Manuscritos - Biblioteca Nacional de Colombia

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Manuscritos :
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CARLOS JOSÉ REYES POSADA
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CARLOS JOSÉ
REYES POSADA
Dramaturgo, autor de
varias y reconocidas obras
de teatro y ensayo con las
cuales ha ganado varios
premios. Director de los
principales montajes
teatrales que se han
llevado a cabo en el país.
Profesor de dramaturgia
en la Universidad
Javeriana y en la Escuela
de Arte Dramático de
Bogotá. Actualmente
dirige La Biblioteca
Nacional de Colombia.
n la colección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional existe un
curioso proceso que tuvo lugar en Medellín a finales de 1809,
unos pocos meses antes de los sucesos del 20 de Julio de 1810 en
Santafé de Bogotá. El proceso planteaba una singular investiga
ión sobre el uso de máscatas y la representación de algunos
~. . . . entremeses y sainetes llevada a cabo con ocasión de la fiesta de los
Santos Inocentes. Los folios estaban encabezados con el siguiente título:
"Expediente creado sobre prohibición
de máscaras y disfraces, con inquiridio
sobre el trágico insultante que se
intentaba representar por jóvenes incautos" .(1)
•
o
El asunto no era, en apariencia, más que una broma inocente de un grupo de
jóvenes incautos. Sin embargo, entre ellos se encontraba José María Salazar, una
notable figura antioqueña de los días de la Independencia, más tarde abogado,
poeta y autor teatral, así como varios miembros de su familia y otros muchachos
de Medellín y Rionegroj pero lo que más alertó a las autoridades es que entre ellos
se hallaba un joven, casi un niño, hijo de don Antonio Nariño, el de Santafé, como
subrayaban los papeles del proceso. ¿Qué podría haber sucedido que condujera a
(1)
z
Expediente de los juzgados ordinarios de la villa de Medellín; escribanía del número. Año de 1809,
Medellín. El manuscritO original se encuentra en la "Sección de libros Raros y Curiosos", libro NQ 184,
índice 555 , pieza 8, folios 47-87.
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las autoridades a investigar una sencilla mascarada el día de los Santos
Inocentes? El expediente nos suministra los datos del caso:
"Los disfraces de máscaras se pretendieron introducir con pretexto de
la celebración de la fiesta de Inocentes, según se les ha informado. N o
habiendo sido costumbre ni permitirlo las ocurrencias del tiempo por
las consecuencias fatales que puedan originarse de la libertad de los
jóvenes y demás ocurrentes a semejante diversión" .(2)
Una simple fiesta de disfraces no podía causar tamaño alboroto
si no estuviera vinculada a una circunstancia más conflictiva y
delicada, como realmente sucedió. Las máscaras tenían por objeto
representar un sainete o farsa sobre los acontecimientos de la abdicación de Bayona y la posterior prisión de don Fernando, hijo de Carlos
IV, que más tarde sería coronado como Fernando VII. Así define esta
broma el documento de Medellín:
"Que ninguna persona de inteligencia, calidad, estado y sexo que sea,
intente presentarse en las casas, calles o plazas en disfraz, o enmascarado, ni menos tenga el arrojo de presentar la recordación del
horrible atentado del enemigo común y soberbio Napoleón en la
prisión que con astucia y engaño hizo a nuestro muy amado Señor
Fernando Séptimo, como sonrojosa a su alta magestad y ofensiva al
decoro de la nación, bajo el impuesto de cien azotes de dolor a las
personas de baja esfera, ya los nobles de seis meses de destierro, y si
lo hicieren de noche se les duplicará la pena, respectivamente con lo
mal que convenga a castigar el atrevimiento, sobre que se formará
auto para averiguar los actores de semejante atentado y tomar las
providencias que a bien tengan" .(3)
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La prohibición se hizo conocer a través de un bando cantado por
pregón en las calles de la villa, y el auto se formó, en efecto, con la
descripción de los hechos y la revelación de los nombres de los
implicados. El expediente se refiere a las mojigangas que pueden
atentar contra la paz y la tranquilidad públicas. Allí se aclara, además,
que tal mojiganga "se iba a representar sin pedir la licencia que era
necesario solicitar para llevar a cabo tal clase de entretenimientos".
