Untitled - Fundación Gaspar Casal

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Joaquín Fernández
Venancio Martínez
(coordinadores)
LA HUELLA DE CASAL
HOMENAJE DE LOS MÉDICOS ASTURIANOS
EN EL 250 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DE LA
HISTORIA NATURAL Y MÉDICA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS
Real Academia de Medicina del Principado de Asturias
Ilustre Colegio Oficial de Médicos del Principado de Asturias
Portada: A la izquierda, escultura clásica de Hipócrates; en el centro, paisaje asturiano; a la derecha:
Imagen supuestamente de Gaspar Casal en el cuadro de Goya titulado “El médico” (idea: Joaquín
Fernández García y José Martínez González; diseño: Maite Fernández Alonso).
Contraportada: Fotografía del Dr. Louis Westenra Sambon, del London Asylum, 1908.
© Para esta edición: Real Academia de Medicina del Principado de Asturias y el Ilustre Colegio Oficial
de Médicos de Asturias
© De los textos: Sus autores
Edición: HiFer Editor
Impresión: HiFer Artes Gráficas - www.hifer.com
ISBN: 978 - 84 - 941550 - 6 - 2
Dep. Legal: AS- 2270 - 2013
www.elsastredeloslibros.es
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, ni su préstamo
o alquiler o cualquiera otra forma de cesión de uso del ejemplar, sin permiso previo y por escrito del titular del Copyright.
© El Copyright y todos los demás derechos son propiedad del autor y está debidamente registrado en el Registro General
de la Propiedad Intelectual de Asturias.
ÍNDICE DE AUTORES
Ángel Álvarez Fernández
Centro Médico de Asturias, Oviedo
Adolfo Barthe Aza
Dermatólogo
Miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos
José Enrique Benito Ortiz
Especialista en Hematología y Hemoterapia
Centro Médico de Asturias, Oviedo
José Antonio Buelga García
Hospital Monte Naranco, Oviedo
Olaya Concepción Cossent
Universidad de Santiago de Compostela
Arturo Cortina Llosa
Profesor Emérito de la Universidad de Oviedo.
Rosario Cortina Rodríguez
Servicio de Cardiología
Hospital de Cabueñes, Gijón
Víctor Dos Santos Bernardo
Servicio de Oftalmología
Hospital de Valle del Nalón
Sama de Langreo (Asturias)
Juan Facundo Contestí
Hospital Universitario Central de Asturias, Oviedo
Luis A. Fariña-Pérez.
Servicio de Urología
Hospital Povisa, Vigo, Pontevedra.
Félix Fernández Alonso
Universidad de Stanford, USA
Rodrigo Fernández Alonso
Médico Microbiólogo, Oviedo
Joaquín Fernández Garcia (+)
Servicio de Hematología
Centro Médico de Asturias, Oviedo
Natalia Fernández Rodríguez
Universität Bern
Francisco J Fernández-Guisasola Muñiz
Especialista en Homeopatía y Acupuntura, Oviedo
Mercedes Granjel
Universidad de Salamanca
Carmen Junceda Moreno
Servicio de Oftalmología
Hospital Universitario Central de Asturias
Juan Junceda Moreno
Servicio de Oftalmología
Hospital de Valle del Nalón
Sama de Langreo (Asturias)
Juan José Lastra Menéndez
Universidad de Oviedo
Jesús Martínez Fernández (+)
Miembro de la Real Academia de Medicina,
del RIDEA y de la Real Academia de la Historia
José Martínez González
Universidad de Oviedo
Enrique Martínez Rodríguez
Catedrático Emérito de Cirugía
Universidad de Oviedo
Miembro Emérito del RIDEA
Venancio Martínez Suárez
Centro de Salud El Llano (Gijón)
Servicio de Salud del Principado de Asturias
Vania Poulopoulou
Universidad de Atenas, Grecia
Ramón Rodríguez Álvarez
Universidad de Oviedo
Julián Rodríguez Suárez
Pediatra. Hospital Universitario Central de Asturias
Universidad de Oviedo
Ángel Sánchez del Río
Servicio de Ginecología
Hospital Álvarez-Buylla, Mieres
Luis Vicente Sánchez Fernández
Profesor de Historia de la Ciencia (Historia de la Medicina)
Universidad de Oviedo
Eugenio Suárez Suárez
Servicio de Oftalmología
Hospital de Valle del Nalón
Sama de Langreo (Asturias)
Emma Vázquez Espinosa
Servicio de Neumología.
Hospital de la Princesa, Madrid
Fernando Vázquez Valdés
Hospital Monte Naranco
Departamento de Biología Funcional (Área de Microbiología).
Universidad de Oviedo
Ana Weruaga Rey
Reumatóloga
Centro Médico de Asturias
ÍNDICE TEMÁTICO
Presentación:
Profesor D Manuel Álvarez-Uría y Rico Villademoros,
Presidente de la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias .....................................9
I- PRÓLOGO
de Don Gregor io Mar añón a la edición de 1959 .........................................................................13
II-. ALGUNOS ASPECTOS DE LA VIDA Y OBRA DE CASAL
1-. Médicos astur ianos en el siglo XVIII: actividad pr of esional y modos de vida
Mercedes Granjel...........................................................................................................................23
2-. Enigmas y e videncias en la obr a de Casal
Rodrigo Fernández Alonso, José Antonio Buelga García, Joaquín Fernández García..........................55
3-. La for mación médic a de Casal
Venancio Martínez Suárez..............................................................................................................63
4-. La bibliotec a de Casal
Venancio Martínez Suárez, Carmen Junceda Moreno.......................................................................71
5-. La obr a de Casal como modelo de ensayo científico del siglo XVIII.
Contenidos y for ma
Natalia Fernández Rodríguez.........................................................................................................85
6-. Per fil científico de Casal, médico y natur alista astur iano del siglo XVIII
Félix Fernández Alonso, Vania Poulopoulou, Joaquín Fernández García .........................................103
7-. La enseñanz a de la me dicina y su e jercicio pr of esional:
desde los inicios de la edad media hasta la ép oc a de Gaspar Casal
Luis Vicente Sánchez Fernández, Francisco J. Fernández-Guisasola Muñiz ....................................131
8-. Influencia de Hipócr ates en la Histor ia Nat ur al y Médic a de Casal
Venancio Martínez Suárez, Carmen Junceda Moreno.....................................................................149
9-. Gaspar Casal y Fr ay Mar tín Sar miento: relaci ón en Madr id
de dos gigantes de la medicina ilustr ada, a propósito de las
vir tudes de la planta Carqueixa
Luis A. Fariña-Pérez....................................................................................................................157
III-. ESTUDIOS SOBRE LA OBRA DE CASAL
10-. Ideas anatómicas, fisiológic as y patológic as de Casal
Rodrigo Fernández Alonso, José Enrique Benito Ortiz., Joaquin Fernández García.........................175
11-. Doctr ina de la enf er medad en Casal: const it ución, medio ambiente
y ot ras causas de enf er medad.
Ángel Álvarez Fernández..............................................................................................................199
12-. La far macop ea de Gaspar Casal
Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso, Olaya Concepción Cossent ..........................225
13. El mundo v egetal en la obr a del Doctor Casal.
José Martínez González, Juan José Lastra Menéndez.....................................................................255
14-. Remedios act ualmente p oco comunes y éxot icos utiliz ados p or Gaspar Casal
Francisco Fernández-Guisasola, Luis Vicente Sánchez Fernández...................................................321
15-. L os pacientes infant iles de Casal
Jesús Martínez Fernández, Venancio Martínez Suárez ..................................................................351
16-. La der matología en la obr a de Casal
Adolfo Barthe Aza ........................................................................................................................363
17-. L os pacientes hematológicos de Casal
Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso, Juan Facundo Contestí...............................375
18-. La doctr ina de la sangría en Casal
Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso, José Antonio Buelga García........................393
19-. La relación de Casal con la of talmología en su obr a y la influencia de ésta
como barómetro social en la act ualidad
Juan Junceda Moreno, Eugenio Suárez Suárez, Víctor Dos Santos Bernardo....................................431
20-. La obstetr icia y la ginecología en la obr a de Gaspar Casal
Ángel Sánchez del Río, Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso ...............................449
21-. La patología c ar diovascular en la obr a de Gaspar Casal
Arturo Cortina Llosa, Rosario Cortina Rodríguez,
Joaquín Fernández García, Rodrigo Fernández Alonso...................................................................471
22-. Las enfer medades de las vías ur inar ias y genitales en la obr a de Gaspar Casal
Luis Ángel Fariña-Pérez ..............................................................................................................501
23-. Casal y la Cir ugía
Enrique Martínez Rodríguez .......................................................................................................515
24-. La reumatológia en la ép oca de Gasc ar Casal
Ana Weruaga Rey, Julián Rodríguez Suárez ..................................................................................525
25-. La teoría humor al y at mosfér ic a de la sar na en la obr a de Gaspar Casal
Fernando Vázquez Valdés, Emma Vázquez Espinosa .....................................................................535
IV-. EPÍLOGO.
Venancio Martínez Suárez, Joaquín Fernández García ..................................................................549
V-. ANEXOS:
1-. Cronología de la vida de Casal
Carmen Junceda Moreno, Venancio Martínez Suárez.....................................................................555
2-. Ediciones de la obr a Histor ia Natur al y Médic a del Pr incipado
de Astur ias de Gaspar Casal
Ramón Rodríguez Álvarez ...........................................................................................................563
3-. Relación de obr as y ar tículos sobre Gaspar Casal
Luis Vicente Sánchez Fernández, Francisco Fernández-Guisasola...................................................567
8
PRESENTACIÓN
MANUEL ÁLVAREZ-URÍA RICO-VILLADEMOROS
Como hemos señalado en varias ocasiones, Joaquín Fernández
forma parte de esa pléyade de médicos distinguidos, que lejos de limitarse y burocratizarse, mantienen abierto un amplio horizonte y contri-
9
PRESENTACIÓN
Agradezco mucho la designación para presentar este libro, en el que
colaboran muy destacados autores, reunidos aquí gracias a la conjunción
de varias voluntades. La suya propia como conocedores y admiradores
de la vida y la obra de D. Gaspar Casal; la de nuestro colega y compañero en la Real Academia, Dr. D. Joaquín Fernández García, fallecido
hace menos de un año, cuando se estaba materializando el proyecto de
la obra. Su iniciativa y esfuerzo, han sido esenciales para llevarlo a cabo,
al igual que la elección de sus colaboradores que, con no menos firme
voluntad, supieron mantener enhiesto el estandarte y culminar el honorable propósito de emular aquella iniciativa asturiana de hace medio
siglo, con la conocida publicación del primer libro-homenaje a D.
Gaspar prologado por D. Gregorio Marañón. De estos colaboradores es
de estricta justicia destacar la labor del Dr. D. Venancio Martín Suárez,
sin cuya intervención y labor de coordinación paciente, abnegada y brillante, no habría ocasión de hacer esta presentación
buyen al desarrollo de la sociedad, aportando el valor añadido de un trabajo paralelo al de su profesión, que proporciona un precioso combustible intelectual, para su dinamización.
Celebramos este CCL aniversario del alumbramiento público de la
Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, en un momento en
que son espectaculares los avances en el conocimiento de la patogenia
de muchas enfermedades y en el tratamiento de muchas mas,. Tanta es
la trascendencia de las consecuciones y tan delicada la aplicación de las
nuevas tecnologías, que este hito sin precedentes en la historia de las
ciencias de la naturaleza es, a la vez, el mas importante desafío de la
medicina..
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
La obra de Casal supuso, en su tiempo, algo semejante a la conmoción estética generada por los iconoclastas e impresionantes rosetones
barrocos que, en las fachadas de las grandes catedrales góticas, rompen
con los conceptos arquitectónicos anteriores. La nosografía de Casal no
atiende a filosofías, ni a las erróneas deducciones, de que estaba plagada la medicina de la época. Embiste, con la razón y de manera formidable, contra los galenismos, iatroquímicas y iatromecánicas, para consagrar definitivamente, a la observación y la interpretación, como los
árbitros supremos del quehacer del médico.
La “Historia Natural…….”, cuya edición facsímil, editada por el
Gobierno de Asturias en 1988, dirigió nuestro distinguido compañero, José Ramón Tolivar Faes, es un monumento a la objetividad. Una
obra póstuma y sobre todo única, por doble motivo. Ser la primera y la
última que realizó su autor y haber sido escrita y publicada en un siglo
en el que la medicina española estaba hundida en la profunda sima del
error y la mas ominosa vulgaridad. La luz emitida por Casal fue, junto
con la esplendorosa luminaria de su amigo y mentor Feijóo, la única que
brilló, como lo hace ahora, en la España ensombrecida del llamado Siglo
de las Luces.
10
La figura de Gaspar Casal se agiganta cuando consideramos su instrucción y sus medios y los relacionamos con la calidad y rigor de la
obra, prodigio de sistemática y sagaz observación. Por ello la publicación del presente libro es, además de rendir tributo de admiración a la
figura de D. Gaspar, un acto de reconocimiento profundo a la labor de
quienes nos precedieron en el ejercicio de la medicina, realizando su
encomiable tarea humanitaria, con medios tan menguados, como grandes fueron su vocación, ingenio y arte.
Casal forma parte de la legión de los elegidos, de las figuras señeras,
que nos precedieron llevando a cabo una labor encomiable de avance en
el conocimiento o en la forma de aproximación al mismo. Pioneros que
exploraron caminos ignotos y facilitaron la llegada del momento actual,
en que la acumulación sin precedentes de poder biotecnológico, nos
convierte en actores decisivos de nuestro destino, al superar el azar
como elemento de generación de los seres vivos y convertirlo en proyecto, planificación y ejecución.
Finalizamos agradeciendo a los intervinientes su participación en el
proyecto y expresamos nuestra satisfacción por culminar este deber
sagrado, hacia la figura señera de Casal. Su sagacidad y espíritu avanzado, junto con una notabilísima claridad intelectual y una objetividad
11
PRESENTACIÓN
Casal es también un excelente ejemplo de una labor clínica dedicada, humilde y honesta, con independencia de que su trabajo se desarrollase en su modesta consulta asturiana o en los imponentes despachos
del palacio real o de la Academia madrileña. Sus acciones tuvieron el
sello de lo excepcional, tanto si se referían a las dolencias de un sencillo labrador, un prelado o, como miembro de la Real Cámara, a las del
propio Rey Así sucedió con ocasión de la enfermedad y muerte de
Fernando VI, al avalar los partes e informes, emitidos al respecto, por
Andrés Piquer y Arrufat, el prestigioso, minucioso y riguroso médico
aragonés, insigne precursor de la psiquiatría española, que sistematizó
las acciones de la “corteza del Perú” en las fiebres intermitentes.
excepcionales, lograron que, desde el punto de vista médico, el siglo
XVIII español, dejara de ser un erial, para convertirse en un paradigma
de la nosografía moderna, que iniciara de manera formal Thomas
Sydenham, con aquella visión de la enfermedad que perdura hasta
nuestros días: “Un esfuerzo de la naturaleza por exterminar la materia
morbífica, procurando por todos los medios la salud del enfermo”.
Nosotros que, al igual que hace años hizo Gregorio Marañón para la
medicina española, hemos reclamado, con reiteración, el nacimiento del
espíritu académico de la medicina asturiana en aquella venerable celda
de Feijóo, en el convento de S. Vicente, confiamos en que el ejemplo y
el espíritu de la obra de Casal, sigan siendo fuente de inspiración para
las nuevas y excelentes generaciones de médicos. A ellos, sobre todo, va
dirigida la presente publicación.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Oviedo, 12 de Octubre de 2013
12
PRÓLOGO
D. GREGORIO MARAÑÓN
Reproducido con autorización de la Fundación Ortega-Marañón
13
PRÓLOGO
El clásico libro de Gaspar Casal Historia Natural y Médica del
Principado de Asturias, que la Diputación Provincial de Oviedo ha
tenido el buen acuerdo de reimprimir, cuenta con una bibliografía tan
abundante y tan unánime en el elogio, que hace inútil todo comentario
nuevo acerca de él. La descripción del Mal de la Rosa, llamado años
después Pelagra, y fijado para siempre en esta denominación, es una
obra maestra de las Ciencias Naturales y galardón imperecedero de la
bibliografía médica española. Lo poco que pudiera añadirse a las palabras enjutas, precisas, claras, de D. Gaspar, limadas y medidas durante
años y años, para cotejarlas con la ciencia actual, fue obra que ya realizaron de modo perfecto dos inolvidables médicos asturianos: D. Arturo
Álvarez-Buylla Alegre y D. Rafael Sarandeses Álvarez, los cuales, estimulados por el Ilustre Vice-Rector de la Universidad de Oviedo, D.
Fermín Canella y Secades, emprendieron la reedición del libro de
Casal, en 1900 (Oviedo, Escuela Tipográfica del Hospicio, 8º, 340
páginas), también bajo los auspicios de la Diputación Provincial que
ahora repite su patriótica tarea; pues la anterior edición está hace tiempo agotada, y también, desde luego, la original, de la cual el erudito
Canella no había visto sino tres o cuatro ejemplares; y yo sólo uno, que
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
perdí en aciagos días, y que he vuelto a poseer por la generosidad de mi
ilustre amigo y colega de Academia de la Historia, Marqués de Aledo.
Todo fue perfecto en la gestación y en la aparición de este gran libro.
Obsérvese, por de pronto, que nadie discutió su mérito, ni aquí ni fuera
de aquí; y suelo exhibir este hecho indudable como una prueba más de
mi crítica al mito de la “leyenda negra”. Todo lo que pasa como tal
leyenda negra, son, siempre y ahora, lances históricos pasionales, que
llevan en su propia esencia la adhesión de unos y la animosidad de
otros; unos y otros, por igual parciales; y como apéndice lógico la sistemática negación de todo aquello que los del bando opuesto estima
como verdad. En todas partes y en todos los tiempos ha ocurrido esto.
No hay pueblo que no tenga en su historia su leyenda negra; y es un
valor entendido, que puede mortificar en momentos de polémica, pero
que pasa siempre, como pasa todo lo que es circunstancial. Si acaso, el
encono de la crítica revela en lo criticado, exceso de personalidad y por
lo tanto, motivo de satisfacción. El persistir en hacer de esas pasiones
una “leyenda negra”, es táctica errada, por lo tanto, reveladora, no como
algunos creen de agravio a un pueblo grande sino de susceptibilidad de
pueblo pequeño; y el nuestro, que es grande por su capacidad de creación histórica, no puede responder quejumbrosamente a las injusticias
parciales más que con la conciencia de sus creaciones eternas. Ninguno
de estos valores representativos –el Arcipreste, Isabel la Católica, Rojas,
Cervantes, San Juan de la Cruz, Velázquez– han sido discutidos jamás.
Y lo demás no debe contar.
Este universal reconocimiento se extiende, no solo a los grandes
genios sino al hombre normal, creador también por su talento y su perseverancia, que impulsa al progreso como los mismos hombres geniales;
y en ocasiones más. De esos hombres fue ejemplo D. Gaspar Casal,
médico práctico, sin título universitario, que ejercitó en una ciudad aislada de la España deshecha, postrada, que siguió a la catástrofe material, moral e intelectual del final de la Casa de Austria.
14
A este valor eficaz y progresivo de un gran hombre en el que se equilibran el talento y la virtud, quiero dedicar el homenaje de esta páginas
preliminares de la nueva impresión de su libro.
III
15
PRÓLOGO
Declaro, desde luego, que no voy a comentar, una vez más, la insuperable lección Mal de la Rosa, ni otros aciertos clínicos sobre los cuales llamaron la atención, con sobria y ejemplar competencia, los doctore Buylla y Sarandeses y luego varios más, como recientemente R.
Sancho de San Román, Pego Busto, García Morán y otros. La descripción de la Pelagra, nadie la puede tocar porque es obra de naturalista,
que es lo que queda de la obra de los médicos, cuando tienen la suerte
de poder realizarla. Sorprende todavía al leerla el exacto primor de sus
palabras, aquella pintura de las lesiones, un tanto exageradas en su primera fase, respecto a lo que hoy vemos, por su cronicidad y por las
infecciones añadidas; pero impecables en la fase secundaria, en aquel
“remanent stigmata rubrubra, exquisite polita et sprendentia”, que no
puede decirse con palabras distintas: “Estigma encarnado, exquisitamente pulido y resplandeciente”.
Todo lo demás, que no es historia natural, es decir, nuestras doctrinas, nuestra terapéutica, son solo flor de un día; y lo fueron también
todas las elucubraciones hipocráticas del propio Casal, que tanto irritaban al P. Feijoó. Porque es cierto, como describía el Dr. D. Ángel Pulido
en el Prólogo a la primera edición moderna del libro de Casal, y lo decía
con frese un tanto dura como exacta, que “nuestro destino es reírnos los
médicos unos de los otros; los que van delante de los que pasaron”; y así,
al igual de muchos de los escritos de Casal, “dentro de siglo y medio, los
más inspirados párrafos de Koch y Virchow, de Bouchard y de
Charcot, no provocarán sentimientos de mayor admiración y respeto a
sus sucesores”. Y podríamos añadir que el siglo y medio que este gran
escritor médico daba como plazo para el olvido de los grandes tratadistas, hoy es mucho más rápido, casi de semanas. Pero no por eso, entendámonos, es menos imprescindible lo que parece que huye, para el pro-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
greso de la ciencia. De suerte que, no debemos reírnos de este fugitivo
pasar sino respetarlo y agradecerlo. El hombre de ciencia, que deja con
esfuerzo ímprobo una obra, conscientemente efímera para que sea eficaz, es más grande solo por eso, por ser más desinteresado, que el que
crea una obra de arte que perdurará unida al nombre de su autor. El
extracto de vísceras de erizo que Casal aconsejaba como remedio para
muchos trastornos nerviosos no era inferior a muchas de las drogas que
ahora alivian o curan también, y quizá con menos inocencia que el
erizo. Las teclas del espíritu se pueden tocar de muchas maneras y
nunca hay que menospreciar a las del tiempo pasado. Lo importante es
no creer que solo han sonado las teclas que nosotros tocamos.
Pero aunque Casal no hubiera realizado el hallazgo definitivo de
Mal de la Rosa, su ejemplaridad sería la misma, porque no dependió de
sus descubrimientos sino de una conducta pedagógica y magistral
impecable. Hace años la estudié, en una Conferencia, para mí memorable, en América del Sur, es decir, ante un público que, como todos los
de aquellos admirables países, son, en cierto modo, dos veces españoles;
porque el que no ha nacido en la Península, es hijo o descendiente o
alguna vez hasta renegado de España, pero, por eso mismo, alimentado
de la nostalgia más honda que es la del olvido de lo inolvidable. Todavía
me llegan ecos de aquella emoción con que yo hablé de Asturias y de
sus hombres extraordinarios, principalmente de Casal y de su Padre
Sarmiento que, dirigidos por la santa inquietud del Padre Feijóo, Fuero
la levadura de lo que había de ser la Universidad de Oviedo y, sin que
ellos se dieran cuenta, de todo el movimiento intelectual de la segunda
mitad del siglo XIX, comparable a las décadas áureas del genio español.
Allí olvidé de hablar, sin embargo, de otro naturalista que influyó
mucho sobre Casal, D. Juan Manuel Rodríguez de Luna, Boticario de
Inocencio XI, que, cuando vino acompañando a su maestro en Roma,
Donicelli, a Madrid, prefirió quedarse en Atienza trabajando en
Química y Botánica; y desde allí enseñó muchas cosas a Casal. ¡Qué
maravilla, pasar desde la ciudad de los Papas a Atienza, para consumir
su vida en el trabajo, enviando compuestos químicos a los Boticarios de
España, desde aquella rigurosa villa castellana! El otro maestro de
16
Casal, que ya cité entonces pero sin la profundidad debida, fue el Padre
Sarmiento, hombre de doble filo, porque a su gran espíritu naturista
unía una peligrosa capacidad imaginativa, que perturbó un tanto a
Casal, como, por ejemplo, en sus ideas sobre el ámbar flavo, sucio o
carabe fósil. D. Fermín Canella fue el que descubrió que, según los
datos de Gallardo, sarmiento había sido el autor, significativamente
anónimo, de la elucubración escribió a Casal sobre el ámbar, que debió
entusiasmar a éste, hasta el punto de imprimirla a la cabeza de su libro.
IV
17
PRÓLOGO
¿Qué representó Casal en el Oviedo de 1717 a 1759? Desde luego,
mucho más que un médico, aún siendo tan bueno que se convirtió en
un oráculo de toda la región; y mucho más, también que el autor de un
libro inmortal de medicina; porque fue todo lo que voy ahora a recordar.
Empezaré por destacar, una vez más, la eficacia intelectual de la obra
provinciana. En la Historia de la cultura, en todas partes, han representado un papel culminante las provincias. Sí, están, sin duda, muy bien
las grandes Universidades –hasta ahora que han empezado a ser monstruosas y por lo tanto, malas; porque la monstruosidad que puede ser
útil en otros aspectos, es fatal para la vida del pensamiento que requiere, ante todo, recogimiento y paz–. La gran civilización occidental,
mader, augusta del saber humano, se hizo principalmente en núcleos
pequeños, de valores doctos. ¿Cómo hubieran podido crearse los tesoros de los museos y de las bibliotecas actuales en las grandes
Universidades de hoy? En éstas, pueden haber nacido otras cosas
importantes; pero aquello, no; y aquello, ¿no será lo mejor que ha existido?
En muchas de las ciudades pequeñas de donde brotó la luz, no había
ni siquiera Universidad. Y cuando la había a veces estorbaba; porque la
Universidad propende al dogmatismo y el dogmatismo, como predicó
incansablente el Padre Feijóo, anula la inquietud creadora. Obsérvese
que en la obra escrita de Csal, al llegar al tratado del Mal de la Rosa, no
se cita, sino levemente y sólo cuatro veces, a Hipócrates, que abarrota
los otros capítulos de su libro. Yo he sospechado, quizá el Padre Feijóo
ante al hallazgo sensacional de la Pelagra, le purificó de las alusiones
hipocráticas que Casal tenía siempre en la punta de la memoria y de la
lengua. Pero también pudo se que ante el hallazgo de una realidad
estricta y definitiva, y no de vagas teorías, enmudecieron los aforismos
espontáneamente, pues, en realidad, encubrían lo que no se explica de
un modo claro y natural. Los hermanos Dorado, D. José y D. Francisco,
doctores graduados en Salamanca, que compitieron con Casal en
Oviedo, tuvieron también delante de los ojos la Pelagra y no acertaron
a descubrirla. En cambio, atacaron pedantescamente al fragante sentido común del Padre Feijóo. El contraste es ejemplar. Puede decirse que
la universidad de Salamanca, entonces en uno de sus momentos de
catástrofe, fue la que impidió describir la Pelagra a los hermanos
Dorado.
Análogo elogio he hecho en otras ocasiones de la irradiación cultural de otros focos provincianos, como el de Santander, en tiempos de D.
Marcelino Menéndez Pelayo (no sin raíz asturiana); y el del mismo
Oviedo en la época gloriosa de Clarín.
GASPAR CASAL Y SU OBRA
V
Otras virtudes tuvo Casal que hemos olvidado los hombres de ahora
y que debemos retener para más tarde, cuando pase la fiebre espectacular de nuestra medicina, que hoy nos abruma pero que pasará y acaso
antes de lo que se piense. Y me acuso de antemano, si alguna vez haya
podido yo mismo incurrir y dejarme arrastrar por lo que quisiera evitar
a los hombres que me leerán maañna.
Comentaré, ante todo, la necesidad de la obra pequeña. El ideal sería
que el hombre de ciencia creara sólo uno o dos libros, poco más; de preferencia uno sólo. Nos lleva la ambición a escribir demasiadas cosas que,
en el caso mejor, creemos que pueden ser interesantes y acaso pasajeramente lo sean; olvidando que, como decía D. Santiago Ramón y Cajal,
si al final de una vida fecunda se pudiera resumir lo fundamental de ella,
18
tal vez bastaría con una cuartilla. En la cabeza de los hombres, caben,
aún en los casos menos lúcidos, muchas cosas brillantes y quizá útiles
por el momento; pero sólo un repertorio pequeño de ideas trascendentes. D. Gaspar Casal, escribió sólo un libro y no le hizo falta más. La
obra científica exige, es cierto un caudal, a veces grande, de palabra viva
y de publicaciones monográficas; mas es material estimulante, meramente pedagógico, no definitivo, ni ratificable después.
El investigador debe aspirar, no a sus “obras completas” sino al
esquema de sus obras, cuando se prepare para el paso definitivo; como
el aeronauta suelta su lastre para subir. El problema es distinto en la
obra literaria; pero aún en ésta, el que se corta ayuda mucho a su personalidad
VI
19
PRÓLOGO
Escribir sin prisa: esto es también esencial. Hoy, empujados por la
solicitación de toda suerte de compromisos, y no son los menores los
que nadie nos pide sino los que suscita nuestra propia vanidad, cogemos
las uvas verdes, sin reparar que el fruto de la inteligencia, sólo permanece lo que está a fuerza de madurar, a punto de pasarse. Los hombres,
en los tiempos primitivos, comían las viandas pasadas; y a la inteligencias le es útil también lo que está en extremo en sazón. Casal nos habla
varias veces de su libro, escrito por él no para su vanidad, sino para instrumento de su propio saber; y solo después, acaso sin darse cuenta,
para la Historia. Adivinamos su moroso y entrañable retoque, a cada
hecho nuevo, a cada idea sugerida por la realidad, siempre inexperada;
o por el diálogo con los amigos doctos, en la libre Academia de la celda
del Padre Feijóo; y, después, ya en la Corte, en “la posada del Buen
Retiro”, donde por razón de su cargo moraba su gran amigo el Doctor
Juan José García Sevillano, con el que dialogaba patrióticamente de sus
ansias de ilustración y de luces, “procurando desmentir”, a la vista de las
páginas pulidas y retocadas del manuscrito, “la sátira de nuestros émulos” que insistían en el atraso de “la España, el Portugal y la Moscovia”.
Escribir sin prisa, saber esperar, confiado en la permanencia de lo
que ya está maduro; y esperar, incluso, hasta después de la muerte…
¡Cómo no meditar sobre esta trascendente lección de Casal, frente a los
tiempos que habría de venir después, los de ahora, con sus libros de
ciencia, creados en el plazo de unos meses, con sus manuscritos, terminados llenos de erratas y de ligerezas, unos horas antes de cerrarse los
concursos, en los cuales puede quedar excluída, como tantas veces
hemos visto, una obra excelente por “estar fuera de plazo”! En el nuevo
renacimiento intelectual que la Humanidad presiente, volverá el ritmo
jugoso del pensamiento, infinito, insondable, lento; compatible con el
progreso de lo que necesita ir de prisa: pero sabiendo que el pensamiento, por su categoría de símbolo de Dios, no depende del tiempo.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
VII
Casal nos dejó, además, el ejemplo de saber callar. Don Fermín
Canella, en la biografía de Casal, pieza maestra de responsabilidad, de
inteligencia y de tacto, se extraña de que Casal no interviniera en la
rudísima polémica, que en torno del Padre Feijóo suscitaron los médicos de Oviedo. Yo he escrito hace años y la vida me convence de ello
más y mas, que el secreto del silencio del gran médico era, no como se
ha dicho, timidez por falta de títulos universitarios, sino algo más
importante: el saber callar. No estaba, muy probablemente, conforme
con el riguroso antidogmatismo, que alcanzaba al propio Hipócrates,
del inquieto benedictino (y no hay que decir que era él, Feijóo, el que
en esto tenía razón). Pero, en cambio, estaba enteramente de acuerdo
con el criterio experimental, de naturalista, que el Padre Maestro defendió apasionadamente, frente a la garrulereía teórica de los médicos de
su época. Casal, por respeto, no quiso discrepar del antidogmatismo de
Feijóo ni quiso tampoco descender a las disputas con que los doctores
pedantes persistían, adheridos, como moluscos, a su estupidez. Por eso
calló. No hay en todas sus historias clínicas un adjetivo molesto para los
otros médicos, aún cuando disentía de ellos, con frecuencia. Pero sabía,
que sin hablar, todo se podía decir.
20
Acaso, la lucha por la verdad, exige, se me dirá, la respuesta ruda a
quien no tiene razón y se obstina en errar; mas nunca es lícita la procacidad. Si a Feijóo pudiera reprochársele algún pecado grave sería, como
he dicho otras veces, el garbo con que se arremangó los hábitos para
descender al arrollo y contender con sus adversarios. Porque la crítica
violenta es indefectiblemente fruto de dos estados de ánimo, por igual
recusables, que son el resentimiento, que al fin puede tener unviso de
pasión patética; o la injusticia deliberada, para encaramarse en el esfuerzo y la respetabilidad del creador, sea grande o mediana; y para utilizar,
como repugnante parásito, unas horas de su celebridad. Tal vez estos
tristes personajes, llegan a creer que diciendo que no al que ha dicho
algo importante, han inventado ellos, también, una verdad.
El adversario puede tener razón, claro es; pero en la continencia de
sus argumentos, es donde se conocerá que la tiene. Si se muestra rencorosos o iracundo, lo mejor es dejarle hablar y no tardarán mucho sus
argumentos en desvanecerse como un pompa de jabón. Esto, que ya
había dicho Saavedra Fajardo –saber callar– no lo practicó Feijóo, aunque lo había leído muchas veces. Casal sí lo supo, por instinto o por que
se lo enseñaron; y por hablar callado, se oye hoy, todavía, su voz clara
como un manantial.
VIII
21
PRÓLOGO
Aún podrían extraerse otras enseñanzas de la Historia Natural del
Principado de Asturias. Una de ellas, es el sentido de universalidad de
la ciencia que tuvo su autor, sentido ausente en tantos españoles y una
de las causas, de cierto, del vacilante paso con que ha progresado el
saber en muchas épocas de nuestra Historia. Casal desde Oviedo, se
complacía en ponerse en contacto con los médicos de Europa; porque
sabía bien que la división de los hombres por el artificio de las fronteras, es el medio más eficaz para no amar a la propia Patria.
IX
Pero me he extendido demasiado el prologar la nueva edición de este
libro que, desde la versión original tuvo ya tan buenos valedores; y a ello
se sumaron los excelentes de la versión de Buylla y Sarandeses. Y he
querido ahora contribuir a la gloria de Casal, el gran español, catalán,
castellano y, sobre todo, asturiano, sirviendo, con mi modesta pluma al
lustre de su gloria y a los amigos de Asturias, ejemplares en su amor a
la cultura y en su profundo sentido de lo que debe importar tanto a los
hombres: la responsabilidad de la hora en que vivimos.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
G. Marañón
1959
22
MÉDICOS ASTURIANOS DEL SIGLO
XVIII: ACTIVIDAD PROFESIONAL Y
MODOS DE VIDA.
1. Ast ur ias y sus médicos
A lo largo del siglo XVIII España, como otros países europeos,
registró un incremento del número de médicos. La expansión demográfica, el desarrollo económico y el ascenso social de la burguesía fueron
algunas de las razones que explican el aumento de titulados universitarios. A pesar de este incremento, los estudios de Medicina no experimentaron el auge registrado en las carreras jurídicas (Leyes y Cánones),
unos estudios que abrían prometedoras carreras profesionales en la alta
burocracia del Estado o de la Iglesia1. La Medicina, por el contrario, era
en esa época una profesión que aún sufría un fuerte intrusismo por
parte de sanadores y profesionales sanitarios menos cualificados (cirujanos, sangradores o barberos), un factor que unido a las dificultades
para alcanzar una posición social relevante y un nivel de renta alto,
determinaron el rechazo de los sectores más acomodados hacia estos
estudios. Una mentalidad que fue también compartida por los propios
médicos, que a la hora de decidir el futuro profesional de sus hijos optaron en muchos casos por las carreras jurídicas2.
Aunque el número de médicos había crecido la escasez de estos profesionales era aún notoria, circunstancia decisiva a la hora de analizar la
asistencia médica que recibía la población española. La mayor concen-
23
MÉDICOS ASTURIANOS...
MERCEDES GRANJEL
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
tración de estos facultativos se registraba en los núcleos urbanos, siendo por el contrario inapreciable su presencia en las localidades de menor
vecindario3. La situación registrada en el Principado de Asturias durante el siglo XVIII fue muy similar. El reducido número de localidades
con un relativo carácter urbano determinó que fueran escasas las poblaciones que contaron con médico. En 1749 Gaspar Casal refería que “en
todo el Principado somos sólo cinco médicos: uno en Villaviciosa, otro
en Gijón, otro en Avilés y dos en esta ciudad de Oviedo”. Pocos años
más tarde, en 1753, esta exigua relación se incrementó tras la contratación de un facultativo por la villa de Llanes. De esta escasez de facultativos se hacía también eco el P. Feijoo cuando denunciaba que “tantos
médicos asalariados hay ahora en los pueblos como había antes que yo
tomase la pluma en la mano, y los salarios iguales ahora a lo que percibían entonces”4. La asistencia sanitaria del resto de la población asturiana recaía en cirujanos, sangradores e incluso barberos que, a pesar de las
restricciones impuestas por el Estado para limitar su actividad, atendían todo tipo de dolencias.
