Joaquín Fernández Venancio Martínez (coordinadores) LA HUELLA DE CASAL HOMENAJE DE LOS MÉDICOS ASTURIANOS EN EL 250 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DE LA HISTORIA NATURAL Y MÉDICA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS Real Academia de Medicina del Principado de Asturias Ilustre Colegio Oficial de Médicos del Principado de Asturias Portada: A la izquierda, escultura clásica de Hipócrates; en el centro, paisaje asturiano; a la derecha: Imagen supuestamente de Gaspar Casal en el cuadro de Goya titulado “El médico” (idea: Joaquín Fernández García y José Martínez González; diseño: Maite Fernández Alonso). Contraportada: Fotografía del Dr. Louis Westenra Sambon, del London Asylum, 1908. © Para esta edición: Real Academia de Medicina del Principado de Asturias y el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Asturias © De los textos: Sus autores Edición: HiFer Editor Impresión: HiFer Artes Gráficas - www.hifer.com ISBN: 978 - 84 - 941550 - 6 - 2 Dep. Legal: AS- 2270 - 2013 www.elsastredeloslibros.es No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, ni su préstamo o alquiler o cualquiera otra forma de cesión de uso del ejemplar, sin permiso previo y por escrito del titular del Copyright. © El Copyright y todos los demás derechos son propiedad del autor y está debidamente registrado en el Registro General de la Propiedad Intelectual de Asturias. ÍNDICE DE AUTORES Ángel Álvarez Fernández Centro Médico de Asturias, Oviedo Adolfo Barthe Aza Dermatólogo Miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos José Enrique Benito Ortiz Especialista en Hematología y Hemoterapia Centro Médico de Asturias, Oviedo José Antonio Buelga García Hospital Monte Naranco, Oviedo Olaya Concepción Cossent Universidad de Santiago de Compostela Arturo Cortina Llosa Profesor Emérito de la Universidad de Oviedo. Rosario Cortina Rodríguez Servicio de Cardiología Hospital de Cabueñes, Gijón Víctor Dos Santos Bernardo Servicio de Oftalmología Hospital de Valle del Nalón Sama de Langreo (Asturias) Juan Facundo Contestí Hospital Universitario Central de Asturias, Oviedo Luis A. Fariña-Pérez. Servicio de Urología Hospital Povisa, Vigo, Pontevedra. Félix Fernández Alonso Universidad de Stanford, USA Rodrigo Fernández Alonso Médico Microbiólogo, Oviedo Joaquín Fernández Garcia (+) Servicio de Hematología Centro Médico de Asturias, Oviedo Natalia Fernández Rodríguez Universität Bern Francisco J Fernández-Guisasola Muñiz Especialista en Homeopatía y Acupuntura, Oviedo Mercedes Granjel Universidad de Salamanca Carmen Junceda Moreno Servicio de Oftalmología Hospital Universitario Central de Asturias Juan Junceda Moreno Servicio de Oftalmología Hospital de Valle del Nalón Sama de Langreo (Asturias) Juan José Lastra Menéndez Universidad de Oviedo Jesús Martínez Fernández (+) Miembro de la Real Academia de Medicina, del RIDEA y de la Real Academia de la Historia José Martínez González Universidad de Oviedo Enrique Martínez Rodríguez Catedrático Emérito de Cirugía Universidad de Oviedo Miembro Emérito del RIDEA Venancio Martínez Suárez Centro de Salud El Llano (Gijón) Servicio de Salud del Principado de Asturias Vania Poulopoulou Universidad de Atenas, Grecia Ramón Rodríguez Álvarez Universidad de Oviedo Julián Rodríguez Suárez Pediatra. Hospital Universitario Central de Asturias Universidad de Oviedo Ángel Sánchez del Río Servicio de Ginecología Hospital Álvarez-Buylla, Mieres Luis Vicente Sánchez Fernández Profesor de Historia de la Ciencia (Historia de la Medicina) Universidad de Oviedo Eugenio Suárez Suárez Servicio de Oftalmología Hospital de Valle del Nalón Sama de Langreo (Asturias) Emma Vázquez Espinosa Servicio de Neumología. Hospital de la Princesa, Madrid Fernando Vázquez Valdés Hospital Monte Naranco Departamento de Biología Funcional (Área de Microbiología). Universidad de Oviedo Ana Weruaga Rey Reumatóloga Centro Médico de Asturias ÍNDICE TEMÁTICO Presentación: Profesor D Manuel Álvarez-Uría y Rico Villademoros, Presidente de la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias .....................................9 I- PRÓLOGO de Don Gregor io Mar añón a la edición de 1959 .........................................................................13 II-. ALGUNOS ASPECTOS DE LA VIDA Y OBRA DE CASAL 1-. Médicos astur ianos en el siglo XVIII: actividad pr of esional y modos de vida Mercedes Granjel...........................................................................................................................23 2-. Enigmas y e videncias en la obr a de Casal Rodrigo Fernández Alonso, José Antonio Buelga García, Joaquín Fernández García..........................55 3-. La for mación médic a de Casal Venancio Martínez Suárez..............................................................................................................63 4-. La bibliotec a de Casal Venancio Martínez Suárez, Carmen Junceda Moreno.......................................................................71 5-. La obr a de Casal como modelo de ensayo científico del siglo XVIII. Contenidos y for ma Natalia Fernández Rodríguez.........................................................................................................85 6-. Per fil científico de Casal, médico y natur alista astur iano del siglo XVIII Félix Fernández Alonso, Vania Poulopoulou, Joaquín Fernández García .........................................103 7-. La enseñanz a de la me dicina y su e jercicio pr of esional: desde los inicios de la edad media hasta la ép oc a de Gaspar Casal Luis Vicente Sánchez Fernández, Francisco J. Fernández-Guisasola Muñiz ....................................131 8-. Influencia de Hipócr ates en la Histor ia Nat ur al y Médic a de Casal Venancio Martínez Suárez, Carmen Junceda Moreno.....................................................................149 9-. Gaspar Casal y Fr ay Mar tín Sar miento: relaci ón en Madr id de dos gigantes de la medicina ilustr ada, a propósito de las vir tudes de la planta Carqueixa Luis A. Fariña-Pérez....................................................................................................................157 III-. ESTUDIOS SOBRE LA OBRA DE CASAL 10-. Ideas anatómicas, fisiológic as y patológic as de Casal Rodrigo Fernández Alonso, José Enrique Benito Ortiz., Joaquin Fernández García.........................175 11-. Doctr ina de la enf er medad en Casal: const it ución, medio ambiente y ot ras causas de enf er medad. Ángel Álvarez Fernández..............................................................................................................199 12-. La far macop ea de Gaspar Casal Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso, Olaya Concepción Cossent ..........................225 13. El mundo v egetal en la obr a del Doctor Casal. José Martínez González, Juan José Lastra Menéndez.....................................................................255 14-. Remedios act ualmente p oco comunes y éxot icos utiliz ados p or Gaspar Casal Francisco Fernández-Guisasola, Luis Vicente Sánchez Fernández...................................................321 15-. L os pacientes infant iles de Casal Jesús Martínez Fernández, Venancio Martínez Suárez ..................................................................351 16-. La der matología en la obr a de Casal Adolfo Barthe Aza ........................................................................................................................363 17-. L os pacientes hematológicos de Casal Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso, Juan Facundo Contestí...............................375 18-. La doctr ina de la sangría en Casal Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso, José Antonio Buelga García........................393 19-. La relación de Casal con la of talmología en su obr a y la influencia de ésta como barómetro social en la act ualidad Juan Junceda Moreno, Eugenio Suárez Suárez, Víctor Dos Santos Bernardo....................................431 20-. La obstetr icia y la ginecología en la obr a de Gaspar Casal Ángel Sánchez del Río, Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso ...............................449 21-. La patología c ar diovascular en la obr a de Gaspar Casal Arturo Cortina Llosa, Rosario Cortina Rodríguez, Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso...................................................................471 22-. Las enfer medades de las vías ur inar ias y genitales en la obr a de Gaspar Casal Luis Ángel Fariña-Pérez ..............................................................................................................501 23-. Casal y la Cir ugía Enrique Martínez Rodríguez .......................................................................................................515 24-. La reumatológia en la ép oca de Gasc ar Casal Ana Weruaga Rey, Julián Rodríguez Suárez ..................................................................................525 25-. La teoría humor al y at mosfér ic a de la sar na en la obr a de Gaspar Casal Fernando Vázquez Valdés, Emma Vázquez Espinosa .....................................................................535 IV-. EPÍLOGO. Venancio Martínez Suárez, Joaquín Fernández García ..................................................................549 V-. ANEXOS: 1-. Cronología de la vida de Casal Carmen Junceda Moreno, Venancio Martínez Suárez.....................................................................555 2-. Ediciones de la obr a Histor ia Natur al y Médic a del Pr incipado de Astur ias de Gaspar Casal Ramón Rodríguez Álvarez ...........................................................................................................563 3-. Relación de obr as y ar tículos sobre Gaspar Casal Luis Vicente Sánchez Fernández, Francisco Fernández-Guisasola...................................................567 8 PRESENTACIÓN MANUEL ÁLVAREZ-URÍA RICO-VILLADEMOROS Como hemos señalado en varias ocasiones, Joaquín Fernández forma parte de esa pléyade de médicos distinguidos, que lejos de limitarse y burocratizarse, mantienen abierto un amplio horizonte y contri- 9 PRESENTACIÓN Agradezco mucho la designación para presentar este libro, en el que colaboran muy destacados autores, reunidos aquí gracias a la conjunción de varias voluntades. La suya propia como conocedores y admiradores de la vida y la obra de D. Gaspar Casal; la de nuestro colega y compañero en la Real Academia, Dr. D. Joaquín Fernández García, fallecido hace menos de un año, cuando se estaba materializando el proyecto de la obra. Su iniciativa y esfuerzo, han sido esenciales para llevarlo a cabo, al igual que la elección de sus colaboradores que, con no menos firme voluntad, supieron mantener enhiesto el estandarte y culminar el honorable propósito de emular aquella iniciativa asturiana de hace medio siglo, con la conocida publicación del primer libro-homenaje a D. Gaspar prologado por D. Gregorio Marañón. De estos colaboradores es de estricta justicia destacar la labor del Dr. D. Venancio Martín Suárez, sin cuya intervención y labor de coordinación paciente, abnegada y brillante, no habría ocasión de hacer esta presentación buyen al desarrollo de la sociedad, aportando el valor añadido de un trabajo paralelo al de su profesión, que proporciona un precioso combustible intelectual, para su dinamización. Celebramos este CCL aniversario del alumbramiento público de la Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, en un momento en que son espectaculares los avances en el conocimiento de la patogenia de muchas enfermedades y en el tratamiento de muchas mas,. Tanta es la trascendencia de las consecuciones y tan delicada la aplicación de las nuevas tecnologías, que este hito sin precedentes en la historia de las ciencias de la naturaleza es, a la vez, el mas importante desafío de la medicina.. LA HUELLA DE GASPAR CASAL La obra de Casal supuso, en su tiempo, algo semejante a la conmoción estética generada por los iconoclastas e impresionantes rosetones barrocos que, en las fachadas de las grandes catedrales góticas, rompen con los conceptos arquitectónicos anteriores. La nosografía de Casal no atiende a filosofías, ni a las erróneas deducciones, de que estaba plagada la medicina de la época. Embiste, con la razón y de manera formidable, contra los galenismos, iatroquímicas y iatromecánicas, para consagrar definitivamente, a la observación y la interpretación, como los árbitros supremos del quehacer del médico. La “Historia Natural…….”, cuya edición facsímil, editada por el Gobierno de Asturias en 1988, dirigió nuestro distinguido compañero, José Ramón Tolivar Faes, es un monumento a la objetividad. Una obra póstuma y sobre todo única, por doble motivo. Ser la primera y la última que realizó su autor y haber sido escrita y publicada en un siglo en el que la medicina española estaba hundida en la profunda sima del error y la mas ominosa vulgaridad. La luz emitida por Casal fue, junto con la esplendorosa luminaria de su amigo y mentor Feijóo, la única que brilló, como lo hace ahora, en la España ensombrecida del llamado Siglo de las Luces. 10 La figura de Gaspar Casal se agiganta cuando consideramos su instrucción y sus medios y los relacionamos con la calidad y rigor de la obra, prodigio de sistemática y sagaz observación. Por ello la publicación del presente libro es, además de rendir tributo de admiración a la figura de D. Gaspar, un acto de reconocimiento profundo a la labor de quienes nos precedieron en el ejercicio de la medicina, realizando su encomiable tarea humanitaria, con medios tan menguados, como grandes fueron su vocación, ingenio y arte. Casal forma parte de la legión de los elegidos, de las figuras señeras, que nos precedieron llevando a cabo una labor encomiable de avance en el conocimiento o en la forma de aproximación al mismo. Pioneros que exploraron caminos ignotos y facilitaron la llegada del momento actual, en que la acumulación sin precedentes de poder biotecnológico, nos convierte en actores decisivos de nuestro destino, al superar el azar como elemento de generación de los seres vivos y convertirlo en proyecto, planificación y ejecución. Finalizamos agradeciendo a los intervinientes su participación en el proyecto y expresamos nuestra satisfacción por culminar este deber sagrado, hacia la figura señera de Casal. Su sagacidad y espíritu avanzado, junto con una notabilísima claridad intelectual y una objetividad 11 PRESENTACIÓN Casal es también un excelente ejemplo de una labor clínica dedicada, humilde y honesta, con independencia de que su trabajo se desarrollase en su modesta consulta asturiana o en los imponentes despachos del palacio real o de la Academia madrileña. Sus acciones tuvieron el sello de lo excepcional, tanto si se referían a las dolencias de un sencillo labrador, un prelado o, como miembro de la Real Cámara, a las del propio Rey Así sucedió con ocasión de la enfermedad y muerte de Fernando VI, al avalar los partes e informes, emitidos al respecto, por Andrés Piquer y Arrufat, el prestigioso, minucioso y riguroso médico aragonés, insigne precursor de la psiquiatría española, que sistematizó las acciones de la “corteza del Perú” en las fiebres intermitentes. excepcionales, lograron que, desde el punto de vista médico, el siglo XVIII español, dejara de ser un erial, para convertirse en un paradigma de la nosografía moderna, que iniciara de manera formal Thomas Sydenham, con aquella visión de la enfermedad que perdura hasta nuestros días: “Un esfuerzo de la naturaleza por exterminar la materia morbífica, procurando por todos los medios la salud del enfermo”. Nosotros que, al igual que hace años hizo Gregorio Marañón para la medicina española, hemos reclamado, con reiteración, el nacimiento del espíritu académico de la medicina asturiana en aquella venerable celda de Feijóo, en el convento de S. Vicente, confiamos en que el ejemplo y el espíritu de la obra de Casal, sigan siendo fuente de inspiración para las nuevas y excelentes generaciones de médicos. A ellos, sobre todo, va dirigida la presente publicación. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Oviedo, 12 de Octubre de 2013 12 PRÓLOGO D. GREGORIO MARAÑÓN Reproducido con autorización de la Fundación Ortega-Marañón 13 PRÓLOGO El clásico libro de Gaspar Casal Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, que la Diputación Provincial de Oviedo ha tenido el buen acuerdo de reimprimir, cuenta con una bibliografía tan abundante y tan unánime en el elogio, que hace inútil todo comentario nuevo acerca de él. La descripción del Mal de la Rosa, llamado años después Pelagra, y fijado para siempre en esta denominación, es una obra maestra de las Ciencias Naturales y galardón imperecedero de la bibliografía médica española. Lo poco que pudiera añadirse a las palabras enjutas, precisas, claras, de D. Gaspar, limadas y medidas durante años y años, para cotejarlas con la ciencia actual, fue obra que ya realizaron de modo perfecto dos inolvidables médicos asturianos: D. Arturo Álvarez-Buylla Alegre y D. Rafael Sarandeses Álvarez, los cuales, estimulados por el Ilustre Vice-Rector de la Universidad de Oviedo, D. Fermín Canella y Secades, emprendieron la reedición del libro de Casal, en 1900 (Oviedo, Escuela Tipográfica del Hospicio, 8º, 340 páginas), también bajo los auspicios de la Diputación Provincial que ahora repite su patriótica tarea; pues la anterior edición está hace tiempo agotada, y también, desde luego, la original, de la cual el erudito Canella no había visto sino tres o cuatro ejemplares; y yo sólo uno, que LA HUELLA DE GASPAR CASAL perdí en aciagos días, y que he vuelto a poseer por la generosidad de mi ilustre amigo y colega de Academia de la Historia, Marqués de Aledo. Todo fue perfecto en la gestación y en la aparición de este gran libro. Obsérvese, por de pronto, que nadie discutió su mérito, ni aquí ni fuera de aquí; y suelo exhibir este hecho indudable como una prueba más de mi crítica al mito de la “leyenda negra”. Todo lo que pasa como tal leyenda negra, son, siempre y ahora, lances históricos pasionales, que llevan en su propia esencia la adhesión de unos y la animosidad de otros; unos y otros, por igual parciales; y como apéndice lógico la sistemática negación de todo aquello que los del bando opuesto estima como verdad. En todas partes y en todos los tiempos ha ocurrido esto. No hay pueblo que no tenga en su historia su leyenda negra; y es un valor entendido, que puede mortificar en momentos de polémica, pero que pasa siempre, como pasa todo lo que es circunstancial. Si acaso, el encono de la crítica revela en lo criticado, exceso de personalidad y por lo tanto, motivo de satisfacción. El persistir en hacer de esas pasiones una “leyenda negra”, es táctica errada, por lo tanto, reveladora, no como algunos creen de agravio a un pueblo grande sino de susceptibilidad de pueblo pequeño; y el nuestro, que es grande por su capacidad de creación histórica, no puede responder quejumbrosamente a las injusticias parciales más que con la conciencia de sus creaciones eternas. Ninguno de estos valores representativos –el Arcipreste, Isabel la Católica, Rojas, Cervantes, San Juan de la Cruz, Velázquez– han sido discutidos jamás. Y lo demás no debe contar. Este universal reconocimiento se extiende, no solo a los grandes genios sino al hombre normal, creador también por su talento y su perseverancia, que impulsa al progreso como los mismos hombres geniales; y en ocasiones más. De esos hombres fue ejemplo D. Gaspar Casal, médico práctico, sin título universitario, que ejercitó en una ciudad aislada de la España deshecha, postrada, que siguió a la catástrofe material, moral e intelectual del final de la Casa de Austria. 14 A este valor eficaz y progresivo de un gran hombre en el que se equilibran el talento y la virtud, quiero dedicar el homenaje de esta páginas preliminares de la nueva impresión de su libro. III 15 PRÓLOGO Declaro, desde luego, que no voy a comentar, una vez más, la insuperable lección Mal de la Rosa, ni otros aciertos clínicos sobre los cuales llamaron la atención, con sobria y ejemplar competencia, los doctore Buylla y Sarandeses y luego varios más, como recientemente R. Sancho de San Román, Pego Busto, García Morán y otros. La descripción de la Pelagra, nadie la puede tocar porque es obra de naturalista, que es lo que queda de la obra de los médicos, cuando tienen la suerte de poder realizarla. Sorprende todavía al leerla el exacto primor de sus palabras, aquella pintura de las lesiones, un tanto exageradas en su primera fase, respecto a lo que hoy vemos, por su cronicidad y por las infecciones añadidas; pero impecables en la fase secundaria, en aquel “remanent stigmata rubrubra, exquisite polita et sprendentia”, que no puede decirse con palabras distintas: “Estigma encarnado, exquisitamente pulido y resplandeciente”. Todo lo demás, que no es historia natural, es decir, nuestras doctrinas, nuestra terapéutica, son solo flor de un día; y lo fueron también todas las elucubraciones hipocráticas del propio Casal, que tanto irritaban al P. Feijoó. Porque es cierto, como describía el Dr. D. Ángel Pulido en el Prólogo a la primera edición moderna del libro de Casal, y lo decía con frese un tanto dura como exacta, que “nuestro destino es reírnos los médicos unos de los otros; los que van delante de los que pasaron”; y así, al igual de muchos de los escritos de Casal, “dentro de siglo y medio, los más inspirados párrafos de Koch y Virchow, de Bouchard y de Charcot, no provocarán sentimientos de mayor admiración y respeto a sus sucesores”. Y podríamos añadir que el siglo y medio que este gran escritor médico daba como plazo para el olvido de los grandes tratadistas, hoy es mucho más rápido, casi de semanas. Pero no por eso, entendámonos, es menos imprescindible lo que parece que huye, para el pro- LA HUELLA DE GASPAR CASAL greso de la ciencia. De suerte que, no debemos reírnos de este fugitivo pasar sino respetarlo y agradecerlo. El hombre de ciencia, que deja con esfuerzo ímprobo una obra, conscientemente efímera para que sea eficaz, es más grande solo por eso, por ser más desinteresado, que el que crea una obra de arte que perdurará unida al nombre de su autor. El extracto de vísceras de erizo que Casal aconsejaba como remedio para muchos trastornos nerviosos no era inferior a muchas de las drogas que ahora alivian o curan también, y quizá con menos inocencia que el erizo. Las teclas del espíritu se pueden tocar de muchas maneras y nunca hay que menospreciar a las del tiempo pasado. Lo importante es no creer que solo han sonado las teclas que nosotros tocamos. Pero aunque Casal no hubiera realizado el hallazgo definitivo de Mal de la Rosa, su ejemplaridad sería la misma, porque no dependió de sus descubrimientos sino de una conducta pedagógica y magistral impecable. Hace años la estudié, en una Conferencia, para mí memorable, en América del Sur, es decir, ante un público que, como todos los de aquellos admirables países, son, en cierto modo, dos veces españoles; porque el que no ha nacido en la Península, es hijo o descendiente o alguna vez hasta renegado de España, pero, por eso mismo, alimentado de la nostalgia más honda que es la del olvido de lo inolvidable. Todavía me llegan ecos de aquella emoción con que yo hablé de Asturias y de sus hombres extraordinarios, principalmente de Casal y de su Padre Sarmiento que, dirigidos por la santa inquietud del Padre Feijóo, Fuero la levadura de lo que había de ser la Universidad de Oviedo y, sin que ellos se dieran cuenta, de todo el movimiento intelectual de la segunda mitad del siglo XIX, comparable a las décadas áureas del genio español. Allí olvidé de hablar, sin embargo, de otro naturalista que influyó mucho sobre Casal, D. Juan Manuel Rodríguez de Luna, Boticario de Inocencio XI, que, cuando vino acompañando a su maestro en Roma, Donicelli, a Madrid, prefirió quedarse en Atienza trabajando en Química y Botánica; y desde allí enseñó muchas cosas a Casal. ¡Qué maravilla, pasar desde la ciudad de los Papas a Atienza, para consumir su vida en el trabajo, enviando compuestos químicos a los Boticarios de España, desde aquella rigurosa villa castellana! El otro maestro de 16 Casal, que ya cité entonces pero sin la profundidad debida, fue el Padre Sarmiento, hombre de doble filo, porque a su gran espíritu naturista unía una peligrosa capacidad imaginativa, que perturbó un tanto a Casal, como, por ejemplo, en sus ideas sobre el ámbar flavo, sucio o carabe fósil. D. Fermín Canella fue el que descubrió que, según los datos de Gallardo, sarmiento había sido el autor, significativamente anónimo, de la elucubración escribió a Casal sobre el ámbar, que debió entusiasmar a éste, hasta el punto de imprimirla a la cabeza de su libro. IV 17 PRÓLOGO ¿Qué representó Casal en el Oviedo de 1717 a 1759? Desde luego, mucho más que un médico, aún siendo tan bueno que se convirtió en un oráculo de toda la región; y mucho más, también que el autor de un libro inmortal de medicina; porque fue todo lo que voy ahora a recordar. Empezaré por destacar, una vez más, la eficacia intelectual de la obra provinciana. En la Historia de la cultura, en todas partes, han representado un papel culminante las provincias. Sí, están, sin duda, muy bien las grandes Universidades –hasta ahora que han empezado a ser monstruosas y por lo tanto, malas; porque la monstruosidad que puede ser útil en otros aspectos, es fatal para la vida del pensamiento que requiere, ante todo, recogimiento y paz–. La gran civilización occidental, mader, augusta del saber humano, se hizo principalmente en núcleos pequeños, de valores doctos. ¿Cómo hubieran podido crearse los tesoros de los museos y de las bibliotecas actuales en las grandes Universidades de hoy? En éstas, pueden haber nacido otras cosas importantes; pero aquello, no; y aquello, ¿no será lo mejor que ha existido? En muchas de las ciudades pequeñas de donde brotó la luz, no había ni siquiera Universidad. Y cuando la había a veces estorbaba; porque la Universidad propende al dogmatismo y el dogmatismo, como predicó incansablente el Padre Feijóo, anula la inquietud creadora. Obsérvese que en la obra escrita de Csal, al llegar al tratado del Mal de la Rosa, no se cita, sino levemente y sólo cuatro veces, a Hipócrates, que abarrota los otros capítulos de su libro. Yo he sospechado, quizá el Padre Feijóo ante al hallazgo sensacional de la Pelagra, le purificó de las alusiones hipocráticas que Casal tenía siempre en la punta de la memoria y de la lengua. Pero también pudo se que ante el hallazgo de una realidad estricta y definitiva, y no de vagas teorías, enmudecieron los aforismos espontáneamente, pues, en realidad, encubrían lo que no se explica de un modo claro y natural. Los hermanos Dorado, D. José y D. Francisco, doctores graduados en Salamanca, que compitieron con Casal en Oviedo, tuvieron también delante de los ojos la Pelagra y no acertaron a descubrirla. En cambio, atacaron pedantescamente al fragante sentido común del Padre Feijóo. El contraste es ejemplar. Puede decirse que la universidad de Salamanca, entonces en uno de sus momentos de catástrofe, fue la que impidió describir la Pelagra a los hermanos Dorado. Análogo elogio he hecho en otras ocasiones de la irradiación cultural de otros focos provincianos, como el de Santander, en tiempos de D. Marcelino Menéndez Pelayo (no sin raíz asturiana); y el del mismo Oviedo en la época gloriosa de Clarín. GASPAR CASAL Y SU OBRA V Otras virtudes tuvo Casal que hemos olvidado los hombres de ahora y que debemos retener para más tarde, cuando pase la fiebre espectacular de nuestra medicina, que hoy nos abruma pero que pasará y acaso antes de lo que se piense. Y me acuso de antemano, si alguna vez haya podido yo mismo incurrir y dejarme arrastrar por lo que quisiera evitar a los hombres que me leerán maañna. Comentaré, ante todo, la necesidad de la obra pequeña. El ideal sería que el hombre de ciencia creara sólo uno o dos libros, poco más; de preferencia uno sólo. Nos lleva la ambición a escribir demasiadas cosas que, en el caso mejor, creemos que pueden ser interesantes y acaso pasajeramente lo sean; olvidando que, como decía D. Santiago Ramón y Cajal, si al final de una vida fecunda se pudiera resumir lo fundamental de ella, 18 tal vez bastaría con una cuartilla. En la cabeza de los hombres, caben, aún en los casos menos lúcidos, muchas cosas brillantes y quizá útiles por el momento; pero sólo un repertorio pequeño de ideas trascendentes. D. Gaspar Casal, escribió sólo un libro y no le hizo falta más. La obra científica exige, es cierto un caudal, a veces grande, de palabra viva y de publicaciones monográficas; mas es material estimulante, meramente pedagógico, no definitivo, ni ratificable después. El investigador debe aspirar, no a sus “obras completas” sino al esquema de sus obras, cuando se prepare para el paso definitivo; como el aeronauta suelta su lastre para subir. El problema es distinto en la obra literaria; pero aún en ésta, el que se corta ayuda mucho a su personalidad VI 19 PRÓLOGO Escribir sin prisa: esto es también esencial. Hoy, empujados por la solicitación de toda suerte de compromisos, y no son los menores los que nadie nos pide sino los que suscita nuestra propia vanidad, cogemos las uvas verdes, sin reparar que el fruto de la inteligencia, sólo permanece lo que está a fuerza de madurar, a punto de pasarse. Los hombres, en los tiempos primitivos, comían las viandas pasadas; y a la inteligencias le es útil también lo que está en extremo en sazón. Casal nos habla varias veces de su libro, escrito por él no para su vanidad, sino para instrumento de su propio saber; y solo después, acaso sin darse cuenta, para la Historia. Adivinamos su moroso y entrañable retoque, a cada hecho nuevo, a cada idea sugerida por la realidad, siempre inexperada; o por el diálogo con los amigos doctos, en la libre Academia de la celda del Padre Feijóo; y, después, ya en la Corte, en “la posada del Buen Retiro”, donde por razón de su cargo moraba su gran amigo el Doctor Juan José García Sevillano, con el que dialogaba patrióticamente de sus ansias de ilustración y de luces, “procurando desmentir”, a la vista de las páginas pulidas y retocadas del manuscrito, “la sátira de nuestros émulos” que insistían en el atraso de “la España, el Portugal y la Moscovia”. Escribir sin prisa, saber esperar, confiado en la permanencia de lo que ya está maduro; y esperar, incluso, hasta después de la muerte… ¡Cómo no meditar sobre esta trascendente lección de Casal, frente a los tiempos que habría de venir después, los de ahora, con sus libros de ciencia, creados en el plazo de unos meses, con sus manuscritos, terminados llenos de erratas y de ligerezas, unos horas antes de cerrarse los concursos, en los cuales puede quedar excluída, como tantas veces hemos visto, una obra excelente por “estar fuera de plazo”! En el nuevo renacimiento intelectual que la Humanidad presiente, volverá el ritmo jugoso del pensamiento, infinito, insondable, lento; compatible con el progreso de lo que necesita ir de prisa: pero sabiendo que el pensamiento, por su categoría de símbolo de Dios, no depende del tiempo. LA HUELLA DE GASPAR CASAL VII Casal nos dejó, además, el ejemplo de saber callar. Don Fermín Canella, en la biografía de Casal, pieza maestra de responsabilidad, de inteligencia y de tacto, se extraña de que Casal no interviniera en la rudísima polémica, que en torno del Padre Feijóo suscitaron los médicos de Oviedo. Yo he escrito hace años y la vida me convence de ello más y mas, que el secreto del silencio del gran médico era, no como se ha dicho, timidez por falta de títulos universitarios, sino algo más importante: el saber callar. No estaba, muy probablemente, conforme con el riguroso antidogmatismo, que alcanzaba al propio Hipócrates, del inquieto benedictino (y no hay que decir que era él, Feijóo, el que en esto tenía razón). Pero, en cambio, estaba enteramente de acuerdo con el criterio experimental, de naturalista, que el Padre Maestro defendió apasionadamente, frente a la garrulereía teórica de los médicos de su época. Casal, por respeto, no quiso discrepar del antidogmatismo de Feijóo ni quiso tampoco descender a las disputas con que los doctores pedantes persistían, adheridos, como moluscos, a su estupidez. Por eso calló. No hay en todas sus historias clínicas un adjetivo molesto para los otros médicos, aún cuando disentía de ellos, con frecuencia. Pero sabía, que sin hablar, todo se podía decir. 20 Acaso, la lucha por la verdad, exige, se me dirá, la respuesta ruda a quien no tiene razón y se obstina en errar; mas nunca es lícita la procacidad. Si a Feijóo pudiera reprochársele algún pecado grave sería, como he dicho otras veces, el garbo con que se arremangó los hábitos para descender al arrollo y contender con sus adversarios. Porque la crítica violenta es indefectiblemente fruto de dos estados de ánimo, por igual recusables, que son el resentimiento, que al fin puede tener unviso de pasión patética; o la injusticia deliberada, para encaramarse en el esfuerzo y la respetabilidad del creador, sea grande o mediana; y para utilizar, como repugnante parásito, unas horas de su celebridad. Tal vez estos tristes personajes, llegan a creer que diciendo que no al que ha dicho algo importante, han inventado ellos, también, una verdad. El adversario puede tener razón, claro es; pero en la continencia de sus argumentos, es donde se conocerá que la tiene. Si se muestra rencorosos o iracundo, lo mejor es dejarle hablar y no tardarán mucho sus argumentos en desvanecerse como un pompa de jabón. Esto, que ya había dicho Saavedra Fajardo –saber callar– no lo practicó Feijóo, aunque lo había leído muchas veces. Casal sí lo supo, por instinto o por que se lo enseñaron; y por hablar callado, se oye hoy, todavía, su voz clara como un manantial. VIII 21 PRÓLOGO Aún podrían extraerse otras enseñanzas de la Historia Natural del Principado de Asturias. Una de ellas, es el sentido de universalidad de la ciencia que tuvo su autor, sentido ausente en tantos españoles y una de las causas, de cierto, del vacilante paso con que ha progresado el saber en muchas épocas de nuestra Historia. Casal desde Oviedo, se complacía en ponerse en contacto con los médicos de Europa; porque sabía bien que la división de los hombres por el artificio de las fronteras, es el medio más eficaz para no amar a la propia Patria. IX Pero me he extendido demasiado el prologar la nueva edición de este libro que, desde la versión original tuvo ya tan buenos valedores; y a ello se sumaron los excelentes de la versión de Buylla y Sarandeses. Y he querido ahora contribuir a la gloria de Casal, el gran español, catalán, castellano y, sobre todo, asturiano, sirviendo, con mi modesta pluma al lustre de su gloria y a los amigos de Asturias, ejemplares en su amor a la cultura y en su profundo sentido de lo que debe importar tanto a los hombres: la responsabilidad de la hora en que vivimos. LA HUELLA DE GASPAR CASAL G. Marañón 1959 22 MÉDICOS ASTURIANOS DEL SIGLO XVIII: ACTIVIDAD PROFESIONAL Y MODOS DE VIDA. 1. Ast ur ias y sus médicos A lo largo del siglo XVIII España, como otros países europeos, registró un incremento del número de médicos. La expansión demográfica, el desarrollo económico y el ascenso social de la burguesía fueron algunas de las razones que explican el aumento de titulados universitarios. A pesar de este incremento, los estudios de Medicina no experimentaron el auge registrado en las carreras jurídicas (Leyes y Cánones), unos estudios que abrían prometedoras carreras profesionales en la alta burocracia del Estado o de la Iglesia1. La Medicina, por el contrario, era en esa época una profesión que aún sufría un fuerte intrusismo por parte de sanadores y profesionales sanitarios menos cualificados (cirujanos, sangradores o barberos), un factor que unido a las dificultades para alcanzar una posición social relevante y un nivel de renta alto, determinaron el rechazo de los sectores más acomodados hacia estos estudios. Una mentalidad que fue también compartida por los propios médicos, que a la hora de decidir el futuro profesional de sus hijos optaron en muchos casos por las carreras jurídicas2. Aunque el número de médicos había crecido la escasez de estos profesionales era aún notoria, circunstancia decisiva a la hora de analizar la asistencia médica que recibía la población española. La mayor concen- 23 MÉDICOS ASTURIANOS... MERCEDES GRANJEL LA HUELLA DE GASPAR CASAL tración de estos facultativos se registraba en los núcleos urbanos, siendo por el contrario inapreciable su presencia en las localidades de menor vecindario3. La situación registrada en el Principado de Asturias durante el siglo XVIII fue muy similar. El reducido número de localidades con un relativo carácter urbano determinó que fueran escasas las poblaciones que contaron con médico. En 1749 Gaspar Casal refería que “en todo el Principado somos sólo cinco médicos: uno en Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en esta ciudad de Oviedo”. Pocos años más tarde, en 1753, esta exigua relación se incrementó tras la contratación de un facultativo por la villa de Llanes. De esta escasez de facultativos se hacía también eco el P. Feijoo cuando denunciaba que “tantos médicos asalariados hay ahora en los pueblos como había antes que yo tomase la pluma en la mano, y los salarios iguales ahora a lo que percibían entonces”4. La asistencia sanitaria del resto de la población asturiana recaía en cirujanos, sangradores e incluso barberos que, a pesar de las restricciones impuestas por el Estado para limitar su actividad, atendían todo tipo de dolencias. La mayoría de los médicos que ejercían en España había firmado un contrato con el municipio en que desarrollaban su actividad. La admisión de un médico se realizaba por votación de los regidores, miembros de la oligarquía local que controlaba los ayuntamientos. Así, el candidato que conseguía el apoyo de esta élite acababa siendo seleccionado, sin que los Memoriales presentados por el resto de los candidatos fueran examinados para valorar sus méritos5. En este contexto es preciso valorar la importancia de las redes y vínculos sociales entre los facultativos y los grupos de poder local y explica que con frecuencia los ayuntamientos prefirieran a médicos naturales de la localidad6. La contratación de Carlos Castañeda como médico de Oviedo en 1732 se hizo “en atención a que era hijo de humildísima aunque honrada familia de la ciudad”, al igual que lo fueron otros facultativos como Diego Serrano de Paz, José Contreras Piquero, Francisco Dorado o su hijo José7. Fuera de Oviedo encontramos también casos de médicos que acabaron ejerciendo en su villa natal, como Francisco de Valdés Peón, natural de Villaviciosa, que en 1707 ejercía de médico en esa localidad. 24 25 MÉDICOS ASTURIANOS... En los contratos que firmaban los facultativos con las autoridades municipales se regulaba la duración del convenio, las obligaciones del médico, el salario que debía percibir y la partida o fondos municipales de donde se habría de extraer ese dinero. Sólo una minoría se mantenía del ejercicio libre de su profesión, generalmente a través de los ajustes o igualas que hacían con la población o con alguna de las comunidades religiosas del lugar. La situación de estos últimos era muy diferente, al depender sus ingresos del mayor o menor vecindario de la localidad donde ejercían, de su grado de dinamismo económico y de la competencia de otros profesionales y sanadores. Así, en 1753 la ciudad de Salamanca carecía de médicos titulares, aunque el hecho de contar con una Facultad de Medicina la colocaba en una situación privilegiada: nueve facultativos para una población que no alcanzaba los 13.500 habitantes. Todos ellos se mantenían del ejercicio libre de su profesión, hecho que explica las diferencias en su nivel de ingresos (entre los 12.000 y los 2.200 reales)8. En esas mismas fechas la única localidad asturiana que careció de médico asalariado fue Llanes. Tenía un facultativo, Pedro Nolasco Polledo, de quien las autoridades municipales advertían que “que no tiene situado alguno por dicha villa”9. Sus reducidos ingresos (1.030 reales anuales) atestiguan las dificultades que atravesaron muchos médicos españoles y los problemas de estas localidades para encontrar un nuevo facultativo que quisiera ejercer en la villa cuando se trasladaba o moría el médico anterior. Por el contrario, las localidades de Oviedo, Gijón, Villaviciosa y Avilés tuvieron siempre médicos asalariados. Veamos en qué condiciones ejercieron su profesión. En España existían dos modalidades de contrato que regulaban las obligaciones de un facultativo con el municipio que contrataba sus servicios. Los denominados contratos cerrados, que obligaban al médico a asistir a todos los vecinos de la localidad por el salario fijado, y los contratos abiertos, en los que el médico sólo estaba obligado a prestar asistencia a los vecinos pobres del lugar y a los enfermos ingresados en los hospitales de su patronato. En general los contratos abiertos fueron los habituales en los núcleos urbanos, donde las autoridades municipales sólo tenían que asegurar la asistencia sani- LA HUELLA DE GASPAR CASAL taria de los sectores más menesterosos de la población. Al resto de la población el médico titular podía cobrarle las visitas o suscribir con ellos una iguala. Por el contrario, los contratos cerrados estuvieron más extendidos en el medio rural, un tipo de localidades donde por su menor censo un único facultativo cubría las necesidades asistenciales de toda su población. La cláusula de asistir a todo el vecindario por el salario establecido, implicaba que en estas poblaciones sólo podía ejercer el facultativo contratado10 . Sin embargo hubo ciudades que optaron por la fórmula de los contratos cerrados. Fue el caso de Oviedo, que al menos a principios del siglo XVIII obligaba a sus dos médicos titulares a asistir “a los Hospitales de que dichos señores Justicia y Regimiento son patronos, y a los pobres y más vecinos de esta Ciudad, yentes y vinientes a ella y su Concejo”11. Estas cláusulas impedían a los dos médicos de la ciudad cobrar las visitas que realizaban, tanto a los vecinos como a los forasteros, por lo que su única fuente extraordinaria de ingresos era la asistencia prestada a los vecinos de los pueblos y aldeas vecinas. Aunque en estos casos las retribuciones del médico eran más altas, los 5.500 reales anuales que percibían Francisco Dorado y Diego Serrano de Paz en 1705 no pueden calificarse de un buen salario. En esas mismas fechas el ayuntamiento de Trujillo (Cáceres) abonaba una retribución anual de 8.800 reales a Francisco Ruiz de Cenzano, médico de esta ciudad, que tenía un tipo de contrato similar al de los facultativos de Oviedo. La mayor población de Oviedo (unos 5.200 habitantes en 1705) y la reducía cuantía del salario, explica que Diego Serrano solicitara al ayuntamiento de Oviedo un incremento de sus retribuciones hasta 8.800 reales al año. Para entender las dificultades de los ayuntamientos para acceder a este tipo de peticiones, resulta necesario comentar la procedencia de los fondos con que se abonaban los salarios de los médicos. Generalmente se hacía con cargo a los bienes de propios, unos fondos procedentes del arriendo de bienes patrimoniales del Concejo (montes, prados, huertas, molinos, hornos, tabernas, etc.) o de rentas y derechos municipales de índole muy diversa (oficios públicos, censos o tasas). Con ellos se cubrí- 26 27 MÉDICOS ASTURIANOS... an los numerosos gastos colectivos del municipio (salarios de empleados públicos, sanidad, obras públicas, festividades religiosas etc.) y se pagaban diferentes contribuciones. Sin embargo, en el siglo XVIII el Estado incrementó las cargas y tributos de los ayuntamientos españoles, situación que mermó su capacidad económica y determinó una reducción del presupuesto destinado a cubrir los salarios de sus profesionales sanitarios12. Pero además, esta falta de liquidez dio lugar a retrasos en el abono de los salarios y situaciones de impago. Este tipo de incidentes estuvieron muy extendidos por toda España y explican la elevada casuística de pleitos interpuestos por los médicos contra los ayuntamientos por el impago de sus salarios. También fueron la razón de la intensa movilidad de los médicos, que en estas circunstancias no dudaban en abandonar la localidad en busca de una plaza mejor remunerada. En esta situación de estrechez económica se vio el ayuntamiento de Oviedo a principios del siglo XVIII. Ante las reclamaciones de Antonio Nanclares Gamboa (uno de los dos médicos titulares de la ciudad) por el impago de su salario, las autoridades municipales acordaron “se le fuera pagando con la renta del Horno de la Plaza”. Sin embargo el arrendatario de dicho horno no cumplió con los pagos ordenados, situación que obligó a Nanclares a abandonar la ciudad y trasladarse a Gijón. Todavía en 1705, siendo ya médico titular de esta ciudad, reclamaba al ayuntamiento de Oviedo los 5.940 reales que le adeudaba por sus años de ejercicio en la capital del Principado13. Su compañero Diego Serrano de Paz, a quien el ayuntamiento también debía parte de su salario, optó por dejar de pagar la renta de la casa en que vivía, propiedad del Ayuntamiento, como forma de compensar estos impagos. Cuando los fondos de Propios eran insuficientes los ayuntamientos recurrían a diversos mecanismos para hacer frente a sus gastos, eso sí siempre con la preceptiva autorización del Consejo de Castilla. El repartimiento vecinal o la imposición de arbitrios o tributos de carácter extraordinario fueron los más extendidos. Estos impuestos eran muy impopulares, pues gravaban a todo el vecindario sin distinción de estados o nivel de renta. En la primera mitad del siglo XVIII, el ayunta- LA HUELLA DE GASPAR CASAL miento de Villaviciosa había obtenido licencia del Consejo para imponer un arbitrio “de un real en carga de avellanas, un maravedí en cuartillo de vino, y un cuartillo en carga de nuez”, para hacer frente al salario de su médico. A través de este medio Juan de Noriega, facultativo de la villa en 1753, percibía los 2.800 reales de su salario, cantidad a la que añadía otros 500 reales por las visitas que hacía (“pulsos y apelaciones”) a los vecinos de localidades cercanas14. A mediados del siglo XVIII la situación había cambiado poco. Los comentarios que hacía Feijoo son más que acertados a la luz del reducido número de facultativos que ejercían en el Principado de Asturias (sólo siete) y de la cuantía de sus estipendios15. El peor retribuido era el médico de Avilés, a quien “por salario y pulsos sueltos” le calculaban unos emolumentos de 3.514 reales al año. Joaquín de Urquía, médico titular de Gijón, tenía un salario de 4.000 reales a los que sumaba otros 1.500 reales “por las visitas y consultas” que hacía. En esas mismas fechas Oviedo contaba con dos médicos, Juan Bautista Durán, médico titular de la ciudad, y Simón Santos Méndez, médico del Cabildo. El primero tenía un salario de 6.600 reales a los que añadía otros 900 reales “por las curaciones y pulsos sueltos”. Por su parte, Simón Mateos recibía 6.000 reales de salario del Cabido, cantidad que en su caso se incrementaba con los 1.780 reales que obtenía de sus consultas privadas. Las diferencias en lo que percibían Durán y Mateos por el ejercicio libre de su profesión, pone de relieve la importancia de la experiencia profesional y de las redes sociales a la hora de contar con una clientela adinerada. El caso de Gaspar Casal puede servirnos de ejemplo para ilustrar estas situaciones. En el verano de 1717, tras varios años de ejercicio en Madrid, llegaba a Oviedo donde ejerció durante 34 años, primero como médico de la ciudad (1720 a 1729) y después del Cabildo, puesto que dejó en 1751 para trasladarse a la Corte. Su prestigio profesional y la amistad con personalidades de la talla de Benito Jerónimo Feijóo, le permitieron alcanzar la confianza de los “ricos y poderosos”, la mejor acreditación para aumentar su clientela. La extracción social de las familias que visitaba revela el prestigio, respetabilidad y notabilidad pública que alcanzó. En su Historia Natural y Médica de el Principado de 28 29 MÉDICOS ASTURIANOS... Asturias (Madrid, 1762) encontramos los nombres de muchas de ellas: el Marqués de Camposagrado, familia que hasta 1721 era asistida por Francisco Dorado, el Marqués de Santa Cruz de Marcenado, el Marqués de San Esteban (residente en la villa de Gijón), el Marqués de Vallecerrato, las familias de los regidores Argüelles, Hevia o Toro, la de José García de la Cruz (Oidor de la Real Audiencia a la que ya visitaba en 1723) o las de altos cargos de la Administración. Son asimismo numerosas las referencias a la asistencia de enfermos de otras localidades que contaban con médicos como Gijón, Avilés o Llanes, unas consultas que confirman el prestigio que alcanzó16 . Es evidente que el éxito de Casal repercutió en la actividad profesional del resto de los médicos del Principado (especialmente de Francisco Dorado), que tuvieron que ver mermados sus ingresos ante la arrolladora competencia de Gaspar Casal17 . Pero junto a esa minoría de médicos que, como Casal, alcanzó una mayor proyección científica y social, ejercían en España centenares de facultativos con trayectorias profesionales muy diferentes. Unos individuos completamente desconocidos para los historiadores, invisibilidad que no se corresponde con la importancia de la labor que desarrollaron. No olvidemos que sobre ellos recayó la asistencia médica de amplios sectores de la población española. Esbozar un perfil sociológico de estos facultativos resulta una tarea sumamente compleja; sus circunstancias personales, familiares y profesionales fueron muy distintas. Junto a los que alcanzaron un lugar preeminente en la ciudad o villa en la que ejercieron, hubo otros, la mayoría, que llevaron una vida oscura y no exenta de problemas. Como hemos visto, traslados de residencia en busca de una plaza mejor remunerada (como en el caso de Antonio Nanclares) o recursos y pleitos interpuestos contra los municipios que les habían contratado por el impago de sus salarios, fueron situaciones habituales que atestiguan las dificultades que atravesaron muchos médicos españoles. Un aspecto interesante es el relativo a la procedencia familiar de estos médicos. El coste de los estudios universitarios determinó que la mayoría pertenecieran a familias con una saneada situación económica: LA HUELLA DE GASPAR CASAL propietarios rurales y urbanos, funcionarios y miembros de la Administración, profesionales liberales, grupos hidalgos y, en general, clases intermedias con cierta solvencia económica. A su lado estaban los miembros de grupos inferiores, que buscaban ascender en la escala social a través de estos estudios. Los gastos de la matrícula, con ser elevados, se incrementaban cuando el futuro médico debía trasladarse fuera del domicilio paterno18. Aunque la Universidad de Oviedo se fundó en 1604 carecía de Facultad de Medicina, circunstancia que obligó a los médicos asturianos a formarse fuera del Principado, generalmente en Valladolid y Salamanca. Aquéllos que, como Carlos Castañeda, procedían de familias más modestas tuvieron que buscar medios para hacer frente a estos desembolsos. Algunos de estos estudiantes entraban al servicio de otros de mayor fortuna y les servían de criados, mientras que otros costeaban sus estudios impartiendo clases19. Estos gastos, con ser cuantiosos, se incrementaban notablemente cuando las ambiciones profesionales del médico le llevaban a seguir la carrera académica. Los cerca de 17.000 reales que tuvo que pagar Francisco Ovando (que llegó a ser catedrático de Pronósticos en la Universidad de Salamanca) por los gastos de “grado de Licenciado por la Capilla de Santa Bárbara” y del grado de Doctor, representaban una suma cuantiosa que frenó las ambiciones académicas de muchos médicos. Por este motivo la mayoría abandonaba la Universidad al concluir sus estudios, para iniciar una carrera profesional muchas veces azarosa y generalmente mal retribuida. El asturiano Carlos Castañeda fue médico en las localidades segovianas de Abades, Coca y la ciudad de Segovia antes de ocupar la plaza de médico titular de Oviedo en 1732. Y el también asturiano Simón Santos Menéndez fue facultativo de Avilés hasta 1736, fecha en que se trasladó a Oviedo donde ejerció la profesión durante 38 años20. Pero a su lado encontramos algunos médicos, una minoría, que movidos por otras ambiciones permanecieron en la Universidad, donde desarrollaron una doble actividad docente y asistencial. Veámoslo. 30 31 MÉDICOS ASTURIANOS... 2. Juan Francisco Gonzále z Cer nuda (1713-1793): Un ast ur iano en Salamanc a Juan Francisco González Cernuda nació el 20 de diciembre de 1713 en el lugar de la Ordovaga, pequeña localidad asturiana perteneciente al concejo de Navia, y era el segundo de los cinco hijos del matrimonio formado por Pedro González Suárez de Cernuda y María García de la Cuesta, ambos de condición hidalga y naturales y vecinos de dicho lugar21. La trayectoria que siguieron los cinco hermanos fue la habitual entre los miembros de la pequeña nobleza: el primogénito, heredero del linaje, permaneció toda su vida en Ordovaga al frente de la hacienda familiar; Juan Francisco siguió el camino de muchos segundones y fue enviado a estudiar a Salamanca, mientras que María, la única mujer, contraía matrimonio con otro miembro de la hidalguía asturiana. Los otros dos hermanos fallecieron en edad temprana. González Cernuda llegó a Salamanca en el otoño de 1735 para iniciar los estudios universitarios y en esa fecha las fuentes consultadas le describen como un joven de “pelo castaño, ojos garzos, con una cicatriz en la nariz”22. En 1737 obtenía el grado de bachiller en Artes, requisito necesario para ingresar en una Facultad mayor, y ese mismo año iniciaba sus estudios de Medicina, que concluyó en 1741. Durante sus años de estudiante se alojó en casa de Diego de Torres Villarroel, con el que llegó a mantener una estrecha relación. Pero a diferencia de otros compañeros de aula que abandonaron la Universidad para ejercer la Medicina, González Cernuda tenía otro horizonte más ambicioso. Sus aspiraciones académicas le llevaron a realizar las prácticas docentes necesarias para obtener los grados mayores, imprescindibles para cuantos querían seguir la “carrera de cátedras”. El 25 de noviembre de 1745 realizaba el examen para licenciado en la Capilla de Santa Bárbara y un año más tarde, el 2 de diciembre de 1746, alcanzaba el grado de doctor. Unos títulos que le permitieron formar parte del selectivo cuerpo docente del Estudio salmantino, en el que ingresó en 1747. Al iniciarse el siglo XVIII existían dos tipos de cátedras en la Facultad de Medicina: las de propiedad (Prima, Vísperas y Pronósticos) y las denominadas cursatorias (Método, Simples, Anatomía y la de LA HUELLA DE GASPAR CASAL Partido Mayor). Mientras las primeras eran provistas por el Consejo Real previo informe de la Universidad, las cátedras cursatorias se cubrían mediante votación en los claustros plenos. Por regla general, la carrera docente se iniciaba en la cátedra de Partido Mayor y concluía en la de Prima, la de mayor prestigio y proyección y, también, la mejor remunerada. El sistema de provisión de las vacantes mediante ascenso de los catedráticos que regentaban las cátedras de menor categoría, pone de manifiesto el carácter endogámico de la Universidad y explica que la antigüedad y experiencia docente fueran los mecanismos habituales en la carrera académica. En este marco se desarrolló la vida universitaria de González Cernuda. En enero de 1747 fue nombrado catedrático de Partido Mayor y en el mes de noviembre de ese mismo año solicitaba su promoción a la cátedra de Anatomía, que había quedado vacante. González Cernuda ocupó este puesto docente hasta 1750, en que fue nombrado catedrático de Simples. En enero de 1760 accedía a la cátedra de Método y en junio de ese mismo año fue nombrado catedrático de Pronósticos. Sin embargo, a partir de 1768 dejó de asistir a los claustros y actos literarios de la Universidad, conducta que algunos compañeros de claustro calificaron de “thema o manía” y otros de “mucha y refinada malicia”. De este comportamiento encontramos testimonio en los Libros de Claustro, donde se discutió varias veces sobre sus ausencias y conducta irritable, así como de la opinión de algunos de sus compañeros más cercanos de tratarle “como a enfermo”23. Una conducta de la que él se exculpaba alegando “justas causas”. Como veremos más adelante, la muerte de su segunda mujer fue la causa de este comportamiento, que le llevó a descuidar unas obligaciones que inevitablemente implicaban un mayor trato social. Estos problemas frenaron su carrera académica y hasta 1779 no consiguió la promoción a la codiciada cátedra de Prima. Los sucesivos matrimonios de González Cernuda permiten constatar no sólo su afianzamiento social, sino también los valores y mentalidad de una sociedad. El contar con una formación universitaria favoreció que algunos médicos realizaran ventajosos matrimonios cuando lle- 32 33 MÉDICOS ASTURIANOS... gaban a una localidad, especialmente si iniciaban su carrera profesional en el medio rural. Unos lazos que en el seno de la sociedad del Antiguo Régimen proporcionaban poder económico e influencia social. En Salamanca, por el contrario, la mentalidad al respecto era diferente. La tradición universitaria de la ciudad y el menor prestigio de la Medicina frente a los estudios de derecho, explica las dificultades de los médicos recién graduados para establecer alianzas familiares con los grupos de poder local, especialmente si carecían de un patrimonio familiar que asegurase el estatus social de su futura esposa. Lo comprobamos en el caso de González Cernuda, casado en primeras nupcias con la salmantina Manuela de Cueñas. Aunque la información recabada sobre esta mujer es escasa, la parroquia a la que pertenecía y el hecho de fallecer ab intestato “por hallarse muy pobre de calidad”, hacen suponer que la posición económica de su familia era modesta24 . Sólo cuando el médico contaba ya con una carrera académica y profesional consolidada, las reticencias hacia estos enlaces eran menores. Lo observamos en los casos de segundas y terceras nupcias, en los que la futura esposa tenía ya garantizado un estatus social más relevante. En 1753, cuando ya regentaba la Cátedra de Simples, González Cernuda contraía segundas nupcias con Ana Mª Hernández Ayllón, hija de un acaudalado platero de la ciudad. El matrimonio constituyó una clara estrategia para mejorar su posición económica, elemento decisivo en los procesos de ascenso social. La dote de 30.000 reales que aportó la mujer a este matrimonio, le permitió disfrutar de una situación económica que difícilmente habría alcanzado con su actividad docente y asistencial. En esas fechas sus ingresos anuales ascendían a 3.200 reales, cantidad que incluía el salario que recibía de la Universidad, y tenía dos sirvientes: un criado varón de 12 años (“mi criado para la mula”) y una criada25. El enlace supuso una mejora sustancial en su nivel de vida y le permitió reforzar sus vínculos con el estamento universitario, gremio al que pertenecían dos hermanos de su mujer. La muerte de Ana Mª Hernández Ayllón en enero de 1768, que también falleció sin dejar descendencia, le afectó profundamente. En esa fecha ya era catedrático de Pronósticos y a tenor del testamento de LA HUELLA DE GASPAR CASAL su mujer, gozaba de una buena situación económica26. Ana Mª Hernández Ayllón era propietaria de cinco casas en la ciudad, que dejaba a una sobrina, junto a otros bienes que pasaron a su marido. El matrimonio pertenecía a la parroquia de San Martín, zona de residencia de la oligarquía local, y tenía tres sirvientes (un criado varón y dos criadas), uno más que en 1753. Conviene recordar que en la España del siglo XVIII el contar con sirvientes era un signo de riqueza y su número reflejaba el estatus social de una familia. Lo que diferenciaba a las clases acomodadas era precisamente su número, pues suponía cierta especialización y división de tareas dentro de la casa. Eiras Roel estima en tres el número mínimo de servidores que permiten situar a un individuo dentro de la élite, juicio que matiza Sarasúa al indicar que de estos tres o cuatro sirvientes al menos uno de ellos debía ser un varón27. Respecto al número de servidores de los médicos españoles, sólo una minoría tuvieron tres o más criados. De los siete facultativos que ejercían en Santiago de Compostela a mediados del siglo XVIII, sólo uno tenía tres sirvientes. De los que desarrollaron su actividad en Extremadura, Manuel Muñoz de la Breña (médico de Plasencia) fue el facultativo que contó con un mayor número de servidores (cuatro criados y un escribiente). Y entre los compañeros de Facultad de González Cernuda, el que gozó de un estatus más elevado fue el catedrático de Prima de Medicina José Parada Figueroa, que en 1753 tenía cuatro sirvientes (un criado varón de 13 años y tres criadas). Estos datos son importantes para valorar la posición social y el nivel de renta de González Cernuda, un hombre que a raíz de la muerte de su segunda mujer se dedicó a la lectura y al estudio, invirtiendo grandes sumas en la adquisición de libros. Pero antes de comentar su apasionamiento por la lectura, sigamos con su vida más íntima y personal. En 1778, a la edad de 65, contraía terceras nupcias con Mª Ramona de Arana, natural de la villa de Bergara (Guipúzcoa), matrimonio celebrado en la Parroquia de Santa Cruz de la villa y corte de Madrid. Esta unión fue muy distinta a las anteriores y nos permite valorar la importancia de otros factores, de índole más personal. Muy posiblemente el deseo de asegurarse una des- 34 3. Escenografía de un estilo de vida En 1776, unos meses antes de celebrarse este enlace, González Cernuda realizaba un inventario con los bienes que aportaba a este matrimonio29. Un tipo de documento de gran valor para la historia de la cultura material, al permitirnos penetrar en la intimidad de un hogar y ahondar en las condiciones de vida. Ahora bien, las características de la vivienda y el conjunto de bienes y enseres que albergaba no sólo reflejan una condición social y un nivel de renta. Un determinado ‘modelo de casa’ habla también del universo mental de una sociedad, de sus valores e intereses. En este sentido resulta necesario advertir el cambio de mentalidad registrado en España a lo largo del siglo XVIII. La importancia de las apariencias exteriores, de emular a los estamentos privilegiados, la necesidad de la admiración ajena y una vanidad cada vez más extendida, dio lugar a cambios significativos en la vivienda, la cultura material doméstica y en los patrones de consumo de los sectores más acomodados. Al mismo tiempo, la extensión de una nueva manera de relacionarse determinó la extensión de espacios para las relaciones sociales, donde se organizaban comidas, se recibía o se realizaban tertulias. 35 MÉDICOS ASTURIANOS... cendencia fue determinante en este nuevo enlace, que llevó a cabo con una mujer bastante más joven que él pero, a tenor de la dote que aportó, con un nivel de riqueza muy inferior al suyo. Al igual que veíamos con el número de sirvientes, la cuantía de las dotes que aportaban las mujeres al matrimonio permiten ponderar la posición económica de una familia. Mª Ramona de Arana aportaba una dote de 7.035 reales, cantidad que podemos considerar baja si se compara con el importe de los bienes dotales de Ana Mª Hernández Ayllón (30.000 reales) o los de otras esposas de catedráticos de Medicina de Salamanca28. Para asegurar este enlace, González Cernuda hizo una donación de 50.000 reales a su futura esposa, cantidad que depositó en “un fondo vitalicio” de Madrid. Dos años más tarde nacía José Mariano González de Arana, el único hijo del matrimonio. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Los estudios realizados sobre las viviendas españolas en el Antiguo Régimen, han permitido establecer unas tipologías básicas atendiendo a criterios socioeconómicos (nivel de renta y cualificación profesional de sus moradores)30 . La mayoría de la población urbana residía en casas pequeñas con un reducido número de habitaciones, mientras que las viviendas de esa minoría que disfrutó de una posición acomodada se caracterizaron por su amplitud y la especialización de las diferentes estancias. La ‘sala principal’, la ‘pieza de comer’, el gabinete, la antesala, la alcoba, la cocina, etc. cumplían funciones específicas, con un mobiliario acorde a su finalidad y permitían diferenciar entre los espacios dedicados a la sociabilidad del ámbito de lo privado. El hecho de que los inventarios se hiciesen recogiendo los objetos de cada una de las habitaciones que tenía la casa, nos permite conocer la organización del espacio doméstico. Conviene advertir que estos inventarios se hacían siempre desde adelante hacia atrás y, en el caso de que la vivienda tuviera más de un piso, de abajo hacia arriba. Por ello, la descripción de las estancias se iniciaba con las habitaciones que daban acceso a la vivienda (las de mayor categoría) y terminaban por las situadas en la zona posterior, donde se situaba la cocina y las habitaciones destinadas al servicio. El detalle con que se inventarió el mobiliario de las diferentes habitaciones que componían la vivienda de González Cernuda y la minuciosa descripción de todos los objetos y enseres que albergaba la casa (incluida la ropa), proporciona una excelente radiografía de la vida cotidiana de un médico acomodado. La amplitud de la vivienda (con un total de 12 habitaciones) y la existencia de espacios bien diferenciados sitúan a nuestro hombre entre la naciente burguesía31. La primera dependencia que se describe es el “cuarto donde se come”, una estancia poco habitual en los hogares españoles y que constituye un elemento de diferenciación social32. La “sala de estudio” era la que albergaba la biblioteca y su escaso mobiliario (dos mesas con cerradura, una silla, los estantes de la librería y una “grada de tres pisos”) acredita su uso exclusivo como espacio destinado al estudio y la lectura. A su lado se encontraba la alcoba, donde la cama de nogal con su dosel y colgaduras de damasco atestigua su acomodada posición. 36 37 MÉDICOS ASTURIANOS... La introducción de nuevos hábitos higiénicos entre los sectores más acomodados se advierte en la presencia de una “caja de servicio”, un tipo de enseres poco habituales en la España del siglo XVIII. La “antesala”, la siguiente de las estancias descritas, era una estancia situada antes de la sala principal y servía de paso a todos los que entraban en la casa. La importancia de la ostentación y las apariencias a que antes nos referíamos, hizo que se cuidara de manera especial su decoración. La antesala de González Cernuda estaba ricamente amueblada, como correspondía a un hombre de su posición. La estancia albergaba un aparador donde se colocaba la vajilla, un “escaparate con sus cristales” para guardar la cristalería colocado sobre una mesa de nogal, dos escritorios de nogal con incrustaciones de concha colocados sobre dos bufetes asimismo de nogal, una mesa también de nogal, un escaño, varios taburetes “de moda”, una mesita de charol “con sus pies torneados”, un biombo de diez bastidores forrados en seda y un escaparate “con el misterio de San José” con puertas de cristal. La habitación estaba decorada con seis cornucopias “con sus espejos dorados”, dos cuadros de motivo religioso y un espejo. A su lado se encontraba la “sala principal”, una estancia que constituía el centro de su vida social. Su decoración seguía los modelos marcados por los usos y modas de la época: un conjunto de sillas de nogal tapizadas en damasco colocadas contra las paredes, junto a una mesa donde se servían los ágapes. Tres cornucopias “con sus espejos dorados”, dos cuadros religiosos, reflejo de la mentalidad sacralizada de la sociedad española, junto a dos espejos y las cortinas de damasco que cubrían las ventanas, completaban la decoración de esta estancia. Junto a la profusión de mobiliario, conviene destacar la novedad de algunos de estos enseres, acordes a los gustos más refinados de la naciente burguesía. La variedad de escritorios, escaparates, muebles auxiliares, biombos o la presencia de cornucopias y espejos en las estancias principales (unos objetos que en opinión de García Fernández “sólo aparecían en los ámbitos urbanos privilegiados”), muestran el cambio de mentalidad operado en las sociedades urbanas33 . Una ostentación que también se advierte en las maderas nobles de los muebles (nogal o LA HUELLA DE GASPAR CASAL caoba, nunca pino), en las camas con doseles y colgaduras o en las sillas, ricamente tapizadas. Otro de los elementos definitorios de la posición social era el número de arcas y cofres, un tipo de muebles que servían para guardar todo tipo de ropas y objetos de valor. González Cernuda tenía un total de 12 cofres, baúles y arcas, que guardaba en la denominada “sala de los cofres”. Una habitación en la que se amontonaban otros muebles del tipo de dos escritorios, una mesa de pino, una cama, un catre y un oratorio de campaña. La vivienda de González Cernuda contaba con un “cuarto del pasante”, habitación destinada a alojar a los bachilleres que realizaban a su lado los dos años de práctica médica. Su mobiliario (una cama de tablas, un bufete de nogal, dos arcas y dos taburetes) permitía satisfacer las necesidades básicas de quien la ocupaba. El resto de dependencias que completaban la casa eran la antecocina (que hacía las veces de almacén y despensa), la cocina (universo de ollas, sartenes, peroles, calderos y loza variada), el cuarto de las criadas (amueblado de forma austera para subrayar las diferencias sociales), el corredor (galería donde se amontonaban muebles y objetos de muy diversa índole) y la panera. Esta última era una dependencia frecuente en las casas de los más acaudalados y servía para guardar el grano procedente de sus explotaciones agrarias o de las rentas que percibían por el ejercicio de su profesión. En el caso de los médicos, la extensión de las retribuciones en especie determinó que guardasen en las paneras de sus casas importantes cantidades de trigo y cebada, que en ocasiones representaban sumas cuantiosas34 . En el caso de González Cernuda estos frutos, procedentes de “salarios de particulares y comunidades”, alcanzaban un valor de 5.000 reales. A estos bienes hay que sumar las “176 onzas de plata” que guardaba en su casa y los 5.240 reales que tenía en “dinero y débitos favorables”. La cantidad era reducida, pero debemos tener en cuenta que en esas fechas había donado nada menos que 50.000 reales a la que habría de ser su tercera mujer. La presencia de objetos destinados a la higiene, calefacción e iluminación permiten ponderar el grado de confort de la vivienda. Por lo que respecta al mobiliario y enseres destinados a la higiene personal, 38 39 MÉDICOS ASTURIANOS... González Cernuda tenía una “caja de servicio” (colocada en su alcoba), una artesa de baño y un lavamanos, estos últimos en el corredor. Dos peinadores “con toalla” y 17 “paños de manos” (dos de ellos adornados con encaje) completaban el ajuar destinado a este fin. La calefacción de los hogares se conseguía con braseros, calentadores y chimeneas. Los primeros eran objetos muy populares, pero lo que diferenciaba a los grupos sociales era el material de que estaban hechos, latón en el caso de los más menesterosos y cobre en el caso de las clases acomodadas. González Cernuda contaba con cuatro braseros, tres de cobre y otro de latón, con sus correspondientes cajas, y un calentador. La iluminación, generalmente precaria, se conseguía con candeleros, velones o lámparas y una vez más el producto empleado (sebo o aceite entre los sectores populares y cera en el caso de los grupos más acomodados) marcaba las diferencias sociales. En el inventario de bienes de González Cernuda se recogen ocho bujías (candeleros con velas de cera blanca), un velón de pantalla, otro velón de cuatro mecheros y cuatro palmatorias con sus velas35. En este recorrido por el interior de la vivienda de González Cernuda nos hemos acercado al modo de vida de un médico que, gracias a su carrera académica y a su segundo matrimonio, había alcanzado una saneada posición económica. Las dimensiones de la vivienda, la especialización en el uso de las estancias, la profusión de mobiliario y el atrezzo de su hogar, le permitió disfrutar de un nivel de confort que podemos considerar alto para la época. Las sábanas de hilo, almohadas “de lienzo fino con encajes”, “paños de mano”, mantelerías y servilletas, hablan por sí solas de un grado de refinamiento propio de los grupos privilegiados. En este deseo de reconstruir la vida cotidiana de González Cernuda, resulta de interés detenernos en su ropa más personal y acercarnos a través de ella a la imagen que proyectaba nuestro hombre, a su forma de presentarse en la sociedad. La importancia de las apariencias exteriores que comentábamos, junto a una vanidad cada vez más extendida, está detrás del aumento del consumo de ropa de vestir registrado en España en la segunda mitad del siglo XVIII. Una cultura en la que se advierte LA HUELLA DE GASPAR CASAL la influencia francesa de vestir “a la moda”, de llevar ropas de colores vivos y productos textiles más novedosos, que únicamente estaban al alcance de los sectores más acomodados. Esta mentalidad se detecta no sólo en el mayor consumo de prendas para “aparecer en público”, sino también en la ropa interior36. En este tipo de análisis interesa tanto la tipología de las prendas y su número como los tejidos empleados para su confección, al permitir ponderar elementos como el poder adquisitivo, refinamiento, vanidad, ostentación y hábitos higiénicos. El hombre vestía con camisa, casaca y calzones, vestimenta que completaba con chaleco, corbata y capa. Los calzones eran la prenda utilizada a modo de pantalón para cubrir el cuerpo “desde la cintura hasta las corvas”. Los más caros estaban confeccionados de terciopelo o seda, aunque los había también de paño, lana o gamuza. La casaca (chupa) era un vestido “ajustado al cuerpo” que llegaba hasta las rodillas y se colocaba sobre la camisa. Tradicionalmente se confeccionaba de lana, paño o seda, aunque en el siglo XVIII fueron extendiéndose tejidos más novedosos como el “mué” (seda procedente de Francia) o el “carro de oro” (género importado de Flandes muy apreciado en la época). Su carácter más ‘refinado’ y su mayor precio ya eran de por sí definitorios de una cierta posición social. La influencia francesa trajo también un cambio en el color y el traje negro, que habían mantenido los hombres hasta 1740, dio paso al verde, azul, “rosa seca” o “tabaco” 37. A tenor de los colores de sus casacas, González Cernuda vestía a la moda. Estos sectores adornaban los vestidos con botonadura y galones de oro o plata y hebillas en los zapatos, aderezos que reforzaban la imagen de distinción. Las casacas generalmente iban forradas y aquí también el tejido empleado variaba en función de la capacidad adquisitiva y de la temporada en que se iban a utilizar. Los había de lana, seda, sarga (tipo de lana más fina) o bien de una simple tela. González Cernuda tenía seis vestidos “nuevos y en buen uso”: tres de “carro de oro” (dos de ellos con galón y botonadura de plata), otros dos de “mué” (uno con galones y botonadura de oro y el otro de plata) y dos de paño, además del traje académico y otros dos vestidos que en el inventario aparecen entre la “ropa vieja”38. Para los actos y ceremoniales universitarios tenía una 40 41 MÉDICOS ASTURIANOS... casaca de terciopelo negro forrada en lana “con dos pares de calzones”, atuendo que se completaba con una “capa de golilla en paño de Segovia negro” y la muceta de terciopelo “forrado en raso pajizo”, el color de Medicina. Posiblemente reservaba para este traje los botones de oro “embutidos de diamantes” que, por su elevado precio (600 reales), eran un complemento que reforzaba su posición. Camisas, chalecos, corbatines y capas completaban la vestimenta de los hombres del Antiguo Régimen. Las camisas de algodón o hilo ricamente adornadas con chorreras y encajes que asomaban por debajo de la casaca o vestido, fue otra de las novedades que llegaron de Francia. Una moda que también siguió González Cernuda, que tenía 30 camisas (diez de ellas con “vueltas y puntillas”) de algodón o hilo. Sobre ellas se colocaban los corbatines (tenía siete) y los chalecos, una prenda que no aparece en su vestuario. La capa se colocaba sobre la casaca y se confeccionaba con tejidos del tipo de lana, paño o tafetán. Además de la “capa de golilla”, González Cernuda tenía una capa de “paño de Béjar”, otra “de paño de Segovia” y “un capote de carro de oro de color”, además de otras cuatro capas que figuran entre la “ropa vieja”. Dos batas de “indiana” (tela de lino o algodón de reciente introducción), un manguito y un “surtú” (palabra francesa introducida para designar lo que en España se conocía como “sobretodo”, prenda amplia y abierta que se colocaba para protegerse del agua), completaban el vestuario de ropa nueva y en buen uso de González Cernuda39. No debía usar peluca, pues no se recoge ninguna en el inventario. Su ausencia confirma lo que dice Desdevises acerca del uso de una “redecilla ceñida a la cabeza con una cinta”, en lugar de la peluca empolvada40 . Los estudios sobre consumo de ropa en el Antiguo Régimen advierten del cambio registrado en la ropa interior. Una nueva cultura del cuerpo condujo a un cambio sustancial de los hábitos higiénicos, que se comprueba en el mayor consumo de ropa interior entre los sectores acomodados. El auge de nuevos tejidos empleados en la confección de estas prendas como el algodón o el hilo, fue parejo al progresivo declive de la lana, género tradicional para la confección de estas prendas41. El abultado número de calzoncillos, medias (varias de seda) y calcetas o los 14 LA HUELLA DE GASPAR CASAL pañuelos de “tela y china”, ponen de manifiesto el grado de refinamiento de este médico y podemos vincularlos a unos hábitos que, todavía en esas fechas, estaban poco extendidos en España42. 4. La dimensión cultural: Libros y lecturas Sin embargo, la casa de González Cernuda nos habla también de otro tipo de inquietudes y curiosidades, en las que invirtió importantes sumas de dinero. Nos referimos a la lectura. En la España del siglo XVIII los poseedores de bibliotecas constituían un reducido grupo social integrado por miembros de la nobleza, el clero y la burguesía. En Salamanca la ‘élite cultural’ estaba integrada por los miembros del claustro universitario (para quienes los libros constituían una herramienta de trabajo) y el clero secular, poseedores de las bibliotecas más importantes de la ciudad. Conviene advertir que en 1755 los fondos impresos de la Biblioteca Universitaria ascendían a 4.846 volúmenes, muy por debajo de los que tenían algunas comunidades religiosas como el Convento de San Esteban (11.475 volúmenes) o el Colegio de la Compañía de Jesús (9.924 volúmenes)43. González Cernuda guardaba sus libros en los “los estantes de la librería” del “cuarto de estudio”. No debían ser de maderas nobles (se tasaron en 150 reales), pero sí lo suficientemente altos como para necesitar “una grada de tres pasos” para acceder a los estantes superiores. Lo primero que sorprende es el volumen de libros que reunió, excepcional para el tamaño de las bibliotecas privadas de la época: 1.071 volúmenes. Si comparamos este fondo con las bibliotecas de otros compañeros de facultad, se advierte una vocación bibliófila nada habitual en la Salamanca del Setecientos44. Únicamente entre los miembros de otras facultades encontramos bibliotecas de mayor tamaño, un descubrimiento que habla por sí solo de las inquietudes intelectuales, más pobres, de los médicos españoles. El minucioso estudio de Ángel Weruaga sobre cientos de bibliotecas salmantinas del Barroco y la Ilustración, nos permite conocer el nivel de lectura de la ciudad y los libros que reunieron personas de extracción 42 43 MÉDICOS ASTURIANOS... social y actividad profesional muy diversa. Sólo Juan Meléndez Valdés, poseedor de la biblioteca “más singular” de las estudiadas por Weruaga, superó en fondos a la de González Cernuda: 1.237 volúmenes45. Fuera de Salamanca el matemático catalán Benito Bails, figura clave en el pensamiento científico ilustrado, tenía una biblioteca de 840 volúmenes y la de Gaspar Melchor de Jovellanos superaba los 1.300. Muy por debajo de los libros que reunieron los grandes bibliófilos del siglo XVIII como Feijoo, Sarmiento, el historiador Enrique Flórez, Campomanes o Pablo de Olavide46. La biblioteca de González Cernuda estaba formada por 604 obras (1.071 volúmenes impresos más otros nueve de ‘papeles’ encuadernados), un fondo importante para la época. A diferencia de otras bibliotecas, cuyos inventarios se realizaban tras la muerte de su dueño por un librero de la ciudad junto al escribano encargado de protocolizar el documento, pensamos que este inventario fue realizado por el propio González Cernuda. El hecho de que se realizara en vida del médico y la descripción más minuciosa de la mayoría de los libros, contrasta con la escasez de datos y “el desprecio frecuente hacia el autor” de muchos inventarios de bibliotecas de la época47. A tenor de su contenido la biblioteca de González Cernuda era la de un erudito ilustrado, con un ámbito de curiosidades y lecturas muy amplias y variadas. Como es lógico predominaban las obras médicas, junto a un conjunto de obras muy variadas (historia, religión, filosofía, literatura, política, etc.) que revela un ámbito de inquietudes nada habituales en un médico. El hecho de encontrar obras de contenido muy relacionado con el ejercicio de determinadas profesiones (práctica de escribanos, cuestiones legales, práctica jurídica, sermonarios o una “preparación de la misa”) y la existencia de algunas obras que estaban repetidas, nos hace pensar en la procedencia de sus libros. En estos casos pudo tratarse de obras que formaban parte de una biblioteca que hubiese comprado en alguna almoneda, práctica habitual que permitía la adquisición de libros a unos precios inferiores a los del mercado. Sorprende también su proximidad con los jesuitas, no sólo por las obras de miembros de la Compañía (Torsellino, Segneri, Aler, Cuadros, Forti, Codorniu, Isla, Montereul o LA HUELLA DE GASPAR CASAL Verney), presentes en muchas bibliotecas, sino por guardar unos ejemplares de los Ejercicios de San Ignacio, otro de la “Regla de los Jesuitas” y un tomo descrito como “Papeles de jesuitas”. Las obras médicas eran, como ya hemos dicho, las más numerosas. Hasta 1766 se leyeron en la Universidad de Salamanca las obras de Hipócrates, Galeno y Avicena, lo que explica su presencia en la biblioteca de González Cernuda48. Asimismo encontramos textos del humanismo médico renacentista, representados en las obras de Luis de Lemus, Cristóbal de Vega, Francisco Valles, Luis Mercado, Luis Lobera, Cristóbal Pérez de Herrera, Jean Fernel, Antonio Gómez Pereira, o Leonardo Fuchs. De los médicos europeos que iniciaron la medicina moderna, tenía ejemplares de Andrés Vesalio, Fabrizi d'Acquapendente, Guillaume Baillou y “diez tomos en folio” de Gerolamo Cardano que fueron tasados en 150 reales. De la medicina española del siglo XVII encontramos representantes de la escuela de Valladolid (Gaspar Bravo de Sobremonte y Antonio Ponce de Santa Cruz), de la escuela complutense (Pedro García Carrero y su discípulo Pedro Miguel de Heredia) y algunos de los comentaristas de Hipócrates de la época como Ambrosio Núñez o Esteban Rodrigo de Castro. Las obras de Cipriano Maroja, Juan Lázaro Gutiérrez y Vicente García Salat atestiguan su interés por el tema de las fiebres y el Espejo cristalino de Alfonso Limón Montero su curiosidad por la naciente hidrología médica. También había adquirido las obras de las grandes figuras de la medicina europea del Barroco: Giorgio Baglivi, Lorenzo Bellini, François de la Boe (Silvio), Teófilo Bonet, Thomas Sydenham, Paolo Zacchias, Johann Baptista van Helmont, Thomas Willis o Johannes van der Linden. Algunas le habían supuesto una importante inversión, como los “ocho tomos en folio” de Théophile Bonet que fueron tasados en 200 reales. Si hasta donde llevamos visto la biblioteca médica de González Cernuda sorprende por la presencia de las obras más importantes de la medicina moderna, la relación de autores europeos del siglo XVIII hace que la biblioteca alcance una categoría realmente extraordinaria. Sólo de Albrecht von Haller tenía 52 volúmenes, que fueron tasados en 676 44 45 MÉDICOS ASTURIANOS... reales. Pero no era la única novedad editorial en la que había invertido una suma importante de dinero. Las obras de Hermann Boerhaave, Friedrich Hoffmann, Anton de Haën, Gerhard van Swieten, François Boissier de Lacroix de Sauvages, Lorenz Heister, Giambattista Morgagni o John Arbuthnot, revelan que González Cernuda fue un hombre atento a las novedades de la ciencia médica de su tiempo. Muchas de ellas no estaban aún editadas en España, lo que explica su elevado precio. El mayor número de autores extranjeros del siglo XVIII es una muestra más que evidente de la pobreza de la medicina española ilustrada en relación a la europea. De la renovación de la medicina española ilustrada encontramos testimonio en las obras de Martín Martínez, Diego Mateo Zapata y Francisco Solano de Luque; también había adquirido las obras de Andrés Piquer (la figura más representativa del hipocratismo ilustrado), las del cisterciense Antonio José Rodríguez o las de otros tratadistas importantes (al menos a nivel nacional) como Francisco Virrey y Mange, José Juan Antonio Baguer y Oliver y Francisco Sanz de Dios Guadalupe. Su interés por la epidemiología se comprueba en los textos de Gaspar Casal, los Avisos médicos de Antonio Pérez de Escobar; el libro sobre la viruela de José Amar o el de Juan Díaz Salgado sobre la peste. La obra de Pedro Gómez de Bedoya, la Palestra Farmacéutica de Félix Palacios o la Pharmacopeia matritensis fueron las aportaciones más importantes en relación a la hidrología y terapéutica médica, obras que asimismo adquirió49. El resto de su biblioteca estaba integrada por libros de contenido muy diverso. Destacan los de contenido religioso (la Biblia, escritos místicos, libros de oraciones, biografías de santo, devocionarios y obras de espiritualidad), testimonio de una mentalidad dominada por la dimensión religiosa. Abundan también los textos filosóficos, sin que en este apartado encontremos obras de especial relevancia. Únicamente el ejemplar de El mundo o tratado de la luz de René Descartes, obra que en Salamanca sólo se encontraba en la biblioteca del Colegio de la Compañía de Jesús y en la Universitaria50. Entre los textos históricos encontramos la Historia de los principios y establecimiento de la Iglesia de LA HUELLA DE GASPAR CASAL Bernardin de Montereul, el Compendio de la Historia de España del Padre Isla, la España sagrada de Enrique Flórez o el Compendio histórico, geográfico y genealógico de los soberanos de la Europa de Manuel Trincado. Y entre los textos literarios estaban el Quijote, dos tomos con las obras de Baltasar Gracián, seis de Quevedo, los poemas de Jacinto Polo, las comedias de Juan de Zabaleta y Agustín Moreto, junto a una pequeña colección de autores clásicos (Ovidio, Virgilio, Horacio). Los 18 tomos del Padre Feijoo (tasados en 206 reales), varias gramáticas (entre las que se encontraba la de Antonio de Nebrija) y numerosos diccionarios, vuelven a poner de relieve su faceta de erudito ilustrado. 5. El “arte de bien morir” El 5 de mayo de 1791, dos años antes de su muerte, González Cernuda otorgaba testamento51. Estaba “bueno y en pie” y, sin embargo, decidió ordenar sus últimas voluntades. Aunque la Iglesia, a través de sus predicaciones y de una copiosa bibliografía sobre el “arte de bien morir”, recordaba la conveniencia de otorgar el testamento cuando aún se gozaba de plenas facultades, la mayoría de la población lo dejaba para el último momento. Una conducta que no siguió Juan Francisco González Cernuda. En la España del siglo XVIII, los testamentos eran un acto religioso, pero también constituían un acto jurídico de distribución de unos bienes52. Y resultaba preciso ordenar ambas esferas, tanto la religiosa como la estrictamente terrenal, antes de morir53. Tanto las disposiciones relativas a los bienes como las relacionadas con el funeral o entierro, encierran aspectos de enorme valor en relación a su mentalidad y valores. Donde podemos ver mejor la mentalidad elitista de algunos médicos y sus deseos de emular a los grupos de poder, es en las disposiciones relativas a sus exequias. En la primera de todas, en la elección de sepultura. Aunque a lo largo del siglo XVIII fue cada vez mayor el número de personas que manifestaron el deseo de ser enterrados en su parroquia, los grupos privilegiados mantuvieron pautas de conducta más tradicionales y a lo largo de todo el siglo mostraron una clara pre- 46 47 MÉDICOS ASTURIANOS... ferencia por los enterramientos en conventos. A este respecto González Cernuda se mantuvo fiel a la tradición y ordenó se le enterrase en la “nueva Capilla” de la Orden Tercera, obra de nueva construcción inaugurada en 175654. Ahora bien, no todo el espacio de la iglesia tenía el mismo valor, pues era creencia extendida que los santos intercedían más eficazmente cuanto más cerca estuviera la sepultura del altar mayor55. De esta manera el lugar de las sepulturas se convirtió en un signo de posición social y explica el doble interés de González Cernuda por que se le enterrase “en la sepultura más inmediata al Presbiterio”. La elección del sayal franciscano como mortaja no constituye ninguna novedad, dada su popularidad en todas las clases sociales. Donde sí se aprecia su mentalidad más elitista es en las disposiciones relativas a su funeral y entierro. Tradicionalmente los grupos sociales privilegiados fueron más cuidadosos en el mantenimiento de las formas, pues de alguna manera contribuían a legitimar el orden establecido. En este contexto es preciso valorar la importancia de unas exequias acordes con el estatus social del finado y en función de este criterio se ordenaba todo lo relativo al ritual funerario: cortejo hasta la iglesia, campanas y cédulas en las calles y presencia de sacerdotes, monjes, cofrades y pobres con sus capas y hachas encendidas. Como no podía ser menos, González Cernuda dispuso un funeral solemne, con toque de campana, misa cantada y asistencia de “la Universidad y comunidad de capellanes de coro por médico titular de ella”, junto a las otras diez cofradías a las que pertenecía. Unas exequias propias de un hombre de su posición social. El miedo a la muerte y el deseo de agilizar la purgación de los pecados y “penitencias mal cumplidas”, hicieron que la inmensa mayoría de los testadores incluyeran una cláusula con el número de misas postmortem que deberían oficiarse por su alma. En este aspecto su conducta fue ‘moderada’, sólo 12 misas por las que debería pagarse la limosna acostumbrada. Al igual que las misas, las limosnas se convirtieron en “moneda de salvación” que satisfacía las necesidades escatológicas de la población y redundaba en beneficio de las arcas parroquiales y conventuales56. Además González Cernuda ordenaba se entregara una limosna LA HUELLA DE GASPAR CASAL de 100 reales a cada una de las seis comunidades religiosas que mencionaba. El estudio de los albaceas designados para la ejecución de lo contenido en su testamento, permite ahondar en las relaciones que mantuvieron los médicos con las élites locales. Por lo general era más de una persona la que mancomunadamente ejercía este cargo, que siempre recaía en personas de confianza del testador. La inclusión de eclesiásticos garantizaba el cumplimiento de las voluntades piadosas (misas, plegarias, ofrendas y legados), aunque algunos testadores empezaron a delegar parte de estas disposiciones en la familia. La inclusión de hombres de leyes era asimismo una práctica muy extendida como forma de garantizar el cumplimiento de las disposiciones en cuanto a sus bienes. También en esta elección González Cernuda se mantuvo fiel a las pautas que hemos comentado. En su testamento designaba a cinco albaceas: la primera su mujer, inclusión que revela el cambio registrado respecto a la consideración que tenía la familia en los siglos anteriores57. Los dos eclesiásticos (Antonio Roldán, canónigo y catedrático de Derecho Eclesiástico, y el prior de los Agustinos calzados) gozaban de alta consideración entre el clero. Completaban la relación de albaceas José Ayuso Navarro (catedrático de Lengua Griega) y Juan de Andrada (“notario de los señores del Número y Audiencia episcopal”). No aparecen regidores ni altos funcionarios de la Administración, dato sumamente revelador respecto a su círculo de amistades más próximo. Es posible que a raíz de su matrimonio con Ramona de Arana, González Cernuda no fuera bien recibido en los salones y tertulias de la ciudad. Unas relaciones que fueron cultivadas con éxito por otros compañeros de facultad, que a través de enlaces con hijas de la oligarquía salmantina consiguieron su incorporación al círculo de las élites. Sin embargo, González Cernuda había buscado esta integración mediante la acreditación de su linaje, a través de un proceso iniciado en 1767 ante la Real Chancillería de Valladolid58. Como advierte Casey no bastaba con ser rico, era necesario añadir el respaldo del honor, situación que explicaría la preocupación de las élites por alcanzar la declaración oficial de su hidalguía59. Cuando inició el proceso aún vivía Ana 48 Mª Hernández Ayllón, una mujer perteneciente a esa burguesía adinerada del Antiguo Régimen que a través de estos títulos buscó su integración social plena, entendida ésta como consolidación de una posición privilegiada. Entre 1767 y 1768 se realizaron las denominadas “probanzas” en Salamanca y en su localidad natal y en mayo de 1769 se firmaba la Real Provisión. Al poco tiempo se recibía en el ayuntamiento de Salamanca la ejecutoria expedida por la Sala de Hijosdalgos “en que se manda se le reconozca por tal Hijodalgo al Dr. D. Juan Francisco González Cernuda del Gremio y Claustro de esta Universidad”60. Un reconocimiento que en su caso llegaba tarde. Tras la muerte de su segunda mujer González Cernuda cambió sus pautas sociales y se convirtió en un hombre solitario, volcado en la lectura y el estudio. 1 También en Francia, el desarrollo de la Administración del Estado hizo que los estudios jurídicos experimentasen un auge importante, especialmente en la segunda mitad del siglo XVIII. GRECENKOVA, Martina (2004). L'itinéraire professionnel et l'univers intellectuel des bureaucrates éclairés. Histoire, Économie & Société; 4: 503-524. 2 GRANJEL, Mercedes (2009). Médicos y élites locales en la sociedad extremeña del siglo XVIII. Llull; 32 (70): 317-346. 3 Esta situación no fue exclusiva de España; en Francia, por ejemplo, idénticos motivos determinaron la escasez de médicos en las pequeñas ciudades y en las comunidades rurales. M. RAMSEY (1988). Professional and popular medicine in France, 1770-1830. Cambridge, University Press, pp. 56-57. 5 En el Memorial que remitió Vicente Crespo (médico titular de la localidad alcarreña de Brihuega) a Floridablanca encontramos una feroz crítica a este sistema de selección, que determinaba la situación de dependencia del médico respecto a los poderes locales. ASTRAIN GALLART, Mikel (2002). La práctica médica en el medio rural castellano. El Memorial de Vicente Crespo (1785). Dynamis; 22: 461-472. 49 MÉDICOS ASTURIANOS... 4 Citado por DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio (1973). Algunos datos sobre médicos rurales en la España del siglo XVIII. Asclepio; 25: 317-321. 6 La situación que comentamos no fue exclusiva de España. En Ginebra, por ejemplo, se dieron también este tipo de situaciones. Véase RIEDER, Philippe (2005). Médecins et patients à Geneve: offre et consommations thérapeutiques à l'époque moderne. Revue d'Histoire Moderne et Contemporaine; 52 (1): 39-63. 7 TOLÍVAR FAES, José (1981). Oviedo, 1705. Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, p. 116. 8 En estas cantidades se incluía el salario que recibían de la Universidad por su actividad docente. Véase GRANJEL, Mercedes (2012). Médicos y redes sociales. Mecanismos de poder de la profesión médica en el siglo XVIII. Asclepio; 62 (4): 435-465. 9 Archivo General de Simancas (en adelante A.G.S.). Dirección General de Rentas. 1ª Remesa. Respuestas Generales, lib. 369, f. 130v. 10 GRANJEL, Mercedes (2009). Ser médico en la España del siglo XVIII. Medicina e Historia. Cuarta Época; 3: 1-16. 11 Conocemos las cláusulas de estas escrituras a través de la información recogida por Tolívar Faes. Véase, TOLÍVAR FAES, José (1981). Oviedo, 1705, p. 226. 12 ARTOLA, Miguel y MARTÍN NIÑO, Jesús (1988). La hacienda. En: M. Artola (ed.). Enciclopedia de Historia de España. II. Instituciones políticas. Imperio. Madrid, Alianza Editorial, pp. 172-192. 13 TOLÍVAR FAES, José (1981). Oviedo, 1705, p. 193. 14 A.G.S. Dirección General de Rentas. 1ª Remesa. Respuestas Generales, lib. 369, ff. 449v-450r. 15 Toda la información en A.G.S. Dirección General de Rentas. 1ª Remesa. Respuestas Generales, lib. 366, ff. 159r-159v y lib. 370, ff. 81v y 409r. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 16 La relación es evidentemente más abultada que la que aquí ofrecemos. Véase CASAL, Gaspar (1762). Historia natural y médica de el Principado de Asturias. Edic. facsimilar. Oviedo, Servicio Cultural de Publicaciones del Principado de Asturias, 1988. Una minuciosa relación de estos pacientes en TOLÍVAR FAES, José Ramón (1981). Los enfermos del Dr. Casal. Oviedo, pp. 83-212. 17 Tolívar Faes proporciona noticias de la “poca simpatía” de Casal y del Padre Feijoo hacia Francisco Dorado y su hijo José. TOLÍVAR FAES, José Ramón (1981). Los enfermos del Dr. Casal, p. 129. 18 En el caso de Francisco Ibáñez Neto del Castillo y de su hermano Antonio, los gastos derivados de la estancia y estudios de Medicina en Salamanca le habían supuesto a su padre, médico titular de Cáceres, un desembolso de 18.000 reales. GRANJEL, Mercedes (2009). Médicos y élites locales en la sociedad extremeña del siglo XVIII, p. 321. 50 19 RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique (2004). Vida estudiantil cotidiana en la Edad Moderna. En: L.E. Rodríguez-San Pedro Bezares (coord.). Historia de la Universidad de Salamanca. II. Estructuras y flujos. Salamanca, Universidad de Salamanca, pp. 668-669. 20 TOLIVAR FAES, José (1976). Historia de la Medicina en Asturias. Oviedo, Ayalga Ediciones, p. 16 21 Toda la información relativa a la familia González Cernuda en Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (en adelante ARCHV). Sala de Hijosdalgo. Caja 1136.0041. 22 Archivo Universitario de Salamanca (en adelante AUSA). Registros de exámenes de estudiantes para ingresar en Facultad Mayor, lib. 554, f. 51r. A través de los Libros de Matrícula y Libros de Claustro hemos seguido su trayectoria académica. 23 Esta conducta dio lugar a dos reconvenciones (la primera en 1768 y la segunda en 1770) en las que se decidió recurrir a la sanción económica “pues es para él lo más sensible”. AUSA. Libros de Claustro, lib. 229, ff. 62r-62v y lib. 236, ff. 39v-40r, 56v-57r, 166r-168r y 200r-204r. Su carrera docente en AUSA. Posesiones de cátedras. Años 1685-1783, lib. 956. 24 El matrimonio se había celebrado en 1745, siendo González Cernuda un médico recién licenciado que se mantenía de su actividad en el Hospital General, y fue oficiado por Diego de Torres Villarroel. Manuela de Cueñas falleció dos años más tarde sin dejar descendencia. Véase Archivo Diocesano de Salamanca. Parroquia de San Isidro y San Pelayo. Libro de Casados, lib. 417/10, ff. 124r-124v y Libro de Difuntos, lib. 417/13, f. 56r. 25 Archivo Histórico Provincial de Salamanca (en adelante A.H.P. Salamanca). Catastro de Ensenada. Libro de relaciones de seglares, leg. 2057, ff. 399v-400r. 26 A.H.P. Salamanca. Protocolos, leg. 4576, ff. 278r-283v. 27 EIRAS ROEL, Antonio (1984). Las élites urbanas de una ciudad tradicional: Santiago de Compostela a mediados del siglo XVIII. En: La documentación notarial y la historia. Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, p. 122 y SARASÚA, Carmen (1994). Criados, nodrizas y amos. El servicio doméstico en la formación del mercado de trabajo madrileño, 1758-1868. Madrid, Siglo XXI, p. 104. 29 El inventario se realizó en enero de 1776, aunque no se protocolizó hasta 1778. Véase A.H.P. Salamanca. Protocolos, leg. 4584, ff. 291r-329r. 51 MÉDICOS ASTURIANOS... 28 En un trabajo anterior hemos estudiado las dotes aportadas por las mujeres de 15 catedráticos de Medicina del siglo XVIII. Si tenemos en cuenta que el importe medio de las dotes estudiadas ascendió a 21.323 reales, se constata la extracción social más modesta de la tercera mujer de González Cernuda. Véase GRANJEL, Mercedes (2012). Médicos y redes sociales. Mecanismos de poder de la profesión médica en el siglo XVIII, p. 445. 30 Véase BARREIRO MALLÓN, Baudilio (1981). Las clases urbanas de Santiago en el siglo XVIII: definición de un estilo de vida y de pensamiento. En: La historia social de Galicia en sus fuentes de protocolos. Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, pp. 465 y ss; FRANCO RUBIO, Gloria (2009). La vivienda en el Antiguo Régimen: de espacio habitable a espacio social. Chronica Nova; 35: 63-103; GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2004). La cultura material doméstica en la Castilla del Antiguo Régimen. En: M. García Fernández y Mª A. Sobaler Seco (coords.). Estudios en homenaje al profesor Teófanes Egido. II. Valladolid, Junta de Castilla y León, pp. 250-270; GONZÁLEZ HERAS, Natalia (2010). La vivienda doméstica española del siglo XVIII según los relatos de viajeros británicos. Tiempos Modernos. Revista electrónica de Historia Moderna; 7 (21): 1-30; SANZ DE LA HIGUERA, Francisco J. (2002). Familia, hogar y vivienda en el Burgos del siglo XVIII. Entre cuatro paredes, compartiendo armarios, camas, mesas y manteles. Investigaciones Históricas; 22: 165-212 y SOBRADO CORREA, Hortensio (2003). Los inventarios post-mortem como fuente privilegiada para el estudio de la historia de la cultura material en la Edad Moderna. Hispania; 63 (215): 825-861. 31 La vivienda contaba con “un cuarto donde se come”, “cuarto de estudio”, alcoba, antesala, sala principal, un cuarto para el pasante, una “sala de los cofres”, “antecocina”, cocina, un corredor, el “cuarto de las criadas” y la panera. Una distribución similar tenía la vivienda de Jerónimo Fierro Rodríguez Cobo, catedrático jubilado de Prima de Leyes que murió en Valladolid en 1751. En la ciudad de Burgos, las viviendas de burócratas y profesionales liberales tenían un promedio de 8 a 11 estancias. Véase GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2004). La cultura material doméstica en la Castilla del Antiguo Régimen, p. 268 y SANZ DE LA HIGUERA, Francisco J. (2002). Familia, hogar y vivienda en el Burgos del siglo XVIII, p. 199. 32 Los viajeros británicos que recorrieron España en el siglo XVIII criticaban la inexistencia de comedor, signo del mayor retraso en lo que a patrones de civilización se refiere. GONZÁLEZ HERAS, Natalia (2010). La vivienda doméstica española del siglo XVIII según los relatos de viajeros británicos, p. 16. 33 GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2004). La cultura material doméstica en la Castilla del Antiguo Régimen, p. 263. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 34 GRANJEL, Mercedes (2012). Médicos y redes sociales. Mecanismos de poder de la profesión médica en el siglo XVIII, p. 457. 35 El mayor precio de la cera explica estas diferencias. En el caso de los velones, la iluminación se conseguía con aceite. Era “un vaso de figura redonda, con una, dos o más narices (que llaman mecheros) colocado en una vara o espiga con su pie”. Diccionario de la Lengua castellana. Tomo sexto. Madrid, 1739. 36 Aunque el estudio se centra en el vestuario femenino, nos ha sido de gran valor el trabajo de Dávila Corona y García Fernández para comprender las pautas de consumo en relación a los tejidos y la paulatina introducción de determinados géneros que alcanzaron gran consideración. 52 DÁVILA CORONA, Rosa Mª y GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2001). El consumo de productos textiles en Valladolid, 1750-1850. Investigaciones Históricas; 21: 134-179. 37 DESDEVISES DU DEZERT, Georges (1989). La España del Antiguo Régimen. Madrid, Fundación Universitaria Española, pp. 197-198. 38 El precio en que fueron tasadas estas prendas era elevado y oscila entre los 600 reales del “vestido de carro de oro verde forrado de lana con botones y galón de oro fino” y los 200 reales de “una chupa de terciopelo negro forrada en lana”. A.H.P.Salamanca. Protocolos, leg. 4584, ff. 296v-297r. 39 El conjunto de prendas de vestir “nuevas” se tasó en 6.430 reales. 40 DESDEVISES DU DEZERT, Georges (1989). La España del Antiguo Régimen, p. 198. 41 Véase DÁVILA CORONA, Rosa Mª y GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2001). El consumo de productos textiles en Valladolid, 1750-1850, pp. 148-149. 42 González Cernuda tenía 24 calzoncillos, ocho justillos (“vestido ajustado al cuerpo a modo de jubón, de quien se diferencia en no tener mangas”), 17 pares de medias (cuatro de seda blanca, tres de seda negra y diez de lana), ocho pares de calcetas y cuatro de escarpines. 43 WERUAGA PRIETO, Ángel (2008). Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (16001789). Salamanca, Junta de Castilla y León, p. 71. 44 La biblioteca de Francisco Gómez constaba de 110 volúmenes, la de Manuel Herrera Comán 182, la biblioteca del extremeño Francisco Ovando reunía 173 volúmenes y la de Pedro Riaguas 197. En un trabajo anterior hemos estudiado otras facetas de la vida y actividad profesional de estos médicos. Sus bibliotecas serán objeto de un trabajo ulterior. 45 WERUAGA PRIETO, Ángel (2008). Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (16001789), pp. 497-499. 47 En opinión de Bennassar, estos son los principales obstáculos para el estudio de muchas bibliotecas. BENNASSAR, Bartolomé (1984). Los inventarios post-mortem y la historia de las mentalidades. En: La documentación notarial y la historia. Actas del II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada. Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, p. 141. 48 Sorprende el elevado precio de los cinco tomos en folio de “Galeno con el índice”, tasados en 100 reales. 53 MÉDICOS ASTURIANOS... 46 Véase ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, Inmaculada (2003). Libros extranjeros en la biblioteca del matemático Benito Bails (1731-1797). En: M.B. Villar García y P. Pezzi Cristóbal (eds.). Los extranjeros en la España Moderna. Tomo II. Málaga, p. 129 y SÁNCHEZ MARIANA, Manuel (1993). Bibliófilos españoles. Desde sus orígenes hasta los albores del siglo XX. Madrid, Biblioteca Nacional-Ministerio de Cultura, pp. 68-76. 49 En la biblioteca encontramos testimonio del interés que suscitó la ‘polémica del agua’, disputa en la que participaron médicos y profanos. Véase GRANJEL, Luis S. (2010). La polémica del agua (siglo XVIII). Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, pp. XIII-XXVIII. 50 WERUAGA PRIETO, Ángel (2008). Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (16001789), p. 523. 51 A.H.P. Salamanca. Protocolos, leg. 4591, ff. 890r-895r. 52 Sobre la importancia de los testamentos para la historia de las mentalidades, véase ALEMÁN ILLÁN, Anastasio (2002). Entre la Ilustración y el romanticismo: morir en Murcia, siglos XVIII y XIX. Murcia, Kiosko JMC; CHAUNU, Pierre (1984). La mort à Paris, XVIe, XVIIe, XVIIIe siècles. Paris, Fayard; GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (1996). Los castellanos y la muerte. Religiosidad y comportamientos colectivos en el Antiguo Régimen. Valladolid, Junta de Castilla y León; PASCUA SÁNCHEZ, Mª José (1984). Actitudes ante la muerte en el Cádiz de la primera mitad del siglo XVIII. Cádiz, Diputación Provincial de Cádiz; PEÑAFIEL RAMÓN, Antonio (1987). Testamento y buena muerte. Un estudio de mentalidades en la Murcia del siglo XVIII. Murcia, Academia Alfonso X El Sabio y VOVELLE, Michel (1985). Ideologías y mentalidades. Barcelona, Ariel. 53 VOVELLE, Michel (1976) Les actitutes devant la mort: problemas de mèthode, approches et lectures differentes. Annales E.S.C.; 2: 120-123. 54 Obra de Andrés García de Quiñones, la Capilla de la Orden Tercera se construyó junto al convento de San Francisco gracias a las limosnas y aportaciones de sus cofrades. VILLAR Y MACÍAS, Manuel (1887). Historia de Salamanca. Libro VIII. Edic. facsimilar, Salamanca, 1973, pp. 87-88. 55 ARIÈS, Philippe (1999). El hombre ante la muerte. Madrid, Taurus. p. 187. 56 GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (1996) Los castellanos y la muerte. p. 247. 57 Sobre este nuevo sentimiento hacia “los suyos” véase, ARIÈS, Philippe (2000) Del sentimiento moderno de la familia en los testamentos y las tumbas. En: Historia de la muerte en Occidente, Barcelona, El Acantilado, pp. 177-191. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 58 Toda la información relacionada con el proceso de hidalguía en ARCHV. Sala de Hijosdalgo. Caja 1136.0041. 59 CASEY James (2009). Los ciudadanos de Granada, 1570-1739: Familia y sociedad en la España moderna. En: E. Soria Mesa, J.J. Bravo Caro y J.M. Delgado Barrado (eds.). Las élites en la Época Moderna: La monarquía española. Vol. 1. Nuevas perspectivas. Córdoba, Universidad de Córdoba, p. 54. 60 Archivo Municipal de Salamanca. Actas de Sesiones, lib. 3048/154, f. 194r. 54 ENIGMAS Y CERTEZAS EN LA BIOGRAFÍA DE GASPAR CASAL. Sobre la vida y la personalidad de Gaspar Casal no se ha dicho todo aún. Pese a que se saben bastantes cosas sobre este ilustre médico español afincado en Asturias, existen enigmas sobre su vida aún no descifrados. Nos limitaremos aquí a analizar dos órdenes de hechos; por un lado los datos conocidos, demostrados y corroborados sobre la biografía de Casal; y por otro, todos aquellos episodios oscuros, no suficientemente conocidos y hasta truculentos de su vida. Sobre Gaspar Casal se ha escrito mucho, de tal modo que la biografía sobre su vida y su obra es amplísima, ocupándose de múltiples cuestiones. Pero poco se ha añadido a lo que ya se sabía hace muchos años. En efecto, cuantos se ocuparon de él han insistido en su capacidad de observación y su escasa afición a especulaciones infundadas, aportando pocos datos objetivos. Desgraciadamente no disponemos de un retrato de Casal aunque sólo fuese literario, para poder reconstruir algo de su personalidad, amén de conocer su aspecto físico. Y ya para rematar esta brevísima introducción, una última cuestión: ¿Fue feliz Casal en Oviedo?, ¿vivió una vida feliz y sosegada en el Principado de Asturias?. Parece que no. Según las últimas investigaciones el mérito de Casal residió en realizar una vida profesional intensa y una obra excepcional en medio del cruel desasosiego. 55 ENIGMAS Y CERTEZAS... RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO JOSÉ ANTONIO BUELGA GARCÍA JOAQUIN FERNÁNDEZ GARCÍA LA HUELLA DE GASPAR CASAL De acuerdo con todo lo dicho haremos balance a continuación de los datos objetivos conocidos y demostrados en la vida de Casal ; y de todo aquello que permanece aún en la sombra o en la simple penumbra. Esto es: nos ocuparemos de manera concisa, de enigmas y certezas en la vida de nuestro biografiado. 1. Evidencias en la vida de Casal Gaspar Casal nació en la ciudad de Gerona y fue bautizado, según ha podido documentarse, en la parroquia de Santa Susana de Mercadal el 31 de diciembre de 1680. Se le pusieron cuatro nombres: Roque Francisco Gaspar y Narciso. A juzgar por las personas citadas en el acta bautismal procedía de una familia de clase media acomodada. En efecto, su padre D. Federico Xacon Casal era Alférez de Caballería, su padrino Gaspar Fayos Doctor en Medicina y la madrina María Masjoan, esposa de un boticario de Gerona. Dejando a un lado el tema de la legalidad de su título, cuestión de la que nos ocuparemos más adelante, parece que ejerció en Atienza y en La Alcarria antes del 25 de septiembre de 1713, en que recibe el grado de Bachiller en Antes; y es seguro que en 1714 está en Madrid, asistiendo allí como médico a notables personalidades. Pese a que el propio casal se contradice en las fechas, en le verano de 1717 llega a Oviedo acompañado de los Duques del Parque. Poco después es nombrado médico de la Ciudad desempeñando este cargo hasta el 5 de marzo de 1729. Pasa al servicio del Cabildo de la Catedral a continuación y permaneciendo en este puesto hasta 1751. En este año, se traslada a Madrid y accede al Protomedicato de Castilla. Su vida familiar, se repartió entre dos matrimonios. Su primera esposa, María Ruiz, le dio cuatro hijos: Antonio, Andrés Simón, Pablo Estanislao y José. María Ruiz parece que era natural de Retortillo, Diócesis de Sigüenza, dato que no se ha confirmado. Más adelante volveremos a ocuparnos de ella, por formar parte de uno de los enigmas de la vida de Casal. 56 57 ENIGMAS Y EVIDENCIAS... El segundo matrimonio, una vez que enviudó, lo realizó en Oviedo con Doña María Rodríguez Fernández Arango, natural del Municipio. De este segundo matrimonio tuvo cinco hijos: Benito Ignacio, Magdalena Antonia, Andrés, Ventura Benita y María Magdalena. Benito Ignacio, que nació en 1731, se graduaría de Bachiller en Medicina en la Universidad de Sigüenza en 1752. Parece ser que Casal tuvo el propósito firme de permanecer en Oviedo hasta el final de sus días. Como ya señalamos, en 1751 se traslada a Madrid; el 29 de agosto de ese año era nombrado Médico Supernumerario de la Real Cámara y el 8 de enero de 1752 ascendió al Protomedicato de Castilla. Estando en Madrid ingresó en la Real Academia Médica Matritense. Falleció en la capital de España el 10 de agosto de 1759. Llama la atención que un médico de oscuros orígenes académicos, aunque con merecido renombre profesional, fuese encumbrado a cargo tan importante como el Protomedicato. Parece muy verosímil que alguien le tendiese una mano amiga; y se cree, sin que medie documento alguno, que pudo influir notablemente en ello su amigo el padre Feijoo, por quien sentía simpatía y admiración el rey Fernando VI. Cabe preguntarse, finalmente, cómo transcurrió la vida diaria de Casal en Oviedo. Por los datos de que disponemos, su vida giró en torno a su familia y a su profesión como médico, ejerció en Oviedo, visitando pacientes de todas las clases sociales y de muchos lugares de la provincia que acudían a consultarle, el mismo reconoce que eran muy pocos médicos, no sobrepasando la cifra de cinco en toda la región, aunque los Ayuntamientos solían contratar un cirujano que cubría funciones de médico cuando era necesario. Con los compañeros Casal siempre tuvo un trato exquisito y cortés evitando polémicas baldías y todo tipo de maledicencia. Indudablemente, era hombre mesurado tanto en la vida como en su pensamiento médico; al respecto mantenía un equilibrado balance entre sus propias observaciones y el hipocratismo que ejercía con convencimiento. A título íntimo y personal, Casal era un individuo piadoso y de la más estricta ortodoxia. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Al menos, eso es lo que deja ver en sus escritos. En ellos hace manifestaciones de todo tipo: repetidas invocaciones a su fe en cristiano, fervientes alabanzas a Dios y a la Virgen María, reverentes alusiones a la religión; y expreso acatamiento de las doctrinas de la Iglesia. Personalmente no dudamos de la sinceridad de sus afirmaciones; pero puede que hubiese algo más como más adelante veremos. 2. Enigmas en la vida de Casal Como ya señalamos, no todo eran rosas en la vida de Casal. Quedan pendientes de aclaración por falta de documentos dos cuestiones: una, académica, relacionada con su titulación como médico; y otra de índole biográfica y personal pues pesaba sobre su primera esposa María Ruiz una sentencia infamatoria de un Tribunal de la Inquisición probablemente de Cuenca. La primera cuestión sigue sin resolverse. ¿Era Casal médico?. La tesis mantenida por Fermín Canella, primer biógrafo de Casal, era negativa. En efecto, se daban las circunstancias que inclinaban a sospechar que no era médico; en primer lugar había contradicciones documentales, pues se afirmaba que era de Gerona, por un lado, y por otro, declaraba ser natural de Utrilla, diócesis de Sigüenza en su testamento. Y en segundo lugar, nunca se han encontrado documentos universitarios que le acreditan como médico. Por todo ello, Fermín Canella piensa que Casal, por motivos desconocidos, se aprovecharía fraudulentamente del título de un homónimo. Estos motivos desconocidos quizás estén en relación con algunos aspectos dramáticos de la vida su primera esposa. Aparezcan o no aparezcan los documentos que permitan afirmar que Casal era médico, nosotros, no tenemos por qué dudarlo, tras examinar su biografía. En efecto. ¿Cómo no iba a tener título una persona que hubo de pasar tantos filtros?. Y, si hay dudas considérese que fue médico personal de varios nobles antes de llegar a Oviedo; médico personal de la familia de los Duques del Parque con quienes llega a Oviedo; médico de personas notables del Principado; médico del Cabildo de la 58 59 ENIGMAS Y EVIDENCIAS... Catedral de Oviedo; médico de la ciudad de Oviedo; médico supernumerario de la Real Cámara; médico del Protomedicato de Castilla; Académico de la Real Academia Matritense. ¿Podría un intruso rebasar todas estas barrera sin ser descubierto?. Máxime cuando su primera esposa estaba bajo la escrupulosa mirada de la Inquisición, que no perdonaba un desliz. Al margen de estas barreras, que no pasaría ningún intruso, Casal poseía una formación médica que demuestra y revalida en cada una de las páginas de su obra. Formación médica que posee cuatro direcciones: teórica, práctica, investigadora y divulgativa. Teórica, porque conocía la ciencia médica de su tiempo; práctica, porque era un buen clínico, a tenor con los conocimientos de su época; investigadora porque observaba, teorizaba y llegaba a conclusiones; y divulgativa porque escribía para comunicar a sus colegas sus conclusiones; aunque, la verdad sea dicha Casal no llegó a ver publicada su obra. En efecto en 1762, cuando hacía ya tres años que Casal había muerto, su compañero del Real Protomedicato D. Juan José García Sevillano sacaba a la luz la primera edición. Y, por si esto fuera poco, estaba su amistad con el padre Feijoo. De ser un intruso, el sabio benedictino, a buen seguro que lo hubiese desenmascarado, ante flagrantes contradicciones teóricas o despropósitos asistenciales. Pero no fue así. Feijoo le dio siempre muestras de aprecio y consideración. Para nosotros, rotundamente, Casal fue médico aunque no se haya demostrado documentalmente. Aunque se trate de una simple hipótesis y aunque parezca descabellada, Casal pudo estudiar en otra Universidad de las investigadas. En efecto su padre era militar pudo desplazarse y llevarse a su hijo a otros lugares. Al respecto, convendría conocer la carrera castrense de su padre, su movilidad y sus destinos; y de coincidir algunos con la edad apropiada del hijo para realizar los estudios de medicina, investigar su presencia en la universidad más próxima al domicilio. El segundo gran enigma en la vida de Casal es el relacionado con su primera esposa, María Ruiz. Sin que se pueda precisar mucho más antes LA HUELLA DE GASPAR CASAL del 25 de mayo de 1725, un Tribunal de la Inquisición, probablemente el de Cuenca, dictó una sentencia infamatoria contra la primera esposa de Casal María Ruiz; o , al menos, ese es el nombre con el que figura en Oviedo. No se sabe a ciencia cierta de que estaba acusada. La mayor parte de los condenados en Autos de Fe lo fueron por judaizantes, blasfemos, bígamos, supersticiosos y hechiceros. Pero, contra la fe había otros delitos como estos: deshonestidad, falsarios, fautoría, herejía, ilusos e iludentes, moriscos, palabras escandalosas o heréticas, religiosos casados, sacrilegio y otros. Pero, en esencia, desconocemos de qué se había acusado a María Ruiz; y había un hecho terrible en esta sentencia: la nota infamatoria se transmitió a sus hijos Antonio, Andrés Simón, Pablo Estanislao y José. Esto era terrible, porque aunque eran niños de doce años para abajo, tanto la Iglesia como la ciudad de Oviedo lucharon tenazmente para expulsarlos del Principado. Casal pudo evitar la expulsión con maniobras dilatorias y desarrollando mucha habilidad consiguió mantener su puesto como médico del Cabildo. De todos modos, la inquina y la aversión institucional llegó muy lejos, pues se impidió a José, el hijo menor de María Ruiz, nacido después de 1722 contraer matrimonio en Oviedo en 1749, es decir, un cuarto de siglo aproximadamente después de haber nacido. El supuesto expediente inquisitorial de María Ruiz, no ha aparecido aún. Varios investigadores han intentado localizarlo sin éxito en la sección de Inquisición del Archivo Histórico Nacional. Probablemente María Ruiz se casó con Gaspar Casal con la sentencia infamatoria ya impuesta; la bondad y el afecto de Casal por su futura esposa la exoneraban personalmente, pero la dureza de la sentencia ya quedó expuesta. De todos modos, había atenuantes, que desconocemos también, para que María viviese en libertad. Y finalizamos ya con algunas especulaciones. Casal vino a Asturias de la mano de los Duques del Parque, cuando estaba en un buen momento profesional y económico. Venía por supuestas razones de salud; pronto vio que los Duques y sus amistades no le permitían vivir 60 dignamente, ampliando sus servicios a la ciudad y al Cabildo. Cabe preguntarse: ¿Había venido por razones de salud o huía de algo? O cabe preguntarse con mas exactitud: ¿vivió María Ruiz en Oviedo en verdadera libertad o había sido desterrada a Asturias en virtud de la sentencia?. Esta hipótesis es muy verosímil: Casal venía con su esposa desterrada a Oviedo, dejando atrás un porvenir brillante y aceptando la mano, en el destierro ya exigía ayuda económica que le ofreció el Duque del Parque. Casal era equilibrado, pero vivió mucha zozobra en Oviedo. Su editor póstumo le definía con estas frases: ”Sus prendas personales encantaban a cuantos le trataban comenzando desde le trono y acabando en lo más ínfimo”. Y resaltaba que la atracción de la personalidad de Casal se hacía más intensa con la familiaridad pues le distinguían estas virtudes: ”el candor, la crítica, la verdad y la sinceridad”. Así pudo ser la vida de Gaspar Casal con sus luces y con sus sombras, traducidas biográficamente en evidencias y enigmas. BIBLIOGRAFÍA Casal,G: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Facsimil de la edición príncipe de 1762 con introducción e Índice -Glosario por José Ramón Tolivar Faes. Servicio de publicaciones del Principado de Asturias, Oviedo, 1988. Martínez, J.: Perfil de Gaspar Casal. Oviedo, 1961 Pego Busto, A.: Sobre los títulos del Doctor Casal, Medicina Asturiana 8:418-420, Oviedo, 1967. Señas Encinas, F.: El Doctor Casal o el médico que no lo era. IDEA 37:261-269, Oviedo, 1959. Suárez C.: Escritores y Artistas Asturianos.Tomo II, Madrid, 1936. Tolívar Faes, JR.: Los enfermos del Dr Casal. IDEA, Oviedo. Villa Rio, P.: Casal en Oviedo. IDEA, Oviedo, 1967. 