El texto es aún más explícito al iniciar los interrogatorios:
"Tal vez con depravados fines no sólo intentan el disfraz y alborotos
de carnaval, sino también presentar al pueblo el trágico atentado de
la prisión de nues tro Augusto Soberano (que Dios Guarde) , el Señor
Don Fernando VII, por el inicuo Napoleón, escena lamentable y de
ningún modo digna de recordarse en tono de diversión, mayormente por
los que debíamos llorarla con lágrimas de sangre como fieles vasallos" .(4)
z
(2)
(3)
(f)
(4)
Id, Manuscrito de! libro n" 184, Sección de "Raro y Curiosos" de la Biblioteca Nacional.
El mismo documento citado, firmado por los alcaldes ordinarios, lo doctores José
Joaquín Gómez Londoño y Jo é Ignacio Cadavid.
Documento del27 de diciembre de 1809, de! cual e deduce que exi tió una delación
y por lo tanto, las máscarass no alcanzaron a salir a la luz pública .
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No se trataba sólo de prohibir la representación del suceso
considerado como trágico, sino especialmente por presentarlo en
tono de burla y diversión. Desde luego, las autoridades virreinales eran
muy cuidadosas de la forma como se mostraba la imagen del rey en tierras
de América; primero, porque jamás fue dado verlo en persona, y luego,
por ser el signo y símbolo representativo del poder, y por lo tanto, no
podía estar expuesto a burlas y a caricaturas, como las que con seguridad
iban a transmitir las mencionadas máscaras.
Hechas las primeras averiguaciones, se descubrió el nombre de
los organizadores de la pretendida función, entre quienes se encontraban don Baltasar de Salazar, los hijos de don José María Salazar
(padre y hermanos de nuestro dramaturgo), los hijos del regidor don
Juan de Carrasquilla y don Vicente N ariño, hijo de don Antonio, el de
Santafé. El autor directo de la mascarada parecía ser un tal Manuel
Obero y Obeso. El barrio de San Benito, en Medellín, iba a ser
utilizado para figurar a la ciudad de Bayona, y además de simular la
prisión de don Fernando, la fiesta pretendía confeccionar una mordaz
burla de los más dignos patricios y matronas de la sociedad antioqueña,
como don Josep Antonio Mexia, sobre quien se había ordenado
fabricar una máscara caricaturesca con las narices muy largas, también el rostro de don Epifanio Mexía (quizá antepasado del poeta del
mismo nombre), así como la máscara de doña Teresa de Arango,
apellidos tradicionales de Medellín, Salamina, Rionegro y otras
poblaciones de Antioquia. La Mojiganga, además, llevaría una imagen que representaba a un alacrán, y frente a su boca una cucaracha,
aludiendo a los sobrenombres del señor Mexía y su hija. En otras
palabras, la farsa de mascarones no sólo tendría por objeto satirizar la
prisión del monarca, sino también burlarse de algunos encumbrados
per onajes de la sociedad antioqueña, y ni por uno ni por otro motivo
podía permitirse un acto que las autoridades consideraban bochornoso,
un irrespeto contra personas e instituciones, que amenazaba con generar
graves consecuencias y hasta llegar a producir una asonada. Para completar el episodio, la broma incluía, además, una boleta con unos versitos
satíricos que también fueron confiscados, junto con las máscaras.
•
en
Estos eran los ingenuos poemillas del caso:
o
"Porque pinté un alacrán
fuertemente me maltratas ,
válgame Dios qué sería
si Pintara cucarachas .
Hombre incivil y grosero
para mentar a Obeso
has de cantar el son grueso
quitándote el sombrero" .(5)
I
o
z
(5 )
en
Declaración pre entada bajo juramento por el comisario del barrio,
Antonio Callejas.