La mayoría de los médicos que ejercían en España había firmado un
contrato con el municipio en que desarrollaban su actividad. La admisión de un médico se realizaba por votación de los regidores, miembros
de la oligarquía local que controlaba los ayuntamientos. Así, el candidato que conseguía el apoyo de esta élite acababa siendo seleccionado,
sin que los Memoriales presentados por el resto de los candidatos fueran examinados para valorar sus méritos5. En este contexto es preciso
valorar la importancia de las redes y vínculos sociales entre los facultativos y los grupos de poder local y explica que con frecuencia los ayuntamientos prefirieran a médicos naturales de la localidad6. La contratación de Carlos Castañeda como médico de Oviedo en 1732 se hizo “en
atención a que era hijo de humildísima aunque honrada familia de la
ciudad”, al igual que lo fueron otros facultativos como Diego Serrano
de Paz, José Contreras Piquero, Francisco Dorado o su hijo José7. Fuera
de Oviedo encontramos también casos de médicos que acabaron ejerciendo en su villa natal, como Francisco de Valdés Peón, natural de
Villaviciosa, que en 1707 ejercía de médico en esa localidad.
24
25
MÉDICOS ASTURIANOS...
En los contratos que firmaban los facultativos con las autoridades
municipales se regulaba la duración del convenio, las obligaciones del
médico, el salario que debía percibir y la partida o fondos municipales
de donde se habría de extraer ese dinero. Sólo una minoría se mantenía
del ejercicio libre de su profesión, generalmente a través de los ajustes o
igualas que hacían con la población o con alguna de las comunidades
religiosas del lugar. La situación de estos últimos era muy diferente, al
depender sus ingresos del mayor o menor vecindario de la localidad
donde ejercían, de su grado de dinamismo económico y de la competencia de otros profesionales y sanadores. Así, en 1753 la ciudad de
Salamanca carecía de médicos titulares, aunque el hecho de contar con
una Facultad de Medicina la colocaba en una situación privilegiada:
nueve facultativos para una población que no alcanzaba los 13.500
habitantes. Todos ellos se mantenían del ejercicio libre de su profesión,
hecho que explica las diferencias en su nivel de ingresos (entre los
12.000 y los 2.200 reales)8. En esas mismas fechas la única localidad
asturiana que careció de médico asalariado fue Llanes. Tenía un facultativo, Pedro Nolasco Polledo, de quien las autoridades municipales
advertían que “que no tiene situado alguno por dicha villa”9. Sus reducidos ingresos (1.030 reales anuales) atestiguan las dificultades que
atravesaron muchos médicos españoles y los problemas de estas localidades para encontrar un nuevo facultativo que quisiera ejercer en la villa
cuando se trasladaba o moría el médico anterior.
Por el contrario, las localidades de Oviedo, Gijón, Villaviciosa y
Avilés tuvieron siempre médicos asalariados. Veamos en qué condiciones ejercieron su profesión. En España existían dos modalidades de
contrato que regulaban las obligaciones de un facultativo con el municipio que contrataba sus servicios. Los denominados contratos cerrados, que obligaban al médico a asistir a todos los vecinos de la localidad
por el salario fijado, y los contratos abiertos, en los que el médico sólo
estaba obligado a prestar asistencia a los vecinos pobres del lugar y a los
enfermos ingresados en los hospitales de su patronato. En general los
contratos abiertos fueron los habituales en los núcleos urbanos, donde
las autoridades municipales sólo tenían que asegurar la asistencia sani-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
taria de los sectores más menesterosos de la población. Al resto de la
población el médico titular podía cobrarle las visitas o suscribir con ellos
una iguala. Por el contrario, los contratos cerrados estuvieron más
extendidos en el medio rural, un tipo de localidades donde por su
menor censo un único facultativo cubría las necesidades asistenciales de
toda su población. La cláusula de asistir a todo el vecindario por el salario establecido, implicaba que en estas poblaciones sólo podía ejercer el
facultativo contratado10 .
Sin embargo hubo ciudades que optaron por la fórmula de los contratos cerrados. Fue el caso de Oviedo, que al menos a principios del
siglo XVIII obligaba a sus dos médicos titulares a asistir “a los
Hospitales de que dichos señores Justicia y Regimiento son patronos, y
a los pobres y más vecinos de esta Ciudad, yentes y vinientes a ella y su
Concejo”11. Estas cláusulas impedían a los dos médicos de la ciudad
cobrar las visitas que realizaban, tanto a los vecinos como a los forasteros, por lo que su única fuente extraordinaria de ingresos era la asistencia prestada a los vecinos de los pueblos y aldeas vecinas. Aunque en
estos casos las retribuciones del médico eran más altas, los 5.500 reales
anuales que percibían Francisco Dorado y Diego Serrano de Paz en
1705 no pueden calificarse de un buen salario. En esas mismas fechas
el ayuntamiento de Trujillo (Cáceres) abonaba una retribución anual de
8.800 reales a Francisco Ruiz de Cenzano, médico de esta ciudad, que
tenía un tipo de contrato similar al de los facultativos de Oviedo. La
mayor población de Oviedo (unos 5.200 habitantes en 1705) y la reducía cuantía del salario, explica que Diego Serrano solicitara al ayuntamiento de Oviedo un incremento de sus retribuciones hasta 8.800 reales al año.
Para entender las dificultades de los ayuntamientos para acceder a
este tipo de peticiones, resulta necesario comentar la procedencia de los
fondos con que se abonaban los salarios de los médicos. Generalmente
se hacía con cargo a los bienes de propios, unos fondos procedentes del
arriendo de bienes patrimoniales del Concejo (montes, prados, huertas,
molinos, hornos, tabernas, etc.) o de rentas y derechos municipales de
índole muy diversa (oficios públicos, censos o tasas). Con ellos se cubrí-
26
27
MÉDICOS ASTURIANOS...
an los numerosos gastos colectivos del municipio (salarios de empleados públicos, sanidad, obras públicas, festividades religiosas etc.) y se
pagaban diferentes contribuciones. Sin embargo, en el siglo XVIII el
Estado incrementó las cargas y tributos de los ayuntamientos españoles, situación que mermó su capacidad económica y determinó una
reducción del presupuesto destinado a cubrir los salarios de sus profesionales sanitarios12. Pero además, esta falta de liquidez dio lugar a
retrasos en el abono de los salarios y situaciones de impago.
Este tipo de incidentes estuvieron muy extendidos por toda España
y explican la elevada casuística de pleitos interpuestos por los médicos
contra los ayuntamientos por el impago de sus salarios. También fueron
la razón de la intensa movilidad de los médicos, que en estas circunstancias no dudaban en abandonar la localidad en busca de una plaza
mejor remunerada. En esta situación de estrechez económica se vio el
ayuntamiento de Oviedo a principios del siglo XVIII. Ante las reclamaciones de Antonio Nanclares Gamboa (uno de los dos médicos titulares de la ciudad) por el impago de su salario, las autoridades municipales acordaron “se le fuera pagando con la renta del Horno de la
Plaza”. Sin embargo el arrendatario de dicho horno no cumplió con los
pagos ordenados, situación que obligó a Nanclares a abandonar la ciudad y trasladarse a Gijón. Todavía en 1705, siendo ya médico titular de
esta ciudad, reclamaba al ayuntamiento de Oviedo los 5.940 reales que
le adeudaba por sus años de ejercicio en la capital del Principado13. Su
compañero Diego Serrano de Paz, a quien el ayuntamiento también
debía parte de su salario, optó por dejar de pagar la renta de la casa en
que vivía, propiedad del Ayuntamiento, como forma de compensar
estos impagos.
Cuando los fondos de Propios eran insuficientes los ayuntamientos
recurrían a diversos mecanismos para hacer frente a sus gastos, eso sí
siempre con la preceptiva autorización del Consejo de Castilla. El
repartimiento vecinal o la imposición de arbitrios o tributos de carácter
extraordinario fueron los más extendidos. Estos impuestos eran muy
impopulares, pues gravaban a todo el vecindario sin distinción de estados o nivel de renta. En la primera mitad del siglo XVIII, el ayunta-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
miento de Villaviciosa había obtenido licencia del Consejo para imponer un arbitrio “de un real en carga de avellanas, un maravedí en cuartillo de vino, y un cuartillo en carga de nuez”, para hacer frente al salario de su médico. A través de este medio Juan de Noriega, facultativo
de la villa en 1753, percibía los 2.800 reales de su salario, cantidad a la
que añadía otros 500 reales por las visitas que hacía (“pulsos y apelaciones”) a los vecinos de localidades cercanas14.
A mediados del siglo XVIII la situación había cambiado poco. Los
comentarios que hacía Feijoo son más que acertados a la luz del reducido número de facultativos que ejercían en el Principado de Asturias (sólo
siete) y de la cuantía de sus estipendios15. El peor retribuido era el médico de Avilés, a quien “por salario y pulsos sueltos” le calculaban unos emolumentos de 3.514 reales al año. Joaquín de Urquía, médico titular de
Gijón, tenía un salario de 4.000 reales a los que sumaba otros 1.500 reales “por las visitas y consultas” que hacía. En esas mismas fechas Oviedo
contaba con dos médicos, Juan Bautista Durán, médico titular de la ciudad, y Simón Santos Méndez, médico del Cabildo. El primero tenía un
salario de 6.600 reales a los que añadía otros 900 reales “por las curaciones y pulsos sueltos”. Por su parte, Simón Mateos recibía 6.000 reales de
salario del Cabido, cantidad que en su caso se incrementaba con los 1.780
reales que obtenía de sus consultas privadas.
Las diferencias en lo que percibían Durán y Mateos por el ejercicio
libre de su profesión, pone de relieve la importancia de la experiencia
profesional y de las redes sociales a la hora de contar con una clientela
adinerada. El caso de Gaspar Casal puede servirnos de ejemplo para
ilustrar estas situaciones. En el verano de 1717, tras varios años de ejercicio en Madrid, llegaba a Oviedo donde ejerció durante 34 años, primero como médico de la ciudad (1720 a 1729) y después del Cabildo,
puesto que dejó en 1751 para trasladarse a la Corte. Su prestigio profesional y la amistad con personalidades de la talla de Benito Jerónimo
Feijóo, le permitieron alcanzar la confianza de los “ricos y poderosos”,
la mejor acreditación para aumentar su clientela. La extracción social de
las familias que visitaba revela el prestigio, respetabilidad y notabilidad
pública que alcanzó. En su Historia Natural y Médica de el Principado de
28
29
MÉDICOS ASTURIANOS...
Asturias (Madrid, 1762) encontramos los nombres de muchas de ellas:
el Marqués de Camposagrado, familia que hasta 1721 era asistida por
Francisco Dorado, el Marqués de Santa Cruz de Marcenado, el
Marqués de San Esteban (residente en la villa de Gijón), el Marqués de
Vallecerrato, las familias de los regidores Argüelles, Hevia o Toro, la de
José García de la Cruz (Oidor de la Real Audiencia a la que ya visitaba
en 1723) o las de altos cargos de la Administración. Son asimismo
numerosas las referencias a la asistencia de enfermos de otras localidades que contaban con médicos como Gijón, Avilés o Llanes, unas consultas que confirman el prestigio que alcanzó16 . Es evidente que el éxito
de Casal repercutió en la actividad profesional del resto de los médicos
del Principado (especialmente de Francisco Dorado), que tuvieron que
ver mermados sus ingresos ante la arrolladora competencia de Gaspar
Casal17 .
Pero junto a esa minoría de médicos que, como Casal, alcanzó una
mayor proyección científica y social, ejercían en España centenares de
facultativos con trayectorias profesionales muy diferentes. Unos individuos completamente desconocidos para los historiadores, invisibilidad
que no se corresponde con la importancia de la labor que desarrollaron.
No olvidemos que sobre ellos recayó la asistencia médica de amplios
sectores de la población española. Esbozar un perfil sociológico de estos
facultativos resulta una tarea sumamente compleja; sus circunstancias
personales, familiares y profesionales fueron muy distintas. Junto a los
que alcanzaron un lugar preeminente en la ciudad o villa en la que ejercieron, hubo otros, la mayoría, que llevaron una vida oscura y no exenta de problemas. Como hemos visto, traslados de residencia en busca de
una plaza mejor remunerada (como en el caso de Antonio Nanclares) o
recursos y pleitos interpuestos contra los municipios que les habían
contratado por el impago de sus salarios, fueron situaciones habituales
que atestiguan las dificultades que atravesaron muchos médicos españoles.
Un aspecto interesante es el relativo a la procedencia familiar de
estos médicos. El coste de los estudios universitarios determinó que la
mayoría pertenecieran a familias con una saneada situación económica:
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
propietarios rurales y urbanos, funcionarios y miembros de la
Administración, profesionales liberales, grupos hidalgos y, en general,
clases intermedias con cierta solvencia económica. A su lado estaban los
miembros de grupos inferiores, que buscaban ascender en la escala
social a través de estos estudios. Los gastos de la matrícula, con ser elevados, se incrementaban cuando el futuro médico debía trasladarse
fuera del domicilio paterno18. Aunque la Universidad de Oviedo se
fundó en 1604 carecía de Facultad de Medicina, circunstancia que obligó a los médicos asturianos a formarse fuera del Principado, generalmente en Valladolid y Salamanca. Aquéllos que, como Carlos
Castañeda, procedían de familias más modestas tuvieron que buscar
medios para hacer frente a estos desembolsos. Algunos de estos estudiantes entraban al servicio de otros de mayor fortuna y les servían de
criados, mientras que otros costeaban sus estudios impartiendo clases19.
Estos gastos, con ser cuantiosos, se incrementaban notablemente
cuando las ambiciones profesionales del médico le llevaban a seguir la
carrera académica. Los cerca de 17.000 reales que tuvo que pagar
Francisco Ovando (que llegó a ser catedrático de Pronósticos en la
Universidad de Salamanca) por los gastos de “grado de Licenciado por
la Capilla de Santa Bárbara” y del grado de Doctor, representaban una
suma cuantiosa que frenó las ambiciones académicas de muchos médicos. Por este motivo la mayoría abandonaba la Universidad al concluir
sus estudios, para iniciar una carrera profesional muchas veces azarosa
y generalmente mal retribuida. El asturiano Carlos Castañeda fue
médico en las localidades segovianas de Abades, Coca y la ciudad de
Segovia antes de ocupar la plaza de médico titular de Oviedo en 1732.
Y el también asturiano Simón Santos Menéndez fue facultativo de
Avilés hasta 1736, fecha en que se trasladó a Oviedo donde ejerció la
profesión durante 38 años20. Pero a su lado encontramos algunos médicos, una minoría, que movidos por otras ambiciones permanecieron en
la Universidad, donde desarrollaron una doble actividad docente y asistencial. Veámoslo.
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31
MÉDICOS ASTURIANOS...
2. Juan Francisco Gonzále z Cer nuda (1713-1793): Un ast ur iano en
Salamanc a
Juan Francisco González Cernuda nació el 20 de diciembre de 1713
en el lugar de la Ordovaga, pequeña localidad asturiana perteneciente al
concejo de Navia, y era el segundo de los cinco hijos del matrimonio
formado por Pedro González Suárez de Cernuda y María García de la
Cuesta, ambos de condición hidalga y naturales y vecinos de dicho
lugar21. La trayectoria que siguieron los cinco hermanos fue la habitual
entre los miembros de la pequeña nobleza: el primogénito, heredero del
linaje, permaneció toda su vida en Ordovaga al frente de la hacienda
familiar; Juan Francisco siguió el camino de muchos segundones y fue
enviado a estudiar a Salamanca, mientras que María, la única mujer,
contraía matrimonio con otro miembro de la hidalguía asturiana. Los
otros dos hermanos fallecieron en edad temprana.
González Cernuda llegó a Salamanca en el otoño de 1735 para iniciar los estudios universitarios y en esa fecha las fuentes consultadas le
describen como un joven de “pelo castaño, ojos garzos, con una cicatriz
en la nariz”22. En 1737 obtenía el grado de bachiller en Artes, requisito
necesario para ingresar en una Facultad mayor, y ese mismo año iniciaba sus estudios de Medicina, que concluyó en 1741. Durante sus años
de estudiante se alojó en casa de Diego de Torres Villarroel, con el que
llegó a mantener una estrecha relación. Pero a diferencia de otros compañeros de aula que abandonaron la Universidad para ejercer la
Medicina, González Cernuda tenía otro horizonte más ambicioso. Sus
aspiraciones académicas le llevaron a realizar las prácticas docentes
necesarias para obtener los grados mayores, imprescindibles para cuantos querían seguir la “carrera de cátedras”. El 25 de noviembre de 1745
realizaba el examen para licenciado en la Capilla de Santa Bárbara y un
año más tarde, el 2 de diciembre de 1746, alcanzaba el grado de doctor.
Unos títulos que le permitieron formar parte del selectivo cuerpo
docente del Estudio salmantino, en el que ingresó en 1747.
Al iniciarse el siglo XVIII existían dos tipos de cátedras en la
Facultad de Medicina: las de propiedad (Prima, Vísperas y Pronósticos)
y las denominadas cursatorias (Método, Simples, Anatomía y la de
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Partido Mayor). Mientras las primeras eran provistas por el Consejo
Real previo informe de la Universidad, las cátedras cursatorias se cubrían mediante votación en los claustros plenos. Por regla general, la carrera docente se iniciaba en la cátedra de Partido Mayor y concluía en la
de Prima, la de mayor prestigio y proyección y, también, la mejor remunerada. El sistema de provisión de las vacantes mediante ascenso de los
catedráticos que regentaban las cátedras de menor categoría, pone de
manifiesto el carácter endogámico de la Universidad y explica que la
antigüedad y experiencia docente fueran los mecanismos habituales en
la carrera académica.
En este marco se desarrolló la vida universitaria de González
Cernuda. En enero de 1747 fue nombrado catedrático de Partido
Mayor y en el mes de noviembre de ese mismo año solicitaba su promoción a la cátedra de Anatomía, que había quedado vacante.
González Cernuda ocupó este puesto docente hasta 1750, en que fue
nombrado catedrático de Simples. En enero de 1760 accedía a la cátedra de Método y en junio de ese mismo año fue nombrado catedrático
de Pronósticos. Sin embargo, a partir de 1768 dejó de asistir a los claustros y actos literarios de la Universidad, conducta que algunos compañeros de claustro calificaron de “thema o manía” y otros de “mucha y
refinada malicia”. De este comportamiento encontramos testimonio en
los Libros de Claustro, donde se discutió varias veces sobre sus ausencias y conducta irritable, así como de la opinión de algunos de sus compañeros más cercanos de tratarle “como a enfermo”23. Una conducta de
la que él se exculpaba alegando “justas causas”. Como veremos más adelante, la muerte de su segunda mujer fue la causa de este comportamiento, que le llevó a descuidar unas obligaciones que inevitablemente
implicaban un mayor trato social. Estos problemas frenaron su carrera
académica y hasta 1779 no consiguió la promoción a la codiciada cátedra de Prima.
Los sucesivos matrimonios de González Cernuda permiten constatar no sólo su afianzamiento social, sino también los valores y mentalidad de una sociedad. El contar con una formación universitaria favoreció que algunos médicos realizaran ventajosos matrimonios cuando lle-
32
33
MÉDICOS ASTURIANOS...
gaban a una localidad, especialmente si iniciaban su carrera profesional
en el medio rural. Unos lazos que en el seno de la sociedad del Antiguo
Régimen proporcionaban poder económico e influencia social. En
Salamanca, por el contrario, la mentalidad al respecto era diferente. La
tradición universitaria de la ciudad y el menor prestigio de la Medicina
frente a los estudios de derecho, explica las dificultades de los médicos
recién graduados para establecer alianzas familiares con los grupos de
poder local, especialmente si carecían de un patrimonio familiar que
asegurase el estatus social de su futura esposa. Lo comprobamos en el
caso de González Cernuda, casado en primeras nupcias con la salmantina Manuela de Cueñas. Aunque la información recabada sobre esta
mujer es escasa, la parroquia a la que pertenecía y el hecho de fallecer
ab intestato “por hallarse muy pobre de calidad”, hacen suponer que la
posición económica de su familia era modesta24 .
Sólo cuando el médico contaba ya con una carrera académica y profesional consolidada, las reticencias hacia estos enlaces eran menores.
Lo observamos en los casos de segundas y terceras nupcias, en los que
la futura esposa tenía ya garantizado un estatus social más relevante. En
1753, cuando ya regentaba la Cátedra de Simples, González Cernuda
contraía segundas nupcias con Ana Mª Hernández Ayllón, hija de un
acaudalado platero de la ciudad. El matrimonio constituyó una clara
estrategia para mejorar su posición económica, elemento decisivo en los
procesos de ascenso social. La dote de 30.000 reales que aportó la mujer
a este matrimonio, le permitió disfrutar de una situación económica que
difícilmente habría alcanzado con su actividad docente y asistencial. En
esas fechas sus ingresos anuales ascendían a 3.200 reales, cantidad que
incluía el salario que recibía de la Universidad, y tenía dos sirvientes: un
criado varón de 12 años (“mi criado para la mula”) y una criada25. El
enlace supuso una mejora sustancial en su nivel de vida y le permitió
reforzar sus vínculos con el estamento universitario, gremio al que pertenecían dos hermanos de su mujer.
La muerte de Ana Mª Hernández Ayllón en enero de 1768, que
también falleció sin dejar descendencia, le afectó profundamente. En
esa fecha ya era catedrático de Pronósticos y a tenor del testamento de
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
su mujer, gozaba de una buena situación económica26. Ana Mª
Hernández Ayllón era propietaria de cinco casas en la ciudad, que dejaba a una sobrina, junto a otros bienes que pasaron a su marido. El
matrimonio pertenecía a la parroquia de San Martín, zona de residencia de la oligarquía local, y tenía tres sirvientes (un criado varón y dos
criadas), uno más que en 1753. Conviene recordar que en la España del
siglo XVIII el contar con sirvientes era un signo de riqueza y su número reflejaba el estatus social de una familia. Lo que diferenciaba a las
clases acomodadas era precisamente su número, pues suponía cierta
especialización y división de tareas dentro de la casa. Eiras Roel estima
en tres el número mínimo de servidores que permiten situar a un individuo dentro de la élite, juicio que matiza Sarasúa al indicar que de
estos tres o cuatro sirvientes al menos uno de ellos debía ser un varón27.
Respecto al número de servidores de los médicos españoles, sólo una
minoría tuvieron tres o más criados. De los siete facultativos que ejercían en Santiago de Compostela a mediados del siglo XVIII, sólo uno
tenía tres sirvientes. De los que desarrollaron su actividad en
Extremadura, Manuel Muñoz de la Breña (médico de Plasencia) fue el
facultativo que contó con un mayor número de servidores (cuatro criados y un escribiente). Y entre los compañeros de Facultad de González
Cernuda, el que gozó de un estatus más elevado fue el catedrático de
Prima de Medicina José Parada Figueroa, que en 1753 tenía cuatro sirvientes (un criado varón de 13 años y tres criadas). Estos datos son
importantes para valorar la posición social y el nivel de renta de
González Cernuda, un hombre que a raíz de la muerte de su segunda
mujer se dedicó a la lectura y al estudio, invirtiendo grandes sumas en
la adquisición de libros.
Pero antes de comentar su apasionamiento por la lectura, sigamos
con su vida más íntima y personal. En 1778, a la edad de 65, contraía
terceras nupcias con Mª Ramona de Arana, natural de la villa de
Bergara (Guipúzcoa), matrimonio celebrado en la Parroquia de Santa
Cruz de la villa y corte de Madrid. Esta unión fue muy distinta a las
anteriores y nos permite valorar la importancia de otros factores, de
índole más personal. Muy posiblemente el deseo de asegurarse una des-
34
3. Escenografía de un estilo de vida
En 1776, unos meses antes de celebrarse este enlace, González
Cernuda realizaba un inventario con los bienes que aportaba a este
matrimonio29. Un tipo de documento de gran valor para la historia de la
cultura material, al permitirnos penetrar en la intimidad de un hogar y
ahondar en las condiciones de vida. Ahora bien, las características de la
vivienda y el conjunto de bienes y enseres que albergaba no sólo reflejan
una condición social y un nivel de renta. Un determinado ‘modelo de
casa’ habla también del universo mental de una sociedad, de sus valores
e intereses. En este sentido resulta necesario advertir el cambio de mentalidad registrado en España a lo largo del siglo XVIII. La importancia
de las apariencias exteriores, de emular a los estamentos privilegiados, la
necesidad de la admiración ajena y una vanidad cada vez más extendida,
dio lugar a cambios significativos en la vivienda, la cultura material
doméstica y en los patrones de consumo de los sectores más acomodados. Al mismo tiempo, la extensión de una nueva manera de relacionarse determinó la extensión de espacios para las relaciones sociales, donde
se organizaban comidas, se recibía o se realizaban tertulias.
35
MÉDICOS ASTURIANOS...
cendencia fue determinante en este nuevo enlace, que llevó a cabo con
una mujer bastante más joven que él pero, a tenor de la dote que aportó, con un nivel de riqueza muy inferior al suyo. Al igual que veíamos
con el número de sirvientes, la cuantía de las dotes que aportaban las
mujeres al matrimonio permiten ponderar la posición económica de
una familia. Mª Ramona de Arana aportaba una dote de 7.035 reales,
cantidad que podemos considerar baja si se compara con el importe de
los bienes dotales de Ana Mª Hernández Ayllón (30.000 reales) o los
de otras esposas de catedráticos de Medicina de Salamanca28. Para asegurar este enlace, González Cernuda hizo una donación de 50.000 reales a su futura esposa, cantidad que depositó en “un fondo vitalicio” de
Madrid. Dos años más tarde nacía José Mariano González de Arana, el
único hijo del matrimonio.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Los estudios realizados sobre las viviendas españolas en el Antiguo
Régimen, han permitido establecer unas tipologías básicas atendiendo
a criterios socioeconómicos (nivel de renta y cualificación profesional
de sus moradores)30 . La mayoría de la población urbana residía en casas
pequeñas con un reducido número de habitaciones, mientras que las
viviendas de esa minoría que disfrutó de una posición acomodada se
caracterizaron por su amplitud y la especialización de las diferentes
estancias. La ‘sala principal’, la ‘pieza de comer’, el gabinete, la antesala, la alcoba, la cocina, etc. cumplían funciones específicas, con un
mobiliario acorde a su finalidad y permitían diferenciar entre los espacios dedicados a la sociabilidad del ámbito de lo privado.
El hecho de que los inventarios se hiciesen recogiendo los objetos de
cada una de las habitaciones que tenía la casa, nos permite conocer la
organización del espacio doméstico. Conviene advertir que estos inventarios se hacían siempre desde adelante hacia atrás y, en el caso de que
la vivienda tuviera más de un piso, de abajo hacia arriba. Por ello, la descripción de las estancias se iniciaba con las habitaciones que daban
acceso a la vivienda (las de mayor categoría) y terminaban por las situadas en la zona posterior, donde se situaba la cocina y las habitaciones
destinadas al servicio. El detalle con que se inventarió el mobiliario de
las diferentes habitaciones que componían la vivienda de González
Cernuda y la minuciosa descripción de todos los objetos y enseres que
albergaba la casa (incluida la ropa), proporciona una excelente radiografía de la vida cotidiana de un médico acomodado.
La amplitud de la vivienda (con un total de 12 habitaciones) y la
existencia de espacios bien diferenciados sitúan a nuestro hombre entre
la naciente burguesía31. La primera dependencia que se describe es el
“cuarto donde se come”, una estancia poco habitual en los hogares españoles y que constituye un elemento de diferenciación social32. La “sala
de estudio” era la que albergaba la biblioteca y su escaso mobiliario (dos
mesas con cerradura, una silla, los estantes de la librería y una “grada de
tres pisos”) acredita su uso exclusivo como espacio destinado al estudio
y la lectura. A su lado se encontraba la alcoba, donde la cama de nogal
con su dosel y colgaduras de damasco atestigua su acomodada posición.
36
37
MÉDICOS ASTURIANOS...
La introducción de nuevos hábitos higiénicos entre los sectores más
acomodados se advierte en la presencia de una “caja de servicio”, un tipo
de enseres poco habituales en la España del siglo XVIII.
La “antesala”, la siguiente de las estancias descritas, era una estancia
situada antes de la sala principal y servía de paso a todos los que entraban en la casa. La importancia de la ostentación y las apariencias a que
antes nos referíamos, hizo que se cuidara de manera especial su decoración. La antesala de González Cernuda estaba ricamente amueblada,
como correspondía a un hombre de su posición. La estancia albergaba
un aparador donde se colocaba la vajilla, un “escaparate con sus cristales” para guardar la cristalería colocado sobre una mesa de nogal, dos
escritorios de nogal con incrustaciones de concha colocados sobre dos
bufetes asimismo de nogal, una mesa también de nogal, un escaño,
varios taburetes “de moda”, una mesita de charol “con sus pies torneados”, un biombo de diez bastidores forrados en seda y un escaparate
“con el misterio de San José” con puertas de cristal. La habitación estaba decorada con seis cornucopias “con sus espejos dorados”, dos cuadros
de motivo religioso y un espejo. A su lado se encontraba la “sala principal”, una estancia que constituía el centro de su vida social. Su decoración seguía los modelos marcados por los usos y modas de la época: un
conjunto de sillas de nogal tapizadas en damasco colocadas contra las
paredes, junto a una mesa donde se servían los ágapes. Tres cornucopias
“con sus espejos dorados”, dos cuadros religiosos, reflejo de la mentalidad sacralizada de la sociedad española, junto a dos espejos y las cortinas de damasco que cubrían las ventanas, completaban la decoración de
esta estancia.
Junto a la profusión de mobiliario, conviene destacar la novedad de
algunos de estos enseres, acordes a los gustos más refinados de la
naciente burguesía. La variedad de escritorios, escaparates, muebles
auxiliares, biombos o la presencia de cornucopias y espejos en las estancias principales (unos objetos que en opinión de García Fernández “sólo
aparecían en los ámbitos urbanos privilegiados”), muestran el cambio
de mentalidad operado en las sociedades urbanas33 . Una ostentación
que también se advierte en las maderas nobles de los muebles (nogal o
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
caoba, nunca pino), en las camas con doseles y colgaduras o en las sillas,
ricamente tapizadas. Otro de los elementos definitorios de la posición
social era el número de arcas y cofres, un tipo de muebles que servían
para guardar todo tipo de ropas y objetos de valor. González Cernuda
tenía un total de 12 cofres, baúles y arcas, que guardaba en la denominada “sala de los cofres”. Una habitación en la que se amontonaban
otros muebles del tipo de dos escritorios, una mesa de pino, una cama,
un catre y un oratorio de campaña.
La vivienda de González Cernuda contaba con un “cuarto del pasante”, habitación destinada a alojar a los bachilleres que realizaban a su
lado los dos años de práctica médica. Su mobiliario (una cama de tablas,
un bufete de nogal, dos arcas y dos taburetes) permitía satisfacer las
necesidades básicas de quien la ocupaba. El resto de dependencias que
completaban la casa eran la antecocina (que hacía las veces de almacén
y despensa), la cocina (universo de ollas, sartenes, peroles, calderos y
loza variada), el cuarto de las criadas (amueblado de forma austera para
subrayar las diferencias sociales), el corredor (galería donde se amontonaban muebles y objetos de muy diversa índole) y la panera. Esta última era una dependencia frecuente en las casas de los más acaudalados
y servía para guardar el grano procedente de sus explotaciones agrarias
o de las rentas que percibían por el ejercicio de su profesión. En el caso
de los médicos, la extensión de las retribuciones en especie determinó
que guardasen en las paneras de sus casas importantes cantidades de
trigo y cebada, que en ocasiones representaban sumas cuantiosas34 . En
el caso de González Cernuda estos frutos, procedentes de “salarios de
particulares y comunidades”, alcanzaban un valor de 5.000 reales. A
estos bienes hay que sumar las “176 onzas de plata” que guardaba en su
casa y los 5.240 reales que tenía en “dinero y débitos favorables”. La
cantidad era reducida, pero debemos tener en cuenta que en esas fechas
había donado nada menos que 50.000 reales a la que habría de ser su
tercera mujer.
La presencia de objetos destinados a la higiene, calefacción e iluminación permiten ponderar el grado de confort de la vivienda. Por lo que
respecta al mobiliario y enseres destinados a la higiene personal,
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MÉDICOS ASTURIANOS...
González Cernuda tenía una “caja de servicio” (colocada en su alcoba),
una artesa de baño y un lavamanos, estos últimos en el corredor. Dos
peinadores “con toalla” y 17 “paños de manos” (dos de ellos adornados
con encaje) completaban el ajuar destinado a este fin. La calefacción de
los hogares se conseguía con braseros, calentadores y chimeneas. Los
primeros eran objetos muy populares, pero lo que diferenciaba a los
grupos sociales era el material de que estaban hechos, latón en el caso
de los más menesterosos y cobre en el caso de las clases acomodadas.
González Cernuda contaba con cuatro braseros, tres de cobre y otro de
latón, con sus correspondientes cajas, y un calentador. La iluminación,
generalmente precaria, se conseguía con candeleros, velones o lámparas
y una vez más el producto empleado (sebo o aceite entre los sectores
populares y cera en el caso de los grupos más acomodados) marcaba las
diferencias sociales. En el inventario de bienes de González Cernuda se
recogen ocho bujías (candeleros con velas de cera blanca), un velón de
pantalla, otro velón de cuatro mecheros y cuatro palmatorias con sus
velas35.
En este recorrido por el interior de la vivienda de González Cernuda
nos hemos acercado al modo de vida de un médico que, gracias a su
carrera académica y a su segundo matrimonio, había alcanzado una
saneada posición económica. Las dimensiones de la vivienda, la especialización en el uso de las estancias, la profusión de mobiliario y el
atrezzo de su hogar, le permitió disfrutar de un nivel de confort que
podemos considerar alto para la época. Las sábanas de hilo, almohadas
“de lienzo fino con encajes”, “paños de mano”, mantelerías y servilletas,
hablan por sí solas de un grado de refinamiento propio de los grupos
privilegiados.
En este deseo de reconstruir la vida cotidiana de González Cernuda,
resulta de interés detenernos en su ropa más personal y acercarnos a través de ella a la imagen que proyectaba nuestro hombre, a su forma de
presentarse en la sociedad. La importancia de las apariencias exteriores
que comentábamos, junto a una vanidad cada vez más extendida, está
detrás del aumento del consumo de ropa de vestir registrado en España
en la segunda mitad del siglo XVIII. Una cultura en la que se advierte
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
la influencia francesa de vestir “a la moda”, de llevar ropas de colores
vivos y productos textiles más novedosos, que únicamente estaban al
alcance de los sectores más acomodados. Esta mentalidad se detecta no
sólo en el mayor consumo de prendas para “aparecer en público”, sino
también en la ropa interior36. En este tipo de análisis interesa tanto la
tipología de las prendas y su número como los tejidos empleados para
su confección, al permitir ponderar elementos como el poder adquisitivo, refinamiento, vanidad, ostentación y hábitos higiénicos.
El hombre vestía con camisa, casaca y calzones, vestimenta que completaba con chaleco, corbata y capa. Los calzones eran la prenda utilizada a modo de pantalón para cubrir el cuerpo “desde la cintura hasta las
corvas”. Los más caros estaban confeccionados de terciopelo o seda,
aunque los había también de paño, lana o gamuza. La casaca (chupa) era
un vestido “ajustado al cuerpo” que llegaba hasta las rodillas y se colocaba sobre la camisa. Tradicionalmente se confeccionaba de lana, paño o
seda, aunque en el siglo XVIII fueron extendiéndose tejidos más novedosos como el “mué” (seda procedente de Francia) o el “carro de oro”
(género importado de Flandes muy apreciado en la época). Su carácter
más ‘refinado’ y su mayor precio ya eran de por sí definitorios de una
cierta posición social. La influencia francesa trajo también un cambio en
el color y el traje negro, que habían mantenido los hombres hasta 1740,
dio paso al verde, azul, “rosa seca” o “tabaco” 37. A tenor de los colores de
sus casacas, González Cernuda vestía a la moda.
Estos sectores adornaban los vestidos con botonadura y galones de
oro o plata y hebillas en los zapatos, aderezos que reforzaban la imagen
de distinción. Las casacas generalmente iban forradas y aquí también el
tejido empleado variaba en función de la capacidad adquisitiva y de la
temporada en que se iban a utilizar. Los había de lana, seda, sarga (tipo
de lana más fina) o bien de una simple tela. González Cernuda tenía
seis vestidos “nuevos y en buen uso”: tres de “carro de oro” (dos de ellos
con galón y botonadura de plata), otros dos de “mué” (uno con galones
y botonadura de oro y el otro de plata) y dos de paño, además del traje
académico y otros dos vestidos que en el inventario aparecen entre la
“ropa vieja”38. Para los actos y ceremoniales universitarios tenía una
40
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MÉDICOS ASTURIANOS...
casaca de terciopelo negro forrada en lana “con dos pares de calzones”,
atuendo que se completaba con una “capa de golilla en paño de Segovia
negro” y la muceta de terciopelo “forrado en raso pajizo”, el color de
Medicina. Posiblemente reservaba para este traje los botones de oro
“embutidos de diamantes” que, por su elevado precio (600 reales), eran
un complemento que reforzaba su posición.
Camisas, chalecos, corbatines y capas completaban la vestimenta de
los hombres del Antiguo Régimen. Las camisas de algodón o hilo ricamente adornadas con chorreras y encajes que asomaban por debajo de
la casaca o vestido, fue otra de las novedades que llegaron de Francia.