61 ENIGMAS Y EVIDENCIAS... Sánchez Doncel, G. Gaspar Casal y su obra. IDEA, Oviedo 1963 LA HUELLA DE GASPAR CASAL 62 LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL. Uno de los aspectos de la vida de Gaspar Casal que ha dado lugar a mayor controversia es el referido a su formación médica. Este es uno de los enigmas siempre abiertos en su biografía. Y es seguro que el propio Casal haya sido quien más ha favorecido a lo largo de los años la duda mantenida sobre la conformidad y legitimidad de su ejercicio profesional. Debe considerarse en este punto la falta de documento alguno que demuestre su paso por la universidad y certifique su titulación. En segundo lugar, la referencia que hace él mismo a su dedicación a la medicina cuando aún no había alcanzado el grado de bachiller, hecho del que sí existe constancia. Aunque debe señalarse aquí que muchos médicos se iniciaban al arte de sanar como aprendices y al acudir a los servicios de estos practicones no intitulados las gentes solían aceptar que la experiencia era para ellos suficiente mentor y garantía para resolver sus problemas de salud más frecuentes. Según el propio Casal refiere, entre 1706 y 1712 trabaja en estrecha colaboración con el boticario de Atienza Juan Manuel Rodríguez de Luna, a quien en el prólogo de su obra llama “el más excelente naturalista, botánico y químico de cuantos conocí en mi vida”, y al que considera su principal maestro en estas materias. Y era esto tan común que en los albores del siglo XVIII no se creía que los médicos estuviesen especial y exclusivamente capacitados 63 LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL. VENANCIO MARTÍNEZ SUÁREZ LA HUELLA DE GASPAR CASAL para tratar la enfermedad; de hecho, en una determinada comarca podían competir casi siempre en igualdad de condiciones y a veces en situación de desventaja con una amplia variedad de sanadores. Resultaría fundamental para ello el que hubiera o no verdaderos médicos a quienes acudir, ya que en algunas ciudades estos eran escasos, haciéndose especialmente notorio en zonas rurales o pequeñas localidades apartadas de los grandes centros de población. Baste como ejemplo decir que a la llegada de Casal a Oviedo ejercían en Asturias sólo cinco médicos, tres de ellos en la capital, y no pocos sangradores. Finalmente, contribuye a la especulación sobre la autoridad académica de Casal la ausencia de referencias a su grado universitario -tal como era costumbre en la época- en los documentos de carácter profesional y administrativo que le atañen y han sido consultados por los investigadores. Ha de recordarse que los años de que hablamos la formación de los estudiantes de medicina se reducía a la lectura, comentarios y memorización, casi siempre en latín, de algunos textos clásicos de autores griegos y medievales. Para hacerse médico debía seguir un período de preparación en una institución universitaria con Facultad de Medicina y alcanzar la posterior aprobación mediante examen ante el Real Tribunal del Protomedicato, que concedía los títulos en uno de sus grados. La carrera duraba menos de cuatro años en los que se estudiaba mucha metafísica, mucha lógica y se hacía un profundo análisis del Corpus Hippocraticum, de los tratados de Galeno y del Canon de Avicena. Para los cirujanos era obligatorio estudiar el texto medieval de Guido de Chauliac, que era aprendido de memoria sin ninguna experiencia clínica. El objetivo de la enseñanza médica universitaria era formar médicos; pero hasta entonces con la erudición como centro único del aprendizaje, de forma que la práctica y la terapéutica permanecían en un segundo plano. Interesaba aprender a estudiar, a defender, a argumentar, a formar criterio y a saberse manejar en la confrontación dialéctica. Así se explica que el médico fuese visto como un “caballero docto”. A esto hay que sumar la aparente solemnidad de la mayoría de aquellos médicos, su pedantería, sus ineficaces y monótonos tratamientos, y su afán por el 64 A ello contribuía también la opinión nefasta que contra los médicos tenían y predicaban escritores célebres de la época, como el padre Feijoo, el padre Martín Sarmiento y el jesuita José Francisco de Isla. En ese ambiente social y cultural, el Real Tribunal del Protomedicato poseía un importante nivel de competencias, incluidas las relacionadas con el registro y control de aquellos que trabajaban dedicados al quehacer curador y la inspección de la actividad farmacéutica; disponía de capacidad para autorizar la publicación de obras científicas en su ámbito de actuación, para intervenir en la prevención de enfermedades, en la emisión de instrumentos normativos en el campo de la Medicina; era considerado organismo técnico-sanitario de carácter consultivo en materia médica, en el arbitraje de los conflictos entre los profesionales y en la lucha contra el intrusismo y la mala praxis. Sin embargo, la repercusión legislativa y penal de cualquiera de sus actuaciones era responsabilidad de los órganos de justicia, especialmente de las reales audiencias y chancillerías. Sabemos que ya a partir de los Reyes Católicos y con los Austrias aumentan las intervenciones reguladoras llevadas a cabo por la Corona en materia médica y de salud pública y que a partir de la Cédula Real del 10 de octubre de 1720 la salud pública en los municipios estaba en manos de los ayuntamientos y de la Junta Suprema de Sanidad. Debe citarse que los procesos judiciales más frecuentes dirimidos ante la justicia en la España del siglo XVIII tenían como objetivo erradicar la injerencia y el intrusismo dentro del 65 LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL. lucro. Lo que ironizaba perfectamente Quevedo en el famoso entremés El médico, pieza de carácter satírico contra el personaje arquetípico que le da título y contra la idea de la medicina que se profesaba todavía en tiempos de Casal: ¿Tú sabes qué es Medicina? - Sangrar ayer, purgar hoy, mañana ventosas secas, - y es otro “kirie-eleisón”; dar dineros el concejo, - presentes el que sanó por milagro o por ventura; - barbar bien, comer mejor, contradecir opiniones, - culpar siempre al que murió de que era desordenado, - y ordenar su talegón; que con esto y buena mula, - matar cada año un lechón, y veinte amigos enfermos, - no hay Sócrates como yo. LA HUELLA DE GASPAR CASAL mundo sanitario, entre unas profesiones y otras, y, por otro lado, evitar abusos, excesos y mala práctica de los que poseían titulación. Era frecuente además, que estos pleitos fueran iniciados por los médicos que actuaban en la misma ciudad o comarca. Tal era la profusión de denuncias y procedimientos que forzaron la intervención de la Corona, que haciendo uso de su autoridad y suprema competencia legisladora dicta la Real Cédula o decreto fechado el 21 de noviembre de 1737 (Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, legajo 991, folios 234-235) por el que se establecen los castigos y penas de los que ejercieran de médicos, cirujanos o boticarios sin la carta de examen o la licencia del Real Protomedicato, comprendiendo sanciones económicas, destierro y estancias de presidio en África, tanto para el infractor como para las autoridades que permitiesen la comisión de delito. En ese mismo sentido, el caso referido por Palmira Villa es ilustrativo. Señala en su Casal en Oviedo el hecho de que el doctor Bernabé Rubiera –médico a la sazón en Villaviciosa- se ofrecía al Ayuntamiento para sustituir a Casal dando cuenta de haber ejercido su profesión por espacio de diecisiete años en Cádiz y Sevilla, y de ser médico “con todas las calidades que se requieren y previenen las leyes del reino y últimas ordenanzas”. Resulta extraño que Rubiera insistiese en la posesión de títulos al pretender reemplazar a Casal. ¿Querría significar tal insistencia –se pregunta doña Palmira- una velada alusión a la carencia de los de don Gaspar?. Lo cierto es que para ejercer la medicina debió presentar ante la Justicia y el Ayuntamiento de la ciudad su título de graduado y testimonio de haber ejercido dos años; y según da cuenta el Procurador General (acta de 12 marzo de 1720, folio 45), y reproduce Villa Río, “que sabe de cierto que Don Gaspar Casal médico de conocida ciencia y experiencia que se halla al presente en esta Ciudad…”. La legislación vigente en aquel momento, por tanto, era perfectamente clara y las penas duras cuando se faltaba a su cumplimiento. Y basta con repasar rápidamente la vida de Casal para que nos parezca imposible su ejercicio durante tantos años y con tanta relevancia sin estar en posesión de la debida y reglamentaria titulación. Había nacido en Gerona en 1680 y pasó su infancia en Utrilla –lugar de origen de su 66 67 LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL. madre-, desde donde en 1713 se traslada a Madrid. Entre este año y el de su llegada a Oviedo pudo Gaspar Casal realizar sus estudios y recibir el título de doctor (“en los desórdenes de Alcalá o de las universidades menores”, según la hipótesis de Fermín Canella), a pesar de ser calificado por Marañón de “médico práctico sin título universitario”. Hasta 1717 residió en Madrid, afirmando como explicación de su partida: “me probó tan mal su seco temperamento (muy frío en invierno y muy caliente en verano) que, conociendo el riesgo con que me amenazaba, me vi precisado a dejarlo y marchar para Asturias el verano de 1717”. Llegado a Oviedo “teniendo treinta y siete años cumplidos” y “experimentando que con el húmedo temple, y alimentos más fáciles, y ligeros de aquel país, iba cada día mejorando; hice propósito de mantenerme allí toda mi vida”. Con el apoyo del Duque del Parque, y no sin alguna polémica, fue nombrado en 1720 médico de la Ciudad de Oviedo y ya en 1729 del venerable Deán y Cabildo de la Catedral. Fue encargado de la dirección de varios pequeños hospitales de la ciudad –entonces con unos 6000 habitantes- y visitaba a enfermos de toda Asturias y de provincias vecinas. Sobre el cumplimiento y el ajustarse a las leyes en esta materia, es conocida la declaración del Ayuntamiento de 21 de mayo de 1727 que trataba de la elección de “cirujano latino”, y en la que Regidor don Baltasar Vázquez pide al Juez Presidente –don Jacinto Hevia Bernardo- ordene a los capitulares se abstengan de votar la admisión de médico ni cirujano que no reúna previamente “todas las cualidades que Su Majestad tiene mandado por su Real Orden expedida el año próximo pasado” (14 de marzo de 1726). Aunque Casal ejerció la profesión en Oviedo durante treinta y cuatro años con notable éxito y satisfacción por su parte, las noticias de su fama se filtraron hacia la meseta llegando a Madrid, cuya Corte lo reclamó en 1751 nombrándole Médico Supernumerario de la Real Cámara de Fernando VI. Fue investido Miembro de Número de la Academia Matritense y ya con 71 años asciende a Protomédico de Castilla en 1752. Siete años más tarde, el 10 de agosto de 1759, fallecía en la capital del Reino después de consumir medio siglo de su vida en la cabecera de los enfermos. LA HUELLA DE GASPAR CASAL ¿Puede imaginarse su llegada a la cima del ejercicio médico sin que hubiese acreditado la preceptiva formación universitaria?. Nos parece imposible. Más bien, lo que resulta obligado preguntarse es por qué Casal lleva con tanta discreción a lo largo de su vida su condición de médico –probablemente de doctor-, en un ambiente social en el que la presunción y la petulancia de los médicos era algo tan característico y popular, casi proverbial. Cabe interpretar que junto a la condición de su propio carácter, tal vez existiera una voluntad decidida de alejarse del prototipo médico dominante y hasta de un estamento universitario tan distante de su idea de la medicina y de la ciencia. Esta explicación puede ilustrarse con un ejemplo aún más elevado. A los dos años de su muerte, en 1762, vio la luz su Historia Natural y Médica del Principado de Asturias gracias al fervor de su amigo y prologuista Don Juan José García Sevillano que no pudo disimular su orgullo al redactar las primeras páginas de una obra “efecto del ingenio, talento y verdadero estudio del doctor Don Gaspar Casal”. Casal escribió su libro, como dice Marañón, “para instrumento de su propio saber”. Y aunque es seguro que nadie mejor que él supo valorar el alcance de su obra, guarda celosamente sus escritos renunciando a vivir el resplandor de su propia gloria. Sólo tras su muerte, por iniciativa generosa de un amigo, ven la luz. Tras este gesto se percibe la figura de un hombre de ciencia ajeno a toda idea de vanidad, que renuncia a lo efímero de la fama que la vida le ofrece porque sabe que la satisfacción para el que investiga se reciben en el momento emocionante de arrancar una porción de verdad a lo desconocido. Seguro de la misión que le toca desempeñar y para no hipotecar su decidida vocación de pensar por cuenta propia, se recluye en una pequeña ciudad alejada de los grandes escenarios de la vida nacional, y con paso resuelto y tenaz, día a día, guiado por el amor a la Medicina y a los hombres, crea una obra universal y logra alcanzar un puesto de honor entre los grandes nombres de la ciencia española. 68 BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: Campos MS. El Real Tribunal del Protomedicato castellano (siglos XIVXIX). Universidad de Castilla-La Mancha 1999. Iborra P. Historia del Protomedicato en España (1477-1822). Universidad de Valladolid 1987. Canella y Secades, F. Noticias biográficas de D Gaspar Casal. Oviedo, 1900 y 1956. Casal y Julián, G. Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. 1762 y 1959. Cantero J, Cañadas de la Fuente GA, Crespo FJ, Luque E. La medicina española en el siglo XVIII: estudio y edición documental de fuentes referentes a la temática-jurídico-médica. 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Cuadernos de Estudios de siglo XVIII 2009; 19: 243-55. 69 LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL. Martínez Fernández, J. Segundo centenario de un libro “piloto”. Boletín del IDEA, 1962. Pego Busto A. Sobre los títulos del Dr. Casal. Medicina Asturiana 1967;8:418-20. Sánchez Doncel, G. Gaspar Casal y su obra. IDEA, 1973. Sánchez-Granjel L. La medicina española del siglo XVIII. Universidad de Salamanca 1979 Tolivar Faes JR. Introducción a la Edición facsímil de la Historia Natural. Ed Principado de Asturias, 1988. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Villa Río, P. Casal en Oviedo. IDEA, 1967. 70 LA BIBLIOTECA DE CASAL. Proponerse realizar una investigación sobre los títulos y autores que formaban la realidad de la biblioteca de Gaspar Casal es enunciar una fantasía. No obstante, viendo lo significativo de su obra –una sola publicación póstuma como síntesis de su saber- podemos intentar un acercamiento razonable y clarificador a los principales textos que han marcado su quehacer profesional y que se pueden recopilar desde el extenso índice de citas y apelaciones que aparecen en su Historia Natural y Médica. Cabe suponer que Casal declara al correr de esas páginas las fuentes de información principales que modelaron el estilo de su práctica clínica y que definieron su idea de la enfermedad y de la medicina. Y al indagar en ellas puede deducirse que lo que hizo de Casal un médico distinguido del siglo XVIII ha sido su lectura sosegada y reflexiva, junto a la visión lúcida de la medicina de su tiempo y la fe ciega en la experiencia como banco de prueba para las diferentes propuestas curativas. Puede afirmarse que Gaspar Casal revisaba sus interpretaciones diagnósticas y medía el valor de sus remedios en cada paciente, concluyendo en anotaciones a las que siempre sometería a una nueva interrogación. De esta forma, elabora un texto concentrado, al que volvería a lo largo de los años hasta encontrar su versión final y en el que debió de 71 LA BIBLIOTECA DE CASAL VENANCIO MARTÍNEZ SUÁREZ CARMEN JUNCEDA MORENO LA HUELLA DE GASPAR CASAL meditar extensamente todas las referencias introducidas, la jerarquía concedida a cada uno de sus autores y su significado. El resultado es una obra en la que recurre con gran intuición a la autoridad médica y científica oficial, citando también nombres entonces poco reconocidos; y junto a ello hace una exposición rica en descripciones y en explicaciones razonadas, finamente entrañada en la Asturias del siglo XVIII y de una hondura humana que resalta equiparable a su instinto de naturalista, tan certeramente glosado por Marañón. La biblioteca de un médico del siglo XVIII Es evidente el riesgo de relacionar lo que Casal leyó de un determinado autor y lo que más tarde plasmó en su obra escrita. Y en ese mismo sentido, tampoco es posible establecer un vínculo directo entre la alusión a un texto y su efectiva influencia en el pensamiento del que escribe. Más aún, siempre quedará un vacío ante la relación de libros consultados que jamás formaron parte física de la biblioteca en cuestión, ya que es muy probable que existieran circuitos de distribución de lecturas compartidos y reconocidos en el círculo de ilustrados, como es el caso de Feijóo y otros eruditos locales que frecuentaban el convento de San Vicente. Pero con todo, podemos aspirar a formarnos un perfil de Casal lector a través de Casal escritor, a sabiendas de que ignoramos la relación de volúmenes que pudieran descansar en los anaqueles y armarios de su residencia ni sabemos si todo lo que poseyó en su biblioteca había sido leído. Sí podemos conjeturar que poseía numerosos libros, ya que en esos años y desde la aparición de la imprenta era común que los médicos los coleccionasen reuniendo amplias bibliotecas, a veces con cientos de ejemplares. Aunque para reconstruir el contenido de dicha biblioteca se debiera tener una serie suficiente de documentos para inferir y confirmar el acervo de textos, libros y manuales que fueron leídos por Casal y pudieran acomodarse en sus estantes. Como mera precisión semántica o histórica, ha de señalarse que el término biblioteca podría parecer en el siglo XVIII un anacronismo, si nos atenemos a la definición que daba Sebastián de Covarrubias en el 72 Repertorio bibliográfico casaliano El caso para nosotros es que la única fuente de aproximación al tema que se nos ha planteado es el propio texto casaliano. En las treinta y cuatro referencias de primera mano contenidas en las 400 páginas de la edición primitiva de su obra, Gaspar Casal apela a Hipócrates 63 veces, 73 LA BIBLIOTECA DE CASAL Tesoro de la lengua castellana publicado en Madrid durante 1611: “Librería, cuando es pública, se llama por nombre particular biblioteca”. Y en el mismo sentido, a decir de Fernando Bouza, “el término biblioteca era un cultismo cuyo empleo para colecciones de personas comunes se consideraba algo petulante”. Sin embargo, ya en 1631 el español Francisco de Aráoz, Alguacil Mayor de la Audiencia de Sevilla, propone un sistema clasificatorio en su libro que lleva por título Cómo organizar una biblioteca (De bene disponenda bibliotheca), en el que mediante una exposición razonada en quince apartados ofrece un original sistema de catalogación bibliográfica. En todo caso, las bibliotecas tal como las entendemos ahora existían y proliferaban en un ambiente de gran efervescencia cultural y en el que los profesionales de la medicina tenían un notable protagonismo. Esto muestra también la importancia del descubrimiento de Guttemberg y la aparición de un nuevo fenómeno con gran repercusión en el mundo intelectual; y además, paulatina pero profundamente renovador del conocimiento: la colección de libros y su organización temática según las inclinaciones, necesidades o apetencias de las personas con interés por la lectura y el estudio. En estos primeros años del siglo XVIII aumenta la capacidad de las imprentas para producir libros y, consecuentemente, o por el aburguesamiento de una parte de la población, el número de lectores. Se incrementa la producción de obras técnicas, científicas y médicas, a la vez que disminuyen las religiosas o de literatura de creación y clásica. En las ciudades surgen más libreros y más impresores, y la calidad de los textos editados mejora notablemente, aunque las tiradas siguen siendo bajas, estimándose en 1.500 ejemplares la media. LA HUELLA DE GASPAR CASAL en tanto lo hace a los demás autores en la siguiente proporción, alfabetizada y cuantificada por Jesús Martínez: Francisco Bacon , Barón de Verulamio (8), Bagivlio (6), Ballonio (1), Francisco Bayle (3), Pablo Barbet (1), Boerhaave (7), Gaspar de los Reyes (1), Juan Doleo (2), Luis Dureto (25), Etmullero (17), Juan Fernelio (3), Galeno (5), Lorenzo Heister (1), Helmocio (1), Juan Heurnio (1), Federico Hoffman (9), Ioh Ioach Bech (1), Kergero (1), Lemeri (2), Próspero Marciano (7), Martín Martínez (3), Juan Merinelo (2), Cipriano Maroja (1), San Mateo (1), Nicolás Monardés (1), Carlos Musitano (1), Plinio (1), Riverio (1), Juan Manuel Rodríguez (1), Senero (6), Sydenham (4), Lucas Tozzi (1), Vallés (4). Este índice onomástico refleja bien el ímprobo trabajo que se impuso Casal en los últimos años de su vida para recopilar informaciones y ponerse al día acopiando todo lo antiguo aprovechable. Podemos asegurar que Casal estudia las lecciones de estos prestigiosos médicos, como otros de sus colegas en toda Europa que para impulsar una renovación de la medicina los leyeron y consultaron, se apropiaron y recrearon el contenido de sus publicaciones y a partir de estas lecturas, las aplicaron y divulgaron sus propias experiencias. Evidentemente, cada uno con resultados diferentes. Puede traerse a este tema una de las milenarias ideas esbozadas por Heráclito en un famoso fragmento de su obra: “Aun los que se bañan en los mismos ríos se bañan en diversas aguas”. Que en lugar de aplicarlo al devenir de las cosas, al transcurrir del tiempo, lo utilizamos en referencia a la circulación del conocimiento, a la lectura y a sus beneficios. Así, desde una perspectiva propia, podemos decir que todos los pensadores leen y critican, interpretan y se apropian de forma selectiva y diferenciada del flujo de tinta escrita; que muchos médicos del momento conocerían y habrían estudiado los mismos textos que Casal, aunque sólo unos pocos supieron proyectarlos en una obra original y de valor imperecedero. Debe recordarse que a finales del siglo XVII y comienzo del XVIII aparecían las nuevas ideas que impulsaban imparable el movimiento ilustrado, introducidas en España desde los ambientes cortesanos y entre las clases elevadas. Lugar principal para su difusión eran las ter- 74 Reseña de autores Las ideas médicas de Feijóo sintonizaban con el más clásico hipocratismo, siendo modelo para el Padre Maestro el médico inglés Thomas Sydenham, el “Hipócrates inglés”, cuya actitud ante el enfermo y su autoridad eran ya tan indiscutibles como su contribución al adelanto de la medicina. En la misma línea, Gaspar Casal fundamenta toda su filosofía médica, sus conocimientos y hasta su ética y estilo profesionales, en la obra de Hipócrates al que llama admirativamente “el grande”, “el doctísimo” y “el sublime”. Muchas veces habría pasado rendido por el cansancio del trajinar diario leyendo y releyendo las obras del maestro cuya relación el mismo nos dejó consignada: Morbis popularibus, Aëre, aquis et locis, De dieta, De Natura Humana, De Veteri Medicina, De Epidemias, De Morbus Sacer, Constitutione temporibus, De interna afection, De medicamentis purgantibus y los Aforismos. Hipócrates (460 a 459 AC– 335 AC), figura máxima de la medicina de todos los tiempos, en su obra De Epidemias, libros I y III, recogió las historias particulares de cuarenta y dos enfermos cuyas descrip- 75 LA BIBLIOTECA DE CASAL tulias, que a modo de cenáculos noticiosos convocaban a estudiosos y pensadores independientes para discurrir al margen del ámbito oficial. Su función para la información cultural y el debate intelectual fue importante y rápidamente notable, siendo propicias al examen y análisis de esas ideas, al comentario de las últimas novedades y a la lectura de publicaciones que llegaban de otros países, constituyéndose en foros que resultaron decisivos en el acontecer renovador de la época. Y entre todas, la nacida en la humilde celda del benedictino monasterio ovetense debe tenerse por incomparable en su influencia. Bajo el influjo del Padre Feijóo allí se proclama la conjunción de experiencia y razón como única vía de conocimiento; se incrementa el espíritu científico y se abren cauces a la penetración de concepciones inéditas, a la actualización de materias y temas. Y aunque el Padre Feijóo no fue médico, su opinión era respetada por algunos de los médicos más afamados de la época -Casal entre ellos-, quienes en ocasiones le consultaban casos. ciones abren las verdaderas puertas de la clínica. La primera de esas historias no podemos dejar de transcribirla aunque a lo largo de los siglos haya sido recuperada y comentada miles de veces: LA HUELLA DE GASPAR CASAL “Filisco, que vivía cerca de la muralla, se metió en cama. Primer día, fiebre aguda, sudor, la noche fue penosa. Segundo día, exacerbación general, más por la tarde; una pequeña lavativa produjo evacuación favorable y la noche fue tranquila. Tercer día, por la mañana y hasta el mediodía pareció haber cesado la calentura, pero a la tarde se presentó con intensidad, hubo sudor, sed, la lengua empezó a secarse, la orina se presentó negra, la noche fue incómoda, se durmió el enfermo y deliró sobre varias cosas. Cuarto día, exacerbación general, orinas negras, la noche menos incómoda y las orinas tuvieron mejor color. Quinto día, hacia el mediodía se presentó una pequeña pérdida de sangre por la nariz, de sangre muy negra, las orinas eran de aspecto vario y se veían flotar nubecillas redondas semejantes a la esperma y diseminadas que no formaban sedimento. Con la aplicación de un supositorio, evacuó una pequeña porción de excremento con ventosidad, la noche fue penosa, durmió poco, habló mucho y de cosas incoherentes, las extremidades se pusieron frías sin que pudieran recibir el calor y la orina se presentó negra. A la madrugada se quedó dormido, perdió el habla, sudor frío, lividez en las extremidades y sobrevino la muerte a la mitad del sexto día. Este enfermo tuvo hasta su fin la respiración grande, rara, como sollozosa, el bazo se le hinchó y formó un tumor esferoidal, los sudores fríos duraron hasta el último instante y los paroxismo se verificaron en los días pares”. Esta magistral descripción clínica es el resultado de muchas y atentas observaciones a la cabecera del enfermo. En ella no hay nada de misticismo ni de magia, se describe lo que se ve y se palpa y se toman medidas terapéuticas que responden a un pensamiento lógico razonado. Todo este saber médico alejado de especulaciones abstractas y enca- 76 77 LA BIBLIOTECA DE CASAL minado a la curación del enfermo es verdadero arte clínico. Y puede afirmarse que el tono, el detallismo, el valor descriptivo, la relevancia dada a la cronopatía de signos y síntomas, en nada se alejan de las exigencias de rigor, precisión, neutralidad, universalidad y concisión que los actuales manuales de investigación proponen para definir el lenguaje científico. La página que acabamos de leer, a la que nada escrito con anterioridad puede compararse, dio nacimiento documentalmente a la clínica en la historia médica de la humanidad. Casal, tal como se nota al seguir su descripción del Mal de la Rosa, conocía este texto y otros que pueden considerarse definitivos en la historia de la medicina. “El médico –escribió Hipócrates- deberá hacer en toda enfermedad aguda las siguientes observaciones: primero examinar la cara del enfermo y notar si se asemeja a las de las personas sanas, y sobre todo, si se parece a la del mismo cuando estaba bueno; esta circunstancia es la mejor, pues cuanto más se aparta al parecido natural, tanto mayor será el peligro. Las facciones llegan a su mayor grado de alteración, cuando la nariz se afila, los ojos se hunden, las sienes se deprimen, las orejas se encogen y se quedan frías, sus lóbulos se inclinan hacia fuera, la piel de la frente se pone tirante, seca y árida, toda la cara, en fin, queda verdosa, negra, lívida o aplomada. Si desde el principio del mal el rostro presenta estos caracteres y los demás signos no suministran indicaciones suficientes, se preguntará si el enfermo ha estado mucho tiempo desvelado, si ha tenido alguna gran diarrea, si ha sufrido hambre, porque si hubiese acontecido cualquiera de estos accidentes, deberá considerarse menos inminente el peligro. Semejante estado morboso se juzgó en veinticuatro horas cuando las causas que acabo de indicar son las productoras de la alteración fisonómica, pero si así no fuera, si la enfermedad no cesase en las horas prefijadas la muerte no se hará esperar”. Muchos siglos después a Thomas Sydenham (1624-1689), genial medico inglés, le corresponde el gran mérito de hacer comprender a sus colegas la necesidad de la observación de los fenómenos clínicos a la cabecera del enfermo, fiel a la esencia del legado hipocrático. Propugna la observación como el medio más seguro de conocer la enfermedad y LA HUELLA DE GASPAR CASAL para captar la expresión directa, inmediata, tangible de la lesiones. No sólo estudia la clínica sino las “especies morbosas”, que se han de describir y clasificar de la misma manera que el botánico estudia cada especie vegetal. De ese modo inicia la descripción de los signos o caracteres constantes que definen cada entidad o enfermedad, lo que debe ser hecho valorando la experiencia y sin tener ninguna idea preconcebida. No puede ocultarse en este nuevo proceder médico la influencia decisiva de Bacon (1561-1626), que desde su Nuevo Método (Novum Organum, que contrapone al Organum aristotélico) preconiza una nueva manera de conocimiento basada en la observación directa y la experimentación. Debe señalarse aquí que de los varios retornos a Hipócrates que se observan en los períodos más importantes de la historia de la medicina, es el de Sydenham quizá el de mayor importancia, ya que va a ocurrir en momentos verdaderamente cruciales de aproximación del arte de curar a la ciencia. Continuador de las ideas de Sydenham es Hermann Boerhaave (1668-1738), figura cimera de la química y la medicina del siglo XVIII, que establecerá un nuevo orden en la relación entre la práctica y la elaboración de las ideas abstractas para enriquecer el método clínico. Hasta ese momento se desarrollaba primero la teoría, adaptando a ella los experimentos y el enfermo. Boerhaave enseñó a examinar primero al enfermo y a estudiar el mal, y después sobre esa base a construir la doctrina. En el hospital de Leyden, en sus dos pequeñas salas con sólo doce camas y apoyado en su método, formó a los mejores clínicos de diferentes países, lo que le valió el sobrenombre de “maestro común de Europa”. El afamado profesor los instruía, los animaba y hasta los curaba de algunas de sus enfermedades. En todo el continente lo conocían por sus textos médicos, aunque su extraordinaria influencia no debe buscarse en su obra escrita, sino en la atracción que producía su personalidad en todos los que lo conocieron y especialmente en sus alumnos y discípulos. Una de las principales obras que van a aparecer citadas en las bibliografías de sus contemporáneos son sus famosos Aphorismi de cognoscendis et curandis morbis (1715). En estos Aforismos Boerhaave reunía y sintetizaba la experiencia de todo su trabajo, intentando con- 78 79 LA BIBLIOTECA DE CASAL ducir tanto a la química como a la medicina a la adquisición de principios claros. Para él, antes de aplicar cualquier medicina había que considerar su proporción (cantidad adecuada), su prudente aplicación, y considerar, además, las circunstancias del paciente y del tipo de la enfermedad; y al igual que luego hizo Casal, denunciaba el evidente desconocimiento y abuso del basto arsenal medicamentoso llevado a cabo por algunos facultativos sin escrúpulos, que más que curar ponían en riesgo la vida de las personas. Otra de sus contribuciones a la fundamentación y avance científicos de la medicina fue la creación como disciplina de estudio lo que se conocía entonces como “química animal”, y que pasaría más tarde a denominarse fisiología. Puede decirse que si Sydenham ha pasado a la historia como padre de la clínica moderna, Boerhaave debiera tenerse como el gran teórico del método clínico del siglo XVIII. No fue autor de nuevas teorías pero supo hacer una maravillosa síntesis del saber médico de su época. Y es en ese sentido en el que debe considerarse que el de Boerhaave es uno de los tres grandes sistemas médicos de la Ilustración, junto a los representados por Federico Hoffmann y Georg Ernst Stahl. Hoffmann nació en 1660 y estudió en Jena y luego en Inglaterra con el físico Robert Boyle. Aunque en 1694 comparte la cátedra de medicina de la Universidad de Halle con George Stahl, ambos terminan llevando una enemistad irreconciliable. Stahl no se dejó convencer por las iatroteorías imperantes y defendía el animismo (“el alma creada por Dios garantiza el funcionamiento del cuerpo”), mientras Hoffmann aplicaba los conceptos de la teoría física del momento a la medicina clínica, considerando que los fenómenos biológicos se manifiestan como movimientos. Así, defendía que el cuerpo humano contenía un “flujo etéreo” que era segregado por el cerebro y conducido por los nervios a todos los sistemas orgánicos. “La medicina ha de ser mecánica, como toda la naturaleza”, afirmaba en sus Fundamenta medicinae. Fabricó un famoso licor compuesto de alcohol y éter que con su propio nombre (licor de Hoffmann) alcanzó gran presencia en las farmacopeas de la época. Además, hizo la descripción de la disnea asmatiforme con hidropesía, que asoció a un padecimiento cardíaco y a la que Casal dedica una LA HUELLA DE GASPAR CASAL parte de su obra con la descripción de nueve casos en Oviedo (“siete eran hombres y dos mujeres; dos de aquellos eran religiosos, uno de la orden seráfica y otro de predicadores; los demás eran dos canónigos, dos ciudadanos nobles y uno de clase media,… todos en plenitud de la vida”), refiriéndola como “asma seco hidropiforme de los pulmones”, que sería lo que -según escribe Casal- el destacado seguidor de Hipócrates Próspero Marciano identifica con la hidropesía de pecho del sabio de Coos. En esos años van surgiendo los nuevos sistemas iatroquímicos -que conciben como procesos químicos las funciones y enfermedades del cuerpo humano- y iatromecánicos, que recurren a la mecánica galileana para explicar su funcionamiento. Y la influencia del empirismo y su presencia en el ambiente científico van impulsando el cambio radical que se estaba produciendo en la medicina. De la mano de los hipocráticos y racionalistas va ganando terreno una medicina basada en el conocimiento experimental y la observación, que desplaza al galenismo imperante hasta el siglo XVII, reelaborado en el medievo y modificado desde los escritos árabes. Ha de decirse que la aparición de la medicina moderna va evolucionando a partir de las observaciones y descubrimientos de un elenco de médicos brillantes, pioneros de la práctica científica, entre los que el anatomista belga Andrés Vesalio (15141564) destacó de manera indiscutible. Su obra magna (De humani corporis fabrica, 1543), un volumen de 700 páginas con numerosos grabados, cada uno inigualable en su realismo y belleza, inició la moderna ciencia anatómica. Fue el primer paso para que desaparecieran del campo médico los errores anatómicos arrastrados desde Galeno: “… ¡y tú Galeno, que te dejaste engañar por tus monas!”, le reprochó Vesalio al viejo maestro en el prólogo de su Fabrica. La marcha de la enseñanza que Vesalio fijó en sus obras es seguida todavía hoy, lo mismo que las técnicas de disección y la aplicación sobre el cadáver de una buena cantidad de instrumentos por él utilizados. El método descriptivo exacto, imaginativo, magistral, del que hizo alarde le ha concedido un puesto de honor en la historia de las ciencias. 80 81 LA BIBLIOTECA DE CASAL También hipocrático en sus métodos y en su idea de la medicina era Luis Dureto, nacido en Brescia y cuya autoridad esgrime Casal en 25 llamadas: “sapientísimo –confiesa- y cuyo libro tengo siempre en la mano”. Dureto fue uno de los más célebres clínicos de su tiempo, ejerciendo con mucho crédito en París en tiempo de los reyes Carlos IX y Enrique III, de quien fue médico de cabecera hasta su fallecimiento en 1586 a los cincuenta y nueve años de edad. Y contemporáneo suyo es Nicolás Monardes (1493-1588), de Sevilla, que hizo una prolija descripción de la angina diftérica, además de ser introductor en Europa de numerosas plantas medicinales americanas, cuyas propiedades y aplicaciones investigó y describió extensamente. Ha merecido el sobrenombre de “padre de la farmacología”, y su obra de 1565, Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, fue traducida a varias lenguas y ha sido reproducida en lujosas ediciones. Junto a estas celebridades, Casal cita a Miguel Etmullero, medico tudesco nacido en Leipzic en 1644, que tras viajar por gran parte de Europa se convierte en profesor de botánica, química y anatomía en la universidad de su ciudad. Fue prolífico escritor, destacando su Institutiones medicae y De morborum curationibus, y muere en 1683 víctima de un experimento químico. La misma preocupación que manifestaba Casal sobre la medicina acientífica y un decidido hipocratismo, los comparte Giorgio Baglivio (1668-1707), maestro de la clínica italiana, contemporáneo y también seguidor de Sydenham, que explica anatomía en Roma hacia 1700. Su Morborum sucesionibus es citado por Casal seis veces; y en su famoso libro De praxi médica escribía que “ojalá los médicos vuelvan a la razón, despierten al fin de su sueño profundo y vean cuan diferente es la antigua y viril medicina griega de la especulativa e indecisa de los modernos”. Sintetizó la esencia del pensamiento clínico de su época en una frase por la que se ha ganado un puesto en los anales de la historia médica: “Sepan los jóvenes que nunca encontrarán un libro más docto e instructivo que el enfermo mismo”. Siguiendo el índice de autores citados en la Historia Natural, Casal recurre por tres veces en sus argumentos a Martín Martínez, nacido en Madrid en noviembre de 1684 y fallecido también en la Corte el 9 de LA HUELLA DE GASPAR CASAL octubre de 1734, a los 50 años de edad. Desde 1706 (a los 22 años) ocupó una plaza de médico de número por oposición, en el Hospital General de Madrid, en donde llegó a ser Profesor de Anatomía desde 1707 al 1734. Martín Martínez admite el mundo de la experiencia y de la apariencia verdadera como base de una ciencia médica experimental y útil. Según él, “no se puede construir una ciencia física usando sólo el mero proceso mental”. Su notable personalidad médica y filosófica habría desaparecido casi completamente si no hubiera salido en su defensa el padre Feijoo, que lo defendió con el libro Apología del Escepticismo Médico contra los ataques que le hizo Bernardo López de Araujo en su libro Centinela Médico-Aristotélica contra Scepticos. La Chirurgiae del alemán Lorenzo Heister se publica en 1718, estableciéndose en ella las reglas para la traqueotomía y donde se describe la patología de la apendicitis. Coetáneo de Casal es también Carlos Musitano, el sacerdote y médico italiano perito en enfermedades venéreas. De su ayer inmediato son Heurnio, predecesor de Boerhaave en la cátedra de Leyden, Fernelio, el burgalés Cipriano Maroja, médico de cámara de Felipe IV y que certera y minuciosamente describe la clínica de la litiasis renal; y Gaspar de los Reyes, autor de un Campo Elíseo y citado en repetidas ocasiones por el Padre Feijóo. Y Casal menciona con igual admiración al “Divino” Vallés -Francisco Vallés de Covarrubias, médico de Felipe II-, también hipocrático, quien fue un adelantado del método anatomoclínico, y que practicaba autopsias con el anatomista Pedro Jimeno en la Universidad de Alcalá. Vallés fue autor de muchas obras muchas veces editadas y citadas en Europa durante más de dos siglos, tal como señala el profesor López Piñero. Al contrastar esta nómina de autores y sus numerosas citas, no podemos menos que reiterarnos en la consideración de que Gaspar Casal fue un médico estudioso, original, extraordinariamente observador y minucioso en sus anotaciones, que desde una pequeña ciudad –el Oviedo amorosamente retratado por Palmira Villa- va a postular valientemente un cambio total de orientación en las maneras de ejercer nuestra profesión. Que para ello se despega de las fórmulas mágicas que apelando a exorcismos y ritos pintorescos pretendían devolver la salud a los enfer- 82 mos; que rompe con las tesis de Galeno, con el dogmatismo de los escolásticos y con las contradicciones y extravagancias que mantenían muchos de sus contemporáneos. Este escueto y arriesgado acercamiento a la biblioteca de Casal a través de su Historia Natural, nos ha permitido formarnos una idea general de cuáles fueron sus lecturas; de cómo influyeron en su pensamiento, sobre su concepción de la clínica y de la materia médica. Su obra es hoy un libro vivo, en el que se nos descubren los pliegues más íntimos del alma de su autor. Es un texto traspasado de duración y significado, con resonancia en la medicina de hoy, con un sentido que justifica nuestra profesión. Gracias a su rico contenido y al amor que emana de sus páginas ilumina –aún hoy, a los 250 años de su publicación- nuestro trabajo, ofreciendo a quien se acerque a su lectura perennes y generosas enseñanzas. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: Canella y Secades, F.: Noticias biográficas de D Gaspar Casal. Oviedo, 1900 y 1956. Casal y Julián, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. 1762 y 1959. 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Tolivar Faes JR.: Introducción a la Edición facsímil de la Historia Natural. Ed. Principado de Asturias, 1988. Villa Río, P. Casal en Oviedo. IDEA, 1967. 84 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO DE ENSAYO CIENTÍFICO DEL SIGLO XVIII ESPAÑOL. CONTENIDOS Y FORMA. Gaspar Casal y la escritura científica en el siglo XVIII En 1949, en un volumen especial del Boletín del RIDEA dedicado a la Historia natural y médica del Principado de Asturias, Lucas Rodríguez Pire hizo constar el valor y la significación de la obra de Gaspar Casal. Y lo hizo proyectándole hacia su propio tiempo, que también podría ser el nuestro: Si nuestro Dr. Casal, con sus insuperables dotes de observador, con su gran afán investigador, su perseverancia, decisión y escrupulosa sinceridad, hubiese nacido un par de siglos más tarde, si hubiese tenido a su disposición los actuales recursos de la Ciencia, su obra alcanzaría magnitudes incalculables. (1949: 109) Pero Gaspar Casal nació en 1680, justo en el momento en que estaban germinando las radicales transformaciones que terminarían conduciendo a la Ciencia –y con ella a la civilización entera– hacia la modernidad. En 1687 vio la luz la Carta Philosofica, Medica Chymica de Juan de Cabriada. Su defensa explícita del empirismo frente a la medicina teórica que se desarrollaba en las universidades la convirtió en el manifiesto español de una nueva manera de entender la naturaleza –casi de 85 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... NATALIA FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ LA HUELLA DE GASPAR CASAL una nueva cosmovisión, podríamos decir1–. Su comienzo es del todo elocuente: Es regla asentada y máxima cierta en toda medicina, que ninguna cosa se ha de admitir por verdad en ella, ni en el conocimiento de las cosas naturales, si no es aquello que ha mostrado ser cierto la experiencia, mediante los sentidos exteriores. (López Piñero, 1969: 103) A lo largo de los años siguientes, y durante todo el siglo XVIII, se sucedieron los testimonios de que, efectivamente, todo estaba cambiando y de que el mundo ya no podía mirarse desde los ojos del escolasticismo. Y, como en tantos otros dominios del saber humano, el choque entre antiguos y modernos –los significativamente denominados novatores2– marcó las directrices ilustradas del avance científico. Esther Lacadena (1985: 100) recuerda, a propósito, unas palabras de Ángel del Río que sintetizan las claves del proceso: Se pone en duda la autoridad de la revelación, la tradición, la teología y la escolástica como fuentes de conocimiento. Y se proclaman, en cambio, como medios de alcanzar la verdad, a la razón y los sentidos (base de la filosofía), a la experiencia (base del saber enciclopédico). Y es aquí, en este contexto de enfrentamientos y polémicas, de tradiciones y rupturas, donde tenemos que situar a Gaspar Casal –«una de las más relevantes figuras de la medicina española del siglo XVIII» según Sancho de San Román (1959: 157)– y valorar su papel y el de su obra en nuestra historia intelectual. Nacido en Gerona, como demostró Evicasio Antolín Peña, su periplo vital y profesional se desarrolló entre Castilla, Oviedo y Madrid. Pero fueron sin duda los treinta y cuatro años –entre 1717 y 1751– que pasó en la capital del Principado y su honda adhesión a esta tierra –que le llevó a prometer que nunca la dejaría3– los que le convirtieron en una figura clave de la intelectualidad asturiana, junto a nombres de la talla de Sarmiento o Feijoo. Gregorio Sánchez Doncel (1973: 108) reconoce la profunda y decisiva influencia que el ilustre benedictino ejercería sobre el futuro «Hipócrates asturiano»: 86 87 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... La periódica publicación del Teatro Crítico, del P. Feijoo, a quien llama Maestro, y en cuya celda comentó con asiduidad atrevidos y espinosos temas que debatían a la luz de las últimas publicaciones que les llegaban de la Europa culta, fue el crisol donde la despejada mente de Casal se purificó del lastre y ganga de la rutina escolástica del método universitario de entonces. Y es que Feijoo se posicionó muy explícitamente en contra del escolasticismo tradicional al publicar en 1725 la Aprobación apologética del Scepticismo médico, donde propugnaba la incertidumbre y la inexactitud como debilidades consustanciales al conocimiento científico4. La tríada «ver-observar-razonar» –y con ella sus intrínsecas limitaciones– se convirtió en la piedra de toque de la medicina moderna; y la obra de Gaspar Casal la ejemplificará estructural, formal y metodológicamente, como veremos, erigiéndose en un eslabón crucial de nuestra historia médica. Pero hay algo más. Aquellas dudas de las que nos hablaba arriba Ángel del Río, ese escepticismo en torno a la realidad que se impone durante el Setecientos en los principales campos del saber, al tiempo que revolucionan las mentalidades –y justamente por ello– revolucionarán también las maneras de comunicar. La necesidad de expresar la incertidumbre del hombre ante su mundo propició el desarrollo de una forma de escribir que, por sus características compositivas, ya no se ajustaba a ninguno de los géneros conocidos hasta entonces: la «afirmación de la individualidad y el desarrollo del escepticismo respecto a la realidad y a los auctores» constituyen, como reconoce Mª Elena Arenas Cruz (1997: 450), los «pilares básicos de la escritura ensayística». En su Teoría del ensayo, Pedro Aullón de Haro (1992: 102) singulariza el componente ideológico-literario de los géneros propiamente ensayísticos frente al carácter técnico-formal de los que denomina «géneros científicos». Pero ya sabemos que, en la España del siglo XVIII, la reflexión científica poseía una proyección ideológica compatible, casi en exclusiva, con el paradigma argumentativo del ensayo. La obra de Gaspar Casal, que parte de ese relativismo a la hora de abordar la realidad, se convierte, LA HUELLA DE GASPAR CASAL simultáneamente, en un hito de nuestro devenir científico y en un ejemplo emblemático del ensayo dieciochesco español: aquí reside justamente su inestimable valor. A lo largo de las páginas que siguen, se abordará el estudio de la Historia casaliana incidiendo en esa función representativa de un nuevo modo de pensar y escribir sobre la ciencia médica. La estructuración de los contenidos, la metodología y las características formales –rayanas hasta cierto punto en algo que nos recuerda a la literariedad– son per se portavoces de un posicionamiento ideológico que tenía mucho de revolucionario en el sentido que le atribuye Jesús Martínez Fernández (1962: 277): (…) porque arremete gallardamente contra los valores consagrados, haciendo gala de una disconformidad constructiva que se ampara bajo el común denominador generacional representado por la ambiciosa proyección de un programa, el vivo deseo de comunicarse con el espíritu del tiempo, la insaciable apetencia de conocimientos y la esbelta concatenación de un saber que se irradiaba por doquier en virtud de la misma diafanidad de su mensaje. Una coherencia generacional que no menoscaba, en ningún caso, la fuerte individualidad del criterio y el sistema de Casal, pero que conectaba con la proyección universalista de la intelectualidad dieciochesca. Francisco de Goya, «El médico», 1780. Se cree que pudo haberse inspirado en Casal. 88 La única obra de Gaspar Casal vio la luz, póstumamente, en 1762, y su publicación resultaba de la unión de varios tratados y documentos distintos. Los bloques en los que se divide la obra son, como es bien sabido5, la «Historia Physico-Médica del Principado de Asturias», un «Brevísimo tratado» sobre las doctrinas hipocráticas6, la «Historia de la constitución de los tiempos y las enfermedades epidémicas», la «Historia affectionum quarumdam Regionis huius familiarium» y varios documentos más breves, también en latín, que incluyen la correspondencia entre Casal y los miembros de la Academia de Medicina de París, y otras reflexiones de índole médica. Del grueso de la obra se extrae enseguida una primera subdivisión, de base lingüística, que no es casual en el contexto de la España dieciochesca y que deja traslucir una cierta autovaloración por parte de Casal. Sánchez Blanco (1992: 18) recuerda: El esporádico empleo del latín es no solo natural sino obligado. Hay que recordar que, todavía a comienzos del siglo XVIII, la alfabetización era inseparable del aprendizaje de la lengua latina y así se puede presuponer que un “lector” de aquellos tiempos era automáticamente un lector de latín. Casal no solo mantiene –como no podía ser de otra manera– la lengua original de las numerosas citas que salpican su exposición, sino que incluye un tratado sobre enfermedades endémicas compuesto –al parecer por consejo de Feijoo– íntegramente en latín. Como en el resto de las «Historias», la «Historia affectionum quarumdam Regionis huius familiarium» describe enfermedades propias del Principado. Pero, en lugar de ofrecernos una especie de catálogo, como en los tratados en castellano, se centra exclusivamente en las tres afecciones que considera más representativas –la sarna, la lepra y el mal de la rosa– y profundiza en la descripción de cada una de ellas. Con una simple lectura, comprobamos que la obra latina aspira a un mayor metodismo y sistematicidad: se ahonda en los síntomas generales, se plantean posibles alteraciones dependiendo de la fisiología de cada paciente y se propo- 89 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... Una obra con vocación de universalidad LA HUELLA DE GASPAR CASAL nen remedios paliativos o curativos. Pero, además, tampoco es casual que esté en latín la aportación más notable de Casal y lo que le ha granjeado prestigio internacional: Cum observassem sedulo, multorum annorum praxi, symptomata cuncta morbo huic familiaria vidissemque, nullam, vernacularum ómnium affectionum, horribiliorem, contumatioremque eo, in hac regione ese nos abs refore, putavi illius me historiam scribere. (327) Esa horrible y contumaz enfermedad es el llamado «mal de la rosa», la pelagra, una especie de lepra escorbútica relacionada con ciertas carencias nutricionales y condiciones atmosféricas. El tratado sobre el mal de la rosa está estructurado en bloques diferenciados, algo que pone de manifiesto una rigurosa voluntad compositiva: una introducción general sobre los síntomas más evidentes da paso a la presentación de diversos casos clínicos. A continuación, se ahonda en la descripción de la enfermedad siguiendo el esquema «síntomas-evolución-causa-tipología» para, al final, reflexionar sobre el origen y la distribución geográfica de la patología. Afirma Sancho de San Román (1959: 178) que, con el «descubrimiento y descripción» del mal de la rosa, «escribe Casal su inmortalidad en el campo de la medicina». Delfín García Guerra y Víctor Álvarez Antuña (1992) también ponen de manifiesto la aportación decisiva de Gaspar Casal a la historia de la pelagra. Y es que el empleo de la lengua latina no es únicamente una cuestión de prestigio –que también– sino la condición indispensable para que la obra adquiriera la proyección internacional que su relevancia merecía. Pero esa voluntad de universalización no solo queda atestiguada por la utilización del latín, sino que se confirma como eje de toda la obra. Aunque cada uno de los opúsculos que la integran posee, como es lógico, características compositivas distintas, el principio ordenador reside justamente en esa proyección generalizadora que ya pone de manifiesto el editor: No se puede negar sin agravio de nuestro suelo que esta Península es un theatro de maravillas naturales, pero es teatro o tesoro escondido. Por millares de años no se ha sabido 90 91 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... de ella más que lo que se presentaba a los ojos de todos. Y aunque en este siglo se mudó la escena, apareciendo la aplicación y buen gusto en lugar de la pereza, como lo publican tantos descubrimientos en vegetales, canteras y otros minerales, es de creer que si representasen muchos casales en esta utilísima pieza de la naturaleza, mudaría totalmente el aspecto del gran Theatro Literario de España. (XXVII) Porque ese «Theatro», como se desprende del Diccionario de Autoridades de 1739, remite metafóricamente a un escaparate de valoración o censura universal. Casal tiene el mérito de ofrecer al mundo un conocimiento hasta entonces oculto y de contribuir, con ello, como buen ilustrado, al enriquecimiento de toda la sociedad. De forma totalmente coherente con este planteamiento, propugna la aplicabilidad de sus reflexiones sobre el Principado de Asturias a otros ámbitos: Aunque es particular esta Historia por contener solo las disposiciones de la atmósfera, terreno y enfermedades familiares y proprias de este país de Asturias, puede, sin duda, ser útil para diferentes Regiones, pues así como por la noticia de los efectos que el calor (v. gr.) produce, se suele venir en conocimiento de los que el frío causa; y por haver observado que, con la excesiva humedad, desmayan y perecen muchas cosas, hemos llegado a entender que la sequedad es medio importante para su duración y permanencia: así también por los fenómenos proprios de un clima se puede inquirir quáles serán los de otros. (XXIX) Y esta validez general no se apoya precisamente en un armazón teórico, sino en la observación empírica de los fenómenos, insignia de la nueva ciencia –como vimos– y tamiz metodológico de Casal. LA HUELLA DE GASPAR CASAL La argumentación empírica como base metodológica. Dentro de una obra centrada en la descripción, más o menos minuciosa, de un asunto tan específico como la historia médica y natural del Principado de Asturias, resalta –por romper con la expectativa general– la inclusión de un opúsculo de orientación teórica como es el «Brevísimo Tratado» sobre el hipocratismo. La deuda casaliana con las enseñanzas de Hipócrates se pone de manifiesto desde las primeras líneas de su obra: «Para todas las gentes y Provincias (mutatis mutandis) fueron, son y serán muy útiles las sentencias y doctrinas de Hypocrates, aunque observadas y escritas en Grecia» (XXIX). Esta declaración de intenciones se confirma a cada paso por medio de citas tomadas directamente del padre de los médicos; citas que le sirven a Casal para fundamentar y justificar sus planteamientos. Pero, más allá del fondo metodológico que encierra su postura, la explícita reivindicación del legado hipocrático encierra en sí misma un posicionamiento ideológico dentro de las múltiples contiendas intelectuales de la España dieciochesca: Es digno de señalar que esta reviviscencia del pensamiento hipocrático acontece en España a las pocas décadas de haber tenido lugar una agria disputa entre revalorizadores de la obra hipocrática y defensores de galenismo aristotélico, encabezados los primeros por el Dr. Boix y Moliner. (San Román, 1959: 170) Posicionamiento ideológico que confiere a las meras menciones a Hipócrates el valor argumentativo que cimenta toda escritura ensayís- 92 93 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... tica. Convencido del valor de sus enseñanzas, Casal no dudó en convertir la obra en testimonio de su eficacia práctica frente a quienes reivindicaban otro modo de entender la medicina. Pero todavía dio un paso más mostrando su individualidad a la hora de aplicar el legado del maestro, cuestionando constructivamente algunas de sus propuestas y logrando realmente –tal como afirmaba en las palabras prologales antes citadas– aprovechar su sabiduría casi dos milenios después. Y para explicar las claves de su postura compuso el «Brevísimo Tratado» que podría muy bien leerse como un prólogo a la obra en su totalidad. El opúsculo posee una evidente proyección argumentativa: «Para probar lo que intento en este Tratadillo…» (147) comienza diciendo Casal; poco más adelante admite la subjetividad sin paliativos de su planteamiento: «Prosiguiendo con mi idea (buena o mala, pues cada qual podrá tomarla como gustare)…» (163). Y su idea, esa hipótesis a demostrar es, como ya deja bien claro el título del tratado, poner de manifiesto que la comprensión óptima de las doctrinas del maestro se logra con la observación de casos prácticos, y no mediante la mera lectura de sus intérpretes. El vincular la reivindicación per se de Hipócrates con la necesidad de observación empírica por encima de la erudición teórica sienta las bases de su metodología. Es en el breve prólogo a la obra donde Casal declara explícitamente sus intenciones. Su punto de partida, en consonancia plena con el espíritu dieciochesco, es el reconocimiento de los límites del entendimiento humano y, por tanto, del relativismo de sus conclusiones. De ahí la conveniencia de basarlo todo en la observación: Y aunque conozco y confieso que para escribir cosas útiles y dignas de algún aprecio en la Medicina y penetrar sola la superficie de la abultada mole, llamada Naturaleza, es muy corto, débil y poco agudo el punzón del entendimiento humano, confieso también que para referir sinceramente lo que cada cual hubiere visto y palpado, del modo que pudo percibirlo, basta un juicio enemigo de mentiras, desnudo de ambición y de amor proprio y nada aficionado a opiniones, sistemas, hipótesis y lógicas cavilaciones. (XXX) LA HUELLA DE GASPAR CASAL Son dos los motivos que aduce, ya en el capítulo VI de su «Historia Physico-Medica», para asumir el método empírico como la estrategia preferible de observación de la naturaleza: (…) el primero, consiste en parecerme más fácil, quanto es menos metaphysico; y el segundo, en que, quanto más se alexa (en cosas naturales) el humano entendimiento de lo que tocan los sentidos corporales, tanto más suele apartarse de las verdades physicas. (42) Para él, las verdades dogmáticas preestablecidas y las hipótesis no probadas son meras «fruslerías mentales» (21) que convierten el ejercicio de la Medicina en una teorización inútil. Es por eso que Casal construye toda su obra mediante estrategias discursivas acordes con una perspectiva de primera persona. Solo la escrupulosa observación es lo que garantiza cierta objetividad y lo que conduce a una verdad inevitablemente parcial: No me atrevo a señalar las causas genuinas de la más o menos perfecta salud de los humanos cuerpos ni de su mayor o menor perseverancia, y así en este asumpto tan dificultoso cuento solo lo que tengo observado. (11) En consonancia, desde el arranque mismo de su discurso, aduce explícitamente su papel de observador: «Esta región es una de las más desiguales de quantas tengo vistas» (I). Y convierte su propia experiencia en argumento: Pues soy testigo de que en semejantes pueblos son frigidísimas las noches y mucho más las mañanas en verano y estío, y desde las nueve o diez de la mañana hasta la noche arden los habitadores en vivo fuego. (7) O poco más adelante: Tengo repetidas experiencias de que por todos los valles, y en especial por aquellos que corren de Abrego a Norte, soplan por las mañanas, en los meses de Mayo, Junio y Julio y aún Agosto, unos agudos vientecillos fríos y húmedos que, siguiendo el curso de los ríos, caminan de Mediodía al Septentrión, esto es, desde las encumbradas montañas al Mar. (8) 94 95 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... Sin menoscabar la pertinencia de las autoridades, no asume su validez de forma acrítica, sino que es esa experiencia personal lo que se toma como criterio para refrendarlas: Bacon de Verulamio dice: «Loca excelsa potius edunt longaevos, quam depressa; praesertine si non sint juga montium, sed terrae altae, quantum ad situm eorum generalem». Esta autoridad es cierta, y experimentada por mí mismo en aquella parte de el Ducado de Medina-Coeli (…) (11) El empleo del método empírico se concreta, asimismo, en la inserción de anécdotas vividas en primera persona. Para reflexionar sobre cierta epidemia que asoló La Arena de Pravia en 1720, Casal parte de la narración de sus propias vivencias: Siendo llamado, passé a fines de Septiembre de el año de 1720 a la Villa de Muros, que dista cinco leguas largas de esta Ciudad, para assistir a Don Phelipe Varela (…) Quando llegué a verlo, estaba dicho enfermo en el día doce o trece de su indisposición, porque no pude averiguar con certeza qual havia sido el primero. (13) Y, consciente siempre de los límites de su propia observación –«no pude averiguar con certeza», decía–, imbuye todo su discurso de un inevitable relativismo. La consecuencia pragmático-discursiva de esta perspectiva metodológica configura un modelo textual en el que la argumentación se deriva de la descripción. Son los datos concretos y empíricamente comprobables los que conducen a las hipótesis y no la asunción acrítica de estas la que proporciona una conclusión cerrada. En la «Historia de la constitución de los tiempos y las enfermedades epidémicas», parte de la descripción de las condiciones climáticas acaecidas entre 1719 y 1721 para introducir la presentación pormenorizada de casos clínicos concretos y proponer: Fundado en lo que dexo dicho, he formado el siguiente dictamen, que sujeto al juicio de los doctos. De los phenomenos y mutaciones que perciben los sentidos corporales en las estaciones y constituciones de los tiempos creo que pueden resultar en los males epidémicos aquellas figuras o formas por las cuales se apellidan y colocan en determinado género o clase de calenturas pútridas (…), pero no me parece que pueda originarse de semejantes causas perceptibles aquel escondido veneno que en esta o aquella epidemia, burlándose de todas las medicinas y médicos, pasa a cuchillo y destroza a quantos se le ponen delante. (195) La argumentación casaliana es, en todo momento, deudora de una descripción previa –«fundado en lo que dexo dicho», matiza–, mecanismo que confirma, desde el punto de vista textual, su postura teórica. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Concesiones casalianas a la literariedad. No podemos decir que la Historia de Casal sea propiamente una obra literaria. Ni la intencionalidad del autor ni el resultado final poseen la entidad pragmática de una composición de naturaleza artística. Y, sin embargo, tampoco puede negarse que exista una voluntad de estilo que adopta técnicas rayanas en la literariedad. Varios de sus intérpretes intuyeron con nitidez un más allá de la neutralidad científica. Gregorio Marañón (1960: 11) asume una postura de corte gracianesco al atribuir a su «brevedad» un valor positivo. Sancho de San Román (1959: 164) cita a López Sendón, para atribuir a Casal un «estilo literario fácil, límpido, de una fluidez natural, exenta de toda clase de tecnicismos»; y Ángel Pulido (1959: XLIV) llega a emplear los términos «gentil y cervantesca» para caracterizar su prosa. Y es que en la obra de Casal, bajo el discurso científico, late el toque personal del ensayista, del intelectual dieciochesco que aúna aptitudes médicas y saber humanístico. Más allá de la reflexión desnuda y de la descripción de casos clínicos, se filtran indicios literaturizadores que, a veces, son consecuencia directa de la propia perspectiva metodológica casaliana y, otras, dejan traslucir esa voluntad de estilo de la que hablábamos. El empleo de algunas figuras retóricas no menoscaba la impresión general de sobriedad, pero sí la matiza y, sobre todo, intensifica la individualidad de la obra. Las metáforas se utilizan, a veces, para dotar 96 97 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... de cierto lirismo al discurso, como al mencionar las «cortantes espadas» (77) del viento. En otros casos, adquieren un valor ilustrativo: (…) pero aquí, como soldados en campaña, no lexos de el exercito enemigo, quando se dice que descansamos, estamos peleando con varios destacamentos y partidas que nos importunan. (88) De las páginas de Casal, se desprende a menudo un cierto toque de humor irónico, como sucede al describir los síntomas de la histeria femenina: Al dar estos chillidos, comienzan muchos, varios y fuertes movimientos de todo el cuerpo con notables esfuerzos, esperezos y pandiculaciones de brazos y piernas, y (p or remate de la fiesta) quedan rendidas y postradas por algún espacio de tiempo, callando y con los ojos cerrados. (134) (La negrita es mía) O en la hiperbólica valoración de la humedad típicamente asturiana: «Es el ambiente tan húmedo, que bebemos los que aquí vivimos más por las narices respirando que los de otros parajes por la boca engullendo» (76). Ya demostramos en el epígrafe anterior cómo la adopción del empirismo redunda en la utilización de estrategias discursivas compatibles con la perspectiva de primera persona. Dentro de un tratado de intencionalidad prioritariamente científica, la subjetividad puede percibirse en sí misma como una muestra de desautomatización, una ruptura del horizonte de expectativas que activa en el lector estrategias interpretativas cercanas a las que activaría la literatura. La descripción de la Fuente de Nava, la llamada Fuente Santa, está salpicada de valoraciones personales que terminan confiriendo a la topografía un aspecto casi fabuloso: Exhala la fuente un hedor cenagoso-sulphureo harto enfadoso; y lo percibe más el que dista ocho passos, poco más o menos de dicha fuente, que el muy vecino a ella. En las orillas del arroyuelo, por donde corre el agua, queda una cenicilla blanca, como azufre muy molido. Puesta dentro de la LA HUELLA DE GASPAR CASAL fuente, o su arroyuelo, alguna moneda, o alhajilla de plata, se buelve en poco tiempo de color de oro, pero si no se saca luego, se muda el dorado semblante en negro feíssimo. (31) Las características de este fragmento –la abundancia de adjetivos, la alusión explícita a las impresiones del observador o la atención a detalles que enlazan más con la sabiduría popular que con la precisión científica7– lo hacen compatible con las claves de un relato de ficción. Las descripciones de casos clínicos concretos, axiales en la obra de Casal como sabemos, se tiñen también de una plasticidad y un detallismo que casi parecen sacadas de novelas naturalistas –salvando el anacronismo: Era el color de la cara amarillo susco, estaban entumecidos los ojos, tristes y turbado lo blanco de ellos, la nariz angosta, o afilada, y por baxo blanquecino-pálida, los labios descoloridos, la lengua muy sucia y reseca, las manos y pies áridos (…) se desfiguraba de tal modo la cara del triste paciente que parecía cadáver de dos días. A esta mudanza de semblante, se seguían algunos temblorcillos y recogimiento de piernas y brazos, perdía el sentido y habla, y quedando como en un profundo accidente histérico, cerrados los ojos, abierta la boca, colgando el descolorido labio inferior, fríos y morados los pies y manos y casi imperceptibles la respiración y pulsos, estaba por más de tres horas en este miserable estado sin señales de vida. (13-14) No es que Casal tuviera propiamente voluntad literaria, pero la plasticidad de la descripción y el tono de afectividad que late bajo el armazón cientifista alejan estos pasajes de lo que entendemos hoy por tratado de medicina aproximándolos a ese terreno fronterizo en el que se movió el ensayo dieciochesco. Es evidente, por tanto, que la fórmula científica casaliana, por sus fundamentales concesiones a la subjetividad, da cabida a elementos no rigurosamente científicos. Lo humano, lo personal, se filtra de modos diversos en un tratado que tiene, a veces, visos de relato costumbrista: Luego que vine a esta región advertí que en ninguna cocina había cenicera. Esta es un depósito a modo de hornaza, veci- 98 99 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... no al hogar tan necesario en el país donde me crié, que no hay chimenea en la más pobre casa, ni tugurio, que carezca de ella (…) Todo lo contrario sucede en Asturias, pues consumiéndose más leña que en toda la provincia o reino de Castilla la Vieja, apenas tenemos bastantes cenizas para las regulares coladas de la ropa blanca. (43) El saber popular, muy presente a lo largo del tratado, como ya hemos visto en alguna cita, se manifiesta en el empleo del refranero: «Como un clavo expele otro clavo y un acero lima y taladra otro acero, destruye y rompe una sal a otra sal y un azufre a otro azufre» (67). Pero, como buen humanista, también aduce citas literarias. En el importante capítulo sobre el descubrimiento del visco corilino, Casal hace algo tan anticientífico como evocar sus emociones: Volvime a esta Ciudad más alegre que si huviera conquistado otro Bellocino de Oro, presumiendo que de aquellos viscosos palillos havia de fabricarse una adarga donde torcerían sus diamantinas puntas las flechas de las Alferecías; (…) creyendo que caminaba ya seguro, quise cantar con Ovidio: «Ipsa Medusa oculis veniat, licet obvia nostris, / amittet vires protinus ipsa suas». (38) Y es que quien nos está hablando aquí no es tanto el médico como el hombre; un hombre entusiasmado por lo que él cree un hallazgo importante. Aquí no cabía aducir autoridades médicas, porque su intención no era demostrar una verdad científica, sino revelar su estado de ánimo y, para ello, se sirve de algo tan literario como la intertextualidad. No es la única ocasión en la que recurre a citas no científicas para introducir en su discurso una dimensión valorativa más humana que médica. Para sugerir una hipótesis sobre las sales, hace reaparecer a Ovidio: (…) y creí de este modo que pudo ser verdad lo que de el suelo de Troya escribió Ovidio en estos versos: «Iam seges est ubi Troya fuit, resecandaque falce, / Luxuriat Phrygio sanguine pinguis humus». (59) Y en una reflexión sobre la sequía cita el evangelio según San Mateo: Por esta causa sucede lo mismo que dixo Christo por San Mateo, cap. 13: «Alia autem ceciderunt in petrosa, ubi non habebant altitudinem terrae; sole autem orto aestuaverunt, quia non habebant radicem, aruerunt». (63) La escritura científica de Casal se proyecta más allá de la ciencia y se introduce en el terreno del humanismo. Una perspectiva metodológica que priorizaba la observación, al tiempo que enlazaba con los presupuestos de la revolución científica dieciochesca, era compatible con la elaboración de un discurso en el que tuviese cabida la subjetividad. De ahí a la literatura, aún quedan muchos pasos, pero si a eso se une una evidente voluntad de estilo y una formación humanística que matiza la observación científica, ya nos empezamos a mover en un terreno fronterizo. Casal no escribió una obra literaria, pero sí una obra que, por su forma y su contenido, le ha granjeado un lugar importante en la historia de la intelectualidad. A Gregorio Marañón (1960: 13) no le pasó desapercibido. Sirvan sus palabras como colofón: Puliéndolo, como un joyero con sus piedras preciosas, se le pasaban las horas al buen doctor, acaso sin darse cuenta (porque rara vez conocemos al gran Destino cuando pasa por nuestro lado) de que aquellos cuadernos de letra apretada y ya un poco amarillos habrían de ser el pedestal inmarcesible de su gloria. LA HUELLA DE GASPAR CASAL O br as citadas Antolín Peña, Evicasio, «El doctor Gaspar Casal y su magnífica obra», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 8 (1949), pp. 111-120. Arenas Cruz, Mª Elena, Hacia una teoría general del ensayo. Construcción del texto ensayístico, Cuenca, Universidad de Castilla la Mancha, 1997. Aullón de Haro, Pedro, Teoría del ensayo, Madrid, Verbum, 1992. 100 1 Los antecedentes renacentistas de esta nueva manera de acercarse a la realidad fueron Newton y Boyle. 2 Se denominaron novatores todos aquellos científicos que abogaron por una metodología que priorizase la observación directa por encima de un acercamiento teórico. 101 LA OBRA DE CASAL COMO MODELO... Casal, Gaspar, Historia natural y médica de el Principado de Asturias, ed. José Ramón Tolivar Faes, Oviedo, Consejería de Educación, Cultura y Deportes, 1988. García Guerra, Delfín & Víctor Álvarez Antuña, Lepra Asturianensis. La contribución asturiana en la historia de la pelagra (siglos XVIII-XIX), Madrid, Universidad de Oviedo-CSIC, 1992. Lacadena Calero, Esther, La prosa en el siglo XVIII, Madrid, Playor, 1985. López Piñero, José María, La introducción de la ciencia moderna en España, Barcelona, Ariel, 1969. Marañón, Gregorio, La humanidad de Casal, Discurso leído en la Real Academia de Medicina, Madrid, Ed. Magisterio Español, 1960. Martínez Fernández, Jesús, «Segundo centenario de un libro “piloto”», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 46 (1962), pp. 276290. Pulido y Fernández, Ángel, «Prólogo» a Casal, Gaspar, Historia natural y médica del Principado de Asturias, eds. A. Buyya y Alegre y R. Sarandeses y Álvarez, Oviedo, Esc. Tipográfica del Hospicio, 1900. Rodríguez Pire, Lucas, «El doctor Casal, figura ilustre de la ciencia asturiana», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 8 (1949), pp. 101-109. San Román, Sancho de, «Vida y obra de Gaspar Casal», Salamanca, Universidad de Salamanca, 1959, pp. 157-184. Sánchez Blanco, F., La prosa del siglo XVIII, Madrid, Júcar, 1992. Sánchez Doncel, Gregorio, Gaspar Casal y su obra, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1973. 3 «Hice propósito –dice Casal en el Prólogo a su obra– de mantenerme allí toda mi vida» (XXX). Las citas de la obra de Casal están tomadas de la edición facsímil que preparó en 1988 José Ramón Tolivar Faes. Modernizo acentuación y puntuación. 4 El padre español del escepticismo médico, que enlaza con las doctrinas de los novatores y hereda, como estos, los planteamientos de Roger Bacon, fue Martín Martínez (16841734), médico de cámara de Felipe V, quien ya había publicado un tratado sobre Medicina scéptica en 1722. 5 Ofrecen una síntesis de la estructura de la obra García Guerra y Álvarez Antuña (1992: 55-64). 6 El título completo es bien ilustrativo del propósito de Casal: «Brevísimo tratado en que con experiencias se declara que para entender las importantes doctrinas y sentencias de Hippocrates valen más las observaciones prácticas que la lectura y estudio de los Comentadores de ellas». LA HUELLA DE GASPAR CASAL 7 De hecho Casal lo hace explícito: «Este es un phenomeno bien público en el mundo, pues son muy pocos los que ignoran que juntándose la plata con azufre se pone fea y negra» (31). 102 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL, MÉDICO Y NATURALISTA ASTURIANO DEL SIGLO XVIII. FÉLIX FERNÁNDEZ ALONSO VANIA POULOPOULOU JOAQUIN FERNÁNDEZ GARCÍA Gaspar Casal fue un médico y naturalista español del siglo XVIII cuya categoría científica le colocó en un lugar destacado de la ciencia moderna europea. Le cupo la gloria y el honor de ser el primero en descubrir a mediados de 1735 el denominado “Mal de la Rosa”, cuando ejercía su profesión en Oviedo. Pero, más allá de la descripción de esta enfermedad, debe ser considerado Casal como un científico y un naturalista en el sentido más genuino de ambos términos. Al acercarse a su obra debe resaltarse el perfil científico de este médico gerundense que en su periplo vital agotó su vida profesional en Atienza, en la Alcarria, en Madrid, en Oviedo y de nuevo en Madrid. I. Introducción: Difícil empeño conseguir una síntesis breve, coherente y fácilmente inteligible sobre la historia de la Ciencia y de la Medicina en el siglo XVII. En el siglo XVIII hubo cambios notables de diverso orden. A saber: En el mundo de las ideas y de la cultura surgió el fenómeno de la Ilustración que se caracterizaba por estas notas definitorias: La prima- 103 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... La ciencia y la medicina europea y española en el siglo XVIII LA HUELLA DE GASPAR CASAL cía concebida a la razón; la atención dedicada a la ciencia y a la técnica; la afirmación por el derecho a la libertad y a la felicidad terrena; y finalmente, al rechazo de una explicación providencialista de la vida y la historia. En síntesis, una laicización del pensamiento y de la vida. Pero hubo más cambios, que podríamos centrar en cuatro puntos concretos: el demográfico, el económico-social, el urbanístico y el político. Los comentamos brevísimamente. En el ámbito demográfico, el crecimiento de la población mundial pasó de 450-470 millones de habitantes en el siglo XVII hasta alcanzar los 800 millones hacia 1800, momento en el que Europa contaba con 190 millones de habitantes. El crecimiento, dentro de la propia Europa fue desigual y se atribuye el incremento de la población al retroceso de la mortalidad gracias a la disminución de las guerras y al hambre sustituidas por la penuria, endemias y epidemias. En el plano económico-social, también hubo cambios; las grandes crisis de subsistencia desaparecieron en Europa, a cambio de una penuria globalmente tolerada. La producción de alimentos se recondenó no a la subsistencia, sino a la venta, con una orientación capitalista y mercantilista. Inglaterra encabezó este movimiento, vendiendo sus productos en China, India y América del Norte inventando el neocolonialismo y se mundializan las condiciones de la producción industrial. El antiguo régimen industrial, basado en la manufactura rural, da paso a una producción capitalista, basada en la aplicación industrial de los inventos que se iban realizando en forma de máquinas. También hubo un auténtico desarrollo urbano, convirtiéndose las ciudades en símbolo de grandeza. Las ya existentes, reconstruidas si era necesario y ampliadas, y otras nuevas, nacieron al compás de las nuevas necesidades; se estiman que fueron creadas casi cien. El absolutismo monárquico, el “despotismo ilustrado” parecía el sistema político más adecuado para la nueva situación. Los monarcas por su parte, ejercieron el mecenazgo científico-técnico por obvias razones: por un lado, contribuían al desarrollo del país en muchos ámbitos: las manufacturas, la agricultura, la medicina, las obras públicas la guerra, la 104 administración y el control del espacio; y, por otro, por la percepción de que la ciencia era cultura y, por tanto, daba prestigio, haciendo que se considerase al país como moderno e ilustrado. España, no estaba lejos del panorama que acabamos de describir, aunque con muchos matices. La población creció de modo notable durante el siglo XVIII. En efecto, a finales del siglo, había en España tres millones mas de habitantes que al comienzo de la centuria. La tierra productiva del país, estaba en manos de los grupos privilegiados: la nobleza y el clero. La agricultura creció, pero no se desarrollo. Esto es: se incrementó mediante la extensión de la tierra cultivable, pero no a través de una mejora técnica. La industria se desarrolló, esencialmente, a través de los talleres artesanos, considerados un complemento de la economía agrícola rural; y, finalmente, lo más boyante fue nuestro comercio colonial. Por supuesto que los reyes fueron auténticos mecenas y el desarrollo urbano fue notable, especialmente en nuestras costas. Tras este breve exordio, centremos nuestro interés en el estado de la Ciencia y la Medicina tanto en Europa como en España en el siglo XVIII. Una cuestión previa: ¿cuales fueron las relaciones entre la ciencia y la técnica en la revolución industrial acaecidas en el siglo XVIII?. La contestación es fácil: En esta época, la distinción entre “ciencia pura” y “ciencia aplicada”, no existía y existían dos actitudes muy comunes ante este dilema: la inglesa y la del resto de los países. En Gran Bretaña, donde se inició la revolución industrial, los científicos vivían en un mundo social y político que articulaba la teoría y la praxis, pues estaban al servicio de una élite capitalista culta agrícola, comercial e industrial. En otros países como España y Francia servían más al estado que a los empresarios. De ahí que no se puedan establecer demasiadas generalizaciones en torno a las relaciones ciencia-técnica en la revolución industrial. 105 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... La ciencia. LA HUELLA DE GASPAR CASAL A. La ciencia en la Europa del siglo XVIII. Un hecho notable, durante el siglo XVIII reside en la organización de la actividad científica, su enseñanza y su difusión. Manifestaciones de ello fueron las siguientes: la creación de las sociedades científicas no sólo a nivel nacional, sino también a nivel regional y provincial; la expansión de los jardines botánicos; la creación de observatorios astronómicos; la transformación de la enseñanza universitaria hacia saberes nuevos (química, anatomía, geografía, mineralogía, botánica, zoología); la creación de cursos privados que, a veces, eran itinerantes. Otro hecho, que no carece de interés fue la tímida pero progresiva incorporación de la mujer al mundo de la ciencia, a través de los salones aristocráticos que dirigían y en los que se hablaba de ciencia y se realizaban experimentos. Agotando palabras, y en brevísimo resumen, señalemos la situación de la ciencia europea en e siglo XVIII. En matemáticas, se dio una gran importancia al análisis y a la mecánica nacional. Pero además de los avances en teoría matemática, se realizaron aplicaciones prácticas en varias disciplinas (náutica, física experimental, astronomía, cartografía, química, fisiología, ingeniería, botánica, demografía, administración, seguros etc). No podemos pararnos aquí a analizar los resultados prácticos que se consiguieron. B. La ciencia en la España XVIII No vamos a realizar, aquí, una relación pormenorizada de los científicos españoles del siglo XVIII. Este asunto, ya lo introducíamos, con la suficiente extensión, hace años ya. Nos interesa más, traer aquí el viejo tema de La Polémica de la Ciencia española pues nos permitirá ver el estado de la cuestión por boca tanto de ilustrados como de comentaristas del tema. Para ello, analizaremos las siguientes cuestiones: Las causas del retraso científico español vistas desde adentro, las causas del retraso científico vistas desde afuera y, finalmente, las instituciones científicas españolas de la época. Las causas del retraso científico vistas desde adentro: Feijóo, se ocupa de este asunto afirmando desde el principio en una de sus cartas: No es un sola, señor mío, la causa de los cortísimos progresos de 106 107 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... los españoles en las facultades expresadas, sino muchas y tales, que aunque cada una por sí sola haría poco daño, el complejo de todas forman un obstáculo casi absolutamente invencible. Y dicho lo anterior, va señalando las causas. La primera causa sería la existencia de ignorantes irredentos en las clases intelectuales. Los definía el benedictino así; “La primera es el corto alcance de algunos de nuestros profesores. Hay una especie de ignorantes perdurables precisados a saber siempre poco,no por otra razón, sino porque piensan que no hay más que saber que aquello poco que saben”. En Europa, era otra cosa como ya señalamos: Del amor por la ciencia, por el saber, nacieron las Sociedades Científicas, se contagió esta inquietud en la Universidad e incluso hubo quienes dieron cursos itinerantes. La raíz profunda del mal en nuestro país estaba en la ignorancia del profesorado y su negativa a saber. La segunda cusa relacionada con la anterior, era la preocupación que había en España por aceptar cualquier novedad. Al respecto señalaba Feijóo: “Dicen muchos que basta en las doctrinas el título de nuevas para reprobarlas, porque las novedades en punto de doctrina son sospechosas. Esto es confundir a Poncio de Aguirre con Poncio Pilatos. Las doctrinas nuevas en las ciencias sagradas son sospechosas, y todos los que con juicio han reprobado las novedades doctrinales, de éstas han hablado; pero extender esta ojeriza a cuanto parece nuevo en aquellas facultades, que no salen del recinto de la naturaleza es prestar con un despropósito patrocinio a la obstinada ignorancia”. La tercera causa, en opinión de Feijóo “Es el errado concepto de que cuanto nos presentan los nuevos filósofos se reduce a unas curiosidades inútiles”. Y prosigue, refutando este error: “Pero¿ no es cosa admirable que los filósofos de nuestras aulas desprecien las investigaciones de los modernos por inútiles?¿ Cual será más útil, explorar en el examen del mundo físico las obras del auto de la Naturaleza o investigar en largos tratados el ente de razón y de abstracciones lógicas y metafísicas, las ficciones del humano entendimiento?.Aquello, naturalmente eleva la mente a contemplar con admiración la grandeza y sabiduría del Creador; esta, la detiene como encarcelada en los laberintos que ella misma fabrica”. Para completar su razonamiento, Feijóo cuenta la demostración que realizó en su despacho el anatómico y cirujano francés residente en la ciudad Juan d’Elgant, sobre un cora- LA HUELLA DE GASPAR CASAL zón de cordero. Y concluye de este modo el benedictino. “Este y otros objetos semejantes hacen el estudio de los modernos; mientras nosotros, los que nos llamamos aristotélicos, nos quebramos la cabeza y hundimos a gritos la aulas sobre si el ente es univoco o análogo; si trasciende las diferencias; si la relación se distingue del fundamento etc. La cuarta causa sería para Feijóo “la diminuta o falsa noción que tienen acá de la filosofía moderna, junto con la bien o mal fundada preocupación contra Descartes. Ignoran casi enteramente lo que es la nueva filosofía, y cuanto se comprende debajo de este nombre, juzgan que es pauta de Descartes.Como tengan, pues, formada una siniestra idea de este filósofo, derraman este mal concepto sobre la física moderna.” A continuación el maestro trata de colocar en su sitio a Descartes y al margen de ello, concluye de este modo: “Entiéndase lo dicho solo a fin de mostrar cuan injusto es el desprecio que hacen de Descartes algunos escolásticos nuestros; porque, para el punto en que estamos no nos hace al caso Descartes.” Feijóo, en párrafos, sucesivos, defiende la ciencia moderna, la física experimental que poco o nada tiene que ver con Descartes. Lo expresaba así: “Solo se quiere que no cierren los ojos a la física experimental, aquella que prescindiendo de todo sistema por los efectos sensibles investiga las causas, y en donde no puede averiguar las causas, se contenta con el conocimiento experimental de los efectos.¿Qué conexión o dependencia tiene esta filosofía con el sistema cartesiano para que nuestros escolásticos extiendan a ella el desprecio, sea justo o injusto, que hacen a Descartes?. Esta es la física que reina en las naciones, esta es la que cultivan tanta insignes academias, cuando apenas o con dificultad se hallará en Francia,Inglaterra,Holanda etc.un cartesiano rígido”. La quinta causa de nuestro atraso científico lo describía Feijóo de este modo: “La quinta causa es un celo,pío si, pero indiscreto y mal fundado; un vano temor de que las doctrinas nuevas en materia de filosofía traigan algún perjuicio a la religión. Tras refutar el error, con sabidos argumentos concluye de este modo: “Doy que sea un remedio precautorio contra el error nocivo,cerrar la puerta a toda doctrina nueva. Pero es un remedio, sobre no necesario, muy violento.es poner el alma en una durísima esclavitud. Es atar la razón humana con una cadena muy corta. Es poner en 108 Las causas del retraso científico español vistas desde afuera: Nicolas Masson de Morvilliers, escribió un artículo para una enciclopedia francesa titulado “España” en el año 1762.El artículo es breve, pero suficiente para que conozcamos la visión que de nosotros tenían los extranjeros y, en concreto, los franceses. Lo primero que hace el autor es un certero diagnóstico de los males que aquejan a España y así lo señala: “Uno de nuestros grandes escritores dice que España debía ser uno de los poderosos reinos de Europa pero que la debilidad de su gobierno, la Inquisición,los frailes,el perezoso orgullo de sus habitantes, han hecho pasar a otras manos la riqueza del nuevo mundo. Así, este hermosos reino, que causaba antes tanto terror a Europa, ha caído gradualmente en una decadencia de la que costará levantarse.” y tras contar las excelencias del país y sus posibilidades, habla del español, de sus virtudes y defectos y de su aptitud para las ciencias. Sobre los españoles, en general, afirma: “Son sobrios, serios, incluso en las pequeñeces, buenos soldados, personas fieles, lentos en deliberar, firmes en su resolución y pacientes en su desgracia; tienen un espíritu penetrante y profundo, pero son indolente, perezosos y ponen más coraje para soportar la pobreza del que sería preciso para no temerla. El clima caluroso contribuye 109 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... estrecha cárcel a un entendimiento inocente,solo por evitar una contingencia remota de que cometo algunas travesuras en adelante”. Finalmente el benedictino señala la sexta y última causa: la emulación; esto es: no desprecian ni aborrecen la ciencia moderna sino que la envidian. La emulación podía ser racional en algunos pocos casos por la ojeriza contra otros países como Francia; o, algo más común, la emulación faccionaria o de partido. Pero, la más común de todas era la emulación personal; la envidia por el bien ajeno. Todas estas consideraciones hacen que Feijóo exclame: “Oh mal paliada envidia! Podría acaso exclamar yo: ¡Oh ignorancia,abrigada de la hipocresía!. Este era el panorama de la ciencia española en el siglo XVIII,visto por un español sabio, cabal y muy documentado, quien conocía su país y la ciencia que se desarrollaba en los países más avanzados de la época. LA HUELLA DE GASPAR CASAL mucho a inspirarle esta vergonzosa apatía..su celo, a ultranza, por la religión es extrema y, a menudo, minucioso, ya que allí como en todas partes, aumenta más el fervor, la miseria que los dogmas esenciales”. Y, sobre su actitud para las ciencias no se queda corto en sus observaciones: “El español, tiene aptitud para las ciencias, existen muchos libros y sin embargo, quizá sea la nación mas ignorante de Europa.¿Qué se puede esperar de un pueblo que necesita permiso de un fraile para leer y pensar? ¡El libro de un protestante es proscrito por ley, sin que importe sobre qué tema trate, por la sola razón de que el autor es protestante!. Toda obra extranjera es detenida: se le hace un proceso y se la juzga; si es vulgar y ridícula y sólo puede corromper el espíritu, se le permite entrar en el reino, y se puede comprar esta especie de veneno literario en todas partes; si por el contrario, es una obra inteligente, valiente, pensada, se quema como atentatoria contra la religión, las costumbres y el bien del estado.Un libro impreso en España sufre regularmente seis censuras antes de poder ver la luz, y son un miserable franciscano o un bárbaro dominio quienes deben permitir a un hombre de letras tener genio.Si toma la determinación de hacer imprimir su obra en el extranjero, necesita para ello un permiso muy difícil de obtener, y todavía no está del todo al abrigo de la persecución cuando su libro llega a aparecer”. Tras esta larga cita textual, dos cosas quedan claras: que el español tiene aptitud para las ciencias; y que la censura impartida por eclesiásticos era implacable en temas científicos. Y el autor retoma una nueva cuestión del mayor interés. A saber: ¿Qué se debe a España? ¿qué ha hecho por Europa?. Porque frente a otros países como Dinamarca, Suecia, Rusia, Polonia, Alemania, Italia, Inglaterra, Francia, cultivadores de las ciencias naturales, España poco o nada ha hecho. Lo dice así: “Se ha apagado las artes, las ciencias, el comercio. Tienen necesidad de nuestros artistas en sus manufacturas. Los ilustrados, están obligados a instruirse a escondidas en nuestros libros. En España no existen ni matemáticos, ni físicos, ni astrónomos ni naturalistas. Sin el auxilio de otras naciones no tienen nada de lo que se precisaría para hacer una silla”. Y prosigue el autor señalando los déficits de nuestro país en las siguientes actividades: construcción de naves, marina de guerra, obras 110 públicas, explotación de minas etc. Y, al final de su escrito hace un canto a la esperanza: “España, en fin, cuenta ya con varios sabios célebres en física, historia natural¡ un esfuerzo más y quien sabe hasta qué puntopuede elevarse esta magnífica nación!. Este escrito, de una crudeza y un realismo ejemplares, tuvo sus comentadores. Dos de ellos hemos podido conocerlos gracias al libro anteriormente citado (14) (15) (16). Antonio José Cavanillas con estilo autéticamente patriótico dice: “Es deplorable que este artículo extravagante esté consagrado en una obra como la Enciclopedia.” Y, añade que potenciará la animadversión entre Francia y España y no aumentará crédito de la Enciclopedia.Y, para que conste, le cita varios españoles egregios, hoy por hoy desconocidos. Carlos Denina, por su parte, baja al terreno de lo real, intentando dar argumentos objetivos con una relación de españoles significados en el terreno de la Teología,la Jurisprudencia, la Física, la Medicina, las Matemáticas y la Literatura y las Bellas Artes. Dentro de la Medicina cita a Francisco Valles, Herrera, Hernández,Vesalio,Valverde y otros. A efectos prácticos, nosotros nos quedamos con las opiniones de Feijóo y aceptamos sus críticas a la ciencia Española de su tiempo. A lo largo de la presente monografía, tendremos la oportunidad de insistir en varios aspectos de la Medicina Española y Europea de la Ilustración,tanto en sus aspectos generales como especializados. A. La medicina europea moderna. La llamada “MedicinaModerna”,abarca dos periodos bastante diferenciados entre si; pero ambos,(el sigloXVII, periodo Barroco y el siglo XVIII la Ilustración), forman una unidad, por mas que algunos historiadores lo separen. Quiérase o no el siglo XVIII es una prolongación de la renovación impuesta a los saberes médicos durante el siglo anterior. Señalemos aquí muy brevemente lo que ocurrió. a. iat romecánicos, iatroquímicos y Thomas S ydenham(1624-1689). 111 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... La medicina. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Las dos doctrinas que más influyeron en el siglo XVII para desligarse de la medicina fueron “la iatromecánica” y la “iatroquímica”. La iatromecánica escuela de origen italiano, con Giorgio Baglivi a la cabeza buscó una interpretación mecánica de la enfermedad en vez de la humana;en efecto el estado de salud y enfermedad lo definirían el momento tensional de las fibras, elemento básico y fundamental del ser vivo. La iatroquímica tuvo como precursor a Paracelso y como máximo impulsor a Johann Baptista Van Helmot. Para esta escuela, la enfermedad surgiría por los desórdenes suscitados en la “fermentación” proceso vital básico. Francisco de le Boe denominado “Silvio” fue quien desarrolló y consolidó esta escuela. Thomas Sydenham (1624-1689) conocido médico inglés de su época (sigloXVII), fue quien hizo la contribución más importante durante su centuria con la doctrina de la “especie morbosa”. No aceptó ni el humoralismo clásico, ni las doctrinas iatromecánicas ni las doctrinas iatroquímicas; y, quiso dar una base doctrinal al ejercicio médico, basada en la experiencia y buscando “modus típicos de la enfermedad” que denominó “especies morbosas”. El empirismo es esencialmente sobre lo que se sustenta la obra de Sydenham y supuso un derrocamiento definitivo del galenismo. b. Los S istemát icos (Boer haa ve, Hoffman y S tahl). En el tránsito del siglo XVII al XVIII,los avances realizados por iatromecánicos, iatroquímicos y Sydenham pedían una sistematización de estos nuevos saberes especialmente en el terreno de la clínica, y fueron tres autores denominados “ sistemáticos” los que cumplieron con esta tarea. Hermann Boerhaave (1668-1738), autor de las obras “Instituciones” (1708) y “Aforismos” (1709), aunó concepciones tradicionales y galénicas con la importante herencia que había recibido del sigloXVII. A él se debe la distinción entre las manifestaciones subjetivas y objetivas de todo padecimiento. Friedrich Hoffmann, más teórico que Boerhaave, escribió un tratado titulado “Medicina Rationalia Systemática” y recuerda a los iatromécanicos pues supone la existencia de los estados patológicos antagóni- 112 113 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... cos: “los de atonia e hipertonia”; tales perturbaciones serían producidas por el “fluído nerveo” generado en el cerebro y verdadero sostenedor de la vida. “Georg Ernst Stahl”, en su obra “Theórica Médica Vera” sostiene que en el “ánima” radica la vida y la salud; y que de sus trastornos deriva la enfermedad: Este “animismo” de Stahl y la doctrina de “La irritabilidad” de Haller influían mucho en el pensamiento médico del siglo XVIII. c.Nosotaxia y saberes médicos. En el siglo XVIII se puede encontrar todo bien solo o combinado: galenismo, doctrinas iatromecánicas e iatroquímicas, empirismo sydenhamiano, las doctrinas de los sistemáticos etc.Dentro de esta variedad, se imponía una ordenación de los modos de enfermar:Destacan en este sentido los siguientes autores: François Boissier de Sauvages con su obra “Nosología Methódica” (1760) y Philippe Pinel con au “Nosographie Philosophique”(1789). Los saberes médicos progresan con mayor o menor lentitud, dependiendo de la dirección que se tome.La Anatomía se hace más funcional y en el siglo XVIII destaca la figura del cirujano que a la vez es anatomista.Y los saberes morfológicos microscópicos cobran interés durante el siglo XVII con Marcello Malpighi decayendo en el siglo XVIII. La Embriología con una historia anterior muy añeja, que podría remontarse a Aristóteles, se consolidó como ciencia en el sigloXVII; con el descubrimiento del espermatozoo y cuerpos vesiculares del ovario, surgirían las teorías “preformacionistas” (“animalculistas y ovistas”), cobrando interés durante el siglo XVIII la teoría “Epigenética”. La Fisiología, nace en el siglo XVII como ciencia independiente y hubo destacados fisiólogos Santorio Santorio quien puso en marcha el experimento mensurativo; Alfonso Borelli, por sus estudios de mecánica osteoarticular; Van Helmont y Silvio por sus estudios sobre la “fermetatio”; William Harvey (1578-1657) descubridor de la circulación de la sangre; y finalmente en el siglo XVII hubo otros notables fisiólogos que estudiaron, respiración, digestión, dinámica muscular, funciones sensoriales etc. En el siglo XVIII, la Fisiología se independizó totalmente de la Anatomía siendo el mecanicismo y el vitalismo los dos cri- LA HUELLA DE GASPAR CASAL terios que presiden esta disciplina. Destacaron en este sentido algunos autores: Lázaro Spallanzani por sus estudios de las funciones digestivas, respiratorias y circulatorias, y Albrecht Von Haller por sus estudios sobre la irritabilidad. Al final del siglo XVIII, se avanzó mucho en el conocimiento de la respiración tras el descubrimiento y reconocimiento por Lavoissier de la existencia y función del oxígeno. Las aportaciones de Luigi Galvani, fueron decisivas para el desarrollo de la neurofisiología. Como ya señalamos, las aportaciones esenciales en Medicina Clínica durante el siglo XVII, fueron las de Baglivi, Silvio, Boerhaave y más tarde en el siglo XVIII un grupo de médicos de la llamada Escuela Vienesa. Se avanza en diversos frentes: la elaboración de historiales clínicos bien ordenados, la utilización de la termometría clínica, la distinción entre enfermedades agudas y crónicas, la descripción de nuevas entidades morbosas, la revalorización de la autopsia clínica etc. Y comienzan a individualizarse algunas ramas de la medicina como auténticas especialidades: la pediatría, la psiquiatría y la dermatología y la veneroligía. La cirugía ilustrada se ennoblece en muchas direcciones: enseñanza reglada; mejoras técnicas; el mejor conocimiento anatómico de los campos operatorios; desarrollo de una cirugía conservadora: preocupación por el tratamiento posoperatorio etc; y el nacimiento de las especialidades Quirúrgicas especialmente la obstetricia, la oftalmología y la urología. Desde el punto de vista terapéutico se introdujeron en el arsenal del tratamiento, nuevos fármacos (quina, ipecacuana, antimonio, arsénico, hierro, belladona,digital) y se redactaron las primeras Farmacopeas nacionales. No se abandonan, por otro lado,procedimientos clásicos algunos de ellos francamente agresivos: purga, sangría, clister, escarificación, cauterio y la práctica de fontanelas. La hidrología adquirió gran importancia con la apertura de muchos establecimientos balnearios y fuentes Salutíferas. La transfusión no se generalizó, visto sus fatales resultados, pero si se acepta la inyección 114 115 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... intravenosa que seguiría un larguísimo camino hasta su consolidación. Nacen la homeopatía y el mesmerismo,que tendría un desarrollo ulterior. La atención de los episodios epidémicos fue algo importante y preferente. Amplios sectores de la sociedad europea seguían creyendo en el carácter mágico o telúrgico de las pestilencias, por más que la doctrina del “contagio animado” por miasmas cobrase progresiva importancia. Las primeras medidas efectivas para evitar la difusión de las pestilencias fueron las fumigaciones con cloro; con ellas se pretendía eliminar los miasmas del medio ambiente y de los objetos contaminados. B. Medicina española moderna. Vamos a analizar aquí, por separado, Medicina del Barroco y Medicina de la Ilustración. La razón de esta separación es única: resaltar que la Medicina Española del sigloXVII se ocupó en malgastar una sólida herencia que le había dejado el siglo XVI; la malgastó en interminables y estériles disputas y controversias llevadas a cabo por una generación de médicos dogmáticos. Mientras que en Europa se estaba progresando y tratando de crear una medicina moderna, en España no se seguía este camino. a. La Medicina Española del Bar roco (sigloXVII) Varios documentos reales intentan reglar aspectos concretos del aprendizaje médico y pruebas de capacitación para el ejercicio de la profesión. Ello, no supone una neta mejora de la docencia médica como tampoco mejora la estructura de nuestros hospitales. Desde el punto de vista teórico se sigue leyendo a los clásicos con traducciones y comentarios de Hipócrates y el ideario que persigue la labor profesional de la mayoría de los médicos de la centuria esta relacionado con las figuras nacionales más destacadas: Francisco Enriquez de Villacorta, catedrático de Prima en Alcalá; Gaspar Bravo de Sobremonte, profesor en Valladolid y médico de cámara de Felipe IV y Carlos II; yPedro Miguel de Heredia, catedrático de Alcalá. Todos ellos eran adictos a la Medicina Dogmática que defendieron a ultranza con un aplastante aparato erudito. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Otra característica singular de nuestra Medicina del Barroco fue la desbordante afición al polemismo, quemando fuerzas y energías en cuestiones sobrevaloradas tales como la sangría y la hidrología. La polémica de las sangrías, por su excesiva utilización y el lugar ideal para realizarlas, ocupó mucho tiempo, sin que se llegase a conclusión alguna. Posicionados en dos bandos, había médicos defensores a ultranza de la sangría, como remedio universal y, médicos abstencionistas que pretendían usarla en muy contadas ocasiones.Destacan en este sentido las obras de Agustin Gonzalo Bustos de Olmedilla, contrario a las sangrías, frente a la mayoría de los médicos de la época. La otra polémica suscitada fue la de las virtudes curativas del agua de la vida, cuyo autor no quiso desvelar su composición; el hecho tuvo impacto en varias facultades de medicina y generó mucha literatura tanto médica como jocosa. Al margen de los ya señalados médicos dogmáticos, que fueron los grandes tratadistas del siglo, existieron otros, que se ocuparon de temas variados como la epidemiología, las enfermedades venéreas, las fiebres y cuestiones relacionadas con las nacientes especialidades (neuropsiquiatría, pediatría, obstetricia, ginecología, oftalmología, urología). Respecto a la Terapéutica clínica, al margen de tratados generales, se escribió sobre variados temas como estos: uso de la coloquíntida, el antimonio, el hierro, el tabaco, el chocolate, la quina, aguas minerales o medicinales, etc. La Cirugía, no tuvo su mejor momento durante el periodo Barroco Español, lo mismo que la Anatomía. Pero se escribió de Cirugía, siendo la aportación más significativa la de Andrés de León y la de Pedro López de León; pero, hubo otros autores que trataron variados temas: Cristobal Montemayor, sobre anatomía traumatología craneal; Enrique Vaca de Alfaro sobre heridas por arma blanca; Antonio Saporta y otros, sobre tumores y apostemas y un largo etc. b. La Medicina Española de la I lust ración (siglo XVIII) Bajo influencia francesa, mejora el ambiente científico y cultural de nuestro país; y en consecuencia, los saberes médicos y el ejercicio profesional experimentan un desarrollo notable. 116 117 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... Se intenta reglar, con mayor o menor éxito, las enseñanzas de la medicina y las funciones del Tribunal del Protomedicato. Se consiguen algunas cosas notables como las ordenanzas de 1750 para el examen de comadronas y cirujanos que aspiraban a ejercer como parteros. Otras reales disposiciones que tuvieron importancia fue la creación de la Junta Suprema de Sanidad en 1720 y de la vida efímera; y, las Reales Órdenes de Carlos IV de 1798 sobre la práctica de la inoculación de la viruela. Se crean Reales Academias y en Reales Colegios de Cirugía, grandes impulsores de la calidad aristancial. Las “polémicas”, ocuparon un gran espacio en la Medicina Ilustrada Española. Tenían como fundamento el enfrentamiento entre progresistas y conservadores; entre la actitud científica tradicional y la formulación por parte de algunos médicos de nuevas concepciones doctrinales.Las polémicas científicas más importantes fueron las promovidas por Boix y Moliner, en torno a la figura de Hipócrates y la de Martín Martinez, quien como escéptico reformado o ecléctico, somete a una rigurosa crítica tanto al doctrinarismo aristotélico-galénico como a los nuevos dogmatismos de iatromecánicos e iatroquímicos. Fueron muchos los que siguieron defendiendo la vieja ideología aristotélico.galénica; en el grupo de los escépticos o eclécticos estaban Martín Martinez, Feijóo aunque no fuera médico, y Antonio José Rodriguez. Y pueden considerarse neohipocráticos Boix y Moliner, Gaspar Casal y Andrés Piquer. Hubo muchos médicos eruditos en la Ilustración Española, destacando de entre todos Andrés Piquer (1711-1772) y Gaspar Casal (1680.1759). El interés por los saberes anatómicos fue constante durante el siglo XVIII, estando casi siempre en manos de cirujanos; estos últimos, fueron bastantes y muy prestigiosos; dejamos aquí constancia de algunos: Manuel de Porras, Martín Martinez, Antonio Monraba y Roca, José Pradíllo, Francisco Suarez de Rivera, Ortiz Barroso, Fernando Velasco, Blas Beaumont y Juan de Dios López, en la primera mitad del siglo.Y en la segunda mitad del siglo Virgilu, Gimbernat y otros, excelentes LA HUELLA DE GASPAR CASAL cirujanos. Los tratados de cirugía escritos fueron muchos, lo mismo que de obstetricia, ginecología, oftalmología y urología. Hubo tratadistas que se ocuparon de la Fisiología y la Patología en General. Martín Martinez en el Tomo primero de su Medicina Scéptica y en su Tratado Physiológico critica la fisiología tradicional oponiéndose a las concepciones escolástico–galénicas. A él habría que añadir muchos más: el Padre Antonio José Rodriguez (1703-1777) Diego Mateo Zapata, Juan Massoneau, Ignacio María Ruiz de Luzurriaga, Lorenzo Hervás y Panduro etc. Y como tratadistas de clínica médica, destacan los que hemos llamado anteriormente médicos eruditos; a saber: Andrés Piquer y Gaspar Casal; el primero de ellos fue un cuidadoso escritos médico, preciso y ordenado; y el segundo el autor de la Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Con estos dos colaboraron en la creación de la Clínica Médica española del siglo XVIII más autores: Pascual Francisco Virrey y Mange, José Juan Antonio Baguer y Oliver y Francisco Sanz de Dios y Guadalupe entre otros. Se siguió estudiando la neurología, la psiquiatría y pediatría de modo particularizado. Casal junto con otros, realizó observaciones neurológicas y psiquiátricas en su obra. Los estudios de pediatría, habitualmente incluidos en obras generales, se ocuparon de temas variados: infecciones, parasitosis, afecciones cutáneas, malformaciones congénitas, la hidrocefalia, el raquitismo, las escrófulas etc; y en el tema de la puericultura, adquieren relevancia todas las cuestiones relacionadas con la lactancia, escribiéndose voluminosas monografías al respecto. La epidemiología, sigue preocupando a nuestros médicos del siglo XVIII estudiándose especialmente los catarros epidémicos, la viruela, el “tabardillo” y la disentería, las tercianas de fiebre amarilla, la peste, cuando aparecía algún brote en alguna región. Respecto a la viruela, aunque hay testimonios sobre la práctica de la inoculación desde el año 1728, el método se difunde a partir de 1771.La vacunación llega a España en 1799, finalizando el siglo. Respecto a la Terapéutica Clínica, la controversia sobre la sangría prosiguió durante el siglo XVIII. Y la utilización del agua como recurso terapéutico fue causa, asimismo, de polémica. De todos modos, el 118 119 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... rasgo que mejor caracteriza la Terapéutica del siglo no es otro que el afán por abandonar la compleja farmacopea tradicional revalorizando el poder curativo de los productos que la naturaleza ofrece; en este sentido, se revitalizan los estudios sobre aguas mineromedicinales; se sigue escribiendo sobre el uso de la quina, el antimonio y se importan nuevas especies medicinales como “la ratania y la angostura”. Existen buenos tratados de la farmacopea de la época y la primera ordenación de los medicamentos, por iniciativas del Protomedicato, fue “Farmacopeia Matritensis”, editada en 1739. De muchas afirmaciones realizadas por Gaspar Casal en su obra, puede deducirse su actitud científica general que nos parece honesta y cargada de sensatez. En el propio prólogo de autor dice: “ Y aunque conozco y confieso, que para escribir cosas útiles,y dignas de algún aprecio en la Medicina, y penetrar sola la superficie de la abultada mole llamada Naturaleza, es muy corto, débil y poco agudo el punzón del entendimiento humano. Confieso también, que para referir sinceramente lo que cada cual hubiere visto y palpado; del modo que pudo percibirlo; basta un juicio enemigo de mentiras, desnudo de ambición, y de amor propio y nada aficionado a opiniones, sistemas, hipótesis y lógicas cavilaciones” “Sin perder de vista estas reglas, que ofrezco guardar en esta pequeña historia, escribiré solo las cosas que tengo vistas y averiguadas de mis propias experiencias: sin que detenga lo mucho y bueno, que los antiguos y modernos nos han dejado escrito en sus apreciables obras. Y, más adelante prosigue: “...escribiré con sinceridad, sin inclinar piedra alguna hacia el hilo de mis ideas, ni opiniones; o sistemas inventados por varios autores. Y remata su razonamiento de este modo: “... y al mismo tiempo estoy viendo las notables mudanzas, que, desde los más antiguos filósofos y médicos, hasta el presente día, han padecido sus opiniones o sectas; pues las que fueron veneradas como ciertas, claras y firmes, se vieron después abatidas, por falsas, oscuras y débiles”. Finaliza Casal el prólogo a su obra con esta memorable afirmación: “La razón que he tenido para escribir esta digresión, y advertencia, consiste en que deseo, que ninguno juzgue, que me meto a tratar de las cosas físicas sin noticia ni estudio de ellas”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL En esencia Casal, en el prólogo de su obra, hace estas declaraciones programáticas: el ser humano es muy limitado para arrancar los secretos de la naturaleza. De intentarlo, debe basarse en lo que ve y experimenta, prescindiendo de las opiniones de los demás y de los propios prejuicios, pensando, además que el saber humano es efímero. Objetividad y honestidad, serían las bases del conocimiento para Casal. A través de la obra, realiza otras afirmaciones sobre la metodología científica y algunas cuestiones afines que recogemos aquí de modo ordenado. Son afirmaciones dispersas que el autor emite de vez en cuando como para reafirmar sus principios. Agrupamos las citas en tres grupos: la ciencia y la experiencia, la limitación del conocimiento y la falacia de algunos. A. Ciencia, experiencia y experimentación Dice, cuando habla de “las aguas medicinales de este país”: “Pero, como soy fino amante de la experiencia y enemigo capital de aquellas fruslerías mentales, basadas sobre hipótesis y dogmas, cuya certeza se quedará por averiguar hasta la muerte de los médicos; no me atrevo a escribir una palabra perteneciente a las causas de los referidos efectos, ni a los minerales o metales, embrionados, o paridos de quienes procede la virtud de estas nuestras aguas de Priorio, ni otras algunas; y así me contengo y contento sin referir las experiencias siguientes…”. Hablando de los minerales, vegetales y animales de los que se sirve el hombre para alimentarse o medicinales u otros fines, dice: “Pero en verdad que (no siendo a costa de pruebas, experiencias y tiempo) nunca se averiguarían las facultades, con que envenenan, sanan, agravian, aprovechan y producen increíbles efectos. Hablando de su éxito con la aplicación de cantáridas, un vejigatorio potente dice: “aseguro que no pretendo contradecir lo que escribieron aquellos insignes profesores... Es cierto, que a primera vista, parece que habían de ser nocivas las cantáridas Pero en comparación de la experiencia, suelen valer muy poco las razones y discursos”. En la “Historia de algunas afecciones endémicas de esta región” afirma: “Pero como para dar una relación más verosímil y clara de estas enfermedades, no creo procedente acudir al auxilio de raciocinios deducidos de otras espe- 120 121 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... cies ya existentes, ni en ideas fundadas en hipótesis de los autores, sino más bien a los fenómenos sensibles y que se manifiestan extrinsecamente, procuraré solo describir aquellas que he visto y aprendí de los mismos enfermos que consultaban conmigo sus padecimientos”. Concluye el apartado dedicado a “De la lepra en esta región”, así: “ Y ahora, para concluir, debo afirmar que cuanto he escrito, lo hice con toda sinceridad y como testigo ocular”. En el capítulo del “Tratamiento de las endemias”, afirma: “El mercurio, ya vivo, ya muerto; ya esta preparado de una manera o de otra, no altera esta afección; me han convencido de esta verdad un sin número de experimentos”. Hablando del asma seco hidropiforme de los pulmones, separa su experiencia de la ajena afirmaba: “De esta historia, que no constituí con fragmentos de otras opiniones, ni comenté con lucubraciones, sino que la fabriqué solamente con aquellos hechos que pude adquirir con improbo trabajo, a la clara luz de la práctica ejercida en cabecera de los enfermos podemos deducir... Esto sin embargo, no lo puedo asegurar, porque no lo vi, pues aunque en esta ciudad hay muchos hombres sabios y amantes de los experimentos físicos a quienes ciertamente agradaría la operación anatómica”…Casal lo dice con suma claridad: él se fía de sus observaciones clínicas, y sobre ellas teoriza. Pero para estar seguro de lo que dice tendría que tener una autopría, último argumento de sus lucubraciones. Y sobre este asunto, vuelve a hablar de nuevo más adelante: “No solo en la lectura de los libros, sino también, y especialmente con la disección de cadáveres y otros experimentos físicos escribí esta fidelísima historia... Casal, como los médicos de su época interesados por el discurso científico, ponían grandes esperanzas en los hallazgos recíprocos. La actitud de Casal, de fundamentar sus conocimientos en la experiencia, rebasaba las fronteras de la medicina. Efectivamente en la “Historia del sucino o ámbar asturiano...” afirma: “Entre tantas opiniones como han emitido los escritores antiguos, y entre las muchas y grandes dudas que aún existen en nuestros tiempos, a mi me aconteció, debido tanto a la casualidad como a mi solicitud, descubrir,ver y cavar con mis propias manos los terrenos, sitios,o LA HUELLA DE GASPAR CASAL minas, donde se produce el sucino, y extraerle muchas veces el mismo criadero en gran cantidad”. Pero, según él mismo afirma más adelante, esto, le venía de lejos desde niño tanto por aprendizaje como por método; lo explicaba así: “Acostumbrado desde niño, a examinar, distinguir y apreciar casi todas las especies de cuerpos físicos, apenas vi la piedra conocí que era ámbar (Succinum) puro y superior. Lo tomé inmediatamente con el fuego primero, y otros experimentos después, me convencí de su pureza. Desde entonces, y sin omitir ninguna clase de sacrificios,principié a indagar, ya por mi mismo,y por otros, si existían minas o depósitos subterráneos de ámbar”. Esta cita, abre un interesante interrogante ¿dónde hizo sus primeros estudios Casal para tener conocimientos de Geología y mineralogía desde niño?. Difícil, por no decir imposible, contestar a esta pregunta. Párrafos más abajo, hace franco alarde de sus conocimientos mineralógicos. Primero señala lo que no sabe, para después afirmas lo que si sabe.Y, siempre, adoptando una actitud experimental: “Cuando hubimos extraído unas sesenta onzas de ámbar, volvimos a la ciudad, y principiamos a reconocerlo observando estrictamente las reglas y preceptos de la química, lo destilamos en retortas de vidrio. Terminada la operación y hechas las separaciones y rectificaciones convenientes, obtuvimos un aceite purísimo, no solo en abundante cantidad, respecto del ámbar empleado, sino perfectamente igual en color, olor, sabor, diafinidad y consistencia al que con el nombre de aceite rectificado clarísimo y selecto, se importa en nuestra región de Inglaterra, Batavia y Francia... No completamos el texto del experimento; con esto, es suficiente para preguntarse: ¿De donde le venían a Casal estos conocimientos?. Por supuesto que tuvo contacto con boticarios importantes como ya señalamos; y en este caso, llevó con él a otro experto, el jesuita ”Esteban López”, boticario del colegio que los jesuitas tenían en Oviedo. Pero creemos que Casal tenía una formación que rebasaba lo habitual en un médico de la época. Y su afición experimental lo llevaba allí donde pudiese demostrar lo que pretendía, pues carecía de medios para ello. Lo explicaba de este modo: “Deseando examinarlos, fui a la platería de mi amigo Francisco Cobian, y lo puse en vaso transcónico, y aplicándolo al 122 123 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... fuego, principió a producir un humo sulfo-antimonial, de un hedor pestilento, intolerable, y nada dejó en el vaso más que una escoria negruzca, frágil y sin residuo de metal, resultando que aquello que parecía oro, quedó en un momento convertido en negro humo e inútil basura. Y siguiendo con el ámbar y los afanes experimentales de Casal, llegó a decir: “Como habréis comprendido, no consulté autor alguno para hacer esta historia, porque en los asuntos de hecho, vale más un solo testigo ocular, que afirme haberlo visto, que noventa y nueve, que lo pretendan probar con argumentos, conjeturas y razones tomadas de otros”.Y, párrafos más adelante, insiste en este afán experimental... “que yo mismo he visto y tocado, pues se hala muy cerca de la mina, unas lágrimas de ámbar, brillantes, puras y sin corteza alguna...”. Remata la “historia del Succino” en la misma línea argumental, esto es, la experimentación. Señala: “Estos fenómenos, y otros muchos que resultan de la historia hecha, abren ancho campo a discusiones e investigaciones físicas. Pero como, según dije antes, estas cuestiones absorberían un tiempo que necesito para el cumplimiento de mis deberes, y serían por otra parte, demasiado oscuras e intrincadas, prescindo de ellas y doy fin a mi obra con las palabras de Federico Risquio: «Sólo defenderé mis conclusiones con la relación de los experimentos practicados, y solo afirmaré aquello que puedo ver con los ojos del cuerpo; pues esta es la verdadera experiencia; pero aquellas que necesitan para su examen los ojos del entendimiento, las dejo para los que creen que los raciocinios son mas convincentes que los experimentos»”. Curiosamente, Casal era tan devoto de Hipócrates que, creía que la Medicina y sus aspectos filosóficos,teóricos de teoría del enfermar había cambiado poco desde la época del gran maestro; sí reconocía que habían cambiado las ciencias auxiliares; lo decía así: “ Ya entonces (en sentir de algunos prudentes y eruditos médicos, que registraron con diligencia los escritos de aquellos, y de estos siglos, y cotejaron las doctrinas de unos, y otros con lo mismo, que observaban en sus enfermos) estaba esta facultad tan adelantada en la substancia (dígolo así) como ahora:aunque en lo perteneciente a la botánica, farmacéutica, química, y anatomía haya logrado después no pequemos aumentos”. Lo que dice, lo cree sin dudar, pues lineas más abajo, afirma: “ Y hablando lo que siento, digo, que tuvieron razón; porque LA HUELLA DE GASPAR CASAL quien los mirare bien, encontraría en ellos todo lo que puede alcanzarse en el poco adelantado arte de la medicina”. Sirvan este largo número de testimonios para comprobar que Casal era un científico quien basaba sus conocimientos tanto en la experiencia personal como en la experimentación. B. El conocimiento médico La primera cuestión que trataremos aquí es que, en opinión de Casal, desde el puntos de vista práctico, todo está ya dicho y bien dicho.Lo afirmaba de este modo: “ Y finalmente, creo que como se sepa bien lo que escribieron los acreditados autores prácticos, no son necesarias nuevas reglas,doctrinas ni advertencias, para que los médicos juiciosos busquen el método más seguro de gobernar, y aliviar, en el modo posible, a los afligidos enfermos y también me parece imposible (moralmente hablando) escribir cosas útiles, que no se hallen ya escritas. Esta invitación a la mesura bibliográfica, enlaza con otro tema de interés tratado por Casal: el exceso de publicaciones cuando no encierran verdades evidentes, invita al escepticismo, que se convierte en independencia como en su caso. Decía: “Cuando yo miraba en algunos autores el modo de averiguar los minerales de que resulta el calor, y virtud de las aguas termales, juzgaba, que era lo mismo hacer pruebas con la flor de malva, y otros simples, que descubrir ocultas verdades: Pero hoy, desengañado ya con dichas pruebas sólo pude conocer que corren con plaza de verdades, muchísimas mentiras. Para Casal, y ya hemos hecho referencia a ello, en el apartado anterior, el conocimiento médico es limitado. En “Las Reflexiones” de la “Historia Físico-Médica” dice: “Siempre he confesado, y ahora confieso de nuevo; que no es fácil ( si acaso posible) que la corta capacidad humana llegue a conocer las causas especiales de las enfermedades: pues, aunque concedamos, que, tentando, conjeturando, experimentando, y descubriendo, pueda, alguna vez atinar,o tropezar con ellas; nunca las comprende de modo, ni con aquella claridad que necesitábamos, para demostrar, sin recelo, ni duda, que ellas solas son las mismas que andábamos buscando”. 124 2.Casal médico siempre y naturalista ocasional Las cuestiones que aquí vamos a resaltar, ya fueron tratadas, de algún modo, en líneas precedentes. Las retomamos a título de cierre final y a modo de conclusiones: A.Casal médico y científico Casal, aún cuando reverenciaba a Hipócrates, era conocedor de la medicina de su tiempo y era muy crítico incluso con el gran maestro; que conocía la medicina de su tiempo, lo atestiguan sus citas bibliográ- 125 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... Lineas más adelante, insiste en las limitaciones del conocimiento y la praxis médica. Lo afirmaba así:.. “Pero pocos los enfermos que murieron: lo que no pretendo atribuir al conocimiento, diligencia, ni asistencia de los que profesamos el arte médico; sí a la menor malicia de las enfermedades: pues el juzgar de otra manera, sería incurrir en la credulidad de los que piensan, que proceden los médicos en sus curaciones, con tan seguras, y evidentes reglas, como los arquitectos en la construcción, y reparos de sus edificios y fábricas…”. A juicio de Casal, hipocrático convencido, debía huirse de lo novedoso, despreciando lo antiguo. Decía así: “Pero no tengo por conveniente, que menospreciando, con el título de antiguallas, y dogmas voluntarios, las veraces y firmes sentencias de aquel sabio protomédico, se atrevan a juzgar los principiantes, que han de llegar a ser médicos útiles, solo con el estudio de algunos escritores de la moda, No es original mío, este saludable encargo, si de los mas excelentes profesores, cuyas obras corren al presente con los mayores créditos. En “El Apéndice” de “Tratado de las doctrinas y sentencias de Hipócrates”, da un largo consejo a los médicos: que, sepan, incluso de memoria las sentencias de Hipócrates, cotejando siempre la literatura con la realidad; que es necesaria una larga práctica para un correcto ejercicio de la profesión; y finalmente que sean libres, que no se adhieran a sistema médico alguno porque “no hallándose libre de todo cautiverio la razón, cuando intentare fabricar, y construir, saldrá a medida de su idea; y acaso muy distante de el gobierno y economía de la naturaleza”. Casal, científico nato, hablaba de lo que veía, comprobaba y experimentaba. He ahí su razón científica. LA HUELLA DE GASPAR CASAL ficas y que era crítico, incluso con el sabio de Cos era evidente. Valga una cita para corroborarlo: “Prosiguiendo con mi idea (buena o mala; pues cada cual podrá tomarla como gustare) y fiándome cada día menos de los dudosos juicios y confusos discursos de mi corto talento he solicitado por espacio de cuarenta y más años de práctica ( no solo mediante la lectura y registro de los comentadores; si principalmente, buscando la verdad con la segura antorcha de diligentes observaciones) averiguar el legítimo sentido de el aforismo 44 de la sección sexta. A esta solicitud me movió el deseo de conocer lo que Hipócrates quiso decir en el citado texto. En larguísimo discurso demuestra Casal conocer a Hipócrates y a todos sus comentadores antiguos y modernos. Remata una larguísima discusión así: “ Y así no es esto lo que me repugna, si el que Hipócrates quisiese decir lo que en tantos años no hemos visto ni averiguado Galeno, Maroja, ni yo”. Le diese o no le diese la razón a Hipócrates, pensaba y se llenaba de razón. Cabe preguntarse para cerrar definitivamente este asunto: ¿Cuál era el perfil científico de Casal?. Lo hacemos, a modo de breve conclusiones. 1. Desconocemos su formación tanto general como científica y médica. 2. A juzgar por los autores que cita en sus textos, conocía tanto la literatura médica general como la de su época. 3. No nos cabe la menor duda de que una vez en Oviedo, Feijóo compartió con él la cultura médica y científica de su tiempo con frecuentes encuentros. 4. Probablemente Feijóo, le animó a escribir su experiencia médica asturiana, cuyo producto final fue la Historia Natural y Médica. 5. El que fuese admirador y seguidor de Hipócrates no le impidió tener su opinión personal sobre cada caso que veía. Hipócrates, era su gran esquema general de trabajo, pero también leía a sus contemporáneos. 6. Su dedicación exclusiva mientras vivió en Asturias fueron sus pacientes. Estamos seguros de que realizaban historias 126 127 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... clínicas meticulosas la mayoría que luego utilizó para redactar su obra. 7. Su obra no es un tratado sistemático de medicina. Es lo que su título dice: La Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Un compendio de patología regional. 8. A través de su obra, vemos que era un hombre de su tiempo, por más que fuese un hipocrático activo. En efecto, era un seguidor de Boerhaave y otros clínicos de su época; y de Sydenham manejando conceptos noxotáxicos de este autor; “enfermedades agudas y crónicas”, “especies morbosas”etc. En esta dirección él llegó a describir “ la Pelagra” 9. Su método era estrictamente científico: recoger todos los datos relacionados con la enfermedad (geografía física, meteorología, etc) y con el paciente (antecedentes, seguimiento meticulosos hasta su muerte o curación) 10. Basaba sus juicios en el razonamiento personal, sin dejarse influir por nadie. 11. Decía siempre la verdad sobre el tratamiento realizado y su efectos, fuese exitoso o no. 12. Tenía una fuerte convicción de que a la “Vix Medicatrix Naturae” había que dejarla actuar. 13. Indudablemente poseía ideas erróneas tanto patogenéticas como fisiopatológicas de la enfermedad, que eran muy comunes en su tiempo, como lo serán en el futuro algunas de las que ahora damos como válidas y de las que estamos convencidos. 14. Estas ideas erróneas, él trataba de pasarlas por el tamiz de su razón para validarlas en base a su experiencia. 15. Hay en su obra cuestiones que nos parecen llegadas de la medicina popular (ejemplo de entrañas de erizo, utilización de caldos de víbora, uso de leche de mujer, administración de hueso humano molturado etc). Él trata de racionalizar el uso de estas recetas, haciendo el experimento correspondiente, en ocasiones. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 16. Casal fue un médico humanamente ejemplar con sus pacientes y compañeros basando sus saberes en los libros y la atención médica meticulosa en larga experiencia presidida por el racionalismo y la experimentación cuando era necesario. 17. Casal experimentó en algunos tratamientos y el discernimiento de algunas enfermedades humanas: el Visco Corylino en las Alferecias, el uso de vejigatorios, el mal de la rosa, el asma seco hidropiforme de los pulmones etc. 18. Mientras la humanidad exista, Casal será un médico modélico al igual que su obra Pero, no solo por describir por primera vez “el mal de la rosa” sino por su obra entera. Dicho lo anterior pasemos a sintetizar lo que Gaspar Casal fue como naturalista. B. Casal naturalista científico. Ya señalamos, lineas atrás, que Casal era un naturalista de vocación, sin que sepamos el origen de esta tendencia. Analizaremos aquí, con brevedad, este asunto. 1. Desconocemos los orígenes de sus conocimientos en química, geología y otras ciencias de la Naturaleza, al margen de su contacto personal con sabios naturalistas y botánicos. 2. La orientación general de la Historia Natural y Médica del Principado de Asturias es esencialmente naturalista. Esto, no era nuevo en la Historia de la Medicina, correlacionando la patología con el medio ambiente. 3. En la “ Historia Física Médica “ se ocupa de temas, que, en esencia son objeto de las ciencias de la Naturaleza. Algunos, los estudia y los describe; otros, los investiga. 4. Describe Casal aguas, piedras, minerales, metales, árboles, plantas, vegetales, carnes comestibles, las sales, la atmósfera, los vientos temperamento propio del país, enfermedades endémicas del país. 128 5. Investiga Casal sobre las siguientes materias: Las aguas de Priorio, y Fuencaliente y el sucinio o ámbar asturiano. 6. Las aguas de Priorio y sus posibles efectos mineromedicinales, fueron estudiados por Casal in situ, siguiendo consejo de expertos y utilizando la metodología empleada en época (sal de tártaro, alumbre molido, agallas finas, cenizas de tártaro, cocinela). Completó estos estudios con un boticario de la ciudad. 7. También examinó las aguas de Fuencaliente demostrando que eran aguas ferruginosas 8. Investigó asimismo el sucino o ámbar asturiano, acudiendo personalmente a varios yacimientos (Beloncio, Valdesoto), haciéndose acompañar por expertos, inspeccionando los lugares y tomando muestras y realizando los estudios analíticos a su alcance. 9. Sus investigaciones fueron metódicas, modélicas y utilizando razón y conocimientos científicos de la época. 10. La actividad cientificonatural de Casal, aunque limitada es ejemplar y hace referencia a su talante crítico y racionalista, basándose siempre en los conocimientos, la experimentación y el raciocinio. Y finalizamos aquí, esta brevísima introducción al perfil científico de Casal, médico y naturalista español del siglo XVIII. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA García Camarero E.YE.: La polémica de la ciencia española. Alianza Editorial. Madrid 1970. Hankins, Thomas L.: Ciencia e Ilustración. Editorial siglo XX. Madrid 1985 Lain Entralgo, P.: Historia de la Medicina Edit.Masson. Barcelona 2006 129 PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,... Casal, G: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Oviedo 1959. Masson Stefhen, F. Historia de las Ciencias 3: la ciencia del siglo XVIII. Alianza editorial. Madrid, 2005. Nadal, J.: La población española (siglos XV a XX). Barcelona, 1973. Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Edit SAYMA. Barcelona, 1962 Sánchez Ron, J.M.: El siglo XVIII. En Ordoñez, J., Historia de la Ciencia; Edit. Espasa. Madrid 2008. Granjel S, L.: Historia de la Medicina. Salamanca, 1969. Granjel S, L.: Historia de la Medicina Española. Ediciones Sayma. Barcelona, 1962. Sanchez Ron, J.M.: El siglo XVIII: La ciencia en la época de la Ilustración y los comienzos de la Revolución Industrial. En: Ordoñez, J.: Historia de la Ciencia. Op.cit. Pags. 322-373. Fernández García, J.: Ciencia y Política en la España del siglo XVIII. Boletín Jovellanista, nº 6. García Camarero, E. y E.: La polémica de la Ciencia Española. Editorial Alianza. Madrid, 1970. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Feijóo Fray, B. G.: Cartas Eruditas. Biblioteca de Autores Españoles. Tomo LVI. Causas del atraso que se padece en España en orden a las Ciencias Naturales. Pag 540. Madrid, 1952. 130 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA Y SU EJERCICIO PROFESIONAL EN EL MUNDO OCCIDENTAL: DESDE LOS INICIOS DE LA EDAD MEDIA HASTA LA ÉPOCA DE GASPAR CASAL. LUIS VICENTE SÁNCHEZ FERNÁNDEZ FRANCISCO J. FERNÁNDEZ-GUISASOLA MUÑIZ En la actualidad tanto el ejercicio de la medicina como la enseñanza de los propios estudios médicos son actividades que cuentan con aceptable prestigio. Como este libro está dedicado a la figura del insigne médico Gaspar Casal vamos a exponer los aspectos más importantes relativos a la medicina desde la caída del Imperio romano hasta el siglo XVIII, pues el doctor Casal estuvo contratado en calidad de profesional sanitario en diversos puestos en Oviedo, Asturias, entre 1720 y 1759. A su vez, en 1762 se publicó, de forma póstuma, su obra Historia natural y médica del Principado de Asturias, que nosotros consideramos la Topografía médica asturiana más importante desde el punto de vista historiográfico. El primer hito histórico que debemos de entender es cómo el bárbaro germano Odoacro dio fin en el año 476, tras una invasión militar, al Imperio Romano de Occidente; tal acción representa la entrada de Europa en la Edad Media. La nueva mentalidad de esta cultura teutónica se apoyó en los componentes de helenidad, monoteísmo y sociedad señorial. El pensamiento griego se mantuvo firme gracias al enrai- 131 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... La medicina en la Europa medieval LA HUELLA DE GASPAR CASAL zamiento de su potente ciencia y filosofía; la religión cristiana aportó la tradición de Israel, con la comprensión de que el alma tenía una naturaleza espiritual o inmaterial, idéntico al pneuma de los griegos, de esta manera razonaban que el hombre estaba hecho a imagen y semejanza de Dios; así mismo el derecho romano conservó su frescura en la vida civil y en los aspectos canónicos. Todo esto, más el “ímpetu vital” de los germanos -en palabras de Laín Entralgo- impusieron una novedosa forma de entender la vida y fueron los mimbres con los que se constituyó la Europa actual. En lo que respecta a la medicina este periodo significó un retroceso importante, tanto es así que los anglosajones la definen como “oscura” o “tenebrosa”; ya que con esta nueva situación histórica, siglos V y XI, se perdió el concepto técnico o racional en el ejercicio médico, categoría que había conseguido adquirir en la Grecia clásica primero y mantener con el galenismo del Imperio romano después; de esta manera el saber actual quedó reducido conceptualmente a un nivel empírico o mágico-religioso. Para que tengamos una idea de la pérdida del conocimiento referimos que los sanadores de la naciente Europa: ostrogodos, visigodos, francos, bizantinos o judíos, pasaron a manejar sólo escritos de Hipócrates, Galeno1 y Celio Aureliano; para los remedios curativos tenían de referencia a De Materia Médica de Pedacio Dioscórides. Pero todo ello sin el soporte de racionalidad. A partir de la mitad del siglo VI la medicina se desarrolló en el ámbito de la religión cristiana. Como ejemplo ponemos al Monasterio italiano Monte Cassino San Benito de Nursia, fundado en el año 529, donde la actuación sanadora la desarrollaba el sacerdote médico; quien pretendía cuidar a los enfermos sólo por caridad como si se tratase del mismo Cristo sufriente2. También referenciamos a San Isidoro, obispo de Sevilla, porque en la primera mitad del siglo VII escribió las Etimologías; su libro IV dedicado a la medicina, a pesar de su simplicidad, sirvió de puente cultural e influyó de forma importante sobre los clérigos europeos encargados de la sanación de los enfermos. Este periodo de actuación recibe la denominación de Medicina monástica; pero repetimos una vez más, su práctica se llevó a cabo sin racionalidad. 132 133 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... Con esta mentalidad, en la transición del siglo XII al XIII, se halla Hildegard, abadesa de Bingen, Alemania, y autora de varios compendios de patología y terapéutica3. Por tanto, la praxis médica de la Alta Edad Media quedó reducida a una ayuda sólo por cuestiones de caridad cristiana a la vez que se esperaba una curación por la fe; como complemento recomendaban consejos dietéticos, el uso de ciertos remedios vegetales o la práctica de operaciones quirúrgicas mínimas como una flebotomía para la sangría, la incisión de un pequeño absceso o la reducción de fracturas. El concilio de Clermont, 1130, puso fin a esta forma de terapia al prohibir la práctica de la medicina a los clérigos. El médico seglar no desapareció pero su ejercicio quedó en un ámbito restringido4. 1.- La Escuela de S aler no En el siglo XI comenzó su andadura una institución médica de carácter secular, se trata de la Escuela de Salerno, ubicada en Italia al sur de Nápoles, su primer nombre era el de Collegium Hippocraticum. Según la leyenda coincidieron allí cuatro médicos, uno hebreo, Helino; otro griego, Ponto; otro árabe, Adela y finalmente uno latino, Salernus. Las tareas realizadas en colaboración mutua eran las propias asistenciales junto con la formación docente de los médicos. El punto de máximo prestigio de esta Escuela se alcanzó durante el siglo XII gracias a las traducciones realizadas de la medicina greco-árabe por el comerciante Constantino el Africano. Merced a esta iniciativa se tradujeron unos treinta libros. A tener en cuenta: Liber regius de Alí Abbas; el Viatucum o “Medicina de los viajes” de Ibn al-Gazzar; los Libri universalium et particularium diaetarum, el Liber de urinis y el Liber febrium de Isaac Judaeus; Aforisnos hipocráticos; la Articella, un resumen diseñado para estudiantes con textos hipocráticos, galénicos e islámicos; la Isagoge, “Introducción a la medicina”, de Hunayn ibn Ishaq, apodado Johannitius, un compendio de la medicina bizantina, árabe, judía y latina estructurado en tres capítulos: “cosas naturales”, “cosas preternaturales” y “cosas no naturales”; la Mikrotekhne de Galeno. Con ello esta Escuela dominó la anatomía, gracias a las disecciones en cadáveres de animales; la fisiología; la patología; la clínica; la farmacología y la ciru- LA HUELLA DE GASPAR CASAL gía y pudo dar a sus discípulos una enseñanza metódica y científica. Sabiduría que inició la asimilación del galenismo y que se extendió posteriormente por toda Europa; de esta manera la medicina volvió a recuperar el llamado ars medica, “arte médico”, concepto técnico previamente perdido, que no es más que saber lo que se hace y por qué se hace. A la par de lo ocurrido en esta Escuela salernitana otros lugares como el monasterio de Ripoll, la escuela de Sicilia o Toledo también tuvieron conocimiento del saber greco-árabe. Haremos mención especial de la ciudad de Toledo, dentro de al-Andalus, por su gran Escuela de traductores, máximo apogeo entre 1114 y 1187, donde se tradujo al latín tanto la filosofía de Aristóteles como la de los libros médicos de Hipócrates, Galeno, Rhazes, Isacc Iudeus, el Canon de Avicena o la Cirugía de Abul Qasim, entre otros. Estas traducciones toledanas modificaron por completo la expectativa médica al incrementar los saberes clásicos; conocimiento que fue exportado a la Europa occidental y que sirvió como punto de partida para el desarrollo de la medicina y ciencia modernas5. Rogerio II rey de Sicilia determinó en 1140 que para ejercer la medicina era preceptivo un examen estatal. Más tarde un descendiente suyo, Federico II, publicó en 1240 la primera reglamentación europea en la que desarrollaba como se debían de llevar a cabo los estudios médicos; para ejercer, aparte de ser aprobado por la Escuela de Salerno, era obligatorio un año de práctica bajo la tutela de un experto sanitario. Aquellos que no cumpliesen lo acordado serían excomulgados. Como veremos a continuación las Universidades aceptaron de buen grado el hecho e implantaron el modelo para expedir los títulos reglados. 2.- La const it ución de las Univ ersidades En la transición del siglo XII al XIII el mundo feudal clásico europeo entró en crisis por el agotamiento de sus valores. La secularización se fue imponiendo lentamente y el cristianismo mutó a nuevas formas; de ahí la aparición de nuevas órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos. Así mismo, en las ciudades surgió una flamante clase, los nacientes burgueses. En este nuevo ambiente bajomedieval comenzaron 134 135 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... a brotar las agrupaciones de maestros y discípulos, universitates magistrorum et discipulorum, las Universidades, instituciones que se van a encargar de captar y trasmitir el saber. La importancia de sus funciones provocó que fueran controladas muy pronto tanto por los monarcas como por la iglesia; incluso llegó a ser preceptivo un privilegio pontificio para la enseñanza médica en los espacios regidos por la cristiandad. La tradición del mundo clásico, inspirándose en Platón y Aristóteles, despreciaba el trabajo manual por ser servil; por esta razón los médicos, hombres de saber, alcanzaron rango universitario y los cirujanos fueron excluidos, quedando reducidos a una ocupación meramente artesanal por su formación y nivel social. Las Universidades que constituyeron más precozmente las Facultades de Medicina y emitieron el correspondiente título profesional fueron las de Bolonia y Padua en Italia, la de París en Francia y la de Montpellier, ubicada dentro del territorio de la Corona de Aragón. La más importante de todas estas resultó Montpellier; donde trabajó Bernardo de Gordon, autor prolífico de libros médicos, el de mayor repercusión fue la obra de patología especial titulada Lilium Medicinae “Lirio de la medicina” (1495). Así mismo, desde Bolonia Mondino de Luzzi dio un paso importante al realizar disecciones de cadáveres humanos, en 1316 publicó su Anatomía corporis humani, manual que se mantuvo vigente como texto hasta el siglo XVI, momento en el fue sustituido por la Fabrica de Vesalio. Imitando lo que se hacía en estos recientes centros de sabiduría, entre los siglos XIII y XIV aparecieron otras Universidades en distintos sitios de Europa: Oxford, Florencia, Salamanca, Cambridge, Nápoles, Tolosa, Padua o Viena. El modo de organización universitaria era como sigue: - Facultad menor o de artes: Carácter preparatorio (3 años). - Facultad mayor: Teología, Derecho y Medicina (5 años). El método escolástico de enseñanza era exclusivamente teórico; el profesor desde su chatedra, asiento elevado, daba su lectio, lección, leyendo un texto médico clásico griego o árabe traducido al latín, luego LA HUELLA DE GASPAR CASAL se comentaba entre los alumnos; por último intervenía el profesor para resolver las quaestiones o problemas que planteaba. En lo que respecta a los estudios de medicina el primer nivel de aprendizaje era el de baccalarius o “Bachiller en Artes”, después continuaba tres o cuatro cursos más en la Facultad de Medicina y alcanzaba el título de “Bachiller en Medicina”. Una vez finalizados los estudios universitarios era necesario estar un año con un médico en ejercicio; con ello quedaba autorizado para el ejercicio libre de la profesión. Si quería alcanzar el grado de licenciatus y magister o doctor debía de defender una memoria. En todo el periodo formativo se trabajaba con textos traducidos del árabe al latín, primero por la Escuela de Salerno y a partir del siglo XII por las obras que salían de la Escuela de Traductores de Toledo; de esta manera manejaban: la Isagoge; la Articella; el Canon de Avicena; el Liber ad Almansorem de Rahzes; la Ars parva de Galeno; el Pronóstico de Hipócrates; el escrito De diaeta in acutis, el Colliget de Averroes; así como algunos libros de filosofía natural aristotélica6. Otro libro a tener en cuenta es el tratado quirúrgico de Guy de Chauliac. Más adelante se añadieron unos manuales para la enseñanza de la esfigmología y la uroscopia; para la anatomía usaban el libro de Mondino de Luzzi. Así mismo, Taddeo Alderotti, Bolonia; Arnau de Vilanova, máxima figura de la Europa bajomedieval, Montpellier, y Pietro d`Abano, Padua, consiguieron elaborar desde la Universidad un sistema escolástico inspirado en el cristianismo con tintes mitad galenismo arabizado mitad aviceniano. Desde sus cátedras explicaban la patografía bajo la forma de consilium, “consejo”; lo novedoso del proyecto es que comenzó a tenerse en cuenta la experiencia clínica, el saber patológico y se inició la disección de cadáveres, aspectos que permitieron renovar la medicina en el ocaso de la época medieval, siglos XIV y XV. Para acabar este apartado indicamos que durante este periodo de Edad Media el ejercicio práctico de la medicina dependía del nivel socioeconómico del enfermo. Los reyes, nobles y altos dignatarios eclesiásticos tenían a su servicio exclusivo médicos de cámara. Los pobres y menesterosos eran recogidos en los hospitales, regidos por religiosos, 136 donde se practicaba una medicina de caridad. Los burgueses de la ciudad tenían un sistema intermedio domiciliario, atendido por el médico de cabecera. Con el inicio de la Edad Moderna surgió un nuevo modo de enseñanza; se trata de los “Colegios”, “Cofradías” y “Academias”, instituciones que fomentaban la investigación y donde los sabios se reunían para comunicarse los conocimientos entre sí, a la par que se oponían a la “Universidad” por el anquilosamiento que presentaba. La atención al enfermo podía ser hecha por médicos con título universitario, por cirujanos no universitarios o por simples curanderos. Para las ciencias en general y la medicina en particular la llegada a Europa, concretamente a Italia, de manuscritos griegos debido al éxodo de pensadores que huyeron de Constantinopla, tras ser tomada por los turcos, motivó un ansia por analizar y comprender las fuentes originales del saber. Movimiento que recibió el nombre de Humanismo; la imprenta fue clave para la difusión de este planteamiento. Es preciso que apuntemos que la expulsión de los judíos acarreó una disminución significativa en el número de profesionales sanitarios con menoscabo en el cuidado de la salud. En este momento comenzó una concepción distinta de la naturaleza y la primera disciplina que se independizó del saber galénico tradicional o arabizado fue la anatomía descriptiva gracias a los estudios de Andrés Vesalio, quien en 1543 publicó la obra De humanis corporis fabrica libri septem, donde exponía un conocimiento morfológico basado en las observationes, “observaciones”, mediante la disección de cadáveres humanos. Posteriormente la Universidad de Padua aprovechando el aporte realizado por Vesalio mejoró el campo anatómico y quirúrgico; a su vez, perfeccionaron la materia farmacológica merced a la enseñanza de la botánica. Además en la enseñanza médica hospitalaria con los aprendices se impuso el mismo principio de observación del caso 137 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... La enseñanza de la medicina en la edad moderna LA HUELLA DE GASPAR CASAL clínico; sistema que pasó a Leiden para extenderse luego por toda Europa. Esto es, gracias a la traducción directa de obras griegas se puso de nuevo en valor la figura de Hipócrates y sus escritos: el Corpus Hippocraticum7; además el análisis bajo la novedosa visión de la referida observación se realizaron necropsias y se diagnosticaron una serie “enfermedades nuevas”; etapa que recibió el nombre de galenismo “hipocratista”, pensamiento que se mantuvo de la mano de Jean Fernel, Luis Mercado o Francisco Vallés, y que dio importancia a Hipócrates sin cuestionar los postulados de Galeno8. También referimos que con las plantas del Nuevo Mundo se incrementó la terapéutica con remedios vegetales, aquí tenemos las aportaciones de García da Orta, Cristóbal de Acosta y Francisco Hernández, continuadores de la obra de farmacología de Nicolás Monardes Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales. A finales del siglo XVI, tiempo de confusión médica por la pugna mantenida entre los que pretendían dar vida al galenismo tradicional y los que no, surgió la figura de Paracelso9, médico alquimista que planteó una revolución médica al romper con la medicina tradicional galénica. La Reforma protestante favoreció esta nueva postura de ruptura; sin embargo la Contrarreforma católica fomentó el retorno al galenismo tradicional. Rivalidad que se mantuvo abierta hasta que en la segunda mitad del siglo XVII comenzaron a elaborarse los sistemas médicos modernos con un incremento en el interés por la anatomía, la potenciación de la cirugía y de la botánica, así como la perfección en la observación clínica. A partir de estos momentos Europa siguió una trayectoria rica en ciencia y medicina; los países que marcaron la tendencia fueron Francia, Inglaterra y Alemania. En concreto la Facultad de Medicina de Leiden, en los Países Bajos, pasó a ser la más avanzada, donde Franz delle Boë (Sylvius) principal fundador del sistema Iatroquímico, primera corriente médica del mundo moderno, y seguidor de la teoría circulatoria de Harvey consiguió que le instalaran un laboratorio químico para la docencia práctica; el primero del mundo10. 138 139 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... La crisis de la iatromecánica y de la iatroquímica impulsó un nuevo sistema que recibió la denominación de vitalismo; vía intermedia entre el mecanicismo y el animismo para explicar los fenómenos fisiopatológicos, así como la consistencia de la vida. Pensamiento coincidente con la Ilustración y que se desarrolló especialmente en las Universidades de Montpellier, de Edimburgo y en otras alemanas. Durante el último cuarto del siglo XVII, a la sombra de una mentalidad antisistemática, se formuló el concepto inductivo de “especie morbosa” o entidad nosológica basada en la ordenación de los casos que marcase la experiencia clínica según los síntomas principales de la enfermedad; concepto básico de la patología moderna y núcleo del programa desarrollado por el médico inglés Thomas Sydenham (1624-1689)11. Hermann Boerhaave (1668-1738) apoyó su docencia en la Universidad de Leiden en una conjunción de equilibrio entre la crítica al sistema iatroquímico, junto con el programa de Sydenham y la tradición de la enseñanza clínica que se daba en Padua; consiguió exportar el modelo a otras universidades europeas. En estos momentos citamos a nuestro personaje central, Gaspar Casal (1680-1759), médico que en la actualidad podemos calificar como nosógrafo clásico al describir por primera vez una enfermedad de carácter carencial bajo la denominación de “mal de la rosa” o pelagra. Un postrero apunte para comentar que el siglo XVIII se denomina “el siglo de los cirujanos”, pues su calidad en el saber se dignificó y pudieron igualarse en prestigio a los médicos. El motivo de tal mejora fue debido a que la baja formación de los cirujanos resultaba un inconveniente importante para la nueva organización del ejército, la navegación o el comercio. Por lo que los estados decidieron realizar una buena enseñanza profesional quirúrgica, especialmente la anatomía topográfica; aspecto que se llevó a cabo en centros extrauniversitarios, en Francia en la Escuela Práctica de Cirugía y en España en los Reales Colegios de Cirugía de Cádiz, Barcelona y el de San Carlos en Madrid. Finalmente la materia pudo entrar en la Universidad; no obstante, su práctica quedó dividida en dos niveles, por una parte los universitarios o cirujanos latinos, en el otro extremo estaban los cirujanos romancistas, o vulgarmente llamados “sangradores”, antiguos practicantes, sin estudios reglados. El modo en la asistencia hospitalaria, debido a la secularización social, sufrió una revolución ya que se cambió el concepto de caridad por el de filantropía. Además, de manera paulatina se consiguió una medicina racionalizada. Con los Ilustrados se construyeron los llamados “hospitales generales”; momento clave pues, aparte de la propia tarea de la curación, se inició una auténtica “medicina científica” gracias a la investigación y a la enseñanza de la profesión dentro de la propia institución. A pesar de todos estos avances el médico, salvo raras excepciones, no gozaba de buena reputación social; véanse las críticas hechas por Molière acerca de su pedantería12. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Preparación médica en España El inicio de control, tanto de la enseñanza de la medicina y de la cirugía como del ejercicio profesional, dentro de nuestra cultura fue ideado por los Reyes Católicos al constituir en 1477 el Tribunal de Protomedicato13. Debemos de referir, puesto que estaban perfectamente integrados en nuestra cultura, que los musulmanes españoles siguieron formándose en sus centros propios; lugares que recibían el nombre de madrassa, una vez finalizada esta etapa estaban un tiempo con un médico experto. Así mismo, los judíos aprendían medicina en sus aljamas. Felipe II en 1580 mantuvo la vigencia de este Tribunal; no obstante, dispuso que el examen de suficiencia consistiese en una prueba teórica y otra práctica, en este caso en un hospital. Del mismo modo, quedó establecido que los médicos, boticarios y cirujanos quedasen protegidos por la advocación de San Lucas y de los Santos médicos Cosme y Damián. Bajo el gobierno de este monarca el país entró en crisis por el temor, entre otros aspectos, a que se instaurase en sus territorios la herejía. Ante este principio se publicó una pragmática en 1599, en ella prohibía a sus súbditos salir de sus reinos bajo ningún concepto. A partir de entonces la enseñanza médica quedó anclada en la 140 141 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... “Contrarreforma” y el galenismo pasó a ser la única opción válida, el representante español más importante de esta corriente fue Luis Mercado (1525-1611), catedrático de la Universidad de Valladolid y autor de Institutiones medicae e Institutiones chirurgicae, manuales seleccionados para superar los exámenes fijados por Protomedicato. Una particularidad positiva para España e Italia era que ya en la época renacentista tenían cátedras de cirugía en las Universidades más importantes y, junto a los cirujanos propiamente dichos había médicos titulados que se dedicaban a la cirugía. Hasta mediados del siglo XVI el libro más importante de cirugía era el, ya referenciado, tratado de Guy Chauliac. A partir de este momento debemos citar a Francisco Arce, Andrés Alcázar y Dionisio Daza Chacón con formación de galenismo arabizado; todos publicaron libros sobre cirugía que incluso tuvieron repercusión internacional14. Con la entrada en el siglo XVII la situación española se mantuvo idéntica ya que Felipe III, en 1617, a través de otra pragmática pretendía limitar la enseñanza de la medicina sólo a las Universidades de Salamanca, Alcalá y Valladolid. Además recomendaba que para la preparación de médicos “los Catedráticos lean la doctrina de Galeno, Hipócrates, y Avicena como se solía hacer antiguamente”; así mismo, aún estaba vigente el tratado de medicina de Bernardo de Gordonio15. De esta manera se truncó la trayectoria de las Facultades de Medicina con un impedimento claro a la llegada de las novedades de la fisiología, de la patología moderna o de la terapéutica iatroquímica. A pesar de este ostracismo las Universidades españolas fueron incrementando el número. Pues a las ya citadas anteriormente, se van sumando las de Valencia, Madrid, Valladolid, Barcelona, Lérida, Zaragoza, Huesca. Más tarde aparecieron las de Alcalá, Sevilla, Granada y Santiago; igualmente se crearon otras llamadas “menores” en Toledo, Sigüenza, Osuna, Gandía, Orihuela, Almagro, Irache, Estella y Oñate. La llegada del siglo XVIII, con los Borbones en el gobierno de la nación, coincidió con la mentalidad ilustrada que en materia médica retomó las ilusiones de los “novatores”. Este inquieto movimiento esta- LA HUELLA DE GASPAR CASAL ba encabezado por Juan Bautista Juanini, médico de origen milanés y del valenciano Juan de Cabriada, profesionales que denunciaron el atraso científico español e intentaron hacerse cargo de los avances médicos con oposición simultánea al pensamiento galenista de la mayoría. Con el fin de paliar las referidas deficiencias se permitió la salida al exterior para formarse adecuadamente; de igual manera contrataron científicos europeos para que dirigiesen nuevas instituciones y se retomasen las tareas de investigación. Con este pensamiento la enseñanza de la medicina comenzó una regeneración; así antes de que finalizase la centuria se reformaron las Universidades de Sevilla, Salamanca, Alcalá, Valladolid, Santiago, Huesca y Granada y Valencia. La vestimenta de nuestros médicos ya con título académico, buscaba la pretensión de distinción social; de esta manera portaban “ropilla larga”, capa o ferreruelo, gorra para cubrir la cabeza, en las manos llevaban guantes y una sortija con el distintivo profesional específico para demostrar que no realizaban trabajos manuales; por cuestión de dignidad la mayoría portaba barba. Los retratos burlescos realizados por Quevedo y Lope de Vega ponían al día la falta de preparación científica para tratar adecuadamente las enfermedades y de cómo el aspecto externo soberbioso y su lenguaje rebuscado tapaba la ignorancia en el dominio real de la profesión16. 1.- L os est udios médicos en la Univ ersidad de O viedo 17 Asturias mantuvo un aislamiento global del resto de España desde tiempos inmemoriales, la ausencia de una buena salida por carretera hacia la Meseta castellana atestigua lo dicho. Además los escasos caminos comarcales existentes estaban impracticables la mayor parte del año. Aislada y empobrecida, así era nuestra región. La carencia en el aspecto sanitario la dejó perfectamente reflejada Gaspar Casal, cuando indicaba que “en todo el Principado de Asturias somos cinco médicos; uno en Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en esta ciudad de Oviedo”. Es por ello que la medicina popular con un sinnúmero de curanderos reinase entre los asturianos. El ovetense Antonio García-Valdés Robledo, cura en la provincia de Aymares, obispado de Cuzco (Perú), tiene el honor de ser la primera 142 143 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... persona que pretendió paliar esta deficiencia sanitaria, a tal fin en 1689 ofreció 25.000 pesos para dotar a la Universidad de cuatro cátedras de Medicina, Cirugía y Retórica. Intento fallido. Posteriormente en 1738 la ciudad de Oviedo contrató a un cirujano latino, de origen francés, llamado Jean D´Elgart, quien presentó al año siguiente una memoria a la Junta General del Principado para crear una cátedra de Anatomía y Cirugía. Segundo fracaso. Dionisio Abadie, otro cirujano francés, planteaba en 1769 la creación en Oviedo de una Academia de Anatomía y Cirugía; se desechó por falta de medios. En 1781 Nicolás Rivera, Procurador General y comisionado por el Cabildo, el Ayuntamiento y la Universidad solicitaba de nuevo la constitución de dos cátedras de Medicina y otras dos de Cirugía; quedaba estipulado que las enseñanzas las desarrollarían los médicos del Cabildo y de la Ciudad. No hubo respuesta. En 1784 el obispo de Oviedo, Agustín González Pisador, comunicaba la disposición de donar cien mil reales para que con los intereses generados, 3.000 reales anuales, se creasen dos o tres plazas. La Universidad de Oviedo solicitó al Consejo de Castilla la aprobación pertinente y la Sala del Gobierno del Consejo, con Campomanes de Presidente, accedió a tal propósito el 9 de marzo de 1786; pocos meses después se iniciaron por fin los estudios de medicina en la Universidad de Oviedo. Los titulares que ocuparon las primeras cátedras de Medicina fueron el cirujano del Cabildo Francisco Roca Puyol que se hizo cargo, sin sueldo, de la de Anatomía, Antonio Duran y Moreda, médico del Cabildo ovetense, ocupó la de Prima y Bernardo García-Jove, médico titular de la ciudad de Oviedo, asumió la tarea en “Vísperas de las Instituciones Médicas Boerhaavianas”. Nos consta que por estas fechas se solicitó la creación de más asignaturas. El plan de estudios seguido fue el que llevaban a cabo en Salamanca; es decir, para la enseñanza de la Anatomía siguieron el Compendio anatómico (1710) de L. Heister y la Anatomía completa del hombre (1728) de Martín Martínez; así mismo para las dos cátedras de Instituciones médicas utilizaron las obras de Boerhaave y los comentarios de un dis- LA HUELLA DE GASPAR CASAL cípulo suyo, van Swieten, titulado Commentaria in Hermanni Boerhaave aphorismos, de cognoscendis et curandis morbis (1742-1776). El profesor Álvarez Antuña comenta que la enseñanza dada resultaba escasamente evolucionada. No obstante, intentaba cierta modernidad en los programas y en las fuentes doctrinales, pero les faltaban las ciencias básicas y sobre todo la medicina práctica y la cirugía topográfica que era por donde avanzaba la ciencia médica del momento. Una R.O. de 22 de enero de 1800 suprimió la enseñanza en todas las Universidades del reino; la tarea de formación respectiva quedaba a cargo de los Reales Colegios. Los acontecimientos sociopolíticos de la centuria provocaron unos cambios gubernamentales de manera que un R.D. de 23 de agosto de 1801 anuló lo hecho anteriormente y se recuperaron de nuevo las Facultades de Medicina existentes. La Universidad de Oviedo intentó reemprender los estudios médicos, pero la quiebra del Banco de los Cinco Gremios, donde se había depositado la dotación fundacional de cinco mil duros, fue una losa difícil de superar por lo que en 1806 dejaron de impartirse las enseñanzas. En 1817 se invitó a todas las instituciones asturianas para retomar los estudios y así ocurrió entre 1817 y 1825, para cesar alcanzada la última fecha, ya de forma definitiva. En 1897 el Rector Aramburu pidió apoyo a la Diputación y al Ayuntamiento para que aquellos asturianos que quisiesen hacer carrera médica pudiesen al menos cursar en Oviedo los estudios preparatorios. Propuesta baldía, pues no se pudo hacer nada hasta la época contemporánea. Para finalizar indicamos que Gaspar Casal estuvo trabajando de médico en Oviedo entre 1717 y 1751. Sabemos de sus inquietudes científicas, pues escribió la monografía ya citada líneas atrás. A su vez, era amigo del Padre Benito Jerónimo Feijóo, personaje muy influyente en aquellos momentos, con quien compartió muchos momentos de intimidad en la celda del benedictino. Sin embargo, nos extraña que no haya planteado nunca cuestiones acerca de la docencia o de la forma- 144 ción médica, siendo como era tan consciente del atraso que tenía Asturias en la época que él ejerció en la región. BIBLIOGRAFÍA: Álvarez Antuña, V. (2008) “Fulgor y muerte de los estudios médicos ovetenses en las postrimerías del siglo XVIII. Los orígenes de la enseñanza de la medicina en Asturias”. En: 400 (1608-2008) Tradición de futuro. Exposición cuatro siglos de historia de la Universidad. Universidad de Oviedo (2008). De Arana, I. (1998) Más historias curiosas de la medicina. Ed. Espasa Bolsillo. Madrid. Granjel, L.S. (1978) La medicina española del siglo XVII. Ediciones Universidad de Salamanca. Granjel, L.S. (1979) La medicina española del siglo XVIII. Ediciones Universidad de Salamanca. Granjel, L.S. (1980) La medicina española renacentista. Ediciones Universidad de Salamanca. Granjel, L.S. (1986) La medicina española contemporánea. Ediciones Universidad de Salamanca. Laín Entralgo, P. (1982) Historia de la medicina. Editorial Salvat. Barcelona. López Piñero, J.Mª (1990) Historia de la medicina. Historia 16. Madrid. Riera, J. (1985) Historia, Medicina y Sociedad. Ed. Pirámide. Madrid. Tolivar Faes, J. (1976) Historia de la medicina en Asturias. Ayalga Ediciones. Gijón. 145 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... López Piñero, J.Mª (2002) La medicina en la historia. La Esfera de los Libros. Madrid. 1 Galeno de Pérgamo, II d.C. actualizó los conceptos más importantes de Hipócrates, V a.C. y mantuvo que la enfermedad era un desorden de los humores (sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema o pituita); su su pensamiento se fue actualizando en la cultura bizantina, en el islam y en la Europa occidental. El binomio Hipócrates-Galeno se mantuvo vigente hasta el siglo XIX. La medicina moderna es el resultado de derrumbar estos principios. 2 Otros monasterios europeos importantes fueron: San Gall, Poitiers, Lisieux, Soissons, Lyon, Reims, Fulda, Reichenau, Bobbio, Cremona y Vicenza. 3 López Piñero, J.Mª (2002) La medicina en la historia. La Esfera de los Libros. Madrid, pp.136-139. 4 Laín Entralgo, P. (1982) Historia de la medicina. Editorial Salvat. Barcelona, pp.146-154. 5 Laín Entralgo, P. (1982) Op. cit., pp. 156-160. 6 De todos estos libros citados uno de los más importantes de la época medieval, tanto musulmana como europea, fue el Canon de Avicena (Ibn Sina, 980-1037); texto que compendiaba la medicina de Galeno. Con él se divulgó el denominado “galenismo arabizado”, además fue una pieza clave para la enseñanza de la medicina. Mantuvo su vigencia hasta el Renacimiento. 7 Conjunto de unos cincuenta escritos que se han atribuido a Hipócrates y a su escuela. La mayor parte de ellos están redactados entre los siglos V y IV a.C. 8 Laín Entralgo, P. (1982) Op. cit., p. 200. 9 Este médico suizo de nombre real Theophrastus Bombast von Hohenheim (1493-1541) rechazó en 1527, con una quema pública de libros clásicos antiguos, el galenismo tradicional. Así mismo, actualizó el concepto de curación por medio de la naturaleza de Hipócrates y planteó que con el desarrollo de la alquimia se podían encontrar nuevos remedios curativos específicos para cada enfermedad, los “arcanos”. 10 López Piñero, J.Mª (2002) Op. cit., p. 299. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 11 López Piñero, J.Mª (2002) Op. cit., pp. 352-362. 12 López Piñero, J.Mª (2002) Op. cit., pp. 409-410. 13 Este tribunal se creó a semejanza del constituido por Juan II de Castilla en 1422. Con esta misma fecha se estipuló que los enfermos de lepra quedaban recluidos en las leproserías. Granjel, L.S. (1980). La Medicina Española Renacentista. Universidad de Salamanca, p. 74. 146 14 En concreto la Universidad de Valencia dotó en 1501 una cátedra de cirugía; por tanto se trata de una las primeras cátedras quirúrgicas de Europa. LÓPEZ PIÑERO, J.Mª (2002) Op. cit., pp. 242-258. 15 Granjel, L.S. (1978) La medicina española del siglo XVII. Universidad de Salamanca, p. 44. 16 Granjel, L.S. (1978) Op. cit., pp. 77-92. 147 LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA... 17 Ante la carencia documental existente este apartado es un resumen del magnífico trabajo realizado por el Profesor de Historia de la Medicina, Víctor Álvarez Antuña, para la exposición del Cuarto centenario de la Universidad de Oviedo. ÁLVAREZ ANTUÑA, V. (2008) “Fulgor y muerte de los estudios médicos ovetenses en las postrimerías del siglo XVIII. Los orígenes de la enseñanza de la medicina en Asturias”, en: 1608-2008. Tradición de futuro. Exposición cuatro siglos de historia de la Universidad. Universidad de Oviedo. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 148 RAÍCES HIPOCRÁTICAS DE LA HISTORIA NATURAL Y MÉDICA DE GASPAR CASAL. Hay una clara influencia de Hipócrates en la Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Pero la obra casaliana se hace personal y propia en un producto depurado, corregido y aumentado, que resulta de someter las viejas doctrinas a un continuado toque de meditación refrendado por la experiencia. Parece que la filosofía de su actitud sanadora estuviese señalada en el primero de los Preceptos del sabio griego cuando recomienda que “el que practique la medicina no se atenga a una teoría creíble en principio, sino a la experiencia razonada”. Así, Casal fue consciente de los errores anatómicos y fisiológicos del Padre de la Medicina; y sabía que la patología humana no podía reducirse a la pura alteración de los humores y a sus posibles percances; pero intentó en todo momento expurgar sus teorías de extraños contenidos religiosos, persiguiendo siempre una indagación razonada y lógica de los fenómenos. No obstante, la fidelidad de Casal a Hipócrates se detecta fácilmente comparando la similitud descriptiva de muchos cuadros patológicos o la valoración de síntomas aislados observable en las dos obras. La Eucrasia, o mezcla armónica de los cuatro humores que componen el organismo (sangre, flema, bilis y atrabilis), se altera (discrasia) al sobrevenir la enfermedad. El trasiego anormal de los humores crea manifestaciones –nacimiento del síntoma- en la región que abandonan 149 INFLUENCIA DE HIPÓCRATES... VENANCIO MARTÍNEZ SUÁREZ CARMEN JUNCEDA MORENO LA HUELLA DE GASPAR CASAL o en aquella en la que se vierten. Los humores “crudos” en su estado normal se tornarían “cocidos” con la fiebre y se separarían o descargarían en la crisis. Vómitos, diarreas y destilaciones, son el esfuerzo del cuerpo para expeler los malos humores y devolver al individuo enfermo la armonía que es la salud y la eucrasia. El organismo- deduce Casal- es su propio médico y hay que ayudar a la naturaleza y no entorpecer su potencia medicatriz. Por eso su terapéutica es tantas veces expectante y fiel al “primum non nocere” del maestro. Veamos algunos párrafos de Don Gaspar que denuncian esta ascendencia hipocrática: “Las partes superficiales del cuerpo, y especialmente las piernas, son los más oportunos emuntorios de que la naturaleza por sí misma, sin ayuda ni socorro del arte, se sirve para depositar y expeler aquellos superfluos y morbosos jugos, que en lo interior del hombre causarían gravísimos estragos”. Nótese aquí su fe en la “vis medicatrix naturae” (“la naturaleza sin ayuda del arte”) y su creencia de que muchas erupciones, como la sarna, “al salir hacia fuera” y mostrarse como remate de ciertas enfermedades, son el final de la discrasia. En otro pasaje dice que “el vicio de poca pureza en las entrañas, ya sea por obstrucciones escirrosas, ya por malos humores embebidos en ellas, o ya por corruptela de su misma substancia, es causa de que se fabrique una mala sangre, que distribuida por el cuerpo, embaraza la conveniente nutrición y aumenta la no conveniente”. La doctrina hipocrática adquiere en Casal un concepto dinámico. Si la enfermedad era alteración humoral y, si acaso, anatomía alterada, ahora podía ser también fisiopatología. Los órganos del cuerpo desarrollan funciones específicas. Admitir que existe entre todos ellos “grande simpatía y conexión”, equivale a aceptar la unidad funcional del organismo. La tesis patogénica parece querer engranarla con las siguientes palabras: “Es imposible que las curaciones vayan arregladas al interior mecanismo del cuerpo humano hasta que los médicos, con tanta caridad como tienen en su arte los excelentes relojeros, lleguen a conocer el número, tamaño, figura, disposiciones, oficios, movimientos, conexiones y demás requisitos, de cuantas partes sólidas y líquidas lo componen y lo conservan sano; y aún esto no sería bastante, sin que al mismo tiempo lograsen ciencia cierta de 150 151 INFLUENCIA DE HIPÓCRATES... todas las causas capaces de perturbar y pervertir el orden y armonía, con que deben concurrir dichas partes, para que las funciones naturales se celebren con la perfección que se les debe”. Casal sigue la moda clásica en la aceptación de las causas de enfermedad, creyendo en la participación de factores constitucionales o internos (inferioridad de los órganos como en las caquexias, destilaciones anormales de los mismos como en los bocios) y en la no menor de causas naturales externas tan traídas y llevadas por Hipócrates (vientos, lluvias, aguas, terrenos, frío, humedad, calor y alimentos), embrión de la moderna meteoropatología. En el Libro I De las Epidemias del maestro griego, se dice: “En la isla de Tasos hubo en el otoño, por el tiempo del equinoccio y de las Pléyades, abundantes, suaves y sostenidas lluvias, porque dominaba el tiempo sur. El invierno fue seco, con viento sur dominante y poco viento norte...”. Y Casal inicia así su descripción de las epidemias de 1719 y 1721: “Desde el año 1719 hasta 1721 predominaron mucho los vientos australes en este país de Asturias; y especialmente en el otoño de 1720 fueron continuos hasta el 25 de diciembre; pero desde este día, trocándose los tiempos de muy calientes a sumamente fríos, vinieron unos hielos tan penetrantes que, con especialidad por las noches, no había tolerancia en los vivientes para resistirlos”. Comenta la relación entre una epidemia de viruela y “los vientos ábregos, tan violentos que movían los edificios, y las nieves con carámbanos en los tejados de una vara de largo”. Y tanta importancia concede a los accidentes atmosféricos que no falta el capítulo en el que, en indisoluble maridaje, “prosigue la historia de las enfermedades y del tiempo”. Hace una minuciosa cronopatía de la tuberculosis, observando la acumulación de las defunciones en los meses de marzo y abril, anticipándose a las teorías de los flaqueos primaverales de la inmunidad en los tísicos y sus consecuencias. Casal intuyó, con admirable clarividencia, la existencia de causas de enfermedad más eficaces que “aquellas que los sentidos corporales perciben en la atmósfera y en los productos del suelo”. Habla de “mínimos átomos que componen y constituyen dichos miasmas o venenos” pre- LA HUELLA DE GASPAR CASAL sintiendo, con más de un siglo de anticipación el nacimiento de una nueva rama –la Patología Microbiana- en el frondoso árbol de las especialidades médicas. Como si hubiera leído al escritor romano Terencio Barrón –escribe Jesús Martínez- cuando señala cómo “en los lugares húmedos se originan animales en extremo pequeños, que no se alcanzan a percibir con los ojos, y que con el aire que respiramos entran en el cuerpo y causan grandes enfermedades”, intenta penetrar un hito más en el misterio, sin despejar el interrogante de sus “ocultísimas configuraciones, contexturas, movimientos y disposiciones”. Pero el apogeo de su celebridad mundial lo alcanzó con el reconocimiento de la “especie morbosa” que describe impecablemente con el nombre de Mal de la Rosa, y que hoy se denomina pelagra o avitaminosis P-P, originada por una carencia en la dieta de una vitamina identificada como ácido nicotínico. No tiene menos mérito su presentimiento manifiesto de que la afección pudiera ser debida a un régimen alimentario anormal o deficitario. La lectura reflexiva de su “Tratado de las endemias” no deja lugar a dudas acerca de la visión profética de nuestro clínico eminente. Todo suena a vitaminología cuando habla del “fermento, o llámese como quiera, que constituye la causa próxima de esta enfermedad”. Algo, pues, pequeño, insignificante, pero con notables efectos sobre la nutrición. Parece dar por sabida la naturaleza de la pelagra al afirmar que “el cambio de los alimentos ordinarios por otros más substanciosos y alimenticios, era utilísimo para disminuir esta enfermedad”. Sólo le falta a Casal asistir con Goldberger a la reproducción experimental de la enfermedad en los penados sometidos a dietas carenciales, compartir con Elvehjem el emocionante proceso de la síntesis química del ácido nicotínico, y llegar a saber los miligramos de substancia nutritiva contenida en las vísceras de animales, en la carne, en el pescado, en los tomates y en los guisantes –alimentos que curarían el Mal de la Rosa en mínimo aporte diario- y su ausencia total en la harina de maíz, en el tocino y en algunas frutas que tanto consumían sus desconsolados pacientes. A la hora de la prescripción Casal ejerce la terapéutica abstencionista de Hipócrates para no estorbar el curso de la naturaleza. Estimula, 152 153 INFLUENCIA DE HIPÓCRATES... en todo caso, sus propios recursos curativos con dietas y hábitos higiénicos adecuados y se muestra discreto en el empleo de purgas, sangrías y enemas, distanciándose un tanto de su utilización casi sistemática por el maestro. Pero no duda en ensayar toda suerte de remedios cuando se encuentra desarmado ante una grave enfermedad. En una epidemia de tos ferina acaecida en Oviedo en 1724, aplica diez y ocho tratamientos distintos ansioso por encontrar una solución a la grave epidemia que únicamente produjo –confiesa con cierta satisfacción- una defunción por cada diez niños enfermos. Pero donde mejor exhibe su arsenal terapéutico es cuando se rinde incapaz ante la hecatombe orgánica del asma hidropiforme de los pulmones: “No cede ni con las cisuras en la vena, hechas en forma y lugar según las reglas metódicas; ni la rígida índole de la enfermedad se mitiga con antiespasmódicos; ni la causa que la produce disminuye con vomitivos catárticos o discráticos; ni se mitiga su furor con paregóricos; no se ensanchan los conductos de la respiración con los expectorantes; no se moderan con anodinos los violentísimos sacudimientos del pecho ni el descanso del sueño es duradero sin próximo peligro de asfixia; los desordenados movimientos del corazón y las arterias no se regularizan con cordiales; la frecuente debilidad de los enfermos, les postra sin poder reponerse; la dureza y sequedad de los pulmones no se suavizan ni humedecen con fomentos; no se cura con bálsamos la lesión interna; no apagan su ardiente sed las aguas nitrosas, ni con vejigatorios ni con corrimientos se modera la ansiedad del pecho; ningún cocimiento ni el mismo mercurio, producen efecto; pues en algunos se ha aplicado éste, creyendo que con la enfermedad había alguna enfermedad venérea y no he obtenido resultado alguno”. A todos estos ensayos para aliviar el dolor ajeno añadía Gaspar Casal un poco de fe y un mucho de amor. Y si no ganaba los cuerpos, siempre ganaba el pobre corazón de los agradecidos enfermos. Gaspar Casal fundamenta toda su filosofía médica, sus conocimientos y hasta su ética y estilo profesionales, en la obra de Hipócrates al que llama admirativamente “el grande”, “el doctísimo” y el “sublime”. Muchas veces habría pasado rendido por el cansancio del trajinar dia- rio leyendo y releyendo las obras del maestro cuya relación el mismo nos dejó consignada: Morbis popularibus, Aëre, aquis et locis, De dieta, De Natura Humana, De Veteri Medicina, De Epidemias, De Morbus Sacer, Constitutione temporibus, De interna affection, De medicamentis purgantibus y Aforismos. Tal es la síntesis de nuestra anotación al hipocratismo de Casal; autor de una obra que evidencia una talla científica, una capacidad curadora e investigadora, un ojo escrutador, una inquietud mental y un corazón generoso que seguirán siendo inagotables a los comentarios; que nos ofrece para siempre el perfil de su alma en una sincera y completa autobiografía. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: Campos MS. El Real Tribunal del Protomedicato castellano (siglos XIVXIX). Universidad de Castilla-La Mancha 1999. Iborra P. Historia del Protomedicato en España (1477-1822). Universidad de Valladolid 1987. Canella y Secades, F. Noticias biográficas de D Gaspar Casal. Oviedo, 1900 y 1956. Casal y Julián, G. Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. 1762 y 1959. Cantero J, Cañadas de la Fuente GA, Crespo FJ, Luque E. La medicina española en el siglo XVIII: estudio y edición documental de fuentes referentes a la temática-jurídico-médica. Investig Clín 2006; 9:81—6. Hipócrates. Hippocratic writings. Ed GER Lloyd, England 1978. Hipócrates. Tratados hipocráticos. Alianza Editorial SA, Madrid 1996. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Laín Entralgo P. Historia de la medicina moderna y contemporánea. Editorial Científico-Médica, Barcelona 1963. Marañón, G. Las ideas biológicas del Padre Feijoo. Madrid, 1941. Marañón, G. La humanidad de Casal. Obras Completas. Tomo II. Espasa-Calpe SA. Madrid, 1966. Marañón, G. Vida e Historia. Colección Austral, Espasa-Calpe SA. Madrid, 1943. 154 Martínez Fernández, J. Perfil de Gaspar Casal. Oviedo, 1961. Martínez Fernández J. Pediatría en Gaspar Casal. Acta Pediatr Esp 1961; 127:4-54. Martínez Fernández, J. Segundo centenario de un libro “piloto”. Boletín del RIDEA, 1962. Martínez Fernández J. El viraje en redondo de Gaspar Casal. Boletín de ña Asociación Médica de Puerto Rico 1963; 55:224-8. 155 INFLUENCIA DE HIPÓCRATES... Martínez V, Junceda C. Raíces hipocráticas en la “Historia Natural y Médica” de Gaspar Casal. Invest Clín 2003; 6:72-76. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 156 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO: RELACIÓN EN MADRID DE DOS GIGANTES DE LA MEDICINA ILUSTRADA DEL SIGLO XVIII, A PROPOSITO DE LAS VIRTUDES DE LA PLANTA CARQUEIXA. A lo largo del siglo XVIII tiene lugar en España un importante desarrollo en todos los campos de las artes y las ciencias, que es paralelo al que ocurre en otros países europeos. Es una etapa conocida como siglo de las Luces o Ilustración, como respuesta al periodo de oscurantismo religioso y feudal de los siglos anteriores(1). En medicina, es un momento en que la explicación humoral de las enfermedades, propia de la tradición galénica, se demuestra insuficiente, y los tratamientos empíricos son sustituidos por otros basados en el conocimiento anatómico y en el funcionamiento de los órganos. Se divulgan medicamentos naturales procedentes de todos los continentes, y la formación de los cirujanos y las técnicas quirúrgicas mejoran. Gaspar Casal es uno de los médicos más destacados de este período, pues como se ve en su obra “Historia natural y médica del principado de Asturias”, fue el primero en realizar un estudio de geografía médica que es precursor de los tratados higienistas que serían tan importantes en su tiempo, y después a lo largo del siglo XIX, en los que se buscaba clasificar y definir el origen de las enfermedades, alejándose de las monótonas explicaciones humorales propias de la tradición galénica. También fue el primero en describir una enfermedad carencial, el mal de la rosa o pelagra. 157 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... LUIS A. FARIÑA-PÉREZ. Dos figuras muy importantes del pensamiento médico ilustrado de esta etapa fueron los frailes Martín Sarmiento y Benito Gerónimo Feijóo, ambos sin estudios médicos formales, pero con una enorme inquietud por los temas científicos, y la divulgación del saber y la cultura, que les llevó a escribir sobre variados aspectos de la salud pública y de las enfermedades, cuestionando con pasión el oscurantismo y la superstición de las gentes y la práctica médica alejada de las enseñanzas de la experiencia. Entre los tres hubo un intenso vínculo, hay datos que muestran la relación epistolar y de amistad entre Martín Sarmiento y Gaspar Casal. En su “Historia natural y médica”, Casal describe al primero como “un Amigo de la Corte”. Según una carta de Sarmiento a su hermano, de julio de 1759, en los últimos dias de la vida de Casal, hubo una visita o petición escrita de éste al fraile benedictino en su celda del convento de San Martin en Madrid, para solicitarle carqueixa, una planta medicinal que Sarmiento consideraba útil, tomada en infusión o aplicada como cocimientos o en baños, para una gran variedad de enfermedades, incluidas el cólico renal, los sintomas miccionales, los traumatismos, reumatismos y la gota. Casal pudo haberla usado para tratarse a sí mismo, pues falleció apenas dos meses después, a los 78 años. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Fray Martín Sarmiento Pedro José Garcia Balboa nace en Villafranca del Bierzo en 1695, de padres gallegos (2,3), y en ese mismo año su padre, hasta entonces cantero o maestro de obras, se traslada para ejercer como cartero mayor en Pontevedra. En esta ciudad, por entonces de unos 5.000 habitantes, pasa su infancia, y, siguiendo los pasos de dos de sus hermanos mayores, que se ordenaron sacerdotes, a los 15 años viaja a Madrid para tomar los hábitos benedictinos, e inicia una fuerte formación académica e intelectual en varias ciudades españolas con monasterios de la orden: Irache (Navarra), Salamanca y León. Con el nombre de Martin Sarmiento (por el nombre del convento de San 158 159 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... Martín donde vivía y por el segundo apellido de su madre), entre 1720 y 1725, enseña teología en el monasterio de Celorio (Asturias) y en el convento de San Vicente de Oviedo, donde convive y traba amistad con el padre Feijóo, el gran intelectual gallego que había sido su profesor en Lérez (Pontevedra), amistad que continuará toda su vida con una intensa relación epistolar. Sarmiento, enemigo de las relaciones sociales y de publicar sus observaciones, fue un apasionado defensor de Feijóo, -un destacadísimo divulgador de los saberes nuevos, crítico con el estancamiento cultural y que no evitaba la polémica-, y fue también su consultor además de corrector de sus obras (Fig 1-3). Después de un primer viaje a Galicia, Sarmiento está de nuevo en 1725 en Madrid haciendo lo que más le apasiona: el estudio en la biblioteca monacal, que le llevan a ser, en palabras de Feijóo, “un milagro de erudición en todo género de letras… en cualquier materia que se toque”. Escribe un inmenso legado que nunca quiso publicar, con excepción de la “Demostración crítico - apologética del Teatro Crítico Universal que dio a luz el RPM Fr Benito Gerónimo Feijóo, benedictino”, en la que defiende de sus detractores la obra de Feijóo. En 1745, a los 50 años, realiza un segundo viaje de siete meses a Galicia, escribiendo un diario en donde se muestra muy interesado por el vocabulario, la toponimia y toda la fauna y flora de la zona. Por último, en 1754 realiza su tercer viaje a Galicia, en compañía de su hermano pequeño Javier, un largo periplo en que recoge voces gallegas, nombres y usos de plantas, conchas, animales y todo cuanto llama su inquieta atención. Tras renunciar a ser abad del monasterio de Ripoll en Girona, vuelve Madrid, a recluirse en su celda que es al mismo tiempo laboratorio –pues tiene un microscopio de cinco lentes que le había donado Feijóo (4)-, museo y biblioteca en la que acumula casi 7.500 libros. Dedicado al estudio, responde a consultas sobre los más diversos saberes -botánica, teología, mineralogía, ligüística, pedagogía-, y recibe a personajes destacados de la ciencia -como el enviado de Carl Linneo- y de la política, interesados en conocer su opinión sobre los temas más variados . Pese a que fue reacio a publicar, para evitar las polémicas que entonces eran habituales y que mucho hicieron sufrir a su maestro Feijóo -“No sé hablar sino como pienso, por eso debo vivir retirado del mundo, que no gusta de esas conformidades. No sé escribir sino como hablo y como pienso: por eso debo huir de tomar la pluma y ponerme al mecánico oficio de escritor que debe abandonar aquellas conformidades para hacer fortuna en serlo”, escribió, su influencia en la vida pública era grande, como queda de manifiesto en su correspondencia(5), y se cree que más de dos tercios de sus escritos se refieren a consultas que le hacían personajes influyentes de la corte, incluyendo el rey Felipe V, su hijo y sucesor Fernando VI, así como Carlos III . Falleció en el monasterio de San Martín en 1772, y sus restos mortales se perdieron, después de que este monasterio fuera derruido a comienzos del siglo XIX (Fig 4). Sus escritos, olvidados durante años, comenzaron a ser estudiados y publicados en finales del siglo pasado, poniendo de relieve la enorme talla intelectual de este sabio, en muchos órdenes del saber. Entre otros aspectos de índole puramente científica, Sarmiento fue un incansable estudioso del origen y evolución de la lengua gallega, del léxico y de las toponimias, defensor de la enseñanza en esta lengua a los niños, por maestros que la conocieran. En el año 2002 se le dedicó el “Dia das Letras Galegas”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Gaspar Casal Gaspar Casal, que había nacido en 1680 en Gerona y se había formado, según se cree , en las Universidades de Sigüenza y Alcalá de Henares, pasó la mayor parte de su vida profesional en Oviedo, como médico del Ayuntamiento y del Cabildo de la Catedral. En 1751 regresa a Madrid, donde en el año 1713 había comenzado su ejercicio profesional. Atiende a una clientela distinguida, como médico de la Real Cámara y miembro del tribunal del Real Protomedicato, y fue elegido miembro de la Real Academia de Medicina. Falleció el 10 de 160 161 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... agosto de 1759. Su forma de atender a los pacientes y su interés por promover el conocimiento médico de su tiempo, se refleja en los diferentes textos que aparecen publicados en su “Historia natural y médica del Principado de Asturias” (6), publicación póstuma impresa en Madrid, en 1762, que es un relato de historias clínicas y exposiciones basadas en las observaciones del autor, que se consideraba “amante de la experiencia, y enemigo capital de aquellas fruslerías mentales fundadas sobre hipótesis y dogmas”. En él se muestra partidario de los tratamiento poco invasivos -mediante dietas, agentes externos e infusiones de plantas-, de problemas como los producidos por los cálculos de riñones y vejiga, y los síntomas vesicales dolorosos y obstructivos, en una actitud contraria al proceder corriente de otros médicos y cirujanos, que usaban purgantes y diuréticos potentes. Se considera el mejor tratado de la medicina española del siglo XVIII: en uno de los textos se describe por primera vez el “mal de la rosa”, primer estudio clínico de una enfermedad carencial, la pelagra o avitaminosis B, con un signo característico que se conocerá como “collar de Casal” en toda la bibliografía médica. Debió de ser muy destacable su amistad con Feijóo y con Sarmiento, con quienes coincidió en Oviedo, y que, sin ser médicos, escribieron textos criticando la medicina empírica de su tiempo, y urgieron a la práctica de una medicina fundamentada en la experiencia y en el uso de medicamentos cuyos efectos se hubieran comprobado. Mientras estaba en Oviedo, Casal envió a Sarmiento una caja con hallazgos curiosos propios de Asturias - “una caixa de producciones naturales”-, entre ellos un mineral que Casal creía era ámbar, y en la “Historia Natural” de Casal se recoge una carta que le envía Sarmiento, en octubre de 1744, dándole acuse de recibir esas curiosidades, encabezada con un “dueño y amigo y Señor Don Gaspar”, lo que habla de la amistad y el respeto que sentía por el médico, y en algunos párrafos celebra el interés de Casal por las ciencias naturales (Fig 5): “Mi estado, recogimiento y ocupaciones me imposibilitan a que yo pueda concurrir con algo, para que la Física en España dé algunos pasos, pero a lo menos tengo la vanidad de alegrarme que otros concurran ...” ... “V.m. perdone esta propuesta, pues sólo provino del gran deseo que acá en España se adelante algo la física curiosa, y dejemos de ser eternamente copiantes y traductores de invenciones ajenas. Los hombres de otro país no son de mejor masa que los españoles y asimismo ni de mejor miga intelectual que ellos. Acá falta aplicación y protección, y todo lo demás sobra.” LA HUELLA DE GASPAR CASAL La medicina en españa en la primera mitad del siglo XVIII Después de la guerra de sucesión al trono, entre 1702 y 1713, que cambió en España a los reyes de Austria por los de Borbón, con los reinados de Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia, de Fernando VI y de Carlos III , se sucedieron cambios importantes que modernizaron el país, aún sumido en las consecuencas de la pobreza y la ignorancia generales. A esta modernización no es ajena la ciencia y la medicina, que por entonces tiene entre la población una imagen deplorable, como señala Melchor de Macanaz (1670-1760), -que fuera secretario de Felipe V y fiscal general de la monarquía-, en su “Testamento de España”, impreso en 1820: “La medicina, ciencia de las más oscuras, y que proviene de principios sólidos, cuyos mayores aciertos proceden de la experiencia y observación, se halla formalizada por médicos que, graduados mediante el interés, viven de su ignorancia a costa de los pacientes, sujetos a la tiranía de sus desaciertos. Las dos bases fundamentales son la purga y la sangría, cuyo frecuente uso arruina la salud y dilata las curaciones, en lo cual estriba su mayor ganancia. Para graduarse en esta ciencia se requiere mucha ignorancia y dineros con que probarla y seguir los aforismos regulares, porque el que lleva contrario método es degradado, aunque sean mayores sus aciertos. 162 163 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... Los boticarios y herbolarios son monederos falsos y ladrones conocidos, que venden sus drogas a precio de oro y las bautizan con nombres singulares y extraños. Su unión y dependencia de los médicos es grande porque los intereses son mutuos: aquéllos dilatando las dolencias y éstos coadyuvando con la multiplicidad de sus drogas, cuyo precio lo gradúan ellos mismos. La cirugía, aunque sus principios son más sólidos, los hacen igualmente dudosos por el interés que resulta de ello. (…) Pudieran ser más fáciles sus operaciones si no se graduaran con tanta facilidad y se establecieran academias, como se ejecuta en los países extranjeros, que son tribunales rígidos de la ignorancia...(7)”. No mejor opinión le merecían los médicos a Sarmiento, quien así los caricaturiza, en una carta de 1757 a su hermano, justificándose por no consultar una dolencia que había padecido(5): “...la fatua deferencia de enfermos tontos a la profunda ignorancia incorregible de los médicos, pasa por todo hasta la sepultura. Todos aplauden mi resolución y si un vecino con la misma enfermedad la hubiera tenido y no permitiese sangrarse, no estaría ya debajo de tierra... Con coche, peluca, sortijón, bastón e insolencia, pero sin ciencia, sin estudios, sin libros, etc., sin saber un átomo de la verdadera medicina, que es sólo el comprensivo conocimiento de las virtudes de todos los mixtos en quienes Dios depositó los remedios. La sangría, purga, jeringa y sanguijuelas jamás han sido medicina, ni Dios ha criado semejantes tormentos de la naturaleza. Son invención de médicos idiotas, que para recetarlas no necesitan abrir los libros. Y como jamás recetan otra cosa, jamás pasan de satisfechos ignorantes que tiranizan la vida humana. Ningún librero de Madrid quiere comprar libros de medicina, pues no hallan a quien venderlos. No ignoro que tengo edad y que he trabajado mucho, pero no llegaría a ese estado si me hubiese antes sujetado a médicos, sangrías y otras necedades de botica” . Y en otro texto de 1758, en que presume de su salud, escribe: “Jamás he sabido qué cosas son sangrías, purgas, sanguijuelas, píldoras, clísteres, baños, aguas termales, fuentes, sedales , etc., ni cosa perteneciente a los arsenales de Galeno. Jamás me ha pulsado médico alguno, ni jamás he necesitado de cirujano. Huyo de la barbarie de curarme de prevención porque soy enemigo de hacer prevenciones para enfermar de veras.” Feijóo pedía fundamentar los tratamientos médicos en el conocimiento científico, en la razón, la experiencia, y el uso de medicamentos cuyos efectos se hubieran comprobado. En sus escritos reflejó los cambios ideológicos que sustituirán la explicación de la enfermedad y de la terapéutica que trasmitieron griegos y árabes, por el nuevo pensamiento basado en el conocimiento anatómico, la anatomía microscópica, las explicaciones del funcionamiento de los órganos y la clasificación de las enfermedades según el órgano enfermo, junto a la aplicación de medicamentos naturales procedentes de todos los continentes, la formación de los cirujanos y mejoras de las técnicas quirúrgicas.(8,9) LA HUELLA DE GASPAR CASAL Virtudes de la planta Carqueixa según Sarmiento El manuscrito de Sarmiento sobre la carqueixa (Pterospartium tridentatum), planta que florece de abril a junio en diversas zonas de Galicia, está datado en 1759. Fue impreso en el año 1786, y en una reedición de 1787 incluye un comentario del editor a lo escrito por Sarmiento, que “se ha aumentado con muchos exemplares de enfermedades que se han curado o aliviado con su uso”, y una ilustración de la planta, “para que pueda con más facilidad buscarla cualquiera” (10,11) (Fig 6 a 8). Ya en la introducción, Sarmiento enumera las enfermedades y dolencias que la planta puede curar, señalando que “... alivia los dolores de la gota y ceatica, extirpa los bultos y abscesos rebeldes, cura los lamparones, carbuncos, escirros y quizás el cáncer, (...) es prodigiosa para los que padecen mal de orina, (...) cura toda obstrucción aún la que causa inapetencia, (...) y sirve para otros muchos males.” Inicia su disertación con una explicación sobre la etimologÍa de los nombres de la planta en diferentes lugares en donde se puede encontrar, y los nombres latinos (con referencias a Tournefort y Linneo), para 164 Casal y Sarmiento: Relación en Madrid a propósito de la Carqueixa En sus cartas refiere Sarmiento la popularidad que tuvo la planta en Madrid, donde circulaban muchas copias de su manuscrito sobre la planta. El jesuita Francisco Rábago, confesor del rey Fenando VI fue un publicista de la eficacia de la misma, que se hacía traer desde Galicia . En el epistolario se refleja cómo nobles, embajadores y científicos solicitan a Sarmiento la planta y flor para tratar diversas dolencias. (5,12) 165 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... continuar con su uso (pasto para todo género de ganado, para la lumbre de la cocina y para fregar platos y cazuelas de madera y hierro, de ahí el nombre de lavacuncas) y virtudes: “muy útil en las caídas, a efecto que las sangre no se estanque”, “bebida la agua como té, es especial medicina contra todo género de obstrucciones y contra las que causan inapetencia y el hastío”, en el pie gotoso el baño con cocimiento de carqueixa “mitiga mucho el dolor”, “exteriormente contra el cáncer (...), lamparones, carbuncos, escirros y cualquier bulto”, “son aperitivas contra la piedra (...) y para mover la orina”. Las virtudes de las infusiones de plantas las contrapone a la socorrida sangría de entonces, argumentando que “yo era testigo de que más de cien personas, que en iguales circunstancias se habían dexado sangrar, dieron el alma a Dios, el cuerpo a esta Parroquia de San Martin, y el dinero a los que hicieron de médicos celebrados”. Antes de su publicación, circulaban por Madrid centenares de copias del pliego manuscrito, y un médico le comunicó algunas indicaciones, incluyendo ”que este cocimiento hace prodigios en quien adolezca de mal de orina”. Como precaución, advierte de que en algunos animales “que de continuo pastan la carqueixa..., no pueden orinar y se mueren”, cosa que atribuye a que “en el remate de las hojas...nacen unos granillos (que) se transportan a la vejiga, y llena de ellos impiden salir la orina, todo lo prueba lo muy diurético que es el vegetable”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL En cartas de los meses de julio y agosto de 1759 a su hermano Javier, que vivía en Pontevedra, con quien mantuvo una intensa correspondencia, dice: “Si está por ahí aquel navío sueco que portea 18.000 hanegas de sal, dile que venga por tierra, (...) y que venga cargado de carqueixa, pues toda se consumirá en Madrid según el vuelo que ha tomado y que le da el Ilustrísimo Rábago. Todos vienen en romería a mi celda a pedirme carqueixa. Antes de ayer me la pidió con instancias Don Gaspar Casal, médico del rey. Dile rama y flor, y según su enfermedad, espero le hará provecho. El caso es que se va acabando. Todos la piden por amor de Dios, que es el mayor empeño para mí” ... No ha habido rincón en donde haya estado el Ilustrísimo Rábago que no haya voceado su instantánea cura con la carqueixa. Y a todos persuade que recurran a mí por ella. Pero no hay carqueixa para todos.” Y en otra carta del mismo mes: “El Reverendísimo Rábago está loco de contento por la cura de la carqueixa. No hay sala, estrado ni rincón endonde no vocee la cura y la planta, pero lo pago yo, pues todos me piden la carqueixa y flor y yo ya tengo poco.” ... De manera que las 4 plantas, malvavisco, douradiña, culantrillo de pozo y betónica, todas son inocentísimas y selectas para mal de arenas, de piedra y de la orina. Después el biduerio, al sexebra y aún la carqueixa.” En una carta del mes de octubre, se puede leer: “ya se vende la carqueixa en las boticas de Madrid y llevan dos cuartos por un puñado de ella” Y en otra de noviembre del mismo año: “Como la carqueixa mete tanto ruido aquí y a boticarios y médicos cogió de nuevas porque no se habla en Dioscórides, ni Laguna, ni Ribera, por no mostrar la cola en las conversaciones ya algunos se dedican a saber algo de Botánica, y ya recetan la carqueixa...” 166 A mediados de 1759, cuando Casal le pide a Sarmiento la planta, tiene 78 años, lleva unos 8 años ejerciendo en Madrid y es médico del rey. Posiblemente pidió la planta para sí mismo, por encontrarse enfermo, pues falleció apenas dos meses después. Años después de que Sarmiento escribiera “¡Quién le dijera a la despreciada carqueixa que había de llegar a tanta altura! Viva Galicia, viva la carqueixa y muera el pecado” , se perdió la memoria de la utilidad curativa de la planta, aunque continuó su uso para otros fines (13). REFERENCIAS: Altamira, R.: Historia de la Barcelona 1988, pp 194-216. 2. Rabuñal, H.: O Padre Sarmiento. Arquivo da lingua e cronista da patria. Espiral Maior, A Coruña, 2002. 3. Puentes Chao, A.; Liñares Giraut, X. A.: Diccionario Frei Martin Sarmiento. TresCtres, Santa Comba, A Coruña, 2002. 4 Giménez Mas, J.A.: El microscopio del Padre Feijóo. En el preludio de la patología de Morgagni. Rev Esp Patol 2004; 37:111-120. 5. Sarmiento Fr. Martin.: Epistolario. Consello da Cultura Galega. Santiago, 1995. 6. Casal, G.: Historia natural y médica del Principado de Asturias. Facsímil de la edición de 1762. Consellería de Educación, Cultura y Deportes. Principado de Asturias, Oviedo 1988. 7. Real, C; Alcalde, L.: Prosistas del siglo XVIII. Hermes, Barcelona 1999, pp 38-39. 8. López Piñero, J.M.: La medicina en la historia. La esfera de los libros, Madrid 2002, pp 285-431 . 9. Martinez-Rodriguez, E.: El Padre Feijóo y la cirugía. Bol Cien Nat RIDEA 2009;50: 163-177. civilización española. Crítica, 167 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... 1. 10. Sarmiento, Fr. Martin.: Disertación sobre las eficaces virtudes y uso de la planta llamada carquesa, conocida en Galicia por el nombre carqueixa. Madrid. Facsímil de la edición de 1759. Toxosoutos, Noia 2002. 11. Sarmiento, Fr. Martin.: Descripción, efectos y virtudes del vegetable carqueixa. En: Opúsculos médicos gallegos del siglo XVIII. Editorial de los bibliófilos gallegos, Santiago de Compostela, 1961, pp 106-129. 12. González Pérez, C.: O P. Sarmiento, a botánica e a carqueixa. Toxosoutos, Noia 2002. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 13. Lorenzo Fernádez, S.: A vida nos rios galegos. http//www.riosgalegos.com/plan499.htm#CARQUEIXA 168 Fig 2. El Padre Martín Sarmiento (grabado conservado en el Archivo Municipal de A Coruña). 169 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... Fig 1. Busto de Sarmiento realizado por el escultor Felipe de Castro, que fuera sufragado por su amigo el duque de Medina Sidonia (Museo de Pontevedra). LA HUELLA DE GASPAR CASAL Fig 3. El Padre Feijóo (grabado de la época). Fig 4. Grabado del desaparecido monasterio de San Martín (Madrid), donde pasó Sarmiento la mayor parte de su vida. 170 171 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... Fig 5. Primera página de la Carta enviada por Sarmiento a Casal, dándole acuse de recibir una caja con hallazgos curiosos propios de Asturias. Aparece en la primera edición de la “Historia Natural y Médica” de Gaspar Casal. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Fig 6. Portada de la primera edición del opúsculo de Sarmiento sobre la eficacia y virtudes de la carqueixa (1759) . 172 Fig 8. La planta carqueixa al natural (fotografía de S. Lorenzo (ref 11), con autorización) . 173 GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO... Fig 7. La planta carqueixa en otoño, tal como aparece en el texto de González Pérez (ref 10, dibujo de Oitabén) y una imagen del natural, una vez seca. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 174 IDEAS ANATÓMICAS, FISIOLÓGICAS Y PATOLÓGICAS DE CASAL. RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO JOSÉ ENRIQUE BENITO ORTIZ JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA Anatomía, fisiología y patología general, forman un entramado de conocimientos que son el cimiento del quehacer moderno de la medicina. A ellos, deben añadirse los fundamentos de la farmacología que, en nuestro caso, trataremos en próximos capítulos. Se impone, por tanto, revisar aquí varias cuestiones: por un lado, las características generales de la Medicina Ilustrada en Europa y en España, especialmente en lo que se refiere a estas tres disciplinas que tratamos de estudiar en la obra de Casal; y, por otro, conocer las ideas anatómicas, fisiológicas y patogenéticas vertidas por el autor en su obra. Se entiende por tal la comprendida, cronológicamente, entre el siglo XVIII y primeros años de la centuria siguiente. Durante esta larga década, las ciencias de la vida siguieron un patrón común: A saber: un intento sistematizador de las mismas que no excluyó la existencia de un pensamiento personalista y antagónico de la ciencia oficial en muchos casos. En España, se aspira, y en gran medida es logrado, incorporar las conquistas doctrinales y las ´técnicas desarrolladas desde el 175 IDEAS ANATÓMICAS, ... La medicina ilustrada Renacimiento por la Medicina Europea, hecho que trataremos de plasmar en las páginas siguientes. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Anatomía, fisiología y patología en Europa y España dur ante la Ilust ración. La anatomía. Los anatómicos europeos de los siglos XVI y XVII lo habían sido casi todo en el ámbito de esta ciencia. En efecto, Carpi, Fallopio, Vesalio y otros, habían conseguido descubrir con suma precisión la anatomía del cuerpo humano. Quedaban cuestiones que se consideraban residuales, para seguir estudiando la anatomía humana: aclarar algún tema particular, describrir estructuras menores, la búsqueda de nuevos datos que hubiesen pasado desapercibidos, etc. Pero lo dicho en líneas generales, todo estaba hecho. En el continente se perfilan, durante la Ilustración, varias escuelas anatómicas muy prestigiadas. A saber: La inglesa, la italiana de Padua, la francesa, la alemana y la holandesa. En todas ellas hubo figuras señoras y de talla notable. Una de las características más sobresalientes de estos anatomistas es que muchos de ellos se dedican a la cirugía; ya no son anatómicos puros, sino cirujanos que buscan aplicaciones prácticas a sus estudios; y son cirujanos generales y sociólogos quienes realizan estas investigaciones anatómicas prácticas. Curiosamente, en la primera mitad del siglo XVIII el microscopio dejó de utilizarse y prácticamente cayó en el olvido, de tal modo que la anatomía microscópica no se desarrolló. Se acacha su escaso uso a múltiples causas: dificultad para usar aquellos rudimentarios instrumentos, imperfección de las lentes, etc. Faltó, - creemos nosotros-, una mente que intuyese su utilidad. Volvió a utilizarse este instrumento en la siguiente mitad del siglo, pero en manos de biólogos y naturalistas no de anatomistas. Pese a todo lo dicho en este siglo nace la Anatomía Patológica, esencialmente macroscópica. En España, la anatomía cobra empuje con la llegada de los Borbones. En efecto a la venida del primer Borbón, con la presencia en 176 177 IDEAS ANATÓMICAS, ... la corte en puestos privilegiados de varios profesionales extranjeros, mejora su enseñanza. Este hecho, debe relacionarse directamente con el nombramiento de Florencio Kelli como “Director Regio”. Fueron discípulos de Kelli, Manuel de Porras y Martín Martínez. En la primera mitad del siglo XVIII en España ocurre lo que ocurría en Europa: el interés por los estudios anatómicos es paralelo a la práctica de la Cirugía. Los tratadistas de anatomía son, casi sin excepción, cirujanos y sus descripciones morfológicas van dirigidas a una mejor formación del cirujano. El saber anatómico, por tanto, se revaloriza y se considera imprescindible en el ejercicio del arte de curar. En este contexto, se traducen textos extranjeros como la Anatomía quirúrgica reformada de Bernardino Genga y el Compendio anatómico de Laurencio Heister; pero también hay producción de literatura nacional anatómica, destacando Anatomía Galénico – Moderna de Martín de Porras (1916), la Anatomía Completa del Hombre de Martín Martínez (1728), Historia Osteológica de Fernando Velasco (1744), Exercitaciones Anatómicas de Blas Beaumont (1728) y el Compendio Anatómico de Juan de Dios López (1750). En la segunda mitad del Siglo XVIII, la Anatomía era pobremente atendida en las Universidades: En efecto, la Universidad española mantenía una irreductible actitud tradicionalista; y pese a los esfuerzos sucesivos de Martín Martínez, Andrés Piquer, Feijoo, el Padre Rodríguez, Torres Villarroel y Hervás Panduno, entre otros, no se reglamenta la enseñanza moderna de la medicina; varias disposiciones de Caros III irían orientadas en este sentido: En 1770, se reglamenta la obtención de bachillere en Medicina; en 1771, se les retira la facultad de conceder este tipo de títulos a las Universidades de Irache, Ávila y Almagro; y, finalmente, en 1794 solo se reconocen como válidos los títulos otorgados por las universidades de Alcalá, Valladolid, Sevilla, Granada, Salamanca, Huesca, Valencia, Zaragoza y Cervera. Ello, no mejoró sustancialmente la enseñanza de la Anatomía. Serían los Reales Colegios de Cirugía de Cádiz, Barcelona y el Colegio de San Carlos en Madrid, las instituciones que velaron por la enseñanza de la anatomía. Destacarían en este sentido, Virgili y LA HUELLA DE GASPAR CASAL Gimbernat, siendo considerado este último el más importante anatómico español del siglo. Escribieron sobre Anatomía en España en la segunda mitad del siglo varios autores, destacando las siguiente obras¨ Osteología metódica de Francisco Puig (1768); “Compendio de Cirugía” de José de Oronoz y Soroeta; “Compendio del arte de partear” de Pedro Virgilii (1765); “Nuevo método de operar la hernia crural” de Antonio Gimbernat y Arbós (1793); “Curso completo de Anatomía del cuerpo humano” de Jaime Bonels e Ignacio Lacaba (1796-1800), y el “Prontuario anatómico – teórico – práctico del cuerpo humano” del mismo Lacaba en colaboración con Isidoro de Isaura. Fisiología y patología general Los estudios y reflexiones sobre temas fisiológicos, al igual que en centurias anteriores, están íntimamente ligadas a especulaciones y teorizaciones sobre patología general. De ahí que, hagamos aquí mención conjunta a ambas cuestiones. Según Pedro Lain Entralgo y otros autores “En la constitución de la fisiología como disciplina autónoma, la Ilustración fue un período histórico rigurosamente decisivo según tres puntos de vista: El terminológico y conceptual, el doctrinal y el metódico”. Y, a continuación explica el autor lo que quiere decir que simplificamos aquí. Desde el punto de vista terminológico y conceptual se va a consumar la separación entre fisiología y Anatomía; desde la perspectiva doctrinal la fisiológica va a centrarse en conocer científicamente la fuerza que impulsa los procesos vitales (mecánica, química, eléctrica…) sobre la materia inerte que es el cuerpo; y , finalmente, desde el punto de vista metódico, cabe decir que los fisiólogos de la Ilustración no inventan el método experimental moderno, pero trataban de explicarse la realidad con una actitud racionalista, metódica, realizando sencillos experimentos y teorizando una vez realizados. De este modo, logra la fisiología una autonomía científica y una primera madurez. Se han desglosado varias escuelas fisiológicas en el ámbito europeo, agrupadas por países: la fisiología alemana, la fisiología italiana, la fisio- 178 179 IDEAS ANATÓMICAS, ... logía inglesa, la fisiología francesa y algunas fisiologías aisladas ubicadas en Holanda, Suecia, Rusia y Praga. No se puede hablar, con propiedad de una “fisiología española”, por el escaso aporte experimental que ofreció España en el contexto europeo. La Fisiología y la Patología General en España fueron más bien pobres. Hagamos una breve aproximación a ellas. La primera nota a destacar es el revisionismo o crítica a la medicina que se venía practicando. En este sentido, Martín Martínez en su tomo primero de la Medicina Scéptica y en su Tratado Physiológico desarrolla una profunda crítica de todas las cuestiones que, con general asentimiento, fundamentaban las concepciones escolástico galénicas vigentes. Conceptos tales como elemento, temperamento, humores, espíritus, putrefacción, cocción, etc. Son duramente fustigados; y, a estas críticas se suman entre otros el Padre Antonio José Rodríguez, Feijoo, Lorenzo Hervás Panduro y otros. Y, curiosamente, pese a esta corriente revisionista Diego de Torres Villarroel en su Cartilla Astrológica hace una defensa del influjo de los astros en la vida humana. Una exposición bastante completa del saber fisiológico de la época fue elaborada por Andrés Piquer constituyendo la primera parte de sus Instituciones Médicas publicadas en Madrid en 1762 y en nueva edición en 1773. Y entrando en el terreno de lo concreto, comentaremos algunas cuestiones relacionadas con la Fisiología y la Patología general españolas; a saber: La obra de Francisco Solano de Luque y la doctrina del enfermar y algunas opiniones sobre temas fisiológicos concretos. La obra de Francisco Solano de Luque (1684-1738), está considerada como el más importante capítulo de la patología general española ilustrada. Su obra sobre el pulso titulada Lapis, Lydos, Apollinis se publicó en Madrid en 1741, y su fama rebasó las fronteras nacionales. Tuvo muchos comentaristas nacionales y elogió la obra, entre otros, Feijoo. Bordeau amplió y modificó la doctrina de Solano en una obra titulada Idioma Natural del Cuerpo Humano que se tradujo al castellano y se publicó en Madrid en 1768. Para Solano la observación del pulso era el mejor criterio para establecer el pronóstico en las enfermedades agudas; a tal efecto, distinguía tres alteraciones principales: el pulso dis- LA HUELLA DE GASPAR CASAL creto, que anunciaría la hemorragia nasal crítica; el intermitente, al que seguiría la diarrea; y el incidus o irregular periódico, tras el que sobrevendría el sudor. Aparte de estos tipos de pulso en la obra de Solano hay más apreciaciones: basan las actuaciones en la observación y evitar tanto la polifarmacia como la sangría. La doctrina del enfermar, la desarrolla Martín Martínez en su Tratado Pathológico de su Medicina Scéptica; y en este tema, también lo desarrolla Andrés Piquer en su obra Instituciones Médicas y en sus tratados De Urinis, De pulsibus de su obra Medicina vetus et nova (Valencia 1735). Sobre temas concretos pueden señalarse algunas obras: Las Disertaciones Physico-Mathematico-Medicas sobre el gran problema de la respiración (Madrid 1760) del Padre Rodríguez; y la Disertación químico-fisiológica sobre la respiración y la sangre (Madrid 1790) de Ignacio María Ruiz de Luzuriaga. Las funciones circulatoria y respiratoria fueron objeto de estudio y comentario para diversos autores como Diego Mateo Zapata, Juan Massoneau y otros. La mecánica cerebral también la revisó el Padre Rodríguez en su Palestra Crítico-Médica (Pamplona 1734 – Zaragoza 1749). Finalmente Pascual Francisco Virrey y Mange en su Manual de Cirugía Práctica (Madrid 1743) teoriza sobre elementos, humores y espíritus y describe la función digestiva con criterio iatroquímico. Digamos ya desde ahora con L. Sánchez Granjel que “caracteriza al pensamiento médico de Gaspar Casal su absoluto individualismo, el cual le permitió, sin inmiscuirse en las disputas de su tiempo, aceptar tanto las concepciones iatrofísicas de Baglini como las empíricas de Sydenham y las sistemáticas de Boerhaave y Hoffman”. Analicemos, brevemente sus ideas anatómicas, fisiológicas y de Patología General. A los ilustrados les interesaba tanto la anatomía normal como las malformaciones congénitas. Ideas anatómicas, fisiológicas y de patología general de Gaspar Casal. Caracteriza a la Medicina española del siglo XVIII, sobre todo, en su primera mitad, el elevado número de polémicas que se suscitaron. 180 Obras relacionadas con autores clásicos ........12 Obras de clínica general................................10 Obras de Anatomía y Patología ......................8 Obras de química y yatroquímica ...................5 Obras de naturalistas y botánicos....................3 Obras de Terapéutica ......................................3 Obras de Eruditos...........................................2 Total.............................43 181 IDEAS ANATÓMICAS, ... La raíz de todas ellas era un enfrentamiento entre el dogmatismo galénico y los criterios que mantienen tanto iatromecánicos como iatroquímicos; y entre ambos bandos de tradicionalistas y modernistas estaban los escépticos y eclécticos, algunos simples seguidores de un neohipocratismo. La polémica más precoz la inicia Miguel Marcelino Boix y Moliner cuya obra titulada Hipocrates defendido supone una recusación en la terapéutica galénica, basada en una interpretación personal del pensamiento hipocrático. Boix tuvo sus defensores y sus detractores; y tras esta primera polémica irrumpe en la controversia Martín Martínez con su Medicina Sceptica (1722 – 1725) y su Philosophía scéptica, quien en ecléctica postura fustiga tanto a los intransigentes y doctrinarios aristotélico-galénicos como a los nuevos dogmáticos iatromecánicos y iatroquímicos. También Martín Martínez tuvo sus detractores: Bernardo López de Araujo y Azcárraga y Juan Martín Lesaca. Entre los defensores estaba el Padre Feijóo, quién contestó a Araujo con una Aprobación Apologética del Scepticismo médico del Doctor Martín Martínez (Oviedo 1725). Casal no se inmiscuyó en la polémica. No se definió como abierto partidario de la doctrina iatromecánica ni tampoco se adscribió al grupo de los escépticos o eclécticos. El perteneció al grupo de los Neohipocráticos con Boix y Moliner y Andrés Piquer. Para abordar el tema que nos ocupa hemos realizado una aproximación a los autores ciados por Casal por su obra médica. Aunque solo es una estimación muy aproximada por el variado contenido de las obras, puede ayudarnos a sopesar de algún modo los intereses bibliográficos de Casal. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Solo algunos comentarios adicionales. De entre las obras de autores clásicos destaca netamente Hipócrates con escasos libros dedicados a Galeno y Celsi. Las obras de clínica general, no olvidan a los grandes clínicos como Sydenham, Berhaave y a maestros españoles. Son bastante los anatomistas citados por Casal y los químicos también están presentes. Sumando naturalistas, botánicos y terapeutas este capítulo queda representado suficientemente. La muestra, aunque exigua, parece bastante indicativa con una aceptable combinación de lo antiguo y lo nuevo. En síntesis Casal, aparece tras este rastreo bibliográfico como médico culto; clínico, por encima de todo, sus citas están dedicadas a clínicos tanto clásicos como modernos, así como el tratamiento de las enfermedades. Para este estudio, manejamos la edición de 1959, que, en su día, estudiamos y anotamos. Ideas anatómicas de Casal Casal es fundamentalmente un clínico, como acabamos de decir. Sus conocimientos anatómicos pasan a un segundo plano, en la descripción de las enfermedades. Lo dice el mismo cuando afirma. “En éste y los siguientes capítulos quiero poner las enfermedades familiares o endémicas de esta región y en los restantes en particular. Pero no pretendo escribirlas bajo de aquella forma, con que ordinariamente las traen los autores prácticos; es a saber, definiéndolas, dividiéndolas y explicando sus señales, causas, pronósticos y curaciones; porque esto sería trasladar lo muchísimas veces escrito; o inventar (sin más autoridad que el propio dictamen) alguna nueva opinión, o secta médica. Y así, poniendo solo lo que tengo observado, haré mención de ellas y de aquellas cosas, que me parezcan dignas de notarse”. No debe extrañar, a la vista de las intenciones del autor, que apenas se hable de Anatomía y si se habla de Fisiología, fisiopatología y patología general. Se da por supuesto que Casal conocía bien la Anatomía Humana, disciplina bien desarrollada en nuestro país y con un nivel de exigencia elevado en las Facultades de Medicina de la época. 182 183 IDEAS ANATÓMICAS, ... Y, antes de ocuparnos de los saberes anatómicos de Casal, dos cuestiones: la importancia que le dio a la autopsia y a la microscopia. Respecto a la autopsia, en algún momento de su discurso la echa de menos para explicarse algunos síntomas del asma seco hidropiforme de los pulmones. Dice así: “Esto, sin embargo, no lo puedo asegurar porque no lo vi; pues aunque, en esta ciudad hay muchos hombres sabios y amantes de los experimentos físicos, a quienes ciertamente agradaría la operación anatómica, no solo por el laudable deseo de ver y conocer las admirables obras del creador, sino también por el bien de la humanidad; hay muchos entes vulgares a quienes estas operaciones parecerían no solo detestables, sino impías, máxime si se hicieran en el cadáver de algún sacerdote o de alguna persona noble; además de que ningún pariente o doméstico del difunto lo consentiría”. Y más adelante, añade en un Apéndice: “Habiendo oído que en las Academias Médicas, llamadas también sociedades, se ejercitan los doctísimos profesores en averiguar todo cuanto puede contribuir a la conservación de la salud y al remedio de las enfermedades, con el fin de conseguir algo cierto, con gran solicitud y trabajo, no solo con la lectura de los libros, sino también, y especialmente con la disección de cadáveres, y otros experimentos físicos, para ello escribí esta fidelísima historieta. Tal vez, cuando lo hayan leído los curiosos indagadores, teniendo a la vista el cadáver de alguno que haya padecido la expresada enfermedad y haciéndole la autopsia, hallarán la causa próxima de esta dolencia, si se localiza en las partes sólidas. Esto lo podrán conseguir con facilidad en los grandes hospitales o enfermerías donde se reúne multitud de enfermos; pues allí suelen acogerse muchos de todas clases en una misma época”. Estaba claro para Gaspar Casal que al conocimiento anatómico, del cadáver salía y al cadáver debía volver para aclarar las causas inmediatas en enfermedad y muerte. Y, también estaba claro para él que el interés por la anatomía era especialmente quirúrgico. En Asturias, la práctica de la autopsia clínica tardaría en imponerse más de un siglo desde que Casal escribiera esto. La otra cuestión previa que deseábamos comentar es el de la microscopía. Líneas atrás, ya señalamos que en la primera mitad del siglo LA HUELLA DE GASPAR CASAL XVIII la microscopía no fue utilizada como medio diagnóstico en clínica humana. Y, en su momento, ya apuntamos las razones para su abandono que fueron dos: las dificultades técnicas en el manejo de aquellos primeros instrumentos y la imperfección de las lentes. De todos modos, que nosotros sepamos, no llegó a Asturias ningún microscopio en el Siglo XVIII. De haber habido algún instrumento de este tipo tanto Casal como Feijóo lo hubiesen dicho abiertamente. Feijóo, habla de su invención en su Teatro crítico, y de sus posibilidades de estudio; pero no habla de su existencia en Asturias, y sobre su rendimiento exclama: llegaron ya a apurarse los microscopios, sin apurar los objetos. Tanta es la delicadeza de éstos. Por otra parte Casal, habla, en algunas ocasiones, del uso del microscopio pero de una forma genérica. Dice: “Los zapatos y ropas, dejándose de usar algunos días, se cubren de un moho verdoso, que examinado con microscopio, se registran, clarísimamente, vegetales con hojas, común en los prados y peñas” En algún otro lugar donde dice examinar cuidadosamente la contextura de una tenia, no usó el microscopio, ni la lupa, sino la simple inspección ocular. Al respecto, dice: “ Y yo le llevé (la tenia) para examinar cuidadosamente su contextura, figura, etc. Y, porque en la celda del Reverendísimo Padre Maestro Fr. Benito Feijóo habíamos, pocos días antes, leído en cierto tomito francés moderno una disputa nueva sobre averiguar si estas lombrices anchas son un mismo número gusano o muchos individuos de aquella especie unidos y contiguos por las extremidades”. Entrando en cuestiones anatómicas propiamente dichas, Casal se limita, habitualmente a denominar órganos y vísceras, huyendo de las descripciones minuciosas. Hablando de las tenias, enumera las partes medías de tubo digestivo. En otro lugar, señala las cavidades del cuerpo que, a su entender, se convierten en lugares a través de los que se eliminan las materias morbosas y extrañas que deben expelerse de algunas enfermedades agudas cuando hacen crisis: piel, boca, fauces, traquearteria, tórax, estómago, intestinos, etc. En síntesis: en Casal, no deben buscarse descripciones anatómicas detalladas; por el contrario, 184 185 IDEAS ANATÓMICAS, ... se queda en la pura enumeración salvo cuando hace disquisiciones fisiopatológicas. F isiología, F isiopatología y Patología Gener al. Es difícil deslindar en Casal estos tres conceptos. Primero, porque no se utilizaban como tales en aquel momento; y segundo, porque la fisiología y la fisiopatología se expresaban en forma de patología general. Debe quedar clara una idea: estamos intentando sistematizar lo que intencionadamente Casal no sistematizó; lo hacemos por una simple razón: Entrar en la lógica de su pensamiento; un pensamiento, por otro lado sistemático y coherente, aunque no se traduzca en el papel. Nos ocuparemos, sucesivamente de las siguiente cuestiones: La historia clínica; las limitaciones al conocimiento médico; el método científico; las causas de la enfermedad; la evolución general de la enfermedad y la semiología general de la misma, rematando nuestro discurso con algunas consideraciones más. Las Causas de la Enf er medad. La Historia Físico-Médica de El Principado de Asturias está dedicada a reconocer las causas de enfermedad de los asturianos de aquella época, estudiando el medio natural en que vivían, el clima, la alimentación, la constitución, etc. Este tema, va a ser ampliamente estudiado en esta monografía por el Dr. Ángel Álvarez, excelente médico internista asturiano con este título: Doctrina de la Enfermedad en Casal. Constitución, Medio Ambiente y otras causas de Enfermedad. Por ello, dejamos esta concreta cuestión en sus manos. Resto de las cuest iones. El resto de las cuestiones enumeradas, serán revisadas aquí, con la mayor brevedad posible. La historia clínica. Es evidente que Casal hacía anotaciones sobre sus pacientes; de estas historias clínicas se nutre ampliamente su obra; y el mismo afirma que las realizaba cuando dice: “Estas trece consultas y las que van copiadas en la historia, que estoy escribiendo, quedan en mi poder, para que ninguna se traspapele, o pierda; porque, como en el mundo hay bastantes envidiosos y embusteros, puedie- LA HUELLA DE GASPAR CASAL ra fácilmente alguno de aquellos ingerirme en el número de éstos, si me faltaran los originales instrumentos, por donde consta estar ejecutoriada y vinculada la verdad de dicha historia”. No importan ahora las razones por las que Casal dice hacer las historias; lo importante, es que las hacía. Y, no prescindía, en aras de la objetividad, poner el nombre y los apellidos de los pacientes, nada menos que en un libro. Esto, hoy, por razones de confidencialidad, sería imposible. Él, está claro, lo hacía única y exclusivamente por razones de objetividad. Y hay dos cuestiones dignas de tener en cuenta en un clínico: reconocen las limitaciones del conocimiento médico y ensalzan las excelencias del método científico. Las limitaciones al conocimiento médico. Es claro Casal, al reconoceré las limitaciones que como ser humano tiene el médico, dice: “Muchas y graves fueron las fiebres que se padecieron en esta ciudad de Oviedo; desde enero, hasta el agosto de este presente año de 1749, pero pocos los enfermos que murieron: lo que no pretendo atribuir al conocimiento, diligencia, ni asistencia de los que profesamos el arte médico; sí, a la menor malicia de las enfermedades: pues el juzgar de otra manera, sería incurrir en la credulidad de los que piensan que, proceden los médicos en sus curaciones con tan seguras y evidentes reglas, como los arquitectos en la construcción y reparos de sus edificios y fábricas” Por supuesto que las limitaciones al conocimiento médico eran evidentes. De todos modos, Casal, recordará a sus colegas que lo dicho por las autoridades debía ser tenido en cuenta; porque los maestros ya lo habían escrito todo. Decía: “ Y, finalmente, creo que como se sepa bien lo que escribieron los acreditados autores prácticos, no son necesarias nuevas reglas, doctrinas, ni advertencias para que los médicos juiciosos, busque el método más seguro de gobernar y aliviar, en el modo posible, a los afligidos enfermos; y también me parece imposible (moralmente hablando) escribir cosas útiles que no se hallen ya escritas”. 186 187 IDEAS ANATÓMICAS, ... En este caso Gaspar Casal hablaba como un hipocrático irredento; pero hay mucha verdad incluida en sus palabras aplicable aún hoy. El método científico. Son muchas las citas que hemos recogido sobre la idea que tenía Casal del mejor método para asistir a los pacientes, que nosotros denominamos científicos por estar cargado de sentido común y racionalidad. La primera premisa de su método, crea el conocimiento. Líneas atrás, veíamos que había que conocer lo escrito, porque parece imposible escribir cosas útiles que no se hallen ya escritas. Y la segunda premisa era la objetividad. Por algunos fragmentos de la obra era clara la actitud con la que se enfrentaba a la realidad. En el plano puramente material le gustaba ver y tocas las cosas. Lo decía con esta claridad. Hablando del sucino o ámbar asturiano, afirma: “A mí me aconteció, debido tanto a la casualidad como a mi solicitud ver y cavar con mis propias manos los terrenos, sitios o minas donde se produce el sucino y extraerlo muchas veces del mismo criadero en gran cantidad”. Sobre el mismo ámbar, insiste en otro lugar, demostrando su actitud de experimentador objetivo: “Lo tomé inmediatamente (el ámbar) y con el fuego primero y otros experimentos después me convencí de su pureza. Desde entonces y sin omitir ninguna clase de sacrificios, principié ya a indagar por mí mismo y por otros, si existían minas o depósitos subterráneos de ámbar”. Sirvan estas dos citas sobre el ámbar para avalar su actitud experimental pero hay más. A modo de conclusión razonada de este modo el final de su historia en relación al ámbar, con palabras de Federico Ruisquiso: “Solo defenderé mis conclusiones con la relación de los experimentos practicados, y solo afirmaré aquello que puedo ver con los ojos del cuerpo; pues esta es la verdadera experiencia; pero aquellas que necesitan para su examen los ojos del entendimiento las dejo para los que creen que los raciocinios son más convincentes que los experimentos”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Y respecto a la práctica médica, ya lo hemos dicho, había que combinar conocimientos y praxis. Lo decía de este modo: “ Ya entonces… estaba esta facultad tan adelantada en la substancia (dígolo así) como ahora: aunque en lo perteneciente a la botánica, farmacéutica, química y anatomía haya logrado no pequeños aumentos. Reconocía Casal los nuevos avances, pero sin renunciar a lo antiguo, a las grandes escuelas antiguas que él aquí llama “substancia”. Pero, no nos llamemos a engaño: en Casal, primaba la experiencia personal por encima de todo. Dice: “ Y así no es esto lo que me repugna, sí el que Hipócrates quisiese decir lo que en tantos años no hemos visto ni averiguado Galeno, Maroja ni yo”. Experiencia personal y la doctrina de los maestros: he ahí el método seguro. Experiencia personal bien contrastada: “Procuraré sólo describir aquellas que he visto y aprendí de los mismos enfermos que consultaban conmigo sus padecimientos”. La insistencia de Casal, al respecto, es machacona: “ Y para concluir, debo afirmar, que cuanto he escrito lo hice con toda sinceridad y como testigo ocular”. Bien estaban las doctrinas, pero también primaba la experiencia personal. Dice: “De esta historia, que no constituí con fragmentos de otras opiniones, ni comenté con lucubraciones, sino que las fabriqué solamente con aquellos hechos que puede adquirir con improbo trabajo, a la clara luz de la práctica ejercida en cabecera de los enfermos podemos deducir”. Y Casal, experimentaba nuevos tratamientos que en ocasiones fracasaban y lo manifestaba humildemente: “El mercurio, ya vivo, ya muerto; ya esté preparado de una manera o de otra, no altera esta afección; me han convencido de esta verdad un sin número de experimentos…” . Pero, siempre estaba el maestro Hipócrates allí, reclamando su presencia frente a lo novedoso. Afirma: “Para los casos que legalmente he referido, y otros muchos que podía contar, me parece que si el médico desea lograr algún crédito y acierto, cuando asistiere a los que padecen enfermedades agudas; y, pretende, que sus 188 pronósticos sean testigos de su precisión, juicio, y conocimiento, debe tomas muy presentes todas las sustancias de Hipócrates y saberlas cotejar fidelísimamente con los fenómenos que percibiera en los enfermos; pues, de otro modo, se expone a que sus mismos vaticinios sean pregoneros de su torpe ignorancia y falta de conocimiento entre los oyentes sabios. No es mi ánimo reprobar el estudio y lectura de los insignes profesores, ya coetáneos, o ya sucesores del grande Hipócrates: antes aconsejo a todos los médicos, que con diligente reflexión miren y remiren sus escritos; inclinándose más a las doctrinas de aquellos, que imitando a dicho maestro, sacaron del original libro de la naturaleza y no de agudezas lógicas, las reglas, consejos y preceptos más útiles y seguros para la posteridad. Pero no tengo por conveniente, que menospreciando con el título de antiguallas, y dogmas voluntarios, las veraces y firmes sentencias de aquel sabio protomédico, se atrevan a juzgarlos principiantes, que han de llegar a ser médicos útiles, solo con el estudio de algunos escritores de la moda. No es original mío este saludable encargo, sí de los más excelentes profesores, cuyas obras corren, al presente con los mayores créditos”. El consejo tiene vigencia plena. La buena praxis médica, posee tres sólidos pilares: una sólida formación doctrinal, referente para toda la vida; una praxis meticulosa personal; y, aceptar de lo novedosos, lo más razonable. Proseguimos nuestro discurso con la doctrina de Casal sobre la evolución general de la enfermedad y su semiología. Evolución general de la enfermedad y su semiología. Dos son las cuestiones que aquí se plantean: el diagnóstico de las enfermedades humanas y la ulterior evolución de las mismas en el pensamiento de Casal. Difícil cuestión por el intencionado carácter asistemático del tratado por más que sea eminentemente didáctico. Cabría recordar aquí las líneas maestras del diagnóstico en la Escuela hipocrática, siguiendo los cánones del “Corpus Hipoocraticum”; 189 IDEAS ANATÓMICAS, ... Diagnóstico de las enfermedades humanas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL y, a continuación ver, en líneas generales cómo evolucionó históricamente el hipocratismo a lo largo de la historia de la Medicina. Recordaremos aquí, solamente cuatro ideas básicas. Existen descripciones amplias y muy bien hechas que pueden consultarse. No hay en el Corpus Hipocraticum una clasificación metódica de las causas de enfermedad, pero dada su diversidad se han hecho muchas clasificaciones. Casal, estudió las enfermedades más peculiares de Asturias, por ser las más frecuentes. La doctrina patogenética de cuño humoralista sería la siguiente; lo primario es que un “humor” se separa (“apókrisis”) de la mezcla a la que pertenece en estado de salud y se constituye en depósito anómalo (“apóstasis, apóstema”), el cual, a su vez puede desplazarse a otra parte del cuerpo (“metástasis”); la evolución del humor inicial en depósito o metastatizado podía sufrir estas evoluciones: Cocción (“Pepsis”). Convertirse en pus (“Pyon”, “ekpyema”). Entrar en putrefacción corruptora (“sepsis”). Otros conceptos afines serían éstos: La fluxión (“roos”, “rheuma”), la migración a otro lugar del humor enfermo en la metástasis. La plenitud morbosa (“plétora”, “plesmoné”) de los órganos enfermos. La ruptura de los órganos (“régmata”). Crisis (“Krisis”) la modificación más o menos súbita del estado de enfermedad que anuncia la curación, la recidiva o la muerte. Respecto al diagnóstico y al pronóstico, algunos conceptos mas: La primera cuestión, hablando y explorando al paciente era discernir si el paciente estaba enfermo o no; y, de estarlo, si el padecimiento era inevitable o mortal por necesidad; o, sí, por el contrario era curable. Hechos diagnóstico y pronósticos; se iniciaba el tratamiento. 190 191 IDEAS ANATÓMICAS, ... En estas brevísimas notas sobre el diagnóstico, evolución y la semiología general de la enfermedad en Casal, seremos muy breves. El diagnóstico, evidentemente, seguía los principios hipocráticos y Casal se esmeraba tanto en la clínica (Historia) como en la exploración semiológica: auscultación, palpación, examen de esputo, pulso; sangre y orina, etc. La auscultación, era directa, aplicando el oído, pues el estetoscopio lo inventó René Théophile Hyacintge Laënec en 1819. Auscultación y percusión torácica ofrecían mucha información al médico. La palpación y otras maniobras, también eran básicas en el médico de tradición hipocrática, como consta en repetidas ocasiones en la “Historia Natural y Médica del Principado de Asturias”. Volveremos al tema. La semiología de esputo y líquidos orgánicos era otra fuente de conocimiento en la que nos detenemos brevemente. La sangre, producto de las sangrías, era meticulosamente observada por su valor semiótico. Al respecto hay varias citas en el texto del que extraemos algunas: “Sangrose, luego que entró en el segundo día; y observé lo que había leído, pero nunca visto: pues lo mismo fue comenzar a correr la sangre, que despedir un hedor tan cadavérico, podrido y pestilente que aturdió y conmovió al cirujano; ya mí, me perturbó de manera, que hubiera caído, si de contado no hubiese salido del aposento… Volvióse a sangrar el tercer día, y salió sangre con las mismas señales… Era la sangre de los cursos tan encarnada, que al principio juzgué que fueres sangre….”. En otro lugar, dice al respecto: “La sangre que salió se mantuvo veinticuatro horas tan hermosa, pura y rutilante que no se diferenciaba de los carmines más finos; y en tan largo espacio de tiempo ningún suero se separó en la escudilla”. Y finalmente, otra cita sobre la semiología de la sangre extraída por sangría: “Salió y permaneció más hermosa que el fino carmín, congregada en un pedazo, por mucho tiempo, la sangre del brazo. Acaso, porque estábamos muy al principio de la enfermedad. Pues como dice Boerhaave… o, porque la mortal ponzoña de estos y otros semejantes achaques no se ocupa en perturbar ni desfigurar la superficie de los líquidos…. Hoffman en el Cap. 12 de julio, Sanguinis inspectione forendo”. La orina también era motivo de inspección para Casal. Uno de sus dictámenes era éste: “Eran varios los semblantes de las orinas; porque, unas veces aparecían claras, otras turbadas, otras delgadas, otras gruesas; y finalmente, solían traer consigo, ya materias viscosas, ya saviosas, ya sanguíneas, etc.”. El pulso, junto con la auscultación, era otro buen elemento de juicio para diagnosticar y seguir a los pacientes. Casal, era meticuloso y conocía este recurso exploratorio con la precisión de un tratado. Decía: “En primer lugar, el carácter del pulso siempre inmutable y perseverante desde los primeros síntomas hasta el final de la vida que he observado en todos los enfermos de esta clase, ni los autores prácticos le asignan a las otras expresadas enfermedades, ni yo en mi larga experiencia le encontré en ninguna de ellas. Tampoco he podido hallar jamás por más diligencia que he puesto en ello, el pulso de este carácter en los que padecían de asma húmedo, y aún convulsivo, tomado éste en el sentido en el que generalmente le describen los autores. Tampoco, finalmente, conviene este pulso a los empiémicos, como me ha comprobado patentemente una larga práctica”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Evolución de las enfermedades humanas. Casal, como buen médico que era, estaba convencido de lo útil que era la medicina para sus pacientes. El creía en su arte. Lo decía así: “Bien sé que hay notable diferencia entre las obras naturales y artificiales; pero también me parece muy verosímil, que la naturaleza, ayudada del arte, consiga algunas veces lo que por sí sola nunca acaso alcanzaría…. Y, por fin, si nadie niega, que de la aplicación perversa de algunos medicamentos, se pueden seguir horrendos movimientos y funciones en la naturaleza, por qué no concedernos que de la recta administración pueden resultar beneficios?”. Sus razonamientos, son variados. Uno de ellos es este, defendiendo su oficio: 192 193 IDEAS ANATÓMICAS, ... “Lo cierto es que, en este país, dejan de morir muchísimas personas, porque tienen achaques; del mismo modo que, en otros, viven y se conservan porque no los tienen”. Casal, vigilaba estrechamente a sus pacientes y observaba algo que para él, como hipocrático, era importante: la eliminación de la enfermedad a través de los emuntorios. Al respecto, dice: “Supuesto lo dicho (porque es verdad) es fácil conocer aquí que las partes superficiales del cuerpo y especialísimamente las piernas, son los más oportunos emuntorios de que la naturaleza por sí misma, sin ayuda ni socorro del arte se sirve para depositar y expeler aquellos superfluos, y morbosos jugos que en lo interior del hombre causarían gravísimos estragos”. Casal insiste repetidas veces en la aparición de “segundas enfermedades” bien como signo de curación de las primeras bien como complicaciones graves y mortales. “La sarna” podía ser un auténtico depurativo. Lo dice así: “Los hijos de padres enfermos suelen padecer una sarna maligna, ferina (vulgo, perruna) y casi incurable, que algunas veces degenera en enfermedades mortales. Pero los que son sanos e hijos de padres sanos, contraen la sarna más benigna y más fácil de curarse, aunque no en menos cantidad; y hasta se observa, que muchas veces es beneficiosa para limpiar vísceras y depurar humores”. “El mal de la Rosa” podía también complicarse. Nos lo transmite así: “«Terminaciones y sucesiones»: Las de esta enfermedad, son varias, según la complexión, la edad, los alimentos y otra diversidad de circunstancias; y los en que, según he observado suelen degenera son: la hidropesía, tumores linfáticos y escrofulosos y alguna vez el marasmo o la corrupción mortífera del néctar vivífico”. No insistimos aquí, en los párrafos siguientes en los que se describen los cuadros terminales con esplenomegalia, ictericia, pleuritis, neumonía, letargo y la melancolía propia del mal de la rosa. Sobre la evolución o complicación evolutiva de las enfermedades nos centramos finalmente en las “caquexias”, a las que dedica varias páginas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Casal, toma de Juan Fernelio la definición de caquexia y aparte de resaltar los síntomas y signos de la misma se esmera en definir su fisiopatología. Dice así: “Suele este achaque engendrarse de los alimentos impuros y corrompidos; y cuando no procede de ellos, se debe imputar a la escasa robustez y poca limpieza del estómago, y entrañas de primera región: porque, la debilidad de estas oficinas es motivo para que las cocciones sean diminutas y no perfecta; y saliendo crudo el jugo nutritivo, en vez de convertirse en substancia de las partes, queda aglutinado o pegado sin acatar de asimilarse a ellas; de lo cual resulta una nutrición, no verdadera, si viciosa y solo aparente. El vicio de poca pureza en las entrañas, ya sea por obstrucciones escirrosa, ya por malos humores, embebidos en ellas, o ya por corruptela de su misma sustancia, es causa que se fabrique una mala sangre, que distribuida por el cuerpo, embaraza la conveniente nutrición y aumenta la no conveniente: y según fueron los malos alimentos y la impuridad de las entrañas, son también las caquexias, que resultan: y así, aquella es pituitosa, ésta melancólica y la otra de otra especie. La caquexia pituitosa con la cual se ponen regularmente escuálidas (esto es, sin su color natural) las doncellas antecede a la leucoflegmasía y es anuncio de ella: así como la melancólica amenaza con lepra elefantica. Hasta aquí llega la doctrina de Fernelio”. Y, una vez que analiza la doctrina de Fernelio, Casal se refiere específicamente a su experiencia médica en Asturias. Las causas en nuestra región se centrarían en los alimentos, húmedos y llenos de superfluidades y la atmósfera que conduce a impuridad y debilidad del estómago. Ello llevaría a un estado de mal estado general (aflaquecerse en bable según Casal). Cuando el cuadro se acentúa se daría un síndrome general manifiesto con pérdida de fuerzas y ligerezas de miembros, palidez, impotencia funcional progresiva, la respiración se hace dificultosa. En esta fase, aún se mantendría el peso. Casal se explicaba este empeoramiento así: “Cuando las impuridades van creciendo, y perdiendo el vigor las entrañas principales, crecen también las inmediatas materias de las obstrucciones… con lo cual comienzan a faltar las naturales cocciones y secreciones y las debidas excreciones de vientre, orina, sudor y transpiración libre”. 194 195 IDEAS ANATÓMICAS, ... La caquexia, como síndrome general podía evolucionar favorable o desfavorablemente según Casal. Tomemos los textos en los que Casal refleja estas posibles evoluciones. La primera sería la curación. Dice: “Los que desde este estado, -el síndrome general manifiesto-, pasan a tener sarna copiosa, herida y no seca; y los que incurren en diarreas largas, sin malignos signos ni calenturas; como asimismo, aquellos que paran en tercianas o llagas de piernas, suelen restituir la salud a su primera disposición y modo”. La segunda posibilidad, suponía la aparición de una enfermedad grave, habitualmente mortal. El mismo, lo decía así: “Pero los que se mudan en leprosos, mal de paño o mal de la rosa (son nombres patrios) viven con graves penas, poquísimo alivio y ninguna esperanza de sanar…. Mudanse también, a veces, estas caquexias en hidropesías incurables; y regularmente se convierten aquí en aquella especie de lepra ordinaria que yo la llamo, con razón, sarna muy envejecida, que contraída en los sujetos ancianos, de mala complexión, sucios, y no bien alimentados se hace tan predominante que hasta el final de la vida persiste y convierte en humores de su especie cuando comen y beben los pacientes”. Deseamos dejar constancia aquí del llamado “Mal de el paño”, en las propias palabras de Casal: “Es el que llaman mal de el paño, una maligna especie de acceso impropio de tan infame casta que dentro de poco tiempo forman fistula irremediable en alguna rodilla, o cualquier otra articulación del cuerpo. Dicen los mismos que lo padecen, que se le impuso aquel nombre; porque si pretenden curarlo con trapos de lienzo, les sobreviene una sinovia tan crecida que los consume presto; pero si con paño de lana, y una polenta compuesta de harina de trigo, y leche de mujer, se preservan de la sinovia y viven largo tiempo”. Dejamos aquí, una descripción más o menos sistemática de Fisiología, fisiopatología y Patología General en la obra de Casal. Añadimos en un breve aparte, algunas cuestiones más. Miscelánea Fisiopatológica. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Uno de los mecanismos fisiopatológicos que Casal como causa de muerte son “las tabas” por rompimiento de vasos grandes. Lo dice de este modo: “Grandísimo miedo debemos tener de que rompido un vaso grande en el pulmón o pecho sobreventa una taba”. Una taba sería una colección licuefácta y descompuesta con posible putrefacción. A nivel general, produciría consumición. En otro lugar habla de las “úlceras de las piernas” insistiendo en su etiología y causas desencadenantes. Pero, lo que llama la atención es su efecto profiláctico de otros males, según Casal. Lo afirma así: “Con estas llagas suelen regularmente conservarse libres de otros males aquellos que las padezcan; pero cuando se secan y llegan a cerrarse, sobrevienen de ordinario indisposiciones muy peligrosas. … Pero yo he conocido por innumerables experiencias, que no siempre es así: pues siempre observé que mientras el gobierno, régimen, mecanismo y funciones principales de los cuerpos se mantenían sin lesión perceptible; permanecían las llagas con regular semblante y bastante purgación: pero lo contrario acontecía cuando aquellas principales obras llegaban a desmayar; porque entonces, dentro de pocos días iban las úlceras demostrando mal color y secándose. Esta advertencia no solo es cierta, si también muy útil para los médicos no equivoquen las cosas, pensando que los efectos son causas, y las causas efectos”. Respecto a la “Etiopatogenia del bocio”, describe muy bien Casal las Zonas bociógenas de Asturias y relaciona el origen del mismo con el agua, pero por su frialdad, de tal modo que la secuencia fisiopatológica, sería esta: “Los trabajadores que habitan en tales sitios, llegan a beber de las aguas frías, crudas y gruesas corrientes, sin conocer el daño que ha de sobrevenirles, si con la frialdad y crudeza se constipan y cierran en el cuello los conductos excretorios de las linfas superfluas”. Las consecuencias de estos hechos invocados, le llevarían a interpretar la realidad de este modo: “Teniendo presentes mis repetidas observaciones y cuidadosos exámenes, tocantes a este asunto, no me ha parecido mal la opinión de Senerto en lo que pertenece a la causa material de los bocios; porque, si se excluye el jugo nutri- 196 tivo viscoso y la linfa pituitosa cruda y crasa, no encuentro en el cuerpo humano materia tan a propósito, de quien puedan engendrarse estas duras masas semejantes a carne en la dureza, pero más blancas interiormente, pues las he visto abrir a cierto cirujano”. Sobre “la etiología del Cáncer” Casal invoca su relación con la ausencia de las enfermedades más comunes que podrían protegerles de este mal. Es decir los achaques endémicos más comunes protegerían de padecer un cáncer. Tales males serían: sarna, caquexias, tumores edematosos, escrófula, lepra, mal de la rosa, elefantiasis de pies, piernas y manos, erisipelar, llagas y úlceras en las piernas. Las consecuencias, cuando llegaban a faltarles estos achaques epidémicos, podía ser la aparición de una enfermedad grave o la muerte. Lo expresaba así, Casal: “Son aquí muy numerosos los referidos males; y estoy cada día observando, que innumerables personas incurren en peligrosas, y aún mortales enfermedades, cuando ellos llegan a faltarles. Por haberse curado las extendidas herpes de las piernas que siempre tenía D. Luis de Castañeda, le acometió, dentro de poco tiempo, un tumor perceptible en el hígado, que le quitó la vida…”. Y, con los datos referidos, damos punto final a estas breves consideraciones sobre la escasa importancia que tuvo la Anatomía en la obra de Casal y sus ideas fisiopatológicas siempre hechas en el contexto de Hipócrates y sus seguidores. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias por el Dr. Casal, con prólogo de Gregorio Marañón. Oviedo, 1959. Excelentísima Diputación Provincial de Asturias. Feijóo, Fray Benito Jerónimo: Teatro Crítico, 8 tomos. Madrid 1781. Feijóo, Fray Benito Jerónimo: Ilustración Apologética, 1 Tomo. Madrid, 1781. Sánchez Granjel, L.: Panorama de la Medicina Española durante el S. XVIII Rev. Universitaria IX: 675 – Madrid, 1960. 197 IDEAS ANATÓMICAS, ... Feijóo, Fray Benito Jerónimo: Cartas Eruditas y Curiosas, 5 tomos. Madrid, 1781. Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. SAYMA, Publicaciones, Barcelona 1962. Ediciones Sánchez Granjel, L.: Historia General de la Medicina Española. Vol IV: La Medicina Española del siglo XVIII. Salamanca 1979. Lain Entralgo, P.: Historia Universal de la Medicina. Multimedia, 1998 (DVD). Masson Lain Entralgo, P.: Historia de la Medicina. Masson 2006. Martínez Fernández, J.: Perfil de Gaspar Casal. Oviedo, 1961. Sánchez Doncel, G.: Gaspar Casal y su obra. IDEA, OVIEDO 1973. Tolivar Faes, J.R.: Oviedo 1705, IDEA, Oviedo 1981. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Villa, M.P.: Casal en Oviedo, IDEA, Oviedo 1967. 198 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD EN CASAL. CONSTITUCIÓN, MEDIO AMBIENTE Y OTRAS CAUSAS DE ENFERMEDAD. ÁNGEL ALVAREZ FERNÁNDEZ Nace GASPAR CASAL Y JULIAN en Gerona en 1680, y pasa su infancia y su juventud en Utrilla (provincia de Soria), y en Atienza y Sigüenza (Guadalajara). En el ámbito de la Universidad de Sigüenza obtiene el título de Bachiller en Artes, y posiblemente aquí también el título de Medicina. Desde 1713 a 1717 ejerce como médico en Madrid, y en el verano de 1717, con 37 años complidos, se desplaza a Asturias, donde permanecerá 34 años, siendo nombrado en 1720 médico municipal de la Ciudad de Oviedo, y en 1729 médico del Cabildo Catedral de Oviedo. En 1751 vuelve a Madrid, nombrado médico de la Real Cámara de su majestad Fernando VI, además de miembro de la Academia Médico-Matritense y del Tribunal del Protomedicato de Castilla. Fallece en Madrid en 1759 (2), y tres años después de su muer- 199 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... “Siempre he confesado, y ahora confieso de nuevo, que no es fácil (sí acaso posible) que la corta capacidad humana llegue a conocer las causas especiales de las enfermedades: pues aunque concedamos, que, tentando, conjeturando, experimentando y discurriendo, pueda alguna vez atinar a tropezar con ellas, nunca las comprende de modo ni con aquella claridad que necesitábamos para demostrar, sin recelos ni duda, que ellas son las mismas que andábamos buscando” (1) te, ahora hace 250 años, ve la luz su única obra científico-médica: “Historia Natural y Médica del Principado de Asturias” (3). La España de comienzos del XVIIII Ejerció CASAL, como escribió G. MARAÑÓN, “en una ciudad aislada de la España deshecha, postrada, que siguió a la catástrofe material, moral e intelectual del final de la Casa de Austria” (4). Es así que en el año 1700 muere sin sucesión directa Carlos II, el último de nuestros austrias, y se inicia la dinastía de la Casa de Borbón en España con Felipe V y la Guerra de Sucesión, reinado que será continuado por Fernando VI en 1746, y luego por Carlos III en 1759, justo el año de la muerte de Casal. Tras aquella ruina, aquella “crisis de esperanza” de nuestra Decadencia, España intenta reconstruirse en el siglo XVIII. Según escribió Julián Marías: “La Casa Borbón hace un ajuste de cuentas; su primera operación, urgente, es la aceptación de la realidad. Reconocen que España no es ya el país hegemónico que había sido, que ha dejado de ser la primera potencia de Europa… que tiene que aprender muchas cosas que ha desdeñado; que ha de vivir de acuerdo con sus posibilidades… La distancia entre recursos y proyectos se acorta; en lugar de un gesto grandioso, pero quizá en hueco, España va a ensayar uno más modesto, mesurado, reflexivo, lleno de contenido. Por primera vez en la historia, España se toma como empresa en sí misma… lo que España propiamente hace, sobre todo entre 1714 y 1788, es España, su propia realidad”(5). LA HUELLA DE GASPAR CASAL La generosidad de Casal con su obra En aquel Oviedo de la primera mitad del siglo XVIII, con sus aproximadamente 1400 vecinos –según la referencia de A. Buylla y R. Sarandeses (6), pues el primer Censo moderno no llegará hasta 1857, cien años después, con una población en Oviedo de 13.979 habitantes(7) ejerció su profesión Casal, en aquella Asturias donde, según su propia 200 201 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... referencia, en conjunto sólo ejercían cinco médicos: Uno en Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en la ciudad de Oviedo. Dice Casal: “Por lo dilatado y poblado del país, se necesitaban más de doce (médicos), para que fuesen medio asistidos los que de ordinario están enfermos, aun en los años y tiempos saludables. Verdad es que para consuelo de los tristes pacientes, tienen los concejos (no todos) cirujano asalariado, el cual sirve también de médico…” (8). Reconocerá Casal en el “Brevísimo Tratado…”, dedicado a comentar algunas sentencias hipocráticas: “Puedo y debo cristianamente certificar, que no aconteció indisposición alguna desde que estoy aquí, aguda ni crónica, en sujeto grande ni mediano, para cuyo registro, capitulación y cura no fuese yo llamado o consultado” (9). Grande ha sido la generosidad de Casal al habernos transmitido esta experiencia médica de 34 años para la posteridad, con el reflejo de sus éxitos y sin disimular sus fracasos e insuficiencias. Poco más se le podría exigir a un médico de ayer y de hoy: 1) la puesta en práctica –como buen naturalista- de lo pasivamente aprendido en sus años de formación; 2) pero con su personal interpretación enriquecedora, a la luz de una minuciosa y concienzuda observación, en su dilatada experiencia; y 3) con la aportación de algún descubrimiento original nunca antes descrito. Vivir también médicamente, como un revivir, a la par actualizante y creador. Todo esto puede encontrarse en la obra médica de Casal, obra pequeña, de la que dirá G. Marañón: “Todo fue perfecto en la gestación y la aparición de este gran libro”(10). Ya antes había escrito: “Casal escribía sin prisa… en los resquicios de su activa vida profesional iba depositando, en sus notas, el material, mil veces retocado, de sus anotaciones y de sus hechos de observación… escribía con calma. Pulía y repulía lo escrito. Y así, de toda una vida de fecunda contemplación de la Naturaleza, dejó un libro sólo; pero en él habría de sobrevivir para siempre” (11). Pues, al final, “con la ciencia, la dulzura y la firmeza, combatir la muerte y disminuir el sufrimiento” (12), esto es, ha sido y será la esencia de la Medicina. LA HUELLA DE GASPAR CASAL La agonía de la medicina tradicional galénica y la nueva ciencia médica de los siglos XV al XIX En los siglos XV y XVI comienza formalmente la Edad Moderna, y con ella se va asentando, en los niveles social e intelectual, la convicción de que “mediante su voluntad y su razón propias, el hombre se siente capaz de avanzar indefinidamente en el gobierno técnico del mundo y de la propia vida” (13). La proclama “saber es poder” baconiana (Sir Francis Bacon, 1561-1626), superándose el por entonces estancamiento escolástico-medieval de la Universidad de entonces, da nacimiento a dos líneas del saber: por un lado, el sabio solitario; por otro el surgimiento de las Academias, precisamente nacidas al amparo del poder “real”. No será hasta el avanzado el siglo XVIII cuando empiecen las Universidades a resurgir de su postración. Mucho tuvo CASAL de humilde sabio solitario, y, un poco al final de sus días, de reconocido sabio de Academia. Agonizaba , tras mil quinientos años de vigencia, la doctrina médica tradicional galénica (Galeno, 131-200 d.C.). Agonía, en el pleno sentido unamuniano: “la agonía es, pues, lucha… no se confundirá a un agonizante con un muriente o moribundo… un verdadero agonizante es un agonista, protagonista unas veces antagonista otras”. Unamuno recoge en su “Agonía del Cristianismo” el impresionante relato de Abisag, la sunamita (1 Reyes 1, 1-4), aquella doncella desposada con un rey David, ya viejo y enfermo, para reanimarle y darle calor en su agonía. Todo el esplendor, así, del saber galénico, aquel que atravesó toda la Edad Media, acomodándose a Bizancio, al Islam y al Cristianismo romano-occidental, llega a su ocaso. Dice Unamuno: “La pobre Abisag, la sunamita el alma hambrienta y sedienta de maternidad espiritual, locamente enamorada del gran rey que moría, trataba de mantenerle, de engendrarle, de darle vida, de resucitarle con sus locos besos y abrazos. Y lo enterró en sí misma. David, por su parte, amaba entrañablemente a aquella pobre muchacha que le calentaba en su agonía, pero no podía conocerla ya…”(14). 