El Ministerio del profeta

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El Ministerio
del
Profeta
por
BRIAN J. BAILEY
Título original: “The Ministry of the Prophet”
Copyright © 2004 Brian J. Bailey.
Todos los derechos reservados.
Diseño de tapa: Copyright © 2004 Brian J. Bailey y sus
licenciatarios.
Traducción al español por: Ariel E. Ericson
Editor de la edición en español: Raimundo J. Ericson.
Primera edición en español abril de 2010.
Impreso en Guatemala, Centro América abril 2010.
Segunda impresión: mayo 2010
Publicado por: Zion Christian Publishers
A menos que se indique lo contrario, todas las citas
bíblicas fueron tomadas de la versión
Reina-Valera en su revisión de 1960. © 1960,
Sociedades Bíblicas Unidas.
Abreviaturas de las otras versiones de la Biblia
utilizadas:
DHH: Dios Habla Hoy
NVI: Nueva versión Internacional
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ISBN # 1-59665-263-5
RECONOCIMIENTOS:
A Ariel Ericson y Raimundo Ericson por su arduo
trabajo y esfuerzo en la traducción y revisión de este libro
al español.
Equipo editorial de ZCP: Carla Borges, David Kropf,
Justin y Sarah Kropf, Jessica Penn, Raquel Pineda y
Suzanne Ying.
Deseamos extender nuestro agradecimiento a estos
amados hermanos por sus muchas horas de invalorable
colaboración, sin lo cual este libro no habría sido posible.
Estamos verdaderamente agradecidos por su diligencia,
creatividad y excelencia en la compilación de este libro
para la gloria de Dios.
ÍNDICE
Prefacio
Introducción
7
9
Primera Parte: Los profetas del Antiguo Testamento
Profetas prediluvianos
Profetas postdiluvianos
13
17
Segunda Parte: Los profetas del Nuevo Testamento
Tercera Parte: El ministerio del profeta
La persona del profeta
El don del ministerio de profeta
El don de profecía
Los falsos profetas
259
269
273
275
Epílogo
285
7
PREFACIO
A través de los siglos, Dios ha usado a los profetas para
hablar Su palabra a Su pueblo. No solamente son los
voceros de Dios, sino que también se los llama los amigos
de Dios. Jesús dijo a Sus discípulos en Juan 15:15: “[…]
os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de
mi Padre, os las he dado a conocer”. Los que son llamados
amigos de Dios reciben la revelación de Sus planes. Él
revela Su voluntad a personas en las cuales puede confiar,
es decir, a aquéllos que se consagran a oír Su voz y a
obedecerla.
Amós 3:7 afirma: “Porque no hará nada Jehová el Señor,
sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. El
propósito de Dios al usar a hombres y mujeres como Sus
voceros es confirmar Su testimonio a Su pueblo. En
Deuteronomio 19:15 se establece una ley bíblica, la cual
determina que un testimonio es confirmado por boca de
dos o tres testigos. De esta manera, Dios confió Su mensaje
a los profetas para que ellos lo entregaran a Su pueblo,
demostrando que la palabra era fiel y que verdaderamente
se cumpliría.
El Señor utilizó a muchas personas mencionadas en la
Biblia para entregar Su palabra a Israel. A algunos de estos
profetas se les ordenó escribir la palabra del Señor a
medida que la recibían, creando así los libros proféticos
de la Biblia tal como los conocemos.
Los autores de los libros de Isaías, Jeremías, Ezequiel y
Daniel se conocen como los “profetas mayores”. Los
autores de otros doce libros adicionales se conocen como
los “profetas menores”; ellos son: Oseas, Joel, Amós,
Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías,
Hageo, Zacarías y Malaquías. Estos dieciséis profetas
se denominan profetas escribientes. Moisés, quien
escribió los primeros cinco libros de la Biblia (agrupados
en el Pentateuco) y el Salmo 90, debe incluirse también
en este grupo.
Además de los profetas mayores y menores, existen en
ambos Testamentos numerosos profetas a quienes no se
les han atribuido libros. Algunos están identificados, otros
no. Entre los primeros se encuentran los destacados
profetas Elías y Eliseo. Aunque nuestro estudio no abarca
a todos los profetas, hemos incluido a aquellos cuyas vidas
dejaron una clara huella.
9
INTRODUCCIÓN
Este estudio consta de dos secciones principales: Los
profetas del Antiguo Testamento (tanto los que se
mencionan como los que no) y los profetas del Nuevo
Testamento. Es necesario definir a partir de la Biblia a
quién se considera un profeta. Es cierto que un profeta es
alguien que habla de parte de Dios, pero es necesario
aclarar esta afirmación.
En 1 Samuel 9:9, leemos acerca del profeta Samuel:
“([…]; porque al que hoy se llama profeta, entonces se
le llamaba vidente.)”. Los profetas veían
acontecimientos futuros y, en cierta medida,
acontecimientos pasados. Era como si viesen los sucesos
que debían aún producirse ante sus ojos.
Así, Jesús, quien fue un profeta como Moisés (vea
Deuteronomio 18:15), vio a Natanael debajo de la higuera
(vea Juan 1:48). El Señor habló acerca de este aspecto del
ministerio del profeta en Números 12:6: “Y él les dijo:
Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros
profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños
hablaré con él”. Samuel oyó la voz del Señor en sus oídos.
Isaías 30:10-11, señala que el profeta declara los caminos
del Señor al pueblo, mientras que el vidente da testimonio
de sucesos futuros.
Los profetas encarnaban su mensaje; por lo tanto, debido
a que sus mensajes eran diferentes, ellos también eran
10
El Ministerio del Profeta
diferentes unos de otros. Dios es un Dios de diversidad;
en consecuencia, Sus mensajeros no son todos iguales.
En cuanto a nosotros, debemos tener en cuenta la
amonestación del apóstol Pablo cuando dijo que no era
sabio compararnos unos con otros (vea 2 Corintios 10:12).
En cambio, tomemos como patrón a la principal Piedra
del Ángulo, nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA PARTE:
LOS PROFETAS
DEL ANTIGUO TESTAMENTO
13
PROFETAS PREDILUVIANOS
Abel
El Señor lo llamó profeta en Lucas 11:50 51. “Para que
se demande de esta generación la sangre de todos los
profetas que se ha derramado desde la fundación del
mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de
Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo
que será demandada de esta generación”.
Se nos dice que Abel era un hombre verdaderamente justo.
Leemos en Hebreos 11:4: “Por la fe Abel ofreció a Dios
más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó
testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de
sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”. Abel, a través
de este maravilloso tributo, testifica a todas las naciones
del fruto de una vida justa que agrada al Señor y es
aceptable a Sus ojos.
Más aún, sus obras eran justas, y ese fue el motivo por el
cual fue asesinado. Fue el primero de una larga lista de
profetas que sufrieron el martirio. Procuremos nosotros
también producir los mismos frutos de justicia en nuestra
vida y ser ese sacrificio vivo que es agradable a los ojos
del Señor.
Sin duda, muchos de los patriarcas prediluvianos fueron
verdaderamente profetas dotados, pero solo hay dos a los
cuales es posible analizar con certeza: Enoc y Lamec.
14
El Ministerio del Profeta
Enoc
Podemos confiadamente atestiguar que el manto profético
descansaba sobre este hombre de Dios. Precisamente, el
apóstol Judas habla al respecto en los siguientes
versículos: “¡Ay de ellos! porque han seguido el camino
de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y
perecieron en la contradicción de Coré. De éstos también
profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí,
vino el Señor con sus santas decenas de millares, para
hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los
impíos de todas sus obras impías que han hecho
impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores
impíos han hablado contra él” (Jud. 1:11, 14-15).
Por lo tanto, mucho antes del Diluvio, estos profetas
tuvieron conocimiento y discernimiento en cuanto a la
Segunda Venida de Cristo y respecto de que la condición
del mundo volvería a ser similar a la de su tiempo. Habría
burladores, violencia y total corrupción moral y espiritual.
El testimonio de Enoc, aunque breve, habla de un hombre
de un carácter excelente. Verdaderamente constituye para
nosotros un ejemplo a seguir. Podemos leer acerca de él
entre los héroes de la fe en Hebreos 11:5: “Por la fe Enoc
fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque
lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo
testimonio de haber agradado a Dios”.
El relato de su vida que encontramos en Génesis 6 dice
que tuvo un hijo llamado Matusalén, lo cual es importante
porque Matusalén significa “a su muerte avanzarán las
Los profetas del Antiguo Testamento
15
aguas”. Por lo tanto, Enoc tuvo una revelación y supo
que venía el Diluvio, cuya llegada sería a la muerte de
Matusalén.
Está escrito que Enoc caminó con Dios y Sus secretos le
fueron revelados (vea Génesis 5:22). Por primera vez
aparece el número 300 en la Biblia. De acuerdo con el
principio de la primera mención, 300 significa “caminar
con Dios”, por lo que los usos subsiguientes de este
número tendrán la misma connotación espiritual.
La clave de caminar o habitar con Dios se encuentra en el
siguiente pasaje bíblico: “Porque así dijo el Alto y
Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el
Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el
quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el
espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de
los quebrantados” (Is. 57:15).
Lamec
Lamec vivió 777 años, lo cual indica que fue totalmente
perfeccionado en cuerpo, alma y espíritu. Fue un hombre
justo que disfrutó de los privilegios que se describen en
Isaías 57:1: “Los hombres honrados mueren y nadie se
preocupa, los hombres buenos desaparecen y nadie
entiende que al morir se ven libres de los males y entran
en la paz”.
Lamec murió cinco años antes del diluvio. Lo que
demuestra que también era profeta es que llamó a su hijo
Noé. El significado de Noé es “descanso”. Dijo Lamec:
16
El Ministerio del Profeta
“Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de
nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo”
(Gn. 5:29). En efecto, Lamec estaba diciendo que sabía
que Noé era el elegido para hacer de puente entre las dos
dispensaciones, la prediluviana y la postdiluviana (antes
y después del diluvio) porque de su simiente vendría Cristo
el Salvador de ellos, quien también lo es de nosotros.
Noé
Aunque la Biblia no habla de él como profeta, Noé
cumple sin lugar a dudas con todos los requisitos de un
profeta. Claramente, halló gracia a los ojos de Dios,
aunque vivió en un período de perversión descarada que
Dios había decidido terminar. Este hombre fue perfecto
y justo en todas sus generaciones y caminó con Dios
(vea Génesis 6:9).
Fue, sobre todo, un pregonero de justicia, pero también
sabía de los juicios inminentes de Dios sobre esa
dispensación. Sabía que debía construir un arca, pues Dios
estaba a punto de enviar lluvia para deshacer los
fundamentos de la tierra y destruir a esa generación. Su
tiempo prefigura los días venideros, antes del regreso de
Cristo, cuando vendrá sobre los malvados destrucción
repentina. Sin embargo, Noé fue preservado por medio de
la obediencia al mandamiento de Dios de construir el arca.
17
PROFETAS POSTDILUVIANOS
Abraham
A primera vista, parecería extraño incluir a Abraham
entre los profetas. Sin embargo, así fue como el Señor
se refirió a él cuando habló a Abimelec, rey de Gerar, en
Génesis 20:7: “Ahora, pues, devuelve la mujer a su
marido; porque es profeta […]”.
En la vida de Abraham podemos encontrar todas las raíces
y características de un profeta de Dios. Mencionaremos
siete aspectos específicos que se encuentran en su vida,
que confirman su cargo de profeta.
1. Fue llamado por Dios – Génesis 12:1-3.
2. Dios le reveló Sus secretos – Amós 3:7.
3. Tuvo una visión celestial – Hebreos 11:10.
4. Fue llamado amigo de Dios – Santiago 2:23.
5. Disfrutó de un relación de pacto con Dios –
Génesis 17:2, 5, 10.
6. Recibió visiones de cosas futuras – Juan
8:56.
7. Fue el ungido de Dios – Salmos 105:9, 15.
A partir de la vida de Abraham desarrollaremos algunas
de las características y cualidades necesarias para todos
18
El Ministerio del Profeta
los que fueron, son y serán llamados por Dios para ser
profetas en futuras generaciones, hasta que Él venga.
Fue llamado por Dios
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y
de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que
te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las
familias de la tierra” (Gn. 12:1-3).
Un profeta nunca debe poner en duda el haber sido
llamado por Dios. El apóstol Pablo reafirmaba
constantemente esta verdad, como en Colosenses 1:1,
cuando dice: “Pablo, apóstol de Jesucristo por la
voluntad de Dios […]”. Para él, no había duda de que
Dios mismo lo había ordenado para su ministerio. El
Señor dijo a Jeremías: “Antes que te formase en el
vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te
di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5).
Jeremías fue elegido antes de nacer para ser un profeta a
las naciones. Dios ha llamado a cada uno de Sus ministros
aun antes de la entrada de ellos al mundo. No sólo eso,
les da el conocimiento y la certeza de lo que deben hacer.
En Hebreos 11:8 se nos dice que Abraham salió por la fe
al lugar que iba a recibir como herencia, aun cuando no
sabía hacia dónde se dirigía. En este llamado, Dios también
lo declaró profeta (vea Génesis 20:7). Ningún hombre
Los profetas del Antiguo Testamento
19
toma para sí este honor (vea Hebreos 5:4), puesto que los
dones del ministerio son dados expresamente por Dios y
por nadie más (vea Efesios 4:11).
El apóstol Pedro, hablando de la era del Antiguo
Testamento, dice en 2 Pedro 2:1 que también había falsos
profetas entre el pueblo de Dios, quienes a sabiendas
introdujeron herejías deplorables. Al final de este libro
hemos incluido una sección referida a los falsos profetas.
Dios le reveló Sus secretos
Según Amós 3:7, es claro que un profeta recibe los
secretos del Señor. “Porque no hará nada Jehová el
Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los
profetas”. Esto era absolutamente cierto respecto de
Abraham. En Génesis 18:16-22, le fueron comunicadas
las intenciones del Señor antes del juicio de Sodoma y
Gomorra, cuando Él hizo caer del cielo fuego y azufre. Al
patriarca Abraham se le concedió este privilegio porque
tenía una relación muy cercana con Dios.
El incidente de Sodoma y Gomorra también reveló el
corazón tierno y misericordioso de Abraham, aun para con
personas sumamente malvadas (vea Génesis 18:23-33).
Rogó al Señor que no destruyera la ciudad por causa
de los pocos justos que podrían encontrarse en ella.
Muchas veces, los profetas deberán interceder por
personas que no merecen misericordia. No obstante,
cuando el amor que hay en su corazón se manifiesta,
son capaces de identificarse con las personas y recibir
misericordia para ellas.
20
El Ministerio del Profeta
Tuvo una visión celestial
El apóstol Pablo habla de Abraham en Hebreos 11:10:
“Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo
arquitecto y constructor es Dios”. Abraham tuvo una visión
de la Sion celestial, la ciudad de Dios. En el monte Sinaí,
Moisés también tuvo visiones de cosas celestiales que debía
reproducir en el diseño del Tabernáculo (vea Hebreos 8:5).
También se nos dice que el Profeta de los profetas, el Señor
Jesús, fue capaz de soportar la cruz y menospreciar la
vergüenza por causa del gozo puesto delante de Él (vea
Hebreos 12:2). He conocido personalmente a muchos
santos amados de Dios que recibieron visiones de sus
lugares en el cielo, y de las recompensas que les aguardan.
Por cierto, esas visiones los han ayudado y sostenido
durante tiempos de grandes pruebas.
Fue llamado amigo de Dios
“[…]: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia,
y fue llamado amigo de Dios” (Stg. 2:23).
Uno de los aspectos de un verdadero profeta es su relación
con Su Señor. La revelación se basa en la relación.
Abraham fue llamado “amigo de Dios”. ¡Qué hermoso
elogio para este gran héroe de la fe! Había llegado al punto
en el cual ya no simplemente servía al Señor, sino que
estaba en íntima relación con Él y conocía Su corazón y
Sus caminos. Debido a la relación tan cercana que tenían,
el Señor podía revelar a Su amigo Abraham cosas que no
podía compartir con nadie más.
Los profetas del Antiguo Testamento
21
Esto se ve hermosamente ilustrado en el caso la Última
Cena, cuando el Señor Jesús dijo que uno de los doce
apóstoles lo iba a traicionar.
“Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y
declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de
vosotros me va a entregar. Entonces los discípulos se
miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. Y uno
de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado
al lado de Jesús. A éste, pues, hizo señas Simón Pedro,
para que preguntase quién era aquel de quien hablaba.
El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo:
Señor, ¿quién es? Respondió Jesús: A quien yo diere el
pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas
Iscariote hijo de Simón” (Jn. 13:21- 26).
Los apóstoles se preguntaban quién era el traidor. Pedro
se acercó a Juan, que estaba recostado sobre el pecho de
Jesús, y le dijo que se lo preguntara. Juan podía hacerlo
debido a su cercanía con el Señor; esta relación trajo la
revelación que Judas era el traidor. Fue la intimidad con
Cristo lo que produjo el libro de Apocalipsis en los últimos
años de la vida de Juan, el apóstol amado.
El hecho que la amistad es la clave para la revelación adquiere
mayor sustento a partir de las palabras de Jesús en Juan 15:15:
“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las
cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”.
Esto nos permite ver la importancia que tuvieron aquellas
palabras en la vida de Abraham. “Pero tú, Israel, siervo
22
El Ministerio del Profeta
mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de
Abraham mi amigo” (Is. 41:8). En consecuencia, un
profeta ha llegado a ese estado de amistad con Jesús que
es la base del fluir de la revelación.
Disfrutó de una relación
de pacto con el Señor
Hubo un claro momento en la vida de Abraham, en el cual
el Señor estableció una relación de pacto con Su amigo. El
Señor se le apareció y le dijo: “Y pondré mi pacto entre mí
y ti, y te multiplicaré en gran manera. Y no se llamará más
tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham,
porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.
Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu
descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón
de entre vosotros” (Gn. 17:2, 5, 10). Pablo destaca que el
pacto puede enunciarse en los siguientes términos: “De
cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré
grandemente” (He. 6:14).
Del mismo modo, nosotros necesitamos esa relación de
pacto con el Señor, por medio de la cual recibimos Sus
promesas relacionadas con Su plan para nuestra vida.
Además de las promesas personales que Dios me ha hecho,
muchos preciosos santos del Señor me han compartido
las promesas que Dios les hizo a ellos.
La naturaleza de los pactos es variada, desde uno de paz,
para pedir las naciones como herencia, hasta el pacto davídico
mencionado en Isaías 55:3, el cual también incluye la promesa
que el Señor cuidará de sus hijos (vea Salmos 89:30-34).
Los profetas del Antiguo Testamento
23
Estas promesas o pactos con Dios pueden transmitirse
por medio de profecía, como recuerda Pablo a Timoteo,
su amado hijo en la fe: “Este mandamiento, hijo Timoteo,
te encargo, para que conforme a las profecías que se
hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena
milicia” (1 Ti. 1:18).
Recibió visiones sobre cosas futuras
Aunque sabemos que el Señor no mostró a Abraham todas
las cosas, Jesús dijo en Juan 8:56: “Abraham vuestro padre
se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó”.
Por lo tanto, a Abraham le fue mostrado un suceso en la
vida del Señor Jesús unos dos mil años antes de que
ocurriese. Vio cosas que habrían de venir. Esta es, sin lugar
a dudas, una de las características de un profeta; ve las
cosas que vendrán como si ya hubiesen ocurrido.
Fue el ungido de Dios
En el libro de los Salmos se nos dice con claridad que
Abraham era considerado el ungido del Señor. “Es el pacto
que hizo con Abraham, el juramento que le hizo a Isaac...
‘No toquen a mis ungidos; no hagan daño a mis profetas’”
(Sal. 105:9, 15, [NVI]).
Hay siete unciones que adornaron la vida del Profeta de
los profetas, el Señor Jesucristo. Las consideraremos ahora
en relación con la vida y ministerio de un profeta.
a) El Espíritu de Jehová – Es dado para predicar
el mensaje del Señor con autoridad y claridad.
24
El Ministerio del Profeta
b)
c)
d)
e)
f)
g)
Es la unción especial dada a los mensajeros
para declarar Sus maravillosas verdades.
El espíritu de sabiduría – Esta fue la unción
de la cual Moisés disfrutó. Cuando impuso las
manos a Josué, él también fue lleno de
sabiduría (vea Deuteronomio 34:9).
El espíritu de inteligencia – Un profeta necesita
tener entendimiento de los caminos de Dios
para instruir a aquellos a quienes es enviado.
El espíritu de consejo – Uno de los títulos del
Señor es el de Consejero (vea Isaías 9:6). Un
consejero es alguien que instruye a otros en
cuanto a su manera de andar y a las decisiones
que deberían tomar.
El espíritu de poder – Esta es la unción por
medio de la cual se manifiestan las obras
poderosas y milagrosas de Dios. Abraham tuvo
este poder cuando él y Sara recibieron las
fuerzas necesarias para traer al mundo a Isaac,
aun cuando hacía mucho tiempo que para los
dos había pasado la edad de tener hijos (vea
Génesis 18:11).
El espíritu de conocimiento – Es la capacidad
para conocer sucesos pasados, presentes y
futuros.
El espíritu de temor de Jehová – Esta es la
unción que trae convicción de pecado y
arrepentimiento a todo aquél que está
dispuesto.
Los profetas del Antiguo Testamento
25
Pruebas en la vida de Abraham
Como ocurrió con la mayoría de los profetas, Abraham
sobrellevó tiempos de grandes pruebas a través de la
soledad y de esperar que las promesas de Dios se
cumplieran en su vida.
“También Lot, que andaba con Abram, tenía ovejas, vacas
y tiendas. Y la tierra no era suficiente para que habitasen
juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían
morar en un mismo lugar. Y hubo contienda entre los
pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado
de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en
la tierra. Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora
altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los
tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra
delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres
a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la
derecha, yo iré a la izquierda” (Gn. 13:5-9).
Durante una prueba en particular, ocurrió que Abraham y
Lot no podían permanecer juntos por la abundancia de
sus ganados. En este caso, Abraham pudo decir
alegremente a su sobrino que escogiera como herencia el
lugar que deseara, pues sabía muy bien que Dios había
prometido darle toda la tierra a él. Su fe era firme para
creer las cosas que Dios le había hablado.
No podemos escribir sobre la vida de Abraham sin
mencionar su obediencia en cuanto a ofrecer a Isaac, su
único hijo. Aquí estaba la prueba suprema de su fe, ya que
en Isaac residían todas las promesas de Dios para su vida.
26
El Ministerio del Profeta
Sin embargo, el apóstol Pablo dice en Hebreos 11:17-19,
“[…] y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios
le había dicho: ‘Tu descendencia se establecerá por medio
de Isaac’. Consideraba Abraham que Dios tiene poder
hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido
figurado, recobró a Isaac de entre los muertos” (NVI).
Luego el Señor dijo que debido a que Abraham no le había
negado su único hijo, Él de cierto lo bendeciría y lo
multiplicaría (vea Génesis 22:16-28). Esta es una lección
para todos nosotros. La obediencia completa trae la
plenitud de la bendición de Dios para nuestra vida.
El Señor le prometió que lo bendeciría y que engrandecería
su nombre. Dios se le apareció y le prometió la tierra de
Palestina, o Canaán, como se la llamaba entonces.
Abraham creyó al Señor y le fue contado por justicia. Más
aún, Dios hizo un pacto con Abraham cuando el temor de
una gran oscuridad cayó sobre él (vea Génesis 15:12-15).
Más adelante en su vida, Abraham pudo decir: “Dios me
hizo salir errante de la casa de mi padre” (vea Génesis 20:13),
algo que a menudo sucede con los profetas. Con
frecuencia, los años de inactividad son recompensados
con un rico ministerio que da fruto que perdura por la
eternidad. Seamos nosotros también de los que demuestran
ser fieles en todas las cosas, para que podamos heredar
todas las bendiciones que Dios tiene para nosotros.
La vida de Abraham irradia esa clase de fe y obediencia.
Fue alguien a quien se lo llegó a conocer como un amigo
de Dios. Como tal, su ministerio profético fue de
Los profetas del Antiguo Testamento
27
características sobresalientes, convirtiéndose en el
modelo de intercesor que conoce la voluntad y las
intenciones de Dios. Fue capaz de ver los tesoros
invisibles de Dios en los lugares celestiales y también
las cosas por venir en la tierra.
Moisés
Moisés fue un hombre de gran talla. Fue un profeta a quien
se lo comparó nada menos que con el Señor Jesús (vea
Deuteronomio 18:15). Efectivamente, Dios dijo que
Moisés era superior a todos los demás profetas.
“Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos
los hombres que había sobre la tierra. […] Y él les dijo:
Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros
profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños
hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que es fiel en
toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, y claramente, y
no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué,
pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo
Moisés?” (Nm. 12:3,6 8). Moisés disfrutó del mismo
privilegio que gozó Elías; el privilegio de estar en la
presencia del Señor, como ocurrió en la experiencia del
monte de la transfiguración, cuando ambos estuvieron
delante del Señor de toda la tierra (vea Mateo 17).
Genealogía de Moisés
Las vidas de grandes hombres y mujeres de Dios a menudo
son producto de una herencia piadosa. Podemos ver esta
28
El Ministerio del Profeta
verdad confirmada en la vida de santos como Abraham,
Isaac, Jacob, José y también de Juan el Bautista. Sin
embargo, en el caso de Moisés existe un linaje excepcional
desde Leví, quien mereció el siguiente elogio.
“Y sabréis que yo os envié este mandamiento, para que
fuese mi pacto con Leví, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le
di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de
mi nombre estuvo humillado. La ley de verdad estuvo en su
boca, e iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en
justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la
iniquidad. Porque los labios del sacerdote han de guardar
la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque
mensajero es de Jehová de los ejércitos” (Mal. 2:4-7)
El nieto de Leví fue Amram, quien junto con su esposa
Jocabed, la hermana de su padre, produjo tres hijos
notables: Moisés, Aarón y Miriam, nombrados según el
orden de su grandeza y a la inversa de su orden de
nacimiento (vea Éxodo 6:20).
Primera etapa: su infancia
Moisés se crió en una atmósfera de intensa persecución
contra los israelitas. Un faraón que no conocía a José
había ascendido al trono de Egipto (vea Éxodo 1:8). Este
faraón promulgó el decreto por el cual todo recién nacido
israelita debía ser arrojado al río, mientras que todas las
niñas debían ser preservadas (vea Éxodo).
Fundamentalmente, Dios había endurecido el corazón
de este Faraón para que odiara a Su pueblo y tratara
Los profetas del Antiguo Testamento
29
sagazmente con ellos (vea Salmos 105:25) de modo que
su condición fuera descrita como un horno de hierro (vea
Deuteronomio 4:20; Jeremías 11:4). Los israelitas vivían,
concretamente, en esclavitud.
“Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a
una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y
viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses.
Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una
arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y
colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla
del río. Y una hermana suya se puso a lo lejos, para ver
lo que le acontecería. Y la hija de Faraón descendió a
lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera
del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una
criada suya a que la tomase. Y cuando la abrió, vio al
niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión
de él, dijo: De los niños de los hebreos es éste. Entonces
su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte
una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño?
Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la
doncella, y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la
hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo
pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió. Y cuando el
niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo
prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque
de las aguas lo saqué” (Éx. 2:1-10).
Por la decidida voluntad de Dios, Moisés fue preservado
por su madre, fue colocado en una canastilla hecha de
junco y fue dejado en la orilla del río. La hija de Faraón lo
encontró y Moisés se convirtió en su hijo. Al crecer,
30
El Ministerio del Profeta
aprendió toda la sabiduría de los egipcios y se hizo
poderoso en palabras y obras (vea Hechos 7:22).
Uno de los errores de algunos hijos de Dios llenos del
Espíritu Santo es despreciar la enseñanza terrenal. Esta
clase de sabiduría y conocimiento a menudo nos
capacita para la tarea que Dios tiene para que realicemos
más adelante en nuestra vida. Así ocurrió en los casos
de profetas como Daniel y Moisés, y también con el
apóstol Pablo. Su capacitación previa les fue muy útil
cuando asumieron el roles de líderes y maestros de otras
personas.
Es importante que busquemos al Señor a fin de estar
preparados en el campo que Él ha elegido para nosotros.
Debemos recordar que aun el Señor Jesús fue preparado
en un taller de carpintería. Daniel y Moisés fueron
capacitados en palacios de reyes para cumplir sus futuras
funciones como gobernadores. Al analizar a los profetas,
debemos tener en cuenta que sus funciones en la vida
fueron diferentes. Desde gobernantes como Moisés, el rey
David y Daniel, hasta consejeros como Isaías, el rey
Ezequías, Gad y Natán, pasando por quienes fueron
simplemente profetas como Elías, o maestros como
Samuel y Eliseo (quienes estaban a cargo de escuelas para
profetas), cada profeta tenía una función específica que
cumplir. En el caso de algunos, como Jeremías y Amós,
su vida estuvo caracterizada por privaciones, soledad y
persecución. Otros ministraron durante largo tiempo;
Moisés, Daniel, Isaías y Oseas tuvieron ministerios
considerablemente largos, mientras que profetas como
Hageo y Zacarías tuvieron ministerios muy breves.
Los profetas del Antiguo Testamento
31
Podemos observar que en algunos casos no se habla de
los períodos de capacitación, mientras que en otros se
describen con gran detalle, para permitirnos apreciar la
necesidad de la preparación que posibilitó a estos hombres
de Dios cumplir su ministerio. Es importante recordar que
quienes son llamados a este tipo de ministerio no pueden
copiar a otros ministros, sino que deben buscar la voluntad
específica del Señor para su vida.
Aunque el período de capacitación en la corte de Faraón
fue importante, no fue eso lo que llevó a Moisés hasta
el propósito del Señor para su vida. Otro período de
capacitación sería necesario, antes que este hombre de
Dios estuviera preparado para la extraordinaria tarea
de convertirse en el líder de cerca de tres millones de
israelitas en su viaje por el desierto, desde Egipto hasta
el río Jordán.
La segunda etapa de la preparación de Moisés comenzó
con una prueba, como ocurre en muchas ocasiones en la
vida. Somos probados para determinar si podemos avanzar
al siguiente nivel de nuestro aprendizaje, o no. Sería el
pasaje de primer grado a segundo grado en la escuela
primaria, o de la licenciatura al doctorado o el máster en
la universidad. Para Moisés, la prueba tenía por objeto
determinar si ascendería de rango, pasando de ser un
“llamado” a ser un “escogido”. No era una prueba fácil
pues el Señor mismo dijo: “Porque muchos son llamados,
y pocos escogidos” (Mt. 22:14).
32
El Ministerio del Profeta
La prueba
Moisés tenía dentro de sí una determinación santa, la cual
se ve expresada en los siguientes versículos: “Por la fe
Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija
de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo
de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado,
teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que
los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada
en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la
ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”
(He. 11:24-27).
Uno debe prepararse para las pruebas, en ocasiones
durante años antes de la llegada del momento de ser
examinados. Lo mismo ocurre con las pruebas espirituales.
No tendremos victoria sin una preparación sólida, lo cual
significa desarrollar un estilo de vida y una actitud de
corazón que nos permita pasar por las pruebas con éxito.
Ese fue el caso de Moisés, quien había desarrollado esa
determinación santa para rechazar a la sociedad de la cual
formaba parte.
Renunció a la aristocracia egipcia, con todos sus placeres,
privilegios y poder, para identificarse con su nación
esclavizada, Israel. Pocos de entre el pueblo de Dios pasan
esta prueba. Los encantos del mundo son muy fuertes y
mantienen cautivos a muchos con su señuelo de
comodidad, seguridad y aceptación.
“En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a
sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a
Los profetas del Antiguo Testamento
33
un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus
hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no
parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.
Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían;
entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas
a tu prójimo? Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti
por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme
como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y
dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto. Oyendo
Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés;
pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la
tierra de Madián” (Éx. 2:11-15).
El día del examen para Moisés fue en el desierto de Egipto
cuando, mientras visitaba a sus hermanos, mató a un
egipcio que maltrataba a un israelita. Al día siguiente fue
rechazado por su pueblo, como recuerda Esteban en su
relato en Hechos 7:35, cuando uno le gritó: “¿Quién te
ha puesto por gobernante y juez?” Moisés, al comprender
que era sabido entre el pueblo que él había dado muerte
al egipcio, huyó al desierto de Arabia. Sin embargo,
Hebreos presenta su decisión de la siguiente manera: “Por
la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se
sostuvo como viendo al Invisible” (He. 11:27).
Segunda etapa: el desierto de Arabia
“Y estando sentado junto al pozo, siete hijas que tenía el
sacerdote de Madián vinieron a sacar agua para llenar
las pilas y dar de beber a las ovejas de su padre. Mas los
pastores vinieron y las echaron de allí; entonces Moisés
se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas. Y
34
El Ministerio del Profeta
volviendo ellas a Reuel su padre, él les dijo: ¿Por qué
habéis venido hoy tan pronto? Ellas respondieron: Un
varón egipcio nos defendió de mano de los pastores, y
también nos sacó el agua, y dio de beber a las ovejas. Y
dijo a sus hijas: ¿Dónde está? ¿Por qué habéis dejado a
ese hombre? Llamadle para que coma. Y Moisés convino
en morar con aquel varón; y él dio su hija Séfora por
mujer a Moisés” (Éx. 2:16-21).
El primer acontecimiento que se narra acerca de su vida
en el desierto condujo a Moisés a conocer a su futura
esposa. Una pastora de ovejas e hija de un príncipe y
sacerdote de Dios, estaba siendo maltratada por otros
pastores. Moisés defendió a las mujeres y el resultado fue
que Séfora le fue dada por esposa.
Una de las lecciones que podemos aprender aquí es que
Moisés no estaba en un alto nivel espiritual en aquellos
momentos, al haber dejado atrás todas las comodidades
de Egipto para convertirse en un habitante del desierto.
Sin embargo, su amor por la rectitud ardía poderosamente
en su interior y fue la clave de su avance. En tiempos de
desaliento, siempre seamos valientes para hacer prevalecer
el derecho, no mirando egoístamente por lo nuestro sino
teniendo en cuenta las necesidades de otros.
Muchos se preguntan por qué fue necesario un período
de 40 años en el desierto para el desarrollo de este gran
hombre de Dios. Al observar la vida de los profetas en
general, parecería haber períodos de considerable
inactividad. Debemos tener presente que nosotros vemos
las cosas desde la perspectiva humana, pero Dios ve las
Los profetas del Antiguo Testamento
35
cosas como parte del plan y el propósito divinos. Los
períodos de aparente inactividad pueden asociarse con el
invierno en la vida de una planta o un árbol. Durante este
período los árboles descansan, recobrando fuerza y
juventud. Existen dos virtudes cardinales que se están
desarrollando en lo profundo del ser de los más preciosos
siervos de Dios. Podemos verlas en la vida de la novia
del Cantar de los Cantares: “¿Quién es ésta que sube del
desierto como columna de humo, sahumada de mirra y
de incienso y de todo polvo aromático?” (3:6).
Ambos perfumes, la mirra y el incienso, se refieren
espiritualmente a la mansedumbre y la fe, o la
perseverancia. Son los prerrequisitos principales para el
liderazgo. La mejor descripción de la mansedumbre es la
actitud de aceptar, con santa resignación, todas las
condiciones, ya sea que se trate de circunstancias externas
o de actitudes y reacciones de las personas. Una persona
mansa cree de todo corazón lo que dice Romanos 8:28:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados”.
La fe se desarrolla en tiempos de desierto, y podemos decir
que produce el rasgo de carácter de no dudar y no fluctuar
ante las circunstancias adversas o en medio de las
tormentas de la vida.
Moisés poseía ambas virtudes desarrolladas en un alto
grado en su vida. Como ya dijimos, el Señor dio testimonio
en cuanto a Moisés, que era el hombre más manso de
toda la tierra. Más aún, en el mar Rojo, con las fuerzas de
36
El Ministerio del Profeta
Faraón presionándolos por detrás, avanzó sin dudar,
confiando en Dios, y vio abrirse el mar delante de él. La
misma firmeza y perseverancia lo sostuvo durante la
revuelta y rebelión de los líderes, cuando Coré, Datán y
Abiram se levantaron contra él.
Seneca Sodi, quien recibió maravillosas revelaciones del
cielo a finales del siglo veinte, dijo que la mansedumbre
que caracterizaba a Moisés cuando estuvo sobre la tierra
revestía cada rasgo de su alma ahora en el cielo. Más aún,
habló de que su impresionante dignidad estaba, por así
decirlo, acunada en su mansedumbre y su belleza interior.
Moisés pasó 40 años de su vida cuidando y atendiendo
las ovejas de Jetro, su suegro. Podemos entender la
necesidad de esto, dado que Moisés debería cuidar del
rebaño de Dios –Israel– y ser su pastor, guiándolos por el
mismo desierto otros 40 años. Como dice la Biblia, hay
muchas similitudes entre los seres humanos y las ovejas,
pues todos nosotros nos descarriamos como ovejas (vea
Isaías 53:6).
Al analizar las etapas específicas en la vida de Moisés,
que encontramos maravillosamente delineadas en la
Biblia, vemos que su estadía en el desierto culmina con
un extraordinario encuentro con el Señor.
“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro,
sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto,
y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el
Angel de Jehová en una llama de fuego en medio de una
zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la
Los profetas del Antiguo Testamento
37
zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora
y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se
quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de
en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él
respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu
calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra
santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de
Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces
Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a
Dios. Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi
pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa
de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he
descendido para librarlos de mano de los egipcios, y
sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a
tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo,
del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.
El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante
de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios
los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón,
para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”
(Éx. 3:1-10).
Moisés observó un arbusto que ardía en el desierto, pero
que no se consumía. Cuando se acercó para contemplar
el prodigio, el Señor le habló y lo comisionó para que
descendiera a Egipto y liberara al pueblo de Dios.
El Señor se reveló por Su nombre, Jehová: YO SOY EL
QUE SOY. Nadie podía estar delante de Él, porque el
Señor estaba diciendo que no había Dios fuera de Él. Esta
revelación del nombre de Dios era fundamental para
Moisés pues estaba a punto de enfrentarse al poderío y la
38
El Ministerio del Profeta
fuerza de los ángeles caídos que dominaban Egipto. Debía
saber en lo más profundo de su ser cuán grande era Dios,
y que Él gobernaba sobre todo y todos. Del mismo modo,
es necesario que nosotros también conozcamos el nombre
de Dios en medio de las circunstancias en las cuales
estaremos, ya sea Jehová Jireh en el área de la provisión
para todas nuestras necesidades y las de quienes están a
nuestro cuidado, o Jehová Rafa si es que nos fue dado el
ministerio de sanidad, etc.
“Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él
respondió: Una vara. El le dijo: Echala en tierra. Y él la
echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de
ella. Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y
tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se
volvió vara en su mano. Por esto creerán que se te ha
aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de
Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Le dijo además
Jehová: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él metió la mano
en su seno; y cuando la sacó, he aquí que su mano estaba
leprosa como la nieve. Y dijo: Vuelve a meter tu mano en
tu seno. Y él volvió a meter su mano en su seno; y al sacarla
de nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la
otra carne. Si aconteciere que no te creyeren ni obedecieren
a la voz de la primera señal, creerán a la voz de la postrera.
Y si aún no creyeren a estas dos señales, ni oyeren tu voz,
tomarás de las aguas del río y las derramarás en tierra; y
se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y se harán
sangre en la tierra” (Éx. 4:2-9).
Luego, Moisés recibió tres señales. La primera fue que su
vara se volvió una serpiente al arrojarla en tierra. Cuando
Los profetas del Antiguo Testamento
39
la recogió tomándola por la cola, la serpiente se volvió
nuevamente una vara. Esto mostraba que había recibido
poder sobre Satanás, quien a menudo es representado
como una serpiente. La segunda señal fue que metió su
mano en su pecho y esta se volvió leprosa. Luego de
meterla nuevamente, la sacó limpia. Dado que la lepra es
un tipo del pecado, era una señal que mostraba que Moisés
tenía poder sobre el pecado. Se trata de algo esencial para
cualquier líder, porque muchos cayeron a causa de que el
pecado tuvo dominio sobre ellos y no ellos sobre el pecado.
Como tercera señal, el Señor dijo a Moisés que derramara
agua sobre la tierra y el agua se convirtió en sangre, lo
cual significaba que Moisés tenía poder como juez, en
relación con la vida y la muerte.
A continuación, el Señor envió a Su escogido, al cual había
escogido en horno de hierro de aflicción, para que se
presentara en Su nombre delante de Faraón en Egipto.
Nosotros también somos escogidos en un horno de hierro
de aflicción específico que el señor determina para
nosotros (vea Isaías 48:10).
“Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le
salió al encuentro, y quiso matarlo. Entonces Séfora tomó
un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo, y lo
echó a sus pies, diciendo: A la verdad tú me eres un esposo
de sangre. Así le dejó luego ir. Y ella dijo: Esposo de
sangre, a causa de la circuncisión” (Éx. 4:24-26).
En obediencia a la orden del Señor, Moisés partió a Egipto
con su esposa Séfora y sus dos hijos. Al llegar a una
posada, el Señor quiso matar a Moisés. La razón era que
40
El Ministerio del Profeta
Moisés debía ser el mensajero del Pacto de la Circuncisión,
pero no estaba andando a la luz de esa verdad. Esta es una
impresionante advertencia para cada uno de nosotros. Ni
nuestro ministerio ni la obediencia a nuestro ministerio
nos salvará, sino la obediencia a la Palabra de Dios. Moisés
fue salvado por la obediencia de su esposa, quien
inmediatamente circuncidó a sus hijos varones. ¡Cuántas
mujeres han salvado del mismo modo a sus esposos de la
destrucción en tiempos de extrema necesidad!
Moisés entró en Egipto y se encontró en primer lugar con
Aarón, quien se convertiría en su portavoz. Luego, se
reunió con los ancianos que estaban en Egipto, quienes
después de ver las tres señales, alabaron al Señor porque
Él había visitado a Su pueblo.
Tercera etapa: la fidelidad
Ahora entramos en la tercera fase de la vida de Moisés:
su ministerio como el profeta del Señor, cuando llegó a
conocer los caminos de Dios (vea Salmos 103:7). Este es
el período que también podríamos llamar de “fidelidad”,
pues leemos que recibió el testimonio de haber sido fiel
en toda la casa de Dios (vea Hebreos 3:2).
Esta tercera etapa en nuestro desarrollo cristiano tiene
su base en Apocalipsis 17:14. “Pelearán contra el
Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor
de señores y Rey de reyes; y los que están con él son
llamados y elegidos y fieles”. La fidelidad es una virtud
que pocos poseen. Podemos entender el gran valor de
esta virtud por el hecho que el Señor mismo es llamado
Los profetas del Antiguo Testamento
41
Fiel y Verdadero (vea Ap. 19:11). El apóstol Pablo
recibió su llamado porque el Señor lo tuvo por fiel.
A ciertos profetas se les concedió el privilegio de
manifestar el milagroso poder de Dios a su generación,
pero ese ministerio no fue para todos. Isaías hizo que el
sol retrocediera 15 grados. Elías y Eliseo llevaron a cabo
grandes portentos, al igual que Samuel; pero otros, como
Juan el Bautista no realizaron milagros (y aun así, Juan
fue el más grande de todos [vea Mateo 11:11]). Moisés
desencadenó las diez plagas que golpearon los aspectos
centrales de la adoración idolátrica de Egipto. Hemos
escrito más extensamente al respecto en nuestro libro
titulado El viaje de Israel.
Las manifestaciones milagrosas son el resultado de que
el profeta viva en la presencia de Dios y esté íntimamente
familiarizado con Sus caminos, como así también de que
esté lleno con la fe de Dios para creer que esos milagros
pueden manifestarse. En los siguientes versículos
podemos ver un ejemplo de esto en la vida de Moisés: “Y
Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma
contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu
mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He aquí que
yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y
golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el
pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos
de Israel” (Éx. 17:5-6).
A Moisés se le ordenó que golpeara la peña, pero el Señor
estuvo allí para realizar el milagro. Tal era la unidad entre
el profeta y su Señor. Esto también ocurre a veces en
42
El Ministerio del Profeta
nuestra vida cuando, aun estando en desobediencia, el Señor
nos sustenta a causa de Su gracia. Esto no significa una
licencia para presumir de Su misericordia, sino que debemos
buscar siempre hacer lo que es correcto ante Sus ojos.
La visión
Algo esencial que debe poseer un profeta, quien también
es un líder, es visión. La razón es que sin una visión
progresiva, el pueblo vive descuidadamente (vea
Proverbios 29:18). El pueblo debe guardar la Ley, pero
sin esa visión de avance y progreso, no podrá hacerlo. La
visión debe mantenerse sencilla, de modo pueda correr el
que lee en ella (vea Habacuc 2:2). El profeta recibe del
Señor la visión y luego la hace clara para el pueblo.
Moisés sabía cuál era la visión que había recibido del
Señor: “Y he descendido para librarlos de mano de los
egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena
y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del
cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y
del jebuseo” (Éx. 3:8).
Los ojos de Moisés estaban puestos en la Tierra de la
Promesa y él procuraba continuamente guiar al pueblo de
Israel hacia ese fin. Aunque a Moisés no se le permitió
entrar, en Su infinita misericordia el Señor le mostró al
final de su vida, desde el monte Nebo, la tierra que Israel
finalmente poseería.
Los profetas del Antiguo Testamento
43
El pastor de Dios
Este profeta también fue un pastor para el pueblo de Dios,
y como tal, debía cumplir con los mismos prerrequisitos
que consideraba necesarios en su sucesor provisto por
Dios: Josué. “Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda
carne, un varón sobre la congregación, que salga delante
de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los
introduzca, para que la congregación de Jehová no sea
como ovejas sin pastor” (Nm. 27:16-17).
La función de un pastor es alimentar al rebaño que Dios
ha puesto bajo su cuidado. Debe llevar a las ovejas a
buenos pastos, lo cual significa una buena enseñanza, y
también guiarlas con dulzura como hizo el rey David,
porque: “De tras las paridas lo trajo, para que apacentase
a Jacob su pueblo, y a Israel su heredad. Y los apacentó
conforme a la integridad de su corazón, los pastoreó con
la pericia de sus manos” (Sal. 78:71-72).
Las ovejas deben ser trasladadas de un lugar de pastos
a otro porque necesitan campos frescos; del mismo
modo, las ovejas de Dios necesitan verdades frescas.
Debemos recordar que tales campos deben ser
inspeccionados cuidadosamente para asegurarse que no
haya allí hierbas venenosas. De la misma manera, las
verdades frescas deben ser examinadas cuidadosamente
para que no haya herejías dañinas asociadas o
entremezcladas con las enseñanzas.
Aun así, bajo el sumo cuidado de Moisés y sus otros
pastores, una generación entera continuó perdida en el
44
El Ministerio del Profeta
desierto por sus constantes rebeliones, murmuración y
rechazo de los caminos de Dios. Aunque un buen pastor
es esencial para el rebaño de Dios, las ovejas deciden cuál
será su propio destino. Esto dijo el Padre de las luces:
“Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová:
Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra
mí” (Is. 1:2).
Ciertamente, aunque quienes ocupan el lugar de líderes
tienen enorme responsabilidad, las ovejas son
responsables de sus propias acciones y elecciones.