Una moda que también siguió González Cernuda, que tenía 30 camisas (diez de ellas con “vueltas y puntillas”) de algodón o hilo. Sobre ellas
se colocaban los corbatines (tenía siete) y los chalecos, una prenda que
no aparece en su vestuario. La capa se colocaba sobre la casaca y se confeccionaba con tejidos del tipo de lana, paño o tafetán. Además de la
“capa de golilla”, González Cernuda tenía una capa de “paño de Béjar”,
otra “de paño de Segovia” y “un capote de carro de oro de color”, además de otras cuatro capas que figuran entre la “ropa vieja”. Dos batas de
“indiana” (tela de lino o algodón de reciente introducción), un manguito y un “surtú” (palabra francesa introducida para designar lo que en
España se conocía como “sobretodo”, prenda amplia y abierta que se
colocaba para protegerse del agua), completaban el vestuario de ropa
nueva y en buen uso de González Cernuda39. No debía usar peluca, pues
no se recoge ninguna en el inventario. Su ausencia confirma lo que dice
Desdevises acerca del uso de una “redecilla ceñida a la cabeza con una
cinta”, en lugar de la peluca empolvada40 .
Los estudios sobre consumo de ropa en el Antiguo Régimen advierten del cambio registrado en la ropa interior. Una nueva cultura del
cuerpo condujo a un cambio sustancial de los hábitos higiénicos, que se
comprueba en el mayor consumo de ropa interior entre los sectores acomodados. El auge de nuevos tejidos empleados en la confección de estas
prendas como el algodón o el hilo, fue parejo al progresivo declive de la
lana, género tradicional para la confección de estas prendas41. El abultado número de calzoncillos, medias (varias de seda) y calcetas o los 14
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
pañuelos de “tela y china”, ponen de manifiesto el grado de refinamiento de este médico y podemos vincularlos a unos hábitos que, todavía en
esas fechas, estaban poco extendidos en España42.
4. La dimensión cultural: Libros y lecturas
Sin embargo, la casa de González Cernuda nos habla también de
otro tipo de inquietudes y curiosidades, en las que invirtió importantes
sumas de dinero. Nos referimos a la lectura. En la España del siglo
XVIII los poseedores de bibliotecas constituían un reducido grupo
social integrado por miembros de la nobleza, el clero y la burguesía. En
Salamanca la ‘élite cultural’ estaba integrada por los miembros del
claustro universitario (para quienes los libros constituían una herramienta de trabajo) y el clero secular, poseedores de las bibliotecas más
importantes de la ciudad. Conviene advertir que en 1755 los fondos
impresos de la Biblioteca Universitaria ascendían a 4.846 volúmenes,
muy por debajo de los que tenían algunas comunidades religiosas como
el Convento de San Esteban (11.475 volúmenes) o el Colegio de la
Compañía de Jesús (9.924 volúmenes)43.
González Cernuda guardaba sus libros en los “los estantes de la
librería” del “cuarto de estudio”. No debían ser de maderas nobles (se
tasaron en 150 reales), pero sí lo suficientemente altos como para necesitar “una grada de tres pasos” para acceder a los estantes superiores. Lo
primero que sorprende es el volumen de libros que reunió, excepcional
para el tamaño de las bibliotecas privadas de la época: 1.071 volúmenes.
Si comparamos este fondo con las bibliotecas de otros compañeros de
facultad, se advierte una vocación bibliófila nada habitual en la
Salamanca del Setecientos44.
Únicamente entre los miembros de otras facultades encontramos
bibliotecas de mayor tamaño, un descubrimiento que habla por sí solo
de las inquietudes intelectuales, más pobres, de los médicos españoles.
El minucioso estudio de Ángel Weruaga sobre cientos de bibliotecas
salmantinas del Barroco y la Ilustración, nos permite conocer el nivel de
lectura de la ciudad y los libros que reunieron personas de extracción
42
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MÉDICOS ASTURIANOS...
social y actividad profesional muy diversa. Sólo Juan Meléndez Valdés,
poseedor de la biblioteca “más singular” de las estudiadas por Weruaga,
superó en fondos a la de González Cernuda: 1.237 volúmenes45. Fuera
de Salamanca el matemático catalán Benito Bails, figura clave en el
pensamiento científico ilustrado, tenía una biblioteca de 840 volúmenes
y la de Gaspar Melchor de Jovellanos superaba los 1.300. Muy por
debajo de los libros que reunieron los grandes bibliófilos del siglo XVIII
como Feijoo, Sarmiento, el historiador Enrique Flórez, Campomanes o
Pablo de Olavide46.
La biblioteca de González Cernuda estaba formada por 604 obras
(1.071 volúmenes impresos más otros nueve de ‘papeles’ encuadernados), un fondo importante para la época. A diferencia de otras bibliotecas, cuyos inventarios se realizaban tras la muerte de su dueño por un
librero de la ciudad junto al escribano encargado de protocolizar el
documento, pensamos que este inventario fue realizado por el propio
González Cernuda. El hecho de que se realizara en vida del médico y
la descripción más minuciosa de la mayoría de los libros, contrasta con
la escasez de datos y “el desprecio frecuente hacia el autor” de muchos
inventarios de bibliotecas de la época47.
A tenor de su contenido la biblioteca de González Cernuda era la de
un erudito ilustrado, con un ámbito de curiosidades y lecturas muy
amplias y variadas. Como es lógico predominaban las obras médicas,
junto a un conjunto de obras muy variadas (historia, religión, filosofía,
literatura, política, etc.) que revela un ámbito de inquietudes nada habituales en un médico. El hecho de encontrar obras de contenido muy relacionado con el ejercicio de determinadas profesiones (práctica de escribanos, cuestiones legales, práctica jurídica, sermonarios o una “preparación
de la misa”) y la existencia de algunas obras que estaban repetidas, nos
hace pensar en la procedencia de sus libros. En estos casos pudo tratarse
de obras que formaban parte de una biblioteca que hubiese comprado en
alguna almoneda, práctica habitual que permitía la adquisición de libros
a unos precios inferiores a los del mercado. Sorprende también su proximidad con los jesuitas, no sólo por las obras de miembros de la Compañía
(Torsellino, Segneri, Aler, Cuadros, Forti, Codorniu, Isla, Montereul o
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Verney), presentes en muchas bibliotecas, sino por guardar unos ejemplares de los Ejercicios de San Ignacio, otro de la “Regla de los Jesuitas” y un
tomo descrito como “Papeles de jesuitas”.
Las obras médicas eran, como ya hemos dicho, las más numerosas.
Hasta 1766 se leyeron en la Universidad de Salamanca las obras de
Hipócrates, Galeno y Avicena, lo que explica su presencia en la biblioteca de González Cernuda48. Asimismo encontramos textos del humanismo médico renacentista, representados en las obras de Luis de
Lemus, Cristóbal de Vega, Francisco Valles, Luis Mercado, Luis
Lobera, Cristóbal Pérez de Herrera, Jean Fernel, Antonio Gómez
Pereira, o Leonardo Fuchs. De los médicos europeos que iniciaron la
medicina moderna, tenía ejemplares de Andrés Vesalio, Fabrizi
d'Acquapendente, Guillaume Baillou y “diez tomos en folio” de
Gerolamo Cardano que fueron tasados en 150 reales. De la medicina
española del siglo XVII encontramos representantes de la escuela de
Valladolid (Gaspar Bravo de Sobremonte y Antonio Ponce de Santa
Cruz), de la escuela complutense (Pedro García Carrero y su discípulo
Pedro Miguel de Heredia) y algunos de los comentaristas de
Hipócrates de la época como Ambrosio Núñez o Esteban Rodrigo de
Castro. Las obras de Cipriano Maroja, Juan Lázaro Gutiérrez y Vicente
García Salat atestiguan su interés por el tema de las fiebres y el Espejo
cristalino de Alfonso Limón Montero su curiosidad por la naciente
hidrología médica. También había adquirido las obras de las grandes
figuras de la medicina europea del Barroco: Giorgio Baglivi, Lorenzo
Bellini, François de la Boe (Silvio), Teófilo Bonet, Thomas Sydenham,
Paolo Zacchias, Johann Baptista van Helmont, Thomas Willis o
Johannes van der Linden. Algunas le habían supuesto una importante
inversión, como los “ocho tomos en folio” de Théophile Bonet que fueron tasados en 200 reales.
Si hasta donde llevamos visto la biblioteca médica de González
Cernuda sorprende por la presencia de las obras más importantes de la
medicina moderna, la relación de autores europeos del siglo XVIII hace
que la biblioteca alcance una categoría realmente extraordinaria. Sólo
de Albrecht von Haller tenía 52 volúmenes, que fueron tasados en 676
44
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MÉDICOS ASTURIANOS...
reales. Pero no era la única novedad editorial en la que había invertido
una suma importante de dinero. Las obras de Hermann Boerhaave,
Friedrich Hoffmann, Anton de Haën, Gerhard van Swieten, François
Boissier de Lacroix de Sauvages, Lorenz Heister, Giambattista
Morgagni o John Arbuthnot, revelan que González Cernuda fue un
hombre atento a las novedades de la ciencia médica de su tiempo.
Muchas de ellas no estaban aún editadas en España, lo que explica su
elevado precio.
El mayor número de autores extranjeros del siglo XVIII es una
muestra más que evidente de la pobreza de la medicina española ilustrada en relación a la europea. De la renovación de la medicina española ilustrada encontramos testimonio en las obras de Martín Martínez,
Diego Mateo Zapata y Francisco Solano de Luque; también había
adquirido las obras de Andrés Piquer (la figura más representativa del
hipocratismo ilustrado), las del cisterciense Antonio José Rodríguez o
las de otros tratadistas importantes (al menos a nivel nacional) como
Francisco Virrey y Mange, José Juan Antonio Baguer y Oliver y
Francisco Sanz de Dios Guadalupe. Su interés por la epidemiología se
comprueba en los textos de Gaspar Casal, los Avisos médicos de Antonio
Pérez de Escobar; el libro sobre la viruela de José Amar o el de Juan
Díaz Salgado sobre la peste. La obra de Pedro Gómez de Bedoya, la
Palestra Farmacéutica de Félix Palacios o la Pharmacopeia matritensis
fueron las aportaciones más importantes en relación a la hidrología y
terapéutica médica, obras que asimismo adquirió49.
El resto de su biblioteca estaba integrada por libros de contenido
muy diverso. Destacan los de contenido religioso (la Biblia, escritos
místicos, libros de oraciones, biografías de santo, devocionarios y obras
de espiritualidad), testimonio de una mentalidad dominada por la
dimensión religiosa. Abundan también los textos filosóficos, sin que en
este apartado encontremos obras de especial relevancia. Únicamente el
ejemplar de El mundo o tratado de la luz de René Descartes, obra que en
Salamanca sólo se encontraba en la biblioteca del Colegio de la
Compañía de Jesús y en la Universitaria50. Entre los textos históricos
encontramos la Historia de los principios y establecimiento de la Iglesia de
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Bernardin de Montereul, el Compendio de la Historia de España del
Padre Isla, la España sagrada de Enrique Flórez o el Compendio histórico, geográfico y genealógico de los soberanos de la Europa de Manuel
Trincado. Y entre los textos literarios estaban el Quijote, dos tomos con
las obras de Baltasar Gracián, seis de Quevedo, los poemas de Jacinto
Polo, las comedias de Juan de Zabaleta y Agustín Moreto, junto a una
pequeña colección de autores clásicos (Ovidio, Virgilio, Horacio). Los
18 tomos del Padre Feijoo (tasados en 206 reales), varias gramáticas
(entre las que se encontraba la de Antonio de Nebrija) y numerosos diccionarios, vuelven a poner de relieve su faceta de erudito ilustrado.
5. El “arte de bien morir”
El 5 de mayo de 1791, dos años antes de su muerte, González
Cernuda otorgaba testamento51. Estaba “bueno y en pie” y, sin embargo, decidió ordenar sus últimas voluntades. Aunque la Iglesia, a través
de sus predicaciones y de una copiosa bibliografía sobre el “arte de bien
morir”, recordaba la conveniencia de otorgar el testamento cuando aún
se gozaba de plenas facultades, la mayoría de la población lo dejaba para
el último momento. Una conducta que no siguió Juan Francisco
González Cernuda.
En la España del siglo XVIII, los testamentos eran un acto religioso, pero también constituían un acto jurídico de distribución de unos
bienes52. Y resultaba preciso ordenar ambas esferas, tanto la religiosa
como la estrictamente terrenal, antes de morir53. Tanto las disposiciones
relativas a los bienes como las relacionadas con el funeral o entierro,
encierran aspectos de enorme valor en relación a su mentalidad y valores. Donde podemos ver mejor la mentalidad elitista de algunos médicos y sus deseos de emular a los grupos de poder, es en las disposiciones relativas a sus exequias. En la primera de todas, en la elección de
sepultura. Aunque a lo largo del siglo XVIII fue cada vez mayor el
número de personas que manifestaron el deseo de ser enterrados en su
parroquia, los grupos privilegiados mantuvieron pautas de conducta
más tradicionales y a lo largo de todo el siglo mostraron una clara pre-
46
47
MÉDICOS ASTURIANOS...
ferencia por los enterramientos en conventos. A este respecto González
Cernuda se mantuvo fiel a la tradición y ordenó se le enterrase en la
“nueva Capilla” de la Orden Tercera, obra de nueva construcción inaugurada en 175654. Ahora bien, no todo el espacio de la iglesia tenía el
mismo valor, pues era creencia extendida que los santos intercedían más
eficazmente cuanto más cerca estuviera la sepultura del altar mayor55.
De esta manera el lugar de las sepulturas se convirtió en un signo de
posición social y explica el doble interés de González Cernuda por que
se le enterrase “en la sepultura más inmediata al Presbiterio”. La elección del sayal franciscano como mortaja no constituye ninguna novedad, dada su popularidad en todas las clases sociales.
Donde sí se aprecia su mentalidad más elitista es en las disposiciones relativas a su funeral y entierro. Tradicionalmente los grupos sociales privilegiados fueron más cuidadosos en el mantenimiento de las formas, pues de alguna manera contribuían a legitimar el orden establecido. En este contexto es preciso valorar la importancia de unas exequias
acordes con el estatus social del finado y en función de este criterio se
ordenaba todo lo relativo al ritual funerario: cortejo hasta la iglesia,
campanas y cédulas en las calles y presencia de sacerdotes, monjes,
cofrades y pobres con sus capas y hachas encendidas. Como no podía
ser menos, González Cernuda dispuso un funeral solemne, con toque
de campana, misa cantada y asistencia de “la Universidad y comunidad
de capellanes de coro por médico titular de ella”, junto a las otras diez
cofradías a las que pertenecía. Unas exequias propias de un hombre de
su posición social.
El miedo a la muerte y el deseo de agilizar la purgación de los pecados y “penitencias mal cumplidas”, hicieron que la inmensa mayoría de
los testadores incluyeran una cláusula con el número de misas postmortem que deberían oficiarse por su alma. En este aspecto su conducta fue ‘moderada’, sólo 12 misas por las que debería pagarse la limosna
acostumbrada. Al igual que las misas, las limosnas se convirtieron en
“moneda de salvación” que satisfacía las necesidades escatológicas de la
población y redundaba en beneficio de las arcas parroquiales y conventuales56. Además González Cernuda ordenaba se entregara una limosna
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
de 100 reales a cada una de las seis comunidades religiosas que mencionaba.
El estudio de los albaceas designados para la ejecución de lo contenido en su testamento, permite ahondar en las relaciones que mantuvieron los médicos con las élites locales. Por lo general era más de una
persona la que mancomunadamente ejercía este cargo, que siempre
recaía en personas de confianza del testador. La inclusión de eclesiásticos garantizaba el cumplimiento de las voluntades piadosas (misas, plegarias, ofrendas y legados), aunque algunos testadores empezaron a
delegar parte de estas disposiciones en la familia. La inclusión de hombres de leyes era asimismo una práctica muy extendida como forma de
garantizar el cumplimiento de las disposiciones en cuanto a sus bienes.
También en esta elección González Cernuda se mantuvo fiel a las pautas que hemos comentado. En su testamento designaba a cinco albaceas: la primera su mujer, inclusión que revela el cambio registrado respecto a la consideración que tenía la familia en los siglos anteriores57.
Los dos eclesiásticos (Antonio Roldán, canónigo y catedrático de
Derecho Eclesiástico, y el prior de los Agustinos calzados) gozaban de
alta consideración entre el clero. Completaban la relación de albaceas
José Ayuso Navarro (catedrático de Lengua Griega) y Juan de Andrada
(“notario de los señores del Número y Audiencia episcopal”). No aparecen regidores ni altos funcionarios de la Administración, dato sumamente revelador respecto a su círculo de amistades más próximo. Es
posible que a raíz de su matrimonio con Ramona de Arana, González
Cernuda no fuera bien recibido en los salones y tertulias de la ciudad.
Unas relaciones que fueron cultivadas con éxito por otros compañeros
de facultad, que a través de enlaces con hijas de la oligarquía salmantina consiguieron su incorporación al círculo de las élites.
Sin embargo, González Cernuda había buscado esta integración
mediante la acreditación de su linaje, a través de un proceso iniciado en
1767 ante la Real Chancillería de Valladolid58. Como advierte Casey no
bastaba con ser rico, era necesario añadir el respaldo del honor, situación que explicaría la preocupación de las élites por alcanzar la declaración oficial de su hidalguía59. Cuando inició el proceso aún vivía Ana
48
Mª Hernández Ayllón, una mujer perteneciente a esa burguesía adinerada del Antiguo Régimen que a través de estos títulos buscó su integración social plena, entendida ésta como consolidación de una posición privilegiada. Entre 1767 y 1768 se realizaron las denominadas
“probanzas” en Salamanca y en su localidad natal y en mayo de 1769 se
firmaba la Real Provisión. Al poco tiempo se recibía en el ayuntamiento de Salamanca la ejecutoria expedida por la Sala de Hijosdalgos “en
que se manda se le reconozca por tal Hijodalgo al Dr. D. Juan Francisco
González Cernuda del Gremio y Claustro de esta Universidad”60. Un
reconocimiento que en su caso llegaba tarde. Tras la muerte de su
segunda mujer González Cernuda cambió sus pautas sociales y se convirtió en un hombre solitario, volcado en la lectura y el estudio.
1 También en Francia, el desarrollo de la Administración del Estado hizo que los estudios jurídicos experimentasen un auge importante, especialmente en la segunda mitad del siglo XVIII.
GRECENKOVA, Martina (2004). L'itinéraire professionnel et l'univers intellectuel des bureaucrates éclairés. Histoire, Économie & Société; 4: 503-524.
2 GRANJEL, Mercedes (2009). Médicos y élites locales en la sociedad extremeña del siglo
XVIII. Llull; 32 (70): 317-346.
3 Esta situación no fue exclusiva de España; en Francia, por ejemplo, idénticos motivos determinaron la escasez de médicos en las pequeñas ciudades y en las comunidades rurales. M. RAMSEY (1988). Professional and popular medicine in France, 1770-1830. Cambridge, University
Press, pp. 56-57.
5 En el Memorial que remitió Vicente Crespo (médico titular de la localidad alcarreña de
Brihuega) a Floridablanca encontramos una feroz crítica a este sistema de selección, que determinaba la situación de dependencia del médico respecto a los poderes locales. ASTRAIN
GALLART, Mikel (2002). La práctica médica en el medio rural castellano. El Memorial de
Vicente Crespo (1785). Dynamis; 22: 461-472.
49
MÉDICOS ASTURIANOS...
4 Citado por DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio (1973). Algunos datos sobre médicos rurales
en la España del siglo XVIII. Asclepio; 25: 317-321.
6 La situación que comentamos no fue exclusiva de España. En Ginebra, por ejemplo, se dieron
también este tipo de situaciones. Véase RIEDER, Philippe (2005). Médecins et patients à
Geneve: offre et consommations thérapeutiques à l'époque moderne. Revue d'Histoire Moderne et
Contemporaine; 52 (1): 39-63.
7 TOLÍVAR FAES, José (1981). Oviedo, 1705. Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, p.
116.
8 En estas cantidades se incluía el salario que recibían de la Universidad por su actividad docente. Véase GRANJEL, Mercedes (2012). Médicos y redes sociales. Mecanismos de poder de la
profesión médica en el siglo XVIII. Asclepio; 62 (4): 435-465.
9 Archivo General de Simancas (en adelante A.G.S.). Dirección General de Rentas. 1ª Remesa.
Respuestas Generales, lib. 369, f. 130v.
10 GRANJEL, Mercedes (2009). Ser médico en la España del siglo XVIII. Medicina e Historia.
Cuarta Época; 3: 1-16.
11 Conocemos las cláusulas de estas escrituras a través de la información recogida por Tolívar
Faes. Véase, TOLÍVAR FAES, José (1981). Oviedo, 1705, p. 226.
12 ARTOLA, Miguel y MARTÍN NIÑO, Jesús (1988). La hacienda. En: M. Artola (ed.).
Enciclopedia de Historia de España. II. Instituciones políticas. Imperio. Madrid, Alianza Editorial,
pp. 172-192.
13 TOLÍVAR FAES, José (1981). Oviedo, 1705, p. 193.
14 A.G.S. Dirección General de Rentas. 1ª Remesa. Respuestas Generales, lib. 369, ff. 449v-450r.
15 Toda la información en A.G.S. Dirección General de Rentas. 1ª Remesa. Respuestas
Generales, lib. 366, ff. 159r-159v y lib. 370, ff. 81v y 409r.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
16 La relación es evidentemente más abultada que la que aquí ofrecemos. Véase CASAL, Gaspar
(1762). Historia natural y médica de el Principado de Asturias. Edic. facsimilar. Oviedo, Servicio
Cultural de Publicaciones del Principado de Asturias, 1988. Una minuciosa relación de estos
pacientes en TOLÍVAR FAES, José Ramón (1981). Los enfermos del Dr. Casal. Oviedo, pp. 83-212.
17 Tolívar Faes proporciona noticias de la “poca simpatía” de Casal y del Padre Feijoo hacia
Francisco Dorado y su hijo José. TOLÍVAR FAES, José Ramón (1981). Los enfermos del Dr.
Casal, p. 129.
18 En el caso de Francisco Ibáñez Neto del Castillo y de su hermano Antonio, los gastos derivados de la estancia y estudios de Medicina en Salamanca le habían supuesto a su padre, médico titular de Cáceres, un desembolso de 18.000 reales. GRANJEL, Mercedes (2009). Médicos y
élites locales en la sociedad extremeña del siglo XVIII, p. 321.
50
19 RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, Luis Enrique (2004). Vida estudiantil cotidiana
en la Edad Moderna. En: L.E. Rodríguez-San Pedro Bezares (coord.). Historia de la Universidad
de Salamanca. II. Estructuras y flujos. Salamanca, Universidad de Salamanca, pp. 668-669.
20 TOLIVAR FAES, José (1976). Historia de la Medicina en Asturias. Oviedo, Ayalga Ediciones, p. 16
21 Toda la información relativa a la familia González Cernuda en Archivo de la Real
Chancillería de Valladolid (en adelante ARCHV). Sala de Hijosdalgo. Caja 1136.0041.
22 Archivo Universitario de Salamanca (en adelante AUSA). Registros de exámenes de estudiantes para ingresar en Facultad Mayor, lib. 554, f. 51r. A través de los Libros de Matrícula y
Libros de Claustro hemos seguido su trayectoria académica.
23 Esta conducta dio lugar a dos reconvenciones (la primera en 1768 y la segunda en 1770) en
las que se decidió recurrir a la sanción económica “pues es para él lo más sensible”. AUSA. Libros
de Claustro, lib. 229, ff. 62r-62v y lib. 236, ff. 39v-40r, 56v-57r, 166r-168r y 200r-204r. Su carrera docente en AUSA. Posesiones de cátedras. Años 1685-1783, lib. 956.
24 El matrimonio se había celebrado en 1745, siendo González Cernuda un médico recién licenciado que se mantenía de su actividad en el Hospital General, y fue oficiado por Diego de Torres
Villarroel. Manuela de Cueñas falleció dos años más tarde sin dejar descendencia. Véase Archivo
Diocesano de Salamanca. Parroquia de San Isidro y San Pelayo. Libro de Casados, lib. 417/10,
ff. 124r-124v y Libro de Difuntos, lib. 417/13, f. 56r.
25 Archivo Histórico Provincial de Salamanca (en adelante A.H.P. Salamanca). Catastro de
Ensenada. Libro de relaciones de seglares, leg. 2057, ff. 399v-400r.
26 A.H.P. Salamanca. Protocolos, leg. 4576, ff. 278r-283v.
27 EIRAS ROEL, Antonio (1984). Las élites urbanas de una ciudad tradicional: Santiago de
Compostela a mediados del siglo XVIII. En: La documentación notarial y la historia. Santiago de
Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, p. 122 y SARASÚA, Carmen (1994).
Criados, nodrizas y amos. El servicio doméstico en la formación del mercado de trabajo madrileño,
1758-1868. Madrid, Siglo XXI, p. 104.
29 El inventario se realizó en enero de 1776, aunque no se protocolizó hasta 1778. Véase A.H.P.
Salamanca. Protocolos, leg. 4584, ff. 291r-329r.
51
MÉDICOS ASTURIANOS...
28 En un trabajo anterior hemos estudiado las dotes aportadas por las mujeres de 15 catedráticos de Medicina del siglo XVIII. Si tenemos en cuenta que el importe medio de las dotes estudiadas ascendió a 21.323 reales, se constata la extracción social más modesta de la tercera mujer
de González Cernuda. Véase GRANJEL, Mercedes (2012). Médicos y redes sociales.
Mecanismos de poder de la profesión médica en el siglo XVIII, p. 445.
30 Véase BARREIRO MALLÓN, Baudilio (1981). Las clases urbanas de Santiago en el siglo
XVIII: definición de un estilo de vida y de pensamiento. En: La historia social de Galicia en sus
fuentes de protocolos. Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, pp. 465
y ss; FRANCO RUBIO, Gloria (2009). La vivienda en el Antiguo Régimen: de espacio habitable a espacio social. Chronica Nova; 35: 63-103; GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2004). La
cultura material doméstica en la Castilla del Antiguo Régimen. En: M. García Fernández y Mª
A. Sobaler Seco (coords.). Estudios en homenaje al profesor Teófanes Egido. II. Valladolid, Junta de
Castilla y León, pp. 250-270; GONZÁLEZ HERAS, Natalia (2010). La vivienda doméstica
española del siglo XVIII según los relatos de viajeros británicos. Tiempos Modernos. Revista electrónica de Historia Moderna; 7 (21): 1-30; SANZ DE LA HIGUERA, Francisco J. (2002).
Familia, hogar y vivienda en el Burgos del siglo XVIII. Entre cuatro paredes, compartiendo
armarios, camas, mesas y manteles. Investigaciones Históricas; 22: 165-212 y SOBRADO
CORREA, Hortensio (2003). Los inventarios post-mortem como fuente privilegiada para el
estudio de la historia de la cultura material en la Edad Moderna. Hispania; 63 (215): 825-861.
31 La vivienda contaba con “un cuarto donde se come”, “cuarto de estudio”, alcoba, antesala, sala
principal, un cuarto para el pasante, una “sala de los cofres”, “antecocina”, cocina, un corredor, el
“cuarto de las criadas” y la panera. Una distribución similar tenía la vivienda de Jerónimo Fierro
Rodríguez Cobo, catedrático jubilado de Prima de Leyes que murió en Valladolid en 1751. En
la ciudad de Burgos, las viviendas de burócratas y profesionales liberales tenían un promedio de
8 a 11 estancias. Véase GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2004). La cultura material doméstica en la Castilla del Antiguo Régimen, p. 268 y SANZ DE LA HIGUERA, Francisco J.
(2002). Familia, hogar y vivienda en el Burgos del siglo XVIII, p. 199.
32 Los viajeros británicos que recorrieron España en el siglo XVIII criticaban la inexistencia de
comedor, signo del mayor retraso en lo que a patrones de civilización se refiere. GONZÁLEZ
HERAS, Natalia (2010). La vivienda doméstica española del siglo XVIII según los relatos de
viajeros británicos, p. 16.
33 GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2004). La cultura material doméstica en la Castilla del
Antiguo Régimen, p. 263.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
34 GRANJEL, Mercedes (2012). Médicos y redes sociales. Mecanismos de poder de la profesión médica en el siglo XVIII, p. 457.
35 El mayor precio de la cera explica estas diferencias. En el caso de los velones, la iluminación
se conseguía con aceite. Era “un vaso de figura redonda, con una, dos o más narices (que llaman
mecheros) colocado en una vara o espiga con su pie”. Diccionario de la Lengua castellana. Tomo
sexto. Madrid, 1739.
36 Aunque el estudio se centra en el vestuario femenino, nos ha sido de gran valor el trabajo de
Dávila Corona y García Fernández para comprender las pautas de consumo en relación a los tejidos y la paulatina introducción de determinados géneros que alcanzaron gran consideración.
52
DÁVILA CORONA, Rosa Mª y GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2001). El consumo de
productos textiles en Valladolid, 1750-1850. Investigaciones Históricas; 21: 134-179.
37 DESDEVISES DU DEZERT, Georges (1989). La España del Antiguo Régimen. Madrid,
Fundación Universitaria Española, pp. 197-198.
38 El precio en que fueron tasadas estas prendas era elevado y oscila entre los 600 reales del “vestido de carro de oro verde forrado de lana con botones y galón de oro fino” y los 200 reales de
“una chupa de terciopelo negro forrada en lana”. A.H.P.Salamanca. Protocolos, leg. 4584, ff.
296v-297r.
39 El conjunto de prendas de vestir “nuevas” se tasó en 6.430 reales.
40 DESDEVISES DU DEZERT, Georges (1989). La España del Antiguo Régimen, p. 198.
41 Véase DÁVILA CORONA, Rosa Mª y GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (2001). El consumo de productos textiles en Valladolid, 1750-1850, pp. 148-149.
42 González Cernuda tenía 24 calzoncillos, ocho justillos (“vestido ajustado al cuerpo a modo
de jubón, de quien se diferencia en no tener mangas”), 17 pares de medias (cuatro de seda blanca, tres de seda negra y diez de lana), ocho pares de calcetas y cuatro de escarpines.
43 WERUAGA PRIETO, Ángel (2008). Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (16001789). Salamanca, Junta de Castilla y León, p. 71.
44 La biblioteca de Francisco Gómez constaba de 110 volúmenes, la de Manuel Herrera Comán
182, la biblioteca del extremeño Francisco Ovando reunía 173 volúmenes y la de Pedro Riaguas
197. En un trabajo anterior hemos estudiado otras facetas de la vida y actividad profesional de
estos médicos. Sus bibliotecas serán objeto de un trabajo ulterior.
45 WERUAGA PRIETO, Ángel (2008). Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (16001789), pp. 497-499.
47 En opinión de Bennassar, estos son los principales obstáculos para el estudio de muchas
bibliotecas. BENNASSAR, Bartolomé (1984). Los inventarios post-mortem y la historia de las
mentalidades. En: La documentación notarial y la historia. Actas del II Coloquio de Metodología
Histórica Aplicada. Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, p. 141.
48 Sorprende el elevado precio de los cinco tomos en folio de “Galeno con el índice”, tasados en
100 reales.
53
MÉDICOS ASTURIANOS...
46 Véase ARIAS DE SAAVEDRA ALÍAS, Inmaculada (2003). Libros extranjeros en la biblioteca del matemático Benito Bails (1731-1797). En: M.B. Villar García y P. Pezzi Cristóbal
(eds.). Los extranjeros en la España Moderna. Tomo II. Málaga, p. 129 y SÁNCHEZ MARIANA,
Manuel (1993). Bibliófilos españoles. Desde sus orígenes hasta los albores del siglo XX. Madrid,
Biblioteca Nacional-Ministerio de Cultura, pp. 68-76.
49 En la biblioteca encontramos testimonio del interés que suscitó la ‘polémica del agua’, disputa en la que participaron médicos y profanos. Véase GRANJEL, Luis S. (2010). La polémica del
agua (siglo XVIII). Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, pp. XIII-XXVIII.
50 WERUAGA PRIETO, Ángel (2008). Lectores y bibliotecas en la Salamanca moderna (16001789), p. 523.
51 A.H.P. Salamanca. Protocolos, leg. 4591, ff. 890r-895r.
52 Sobre la importancia de los testamentos para la historia de las mentalidades, véase ALEMÁN
ILLÁN, Anastasio (2002). Entre la Ilustración y el romanticismo: morir en Murcia, siglos XVIII y XIX.
Murcia, Kiosko JMC; CHAUNU, Pierre (1984). La mort à Paris, XVIe, XVIIe, XVIIIe siècles. Paris,
Fayard; GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (1996). Los castellanos y la muerte. Religiosidad y comportamientos colectivos en el Antiguo Régimen. Valladolid, Junta de Castilla y León; PASCUA
SÁNCHEZ, Mª José (1984). Actitudes ante la muerte en el Cádiz de la primera mitad del siglo XVIII.
Cádiz, Diputación Provincial de Cádiz; PEÑAFIEL RAMÓN, Antonio (1987). Testamento y
buena muerte. Un estudio de mentalidades en la Murcia del siglo XVIII. Murcia, Academia Alfonso X
El Sabio y VOVELLE, Michel (1985). Ideologías y mentalidades. Barcelona, Ariel.
53 VOVELLE, Michel (1976) Les actitutes devant la mort: problemas de mèthode, approches
et lectures differentes. Annales E.S.C.; 2: 120-123.
54 Obra de Andrés García de Quiñones, la Capilla de la Orden Tercera se construyó junto al convento de San Francisco gracias a las limosnas y aportaciones de sus cofrades. VILLAR Y MACÍAS,
Manuel (1887). Historia de Salamanca. Libro VIII. Edic. facsimilar, Salamanca, 1973, pp. 87-88.
55 ARIÈS, Philippe (1999). El hombre ante la muerte. Madrid, Taurus. p. 187.
56 GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (1996) Los castellanos y la muerte. p. 247.
57 Sobre este nuevo sentimiento hacia “los suyos” véase, ARIÈS, Philippe (2000) Del sentimiento moderno de la familia en los testamentos y las tumbas. En: Historia de la muerte en Occidente,
Barcelona, El Acantilado, pp. 177-191.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
58 Toda la información relacionada con el proceso de hidalguía en ARCHV. Sala de Hijosdalgo.
Caja 1136.0041.
59 CASEY James (2009). Los ciudadanos de Granada, 1570-1739: Familia y sociedad en la
España moderna. En: E. Soria Mesa, J.J. Bravo Caro y J.M. Delgado Barrado (eds.). Las élites en
la Época Moderna: La monarquía española. Vol. 1. Nuevas perspectivas. Córdoba, Universidad de
Córdoba, p. 54.
60 Archivo Municipal de Salamanca. Actas de Sesiones, lib. 3048/154, f. 194r.
54
ENIGMAS Y CERTEZAS EN LA
BIOGRAFÍA DE GASPAR CASAL.
Sobre la vida y la personalidad de Gaspar Casal no se ha dicho
todo aún. Pese a que se saben bastantes cosas sobre este ilustre médico
español afincado en Asturias, existen enigmas sobre su vida aún no descifrados. Nos limitaremos aquí a analizar dos órdenes de hechos; por un
lado los datos conocidos, demostrados y corroborados sobre la biografía de Casal; y por otro, todos aquellos episodios oscuros, no suficientemente conocidos y hasta truculentos de su vida.
Sobre Gaspar Casal se ha escrito mucho, de tal modo que la biografía sobre su vida y su obra es amplísima, ocupándose de múltiples cuestiones. Pero poco se ha añadido a lo que ya se sabía hace muchos años.
En efecto, cuantos se ocuparon de él han insistido en su capacidad de
observación y su escasa afición a especulaciones infundadas, aportando
pocos datos objetivos. Desgraciadamente no disponemos de un retrato
de Casal aunque sólo fuese literario, para poder reconstruir algo de su
personalidad, amén de conocer su aspecto físico. Y ya para rematar esta
brevísima introducción, una última cuestión: ¿Fue feliz Casal en
Oviedo?, ¿vivió una vida feliz y sosegada en el Principado de Asturias?.
Parece que no. Según las últimas investigaciones el mérito de Casal
residió en realizar una vida profesional intensa y una obra excepcional
en medio del cruel desasosiego.
55
ENIGMAS Y CERTEZAS...
RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO
JOSÉ ANTONIO BUELGA GARCÍA
JOAQUIN FERNÁNDEZ GARCÍA
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
De acuerdo con todo lo dicho haremos balance a continuación de los
datos objetivos conocidos y demostrados en la vida de Casal ; y de todo
aquello que permanece aún en la sombra o en la simple penumbra. Esto
es: nos ocuparemos de manera concisa, de enigmas y certezas en la vida
de nuestro biografiado.
1. Evidencias en la vida de Casal
Gaspar Casal nació en la ciudad de Gerona y fue bautizado, según
ha podido documentarse, en la parroquia de Santa Susana de Mercadal
el 31 de diciembre de 1680.
Se le pusieron cuatro nombres: Roque Francisco Gaspar y Narciso.
A juzgar por las personas citadas en el acta bautismal procedía de una
familia de clase media acomodada. En efecto, su padre D. Federico
Xacon Casal era Alférez de Caballería, su padrino Gaspar Fayos Doctor
en Medicina y la madrina María Masjoan, esposa de un boticario de
Gerona.
Dejando a un lado el tema de la legalidad de su título, cuestión de la
que nos ocuparemos más adelante, parece que ejerció en Atienza y en
La Alcarria antes del 25 de septiembre de 1713, en que recibe el grado
de Bachiller en Antes; y es seguro que en 1714 está en Madrid, asistiendo allí como médico a notables personalidades.