202 203 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... Resume así Laín Entralgo en su “Historia de la Medicina” (15), en tres pinceladas precisas, todo lo que pudo ser el saber de la ciencia médica moderna de los siglos XV al XIX –período que los historiadores de la cultura estratifican en las clásicas fases del Renacimiento, Barroco, Ilustración, Romanticismo y Positivismo-, de forma escalonada, conviviendo a veces entre ellas: En primer lugar, “predominio del saber médico antiguo galénico, pero actualizado por los verdaderos médicos humanistas y filósofos de los siglos XV y XVI”, donde se agruparían simples traductores y editores de textos médicos antiguos (de Hipócrates, Celso, Areteo, Dioscorides, Galeno, etc), pero también expositores modernos y correctores, verdaderos galenistas médico-renacentistas como el francés Jean Fernel (1485-1558), el ítalo-francés Louis Duret (1527-1586), el español Francisco Valles (1524-1592) o el portugués Francisco Sanches (1551-1623), médicos que, aun siguiendo a Galeno, saben perfeccionarle y mejorarle. En segundo lugar, “el triple alzamiento empirista, mecanicista y órgano-vitalista sobre la medicina antigua, a la luz de los nuevos descubrimientos fundamentalmente anatómicos y fisiológicos de los siglos XVI, XVII y XVIII”, dando nacimiento al médico jánico, de dos rostros, uno aún orientado hacia el magisterio de la medicina antigua grecolatina y medieval, pero con el otro rostro orientado a un presente y un futuro apasionantes. Médicos jánicos fueron así los mecanicistas Andrés Vesalio (1514-1564), padre de la Anatomía moderna, y William Harvey (1578-1657), fundador la nueva Fisiología. También, en cierto sentido, los órgano-vitalistas y revolucionarios Paracelso(1493-1541) y Johann Baptista Von Helmont (1578-1644). Y también, finalmente, los empíricos, especialmente el gran Thomas Sydenham (1624-1689), el llamado Hipócrates inglés, iniciador de la Nosografía moderna, con su gran máxima “no es posible conocer la naturaleza sino por medio de la experiencia, la única capaz de disipar los misterios”; y, más iatromecánicos o iatroquímicos unos, más vítalo-animistas o empírico-clínicos otros, médicos jánicos también pueden considerarse los grandes maestros de la ulte- rior Medicina Clínica, como Silvio De La Boe (1614-1672), Michael Ettmüller (1644-1683), Giorgio Baglivio (1668-1707), Hermann Boerhaave (1668-1738), Ernst Stall (1654-1734), Friedrich Hoffman (1662-1742) o Anton de Haën (1704-1776). Y, en tercer lugar, “la definitiva ruptura con los restos del saber médico antiguo y el comienzo de una nueva etapa en la historia de la Medicina, caracterizada por el evolucionismo, el positivismo y el eclectismo”, que será la esencia de la obra cientificomédica del siglo XIX, con el desarrollo de las mentalidades anatomoclínica, fisiopatológica y etiopatológica, subparadigmas del gran paradigma científiconatural del saber patológico, extraordinariamente ampliado y profundizado en el siglo XX, y aun en el siglo XXI actual, saber patológico que sólo llegará a hacerse plenamente humano y personal con el advenimiento –en todo momento intuída, aunque a menudo despreciada- de la mentalidad antropopatológica (psicosomática y personal), en lo que Viktor Von Weizsäcker (1886-1957) llamará “la introducción del sujeto en Medicina”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL El empirismo clinico de Casal Ya tenemos a Gaspar Casal situado en una pequeña ciudad de la España de principios del siglo XVIII, y dentro de un período crítico de la historia de la Medicina, entre una praxis médica muy clásica, heredada de un hipocratismo galenizado y medievalizado, aunque abierta al estallido de los nuevos grandes descubrimientos anatómicos y fisiológicos, y a nuevas teorías patológicas que entonces se estaban produciendo en Europa, y a las que Casal tenía sin duda acceso gracias a la inestimable ayuda del Maestro fray Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764), con quien convivió en Oviedo, en aquellas tertulias científicas en su celda del Convento de San Vicente (16). Thomas Sydenham (1624-1689), decepcionado tanto por el viejo galenismo en el que se formó, radicalmente esencialista en su saber patológico (la enfermedad es imaginada en lo que es o puede ser, más allá de cómo se exprese en sus signos y síntomas), como por las especulaciones 204 205 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... iatromecánicas e iatroquímicas de la época (con sus hipótesis anatómico-fisiológicas sobre las fibras y quimiátricas sobre las fermentaciones y las acrimonias), proclama en sus “Observationes medicae” (1676) su principio esencial: “exponer con claridad los fenómenos de cada enfermedad, sin fundarlos en hipótesis alguna ni reunirlos de manera forzada”. He aquí la raíz de su hipocratismo, que da nacimiento a su doctrina de la especie morbosa. Dice Laín Entralgo: “la originalidad de Sydenham en lo tocante al concepto de especie morbosa consiste… en su idea de sustituir la definición de cada especie según su ipotética constitución real, por otra exclusivamente basada en los síntomas que el médico observa en su relación clínica con el enfermo… el médico debe limitarse por tanto a una descripción graphica et naturalis de la especie morbosa, según los síntomas de que los sentidos dan testimonio y fe” (17). Casal, que sin duda leyó a Sydenham, como a Baglivio y a Boerhaave, dará buena cuenta de este principio en su obra: “Escribiré sólo las cosas que tengo vistas y averiguadas de mis propias experiencias… Escribiré con sinceridad, sin inclinar piedra alguna hacia el hilo de mis ideas, ni opiniones o sistemas inventados por varios autores… Estoy viendo las notables mudanzas que, desde los más antiguos filósofos y médicos hasta el presenta día, han padecido las opiniones o sectas, pues las que fueron veneradas como ciertas, claras y firmes, se vieron después abatidas por falsas, oscuras y débiles”(18) Y en otros momentos de su obra: “Pero como soy fino amante de la experiencia, y enemigo capital de aquellas fruslerías mentales fundadas sobre hipótesis y dogmas, cuya certeza se quedará por averiguar…” (19) Y, a propósito del presunto efecto favorable del Visco Corylino sobre las alferecías, dirá graciosamente: “Lo cierto es que en los libros de Medicina se encuentran estos y otros viscos para cazar pájaros bobos” (20). O también, cuando afirma: “No por generales principios ni metafísicos discursos vine en conocimiento de las superfluas mucilaginosas humedades de los vegetales de LA HUELLA DE GASPAR CASAL esta tierra, sino por los fenómenos mismos que nuestros sentidos perciben…” (21) Y, cuando habla de las Enfermedades endémicas del país, dice: “No pretendo escribirlas bajo de aquella forma con que ordinariamente las traen los autores prácticos; es, a saber, definiéndolas, dividiéndolas, y explicando sus señales, causas, pronósticos y curaciones; porque esto sería trasladar lo muchísimas veces escrito, o inventar (sin más autoridad que el propio dictamen) alguna nueva opinión o secta médica; y, así, poniendo sólo lo que tengo observado…” (22) Asimismo, en la descripción del Mal de la rosa dirá: “He procurado por largo tiempo examinar con la mayor diligencia todos los síntomas de esta enfermedad; mas, pensando para mí que de ninguna parte podía sacar la noticia cierta de aquéllos, como de la relación de los mismos enfermos, principié el año de 1735 a examinarles y escribir cuanto contestaban a mis preguntas, oportunas e inoportunas” (23). Y al final de sus comentarios en el “Brevísimo Tratado” sobre algunas sentencias de Hipócrates, concluye con este consejo: “No es mi ánimo reprobar el estudio y lectura de los insignes profesores, ya coetáneos ya sucesores del grande Hipócrates; antes aconsejo a todos los médicos que con diligente reflexión miren y remiren sus escritos, inclinándose más a las doctrinas de aquéllos que, imitando a dicho maestro, sacaron del original libro de la naturaleza, y no de agudezas lógicas, las reglas, consejos y preceptos más útiles y seguros para la posteridad. Pero no tengo por conveniente que, menospreciando, con el título de antiguallas y dogmas voluntarios, las veraces y firmes sentencias de aquel sabio protomédico, se atrevan a juzgar los principiantes que han de llegar a ser médicos útiles, sólo con el estudio de algunos escritores de la moda” (24). Casal, fiel a su condición de clínico (del gr. “Kline” = lecho, y “klínikós”= relativo a la instrucción a la cabecera del paciente), ceñido años y años a su pequeña comunidad de pacientes, a quienes trata de curar o aliviar, recogerá, con toda minuciosidad los síntomas y los signos de los enfermos, y los confrontará con los saberes clásicos y modernos que 206 207 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... conoce, y que sabrá filtrar con su experiencia, y finalmente, con toda generosidad, nos relatará cuidadosamente, y con toda elegancia, la evolución de las enfermedades a las que le tocó asistir en su tiempo. Sigue al gran Baglivio (1668-1707), el Hipócrates romano, quien, en un eco, enriquecido, del saber sydenhamiano, escribirá en su “Praxis médica” de 1696: “Yerran los que piensan poder curar a los enfermos porque son hábiles en la doctrina de teorizar rectamente. Yerran, porque el médico debe mirar más alto… Debe considerar con diligencia las heces y la orina, la lengua, los ojos, el pulso y el rostro, los afectos del ánimo, la índole de la vida antecedente, las aberraciones dietéticas del enfermo y todo cuanto a ello concierne, para llegar a establecer diagnósticos y pronósticos verdaderos y naturales, así como indicaciones terapéuticas idóneas. Ostentar el propio lustre, frecuentar los museos, poseer una copia ingente de libros sin saludarlos siquiera, inscribirte en las discusiones de las academias a fin de que la fama de tu nombre sea celebrada en los diarios de los literatos: todo esto no te servirá de mucho para aliviar los dolores de tus enfermos. Algún provecho obtendrás, en cambio, visitando con frecuencia los humildes lechos de los pacientes y los hospitales públicos, y anotando con severa e inconmovible paciencia lo que de bueno y de malo vaya aconteciendo en el curso de cada una de las enfermedades, y el progreso de los síntomas, y el término de los mismos luego de administrado el tratamiento…”(25). En esta misión naturalista de observar la presentación y la evolución de las enfermedades, a la cabecera de los lechos de sus pacientes, tuvo CASAL sus propios descubrimientos, escondidos para otros médicos hasta entonces, como el Mal de la rosa, nueva especie morbosa por él descrita, que le hará mundialmente famoso, luego rebautizada como Lepra asturiensis por François Sauvages en su “Nosología methodica” (1760), y poco más tarde como Pelagra por autores italianos (26). Sólo le faltó a Casal lo que ya en Europa, desde el “Sepulchretum” de Théofhile Bonet (1620-1689), culmina con la obra de Giovanni Battista Morgagni (1682-1771) “De sedibus et causis morborum per anatomen indagatis”, esto es, el establecimiento de la mentalidad anatomoclínica, con la presentación de la lesión anatómica como fundamento del saber clínico. El propio Casal, que casi es seguro que no realizaba autopsias clínicas, lo reconoce al final de su “Historia de algunas afecciones endémicas de esta región” (sarna, lepra, mal de la rosa y asma seco hidropiforme de los pulmones): “Habiendo oído que en las Academias médicas, también llamadas sociedades, se ejercitan los doctísimos profesores en averiguar todo cuanto puede contribuir a la conservación de la salud y al remedio de las enfermedades, con el fin de conseguir algo cierto, con gran solicitud y trabajo, no sólo de la lectura de libros, sino también y especialmente con la disección de cadáveres… teniendo a la vista el cadáver de alguno que haya padecido la expresada enfermedad, y haciéndole la autopsia, hallará la causa próxima de esta dolencia, si se localiza en las partes sólidas. Esto lo podrán conseguir con facilidad en los grandes hospitales…” (27). Es lo que Baglivio enfatizaba en su “Praxis medica”: “Los cadáveres de los difuntos por enfermedad han de ser disecados por él (el médico), y ha de manchar sus manos para encontrar la sede y la causa de la enfermedad”. Esto es justamente lo que en Leyden (Holanda) llegó a hacer el gran Hermann Boerhaave (1668-1738) –el apodado “communis Europae praeceptor”- aunando los principios clínico-empíricos sydenhamianos y la constatación anatomo-clínica en su magisterio médico y en sus espléndidas e inmarcesibles historias clínicas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL La doctrina de la constitución en las enfermedades endémicas y epidémicas referidas por Casal He aquí a nuestro neohipocrático y sydenhamiano Gaspar Casal en el Oviedo de la primera mitad del siglo XVIII. ¿Ha podido alguna vez quien quiera llamarse médico dejar de preguntarse por la causa de la enfermedad, por ese cambio de estado en la vida del sujeto que la padece? No importa nuestra ignorancia; callada o expresamente siempre estará el “¿por qué?” ante la contemplación o la vivencia de la enfermedad. Casal, en su tiempo, con sus saberes, no puede, como buen médico, sustraerse a preguntarse también, de alguna forma, dicho porqué. 208 209 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... Por ello, creemos que sí es posible hallar rastros de mentalidad etiopatológica en toda la obra de Casal, y éste será a partir de ahora el objetivo de este trabajo. Galeno (131-203 d.C.) construye una doctrina etiológica que va a servir de canon a toda la medicina ulterior, de todos los tiempos. Tres serán para Galeno los momentos que se integran en la causación de una enfermedad: la causa externa o mediata (aitía prokatarktiké); la causa interna o dispositiva (aitía proegoumené); y la causa conjunta o inmediata (“aitía synektiké”). La nosogénesis galénica entenderá, según Laín Entralgo, que para que el proceso morboso comience “es preciso que una causa externa o procatárctica, actuando sobre una especial susceptibilidad del sujeto (causa interna o proegúmena), dé lugar a una alteración morfológico-funcional del cuerpo, más o menos localizada (causa inmediata, conjunta o sinéctica)” (28). En cuanto a la causa externa, en el siglo de Casal (1680-1759) poco más había disponible que la vieja doctrina galénico-árabe-medieval de las Sex res non naturales, seis causas externas principalmente capaces de encender la enfemedad: desórdenes alimentarios o sexuales; emociones o trabajos desmedidos; calor o frío; sueño y vigilia; venenos; y baños inconvenientes. Así se recogían ya en la “Isagoge” del médico y traductor Hunayn Ben Ishaq (latinizado Ionnitius), obra leidísima en las Universidades medievales. Pero serán el francés Guillaume Baillon (1538-1616) y el propio Sydenham (1624-1689) quienes, estudiando el primero en París las posibles relaciones entre los cambios estacionales y los modos de enfermar, y el segundo en Londres las enfermedades agudas epidémicas del quindenio 1661-1676, revisiten el “Corpus Hippocraticum”, en sus tratados “Sobre los aires, aguas y lugares” y “Epidemias” (29), y resuciten un viejo y profundo concepto hipocrático, la Katástasis, que viene a significar el “aspecto general” –el perfil, podríamos decir- de una realidad: El de un hombre, el de una región geográfica, el de una enfermedad… El médico prestará atención al hombre y su enfermedad, “en la relativa permanencia de lo apariencial, de lo percibido sensorialmente”, y muy específicamente se fijará en el entorno físico que le rodea (astros, tierra, clima, estaciones del año, LA HUELLA DE GASPAR CASAL aguas, vientos, etc.). Catástasis entendida ahora como constitutio epidemica, casi como “medicina metereológica”. Este concepto da razón de ser al título de la obra de Casal “Historia Natural y Médica”. He ahí el vínculo etiológico entre ambiente –entendido latu sensu- y enfermedad, entre naturaleza o ph?sis y Medicina. Dice el autor hipocrático en el tratado “Sobre los aires, aguas y lugares” (aprox. 400 a.C.): “Si el verano es lluvioso y con viento del Sur, e, igualmente, el otoño, es forzoso que el invierno sea malsano y cabe esperar que se produzcan fiebres ardientes a los flemáticos y a los de más de 40 años, y pleuritis y perineumonías a los biliosos” (30). Casal, como Hipócrates y como Sydenham, a la hora de explicar causalmente la enfermedad, dentro de las posibles causas externas, da importancia especial a la Katástasis, a la constitución epidémicoambiental y a su influjo –aun sin entender en profundidad el porqué- en las ondas de enfermedad. Así, inicia su “Historia Físico-Médica” con sus descripciones sobre la forma extrínseca de Asturias; sobre las situaciones de los pueblos; las aguas; sobre las piedras, minerales y metales; sobre los árboles y las plantas del país, y los vegetales y carnes comestibles; sobre la atmósfera y los vientos; y sobre su conjunta influencia sobre las “Enfermedades endémicas” de la Asturias de entonces: “Sarna, lepra, escorbuto, destilaciones, escorbuto, destilaciones, erisipelas, llagas de piernas, fistulas, hipocondrías, melancolías, manías, flujos hemorroidales –que llaman sangre de espaldas-, pasiones histéricas, tumores de glándulas, abscesos impropios; y en los concejos de Aller, Lena y Quirós, innumerables bocios o broncocilas, caquexias, hidropesías, alferecías, reumatismo, tisis, el mal de la rosa y la hidropesía tuberculosa de pecho” (31). El eco de la constitución epidémico/ambiental asturiana le hace afirmar: “Rarísimo es el que sin achaque habitual vive en Asturias… pues aunque en todo el mundo enferman y mueren los hombres, suelen en algunos países entre una y otra enfermedad actual mantenerse por largo tiempo libres de todo achaque, y sin alteraciones ni molestias; pero aquí, como soldados en campaña, no lejos del ejército enemigo, cuando 210 211 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... se decide que descansamos, estamos peleando con varios destacamentos … Nunca o muy pocas veces aparece limpia esta atmósfera, sí triste y turbada con vapores humosos… Mucho mucílago y acuosidad inútil y poca substancia pingüe tienen los alimentos de esta tierra…”(32). Más adelante en su obra se ocupa Casal de las “Constituciones epidémicas”. Entre 1719 y 1721, una epidemia de ictericias flavas, seguida de paperas, catarros y viruelas. Y, aquí, en sus reflexiones a propósito de estas epidemias deja ver claramente su mentalidad etiopatológica (preetiopatológica, podríamos decir): “…con todo eso, por lo común, los calores, fríos, lluvias y sequedades, cuando son excesivas, intempestivas o entre sí aceleradamente mudables, ocasionan achaques. Y así es verosímil que los catarros, las inflamaciones internas de pecho, vahídos, toses, y aun las paperas, hubiesen en parte tenido origen de la mudable y mala temperie de aquellos años… Pero, en verdad, que no siendo a costa de pruebas, experiencias y tiempo, nunca se averiguarían las facultades con que envenenan, sanan, agravian , aprovechan y producen increíbles efectos. Con instrumentos hechos a propósito de hierro, hueso o alguna otra materia competente se podrían hacer las heridas que imprimen los dientes de un perro rabioso, los corvos colmillos de la víbora, la uña en que remata la geniculada cola del escorpión y la tenaza con que agarra la araña llamada falangio; pero… ninguno, antes de ver los síntomas, y registrar despacio los efectos, sería capaz de averiguar las ponzonas ocultas que al herir injerieron aquellas venenosas sabandijas… (pues) en las constituciones y estaciones de los tiempos (y aun en las demás causas de las enfermedades) hay cosas perceptibles y manifiestas, que llaman fenómenos, y cosas ocultas, que sólo por sus efectos pueden ser descubiertas… Que de las cuatro estaciones del año, y de las especiales constituciones de ellas, pueden originarse, y se originan, especiales enfermedades, se ve claramente en los libros de Hipócrates… y si alguno me preguntare de donde juzgaremos que dimanan los epidémicos venenos y pestilentes miasmas, que no pocas veces, burlándose de todos los médicos, hacen y han hecho lamentables estragos, le respondo que no lo sé; y añado que, al modo que los antiguos se refugiaban en semejantes apu- LA HUELLA DE GASPAR CASAL ros a sus ocultas cualidades, se ven hoy los modernos precisados a ocurrir a las ocultísimas configuraciones, contexturas, movimientos y disposiciones de los mínimos átomos que componen y constituyen dichos miasmas o venenos, y aun aseguro que los tales venenos son tan imperceptibles que, no pudiéndolos registrar los sentidos más perspicaces, se llegan sólo a conocer, en confuso, por los fatales efectos que de ellos resultan” (33). Como anotan tan perspicazmente A. Buylla y R. Sarandeses, ¡qué cerca y qué lejos estamos aquí del asentamiento del pilar etiopatológico de la nosogénesis que consumará Louis Pasteur (1822-1895)!. “Busquemos los microbios”, los infinitamente pequeños, solía decir sus colaboradores. En 1878 enunció formalmente el químico Pasteur su Théorie des germes en la Academia de Medicina : las enfermedades contagiosas son producidas por la acción de gérmenes vivientes que no se forman en el organismo, sino que penetran en él, y la especificidad de cada una de ellas depende de la especie del germen que las produce (34). Luego, en su obra, Casal vuelve sobre nuevas epidemias, como la de Catarros ferinos epidémicos que acontecieron a los niños en este Principado de Asturias en 1724: “Comenzó esta epidemia a principios de mayo, y duró hasta el mes de agosto. En los niños más sanos, solía durar más de cuarenta días el catarro; y en los de mala complexión, más de dos o tres meses” (35). Y ya casi treinta años después de la primera descripción epidemiológica, describe Casal una nueva onda epidémica acontecida en el Principado de Asturias entre los años 1747 a 1750: “En el año 1747 alternaron en Asturias los vientos australes con los occidentales, por cuya causa fue la estación del invierno templada y bastante lluviosa. Desde principios de marzo comenzaron a reinar unas epidémicas ictericias, que duraron hasta cerca de mayo. Fueron muchos los que incurrieron en esta fastidiosa y amarga indisposición; pero todos se curaron felizmente con los remedios específicos y la buena dieta. Comenzó entonces otra epidemia de paperas, semejante a la que observé y describí el año 1720 en esta misma ciudad… Fue cesando la referida epidemia, y corrió el tiempo de otoño…y permaneció la temperie sosegada y muy templada hasta el final de diciembre… al final 212 213 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... de marzo de 1748, trocáronse los vientos y pasamos de extremo a extremo, porque fueron tantas y tales las frialdades y nieves, cuantas y cuales nunca en este clima conocieron los vivientes… Poco después de este perverso tiempo, se manifestaron las viruelas y catarros” (36). Y continúa Casal refiriendo a finales de 1748 ciertas fiebres laboriosas registradas en Gijón, y luego recoge las expresivas cartas de un cirujano del concejo de Nava, D. Francisco Antonio Martínez, “bastante prudente y advertido en las enfermedades agudas”. Escribe este cirujano en su carta del 12 de enero de 1749: “Señor: dan en este concejo unas fiebres ardientes, con algo de tos y lengua negra; y desde el primer día tienen los enfermos un pulso pequeño, que no da lugar a sacarles gota de sangre; y les dan también unos vómitos, con tanta debilidad desde los principios, que no me atrevo a embestir a tanto mal, con tanta falta de fuerzas; y, en verdad, que mueren algunos. Suplico a Vmd. me diga qué siente de esta indisposición” (37). Y aun abunda más el sensible cirujano: “…La lástima es que se mueren, aunque les aplique los reparos y remedios que puedo discurrir. Espero de Vmd. me dirija; y quedo al cuidado de consultar en donde los medios lo permitieren. Advierto, para inteligencia de las últimas claúsulas, que en este país son por lo común tan pobres los labradores aldeanos, que no tiene caudal para dar cuatro reales, que regularmente se pagan al médico por responder a una consulta…” (38). El autocrítico texto con que finaliza, en su Reflexión primera la “Historia de la Constitución de los tiempos …” debe ser citado, una y otra vez, pues contiene una profunda sabiduría para los médicos de todos las épocas: “Felices se pueden llamar los médicos cuando les acontece alguna epidemia que, pareciendo al vulgo grave y peligrosa, carece en realidad de todo veneno mortífero; y, al contrario, infelices, cuando los males, siendo lobos rabiosos, aparecen vestidos con pieles de mansas ovejas. Porque, en el primer caso, se atribuye el buen éxito de los enfermos a la destreza, ciencia y providencia de los profesores que asisten; y, en el segundo, se imputan los fatales sucesos a la ignorancia y corta capaci- dad de quien metódicamente pretende librarnos de la muerte. Si las interiores obras de la naturaleza fueran tan manifiestas a los sentidos exteriores, como las de aquellas artes que llamamos mecánicas, veríamos muchas veces que las curaciones de algunos que murieron fueron más arregladas, y bien dirigidas, que las de otros, que libraron de la muerte. Pero cuando la malicia de las enfermedades excede a las facultades de la naturaleza y del arte, ne sperare quidem opportet, ut a medicina exuperetur…”(39). No sólo para las enfermedades epidémicas Casal recurre a la doctrina etiopatogénica de la constitución o catástasis ambiental. También en otras enfermedades particulares o endémicas se acuerda del ambiente de Asturias. Por ejemplo al tratar de las Lombrices: LA HUELLA DE GASPAR CASAL “Como hay tantas superfluidades mucilaginosas en los intestinos y estómagos de sus habitadores; y como es tan común y frecuente el uso de la leche y frutas; y finalmente como aquí carecen los alimentos de aquellas sales volátiles oleosas, que aumentan y dan vigor a la cólera; se puede decir (de Asturias), citando a Von Hermont: haec est lumbricorum patria” (40). Y de las Destilaciones de este país: “De todos cuantos achaques se padecen en Asturias, no me parece que hay otro tan universal y frecuente como las destilaciones manifiestas a los ojos, narices, boca, fauces, laringe y pulmones; y por tanto son innumerables los catarros, romadizos, ronqueras, tisis y males de ojos que aquí se experimentan…” (41). También se refiere al influjo ambiental cuando se ocupa de los Cálculos de los riñones, la Sarna, las Ulceras de las piernas, los Bocios, y hasta de las Alferecías o Epilepsias, e incluso de las Pasiones histéricas. La mentalidad pre-etiológica de Casal en su descripción del Mal de la Rosa Especial relieve adquiere la doctrina etiológica en Casal contenida en su tratado sobre el “Mal de la rosa”. Todo lo que después será desa- 214 215 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... rrollado y debatido hasta el límite en cuanto a la etiopatogenia de esta enfermedad (42), queda insinuado en las palabras de Casal: “Habiendo observado cuidadosamente, en muchos años de práctica, todos los síntomas familiares a esta enfermedad, y habiendo visto que es la más terrible y contumaz de todas las endémicas de esta región, no sin razón creí conveniente escribir su historia” (43). Y tras describir unos pocos casos paradigmáticos, y los signos/síntomas propios de la enfermedad, se pregunta por sus causas: “Se hallan ya en la temperatura o constitución de la atmósfera, ya en los alimentos” (44). Y ahí menciona el maíz, aun con sus contradicciones, como también el ambiente atmosférico, con las suyas, y también aparece el ámbito de lo social, que ya nunca abandonará a los futuros investigadores, en la lucha con la doctrina hereditario-contagiosa, apenas insinuada por CASAL. Sus textos lo dicen, en germen, todo: “El principal alimento de casi todos los que padecen esta afección es el maíz y el mijo, pues de su harina hacen el pan y confeccionan también las papas, que, mezcladas con leche, o manteca de leche, constituyen su comida ordinaria… (aunque) en casi toda la provincia los labradores usan este alimento, y sin embargo no todos sufren este mal… sino en un corto territorio que comprende principalmente los cuatro concejos de Las Regueras, Llanera, Corvera y Carreño… Por lo cual, como muchísimas personas en esta misma zona, alimentándose de la misma comida, gozan de salud y robustez, no se puede afirmar que sólo los alimentos sean la causa de esta enfermedad; por otra parte, siendo cierto que esta afección ataca más a los pobres que a los ricos, tampoco se ha de buscar la causa sólo en la atmósfera, pues si así fuera lo mismo atacaría a unos que a otros. Es pues verosímil que la causa de la enfermedad resida en ambas, es decir en la atmósfera y en los alimentos, aunque obrando de diverso modo: porque los alimentos, como de sustancia inerte y poco espirituosa, vuelven los cuerpos lánguidos, impuros, y los preparan para recibir con facilidad cualquier impresión; y la atmósfera, por su propia y maligna cualidad, hallando los cuerpos dispuestos, engendra la enfermedad como causa eficiente” (45). LA HUELLA DE GASPAR CASAL Reaparece aquí en Casal la inmarcesible doctrina galénica de la etiología: la causa externa o procatárctica o eficiente (la peculiar atmósfera asturiana, desde el equinoccio de primavera al solsticio de verano), actuando sobre la causa interna o proegúmena o suscipiente (la alimentación, y su circunstancia social –mal de la miseria-, condicionante de una situación corporal frágil y carencial), producen repentina –y aniversariamente- la enfermedad (causa conjunta o sinéctica). Del libro “Lepra asturiensis” de Delfín García Guerra y Víctor Álvarez Antuña recogemos este precioso texto del médico de Pola de Siero Higinio del Campo y Cañaveras (1808-1885), uno de los grandes investigadores de la Pelagra en Asturias, junto con otros ilustres médicos asturianos como Antonio del Valle, José Rodríguez Villagoitia, Ildefonso Martínez Fernández y el célebre Faustino García Roel. Higinio del Campo nos dejó escrito en sus “Estudios sobre la Pelagra” (1847): “En aquellos días se ven en todas las tierras sembradas de maíz largas filas de hombres y mujeres, jóvenes y adultos, hasta ancianos, que desafiando la estación, los unos en mangas de camisa, con el calzón tan sólo ceñido a la cintura, y la cabeza defendida por una mala montera y paño raído, las mujeres flojas de ropa, con los brazos desnudos y un pañuelo viejo a la cabeza; y ambos sexos descalzos, y encorvados sobre la tierra, especialmente las mujeres a causa de la cortedad del hastil o mango de los zarcillos, sudan y se afanan, acaso en ayunas y desfalleciendo, o sustentos con una escasa ración de pan duro de maíz, no hartos de vino, sino bebiendo con frecuencia para apagar la sed largos tragos de agua, caldeada por todo un eterno día…” (46). No sólo médico de las clases altas asturianas, Casal se fijó también en las enfermedades del enfermo pobre, representadas por el Mal de la rosa; y apuntando su posible terapéutica: “Observé constantemente que el cambio de los alimentos ordinarios, por otros más sustanciosos y alimenticios era utilísimo para disminuir esta enfermedad… Si fuera posible aplicar a los enfermos pobres los mismos remedios que a los ricos, después de las purgas que yo creyese necesarias, y de aquellos cocimientos diaforéticos, diuréticos y alterantes, que con repetidas experiencias he comprobado que les son útiles, les 216 prescribiría baños termales o de agua dulce, y caldos de cangrejos de río, de tortugas, de víboras, de carne de ternera, y el de ciertas hierbas, raíces o cortezas, y les prescribiría, ante todo, buenos y nutritivos alimentos” (47). ¡Qué fácil resulta hoy para nosotros, en nuestra pretendida omnipotencia, atribuir la vieja Pelagra a una deficiencia de niacina o factor PP (Elvehjem y col., 1937), y qué sensibilidad y mérito la de aquellos médicos antiguos! Describió Laín Entralgo, en el paso de la salud a la enfermedad, esto es en la causación de la enfermedad, a partir de la doctrina galénica de las causas (externa, interna y conjunta), una constelación y un vector nosogenéticos(48). Una constelación nosogenética, formada por cinco posibles momentos: a) de orden constitucional (genéticos o epigenéticos); b) de orden ambiental (físicos, químicos o biológico-microbianos); c) de orden social (familia, trabajo, status, rol…); d) de orden histórico (época, nación, cultura…); y e) de orden personal (intimidad, vocación, sentido de la vida…). De entre los posibles momentos de esta constelación, se forma una línea decisiva de nosogénesis, que enciende la enfermedad, entendida ésta como “desorden lesional del cuerpo”, y esa línea decisiva, que destaca sobre los demás momentos de toda la constelación etiológica, será el vector nosogenético, sea éste más preponderantemente físico-químico, instintivo o personal. En la obra de Casal pueden encontrarse momentos nosogenéticos de orden constitucional y ambiental, e incluso de orden social e histórico. La tierra, la meteorología, la clase social, el trabajo, la cultura… Ya lo hemos señalado en muchos de los textos citados, a los que ahora añadimos éstos otros (49): “Rarísimo es el que sin achaque habitual vive en Asturias (a)… Nunca, o muy pocas veces aparece limpia esta atmósfera… Es también hermosísimo y agradable a la vista el conjunto de collados, pirámides y 217 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... El fondo personal en la nosografía de casal LA HUELLA DE GASPAR CASAL valles, por su frondosidad y variedad, pero no provechoso para la salud (b)… Mucho mucílago, y acuosidad inútil, y poca substancia pingüe tienen los alimentos de esta tierra (c)… Pocos labradores padecen gota ni piedra en esta provincia; y, al contrario, muchos ricos y ociosos … porque los trabajadores y labradores pasan como es notorio sin carnes, pescados y aun sin pan de trigo, ni gota de vino, reducidos al débil sustento de leche, castañas, habas, algo de manteca de vacas, frutas, y otras legumbres, harina, y pan de maíz; y los que no trabajan se regalan con abundantes mantenimientos de pingües carnes y pescados, a que agregan generosos vinos, mistelas y rosolís (d)… Si se hubiese encontrado el modo, y determinada proporción, para igualar la comida y bebida al número y peso de los trabajos, se habría encontrado ciertamente el medio más seguro y eficaz para mantener la salud de los hombres. Es evidente que, por defecto de esta proporción, andan llenos de males los ricos y los pobres: aquéllos porque no trabajan según comen y beben; y éstos, porque no comen ni beben según trabajan (e)… (y refiriéndose a las pasiones histéricas) …Tan familiar y conforme es a las complexiones de las mujeres asturianas el achaque, llamado mal de madre, que entre cuantas se mantienen con vida sedentaria hallaremos muy pocas que no lo padezcan. Las trabajadoras y labradoras, que, mediante el corporal ejercicio endurecen, encallecen y acecinan las fibras nerviosas, membranosas y musculosas, son mucho menos afligidas de esta pasión molesta (f )”. ¿Es posible encontrar en la obra de Casal momentos nosogenéticos del orden personal, es decir relacionados con la intimidad o la vocación o el sentido de la vida, y sus frustaciones, como causa de la enfermedad? Ahora la lectura de su libro se tornaría más profunda y enigmática, y sería preciso rastrear pequeñas expresiones, veladas referencias en sus historiales clínicos, momentos transfer-contra-transferenciales en la vida y en el final de los pacientes atendidos y referidos por Casal (50): Por ejemplo, en relación con aquél mozo preso de Castropol, que enfer- 218 219 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... mó y murió en la cárcel de Oviedo (a). También en relación con aquélla mujer noble afligida de la pasión histérica, que llegaba a precisar asistencia espiritual de día y de noche (b). O en la niña Dña. Francisca, hijita del Marqués de Vallecerrato, fallecida por una Viruela hemorrágica (c), sobre cuya desdichada historia, muy afectado y abatido, confiesa Casal: “Rugía con los dientes de la inocente cordera el rabioso león, ¿y qué significaban aquéllos rugidos?: lo mismo que los del león verdadero, cuando hambriento registra cercana la caza… Malo es el seis (sexto día) para la crisis; malo es el despeño de vientre en semejantes enfermedades; y malas eran todas las señales presentes y pasadas. Parecen muchos males, en realidad no eran otra cosa que haberse puesto de tal modo, y de tal figura, las tristes y fatales premisas de la corruptible naturaleza, que necesariamente se debía inferir la conclusión con que determina el curso temporal de la vida humana” (51). Pero, quizá, el hilo de lo personal podría seguirse mejor en la historia clínica que motivó la “Consulta del Dr. Gaspar Casal a los sapientísimos doctores en Medicina de la Ciudad de Paris”, en carta fechada el 31 de octubre de 1733 (52). Sabemos por el Dr. José Ramón Tolivar Faes, cuyo amor y cuyos desvelos por la obra de CASAL han sentado escuela para todos cuantos a él quieran acercarse (53), que este “cierto mercader, de origen francés”, cuya patografía nos presenta CASAL fue realmente D. Juan Cónsul y Malén, un amigo al que asistió hasta el final, en una relación médico-enfermo (54), a lo enseñado por Von Weizäcker, más allá de lo técnico, como Weggenossen, como de “compañeros de camino”. Era un paciente, dice Casal, de temperamento melancólico, esto es en desligadura psicosomática, como enseña la Escuela de París de Psicosomática de Pierre Marty (55) y Claude Smadja (56), en somatización “funcional” en los años jóvenes, con una sensación de frío cefálico, no aliviable, pese a las repetidas consultas, incluso en Francia. Después, la somatización se hace “lesional” y brota el tumor mamilar izquierdo, que, ¡oh, paradoja psicosomática!, se llevó el frío cefálico, pero que progresó, pese a todos los remedios, incluso a las unciones mercuriales a la desesperada, con una amaurosis inicial sobreañadida, hacia la metastatización cervical y finalmente ósea. Lento proceso de destructividad, que sólo Casal lograba amortiguar con remedios simples y cercanos: la tos, la fatiga, las vigilias pertinaces, los dolores vagos, la anorexia y los sudores nocturnos, la deformidad y el agudísimo dolor de las metástasis cervicales y la final en fémur derecho hasta la quebradura del mismo “sin violencia ni movimiento irregular”. Y la agudísima fiebre y la perturbación en su agonía final, en la noche del 2 al 3 de marzo de 1736. ¡Cuántas veces le habrá visitado Casal durante los años de enfermedad! ¡Cuántos gestos, cuántas palabras de ánimo, cuántos remedios –más allá de los más tecnificados del momento-, cuántos remedios sencillos pero decisivos para el cuidado personal!. Y el silencio final, el silencio, dice Laín, “del abismamiento”, frente a la ultimidad. Elisabeth Kübler-Ross, una de las almas de la Medicina Paliativa, impulsada decisivamente en la segunda mitad del siglo XX, pero cuyas semillas se encuentran claramente en Casal –como en todos los verdaderos médicos de todos los tiempos–, cerraba así su sabio libro “Sobre la muerte y los moribundos” (1969): “Los que tienen la fortaleza y el amor suficientes para sentarse junto a un paciente moribundo en el silencio que va más allá de las palabras sabrán que este momento no es espantoso ni doloroso, sino el pacífico cese del funcionamiento del cuerpo. Observar la muerte pacífica de un ser humano nos recuerda la caída de una estrella; en un cielo inmenso, una de entre un millón de luces brilla sólo unos momentos y desaparece para siempre en la noche perpetua…” (57). ¡Gracias, Doctor Casal! LA HUELLA DE GASPAR CASAL REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS (1) 220 “Historia Natural y Médica del Principado de Asturias” (1762). Dr. Gaspar Casal. Ed. Excma. Diputación Provincial de Oviedo, 1959 (a partir de ahora, se citará como HNMPA-GC, 1959), pags. 132-133. (2) “La ‘Historia Natural y Médica’ de Gaspar Casal en el 250 aniversario de su muerte”. Venancio Martínez Suárez. Instituto Feijóo de Estudios del siglo XVIII. Universidad de Oviedo, 2009. (3) Además de HNMPA-GC, 1959, citado en (1), “Historia Natural y Médica de El Principado de Asturias, Obra Posthuma, que escribió el Doct. D. Gaspar Casal”. Facsímil de la Edición Príncipe de 1762. Consejería de Educación, Cultura y Deportes. Principado de Asturias, 1988. (4) Prólogo a HNMPA-CG, 1959, Gregorio Marañón, pag. XI. (5) “España inteligente”. Julián Marías, Ed. Alianza Universidad, 1987, pags. 261-276. (6) HNMPA-CG, 1959, nota de la pag. 28, A. Buylla y R. Sarandeses, 1900. (7) “Diccionario Geográfico de Asturias”. Ed. Prensa Asturiana- La Nueva España, 2000, pag. 661. (8) HNMPA-GC, 1959, pag. 211-212. (9) HNMPA-GC, 1956, pag.344. (10) HNMPA-GC, 1959, prólogo de Gregorio Marañón, pag. X. (11) “Vida e Historia”. Gregorio Marañón. Colección Austral. Ed. Espasa Calpe (1941), 8ª edición, 1962, pag. 89. (12) “Las Doctrinas Médicas”. E. Boinet. Librería Gutenberg de José Ruiz. Madrid, 1908. (14) “Obras completas”. Miguel de Unamuno. Ed. Afrodisio Aguado, 1958, Tomo XVI, pags. 457, 467 y 492. (15) “Historia de la Medicina”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Salvat Editores, 1990, pag.199-200 . (16) “Aspectos Médicos en la obra del Maestro Fray Benito Jerónimo Feijóo”. Amalio Telenti. Tesis doctoral. Instituto de Estudios Asturianos, 1969. 221 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... (13) “Historia de la Medicina”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Salvat Editores, 1990, pag.196. (17) “La historia clínica”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Triacastela, 1998 (Facsímil de 1ª edición, 1950), pag. 150. (18) HNMPA-GC, 1959, pags. 20-21. (19) HNMPA-GC, 1959, pag. 46. (20) HNMPA-GC, 1959, pag. 64. (21) HNMPA-GC, 1959, pag. 85. (22) HNMPA-GC, 1959, pags. 98-99. (23) HNMPA-GC, 1959, pag. 266. (24) HNMPA-GC, 1959, pag. 353. (25) “La historia clínica”, Pedro Laín Entralgo. Ed. Triacastela, 1998, pag. 225. (26) “Lepra Asturiensis”. Delfín García Guerra y Víctor Alvarez Antuña. Universidad de Oviedo y C.S.I.C., 1993. (27) HNMPA-GC, 1959, pag. 303. (28) “El estado de enfermedad”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Moneda y Crédito, 1968, pag 85. (29) “Tratados hipocráticos”. Biblioteca Clásica Gredos. Tomo II, 1986; y Tomo V, 1989. (30) “Sobre los aires, aguas y lugares”. Tratados Hipocráticos, Tomo II, pag 63. (31) HNM PA-CG, 1959, pag. 99. (32) HNMPA-CG, 1959, pag. 99-100. (33) HNMPA-GC, 1959, pag 153-154-155. LA HUELLA DE GASPAR CASAL (34) “Pasteur en la historia”, en “Ciencia, Técnica y Medicina”. Pedro Laín Entralgo. Alianza Universidad, 1986, pags. 342-352. (35) HNMPA-G.C, 1959, pag. 189. (36) HNMPA-GC, 1959, pags. 203-204-205. (37) HNMPA-GC, 1959, pag 214. (38) HNMPA-GC, 1959, pag. 214. 222 (39) HNMPA-CG, 1959, pags 233-234 (la sentencia latina citada al final, de procedencia hipocrática, podría libremente traducirse por “no es oportuno esperar que la medicina lo pueda superar”). (40) HNMPA-CG, 1959, pag. 103. (41) HNMPA-CG, 1959, pag. 119. (42) “Lepra Asturiensis. La contribución asturiana la historia de la pelagra (siglos XVIII-XIX)”. Delfín García Guerra y Víctor Alvarez Antuña. Universidad de Oviedo y C.S.I.C., 1993. (43) HNMPA-CG, 1959, pag. 263. (44) HNMPA-CG, 1959, pag. 274. (45) HNMPA-CG, 1959, pags. 275 y 277. (46) “Lepra asturiensis”, citado en referencias 26 y 42, pag. 294. (47) HNMPA-CG, 1959, pags. 289-290. (48) “Antropología Médica”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Salvat, 1984, pags 237-260. (49) HNMPA-GC, 1956, pag. 99 (a), pag. 100 (b), pag 102 (c), pags. 113-114 (d), pg. 114 (e), pag. 136-137 (f ). (50) HNMPA-CG, 1956, pag 104 (a), pag 141 (b) y pag 161 (c). (51) HNMPA-CG, 1956, pag 169. (53) José Ramón Tolívar Faes: “Los enfermos del Dr. Casal”. Instituto de Estudios Asturianos, 1980 (3er centenario del nacimiento de Casal). – “El mal de la rosa”. Blas de Aces (pseudónimo de J.R. Tolívar Faes), Ed. Gofer, 1989.- “Casal, el médico de los Camposagrado”. Ed. Instituto Bernardo de Quirós, Mieres, 1976.“Introducción e Indice-Glosario a la ed. Faccímil de la ‘Historia Natural Médica’”, 1988 (referencia 3).- “Hospitales de Leprosos en Asturias durante las Edades Media y Moderna”. Real Instituto Estudios Asturianos, 2ª edición, 2009. (54) “La Relación Médico-Enfermo”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Revista de Occidente, 1964. 223 DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD... (52) HNMPA-CG, 1956, pags. 305-315. (55) Pierre Marty: “Les mouvements individuels de vie et de mort” (1976). Ed. Toray, 1984, y “La psicosomática del adulto”. Amorrortu Editores, 1995. (56) “La vida operatoria”. Claude Smadja. Ed. Biblioteca Nueva, 2005. LA HUELLA DE GASPAR CASAL (57) “Sobre la muerte y los moribundos”. Elisabeth Kübler-Ross. Ed. Grijalbo, 1989, pag. 346. 224 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL. JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA. RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO. OLAYA CONCEPCIÓN COSSENT En el siglo XVII, pueden descubrirse, como en siglos precedentes dos tipos de obras: obras generales y obras monográficas dedicadas a un principio activo, novedoso y traído de ultramar. Entre las obras generales de farmacología cabe destacar las siguientes: Historia de los animales más recibidos en el uso de Medicina (1613), escrito por Francisco Vélez de Arciniega y el tratado de Juan Carlos Amat publicado en Lyon en 1623 y con varias reediciones posteriores. Es conocida, asimismo la obra de Juan Sorapán de Rieros publicada en Granada en 1616 y titulada Medicina Española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua. También Gaspar Bravo de Sobremonte en el segundo volumen de sus obras completas incluye un tratado de Terapéutica General titulado Tyrocinium Practicum Artis curatricis Hominis. Es un tratado dogmático en el que critica a paracelsistas, iatroquímicos y empíricos y en el que ensalza la dietética, la vida sana y un ponderado manejo de los medicamentos. De entre los temas monográficos, señalaríamos algunos. Se comienzan a estimar las aguas mineralomedicinales, destacando la obra de Alfonso Simón Montero, titulada Espejo cristalino de las aguas de España 225 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL La farmacopea. LA HUELLA DE GASPAR CASAL (1697), primer catálogo de fuentes y yacimientos mineralomedicinales de la península y en las que se intentan reglar las indicaciones terapéuticas. El uso terapéutico de la coloquíntida, fue preocupación de la época y motivo de varias publicaciones todas editadas en Zaragoza, destacando una de Diego Mateo Zapata, titulada Crisis Médica sobre el Antimonio, suscitadora de polémicas y publicada en 1701. El tabaco, como medicamento, también fue motivo de interés variado; al respecto destacamos la obra de Francisco Leiva Aguilar titulada Desengaño contra el mal uso del tabaco (1634). Y no menos interés suscitó el chocolate; sobre este asunto, escribió una gran obra Antonio Colmenero, el Tratado de la naturaleza y calidad del chocolate (1631), muy leído y divulgado en Europa en versiones francesa y latina. También el café es motivo de estudio y polémica con defensores como Juan Tariol (1692) y detractores como Isidro Fernández Matienzo (1693). Pero, el capítulo más importante de la farmacopea española del siglo XVII, lo constituye la introducción de la quina, en nuestro país. La primera noticia española sobre este principio activo figura en la obra Vera praxis ad curationem tertianae (Sevilla, 1642) escrita por el profesor de Valladolid Pedro Barba. Y como casi siempre surgió la polémica sobre su uso con defensores y detractores. Entrado ya el siglo XVIII, destaca como tratadista general de Terapéutica el Padre Rodríguez quien le dedica una parte considerable de sus seis volúmenes titulados Palestra Crítico Médica. Al margen de esta magna obra, se le atribuye intuir lo que llamó cirugía infusoria que no es otra cosa que la medicación intravenosa. Y comienzan a escribirse tratados interesantes sobre la preparación de medicamentos y sus indicaciones. Los recetarios también se ponen de moda, destacando el elaborado por Virrey y Mange en colaboración con el boticario madrileño Félix Palacios quienes publican varios volúmenes de recetas comentadas. Este último escribió una obra titulada Palestra farmacéutica químico-galénica, varias veces impresa, siendo su primera edición de 1706. 226 Hubo interés por algunos temas concretos como el antimonio, “la quina” y otros, como “la ratania” y “la angostura”, nuevas substancias traídas de América. Pero, a nuestro modo de ver, el hecho crucial fue la edición de la “Pharmacopeia matritensis”, la primera ordenación de los medicamentos que se realizó en nuestro país a instancias del Protomedicato. Publicada en 1739, se realizó una nueva versión en 1762 con modificaciones en su contenido. La farmacopea en la obra de Gaspar Casal Por razones metodológicas excluimos de esta descripción la sangría y los medicamentos de origen vegetal entre los remedios terapéuticos empleados por Casal. Las razones, son de fácil comprensión. A la sangría le dedicaremos un capítulo aparte, por la importancia que tuvo en la obra de Casal; y, los remedios vegetales, por la misma razón, recibirán un tratamiento aparte por un experto en la materia. Lo mismo cabe decir de los remedios exóticos que propugnaba Casal que serán tratados por un experto en Medicina Popular. Y, finalmente, la Dietética se incluirá en el capítulo de endocrinología y Nutrición. Nos quedaremos, por tanto, aquí, con una Farmacopea reducida a las siguientes substancias o principios activos. SUBSTANCIAS DE ORIGEN BIOLÓGICO NO VEGETAL. De entre las que cabe destacar. • De origen humano. • De origen animal. • Aguas y bebidas. • Substancias minerales y compuestos. De ellas describiremos esencialmente sus propiedades, sus indicaciones y su eficacia. Cabe recordar, finalmente que de entre los autores que el propio Casal cita por su obra médica, están relacionados con la terapéutica muchos de ellos, en general; pero, en particular los siguientes: 227 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL SUBSTANCIAS DE ORIGEN MINERAL. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Francisco Bayle, naturalista, químico y filósofo. Johann Joachin Becher (1635 – 1682), químico alemán. Hermann Boerhaave. Médico holandés (1668 - 1738). Aulo Cornelio Celso. Polígrafo romano del siglo I. Autor de De re médica. José Doncel: Escritor y primer boticario del papa Inocencio XI. Louis Duret (1527-1586). Comentarista de Hipócrates. Etmulero. Michael Ettmüller (1644-1683) Iatroquímico. Jean Fernel (1417 -1558). Astrónomo, matemático y médico. Autor de Universa Medicina. Galeno. Médico griego de Pérgamo (131-200). Walter Harris (1647-1732). Discípulo de Sydenham. Juan Bautista van Helmont (1577-1644). Médico, químico y filósofo belga. Fundó la escuela Iatroquímica. Hipócrates: obras. Padre de la medicina. Lemeri: Autor de un Curso Chymico y un tratado de alimentos. Médico francés. Juan Marinelli. Traductor y anotador de Hipócrates. Cipriano de Maroja autor dePraxis Universalis. Martín Martínez (1684 -1734). Médico español. Nicolás Monardes (1507 – 1588). Médico español. Félix Palacios (1678-1737). Boticario español. Cayo Plinio (27-79). Naturalista latino. Lázaro Riveiro (1589 – 1655). Patólogo francés. Sapientísimos doctores de París que recomendaban los Poudres de Rotrous, un antimonial. Gaspar de los Reyes. Médico Español del siglo XVII. Daniel Sennert, médico y filósofo alemán fallecido en 1637. Tomás Sydenham. Médico inglés (1624-1689). Lucas Tozzi. Médico napolitano. Francisco Vallés (1524 – 1592). Médico español. 228 229 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL Pero al margen de sus lectura, Casal, a nuestro entender, poseía una buena formación médica enriquecida a lo largo de su vida por el contacto con sus pacientes y sus colegas tanto médicos como farmacéuticos. En nuestra personal búsqueda de los remedios señalados, nos ha sido muy útil el índice-glosario que el Dr. J.R. Tolivar incluye en su edición de la obra de Casal por él anotada. Las citas bibliográficas siguen la paginación de esta ejemplar obra, aunque sigamos manejando nuestro personal ejemplar anotado, ya señalado. Abordaremos aquí dos cuestiones importantes para comprender la Farmacopea en Casal: por un lado, su carácter asistemático, porque no es una farmacopea en regla, con una taxonomía exacta de los remedios; y por otro, tratar de sistematizar lo que él no sistematizó. 1. La Far macop ea de Casal. Notas introductorias. Casal, escribió un tratado sobre los males específicos de la región en la que más tiempo ejerció y vivió. No escribió un tratado sistemático de terapéutica; empeño que hubiera sido hasta difícil porque con el barroco había culminado una acumulación de remedios nunca vista. En efecto, se unieron a la lista procedente de la tradición, los que venían de las Indias y de la Iatroquímica. En los médicos ilustrados, se desarrolló una gran duda y un gran recelo de que tanta novedad fuese útil y, cuando no, franca hostilidad con la consiguiente crítica. Por este camino, renacerían el hipocratismo y el naturalismo, que marcarían la actitud del médico ilustrado. Tratando ya de situar definitivamente a Casal como farmacólogo, cabe añadir algunas cosas más. La pregunta es la siguiente: ¿En qué sistema farmacológico se inscribió? Para contestar a esta cuestión, son precisas algunas consideraciones. En primer lugar, recordar aquí los sistemas farmacológicos ilustrados, de los que de algún modo ya nos hemos ocupado. Una limitación al intento sistematizador de los medicamentos fue la c convicción de los ilustrados de la individualidad del comportamiento del ser humano ante los medicamentos. Máxime, cuando el arsenal terapéutico era amplísimo y en su mayoría de origen vegetal, lo que LA HUELLA DE GASPAR CASAL amplificaba el problema por la variedad de especies. La tentación fue configurar clasificaciones siguiendo los métodos de los botánicos. Otras clasificaciones de los fármacos pusieron en relación la materia médica y la química. Tal fue el empeño de Nueman, químico berlinés y seguidor de la teoría del “flogisto”. Pero sea como fuere, hubo una gran inquietud sistematizadora e investigadora, tratando de realizar clasificaciones lo más completas posible, incluyendo nuevos fármacos traido de ultramar y el propio arsenal autóctono, antiguo y nuevo. Recuérdese que esta es la época de las grandes farmacopeas, primero la londinense, después la norteamericana y, finalmente, la española de 1794, precedida por dos ediciones madrileñas. Pero las clasificaciones no se basaron todas en la floreciente botánica o en la incipiente química. Otras lo hicieron en muy concretas teorías estructuradas y fisiopatológicas. Destacamos aquí al vitalista W. Cullen de Edimburgo que se apoyaba en la estequiología y sus doctrinas acerca de la irritabilidad; y destacamos también a Jhon Brown de Escocia quien interpretaba la enfermedad como un desequilibrio entre la excitabilidad del organismo y la intensidad o frecuencia de los estímulos. El nacimiento del mesmerismo y la homeopatía, rebasan los límites de esta brevísima introducción; lo mismo que el comienzo de la moderna toxicología, de la que hay atisbos en la obra de Casal. Y llegamos al final de nuestro empeño. En efecto, deseamos señalar que el racionalismo médico se enfrentó con desconfianza a tan amplio arsenal terapéutico que la tradición le legaba y se ampliaba día a día. Y, creemos que éste fue el camino elegido por Casal, a juzgar por su obra; porque pocas rutas quedaban abiertas al médico ilustrado, a quien su racionalismo le obligaba a moverse en los límites de la experiencia y su empirismo a no apartarse de la observación directa de la realidad. Todo ello trajo consigo una revitalización del Hipocratismo, renaciendo una fe ciega en la Vix medicatriz naturae. En la bibliografía señalada por Casal en su obra, Hipócrates e Hipocráticos, baten el record en citas. Esta tendencia, fue útil: llevó a la simplificación y racionalización de los recursos terapéuticos, primero, tratando de conseguir fórmulas magis- 230 trales sencillas y útiles; y, después, buscando la acción única y aislada de un medicamento realmente eficaz. De ambas tendencias hay ejemplos sobrados en Casal. Creemos que, con estas brevísimas notas introductorias, la terapéutica en Casal queda perfectamente enmarcada tanto en su obra general como en el siglo que le tocó vivir. 2. La Far macop ea de Casal. (E xcluidos los remedios vegetales). Para una descripción de los remedios, seguimos la clasificación que más atrás señalamos. SUBSTANCIAS DE ORIGEN BIOLÓGICO NO VEGETAL. Las substancias de origen biológico no vegetal estarían circunscritas a las de origen humano y a las de origen animal. PRINCIPIOS ACTIVOS DE ORIGEN HUMANO. La Medicina Popular Asturiana es relativamente pródiga en medicamentos o principios activos medicamentosos de origen humano, destacando la saliva, la orina y la leche de mujer. Casal, refiere en su obra la leche de mujer como remedio para el denominado mal del paño. No dice que él utilizase el remedio, sino dice lo que le han contado: que tal afección se cura con una polenta hecha a base de leche de mujer y harina de trigo, recubriendo la parte afecta con paños de lana. Otra indicación, era darla como alimento en pacientes graves. Por seguir algún orden expositivo, lo haremos alfabetizando los remedios. ASTA DE CIERVO. El asta de ciervo tan utilizada en medicina popular, tanto como instrumento para expulsar el mal de ojo, como producto (raspaduras, cenizas…), también se utilizaba en la época de Casal. Curiosamente, no hemos encontrado este remedio en el referido tomo de Tissot. En Casal aparece por tres veces su indicación: en estados catarrales infantiles, justificaba así su empleo: ….”aquellos niños, cuya flema parecía crudísima y viscosa, cursaba tan poco alivio, como las demás medicinas. No receté el licuor de asta de ciervo succinado ni el espíritu de sal de armoniaco anisado, por no haberlos en estas Boticas…”. En la 231 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL PRINCIPIOS ACTIVOS DE ORIGEN ANIMAL. LA HUELLA DE GASPAR CASAL segunda ocasión, a un paciente con fiebres malignas entre otras cosas le da: “el cordial alexipharmaco (que asi nombrado, parece que sería una maravillosa composición), se reducía a un ordinario cocimiento de rasuras de cuerno de ciervo, raíz de nardana mayor, escorzonera y pimpinela, la hierba escabiosa y las flores de amapola…”. Y, en la tercera ocasión, señala lo que hacía un cirujano de Nava donde vivía el paciente, afecto de fiebres malignas catarrales:…” y por cordial, un cocimiento de escabiosa y rasuras de asta de ciervo; de modo que dexa los enfermos al espirar; y con todo ello, no se le mueren….”. PIEDRA BEZOAR. También utilizada en medicina popular, por más que se trata de una concreción calculosa que se puede encontrar en el tracto digestivo de personas o animales. En la antigüedad eran piedras muy consideradas, objetos únicos y muy valiosos por el carácter tanto profiláctico como terapéutico que se les daba; se las consideraba antídotos antivenenosos y antiponzoñosos y en realidad, la palabra procede del vocablo persa. pâdzahr que significa antídoto. Sólo o con otros antivenenosos (amatista, esmeralda triturada y polvos de cuerno de unicornio o narval) se empleaba con esta finalidad. En la medicina científica del siglo XVIII se podía utilizar tal como señala Casal como cordial cuando dice: “Pero solía añadir al nitro bien purificado, la piedra bezoar, algún testáceo, o confección de las que en las Boticas se halla, con el título de cordiales; y para que el sabor no fuese tan ingrato, dulcificaba esta bebida con aquellos xaraves que me parecían más convenientes”. CALDOS DE ANIMALES. También los caldos procedentes de carnes de animales se utilizaron en medicina popular con mucha profusión y con marcado carácter simbólico (caldo de ratin, de perro recién nacido, etc.). Cabían caldos animales en la Farmacoterapia de Casal, quien los probó en distintas afecciones. Dice al respecto: “no es incurable la lepra ordinaria, que debemos colocar en la clase de mala sarna; pues la curé muchas veces en viejos con específicos remedios, baños y caldos de víboras”. Para alferecías señala: Tres o cuatro personas se llegaron a curar mediante mi cuidado y asistencia, en el dilatado tiempo de veinte y más años; pero no con las medicinas nombradas, si con las tres entrañas del erizo, que son, hígado, pul- 232 233 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL món y corazón”. Casal en la preparación de los polvos de entrañas de erizo, se esmera mucho, por creer ciegamente en su eficacia. En las toses muy rebeldes, señala el autor que los caldos de gallina no le fueron útiles. Lo decía así: “Daba el aceite de almendras extraído sin fuego, mezclándolo con caldos de gallina y azúcar piedra, con xaraves pectorales…. Disponía caldos de gallina con algo de scabiosa pero no aprovechaban”. Pero, en todo caso, los caldos podrían ser útiles a falta de otros alimentos. Lo dice con claridad Casal: “Si fuera posible aplicar a los enfermos pobres los mismos remedios que a los ricos… les prescribiría baños termales o de agua dulce templada; caldos de cangrejos de río, de torturas, de víboras, de carne de ternera y ciertas hierbas, raíces y cortezas, pero, ante todo, les prescribiría buenos y nutritivos alimentos”. En este párrafo Casal demostraba, una vez más, su profundo convencimiento de que el Mal de la Rosa era un estado carencial; aunque nos llame la atención que insista en los caldos de víbora, pero no solo para el Mal de la Rosa, sino para más enfermedades como una contumaz sarna escorbútica. Y, para un paciente con cáncer, también el caldo podía tener su efecto reparador. Al respecto, señala Casal: “Por lo tanto, previas las universales precauciones… Tome caldo de pollo y pedacitos de carne de ternera, alternando con un cocimiento de raíces de achicoria...”. Tenían por tanto para Casal los caldos de origen biológico un efecto reconstituyente y nutritivo. CANTÁRIDAS. Son coleópteros parásitos de los fresnos muy empleados en la Farmacopea clásica. Reducidos a polvo, se utilizaban con su intensa acción revulsiva y vejigatoria. Veamos que decía Casal de su uso. Las indicó en un catarro, fuerte, complicado y rebelde. Lo contaba así Casal: … “hice, que le pusiesen, antes del cuarto día, parches muy vivos de ungüento de cantáridas… desde entonces comenzó la expectoración y dentro de pocos días quedó sano el paciente”. En una consulta que le hicieron al Dr. Casal por molestias tras recibir cantáridas una paciente con fiebre, dice: “De este error resultó un efecto tan bueno, que antes de doce oras se vio libre totalmente de la grave enfermedad que padecía; y convalecida, tomó después de algún tiempo el hábito de Monja de Santa Clara, donde se mantiene con salud”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL En la epidemia de fiebres ardientes y peripreumonias que hubo en Asturias en el otoño de 1735 Casal utilizó las Cantáridas. Hace los siguientes comentarios: “El Vizconde de Puerto, hijo del Marqués de Santa Cruz de Marcenado… se le aplicaron dos parches de cantáridas en las pantorrillas, que manifiestamente le aprovecharon, y quedó sano con el favor de Dios”. No tuvo tanta suerte con las cantáridas el Doctor D. Joseph Dorado médico de la ciudad, aunque Casal viene a decir que se usaron tarde por rehusarlas el paciente anteriormente. Dice: “El día catorce sobrevino un frenesí, y como perdió el conocimiento se le pusieron dos parches en las pantorrillas en el día quince o dieciséis; pero ningún efecto hicieron y murió el diecinueve”. Más suerte tuvo el paje del Conde de Peñalba, quien se salvó a tener de lo que se dice: “Se le pusieron cantáridas en el día décimo y le aparecieron muchas pecas…. Pero se libertó con todo esto y quedó sano dentro de pocos días”. Otros afortunados por efecto de las cantáridas fueron: El hijo primero de Don Juan Conful, quién recibió cuatro parches de cantáridas en brazos y piernas; una hermana del anterior, quien recibió parches de cantáridas en las piernas. Un primo de los dos anteriores, también se recuperó con idéntico remedio. Un caso desesperado, el de la mujer de D. Martín de Prado, escribano, con cantáridas en piernas se libró de la muerte y quedó muy sana. Y con el mismo remedio se curaron muchas personas: D. Pedro Martínez Feijóo, Oidor de la Real Audiencia, su hijo, su paje, un sobrino del Canónigo Don Nicolás de Balbín, un licenciado de dieciocho años, el Mancebo de la Botica de la Compañía de Jesús, el Padre Mata de la Compañía, el Padre Guardián de San Francisco, dos religiosas del mismo convento y D. Manuel Flórez Menor suerte tuvo un mozo de cocina de la Casa del Señor Obispo, de veintidós años que “murió al quinto día sin que pudiesen remediarlo las cantáridas”. Finalizaba la exposición de los hechos y refiriéndose Casal a los diecisiete paciente en quienes utilizó las cantáridas y curaron, hace una serie de reflexiones a modo de epicrísis de todas sus historias. Y, la conclusión más importante, es quizás esta: que los tratamientos deben particularizarse tanto a nivel regional con sus específicas patologías como personal; claro que hoy, a nivel regional, nos parecen simples y hasta 234 235 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL pueriles las bases en las que se fundamentaba la patología regional; claro que lo importante era la actitud. Dijéranlo o no las autoridades, lo importante era beneficiar a los pacientes si había razones para ello, aunque el procedimiento fuera controvertido. Porque Casal, aquí demuestra su vuelta al pasado, a invocar la “Vix medicatrix naturae” y de la interacción entre ella y los nuevos remedios. Por ello, en un momento dado dice: “Bien sé que hay notable diferencia entre las obras naturales y artificiales; pero también me parece muy verosímil, que la naturaleza ayudada del arte, consiga algunas veces lo que por sí sola nunca acaso alcanzaría”. Pero insiste defendiendo, en el fondo, la oportunidad de darles cantáridas a sus pacientes a la vista de los resultados. Dice: “ Y, por fin, si nadie niega, que de la aplicación perversa de algunos medicamentos, se pueden seguir horrendos movimientos y funciones en la naturaleza; por qué no concederemos que de la recta administración pueden resultar beneficios”. CASTÓREO. Secreción del abdomen del castor utilizada como antiespasmódico. En el Capítulo IX, dedicado a “Las pasiones histéricas de este país” y refiriéndose al tratamiento, señala Casal “Así debo testificar, que con las aguas simples de toronjil, flor de tila, peonía, hinojo, etc. Añadiendo algunos simples absorbentes, dos o tres granos de polvos de castóreo, y la cantidad competente de jarabe de adormideras blancas, he visto mejores efectos que con todos los específicos estampados en las Farmacopeas y alabados por sus inventores”. Más adelante, insiste en el mismo remedio en el Capítulo XX titulado De las Epilepsias, o Alferecías en nuestro idioma. Afirma, Casal refiriéndose a los polvos de erizo: “Tengo innumerables experiencias de los admirables y pronto efectos, que ocasionan estos mismos polvos, si se dan a las mujeres, cuando se ven oprimidas de accidentes histéricos, mezclando con ellos dos o tres granos de los de castóreo, en vehículo apropiado: y para estos lances suele ser bastante dosis de medio escrúpulo a una”. ESPERMACETI. Esperma de ballena. Substancia grasa de las cavidades craneanas del cachalote. En una receta para una epidemia de tos utilizó remedios que no hacían efecto reconocible por más que añadiese substancias. Reconocía Casal: “Usaba del succino preparado, mirra, LA HUELLA DE GASPAR CASAL azafrán, espermaceti y otros seguros simples; pero nada con ellos se lograba”. Mr. Tissot, habla del esperma de ballena con muchas reservas con estas palabras: “no ha mucho tiempo que era muy común usar de la esperma de ballena; pero éste es un aceite muy indigesto, y en los romadizos rarísima vez convienen los aceites; por otra parte, la esperma de la ballena casi siempre está rancia; y así, es mejor abandonarla, pues han sido muchos los malos efectos que he visto, y pocos los buenos”. IGUANA (piedra y polvos de): La iguana es un reptil saurio americano. Casal señala este remedio en el caso del P. Fr. Gerónimo Villazón, Monge Benedictino que perdería muchos cálculos renales. A tal fraile le regaló pedazos de la Piedra Iguana D. Fernando Arango Obispo de Tui y amigo, que él había traído de América. Lo cierto es que tras las primeras dosis y viendo mejorías el fraile se automedicó de modos insensato. Casal lo cuenta así: “Después de algunos días, tuvo dicho Monge señales de que comenzaba a moverse alguna piedra en el riñón, y tomando, sin prevención, ni método, una porción pequeña de polvos de la Iguana, se suscitó tanta turba de dolores, tremores y trabajos, que puso a toda la comunidad n grave temor de que no saliese vivo de aquel día”. Casal, apaciguó el dolor, sedó al paciente y éste se durmió, reconociendo su eficacia con estas palabras: “ Y permaneciendo por espacio de cinco horas en el tranquilo sueño, despertó con ganas de orinar, y sin trabajo notable arrojó tres piedrecitas casi como garbanzos quedando del todo libre del aquel furioso insulto”. POLVO DE RANAS DESECADAS. En la “Respuesta de los sapientísimos doctores de París” estos incluyen esta receta: “Además, todo el tiempo que dure la cura, se pondrá en el cáncer ulcerado un paño con ungüento anodino y demulcente, preferentemente confeccionado con mortero de plomo con etíope mineral y óleo reciente de huevos, añadiéndole una parte de miel de Saturno y, si pareciese conveniente, un poco de polvo de ranas desecadas”. VACUNAS. Que nosotros sepamos, Casal no se ocupó de las vacunas, en concreto, de la inoculación de las viruelas. Sin embargo, Mylady Wortley Montague, ya llevó el procedimiento a Inglaterra en 1721. Feijóo conocía a través de la lectura de lasMemorias de Trevoux, de este método terapéutico al que el denominaba remedio precautorio que se limitaba a la inoculación de las viruelas; según señala el propio bene- 236 237 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL dictino, en España se ignoró el procedimiento, incluido Gaspar Casal, amigo de Feijóo. Sin embargo nuestro médico hace reflexiones que inducen a pensar que no conocía el fenómeno de la inmunización con claridad. En suHistoria de las viruelas…dice o pregunta: “Porqué Doña Isabel, hermana de la difunta, y de edad de doce años, asistiendo con el afecto de hermana, no solo a ésta, si también a los demás que en casa tuvieron viruelas no incurrió en el maligno contagio?. Lo cierto es que ambas eran niñas hijas de los mismos padres, criadas con los mismos alimentos; lo que más es, una y otra habían tenido viruelas. Fácil es la respuesta; que las viruelas de Doña Isabel habían sido muy peligrosas y malas…. Y las de Doña Francisca, fueron pocas, benignas y en tiempo no epidémico. Muchas veces he visto esta especie de viruelas y suelen apellidarse viruelas locas”. De todos modos, este era un hecho conocido. La viruela que cursaba con sintomatología florida y epidémica y aquellos otros casos, especialmente ocurridos en el medio rural que pasaban casi desapercibidos. VENENOS Y PONZOÑAS. Trata Casal de los venenos y ponzoñas o miasmas invisibles como causas desconocidas de enfermedad en su época; y, se lamentaba así: “O, porque la mortal ponzoña de ellos y otros semejantes achaques, no se ocupe en perturbar ni desfigurar la superficie de los líquidos; ni tiene aquella materialidad, que algunos juzgan, cuando con un ramo de escoba pretenden sacar en limpio del sucio barreñón los escondidos venenos que quitan la vida”. Casal, estaba convencido de que la inspección de la sangre extraída por sangría era importante pero, basándose en una autoridad en la materia cual era Friderico Hoffman, pensaba que una sangre de aspecto normal, podía contener ponzoñas mortales”. Pero son muchas las citas de Casal en torno al tema hablando de un oscuro y desconocido veneno o ponzoña presente en los pacientes. Él, como buen observador, quería explicárselo todo, incluso con los cambios ambientales. Venenos y ponzoñas, serían, en fin, causas no reconocibles de enfermedad, modificables por la misma naturaleza del individuo; lo señala de este modo “Pues la misma costumbre, a a que con razón llaman segunda naturaleza, obra de manera prodigiosa respecto a los efectos del aire, de la comida, de la bebida, de la actividad, de los medicamentos y hasta de los venenos”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL No se ocupa Casal de venenos y ponzoñas como agentes terapéuticos solo muy genéricamente cuando habla del caldo de víboras. Y tampoco se ocupa Casal del tratamiento de las picaduras del que se encuentran prolijas descripciones en torno a picaduras de abeja, tábanos, avispas, mosquitos de trompetilla, mariposas del albañil, vibora, alacrán, araña y de la mordedura del aapo. LA LECHE DE ORIGEN ANIMAL. Ya hemos hablado de la leche cuando nos referimos al empleo de la leche de mujer en el “Mal del paño”. Nos ocuparemos, por tanto, aquí, de las leches de origen animal. LA LECHE DE VACA, entera la considera Casal suficiente para curar el Mal de la Rosa, pues los asturianos del pasado la desnataban para vender la mantequilla. Para ilustrar esta idea cuenta el relato de un hidalgo. Una campesina enferma de este mal y demente buscó afanosamente mantequilla vendiendo todo cuanto poseía para saciarse diariamente de este alimento. Pues bien: con esta dieta se curó por completo del mal de la rosa y la demencia, uno de sus síntomas. Casal dice: “de lo dicho, es fácil deducir qué clase de dieta conviene a estos enfermos”. LA LECHE DE CABRAS, también tenía su lugar en la Farmacopea Casaliana. Hablando de la preparación de los polvos de todo el erizo quemado y calcinado, hasta reducido a cal o ceniza blanca dice: “Nunca administré estos singulares polvos, sin mirar primero muy despacio el vehículo, en que debían tomarlo los pacientes, respecto a la temperie, achaques habituales y contestura de cada uno: y así, a los de temperamento bilioso, acre y ardiente, los daba en emulsiones de pepitas de limón, calabaza, sandía y simiente de malvas y violetas sacadas ya con sueros destilados de leches de cabras; o ya con las aguas, o cocimientos leves de agrimonia, pimpinela, chicoria o verdolaga, dulcificándolas con el xarabe de althea de Fernelio.” También dice Casal haber utilizado Suero de leche de cabra en el tratamiento del escorbuto a tener con estas manifestaciones: “Que esta noble mujer padecía escorbuto, no solo se corrige por los signos, sino también por el efecto del tratamiento, pues volvió a cobrar su antiguo estado de salud con suero de leche de cabra, compuestos de hierbas antiescorbúticas, jarabes de jugo de nasturcio acuático, becabunga, acedera, cerveza de pino silvestre, baños de agua dulce templada, etc. y hoy goza de perfecta salud”. 238 LA LECHE DE BURRA. En La Respuesta de los Sapientísimos Doctores de París al Dr. Casal se recoge en las consideraciones terapéuticas el siguiente consejo: “Tampoco en todo el tiempo que duren las unciones podrán tomar por desayuno otra cosa que leche de burra o de vaca mezclada a parte iguales con agua de cebada”. En este caso nuestro médico quedó francamente impresionado por la contestación de tan eximios doctores. Y colaboró en la realización del tratamiento con la mayor meticulosidad, quedando admirado con la inicial respuesta al tratamiento y su evolución hasta el fatal desenlace. EL SUERO DE LECHE CALENTADO AL HIERRO. También en “La Respuesta de los Sapientísimos Doctores de París al Dr. Casal” se señala este procedimiento con estas palabras: “O, en lugar de caldo, tome un vaso de suero de leche depurado y calibrado, calentado con un hierro candente que se introducirá y sacará varias veces, e infusión de un manojo de hojas de fumaria. Si el médico lo creyese conveniente, podrán dilatarse por más tiempo los baños, los caldos y el suero de leche, a fin de adelgazar la sangre y la linfa”. Damos aquí por finalizada la relación de substancias de origen biológico, -humano y animal- presentes en la obra de Casal. SUBSTANCIAS DE ORIGEN MINERAL. El agua tuvo una gran importancia como recurso terapéutico en los siglos XVII y XVIII. De ello ya hemos dado sucinta información líneas atrás. Recogeremos aquí los datos que, al respecto, manejó Casal. Y, haremos recuento, asimismo, de substancias inorgánicas utilizadas en la terapéutica casaliana, bien solas bien en composiciones. Son muchas las citas que Casal dedica al agua. De hecho, el capítulo III de la historia Físico – Médica va dedicada a las Aguas en nada menos que en catorce páginas seguidas, amén de copiosísimas citas que se ocupan del agua en otros estados (hielo, nieve, nieblas). Repasemos lo esencial de estas citas. EL AGUA NATURAL y sus características higiénicas. Distingue Casal tres tipos de fuentes: “Las fuentes que como dixe son muchísimas, 239 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL El agua. LA HUELLA DE GASPAR CASAL pueden dividirse en tres clases: En la primera, pongo las que nacen en las altas montañas, o Puertos, que dividen esta provincia de Castilla; en la segunda, las que tienen origen en otros montes, no tan altos ni fríos; y en la terca, las de los profundos valles y tierras templadas. Las primeras son, en las estaciones de verano y estío, intensamente frías, aunque duras y pesada; en particular, aquellas que no nacen de collados carecientes de piedras, si de las duras entrañas de duros peñascos. Entre las segundas, se hallan algunas buenas; y en las de la clase tercera, hay tal cual razonable”. El agua por tanto, debían mantener como bebida unas condiciones adecuadas de salubridad, y las de Oviedo las define así: “En esta ciudad de Oviedo, tenemos pocas aguas aunque no faltan las precisas; pero tampoco sobra. Vienen las principales encañadas de los montes y collados vecinos: y aunque no malas; no son tan excelentes que merezcan grandes alabanzas” No hemos encontrado, en Casal, una definición clara de cuál es el agua ideal de bebida. Creemos que se pierde en disquisiciones variadas sin poner reparo en el asunto. Sin embargo, dada la importancia que se le daba al agua, había guías de uso. En la Instrucción sobre el modo de hacer la Analysis de las Aguas Minerales posterior a Casal se recogen algunas pruebas de modo ordenado, que éste ya realizaba al hablar de las “Aguas minerales de este País” y analizarlas. AGUAS MINERALOMEDICINALES. Casal, estudió dos estaciones asturianas de aguas y una tercera, la de Trillo. Veamos que dijo, al respecto de sus virtudes curativas. AGUAS DE PRIORIO. No le parecieron ni purgantes ni diuréticas de un modo especial, pero sí aptas para baños; lo señala así: ”Para baños, no me parecen malas estas aguas; pues aseguró, que he visto admirables efectos en aquellos sujetos que han pasado a tomarla”. Y enumera los pacientes que se benefician de las inmersiones: reumáticos, paralíticos y mujeres infértiles. FUENSANTA DE NAVA. Conoce Casal la Fuente de Nava que llaman Fuensanta, la visita y la observa. Pero dice desconocer las indicaciones de su uso; lo expresa de este modo: “Y me dixeron que la tomaban algunos enfermos; pero no me explicaron en qué especies de males”. 240 241 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL Casal, señala su desencanto a la hora de buscar guías útiles para estudiar las aguas mineralomedicinales. Dice: “Hállese la Facultad de Medicina turbada con innumerables embustes, por no haber quien se atreva a confesar su ignorancia. Cuando yo miraba en algunos Autores el modo de averiguar los minerales, de que resulta el calor, y virtud de las aguas termales, juzgaba que era lo mismo hacer pruebas con flor de Malva, y otros simples, que descubrir ocultas verdades: pero hoy, desengañado ya con dichas pruebas, solo pude conocer que corren con plaza de verdades muchísimas mentiras”. AGUAS DE TRILLO. Sobre las aguas de Trillo, localidad de la Alcarria, también investigó Casal y llega a estas conclusiones: “Los manifiestos efectos de estas aguas de Trillo, según vimos cuantos allí estábamos son los siguientes: purgar por seceso larguísimamente; provocar a sudar; pasar por orina con facilidad…. Despiertan el apetito, facilitan la digestión, fortalecen los miembros, ponen el cutis suave y buen color”. Pese a tan beneficiosos efectos, Casal se pregunta lo que todos los hidrólogos se han planteado. Dice: “Pero resta el averiguar si para este beneficio ayudarían mucho la mudanza de aíres, alimento, exercicio, diversión, etc.”. BALNEOTERAPIA y curas con agua. De la Balneoterapia se ocupa Casal en sus consideraciones sobre las aguas mineromedicinales ya expuestas y en otros lugares. Para un caso de lepra aconseja al padre del paciente que vuelva a un lugar más saludable y allí “sea tratado por un médico experimentados, con remedios convenientes, como baños y caldos de víbora recobrando tal vez la salud. Los baños de agua dulce templada, también podían ser un medio complementario en el tratamiento del escorbuto. En este caso, se trataba de baños caseros, de los que había gran controversia sobre sus efectos; en efecto, se decía que eran útiles a los niños en buena estación los baños fríos; en las personas mayores los baños fríos se restringían a las debilidades de los nervios y malas transpiraciones; y respecto a los baños calientes se decía que su uso habitual era perjudicial aunque los termales se consideraban eficaces en el reumatismo y en la sarna. Pero recuér- LA HUELLA DE GASPAR CASAL dese algo importante: para Casal no había normas estrictas; el analizaba cada caso concreto y le aplicaba lo que creía conveniente. En el famoso caso en el que el Doctor Casal, Médico de la Iglesia Catedral ovetense hace consulta a los sapientísimos doctores en Medicina de París, se refiere un procedimiento curativo denominado baños y píldoras cefálico catárticas; el caso, era el siguiente: “Cuando tenía treinta años, navegó por el Cantábrico en una pequeña embarcación con tiempo muy frío, y como hubiese dejado el sombrero en tierra, se le enfrió de tal modo la cabeza, que, en lo sucesivo y por espacio de cinco o seis años, ni con abrigo ni con medicamentos logró restituirle su antiguo calor… Pensando entonces, que de esto pudiera sobrevenirle alguna otra afección peligrosa, se marchó el paciente a Francia a fin de que, examinado y reconocido por los médicos y conocida claramente la enfermedad, le administrasen remedios eficaces y seguros; y aquellos a quienes consultó, le recetaron fomentos, baños y píldoras cefálico-catárticas y dieta”. En el mismo paciente, se le da al médico la opción de actuar con cierta libertad por los sapientísimos médicos parisinos cuando se dice: “Si el médico lo creyese conveniente, podrán dilatarse por más tiempo los baños, los caldos y el suero de leche, a fin de adelgazar la sangre y la linfa”. El agua de bebida en este paciente, por sobrecarga de mercurio (”Hidrargirosis”) debía ser una tisana de “grama” y “liquiricia”. OTROS TIPOS DE AGUAS. Casal más que proscribir ni dar remedios alternativos, señala que las aguas de Aller y Lena al igual que las de los Pirineos y Alpes pueden ser la causa del bocio. De ellas dice: El sentir de aquellos, que atribuyen el origen de los bocios a las aguas, que fluyen, de las nieves, y hielos cuando se van licuando, es muy probable intrínseca y extrínsecamente… Y ello, porque, “En aquellos parajes son regularmente, frías, duras y gruesas y de difícil digestión”. Pero señalemos algún remedio relacionado con el agua. AGUA DE LOS HERREROS. Desplazado Casal a Avilés a causa de enfermedad del Marqués de Campo Sagrado, utilizó este remedio. Después de un reparador baño, el paciente no mejoró y mandó prepararle este cocimiento: “Dispuse en fuente cocimiento de hojas verdes de encina, con iguales cantidades de agua de Herreros y vinagre, para apli- 242 carlo, (como lo hacía) con estopadas sobre los lomos; y con esta simple medicina externa, y aquel vino que Gualterio Harris trae en la Carta, que escribió a Baglivo, fue Dios servido, qué sanase Don Andrés… El agua tomada del pilón en el que los herreros medían sus piezas incandescentes para enfriarlas, se utilizó en la medicina popular asturiana como antianémico y tonificante. Rematamos aquí, la cuestión de los efectos terapéuticos del agua. O, dicho con otras palabras: las formas de administración del agua desde el punto de vista terapéutico; y pasamos a estudiar las substancias minerales simples y compuestas señaladas por Casal. Seguiremos orden alfabético. No pretendemos aquí, una relación exhaustiva de substancias o compuestos minerales utilizados por Casal. De todos modos, esperamos que la relación sea lo suficientemente amplia y representativa. Polvos de AIX: Se trata de un dicho; se refiere a algo que sirve para todo y para todos. Algo así como “los polvos de la Madre Celestina”. ALBAYALE: Carbonato de Plomo. Colorante blanco. Su hallazgo lo realizó Casal, cuando investigaba el ámbar asturiano; no nos consta que lo utilizase en su farmacopea. ALMAGRE: Tierra rica en óxido rojo de hierro. Tampoco nos consta que Casal, utilizase este producto como terapéutica. ALTERANTES: Medicamentos con compuesta acción modificadora de la composición de la sangre. Creemos que se refiere Casal a lo que él llama “cura quirúrgica-farmacológica”. La define así, “que, con más razón merece el nombre de alivio, debe acomodarse al carácter particular de la dolencia y a la disposición de los enfermos. A algunos les han aliviado las purgas suaves, las sangrías y también los vomitivos sueros y, finalmente, algunos cocimientos antiescorbúticos de fumaria, agrimonia, achicoria, acedera, etc.; a otros, infusiones de cortezas; a otros, nódulos purgantes, hojas de sen, flor de epitimo, semillas de cártamo, anís, hinojo, raíces de eléboro negro, el polipodio, de encina, de flor de violeta, de borraja y de buglosa en infusión de 243 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL Substancias de or igen miner al. LA HUELLA DE GASPAR CASAL fumaria; a otros, en fin, jarabes de zumos…”. Como se ve los alterantes, pertenecían casi todos al reino vegetal. ALUMBRE: Sulfato doble de Alúmina y potasa. Tenía poder astringente y cáustico. No nos consta que utilizase Casal este remedo, por otro lado considerado peligroso, pues se definía de este modo: masa salina y alkalina, que con el nombre de potasa o el de cenizas graveladas se vende en las droguerías y sirve para hacer xabón, vidrio, barniz de loza fina y varios tintes. ÁMBAR, ELECTRO, SUCCINO O CÁRABE. En carta dirigida a Casal, por B.L.M. su afecto Siervo y Capellán, éste dice: “Es cosa admirable que no solo se halle ahí el Ámbar; sino que se hallen ámbares de todos los colores, desde el blanco al negro….”. Al descubrimiento del ámbar en Asturias le dedica el editor, también, merecidos elogios; y, el propio Casal se refiere a él en su prólogo en estos términos: “También escribiré el nuevo hallazgo del ámbar flavo, sucino o cárabe fósil en este Principado de Asturias”. Hagamos las debidas consideraciones en torno al ámbar y cada una de sus variedades: ÁMBAR, ELECTRO, SUCCINO O CÁRABE. Casal dedica muchas partes de su obra a estudiar las características de este producto natural. Para Casal los olores del ámbar serían causa de enfermedad y a la vez de remedio. En el capítulo XIX, dedicado a las Pasiones histéricas de este país, dice tomando una cita de Gaspar de los Reyes quien asegura que “en Flandes, Holanda y otras Riberas septentrionales en el Mar, hacen mayores daños los penetrantes olores de el ámbar y almizcle a las mujeres que en otros países de temperie caliente y seca; y si fuere cierta, como lo creo, esta observación, podremos conjeturar, que por la manifiesta semejanza de estas septentrionales Marinas de Asturias con aquellas, es más propensa la contextura femenina a padecer histerismo que en otras provincias de España. Pero, al margen de esta sugerencia etiológica, el ámbar está presente en la terapéutica casaliana. Lo utilizó en catarros o toses secas y convulsivas. Casal, insiste en el hallazgo, pero apenas en los efectos terapéuticos populares y cultos que eran conocidos; entre otros, se le daban estos usos: para extraer objetos de los ojos; disuelto en alcohol se utilizaba en 244 245 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL padecimientos pulmonares; machacado, era utilizado como rapé para curar la gripe; a los niños se les ofrecía en forma de chupete cuando les dolían las encías por su supuesto poder analgésico y antiinfeccioso y en forma de infusión en las diarreas. Y, en la medicina china el ámbar se utilizó con mucha profusión en las siguientes situaciones: convulsiones y epilepsia infantiles en combinación con ciempiés y escorpión; palpitaciones, insomnio y sueño hiperonírico; dismenorrea o amenorrea; alteraciones de las vías urinarias (litiasis, estranguria, hematuria. Finalmente, en la Farmacopea clásica occidental, se utilizó con profusión: en psiquiatría (aceites de ámbar), y como antiespasmódico entre otras indicaciones tal como lo hizo Casal en las toses convulsivas. No debe confundirse el mineral con una planta también denominada ámbar de color amarillo y usada en medicina popular. Curiosamente, el tan citado aquí, libro de Mr. Tissot no incluye ni al mineral ni al vegetal en ninguno de sus índices. OTROS TIPOS DE ÁMBAR. Casal, sin entrar en disquisiciones terapéuticas, habla de otros dos tipos de ámbar: el “ámbar fósil” del que realiza una valoración mineralógica tratando de deshacer algunos errores que existen en la literatura; y el “ámbar marino” o “prusiano”. Casal, junto con quienes le acompañaban pensaban en un origen común de todos los tipos de ámbar. Lo expresa así: “Que el ámbar es un aceite sui géneris o un jugo oleoso condensado con cierto coágulo vitriólico o de otra naturaleza hasta convertirse en una piedra consta de la relación de los habitantes de Arenas, y muy particularmente, de uno de los Sacerdotes que conmigo estuvieron en la mina”. ANESTÉSICOS Y ANODINOS. No constan anestésicos en la obra de Casal; las únicas referencias a la anestesia van dedicadas a la falta de sensibilidad que presentaban algunos pacientes en algunas variedades de lepra y en el Mal de la Rosa. Lo que si aparecen son los denominados “anodinos o calmantes del dolor”. Hablando del asma hidropiforme, se refiere a ellos como ineficaces. Lo dice así: “pues esa fatiga mortal no cede ni con las cisuras de las venas, por bien hechas que estén en forma y lugar, según metódicas reglas, ni con antiespasmidicos, vomitivos, purgantes, diuréticos, calmantes, expecto- LA HUELLA DE GASPAR CASAL rantes; ni se moderan con anodinos lo violentísimos sacudimientos del pecho.”. Los anodinos se consideraba que eran perjudiciales en las viruelas y en las convulsiones de los niños. ANTIESPASMÍDICOS. En las Farmacopeas clásicas se le atribuyó, falsamente, poder antiespasmídico al “ámbar amarillo” y también al “castóreo”. Salvo el posible efecto antiespasmídico del ámbar, ya citado, nada señala Casal. La mayoría de estas substancias eran de origen vegetal por lo que no serán tratadas aquí. ANTIMONIO: POLVOS DE RETROUS. En la “Respuesta de los Sapientísimos Doctores de París al Dr. Casal”, éstos recomiendan: “Por lo tanto, para sobrellevar las incomodidades que habrán de persistir, juzgamos conveniente el uso de antimonio diaforético preparado con cierta manipulación especial, que aquí en París se usa en casos similares desde hace tiempo y que vulgarmente se llama Polvos de Retrous”. Los susodichos polvos, llegaron de París y no le sentaron bien al paciente, por lo que hubieron de suspenderse. AZABACHE. El azabache fue y sigue siendo un remedio en medicina popular de primer orden, como profiláctico. Casal, se ocupa de él de modo científico, estableciendo su afinidad con el ámbar de este modo: “El género y la substancia del azabache son los mismos que los del ámbar y por eso el ámbar negro, se debe llamar azabache”. AZOGUE (Mercurio). Poco dice Casal sobre el valor terapéutico del azogue; si se explaya, al hablar de la etiología del bocio sobre su posible complicidad, en conjunción con las aguas. Sí comenta su uso e intoxicación en el caso de los sabios doctores de París. En este caso, se utilizaba en forma de unciones. El repetidas veces citado, Tratado del Profesor Parrot no habla de este principio. Los sapientísimos doctores señalan en su carta cómo se preparaba el ungüento mercurial. La receta era ésta: mercurio purísimo neutralizado con un poco de trementina pulverizada y manteca de grasa de cerdo sin sal, perfectamente mezclada en mortero de mármol con mano de madera. AZUFRE. Dedica Casal varios párrafos a hablar del azufre en la naturaleza. Desde el punto de vista terapéutico, alude a su eficacia en la sarna con estas palabras: “En fin hay que recordar que entre los pocos reme- 246 247 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL dios hallados hasta la fecha en los que se puede tener plena confianza, porque jamás fallaron en la curación de la sarna, se encuentra el azufre”, claro que la curación de la sarna “debe encomendarse a un médico juicioso y experimentado, pues a él compete inquirir y prever si conviene iniciar la cura más temprano o más tarde”. La razón era sencilla: en opinión de Casal, la sarna protegía de otras enfermedades. CALIBIS (Acero Balsámico). Se trata de acero disuelto en espíritu de nitro, según prescripción de los sabios doctores de París. La fórmula que proponían los doctores era ésta: “Tómese espíritu de nitro doble, cantidad suficiente, y sumérjanse en él tantos alfileres, del mejor acero como pueda disolver el espíritu. Disueltas las alfileres, antes de que deje de hervir el espíritu, añádase una cantidad de aceite de oliva igual a la del espíritu de nitro, y después de mezclado, déjese reposar, y de esta mezcla de espíritu y aceite resultará una masa o sopa, que lavada en aguas hasta lo insipidez formará el bálsamo”. CARBÓN. Tanto del carbón fósil, como carbón piedra, casal solo se ocupa de sus aspectos mineralógicos. DIURÉTICOS. Para los cólicos renales, Casal utilizó lo que él denomina “emulsiones diuréticas benignas”, sin que sepamos su composición. Lo más probable es que se empleasen fundamentalmente vegetales, aunque nos consta por el mismo Casal se consideraban potentes diuréticos los espíritus de vitriolo y trementina. ESPÍRITU DE NITRO. Ver más arriba en calibis (Ácido Nítrico). ESTAÑO. No habla de él como producto terapéutico, sino como elemento mineral. FÁRMACOS. Casal, da por hecho, que escribe una obra para entendidos, por lo que, habitualmente habla de grupos de fármacos, sin especificar; medicinas, había muchas, pertenecientes a los tres reinos. Dice: “No fallecieron éstos por falta de medicinas; pues no quedó tisana, cocimiento, loch, jarabe, conserva, mixtura, bálsamo, píldora, antihéctico ni antitífico, que dexase de ministrárseles: ni por carestía de médicos”. LOS FÁRMACOS VÍA LOCAL EN FORMA DE FOMENTOS “cataplasmas, estopadas, emplastos, polentas, unciones, etc.”. Al respecto, las citas son múltiples, especificándose en ocasiones, algunos principios activos: agua de Herreros y vinagre, azufre en la sarna y pocos más. Dice LA HUELLA DE GASPAR CASAL Casal: “en fin, hay que recordar que, entre los pocos remedios, hallados hasta la fecha, en los que se puede tener plena confianza, porque jamás fallaron en la curación de la sarna, fue el azufre. HIERRO. Del hierro se ocupa Casal en varias ocasiones desde el punto de vista mineral. La referencia ya señalaba al agua de herreros y el calibis o hierro balsámico, no encontramos otras indicaciones en la Historia Natural. No consta en Casal el uso de hierro como tratamiento de los estados de anemia o depauperación. HOLLÍN. Aunque en la Medicina Popular Asturiana se utilizaba el hollín con gran profusión, especialmente en catarros y neumonías, Casal no lo menciona, salvo para señalar que en esta región se producen muchos en las chimeneas de las casas. IMPERIALES (Polvos imperiales). No hemos encontrado su fórmula, por lo que no sabemos si contenía elementos minerales. De esta denominación altisonante, se mofaban el Padre Feijóo y otros. JASPES. Casal habla de la abundancia de jaspes en la región. No comenta su posible efecto terapéutico. LENIENTE. Lenitivo medicamentoso que ablanda o suaviza. Casal señala que un cirujano de la región lo usó pero no señala cual, como es frecuente en él. Había muchos lenientes, especialmente de origen vegetal. LICOR AMONIACAL ANISADO (Espíritus de sal de amoniaco anisado). Casal no pudo prescribirlo en un paciente por no hacerse en las Boticas locales. No hemos localizado su composición. MERCURIO. El mercurio está presente en la Historia Natural y Médica en, al menos, veintiuna citas. En un paciente, con la sospecha de una teniasis, Casal le dio “bebidas amargas mercurizadas”, cuya exacta composición desconocemos. En otro paciente, lo utilizó en la sarna, a tenor de lo que dice: “Ninguna esperanza teníamos de que recuperase la salud, ni siquiera de prolongarle algo la vida, pero con el mercurio o mineral etiópico, fabricado sin fuego, que diariamente, mañana y tarde, tomaba en píldoras con una panacea mercurial, se reprodujo la sarna, y hoy, catorce de agosto, le he visto com- 248 249 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL pletamente sano, fuera de la sarna y de su edad, ya decrépita, de por sí constituye la peor de las enfermedades”. Insiste en otro pasaje en la utilidad del mercurio en la sarna con estas palabras: “El mineral etíope, preparado en mortero, sin fuego, y tomado en píldoras, después de preparado el enfermo convenientemente, en esta región es un remedio eficacísimo”. Advierte Casal que no debe confundirse la sarna con algunos tipos de lepra para que el tratamiento mercurial se efectúe. Y, de la fórmula utilizada por los sapientísimos doctores de París que contenía mercurio, ya hemos hablado en repetidas ocasiones. También utilizó con éxito el mercurio en un caso de sebocistomatosis escrotal. MIXTURA CORALADA DE LA FARMACOPEA (Mixtura coralada de la Pharmacopea Extemporánea). Según Dr. Tolivar Faes, probablemente aluda a las algas coralináceas, alba u oficinal, o al coral rojo, pólipo alcionario. El coral fue usado en el siglo XVIII como tónico, absorbente y astringente. Se solía mezclar con láudano líquido y dulcificar con jarabe de blanes de la Farmacopea. No tuvo buenos efectos este preparado en una epidemia de paperas y sus complicaciones. ORO. Trata Casal, cuestiones mineralógicas y mineras en torno al oro. No habla de sus posibles acciones terapéuticas. PLOMO. Ya hemos hecho alusión a esta receta por contener, si parecía conveniente, un poco de polvo de ranas desecadas. Consta una receta con plomo en “La respuesta de los sapientísimos Doctores de París” a Casal. La fórmula completa llevaba: mortero de plomo con etíope mineral y óleo reciente de huevos, miel de Saturno y sí se creía conveniente polvo de ranas desecadas. POLVORA. De ella se ocupa Casal, de paso, en sus descripciones mineras. Para nada hace alusión a ninguna fórmula que la contenga. PURGANTES. Son muchas las citas que se encuentran en Casal con los purgantes, pero sin excesivas precisiones. Eran muchos los purgantes, especialmente los de origen vegetal. SALITRE (Nitro). Se cita al palabra, pero solo con fines descriptivos y no terapéuticos. LA HUELLA DE GASPAR CASAL MIEL DE SATURNO (Acetato Neutro de Plomo). Se señala en las investigaciones mineras de Casal en pos del ámbar. No se le adjudican propiedades terapéuticas. TÁRTARO (Tartrato ácido de Potasio). Es la costra formada en los recipientes de la fermentación del mosto. El estilado es emético y el calibrado tiene hierro. TOPACIO. Descrito mineralógicamente por Casal. No se atribuyen propiedades terapéuticas. VEJIGATORIOS. A ellos dedica varias citas Casal, que se ocupan del tema de una forma bastante general. El vejigatorio se define como emplasto desubstancias irritantes puesto para levantar vejigas. Casal, en sus Constituciones epidémicas relata lo que titula “Experimentos tocantes al uso de los vejigatorios en la generalísima epidemia de fiebres ardientes y peripreumonias que infectaron este país en otoño del año 1735 y parte del invierno de 1736… “. El vejigatorio universal que señala Casal son los parches de cantáridas (en las pantorrillas, o en piernas y brazos); él llega a estas personales conclusiones sobres su uso. “De aquí podemos (sin repugnancia), inferir que si las cantáridas no convinieran a los diecisiete enfermos que sanaron, siendo sus enfermedades grandes, fuertes y peligrosas, se hubiera manifestado el error del médico, a costa, acaso, de las vidas de aquellos o, por lo menos con grave detrimento de todas sus naturales facultades”. Para Casal, los vejigatorios harían más efectos en Asturias que en otras regiones, llegando a decir que “las llagas hechas en las piernas, mediante el ungüento de cantáridas, equivalgan, en algún modo, a las que suele hacer la naturaleza misma para conservar la vida”. Incluimos aquí, las cantáridas, pese a su origen animal como ya se señaló al comienzo de esta relación, por dos razones: la primera, para reforzar la idea de su uso por Casal y la segunda, porque había vejigatorios de naturaleza puramente química y de los que Casal no señala su uso. VINO DIURÉTICO. No señala Casal su composición, aunque dice de él: “el vino diurético que envié para la edematosa no era compuesto de aquellos simples, que se tienen por nuevamente inventados y como por arcanos; si de los antiguos y de todos harto conocidos, pues se diferencia muy poco 250 251 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL del que trae Pablo Barbete en su cirugía…”. Pese a la referencia, desconocemos su composición. VITRIOLO Y ESPÍRITU DE VITRIOLO (Acido sulfúrico). Habla Casal del vitriolo como reactivo en sus estudios sobre la composición de aguas mineralo medicinales y cuando habla de las sales. También señala el uso del vitriolo en un paciente, diciendo, de quién lo indicó: “en lugar de emolientes, laxantes y benignos diluyentes, le hizo tomarse los espíritus de vitriolo, trementina y otros tan impetuosos diuréticos, que suprimiendo más, y más la orina, y ocasionando mayores irritaciones, pusieron al paciente no lejos de la muerte”. En la obra de Tissot, se denomina Espíritu de vitriolo o Espíritu de azufre a un preparado en el que se cuadruplicaba la cantidad de vinagre a la que correspondía de Espíritu de azufre. VOMITIVOS Y VÓMITOS Y ANTIEMÉTICOS. Casal, dedica muchas citas a vómitos y vomitivos unas treinta citas. Muchas de ellas, van referidas a la clínica del vómito y a su fisiopatología en pacientes concretos, confesando en repetidas ocasiones el efecto vapulsivo del vómito. Claro que, en ocasiones, la violencia del síntoma podía ser grande por lo que había que calmarlo. Y al respecto señala el beneficioso efecto en un paciente, como antiemético, del agua de limón enfriada con nieve. Un paciente a la que atendía través de cartas con el cirujano de la localidad recibió de éste un benigno vomitivo que Casal indicó con buen efecto. No señala su composición exacta. Si señala la composición más adelante en estos términos: “El vomitivo que solía enviar se componía de un escrúpulo de polvos de raíz de bejuquillo, tres o cuatro granos de polvos de el borri, cinco gramos de sal de ajenjos, tres onzas de agua de toronjil, dos dracmas de agua de Canela, y una onza de xarabe de rosas secas. El cordial alexipharmaco (que así nombrado, parece, que sería una maravillosa composición) se reducía a un ordinario cocimiento de rafuras de cuerno de ciervo, raíz de bardana mayor, escorzonera, y pimpinela, la yerba escabiosa y las flores de amapolas. Pero solía añadir el nitro bien purificado, la piedra bezoar, algún testáceo, o confección de las que en las Boticas se hallan con el título de cordiales; y para que el sabor no fuese tan ingrato, dulcificaba esta bebida con aquellos xarabes que me parecía más conveniente”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Dejamos aquí esta ya larga lista de remedios animales y minerales que seguro es incompleta, pero, al menos, representativa de la actividad médica de Casal en Asturias; y, en gran medida, de lo que se hacía en España. CONCLUSIONES. A modo de resumen, deseamos dejar claras algunas cuestiones relacionadas con los remedios terapéuticos revisados. Casal, en su Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, no pretende realizar un tratado de Medicina en el que consten todas las cuestiones etiológicas, fisiopatológicas, clínicas y terapéuticas de las enfermedades humanas. Casal, con su obra pretende lo que él mismo dice: una historia médica referida a Asturias que puede ser útil a otras regiones. Empresa que considera obligada como han hecho otros en Europa (Alemania, Flandes, Inglaterra, Francia, Holanda, Italia, España, etc.) por más que se trate de una historia particular. Lo dice así: “Es particular esta historia, por conocer solo las disposiciones de la atmósfera, terreno y enfermedades familiares y propias de este país de Asturias”. Historia que estima necesaria y útil: “Cada Médico, en la patria que residió, y años en que exerció su facultad hizo sus experiencias y observaciones, que dexándolas escritas con la fidelidad que merecen, fueron son y serán nortes y guías por las cuales se libraron y se librarán muchos de fatales escollos, consiguiendo seguro puerto”. En una historia particular, como ésta no cabe un tratado sistemático de Terapéutica; solo se recogen en ella, descripciones generales de principios activos y la respuesta a los mismos. Todo intento sistematizador, por tanto, de los remedios contenidos en la misma, es, cuando menos artificioso. Este intento artificioso, ¿puede ser útil? Nosotros creemos que sí, y por ello lo hemos hecho. Nos parece que recoger y sistematizar, aunque sean pobres los contenidos, la terapéutica en Casal, ayuda a conocerle y a conocer el ambiente médico de la época en Oviedo. Hemos llegado a estas conclusiones. 252 Cómo queda dicho Casal no se hace un estudio sistemático de los recursos terapéuticos. No es esa su intención. Casal demuestra conocer bien los principios hipocráticos del diagnóstico, seguimiento y tratamiento de los pacientes. La terapéutica en Casal era esencialmente expulsivo y sintomática como correspondía a su credo médico. Casal conocía los recursos terapéuticos no vegetales que se conocían en su tiempo. Y dudaba de la eficacia a la larga, de algunos remedios como el Mercurio y otros. Defendió la hidroterapia tratando de obtener beneficios de la misma. Casal Sigue aferrado a fórmulas magistrales antiguas que hoy se nos ocurren extravagantes. Sin embargo, él las usaba combinando la praxis médica con la investigación clínica (caldo de víboras, extracto de puercoespín, etc.). Casal poseía una sólida cultura terapéutica que derrama en algunas de sus citas bibliográficas, lo que refuerza una formación médica sistemática. En el seguimiento de sus pacientes fustiga noblemente los efectos del tratamiento, bien dado por otros, bien por él mismo en sano ejercicio de autocrítica. Aunque no existan testimonios de ello, es muy probable que Feijóo incitase a Casal a escribir su tratado por considerarlo un buen médico, amén de ilustrado. Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Excelentísima Diputación Provincial de Oviedo, Oviedo 1959. Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Facsímil de la edición príncipe de 1762 con Introducción e Índice-glosario por José Ramón Tolivar Faes. Servicio Central de Publicaciones del Principado de Asturias. Oviedo, 1988. Folch Jou, G.: Historia de la Farmacia. Edit. Afrodisio Aguado S.A. Madrid, 1951. 253 LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA. Peset, J.L. En: Historia Universal de la Medicina de D. Pedro Lain Entralgo. Masson Multimedia 1998. Capítulo dedicado a la Terapéutica en el siglo XVIII. Sellés Martí, E.: Farmacia Galénica General. Madrid, 1944. Sellés Martí, E.: Farmacia Galénica Especial. Madrid, 1948. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Tissot, Mr.: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del campo. Madrid 1781. 254 EL MUNDO VEGETAL EN LA OBRA DEL DOCTOR CASAL. Conceptualmente, como médico, Casal se muestra seguidor de la corriente neohipocrática impulsada por el inglés Sydenhan (16241689). Este movimiento se difunde por toda Europa y en España, su influencia se deja notar desde un primer momento con la publicación de las Topografías Médicas. Todas ellas siguen la distribución temática marcada por Sydenham, quien a partir de la obra de Hipócrates Sobre Aires, Aguas y Lugares, da una descripción geográfico física del territorio a estudiar, el macroclima de una región, y al mismo tiempo, el microclima, pues tiene en cuenta los cambios locales que la orientación, posición y ubicación de las localidades y de las viviendas pueden producir en la salud de la población, pasando a continuación a considerar las enfermedades dominantes. No es trivial esta concepción hipocrática de la medicina, del llamado ecologismo hipocrático, en la que el concepto de salud es el resultado de dos factores; por un lado el medio, en el que influyen el clima (tanto local como general), la geografía física, el ambiente y la vivienda; y por otro lado las condiciones higiénico sanitarias en las que viven los ciudadanos. Si la formación académica de Casal suscita algunas dudas, de lo que no hay ninguna es de su formación como farmacéutico y como botánico. 255 EL MUNDO VEGETAL... JOSÉ MARTÍNEZ GONZÁLEZ JUAN JOSÉ LASTRA MENÉNDEZ El mismo comenta en su obra que durante seis años permaneció junto a D. Juan Manuel Rodríguez de Luna, farmacéutico que había sido del Papa Inocencio XI, al que califica de excelente químico y botánico. Esa formación como naturalista se refleja en su obra. La encontramos en la enumeración de las especies vegetales que observa, y en el conocimiento de las principales ubicaciones en las que pueden desarrollarse. Casal conoce las plantas y donde encontrarlas, pese a que él, convencido de que los vegetales que crecen en Asturias tienen menos propiedades medicinales que los que lo hacen fuera, recomienda a sus enfermos comprar las medicinas en la farmacia de los Jesuitas, pues conoce al boticario y conoce la procedencia de las drogas que en ella se despachan. La obra de Casal desde una perspectiva botánica es una obra academicista. La Historia Natural y Médica del Principado de Asturias (HNyM) es hoy fuente de conocimiento para la Historia de la Medicina y de la Farmacología. Al enumerar las principales especies vegetales que se pueden encontrar en Asturias, y los ambientes ecológicos en las que algunas se desarrollan, es también fuente de conocimiento botánico y de ecología vegetal; no debe buscarse en ella apuntes acerca de los usos populares de las plantas en el restablecimiento de la salud, ni descripciones botánicas (excepto en el caso de Viscum álbum). Casal es ante todo un médico dogmático, que basa su saber en los textos médicos y en el estudio de los clásicos. También proporciona información etnográfica y social. Describe la alimentación de los asturianos teniendo en cuenta su clase social, y las condiciones higiénico-sanitarias en las que viven los enfermos. LA HUELLA DE GASPAR CASAL De los Ár boles y P lantas de este País Así titula Casal el capítulo V de su obra, y está dedicado a la descripción física del paisaje asturiano y a la enumeración de principales plantas que crecen en él. Para Casal, Asturias es exuberancia, crecimiento excesivo de los vegetales, y, en contraste, bajas concentraciones de principios activos en las plantas medicinales. No es de extrañar que 256 257 EL MUNDO VEGETAL... proveniente de un clima continental, de acusados contrastes térmicos que determinan adaptaciones fisiológicas y morfológicas de las plantascomo es el clima de la Alcarria, Asturias le parezca un vergel exuberante y húmedo en exceso. Casal emplea muchas páginas y esfuerzos en intentar explicar la diferencia de vegetación entre la zona donde vivió su infancia y juventud, y la asturiana. Un hecho para él que no encuentra una explicación razonada es cómo puede ser posible que las plantas medicinales trasplantadas en Asturias desde regiones con un clima continental o mediterráneo, sinteticen menos principios activos que las que crecen en las regiones de procedencia, siendo menos vistosas y alcanzando un menor grado de desarrollo. Ambas circunstancias (diferencias de vegetación y síntesis de metabolitos secundarios) están relacionadas, y tienen que ver con el clima. Casal nos habla de dos factores ecológicos que van a determinar la flora y la vegetación que existen en una región biogeográfica. Cree que es la humedad el factor determinante de la flora en Asturias, al que añade la composición en sales de los suelos. Pero se olvida de otro factor ecológico que junto con la humedad es uno de los componentes fundamentales del clima: la temperatura. Además del clima, y del suelo, otros determinantes ecológicos de la vegetación con carácter local son el relieve, la influencia de masas acuosas como el mar, lagos, ríos, etc., y la actividad humana. Asturias se encuentra dentro de la región eurosiberiana, y la vegetación dominante es la atlántica. Está adaptada a un clima suave, sin déficit hídrico en ninguna época del año y pocas heladas en los meses de invierno. Mientras que Casal llega de una zona donde la vegetación dominante es la mediterránea, adaptada a un clima continental de acusados cambios de temperatura y estrés hídrico estival. Los organismos interaccionan con el medio y en función de éste la respuesta adaptativa varia; en el mundo atlántico, las plantas responde ante un exceso hídrico, y en el mundo mediterráneo han de responder a un exceso de sol y a muchas horas de insolación, que puede llegar a inhibir la fotosíntesis; así se observan cambios morfológicos y fisiológi- LA HUELLA DE GASPAR CASAL cos, como la secreción de sustancias con una función protectora a la luz ultravioleta. La mayoría de estas sustancias son productos del metabolismo secundario de los vegetales, y son metabolizadas como respuesta a un estrés causado por el medio, y no tienen una función directa en el desarrollo y crecimiento vegetal. Centrándonos solo en la incidencia del sol sobre los organismos, cuando esta aumenta, las plantas responden evolutivamente protegiéndose y metabolizan sustancias que les van a permitir una mejor adaptación. Las principales de estas sustancias químicas son: • Terpenos. Del grupo de los carotenoides. Se sintetizan en respuesta a la radiación solar y, principalmente, al ramoneo de los herbívoros. Son tóxicos. • Compuestos que contienen Nitrógeno. Los más conocidos son los alcaloides (atropina, codeína, morfina, nicótica, cannabinoides, cianógenos, etc.), los glicósidos y los animoácidos no protéicos. Se trata de compuestos con una alto valor farmacológico. • Compuestos fenólicos. Tienen diversas funciones en las plantas: defensivas frente a herbívoros e insectos (taninos, isoflavonoides), de soporte mecánico (lignina, suberina), y principalmente fisiológicas absorbiendo el exceso de radiación ultravioleta (flavonoides, cumarinas, estirilpironas, estilenos). Estas tienen una actividad química contrastada más allá de su función principal. Estas sustancias, que tienen una actividad química, y por tanto farmacológica reconocida, son sintetizadas por plantas del mundo mediterráneo en concentraciones muy superior a las que esas mismas plantas sintetizarían en un clima atlántico, en donde el estrés debido a la intensidad lumínica es mucho menor. Los principios activos de las plantas medicinales provenientes de Castilla y otras zonas que Casal tanto estimaba, no son consecuencia de un crecimiento en suelos con una composición diferencial en sales, sino de una respuesta adaptativa como protección frente a la incidencia de la luz ultravioleta proveniente del sol. 258 La época de Casal vive inmersa aun en la aceptación de algunas de las plantas provenientes de América. Alubias y maíz están perfectamente integradas en la dieta diaria de la población campesina, y en años posteriores lo estará la patata. La incorporación del maíz significó unos cambios importantes en la sociedad rural asturiana: • Aumento demográfico. • Cambios en los usos de la tierra. El maíz pasa a ser la principal fuente de alimento de la población campesina; a ella se reservan las mejores tierras, y desplaza del uso cotidiano a otras gramíneas que hasta ese momento eran fuente de pan, como el mijo (Panicum milliaceum). El trigo común (Triticum aestivum L. subsp. aestivum) y la escanda (Triticum aestivum L. subsp. spelta), quedan relegados al pago de las rentas por la casería. • Modificación en la distribución de la vivienda campesina. Al aumentar la población, las casas adquieren una planta más. Los hórreos, como almacén de grano no desaparecen como en Cantabria y el País Vasco donde el aumento de la cosecha será acogida en los desvanes, sino que aumentan de tamaño transformándose en paneras. • La aparición del mal de la rosa. Hasta entonces era una enfermedad desconocida, inexistente, una enfermedad de fatales consecuencias, que se cebó en los más desfavorecidos de la población, y a la que Casal dedicó gran parte de sus esfuerzos médicos y humanos. Casal, tan preciso en sus descripciones, pone de manifiesto la tremenda diferencia que existía entre las clases acomodadas y las trabajadoras en Asturias. Para los primeros la vida relajada, con poca actividad física, buena alimentación y enfermedades propias de su condición social. Su alimentación es rica, variada, basada en proteína animal (carne de vaca, cordero, cerdo, aves, pescado), legumbres, pan de trigo o escanda, fruta, etc. 259 EL MUNDO VEGETAL... Alimentos de or igen v egetal de los Ast ur ianos de la époc a LA HUELLA DE GASPAR CASAL La alimentación de trabajadores y labradores, por contra, se caracterizan por ser escasa, prácticamente carente de proteínas de origen animal, monótona e insuficiente teniendo en cuenta el gasto energético que su trabajo les representaba diariamente. Pocos labradores padecen gota, ni piedra en esta Provincia; al contrario muchos ricos, y ociosos: y así bastantes veces he dicho a sus moradores que está pervertido el método, y orden de la buena dieta; porque los trabajadores, y labradores pasan sin carnes, pescado, y aún sin pan de trigo, ni gota de vino, reducidos al débil sustento de leche, castañas, habas, algo de manteca de vacas, frutas, y otras legumbres, harina y pan de maíz; y los que no trabajan, se regalan …. Hay que añadir guisantes, nabos, berzas, nueces, avellanas… Dieta que está en la línea de la que Fernández García (2006) define como dieta famis, una dieta de pura subsistencia, y que aun está descrita por este último autor como habitual en la Asturias campesina y trabajadora de principios y mediados del s. XX. Las enfermedades que asolan el campo asturiano teniendo en cuenta la miseria en la que vive la gente: mala alimentación, desastrosas condiciones sanitarias, viviendas en estado ruinoso (los propietarios no las arreglan y los arrendatarios carecen de medios para ello), son muchas, pero la principal y más dañina, el mal de la rosa que pese a los esfuerzos de Casal, aun pasarían muchos años en ser desterrada de tierras asturianas. METODOLOGÍA Han sido dos las obras del Dr. Casal revisadas: Histor ia Nat ur al y Médic a del Principado de Astur ias (HNyM). o Manejamos una copia (reproducción digital de la Biblioteca Nacional de España) de la edición príncipe de 1.762. o De las tres ediciones posteriores a la príncipe, si bien las revisamos todas, nos centramos en la editada en 1.968 por el Dr. Tolivar Faes. El grueso de esta excelente edición está constituido por una reproducción facsímil de la ed. príncipe, a la que Tolivar añade una interesante introducción, un 260 261 EL MUNDO VEGETAL... completo índice-sumario, y en la parte final, la traducción de los textos latinos contenidos en la publicación. Documentos inéditos de D. Gaspar Casal: Rectas Médic as y Testamento (RM.) o Documento publicado por D. Melquíades Cabal en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos de 1.985, y que contiene análisis y comentarios a dos recetas manuscritas por puño de Casal, prescritas a D. Juan Pablo Ramos, sin fecha precisa, persona que tras sufrir un proceso inespecífico murió en 1.726, para sorpresa del propio Casal. En su obra Casal se refiere a las especies vegetales utilizando la notación académica de la época; es decir, el nombre dado a las plantas por médicos, boticarios y botánicos, que por regla general es un nombre derivado del latino o griego con el que se conoce en los textos clásicos a la planta referenciada. Nunca utiliza nombres populares salvo en dos casos: tilo o Teya, y muérdago o Arfueyo. Este tipo de trabajos históricos, presentan algunas complicaciones que hay que desentrañar a base de estudios bibliográficos. La más frecuente es la polisemia, por la que a un mismo nombre común le pueden corresponder más de un nombre científico. Para llegar a determinar si Casal nos está hablando de una planta u otra desde un concepto taxonómico actual, hemos utilizado un conjunto de obras de referencia que están reseñadas en la bibliografía que acompaña a este trabajo. Así, p.e., para llegar a una identificación lo más exacta posible de las especies vegetales que Casal cita pertenecientes al Obispado de Sigüenza, las obras de referencia han sido el Catálogo de la Flora Vascular de la Provincia de Guadalajara y Flora Ibérica. En aquellos taxa en los que no ha sido posible llegar a una identificación inequívoca, y siempre y cuando, las diferentes especies que responden a un mismo nombre común estuvieran señaladas como drogas en la Farmacopea de la época, hemos optado por incluirlas en la discusión. Por cada taxón vegetal hemos utilizado una ficha inserta en una base de datos, y dividida en los siguientes campos: - Familia botánica. LA HUELLA DE GASPAR CASAL - Nombre científico de la especie o subespecie, y autores que la describieron. Para la determinación exacta y actual del nombre científico, seguimos Flora Ibérica para aquellas Familias que ya están publicadas, o buscamos datos de las mismas a través de la página web de Flora Ibérica. Para los Géneros no publicados o desarrollados, nos guiamos por Flora Europaea Database, a través de un acceso desde la página web del Real Jardín Botánico de Edimburgo. De igual manera procedimos con aquellos taxa que no se encuentran en la Península Ibérica. - Nombre común usado por Casal (NUC) obtenido del análisis de su obra. - Nombre común con el que se conoce la especie hoy día (NC) en la Península Ibérica. Dato extraído del Proyecto Anthos vinculado con el Jardín Botánico de Madrid, y del Diccionario ilustrado de los nombres vernáculos de las plantas de Ceballos (2006). - Discusión aclaratoria de la relación entre el nombre dado por Casal con una especie concreta (representada por su nombre científico), siempre que lo consideramos necesario. - Motivo por el cual Casal cita una planta. - Breve discusión de los principios activos que la planta contiene, si los tuviera; así como sus propiedades terapéuticas a la luz de los conocimientos actuales. El listado de especies viene clasificado por orden alfabético de la Familia botánica, y dentro de la misma, nombre científico de especies, también siguiendo un orden alfabético. En anexo al final del documento aparece una tabla clasificada a partir del nombre dado por Casal a una planta, su correspondiente nombre científico y un ordinal en correspondencia con el listado de especies, con el fin de facilitar la búsqueda de un taxón concreto partiendo de la obra de Casal. ANÁLISIS CUANTITATIVO En el conjunto de la obra de Casal, hemos encontrado descritas un total de 140 especies vegetales, pertenecientes a 50 Familias botánicas. 262 grupo de Orquídeas a las que se les da ese nombre, aumentando mucho el resultado respecto a las otras plantas (V. Orchidaceae, satiriones). No todas las plantas que cita Casal son medicinales, ni él lo hace con ese propósito, y un número elevado de ellas son alimentarias. Se da la circunstancia de que si consideramos no el número de especies citadas, sino el número de citas por planta, son las destinadas a la alimentación de las personas las más citadas, seguidas de aquellas que Casal nombra como constituyentes del paisaje, o las enmarca dentro de de un ámbito ecológico concreto. El producto más nombrado no es una planta, sino el resultado de su fermentación, el vino, con 18 citas, a las que hay que añadir las referencias a la vid, llegando a 23. Casal y Townsend (Tolivar 1986) le dan gran 263 EL MUNDO VEGETAL... Las familias con un mayor número de especies mencionadas son: Fabáceas (Leguminosas) y Asteráceas (Compuestas), seguido de Rosáceas y Labiadas. El número de Orquídeas citadas es equívoco, y es que Casal menciona que reconoció en Asturias a todas aquellas plantas conocidas como Satiriones menos una (HNyM, 35). Estas son un importancia al vino como alimento y como bebida, porque el agua de la época es de baja calidad y agente de múltiples enfermedades infecciosas. La forma de consumo más citada es la cocción de la parte aérea si la planta está verde, y la ingesta del medicamento en polvo tras ser previamente carbonizada en un horno, cuando la planta está seca. Pero en la mayoría de los casos Casal no menciona como el paciente ha de ingerir la droga. ÁRBOLES Y PLANTAS DESCRITOS EN LA OBRA DE CASAL ADIANTACEAE 1.- Adiantum capillus-veneris NUC. Culantrillo (HNyM. 34, 61); NC. Culantrillo de pozo, Cabello de Venus. Casal no le asigna propiedades terapéuticas, listándola entre las especies que él reconoce propias del Principado; describe, acertadamente, el medio húmedo y sombrío en el que se desarrolla. En la medicina clásica está recomendada para los asmáticos, enfermos del hígado, bazo y riñón. Ayuda a evitar, o palía, la pérdida del cabello. LA HUELLA DE GASPAR CASAL AGARICACEAE 2.- Agaricus campester L. NUC. Agarico (HNyM. 72); NC. Champiñón silvestre. Por el nombre de agarico se conocen distintos hongos productores de cuerpos fructíferos en esporocarpos (setas). Ya que por agarico conocían los griegos al champiñón, creemos que Casal se refiere a esta seta. No le asigna propiedades medicinales, que no las tienes; dice que crece en presencia de sales acres, las cuales facilitan que las plantas sean más crecidas y mucilaginosas. AGAVACEAE 3.- Agave americana L. NUC. Pita (HNyM. 72); NC. Agave, Aloe americano, Cardón, Pita, Pitón. 264 El agave americano se cultiva por la fibra de sus hojas con la que se hace cuerdas, redes, etc. Es una planta diurética, antiescorbútica, laxante y vulneraria. Casal la incluye entre los taxa que crecen mejor sobre sales acres. 4.- Ammi majus L. NUC. Xistra, que llaman Ammi (HNyM. 35); NC. Xistra, Sistra, Ammi. Casal deja muy claro a que especie se está refiriendo: al Ammi majus, pues por el nombre de xistra también responde otra planta muy reputada como medicinal y veterinaria a lo largo de la Edad Media: el Meo (Meum athamanticum). El Ammi es una planta tóxica, que contiene metoxaleno (sustancia fotosensible), y se emplea en algunos tratamientos de cánceres cutáneos, siempre con mucho cuidado pues contiene además furanocumarinas, especialmente xantotoxina, que provoca reacciones de fotosensibilización. También se ha usado en el pasado como digestivo, diurético, tónico, carminativo y aromático. Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado. 5.- Angelica sylvestris L. NUC. Angélica (HNyM. 35); NC. Angélica, Yerbatona de puerto. Recibe el nombre de Angélica, del griego Anghelos, por sus virtudes carminativas y emenagogas. Su raíz y frutos son estimulantes y tónicos. Casal la menciona entre las plantas propias del Principado. 6.- Apium nodiflorum (L.) Lag. NUC. Sio, Berraza (HNyM. 60); NC. Apio bastardo, Apio menor, Berras, Berraza. Planta propia de corrientes de agua, estanques y acequias, como muy acertadamente señala Casal al mencionar su preferencia por los ambientes húmedos. 265 EL MUNDO VEGETAL... APIACEAE LA HUELLA DE GASPAR CASAL Sobre sus propiedades terapéuticas, nada nos dice Casal de esta planta ligeramente tóxica y parecida al berro (Rorippa nasturtium-aquaticum). Se emplea para curar eccemas. 7.