepto de las
ciencias ocultas. U n dia que después de una larga marcha
de-icansaba el iíjército, acampado en u n valle fresco y frondoso en las riberas del Francoli, y que El Mansur se d i v e r tía en echar sus halcones á unas bandadas de grullas, el hijo
del Hajib quiso provocar á su médico al docto combate
del ajedrez, y pasó á su tienda de campaña, que siempre
se poiiía al lado de la suya. La encontró abierta, pero v a c i a , y lodo anunciaba que el habitante estudioso de a q u e lla celda militar, llamado sin duda á la cabezera de algws
soldado h e r i d o , habla sido bruscamente distraído de luft.
trabajos.
Sobre las grandes páginas de u n manuscrito grieg»
estaba desarrollada una hoja de papel de s e d a , y la p l u ma de caña (1) apenas seca, se encontraba aun cstendida s o bre los-últimos renglones que acababa deestareipar. Abd-ElMalek se acerca, y una curiosidad de instinto, roas p r o n t a
que toda rellexion, le hizo echar la vista sobre aquel e s c r i t o , que contenía sin duda con la prueba de los t r a A b d - E l - M a l e k , compañero inseparable de las empre- bajos secretos de Ycsid, la confesión de las pena.s de su a l sas y de las fatigas de su p a d r e , bajo cuyo ejemplo a p r e n - ma , y ¡a esplicacíon de su precoz austeridad. Sin e m día el arte de la guerra y el de g o b e r n a r , mandaba una b a r g o , las miradas del indiscreto amigo no e n c o n t r a r o a
de las divisiones del ejército m u s u l m á n ; y según la cos- sus figuras cabalísticas de astros ó de animales, ni cálculos a l t u m b r e , le acompañaban algunos jóvenes elegidos por él
gebraicos sobre las propiedades de los n ú m e r o s , "» lo»
nombres asociados de metales y de plantas. La imagen d e
(t) El aiilur de esta novelita, il/i: Luis T'iardnt, os uno de lus
una misma sílaba, reproduciendo en toda la páfi'"'* . ' *
potos franceses que han escnli) acertudamenle de las cosas de Espa' i y conocido bien la índole de nuestro itiiónia, lilcialma y eos- terminación uniforme de renglones irregulares, anuncia«mbrc-s, de que son buena prueba sus varíus obi as sobre nuestra ba al primer golpe de vista que no habla otra magia en
ó la magia
permi"loria, legislación y bellas artes; su eseelente traduociun del Qui- la obra de Yesid que El-sahr El-aíal,
{ * y de Us novelas de Cervantes, y los hados cuadros de costuin. tida , denominación especial de la poesía entre los árabes.
es de los árabes españoles, de que hoy presentamos á nuestros Los versos no son en manera alguna el Icnguage epistolar»
helores una muestra. Nunca nos ha parecido para ello mejor oca- 5Íno el de los sentimientos recónditos y de la intima c o n "1 que la presente, en que el .Señor Vianlol se halla entre noso- fianza; hechos por la imaginación y para e l l a , no t r a d a ^ os en compañía de su esposa la Sefiora Garda, cuyos d>.-l¡eados
d.'l»'",'"*^"^'"" ^""' ««''ando el entusiasmo, en lossaloncs del ticeo
'*6 Mídrid.
(() El Kalam.
208
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
ccn roas pcnsamienlos que los que al p o d a place publicar.
Abil-El-Malek, indeciso por un raomciUo, leyó al fin los
tersos de Yesid.
las ondas, creyendo que el sol habia aparecido en el Oriente."
"Cuando respira mi bien a m a d a , sí, dice el musco,
de su aliento embalsamado compongo yo mis mas delicados perfumes."
"La pena abale mi valor, y la eiilcreza del alma le
" ¡ O ráfaga de arenas del desierto, no te menees siquiereanima; mis lágrimas, ya obedientes, ya rebeldes ceden r a , cuando ella mueve su planta leve sobre la yerba de los
al combate de estos dos afectos contrarios."
prados! ¡O relámpago, ten cuidado de no b r i l l a r , cuando
" Y o soy como la júven palma del Mogreb (1) que ella muestra, para sonreírse, la blancura de sus dientes.!"
plantada en las riberas fértiles de G u a d - e l - K i b i r , eleva
" P e r o ella es tan modesta, que si el sol, enamorado
basta los cielos su cima ondeante, que mece y acaricia el de su beldad, descendiese hacia ella por un csceso de
dulce céfiro de los algarbes."
a m o r , se retiraría á la sombra para evitar su presencia."
• • " U n héroe generoso, cuya mano derecha no se abre
" L o s años que he vivido á su lado se pasaban con
íino para d e r r a m a r beneficios, riega incesantemente sus la velocidad de un d i a , y desde que carezco de su luz,
raices con la lluvia de su munificencia."
cada dia pasa tan lentamente como u n año."
" E n su morada, los votos de sus huéspedes y de sus
" Dios sea, loado ¡ Mis sentidos enagenados la e n «irvientes son colmados; y so diría que todos sus instantes cuentran frccncntemente en todo lo que tiene gracia y
ion noches frescas y embalsauLidas."
encanto."
1 . " A h ! que no sea yo insensible como la palma del M o "í^ri los tonos armoniosos de la lira y de la flaug r e b ! que no hubiese yo perdi<lo como ella el recuerdo de ta, cuando estos dos instrumentos combinan sus sonidos."
• la tierra que me vio nacer!"