Pese a que el propio casal se contradice en las fechas, en le verano de
1717 llega a Oviedo acompañado de los Duques del Parque. Poco después es nombrado médico de la Ciudad desempeñando este cargo hasta
el 5 de marzo de 1729. Pasa al servicio del Cabildo de la Catedral a
continuación y permaneciendo en este puesto hasta 1751. En este año,
se traslada a Madrid y accede al Protomedicato de Castilla.
Su vida familiar, se repartió entre dos matrimonios. Su primera
esposa, María Ruiz, le dio cuatro hijos: Antonio, Andrés Simón, Pablo
Estanislao y José. María Ruiz parece que era natural de Retortillo,
Diócesis de Sigüenza, dato que no se ha confirmado. Más adelante volveremos a ocuparnos de ella, por formar parte de uno de los enigmas de
la vida de Casal.
56
57
ENIGMAS Y EVIDENCIAS...
El segundo matrimonio, una vez que enviudó, lo realizó en Oviedo
con Doña María Rodríguez Fernández Arango, natural del Municipio.
De este segundo matrimonio tuvo cinco hijos: Benito Ignacio,
Magdalena Antonia, Andrés, Ventura Benita y María Magdalena.
Benito Ignacio, que nació en 1731, se graduaría de Bachiller en
Medicina en la Universidad de Sigüenza en 1752.
Parece ser que Casal tuvo el propósito firme de permanecer en
Oviedo hasta el final de sus días. Como ya señalamos, en 1751 se traslada a Madrid; el 29 de agosto de ese año era nombrado Médico
Supernumerario de la Real Cámara y el 8 de enero de 1752 ascendió al
Protomedicato de Castilla. Estando en Madrid ingresó en la Real
Academia Médica Matritense. Falleció en la capital de España el 10 de
agosto de 1759.
Llama la atención que un médico de oscuros orígenes académicos,
aunque con merecido renombre profesional, fuese encumbrado a cargo
tan importante como el Protomedicato. Parece muy verosímil que
alguien le tendiese una mano amiga; y se cree, sin que medie documento alguno, que pudo influir notablemente en ello su amigo el padre
Feijoo, por quien sentía simpatía y admiración el rey Fernando VI.
Cabe preguntarse, finalmente, cómo transcurrió la vida diaria de
Casal en Oviedo. Por los datos de que disponemos, su vida giró en
torno a su familia y a su profesión como médico, ejerció en Oviedo, visitando pacientes de todas las clases sociales y de muchos lugares de la
provincia que acudían a consultarle, el mismo reconoce que eran muy
pocos médicos, no sobrepasando la cifra de cinco en toda la región, aunque los Ayuntamientos solían contratar un cirujano que cubría funciones de médico cuando era necesario. Con los compañeros Casal siempre tuvo un trato exquisito y cortés evitando polémicas baldías y todo
tipo de maledicencia. Indudablemente, era hombre mesurado tanto en
la vida como en su pensamiento médico; al respecto mantenía un equilibrado balance entre sus propias observaciones y el hipocratismo que
ejercía con convencimiento.
A título íntimo y personal, Casal era un individuo piadoso y de la
más estricta ortodoxia.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Al menos, eso es lo que deja ver en sus escritos. En ellos hace manifestaciones de todo tipo: repetidas invocaciones a su fe en cristiano, fervientes alabanzas a Dios y a la Virgen María, reverentes alusiones a la
religión; y expreso acatamiento de las doctrinas de la Iglesia.
Personalmente no dudamos de la sinceridad de sus afirmaciones; pero
puede que hubiese algo más como más adelante veremos.
2. Enigmas en la vida de Casal
Como ya señalamos, no todo eran rosas en la vida de Casal. Quedan
pendientes de aclaración por falta de documentos dos cuestiones: una,
académica, relacionada con su titulación como médico; y otra de índole biográfica y personal pues pesaba sobre su primera esposa María Ruiz
una sentencia infamatoria de un Tribunal de la Inquisición probablemente de Cuenca.
La primera cuestión sigue sin resolverse. ¿Era Casal médico?. La
tesis mantenida por Fermín Canella, primer biógrafo de Casal, era
negativa. En efecto, se daban las circunstancias que inclinaban a sospechar que no era médico; en primer lugar había contradicciones documentales, pues se afirmaba que era de Gerona, por un lado, y por otro,
declaraba ser natural de Utrilla, diócesis de Sigüenza en su testamento.
Y en segundo lugar, nunca se han encontrado documentos universitarios que le acreditan como médico. Por todo ello, Fermín Canella piensa que Casal, por motivos desconocidos, se aprovecharía fraudulentamente del título de un homónimo. Estos motivos desconocidos quizás
estén en relación con algunos aspectos dramáticos de la vida su primera esposa.
Aparezcan o no aparezcan los documentos que permitan afirmar que
Casal era médico, nosotros, no tenemos por qué dudarlo, tras examinar
su biografía. En efecto. ¿Cómo no iba a tener título una persona que
hubo de pasar tantos filtros?. Y, si hay dudas considérese que fue médico personal de varios nobles antes de llegar a Oviedo; médico personal
de la familia de los Duques del Parque con quienes llega a Oviedo;
médico de personas notables del Principado; médico del Cabildo de la
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59
ENIGMAS Y EVIDENCIAS...
Catedral de Oviedo; médico de la ciudad de Oviedo; médico supernumerario de la Real Cámara; médico del Protomedicato de Castilla;
Académico de la Real Academia Matritense. ¿Podría un intruso rebasar todas estas barrera sin ser descubierto?. Máxime cuando su primera
esposa estaba bajo la escrupulosa mirada de la Inquisición, que no perdonaba un desliz.
Al margen de estas barreras, que no pasaría ningún intruso, Casal
poseía una formación médica que demuestra y revalida en cada una de
las páginas de su obra. Formación médica que posee cuatro direcciones:
teórica, práctica, investigadora y divulgativa. Teórica, porque conocía la
ciencia médica de su tiempo; práctica, porque era un buen clínico, a
tenor con los conocimientos de su época; investigadora porque observaba, teorizaba y llegaba a conclusiones; y divulgativa porque escribía
para comunicar a sus colegas sus conclusiones; aunque, la verdad sea
dicha Casal no llegó a ver publicada su obra. En efecto en 1762, cuando hacía ya tres años que Casal había muerto, su compañero del Real
Protomedicato D. Juan José García Sevillano sacaba a la luz la primera
edición.
Y, por si esto fuera poco, estaba su amistad con el padre Feijoo. De
ser un intruso, el sabio benedictino, a buen seguro que lo hubiese desenmascarado, ante flagrantes contradicciones teóricas o despropósitos
asistenciales. Pero no fue así. Feijoo le dio siempre muestras de aprecio
y consideración.
Para nosotros, rotundamente, Casal fue médico aunque no se haya
demostrado documentalmente. Aunque se trate de una simple hipótesis y aunque parezca descabellada, Casal pudo estudiar en otra
Universidad de las investigadas. En efecto su padre era militar pudo
desplazarse y llevarse a su hijo a otros lugares. Al respecto, convendría
conocer la carrera castrense de su padre, su movilidad y sus destinos; y
de coincidir algunos con la edad apropiada del hijo para realizar los
estudios de medicina, investigar su presencia en la universidad más próxima al domicilio.
El segundo gran enigma en la vida de Casal es el relacionado con su
primera esposa, María Ruiz. Sin que se pueda precisar mucho más antes
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
del 25 de mayo de 1725, un Tribunal de la Inquisición, probablemente
el de Cuenca, dictó una sentencia infamatoria contra la primera esposa
de Casal María Ruiz; o , al menos, ese es el nombre con el que figura
en Oviedo.
No se sabe a ciencia cierta de que estaba acusada. La mayor parte de
los condenados en Autos de Fe lo fueron por judaizantes, blasfemos,
bígamos, supersticiosos y hechiceros. Pero, contra la fe había otros delitos como estos: deshonestidad, falsarios, fautoría, herejía, ilusos e iludentes, moriscos, palabras escandalosas o heréticas, religiosos casados,
sacrilegio y otros. Pero, en esencia, desconocemos de qué se había acusado a María Ruiz; y había un hecho terrible en esta sentencia: la nota
infamatoria se transmitió a sus hijos Antonio, Andrés Simón, Pablo
Estanislao y José.
Esto era terrible, porque aunque eran niños de doce años para abajo,
tanto la Iglesia como la ciudad de Oviedo lucharon tenazmente para
expulsarlos del Principado. Casal pudo evitar la expulsión con maniobras dilatorias y desarrollando mucha habilidad consiguió mantener su
puesto como médico del Cabildo. De todos modos, la inquina y la aversión institucional llegó muy lejos, pues se impidió a José, el hijo menor
de María Ruiz, nacido después de 1722 contraer matrimonio en
Oviedo en 1749, es decir, un cuarto de siglo aproximadamente después
de haber nacido.
El supuesto expediente inquisitorial de María Ruiz, no ha aparecido
aún. Varios investigadores han intentado localizarlo sin éxito en la sección de Inquisición del Archivo Histórico Nacional. Probablemente
María Ruiz se casó con Gaspar Casal con la sentencia infamatoria ya
impuesta; la bondad y el afecto de Casal por su futura esposa la exoneraban personalmente, pero la dureza de la sentencia ya quedó expuesta.
De todos modos, había atenuantes, que desconocemos también, para
que María viviese en libertad.
Y finalizamos ya con algunas especulaciones. Casal vino a Asturias
de la mano de los Duques del Parque, cuando estaba en un buen
momento profesional y económico. Venía por supuestas razones de
salud; pronto vio que los Duques y sus amistades no le permitían vivir
60
dignamente, ampliando sus servicios a la ciudad y al Cabildo. Cabe preguntarse: ¿Había venido por razones de salud o huía de algo? O cabe
preguntarse con mas exactitud: ¿vivió María Ruiz en Oviedo en verdadera libertad o había sido desterrada a Asturias en virtud de la sentencia?. Esta hipótesis es muy verosímil: Casal venía con su esposa desterrada a Oviedo, dejando atrás un porvenir brillante y aceptando la
mano, en el destierro ya exigía ayuda económica que le ofreció el Duque
del Parque.
Casal era equilibrado, pero vivió mucha zozobra en Oviedo. Su editor póstumo le definía con estas frases: ”Sus prendas personales encantaban a cuantos le trataban comenzando desde le trono y acabando en
lo más ínfimo”. Y resaltaba que la atracción de la personalidad de Casal
se hacía más intensa con la familiaridad pues le distinguían estas virtudes: ”el candor, la crítica, la verdad y la sinceridad”.
Así pudo ser la vida de Gaspar Casal con sus luces y con sus sombras, traducidas biográficamente en evidencias y enigmas.
BIBLIOGRAFÍA
Casal,G: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Facsimil
de la edición príncipe de 1762 con introducción e Índice -Glosario por
José Ramón Tolivar Faes. Servicio de publicaciones del Principado de
Asturias, Oviedo, 1988.
Martínez, J.: Perfil de Gaspar Casal. Oviedo, 1961
Pego Busto, A.: Sobre los títulos del Doctor Casal, Medicina Asturiana
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61
ENIGMAS Y EVIDENCIAS...
Sánchez Doncel, G. Gaspar Casal y su obra. IDEA, Oviedo 1963
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
62
LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL.
Uno de los aspectos de la vida de Gaspar Casal que ha dado lugar a
mayor controversia es el referido a su formación médica. Este es uno de
los enigmas siempre abiertos en su biografía. Y es seguro que el propio
Casal haya sido quien más ha favorecido a lo largo de los años la duda
mantenida sobre la conformidad y legitimidad de su ejercicio profesional. Debe considerarse en este punto la falta de documento alguno que
demuestre su paso por la universidad y certifique su titulación. En
segundo lugar, la referencia que hace él mismo a su dedicación a la
medicina cuando aún no había alcanzado el grado de bachiller, hecho
del que sí existe constancia. Aunque debe señalarse aquí que muchos
médicos se iniciaban al arte de sanar como aprendices y al acudir a los
servicios de estos practicones no intitulados las gentes solían aceptar
que la experiencia era para ellos suficiente mentor y garantía para resolver sus problemas de salud más frecuentes. Según el propio Casal refiere, entre 1706 y 1712 trabaja en estrecha colaboración con el boticario
de Atienza Juan Manuel Rodríguez de Luna, a quien en el prólogo de
su obra llama “el más excelente naturalista, botánico y químico de cuantos conocí en mi vida”, y al que considera su principal maestro en estas
materias. Y era esto tan común que en los albores del siglo XVIII no se
creía que los médicos estuviesen especial y exclusivamente capacitados
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LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL.
VENANCIO MARTÍNEZ SUÁREZ
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
para tratar la enfermedad; de hecho, en una determinada comarca podían competir casi siempre en igualdad de condiciones y a veces en situación de desventaja con una amplia variedad de sanadores. Resultaría
fundamental para ello el que hubiera o no verdaderos médicos a quienes acudir, ya que en algunas ciudades estos eran escasos, haciéndose
especialmente notorio en zonas rurales o pequeñas localidades apartadas de los grandes centros de población. Baste como ejemplo decir que
a la llegada de Casal a Oviedo ejercían en Asturias sólo cinco médicos,
tres de ellos en la capital, y no pocos sangradores. Finalmente, contribuye a la especulación sobre la autoridad académica de Casal la ausencia de referencias a su grado universitario -tal como era costumbre en la
época- en los documentos de carácter profesional y administrativo que
le atañen y han sido consultados por los investigadores.
Ha de recordarse que los años de que hablamos la formación de los
estudiantes de medicina se reducía a la lectura, comentarios y memorización, casi siempre en latín, de algunos textos clásicos de autores griegos y medievales. Para hacerse médico debía seguir un período de preparación en una institución universitaria con Facultad de Medicina y
alcanzar la posterior aprobación mediante examen ante el Real Tribunal
del Protomedicato, que concedía los títulos en uno de sus grados. La
carrera duraba menos de cuatro años en los que se estudiaba mucha
metafísica, mucha lógica y se hacía un profundo análisis del Corpus
Hippocraticum, de los tratados de Galeno y del Canon de Avicena.
Para los cirujanos era obligatorio estudiar el texto medieval de Guido
de Chauliac, que era aprendido de memoria sin ninguna experiencia
clínica.
El objetivo de la enseñanza médica universitaria era formar médicos;
pero hasta entonces con la erudición como centro único del aprendizaje, de forma que la práctica y la terapéutica permanecían en un segundo plano. Interesaba aprender a estudiar, a defender, a argumentar, a
formar criterio y a saberse manejar en la confrontación dialéctica. Así se
explica que el médico fuese visto como un “caballero docto”. A esto hay
que sumar la aparente solemnidad de la mayoría de aquellos médicos,
su pedantería, sus ineficaces y monótonos tratamientos, y su afán por el
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A ello contribuía también la opinión nefasta que contra los médicos
tenían y predicaban escritores célebres de la época, como el padre
Feijoo, el padre Martín Sarmiento y el jesuita José Francisco de Isla.
En ese ambiente social y cultural, el Real Tribunal del
Protomedicato poseía un importante nivel de competencias, incluidas
las relacionadas con el registro y control de aquellos que trabajaban
dedicados al quehacer curador y la inspección de la actividad farmacéutica; disponía de capacidad para autorizar la publicación de obras científicas en su ámbito de actuación, para intervenir en la prevención de
enfermedades, en la emisión de instrumentos normativos en el campo
de la Medicina; era considerado organismo técnico-sanitario de carácter consultivo en materia médica, en el arbitraje de los conflictos entre
los profesionales y en la lucha contra el intrusismo y la mala praxis. Sin
embargo, la repercusión legislativa y penal de cualquiera de sus actuaciones era responsabilidad de los órganos de justicia, especialmente de
las reales audiencias y chancillerías. Sabemos que ya a partir de los
Reyes Católicos y con los Austrias aumentan las intervenciones reguladoras llevadas a cabo por la Corona en materia médica y de salud pública y que a partir de la Cédula Real del 10 de octubre de 1720 la salud
pública en los municipios estaba en manos de los ayuntamientos y de la
Junta Suprema de Sanidad. Debe citarse que los procesos judiciales más
frecuentes dirimidos ante la justicia en la España del siglo XVIII tenían como objetivo erradicar la injerencia y el intrusismo dentro del
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LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL.
lucro. Lo que ironizaba perfectamente Quevedo en el famoso entremés
El médico, pieza de carácter satírico contra el personaje arquetípico que
le da título y contra la idea de la medicina que se profesaba todavía en
tiempos de Casal:
¿Tú sabes qué es Medicina? - Sangrar ayer, purgar hoy, mañana ventosas secas, - y es otro “kirie-eleisón”; dar dineros el concejo, - presentes
el que sanó por milagro o por ventura; - barbar bien, comer mejor, contradecir opiniones, - culpar siempre al que murió de que era desordenado, - y ordenar su talegón; que con esto y buena mula, - matar cada
año un lechón, y veinte amigos enfermos, - no hay Sócrates como yo.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
mundo sanitario, entre unas profesiones y otras, y, por otro lado, evitar
abusos, excesos y mala práctica de los que poseían titulación. Era frecuente además, que estos pleitos fueran iniciados por los médicos que
actuaban en la misma ciudad o comarca. Tal era la profusión de denuncias y procedimientos que forzaron la intervención de la Corona, que
haciendo uso de su autoridad y suprema competencia legisladora dicta
la Real Cédula o decreto fechado el 21 de noviembre de 1737 (Archivo
General de Simancas, Gracia y Justicia, legajo 991, folios 234-235) por
el que se establecen los castigos y penas de los que ejercieran de médicos, cirujanos o boticarios sin la carta de examen o la licencia del Real
Protomedicato, comprendiendo sanciones económicas, destierro y
estancias de presidio en África, tanto para el infractor como para las
autoridades que permitiesen la comisión de delito. En ese mismo sentido, el caso referido por Palmira Villa es ilustrativo. Señala en su Casal
en Oviedo el hecho de que el doctor Bernabé Rubiera –médico a la
sazón en Villaviciosa- se ofrecía al Ayuntamiento para sustituir a Casal
dando cuenta de haber ejercido su profesión por espacio de diecisiete
años en Cádiz y Sevilla, y de ser médico “con todas las calidades que se
requieren y previenen las leyes del reino y últimas ordenanzas”. Resulta
extraño que Rubiera insistiese en la posesión de títulos al pretender
reemplazar a Casal. ¿Querría significar tal insistencia –se pregunta doña
Palmira- una velada alusión a la carencia de los de don Gaspar?. Lo
cierto es que para ejercer la medicina debió presentar ante la Justicia y
el Ayuntamiento de la ciudad su título de graduado y testimonio de
haber ejercido dos años; y según da cuenta el Procurador General (acta
de 12 marzo de 1720, folio 45), y reproduce Villa Río, “que sabe de cierto que Don Gaspar Casal médico de conocida ciencia y experiencia que
se halla al presente en esta Ciudad…”.
La legislación vigente en aquel momento, por tanto, era perfectamente clara y las penas duras cuando se faltaba a su cumplimiento. Y
basta con repasar rápidamente la vida de Casal para que nos parezca
imposible su ejercicio durante tantos años y con tanta relevancia sin
estar en posesión de la debida y reglamentaria titulación. Había nacido
en Gerona en 1680 y pasó su infancia en Utrilla –lugar de origen de su
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LA FORMACIÓN MÉDICA DE CASAL.
madre-, desde donde en 1713 se traslada a Madrid. Entre este año y el
de su llegada a Oviedo pudo Gaspar Casal realizar sus estudios y recibir el título de doctor (“en los desórdenes de Alcalá o de las universidades menores”, según la hipótesis de Fermín Canella), a pesar de ser calificado por Marañón de “médico práctico sin título universitario”. Hasta
1717 residió en Madrid, afirmando como explicación de su partida: “me
probó tan mal su seco temperamento (muy frío en invierno y muy
caliente en verano) que, conociendo el riesgo con que me amenazaba,
me vi precisado a dejarlo y marchar para Asturias el verano de 1717”.
Llegado a Oviedo “teniendo treinta y siete años cumplidos” y “experimentando que con el húmedo temple, y alimentos más fáciles, y ligeros
de aquel país, iba cada día mejorando; hice propósito de mantenerme
allí toda mi vida”. Con el apoyo del Duque del Parque, y no sin alguna
polémica, fue nombrado en 1720 médico de la Ciudad de Oviedo y ya
en 1729 del venerable Deán y Cabildo de la Catedral. Fue encargado de
la dirección de varios pequeños hospitales de la ciudad –entonces con
unos 6000 habitantes- y visitaba a enfermos de toda Asturias y de provincias vecinas. Sobre el cumplimiento y el ajustarse a las leyes en esta
materia, es conocida la declaración del Ayuntamiento de 21 de mayo de
1727 que trataba de la elección de “cirujano latino”, y en la que Regidor
don Baltasar Vázquez pide al Juez Presidente –don Jacinto Hevia
Bernardo- ordene a los capitulares se abstengan de votar la admisión de
médico ni cirujano que no reúna previamente “todas las cualidades que
Su Majestad tiene mandado por su Real Orden expedida el año próximo pasado” (14 de marzo de 1726).
Aunque Casal ejerció la profesión en Oviedo durante treinta y cuatro años con notable éxito y satisfacción por su parte, las noticias de su
fama se filtraron hacia la meseta llegando a Madrid, cuya Corte lo
reclamó en 1751 nombrándole Médico Supernumerario de la Real
Cámara de Fernando VI. Fue investido Miembro de Número de la
Academia Matritense y ya con 71 años asciende a Protomédico de
Castilla en 1752. Siete años más tarde, el 10 de agosto de 1759, fallecía
en la capital del Reino después de consumir medio siglo de su vida en
la cabecera de los enfermos.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
¿Puede imaginarse su llegada a la cima del ejercicio médico sin que
hubiese acreditado la preceptiva formación universitaria?. Nos parece
imposible. Más bien, lo que resulta obligado preguntarse es por qué
Casal lleva con tanta discreción a lo largo de su vida su condición de
médico –probablemente de doctor-, en un ambiente social en el que la
presunción y la petulancia de los médicos era algo tan característico y
popular, casi proverbial. Cabe interpretar que junto a la condición de su
propio carácter, tal vez existiera una voluntad decidida de alejarse del
prototipo médico dominante y hasta de un estamento universitario tan
distante de su idea de la medicina y de la ciencia. Esta explicación
puede ilustrarse con un ejemplo aún más elevado. A los dos años de su
muerte, en 1762, vio la luz su Historia Natural y Médica del Principado
de Asturias gracias al fervor de su amigo y prologuista Don Juan José
García Sevillano que no pudo disimular su orgullo al redactar las primeras páginas de una obra “efecto del ingenio, talento y verdadero estudio del doctor Don Gaspar Casal”. Casal escribió su libro, como dice
Marañón, “para instrumento de su propio saber”. Y aunque es seguro
que nadie mejor que él supo valorar el alcance de su obra, guarda celosamente sus escritos renunciando a vivir el resplandor de su propia gloria. Sólo tras su muerte, por iniciativa generosa de un amigo, ven la luz.
Tras este gesto se percibe la figura de un hombre de ciencia ajeno a toda
idea de vanidad, que renuncia a lo efímero de la fama que la vida le ofrece porque sabe que la satisfacción para el que investiga se reciben en el
momento emocionante de arrancar una porción de verdad a lo desconocido. Seguro de la misión que le toca desempeñar y para no hipotecar su decidida vocación de pensar por cuenta propia, se recluye en una
pequeña ciudad alejada de los grandes escenarios de la vida nacional, y
con paso resuelto y tenaz, día a día, guiado por el amor a la Medicina y
a los hombres, crea una obra universal y logra alcanzar un puesto de
honor entre los grandes nombres de la ciencia española.
68
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LA HUELLA DE GASPAR CASAL
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70
LA BIBLIOTECA DE CASAL.
Proponerse realizar una investigación sobre los títulos y autores que
formaban la realidad de la biblioteca de Gaspar Casal es enunciar una
fantasía. No obstante, viendo lo significativo de su obra –una sola
publicación póstuma como síntesis de su saber- podemos intentar un
acercamiento razonable y clarificador a los principales textos que han
marcado su quehacer profesional y que se pueden recopilar desde el
extenso índice de citas y apelaciones que aparecen en su Historia
Natural y Médica.
Cabe suponer que Casal declara al correr de esas páginas las fuentes
de información principales que modelaron el estilo de su práctica clínica y que definieron su idea de la enfermedad y de la medicina. Y al
indagar en ellas puede deducirse que lo que hizo de Casal un médico
distinguido del siglo XVIII ha sido su lectura sosegada y reflexiva, junto
a la visión lúcida de la medicina de su tiempo y la fe ciega en la experiencia como banco de prueba para las diferentes propuestas curativas.
Puede afirmarse que Gaspar Casal revisaba sus interpretaciones diagnósticas y medía el valor de sus remedios en cada paciente, concluyendo en anotaciones a las que siempre sometería a una nueva interrogación. De esta forma, elabora un texto concentrado, al que volvería a lo
largo de los años hasta encontrar su versión final y en el que debió de
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LA BIBLIOTECA DE CASAL
VENANCIO MARTÍNEZ SUÁREZ
CARMEN JUNCEDA MORENO
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
meditar extensamente todas las referencias introducidas, la jerarquía
concedida a cada uno de sus autores y su significado. El resultado es una
obra en la que recurre con gran intuición a la autoridad médica y científica oficial, citando también nombres entonces poco reconocidos; y
junto a ello hace una exposición rica en descripciones y en explicaciones razonadas, finamente entrañada en la Asturias del siglo XVIII y de
una hondura humana que resalta equiparable a su instinto de naturalista, tan certeramente glosado por Marañón.
La biblioteca de un médico del siglo XVIII
Es evidente el riesgo de relacionar lo que Casal leyó de un determinado autor y lo que más tarde plasmó en su obra escrita. Y en ese mismo
sentido, tampoco es posible establecer un vínculo directo entre la alusión a un texto y su efectiva influencia en el pensamiento del que escribe. Más aún, siempre quedará un vacío ante la relación de libros consultados que jamás formaron parte física de la biblioteca en cuestión, ya
que es muy probable que existieran circuitos de distribución de lecturas
compartidos y reconocidos en el círculo de ilustrados, como es el caso
de Feijóo y otros eruditos locales que frecuentaban el convento de San
Vicente. Pero con todo, podemos aspirar a formarnos un perfil de Casal
lector a través de Casal escritor, a sabiendas de que ignoramos la relación de volúmenes que pudieran descansar en los anaqueles y armarios
de su residencia ni sabemos si todo lo que poseyó en su biblioteca había
sido leído. Sí podemos conjeturar que poseía numerosos libros, ya que
en esos años y desde la aparición de la imprenta era común que los
médicos los coleccionasen reuniendo amplias bibliotecas, a veces con
cientos de ejemplares. Aunque para reconstruir el contenido de dicha
biblioteca se debiera tener una serie suficiente de documentos para
inferir y confirmar el acervo de textos, libros y manuales que fueron leídos por Casal y pudieran acomodarse en sus estantes.
Como mera precisión semántica o histórica, ha de señalarse que el
término biblioteca podría parecer en el siglo XVIII un anacronismo, si
nos atenemos a la definición que daba Sebastián de Covarrubias en el
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Repertorio bibliográfico casaliano
El caso para nosotros es que la única fuente de aproximación al tema
que se nos ha planteado es el propio texto casaliano. En las treinta y
cuatro referencias de primera mano contenidas en las 400 páginas de la
edición primitiva de su obra, Gaspar Casal apela a Hipócrates 63 veces,
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LA BIBLIOTECA DE CASAL
Tesoro de la lengua castellana publicado en Madrid durante 1611:
“Librería, cuando es pública, se llama por nombre particular biblioteca”.
Y en el mismo sentido, a decir de Fernando Bouza, “el término biblioteca era un cultismo cuyo empleo para colecciones de personas comunes se consideraba algo petulante”. Sin embargo, ya en 1631 el español
Francisco de Aráoz, Alguacil Mayor de la Audiencia de Sevilla, propone un sistema clasificatorio en su libro que lleva por título Cómo organizar una biblioteca (De bene disponenda bibliotheca), en el que mediante
una exposición razonada en quince apartados ofrece un original sistema
de catalogación bibliográfica. En todo caso, las bibliotecas tal como las
entendemos ahora existían y proliferaban en un ambiente de gran efervescencia cultural y en el que los profesionales de la medicina tenían un
notable protagonismo.
Esto muestra también la importancia del descubrimiento de
Guttemberg y la aparición de un nuevo fenómeno con gran repercusión
en el mundo intelectual; y además, paulatina pero profundamente renovador del conocimiento: la colección de libros y su organización temática según las inclinaciones, necesidades o apetencias de las personas
con interés por la lectura y el estudio. En estos primeros años del siglo
XVIII aumenta la capacidad de las imprentas para producir libros y,
consecuentemente, o por el aburguesamiento de una parte de la población, el número de lectores. Se incrementa la producción de obras técnicas, científicas y médicas, a la vez que disminuyen las religiosas o de
literatura de creación y clásica. En las ciudades surgen más libreros y
más impresores, y la calidad de los textos editados mejora notablemente, aunque las tiradas siguen siendo bajas, estimándose en 1.500 ejemplares la media.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
en tanto lo hace a los demás autores en la siguiente proporción, alfabetizada y cuantificada por Jesús Martínez: Francisco Bacon , Barón de
Verulamio (8), Bagivlio (6), Ballonio (1), Francisco Bayle (3), Pablo
Barbet (1), Boerhaave (7), Gaspar de los Reyes (1), Juan Doleo (2),
Luis Dureto (25), Etmullero (17), Juan Fernelio (3), Galeno (5),
Lorenzo Heister (1), Helmocio (1), Juan Heurnio (1), Federico
Hoffman (9), Ioh Ioach Bech (1), Kergero (1), Lemeri (2), Próspero
Marciano (7), Martín Martínez (3), Juan Merinelo (2), Cipriano
Maroja (1), San Mateo (1), Nicolás Monardés (1), Carlos Musitano
(1), Plinio (1), Riverio (1), Juan Manuel Rodríguez (1), Senero (6),
Sydenham (4), Lucas Tozzi (1), Vallés (4).
Este índice onomástico refleja bien el ímprobo trabajo que se impuso Casal en los últimos años de su vida para recopilar informaciones y
ponerse al día acopiando todo lo antiguo aprovechable. Podemos asegurar que Casal estudia las lecciones de estos prestigiosos médicos,
como otros de sus colegas en toda Europa que para impulsar una renovación de la medicina los leyeron y consultaron, se apropiaron y recrearon el contenido de sus publicaciones y a partir de estas lecturas, las
aplicaron y divulgaron sus propias experiencias. Evidentemente, cada
uno con resultados diferentes. Puede traerse a este tema una de las
milenarias ideas esbozadas por Heráclito en un famoso fragmento de su
obra: “Aun los que se bañan en los mismos ríos se bañan en diversas
aguas”. Que en lugar de aplicarlo al devenir de las cosas, al transcurrir
del tiempo, lo utilizamos en referencia a la circulación del conocimiento, a la lectura y a sus beneficios. Así, desde una perspectiva propia,
podemos decir que todos los pensadores leen y critican, interpretan y se
apropian de forma selectiva y diferenciada del flujo de tinta escrita; que
muchos médicos del momento conocerían y habrían estudiado los mismos textos que Casal, aunque sólo unos pocos supieron proyectarlos en
una obra original y de valor imperecedero.
Debe recordarse que a finales del siglo XVII y comienzo del XVIII
aparecían las nuevas ideas que impulsaban imparable el movimiento
ilustrado, introducidas en España desde los ambientes cortesanos y
entre las clases elevadas. Lugar principal para su difusión eran las ter-
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Reseña de autores
Las ideas médicas de Feijóo sintonizaban con el más clásico hipocratismo, siendo modelo para el Padre Maestro el médico inglés
Thomas Sydenham, el “Hipócrates inglés”, cuya actitud ante el enfermo y su autoridad eran ya tan indiscutibles como su contribución al
adelanto de la medicina. En la misma línea, Gaspar Casal fundamenta
toda su filosofía médica, sus conocimientos y hasta su ética y estilo profesionales, en la obra de Hipócrates al que llama admirativamente “el
grande”, “el doctísimo” y “el sublime”. Muchas veces habría pasado rendido por el cansancio del trajinar diario leyendo y releyendo las obras
del maestro cuya relación el mismo nos dejó consignada: Morbis popularibus, Aëre, aquis et locis, De dieta, De Natura Humana, De Veteri
Medicina, De Epidemias, De Morbus Sacer, Constitutione temporibus, De
interna afection, De medicamentis purgantibus y los Aforismos.
Hipócrates (460 a 459 AC– 335 AC), figura máxima de la medicina de todos los tiempos, en su obra De Epidemias, libros I y III, recogió las historias particulares de cuarenta y dos enfermos cuyas descrip-
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LA BIBLIOTECA DE CASAL
tulias, que a modo de cenáculos noticiosos convocaban a estudiosos y
pensadores independientes para discurrir al margen del ámbito oficial.
Su función para la información cultural y el debate intelectual fue
importante y rápidamente notable, siendo propicias al examen y análisis de esas ideas, al comentario de las últimas novedades y a la lectura
de publicaciones que llegaban de otros países, constituyéndose en foros
que resultaron decisivos en el acontecer renovador de la época. Y entre
todas, la nacida en la humilde celda del benedictino monasterio ovetense debe tenerse por incomparable en su influencia. Bajo el influjo del
Padre Feijóo allí se proclama la conjunción de experiencia y razón como
única vía de conocimiento; se incrementa el espíritu científico y se
abren cauces a la penetración de concepciones inéditas, a la actualización de materias y temas. Y aunque el Padre Feijóo no fue médico, su
opinión era respetada por algunos de los médicos más afamados de la
época -Casal entre ellos-, quienes en ocasiones le consultaban casos.
ciones abren las verdaderas puertas de la clínica. La primera de esas historias no podemos dejar de transcribirla aunque a lo largo de los siglos
haya sido recuperada y comentada miles de veces:
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
“Filisco, que vivía cerca de la muralla, se metió en cama.
Primer día, fiebre aguda, sudor, la noche fue penosa. Segundo
día, exacerbación general, más por la tarde; una pequeña
lavativa produjo evacuación favorable y la noche fue tranquila. Tercer día, por la mañana y hasta el mediodía pareció
haber cesado la calentura, pero a la tarde se presentó con
intensidad, hubo sudor, sed, la lengua empezó a secarse, la
orina se presentó negra, la noche fue incómoda, se durmió el
enfermo y deliró sobre varias cosas. Cuarto día, exacerbación
general, orinas negras, la noche menos incómoda y las orinas
tuvieron mejor color. Quinto día, hacia el mediodía se presentó una pequeña pérdida de sangre por la nariz, de sangre
muy negra, las orinas eran de aspecto vario y se veían flotar
nubecillas redondas semejantes a la esperma y diseminadas
que no formaban sedimento. Con la aplicación de un supositorio, evacuó una pequeña porción de excremento con ventosidad, la noche fue penosa, durmió poco, habló mucho y de
cosas incoherentes, las extremidades se pusieron frías sin que
pudieran recibir el calor y la orina se presentó negra. A la
madrugada se quedó dormido, perdió el habla, sudor frío,
lividez en las extremidades y sobrevino la muerte a la mitad
del sexto día. Este enfermo tuvo hasta su fin la respiración
grande, rara, como sollozosa, el bazo se le hinchó y formó un
tumor esferoidal, los sudores fríos duraron hasta el último
instante y los paroxismo se verificaron en los días pares”.
Esta magistral descripción clínica es el resultado de muchas y atentas observaciones a la cabecera del enfermo. En ella no hay nada de
misticismo ni de magia, se describe lo que se ve y se palpa y se toman
medidas terapéuticas que responden a un pensamiento lógico razonado. Todo este saber médico alejado de especulaciones abstractas y enca-
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77
LA BIBLIOTECA DE CASAL
minado a la curación del enfermo es verdadero arte clínico. Y puede
afirmarse que el tono, el detallismo, el valor descriptivo, la relevancia
dada a la cronopatía de signos y síntomas, en nada se alejan de las exigencias de rigor, precisión, neutralidad, universalidad y concisión que
los actuales manuales de investigación proponen para definir el lenguaje científico. La página que acabamos de leer, a la que nada escrito con
anterioridad puede compararse, dio nacimiento documentalmente a la
clínica en la historia médica de la humanidad.
Casal, tal como se nota al seguir su descripción del Mal de la Rosa,
conocía este texto y otros que pueden considerarse definitivos en la historia de la medicina. “El médico –escribió Hipócrates- deberá hacer en
toda enfermedad aguda las siguientes observaciones: primero examinar
la cara del enfermo y notar si se asemeja a las de las personas sanas, y
sobre todo, si se parece a la del mismo cuando estaba bueno; esta circunstancia es la mejor, pues cuanto más se aparta al parecido natural,
tanto mayor será el peligro. Las facciones llegan a su mayor grado de
alteración, cuando la nariz se afila, los ojos se hunden, las sienes se
deprimen, las orejas se encogen y se quedan frías, sus lóbulos se inclinan hacia fuera, la piel de la frente se pone tirante, seca y árida, toda la
cara, en fin, queda verdosa, negra, lívida o aplomada. Si desde el principio del mal el rostro presenta estos caracteres y los demás signos no
suministran indicaciones suficientes, se preguntará si el enfermo ha
estado mucho tiempo desvelado, si ha tenido alguna gran diarrea, si ha
sufrido hambre, porque si hubiese acontecido cualquiera de estos accidentes, deberá considerarse menos inminente el peligro. Semejante
estado morboso se juzgó en veinticuatro horas cuando las causas que
acabo de indicar son las productoras de la alteración fisonómica, pero si
así no fuera, si la enfermedad no cesase en las horas prefijadas la muerte no se hará esperar”.