- Foeniculum vulgare Mill. NUC. Hinojo, Foeniculi (HNyM. 139, 359); NC. Hinojo, Hierba santa, Cenoyo. Los frutos secos del hinojo contienen E-anetol, que le da su característico olor a anís y su sabor. La raíz tiene propiedades diuréticas, las hojas vulnerarias, y los frutos carminativas, diuréticas, vermífugas, emenagogas y galactógenas. Casal la utiliza en el tratamiento contra las pasiones histéricas del país, y como componente de la cura quirúrgico-farmacológica. 8.- Peucedanum ostruthium (L.) W.D.J. Koch NUC. Imperatoria (HNyM. 35); NC. Imperatoria, Imperial de Roncesvalles. Casal menciona la Imperatoria en el listado de las especies medicinales que crecen en Asturias. Se trata de un endemismo europeo muy reputado tanto en su uso oficinal como veterinario, pero su área de distribución en la Península Ibérica no alcanza Asturias. Con toda seguridad Casal se equivoca en la determinación de visu confundiéndola con alguna de las tres especies del género presentes en Asturias (P. gallicum, P. lancifolium y P. carvifolia), que no tienen propiedad medicinal remarcable. Contiene terpenos y sesquiterpenos, a la vez que cumarinas, peucenina, osthol, imperatorina, cnidina y oxipeucedania, que le confieren propiedades digestivas y carminativas. También se ha usado como estimulante del aparato respiratorio en casos de asma y de bronquitis. 9.- Pimpinella anisum L. NUC. Anís, anisi (HNyM. 359); NC. Anís. Al usar Casal el nombre común de anís, queremos creer que se está refiriendo a esta especie. Planta de origen asiático no crece 266 espontáneamente en la Península Ibérica, aunque se cultiva con profusión. Casal emplea el anís en una de las alternativas variables de la cura quirúrgico-farmacológica. Sus frutos, muy aromáticos, son ricos en un aceite esencial: el anetol, y se emplean para tratar trastornos digestivos y cólicos infantiles en bebés lactantes. También tiene propiedades expectorantes y ayuda en casos de problemas respiratorios y de gripe. ARALIACEAE 10.- Hedera helix L. subsp. helix NUC. Hiedra terrestre (HNyM. 35); NC. Yedra, hiedra. Enredadera leñosa de largos tallos. Sus hojas tienen propiedades medicinales, aunque se desaconseja su uso sin supervisión médica. Se la considera antiséptica, antirreumática, vulneraria, astringente, expectorante, emenagoga, parasiticida, antiespasmódica y vermífuga. También se usa en casos de gota y reumatismo. Mencionada por Casal en la lista de plantas presentes en el Principado. 11.- Aristolochia serpentaria L. NUC. Serpentina de Virginia (HNyM. 142); NC. Serpentina de Virginia. Casal utilizó esta planta contra las alferecías como componente de los polvos imperiales o del Marqués, con los que no obtuvo resultados positivos. El Gén. Aristolochia incluye especies consideradas como medicinales desde antiguo. Son plantas herbáceas, rizomatosas y, la mayoría, trepadoras, que atrapan moscas con la parte interna del perianto que desprende un fuerte aroma. Se emplea la raíz en infusión por sus propiedades cardíacas; se ha utilizado como cordial, y como antídoto contra la mordedura de las víboras, uso ya descrito por Dioscórides (Simpson 1995). ASPLENIACEAE 12.- Phyllitis scolopendrium (L.) Newman 267 EL MUNDO VEGETAL... ARISTOLOCHIACEAE NUC. Lengua cervina (HNyM. 35); NC. Lengua de ciervo, Lengua Lengua de buey. Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado. Helecho del que se utilizan las frondes por su contenido en taninos y lípidos. Su cocimiento tiene propiedades broncorrespiratorias y astringentes. En medicina popular está recomendada como vulneraria para cerrar heridas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL ASTERACEAE 13-. Aegilops sp. NUC. Rompisaco (HNyM. 66); NC. Aragüelas, Rompesacos, Rompisacos. Casal, mencionando las especies vegetales que estudió durante su estancia en Sigüenza, se refiere a un tipo de gramínea que llaman Rompisacos, muy parecida al trigo común y con el que se confunde, diferenciándose por un menor crecimiento. Creemos se trata de una especie del género Aegilops, pero no nos atrevemos a determinar con más precisión. Proyecto Anthos asocian al nombre de Rompisaco tres especies de Aegilops: A. geniculata, A. neglecta y A. triuncialis. La Flora de la Provincia de Guadalajara confirma que las tres especies crecen en la zona sin determinar lugar, ni asociar a los nombres científicos nombre común o popular alguno, lo no permite discernir con total claridad la especie concreta de gramínea a la que hace referencia Casal. 14.- Arctium minus Bernh. NUC. Bardana, Bardana mayor (HNyM. 191, 273); NC. Bardana, Lampazo, Respegones, Pegadillo, Amor del hortelano, Pioyos, Capazas, Moro, Beleños. Casal emplea la raíz en cocimiento contra los catarros fuertes, y en la composición del cordial alexipharmaco. Se utiliza la raíz y las hojas. Tiene propiedades depurativas, diuréticas, laxantes, colagogas, carminativas y antidiabéticas. Se emplea también por sus propiedades antiséptica contra el acné, forunculosis, y en depuraciones primaverales de la sangre. 268 269 EL MUNDO VEGETAL... 15.- Artemisia abrotanum L. NUC. Abrótano (HNyM. 35, 45, 66); NC. Abrótano, Hierba lombriguera. Casal la incluye entre las especies que cultivadas en Asturias, presenta efectos medicinales disminuidos. También la cita entre las especies vegetales propias del Obispado de Sigüenza, donde, dice, crece silvestre. Tiene propiedades antihelmínticas, colagogas, antiespasmódicas, digestivas, emenagogas y antialopécicas, estimulando el crecimiento del cuero cabelludo. 16.- Artemisia absinthium L. NUC. Axenjos, agenjos (HNyM. 44, 273); NC. Ajenjo, Absenta. Se la ha llamado madre de todas las hierbas debido a sus múltiples aplicaciones curativas. Se utiliza como tónico, febrífugo y antihelmíntico. Se cultiva para su uso en licorería, entrando en la composición del vermut y de la absenta; es un buen aperitivo para abrir el apetito. Citada entre las plantas que el boticario de la Compañía de Jesús ha de traer, en ceniza, de Castilla todos los años. También se menciona en un vomitivo (con fórmula de Casal) prescrito por el médico de Nava. 17.- Carthamus tinctorius L. NUC. Cártamo, Feminis carthami (HNyM. 359); NC. Alazor, Azafrancillo, Azafrán bastardo, Azafrán de los moriscos, Azafrán romí. Casal emplea las semillas como integrantes de la cura quirúrgico-farmacológica que utilizó contra, entre otras enfermedades, el mal de la rosa. Su uso más común ha sido como colorante, siendo un sucedáneo barato del azafrán. El aceite que se extrae de las semillas es utilizado como sustitutivo del aceite de girasol; ayuda a reducir el colesterol y a prevenir las enfermedades cardiovasculares; también se utiliza en problemas reumáticos y en las dietas de adelgazamiento. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Manzanillas NUC. Manzanilla (HNyM. 187) Con el nombre genérico de Manzanillas, se hace referencia a un grupo de plantas medicinales reguladoras de procesos digestivos. Tienen, así mismo, efectos antiinflamatorios, antiespasmódicos, coleréticos, colagogos, sedantes y relajantes, y propiedades antisépticas. Las especies más consumidas son la Chamonilla recutita o manzanilla dulce, y la Chamaemelum nobile o manzanilla romana. Casal recoge el uso de aceite de manzanilla en la curación de las paperas. Es uno de los tratamientos que la gente usaba motu proprio, nos dice. 18.- Chamaemelun nobile (L.) All. NC. Manzanilla romana, Camomilla, Manzanilla, Manzanilla amarga. La infusión es ligeramente amarga y aromática. Posee acción digestiva, carminativa, sedante, tónica y antiespasmódica. Su uso como emenagogo ha de ser desaconsejado, pues está considerada como una especie abortiva. Herbácea que crece en pastizales soleados y calizos, y con frecuencia se cultiva. 19.- Chamomilla recutita (L.) Rauschert NC. Amargaza, Bastardilla, Camamilla, Camomilla, Manzanilla común o dulce. Especie aromática, anual, cultivada en huertos. Los capítulos florales tienen un alto contenido en aceites esenciales. 20.- Cichorium intybus L. NUC. Chicoria amarga, Chicoria, Cichorei silvestris (HNyM. 35, 144, 359, 383); NC. Achicoria, Achicoria silvestre, achicoria amarga, Amargón, Chicoria. Citada por Casal entre las especies que no se encuentran en el Principado. Con toda seguridad no la vio, pues crece silvestre en Asturias. 270 21.- Inula helenium L. NUC. Enula campana (HNyM. 35); NC. Hierba de la campana, Énula campana, Raíz del moro, Hierba del ala, Ínula. Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado. Fue usada desde antigua por su propiedades medicinales. Está indicada en casos de infecciones respiratorias, bronquitis crónica y catarros. Externamente se usa por sus propiedades vulnerarias y antivirales en casos de herpes y en la curación de úlceras. 22.- Scorzonera hispanica L. NUC. Escorzonera, Alcorzonera (RM. 823); NC. Escorzonera. Se usó frente a la picadura de las serpientes, de ahí su nombre scorzonera, de scurçó en catalán víbora. En la farmacopea clásica, se le asignaban propiedades digestivas, expectorantes, depurativas y diaforéticas, que es la prescripción de Casal. Hoy día no es tan usada, ni de reputación tan reconocida como lo fue antaño, y se emplea principalmente como diurético en enfermos de gota, hipertensión o arterioesclerosis, si bien se le asignan altos contenidos en vitaminas (E, B1 y B2). 271 EL MUNDO VEGETAL... Alude a este taxón entre las plantas antiescorbúticas. Es utilizada, junto con otras plantas, como excipiente en la ingesta de polvos de erizo en pacientes varones con problemas de micción; la emplea en la cura quirúrgico-farmacológica, y el cocimiento de sus raíces forma parte del caldo reconstituyente con el que trata de solucionar los problemas de una dieta deficiente, siguiendo los consejos de los Sabios de París, en un paciente con un carcinoma en la tetilla izquierda. Las hojas y raíces de la achicoria son amargas, estomáticas, depurativas y ligeramente laxantes. La raíz contiene inulina, que disminuye la frecuencia cardíaca, por lo que se utiliza en las taquicardias por su acción hipotensora y antiarrítmica. Las raíces tostadas son un sucedáneo del café, y está documentado su uso en ensaladas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 23.- Silybum marianum (L.) Gaertn. NUC. Cardo Santo (HNyM. 44); NC. Cardo mariano, Cardo borriquero, Cardo Santo, Cardencha, Arzolla, Cardo de Asno, Cardo lechero, Cardo de Santa María. Taxón que el boticario de la Compañía de Jesús ha de traer de Castilla todos los años, pese a la abundancia con la que crece en el Principado. Los frutos son febrífugos y antihemorrágicos. El resto de la planta tiene propiedades regenerativas hepáticas, antioxidantes y antidiabéticas. 24.- Solidago virgaurea L. NUC. Virga aurea (HNyM. 35); NC. Vara de oro, Palo de San José, Palo de oro. Listada por Casal entre las plantas del Principado. Debido a su contenido en taninos tiene propiedades astringentes y antisépticas. Se prescribe para tratar catarros. Se comporta como sudorífico, antiinflamatorio y sedante. Pero su principal acción es la diurética, a nivel de los riñones, por lo que está indicada en casos de cistitis, cálculos renales y otras infecciones urinarias. 25.- Taraxacum gr. officinale Weber NUC. Taraxacon (HNyM. 191); NC. Diente de León, Amargón, Achicoria amarga. Casal la utiliza, como de jarabe, contra los catarros fuertes y persistentes. En fitoterapia se usan las raíces y las hojas que son ricas en sesquiterpénicos, triterpenos, cumarinas, ácidos fenólicos, carotenoides, vitaminas (A, B, C y D), y potasio. Su decocción es estomacal, antitusígeno, depurativo y diurético, y un buen estimulante del apetito. 26.- Tragapogon porrifolius L sp. NUC. Barba cabruna (HNyM. 72); NC. Barba cabruna, Barba de cabra, salsifí. 272 Pocos datos aporta Casal, salvo el nombre y que crece sin falta de sales acres. Se utiliza su raíz, que está muy engrosada, con un alto contenido en fibra y agua, como depurativa, expectorante, astringente y diurética. 27.- Tussilago farfara L. NUC. Tusilago (HNyM. 35, 72, 191, 239); NC. Tusilago, Gordolobo. Casal receta el xarabe de [hojas de] tusilago como antitusígeno en casos de toses persistentes unidas a estados febriles. Lista este taxón entre aquellas que crecen sobre suelos ricos en sales acres. Se usa en afecciones bronquiales crónicas como bronquitis y asma, con o sin fiebre. 28.- Betula celtibérica Rothm. & Vasc. NUC. Betula, Abedul (HNyM. XIII-XV, 34); NC. Abedul. La introducción a la obra de Casal contiene una carta enviada por el Padre Sarmiento en la que, entre otros temas, reflexiona sobre el origen etimológico del sustantivo abedul, concluyendo que este deriva de bétula. Casal menciona el abedul entre los árboles propios de Asturias. La corteza contiene betulín, ácido betulínico y taninos, actuando como diurético, antiinflamatorio, analgésico y febrífugo; y las hojas y las yemas son diuréticas. 29.- Corylus avellana L. NUC. Avellano (HNyM. 37-41, 69, 339); NC. Ablano, Avellano. Casal lo menciona en relación al Visco corylino o arfueyo (Viscum álbum) que crece sobre él; también incluye las avellanas dentro de la dieta habitual de los asturianos; hoy día se emplean en repostería. La corteza tiene propiedades astringentes, las hojas vasoconstrictoras y los amentos masculinos, en infusión, sudoríficos. 273 EL MUNDO VEGETAL... BETULACEAE LA HUELLA DE GASPAR CASAL BORAGINACEAE 30.- Anchusa officinalis L. NUC. Buglosa (HNyM. 35, 359); NC. Argamala, Argamula, Buglosa vulgar, Chupamieles, Lengua de buey, Lengua de culebra, Lenguaza, Miel de avispa. Casal dice que esta planta no se encuentran en el Principado. Forma parte de la cura quirúrgico-farmacológica que emplea en el tratamiento del mal de la rosa. Se prescriben las hojas y sumidades florales como sudorífico, diurético, antidiarreico. De su raíz se extrae una tintura roja que se usa como colorete. 31.- Lithospermum officinale L. NUC. Mijo del sol (HNyM. 35);NC. Mijo del sol, Té blanco, Litospermo menor. Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado. Aunque, científicamente, carece valor terapéutico, se ha empleado como antilitiásica (disuelve los cálculos renales), y como planta diurética, antiinflamatoria y digestiva. 32.- Pulmonaria longifolia (Bast.) Boreau NUC. Pulmonaria manchada (HNyM. 35, 69); NC. Pulmonaria, Pulmonaria manchada, Pulmonaria medicinal, Yerba tiñosa. Citada por Casal entre las especies propias del Principado. Menciona su preferencia ecológica por los lugares húmedos y umbríos, como bosques y sotobosque. Planta que contiene taninos, potasio, calcio, y ácido salicílico. Se emplea en infusión y en jarabe para tratar afecciones bronco-respiratorias, también en casos de dolores de garganta y afonía. 33.- Symphytum officinale L. NUC. Consuelda mayor (HNyM. 35); NC. Consuelda mayor, Hierba de las cortaduras, Oreja de asno, Sínfito, Suelda. Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado. 274 Tiene propiedades emolientes, calmantes y cicatrizantes, debido a la presencia de mucílago y alantoína en sus raíces, de ahí que se haya empleado popularmente en la cura de llagas y heridas. 34.- Symphytum tuberosum L. NUC. Consuelda menor (HNyM. 35); NC. Consuelda menor, Consuelda amarilla. Casal menciona esta planta en el listado general de plantas del Principado. Se utiliza el rizoma que tiene propiedades vulnerarias y favorece la cicatrización de las heridas. La alantoína se incluye en cremas destinadas al cuidado de la piel. 35.- Brassica napus L. NUC. Nabo, Napis (HNyM. 339, 342); NC. Nabo. Fue uno de los alimentos tradicionales de los asturianos, y así lo cita Casal. Se cultiva como hortaliza por el interés que tiene su raíz napiforme, habiendo distintas variedades en función de la climatología de la zona de cultivo, lo que implica una adaptación evolutiva en función de variantes climáticas. Desde la Grecia antigua formó parte de la alimentación de los europeos; su importancia decayó cuando se introdujo la patata de América, quedando relegado a la alimentación de los animales domésticos. 36.- Brassica oleracea L. var. oleracea NUC. Berza, Brassicis (HNyM. 339); NC. Berza. Observa Casal que es consumida entre las personas que padecen el mal de la rosa, sin que exista ninguna relación. Especie cultivada desde antiguo de la que se conocen numerosas variedades repartidas por todo el mundo. Las hojas contienen cantidades importantes de vitamina (A, B1, B2, B3, C, D, E y K) y una elevada concentración de minerales (K, Ca, P, Mg, Fe, Z, Cu, Mn, Cr y Se), por lo que se considera un buen reconstituyente en casos de anemia. Posee propiedades antica- 275 EL MUNDO VEGETAL... BRASSICACEAE tarrales y cicatrizantes gástricas, prescribiéndose en casos de úlceras gástricas leves. 37.- Brassica rapa L. NUC. Rapa, nabo redondo (HNyM. 240); NC. Col silvestre, Colinabo, colza, Nabicol, Nabina, Berza silvestre. Casal receta el agua cocida con la rapa, o nabo redondo, como tusígeno ante una epidemia de toses asintomáticas que no era capaz de aliviar. Se utiliza en el tratamiento de las enfermedades respiratorias, catarros, etc., tal y como Casal hizo. También se usa para bajar el colesterol. Es rica en vitaminas (B1, B2, B6 y C), sales minerales y betacarotenos actuando como antioxidante. Tiene un alto porcentaje en fibra que le confiere propiedades intestinales, utilizándose en fitoterapia para adelgazar de forma natural. 38.- Rorippa nasturtium-aquaticum (L.) Hayek NUC. Berro, Masturcio acuático (HNyM. 60, 72, 239, 350, 359); NC. Berro de agua, Mastuerzo de agua, Mastuerzo. Casal menciona su autoecología al decir que crece en lugares húmedos (arroyos y fuentes) y abundantes en sales que ayudan a su crecimiento. Utiliza la planta como antiescorbútica; sin embargo, no logró con ella un efecto positivo en el tratamiento del mal de la rosa, y tampoco dio resultado como anticatarral y expectorante infantil. En fresco posee un alto contenido en yodo, hierro y vitaminas (A, C, D y E). Se usa contra el escorbuto, la avitaminosis, como estimulante y diurético. Los brotes jóvenes sirven para aliviar los catarros. LA HUELLA DE GASPAR CASAL BURSERACEAE 39.- Commiphora myrrha Arn. NUC. Mirrha (HNyM. 73, 239); NC. Mirra. Ante una epidemia de toses que no era capaz de aliviar, Casal busca en fuentes clásicas médicas algún remedio que pudiera 276 ser eficaz. Enumera los fármacos que ensayó, entre ellos la mirra, y con todos ellos obtuvo resultados negativos. La Commiphora es un arbusto espinoso originario de Península Arábiga y de África Central (Etiopía, Somalia y Kenia). Mediante una incisión en su corteza se obtiene una resina gomosa y amarillenta que se va solidificando y transformando en contacto con el aire en una sustancia cristaliza, transparente y de color rojo: la mirra. Muy valorada en la antigüedad, ha sido un componente importante en la elaboración de perfumes, preparación del incienso, ingrediente de medicinas, e integrante de la tinta con la que los egipcios escribían en los papiros, formando parte también de sus rituales de momificación. Los usos medicinales de esta gomorresina han variado a lo largo de la Historia. En la actualidad tiene un uso balsámico y desinfectante, empleándose en la composición de colutorios y dentífricos, y como antiséptico en el tratamiento de heridas en la cavidad bucofaríngea. CONVOLVULACEAE CUCURBITACEAE 41.- Bryonia dioica Jacq. NUC. Brionia (HNyM. 72); N.C. Nueza, Brionia. 277 EL MUNDO VEGETAL... 40.- Cuscuta epithymum L. NUC. Epítimo, Florum epthimi (HNyM. 359); NC. Cabellos de monte, Cuscuta, Barba de raposu, Barba de Cotoya, Barba de capuchino, Epítimo. Menciona Casal la flor de epítimo dentro de la parte variable de la cura quirúrgico-farmacológica, en función del temperamento o carácter del enfermo. Planta parásita de tallos rojo purpúreo, crece sobre una gran diversidad de hospedantes, principalmente labiadas y leguminosas (tomillo, romero, genistas, tojo, etc.) Se utiliza en infusión como laxante y colagogo. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Mencionada por Casal entre las plantas que crecen más debido a la presencia de sales acres en su entorno. Especie que se desarrolla sobre suelos ruderales, con alta concentración en nitrato y tendencia a la acidez. Se utilizaba la raíz que contiene glucósidos triterpénicos, como la brionina y la brionidina, que provocan inflamación intestinal, vómitos, diarreas, cólicos y hemorragias. Dada su alta toxicidad se ha abandonado su uso. 42.- Citrillus lanatus (Thunb.) Matsum. & Nakai NUC. Sandia (HNyM. 97); NC. Sandia. Su pulpa, de color rojo, es muy apreciada por contener licopeno (antioxidante), agua, sales, vitaminas y carbohidratos. 43.- Cucurbita sp. NUC. Pepitas de calabaza (HNyM. 97, 98, 143); NC. Calabaza. Casal hace una analogía entre los segmentos o proglótidos de tenia cargados de huevos y las pepitas de calabaza. Describe cada uno de los proglótidos como un animal con dos extremos diferenciados, pero no comprende ni conoce su función. Emplea los frutos como excipiente para ayudar en la ingesta de los polvos de entrañas de erizo. Se escandaliza por el tratamiento que un colega hace ante un cólico nefrítico, administrado al paciente como única ayuda para expulsar los cálculos una emulsión de pepitas de melón, calabaza y sandia. La calabaza es procedente de América, y son varias las especies y variedades que se cultivan destinadas, principalmente, a la alimentación animal. El género tiene un alto contenido en vitaminas (A, C y B) y minerales (K, Fe, Co, B, Zn y Ca). Son plantas muy diuréticas por su alta concentración en agua, depurativas y digestivas, adecuadas para una dieta adelgazante al no contener nada de grasa. 44.- Cucumis melo L. NUC. Melón (HNyM. 97); NC. Melón. 278 Originario de la India y de África, en Europa se cultiva desde la época grecorromana. Es diurético, estomacal, eupéptico y nutritivo. Tiene un alto contenido en agua, vitaminas (A y C) y carbohidratos, por lo que es recomendable su ingesta como antioxidante, depurativo y rehidratante. CUPRESSACEA 45.- Juniperus oxicedrus L. NUC. Enebro (HNyM. 35, 66); NC. Enebro. Especie mencionada entre aquellas que se encuentran en el Obispado de Sigüenza. El fruto, enebrinas, se utiliza en la aromatización de licores, como la ginebra. Las hojas y frutos son antisépticos, aromáticos, carminativos, diaforéticos, diuréticos, tónicos y estomáticos. Su aceite esencial se emplea contra el reumatismo, la cistitis y en problemas digestivos y de la piel. Por sus propiedades como emenagogo, no debe ser consumido por las mujeres embarazadas, pues puede actuar como abortivo. 46.- Juniperus sabina L. NUC. Sabina (HNyM. 35, 66); NC. Sabina, Sabina real, Sabina rastrera. Citada por Casal entre aquellas especies vegetales que no crecen en el Principado y si lo hacen el Obispado de Sigüenza. Arbolillo que contiene un aceite esencial, el sabinol, a base de tuyonas, es considerado por la farmacopea como un peligroso veneno; sus principales propiedades medicinales son emenagogas y abortivas. 47.- Knautia arvensis (L.) Coulter s.l. NUC. Escabiosa (HNyM. 35, 191, 239, 273, 289); NC. Escabiosa, Escabiosa oficinal, Hierba del sarampión. Mencionada entre las plantas que no se encuentran en el Principado. Sin embargo pasó desapercibida para Casal, pues crece en Asturias. La utiliza como anticatarral y expectorante, 279 EL MUNDO VEGETAL... DIPSACACEAE y componente de un cordial para fortalecer a un enfermo. También forma parte de la composición de un vomitivo que envía a un médico de Nava. Es una planta depurativa debido a su contenido en taninos; también se emplea en casos de eczemas cutáneos e incluso de sarna. Posee, a si mismo, propiedades vulnerarias y sudoríficas. DROSERACEAE 48.- Drosera rotundifolia L. NUC. Rorela (HNyM. 35, 76); NC. Drosera, Rocío de sol, Atrapamoscas, Rabo de raposo, Hierba de la gota, Hierba del rocío, Roselí. Casal interpreta que las gotitas que la recubren son de rocío, y la menciona como ejemplo de adaptación al clima húmedo de Asturias. Crece sobre sustratos muy ácidos y en lugares encharcados. Son entornos deficientes en nutrientes que la planta supera atrapando insectos. Sus hojas exudan un líquido, que en las mañana semeja al rocío, y de ahí el nombre usado por Casal: rorela, que hace referencia a que está cubierta de rocío (rorare) (Tolivar 1988). En realidad, se trata de un mucílago pegajoso que los cilios glandulares de las hojas excretan con la finalidad de atrapar sus presas. Posee propiedades antibióticas, febrífugas y antiespasmódicas. Se emplea en el tratamiento de enfermedades respiratorias debido a su acción béquica. LA HUELLA DE GASPAR CASAL FABACEAE Cassia sp. NUC. Sen (HNyM. 291, 359); NC. Sen. Casal utiliza el sen como purgante. El uso de hojas de sen como laxante y purgante natural debido a su contenido en antraquinona y reinantrona, está muy difundido en fitoterapia. Pero son varias las especies del Género que se emplean. Las más utilizadas son: 280 281 EL MUNDO VEGETAL... 49.- Cassia angustifolia Vahl., o sen de la india, originaria de Arabia. 50.- Cassia acutifolia Del. o sen de Alejandría, originaria del NO de África. 51.- Glycyrrhiza glabra L. NUC. Liquiricia (Liquiritia) (HNyM. 385); NC. Liquirizia, Regaliz de palo. Liquiritia es el nombre latino del regaliz, aunque de etimología griega. Casal preparó, a propuesta de los Sabios de París consultados por él, una bebida conteniendo regaliz para evitar la deshidratación en un enfermo de cáncer. En pastelería se utiliza en la confección de bebidas y golosinas. En sus usos medicinales se emplea la raíz desecada. Contiene glicirrizina con propiedades antisépticas y antiinflamatorias. Es antitusígeno, previene las úlceras estomacales, la gastritis y la colitis. Es calmante de los dolores de garganta. Se emplea como edulcorante, excipiente y emoliente. 52.- Melilotus officinalis (L.) Pallas. NUC. Meliloto (HNyM. 35); NC. Coronilla, Coronilla real, Meliloto, Trébol de olor. Casal la menciona entre las plantas vistas por él en el Principado. Planta utilizada como antiespasmódico, diurético, antiinflamatorio ocular y sedante. Phaseolus sp. NUC. Fabis, Habas (HNyM. 339, 342); NC. Faba, Haba, Alubia, Judía, Frijol. La referencia a las alubias por parte de Casal se hace en dos textos latinos en los que discute la alimentación de los asturianos más modestos. La mención es exclusivamente fabis. Es difícil saber si se refiere al Phaseolus, que ya había llegado a España procedente de América y estaba perfectamente arraigado, o se refiere a la Vicia faba, introducida por los romanos, y no muy apreciada debido a la dureza del endospermo si se consume madura. Suponemos que se refiere a ambas especies. LA HUELLA DE GASPAR CASAL El Phaseolus fue introducida de América en el s. XVI (ya Colón menciona el fríjol), y rápidamente entró a formar parte de la alimentación tradicional de agricultores y trabajadores. Dos son las especies que se pueden encontrar en Asturias, si bien una de ellas destaca sobre la otra. El Phaseolus vulgaris y el Ph. coccineus. 53.- Ph. vulgaris L. NC. Panchina, Faba del mandilín, Faba común, Faba roxa, Faba pinta, Redonda blanca, Negritos, Panchitos, Granjina, Verdina, Granja, etc. Desde su llegada de América es conocida como haba, debido a su semejanza con la V. faba que ya se cultivaba en la Península. En Asturias se consume de dos maneras: vaina inmadura (fríjol o judía), y vaina madura (faba o alubia). Presenta una gran variabilidad fenotípica que se corresponde con una riqueza en el lenguaje vernáculo que asigna un nombre a cada combinación de forma, tamaño y color. De gran importancia en la alimentación tradicional, fue acompañante de los potajes con una base de berzas, a los que se añadía habas, castañas, habas de mayo, nabos, y más adelante patatas; hoy día ocupa un lugar destacado en la gastronomía asturiana. Destaca su contenido en proteínas, fibras y minerales, y en menor medida vitaminas. 54.-Ph. coccineus L. NC. Ayocote, Alubia, Faba, Haba, Fríjol, Judía pinta. Se diferencia del Ph. vulgares por sus flores rojas (se cultivan como ornamentales), y por la forma cuadrangular de la alubia y su color marrón a modo de manchas. Contiene en pequeñas cantidades una toxina, la fitohemoglutinina, que se desnaturaliza con la cocción. En Asturias tiene hoy día escasa importancia. 55.- Pisum sativum L. NUC. Pisa (HNyM. 342); NC. Guisante, Arvejos, Arbeja, Présoles. 282 Alimento señalado por Casal como habitual entre los más desfavorecidos, y que está en la dieta de los enfermos del mal de la rosa. Las variedades cultivadas en Asturias muestran fenotipo y cualidades organolépticas diferenciados en función del microclima y suelo del lugar de procedencia. El fruto y las semillas en verde son fuente de proteínas, minerales y fibra. Ulex sp. NUC. Árgoma (HNyM. 34); NC. Árgoma, Tojo, Aulaga, Alioga. Señala Casal que es tal la espesura de este arbusto espinoso en tierras y montes abandonados, que se hace necesario el fuego para abrir caminos. La medicina le confiere a sus ramas y hojas propiedades diuréticas. Las especies de Ulex presentes en Asturias son: 56.- U. europaeus L. subsp. europaeus 57.- U. gallii Planch 58.- Vicia faba L. NUC. Haba, Fabis (HNyM. 339, 342); NC. Faba de mayo, Faba prieta. Especie originaria de Persia introducida por los romanos en la Península. Se consume como vaina inmadura o faba de mayo, y como vaina madura o faba prieta, que es poco apreciada por la dureza que presenta. Tiene una alto contenido en sales minerales, hidratos de carbono y, en menor medida, vitaminas. 59.- Fagus sylvatica L. NUC. Hayas (HNyM. 69); NC. Haya, Faya. Casal solamente señala las hayas para decir que se encuentran junto con los castaños llenas de arándanos. (V. Vaccinium myrtillus) 283 EL MUNDO VEGETAL... FAGACEAE LA HUELLA DE GASPAR CASAL 60.- Castanea sativa Mill. NUC. Castaño, Castañas, Castaneis, Castaneae (HNy M. 54, 69, 106, 339, 342) NC. Castañar, Castañal, Castaño. Listado por Casal entre las especies arbóreas presentes en el Principado. De su fruto, las castañas, dice que es base de la alimentación tradicional junto con el maíz. Recoge un dato etnobotánico en relación a sus hojas, y es que éstas hacen mejor abono que las de roble. Fue un árbol de una gran importancia para la economía rural asturiana, del que había conocimiento de manejo desde las raíces a las hojas. Sus frutos, las castañas, son ricas en almidón, Mg, S, P y vitaminas (B y C). Las hojas y corteza son astringentes y cicatrizantes en casos de heridas en la boca. La infusión de las hojas es béquica. 61.- Quercus Ilex L. subsp. ilex NUC. Encina, Quercini (HNyM. 29, 51, 66, 111, 359); NC. Encima, Carrasca, Alzina. Citada entre los árboles que crecen en el Obispado de Sigüenza, Casal emplea las hojas de encina como sedante y emoliente en casos de cálculos renales. Especie de gran importancia ecológica en el mundo mediterráneo, constituye el hábitat de una fauna rica y variada. Las encinas se cultivan principalmente por sus bellotas que se utilizan en la alimentación del ganado, y en otro tiempo por el excelente carbón que se obtenía a partir de su leña. Sus raíces las menciona Dioscórides como antídoto ante la mordedura de serpientes (Tolivar 1988). La corteza, que contiene abundantes taninos, se utiliza en casos de diarrea, en la curación de llagas y eccemas de la piel, y aftas de la boca. 62.- Quercus robur L. NUC. Roble (HNyM. 69, 71); NC. Roble, Carbayo. Casal menciona genéricamente robles sin citar especies concretas, para señalar que son susceptibles de ser parasitados por el 284 visco (Viscum álbum). Creemos que se está refiriendo al Quercus robur L., el roble por excelencia de la cornisa cantábrica. Cita también el roble entre las especies arbóreas que crecen en el Obispado de Sigüenza, donde no necesariamente ha de ser el Q. robur. Da un uso etnobotánico a las varas de roble, de las que dice, se sirven los campesinos asturianos para hacer cuerdas debido a su flexibilidad, consecuencia de crecer en un ambiente húmedo. Tradicionalmente se utilizaban varas de avellano y no de roble con ese propósito, por lo que creemos que Casal cometió un error de apreciación. GELIDIACEAE 63.- Gelidium sesquipedale (Clemente) Bornet et Thuret NUC. Ocla de Mar (HNyM. 128); NC. Ocle, agar. Describiendo el bocio, Casal pone en duda un tratamiento que entonces se vendía en algunas farmacias de Oviedo y que contenía esta alga. Cree que nadie se cura de la enfermedad, ni tampoco con ocla del mar. La Ocla es un alga perenne que forma grandes praderas submarinas entre 0 y 30 m de profundidad. Ampliamente recolectada durante el otoño cuando los temporales la desprenden del sustrato junto con otras algas, arrojándolas a las playas, es utilizada en la elaboración de un gelificante o espesante industrial: el agar-agar, empleado en la producción de gelatinas y medicamentos. Actualmente su explotación en Asturias está regulada. 64.- Centaurium erythraea Rafn. NUC. Centaura menor (HNy M. 44); NC. Centaurea menor, Hiel de Cabra, Aciano, Gota de sangre, Siete sangrías, Hierba pedorrera, Hierba de la tierra. Citada por Casal entre las plantas que trae de Castilla el Boticario de la Compañía de Jesús. Los tallos y las sumidades 285 EL MUNDO VEGETAL... GENTIANACEAE florales contienen principios amargos con propiedades aperitivas, tónicas y estomacales. Se ha usado también como febrífuga. 65.- Gentiana lutea L subsp. lutea NUC. Genciana (HNyM. 35, 72); NC. Genciana, Xanzaina. Listada por Casal entre las especies propias del Principado. Curiosamente no cita ningún uso, pero describe el hábitat de alta montaña en el que se encuentra. Ampliamente recolectada por sus propiedades, hubo de ser regulada la recogida (lo está a nivel europeo, nacional y de comunidad autónoma) para evitar su desaparición. Se emplea la raíz que contiene pectinas, oligosacáridos, ácidos fenólicos, xantonas, y heterósidos a los debe su sabor amargo. Es un buen aperitivo, febrífugo y estimulante de la secreción salivar y de los jugos gástricos. Debido a su contenido en pectina, tiene propiedades antiinflamatorias y cicatrizantes. LA HUELLA DE GASPAR CASAL IRIDACEAE 66.- Crocus sativus L. NUC. Azafrán (HNyM. 65, 239); NC. Azafrán, Pelo de azafrán, zafrán. Planta que se cultiva en Sigüenza, y se cría aquel precioso Azafrán, que llaman de las Vicarias. Casal se está refiriendo al clima tan poco propicio que hay en Asturias para el cultivo de las plantas aromáticas y de las medicinales. Lo añadió a un compuesto anticatarral para niños con el que no tuvo éxito. Las flores están provistas de un estilo ramificado en tres largos estigmas claviformes de un intenso color rojizo, que una vez secos constituyen el azafrán. Especie cultivada desde muy antiguo (3.000 a. C.), a lo largo de la Historia de la Humanidad ha tenido múltiples usos medicinales. Es un estimulante de la mente, estomacal, carminativo, antiespasmódico, sedante, diurético y emenagogo. Se emplea para tratar enfermedades respiratorias, resfriados 286 LABIATAE 67 y 68.- Lavandula sp. NUC. Espliego (HNyM. 35, 60, 66); NC. Espliego. Nos dice Casal que no crece en Asturias y si lo hace en Sigüenza. De las 39 especies de que consta este género, dos de ellas responden al nombre común de espliego: L. angustifolia Mill. subsp. pyrenaica y L. latifolia Medik., ninguna de ellas crece natural en Asturias. Ambas son cultivadas profusamente para la obtención de los aceites esenciales que contienen, y que son usados en cosmética, y en el tratamiento de insomnios, heridas y quemaduras, resfriados, dolores de garganta, reumatismos, como antiparasitarios y antisépticos. 69.- Lavandula stoechas L. NUC. Cantueso (HNyM. 35, 60, 66); NC. Azaya, Cantahueso, Cantueso. Citada por Casal entre las especies que no crecen en Asturias, pues la considera no propia de lugares húmedos; si la observó en Sigüenza donde crece silvestre. Hoy día está referenciada una población silvestre en Asturias cercana a Gijón. Es utilizada como antiséptica en el lavado de heridas y llagas. 70.- Melissa officinalis L. NUC. Torongil (HNyM. 135, 273); NC. Toronjil, Melisa, Cedrón, Abeyera. Emplea Casal las aguas simples de toronjil como parte del tratamiento de las pasiones histéricas que sufren, principalmente, las mujeres asturianas. También es uno de los componentes del vomitivo que Casal solía prescribir. Se emplean tallos y hojas que contienen taninos, ácidos fenólicos y un aceite esencial, el citral. Tiene acción antiespasmódica, antibacteriana, estomacal, carminativa, sedante, diurética y tónica. 287 EL MUNDO VEGETAL... comunes, escarlatina, gota, hemorragias, amenorrea, como estimulante digestivo, tónico, y un largo etc. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 71.- Rosmarinus officinalis L. NUC. Romero (HNy M. 35, 45); NC. Romero, Rosmarino, Rosa de mar. Casal no observa romero silvestre en Asturias, pues es un taxón alóctono de la Cornisa Cantábrica, y lo más normal es encontrarlo cultivado en huertas cercanas a las casas. Se queja Casal del bajo contenido en aceites del romero crecido en Asturias, frente al proveniente de tierras calientes y secas. Lo mismo ocurre con las cenizas medicinales obtenidas de la combustión de la planta. Se emplean las sumidades floridas ricas en pigmentos flavónicos, ácidos fenoles, y aceites esenciales. Tiene acción antioxidante, antiséptica, emenagoga, colerética, colagoga, antiespasmódica, diurética y antirreumática. Es cicatrizante y antiséptico de uso externo. 72.- Salvia officinalis L. NUC. Salvia (HNyM. 35, 45, 66); NC. Salvia. Mencionada por Casal entre las plantas que no crecen en Asturias, y que al ser trasplantada no llega a tener las mismas propiedades terapéuticas que las que crecen en lugares más secos y soleados. Es utilizada como condimento, tienen propiedades estomacales y emenogogas. 73.- Teucrium chamaedrys L. NUC. Chamaedrios, Camedrios (HNyM. 35, 60); NC. Camedro, Camedrio. Planta mencionada por Casal entre aquellas especies que no crecen en el Principado; hoy día se encuentra descrita en el Catálogo de la Flora Vascular Asturiana. Su uso principal es como digestivo, estimulante, tónico y diurético. También se utiliza en como antiinflamatorio, antirreumático, antiséptico y febrífugo. 74.- Thymus mastichina L. subsp. mastichina NUC. Tomillo (HNyM. 35, 45, 60, 66); NC. Tomillo, Mejorana, Mejorana silvestre. 288 Casal la incluye entre las plantas ausentes de Asturias, donde es poco frecuente. Se utilizan las hojas y las flores que tienen un perfume muy agradable. Su principal aceite esencial es el timol. Tiene propiedades expectorantes y antiespasmódicas. Se emplea en afecciones respiratorias, diuréticas, digestivas y antihelmínticas. LAURACEAE 75.- Cinnamomun verum J. Presl. NUC. Canela (HNyM. 273; RM. 823) NC. Canela. Casal emplea el agua de canela como integrante del vomitivo habitual que receta. Árbol perenne que alcanza los 15 m de altura, es originario de Ceilán; actualmente se cultiva en Madagascar, India, Sur de la China y Brasil por su corteza interna, la cual se aprovecha tanto cortada en rama como molida. Se usa en la medicina tradicional como relajante infantil, emenagogo y cicatrizante de aftas bucales. También se emplea contra el colesterol y como antidiabético. 76.- Hyacinthus orientalis L. NUC. Jacintos (HNyM. 293); NC. Jacinto, Jacinto holandés, Jacinto azul oriental. Existen otras especies de este género, pero creemos que esta pudo haber sido el simple que incluyó el médico de Nava, a instancias de Casal, en la confección de un cordial. Nos decantamos por este taxón porque era una planta común en el s. XVIII. Sus semillas y su bulbo se usaron como antidiarreicos, pero es una planta tóxica que no se debe de ingerir en ningún caso. 77.- Paris quadrifolia L. NUC. Yerba París (HNyM. 35); NC. Hierba de París, Manzano de la discordia, Uva de oso, Uva de raposa, Uva de zorra, Yerba París. 289 EL MUNDO VEGETAL... LILIACEAE LA HUELLA DE GASPAR CASAL Mencionada por Casal en el listado de plantas del Principado. Antiguamente se usaba como cardiotónica, antiespasmódica y narcótica, pero se ha dejado de usar debido a su contenido en saponinas hemolíticas, que son tóxicas. En pequeñas dosis, es efectivo en casos de bronquitis (calma la tos espasmódica), el reumatismo y las palpitaciones del corazón. El jugo de las bayas se ha utilizado para curar heridas y tratar la inflamación de ojos. El jugo de su rizoma es vomitivo. 78 y 79.- Polygonatum sp. NUC. Sello de Salomón (HNyM. 35); NC. Beatamaría, Lágrima de David, Sello de Salomón, Sello de Nuestra Señora, Suelda Blanca, Sello de Santa María. Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado. El nombre de Sello de Salomón hace referencia a dos especies del Gén. Polygonatum: el P. odoratum, y el P. multiflorum (L). Ambas se encuentran en Asturias, y ambas tienen propiedades medicinales. El rizoma es utilizado en la medicina tradicional china en dolencias de pulmón y estómago. En medicina occidental, se usa como analgésico, antidiarreico, diurético, vulnerario y astringente. 80.- Smilax aspera L. NUC. Zarza parrilla (HNyM. 34, 35); NC. Zarzaparrilla, Salparrilla, Zarzamorisca. Casal da poco valor a esta planta frecuente en Asturias. Liana espinosa de hojas perennes, su raíz contiene saponósidos esteroídicos. La infusión es sudorífica, depurativa y diurética. 81.- Veratrum album L. NUC. Veratro albo (HNyM. 72); NC. Vedegambre, Hierba Ballestera, Hierba del lobo, Vegambre, Eléboro blanco, Xurbia. Casal no menciona propiedad terapéutica alguna, y la cita junto con la Gentiana lutea entre las plantas que crecen en zonas altas de montaña. Se usan el rizoma y las raíces, a las que se les atribuye propiedades antihelménticas, eméticas, analgé- 290 sicas, hipnóticas, hipotensoras y expectorantes. Planta de elevada toxicidad, no se recomienda su uso. MALVACEAE 82.- Althaea officinalis L. NUC. Althea (HNyM. 111-112, 144); NC. Altea, Hierba cañamera, Malvavisco. Escribe Casal que el malvavisco se usaba, junto con aceite de almendra dulce, como remedio casero para eliminar cálculos de riñón. Es uno de los componentes del jarabe de Althea de Fernelio, empleado para dulcificar un excipiente con el que tomar el polvo de erizo calcinado. Se utilizan las raíces, las flores y las hojas. La raíz es emoliente, y en cocimiento se usa contra la inflamación de garganta. Las hojas son un calmante de la tos. 83.- Malva sylvestris L. NUC. Malva (HNyM. 32, 143); NC. Malva, Malva común, Malva silvestre. Casal analiza las aguas de la Fuente Santa de Nava y de Priorio (Las Caldas), basándose en pruebas que empleaban la tintura de flor de malva como indicador del pH de las aguas. Parece ser que las pruebas fracasaron, y no pudo identificar los compuestos minerales disueltos. Utiliza simientes de malva en el excipiente que prepara para que los enfermos puedan ingerir los polvos de erizo. En medicina se utilizan las hojas, flores y raíces, que contienen mucílagos y antocianósidos, junto a un componente activo, el malvidol. Este es emoliente y pectoral, y también tiene propiedades antiinflamatorias y laxantes. 84.- Ficus carica L. NUC. Higuera (HNyM. 149-150, 182-183); NC. Higuera, Figal, Higo, Higa, Breva. Casal, siguiendo a Hipócrates, señala que la primavera comienza cuando las hojas de las higueras adquieren el tamaño y la 291 EL MUNDO VEGETAL... MORACEAE forma de los pies de la corneja, del águila o del buitre, e incluso la mano del hombre. Esta época que coincide con la primera quincena de abril, es mala para los enfermos de pulmón, y dice, coincidiendo con Hipócrates, que en ella ha vistos morir muchos tísicos. El látex fue usado para cuajar la leche, combatir las caries dentarias y tratar verrugas. Los frutos contienen azúcares y son ricos en vitaminas (A, B1, B2 y C); en fresco son laxantes, tienen acción béquica y expectorante. OLEACEAE 85.- Fraxinus ornus L. NUC. Maná, Mannà (HNyM. 109, 240); NC. Árbol del maná, Fresno de flor, Orno. Casal menciona el maná como uno de los componentes de una purga, junto con ruibarbo y sanguijuelas, que un canónigo de la Catedral de Oviedo tomaba todas las primaveras aprovechando sus propiedades laxantes. No creemos se trate de un tratamiento popular, pues tanto este árbol como el ruibarbo no crecen en Asturias. Pensamos se trata más bien de un preparado de alguna botica de la época. Prescrita por Casal durante una epidemia de catarros infantiles sin resultado positivo. El maná es la resina obtenida de hacer incisiones en el tronco del árbol. Es una substancia azucarada, rica en D-manitol y glucosa. Se emplea como laxante suave. También tiene propiedades diuréticas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL ORCHIDACEAE 86-91.- Sat ir iones NUC. Satiryones (HNyM. 35) Señala Casal, al nombrar las especies vegetales que se encuentran en Asturias, que aquí están "todas las especies de Satyriones, excepto una, que no pude encontrar". Por Satyriones se hace referencia a un conjunto de especies de la Familia de las orquídeas; y, ciertamente, aquellas que responden a este nombre, están todas descritas para Asturias menos una, Orchis militaris L. Son las siguientes: 292 Satirión manchado, Satirión, Satirión real: Dactylorhiza maculata (L.) Soó. Satirión: Orchis morio L. Satirión barbado: Himantoglossum hircinum (L.) Spreng. Satirión blanco, Satirión oficinal: Platanthera bifolia (L.) Rich. Satirión de tres testículos: Spiranthes aestivalis (Poir.) Rich. Satirión macho, Orquídea piramidal: Anacamptis pyramidalys (L.) Rich. Este grupo de orquídeas tienen las mismas propiedades medicinales, por lo que describiremos las del satirión manchado que pueden extrapolarse al resto (Mayor & Álvarez 1980). Sin embargo, dado que Casal dice conocer el conjunto de los satiriones presentes en el Principado, hemos incorporado estos taxa en el listado general, y nos hemos servido de ellos para el análisis estadístico correspondiente. Dactylorhiza maculata (L.) Soó [=Orchis maculata L.] NC. Satirión manchado, Satirión, Satirión real. Las orquídeas reciben ese nombre del griego Orchis, testículo, por la apariencia de los tubérculos. La especie que nos ocupa, su nombre específico, maculata, proviene del latín maculus, -a, -um, manchado, con manchas, por las que salpican sus hojas. En la antigüedad se le atribuyeron virtudes afrodisíacas, y propiedades emolientes y refrescantes. Además de una gran cantidad de agua, los tubérculos poseen una elevada concentración en hidratos de carbono (mucílago, almidón, celulosa), proteínas y sales minerales. A partir de ellos se prepara una sopa nutritiva, y una jalea contra diarreas intestinales e irritaciones del aparato digestivo. 92.- Osmunda regalis L. NUC. Lentegil (HNyM. 35); NC. Helecho real, Ajo de antoxil, Llantoxil, Antoxil. 293 EL MUNDO VEGETAL... OSMUNDACEAE Mencionada entre las plantas propias del Principado. Dice Cabal ..., es una especie de helecho, cuya raíz se estima mucho para curar los quebrados; uso que aún persiste en la Asturias tradicional. Es un helecho ampliamente conocido y reconocido en la zona norte peninsular. Su rizoma ha sido usado tradicionalmente para combatir enfermedades ligadas a los huesos, como el raquitismo, o para ayudar a soldar los huesos tras una rotura. En fitoterapia se considera astringente, diurético, remineralizante, tónico y vulnerario. El rizoma seco y pulverizado se aplica sobre las llagas, heridas y hernias. PAEONIACEAE 93.- Paeonia officinalis L. NUC. Peonía (HNyM. 135, 142); NC. Peonía, Peonía de China. Es uno de los componente de los polvos imperiales o del rey, que emplea Casal en el tratamiento las alferecías con resultado negativo. También lo prescribe junto con otros medicamentos, esta vez con éxito, en paliar los efectos de las pasiones histéricas; y decimos paliar, porque Casal indica que de este mal no se está nunca curado o curada. Las plantas del Gén. Paeonia son utilizadas sobre todo como ornamentales, pero la P. officinalis es una excepción, y se emplea en homeopatía en el tratamiento de afecciones intestinales. LA HUELLA DE GASPAR CASAL PAPAVERACEAE 94.- Fumaria officinalis L. NUC. Fumaria, Fumaria verde (HNyM. 44, 359, 383); NC. Fumaria, Pañalitos del Niño Jesús, Sangre de Cristo. Traída cada año en ceniza desde Castilla por el boticario de la Compañía de Jesús, Casal incluye la fumaria en un tratamiento antiescorbútico incorporado a la cura quirúrgico-farmacológica que emplea contra el mal de la rosa. También fue recomendada por los Sabios de París para tratar a un enfermo con cáncer. 294 Sus propiedades son conocidas desde antiguo. Contiene un alcaloide la fumarina, ácido fumérico, mucílago y resina, que le confieren propiedades diuréticas y depurativas. 95.- Papaver rhoeas L. NUC. Amapola (HNyM. 191, 273); NC. Amapola, Ababol, Rosillas. Casal prescribe el uso de la flor de la amapola contra catarros fuertes y ronquera, y la incorpora al cordial Alexipharmaco. Por sus propiedades tranquilizante y sedante la emplea como paliativo en el tratamiento de cólicos nefríticos. En Fitoterapia se utiliza la flor seca, y las cápsulas del ovario en verde. Los pétalos contienen pigmentos antociánicos, de ahí el color rojo. Toda la planta tiene mucílago y alcaloides que le confieren propiedades sedantes. Se emplea para calmar la tos fuerte, en cataplasma sobre la mejilla para mitigar el dolor de muelas, y en lavados oculares para rebajar la inflamación de los párpados. 96.- Papaver somniferum L. subsp. somniferum NUC. Adormideras blancas (HNyM. 108, 135, 239, 293); NC. Amapola real. Casal diferencia claramente entre amapola y adormidera blanca, lo que nos hace pensar que utilizó las dos especies. Lo hacemos con ciertos reparos, pues los usos que da a la amapola también son propios de la adormidera; a pesar de todo, hemos optado por considerar que recetó los dos fármacos, pues ambos estaban disponibles en la farmacopea de la época. Casal la prescribe en varios tratamientos: un cólico nefrítico, la histeria femenina, catarro, y como ingrediente del cordial alexipharmaco. En todos los casos la forma de consumo es un jarabe empleado como calmante del dolor, relajante y tonificante. 97.- Pinus sylvestris L. NUC. Pinastro, cervisia de (HNyM. 350); NC. Pino rojo, P. Albar, Pino de Valsaín. 295 EL MUNDO VEGETAL... PINACEAE Casal receta cerveza de pino silvestre dentro de un tratamiento contra el escorbuto. Tiene propiedades diuréticas y balsámicas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL POACEAE 98.- Cynodon dactylon (L.) Pers. NUC. Grammine canino (HNyM. 385); NC. Grama común, Grama de España, Grama canina, Agramen, Diente de perro. Hoy día se conoce como grama canina al Agropyrum repens, pero son fue utilizado en fitoterápia, y las alusiones a su uso comienzan a partir de 1.731 (Mayor & Álvarez 1980). Receta Casal la grama a un enfermo de cáncer al que se le ha tratado con mercuriales, provocándole un hidrargirismo o conjunto de trastornos patológicos debidos a una intoxicación por mercurio. Casal le recomienda por este motivo una dieta para ganar peso, y para beber, como bebida ordinaria, una tisana de grama canina con liquiricia (Glycyrrhiza glabra). Se utiliza el rizoma que contiene sales de potasio y triticina. En infusión es diurética, tónica y depurativa. 99.- Hordeum vulgare L. ssp. vulgare NUC. Hordei (HNyM. 384; RM. 823) NC. Cebada. Gramínea cultivada desde antiguo, especialmente en Egipto, donde fue la base de la alimentación del pueblo junto con el trigo. Además de nutritiva (contiene almidón y lisina), es antiespasmódica, astringente, digestiva y diurética. Calma la tos irritativa y, por su alto contenido en fibra, viene bien contra el estreñimiento. El agua de cocer la cebada o agua de cebada, tal como la recomienda Casal, permite la hidratación del enfermo. También la receta como moderador de la temperatura y contra afecciones catarrales. Triticum sp. Casal, hablando de la alimentación en Asturias, menciona que el trigo apenas es consumido por las gentes trabajadores, sien- 296 102.- Zea mays L. NUC. Maíz, Maizes, Maizium, Milium indicum (HNyM. XV, 76, 106, 302, 339, 342); NC. Maíz, Mijo de las Indias. El maíz llega a la Península Ibérica procedente de América en el segundo viaje de Cristóbal Colón en 1.493, quien vislumbró las posibilidades que cara a la alimentación de la población, podría tener la nueva planta. No tiene en un primer momento la aceptación esperada, y comienza a ser tímidamente cultivado hacia 1.520. A partir de ese momento se convierte en el principal alimento de los agricultores, y ello debido entre otras causas a que es más productivo que el trigo; también, a que su cultivo estuvo exento de pagar los cánones correspondientes, al contrario que los trigos y el centeno que si estaban grabados. 297 EL MUNDO VEGETAL... do el maíz el principal cereal panificable (Zea mays), y el principal alimento de las personas y de los animales. 100.- T. aestivum L. subsp. aestivum NUC. Trigo, Pan (HNyM. 59, 61, 62, 66, 67, 82, 339, 341, 358); NC. Trigo común. Trigo evolutivamente moderno, el de más reciente aparición. En Asturias es introducido por los romanos, que lo habían obtenido de los egipcios. Presenta unos requerimientos de termicidad que no se dan en todos los lugares de Asturias, siendo más frecuente su cultivo en los valles de la Asturias Occidental. 101.- T. aestivum L. subsp. spelta NUC. Escanda (HNyM. 82); NC. Escanda, Fisga. La escanda está entre las primeras gramíneas cultivadas por el hombre. Su contenido proteico y rendimiento en grano es superior al trigo común, y también es más apreciada por el sabor. La gran desventaja que presenta es que al ser un trigo primitivo, provisto su grano de unas cubiertas suplementarias, y al no desprenderse fácilmente de la espiga, las labores de recolección y procesado posterior del grano son más dificultosas y la harina resultante es más cara. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Si el maíz llegó a ser un paradigma de la alimentación, siendo en parte responsable del crecimiento demográfico del s. XVIII, también fue un paradigma de cómo la incorporación de un elemento cultural alóctono en una sociedad, no siempre da el resultado esperado e incluso llega a ser perjudicial. En efecto, el maíz se cultiva y manipula en Europa igual que se hacía con los otros cereales, y no como en las culturas mesoamericanas. Esta circunstancia, junto a una deficiente alimentación, trago consigo la aparición de una enfermedad carencial como es el mal de la rosa o pellagra, que antes de la llegada del maíz no se conocía, y que tuvo una gran presencia y persistencia en Asturias. En resumen, la enfermedad está producida por la falta de vitamina B3, la niacina, presente en todos los alimentos, pero no es de fácil asimilación por el organismo: no está biodisponible. En los cereales, la niacina está asociada a un polisacárido tipo hemicelulosa y, si no se rompe esa unión, no es posible su aprovechamiento, dando lugar a una deficiencia vitamínica de efectos mortales si no se ingiere a través de otros alimentos como pan de trigo, frutas, verduras, y la carne que es rica en triptófano, aminoácido precursor de la niacina. Las sociedades Mesoamericanas tradicionalmente calientan los granos de maíz en un medio alcalino (agua con cal), proceso denominado nixtamalización, que consiste en una hidrólisis alcalina, provocando la rotura del complejo niacina-celulosa, y liberándose la niacina. A continuación se lava el maíz, se deja secar y se muele. Se trajo el maíz de América, pero no se incorporó el proceso de manipulación. Casal estudia la enfermedad llegando a la conclusión que el origen puede estar en la alimentación de aquellos que la sufren, estableciendo como causa potencial de la misma el maíz; si bien descartó esta hipótesis al comprobar que había personas que comían maíz y no sufrían la enfermedad. Para Casal, el mal de la rosa significó todo un reto, pues el estado en el que encontraba a los enfermos le provocaba un gran sufrimiento emocional. 298 103.- Polygonum bistorta L. NUC. Bistorta (HNyM. 35); NC. Hierba de la mancha, Bistorta, Suelda colorada. Incluida entre las plantas que Casal reconoce en el Principado. Tiene un rizoma rico en taninos usado como astringente y contra las hemorroides. 104.- Polygonum hydropiper L. NUC. Pimienta acuática (HNyM. 35); NC. Pimienta de agua, Persicaria picante. Casal se refiere a su hábitat: charcos, arroyos, fuentes y prados húmedos. Se utiliza la raíz y la parte aérea que contiene taninos y diversos ácidos orgánicos. Presenta propiedades astringentes y vasoconstrictoras. 105.- Rheum x hybridum Murray. NUC. Ruibarbo (HNyM. 109, 112); NC. Ruibarbo. Pondera mucho Casal las virtudes del ruibarbo en los flujos excesivos y peligrosos. Forma parte de una purga primaveral preventiva contra los cólicos nefríticos. Su raíz es purgante y vermífuga a bajas concentraciones, pues a altas, su elevada riqueza en taninos le hace tener el efecto contrario y se comporta como antidiarreico. 106.- Rumex acetosa L. NUC. Acedera (HNyM. 350, 359); NC. Vinagrera, Acedera, Acedilla, Agrilla. Planta que Casal prescribe contra el escorbuto, y la añade a la parte variable de la cura quirúrgico-farmacológica. Contiene oxalato, por lo que es necesario cocerla previamente antes de su uso. Es diurética y aperitiva. Sus hojas, previamente secas, se utilizan contra el escorbuto por su riqueza en vitamina C. POLYPODIACEAE 107.- Polypodium vulgare L 299 EL MUNDO VEGETAL... POLYGONACEAE NUC. Polipodio (HNyM. 35, 359); NC. Polipodio. Incluida en el listado general de plantas del Principado, Casal emplea este helecho en uno de los tratamientos contra el mal de la rosa. En medicina se prescribe su rizoma, que contiene glucósidos, taninos, oxalato, ácidos benzoico y salicílico, y polipodina. Se emplea en afecciones bronquiales como calmante de la tos, es un reputado purgante suave, ayuda a regular trastornos biliares y hepáticos. También se ha usado como vermífugo. PORTULACEAE 108.- Portulaca oleracea L. NUC. Verdolaga (HNyM. 144); NC. Verdolaga. Uno de los excipientes que emplea Casal para tolerar la ingesta de polvo de erizo carbonizado por parte de los pacientes. Las hojas y las raíces contienen vitamina C y mucílago. Recetada como diurética, antiescorbútica, y refrescante. Consumida en ensalada resulta laxante y vermífuga. LA HUELLA DE GASPAR CASAL RANUNCULACEAE Helleborus sp. Menciona Casal tanto el Eléboro blanco como el negro. 109.- H. foetidus L. NUC. Eléboro negro (HNyM. 35, 140, 359); NC. Eléboro fétido, Hierba ballestera negra, Llave del año, Raíz de culebra. Casal le atribuye un efecto purgante y la receta en el tratamiento de las melancolías, entre las que incluye las debidas al mal de la rosa. Planta tóxica de uso preferentemente veterinario. Su nombre genérico Helleborus, es palabra griega que significa hierba que hace morir. Se emplea su raíz como emético. 110.- H. viridis L. subsp. occidentaliis (Reuter) Schiffner NUC. Eléboro blanco (HNyM. 35); NC. Llavera, Eleboro verde, Llave del año, Hierba de los ballesteros, Hierba del alobado. Casal la incluye en la lista general de plantas del Principado. 111.- Hepatica nobilis Schreb. 300 NUC. Hepatica saxátil (HNyM. 60); NC. Hepática, Hierba del hígado. Planta que Casal no logró ver en Asturias, aunque describe la planta y su hábitat: crece en ambientes nemorales sobre suelos calizos. Se ha usado desde antiguo en tratamientos hepáticos debido al parecido de sus hojas con el hígado. Al igual que el resto de la Ranunculáceas es tóxica en fresco, por lo que debe secarse previamente. Se emplea como vulneraria y diurética. 112.- Agrimonia eupatoria L. NUC. Agrimonia, Agrimoniae (HNyM. 144, 359, 383); NC. Agrimonia, Hierba de San Guillermo, Hierba bacera. Casal añade la agrimonia a un compuesto antiescorbútico. Es uno de los varios excipientes empleados para ayudar a ingerir los polvos de las entrañas de erizo, y forma parte de un reconstituyente recomendado por los Sabios de Paris. Se utiliza la parte aérea de la planta que tiene propiedades astringentes, colagogas, y en uso externo sirve para aliviar úlceras varicosas. 113.- Alchemilla sp. NUC. Alchimilla (HNyM. 35); NC. Alquemila. Listada por Casal entre las plantas que reconoce en el Principado. El Gén. Alchemilla ha sido recientemente revisado por Flora Ibérica, y la especie considerada como medicinal por excelencia dentro del género, la Alchemilla vulgaris L., ha sido desglosada en 18 especies diferentes, por lo que el carácter de medicinal podríamos atribuírselo a la mayoría de las especies del género. Tolívar le otorga propiedades astringentes, por su alto contenido en taninos, y cicatrizantes; se podría añadir una acción bactericida, y se ha visto que contiene ácido salicílico por lo que también tiene propiedades analgésicas. 114.- Crataegus monogyna Jacq. [= C. oxyacantha] NUC. Oxiacantha (HNyM. 79, 141); NC. Majuelo, Espino blanco, Espinera. 301 EL MUNDO VEGETAL... ROSACEAE LA HUELLA DE GASPAR CASAL Casal emplea la oxiacantha en el tratamiento de un mal endémico en Asturias, la alferecía, con resultados negativos. Tiene propiedades sedantes, antiespasmódicas y reguladoras del ritmo cardíaco; es una planta efectiva en casos de arteriosclerosis. 115.- Fragaria vesca L. NUC. Fragaria, Fresa, Fragariae (HNyM. 35, 110, 383); NC. Fresa, Fresa silvestre. Casal la incluye entre las plantas propias del Principado. Forma parte de la dieta reconstituyente recomendada por los Sábios de París a un enfermo de cáncer. Se le conoce acción astringente, hemostática, diurética y tónica; también parece tener acción bactericida, hipotensora y laxante. Se ha utilizado como remineralizante. Se ha comprobado la existencia de ácido salicílico en sus hojas. 116.- Malus domestica Borkh. NuC. Manzano, Pomis (HNyM. 37, 69, 339); NC. Manzano, Pomar. Casal alude al manzano como fruta integrante de la dieta de los enfermos del mal de la rosa; también que los manzanos mal cuidados y viejos es frecuente verlos llenos de liga o visco (Viscum album). No menciona la sidra como bebida de uso corriente, y si lo hace el Reverendo Joseph Townsend quién visitó Asturias en 1.786, y comenta que nuestra sidra es de inferior calidad a la inglesa porque no se le presta la debida atención. Las manzanas crudas es una importante fuente de pectina que ayuda en la absorción de azúcares, y pueden ser usadas como dentífrico; la sidra es un excelente diurético. Potentilla sp. NUC. Argentina (HNyM. 35) El nombre común de Argentina se le asigna a dos especies del Gén. Potentilla: P. argentea y P. anserina. No es posible saber a cuál de las dos especies se está refiriendo Casal, al recibir ambas el mismo nombre vernáculo y tener las dos propiedades medicinales. 302 303 EL MUNDO VEGETAL... 117.- P. anserina L. NC. Argentina, Plateada, Buen Varón silvestre. Tiene propiedades astringentes y antidiarréicas. 118.- P. argentea L. NC. Argentina, Cinco en rama española, Cinco en rama blanquecina. El cocimiento de sus hojas es estomacal y tónico. 119.- Potentilla erecta (L.) Raeuschel NUC. Tormentila (HNyM. 35); NC. Tormentilla, Consuelda Roja, Sietenrama. Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado. Su raíz está indicada contra las diarreas, las afecciones de garganta, dolores de muelas y úlceras en la cavidad oral, y la gingivitis. Tiene propiedades astringentes, hemostáticas y cicatrizantes. 120 y 121.- Prunus avium L. y Prunus cerasus L. NUC. Cerezas, Cerasorum; Guindas (HNyM. 82, 404); NC. Cerezal; Guindal Se lamenta Casal de lo rápido que maduran las cerezas y las guindas en Asturias, y lo atribuye a la humedad del clima. El guindal es una especie parecida a la cerezal aunque de menor talla y de fruto amargo. Cerezal y guindal presentan propiedades medicinales coincidentes. Con los frutos del guindal y aguardiente anisado se elabora a un licor tradicional de propiedades gastro-intestinales. Los pedúnculos de guindas y cerezas contienen taninos, sales minerales, derivados salicílicos y flavonoides; tienen propiedades diuréticas, analgésicas y antiinflamatorias. Los frutos son ricos en vitaminas (A, B1 y C), y son potentes y efectivos laxantes. 122.- Prunus dulcis (Mill.) D.A. Webb NUC. Almendras dulces, Almendras, Almendros (HNyM. 72, 111, 187, 237) NC. Almendro, Almendrero. Casal achaca que no se cultive este árbol en Asturias tanto a la humedad del clima, como al carecer la tierra de sales nitrosas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Utiliza el aceite de almendras dulces en tres tratamientos: en la extracción de cálculos renales (con notable éxito), en uso externo contra las paperas, y como aditivo a una cocción de plantas anticatarrales (con escaso éxito). Las semillas de las variedades dulcis y amara se utilizan para obtener el aceite de almendra. Hoy día, sus aplicaciones son en cosmética y en dermatología, pero a lo largo de la Historia de la Farmacopea, el aceite de almendras dulces tuvo otras muchas aplicaciones: baños, cataplasmas, inyecciones, linimentos, laxante, etc. 123.- Rosa sp. NUC. Rosa (HNyM. 45, 273); NC. Rosa. Dice Casal: Se crían en Asturias rosas preciosas, pero sin las virtudes purgantes que tienen las que se crían en otros lugares.Casal le asigna propiedades purgantes y vomitivas; nos resulta difícil concretar a que especie del Gén. se está refiriendo. La más utilizada en medicina es la Rosa canina L. o rosal silvestre como astringente, en afecciones respiratorias y en lavado de ojos. 124.- Rubus idaeus L. NUC. Rubus idaeus (HNyM. 35); NC. Frambuesa. Escribe Casal que nunca la vio en Asturias. No disponemos de datos para saber si era especie frecuente o no en la Asturias de 1.700, pero hoy día es cultivada en huertos y jardines de toda Asturias de los que se escapa y asilvestra. Los frutos contienen azúcares, ácido cítrico, ácido salicílico y taninos, que les confieren propiedades laxantes, diuréticas y refrescantes. 125.- Sanguisorba officinalis L. NUC. Pimpinella (HNyM. 35, 143, 273, 383); NC. Pimpinella mayor, Hierba de la mora, Sanguisorba, Sanguisorba mayor. Además de aparecer en la lista general de especies medicinales que crecen en Asturias, es uno de los componentes del cordial alexifarmaco de Casal. También los Doctores de París incluyen la pimpinela en una dieta reconstituyente. 304 La raíz contiene saponinas (sanguisorbina), esteroles, taninos y vitamina C. Con los tallos y las hojas se hace una tintura antihemorrágica. RUBIACEAE RUTACEAE 128.-Citrus limon (L.) Burm. NUC. Limón (HNyM. 81, 260); NC. Limonero, limón. 305 EL MUNDO VEGETAL... 126.- Carapichea ipecacuanha (Brot.) L. Andersson NUC. Bejuquillo, Ipecacuana (HNyM. 273, 289); NC. Ipecacuana, Bejuquillo, Ipecac, Raíz brasileña, Poaja. Arbusto de unos 50 cm de altura originaria de las zonas tropicales de Brasil, Colombia y Perú. Se utiliza la raíz triturada que contiene alcaloides para provocar el vómito en casos de intoxicación; también tiene propiedades expectorantes. Casal lo usa como vomitivo. 127.- Cinchona officinalis L. NUC., Corteza perubiana, Chinamchinae (HNyM. 15, 18, 317); NC. Quina, Corteza peruviana. Casal la reconoce como un buen febrífugo. La nombra como ejemplo de mala praxis médica; comenta que se receta la quina como remedio contra todo tipo de fiebres, y que al ser utilizada de forma irresponsable, ha causado muchos males en el mundo. Se sabe que los indios de Perú y del Ecuador usaban la corteza de Cinchona en el tratamiento contra las fiebres; los jesuitas a mediados del siglo XVI, conscientes de su importancia contra la malaria, la introdujeron en Occidente. La primera especie conocida fue la Cinchona officinalis L., denominaban por los indios quina quina (la corteza de las cortezas). Casi con toda seguridad la corteza de quina utilizada por Casal provenía de ese árbol, a la que De la Paz Rodríguez en 1.807 consideraba la mejor de las quinas en su Farmacopea de España. Hoy día no se utiliza la corteza de quina de forma directa, sino la quinina, un alcaloide con propiedades antipiréticas, antipalúdicas y analgésicas. Cita Casal las naranjas y limones cultivados en Asturias como ejemplo del clima templado que se disfruta en el Principado. Relata el caso de una Religiosa de las Pelayas, enferma y desahuciada, que pide limón con agua de nieve, y le siente tan bien, que llega a recuperarse de su mal. Arbolillo introducido por los árabes en la Península Ibérica. En Asturias se cultiva en lugares protegidos de las heladas y por debajo de los 300 m de altitud. La corteza del fruto contiene aceites esenciales, flavonoides, ácido cítrico y ascórbico, y pectina. El zumo es además rico en azúcares y vitaminas del grupo B. SCROPHULARIACEAE 129.- Veronica beccabunga L. subsp. beccabunga NUC. Becabunga, Becabungae (HNyM. 60, 350, 359); NC. Becabunga, Anagálide acuática, Berro, Verónica acuática. Casal menciona esta planta como una especie que necesita agua para crecer y desarrollarse. Es una de las plantas antiescorbúticas con las que trata a los enfermos del mal de la rosa; también forma parte de su cura quirúrgico-farmacológica. Planta rica en veronicina, tanino, saponina, y vitamina C, es conocida por sus propiedades diuréticas, depurativas y antiescorbúticas. SOLANACEAE LA HUELLA DE GASPAR CASAL 130.- Physalis alkekengi L. NUC. Alchechenje (Alquequenje) (HNyM. 109); NC. Alchechenge, Solano vejigoso, Alfefengi, Alquejenje, Alquequenje, Vejiga de perro, Yerba mora. Casal receta en el tratamiento de una estranguria las píldoras de Barbet, que, nos dice, estaban compuestas por hueso humano calcinado, greda (arcilla utilizada en alfarería) preparada, trocitos de alchechenjes, etc. El fruto es rico en vitamina C y un buen diurético. STYRACEAE 131.- Styrax officinale L. NUC. Estoraque (HNyM. 126); NC. Estoraque. Se refiere Casal a que el olor de ciertos vapores pestilentes, miasmas venenosos y efluvios malignos, es estoraque y ámbar en comparación con la pestilencia que emana de un leproso. 306 El estoraque es un bálsamo o incienso aromático proveniente de un árbol, el Stirax officinale, de origen mediterráneo, concretamente turco, que tienen propiedades expectorantes, desinfectantes y antisépticas. THYMELAEACEAE TILIACEAE 133 y 134.- Tilia sp. NUC. Tilia, Teja, Teya, Tilo (HNyM. 34, 51, 135, 142); NC. Tilo, Tejas, Teyas. Casal menciona del tilo su nombre común: el nombre de estos árboles en idioma asturiano se pronuncian Teyas, y en Castellano, Tejas. La flor de tila fue uno de los tratamientos contra las alferecías empleados por Casal, y que no surtieron efecto. Hay dos especies del género Tilia en Asturias y Casal no diferencia uno u otro. Tilia cordata Mill. o tilo salvaje. Tilia platyphyllos subsp. platyphyllos Scop. o tilo común. T. cordata, tiene las hojas más pequeñas y las flores en grupos de cinco en cinco. En cuanto a las propiedades medicinales, son las mismas para ambos taxa. Las inflorescencias contienen distintas sustancias activas como flavonoides, mucílago y farnesol que es un aceite esencial, y la parte interna de la corteza o albura presenta un alto contenido en polifenoles, tilirósido y cumarinas. Las infusiones de tila se usan contra los catarros, 307 EL MUNDO VEGETAL... 132.- Daphne laureola L. NUC. Laureola (HNyM. 289); NC. Laureola, Torvisco macho, Adelfilla. Planta integrante de un vomitivo recetado por un cirujano vecino del concejo de Nava durante unas epidemias catarrales, siguiendo una receta de Casal. Se ha usado como vulnerario en cocimiento de hojas y tallos, y como diurético. Es un purgante muy enérgico, y la corteza es irritante. No se recomienda su empleo medicinal, pues contiene una resina tóxica. retenciones de orina, hiperacidez gástrica y en casos de nerviosismo o excitación nerviosa. URTICACEAE 135.- Parietaria judaica L. NUC. Parietaria (HNyM. 60, 61); NC. Parietaria, Hierba del muro. Vive sobre muros (como señala Casal), y suelos nitrificados. Se utiliza la parte aérea de la planta, que contiene taninos, mucílago y nitrato potásico. Tiene acción diurética. 136.- Urtica dioica L. NUC. Hortiga (HNyM. 240); NC. Ortiga, Ortiga mayor, Urtica. Casal, al describir los vómitos consecuencia del sarampión durante una epidemia que afectó a la población joven, dice que eran tan verdes como zumo de ortiga. Se utilizan la parte aérea de la planta y las raíces como tónico, diurético, estimulante circulatorio, depurativo, antirreumático, expectorante, antiséptico y vermífugo. VALERIANACEAE 137.- Valeriana officinalis L. NUC. Valeriana (HNyM. 142); NC. Valeriana, Hierba de los gatos. La raíz de la insigne valeriana, fue usada por Casal contra las alferecías sin resultados positivos. Se emplea la raíz y el rizoma que contienen ácido valeriánico, un aceite esencial, taninos, glucósidos y alcaloides (catinina, valerina y actinida), contra trastornos nerviosos y digestivos. Tiene acción ansiolítica, tranquilizante y ligeramente hipnótica, hipotensora y antiespasmódica. LA HUELLA DE GASPAR CASAL VIOLACEAE 138.- Viola odorata L. NUC. Violeta, Florum violarum (HNyM. 45, 72, 359); NC. Violeta. Se queja Casal de que las plantas medicinales crecidas en Asturias como la violeta, la rosa, etc., lo hacen en exceso, con gran profusión y hermosura, pero carecen del olor y de las propiedades de esas mismas plantas criadas en otros lugares. Utilizó violetas como ingrediente 308 del excipiente para ayudar en el consumo de los polvos de erizo contra las alferecías, y en la cura quirúrgico-farmacológica. Se emplea la raíz que contiene saponósidos, las hojas y las flores que tienen aceites esenciales, mucílagos y pigmentos anticiánicos. Las violetas tienen propiedades expectorantes, béquicas, purgantes, diaforéticas, eméticas, diuréticas y emolientes. 139.- Viscum album L. NUC. Visco corylino, Liga, Arfueyo (HNyM. 36-42, 69, 141) NC. Liga, Almuérdago, Arfuego, Marojo, Muérdago, Visco, Arfueyo. Casal da una descripción muy acertada del arfueyo, de su ecología y de alguno de los árboles que parasita: manzanos, perales, espinos blancos u oxiacantha, avellanos, y en los que nunca vio el visco creciendo sobre ellos: tilos y encinas. El arfueyo es en el caso de Casal la excepción que confirma la regla. No da descripciones botánica, salvo en el caso del visco corylino; no transcribe nombres populares de las plantas, salvo en el caso del arfueyu (también con el tilo); no señala usos populares para ninguna planta, salvo en este caso, en el que menciona dos: un hombre curioso de Proaza, que utiliza el arfueyo cuando una vaca tiene un mal parto para ayudarla a librar la matriz; y la liga, pegamento, que los jóvenes hacen machacando las cortezas verdes de la planta y que utilizan para capturar pájaros. Para los botánicos de la época, cada arfueyu que parasitaba una especie de árbol concreta era una especie independiente, diferenciada del resto de los viscos. Así existiría el Visco corylino, el Visco quercino, etc. Casal, buen observador, llega a dudar que esto sea cierto, y manifiesta sus dudas y considera la posibilidad de que sea la misma planta, como así es en efecto. Casal no encontraba una cura efectiva contra las alferecías y consultado fuentes clásicas, encuentra reseñado que el Visco corylino, el visco que crece sobre el avellano, es un remedio efectivo. Consigue la planta, la prueba en diversos 309 EL MUNDO VEGETAL... VISCACEAE enfermos, y los resultados son en todos los casos negativos. En su decepción escribe: Lo cierto es, que en los Libros de Medicina se encuentran estos, y otros Viscos, para cazar pajaros (id.) bobos. El arfueyo una plantas hemiparásita, porque aunque sus raíces se integren en el sistema vascular del árbol parasitado y absorben sabia, sus hojas contienen clorofila y realizan la fotosíntesis. Se utiliza las hojas secas que tienen aminoácidos y una sustancia tóxica, la viscotoxina, por sus propiedades antiespasmódicas, diuréticas e hipotensoras y en casos de arterioesclerosis. LA HUELLA DE GASPAR CASAL VITACEAE 140.- Vitis vinifera L. subsp. vinifera NUC. Vitis alba y negra, Viñas (HNyM. 35, 51, 54,72; RM. 823); NC. Parra, Uva, Vid, Viña. Citada entre las especies vegetales observadas por Casal en Asturias. Es una de las primeras plantas en ser cultivadas por el hombre, habiendo más de mil variedades, y de una gran importancia económica. La vid, como medicamento, se va a utilizar en distintas fases de su ciclo vegetativo: como sarmientos, fruto en fresco, fruto seco (pasas), el zumo del fruto fermentado (vino) y sin fermentar. - Sarmiento de parra. Casal los utiliza dentro de una receta reconstituyente. En ella dice que "... se utilizó (el sarmiento de la vid) antaño por médicos y curanderos en la creencia que tras su cocción en agua, se obtendría un líquido de acción fortificante,..." - Pasas. Por su alto contenido en azúcar. En fitoterapia se usa como emoliente, y béquica. Casal hace referencia en diversas páginas de su obra al vino, al que considerarlo un alimento básico para la población, junto con el pan y la carne. Aconseja el uso moderado del vino en Asturias para contrarrestar la humedad del ambiente al ser un alimento nutritivo. Considera que las clases sociales más favorecidas hacen un consumo abusivo del vino, lo que con una ingesta alta en carne y la falta de ejercicio, les predispone a 310 padecer enfermedades que no tienen las personas trabajadoras, como son los cálculos de riñón, la gota, etc. Hoy día está demostrado que el uso moderado del vino es beneficioso para la salud, y son muchas las propiedades medicinales que le atribuyen los médicos, siempre que sea ingerido con moderación: estomatológicas, antisépticas, antiinflamatorias, nutritivas, diuréticas, hipocolesteroideas, antiarterioescleróticas, antihemorroideas, antivericosas, antigripales y antitusígenas. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS CONSULTADAS Albarracín, A. (1983). Gaspar Casal y el concepto moderno de especie morbosa. Asclepio. Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, XXXV, 189–195. Ansón Calvo, M. del C. et alii. (1978). Historia Moderna de Asturias. EN: Historia General de Asturias. 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Vigente desde que ya en la antigüedad clásica la medicina se convirtiera en verdadera ars medica, el aforismo «qui bene diagnoscit, bene curat» fue adquiriendo fuerza y precisión creciente a medida que la observación clínica, la autopsia anatomopatológica y la sucesiva aplicación médica de las técnicas exploratorias que la física y la química iban ofreciendo, permitieron que ese diagnostico fuera cumplido con progresivo rigor1. La exploración del paciente se hace cada vez más minuciosa y biográfica, y se da importancia al medio ambiente en relación con los modos de enfermar. El mismo Gaspar Casal reconoce en el prólogo de su obra2 que probándole mal el seco temperamento de Madrid (frío en invierno y caliente en el verano), y viendo el riesgo que le amenazaba, se vio preciso a dejarlo y marchar para Asturias en el verano de 1717, llegando a Oviedo en 1718, a la edad de 37 años. Esta nueva visión de la medicina lleva a poner en rigor metódico moderno las viejas pautas hipocráticas y preparar el camino a la epidemiología científica del siglo XIX. En este sentido, cabe reseñar —de acuerdo con el Dr. Marañón—, que aunque el Dr. Casal, amigo personal del Padre Feijoo, no interviniera públicamente en la polémica que éste mantuvo con los médicos de 321 REMEDIOS POCO COMUNES... FRANCISCO JESÚS FERNÁNDEZ-GUISASOLA MUÑIZ LUIS VICENTE SÁNCHEZ FERNÁNDEZ. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Oviedo (y muy probablemente no estuviera de acuerdo con su riguroso antidogmatismo —que alcanzaba al propio Hipócrates—), parece probable que sí lo habría estado con el criterio experimental, de naturalista, que el fraile defendía3. Hay que recordar que, en el tiempo del ejercicio profesional de Gaspar Casal, la farmacoterapia no era entendida en su rigorosa significación actual —la primera Pharmapoea Hispana no se publicará hasta 1794, treinta y cinco años después de su muerte—, sino como Materia Médica, o conjunto de cuerpos orgánicos e inorgánicos de los que se sacaban los medicamentos; Dioscórides y la farmacia Galénica continúan en vigor hasta bien entrado el siglo XVIII, pese a las novedades —muy importantes algunas— que poco a poco van surgiendo4 fruto de las continuas investigaciones de los médicos que, como Casal, comparten su práctica clínica con un verdadero interés investigador. La inquietud investigadora del Dr. Casal queda patente a lo largo de su obra. Él mismo así lo escribe literalmente: «(...) soy fino amante de la experiencia, y enemigo capital de aquellas fruslerías mentales, fundadas sobre hipótesis y dogmas, cuya certeza se quedaría por averiguar hasta la muerte de los médicos (…)»5. Además, a lo largo de su Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, narra algunos de sus experimentos; sirva como muestra, para no extendernos demasiado en ello, los que realiza con los residuos minerales de las aguas medicinales6 o la exhaustiva descripción que realiza del ámbar (succinum) en Asturias, incluyendo en ella algunos experimentos7. Durante la mayor parte del siglo XVIII, se mantiene la idea terapéutica de la vis naturae medicatrix y la fidelidad al contraria contrariis curantur pues, aunque Paracelso (1493-1541) ya tenía presente el similia siilibus curantur en alguna de sus curas, el verdadero impulsor de esta otra corriente fue Samuel Hahnemann (1755-1843), años después de la muerte de D. Gaspar. Así pues, los tratamientos que usó el Dr. Casal no se apartaban en mucho de los prescritos por el resto de los médicos coetáneos, si bien él se preocupaba de buscar nuevas alternativas, soluciones, mezclas y realizaba distintos experimentos, como muy acertadamente apuntara 322 Melquíades Cabal: «en un análisis de las prescripciones, no existe duda que D. Gaspar Casal buscaba en su administración un efecto beneficioso mezclando varias sustancias de acción similar, al modo de los modernos medicamentos reconstituyentes»8, y lo demuestra con dos recetas que reproduce traducidas del latín: Sarmiento de parra cortado finamente, en cantidad de 2 dracmas; pasas limpias, 2 onzas; cebada lavada, 3 onzas; y raíz de alcorzonera limpia, 1 onza. Todo ello sometido a cocción en tres litros de agua común. Para la consumición de un litro.9 Compuesto de culebra preparado según la farmacopea, y en proporción de 1 manípulo; suero de leche de cabra destilado, 10 onzas; vino blanco, 1 onza; polvo de cinamomo y de sándalo rojo hasta 1 manípulo; carne de gallina, 4 onzas y sal de tártaro, 1 escrupo, cocidos al baño de maría en una calabaza de vidrio cerrado.10 Las prescripciones fitoterápicas de Casal (cuya descripción excede al ámbito de este capítulo) tampoco estaban exentas de su afán investigador. Así, opinaba —de a cuerdo con su amigo y boticario el P. Esteban López, sj— que las hierbas de Castilla daban mejores resultados terapéuticos que las recogidas en Asturias, lo que llevaba a enviar a sus pacientes a la farmacia de la Compañía de Jesús —que de allí las traía—, hecho que sirvió para que el Cabildo de Oviedo le amonestara en 1741: «(...) que no precise a los enfermos enviar por las medicinas a la Compañía [de Jesús] sino que los deje en libertad, no les ponderando más unas que otras, pues lo contrario cede en perjuicio, y que la tasación de las que se consumen en los hospitales y colegios no la haga tan subida y la modere»11. Curiosamente, ya el Cabildo le había advertido en 1737 de que «no sea tan largo en recetar»12 pues, sus recetas tendían a ser muy extensas y caras. ¿Cómo diseñaba las recetas el Dr. Casal? Hay que suponer que, guiado por los textos de Galeno, Cornelio, Celso, Avicena, Pablo de Egina, por las citas de Dioscórides, Saliceto, Nicandro..., escogería su prescripción de forma que: los principios activos no se contrapusieran; los excipientes fueran los adecuados y, también, que el efecto llegara con facilidad al lugar de acción deseado13. 323 REMEDIOS POCO COMUNES... Las recetas en t iemp os del Dr. Casal LA HUELLA DE GASPAR CASAL En tiempos de Casal, como herencia del Medioevo —y hasta comienzos del siglo XIX— existían más de medio centenar de formas farmacéuticas que parecen, sin duda, excesivamente abundantes para nuestros pragmáticos ojos, apenas familiarizados con ampollas, cápsulas, tabletas, comprimidos, grageas, jarabes, cremas, ungüentos, pomadas y, acaso, supositorios. Hagamos un sucinto recuento de las más exóticas. A.- Remedios par a beber Los más usados eran los siguientes: - El julep e (julepus) era un medicamento fluido, preparado con jarabe de azúcar y un líquido (liquore) adecuado por su acción terapéutica, sin cocción. No se trataba de un jarabe porque era menos líquido que éste; la proporción era de una onza de jarabe de azúcar por seis onzas de líquido activo, pero variaba según la edad, la necesidad terapéutica y el estado del estómago del enfermo. - El ap oz ema (del griego apizeo, cocer, hervir) era parecido al julepe, aunque la parte activa (raíces, cortezas, hierbas, flores, semillas o frutos) se cocía en agua de fuente de río —cuya cantidad quedaba al arbitrio del farmacéutico—, para luego agregar el jarabe de azúcar. - En los caldillos (jjuscula) el principio farmacéutico (extracto de raíces, hierbas u otro) se mezclaba convenientemente con el resultado de cocer en agua carne de pollo (pullus gallinaceus), cordero (vervecinae), ternera (vitulinae) o cabrito (caprillae). Algunos textos advierten que ciertos enfermos pueden no tolerar esta forma por debilidad de su estómago. - La hidromiel (hidromelite, hydromel) era una mezcla de miel con agua, la cual se hacía hervir y se desespumaba. Corresponde al antiguo melicratum. La hidromiel podía ser simple —que a su vez era acuosa o diluida (una parte de miel y tres, diez o doce de agua) y vinosa (porque la proporción de uno a cuatro le daba sabor y color de vino)—, o compuesta, es decir, con otra sustancia activa agregada. - El boqueto (bocheto, bochetum) era una bebida para quien necesitaba estar a dieta mucho tiempo. Se preparaba poniendo en infusión durante doce horas la sustancia adecuada (que podía ser, por ejemplo, 324 B.- Remedios par a t ragar o comer Entre los medicamentos para tragar, algunos se correspondían bastante con los que hoy llevan esos nombres, tal es el caso de los pol vos (pulveris), de los que debe anotarse que los había también para uso externo; las tabletas (tabellae, tabellarum), cuyo principio activo se cocía con azúcar hasta que endureciera, se extendía sobre superficie plana y se cortaba en los trocitos que el nombre indica; y las píldor as (pillulae, pillularum) que, a fuerza y maña de dedos, redondeaba el boticario para que se tragaran enteras. El elect uar io era la pasta espesa de dulce de frutas a la cual se agregaba el medicamento en polvo, para luego amasarla y darle formas diversas. 325 REMEDIOS POCO COMUNES... media onza de zarzaparrilla cortada en pedazos pequeños) para luego cocerla hasta que se consumía la tercera parte de las diez libras de agua con que se iniciaba el proceso; enfriada, se colaba y se daba por bebida ordinaria. - Otros remedios para beber eran: el jar abe (syrupo), resultado de la cocción de jugos de hierbas u otros medicamentos con azúcar hasta que tomaban la consistencia adecuada (la proporción era de una libra de azúcar por tres del principio activo); las pociones (potio, potione), resultantes de mezclar infusiones, cocciones o soluciones entre sí, a veces con adición de agua pura de fuente o agua destilada; las emulsiones, remedios líquidos formados al disolver la sustancia (medulla) de frutos o semillas obtenida por machacamiento en un líquido adecuado —agua destilada, agua de cebada (aqua hordei) o alguna cocción— hasta que mostraba características similares a la leche; y, por último, las tisanas, que en algunos tratados se confunden con las hordeatas, hordiatos u horchatas, mientras que en otros, por el contrario, se admite que podían estar preparadas —como bebidas que eran— con diversas sustancias, entre ellas la famosa corteza de quina (para las fiebres tercianas, cuartanas y otras fiebres intermitentes), la zarzaparrilla (salsaeparillae) y las raeduras de cuerno de ciervo para tratar disentería de causa cálida. El opiato (opiata), de consistencia blanda pero no fluida, era una mezcla de sus ingredientes (jarabe, polvos, conservas, electuarios y otros) en proporciones adecuadas, sin cocerlos; aunque el nombre sugiera otra cosa, por lo regular no contenían opio ni similares. Algo más sólido, el bolo (bolus) se preparaba como el opiato y se tragaba troceado (morcellos deglutiatur). El lincto (linctus y, en árabe, loch) era de consistencia intermedia entre el jarabe, más fluido, y el opiato, blando. Se preparaba agregando un polvo o una cocción al jarabe. Por último, el mast ic ator io (masticatoria, masticatoriis), ya definitivamente sólido, debía mantenerse en la boca masticándolo. LA HUELLA DE GASPAR CASAL C.- Remedios par a introducir por aber tur as cor por ales En primer término estaba, por razones obvias, el famosísimo enema o clister (clyster, clysterium, clysteribus), que correspondía a cualquier líquido que se introdujera por vía anal con las jeringas apropiadas. Luego, estaban los supositor ios (suppositorio, suppositorium), para la vía anal y los pesar ios (pessario, pessarium), para la vaginal; eran sólidos cilíndricos u oblongos como el dedo de una mano. Una preparación en polvos era el estor nutator io (sternutatoria, sternutatoriis), mientras que los nar ifusor ios (narifusoriu) y las er rinas (errhinis) eran líquidos: el narifusorio se aspiraba por la nariz y la errina se introducía en ella con una pluma de ave. D.- Remedios par a aplic ar e xter namente Los medicamentos para aplicar externamente eran abundantes en aquella época. Los encabeza el colir io (collyrium) tópico para los ojos; se advertía en los tratados que si bien esta clase de medicamento podía tener forma liquida, de polvo, linimento o cataplasma, solamente el líquido se llamaba apropiadamente colirio. Los epitemas (epithema, epithémate) eran medicamentos sólidos o líquidos para uso externo. Los líquidos se preparaban con agua hervida o sola, a la cual se agregaban los medicamentos adecuados (polvos, elec- 326 327 REMEDIOS POCO COMUNES... tuarios...) y —para hacer el conjunto más penetrante— jugo de limón, vinagre, vino o agua espirituosa (que probablemente era algún licor). Las instrucciones de uso decían que había que empapar una tela, preferentemente un paño de color escarlata o un lino grueso, y colocarlo sobre la región indicada; en algunos casos, al retirar el epitema se indicaba la colocación de linimentos, aceite, o un bálsamo, por ejemplo, el Bálsamo de Perú. Para elaborar los epitemas sólidos se apelaba a las conservas, confecciones, polvos y jugos mezclados con agua o con jarabe en cantidades adecuadas. Los fomentos (fotus) y lociones (lotiones) eran remedios líquidos, elaborados mediante el cocimiento de raíces o hierbas en un líquido que podía ser agua pura, agua mezclada con vino, leche o algún otro. Para que penetrara más fácilmente, se le agregaba vinagre (en las enfermedades cálidas) o vino blanco (cuando se trataba de enfermedades frías). Su aplicación se hacía con un lino grueso doblado en dos, un paño de lana blanca o una esponja. A la mezcla de vinagre y agua o aceite de rosas —a veces con otro medicamento— se la denominaba oxir rodino (oxyrhodinum). Su aplicación sobre la región afectada debía hacerse tomando la precaución de entibiarlo levemente. El frontal (frontali), era un medicamento tópico que, puesto entre dos lienzos, se colocaba sobre la frente y las regiones temporales. Usualmente, se componía con flores o plantas machacadas (contusis) y maceradas en vinagre; a veces se agregaba también un ungüento, un polvo, la albúmina de huevo, u otra sustancia semejante. El linimento (linimentum), tenía consistencia más espesa que los aceites, pero más líquida que los ungüentos; su composición se preparaba con dos partes de aceite, una parte de mantequilla o enjundia (grasa de animal, casi siempre de gallina) y un polvo medicinal adecuado, generalmente un dracma del mismo. Se advertía de no utilizar cera porque «tapa los poros de la piel». Los ungüentos (unguentum), eran medicamentos tópicos elaborados con aceite, grasa, resina, médula (medullis), cera, polvos, etc. De consistencia más firme que el linimento, la proporción debía ser una cuarta LA HUELLA DE GASPAR CASAL parte de sustancia activa sólida (polvo, cera) por cada parte entera de aceite o grasa. Si había necesidad de usar algún medicamento que existiera solo en forma líquida, se debía mezclar primero con el aceite y hervir hasta que se consumiera el líquido. Los cer atos (cerato, ceratum) tenían por base, como su nombre indica, la cera. Su consistencia era intermedia entre el emplasto y el ungüento. También podían hacerse agregando aceite y, en este caso, la proporción era aproximadamente de una onza de aceite, uno a diez dracmas del polvo medicinal, y diez onzas de cera. En cuanto a los emplastos (emplastro, emplastrum), eran medicamentos más espesos y viscosos que los ceratos y, por ello, solían adherirse fácil y fuertemente a la piel. Su preparación se realizaba con medicamentos en estado seco, a los cuales se agregaba: aceite, resina, grasa, goma, cera, o algo semejante. Para una onza de aceite corresponderían seis dracmas de sustancia seca activa y diez onzas de cera; si se usaba también grasa, se disminuía la cantidad de aceite a la mitad para completar con aquella. Las cataplasmas (cataplasmate) eran medicamentos externos elaborados con raíces, hojas, semillas o flores como para fomento, pero que se ponían a cocer hasta que estuvieran muy blandas (ad putrilaginem); luego, se rompían, se machacaban en el mortero y se les agregaba un polvo —por ejemplo tres onzas de harina— y aceite o grasa (axungiae) en proporción de dos a tres onzas. Podían hacerse también con corteza de pan tostada, macerada luego en vino y mezclada a los polvos de la sustancia activa; o, también, con miga de pan empapada y medio cocida en leche, a la cual se agregaban claras de huevo, azafrán (crocum) y, a veces, aceite de rosas. El dr opr ax (dropax, dropace), era un emplasto con pimienta, aceite y otras sustancias como: euforbio, castóreo, azufre, salitre (sal petrae) o cenizas de vid. Para los vejigator ios (vesicatorio, vesicatorium), se le agregaba a un emplasto una sustancia vesicante, generalmente el polvo de cantáridas (y se prefería el preparado con las alas y cabezas de tales insectos). 328 E.- O tras for mas de uso e xter no En este ultimo grupo estarían incluidos los baños en general (que eran de cuatro clases principales: baños, semibaños, baños de vapor y vapores) y las fricciones. Los baños (balneum) consistían en la inmersión de todo el cuerpo, desde la cabeza, en un líquido. Podía ser agua pura tibia, aceite puro, leche, o agua con aceite. El baño de agua dulce fría era muy recomendado especialmente para conciliar el sueño y aliviar la fatiga de un largo viaje (longo itinere fatigatis). Se usaban también baños de vino, de agua termal, y los baños compuestos, que eran baños de cocimientos diversos, de raíces, semillas, o flores. Su diferencia con los semibaños (semibalneum, semicupium) era la porción del cuerpo que se sumergía; en estos últimos, se llevaba el líquido sólo hasta la boca del estómago (usque ad os ventriculi). El baño de vap or (stupha, sudatorium, laconicum, vaporarium), como su nombre indica, consistía en someter el cuerpo a la acción de un vapor; estos baños podían ser húmedos (similares al moderno baño turco) o secos (que asimilaríamos a la sauna de hoy en día). En cuanto a los vapores (suffitus) eran medicamentos secos o húmedos que, por el calor o el fuego, exhalaban olores (aromas, odores) adecuados, que el enfermo debía aspirar. Las fr icciones o unciones (frictiones, unctio) tenían consistencia similar al ungüento, pero con ellas se elaboraba, además, un lemnisco, y se aplicaba frotando la parte adecuada (por ejemplo la frente o las sienes del enfermo) con el lemnisco empapado en la sustancia. Veamos, a continuación, algunos los remedios usados por el Dr. Casal que, hoy en día, nos pueden resultar extraños. 329 REMEDIOS POCO COMUNES... Similares a las lociones eran las embroc aciones, preparaciones líquidas con las cuales se empapaba un lienzo pequeño y se pasaba levemente sobre la parte afectada, exprimiéndolo con suavidad para que el líquido cayera sobre aquella. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Algunos remedios ut iliz ados por el Dr. Gaspar Casal Antes de comentar algunos de los remedios citados por el Dr. Casal en su Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, es necesario hacer una consideración importante. La lectura pausada de esta obra —apasionante y casi obligada para cualquier médico— permite observar cómo D. Gaspar se esmera en describir las enfermedades (son especialmente exhaustivas las descripciones del mal de la rosa, la sarna y las lepras, pero no menos interesantes las de las lombrices, el asma, los cálculos renales, y otras) y los síntomas de sus pacientes. Es, el Dr. Casal, meticuloso en suma al describir los signos y síntomas de los pacientes: lengua, pulsos, temperamento... así como circunstancias sociales, dietéticas y climáticas. También es manifiesto cómo intenta apoyar sus observaciones en los clásicos, siendo continuas sus citas de Hipócrates y las referencias a Dorero, Boerhaave y otros autores. Sin embargo, con todo lo explícito que Casal resulta en enfermedades y enfermos, se vuelve muy parco a la hora de describir los tratamientos. Efectivamente, en la mayoría de los casos se refiere a ellos de manera somera y muy general, bien refiriéndose a tratamientos con vomitivos, cordiales, diaforéticos, expectorantes, astringentes, vesicantes..., bien hablando de cocimientos, tisanas, fomentos, purgas, baños... De entre los remedios que el Dr. Casal sí explicita en su obra, en este capítulo únicamente comentaremos los compuestos más curiosos, obviando los remedios minerales simples (como el mercurio y los mercuriales —tratamiento habitual de sífilis y lepra—, el azufre —tratamiento de las sarnas o psora—, la nitro y otras muchas sales minerales) y las plantas medicinales (que serían objeto de un capítulo específico), clasificándolos de manera sencilla, en virtud de su origen, en remedios de origen biológico (humano, animal y vegetal) y remedios de origen variado. 1.- REMEDIOS DE ORIGEN BIOLÓGICO A.- De or igen humano a.- La leche de mujer La leche figura, junto con su suero, entre los remedios más usados en la época del Dr. Casal. Se la llama lac, lacte y sero lactis. Es el líquido (liquor) blanco producido en las glándulas mamarias. 330 Muchos autores anotaban importantes diferencias entre las leches, pero la mayoría consideraba la de origen humano como la más adecuada: desestimaban la de cabra por tener consistencia mediocre y ser menos húmeda que la humana; decían que la de oveja es más grasosa, con menos suero y abunda en queso; que la de vaca, grasosa y espesa, abunda en mantequilla; y que la de burra, clara y serosa, abunda en suero. En la antigüedad, el uso de la leche de mujer estaba muy extendido. El propio Plinio, en su Historia Natural, se refiere a ella en estos elogiosos términos: «Sobre el uso de la leche hay acuerdo en que es lo más dulce y suave y además lo más útil en la fiebre prolongada y en la enfermedad celiaca14, especialmente la de la mujer que ya ha destetado al niño»15. Continúa alabando su uso para las nauseas, las fiebres, los ardores, los abscesos de mamas, el ojo rojo por golpes, la epifora, los males de oído, los dolores de matriz, la diarrea, las afecciones pulmonares... Incluso, la propugna como antídoto para la locura producida por el beleño y para las mordeduras y venenos de ranas y, también, como vacuna para que los perros no contraigan la rabia. Curiosamente, todos estos beneficios los produciría —según Plinio— la leche de la «mujer que haya dado a luz a un varón» (y mejor aún si eran gemelos varones) porque la leche de mujer que parió hembra «solo vale para los males del rostro»16. Casal cita la leche de mujer en dos ocasiones: una como tratamiento tópico del Mal del paño: (...) Es el que llaman mal de el paño, una maligna especie de absceso improprio, de tan infame carta, que dentro de poco tiempo forma fístula irremediable en alguna rodilla o cualquiera otra articulación de el cuerpo. Dicen los mismos que lo padecen, que se le impuso aquel nombre, porque si pretenden curarlo con trapos de lienzo, les sobreviene una sinovia tan crecida, que los consume presto: pero si con paños de lana, y una polenta compuerta de harina de trigo y leche de mujer, se preservan de la sinovia y viven largo tiempo.17 (...) y así no pudiendo obligarla a que tomase sustento alguno liquido ni sólido, fue necesario darle leche de una mujer sana, desde el mismo día diez en adelante.18 331 REMEDIOS POCO COMUNES... y la otra como alimento de una enferma: b.- El hueso humano La única referencia que encontramos sobre el uso de huesos humanos en las farmacopeas de la época de Casal está en la Palestra Farmacéutica Chímico-Galénica de 1792 donde leemos: El Cráneo humano se ha de escoger de persona que muera violentamente y de enfermedad: se partirá en pedazos, se secarán y después se harán polvos sutiles, y se guardarán para el uso.19 No parece, por su obra, que Casal hiciera mucho uso del hueso humano como remedio. Lo cita, por ejemplo, en uno de los casos de cálculos en los riñones, cuando dice que un canónigo de la catedral, afecto de ellos, «estaba tomando Píldoras de Barbet, compuestas de hueso humano calcinado, greda preparada, trociscos de alquequenjes, etc.»20. B.- De or igen animal a.- Víboras En la Pharmacopoea Hispánica21 la víbora (vipera) está catalogada como «axungia, animal vivum» (grasa, animal vivo), y en las preparaciones más simples aparece22: Viperae forcipe apprehensae caput, caudamque abscinde: eam excoria, et exentera, atque, pinguedine ad alios usus seposita, truncum adhibe ad juscula, aut in aëre, umbraque exsicca, et in vase clausuo, loco sicco, repone. Eodem modo praeparantur. Angues pro Jusculis23. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Mucho más explicito es Félix Palacios, en su Palestra Farmacéutica, Chímico-Galénica, donde nos cuenta: Preparación de las Víboras Escogeránse las Víboras, las más gordas y más vivas, cogidas en la Primavera o en el Otoño, se les cortará la cabeza, se les quitará el pellejo y las entrañas, se lavarán los troncos o cuerpos de ellas en agua, o se limpiarán con un paño de lienzo, se pondrá sobre un hilo, dejándolas secar en un lugar seco, y se guardarán; los corazones y los hígados se separarán de la enjundia e intestinos y se pondrán e secar del mismo modo. La enjundia se separa de los intestinos, se derrite con un calor suave, se cuela, y se guarda en una redomilla de vidrio bien tapada y se mantiene líquida, como aceite, por causa de la gran cantidad de sales volátiles que contiene en más abundancia que no las otras enjundias. Para conservar los cuerpos de las víboras enteros por mucho tiempo, después de secos se untan suavemente con Bálsamo del Perú, con lo cual se impide se apelillen. Lo mismo se hace con los corazones y hígados de las Víboras. 332 Los polvos de víboras se hacen pulverizando sutilmente los cuerpos de ellas bien secos: algunos añaden también los corazones y los hígados; pero lo mejor es hacerlos polvos separados, porque unidos vuelven los polvos de los cuerpos de las víboras fáciles a enranciarse y apelillarse, por las partes oleosas de que abundan. Los polvos de los corazones y hígados de las víboras, se llaman comúnmente Bezoárdico Animal. Los polvos, tanto de los cuerpos de las víboras, como de los corazones, y hígados, son propios para purificar la sangre, para hacer arrojar los humores dañosos por transpiración, para resistir el veneno, para las fiebres intermitentes, para la fiebre maligna, para las viruelas, para la peste, y semejantes enfermedades. La dosis de los polvos de los cuerpos es de ocho granos hasta un escrúpulo. La dosis de los corazones y hígado es de seis granos hasta un escrúpulo. La enjundia de las víboras es propia para rarefacer los humores, para excitar la transpiración: dase en las viruelas, en las fiebres malignas. La dosis es de una gota basta seis; exteriormente aplicada, sirve a dolores causados de humores crasos y fríos en los tumores y en todas las enfermedades, que se necesita rarefacer y evaporar los humores: échanse en los ojos cuando hay cataratas; entra en el Emplasto de Ranas. Los Antiguos hacían diferentes preparaciones después de muertas las Víboras, porque creían que les quedaban partes venenosas; pero como después de muertas no tienen veneno alguno, antes toda ella es un contraveneno, se tienen por dañosas sus preparaciones, pues solo sirven de quitarles sus partes más activas y específicas a los achaques que se aplican. Del mismo modo se preparan las culebras o serpientes; pero tienen mucho menos virtud que las víboras.24 El Dr. Casal cita este animal en varias ocasiones en su obra como tratamiento de la lepra. Así, usó el caldo (juscula), en cierta monja de San Bernardo que: «(...) después del uso ordinario de medicamentos, curó radicalmente con caldo de víbora, no tenía verdadera lepra, sino una sarna escorbútica contumaz que se aproximaba mucho a la naturaleza de la lepra»25 b.- Entrañas de erizo Parece que el Dr. Casal era un enamorado de este remedio, que experimentó con éxito en el tratamiento de alferecías y problemas urinarios. En la páginas 142-144 de su Historia Natural y Médica del Principado de Asturias27, nos cuenta su experiencia: 333 REMEDIOS POCO COMUNES... También, cuando dice: «la curé [la lepra ordinaria] muchas veces en viejos con específicos remedios, baños y caldos de víboras»26. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Tres o cuatro personas se llegaron a curar mediante mi cuidado, y asistencia, en el dilatado tiempo de veinte y más años pero no con las medicinas nombradas sí con las tres entrañas del erizo, que son, hígado, pulmón y corazón. Hay en Asturias tantos de estos animalitos, que a cada paso se encuentran; y parece que la causa de esta multitud consiste en la espesura, frondosidad, temperie húmeda y templada abundancia de frutas domesticas y silvestres de todo el País. El modo con que se preparan dichas entrañas es como se sigue: Ábrese por el espinoso dorso, con un cuchillo cortante, el erizo vivo, y de repente, sin permitir que se enfríe, se le arrancan con la mano dichas entrañas, unidas al diafragma, el cual no se separa de ellas, como ni tampoco la vejiga de la hiel: y colgando entonces todas estas vísceras, así como se sacaron, de un techo, defendido de lluvias, y bien ventilado de aires, se dejan enjugar y secar hasta poderse hacer polvos, los que nunca se logran muy sutiles. La dosis, que regularmente disponía, era de media dracma, hasta una y el vehículo en que los daba se reducía a un poco de caldo de gallina sola o a tres onzas de agua de flor de tilia, con una de Jarabe de Peonía, para que el sabor fuese menos fastidioso. La ocasión más oportuna me pareció la mañana, dos horas antes del desayuno. Pero antes de valerme de esta medicina, ponía grande cuidado, en que se practicasen todas las evacuaciones, preparaciones, y reglas de dieta, que juzgaba convenientes; y hacía que el uso de dichos polvos se continuase muchos días. Tengo innumerables experiencias de los admirables, y prontos efectos, que ocasionan estos mismos polvos, si se dan a las mujeres, cuando se ven oprimidas de accidentes histéricos, mezclando con ellos dos o tres granos de los de castóreo, en vehículo apropiado: y para estos lances suele ser bastante dosis de medio escrúpulo a uno. Con el motivo de haber hablado del erizo digo que (como en este País son tan frecuentes las disurias, estrangurias y, en los viejos, los repetidos estímulos de la orina que, especialmente de noche, les interrumpen el sueño) he procurado tentar, y probar cuantas medicinas antiguas y modernas, simples, y compuestas pude hallar escritas y muy ponderadas en los Autores de mejor nota y mas selectas Pharmacopeas para corregir semejantes irritaciones y certifico, que no encontré otra, que obrase tan favorablemente, como los polvos de todo el Erizo entero, quemado y calcinado hasta reducirse a cal o ceniza blanca. Nunca administré estos singulares polvos, sin mirar primero muy despacio el vehículo, en que debían tomarlos los pacientes, respecto a la temperie, achaques habituales, y contextura de cada uno: y así, a los de temperamento bilioso, acre y ardiente, los daba en emulsiones de pepitas de melón, calabaza, sandia y simiente de malvas y violetas, sacadas ya con sueros destilados de leche de cabras o ya con las aguas o cocimientos leves de agrimonia, pimpinela, chicoria, ó verdolaga, dulcificándolos con el jarabe de althea de Fernelio. 334 En los fríos, flemosos, viejos y débiles de estomago, que celebraban poco buenas digestiones, los ministraba en cocimientos o infusiones de aquellos, que corroboran y ayudan a la primera cocción; pues sí esta no se celebra como debe, es imposible que las orinas salgan con la temperancia y corrección que necesitan tener, para no irritar las vías y vejiga. Los catarrosos, de cuyas cabezas descendían copiosos sueros acres, disponía cocimientos de los mas oportunos anticatarrales y finalmente, en aquellos nefríticos que engendraban arenas, mezclaba los mencionados polvos de el erizo bien calcinado, con selectos cocimientos, y emulsiones antinefríticas de aquellos ingredientes, que no siendo impetuosos, ni estimulantes, tenían bastante virtud para limpiar los riñones, y restituirlos, en parte, a mejor disposición y temperie. El que con método usare de dichos polvos, conocerá que nó es falso lo que de ellos he referido.28 También el Dr. Tolivar Faes, en su obra Los enfermos de Casal, nos recuerda los buenos resultados que D. Gaspar obtuvo con los polvos de entrañas de erizo calcinado en los accidentes histéricos, los catarros y las estrangularias29. Pero ya los clásicos atribuían grandes propiedades al erizo. Así, en la edición de 1624 de la Historia Natural de Cayo Plinio Segundo se puede leer: c.- Espermaceti Su nombre procede del griego sperma, semilla, y del latín cetus, ballena. Es una cera o aceite blanquecino, que se conoce también como blanco de ballena o esperma de ballena. En el siglo XVIII se le llamaba generalmente ambra grisea (ámbar gris). Debido a ciertas malas traducciones, muchos cronistas señalaban que el ámbar gris no era más que esperma solidificado de ballenas; sin embargo, la confusión se debe a que en inglés se denomina sperm whale al cachalote. Realmente, es una sustancia sólida y cerosa, de color gris oscuro, que solía encontrarse flotando en el mar (generalmente en la cercanía de las 335 REMEDIOS POCO COMUNES... Asado el erizo, o cocido, es remedio contra la lepra, y llagas del pulmón. Quemado todo el cuerpo, sola su cabeza o pellejo y hecho polvos, se deseca y limpia y quita las superfluidades de las llagas: hace renacer el pelo y tiene otras virtudes admirables. Gargarizando con su sangre desatada en aguamiel, quita la ronquera. Es su hiel singular colirio para los ojos. Su bazo asado y comido, aprovecha para deshacer el bazo, y su estiércol mezclado con vinagre, pez liquida, y sandaraca, hace que no se caiga el cabello.30 costas), y que es el producto de una secreción de los intestinos del cachalote (Physeter macrocephalus) y también está presente en las cavidades de su cráneo y en las grasas vascularizadas de todas las ballenas. La primera Pharmacopoea Hispana, recoge una formulación de un ungüento de Spermatis Ceti que se preparaba en estos términos31: Unguentum Spermatis Ceti (Butyrum antiherpeticum) R/ Spermatis Ceti uncias quatuor, et drachmas sex, Olei Olivarum uncias quatuor, et semis, Cerae albae drachmas sex. Liquefactis adde Aquae Rosarum unciam semis, Cerussae acetatae (Sacchari Saturni) scrupulum unum, Hydrargyri muriati praeccipitati (Mercuri praecipitati albi) drachmas tres, et scrupulos duos. Misce cum agitatione ad albedinem. In singulis unciis continet Hydrargyri muriati praecipitati scrupulum unum.32 En la obra de Casal esta sustancia nada más que aparece citada en la carta que prologa al libro: El ámbar, efedro, o succino, tan decantado de los antiguos y que se nos vendía o por lágrimas de las Phaetontiadas o por regüeldos de ballenas índicas; confundiendo el Ámbar Gris con la Ambra, o succino, que son cosas muy distintas.33 LA HUELLA DE GASPAR CASAL Hoy día, el ambra grisea sigue usándose en homeopatía, fundamentalmente —y sin entrar en más detalles— en algunos pacientes con nerviosismo, hipersensibilidad nerviosa o con metrorragias funcionales34. d.- Piedra Bezoar Nombra el Dr. Casal este remedio en su obra en una ocasión35. El bezoar es un cálculo que se puede hallar en los intestinos o estómagos de los animales. Hay muchos tipos de bezoar, tanto orgánicos como inorgánicos. La palabra bezoar viene del persa pâdzahr, y significa contraveneno o antídoto, pues en la Antigüedad se creía que el bezoar podía curar y anular los efectos de todos los venenos. En 1572, el científico francés 336 337 REMEDIOS POCO COMUNES... Ambroise Paré realizó un experimento con un bezoar. Paré decía que era imposible que eso curara todos los venenos. Uno de los cocineros de Ambroise fue atrapado robando utilería de plata. En su vergüenza, aceptó ser envenenado. Entonces, el científico hizo la prueba, el cocinero murió, y —al contrario de lo creído en ese tiempo— se comprobó que el bezoar no curaba todos los venenos. Aunque no actúa contra todos los venenos como se creía, algunos tipos de tricobezoares (bezoares formados con pelo) podrían anular efectos del arsénico. Habitualmente se encuentra en los estómagos de muchos animales, principalmente rumiantes (antílopes, alpacas, ciervos, etc.), aunque también se puede encontrar en estómagos de humanos (principalmente en pacientes infantiles o adultos con tricotilomanía, es decir, que por niveles muy altos de ansiedad se arrancan e ingieren su propio cabello o que ingieren otro tipos de pelos (alfombras, etc.), y en estómagos de animales domésticos (perros, gatos...). Según su contenido, hay varios tipos: Tricobe z oar: es un bezoar formado de pelo. Hay casos en los cua-T les se forman por el propio pelo consumido de la persona o del animal. Far mabe zoar: es un bezoar formado por medicamentos. -F F itobe z oar: está compuesto de materiales orgánicos no digeribles -F (en los humanos, por ejemplo, la celulosa). -Algunos bezoares, los más interesantes, son los que empiezan por materiales como arena y piedras, y con el tiempo se van formando capas de calcio en su superficie, a semejanza de las perlas de las ostras. Estos bezoares son llamados piedr a be z oar o gema be zoar, ya que son muy bellos y son consideradas piedras semipreciosas. Todos estos bezoares se pueden formar en humanos: un bezoar en el esófago es común en niños pequeños. Un bezoar en el intestino grueso puede derivar en un fecaloma. Antiguamente, los boticarios alquilaban o vendían bezoares a muy altos precios. LA HUELLA DE GASPAR CASAL e.- Cantáridas La Lytta vesicatoria, conocida popularmente con el nombre de can tár ida —y también como mosc a de España o mosc a española por la traducción de su nombre vulgar en el resto del mundo (spanish fly)— es un insecto coleóptero de la familia Meloidae usado en medicina hasta principios del siglo XX como vesicante. La Lytta vesicatoria es denominada a veces, incorrectamente, Cantharis vesicatoria pero, en la taxonomía actual, el género Vesicatoria ya no está incluido dentro de la familia Cantharis. También se denominaba cantár ida al producto resultante de la desecación del insecto y a la llaga que producía en la piel de los enfermos tratados con ella. Los boticarios también denominaban a menudo cantáridas (blister beetle) a otras especies parecidas de insectos. La Lytta vesicatoria es un insecto de color verde esmeralda metalizado, con un tamaño de 12 a 22 mm de largo y de 5 a 8 mm de ancho. Se encuentra en ecosistemas cálidos y subtropicales. En Europa, está muy extendida por todas las regiones meridionales y en América existen más de 250 especies de esta misma familia. Vive sobre las plantas de las familias Caprifoliaceae y Oleaceae: olivos, saúcos, fresnos, álamos, etc. El uso médico de este escarabajo parte ya de algunas descripciones que realizara el propio Hipócrates, que las usaba en hidrópicos. Su principio activo, la cantar idina (C10H12O4, de la que contiene un uno por ciento aproximadamente), no fue descubierto hasta principios del siglo XIX. Se usó para extirpar verrugas y, también, para tratar problemas reumáticos. La cantaridina es un potente veneno si se toma en dosis elevadas y ataca principalmente las vías urinarias, causando vómitos violentos y dolor ardiente. Plinio, en su Historia Natural36 recomienda el uso de la leche como antídoto contra este veneno y dice que las cantáridas se vomitan con jugo de carne de cabra. La Pharmacopoea Hispana37 de 1794 la cataloga como Insectum Hispánicum. Casal empleaba las cantáridas con asiduidad y las cita en su libro en muchas ocasiones, pero, además, como dice Tolivar Faes: 338 «es tal la fe de Casal en los vejigatorios de cantáridas que, habiéndolos empleado con éxito en la epidemia de fiebres ardientes y neumonías iniciada en septiembre de 1735, dedica a dicho tratamiento las páginas 191 a 20138 de su obra»39. En esas páginas, el Dr. Casal cuenta como trató también con ellas al Dr. D. José Dorado (otro médico de Oviedo y no muy bien avenido con D. Gaspar), enfermo de perineumonía en esa epidemia. Este tratamiento tuvo su enjundia, pues el Dr. Dorado —con poca confianza en las cantáridas— no quería que se las aplicasen y el Dr. Casal le puso dos parches en las pantorrillas cuando aquel perdió el conocimiento; el tratamiento no fue efectivo, pues D. José murió dos días después. Sin embargo, de esa epidemia cuenta Casal que trató con cantáridas diecinueve casos, de los que diecisiete tuvieron rápida curación. Actualmente, sigue usándose —con el nombre de cantharis— como remedio homeopático en pacientes con síntomas de ardor: fundamentalmente en cistitis agudas, nefritis, hematurias dolorosas y retenciones de orina, pero, también, en afecciones dermatológicas que cursen con erupciones vesiculares y flictenas, y en quemaduras de segundo grado; así como en anginas y aftas (inflamaciones mucosas de tipo úlceronecrótico) y en derrames serosos con dolores urentes40. No receté el licor de Asta de Ciervo sucinado, ni el espíritu de sal de armoniaco anisado por no haberlos en estas boticas, ni me atreví a dar vomitivos por la cortísima edad de los pacientes.41 El cordial alexifármaco (que así nombrado, parece que sería una maravillosa composición) se reducía a un ordinario cocimiento de rasuras de cuerno de ciervo, raíz de bardana mayor, escorzonera y pimpinela, la yerba escabiosa y las flores de amapolas. Pero solía añadir el nitro bien purificado, la piedra bezoar, algún testaceo, o confección de las que en las Boticas se hayan con el titulo de cordiales y para que el sabor no fuese tan ingrato, dulcificaba esta bebida con aquellos jarabes, que me parecían más convenientes42. El vomitivo, que da un Cirujano cercano a este Concejo es la laureola; y por cordial, un cocimiento de escabiosa y rasuras de asta de ciervo; de modo, que deja los enfermos al espirar y con todo ello no se le mueren: lo cierto es, que asis- 339 REMEDIOS POCO COMUNES... f.- Asta de ciervo El asta de ciervo aparece citada en la obra de Casal en tres ocasiones: te a muy pocos; pero no se le murió mas que una moza y estoy admirado de que no se le mueran todos.43 LA HUELLA DE GASPAR CASAL Se puede ver la cómo había que preparar este remedio y sus indicaciones en la Palestra Farmacéutica Chímico-Galénica de 1792: Preparación del Cuerno de Ciervo, del Marfil, del Cráneo Humano, Uña de la Gran Bestia y Huesos de los Animales. Los Antiguos pensaron que aumentaban la virtud cordial cefálica, sudorífica, y alexiteria del cuerno de ciervo, marfil y semejantes, calcinándolos hasta que se redujesen en una cal blanca; pero los Modernos, conociendo que su principal virtud consiste en sus partes salino-viscosas-volátiles y que estas con facilidad se actúan en el estomago, hacen dos géneros de preparaciones según la intención o enfermedad a que se debe aplicar; como cuando se quiere que sea totalmente absorbente y destructivo del ácido del estómago lo dan calcinado a fuego descubierto hasta que está blanco: se da para cordial, y para contra la alferecía, perlesía, convulsiones, fiebres malignas, y semejantes: lo dan filosóficamente preparado o crudo, raspado y hecho polvos sutiles, que es lo mejor. Tómase el cuerno de ciervo, se parte en pedacitos, y se echan sobre los carbones encendidos, dejándolos calcinar hasta que se hayan reducido en una cal blanca: entonces se sacan, dejan enfriar, se hacen polvos sutilísimos y se prepara o remuele con Agua Rosada sobre una piedra hasta que esté muy sutilizado: se forma en pedacitos que se secan y guardan para el uso. Los Alquimistas han querido adelantar más esta calcinación y para hacerla, extractifican los pedazos de cuerno de ciervo con ladrillos y carbones encendidos, lo calcinan y después les parece que tienen un cuerno de ciervo preparado, que ellos llaman filosóficamente, que tiene más virtud que el antecedente; lo cual es falso, pues no hay razón, ni experiencia que lo confirme. Es bueno el cuerno de ciervo calcinado para detener los flujos del vientre, para dulcificar los ácidos del estómago, para quitar las hemorragias y purgaciones. La dosis es de medio escrúpulo hasta una dragma. Los Modernos inventaron otro modo de preparar este cuerno de ciervo, con el cual no se le destruye tanto su virtud. Toman pedazos de cuerno de ciervo, los cuelgan dentro de las cabezas de los alambiques y destilan yerbas aromáticas y cordiales, dejándolos dentro hasta que se vuelvan blandos, se secan y después se preparan y guardan para el uso: á esta preparación se llama cuerno de ciervo filosóficamente preparado. Mediante esta preparación no deja de perderse algo de las substancias activas del cuerno de ciervo, porque se disuelven en el vapor de agua que asciende, con que se vuelve friable por la falta de las partes viscosas que se disolvieron. La mejor preparación del cuerno de ciervo es limarlo crudo y hacerlo polvos sutilísimos, con lo cual se tiene un cuerno de ciervo preparado, sin pérdida de sus partes activas. 340 El Cráneo humano se ha de escoger de persona que muera violentamente y de enfermedad: se partirá en pedazos, se secarán y después se harán polvos sutiles, y se guardarán para el uso. El cráneo de ciervo y la uña de la cráneo de gran bestia se preparan del mismo modo. Tiénense por específicos en la alferecía, perlesía, apoplejía y demás enfermedades de la mano. La dosis es de medio escrúpulo hasta dos. El marfil, y demás huesos de los animales se preparan de dos modos, como el cuerno de ciervo, según para lo que se ha de aplicar; pero la mejor preparación del marfil es limarlo, y hacerlo polvos sutiles, y se guarda para el uso.44 También la primera Pharmacopoea Hispana recoge dos formulaciones con el asta de ciervo: Cornu cervi pulveratio45 [polvo de cuerno de ciervo] y Liquor volatilis (Spiritus), Sal volatilis, et oleum cornu cervi46 [Líquido volatil (espíritu), Sal volatil y aceite de cuerno de ciervo]. C.- De or igen Vegetal a.- Muérdago Aunque antes dijimos que en este capítulo íbamos a obviar los remedios usados por el Dr. Casal obtenidos de plantas medicinales, no podemos dejar de citar aquí el Muérdago (Viscum sp.) porque el Dr. Casal dedica un capítulo (De el Visco Coryno47) a contar cómo, dada su buena fama contra la alferecía, lo exper imentó en varios pacientes pero sin resultado positivo alguno, llegando a la conclusión de que era inútil. Termina el capítulo de forma harto expresiva: «Lo cierto es, que en los Libros de Medicina se encuentran estos, y otros Viscos, para cazar pájaros bobos»48. c.- Ocla de mar L’ocle es el término que la lengua asturiana utiliza para nombrar los sargazos y, por extensión, todas las algas que aparecen flotando entre aguas o varadas en las orillas del mar cuando baja la marea. 341 REMEDIOS POCO COMUNES... b.- Pepitas de melón, calaba z a y sandía Cita Casal las pepitas de melón, calabaza y sandía en una ocasión47, como vehículo de los polvos de erizo para pacientes de temperamento bilioso, acre y ardiente48. Obviamente, por su procedencia, estas algas son ricas en yodo y, por ello, aunque su uso fuera empírico, se recetaban desde siempre en el tratamiento del bocio. Cita Casal este tratamiento en el capítulo de XVIII de su obra: En los Concejos de Lena y Aller son endémicos los bocios, o bronchocelas; y así son muchas las personas de uno y otro sexo que los padecen. En algunos es tanto lo que abultan, que igualan a un zaque de cabida de más de azumbre. Nunca vi que alguna de estas hernias guturales se curase, aunque he visto tomar la ocla del mar, y otros innumerables remedios de los que para este fin traen las Pharmacopeas.51 2.- REMEDIOS DE ORIGEN VARIAD O a.- Polvos de Borri Aparece este remedio citado por el Dr. Casal su Historia Médica en estos términos: El vomitivo, que solía enviar, se componía de un escrúpulo de polvos de la raíz de bejuquillo; tres o cuatro granos de polvos de el Borri, cinco granos de sal de ajenjo; tres onzas de agua de toronjil; dos dracmas de agua de canela; y una onza de jarabe de rosas secas.52 LA HUELLA DE GASPAR CASAL Este medicamento, muy famoso en su tiempo, fue inventado por Joseph Francisco Borri. En Asturias tenemos alguna noticia de este Caballero italiano gracias a que el Padre Feijoo habla de él en su Teatro Crítico: Después de Paracelso y Helmoncio me ocurre otro famoso secretista moderno, muy parecido á aquellos dos, el Caballero Borri, cuyo nombre suena ya mucho en las Boticas, y es repetido en las recetas de los Médicos, a causa del vomitorio que inventó, y que con voz vulgarizada se llama los Polvos del Borri. Pero como, por lo común, del Borri poco más se sabe que el nombre, daré aquí alguna noticia de él, que creo no será ingrata a los curiosos, porque sin duda fue un hombre muy extraordinario en genio, acciones, y fortuna. Joseph Francisco Borri, natural de Milán, pasó niño a estudiar a Roma, donde luego descubrió una prodigiosa vivacidad de espíritu, y una felicísima memoria. Hechos los primeros estudios, se aplicó a la Química y Medicina y adelantando mucho en una y otra en breve tiempo. (...) En fin murió el año de 1695 a los 79 de edad. (...) Mas por lo que mira a Secretos Medicinales de alguna monta, no se infiere de lo dicho, ni es verosímil que el Borri los poseyese. (...) He dicho secretos de alguna monta, por no negarle que supiese mejorar con alguna operación química de su invención uno u otro medicamento. En esta clase ponemos los 342 polvos que tienen su nombre, los cuales no son otra cosa que cristal de tártaro antimoniado. Puede decirse, que es un buen medicamento, porque se cree que en su manipulación se despoja el antimonio de la actividad deletérea o venenosa que tiene, y por este medio se constituye en el grado de un vomitorio inocente, mas que al fin no hace otra cosa que mover el vomito, como otros muchos que hay en las Boticas. Y esto es todo lo que la facultad Médica heredó del famoso Borri. (...) Es verdad que este error del vulgo nace de los mismos médicos, porque algunos, para hacerse más respetables, y aún más caros, fingen tener particulares remedios, y recetan misteriosamente, nuestra agua, nuestros polvos, nuestras píldoras, dirigiendo la receta a determinado Boticario, a quien se ha comunicado el misterio. Comúnmente estas recetas nada tienen de particular, sino alguna diferente combinación arbitraria de los mismos simples, o compuestos de que usan los demás médicos, o la adición de otra alguna cosilla común (que a este o al otro médico se le antoja hacer por su capricho) a una composición ordinaria. Donde se puede incidir en dos inconvenientes: el primero, que la composición con esa novedad no sea tan útil, o sea positivamente nociva; pues más fácil es que se engañe un médico particular, que fue autor de esa invención, que el que yerren todos los demás que aprueban las composiciones comunes. El segundo, que puede el boticario, si no tiene conciencia, vender el remedio en mucho más de lo que vale, diciendo que entran en él drogas muy costosas, aunque conste de los simples más viles. Yo por mí declaro que no quiero médicos preciados de secretistas, ni tomaré jamás remedio que no esté expresado con su nombre propio en la receta.53 b.