El legislador
Otra faceta de los profetas que no debemos pasar por alto
es que, básicamente, todos ellos buscaban hacer regresar
al pueblo a la Ley que en un comienzo fue entregada por
medio de Moisés. Moisés fue llamado el legislador en
Números 21:18. De modo que el profeta debe velar por
que él y el pueblo hagan todo de acuerdo al modelo
mostrado a Moisés en el monte (vea Hebreos 8:5).
Podemos ver que aunque Moisés entregó la Ley a los hijos
de Israel, en numerosas ocasiones demostró un increíble
amor por el pueblo rebelde al cual estaba guiando.
Intercedió por los israelitas invocando la misericordia de
Dios sobre Su pueblo, aunque ellos habían pecado y se
habían rebelado muchas veces.
En Éxodo 32:31-32 encontramos una de tales ocasiones.
“Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues
este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se
Los profetas del Antiguo Testamento
45
hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y
si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito”. Moisés
estuvo dispuesto a renunciar a su vida y su herencia eterna
por amor al pueblo que estaba a su cuidado. ¡El profeta
debe estar dispuesto a hacer lo que sea necesario por la
salvación de otros!
De la vida de Moisés emerge también otra verdad que
es perfectamente aplicable a la vida de cada uno de
nosotros. Moisés fue un instrumento especial creado por
el Señor para una tarea y para un momento específicos
(vea Hebreos 3:3). Las palabras que el Señor habló a
Jeremías indican que esta misma verdad se aplica
también a nosotros hoy. “Antes que te formase en el
vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te
di por profeta a las naciones” (Jer. 1:5).
Así ocurrió con Moisés. Dios nos crea con un propósito,
habiéndonos conocido desde antes de la fundación del
mundo (vea Efesios 1:4). Nuestro deber es seguir al Señor
con todo nuestro corazón, de modo que Sus propósitos se
puedan cumplir completamente en nuestra vida. ¡Alabado
sea el Señor!
¿Fue Moisés exitoso a los ojos de este mundo? Si tenemos
en cuenta el número de personas que perdió pensaríamos
que no. Todos los israelitas que al salir de Egipto tenían
20 años o más murieron en el desierto y no entraron en la
Tierra Prometida. Sin embargo, otra generación sí lo hizo.
Tengamos cuidado de no medirnos a nosotros mismos de
acuerdo con el patrón de otros. El apóstol Pablo afirma:
“Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos
46
El Ministerio del Profeta
con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos,
midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose
consigo mismos, no son juiciosos” (2 Co. 10:12).
Esto sabemos respecto de Moisés: ocupa un lugar
sumamente privilegiado en el cielo junto al Señor de toda
la tierra. No fue muy exitoso a los ojos del mundo; pero a
los ojos del Señor dio en el blanco y recibió el elogio de
haber sido fiel en toda la casa de Dios (vea Números 12:7).
Que podamos ser como Pablo, quien dijo: “No fui rebelde
a la visión celestial” (Hch. 26:19). Moisés fue
verdaderamente fiel a la visión que el Señor le había
encomendado.
La gloria de Dios
El estudio de la vida de este gran profeta del Señor no
estaría completo si no habláramos de la gloria de Dios
que irradiaba su rostro: “Y aconteció que descendiendo
Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio
en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que
la piel de su rostro resplandecía, después que hubo
hablado con Dios” (Éx. 34:29).
Esta manifestación de la presencia visible de Dios no es
sino un tipo de lo que Sus siervos experimentarán en los
días finales, según Isaías 60:1-2. “Levántate, resplandece;
porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido
sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra,
y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová,
y sobre ti será vista su gloria”.
Los profetas del Antiguo Testamento
47
El apóstol Pablo confirma esto en 2 Corintios 3:7-8. “Y si
el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue
con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar
la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su
rostro, la cual había de perecer, ¿cómo no será más bien
con gloria el ministerio del espíritu?” En los días finales,
todos aquellos siervos de Dios que permanezcan files en
Su presencia en el Lugar Santísimo recibirán esta gloria.
Sus palabras proféticas finales
Moisés pronunció sus últimas palabras a los hijos de Israel
en las llanuras de Moab, antes de ir estar con el Señor en
el cielo. Con estas palabras repitió la Ley dada en el monte
Sinaí (vea Deuteronomio 5). Cumpliendo la función de
profeta, Moisés predijo lo que ocurriría con los hijos de
Israel.
Profetizó sobre el futuro de ellos en la Tierra Prometida,
sabiendo que al entrar en Canaán no guardarían la Ley.
También les dijo lo que les sucedería en el futuro. Les
habló del sitio de los babilonios y de la toma de sus
ciudades (vea Deuteronomio 28). Esto ocurrió en 586 a.C.,
cuando la ciudad y el Templo fueron destruidos por las
fuerzas de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Finalmente,
Moisés pronunció la bendición de Dios sobre la nación
según sus tribus (vea Deuteronomio 33).
El comentario final sobre su vida y ministerio se encuentra
en Deuteronomio 34:10-12. “Y nunca más se levantó
profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido
Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y
48
El Ministerio del Profeta
prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto,
a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el
gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que
Moisés hizo a la vista de todo Israel”.
No hay mejor reflexión que agradecer a Dios por darnos
a tan grande hombre como modelo para nuestra vida y
ministerio. Procuremos ser de aquellos que buscan al
Señor con un corazón tan consagrado a Él que podamos,
nosotros también, ser partícipes de Su gloria.
Aarón
“Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios
para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta”
(Éx. 7:1).
Esta ocasión es el único ejemplo de este tipo en la Biblia.
Moisés pasó a ser un dios para Faraón determinando su
futuro, mientras su hermano Aarón hablaba de parte de
Moisés. En esencia, la función de un profeta es hablar de
parte de Dios. En Deuteronomio 18:22 está escrito que
un profeta habla en el nombre del Señor. Además, Aarón,
como sumo sacerdote, entraba en la presencia de Dios al
otro lado del velo. También fue llamado un santo (vea
Salmos 106:16), una designación que lamentablemente
no todos los profetas han conseguido.
Los profetas del Antiguo Testamento
49
Débora, la profetisa
Débora nos es presentada de la siguiente manera:
“Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora,
profetisa, mujer de Lapidot” (Jue. 4:4).
Este es un ejemplo de una mujer que tuvo un ministerio
superior al de su esposo. Sin embargo, debido a que se
menciona el nombre de su marido, es evidente que era un
hombre de dignidad y honor y que en su hogar ella le era
sumisa. Por medio de ella, la Palabra del Señor convocó
a una nación. Aun el capitán del ejército estaba feliz de
permanecer bajo su manto.
La estatura de esta madre de Israel, como ella misma se
describe, fue formidable. Vivió en días de Jabín, rey de
Canaán, quien oprimió a Israel durante 20 años. Durante
este período juzgó a Israel bajo la palmera que llevaba el
nombre del ama de Rebeca (pues allí fue sepultada), lo
cual nos hace recordar su vida justa. Ahora, con gran
autoridad profética, Débora manda llamar a Barac para
que sea capitán del ejército, tomando con él diez mil
hombres de Zabulón y Neftalí.
La frase: “¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel
[…]?” sugiere que el Señor ya había hablado a muchos
en Israel y que Débora estaba dando la orden de moverse
sobre la Palabra ya dada y que era conocida por otros. No
obstante, su unción seguramente fue muy poderosa, al
cautivar a todos esos hombres y darles la seguridad que el
Señor verdaderamente había dado la orden de actuar por
medio de Débora. Luego Débora prometió que el Señor
50
El Ministerio del Profeta
atraería a Sísara, capitán del ejército de Jabín, al arroyo
de Cisón y allí lo entregaría en mano de Barac. Sin
embargo, el honor sería para una mujer, Jael, quien atrajo
a Sísara a su tienda cuando este huía. Mientras se
encontraba dormido, ella le clavó una estaca en las sienes
y lo mató.
El cántico de triunfo de Débora y Barac declaraba que en
los días del juez anterior, Samgar, nadie se atrevía a andar
por los caminos por temor de los ladrones y los enemigos,
quienes esperaban con sus arqueros para disparar sobre
los que se dirigían a los pozos en busca de agua. Aun las
aldeas estaban abandonadas hasta que Débora se levantó
y cambió la situación social de toda la nación. El suyo fue
un ministerio poderoso, ungido. Ella también dio el crédito
a los ángeles de Dios que peleaban por Israel, cuando en
Jueces 5:20 dijo: “Desde los cielos pelearon las estrellas;
desde sus órbitas pelearon contra Sísara”.
Esto es similar a la batalla que David peleó contra los
filisteos, narrada en 2 Samuel 5, cuando oyó el sonido de
marcha sobre las balsameras, indicando que los ejércitos
celestiales de ángeles marchaban con el ejército de David
para derrotar a los filisteos. Débora es prueba de que el
Señor usa mujeres en lugares y cargos importantes y que
su función puede ser de gran relevancia en asuntos
nacionales, como sucedió con ella.
Los profetas del Antiguo Testamento
51
El profeta sin nombre
en el libro de Jueces
“Jehová envió a los hijos de Israel un varón profeta, el
cual les dijo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Yo os
hice salir de Egipto, y os saqué de la casa de servidumbre”
(Jue. 6:8).
Existe una clara diferencia entre aquellos a los cuales se
nombra y a los que no. Es un privilegio ser nombrados,
como dijo el Señor a Moisés: “Te he conocido por tu
nombre” (Éx. 33:17). En Salmos 45:17 leemos: “Haré
perpetua la memoria de tu nombre en todas las
generaciones, por lo cual te alabarán los pueblos
eternamente y para siempre”. Sin embargo, este hombre
anónimo fue enviado por Dios como profeta para intentar
hacer que Israel se volviera a Dios.
Samuel
Samuel, uno de los profetas más piadosos entre todos los
santos del Señor, fue conocido por el hecho que desde
muy temprana edad vino a él la Palabra del Señor. En
cierto sentido, fue el último de los jueces, y de él podemos
aprender mucho sobre la vida y el ministerio de un profeta.
Al igual que la mayoría de los hombres de Dios que han
tenido gran relevancia en la vida y los destinos de la
humanidad en todas las generaciones, Samuel tuvo un
nacimiento notable. Su madre fue una de las siete mujeres
estériles de la Biblia que produjeron poderosos
52
El Ministerio del Profeta
libertadores y hombres de renombre. Las otras fueron Sara,
quien dio a luz a Isaac; Rebeca, quien dio a luz a Jacob;
Raquel, quien dio a luz a José; la esposa de Manoa, quien
fue la madre de Sansón; Rut, cuyo hijo fue Obed (del
linaje de David); y Elisabet, quien en su vejez dio a luz a
Juan el Bautista.
Todas estas mujeres tuvieron que sufrir mucho por el
privilegio de ser las madres de quienes influirían tan
grandemente en la historia. En el caso de Samuel, su madre
sufrió profundamente a manos de su adversaria, la otra
esposa de su marido (vea 1 Samuel 1:6). Analizaremos
ahora con mayor detalle las circunstancias que llevaron
al nacimiento de este profeta.
La genealogía de Samuel
“Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de
Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de
Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. Y tenía él dos
mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina.
Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía. Y todos los
años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para
ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde
estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de
Jehová. Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía
sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a
todas sus hijas, a cada uno su parte. Pero a Ana daba
una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová
no le había concedido tener hijos. Y su rival la irritaba,
enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había
concedido tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía
Los profetas del Antiguo Testamento
53
a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana
lloraba, y no comía” (1 S. 1:1-7).
En la historia de Samuel, al primero que se nos presenta
es a su padre, Elcana. En la Biblia, todos los hombres
que llevaban el nombre Elcana (que significa “el hombre
a quien Dios ha comprado”) eran descendientes de Leví.
Aparecen cuatro generaciones de la genealogía de
Elcana: su padre, su abuelo, su bisabuelo y su tatarabuelo
(vea 1 Samuel 1:1). La razón para que sus nombres
aparezcan en la Biblia pareciera ser que todos ellos fueron
hombres honorables y piadosos cuyas vidas hicieron una
contribución al carácter de Samuel, de modo que merecían
ser mencionados en el relato de la historia del profeta.
A partir de las genealogías que aparecen en 1 Crónicas 6:2228, sabemos que Samuel era un levita de la línea de Coat,
hijo de Leví. Sin embargo, debemos comprender que no
fue profeta por el hecho de ser levita, sino por causa del
llamado de Dios sobre su vida. También era efrateo, lo
que significaba que moraba en la región de la tribu de
Efraín y tenía su hogar en Ramá. Allí, Samuel nació (vea
1 Samuel 1:20), vivió (vea 7:17), ministró (vea 15:34;
16:13, 19:18-24), murió y fue sepultado (vea 25:1).
El nacimiento de Samuel
Elcana tenía dos esposas, lo cual, de hecho, contravenía
la voluntad de Dios pero era tolerado en aquellos días
(vea Éxodo 21:10). Sin embargo, cuando no vivimos de
acuerdo con el ideal de Dios, ciertamente tendremos
problemas, como fue el caso de este hombre, quien tuvo
54
El Ministerio del Profeta
un hogar dividido. Seguramente se trataría de una
situación muy poco feliz, que una esposa provocara a
la otra y que la agredida tuviera que derramar muchas
lágrimas y vivir asolada por la tristeza. Elcana tenía
que tratar de consolar a Ana, quien le había compartido
todo su dolor y tribulación. Es evidente que Elcana tuvo
un primer matrimonio muy infeliz y por esa razón buscó
consuelo en una segunda esposa, a la cual sin duda
amaba mucho.
Aunque Dios usa nuestra fragilidad humana para hacer que
se cumplan sus propósitos, no debemos utilizar este ejemplo
como argumento para justificar el volver a casarse. Es claro
que aunque Penina, la primera esposa de Elcana, se burlaba
de Ana porque no podía tener hijos, utilizaba esto como
excusa para descargar sobre ella su enojo porque su marido
la había rechazado y preferido a otra mujer. En el caso de
Ana, fue este conflicto el que la llevó a orar a Dios con
amargura de alma (vea 1 Samuel 1:10). A menudo ese es
el estado al cual el Señor nos conduce cuando desea hacer
un milagro de gracia en nuestra vida. De modo que no
rechacemos estos tratos de Dios, sino abracemos la cruz,
aunque nos deje sangrando.
Luego, Ana fue con su marido y su familia a Silo, lugar
donde residía el Tabernáculo. Éste había permanecido allí
durante toda la ocupación de la tierra de Canaán por parte
de las nueve tribus y media de Israel que habían elegido
cruzar el río Jordán cuando Josué invadió las naciones de
la tierra (vea Josué 4:1 y siguientes; 18:1). Allí se
desarrolló en ese tiempo uno de los períodos más
vergonzosos de la historia del Tabernáculo.
Los profetas del Antiguo Testamento
55
“Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían
conocimiento de Jehová. Y era costumbre de los
sacerdotes con el pueblo, que cuando alguno ofrecía
sacrificio, venía el criado del sacerdote mientras se cocía
la carne, trayendo en su mano un garfio de tres dientes, y
lo metía en el perol, en la olla, en el caldero o en la
marmita; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo
tomaba para sí. De esta manera hacían con todo israelita
que venía a Silo. Asimismo, antes de quemar la grosura,
venía el criado del sacerdote, y decía al que sacrificaba:
Da carne que asar para el sacerdote; porque no tomará
de ti carne cocida, sino cruda. Y si el hombre le respondía:
Quemen la grosura primero, y después toma tanto como
quieras; él respondía: No, sino dámela ahora mismo; de
otra manera yo la tomaré por la fuerza. Era, pues, muy
grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque
los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová…
Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos
hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres
que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. Y les
dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo
de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos
míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis
pecar al pueblo de Jehová. Si pecare el hombre contra el
hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare
contra Jehová, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron
la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos
morir” (1 S. 2:12-17, 22-25).
En este Tabernáculo, dado por revelación a Moisés y
construido por Bezaleel con la sabiduría de Dios, servían
los sacerdotes santos que eran descendientes de Aarón, el
56
El Ministerio del Profeta
primer sumo sacerdote (vea Éxodo 29:29). Vestidos de
blanco, indicando la justicia y santidad de Dios, estos
descendientes debían cumplir fielmente sus deberes, con lo
cual al hacerlo, glorificaban al Padre tres veces Santo. Sin
embargo, estas tareas eran ahora llevadas a cabo
principalmente por Elí, el sumo sacerdote, y sus dos hijos,
Ofni y Finees, quienes no conocían al Señor y eran por cierto
hijos de Satanás. Aunque Elí los reprendía por su inmoralidad
y codicia, no fueron destituidos de sus deberes, de modo que
la santidad del Tabernáculo se veía profanada. Además, el
Señor declaró que la iniquidad de la casa de Elí nunca sería
expiada por sacrificio alguno (vea 1 Samuel 3:14). Los
hombres menospreciaban las ofrendas y el servicio al Señor
por causa de la hipocresía de los hijos de Elí y porque Elí
honraba más a sus hijos que al Señor.
Debido a que el Señor había resuelto hacerlos morir, Ofni
y Finees no oirían la voz de Elí su padre. Esta es una
importante verdad que no debemos soslayar. El
arrepentimiento es un don que viene del Señor, y para
Ofni y Finees, al igual que para Esaú antes que ellos, no
habría arrepentimiento (vea Hebreos 12:16-17).
Por esta causa, el Señor declaró que Él levantaría a un
sacerdote fiel que haría conforme a todo lo que estaba
en el corazón del Señor (vea 1 Samuel 2:35). Este
sacerdote sería el hijo que Ana pediría al Señor. Una y
otra vez en la Biblia vemos que el Señor necesita de
siervos fieles que hagan todo lo que a Él le agrada, como
hizo el Señor Jesucristo. Esta debe ser la prioridad más
alta en nuestros corazones: que seamos hallados fieles a
nuestro bendito Señor.
Los profetas del Antiguo Testamento
57
“E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te
dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares
de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu
sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los
días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí
estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en
su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no
se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta
cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió
diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de
espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he
derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu
sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de
mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.
Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te
otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: Halle tu
sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su
camino, y comió, y no estuvo más triste. Y levantándose
de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y
fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su
mujer, y Jehová se acordó de ella. Aconteció que al
cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana,
dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo:
Por cuanto lo pedí a Jehová” (1 S. 1:11-20).
Mientras estaba en Silo, Ana hizo un voto al Señor: Si le
daba un hijo, lo dedicaría a Jehová todos los días de su vida.
Cuando Ana se presentó delante de Elí, le fue dicho que se
fuera en paz, porque el Dios de Israel respondería la petición
que le había hecho. Ella y Elcana regresaron a Ramá con
gozo; y nació Samuel. Samuel significa “pedido al Señor”.
58
El Ministerio del Profeta
“Después subió el varón Elcana con toda su familia, para
ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto.
Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré
hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea
presentado delante de Jehová, y se quede allá para
siempre. Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que
bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente
que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y
crió a su hijo hasta que lo destetó. Después que lo hubo
destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de
harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová
en Silo; y el niño era pequeño. Y matando el becerro,
trajeron el niño a Elí. Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu
alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí
junto a ti orando a Jehová. Por este niño oraba, y Jehová
me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová;
todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a
Jehová” (1 S. 1:21-28).
Cuando Samuel nació, Ana tomó la decisión de no subir
al Tabernáculo hasta que el niño fuera destetado. Cuando
esto ocurrió, lo llevó a la casa del Señor en Silo. Según la
costumbre del destete de los niños practicada por las
mujeres hebreas en aquel tiempo, Samuel habría tenido
unos tres años de edad. Identificándose ante Elí como la
mujer que había pedido al Señor un niño, lo dejó a cuidado
del sacerdote en la casa de Dios. Debía ser nazareo toda
su vida y no debía rapar su cabeza. Esto nos habla de una
vida apartada y consagrada. Samuel había sido dedicado
desde antes de su nacimiento para servir al Señor durante
toda su vida. Como hemos visto, en realidad fue el Señor
quien organizó su nacimiento y el voto hecho por Ana.
Los profetas del Antiguo Testamento
59
Luego el corazón de Ana se regocijó, pues el Señor hace
que nos sintamos verdaderamente gozosos cuando
sacrificamos para Él aquello que nos cuesta mucho. Este
es un principio que siguen los piadosos, como podemos
ver en las palabras del rey David: “[…]; porque no ofreceré
a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada.
[…]” (2 S. 24:24).
Esto me recuerda a una santa y amada hermana en
Cristo a quien tuve el privilegio de conocer en
Inglaterra. Una mujer le preguntó si tenía un par de
sábanas que pudiera darle, pues no tenía dinero para
comprar las que necesitaba. Nuestra querida hermana
estaba a punto de darle unas sábanas viejas que tenía,
pero el Señor habló a su corazón, y le dijo: “Dale a
esta mujer las sábanas nuevas que acabas de
comprar”. “Pero, Señor”, contestó ella, “¡son mis
sábanas nuevas!”, a lo cual el Señor le respondió: “¿Y
tú quieres que yo duerma con sábanas viejas?” De
modo que le entregó las mejores que tenía a la mujer,
quien se fue gozosa. Pero también se sintió gozosa esta
santa que había dado al Señor lo mejor que tenía.
El cántico de Ana
Ana prorrumpió en lo que podríamos llamar su Himno de
Alabanza Profética, pues algunos versos se repiten
literalmente en el himnario de Israel, el libro de los Salmos.
Está dividido en diez versículos, los cuales, a su vez,
comprenden cuatro estrofas o secciones.
60
El Ministerio del Profeta
Mi corazón se regocija en Jehová,
Mi poder se exalta en Jehová;
Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,
Por cuanto me alegré en tu salvación.
(1 S. 2:1)
En este versículo tenemos lo que podríamos considerar
la principal necesidad espiritual: un corazón que es una
reserva de gozo de la cual fluye la fuerza del Señor
para experimentar una vida de victoria. Nehemías 8:10
declara: “[…] porque el gozo de Jehová es vuestra
fuerza”. Ana lo confirma declarando que Su poder o
fortaleza es exaltada. El mismo pasaje, en la versión
Reina-Valera 1909, se traduce así: “Mi cuerno es
ensalzado en Jehová”. El cuerno es el símbolo de la
fortaleza. Esto también es similar a la bendición
prometida a José en Deuteronomio 33:17: “José es
majestuoso como primogénito de toro; ¡poderoso como
un búfalo! Con sus cuernos atacará a las naciones,
hasta arrinconarlas en los confines del mundo. ¡Tales
son los millares de Manasés, las decenas de millares
de Efraín!” (NVI).
De la misma manera que Ana pudo declarar victoria
sobre su adversaria Penina, nosotros podemos estar en
esa misma condición bendita. Como dice el escritor
del himno: “Mas Dios es el juez; a éste humilla, y a
aquél enaltece” (Sal. 75:7). Para concluir el versículo,
Ana repite el tema del regocijo con el cual comenzó.
Su alma amargada se había transformado en un corazón
Los profetas del Antiguo Testamento
61
alegre, lo cual hace bien como una medicina (vea
Proverbios 17:22), ¡porque el Señor había cambiado
verdaderamente su lamento en baile y la había ceñido
de alegría (vea Salmos 30:11-12)!
No hay santo como Jehová;
Porque no hay ninguno fuera de ti,
Y no hay refugio como el Dios nuestro.
No multipliquéis palabras de grandeza y
altanería;Cesen las palabras arrogantes de vuestra
boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová,
Y a él toca el pesar las acciones.
(1 S. 2:2-3)
Se nos dice en la primera frase de esta sección que ninguno
es santo sino el Señor. Esta es una declaración fundamental
por parte de los cuatro Seres Vivientes que rodean el trono,
con respecto a la naturaleza de la bendita Trinidad: “Y los
cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y
alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no
cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el
Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que
ha de venir” (Ap. 4:8). Sólo Dios es santo, aunque
nosotros también debemos ser hechos participantes de Su
santidad como resultado de soportar la disciplina del Señor
(vea Hebreos 12:5-10).
Luego Ana utiliza otra expresión que se repite en toda
la Biblia. Según la traducción de la Nueva Versión
62
El Ministerio del Profeta
Internacional, en 2:2 ella llama al Señor “roca”: “Nadie
es santo como el Señor; no hay roca como nuestro Dios.
[…]”. La roca ha sido el símbolo del Señor desde
Éxodo 17:6, cuando se le dijo a Moisés que golpeara la
roca en Horeb. Cuando lo hizo, el Señor se situó sobre
la roca e hizo que las aguas fluyeran, tipificando la
crucifixión de Cristo.
El tema de Cristo, nuestra Roca continúa en
Deuteronomio 32:4. Se nos dice allí que Él es nuestra Roca
y que Su obra es perfecta. Es una hermosa descripción de
nuestro bendito Señor, que nos muestra la grandeza de Su
poderío (vea Zacarías 9:17).
El cántico de Ana continúa con una advertencia a los
impíos para que no hablen contra el Señor de manera
insolente ni altanera, de manera burlona ni de manera
despectiva, porque Él conoce todas las cosas y nada Le
es oculto. Él juzgará todas las cosas, aun cada palabra
ociosa que una persona pronuncie. Como Belsasar,
seremos pesados en balanza (vea Daniel 5:27); a
diferencia de él, ¡que nosotros podamos pasar la prueba!
Deseamos que nuestras obras sean como oro refinado y
piedras preciosas de valor y de peso, en lugar de ser
madera, heno y hojarasca.
Los arcos de los fuertes fueron quebrados,
Y los débiles se ciñeron de poder.
Los saciados se alquilaron por pan,
Y los hambrientos dejaron de tener hambre;
Los profetas del Antiguo Testamento
63
Hasta la estéril ha dado a luz siete,
Y la que tenía muchos hijos languidece.
Jehová mata, y él da vida;
El hace descender al Seol, y hace subir.
Jehová empobrece, y él enriquece;
Abate, y enaltece.
El levanta del polvo al pobre,
Y del muladar exalta al menesteroso,
Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un
sitio de honor.
Porque de Jehová son las columnas de la tierra,
Y él afirmó sobre ellas el mundo.
(1 S. 2:4-8)
En esta obra maestra de canción de triunfo, Ana proclama
gozosa la bondad del Señor al defender la causa de los
pobres. En contraste, los poderosos son derribados de su
posición exaltada y los pobres son levantados. Los
caminos del Señor se resumen perfecta y claramente en
Salmos 75:4-8. “Dije a los insensatos: No os infatuéis; y
a los impíos: No os enorgullezcáis; no hagáis alarde de
vuestro poder; no habléis con cerviz erguida. Porque ni
de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el
enaltecimiento. Mas Dios es el juez; a éste humilla, y a
aquél enaltece. Porque el cáliz está en la mano de Jehová,
y el vino está fermentado, lleno de mistura; y él derrama
del mismo; hasta el fondo lo apurarán, y lo beberán todos
los impíos de la tierra”.
64
El Ministerio del Profeta
En toda la Biblia el Señor nos enseña a cuidar de los
pobres. “Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía:
Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es
el reino de Dios” (Lc. 6:20). Por lo tanto, tengamos la
actitud de los grandes hombres de Dios. ¿Es este el
tiempo de adquirir tierras y viñedos? No. Es tiempo de
tomar conciencia de nuestra pobreza espiritual y ver cuán
lejos estamos de la gloria de Dios.
El cántico de Ana continúa así:
El guarda los pies de sus santos,
Mas los impíos perecen en tinieblas;
Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.
(1 S. 2:9)
Esta es una de las preciosas promesas que también vemos en
Proverbios 24:16. “Porque siete veces cae el justo, y vuelve
a levantarse; mas los impíos caerán en el mal”. Ana señala,
de la misma manera que hiciera el profeta Zacarías siglos
antes, que no es con fuerza ni poder, sino por el Espíritu de
Dios que los enemigos son vencidos y las montañas quitadas
(vea Zacarías 4:6 7). Para dar por concluido este pensamiento,
Dios habló a Moisés y Sus palabras son citadas por Pablo en
Romanos 9:15-16: “Pues a Moisés dice: Tendré misericordia
del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que
yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni
del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”.
De modo que vemos que fue por la misericordia soberana
de Dios que Ana tuvo este hijo varón del linaje de Leví, el
Los profetas del Antiguo Testamento
65
cual se convertiría en un fiel y devoto sacerdote del Señor.
Él glorificaría a Dios y enseñaría al pueblo Sus caminos.
¡Cuánto desea el Señor siervos fieles, para que Su voluntad
sea hecha en el cielo como en la tierra!
El cántico finaliza:
Delante de Jehová serán quebrantados sus
adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos;
Jehová juzgará los confines de la tierra,
Dará poder a su Rey,
Y exaltará el poderío de su Ungido.
(1 S. 2:10)
Aquí, bajo la unción del Espíritu Santo, Ana expresó
que el Señor finalmente quebrantará el poder de todos
aquellos que disputan y confrontan la voluntad del
Señor y Sus caminos. El Señor juzgará a Sus enemigos
hasta el último rincón de la tierra, de modo que nadie
escapará a Sus justos juicios. Luego, proféticamente,
Ana pareciera contemplar los tiempos venideros hasta
David, el rey ungido de Israel. Sin embargo, nosotros
vemos más allá de David al más grande de sus hijos, al
Señor Jesucristo, quien reinará dondequiera que brille
el sol. Esta verdad se desarrolla también en el Salmo
2, donde se describen con más detalle el reinado de
Cristo y la caída de los enemigos del Señor. En nuestra
propia vida llega un momento en el cual vemos a
nuestros enemigos caer y luego al Sol de Justicia brillar
sobre nosotros.
66
El Ministerio del Profeta
La vida del joven Samuel
Dedicado por su madre para servicio al Señor de por vida
y ataviado con un efod de lino, el vestido de los sacerdotes,
Samuel vivía ahora en la casa de Elí, ministrando al Señor
junto con los malvados hijos del sumo sacerdote. En
aquellos tiempos en que la Palabra del Señor escaseaba
(vea 1 Samuel 3:1), el Señor habló al joven Samuel. Como
futuro profeta de Dios, Samuel aprendió a oír la Palabra
del Señor, ya desde una edad muy temprana.
“Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en
Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. Aquel
día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho
sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré
que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que
él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no
los ha estorbado. Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí
que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás,
ni con sacrificios ni con ofrendas” (1 S. 3:11-14).
En esencia, el Señor dijo a Samuel que ejecutaría los
juicios que había pronunciado contra la casa de Elí. El
Señor honraba a quienes lo honraban, pero quienes
despreciaban Sus caminos y Sus sacrificios, como hizo
Elí, serían tenidos en poco (vea 1 Samuel 2:30). La
iniquidad de la casa de Elí nunca sería expiada, ni con
sacrificios ni con ofrendas (vea 1 Samuel 3:14).
Dios estaba levantando un nuevo sacerdote, en la persona
de Samuel, quien haría todo lo que agradaba al Señor.
Los profetas del Antiguo Testamento
67
Samuel creció y el Señor estaba con él, y no dejó caer en
tierra ninguna de sus palabras (vea 1 Samuel 3:19). ¡Qué
privilegio que todo lo que Samuel dijera se cumpliría!
El Señor desea que tengamos la misma intimidad con
Él, para que Él pueda hacer que ocurra todo lo que
digamos. Ahora todo Israel sabía que Samuel había sido
establecido como profeta del Señor. Era un sacerdote y
un profeta, y el Señor se le apareció por la Palabra de
Jehová, lo cual quiere decir que Samuel oyó la voz de
Dios en Silo (vea 1 Samuel 3:21).
“Y los filisteos presentaron la batalla a Israel; y
trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los
filisteos, los cuales hirieron en la batalla en el campo
como a cuatro mil hombres. Cuando volvió el pueblo al
campamento, los ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué
nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos?
Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová,
para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de
nuestros enemigos. Y envió el pueblo a Silo, y trajeron de
allá el arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que
moraba entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ofni
y Finees, estaban allí con el arca del pacto de Dios.
Aconteció que cuando el arca del pacto de Jehová llegó
al campamento, todo Israel gritó con tan gran júbilo que
la tierra tembló. Cuando los filisteos oyeron la voz de
júbilo, dijeron: ¿Qué voz de gran júbilo es esta en el
campamento de los hebreos? Y supieron que el arca de
Jehová había sido traída al campamento. Y los filisteos
tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al
campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! pues antes de
ahora no fue así. ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de
68
El Ministerio del Profeta
la mano de estos dioses poderosos? Estos son los dioses
que hirieron a Egipto con toda plaga en el desierto.
Esforzaos, oh filisteos, y sed hombres, para que no sirváis
a los hebreos, como ellos os han servido a vosotros; sed
hombres, y pelead. Pelearon, pues, los filisteos, e Israel
fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha
muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil
hombres de a pie. Y el arca de Dios fue tomada, y muertos
los dos hijos de Elí, Ofni y Finees. Y corriendo de la batalla
un hombre de Benjamín, llegó el mismo día a Silo, rotos
sus vestidos y tierra sobre su cabeza; y cuando llegó, he
aquí que Elí estaba sentado en una silla vigilando junto al
camino, porque su corazón estaba temblando por causa
del arca de Dios. Llegado, pues, aquel hombre a la ciudad,
y dadas las nuevas, toda la ciudad gritó. Cuando Elí oyó el
estruendo de la gritería, dijo: ¿Qué estruendo de alboroto
es este? Y aquel hombre vino aprisa y dio las nuevas a Elí.
Era ya Elí de edad de noventa y ocho años, y sus ojos se
habían oscurecido, de modo que no podía ver. Dijo, pues,
aquel hombre a Elí: Yo vengo de la batalla, he escapado
hoy del combate. Y Elí dijo: ¿Qué ha acontecido, hijo mío?
Y el mensajero respondió diciendo: Israel huyó delante de
los filisteos, y también fue hecha gran mortandad en el
pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees, fueron
muertos, y el arca de Dios ha sido tomada. Y aconteció
que cuando él hizo mención del arca de Dios, Elí cayó
hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y
murió; porque era hombre viejo y pesado. Y había juzgado
a Israel cuarenta años” (1 S. 4:2 18).
El Arca del Pacto fue llevada entonces a tierra de los
filisteos, efectuando un largo recorrido, hasta que
Los profetas del Antiguo Testamento
69
finalmente fue devuelta y colocada en una tienda que
David erigió para ella sobre el monte Sion.
Ahora los juicios del Señor vinieron sobre Israel y la casa
de Elí. Sus dos hijos, Ofni y Finees, murieron el mismo
día, y cuando Elí oyó la noticia que el Arca del Señor
había sido capturada por los filisteos, también murió.
Samuel como juez de Israel
Cuando el Arca de Dios fue capturada por los filisteos,
el Señor hirió con una plaga a cada ciudad en la cual
entró; después de siete meses, los filisteos devolvieron
el Arca a los habitantes de Quiriat-jearim, una ciudad
ubicada dentro de las fronteras de la tribu de Benjamín,
a unos doce kilómetros y medio al noroeste de Jerusalén,
en el camino a Jaffa. El arca permaneció allí, en la casa
de Abinadab, por 20 años, hasta que David la llevó a
Jerusalén (vea 2 Samuel 6:2-3).
Luego, Samuel se dirigió al pueblo de Israel diciéndole
que si se arrepentían de su pecado, el Señor los liberaría
de los filisteos (vea 1 Samuel 7:3 y siguientes). Mencionó
específicamente a los falsos dioses y a Astarot, la diosa
de la sensualidad.
Nunca podremos insistir lo suficiente respecto de la
absoluta necesidad de la pureza sexual entre el pueblo de
Dios. El Señor mismo, hablando acerca de nuestro tiempo,
lo comparó con una generación adúltera (vea Mateo 16:4).
En los primeros capítulos del libro de Proverbios, el rey
David advirtió varias veces a su hijo Salomón sobre los
70
El Ministerio del Profeta
peligros de la de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y
sirvieron sólo a Jehová. “Y Samuel dijo: Reunid a todo
Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová. Y se
reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron
delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí:
Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó Samuel a los hijos
de Israel en Mizpa” (1 S. 7:4-6).mujer extraña. Dijo que
ella había hecho caer heridos a muchos y que había dado
muerte a los más fuertes (vea Proverbios 7:26-27).
“Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a
Astarot, y sirvieron sólo a Jehová. Y Samuel dijo: Reunid
a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová.
Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron
delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí:
Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó Samuel a los hijos
de Israel en Mizpa” (1 Sam. 7:4-6).
La predicación de Samuel tuvo un impacto tan grande
sobre la nación que Israel se deshizo de sus dioses y
comenzó a servir enteramente al Señor. Luego llegó un
día de arrepentimiento nacional, cuando Israel se reunió
en Mizpa (que significa “atalaya”, “torre de vigilancia”),
en Benjamín, cerca de Ramá. Este lugar quizá fue elegido
por su nombre original utilizado por Labán y Jacob
cuando hicieron un pacto diciendo: “[…] Atalaye Jehová
entre tú y yo, […]” (vea Génesis 31:44-49). Por lo tanto,
Israel abrigaba la esperanza que el Señor vería su
humildad de espíritu al derramar agua como una señal
de profunda contrición por el pecado de su nación (vea
Lamentaciones 2:19). En efecto, el Señor oyó su clamor
y dio a esa nación el don del arrepentimiento.
Los profetas del Antiguo Testamento
71
“Cuando oyeron los filisteos que los hijos de Israel estaban
reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos
contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron temor
de los filisteos. Entonces dijeron los hijos de Israel a
Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro
Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos. Y
Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en
holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel,
y Jehová le oyó. Y aconteció que mientras Samuel
sacrificaba el holocausto, los filisteos llegaron para pelear
con los hijos de Israel. Mas Jehová tronó aquel día con
gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron
vencidos delante de Israel. Y saliendo los hijos de Israel
de Mizpa, siguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta abajo
de Bet-car” (1 S. 7:7-11).
Samuel los juzgó en el sentido que llamó al ayuno. Cuando
los filisteos se juntaron contra Israel, Samuel ofreció al
Señor un cordero que aún no había sido destetado. Esto
mostraba la inmadurez del pueblo, pues el sacrificio
normal a favor de una nación debería haber sido un buey.
También mostraba que por su contrición, eran purificados
por el sacrificio que habla de inocencia.
Mientras Samuel ofrecía la ofrenda quemada delante del
Señor, clamó a Dios, quien respondió con potentes truenos,
creando confusión entre los filisteos. Los israelitas los
atacaron y los persiguieron hasta Bet-car, un sitio en
territorio filisteo no identificable en la actualidad. El poder
de los filisteos estaba en retroceso debido a que Israel se
había vuelto a Dios. Esto constituye una lección para
nosotros, que nuestro Dios nos dará la victoria
72
El Ministerio del Profeta
únicamente si nos arrepentimos, abandonamos nuestros
pecados y derramamos nuestro corazón delante de Él.
“Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa
y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta
aquí nos ayudó Jehová. Así fueron sometidos los
filisteos, y no volvieron más a entrar en el territorio
de Israel; y la mano de Jehová estuvo contra los
filisteos todos los días de Samuel. Y fueron restituidas
a los hijos de Israel las ciudades que los filisteos habían
tomado a los israelitas, desde Ecrón hasta Gat; e Israel
libró su territorio de mano de los filisteos. Y hubo paz
entre Israel y el amorreo.Y juzgó Samuel a Israel todo
el tiempo que vivió. Y todos los años iba y daba vuelta
a Bet-el, a Gilgal y a Mizpa, y juzgaba a Israel en todos
estos lugares. Después volvía a Ramá, porque allí
estaba su casa, y allí juzgaba a Israel; y edificó allí un
altar a Jehová” (1 S. 7:12-17).
Luego, Samuel erigió una piedra y la llamó “Eben-ezer”,
porque el Señor los había ayudado. Verdaderamente, el
Señor también nos ayudó muchas veces cuando nos hemos
humillado delante de Él. Que podamos decir con Jeremías:
“Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré”
(Lm. 3:21).
El pasaje de 1 Samuel dice que los filisteos no
regresaron durante el tiempo de Samuel. Podemos estar
seguros que hay completa victoria para los justos sobre
todos sus enemigos. Como ocurrió con Israel, nos serán
restauradas aquellas cosas que el enemigo nos quitó en
batallas anteriores.
Los profetas del Antiguo Testamento
73
Samuel juzgó a Israel durante toda su vida, y año a año
recorría un circuito que iba desde su casa en Ramá a Betel,
Gilgal y Mizpa. En un sentido, algo muy similar al caso
de Juan, el apóstol y profeta del Nuevo Testamento, quien
viajaba realizando un circuito y era responsable de siete
iglesias en Asia (vea Ap. 1:11).
Samuel en su ancianidad
“Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus
hijos por jueces sobre Israel. Y el nombre de su hijo
primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y
eran jueces en Beerseba. Pero no anduvieron los hijos
por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la
avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho”
(1 S. 8:1-3).
Samuel reemplazó a Elí porque los hijos de éste eran
malvados; sin embargo, los hijos de Samuel también
fueron rechazados por Israel cuando su padre los instaló
como jueces en lugar de él. Casi parecería como una
maldición de aquellos tiempos, que los piadosos tuvieran
hijos impíos. Sus hijos pervertían el juicio por medio del
soborno y la avaricia, y eran una vergüenza para Samuel.
Ciertamente, estas tendencias no las encontramos en el
linaje de Samuel, de modo que deben haber venido a través
de su esposa, cuyo nombre no aparece en la Biblia. ¡Cuán
cuidadosos debemos ser con respecto a la persona con la
cual elegimos casarnos! Nuestro cónyuge puede ser una
ayuda o un estorbo para el cumplimiento de nuestro
llamado. Debemos reconocer las maldiciones de nuestro
tiempo y quebrar su poder sobre nosotros.
74
El Ministerio del Profeta
“Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y
vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: He
aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus
caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos
juzgue, como tienen todas las naciones. Pero no agradó
a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que
nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. Y dijo Jehová a
Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan;
porque no te han desechado a ti, sino a mí me han
desechado, para que no reine sobre ellos. Conforme a
todas las obras que han hecho desde el día que los saqué
de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses
ajenos, así hacen también contigo. Ahora, pues, oye su
voz; mas protesta solemnemente contra ellos, y
muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre
ellos. Y refirió Samuel todas las palabras de Jehová al
pueblo que le había pedido rey” (1 S. 8:4-10).
El pueblo pidió a Samuel que les diera un rey, como tenían
otras naciones. Debemos ser personas diferentes,
separadas del mundo (vea 1 P. 2:9), pero cuán a menudo
deseamos ser como el mundo y conformarnos a sus
modelos y estándares.
A pesar del desagrado de Samuel, el Señor dijo que no
habían rechazado el gobierno de Samuel sobre ellos, sino
el de Dios. El Señor dejó claro que esta nación lo había
rechazado desde el tiempo cuando salieron de Egipto, y
ahora habían rechazado a Samuel, como tan a menudo es
el caso en la vida de un profeta. Podemos ver la humildad
y completa obediencia de Samuel al adherir a los deseos
de pueblo. Dios da al pueblo el líder que desea.
Los profetas del Antiguo Testamento
75
Samuel demostró obediencia incondicional al Señor
muchas veces en su vida. Cuando ungió a Saúl como rey
de Israel, debió demostrar completa rendición al Señor,
seguro de que, aunque estaba siendo reemplazado, Dios
cuidaría de él. Samuel también probó su fidelidad en el
oficio para el cual había sido designado. No abandonó su
posición, sino que continuó amando al pueblo y orando
por ellos, aunque habían dado la espalda a lo que sabían
que era correcto.
Samuel, el que ungió reyes
El hombre que Dios escogió para que fuera rey de Israel
fue Saúl, de la tribu de Benjamín (vea 1 Samuel 9:1-2).
En nuestro libro Estudio sobre las vidas de David y
Salomón analizamos en forma más detallada muchas
lecciones de la vida de Saúl. Por ahora, únicamente nos
concentraremos en el papel que tuvo Samuel en la
instalación del rey.
“Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había revelado
al oído de Samuel, diciendo: Mañana a esta misma hora
yo enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual
ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y salvará a
mi pueblo de mano de los filisteos; porque yo he mirado
a mi pueblo, por cuanto su clamor ha llegado hasta mí. Y
luego que Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo: He aquí éste
es el varón del cual te hablé; éste gobernará a mi pueblo”
(1 S. 9:15-17).
Observemos la gracia con la cual Samuel recibe y trata al
hombre que, aunque no era la elección perfecta del Señor,
76
El Ministerio del Profeta
lo reemplazaría. Samuel dio a Saúl el mejor trozo de carne,
lo hizo sentar en el lugar más importante entre otros treinta
que habían sido invitados a la fiesta y luego, al retirarse
de la casa, lo besó y lo ungió para que fuera el capitán
sobre la herencia del Señor (vea 1 Samuel 9:22 10:1).
“Después Samuel convocó al pueblo delante de Jehová
en Mizpa, y dijo a los hijos de Israel: Así ha dicho Jehová
el Dios de Israel: Yo saqué a Israel de Egipto, y os libré
de mano de los egipcios, y de mano de todos los reinos
que os afligieron. Pero vosotros habéis desechado hoy a
vuestro Dios, que os guarda de todas vuestras aflicciones
y angustias, y habéis dicho: No, sino pon rey sobre
nosotros. Ahora, pues, presentaos delante de Jehová por
vuestras tribus y por vuestros millares. Y haciendo Samuel
que se acercasen todas las tribus de Israel, fue tomada la
tribu de Benjamín. E hizo llegar la tribu de Benjamín por
sus familias, y fue tomada la familia de Matri; y de ella
fue tomado Saúl hijo de Cis. Y le buscaron, pero no fue
hallado. Preguntaron, pues, otra vez a Jehová si aún no
había venido allí aquel varón. Y respondió Jehová: He
aquí que él está escondido entre el bagaje. Entonces
corrieron y lo trajeron de allí; y puesto en medio del
pueblo, desde los hombros arriba era más alto que todo
el pueblo. Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto
al que ha elegido Jehová, que no hay semejante a él en
todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría,
diciendo: ¡Viva el rey!” (1 S. 10:17-24).
Samuel convocó entonces al pueblo en Mizpa y, por
suertes, fue revelado que Saúl era el elegido del Señor. A
modo de comentario, él era claramente un hombre como
Los profetas del Antiguo Testamento
77
el que el pueblo habría elegido porque de los hombros
para arriba era más alto que cualquiera de ellos. Cuando
Samuel presentó a Saúl delante del pueblo, todos gritaron:
“¡Viva el rey!”
Más adelante, Samuel volvió a convocar al pueblo, pero
esta vez fue en Gilgal, el lugar en el cual los que habían
cruzado el Jordán con Josué fueron circuncidados. Se lo
recuerda como el lugar de la separación. Aquí Samuel
habló con ellos y les preguntó si alguna vez había hecho
algo malo delante de sus ojos, a lo que el pueblo respondió:
“[…]: Nunca nos has calumniado ni agraviado, ni has
tomado algo de mano de ningún hombre. Y él les dijo:
Jehová es testigo contra vosotros, y su ungido también es
testigo en este día, que no habéis hallado cosa alguna en
mi mano. Y ellos respondieron: Así es” (1 S. 12:4-5).
Luego, Samuel les recordó los tiempos en la historia de Israel
en los cuales sus antepasados habían pecado y clamado al
Señor, y Él les había enviado libertadores. Samuel concluyó
invocando al Señor para que enviara truenos y lluvia sobre
la cosecha del trigo como una señal de que habían pecado
gravemente al pedir un rey. Cuando llegó la lluvia, el pueblo
reconoció su pecado (vea 1 Samuel 12:17-18). Samuel
finalizó diciendo que si servían al Señor en verdad, Él
estaría con ellos, pero si continuaban haciendo lo malo,
perecían (vea 1 Samuel 12:24-25).