Muchos siglos después a Thomas Sydenham (1624-1689), genial
medico inglés, le corresponde el gran mérito de hacer comprender a sus
colegas la necesidad de la observación de los fenómenos clínicos a la
cabecera del enfermo, fiel a la esencia del legado hipocrático. Propugna
la observación como el medio más seguro de conocer la enfermedad y
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
para captar la expresión directa, inmediata, tangible de la lesiones. No
sólo estudia la clínica sino las “especies morbosas”, que se han de describir y clasificar de la misma manera que el botánico estudia cada especie vegetal. De ese modo inicia la descripción de los signos o caracteres
constantes que definen cada entidad o enfermedad, lo que debe ser
hecho valorando la experiencia y sin tener ninguna idea preconcebida.
No puede ocultarse en este nuevo proceder médico la influencia decisiva de Bacon (1561-1626), que desde su Nuevo Método (Novum
Organum, que contrapone al Organum aristotélico) preconiza una nueva
manera de conocimiento basada en la observación directa y la experimentación. Debe señalarse aquí que de los varios retornos a Hipócrates
que se observan en los períodos más importantes de la historia de la
medicina, es el de Sydenham quizá el de mayor importancia, ya que va
a ocurrir en momentos verdaderamente cruciales de aproximación del
arte de curar a la ciencia.
Continuador de las ideas de Sydenham es Hermann Boerhaave
(1668-1738), figura cimera de la química y la medicina del siglo XVIII,
que establecerá un nuevo orden en la relación entre la práctica y la elaboración de las ideas abstractas para enriquecer el método clínico.
Hasta ese momento se desarrollaba primero la teoría, adaptando a ella
los experimentos y el enfermo. Boerhaave enseñó a examinar primero al
enfermo y a estudiar el mal, y después sobre esa base a construir la doctrina. En el hospital de Leyden, en sus dos pequeñas salas con sólo doce
camas y apoyado en su método, formó a los mejores clínicos de diferentes países, lo que le valió el sobrenombre de “maestro común de
Europa”. El afamado profesor los instruía, los animaba y hasta los curaba de algunas de sus enfermedades. En todo el continente lo conocían
por sus textos médicos, aunque su extraordinaria influencia no debe
buscarse en su obra escrita, sino en la atracción que producía su personalidad en todos los que lo conocieron y especialmente en sus alumnos
y discípulos. Una de las principales obras que van a aparecer citadas en
las bibliografías de sus contemporáneos son sus famosos Aphorismi de
cognoscendis et curandis morbis (1715). En estos Aforismos Boerhaave
reunía y sintetizaba la experiencia de todo su trabajo, intentando con-
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LA BIBLIOTECA DE CASAL
ducir tanto a la química como a la medicina a la adquisición de principios claros. Para él, antes de aplicar cualquier medicina había que considerar su proporción (cantidad adecuada), su prudente aplicación, y
considerar, además, las circunstancias del paciente y del tipo de la enfermedad; y al igual que luego hizo Casal, denunciaba el evidente desconocimiento y abuso del basto arsenal medicamentoso llevado a cabo por
algunos facultativos sin escrúpulos, que más que curar ponían en riesgo
la vida de las personas. Otra de sus contribuciones a la fundamentación
y avance científicos de la medicina fue la creación como disciplina de
estudio lo que se conocía entonces como “química animal”, y que pasaría más tarde a denominarse fisiología.
Puede decirse que si Sydenham ha pasado a la historia como padre
de la clínica moderna, Boerhaave debiera tenerse como el gran teórico
del método clínico del siglo XVIII. No fue autor de nuevas teorías pero
supo hacer una maravillosa síntesis del saber médico de su época. Y es
en ese sentido en el que debe considerarse que el de Boerhaave es uno
de los tres grandes sistemas médicos de la Ilustración, junto a los representados por Federico Hoffmann y Georg Ernst Stahl.
Hoffmann nació en 1660 y estudió en Jena y luego en Inglaterra con
el físico Robert Boyle. Aunque en 1694 comparte la cátedra de medicina de la Universidad de Halle con George Stahl, ambos terminan llevando una enemistad irreconciliable. Stahl no se dejó convencer por las
iatroteorías imperantes y defendía el animismo (“el alma creada por
Dios garantiza el funcionamiento del cuerpo”), mientras Hoffmann
aplicaba los conceptos de la teoría física del momento a la medicina clínica, considerando que los fenómenos biológicos se manifiestan como
movimientos. Así, defendía que el cuerpo humano contenía un “flujo
etéreo” que era segregado por el cerebro y conducido por los nervios a
todos los sistemas orgánicos. “La medicina ha de ser mecánica, como
toda la naturaleza”, afirmaba en sus Fundamenta medicinae. Fabricó un
famoso licor compuesto de alcohol y éter que con su propio nombre
(licor de Hoffmann) alcanzó gran presencia en las farmacopeas de la
época. Además, hizo la descripción de la disnea asmatiforme con hidropesía, que asoció a un padecimiento cardíaco y a la que Casal dedica una
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
parte de su obra con la descripción de nueve casos en Oviedo (“siete
eran hombres y dos mujeres; dos de aquellos eran religiosos, uno de la
orden seráfica y otro de predicadores; los demás eran dos canónigos, dos
ciudadanos nobles y uno de clase media,… todos en plenitud de la
vida”), refiriéndola como “asma seco hidropiforme de los pulmones”,
que sería lo que -según escribe Casal- el destacado seguidor de
Hipócrates Próspero Marciano identifica con la hidropesía de pecho
del sabio de Coos.
En esos años van surgiendo los nuevos sistemas iatroquímicos -que
conciben como procesos químicos las funciones y enfermedades del
cuerpo humano- y iatromecánicos, que recurren a la mecánica galileana para explicar su funcionamiento. Y la influencia del empirismo y su
presencia en el ambiente científico van impulsando el cambio radical
que se estaba produciendo en la medicina. De la mano de los hipocráticos y racionalistas va ganando terreno una medicina basada en el
conocimiento experimental y la observación, que desplaza al galenismo
imperante hasta el siglo XVII, reelaborado en el medievo y modificado
desde los escritos árabes. Ha de decirse que la aparición de la medicina
moderna va evolucionando a partir de las observaciones y descubrimientos de un elenco de médicos brillantes, pioneros de la práctica
científica, entre los que el anatomista belga Andrés Vesalio (15141564) destacó de manera indiscutible. Su obra magna (De humani corporis fabrica, 1543), un volumen de 700 páginas con numerosos grabados, cada uno inigualable en su realismo y belleza, inició la moderna
ciencia anatómica. Fue el primer paso para que desaparecieran del
campo médico los errores anatómicos arrastrados desde Galeno: “… ¡y
tú Galeno, que te dejaste engañar por tus monas!”, le reprochó Vesalio
al viejo maestro en el prólogo de su Fabrica. La marcha de la enseñanza que Vesalio fijó en sus obras es seguida todavía hoy, lo mismo que las
técnicas de disección y la aplicación sobre el cadáver de una buena cantidad de instrumentos por él utilizados. El método descriptivo exacto,
imaginativo, magistral, del que hizo alarde le ha concedido un puesto
de honor en la historia de las ciencias.
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LA BIBLIOTECA DE CASAL
También hipocrático en sus métodos y en su idea de la medicina era
Luis Dureto, nacido en Brescia y cuya autoridad esgrime Casal en 25
llamadas: “sapientísimo –confiesa- y cuyo libro tengo siempre en la
mano”. Dureto fue uno de los más célebres clínicos de su tiempo, ejerciendo con mucho crédito en París en tiempo de los reyes Carlos IX y
Enrique III, de quien fue médico de cabecera hasta su fallecimiento en
1586 a los cincuenta y nueve años de edad. Y contemporáneo suyo es
Nicolás Monardes (1493-1588), de Sevilla, que hizo una prolija descripción de la angina diftérica, además de ser introductor en Europa de
numerosas plantas medicinales americanas, cuyas propiedades y aplicaciones investigó y describió extensamente. Ha merecido el sobrenombre de “padre de la farmacología”, y su obra de 1565, Historia medicinal
de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, fue traducida a
varias lenguas y ha sido reproducida en lujosas ediciones.
Junto a estas celebridades, Casal cita a Miguel Etmullero, medico
tudesco nacido en Leipzic en 1644, que tras viajar por gran parte de
Europa se convierte en profesor de botánica, química y anatomía en la
universidad de su ciudad. Fue prolífico escritor, destacando su
Institutiones medicae y De morborum curationibus, y muere en 1683 víctima de un experimento químico. La misma preocupación que manifestaba Casal sobre la medicina acientífica y un decidido hipocratismo, los
comparte Giorgio Baglivio (1668-1707), maestro de la clínica italiana,
contemporáneo y también seguidor de Sydenham, que explica anatomía en Roma hacia 1700. Su Morborum sucesionibus es citado por Casal
seis veces; y en su famoso libro De praxi médica escribía que “ojalá los
médicos vuelvan a la razón, despierten al fin de su sueño profundo y
vean cuan diferente es la antigua y viril medicina griega de la especulativa e indecisa de los modernos”. Sintetizó la esencia del pensamiento
clínico de su época en una frase por la que se ha ganado un puesto en
los anales de la historia médica: “Sepan los jóvenes que nunca encontrarán un libro más docto e instructivo que el enfermo mismo”.
Siguiendo el índice de autores citados en la Historia Natural, Casal
recurre por tres veces en sus argumentos a Martín Martínez, nacido en
Madrid en noviembre de 1684 y fallecido también en la Corte el 9 de
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
octubre de 1734, a los 50 años de edad. Desde 1706 (a los 22 años)
ocupó una plaza de médico de número por oposición, en el Hospital
General de Madrid, en donde llegó a ser Profesor de Anatomía desde
1707 al 1734. Martín Martínez admite el mundo de la experiencia y de
la apariencia verdadera como base de una ciencia médica experimental
y útil. Según él, “no se puede construir una ciencia física usando sólo el
mero proceso mental”. Su notable personalidad médica y filosófica
habría desaparecido casi completamente si no hubiera salido en su
defensa el padre Feijoo, que lo defendió con el libro Apología del
Escepticismo Médico contra los ataques que le hizo Bernardo López de
Araujo en su libro Centinela Médico-Aristotélica contra Scepticos.
La Chirurgiae del alemán Lorenzo Heister se publica en 1718, estableciéndose en ella las reglas para la traqueotomía y donde se describe
la patología de la apendicitis. Coetáneo de Casal es también Carlos
Musitano, el sacerdote y médico italiano perito en enfermedades venéreas. De su ayer inmediato son Heurnio, predecesor de Boerhaave en la
cátedra de Leyden, Fernelio, el burgalés Cipriano Maroja, médico de
cámara de Felipe IV y que certera y minuciosamente describe la clínica
de la litiasis renal; y Gaspar de los Reyes, autor de un Campo Elíseo y
citado en repetidas ocasiones por el Padre Feijóo. Y Casal menciona con
igual admiración al “Divino” Vallés -Francisco Vallés de Covarrubias,
médico de Felipe II-, también hipocrático, quien fue un adelantado del
método anatomoclínico, y que practicaba autopsias con el anatomista
Pedro Jimeno en la Universidad de Alcalá. Vallés fue autor de muchas
obras muchas veces editadas y citadas en Europa durante más de dos
siglos, tal como señala el profesor López Piñero.
Al contrastar esta nómina de autores y sus numerosas citas, no podemos menos que reiterarnos en la consideración de que Gaspar Casal fue
un médico estudioso, original, extraordinariamente observador y minucioso en sus anotaciones, que desde una pequeña ciudad –el Oviedo
amorosamente retratado por Palmira Villa- va a postular valientemente un cambio total de orientación en las maneras de ejercer nuestra profesión. Que para ello se despega de las fórmulas mágicas que apelando
a exorcismos y ritos pintorescos pretendían devolver la salud a los enfer-
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mos; que rompe con las tesis de Galeno, con el dogmatismo de los escolásticos y con las contradicciones y extravagancias que mantenían
muchos de sus contemporáneos.
Este escueto y arriesgado acercamiento a la biblioteca de Casal a través de su Historia Natural, nos ha permitido formarnos una idea general de cuáles fueron sus lecturas; de cómo influyeron en su pensamiento, sobre su concepción de la clínica y de la materia médica. Su obra es
hoy un libro vivo, en el que se nos descubren los pliegues más íntimos
del alma de su autor. Es un texto traspasado de duración y significado,
con resonancia en la medicina de hoy, con un sentido que justifica nuestra profesión. Gracias a su rico contenido y al amor que emana de sus
páginas ilumina –aún hoy, a los 250 años de su publicación- nuestro
trabajo, ofreciendo a quien se acerque a su lectura perennes y generosas
enseñanzas.
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LA OBRA DE CASAL COMO
MODELO DE ENSAYO CIENTÍFICO
DEL SIGLO XVIII ESPAÑOL.
CONTENIDOS Y FORMA.
Gaspar Casal y la escritura científica en el siglo XVIII
En 1949, en un volumen especial del Boletín del RIDEA dedicado
a la Historia natural y médica del Principado de Asturias, Lucas Rodríguez
Pire hizo constar el valor y la significación de la obra de Gaspar Casal.
Y lo hizo proyectándole hacia su propio tiempo, que también podría ser
el nuestro:
Si nuestro Dr. Casal, con sus insuperables dotes de observador, con su gran afán investigador, su perseverancia, decisión
y escrupulosa sinceridad, hubiese nacido un par de siglos más
tarde, si hubiese tenido a su disposición los actuales recursos
de la Ciencia, su obra alcanzaría magnitudes incalculables.
(1949: 109)
Pero Gaspar Casal nació en 1680, justo en el momento en que estaban germinando las radicales transformaciones que terminarían conduciendo a la Ciencia –y con ella a la civilización entera– hacia la modernidad. En 1687 vio la luz la Carta Philosofica, Medica Chymica de Juan
de Cabriada. Su defensa explícita del empirismo frente a la medicina
teórica que se desarrollaba en las universidades la convirtió en el manifiesto español de una nueva manera de entender la naturaleza –casi de
85
LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
NATALIA FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
una nueva cosmovisión, podríamos decir1–. Su comienzo es del todo
elocuente:
Es regla asentada y máxima cierta en toda medicina, que
ninguna cosa se ha de admitir por verdad en ella, ni en el
conocimiento de las cosas naturales, si no es aquello que ha
mostrado ser cierto la experiencia, mediante los sentidos
exteriores. (López Piñero, 1969: 103)
A lo largo de los años siguientes, y durante todo el siglo XVIII, se
sucedieron los testimonios de que, efectivamente, todo estaba cambiando y de que el mundo ya no podía mirarse desde los ojos del escolasticismo. Y, como en tantos otros dominios del saber humano, el choque
entre antiguos y modernos –los significativamente denominados novatores2– marcó las directrices ilustradas del avance científico. Esther
Lacadena (1985: 100) recuerda, a propósito, unas palabras de Ángel del
Río que sintetizan las claves del proceso:
Se pone en duda la autoridad de la revelación, la tradición,
la teología y la escolástica como fuentes de conocimiento. Y
se proclaman, en cambio, como medios de alcanzar la verdad, a la razón y los sentidos (base de la filosofía), a la experiencia (base del saber enciclopédico).
Y es aquí, en este contexto de enfrentamientos y polémicas, de tradiciones y rupturas, donde tenemos que situar a Gaspar Casal –«una
de las más relevantes figuras de la medicina española del siglo XVIII»
según Sancho de San Román (1959: 157)– y valorar su papel y el de su
obra en nuestra historia intelectual.
Nacido en Gerona, como demostró Evicasio Antolín Peña, su periplo vital y profesional se desarrolló entre Castilla, Oviedo y Madrid.
Pero fueron sin duda los treinta y cuatro años –entre 1717 y 1751– que
pasó en la capital del Principado y su honda adhesión a esta tierra –que
le llevó a prometer que nunca la dejaría3– los que le convirtieron en una
figura clave de la intelectualidad asturiana, junto a nombres de la talla
de Sarmiento o Feijoo. Gregorio Sánchez Doncel (1973: 108) reconoce la profunda y decisiva influencia que el ilustre benedictino ejercería
sobre el futuro «Hipócrates asturiano»:
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LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
La periódica publicación del Teatro Crítico, del P. Feijoo, a
quien llama Maestro, y en cuya celda comentó con asiduidad
atrevidos y espinosos temas que debatían a la luz de las últimas publicaciones que les llegaban de la Europa culta, fue el
crisol donde la despejada mente de Casal se purificó del lastre y ganga de la rutina escolástica del método universitario
de entonces.
Y es que Feijoo se posicionó muy explícitamente en contra del escolasticismo tradicional al publicar en 1725 la Aprobación apologética del
Scepticismo médico, donde propugnaba la incertidumbre y la inexactitud
como debilidades consustanciales al conocimiento científico4. La tríada
«ver-observar-razonar» –y con ella sus intrínsecas limitaciones– se convirtió en la piedra de toque de la medicina moderna; y la obra de Gaspar
Casal la ejemplificará estructural, formal y metodológicamente, como
veremos, erigiéndose en un eslabón crucial de nuestra historia médica.
Pero hay algo más.
Aquellas dudas de las que nos hablaba arriba Ángel del Río, ese
escepticismo en torno a la realidad que se impone durante el
Setecientos en los principales campos del saber, al tiempo que revolucionan las mentalidades –y justamente por ello– revolucionarán también las maneras de comunicar. La necesidad de expresar la incertidumbre del hombre ante su mundo propició el desarrollo de una forma de
escribir que, por sus características compositivas, ya no se ajustaba a
ninguno de los géneros conocidos hasta entonces: la «afirmación de la
individualidad y el desarrollo del escepticismo respecto a la realidad y a
los auctores» constituyen, como reconoce Mª Elena Arenas Cruz
(1997: 450), los «pilares básicos de la escritura ensayística». En su Teoría
del ensayo, Pedro Aullón de Haro (1992: 102) singulariza el componente ideológico-literario de los géneros propiamente ensayísticos frente al
carácter técnico-formal de los que denomina «géneros científicos». Pero
ya sabemos que, en la España del siglo XVIII, la reflexión científica
poseía una proyección ideológica compatible, casi en exclusiva, con el
paradigma argumentativo del ensayo. La obra de Gaspar Casal, que
parte de ese relativismo a la hora de abordar la realidad, se convierte,
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
simultáneamente, en un hito de nuestro devenir científico y en un
ejemplo emblemático del ensayo dieciochesco español: aquí reside justamente su inestimable valor. A lo largo de las páginas que siguen, se
abordará el estudio de la Historia casaliana incidiendo en esa función
representativa de un nuevo modo de pensar y escribir sobre la ciencia
médica. La estructuración de los contenidos, la metodología y las características formales –rayanas hasta cierto punto en algo que nos recuerda a la literariedad– son per se portavoces de un posicionamiento ideológico que tenía mucho de revolucionario en el sentido que le atribuye
Jesús Martínez Fernández (1962: 277):
(…) porque arremete gallardamente contra los valores consagrados, haciendo gala de una disconformidad constructiva
que se ampara bajo el común denominador generacional
representado por la ambiciosa proyección de un programa, el
vivo deseo de comunicarse con el espíritu del tiempo, la
insaciable apetencia de conocimientos y la esbelta concatenación de un saber que se irradiaba por doquier en virtud de
la misma diafanidad de su mensaje.
Una coherencia generacional que no menoscaba, en ningún caso, la
fuerte individualidad del criterio y el sistema de Casal, pero que conectaba con la proyección universalista de la intelectualidad dieciochesca.
Francisco de Goya, «El médico», 1780. Se cree que
pudo haberse inspirado en Casal.
88
La única obra de Gaspar Casal vio la luz, póstumamente, en 1762,
y su publicación resultaba de la unión de varios tratados y documentos
distintos. Los bloques en los que se divide la obra son, como es bien
sabido5, la «Historia Physico-Médica del Principado de Asturias», un
«Brevísimo tratado» sobre las doctrinas hipocráticas6, la «Historia de la
constitución de los tiempos y las enfermedades epidémicas», la
«Historia affectionum quarumdam Regionis huius familiarium» y
varios documentos más breves, también en latín, que incluyen la correspondencia entre Casal y los miembros de la Academia de Medicina de
París, y otras reflexiones de índole médica. Del grueso de la obra se
extrae enseguida una primera subdivisión, de base lingüística, que no es
casual en el contexto de la España dieciochesca y que deja traslucir una
cierta autovaloración por parte de Casal. Sánchez Blanco (1992: 18)
recuerda:
El esporádico empleo del latín es no solo natural sino obligado. Hay que recordar que, todavía a comienzos del siglo
XVIII, la alfabetización era inseparable del aprendizaje de la
lengua latina y así se puede presuponer que un “lector” de
aquellos tiempos era automáticamente un lector de latín.
Casal no solo mantiene –como no podía ser de otra manera– la lengua original de las numerosas citas que salpican su exposición, sino que
incluye un tratado sobre enfermedades endémicas compuesto –al parecer por consejo de Feijoo– íntegramente en latín. Como en el resto de
las «Historias», la «Historia affectionum quarumdam Regionis huius
familiarium» describe enfermedades propias del Principado. Pero, en
lugar de ofrecernos una especie de catálogo, como en los tratados en
castellano, se centra exclusivamente en las tres afecciones que considera más representativas –la sarna, la lepra y el mal de la rosa– y profundiza en la descripción de cada una de ellas. Con una simple lectura,
comprobamos que la obra latina aspira a un mayor metodismo y sistematicidad: se ahonda en los síntomas generales, se plantean posibles
alteraciones dependiendo de la fisiología de cada paciente y se propo-
89
LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
Una obra con vocación de universalidad
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
nen remedios paliativos o curativos. Pero, además, tampoco es casual
que esté en latín la aportación más notable de Casal y lo que le ha granjeado prestigio internacional:
Cum observassem sedulo, multorum annorum praxi, symptomata cuncta morbo huic familiaria vidissemque, nullam,
vernacularum ómnium affectionum, horribiliorem, contumatioremque eo, in hac regione ese nos abs refore, putavi
illius me historiam scribere. (327)
Esa horrible y contumaz enfermedad es el llamado «mal de la rosa»,
la pelagra, una especie de lepra escorbútica relacionada con ciertas
carencias nutricionales y condiciones atmosféricas. El tratado sobre el
mal de la rosa está estructurado en bloques diferenciados, algo que pone
de manifiesto una rigurosa voluntad compositiva: una introducción
general sobre los síntomas más evidentes da paso a la presentación de
diversos casos clínicos. A continuación, se ahonda en la descripción de
la enfermedad siguiendo el esquema «síntomas-evolución-causa-tipología» para, al final, reflexionar sobre el origen y la distribución geográfica de la patología. Afirma Sancho de San Román (1959: 178) que, con
el «descubrimiento y descripción» del mal de la rosa, «escribe Casal su
inmortalidad en el campo de la medicina». Delfín García Guerra y
Víctor Álvarez Antuña (1992) también ponen de manifiesto la aportación decisiva de Gaspar Casal a la historia de la pelagra. Y es que el
empleo de la lengua latina no es únicamente una cuestión de prestigio
–que también– sino la condición indispensable para que la obra adquiriera la proyección internacional que su relevancia merecía.
Pero esa voluntad de universalización no solo queda atestiguada por
la utilización del latín, sino que se confirma como eje de toda la obra.
Aunque cada uno de los opúsculos que la integran posee, como es lógico, características compositivas distintas, el principio ordenador reside
justamente en esa proyección generalizadora que ya pone de manifiesto el editor:
No se puede negar sin agravio de nuestro suelo que esta
Península es un theatro de maravillas naturales, pero es teatro o tesoro escondido. Por millares de años no se ha sabido
90
91
LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
de ella más que lo que se presentaba a los ojos de todos. Y
aunque en este siglo se mudó la escena, apareciendo la aplicación y buen gusto en lugar de la pereza, como lo publican
tantos descubrimientos en vegetales, canteras y otros minerales, es de creer que si representasen muchos casales en esta
utilísima pieza de la naturaleza, mudaría totalmente el
aspecto del gran Theatro Literario de España. (XXVII)
Porque ese «Theatro», como se desprende del Diccionario de
Autoridades de 1739, remite metafóricamente a un escaparate de valoración o censura universal. Casal tiene el mérito de ofrecer al mundo un
conocimiento hasta entonces oculto y de contribuir, con ello, como
buen ilustrado, al enriquecimiento de toda la sociedad. De forma totalmente coherente con este planteamiento, propugna la aplicabilidad de
sus reflexiones sobre el Principado de Asturias a otros ámbitos:
Aunque es particular esta Historia por contener solo las disposiciones de la atmósfera, terreno y enfermedades familiares y proprias de este país de Asturias, puede, sin duda, ser
útil para diferentes Regiones, pues así como por la noticia de
los efectos que el calor (v. gr.) produce, se suele venir en
conocimiento de los que el frío causa; y por haver observado
que, con la excesiva humedad, desmayan y perecen muchas
cosas, hemos llegado a entender que la sequedad es medio
importante para su duración y permanencia: así también por
los fenómenos proprios de un clima se puede inquirir quáles
serán los de otros. (XXIX)
Y esta validez general no se apoya precisamente en un armazón teórico, sino en la observación empírica de los fenómenos, insignia de la
nueva ciencia –como vimos– y tamiz metodológico de Casal.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
La argumentación empírica como base metodológica.
Dentro de una obra centrada en la descripción, más o menos minuciosa, de un asunto tan específico como la historia médica y natural del
Principado de Asturias, resalta –por romper con la expectativa general–
la inclusión de un opúsculo de orientación teórica como es el
«Brevísimo Tratado» sobre el hipocratismo. La deuda casaliana con las
enseñanzas de Hipócrates se pone de manifiesto desde las primeras
líneas de su obra: «Para todas las gentes y Provincias (mutatis mutandis) fueron, son y serán muy útiles las sentencias y doctrinas de
Hypocrates, aunque observadas y escritas en Grecia» (XXIX). Esta
declaración de intenciones se confirma a cada paso por medio de citas
tomadas directamente del padre de los médicos; citas que le sirven a
Casal para fundamentar y justificar sus planteamientos. Pero, más allá
del fondo metodológico que encierra su postura, la explícita reivindicación del legado hipocrático encierra en sí misma un posicionamiento
ideológico dentro de las múltiples contiendas intelectuales de la España
dieciochesca:
Es digno de señalar que esta reviviscencia del pensamiento hipocrático acontece en España a las pocas décadas de haber tenido lugar una
agria disputa entre revalorizadores de la obra hipocrática y defensores
de galenismo aristotélico, encabezados los primeros por el Dr. Boix y
Moliner. (San Román, 1959: 170)
Posicionamiento ideológico que confiere a las meras menciones a
Hipócrates el valor argumentativo que cimenta toda escritura ensayís-
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93
LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
tica. Convencido del valor de sus enseñanzas, Casal no dudó en convertir la obra en testimonio de su eficacia práctica frente a quienes reivindicaban otro modo de entender la medicina. Pero todavía dio un paso
más mostrando su individualidad a la hora de aplicar el legado del
maestro, cuestionando constructivamente algunas de sus propuestas y
logrando realmente –tal como afirmaba en las palabras prologales antes
citadas– aprovechar su sabiduría casi dos milenios después. Y para
explicar las claves de su postura compuso el «Brevísimo Tratado» que
podría muy bien leerse como un prólogo a la obra en su totalidad. El
opúsculo posee una evidente proyección argumentativa: «Para probar lo
que intento en este Tratadillo…» (147) comienza diciendo Casal; poco
más adelante admite la subjetividad sin paliativos de su planteamiento:
«Prosiguiendo con mi idea (buena o mala, pues cada qual podrá tomarla como gustare)…» (163). Y su idea, esa hipótesis a demostrar es, como
ya deja bien claro el título del tratado, poner de manifiesto que la comprensión óptima de las doctrinas del maestro se logra con la observación de casos prácticos, y no mediante la mera lectura de sus intérpretes. El vincular la reivindicación per se de Hipócrates con la necesidad
de observación empírica por encima de la erudición teórica sienta las
bases de su metodología.
Es en el breve prólogo a la obra donde Casal declara explícitamente
sus intenciones. Su punto de partida, en consonancia plena con el espíritu dieciochesco, es el reconocimiento de los límites del entendimiento humano y, por tanto, del relativismo de sus conclusiones. De ahí la
conveniencia de basarlo todo en la observación:
Y aunque conozco y confieso que para escribir cosas útiles y
dignas de algún aprecio en la Medicina y penetrar sola la
superficie de la abultada mole, llamada Naturaleza, es muy
corto, débil y poco agudo el punzón del entendimiento
humano, confieso también que para referir sinceramente lo
que cada cual hubiere visto y palpado, del modo que pudo
percibirlo, basta un juicio enemigo de mentiras, desnudo de
ambición y de amor proprio y nada aficionado a opiniones,
sistemas, hipótesis y lógicas cavilaciones. (XXX)
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Son dos los motivos que aduce, ya en el capítulo VI de su «Historia
Physico-Medica», para asumir el método empírico como la estrategia
preferible de observación de la naturaleza:
(…) el primero, consiste en parecerme más fácil, quanto es
menos metaphysico; y el segundo, en que, quanto más se
alexa (en cosas naturales) el humano entendimiento de lo
que tocan los sentidos corporales, tanto más suele apartarse
de las verdades physicas. (42)
Para él, las verdades dogmáticas preestablecidas y las hipótesis no
probadas son meras «fruslerías mentales» (21) que convierten el ejercicio de la Medicina en una teorización inútil. Es por eso que Casal construye toda su obra mediante estrategias discursivas acordes con una
perspectiva de primera persona. Solo la escrupulosa observación es lo
que garantiza cierta objetividad y lo que conduce a una verdad inevitablemente parcial:
No me atrevo a señalar las causas genuinas de la más o
menos perfecta salud de los humanos cuerpos ni de su
mayor o menor perseverancia, y así en este asumpto tan dificultoso cuento solo lo que tengo observado. (11)
En consonancia, desde el arranque mismo de su discurso, aduce
explícitamente su papel de observador: «Esta región es una de las más
desiguales de quantas tengo vistas» (I). Y convierte su propia experiencia en argumento:
Pues soy testigo de que en semejantes pueblos son frigidísimas las noches y mucho más las mañanas en verano y estío,
y desde las nueve o diez de la mañana hasta la noche arden
los habitadores en vivo fuego. (7)
O poco más adelante:
Tengo repetidas experiencias de que por todos los valles,
y en especial por aquellos que corren de Abrego a Norte, soplan
por las mañanas, en los meses de Mayo, Junio y Julio y aún
Agosto, unos agudos vientecillos fríos y húmedos que, siguiendo el curso de los ríos, caminan de Mediodía al Septentrión,
esto es, desde las encumbradas montañas al Mar. (8)
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95
LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
Sin menoscabar la pertinencia de las autoridades, no asume su validez de forma acrítica, sino que es esa experiencia personal lo que se
toma como criterio para refrendarlas:
Bacon de Verulamio dice: «Loca excelsa potius edunt longaevos, quam depressa; praesertine si non sint juga montium,
sed terrae altae, quantum ad situm eorum generalem». Esta
autoridad es cierta, y experimentada por mí mismo en aquella parte de el Ducado de Medina-Coeli (…) (11)
El empleo del método empírico se concreta, asimismo, en la inserción de anécdotas vividas en primera persona. Para reflexionar sobre
cierta epidemia que asoló La Arena de Pravia en 1720, Casal parte de
la narración de sus propias vivencias:
Siendo llamado, passé a fines de Septiembre de el año de
1720 a la Villa de Muros, que dista cinco leguas largas de
esta Ciudad, para assistir a Don Phelipe Varela (…) Quando
llegué a verlo, estaba dicho enfermo en el día doce o trece de
su indisposición, porque no pude averiguar con certeza qual
havia sido el primero. (13)
Y, consciente siempre de los límites de su propia observación –«no
pude averiguar con certeza», decía–, imbuye todo su discurso de un inevitable relativismo.
La consecuencia pragmático-discursiva de esta perspectiva metodológica configura un modelo textual en el que la argumentación se deriva de la descripción. Son los datos concretos y empíricamente comprobables los que conducen a las hipótesis y no la asunción acrítica de estas
la que proporciona una conclusión cerrada. En la «Historia de la constitución de los tiempos y las enfermedades epidémicas», parte de la descripción de las condiciones climáticas acaecidas entre 1719 y 1721 para
introducir la presentación pormenorizada de casos clínicos concretos y
proponer:
Fundado en lo que dexo dicho, he formado el siguiente dictamen, que sujeto al juicio de los doctos. De los phenomenos y mutaciones que perciben los sentidos corporales en las
estaciones y constituciones de los tiempos creo que pueden
resultar en los males epidémicos aquellas figuras o formas
por las cuales se apellidan y colocan en determinado género
o clase de calenturas pútridas (…), pero no me parece que
pueda originarse de semejantes causas perceptibles aquel
escondido veneno que en esta o aquella epidemia, burlándose de todas las medicinas y médicos, pasa a cuchillo y destroza a quantos se le ponen delante. (195)
La argumentación casaliana es, en todo momento, deudora de una
descripción previa –«fundado en lo que dexo dicho», matiza–, mecanismo que confirma, desde el punto de vista textual, su postura teórica.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Concesiones casalianas a la literariedad.
No podemos decir que la Historia de Casal sea propiamente una
obra literaria. Ni la intencionalidad del autor ni el resultado final poseen la entidad pragmática de una composición de naturaleza artística. Y,
sin embargo, tampoco puede negarse que exista una voluntad de estilo
que adopta técnicas rayanas en la literariedad. Varios de sus intérpretes
intuyeron con nitidez un más allá de la neutralidad científica. Gregorio
Marañón (1960: 11) asume una postura de corte gracianesco al atribuir
a su «brevedad» un valor positivo. Sancho de San Román (1959: 164)
cita a López Sendón, para atribuir a Casal un «estilo literario fácil, límpido, de una fluidez natural, exenta de toda clase de tecnicismos»; y
Ángel Pulido (1959: XLIV) llega a emplear los términos «gentil y cervantesca» para caracterizar su prosa.
Y es que en la obra de Casal, bajo el discurso científico, late el toque
personal del ensayista, del intelectual dieciochesco que aúna aptitudes
médicas y saber humanístico. Más allá de la reflexión desnuda y de la
descripción de casos clínicos, se filtran indicios literaturizadores que, a
veces, son consecuencia directa de la propia perspectiva metodológica
casaliana y, otras, dejan traslucir esa voluntad de estilo de la que hablábamos. El empleo de algunas figuras retóricas no menoscaba la impresión general de sobriedad, pero sí la matiza y, sobre todo, intensifica la
individualidad de la obra. Las metáforas se utilizan, a veces, para dotar
96
97
LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
de cierto lirismo al discurso, como al mencionar las «cortantes espadas»
(77) del viento. En otros casos, adquieren un valor ilustrativo:
(…) pero aquí, como soldados en campaña, no lexos de el
exercito enemigo, quando se dice que descansamos, estamos
peleando con varios destacamentos y partidas que nos
importunan. (88)
De las páginas de Casal, se desprende a menudo un cierto toque de
humor irónico, como sucede al describir los síntomas de la histeria
femenina:
Al dar estos chillidos, comienzan muchos, varios y fuertes
movimientos de todo el cuerpo con notables esfuerzos, esperezos y pandiculaciones de brazos y piernas, y (p or remate
de la fiesta) quedan rendidas y postradas por algún espacio
de tiempo, callando y con los ojos cerrados. (134) (La negrita es mía)
O en la hiperbólica valoración de la humedad típicamente asturiana:
«Es el ambiente tan húmedo, que bebemos los que aquí vivimos más
por las narices respirando que los de otros parajes por la boca engullendo» (76).
Ya demostramos en el epígrafe anterior cómo la adopción del empirismo redunda en la utilización de estrategias discursivas compatibles
con la perspectiva de primera persona. Dentro de un tratado de intencionalidad prioritariamente científica, la subjetividad puede percibirse
en sí misma como una muestra de desautomatización, una ruptura del
horizonte de expectativas que activa en el lector estrategias interpretativas cercanas a las que activaría la literatura. La descripción de la
Fuente de Nava, la llamada Fuente Santa, está salpicada de valoraciones personales que terminan confiriendo a la topografía un aspecto casi
fabuloso:
Exhala la fuente un hedor cenagoso-sulphureo harto enfadoso; y lo percibe más el que dista ocho passos, poco más o
menos de dicha fuente, que el muy vecino a ella. En las orillas del arroyuelo, por donde corre el agua, queda una cenicilla blanca, como azufre muy molido. Puesta dentro de la
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
fuente, o su arroyuelo, alguna moneda, o alhajilla de plata, se
buelve en poco tiempo de color de oro, pero si no se saca
luego, se muda el dorado semblante en negro feíssimo. (31)
Las características de este fragmento –la abundancia de adjetivos, la
alusión explícita a las impresiones del observador o la atención a detalles que enlazan más con la sabiduría popular que con la precisión científica7– lo hacen compatible con las claves de un relato de ficción. Las
descripciones de casos clínicos concretos, axiales en la obra de Casal
como sabemos, se tiñen también de una plasticidad y un detallismo que
casi parecen sacadas de novelas naturalistas –salvando el anacronismo:
Era el color de la cara amarillo susco, estaban entumecidos
los ojos, tristes y turbado lo blanco de ellos, la nariz angosta, o afilada, y por baxo blanquecino-pálida, los labios descoloridos, la lengua muy sucia y reseca, las manos y pies áridos (…) se desfiguraba de tal modo la cara del triste paciente que parecía cadáver de dos días. A esta mudanza de semblante, se seguían algunos temblorcillos y recogimiento de
piernas y brazos, perdía el sentido y habla, y quedando como
en un profundo accidente histérico, cerrados los ojos, abierta la boca, colgando el descolorido labio inferior, fríos y
morados los pies y manos y casi imperceptibles la respiración
y pulsos, estaba por más de tres horas en este miserable estado sin señales de vida. (13-14)
No es que Casal tuviera propiamente voluntad literaria, pero la plasticidad de la descripción y el tono de afectividad que late bajo el armazón cientifista alejan estos pasajes de lo que entendemos hoy por tratado de medicina aproximándolos a ese terreno fronterizo en el que se
movió el ensayo dieciochesco.