- Polvos imperiales Aparecían los Polvos Imperiales definidos en la entrada Imperial del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) en su edición de 1734: IMPERIAL. Se toma muchas veces por especial y grande en fu línea, y de singular dignidad o recomendación en ella: y en este sentido se llama, ahora bebida imperial, un género de bebida compuesta, de singular gusto por lo especial de sus ingredientes; como polvos imperiales en las Boticas unos polvos capitales de particular eficacia y composición.54 343 REMEDIOS POCO COMUNES... Se puede decir más alto pero no más claro y, por supuesto, la ética y deontología médicas actuales comparten y consagran los criterios y opiniones del P. Feijoo. Retomando los Polvos de Borri, queda aclarado que son simples polvos de tártaro antimoniado, con efecto vomitivo. Las ediciones sucesivas del DRAE de 1780, 1783 y 1791 repiten la definición de pol vos imper iales («en las Boticas, unos polvos capitales de particular eficacia y composición»), definición que desaparece del diccionario en la edición de 1803, no volviendo a figurar desde entonces. En la Pharmacopoea Hispana de 1794 no aparecen nombrados, sin embargo, los polvos imperiales. Sí los cita de pasada Félix Palacios en su Palestra Farmacéutica, Chímico-Galénica en el capítulo en el que habla de las trituraciones, pero sin especificar su composición: Lo segundo que se ha de reparar es que si es cierto lo que dice, todos los polvos cordiales y alterantes se hacen sin arte; pues todos saben que los polvos imperiales, de Diamusco, de Diambra, de Leticia, de Diamargariton, Estomáticos, Cachécticos, etc. se componen de medicamentos de débil, mediocre y gruesa sustancia y no obstante esto, se elaboran haciéndolos todos polvos sutilísimos y en esto todos prácticos convienen: luego queda evidente ser inútil e impropia la advertencia o todos ciegos e ignorantes, yerran en su elaboración, y el primero el que lo advierte; pues en las descripciones que trae de ellos, dice se pulvericen sutilmente; y si esto no es así de la disparidad o el por que no obrando los medicamentos, sino es disueltos, estos se han de disolver todos para obrar á un mismo tiempo y en la zarza y el ruibarbo no se disuelven.55 En la obra (de 1830) Farmacopea Razonada o Tratado de Farmacia Práctico y Teórico se cita un «Polvo de canela y jengibre almizclado» con el subtítulo de «Polvo Imperial de Lémery», cuya composición es: «Canela, 10 dracmas; jengibre, 8 dracmas; clavo, 4 dracmas; galanga menor, 2 dracmas; macias, 2 dracmas; nueces de especia, 2 dracmas; y almizcle, 14 granos» y «Virtud: digestiva y excitante a la dosis de 12 a 36 granos: contiene medio grano de almizcle por dracma»56 LA HUELLA DE GASPAR CASAL pero no está claro si se refiere a los mismos polvos imperiales. Esta fórmula de Polvo Imperial de Lémery se usa aún hoy en día en restauración y repostería. Casal se refiere a los Polvos Imperiales citándolos en el listado de los remedios que usó contra la alferecía y le resultaron fallidos: Muchas diligencias he practicado para encontrar el método y remedios más seguros y ciertos preservativos y curativos de las alferecías que aquí se padecen, pero en vano, pues no omitiendo especifico alguno, todos me salieron fallidos. Repetidas experiencias hice con los viscos, quercino, corylino y de la oxiacantha; y los administré bajo de las reglas y preceptos que advierten los más escrupulosos escritores, predicadores de su eficacia; pero nunca vi efecto digno de aprecio. Lo mismo me sucedió con los famosos polvos imperiales, los de el 344 Marqués, los de la raíz de la insigne valeriana, serpentaria de Virginia, flores de tilia, peonía, etc.57 c.- Sangrías En un capítulo dedicado a los remedios usados por el Dr. Casal que, hoy en día, nos resultan extraños o ajenos a nuestra praxis médica habitual, no podíamos dejar de incluir las sangrías (tanto las realizadas con escarpelo, como por la aplicación de sanguijuelas). Las sangrías —las flebotomías— son el tratamiento más extendido en la práctica médica desde los clásicos hasta el comienzo de la medicina moderna, teniendo para los antiguos galenos un valor no solo terapéutico, sino también diagnóstico y pronóstico en virtud de las características de la sangre emanada. Casal —no podía ser de otra manera— usó muy a menudo las sangrías y así lo refleja en su obra. Algunos casos en los que las cita como tratamiento son, por ejemplo, en las pasiones histéricas las mujeres —«las sangrías (no habiendo cosa que las contradiga o embarace) son el más pronto y cierto remedio de cuantos he practicado para domar y desterrar por entones las invasiones de este mal»58—; en las apoplejías (afirma59 que tres de las treinta que dice haber atendido eran de las que «se burlan de cuantas sangrías se han inventado»); en las paperas («los más aprensivos y acostumbrados a evacuaciones de sangre, se sangraban»60); en las fiebres catarrales61 o ardientes62; y en las toses: las catarrales63, las de los tísicos64 o las que afectaban a un par de jóvenes herniados, que mejoraron su tos con ellas65 pero no las hernias, porque, en general, en estas los resultados no eran tan buenos: Así mismo, hace más de una referencia al tratamiento con sangrías en las viruelas, como, por ejemplo en una epidemia del año 1748: No puedo negar, que las sangrías, antes del día quinto, hicieron (al parecer) buenos efectos, o, por lo menos no malos, en aquellos muchachos, y aún niños, de dos, hasta cuatro años, que tenían indicantes para ellas; pues de los que se sangraron, convalecieron muchos: pero no me atrevo, con todo eso, a 345 REMEDIOS POCO COMUNES... (..) pues hemos conocido no pocos sujetos con hernias carnosas, varicosas, venéreas, y de otras especies, sin toses húmedas, ni secas; y otros con toses secas, que nunca, aunque se sangrase, se mudaron en hernias. 66 LA HUELLA DE GASPAR CASAL defender, que por las sangrías se libraron de la muerte, sí porque, acaso, el veneno epidemial no estaría en estos tan dominante, como en los que murieron.67 y termina añadiendo: (...) pues siendo los dos muchachos de quince años, y habiendo sido sangrados en debida cantidad, y tiempo, según reglas médicas, murieron ambos a manos de las epidémicas viruelas. Asimismo pueden ser testigos otros muchos, que sanaron sin evacuaciones de sangre, no porque tuviesen contra indicante alguno, sí porque no llamaron a tiempo médico, ni cirujano. 68 Por último, Casal cuenta que el médico José Dorado las usó sin éxito en un mozo de veintiocho años aquejado de lombrices, paciente luego tratado por él con éxito con «específicos contra lombrices»69. No es descabellado pensar que el Dr. Casal —con su acostumbrada visión crítica— aunque las usara a menudo, comenzara a dudar de la efectividad de este tratamiento y empezara a replantearse al menos el uso extensivo e indiscriminado con el que la medicina del siglo XVIII lo empleaba, pues en varias ocasiones se lamenta en términos semejantes a estos: «es probable que acaso no hubiera muerto, si no se hubiera sangrado»70. Respecto a las sanguijuelas, las nombra Casal como tratamiento a una cefalea (dos detrás de cada oreja)71, de las hemorroides72 y en las situaciones epidémicas en las que a los adultos sangraba, pero que, en niños de corta edad, prefirió usarlas con el mismo objeto: Con estas, y otras experiencias, y razones, me resolví a sacar sangre, valiéndome de sanguijuelas, por la poca edad de los pacientes: y certifico con verdad, que se consiguió grandísimo beneficio en casi todos; y que en ninguno se reconoció detrimento, procedido de semejante evacuación.73 Queda pues bien claro, el uso de las sangrías —conforme a la ciencia del momento— en la práctica clínica habitual del Dr. Casal. d.- Miscelánea Hay algunos remedios que el Dr. Casal cita en una única ocasión, como de pasada, en su obra. A ellos no vamos a dedicarles muchas líneas pero tampoco podíamos evitar al menos citarlos: 346 Píldor as de Bar bet: como reproducimos más arriba, en el apartado dedicado al hueso humano, Casal las cita dando parte de su composición cualitativa: «hueso humano calcinado, greda preparada, trociscos de alquequenjes, etc.»74. Pol vos del Marqués: el Dr. Casal los cita únicamente junto con otros remedios fallidos contra la alferecía, como vimos en el apartado del los Polvos Imperiales75. Serían un tipo de tártaro emético. Receta de Har ris: la cita D. Gaspar en relación con los cálculos renales, indicando que su principal ingrediente es el ruibarbo76. Caldos de tor tugas, de c angre jos de río, de víbor a: el Dr. Casal los cita, junto con el de carne de ternera, como buen tratamiento para endemias; pero añade que esos animales no se encuentran en Asturias77. Remedios de los médicos de París: al final de su obra, reproduce Casal las cartas que cruzó con los sapientísimos doctores de París sobre el tratamiento de un enfermo con un tumor en la tetilla izquierda. En su respuesta, los médicos franceses le recomiendan un pormenorizado tratamiento que incluye, entre otras cosas: Bálsamo de Calisis, Pol vo de R anas Desec adas y Poudres de Rot roux (antimonio diaforético) 78. BIBLIOGRAFÍA Cabal, M. (1985). “Documentos inéditos de D. Gaspar Casal: Recetas médicas y testamento”. BIDEA (año 39, n.º 116, pp. 821-834). — (1959). Memorias de Historia Natural y Médica de Asturias (Edición fascímil de la edición de 1900). Oviedo: Excma. Diputación Provincial de Oviedo. Feijóo y Montenegro, B. G. (1765). Theatro crítico universal ó Discursos varios en todo genero de materias para desengaños de errores comunes. Madrid: Imprenta de Antonio Pérez De Soto. [Discurso Segundo: Secretos de la naturaleza, pp. 42-49] 347 REMEDIOS POCO COMUNES... Casal, G. (1762). Historia Natural y Médica de el Principado de Asturias (obra póstuma que escribió el Doct. D. Gaspar Casal y saca a la luz el Doct. Juan Joseph García Sevillano). Madrid. Librería de D. Francisco Manuel de Mena. Henry, N.E. (1830). Farmacopea razonada o tratado de farmacia práctico y teórico (volumen 1). Madrid: Imprenta de los Hijos de Doña Catalina Piñuela. Jouanny, J (1993). Nociones fundamentales de Materia Médica Homeopática. Madrid: Boiron. Laín Entralgo, P. (1978). Historia de la Medicina. Barcelona: Salvat Editores. Mendoza-Vega, J. (2004). Lecciones de Historia de la Medicina (2.ª edición, corregida y aumentada). Bogotá: Ediciones Rosaristas. — (2005). Enfermedad, salud y médicos en El Quijote. [en línea] <http://www.asale.org/ASALE/ pdf/ACoL/JuanMendozaVega.pdf>. Palacios, F. (1792). Palestra Farmacéutica, Chimico-Galenica. Madrid: Imprenta de la Viuda de D. Joaquín Ibarra. Pharmacopea Hispana (1794). Edición fascímil de 2007. Sevilla: Extramuros. Plinio. Historia Natural de Cayo Plinio Segundo traducida por el Licenciado Gerónimo de Huerta (1624). Madrid — Historia Natural. Traducción de Cantó, J.; Goméz Santamaría, I.; González Marín, S.; Torriño, E. (2ª edición, 2007). Madrid: Cátedra RAE (1734). Diccionario de la Lengua Castellana. Madrid: Imprenta de la RAE. Tolivar Faes, J. (1981). Los enfermos del Dr. Casal. Oviedo: IDEA. Villa Río, M.P. (1967). Casal en Oviedo. Oviedo: IDEA. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 1 2 3 4 5 6 7 348 Laín Entralgo, P. (1978). Historia de la Medicina. Barcelona. p. 358. Casal, G. (1959). Memorias de Historia Natural y Médica de Asturias (Edición fascímil de la edición de 1900). Oviedo. pp. 21. Marañón, en el prólogo de Casal, G. (1959), op. cit. p. XIX. Laín Entralgo, P. (1978). op. cit. p. 363. Casal, G. (1959), op. cit. p. 46. Lo cuenta hablando de las aguas medicinales de Las Caldas (Ídem, pp. 50-52). Ídem, pp. 320 y ss. 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 Cabal, M. (1985). «Documentos inéditos de D. Gaspar Casal: Recetas médicas y testamento». BIDEA (año 39, n.º 116, p. 823). Ibídem. Ibídem. Villa, M.P. (1967). Casal en Oviedo. Oviedo, p. 120. Ibídem. Mendoza-Vega, J. (2005), Enfermedad, salud y médicos en El Quijote. [en línea] <http://www.asale.org/ASALE/ pdf/ACoL/JuanMendozaVega.pdf>, p. 8. Obviamente, no se refiere a la entidad que hoy en día conocemos como Enfermedad Celiaca, sino a un cuadro de dolor y rigidez abdominal que podría corresponderse con un espasmo de píloro. Historia Natural de Plinio, libro XXXVIII, capítulo XXI. Ibídem. Casal , G. (1762). Historia Natural y Médica de el Principado de Asturias (obra póstuma que escribió el Doct. D. Gaspar Casal y saca a la luz el Doct. Juan Joseph García Sevillano). Madrid, p. 123. Idem, p. 214. Palacios, F. (1792). Palestra Farmacéutica, Chimico-Galenica. Madrid. p. 644. Casal, G. (1959), op. cit., p. 116. Ídem, p. 48. Ídem, p. 59. La traducción sería: Se coge la cabeza de la víbora con las pinzas y se corta la cola: se despelleja, y se sacan las entrañas y la grasa, que se debe dejar de lado para otros usos; se toma el tronco para la juscula, se seca al aire y a la sombra y se almacena en un vaso cerrado en un sitio alejado. Se preparan de forma similar: las serpientes para las jusculas. Palacios, F. (1792). op. cit. pp. 644-645. Casal, G. (1959), op. cit., p. 289. Ídem, p. 131. Numeración de la edicción de 1959. Numeración de páginas de la primera edición de la obra de Casal (1762). Tolivar Faes, J. (1981). Los enfermos del Dr. Casal. Oviedo. p. 27. Plinio. Historia Natural de Cayo Plinio Segundo traducida por el Licenciado Gerónimo de Huerta (1624). p. 453. Pharmacopoea Hispana (1794). Edición fascímil de 2007. Sevilla. p. 188. Ungüento de esperma de ballena (Mantequilla antiherpética) R/Cuatro onzas y seis dramas de esperma de ballena, Cuatro onzas y media de aceite de olivo, Seis dracmas de cera blanca. Añadir el filtrado de Media onza de agua de rosas, Un escrúpulo de acetato de albayalde [carbonato básico de plomo] (azúcar de Saturno), Tres dracmas y dos escrúpulos de cloruro de mercurio precipitado (mercurio precipitado blanco). Mezclar con agitación a la blancura. 349 REMEDIOS POCO COMUNES... 8 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 LA HUELLA DE GASPAR CASAL 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 350 Cada onza contiene un escrúpulo de cloruro de mercurio precipitado. Casal, G. (1959), op. cit. pp. 7-8. Jouanny, J (1993). Nociones fundamentales de Materia Médica Homeopática. Madrid, p. 19. Casal, G (1762), op. cit. p. 273. Plinio, op. cit. Libro XXVIII, capítulo XLV. Pharmacopoea Hispana (1794). op. cit. p. 10. Los números de página a los que se refiere el Dr. Tolivar Faes son de la edición de 1959. Tolivar Faes (1981), op. cit. pp. 37-38. Juoanny (1993), op. cit. p. 96. Casal, G. (1762). op. cit. p. 240. Ídem, p. 273. Ídem, p. 289. Palacios, F. (1792). op cit. p. 643-644. Pharmacopoea hispánica (1794), op. cit. pp. 33-34. Ídem, p. 85. Casal, G. (1762). op. cit. p 36-40. Ídem, p. 40. Ídem, p. 142. Ver más arriba, en el apartado dedicado a los polvos de erizo. Ídem. p. 128. Ídem. p. 273. Feijoo y Montenegro, B. G. (1765). Theatro crítico universal ó Discursos varios en todo genero de materias para desengaños de errores comunes. Madrid . Discurso Segundo: Secretos de la naturaleza, pp. 42-49. DRAE (1734), p. 224. Pharmacopoea Hispana (1794). op. cit. pp. 141-142. Henry, N.E. (1830). Farmacopea razonada o tratado de farmacia práctico y teórico (volumen 1). Madrid. p. 270. Casal, G. (1762). op. cit. p. 141. Casal, G. (1959). op. cit. p. 138. Cf. Ídem pp. 332-337. Ídem. p. 148. Ídem, p. 151. Ídem, p. 191. Cf. Casal, G. (1762). op. cit. p. 240. Cf. Casal, G. (1959). op. cit. p. 120. LOS PACIENTES INFANTILES DE CASAL. Hay mucha y muy fina Pediatría en la obra de Gaspar Casal. Pero creemos firmemente que siempre que actúa como Pediatra lo hace forzado por la necesidad u obligado por el compromiso. No hay una sola palabra que delate su afición especial hacia los problemas patológicos de los niños. No se descubre nunca esa postura específicamente dispuesta que es la inclinación vocacional para abordar el caso infantil, dictaminada por un concepto propio, entrañable y exclusivo, de su fisiopatología. Su aplicación paree siempre casual y efímera. Vive muy lejos de la hora pediátrica que habrá de aportar, entre tantas cosas, un concepto médico del niño, una forma peculiar de mirarle, y una mentalidad concretamente centrada en la explicación de sus relaciones personales y corporales. Transcribimos algo que hemos publicado ya sobre concepto médico del niño para comprender la actitud de Casal, médico general, al dedicarse a él. “Ha sido el niño un problema para la sociedad hasta la humanización de la medicina; pero también ha sido un problema para la medicina hasta el advenimiento del Pediatra. La idea de ser el niño un “adulto en miniatura” pertenece a la era antepediátrica. Refleja una cómoda solución contra el estudio de fisiologías y terapéuticas nuevas. Pero la 351 PACIENTES INFANTILES... JESÚS MARTÍNEZ FERNÁNDEZ VENANCIO MARTÍNEZ SUÁREZ LA HUELLA DE GASPAR CASAL realidad es que sus órganos –lo mismo que sus problemas– no son exclusivamente más pequeños, sino cualitativamente diferentes; y esta diferenciación capital abre la puerta al médico especialista. A partir de este instante el niño deja de ser también un “jeroglífico patológico” y nuestra medicina –aunque el niño no hable– adquiere un noble rango que la entroniza en la antípoda de una medicina veterinaria. Veamos que criterios tan diferentes de concepción. Para el médico general, el niño es un enfermo engorroso y complicado que no dice lo que le duele. Las dimensiones corporales más pequeñas, requieren un procedimiento particular y específico; encuentra dificultosa la auscultación si el niño llora. Como los adultos no lloran al ser explorados, cree que el niño no debe llorar y considera que si lo hace será peor para él ya que habrá de examinarle, bien o mal, con lágrimas o sin ellas. Puesto que el proceso de vestirle y desnudarle nos hace perder mucho tiempo a los Pediatras (es el tiempo, en efecto, más estéril e ingrato de nuestra profesión), opta por explorarle con la ropa puesta. El problema personal ante la enfermedad no se plantea. La enfermedad del niño solo trunca o entorpece los destinos de sus mayores. Si la idea de la muerte anida en el espíritu, se dibuja tan lejana e imprecisa que sus contornos no adquieren la nitidez de una representación consciente. El niño para el Pediatra es siempre el objeto primordial de sus preferencias. Diríase que toda su sensibilidad (sus dedos, sus oídos, su proceso discursivo) se va especializando en una dirección única con el transcurso de la experiencia, perdiendo facultades para otro tipo de cometidos. ¡Qué difícil, por ejemplo, para nuestras manos, al cabo de unos años, obtener sensaciones viscerales de la palpación abdominal de un adulto! No nos “enfrentamos” con el niño para mirarle; nos “allegamos” a él con dulzura sacrificando ademanes hoscos o especulantes; llora o no llora, según nuestra conveniencia. Suplimos la anamnesis descifrando el elocuente dialecto del órgano enfermo que tan profundas enseñanzas nos brinda; sacamos gran partido de minúsculos movimientos expresivos o reactivos cargados de significación. Esto delimita claramente una 352 353 PACIENTES INFANTILES... patología y una fisiología distintas, una ciencia con personalidad propia, profundamente modulada por el hecho del crecimiento. Si la medicina del adulto centra su retina en la imagen inmóvil y precisa reflejada por un lago, la Pediatría recoge la interminable sucesión de reflejos emitidos por la materia animada y siempre fluyente de un arroyo. Nuestra posición ante una criatura enferma no puede, en modo alguno, ser indiferente. Que el niño tenga un mundo interior distinto al del adulto, no quiere decir que no lo tenga. Su alma no es una tundra sin vegetación y sin calor. El niño siente gravitar sobre ella el peso de la enfermedad, y sabe como ésta paraliza su acontecer biológico. No sabemos si en las postrimerías del primer año el niño enfermo evocará con nostalgia sus circunvoluciones por el corralito, pero sí que en la edad preescolar tiene conciencia de la enfermedad, como de algo malo que produce molestias corporales o cercena sus ocupaciones habituales. Incapacitándole para los juegos, que son el polo magnético de su actividad, experimenta la misma ansiedad dolorosa que puede sufrir el financiero enfermo alejado de su despacho. A los seis años –edad crítica de bache corporal y psíquico– siente sus pequeños tropiezos como “avería” física y trata de sobreponerse a ellos para continuar su trayectoria evolutiva. Y adquiere la conciencia de la muerte y de sus accesorios (entierros, cementerios, etc.), relacionándola con la enfermedad. El niño de seis años tiene miedo a morir y siente gran admiración por el médico, poseedor de facultades excepcionales para luchar con la muerte. Por ello hace un enfermo agradable y razonable. Esto es el niño para el Pediatra: un ser humano con todos sus atributos, con una compleja vida emocional y afectiva a la que llega el eco de todo lo que ocurre en el conjunto orgánico; un ser humano que siente conscientemente el impacto de la enfermedad y precisa auxilios terapéuticos; un ser humano que puede constituir un problema fácil o complicado para el médico, pero en modo alguno insoluble si sabe acercarse a él” No se pretenda encontrar en un médico del siglo XVIII esta sensibilidad que es patrimonio de la actualidad pediátrica. Pero en Casal se halla por lo menos una naturalidad de signo positivo que si no le arras- LA HUELLA DE GASPAR CASAL tra, al menos le aproxima al niño enfermo; y en la que se catan, por veces contadas, sus gotas de amor y de comprensión. Revisemos su pediatría en sucinta condensación. No desconoce Casal los perjuicios de una retención exagerada de calor en un niño febriciante, ni la bondad de una alianza estrecha con la higiene de las más diversas enfermedades. Y lucha contra la transmisión de los errores, contra las creencias absurdas y contra la ignorancia, como lo haríamos hoy al erigirnos en campeones de una Puericultura científica: En esta niña pudo ser causa de la temprana muerte “el tenerla en un cuarto muy pequeño, entapizado, y lleno de cortinas, con brasero encendido: pues nunca fue posible, ni lo será jamás, según entiendo, sacar de la credulidad antigua a sus padres, parientes y conocidos”. Es asombroso su concepto de la nutrición infantil; porque en su torno gira hoy uno de los capítulos más revolucionarios de la ciencia pediátrica contemporánea que, al ser esclarecido, hizo descender como por ensalmo la trágica mortalidad que iba unidad a los trastornos diarréicos de los primeros meses de la vida. Aduce un testimonio de Martín Martínez que dice literalmente: “La causa de la copiosa nutrición, y aumento en los niños es la mucha humedad, y terneza de sus partes, que al menor ímpetu de el jugo nutritivo cede, y se dilata: también es causa el moderado calor de sus humores, que basta a hacer una blanda promoción en los líquidos, y no es capaz de excitar profusas disipaciones: a esto ayuda lo glutinoso, y nada mordad de su materia autífica; por lo cual fácilmente se pega, y dificultosamente se aparta”. Hay aquí una música de fondo hipocrática. Pero también parece escucharse una voz lejana que nos habla del metabolismo del agua, de la imbibición hídrica de los tejidos, del crecimiento en función de la fijación acuosa celular, y de los niños hidrolábiles e hidroestables de los modernos tratados de medicina infantil. Las enfermedades que expone a través de los casos vistos por él, encuadran en lo que llamaríamos hoy Patología infecciosa y parasitaria. No hay rastro de Patología de órgano ni de sistema, pese a que habrán existido más que ahora las afecciones de precisa localización. Esta ausencia se debe, sin duda, a la respuesta diferente del órgano infantil 354 355 PACIENTES INFANTILES... que le impediría sentar analogías con los datos que recogía en su amplia y nutrida práctica con los adultos. Tampoco, salvo una excepción, presenta historias de lactantes o recién nacidos, cuando tuvieron que abundar las enfermedades y defunciones en estas edades tempranas. No sería raro que su sentido común le hiciese echar a un lado este contingente de enfermitos cuyos trastornos fulminantes no comprendía y no podría, por consiguiente, detener ni corregir. Entre las enfermedades parasitarias estudia con cierto detalle las debidas a las lombrices, y la sarna. Y entre las infecciosas se ocupa de la viruela, sarampión, tos ferina, paperas, lepra, fiebres ardientes con peripneumonías y catarros sofocantes. Las lombrices –ascaris y tenias–, abundantes en Asturias por el “frecuente uso de leche y frutas”, causan menos daños de los que vulgarmente se cree y más de los que ligeramente se les atribuyen. Cree la gente, y hasta los profesores de medicina, “que entre cien enfermos, los noventa y nueve no padecen otra cosa, que copia de lombrices”. Pero otras veces de interpretan como graves enfermedades agudas los trastornos más o menos importantes de causa parasitaria. Hasta el extremo de confundir con un prolapso la Tenia que trata de sortear el esfínter rectal del hijo de Tomás Fernández, de doce años de edad, y proponer el médico y cirujano, como médico salvador y heroico, “cortar lo que estaba fuera”. ¡Mal parado iba a salir el intestino si realmente lo hubiese sido! Las larvas de áscaris lubricoides atraviesan la barrera placentaria. La hija de don José García de la Cruz, Oidor de la Real Audiencia del Principado, de dos semanas de edad, arrojó con el vómito, una lombriz grandísima, teniéndola en brazos su comadre Magdalena de Pumarín. “Aquella lombriz, de un palmo y algo más, parece que la tenía ya en el vientre de su madre, pues son pocos quince días para crecer tanto”. En la dramática epidemia de viruela que lleva a la tumba a dos hijas de su señora la Duquesa del Parque, de cinco y diez años de edad, enferman también el mayorazgo, Manuel, de seis años, y otra hermanita de cuatro años, escapan milagrosamente a la muerte. Es en estos dos niños que Casal describe el sueño comatoso con delirio, fiebre y rugido de LA HUELLA DE GASPAR CASAL dientes, inquietud y temblores convulsivos, que cesan al cabo de veinticuatro horas con la expulsión por la boca de una lombriz viva. “Todos los que arrojaron lombrices muertas (según lo que yo observé), murieron como la niña, hija del Marqués de Vallecerrato; y un muchacho, hijo de Rivas; escribano del gobierno; pero los que las arrojaron vivas, sanaron”. Hay una concomitancia cierta entre los procesos febriles y la expulsión de lombrices que ven turbadas, por la hipertermia inopinada, sus condiciones normales de habitabilidad, si bien las interpretaciones de Casal se alejan un tanto de los conocimientos actuales sobre las causas, efecto, significado y circunstancias, de la parasitación. En las páginas descriptivas de la sarna se observa una lamentable confusión diagnóstica, junto a apreciaciones de irrefutable exactitud. Reduciendo a sarna toda la dermatología pediátrica, la identifica de manera desconcertante con toda suerte de impéticos, costras lácteas, piodermitis, pénfigos y abcesos cutáneos. La plaga, sumamente contagiosa, es tan frecuente en los niños que, “por no regular la tienen aquí todos, o casi todos, hasta la edad de siete años”. En el recién nacido y en el lactante se localiza en la cabeza. “Después de los doce años de edad, la mayor parte de la sarna nace en los muslos, en las piernas, en las manos y en los brazos, y al mismo tiempo se cubre el vientre de un sinnúmero de granos y postillas”. El picor “es insufrible sobre todo a media noche”. En su aparición no influye la salud de los padres, aunque las formas graves se ven más en los descendientes de progenitores enfermos, y menos en los niños limpios, cuidados y criados por buena nodriza. Casal considera como síntomas premonitorios las adenitis cervicales y occipitales “del tamaño de una nuez o de un pruno, que muy rara vez vienen a supuración, sino que, por transmigración de la materia, se convierten en sarna, que ataca a la cabeza. He visto no pocas veces en la cerviz de los infantes, hacia la parte derecha, o hacia la izquierda, detrás del apófisis mastoides, crecer grandes tumores, casi como manzanas, los cuales, después de acerbos dolores e intensa fiebre, venían a supuración: y era porque retirándose la sarna en aquellos infantes, ya por frío, ya por otra causas, degeneraba en aquellos tumores”. La adenitis que describe 356 357 PACIENTES INFANTILES... Casal son, en realidad, infecciones ganglionares secundarias. Y los tumores mastoideos como manzanas, pudieran ser abcesos de Bezold en niños con otitis medias supuradas de procedencia externa. La sarna es un preservativo para múltiples enfermedades ya que a nos por ella “morirían los más de delferecías y males catarrosos. Los más sanos y limpios de todo el cuerpo, tienen ordinariamente tan llena la cabeza de granos purulentos, postillas, y ulcerillas, acompañadas de materia icorosas, y de innumerables piojos, que causan horror y lástima a cuantos los miran”. Es, pues, la enfermedad un recurso curativo natural, “una expurgación cutánea, mediante la cual, expele el cuerpo muchas de aquella superfluidades, que lo tenían agravado”. Con esta creencia, y aún teniendo el parásito productor a la vista, no podía llegar de ningún modo a establecer correctamente la relación etiológica. “En el cuerpo de los sarnosos, y especialmente en las manos y en los pies, bajo la epidermis, se crían syrones, animalitos de los más pequeños que puden percibirse a simple vista: en esta región se llaman aradores, y con razón; pues siempre crían entre la dermis y la epidermis, y caminan como conejos, dejando una larga y diminuta canal, a manera de surco, que con buena luz y vista perspicaz, se percibe perfectamente; y parece increíble la comezón y la molestia que causan estos microscópicos animales. Algunso los sacan diestramente con la punta de una aguja; puestos sobre la tabla bien pulimentada, se ve claramente su movimiento, y si se comprimen con una uña, estallan como piojos o lindes, y dan un suero límpido en vez de sangre”. La suciedad, las escoriaciones por rascado, las puertas dérmicas abiertas a toda clase de infecciones, no hacían una rareza la aparición de temibles complicaciones como la que padeció el primogénito de don José Argüelles Cienfuegos –un tétanos, sin lugar a dudas– presa de un “terrible opistótonos y muerte a los tres días con atroces tormentos”. La viruela evoluciona malignamente en los sarnosos y no es un antídoto contra ella como afirman muchos autores. Dado que el brote de sarna revela la purificación de los humores, el tratamiento, en buena lógica, será abstencionista. LA HUELLA DE GASPAR CASAL El año 1720 fue en Asturias de una morbilidad espeluznante. Ictericias epidémicas, viruela, catarros febriles y parotiditis, invadieron en trágico desposorio el ambiente regional, turbando la serenidad y la salud de sus pacíficos moradores. Espesas nieblas, que llaman cierzo del mar, con “un hedor enfadoso, semejante al marisco” pudieron influir en el suceso por acarrear “algunos efluvios, que pudieron ser causa fomentativa, y aumentativa de los catarros, y viruelas” Casal se documente experimentalmente acerca de las características clínicas, evolución y pronóstico de las viruelas: “Comenzaron éstas (con poca diferencia de tiempo) cuando los catarros; y explicaron también su mayor actividad en el estío. Fueron muy generales; pues no solo comprendieron a los que nunca las habían padecido, sí también a los que en otras benignas epidemias tuvieron manifiestas viruelas. Las confluentes venían con mucha malicia; y así fueron muchos los niños, y muchachos, que murieron. En algunos se gangrenaron, y ulceraron las encías, y labios, y cayeron (antes de morir) los dientes; y la fauces se pusieron en tal paraje, que apenas les era posible tragar cosa sólida, ni líquida: y cuando se comunicaba el daño a la laringe, y pulmones incurrían en sofocaciones mortales. Todos aquellos que tenían pocas viruelas, distintas, y apartadas unas de otras, se libraron de la muerte, y de molestias grandes: pero los que (como ya dije) las tenían amontonadas, y a pelotones (dígolo así) como manchas de tigre, o morían, o llegaba a sumo peligro, con grandes trabajos”. La fiebre inicial puede ir seguida de una remisión completa que dura tres o cuatro días. A estos niños “sus madres los sacaron de la cama, para que se divirtiesen con los demás muchachos; pero al quinto o sexto día salieron las viruelas” que fueron benignísimas. Describe la espinalgia del periodo prodrómico en la niña del Marqués de Vallecerrato, con un dolor “tan furibundo, que no le permitió en toda la noche un instante de sueño, ni sosiego”. Habla de formas leves, hemorrágicas, confluentes, y de repetición (¿varicela?). Anota detalladamente todos los síntomas generales: “fiebre, vómitos, náuseas, lágrimas, incendios en los ojos, toses, estornudos, inapetencias, temblores, sueños turbulentos, con sustos, sopores, letargos, delirios, etc.” Pero no distingue la varicela de la 358 359 PACIENTES INFANTILES... viruela y piensa –como en el caso del niño del Marqués de Camposagrado– que la diarrea debe respetarse porque “la próvida naturaleza arroja por aquellos caminos, y conductos, las superfluas materias, que no expelió con los granos, y vejigas de el cutis”. En los niños de César el cerrajero, de Miguel el confitero, y de un vecino cuyo nombre ignora –todos de unos cinco años– cita la complicación mortal de un tumor “redondo, no piramidal, sí esférico, de color cárdeno-obscuro, tan duro como escirro, debajo de un ojo, junto a la nariz, y sobre la raíz del colmillo, o diente canino, que se gangrenaron y encanceraron”. Como no tuvieran diarrea cocluye que purgaron por allí sus humores indómitos cuando, probablemente, habrían padecido mortales abcesos consecutivos a infecciones lagrimales o de los senos paranasales. El tratamiento de elección es la sangría en los niños mayorcitos, y la aplicación de ventosas en los más pequeños; pero no se atreve a asegurar que por las sangrías es librasen algunos de la muerte, “si porque, acaso, el veneno epidemial no estaría en éstos tan dominante, como en los que murieron”. Pocas noticias nos trasmite sobre el sarampión aunque confiesa que vió “muchas grandes epidemias”; y siempre “acompañado (especialmente en este país) de copiosas fluxiones de garganta, pecho, estómago, y vientre, las cuales ocasionan frecuentes toses, vómitos, salivaciones y diarreas, con largas expulsiones de linfas delgadas, y sueros de varios colores”. Más adelante prosigue: “Venía el sarampión con tanta fuerza, que no contentándose con ser muy espeso, y numeroso, formaba (principalmente en la cara y tabla del pecho) unas manchas tan extendidas, como una grande hoja de higuera, y tan rubias, y obscuras como la grana, que antiguamente se usaba. Los vómitos (en el tiempo que brotaban el sarampión, y manchas rubro-obscuras) se componían de unos sueros tan verdes, que parecían zumos de hortigas, o aguas en que se había disuelto gran porción de cardenillo; y sobre esto eran tan abundantes, y frecuentes, que en el breve espacio de un cuarto de hora llegarían a cuatro o cinco cuartillos: por lo cual era necesario barrer, y echar LA HUELLA DE GASPAR CASAL tierra, o ceniza en los aposentos de los enfermos, para poder entrar a visitarlos”. En cambio, es muy amena y rica en detalles su exposición de una epidemia de tos ferina acaecida en el Principado en el año 1724. Ataca a los niños de uno a seis años, comienza con un catarro vulgar, sin fiebre, para hacerse la tos pesada y convulsiva, de predominio nocturno, al avanzar la enfermedad. Hace la siguiente descripción del paroxismo ferinoso: “Apenas empezaba el insulto de ella, cuando se disparaban todos los músculos pneumáticos, con tal desbarato y pertinaz repetición, que, sin intermitir un momento, ni dar una mínima tregua a los angustiados pacientes, para que tomasen nuevo aliento, los derribaba en tierra, o los postraba de manera, que (cubiertos de sudor; mudado el rostro en cárdeno; vueltos los ojos, como en las alferecías; sacando la lengua con semblante amoratado, y negras casi las venas raninas) parecían imágenes horribles de la muerte”. Al inspirar aire con la glotis cerrada “formaban todos un sonido, o graznido clangoroso en la laringe como el que forman los gansos”. Pasado el sofocón, que podía repetir veinte, treinta o más veces al día, “dormían, y comían los pacientes casi naturalmente, y se divertían” como si no estuvieran enfermos. Eran frecuentes las complicaciones (flujillos de sangre por las narices, vómitos, quebraturas, “abundantísima copia de piojos en la cabeza”) de esta afección que solía durar cuarenta días en los niños más sanos y más de dos o tres meses en los de mala complexión. En la lista de sus ensayos terapéuticos fallidos podríamos leer los siguientes remedios: aceite de almendras dulces extraído sin fuego, y mezclado con caldo de gallina, azúcar piedra o jarabes pectorales emolientes o expectorantes; sucino preparado; mirra; azafrán; fermaceti; caldos de gallina y azúcar piedra, con escabiosa, tusílago, hisopo, verónicas, y hierbas pectorales; jarabe de adormideras blancas; simiente de mastuerzo en cocimiento; maná y purgantes benignos; agua cocida con rapa o nabo redondo, En la rela ción de tratamientos inexperimentados, que no había en las boticas de Oviedo, el licor de asta de ciervo sucinado y el espíritu de sal de amoníaco anisado. Y en el plano de lo efectivo, la extracción de sangre con sanguijuelas “por la poca edad de los 360 361 PACIENTES INFANTILES... pacientes”, con las que consigue “grandísimo beneficio para casi todos” no reconociendo en ninguno “detrimento procedido de semejante evacuación”. Por último, doce palabras lacónicas que refuerzan sus afirmaciones: “En toda la epidemia no fueron los diez uno los que murieron”. Los párrafos anteriores evidencian una vez más el espíritu fino, paciente, investigador y realista, de Gaspar Casal, que prueba y contraprueba una y mil veces para encontrar la solución curativa de una enfermedad que sigue siendo todavía la ingrata pesadilla de los pediatras modernos. Dos epidemias de paperas (1720 y 1747) le permiten obtener informaciones clínicas directas sobre la evolución síntomas y tratamiento, de la enfermedad. Si bien afectaron a la población sin distinción de edades, fueron más comunes “en los mancebitos que no pasaban de los diez y ocho años”. La inflamación se localiza en la sobarba, en uno o los dos lados de la cara, llegando en ocasiones “lo entumecido hasta poco más arriba del manubrio del hueso esternón”. “Duraba algún tiempo, pero insensiblemente se iban desvaneciendo. Unos las untaban con aceites de manzanilla, almendras dulces, lombrices, etc.; otros las dejaban al beneficio de la naturaleza. Los aprensivos y acostumbrados a evacuaciones de sangre, se sangraban; y no conocían detrimento, antes sanaban con más brevedad, que los otros”. Como complicación refiere las orquitis, uno o bilaterales, de benigno pronóstico en ambas epidemias. Nada digno de transcripción escribe sobre la lepra infantil, de la que solo refiere una observación en un niño de quince años. Y en lo tocante a las “fiebres ardientes y perpneumonías”, que por su rápida propagación y ubicación respiratoria nos hacen pensar en las traqueobronquitis, bronconeumonías, y cuadros gripales y virales, que hoy nos sorprenden con su llegada estacional y epidémica –poniendo a prueba la efectividad de las terapéuticas antibióticas–, explica su sintomatología en la que sobresalen la “gravedad de cabeza, romadizos, estornudos, y mala disposición de todo el cuerpo. Al segundo, o tercero día llegaban a ofender el estómago; y propagándose a los intestinos, prorrumpían en vómitos, y despeños de vientre, tan horrendos, que, en LA HUELLA DE GASPAR CASAL menos de veinte horas, ponían a los miserables enfermos en las fauces de la muerte”. Muchos incurrieron en “verdaderas peripnemonías y costados”. Otros venían “con agudo dolor en un oído”. Pero, a pesar de la seria traza, la mortalidad no fue alarmante y casi todos curaron con “fomentos exteriores, sin instarles, ni obligarles a que tomasen medicina alguna”. Los trastornos de la hija de don Juan Cónsul, de doce años, y del hijo primero de don Pedro Martínez, de siete años, calificados de “fiebres ardientes”, sin manifestaciones catarrales y curados con cantáridas en las pantorrillas, habrán sido simples amigdalitis agudas con escandalosa calentura y evolución inocente. Hay, por fin, dos menciones de “catarro sofocante” que son, indudablemente, laringitis estridulosas o estenosantes, y que Casal comenta textualmente con estas palabras: “Acordábame también de un niño, y de una niña; aquel de cuatro años, y esta de cinco, ambos vecinos de esta ciudad, y de familias nobles: los cuales, siendo robustos, y sanos, levantándose de dormir, se hallaron poseídos de unos catarros sofocantes, tan horrendos, y peligrosos, que no pudiendo tomar aliento, andaban, como locos, haciendo extraordinarias acciones, y movimientos con los brazos; y llenos de sudor, y angustia, respiraban con tanta fatiga, como los que padecen casi mortales ortopneas. Hice que de repente se sangrasen; y de repente quedaron libres de sus trabajos”. Estas son, en apretada relación, las noticias pediátricas contenidas en la Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, que un día escribió don Gaspar Casal y Julián, médico general. 362 LA DERMATOLOGÍA EN LA OBRA DEL DOCTOR GASPAR CASAL. ADOLFO BARTHE AZA Son pocos los que nacen o moran en esta región que se libran de la asquerosa sarna. Rarísimos son los infantes a quienes no acometa, aunque no en el mismo tiempo, por el mismo orden y con los mismos síntomas. Son también muy varias las propiedades y síntomas de la enfermedad, según la diversidad de complicaciones y disposiciones de los individuos. Para ser o no atacado, por la sarna, importa poco que los padres, hayan sido sanos o enfermos, robustos o débiles, jóvenes o viejos, porque los hijos de padres jóvenes, fuertes y sanos les ataca lo mismo que a los de padres enfermos, débiles o viejos en esta región, pero deben de tenerse en cuenta estas circunstancias respecto a la cantidad, cualidad, duración y éxito de la enfermedad, como también la buena o mala salud de la nodriza y el cuidado y limpieza del niño. Los hijos de padres enfermos suelen padecer una sarna maligna, ferina (vulgo perruna) y casi incurable, que algunas veces degenera en enfermedades mortales. Pero los que son sanos e hijos de padres sanos contraen la sarna más benigna y más fácil de curarse, aunque no en menor cantidad, y hasta se observa que muchas veces es beneficiosa para limpiar las vísceras y depurar los humores. 363 LA DERMATOLOGÍA... La sar na de esta región: LA HUELLA DE GASPAR CASAL La más perniciosa disposición para la sarna es la enfermedad venérea ya sea heredada, ya adquirida. No puede hallarse por tanto, complicación más terrible que la de ambas afecciones, pues el encadenamiento de síntomas y las sucesiones de enfermedades en éstos, es fatal: y es de admirar la ineficacia de los medicamentos para los que se hayan en este caso, si antes, y con toda diligencia no se extirpa el virus de la enfermedad con remedios específicos. En los infantes la sarna ataca principalmente a las cabezas donde les atormenta de un modo terrible, formándose deformes postillas y costras, que crían innumerables piojos que les producen una comezón insufrible. Esto mismo le sucede muchas veces a los niños. Después de los 12 - 13 años, muy rara vez ataca a la cabeza o a la cerviz, a no ser que se conviertan en lepra; pues en la adolescencia y en la juventud se adhiere regularmente a todas las partes del cuerpo dejando libre la cabeza; y en la vejez, suele volver a su antiguo lugar (la cabeza) lo que en verdad es pésimo, pues entonces o se hace incurable, o se cura con gran dificultad. Esta reproducción maligna de la sarna en la cabeza, se efectúa más frecuentemente y más temprano en las mujeres que en los hombres, y muy especialmente, a las que se retira en edad temprana la menstruación, o no purgan suficientemente después del parto, y aun algunas veces, sin que precedan estos malos síntomas. Hay, con efecto, en esta región mujeres (ignoro la causa) que tienen siempre la parte posterior de la cabeza cubierta de asquerosas postillas que destilan un pus sanguinolento y fétido; y algunas de éstas, en la flor de su edad, con un color sonrosado y limpio el resto del cuerpo tienen la cabeza cubierta de esta inmundicia. En los varones nunca se reproduce la sarna en la cabeza hasta que llega a la vejez, a no ser que degenere en lepra, ni yo he observado en ninguno tal reproducción, sin que, juntamente con la sarna en la cabeza, padeciesen comezón en todo el cuerpo, con aspereza y postillas; y esto me ha hecho observar que esta nueva reproducción en los varones se efectuaba por “epigénesis” o extensión del mal, es decir, permaneciendo en el resto del cuerpo. 364 365 LA DERMATOLOGÍA... Existe diferencia de la sarna en la cabeza notable entre las mujeres y los hombres. Los varones ricos, que se mantienen con buenos alimentos y usan vestidos interiores limpios, muy rara vez les ataca la sarna aunque lleguen a una edad muy avanzada. A las mujeres les sucede lo contrario, puesto que he observado madres, que contrajeron esta enfermedad antes, o poco después de los 40 años, gozando de todas las comodidades humanas. La señal infalible de que al infante o al niño ha de sobrevenir la sarna en la cabeza, es la existencia de glándulas en el cuello, a las cuales llama Lorenzo Heister cervicales y occipitales; pues la hinchazón de estas glándulas precede necesariamente a esta erupción y permanece tanto tiempo como permanezca la sarna; y hay una alternativa tal entre estos tumores y la sarna postulosa, que cuando está aumentada aquella, disminuyen; pero nunca se desvanecen completamente los tumores glandulosos hasta que no se extirpa de raíz, la causa de la sarna. En esta región rara vez se produce la sarna poco a poco, o como dicen, por congestión, sino más bien por erupciones que alternativamente se suceden. Los sarnosos suelen experimentar cada 5, 6, 7 o más días (pues no he podido observar orden alguno en esto) cierto cambio molesto las mas de las veces, y no pocas con escalofríos y fiebre, que termina con una supuración de numerosos granos como viruelas. Sus síntomas suelen principiar por la tarde, extenderse por la noche, y terminar al día siguiente verificando la supuración o expulsión. Los granos tiene también distinta naturaleza y propiedades, según la variedad de los sarnosos; pues cuando nacen en cuerpos sanos son grandes, puntiagudos y rojos y vienen pronto y con facilidad a una perfecta supuración, y en cuanto se rompen se convierten en postillas y costras de buen índole; pero en cacoquismos, son de mala calidad, toman color pardo oscuro, causan mucho dolor, maduran con dificultad y degeneran en postillas y costras malignas. La sarna en este orden, cuando los granos brotan sucesivamente suelen durar en aquellos que gozan de buena salud corporal, 9-10 meses y luego se extirpa de raíz espontáneamente, quedando el sarnoso libre de toda discrasia y feculencia: en una palabra perfectamente sano y como LA HUELLA DE GASPAR CASAL regenerado; pero en aquellos que no gozan de salud y limpieza de cuerpo sino se curan diligentemente y con oportunos remedios, les suele durar la asquerosa sarna las tres primeras edades y aun toda la vida, según he observado. Aunque la sarna como enfermedad endémica, es casi siempre la que contrae primero en esta provincia, algunas vez, sin embargo, nace por tránsito de otras afecciones; pues sucede frecuentemente que sobreviene a las fiebres cuyo tránsito es muy saludable; muchas veces las enfermedades que se juzgan de sarna no son otra cosa que las llamadas fiebres linfáticas, como también las que se conocen con el nombre de tabardillo. Algunas vez he observado también que la pleuritis termina con la sarna no sólo en los jóvenes sino también en los viejos. Del tránsito de las tercianas y cuartanas a la sarna tengo también una larga experiencia, no sólo con indígenas sino también con los forasteros. En el invierno de 1731 recibí en el Hospital de San Juan de esta ciudad, dedicado a la cura de peregrinos enfermos, seis de éstos que padecían de cuartanas a la sarna, quedaron libres de ellas poco después del equinoccio de primavera. Observaciones frecuentes en esta región, creí que era cierta la sentencia Ballonio que dice: “la cuartana degenera en reumatismo, sarna y asquerosas úlceras y también la doctrina del gran Hipócrates en su obra de la Conversión de las Enfermedades. lib. 2, Morb. pp. sect. 1”. Antes de venir a esta región nunca había observado prácticamente que las fiebres terminan con estas erupciones cutáneas como la escamas, la sarna y la lepra. Originada la fiebre de cualquier causa, cesa la expulsión de la sarna, y no vuelve más, mientras no cese la fiebre. Esta proposición es ciertísima y la he podido ..... en 23 años que llevo de constante práctica, sin que haya podido examinar un solo caso que la contradiga. Exceptuándose, aquellas fiebres escorbútico-escabiosas, que parecen excitarse por el mismo fermento de la sarna y del escorbuto, no combatido por la naturaleza ni separado de la sangre y la linfa; pues estas fiebres suelen, algunas veces, acompañar a la sarna, si bien no son causa de nuevo peligro, a no ser el que pueda originarse de la sarna escorbútica. 366 367 LA DERMATOLOGÍA... Desde el año de gracia de 1720 hasta el presente 1740, en cuatro epidemias viriolosas, y dos de fiebres, que infestaron la provincia, he observado que no es cierto en esta provincia de aquellos que dicen que los ataques de sarna están libres de las viruelas, de la epidemia y de otras muchas enfermedades aunque según lo por mí escrito en el año 1722, se convencerá de que no siempre los sarnosos estarán libres de viruela. No son los sarnosos los que ahuyentan los contagios, o todas las invasiones epidémicas, sino que, por el contrario, es la sarna la que huye de todas las enfermedades febriles; pues sobrevenido el contagio, comunicados los malignos efluvios del aire, se perturba la economía del cuerpo y se trastornan todas sus funciones, y de ahí resulta que cesa toda la reproducción de la sarna que sea útil, como dije anteriormente, con la superación escabiosa se arrojan del cuerpo los malos humores. Respecto de la doctrina admitida hasta la fecha de retirarse la sarna se cree que todos aquellos que, padeciendo de sarna, son acometidos por la fiebre, contrajeron esta por haberse retirado la sarna; porque como iniciada la fiebre, siempre desaparece la sarna, se cree fácilmente que al haber cesado la sarna fue causa de le enfermedad sobrevenida; lo cual no es sólo falso, sino que las mas de las veces la enfermedad última impide la erupción de la sarna. No hay duda de que la sarna, principalmente en los niños, infantes y en otros en cuyos cuerpos abundan los jugos superfluos debe colocarse entre los flujos hemorroidales, las fístulas y otros abscesos, que, si se originan antes de sobrevenir las enfermedades, impiden que éstas se produzcan, pero si se reproducen después suelen expelerla completamente. La permanencia de aquellos abscesos se deriva de la invasión de nuevas enfermedades, así también la extirpación de la sarna, o su permanencia, no siempre es causa de las enfermedades febriles que sobreviven sino, los más de los efectos. Y así como no pocas veces hemos observado que aquellos que padecen hemorroides, fístulas, herpes y otros abscesos han sido asaltados por enfermedades epidémicas, contagiosas y otras cuyas causas hayan sido demasiado poderosas, así también hemos comprobado que a los que padecían de sarna les han sobrevenido a la vez otras peligrosas enfermedades. LA HUELLA DE GASPAR CASAL En 1784 hubo en esta ciudad una epidemia de “disentería febril” tan terrible, que los atacados si no morían, se curaban con gran dificultad y en largo tiempo, de lo que murió D. Fernando Inclán noble caballero, que venía padeciendo una herpe tan extensa que ocupaba toda la circunferencia del cuerpo y de los miembros, y pese a echar los efluvios de su maligna constitución, murió. Los médicos debe examinar con maduro juicio cuando el retirarse la sarna es causa de otras enfermedades y cuando, por el contrario, la retirada de aquella es efecto de éstas; no sería decoroso hablar a los médicos como a la gente del pueblo de la sucesión de las enfermedades. D. Agustín de Orovio, perito boticario de esta ciudad, padecía de sarna desde los 50 años. A los 70 le acometió una pleuritis y se le retiró la sarna, curó de la pleuritis y recobró su antigua salud. En 1740, con 85 años de edad constipó la piel al subir a un monte a buscar hierbas y le sobrevino cierto malestar en todos sus miembros. Se le retiró la sarna y empeoró seriamente (inapetencia, sed implacable, fiebre insignificante). Se trató con mercurio oscuro o el mineral etiópico (negro) fabricado sin fuego, mañana y tarde en forma de píldoras con una pomada mercurial, volvió la sarna y poco después le he visto completamente sano, fuera de la sarna, y a su edad ya decrepita que por sí sola constituye la más terrible de las enfermedades, deduje de estos que el haberse abandonado la sarna la primera vez fue efecto de la pleuritis, y el habérsele retirado la segunda, causa de aquellos terribles síntomas (?): Es muy difícil que la sarna se asocie con la fiebre y con facilidad se une a otras afecciones y que no se separan de ellas, si antes no se debilitan las fuerzas y funciones corporales o se destruyen. Las erupciones de la sarna son obra de una naturaleza fuerte y robusta. Es necesario restablecer y vigorizar las fuerzas y las facultades de la misma naturaleza para que estas erupciones se vuelvan a reproducir. Si por el consorcio de la afección y la sarna se debilita demasiado la naturaleza, o se trastornan sus funciones, cesa la sarna, y es signo cierto de que la naturaleza sucumbe y cuyo pronóstico es la muerte. Hay ciertas afecciones, entre las cuales y la sarna existe tal alternativa, que cuando aquellas dominan, ésta se somete a ellas, y como por 368 369 LA DERMATOLOGÍA... metamorfosis, se convierte en ellas y viceversa. Comprobado con D. Tomás de Peón, decano de la santa iglesia catedral de la ciudad, el cual mientras tiene sarna tiene también el estómago sano, y cuando está libre de aquella, sufre dolores cardíacos casi constantemente. Después de los 12 años de edad, la mayor parte de la sarna nace en los muslo, en las piernas, en las manos y en los brazos, y al mismo tiempo se cubre el vientre de un sinnúmero de granos y postillas. En manos, de fuerte erupción de granos que después se rompen y suturan, se forma una costra que a modo de guante, los cubre todos, maloliente y húmedo, causa hastío y nausea a los que lo ven. Los granos de la sarna pueden ser pequeños o grandes, causas o no dolor, ocasionar más o menos comezón; algunas veces inflamación invadiendo todo el miembro cubierto de una extensa erisipela, mas observada en piernas. Los cambios de tiempo producen también notables efectos en los sarnosos; en tiempos húmedos y nebulosos la comezón es insufrible; cuando corre el ábrego, se ahogan de calor; con el frío se hielan y espeluznan; en tiempo sereno no suelen padecer tanto. La sarna varía de fuerza y eficacia en las distintas partes del día; por la maña molesta poco, al medio día apenas se siente; y por la noche y hasta media noche es insufrible. A los que padecen de sarna suelen venirles forúnculos y otros tumores de la especie de flegmones; y si los cuerpos se hayan en buenas condiciones, sin estar infestados de alguna maligna calcoquimia, se resuelven o supuran con facilidad. He visto en los brazo, cerca del juego del codo, tubérculos duros y que duelen, los cuales he observado que son como mensajeros de próxima sarna, pues sin que existiese antes principiaba a brotar a los dos o tres días. Por esto conocí el aforismo de Baglivo, que era cierto, y dice: el panadizo es la señal de la comezón de la piel y de la próxima sarna. Los tubérculos de la cerviz, del tamaño de una nuez o de un pruno, rara vez superan, y por transmigración de la materia se convierten en sarna que ataca a la cabeza. En la cerviz de los infantes, hacia uno de los lados, detrás de la apófisis mastoides, crecen grandes tumores, casi LA HUELLA DE GASPAR CASAL como manzanas, los cuales tras acerbos dolores e intensa fiebre venían a supuración, y era porque retirándose la sarna en aquellos límites, ya por frío u otras causas, degeneraba en aquellos tumores. En el cuerpo de los sarnosos, y especialmente en las manos y en los pies, bajo la epidermis, se crían syrones, animalitos de los más pequeños que pueden percibirse a simple vista: en esta región se llaman aradores, y con razón; pues siempre crían entre la epidermis y la dermis, y caminan como conejos, dejando una larga y diminuta cala a manera de surco, que, con buena luz y vista perspicaz se percibe perfectamente; y parece increíble la comezón y las molestias que causan estos microscópicos animalitos. Algunos los sacan diestramente con la punta de una aguja, puestos sobre una tabla bien pulimentada, se ve claramente sus movimientos, y si se comprimen con la uña, estallan como piojos o liendres, y dan un suero límpido en vez de sangre. Los forasteros que vienen a esta región permanecen algún tiempo sin que contraigan la sarna, a no ser por contagio; pasado algún tiempo y transformado el temperamento del cuerpo con la influencia de los alimentos y de la atmósfera, contraen esta afección con facilidad; pero los que la contraen sólo por el cambio de temperatura, siempre contribuye otra causa, y si se cura a tiempo y con método, se curan; mas aquellos que tengan venéreo, si no lo curan antes radicalmente, aunque se cure la sarna, nunca están libres de su reproducción. Para Hipócrates aquellos que padecen hemorroides no son acometidos por la lepra ni las ronchas escabiosas pues jamás, en esta provincia, entre muchos que padecen flujo hemorroidal que haya sido acometido por la sarna, la lepra, o las expresadas ronchas. Para que la curación de la sarna sea verdadera y segura, hay que sujetarla a ciertas reglas y a determinados tiempos, pues de otro modo los esfuerzos médicos contribuirían a la muerte de los enfermos. Si la sarna se contrae por simple contagio a personas sanas, que antes la hubieran tenido, puede curarse pronto con unciones, precediendo sólo, si fuesen necesarias, ciertas evacuaciones. Pero si contraen la sarna aquellos que no están sanos o la contraen en esta región, por permanecer en ella largo tiempo, deben curarse con mucha cautela, dando lugar a que con la supuración de los 370 371 LA DERMATOLOGÍA... granos se expurguen perfectamente todos los humores del cuerpo, que no suele suceder antes de los 9 - 10 meses: pues si se cura antes, o se reproduce o degenera en otras enfermedades como he podido observar en muchas ocasiones. Cuanto más antiguas son las enfermedades, tanto peores suelen ser, y más difíciles de curar. La sarna inveterada es más tenaza, más cruel y más difícil de curar. Y se hubiera un remedio cierto y eficaz para quitar la sarna aplicarlo enseguida. Muchas veces, que hay ciertas enfermedades tan fuertes y superiores a las fuerzas del enfermo, que la naturaleza no puede echarlas de sí por sus propias facultades, sin auxilio de la medicina; otras que la naturaleza, por sus propios esfuerzos, basta para extirparlas; otras rebeles a todo tratamiento y enemigas de la naturaleza; algunas son con frecuencia convenientes para limpiar y depurar los cuerpos, fortaleciéndolas contra males más graves. remedios de plena confianza para combatir la sarna se encuentran el azufre y algunos otros. Las enfermedades contrarias por todos los conceptos a la naturaleza y cuyas causas son insuperables a la misma deben ponerse en cura si hay remedios combatirlas para vencerlas, aquellas sarnas que a veces la misma naturaleza vence por sí misma, y en ocasiones son convenientes para evitar mayores daños no debe tratarse temerariamente aunque haya un medicamento infalible contra ellas. Aunque se hallasen remedios, con cuyo auxilio pueda la naturaleza eliminar ciertas afecciones virulentas, las cuales jamás vencería, como tenemos experimentado con la venérea, de ninguna manera debe hacerse. Sin embargo, de aquello que sea tan absoluto que, despreciando todas las reglas de la medicina y tan solo la aplicación de los medicamentos consigan los enfermos el efecto deseado. La quina, medicación más eficaz refrigerante, propiciada temerariamente ha causado muchos daños. Resultando que la sarna es a veces saludable, porque libra a la naturaleza de más graves enfermedades, y expulsa del cuerpo los jugos superfluos y morbosos; y otras por el contrario, es mortífera, porque además de consumir el néctar vivífico hace que los humores degeneren en una disposición meláncolico-cancerosa, la curación de la sarna debe LA HUELLA DE GASPAR CASAL encomendarse al juicio de un médico experimentado para propiciar la cura más temprano o más tarde. Mejor sería que antes de curar la sarna benigna, lo mismo que las demás enfermedades, que suele vencer la naturaleza por sí misma, sin auxilio de la medicina, se acordasen de la doctrina del médico Baglivo que afirmaba, que el orden de la naturaleza es muy constante en determinar el tiempo necesario para la razón y depuración de muchos humores aplicando los remedios en el tiempo prefijado por la naturaleza; está hablando de las fiebres y lo mismo de muchas otras afecciones como catarros, diarreas, disenterías, etc. La sarna se hace endémica en esta provincia, suele alguna vez invadir como afección epidérmica. Observo 3 - 4 veces , que muchos que gozaban de buena salud y la habían padecido, fueron acometidos nuevamente, en los equinoccios de primavera, sin causa para ello y de improviso. He observado que de retirarse la sarna se originan muchas especies de enfermedades, las más frecuentes son: la tos, que algunas veces degenera en tisis pulmonar; fatigas, como el asma; caquexias e hidropesías, y también fiebres linfáticas y reumatismos. Otras de pero carácter que éstas y hasta mortales que precedían del mismo origen. El primogénito de D. José Argüelles Cienfuegos, por habérsele retirado la sarna, acometido de un terrible opistótomo, y morir a los tres días con atroces tormentos; y a la mujer de Lorenzo de la Roza, por la misma causa, morir de un duro tétanos En el prólogo expresa el profesor Marañón todo fue perfecto en la gestación y en la aparición de este gran libro, nadie discutió su mérito, ni aquí ni fuera de aquí y suelo exhibir este hecho indudable como una prueba más de mi crítica al mito de la “leyenda negra”, es decir a la sistemática negación de todo aquello que los del bando opuesto estiman como verdad. En todas partes y en todos los tiempo ha ocurrido esto y prosigue: el persistir el hacer de esas pasiones una “leyenda negra”, es táctica herrada reveladora de como algunos creen de agravio a un pueblo grande sino de susceptibilidad de pueblo pequeño; y el nuestro es grande por su capacidad de creación histórica, no puede responder que quejumbrosamente a las injusticias parciales mas que con la conciencia 372 de sus creaciones eternas. Ninguno de estos valores representativos - el Arcipreste, Isabel la Católica, Rojas, Cervantes, San Juan de la Cruz, Velázquez, - han sido discutidos jamás. Este universal reconocimiento se extiende, no sólo a los grandes genios sino al hombre normal, creador también por su talento y por su perseverancia, que impulsa al progreso como los mismos hombres geniales y en ocasiones más. De esos hombres fue ejemplo D. Gaspar Casal García, médico práctico, sin título universitario, que ejerció en una ciudad aislada de España, desecha, postrada, que siguió a la catástrofe material, moral e intelectual del final de la Casa de Austria. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Casal, G. & J. J. García Sevillano (ed.) (1762). Historia Natural, y Médica de el Principado de Asturias. Obra posthuma, que escribió el Doct. D. Gaspar Casal, Médico de su Magestad, y su Proto-Médico de Castilla, Académico de la Real Academia Médica Matritense, etc. La saca a la luz el Doct. Juan Joseph Garcia Sevillano. Madrid: Oficina de Manuel Martín. 373 LA DERMATOLOGÍA... Casal, G. D. & José Ramón Tolivar Faes (ed.) (1988). Historia Natural y Médica del Principado de Asturias (Facsímil de la edición príncipe de 1762.). Oviedo: Serv. de Pub. del Principado de Asturias. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 374 LOS PACIENTES HEMATÓLÓGICOS DE CASAL. JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO JUAN FACUNDO CONTESTÍ Por supuesto que en la época de Casal no existía la hematología como especialidad médica ni aún en sus líneas maestras. Solo existían unos conocimientos médicos que remotamente podríamos denominar hematológicos pero englobados en los tratados de medicina en múltiples patologías. Se impone, por tanto, aquí, ver en qué situación estaba la clínica médica en España tanto en el siglo XVII como XVIII, pues Casal vivió a caballo entre ambos. En el XVII se formaría como médico pues nació el 31 de diciembre de 1680; y en el siglo XVIII, ejercería su profesión, pues fallecería en Madrid el 10 de agosto de 1759. Se entiende por Medicina Moderna al pasado de la Medicina que engloba formando una unidad Barroco e Ilustración, aunque algunos estudien por separado estas épocas. Existen, de eso no se duda, rasgos diferenciales entre Barroco e Ilustración, pero la Ilustración es una prolongación de la renovación habida en los saberes médicos de la anterior centuria, producto de unos principios doctrinales vigentes hasta el comienzo del siglo XIX. 375 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... La c línic a Médic a Española en los siglos XVII y XVIII. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Compongamos, brevemente, a nivel universal europeo el panorama de la medicina para luego venir España y a nuestra remota región para aquel entonces y encontrarnos con Casal y sus conocimientos. La renovación de la Medicina Clínica, demostrable ya en las décadas centrales del siglo XVII, fue posible gracias a la labor desarrollada por los iatromecánicos y iatroquímicos. Entre los primeros, cabe destacar a Giorgio Baglivi, quien buscó sustituir la interpretación humoral de la enfermedad por una doctrina basada en las fibras motrices, elemento constitucional fundamental del ser vivo; y entre los segundos Françcois de la Boe, Silvio, profesor de la Universidad holandesa de Leyden; a él se le puede considerar el máximo exponente de la doctrina Iatroquímica, con ilustres predecesores (Paracelso, van Helmont) y que interpretaba la enfermedad como resultado de los desórdenes suscitados en la fermentación, proceso biológicos básicos de todo ser viviente. A al labor de estos dos personajes – Bablini y Silvio -, debe sumarse la de Sydenham con su doctrina de la especie morbosa que suponía el definitivo derrocamiento del galenismo; éste autor, intentó dar al ejercicio médico una base doctrinal basada en la propia experiencia clínica, en el más puro empirismo y desligada de hipótesis previas. El aconsejaba ordenar los casos, recoger los síntomas relacionados con una determinada enfermedad y que tuvieran valor diagnóstico; asimismo, insistía en que se recogiese el posible carácter estacional de un padecimiento determinado para, al final, definir los modos típicos de enfermar o especies morbosas. Así de este modo Sydenham establece una Nosografía y una nosotaxia; y suya es la rigurosa distinción entre enfermedades agudas y crónicas. A esta nuevas corriente, se suman Hermann Boerhaave y buen número de clínicos del S. XVIII, especialmente de la escuela médica vienesa. Boerhaave consigue aunar en su patología concepciones tradicionales galénicas, con todo lo nuevo que se había ido adquiriendo durante el siglo XVII. Este autor, dio mucho valor a lo objetivo en la valoración de los síntomas de la enfermedad y menos a lo subjetivo en relación con la personalidad del paciente, potenciando la valoración de la lesión anatómico por el clínico. 376 377 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... La aportación de Boerhaave fue fundamental, dando normas para elaborar los historiales clínicos e incorporando nuevas técnicas objetivas (termometría clínica a las que más tarde se irían sumando otras como la percusión torácica de Auenbrugger. Pero, a nuestro modo de ver, lo realmente novedoso fue la doctrina de Sydenham de las especies morbosas y la distinción entre enfermedades “agudas” y “crónicas”. Ello permitió individualizar y definir muchas entidades (sífilis, histeria, gota, hidropesía, etc.) siendo la descripción de la Pelagra por Casal, una más. En esta situación, lógicamente, la necropsia toma un gran impulso, como argumento último de la causa de enfermedad; Ya en el siglo XVIII Giovanni Battista Morgagni, patólogo italiano, pretendió a través de su magna obra, sistematizarlos modos de enfermar, de acuerdo con el asiento de las lesiones producidas en el organismo y no según el criterio clínico propuesto por Sydenham. Pero, en todo caso hablamos de Anatomía Patológica macroscópica, pues el microscopio apenas se usó con fines clínicos. En el barroco tienden a individualizarse algunas ramas de la medicina, que ya habían comenzado a hacerlo en el Renacimiento: Pediatría, Psiquiatría, Dermatología y Venereología; y, lo mismo ocurre en el mundo de la cirugía. En efecto, ¿hidrología??? médica frente a una mejora general de los métodos quirúrgicos, algunas especialidades quirúrgicas se van conformando: obstetricia, urología, oftalmología, etc. En el plano terapéutico, las novedades más importantes podrían cifrarse en éstas.: La introducción de la quina y de la ipecacuana; el uso del antimonio, el arsénico, el hierro, la belladona y la digital. Ya en el siglo XVIII, se intenta un ordenamiento racional de los fármacos con la redacción de las primeras farmacopeas. Pero, de ningún modo se abandonan los recursos tradicionales: purga, sangría, etc. La transfusión como método terapéutico fracasa y aparecen nuevas modalidades terapéuticas en el contexto de nuevas escuelas (homeopatía, mesmerismo, etc.). Dicho todo lo anterior, señalemos, esquemáticamente, el panorama de la clínica médica española en los siglos XVII y XVIII. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Clínic a Médic a Española del siglo XVII. Los tratadistas médicos generales españoles del siglo XVII fueron Gaspar Bravo de Sobremonte, Francisco Henríquez de Villacorta y Gaspar Caldera de Heredia, que no cita Gaspar Casal en su obra. Gaspar Bravo de Sobremonte, dejó una obra notable en la que se incluyen los siguientes temas: un estudio sobre las enfermedades que pueden producir muerte súbita; escritos monográficos sobre el bocio, la artritis, el estreñimiento y el escorbuto; un tratado sobre enfermedades cutáneas que no llegó a terminar; un estudio sobre las variedades de fiebre; y, finalmente, sus historias clínicas que recopiladas permiten obtener abundantes noticias sobre etiología, etiopatogenia, clínica y tratamiento de muchas enfermedades. Francisco Henríquez de Villacorta fue médico de la Corte y autor de una obra que era el texto de quienes aspiraban a obtener el grado de Doctor por la Universidad de Alcalá. Como Gaspar Bravo mantiene antiguas posiciones dogmáticas y conceptos viejos como los de elemento, temperamentos, humores y procesos de cocción y putrefacción de la enfermedad con su cortejo sintomático. Pedro Miguel de Heredia, es otro de los grandes tratadistas de la Medicina clínica del siglo XVII. Merecen especial comentario sus estudios sobre muy variados procesos, y, en concreto los dedicados a los tubérculos pulmonares, a la disentería y a las denominadas fiebres pútridas. Hubo más tratadistas de Medicina Clínica que no vamos a enumerar aquí, como tampoco vamos a señalar a los que escribieron desde el ámbito de las nuevas especialidades y desde la Epidemiología. En capítulo previo, de esta monografía, dedicado a la terapéutica no vegetal, realizamos ya un amplio comentario sobre la Polémica de la Sangría, al que nos remitimos. En efecto la indicación de la sangría y los lugares de la economía del cuerpo donde debía realizarse, fue motivo de una ardorosa disputa, pero siguió habiendo partidarios y objetores del procedimiento. Poco o casi nada cambió. 378 Porque, pese a los nuevos conceptos médicos tanto teóricos como prácticos, la sangre, en su íntima composición y funciones era una gran desconocida. La sangre era considerada, fundamentalmente, como el lugar en el que se podían ver, a través de la sangría, los estragos que producía la enfermedad; unas veces con clara alteración de sus caracteres macroscópicos y, otras, sin alteraciones aparentes. La composición íntima, microscópica de la sangre y sus posibles alteraciones o enfermedades, se desconocían. Los tratadistas de Clínica Médica del siglo XVIII son pocos: Gaspar Casal, Andrés Piquer, Pascual Francisco Virrey y Mange, Juan Antonio Baguer y Oliver y Francisco Sanz de Dios y Guadalupe. De Gaspar Casal, a quien va dedicado este volumen, nada diremos. Señalaremos solo algunos detalles del resto. Andrés Piquer es autor de varias obras. Destacamos, aquí, las Instituciones Medicae ad Usum Scholeae Valentinae y una Praxis Médica; la primera de ellas, es fundamentalmente didáctica y, la segunda, un tratado de Medicina General; en elas, pretende transmitir el autor criterios diagnósticos, pronósticos y de tratamiento. Pascual Francisco Virrey y Mange es autor importante. Entre 1737 y 1746 publica su obra en cuatro tomos, de neta tendencia Iatroquímica. En la ejecución de su obra siempre estuvo el criterio clínico por encima de todo, evitando de este modo muchas discusiones teóricas inútiles. José Juan Antonio Baguer y Oliver, publicó su obra en tres volúmenes desde 1741 a 1744. Hay partes de la misma que son eminentemente pedagógicas, alternando con alusiones eruditas y disquisiciones críticas. En general, da suficiente información sobre lo que se sabía entonces de las enfermedades más comunes con claridad y objetividad. Francisco Sanz de Dios y Guadalupe con base doctrinal Iatroquímica escribe su Medicina Práctica de Guadalupe publicado en 379 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... Clínic a Médic a Española del siglo XVIII. 1730. Es un tratado ordenado, en el que expone meticulosamente las patologías conocidas entonces. Podríamos añadir más autores, pero no es preciso. Solo cabe insistir en algunas cosas, más o menos repetidas ya. Algunas partes de la Medicina, seguían el camino de la especialización que se inició en el Renacimiento (Neuropsiquiatría, Pediatría, etc.). La sangre, desconocida microscópicamente seguía siendo una cenicienta, al lado del tema Microscopios disponibles en el siglo XVIII LA HUELLA DE GASPAR CASAL Microscopio de Robert Hooke (16351709 tomado del Catálogo «La lente que cambió el mundo», colección Eliseo Carrascal de microscopios). 380 Microscopio Ménard 1670 (Francia) Microscopio de Crisóstomo Martínez 1680 (Valencia. España) clínico de controversia, por excelencia, que era la fiebre. La sangría siguió practicándose con mayor o menor liberalidad según los médicos que la indicasen. Y, la hidrología, ocupó un lugar destacado en la práctica médica. Los enfermos hematológicos de Casal Casal era un médico observador, y, además escribió lo que vio. Ello nos permite, hoy, a partir de los datos clínicos, reconstruir algunos diagnósticos y analizar la semiología general que manejaba. En este breve trabajo nos hemos propuestos esencialmente dos cosas: Por un lado afirmar los diagnósticos hematológicos que nos parecen claros y, por otro recoger los que parezcan dudosos junto con su semiología. Parece claro que el mozo venido de Castropol en el año 1730 a Oviedo, por un delito de poca monta, falleció de hemorragia tras dos largas sangrías ejecutadas al tercer día de enfermedad; dice Casal: “El día siguiente (cuarto de su enfermedad, encontré mi pobre paciente en cama; y examinándolo bien, me pareció que la causa principal de su gravísima indisposición residía en el estómago y vientre; contemplé al mismo tiempo la suma postración de fuerzas vitales y animales; y con el mayor cuidado le receté una bebidilla muy corroborante y cordial, en cuyo cocimiento introduje algunos amargos y específicos contra las lombrices, con un levísimo estímulo para mover el vientre, una, o dos veces. Tomola, y antes de dos horas, arrojó por seceso ciento setenta y tres lombrices teretes… Confiando poco en las fuerzas, pues vi que iban faltando, mandé que se le diesen buenas sustancias, bizcochos en vino y se aplicasen reparos exteriores; no permitiendo que hasta el siguiente día tomas más de la bebida farmacéutica. El quinto por la mañana tomó la poción por mi señalada, y con ella, antes de mediodía, expelió ciento veinticuatro…. y siguió el mismo método, tomando la tercera, y última porción al sexto de la enfermedad y tercero del Hospital arrojó setenta y tres y expiró. Es probable que acaso no habría muerto, sino se hubiera sangrado”. 381 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... A. PACIENTENTES CON UN DIAGNÓSTICO HEMATOLÓGICO QUE SE PODRÍA CALIFICAR COMO CLARO. ANEMIA AGUDA POST-SANGRÍA. Fue caso muy conocido en Oviedo, por divulgarlo D. Manuel Cuervo, canónigo de la Santa Iglesia Catedral y Administrador del Hospital y el enfermero como testigos de vista. LA HUELLA DE GASPAR CASAL ANEMIA CRÓNICA CARENCIAL. Pascual Álvarez, paje de D. Andrés de Campillo, canónigo de la Santa Iglesia Catedral y gobernador del Oviedo, expelió una larga tenia. En el reconocimiento Casal recogió estos datos fundamentales… “ Y que no obstante al comer mucho, con excesivas ganas, quedaba con debilidad desconsolado el estómago y no satisfecho. Añadió a esto, que tenía en el estómago cierto desazón, , que sin ser dolor formal, le afligía con harta frecuencia hacia el píloro. Rara vez se mostraba perfecto el color de la cara; sí, por lo regular, pálido y con ojeras”. En este caso, trata de explicarse las carencias que supuestamente padecía el enfermo de este modo: “Por estas observaciones y razones, he tenido y tengo por embuste la opinión de el que juzgare, que las lombrices tenias son un animal solo y me parece verosímil, que el primero de estos gusanos reside próximo al píloro; en el intestino duodeno, o al fin de éste, y principio de el yeyuno, y que el segundo tiene su boca, y cabeza donde aquel remata; y, de esta manera se van sucesivamente encadenando, para que la substancia quilosa, que el primero chupare, pase desde él al segundo, y de éste al tercero, etc.”. Casal desconocía el concepto de Anemia, pero sí relacionó la debilidad y el color de la cara con lo que era un déficit nutricional provocado por las lombrices. Diagnosticó, por tanto una anemia crónica nutricional con solo relatar los signos cardinales. No puso, que sepamos, ningún tratamiento medicamentoso; pero sí procuró el remedio etiológico con la expulsión de la tenia. Pese a que el hierro como agente terapéutico ya tuvo fama en el siglo XVII, no nos consta que Casal tratase los estados de debilidad con hierro. La opinión médica general era que el hierro poseía un gran poder desopilante, estando muy difundida la costumbre de usar copas o tazas de acero, buscando que la bebida, se convirtiese en acerada o calibeada. Incluso hay un testimonio literario de esta creencia sobre el hierro en la obra de Lope de Vega, titulada El acero de Madrid. 382 383 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... En algunos tratados de la época, en los capítulos dedicados a “los casos que piden socorros prontos”, se considera el Desmayo una de estas situaciones; y dentro del desmayo, cabía la posibilidad de presentarse con más o menos intensidad dependiendo de su causa (Deliquio, Syncope, Asfixia). En uno de estos tratados, se examinan las posibles causas: Demasiada sangre, por debilidad, embarazo del estómago, enfermedades de los nervios, las pasiones, ciertas enfermedades, las hemorragias, las convulsiones, la sofocación, el miedo, vapor de carbón, venenos y dolores agudos. Hemos revisado en uno de los manuales citados si se utilizaba hierro o no en el caso de algunos desmayos de etiología conocida. Los desmayos por debilidad, especialmente después de la realización de sangrías, hemorragias y purgas fuertes eran atendidos con gran aparato de medidas; para comenzar: encamamiento, oler cosas muy espiritosas (Agua del Carmen, Agua de la Reyna de Hungría, Sal de Inglaterra, Amoniaco, etc.), beber líquidos ligeramente alcohólicos, friegas por el cuerpo. Y después, especialmente una dieta suave pero nutritiva, tal como ésta: panatelas hechas con caldo, huevos muy frescos pasados por agua y que no estén muy cocidos, tostadas de pan con azúcar, chocolate, sopas hechas con buen caldo, gelatinas, leche, etc. Pero no se habla para nada de la terapia marcial. Cabe pensar que Casal no creía en la utilidad del hierro para los estados de debilidad, puesto que se desconocía la etiopatogenia de la anemia carencial por ferropenia. Todo quedaba reducido en la anemia a dos síntomas clínicos: la debilidad general y la palidez. Quizás uno de los textos más claros de Casal sobre la etiopatogenia de la anemia sea el referido a Las Caquexias. A los pacientes los describe así: “el cuerpo de los caquécticos, aunque bastante lleno, no tiene la robustez ni agilidad, que el de los atletas, como ni tampoco la alegría y color; antes se halla pesado, inhábil, amarillo, cárdeno o cetrino obscuro”. Y trata de aclarar este evidente estado carencial así: “suele este achaque engendrarse de los alimentos impuros y corrompidos; y cuando no procede de ellos, se debe imputar a la escasa robustez, y poca limpieza del estómago y entrañas de la primera región: porque la debilidad de estas oficinas es motivo para que las coc- LA HUELLA DE GASPAR CASAL ciones sean diminutas y no perfectas; y saliendo crudo el jugo nutritivo, en vez de convertirse en substancia de las partes, queda aglutinado o pegado, sin acabar de asimilarse a ellas; de lo cual resulta una nutrición no verdadera, si viciosa y solo aparente. El vicio de poca pureza en las entrañas, ya por malos humores embebidos en ellas, o ya por corruptela de su misma substancia es causa de que se fabrique una mala sangre, que distribuida por el cuerpo embaraza la conveniente nutrición y aumenta la no conveniente y según fueren los malos alimentos y la impuridad de las entrañas, son también las caquexias que resultan”. Este largo texto podía dar mucho de sí en preciso y razonado comentario. Especialmente, cuando dice a continuación: “La caquexia pituitosa, con la cual se ponen regularmente escuálidas (esto es, sin su color natural), las doncellas, antecede ala leucoflegmasía y es anuncio de ella; así como la melancólica amenaza con lepra elefantiásica”. En síntesis, para cerrar este asunto. Casal, consideraba como causa de caquexia, la fabricación de una mala sangre; sangre que se producía en el aparato digestivo y, desde allí, difundía a todo el cuerpo; no sabía, por tanto, del carácter hemopoyético de la médula ósea. Y, de mala sangre, señala, con Jean Fernel, aparecerían patologías, una de ellas, - la caquexia pituitosa- identificable con la “leucoflegmasía” o “clorosis”, entidad conocida en la época de Casal. Solo unas palabras finales a esta cuestión para cerrar el tema. En un tratado de la época, se dice: “Esta evacuación empieza generalmente en nuestra España entre los catorce y dieciséis años. Muchas veces, antes que se manifieste, las jóvenes están por mudar tiempo en un estado de floxedad que se llama ´chlorosis u opilación´”. La falta de la menstruación, se consideraba de efectos muy nocivos y había que tratarla precozmente con ejercicio, dieta adecuada, infusiones frías, etc. La bebida mejor para ellas, se señala que es el agua mineral ferruginosa, señalando el autor las fuentes marciales o vitriólicas de España (Reinos de Andalucía, Reyno de Aragón, Castilla la Nueva, Principado de Cataluña, Provincia de Extremadura, Reino de Galicia, Reino de Navarra, Reino de Valencia y Señorío de Vizcaya). Y, si el mal se agravaba debían darse limaduras de hierro, considerándolas el verda- 384 dero remedio de estos males con algunas precauciones; eran éstas: “se debe tomar las de hierro verdadero y no las de azero y cuidar de que no esté mohosa; pues cuando lo está casi no hace efecto. En los principios del mal y en las jóvenes, basta dar quince o veinte granos al día, y aún algunas veces solo cuatro o cinco, añadiendo a esto la dieta y un ejercicio conveniente. Cuando el mal es más grave y de más edad la enferma se puede dar, sin miedo, hasta dos dracmas”. Casal, indudable conocedor de los efectos terapéuticos del hierro, no nos habla de él con las debidas precisiones. El que en un tratado de la época no se de hierro en los desmayos secundarios a hemorragias y sí a la clorosis, tiene su explicación. La clorosis no era considerada un estado carencial, sino por mal de las fibras de las mujeres menos rígidas y menos fuertes que las de los hombres con esta consecuencia: “Por la misma razón la circulación se hace en ellas con menos fuerza, la sangre es menos espesa y mas acuosa, los humores se estancan con más facilidad en las entrañas y formas obstrucciones”. Don José del Camino, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral, joven de 28 años, adquiere un escorbuto terrible por falta de régimen de comida según relata Casal. Es el único caso, de los expuestos por Casal que podría ser una leucemia aguda. Lo describe así: “Al principio de la enfermedad se le presentaron una manchas de color amarillo oscuras en diversas partes del cuerpo; y luego, sobrevinieron hemorragias por las narices, las encías y las fauces. Agravándose el mal, se le puso todo el cuerpo hinchado como en la leucoflemasía, cubriéndosele de un color pálido terroso. Le sobrevinieron congojas con tos y con abundantes esputos de sangre. Las encías se le pusieron aftosas; se le movió el vientre con diarrea, empeorando de día en día. Sucedió entonces que al rascarse sentía mucha comezón en el cutis, por más que no tenía ni sarna, ni postillas, ni escamas, se hizo con la uña una pequeña herida en el codo derecho, y principió a brotar de ella tanta sangre como no hemos visto jamás; pues agotados todos los remedios, hasta las ligaduras, llegó a cuatro o cinco libras; y debilitándose de día en día sus fuerzas por la sucesión de terribles y pertinaces síntomas dejó de existir”. 385 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... LEUCEMIA AGUDA. El cuadro, es muy sugerente de una hemopatía aguda, más que de ninguna otra patología. Más aún: Casal tiene dudas que se tratase de un escorbuto, partiendo de un comentario de Dureto a la sentencia de Hipócrates: “El que sangra por las encías, moviéndosele al mismo tiempo el vientre está apestado, hallaría en él, sin duda, excelente doctrina, y podría deducir si Hipócrates hablaba, o no, del escorbuto”. Casal como decimos no tenía claro el diagnóstico de D. José del Camino, haciendo este comentario: “De lo dicho, que a fe de cristiano, declaro ser cierto, consta que algunos enfermos que padecen el terrible escorbuto, es decir, el mal de la rosa, confirmado, no tienen regularmente ni manchas ni hemorragias, aunque sean atormentados continuamente por los demás síntomas familiares a la afección escorbútica; y por el contrario, otros teniendo las machas y frecuentes hemorragias se hallan las más de las veces exentos de algunos de los síntomas que aquellos sufren, son pues, inexpertos los médicos que pretenden buscar reunidos en cada uno de los pacientes todos los signos del escorbuto”. Es dudoso que una persona como D. José del Camino, de nivel elevado, padeciese una enfermedad carencial. La clínica que ostentaba era de leucemia aguda, fulminante, posiblemente de estirpe promielocitaria, que desencadena una grave coagulación intravascular diseminada con rápida muerte. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Pacientes con diagnóstico hematológico que cuando menos es muy dudoso y semiología general hematológica. Incluimos, en este capítulo, dos cuestiones diferentes. Por un lado, el relato de algunos pacientes o grupos de pacientes que podrían padecer hemopatía; y, por otro, la semiología general hematológica en Casal, por lo que a su exposición se refiere de síntomas y signos y no al significado que se le da. Pacientes de diagnóst ico dudoso. POSIBLE AGRANULO CI TOSIS. Doña Calara Argüelles, es uno de los pacientes señaladas por Casal como portadora de escorbuto. Dice textualmente: “Pocos días hace que murió en la Felguera Doña Clara Argüelles de un escorbuto tan maligno que la comió las encías con pestilentes 386 387 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... úlceras hediondas y corrosivas; y, a cada paso, encontramos personas llenas de fístulas y corrupciones de huesos”. Es difícil creer que se tratase de enfermedad carencial por el nivel social de la paciente y por la riqueza hortícola de la zona. Cabe pensar en una intoxicación medicamentosa, con agranulocitosis asociada. Y por supuesto que caben otras posibilidades: neoplasia, leucemia, infecciones, diabetes, estomatitis ulcerosa, etc. T UMORES LINFÁT ICOS. Casal, utiliza el término tumor en lato sentido de hinchazón o bulto, como en el caso de las adenitis a las que denomina “Tumores glandulares”. De estos tumores glandulares habla al referirse a la sarna de la cabeza; se trataría de adenopatías infecciosas cervicales y occipitales en pacientes sarnosos y sobreinfectados. De ellas dice: “pero nunca se desvanecen completamente, los tumores glandulosos, hasta que no se extirpa de raíz, la causa de la sarna”. Pero en otro exacto lugar, habla Casal, a propósito de las terminaciones y sucesiones de el mal de la rosa y dice: “y los efectos en que, según he observado, suelen degenerar son: la hidropesía, tumores linfáticos y escrofulosos, y alguna vez el marasmo, o la corrupción mortífera del néctar vivífico”. Es claro en el texto, que Casal conocía tumores linfáticos como final de enfermedad previa. Enfermedad de la que cabe suponer una mala evolución y gravedad, tal como especula Casal: “En efecto; sí, cuando una enfermedad sobreviene a otra, aquella es las más de las veces mortal, principalmente cuando en tal sucesión se hace el tránsito o metástasis a la parte más noble del humor indómito, quebrantadas ya las fuerzas; y, por lo tanto, cuando se verifica el tránsito del mal del bazo, o de la hepatitis o flema blanca, o disentería a la hidropesía, muy pocos son los que salvan de la muerte…”. Casal, también utiliza el término de Fiebres linfáticas, que aunque es un término genérico, se circunscribía a la fiebre acompañada de adenopatías. Por supuesto que estos dos síntomas podrían ser la primera manifestación de un linfoma. No sabemos si Casal se refería solo a las adenitis infecciosas o hablase en términos más genéricos de un síndrome que podría encubrir también un linfoma. Lo más probable es que así fuese. Al respecto, dice: “Muchas veces las enfermedades que se juzgan de sarna, no son otra cosa que las fiebres llamadas linfáticas, como también las continuas, periódicas o accesionales; y en suma, todas aquellas que vulgarmente se conocen con el nombre de tabardillo”. Estamos seguros de que algunos pacientes vistos por Casal por tumores linfáticos o fiebres linfáticas, eran auténticos linfomas. Semiología gener al hematológic a en Casal. Los datos más importantes de la posible semiología general hematológica en Casal, podría quedar circunscrita a algunos síntomas o signos; bien entendido que él no buscaba patologías hematológicas que entonces se desconocían, sino que solo describía lo que veía con sus esquemas diagnósticos de aquel entonces. Señalaremos algunos. LA HUELLA DE GASPAR CASAL ESTADO GENERAL DE LOS PACIENTES. Pérdida de peso: No se cuantifica en la obra de Casal. Cuando un paciente empeora, lo traduce a palabras con claridad. Anorexia: Hablando del os síntomas de un paciente, dice: “Con el frío… le dolían los tubérculos, le aumentaba la fiebre, crecía la tos, disminuía el apetito, se debilitaban las fuerzas, se aumentaban las agripnias y eran excesivos los sudores”. Fiebre: Es un dato fundamental para el diagnóstico y seguimiento de los pacientes en la obra de Casal. Hay, en la obra, más de ochenta citas dedicadas a las fiebres. Líneas más arriba, ya hemos hablado de las fiebres linfáticas, y también de la sudoración anómala exponente de la febrícula, especialmente nocturna. Astenia: Del cansancio, la laxitud y el mal estado general se ocupó Casal en repetidas ocasiones como ya hemos anotado líneas arriba al comentar la anemia y la caquexia. Así definía él la laxitud tras un fenómeno agudo: “Quitábase en la gente moza la calentura entre el día quinto, y séptimo, con sudor, que naturalmente acontecía, con señas de buenas crisis; pero les quedaban por muchos días los amargores de boca, sed, inapetencia, vigilias, laxitud y pertinaces toses, ya secas, ya con expulsión de materias catarrosas, más o menos cocidas”. Pero la astenia que podía definir una hemopatía es crónica, lenta y respondería más bien a este otro patrón descrito por él cuando describía el mal de la rosa: “Todos los miembros de su cuerpo sufrían un cansancio extraordinario y el dolor de los muslos la afli- 388 gía”; o esta otra descripción: “Por la mañana, con el estómago vacío, la acometía una gran debilidad, y después de la comida del medio día, le daban frecuentes mareos de cabeza, que la tambaleaban de un lado para otro, pero sin perder el sentido”. Los datos exploratorios que nos podrían aproximar, en la obra de Casal, a la posible descripción de algunas hemopatías serían los siguientes. La palidez. Ya hemos analizado este dato más arriba, al hablar de las anemias posthemorrágicas y carenciales. No insistimos en él. Las hemorragias. La hemorragia, es un elemento descriptivo constante en la obra de Casal. No en vano era un elemento fisiológico en la depuración natural de la enfermedad producida por el cuerpo. Señalemos algún tipo de hemorragias y la interpretación circunstancial que les daba. Como final favorable de enfermedad. Dice: “Los términos más ordinarios de estas graves enfermedades son aquí sarna, parótidas, destemplanzas de vientre, abscesos y tialismos; pues los sudores críticos rara vez acontecen. En algunas epidemias, tiempos buenos y gente robusta, y joven suelen las enfermedades terminar muy bien por hemorragias y tal vez por disenterías”. Como complicación fatal de enfermedad infecciosa. En un supuesto caso de viruela que evolucionaba mal, el de Dña. Francisca, hija segunda del Marqués de Vallecerrato, describe las hemorragias surgidas tras un rash inicial posiblemente medicamentoso, así: “El quinto día se nos agregó un estilicidio de narices que llegaría a cinco o seis gotas de sangre. Comenzaron las encías a resudar sangre; y se formaron en los labios unas negras escaras acarbuncadas, que abriéndose en grietas profundas, atormentaban con tan intolerables dolores a la inocente niña, que por no escuchar sus lamentos nos retiramos todos de su cuarto. En medio de tantos y tan abultados trabajos, crecieron algo las viruelas; pero con tan extraño semblante, que más parecían verrugas marmóreas que viruelas usuales… Al comenzar el sexto y último día, se desenfrenó con mayor furia el vien- 389 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... DATOS EXPLORATORIOS. LA HUELLA DE GASPAR CASAL tre, repitiendo tremendos cursos hediondos, y poniéndose negras las chatas y empedernidas viruelas, murió la enferma antes del día siete”. La ictericia. La ictericia, puede ser un signo exploratorio capital en las patologías hematológicas. Casal, le dedica tiempo y espacio a lo que denomina”morbo regio”, y de entre muchas posibles causas de ictericia se centra en la epidemia de ictericia que hubo en la región desde 1719 a 1721. La explicación que da a esta epidemia de ictericia, nos sorprende: fueron nada menos que los vientos ábregos utilizando esta comparación: “Por lo cual, no pienso, que se tendría por temerario el médico, que juzgase ser tan posible la generación de la ictericia epidémica, cuando la fogosa constitución de el tiempo agita, enciende, y turba los líquidos del cuerpo; como la producción de las partículas, y dispensas, cuando desenfrenada la ira, ocasiona semejantes efectos”. No hay otras citas en Casal sobre la ictericia dignas de mención. Las organomegalias (adenopatías, hepatomegalia, esplenomegalia). Más arriba, nos hemos ocupado ya de las adenopatías que describe Casal y sus posibles interpretaciones. Respecto a hígado y bazo poco señala Casal. Hablando de terminaciones y sucesiones del mal de la rosa, señala que cuando la enfermedad afecta a estos órganos pocos son los que salvan. Dice: ….”cuando en tal sucesión se hace el tránsito o metástasis a la parte más noble del humor indómito, quebrantadas ya las fuerzas; y, por lo tanto, cuando se verifica el tránsito del mal del bazo, o de la hepatitis, o flema blanca o disentería a la hidropesía, muy pocos son los que salvan de la muerte”. Pero no se ocupa Casal de señalar el significado diagnóstico de la hepatomegalia y la esplenomegalia. Y es que, lo repetimos una vez más, Casal escribió su obra para resaltar la patología regional de Asturias y no para redactar un lucido manual de Medicina. CONCLUSIONES. 1 En tiempos de Casal, estaba muy atrasado el conocimiento de la fisiología y la patología hematológicas, tal como las conocemos ahora. 390 2 3 4 5 6 Se desconocían los órganos hemopoyéticos y los órganos hemocateréticos. Se desconocía la composición de la sangre pese a la existencia del microscopio y la nueva ciencia química ¿En este contexto tiene sentido hablar de los pacientes hematológicos de Casal? De todos modos, hemos indagado, por ver sí, Casal había descrito, alguna patología hematológica. Al respecto, cabe decir: a Describe una muerte por hemorragia aguda. b Intuye estados carenciales que conducen a cansancio y agotamiento. c Describe una posible leucemia aguda. También hemos buscado, sí de algún modo, se pueden entrever algunos diagnósticos más, a partir de sus palabras con estas conclusiones: a Descripción de una posible Agranulocitosis. b Intuición de la existencia de los linfomas. Finalmente, hemos tratado de elaborar una semiología hematológica a partir del texto de Casal desde la perspectiva actual. Concluimos de este modo: a Los síntomas clínicos más comunes (estado general, astenia, anorexia, pérdida de peso, fiebre), no llevan a ningún diagnóstico hematológico actual; máxime, en aquel entonces en el que no existían. b Los datos exploratorios (color de piel, hepatomegalia, esplenomegalia, adenopatías) tampoco son concluyentes. Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Para este trabajo se utilizó la edición de 1959, prologada por Gregorio Marañón y publicada por la Excelentísima Diputación de Asturias. Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina. Salamanca, 1969. Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Barcelona, 1962. 391 LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS... BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA. Tissot, Mr.: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del campo. Madrid 1781. Tolivar Faes, J.R.: Historia de la Medicina en Asturias. Popular Asturiana. Edit. Ayalga. Salinas 1976. Colección Tolivar Faes, J.R.: Los enfermos del Doctor Casal. IDEA. Oviedo, 1981. LA HUELLA DE GASPAR CASAL O tros Microscopios disp onibles en el S iglo XVIII (AJFG). 392 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA EN CASAL. JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO JOSÉ ANTONIO BUELGA GARCÍA Así como los conocimientos de Hematología eran escasos en el siglo XVII, la sangría generó publicaciones, muchas especulaciones y dilatadas polémicas. Como se vio en el capítulo correspondiente, Casal no efectuaba diagnósticos hematológicos. Y ya en el capítulo correspondiente se quiso identificar alguna enfermedad hematológica tal como se ve hoy en las descripciones que realizó el ilustre médico ovetense. 1. LA POLÉMICA SOBRE LAS SANGRÍAS DE E SPAÑA. Dos fueron las grandes polémicas de la Medicina Moderna en España: “La polémica de las sangrías en el Barroco (siglo XVII) y “La polémica del agua”, durante Barroco e Ilustración (siglos XVII y XVIII). 393 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... La sangría en los siglos XVII y XVIII españoles. Para completar adecuadamente esta introducción nos ocuparemos de tres cuestiones. A saber: la llamada polémica de la sangría; lo que recomendaban médicos prácticos cargados de sentido común; y, finalmente, lo que pensaba Feijoo, amigo de Casal, en cuya celda se reunían con frecuencia para charlar, intercambiar noticias científicas y hasta comentar algunos pacientes. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Conviene recordar aquí, aunque sea con suma brevedad, los términos de la polémica. Se polemizaba esencialmente en torno a dos cuestiones: a. La opor tunidad de realiz ar una sangría. Eran muchos los estragos que se estaban produciendo en los pacientes con las emisiones sanguíneas. Hasta tal punto esto era cierto que D. Agustín Gonzalo Bustos de Olmedilla, autor de una obra llamando a la cordura El monstruo horrible de Grecia, mortal enemigo del hombre (1675 y 1686), dirigió al rey Carlos II un memorial en 1677 requiriendo su intervención en la regulación de las sangrías; que sepamos, no hubo respuesta y varios médicos galenistas combatieron, fieramente, las propuestas realizadas por Olmedilla. De todos modos, trataron de centrar el tema y poner coto a los abusos los siguiente autores: Andrés Ordóñez (1623), Juan Gallego Benítez de la Serna (1639), Cristóbal Unfri y Hayo (1638), “Diego Valverde de Horozco” (1653), Juan Lorenzo Estelrique (1654) y un sinfín más, destacando Antonio Ponce de Santa Cruz y Gaspar Caldera de Heredia y José Lucas Casalete. Pero frente a este grupo de gentes que intentaron centrar la indicación de la sangría, hubo quienes la defendieron a ultranza; tal fue el caso de Gaspar Bravo de Sobremonte, quien no solo hace una defensa teórica de la sangría, sino que desciende de forma pormenorizada a las indicaciones clínicas; este autor adopta una postura polémica e intransigente contra los detractores de la sangría o aquellos que querían limitar su uso; y, curiosamente, los médicos más prestigiados de la época siguieron a Sobremonte, defendiendo a ultranza la doctrina y praxis clásicas de la sangría. b. El lugar donde debía realiz arse el sangr ado. Esta segunda cuestión, venía discutiéndose desde hacía muchos años por anatómicos y clínicos. Parece ser que el tema se centraba en las ventajas e inconvenientes de la realización de sangrías en el tobillo. Estaban a favor de utilizar otros lugares de sangrías varios autores: Duarte Núñez de Acosta, Fernando Suárez, Juan Moyano de Medin yÁlvaro Tenorio de León. 394 Testimonio concreto de estas disputas fueron dos obras publicadas en Sevilla. Tales obras fueron éstas: “Concordia de la controversia sobre el sitio de la sangría en los principios de las enfermedades” (Sevilla, 1655) de “Juan Bautista Piñero”; y “Tratado contra el abuso de sangrar siempre del tobillo en todas las enfermedades universales y particulares de partes superiores” (Sevilla, 1682) de “Francisco Pérez de Tábora”. Ya en el siglo XVIII D. Francisco Solano de Luque (1684-1738) médico cordobés en su obra sobre el pulso Lapis Lydos Appollinis (Madrid, 1741) hacía una valoración netamente negativa tanto de la polifarmacia como de las sangrías. Pero siguieron haciéndose sangrías, con particular insistencia por parte de algunos médicos. La segunda cuestión introductoria es conocer qué es lo que se decía entonces, en Europa por boca de médicos razonables y prestigiados. El tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del campo, escrito por Mr Tissot, Doctor y Cathedrático de Medicina de la Real Sociedad de Londres, de la Academia Médico-Física de Basilea y de la Sociedad Económica de Berna, es un ejemplo de guía médica para el clínico práctico. Publicada en 1761, tuvo varias y rápidas ediciones en varios países (Zúrich 1762; parís 1762; Lausana 1763; León 1763; Rotterdam 1764; Holanda 1765; Venecia 1766; Génova 1767; Suecia 1767; Rusia 1772; Madrid 1781). Manejamos la edición de Madrid para estudiar la cuestión anteriormente epígrafiada. Aunque la obra se publicó en 1761 por primera vez y se tradujo en España en la segunda mitad del siglo XVIII, recoge el sentir general de los médicos europeos y de muchos españoles, sobre el tema que nos ocupa. En el capítulo XXXIV, se ocupa el autor de lo que él denomina”De los remedios de precaución”, y que circunscribe a dos: “La sangría” y “Las purgas”. Nos centramos en la sangría, que es nuestro tema. a. INDICACIONES GENERALES DE LA SANGRÍA.. Señala el autor que la sangría solo es necesaria en cuatro ocasiones; copiamos textualmente: Cuando hay demasiada sangre. 395 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... 2. LAS RECOMENDACIONES DE LOS MÉDICOS MÁS COMEDIDOS. Cuando hay inflamación. Cuando ha sobrevenido, o va a sobrevenir en el cuerpo alguna causa capaz de producir en breve la inflamación, u otro cualquier accidente si no se aflojasen los vasos con la sangría: por eso se sangra después de las heridas y contusiones; a una mujer preñada si tiene una tos vehemente; y por precaución en otros muchos casos. Algunas veces, para mitigar un dolor excesivo, el que sin embargo, de no depender de demasiada sangre, u de otra sangre inflamada, se calma un poco con la sangría, para tener tiempo de destruir la causa con otros remedios. Pero como estos dos últimos motivos pueden comprenderse en los primeros, se puede establecer que la demasiada sangre y la sangre inflamada son las dos únicas causas necesarias de la sangría. A continuación el autor insiste en varias cuestiones de interés: confirmación de la indicación, contraindicaciones y normas de sangrado. Las exponemos. LA HUELLA DE GASPAR CASAL b. CONFIRMACIÓN DE LA INDICACIÓN DE SANGRADO. Ciñendo las indicaciones a dos, se sangraba por la inflamación de la sangre o por exceso de la misma. Analicemos por separado ambas cuestiones. a) Inflamación de las sangre. Personalmente creemos que la medicina clásica era fundamentalmente expulsiva; la espontánea, que realiza el cuerpo y la inducida con sangrías, purgas y medicaciones. Nuestro autor, en esta indicación que era la más común, no quiso explayarse, despachando el asunto de esta manera: “La inflamación de la sangre se conoce por los síntomas que acompañan a las enfermedades que produce esta causa. Ya he tratado del uso de la sangría en estos casos, señalando al mismo tiempo en cuáles conviene”. Y efectivamente, a través de la obra ya se había ocupado del asunto en varias ocasiones, especialmente en estas situaciones: La neumonía. En ella, la primera sangría alivia, pero el mal vuelve y señala el camino a seguir, hasta una cuarta o más. Y habla del interés que 396 Inst r umentos quirúrgicos. A partir de la fig. 10, lancetas utilizadas en las sangrías. Tomado de la Enciclopedia Francesa (Diderot / D`Alembert) 397 LA HUELLA DE GASPAR CASAL tiene la observación de costra blanca o “costra pleurítica” que se forma en la superficie de la sangre extraída y coagulada, pero solo interés relativo pues puede no aparecer. Pero avisa de que a veces no solo no alivia sino que perjudica. Y tan mal síntoma es que no alivia como el que no se pueda hacer. El dolor de costado. En el capítulo V de la obra, se ocupa el autor de “a Pleuresía o dolor de costado. La sangría, en estos gravísimos casos sigue los mismos pasos que en la neumonía. Según el autor, la sangría puede ser salvadora. Y, añadimos una curiosidad traída de la Medicina Popular por Mr. Tissot, dice: “Para esta enfermedad, es muy común entre los labradores el uso de dos remedios, que algunos médicos celebran también: estos son la sangre de macho silvestre y el sebo tomado en un huevo. No niego que se hayan curado muchos sujetos de semejantes remedios; pero también es cierto que uno y otro, así como el huevo en que toma el sebo son dañosos”. Pero en la obra no se habla de más indicaciones concretas en la inflamación, que era la fuente habitual de candidatos a sangrías. Es probablemente, de algún modo, entregar el tema a la prudencia del médico. Sin embargo, la plétora, el exceso de sangre, se pormenoriza hasta límites insospechados en el texto, quizás por dos razones: la escasez de pacientes con este diagnóstico y la inocuidad del procedimiento. Veamos: Excesiva sangre. Dice el autor, agotando precisiones: “Aquí indicaré los síntomas que manifiestan que hay demasiada sangre: El género de vida que se trae; si se come mucho; si se usa de alimentos jugosos y en particular de mucha carne; si se beben vinos nutritivos;… sí se hace poco ejercicio; sí se duerme mucho; si no se padece ninguna evacuación importante. El (Al) cesar alguna hemorragia a que se estaba acostumbrado. Un pulso lleno y fuerte, y descubrirse mucho las venas en un sujeto que no está flaco ni acalorado. 398 Un color bastante encendido. Un estupor extraordinario; un sueño más profundo, más largo, y menos tranquilo que lo regular; una facilidad no acostumbrada a cansarse con cualquier exercicio o trabajo; y algo de opresión al andar. Las palpitaciones, acompañadas en ocasiones de un total decaimiento, y aun de un síncope ligero, en particular cuando se habita en lugares calientes o se ha hecho mucho ejercicio. Los vértigos o vahídos, principalmente al bajarse y cuando se levanta de repente la cabeza y después del sueño. Los dolores frecuentes de cabeza, a que no se está sujeto, ni parece que dependan de desorden en las digestiones. Una sensación de calor, bastante universal por todo el cuerpo. Una especie de picazón punzante y general, cuando se está algo acalorado. Las hemorragias frecuentes y que alivian. Pero se debe tener gran cuidado de resolverse por solo uno de estos síntomas; pues es preciso que concurran muchos y asegurarse que no dependen de alguna otra causa muy diferente y del todo opuesta a la demasiada sangre. Cuando por estos síntomas hay seguridad de que realmente existe este exceso, entonces se hace con gran felicidad una y aún dos sangrías. De cualquiera parte que se haga esta evacuación, produce alivio”. El autor a quien seguimos dice que no debe hacerse sangría, si no concurren las circunstancias señaladas, cómo no haya motivos particulares que obliguen. Pero, en términos generales, la contraindicaba en estas circunstancias: Cuando la edad es muy avanzada, o se está en la primera infancia. Cuando la persona es naturalmente de un temperamento débil, o le han debilitado las enfermedades, o algún otro accidente. Cuando el pulso es pequeño, blando, débil intermitente y la piel está descolorida. Cuando las extremidades del cuerpo están frías e hinchadas con blandura. 399 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... c. CONTRAINDICACIONES A LA SANGRÍA. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Cuando se come poco después de una larga abstinencia, o se toman alimentos de poca substancia, y la disipación es grande. Cuando hace mucho tiempo que el estómago está descompuesto; cuando la digestión se hace mal, y por lo mismo, se forma poca sangre. Cuando hay alguna evacuación considerable, por hemorragia (de cualquiera parte que sea) o, por cursos, orinas o sudores: cuando ya se ha hecho la crisis de una enfermedad, por alguna de estas vías. Cuando hace mucho tiempo que se padece una enfermedad de debilidad y hay muchas obstrucciones que impiden la formación de la sangre. Cuando las fuerzas se han abatido, por cualquiera causa que sea. Cuando la sangre está pálida y disuelta. Dicho todo lo anterior el autor hace muy atinados comentarios respecto a los excesos en la indicación de las sangrías y del número de las mismas. Respecto al exceso de indicaciones llega a decir que salvo en las circunstancias señaladas más arriba, se deben evitar. Dice: “una sangría sola pone por lo común en un estado absolutamente incurable y los males que causa no se reparan… En cualquier estado que esto suceda por robusto que sea el sujeto, si la sangría no es necesaria, perjudica. Las sangrías repetidas debilitan, abaten, envejecen, minoran la fuerza de la circulación…[y] se podría demostrar que algunas sangrías producirían necesariamente en un hombre robusto una enfermedad inflamatoria”. A los pletóricos, el autor les aconseja se eviten las causas de exceso de sangre, reglando la dieta y haciendo ejercicio. De este modo, se evitarían las sangrías en nada deseables. Y como complemento terapéutico, tisanas de flor de sauco, miel y vinagre y una onza de nitro dividida en 16 tomas. Respecto al número de sangrías que a veces se realizaban a un solo individuo, dice el autor consultado:”Horroriza ver que algunas personas se sangran dieciocho, veinte y veinticuatro veces en dos días; otras, algunos centenares en pocos meses. Estas observaciones siempre prueban, con seguridad, la ignorancia del médico o del cirujano”. Y si el enfermo se liberta, se deben admirar los recursos de la Naturaleza que no se rinde coi tantos golpes mortales”. 400 El autor que estamos siguiendo, dedica dos líneas a la técnica de la sangría. Dice textualmente: “La cantidad de sangre que se debe sacar a un adulto en una sangría de precaución, es de diez onzas”. El primer asunto que obvia este autor es el señalar lugar ideal de sangría para un concreto problema tal como se venía haciendo históricamente. Líneas atrás, ya indicamos los términos en los que se polemizó sobre la sangría en el siglos XVII. Uno de ellos era si el pie era el lugar universal ideal de sangrado; pero muchos médicos cirujanos y sangradores seguían criterios propios. También obvia, en términos generales, el número de sangrías a realizar. Deja en manos del médico o cirujano responsables este asunto. Y, respecto a la cantidad de diez onzas, deseamos que se entienda esta unidad. La sangre extraída no se expresaba en la unidad de capacidad de áridos (la fanega) ni en la unidad de capacidad de líquidos (la cántara); se expresaba en la unidad de peso que “la arroba” con sus submúltiplos. La administración borbónica y antes la de los Austrias, intentó unificar los sistemas de medida nacionales sin éxito. Las leyes se fueron sucediendo casi sin interrupción, siendo la última promulgada por el Antiguo Régimen en tiempos de Carlos IV “para igualación de pesos y medidas para todo el Reino”. En las unidades utilizadas por el autor consultado, se utiliza como patrón la libra de dieciséis onzas o libra castellana. Las unidades se distribuían así. • Grano: es el peso de un grano de cebada, de mediana magnitud, prefiriéndose el de latón. • Escrúpulo: veinticuatro granos. • Dragma: tres escrúpulos o 72 granos. • Onza: ocho dragmas. • Libra: dieciséis onzas. • Cuartillo: Pesa una libra o dieciséis onzas. • Azumbre: cuatro cuartillos o cuatro libras. • Medio Azumbre: dos libras u dos cuartillos. 401 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... d. LA TÉCNICA DE LA SANGRÍA. • Medio cuartillo: ocho onzas. • Cuarterón: Cuatro onzas. Traduciendo los términos esenciales en unidades actuales, sería: • Libra de 16 onzas equivale a 460 gramos. • Onza 287 decigramos. Las diez onzas serían 287 gramos, cantidad no exagerada para un sujeto sano de mediana estatura. Eso lo sabemos bien hoy gracias a la rutinaria hemodonación de sangre. Lo expuesto, eran las líneas generales de comedimiento del médico razonable, que sin excluir definitivamente la sangría trataba de ordenar y ponderar su uso razonado. Otra cuestión afín a la sangría será el empleo de “sanguijuelas”, procedimiento alternativo que se utilizaba en pacientes debilitados o en padecimientos muy concretos. Solían colocarse en los márgenes del ano donde se creía estaba la porción más gruesa de la sangre. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 3. FEIJÓO Y LA SANGRÍA.. Amalio Telenti Vigón, excelente médico internista ovetense y microbiólogo, nos dejó como trabajo doctoral un riguroso estudio sobre el pensamiento médico de Feijóo. Leer este libro, es probablemente el mejor ejercicio para aproximarse a Casal, por muchas razones: el nivel de conocimientos médicos de Feijóo; y su personal amistad con el benedictino con quien nos consta hablaba de medicina muchas veces. Feijóo pensaba que las hemorragias naturales y espontáneas en el curso de muchas enfermedades eran salvadoras. Al respecto decía: “Ni la lanceta ni las sanguijuelas son electivas de modo que saquen la sangre mala o excrementaría y dexen la buena. La Naturaleza, sí. A no serlo, no se observará tan frecuentemente la prompta y sensible mejoría de los enfermos, sucesiva alas hemorragias naturales”. Feijóo a lo largo de su obra, se ocupa de las dos cuestiones esenciales que suscita la sangría. A saber: Indicaciones y contraindicaciones, así como el procedimiento técnico. 402 Feijóo era acérrimo enemigo de las sangrías; por considerar que debilitaba a los pacientes, ya de por sí debilitados por la enfermedad; y, sobre todo, porque habitualmente no había una indicación clara para realizarla. Él, estaba al lado de los médicos no sangradores y dado su prestigio intelectual universal, estamos seguros que contribuyó, con sus opiniones, ala erradicación de este feroz procedimiento. El sabio y erudito monje nos recuerda en uno de sus textos la historia de la sangría. El primero que la aconsejó fue Hipócrates, pero su difusión ulterior se debe a Galeno, quien la convirtió en universal, recomendándola en casi todas las enfermedades conocidas y siguiéndole en esta práctica miles de médicos a lo largo de la historia de la Medicina. Pese a la autoridad de Hipócrates y Galeno, ya hubo opositores a la sangría en la antigüedad (Chrysipo, Aristógenes, Erasistrato, Straton y Asclepiades y, ulteriormente, otros médicos insignes Paracelso, Helmoncio, Pedro Severino, Crollio, el Quercetano, Poterio, Fabro, Crusio, Tocci). Su oposición teórica a toda sangría, la razonaba de este modo: “Siendo la sangre un líquido continuado, que sin separación o interrupción alguna esta siempre fluyendo, por los mismos vasos, esa infección, si la hay, está igualmente comunicada a toda la masa sanguinaria y la extracción de una parte de esa sangre no impide que la infección se mantenga en el resto y con ella la persistencia del mal. Por otro lado Feijóo dice que la propia enfermedad consume sangre y debilita, lo que le hace exclamar: “Si a tanta disipación de sangre causada por el ardor de la fiebre, se añade el dispendio de este vital licor, que inducen los médicos con sus sangrías, ¿en qué pararemos?”