Sin embargo, debido a que tenía un genuino corazón de
sacerdote, Samuel dijo: “Así que, lejos sea de mí que
peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros;
antes os instruiré en el camino bueno y recto” (1 S. 12:23).
78
El Ministerio del Profeta
Al igual que Moisés, Samuel continuó orando por el
pueblo de Israel aunque ellos parecían completamente
afirmados en sus caminos de rebeldía. Samuel tenía un
verdadero corazón de amor y misericordia; deseaba
siempre lo mejor para quienes lo habían rechazado y
habían dado la espalda a Dios.
De Samuel podemos decir en verdad que anduvo fielmente
en los caminos del padre del sacerdocio, Leví, como se
describe en Malaquías 2:5-7.
La orden dada a Saúl
“Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene,
y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y
aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos. Saúl,
pues, convocó al pueblo y les pasó revista en Telaim,
doscientos mil de a pie, y diez mil hombres de Judá. Y
viniendo Saúl a la ciudad de Amalec, puso emboscada en
el valle. Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos y salid
de entre los de Amalec, para que no os destruya
juntamente con ellos; porque vosotros mostrasteis
misericordia a todos los hijos de Israel, cuando subían
de Egipto. Y se apartaron los ceneos de entre los hijos de
Amalec. Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila
hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto. Y tomó
vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a
filo de espada. Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a
lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales
engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo
quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable
destruyeron” (1 S. 15:3-9).
Los profetas del Antiguo Testamento
79
Luego de varios años, el profeta Samuel fue enviado al
rey Saúl con la orden de destruir a los amalecitas. Saúl
los destruyó, excepto al rey Agag, y a lo mejor de los
animales.
Cuando llegó Samuel, pronunció las palabras que
constituyen la doctrina y la guía para la vida de los
piadosos en todos los tiempos: “[…]. Ciertamente el
obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar
atención que la grosura de los carneros. Porque como
pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e
idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la
palabra de Jehová, él también te ha desechado para que
no seas rey” (1 S. 15:22-23). La obediencia es mejor
que el sacrificio; los que aman a Dios guardarán Sus
mandamientos (vea Marcos 12:32-33). Samuel demostró
nuevamente su obediencia a Dios cuando personalmente
dio muerte a Agag.
“Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he
quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras,
porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona,
pues, ahora mi pecado, y vuelve conmigo para que adore
a Jehová. Y Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo;
porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha
desechado para que no seas rey sobre Israel. Y
volviéndose Samuel para irse, él se asió de la punta de su
manto, y éste se rasgó. Entonces Samuel le dijo: Jehová
ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un
prójimo tuyo mejor que tú. Además, el que es la Gloria
de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es
hombre para que se arrepienta. Y él dijo: Yo he pecado;
80
El Ministerio del Profeta
pero te ruego que me honres delante de los ancianos de
mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para
que adore a Jehová tu Dios. Y volvió Samuel tras Saúl, y
adoró Saúl a Jehová” (1 S. 15:24-31).
Saúl deseaba que Samuel lo honrara delante del pueblo,
pero Samuel no quiso hacerlo. Entonces Saúl tomó el
borde del manto de Samuel y lo desgarró, lo que
simbolizaba el juicio que vendría sobre Saúl por causa de
su desobediencia. El reino le fue quitado y sería dado a
otro: a un hombre conforme al corazón de Dios. Samuel
recibió la orden de no llorar más por Saúl, porque el Señor
lo había rechazado (vea 1 Samuel 15:35—16:1). Esto
nuevamente nos muestra el profundo amor y compasión
de Samuel por quien había pecado contra Dios. Muchas
veces nos damos por vencidos en nuestra oración a favor
de quienes no andan por el camino que el Señor los ha
llamado a transitar.
Sin embargo, Samuel continuó en oración hasta que el
Señor, concretamente, le ordenó dejar de hacerlo. ¡Qué
corazón compasivo el de Samuel! El profeta ungiría a uno
de los hijos de Isaí, de Belén, en lugar de Saúl. Como
sabemos, David fue un hombre llamado por Dios. Después
de ungirlo con el cuerno de aceite, Samuel regresó a su
casa en Ramá.
“Y el espíritu malo de parte de Jehová vino sobre Saúl; y
estando sentado en su casa tenía una lanza a mano,
mientras David estaba tocando. Y Saúl procuró enclavar
a David con la lanza a la pared, pero él se apartó de
delante de Saúl, el cual hirió con la lanza en la pared…
Los profetas del Antiguo Testamento
81
Huyó, pues, David, y escapó, y vino a Samuel en Ramá, y
le dijo todo lo que Saúl había hecho con él. Y él y Samuel
se fueron y moraron en Naiot. Y fue dado aviso a Saúl,
diciendo: He aquí que David está en Naiot en Ramá.
Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran a
David, los cuales vieron una compañía de profetas que
profetizaban, y a Samuel que estaba allí y los presidía. Y
vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y
ellos también profetizaron. Cuando lo supo Saúl, envió
otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Y Saúl
volvió a enviar mensajeros por tercera vez, y ellos también
profetizaron. Entonces él mismo fue a Ramá; y llegando
al gran pozo que está en Secú, preguntó diciendo: ¿Dónde
están Samuel y David? Y uno respondió: He aquí están
en Naiot en Ramá. Y fue a Naiot en Ramá; y también vino
sobre él el Espíritu de Dios, y siguió andando y
profetizando hasta que llegó a Naiot en Ramá. Y él
también se despojó de sus vestidos, y profetizó igualmente
delante de Samuel, y estuvo desnudo todo aquel día y
toda aquella noche. De aquí se dijo: ¿También Saúl entre
los profetas?” (1 S. 19:9 10, 18-24).
Saúl todavía era rey, pero un espíritu malo había
reemplazado la unción de Dios y lo provocaba a celos
contra David, quien se había convertido en su servidor y
más tarde en su yerno. Saúl procuró matar a David, quien
huyó a donde estaba Samuel en Ramá. Al descubrir el
paradero de David, Saúl envió siervos a tomarlo
prisionero, pero los siervos comenzaron a profetizar. Tres
compañías fueron enviadas para apresar a David, y las
tres profetizaron. Finalmente, el propio Saúl se hizo
presente, y cuando se acercó a Samuel, él también
82
El Ministerio del Profeta
profetizó, cayendo desnudo a los pies del anciano profeta.
La razón de esto fue que había una poderosa presencia
del Señor en la forma del Espíritu de profecía y todos los
que estaban cerca cayeron bajo esa unción.
He visto ocurrir esto en una versión mucho más reducida,
al ver profetizar a toda una compañía por causa de la
presencia de esa unción. Por lo tanto, como veremos más
adelante en nuestro estudio de los falsos profetas, no es la
profecía la que salva, sino la vida que vivimos. Tengamos
en cuenta que aun Saúl profetizó. Por cierto, esta se
considera la primera escuela de profetas, la cual fue un
modelo para las universidades de Boloña, París y Oxford
en la Edad Media.
La muerte de Samuel
Se nos dice que en el tiempo en que Saúl estaba
nuevamente persiguiendo a David, Samuel murió y todo
Israel hizo duelo por él. Samuel fue sepultado en su casa
en Ramá (vea 1 Samuel 25:1).
“Se juntaron, pues, los filisteos, y vinieron y acamparon
en Sunem; y Saúl juntó a todo Israel, y acamparon en
Gilboa. Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos,
tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y
consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni
por sueños, ni por Urim, ni por profetas. Entonces Saúl
dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu
de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de
ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay
una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación. Y
Los profetas del Antiguo Testamento
83
se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos, y se fue con dos
hombres, y vinieron a aquella mujer de noche; y él dijo: Yo
te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y
me hagas subir a quien yo te dijere. Y la mujer le dijo: He
aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la
tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues,
pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir? Entonces
Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún
mal te vendrá por esto. La mujer entonces dijo: ¿A quién
te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel. Y
viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella
mujer a Saúl, diciendo: ¿Por qué me has engañado? pues
tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y
la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la
tierra. El le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un
hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces
entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra,
hizo gran reverencia” (1 S. 28:4-14).
Un tiempo después, los filisteos reunieron un gran ejército
contra Israel y Saúl tembló al ver su número. Intentó
consultar al Señor, tal como debía hacer, pero el Señor no
le contestó ni por sueños, ni por Urim, ni por ninguno de
los profetas.
Luego, Saúl añadió a sus pecados el consultar a una adivina,
a la cual demandó que hiciera venir a Samuel. Este pasaje de
la Biblia ha inquietado a algunos santos amados. Es
importante notar que el Paraíso, donde estaban los santos
antes de la resurrección de Jesús, era un lugar de descanso
para ellos, situado apenas por debajo de la superficie de la
tierra. En la soberanía de Dios, Samuel se levantó de la tierra.
84
El Ministerio del Profeta
El mensaje que trajo Samuel fue poco menos que
reconfortante: predijo el ocaso de Saúl y sus hijos.
Anunció que los filisteos derrotarían y destruirían al
ejército de Israel. Más aún, Samuel recordó a Saúl que
por causa de su desobediencia en no destruir a los
amalecitas, el reino sería quitado de sus manos y dado a
David (vea 1 Samuel 28:17-19). Esta es la última
aparición de Samuel en toda la Biblia. Sin embargo, en
Jeremías 15:1 se lo menciona junto con Moisés como un
gran intercesor, de modo que la Biblia testifica de su
ministerio fiel, el cual desarrolló con suma capacidad.
Samuel fue un modelo de profeta y maestro, y es un
ejemplo a seguir para todos nosotros. Ciertamente se
cumplió en él la promesa que el Señor hizo cuando nació,
en cuanto a que sería un sacerdote fiel. También fue un
juez y un profeta de carácter ejemplar.
Fue un profeta cuyas declaraciones, todas, provenían
directamente de la presencia de Dios (a diferencia de
Natán, quien habló fuera de tiempo y tuvo que ser
corregido por Dios al brindar consejo a David (vea
2 Samuel 7:1-5). Su vida estuvo completamente
dedicada al Señor, desde su nacimiento hasta su muerte.
Fue nazareo toda su vida, guardando su voto al Señor y
viviendo una vida separada para Dios y para el ministerio
al cual fue ordenado.
Vivamos nosotros también de la misma
manera y seamos fieles al Señor y al llamado
que Él ha puesto en nuestra vida. Amén
Los profetas del Antiguo Testamento
85
Gad
“Pero el profeta Gad dijo a David: No te estés en este
lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá. Y David se fue,
y vino al bosque de Haret” (1 S. 22:5).
Gad también es llamado el vidente de David en 2
Samuel 24:11. Aunque David era un profeta, sacerdote y
rey, Dios le dio dos profetas reconocidos para fortalecerlo
en la tarea a la cual el Señor lo había llamado. Esos profetas
fueron Gad y Natán.
Natán
“Dijo el rey al profeta Natán: Mira ahora, yo habito en
casa de cedro, y el arca de Dios está entre cortinas. […]
Aconteció aquella noche, que vino palabra de Jehová a
Natán, diciendo: Ve y di a mi siervo David: Así ha dicho
Jehová: ¿Tú me has de edificar casa en que yo more?”
(2 S. 7:2, 4-5).
“Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus
padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el
cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El
edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre
el trono de su reino” (2 S. 7:12-13).
Los versículos anteriores ilustran la manera en que estos
dos profetas fueron usados por Dios para dar instrucciones
a David. En algunos casos, a las personas que les es
ordenado fundar obras o confraternidades, les son dados
86
El Ministerio del Profeta
profetas para que las guíen y fortalezcan en la tarea que
Dios les ha encomendado. ¡Cuán importantes fueron estos
profetas que apoyaron a David! Todos nosotros
necesitamos, en ciertos momentos de nuestra vida, ser
fortalecidos y guiados por la Palabra del Señor por medio
de Sus siervos ungidos.
Debo expresar mi gratitud al Señor por tales siervos, del
pasado y del presente, que me han alentado en tiempos de
gran necesidad en mi vida. Cada confraternidad y cada
iglesia individual los necesita. Ore para que el Señor se
los dé a su iglesia o confraternidad. Son como timones
que guían a la iglesia y como velas que le dan fuerzas
para perseverar en medio de las tormentas de la vida, y
así arribar a su Buen Puerto de reposo.
Ahías
“Aconteció, pues, en aquel tiempo, que saliendo Jeroboam
de Jerusalén, le encontró en el camino el profeta Ahías
silonita, y éste estaba cubierto con una capa nueva; y estaban
ellos dos solos en el campo. Y tomando Ahías la capa nueva
que tenía sobre sí, la rompió en doce pedazos, y dijo a
Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo
Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la
mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus” (1 R. 11:29-31).
Dios usó a Ahías para decretar que Jeroboam reinaría sobre
diez tribus de Israel, las cuales se convirtieron en el Reino
de Israel del Norte. En otra oportunidad, durante la
enfermedad del hijo de Jeroboam, Ahías declaró que el
niño moriría (vea 1 R. 14:4-16).
Los profetas del Antiguo Testamento
87
Aquí hay una verdad muy interesante. ¡El profeta usado
por Dios para declarar el reinado de Jeroboam fue aquél a
quien el rey recurrió en tiempo de dificultad! Pareciera
ser que las personas que han sido usadas por Dios en
nuestra vida son aquellas a las cuales recurrimos en busca
de ayuda en tiempos de decisiones y necesidades. Es como
si se desarrollara un vínculo entre el profeta y aquél a
quien él ministra en el comienzo de la vida de esa persona.
Esto lo podemos ver también en la vida del apóstata Saúl.
Samuel lo ungió para ser rey, pero al final de su vida,
cuando estaba en problemas, recurrió a la adivina de Endor
para hacer venir a Samuel y que él le hiciera conocer cuál
sería su suerte. ¡Nosotros también recurrimos a quienes
en el pasado han sido usados para ayudarnos, creyendo
que nuevamente serán usados para prestarnos ayuda!
El varón de Dios y el viejo profeta
En 1 Reyes 13 tenemos un relato que merece un estudio
cuidadoso. Un hombre fue enviado a profetizar contra el
altar pagano erigido por el rey apóstata Jeroboam. Este
profeta de Dios declaró que habría un rey de Judá llamado
Josías, que quemaría sobre ese altar los huesos de los
sacerdotes que ofrecían incienso allí (vea 1 Reyes 13:2).
El Señor también había dado un mandamiento a este varón
de Dios: “Porque así me está ordenado por palabra de
Jehová, diciendo: No comas pan, ni bebas agua, ni
regreses por el camino que fueres. Regresó, pues, por otro
camino, y no volvió por el camino por donde había venido
a Bet-el” (1 R. 13:9-10).
88
El Ministerio del Profeta
Había una razón para el mandamiento de Dios. El mensajero
de Dios no podía solicitar hospitalidad en una tierra que había
sido condenada por el altar idolátrico de Jeroboam. Como
mensajero de un Dios santo, el varón de Dios debe ser santo.
Toda comisión del Señor incluirá condiciones que
comprueben nuestro nivel de obediencia. Para el varón
de Dios, la comprobación llegó en la forma de un viejo
profeta del cual tampoco se menciona el nombre. Había
oído acerca del varón de Dios que hizo que el altar se
rompiera por intervención divina, y de la mano del rey
Jeroboam que se había secado e inmediatamente fue
restaurada. El viejo profeta deseaba conocer a este hombre
de Dios e invitarlo a comer a su casa. Cuando el varón de
Dios declinó la invitación, el viejo profeta respondió:
“[…]: Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha
hablado por palabra de Jehová, diciendo: Tráele contigo
a tu casa, para que coma pan y beba agua. Entonces volvió
con él, y comió pan en su casa, y bebió agua. Y aconteció
que estando ellos en la mesa, vino palabra de Jehová al
profeta que le había hecho volver. Y clamó al varón de
Dios que había venido de Judá, diciendo: Así dijo Jehová:
Por cuanto has sido rebelde al mandato de Jehová, y no
guardaste el mandamiento que Jehová tu Dios te había
prescrito, sino que volviste, y comiste pan y bebiste agua
en el lugar donde Jehová te había dicho que no comieses
pan ni bebieses agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro
de tus padres” (1 R. 13:18-22).
Podemos ver el resultado de la desobediencia del varón
de Dios en 1 Reyes 13:24 26, 30 31: “Y yéndose, le topó
Los profetas del Antiguo Testamento
89
un león en el camino, y le mató; y su cuerpo estaba echado
en el camino, y el asno junto a él, y el león también junto
al cuerpo. Y he aquí unos que pasaban, y vieron el cuerpo
que estaba echado en el camino, y el león que estaba junto
al cuerpo; y vinieron y lo dijeron en la ciudad donde el
viejo profeta habitaba. Oyéndolo el profeta que le había
hecho volver del camino, dijo: El varón de Dios es, que
fue rebelde al mandato de Jehová; por tanto, Jehová le
ha entregado al león, que le ha quebrantado y matado,
conforme a la palabra de Jehová que él le dijo.[…]. Y
puso el cuerpo en su sepulcro; y le endecharon, diciendo:
¡Ay, hermano mío! Y después que le hubieron enterrado,
habló a sus hijos, diciendo: Cuando yo muera, enterradme
en el sepulcro en que está sepultado el varón de Dios;
poned mis huesos junto a los suyos”.
Este suceso presenta numerosas ilustraciones que haremos
bien en tener presentes. La primera lección es que, cuando
Dios habla, no debemos escuchar a otros que nos quieran
desviar del camino del Señor.
Por su parte, el viejo profeta, que aparentemente fue en
otro tiempo un ministro ungido de Dios, pareciera haber
perdido la unción del Señor. En esa oportunidad decidió
juntarse con el joven varón de Dios para recuperar algo
del reconocimiento y la gloria asociados con el oficio de
un profeta, además de procurar impedir al joven obedecer
el mandamiento del Señor.
Esto podría compararse con alguien que participó en un
movimiento anterior de Dios y busca desviar a otro que
está siendo usado por el Señor en un movimiento presente.
90
El Ministerio del Profeta
También podemos compararlo con el caso de padres que
perdieron su primer amor por Cristo y están disuadiendo
a sus hijos de una consagración con al Señor todo su
corazón. Que quienes ahora somos mayores procuremos
siempre alentar a los más jóvenes a alcanzar mayores
alturas que las que nosotros mismos hemos alcanzado.
Jehú, el hijo de Hanani
“Pero la palabra de Jehová por el profeta Jehú hijo de
Hanani había sido contra Baasa y también contra su casa,
con motivo de todo lo malo que hizo ante los ojos de
Jehová, provocándole a ira con las obras de sus manos,
para que fuese hecha como la casa de Jeroboam; y porque
la había destruido” (1 R. 16:7).
Este profeta Jehú fue usado para pronunciar juicio contra
el tercer rey de Israel. Baasa había matado a Nadab, quien
era hijo de Jeroboam, pero Baasa y su hijo Ela también
hicieron lo malo ante los ojos del Señor. Es de destacar
que se levantaron muchos profetas a partir de entonces
durante los reinados de los reyes de Israel, estos últimos,
todos extremadamente malvados. Esto habla de la
compasión del Señor por su pueblo reincidente, siempre
procurando hacer que se volvieran a Él.
Elías
Elías comparte con Moisés el hecho de ser uno de los
profetas más importantes y conocidos de la historia
mundial. Se lo identifica como uno de los dos ungidos
Los profetas del Antiguo Testamento
91
que están delante del Señor de toda la tierra (vea
Zacarías 4:14). Como tal, aparece junto con Moisés en
el monte de la transfiguración.
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a
Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se
transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como
el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he
aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él”
(Mt. 17:1-3).
En Malaquías se nos habla acerca de estos dos profetas:
“Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué
en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí,
yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de
Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de
los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia
los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con
maldición” (Mal. 4:4-6).
Esto fue confirmado por las palabras de nuestro Señor:
“[…] A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas
las cosas” (Mt. 17:11).
Ellos son los dos testigos: “Y daré a mis dos testigos que
profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de
cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos
candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra”
(Ap. 11:3-4).
A continuación, presentamos varios episodios en la vida
de Elías:
92
El Ministerio del Profeta
1. Hace su aparición – 1 Reyes 17:1.
2. Su primer milagro: Declaró que no habría lluvia
sino por su palabra – 1 Reyes 17:1.
3. Fue alimentado por cuervos en el arroyo de
Querit – 1 Reyes 17:3-6.
4. Su segundo milagro: La harina de la tinaja y
el aceite de la vasija de la viuda de Sarepta no
cesaron hasta que el Señor envió lluvia
nuevamente – 1 Reyes 17:14.
5. Su tercer milagro: Resucitó al hijo de la viuda
– 1 Reyes 17:22.
6. El anuncio de la llegada de la lluvia – 1 Reyes
18:1.
7. Su cuarto milagro: El fuego de Dios cayó sobre
el sacrificio en el monte Carmelo – 1 Reyes
18:38.
8. Su quinto milagro: La llegada de la lluvia – 1
Reyes 18:41-45.
9. Corrió delante del carro de Acab hasta la
ciudad – 1 Reyes 18:46.
10. Huye de Jezabel y es alimentado por un ángel
– 1 Reyes 19:1-8.
11. Tiene un encuentro con Dios en una cueva en
el monte Horeb y recibe una nueva comisión
– 1 Reyes 19:13 y siguientes.
12. Reprende a Acab en la viña de Nabot –
1 Reyes 21:19.
13. Los capitanes del rey Ocozías son muertos por
fuego del cielo – 2 Reyes 1:10 y siguientes.
14. Su séptimo milagro: Dividió el río Jordán
golpeándolo con su manto – 2 Reyes 2:8.
15. Asciende al cielo en un torbellino – 2 Reyes 2:11.
Los profetas del Antiguo Testamento
93
Analizaremos ahora la vida de este gran hombre de Dios.
Elías hizo su dramática aparición en el escenario de la
historia en el relato escrito para nosotros en 1 Reyes 17:1:
“Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de
Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya
presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años,
sino por mi palabra”.
No se habla de su trasfondo, de su familia, ni de dónde
fue preparado por el Señor para tan pesada tarea.
Simplemente apareció y realizó una declaración ante el
perverso rey Acab, cuyo malvado padre Omri había
sucedido a Zimri, quien a su vez había matado a Ela, hijo
de Baasa, dando así cumplimiento a la palabra del Señor
por medio de Jehú, hijo de Hanani, contra la casa de Baasa.
De modo que Acab se convirtió en el séptimo rey de las
tribus del Norte de Israel.
Aunque no sabemos cuál fue el momento específico en
que el Señor llamó a Elías a este ministerio, sabemos que
fue ordenado por Él para ser un profeta, porque se nos
dice que es alguien que está delante del Señor (vea
Zacarías 4:14), es decir, del lado interior del velo en el
Lugar Santísimo con el Señor.
Analizaremos esto en detalle, a fin de poder apreciar la
importancia de esta afirmación para nuestra vida. Este no
debe ser un simple estudio académico u objetivo, sino
subjetivo; las verdades que vemos en la vida y el ministerio
de los profetas deben aplicarse también a nuestra vida.
94
El Ministerio del Profeta
El Tabernáculo
La presencia literal de Dios en el Antiguo Testamento se
veía y comprendía a por medio del Tabernáculo de Moisés.
Constaba de tres partes: el Atrio exterior, el Lugar Santo
y el Lugar Santísimo. Las siete piezas del mobiliario del
Tabernáculo representaban experiencias espirituales para
los creyentes.
En el Atrio exterior estaban:
•
•
•
El Altar de Bronce con sus sacrificios de sangre
del cordero, que tipificaban a Cristo nuestro
Cordero Pascual y hablaban de la salvación
por medio de la sangre de Jesucristo.
El Lavacro (o la Fuente), que describía el
bautismo en agua.
Los Cuernos del Altar, que hablaban del poder
dado por medio del bautismo del Espíritu Santo,
con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas.
En el Lugar Santo estaban:
•
•
•
El Candelabro con las siete lámparas, que
hablaba de los siete espíritus del Señor (vea
Isaías 11:2).
La Mesa de los Panes de la Proposición, que
revelaban a Cristo como el Pan de Vida y
también revelaban al creyente como un pan
partido para ser dado a las naciones.
El Altar del Incienso, que hablaba de una vida
de intercesión.
Los profetas del Antiguo Testamento
95
Entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo colgaba un
velo, que separaba a los hombres de la presencia y de la
gloria de Dios. El velo representa la crucifixión de Cristo
(vea Hebreos 10:20), debido a que en Su muerte el velo
fue rasgado y se abrió un camino para que la humanidad
entrara en la presencia de un Dios santo (vea Mateo 27:51).
En la vida de los cristianos, esto habla de la experiencia
de Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo
que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.
En el Lugar Santísimo se encontraban:
•
•
•
•
El Arca del Pacto.
Dos tablas de piedra. (Estaban dentro del Arca,
porque Dios mismo había escrito sobre las
piedras los Diez Mandamientos que dio a
Moisés. Según 2 Corintios 3:3, las leyes de
Dios ahora deben escribirse en las tablas de
carne de nuestro corazón.)
Una vasija de maná, que habla de la comida
de los ángeles y del pan del cielo que descendió
a los hombres. (Según Juan 6:33, 41, éste es
ahora el Pan de Vida del cual los cristianos
debemos alimentarnos diariamente.)
El Propiciatorio, desde el cual el Señor hablaba
(vea Números 7:89)
Ciertamente, estos aspectos de la vida espiritual del
creyente se habían desarrollado en Elías, quien estuvo
delante de la presencia literal de Dios, cumpliendo su
96
El Ministerio del Profeta
llamado después de largos años de preparación. Tuvo que
atravesar las experiencias del Atrio exterior y del Lugar
Santo antes de poder entrar en el Lugar Santísimo. Al igual
que Juan el Bautista –quien vino con el poder de Elías
(vea Lucas 1:17)– y Jesús, fue exaltado a la posición que
había sido designado para que ocupara.
Aquí, nosotros también debemos desear permanecer en la
presencia del Dios tres veces Santo. Debemos pasar, por
Su gracia, de las experiencias del Atrio exterior –la
salvación, el bautismo en agua y el bautismo del Espíritu
Santo– hasta el Lugar Santo. Allí debemos ser ungidos para
el servicio, hechos panes partidos, tener la Palabra hecha
carne dentro de nosotros y llegar a ser intercesores. Luego
debemos pasar al Lugar Santísimo, al otro lado del velo,
por medio de la experiencia de Romanos 6:6 (la vida
crucificada). En el Lugar Santísimo, las leyes de Dios son
escritas sobre las tablas de nuestro corazón y somos
alimentados con el maná escondido (vea Apocalipsis 2:17),
o verdades bíblicas que, en la soberanía del Padre,
habían permanecido ocultas (vea Proverbios 25:2).
También dentro del Lugar Santísimo estaba el
Propiciatorio (también llamado el Asiento de
Misericordia), el cual cubre la Ley. La misericordia
pertenece únicamente a Dios y solo Él determina
quiénes la recibirán (vea Salmos 62:12; Éxodo 33:19).
Debemos procurar tener una revelación de esta
formidable cualidad de nuestro Padre Celestial.
Otro aspecto de la vida de estos profetas que no debemos
pasar por alto es la soledad. Debían enfrentar las
situaciones solos y, en ciertos momentos, tuvieron que
Los profetas del Antiguo Testamento
97
renunciar a la compañía de otros. Es muy importante que
podamos vivir en compañía de nosotros mismos
únicamente. ¿Qué clase de persona es usted? ¿Disfruta
de su propia compañía? ¿Es una persona agradable,
alguien que no se queja sino que está lleno del amor, el
gozo y la paz del Señor? ¡Que nunca se diga de nosotros
que estamos revolcándonos en la amargura y la tristeza!
“Todos los días del afligido son difíciles; mas el de
corazón contento tiene un banquete continuo” (Pr. 15:15).
Nunca aflijamos nuestra alma con la queja o la
conmiseración; por el contrario, regocijémonos
continuamente, para así tener un corazón alegre que nos
haga bien como una medicina (vea Proverbios 17:22).
Caminar con Jesús significa experimentar la plenitud del
gozo en Su presencia.
Los tiempos de Elías
Elías apareció públicamente en Israel en tiempos de Acab,
quien reinó circa 900 a.C. Fue un período de gran apostasía
nacional para las diez tribus del Norte.
“Y reinó Acab hijo de Omri sobre Israel en Samaria
veintidós años. Y Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los
ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de
él. Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de
Jeroboam hijo de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel, hija
de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo
adoró. E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él
edificó en Samaria. Hizo también Acab una imagen de
Asera, haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel
98
El Ministerio del Profeta
que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová
Dios de Israel” (1 R. 16:30-33).
El profeta Elías se presentó en Israel con un mensaje de
juicio: “[…] no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino
por mi palabra” (1 R. 17:1). Elías oía y conocía la Palabra
del Señor tan bien que pudo proclamarla ante reyes,
sabiendo que lo que decía sucedería. Sin embargo, el
conocimiento de la Palabra del Señor no era suficiente;
Elías tenía que orar para que ocurriera.
Santiago 5:17 nos dice que “Elías era hombre sujeto a
pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente
para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres
años y seis meses”. La lección para nosotros es que no
es suficiente con solo oír la voluntad de Dios; debemos
oír y orar para que ocurra lo que Dios ha dicho.
Podríamos decir que Elías llegó, figuradamente, hasta
el Altar del Incienso por medio del ministerio de la
intercesión, y oró de acuerdo a la voluntad de Dios para
que no lloviera. Analicemos esta importante pieza del
mobiliario en la vida de un profeta.
El Altar del Incienso: La oración intercesora
“Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de
madera de acacia lo harás. Su longitud será de un codo,
y su anchura de un codo; será cuadrado, y su altura de
dos codos; y sus cuernos serán parte del mismo. Y lo
cubrirás de oro puro, su cubierta, sus paredes en derredor
y sus cuernos; y le harás en derredor una cornisa de oro.
Le harás también dos anillos de oro debajo de su cornisa,
Los profetas del Antiguo Testamento
99
a sus dos esquinas a ambos lados suyos, para meter las
varas con que será llevado. Harás las varas de madera
de acacia, y las cubrirás de oro. Y lo pondrás delante del
velo que está junto al arca del testimonio, delante del
propiciatorio que está sobre el testimonio, donde me
encontraré contigo. Y Aarón quemará incienso aromático
sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo
quemará. Y cuando Aarón encienda las lámparas al
anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo delante de
Jehová por vuestras generaciones” (Éx. 30: 1-8).
La madera nos habla aquí de nuestra humanidad. Vista
desde la perspectiva del Padre, nos habla de Jesús como
el Hijo del Hombre. La madera es un tipo de la
humanidad, formada y planificada de un codo de
longitud, simbolizando la perfecta unidad con Dios en
cuanto al propósito de la visión. La anchura de un codo
habla de la amplitud y alcance de ese propósito o visión.
En esta pieza de mobiliario es un símbolo del intercesor
en unidad con Dios, para que el Espíritu Santo pueda
orar a través de él sin obstáculos a fin de que se cumpla
la voluntad del Padre.
La madera, o el intercesor, debe llevar un revestimiento
de oro puro, lo que nos habla de la naturaleza de la Deidad.
Debemos estar revestidos con la naturaleza de Cristo para
ser aceptables al Padre.
En Éxodo 30:34, el Señor indica a Moisés cuáles deberán
ser los componentes del incienso: “[…]. Toma especias
aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático
e incienso puro; de todo en igual peso”.
100
El Ministerio del Profeta
• El estacte: Generalmente aceptado por la
mayoría de los teólogos como la
representación de la mirra, que habla de la
virtud de la mansedumbre. Esta virtud es un
ingrediente esencial de la oración, porque
incuestionablemente hace que una persona
acepte los tratos de Dios en su vida como justos
y para su bien.
• La uña aromática: Hecha de la parte de la ostra
que une las dos caparazones, lo que ilustra la
desesperación en la vida de oración del
intercesor cuando, al igual que Ester en la
antigüedad, clama: “Si perezco, que perezca”
(vea Ester 4:16). El intercesor da su vida por
aquél en favor de quien ora. La vida del
intercesor se agota a causa del esfuerzo y de
las tribulaciones. Pablo dijo que la muerte
actuaba en él para que pudiera fluir vida hacia
los cristianos corintios (vea 2 Corintios 4:12).
• El gálbano: Habla de las lágrimas, pues es
como una lágrima de resina o goma que exuda
el árbol. Podemos ver esto en la vida de Cristo:
“Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo
ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas
al que le podía librar de la muerte, fue oído a
causa de su temor reverente” (He. 5:7).
• El incienso: Habla de la fe (compare Cantar
de los Cantares 4:13-14 y Gálatas 5:22 23).
La oración es algo muy serio; abarca; todo
nuestro ser e incluye el fruto de la fe, revelada
en el incienso. En Hebreos 11:6 leemos: “Pero
sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
Los profetas del Antiguo Testamento
101
necesario que el que se acerca a Dios crea
que le hay, y que es galardonador de los que
le buscan”.
Sería ofensivo para con Dios orar pidiéndole algo y no
creer que nos lo daría. Sería comparable a las oraciones
de los escribas y fariseos, las cuales eran, de hecho, vanas
repeticiones. Acerquémonos confiadamente al trono de
la gracia en tiempos de necesidad, con la certeza que
nuestro Padre Celestial sabe qué es lo que necesitamos
(vea Hebreos 4:16).
“Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se
fue y vivió junto al arroyo de Querit, que está frente al
Jordán. Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana,
y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo. Pasados
algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido
sobre la tierra” (1 R. 17:5 7).
Elías estaba orando de todo corazón en el arroyo de Querit,
cerca del río Jordán. Este fue el lugar donde el Señor le
dijo que se ocultara para ser sustentado y protegido. Dios
le proveyó agua del arroyo para beber y cuervos que lo
alimentaran de mañana y de tarde con pan y carne.
Hay aquí una verdad que no debemos desestimar por
negligencia. Los cuervos son aves inmundas; más aún, se
dice que son abominación para el Señor (vea
Levítico 11:15), pero sin embargo, fueron usadas por Él
para alimentar a Su precioso profeta. Hay tiempos en los
cuales el Señor puede elegir aun a quienes son una
abominación delante de Él, para cuidar de Sus hijos.
102
El Ministerio del Profeta
Vemos también que el profeta fue sustentado con pan (la
Palabra de Dios) y carne (comida sólida). Esto habla de la
madurez del profeta, según Hebreos 5:14: “Pero el
alimento sólido es para los que han alcanzado madurez,
para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en
el discernimiento del bien y del mal”.
Sin ánimo de querer llevar demasiado lejos la analogía
espiritual de los términos, “Querit” significa “un corte” o
una separación. El Señor deseaba que en ese tiempo Su
profeta fuera separado de las demás personas, de modo
que se pudiera llevar a cabo la obra de Dios. Si el profeta
hubiera vivido entre el pueblo, viendo los resultados del
hambre, hubiera clamado a Dios por misericordia para
que trajera lluvia antes del tiempo señalado por Él. No es
suficiente conocer la voluntad de Dios; también debemos
esperar Sus tiempos, determinados por Su voluntad.
Es importante señalar que el arroyo se secó. Las
provisiones de Dios son variadas y Él no utiliza siempre
los mismos medios para sustentarnos; debemos estar
atentos cada día para ver de qué manera proveerá para
nosotros.
“Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate,
vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado
orden allí a una mujer viuda que te sustente. Entonces él
se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta
de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí
recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me
traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Y
yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo:
Los profetas del Antiguo Testamento
103
Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu
mano. Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo
pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la
tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía
dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi
hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. Elías le
dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme
a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de
la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu
hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina
de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija
disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre
la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo como le dijo
Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la
harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija
menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho
por Elías” (1 R. 17:8-16).
Luego, el gran profeta fue enviado a una viuda. El Señor
dará el honor de sustentar a Sus siervos a quienes tienen
muy poco, no necesariamente a los ricos y poderosos. En
este caso, Elías fue enviado a una viuda pobre. La mujer
había empobrecido hasta contar con solo un puñado de
harina y un poco de aceite, anticipando claramente que se
trataba de la última comida antes que ella y su hijo
murieran. Sin embargo, la Palabra del Señor vino por
medio de Elías. Le fue dicho a la mujer que alimentara en
primer lugar al profeta, y luego ni la harina de la tinaja ni
el aceite de la vasija faltarían hasta que el Señor hiciera
llover sobre la tierra. La mujer obedeció, y como resultado,
ella y su hijo comieron durante muchos días. La obediencia
a la Palabra de Dios trae bendición. Observemos que la
104
El Ministerio del Profeta
bendición y la provisión vinieron después de la obediencia,
no antes. Primero somos probados; luego fluye la provisión.
“Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el
hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave
que no quedó en él aliento. Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo
yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer
a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?
El le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su
regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso
sobre su cama. Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios
mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has
afligido, haciéndole morir su hijo? Y se tendió sobre el
niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios
mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él.
Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a
él, y revivió. Tomando luego Elías al niño, lo trajo del
aposento a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías:
Mira, tu hijo vive. Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora
conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de
Jehová es verdad en tu boca” (1 R. 17:17-24).
Otra prueba crucial para la viuda y para Elías llegó en la
forma de la muerte del hijo de ella. La mujer relacionó su
muerte con un pecado previo no mencionado. Sumamente
afligido, Elías clamó a Dios, y tendiéndose tres veces sobre
el niño lo trajo nuevamente a la vida.
La vida es una batalla, como expresa Pablo a la iglesia en
Roma: “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor
Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis
orando por mí a Dios” (Ro. 15:30). De modo que como
Los profetas del Antiguo Testamento
105
con Elías y Pablo, así también es con nosotros: únicamente
la oración angustiosa es la que produce los resultados
esperados.
La respuesta de la viuda fue extraordinaria. Declaró que
entendía que Elías era un hombre de Dios, y que la Palabra
del Señor estaba en verdad en su boca. La mujer había
visto el milagro de provisión por muchos días, pero al
igual que nosotros, estaba llena de incredulidad.
“Pasados muchos días, vino palabra de Jehová a Elías
en el tercer año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y yo
haré llover sobre la faz de la tierra” (1 R.18:1).
Había llegado el momento en que el Señor enviaría
nuevamente lluvia sobre la tierra. A Elías le fue dicho que
se presentara ante Acab y anunciara que el Señor enviaría
lluvia. En Santiago 5:18 leemos lo que ocurrió detrás de
escena: “Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra
produjo su fruto”. De modo que en tiempos de juicio o
bendición decretados, la oración hace que ocurra lo que
está en la voluntad de Dios.
“Y Acab llamó a Abdías su mayordomo. Abdías era en
gran manera temeroso de Jehová. Porque cuando
Jezabel destruía a los profetas de Jehová, Abdías tomó
a cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta
en cuevas, y los sustentó con pan y agua. Dijo, pues,
Acab a Abdías: Ve por el país a todas las fuentes de
aguas, y a todos los arroyos, a ver si acaso hallaremos
hierba con que conservemos la vida a los caballos y a
las mulas, para que no nos quedemos sin bestias. Y
106
El Ministerio del Profeta
dividieron entre sí el país para recorrerlo; Acab fue por
un camino, y Abdías fue separadamente por otro. Y
yendo Abdías por el camino, se encontró con Elías; y
cuando lo reconoció, se postró sobre su rostro y dijo:
¿No eres tú mi señor Elías? Y él respondió: Yo soy […]”
(1 R. 18:3-8).
En este episodio se nos presenta a Abdías, un notable
hombre de Dios. Temeroso del Señor en gran manera, era
el mayordomo de la casa del hombre más malvado de
Israel: el rey Acab. Dios a menudo coloca a los vasos de
gloria junto a los vasos de ira como un testimonio continuo
de los caminos rectos del Señor. Los vasos de gloria son
probados y purificados por las palabras y acciones de las
personas malvadas.
En su caso, podemos trazar un paralelo con Daniel, quien
fue puesto en la corte de Nabucodonosor y sus sucesores,
y aun así se propuso en su corazón agradar a Dios (vea
Daniel 1:8). Fue uno de los tres hombres más justos que
han existido, junto con Noé y Job. Debemos comprender
que aunque estemos rodeados de malvados, eso es para
nuestro bien y perfección.
Abdías protegió y alimentó a 100 profetas del Señor
durante el reinado de Acab, hecho por el cual podría haber
perdido la vida si Acab se hubiera enterado. Un hombre
debe ser muy valiente y desinteresado para arriesgar su
puesto de prestigio y poder, y aun su propia vida, en favor
de sus hermanos creyentes. Jesús mismo no se aferró a su
posición en el cielo cuando la voluntad de Dios para Él
era que renunciara a ella.
Los profetas del Antiguo Testamento
107
Abdías, al igual que Moisés, tuvo por mayor riqueza el
oprobio de Cristo que los tesoros de los egipcios, porque
también esperaba la recompensa.
Alimentar a esa cantidad de personas día tras día requiere
capacidad y condiciones como organizador. Con una
hambruna en la tierra, Abdías necesitaba a muchas
personas que pudieran contribuir para reunir toda esa
cantidad de comida. Para implementar este programa
habría necesitado contar con un grupo de obreros leales y
dedicados, consagrados asimismo a la obra de Dios.
Esto nos habla también de que en cualquier período dado
de la historia el Señor tuvo muchos profetas que no están
identificados, cuyos nombres no se mencionan en la Biblia
por no existir suficientes méritos para ello. Sería
comparable a lo que ocurre en nuestros días, con muchos
que tienen el don de profecía pero no son conocidos fuera
del ámbito de su congregación.
Al saludar a Elías, Abdías efectúa una declaración
reveladora: “Acontecerá que luego que yo me haya ido, el
Espíritu de Jehová te llevará adonde yo no sepa, y al venir
yo y dar las nuevas a Acab, al no hallarte él, me matará; y
tu siervo teme a Jehová desde su juventud” (1 R. 18:12).
Es claro por las palabras de Abdías que el Espíritu del Señor
tomaba a Elías y lo transportaba, lo mismo que hizo el Espíritu
en el caso de Felipe. En el futuro, anticipamos que el Espíritu
del Señor hará esto a una escala aún mayor con Sus
ministros, a medida que los viajes se hagan cada vez más
difíciles y se levante la persecución contra los cristianos.
108
El Ministerio del Profeta
“Cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a
Israel? Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y
la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová,
y siguiendo a los baales. Envía, pues, ahora y congrégame
a todo Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos
cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de
Asera, que comen de la mesa de Jezabel. Entonces Acab
convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas
en el monte Carmelo” (1 R. 18:17-20).
Ahora Elías se enfrentaba con Acab, quien lo acusó de turbar
a Israel. Acab no alcanzaba a comprender que el juicio de
Dios sobre la nación era el resultado de su propio pecado.
Los malvados rara vez consideran que sus iniquidades son
causa de problemas para sí mismos y para otros. Acab estaba
tan convencido del poder de Elías que había ordenado
buscarlo por todos los territorios vecinos, para asegurarse
que no lo estaban protegiendo. En su ceguera espiritual,
Acab no comprendía que el poder de Elías provenía de
Dios, quien había enviado a su profeta a juzgar a Israel.
Elías disfrutaba de una poderosa unción y presencia del
Señor. Esto es evidente tanto en la serenidad que demostró
al mandar a Acab que reuniera a todo Israel,
particularmente a los 450 profetas de Baal que se sentaban
a la mesa de Jezabel, como en la incuestionable obediencia
de Acab. Esta unción fue reconocida en la profecía de
Zacarías respecto de su hijo Juan el Bautista: “E irá
delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para
hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de
los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar
al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc. 1:17).
Los profetas del Antiguo Testamento
109
Había varias razones por las cuales el Señor eligió el monte
Carmelo, que dominaba Jaffa y el mar Mediterráneo, como
lugar de encuentro para Elías y los profetas de Baal. Estaba
dentro de las fronteras del reino de Acab, y el nombre
“Carmelo” significa “fructífero” o “abundante”. Se
encontraba dentro del territorio de la tribu de Aser, quien
recibió la profecía: “A Aser dijo: Bendito sobre los hijos
sea Aser; sea el amado de sus hermanos, y moje en aceite
su pie. Hierro y bronce serán tus cerrojos, y como tus
días serán tus fuerzas” (Dt. 33:24-25).
Así, por causa de la profecía de Aser, el monte Carmelo
tenía el sentido del poder manifiesto de Dios. El monte
Carmelo era la morada de Abigaíl, una hermosa mujer de
gran entendimiento (1 S. 25:3). Con certeza, entonces, el
monte Carmelo era un sitio ideal para que se manifestara
el poder de Dios. Por eso fue elegido como el lugar de la
confrontación entre Elías y los profetas de Baal. También
fue así en un sentido profético, ya que el monte Carmelo
estaba situado al comienzo del valle de Jezreel, donde se
encuentra Meguido, el sitio de la última batalla del
Armagedón. Esta última batalla será la confrontación entre
el Señor al cual servía Elías y el Maligno, el Hijo de
Perdición y el Falso Profeta.
“Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta
cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si
Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el
pueblo no respondió palabra. Y Elías volvió a decir al
pueblo: Sólo yo he quedado profeta de Jehová; mas de
los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres.
Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo
110
El Ministerio del Profeta
en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego
debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre
leña, y ningún fuego pondré debajo. Invocad luego
vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el
nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio
de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió,
diciendo: Bien dicho. Entonces Elías dijo a los profetas
de Baal: Escogeos un buey, y preparadlo vosotros
primero, pues que sois los más; e invocad el nombre de
vuestros dioses, mas no pongáis fuego debajo. Y ellos
tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e
invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el
mediodía, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Pero no había
voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban
saltando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció
al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo:
Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando,
o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y
hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces, y
se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su
costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. Pasó el
mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta
la hora de ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna
voz, ni quien respondiese ni escuchase” (1 R. 18:21-29).
El mensaje de Elías a todo el pueblo reunido al pie del
monte Carmelo fue una clara exhortación a elegir entre el
Señor y Baal. Profundamente compungido por el Espíritu,
el pueblo no respondió. Elías ordenó que construyeran dos
altares. Sobre uno de ellos, los 450 profetas de Baal
colocaron su buey, cortándolo convenientemente en
pedazos. Elías, el único profeta del Señor, colocaría luego
Los profetas del Antiguo Testamento
111
su buey sobre el otro altar. Entonces, con voz triunfante
declaró: “[…] y el Dios que respondiere por medio de fuego,
ése sea Dios”, a lo cual el pueblo respondió: “Bien dicho”
(1 R. 18:24). Los profetas de Baal profetizaron todo el día
sin éxito. No se oyó ninguna voz ni hubo quien respondiera
de parte de sus falsos dioses (vea 1 Reyes 18:29).
“Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y
todo el pueblo se le acercó; y él arregló el altar de Jehová
que estaba arruinado. Y tomando Elías doce piedras,
conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al
cual había sido dada palabra de Jehová diciendo, Israel
será tu nombre, edificó con las piedras un altar en el nombre
de Jehová; después hizo una zanja alrededor del altar, en
que cupieran dos medidas de grano. Preparó luego la leña,
y cortó el buey en pedazos, y lo puso sobre la leña. Y dijo:
Llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el
holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra
vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo
hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría
alrededor del altar, y también se había llenado de agua la
zanja. Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se
acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de
Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en
Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he
hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme,
para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el
Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces
cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña,
las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la
zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron:
¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (1 R. 18:30-39).