Es evidente, por tanto, que la fórmula científica casaliana, por sus
fundamentales concesiones a la subjetividad, da cabida a elementos no
rigurosamente científicos. Lo humano, lo personal, se filtra de modos
diversos en un tratado que tiene, a veces, visos de relato costumbrista:
Luego que vine a esta región advertí que en ninguna cocina
había cenicera. Esta es un depósito a modo de hornaza, veci-
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LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
no al hogar tan necesario en el país donde me crié, que no
hay chimenea en la más pobre casa, ni tugurio, que carezca
de ella (…) Todo lo contrario sucede en Asturias, pues consumiéndose más leña que en toda la provincia o reino de
Castilla la Vieja, apenas tenemos bastantes cenizas para las
regulares coladas de la ropa blanca. (43)
El saber popular, muy presente a lo largo del tratado, como ya hemos
visto en alguna cita, se manifiesta en el empleo del refranero: «Como un
clavo expele otro clavo y un acero lima y taladra otro acero, destruye y
rompe una sal a otra sal y un azufre a otro azufre» (67). Pero, como buen
humanista, también aduce citas literarias. En el importante capítulo
sobre el descubrimiento del visco corilino, Casal hace algo tan anticientífico como evocar sus emociones:
Volvime a esta Ciudad más alegre que si huviera conquistado otro Bellocino de Oro, presumiendo que de aquellos viscosos palillos havia de fabricarse una adarga donde torcerían sus diamantinas puntas las flechas de las Alferecías; (…)
creyendo que caminaba ya seguro, quise cantar con Ovidio:
«Ipsa Medusa oculis veniat, licet obvia nostris, / amittet
vires protinus ipsa suas». (38)
Y es que quien nos está hablando aquí no es tanto el médico como
el hombre; un hombre entusiasmado por lo que él cree un hallazgo
importante. Aquí no cabía aducir autoridades médicas, porque su
intención no era demostrar una verdad científica, sino revelar su estado
de ánimo y, para ello, se sirve de algo tan literario como la intertextualidad. No es la única ocasión en la que recurre a citas no científicas para
introducir en su discurso una dimensión valorativa más humana que
médica. Para sugerir una hipótesis sobre las sales, hace reaparecer a
Ovidio:
(…) y creí de este modo que pudo ser verdad lo que de el
suelo de Troya escribió Ovidio en estos versos: «Iam seges
est ubi Troya fuit, resecandaque falce, / Luxuriat Phrygio
sanguine pinguis humus». (59)
Y en una reflexión sobre la sequía cita el evangelio según San Mateo:
Por esta causa sucede lo mismo que dixo Christo por San
Mateo, cap. 13: «Alia autem ceciderunt in petrosa, ubi non
habebant altitudinem terrae; sole autem orto aestuaverunt,
quia non habebant radicem, aruerunt». (63)
La escritura científica de Casal se proyecta más allá de la ciencia y se
introduce en el terreno del humanismo. Una perspectiva metodológica
que priorizaba la observación, al tiempo que enlazaba con los presupuestos de la revolución científica dieciochesca, era compatible con la
elaboración de un discurso en el que tuviese cabida la subjetividad. De
ahí a la literatura, aún quedan muchos pasos, pero si a eso se une una
evidente voluntad de estilo y una formación humanística que matiza la
observación científica, ya nos empezamos a mover en un terreno fronterizo. Casal no escribió una obra literaria, pero sí una obra que, por su
forma y su contenido, le ha granjeado un lugar importante en la historia de la intelectualidad. A Gregorio Marañón (1960: 13) no le pasó
desapercibido. Sirvan sus palabras como colofón:
Puliéndolo, como un joyero con sus piedras preciosas, se le
pasaban las horas al buen doctor, acaso sin darse cuenta
(porque rara vez conocemos al gran Destino cuando pasa
por nuestro lado) de que aquellos cuadernos de letra apretada y ya un poco amarillos habrían de ser el pedestal inmarcesible de su gloria.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
O br as citadas
Antolín Peña, Evicasio, «El doctor Gaspar Casal y su magnífica
obra», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 8 (1949), pp.
111-120.
Arenas Cruz, Mª Elena, Hacia una teoría general del ensayo.
Construcción del texto ensayístico, Cuenca, Universidad de Castilla la
Mancha, 1997.
Aullón de Haro, Pedro, Teoría del ensayo, Madrid, Verbum, 1992.
100
1 Los antecedentes renacentistas de esta nueva manera de acercarse a la realidad fueron
Newton y Boyle.
2 Se denominaron novatores todos aquellos científicos que abogaron por una metodología que priorizase la observación directa por encima de un acercamiento teórico.
101
LA OBRA DE CASAL COMO MODELO...
Casal, Gaspar, Historia natural y médica de el Principado de Asturias,
ed. José Ramón Tolivar Faes, Oviedo, Consejería de Educación,
Cultura y Deportes, 1988.
García Guerra, Delfín & Víctor Álvarez Antuña, Lepra
Asturianensis. La contribución asturiana en la historia de la pelagra (siglos
XVIII-XIX), Madrid, Universidad de Oviedo-CSIC, 1992.
Lacadena Calero, Esther, La prosa en el siglo XVIII, Madrid, Playor,
1985.
López Piñero, José María, La introducción de la ciencia moderna en
España, Barcelona, Ariel, 1969.
Marañón, Gregorio, La humanidad de Casal, Discurso leído en la
Real Academia de Medicina, Madrid, Ed. Magisterio Español, 1960.
Martínez Fernández, Jesús, «Segundo centenario de un libro “piloto”», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 46 (1962), pp. 276290.
Pulido y Fernández, Ángel, «Prólogo» a Casal, Gaspar, Historia
natural y médica del Principado de Asturias, eds. A. Buyya y Alegre y R.
Sarandeses y Álvarez, Oviedo, Esc. Tipográfica del Hospicio, 1900.
Rodríguez Pire, Lucas, «El doctor Casal, figura ilustre de la ciencia
asturiana», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 8 (1949), pp.
101-109.
San Román, Sancho de, «Vida y obra de Gaspar Casal», Salamanca,
Universidad de Salamanca, 1959, pp. 157-184.
Sánchez Blanco, F., La prosa del siglo XVIII, Madrid, Júcar, 1992.
Sánchez Doncel, Gregorio, Gaspar Casal y su obra, Oviedo, Instituto
de Estudios Asturianos, 1973.
3 «Hice propósito –dice Casal en el Prólogo a su obra– de mantenerme allí toda mi vida»
(XXX). Las citas de la obra de Casal están tomadas de la edición facsímil que preparó en
1988 José Ramón Tolivar Faes. Modernizo acentuación y puntuación.
4 El padre español del escepticismo médico, que enlaza con las doctrinas de los novatores
y hereda, como estos, los planteamientos de Roger Bacon, fue Martín Martínez (16841734), médico de cámara de Felipe V, quien ya había publicado un tratado sobre Medicina
scéptica en 1722.
5 Ofrecen una síntesis de la estructura de la obra García Guerra y Álvarez Antuña (1992:
55-64).
6 El título completo es bien ilustrativo del propósito de Casal: «Brevísimo tratado en que
con experiencias se declara que para entender las importantes doctrinas y sentencias de
Hippocrates valen más las observaciones prácticas que la lectura y estudio de los
Comentadores de ellas».
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
7 De hecho Casal lo hace explícito: «Este es un phenomeno bien público en el mundo,
pues son muy pocos los que ignoran que juntándose la plata con azufre se pone fea y
negra» (31).
102
PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,
MÉDICO Y NATURALISTA ASTURIANO
DEL SIGLO XVIII.
FÉLIX FERNÁNDEZ ALONSO
VANIA POULOPOULOU
JOAQUIN FERNÁNDEZ GARCÍA
Gaspar Casal fue un médico y naturalista español del siglo XVIII
cuya categoría científica le colocó en un lugar destacado de la ciencia
moderna europea. Le cupo la gloria y el honor de ser el primero en descubrir a mediados de 1735 el denominado “Mal de la Rosa”, cuando
ejercía su profesión en Oviedo. Pero, más allá de la descripción de esta
enfermedad, debe ser considerado Casal como un científico y un naturalista en el sentido más genuino de ambos términos. Al acercarse a su
obra debe resaltarse el perfil científico de este médico gerundense que
en su periplo vital agotó su vida profesional en Atienza, en la Alcarria,
en Madrid, en Oviedo y de nuevo en Madrid.
I. Introducción:
Difícil empeño conseguir una síntesis breve, coherente y fácilmente
inteligible sobre la historia de la Ciencia y de la Medicina en el siglo
XVII.
En el siglo XVIII hubo cambios notables de diverso orden. A saber:
En el mundo de las ideas y de la cultura surgió el fenómeno de la
Ilustración que se caracterizaba por estas notas definitorias: La prima-
103
PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,...
La ciencia y la medicina europea y española en el siglo XVIII
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
cía concebida a la razón; la atención dedicada a la ciencia y a la técnica;
la afirmación por el derecho a la libertad y a la felicidad terrena; y finalmente, al rechazo de una explicación providencialista de la vida y la historia. En síntesis, una laicización del pensamiento y de la vida.
Pero hubo más cambios, que podríamos centrar en cuatro puntos
concretos: el demográfico, el económico-social, el urbanístico y el político. Los comentamos brevísimamente. En el ámbito demográfico, el
crecimiento de la población mundial pasó de 450-470 millones de habitantes en el siglo XVII hasta alcanzar los 800 millones hacia 1800,
momento en el que Europa contaba con 190 millones de habitantes. El
crecimiento, dentro de la propia Europa fue desigual y se atribuye el
incremento de la población al retroceso de la mortalidad gracias a la
disminución de las guerras y al hambre sustituidas por la penuria, endemias y epidemias.
En el plano económico-social, también hubo cambios; las grandes
crisis de subsistencia desaparecieron en Europa, a cambio de una penuria globalmente tolerada.
La producción de alimentos se recondenó no a la subsistencia, sino
a la venta, con una orientación capitalista y mercantilista. Inglaterra
encabezó este movimiento, vendiendo sus productos en China, India y
América del Norte inventando el neocolonialismo y se mundializan las
condiciones de la producción industrial. El antiguo régimen industrial,
basado en la manufactura rural, da paso a una producción capitalista,
basada en la aplicación industrial de los inventos que se iban realizando en forma de máquinas.
También hubo un auténtico desarrollo urbano, convirtiéndose las
ciudades en símbolo de grandeza. Las ya existentes, reconstruidas si era
necesario y ampliadas, y otras nuevas, nacieron al compás de las nuevas
necesidades; se estiman que fueron creadas casi cien.
El absolutismo monárquico, el “despotismo ilustrado” parecía el sistema político más adecuado para la nueva situación. Los monarcas por
su parte, ejercieron el mecenazgo científico-técnico por obvias razones:
por un lado, contribuían al desarrollo del país en muchos ámbitos: las
manufacturas, la agricultura, la medicina, las obras públicas la guerra, la
104
administración y el control del espacio; y, por otro, por la percepción de
que la ciencia era cultura y, por tanto, daba prestigio, haciendo que se
considerase al país como moderno e ilustrado.
España, no estaba lejos del panorama que acabamos de describir,
aunque con muchos matices. La población creció de modo notable
durante el siglo XVIII. En efecto, a finales del siglo, había en España
tres millones mas de habitantes que al comienzo de la centuria. La tierra productiva del país, estaba en manos de los grupos privilegiados: la
nobleza y el clero. La agricultura creció, pero no se desarrollo. Esto es:
se incrementó mediante la extensión de la tierra cultivable, pero no a
través de una mejora técnica. La industria se desarrolló, esencialmente,
a través de los talleres artesanos, considerados un complemento de la
economía agrícola rural; y, finalmente, lo más boyante fue nuestro
comercio colonial. Por supuesto que los reyes fueron auténticos mecenas y el desarrollo urbano fue notable, especialmente en nuestras costas.
Tras este breve exordio, centremos nuestro interés en el estado de la
Ciencia y la Medicina tanto en Europa como en España en el siglo XVIII.
Una cuestión previa: ¿cuales fueron las relaciones entre la ciencia y la
técnica en la revolución industrial acaecidas en el siglo XVIII?. La contestación es fácil: En esta época, la distinción entre “ciencia pura” y
“ciencia aplicada”, no existía y existían dos actitudes muy comunes ante
este dilema: la inglesa y la del resto de los países. En Gran Bretaña,
donde se inició la revolución industrial, los científicos vivían en un
mundo social y político que articulaba la teoría y la praxis, pues estaban
al servicio de una élite capitalista culta agrícola, comercial e industrial.
En otros países como España y Francia servían más al estado que a los
empresarios. De ahí que no se puedan establecer demasiadas generalizaciones en torno a las relaciones ciencia-técnica en la revolución
industrial.
105
PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,...
La ciencia.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
A. La ciencia en la Europa del siglo XVIII.
Un hecho notable, durante el siglo XVIII reside en la organización
de la actividad científica, su enseñanza y su difusión. Manifestaciones
de ello fueron las siguientes: la creación de las sociedades científicas no
sólo a nivel nacional, sino también a nivel regional y provincial; la
expansión de los jardines botánicos; la creación de observatorios astronómicos; la transformación de la enseñanza universitaria hacia saberes
nuevos (química, anatomía, geografía, mineralogía, botánica, zoología);
la creación de cursos privados que, a veces, eran itinerantes. Otro hecho,
que no carece de interés fue la tímida pero progresiva incorporación de
la mujer al mundo de la ciencia, a través de los salones aristocráticos que
dirigían y en los que se hablaba de ciencia y se realizaban experimentos.
Agotando palabras, y en brevísimo resumen, señalemos la situación
de la ciencia europea en e siglo XVIII. En matemáticas, se dio una gran
importancia al análisis y a la mecánica nacional. Pero además de los
avances en teoría matemática, se realizaron aplicaciones prácticas en
varias disciplinas (náutica, física experimental, astronomía, cartografía,
química, fisiología, ingeniería, botánica, demografía, administración,
seguros etc). No podemos pararnos aquí a analizar los resultados prácticos que se consiguieron.
B. La ciencia en la España XVIII
No vamos a realizar, aquí, una relación pormenorizada de los científicos españoles del siglo XVIII. Este asunto, ya lo introducíamos, con la
suficiente extensión, hace años ya. Nos interesa más, traer aquí el viejo
tema de La Polémica de la Ciencia española pues nos permitirá ver el
estado de la cuestión por boca tanto de ilustrados como de comentaristas del tema. Para ello, analizaremos las siguientes cuestiones: Las causas del retraso científico español vistas desde adentro, las causas del
retraso científico vistas desde afuera y, finalmente, las instituciones
científicas españolas de la época.
Las causas del retraso científico vistas desde adentro:
Feijóo, se ocupa de este asunto afirmando desde el principio en una
de sus cartas: No es un sola, señor mío, la causa de los cortísimos progresos de
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PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,...
los españoles en las facultades expresadas, sino muchas y tales, que aunque
cada una por sí sola haría poco daño, el complejo de todas forman un obstáculo casi absolutamente invencible.
Y dicho lo anterior, va señalando las causas. La primera causa sería
la existencia de ignorantes irredentos en las clases intelectuales. Los
definía el benedictino así; “La primera es el corto alcance de algunos de
nuestros profesores. Hay una especie de ignorantes perdurables precisados a
saber siempre poco,no por otra razón, sino porque piensan que no hay más que
saber que aquello poco que saben”. En Europa, era otra cosa como ya señalamos: Del amor por la ciencia, por el saber, nacieron las Sociedades
Científicas, se contagió esta inquietud en la Universidad e incluso hubo
quienes dieron cursos itinerantes. La raíz profunda del mal en nuestro
país estaba en la ignorancia del profesorado y su negativa a saber.
La segunda cusa relacionada con la anterior, era la preocupación que
había en España por aceptar cualquier novedad. Al respecto señalaba
Feijóo: “Dicen muchos que basta en las doctrinas el título de nuevas para
reprobarlas, porque las novedades en punto de doctrina son sospechosas. Esto
es confundir a Poncio de Aguirre con Poncio Pilatos. Las doctrinas nuevas en
las ciencias sagradas son sospechosas, y todos los que con juicio han reprobado
las novedades doctrinales, de éstas han hablado; pero extender esta ojeriza a
cuanto parece nuevo en aquellas facultades, que no salen del recinto de la naturaleza es prestar con un despropósito patrocinio a la obstinada ignorancia”.
La tercera causa, en opinión de Feijóo “Es el errado concepto de que
cuanto nos presentan los nuevos filósofos se reduce a unas curiosidades inútiles”.
Y prosigue, refutando este error: “Pero¿ no es cosa admirable que los filósofos de nuestras aulas desprecien las investigaciones de los modernos por inútiles?¿ Cual será más útil, explorar en el examen del mundo físico las obras
del auto de la Naturaleza o investigar en largos tratados el ente de razón y
de abstracciones lógicas y metafísicas, las ficciones del humano entendimiento?.Aquello, naturalmente eleva la mente a contemplar con admiración la
grandeza y sabiduría del Creador; esta, la detiene como encarcelada en los
laberintos que ella misma fabrica”. Para completar su razonamiento,
Feijóo cuenta la demostración que realizó en su despacho el anatómico
y cirujano francés residente en la ciudad Juan d’Elgant, sobre un cora-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
zón de cordero. Y concluye de este modo el benedictino. “Este y otros
objetos semejantes hacen el estudio de los modernos; mientras nosotros, los que
nos llamamos aristotélicos, nos quebramos la cabeza y hundimos a gritos la
aulas sobre si el ente es univoco o análogo; si trasciende las diferencias; si la
relación se distingue del fundamento etc.
La cuarta causa sería para Feijóo “la diminuta o falsa noción que tienen acá de la filosofía moderna, junto con la bien o mal fundada preocupación contra Descartes. Ignoran casi enteramente lo que es la nueva filosofía,
y cuanto se comprende debajo de este nombre, juzgan que es pauta de
Descartes.Como tengan, pues, formada una siniestra idea de este filósofo,
derraman este mal concepto sobre la física moderna.”
A continuación el maestro trata de colocar en su sitio a Descartes y
al margen de ello, concluye de este modo: “Entiéndase lo dicho solo a fin
de mostrar cuan injusto es el desprecio que hacen de Descartes algunos escolásticos nuestros; porque, para el punto en que estamos no nos hace al caso
Descartes.” Feijóo, en párrafos, sucesivos, defiende la ciencia moderna, la
física experimental que poco o nada tiene que ver con Descartes. Lo
expresaba así: “Solo se quiere que no cierren los ojos a la física experimental,
aquella que prescindiendo de todo sistema por los efectos sensibles investiga las
causas, y en donde no puede averiguar las causas, se contenta con el conocimiento experimental de los efectos.¿Qué conexión o dependencia tiene esta
filosofía con el sistema cartesiano para que nuestros escolásticos extiendan a
ella el desprecio, sea justo o injusto, que hacen a Descartes?. Esta es la física
que reina en las naciones, esta es la que cultivan tanta insignes academias,
cuando apenas o con dificultad se hallará en Francia,Inglaterra,Holanda
etc.un cartesiano rígido”.
La quinta causa de nuestro atraso científico lo describía Feijóo de
este modo: “La quinta causa es un celo,pío si, pero indiscreto y mal fundado; un vano temor de que las doctrinas nuevas en materia de filosofía traigan algún perjuicio a la religión. Tras refutar el error, con sabidos argumentos concluye de este modo: “Doy que sea un remedio precautorio contra el error nocivo,cerrar la puerta a toda doctrina nueva. Pero es un remedio, sobre no necesario, muy violento.es poner el alma en una durísima esclavitud. Es atar la razón humana con una cadena muy corta. Es poner en
108
Las causas del retraso científico español vistas desde afuera:
Nicolas Masson de Morvilliers, escribió un artículo para una enciclopedia francesa titulado “España” en el año 1762.El artículo es breve,
pero suficiente para que conozcamos la visión que de nosotros tenían
los extranjeros y, en concreto, los franceses.
Lo primero que hace el autor es un certero diagnóstico de los males
que aquejan a España y así lo señala: “Uno de nuestros grandes escritores
dice que España debía ser uno de los poderosos reinos de Europa pero que la
debilidad de su gobierno, la Inquisición,los frailes,el perezoso orgullo de sus
habitantes, han hecho pasar a otras manos la riqueza del nuevo mundo. Así,
este hermosos reino, que causaba antes tanto terror a Europa, ha caído gradualmente en una decadencia de la que costará levantarse.” y tras contar las
excelencias del país y sus posibilidades, habla del español, de sus virtudes y defectos y de su aptitud para las ciencias.
Sobre los españoles, en general, afirma: “Son sobrios, serios, incluso en
las pequeñeces, buenos soldados, personas fieles, lentos en deliberar, firmes en
su resolución y pacientes en su desgracia; tienen un espíritu penetrante y profundo, pero son indolente, perezosos y ponen más coraje para soportar la
pobreza del que sería preciso para no temerla. El clima caluroso contribuye
109
PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,...
estrecha cárcel a un entendimiento inocente,solo por evitar una contingencia
remota de que cometo algunas travesuras en adelante”.
Finalmente el benedictino señala la sexta y última causa: la emulación; esto es: no desprecian ni aborrecen la ciencia moderna sino que la
envidian. La emulación podía ser racional en algunos pocos casos por la
ojeriza contra otros países como Francia; o, algo más común, la emulación faccionaria o de partido. Pero, la más común de todas era la emulación personal; la envidia por el bien ajeno.
Todas estas consideraciones hacen que Feijóo exclame: “Oh mal
paliada envidia! Podría acaso exclamar yo: ¡Oh ignorancia,abrigada de la
hipocresía!.
Este era el panorama de la ciencia española en el siglo XVIII,visto
por un español sabio, cabal y muy documentado, quien conocía su país
y la ciencia que se desarrollaba en los países más avanzados de la época.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
mucho a inspirarle esta vergonzosa apatía..su celo, a ultranza, por la religión
es extrema y, a menudo, minucioso, ya que allí como en todas partes, aumenta más el fervor, la miseria que los dogmas esenciales”.
Y, sobre su actitud para las ciencias no se queda corto en sus observaciones: “El español, tiene aptitud para las ciencias, existen muchos libros y
sin embargo, quizá sea la nación mas ignorante de Europa.¿Qué se puede
esperar de un pueblo que necesita permiso de un fraile para leer y pensar? ¡El
libro de un protestante es proscrito por ley, sin que importe sobre qué tema
trate, por la sola razón de que el autor es protestante!.
Toda obra extranjera es detenida: se le hace un proceso y se la juzga; si es
vulgar y ridícula y sólo puede corromper el espíritu, se le permite entrar en el
reino, y se puede comprar esta especie de veneno literario en todas partes; si
por el contrario, es una obra inteligente, valiente, pensada, se quema como
atentatoria contra la religión, las costumbres y el bien del estado.Un libro
impreso en España sufre regularmente seis censuras antes de poder ver la luz,
y son un miserable franciscano o un bárbaro dominio quienes deben permitir
a un hombre de letras tener genio.Si toma la determinación de hacer imprimir su obra en el extranjero, necesita para ello un permiso muy difícil de obtener, y todavía no está del todo al abrigo de la persecución cuando su libro llega
a aparecer”.
Tras esta larga cita textual, dos cosas quedan claras: que el español
tiene aptitud para las ciencias; y que la censura impartida por eclesiásticos era implacable en temas científicos. Y el autor retoma una nueva
cuestión del mayor interés. A saber: ¿Qué se debe a España? ¿qué ha
hecho por Europa?. Porque frente a otros países como Dinamarca,
Suecia, Rusia, Polonia, Alemania, Italia, Inglaterra, Francia, cultivadores de las ciencias naturales, España poco o nada ha hecho. Lo dice así:
“Se ha apagado las artes, las ciencias, el comercio. Tienen necesidad de nuestros artistas en sus manufacturas. Los ilustrados, están obligados a instruirse
a escondidas en nuestros libros. En España no existen ni matemáticos, ni físicos, ni astrónomos ni naturalistas. Sin el auxilio de otras naciones no tienen
nada de lo que se precisaría para hacer una silla”.
Y prosigue el autor señalando los déficits de nuestro país en las
siguientes actividades: construcción de naves, marina de guerra, obras
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públicas, explotación de minas etc. Y, al final de su escrito hace un
canto a la esperanza: “España, en fin, cuenta ya con varios sabios célebres en
física, historia natural¡ un esfuerzo más y quien sabe hasta qué puntopuede
elevarse esta magnífica nación!.
Este escrito, de una crudeza y un realismo ejemplares, tuvo sus
comentadores. Dos de ellos hemos podido conocerlos gracias al libro
anteriormente citado (14) (15) (16). Antonio José Cavanillas con estilo
autéticamente patriótico dice: “Es deplorable que este artículo extravagante esté consagrado en una obra como la Enciclopedia.” Y, añade que potenciará la animadversión entre Francia y España y no aumentará crédito
de la Enciclopedia.Y, para que conste, le cita varios españoles egregios,
hoy por hoy desconocidos.
Carlos Denina, por su parte, baja al terreno de lo real, intentando dar
argumentos objetivos con una relación de españoles significados en el
terreno de la Teología,la Jurisprudencia, la Física, la Medicina, las
Matemáticas y la Literatura y las Bellas Artes.
Dentro de la Medicina cita a Francisco Valles, Herrera,
Hernández,Vesalio,Valverde y otros. A efectos prácticos, nosotros nos
quedamos con las opiniones de Feijóo y aceptamos sus críticas a la ciencia Española de su tiempo.
A lo largo de la presente monografía, tendremos la oportunidad de
insistir en varios aspectos de la Medicina Española y Europea de la
Ilustración,tanto en sus aspectos generales como especializados.
A. La medicina europea moderna.
La llamada “MedicinaModerna”,abarca dos periodos bastante diferenciados entre si; pero ambos,(el sigloXVII, periodo Barroco y el siglo
XVIII la Ilustración), forman una unidad, por mas que algunos historiadores lo separen. Quiérase o no el siglo XVIII es una prolongación
de la renovación impuesta a los saberes médicos durante el siglo anterior. Señalemos aquí muy brevemente lo que ocurrió.
a. iat romecánicos, iatroquímicos y Thomas S ydenham(1624-1689).
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La medicina.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Las dos doctrinas que más influyeron en el siglo XVII para desligarse de la medicina fueron “la iatromecánica” y la “iatroquímica”. La
iatromecánica escuela de origen italiano, con Giorgio Baglivi a la cabeza
buscó una interpretación mecánica de la enfermedad en vez de la humana;en efecto el estado de salud y enfermedad lo definirían el momento
tensional de las fibras, elemento básico y fundamental del ser vivo.
La iatroquímica tuvo como precursor a Paracelso y como máximo
impulsor a Johann Baptista Van Helmot. Para esta escuela, la enfermedad
surgiría por los desórdenes suscitados en la “fermentación” proceso vital
básico. Francisco de le Boe denominado “Silvio” fue quien desarrolló y
consolidó esta escuela.
Thomas Sydenham (1624-1689) conocido médico inglés de su época
(sigloXVII), fue quien hizo la contribución más importante durante su
centuria con la doctrina de la “especie morbosa”. No aceptó ni el humoralismo clásico, ni las doctrinas iatromecánicas ni las doctrinas iatroquímicas; y, quiso dar una base doctrinal al ejercicio médico, basada en la
experiencia y buscando “modus típicos de la enfermedad” que denominó “especies morbosas”.
El empirismo es esencialmente sobre lo que se sustenta la obra de
Sydenham y supuso un derrocamiento definitivo del galenismo.
b. Los S istemát icos (Boer haa ve, Hoffman y S tahl).
En el tránsito del siglo XVII al XVIII,los avances realizados por
iatromecánicos, iatroquímicos y Sydenham pedían una sistematización
de estos nuevos saberes especialmente en el terreno de la clínica, y fueron tres autores denominados “ sistemáticos” los que cumplieron con
esta tarea.
Hermann Boerhaave (1668-1738), autor de las obras “Instituciones”
(1708) y “Aforismos” (1709), aunó concepciones tradicionales y galénicas con la importante herencia que había recibido del sigloXVII. A él
se debe la distinción entre las manifestaciones subjetivas y objetivas de
todo padecimiento.
Friedrich Hoffmann, más teórico que Boerhaave, escribió un tratado titulado “Medicina Rationalia Systemática” y recuerda a los iatromécanicos pues supone la existencia de los estados patológicos antagóni-
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cos: “los de atonia e hipertonia”; tales perturbaciones serían producidas
por el “fluído nerveo” generado en el cerebro y verdadero sostenedor de
la vida.
“Georg Ernst Stahl”, en su obra “Theórica Médica Vera” sostiene que
en el “ánima” radica la vida y la salud; y que de sus trastornos deriva la
enfermedad: Este “animismo” de Stahl y la doctrina de “La irritabilidad”
de Haller influían mucho en el pensamiento médico del siglo XVIII.
c.Nosotaxia y saberes médicos.
En el siglo XVIII se puede encontrar todo bien solo o combinado:
galenismo, doctrinas iatromecánicas e iatroquímicas, empirismo sydenhamiano, las doctrinas de los sistemáticos etc.Dentro de esta variedad,
se imponía una ordenación de los modos de enfermar:Destacan en este
sentido los siguientes autores: François Boissier de Sauvages con su
obra “Nosología Methódica” (1760) y Philippe Pinel con au
“Nosographie Philosophique”(1789).
Los saberes médicos progresan con mayor o menor lentitud, dependiendo de la dirección que se tome.La Anatomía se hace más funcional
y en el siglo XVIII destaca la figura del cirujano que a la vez es anatomista.Y los saberes morfológicos microscópicos cobran interés durante
el siglo XVII con Marcello Malpighi decayendo en el siglo XVIII.
La Embriología con una historia anterior muy añeja, que podría
remontarse a Aristóteles, se consolidó como ciencia en el sigloXVII;
con el descubrimiento del espermatozoo y cuerpos vesiculares del ovario, surgirían las teorías “preformacionistas” (“animalculistas y ovistas”),
cobrando interés durante el siglo XVIII la teoría “Epigenética”.
La Fisiología, nace en el siglo XVII como ciencia independiente y
hubo destacados fisiólogos Santorio Santorio quien puso en marcha el
experimento mensurativo; Alfonso Borelli, por sus estudios de mecánica osteoarticular; Van Helmont y Silvio por sus estudios sobre la “fermetatio”; William Harvey (1578-1657) descubridor de la circulación de
la sangre; y finalmente en el siglo XVII hubo otros notables fisiólogos
que estudiaron, respiración, digestión, dinámica muscular, funciones
sensoriales etc. En el siglo XVIII, la Fisiología se independizó totalmente de la Anatomía siendo el mecanicismo y el vitalismo los dos cri-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
terios que presiden esta disciplina. Destacaron en este sentido algunos
autores: Lázaro Spallanzani por sus estudios de las funciones digestivas,
respiratorias y circulatorias, y Albrecht Von Haller por sus estudios
sobre la irritabilidad. Al final del siglo XVIII, se avanzó mucho en el
conocimiento de la respiración tras el descubrimiento y reconocimiento por Lavoissier de la existencia y función del oxígeno. Las aportaciones de Luigi Galvani, fueron decisivas para el desarrollo de la neurofisiología.
Como ya señalamos, las aportaciones esenciales en Medicina Clínica
durante el siglo XVII, fueron las de Baglivi, Silvio, Boerhaave y más
tarde en el siglo XVIII un grupo de médicos de la llamada Escuela
Vienesa. Se avanza en diversos frentes: la elaboración de historiales clínicos bien ordenados, la utilización de la termometría clínica, la distinción
entre enfermedades agudas y crónicas, la descripción de nuevas entidades morbosas, la revalorización de la autopsia clínica etc.
Y comienzan a individualizarse algunas ramas de la medicina como
auténticas especialidades: la pediatría, la psiquiatría y la dermatología y
la veneroligía.
La cirugía ilustrada se ennoblece en muchas direcciones: enseñanza
reglada; mejoras técnicas; el mejor conocimiento anatómico de los campos operatorios; desarrollo de una cirugía conservadora: preocupación
por el tratamiento posoperatorio etc; y el nacimiento de las especialidades Quirúrgicas especialmente la obstetricia, la oftalmología y la urología.
Desde el punto de vista terapéutico se introdujeron en el arsenal del
tratamiento, nuevos fármacos (quina, ipecacuana, antimonio, arsénico,
hierro, belladona,digital) y se redactaron las primeras Farmacopeas
nacionales.
No se abandonan, por otro lado,procedimientos clásicos algunos de
ellos francamente agresivos: purga, sangría, clister, escarificación, cauterio y la práctica de fontanelas.
La hidrología adquirió gran importancia con la apertura de muchos
establecimientos balnearios y fuentes Salutíferas. La transfusión no se
generalizó, visto sus fatales resultados, pero si se acepta la inyección
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intravenosa que seguiría un larguísimo camino hasta su consolidación.
Nacen la homeopatía y el mesmerismo,que tendría un desarrollo ulterior.
La atención de los episodios epidémicos fue algo importante y preferente. Amplios sectores de la sociedad europea seguían creyendo en el
carácter mágico o telúrgico de las pestilencias, por más que la doctrina
del “contagio animado” por miasmas cobrase progresiva importancia.
Las primeras medidas efectivas para evitar la difusión de las pestilencias
fueron las fumigaciones con cloro; con ellas se pretendía eliminar los
miasmas del medio ambiente y de los objetos contaminados.
B. Medicina española moderna.
Vamos a analizar aquí, por separado, Medicina del Barroco y
Medicina de la Ilustración. La razón de esta separación es única: resaltar que la Medicina Española del sigloXVII se ocupó en malgastar una
sólida herencia que le había dejado el siglo XVI; la malgastó en interminables y estériles disputas y controversias llevadas a cabo por una
generación de médicos dogmáticos. Mientras que en Europa se estaba
progresando y tratando de crear una medicina moderna, en España no
se seguía este camino.
a. La Medicina Española del Bar roco (sigloXVII)
Varios documentos reales intentan reglar aspectos concretos del
aprendizaje médico y pruebas de capacitación para el ejercicio de la profesión. Ello, no supone una neta mejora de la docencia médica como
tampoco mejora la estructura de nuestros hospitales.
Desde el punto de vista teórico se sigue leyendo a los clásicos con
traducciones y comentarios de Hipócrates y el ideario que persigue la
labor profesional de la mayoría de los médicos de la centuria esta relacionado con las figuras nacionales más destacadas:
Francisco Enriquez de Villacorta, catedrático de Prima en Alcalá;
Gaspar Bravo de Sobremonte, profesor en Valladolid y médico de cámara de Felipe IV y Carlos II; yPedro Miguel de Heredia, catedrático de
Alcalá. Todos ellos eran adictos a la Medicina Dogmática que defendieron a ultranza con un aplastante aparato erudito.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Otra característica singular de nuestra Medicina del Barroco fue la
desbordante afición al polemismo, quemando fuerzas y energías en
cuestiones sobrevaloradas tales como la sangría y la hidrología.
La polémica de las sangrías, por su excesiva utilización y el lugar
ideal para realizarlas, ocupó mucho tiempo, sin que se llegase a conclusión alguna. Posicionados en dos bandos, había médicos defensores a
ultranza de la sangría, como remedio universal y, médicos abstencionistas que pretendían usarla en muy contadas ocasiones.Destacan en este
sentido las obras de Agustin Gonzalo Bustos de Olmedilla, contrario a
las sangrías, frente a la mayoría de los médicos de la época.
La otra polémica suscitada fue la de las virtudes curativas del agua de
la vida, cuyo autor no quiso desvelar su composición; el hecho tuvo
impacto en varias facultades de medicina y generó mucha literatura
tanto médica como jocosa.
Al margen de los ya señalados médicos dogmáticos, que fueron los
grandes tratadistas del siglo, existieron otros, que se ocuparon de temas
variados como la epidemiología, las enfermedades venéreas, las fiebres
y cuestiones relacionadas con las nacientes especialidades (neuropsiquiatría, pediatría, obstetricia, ginecología, oftalmología, urología).
Respecto a la Terapéutica clínica, al margen de tratados generales, se
escribió sobre variados temas como estos: uso de la coloquíntida, el
antimonio, el hierro, el tabaco, el chocolate, la quina, aguas minerales o
medicinales, etc.
La Cirugía, no tuvo su mejor momento durante el periodo Barroco
Español, lo mismo que la Anatomía. Pero se escribió de Cirugía, siendo la aportación más significativa la de Andrés de León y la de Pedro
López de León; pero, hubo otros autores que trataron variados temas:
Cristobal Montemayor, sobre anatomía traumatología craneal; Enrique
Vaca de Alfaro sobre heridas por arma blanca; Antonio Saporta y otros,
sobre tumores y apostemas y un largo etc.
b. La Medicina Española de la I lust ración (siglo XVIII)
Bajo influencia francesa, mejora el ambiente científico y cultural de
nuestro país; y en consecuencia, los saberes médicos y el ejercicio profesional experimentan un desarrollo notable.