" E n los valles risueños, á donde vienen á pacer las
'
" Y o no sentiría caer sobro mi corazo.i los aguaceros líinidiis g.icelas con la frescura deliciosa de la noche
de d o l o r , que sin cesar le iiiuinlaii, y no diría á la suerte: y a! rouiper de la a u r o r a . "
j P o r qué las lágrimas que corren de mis, ojos no pueden
" E n los sitios en que el céfiro suelta los pliegues^
estingüir el fuego que abrasa mis entrañas.i'"
de su túnica embalsamada, cuando con el ligero cre" ¡ O t ú , caminante, q u e , montado en un camello vi- púsculo de la raaíiana me trac los nías suaves olores."
goroso, caminas, al saltar en tierra de tu vagcl, por el ca" ¡ Vanas ilusiones! ellas iiuycn aule el calor de lo'^
mino de la gran ciudad de Fez, de la ciudad de dos alj;!- o/o.t, (f) como las sombras ante l.i sonrisa de la a u • mas construidas por manos femeninas!
rora, cuando al dia principia á desplegar sus alas en el
"Asciende por la derecha de laS tres sierras, flanquea- horizonte de los cielos.
das de caminos escarpados, y penetra en el seno de un va" Ycxhl entonces lanza de lo mas profundo de su
• lie florido, que baña un torrente que corre entre guijas, pecho quejas dolorosas como las del ruiseñor, que ve coger
y al cual concede el cielo dos cosechas cada a ñ o . "
su rosa favorita, y retirado á los ángulos de la deses-; "Después, saluda en mi nombre á los habitantes de I peración, bebe A grandes tragos el veneno de la ausencia."
' ese l u " a r querido, y dilcs: " C u a n d o me separé de vuestro
" ¡ O madre inia! ¡ ó mi bien a m a d a ! Si acaso el á n amigo , suspiraba por vuestra presencia; su cuerpo viaja gel del destino...."
p o r el pais de los infieles, pero su corazón está en Adgiad."
" S í , yo lo juro por los ángeles del templo y por
Aquí se habia parado la pluma del poeta, confisus velos sagrados, por la piedra negra de Ismael y p o r los dente de las penas de su corazón; aquí terminaban las
montes Safali y M e n v a h , entre los cuales corren los ado- declaraciones que habia confiado al papel, como en d
radores fervorosos."
corazón de un amigo. Y Abd-El-Malck daba gracias al
" J a m á s el soplo del céfiro ha hecho inclinar el absin- ciclo que le descubría así el secreto de Yesid. Aquella
t o de las colinas, sin que me haya traído de Aclji'ad olo- melancolía habitual cuya palidez cubria las mejillas del
res suaves y vivificantes."
joven médico, no era pues el despecho de un alma o r "Adjiad\ Allí están los objetos de mi ternura. Allí mi gullosa contra el velo con que la naturaleza encubre
tnadre me alimentó con la leche de sus pechos, y rae cn- sus ¡npenetrables misterios; era la languidez de un a l ma tierna y lastimada: y para este mal acaso habia remedio»eBó A balbucir el nombre del verdadero Dios."
"Allí vieron mis ojos por la vez primera aquella t i e r Cuando volvió Yesid & su tienda, y vio á A b d - E l - M a na gacela de que está prendado mi corazón : y cuando el lek de codos sobre su escrito do por la mañana, sintió colustre de su h e r m o s u r a hirió mis miradas, aun autes de mo u n movimiento de indignación contra su propia neglisentir a m o r , rae dije á mí p r o p i o : soy hombre vencido-"
gencia, y contra la curiosidad del indiscreto visitante"Desde entonces, mi alma se ha transmutado en su alma, Pero el semblante de Abd-El-lMalek, luego que levantó I»
y losdias de mi vida los cuento por l o s d i a s d e la suya. El vista, csprcsaba tanta benevolencia, tanta compasión,
a m o r en que me abraso es tan p u r o como el rostro de tantas simpatía; fueron tan tiernas sus reconvencioncSi
blancura brillante de los escogidos."
doliéndose de u n amigo que penaba en el silencio, s ' "
"Si me entrego á la oración, mis labios, mientras que buscar otro confidente de sus penas, que los mudos i n s recorro el libro sagrado, m u r m u r a n sus alabanzas: y d e - trumentos que pinta el pensamiento; y sus súplicas fuejar de pensar en ella por un solo m o m e n t o , me parece un ron tan vivas, instándole ú que le descubriese, en un»
crimen tan grande como el de q u e b r a n t a r el ayuno."
confesión completa , el secreto que le habia sorprendidot
" C u b i e r t a con el velo de su cabellera, si se pasca en- que Yexid vencido en fin por la fuerza de la amistad , cont r e las sombras de una noche parecida á los rizos negros sintió en confiar al hijo de E l - M a n s u r la completa y fi'^'
de sus cabellos, la radiante blancura de su frente la dirige, historia de sus penas, Y hé aquí como la contó.
y la sirve de luz como las lumbreras del
firmamento."
'j
{Se continuará.)
" S i , d u r a n t e la noche, dirigía sus pasos por entre
las bellezas odoríficas de un jardín, cercano á las orillas
L . VlARDOT.
de un estanque donde crece y se pompea el nenúfar, engañadas por,el b r i l l o d e s u s encanlos,sc elevarían las flores sobre
i
( I ) Calor de los ojos quiere decir pena, dolor , aflicción, con'
frescura de los ojos, placer, satisfacción, contento.
(O Occidente y por esceleiicia el imperio de Marruecos.
J M A D R I U : IjMPUtNTA DE LA VIUDA DE JORDÁN E HIjOS.
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