. Respecto a las indicaciones precisas, pese a que muchos médicos famosos, como su amigo Casal, la indicaban, hacia esta recomendación general al médico: que, “sagazmente examinadas, comprehendidas y combinadas todas las circunstancias de la enfermedad y del enfermo por donde se debía hacer juicio si convenía o no convenía la sangría”. Demostraba el sabio benedictino haber leído mucho del asunto, tan polémico en su siglo. Sabía que Solano Luque la utilizaba solo en los 403 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... a. INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES. casos de plétora. También sabía que se consideraba inexcusable la sangría en el dolor de costado, garrotillo, frenesí y esputo sanguíneo, aunque autoridades como Tozzi no las indicaban. Y, a título personal se oponía a las sangrías, tan prodigadas en los reumatismos, por considerarlas ineficaces. Definitivamente, Feijóo, era enemigo de las sangrías, pero como se hacían pese a todo, dejó escritas las contraindicaciones que él estimaba oportunas. Y eran casi todas las enfermedades las que las contraindicaban: Todas las enfermedades debilitantes, en especial la fiebre pútrida. Por él lo estarían contraindicadas todas, porque no cree que ninguna enfermedad tenga su origen o resida en la sangre. LA HUELLA DE GASPAR CASAL b. TÉCNICAS. Feijóo, comenta los dos tipos de sangramiento que se realizaban entonces: “La sangría” y “Las sanguijuelas”. La Sangría. La Sangría con lanceta planteaba, aparte de indicaciones y contraindicaciones, dos cuestiones el lugar del sangrado y el volumen a extraer. Lugar de sangrado. Al margen de la polémica suscitada, la sangría con lanceta se efectuaba en las venas de la flexura del codo, siguiendo una cierta predilección por la vena cefálica en problemas que afectaban a la cabeza y la basílica si se quejaba de dolores en su tronco. En todo caso, el benedictino intervino en esta disquisición afirmando que esto era indiferente porque cefálica y basílica tenían un tronco común, les subclavia. Y, se ocupó de otro asunto muy en boga; a saber: para los partidarios de la sangría, la sangre debía salir con fuerza, a chorro, con violencia, como sí en ello estuviese parte de la virtualidad de la técnica. El maestro benedictino, no veía inconveniente alguno a que se realizasen de manera lenta y sosegada, incluso de modo intermitente, si el paciente estaba muy deteriorado. Volumen del sangrado. Al respecto, el sabio fraile acudía al sentido común y no admitía regla fija. Para él, el único indicador de cantidad era el estado del paciente, habiendo de todo: pacientes que no deben ser sangrados hasta aquellos que tole- 404 LA D O CTRINA DE LA SANGRÍA EN CASAL. Casal, como veremos, era un médico sangrador. Para su teoría general de la enfermedad, expuesta por nosotros mismos en otro lugar, la sangría ayudaba a retirar a “expulsar” la enfermedad del medio interno apoyando los mecanismos expulsivos naturales, (ardor, secreciones, orina, heces, lesiones cutáneas, etc.). Para exponer el tema, sigamos el esquema propuesto, líneas más atrás: 1. INDICACIONES DE LA SANGRÍA EN CASAL. Dos cuestiones han suscitado nuestro interés al revisar las indicaciones en las que Casal utilizaba la sangría como recurso terapéutico importante; la primera, es el trato diferencial que le da a Asturias; y, en 405 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... ran muy bien las sangrías, estando en este último grupo los poliglobúlicos que lo necesitan y lo agradecen. Las sanguijuelas. Como ya señalamos, las sanguijuelas eran colocadas de ordinario en las márgenes del ano, para extraer la peor de las sangres en opinión general. Feijóo rebate esto con argumentos científicos, pero creemos que mal traídos, llegando a la conclusión de que las sanguijuelas no chupan la sangre peor sino la más fluida. Y también rebate la teoría de los defensores de las sanguijuelas que aseguraban descongestionaban bazo y cabeza. Y, en fin, cree que las sanguijuelas son más devastadoras que la lanceta y además más incómodas, molestas y dolorosas por lo que llega a decir que “es damnable suplir la sangría con sanguijuelas”. Damos por finalizada esta ya larga introducción pero que consideramos necesaria. En ella hemos repasado, brevemente, el contexto histórico de la disputa de la sangría, el ejemplo del quehacer razonable en el contexto europeo a través de un manual, y, finalmente, la opinión del mayor erudito que había en tiempos de Casal en Oviedo, cual era Feijóo. Nos resta ahora analizar la doctrina de la sangría en Casal. Al respecto, estudiaremos los siguientes aspectos: Indicaciones técnicas, eficacia y efectos adversos. segundo lugar la amplia gama de enfermedades en las que era partidario de hacerla. Trataremos, por separado, ambos temas. a. LA SANGRÍA EN ASTURIAS Casal era partidario de limitar la sangría como procedimiento terapéutico, entre los asturianos. Sobre el papel, esgrimía estos argumentos científicos: “No quiero pintar el modo y síntomas con que acontecen en este País los insultos o paroxismos nefríticos: porque (sacando aquellas individuales diferencias, que en todo mal se perciben) ya los autores prácticos lo dexaron claro bien delineado. Solo debo decir que como, en Asturias abundan tanto los cuerpos de crudezas, y superfluidades no se puede tan prontamente usar de la evacuación de sangre, como en otras Regiones; a no ser que la plenitud, juventud, robustez, edad y otras particulares disposiciones de los pacientes la pidan luego, luego…”. Han quedado escritas y no nos queda otro remedio que aceptar, al menos, que Casal para restringir la sangría en Asturias, utilizaba argumentos científicos de la época; argumentos que hoy no servirían pero que entonces sí. De todos modos, tras estas argumentaciones científicas, ¿no estaría el consejo machacón de su amigo Feijóo para que sangrase lo menos posible y al menor número de pacientes? No lo sabemos, pero es posible que así fuere. Aunque, la verdad Casal sangró a todo aquel que estimó oportuno hacerlo, hasta las últimas consecuencias. LA HUELLA DE GASPAR CASAL b. LAS INDICACIONES. Los sangrados, se podían hacer de dos modos: la sangría con lanceta y la aplicación de sanguijuelas como ya apuntamos al hablar de este asunto en Feijóo. A efectos expositivos separaremos ambas técnicas. Indic aciones de la sangría con lanceta. Las indicaciones eran muy amplias en Casal, hasta tal punto que se le debe considerar un médico sangrador. Cabría señalar dos situaciones: por exceso de sangre, o por enfermedad inflamatoria. POR EXCESO DE SANGRE. En las apoplegías, en general, la sangría, una vez establecido el pronóstico, no solían ser útiles; Dice: “Estas son las horrendas apoplegias, 406 en que, faltando totalmente el sentido y movimiento, no queda más indicio animal, que una respiración formidable… Estas son las que se burlan de cuantas sangrías se han inventado, taxas, ayudas y calas irritantes, estornutatorios fuertes, espíritus penetrantísimos, vegigatorios…”. Esta refiriéndose, en este, caso a las apoplejías fuertes en las que “no hay remedio ni esperanza de lo que haya”. Pero en el resto de los casos, el comportamiento de la enfermedad podía ser muy variable. Casal no habla de sangrías profilácticas en los pacientes pletóricos, como decía el autor consultado y que hemos señalado en la introducción. Pero habla, con claridad, de la utilidad de la sangría previa de los pletóricos como condicionante para la eficacia de un tratamiento ulterior. Le señala así hablando de unas fiebres catarrales continuas acaecidas durante un invierno asturiano: “Acontecieron especialmente a sujetos sanguíneos, y que, en estado de salud, tenían rosadas las mejillas. No cedían a medicina alguna aunque fuesen de lo más apropiadas, como primero no se sangrasen los pacientes; pero, precediendo sangrías o sanguijuelas, comenzaban luego a expectorar y purgar por orina y aprovechaban los remedios internos”. El grueso de las indicaciones, estarían en este capítulo. Aunque los cuadros clásicos no son superponibles en todo a los actuales, las indicaciones, serían éstas. LOMBRICES. El caso más sonado, fue el del mozo de Castropol que enfermó en la cárcel. Padecía una fiebre ardiente. Se le hicieron dos largas sangrías y es posible que falleciese como consecuencia de las mismas. No se las había indicado Casal sino el Médico de la ciudad; D. Gaspar le había dado, entre otras coas, un vermífugo que fue muy eficaz. Otro caso, de lombrices, señalado por Casal es el de un criado de el Marqués de Campo Sagrado enfermo de fiebre continua aguda. Dice Casal: “Dispúsele las sangrías y remedios que me parecieron convenientes… y arrojó con el curso siete u ocho lombrices de mucho tamaño; asustose viendo esto el enfermo; y luego que yo fui a visitar al paciente, mostrándome el bañado, me dixo: Errose la curación; porque no debía 407 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... POR ENFERMEDAD INFLAMATORIA. LA HUELLA DE GASPAR CASAL sangrarse cuando la enfermedad consistía en lombrices. A lo que le respondí (fiado en las favorables señales), que antes de venticuatro horas, vería sano el enfermo…”. En todo caso, parece que las lombrices no eran una indicación absoluta de sangría en Casal. Sí, los síntomas acompañantes si se descartaban las lombrices. SUPRESIONES BAJAS. Estas situaciones, se caracterizaban por la dificultad de evacuar la orina. Se les denominaba también Iscuria vesical o supresiones bajas. Al respecto, afirma: “las he curado con, fomentos, baños, enemas específicas, emulsiones diuréticas benignas, sangrías en sujetos pletóricos y, en casos apurados, con el instrumento, que llaman algalia”. HISTERISMO. Casal, distinguía varios tipos de histerismo. En los histerismos de la primera clase, propios de mujeres jóvenes afirmaba: “Las sangrías no habiendo cosa que las contradiga o embarace, son el más pronto y cierto remedio de cuantos he practicado, para domar y desterrar por entonces las invasiones de este mal; y aún para que no comiencen, como se administren en tiempo, que el médico docto y prudente descubra alguna seña, de que se va preparando nuevo acometimiento”. Una alternativa era crear una fuente, sinónimo de corrimiento o fistula depurativa. Lo describía de este modo: “Tengo experiencia de que “formando fuente” en una pierna, consiguen grande alivio, y son menos afligidas de esta casta de accidentes las mujeres, aunque sean jóvenes, y de vivaz complexión; pero las que pretender casarse, repugnan esta medicina y solas las religiosas suelen admitirá”. PAROTIDITIS Y ORQUITIS SINTOMÁTICA. Son varios los casos que estudia y describe Casal de parotiditis epidémica. En su “Historia de la Constitución de los tiempos, y de las enfermedades epidémicas y particulares, que en este Principado de Asturias observamos desde el año 1719 a 1721”, describe la parotiditis epidémica y señala los remedios que se usaban. Dice: “unos los untaban con aceite de manzanilla, almendras dulces, lombrices, etc.; otros los dejaban al beneficio de naturaleza. Los aprensivos y acostumbrados a evacuaciones de sangre se 408 409 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... sangraban; y no conocían detrimento, antes sanaban con más brevedad, que los otros”. Entre los pacientes, cita al criado del monje de San Benito Fray Esteban de la Torre, en el que Casal apreció de este modo el efecto de la sangría: “Hice que lo sangrasen de el pie derecho y de el brazo izquierdo, con lo cual, y algunos fomentos anodino resolutivos fue sanado felicisamente”. Casal estaba convencido, en base a su experiencia del beneficio que reportaba la sangría en las paperas con orquitis. Lo expresa con suma claridad: “En los mozos robustos y aquellos que llaman de temperamento sanguíneo-bilioso, eran las evacuaciones de sangre el único y seguro remedio, que desterraba la calentura y minoraba la inflamación dolorosa; y así los que sangraban, conseguían presto la salud, haciéndoles después algunos oportunos fomentos sobre el teste entumecido”. CATARROS Y CARDIOPATÍAS. Dejando a un lado el catarro sofocativo y el asma seco hidropiforme, Casal habla de Catarros, peripneumonías y dolores pleuríticos con sus remedios, en múltiples páginas. Respecto al Catarro sofocativo, decir que, probablemente respondía a cardiopatías crónicas tanto en viejos como en niños, que se beneficiaban de las sangrías. Decía Casal: “He visto en esta ciudad muchos niños, jóvenes y de mediana edad, que padeciendo catarro sofocativo terrible, se hallaron en el último extremo de la vida, casi expirantes; y, sin embargo, con sangrías y otros remedios, se les quitó la sofocación y salieron del peligro, y aún hoy viven algunos de ellos gozando de perfecta salud”. El asma seco hidropiform de los pulmones, era otra cosa. Se trataría, probablemente, de graves miocarditis con estenosis mitral u otras valvulopatías; Casal, solo vio nueve casos en catorce años de este grave padecimiento. Este mal, no era sensible a las sangrías. Los catarros, peripneumonías y dolores pleurítico eran otra cosa. En el invierno de 1720, observó Casal muchos casos con esta patología consistente fundamentalmente en: catarros, fiebre elevada, dolor de costado, sudoración profusa, estornudos y una terrible tos con expectoración. Probablemente, se trataba de una epidemia gripal con sus manifestaciones torácicas y abdominales y con sus temibles compli- LA HUELLA DE GASPAR CASAL caciones de neumonitis y bronconeumonías, muchas veces mortales. El tratamiento seguido por Casal para estos casos consistía fundamentalmente en sangrías, revulsivos y cocimientos pectorales. En un amplio apartado, Casal se ocupa de la curación experimentada de estas toses con estas palabras que encierran, por un lado, su interés por los pacientes; y, por otro lo que hacía: “Luego que esta epidemia comenzó a multiplicarse, y exacerbarse, procuré con vivas diligencias, registrar aquellos autores, que con noticias particulares escribieron de semejantes toses… Daba el aceite de almendras dulces extraído sin fuego, mezclándolo con caldos de Gallina y azúcar piedra, o con xarabes pectorales, ya emolientes, ya anodinos, ya incidentes y expectorantes, etc. Usaba del succino preparado, mirra, azafrán, spermacetí, y otros seguros simples; pero nada con ellos se lograba. Disponía caldos de gallina con algo de escabiosa, tusilago, hisopo, verónica y otras hierbas pectorales y los administraba con azúcar piedra; pero no aprovechaban. Pretendí suavizar la irritación que con su acrimonia ocasionaba la linfa catarral, con el jarabe de adormideras blancas; pero, no pude conseguirlo. La simiente de mastuerzo en cocimiento, en aquellos niños cuya flema parecía crudísima y viscosa, causaba tgan poco alivio, como las demás medicinas. No receté al agua de asta de Ciervo succinado, ni el espíritu de Sal de amoniaco anisado por no haberlos en estas Boticas; ni me atreví a dar vomitivos por la cortísima edad de los pacientes. El manná y otros benignísimos purgantes quedaban tan sin efecto, como los demás remedios; el agua cocida con la rapa, o nabo redondo, hacía lo mismo, que los otros. Viendo que, sin esperanza de alivio, se malograban éstos y otros remedios, hice memoria de haber librado de toses secas y convulsivas a diferentes sujetos con sangrías…. Con estas, y otras experiencias y razones me resolví a sacar sangre valiéndome de sanguijuelas por la poca edad de los pacientes: y certifico con verdad, que se consiguió grandísimo beneficio en casi todos; y que en ninguno se reconoció detrimento, procedido de semejante evacuación. En toda la epidemia, no fueron de diez uno los que murieron”. Agotamos este larguísimo párrafo, para que quede patente la fe de Casal en la sangría para estos casos, así como del empleo de “las can- 410 411 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... táridas”, de las que ya nos hemos ocupado; e incluimos en este capítulo de toses y estados catarrales los casos consultados por el cirujano de Nava a Casal en la primavera de 1749, que aquel denominaba como “fiebres malignas catarrales”; al parecer, curaban bien con el cordial alexifármaco que Casal prescribía, un emético y ocasionalmente sangrías. De algunos aspectos concretos de la técnica de la sangría nos ocuparemos más adelante. VIRUELA. Don Gaspar, recoge varios casos de viruela en su obra. Era enfermedad bien conocida por él, tanto en sus mínimas manifestaciones (viruelas locas) como en sus formas más agresivas (hemorrágica y otras); por ello, no para mientes en una descripción general de la enfermedad sino en los casos concretos que él atiende. Casal, como hemos repetido ya, creía ciegamente en la doctrina de los emuntorios, como algo imprescindible para limpiar el cuerpo de materias superfluas o dañinas (hemorragias, orinas, heces, expectoraciones, piel, supuraciones, emisión de parásitos, etc.). A algunos de sus pacientes con viruelas los sangró, según arte. Casal, duda de la eficacia de la sangría en las viruelas. El cridado del caballero D. Pedro Velarde y el sobrino del lectoral D. Juan Vela. De todos modos, trata de razonar su postura ante la sangría en las viruelas de este modo: “No puedo negar que las sangrías antes de el día quinto, hicieron, (al parecer), buenos efectos, o, por lo menos, no malos en aquellos muchachos y aún niños, de dos, hasta cuatro años, que tenían indicantes para ellas; pues de los que se sangraron, convalecieron muchos: pero, no me atrevo, con todo eso, a defender que por las sangrías, se libraron de la muerte, sí, porque acaso el veneno epidemial no estaría en estos tan dominante como en los que murieron. De esta opinión, pudiera ser testigo el criado del caballero D. Pedro Velarde y el sobrino del canónigo lectoral D. Juan Vela; pues, siendo los dos muchachos de quince años, y habiendo sido sangrados en debida cantidad y tiempo, según reglas médicas, murieron ambos a manos de las epidémicas viruelas. Asimismo pueden ser testigos otros muchos, que sanaron sin evacuaciones de sangre; no LA HUELLA DE GASPAR CASAL porque tuviesen contraindicante alguno, sí porque no llamaron a tiempo médico ni cirujano…”. FIEBRES. Las fiebres, en Casal, pueden ser, por un lado, síntoma de enfermedad, o, enfermedad propiamente dicha con el adecuado calificativo. Repasemos, brevemente este asunto, por lo que a indicaciones de sangría se refiere. La fiebre colicuativa la padeció la mujer de D. Martín de Prado, escribano de la Cámara de la Real Audiencia. Probablemente se tratase de un estado gripal, con participación abdominal. No se le practicaron sangrías. La fiebre petequial que padeció el paje del Conde de Peñalba, probablemente se trató de un estado gripal y de una alergia cutánea a las cantáridas. No se le practicaron sangrías. Las fiebres epidémicas, a las que se refiere Casal, tiene una sintomatología muy heterogénea y abarcan muchos pacientes. Salvo su carácter epidémico, no hay datos objetivos para asegurar un diagnóstico retrospectivo. Hay cuadros que sugieren estaos gripales complicados, tifoidea, paludismo, tuberculosis, etc. En una advertencia sobre las fiebres epidémicas, Casal dice: “Sí alguno repara en que no he declarado en las antecedentes relaciones, las evacuaciones de sangre que se hicieron, ni otra medicina alguna de las que se practicaron para la curación de estos enfermos: le confieso que mi intento en la referida epidemia, no fue escribir la historia de ella, conforme regularmente se acostumbra; sí solo observar el efecto que resultaba de los vejigatorios”. A varios pacientes se les sangró bien por Casal bien por el cirujano de Nava, D. Francisco Antonio Martínez por lo que él denominabaFiebres malignas catarrales. Las fiebres laboriosas, las observa Casal en Gijón el 20 de diciembre de 1748, cuando allí comenzaba la epidemia de viruela que siguió a la general de catarros gripales que hubo en Asturias. El breve paso de Casal por aquella villa no le permitió ahondar en el diagnóstico. Más tarde, se vieron casos en la localidad de Nava. Algunos pacientes, fueron sangrados. Otros, no. Entre los pacientes, cabe destacar 412 413 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... a “El abad de Teverga; pacientes consultados a Casal por el cirujano de Nava y otros. Finalmente, las fiebres linfáticas acompañadas de adenopatías, la mayoría probablemente infecciosas, no nos consta que hubiesen sido motivo de la práctica de sangrías. PELAGRA (Mal de la Rosa). La descripción del mal de la rosa, que luego se llamó pelagra, es lo más relevante de la obra de Casal. Pese a que vio muchos pacientes, solo cita por sus nombres a tres personas: Manuel Carreño, vecino de Bonielles, Lorenzo García Tuñón, vecino de Balsera y a Jacinta, esposa de Alfonso González de Báscones. Respecto al tratamiento de la pelagra, Casal cree que es esencialmente dietético; pero añade: “Para que la curación quirúrgico-farmacéutica contribuya más eficazmente al alivio del enfermo, debe acomodarse a la variedad de la dolencia, y a la disposición de los enfermos. A muchos, les han aliviado las purgas suaves, las sangrías y también, a veces, los vomitivos, y, por último, ciertos cocimientos antiescorbúticos de fumaria, agrimonia, achicoria, acedera, etc.; a otros, infusiones de leños; a otros purgantes de ciertas hojas y flores como la de sem, anís, hinojo, eléboro negro; de corteza de encina, de flor de violeta, de borraja y buglosa y, por fin, a otros, las píldoras y jarabes de mastuerzo, becaburiga, fumaria, acedera y achicoria”. Casi nada. En el tratamiento sintomático del mal de la rosa, cambia todo, incluida la sangría, una vez analizado cada caso. SARNA. Casal creía, sin lugar a dudas, en la conversión de unas enfermedades en otras. De este modo, justificaba, la ordinaria y frecuente conversión (en este país) de la sarna en catarros; y de éstos en sarna: y claramente estaba viendo, que entonces faltaba a los niños generalmente aquella abundantísima, que por lo regular tienen aquí todos, o casi todos, hasta la edad de siete años; y sabía por innumerables experiencias que las evacuaciones de sangre son medios eficaces para que rompa la sarna con más facilidad, cuando está detenida y oculta por abundancia y espesura de los líquidos, o por tensión de los sólidos. CÁNCER. Casal se pone en contacto con “los doctores de París” para consultarles sobre un caso de cáncer. Cuando recibe contestación decía, lleno de agradecimiento: “Jamás he recibido nada más grata que esta carta, ni he leído otra escrita con tanta humanidad, prudencia y sabiduría; por lo cual, sometiendo, como era justo, mi débil opinión de buen grado, al firmísimo juicio de aquellos hombres sapientísimos puse en práctica la cura el día 13 de marzo de 1734”. Y líneas más abajo, afirma: “Observando, pues, estrictamente, las precauciones, reglas y preceptos de los doctores de París, se procedió en primer lugar a la sangría; después a la purga (porque lo permitían las fuerzas del enfermo) y enseguida, y con todo preparado a darle los baños…”. Indic aciones de sangría con sanguijuelas. De este asunto, nos ocupamos con más precisión en líneas próximas al hablar de las contraindicaciones a la sangría con lanceta. Se consideraba, pese a la opinión de Feijóo en contra, que, las sanguijuelas eran menos agresivas que la lanceta. De ahí que se ponían sanguijuelas bien a los niños, bien a sujetos muy deteriorados. De ambas indicaciones, nos ocupamos más adelante en “contraindicaciones relativas a las sangría”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL c. LAS CONTRAINDICACIONES DE LA SANGRÍA. Cabría considerar dos situaciones: las contraindicaciones absolutas a todo procedimiento de sangrado y, las contraindicaciones relativas, en cuyo caso podían utilizarse las sanguijuelas. Contraindicaciones absolutas. “El mal estado general del paciente”, limitaba la práctica de la sangría, incluso en los partidarios de la misma como lo era Casal; y Casal, además, como quedó dicho, creía que, por razones constitucionales y ambientales los asturianos necesitaban menos de las evacuaciones sanguíneas que en otras regiones. Recoge Casal una nota del cirujano de Nava en la que dice: “Señor: dan en este Concejo unas fiebres ardientes con algo de tos y lengua negra y desde el primer día tienen los enfermos un pulso pequeño, que no da lugar a sacarles gota de sangre; y les dan también unos vómitos, con tanta debilidad desde los principios, que no me atrevo a embestir a tanto, mal, con tanta falta de fuerzas; y, en verdad, que mueren algunos. Suplico a Vmd. me diga, que siente de esta indisposición”. 414 415 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... Y, en misivas sucesivas insiste en lo mismo: “Espero que Vmd. me diga qué he hacer en esta epidemia, pues para sangrar, con semejantes pulsos, aunque sea en gente moza, no me atrevo, por no estar indicada la sangría; ni lo haré sin que Vmd. me lo mande”. Era cauto Casal, en todo caso; lo demuestra bien a las claras en dos ocasiones. La primera no sangrando al paciente; y la segunda, haciendo una reunión médica, una auténtica sesión clínica; en el primero de los casos, se expresa de este modo: “Mandé que se le echase una ayuda, con la intención de hacer que se sangrase el día siguiente. Fui a visitarlo por la mañana temprano y retracté la intención con que iba; porque el pulso había caído tanto, en magnitud, frecuencia y vehemencia, que no me atreví a permitir evacuación de sangre”. Se trataba del estudiante de Somiedo de dieciséis años que residía en casa de Domingo, el herrero de la calle del Rosal. En el segundo de los casos, va referido a Dª Francisca, hija segunda de el Marqués de Vallecerrato y de la Duquesa del Parque, protectores de Casal. La paciente tenía 10 años y convaleciente de unas paperas, adquirió la viruela y murió. Casal, no teniendo clara la indicación de sangría, quiso conocer la opinión de sus compañeros poco estimados por él, padre e hijo, los doctores Dorado. Comentaba así la decisión: “Viendo claramente el triste término, que había de tener este invencible mal, no quise comenzar la cura, ni disponer el más leve remedio, sin que me llamasen los otros dos médicos que eran padre e hijo: y por pluralidad de votos se resolvió una sangría de el brazo. Ya entonces la cabeza estaba algo perturbada, aunque sin delirio formal; acaso por el desasosiego continuo de venticuatro horas, junto con la malicia de la fiebre. Sacáronse hasta cinco onzas escasas de sangre y de repente se desvaneció el dolor”… La paciente, fallecería al sexto día de evolución con melenas y empeoramiento de su exantema. Contraindicaciones relativas. La edad, era una contraindicación relativa al sangramiento. Casal, dice haber indicado sangrías en niños a tenor de este texto:”Acordábame también de un niño y de una niña; aquel de cuatro años, y ésta de cinco, ambos vecinos de esta ciudad, y de familias nobles: los cuales, siendo robustos y sanos, levantándose de dormir, se hallaron poseídos de unos catarros sofocantes, tan horrendos y peligrosos que no pudieron tomar aliento, andaban LA HUELLA DE GASPAR CASAL como locos, haciendo extraordinarias acciones, y movimientos con los brazos; y llenos de sudor y angustia, respiraban con tanta fatiga, como los que padecen casi mortales ortopneas. Hice que de repente se sangrasen; y de repente quedaron libres de sus trabajos”. Claro que en estos casos infantiles utilizó las sanguijuelas para sacar sangre. Lo dice así:”Con estas, y otras experiencias y razones me resolví a sacar sangre, valiéndome de sanguijuelas por la poca edad de los pacientes; y certifico con verdad, que se consiguió grandísimo beneficio en casi todos; y que en ninguno se reconoció detrimento, procedido de semejante evacuación. En toda la epidemia no fueron de diez uno los que murieron”. Tampoco estaba contraindicada la sangría durante el embarazo. Casal, comenta el asunto, de este modo: “Viendo que, sin esperanza de alivio, se malograban éstos y otros remedios, hice memoria de haber librado de toses secas y convulsiones a diferentes sujetos con sangrías. “Acordábame, también, de lo que me había sucedido con dos mujeres preñadas, una de tres y otra de ocho meses. Estas fueron acometidas de toses tan furiosas, que, en comenzando las obligaban a postrarse y echarse en el suelo; y la de ocho meses se orinaba, sin poderlo remediar, en el mismo sitio; pues siendo ya mucho el bulto, y peso del útero y estando tan vecina a él la vejiga, es fácil de entender, como se seguía la expulsión involuntaria de la orina con aquellos golpes o concusiones de todo el vientre y sus partes contenidas al tiempo de toser. Estas dos, tomaron en vano muchos remedios selectos; y sangrándose, sanaron en brevísimo tiempo”. Y, finalmente, si estaba indicada la sangría para el médico y su estado no lo permitía, se podrían utilizar sanguijuelas como alternativa. Fue el caso de D. Manuel Flórez, de 46 años de edad, de la aldea de Bayo, quien visitó a Casal por un estado catarral grave. Dice Casal: “Lo vi desfigurado y con tanta fatiga, sequedad de lengua, celeridad, y debilidad de pulso, que temí, se quedase muerto en mi presencia. Fuese por consejo mío a una posada; y dispuse, que al día siguiente (que era el décimo de su enfermedad) se le echasen sanguijuelas en las hemorroides por parecerme que para sangrías faltaban ya las fuerzas. Por la tarde, se le aplicaron cantáridas, porque comenzaba a delirar y con ellas y algunos otros benignos remedios quedó sano al catorce…”. 416 A veces, las sanguijuelas se colocaban en el lugar anatómico de la patología para asegurar su eficacia, a tener de lo que decía:”Durante el tiempo de la cura, para mitigarle los atroces dolores de cabeza, después de haber intentado otros remedios, se le aplicaron en la región temporal cuatro sanguijuelas, dos a cada lado, las cuales se desprendieron a las siete de la mañana, después de bien repletas en un cuarto de hora”. Quedan suficientemente comentados, a nuestro modo de ver, indicaciones y contraindicaciones de la sangría en Casal. Por resta, por analizar, aquí, algunas cuestiones técnicas cuales son: Técnica general del sangrado, venas más comúnmente seccionadas, volúmenes extraídos y riesgos. a.Técnica general del sangrado. Casal, aporta muy poco sobre las técnicas de sangrado. Desde el punto de vista gramatical se entiende que él mandaba sangrar a terceras personas: sangrador, cirujano o, simplemente, un habilidoso a falta de los anteriores. Pero, sobre la técnica propiamente dicha, poco dice. Curiosamente, tampoco dice nada de la sangría, desde el punto de vista técnico el “Curso Theórico-Práctico de Operaciones de Cirugía de D. Diego Velasco y D. Francisco Villaverde”, asturianos y maestros de el Real Colegio de Cirugía de Barcelona y de Cádiz respectivamente. Donde si hemos encontrado una amplia descripción del procedimiento técnico fue en un tratadillo del siglo XIX en el que se describen la sangría del brazo y la sangría del pié con precisión técnica. Suponemos que la técnica era la misma que en el siglo XVIII, pues no ofrece gran complejidad técnica. b. Los sangrados. Por Casal nos consta que los cirujanos locales, contratados por los Ayuntamientos, o en ejercicio libre en los mismos, sangraban a los pacientes. Tal era el caso del cirujano de Nava y otros quienes, indicaban y realizaban sangrías salvo que el paciente fuese complicado; en estas situaciones consultaban al médico. Incluso Casal señala a un sangrador flamenco, a propósito del caso del joven de dieciocho años 417 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... d. TÉCNICA DE LA SANGRÍA. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Angel Figueroa, quien siendo paje del obispo D. Juan Avello, sufrió una probable afasia histérica, de lo que se recuperó, apenas le fue abierta la vena basílica derecha. Lo comenta Casal así: “Luego que llegué a verlo, registrarlo y pulsarlo (conociendo que era el accidente mismo delineado por Hipócrates en el citado texto) hice que un diestro sangrador flamenco (el que aún se conserva en este Principado de Asturias) le abriese la vena basílica de el brazo derecho en mi presencia: y protesto que no habían salido ocho onzas de sangre, cuando restituida la voz, quitada la convulsión de los dedos y vuelto el pulso a su regular movimiento, quedó el paciente tan sano, y con tan buen aspecto, como estaba antes que le aconteciera el accidente referido”. La presencia de profesionales extranjeros en Asturias es constatada por Casal con estas palabras:”No fallecieron estos por falta de medios pues no quedó tisana, cocimiento, lodo, jarabe, conserva, mixtura, bálsamo, píldora, antihéctico, ni antitífico que dejase de administrárseles: ni por carestía de Médicos”. Esto último lo decía Casal con retranca, pues bien se sabía y había hablado él de la carestía de médicos en el Principado. Retranca porque incluye en el concepto de médicos, satíricamente, a este tipo de individuos: “porque entraron en este sarao cuantos extranjeros, paisanos, químicos, boticarios, botanistas, curanderos y viejas que hallaron entonces en el Principado de Asturias o transitaron por él: porque (como todos saben), cuando las enfermedades son incorregibles, se mudan cada semana los remedios, métodos y médicos: murieron sí, porque los achaques eran mortales”. c. Aspectos técnicos concretos del sangrado. Dicho queda ya: Casal, no se propuso escribir un tratado de medicina, sino un ensayo sobre la patología regional de Asturias. Por ello, no abunda en detalles de técnicas sobradamente conocidas en su época, cual era la sangría. Dos cuestiones suscitamos aquí de todos modos que pueden orientar en el “motus operandi” de Casal en las sangrías,; a saber: la importancia del pulso, como dato inicial en la indicación de sangría, las venas utilizadas y las cantidades extraídas. EL PULSO. Casal señalaba en su obra que a sus pacientes los veía, los registraba y los pulsaba; esto es: los inspeccionaba (veía), los exploraba (registraba) y dentro del registro, les tomaba el pulso con detenimiento. 418 419 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... No se olvide que el pulso fue una guía importante para el médico en el siglo XVIII; hasta tal punto esto es cierto que el más importante capítulo de la Patología General española del siglo XVIII, lo compone la obra de “Solano de Luque” (1684–1738) natural de Montilla (Córdoba), educado en la Universidad de Granada y médico en Illora y Antequera. Su doctrina sobre el pulso la expuso en su obra “Lapis Lydos Apollinis” (Madrid, 1741). El distinguía tres alteraciones principales del pulso en enfermedades agudas; a saber: “el dicroto”, que anunciaría la hemorragia nasal crítica; “el intermitente”, al que seguiría la diarrea; y el “incidus” o “irregular periódico”, tras el que sobrevendría el sudor. Casal no cita a este autor, pero a buen seguro que le conocía. Casal, hace alusiones frecuentes al estado cardiocirculatorio del paciente previo a la sangría, con precisiones como éstas: “Fui a visitarlo por la mañana temprano y retracté la intención con que iba; porque el pulso había caído tanto, en magnitud, vehemencia y frecuencia, que no me atreví a permitir evacuación de sangre”. El pulso duro y lleno, invitaba a una rápida sangría, si estaba indicada. No solo lo señalaba Casal sino también los cirujanos que como médicos actuaban en el Principado; decía el de Nava: “Acabo de sangrar en este instante a marido y mujer en moderada cantidad. Al primero, por tener el pulso duro, una hemorragia de narices no muy copiosa, la que solía padecer antes, estando sano; y, a la ogra por el mismo pulso duro y lleno…”. Un pulso poco duro y lleno invitaba a la abstención o a la demora de la sangría, por peligro para el paciente, aunque no siempre era así; o en todo caso, se comentaba con los colegas para que la abstención terapéutica se llenase de autoridad científica, moral y legal. CANTIDAD EXTRAÍDA. Por las razones ya apuntadas, los datos al respecto, son escasos. Desde informaciones imprecisas en algunos casos, hasta datos ocasionales. Es impreciso lo que se dice en el caso de el Vizconde de Puerto, hijo primogénito de el Marqués de Santa Cruz de Marcenado de veintiocho años de edad, quien en el invierno de 1735-36 padeció gripe complicada con bronconeumonía: “Sángrose las veces que me parecieron necesarias….”. Y, es más preciso lo que se dice en otras ocasiones, aunque no siempre. Veamos: LA HUELLA DE GASPAR CASAL De Ángel de Figueroa de 18 años, paje del Ilmo. D. Juan Avello Castrillón, se afirma: “no habían salido ocho onzas; cuando restituida la voz….”. Probablemente se había programado una extracción habitual de unas diez onzas. De Francisca,, hija segunda del Marqués de Vallecerrato de diez años, quien convaleciente de paperas padeció viruela dice: “sacáronse cinco onzas escasas de sangre, y de repente se desvaneció el dolor”. De una casada y preñada de cinco meses, a los 38 años de edad, con fiebre y tos, dice el cirujano de Nava supervisado por Casal: “le saqué poco más de una jícara de sangre de un brazo y ahora acabo de sacarle otro tanto del otro”. Hemos hecho todas las anteriores precisiones para que quede claro que la jícara no era una unidad de medida. Quién lo expresa así, venía a decir que eran dos mínimas extracciones de sangre, algo así como “dos pocillos de sangre”. Pero, salvo el número de sangrías, nada sabemos de la cantidad en muchos casos, tales como estos: También por cartas del cirujano de Nava, quien consultaba a Casal, sabemos de más datos. Decía: “A una mujer casada de 60años… la hallo con un pulso durísimo y lleno, dolor de cabeza intolerable, lengua muy sucia y algo blanca… el color del rostro a veces pálido, y otras encarnado… y haré por causa de la grande dureza de los pulsos una moderada sangría”. Suponemos que una moderada sangría era aquella que no superaba las diez onzas. A la señora ama de el Padre Prior, cura de la parroquia de Nava con fiebre catarral maligna, duda si hacerle una sangría con estas palabras: “ Y estaré a la mira para ver si puedo hacer alguna evacuación de sangre”. La paciente, o la familia, llamaron a otro cirujano, quien le hizo la sangría. Y dice el cirujano de Nava: “Luego que éste vio la enferma sin dictamen de Vmd. ni mío… Cuando yo llegué, ya tenía hecha la sangría… Lo cual visto (guiado de su propio dictamen, le hizo otras dos sangrías”. 420 421 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... A un matrimonio que padecía fiebres catarrales les sangró a los dos, sin especificar tampoco cantidades le decía el cirujano a Casal: “Acabo de sangrar en este instante a marido, y mujer en moderada cantidad. Al primero, por tener el pulso duro, una hemorragia de narices no muy copiosa, la que solía padecer antes, estando sano; y, a la otra por el mismo pulso duro y lleno”. El era sano y tenía 27 años; ella, veinticinco y estaba embarazada de cuatro meses y medio. También sin especificar cantidades señala que hizo sangrías a dos embarazadas; afirma: “ Y a la una de ellas hice una sangría del brazo y a la otra dos, también de los brazos”. Con la misma patología de fiebres catarrales le hizo dos sangrías a una mujer, una en pie derecho y otra en mano izquierda. El mismo cirujano de Nava le contaba a Casal que atendió también a una casada y embarazada de ocho meses y con una edad de 24 años; se lo contaba de este modo: “Llamóme a los tres días de su enfermedad: hicele una sangría en el brazo derecho. La sangre que le saqué era pajiza: y antes de entrar en el cuarto, malparió. No purgó cosa alguna; por lo cual la sangré del pie derecho en mismo día cuarto y el sexto de el izquierdo”. Y, siguiendo en el tercero de la imprecisión, por lo que a la cantidad, se refiere en este caso a una hermana de la embarazada a quien sangró también por fiebres catarrales. Dice: “cinco semanas hace que le dio a una hermana de ésta, de edad dieciséis años, la misma enfermedad. Hicele dos sangrías”. VENAS UTILIZADAS. Revisado este asunto y analizando las venas utilizadas tanto por Casal como sus colaboradores, los datos son más bien escasos. Cabe suponer que las venas del brazo eran las preferidas, pues caso contrario se señalan. El resumen de lo señalado en el texto podría ser éste. Sin especificación alguna: Al menos doce sangrados. Brazo: Sin especificar venas ni brazo…. Al menos cuatro sangrados. Especificando brazo. Brazo derecho: Al menos dos sangrados. Brazo izquierdo: Al menos dos sangrados. Especificando venas. Basilica brazo derecho: Dos sangrados al menos. Salvatela mano izquierda: Un sangrado al menos. Pies: Sin especificar: Ninguno. Especificando pies: Pié derecho: Al menos dos sangrados. Pié izquierdo: Al menos, una. Combinadas (brazo/pié y pié/pié/brazo). Pié derecho/brazo izquierdo: Al menos un sangrado. Pié derecho /mano izquierda: Al menos un sangrado. Pié izquierdo/ pié derecho /brazo: Al menos un sangrado. De estos datos, pocas deducciones se pueden hacer. Insistimos en dos cosas: Por un lado, Casal no escribía un tratado de sangrías; y, por otro, en algunas ocasiones, se dice: “Sangrose las veces que se consideró necesario”. Fue el caso del Vizconde del Puerto, Juan Alonso NaviaOsorio Navia. LA HUELLA DE GASPAR CASAL e. VALORACIÓN DEL EFECTO BENEFICIOSO DE UNA SANGRÍA. Los posibles efectos beneficiosos de la sangría, se medían de dos formas: examinando la sangre extraída y valorando el supuesto beneficio sobre el propio paciente. Analicemos ambas cuestiones, por separado. a) La inspección de la sangre emitida.. Casal, tenía una actitud realista amén de científica; era persona a quien le gustaba ver y experimentar la realidad; él mismo decía sumiendo las palabras de Federico Ruisquio: “Solo defenderé mis conclusiones con la relación de los experimentos practicados, y solo afirmaré aquello que puedo ver con los ojos del cuerpo; pues esta es la verdadera experiencia; pero aquellas que necesitan para su examen, los ojos del entendimiento, las dejo para lo que crean que los raciocinios son más convincentes que los experimentos”. Pese a esta actitud nueva, moderna, racional y experimental, Casal no renunciaba a sus raíces antiguas, hipocráticas, pero de un modo nuevo y renovado. En su “Brevísimo Tratado”, en que con experiencias se declara, que las importantes doctrinas y sentencias de Hipócrates, valen más las observaciones prácticas, que la lectura y estudio de los 422 423 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... comentadores de ellas, trata de aunar tradición y experiencia, con estas palabras: “Ya entonces (en sentir de algunos prudentes y eruditos médicos que registraron con diligencia los escritos de aquellos y de estos siglos y cotejaron las doctrinas de unos, y otros con lo mismo que observaban en su enfermos) estaba esta facultad tan adelantada en la sustancia (dígolo así) como ahora; aunque en lo perteneciente a la botánica, farmacéutica, química y anatomía haya logrado después no pocos aumentos”. Casal seguía aferrado a Hipócrates, pero de un nuevo modo: investigando, experimentando, corroborando lo dicho por el maestro de Cos. Lo afirmaba en más de una ocasión y en ésta, concreta, decía: “Prosiguiendo con mi idea (buena o mala; pues cada cual podrá tomarla como gustare) y fiándome cada día menos de los dudosos juicios y confusos discursos de mi talento, he solicitado por espacio de cuarenta y más años de práctica… averiguar el legítimo sentido de el aforismo 44 de la sección sexta…”. El mundo de lo objetivo vivido y aprendido en los textos de Hipócrates y otros autores, eran motivo constante de observación; en concreto de la observación de la sangre extraída, buscaba signos de sus aciertos o desaciertos tanto diagnósticos como terapéuticos. Aunque, como siempre, -y no nos cansamos de repetirlo-, no actuaba Casal como tratadista, sino como ensayista de la patología regional; de ahí que sea necesario ordenar, de algún modo, lo que dijo. • La relat ividad de este conocimiento. Sabía Casal por experiencia y ciencia que el aspecto de la sangre no siempre ofrecía datos de interés. Lo afirmaba de este modo: “No tienen los variegados colores de la sangre, ni mal semblante de ella, necesaria conexión con las malignas fiebres, ni con los frenesíes, como lo testifican las continuas experiencias, y lo predican muchos insignes profesores; antes (bien lejos de eso) suele aparecer, en algunas malígnísimas fiebres con pulcro y hermoso semblante: no de otra suerte acontece en el frenesí, pues regularmente observamos, ser poco el vicio que se descubre por la vista. Lo mismo digo del hedor abominable, el que nunca percibí, hasta la primera sangría, de que hice mención en esta historia. Por lo cual, me parece probable que la hediondez y con- fusión de colores malos de la sangre, pudieron dimanar del retroceso, o recurso de los líquidos estancados antes en la pierna elefantica”. Buena regla general, ésta de la relatividad del conocimiento humano y especialmente del médico. Dice al respecto, en otro lugar: “Pues al juzgar de otra manera, sería incurrir en la credulidad de los que piensan, que proceden los médicos en sus curaciones, con tan seguras, y evidentes reglas como los arquitectos en la construcción, y reparos de sus edificios, y fábricas”. En otro lugar, insiste en la falacia de considerar patognomónico el aspecto de la sangre obtenido por sangrías, de determinadas enfermedades. Dice: “ Y aunque algunos autores asignan a la lepra propiamente tal, algunas señales genuinas, por las cuales, como dicen, la constituyen esencialmente; y la diferencia de otras afecciones, hay ciertamente algunos célebres prácticos que atribuyeron los mismos fenómenos al escorbuto. Pues la sangre sacada por la sección de una vena, que en los leprosos, según Elmuller, suele ser fétida, crasa, viscosa, untosa, adusta, amoratada o lívida, y como obstruida por una gruesa costra, es considerada también por Boerhaave como señal de escorbuto cuando dice: l sangre sacada de las venas aparece negra en su parte fibrosa, grumosa, crasa, y aún disuelta; y en la parte serosa salada, acre, presentando al manar en la superficie, una especie de mucosidad rojo verdosa”. Estos consejos, de Casal, no sobraban en absoluto; porque la medicina no era como en la arquitectura donde todo se repetía; la medicina era otra cosa y cabían todas las sorpresas posibles. Veamos, ahora cuales eran las posibles alteraciones observables en la sangre extraída. • Alter aciones obser vables. LA HUELLA DE GASPAR CASAL VIRUELAS. Al sobrino de D. Francisco Rodríguez, Arzipreste de Oviedo, que padecía posibles viruelas se le sangra. Los resultados, fueron éstos: “Sangrose, luego que entró en el segundo día; y observé lo que había leído, pero nunca visto; pues lo mismo fue comenzar a correr la sangre, que despedir un hedor cadavérico, podrido y pestilente que aturdió y conmovió al cirujano; y a mí, me perturbó de manera, que hubiera caído, si de contado no hubiese salido del aposento. Después que se puso fría, no se difundían tanto aquellas abominables exhalaciones: pero los desgraciados colores que ofrecía a la vista, 424 eran tales, que causaban espanto. Volviose a sangrar el tercero día, y salió la sangre con las mismas señales que el segundo”. El paciente fallecería con posibles melenas y rectorragías entre el quinto y sexto día de enfermedad, sin signos de viruela y con las piernas elefantiásica enjuta. Este último dato, le permitiría a Casal lucubrar sobre el hedor de la sangre como procedente de allí. Otro caso de viruelas fue el de Dª Francisca, hija segunda del Marqués de Vallecerrato y de la Duquesa del Parque de 10 años. El examen de la sangre extraída se describía así: “La sangre que salió se mantuvo venticuatro horas tan hermosa, pura y rutilante que no se diferenciaba de los carmines más finos; y, en tan largo espacio de tiempo ningún suero se separó en la escudilla”. La paciente, falleció con melenas y empeoramiento de su cuadro cutáneo de viruela. Trata Casal de explicarse el aspecto de la sangre por haber sido extraída en los comienzos de la enfermedad; o, buscando una posible explicación científica dice: “O, porque la mortal ponzoña de estos y otros semejantes achaques, no se ocupa en perturbar ni desfigurar la superficie de los líquidos; ni tiene aquella materialidad, que algunos juzgan, cuando, con un ramo de escoba, pretenden sacar en limpio del sucio barreñon los escondidos venenos, que quitan la vida”. D. Francisco Antonio Martínez, cirujano del Concejo de Nava y de la confianza de Casal en carta dirigida a éste, le decía: “A una mujer casada, y preñada de cinco meses, de edad de treinta y ocho años, le dio, hoy hace seis días, un grande dolor de cabeza, y estómago, con calofríos, vómitos y sed… le saqué poco más de una jícara de sangre de un brazo y ahora acabo de sacarle otro tanto de el otro. El color de la sangre es de plomo, y después se queda blanquecino: de modo, que parece no tiene esta mujer gota de sangre buena”. El mismo cirujano, a propósito de otra paciente embarazada de cuatro meses y medio, quien enfermó a la vez que su marido, una vez sangrada dice: “la sangre de ésta, es de color muy malo”, sin más explicaciones, y quizás por respeto hacia Casal, que era el médico y quién debía formar juicio. De otro paciente, también embarazada de ocho meses señala que “la sangre que le saqué era pajiza”, pero tampoco opina nada al respecto, 425 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... FIEBRES CATARRALES. LA HUELLA DE GASPAR CASAL salvo que la paciente malparió y le volvió a sangrar, lo que da idea de lo poco que sabía entonces sobre los estados anémicos. Sirvan estos ejemplos para demostrar la importancia que se le daba a la inspección de la sangre obtenida en las extracciones. Casal, solo describe algunos casos de los recogidos por él. Pero había una auténtica semiología general de las sangres de todos los que eran sometidos a los rigores de la lanceta: catarros, pleuritis, peripneumonías, etc. b) La evolución de los pacientes. Los médicos sangradores, atribuían a la sangría, las virtudes que le atribuían y veían, ciegamente, en su utilidad. Curiosamente, Casal, un hombre quería pasarlo todo por el rasero de su razón, creía en la eficacia de las sangrías; por ello, las practicaba con cierta asiduidad como remedio obligado. Ya hemos comentado que las actitudes prácticas de Casal ante el paciente, estaban a medio camino entre su experiencia y sus conocimientos. Pero no se paraba en mientes cuando no estaba convencido de algo, por mucho que lo hubiese dicho el mismo Hipócrates. En un momento dado, llegó a decir: “De lo dicho se colige que todos los citados escritores (sacando a Galeno; y Maroja) creyeron firmemente que Hipócrates hablaba del íleo verdadero, o vólvulo intestinal: lo que confieso que nunca puede creer hasta la hora presente, ni lo creeré, aunque me lo aseguren todos los médicos del mundo”. Y, más adelante, señala: “ Y así no es esto lo que me repugna, si el que Hipócrates quisiese decir lo que en tantos años no hemos visto, ni averiguado Galeno, Maroja ni yo”. De todos modos, Hipócrates, era su maestro por excelencia y siempre lo proclamaba. Decía: “Por los casos que legalmente he referido, y otros muchos, que podía contar, me parece que si el médico desea lograr algún crédito y acierto, cuando asistiere a los que padecen enfermedades agudas; y pretende que sus pronósticos sean testigos de su pericia, juicio y conocimiento, debe tener muy presentes todas las sentencias de Hipócrates, y saberlas cotejar fidelísimamente con los fenómenos que percibiere en los enfermos; pues, de otro modo, se expone a que sus mismos vaticinios sean pregoneros de su torpe ignorancia y falta de conocimientos entre los oyentes sabios”. 426 427 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... Su consejo final, a los médicos, no podía ser más completo: “No es mi ánimo reprobar el estudio y lectura de los insignes profesores, ya coetáneos, o ya sucesores de el grande Hipócrates; antes aconsejo a todos los médicos que con diligente reflexión miren y remiren sus escritos; inclinándose más a las doctrinas de aquellos, que imitando a dicho maestro, sacaran del original libro de la naturaleza, y no de agudezas lógicas, las reglas, consejos y preceptos más útiles y seguros para la posteridad. Pero no tengo por conveniente, que menospreciando, con el título de antiguallas y dogmas voluntarios, las veraces y firmes sentencias de aquel sabio protomédico, se atrevan a juzgar los principiantes, que han de llegar a ser médicos útiles, solo con el estudio de algunos escritores de la moda. No es original mío este saludable encargo, si de los más excelentes profesores, cuyas obras corren al presente con los mayores créditos”. Estaba claro: ni hipocratismo ciego y a ultranza, ni snobismo. Si a una ponderada mezcla de hipocratismo y novedades médicas, combinadas con la praxis. En este contexto, aportemos algunos testimonios de Casal sobre la evolución de los pacientes tras la sangría, corroborando su eficacia e ineficacia. Bien entendido que, Casal y los médicos de su época, no realizaban estudios estadísticos de los resultados que obtenían. Casal, nos ofrece una ventaja: cuando la sangría es útil, lo dice, lo mismo que cuando se sigue de muerte o de ineficacia. Valgan estos testimonios: • “Es probable que acaso no habría muerto, sino se hubiese sangrado”. • “ Y se sosegaban con sangrías y remedios de aquellos que traen los famosos prácticos. De este modo, caminando a la sepultura se fueron extenuando y perdiendo las fuerzas y las ganas de comer y llegaron a la perfecta fase, con toses, expulsiones purulentas, calentura continua lenta, con sus crecimentillos por las tardes, y algunas ligeras horripilaciones y murieron”. • “Los aprensivos y acostumbrados a evacuaciones de sangre, se sangraban; y no conocían detrimento, antes sanaban con más brevedad, que los otros”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL • “Hice que le sangrasen del pie derecho y del brazo izquierdo, con lo cual, y algunos fomentos anodino resolutivos, fue sanando felicísimamente”. • “No cedían a medicina alguna, aunque fuese de las más apropiadas, como primero no se sangrasen los pacientes; pero, precediendo sangrías, o sanguijuelas, comenzaban luego a expectorar, y purgar por orina, y aprovechaban los remedios internos”. • “ Y hechas las evacuaciones de sangre, no daba muestras de ceder el fortísimo mal…. Hice, que le pusieran, antes del cuarto día, cuatro parches muy vivos de ungüento de cantáridas”. • “Errose la curación, porque no debía sangrarse, cuando la enfermedad consistía en lombrices”. • “Porque el pulso había caído tanto, en magnitud, vehemencia y frecuencia, que no me atreví a permitir evacuación de sangre”. • “Hice que de repente se sangrasen; y de repente quedaron libres de sus trabajos”. • “Y estaré a la mira para ver si puedo hacer alguna evacuación de sangre”. • “Luego que me llamaron, le eché una ayuda y le hice una sangría de el pie derecho y otra de la sálvatela de la mano izquierda…”. • “Pues esa fatiga mortal no cede ni con las cisuras en la vena, hechas en forma y lugar, según las reglas metódicas”. Sirvan estas citas para mostrar algunas cuestiones relacionadas con la eficacia clínica de la sangría, sus limitaciones y sus riesgos. Y, con esto, rematamos aquí este y largo capítulo sobre la sangría en la obra de Casal. Transfusión de animal a hombre. El procedimiento, por peligroso, pronto cayó en desuso. Grabado de la época. (AJFG). CONCLUSIONES. 1. La sangría era una técnica universal, de gran arraigo desde la Antigüedad Clásica, su realización se sustentaba en la doctrina clásica de la enfermedad. 2. De su uso, se pasó al abuso de modo que en los siglos XVII y XVIII se polemizó mucho sobre sus indicaciones y sobre el lugar 428 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. que debía sangrarse de acuerdo con la patología que ostentaba el paciente. Feijóo, participó en la polémica de la sangría, exponiendo sus criterios que eran muy conservadores Casal, como médico hipocrático, utilizó la sangría con bastante profusión, o, las sanguijuelas como alternativa en determinadas ocasiones. Casal, por las peculiaridades de la región y sus habitantes, aconsejaba limitar o retrasar el procedimiento. Las indicaciones esenciales de la técnica eran la plétora y las enfermedades inflamatorias, dentro de la que cabía todo. Casal, no habla de la sangría como procedimiento profiláctico de otros males en los pletóricos. Cuidaba mucho Casal los aspectos técnicos del sangramiento en varios aspectos: estado del pulso, vaso a sangrar y cantidad a extraer. Era obligado para Casal valorar el efecto beneficioso de la sangría inspeccionando la sangre extraída y su aspecto, así como la evolución de los pacientes. Esencialmente Casal, no se alejaba del procedimiento al uso, siendo meticuloso en su realización. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA. Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Edición de J.R. Tolivar Faes. Oviedo 1988. Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Barcelona 1962. Telentí Vigón, A.: Aspectos Médicos en la obra del Maestro Fray Benito Jerónimo Feijóo. IDEA. Oviedo, 1969. Tissot, Mr: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del campo. Madrid, 1871. 429 LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA... Catastro del Marqués de la Ensenada. Respuestas Generales. Villaviciosa. Madrid 1944. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 430 LA RELACIÓN DE CASAL CON LA OFTALMOLOGÍA EN SU OBRA Y LA INFLUENCIA DE ÉSTA COMO BARÓMETRO SOCIAL EN LA ACTUALIDAD. La labor de Gaspar Roque Francisco Narciso Casal Julian, Médico español (1680-1759) tiene un sinfín de connotaciones que pueden interesar a los médicos actuales. Se trata de un médico ajeno a nuestra tierra que por vicisitudes familiares y personales recaló en Asturias y gracias al cual disponemos nada menos que del toponímico de una afección con la que se identifica nuestra región, con las peculiaridades sociales y biológicas de su tiempo. La conocida como pelagra, mal de la rosa o “lepra asturiensis” se dio a conocer científicamente a raíz de la actividad de este médico, del que recordamos palabras directas: “… el 26 de marzo de 1735 se me presentó, para que le curase, un enfermo como de cuarenta años, que padecía este mal, quien me refirió lo siguiente: Dijo solía padecer de tiempo en tiempo una fiebre efémera, sin que por eso careciese de apetito, al bien cuando acababa de comer se sentía inmediatamente atacado de sopor, quedando como estúpido por algún tiempo, especialmente en el mes de marzo. Tenía poca sed, pero sentía continuamente laxitudes espontáneas, y en especial en las piernas; cuando andaba o paseaba con alguna velocidad, se le turbaba y conmovía la cabeza hasta el punto de hacerle caer la violencia del vértigo, a no sostenerle de intento o pararse, siendo de notar que no por esto perdía el conocimiento. Tenía presenti- 431 LA RELACIÓN DE CASAL... JUAN JUNCEDA MORENO EUGENIO SUÁREZ SUÁREZ VÍCTOR DOS SANTOS BERNARDO LA HUELLA DE GASPAR CASAL mientos triste y melancólicos, sumo enflaquecimiento con continuo amargor de boca; no podía tolerar el frío, aunque era casi insensible. Sus pies estaban fríos, como el hielo, cuando estaba parado y ardientes e inflamados si caminaba. Se le solía hinchar a menudo la lengua, y si a causa de la respiración el enfermo bostezaba, se arrecia y ardía a un mismo tiempo, es decir, se estremecía…”(1). No sólo es interesante la figura de Casal por su ligazón a Asturias, sino por tratarse de un médico que supo desarrollar su labor de manera brillante a pesar de los avatares de una vida personal complicadísima. Ya Fermín Canella (2) nos dio alguna pincelada en la primera biografía de Casal, aunque los datos que ciñen más la vida del doctor en Oviedo fue descubierta, en lo que tuvo de dramática, por María Palmira Villa, que nos informó de cómo, en contra de lo hasta entonces supuesto, vivió Casal en Oviedo una vida de zozobra, viendo a su primera mujer (María Ruiz )y a los hijos que de ella tuvo perseguidos por el Tribunal de la Inquisición (3). Esto se desprende de la carta que el 7 de mayo de 1902 le escribe Menéndez Pelayo, carta en la que, tras prometer apoyar la adquisición de ejemplares de la obra de Casal, le informa ampliamente de dónde pueden hallarse los papeles de la poderosa organización, especialmente los relativos a las Causas del Norte. Hasta 1717 había vivido Casal en Madrid ejerciendo como médico, pero el clima del lugar parece que no era de su agrado y decidió trasladarse a Asturias, donde residió más de treinta años. En 1720 y gracias al buen hacer del Duque del Parque, amigo y cliente suyo, fue nombrado médico de Oviedo, teniendo a su cargo los hospitales de Santiago, San Juan y Santa María de los Remedios. Su buen hacer médico se fue extendiendo y fue amigo y asiduo de la tertulia del Padre Feijoo. En 1729 fue nombrado médico del cabildo de la Catedral, período durante el cual escribió su obra titulada Historia Natural y Médica del Principado de Asturias que fue publicada póstumamente (1762). Su actividad médica le resta tiempo a los trabajos que realizó sobre geoclimática, flora, fauna y mineralogía de Asturias, que si no fuera por la grandiosidad o cuanto menos por la importancia de su obra médica serían 432 433 LA RELACIÓN DE CASAL... de enorme interés. En 1723, por ejemplo, analiza las aguas de Caldas de Priorio (Oviedo), demostrando sus propiedades terapéuticas. En cualquier caso, su primera etapa en Asturias no fue un camino de rosas, dado que tardó tres años en situarse profesionalmente en Oviedo, puesto que tras llegar en 1717, no fue hasta 1720 cuando recibe el nombramiento de Médico de la Beneficencia municipal, no sin dificultades y tampoco por unanimidad. Entonces contaba la ciudad con 6500 habitantes, existiendo en todo el Principado un total de cinco médicos, uno en Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en Oviedo, de un total de doce médicos que al menos eran lo imprescindible para una correcta asistencia, lo que da idea del panorama médico de aquel entonces. No debemos olvidar que, al margen de sus estudios científicos y de su actividad asistencial, pasó por precariedades económicas y su relación con el Ayuntamiento fue deteriorándose hasta 1729, año en el que cesaron su mutua relación. De hecho están documentadas quejas de la actuación de Casal en las actas de sesiones del ayuntamiento, en las que sin embargo existían elogios para otros colegas suyos. El caso es que con fecha de 5 de Marzo de 1729, “se le da por despedido” en base a una supuesta incompatibilidad de sueldos, cosa rara, puesto que por ejemplo, Joseph Dorado fue al menos por un tiempo médico del Cabildo y del Ayuntamiento (4). No deja de extrañar que estos médicos a los que el ayuntamiento elogiaba en sus acuerdos fueran totalmente olvidados después de su muerte, y sin embargo Casal tuviera la repercusión que alcanzó. Posteriormente siguió ligado a la ciudad a través de sus servicios en el hospital de San Juan, del que fue Director, del Hospital de Ntra. Sra de los Remedios, como médico del cabildo y de la Sancta ovetensis, a cuyo servicio estuvo desde 1729 hasta 1751 (5). Se necesitaron 154 años para que un alcalde y médico, D. José Longoria, en 1885 tomara la iniciativa de otorgar su nombre a una calle, disponiendo “…que la calle que parte de la de Uría y termina en la de Portugalete (hoy Melquíades Álvarez) se llame Calle del Doctor Casal, según lo ha solicitado la Academia Asturiana de Ciencias Médicas y en honor del llamado Hipócrates asturiano Dr. D. Gaspar LA HUELLA DE GASPAR CASAL Casal, que prestó a esta ciudad y provincia inolvidables servicios de su ciencia y facultad desde 1717 a 1740…” (Fig. 1). Queda viudo en Oviedo, casándose con María Rodríguez Fernández Arango, lo que va a contribuir a unirlo aun más con su región adoptiva. En 1751, aunque se sintiese unido a Asturias, regresa a Madrid, quizás animado por Feijoo. Allí es nombrado, el 24 de agosto de ese mismo año, médico supernumerario de la Real Cámara. El 8 de enero de 1752 asciende a protomédico de Castilla e ingresa como miembro de número en la Real Academia de Medicina. De hecho es curioso cómo los avatares de la historia de la Medicina han asociado la condición de Casal en lo tocante a su relación a una institución como la Real Academia, con otras actividades de corporaciones hermanas, realizadas incluso siglos después, como el trabajo leído como sesión inaugural en el curso de Enero de 1937 del Dr. Eduardo de Gregorio García Serrano en la Academia de Medicina de Zaragoza (Fig 2) –nótese que en aquel convulso momento la denominación de “Real” había pasado a mejor vida- al igual que entre otras, la mesa redonda realizada en nuestra Real Academia del Principado de Asturias con motivo de los 250 años de la publicación de su obra principal. Viudo de nuevo, muere el 10 de agosto de 1759 en su casa de la calle del Olmo de la capital madrileña, siendo enterrado en la iglesia de San Sebastián. Aparte del interés que una vida fructífera como la de Casal tiene para todos, para los médicos en general tiene Gaspar Casal el mérito especial de haberse convertido –probablemente sin pretenderlo- en uno de los precursores de la especialización en la Medicina. Sus discusiones con otros colegas, recogidas en relatos de la época fueron notables, haciendo crecer el interés por el método científico y experimental, entonces rudimentario. Dichas disputas técnicas fueron de sumo interés, como las mantenidas con los coetáneos Faustino García Roel o Ildefonso Martínez Fernández (6). De su actividad dan fe datos acerca de la Pediatría (7), de la Urología (8) , de la Psiquiatría, ya que como bien dice Juan José López Ibor en su obra “Imágenes de la Psiquiatría española” (9), no se puede hablar de nin- 434 435 LA RELACIÓN DE CASAL... guna aportación española digna de mención en el terreno de dicha disciplina hasta las realizadas por Andrés Piquer y Gaspar Casal, primeros que se alejaron de los manoseados y agotados esquemas de la medicina helénica. De hecho, en el Capítulo X de su obra, donde son descritas las enfermedades endémicas y epidémicas de Asturias, y siguiendo una pauta ambientalista similar a la de Sydenham –por lo que no estaría de más relacionarle también con la hoy denominada Higiene y Medicina Preventiva y Social- nos indica que en 1725 pudo ver una epidemia de “manía o locura furiosa”. Además describió a juicio de los Psiquiatras magistralmente el delirio melancólico del “mal de la rosa” en la que el paso de esta enfermedad al delirio es variado y proteiforme “…si tuviera que referir todos los delirios melancólicos que aquí tengo observados, apenas encontraría bastante papel para ello y tinta…” El libro de Casal se divide en seis textos con cierto grado de independencia y redactados en parte en latín. El cuarto, titulado Historia affectionum quarundam regionis hujus familiarum (Historia de algunas afecciones endémicas en esta región), trata acerca de las enfermedades que consideraba más frecuentes en Asturias: la sarna, la lepra, el “mal de la rosa” y el “asma seco hidropiforme de los pulmones”. Es la parte más conocida de su libro y contiene la primera descripción histórica del “mal de la rosa”, después redescrita en Italia y llamada pelagra (de pelle agra, piel áspera). Se la denominó también lepra asturiensis, dermotagra, mal de miseria, escorbuto alpino, mal de hígado en Castilla y mal del monte en Zamora. Esta nueva entidad nosológica había sido recogida en la revista Journal de Médecine de 1755, gracias a la estancia del médico francés Thierry en España, donde conoció el novedoso descubrimiento de Casal. El nombre “mal de la rosa” proviene de la célebre costra en partes distales y cuello. Aunque en la época de Casal no había conocimientos como para etiquetar esta enfermedad adecuadamente, él ya la asoció con la alimentación basada en el maíz (los campesinos asturianos utilizaban como alimento habitual la boroña o pan de maíz). LA HUELLA DE GASPAR CASAL José Ferradas publicó en 1880 la monografía ¿Qué afecciones oculares suelen presentarse durante el curso de la pelagra? (10), basándose en un estudio de 17 casos en los cuales nos describe los tres grados de oftalmía que ocurren en los tres estadios de la enfermedad “poco peligrosa en el primero, grave ya en el segundo y mortal de necesidad en el tercero”. En el primer grado había “ardor y prurito de los párpados” con lagrimeo, fotofobia y la conjuntiva de un color característico como “un pedazo de raso de color cardenal al través de un trozo de caramelo de limón algún tanto chupado”, la cámara anterior con una inflamación ligera y los vasos distendidos. Cuando esta sintomatología cedía, los pacientes presentaban “visión ligeramente nebulosa y moscas volantes, quedando una inyección esclero-periquerática y con forma radiada”. El tratamiento incluía “ejercicio, buena alimentación... abstención de las farináceas, vinos añejos, baños generales de salvado y almidón; sustancia de arroz clara y tibia en fomentos á los ojos”. Se usaba colirio astringente de tanino, calmante como la atropina o preparados arsenicales, con los que solía ceder la oftalmía “quedando únicamente una cosa especial que los enfermos me referían, y era una cortedad de vista según ellos, lo cual pude apreciar confirmando una corta miopía, con pereza en los movimientos vermiculares del iris”. En el segundo estadio se ve el resultado de las recidivas. Existía una miopía acentuada y una “inyección general y tormentosa la que se observa en todo el bulbo, tanto que en algunos casos vi desarrollarse el quémosis; hay tumefacción de color violáceo intenso en los párpados, gran fotofobia y cefalalgia, dolores generales como si existiera un reumatismo articular agudo, gran turbiez de la cámara anterior; no existe el calor y prurito en los párpados, pero en cambio es intenso en los dorsos de las manos y cara anterior del tórax”. El tratamiento mediante la “administración de dos baños al día, las inyecciones hipodérmicas de la morfina y la alimentación láctea, y los calmantes, la aplicación de sanguijuelas á la región temporal, la escisión del quémosis y los fomentos templados del cianuro potásico, así como el sedal, lograron, mientras no existían puntos ulcerosos periqueráticos, hacer desaparecer todo el cuadro”. 436 437 LA RELACIÓN DE CASAL... A las instilaciones con atropina y los toques ligeros con una pomada de nitrato de plata, seguía en la convalecencia un “plan tónico reconstituyente”, sin retirar el sedal hasta pasados veinticinco o treinta días. En el tercer grado, en el que la mayor parte de los enfermos fallecen, “la tumefacción de los párpados es tan intensa, que revela todo el aspecto de un flemón ocular, hay secreción puro-mucosa y purulenta, quémosis, fotofobia intensísima”. Los tratamientos aquí “son impotentes, y el ojo se pierde irremisiblemente, pues la córnea se reblandece, supura, se ulcera, y á su través salen las membranas y humores, presentando en este estado el bulbo todo el aspecto de una degeneración cancerosa”. Las secuelas, una vez resuelto el cuadro y “después de desaparecer las manifestaciones á la piel de esta región, conjuntiva y córnea, quedaba ligera fotofobia, lagrimeo, sensación de moscas volantes y visión un poco nebulosa”. “En el primer período de esta dolencia, la miopía es corta y provocada únicamente por los estados hiperémicos de la coroides, pero ya en su segundo período es otra cosa; cuando hubo recidivas de la afección ya no observé los ojos brillantes y vivos, y sí la mirada vaga, sin expresión”. El reconocimiento del fondo del ojo en las primeras fases mostraba “un color rojo vinoso más acentuado en unos puntos que en otros; los vasos, tanto arteriales como venosos, están más dilatados, tienen más volumen que el normal”. Al final del segundo período y en el tercero existía “una profunda anemia retiniana con infiltración serosa y notable disminución del calibre de los vasos. También he observado que cuando esta afección ha determinado síntomas cerebrales, revelaba el oftalmoscopio todos los síntomas de la apoplegía retiniana”. La pelagra, causada principalmente por una deficiencia alimentaria de niacina, se asocia en general con una dieta básica de maíz en el continente americano, así como el beriberi se asocia con la dieta con exceso de arroz en el este asiático. Goldberger demostró en 1920 que era un proceso carencial, dicha sospecha se reafirmó con los estudios de Salmon en 1928 (11), y en 1937 se identificó al ácido nicotínico, niacina o vitamina B3 como la vitamina deficitaria, que en el caso del maíz se pierde al obtener la harina. En el LA HUELLA DE GASPAR CASAL Viejo mundo el maíz se ablandaba durante una noche con una solución alcalina, el agua de cal, que liberaba la niacina, pero esta costumbre no se trasladó a Europa. Las necesidades de esta vitamina también podían satisfacerse por medio del triptófano, pero la proteína del maíz tiene muy bajo contenido en este aminoácido, lo cual sumado a la ausencia de aportes suplementarios en la dieta desencadenaban la pelagra, que aún hoy puede encontrarse en países en conflicto o subdesarrollados. En diferentes oportunidades se ha sugerido la existencia de una serie de factores que son los causantes de la pelagra. En un principio, cada teoría expuesta parecía oponerse a otra. Tres de las principales teorías parecen tener un elemento verdadero. Primero se consideró que la pelagra era causada por una toxina en el maíz, luego por una carencia proteica y por último, por falta de niacina en la dieta. Al fin se ha descubierto que el maíz contiene más niacina de lo que tienen otros cereales alimentarios, pero se cree que la niacina en el maíz se encuentra en lo que se denomina forma ligada. En México, Guatemala y otros lugares, donde el maíz se ha tratado tradicionalmente con álcalis como el agua de cal para hacer tortillas y otros alimentos, los consumidores han estado protegidos de la pelagra. Es posible que el tratamiento con cal seguido por la cocción haga que la niacina sea más disponible, o quizá mejora el balance de aminoácidos. El organismo humano puede convertir el aminoácido triptófano en niacina; por lo tanto una dieta alta en proteína, si la proteína contiene buena cantidad de triptófano, evitará la pelagra. Sin embargo, la niacina es todavía el factor más importante en la pelagra, y cualquier programa para prevenir la enfermedad se debe enfocar en el suministro adecuado de niacina en la dieta. Asimismo, todos los casos de pelagra deben recibir niacina como terapia. La pelagra no es, como las enfermedades carenciales en general, exclusiva de la antigüedad. Fue una enfermedad predominante en el sur de los Estados Unidos, a comienzos del siglo XX sobre todo entre los aparceros pobres. La enfermedad, desconocida en Europa en tiempos anteriores, se hizo notoria en los siglos XVIII y XIX a medida que el maíz por primera vez empezó a consumirse ampliamente en Italia, 438 439 LA RELACIÓN DE CASAL... Portugal, España y partes de Europa oriental. En el siglo XX la pelagra fue común en Egipto y zonas de África sudoriental, y se han informado casos esporádicos en la India. En cada una de estas áreas la enfermedad se asoció con el maíz que se convirtió en el alimento básico de los pobres quienes estaban limitados para complementar la dieta. En tiempos recientes, la prevalencia más alta de pelagra probablemente haya sido en Sudáfrica, donde las condiciones para algunos trabajadores de la agricultura y la industria hasta 1994 no fueron diferentes a las del sur de los Estados Unidos entre 1900 y 1920. Un informe de Sudáfrica indicó que 50 por ciento de los pacientes atendidos en una clínica del Transvaal presentaban alguna evidencia de pelagra, y que la mayoría de los adultos admitidos en el hospital mental de Pretoria tenían la enfermedad (12). El denominado Programa mundial de alimentos (WFP) intenta prevenir los déficits globales en población afectada por conflictos o catástrofes, aunque a veces no es fácil determinar qué tipo de carencia exactamente en grandes contingentes pueden generar la aparición de la pelagra (13). Lamentablemente, la pelagra se ha encontrado también en campos de refugiados y en situaciones de hambruna donde el maíz ha sido el alimento de alivio y las agencias de socorro han prestado muy poca atención a suministrar una dieta balanceada o un consumo adecuado de micronutrientes. Un brote de pelagra se presentó durante una sequía en Tanzania central en la década de 1960, cuando la gente afectada consumía sobre todo maíz donado por los Estados Unidos. La pelagra se controló con rapidez mediante suplementos de niacina. No dejan de resultar curiosos, a la luz de los conocimientos actuales, los comentarios de Ferradas sobre sus hallazgos así como las descripciones del propio Casal. Muchos años después, colegas de diferentes especialidades han contribuído al conocimiento clínico de la pelagra, cada uno desde su punto de vista y de acuerdo con los conocimientos al uso en cada momento, según la época en la que trabajaban. LA HUELLA DE GASPAR CASAL De entre ellos, como no podía ser de otra forma, dada la intensa relación que la Oftalmología tiene con la Medicina Interna, es muy especial la aportación que los Oftalmólogos han realizado al mejor conocimiento de esta enfermedad, y es notorio el hecho de que muchos de los estudiosos que han aportado sus conocimientos son auténticos maestros de nuestra Especialidad. Así, Amilcare Bietti en sus notas Des modifications de l´oeil dans la pelagre(14) nos explica que, después del examen de 120 enfermos de pelagra, en 98 de los cuales fue factible el examen del fondo de ojo, en 65 de los cuales se pudo determinar el grado de agudeza visual y en 55 de los cuales se pudo estudiar el campo visual. Además en 20 ojos pudo realizarse examen anatomopatológico del globo ocular. Las conclusiones de su estudio se pueden resumir en los siguientes hallazgos: • palidez papilar, atrofia óptica, borrosidad de los bordes papilares • varices en fundus y en algunos casos estrechamiento de las arterias retinianas, incluso con situación de arterias exangües en algunos casos • reducción en general de la agudeza visual (capacidad funcional principal del sistema visual) aunque sin relación directa en muchos casos con los hallazgos encontrados en el fondo del ojo en los pacientes, por lo cual se atribuyeron los descensos de agudeza en estos casos a patología corneal, cristaliniana o refractiva (primaria en el paciente o secundaria a la alteración de medios refringentes) Este autor creía que las alteraciones retinianas descritas en la pelagra incluso por él mismo- eran simplemente casuales y coincidentes con la enfermedad, y que las lesiones neurológicas en la cabeza del II par craneal se debían a una alteración predominantemente vascular, y que estas sí estaban en relación con modificaciones paralelas acontecidas a nivel cerebral. En nuestro país, también han existido estudiosos e investigadores que se han detenido en una afección tan castiza y tan ligada a nuestra historia médica. Por ejemplo, Felipe De Dulanto (15) nos comenta que lo 440 441 LA RELACIÓN DE CASAL... que él denomina “síndrome oro-genital”, y que está compuesto de alteraciones cutáneo-mucosas unidas a fotofobia y lagrimeo se ha observado en casos de pelagra y en prisioneros de guerra capturados por los japoneses durante la II guerra mundial (16). Para él, ninguna vitamina aislada del complejo B es curativa, sino más bien una dieta adecuada y el empleo de levadura de cerveza. El ácido nicotínico tiene la peculiaridad de que no existe como tal en la dieta, y es sintetizado en el organismo a partir del aminoácido triptófano, con la presencia obligada de las otras tres vitaminas (piridoxina, riboflavina y aneurina). Además de los signos clínicos descritos por otros autores, se considera posible la aparición de queratomalacia central (17), si bien nos indica que no está del todo claro si se debe a la propia enfermedad o si son fenómenos sobreañadidos dada la situación habitual de estos enfermos. Por otra parte nos recuerda la existencia de fenómenos oculares tales como las pérdidas de agudeza visual y la neuritis óptica que puede terminar en atrofia (18, 19), así como las referencias que existen de la aparición más frecuente de cataratas y diplopia en estos enfermos en relación con los sujetos sanos. Al tratarse de una enfermedad carencial como ya hemos dicho, es posible encontrarla en cualquier lugar y momento, por lo que incluso en textos oftalmológicos modernos y avanzados podemos encontrar referencias a la pelagra hoy en día(20). De hecho, las oftalmopatías que puede provocar las vemos reflejadas en la siguiente tabla (21): Problemas corneales: -Queratinización -Pérdida de la sensibilidad corneal -Ulceraciones corneales -Queratomalacia -Perforación en casos avanzados (se han descrito con y sin presencia de hipopion) -Queratitis superficiales y queratitis por exposición Problemas cristalinianos: -Catarata metabólica, generalmente bilateral y simétrica (22, 23) LA HUELLA DE GASPAR CASAL -Mayor preponderancia de aparición de cataratas en relación con la edad (24, 25) Phillips Thygeson, un famoso especialista en afecciones corneales, cuyo nombre sigue ligado a algunas enfermedades de este tejido, nos comenta, en el capítulo “Dermatosis” del libro de otro mítico, Arnold Sorsby, “Modern Ophthalmology”, cómo la pelagra aparece de forma intermitente a lo largo del año en los pacientes, y aunque según su experiencia carece de signos patognomónicos, la conjuntivitis crónica y la neuritis retrobulbar pueden aparecer, ligando en este caso esta dolencia con la patología ya conocida del sistema nervioso en los pacientes (26). Este autor nos indica que, como las hipo o avitaminosis son con cierta frecuencia multifactoriales -por los motivos de tipo social y político anteriormente descritos- suele o cuando menos puede asociarse con déficit de Vitamina A en algunos pacientes, por lo cual podemos encontrar pacientes con pre-xerosis ocular y fenómenos como las manchas de Bitot, por lo cual en este tipo de casos cuando las condiciones higiénicas sean desfavorables no está de más que tengamos en mente la pelagra, y la multifactorialidad de las deficiencias vitamínicas. Otros autores han manifestado que no es raro encontrar déficits combinados de ácido nicotínico con déficits de riboflavina y/o tiamina. En 1938, en el sur de los Estados Unidos se encontraron 500.000 casos por el consumo de maíz como único cereal. Se han encontrado casos en Asia y en Sudamérica, y en África es rara, con la única excepción de Egipto. Han sido descritos casos en Inglaterra en instituciones mentales así como en asilos (27). Al margen del cortejo sintomático, a nivel oftalmológico aparece una pérdida de visión por neuritis retrobulbar, comúnmente seguida en estos casos de atrofia óptica. Diplopia y cataratas son otras manifestaciones de la enfermedad, que suele presentarse con fotofobia, lagrimeo y blefaritis. Lo mismo nos indican Scheie y Albert, cuando nos manifiestan que, aunque la pelagra se manifiesta por síntomas mentales, neurológicos, cutáneos, mucosos y gastrointestinales, la neuritis óptica, la atrofia óptica, la retinitis, las alteraciones pupilares e incluso la participación de los 442 músculos extraoculares en la enfermedad no pueden descartarse y han sido observadas (28). En cualquier caso, hemos de recordar a Gaspar Casal como un Médico prácticamente atemporal, no sólo por el interés de sus estudios, sino porque nos ha dotado de un elemento de alarma social y política que puede descubrir en nuestro revuelto mundo actual, situaciones complejas de descontrol social y por ende, sanitario. La Oftalmología creemos que contribuye a su mejor conocimiento a través del cortejo semiológico que puede estudiar, y de su estrecha relación con los procesos nosológicos metabólicos, carenciales y neurológicos, al estilo de los magistralmente descritos por Casal. Como dice en su libro César Fernández Díaz (4), a Casal, como suele suceder al español que es bueno, humilde y sabio, le faltó la resonancia que merecía dentro de la España misma, y como dice García Sevillano “…le faltó sin embargo acá, lo que les sobró a otros extranjeros. Éstos tuvieron desde luego las expensas, honores, y protección de los poderosos. Acá faltó uno y otro, como lo demuestran las quejas y tristes fortunas de grandes ingenios desde el pasado siglo”, y en palabras del propio Gaspar Casal, “La gloria es un olvido aplazado”. BIBLIOGRAFÍA (1) Garcia Sevillano JJ.: Historia Natural, y Médica de El Principado de Asturias. Obra Posthuma, que escribió el Doct. D. Gaspar Casal. Madrid: Oficina de Manuel Martin; 1762; 87-88. 443 LA RELACIÓN DE CASAL... ABREVIATURAS WFP: programa mundial de alimentos. UNHCR: Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados. ACC/SCN/ RNIS: Comité de Nutricion de las Naciones Unidas y Grupo de Trabajo en Nutrición de emergencias. Refugee Nutrition Information Services. (2) Canella y Secades F.: Memorias de Historia Natural y Médica de Asturias. Reimpresas y anotadas por A. Buylla y Alegre y R. Sarandeses y Álvarez. Oviedo: Tip. del Hospicio; 1900; 28-39. (3) López Sendón M.: Gaspar Casal, breve estudio de su vida y de su obra, in Trabajos. Madrid. Cátedra de Historia Crítica de la Medicina, Universidad de Madrid; 1933; 1: 313–324. (4) Fernández Ruiz C.: Historia Médica del Principado de Asturias. Oviedo. Instituto de Estudios Asturianos; 1965; 141-162. (5) Tolivar Faes J.: Los enfermos del Dr. Casal. Oviedo. Instituto de Estudios Asturianos; 1981; 1-24. 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Adler´s Textbook of Ophthalmology 8ª Ed. México DF: Interamericana; 1972; 275-276. 446 F ig. 2 Portada de la publicación del discurso del Dr. García Serrano 447 LA RELACIÓN DE CASAL... F ig. 1 Placa identificativa de la Calle del Dr. Casal en Oviedo LA HUELLA DE GASPAR CASAL 448 LA OBSTETRICIA Y LA GINECOLOGÍA EN LA OBRA DE GASPAR CASAL. ÁNGEL SÁNCHEZ DEL RÍO JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO Hemos querido acercarnos a la “Historia natural y médica del Principado de Asturias” a la búsqueda de datos relacionados con la patología específica de la mujer. Y aunque las informaciones sobre el tema son escasas, creemos que merece la pena individualizarlas y comentarlas. Bien entendido que Gaspar Casal no pretendió escribir un tratado de medicina, si no estudiar la patología regional de Asturias, de la que adquirió amplia experiencia en su prolongado ejercicio en Oviedo. En el desarrollo de este capítulo quisimos abordar las siguientes cuestiones: la Obstetricia y la Ginecología en el siglo XVIII español; aproximación al ejercicio de la tocoginecología en Asturias a través de Feijoo; y, finalmente, los padecimientos tocoginecológicos referidos en la obra de Casal. En el siglo XVII la tendencia a individualizar y tratar por separado los temas tocoginecológicos y pediátricos era ya marcada. Algunos autores como Gaspar Bravo de Sobremonte los incluyen en sus obras generales, destacando en este caso sus aportaciones a la esfera de la conducta sexual. Otros, por el contrario, ya se dedican obras específicas a la mujer; destacando “10 privilegios” (1606) de Juan Alonso dedicada ala 449 LA OBSTETRICIA... I.- Introducción. La obstetricia y la ginecología en el siglo XVIII español. LA HUELLA DE GASPAR CASAL patología del embarazo; “3 discursos para probar que están obligadas criar a sus hijos a sus pechos todas la madres, cuando tienen buena salud” (1629) y otras. Y, se establecen ya líneas de trabajo en problemas específicos de la mujer; por un lado, hubo una polémica sobre el examen de orina en el diagnóstico de embarazo en la que participaron, entre otros, Benito Matomoros, Alonso Fajardo de León y Francisco Leiva y Aguilar. Se suscitó, además, el interés por estudiar los problemas clínicos ginecológicos, destacando la obra de Gaspar Caldera de Heredia, Enriquez de Villacorta y Pedro Miguel de Heredia éste último hizo un extenso trabajo sobre la patología de la mujer, que debe ser considerado como el más importante de su época. Durante el siglo XVIII, el quehacer obstétrico, ejercido ya por cirujanos, suscita mucho interés y se enseña en los Reales Colegios de Cirugía. Ello contribuyó a darle rango científico y perfeccionismo. Las “cuestiones tocológicas” son tratadas tanto en obras generales como especializadas. Así, se exponen cuestiones generales en la obra de Virrey y Manje, en la de Sanz de Dios Guadalupe y en la titulada “Floresta” de Vaguer y Oliva. Pero, lo importante es que surge una literatura obstétrica de la que destacamos estos autores y obras: “Cartilla Nueva” de Antonio Medina (1750); “Nuevo y natural modo de auxiliar a las mujeres en los lances peligrosos de los partos” (1756) de Babil de Gárate y Casabona; “Compendio del arte de partear” de Pedro Virgili (1765); “Preceptos generales sobre las operaciones de los partos” (1789) de José Ventura Pastor; “El discípulo instruido en el arte de partear” (1795) de Padro Vidart y “ Elementos del arte de partear” de Juan de Navas. Los “saberes ginecológicos” se exponen tanto en tratados de cirugía como de clínica médica. Y se les da cierta relevancia a algunos temas: “ovistas” y “animalculistas” (Martín Martínez, Padre Rodríguez, Blas Beaumont, Juan de Díos López, Andrés Piquer) disputan sobre embriología; otros crean un gran interés por la nutrición fetal, destacando la obra de López de Arango y Azcárraga titulada “Lección fisicoanatómica sobre la nutrición del foetus” (1735). 450 En síntesis, durante el siglo XVIII la cirugía obstétrica y ginecológica progresa gracias a la intervención del cirujano en este quehacer hasta entonces reservado a la comadrona. Así se comienza a conocer mejor el mecanismo del parto y de las distocias; se afinan las indicaciones de la operación “cesárea” se reinventa la sinfisiotomía, se idean nuevas maniobras obstétricas y se comienza a utilizar el fórceps en la práctica habitual, aunque su conocimiento era antiguo. Varios autores se han ocupado ya de este tema, que nos va a permitir aproximarnos a la realidad ilustrada de la tocoginecología ilustrada, amén de otras fuentes consultadas. 1.- Los saberes ginecológicos de Feijoo En los tiempos que le tocó vivir al sabio benedictino, la mujer seguía postergada y considerada como un ser imperfecto, a lo que Feijoo no se resignaba a aceptar, utilizando su sabiduría y sus razonamientos. No estaba en absoluto de acuerdo con la opinión vulgar de que la mujer era imperfecta tanto moral como físicamente. Feijoo documentó bien su defensa de la mujer tanto en el plano físico como en el intelectual, llevándola a los más estrictos términos de igualdad con el hombre pese a ser distinta. No acepta que el cerebro femenino sea más “blando” como se decía - o más “húmedo” que el masculino y, por tanto, menos capaz ya que dicha idea no tenía base anatómica. Concluía el fraile de este modo: “lo que yo creo es, que todo este sistema del celebro de las mujeres, lo que puede seguirse es que los movimientos corpóreos sean en ellas menos vigorosos que en los hombres; por cuanto los nervios que tienen su origen en las fibras del celebro y en la médula espinal es consiguiente que sean menos fuertes o movidas con más débiles impulsos, pero no que sus operaciones mentales sean más o menos perfectas. Y salvada la igualdad intelectual y moral de la mujer respecto al hombre, la hace idéntica al hombre en el plano físico, por más que posea las peculiaridades propias de su sexo tanto anatómicas como fisiológi- 451 LA OBSTETRICIA... II.- El ejercicio de la tocoginecología en Asturias en el siglo XVIII a través de Feijóo y otras fuentes LA HUELLA DE GASPAR CASAL cas. Uno de los errores populares que Feijoo combate es el de la regla; nada de sangre corrompida y venenosa que esteriliza campos, malogra frutos, empaña espejos, irrita animales, malogra vinos y viandas, etc. Es sangre sin más como la que podía emitir cualquier otro humano. En síntesis, Feijoo luchó, denodadamente, contra la común opinión de la época de que la mujer era “un vaso de inmundicia” y una “horrible sentina de vicios”. Feijóo no se quedó solo en esto, en sus consideraciones sobre la mujer y, desde el punto de vista tocoginecológico se ocupó esencialmente de dos temas: la vida fetal intraútero, desde la concepción hasta el nacimiento y la asistencia al parto. Tratemos ambas cuestiones por separado. A. LA VIDA FETAL, desde la concepción al nacimiento En la época de Feijóo se lucubraba en torno al hecho, pero se desconocía el fenómeno de la fecundación. El mismo decía “tengo este mysterio por más profundo que la colección de todos los fenómenos de la virtud magnética y eléctrica”. Estuvo perdido entre “ovaristas” y “animalculistas” y vivió en un mar de perplejidades siempre, llegando a esta conclusión: “juzgo más razonable dexiar el pleyto indeciso, confessando ingenuamente mi ignorancia, que proferir temerariamente alguna sentencia”. Sin embargo, llegó a conocer, por sus lecturas, la existencia de los espermios, vistos al microscopio tanto en el semen humano como animal; y se rebeló contra la posibilidad que “aquellos gusanillos”fuesen el elemento fecundante del óvulo por considerarla una opinión monstruosa. Feijóo creía que tras la cópula y por la conmoción del placer sexual se desprendía un huevecillo del ovario femenino que, por la misma causa, progresaba a través de las trompas falopianas hacia el útero. Una vez allí, influido por el “aura vivífica” del semen se iniciaría el desarrollo fetal. En la cuestión de la organogénesis embrionaria, Feijóo sigue las opiniones de Hipócrates y demuestra conocer muy bien todas las teorías tanto antiguas como modernas. Decía al respecto: “en hechos de anatomía las observaciones modernas deben ser preferidas, con grandes ventajas a las antiguas, ya porque hoy se cultiva con mucha mayor aplicación que en los siglos pasados esta parte de la phísica ya, por el grande 452 auxilio del microscopio de que los antiguos carecieron”. Respecto al embarazo, admite variaciones amplias respecto a la duración normal de nueve meses, afirmando que caben duraciones extraordinarias desde los cinco meses hasta los diez u once. Y no encuentra una explicación coherente del por qué el niño se parece a sus progenitores. En todo caso, creía que el nuevo ser estaba animado desde el primer momento siendo por tanto siempre humano plenamente y sujeto religioso. No entendió Feijóo como respiraba y se nutría el embrión pero deshizo muchos errores populares: la creencia de que se alimentaba de la sangre menstrual, el error de creer que el feto de ocho meses no era viable, etc.; y, analizando los aforismos hipocráticos sobre el embarazo, los juzga errados. En la atención al parto Feijóo prefería a la mujer por razones de pudor; pero reconoce que las mujeres de aquel tiempo “eran ignorantíssimas del arte que para él se requiere ... es la enmienda de essos mismos errores que muchas veces se ve exencutar por un hombre hábil después que la partera o quixo o por lo menos dexo a las puertas de la muerta a la que se entregó en sus manos”. Reconocido esto, pide que las mujeres sean instruidas adecuadamente para suplir a los hombres y excluirlos definitivamente en esta tarea. Y, a la vez, descubre la mendacidad de algunas creencias como “la rosa de Jericó” de supuestos efectos beneficiosos en el parto. Poco más dijo Fray Benito Jerónimo Feijóo al respecto. Pero, en base a todo lo dicho recuérdese que la tocología junto con la oftalmología alcanza en el siglo XVIII en España definitiva personalidad; y toda la literatura médica sobre la especialidad estimuló un movimiento de progreso en la especialidad que condujo al establecimiento durante la segunda mitad del siglo de las primeras cátedras para la formación obstétrica de los cirujanos. 2- Otras fuentes consultadas sobre la tocoginecología ilustrada. En el “Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del campo” de Mr. Dissot se hace evidente la progresiva independencia del tronco común de la medicina, de dos especialidades: la tocoginecología y la pediatría. A ellas se dedican capítulos y artículos principales. Con 453 LA OBSTETRICIA... B. LA ATENCIÓN AL PARTO ánimo de conocer el estado de la especialidad femenina, nada mejor que utilizar un manual de tipo general. Creemos que nos dará una idea cabal del asunto. El capítulo XXVI va íntegramente dedicado a la mujer con el título general de “Avisos para las muggeres” y 3 artículos: “del preñado”, “de los partos” y “de las resultas de los partos”. Destaquemos algunos datos LA HUELLA DE GASPAR CASAL A. SOBRE LAS REGLAS DE LAS MUJERES Y SUS ALTERACIONES El capítulo más amplio va dedicado a una introducción general en el que se insiste en el cuadro clínico de “chlorosis" u “opilación”, situación clínica relacionada con el retraso de la regla y la falta de ejercicio físico, ocupada la mujer en tareas domésticas; porque su causa de atribuía a la debilidad de sus fibras y a los trastornos circulatorios secundarios a ella. Pero se invocaban más causas: el frío, la humedad, un temor vehemente, toda pasión muy fuerte, los alimentos muy fríos o indigestos o muy cálidos, las bebidas heladas, un ejercicio excesivo y las vigilias. También se ocupa el autor de “las reglas molestas” que padecen algunas mujeres. Lo expresa así: “y algunas en quienes son muy trabajosas las reglas por los cólicos agudos que las preceden o acompañan, y son más o menos largos; yo los he visto durar sólo algunos minutos; otros, algunas horas; también los hay que duran muchos días y están acompañados de vómitos, desmayos y convulsiones, efectos de la agudeza de los dolores; de vómito de sangre, de fluxo de sangre de narices, etc. Que, en una palabra, parece que las ponen a las puertas de la muerte”. Las “reglas muy abundantes” son, asimismo objeto de atención del autor, porque, en su opinión, se pueden originar enfermedades gravísimas, de ellas, no hable en autor por ser menos frecuentes que las secundarias a la supresión. Y más adelante, ofrece remedios a la polimenorrea cuando habla de los flujos de sangre en relación al embarazo, parto y postparto. El capítulo de los remedios para los trastornos señalados de la regla es amplio: ejercicio, normas dietéticas, infusiones, tisanas, limaduras de hierro, y otros recursos dependiendo del cuadro clínico; e incluso las sangrías en algunas ocasiones como, cuando una moza fuerte, robusta y sana no tuvo su evacuación regular. 454 Finalmente, se ocupa el tratadista de “la menopausia”. La idea general sobre la regla era esta: “su fin es evacuar a excepción de cuando la mugger está preñada, la sangre superflua que en ella se produce, porque en el tiempo del preñado no da a la criatura de aquella que para sí necesita”. Se daba tanta importancia a la menopausia, que, si se presentaba bruscamente, había que actuar así: hacer una sangría y repetirla cada 6, 4 ó 3 meses; reglar la alimentación tomando con mesura, carne, huevos y vino: y tomar el “preparado de tártaro” reducido a polvos muy sutiles, “una onza dividida en 8 tomas iguales”. B. SOBRE EL PREÑADO Y SUS ALTERACIONES Las molestias inespecíficas del inicio del embarazo, si las había, y “la hiperemesis gravídica” las señalaba de este modo nuestro autor: “sin embargo, las labradoras padecen, como las muggeres de la ciudad, náuseas y vómitos por la mañana, dolores de cabeza y muelas; pero estos males ceden con la sangría, que es casi el único remedio de que necesitan”. Respecto a “la amenaza de aborto” recomienda “reposo en cama, sobre un jergón si no tiene colchón, porque, -dice- que la pluma en este caso es muy dañina y además sin moverse y apenas hablar; sangría de 8 a 9 onzas del brazo; comer exclusivamente sopas harinosas, beber sólo tisanas a base de agua de cebada, nitro, miel y vinagre, y tomar una onza de nitro dividida en 16 tomas. Añade el autor esta consideración que nos llama poderosamente la atención: hay mujeres robustas, que abortan con frecuencia a cierto tiempo, lo que precaven haciéndose sangrar algunos antes que éste se cumpla”. No señala el autor más patologías en relación al embarazo. Mr Tissot coincidía con Feijóo en la necesidad de tener comadronas bien instruidas. Dice: “está con evidencia demostrado que en la mayor parte de nuestro país, y aún de toda Europa hay necesidad de comadres algo instruidas, y esta falta ocasiona funestísimas conseqüencias” y pide toda la atención de la policía. Los errores que se comenten al tiempo del parto son infinitos, y muchísimas veces no tienen remedio. Sería preciso un libro particular, como le tiene algunos países, para dar los reme- 455 LA OBSTETRICIA... C. SOBRE EL PARTO Y SUS PATOLOGÍAS dios correspondientes a precaverlos, y convendría haber educado a la comadres de modo que los entendieses ...”. En el “parto trabajoso o lento”, dice lo que no debe hacerse y lo que debe hacerse. Quedaban proscritos por enlentecer el parto los siguientes remedios: el castor, su tintura, el azafrán, la salvia, la ruda, la sabina, el aceite de ámbar, el vino, la triaca, el vino cocido con aromas, el café, el aguardiente, el agua de anís, de nueces e hinojo y otros licores espirituosos. Y se recomendaban las siguientes precauciones y remedios si la mujer era sana y robusta: sosegarla, una sangría de brazo y pocas cosas más; comer poco tal como una panatela cada 3 horas y sobre todo el agua de pan que quiera; lavativas de un cocimiento de malvas y un poco de aceite; vahos en sus partes de agua caliente; frotaciones en el vientre con manteca de vaca o de cerdo sin sal; fomentos de agua caliente, etc. Y sobre todo, no inducir a la madre a que haga excesivos esfuerzos hasta que se agote. Estos simples remedios, a veces solucionaban el problema; pero a veces dice al autor: “pero siguiendo el método cálido, aún cuando se consigue el que para, la madre y la criatura padecen tanto, que muchas veces perecen ambos”. Admite en todo caso el autor que estas sencillas medidas, dan tiempo a avisar a “cirujanos comadronas” o a las comadres algo más instruídas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL D. SOBRE EL POSTPARTO Y SUS PATOLOGÍAS Nuestro autor sistematiza bien los problemas del postparto y sus posibles remedios: flujo excesivo de sangre; inflamación del útero; supresión repentina de los loquios; y, los estragos de la leche. Veamos que dice de cada uno de ellos. a. LA HEMORRAGIA. Recomienda para detener la hemorragia las mismas medidas que señalamos en la amenaza de aborto, incluida la sangría; y, si pese a ello, la hemorragia era excesiva, aplicar sobre el vientre, los riñones y los muslos, paños mojados en una mezcla a partes iguales de agua y vinagre, mudándolos cuando empiezan a secarse; y quitándolos cuando la evacuación disminuye. b. INFLAMACIÓN DEL ÚTERO. Describe el autor la inflamación del útero de este modo: “la inflamación del útero se manifiesta por los dolores y tensión en todo el vientre; por el aumento de aquellos 456 457 LA OBSTETRICIA... al tocar éste; por una especie de mancha roja que sube por en medio de vientre hasta el ombligo, y que, el mal empeora, se pone negra, lo que siempre es mortal; por una debilidad suma; por una desfiguración extraordinaria de la cara, un delirio ligero, una calentura continua, con pulso débil y duro, algunas veces vómitos continuos y muchas hipo; una evacuación cortísima de un agua roxa, fétida y acre, conatos frecuentes a obrar, y a veces supresión de la orina”. Traducido a términos actuales una grave infección endometrial con sepsis acompañante. Este mal gravísimo, por lo común mortal, debía curarse como las enfermedades inflamatorias. Esto es: sangrías, lavativas de agua tibia, masajes de útero, (“hacer xeringatinios” en terminología de la época) y aplicar sin cesar sobre el vientre, y beber con abundancia de la leche de almendras o una tisana simple de cebada, añadiendo en cada media azumbre, media dracma de nitro. c. LA SUPRESIÓN TOTAL DE LOQUIOS. Dice textualmente al respecto: “la supresión total de los loquios, la cual ocasiona enfermedades gravísimas, se cura del mismo modo y, si por desgracia, se dan algunos remedios cálidos para precisarlos a que fluyan, sirven de veneno”. d. LOS DENOMINADOS ESTRAGOS DE LA LECHE”. Señala Mr. Tissot varias situaciones • “la calentura de la leche”: si la calentura de la leche es muy grande la disipa la tisana de cebada y las lavativas con una dieta muy ligera, únicamente de panatelas, o de otros harinosos muy claros. • “los depósitos lácteos”: lo explica el autor, de este modo: “las mujeres delicadas que no son cuidadas están expuestas a muchos accidentes, que por lo común dependen de que no se hace bien la transpiración y la evacuación de los loquios; y como la separación de la leche en los pechos se turba, se forma lo que llaman depósitos lácteos, que siempre son muy malos y en particular cuando se hacen en alguna parte interna. Semejantes depósitos son frecuentes en los muslos”. Para tales depósitos recibirían en un primer momento las paridas que los padeciesen tisanas a base de grama, achicoria, agua de Sedlitz y maná, y localmente, cataplasmas de miga de pan, flor de manzanilla, leche y jabón, siendo una alternativa a ellas el emplasto de cicuta. Pero si no se resolviese el problema y se formase pus “abrirá el absceso un cirujano y le curará como cualquiera otro apostema”. De “la dureza de los pechos”. Dice nuestra autoridad: “si la leche se coagula en el pecho, importa muchísimo destruir sin dilación esta humorosidad, porque si no, se endurece, se hace escirro, y de escirro por lo común al cabo de cierto tiempo degenera en cancro; enfermedad la más cruel de todas”. Para evitar este grave mal es proceder a su tratamiento ante el menor síntoma con píldoras de cicuta mayor fétida y fomentos de cicuta. Si no se yugula el mal, y evoluciona a cancro, todavía se puede curar con cicuta. De “las erosiones en los pezones” dice el autor “muchas veces se despellejan los pezones de los pechos en las mujeres que crían, y por estos padecen muchísimo”. Los remedios locales solían ser eficaces tales como: una pomada de aceite y cera derretidos juntos, o, un ungüento de composición compleja (aceite rosado, minio, vinagre, cera amarilla y alcanfor) denominado “ungüento de Nuremberg”. Y, si el mal fuese rebelde, se purgaba a las pacientes, con lo que, dice –dice- regularmente se conseguía alivio LA HUELLA DE GASPAR CASAL B. OTRAS PATOLOGÍAS FEMENINAS Hemos rastreado la obra que venimos comentando y pocas cosas más se incluyen en la misma sobre patología tocoginecológica. Señalemos algunas presencias y algunas ausencias. a. Presencias En la obra, se señalan 2 cuestiones de interés: la incontinencia de orina y los padecimiento venéreos. La incontinencia de orina la señala así: “en la incontinencia de orina esta sale involuntariamente y muchas veces sin sentirse: semejante incomodidad es continua o intermitente y a ella están sujetos los niños, los viejos, las mujeres preñadas, y aquellas a quienes se les ha maltratado en el parto”. En todo caso se debía recurrir al médico y a un cirujano cuando había herida (patología orgánica visible); y siempre debían probarse remedios farmacológicos: purgantes suaves repetidos, de variada composición tal como este a base de maná, sal de Sadlitz, agua caliente; o, este compuesto por hojas de sen, nitro y 458 459 LA OBSTETRICIA... malvas; o preparado de de tártaro. Y, por supuesto, bebidas algo astringentes (agua en la que se apagó un hierro o un ladrillo hecho ascua; vinos muy tintos, tierra japónica, almáciga, etc.). El autor describe minuciosamente todas las manifestaciones clínicas del mal venéreo tanto en el hombre como en la mujer (“las llagas”, “el incordio venéreo”, “los puerros”, “las verrugas”, “las crestas”, “los higos, moras y fresas”, “las coliflores”, “las postillas venéreas”, “los condilomas”, “las grietas”, “el exostosis”, la “gonorrea virulenta” y la “gonorrea caída en las bolsas”). No nos detendremos en analizar cada una de estas manifestaciones. Sí en algunas cuestiones de índole práctico especialmente terapéutico. Se comenzaban las curas antivenéreas haciendo una sangría del brazo, sacando unas 15 onzas de sangre y 2 días después purgándole con un purgante a base de Escamonea de Alepo, Xialapa y azúcar blanca. Al día siguiente de la purga comenzaba con “la solución antivenérea mayor” (mercurio sublimado corrosivo disuelto en azumbre de agua destilada, añadiendo un jarabe) durante 8 días. Y este tratamiento intenso era complementado con un tratamiento local extenso con” la pomada mercurial”. El tratamiento era largo, siendo la limitación al mismo la cantidad de pomada y el mercurio sublimado utilizados. Una vez finalizada la cura se le sangraba y purgaba de nuevo al paciente. Había complicaciones comunes a hombres y a mujeres durante el tratamiento (salivación, calor y picazón en la piel, granos erisipelatosos de resulta de las unturas, dolor de estómago, etc.). Pero había más que complicaciones específicas en la mujer unos cuidados especiales por su condición. Las reglas eran motivo de especial atención, porque mientras duraban era preciso suspender el tratamiento; y se volvía al mismo 2 ó 3 días después de haber cesado. Sin embargo había excepciones que era preciso estudiar. b. Ausencias Nos llama mucho la atención el que, en este excelente manual de medicina del siglo XVIII no se trata de “los tumores” tanto masculinos como femeninos y que apenas se hable de la cirugía en tocoginecología. Respecto a los tumores, curiosamente, no había en el siglo XVIII una idea demasiado clara sobre los mismos hablando en términos vagos de tumores inflamatorios externos, tumores inflamatorios internos, tumores ventosos o volátiles, etc. Más explícito es el manual de cirugía de Don Diego Velasco y Don Francisco Villaverde, en el que se dedica un capítulo al tema titulado “de el escirro y su degeneración en cáncer”; no vamos a entrar, aquí, en las disquisiciones que sobre el cáncer se hacen, a tenor con los conocimientos de la época. Tiene interés las descripciones que se realizan del “cáncer de mama” y del “cáncer de útero”, así como las técnicas quirúrgicas para el abordaje del cáncer de pecho cuando lo que se consideraba escirro se convertía en cáncer. Finalmente, añaden los autores una nota y unos corolarios sobre el uso de la “cicuta” en el cáncer y, dicho todo lo anterior, como adecuado contexto, solo nos resta recoger los datos obstétricos-ginecológicos presentes en la obra de Casal. III. La obstetricia y la ginecología en la obra de Gaspar Casal. Recogemos aquí la información que no parece más interesante. LA HUELLA DE GASPAR CASAL 1.-LA CONDICIÓN FEMENINA Y LAS ENFERMEDADES Casal da a entender que algunos padecimientos podrían tener que ver con la menstruación. Hemos constatado estos testimonios. - El efecto protector de la regla sobre la aparición de paperas, dice, “eran comunes a hombres y muggeres, pero ninguna doncella ni casada a quien baxase la costumbre, tuvo tantas paperas”. - El efecto protector de la falta de la regla para que la parotiditis afectase otros órganos. Afirma: “en las muchachas que, por falta de edad nunca habían tenido la menstrual evacuación, no pude observar tránsito manifiesto de la papera aparte de terminada externa, ni interna ...”. - Los desarreglos de la fiebre catarral maligna dice: “su edad son 37 año; su temperamento melancólico; su evacuación menstrual, arreglada y medianamente copiosa, a no ser ésta última que le vino a los 15 días”. En otra paciente, ocurría esto: “ tiene 35 años de edad y es casada, y de temperamento sanguíneo; y hace 10 semanas que no anduvo con su regla”. 460 - Relaciones entre menstruación, parto y sarna. Dice al respecto: “esta recidiva maligna de la sarna en la cabeza se efectúa con más frecuencia y antes, en las mujeres que en los hombres, muy especialmente en aquellas en las que la menstruación se retira precozmente o en las que no purgan lo suficiente después del parto...”. - Relaciones entre el mal de la rosa, menstruación y parto, lo sugiere este párrafo: “se le había retirado la menstruación ...” “declaraba que este mal le había sobrevenido 6 meses después del parto ...”. Todos estos datos apuntan a que la condición femenina era relacionada con patologías que afectaban al hombre pero de un modo particular en el caso de la mujer; en los tratados de la época, ya se sugería realizar una historia clínica particularizada en niños y mujeres con cuestionarios de preguntas dirigidas a ellos. Del embarazo, se habla en la obra de Casal sólo circunstancialmente y de cuestiones muy concretas cuando surgen. Analicemos algunas de ellas: a. La esterilidad. Casal señala que las aguas de Priorio (Asturias), diciendo: “es notaria y singular la virtud de estos baños para corregir la infecundidad de las mujeres: pues son casi innumerables las que, tenidas por estériles, sin esperanza de que concibiesen lograron sucesión en el uso de estos baños: y también son muchas las que habiendo perdido la fecundidad por algunos achaques, volvieron a concebir y parir felizmente con el beneficio de ellos”. b. La herencia. Casal cree que algunos males son hereditarios, al margen de otros factores. Del “bocio”, dice “que se propaguen de padres a hijos es cosa cierta. Lo primero porque regularmente comienzan a manifestarse en los muchachos y muchachas cuyos padres lo padecen: y lo segundo, porque el grande Hipócrates enemigo capital de fábulas y embustes tiene por cosa muy verosímil ...”. Y hablando de la “sarna”, insiste también en su carácter hereditario diciendo: “los hijos de padres 461 LA OBSTETRICIA... 2. PATOLOGÍAS FEMENINAS A LAS QUE ALUDE CASAL Y OTRAS SITURACIONES RELACIONABLES CON LA MUJER A. EMBARAZO Y ASPECTOS CON ÉL RELACIONADOS LA HUELLA DE GASPAR CASAL enfermos suelen padecer una sarna maligna, ferina y casi incurable, que algunas veces degeneran en enfermedades mortales. Los que son sanos e hijos de padres sanos contraen una sarna más benigna y más fácil de curar (aunque no en menor cantidad), la cual, según se observa muchas veces, es beneficiosa para limpiar las vísceras y depurar los tumores”. Refiriéndose a la sarna y sus relaciones con el mal venéreo decía: “la peor disposición para contraer la sarna es el mal venéreo, ya sea adquirido o heredado ... y es de admirar la ineficacia de los medicamentos mientras con toda diligencia y con remedios específicos no se logra extirpar el virus del mal”. c- El aborto y la sangría. Recoge Casal dos abortos provocados por las fiebre malignas catarrales ocurridas en Nava y atendidas por el cirujano de la localidad, quien se carteaba con él. Dice el cirujano: “dos mujeres preñadas han tenido esta fiebre y para las dos hice consulta con Vmd. Éstas, tomaron el Cordial y no otra cosa; y a la una de ellas hice una sangría del brazo a pausas, y a la otra dos, también de los brazos y se les aplicaron sus reparos... y la una, malparió de allí a quince días; y la otra de allí a tres semanas”. Otra paciente embarazada y sangrada corrió igual suerte. Lo contaba de este modo: “en el séptimo día de su enfermedad, se halla hoy una mujer casada ... estaba preñada de ocho meses, su edad, veinticuatro años, y por su contextura es bastante carnosa. Llamome a los tres días de su enfermedad: hícele una sangría en el brazo derecho. La sangre que le saqué era pajiza y antes de entrar en el cuarto malparió. No purgó cosa alguna; por lo cual, la sangre del pie derecho el mismo día cuarto, y el sexto del izquierdo”. En la introducción a este trabajo ya señalamos que el embarazo no era contraindicación formal a la sangría. Más aún: se consideraba obligada si estaba indicada. Para más informaciones al respecto, puede leerse el capítulo titulado “La doctrina de la sangría en la obra de Casal”. B. LACTANCIA: EFECTO TERAPÉUTICO DE LA LECHE MATERNA Hay dos citas de interés en la obra de Casal sobre la leche de mujer, independientemente de muchas otras relacionadas con la leche de vaca y la leche de burra. La primera de ellas se refiere al tratamiento del “mal del paño” cuy diagnóstico y tratamiento lo explica de este modo: “ es el 462 que llaman mal del paño, una maligna especie de absceso impropio, de tan infame casta, que dentro de poco tiempo forma fístula irremediable en alguna rodilla, o cualquiera otra articulación del cuerpo, dicen los mismos que lo padecen que se le impuso aquel nombre; porque si pretenden curarlo con trapos de lienzo les sobreviene una sinovia tan crecida, que los confunde presto: pero si con paños de lana y una polenta compuesta de harina de trigo y leche de mujer, se preservan de la sinovia y viven largo tiempo”. La segunda cita, se refiere a la leche de mujer como reconstituyente en los inapetentes irredentor; lo cuenta Casal de este modo: “otra niña hermana de la difunta, cuya historia acabo de escribir, siendo sana, gorda y robusta y de edad de cinco años, incurrió en la misma epidemia de viruelas ... y finalmente, porque pasado el día nueve era aún mayor el hastío y el aborrecimiento a la comida, que había sido hasta entonces: y así no pudiendo obligarla a que tomase sustento alguno, líquido ni sólido, fue necesario darle leche de una mujer sana, desde el mismo día diez en adelante”. En líneas precedentes en el apartado rotulado como “la condición femenina y las enfermedades” ya nos ocupamos parcialmente de este asunto. Pero centramos ahora nuestra atención en la histeria, expuesta por Casal en el capítulo IX de su Historia. Casal dedica a este asunto una amplia información producto de su dilatada experiencia y larga vida profesional; para comenzar señala su frecuencia en Asturias en relación a la clase social. Dice: “tan familiar y conforme es a las complexiones de las mujeres asturianas, el achaque llamado mal de madre, que entre cuantas se mantiene con vida sedentaria, hallaremos muy pocas que no lo padezcan. Las trabajadoras y labradoras, que mediante el corporal ejercicio endurecen, encallecen y acecinan las fibras nerviosas, membranosas y musculosas, afligidas de esta pasión molesta”. Hecha esta declaración inicial, Casal, clasifica las pasiones histéricas en 3 grupos con vistas a su diagnóstico y su tratamiento más seguro y eficaz. a. PRIMER GRUPO: LAS HISTÉRICAS JÓVENES 463 LA OBSTETRICIA... C. LA MENSTRUACIÓN Y LA MENOPAUSIA: EL MAL DE MADRE LA HUELLA DE GASPAR CASAL Al primer grupo pertenecerían las pacientes más jóvenes, especialmente doncellas con crisis alternantes de alegría y llanto, quedando, al final, agostadas sin perder el conocimiento y adormiladas. De carácter recidivante el remedio ideal para estos casos sería la sangría. Dice: “las sangrías (no habiendo cosa que las contradiga o embarace) son el más pronto y cierto remedio de cuantos he practicado para domar y desterrar por entonces las invasiones de este mal”. Estaban proscritos para estos casos los llamados “remedios calientes” y purgas y así como sustancias espirituosas, salino - ... y salino volátiles; y al contrario “eran útiles las que “pacifican, minoran y aplacan...”. El pronóstico era relativamente bueno a tenor de lo que dice Casal “nunca vi mujer alguna curada radicalmente de este afecto mediante la medicina, pero hallé muchas que, habiéndolo padecido se libertaron de él y de sus invasiones, sin más remedio, que haber pasado de la edad floreciente y vigorosa de su mocedad”. Y remata el autor la cuestión afirmando que “formando fuente en una pierna” se alivian mucho, pero las mozas casaderas no querían este remedio por inestético y antihigiénico. b. SEGUNDO GRUPO. LAS HISTÉRICAS MADURAS El cuadro lo define así: “en la clase segunda pongo aquellos que, privando repetidamente el uso de los sentidos, y aún de las facultades motrices animales, ponen a las mujeres como muertas, cerrados los ojos, sin acción, ni movimiento perceptible; pues aún la vista más lince, no registra en el tórax ni cuello la menor seña de que respiren. El natural color del cutis y el movimiento del pulso se mantienen como si tal insulto no hubiera acontecido. Pero suelen persistir en el profundísimo sueño por espacio de seis, siete o más horas, sin que basten para hacerlas recordar los vapores, olores, espíritus ... más activos y penetrantes; como ni tampoco los ... sangrías, ventosas, friegas, ligaduras, ni otro tormento alguno de cuantos se han inventado”. Y para ilustrar este tipo, comenta el caso de doña Jeronyma de la Vara, religiosa del monasterio de San Pelayo, a la que atendió de dos episodios en un año. Y, señala el pronóstico de este tipo de histerismos, de este modo: “es cosa digna de notarse, que entre todas las especies de accidentes histéricos, que aquí 464 465 LA OBSTETRICIA... se observan, no hay otra que menos detrimento ocasione en los pacientes, que ésta”. c. TERCER GRUPO. GRUPO MISCELÁNEO Casal define este grupo así: “en la tercera clase quiero colocar todos aquellos, cuyas señales, y caracteres perceptibles se diferencian, en todo, o en parte, de los que acompañan a los por mí delineados accidentes, y puestos en las clases primera, y segunda. Aunque todos ellos sean conformes en la razón, y concepto de convulsivos; son entre sí mismos bastante diversos los de esta tercera especie, en las ideas, figuras y modos con que se nos presentan: porque unas veces afligen con perturbaciones de cabeza, vahídos, zumbidos, perversas fantasías, espasmódicos movimientos de los ojos, etc. Otras con ahogos de pecho, y garganta; otras, con palpitaciones y angustias de corazón, pulsos pequeños, desiguales y débiles; otras, con ansias y náuseas del estómago, extremos fríos, orinas claras como agua, desmayos, temblores de todo el cuerpo, rugidos del vientre, etc”. Según Casal, era el histerismo más común en Asturias y el más peligroso, porque podía convertirse en terribles males: ...y apoplejías mortales; y además, el más tenaz y resistente; porque, una vez que comenzaba con algún vigor no cesaba en muchas semanas o meses. Ilustra este tipo de histerismo con varios casos: dos principales señoras la una de Oviedo y la otra de Gijón y otras dos mujeres de Ribadesella y Caunedo respectivamente. Como grupo misceláneo, reconocido por el propio autor como tal, el tratamiento no era fácil. Dice al respecto: ... “pero la práctica me hizo ver bastantes veces, que no hay regla constante, ni medicina cierta; porque, las evacuaciones de sangre, facilidad de vientre, y libertad del sudor, que en algunos pacientes aprovechan, suelen en otras ocasionar malos efectos: y así en los apuros del mal son muy necesarios el singular juicio del médico y el prudentísimo tiempo”. Ante tanta variedad y dificultad Casal adopta una postura de lo más prudente. Decía: “siempre observé, y conocí que se expone a un manifiesto peligro el Profesor, cuando en los fuertes insultos, y borrascas de este ataque, se atreve a practicar evacuaciones universales y remedios de aquellos, que (como suelen decir) se dirigen a desterrar la causa antecedente: yo nunca me valí de semejantes medicinas, durante los paroxis- mos, sí de aquellas, cuyo efecto eran sosegar el tumulto y alboroto preferente”. No vamos a lucubrar aquí sobre la palabra histeria y su etimología relacionada con la matriz femenina. Clásicamente, griegos y romanos vinculaban ciertos padecimientos de la mujer con el útero y las reglas, especialmente su desaparición u opilación. El término histeria como trastorno psíquico se configuró en el siglo XIX y antes se hablaba de “mal de madre”. Durante la edad media, se denominaba “madre” al útero; y, aún hoy en algunas variedades de “bable” se la denomina también así. LA HUELLA DE GASPAR CASAL D. OTRAS PATOLOGÍAS TOCOGINECOLÓGICAS A LAS QUE HACE ALUSIÓN CASAL EN SU OBRA Señalamos aquí, finalmente, algunas escasas noticias aportadas por Casal en su obre sobre patologías tocoginecológicas. a. PATOLOGÍA URINARIA Existen en la obra de Casal dos conceptos relacionables con la patología urinaria tanto masculina como femenina: la “estranguria” y la “iscuria”. “Estraguria” significaba estrechamiento de los conductos urinarios; e “incuria” dificultad para evacuar la orina, hablándose de “iscuria vesical” o “supresión baja”. Las infecciones urinarias, tan frecuentes en la mujer, entrarían en el concepto de “supresión baja”. De ellas dice que atendió con éxito a muchos pacientes en estos términos: “las iscurias vesicales o supresiones bajas: (de cuya especie tengo vistas muchísimas, y las he curado con fomentos, baños, enemas específicos, emulsiones diuréticas benignas, sangrías en sujetos pletóricos y en casos apurados con el instrumento que llaman algalia) ...”. El problema más serio eran las “iscurias renales” , las obstrucciones altas. Lo comentaba de este modo: “... no murió de este mal, si de una invencible iscuria renal, originada de un afecto calculoso, tan terrible, que solía repetirle dos o tres veces al año, con expulsión de crecidas piedras, pues vi algunas que llegaban al tamaño de huesos de aceitunas”. b. LAS METRORRAGIAS Solo hay una cita, que nosotros sepamos, en la obra de Casal referida a este frecuentísimo padecimiento ginecológico de las metrorragias. La cita, va referida a una paciente de la que habla en estos términos: “en esta ciudad curé a una mujer noble que venía padeciendo desde hacía tiempo frecuentísimas hemorragias de 466 467 LA OBSTETRICIA... matriz y de las encías, con mal olor de boca”. Casal, atribuía el cuadro a un escorbuto, pero la sintomatología que aporta es tan abigarrada, y los remedios utilizados tan complejos que es difícil adivinar el diagnóstico. c. SEMIOLOGÍA DE LA ORINA Durante el siglo XVIII se puso de moda el estudio de la orina en relación al posible embarazo, como ya comentamos. Hemos revisado en la obra de Casal algún posible atisbo en este sentido, o en otros aspectos tocoginecológicos. No llegamos a conclusión alguna. Al respecto se habla de: “el sedimento farináceo” observado en un paciente en la epidemia padecida en la arena de Pravia en 1720; las orinas copiosísimas y llenas de grasa del cura párroco de la villa de Muros; la abundante orina que eliminaba don Andrés “que llegaría a veinte onzas”; las cambiantes orinas que exhibían varios pacientes, “unas veces claras, otras turbadas, otras delgadas, otras gruesas: y finalmente solían traer consigo ya materias viscosas, ya sarriosas, ya sanguíneas, etc”; las orinas del criado de la casa de Malleza, “cierto suero muy rubio, grueso y turbado, con algunos átomos blanquecinos”, las dolorosas emisiones de don Sebastián Bernardo de Quirós descritas así “le hallé con un fluxio de orina, acre, frecuente y doloroso, que espacio de una hora expelió más de siete libras medicinales de un suero turbado, algo sanguinolento y lleno de átomos, y cuerpecillos de diferente tamaño y figura quejándose amargamente”; las emisiones del estudiante sobrino de don Francisco Rodríguez, Arcipreste de Oviedo, que eran “delgadas con mal color y sin segregado visible”; las orinas de varios sujetos de Gijón, afectos de viruela que definía como “crudas y con perversos colores”; las cambiantes orinas de un paciente de paperas; las emitidas por el abad de Teverga; el aspecto de la orina que el cirujano de Nava le comenta a Casal como “bastante rulona y hace algo de sedimentos”; y finalmente, la “cocción de orinas” en variadas circunstancias. Debe concluirse que Casal, no habla en su obra de las relaciones entre orina y patología tocoginecológica o embarazo. LA HUELLA DE GASPAR CASAL IV. Conclusiones 1. El ejercicio de la tocoginecología siempre gozó de cierta independencia en el ámbito de los saberes y la praxis médica. Es precisamente en el siglo XVIII cuando inicia una independencia definitiva. 2. Casal, como es la tónica de su obra, no pretende realizar un tratado de medicina y de sus especialidades. Nos limitamos, por tanto a recoger y comentar sus alusiones a esta materia. 3. Nuestro médico pone en relación la menstruación, o su ausencia, con la aparición o evolución de otras patologías (parotiditis, fiebres catarrales, mal de la rosa, mal de madre...). 4. Le interesa el tema de la esterilidad y su posible corrección con la balneoterapia. 5. Toca el tema de la herencia en algunas patologías como el bocio y la sarna. 6. Aunque el embarazo no contraindicaba la sangría, Casal señala el elevado número de aborto que conllevaba el procedimiento. 7. Comenta Casal el efecto terapéutico de la leche materna en patologías, “el mal del paño” y como reconstituyente en malnutridos. 8. El tema de la infecciones urinarias es escasamente tratado por Casal, pese a que señala que vio muchos casos. 9. También dedica escasa atención a la cuestión de las metrorragias, pese a ser un tema preferente en tocólogos y ginecólogos. 10. No se hace eco Casal en su obra de la moda que hubo en el siglo XVIII de dictaminar el embarazo por el aspecto de la orina. 11. Sí se refiere Casal a la semiología de la orina en las más variadas patologías. V. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Casal G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Edición facsimilar anotada por J.R. Tolivar Faes. Oviedo 1988 468 Fernández Ruíz, C.: Historia Médica del Principado de Asturias. IDEA. Oviedo 1965. García del Real, E.: Historia de la Medicina en España. Madrid 1921. Junceda Avello, E.: El Saber Ginecológico del Padre Feijóo. IDEA. Oviedo 1964. Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Ediciones SAYMA. Barcelona, 1962. Tolivar Faes, J.R.: Historia de la Medicina en Asturias. Colección popular asturiana. Edit. Ayalga. Salinas, 1976. Telenti, A.: Aspectos médicos de la obra del maestro Fray Benito Jerónimo Feijoo. IDEA 1969 Feijóo, Fray Benito Jerónimo.: Teatro crítico. 8 tomos. Madrid 1781. Feijoo, Fray Benito Jerónimo: Cartas erúditas y curiosas. 5 tomos. Madrid, 1781. 469 LA OBSTETRICIA... Tissot, Mr: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del campo. Edición Castallana, impresa en Madrid en el año 1781 LA HUELLA DE GASPAR CASAL 470 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR EN LA OBRA DE GASPAR CASAL. ARTURO CORTINA LLOSA ROSARIO CORTINA RODRÍGUEZ JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO Como se viene repitiendo en capítulos previos, Casal no pretendió escribir un tratado de medicina. Sólo quiso dejar constancia de su experiencia como médico en Asturias y recoger la patología regional del Principado. Por ello, lo que nosotros queremos en este capítulo es destacar los aspectos cardiológicos de su obra y comentarlos en el contexto de la Medicina Ilustrada española y europea. Para ello, trataremos sucesivamente las siguientes cuestiones: La cardiología de la Ilustración; la cardiología que Feijoo sabía, aunque no fuese médico pero si amigo de Casal y con unos saberes universales; y finalmente rastrear en el pensamiento cardiológico de Casal, a partir de los datos que dejó escritos. Las enfermedades del aparato circulatorio, se comienzan a reconocer y describir de manera sistemática a partir de los siglos XVII y XVIII. Inicialmente, se englobaban en el mismo capítulo las enfermedades del corazón y del pulmón; pero iniciado el siglo XX, los estudios cardiovasculares comienzan a independizarse, de modo que entre 1920 471 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... I- La cardiología durante la ilustración LA HUELLA DE GASPAR CASAL y 1930 la Cardiología se convierte en una especialidad autónoma, primero en Europa y después en los Estados Unidos de América. La primera vez que se utiliza el vocablo “cardiología” en España fue para titular la revista “Archivos de Cardiología y Hematología”, fundada en 1920 por los doctores “Pittaluga”y “Calandre”; y los dos primeros libros que en su título incluían el sustantivo cardiología, fueron obra de los españoles Pérez de Petinto y Mut. Se han realizado muchas sinopsis de la historia de la cardiología, pero ninguna mejor que la realizada por el Dr. Francisco Vega Díaz y por Paul D. White. Para éstos autores, serían cuatro los períodos por los que pasó la especialidad: el “protohistórico”, que abarcaría hasta el descubrimiento de la circulación de la sangre; el de “aparición de interés especializado” ( Lancisi, Sebertini, Lower, De Vieunssens, De Senac, etc ); el de “progresos clínicos y terapeúticos”, que comienza en el siglo XVIII y concluye a finales del siglo XIX, caracterizándose por un avance en las correlaciones clínico-anatómica y la introducción de métodos de exploración clínica mediata; y, finalmente, el “actual” iniciado al concluir la primera guerra mundial. Para hablar de los saberes cardiológicos de Casal, es preciso revisar dos grandes temas: la situación de la Medicina Moderna (Siglos XVII y XVIII) en Europa; el momento por el que pasaba la medicina española del mismo período; y finalmente, por testimonios indirectos, aproximarse a la medicina asturiana de la época. La Medicina Moder na (siglos XVII-XVIII) en Europa Los saberes anatómicos en la medicina moderna europea, siguen un curso muy definido; en el siglo XVII los estudios morfológicos se polarizan en el análisis de las estructuras que se relacionan con las funciones vitales, con la fisiología, para su mejor comprensión; y en el siglo XVIII la anatomía se convierte en el primer aliado del cirujano; la figura del anatomista, que a la vez es cirujano se multiplica (Gimbernat, Hunter, etc). La investigación microscópica despertó interés en el siglo XVII, destacando en este sentido Marcelo Malpighi con sus estudios sobre el riñón y los vasos capilares; pero en el siglo XVIII decayó la histología, 472 473 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... que no se recuperaría hasta comienzos del siglo XIX, cuando los medios técnicos mejoraron notablemente. Nace, por tanto, durante el siglo XVII la Fisiología como saber independiente; y además ocurren hechos de interés: la clínica médica busca nuevos caminos, progresa la medicina quirúrgica y aparecen nuevas especialidades quirúrgica, hay procesos terapéuticos y cambian los modos de estudiar y ejercer la medicina. Hagamos breve referencia a los aspectos de la Fisiología. Durante el siglo XVII, “iatromecánicos” y “iatroquirúrgicos” intentan conocer la fisiología humana, las funciones orgánicas del ser vivo. De entre los iatromecánicos, destaca la obra de Santorio Santorio, quien introdujo el experimento mensurativo en la investigación fisiológica y Alfonso Bonelli, quien estudió la mecánica osteoarticular. Los iatroquímicos por su parte (Van Helmount, Sivio y otros), se ocuparon, sobre todo, de investigar la fermentación ( la “fermentatio”) como proceso químico elemental de la vida; y, consideraron que la perturbación en la misma sería la causa de enfermedad, al romperse el equilibrio entre los elementos ácido y alcalinos. El descubrimiento de la circulación de la sangre por William Harvey (1578-1657) fue un hecho trascendental en la historia de la medicina, recogido en su libro, “Exercitatio Anatomica de Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus…” (1628); aquí comienza, como hemos dicho, la historia de la cardiología científica; y. además, debe considerarse esta obra como el fundamento de la fisiología moderna, pues convierte el experimento, la medida y el cálculo en el método obligado de toda investigación fisiológica; por otro lado, el descubrimiento suponía descabalgar todas las doctrinas antiguas de origen galénico, hecho que generó no pocas polémicas. A raíz de esta obra, los fisiólogos estudiaron, con ahínco, varios fenómenos biólogicos: la digestión, la respiración, la dinámica muscular, las funciones sensoriales y sensitivas, etc. En el siglo XVIII, la fisiología se desliga ya por completo de la anatomía para convertirse en una disciplina con métodos propios de conocimiento y autónoma. Durante este siglo seguirán las investigaciones fisiológicas dos criterios: “el mecanicismo” y “el vitalismo”. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Lazaro Spallanzani, fue el abanderado del mecanicismo y realizó importante estudios sobre las funciones digestiva, respiratoria y circulatoria; Albrecht Von Haller, por su parte, estableció las bases de una fisiología general de orientación vitalista y trata de explicarse los fenómenos vitales con su doctrina de “la irritabilidad”. Su obra, está considerada como el primer texto de fisiología general escrito en Europa. Al finalizar el siglo XVIII, se llega a conocer la función orgánica de la respiración, tras el descubrimiento del oxígeno por Lavoisier y el reconocimiento de su función biológica. Pero, la cantidad de conocimientos que ofreció el siglo fue más amplia; en efecto, en el ámbito de la neurofisiología, la fisiología sensorial y la electrofisiología se obtuvieron netos avances, destacando los trabajos de Luigi Galvani. La c línic a médic a, car diológic a y ot ras especialidades La renovación de la clínica médica durante la Edad Moderna se cimenta en la obra de cuatro personajes: Baglivi, Silvio” y Sydenham en el siglo XVII; y Boerhaave y un buen número de clínicos en el siglo XVIII, procedentes de la escuela vienesa. Los medios diagnósticos eran muy elementales: Anamnesis, inspección y exploración, así como la observación de los emuntorios y el producto de las sangrías. A ellos se fueron añadiendo nuevos elementos y nuevos conceptos, Así, Boerhaave introdujo nuevas formas para realizar la historia clínica y la termometría clínica, Joseph Leopold Auenbrugger la percusión del tórax y poco más, desde el punto de vista instrumental. Pero, desde el punto de vista conceptual, hubo netos progresos. Sydenham, con su concepto de “especie morbosa” describió e individualizó varios modos de enfermar, describió muchas enfermedades y las clasificó en agudas y crónicas. Esta tarea de describir e individualizar ”especies morbosas”, ocupó a muchos clínicos del siglo XVII y XVIII, con apoyo de la necropsia también por influencia de Sydenham. La obra de Giovanni Maria Lancisi, titulada “De Subitaneis mrtibus” ( 1706), fue el primer tratado de patología cardiovascular escrita con criterios anatomopatológicos. Y, aunque mucho más amplia, abarcando otras enfermedades, fue la obra de Givanni Battista Morgagni “De Sedibus et causis morborum per anatomen indagatis” ( 1761); en 474 475 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... ella, el autor pretendía sistematizar los modos de enfermar de acuerdo con el asiento de las lesiones producidas en el organismo y no según el criterio clínico que propugnaba Sydenham. Varias ramas de la medicina durante el Barroco e la Ilustración refuerzan su independencia iniciada en el Renacimiento: La Pediatría, la Psiquiatría, la Dermatología y la Venereología. La Cirugía de los siglos XVII y XVIII, realiza importantes progreso. Su desarrollo se sustenta, solidamente, en los nuevos conocimientos anatómicos y fisiológicos y las investigaciones anatomopatológicas. Además, se crean centros específicos para la formación científica y técnica de los cirujanos. Ello se tradujo en mejoras técnicas, el intento de regular anatómicamente el acto quirúrgico, el desarrollo de una cirugía conservadora y una gran preocupación por el seguimiento postoperatorio de los pacientes. Destacaron en esta época varios cirujano; en Francia “Pierre Dionis, Petit, Desanet y Chopart; en Italia, Scarpa; en España Antonio Gimbernat, en Alemania Fabricius von Hilden; en Inglaterra Cheselden, Pott y los hermanos Hunter. Por las razones apuntadas, la cirugía moderna europea ganó en prestigio social y eficacia. Otro hecho significativo, en la Edad Moderna, fue el desarrollo e individualización progresiva de algunas especialidades quirúrgica. La tocología, cae en manos del cirujano y se desvincula de las comadronas y progresa en estas direcciones: mejor conocimiento del parto normal y las distocias; mejor indicación de las “cesáreas”; práctica de la “sinfisiotomía”; utilización del “fórceps”; y finalmente, la aparición de una literatura tocológica específica, destacando dos obras; por un lado el “ Traté des acouchements” ( 1724) de los franceses Francois Mauruceau y Pierre Diones y la “Anatomia uteri humani gravidi” ( 1774) de William Hunter. La oftalmología también sufre un ascendente proceso de especialización con novedades en la corrección de las ametropías, cirugía de catarata, la iridectomía, la corrección de fístulas lagrimales, etc. Finalmente, la urología también en la dirección de la individualización, LA HUELLA DE GASPAR CASAL mejora sus técnicas de talla y antes de finalizar el siglo XVIII se realiza la primera nefrectomía. Con referencia a la terapéutica, los grandes médicos del siglo XVII se volcaron e la terapéutica; por un lado proponiendo recursos nuevos; y por otro estudiando nuevas indicaciones a las que ya se usaban. Debe reconocerse que el uso de la quina fue la aportación más interesante de entre los nuevos productos; y otro principio activo, también traído de América, fue la ipecacuana, muy utilizado también. El empleo del antimonio y del hierro, también suscitaron gran interés en la medicina del Barroco. Durante el siglo XVIII, se comienza a utilizar la belladona y se pretende prescribir la digital de una manera científica, pues se hacía de modo empírico en casi todos los países europeos. Pero, hubo más novedades: En el siglo XVII, hay una gran polémica sobre la utilidad de las sangrías y se desarrolla de modo notable la hidrología médica en torno a manantiales de aguas medicinales y termales. Se ensayó, también sin éxito la transfusión sanguínea. En el siglo XVIII, se profundizó en el empleo de los fármacos redactándose las primeras farmacopeas; ello, no impidió para que se siguieran utilizando recursos transicionales: sangrías, purgas, escarificación, clísteres, cauterios, creación de fontanelas y otros menos comunes. Y, durante la ilustración, surgen nuevas tendencias, especialmente homeopatía” y “mesmerismo”, que se desarrollarían con ímpetu, en ambientes populares, en el siglo XIX. La enseñanz a de la Medicina y su práct ic a: La formación del médico clínico se hace práctica por influencia, primero, de Baglivi en Italia y de Silvio en Leyden. Y, más tarde, por influjo de la Escuela Médica de Viena, dirigida por Gerard Van Swieten discípulo de Boerhaave. La Cirugía, comienza a enseñarse en instituciones específicas, tanto en París como en Inglaterra y Viena. En España, la renovación de la cirugía la hicieron posible los Reales Colegios de Cádiz, Barcelona y Madrid para la preparación de cirujanos militares, Y, en pleno siglo XVIII, se crean cátedras, en diversos lugares, de Obstetricia, Oftalmología y otras especialidades. 