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Se intenta reglar, con mayor o menor éxito, las enseñanzas de la
medicina y las funciones del Tribunal del Protomedicato. Se consiguen
algunas cosas notables como las ordenanzas de 1750 para el examen de
comadronas y cirujanos que aspiraban a ejercer como parteros. Otras
reales disposiciones que tuvieron importancia fue la creación de la Junta
Suprema de Sanidad en 1720 y de la vida efímera; y, las Reales Órdenes de Carlos IV de 1798 sobre la práctica de la inoculación de la viruela. Se crean Reales Academias y en Reales Colegios de Cirugía, grandes impulsores de la calidad aristancial.
Las “polémicas”, ocuparon un gran espacio en la Medicina Ilustrada
Española. Tenían como fundamento el enfrentamiento entre progresistas y conservadores; entre la actitud científica tradicional y la formulación por parte de algunos médicos de nuevas concepciones doctrinales.Las polémicas científicas más importantes fueron las promovidas
por Boix y Moliner, en torno a la figura de Hipócrates y la de Martín
Martinez, quien como escéptico reformado o ecléctico, somete a una
rigurosa crítica tanto al doctrinarismo aristotélico-galénico como a los
nuevos dogmatismos de iatromecánicos e iatroquímicos.
Fueron muchos los que siguieron defendiendo la vieja ideología aristotélico.galénica; en el grupo de los escépticos o eclécticos estaban
Martín Martinez, Feijóo aunque no fuera médico, y Antonio José
Rodriguez. Y pueden considerarse neohipocráticos Boix y Moliner,
Gaspar Casal y Andrés Piquer.
Hubo muchos médicos eruditos en la Ilustración Española, destacando de entre todos Andrés Piquer (1711-1772) y Gaspar Casal
(1680.1759).
El interés por los saberes anatómicos fue constante durante el siglo
XVIII, estando casi siempre en manos de cirujanos; estos últimos, fueron bastantes y muy prestigiosos; dejamos aquí constancia de algunos:
Manuel de Porras, Martín Martinez, Antonio Monraba y Roca, José
Pradíllo, Francisco Suarez de Rivera, Ortiz Barroso, Fernando Velasco,
Blas Beaumont y Juan de Dios López, en la primera mitad del siglo.Y
en la segunda mitad del siglo Virgilu, Gimbernat y otros, excelentes
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
cirujanos. Los tratados de cirugía escritos fueron muchos, lo mismo que
de obstetricia, ginecología, oftalmología y urología.
Hubo tratadistas que se ocuparon de la Fisiología y la Patología en
General. Martín Martinez en el Tomo primero de su Medicina Scéptica
y en su Tratado Physiológico critica la fisiología tradicional oponiéndose
a las concepciones escolástico–galénicas. A él habría que añadir muchos
más: el Padre Antonio José Rodriguez (1703-1777) Diego Mateo
Zapata, Juan Massoneau, Ignacio María Ruiz de Luzurriaga, Lorenzo
Hervás y Panduro etc. Y como tratadistas de clínica médica, destacan
los que hemos llamado anteriormente médicos eruditos; a saber:
Andrés Piquer y Gaspar Casal; el primero de ellos fue un cuidadoso
escritos médico, preciso y ordenado; y el segundo el autor de la Historia
Natural y Médica del Principado de Asturias. Con estos dos colaboraron
en la creación de la Clínica Médica española del siglo XVIII más autores: Pascual Francisco Virrey y Mange, José Juan Antonio Baguer y
Oliver y Francisco Sanz de Dios y Guadalupe entre otros.
Se siguió estudiando la neurología, la psiquiatría y pediatría de
modo particularizado. Casal junto con otros, realizó observaciones neurológicas y psiquiátricas en su obra. Los estudios de pediatría, habitualmente incluidos en obras generales, se ocuparon de temas variados:
infecciones, parasitosis, afecciones cutáneas, malformaciones congénitas, la hidrocefalia, el raquitismo, las escrófulas etc; y en el tema de la
puericultura, adquieren relevancia todas las cuestiones relacionadas con
la lactancia, escribiéndose voluminosas monografías al respecto.
La epidemiología, sigue preocupando a nuestros médicos del siglo
XVIII estudiándose especialmente los catarros epidémicos, la viruela, el
“tabardillo” y la disentería, las tercianas de fiebre amarilla, la peste,
cuando aparecía algún brote en alguna región. Respecto a la viruela,
aunque hay testimonios sobre la práctica de la inoculación desde el año
1728, el método se difunde a partir de 1771.La vacunación llega a
España en 1799, finalizando el siglo.
Respecto a la Terapéutica Clínica, la controversia sobre la sangría
prosiguió durante el siglo XVIII. Y la utilización del agua como recurso terapéutico fue causa, asimismo, de polémica. De todos modos, el
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rasgo que mejor caracteriza la Terapéutica del siglo no es otro que el
afán por abandonar la compleja farmacopea tradicional revalorizando el
poder curativo de los productos que la naturaleza ofrece; en este sentido, se revitalizan los estudios sobre aguas mineromedicinales; se sigue
escribiendo sobre el uso de la quina, el antimonio y se importan nuevas
especies medicinales como “la ratania y la angostura”.
Existen buenos tratados de la farmacopea de la época y la primera
ordenación de los medicamentos, por iniciativas del Protomedicato, fue
“Farmacopeia Matritensis”, editada en 1739.
De muchas afirmaciones realizadas por Gaspar Casal en su obra,
puede deducirse su actitud científica general que nos parece honesta y
cargada de sensatez. En el propio prólogo de autor dice: “ Y aunque
conozco y confieso, que para escribir cosas útiles,y dignas de algún aprecio en
la Medicina, y penetrar sola la superficie de la abultada mole llamada
Naturaleza, es muy corto, débil y poco agudo el punzón del entendimiento
humano. Confieso también, que para referir sinceramente lo que cada cual
hubiere visto y palpado; del modo que pudo percibirlo; basta un juicio enemigo de mentiras, desnudo de ambición, y de amor propio y nada aficionado a
opiniones, sistemas, hipótesis y lógicas cavilaciones”
“Sin perder de vista estas reglas, que ofrezco guardar en esta pequeña historia, escribiré solo las cosas que tengo vistas y averiguadas de mis propias
experiencias: sin que detenga lo mucho y bueno, que los antiguos y modernos
nos han dejado escrito en sus apreciables obras.
Y, más adelante prosigue: “...escribiré con sinceridad, sin inclinar piedra
alguna hacia el hilo de mis ideas, ni opiniones; o sistemas inventados por
varios autores. Y remata su razonamiento de este modo: “... y al mismo
tiempo estoy viendo las notables mudanzas, que, desde los más antiguos filósofos y médicos, hasta el presente día, han padecido sus opiniones o sectas; pues
las que fueron veneradas como ciertas, claras y firmes, se vieron después abatidas, por falsas, oscuras y débiles”. Finaliza Casal el prólogo a su obra con
esta memorable afirmación: “La razón que he tenido para escribir esta
digresión, y advertencia, consiste en que deseo, que ninguno juzgue, que me
meto a tratar de las cosas físicas sin noticia ni estudio de ellas”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
En esencia Casal, en el prólogo de su obra, hace estas declaraciones
programáticas: el ser humano es muy limitado para arrancar los secretos de la naturaleza. De intentarlo, debe basarse en lo que ve y experimenta, prescindiendo de las opiniones de los demás y de los propios
prejuicios, pensando, además que el saber humano es efímero.
Objetividad y honestidad, serían las bases del conocimiento para Casal.
A través de la obra, realiza otras afirmaciones sobre la metodología
científica y algunas cuestiones afines que recogemos aquí de modo
ordenado. Son afirmaciones dispersas que el autor emite de vez en
cuando como para reafirmar sus principios. Agrupamos las citas en tres
grupos: la ciencia y la experiencia, la limitación del conocimiento y la
falacia de algunos.
A. Ciencia, experiencia y experimentación
Dice, cuando habla de “las aguas medicinales de este país”: “Pero, como
soy fino amante de la experiencia y enemigo capital de aquellas fruslerías
mentales, basadas sobre hipótesis y dogmas, cuya certeza se quedará por averiguar hasta la muerte de los médicos; no me atrevo a escribir una palabra
perteneciente a las causas de los referidos efectos, ni a los minerales o metales,
embrionados, o paridos de quienes procede la virtud de estas nuestras aguas
de Priorio, ni otras algunas; y así me contengo y contento sin referir las experiencias siguientes…”.
Hablando de los minerales, vegetales y animales de los que se sirve
el hombre para alimentarse o medicinales u otros fines, dice: “Pero en
verdad que (no siendo a costa de pruebas, experiencias y tiempo) nunca se
averiguarían las facultades, con que envenenan, sanan, agravian, aprovechan y producen increíbles efectos.
Hablando de su éxito con la aplicación de cantáridas, un vejigatorio
potente dice: “aseguro que no pretendo contradecir lo que escribieron aquellos insignes profesores... Es cierto, que a primera vista, parece que habían de
ser nocivas las cantáridas Pero en comparación de la experiencia, suelen valer
muy poco las razones y discursos”.
En la “Historia de algunas afecciones endémicas de esta región” afirma:
“Pero como para dar una relación más verosímil y clara de estas enfermedades, no creo procedente acudir al auxilio de raciocinios deducidos de otras espe-
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cies ya existentes, ni en ideas fundadas en hipótesis de los autores, sino más
bien a los fenómenos sensibles y que se manifiestan extrinsecamente, procuraré solo describir aquellas que he visto y aprendí de los mismos enfermos que
consultaban conmigo sus padecimientos”.
Concluye el apartado dedicado a “De la lepra en esta región”, así: “ Y
ahora, para concluir, debo afirmar que cuanto he escrito, lo hice con toda sinceridad y como testigo ocular”.
En el capítulo del “Tratamiento de las endemias”, afirma: “El mercurio, ya vivo, ya muerto; ya esta preparado de una manera o de otra, no altera esta afección; me han convencido de esta verdad un sin número de experimentos”.
Hablando del asma seco hidropiforme de los pulmones, separa su
experiencia de la ajena afirmaba: “De esta historia, que no constituí con
fragmentos de otras opiniones, ni comenté con lucubraciones, sino que la
fabriqué solamente con aquellos hechos que pude adquirir con improbo trabajo, a la clara luz de la práctica ejercida en cabecera de los enfermos podemos
deducir... Esto sin embargo, no lo puedo asegurar, porque no lo vi, pues aunque en esta ciudad hay muchos hombres sabios y amantes de los experimentos
físicos a quienes ciertamente agradaría la operación anatómica”…Casal lo
dice con suma claridad: él se fía de sus observaciones clínicas, y sobre
ellas teoriza. Pero para estar seguro de lo que dice tendría que tener una
autopría, último argumento de sus lucubraciones. Y sobre este asunto,
vuelve a hablar de nuevo más adelante: “No solo en la lectura de los libros,
sino también, y especialmente con la disección de cadáveres y otros experimentos físicos escribí esta fidelísima historia... Casal, como los médicos de su
época interesados por el discurso científico, ponían grandes esperanzas
en los hallazgos recíprocos.
La actitud de Casal, de fundamentar sus conocimientos en la experiencia, rebasaba las fronteras de la medicina.
Efectivamente en la “Historia del sucino o ámbar asturiano...” afirma: “Entre tantas opiniones como han emitido los escritores antiguos,
y entre las muchas y grandes dudas que aún existen en nuestros tiempos, a mi me aconteció, debido tanto a la casualidad como a mi solicitud, descubrir,ver y cavar con mis propias manos los terrenos, sitios,o
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
minas, donde se produce el sucino, y extraerle muchas veces el mismo
criadero en gran cantidad”. Pero, según él mismo afirma más adelante,
esto, le venía de lejos desde niño tanto por aprendizaje como por método; lo explicaba así:
“Acostumbrado desde niño, a examinar, distinguir y apreciar casi todas las
especies de cuerpos físicos, apenas vi la piedra conocí que era ámbar
(Succinum) puro y superior. Lo tomé inmediatamente con el fuego primero, y
otros experimentos después, me convencí de su pureza. Desde entonces, y sin
omitir ninguna clase de sacrificios,principié a indagar, ya por mi mismo,y
por otros, si existían minas o depósitos subterráneos de ámbar”. Esta cita,
abre un interesante interrogante ¿dónde hizo sus primeros estudios
Casal para tener conocimientos de Geología y mineralogía desde niño?.
Difícil, por no decir imposible, contestar a esta pregunta. Párrafos más
abajo, hace franco alarde de sus conocimientos mineralógicos. Primero
señala lo que no sabe, para después afirmas lo que si sabe.Y, siempre,
adoptando una actitud experimental: “Cuando hubimos extraído unas
sesenta onzas de ámbar, volvimos a la ciudad, y principiamos a reconocerlo
observando estrictamente las reglas y preceptos de la química, lo destilamos
en retortas de vidrio. Terminada la operación y hechas las separaciones y rectificaciones convenientes, obtuvimos un aceite purísimo, no solo en abundante cantidad, respecto del ámbar empleado, sino perfectamente igual en color,
olor, sabor, diafinidad y consistencia al que con el nombre de aceite rectificado clarísimo y selecto, se importa en nuestra región de Inglaterra, Batavia y
Francia... No completamos el texto del experimento; con esto, es suficiente para preguntarse: ¿De donde le venían a Casal estos conocimientos?. Por supuesto que tuvo contacto con boticarios importantes como
ya señalamos; y en este caso, llevó con él a otro experto, el jesuita
”Esteban López”, boticario del colegio que los jesuitas tenían en
Oviedo. Pero creemos que Casal tenía una formación que rebasaba lo
habitual en un médico de la época. Y su afición experimental lo llevaba
allí donde pudiese demostrar lo que pretendía, pues carecía de medios
para ello.
Lo explicaba de este modo: “Deseando examinarlos, fui a la platería de
mi amigo Francisco Cobian, y lo puse en vaso transcónico, y aplicándolo al
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fuego, principió a producir un humo sulfo-antimonial, de un hedor pestilento, intolerable, y nada dejó en el vaso más que una escoria negruzca, frágil y
sin residuo de metal, resultando que aquello que parecía oro, quedó en un
momento convertido en negro humo e inútil basura.
Y siguiendo con el ámbar y los afanes experimentales de Casal, llegó
a decir: “Como habréis comprendido, no consulté autor alguno para hacer esta
historia, porque en los asuntos de hecho, vale más un solo testigo ocular, que
afirme haberlo visto, que noventa y nueve, que lo pretendan probar con argumentos, conjeturas y razones tomadas de otros”.Y, párrafos más adelante,
insiste en este afán experimental... “que yo mismo he visto y tocado, pues se
hala muy cerca de la mina, unas lágrimas de ámbar, brillantes, puras y sin
corteza alguna...”. Remata la “historia del Succino” en la misma línea
argumental, esto es, la experimentación. Señala: “Estos fenómenos, y otros
muchos que resultan de la historia hecha, abren ancho campo a discusiones e
investigaciones físicas. Pero como, según dije antes, estas cuestiones absorberían un tiempo que necesito para el cumplimiento de mis deberes, y serían por
otra parte, demasiado oscuras e intrincadas, prescindo de ellas y doy fin a mi
obra con las palabras de Federico Risquio: «Sólo defenderé mis conclusiones con
la relación de los experimentos practicados, y solo afirmaré aquello que puedo
ver con los ojos del cuerpo; pues esta es la verdadera experiencia; pero aquellas
que necesitan para su examen los ojos del entendimiento, las dejo para los que
creen que los raciocinios son mas convincentes que los experimentos»”.
Curiosamente, Casal era tan devoto de Hipócrates que, creía que la
Medicina y sus aspectos filosóficos,teóricos de teoría del enfermar había
cambiado poco desde la época del gran maestro; sí reconocía que habían cambiado las ciencias auxiliares; lo decía así: “ Ya entonces (en sentir
de algunos prudentes y eruditos médicos, que registraron con diligencia los
escritos de aquellos, y de estos siglos, y cotejaron las doctrinas de unos, y otros
con lo mismo, que observaban en sus enfermos) estaba esta facultad tan adelantada en la substancia (dígolo así) como ahora:aunque en lo perteneciente
a la botánica, farmacéutica, química, y anatomía haya logrado después no
pequemos aumentos”. Lo que dice, lo cree sin dudar, pues lineas más
abajo, afirma: “ Y hablando lo que siento, digo, que tuvieron razón; porque
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
quien los mirare bien, encontraría en ellos todo lo que puede alcanzarse en el
poco adelantado arte de la medicina”.
Sirvan este largo número de testimonios para comprobar que Casal
era un científico quien basaba sus conocimientos tanto en la experiencia personal como en la experimentación.
B. El conocimiento médico
La primera cuestión que trataremos aquí es que, en opinión de Casal,
desde el puntos de vista práctico, todo está ya dicho y bien dicho.Lo afirmaba de este modo: “ Y finalmente, creo que como se sepa bien lo que escribieron los acreditados autores prácticos, no son necesarias nuevas reglas,doctrinas ni advertencias, para que los médicos juiciosos busquen el método más
seguro de gobernar, y aliviar, en el modo posible, a los afligidos enfermos y
también me parece imposible (moralmente hablando) escribir cosas útiles, que
no se hallen ya escritas.
Esta invitación a la mesura bibliográfica, enlaza con otro tema de
interés tratado por Casal: el exceso de publicaciones cuando no encierran verdades evidentes, invita al escepticismo, que se convierte en
independencia como en su caso. Decía: “Cuando yo miraba en algunos
autores el modo de averiguar los minerales de que resulta el calor, y virtud de
las aguas termales, juzgaba, que era lo mismo hacer pruebas con la flor de
malva, y otros simples, que descubrir ocultas verdades: Pero hoy, desengañado ya con dichas pruebas sólo pude conocer que corren con plaza de verdades,
muchísimas mentiras.
Para Casal, y ya hemos hecho referencia a ello, en el apartado anterior, el conocimiento médico es limitado. En “Las Reflexiones” de la
“Historia Físico-Médica” dice:
“Siempre he confesado, y ahora confieso de nuevo; que no es fácil ( si acaso
posible) que la corta capacidad humana llegue a conocer las causas especiales
de las enfermedades: pues, aunque concedamos, que, tentando, conjeturando,
experimentando, y descubriendo, pueda, alguna vez atinar,o tropezar con
ellas; nunca las comprende de modo, ni con aquella claridad que necesitábamos, para demostrar, sin recelo, ni duda, que ellas solas son las mismas que
andábamos buscando”.
124
2.Casal médico siempre y naturalista ocasional
Las cuestiones que aquí vamos a resaltar, ya fueron tratadas, de algún
modo, en líneas precedentes. Las retomamos a título de cierre final y a
modo de conclusiones:
A.Casal médico y científico
Casal, aún cuando reverenciaba a Hipócrates, era conocedor de la
medicina de su tiempo y era muy crítico incluso con el gran maestro;
que conocía la medicina de su tiempo, lo atestiguan sus citas bibliográ-
125
PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,...
Lineas más adelante, insiste en las limitaciones del conocimiento y
la praxis médica. Lo afirmaba así:.. “Pero pocos los enfermos que murieron:
lo que no pretendo atribuir al conocimiento, diligencia, ni asistencia de los
que profesamos el arte médico; sí a la menor malicia de las enfermedades: pues
el juzgar de otra manera, sería incurrir en la credulidad de los que piensan,
que proceden los médicos en sus curaciones, con tan seguras, y evidentes reglas,
como los arquitectos en la construcción, y reparos de sus edificios y fábricas…”.
A juicio de Casal, hipocrático convencido, debía huirse de lo novedoso, despreciando lo antiguo. Decía así: “Pero no tengo por conveniente,
que menospreciando, con el título de antiguallas, y dogmas voluntarios, las
veraces y firmes sentencias de aquel sabio protomédico, se atrevan a juzgar los
principiantes, que han de llegar a ser médicos útiles, solo con el estudio de
algunos escritores de la moda, No es original mío, este saludable encargo, si de
los mas excelentes profesores, cuyas obras corren al presente con los mayores
créditos.
En “El Apéndice” de “Tratado de las doctrinas y sentencias de
Hipócrates”, da un largo consejo a los médicos: que, sepan, incluso de
memoria las sentencias de Hipócrates, cotejando siempre la literatura
con la realidad; que es necesaria una larga práctica para un correcto
ejercicio de la profesión; y finalmente que sean libres, que no se adhieran a sistema médico alguno porque “no hallándose libre de todo cautiverio la razón, cuando intentare fabricar, y construir, saldrá a medida de su
idea; y acaso muy distante de el gobierno y economía de la naturaleza”.
Casal, científico nato, hablaba de lo que veía, comprobaba y experimentaba. He ahí su razón científica.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ficas y que era crítico, incluso con el sabio de Cos era evidente. Valga
una cita para corroborarlo:
“Prosiguiendo con mi idea (buena o mala; pues cada cual podrá tomarla
como gustare) y fiándome cada día menos de los dudosos juicios y confusos discursos de mi corto talento he solicitado por espacio de cuarenta y más años de
práctica ( no solo mediante la lectura y registro de los comentadores; si principalmente, buscando la verdad con la segura antorcha de diligentes observaciones) averiguar el legítimo sentido de el aforismo 44 de la sección sexta. A
esta solicitud me movió el deseo de conocer lo que Hipócrates quiso decir en el
citado texto. En larguísimo discurso demuestra Casal conocer a Hipócrates y a
todos sus comentadores antiguos y modernos. Remata una larguísima discusión así: “ Y así no es esto lo que me repugna, si el que Hipócrates quisiese decir
lo que en tantos años no hemos visto ni averiguado Galeno, Maroja, ni yo”.
Le diese o no le diese la razón a Hipócrates, pensaba y se llenaba de
razón.
Cabe preguntarse para cerrar definitivamente este asunto: ¿Cuál era
el perfil científico de Casal?. Lo hacemos, a modo de breve conclusiones.
1. Desconocemos su formación tanto general como científica
y médica.
2. A juzgar por los autores que cita en sus textos, conocía
tanto la literatura médica general como la de su época.
3. No nos cabe la menor duda de que una vez en Oviedo,
Feijóo compartió con él la cultura médica y científica de su
tiempo con frecuentes encuentros.
4. Probablemente Feijóo, le animó a escribir su experiencia
médica asturiana, cuyo producto final fue la Historia
Natural y Médica.
5. El que fuese admirador y seguidor de Hipócrates no le
impidió tener su opinión personal sobre cada caso que
veía. Hipócrates, era su gran esquema general de trabajo,
pero también leía a sus contemporáneos.
6. Su dedicación exclusiva mientras vivió en Asturias fueron
sus pacientes. Estamos seguros de que realizaban historias
126
127
PERFIL CIENTÍFICO DE CASAL,...
clínicas meticulosas la mayoría que luego utilizó para
redactar su obra.
7. Su obra no es un tratado sistemático de medicina. Es lo que
su título dice: La Historia Natural y Médica del Principado
de Asturias. Un compendio de patología regional.
8. A través de su obra, vemos que era un hombre de su tiempo, por más que fuese un hipocrático activo. En efecto, era
un seguidor de Boerhaave y otros clínicos de su época; y de
Sydenham manejando conceptos noxotáxicos de este
autor; “enfermedades agudas y crónicas”, “especies morbosas”etc. En esta dirección él llegó a describir “ la Pelagra”
9. Su método era estrictamente científico: recoger todos los
datos relacionados con la enfermedad (geografía física,
meteorología, etc) y con el paciente (antecedentes, seguimiento meticulosos hasta su muerte o curación)
10. Basaba sus juicios en el razonamiento personal, sin dejarse influir por nadie.
11. Decía siempre la verdad sobre el tratamiento realizado y su
efectos, fuese exitoso o no.
12. Tenía una fuerte convicción de que a la “Vix Medicatrix
Naturae” había que dejarla actuar.
13. Indudablemente poseía ideas erróneas tanto patogenéticas
como fisiopatológicas de la enfermedad, que eran muy
comunes en su tiempo, como lo serán en el futuro algunas
de las que ahora damos como válidas y de las que estamos
convencidos.
14. Estas ideas erróneas, él trataba de pasarlas por el tamiz de
su razón para validarlas en base a su experiencia.
15. Hay en su obra cuestiones que nos parecen llegadas de la
medicina popular (ejemplo de entrañas de erizo, utilización de caldos de víbora, uso de leche de mujer, administración de hueso humano molturado etc). Él trata de
racionalizar el uso de estas recetas, haciendo el experimento correspondiente, en ocasiones.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
16. Casal fue un médico humanamente ejemplar con sus
pacientes y compañeros basando sus saberes en los libros y
la atención médica meticulosa en larga experiencia presidida por el racionalismo y la experimentación cuando era
necesario.
17. Casal experimentó en algunos tratamientos y el discernimiento de algunas enfermedades humanas: el Visco
Corylino en las Alferecias, el uso de vejigatorios, el mal de
la rosa, el asma seco hidropiforme de los pulmones etc.
18. Mientras la humanidad exista, Casal será un médico
modélico al igual que su obra
Pero, no solo por describir por primera vez “el mal de la rosa” sino
por su obra entera.
Dicho lo anterior pasemos a sintetizar lo que Gaspar Casal fue como
naturalista.
B. Casal naturalista científico.
Ya señalamos, lineas atrás, que Casal era un naturalista de vocación,
sin que sepamos el origen de esta tendencia.
Analizaremos aquí, con brevedad, este asunto.
1. Desconocemos los orígenes de sus conocimientos en química, geología y otras ciencias de la Naturaleza, al margen
de su contacto personal con sabios naturalistas y botánicos.
2. La orientación general de la Historia Natural y Médica del
Principado de Asturias es esencialmente naturalista. Esto,
no era nuevo en la Historia de la Medicina, correlacionando la patología con el medio ambiente.
3. En la “ Historia Física Médica “ se ocupa de temas, que,
en esencia son objeto de las ciencias de la Naturaleza.
Algunos, los estudia y los describe; otros, los investiga.
4. Describe Casal aguas, piedras, minerales, metales, árboles,
plantas, vegetales, carnes comestibles, las sales, la atmósfera, los vientos temperamento propio del país, enfermedades endémicas del país.
128
5. Investiga Casal sobre las siguientes materias: Las aguas de
Priorio, y Fuencaliente y el sucinio o ámbar asturiano.
6. Las aguas de Priorio y sus posibles efectos mineromedicinales, fueron estudiados por Casal in situ, siguiendo consejo de expertos y utilizando la metodología empleada en
época (sal de tártaro, alumbre molido, agallas finas, cenizas de tártaro, cocinela). Completó estos estudios con un
boticario de la ciudad.
7. También examinó las aguas de Fuencaliente demostrando
que eran aguas ferruginosas
8. Investigó asimismo el sucino o ámbar asturiano, acudiendo personalmente a varios yacimientos (Beloncio,
Valdesoto), haciéndose acompañar por expertos, inspeccionando los lugares y tomando muestras y realizando los
estudios analíticos a su alcance.
9. Sus investigaciones fueron metódicas, modélicas y utilizando razón y conocimientos científicos de la época.
10. La actividad cientificonatural de Casal, aunque limitada es
ejemplar y hace referencia a su talante crítico y racionalista, basándose siempre en los conocimientos, la experimentación y el raciocinio.
Y finalizamos aquí, esta brevísima introducción al perfil científico de
Casal, médico y naturalista español del siglo XVIII.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
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Editorial. Madrid 1970.
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Madrid 1985
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129
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Alianza editorial. Madrid, 2005.
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Tomo LVI. Causas del atraso que se padece en España en orden a las
Ciencias Naturales. Pag 540. Madrid, 1952.
130
LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA Y SU
EJERCICIO PROFESIONAL EN EL
MUNDO OCCIDENTAL: DESDE LOS
INICIOS DE LA EDAD MEDIA HASTA LA
ÉPOCA DE GASPAR CASAL.
LUIS VICENTE SÁNCHEZ FERNÁNDEZ
FRANCISCO J. FERNÁNDEZ-GUISASOLA MUÑIZ
En la actualidad tanto el ejercicio de la medicina como la enseñanza de los propios estudios médicos son actividades que cuentan con
aceptable prestigio. Como este libro está dedicado a la figura del insigne médico Gaspar Casal vamos a exponer los aspectos más importantes relativos a la medicina desde la caída del Imperio romano hasta el
siglo XVIII, pues el doctor Casal estuvo contratado en calidad de profesional sanitario en diversos puestos en Oviedo, Asturias, entre 1720 y
1759. A su vez, en 1762 se publicó, de forma póstuma, su obra Historia
natural y médica del Principado de Asturias, que nosotros consideramos la
Topografía médica asturiana más importante desde el punto de vista
historiográfico.
El primer hito histórico que debemos de entender es cómo el bárbaro germano Odoacro dio fin en el año 476, tras una invasión militar,
al Imperio Romano de Occidente; tal acción representa la entrada de
Europa en la Edad Media. La nueva mentalidad de esta cultura teutónica se apoyó en los componentes de helenidad, monoteísmo y sociedad señorial. El pensamiento griego se mantuvo firme gracias al enrai-
131
LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
La medicina en la Europa medieval
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
zamiento de su potente ciencia y filosofía; la religión cristiana aportó la
tradición de Israel, con la comprensión de que el alma tenía una naturaleza espiritual o inmaterial, idéntico al pneuma de los griegos, de esta
manera razonaban que el hombre estaba hecho a imagen y semejanza
de Dios; así mismo el derecho romano conservó su frescura en la vida
civil y en los aspectos canónicos. Todo esto, más el “ímpetu vital” de los
germanos -en palabras de Laín Entralgo- impusieron una novedosa
forma de entender la vida y fueron los mimbres con los que se constituyó la Europa actual.
En lo que respecta a la medicina este periodo significó un retroceso
importante, tanto es así que los anglosajones la definen como “oscura”
o “tenebrosa”; ya que con esta nueva situación histórica, siglos V y XI,
se perdió el concepto técnico o racional en el ejercicio médico, categoría que había conseguido adquirir en la Grecia clásica primero y mantener con el galenismo del Imperio romano después; de esta manera el
saber actual quedó reducido conceptualmente a un nivel empírico o
mágico-religioso. Para que tengamos una idea de la pérdida del conocimiento referimos que los sanadores de la naciente Europa: ostrogodos, visigodos, francos, bizantinos o judíos, pasaron a manejar sólo
escritos de Hipócrates, Galeno1 y Celio Aureliano; para los remedios
curativos tenían de referencia a De Materia Médica de Pedacio
Dioscórides. Pero todo ello sin el soporte de racionalidad.
A partir de la mitad del siglo VI la medicina se desarrolló en el
ámbito de la religión cristiana. Como ejemplo ponemos al Monasterio
italiano Monte Cassino San Benito de Nursia, fundado en el año 529,
donde la actuación sanadora la desarrollaba el sacerdote médico; quien
pretendía cuidar a los enfermos sólo por caridad como si se tratase del
mismo Cristo sufriente2. También referenciamos a San Isidoro, obispo
de Sevilla, porque en la primera mitad del siglo VII escribió las
Etimologías; su libro IV dedicado a la medicina, a pesar de su simplicidad, sirvió de puente cultural e influyó de forma importante sobre los
clérigos europeos encargados de la sanación de los enfermos. Este
periodo de actuación recibe la denominación de Medicina monástica;
pero repetimos una vez más, su práctica se llevó a cabo sin racionalidad.
132
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LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
Con esta mentalidad, en la transición del siglo XII al XIII, se halla
Hildegard, abadesa de Bingen, Alemania, y autora de varios compendios de patología y terapéutica3.
Por tanto, la praxis médica de la Alta Edad Media quedó reducida a
una ayuda sólo por cuestiones de caridad cristiana a la vez que se esperaba una curación por la fe; como complemento recomendaban consejos dietéticos, el uso de ciertos remedios vegetales o la práctica de operaciones quirúrgicas mínimas como una flebotomía para la sangría, la
incisión de un pequeño absceso o la reducción de fracturas. El concilio
de Clermont, 1130, puso fin a esta forma de terapia al prohibir la práctica de la medicina a los clérigos. El médico seglar no desapareció pero
su ejercicio quedó en un ámbito restringido4.
1.- La Escuela de S aler no
En el siglo XI comenzó su andadura una institución médica de
carácter secular, se trata de la Escuela de Salerno, ubicada en Italia al
sur de Nápoles, su primer nombre era el de Collegium Hippocraticum.
Según la leyenda coincidieron allí cuatro médicos, uno hebreo, Helino;
otro griego, Ponto; otro árabe, Adela y finalmente uno latino, Salernus.
Las tareas realizadas en colaboración mutua eran las propias asistenciales junto con la formación docente de los médicos. El punto de máximo prestigio de esta Escuela se alcanzó durante el siglo XII gracias a las
traducciones realizadas de la medicina greco-árabe por el comerciante
Constantino el Africano. Merced a esta iniciativa se tradujeron unos
treinta libros. A tener en cuenta: Liber regius de Alí Abbas; el Viatucum
o “Medicina de los viajes” de Ibn al-Gazzar; los Libri universalium et
particularium diaetarum, el Liber de urinis y el Liber febrium de Isaac
Judaeus; Aforisnos hipocráticos; la Articella, un resumen diseñado para
estudiantes con textos hipocráticos, galénicos e islámicos; la Isagoge,
“Introducción a la medicina”, de Hunayn ibn Ishaq, apodado
Johannitius, un compendio de la medicina bizantina, árabe, judía y latina estructurado en tres capítulos: “cosas naturales”, “cosas preternaturales” y “cosas no naturales”; la Mikrotekhne de Galeno. Con ello esta
Escuela dominó la anatomía, gracias a las disecciones en cadáveres de
animales; la fisiología; la patología; la clínica; la farmacología y la ciru-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
gía y pudo dar a sus discípulos una enseñanza metódica y científica.
Sabiduría que inició la asimilación del galenismo y que se extendió posteriormente por toda Europa; de esta manera la medicina volvió a recuperar el llamado ars medica, “arte médico”, concepto técnico previamente perdido, que no es más que saber lo que se hace y por qué se
hace.
A la par de lo ocurrido en esta Escuela salernitana otros lugares
como el monasterio de Ripoll, la escuela de Sicilia o Toledo también
tuvieron conocimiento del saber greco-árabe. Haremos mención especial de la ciudad de Toledo, dentro de al-Andalus, por su gran Escuela
de traductores, máximo apogeo entre 1114 y 1187, donde se tradujo al
latín tanto la filosofía de Aristóteles como la de los libros médicos de
Hipócrates, Galeno, Rhazes, Isacc Iudeus, el Canon de Avicena o la
Cirugía de Abul Qasim, entre otros. Estas traducciones toledanas
modificaron por completo la expectativa médica al incrementar los
saberes clásicos; conocimiento que fue exportado a la Europa occidental y que sirvió como punto de partida para el desarrollo de la medicina y ciencia modernas5.
Rogerio II rey de Sicilia determinó en 1140 que para ejercer la
medicina era preceptivo un examen estatal. Más tarde un descendiente
suyo, Federico II, publicó en 1240 la primera reglamentación europea
en la que desarrollaba como se debían de llevar a cabo los estudios
médicos; para ejercer, aparte de ser aprobado por la Escuela de Salerno,
era obligatorio un año de práctica bajo la tutela de un experto sanitario.
Aquellos que no cumpliesen lo acordado serían excomulgados. Como
veremos a continuación las Universidades aceptaron de buen grado el
hecho e implantaron el modelo para expedir los títulos reglados.
2.- La const it ución de las Univ ersidades
En la transición del siglo XII al XIII el mundo feudal clásico europeo entró en crisis por el agotamiento de sus valores. La secularización
se fue imponiendo lentamente y el cristianismo mutó a nuevas formas;
de ahí la aparición de nuevas órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos. Así mismo, en las ciudades surgió una flamante clase, los
nacientes burgueses. En este nuevo ambiente bajomedieval comenzaron
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LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
a brotar las agrupaciones de maestros y discípulos, universitates magistrorum et discipulorum, las Universidades, instituciones que se van a
encargar de captar y trasmitir el saber. La importancia de sus funciones
provocó que fueran controladas muy pronto tanto por los monarcas
como por la iglesia; incluso llegó a ser preceptivo un privilegio pontificio para la enseñanza médica en los espacios regidos por la cristiandad.
La tradición del mundo clásico, inspirándose en Platón y Aristóteles,
despreciaba el trabajo manual por ser servil; por esta razón los médicos,
hombres de saber, alcanzaron rango universitario y los cirujanos fueron
excluidos, quedando reducidos a una ocupación meramente artesanal
por su formación y nivel social.
Las Universidades que constituyeron más precozmente las
Facultades de Medicina y emitieron el correspondiente título profesional fueron las de Bolonia y Padua en Italia, la de París en Francia y la
de Montpellier, ubicada dentro del territorio de la Corona de Aragón.
La más importante de todas estas resultó Montpellier; donde trabajó Bernardo de Gordon, autor prolífico de libros médicos, el de mayor
repercusión fue la obra de patología especial titulada Lilium Medicinae
“Lirio de la medicina” (1495). Así mismo, desde Bolonia Mondino de
Luzzi dio un paso importante al realizar disecciones de cadáveres
humanos, en 1316 publicó su Anatomía corporis humani, manual que se
mantuvo vigente como texto hasta el siglo XVI, momento en el fue sustituido por la Fabrica de Vesalio.