112
El Ministerio del Profeta
Elías, cuyo nombre apropiadamente significa “cuyo Dios
es Jehová”, invitó al pueblo a acercarse. A continuación,
reparó el altar del Señor, sin duda construido por unos
pocos piadosos cuando las doce tribus se dividieron y la
adoración idolátrica se había instalado entre la población.
A juzgar por lo que señala 1 Reyes 19:10, estos altares
habían sido derribados durante el reinado de Acab, cuando
éste instigó la adoración de Baal.
Para reparar el altar del Señor, Elías tomó doce piedras,
una por cada una de las doce tribus de los hijos de Jacob.
Estas debían servir como recordatorio a Israel de su
herencia, que en una oportunidad había sido noble, pero
que ahora estaba corrompida por su pecado.
Verdaderamente se puede decir de muchos: “¡Cómo han
caído los valientes!” Esto se dijo primeramente del rey
Saúl (vea 2 Samuel 1:19), quien una vez había conocido
la unción de Dios pero la perdió por su desobediencia.
Ahora, esto era cierto de todo el reino del Norte, que
voluntariamente se había apartado de la Ley de Moisés.
Esta nación, en otro tiempo temida y admirada por sus
vecinos, era ahora despreciada y objeto de burla, y sufría
ataques por parte de naciones que le habían estado
sometidas bajo el gobierno del rey David.
Cuando llegó el momento del sacrificio de la tarde, Elías
oró: “Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea
hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu
siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas.
Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este
pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a
ti el corazón de ellos” (1 R. 18:36-37).
Los profetas del Antiguo Testamento
113
¡Qué importante lección para nosotros! Elías hizo todo lo
que el Señor le indicó. Del mismo modo, nosotros tampoco
debemos movernos atrevidamente, sino sólo bajo la orden
del Señor, y cuando su voluntad se manifieste debemos
obedecer completamente y con todo nuestro corazón. Elías
no dejó de hacer nada de todo lo que el Señor le había
mandado, y añadió cuál era el propósito de su ruego: que
los israelitas pudieran conocer con certeza que el Señor
era Dios, y que había hecho que el corazón de ellos se
volviera a Él.
En su momento, el fuego de Dios descendió, y el pueblo
se postró sobre su rostro, diciendo: “[…] ¡Jehová es
el Dios, Jehová es el Dios!” (vea 1 Reyes 18:38-39).
Los profetas de Baal fueron degollados por Elías, para
que su influencia maligna ya no asediara a Israel (vea
1 Reyes 18:40). Como aconsejó el rey Salomón en
Proverbios 22:10: “Echa fuera al escarnecedor, y saldrá
la contienda, y cesará el pleito y la afrenta”. Después de
quitar de en medio a estos falsos profetas, el verdadero
mensaje del evangelio podría ser oído por el pueblo. Esto
se aplica también a las iglesias; no podemos permitir voces
de disensión que aparten a la congregación del camino de
la verdad. Hay personas que tuvieron visiones de líderes
que estaban en el infierno, los cuales por medio de falsas
enseñanzas fueron responsables de conducir también a
otros al infierno. Allí, esos líderes fueron forzados a
reunirse con quienes habían creído sus mentiras y a
confrontarse con ellos.
“Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque
una lluvia grande se oye. Acab subió a comer y a beber. Y
114
El Ministerio del Profeta
Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en
tierra, puso su rostro entre las rodillas. Y dijo a su criado:
Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y
dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete
veces. A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube
como la palma de la mano de un hombre, que sube del
mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende,
para que la lluvia no te ataje. Y aconteció, estando en
esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y
hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel”
(1 R. 18:41-45).
En esta oportunidad, Elías anunció al rey que se oía el
sonido de una lluvia abundante. Se trataba de una
declaración de fe, ya que no había señales de nubes en el
cielo; pero la fe es la certeza de lo que se espera (vea
Hebreos 11:1). Como nos recuerda Pablo, la fe no proviene
de nosotros mismos, sino que es un don de Dios (vea
Efesios 2:8). De manera que era Dios quien había puesto
esta fe en el corazón de Su profeta, lo que permitió a Elías
anunciar la llegada de la lluvia.
Sin embargo, la fe sola no es suficiente; era necesario
orar para que el milagro se hiciera realidad. Mientras
Acab regresaba a comer y beber de nuevo, creyendo
completamente a la palabra del profeta, Elías subió a
la cumbre del monte Carmelo. Allí se postró para
interceder con desesperación para que Dios actuara (vea
1 Reyes 18:42). Esta era una situación de vida o muerte
para el profeta. Había anunciado la llegada de la lluvia al
rey, quien había creído su palabra y había actuado
conforme a ella. El pueblo de Israel era perfectamente
Los profetas del Antiguo Testamento
115
capaz de atacar a Elías si no llegaba la lluvia prometida,
como había sucedido con otra generación anterior, que se
había levantado contra Moisés durante un tiempo de
extrema necesidad. El pueblo lo habría hecho a él
responsable por la continuidad de la sequía y la hambruna.
En consecuencia, Elías buscó con todo su corazón al
Señor, con desesperación y dependencia, para que viniera
Su lluvia prometida. Santiago 5:17-18 afirma: “Elías era
hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y
oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre
la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el
cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto”. Al leer el
relato de 1 Reyes 18:42-44, vemos que hubo una intensa
lucha en el espíritu antes que llegara la primera nube. Elías,
postrado sobre su rostro delante de Dios, envió a su siervo
siete veces a mirar hacia el mar antes de que este viera
una nube del tamaño de la palma de la mano de un hombre.
Fue la oración eficaz del justo. “La oración eficaz del
justo puede mucho. Elías era hombre sujeto a pasiones
semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que
no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis
meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra
produjo su fruto” (Stg. 5:16-18). Era un símbolo de la
maravillosa mano de Dios que venía con gran
compasión para bendecir a Su angustiado pueblo en
medio de sus dificultades.
El número siete habla de perfección y compleción (vea
Génesis 2:1 2). En la oración de Elías vemos el
pensamiento de finalizar la tarea que había sido enviado
a realizar. Había sido enviado a anunciar que el cielo se
116
El Ministerio del Profeta
cerraba y a orar por ello, y luego que el cielo se abriría y
también a orar por ello, con la consecuente limpieza de la
tierra por medio de la muerte de los falsos profetas.
Los cielos estaban ahora oscurecidos con nubes de lluvia y
viento. Era la primera lluvia en tres años, y Elías dijo a
Acab que unciera su carro y se fuera para que la tormenta
no le impidiera retornar a su palacio. Mientras Acab viajaba
en su carro, obviamente con los mejores caballos de Israel
a su disposición, el Señor vino sobre Elías permitiéndole
correr delante de Acab hasta Jezreel, distante unos 24
kilómetros (vea 1 Reyes 18:44-46). Este acto de gran
humildad también era una señal, pues un mensajero iba
siembre delante del rey, anunciando su llegada.
Aquí estaba el mensajero del Rey de reyes corriendo delante
del gobernante apóstata de Israel. Este es un ejemplo de
rendir honra a quien se debe hacerlo (vea Romanos 13:7).
El Señor también enseñó esto durante su ministerio terrenal,
diciendo al pueblo que hicieran todo lo que los fariseos
ordenaban, porque se sentaban en la cátedra de Moisés;
por lo tanto, debían obedecer todo lo que decían, pero no
volverse como ellos (vea Mateo 23:2-3). Jesús es humilde
de espíritu, reconociendo Sus propias leyes, aun en
presencia de quienes no viven rectamente.
“Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había
hecho, y de cómo había matado a espada a todos los
profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero,
diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si
mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como
la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y
Los profetas del Antiguo Testamento
117
se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en
Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un
día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y
deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la
vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose
debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un
ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró,
y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas,
y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse.
Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó,
diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta.
Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella
comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta
Horeb, el monte de Dios” (1 R. 19:1-8).
Con el desafío de Elías y la muerte de los profetas de
Baal, la ira de Jezabel se encendió contra el profeta y juró
por los dioses, quienes ya habían probado ser impotentes
contra el Señor, que Elías estaría muerto para la mañana
siguiente. Todo el ejército de Israel estaba bajo el mando
de ella, pero Elías escapó. Al no tener una palabra segura
de parte de Dios, la huida parecía el curso de acción más
razonable. No obstante, Elías huyó desanimado y se fue
solo al desierto, donde se sentó bajo un enebro.
Es en tiempos de gran estrés cuando los siervos de Dios
deben encontrarse con Él y estar a solas, separados aun
de sus amigos o compañeros más íntimos, para buscar el
rostro del Señor. Bajo la sombra de un enebro, Elías se
tendió y declaró su indignidad. En aquel valle de
desaliento, pidió morir (vea 1 Reyes 19:4). Este hecho es
importante para nosotros, pues a las experiencias de estar
118
El Ministerio del Profeta
en la cima a menudo siguen pozos de depresión, causados
por la grotesca aparición del enemigo que trae
desesperanza y desaliento.
Elías se comportó de manera muy poco sabia al pedir a
Dios que le quitara la vida. Esa clase de oración es una
usurpación de los tratos soberanos de Dios en nuestra vida.
Así, terminaríamos nuestra vida antes del tiempo previsto
y estaríamos desafiando la sabiduría de Dios. En una
oportunidad le pedí a Dios que me llevara, y fui
literalmente quitado de mi cuerpo tanto física como
espiritualmente, y escoltado al cielo por un ángel. Allí se
me mostró que había muerto antes de mi tiempo y que, en
consecuencia, no había cumplido el propósito que Dios
había ordenado para mi vida desde antes de la fundación
del mundo. La aflicción y la tristeza que invadieron mi
corazón fueron tan abrumadoras que no desearía que nadie
tuviera que pasar por una experiencia tan angustiante.
Con gran angustia de espíritu clamé: “¡Oh, Señor! ¡Dame
otra oportunidad!” Y aunque no oí ninguna voz, el ángel
que estaba a mi lado regresó conmigo a la tierra. Cuando
llegué hasta donde estaba mi cuerpo tendido sobre la cama,
el ángel me tocó y volví a entrar en él. ¡Cuán agradecido
estoy que Él sea el Dios de las segundas oportunidades!
Un ángel, que es un espíritu ministrador enviado a quienes
serán herederos de la salvación (vea Hebreos 1:14), fue
enviado a Elías de parte de Dios, quien siempre tiene en
cuenta nuestras necesidades. El ángel despertó a Elías de
su profundo sueño y le dijo que bebiese el agua y comiese
la torta que había cocido para él. Luego de hacer lo que se
Los profetas del Antiguo Testamento
119
le dijo, Elías volvió a dormirse. El ángel lo despertó por
segunda vez, alentándolo a comer pues el camino sería
muy largo para él (vea 1 Reyes 19:5-7).
Sin ánimo de forzar demasiado la aplicación de este
suceso, hay aquí una verdad para aplicar a nuestra vida.
Se trata de la verdad del segundo toque, como hizo el
ángel al tocar a Elías dos veces. Esta verdad aparece
también en otros ejemplos bíblicos. Uno de esos relatos
se encuentra en Marcos 8:22-25: “Vino luego a Betsaida;
y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces,
tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y
escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le
preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo los hombres
como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra
vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue
restablecido, y vio de lejos y claramente a todos”.
Otro caso se encuentra en Lucas 17, cuando diez leprosos
fueron sanados. Uno de esos hombres regresó para
agradecer a Jesús. Lucas 17:19 nos ofrece la respuesta de
Jesús: “Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”
Eliseo, el sucesor de Elías, también demostró esta misma
verdad cuando pidió una doble porción del Espíritu que
estaba sobre Elías (vea 2 Reyes 2:9).
Este pensamiento de la segunda bendición podría ilustrarse
también por medio de Acsa, hija de Caleb, quien dijo a su
padre: “[…]: Concédeme un don; puesto que me has dado
tierra del Neguev, dame también fuentes de aguas. Entonces
Caleb le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo”
(Jue. 1:15). Si Acsa se hubiese conformado con el primer
120
El Ministerio del Profeta
don de su padre, no hubiera recibido las importantes
bendiciones de los manantiales de arriba y de abajo. En
un sentido espiritual, su significado son las bendiciones
de las lluvias tempranas y tardías, o de Pentecostés y los
Tabernáculos (vea Hechos 2:1-4; Juan 7:37-38).
Elías, con la fuerza de la segunda comida, viajó 40 días
y cuarenta noches hasta Horeb, o Sinaí, el monte de
Dios (vea 1 Reyes 19:8). En ese monte, Dios se había
encontrado con los hijos de Israel liderados por Moisés
y les había dado la Ley, reafirmando que ellos eran Su
pueblo. Moisés también, en su condición de uno de los
dos testigos (vea Apocalipsis 11:3-6; Mateo 17:1 3),
había tenido un extraordinario encuentro con Dios en
el monte Sinaí. Ahora Elías, el segundo de los dos
testigos, hacía su viaje hasta esta montaña para
encontrarse con su Dios.
“Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino
a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí,
Elías? El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová
Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado
tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada
a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para
quitarme la vida. El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte
delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un
grande y poderoso viento que rompía los montes, y
quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no
estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero
Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un
fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego
un silbo apacible y delicado” (1 R. 19:9-12).
Los profetas del Antiguo Testamento
121
Vivir en una cueva por muchos días antes que la Palabra
del Señor viniera a él debe haber producido una profunda
obra de purificación en la vida de este poderoso profeta
de Dios. Pocas personas disfrutan de esperar; sin embargo,
debemos considerar las virtudes que se desarrollan en
nuestra vida como resultado de largos períodos de espera.
Las siguientes son algunas de ellas:
1. Paciencia—El rey David dijo en Salmos 40:1:
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí,
y oyó mi clamor”. De esto también se habla en
Santiago 1:4: “Mas tenga la paciencia su obra
completa, para que seáis perfectos y cabales, sin
que os falte cosa alguna”.
2. Dependencia de Dios—Mientras esperamos,
comprendemos lo incapaces que somos para hacer
que Sus propósitos ocurran en nuestra vida.
3. Entendimiento de Sus tiempos—Así como Jesús
fue preparado antes de ir al Jordán, y fue colocado
en la aljaba de Dios antes de abandonar
definitivamente la carpintería, nosotros también
aprendemos el significado de las palabras: “Pero
cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios
envió a su Hijo […]” (Gá. 4:4), y “Cuando llegó
el día de Pentecostés […]” (Hch. 2:1), el Espíritu
Santo llenó el lugar donde estaban los discípulos
y también a ellos.
4. Fe y mansedumbre—De estas virtudes se habla
simbólicamente en Cantar de los Cantares 3:6:
“¿Quién es ésta que sube del desierto como
columna de humo, sahumada de mirra y de
incienso y de todo polvo aromático?”
122
El Ministerio del Profeta
En Su gracia, el Señor preguntó a Elías qué hacía allí
escondido en la cueva en el monte Horeb, aunque Él
conocía perfectamente la razón. Eso le daba al profeta la
oportunidad de hacer oír sus quejas, lo cual hizo, diciendo:
“He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos;
porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han
derribado tus altares, y han matado a espada a tus
profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme
la vida” (1 R. 19:10).
Al decir esto, Elías manifestaba un sentimiento de
desesperanza y desconcierto en cuanto a que el Señor
no había recompensado su celo por Dios y por Su
justicia. En respuesta, el Señor mandó a Elías a
presentarse delante de Él en la montaña. Luego el Señor
pasó delante de él, como hizo con Moisés 500 años
antes (vea Éxodo 33:18 23).
Estos encuentros sagrados, específicos, con Dios son
vitales para moldear nuestra vida. Quizá no lleguemos a
tener la misma intimidad con el Señor que disfrutaron los
dos testigos, pero podemos aferrarnos a la promesa de
Juan 14:21: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por
mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”.
Cuando Elías estuvo en la montaña, el Señor generó
una serie de manifestaciones de la furia de la naturaleza:
un viento poderoso que rompía los montes y quebraba
las peñas, un terremoto y un fuego. Sin embargo, el
Señor no estaba en ninguno de esos asombrosos
desastres naturales; en cambio, se presentó en un silbo
Los profetas del Antiguo Testamento
123
apacible y delicado. Cuando Elías lo oyó, cubrió su rostro
con su manto, sobrecogido por la presencia del Señor.
“Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto,
y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino
a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías? El
respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de
los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu
pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada
a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para
quitarme la vida. Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu
camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y
ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi
ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de
Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar.
Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo
matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo
lo matará. Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas
rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo
besaron” (1 R. 19:13-18).
Por segunda vez, llegó la pregunta: “¿Qué haces aquí,
Elías?” Existe un principio que encontramos por
primera vez en Génesis 41:32, donde José dijo a Faraón:
“Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa
que la cosa es firme de parte de Dios”. Cuando Dios
habla dos veces o más respecto de un asunto, es para
confirmar que es firme. De manera que, al volver a
formular a Elías la pregunta, Dios le confirmaba que
su tarea aún no había concluido. Era tiempo de ser
comisionado nuevamente. El Señor entonces se dirigió
a Elías y le encomendó tres tareas:
124
El Ministerio del Profeta
1. Ungir a Hazael como rey de Siria.
2. Designar a Jehú como rey de Israel.
3. Ungir a Eliseo para que fuese profeta en su
lugar.
Resulta interesante que Elías cumplió con la primera tarea
y la tercera, mientras que Eliseo llevó a cabo la segunda.
Esto puede indicar que en nuestra vida podemos ser
comisionados para llevar a cabo ciertas tareas, pero en
definitiva serán los que nos sucedan quienes efectivamente
las completarán. Estas responsabilidades muestran que el
rango de Elías como profeta estaba por encima de la
autoridad de los reyes. En los últimos tiempos de la Era
de la Iglesia, veremos a Dios nuevamente moverse
poderosamente por medio de Sus apóstoles y profetas.
Luego, el Señor dijo: “Y yo haré que queden en Israel
siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas
bocas no lo besaron” (1 Reyes 19:18, también
mencionado por el apóstol Pablo en Romanos 11:1-5). Es
un testimonio de la grandeza y soberanía de Dios que Él
hubiera elegido a siete mil hombres a quienes les había
dado la gracia y el coraje para oponerse a los profetas de
Baal y al malvado rey Acab.
Esto debería darnos coraje también a nosotros al
enfrentar el ataque de los no creyentes en nuestro lugar
de trabajo, nuestro hogar o cuando los integrantes de
nuestra familia no son cristianos consagrados. Él puede
preservarnos de caer y presentarnos, como a los 7000,
sin mancha delante del trono de Dios con gran alegría
(vea Judas 1:24).
Los profetas del Antiguo Testamento
125
El número 7000 es importante, pues habla del número de
años del hombre sobre la tierra desde Adán hasta el fin
del reino milenario de Cristo sobre el mundo.
Encontramos este número en varios pasajes de la Biblia.
Los siete mil hombres de guerra que fueron transportados
a la cautividad en Babilonia (vea 2 Reyes 24:16) y a los
cuales se hace referencia en Jeremías 24:5 como los higos
buenos, representan el remanente que a lo largo de los
siglos Dios preserva en virtud de la elección por gracia.
Sin embargo, tenemos otros 7000 de los cuales habla
Apocalipsis 11:13: “En aquella hora hubo un gran
terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó,
y por el terremoto murieron en número de siete mil
hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria
al Dios del cielo”. Estos 7000 corresponden a la cosecha
de los malvados. Según lo que podemos entender de
Apocalipsis 14:18-20, estos representan a los malvados
de la tierra desde el tiempo de Adán hasta el final del
reino milenario de Cristo sobre la tierra.
El hecho que los 7000 de Apocalipsis 11:13 representan a
los malvados de todas las generaciones queda claro por
ser siete los días de la creación y porque en 2 Pedro 3:8 se
nos dice que para el Señor mil años son como un día. Por
lo tanto, el número 7000 es un tipo de los hombres a lo
largo de todas las generaciones, tanto de los justos como
de los malvados. Dios nos conceda ser contados entre los
justos preservados.
126
El Ministerio del Profeta
El llamado de Eliseo
“Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que
araba con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última.
Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto.
Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de
Elías, y dijo: Te ruego que me dejes besar a mi padre y a
mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve; ¿qué
te he hecho yo? Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los
mató, y con el arado de los bueyes coció la carne, y la dio
al pueblo para que comiesen. Después se levantó y fue
tras Elías, y le servía” (1 R. 19:19-21). En este tiempo
Elías recibió instrucciones de ungir a Eliseo para que
ocupara su lugar como el profeta de Dios en Israel. En 1
Reyes 19:19 se nos dice específicamente que cuando Elías
lo encontró, Eliseo estaba arando con 12 yuntas de bueyes
y que él tenía la última. La Biblia es muy cuidadosa y casi
económica en su uso de palabras. El énfasis en el número
12, el número del gobierno, indica que Eliseo estaba
destinado a gobernar los asuntos de las naciones. Esto se
cumplió cuando Eliseo tomó el manto de Elías cuando
éste fue arrebatado.
Debemos desear tener el manto de Dios sobre nuestra vida
para poder cumplir lo que sea que Él haya ordenado para
nosotros. Esto constituye la unción, la fortaleza y la gracia
para llevar a cabo el ministerio. Como está escrito: “Pero
a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la
medida del don de Cristo” (Ef. 4:7).
Elías echó su manto sobre Eliseo, ordenándolo de esta
manera para el ministerio. Eliseo reconoció la unción que
Los profetas del Antiguo Testamento
127
había venido sobre él y se convirtió en el servidor
personal de Elías, siendo luego conocido como el “que
servía a Elías” (vea 2 Reyes 3:11). [Nota del Traductor:
La versión Reina Valera 1909 traduce aquí: “que daba
agua a manos a Elías”, mientras que la NVI señala en
nota al pie de página: “Lit. echaba agua en manos de
Elías”.] Explicaremos esto en mayor detalle más
adelante, al hablar de Eliseo.
Durante un paréntesis en la narración sobre la vida de Elías
y la de Eliseo, el relato bíblico nos presenta a varios profetas
en la historia de Israel de aquel tiempo, cuyos nombres no
se mencionan. En tiempos del malvado rey Acab, los sirios,
al mando de su rey Ben-adad, sitiaron Samaria, la ciudad
capital de Israel. Un profeta se presentó ante Acab, diciendo:
“[…] Así ha dicho Jehová: ¿Has visto esta gran multitud?
He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas
que yo soy Jehová. Y respondió Acab: ¿Por mano de quién?
El dijo: Así ha dicho Jehová: Por mano de los siervos de
los príncipes de las provincias. Y dijo Acab: ¿Quién
comenzará la batalla? Y él respondió: Tú” (1 R. 20:13-14).
Acab obedeció al Señor y los sirios huyeron de delante de
su ejército, pero Ben-adad escapó. El profeta advirtió al
rey Acab que el rey de Siria regresaría al año siguiente.
Por consejo de sus servidores, Ben-adad envió un ejército
similar al anterior, ante el cual el campamento de Israel
parecía “dos rebañuelos de cabras”. Ben-adad presto oído
a sus consejeros y fue a enfrentar a Israel con la siguiente
creencia: “Sus dioses son dioses de los montes, por eso
nos han vencido; mas si peleáremos con ellos en la llanura,
se verá si no los vencemos” (1 R. 20:23).
128
El Ministerio del Profeta
Así fue como Siria enfrentó a Israel en los valles. El Señor
envió un profeta a Acab a decirle que debido a la
declaración de los siervos de Ben-adad, Él daría la victoria
a Israel (vea 1 Reyes 20:28). Sin embargo, cuando Benadad envió mensajeros a Acab pidiéndole misericordia,
Acab hizo un pacto con el rey de Siria, llamándolo su
hermano (vea 1 Reyes 20:30-34).
Luego de este suceso, el relato bíblico continúa con la
historia de un profeta usado por Dios de la siguiente manera:
“Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo a su
compañero por palabra de Dios: Hiéreme ahora. Mas el
otro no quiso herirle. El le dijo: Por cuanto no has
obedecido a la palabra de Jehová, he aquí que cuando te
apartes de mí, te herirá un león. Y cuando se apartó de
él, le encontró un león, y le mató. Luego se encontró con
otro hombre, y le dijo: Hiéreme ahora. Y el hombre le dio
un golpe, y le hizo una herida. Y el profeta se fue, y se
puso delante del rey en el camino, y se disfrazó,
poniéndose una venda sobre los ojos. Y cuando el rey
pasaba, él dio voces al rey, y dijo: Tu siervo salió en medio
de la batalla; y he aquí que se me acercó un soldado y me
trajo un hombre, diciéndome: Guarda a este hombre, y si
llegare a huir, tu vida será por la suya, o pagarás un
talento de plata. Y mientras tu siervo estaba ocupado en
una y en otra cosa, el hombre desapareció. Entonces el
rey de Israel le dijo: Esa será tu sentencia; tú la has
pronunciado. Pero él se quitó de pronto la venda de sobre
sus ojos, y el rey de Israel conoció que era de los profetas.
Y él le dijo: Así ha dicho Jehová: Por cuanto soltaste de la
mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y
Los profetas del Antiguo Testamento
129
tu pueblo por el suyo. Y el rey de Israel se fue a su casa
triste y enojado, y llegó a Samaria” (1 R. 20:35-43).
Vemos cuán a menudo le fueron enviados profetas a
Acab y cuántos actos de gracia de Dios le fueron
ofrecidos, a pesar de lo cual el corazón de este rey nunca
cambió. El dicho de Isaías se vio comprobado en la
vida de este malvado rey: “Se mostrará piedad al
malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud
hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová”
(Is. 26:10).
Otro relato de la maldad de Acab, que se encuentra en 1
Reyes 21:1-29, tiene que ver con la viña de Nabot. Acab
codiciaba indebidamente la viña perteneciente a Nabot,
un jezreelita, pero Nabot se negó a venderla al rey por
tratarse de la herencia de sus padres, la cual, según
Levítico 25:23, no debía ser vendida. Cuando se enteró
del fracaso de Acab en adquirir la viña y su consecuente
depresión, su malvada esposa Jezabel dio órdenes de
acusar falsamente a Nabot y matarlo, para que Acab
pudiera tomar posesión de su viña. Después de las
múltiples intervenciones de Dios, Acab continuaba
rehusando volverse a Él. En respuesta a su maldad, Dios
le envió al propio Elías.
El mensaje en este pasaje es impresionante: “Y le hablarás
diciendo: Así ha dicho Jehová: ¿No mataste, y también
has despojado? Y volverás a hablarle, diciendo: Así ha
dicho Jehová: En el mismo lugar donde lamieron los
perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu
sangre, tu misma sangre” (1 R. 21:19).
130
El Ministerio del Profeta
El Señor declaró que su descendencia sería destruida y
que su casa sería como la casa de Jeroboam y de Baasa.
Ellos habían sido reyes anteriores de Israel que también
habían hecho pecar al pueblo. Además, Dios dijo que los
perros comerían a Jezabel junto a la muralla de Jezreel.
Al oír estas palabras de juicio profético –que así como había
hecho con otros se haría con él– Acab por fin se humilló
delante del Señor. Como respuesta a este acto de contrición,
Dios, en su misericordia, afirmó que no traería ese mal sobre
la casa de Acab en vida del rey (vea 1 Reyes 21:21-29).
Micaías
Encontramos ahora un nuevo paréntesis en el relato de
la vida de Eliseo y la de Elías, esta vez relacionado con
Josafat, el piadoso rey de Judá, cuando fue invitado
por Acab a subir a pelear contra Ramot de Galaad (vea
1 Reyes 22:1-40).
“Y el rey de Israel dijo a sus siervos: ¿No sabéis que
Ramot de Galaad es nuestra, y nosotros no hemos hecho
nada para tomarla de mano del rey de Siria? Y dijo a
Josafat: ¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot
de Galaad? Y Josafat respondió al rey de Israel: Yo soy
como tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como
tus caballos. Dijo luego Josafat al rey de Israel: Yo te
ruego que consultes hoy la palabra de Jehová. Entonces
el rey de Israel reunió a los profetas, como cuatrocientos
hombres, a los cuales dijo: ¿Iré a la guerra contra Ramot
de Galaad, o la dejaré? Y ellos dijeron: Sube, porque
Jehová la entregará en mano del rey. Y dijo Josafat: ¿Hay
Los profetas del Antiguo Testamento
131
aún aquí algún profeta de Jehová, por el cual
consultemos? El rey de Israel respondió a Josafat: Aún
hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová,
Micaías hijo de Imla; mas yo le aborrezco, porque nunca
me profetiza bien, sino solamente mal. Y Josafat dijo: No
hable el rey así” (1 R. 22:3-8).
Los 400 profetas de Acab exhortaban al rey para que subiera,
asegurándole que tendría éxito. Josafat preguntó si había
algún profeta del Señor a quien consultar respecto del
asunto, aparte de los 400 profetas del rey. Acab reconoció
que había uno, Micaías; pero Acab lo odiaba porque no le
profetizaba para su beneficio personal. Sin embargo, ante
el pedido de Josafat, Acab envió a llamar a Micaías.
“Entonces el rey de Israel llamó a un oficial, y le dijo:
Trae pronto a Micaías hijo de Imla. Y el rey de Israel y
Josafat rey de Judá estaban sentados cada uno en su silla,
vestidos de sus ropas reales, en la plaza junto a la entrada
de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban
delante de ellos. Y Sedequías hijo de Quenaana se había
hecho unos cuernos de hierro, y dijo: Así ha dicho Jehová:
Con éstos acornearás a los sirios hasta acabarlos. Y todos
los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo:
Sube a Ramot de Galaad, y serás prosperado; porque
Jehová la entregará en mano del rey. Y el mensajero que
había ido a llamar a Micaías, le habló diciendo: He aquí
que las palabras de los profetas a una voz anuncian al
rey cosas buenas; sea ahora tu palabra conforme a la
palabra de alguno de ellos, y anuncia también buen éxito.
Y Micaías respondió: Vive Jehová, que lo que Jehová me
hablare, eso diré. Vino, pues, al rey, y el rey le dijo:
132
El Ministerio del Profeta
Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o la
dejaremos? El le respondió: Sube, y serás prosperado, y
Jehová la entregará en mano del rey. Y el rey le dijo:
¿Hasta cuántas veces he de exigirte que no me digas
sino la verdad en el nombre de Jehová? Entonces él dijo:
Yo vi a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas
que no tienen pastor; y Jehová dijo: Estos no tienen
señor; vuélvase cada uno a su casa en paz. Y el rey de
Israel dijo a Josafat: ¿No te lo había yo dicho? Ninguna
cosa buena profetizará él acerca de mí, sino solamente
el mal” (1 R. 22:9-18).
Durante el tiempo que tomó traer a Micaías a la presencia
del rey, los otros 400 profetas continuaron profetizando
que el Señor daría la victoria contra Ramot de Galaad. El
mensajero enviado a llevarlo ante Acab dijo a Micaías
que los otros profetas habían hablado favorablemente
delante del rey, y le imploró que hiciera lo mismo, pero
Micaías respondió que diría únicamente lo que Dios le
hablara. Sin embargo, cuando Acab le preguntó si debía
ir o no contra Ramot de Galaad, Micaías respondió: “Sube,
y serás prosperado, y Jehová la entregará en mano del
rey” (1 R. 22:15)
La respuesta del rey fue un reflejo de la condición de su
corazón, pues reprendió a Micaías: “Y el rey le dijo: ¿Hasta
cuántas veces he de exigirte que no me digas sino la verdad
en el nombre de Jehová?” (1 R. 22:16). Por lo tanto, el rey
sabía que los 400 profetas no estaban diciendo la verdad.
Pablo habló de esta clase de personas en 2 Timoteo 4:3:
“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana
Los profetas del Antiguo Testamento
133
doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán
maestros conforme a sus propias concupiscencias”.
“Entonces él dijo: Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a
Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos
estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. Y Jehová
dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en
Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro
decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de
Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué
manera? El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en
boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun
lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí
Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos
tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti.
Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó
a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de
mí el Espíritu de Jehová para hablarte a ti? Y Micaías
respondió: He aquí tú lo verás en aquel día, cuando te
irás metiendo de aposento en aposento para esconderte.
Entonces el rey de Israel dijo: Toma a Micaías, y llévalo
a Amón gobernador de la ciudad, y a Joás hijo del rey; y
dirás: Así ha dicho el rey: Echad a éste en la cárcel, y
mantenedle con pan de angustia y con agua de aflicción,
hasta que yo vuelva en paz. Y dijo Micaías: Si llegas a
volver en paz, Jehová no ha hablado por mí. En seguida
dijo: Oíd, pueblos todos” (1 R. 22:19-28).
La respuesta de Micaías al pedido del rey revelaba los
secretos del cielo. El Señor conspiró contra el rey para
destruirlo. Esta situación es comparable a algo que ocurrirá
en los tiempos del fin, cuando el Padre enviará un gran
134
El Ministerio del Profeta
engaño para que el mundo siga al Anticristo debido a que
no aman la verdad, sino que se complacen en la injusticia
(vea 2 Tesalonicenses 2:11-12).
“Subió, pues, el rey de Israel con Josafat rey de Judá a
Ramot de Galaad. Y el rey de Israel dijo a Josafat: Yo
me disfrazaré, y entraré en la batalla; y tú ponte tus
vestidos. Y el rey de Israel se disfrazó, y entró en la
batalla. Mas el rey de Siria había mandado a sus treinta
y dos capitanes de los carros, diciendo: No peleéis ni
con grande ni con chico, sino sólo contra el rey de Israel.
Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat,
dijeron: Ciertamente éste es el rey de Israel; y vinieron
contra él para pelear con él; mas el rey Josafat gritó.
Viendo entonces los capitanes de los carros que no era
el rey de Israel, se apartaron de él. Y un hombre disparó
su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las
junturas de la armadura, por lo que dijo él a su cochero:
Da la vuelta, y sácame del campo, pues estoy herido.
Pero la batalla había arreciado aquel día, y el rey estuvo
en su carro delante de los sirios, y a la tarde murió; y la
sangre de la herida corría por el fondo del carro. Y a la
puesta del sol salió un pregón por el campamento,
diciendo: ¡Cada uno a su ciudad, y cada cual a su tierra!
Murió, pues, el rey, y fue traído a Samaria; y sepultaron
al rey en Samaria. Y lavaron el carro en el estanque de
Samaria; y los perros lamieron su sangre (y también las
rameras se lavaban allí), conforme a la palabra que
Jehová había hablado” (1 R. 22:29-38).
Como el Señor predijo, Acab subió a la batalla y fue
muerto por un arquero que disparó su arco al azar. Este
Los profetas del Antiguo Testamento
135
suceso atestigua que el Señor controla todas las cosas.
Dios es capaz de hacer que una flecha desviada dé en un
blanco que Él eligió, eliminando así a un enemigo
destinado a morir. El carro de Acab fue lavado en el
estanque de Samaria y los perros lamieron su sangre,
conforme a la Palabra del Señor pronunciada por Su
profeta Elías (vea 1 Reyes 22:38).
Elías y Eliseo (continuación)
“Y Ocozías cayó por la ventana de una sala de la casa
que tenía en Samaria; y estando enfermo, envió
mensajeros, y les dijo: Id y consultad a Baal-zebub dios
de Ecrón, si he de sanar de esta mi enfermedad.
Entonces el ángel de Jehová habló a Elías tisbita,
diciendo: Levántate, y sube a encontrarte con los
mensajeros del rey de Samaria, y diles: ¿No hay Dios
en Israel, que vais a consultar a Baal-zebub dios de
Ecrón? Por tanto, así ha dicho Jehová: Del lecho en
que estás no te levantarás, sino que ciertamente
morirás. Y Elías se fue” (2 R. 1:2-4).
Después de la muerte de Acab, ascendió al trono su hijo
Ocozías, quien siguió los malvados caminos de su padre
Acab y cosechó el juicio de Dios (vea 1 Reyes 22:51-53).
Luego de caer por la ventana de una sala de su casa,
Ocozías envió a consultar a Baal-zebub, el dios de Ecrón,
si sanaría de sus heridas.
El ángel del Señor envió a Elías al encuentro de los
mensajeros del rey para reprender a Ocozías por no
136
El Ministerio del Profeta
consultar al Dios de Israel. El profeta les ordenó decir
al rey que no se levantaría de su lecho, sino que de
cierto moriría.
“Cuando los mensajeros se volvieron al rey, él les dijo:
¿Por qué os habéis vuelto? Ellos le respondieron:
Encontramos a un varón que nos dijo: Id, y volveos al
rey que os envió, y decidle: Así ha dicho Jehová: ¿No
hay Dios en Israel, que tú envías a consultar a Baalzebub dios de Ecrón? Por tanto, del lecho en que estás
no te levantarás; de cierto morirás. Entonces él les dijo:
¿Cómo era aquel varón que encontrasteis, y os dijo tales
palabras? Y ellos le respondieron: Un varón que tenía
vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de
cuero. Entonces él dijo: Es Elías tisbita. Luego envió a
él un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual
subió a donde él estaba; y he aquí que él estaba sentado
en la cumbre del monte. Y el capitán le dijo: Varón de
Dios, el rey ha dicho que desciendas. Y Elías respondió
y dijo al capitán de cincuenta: Si yo soy varón de Dios,
descienda fuego del cielo, y consúmate con tus cincuenta.
Y descendió fuego del cielo, que lo consumió a él y a
sus cincuenta. Volvió el rey a enviar a él otro capitán de
cincuenta con sus cincuenta; y le habló y dijo: Varón de
Dios, el rey ha dicho así: Desciende pronto. Y le respondió
Elías y dijo: Si yo soy varón de Dios, descienda fuego del
cielo, y consúmate con tus cincuenta. Y descendió fuego
del cielo, y lo consumió a él y a sus cincuenta. Volvió a
enviar al tercer capitán de cincuenta con sus cincuenta; y
subiendo aquel tercer capitán de cincuenta, se puso de
rodillas delante de Elías y le rogó, diciendo: Varón de Dios,
te ruego que sea de valor delante de tus ojos mi vida, y la
Los profetas del Antiguo Testamento
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vida de estos tus cincuenta siervos. He aquí ha descendido
fuego del cielo, y ha consumido a los dos primeros capitanes
de cincuenta con sus cincuenta; sea estimada ahora mi
vida delante de tus ojos” (2 R. 1:5-14).
Cuando regresaron, el rey les preguntó acerca de Elías.
Luego, envió dos grupos de 50 hombres, los cuales fueron
consumidos por fuego del cielo por la palabra del profeta.
El capitán del tercer grupo rogó por la vida de sus hombres
y el ángel dijo a Elías que no temiera, sino que fuera con
ellos a ver al rey. Podemos ver aquí la gracia de Dios en
preservar la vida de estos cincuenta. Una lección para
nosotros es que cuando uno se humilla delante del Señor,
Él siempre es misericordioso. Mantengamos siempre un
santo quebrantamiento delante de nuestro Dios.
“Entonces el ángel de Jehová dijo a Elías: Desciende
con él; no tengas miedo de él. Y él se levantó, y
descendió con él al rey. Y le dijo: Así ha dicho Jehová:
Por cuanto enviaste mensajeros a consultar a Baalzebub dios de Ecrón, ¿no hay Dios en Israel para
consultar en su palabra? No te levantarás, por tanto,
del lecho en que estás, sino que de cierto morirás. Y
murió conforme a la palabra de Jehová, que había
hablado Elías. Reinó en su lugar Joram, en el segundo
año de Joram hijo de Josafat, rey de Judá; porque
Ocozías no tenía hijo” (2 R. 1:15-17).
En su encuentro con Ocozías, Elías reiteró la profecía en
cuanto a que el rey moriría porque había consultado a
Baal-zebub, el dios de Ecrón, y no al Dios vivo y
verdadero.
138
El Ministerio del Profeta
Elías es arrebatado
Este evento comenzó con una declaración de la soberanía
de Dios: “Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a
Elías en un torbellino al cielo, […]” (2 R. 2:1). Esta es
una verdad que debemos recordar siempre: Dios es
soberano. Él inicia todas las cosas y prepara todo lo que
ocurre en el cielo y en la tierra. Jesús lo reiteró cuando dijo
en Juan 6:44: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que
me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero”.
El viaje desde Gilgal hasta el Jordán
Eliseo fue con Elías desde Gilgal, el lugar de la circuncisión,
hasta Betel. Betel significa casa de Dios, por lo que
representa la presencia de Dios. Para poder entrar en Su
presencia, debemos experimentar en nuestra vida una obra
de circuncisión más y más profunda. De Betel, fueron a
Jericó, la ciudad de las palmeras, que simbolizan la justicia
(rectitud). La raíz del término está relacionada con la
fragancia, por lo que refiere al dulce aroma del Señor justo,
cuya fragancia impregna a los que son justos. Simbolizaba
aquello acerca de lo cual escribió Pablo: “Porque para Dios
somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los
que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para
muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas
cosas, ¿quién es suficiente?” (2 Co. 2:15-16).
De manera que, especialmente cuando nos acercamos a la
muerte, debemos tener la fragancia de Cristo incorporada
a nuestra vida: la mirra (Su mansedumbre), el áloe (Su
templanza o dominio propio) y la acacia (Su humildad).
Los profetas del Antiguo Testamento
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“Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un
torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y dijo
Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha
enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma,
que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el. Y saliendo
a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le
dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de
sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le volvió a
decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha
enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma,
que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó. Y se acercaron a
Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le
dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de
sobre ti? El respondió: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le dijo:
Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado
al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te
dejaré. Fueron, pues, ambos. Y vinieron cincuenta varones
de los hijos de los profetas, y se pararon delante a lo lejos;
y ellos dos se pararon junto al Jordán. Tomando entonces
Elías su manto, lo dobló, y golpeó las aguas, las cuales se
apartaron a uno y a otro lado, y pasaron ambos por lo
seco. Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo
que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti.
Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu
sea sobre mí. El le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me
vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si
no, no. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un
carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y
Elías subió al cielo en un torbellino” (2 R. 2:1-11).
Finalmente llegaron al río Jordán, el cual representa,
esencialmente, la separación entre los vivos y los muertos,
140
El Ministerio del Profeta
ya que en el Jordán ambos pasaron a una nueva vida. Elías
pasó al cielo y Eliseo pasó a una nueva vida en el Espíritu
con la doble bendición. Después que cruzaron el Jordán,
Elías preguntó a Eliseo qué deseaba que hiciera por él
antes de ser quitado. Eliseo pidió una doble porción del
Espíritu que estaba sobre Elías. Esto le sería concedido si
veía a Elías ser tomado para estar con Dios. Luego,
mientras caminaban juntos, el carro y los caballos de fuego
los separaron. Hablaremos de este tema más
detalladamente en nuestro estudio de Eliseo.
El ministerio continuo de Eliseo
En el último libro del Antiguo Testamento encontramos
una referencia a una futura aparición de Elías sobre la
tierra: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que
venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver
el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de
los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la
tierra con maldición” (Mal. 4:5-6). El propio Señor lo
confirmó: “Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad,
Elías viene primero, y restaurará todas las cosas”
(Mt. 17:11). Esto se observa en el hecho que él será uno
de los dos testigos que profetizarán antes de la Segunda
Venida de Cristo: “Y daré a mis dos testigos que profeticen
por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos
testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en
pie delante del Dios de la tierra. Si alguno quiere dañarlos,
sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si
alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma
manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que
no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las
Los profetas del Antiguo Testamento
141
aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra
con toda plaga, cuantas veces quieran” (Ap. 11:3-6).
Uno de los aspectos importantes del ministerio de Elías
en su segunda aparición es su trato con las relaciones
familiares. Nunca podremos enfatizar lo suficiente la
necesidad de que el pueblo de Dios tenga su hogar en
orden. Debe existir ese equilibrio divino entre el
cumplimiento del llamado del Señor y el ministerio que
Él tiene para nosotros, por un lado, y por otro el tener
buenas relaciones y prodigar un cuidado amoroso a
nuestras familias. Un ministro o pastor que olvida a su
esposa e hijos por causa del ministerio, seguramente
estaría en la misma condición de los escribas y fariseos.
Estos enseñaban que, bajo el pretexto de haber sido
consagrada al Señor como “Corbán”, cualquier ayuda que
pudiera haberse brindado a sus padres sería su voto u
ofrenda. Cristo denunció esto, diciendo: “[…]. Así habéis
invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición”
(Mt. 15:6; comparar Marcos 7:11-13). Los rabíes hasta
permitían que un joven declarara “Corbán” sobre su
propiedad y la retuviera para sí, quitándosela a sus propios
padres. [Fausset’s Bible Dictionary, Base de datos
electrónica, Copyright (c) 1998 por Biblesoft.] Es
importante recordar que el quinto mandamiento, el de
honrar a nuestros padres, nunca puede anularse.
Elías también apareció sobre la tierra en el monte de la
transfiguración junto con Moisés, cuando estuvieron allí con
Jesús y hablaron acerca de Su muerte (vea Lucas 9:30-31).
El Señor eligió, preparó y ordenó a estos dos profetas para
ser los dos olivos y candeleros que están delante del Señor
142
El Ministerio del Profeta
de toda la tierra. Debemos comprender que ellos representan,
quizá más que cualquier otro, las cualidades de carácter,
ministerio y capacidad en las cuales Dios se deleita.
Consideraremos aquí únicamente a Elías. Él fue sin duda
alguna, un hombre como Juan el Bautista, quien vino con
el poder y el Espíritu de Elías (vea Lucas 1:17). Esto nos
permite ver más acerca del carácter y ministerio de este
profeta. Su vestimenta era similar a la de Juan: “Y Juan
estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de
cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas
y miel silvestre” (Mt. 3:4). A Elías se lo describe como
un hombre que llevaba vestido de pelo y un cinturón de
cuero alrededor de sus lomos (vea 2 Reyes 1:8). Ambos
tenían una conducta similar: aunque eran reconocidos
como profetas, tenían vidas solitarias. El Señor dijo de
Juan que no había otro nacido de mujer mayor que él (vea
Mateo 11:11).
No era una caña sacudida por el viento, ni estaba ataviado
con vestiduras delicadas como las que se encuentran en
los palacios de los reyes. Ambos tenían una poderosa
unción y poseían una inquebrantable determinación para
cumplir la voluntad de Dios y la tarea que se les había
confiado. Ambos censuraron el pecado y ambos fueron
voces en el desierto.
Sin embargo, fueron hombres sujetos a pasiones
semejantes a las nuestras (vea Santiago 5:17). Elías deseó
morir porque sentía que no era mejor que su padre, de
quien no sabemos nada (vea 1 Reyes 19:4). Al ser
encarcelado por Herodes, Juan envió a sus discípulos al
Los profetas del Antiguo Testamento
143
Señor para saber si Jesús era realmente el Hombre al cual
él había presentado a Israel como el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo (vea Lucas 7:19, Juan 1:29).
Quizá podría decirse que sus sentimientos eran como los
que expresó nuestro Señor: “Pero yo dije: Por demás he
trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis
fuerzas; pero mi causa está delante de Jehová, y mi
recompensa con mi Dios” (Is. 49:4). Que podamos ser
perdonados si llegamos a pensar que hemos hecho poco y
hemos malgastado nuestra vida.
¿Qué relevancia tiene para nuestros tiempos este ministerio
tardío de Moisés y Elías? Ellos calificaron durante su vida
para tener un ministerio de resurrección. Nosotros también
debemos calificar durante nuestra vida para poder participar
en la resurrección de los santos en el reino milenario de
Cristo sobre la tierra (vea Apocalipsis 20:6). Esta
calificación significa que uno gobernará y reinará con
Cristo, y será un sacerdote para el Señor. Para calificar,
un creyente debe reinar en vida por uno solo, Jesucristo
(vea Romanos 5:17), y ser un sacerdote en el sentido del
Nuevo Testamento (vea Romanos 12:1-2). En otras
palabras, debemos pasar a ser como Jesús, sacerdotes
según el orden de Melquisedec.