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La mascarada que se proyectaba también es calificada en las
declaraciones como Pandorga (6), Charanga (7) o Auto. (B)
Una
arsa
RohiBida
(6)
Pandorga: Tiene varias acepciones, como:
"Dar serenata", o: "Bandurria: especie
de pandero". T ambién se aplica a: vientre, barriga, panza, a una zambomba,
instrumento músico, o a la incomodidad o molestia. Se refiere al teatro o
mascarada por extensión.
(7)
Charanga: (Voz imitativa de un sonido
estridente). Música militar de las unidades ligeras que consta sólo de instrumentos de viento, o por extensión, cualqu ier otra música de igual composición,
aunque no sea militar. Se aplica como:
bochinche, relajo, estruendo. Mascarada, por extensión.
(8)
Auto: Nombre que se dió en Castilla,
durante la edad media, a las representaciones escénicas (actos), de no muy
extensa acción, que se desarrollaban en
una jornada y en las que intervenían por
lo común personajes bíblicos o históricos. En esta última acepción se aplica
en este caso.
(9)
"Historia de la Biblioteca Nacional de Colombia", por: Guillermo Hernández de
Alba y Juan Carrasquilla Botero. Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1977.
El cuidado para impedir que la función de máscaras se llevara a
cabo, nos habla muy a las claras del clima político que se vivía por
aquellos días. Lo que en otras circunstancias no hubiera pasado de ser
una fiesta más de inocentes, de carácter ingenuo y aldeano, circunscrita a un reducido grupo de vecinos y amigos, se convertía en toda
una conspiración capaz de producir una asonada. Tal prevención no
resultaba infundada, por cuanto eran varios los acontecimientos de
gravedad que habían sucedido en las últimas décadas, como el
levantamiento de los Comuneros del Socorro, Charalá, Mogotes y
otras poblaciones del oriente neogranadino, y la llamada Guerra de los
pasquines, así como la publicación hecha por Nariño de Los Derechos
del Hombre y el Ciudadano, que revelaban a las autoridades peninsulares que el ambiente no estaba para bromas y juegos con ciertos
temas políticos de particular delicadeza.
El joven Nariño, involucrado en estos sucesos, que por aquellos
días sólo llegaba a los dieciseis años de edad, reapareció frente a la luz
pública a finales de la Guerra de Independencia y comienzos de la
vida republicana. En efecto, quien había nacido en 1793, en el hogar
formado por don Antonio Nariño y Alvarez y doña Magdalena
Ortega, fue nombrado por el general Santander, en su calidad de
vicepresidente del Departamento de Cundinamarca, como director
de la Biblioteca, llamada en los tiempos coloniales Real Biblioteca
del Nuevo Reino de Granada, (la más antigua de América, pues fue
fundada en 1777, tres años antes que el Archivo de Indias de Sevilla)
ya partir de la nueva época adquirió el nombre que aún conserva de
Biblioteca Nacional de Colombia.
La primera tarea de este hijo de Nariño, aún en vida de su padre,
fue la de conseguir recursos para reparar el edificio, que se hallaba en
mal estado, como lo constató el maestro artesano Nicolás León, al
verificar que habían algunas goteras y las vigas defectuosas podrían
amenazar la seguridad del inmueble, así como las valiosas colecciones
que conservaba, entre ellas, la que había pertenecido al sabio José
Celestino Mutis y la Expedición Botánica. (9)
Don Vicente Nariño permaneció en la Biblioteca hasta su
muerte, acaecida en el año de 1855, o sea que tuvo un cargo vitalicio
durante un poco más de 29 años, lo que lo convierte de hecho en el
director que ha permanecido un mayor tiempo frente a los destinos
de la principal institución bibliotecaria del país. Con los altos y bajos
que haya tenido su gestión, en los escritos y pronunciamientos de don
Vicente se reconoce el humor cáustico y fino de su progenitor, que
define su personalidad desde aquel incidente de las máscaras, en la
farsa prohibida de Medellín .
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