476 477 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... Con las evidentes mejoras señaladas, tanto el médico como el cirujano, ganaron mucho en prestigio social. Se crearon organismos estables, como el “Protomedicato” en España para legalizar la actividad médica. Y, comenzaron a aparecer publicaciones médicas periódica en el ámbito europeo, creándose academias y sociedades médicas en varias capitales europeas, siendo la matritense del año 1754 Pese a estos avances en la Medicina Modernas Europea, había auténticas lagunas en su desarrollo, iniciándose en el siglo XVIII sin posible solución. Los temas de mayor interés eran los siguientes: la adopción de medidas higiénicas generales por disposición legal; la organización de los hospitales estales; la protección de la población en las epidemias más comunes entonces ( tifus exantemático, difteria cruprosa o garrotillo, viruela, escarlatina, malaria, escorbuto) y otros. Dejamos aquí este apartado resumen de la medicina europea moderna, para volver a la española. Con referencia a La Medicina Moderna en España (Barroco e Ilustración), ya hemos abundado en esta materia, en capítulos anteriores en los que hemos colaborado. Resaltaremos sólo aquí algunos aspectos relacionados con el tema que nos ocupa. En el Siglo XVII, la Medicina española, en sus aspectos fisiológicos y fisiopatológicos sigue siendo muy teórica, ligando su estudio a las concepciones clásicas de la enfermedad, heredados del pasado inmediato y del mundo clásico. Y, ello, pese a las pragmáticas de Felipe III de 1603 y 1617 en las que se regulaban los conocimientos que se debían adquirir bachilleres en medicina y cirujanos para poder ejercer; conocimientos que debían mostrar ante los tribunales del Protomedicato; en tales pragmáticas, que mostraran un gran interés por la formación del médico, se detallaba hasta cómo se debían leer los textos de Hipócrates, Galeno y Avicena. El descubrimiento de la circulación sanguínea tuvo su eco en España y creó polémica. Matías García (1677) criticó la teoría de Harvey; Francisco Morello ( 1678) y Juan Alós (1694), le defendieron; y un gran médico español de aquel siglo, Bravo de Sobremonte, escribió sobre la LA HUELLA DE GASPAR CASAL fisiología de la circulación, al describir el examen del pulso en su obra “De Sanguinis Circulatiore et Arte Spymica”. Este autor también se ocupó a lo largo de su vasta obra de la lipotimia y el síncope. Otro autor español barroco que escribió sobre temas cardiológicos o afines fue Gaspar Caldera de Heredia, siendo de sumo interés sus tratados “De cordis palpitatione consultatio” y “De pulmonis et pectoris tubérculo”. Habría que incluir aquí, por supuesto, a todos los tratadistas del siglo, que, con uno u otro criterio, escribieron tratados de medicina tanto desde el ámbito de la medicina y la cirugía como de las nacientes especialidades. Pero no ha lugar a ello en este trabajo En el Siglo XVIII, pese a las pragmáticas de Felipe III y las ansias renovadoras de algunos médicos y universidades, la enseñanza de la medicina sigue dispensándose en la universidad española según criterios ideológicos y didácticos muy tradicionales. Martin Martínez, Andrés Piquer, y Ruiz de Luzuriaga, proponen nuevos planes de estudios y reformas, de manera sucesiva; Feijóo, Torres Villarroel, Hervás y Panduro y el Padre Rodríguez se suman a los que postulan el cambio. La Fisiología y la patología General siguen siendo muy especulativas. De todos modos, debe dárseles el mérito que merecen tanto a Martín Martínez ( Oviedo), como al Padre Antonio José Rodríguez (Monasterio Cisterciense de Veruela), por sus intentos para derrocar un importante contingente de concepciones escolástico-galénicas, hasta entonces aceptadas con casi unánime asentimiento. Y entrando en cuestiones concretas de Fisiología cardiorrespiratoria merece la pena recordar las siguiente obras y autores: “Dissertaciones PhysicoMathemátics-Médicas sobre el gran problema de la respiración” ( Madrid 1760) del Padre Rodríguez; “Disertación químico-fisiológica sobre la repiración y la sangre ( Madrid 1790), de Ignacio María Ruiz de Luzuriaga; “Lapis Lydos Appollinis” ( Madrid 1741), de Francisco Solano de Luque sobre el pulso. A estos estudios, deben añadirse las obras de los grandes tratadistas médicos del siglo XVIII: Pascual Francisco Virrey y Mange, José Juan 478 479 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... Antonio Baguer y Oliver, Francisco Sanz de Dios y Guadalupe y otros autores entre los que cabe destacar a Gaspar Casal, Nos resta, ahora, aproximarnos a lo que de cardiología se sabía en Oviedo en el siglo XVIII; y nada mejor que hacerlo de la mano de Feijoo. En la Medicina Moderna en el Principado de Asturias, durante los siglos XVII y XVIII, había muy pocos médicos. Sí había cirujanos, bien contratados, por los Ayuntamientos, bien con ejercicio libre. Casal habla de su escasez durante su estancia en Asturias de este modo:”…A esto ayudó mucho el corto número de médicos, que había y hay en el dilatado y muy poblado terreno de Asturias; pues no pasaban, ni hoy pasan de tres o cuatro”. Y, en otro lugar, vuelve a insistir en el tema con estas palabras: “ Se ha de notar que en todo el Principado de Asturias somos solo cinco médicos; uno en Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en esta ciudad de Oviedo; siendo constante , que por lo dilatado, y poblado del País, se necesitaban más de doce para que fuesen medio asistidos , los que de ordinario están enfermos, aún en los años y tiempos saludables. Verdad es que, para consuelo de los tristes pacientes, tienen los Concejos ( no todos; pues hay algunos de mil vecinos que pasan sin él) cirujano asalariado, el cual sirve también de médico; y en los casos graves, siendo el enfermo persona de algunos medios, le obligan a que consulten al médico” En este panorama de escasez de médicos, había una turbamulta de desaprensivos y aprovechados dispuestos a intervenir en cuanto se les presentaba la oportunidad. También Casal se acordaba de ellos con estas palabras: “No fallecieron estos por falta de medicinas: pues no quedó tisana, conocimiento, loch, jarabe, conserva, mixtura, bálsamo, píldora, antihéctico, ni antitífico que dexase ministrárseles: ni por carestia de Médicos; porque entraron en este sarao, cuantos extranjeros, paisanos, químicos, boticarios, botánicos, curanderos y viejas que hallaron por entonces en el Principado de Asturias o transitaron por él…”. Para completar esta visión de la medicina asturiana ilustrada y, en concreto, los conocimientos cardiológicos, aportamos las ideas de Feijoo al respecto y otras informaciones. LA HUELLA DE GASPAR CASAL El p ensamiento c ardiológico de Feijoo: Como es sabido, Feijóo no era médico, sino un erudito interesado por todo, pero especialmente por las ciencias naturales y la medicina. En sus obras, dejó muchas opiniones sobre la medicina, los médicos y cuestiones puntuales de anatomía, fisiología, patología y terapéutica. Señalemos algunas referidas al aparato cardiocirculatorio. Con respecto a la anatomía c ardiovascular, el erudito benedictino, no solo habla de cuestiones anatómicas generales como su historia, su utilidad, el valor de la autopsia, la importancia del estudio microscópico, etc., sino también de cuestiones anatómicas concretas. Las referidas al aparato cardiocirculatorio, fueron varias, pero destacamos dos. La primera: Él desmiente las conexiones anatómicas entre las venas basílica y cefálica del brazo con el resto del organismo, creencia muy arraigada entre “ los médicos sangradores”, para elegir el lugar de sangrías, de acuerdo con la localización de la patología. Feijoo, en este caso, alude a los conocimientos anatómicos más modernos y achaca a ignorancia médica este creencia . La segunda: La negación definitiva de que hubiera una conexión anatómica directa entre corazón y el 4º dedo de la mano derecha (anular o corazón), como se creía desde antiguo a través de nervio o arteria. Pero también él tuvo ideas anatómicas aberrantes como creer que había una conexión directa entre estómago y vejiga urinarias a través de un conducto explicaría la rápida micción después de ingerir algunas bebidas. De todos modos tenía unas ideas anatómicas bastante claras y conocía las malformaciones cardiacas: duplicidad cardiaca, existencia de tres ventrículos y el ventrículo único, caso que leyó en la literatura científica de la época Por lo que se refiere a la fisiología c ardiovascular, aunque hable largo y tendido de los fenómenos de la respiración, Feijóo no llegó a comprender su esencia. Dice: “ Para mi inteligencia es uno de los misterios que tiene reservados en su profundo seno la naturaleza”. De los aspectos anatómico-fisiológicos del corazón Feijóo estaba bastante bien informado. En efecto, conocía de él su inervación, compartimentación en cuatro cavidades, recubrimiento por el pericardio y 480 481 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... circulación mayor y menor, saliendo la sangre por la arteria pulmonar a los pulmones y por la aorta al resto del organismo Rebate la teoría aristotélica, respetada hasta entonces de que el corazón es el “principio del sentimiento, movimiento y nutrición”. Sobre la circulación de la sangre, posee el benedictino unas ideas meridianamente claras: la sangre fluye desde el corazón por las venas cuyas válvulas impiden que retroceda, existiendo conexiones capilares entre ambos sistemas que no se ve. Sin embargo, desconoce cuál es la fuerza motriz que sostiene el flujo continuo, considerándolo de momento no explicada. En cuanto a la patología c ardiovascular. no encontramos descripciones de patología cardiovascular en Feijoo, que no estén referidas al contenido; esto es: a la sangre como elemento nutritivo, sede de los humores, transporte de los elementos perturbadores de la salud, etc. pero, ni de patología cardiaca ni vascular se habla en su obra. Para conocer este asunto, no queda otra alternativa que ir o a un texto académico del siglo XVIII o a una obra de Medicina práctica de la época. Nos inclinamos por otra segunda opción revisando los contenidos de la obra de Mr Tissot, ya comentada en capítulos anteriores. A continuación analizaremos la patología c ardiovascular en el siglo XVIII, en una obr a de medicina práct ic a de la époc a: La organización interna del tratado al que estamos haciendo alusión, y , por tanto, su índice, no incluyen una descripción sistemática de las enfermedades cardiovasculares. Por ello, seguimos su orden expositivo para entresacar los datos patológicos cardiovasculares más importantes: Causas de las enf er medades del pueblo: De entre ellas, señala el autor una que es posible se relacione con la cardioesclerosis en algunos y en otros de una cardiopatía reumática descompensada. Dice: “Las causas más frecuentes de las enfermedades entre las gentes del campo son: El trabajo excesivo y continuado por mucho tiempo. Algunas veces se ponen estas gentes repentinamente abatida, y en un estado de debilidad, de que rara vez se curan; peor les es más común padecer alguna enfermedad inflamatoria como el garrotillo, el dolor de costado, o la pulmonía. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Muer te aparente y repent ina: Dedica el autor el Capítulo XXVIII a las muertes aparentes y repentinas. No considera como posible causa el fracaso cardiorrespiratorio por el mecanismo que sea. Patología vascular per ifér ic a: El capitulo XXX, está dedicado a la patología externa y a las enfermedades quirúrgicas. En é, entre otras cosas, se habla de la úlceras en las piernas, de los miembros helados y de los sabañones; pero nada se dice de las varices ni de la trombosis Los desmay os y sus c ausas: En un amplísimo capítulo se dedica Mr Tissot a analizar las causas y los remedios de los desmayos. Este capítulo XXXI de la obra, aporta algunos datos a nuestro empeño. Los pacientes con demasiada sangre (le llamamos poliglobúlicos hoy) podrían desmayarse, cuando concurra su desencadenante (ejercicio, bebida, alimentación, etc) por “aumentar de repente el movimiento de la sangre”. En el extremo opuesto, la falta de sangre o debilidad también produciría desmayos. No se describen en la obra ni los síntomas ni los datos exploratorios del desmayador por otra causa. En el resto de los casos (embarazo del estómago, enfermedades de los nervios, pasiones, enfermedades hemorragias, convulsión sofocación, miedo, tufo o vapor del carbón y el vino) tampoco se hable de las repercusiones hemodinámicas salvo el valor del pulso como guía. O tras enf er medades, comunes: Dedica el autor un amplio capítulo a “Adiciones sobre diferentes enfermedades comunes o frecuentes. En este capítulo XXXII, se estudian enfermedades cardiológicas, por más que algunas denominaciones sean antiguas e imprecisas para nosotros. La Anasarca o Hidropesía gener al, está perfectamente descrita desde el punto de vista clínico, pero no se revela en el texto ninguna causa cardiológica, y, la fisiopatología de este procedimiento es absolutamente rudimentaria en años de nuestro autor. Dice: “ Todas estas causas producen una flusión grande de la parte acuosa de la sangre a todas las cavidades pequeñas del tejido celular, o impidiendo, cuando en ellas está recogida, que la reabsorban los vasos que están destinados para esto; deteniendo las secreciones y excreciones, ya naturales o ya artificiales y oponiéndose a las evacuaciones císticas, causan anasarca”. 482 Cuando se habla de la “hinchazón de las piernas”, no se señala causa cardiológica, ni causa vascular local sean trastornos varicosos, sean flebitis o sean trombosis. El asma, está perfectamente descrito y es identificable con el cuadro clínico que hoy conocemos. Otra cuestión es los que denomina “catarro sofocativo” que bien pudiera tratarse de una cardiopatía crónica más o menos establecida . Poco más, se podrá extraer de éste excelente manual desde el punto de vista cardiológico. Hay que admitir que el panorama de la cardiología ilustrada era pobre. Veamos lo que decía Casal. Repasaremos, aquí, brevemente, los aspectos anatómicos, fisiológicos, clínicos y terapéuticos de la cardiología casaliana, si es que puede llamarse así. De anatomía y fisiología dijo poco; prueba evidente de ello es que en algunas de las ediciones anotadas y consultadas no aparecen en el índice de materias la palabra cardiología. Casal, en su tratado sobre Hipócrates recomienda seguir al maestro de Cos en la práctica de la Medicina para evitar confusiones ante el abigarrado panorama que ofrecía entonces la literatura científica entonces. Sin embargo, reconocía que los avances habidos eran incontrovertibles. Decía: “ Ya entonces (en sentir de algunos prudentes y eruditos médicos, que registraron con diligencia los escritos de aquellos, y de estos siglos, y cotejaron las doctrinas de unos, y otros con lo mismo, que observaban en sus enfermos) estaba esta facultad tan adelantada en la substancia (dígolo así) como ahora: aunque en lo perteneciente a la Botánica, Pharmaceútica, Chimica y Anatomía haya logrado después no pequeños aumentos”. Siguiendo el mismo estilo, de la pura generalización, habla de nuevo del conocimiento médico en estos término: “...Porque los ingeniosos y bien ejercitados médicos, informados de e hecho, y el derecho, pueden venir en conocimiento (aunque enfermo vaya sanado) de los yerros, que en la curación de su mal se cometieron. Hablando la verdad confieso 483 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... II. La cardiología en la obra de Gaspar Casal LA HUELLA DE GASPAR CASAL que (a no ser por casualidad) es imposible que las curaciones vayan arregladas al interior mecanismo del cuerpo humano hasta que los médicos, con tanta claridad, como tiene en su arte los excelentes relojeros, lleguen a conocer el número, tamaño. figura, disposiciones, oficios , movimientos, conexiones y demás requisitos de cuantas partes sólidas, y líquidas lo componen, y lo conservan sano: y aún esto sería bastante, sin que al mismo tiempo lograsen ciencia cierta de todas las causas capaces de postular, y pervertir el orden, y armonía, con que deban concurrir dichas partes, para que las funciones naturales se celebren con la perfección, que se les debe. Y, por fin, aunque se hicieran patentes estos arcanos de la naturaleza, nos faltaría acaso medicinas para remediar los daños procedidos de las causas morbosas. Hasta aquí, un canto general de Casal, al conocimiento antiguo y moderno, y una alusión a sus limitaciones. Debemos dar por supuesto que Casal conocía la Anatomía del corazón y del aparato circulatorio, aunque, como veremos más adelante, llegado el momento de poner en marchas la maquina anatómica haría afirmaciones no sostenibles. Conocía, perfectamente los dos movimientos de contracción (sístole) y relajación (diástole), a los que hace alusión en esta frase: “ Jamás hallé un paciente febril cuyo pulso fuera tan frecuente y tan desigual, de modo que más que del ordinario movimiento de sístole y diástole es mejor hablar de un movimiento desordenado del corazón y de una sobrexcitación de las arterias. Aunque en los índices de materias señalados no existían las palabras corazón, venas, arterias y arteriolas, sí, se hace referencia a la circulación de la sangre y a la linfa. Da a entender Casal que conoce dos circulaciones paralelas, la sanguínea y la linfática, que interaccionan entre ellas. Dice, a propósito de un paciente canceroso en “La repuesta de los Sapientisimos Doctores de París el Dr. Casal: Todo estos síntomas indican con bastante claridad, sumo espesor de la linfa y de la sangre del enfermo, que se estancan en los vasos y receptáculos, de donde provienen los escirros y los tumores escirrosos...Esto parece indicar, a primera vista, la existencia de cierto pus virulento oculto hace tiempo en la sangre a la que espesa como a la linfa, comunicándoles tal viscosidad 484 485 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... que acumuladas producen aquellos síntomas. No insiste Casal en detalles anatómicos ni fisiológicos, porque, como ya señalamos su objetivo era otro: Resaltar la patología regional. En todo caso, como los anatómicos de su época separaba el sistema circulatorio del sistema linfático. Otra cosa es, como les involucraba en la fisiopatología de algunas enfermedades, tema que solo nos incumbe aquí parcialmente. La linfa, tendrá mucho que ver en la fisiopatología de algunas enfermedades por su espesamiento en relación a los alimentos y el clima. Y, una mala interpretación del sistema circulatorio era común en el siglo XVIII: Desde las supuestas conexiones entre órganos y venas, para realizar las sangrías, hasta interpretaciones anatómicas como ésta que hace Casal: “ El que supiere cómo es la áspera arteria desde la cabeza o laringe hasta las vejiguillas del pulmón, en que terminan los bronquios y contemplare la angostura, o estrechez convulsiva con que necesariamente quedarían aquellos instrumentos neumáticos después de treinta toses continuadas, vendrá en conocimiento de próximas causas, que entonces concurrían, para formar aquel sonido al entrar de nuevo el aire”. La circulación general y por tanto la sangre, eran sede de hechos muy importantes cuales eran las fermentaciones y putrefacciones acaecidas en muchas enfermedades y de los “temperamentos” con sus variadas manifestaciones; nos consta la interacción de algunos de ellos en las enfermedades. Respecto al “sanguíneo-bilioso” decía: “ En los mozos robustos, y aquellos que llaman de temperamento sanguíneo-bilioso era las evacuaciones de sangre el único, y seguro remedio, que desterraba la cobertura y minoraba la inflamación dolorosa. Sobre un “sanguíneoflemático”, recuerda: “... pero sanó perfectamente, sin accidente alguno peligroso. Es muchacho pacífico, blanco, grueso, y de complexión que llaman sanguíneo-flemática”. De los “melancólicos”, decía esto: “su edad son treinta y siete años; su temperamento melancólico... tiene sus eructaciones del estómago, y oprimido su corazón; pero éstos síntomas los padecían en salud; pero , hablando de la sarna, admite la posibilidad de un cambio de la disposición natural con estas palabras: “porque además de consumir el néctar vivífico, hace que los humores naturales LA HUELLA DE GASPAR CASAL degeneren en una disposición melancólica-cancerosa... ; refiriéndose al temperamento de nuestro país, de Asturias, tierra húmeda, describe así a sus habitantes: “No creo que haya región donde se hallen tantos melancólicos y epilépticos como ésta...la copia grande de humores superfluos, reduce y se demuestra en la abundante sarna, lepra, tumores glandulosos, caquexia, hidropepsias, bocios y demás achaques que aquí experimentamos . Sirvan estas citas para cerrar este breve capitulo. Sobre todo porque, el campo de batalla por la salud tenía lugar en el cuerpo, pero de un modo especial en la sangre y en la linfa, sede de la destrucción en la enfermedad y en presencia de “los humores bien congénitos, bien adquiridos” que modificaban la respuesta a la enfermedad. Este capítulo, se enriquece algo con la semiología gener al de cor azón y sistéma vascular p er ifér ico que veremos a continuación. Los síntomas y signos de or igen c ardiovascular aparecen reiteradas veces en la obra de Casal. Señalemos los más importantes: La angust ia del pecho o angina de p ec ho: Describe esta situación Casal en diversas circunstancias especialmente en el asma seco hidropiforme de los pulmones. Los vahídos: En el tercer tipo de histeria los pacientes podían presentar vahídos, tal como dice Casal: “... porque unas veces afligen con perturbaciones de cabeza, vahídos, zumbidos, perversas fantasías, espasmódicos movimientos de los ojos, etc. otros con ahogos de pecho y garganta; otras con palpitaciones y angustias de corazón, pulsos pequeños, desiguales y débiles; otras con ansias y náuseas del estómago, extremos fríos, orinas claras como agua, desmayos, temblores de todo el cuerpo, rugidos de vientre, etc.” Tratando de aclarar la etiología de los vahídos lucubraba de este modo Casal: “Y así es verosímil, que los catarros, inflamaciones internas de pecho, vahídos, toses y aún las paperas hubiesen, en parte, tenido origen de la mudable y mala temperie de aquellos años”. Y, en ocasiones, los vahídos poseían una etiología bastante clara a tenor de lo escrito: “Aquellos vahídos y dolores de cabeza, que reinaron 486 487 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... generalmente desde los fines de marzo parece que podían ser anuncio de las paperas que la sucedieron”. La or topnea: disnea que obliga al paciente a permanecer incorporado para respirar, la describe Casal en el caso de los niños hermanos y de las familias nobles, atacados de catarros sofocantes. Los describía así: ...” y llenos de sudor y angustia, respiraban con constante fatiga, como los que padecen casi mortales ortopneas. Hice, que de repente se sangrasen; y de repente quedaron libres de sus trabajos”. La lipot imia: caracterizada por pérdida de sentido por pasajera anoxia cerebral es descrita por Casal. En el capítulo dedicado al Asma seco hidropiforme de los pulmones, dice: “Respecto al desfallecimiento del ánimo y palpitación de corazón, puedo asegurar con certeza que, los que padecen esta enfermedad, se quejan con frecuencia del primer síntoma, pues se acercan casi a la lipotimia; pero tan solo halle dos que tuvieran palpitaciones de corazón”. Con respecto a las palpitaciones: Anota Casal las palpitaciones en las siguientes situaciones: histeria de la tercera clase o tipo; fiebre y orquitis con historia de sangrías provechosas por palpitaciones de corazón y reumatismo, y en el asma seco hidropiriforme Además de los Síntomas, Casal también presta atención a la Explor ación y a los S ignos c línicos Casal, era meticuloso en sus observaciones clínicas. Meticuloso, puntilloso y objetivo. No conocemos ninguna historia clínica manuscrita de él que hubo de tenerlas, porque sería imposible escribir su “Historia Natural”, con tanto lujo de detalles. De todos modos, no nos podemos quejar del material que dejó en su obra. Es evidente que realizaba una anamnesis completa, exploraba a sus pacientes, observaba sus emuntorios y el producto de las sangrías y las seguía día a día: el estudio general, la auscultación directa a través de la pared torácica a puro oído, la exploración general, el estudio del pulso, y la observación de sudor, orina y heces, era lo rutinario en él. Analicemos algunos de los datos que dejó escritos con referencia a las arritmias, el pulso y la cianosis: LA HUELLA DE GASPAR CASAL Las ar r timias: o, desorden de los latidos del corazón, la concocía y percibía bien Casal en sus maniobras exploratorias. Las describió en estas circustancias: La pasión histérica; la afasia histérica; las viruelas; las fiebres ardientes y perineumonías y en el asma seco hidropifrome de los pulmones. Casal, suele describir con mucha precisión la arritmias con frases como esta:” desiguales pulsos”; “pulso frecuente acelerado y desigual”; “pulsos muy frecuentes, desigual, débiles y pequeños y otras. La br adic ardia, o ritmo lento del corazón, también fue objeto de atención de Casal. En las decripción de la enfermedad del estudiante de Somiedo, alojado en casa de Domingo Herrero de la Calle del Rosal dice: “ Fui a visitarlo por la mañana temprano y retrase´la intención con que iba; porque el pulso había caído tanto, en magnitud, frecuencia y vehemencia, que no me atreví a permitir evacuación de la sangre. En cuanto al Pulso: La magnitud, frecuencia y vehemencia, eran características que siempre chequeaba Casal, quien daba una importancia decisiva al estudio de pulso del paciente. El estado del pulso, de una importancia radical en la Medicina del siglo XVIII, era una guía segura para realizar o, no, sangrías y, para de algún modo, hacer un pronóstico sobre el futuro del paciente. La coloración azulada de la piel y mucosas ó cianosis fue motivo de comentario, por parte de Casal, en algunas situaciones como éstas: histeria, catarros ferinos epidémicos, escorbuto, y asma seco hidropiforme de los pulmones . En su obra, Casal hace alusión a enfermedades cardiológicas y vasculares. Con respecto a las entidades nosológicas relacionadas con el corazón mencionaremos el asma seco hidropiforme, el catarro sofocativo y la hidropesía. Y en cuanto a las relacionadas con el árbol vascular periférico, mencionaremos las angiopatías y ateromas en el árbol arterial, y las hemorroides y las varices en el venoso. Asma seco hidropifor me de los pulmones: Sobre esta entidad habla Casal en repetidas ocasiones. Denomina así nuestro erudito un cuadro clínico que vio solo nueve veces en catorce años. Tal cuadro era mucho 488 489 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... más grave que el “catarro sofocativo”, “el asma convulsivo” y la “hidropesia pectoral”, y se diferencia notablemente de estas entidades. Analicemos, brevemente, las características fundamentales del asma seco hidropiforme para, al final, tratar de encajarlo en un cuadro cardiológico actual. - Frecuencia, edad y sexo: Era un cuadro sumamente infrecuente, a juzgar por lo que decía Casal: “ Desde el año de gracias 1726 al presente de 1740, he observado en esta ciudad nueve personas, atacados de esta pésima afección, siete eran hombres y dos mujeres; dos de aquellos eran religiosos (uno de la orden seráfica y otra de las de predicadores); los demás eran dos canónigos. dos caballeros y uno de casa media. Ninguno era decrépito ni se podía llamar viejo, pues todos estaban casi en la plenitud de la vida” . - Clínica. Evolución en tres grados. Primer grado: Disnea al esfuerzo, angustia en el pecho, tos escasa, poca o nula expectoración, pulso agitado intermitente y desigual, sueños agitados, sed, anorexia. En esta fase el rostro del paciente conserva su color natural. Segundo grado: Se exacerban los síntomas señalados. Aumentan astenia y anorexia, la angustia de entrañas y la debilidad. Pero lo que más aumenta es la dificultad para respirar en cualquier posición, especialmente por la noche, “oprimiéndolos de tal modo que ni sentados en el lecho, pueden respirar” . Tercer grado: Se llega a él “como en sucesión inoxorable” y se caracteriza por: Hinchazón grandísima de piernas y pie; disnea; dolores por tensión de la piel hinchada con formación de vejigas acuosas que se rompen con exudación perenne y sin que desaparezcan los edemas; edema rojizo y con fovea, que asciende a muslos, escroto, piernas y abdomen; cambio del aspecto del paciente, que, se torna plomizo; principalmente en los labios; debilidad progresiva, dificultadad respiratoria reciente y muerte angustiosa y terrible a los poco días. - Pronóstico y evolución: LA HUELLA DE GASPAR CASAL Casal resuelve esta cuestión con pocas palabras.” Esta enfermedad es de breve duración: no más de tres o cuatro meses. Con todo, yo he visto un joven que la padeció casi durante siete meses” -Diagnóstico diferencial: Casal, tratando de diferenciar este cuadro de otros; dice: “ Parece evidente que coincide en muchos aspectos con el catarro sofocativo, con el asma, principalmente la convulsiva, con la hidropesia pulmonar y con otras afecciones del pecho complicadas con supuración, pues todos los médicos convienen en que la fatiga, la tos, la alteración del pulso, la hinchazón de los pies, la caquexia y la hidropepsia, son síntomas que acompañan a estas enfermedades o se originan en ellas. Pero examinado escrupulosamente todos y cada uno de los fenómenos de nuestra enfermedad, no parece esa semejanza tanta que no se perciban específicas diferencias entre ésta y oreas afecciones citadas” Basa Casal el diagnóstico diferencial en los siguientes argumentos; en primer lugar, el pulso permanentemente alterado; en segundo lugar, la fatiga con poca o nula tos; y en tercer lugar el curso grave y fatal del asma hidropiforme. - Discusiones a la luz de la Literatura y consideraciones fisiopatológicas de Casal. Una de las cosas que más llama la atención a Casal de esta fatal enfermedad es el pulso del que dice: “El pulso es desde el principio, agitadísimo, intermitente, y tan desigual en sus peculiares propiedades, que no se puede explicar o describir con determinados caracteres o leyes. Jamás hallé un enfermo febril, cuyo pulso, fuera tan frecuente y desigual, de modo que más que del ordinario movimiento del sístole y diástole, es mejor hablar aquí de un movimiento desordenado del corazón y de una sobreexcitación de las arterias. Solo he notado pulso igual en un caballero que, a intervalos, padecía palpitaciones de corazón a causa de una afección hipocondriaca crónica”. Casal, hipocrático convencido, analiza los datos de sus pacientes a la luz del maestro de Cos y concluye de este modo: “A mí me parece que la causa próxima y el origen de tan terrible mal es algún tubér- 490 491 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... culo de naturaleza escrofulosa, o de otra indomable naturaleza que, originando en una u otra parte de los pulmones, impide el ordenado funcionamiento de éstos y del corazón y permanece hasta la muerte del enfermo”. Y remata su razonamiento diciendo que pese a su suposición, nada puede afirmar con seguridad porque no vio necropsia alguna de estos pacientes. Pues, se aferra a su teoría diciendo: “Abrazo pues, esta opinión, no porque haya tenido un conocimiento evidente de estos tumores sino porque desde su disposición se deduce fácilmente la concatenación o conexión que no solo tienen entre sí sino con su causa próxima. Dada la posición del tubérculo en el pulmón, comprimiendo los órganos de la circulación e impidiendo la libre entrada y salida del aire, se comprende, con toda claridad, por qué el pulso, que desde el principio parece desigual, intermitente, frecuente y desordenado, persevera alterado hasta el fin de la vida; por qué persiste, sin remisión alguna, la ingentísima fatiga; por qué la tos es seca, sin expectoración alguna; por qué no se calman las angustias del pecho después del paso de los humores desde las partes superiores a las inferiores; y por último por qué y cómo termina necesariamente en la muerte tan terrible hidropesia”. Y apoyándose en Baglivio remata su teoría patogénica: “ la rotura o relajación de los vasos linfáticos puede originar la perenne fatiga, existente en nuestra enfermedad con mayor motivo que la del asma convulsiva en la que se alternan las exacerbaciones y las remisiones. No vamos a abundar aquí en las teorías médicas sobre la formación de “ tubérculos” como explicación fisiopatológica de muchas, patologías. Casal, en este caso, revisa lo dicho por Hipócrates, Fernel, Marinelli, Sennert, Duret y Boerhaave, para ahondar en su discusión sobre el origen del asma hidropiforme de los pulmones. -Tratamiento Esta enfermedad, no tenía cura, lo decía Casal, con mucha claridad: “ Respecto a la curación de esta enfermedad ( que he estudiado con ansia, aunque en vano, no me ha sido posible hallar remedio alguno para ella)... esa fatiga mortal no cede ni las cisuras de las venas... ni la rígida índole de la enfermedad se mitiga con antiespasmódicos; ni LA HUELLA DE GASPAR CASAL la causa que la produce disminuye con vómitos, purgantes o diuréticos; ni se mitiga su furor con calmantes; ni se ensanchan los conductos de la respiración, con expectorantes; ni se moderan con anodinos los violentísimos sacudimientos del pecho; ni el descanso del sueño es duradero sin peligro de próxima asfixia; ni los desordenados movimientos del corazón y las arterias se regularizan con cordiales... ni la dureza y sequedad de los pulmones se suavizan y humedecen con fomentos; ni la lesión interna se cura con balsámicos; ni las aguas nitrosas apagan su ardiente sed; ni con vejigatorios ni fístulas se modera la ansiedad del pecho; ni conocimiento alguno, ni siquiera el mismo mercurio produce ningún efecto, pues en algunos lo he aplicado, creyendo que con la enfermedad había alguna complicación venérea, sin obtener el menor resultado ( 70bis). Después de esta larga descripción, estaba claro que no había tratamiento eficaz de la enfermedad. -Interpretación actual del asma seco hidropiforme de los pulmones. Jose Ramón Tolivar Faes, uno de los mejores conocedores de Casal y su obra, cree muy probable que “ esos nuevos enfermos jóvenes hayan sido víctimas de graves miocarditis con estenosis mitral y otras valvulopatías . Para realizar estas afirmaciones, se basa precisamente en los textos del propio Casal, en los que analiza la sintomatología de sus pacientes. En cuanto al Catar ro sofoc at ivo: Ya nos hemos referido al mismo, al hablar del diagnóstico diferencial del asma hidropiforme de los pulmones. Eran muy semejantes la una y la otra; pero, existía una neta diferencia: con sangrías y otros remedios desaparecía la sofocación, el pulso se normalizaba y el enfermos volvía a normalidad. Ello hace pensar a este erudito y ponderado médico que, este tipo de catarro sofocativo visto por Casal en Oviedo, tanto en niños como en jóvenes y gentes de mediana edad eran auténticas cardiopatías crónica más o menos estabilizadas, mientras que el asma seco hidropiforme de loa pulmones correspondía a cardiopatías agudas, activas y evolutivas. Hidrop esia: Son muchas las citas de Casal tanto sobre la hidropesia, en general , como de la hidropesia tuberculosa del pecho . 492 493 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... Consideraba Casal las hidropesias males comúnes en algunos municipios asturianos, cuando decía: “… y, en los concejos de Aller, Lena y Quirós, innumerables bocios, o broncócilas, caquexias hidropesia, alferexias, reumatismo, tifus, el mal de rosa y la hidropesia tubérculos de pecho, cuyas historias escribí en idioma latino” Achacaba Casal la abundancia de hidropesias en la región asturiana a sus peculiaridades atmosféricas y alimenticias. Dice al respecto: “ Se crían o engordan unos vapores tenebricosos e impuros”, añadiendo:” Muchos mucílago y acuosidad inútil y poca sustancia pingües tienen los alimentos de esta tierra: y la atmósfera suya es casi siempre triste, húmeda y llena de tinieblas...y sin actividad la masa de la sangre y poco a propósito para sus movimientos; finalmente, flacas las fibras de los cuerpos humanos, que aquí pasan la vida”. En la capital de las caquexias, habla de la conversión de las caquexias en hidropesias incurables, en pacientes avejentados, mal alimentados y depauperados, aunque no siempre será así; pues vio morir en pocos años a personal de un buen nivel como los Canónigos D. Tomás Escajadillo y D. Bernardo de Medina y a D. José de Pontigo, Abad de Parana, a D. Antonio San Román, correo mayor de Asturias y a Dª maría Francisca Vigil, a un lector de San Francisco, a una monja hermana del Marqués de Ferrea y a dos mujeres vecinas de la Calle de la Vega. Descartados los edemas de hambre que podían verse en las personas pobres y depauperadas, estas situaciones de hidropesia podrían achacarse a múltiples procesos: endocrinos, inflamatorios, degenerativos tumorales y renales; pero, sobre todo a patologias hepáticas y cardiacas que explicarían las conversión de las caquexias en hidropesias mortales. Muchas de estas hidropesiass, eran sin lugar a dudas, de origen cardíaco por cardioesclerosis, valvulopatías y otras alteraciones. Por lo que se refiere a la patología vascular ar ter ial (angiopatías y ater omas): Dice textualmente al respecto Casal: “ Hay también algunas otras causas, aunque no muy conocidas, que atormentan y aún matan en distinta forma a los enfermos, como son ciertas masas de películas que, con fiebre, se forman y adhieren a las cavidades del corazón y de los vasos y se llama pólipos, y que haciéndose en forma aguda LA HUELLA DE GASPAR CASAL o crónica son incurables, como se ha comprobado muchas veces por medio de la anatomía . Incluye Casal este comentario en un Apendice en el que está preocupado pro demostrar la etiología del asma seco hidropiforme; y sintonizando con el trabajo de las Academias Médicas o Sociedades, habla de la posibilidad de que se descubra la etiología de tan grave enfermedad por autopsia. De ahí que subraye su texto con la cita a Federico Hoffman, dando por verosímil una relación entre ateromatosis y asma seco. En todo caso parece admitir la patología vascular de origen ateromatoso como causa posible de muchas patologías secundarias, algunas graves. En cuanto a la patología vascular v enosa, ya hemos dicho que en su obra, Casal cita dos patologías venosa: las hemorroides y las varices. Las hemor roides, “o sangre de espaldas”, son citadas varias veces por Casal. Las consideraba, como ya señalamos, como enfermedades endémicas del Principado de Asturias. También señalamos, en su momento, que se las consideraba un lugar adecuado para hacer evacuaciones de sangre con sanguijuelas. Consideraba nuestro ilustre médico a las hemorroides preventivas de otras enfermedades; se basaba en este dicho de Hipócrates: “Los que tienen hemorroides, ni por acaso son acometidos por la lepra ni cogidos por las ronchas herpéticas”. A esto añadía él: “ Que eso es verdad, he podido comprobarlo prácticamente, pues jamás he visto entre los muchos que en esta provincia padecen flujo hemorroidal, ninguno que haya sido acometido por la sarna, la lepra o las citadas ronchas”. Y en otro lugar equipara el flujo hemorroidal a otras situaciones que liberan el cuerpo de enfermedades; tal sería la acción profiláctica de sarna, fístulas y abscesos. Respecto a var ices y úlcer as var icosa, no dice otra cosa que su probada acción profiláctica cuando afirma: “Hay también otra especie de lepra, en la que además de los síntomas generales, se entumecen o hinchan las piernas y los pies. Esta hinchazón y deformidad son tan extraordinarias que bien se pueden llamar monstruosas. Rara vez la hinchazón afecta a ambas piernas, si no a una sola, por lo general, y esta, además de su enorme corpulencia y deformidad, suele cubrirse de costras, 494 495 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... postillas, úlceras incurables y varices. La hinchazón es más abultada que edematosa, y aunque no esté ulcerada, despide un hedor insoportable. Tal género de lepra es muy común en esta región, y puede llamarse elefantiasis. He observado que tal estado interno de estos enfermos de lepra es tanto más satisfactorio, cuanto mayores proporciones adquieren las úlcera varicosas, las costras, las postillas y la hinchazón de las piernas; por eso, algunos de los que padecen esta enfermedad suelen vivir muchísimo tiempo, como vive aún D. Gregorio Cuervo, hombre septagenario y sacerdote de la aldea llamada San Cucao, que desde su juventud viene padeciendo una elefantiasis terrible y pertinaz en el pie y la pierna izquierda. Esta hinchazón no sube al muslo, sino que se extiendo sólo desde la rodilla al extremo del pie”. Como puede verse, la patología venosa en la obra de Casal, se circunscribe a hemorroides y varices, pero no se trata específicamente de clínica y tratamiento de estas patologías sino de sus efectos profilácticos sobre la aparición de otras enfermedades. Y, con estas consideraciones, pasamos al punto final de este trabajo. No podemos terminar este trabajo sin ocuparnos de la ter apéutic a cardiológic a que aparece en las obra de Casal Casal aborda las cuestiones terapéuticas tangencialmente, si topa con ellos, pero no de manera sistemática y decidida. Es el caso de la terapéutica cardiovascular, a penas insinuada en la obra. Recojamos lo que se dice, al respecto, no sin antes recordar la situación de la Farmacia en la España del siglo XVIII. En este siglo, la Farmacia española progresa en doble dirección; por un lado mejora la tecnología en la producción de manufacturados; y , por otro, en 1721 se crea el “ Colegio de Boticarios de Madrid” con fines mas científicos que profesionales y económicos; y en 1751 dicho Colegio comenzó a impartir enseñanzas de Botánica, cuando se instaló un jardín de plantas medicinales en la calle Barquillo; más tarde ocupó solar en la calle de Atochas, frente al Colegio se Medicina de San Carlos, confiriéndose allí los primeros grados de Doctor en Farmacia; y en 1799, para ser Farmacéutico había que seguir cursos reglados allí. LA HUELLA DE GASPAR CASAL En términos generales, refiriéndonos al mundo entonces Occidental y América, la gama de productos a utilizar se ensancho mucho; unos como medicamentos nuevos y, otros redimidos del desuso. Se realizaron el “ aceite de ricino”, “ el colchi”, El acúmito”, “ el beleño” y “ el estramonio”, “la belladona”, “ el cornezuelo de centeno”, (polvo ergotínico de Prescotti y Polvo de Desgranges), “el helecho macho” (cura Noufferiana). De América llegaron nuevos medicamentos: la “poligala” como un antiponzoñoso y galactofaro y la “Cuasia”. Varios medicamentos fueron introducidos por boticarios españoles, tales como éstos: la “ratania”, como astringente, la corteza del simarula, el colombo, la todalia y la corteza de Kino. Los medicamentos procedentes del reino animal sufrieron diversa suerte. Mientras “ la piedra bezoar” pierde casi todo su prestígio, se da a conocer el aceite de hígado de bacalao. Los medicamentes químicos introducidos en el siglo son numerosísimos: sales de mercurio, sales de antimonio, éter sulfurico, carbonato básico de magnesia, subnitrato de bismuto, sulfuro negro de mercurio, cloruro básico, ácido bórico, timol, mentol, apiol, saprol, acetato sódico, cloruro de etileno (licor de los holandeses); éter etil-acético, sulfuro de carbono, crema de tátaro y el óxido nitroso, entre otros. La farmacopea ilustrada seguía cargada de remedios vegetales y algunas preparaciones galénica originarias del siglo, eran estas: polvos de Dower” (opio con ipecacuana); licor de arsenical de Fowler (denominado agua insípida); agua de laurel cerezo (agua de Goulard o leche virginal o agua vegetomeneral); licor de Van Swieten, el agua de Brea; la infusión de Withering ( preparación de digital; los preparados de fósforo, solución alcohólica, rosas fosfórica; tintura tónica enervina de Bestuchef, tintura etérea de cloruro férrico, denominado también tintura de Oro. Algunos preparados de supuestos efectos rápidos y maravilloso se vendían a precios desorbitados, tales como: el remedio universal, el agua soberana, el elixir blanco, los bizcochos vermífugos de Goneau, etc. La literatura farmacéutica ilustrada se multiplica notablemente tanto a nivel personal como institucional, en 1739 se publicaba la “ 496 497 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... Farmacopea Matritense” y en 1794 “La Farmacopea Hispana”. En la fecha intermedia de 1760, se publicaría “ la Farmacopea de la Armada”, escrita por Leandro de la Vega, protomédico general de la Armada. Y, ya para rematar este brevísimo resumen de la historia de la farmacia española en el siglo XVIII, señalamos algunos boticarios ilustres que dejaron obra escrita: Félix Palacios y Baya, fue autor de “ Palestra Framacéutica quimico galénica” (1706); Juan de Loeches publicó su “ Tyrocinium Pharmaceuticum Teorico-practicum Galeno-Chimicum” (1758); Francisco Brihuega dio a la luz su “Examen Farmacéutico Galeno-Quimico”; Pedro Rodríguez Bueno escribió su “Prontuario de Química, Farmacia y Materia Médica”; y aquí podría abrirse un largo etc. Mencionaremos brevemente, algunos grupos de medicamentos señalados de forma genérica o específica por Casal, relacionados con el aparato cardiocirculatorio. Medic amentos alter nantes: Son aquellos que poseen una supuesta acción modificadora de la composición de la sangre. Casal, hace referencia genérica a estos medicamentos de este modo: “ Si fuera posible aplicar a los enfermos pobres los mismos remedios que a los ricos (previas las evacuaciones que yo creyera necesarias y aquellos cocimientos diaforéticos, diuréticos y alterante cuya utilidad he comprobado por experiencia), les prescribiría baños termales o de agua dulce templada; caldos de cangrejos de rio, de tortugas, de víboras, de carne de ternera, y de ciertas hierbas, raíces y corteza. Pero en esta región no se encuentran víboras ni tortugas, ni cangrejos de río”. Medic amentos c ardiotónicos: Curiosamente, Casal no habla para nada de “ la Digital”, medicamento que se introduce en la farmacopea y que se intenta utilizar de un modo razonable. Probablemente a Casal ya no le toca la reintroducción del medicamento. Conocido de antiguo, fue estudiado por Harchius, Fuchs, Ray y otros, pero usado contra la epilepsia y la escrófula como emético, diurético y purgante. Pero su verdadera acción cardiotónica la descubrió el médico Withering cuando vio que actuaba sobre el pulso; este médico fue quien dio a conocer su infusión de Withering en 1875, ya fallecido Casal. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Sí habla Casal del “cordial alexifármaco” con cierta amplitud y convencido de su eficacia; y, algunos colaboradores con quien mantenía correspondencia, como el cirujano de Nava, eran de la misma opinión. Se trataba de una bebida confortante y, así mismo, antídoto y contravenenoso. Sobre su eficacia, le decía el Cirujano de Nava a Casal: “ Y puedo decir que no he visto semejante acierto, como el que resulta de dicho cordial y vomitivo; y vuelvo a testificar que el cordial alexifarmaco hace maravillas, administrando el vomitivo. De todos modos, Casal, tenía sus dudas sobre la eficacia de la farmacopea frente a remedios naturales. En una ocasión dice: “ En verdad, que si, en tiempo oportuno se encomendaran a la Fuente de Trillo, o a otras del mismo género, algunos rebeldes achaques, que hicieron burla de todas las medicinas farmacéutica, publicarían los médicos y testificarían los enfermos, que valía más, aunque costara menos, un vaso de agua tibia que un cántaro de condiales y julepes. En cuanto a los diurét icos: El primer elemento con posible acción diurética que estudia Casal son las aguas mineralo-medicinales de Priorio de las que dice: “ En cuanto a la virtud diurética, no me han parecido especiales estas nuestras aguas de Priorio: porque nunca vi que las orinas de los que los toman, viniesen acompañadas de recrementos perceptibles”. Luego, a lo largo de la obra hay escasas referencias al empleo de diuréticos. Habla de su eficacia en las isaurias vesicales o supresiones bajas como complemento a otros remedios tales como fomentos, baños, enemas, sangrías, etc . Habla también de su posible uso en el mal de la rosa, y de su ineficacia en el asma seco hidropiforme de los pulmones. Y, con estas breves consideraciones terapéuticas damos por finalizado nuestro empeño por analizar los aspectos cardiológicos presentes en la obra de Casal. III. Conclusiones 1.- Hemos revisado esquemáticamente, la situación de la medicina, tanto en Europa como en España, durante la Edad Moderna. El 498 3.- 4.- 5.6.- 7.- BIBLIOGRAFIA Casal, G.: Historia natural y Medica del Principado de Asturias. Edición anotada por J.R. Tolivar Faes. Oviedo 1988 499 LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR... 2.- descubrimiento de la circulación de la sangre, supuso un neto avance en los estudios tanto de anatomía como de fisiología del corazón y la circulación. La revisión de la obra de Feijoo, nos permitió aproximarnos a los conocimientos cardiológicos de Casal y su época. La revisión de un clásico de la Medicina del siglo XVIII, no ayudó a reconocer las patologías cardiocirculatorias de las que nos habla Gapar Casal Hemos repasado las exigua citas que nos ofrece casal sobre anatomía, fisiología y fisiopatología de la circulación, destacando su “ humorialismo” de clara filiación hipocrática. Revisamos la Semiología general Cardiovascular presente en la obra de Casal, así como los datos exploratorios más relevante. Revisamos, así mismo, la patología cardiovascular presente en la obra de Casal, destacando las siguientes entidades: A- El Asma seco hidropiforme de los pulmones, interpretado hoy como graves miocarditis a las que se asocian valvulopatías. B.- El Asma sofocativo, interpretado hoy como cardiopatías crónica compensadas. C.- Las hidropesias, que excluida el hambre extrema, correspondían a cardioesclerosis valvulopatías y otras patologías. D.- Patología vasculares arteriales por angipatias o ateromas. E.- Patologías vasculares venosas entre las que deben considerarse varices y hemorroides La Farmacopea cardiovascular, en Casal, es amplia en términos generales; y de manera específica se tratan “alterantes”, de la composición de la sangre cardiotónicos y diuréticos. Fernandez Ruiz, C.: Historia Médica del Principado de Asturias. IDEA. Oviedo 1966 Sanchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Barcelona 1962 Telenti Vigón, A.: Aspectos médicos en la obra del Maestro Fray Benito Jerónimo Feijoo. IDEA. Oviedo, 1969 Tissot, M.: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del campo. Madrid 1781 Tolivar Faes, J.R.: Historia de la Medicina en Asturias. Colección Popular Asturiana. Editorial Ayalga Salinas 1976 LA HUELLA DE GASPAR CASAL Vega Díz, F.: Cardología. En: Pedro Lain Entrialgo, Historia Universal de la Medicina. Masson SA y XL Sistmas S.A. Barcelona, 1998 500 LAS ENFERMEDADES DE LAS VIAS URINARIAS Y GENITALES EN LA OBRA DE GASPAR CASAL. Nacido en Gerona en 1680 y formado tal vez en las Universidades de Sigüenza y Alcalá de Henares, aunque no se conocen documentos que prueben su formación académica, Gaspar Casal comienza su ejercicio profesional en Madrid en 1713, atendiendo a una clientela distinguida. Se traslada en 1717 a Oviedo, donde durante treinta y cuatro años realiza la mayor parte de su vida profesional, -razón por la que se le considera hijo de esta ciudad-, primero como médico al servicio del Ayuntamiento y luego del Cabildo de la Catedral. Su fama se extendió pronto, se hizo cargo de la dirección de varios de los pequeños hospitales del Oviedo de entonces, que tenía unos 6.000 habitantes (hospitales de Santiago, San Juan y Santa María de los Remedios, actualmente desaparecidos) (1,2), (Fig 1), y visitaba a enfermos de todo el principado y de las provincias vecinas. En 1751 regresa a Madrid como médico de la Real Cámara y miembro del tribunal del Real Protomedicato, y donde es elegido miembro de la Real Academia de Medicina. Falleció en 1759 y fue enterrado en Madrid, sin que se conozca ninguna imagen de su fisonomía. Fruto de su trabajo en Asturias es el libro, “Historia natural y médica del Principado de Asturias”, publicación póstuma que se imprime en Madrid, en 1762, por decisión de su compañero del protomedicato, 501 LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS... LUIS ANGEL FARIÑA-PÉREZ LA HUELLA DE GASPAR CASAL el Dr Juan José García Sevillano. Este libro, que recoge seis textos diferentes de Casal, está considerado el mejor exponente de la medicina española del siglo XVIII, con relato de historias clínicas y exposiciones basadas en las observaciones del autor. En uno de los textos se describe por primera vez el “mal de la rosa”, primer estudio clínico de una enfermedad carencial, más tarde llamada pelagra o avitaminosis B, con un signo característico que se conocerá como “collar de Casal” en la bibliografía universal. El libro se reeditó en el año 1884, en los años 1900 y 1959, estas dos últimas con prólogos de Angel Pulido Fernández y de Gregorio Marañón, respectivamente, y, más recientemente, en el año 1988 (3), con una introducción del Dr Tolivar, gran conocedor de la vida y de la obra de Casal (4,5). Esta edición facsimilar de la principal, incluye una traducción al castellano de algunos capítulos que fueron escritos en latín. El contenido de este texto ha sido objeto de varios análisis historiográficos, desde el punto de vista de la cardiología, la neurología y la pediatría (6-8), además de los extensos estudios que analizan la principal aportación de Casal, la descripción del mal de la rosa o lepra asturiense (pelagra) (9,10), pero aún no se había estudiado desde el punto de vista del conocimiento de las enfermedades de las vías urinarias y de los genitales que refleja. LAS ENFERMEDADES UROGENITALES EN “HISTORIA NATURAL Y MEDICA” El estudio de la única obra de Gaspar Casal “Historia natural y médica del Principado de Asturias”, un texto que refleja el espectro de las enfermedades que en la primera mitad del siglo XVIII ocupaban el trabajo de un médico, nos permite especular sobre el conocimiento de las enfermedades de las vías urinarias y genitales que se deduce del texto. CÁLCULOS RENALES Casal señala a los cálculos de los riñones y vejiga entre las indisposiciones propias del país, “endémicas”. La litiasis renal, única dolencia de las vias urinarias a la que dedica un capítulo (Fig 2), en el pri- 502 503 LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS... mero de los textos del libro, la considera un achaque frecuente (“de los moradores que comen, beben vino y trabajan poco, son muy singulares los que no los padecen”), y no se para en describir los síntomas, por considerar que “ya los autores prácticos lo dejaron harto bien delineado”. Confirma su relación con la abundancia de comida y la vida sedentaria, pues era enfermedad propia de “ricos y ociosos” y no de labradores (“andan llenos de males los ricos y los pobres: aquellos, porque no trabajan según comen y beben, y éstos, porque no beben ni comen según trabajan”). También recuerda la asociación entre los cálculos y los dolores artríticos y la gota, señalando que los gotosos suelen tener cólicos, pero por el contrario, los “nefríticos” no siempre son gotosos, basándose para esto en una relación de 22 pacientes litiásicos conocidos, que no son gotosos o artríticos. Casal describe tres pacientes para ilustrar esta dolencia, el primero, con una crisis de cólico agudo, fue tratado con aceite de almendras dulces y jarabe de adormideras, expulsando a las cinco horas “tres piedrecitas casi como garbanzos”. El segundo y el tercer caso son pacientes más complejos, con antecedentes de cálculos, pero con episodios de retención de orina, infección febril y otras complicaciones, que le sirven a Casal para manifestarse contra los tratamientos intensivos que los médicos y cirujanos que le precedieron en la consulta a los pacientes, practicaban, a base de purgantes y diuréticos potentes, con complicaciones dramáticas. Por el contrario, observa que los paciente que se dejaban “a beneficio de la naturaleza”, sin ayuda médica, “sólo con caldos, agua tibia, ayudas y unturas emolientes”, eliminan también piedras (Fig 3). También se muestra contrario al uso de la sangría, salvo en casos especiales. OTRAS ENFERMEDADES RENALES Algunos de los enfermos que describe en otros apartados, con enfermedad acompañada de poliuria y edemas, parecen tener cuadros compatibles con lo que actualmente nos llevaría al diagnóstico de nefritis infecciosa o degenerativa, muchas veces consecuencia de obstrucción al vaciado de la vejiga o de cálculos renales o vesicales complicados. Casal utiliza la inspección en un orinal de vidrio de las carac- LA HUELLA DE GASPAR CASAL terísticas de la orina y los cambios de su aspecto con la sedimentación para, en estas enfermedades y en casos de fiebres epidémicas, sacar algunas conclusiones sobre la naturaleza de la enfermedad y su pronóstico, “aunque en las fiebre malignas suelen no ser constantes las reglas y principios generales”. ENFERMEDADES DE LA VEJIGA Los síntomas vesicales los considera muy frecuentes, (“en este país son tan frecuentes las disurias, estrangurias y, en los viejos, los repetidos estímulos de la orina que especialmente de noche, les interrumpen el sueño”), si bien no identifica a la uretra o la próstata como posible origen anatómico de la enfermedad. Con respeto al tratamiento, confiesa que “he procurado tentar y probar cuantas medicinas antiguas y modernas, simples y compuestas, pude hallar escritas en los autores de mejor nota y más selectas farmacopeas, para corregir semejantes irritaciones”. Finalmente el mejor tratamiento que conoce son los “polvos de erizo entero, quemado y calcinado, hasta reducirse a cal o ceniza blanca”, asociado a emulsiones de pepitas variadas, cocimientos o infusiones de plantas diversas. En la exposición de estos casos, que ejemplifica con algunos pacientes cuyo sufrimiento vesical está relatado de manera muy explícita (“las orinas, en algunas ocasiones, venían con tan excesivos ardores, dolores y tormentos, que para expeler cualquier corta porción, gritaban como locos, encorvando el cuerpo y haciendo extraordinarios movimiento”), incluye posiblemente en el término de “iscuria renal o supresión alta” a algunos enfermos con anuria y a otros con retención de orina. No es posible dilucidar esta información por los datos que da, aunque aclara que la estranguria daría lugar a la iscuria, y también usa el término “iscuria vesical o supresión baja” para estos últimos, cuadro del que dice “tengo vistas muchísimas . . .estas supresiones son muy manifiestas, y a primera vista se conocen en los dolores, peso, ardor, tensión y tumefacción de la región que ocupa la vejiga”. En una extensa disertación, Casal pretende aclarar la naturaleza de los síntomas abdominales que siguen a la estranguria no tratada, que unos llamaron ileo o pasión ilíaca y otros vólvulo intestinal y que, 504 505 LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS... según los tratados clásicos, llevan siempre a la muerte del enfermo “en el espacio de siete dias”, argumento contra el que expone su larga experiencia y la imposibilidad de recordar un solo caso de esta evolución (“nunca pude hallar observación escrita de semejante mudanza....y en verdad que si tal mutación fuera regular, como otras, creo que la habría hallado”) . En una de las observaciones con las que quiere ilustrar esta afirmación, relata: “Pretendí averiguar si en la vejiga se había juntado alguna porción de orina: y tomando la sonda, pues sabía manejarla, la introduje hasta el fondo mismo de la vejiga, sin ocasionar la más leve molestia al enfermo, pero fue en vano este registro, porque no encontré más que tres o cuatro gotas”. No obstante, se intuye en el texto que ni para Casal ni para los cirujanos locales que en ocasiones le precedían en las consultas, era habitual la identificación y el alivio de estos síntomas vesicales mediante el sondaje uretral, una técnica que para entonces pocos dominaban. Así, señala que las supresiones bajas se curaban “con fomentos, baños, enemas específicas, emulsiones diuréticas benignas, sangrías en sujetos pletóricos, y en casos apurados con el instrumento que llaman algalia”. ENFERMEDADES GENITALES Con relación a las enfermedades de los genitales externos del varón, en los años 1720 y 1747 Casal atiende epidemias de paperas, en este último año señalando la particularidad de que “fue mayor el número de los que padecieron el decúbito a los testes” . En estos casos optó por la sangría, “el único y seguro remedio, que desterraba la calentura, y minoraba la inflamación dolorosa; y así los que se sangraban, conseguían presto la salud, haciéndoles después algunos oportunos fomentos sobre el teste entumecido” sin encontrar fallecimientos entre los pacientes. Las lesiones de la región inguinal y genital, incluyendo hernias y lesiones intraescrotales no fueron bien conocidas de Casal, aunque identificara bien las “hernias intestinales que llaman quebraduras”. Sólo ocasionalmente hace tratar quirúrgicamente ciertas enfermedades testiculares, que en algún caso parecen corresponder a una orquitis tuberculosa o a un tumor de testículo con metástasis pulmonares. Uno LA HUELLA DE GASPAR CASAL de los pacientes, un joven robusto, “comenzó a padecer una tos seca, que le repetía con frecuencia. Persistiendo esta tos por largo tiempo, se fue entumeciendo el testículo izquierdo, hasta formarse una hernia del tamaño de un huevo de gallina, con señas de carnosa”. Fue intervenido por cirujanos y falleció después de la intervención “de una fatal gangrena”. Otro varón joven, comenzó con tos y fiebre, sobre todo vespertina, que mejoró después de que apareciera tumefacción del testículo izquierdo. Fue operado por el cirujano francés Juan Delgart, “con lo cual quedó el paciente perfectamente curado”. Casal hizo las primeras aplicaciones en Oviedo de mercurio para el tratamiento de casos diagnosticados de lepra y sífilis, también lo usó en un niño de quince años con lesiones que ahora podríamos identificar como quistes sebáceos múltiples o calcinosis de escroto. Los tumores de las vías urinarias y genitales, con excepción del caso comentado, no aparecen en la obra de Casal, pero el ultimo de los textos del libro es la descripción de un probable cáncer de mama en un varón. Es la más larga de las historias clínicas de Casal, en ella se relata la evolución natural de la enfermedad, con aparición de úlcera, adenopatías, metástasis óseas y fracturas patológicas. El paciente fue tratado con unciones mercuriales, que lógicamente no cambiaron el curso de la enfermedad. En este caso, Casal consultó con “los sapientísimos doctores de Paris”, entre los que se encontraba el cirujano Jean Louis Petit, uno de los fundadores de la medicina anátomo-clínica, y anota los consejos recibidos y el resultado de su aplicación. COMENTARIO Dentro de los periodos temporales y corrientes de pensamiento en que se divide con intención académica la historia de la medicina en Europa, la primera mitad del siglo XVIII en la que Casal desarrolla su vida médica, corresponde al periodo final de la transición de la “medicina renacentista” a la llamada “primera medicina moderna”. En esta época, si bien sigue prevaleciendo la doctrina griega de la enfermedad, transmitida en los escritos de Hipócrates, Galeno y los médicos árabes, están teniendo lugar los cambios ideológicos y téc- 506 507 LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS... nicos que inducirán la orientación anatómica y fisiológica que un siglo después llevarán a la concepción de la medicina contemporánea, que interpretará las enfermedades con un sustrato lesional particular para cada órgano (11,12). A este hecho no es ajena la difusión de la imprenta, que permite una difusión más rápida y barata de las nuevas traducciones de los clásicos, y de textos originales (13), escritos con un espíritu crítico en diferentes países europeos, y que tenían en común un aspecto novedoso: incluían reflexiones sobre la experiencia personal de los autores. Tampoco lo es el interés que se presta a las enfermedades infecciosas y carenciales que, sin ser nuevas, afectan ahora a sectores crecientes de la población (14, 15). El contexto español de la época, se caracteriza por la guerra de Sucesión al trono (1702-1713), y el cambio de la dinastía de los Austria por la de los Borbón, con el largo reinado de Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia. Un momento caótico en lo económico, con la industria arruinada y la población diezmada por las epidemias y las guerras y por lo general sumida en la superstición y la ignorancia, y en el que sólo las órdenes religiosas mantienen su riqueza y su expansión (16) . A lo largo del siglo, la influencia de los dos imperios que gobiernan Europa central, Francia y Austria, y las ideas de la Ilustración, se sentirán en la ciencia y medicina española, entre otras cosas con la llegada de médicos y cirujanos del ejército francés, capaces de realizar intervenciones de mayor envergadura, como amputaciones, herniotomías y otras, incluyendo los sondajes y la litotomía (17). Aunque el ejercicio de la medicina en tiempos de Casal estaba condicionada a la demostración de una capacitación suficiente ante el Protomedicato, no se puede obviar que prevalecía la formación universitaria, en latín y muchas veces ajena a los cambios que se estaban produciendo en todos los órdenes, ni tampoco la influencia de la Iglesia, que exigía para la práctica médica la pureza de sangre y el juramento a la defensa del misterio de la Concepción (1) . La formación de los cirujanos era mucho más pobre, en ocasiones no mucho mayor que la de otras profesionales que formaban parte de la profesión sanitaria como los barberos y los sangradores. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Los textos de Casal reflejan lo que era la clínica en su tiempo. En su constante identificación de los enfermos, con nombres y relaciones de parentesco, en particular si eran de familias conocidas, y en su repetida afirmación de que dice la verdad, se detecta la obsesión por mostrar que no miente y diferenciarse así de lo que, con objeto de procurarse clientela, parecía una practica común entonces (5). Sus enfermos son de toda condición social, aunque destacan los enfermos notables dentro de la profesión eclesial . El libro está repleto de referencias a su experiencia personal, - “soy fino amante de la experiencia, y enemigo capital de aquellas fruslerías mentales fundadas sobre hipótesis y dogmas”, dice-, y a sus conocimientos de los textos médicos de la época, que a veces contrapone al criterio que considera poco formado de otros médicos de su área geográfica. Aunque no se han encontrado documentos que prueben su formación médica, su amplísimo ámbito de referencias muestran una destacada bibliofilia y profunda ambición de conocimientos (5). Así, podemos comprobar que hace referencia, muchas veces para rebatirlos, sobre todo a Hipócrates y los médicos que en el siglo XVI divulgaron los tratados hipocráticos, y el saber griego y arábigo: Louis Duret, Juan Marinelli y Jean Fernel. También a Celso y a Plinio (siglo I), cuya “Historia Natural” fue traducida al castellano a comienzos del siglo XVII, a Galeno y a su contemporáneo Marciano (siglo II), que comentó las obras de Hipócrates. Más modernas, entre sus variadas fuentes de información, que abarcan más de 40 diversos nombres, encontramos citas de contemporáneos o que publicaron obras importantes en los años precedentes, desde el italiano Giorgio Baglivi (1668-1707), que enseñó en Roma, los alemanes Johann Baptista van Helmont (1577-1644), Federico Hoffman (1660-1742), Michael Ettmüller (1644-1683) y el holandés Herman Boerhaave (1668-1738), quienes habían establecido formas nuevas de interpretar la enfermedad (iatromecanica y iatroquimica), diferentes a la interpretación humoral del galenismo; hasta Francis Bacon (1561-1626) y Thomas Sydenham (1624-1689), quien con su concepto de especie morbosa fue uno de los primeros en intentar establecer unas formas típicas de enfermar, y contribuyó signifi- 508 509 LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS... cativamente a clasificar las enfermedades humanas, al modo en que Linneo ordenaba por entonces las plantas, pero basándose en los síntomas, la personalidad del paciente y la época del año (11,12,18). También hace numerosas citas de autores de textos de química y farmacopea. Entre los autores españoles que en esos años ejercieron influencia académica, destaca al “doctísimo, honra de los médicos españoles” Francisco Vallés (1524-1592), catedrático de Alcalá y médico de Felipe II, que escribió comentarios a los libros hipocráticos y de Galeno; a Martín Martínez (1684-1734), importante médico de su tiempo y autor de una influyente “Anatomía completa” (19), y al sevillano Nicolás Monardes (1507-1588), del que Casal hace referencia a su obra “Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales”. Es muy destacable su amistad con los frailes benedictinos Benito Feijóo y Martín Sarmiento, sabios ilustrados que sin ser médicos, escribieron textos criticando la medicina empírica de su tiempo, y exhortaron a la práctica de una medicina fundamentada en la experiencia y en el uso de medicamentos cuyos efectos se hubieran comprobado. Casal no referencia obras que hoy consideramos tienen un gran interés desde el punto de vista del conocimiento de las enfermedades urinarias y genitales, como son los escritos atribuidos a Julián Gutiérrez de Toledo, y los de Andrés Laguna, Francisco Díaz o Miguel de Leriza, ni de otros tratadistas médicos como Luis Mercado, o quirúrgicos como Daza Chacón o Juan Fragoso (20). Se podría echar en falta la existencia de referencias quirúrgicas, pero por entonces los estudios médicos y quirúrgicos estaban muy separados, y los cambios más importantes en la interpretación de la enfermedad quirúrgica ocurrirán años después, tanto en España (con Gimbernat), como en Francia (con Petit, Chopart y Desault), en Italia (con Scarpa) o Inglaterra (con Pott y Hunter). El estudio de la época de Casal muestra con claridad la escasez de cirujanos que había en esos dias, que eran muy poco considerados y mal pagados, y rara vez pasaban de hacer cuidados de heridas y fracturas, o de atender a los enfermos pobres, mientras el médico cuidaba de las gentes de buena posición (1) . Destacaron en este sentido en Oviedo dos cirujanos que procedían de los ejércitos de Francia: Domingo Bucau, que también enseñó y practicó cirugía en el Hospital Real de Santiago de Compostela, y Juan Delgart, alabado por Feijóo y a quien Casal considera “perito cirujano francés, diestrísimo disector”. Delgart disponía de una colección de instrumental médico interesante, que muestra sus habilidades y conocimientos de las técnicas quirúrgicas de cierta complejidad: a su muerte legó este instrumental al Ayuntamiento de Oviedo, y en él se incluían los instrumentos precisos para practicar la litotomía, aunque no quedan evidencias de que pudiera haber hecho en Asturias la operación de talla vesical. En conclusión, el texto “Historia natural y médica del Principado de Asturias” (1762), de Gaspar Casal es el mejor ejemplo de la medicina de su tiempo en España y refleja el espectro de las enfermedades que en ese momento ocupaban preferentemente el trabajo de un “médico de familia”: las derivadas de las carencias alimentarias, las infecciosas, las parasitarias y las degenerativas y vásculo-cerebrales en personas añosas. Desde el punto de vista de las vias urinarias, es muy interesante comprobar el conocimiento en esa época de la enfermedad litiásica y de los síntomas del tramo urinario inferior, tratados como recomendaban los clásicos, con tratamiento físico y preparados empíricos, pocas veces con sondaje. También muestra conocer, aunque en menor medida, el tratamiento médico de las orquitis y el tratamiento quirúrgico de algunas lesiones testiculares. LA HUELLA DE GASPAR CASAL REFERENCIAS Villa MP.: Casal en Oviedo. Estudio documental de los médicos, cirujanos y boticarios de Oviedo en el siglo XVIII. Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo 1967. Cabal M.: Hospitales antiguos de Oviedo. Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo 1985 510 Casal G.: Historia natural y médica del Principado de Asturias (ed.facs.). Principado de Asturias, Consejeria de Educación, Cultura y Deportes. Oviedo 1988 Tolivar J R.: Introducción . En: Casal G., op.cit. Tolivar J R.: Los enfermos de Casal. 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Tomado de Granjel (11). 512 513 LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS... Fig 2 Primera página del capítulo dedicado a los Cálculos renales. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Fig 3 Referencias en el capítulo dedicado a los Cálculos renales, a la conocida sintomatología clinica de estos episodios, y lamento por los tratamientos intensos que reciben los pacientes en ocasiones, en una enfermedad que Casal considera de curso frecuentemente benigno 514 CASAL Y LA CIRUGÍA. Este artículo no trata de la obra de Casal como médico; ni siquiera de aspectos biográficos del personaje; contempla solamente la relación que el sabio gerundense establecido en Oviedo tuvo con la Cirugía. Aunque a lo largo de la Historia la Cirugía ha pasado por épocas de mayor o menor separación del común de la Medicina, no dejan de ser ramas de un mismo tronco y siempre ha sido ineludible su interrelación pues, en definitiva, se trata de una ciencia aplicada al hombre que es un ente indivisible (de ahí el término “individuo”). Tras una breve revisión del estado de la práctica quirúrgica en su época se aborda, en primer lugar, el bagaje de conocimientos que Casal tenía en el ámbito de la Anatomía y la Cirugía y que se derivan de su obra escrita; en segundo lugar, las relaciones profesionales que mantuvo con cirujanos de su entorno; en tercer lugar, se relatan algunos casos ilustrativos de índole quirúrgica que se encuentran en sus escritos o en la bibliografía sobre su obra; por último se hace una breve referencia a cirujanos que, ya en tiempos recientes, se ocuparon de su figura. La Cirugía en tiempos de Casal La vida profesional de Casal se corresponde cronológicamente muy de cerca con la primera mitad del siglo XVIII, pues había nacido en 515 GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA ENRIQUE MARTÍNEZ LA HUELLA DE GASPAR CASAL 1680 y murió en 1759. En esta época la Cirugía estaba en todo el mundo sumida en un considerable atraso que se arrastraba desde el Medievo y proliferaban por doquier los cirujanos sin formación que, salvo algunas excepciones como Mareschal en Francia, Cheselden en Inglaterra o Heister en Alemania, constituían más peligro que beneficio. La afortunada y exitosa operación que en 1686 sufrió Luis XIV de Francia a manos del cirujano Charles François Félix fue el motivo de que la Cirugía alcanzase un rango del mismo nivel que la Medicina, lo que se ve culminado con la creación en 1731, ya por Luis XV (nieto y sucesor del Rey Sol) de la Académie Royale de Chirurgie1,2. En España el atraso era igualmente muy manifiesto tanto en los cirujanos “romancistas”, no formados en la Universidad, como en los “latinos”, que tras el bachillerato en Artes y tres cursos de Medicina seguían, en la Universidad, dos cursos más de Cirugía. Buen exponente de la baja consideración que se tenía de los “romancistas” es lo que en el prólogo de su magna obra “Curso Theorico-Practico de Operaciones de Cirugía para uso de los Reales Colegios” refieren Diego Velasco y Francisco Villaverde, cirujanos asturianos profesores del Real Colegio de Barcelona y Cádiz respectivamente: “era un cierto número de hombres sin estudio, que acompañando su grosserissima ignorancia de la osadía, y temeridad, que le son propias, exponían en los pueblos la vida del honrado labrador, y la suerte de su inocente familia”3. Pero no salía mejor parado el cirujano formado en la Universidad; pues el demoledor comentario que hace Torres Villarroel con fina ironía es clarificador: “se ingertó en Estudiante, aprendió algunos pedazos de latín palurdo, que le comunicó un Sacristán, bañado en Albeitar y ribeteado de Barbero; y habiéndole este metido en los cascos, que se echase a la ganga de Doctor, se salpicó el salvaje con una rociada de Philosophia Frailesca en Hespañol, y empezó a argumentar a coz y bocado. Pringose el ozico conel unto de la materia prima, que soñaron los Peripatéticos, y con estos conocimientos, llegó a ser Philósopho romancista como cirujano, sabiendo tanto de las ciencias philosóphicas como una inteligencia de Noria”4. Al lado de esta situación tan precaria es justo reseñar algunos aspectos positivos como la publicación de textos quirúrgicos de calidad por 516 Conocimientos anatómicos y quirúrgicos de Gaspar Casal Que Casal tenía sólidos conocimientos anatómicos se deduce de que en su obra escrita menciona en varias ocasiones a Giorgio Bagivlio, profesor de Anatomía en Roma7. Por otra parte, el Padre Feijoo solicitó su 517 GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA Martín Martínez, Suárez de Rivera, Monravá y Roca, José Pradillo, Beaumont y algunos otros, además de traducciones de textos extranjeros. También, gracias a la apertura borbónica al intercambio científico, comenzaba a prodigarse la salida de cirujanos españoles a otros países europeos con el objeto de mejorar su formación técnica y de estudiar y copiar el instrumental quirúrgico y, a la inversa, proliferó la llegada de cirujanos extranjeros, predominantemente franceses, que elevaron progresivamente el nivel de la cirugía española. Tan deplorable estado iba a cambiar de forma radical en la segunda mitad del siglo con la creación de los Reales Colegios de Cirugía en Cádiz (1748), Barcelona (1760) y Madrid (1787). Pero Casal apenas pudo vislumbrar sus frutos ya que se murió muy poco después de que del Colegio de Cádiz salieran los primeros colegiales y antes de la creación de los de Barcelona y Madrid. En Asturias la situación no difería de la del resto de España; proliferaban por doquier cirujanos flebotomistas, hernistas-capadores y barberos-cirujanos con una formación muy rudimentaria. Aunque hay alguna manifestación elogiosa de Casal acerca de alguno de ellos como más adelante veremos. El primer cirujano latino en Asturias del que se tiene noticia es Francisco Javier de La Cruz que ejerció entre 1747 y 1753. Sin embargo sí se benefició Oviedo de la llegada de cirujanos extranjeros cualificados, casi todos franceses: Fernando Valier, Bartolomé Sullivan (de origen irlandés pero formado en París) Jean D´Elgart, Domingo Bucau y Domigo Abadie (los dos últimos entrada ya la segunda mitad del siglo). Con Jean D´Elgart tuvo Casal una estrecha relación forjada en la celda del Padre Feijoo donde tenían lugar las célebres chocolatadas-tertulia vespertinas en las que se debatía sobre todos los aspectos de la ciencia6. LA HUELLA DE GASPAR CASAL ayuda, junto con el cirujano Bartolomé Sullivan, para aclarar el origen humano o animal de unos huesos encontrados en un yacimiento arqueológico de la provincia de Teruel ya que “estaba bien instruido en Anatomía”8. También son citados, además de los cirujanos de su entorno asturiano, autores de obras de Cirugía destacadas en la época como Paul Barbette (iniciador de la cirugía de la hernia crural) y el alemán Heister autor de una magna obra de Cirugía, diseñador de instrumental quirúrgico y coetáneo de Casal7. Es bien conocido que la sangría era por aquel entonces un remedio absolutamente carente de base científica pero, tan extendido, que podría considerarse universal. Casal, imbuido de la corriente imperante, la indicó en numerosas ocasiones pero al menos la rechazó en otras con un razonamiento convincente: “a no ser que la plenitud, juventud, robustez y otras particulares disposiciones de los pacientes la pidan”7. Es muy posible que esta actitud parcialmente opuesta a la sangría haya tenido como origen la radical oposición a la misma que tenía el Padre Feijoo que la había sufrido en sí mismo: “por espacio de un mes me martirizaron con seis sangrías y una sed intolerable”9. En cuanto al conocimiento de las enfermedades quirúrgicas su obra está plagada de referencias a abscesos, forúnculo, fístulas, varices, úlceras de las piernas, osteomielitis (“concarie de los huesos”), hemorroides, adenopatías cervicales, cálculos de los riñones, hernias, vólvulo, bocios, cáncer, etc.. Bien es cierto que en aquella época muchas de estas enfermedades no caían en el dominio de la Cirugía o solamente lo hacían puntualmente en algún momento de su evolución. Los conocimientos quirúrgicos en aquel tiempo eran muy limitados y prácticamente concernían a las enfermedades de la superficie corporal y poco más. De ahí el antiguo término de Patología Externa para referirse a la Cirugía. Casal interpretó las enfermedades referidas anteriormente de forma diversa. Por ejemplo, es de admirar su explicación de la relación de los cálculos renales y la artritis úrica entre sí y con la dieta o el nivel de riqueza puesto que eran mucho menos frecuentes en el pueblo llano que apenas consumía alimentos ricos en ácido úrico. También defendía, correctamente, la evacuación del pus en los abscesos agudos o crónicos 518 (adenopatías cervicales). Sin embargo también tuvo interpretaciones erróneas, como por ejemplo, al defender la conveniencia de impedir que las úlceras varicosas cicatrizasen. De los bocios adelanta observaciones epidemiológicas interesantes por la observación de su predominio en zonas altas. En cuanto al vólvulo, o “pasión abdominal”, lo relaciona con la “iscuria” (oliguria), lo que es en cierto modo correcto pero se trata (la oliguria) de una consecuencia absolutamente secundaria. Cuando se refiere a las hernias lo hace desde un enfoque global y unitario de los abultamientos de la región inguino-crural distinguiendo la llamada hernia dura de la intestinal (que sería la auténtica hernia)7. Una circunstancia curiosa, y en cierto modo paradójica, es que la enfermedad que tan magistralmente describió (la pelagra), ha desaparecido en el mundo desarrollado de forma prácticamente absoluta. Sin embargo hoy día es posible encontrarse con ella en un contexto clínico secundario a una enfermedad eminentemente quirúrgica, el tumor carcinoide, en el que la síntesis exagerada de 5-hidroxitriptamina conlleva un expolio masivo de triptófano (necesario para la síntesis de ácido nicotínico) que lleva a una situación de carencia relativa. ¡Qué lejos estaba D. Gaspar, y la Medicina de su época, de conocer esta asociación! Pero los cirujanos de hoy tenemos el deber de evocar su figura cuando nos enfrentamos con este problema. Sus relaciones con los cirujanos son numerosas y en general cordiales. El cirujano con quién más se relacionó fue, sin duda, Jean D´Elgart de quien decía era “cirujano perito, diestrísimo disector y profesor de anatomía”. Ambos eran asistentes asiduos a la celda de Feijoo y probablemente haya estado presente cuando D´Elgart impartió la célebre lección sobre la anatomía del corazón de un carnero en aquella celda. Pero además de D´Elgart se relacionó con otros cirujanos de Oviedo y otros lugares de la provincia que hacían de ejecutores de las técnicas que él indicaba (sangrías, drenajes de abscesos, etc.). Por ejemplo Pedro Cecilio Martín (cirujano de Oviedo “hábil, práctico y prudente”), 519 GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA Relación de Casal con los cirujanos de su entorno Francisco Antonio Martínez (cirujano de Nava), Antuña (sobrino del cura de Amandi), Antonio Estébanez (de Piloña) o Esteban Manuel Caballero (cirujano de Cornellana que fue testigo de su testamento)10. En su última etapa madrileña conoció y trató a Pedro Virgili, cirujano militar que había sido fundador y primer director del Real Colegio de Cádiz y posteriormente del de Barcelona. También mantuvo Gaspar Casal correspondencia con ilustres cirujanos franceses para recibir asesoramiento. En su Historia Natural y Médica trascribe una carta de consulta remitida a “los sapientísimos doctores de París” sobre un caso de tumor torácico con adenopatías cervicales; es muy curiosa la forma de despedirse: “Dispensar si esta carta os desagrada. Pasadlo bien”. También refiere la respuesta a él dirigida firmada por Molin, Silva, Petit, Morand, Guerin, de Pramond y Astruc exponiéndole su criterio diagnóstico y las medidas terapéuticas a adoptar7. Finalmente es necesario señalar que su hijo Benito Ignacio, habido en el segundo matrimonio, alcanzó el grado de bachiller en Medicina en la Universidad de Siguenza, donde anteriormente estudiara su padre, y posteriormente solicitó entrar en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz conservándose un documento que establece el compromiso económico de su padre para con el Real Colegio11. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Casos clínicos de índole quirúrgica en la obra de Casal “La Historia Natural y Médica”, amén de la magistral descripción e interpretación etiológica de la pelagra (“mal de la rosa”) por el que se hizo mundialmente conocida, constituye toda una enciclopedia médica del Principado que incluye las condiciones medioambientales, las epidemias habituales en la región y las enfermedades endémicas. Dentro de estas últimas Casal hace una descripción pormenorizada de la patología característica de Asturias y cada apartado es ilustrado con casos clínicos reales que describe detalladamente. Entre ellos hay bastantes casos de índole quirúrgica de los que se recogen los más ilustrativos7,12. En el capítulo dedicado a las lombrices uno de los casos relatados es especialmente llamativo: una doncella de dieciocho años es vista por el 520 Cirujanos que se ocuparon de la obra de Casal en tiempos recientes La obra de nuestro protagonista ha sido tan extensa y tan extraordinariamente reflejada en sus escritos que, además de insignes médicos españoles que se ocuparon de su estudio, como por ejemplo D. 521 GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA cirujano Pedro Cecilio Martín por presentar una masa dolorosa y de contenido fluido en el vacío izquierdo quien hace llamar a Casal para abrir la masa en su presencia. Ya que no le parecía fuese hernia. Al practicar la incisión aparece líquido maloliente y seis lombrices “teretes” (redondas) de poco más de un palmo. En los días siguientes aparecen heces en la herida y la enferma fallece en tres semanas. Parece claro que se trataba de una hernia lateral (llamada de Spiegel) siendo el hallazgo de lombrices totalmente circunstancial. Cuando trata de los cálculos de los riñones describe tres observaciones de las que una es especialmente interesante: un monje benedictino sufría terribles dolores siendo por él conocido que solían terminar con las expulsión por la orina de piedras de considerable tamaño. Casal escribe: “me valí de aceite de almendras dulces, y el jarabe de adormideras blancas…, despertó con ganas de orinar, y sin trabajo notable arrojó tres piedrecitas casi como garbanzos”. Otra descripción interesante es la que hace de la evolución de una herida torácica, sufrida por el capitán D. José de Nava, ya cicatrizada en la superficie pero que cada cinco o seis meses le producía episodios de vómica hematopurulenta. También merece la pena reseñar dos casos vividos por Casal como son, en primer lugar, el de un rústico de Medinaceli que tragó un huso de hilar que posteriormente expulsó por un costado; caso que describe Feijoo, porque mantenía correspondencia con el Dr. Tomás Temprado, primer médico que lo asistió, y que fue seguido posteriormente por Casal13. El otro caso es el de un monje de Oviedo que padecía escrófula a la que siguió una orquitis tuberculosa que precisó de cirugía que fue practicada por Jean D´Elgart a petición de Casal7. Gregorio Marañón, también cirujanos notables de nuestra época y de nuestra región publicaron trabajos acerca de Gaspar Casal. Citando los más destacados debe comenzarse por César Fernández Ruiz, ginecólogo asturiano con ejercicio en Valladolid y Palencia, que argumenta la titulación médica de Casal siempre tan discutida. Fernández Ruiz apoya su argumentación en dos hechos: en primer lugar las numerosa citas, bien es cierto que no documentales, refiriéndose a Casal como ejerciente de la Medicina antes de graduarse en Artes; en segundo lugar el requisito por la Universidad de Sigüenza de demostrar haber seguido cursos previamente en otra Universidad para graduarse de Bachiller en Artes14. La constatación de un caso que pudiera ser asimilable, el de D. Gregorio de Lillo del Hierro, que antes de graduarse de Bachiller en Artes en Siguenza había obtenido la Licenciatura y el Doctorado en Medicina en la Universidad de Alcalá podría hacer pensar que Gaspar Casal hizo un periplo similar15. Otro reputado cirujano asturiano que se ocupó de la obra de Casal ha sido D. Joaquín García Morán que, además de algunas notas en la prensa regional, ha publicado artículos y colaborado en una obra más extensa cuyo autor es el Profesor: D. Pedro Laín Entralgo16. Por último el Dr. Pego Busto, que ejerció la cirugía torácica en Oviedo, ha tratado de aclarar el problema de los títulos de Casal sin obtener más resultado que el que permite suponer que sí se había graduado en Medicina pero sin lograr encontrar documentos que lo acrediten17. BIBLIOGRAFÍA LA HUELLA DE GASPAR CASAL 1. Bishop WJ.: Cirugía histórica. El arte de operar y curar a través de los tiempos. Editroial Mateu. Barcelona 1963. 2. D´Allaines C.: Histoire de la Chirurgie. Presses Universitaires de France. París 1967. 3. Velasco D, Villaverde F.: Curso Theorico-Practico de Operaciones de Cirugía. En que se contienen los más célebres descubrimientos modernos. Para uso de los Reales Colegios. Joachin Ibarra. Madrid 1763. 522 4. Usandizaga M.: Historia del Real Colegio de Cirugía de San Carlos de Madrid (1787-1828). Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1948. 5. 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Pego Busto A.: Sobre los títulos del Dr. Casal. Medicina Asturiana 1967;8:418-20. 524 LA REUMATOLOGÍA EN LA ÉPOCA DE GASPAR CASAL Aunque las referencias a dolencias reumáticas de Gaspar Casal en su libro “Historia Natural y Médica del Principado de Asturias” son genéricas, se puede deducir su amplio conocimiento de las enfermedades descritas hasta la fecha, como buen conocedor de los clásicos, siguiendo las enseñanzas de Hipócrates y Sydenham, y al citar a otros médicos de los siglos XVII y XVIII. Estos hechos quedan bien reflejados en el prólogo del editor: “Documentos prácticos que estudió nuestro Autor, en las verdaderas Obras del grande Hypocrates, que continuamente tuvo entre sus manos, y en su juicio….El lector verá en ella la oculatíssima observación, sindéresis, y critica de los Sidenhanes, Eschroekios, Valentinis, Ramacinis, y Halleres, de nuestros tiempos…” También el propio Gaspar Casal en su prólogo dice “…sin que me detenga lo mucho y bueno, que los antiguos, y modernos nos han dexado escrito en sus apreciables Obras.” Por ello, haremos un breve resumen de los saberes de la época en cuanto a los padecimientos reumáticos, haciendo un breve repaso de su historia. Las enfermedades reumáticas han sido reconocidas desde la Medicina clásica, encontrándose ya el término “reuma” en los escritos hipocráticos. Los autores antiguos solían utilizar el término gota como se utiliza la palabra “artritis” en la época actual. El término “reuma” sig- 525 LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS... ANA WERUAGA REY JULIÁN RODRÍGUEZ SUÁREZ LA HUELLA DE GASPAR CASAL nifica literalmente fluir. De la fiebre reumática, Hipócrates dijo que se trataba de un dolor en las articulaciones, de corta duración, aguda sin ser fatal, que atacaba más a los jóvenes que a los adultos. Galeno (131201 dC), introdujo la expresión de “reumatismo” para designar un dolor que era causado, según él, por uno de los cuatro “humores cardinales” que constituían el organismo humano. En el siglo XIII comenzó a utilizarse un término análogo para referirse al flujo del humor gotoso; era “gutta” (gota, en latín), de donde se derivó la gota (denominando así a la enfermedad). La asociación entre el “reumatismo” y las enfermedades articulares fue establecida en el siglo XVII por Guillaume de Baillou (1558-1616). Por su obra póstuma: “Liber Rheumatismo” (Libro sobre reumatismo y el dolor de espalda) se le reconoce como uno de los padres de la reumatología. El concepto de Baillou acerca del reumatismo seguía siendo el de un humor nocivo (al que buscó diferenciar del catarro) que no se limitaba a los síntomas músculo esqueléticos. En los Siglos XVII y XVIII sobresalen algunos pioneros que sedimentan la base de la reumatología actual, como William Heberden (1710-1801) que escribió: “el reumatismo es un nombre común para muchos dolores y achaques, que aún no tienen denominación propia, aunque se deben a causas muy diferentes. Además es a menudo difícil diferenciarlos de algunos que tienen asignado cierto nombre y clase”. También de esta época son Friedrich Hoffman y Herman Boerhaave, ambos citados por Gaspar Casal en su obra. Friedrich Hoffman (16601742) aplicó los conceptos de la física teórica a la medicina clínica, considerando que los fenómenos biológicos se perciben como movimientos. Herman Boerhaave (1668-1738), publicó en 1707 su famosa obra “Institutiones Medicae” y en 1708 “Aphorismi de Cognoscendis et Curandis Morbis” (“Aforismos sobre el diagnóstico y la curación de las enfermedades”), que fueron textos canónicos que permanecieron por décadas como libros de referencia obligada en los estudios médicos. Dejamos para el final a Thomas Sydenham (1624-1689). La influencia del programa de Sydenham fue especialmente directa en la obra de Gaspar Casal. Su estudio de las enfermedades epidémicas desde un esquema ambientalista y su descripción sobre las afecciones 526 Figura 1. Thomas Sydenham. Tratado sobre la gota. 527 LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS... endémicas en la región asturiana, dejan notar esta influencia. Sydenham en su estudio de las diferentes “especies morbosas” incluye la gota (que él mismo padeció), de la cual realiza una magistral descripción clínica en el Tractatus de Podagra et Hydrope (1683), considerado un verdadero clásico de la medicina. Además, Sydenham distingue claramente la poliartritis aguda que “ataca principalmente a los jóvenes y vigorosos” de la gota, es decir describe la fiebre reumática en 1685 y además uno de sus criterios mayores el mal de San Vito o baile de San Vito (corea de Sydenham en 1686), analiza la fase crónica de la artritis reumatoidea en el siguiente sentido “el paciente puede convertirse en un inválido hasta el día de su muerte y perder por completo el uso de sus miembros mientras que los nudillos de sus dedos se volverán nudosos y protuberantes”. A pesar de esta diferencia entre estas dos entidades el término gota persistió hasta el siglo XVIII como una etiqueta común para gran cantidad de enfermedades reumáticas. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Si pasamos ahora a analizar los diferentes escritos de la obra de Gaspar Casal en relación a los padecimientos reumáticos, debemos decir que Casal a lo largo de su ejerció profesional buscó con aguda mirada interpretar las “cosas naturales”, pero acudiendo además a la ciencia, física y química. Es muy hipocrático al enfrentarse a las enfermedades, que se configuran y estudian según la constitución individual además del medio, es decir el suelo y el clima. Refiere varias dolencias endémicas de la región, entre las que se citan afecciones óseas: “son indisposiciones propias de este País, la sarna, lepra, escorbuto, destilaciones, erisipelas, llagas de piernas, fistulas, concarie de los huesos, cálculos de los riñones, y vejiga….” y hace referencia a los “reumatismos” sobre todo en los Concejos de Aller, Lena, y Quirós. Aunque muchos autores destacaban el carácter causal de los factores atmosféricos, poco a poco se hizo evidente que los procesos morbosos podían ser consecuencia de la interacción entre el hombre y un medio ambiente muy complejo. Los médicos se situaron así frente a un problema característico: cómo organizar una masa de información creciente que se podía referir tanto a los factores geofísicos como a las condiciones sociales, económicas y sanitarias de la población. Las observaciones topográficas, ambientales, atmosféricas y del suelo de Asturias de Gaspar Casal son de gran delicadeza y precisión. Se ocupa de las “situaciones de los pueblos” desde el punto de vista de su salubridad, de las aguas y de la atmósfera, vientos y clima, y ofrece apuntes muy breves sobre minerales y vegetales. La exposición está interrumpida por apéndices o reflexiones de gran interés, como los dedicados a la descripción de las aguas de Fuente Santa de Nava o sus experiencias analíticas de las aguas mineromedicinales de la Villa de Trillo (Alcarria) y Priorio (Caldas de Priorio, Asturias), demostrando sus propiedades terapéuticas en 1723. Además, hizo la primera descripción del succino o ámbar, en Asturias, al cual dedica una parte del libro. Esta topografía médica del Principado de Asturias es un estudio médico del ambiente de la región, de acuerdo con las pautas propias del ecologismo hipocrático, esencial para entender porqué Gaspar Casal es considerado el Hipócrates español de la época. 528 529 LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS... Como fue señalado anteriormente, cita diferentes enfermedades endémicas de la región y él mismo afirma que no encuentra razón para atribuirlas a una dieta ni a las constituciones de los habitantes de la región, aunque algunas puedan aumentar epidémicamente en determinados años. Sin embargo, en algunas de sus observaciones comenta la influencia sobre las mismas de las características ambientales y las costumbres de alimentación de la región. Entre ellas cita los tumores de las glándulas, la sarna, los achaques nefríticos y otros males endémicos. Es un hecho bien conocido hasta nuestros días, aunque científicamente poco probado, la asociación de las dolencias reumáticas con los climas húmedos, aunque no en origen sí podría ser en agudización de síntomas. ¡Qué bien parece encajar Asturias en este concepto!. Además, él mismo relata que el clima y la atmósfera asturianos son poco provechosos para la salud. Es ya conocida en la época la relación de ciertos hábitos (alimentación, estilo de vida, etc) con la enfermedad reumática más reconocida: la gota. Gaspar Casal lo describe muy bien en su obra: “Pocos labradores padecen gota, ni piedra en esta Provincia; y al contrario muchos ricos, y ociosos: y así bastantes veces he dicho a sus moradores, que está pervertido el método, y orden de la buena dieta; porque los trabajadores, y Labradores, pasan (como es notorio) sin carnes, pescados, y aún sin pan de trigo, ni gota de vino, reducidos al débil sustento de leche, castañas, habas, algo de manteca de baca, frutas, y otras legumbres, harina, y pan de maíz; y los que no trabajan, se regalan con abundantes mantenimientos de pingues carnes, y pescados, a que agregan generosos vinos, mistelas y rosolis, que con el falso pretexto de que convienen para las digestiones, los usan con bastante frequencia, como si ellos por si mismos no fuesen mas dificultosos de digerirse, que los manjares sólidos; y como si no convirtiesen las tenaces fibras de los alimentos, en más duras, rígidas, y compactas, según el sentir de Hoffman, y otros célebres prácticos.” La descripción de la gota la hace Casal en el contexto del capítulo dedicado a los cálculos renales y destaca la relación entre los dolores artríticos y este “trabajosísimo mal”. Para reafirmar el hecho cita varias personas que padecían esos males cada año “con expulsión de crecidos LA HUELLA DE GASPAR CASAL cálculos, y acometimiento de acerbos dolores articulares”. Señala ya muy acertadamente la conexión entre la gota y la piedra nefrítica, destacando que en Asturias se cumple bien este discurso: “Es gotoso, luego nephritico; pero no es verdadero, se si convierte asi: Es nephritico; luego gotoso o arthritico”. Para corroborar esta afirmación vuelve a citar a pacientes nefríticos de los cuales ninguno padecía de gota o artritis. Como en otras dolencias, una vez más sus aseveraciones son acertadas y no sólo tenidas por ciertas por tradición secular, sino constatadas en experiencias propias basadas en hechos observados. Y qué se puede decir de los remedios para los padecimientos reumáticos? Casal hace referencia en su obra a su amistad con Juan Manuel Rodríguez de Luna, con el que pudo trabajar y aprender en su estancia en la villa de Atienza desde 1706 a 1712. Lo define como “el mas excelente Naturalista, Botanico, y Chimico, de cuantos conocí en mi vida”. Esta particular descripción resulta interesante para poder suponer el dominio de las diferentes técnicas y conocimientos de la farmacopea de la época de Gaspar Casal, como se refleja en diferentes apartados de su obra. Y es por ello que no resulten meramente descriptivos sus escritos sobre el ámbar, los vegetales, los minerales y las aguas de Asturias. Hasta nuestros días llega el conocimiento del poder analgésico de los baños calientes, con propiedades relajantes y descontracturantes, y el beneficio para la movilidad articular de la inmersión en piscinas. Cuando describe en su libro las aguas de Priorio, distantes una legua de Oviedo y hoy conocidas por el Balneario de las Caldas, ya señala las propiedades beneficiosas de los baños en las mismas: “Para baños no me parecen malas estas aguas; pues aseguro, que he visto admirables efectos en aquellos sujetos, que han pasado a tomarlos, por achaques procedidos de humores viscosos, y estancados entre las fibras musculares; y no menos en aquellos, cuyos miembros estaban como paraliticos”. Entre estos achaques es muy probable que estuviesen incluidas muchas de las dolencias que se agrupaban bajo el término reumatismos o pacientes con dolores artríticos. Además de las aguas de Priorio realizó el análisis de las de Trillo en la Alcarria, que conoció en su estancia en esta comarca antes de desplazarse a Asturias. También identifica las 530 bondades de dichas aguas: “…habilitan, y fortalecen todos los miembros para sus exercicios, y ponen el cutis suave, y de buen color” y señala que aunque no curaban las enfermedades sí que las aliviaba: “Verdad es, que todos reconocieron alivio no pequeño, pues salieron con mejor semblante, más gordos, agiles, robustos, y comedores, que habían entrado”. En sus comentarios sobre esta posibilidad terapéutica hace una aportación interesante en cuanto a la tardanza del uso de esta última medicina, como si fuese un remedio que se usaba cuando todos los demás han fallado: “…porque, hasta que el achaque tiene ya postrada la naturaleza, y menospreciados todos los subsidios pharmaceuticos, y chirurgicos, no se aconseja al paciente, que se arroje a las aguas”. Aún así señala que podía ejercer efectos beneficiosos, pero a él le parecía mejor aplicarlo antes, sin esperar al avance de las enfermedades a las que se recomendaba “por estar desauciado el enfermo”. En la historia de la farmacopea en Europa los farmacéuticos y los médicos conocían las propiedades analgésicas, expectorantes y revitalizantes del ámbar. Se usaba tanto en brazaletes, como en collares, polvos y aceites. Este hecho se relaciona con el ácido succínico que contiene el ámbar, con efectos también antioxidantes. El del Mar Báltico, ya conocido en tiempos antiguos y descrito en la ruta del ámbar de Plinio, parece ser el que más contenido en dicho ácido tiene. En ámbitos naturis- 531 LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS... Figura 2. Balneario de las Caldas de Oviedo (http://elcomentario.tv/escandalera/blogsfero/balneario-de-las-caldas/06/12/2010/). LA HUELLA DE GASPAR CASAL tas, algunos consideran el brazalete de ámbar como el mejor remedio para las enfermedades reumáticas. Estas propiedades seguro resultaban familiares a Gaspar Casal cuando afirma: “son muy apreciadas las minas de Succino, que llegamos a descubrir en esta montañosa Provincia; no por la utilidad solo, que de ellas puede seguirse; sí, principalmente, por haverse averiguado, que cosa es, y donde se engendra aquel ente, de cuya naturaleza, y origen se escribieron tantas, y tan varias Opiniones, y Fabulas, quantas, y quales encontramos en los libros de Plinio, y aun de muchos Autores modernos, de no pequeña estimación, y fama”. Tal es la importancia que le confiere al hallazgo de estas minas de succino en Asturias que le dedica una monografía, comentando entre otras observaciones sus aplicaciones en el ámbito científico. Uno de los capítulos más importantes en la obtención de remedios para las diferentes dolencias son sin duda los obtenidos del mundo vegetal. Son numerosas las plantas, árboles y hierbas que son citados en la obra de Casal, por lo demás común y descrita en este tipo de clima y terreno. Pero, no se limita a citarlas como una descripción meramente botánica sino que señala su aplicación en la medicina: “ y entre las muchas, hay algunas de aquellas, que se aprecian, y estiman en las Oficinas Medicas”. En primer lugar cita al abedul (género Bétulas) del cual se describen, además de propiedades diuréticas propiedades analgésicas en enfermedades reumáticas y que abunda tanto en Asturias. Acorde al libro de Maimonides sobre plantas medicinalis, libro de gran estima y predicamento en la época antigua, aunque algunas de las descritas (genciana, zarza, satyrion, polipodios, tusilago, etc) están en dicho libro, no hay referencia a su indicación para dolencias reumáticas. Thomas Sydenham, del cual queda patente el conocimiento de su obra por parte de Gaspar Casal, formuló un láudano -conocido como láudano de Sydenham-, que era un remedio muy utilizado contra el dolor. Contenía opio y tal como señalaba el propio Sydenham: “de entre todos los remedios a que Dios Todopoderoso le ha complacido dar al hombre para aliviar los sufrimientos, no hay ninguno que sea tan universal y tan eficaz como el opio”. Probablemente el origen de esta afirmación está en su propio uso para sus dolencias gotosas. 532 Por último cabe señalar sus comentarios sobre dieta y salud que bien podrían tenerse hoy como ejemplo de referencia a la salud pública: “Si se hubiese hallado el modo, y determinada proporción, para igualar la comida, y bebida al numero, y peso de los trabajos, y exercicios, se habría encontrado, ciertamente, el medio mas seguro, y eficaz para mantener la salud de los hombres. Es evidente, que por defecto de esta proporción, andan llenos de males los ricos, y los pobres; aquellos, porque no trabajan según comen, y beben, y estos, porque no beben, ni comen según trabajan”. Qué bien podríamos aplicar este relato a la ya citada enfermedad gotosa, enfermedad de los ricos, relacionándola con la ingesta de ricos manjares, abundantes vinos como era bien conocido en la época y que padecieron entre otros personajes ilustres, Sydenham y Boerhaave, que Gaspar Casal cita en su obra. REFERENCIAS CONSULTADAS Casal, G.: Historia natural y médica del Principado de Asturias. (Ed. Facsmil de la edición de 1762) Principado de Asturias, Consejeria de Educación, Cultura y Deportes, Oviedo, 1988. Iglesias-Gamarra A, Quintana G, Restrep JF.: Prehistoria, historia y arte de la Reumatología. Inicios de las palabras reuma, artritis reumatoide, artritis juvenil,gota y espondilitis anquilosante. Rev Colomb Reumatol. 2006. 13: 21-47. López Piñero, JM.: Clínica y patología de la Ilustración. Europa Latina. España y Portugal. Laín Entralgo P.: Historia Universal de la Medicina, tomo 5. Ilustración y Romanticismo. Salvat, Barcelona, p 84, 1973. Dioscorides P.: Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos. (Traducción A. Laguna). Ed Arte y Bibliofilia. Madrid. 1983. Albarracín, A.: Gaspar Casal y el concepto moderno de especie morbosa, Asclepio, 35 (1983), 189-194. 533 LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS... Iglesias-Gamarra A, Quintana G, Restrep JF.: Prehistoria, historia y arte de la Reumatología Gota y espondilitis anquilosante. Rev Colomb Reumatol. 2006. 13:120-141. La medicina clínica en el siglo XVIII. Disponible en http://www.fmvuba.org.ar/Portada/Buzzi/La%20medicina%20clicica%20en%20el%20 siglo%20XVIII.pdf.. Consulta 11-11-2011. LA HUELLA DE GASPAR CASAL Breve historia de la reumatología. Disponible http//:asoreuma.org/historia.htm. Consulta 10-11-2011. 534 en: LA TEORÍA HUMORAL Y ATMOSFÉRICA DE LA SARNA EN LA OBRA DE GASPAR CASAL. La sarna es una enfermedad que se conoce desde tiempos antiguos. Es descrita en un manuscrito árabe por el médico Abu l-Hasan Ahmad at-Tabarc de Tabaristan (970 dC) que reconoció la presencia del ácaro en las lesiones y aplicaba pomadas. Aristóteles (384-322 aC), también conocía el Acarus scabiei, y usó por vez primera la palabra Akari, aunque este era el nombre dado a un ácaro de la madera. En la obra titulada Physika escrita en el siglo XII por la santa Hildegarda (1099-1179), superiora del convento de Rperts-Berg cerca de Bingen, también se hace referencia a la enfermedad. En el mismo periodo, Avenzoar (1091-1162), médico árabe español, describe en un manuscrito la probable etiología de la sarna. En ese periodo la sarna estaba extendida en Europa y su nombre era distinto en cada país: suren en Alemania, brigant en la Gasconia, siro en Turín y pellicello en la Toscana y la República de Venecia1. Este último nombre está registrado en el diccionario de la Accademia della Crusca de 1623 en su segunda edición y lo define como “un ácaro diminuto generado en la piel cubierta con costras, el cual produce un picor agudo”. A pesar de su conocimiento no se asoció con la sarna, que era atribuida a un estado humoral: “a jugos melancólicos” (Galeno), “sangre corrupta” (Avicena) o “fermento picante” (Velamonte), y su contagiosidad, cuan- 535 LA TEORÍA HUMORAL FERNANDO VÁZQUEZ VALDÉS EMMA VÁZQUEZ ESPINOSA LA HUELLA DE GASPAR CASAL do se reconocía, era explicada por el efecto de los humores y fermentos que se evaporaban del cuerpo. Su presencia en la piel de los sarnosos era, por el contrario, considerado prueba de la corrupción de la carne y la sangre causada por una alteración interna. Esta noción, corresponde a la creencia desde los tiempos de Aristóteles de que los piojos se originaban de la carne, las pulgas de la suciedad y las polillas de la lana2. A principios del siglo XVII, no se discutía por tanto la doctrina de la generación espontánea. El método empírico fue utilizado en los experimentos de Leonardo (1452-1519) y codificado por Francis Bacon (1561-1626), pero fue Galileo Galilei quien lo impuso en la segunda mitad de ese siglo y Francesco Redi (1626-1698) quién lo aplicó a las ciencias naturales y demostró que las moscas solamente se reproducían de la carne putrefacta si antes se habían depositado huevos en ella. Redi era médico del Gran Duque Cósimo III, y vivía en Livorno, donde en la farmacia de Diacinto Cestoni (1637-1718) acudían hombres de ciencia y letras, entre ellos Redi y un joven médico de la marina llamado Giovanni Cosimo Bonomo (1663-1696)3. Bonomo y Cestoni descubrieron la naturaleza parasitaria de la sarna el 18 de julio de 1687, después de haberlo estudiado desde 16854. Estudiaron su morfología y fisiología, explicaron su naturaleza contagiosa, sugirieron tratamientos, y finalmente obtuvieron el ácaro y sus huevos para observarlos al microscopio. De esta forma, Bonomo escribió una carta a Redi describiendo la etiología de la sarna: “Tengo buenas razones para concluir que la aflicción no es más que una mordedura continua y chupado infligido por Bacarelli...”. Giovanni Maria Lancisi (1654-1720), médico principal del Papa, reconocía la presencia del ácaro pero lo excluía como única causa de la enfermedad ya que la sarna tenía un origen humoral que precede la proliferación del ácaro, para lo cual invocaba las Sagradas Escrituras. Viendo el antecedente de Galileo y las consecuencias que le podían acarrear, Bonomo no siguió con la disputa. Algunos autores piensan que Bonomo en realidad utilizaba el seudónimo de Cestoni para evitarse estos problemas5. En 1834, un joven estudiante llamado Simon François Renucci, había aprendido a extraer los ácaros de mujeres pobres en Córcega y así probó su exis- 536 537 LA TEORÍA HUMORAL tencia. Ferdinand Hebra (1816-80) en 1844, publicó su visión sobre el diagnóstico, etiología y tratamiento de la enfermedad. En 1925, Alberto Rezzauti encontró la carta de Bonomo en la Fraternitá de Laici de Arezzo y en la que se establece el descubrimiento de Bonomo y Cestoni. Las observaciones y los síntomas clínicos expuestos en la obra de Casal siguen como veremos los saberes médicos de la época y en muchos aspectos no difieren de lo que se observa en la actualidad, en una revisión reciente de sarna durante un periodo de 15 años, se encontró como más frecuentes el picor (85%) y pápulas en el 63,3% de los casos y erupciones en el 46,9%6. Las condiciones de vida se han implicado en la transmisión de la misma como la pobreza o sitios residenciales de ancianos o guerras y también la transmisión sexual7. Se cita que hay un patrón cíclico de 20-28 años8-10 pero en los 15 años estudiados no se ha encontrado11. Otro aspecto, que entronca con las teorías atmosféricas de Casal, es la variación estacional a finales del verano y principios del otoño12, en otro estudio en el invierno13 o en otoño e invierno14.Un mayor detalle de la historia de la sarna se puede encontrar en la revisión de Galván Pérez del Pulgar JI (2004)15. En el diccionario El Tesoro de la Lengua Castellana de Sebastián de Covarrubias Horozco de 161116 define la sarna “como una especie de lepra, aunque no tan mala como la elefáncica,porque aquella roe no solo el cuero,pero come la carne”. Previamente Dante en la Divina Comedia y en su canto XXIX, situaba a los sarnosos junto a los leprosos: … y así arrasaban las uñas la sarna, como cuchillo del escaro las escamas o de otro pez que más grandes las tenga… Entonces el otro leproso, que me escuchó, repuso a lo que dije: Excepto Stricca que supo hacer tan moderados gastos… Este motivo de los sarnosos en el infierno posteriormente lo continúa Quevedo en el Sueño del Infierno y compone la Sátira a la sarna. Lope de Vega en el siglo XVI y por tanto anterior a Casal, cita entre otras enfermedades de la piel a la sarna y la creencia de que era similar a la lepra, si bien se sabía la influencia de la limpieza en su curación y LA HUELLA DE GASPAR CASAL propagación (Obra: Dios hace reyes, acto 2º). Era enfermedad (La cortesía de España acto 3º) propia de estudiantes (El asalto de Mastrique acto 1º), pajes (Por la puente, Juana acto 3º) y niños (La niña de plata acto 3º), “aunque ninguno se escapa de tenerlas” (La niña de plata, acto 3º). Tan cierto era esto, que el infeliz campesino que piensa en la vida del rey en su palacio, ingenuamente preguntará (La porfía hasta el temor acto 2º): “¿Estará en su aposento baldío el Rey, como yo en el mío? Guzmán, ¿si se rascará? -¡Notable imaginación! Según mueven a respeto, pienso que tiene buleto contra toda comezón” Es, la comezón lo más característico de esta afección (El abanillo, acto 1º), y por consiguiente, el rascarse la reacción del enfermo (La discreta venganza, acto 3º), aunque con él aumente más todavía el picor (Los muertos vivos, acto 3º). Comienza por las muñecas (Guerras de amor y honor, acto 2º), pero como dice Lope de Vega (El gran duque de Moscovia, acto 2º): “...cabras, sarna y mujeres son golosinas andariegas. Todo el monte anda la cabra, y la sarna un cuerpo todo” Incluso nos ha legado un atisbo de descripción anatomopatológica de la lesión cutánea que produce la sarna (La Dorotea, acto 4º): “...porque como la sarna tiene granos, así el trigo...”. De su contagiosidad da testimonio en múltiples ocasiones (El truhán del cielo y loco santo, acto 2º), y en cuanto al tratamiento habla de las friegas (El hombre de bien, acto 3º), el uso de guantes (Amar sin saber a quién, acto 2º) y hace mención a determinados papeles o “recetilla” para la sarna (El amante agradecido, acto 1º). Pero la picaresca, por el contrario, sabía de ungüentos con los que acrecentar el mal para el ingreso en los hospitales (El bobo del colegio, acto 2º) o para calmarla como el ungüento egipciaco (La vic- 538 539 LA TEORÍA HUMORAL toria de la honra, acto 2º). Sabe también de la hospitalaria Orden de San Juan de Dios que dedica sus cuidados a los enfermos contagiosos y que son enfermedades que se pegan17: “….sarna, sarampión, tiña, lepra, lamparones, peste, tabardillo y los demás achaques que curan los hermanitos de Antón Martín…” (Enmendar un daño a otro, acto 3º) Es llamativa la precisión de la sintomatología de la sarna expuesta en la obra de Lope de Vega que contrasta con otras obras médicas y da una idea del conocimiento popular que había de la enfermedad. El nacimiento de Gaspar Casal en 1680 y su estancia durante su niñez en Utrilla, coincide prácticamente con el descubrimiento del ácaro de la sarna y las creencias del origen de esta enfermedad le acompañan en su periplo por Asturias. Casal trabaja primero en 1720 como médico al servicio del Ayuntamiento de Oviedo y luego del Cabildo de la Catedral. Su fama se extendió pronto, se hizo cargo de la dirección de varios de los pequeños hospitales del Oviedo de entonces, que tenía unos 6.000 habitantes (hospitales de Santiago, San Juan y Santa María de los Remedios, actualmente desaparecidos)18. La remuneración de los médicos del Municipio en aquella época era de aproximadamente unos 600 reales19. En Oviedo cultivó la amistad de Fray Benito Jerónimo Feijoo, quien se encontraba entonces en la cumbre de su prestigio e influencia. Durante las veladas en la celda del benedictino, Casal pudo conocer publicaciones nuevas, intercambiar ideas y planificar experiencias 20. Feijoo se refiere a Casal como “sabio y digno médico al presente del Ilmo. Cabildo de Oviedo”21; “hombre de mucha experiencia y observación”22. Feijoo describe la sarna en estos términos: “y que un médico inglés Mons Mead es de la opinión que está producida por unos gusanillos o menudos Insectos cuya figura es muy parecida a la de la Tortuga y que por permanecer vivos 2 o 3 días separados del cuerpo es fácil adquirir esta dolen- LA HUELLA DE GASPAR CASAL cia al establecer contacto con la ropa o guantes del enfermo”23. En otro lugar nos habla del ácaro o arador al que considera como el más pequeño animal visible a simple vista pero siguiendo la doctrina de su tiempo no lo relaciona con la sarna24. Recoge finalmente un refrán25 - “agua fría sarna cría, agua roxa sarna escossa”- que viene a afirmar que la sarna alivia con vino aunque “no sédice –que aprueben esta receta los Médicos”26. Es pura especulación la relación que pudo haber en esta materia entre los dos hombres y la disponibilidad por parte de Casal de libros e información sobre el asunto, aunque Feijoo como hemos comprobado sigue la norma imperante de la época de no relacionar al ácaro directamente con la enfermedad y por lo tanto mantener la teoría humoral de la misma. El contexto en el que se mueve Casal es el saber antiguo y hace referencia, muchas veces para rebatirlos, sobre todo a Hipócrates y los médicos que en el siglo XVI divulgaron los tratados hipocráticos, y el saber griego y arábigo, Louis Duret, Juan Marinelli y Jean Fernel. También a Celso y a Plinio (siglo I), cuya Historia Natural fue traducida al castellano a comienzos del siglo XVII, a Galeno y a su contemporáneo Marciano (siglo II), que comentó las obras de Hipócrates. 27 En el Capítulo X De las enfermedades endémicas de el mismo país, dice Casal: “Son indifpoficiones propias efte País, la farna, la lepra, fcorbuto…” y “De cualquiera de las referidas enfermedades hay regularmente tanto número, que no hallo razón para atribuirlas a la dieta en particular de los que las padecen; así ni tampoco a las constituciones de aquel, o el otro año: y afí las llamo vernáculas familiares, o endémicas de Afturias. Con todo ello, no puedo negar, que algún año fuele afligir más univerfalmente, que folía alguno de los referidos achaques vernáculos: antes teftifico, haver vifto no pocas veces farna endémico-epidémica…28”. El origen humoral de la enfermedad se describe más adelante: “La copia grande de humores fuvercaneos, fuperfluos, reluce y fe demuestra en la abundante farna, lepra...”.29 En el Capítulo XI De las Enfermedades Endémicas de efta región, en particular y primeramente de la Farna, dice nuevamente Casal refiriéndose a la sarna el ser una variedad de lepra: “Porque tengo ánimo de 540 541 LA TEORÍA HUMORAL efcribir, en idioma Latino, una breve, pero verdadera Hiftoria de las efpecies de lepra, que he vifto en efte país de Afturias, y de el achaque que llaman Mal de la rosa, y porque en algunas propiedades fe afimila, la fárna à eftos achaques, efcribiré, al principio de dicha pequeña Hiftoria, quanto por repetidas experiencias pude averiguar de ella; lo qual podrá allí vèr el que guftàre30”. Y establece la relación de los “achaques endémicos” y la “temperie de la atmofphera de efta Provincia”.31 En la obra de Casal, el cuarto texto, titulado Historia affectionum quarundam regionis hujus familiarum, se ocupa de las enfermedades que consideraba más propiamente «endémicas» de Asturias: la sarna, la lepra, el «mal de la rosa» y el «asma seco hidropiforme de los pulmones». Es la parte más importante y conocida de su obra, principalmente porque contiene la primera descripción nosográfica del «mal de la rosa» o pelagra 32. Las descripciones de la sarna que realiza Casal en realidad corresponden a un conjunto de enfermedades de la piel que van desde el prurigo de Herva, eczemas pústulo-crústaceos, pénfigos, tiñas del cuero cabelludo o costras lácteas de los recién nacidos por lo que es difícil separarlas como entidades nosológicas diferentes: En los infantes la sarna ataca principalmente a la cabeza, donde les atormenta de un modo terrible, formándose deformes postillas y costras…33 Hay, con efecto, en esta región mujeres (ignoro la causa), que tienen siempre la parte posterior de la cabeza cubierta de asquerosas postillas que destilan un pus sanguinolento y fétido…34 He visto un estudiante joven y sano a quien en una sola noche le nacieron en los pies, desde el calcañar a las extremidades de los dedos más de cien granos de sarna del tamaño de garbanzos. 35 ..aquellas fiebres escorbútico-escabiosas…36 También Casal se refiere a la sarna después de las fiebres tercianas y cuartanas: “Del tránsito de las tercianas y cuartanas a la sarna tengo también una larga experiencia, no sólo respecto de los indígenas, sino también de los forasteros... creí que era cierta la sentencia de Ballonio, que dice: La cuartana degenera en reumatismo, sarna y asquerosas úlceras37”. Asimismo diferencia claramente la sarna del tabardillo: “Muchas LA HUELLA DE GASPAR CASAL veces las enfermedades que se juzgan de sarna, no son otra cosa que las fiebres llamadas linfáticas, como también las continuas periódicas o accesionales; y en suma, todas aquellas que vulgarmente se conocen con el nombre de tabardillo”.38 En la lista de tratamientos que incluye para esta enfermedad y otras que aparecían en esa época cita: “… más con el mercurio oscuro, o el mineral etiópico (negro), fabricado sin fuego, que diariamente por mañana y tarde tomaba en forma de píldoras con una panacea mercurial, volvió la sarna; y hoy 14 de agosto, le he visto completamente sano, fuera de la sarna…”.39 Como decíamos al referirnos a Lope de Vega, el ungüento egipciaco era utilizado en esa época para diversas afecciones cutáneas y ya se citaba en el siglo XVI en obras farmacológicas como La Concòrdia dels Apotecaris de Barcelona de 151140 con una composición de Flos eris (CuO), miel y vinagre. Sin embargo sigue a Hipócrates en que hay que ayudar a la naturaleza y no entorpecer su potencia medicatriz y la terapéutica es expectante y su creencia que muchas erupciones, como la sarna, «al salir hacia fuera y mostrarse como remate de ciertas enfermedades, son el final de la discrasia».41 Más adelante en su obra, Casal, se centra en lo que parece más concretamente la sarna como la entidad nosológica que conocemos actualmente: “Después de los doce años de edad la mayor parte de la sarna nace en los muslos, en las piernas, en las manos y en los brazos, y al mismo tiempo se cubre el vientre de un sinnúmero de granos y postillas. En las manos suele ser tanta la erupción de granos que después se rompen y supuran poco a poco la materia, se forma una costra que, a modo de guante, las cubre todas…”.42 “Los granos de la sarna, según las varias disposiciones de los enfermos, pueden ser pequeños o grandes, causar dolor o no causarle, y ocasionar más o menos comezón; y algunas veces suelen originar una inflamación tal, que todo el miembro invadido está cubierto de extensa erisipela; lo cual se observa especialmente en las piernas”.43 Casal se vuelve a referir a las condiciones atmosféricas como condicionantes de los efectos que provocan en las enfermedades: “Los cambios 542 543 LA TEORÍA HUMORAL de tiempo producen también notables efectos en los sarnosos; pues en tiempos húmedos y nebulosos, la comezón es insufrible; cuando corre el ábrego, se ahogan de calor; con el frío se hielan y espeluznan; pero en tiempo sereno, se hallan tranquilos, o por lo menos no suelen padecer tanto. También la sarna varía con fuerza y eficacia en las distintas partes del día: por la mañana molesta poco; al medio día apenas se siente; peor por la tarde y hasta media noche es insufrible”.44 Estas teorías, que la moderna historiografía de la medicina agrupa bajo el concepto de constituciones epidémicas, son constantes en la obra de Casal y debe ser vista desde esa perspectiva: la nueva atención que los médicos prestan al entorno físico, que preludia las topografías médicas de la centuria siguiente. La importancia que concede a los accidentes atmosféricos es especialmente relevante en otras enfermedades como las respiratorias, por ejemplo en la tuberculosis: observando la acumulación de defunciones en los meses de marzo y abril, anticipándose a las teorías de los flaqueos primaverales de la inmunidad en los tísicos y sus consecuencias…y señala cómo «en los lugares húmedos se originan animales en extremo pequeños, que no se alcanzan a percibir con los ojos, y que con el aire que respiramos entran en el cuerpo y causan grandes enfermedades».45 Como complicaciones de la sarna cita la infección estafilocócica: “A los que padecen de sarna suelen sobrevenirles forúnculos y otros tumores de la especie de flegmones…Por todo esto conocí que era cierto el aforismo de Baglivo, que dice: “El panadizo es la señal de la comezón de la piel y de próxima sarna”.46 Casal aquí se refiere al italiano Giorgio Baglivio (1668-1707), que