Eliseo
Este gran hombre de Dios que ocupó el oficio profético
de Elías es un tipo de la Iglesia, la cual, según Juan 14:12,
también heredará la doble porción del Espíritu de Jesús.
Mientras que Elías realizó siete grandes milagros, Eliseo
realizó el doble. También tuvo una vida y ministerio
144
El Ministerio del Profeta
largos, desde el reinado de Acab hasta el de Joás, reyes
de Israel. Una vez más, podemos comparar su ministerio
al de la Iglesia desde el tiempo de Pentecostés hasta la
Segunda Venida de Cristo.
La Biblia relata 20 episodios en la vida de Eliseo:
1.
2.
3.
4.
Su llamado al ministerio – 1 Reyes 19:16-21
Recibe el manto de Elías – 2 Reyes 2:1-18
La sanación de las aguas – 2 Reyes 2:19-22
La maldición sobre los muchachos que se
burlaban – 2 Reyes 2:23-25
5. La liberación de los tres reyes – 2 Reyes 3:1-27
6. El milagro del aceite de la viuda – 2 Reyes 4:1-7
7. El nacimiento del hijo de la sunamita
2 Reyes 4: 8-17
8. La resucitación del hijo de la sunamita
2 Reyes 4:18-37
9. La sanidad de la olla de vegetales
2 Reyes 4:38-41
10. La alimentación de cien hombres
2 Reyes 4:42-44
11. La sanación de Naamán el leproso
2 Reyes 5:1-27
12. El milagro del hacha que flotó – 2 Reyes 6:1-7
13. El aviso al rey de Israel – 2 Reyes 6:8-12
14. Los soldados sirios son heridos con ceguera –
2 Reyes 6:13-18
15. La restauración de la vista a los soldados sirios
2 Reyes 6:20
16. El sitio y la hambruna en Samaria
Los profetas del Antiguo Testamento
17.
18.
19.
20.
145
2 Reyes 6:24—7:20
El anuncio de los siete años de hambre
2 Reyes 8:1-6
La predicción del reinado de Hazael
2 Reyes 8:7-15
El ungimiento de Jehú como rey de Israel
2 Reyes 9:1-10
La muerte de Eliseo – 2 Reyes 13:14-21
Su llamado al ministerio
“A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo
hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta
en tu lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú
lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo
matará. Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas
rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo
besaron. Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat,
que araba con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última.
Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto.
Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de
Elías, y dijo: Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi
madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve; ¿qué te he
hecho yo? Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los mató, y
con el arado de los bueyes coció la carne, y la dio al pueblo
para que comiesen. Después se levantó y fue tras Elías, y le
servía” (1 R. 19:16-21). Eliseo es presentado en la Biblia
en 1 Reyes 19:16, cuando el Señor comisiona al profeta
Elías para ungir a Eliseo, hijo de Safat, como su sucesor
en el ministerio. Varias cosas se hacen evidentes en la
vida de Eliseo al analizar su llamado a ser profeta. Elías
obedeció al Señor, y halló a Eliseo arando en los campos
146
El Ministerio del Profeta
de su padre con 12 yuntas de bueyes. Como se ha
mencionado antes, el énfasis en el número 12, el número
del gobierno, indica que Eliseo estaba destinado a gobernar
los asuntos de las naciones. Esto, por supuesto, fue lo
que sucedió una vez que tomó el oficio de Elías.
Durante este encuentro, Elías echó su manto sobre
Eliseo. Un manto constituye la unción, la fortaleza y la
gracia para llevar a cabo un determinado ministerio.
Debemos desear tener el manto de Dios sobre nuestra
vida para poder cumplir los propósitos que Él ha
ordenado para nosotros. Efesios 4:7, dice: “Pero a cada
uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la
medida del don de Cristo”.
Después que Eliseo recibió el manto de Elías, corrió tras
el profeta para pedir su permiso para besar a su padre y
a su madre y despedirse de ellos, lo que habla de una
vida familiar equilibrada y cálida. Elías respondió: “Ve,
vuelve; ¿qué te he hecho yo?” La respuesta de Elías
puede parecer dura, pero tenía por objeto preparar a
Eliseo para la prueba suprema de su vida, cuando el viejo
profeta lo desalentaría a seguirlo y presenciar el momento
en que fuera arrebatado.
Algo similar a ésta fue la respuesta de Jesús a la mujer
cananea que le pidió tener misericordia de su hija:
“Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de
los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor;
pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de
la mesa de sus amos” (Mt. 15:26 27). Una vez probada
su fe, y vista su convicción y determinación para recibir
Los profetas del Antiguo Testamento
147
de Él, Jesús le respondió: “Oh mujer, grande es tu fe;
hágase contigo como quieres” (Mt. 15:28). Por lo tanto,
las grandes riquezas del cielo son dadas a los que
perseveran. La fe se desarrolla en la adversidad,
venciendo el desaliento, el cual hasta puede provenir del
Señor y sus ministros.
Eliseo recibió su llamado cuando el manto de Elías cayó
sobre él. Al reconocer la unción que había sido depositada
sobre su vida, corrió traes el viejo profeta. A partir de
entonces, ministró a las necesidades de Elías y fue
conocido aun por el rey Joram de Israel como aquél que
servía a Elías (vea 2 Reyes 3:11) [Nota del Traductor:
Con respecto al Eliseo como “el que servía a Elías”, la
versión Reina Valera 1909 lo traduce como “(el) que daba
agua a manos a Elías”, y la NVI señala en nota al pie de
página lo siguiente: “Lit. echaba agua en manos de Elías”.]
Esta es una de las claves para suceder a un líder: tener el
corazón de un siervo. Después de todo, el líder es el padre
o siervo para aquellos sobre quienes es responsable.
Pareciera ser que en Eliseo fluía el corazón del Padre
celestial a través de su actitud amable y amorosa hacia
sus propios padres. También podemos verlo en su actitud
de suplir las necesidades de Elías hasta que fue arrebatado
al cielo. Solo podemos tener una estimación de cuánto
duró su ministerio. Comenzó con su llamado en el último
año del reinado de Acab y se extendió durante los reinados
de Ocozías (2 años), de Joram (12 años), de Jehú (28 años)
y de Joacaz (17 años). También incluyó una parte del
reinado de Joás (16 años), lo cual resulta en un total de
más de 60 años.
148
El Ministerio del Profeta
Recibe el manto de Elías
“Después de la muerte de Acab, se rebeló Moab contra
Israel. Y Ocozías cayó por la ventana de una sala de la
casa que tenía en Samaria; y estando enfermo, envió
mensajeros, y les dijo: Id y consultad a Baal-zebub dios
de Ecrón, si he de sanar de esta mi enfermedad. Entonces
el ángel de Jehová habló a Elías tisbita, diciendo:
Levántate, y sube a encontrarte con los mensajeros del
rey de Samaria, y diles: ¿No hay Dios en Israel, que
vais a consultar a Baal-zebub dios de Ecrón? Por tanto,
así ha dicho Jehová: Del lecho en que estás no te
levantarás, sino que ciertamente morirás. Y Elías se fue.
Cuando los mensajeros se volvieron al rey, él les dijo:
¿Por qué os habéis vuelto? Ellos le respondieron:
Encontramos a un varón que nos dijo: Id, y volveos al
rey que os envió, y decidle: Así ha dicho Jehová: ¿No
hay Dios en Israel, que tú envías a consultar a Baalzebub dios de Ecrón? Por tanto, del lecho en que estás
no te levantarás; de cierto morirás. Entonces él les dijo:
¿Cómo era aquel varón que encontrasteis, y os dijo tales
palabras? Y ellos le respondieron: Un varón que tenía
vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de
cuero. Entonces él dijo: Es Elías tisbita. Luego envió a
él un capitán de cincuenta con sus cincuenta, el cual
subió a donde él estaba; y he aquí que él estaba sentado
en la cumbre del monte. Y el capitán le dijo: Varón de
Dios, el rey ha dicho que desciendas. Y Elías respondió
y dijo al capitán de cincuenta: Si yo soy varón de Dios,
descienda fuego del cielo, y consúmate con tus cincuenta.
Y descendió fuego del cielo, que lo consumió a él y a
sus cincuenta” (2 R. 2:1-10).
Los profetas del Antiguo Testamento
149
En este pasaje vemos que Eliseo, quien deseaba algo difícil
–una doble porción de la unción que había sido dada a
Elías– iba a tener que perseverar de verdad para recibir el
deseo de su corazón. Esto también estaba en el corazón
de Dios, porque Eliseo había sido levantado por Dios para
ser un tipo de la Iglesia. Analice las elecciones que Eliseo
tuvo que realizar. Tuvo que dejar Gilgal, el lugar de la
santidad. Tuvo que dejar atrás esta experiencia y avanzar.
Esto puede compararse a lo que dijo la novia en el Cantar
de los Cantares: “Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me
he de vestir? He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?
Mi amado metió su mano por la ventanilla, y mi corazón
se conmovió dentro de mí. Yo me levanté para abrir a mi
amado, y mis manos gotearon mirra, y mis dedos mirra,
que corría sobre la manecilla del cerrojo. Abrí yo a mi
amado; pero mi amado se había ido, había ya pasado; y
tras su hablar salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé; lo
llamé, y no me respondió” (Cnt. 5:3-6).
La novia se había purificado y se había vestido de lino
fino, pero el Señor vino para conducirla a experiencias
más profundas. Lamentablemente, hay cristianos que
hacen de la santidad su meta, en lugar de comprender que
es sólo una experiencia que nos permite llegar a verdades
más profundas en Cristo, permitiéndonos a su vez dar en
el blanco para nuestra vida.
Elías quería que se quedara en Betel, que representa la
presencia de Dios. Sin embargo, Eliseo no estaba
satisfecho con permanecer allí. Podemos ver la misma
situación en el monte de la transfiguración. Pedro deseaba
150
El Ministerio del Profeta
permanecer en lo alto del monte y propuso construir tres
enramadas, una para Moisés, otra para Elías y otra para
Jesús. Sin embargo, tenían que descender para ministrar
y seguir a Jesús. De la misma manera, Eliseo fue con Elías
para ministrar. Fueron a Jericó, donde estuvieron en
compañía de la escuela de profetas, y nuevamente Eliseo
se rehusó a permanecer en el lugar de enseñanza, junto
con los otros profetas.
Elías y Eliseo cruzaron el Jordán por tierra seca después
que Elías golpeara las aguas con su capa. Fue entonces
cuando Elías preguntó a Eliseo qué deseaba, y éste solicitó
la doble porción de la unción. Fue sólo como resultado de
su diligente fidelidad a Elías que Eliseo recibió lo que pidió.
Podemos ver lo mismo en el caso de Rut, quien fue fiel a
Noemí. Debemos exclamar como Jacob en la antigüedad:
“No te dejaré, si no me bendices” (Gn. 32:26). Esta es la
lección que necesitamos aprender de los profetas: tenían
un ferviente deseo por las bendiciones de Dios.
En el Segundo Libro de los Reyes encontramos el viaje
de Elías, acompañado por Eliseo, previo a su ascensión:
“Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que
quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y
dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu
sea sobre mí. El le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me
vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas
si no, no” (2 R. 2:9 10). Eliseo observaba a Elías de cerca,
pues la unción era un tesoro precioso y escogido para él.
Deleitémonos nosotros también en esa bendición,
considerándola algo santo, y vivamos de tal manera que
seamos dignos de la unción para ministrar Su Palabra.
Los profetas del Antiguo Testamento
151
“Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro
de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías
subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba:
¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a
caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los
rompió en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se
le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán.
Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó
las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías?
Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se
apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo. Viéndole los
hijos de los profetas que estaban en Jericó al otro lado,
dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y
vinieron a recibirle, y se postraron delante de él. Y dijeron:
He aquí hay con tus siervos cincuenta varones fuertes;
vayan ahora y busquen a tu señor; quizá lo ha levantado
el Espíritu de Jehová, y lo ha echado en algún monte o en
algún valle. Y él les dijo: No enviéis. Mas ellos le
importunaron, hasta que avergonzándose dijo: Enviad.
Entonces ellos enviaron cincuenta hombres, los cuales lo
buscaron tres días, mas no lo hallaron. Y cuando volvieron
a Eliseo, que se había quedado en Jericó, él les dijo: ¿No
os dije yo que no fueseis?” (2 R. 2:11-18).
Un torbellino arrebató a Elías al cielo. Al verlo, Eliseo rasgó
sus vestidos, lo que significaba el final de esa parte de su
vida. Es importante que nosotros hagamos lo mismo; a
medida que el Señor nos guía a entrar en nuevos panoramas,
nuevos ministerios y nuevas oportunidades, debemos dejar
a un lado la unción y el ministerio anteriores, o quizá nuestro
trabajo o un cargo anterior que ocupábamos, de manera de
poder entregarnos con todo nuestro corazón a lo nuevo.
152
El Ministerio del Profeta
En muchas ocasiones en mi vida he tenido que renunciar
a cargos y ministerios a fin de avanzar en lo que el Señor
tenía para mí. Una vez que dejamos lo viejo, podemos
encarar los nuevos desafíos que Él nos ofrece por su gracia.
Una vez que rasgó sus propias ropas, Eliseo tomó el manto
caído de Elías y vino al Jordán. La unción que había sobre
Eliseo era poderosa y era absolutamente claro que había
recibido una doble porción del Espíritu que estaba sobre
Elías. Esto quedó demostrado en el río Jordán. Eliseo golpeó
el río con el manto de Elías y dividió las aguas para cruzar
por tierra seca. Durante su ministerio, Eliseo realizó el doble
de milagros registrados, acreditados a Elías.
Al ver el milagro de la división de las aguas del Jordán,
los hijos de los profetas declararon que el Espíritu de Elías
descansaba ahora sobre Eliseo, y fueron a honrarlo. Es
evidente que Eliseo no necesitó anunciarlo él mismo; lo
que Dios hace no puede refutarse. Esto también es
importante para la Iglesia hoy día. Si Dios nos ha confiado
dones, ya sean espirituales o naturales, éstos serán
reconocidos por los creyentes, y a menudo también por
los no creyentes.
La sanación de las aguas
“Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el
lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como
mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril.
Entonces él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned en
ella sal. Y se la trajeron. Y saliendo él a los manantiales
de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho
Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas
Los profetas del Antiguo Testamento
153
muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas hasta hoy,
conforme a la palabra que habló Eliseo” (2 R. 2:19-22).
Jericó, la ciudad de las palmeras, estaba bien ubicada,
pero la tierra era estéril porque el agua estaba contaminada.
Aunque se trataba de un problema natural, señala una
verdad espiritual.
Lamentablemente, he conocido iglesias que parecían muy
agradables y prometedoras por fuera, mientras que por
dentro los corazones de los creyentes eran estériles. Hay
tiempos en los cuales los problemas en la vida de los
líderes impiden el fluir del Espíritu y la unción en la iglesia.
El remedio para los manantiales en Jericó fue una vasija
nueva con sal. Según la Palabra de Dios, se introdujo la
sal en los manantiales y las aguas fueron sanadas.
Espiritualmente, esto habla de un nuevo líder lleno de
sal, que es un tipo de la sinceridad. La sal era utilizada en
la antigüedad como un preservador. El Señor habla de
que, en cierta medida, los cristianos son la sal de la tierra
que preserva a su generación. Un nuevo líder lleno de
sinceridad y que se mueve bajo la unción provocará que
se sanen las aguas para que fluyan y transformen la iglesia
en un campo fructífero. Los corazones de los miembros
se convertirán en corazones bien regados, produciendo
los nueve frutos del Espíritu de Dios. Seamos siempre
sinceros, actuando de la misma manera en el ministerio y
en nuestra vida privada.
154
El Ministerio del Profeta
La maldición sobre los
muchachos que se burlaban
“Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino,
salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de
él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡calvo, sube! Y mirando él
atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y
salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a
cuarenta y dos muchachos” (2 R. 2:23-24).
Cuando Eliseo regresaba a Betel, la casa del Señor, unos
muchachos de la ciudad se burlaron de él. Los hijos revelan
los conceptos de los padres. Si los padres tienen a un ministro
en mucha estima, la conversación cotidiana influirá sobre
sus hijos y éstos tendrán una buena opinión del ministro y lo
respetarán. Este incidente sugeriría que los padres no
hablaban en términos de gran estima respecto del hombre de
Dios. Muy probablemente, la conducta de los muchachos
era el eco de lo que decían sus padres. El número 42 (7 x 6)
en este contexto, habla de la completa insensatez del hombre,
debido a que fueron 42 muchachos los que ridiculizaron al
hombre de Dios. Como consecuencia, recibieron la justa
retribución por despreciar a un siervo del Señor, lo que
equivale a mofarse del Dios Todopoderoso.
La liberación de los tres reyes
“Joram hijo de Acab comenzó a reinar en Samaria sobre
Israel el año dieciocho de Josafat rey de Judá; y reinó
doce años. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, aunque
no como su padre y su madre; porque quitó las estatuas
de Baal que su padre había hecho. Pero se entregó a los
Los profetas del Antiguo Testamento
155
pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a
Israel, y no se apartó de ellos. Entonces Mesa rey de Moab
era propietario de ganados, y pagaba al rey de Israel
cien mil corderos y cien mil carneros con sus vellones.
Pero muerto Acab, el rey de Moab se rebeló contra el rey
de Israel. Salió entonces de Samaria el rey Joram, y pasó
revista a todo Israel. Y fue y envió a decir a Josafat rey
de Judá: El rey de Moab se ha rebelado contra mí: ¿irás
tú conmigo a la guerra contra Moab? Y él respondió:
Iré, porque yo soy como tú; mi pueblo como tu pueblo, y
mis caballos como los tuyos” (2 R. 3:1-7).
El contexto del extraordinario milagro que encontramos
en este capítulo es que el rey de Israel, un hombre malvado,
se encontró con que el rey de Moab, quien cada año había
entregado a su padre Acab 200.000 ovejas, dejó de hacerlo
a la muerte de éste. De modo que reunió a Israel y pidió
ayuda a Josafat, rey de Judá. Nuevamente vemos aquí lo
que fue quizá la única debilidad de este piadoso rey: su
inclinación a caminar con los impíos.
Con anterioridad, esta falla se hizo evidente en sus
tratos con el rey Acab de Israel y su hijo Ocozías. Al ir
en ayuda del malvado Acab, Dios lo reprendió por
medio del profeta: “Y le salió al encuentro el vidente
Jehú hijo de Hanani, y dijo al rey Josafat: ¿Al impío
das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues
ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por
esto” (2 Cr. 19:2).
A pesar de esta reprensión, Josafat ayudó al hijo de
Acab, Ocozías: “Pasadas estas cosas, Josafat rey de
156
El Ministerio del Profeta
Judá trabó amistad con Ocozías rey de Israel, el cual
era dado a la impiedad, e hizo con él compañía para
construir naves que fuesen a Tarsis; y construyeron
las naves en Ezión-geber. Entonces Eliezer hijo de
Dodava, de Maresa, profetizó contra Josafat, diciendo:
Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová
destruirá tus obras. Y las naves se rompieron, y no
pudieron ir a Tarsis” (2 Cr. 20:35-37).
Ahora, en 2 Reyes 3:7-12, vemos lo que Josafat respondió
a Joram, el otro hijo de Acab que había ascendido al trono
después de la muerte de su hermano: “Y fue y envió a
decir a Josafat rey de Judá: El rey de Moab se ha rebelado
contra mí: ¿irás tú conmigo a la guerra contra Moab? Y
él respondió: Iré, porque yo soy como tú; mi pueblo como
tu pueblo, y mis caballos como los tuyos. Y dijo: ¿Por
qué camino iremos? Y él respondió: Por el camino del
desierto de Edom. Salieron, pues, el rey de Israel, el rey
de Judá, y el rey de Edom; y como anduvieron rodeando
por el desierto siete días de camino, les faltó agua para
el ejército, y para las bestias que los seguían. Entonces
el rey de Israel dijo: ¡Ah! que ha llamado Jehová a estos
tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.
Mas Josafat dijo: ¿No hay aquí profeta de Jehová, para
que consultemos a Jehová por medio de él? Y uno de los
siervos del rey de Israel respondió y dijo: Aquí está Eliseo
hijo de Safat, que servía a Elías. Y Josafat dijo: Este tendrá
palabra de Jehová. Y descendieron a él el rey de Israel, y
Josafat, y el rey de Edom”.
Junto con el rey de Edom y el rey de Israel, Josafat se
internó siete días en el desierto donde no había agua. En
Los profetas del Antiguo Testamento
157
su desesperación, el malvado rey de Israel clamó diciendo:
“¡Ah! que ha llamado Jehová a estos tres reyes para
entregarlos en manos de los moabitas” (2 R. 3:10). En
tiempos de dificultad, los malvados tienden a volverse
temerosos y a interpretar cada suceso negativamente. Pero
el justo está confiado como un león (vea Proverbios 28:1).
Josafat preguntó si no había algún profeta del Señor cerca.
Al saber que Eliseo estaba cerca, los tres reyes fueron a
encontrarse con él. La actitud de Eliseo fue asombrosa:
“Entonces Eliseo dijo al rey de Israel: ¿Qué tengo yo
contigo? Ve a los profetas de tu padre, y a los profetas de
tu madre. Y el rey de Israel le respondió: No; porque
Jehová ha reunido a estos tres reyes para entregarlos en
manos de los moabitas. Y Eliseo dijo: Vive Jehová de los
ejércitos, en cuya presencia estoy, que si no tuviese respeto
al rostro de Josafat rey de Judá, no te mirara a ti, ni te
viera” (2 R. 3:13-14).
No debemos pasar por alto las palabras y las pequeñas
frases como “[…] Jehová […], en cuya presencia estoy,
[…]”, lo cual demuestra la relación con Dios que tenía
el profeta, y su nivel espiritual. Salmos 91:1 describe esto:
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la
sombra del Omnipotente”. Este también fue el corazón
de David, quien dijo en Salmos 27:4: “Una cosa he
demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa
de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la
hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”.
Agrademos nosotros también al Señor para poder ser parte
del cumplimiento de este versículo: “Bienaventurado el
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El Ministerio del Profeta
que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus
atrios; seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo
templo” (Salmos 65:4).
La relación es la clave para la revelación. Esto dice
Ezequiel 14:7-8: “Porque cualquier hombre de la casa de
Israel, y de los extranjeros que moran en Israel, que se
hubiere apartado de andar en pos de mí, y hubiere puesto
sus ídolos en su corazón, y establecido delante de su rostro
el tropiezo de su maldad, y viniere al profeta para
preguntarle por mí, yo Jehová le responderé por mí mismo;
y pondré mi rostro contra aquel hombre, y le pondré por
señal y por escarmiento, y lo cortaré de en medio de mi
pueblo; y sabréis que yo soy Jehová”. Por lo tanto, es
imperativo que nuestros corazones sean rectos cuando
venimos delante del Señor para pedir su guía y dirección.
“Mas ahora traedme un tañedor. Y mientras el tañedor
tocaba, la mano de Jehová vino sobre Eliseo, quien dijo:
Así ha dicho Jehová: Haced en este valle muchos
estanques. Porque Jehová ha dicho así: No veréis viento,
ni veréis lluvia; pero este valle será lleno de agua, y
beberéis vosotros, y vuestras bestias y vuestros ganados.
Y esto es cosa ligera en los ojos de Jehová; entregará
también a los moabitas en vuestras manos. Y destruiréis
toda ciudad fortificada y toda villa hermosa, y talaréis
todo buen árbol, cegaréis todas las fuentes de aguas, y
destruiréis con piedras toda tierra fértil” (2 R. 3:15-19).
Para determinar la palabra del Señor, Eliseo llamó a un
arpista para que tocara en su presencia. Mientras el
arpista tocaba, la mano del Señor vino sobre el profeta.
Los profetas del Antiguo Testamento
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El Señor habita en la alabanza de Su pueblo. Esta es
una clave para oír la palabra del Señor: debemos pasar
tiempo en adoración antes de esperar que fluyan los
dones espirituales.
La Palabra del Señor que vino al profeta fue que cavaran
muchos pozos en el valle con la promesa de que serían
llenos de agua, pero no agua de lluvia. Es maravilloso ver
cómo Dios elige Sus milagros de provisión más allá del
ámbito de la imaginación humana. El Señor muestra Su
compasión no sólo para con los seres humanos sino para
con el ganado también (vea Proverbios 12:10).
“Aconteció, pues, que por la mañana, cuando se ofrece
el sacrificio, he aquí vinieron aguas por el camino de
Edom, y la tierra se llenó de aguas. Cuanto todos los de
Moab oyeron que los reyes subían a pelear contra ellos,
se juntaron desde los que apenas podían ceñir armadura
en adelante, y se pusieron en la frontera. Cuando se
levantaron por la mañana, y brilló el sol sobre las aguas,
vieron los de Moab desde lejos las aguas rojas como
sangre; y dijeron: ¡Esto es sangre de espada! Los reyes
se han vuelto uno contra otro, y cada uno ha dado muerte
a su compañero. Ahora, pues, ¡Moab, al botín! Pero
cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron
los israelitas y atacaron a los de Moab, los cuales huyeron
de delante de ellos; pero los persiguieron matando a los
de Moab. Y asolaron las ciudades, y en todas las tierras
fértiles echó cada uno su piedra, y las llenaron; cegaron
también todas las fuentes de las aguas, y derribaron todos
los buenos árboles; hasta que en Kir-hareset solamente
dejaron piedras, porque los honderos la rodearon y la
160
El Ministerio del Profeta
destruyeron. Y cuando el rey de Moab vio que era vencido
en la batalla, tomó consigo setecientos hombres que
manejaban espada, para atacar al rey de Edom; mas no
pudieron. Entonces arrebató a su primogénito que había
de reinar en su lugar, y lo sacrificó en holocausto sobre
el muro. Y hubo grande enojo contra Israel; y se apartaron
de él, y se volvieron a su tierra” (2 R. 3:20-27).
El profeta prometió que el Señor entregaría a Moab en las
manos de estos tres reyes y que ellos lo devastarían. Con
la luz del sol de la mañana, los moabitas vieron las aguas
de un color rojo y les pareció que los tres ejércitos se
habían enfrentado matándose los unos a los otros. Así que
avanzaron en forma imprudente con el objeto de hacerse
del botín, pero fueron gravemente derrotados.
La crisis de los tres reyes se volvió una absoluta victoria a
causa de los milagros de provisión de Dios para los
hombres y las bestias, y la derrota del ejército moabita.
Este relato debe alentarnos a cada uno de nosotros cuando
descubrimos la verdad que podemos mirar al Señor con
fe, creyendo que Él es capaz de hacer más abundantemente
de lo que podemos pedir o entender, y que puede volver
nuestras tinieblas en una luz gloriosa y en regocijo (vea
Efesios 3:20).
El milagro del aceite de la viuda
“Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas,
clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto;
y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha
venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por
Los profetas del Antiguo Testamento
161
siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame
qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa
tiene en casa, sino una vasija de aceite. El le dijo: Ve y
pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas
vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos;
y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla
aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose
ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba
del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un
hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay
más vasijas. Entonces cesó el aceite. Vino ella luego, y lo
contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite,
y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que
quede” (2 R. 4:1-7).
Al comienzo de esta historia se nos presenta a la viuda de
uno de los hijos de los profetas. Se habla de su marido
como de un siervo de Eliseo a quien él conocía bien. Esto
echa luz sobre las obras del reino en aquel tiempo. Había
escuelas de profetas y quizá hasta colonias en las cuales
los fieles vivían cerca unos de otros. Vemos aquí las
dificultades de la viuda en esos momentos; se había visto
reducida a una lamentable pobreza y el acreedor estaba a
punto de llevarse a sus dos hijos como esclavos, en pago
por sus deudas. La vida era dura en aquel entonces, pero
era especialmente difícil para las viudas. En todos las
épocas debemos cuidar de la que “[…] en verdad es viuda
y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en
súplicas y oraciones noche y día” (1 Ti. 5:5).
Eliseo preguntó a esta viuda qué tenía en su casa. Su
respuesta fue que todo lo que tenía era una vasija de aceite.
162
El Ministerio del Profeta
El profeta ordenó a la mujer que pidiera prestadas de sus
vecinos muchas vasijas y vertiera el aceite de su vasija en
los recipientes vacíos. Por medio de la milagrosa provisión
de Dios, con su única vasija de aceite, la mujer llenó todos
los recipientes que sus vecinos le habían prestado. Luego,
siguiendo las instrucciones de Eliseo, vendió el aceite para
pagar su deuda y proveer para ella y sus hijos. Si hacemos
fielmente la voluntad de Dios, Él proveerá para nuestras
necesidades como hizo con la viuda.
Este milagro es similar al milagro de la multiplicación de
los panes y los peces (vea Mateo 14:15-21). Este es el
principio de usar lo que tenemos a la mano, y luego el Señor
lo bendice. En la vida de Sansón, Dios usó una quijada de
asno para destruir a sus enemigos (vea Jueces 15:15).
Recuerdo a cierta mujer que pidió a Dios que la usara
para Su gloria, aunque añadió: “Pero no puedo hacer
nada”. Tiernamente, el Señor le contestó: “Puedes hacer
muy buena sopa. Cuando alguien esté enfermo en el
pueblo en el cual vives, quiero que le lleves un poco de tu
sopa. Al hacerlo, estarás ministrando”. La mujer
obedeció, y en un tiempo relativamente corto, llevó a
muchas familias a la salvación por medio de sus buenas
obras. Preguntemos al Señor qué puede usar en nuestra
vida y Él multiplicará lo bueno en favor de Su reino.
El nacimiento del hijo de la sunamita
“Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem;
y había allí una mujer importante, que le invitaba
insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por
Los profetas del Antiguo Testamento
163
allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su
marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre
pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego
que hagamos un pequeño aposento de paredes, y
pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que
cuando él viniere a nosotros, se quede en él. Y aconteció
que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento,
y allí durmió. Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a
esta sunamita. Y cuando la llamó, vino ella delante de él.
Dijo él entonces a Giezi: Dile: He aquí tú has estado
solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres
que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al
general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio
de mi pueblo. Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y
Giezi respondió: He aquí que ella no tiene hijo, y su
marido es viejo. Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y
ella se paró a la puerta. Y él le dijo: El año que viene, por
este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío,
varón de Dios, no hagas burla de tu sierva. Mas la mujer
concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo
que Eliseo le había dicho” (2 R. 4:8-17).
Aquí encontramos la historia de una mujer notable y rica
dentro de su comunidad, que convenció a su esposo para
que construyera una pequeña habitación pegada al muro
de su casa. De esta manera podrían atender a Eliseo cuando
pasara por allí, no solo alimentándolo, sino también
proveyéndole un lugar dónde descansar. En respuesta a la
bondad de la mujer, el profeta le preguntó qué podía hacer
por ella. Su respuesta fue que nada; sin embargo, Giezi,
el sirviente de Eliseo, informó a su señor que la mujer no
tenía hijo y su marido era viejo. Eliseo declaró que al
164
El Ministerio del Profeta
cabo de un año ella abrazaría un hijo, tras lo cual la mujer
concibió y dio a luz un hijo varón.
He conocido a muchas mujeres en condiciones similares
de esterilidad, a las cuales, por medio de la oración, el
Señor en Su gracia les concedió la bendición de un hijo.
Sin embargo, debemos ser cuidadosos en determinar la
voluntad de Dios respecto de tener hijos. En el futuro,
quizá Dios impedirá en algunos casos la concepción para
que su pueblo espere en Él y que no haya distracción.
La resucitación del hijo de la sunamita
“Y el niño creció. Pero aconteció un día, que vino a su
padre, que estaba con los segadores; y dijo a su padre:
¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado:
Llévalo a su madre. Y habiéndole él tomado y traído a su
madre, estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía,
y murió. Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del
varón de Dios, y cerrando la puerta, se salió. Llamando
luego a su marido, le dijo: Te ruego que envíes conmigo
a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo
vaya corriendo al varón de Dios, y regrese. El dijo: ¿Para
qué vas a verle hoy? No es nueva luna, ni día de reposo.
Y ella respondió: Paz. Después hizo enalbardar el asna,
y dijo al criado: Guía y anda; y no me hagas detener en
el camino, sino cuando yo te lo dijere. Partió, pues, y
vino al varón de Dios, al monte Carmelo. Y cuando el
varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He
aquí la sunamita. Te ruego que vayas ahora corriendo a
recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu
marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien. Luego que llegó a
Los profetas del Antiguo Testamento
165
donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus
pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de
Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y
Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado.
Y ella dijo: ¿Pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no
te burlases de mí? Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos,
y toma mi báculo en tu mano, y ve; si alguno te encontrare,
no lo saludes, y si alguno te saludare, no le respondas; y
pondrás mi báculo sobre el rostro del niño. Y dijo la madre
del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. El
entonces se levantó y la siguió. Y Giezi había ido delante
de ellos, y había puesto el báculo sobre el rostro del niño;
pero no tenía voz ni sentido, y así se había vuelto para
encontrar a Eliseo, y se lo declaró, diciendo: El niño no
despierta. Y venido Eliseo a la casa, he aquí que el niño
estaba muerto tendido sobre su cama. Entrando él
entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová.
Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca
sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos
sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo
del niño entró en calor. Volviéndose luego, se paseó por la
casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre
él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus
ojos. Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta
sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu
hijo. Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a
tierra; y después tomó a su hijo, y salió” (2 R. 4:18-37).
Este relato comienza con una tragedia cuando, ya crecido,
el hijo de quienes habían mostrado tanta bondad para con
Eliseo murió sobre las rodillas de su madre. Sin embargo,
aferrándose a la fe, la madre buscó a Eliseo sin informar
166
El Ministerio del Profeta
al padre de la muerte del muchacho. La mujer se negó a
dejar al profeta hasta que no fuera en persona a ver a su
hijo. Una vez en la habitación del muchacho, Eliseo se
tendió sobre el niño para hacer que su cuerpo entrara en
calor. Después de ir de aquí para allá por toda la casa,
presumiblemente rogando a Dios que lo volviera a la vida,
se tendió nuevamente sobre el cuerpo del muchacho. El
niño estornudó siete veces, lo que significaba que había
recuperado totalmente la salud, y abrió los ojos.
Hace varios años, un pastor de Nigeria murió en un
accidente automovilístico y resucitó después de tres días.
Es interesante notar que tomó cierto tiempo que su
cuerpo recuperara la temperatura correcta, mientras las
personas que se encontraban alrededor masajeaban sus
brazos y piernas. El Señor no efectúa milagros según
patrones establecidos. En la resurrección de Lázaro,
Jesús le ordenó salir de la tumba, pero ordenó a otros
que quitaran sus vendas. En el caso del hijo de la viuda
de Naín, Jesús simplemente dijo: “Joven, a ti te digo,
levántate”. Luego, el joven se incorporó y comenzó a
hablar (vea Lucas 7:12 15). Cuando el poder de Dios se
manifieste, debemos comprender que cada milagro de
resurrección tendrá características particulares.
La sanidad de la olla de vegetales
“Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre
en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él, por
lo que dijo a su criado: Pon una olla grande, y haz potaje
para los hijos de los profetas. Y salió uno al campo a
recoger hierbas, y halló una como parra montés, y de
Los profetas del Antiguo Testamento
167
ella llenó su falda de calabazas silvestres; y volvió, y las
cortó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era.
Después sirvió para que comieran los hombres; pero
sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron
diciendo: ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo
pudieron comer. El entonces dijo: Traed harina. Y la
esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente. Y no
hubo más mal en la olla” (2 R. 4:38-41).
El tiempo de Eliseo estuvo cargado de juicios sobre la
tierra por causa de la maldad de los hijos de Israel. Como
dice Joel 1:12: “Todos los árboles del campo se secaron,
por lo cual se extinguió el gozo de los hijos de los
hombres”. Esto fue especialmente cierto en una ciudad
de Guatemala donde el pecado reinaba en forma de
idolatría, alcoholismo y violencia; la tierra allí producía
unas cosechas muy pobres. Sin embargo, cuando las
iglesias se unieron para orar y Dios derramó Su Espíritu
Santo en avivamiento, las personas y la tierra fueron
liberadas del poder de Satanás. Ahora se producen allí
las mejores verduras del mundo y las personas se
volvieron prósperas.
Aunque hay tiempos en los cuales Dios nos guía a través
de experiencias de desierto para probarnos y ver lo que hay
en nuestro corazón, también es cierto que los justos nunca
mendigan pan (vea Deuteronomio 8:2-3; Salmos 37:25).
Conforme prospera nuestra alma, prospera nuestra tierra.
En ese tiempo la comida en Israel era escasa, de modo
que Eliseo mandó a su siervo a colocar una gran olla en el
fuego y preparar sopa para los hijos de los profetas. Uno
168
El Ministerio del Profeta
de los hombres que había ido al campo a recoger hierbas
halló como una parra silvestre, de la que extrajo calabazas.
Mientras comían la sopa, uno gritó que había muerte en
la olla. Sin embargo, el profeta ordenó que trajeran harina
y la echó en la olla, asegurando que no causaría más daño.
La harina es un tipo de la Palabra de Dios. Es por eso que
está escrito: “Envió su palabra, y los sanó, y los libró de
su ruina” (Sal. 107:20). Hay sanidad en la Palabra hablada.
En cierto sentido, esta harina representa la segunda ofrenda
levítica. Como vemos en Levítico 2, esta ofrenda debía
ser de harina fina con aceite e incienso. De este modo la
Palabra de Dios, cubierta por el Espíritu Santo, puede
producir sanidad. En sí misma, es un tipo del segundo
mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(vea Mateo 22:37-39). En consecuencia, este milagro
puede alentarnos, ya que cuando la Palabra ungida de Dios
es hablada en situaciones o relaciones venenosas, traerá
salud y sanidad como ocurrió cuando la harina fue echada
dentro de la sopa.
La alimentación de cien hombres
“Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al
varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada,
y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para
que coma. Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto
delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la
gente para que coma, porque así ha dicho Jehová:
Comerán, y sobrará. Entonces lo puso delante de ellos, y
comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová”
(2 R. 4:42-44).
Los profetas del Antiguo Testamento
169
Aquí el Señor realizó un maravilloso milagro de acuerdo
con la palabra hablada por Eliseo. Eliseo había dicho: “Da
a la gente para que coma”. En el Nuevo Testamento los
milagros de provisión crecieron enormemente cuando el
Señor alimentó a la multitud de 5000 personas, y luego a
4000, con sólo unos pocos panes y peces (vea
Mateo 14:17-21; 15:34-38).
Debemos subrayar que los milagros se efectúan de
acuerdo con la voluntad de Dios. Cuando a un corazón
que cree se le une una oración ferviente, lo aparentemente
insignificante que tengamos, ya sea comida, dinero o
cualquier otra substancia, puede transformarse en mucho
más. Personalmente, he orado hasta por una lata de
pintura y ésta se estiró hasta ser suficiente para cubrir
las paredes de un edificio.
Sanación de Naamán el leproso
“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era
varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta
estima, porque por medio de él había dado Jehová
salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo,
pero leproso” (2 R. 5:1). En este relato, el capitán del
pagano ejército de Siria, un hombre leproso y enemigo
histórico de los israelitas, vino a Israel para ser sanado.
Naamán era un pagano y su país era un enemigo
acérrimo de Israel. Uno de los factores que he aprendido
en relación con la sanación, es que la rama de Dios
pasa por sobre el muro hacia el otro lado; la sanidad no
es sólo para Su pueblo, la Iglesia.
170
El Ministerio del Profeta
Esto se ajusta a la enseñanza de Jesús. El Señor
revolucionó la mentalidad del pueblo cuando dijo: “Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los
que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y
orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que
seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que
hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover
sobre justos e injustos. […] Sed, pues, vosotros perfectos,
como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mt. 5:44-45, 48).
El Señor estuvo con Naamán en las batallas, y en ellas
(las cuales la Biblia no especifica cuáles fueron), proveyó
liberación para Siria. Por lo tanto, las Escrituras otorgan
a Naamán la categoría de hombre de gran estima. Esto
nos lleva al pasaje bíblico en el cual Pablo habla acerca
de los justos juicios de Dios:
“Porque no hay acepción de personas para con Dios […]
porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios,
sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque
cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza
lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley
para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en
sus corazones, dando testimonio su conciencia, y
acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos. […] Si,
pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley,
¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? Y
el que físicamente es incircunciso, pero guarda
perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra
de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley”
(Ro. 2:11, 13-15, 26-27).
Los profetas del Antiguo Testamento
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Así que, aunque era un gentil, Naamán fue aceptado como
justo ante los ojos del Señor. Más aún, alcanzó la categoría
de la cual habla Salmos 45:17: “Haré perpetua la memoria
de tu nombre en todas las generaciones, por lo cual te
alabarán los pueblos eternamente y para siempre”.
“Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado
cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía
a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi
señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su
lepra. Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo:
Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de
Israel” (2 R. 5:2-4).
Estos versículos revelan el hermoso corazón de esta
pequeña joven judía. Aunque había sido raptada de su
hogar y hecha esclava del capitán del ejército de Siria,
ella mostró su corazón tierno y amoroso para con su amo
Naamán al dar testimonio del poder de Dios para sanarlo
por medio del profeta Eliseo. Es sumamente reconfortante
observar el hecho que esta muchacha mantuvo su fe en
Dios aunque se encontraba cautiva. En nuestras
experiencias de prisión, tengamos siempre la luz del
evangelio de esperanza ardiendo con fuerza en nuestros
corazones, y estemos preparados a tiempo y fuera de
tiempo para dar razón de la esperanza que hay en nosotros
(vea 1 Pedro 3:15).
“Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al
rey de Israel. Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos
de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos.
Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían
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El Ministerio del Profeta
así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que
yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su
lepra. Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó
sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida,
para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su
lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión
contra mí” (2 R. 5:5-7).
Es una verdad interesante que el malvado rey de Israel,
en lugar de ver esta carta como una oportunidad de
manifestar el poder de Dios por medio del profeta Eliseo,
la vio únicamente como si el rey de Siria estuviera
buscando ocasión contra él. Los malos constantemente
ven el lado oscuro de cualquier nube y se vuelven
temerosos, mientras que los justos ven sus bordes dorados
y citan Romanos 8:28, que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien.
“Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel
había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por
qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá
que hay profeta en Israel. Y vino Naamán con sus caballos
y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo.
Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y
lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará,
y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He
aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie
invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano
y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos
de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de
Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y
se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron
Los profetas del Antiguo Testamento
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y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara
alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más,
diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió,
y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la
palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la
carne de un niño, y quedó limpio” (2 R. 5:8-14).
Cuando Naamán vino a Eliseo, el profeta no salió de su
casa, sino que envió a su siervo Giezi con un mensaje.
El general leproso debía zambullirse siete veces (el
número siete significa totalidad) en el río Jordán, lo que
representa el lavamiento en agua por la Palabra de Dios
(vea Efesios 5:26).
La lepra ha estado siempre asociada con el pecado, de modo
que este milagro habla del hecho que si somos
cuidadosamente lavados seremos purgados de la
pecaminosidad en nuestras vidas. Pero Naamán se enojó, ya
que esperaba que Eliseo saliera y realizara un acto dramático,
tal como invocar el nombre del Señor y tocar la lepra.
Esta es una advertencia para nosotros. Lo que imaginamos
que Dios va a hacer no es necesariamente lo que Él hará.
Debemos ser flexibles, sumisos y aprender a amoldarnos.
Naamán oyó a sus devotos siervos (quienes lo llamaron
“padre”), obedeció a la Palabra del Señor dada por el profeta,
y fue sanado. Aprendamos de las lecciones de este capítulo
con respecto a este general justo, bueno (porque el hecho
que su siervo lo llamara “padre” indica que tenía un carácter
paternal) y capaz, quien halló favor ante los ojos del
Todopoderoso, para que nosotros también podamos
encontrar que Sus deseos para nosotros son para bien.
174
El Ministerio del Profeta
“Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se
puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no
hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que
recibas algún presente de tu siervo. Mas él dijo: Vive
Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le
instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso.
Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra
no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque
de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto
ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. En
esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el
rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se
apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el
templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en
esto a tu siervo. Y él le dijo: Ve en paz. Se fue, pues, y
caminó como media legua de tierra. Entonces Giezi,
criado de Eliseo el varón de Dios, dijo entre sí: He aquí
mi señor estorbó a este sirio Naamán, no tomando de su
mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré
yo tras él y tomaré de él alguna cosa. Y siguió Giezi a
Naamán; y cuando vio Naamán que venía corriendo tras
él, se bajó del carro para recibirle, y dijo: ¿Va todo bien?
Y él dijo: Bien. Mi señor me envía a decirte: He aquí
vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes
de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento
de plata, y dos vestidos nuevos. Dijo Naamán: Te ruego
que tomes dos talentos. Y le insistió, y ató dos talentos de
plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos, y lo puso todo
a cuestas a dos de sus criados para que lo llevasen delante
de él. Y así que llegó a un lugar secreto, él lo tomó de
mano de ellos, y lo guardó en la casa; luego mandó a los
hombres que se fuesen. Y él entró, y se puso delante de su
Los profetas del Antiguo Testamento
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señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él
dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte. El entonces le
dijo: ¿No estaba también allí mi corazón, cuando el
hombre volvió de su carro a recibirte? ¿Es tiempo de
tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas,
bueyes, siervos y siervas? Por tanto, la lepra de Naamán
se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y
salió de delante de él leproso, blanco como la nieve”
(2 R. 5:15-27).
Después de recibir la bendición de la sanidad de Dios,
Naamán se llenó de gozo y agradecimiento, y buscó
expresarlos ofreciendo regalos a Eliseo. Sin embargo,
Eliseo rehusó aceptar dádivas de Naamán.
Lamentablemente, Giezi, el siervo de Eliseo, corrió
detrás del sirio y mintió, pidiéndole un talento de plata
y dos mudas de ropa en nombre del profeta.
Generosamente, Naamán le dio más de lo que pidió y
Giezi lo escondió en su casa. Sin embargo, Eliseo, que
sabía lo que su siervo había hecho, pronunció juicio
sobre él, diciéndole que la lepra de Naamán se le pegaría
a él y a sus descendientes.
Guardémonos de la codicia y estemos contentos con lo
que el Señor nos dé. La piedad acompañada de
contentamiento es gran ganancia (vea 1 Timoteo. 6:6).
El Señor se ocupa de nuestras necesidades, pero
también nos advierte que si procuramos como
recompensa las riquezas de esta tierra, eso es todo lo
que obtendremos. Es más valioso confiar en el Señor
para recibir lo mejor de Él y hacer tesoros en el cielo,
donde no pierden su valor.
176
El Ministerio del Profeta
Podemos contar con la fidelidad de Dios. Él no sólo se
ocupa de cubrir nuestras necesidades, sino que también
busca oportunidades para recompensarnos. Sin embargo,
nos advierte: “[…] Y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público. No os hagáis tesoros en la
tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde
ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo,
donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro,
allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:18-21). Que
nuestros corazones agraden a Dios en todo lo que hacemos,
confiando en Él para nuestras necesidades y recompensas.
El milagro del hacha que flotó
“Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el
lugar en que moramos contigo nos es estrecho. Vamos
ahora al Jordán, y tomemos de allí cada uno una viga, y
hagamos allí lugar en que habitemos. Y él dijo: Andad. Y
dijo uno: Te rogamos que vengas con tus siervos. Y él
respondió: Yo iré. Se fue, pues, con ellos; y cuando llegaron
al Jordán, cortaron la madera. Y aconteció que mientras
uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y
gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada! El varón de
Dios preguntó: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar.
Entonces cortó él un palo, y lo echó allí; e hizo flotar el
hierro. Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano, y lo tomó”
(2 R. 6:1-7). Aquí encontramos nuevamente a Eliseo con
los hijos de los profetas. Esto nos conduce a una preciosa
verdad, pues a menudo moraba con ellos y seguramente
invirtió mucho en sus vidas. Debemos invertir tiempo y
atención en las vidas de las personas que nos rodean.
Los profetas del Antiguo Testamento
177
Nuestras palabras y acciones tienen efectos poderosos en la
vida de nuestros familiares, amigos y colegas. Especialmente
como ministros, es importante que invirtamos tiempo en
enseñar, alentar y edificar a nuestros pastores asociados y a
los jóvenes que tienen un llamado ministerial, a fin de
maximizar el alcance y la productividad de nuestro
ministerio. Se estima que un pastor, en una población
pequeña, puede influir sobre unas 10.000 personas en toda
su vida. Tenga en cuenta a cuántos más podemos alcanzar
con la salvación si tenemos el privilegio de enseñar y
ministrar a pastores, quienes a su vez prediquen estas
verdades eternas en sus respectivas congregaciones.
Con respecto a este milagro, diríamos en términos
modernos que el espacio con que contaba el Instituto
Bíblico era muy pequeño a causa del incremento en la
cantidad de estudiantes. ¡Este es un problema agradable
que a cualquier director de este tipo de instituciones le
gusta tener! En su sencillo programa de edificación,
pidieron permiso al profeta para ir al Jordán a tomar vigas
de madera para construir. Es digno de destacar que
pidieron consejo a Eliseo. Recomiendo que antes de iniciar
un programa de construcción, se pase mucho tiempo
buscando al Señor y pidiendo consejo a ministros de Dios.
Lamentablemente, muchos han construido sin oír una
palabra clara del Señor para hacerlo y han incurrido en
deudas innecesarias. Los programas de construcción son
a menudo blanco del ataque de Satanás, y en este caso en
particular, ocurrió que la cabeza de un hacha prestada cayó
al río, probablemente a causa de un abierto ataque del
maligno para impedir la expansión de la obra de Dios. La
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El Ministerio del Profeta
preocupación seguramente tenía que ver con una cuestión
ética, a causa de que el hombre no tenía posibilidad de
pagar por el hacha. Sin embargo, por la palabra del Señor,
el profeta cortó una rama y la echó al agua. El hierro se
elevó hasta la superficie y flotó, probando que los milagros
trascienden las leyes de la naturaleza.
El aviso al rey de Israel
“Tenía el rey de Siria guerra contra Israel, y consultando
con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi
campamento. Y el varón de Dios envió a decir al rey de
Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios
van allí. Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar
que el varón de Dios había dicho; y así lo hizo una y
otra vez con el fin de cuidarse. Y el corazón del rey de
Siria se turbó por esto; y llamando a sus siervos, les
dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros
es del rey de Israel? Entonces uno de los siervos dijo:
No, rey señor mío, sino que el profeta Eliseo está en
Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que
tú hablas en tu cámara más secreta” (2 R. 6:8-12).
El rey y sus consejeros estaban planeando dónde plantar
su campamento en razón de la invasión de Siria a Israel.
Sin embargo, por causa del espíritu de conocimiento (Is.
11:2), el profeta Eliseo pudo advertir al rey de Israel en
cuanto a los planes del enemigo. En más de una
oportunidad, esta acción salvó al ejército de Israel de
emboscadas. Esto ilustra uno de los muchos ministerios
del Espíritu Santo, por medio del espíritu de conocimiento,
para revelar los sucesos pasados, presentes y futuros.
Los profetas del Antiguo Testamento
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Experimenté esto personalmente en una oportunidad en
la cual me encontraba en cierto continente, y por el espíritu
de conocimiento, vi claramente una reunión de junta que
se estaba llevando a cabo en otro continente. Fue por eso
que Eliseo pudo advertir al rey de Israel con tanta
autoridad; podía oír los planes del rey de Siria o verlo
hablando de ellos.
El rey de Siria se encolerizó, pues pensaba que uno de sus
siervos se había vendido al ejército israelita. Sin embargo,
los siervos del rey de Siria sabían que Eliseo ciertamente
tenía conocimiento sobrenatural. Uno de sus siervos dijo:
“[…] el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al
rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara
más secreta” (2 R. 6:12).
Los soldados sirios son heridos con ceguera
“Y él dijo: Id, y mirad dónde está, para que yo envíe a
prenderlo. Y le fue dicho: He aquí que él está en Dotán.
Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y
un gran ejército, los cuales vinieron de noche, y sitiaron
la ciudad. Y se levantó de mañana y salió el que servía al
varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la
ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su
criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? El le dijo:
No tengas miedo, porque más son los que están con
nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo:
Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea.
Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he
aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de
carros de fuego alrededor de Eliseo. Y luego que los sirios
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El Ministerio del Profeta
descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego
que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera,
conforme a la petición de Eliseo” (2 R. 6:13-18). El rey de
Siria, al comprender que Eliseo conocía sus planes por el
Espíritu del Señor, envió a sus siervos a espiar el lugar donde
vivía el profeta. Los siervos regresaron al rey con la
información que Eliseo estaba en Dotán. Era un tributo al
respeto que el rey de Siria tenía por el profeta el enviar un
poderoso ejército para rodear la ciudad. Cuando el siervo
de Eliseo despertó a la mañana siguiente y vio el ejército
sirio, se desanimó grandemente. Sin embargo, el profeta
declaró por fe que más eran los que estaban con ellos que
con sus enemigos. Luego, oró para que los ojos de su siervo
fueran abiertos y el joven pudo ver que el monte estaba
lleno de fuerzas angelicales con carros de fuego.
Cuando las fuerzas sirias descendieron contra él, Eliseo
pidió al Señor que los hiriera con ceguera, lo cual ocurrió.
Este relato ilustra que nunca estamos solos y que siempre
hay más de nuestro lado que del lado del enemigo.
Debemos recordar que únicamente una tercera parte de
los ángeles se rebelaron contra Dios y que estamos del
lado de la mayoría. Permitamos que esta verdad nos aliente
al entrar en guerra espiritual a través de la oración.
La restauración de
la vista a los soldados sirios
“Después les dijo Eliseo: No es este el camino, ni es esta
la ciudad; seguidme, y yo os guiaré al hombre que buscáis.
Y los guió a Samaria. Y cuando llegaron a Samaria, dijo
Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y
Los profetas del Antiguo Testamento
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Jehová abrió sus ojos, y miraron, y se hallaban en medio
de Samaria. Cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a
Eliseo: ¿Los mataré, padre mío? El le respondió: No los
mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu
espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua,
para que coman y beban, y vuelvan a sus señores.
Entonces se les preparó una gran comida; y cuando
habían comido y bebido, los envió, y ellos se volvieron a
su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria
a la tierra de Israel” (2 R. 6:19-23).
Eliseo guió al ciego ejército sirio a Samaria, donde volvió
a orar por ellos. Cuando sus ojos fueron abiertos, se
encontraron en medio del campamento de Israel. Eliseo
ordenó al rey de Israel que perdonara la vida a los sirios,
los alimentara y los enviara nuevamente con su rey. En
aquel tiempo, los sirios no regresaron a Israel.
Proverbios 24:17-18, dice: “Cuando cayere tu enemigo,
no te regocijes, y cuando tropezare, no se alegre tu
corazón; no sea que Jehová lo mire, y le desagrade, y
aparte de sobre él su enojo”. La actitud de Eliseo es un
excelente ejemplo de cumplimiento del mandamiento de
Cristo en Lucas 6:27-28: “Pero a vosotros los que oís, os
digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los
que os calumnian”. Jesucristo también habló al respecto
en Mateo 5:44-48, diciéndonos que seamos como nuestro
Padre que está en los cielos, quien hace llover sobre justos
e injustos, para ser perfectos delante de Sus ojos. Tampoco
debemos regocijarnos con la caída de un enemigo (vea
Proverbios 24:17), como hizo el rey de Israel.
182
El Ministerio del Profeta
El sitio y la hambruna en Samaria
“Después de esto aconteció que Ben-adad rey de Siria
reunió todo su ejército, y subió y sitió a Samaria. Y hubo
gran hambre en Samaria, a consecuencia de aquel sitio;
tanto que la cabeza de un asno se vendía por ochenta
piezas de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol
de palomas por cinco piezas de plata. Y pasando el rey
de Israel por el muro, una mujer le gritó, y dijo: Salva,
rey señor mío. Y él dijo: Si no te salva Jehová, ¿de dónde
te puedo salvar yo? ¿Del granero, o del lagar? Y le dijo
el rey: ¿Qué tienes? Ella respondió: Esta mujer me dijo:
Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos
el mío. Cocimos, pues, a mi hijo, y lo comimos. El día
siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Mas
ella ha escondido a su hijo. Cuando el rey oyó las palabras
de aquella mujer, rasgó sus vestidos, y pasó así por el
muro; y el pueblo vio el cilicio que traía interiormente
sobre su cuerpo. Y él dijo: Así me haga Dios, y aun me
añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda sobre él
hoy” (2 R. 6:24-31).
Este relato de otra guerra entre Siria e Israel no debe
confundirnos a causa de los versículos anteriores, en el
sentido que Siria no vendría contra Israel después de haber
traído a los soldados sirios ciegos a Samaria Ese relato se
refería al envío de bandas armadas y no a la guerra típica.
Ben-adad, el rey de Siria, reunió a todo su ejército y sitió
a Samaria. Como consecuencia, siguió una gran hambruna
durante la cual las personas que se encontraban dentro de
los muros de la ciudad morían de inanición. En su enojo,
Los profetas del Antiguo Testamento
183
el rey de Israel determinó matar a Eliseo tras oír que una
mujer, en su desesperación, había matado a su hijo para
comérselo. La razón de su enojo bien puede haber sido
que con anterioridad Eliseo había hecho que perdonara la
vida al ejército sirio, después que el profeta los guiara
ciegos como estaban hasta Samaria, y al tenerlos a su
merced podría haberlos matado a todos.
“Y Eliseo estaba sentado en su casa, y con él estaban
sentados los ancianos; y el rey envió a él un hombre. Mas
antes que el mensajero viniese a él, dijo él a los ancianos:
¿No habéis visto cómo este hijo de homicida envía a
cortarme la cabeza? Mirad, pues, y cuando viniere el
mensajero, cerrad la puerta, e impedidle la entrada. ¿No
se oye tras él el ruido de los pasos de su amo? Aún estaba
él hablando con ellos, y he aquí el mensajero que descendía
a él; y dijo: Ciertamente este mal de Jehová viene. ¿Para
qué he de esperar más a Jehová?” (2 R. 6:32-33).
Cuando el mensajero arribó, Eliseo, que estaba sentado
en su casa con los ancianos, dijo que impidieran al hombre
la entrada pues tras él se oían los pasos del rey. Eliseo
llamó al rey hijo de homicida, lo cual perfectamente podía
referirse a Joram (la mayoría de los teólogos concuerdan
en esto), cuyo padre fue Acab.
Sin embargo, el rey vino declarando que el desastre era de
parte de Dios y preguntando por qué debía continuar
esperando al Señor. No queda claro qué era lo que él pensaba
que podía hacer. Sin embargo, en tiempos de prueba
debemos recordar la advertencia de Isaías 50:10-11:
“¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la
184
El Ministerio del Profeta
voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de
luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios.
He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis
de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que
encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis
sepultados”. Aunque no podemos considerar a Joram un
hombre justo, debemos oír esta orden y no intentar salir
de la oscuridad o dificultad antes que Dios considere que
es el tiempo apropiado.
“Dijo entonces Eliseo: Oíd palabra de Jehová: Así dijo
Jehová: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de
harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta
de Samaria. Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se
apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová
hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él
dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de
ello” (2 R. 7:1-2).
Eliseo declaró la Palabra del Señor, diciendo que al día
siguiente la comida sería abundante. Un noble en quien
el rey se apoyaba, ridiculizó la palabra, diciendo: “Si
Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto
así?” Aunque en lo natural ciertamente esto parecía
imposible, debemos recordar que para Dios todo es
posible. Él creó los cielos y la tierra por Su Palabra hablada
(vea Génesis 1). El juicio de Dios sobre este noble fue
que vería el milagro de provisión del Señor, pero no
participaría de él.
Quienes se mofan de las promesas de Dios pueden ver la
bendición de los demás, pero ellos no serán bendecidos.
Los profetas del Antiguo Testamento
185
Se nos tiende una mesa en presencia de nuestros enemigos,
mesa de la cual ellos no pueden participar.
“Había a la entrada de la puerta cuatro hombres
leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué
nos estamos aquí hasta que muramos? Si tratáremos de
entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad
moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también
moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al
campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida,
viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos. Se
levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento
de los sirios; y llegando a la entrada del campamento
de los sirios, no había allí nadie. Porque Jehová había
hecho que en el campamento de los sirios se oyese
estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de
gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey
de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes
de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que
vengan contra nosotros. Y así se levantaron y huyeron
al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos,
sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido
para salvar sus vidas” (2 R. 7:3-7).
Aquí vemos una vez más la gracia de Dios manifestada a
través de la palabra de Su siervo, el profeta Eliseo, para
calmar el hambre de aquellos de Su pueblo que vivían en
Samaria. El ejército huyó a causa de un gran temor, ya
que no hay indicios del ataque de otro ejército. Se trata
del cumplimiento de las observaciones del rey Salomón
en Proverbios 28:1: “Huye el impío sin que nadie lo
persiga; mas el justo está confiado como un león.”
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El Ministerio del Profeta
El temor es un tormento, y el pueblo de Dios no debe
permitirse a sí mismo tener un espíritu de temor. El
antídoto lo suministra el Apóstol amado, quien dice en 1
Juan 4:18: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto
amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí
castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado
en el amor”. Amados, moremos en el amor y el temor no
tendrá control sobre nosotros.
“Cuando los leprosos llegaron a la entrada del
campamento, entraron en una tienda y comieron y
bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron
y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de
allí también tomaron, y fueron y lo escondieron. Luego
se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy
es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos
hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos
pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.
Vinieron, pues, y gritaron a los guardas de la puerta de la
ciudad, y les declararon, diciendo: Nosotros fuimos al
campamento de los sirios, y he aquí que no había allí
nadie, ni voz de hombre, sino caballos atados, asnos
también atados, y el campamento intacto. Los porteros
gritaron, y lo anunciaron dentro, en el palacio del rey. Y
se levantó el rey de noche, y dijo a sus siervos: Yo os
declararé lo que nos han hecho los sirios. Ellos saben
que tenemos hambre, y han salido de las tiendas y se han
escondido en el campo, diciendo: Cuando hayan salido
de la ciudad, los tomaremos vivos, y entraremos en la
ciudad. Entonces respondió uno de sus siervos y dijo:
Tomen ahora cinco de los caballos que han quedado en
la ciudad (porque los que quedan acá también perecerán
Los profetas del Antiguo Testamento
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como toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y
enviemos y veamos qué hay. Tomaron, pues, dos caballos
de un carro, y envió el rey al campamento de los sirios,
diciendo: Id y ved. Y ellos fueron, y los siguieron hasta el
Jordán; y he aquí que todo el camino estaba lleno de
vestidos y enseres que los sirios habían arrojado por la
premura. Y volvieron los mensajeros y lo hicieron saber
al rey. Entonces el pueblo salió, y saqueó el campamento
de los sirios. Y fue vendido un seah de flor de harina por
un siclo, y dos seahs de cebada por un siclo, conforme a
la palabra de Jehová” (2 R. 7:8-16).
Es digno de notar que frecuentemente en la Biblia
encontramos cómo el Señor utilizó al enemigo que
dominaba sobre Su pueblo para sustentarlo. Los
egipcios dieron alimentos y otras cosas materiales a
los hijos de Israel cuando salieron de Egipto. Esto
también puede ocurrir en nuestra vida, según lo que
dice el rey Salomón en Eclesiastés 2:26: “Mas al
pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para
darlo al que agrada a Dios”.
“Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo
brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada,
y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios,
cuando el rey descendió a él. Aconteció, pues, de la
manera que el varón de Dios había hablado al rey,
diciendo: Dos seahs de cebada por un siclo, y el seah de
flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas
horas, a la puerta de Samaria. A lo cual aquel príncipe
había respondido al varón de Dios, diciendo: Si Jehová
hiciese ventanas en el cielo, ¿pudiera suceder esto? Y él
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El Ministerio del Profeta
dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de
ello. Y le sucedió así; porque el pueblo le atropelló a la
entrada, y murió” (2 R. 7:17-20).
Cuatro leprosos hallaron el campamento abandonado y con
abundancia de comida. Luego, se lo comunicaron al rey,
quien envió un par de caballos para ver si era verdad. El
pueblo saqueó el campamento de los sirios y halló
abundante comida, como había sido declarado. Sin
embargo, aquél que había ridiculizado la palabra del Señor
fue atropellado por la multitud en la puerta. Los que se
mofan del Señor perecerán del mismo modo. Obedezcamos
las palabras de Josafat, el rey bueno y piadoso: “Creed en
Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus
profetas, y seréis prosperados” (2 Cr. 20:20). Que el Señor
nos dé en Su gracia tener un corazón que cree, para abrazar
Sus promesas y Su Palabra.
El anuncio de los siete años de hambre
“Habló Eliseo a aquella mujer a cuyo hijo él había hecho
vivir, diciendo: Levántate, vete tú y toda tu casa a vivir
donde puedas; porque Jehová ha llamado el hambre, la
cual vendrá sobre la tierra por siete años. Entonces la
mujer se levantó, e hizo como el varón de Dios le dijo; y
se fue ella con su familia, y vivió en tierra de los filisteos
siete años. Y cuando habían pasado los siete años, la
mujer volvió de la tierra de los filisteos; después salió
para implorar al rey por su casa y por sus tierras. Y había
el rey hablado con Giezi, criado del varón de Dios,
diciéndole: Te ruego que me cuentes todas las maravillas
que ha hecho Eliseo. Y mientras él estaba contando al
Los profetas del Antiguo Testamento
189
rey cómo había hecho vivir a un muerto, he aquí que la
mujer, a cuyo hijo él había hecho vivir, vino para implorar
al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi:
Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual
Eliseo hizo vivir. Y preguntando el rey a la mujer, ella se
lo contó. Entonces el rey ordenó a un oficial, al cual dijo:
Hazle devolver todas las cosas que eran suyas, y todos
los frutos de sus tierras desde el día que dejó el país hasta
ahora” (2 R. 8:1-6).
Este relato comienza con las palabras de Eliseo a la
mujer, anunciándole que el Señor había llamado al
hambre, y que esta situación duraría siete años. Surgen
de aquí varias verdades. La primera la leemos en
Amós 3:7: “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin
que revele su secreto a sus siervos los profetas”. Antes
de hacer algo, el Señor revela Sus propósitos a Sus
siervos, los profetas. De modo que la Iglesia puede
esperar que Dios nos muestre Sus propósitos sobre la
tierra en nuestros días. En nuestra vida individual,
podemos esperar que Dios nos hable de las cosas que Él
ha decidido hacer por nosotros.
Otra verdad es que las relaciones interpersonales se
establecen entre personas que piensan de manera similar,
y que quienes andan juntos terminan pareciéndose. Resulta
interesante la relación entre el profeta y esta mujer, ya
que ella tuvo el privilegio de saber lo que Dios se había
propuesto hacer. Era devota y piadosa, una mujer
importante y una madre amada en Israel. Así que, debido
a su relación cercana con el profeta, esta mujer disfrutó
del beneficio de su manto profético.
190
El Ministerio del Profeta
Del relato surge aun otra verdad: A veces, Dios hace que
el enemigo cuide de Su pueblo. La mujer y su casa
recibieron sustento en la tierra de los filisteos, los
enemigos tradicionales de Israel. A su regreso, luego de
los siete años de hambre, fue a peticionar ante el rey para
que le fueran devueltas su casa y sus tierras. Pareciera ser
que durante su ausencia otros se habían adueñado de su
propiedad. Cuando ella llegó, el rey estaba pidiendo a
Giezi, el siervo de Eliseo, que le hablara de todos los
grandes milagros realizados por Eliseo; de modo que Giezi
presentó a la mujer al rey como aquella cuyo hijo había
sido resucitado. Cuando andamos delante de Dios, Él va
delante de nosotros para preparar el camino, tal como hizo
al tocar el corazón del rey. Éste dio órdenes de que la casa
y las tierras de la mujer le fueran devueltas, incluido el
fruto de la tierra durante sus siete años de ausencia.
¡Ciertamente, Dios hace más abundantemente de lo que
podríamos pedir o imaginar!
La predicción del reinado de Hazael
“Eliseo se fue luego a Damasco; y Ben-adad rey de Siria
estaba enfermo, al cual dieron aviso, diciendo: El varón
de Dios ha venido aquí. Y el rey dijo a Hazael: Toma en
tu mano un presente, y ve a recibir al varón de Dios, y
consulta por él a Jehová, diciendo: ¿Sanaré de esta
enfermedad? Tomó, pues, Hazael en su mano un presente
de entre los bienes de Damasco, cuarenta camellos
cargados, y fue a su encuentro, y llegando se puso delante
de él, y dijo: Tu hijo Ben-adad rey de Siria me ha enviado
a ti, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad? Y Eliseo le
dijo: Ve, dile: Seguramente sanarás. Sin embargo, Jehová
Los profetas del Antiguo Testamento
191
me ha mostrado que él morirá ciertamente. Y el varón de
Dios le miró fijamente, y estuvo así hasta hacerlo
ruborizarse; luego lloró el varón de Dios. Entonces le
dijo Hazael: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió:
Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus
fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada,
y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres
que estén encintas. Y Hazael dijo: Pues, ¿qué es tu siervo,
este perro, para que haga tan grandes cosas? Y respondió
Eliseo: Jehová me ha mostrado que tú serás rey de Siria.
Y Hazael se fue, y vino a su señor, el cual le dijo: ¿Qué te
ha dicho Eliseo? Y él respondió: Me dijo que seguramente
sanarás. El día siguiente, tomó un paño y lo metió en
agua, y lo puso sobre el rostro de Ben-adad, y murió; y
reinó Hazael en su lugar” (2 R. 8:7-15).
Eliseo tuvo un ministerio itinerante, y al igual que Samuel
antes que él, viajaba mucho por la tierra de Israel y por
Siria. En esta ocasión fue a Damasco, la capital de Siria,
un enemigo de Israel, pero que no estaba en guerra con
ellos en ese momento. Eliseo era reconocido como profeta
de Dios tanto por los sirios como por su propio pueblo.
Ben-adad estaba enfermo, y al oír que el profeta de Dios
estaba en Siria, envió a Hazael a preguntarle si se recuperaría.
Eliseo respondió que el rey se repondría, pero que Hazael
mataría a Ben-adad y reinaría en su lugar. Más aún, el Señor
mostró a Eliseo todo el mal que Hazael haría contra el pueblo
de Israel. Al día siguiente, Hazael mató a Ben-adad.
Este suceso es digno de notar porque nos muestra cómo
Dios permite que los malvados o los desobedientes
192
El Ministerio del Profeta
frustren el cumplimiento de Su Palabra a través de sus
acciones o la omisión de ellas. Me gustaría ilustrar esto
con una experiencia que en cierta oportunidad me
relataron. Durante una reunión de oración, el Espíritu
Santo habló a una persona enferma una promesa de
sanidad. Dios también habló a otra persona para que fuera
a imponer las manos sobre la persona enferma y orara por
ella. Sin embargo, esta persona no obedeció y la persona
enferma no fue sanada aquella noche. Por causa de la
desobediencia, la sanidad prometida no se efectuó. En este
caso, el Señor manifestó su gracia y creo que la sanidad
llegó durante otra noche. No obstante, esto nos muestra
que a veces se permite que la desobediencia obstaculice
la Palabra de Dios.
El ungimiento de Jehú como rey de Israel
“Entonces el profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de
los profetas, y le dijo: Ciñe tus lomos, y toma esta redoma
de aceite en tu mano, y ve a Ramot de Galaad. Cuando
llegues allá, verás allí a Jehú hijo de Josafat hijo de Nimsi;
y entrando, haz que se levante de entre sus hermanos, y
llévalo a la cámara. Toma luego la redoma de aceite, y
derrámala sobre su cabeza y di: Así dijo Jehová: Yo te he
ungido por rey sobre Israel. Y abriendo la puerta, echa a
huir, y no esperes. Fue, pues, el joven, el profeta, a Ramot
de Galaad. Cuando él entró, he aquí los príncipes del
ejército que estaban sentados. Y él dijo: Príncipe, una
palabra tengo que decirte. Jehú dijo: ¿A cuál de todos
nosotros? Y él dijo: A ti, príncipe. Y él se levantó, y entró
en casa; y el otro derramó el aceite sobre su cabeza, y le
dijo: Así dijo Jehová Dios de Israel: Yo te he ungido por
Los profetas del Antiguo Testamento
193
rey sobre Israel, pueblo de Jehová. Herirás la casa de
Acab tu señor, para que yo vengue la sangre de mis siervos
los profetas, y la sangre de todos los siervos de Jehová,
de la mano de Jezabel. Y perecerá toda la casa de Acab,
y destruiré de Acab todo varón, así al siervo como al libre
en Israel. Y yo pondré la casa de Acab como la casa de
Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de
Ahías. Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de
Jezreel, y no habrá quien la sepulte. En seguida abrió la
puerta, y echó a huir” (2 Reyes 9:1-10).
Hazael, rey de Siria, luchaba contra Joram, rey de Israel,
y contra Ocozías, rey de Judá. Joram resultó herido en la
batalla en Ramot de Galaad y fue a Jezreel a curarse de
sus heridas, adonde Ocozías acudió a visitarlo. Por pedido
de Eliseo, un joven profeta fue a los capitanes de Israel en
Ramot de Galaad y ungió a Jehú, el capitán de las fuerzas
israelitas, para ser rey de Israel. También le dio el encargo
de herir a la casa de Acab, al padre de Joram, y de vengar
la sangre de todos los siervos del Señor que pesaba sobre
Jezabel. Eliseo no fue personalmente a ungir a Jehú porque
éste no era digno de tal honor. Como veremos más
adelante, Jehú no anduvo rectamente delante del Señor.
Se ha dicho que las ruedas de la justicia giran en forma
lenta, pero segura. Toda la maldad de Acab vino ahora
sobre su familia extendida. Acab no había visto la ira de
Dios en juicio sobre su familia durante su vida porque se
humilló delante de la palabra de Elías. Sin embargo,
Jezabel, la esposa de Acab, no se arrepintió, por lo que no
escapó del juicio decretado en 1 Reyes 21:23: “De Jezabel
también ha hablado Jehová, diciendo: Los perros comerán
a Jezabel en el muro de Jezreel”.
194
El Ministerio del Profeta
Es importante notar la distinción que Dios hace entre ellos
dos, ya que en 1 Reyes 21:25, a Jezabel se le adjudica la
maldad mayor: “A la verdad ninguno fue como Acab, que
se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová;
porque Jezabel su mujer lo incitaba”. Existen distintos
niveles de juicio aun entre los malos, del mismo modo
que hay diferentes grados de castigo en el infierno.
Dios designó a Jehú para llevar a cabo estos juicios.
Joram fue asesinado en Jezreel cuando Jehú le disparó
con su arco y flecha. Jehú arrojó luego su cuerpo en la
heredad de Nabot, a quien Acab había matado. Por orden
de Jehú, Jezabel fue arrojada por sus siervos desde una
ventana del palacio y parte de su sangre salpicó la pared
y a los caballos, los cuales la pisotearon: “Pero cuando
fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que la
calavera, y los pies, y las palmas de las manos. Y
volvieron, y se lo dijeron. Y él dijo: Esta es la palabra
de Dios, la cual él habló por medio de su siervo Elías
tisbita, diciendo: En la heredad de Jezreel comerán los
perros las carnes de Jezabel, y el cuerpo de Jezabel será
como estiércol sobre la faz de la tierra en la heredad de
Jezreel, de manera que nadie pueda decir: Esta es
Jezabel” (2 R. 9:35-37).
Jehú mató a todos los que quedaban de la casa de Acab y
a todos sus grandes, a sus familiares y a sus sacerdotes.
En 2 Reyes 10:30 leemos: “Y Jehová dijo a Jehú: Por
cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis
ojos, e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que
estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono
de Israel hasta la cuarta generación”.
Los profetas del Antiguo Testamento
195
Lamentablemente, después que Eliseo obedeció a Dios y
ungió un salvador para Israel, Jehú se rehusó a andar en
los caminos del Señor: “Mas Jehú no cuidó de andar en
la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón, ni se
apartó de los pecados de Jeroboam, el que había hecho
pecar a Israel” (2 R. 10:31). Por lo tanto, el malvado rey
Hazael de Siria fue usado para herir a Israel en todos sus
territorios.
Que alguien sea levantado por Dios y lleve a cabo su
voluntad no significa que sea una persona recta. El Señor
da a una nación el gobernante que se merece, e Israel
andaba contrariamente a las leyes de Dios. Fue así que
tuvieron un rey a quien no le importó la justicia (rectitud).
Esto fue para que Dios pudiera traer juicio por medio del
homicida, Hazael.
Muerte de Eliseo
“Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió.
Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante
de él, dijo: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su
gente de a caballo! Y le dijo Eliseo: Toma un arco y
unas saetas. Tomó él entonces un arco y unas saetas.
Luego dijo Eliseo al rey de Israel: Pon tu mano sobre
el arco. Y puso él su mano sobre el arco. Entonces puso
Eliseo sus manos sobre las manos del rey, y dijo: Abre
la ventana que da al oriente. Y cuando él la abrió, dijo
Eliseo: Tira. Y tirando él, dijo Eliseo: Saeta de
salvación de Jehová, y saeta de salvación contra Siria;
porque herirás a los sirios en Afec hasta consumirlos.
Y le volvió a decir: Toma las saetas. Y luego que el rey
196
El Ministerio del Profeta
de Israel las hubo tomado, le dijo: Golpea la tierra. Y
él la golpeó tres veces, y se detuvo. Entonces el varón
de Dios, enojado contra él, le dijo: Al dar cinco o seis
golpes, hubieras derrotado a Siria hasta no quedar
ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria.
Y murió Eliseo, y lo sepultaron. Entrado el año,
vinieron bandas armadas de moabitas a la tierra. Y
aconteció que al sepultar unos a un hombre,
súbitamente vieron una banda armada, y arrojaron el
cadáver en el sepulcro de Eliseo; y cuando llegó a tocar
el muerto los huesos de Eliseo, revivió, y se levantó
sobre sus pies” (2 R. 13:14-21).
Cuando la vida del profeta llegaba a su fin en su lecho de
enfermedad, Joás, rey de Israel, fue a visitarlo. Al ver al
profeta, Joás clamó: “¡Padre mío, padre mío, carro de
Israel y su gente de a caballo!” (2 R. 13:14).
He podido ver esto personalmente. Cuando uno de
nuestros estudiantes en Suiza estaba muriendo, el carro y
los jinetes pasaron por sobre la cama mientras orábamos,
para separar a los vivos de los muertos.
Así también fue el caso fue la ascensión de Elías, cuando
el carro lo separó de Eliseo. El rey seguramente
comprendió que estaban en esa habitación esperando el
momento de la partida del profeta. Sin embargo, había
una última acción que Eliseo debía realizar antes de morir.
Dijo a Joás que tomara un arco y flecha y disparara por la
ventana. Cuando Joás lo hizo, Eliseo declaró que se trataba
de la flecha de liberación de Siria y ordenó a Joás que
hiriera a los sirios en Afec.
Los profetas del Antiguo Testamento
197
Sucede a menudo con la palabra profética, que hay algo
que el hombre debe llevar a cabo. Así, Eliseo dijo a Joás
que tomara las flechas y golpeara el suelo con ellas. Él lo
hizo, pero sólo tres veces: “Entonces el varón de Dios,
enojado contra él, le dijo: Al dar cinco o seis golpes,
hubieras derrotado a Siria hasta no quedar ninguno; pero
ahora sólo tres veces derrotarás a Siria” (2 R. 13:19).
Cuando se nos dice que llevemos a cabo una acción como
señal, es importante que lo hagamos concienzudamente,
para que pueda cumplirse completamente la profecía. Joás
sólo derrotó a Hazael tres veces y recuperó las ciudades de
Israel, pero no destruyó definitivamente al ejército de Siria.
Eliseo conocía el maravilloso poder de Dios de la
resurrección. Un tiempo después de su muerte, un
hombre fue colocado en su sepulcro, y cuando su cuerpo
tocó sus huesos, el muerto revivió y se paró sobre sus
pies (vea 2 Reyes 13:20-21). Aún cuando Eliseo estaba
muerto, se llevó a cabo un milagro por el poder de Dios
que envolvía sus huesos.
De este modo, Eliseo cumplió la promesa de Salmos 92:12,
14: “El justo florecerá como la palmera; […]. Aun en la
vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes”. Eliseo
era también un tipo de la Iglesia, la cual heredará la
promesa de Juan 14:12: “De cierto, de cierto os digo: El
que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también;
y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”.
Elías es un tipo del Señor, mientras que Eliseo es un tipo
de la Iglesia de los últimos tiempos, la cual goza de la
198
El Ministerio del Profeta
doble porción de bendición de nuestro Señor. ¡Quiera Él
conceder que nosotros también seamos fructíferos hasta
el final! Es fácil ver cómo Elías es un tipo de Cristo ya
que él, al igual que el Salvador, ascendió a los cielos;
también, al igual que Jesús bautizó a la Iglesia en el día
de Pentecostés con el poder del Espíritu Santo, Elías
entregó su manto a Eliseo, quien continuó su ministerio
del mismo modo que la Iglesia continuó con el ministerio
de nuestro bendito Señor.
La profetisa Hulda
“Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor,
Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo
de Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual
moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y
hablaron con ella. Y ella les dijo: Así ha dicho Jehová el
Dios de Israel: Decid al varón que os envió a mí: Así dijo
Jehová: He aquí yo traigo sobre este lugar, y sobre los que
en él moran, todo el mal de que habla este libro que ha
leído el rey de Judá; por cuanto me dejaron a mí, y
quemaron incienso a dioses ajenos, provocándome a ira
con toda la obra de sus manos; mi ira se ha encendido
contra este lugar, y no se apagará. Mas al rey de Judá que
os ha enviado para que preguntaseis a Jehová, diréis así:
Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Por cuanto oíste las
palabras del libro, y tu corazón se enterneció, y te humillaste
delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado
contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a
ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste
en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová. Por
tanto, he aquí yo te recogeré con tus padres, y serás llevado
Los profetas del Antiguo Testamento
199
a tu sepulcro en paz, y no verán tus ojos todo el mal que yo
traigo sobre este lugar. Y ellos dieron al rey la respuesta”
(2 R. 22:14-20).
El ministerio de Hulda se desarrolló durante el reinado de
Josías, el nieto de Manasés. Es una de las tres profetisas
incluidas en el Antiguo Testamento (junto con Miriam, la
hermana de Moisés y la jueza Débora). Declaró que habría
grandes juicios sobre Jerusalén, pero debido a que el
corazón de Josías era sensible al Señor, recibió la
bendición de la paz durante su tiempo y no vio el
cumplimiento de los juicios de Dios. Este es el único
suceso en la vida de ella que quedó escrito. Sin embargo,
es importante señalar que tenía la reputación de ser una
profetisa. Los altos funcionarios de la corte real la buscaron
cuando necesitaron oír la palabra del Señor para el rey
Josías y el resto de la nación.
Varios profetas ministraron en Israel y Judá durante el
gobierno de los reyes que se sucedieron desde Ezequías
a Sedequías, el último rey de Judá. Isaías y Miqueas
profetizaron durante el reinado de Ezequías, y Jeremías
y Sofonías lo hicieron durante el reinado de Josías.
Daniel y Ezequiel estaban en Babilonia. En los días de
Jeremías hubo también falsos profetas que engañaron y
dieron falsa confianza al pueblo durante el tiempo del
sitio de los babilonios.
Llegamos ahora a la segunda gran sección de la Biblia
llamada los Profetas, formada por unos 16 libros escritos
por los cuatro profetas denominados mayores (Isaías,
Jeremías, Ezequiel y Daniel). También hay otros 12 libros
200
El Ministerio del Profeta
escritos por los llamados profetas menores. Se los designa
de esta manera por la extensión de sus escritos y no por la
calidad de ellos. Hemos escrito un extenso comentario
aparte sobre cada uno de los libros. Haremos en este libro
sólo un breve comentario sobre sus vidas según lo que se
revela en sus libros. Esto nos ayudará a comprender su
oficio profético y la manera en que Dios los preparó para
esa función.
Isaías
Isaías profetizó durante el reinado de Uzías, Jotam, Acaz
y Ezequías, antes de encontrar la muerte por el martirio a
manos de Manasés, el hijo del piadoso Ezequías. Sus
oraciones hicieron que el sol retrocediera diez grados,
como señal a Ezequías de que sería sanado. Isaías se
mantuvo firme junto a Ezequías contra el sitio de los
asirios y profetizó que el Señor defendería a Jerusalén
por medio de Su ángel, el cual exterminó al ejército asirio
acampado alrededor de la ciudad amada. Tuvo
revelaciones personales de la santidad del Señor y de su
necesidad de tener labios puros.
La clave de sus profecías era que una y otra vez “vio”
delante de sus ojos los sucesos sobre los cuales
profetizaba, como si estuvieran ocurriendo realmente, aun
cuando esos acontecimientos estaban cientos de años en
el futuro. Dijo que el rey persa Ciro daría la orden de
reconstruir el Templo cuando éste todavía permanecía en
pie. Anunció el surgimiento y la caída de Babilonia y su
derrota por parte de los medos y los persas. Sin embargo,
la más grande de sus profecías se relaciona con la vida y
Los profetas del Antiguo Testamento
201
el ministerio de Jesucristo, incluidos eventos relacionados
con Su nacimiento, crucifixión y resurrección. Lo
vislumbró como la Luz de los gentiles en la era de la
Iglesia. Podemos decir que Isaías fue un hombre santo
que disfrutó de una gran intimidad con el Señor, y fue una
de las principales fuentes citadas por Cristo durante su
ministerio terrenal, junto con Génesis, Deuteronomio y
los Salmos.
Jeremías
Jeremías fue conocido y ordenado por Dios para ser profeta
desde el vientre de su madre (vea Jeremías 1:5). Comenzó
a profetizar a comienzos de su segunda década de vida,
en el año trece del reinado del piadoso rey Josías. Jeremías,
Josías y el profeta Sofonías encabezaron el mayor
avivamiento en la historia de Israel. Sin embargo, después
de Josías, la nación se volcó a la apostasía. Jeremías, quien
advirtió acerca del sitio y la caída de Jerusalén, fue
confrontado por falsos profetas que declaraban para la
nación prosperidad continua. Sufrió encarcelamiento a
manos de su propio pueblo, pero fue preservado por el
Señor a través de amigos fieles. Se lo conoce como “el
profeta llorón”, por lamentar que el pueblo se apartara
del Señor; su libro Lamentaciones describe sus angustias
y las de su nación rechazada. Sin embargo, vio en visión
no sólo la destrucción de Jerusalén por los babilonios,
sino también la futura gloria de la nación restaurada.
Una característica clave de su vida personal que puede
compararse con Isaías se encuentra en el siguiente pasaje:
“Me dijo Jehová: Si Moisés y Samuel se pusieran delante
202
El Ministerio del Profeta
de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo; échalos de
mi presencia, y salgan. Y si te preguntaren: ¿A dónde
saldremos? les dirás: Así ha dicho Jehová: El que a
muerte, a muerte; el que a espada, a espada; el que a
hambre, a hambre; y el que a cautiverio, a cautiverio. Y
enviaré sobre ellos cuatro géneros de castigo, dice Jehová:
espada para matar, y perros para despedazar, y aves del
cielo y bestias de la tierra para devorar y destruir. Y los
entregaré para terror a todos los reinos de la tierra, a
causa de Manasés hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo
que hizo en Jerusalén. Porque ¿quién tendrá compasión
de ti, oh Jerusalén? ¿Quién se entristecerá por tu causa,
o quién vendrá a preguntar por tu paz? Tú me dejaste,
dice Jehová; te volviste atrás; por tanto, yo extenderé
sobre ti mi mano y te destruiré; estoy cansado de
arrepentirme. Aunque los aventé con aventador hasta las
puertas de la tierra, y dejé sin hijos a mi pueblo y lo
desbaraté, no se volvieron de sus caminos. Sus viudas se
me multiplicaron más que la arena del mar; traje contra
ellos destruidor a mediodía sobre la madre y sobre los
hijos; hice que de repente cayesen terrores sobre la ciudad.
Languideció la que dio a luz siete; se llenó de dolor su
alma, su sol se puso siendo aún de día; fue avergonzada
y llena de confusión; y lo que de ella quede, lo entregaré
a la espada delante de sus enemigos, dice Jehová. ¡Ay de
mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda
y hombre de discordia para toda la tierra! Nunca he dado
ni tomado en préstamo, y todos me maldicen. ¡Sea así, oh
Jehová, si no te he rogado por su bien, si no he suplicado
ante ti en favor del enemigo en tiempo de aflicción y en
época de angustia! ¿Puede alguno quebrar el hierro, el
hierro del norte y el bronce? Tus riquezas y tus tesoros
Los profetas del Antiguo Testamento
203
entregaré a la rapiña sin ningún precio, por todos tus
pecados, y en todo tu territorio. Y te haré servir a tus
enemigos en tierra que no conoces; porque fuego se ha
encendido en mi furor, y arderá sobre vosotros. Tú lo sabes,
oh Jehová; acuérdate de mí, y visítame, y véngame de mis
enemigos. No me reproches en la prolongación de tu enojo;
sabes que por amor de ti sufro afrenta. Fueron halladas
tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y
por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó
sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos. No me senté en
compañía de burladores, ni me engreí a causa de tu
profecía; me senté solo, porque me llenaste de indignación.
¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada
no admitió curación? ¿Serás para mí como cosa ilusoria,
como aguas que no son estables? Por tanto, así dijo Jehová:
Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás;
y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca.
Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te
pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y
pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy
contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. Y
te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano
de los fuertes” (Jer. 15:1-21).
Por lo tanto, en el caso de los profetas existe una mayor
demanda de pureza personal porque son, virtualmente,
los portavoces de un Dios Santo. Los labios de Isaías
fueron purificados y Jeremías debió entresacar lo precioso
de lo vil en su vida. En cuanto a nosotros, debemos clamar
como lo hizo otro profeta, el rey David, en Salmos 139:23:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y
conoce mis pensamientos”.
204
El Ministerio del Profeta
Daniel
Daniel fue (junto con Noé y Job) uno de los tres hombres
más rectos en toda la historia de la humanidad. Según
Ezequiel 14:14, también se destacó por su sabiduría dada
por Dios, su conocimiento, su capacidad para aprender
y su comprensión en todas las visiones y sueños que el
Señor le dio.
Recordando lo que ya hemos comentado acerca de Isaías
y Jeremías, es digno de mencionar que Daniel fue probado
precisamente en este aspecto de la pureza personal, como
leemos en Daniel 1:8, 12, 15. “Y Daniel propuso en su
corazón no contaminarse con la porción de la comida
del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al
jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.
[…]. Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por
diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber.
[…]. Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos
mejor y más robusto que el de los otros muchachos que
comían de la porción de la comida del rey”.
Daniel también fue severamente probado en lo referente
a la adoración. Como era su costumbre, adoró de manera
deliberada y abierta en dirección a Jerusalén, sin cambiar
su adoración regular, en desafío a la orden del rey y en
obediencia a Dios. Por esa causa fue echado al foso de los
leones, pero fue preservado por el ángel del Señor a causa
de su fe e inocencia.
Su ministerio profético abarcó los destinos de las
naciones y provee una asombrosa comprensión del
Los profetas del Antiguo Testamento
205
surgimiento y caída de los reinos. Sus palabras proféticas
se refieren al reino babilonio de los años de su juventud,
a los medos y los persas, a Grecia, a Roma e incluso a
los diez reyes que aparecerán en los últimos días fuera
de las fronteras de lo que era el Imperio Romano.
También vio el gobierno del Anticristo, el cual culmina
con la Segunda Venida del Señor (quien destruye al
Anticristo y a los otros cuatro reinos que serán reavivados
hasta cierto grado en aquel tiempo).
Ezequiel
Este profeta tuvo que acostarse sobre su lado izquierdo
durante 390 días por la iniquidad de Israel y luego otros
40 días por la iniquidad de Judá. Su testimonio se
encuentra en Ezequiel 4:14: “Y dije: ¡Ah, Señor Jehová!
he aquí que mi alma no es inmunda, ni nunca desde mi
juventud hasta este tiempo comí cosa mortecina ni
despedazada, ni nunca en mi boca entró carne
inmunda”.
Aquí tenemos nuevamente una indicación del hecho que
estos profetas eran santos. Ezequiel era también un
sacerdote y tuvo revelaciones especiales con respecto a
las abominaciones cometidas en el templo de Jerusalén,
el cual todavía estaba en pie cuando comenzó su
ministerio. Después de la destrucción de ese Templo, vio
el Templo del Milenio, el cual será construido en Jerusalén
cuando el Señor regrese.
Luego, entre los Profetas Menores hay muchos que pueden
brindarnos valioso conocimiento respecto de la vida y el
206
El Ministerio del Profeta
ministerio de los profetas. A través de estos párrafos cortos
sobre cada uno de los doce Profetas Menores, hemos
intentado esencialmente mostrar la diversidad de sus vidas
y ministerios.
Oseas
Este hombre, quien profetizó fundamentalmente a las
diez tribus descarriadas del norte de Israel, fue también
una señal de la relación de Dios con ellos. Fue llamado
a casarse con una prostituta, quien lo dejó por otros
amantes. Después de un tiempo, Oseas fue nuevamente
llamado a restaurarla a su posición como su esposa. Esto
mostraba a Israel (quien se había casado con Dios) que
la nación lo había abandonado por otros dioses, aunque
en los tiempos finales sería restaurada a su legítimo
marido, Jehová.
Joel
Joel profetizó acerca de la invasión babilónica, sobre el
regreso del pueblo a su tierra y sobre la experiencia
Pentecostal, lo cual Pedro citó en Hechos 2:16-21,
precisamente el día en que se celebraba aquella fiesta.
Amós
Amós, un pastor y un recolector de higos silvestres, fue
quizá el más pobre de los profetas. Profetizó, básicamente,
acerca de la destrucción de las tribus del norte y de la
muerte del rey Jeroboam II.
Los profetas del Antiguo Testamento
207
Abdías
El único capítulo de la profecía de Abdías fue
exclusivamente contra Edom, con la promesa que, en los
últimos días, del monte de Sión se levantarían quienes
jugarían al monte de Esaú.
Jonás
Jonás es muy conocido por su desobediencia, la cual
finalizó con su estadía durante tres días y tres noches
en el vientre de una ballena. Por medio de esta
experiencia, se transformó en un tipo del descenso del
Señor al infierno después de Su crucifixión. Jesús
mismo hizo referencia a esto en Mateo 12:40. No
obstante, Jonás cumplió finalmente con su llamado al
ir a Nínive y guiar a la ciudad al arrepentimiento.
También profetizó que Israel se extendería, lo cual
ocurrió en los días de Jeroboam II.
Miqueas
Miqueas fue un contemporáneo del profeta Isaías y
ministró en tiempos de Ezequías. Aunque su escrito es
corto, este libro contiene versículos muy conocidos,
tales como la designación del lugar del nacimiento de
Cristo en Belén y la hermosa exhortación devocional
de Miqueas 6:8: “Oh hombre, él te ha declarado lo
que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer
justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu
Dios”
208
El Ministerio del Profeta
Nahum
Nahum profetizó acerca de la destrucción de Nínive, pero
a diferencia de su predecesor Jonás, él no vio
arrepentimiento en ellos. Por el contrario, predijo el sitio
babilónico y la caída de Nínive por causa de sus caminos
pecaminosos.
Habacuc
Habacuc anunció el avance de Babilonia contra
Jerusalén, y además declaró que “el justo por su fe vivirá”
(Habacuc 2:4), uno de los versículos citados por el apóstol
Pablo como fundamento de su doctrina de la salvación por
la fe (vea Romanos 1:17, Gálatas 3:11, Hebreos 10:38).
Además, contiene un hermoso pasaje devocional aplicable
a los santos de todos los tiempos: “Aunque la higuera no
florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto
del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas
sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales;
con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el
Dios de mi salvación” (Hab. 3:17-18). Como dijo Pablo,
los santos deben ser personas tan gozosas aquí en la tierra
como las que serán en el cielo (vea Filipenses 4:4).
Sofonías
Sofonías fue un contemporáneo de Josías y Jeremías,
liderando con ellos el mayor avivamiento de Israel en toda
su historia. Advirtió acerca del gran día del Señor, el cual
sería un día de ira, tribulación y angustia que vendría sobre
Los profetas del Antiguo Testamento
209
Jerusalén por sus pecados, por medio de los babilonios,
quienes arrasarían la tierra.
Hageo
Hageo, junto con Zacarías, fue un profeta del Período de
la Restauración. Prometió que la gloria postrera de la casa
(refiriéndose a la Iglesia de los últimos días) sería mayor
que la que había conocido el Templo de Salomón. Hageo
fue usado para alentar a los judíos a finalizar la
construcción del Templo de la Restauración, iniciada por
Zorobabel.
Zacarías
Este profeta fue un contemporáneo de Hageo. Tuvo ocho
extraordinarias visiones en una noche (vea Zacarías 1:7—
6:15) y también visiones precisas acerca de la Segunda
Venida de Cristo en el monte de los Olivos, la cual estaría
precedida por el sitio final de Jerusalén por parte de las
naciones.
Malaquías
Como el último profeta del Antiguo Testamento,
Malaquías declaró la Venida del Señor preparada por Su
mensajero, quien como sabemos, fue Juan el Bautista.
Hablaremos del ministerio de Juan más adelante en este
libro. También profetizó el advenimiento de los dos
testigos, Moisés y Elías, antes de la Segunda Venida de
Cristo (llamado “el día de la ira de Jehová” en Sofonías).
210
El Ministerio del Profeta
Malaquías también brindó una hermosa descripción del
carácter de Leví, el patriarca del sacerdocio del Antiguo
Testamento: “La ley de verdad estuvo en su boca, e
iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en justicia
anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad”
(Mal. 2:6).
Los profetas del Antiguo Testamento
211
CONCLUSIÓN
En estos relatos de los profetas de Dios podemos aprender
algunas lecciones sumamente valiosas. Su don y oficio
de profetas les ganaron un espacio y fueron reconocidos
por creyentes y no creyentes por igual. No tuvieron que
hablar de su oficio ni persuadir a las personas para que
les creyeran. Simplemente hicieron conocer la voluntad
de Dios a las naciones.
Hablaron, y Dios hizo que ocurriera lo que ellos declaraban
en Su nombre. No hablaron sus propias palabras ni
impusieron su propia voluntad, sino que, en la presencia
del Todopoderoso, hablaron las palabras que Él les dio
para que dijeran. Como está escrito: “Si alguno habla,
hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra,
ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo
sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen
la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”
(1 P. 4:11).
Como ocurrió con Samuel, Dios no permitió que sus
palabras cayeran a tierra sin cumplirse (vea 1 Samuel 3:19;
Isaías 55:11). De este modo, se dispusieron como canales
humildes y dependientes por medio de los cuales el Señor
pudiera obrar, declarando Su voluntad y haciendo que ésta
se cumpliera. Procuremos glorificar a Dios con nuestra
vida como lo hicieron estos profetas del Antiguo
Testamento. Ellos buscaron guardar sus vidas para Dios
en lo personal y en su devoción privada hacia Él. Esto
212
El Ministerio del Profeta
constituyó su fuerza y la clave para el hecho que
completaron los propósitos de Dios para ellos.
Al estudiar estas semillas de verdad y las experiencias de
otros, tenemos el privilegio de recibir enseñanza que nos
permitirá ser más productivos, multiplicando los talentos
que hemos recibido.
SEGUNDA PARTE:
LOS PROFETAS DEL
NUEVO TESTAMENTO
Los profetas del Nuevo Testamento
215
Juan el Bautista
El primero y más destacado de todos los profetas del
Nuevo Testamento fue Juan el Bautista, enviado a preparar
el camino del Señor (vea Malaquías 3:1). Jesús mismo
declaró que no había nacido otro hombre mayor que Juan
el Bautista (vea Mateo 11:11; Lucas 7:28). Debido a que
se brindan muchos detalles de su vida, procuraremos
analizarla detenidamente.
Su nacimiento
“Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote
llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de
las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran
justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos
los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían
hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad
avanzada” (Lc. 1:5-7).
Lucas nos dice que los padres de Juan vivieron en los
días del rey Herodes el Grande. Zacarías y Elisabet eran
dos personas justas y rectas delante de Dios, que andaban
irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas
del Señor. En tiempos de gran sequía espiritual y oposición
al evangelio, hay creyentes que siguen viviendo en el temor
del Señor. Este precioso matrimonio llevaba una vida
piadosa, a pesar del clima de opresión, terror y maldad
que caracterizaban el reinado de Herodes. En la Biblia
encontramos muchas ocasiones en las cuales Dios levantó
a hombres en ámbitos de gran maldad, pero ellos
216
El Ministerio del Profeta
mantuvieron un estilo de vida santo y de comunión con el
Señor. Daniel también vivió rectamente, aun al estar en el
corazón de la malvada nación de Babilonia, el centro de
la hechicería (como lo hizo Ezequiel). Jeremías se
mantuvo fiel al Señor en los impíos reinados de los hijos
de Josías. Jesús se crió en Nazaret, ciudad acerca de la
cual Natanael preguntó si de ella podía “salir algo de
bueno” (Jn. 1:46).
Zacarías, el padre de Juan, era un sacerdote de la clase de
Abías, que ocupaba el octavo lugar en el orden de las clases
sacerdotales establecidas por David (vea 1 Crónicas 24:10).
Es significativo que la interpretación espiritual del número
ocho es un tiempo de nuevos comienzos. Ciertamente, el
hijo de Zacarías, Juan, fue elegido para introducir a Aquel
que, por medio del derramamiento de Su preciosa sangre,
establecería el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento
era un tiempo de nuevos comienzos en los propósitos de
Dios para su pueblo.
Elisabet, al ser una de las hijas de Aarón, pertenecía al
linaje sacerdotal. Era estéril y además ya se habían pasado
los años en los cuales podía tener hijos. Hay una
importante verdad espiritual relacionada con la esterilidad,
que puede encontrarse a lo largo de toda la Biblia. En
primer término, era motivo de vergüenza y de reproche
que una mujer no tuviese hijos y que, en consecuencia, su
esposo no tuviese herederos. Sin embargo, hubo personas
que fueron receptoras del favor de Dios, que sufrieron
esta vergüenza y reproche, y entraron a la promesa y la
bendición de Isaías 54:1: “Regocíjate, oh estéril, la que
no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la
Los profetas del Nuevo Testamento
217
que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de
la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová”.
En los anales de la historia hay mujeres notables que
fueron estériles y que luego gestaron hijos destacados:
Sara dio a luz a Isaac; el hijo de Rebeca fue Jacob, quien
pasó a ser Israel; el hijo de Raquel, José, fue el Salvador
de su pueblo en Egipto; la esposa de Manoa dio a luz a
Sansón, el juez; Rut fue la madre de Obed; y Ana dio a
luz al profeta Samuel. En nuestra vida, como cristianos,
si el Señor dispone algo de consecuencias eternas y de
bendición, a menudo hay primeramente un tiempo de
esterilidad (o de improductividad). Esto es cuando somos
probados y podados, a fin de que cuando la promesa sea
cumplida, no esté desvirtuada por nuestros propios deseos
o por las cosas de este mundo.
“Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante
de Dios según el orden de su clase, conforme a la
costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el
incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la
multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del
incienso. Y se le apareció un ángel del Señor puesto en
pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías
al verle, y le sobrecogió temor” (Lc. 1:8-12).
Mientras Zacarías estaba realizando delante de Dios la
tarea asignada en su oficio sacerdotal, se le apareció el
ángel Gabriel. Este ángel, el mensajero del Señor, fue
enviado en muchas misiones; fue él quien transmitió la
palabra del Señor a Daniel, y más tarde en la historia a
María. Es importante tener presente que el Señor a menudo
218
El Ministerio del Profeta
viene a nosotros cuando estamos desempeñando nuestras
tareas normales. El corazón de Dios se deleita cuando
decide visitarnos y nos encuentra haciendo fielmente Su
voluntad. Tal fue el caso de Zacarías.
“Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu
oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz
un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y
alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;
porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni
sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre
de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se
conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él
con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a
la prudencia de los justos, para preparar al Señor un
pueblo bien dispuesto. Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué
conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de
edad avanzada” (Lc. 1:13-18).
Gabriel dijo a Zacarías que sus oraciones habían sido
oídas. Las oraciones de los santos son acumulativas. En
Apocalipsis 5:8 leemos: “Y cuando hubo tomado el libro,
los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se
postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas
de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los
santos”. Con el correr de los años, al derramar nuestro
corazón en oración, esas plegarias se conservan en copas;
cuando las copas están llenas son ofrecidas al Señor, Quien
actuará luego en respuesta a esas oraciones. Por ejemplo,
cierto hermano tuvo una visión de alguien por quien había
estado orando durante muchos años. En esta visión, vio a
Los profetas del Nuevo Testamento
219
la persona con una copa a su lado. Esa copa contenía sus
oraciones, como un líquido que había sido acumulado en
ella con el paso de los años, hasta que se llenó. El Señor
entonces actuó para cumplir las peticiones de este hermano
a favor de su amigo. En consecuencia, aun una oración
pasajera dejará caer una gota en la copa de alguien y, juntos,
tendremos el privilegio de ayudarnos unos a otros en hacer
que se cumpla el propósito de Dios para nuestra vida.
En la Biblia, este principio puede verse también en el
sentido negativo, desde Génesis 15:16: “Y en la cuarta
generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su
colmo la maldad del amorreo hasta aquí”. De esta manera,
cuando la copa que se llena con las iniquidades de los
amorreos esté completa, llegará el juicio, en tanto que
cuando nuestra copa está llena, viene la bendición. Hay
un sentido en el cual, en los últimos días, las oraciones de
los santos están siendo ofrecidas a Dios, Quien las
responde cuando todo está preparado conforme a Su
voluntad (vea Apocalipsis 8:3-4). No desmayemos en
nuestras oraciones, porque no sabemos cuándo podrán
llenar la copa hasta rebalsar y hacer que el Señor responda
a nuestras peticiones a favor de nuestros seres amados.
Volvamos ahora a nuestro relato. Gabriel aseguró a
Zacarías que sus oraciones iban a ser contestadas y que
su esposa, en su ancianidad, daría a luz un hijo que sería
el mensajero del Señor.
Al escribir las biografías de grandes hombres de Dios
como Moisés, Elías y Juan el Bautista, llegué a
comprender que fueron formados especialmente por el
220
El Ministerio del Profeta
Padre para desempeñar responsabilidades muy especiales.
Cada uno debía ministrar a diferentes personas y cada uno
tenía un llamado diferente para cumplir. Llegaron en
períodos trascendentales de la historia de la humanidad,
para cumplir determinados ministerios cruciales en los
propósitos de Dios. Nosotros, también, hemos llegado al
reino para una hora como ésta; por eso, como cristianos,
cada uno necesita buscar al Señor para determinar nuestro
ministerio específico y singular, y cumplir así el curso
trazado para nuestra vida.
Juan fue traído al mundo con el propósito específico de
preparar el camino para el Mesías prometido. Tuvo un
ministerio singular, alrededor del cual giró la totalidad de
su vida. De manera apropiada, su nombre significa “gracia”,
porque prefiguró y presentó a Aquel que habría de traer esa
gracia y verdad: el Señor Jesucristo. Debía anunciar al
Cordero de Dios, Quien haría realidad el Nuevo Pacto.
Mucho regocijo acompañó el nacimiento de este gran
hombre, no sólo para sus padres, sino para todos los fieles
que anhelaban profundamente la llegada del Mesías
prometido. En Lucas 1:15-17, Gabriel formuló las siguientes
predicciones en relación con este bebé que nacería:
1. “Porque será grande delante de Dios”. Esto
también se dijo de David (vea 2 Samuel 5:10).
El Señor dijo a David en 2 Samuel 7:9: “Y he
estado contigo en todo cuanto has andado, y
delante de ti he destruido a todos tus enemigos,
y te he dado nombre grande, como el nombre
de los grandes que hay en la tierra”. David,
Los profetas del Nuevo Testamento
221
al igual que Juan el Bautista, fue ordenado
por Dios para llevar a cabo una determinada
misión en un tiempo específico en los anales
de la historia. Era un hombre conforme al
corazón de Dios, quien cumpliría toda Su
voluntad. El apóstol Pablo, también, fue
elegido porque demostraría ser fiel (vea 1
Timoteo 1:12, 16). En Su conocimiento
anticipado, Dios crea o elige a un hombre que
cumplirá Sus propósitos para ese día y esa
generación, aunque ese hombre no
necesariamente sea una persona piadosa. Este
fue el caso de Jehú. Llevó a cabo la voluntad
de Dios al dar muerte a la familia de Acab,
pero tuvo en poco la ley del Señor. Que seamos
nosotros fieles en el cumplimiento de Su buen
propósito para nuestra vida, al mismo tiempo
que vivimos una vida de amor y santidad.
2. “No beberá vino ni sidra”. Este es uno de los
votos del nazareato, señalado en Números 6:3:
“Se abstendrá de vino y de sidra; no beberá
vinagre de vino, ni vinagre de sidra, ni beberá
ningún licor de uvas, ni tampoco comerá uvas
frescas ni secas”. La separación es la clave de
la santidad. En el libro de Jeremías, los
recabitas fueron elogiados por el Señor por
obedecer a su padre negándose a beber vino
(vea Jeremías 35:14, 18-19). Sin embargo, esto
no puede convertirse en una cuestión doctrinal,
ya que es únicamente un asunto personal entre
cada creyente individual y el Señor.
222
El Ministerio del Profeta
Recordemos que de Jesús dijeron que era un
bebedor de vino (vea Mateo 11:19; Lucas 7:34).
Es cierto que Jesús bebió vino, pero Su primo,
Juan, no.
3. “Y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el
vientre de su madre”. Juan también habría de
ser lleno del Espíritu Santo, aun desde el
vientre de su madre, lo cual, una vez más, lo
distingue como un bebé con un destino.
4. “Y hará que muchos de los hijos de Israel se
conviertan al Señor Dios de ellos”. Ahora
Gabriel comienza a señalar aspectos
específicos del llamado y el ministerio de Juan.
El mensaje de Juan era uno de arrepentimiento,
que tenía el propósito de inaugurar
públicamente el bautismo de arrepentimiento
para la remisión de pecados (vea Lucas 3:3).
5. “E irá delante de él con el espíritu y el poder
de Elías”. Luego, Gabriel anunció que Juan
iría delante del Señor en el espíritu y el poder
de Elías. Malaquías profetizó que Elías sería
enviado antes de la llegada del día del Señor,
grande y terrible, para anunciar Su Segunda
Venida (Malaquías 4:5). Juan negó
específicamente ser Elías (vea Juan 1:21), pero
es interesante que la gente de su tiempo
reconocía el poder de Dios en su predicación,
aunque no hacía milagros. Sin embargo,
cuando Elías venga con Moisés como uno de
Los profetas del Nuevo Testamento
223
los dos testigos de Apocalipsis 11, fuego saldrá
de la boca de ellos y los cielos se cerrarán para
que no haya lluvia; además, muchos otros
milagros caracterizarán el ministerio de estos
profetas.
6. “Para hacer volver los corazones de los
padres a los hijos”. Claramente, Juan fue
ordenado para manifestar un aspecto muy
destacado del ministerio de Elías: para hacer
volver los corazones de los padres a los hijos
(Malaquías 4:6). Trágicamente, los días en los
cuales vivimos están maduros para el
ministerio de Elías. En muchos países, el
derrumbe total de la estructura familiar es muy
evidente. En todas partes vemos que el
divorcio está generalizado y, en algunos
lugares, hasta supera el número de
casamientos. Los jóvenes, al entrar al estado
del matrimonio, están frente a un cincuenta
por ciento de probabilidades de que su unión
matrimonial no durará más de diez años.
El matrimonio no sólo fue ordenado como una
manera de mantener un estado de santidad en
las relaciones entre ambos sexos; también debe
ser un refugio de amor y seguridad para los
hijos. Tenía el propósito de ser un modelo de
relaciones interpersonales a seguir por los
niños cuando ellos, a su vez, entraran a ese
estado del matrimonio. No obstante, hoy día,
a los niños no se les brinda nada de esa
224
El Ministerio del Profeta
seguridad y tranquilidad. Por cierto, como
señalan Malaquías y Lucas, también hay un
derrumbe de las relaciones entre los padres y
sus hijos. Los hijos deben obedecer el quinto
mandamiento de honrar a sus padres, pero
muchos padres están lejos de inspirar
confianza y respeto debido a la manera en que
conducen su vida.
He escuchado a muchos niños de diversas
edades que abrieron su corazón para hablar
acerca de su relación con sus padres. La
mayoría de las veces concluyeron diciendo:
“Mis padres no me aman”. Por otra parte, los
padres a menudo dicen que sus hijos
adolescentes son frustrantes y desobedientes.
Con toda claridad, la solución es que el espíritu
y el poder de Elías sean derramados de lo Alto
nuevamente en nuestra generación.
¡Necesitamos imperiosamente orar para que
Dios abra los cielos y derrame su Espíritu con
el poder del avivamiento!
7. “Y de los rebeldes a la prudencia de los justos”.
Gabriel dice luego que Juan hará que los
rebeldes se vuelvan a la prudencia de los
justos. En Isaías 42:22, 24 se nos da una
descripción espantosa de la condición de los
rebeldes y los desobedientes: “Mas este es
pueblo saqueado y pisoteado, todos ellos
atrapados en cavernas y escondidos en
cárceles; son puestos para despojo, y no hay
Los profetas del Nuevo Testamento
225
quien libre; despojados, y no hay quien diga:
Restituid. […] ¿Quién dio a Jacob en botín, y
entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue
Jehová, contra quien pecamos? No quisieron
andar en sus caminos, ni oyeron su ley”. Por
lo tanto, era a los que estaban en cautiverio
espiritual debido a la desobediencia, a quienes
Juan debía hacer volver a la senda de los justos,
como una luz intensa que va en aumento hasta
que el día es perfecto (vea Salmos 107:10-16;
Proverbios 4:18).
8. “Para preparar al Señor un pueblo bien
dispuesto”. Así, por medio de la preparación
realizada por el ministerio de Juan el Bautista,
las personas podían estar preparadas para
encontrarse con su Salvador y recibir Su
mensaje cuando el Señor Jesucristo apareciera.
Zacarías no podía creer el anuncio del ángel debido a su
avanzada edad y al hecho de que su esposa también era
anciana. Respondió con duda e inseguridad. Entonces
Gabriel habló nuevamente en el relato de Lucas:
“Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy
delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte
estas buenas nuevas. Y ahora quedarás mudo y no podrás
hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no
creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba
de que él se demorase en el santuario. Pero cuando salió,
no les podía hablar; y comprendieron que había visto
226
El Ministerio del Profeta
visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y
permaneció mudo. Y cumplidos los días de su ministerio,
se fue a su casa” (Lc. 1:19-23).
Zacarías fue incrédulo ante el anuncio del ángel y, como
castigo por esto, quedó mudo. Los adoradores devotos
que estaban afuera en el atrio se asombraron de que tardara
tanto en cumplir con su función. Cuando salió, se dieron
cuenta que había recibido una visitación divina. Aquí, el
Señor estaba preparando, aun antes del nacimiento de
Juan, el fundamento para la aceptación de su ministerio.
El Señor obra con sumo cuidado para llevar a cabo Sus
propósitos. Cuando miro retrospectivamente mi vida, me
maravillo por la manera en que el Señor ha preparado, a
menudo con décadas de anticipación, a los que estarían
conmigo en la tarea que Él me ha encargado supervisar.
En ciertos casos, después de muchos años de separación,
nuestros caminos volvieron a cruzarse e interactuamos
nuevamente, funcionando armónicamente y
complementándonos mutuamente en una relación
caracterizada por el amor del Señor.
“Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y
se recluyó en casa por cinco meses, diciendo: Así ha hecho
conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi
afrenta entre los hombres” (Lc. 1:24-25).
En cumplimiento de la promesa de Dios, Elisabet concibió
y se ocultó durante cinco meses. En su sexto mes, Gabriel
se apareció a María y le habló acerca del nacimiento
inmaculado de Jesús por medio del Espíritu. Entonces
Los profetas del Nuevo Testamento
227
María se fue a la región montañosa de Judea, a la casa de
Elisabet, porque Gabriel le había dicho que su prima estaba
esperando un hijo varón en su vejez. Cuando María la
saludó, el bebé saltó en el vientre de Elisabet, quien fue
llena con el Espíritu Santo y profetizó que María era
ciertamente la madre del Señor. María pronunció entonces
lo que ha llegado a conocerse como el “Magnificat de
María”. Después de tres meses, María regresó a su casa y
Elisabet dio a luz un varón.
“Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su
alumbramiento, dio a luz un hijo. Y cuando oyeron los
vecinos y los parientes que Dios había engrandecido
para con ella su misericordia, se regocijaron con ella.
Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar
al niño; y le llamaban con el nombre de su padre,
Zacarías; pero respondiendo su madre, dijo: No; se
llamará Juan. Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu
parentela que se llame con ese nombre. Entonces
preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar.
Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su
nombre. Y todos se maravillaron. Al momento fue abierta
su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las
montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas. Y
todos los que las oían las guardaban en su corazón,
diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del
Señor estaba con él” (Lc. 1:57-66).
Los vecinos y los primos de Elisabet se regocijaron
grandemente por la misericordia que el Señor mostró por
ella. Al octavo día, el bebé fue circuncidado y le pusieron
228
El Ministerio del Profeta
por nombre Zacarías, como su padre. Sin embargo,
Elisabet dijo que su nombre debía ser Juan y para ello
pidió la confirmación de Zacarías. Al poner por escrito su
acuerdo en una tablilla, fue suelta la lengua de Zacarías y
éste alabó al Señor. Todos los que oyeron esto se quedaron
asombrados y se preguntaban qué clase de niño sería.
“Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y
profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que
ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un
poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como
habló por boca de sus santos profetas que fueron desde
el principio; salvación de nuestros enemigos, y de la mano
de todos los que nos aborrecieron; para hacer
misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo
pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
que nos había de conceder que, librados de nuestros
enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en
justicia delante de él, todos nuestros días. Y tú, niño,
profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante
de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;
para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para
perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia
de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora,
para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra
de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de
paz” (Lc. 1:67-79).
Zacarías fe lleno del Espíritu Santo y comenzó a profetizar,
declarando que el Señor había visitado y redimido a Su
pueblo, y que los liberaría de sus enemigos. Israel
interpretó esto en el sentido que el Señor iba a liberarlos
Los profetas del Nuevo Testamento
229
del poder de Roma. Sin embargo, esto sucederá en un
tiempo cercano al fin, después que vengan los dos testigos
–Elías y Moisés– y que el Señor regrese en las nubes en
Su Segunda Venida.
Hoy, los palestinos –que son descendientes de los filisteos–
son los enemigos de Israel, pero se irán ante la presencia
del Señor, Quien descenderá sobre el monte de los Olivos
para librar a los defensores de Sion de las naciones que
los rodearán en los últimos días. Así, el deseo y la ferviente
esperanza de la gente de los días de Juan se cumplirán
unos dos mil años después, con la Segunda Venida de
nuestro Señor.
Juan debía llevar luz a los que estaban en oscuridad,
cumpliendo así la profecía acerca de su Primo superior,
el Cristo, de Quien se dice en Isaías 9:2: “El pueblo que
andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en
tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos”.
Zacarías concluyó su profecía diciendo que Juan
encaminaría los pies de ellos por camino de paz. Todas
esas profecías se relacionaban con beneficios espirituales,
no con lo que la gente de su tiempo estaba esperando: la
paz nacional. El mensaje espiritual de Zacarías es que la
gloriosa salvación del Señor es lo que nos capacita para
servirlo en santidad y justicia (rectitud) todos los días de
nuestra vida.
Zacarías anunció que Juan habría de ser el profeta del
Altísimo, enviado por el Padre, porque iría delate del Señor
para prepararle el camino. La vida y el ministerio de Juan
230
El Ministerio del Profeta
dieron cumplimiento a las siguientes profecías: “He aquí,
yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino
delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor
a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien
deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los
ejércitos” (Mal. 3:1). “Consolaos, consolaos, pueblo mío,
dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén;
decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su
pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano
de Jehová por todos sus pecados. Voz que clama en el
desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada
en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y
bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y
lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová,
y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová
ha hablado. Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué
tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y
toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y
la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en
ella; ciertamente como hierba es el pueblo. Sécase la
hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro
permanece para siempre” (Is. 40:1-8).
La vida de Juan el Bautista
Juan creció y se fortaleció en su espíritu, y vivió en lugares
desérticos hasta que llegó el tiempo en el cual debía ser
revelado a Israel (vea Lucas 1:80). Aquí vemos una verdad
muy importante para cada uno de nosotros. El Señor tiene
un tiempo determinado en el cual desea utilizarnos, y
debemos esperar con paciencia. En Gálatas 4:4-5 leemos
lo siguiente acerca del Señor Jesús: “Pero cuando vino el
Los profetas del Nuevo Testamento
231
cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de
mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que
estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción
de hijos”.
Nos dice el apóstol Lucas, el historiador de la Iglesia del
Nuevo Testamento, que el tiempo establecido para que
Juan fuese hecho manifiesto a Israel fue “el año
decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo
gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca
de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la
provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y
siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás”, y que en ese
entonces “vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías,
en el desierto” (Lc. 3:1-2). (El año decimoquinto de
Tiberio fue circa 26 d.C. en nuestro calendario, teniendo
presente que Octavio Augusto César –quien reinó desde
el año 27 a.C. hasta el 14 d.C.– hizo a Tiberio corregente
durante los últimos tres años de su reinado. Sin embargo,
historiadores del tiempo de Tiberio consideran que su
reinado comenzó en el tiempo de su corregencia, o sea el
año 11 d.C.)
La Palabra de Dios también nos describe el aspecto de
Juan y su dieta. Se nos dice en Marcos 1:6: “Y Juan estaba
vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero
alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel
silvestre”. Esto se corresponde con la descripción de Elías,
a quien en 2 Reyes 1:8 se lo describe como “un varón
que tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un
cinturón de cuero”. Jesús, al hablar acerca de Juan el
Bautista, cuestionó en Mateo 11:8 la percepción y las
232
El Ministerio del Profeta
expectativas de la gente: “¿O qué salisteis a ver? ¿A un
hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los
que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes
están”. Así, la vestimenta de estos dos profetas denotaba
su separación del mundo y de sus comodidades.
La comida de Juan también era mínima y desprovista de
variedad. La langosta (concretamente, el saltamontes) era
una de las pocas especies reptantes que la ley levítica
permitía comer a los israelitas (vea Levítico 11:22
[especialmente DHH y NVI. N.T.]). Juan seguramente
desarrolló una gran capacidad para capturar su comida
diaria, aunque también podría haber recolectado los
saltamontes temprano en la mañana, antes que estuviesen
activos, así como sus antepasados recogían el maná antes
del amanecer, durante su peregrinación por el desierto.
Varios grupos africanos comen saltamontes hoy día; los
hierven, los limpian y los salan. En la actualidad, en
muchos países en desarrollo, el comer insectos
(entomofagia) es algo que se alienta, ya que proporciona
una abundante cantidad de proteínas y es un sustituto para
la carne que no tiene costo alguno.
Juan también comía miel, la cual se considera una
alimentación completa. La miel contiene 35% de proteínas
(la mitad de todos los aminoácidos) y una alta
concentración de los nutrientes esenciales: gran cantidad
de carbohidratos, vitamina A, betacaroteno y la totalidad
de las vitaminas del complejo B, como así también
vitaminas C, D, E y K. Asimismo, contiene sales minerales
de magnesio, azufre, fósforo, hierro, calcio, cloro, yodo y
potasio. De manera que podemos decir que esta dieta
Los profetas del Nuevo Testamento
233
proporcionaba al profeta todo el alimento que nuestro
Creador consideraba necesario para su bienestar físico,
proporcionando energía y propiedades curativas. Sólo se
requieren dos cucharadas grandes de miel por día, de
manera que Juan no habría tenido mucha dificultad para
encontrar esta cantidad.
Su ministerio
La asignatura de Juan era predicar el mensaje del bautismo
de arrepentimiento para la remisión de pecados. Aunque
su ministerio duró apenas unos dieciocho meses, la unción
que reposaba sobre su vida era tan grande que aun sus
enemigos reconocían que era un profeta (vea Mateo 14:5;
Lucas 20:4-6). El Señor declaró que Juan era más que un
profeta: “Porque éste es de quien está escrito: He aquí,
yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará
tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que
nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan
el Bautista; […].Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías
que había de venir” (Mt. 11:10-11, 14). Debemos tener
cuidado con nuestra interpretación de esta última frase.
Claramente, Jesús no quiso decir que Juan era Elías, sino
que venía con el poder de Elías, para realizar el mismo
ministerio que cumpliría Elías en su venida,
inmediatamente antes del regreso del Señor.
“Y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos
se ha acercado. Pues éste es aquel de quien habló el
profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el
desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus
sendas” (Mt. 3:2-3).
234
El Ministerio del Profeta
Aquí tenemos dos verdades sumamente importantes con
respecto al ministerio de un profeta. Juan conocía su
mensaje. Nosotros necesitamos conocer nuestro mensaje y
ser nuestro mensaje. El mensaje de arrepentimiento significa
sencillamente volver la espalda al pecado, el mundo y el
diablo. Esto quedó claramente señalado en la vida y la
predicación de Juan. El camino del arrepentimiento incluye
la restitución (vea Éxodo 22:3-6). Pablo dijo acerca de la
persona genuinamente arrepentida: “El que hurtaba, no
hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que
es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece
necesidad” (Ef. 4:28).
Debemos advertir al lector que el arrepentimiento es un
don de Dios, algo evidente en 2 Timoteo 2:25: “[…],
por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para
conocer la verdad”. No olvidemos el triste caso de Esaú:
“Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar
la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para
el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”
(He. 12:17).
Los profetas no andan con rodeos, como vemos en el
mensaje de Juan a los líderes religiosos de su tiempo: “Al
ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían
a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién
os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos
dignos de arrepentimiento” (Mt. 3:7-8).
El objetivo del ministerio es producir los frutos del Espíritu
en la vida de aquellos a quienes ministramos.
Lamentablemente, algunos ministros procuran agradar a
Los profetas del Nuevo Testamento
235
su congregación y, al hacerlo, transmiten un falso sentido
de seguridad. Como en el caso de los fariseos, se trata de
ciegos que guían a ciegos, lo cual trae como resultado
que ambos caen en el infierno. Nosotros, por otra parte,
procuramos apartar a nuestras congregaciones de aquellas
cosas que desagradan al Señor. Debemos remover todos
aquellos pecados que dañan el fruto del Espíritu, de modo
que los jardines de nuestro corazón puedan producir la
dulce fragancia de nuestro Señor Jesucristo.
Juan continúa en Mateo 3:9, señalando una falsa idea
y un obvio error que abrazaban los escribas y los
fariseos: “Y no penséis decir dentro de vosotros
mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os
digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de
estas piedras”. Ellos creían que, debido a que Abraham
fue el fiel amigo de Dios, todos sus descendientes (los
judíos) irían automáticamente al cielo, sin importar cuál
fuera su estilo de vida.
La misma falsa seguridad de los judíos en el tiempo de
Juan está ampliamente difundida en la iglesia hoy día, y
tiene sus raíces en una doctrina llamada “seguridad
eterna”, según la cual, con tal que una persona haya nacido
de nuevo, no importa cómo viva después. Puede cometer
cualquier pecado, y de todos modos irá al cielo. Esta
doctrina ha sido la causante de que muchos cristianos
terminen en el infierno, sufriendo el dolor de los perdidos
en lugar de los dulces placeres del cielo que son la
recompensa de los santos fieles. Recordemos las
advertencias de nuestro Señor, quien dijo: “Todo pámpano
que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que
236
El Ministerio del Profeta
lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. […] El
que en mí no permanece, será echado fuera como
pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el
fuego, y arden” (Jn. 15:2, 6).
Esto es reiterado por el apóstol Pablo, quien escribió: “No
os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que
el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que
siembra para su carne, de la carne segará corrupción;
mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará
vida eterna” (Gá. 6:7-8).
Todo ministro debiera tener presente la amonestación que
recibió Ezequiel: “Cuando yo dijere al impío: De cierto
morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que
el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que
viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre
demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío,
y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino,
él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.
Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y
pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no
le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que
había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre
demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para
que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue
amonestado; y tú habrás librado tu alma” (Ez. 3:18-21).
Que seamos receptores de la bendición de Daniel 12:3:
“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del
firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud,
como las estrellas a perpetua eternidad”.
Los profetas del Nuevo Testamento
237
Si acaso hicieran falta más pruebas de que debemos
producir el fruto del Espíritu en nuestra vida, Juan vuelve
a increpar duramente a los escribas y fariseos que querían
escapar de la ira de los justos juicios de Dios: “[…]
¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la
ira venidera? […] Y ya también el hacha está puesta a la
raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto es cortado y echado en el fuego” (Mt. 3:7, 10).
Ciertamente, quienes no produzcan el buen fruto del
Espíritu serán cortados y arrojados al infierno para siempre
(vea Lucas 3:9). Tengamos cuidado de no seguir los pasos
de los fariseos, sino procurar el fruto del Espíritu, el cual
es en todos bondad, justicia y verdad.
El anuncio de la venida de Jesús
En Mateo 3:11-12, Juan centró su atención en el aspecto
principal de su llamado y ministerio, que era la
presentación de Jesús a la nación de Israel. “Yo a la verdad
os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene
tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más
poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y
fuego” (Mt. 3:11).
Esto, por supuesto, se refería al ministerio de Jesús
posterior a la ascensión, porque antes debía morir. Es
significativo que Juan enfatizara el bautismo del Espíritu
Santo, contrastándolo con su bautismo de arrepentimiento.
Como cristianos, debemos buscar honestamente este
precioso don del Espíritu Santo, al cual Jesús también
denomina “la promesa del Padre” (compare Isaías 28:11;
Hechos 1:4; 2:33; Lucas 24:49).
238
El Ministerio del Profeta
En Mateo 3:12, Juan continúa con una advertencia
respecto de Jesús: “Su aventador está en su mano, y
limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y
quemará la paja en fuego que nunca se apagará”.
Necesitamos tomar conciencia del alcance de estas
palabras. Juan dice que las normas del Nuevo Testamento
son mucho más altas que las del Antiguo Testamento. Esto
se puede ver con toda claridad al estudiar el Sermón del
Monte, donde a menudo Jesús dice: “Oísteis que fue dicho
[…]”, “Pero yo os digo […]”, después de lo cual sigue
una ley o mandamiento superior (vea Mateo 5:21-48).
Jesús también dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos,
como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mt. 5:48). También, para que seamos agradables a Su
ojos, se nos ordena buscar la santidad, que solamente viene
como resultado de pasar tiempo con Dios, Quien es el
único santo (vea 1 Pedro 1:16; Hebreos 12:14).
La actitud de Juan y su conducta para con Jesús son muy
importantes. El Bautista dijo que Jesús era mayor que
él, y que ni siquiera era digno de llevar Sus sandalias”.
Tal era la humildad de Juan. Fue en él una actitud
constante, porque dijo a sus discípulos en Juan 3:30:
“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”. Este
debe ser siempre nuestro clamor y nuestro deseo:
vestirnos de la humildad de Jesús, quien dijo: “[…]: De
cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada
por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque
todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo
igualmente” (Jn. 5:19). Pablo señala que nosotros,
también, hemos venido para hacer las obras que el Padre
ha ordenado para nuestro cumplimiento: “Porque somos
Los profetas del Nuevo Testamento
239
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas” (Ef. 2:10).
La humildad debe revestir la mente y el corazón del
ministro. Al igual que Jesús, no vinimos para ser
servidos ni ministrados, sino para servir a otros (vea
Mateo 20:28). Vestidos con la humildad de Cristo,
estaremos protegidos de los errores del orgullo y la
arrogancia, que pueden destruir el ministerio que Dios
nos asigna. Demasiadas veces se da el caso que cuando
un ministro pasa por experiencias como las del desierto,
por tiempos difíciles y de oscuridad, esta relación con
el Señor es muy íntima y dulce.
Sin embargo, cuando el Señor lo saca de esas situaciones
duras y difíciles y lo bendice, a menudo confía en sus
propias fuerzas y procura seguir viviendo sobre la base
de su anterior relación con el Señor. Debemos ser de
aquellos que seguirán confiando en el Señor en tiempos
buenos y en tiempos malos, de modo que nuestra relación
con Él continúe creciendo y progresando. “Entonces Jesús
vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por
él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser
bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mt. 3:13-14)
En una visión pude apreciar la absoluta admiración que
sentía Juan por Jesús, cuando los dos profetas y los dos
primos se encontraron junto al río Jordán. Ambos tuvieron
el mismo tiempo de preparación, pero Juan percibió en
Jesús la belleza y la majestad del unigénito Hijo de Dios.
Si acaso yo pudiera hacer una comparación reverente y
240
El Ministerio del Profeta
sin menoscabar a ninguno de los dos, sería la admiración,
multiplicada muchas veces, que un cocinero ayudante
siente por el maestro cocinero.
Consciente de su propia indignidad delante del Hijo de
Dios, Juan dijo: “Yo necesito ser bautizado por ti” (vea
Mateo 3:14). En una medida muy pequeña comprendí
cómo se habrá sentido, cuando en cierta oportunidad me
pidieron que orara por un pastor principal. Al acercarme
a él, que estaba arrodillado, mis ojos fueron abiertos y vi
su vestimenta espiritual, que consistía en un atavío de luz
y gloria que trascendía a todo lo que yo había
experimentado. Me sentí tan indigno que no podía orar, y
caí a su lado en mudo respeto y admiración.
Jesús, siempre atento a cumplir la voluntad de Dios y
siendo un modelo de conducta para todos los creyentes
del Nuevo Testamento que vendrían después, simplemente
respondió con la más pura humildad: “[…] Deja ahora,
porque así conviene que cumplamos toda justicia […]”
(Mt. 3:15). Ante eso, Juan bautizó al Hijo de Dios. ¡Qué
privilegio!
En Juan 1:29, Juan declaró que Jesús es el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo. Explicó que el Padre,
Quien lo envió a bautizar en agua, le dijo que Aquel sobre
Quien viera descender y habitar el Espíritu Santo, era El
que bautizaría en el Espíritu Santo (vea Juan 1:33).
Notemos que Juan hace hincapié en el hecho que Jesús
(el “Aquel” a Quien fue llamado a presentar y prepararle
el camino) ciertamente iba a bautizar con el Espíritu
Los profetas del Nuevo Testamento
241
Santo. Juan también dijo del Señor Jesús que era primero
que él porque, efectivamente, Jesús era preexistente (vea
Juan 1:30).
Aunque Jesús ahora ya había sido presentado, Juan
continuó bautizando a los que venían a él en Enón, cerca
de Salim, debido a que allí había mucha agua. Jesús
también estaba bautizando en Judea, y eran más los que
venían a Él que a Juan (vea Juan 4:1-2). Cuando los
discípulos del Bautista le preguntaron acerca de esto, Juan
respondió: “[…] No puede el hombre recibir nada, si no
le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos
de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado
delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el
amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza
grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo
está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo
mengüe. El que de arriba viene, es sobre todos; el que es
de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que
viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto
testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su
testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Porque el
que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios
no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y
todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en
el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el
Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre
él” (Jn. 3:27-36).
En este pasaje, Juan reiteró que él no era el Cristo y se
comparó con el amigo del novio en una cena de bodas. El
amigo asiste al novio en la boda, pero él no es el centro de
242
El Ministerio del Profeta
atención. Asiste al novio y se regocija cuando el novio y
la novia se encuentran. Juan conducía a las personas a
Jesús, pero nunca trató de restarle atención al Cordero de
Dios. También dio firme testimonio del hecho que Jesús
venía de arriba y de que, a pesar de eso, Su testimonio
sería rechazado por los hombres. No cabe duda que Juan
tenía un concepto y una comprensión muy claros respecto
de la misión y el propósito del ministerio de Jesús, como
así también del lugar que él ocupaba en el plan de Dios
para esa generación.
El encarcelamiento de Juan
La predicación vigorosa y directa de Juan llegó a la corte
de Herodes el Tetrarca, quien era uno de los hijos de
Herodes el Grande, el que había sido rey en el tiempo del
nacimiento de Jesús. Juan condenaba la vida pecaminosa
de Herodes, como así también el hecho que éste había
tomado por esposa a Herodías, la esposa de su hermano
Felipe (vea Lucas 3:19). Mientras Juan estaba en la cárcel,
antes de su ejecución, sus discípulos le contaron acerca
de todos los milagros que Jesús estaba realizando (vea
Lucas 7:18). Sobre eso, contamos con el siguiente relato:
“[…]. Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a
Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o
esperaremos a otro? Cuando, pues, los hombres vinieron
a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para
preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos
a otro? En esa misma hora sanó a muchos de
enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos
ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo: Id,
haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos
Los profetas del Nuevo Testamento
243
ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los
sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres
es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que
no halle tropiezo en mí” (Lc. 7:18-23).
Durante su largo confinamiento en las mazmorras del
castillo de Herodes en Macaerus, Juan se vio asaltado por
dudas y temores. Nunca debemos subestimar el poder del
enemigo quien, en ocasiones, parece prevalecer aun contra
los más fuertes de los santos. La duda y el desánimo se
cuentan entre las más poderosas armas dentro de su
arsenal. Juan llegó a dudar precisamente de la misión para
la cual había sido preparado desde su nacimiento: preparar
el camino para Jesús. Aquí, él duda de la divinidad de
Jesús. Prestemos atención a la gracia del Señor, Quien
lejos de censurar a Juan por su incredulidad, le concede
el más alto de los elogios: “[…] entre los nacidos de
mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista […]”
(Lc. 7:28). Tengamos esperanza, porque en nuestros valles
de desaliento el Señor nos tiene siempre presentes y nos
concederá palabras alentadoras para sostenernos y
sacarnos adelante. No necesitamos permitir que el
enemigo nos condene cuando nosotros, también, nos
vemos acosados por los dardos de fuego de las dudas y el
temor; como ordena Pablo, tomemos nosotros el escudo
de la fe para apagarlos (vea Efesios 6:16).
El martirio de Juan
“Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a
Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de
Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había
244
El Ministerio del Profeta
tomado por mujer. Porque Juan decía a Herodes: No te
es lícito tener la mujer de tu hermano. Pero Herodías le
acechaba, y deseaba matarle, y no podía; porque Herodes
temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le
guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo,
pero le escuchaba de buena gana. Pero venido un día
oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños,
daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los
principales de Galilea, entrando la hija de Herodías,
danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la
mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras,
y yo te lo daré. Y le juró: Todo lo que me pidas te daré,
hasta la mitad de mi reino. Saliendo ella, dijo a su madre:
¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo:
Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de
Juan el Bautista. Y el rey se entristeció mucho; pero a
causa del juramento, y de los que estaban con él a la
mesa, no quiso desecharla. Y en seguida el rey, enviando
a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de
Juan. El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su
cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha
la dio a su madre. Cuando oyeron esto sus discípulos,
vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un
sepulcro” (Mr. 6:17-29).
Al analizar este pasaje, observamos el efecto que tuvieron
la persona y la predicación de Juan sobre el malvado
Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea. Este hombre
se había divorciado de su esposa, la hija de Aretas, el rey
árabe de Petra, para casarse con Herodías, la esposa de su
medio hermano Herodes Filipo, tetrarca de Iturea y
Los profetas del Nuevo Testamento
245
Traconite (vea Lucas 3:1). Aunque Juan reprendía al rey,
Herodes todavía lo respetaba, sabiendo que era un hombre
justo y recto. Aparentemente, Herodes había escuchado
atento y complacido las palabras de Juan. Sin embargo,
el Bautista se había ganado la ira de Herodías al condenar
su divorcio y su nuevo matrimonio con Herodes Antipas.
Por esta razón, la mujer estaba atenta a cualquier
oportunidad que se presentará para hacerlo matar.
En ocasión de las celebraciones por el cumpleaños de
Herodes, Salomé, hija de Herodías, danzó en una forma
tan especial que Herodes Antipas decidió hacerle la
promesa de darle lo que ella pidiese. Como era la hija de
Herodías y Herodes Filipo, corrió a pedir consejo a su
madre. Había llegado el momento en que esta malvada
mujer entendió que sus deseos asesinos podían cumplirse,
e instruyó a Salomé para que pidiera a su padrastro la
cabeza de Juan el Bautista. Con aparente pesar, pero en
realidad con temor a la opinión de los hombres más que
la de Dios, Herodes Antipas ordenó al verdugo que
entregara la cabeza de Juan en una bandeja de plata a
Salomé, quien a su vez la entregó a su madre.
A su tiempo, Herodes (Antipas) y Herodías fueron
desterrados a Lyon por el nuevo emperador Calígula,
perdiendo todos sus títulos y cargos, los cuales pasaron a
Herodes Agripa. Podemos imaginar vívidamente el juicio
sin fin de estos tres –Herodes, Herodías y Salomé–, noche
y día sin descanso, en el horno de fuego de una
interminable oscuridad, atormentados eternamente con
fuego y azufre (compare Apocalipsis 14:11) por quitar la
vida al primo del Señor.
246
El Ministerio del Profeta
Es importante señalar que la vida de Juan es un anticipo
de lo que sucederá en este mundo en los últimos tiempos.
Moisés y Elías serán enviados con un mensaje de
arrepentimiento, de los cuales el de Elías estará
específicamente dirigido a las familias (Malaquías 4:6).
La familia es el fundamento mismo de la sociedad; por lo
tanto, Satanás procura destruir a la familia, algo que está
haciendo con éxito en nuestro tiempo. El único remedio
es un avivamiento enviado desde el cielo. Necesitamos
implorar al Señor que envíe tal avivamiento, con la misma
magnitud y poder que se hicieron notorios en los días de
Juan el Bautista.
Al concluir esta sección sobre la vida y el ministerio de
Juan el Bautista, hay tres aspectos primordiales que son
de interés para nosotros como cristianos:
1. Tuvo una prolongada preparación para su
ministerio.
2. Estaba poderosamente ungido y su mensaje era
uno de arrepentimiento; un mensaje que es
aplicable a todas las generaciones.
3. Aunque reconocido como un profeta, fue
martirizado por las autoridades de su tiempo.
Estos tres aspectos son importantes, debido a que cuanto
mayor la importancia de un ministerio, más prolongada
será la preparación. Cuanto más alto el edificio, más
profundos deben ser los cimientos. A menudo, el trabajo
destinado a completar los cimientos requiere más tiempo
que la terminación del edificio a partir del nivel de la tierra.
En el caso de Juan, los años de su preparación fueron
Los profetas del Nuevo Testamento
247
treinta, en tanto que su ministerio se extendió por
escasamente dieciocho meses. No es posible exagerar la
importancia de esperar que venga de Dios la unción para
predicar o enseñar, ya que nuestras palabras deben ser
espíritu y vida para quienes nos oyen. Más aun, todos
aquellos que enseñan y predican la palabra de Dios deben
conducir a las personas al arrepentimiento de obras
muertas, a fin de producir los benditos frutos del Espíritu
en sus vidas. Por último, no debemos sorprendernos si
somos rechazados por el mundo y, en algunos casos, por
líderes religiosos.
El profeta Agabo
Aunque este hombre es desconocido para muchos,
desempeñó un papel importante en el ministerio del
apóstol Pablo. Existen solamente dos referencias a este
notable profeta del Nuevo Testamento. En Hechos 11:28,
declaró que habría una gran hambre en todo el mundo, y
en Hechos 21:10-11 advirtió a Pablo que en Jerusalén lo
atarían y que sería entregado a los Gentiles.
En el primer caso, Agabo no estaba solo, sino que viajaba
con un grupo de profetas que, obviamente, vivían en
Jerusalén. Pareciera ser que en cada región en la cual
funcionaba la Iglesia del Nuevo Testamento, había una
cantidad de profetas, ya que es evidente que había un
número de ellos en Antioquía también (vea Hechos 13:1).
El profeta Agabo parece haber sido el líder reconocido
que habló en nombre de todos. Es un caso similar al del
día de Pentecostés, cuando el apóstol Pedro, junto con
los once, explicó lo que era la bendición pentecostal (vea
248
El Ministerio del Profeta
Hechos 2:14). Todo lo que sabemos acerca de Agabo es
que era un habitante de Judea y posiblemente de Jerusalén.
Evidentemente era un hombre reconocido, ya que la Iglesia
de los primeros tiempos tomó en serio sus palabras en
ambas ocasiones (Lucas documentó sus profecías).
El tiempo de la primera profecía fue cuando Herodes Agripa
I era el rey de Judea. Había sido designado por el emperador
Claudio en 41 d.C., poco después de su propio ascenso ese
mismo año, tras la muerte de Gayo. Herodes Agripa murió
en el año 44 d.C. (vea Hechos 12:21-23). La hambruna fue
en 45 d.C., cuando Pablo y Bernabé llevaron el dinero de
ayuda a Jerusalén de (vea Hechos 11:29-30). Otros
comentaristas señalan que hubo una sucesión de malas
cosechas, lo cual trajo como resultado serias hambrunas en
varias partes del Imperio. Esto ocurrió durante el reinado
de Claudio (41-54 d.C.), a quien llamaban “el Torpe” y “un
Monstruo,” un hombre de inclinaciones crueles. Su
gobierno malvado quizá haya sido la causa de los juicios.
El historiador Josefo relata que Elena, la reina madre judía
de Adiabene, compraba en ese tiempo trigo en Egipto e
higos en Chipre y los distribuía en Jerusalén para ayudar
a la población hambrienta (Josefo, Antigüedades iii 15.3).
Josefo fecha este suceso durante las gestiones de los
procónsules Caspio Fado (c. 44-46) y Tiberio Julio
Alejandro (c. 46-48). Por lo tanto, el don profético que
tenía Agabo advirtió de esta circunstancia a los cristianos
por lo menos un año antes.
Sin lugar a dudas, la Iglesia de los primeros tiempos existió
en tiempos difíciles. Herodes Agripa I dio muerte a Jacobo,
Los profetas del Nuevo Testamento
249
el hermano de Juan, y luego procuró matar a Pedro. Sin
embargo, este último fue librado por la providencia divina
en la persona de un ángel del Señor (vea Hechos 12:1-17),
y fue el ángel del Señor quien dio muerte a Herodes, el
homicida (vea Hechos 12:20-23). Aun así, en esos tiempos
de persecuciones, la Palabra del Señor crecía y se
multiplicaba (vea Hechos 12:24).
La segunda mención que se hace de Agabo es en relación
con sus advertencias hechas al apóstol Pablo (que si iba a
Jerusalén, allí lo atarían). Pablo, Lucas y los otros hermanos
que viajaban con ellos estaban posando en la casa de Felipe
el Evangelista, que era uno de los siete diáconos, designados
por los apóstoles (vea Hechos 6:5), para ocuparse de la
ministración a los necesitados. Es alentador ver que aquellos
que fueron asignados a funciones inferiores a las de los
apóstoles, llegaron a destacarse en aspectos espirituales;
tal es el caso de Esteban y Felipe, ambos de los cuales
llegaron a ser evangelistas eminentes.
Aunque la anterior profecía de Agabo había sido
dramatizada, y aun Pablo había sido un instrumento de
misericordia para ayudar a los hermanos en Jerusalén que
soportaban una terrible escasez de alimentos, en este caso
la situación era diferente. Agabo hablaba con la autoridad
del Espíritu Santo, algo que los otros hermanos reconocieron
y aceptaron como palabra de Dios. Pablo eligió no prestar
atención a la advertencia, con el consiguiente resultado de
tener que pasar muchos largos años en prisión. Sin embargo,
Agabo es un modelo de un maduro profeta del Nuevo
Testamento, quien indudablemente estaba rodeado de otros
que no eran tan importantes.
250
El Ministerio del Profeta
En cierto sentido, es similar al caso del Antiguo
Testamento en el cual Samuel, el profeta mayor, dirigía
una escuela para los profetas que eran menos importantes
que él. A menudo, los científicos o matemáticos de
renombre, y los que son eminencias en su profesión,
cualquiera sea su ámbito de vida, están rodeados por sus
estudiantes. Este era por cierto el caso de los rabinos, cuyos
estudiantes los seguían dondequiera que fueran. En
consecuencia, podemos recomendar que aquellos que
están deseosos de aprender mucho procuren seguir de
cerca a los que son maestros reconocidos en su
especialidad, ya sea en el campo secular o en el espiritual.
TERCERA PARTE:
EL MINISTERIO DEL PROFETA
253
EL MINISTERIO QUÍNTUPLE
El ministerio profético es un don de Cristo para Su Cuerpo,
junto con los ministerios de apóstol, evangelista, pastor y
maestro (vea Efesios 4:11). Analizaremos brevemente los
otros cuatro ministerios, a fin de ver en contexto el lugar
del profeta del Nuevo Testamento.
El apóstol
El título significa, literalmente, “uno que es enviado”,
porque es el mensajero y embajador enviado por el Señor.
Como tal, no dudará en declarar la totalidad de Su consejo.
Él es el indiscutido exponente de la verdad, y el sabio
perito arquitecto que establece el fundamento de una
iglesia o comunidad cristiana. Sin embargo, debemos tener
presente que el Señor Jesús es la Piedra Angular. El apóstol
es aquel que procurará realizar todas las mediciones
espirituales de la obra, a fin de asegurar que Cristo sea
levantado y retratado en cada aspecto de su ministerio y
el de la iglesia por la cual él es responsable.
Defendiendo su apostolado, Pablo hace los siguientes
comentarios respecto de un apóstol: “¿No soy apóstol?
¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro?
¿No sois vosotros mi obra en el Señor?” (1 Co. 9:1).
“Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué
gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí
si no anunciare el evangelio!” (1 Co. 9:16). “Y esto hago
254
El Ministerio del Profeta
por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de
él” (1 Co. 9:23). Recordando que un apóstol debe ser un
ejemplo para otros, dice a continuación: “¿No sabéis que
los que corren en el estadio, todos a la verdad corren,
pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera
que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se
abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona
corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo
de esta manera corro, no como a la ventura; de esta
manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que
golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que
habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser
eliminado” (1 Co. 9:24-27).
Sobre la base de los que se mencionan, no sólo por nombre,
sino también en el comentario de Pablo, resulta claro que
había muchos apóstoles en el tiempo del Nuevo
Testamento: “Saludad a Andrónico y a Junias, mis
parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son
muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron
antes de mí en Cristo” (Ro. 16:7).
Otro hecho que surge de estos pasajes de la Biblia es que
los apóstoles, más que todos los otros, conocían la
comunión de los sufrimientos de Cristo, como relata Pablo
en 2 Corintios 1:5-6.
El evangelista
Fundamentalmente, el ministerio del evangelista está
relacionado con el ganar almas para Cristo. Es esa clase
de persona acerca de la cual escribe John Bunyan, diciendo
255
El Ministerio del Profeta
que “con la palabra de Dios en su mano y dando la espalda
al mundo, advierte con toda seriedad a los hombres y las
mujeres que abandonen sus pecados y se vuelvan al
camino eterno”. Hace hincapié en que necesitamos nacer
de nuevo y que, si esto no sucede, no entraremos en el
reino de los cielos. Tiene pasión por ganar a los perdidos,
a la vez que una profunda comprensión y compasión por
su triste situación. Es una persona en la cual el celo de
Dios arde con luminosa intensidad y que dedica tiempo a
interceder por los perdidos delante del trono de Dios. A
menudo, estará dotado del don de sanidad, que confirmará
su mensaje.
El pastor
El pastor es aquel que guía el rebaño de Dios y cuida
de él, de la misma manera que un pastor hace con sus
ovejas. Necesita visión para conducirlos amorosamente
a la verdad fresca, alimentándolos con lo mejor del
trigo. Ha de ser un hombre dotado de una gran paciencia
y longanimidad, porque las ovejas de Dios, al igual que
las ovejas del pastor, son propensas a errar el camino.
Tienen su propio modo de pensar; aun después de haber
sido advertidas muchas veces y con amor por su pastor,
caen en pozos horribles, de los cuales necesitan ser
rescatadas. El corazón del pastor bien podría
compararse con el corazón del padre del hijo pródigo,
cuyos brazos estaban totalmente abiertos para recibirlo
nuevamente después que hubo tomado conciencia de
su realidad y entrado en razón (vea Lucas 15:17-20).
El pastor tiene un afecto especial por los que se han
apartado y procura su restauración.
256
El Ministerio del Profeta
El maestro
El maestro es aquel que, como el Neftalí de antaño,
pronuncia palabras piadosas. Procura establecer un sano
fundamento de los principios de Cristo en la vida del
creyente. A partir de este fundamento, poco a poco conduce
a las profundas verdades de la Palabra de Dios a los que
son enseñados por él. Para el maestro, la máxima de
Abraham Lincoln es digna de tener presente: “Aquel que
se atreve a enseñar a otros nunca debe atreverse a dejar de
aprender”. La vida del maestro es una vida dedicada a la
búsqueda de verdades frescas para revelar a otros.
Esta estructura de la iglesia del Nuevo Testamento es el
patrón por medio del cual los santos son perfeccionados
para la obra del ministerio que el Señor les ha asignado.
El quíntuple ministerio tiene como fin llevar a la Iglesia
a la unidad de la y del conocimiento de Jesús, a un
hombre perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo
(vea Efesios 4:13).
El profeta
Estudiaremos ahora el ministerio del profeta del Nuevo
Testamento. En primer lugar, debemos analizar
cuidadosamente el uso del término “profeta” en esta
sección de la Biblia. En Hechos 13:1, se lo utiliza para
describir a un grupo de ministros que se reúnen con
maestros para buscar al Señor por medio de la oración y
el ayuno. Luego se nos dicen específicamente los nombres
de algunos de los profetas de la Iglesia de los primeros
El Ministerio del Profeta
257
tiempos: “Y Judas y Silas, como ellos también eran
profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con
abundancia de palabras” (Hch. 15:32).
Esto también nos permite comprender el ministerio del
profeta del Nuevo Testamento, que es exhortar y
confirmar la voluntad y el mensaje de Dios. El título de
“profeta” también se asigna a los que tienen el don de
profecía, como vemos en 1 Corintios 14:29: “Asimismo,
los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”.
Por lo tanto, a partir de los siguientes pasajes, podemos
decir que el rol del profeta perdió importancia en relación
con lo que era el rol del profeta en el Antiguo Testamento.
La palabra del profeta del Antiguo Testamento no se
cuestionaba y en la mayoría de los casos era aceptada
como la instrucción frente a una determinada situación,
ya fuera para una nación, para un rey, para una persona
cualquiera o para un ejército. Sin embargo, existen
notorias semejanzas. Ambos predecían desastres
nacionales y transmitían sombrías advertencias a
personas, como en el caso de Agabo.
Existe una clara diferencia entre los que son considerados
profetas porque tienen el don de profecía, y los que tienen
el don del ministerio de profeta. A los primeros el don les
ha sido impartido por el Espíritu Santo. Su campo de
profecía cae dentro de la categoría –especificada por Pablo
(vea 1 Corintios)– de edificación, de exhortación y de
consuelo. El don de ministerio es dado por Cristo (vea
Efesios 4:11) y ciertamente incluiría advertencias sobre
desastres nacionales, al mismo tiempo que indicaciones
para personas.
259
LA PERSONA DEL PROFETA
Centraremos nuestra atención en aquellos que hicieron
pleno uso del ministerio que el Señor les dio, teniendo
presentes las palabras del apóstol Pablo, quien dijo que
había recibido su ministerio porque Dios lo tuvo por fiel
(vea 1 Timoteo 1:12). Nosotros también debemos ser los
llamados, elegidos y fieles que siguen al Señor
adondequiera que Él vaya (vea Apocalipsis 17:14). El
profeta debe vivir una vida santa, andando cada día en
una relación muy cercana con su Señor, recibiendo sobre
su cabeza la unción del aceite fresco. Vive alimentándose
de la Palabra y estima a la Biblia más importante que su
comida diaria (vea Job 23:12).
En realidad, los profetas bíblicos vivieron como personas
normales, y fueron usados por el Señor para transmitir Su
mensaje a las generaciones de ellos en tiempos señalados.
Se los podría comparar con las teclas de un piano, que
son tocadas por el maestro músico en momentos precisos
y para producir un mensaje e sinfónico de Dios para Su
pueblo. Por ejemplo, en un espacio de apenas tres meses,
Hageo recibió tres mensajes, los cuales comprenden la
totalidad de su libro. Jeremías profetizó en forma
intermitente durante los gobiernos de cinco reyes de Judá,
desde Josías a Sedequías.
No había un modelo establecido a seguir por los profetas.
Provenían de todos los ámbitos de la vida, pero todos
habían sido apartados para una vida santa. Amós,
260
El Ministerio del Profeta
probablemente el más pobre, oyó la voz del Señor:
“Entonces respondió Amós, y dijo a Amasías: No soy
profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo
higos silvestres. Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y
me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel” (Am. 7:14-15).
Amós tenía dos trabajos: cuidar ganado y recoger higos
sicómoros, los cuales eran la comida de la gente más pobre
de la tierra de Israel.
Luego están los que, como Moisés, Isaías y Daniel,
provenían de palacios de reyes. Algunos tenían educación
superior, en tanto que otros aparentemente eran
desconocedores de las gracias de este mundo. El señor
seleccionó hombres de diversos ámbitos para que fuesen
Sus propios compañeros eternos cuando eligió a Moisés
(criado como un príncipes en Egipto y que estaba al tanto
de todo lo que era la sabiduría de este mundo) y a Elías
(cuya vestimenta era de lo más pobre que existía).
Sin embargo, leemos repetirse a menudo una frase en
relación con estos profetas: “Y vino palabra del Señor
a...” Así, Dios elige a hablar al profeta y éste, a su vez,
transmite fielmente esa palabra a las personas a quienes
Dios lo envía.
El precio que un profeta paga por su ministerio es muy
elevado. A menudo tiene que aprender la obediencia por
medio de las cosas que sufre y que vienen de la mano de
Dios, mientras está bajo la sombra de la mano del Padre
(en otras palabras, en la soledad de las experiencias del
desierto). Su luz puede brillar por un tiempo muy breve,
como en el caso de Hageo, o durante décadas como
sucedió con Oseas. Pero, ¿quién anhelaría la vida de ese
261
El Ministerio del Profeta
profeta que se convirtió en una señal para la nación al
tener que casarse con una esposa infiel? Luego, después
de haber sido envilecida por muchos hombres, se le ordenó
que la recibiera nuevamente. Así era Israel a los ojos de
Dios, una esposa infiel a la cual Él, el Señor, estaba
dispuesto a recibir nuevamente.
A menudo, el profeta era una señal para el pueblo, como
denotan las siguientes situaciones en la vida de los elegidos
del Señor.
Isaías
“En aquel tiempo habló Jehová por medio de Isaías hijo
de Amoz, diciendo: Ve y quita el cilicio de tus lomos, y
descalza las sandalias de tus pies. Y lo hizo así, andando
desnudo y descalzo. Y dijo Jehová: De la manera que
anduvo mi siervo Isaías desnudo y descalzo tres años,
por señal y pronóstico sobre Egipto y sobre Etiopía, así
llevará el rey de Asiria a los cautivos de Egipto y los
deportados de Etiopía, a jóvenes y a ancianos, desnudos
y descalzos, y descubiertas las nalgas para vergüenza de
Egipto” (Is. 20:2-4).
Ezequiel
A este profeta se le dijo que no debía hacer luto por la
muerte de su esposa profeta. “«Hijo de hombre, voy a
quitarte de golpe la mujer que te deleita la vista. Pero no
llores ni hagas lamentos, ni dejes tampoco que te corran
las lágrimas. Gime en silencio y no hagas duelo por los
262
El Ministerio del Profeta
muertos. Átate el turbante, cálzate los pies, y no te cubras
la barba ni comas el pan de duelo.» Por la mañana le
hablé al pueblo, y por la tarde murió mi esposa. A la
mañana siguiente hice lo que se me había ordenado. […]
Ezequiel les servirá de señal, y ustedes harán lo mismo
que él hizo. Cuando esto suceda, sabrán que yo soy el
SEÑOR omnipotente” (Ez. 24:16-18, 24, NVI ).
Ezequiel enmudeció. “Y haré que se pegue tu lengua a tu
paladar, y estarás mudo, y no serás a ellos varón que
reprende; porque son casa rebelde. Mas cuando yo te
hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho
Jehová el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír,
no oiga; porque casa rebelde son” (Ez. 3:26-27).
Este profeta fue también una señal del inminente sitio de
Jerusalén. “Tú, hijo de hombre, tómate un adobe, y ponlo
delante de ti, y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén. Y
pondrás contra ella sitio, y edificarás contra ella fortaleza,
y sacarás contra ella baluarte, y pondrás delante de ella
campamento, y colocarás contra ella arietes alrededor.
Tómate también una plancha de hierro, y ponla en lugar
de muro de hierro entre ti y la ciudad; afirmarás luego tu
rostro contra ella, y será en lugar de cerco, y la sitiarás.
Es señal a la casa de Israel. Y tú te acostarás sobre tu
lado izquierdo y pondrás sobre él la maldad de la casa de
Israel. El número de los días que duermas sobre él,
llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los
años de su maldad por el número de los días, trescientos
noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de
Israel. Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho
segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá
El Ministerio del Profeta
263
cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado. Al
asedio de Jerusalén afirmarás tu rostro, y descubierto tu
brazo, profetizarás contra ella. Y he aquí he puesto sobre
ti ataduras, y no te volverás de un lado a otro, hasta que
hayas cumplido los días de tu asedio” (Ez. 4:1-8).
Podríamos citar otras situaciones en las cuales Dios los
puso en virtud de su ministerio: Daniel en el foso de los
leones y el encarcelamiento que sufrió Jeremías, por
mencionar algunas. Sin embargo, al hacer un comentario
sobre la suerte de un profeta, el Señor dijo que no era
sin honra sino en su propia tierra (vea Mateo 13:57).
Cuán cierto fue esto de Ezequiel, a quien se le dijo:
“Porque no eres enviado a pueblo de habla profunda ni
de lengua difícil, sino a la casa de Israel. No a muchos
pueblos de habla profunda ni de lengua difícil, cuyas
palabras no entiendas; y si a ellos te enviara, ellos te
oyeran” (Ez. 3:5-6).
Un profeta tiene que vencer los deseos de su propio
corazón, como hizo Jonás. Fue enviado a profetizar juicio
contra Nínive, plenamente consciente de que ellos se
arrepentirían y que Dios los perdonaría. Él y su propia
tierra de Israel habían sufrido tanto a manos de los asirios,
que deseaba para ellos el juicio y el castigo. Hicieron falta
tres días y tres noches en el vientre de la ballena para que
Jonás estuviese dispuesto a cumplir su tarea asignada por
Dios (vea Jonás 1:17-2:10). Aún después de haber
profetizado contra Nínive, abrigaba la esperanza de ver
caer sobre ellos el juicio de Dios (vea Jonás 3:10-4:1). El
Señor tuvo que tratar con su corazón a fin de que pudiera
perdonar a sus enemigos y desear la salvación de ellos.
264
El Ministerio del Profeta
Estos pocos ejemplos describen el alto grado de
consagración de los profetas y la medida en que debían
ser puestos a prueba.
Concluiremos enumerando las características de la vida y
el ministerio del profeta.
1. Todos fueron llamados por Dios, porque ninguno
toma para sí esta honra (vea Hebreos 5:4). Fueron
llamados en diferentes momentos de su vida;
algunos a una edad muy temprana como
Jeremías, Ezequiel y Daniel. Moisés tenía ya
80 años antes de tomar su manto. Las palabras
del Señor a Jeremías se aplicaban a todos ellos,
cuando dijo: “Antes que te formase en el vientre
te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te
di por profeta a las naciones” (Jer. 1:5).
A excepción de Moisés y Daniel, poco se sabe
de la primera parte de sus vidas, pero el Señor
elije a quienes están consagrados desde una
edad temprana, que conocen bien las Sagradas
Escrituras y que caminan en santidad y temor
del Señor. Observemos las palabras de
Ezequiel 4:14: “Y dije: ¡Ah, Señor Jehová!
he aquí que mi alma no es inmunda, ni nunca
desde mi juventud hasta este tiempo comí cosa
mortecina ni despedazada, ni nunca en mi
boca entró carne inmunda”.
2. La Palabra del Señor venía a ellos generalmente
hablándoles a su corazón, como en el caso de
El Ministerio del Profeta
265
Samuel cuando oyó la palabra del Señor en
sus oídos. Los profetas oían Su voz en diversas
ocasiones, no necesariamente sólo mientras
oraban. Debían tener corazones dispuestos a
despertar de inmediato, o corazones que
estuviesen despiertos aun mientras dormían
(vea Cantares 5:2). Está escrito de Jesús, el
Profeta de los profetas: “[…]; despertará
mañana tras mañana, despertará mi oído para
que oiga como los sabios” (Is. 50:4).
3. Las cualidades o virtudes esenciales en su
vida eran la fidelidad y la obediencia para
hacer la voluntad de Dios y entregar Su
mensaje. El apóstol Pablo, quien forma parte
de la lista de los profetas de la Iglesia de los
primeros tiempos (vea Hechos 13:1), afirmó
esto muy claramente: “Doy gracias al que
me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor,
porque me tuvo por fiel, poniéndome en el
ministerio” (1 Ti. 1:12). El profeta Abraham
fue llamado fiel (vea Nehemías 9:7-8). Del
mismo modo, Moisés fue declarado fiel en
toda la casa de Dios (vea Números 12:7).
4. Debían convertirse en su mensaje. Jeremías,
quien constantemente advirtió sobre el sitio
y el encarcelamiento, debió sufrir prisión (vea
Jeremías 32:2). Aun fue echado en una
cisterna, y hundiéndose en el lodo, fue
liberado por 30 hombres que hicieron un gran
esfuerzo para levantarlo con cuerdas (vea
266
El Ministerio del Profeta
Jeremías 38:10-13). También fue azotado y
puesto en el cepo (vea Jeremías 20:1-3).
Como ya hemos mencionado, Oseas fue el
mensajero de la restauración y tuvo que
casarse con una esposa infiel, quien lo
abandonó por otros hombres; luego, no solo
tuvo que aceptarla nuevamente sino que
también tuvo que amarla (vea Oseas 3:1).
Moisés tuvo que encarnar la Ley hasta el
extremo de que el Señor amenazó con matarlo
por no practicar el rito de la circuncisión con
su hijo (vea Éxodo 4:24-26).
5. Por sobre todas las cosas, el profeta debía ser
un hombre de gran misericordia, cimentado
en los cuatro tipos de amor:
a. El del primer mandamiento, de amar al
Señor con todo su corazón, con todas sus
fuerzas y con toda su mente.
b. El de amar al prójimo como a sí mismo, el
cual es el segundo gran mandamiento.
c. El de amar a su enemigo.
d. El de amar al descarriado, recordando que,
esencialmente, los profetas profetizan en
dos dimensiones. [La primera dimensión
de su profecía es el juicio, ya que son
enviados principalmente a los pecadores.
La mayor actividad profética en la historia
bíblica ocurre cuando el pueblo ha
rechazado la Ley (comparar los tiempos
El Ministerio del Profeta
267
de Elías, Eliseo, Jeremías y Ezequiel).
Podemos ver esto en el clamor del
salmista: “Tiempo es de actuar, oh
Jehová, porque han invalidado tu ley”
(Sal. 119:126). El otro aspecto de su
profecía es que todos los profetas ven por
anticipado y prometen restauración para la
nación, aunque no necesariamente para su
generación. Por lo tanto, deben amar al
descarriado, porque el Señor afirma que
Él está casado con el que se apartó (vea
Jeremías 3:14).]
6. El Señor no hará nada sin antes revelarlo a
Sus siervos, los profetas (vea Amós 3:7). Por
lo tanto, es muy importante que prestemos
atención a la voz de ellos y la obedezcamos.
7. Existe un principio divino que por la boca de
dos o tres testigos se resolverá cualquier asunto
(comparar Deuteronomio 19:15). En toda la
Biblia encontramos que en cuestiones muy
importantes siempre se puede ver que varios
profetas dicen esencialmente lo mismo. En
consecuencia, podemos entender por qué en
el Nuevo Testamento el apóstol Pablo exhorta
a que se permita a uno profetizar y que los
demás juzguen: “[…], los profetas hablen dos
o tres, y los demás juzguen” (1 Co. 14:29).
269
EL DON DEL
MINISTERIO DE PROFETA
Veremos ahora el funcionamiento práctico del ministerio
de un profeta. Sabemos que este ministerio es otorgado
por el Señor mismo, de modo que no puede ser comprado
ni deseado. Está determinado divinamente desde antes de
la fundación del mundo, tal como el Señor dijo a Jeremías:
“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que
nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”
(Jer. 1:5).
Las fronteras geográficas o la influencia de un ministerio
profético también están determinadas por Dios. Hay
quienes funcionan quizá en su iglesia local o
confraternidad. Otros ministran más allá de esas fronteras
a toda una nación y aun otros tienen ministerios
continentales.
La siguiente es la manera por medio de la cual Dios
transmite la profecía al profeta. “Y él les dijo: Oíd ahora
mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de
Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con
él” (Nm. 12:6).
Otra manera es que la palabra del Señor venga a nuestro
corazón. Quizá venga de manera discreta, aunque
persistente. En una oportunidad, el Señor estaba
270
El Ministerio del Profeta
hablándome y yo no estaba seguro si era Dios u otro
espíritu. Entonces, el director del instituto bíblico en el
cual yo estudiaba en ese tiempo dio una palabra profética:
“Cuando Yo el Señor hablo, la palabra permanece”. Bien,
la palabra permaneció; de modo que supe que era el Señor
quien me había hablado.
El Señor es un Dios de variedad, de modo que he conocido
otras expresiones de Su fluir profético. En una ocasión,
fui invitado a decir unas palabras de saludo en una
convención. Mientras ingresaba al lugar de reunión, el
hermano que presidía me llamó sorpresivamente a subir
a la plataforma. Entre tanto esperaba para ser presentado,
pregunté al Señor qué debía decir, a lo que Él me
respondió: “Yo hablaré a través de ti cuando estés frente
al micrófono”. Imaginen mi sorpresa cuando, parado frente
a un micrófono en la década de 1970, me encontré
anunciando con gran autoridad que las puertas de China
se abrirían a occidente. La congregación aplaudió
entusiasmada, aunque en aquellos momentos yo hubiera
deseado que me tragara la tierra. Sin embargo, esa misma
noche, y tomado por muchos como una confirmación, el
presidente Nixon anunció por televisión que estaba
enviando un equipo de tenis de mesa a competir a Beijing.
Más allá de lo que cada uno pueda pensar respecto de
este presidente, ¡yo le estaba ciertamente muy agradecido
por lo que consideraba un anuncio muy oportuno!
En otras ocasiones he visto palabras o frases ante mis ojos
y tuve que comenzar a pronunciarlas para que luego
comenzara un fluir de palabras y pensamientos por medio
del cual expresar el mensaje del Señor.
El Ministerio del Profeta
271
En ocasiones he recibido una visión, a veces algunos días
antes de tener la oportunidad de declarar el mensaje. Por
ejemplo, una vez el Señor me dijo que la iglesia se dividiría
debido a la cuestión del divorcio y de volverse a casar. En
aquella ocasión, vi la corriente pura del río de Dios
dividirse; una corriente se dirigía hacia la derecha y se
volvía más y más turbia, hasta que se convirtió en algo
negro, lleno de toda clase de criaturas inmundas que iban
a parar al infierno. La otra corriente se volvía cada vez
más pura, hasta llegar a la diestra del Aquel que está
sentado en el trono.
De modo que, amados, el Señor puede hablar de muchas
maneras diferentes. Aun en nuestras conversaciones
normales y cotidianas el Señor puede comenzar un fluir
profético en nuestros labios, que lleva vida y refrigerio,
además de instrucción, a las personas a las cuales estamos
hablando.
En conclusión, un profeta es alguien llamado por Dios
para ser Su mensajero con la Palabra y con su vida, un
llamado por el cual paga un precio muy alto. Sin embargo,
si es hallado fiel, recibe una recompensa muy especial
(vea Mateo 10:41).
273
EL DON DE PROFECÍA
Este libro quizá no estaría completo si no abordáramos el
tema del fluir profético y cómo mantenerlo. Debemos
subrayar en primer lugar que el don de profecía, que es
diferente del ministerio de profeta, es un don que ciertamente
debemos anhelar (vea 1 Corintios 14:1, 5). Al ser éste uno
de los nueve frutos del Espíritu, podemos decir que el deseo
de este don es precedido por la obediencia, ya que el Espíritu
Santo es dado a quienes obedecen a Dios (vea Hechos 5:32).
Después viene el anhelo del don de profecía.
Debemos comprender que el Espíritu Santo da el don
según su voluntad, pero su desarrollo es por fe (vea
Romanos 12:6). Una atmósfera de adoración y alabanza
hará que el don fluya (comparar con Eliseo y el tañedor, 2
Reyes 3:14-15). También la lectura diaria del libro de los
Salmos, los cuales son expresiones proféticas de los labios
de hombres de Dios ungidos, desarrollan grandemente el
fluir profético en nuestra vida.
David, el dulce salmista de Israel, dice en 2 Samuel 23:2:
“El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra
ha estado en mi lengua”. De modo que queda
perfectamente claro que no debemos ser hombres de labios
inmundos. Nuestro “sí” debe ser “sí” y nuestro “no” debe
ser “no” (vea Santiago 5:12), pues quienes pronuncian
los oráculos de Dios deben ser prudentes en su
conversación. De esta manera, el fluir profético correrá
puro y sin obstáculos.
274
El Ministerio del Profeta
Concluiremos con estas palabras de aliento. Moisés dijo:
“[…] Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que
Jehová pusiera su espíritu sobre ellos” (Nm. 11:29).
Este deseo fue respondido por la promesa de Dios: “Y
después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne,
y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros
ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones” (Joel 2:28).
Es por eso que Pablo pudo escribir: “Así que, quisiera
que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que
profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que
habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la
iglesia reciba edificación” (1 Co. 14:5).
Nuestra oración por usted, querido lector, es que el Señor
le conceda el don de profecía y que usted lo utilice para la
gloria y la honra de Él.
275
LOS FALSOS PROFETAS
A lo largo de los incontables siglos de esta creación,
siempre han coexistido lo verdadero y lo falso. Tenemos
a los santos ángeles de Dios y a “los ángeles que no
guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia
morada, [a los cuales Dios] los ha guardado bajo
oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran
día” (Jud. 1:6).
Desde los tiempos de Adán existió el linaje piadoso de
Abel y más tarde el de Set, y por otro lado la línea
malvada de Caín. En la descendencia de los piadosos
hubo profetas como Enoc: “De éstos también profetizó
Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el
Señor con sus santas decenas de millares, para hacer
juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos
de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y
de todas las cosas duras que los pecadores impíos han
hablado contra él. Estos son murmuradores, querellosos,
que andan según sus propios deseos, cuya boca habla
cosas infladas, adulando a las personas para sacar
provecho” (Jud. 1:14-16).
Según Génesis 5:28-29, Lamec también debe ser
contado entre los profetas: “Vivió Lamec ciento ochenta
y dos años, y engendró un hijo; y llamó su nombre Noé,
diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del
trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que
Jehová maldijo”.
276
El Ministerio del Profeta
El propósito de iniciar esta sección titulada Los falsos
profetas con ejemplos de los ángeles y los profetas
anteriores al Diluvio, es mostrar que lo falso se origina en
lo bueno. Veremos en numerosas ocasiones que muchos
de los falsos profetas alguna vez conocieron y predicaron
la verdad y estuvieron en la senda de la justicia. Esto es
cierto no solo respecto de los falsos profetas sino también
de los falsos maestros. Lamentablemente, encontraremos
estas enseñanzas de David muy aplicables a situaciones
que se repiten, no solamente en la Biblia sino también a
nuestro alrededor en las iglesias hoy día. Estas son sus
palabras: “Y digas: ¡Cómo aborrecí el consejo, y mi
corazón menospreció la reprensión; no oí la voz de los
que me instruían, y a los que me enseñaban no incliné mi
oído! Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad
y de la congregación” (Pr. 5:12-14).
Que los falsos profetas existieron desde tiempos antiguos
puede verse claramente a través de las exhortaciones de la
Ley. Claramente, el propósito de ellos era apartar al pueblo
del camino de la justicia. Es un hecho que quienes abandonan
el camino de la justicia (rectitud) desean atraer a otros para
que anden en los caminos y pecados que a ellos mismos lo
alejaron de Dios. Veamos lo que advierte la ley: “Cuando
se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y
te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o
prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses
ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a
las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños;
porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber
si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón,
y con toda vuestra alma” (Dt. 13:1-3).
El Ministerio del Profeta
277
Aquí vemos que aun los falsos profetas están bajo el
control del Señor y son utilizados por Él para probar a Su
pueblo. El último será el Falso Profeta, quien forma parte
de la trinidad impía junto con Satanás y el Anticristo.
La Ley advierte sobre otra clase de falsos profetas que
hablan presuntuosamente: “El profeta que tuviere la
presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo
no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de
dioses ajenos, el tal profeta morirá. Y si dijeres en tu
corazón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no
ha hablado?; si el profeta hablare en nombre de Jehová,
y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra
que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal
profeta; no tengas temor de él” (Dt. 18:20-22).
Tal sería el caso del viejo profeta mencionado en 1 Reyes
13:11, quien mintió al hombre de Dios que había
profetizado contra el altar en los días de Jeroboam I, rey
de Israel. Con sus mentiras, hizo que el hombre de Dios
perdiera la vida.
Había también 400 profetas que servían a Acab, el malvado
rey de Israel (vea 1 Reyes 22:6). Éstos aconsejaron a Acab
que él y el rey Josafat fueran a la guerra contra Ramot de
Galaad y que obtendrían la victoria. Sin embargo, el rey
piadoso preguntó si no había un profeta del Señor.
Cuando Micaías fue traído desde la prisión, declaró la
visión que el Señor le había mostrado y dijo que Acab
moriría en la batalla. Después de oír la profecía, el líder
de los 400 falsos profetas se acercó a Micaías, y en el
278
El Ministerio del Profeta
relato de 1 Reyes 22:24-25 leemos: “Entonces se acercó
Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la
mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de
Jehová para hablarte a ti? Y Micaías respondió: He aquí
tú lo verás en aquel día, cuando te irás metiendo de
aposento en aposento para esconderte”.
De modo que queda claro que el líder, y probablemente los
otros también, alguna vez conocieron la unción verdadera.
Es, como dijo el Apóstol Pedro, que dejaron el camino recto
y se extraviaron, para los cuales está reservada para siempre
la más densa oscuridad (vea 2 Pedro 2:15, 17).
¿Por qué razón, algunos que fueron llamados para ser
profetas del Señor abandonan el camino recto y se
convierten literalmente en falsos profetas? La Biblia nos
responde con total claridad. Es por no guardar con toda
diligencia su corazón, como advierte David, porque de él
mana la vida (vea Proverbios 4:23). El que no guarda su
corazón caerá en toda clase de pecados:
1. El adulterio: Tener ojos llenos de adulterio, que
no pueden dejar de pecar.
2. La codicia: Seguir el camino de Balaam, el cual
amó el premio de la maldad.
3. Una vida desenfrenada: Glotonería y embriaguez
(vea Lucas. 21:34).
4. El orgullo: La búsqueda de los primeros asientos
y los títulos importantes (vea Mateo 23:5).
El Ministerio del Profeta
279
5. Los celos: Jesús fue crucificado por envidia; lo
falso busca matar lo verdadero.
6. La amargura y el resentimiento: Raíz de amargura
por causa de las desilusiones (las personas
amargadas no invocan la gracia de Dios). El
resultado es que se apartan del camino y caen en
los errores de la falsa profecía.
7. Disputas y conflictos: La refutación de Coré, quien
deseaba el puesto de Moisés.
Una y otra vez, quienes en algún tiempo conocieron la
verdad predican y enseñan falsas doctrinas. Lo hacen
conscientemente, para agradar a las personas, para ganar
dinero o para transitar un camino de menos oposición.
Les gusta evitar la confrontación y la cruz que resultan de
predicar de la verdad. No buscan exponer los caminos
pecaminosos de la congregación y hacer que se
arrepientan, porque ellos mismos desean predicar y de
todos modos continuar viviendo en pecado, como advirtió
Pablo a los judíos en Romanos 2:21.
Con respecto a tales personas, debemos ser conscientes
del fin de quienes enseñan, predican y hasta hacen
milagros; debido a que su estilo de vida es contrario a
la voluntad de Dios, serán rechazados eternamente por
el Señor. “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará
en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán
en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en
280
El Ministerio del Profeta
tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les
declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores
de maldad” (Mt. 7:21-23).
Debemos comprender que para profetizar y hacer
milagros, en algún momento deben haber experimentado
la salvación y el bautismo del Espíritu Santo, pero nunca
abrieron realmente su corazón para poder tener una
relación de amor con el Señor.
Por lo tanto, las terribles advertencias que encontramos en
la Biblia con respecto a quienes una vez conocieron el camino
y saben cual será su juicio, son mucho peores que para quienes
nunca lo conocieron. “Porque mejor les hubiera sido no
haber conocido el camino de la justicia, que después de
haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que
les fue dado” (2 P. 2:21). Sobre la base del estudio de la
Biblia y también de más de 50 años de experiencia personal,
debo decir que quienes enseñan el error saben claramente
que están en un camino falso. El Señor les advierte fielmente
una y otra vez, pero ellos se niegan a escucharlo.
La falsa profecía o falsa enseñanza es un problema del
corazón, no de la mente. Como dijo Jesús: “Guardaos de
los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de
ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos
los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o
higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos,
pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol
dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo
árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.
Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:15-20).
El Ministerio del Profeta
281
En los últimos días, aparecerá el máximo y último Falso
Profeta. En Apocalipsis 19:20 se lo menciona como
exhibiendo el mismo grado de maldad que la Bestia,
también llamado el Anticristo.
En cuanto al Anticristo, se ha escrito mucho en la Biblia
sobre esta personificación de la maldad suprema de la
humanidad. Se nos dice que es un hombre que saldrá
del pozo del abismo, al igual que el Falso Profeta. En
Apocalipsis 13 se nos da una descripción de él.
Espiritualmente, fue comparado a un leopardo, el cual
es la insignia bíblica de Grecia, el tercer imperio (vea
Daniel 7:6). Los pies de un oso significan que gobernará
sobre Persia, el segundo imperio (vea Daniel 7:5). Su
boca era como de león, lo cual representa al primer
imperio, Babilonia (vea Daniel 7:4). Por lo tanto, se
trataba de un griego que conquistó Persia y gobernó desde
Babilonia. La inferencia es que era un excelente orador y
un general jamás derrotado (vea Apocalipsis 13:5-6). Fue
un hombre que vivió antes que el apóstol Juan (vea
Apocalipsis 12:8) y durante la preeminencia del Imperio
Griego, el cual derrotó a Persia; además, vivió un tiempo
en Babilonia.
En cuanto al Falso Profeta, no se dan muchos detalles.
Obviamente, el relato bíblico escrito en el tiempo del exilio
del apóstol Juan en la isla de Patmos apareció después
que el Nuevo Testamento fuese escrito y compilado. Sin
embargo, ¿a quién llama el mundo el profeta y a qué falsa
religión representa? Debe ser un hombre que vivió después
de los tiempos del Nuevo Testamento y que ahora está
muerto, porque él también subirá, después del Anticristo,
282
El Ministerio del Profeta
del fondo del abismo. Se trata de un hombre que niega la
deidad de Cristo y que posee un carácter muy violento, o
que tiene aspecto de cordero pero habla como un dragón.
Indudablemente, tanto el Anticristo como el Falso Profeta
tendrán incalculables millones de adherentes, aquellos
cuyos nombres no fueron escritos en el Libro de la Vida
del Cordero antes de la fundación del mundo.
El Señor, en contraste, resucitará a Moisés y a Elías
para declarar la verdad. La clave para comprender la
diferencia entre los profetas verdaderos y los falsos se
encuentra en Salmos 45:7: “Has amado la justicia y
aborrecido la maldad; […]” Quienes aman la justicia
y odian la maldad no serán engañados, mientras que
los falsos se complacen en la injusticia y por lo tanto
no reciben el amor de la verdad para ser salvos. Dios
les enviará un gran engaño para que crean la mentira
(vea 2 Tesalonicenses 2:10-12).
Quizá a modo de conclusión de esta sección y del libro,
una pequeña historia ayudará a ilustrar esta verdad. Un
joven creyente tenía problemas con cierta doctrina que
no entendía, por lo que pidió a un pastor anciano poder
hablar con él. Cuando se reunieron, el joven imaginó que
el pastor tomaría su Biblia y recorrería versículo tras
versículo explayándose respecto de todo lo que sabía sobre
el tema. En cambio, el viejo pastor miró al joven directo a
los ojos y le preguntó: “¿Y tú, qué has estado haciendo?”
Sorprendido, el joven agachó la cabeza, pues sabía que
no había estado caminando rectamente. Ello había
afectado su mente y no podía discernir la palabra de
El Ministerio del Profeta
283
verdad. Cuando se arrepintió, su mente se renovó y fue
capaz de comprender la palabra de Dios. Debemos tener
presente que “el conocimiento del Santísimo es la
inteligencia” (vea Proverbios 9:10; 30:3).
285
EPÍLOGO
Amados, debo decir al concluir este libro que un profeta
debe vivir cerca del Señor para oír Su voz. Debe permitir
que el Señor impregne cada rincón de su ser con el mensaje
que le ha dado para entregar. En otras palabras, debe
transformarse en el mensaje que está proclamando. Moisés
fue la personificación de la Ley dada en el monte Sinaí.
Elías fue una representación del Salvador rechazado al
sufrir la persecución por parte de su propio pueblo, Israel.
David nos muestra un maravilloso ejemplo del gozo de
recibir el perdón de los pecados. Jeremías, el profeta
llorón, conoció la angustia de los justos juicios de Dios
sobre Su pueblo porque sufrió junto a ellos.
Mis amados, ¿cuál es el mensaje que el Señor les ha dado
para proclamar? Sean valientes y claros, sean compasivos,
pero sean también ustedes mismos el mensaje como
resultado del poder del Espíritu Santo en su interior.
Hombres y mujeres en todas partes procuran conocer el
futuro, ya sea para su nación, para su familia o para ellos
en forma personal. Fuimos creados con el deseo de saber
qué es lo que viene por delante. Esto es perfectamente
comprensible al considerar que somos creados por el
Señor, cuyo testimonio es el Espíritu de Profecía. Más
aún, Dios desafió a los ídolos a los cuales Israel adoraba
en los días del profeta Isaías, con las palabras: “Traigan,
anúnciennos lo que ha de venir; dígannos lo que ha
pasado desde el principio, y pondremos nuestro corazón
286
El Ministerio del Profeta
en ello; sepamos también su postrimería, y hacednos
entender lo que ha de venir. Dadnos nuevas de lo que ha de
ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses; o
a lo menos haced bien, o mal, para que tengamos qué
contar, y juntamente nos maravillemos” (Is. 41:22-23).
Luego, el Señor responde declarando Su naturaleza y
capacidad en el ámbito de la profecía, diciendo: “Acordaos
de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque
yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a
mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la
antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo
permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Is. 46:9-10).
En los últimos días veremos cumplirse la profecía de
Joel 2:28: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre
toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes
verán visiones”.
El Espíritu de Profecía del Señor será derramado sobre
Su Iglesia de manera clara y poderosa, y los que se añadan
a la iglesia tendrán revelación en sus corazones. El pueblo
de Dios conocerá el manto profético que los guiará y les
mostrará las cosas que habrán de venir (vea Juan 16:13).
También, el enemigo contraatacará con lo falso, por lo
que todos necesitaremos que el don de discernimiento de
espíritus esté operando en nuestras congregaciones para
protegernos de la falsedad. Sin embargo, el curso más
seguro es amar la justicia y amar y obedecer a nuestro
precioso Señor. Recordemos la advertencia del Señor en
El Ministerio del Profeta
287
cuanto a que el engaño será tan grande que aun los
escogidos podrían ser engañados. Nuestra seguridad está
en caminar humildemente con nuestro Señor para que de
los profetas de Dios pueda manar un fluir profético puro,
que no tenga ninguna mezcla. ¡Seamos nosotros de los
que tienen un de corazón puro y sincero, completamente
preparado para ministrar delante del Señor!
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Chapter VII. [Las obras de Flavio Josefo, Volumen III:
Antigüedades de los judíos, Libro XI, Capítulo VII] Grand
Rapids, MI: Baker Book House.
Libros por el Dr. Brian J. Bailey
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Salmos II: Capítulos 51-100
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