Imitando lo que se hacía en estos recientes centros de sabiduría,
entre los siglos XIII y XIV aparecieron otras Universidades en distintos
sitios de Europa: Oxford, Florencia, Salamanca, Cambridge, Nápoles,
Tolosa, Padua o Viena. El modo de organización universitaria era como
sigue:
- Facultad menor o de artes: Carácter preparatorio (3 años).
- Facultad mayor: Teología, Derecho y Medicina (5 años).
El método escolástico de enseñanza era exclusivamente teórico; el
profesor desde su chatedra, asiento elevado, daba su lectio, lección,
leyendo un texto médico clásico griego o árabe traducido al latín, luego
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
se comentaba entre los alumnos; por último intervenía el profesor para
resolver las quaestiones o problemas que planteaba.
En lo que respecta a los estudios de medicina el primer nivel de
aprendizaje era el de baccalarius o “Bachiller en Artes”, después continuaba tres o cuatro cursos más en la Facultad de Medicina y alcanzaba
el título de “Bachiller en Medicina”. Una vez finalizados los estudios
universitarios era necesario estar un año con un médico en ejercicio; con
ello quedaba autorizado para el ejercicio libre de la profesión.
Si quería alcanzar el grado de licenciatus y magister o doctor debía de
defender una memoria. En todo el periodo formativo se trabajaba con
textos traducidos del árabe al latín, primero por la Escuela de Salerno y
a partir del siglo XII por las obras que salían de la Escuela de
Traductores de Toledo; de esta manera manejaban: la Isagoge; la
Articella; el Canon de Avicena; el Liber ad Almansorem de Rahzes; la Ars
parva de Galeno; el Pronóstico de Hipócrates; el escrito De diaeta in acutis, el Colliget de Averroes; así como algunos libros de filosofía natural
aristotélica6. Otro libro a tener en cuenta es el tratado quirúrgico de
Guy de Chauliac.
Más adelante se añadieron unos manuales para la enseñanza de la
esfigmología y la uroscopia; para la anatomía usaban el libro de
Mondino de Luzzi. Así mismo, Taddeo Alderotti, Bolonia; Arnau de
Vilanova, máxima figura de la Europa bajomedieval, Montpellier, y
Pietro d`Abano, Padua, consiguieron elaborar desde la Universidad un
sistema escolástico inspirado en el cristianismo con tintes mitad galenismo arabizado mitad aviceniano. Desde sus cátedras explicaban la patografía bajo la forma de consilium, “consejo”; lo novedoso del proyecto es
que comenzó a tenerse en cuenta la experiencia clínica, el saber patológico y se inició la disección de cadáveres, aspectos que permitieron renovar la medicina en el ocaso de la época medieval, siglos XIV y XV.
Para acabar este apartado indicamos que durante este periodo de
Edad Media el ejercicio práctico de la medicina dependía del nivel
socioeconómico del enfermo. Los reyes, nobles y altos dignatarios eclesiásticos tenían a su servicio exclusivo médicos de cámara. Los pobres y
menesterosos eran recogidos en los hospitales, regidos por religiosos,
136
donde se practicaba una medicina de caridad. Los burgueses de la ciudad tenían un sistema intermedio domiciliario, atendido por el médico
de cabecera.
Con el inicio de la Edad Moderna surgió un nuevo modo de enseñanza; se trata de los “Colegios”, “Cofradías” y “Academias”, instituciones que fomentaban la investigación y donde los sabios se reunían para
comunicarse los conocimientos entre sí, a la par que se oponían a la
“Universidad” por el anquilosamiento que presentaba. La atención al
enfermo podía ser hecha por médicos con título universitario, por cirujanos no universitarios o por simples curanderos.
Para las ciencias en general y la medicina en particular la llegada a
Europa, concretamente a Italia, de manuscritos griegos debido al éxodo
de pensadores que huyeron de Constantinopla, tras ser tomada por los
turcos, motivó un ansia por analizar y comprender las fuentes originales del saber. Movimiento que recibió el nombre de Humanismo; la
imprenta fue clave para la difusión de este planteamiento. Es preciso
que apuntemos que la expulsión de los judíos acarreó una disminución
significativa en el número de profesionales sanitarios con menoscabo en
el cuidado de la salud.
En este momento comenzó una concepción distinta de la naturaleza y la primera disciplina que se independizó del saber galénico tradicional o arabizado fue la anatomía descriptiva gracias a los estudios de
Andrés Vesalio, quien en 1543 publicó la obra De humanis corporis
fabrica libri septem, donde exponía un conocimiento morfológico basado en las observationes, “observaciones”, mediante la disección de cadáveres humanos. Posteriormente la Universidad de Padua aprovechando
el aporte realizado por Vesalio mejoró el campo anatómico y quirúrgico; a su vez, perfeccionaron la materia farmacológica merced a la enseñanza de la botánica. Además en la enseñanza médica hospitalaria con
los aprendices se impuso el mismo principio de observación del caso
137
LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
La enseñanza de la medicina en la edad moderna
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
clínico; sistema que pasó a Leiden para extenderse luego por toda
Europa.
Esto es, gracias a la traducción directa de obras griegas se puso de
nuevo en valor la figura de Hipócrates y sus escritos: el Corpus
Hippocraticum7; además el análisis bajo la novedosa visión de la referida
observación se realizaron necropsias y se diagnosticaron una serie
“enfermedades nuevas”; etapa que recibió el nombre de galenismo
“hipocratista”, pensamiento que se mantuvo de la mano de Jean Fernel,
Luis Mercado o Francisco Vallés, y que dio importancia a Hipócrates
sin cuestionar los postulados de Galeno8. También referimos que con
las plantas del Nuevo Mundo se incrementó la terapéutica con remedios vegetales, aquí tenemos las aportaciones de García da Orta,
Cristóbal de Acosta y Francisco Hernández, continuadores de la obra
de farmacología de Nicolás Monardes Historia medicinal de las cosas que
se traen de nuestras Indias Occidentales.
A finales del siglo XVI, tiempo de confusión médica por la pugna
mantenida entre los que pretendían dar vida al galenismo tradicional y
los que no, surgió la figura de Paracelso9, médico alquimista que planteó una revolución médica al romper con la medicina tradicional galénica.
La Reforma protestante favoreció esta nueva postura de ruptura; sin
embargo la Contrarreforma católica fomentó el retorno al galenismo
tradicional. Rivalidad que se mantuvo abierta hasta que en la segunda
mitad del siglo XVII comenzaron a elaborarse los sistemas médicos
modernos con un incremento en el interés por la anatomía, la potenciación de la cirugía y de la botánica, así como la perfección en la observación clínica. A partir de estos momentos Europa siguió una trayectoria rica en ciencia y medicina; los países que marcaron la tendencia fueron Francia, Inglaterra y Alemania. En concreto la Facultad de
Medicina de Leiden, en los Países Bajos, pasó a ser la más avanzada,
donde Franz delle Boë (Sylvius) principal fundador del sistema
Iatroquímico, primera corriente médica del mundo moderno, y seguidor de la teoría circulatoria de Harvey consiguió que le instalaran un
laboratorio químico para la docencia práctica; el primero del mundo10.
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LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
La crisis de la iatromecánica y de la iatroquímica impulsó un nuevo
sistema que recibió la denominación de vitalismo; vía intermedia entre
el mecanicismo y el animismo para explicar los fenómenos fisiopatológicos, así como la consistencia de la vida. Pensamiento coincidente con
la Ilustración y que se desarrolló especialmente en las Universidades de
Montpellier, de Edimburgo y en otras alemanas. Durante el último
cuarto del siglo XVII, a la sombra de una mentalidad antisistemática,
se formuló el concepto inductivo de “especie morbosa” o entidad nosológica basada en la ordenación de los casos que marcase la experiencia
clínica según los síntomas principales de la enfermedad; concepto básico de la patología moderna y núcleo del programa desarrollado por el
médico inglés Thomas Sydenham (1624-1689)11.
Hermann Boerhaave (1668-1738) apoyó su docencia en la
Universidad de Leiden en una conjunción de equilibrio entre la crítica
al sistema iatroquímico, junto con el programa de Sydenham y la tradición de la enseñanza clínica que se daba en Padua; consiguió exportar
el modelo a otras universidades europeas. En estos momentos citamos
a nuestro personaje central, Gaspar Casal (1680-1759), médico que en
la actualidad podemos calificar como nosógrafo clásico al describir por
primera vez una enfermedad de carácter carencial bajo la denominación
de “mal de la rosa” o pelagra.
Un postrero apunte para comentar que el siglo XVIII se denomina
“el siglo de los cirujanos”, pues su calidad en el saber se dignificó y
pudieron igualarse en prestigio a los médicos. El motivo de tal mejora
fue debido a que la baja formación de los cirujanos resultaba un inconveniente importante para la nueva organización del ejército, la navegación o el comercio. Por lo que los estados decidieron realizar una buena
enseñanza profesional quirúrgica, especialmente la anatomía topográfica; aspecto que se llevó a cabo en centros extrauniversitarios, en Francia
en la Escuela Práctica de Cirugía y en España en los Reales Colegios
de Cirugía de Cádiz, Barcelona y el de San Carlos en Madrid.
Finalmente la materia pudo entrar en la Universidad; no obstante, su
práctica quedó dividida en dos niveles, por una parte los universitarios
o cirujanos latinos, en el otro extremo estaban los cirujanos romancistas,
o vulgarmente llamados “sangradores”, antiguos practicantes, sin estudios reglados.
El modo en la asistencia hospitalaria, debido a la secularización
social, sufrió una revolución ya que se cambió el concepto de caridad
por el de filantropía. Además, de manera paulatina se consiguió una
medicina racionalizada. Con los Ilustrados se construyeron los llamados “hospitales generales”; momento clave pues, aparte de la propia
tarea de la curación, se inició una auténtica “medicina científica” gracias
a la investigación y a la enseñanza de la profesión dentro de la propia
institución.
A pesar de todos estos avances el médico, salvo raras excepciones, no
gozaba de buena reputación social; véanse las críticas hechas por
Molière acerca de su pedantería12.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Preparación médica en España
El inicio de control, tanto de la enseñanza de la medicina y de la cirugía como del ejercicio profesional, dentro de nuestra cultura fue ideado
por los Reyes Católicos al constituir en 1477 el Tribunal de
Protomedicato13. Debemos de referir, puesto que estaban perfectamente
integrados en nuestra cultura, que los musulmanes españoles siguieron
formándose en sus centros propios; lugares que recibían el nombre de
madrassa, una vez finalizada esta etapa estaban un tiempo con un médico experto. Así mismo, los judíos aprendían medicina en sus aljamas.
Felipe II en 1580 mantuvo la vigencia de este Tribunal; no obstante, dispuso que el examen de suficiencia consistiese en una prueba teórica y otra práctica, en este caso en un hospital. Del mismo modo,
quedó establecido que los médicos, boticarios y cirujanos quedasen protegidos por la advocación de San Lucas y de los Santos médicos Cosme
y Damián. Bajo el gobierno de este monarca el país entró en crisis por
el temor, entre otros aspectos, a que se instaurase en sus territorios la
herejía. Ante este principio se publicó una pragmática en 1599, en ella
prohibía a sus súbditos salir de sus reinos bajo ningún concepto. A partir de entonces la enseñanza médica quedó anclada en la
140
141
LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
“Contrarreforma” y el galenismo pasó a ser la única opción válida, el
representante español más importante de esta corriente fue Luis
Mercado (1525-1611), catedrático de la Universidad de Valladolid y
autor de Institutiones medicae e Institutiones chirurgicae, manuales seleccionados para superar los exámenes fijados por Protomedicato.
Una particularidad positiva para España e Italia era que ya en la
época renacentista tenían cátedras de cirugía en las Universidades más
importantes y, junto a los cirujanos propiamente dichos había médicos
titulados que se dedicaban a la cirugía. Hasta mediados del siglo XVI
el libro más importante de cirugía era el, ya referenciado, tratado de
Guy Chauliac. A partir de este momento debemos citar a Francisco
Arce, Andrés Alcázar y Dionisio Daza Chacón con formación de galenismo arabizado; todos publicaron libros sobre cirugía que incluso
tuvieron repercusión internacional14.
Con la entrada en el siglo XVII la situación española se mantuvo
idéntica ya que Felipe III, en 1617, a través de otra pragmática pretendía limitar la enseñanza de la medicina sólo a las Universidades de
Salamanca, Alcalá y Valladolid. Además recomendaba que para la preparación de médicos “los Catedráticos lean la doctrina de Galeno,
Hipócrates, y Avicena como se solía hacer antiguamente”; así mismo,
aún estaba vigente el tratado de medicina de Bernardo de Gordonio15.
De esta manera se truncó la trayectoria de las Facultades de Medicina
con un impedimento claro a la llegada de las novedades de la fisiología,
de la patología moderna o de la terapéutica iatroquímica.
A pesar de este ostracismo las Universidades españolas fueron incrementando el número. Pues a las ya citadas anteriormente, se van
sumando las de Valencia, Madrid, Valladolid, Barcelona, Lérida,
Zaragoza, Huesca. Más tarde aparecieron las de Alcalá, Sevilla,
Granada y Santiago; igualmente se crearon otras llamadas “menores” en
Toledo, Sigüenza, Osuna, Gandía, Orihuela, Almagro, Irache, Estella y
Oñate.
La llegada del siglo XVIII, con los Borbones en el gobierno de la
nación, coincidió con la mentalidad ilustrada que en materia médica
retomó las ilusiones de los “novatores”. Este inquieto movimiento esta-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ba encabezado por Juan Bautista Juanini, médico de origen milanés y
del valenciano Juan de Cabriada, profesionales que denunciaron el atraso científico español e intentaron hacerse cargo de los avances médicos
con oposición simultánea al pensamiento galenista de la mayoría.
Con el fin de paliar las referidas deficiencias se permitió la salida al
exterior para formarse adecuadamente; de igual manera contrataron
científicos europeos para que dirigiesen nuevas instituciones y se retomasen las tareas de investigación. Con este pensamiento la enseñanza
de la medicina comenzó una regeneración; así antes de que finalizase la
centuria se reformaron las Universidades de Sevilla, Salamanca, Alcalá,
Valladolid, Santiago, Huesca y Granada y Valencia.
La vestimenta de nuestros médicos ya con título académico, buscaba la pretensión de distinción social; de esta manera portaban “ropilla
larga”, capa o ferreruelo, gorra para cubrir la cabeza, en las manos llevaban guantes y una sortija con el distintivo profesional específico para
demostrar que no realizaban trabajos manuales; por cuestión de dignidad la mayoría portaba barba. Los retratos burlescos realizados por
Quevedo y Lope de Vega ponían al día la falta de preparación científica para tratar adecuadamente las enfermedades y de cómo el aspecto
externo soberbioso y su lenguaje rebuscado tapaba la ignorancia en el
dominio real de la profesión16.
1.- L os est udios médicos en la Univ ersidad de O viedo 17
Asturias mantuvo un aislamiento global del resto de España desde
tiempos inmemoriales, la ausencia de una buena salida por carretera
hacia la Meseta castellana atestigua lo dicho. Además los escasos caminos comarcales existentes estaban impracticables la mayor parte del
año. Aislada y empobrecida, así era nuestra región. La carencia en el
aspecto sanitario la dejó perfectamente reflejada Gaspar Casal, cuando
indicaba que “en todo el Principado de Asturias somos cinco médicos;
uno en Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en esta ciudad
de Oviedo”. Es por ello que la medicina popular con un sinnúmero de
curanderos reinase entre los asturianos.
El ovetense Antonio García-Valdés Robledo, cura en la provincia de
Aymares, obispado de Cuzco (Perú), tiene el honor de ser la primera
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LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
persona que pretendió paliar esta deficiencia sanitaria, a tal fin en 1689
ofreció 25.000 pesos para dotar a la Universidad de cuatro cátedras de
Medicina, Cirugía y Retórica. Intento fallido.
Posteriormente en 1738 la ciudad de Oviedo contrató a un cirujano
latino, de origen francés, llamado Jean D´Elgart, quien presentó al año
siguiente una memoria a la Junta General del Principado para crear una
cátedra de Anatomía y Cirugía. Segundo fracaso. Dionisio Abadie, otro
cirujano francés, planteaba en 1769 la creación en Oviedo de una
Academia de Anatomía y Cirugía; se desechó por falta de medios. En
1781 Nicolás Rivera, Procurador General y comisionado por el
Cabildo, el Ayuntamiento y la Universidad solicitaba de nuevo la constitución de dos cátedras de Medicina y otras dos de Cirugía; quedaba
estipulado que las enseñanzas las desarrollarían los médicos del Cabildo
y de la Ciudad. No hubo respuesta.
En 1784 el obispo de Oviedo, Agustín González Pisador, comunicaba la disposición de donar cien mil reales para que con los intereses
generados, 3.000 reales anuales, se creasen dos o tres plazas. La
Universidad de Oviedo solicitó al Consejo de Castilla la aprobación
pertinente y la Sala del Gobierno del Consejo, con Campomanes de
Presidente, accedió a tal propósito el 9 de marzo de 1786; pocos meses
después se iniciaron por fin los estudios de medicina en la Universidad
de Oviedo.
Los titulares que ocuparon las primeras cátedras de Medicina fueron
el cirujano del Cabildo Francisco Roca Puyol que se hizo cargo, sin
sueldo, de la de Anatomía, Antonio Duran y Moreda, médico del
Cabildo ovetense, ocupó la de Prima y Bernardo García-Jove, médico
titular de la ciudad de Oviedo, asumió la tarea en “Vísperas de las
Instituciones Médicas Boerhaavianas”. Nos consta que por estas fechas
se solicitó la creación de más asignaturas.
El plan de estudios seguido fue el que llevaban a cabo en Salamanca;
es decir, para la enseñanza de la Anatomía siguieron el Compendio anatómico (1710) de L. Heister y la Anatomía completa del hombre (1728) de
Martín Martínez; así mismo para las dos cátedras de Instituciones
médicas utilizaron las obras de Boerhaave y los comentarios de un dis-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
cípulo suyo, van Swieten, titulado Commentaria in Hermanni Boerhaave
aphorismos, de cognoscendis et curandis morbis (1742-1776). El profesor
Álvarez Antuña comenta que la enseñanza dada resultaba escasamente
evolucionada. No obstante, intentaba cierta modernidad en los programas y en las fuentes doctrinales, pero les faltaban las ciencias básicas y
sobre todo la medicina práctica y la cirugía topográfica que era por
donde avanzaba la ciencia médica del momento.
Una R.O. de 22 de enero de 1800 suprimió la enseñanza en todas
las Universidades del reino; la tarea de formación respectiva quedaba a
cargo de los Reales Colegios. Los acontecimientos sociopolíticos de la
centuria provocaron unos cambios gubernamentales de manera que un
R.D. de 23 de agosto de 1801 anuló lo hecho anteriormente y se recuperaron de nuevo las Facultades de Medicina existentes.
La Universidad de Oviedo intentó reemprender los estudios médicos, pero la quiebra del Banco de los Cinco Gremios, donde se había
depositado la dotación fundacional de cinco mil duros, fue una losa
difícil de superar por lo que en 1806 dejaron de impartirse las enseñanzas. En 1817 se invitó a todas las instituciones asturianas para retomar
los estudios y así ocurrió entre 1817 y 1825, para cesar alcanzada la última fecha, ya de forma definitiva. En 1897 el Rector Aramburu pidió
apoyo a la Diputación y al Ayuntamiento para que aquellos asturianos
que quisiesen hacer carrera médica pudiesen al menos cursar en Oviedo
los estudios preparatorios. Propuesta baldía, pues no se pudo hacer nada
hasta la época contemporánea.
Para finalizar indicamos que Gaspar Casal estuvo trabajando de
médico en Oviedo entre 1717 y 1751. Sabemos de sus inquietudes
científicas, pues escribió la monografía ya citada líneas atrás. A su vez,
era amigo del Padre Benito Jerónimo Feijóo, personaje muy influyente
en aquellos momentos, con quien compartió muchos momentos de
intimidad en la celda del benedictino. Sin embargo, nos extraña que no
haya planteado nunca cuestiones acerca de la docencia o de la forma-
144
ción médica, siendo como era tan consciente del atraso que tenía
Asturias en la época que él ejerció en la región.
BIBLIOGRAFÍA:
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ovetenses en las postrimerías del siglo XVIII. Los orígenes de la enseñanza de la medicina en Asturias”. En: 400 (1608-2008) Tradición de
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145
LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
López Piñero, J.Mª (2002) La medicina en la historia. La Esfera de los
Libros. Madrid.
1 Galeno de Pérgamo, II d.C. actualizó los conceptos más importantes de Hipócrates, V
a.C. y mantuvo que la enfermedad era un desorden de los humores (sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema o pituita); su su pensamiento se fue actualizando en la cultura
bizantina, en el islam y en la Europa occidental. El binomio Hipócrates-Galeno se
mantuvo vigente hasta el siglo XIX. La medicina moderna es el resultado de derrumbar estos principios.
2 Otros monasterios europeos importantes fueron: San Gall, Poitiers, Lisieux, Soissons,
Lyon, Reims, Fulda, Reichenau, Bobbio, Cremona y Vicenza.
3 López Piñero, J.Mª (2002) La medicina en la historia. La Esfera de los Libros. Madrid,
pp.136-139.
4 Laín Entralgo, P. (1982) Historia de la medicina. Editorial Salvat. Barcelona, pp.146-154.
5 Laín Entralgo, P. (1982) Op. cit., pp. 156-160.
6 De todos estos libros citados uno de los más importantes de la época medieval, tanto
musulmana como europea, fue el Canon de Avicena (Ibn Sina, 980-1037); texto que compendiaba la medicina de Galeno. Con él se divulgó el denominado “galenismo arabizado”,
además fue una pieza clave para la enseñanza de la medicina. Mantuvo su vigencia hasta
el Renacimiento.
7 Conjunto de unos cincuenta escritos que se han atribuido a Hipócrates y a su escuela. La
mayor parte de ellos están redactados entre los siglos V y IV a.C.
8 Laín Entralgo, P. (1982) Op. cit., p. 200.
9 Este médico suizo de nombre real Theophrastus Bombast von Hohenheim (1493-1541)
rechazó en 1527, con una quema pública de libros clásicos antiguos, el galenismo tradicional. Así mismo, actualizó el concepto de curación por medio de la naturaleza de
Hipócrates y planteó que con el desarrollo de la alquimia se podían encontrar nuevos
remedios curativos específicos para cada enfermedad, los “arcanos”.
10 López Piñero, J.Mª (2002) Op. cit., p. 299.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
11 López Piñero, J.Mª (2002) Op. cit., pp. 352-362.
12 López Piñero, J.Mª (2002) Op. cit., pp. 409-410.
13 Este tribunal se creó a semejanza del constituido por Juan II de Castilla en 1422. Con
esta misma fecha se estipuló que los enfermos de lepra quedaban recluidos en las leproserías. Granjel, L.S. (1980). La Medicina Española Renacentista. Universidad de Salamanca,
p. 74.
146
14 En concreto la Universidad de Valencia dotó en 1501 una cátedra de cirugía; por tanto se
trata de una las primeras cátedras quirúrgicas de Europa. LÓPEZ PIÑERO, J.Mª (2002)
Op. cit., pp. 242-258.
15 Granjel, L.S. (1978) La medicina española del siglo XVII. Universidad de Salamanca, p. 44.
16 Granjel, L.S. (1978) Op. cit., pp. 77-92.
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LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA...
17 Ante la carencia documental existente este apartado es un resumen del magnífico trabajo realizado por el Profesor de Historia de la Medicina, Víctor Álvarez Antuña, para la
exposición del Cuarto centenario de la Universidad de Oviedo. ÁLVAREZ ANTUÑA,
V. (2008) “Fulgor y muerte de los estudios médicos ovetenses en las postrimerías del siglo
XVIII. Los orígenes de la enseñanza de la medicina en Asturias”, en: 1608-2008.
Tradición de futuro. Exposición cuatro siglos de historia de la Universidad. Universidad de
Oviedo.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
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RAÍCES HIPOCRÁTICAS DE LA
HISTORIA NATURAL Y MÉDICA
DE GASPAR CASAL.
Hay una clara influencia de Hipócrates en la Historia Natural y
Médica del Principado de Asturias. Pero la obra casaliana se hace personal y propia en un producto depurado, corregido y aumentado, que
resulta de someter las viejas doctrinas a un continuado toque de meditación refrendado por la experiencia. Parece que la filosofía de su actitud sanadora estuviese señalada en el primero de los Preceptos del sabio
griego cuando recomienda que “el que practique la medicina no se atenga a una teoría creíble en principio, sino a la experiencia razonada”. Así,
Casal fue consciente de los errores anatómicos y fisiológicos del Padre
de la Medicina; y sabía que la patología humana no podía reducirse a la
pura alteración de los humores y a sus posibles percances; pero intentó
en todo momento expurgar sus teorías de extraños contenidos religiosos, persiguiendo siempre una indagación razonada y lógica de los fenómenos. No obstante, la fidelidad de Casal a Hipócrates se detecta fácilmente comparando la similitud descriptiva de muchos cuadros patológicos o la valoración de síntomas aislados observable en las dos obras.
La Eucrasia, o mezcla armónica de los cuatro humores que componen el organismo (sangre, flema, bilis y atrabilis), se altera (discrasia) al
sobrevenir la enfermedad. El trasiego anormal de los humores crea
manifestaciones –nacimiento del síntoma- en la región que abandonan
149
INFLUENCIA DE HIPÓCRATES...
VENANCIO MARTÍNEZ SUÁREZ
CARMEN JUNCEDA MORENO
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
o en aquella en la que se vierten. Los humores “crudos” en su estado
normal se tornarían “cocidos” con la fiebre y se separarían o descargarían en la crisis. Vómitos, diarreas y destilaciones, son el esfuerzo del
cuerpo para expeler los malos humores y devolver al individuo enfermo
la armonía que es la salud y la eucrasia. El organismo- deduce Casal- es
su propio médico y hay que ayudar a la naturaleza y no entorpecer su
potencia medicatriz. Por eso su terapéutica es tantas veces expectante y
fiel al “primum non nocere” del maestro.
Veamos algunos párrafos de Don Gaspar que denuncian esta ascendencia hipocrática: “Las partes superficiales del cuerpo, y especialmente las piernas, son los más oportunos emuntorios de que la naturaleza
por sí misma, sin ayuda ni socorro del arte, se sirve para depositar y
expeler aquellos superfluos y morbosos jugos, que en lo interior del
hombre causarían gravísimos estragos”. Nótese aquí su fe en la “vis
medicatrix naturae” (“la naturaleza sin ayuda del arte”) y su creencia de
que muchas erupciones, como la sarna, “al salir hacia fuera” y mostrarse como remate de ciertas enfermedades, son el final de la discrasia. En
otro pasaje dice que “el vicio de poca pureza en las entrañas, ya sea por
obstrucciones escirrosas, ya por malos humores embebidos en ellas, o ya
por corruptela de su misma substancia, es causa de que se fabrique una
mala sangre, que distribuida por el cuerpo, embaraza la conveniente
nutrición y aumenta la no conveniente”.
La doctrina hipocrática adquiere en Casal un concepto dinámico. Si
la enfermedad era alteración humoral y, si acaso, anatomía alterada, ahora
podía ser también fisiopatología. Los órganos del cuerpo desarrollan funciones específicas. Admitir que existe entre todos ellos “grande simpatía
y conexión”, equivale a aceptar la unidad funcional del organismo. La
tesis patogénica parece querer engranarla con las siguientes palabras: “Es
imposible que las curaciones vayan arregladas al interior mecanismo del
cuerpo humano hasta que los médicos, con tanta caridad como tienen en
su arte los excelentes relojeros, lleguen a conocer el número, tamaño, figura, disposiciones, oficios, movimientos, conexiones y demás requisitos, de
cuantas partes sólidas y líquidas lo componen y lo conservan sano; y aún
esto no sería bastante, sin que al mismo tiempo lograsen ciencia cierta de
150
151
INFLUENCIA DE HIPÓCRATES...
todas las causas capaces de perturbar y pervertir el orden y armonía, con
que deben concurrir dichas partes, para que las funciones naturales se
celebren con la perfección que se les debe”.
Casal sigue la moda clásica en la aceptación de las causas de enfermedad, creyendo en la participación de factores constitucionales o
internos (inferioridad de los órganos como en las caquexias, destilaciones anormales de los mismos como en los bocios) y en la no menor de
causas naturales externas tan traídas y llevadas por Hipócrates (vientos,
lluvias, aguas, terrenos, frío, humedad, calor y alimentos), embrión de la
moderna meteoropatología. En el Libro I De las Epidemias del maestro griego, se dice: “En la isla de Tasos hubo en el otoño, por el tiempo
del equinoccio y de las Pléyades, abundantes, suaves y sostenidas lluvias,
porque dominaba el tiempo sur. El invierno fue seco, con viento sur
dominante y poco viento norte...”. Y Casal inicia así su descripción de
las epidemias de 1719 y 1721: “Desde el año 1719 hasta 1721 predominaron mucho los vientos australes en este país de Asturias; y especialmente en el otoño de 1720 fueron continuos hasta el 25 de diciembre;
pero desde este día, trocándose los tiempos de muy calientes a sumamente fríos, vinieron unos hielos tan penetrantes que, con especialidad
por las noches, no había tolerancia en los vivientes para resistirlos”.
Comenta la relación entre una epidemia de viruela y “los vientos
ábregos, tan violentos que movían los edificios, y las nieves con carámbanos en los tejados de una vara de largo”. Y tanta importancia concede a los accidentes atmosféricos que no falta el capítulo en el que, en
indisoluble maridaje, “prosigue la historia de las enfermedades y del
tiempo”.
Hace una minuciosa cronopatía de la tuberculosis, observando la
acumulación de las defunciones en los meses de marzo y abril, anticipándose a las teorías de los flaqueos primaverales de la inmunidad en
los tísicos y sus consecuencias.
Casal intuyó, con admirable clarividencia, la existencia de causas de
enfermedad más eficaces que “aquellas que los sentidos corporales perciben en la atmósfera y en los productos del suelo”. Habla de “mínimos
átomos que componen y constituyen dichos miasmas o venenos” pre-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
sintiendo, con más de un siglo de anticipación el nacimiento de una
nueva rama –la Patología Microbiana- en el frondoso árbol de las especialidades médicas. Como si hubiera leído al escritor romano Terencio
Barrón –escribe Jesús Martínez- cuando señala cómo “en los lugares
húmedos se originan animales en extremo pequeños, que no se alcanzan a percibir con los ojos, y que con el aire que respiramos entran en
el cuerpo y causan grandes enfermedades”, intenta penetrar un hito más
en el misterio, sin despejar el interrogante de sus “ocultísimas configuraciones, contexturas, movimientos y disposiciones”.
Pero el apogeo de su celebridad mundial lo alcanzó con el reconocimiento de la “especie morbosa” que describe impecablemente con el
nombre de Mal de la Rosa, y que hoy se denomina pelagra o avitaminosis P-P, originada por una carencia en la dieta de una vitamina identificada como ácido nicotínico. No tiene menos mérito su presentimiento manifiesto de que la afección pudiera ser debida a un régimen
alimentario anormal o deficitario. La lectura reflexiva de su “Tratado de
las endemias” no deja lugar a dudas acerca de la visión profética de
nuestro clínico eminente. Todo suena a vitaminología cuando habla del
“fermento, o llámese como quiera, que constituye la causa próxima de
esta enfermedad”. Algo, pues, pequeño, insignificante, pero con notables efectos sobre la nutrición. Parece dar por sabida la naturaleza de la
pelagra al afirmar que “el cambio de los alimentos ordinarios por otros
más substanciosos y alimenticios, era utilísimo para disminuir esta
enfermedad”. Sólo le falta a Casal asistir con Goldberger a la reproducción experimental de la enfermedad en los penados sometidos a dietas
carenciales, compartir con Elvehjem el emocionante proceso de la síntesis química del ácido nicotínico, y llegar a saber los miligramos de
substancia nutritiva contenida en las vísceras de animales, en la carne,
en el pescado, en los tomates y en los guisantes –alimentos que curarían el Mal de la Rosa en mínimo aporte diario- y su ausencia total en la
harina de maíz, en el tocino y en algunas frutas que tanto consumían
sus desconsolados pacientes.
A la hora de la prescripción Casal ejerce la terapéutica abstencionista de Hipócrates para no estorbar el curso de la naturaleza. Estimula,
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INFLUENCIA DE HIPÓCRATES...
en todo caso, sus propios recursos curativos con dietas y hábitos higiénicos adecuados y se muestra discreto en el empleo de purgas, sangrías
y enemas, distanciándose un tanto de su utilización casi sistemática por
el maestro. Pero no duda en ensayar toda suerte de remedios cuando se
encuentra desarmado ante una grave enfermedad. En una epidemia de
tos ferina acaecida en Oviedo en 1724, aplica diez y ocho tratamientos
distintos ansioso por encontrar una solución a la grave epidemia que
únicamente produjo –confiesa con cierta satisfacción- una defunción
por cada diez niños enfermos.
Pero donde mejor exhibe su arsenal terapéutico es cuando se rinde
incapaz ante la hecatombe orgánica del asma hidropiforme de los pulmones: “No cede ni con las cisuras en la vena, hechas en forma y lugar
según las reglas metódicas; ni la rígida índole de la enfermedad se mitiga con antiespasmódicos; ni la causa que la produce disminuye con
vomitivos catárticos o discráticos; ni se mitiga su furor con paregóricos;
no se ensanchan los conductos de la respiración con los expectorantes;
no se moderan con anodinos los violentísimos sacudimientos del pecho
ni el descanso del sueño es duradero sin próximo peligro de asfixia; los
desordenados movimientos del corazón y las arterias no se regularizan
con cordiales; la frecuente debilidad de los enfermos, les postra sin
poder reponerse; la dureza y sequedad de los pulmones no se suavizan
ni humedecen con fomentos; no se cura con bálsamos la lesión interna;
no apagan su ardiente sed las aguas nitrosas, ni con vejigatorios ni con
corrimientos se modera la ansiedad del pecho; ningún cocimiento ni el
mismo mercurio, producen efecto; pues en algunos se ha aplicado éste,
creyendo que con la enfermedad había alguna enfermedad venérea y no
he obtenido resultado alguno”. A todos estos ensayos para aliviar el
dolor ajeno añadía Gaspar Casal un poco de fe y un mucho de amor. Y
si no ganaba los cuerpos, siempre ganaba el pobre corazón de los agradecidos enfermos.
Gaspar Casal fundamenta toda su filosofía médica, sus conocimientos y hasta su ética y estilo profesionales, en la obra de Hipócrates al que
llama admirativamente “el grande”, “el doctísimo” y el “sublime”.
Muchas veces habría pasado rendido por el cansancio del trajinar dia-
rio leyendo y releyendo las obras del maestro cuya relación el mismo
nos dejó consignada: Morbis popularibus, Aëre, aquis et locis, De dieta, De
Natura Humana, De Veteri Medicina, De Epidemias, De Morbus Sacer,
Constitutione temporibus, De interna affection, De medicamentis purgantibus y Aforismos.
Tal es la síntesis de nuestra anotación al hipocratismo de Casal;
autor de una obra que evidencia una talla científica, una capacidad curadora e investigadora, un ojo escrutador, una inquietud mental y un
corazón generoso que seguirán siendo inagotables a los comentarios;
que nos ofrece para siempre el perfil de su alma en una sincera y completa autobiografía.
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LA HUELLA DE GASPAR CASAL
156
GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN
SARMIENTO: RELACIÓN EN MADRID
DE DOS GIGANTES DE LA MEDICINA
ILUSTRADA DEL SIGLO XVIII,
A PROPOSITO DE LAS VIRTUDES DE
LA PLANTA CARQUEIXA.
A lo largo del siglo XVIII tiene lugar en España un importante
desarrollo en todos los campos de las artes y las ciencias, que es paralelo al que ocurre en otros países europeos. Es una etapa conocida
como siglo de las Luces o Ilustración, como respuesta al periodo de
oscurantismo religioso y feudal de los siglos anteriores(1). En medicina,
es un momento en que la explicación humoral de las enfermedades,
propia de la tradición galénica, se demuestra insuficiente, y los tratamientos empíricos son sustituidos por otros basados en el conocimiento anatómico y en el funcionamiento de los órganos. Se divulgan medicamentos naturales procedentes de todos los continentes,
y la formación de los cirujanos y las técnicas quirúrgicas mejoran.
Gaspar Casal es uno de los médicos más destacados de este período, pues como se ve en su obra “Historia natural y médica del principado de Asturias”, fue el primero en realizar un estudio de geografía médica que es precursor de los tratados higienistas que serían tan
importantes en su tiempo, y después a lo largo del siglo XIX, en los
que se buscaba clasificar y definir el origen de las enfermedades,
alejándose de las monótonas explicaciones humorales propias de la
tradición galénica. También fue el primero en describir una enfermedad carencial, el mal de la rosa o pelagra.
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GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
LUIS A. FARIÑA-PÉREZ.
Dos figuras muy importantes del pensamiento médico ilustrado de
esta etapa fueron los frailes Martín Sarmiento y Benito Gerónimo
Feijóo, ambos sin estudios médicos formales, pero con una enorme
inquietud por los temas científicos, y la divulgación del saber y la cultura, que les llevó a escribir sobre variados aspectos de la salud
pública y de las enfermedades, cuestionando con pasión el oscurantismo y la superstición de las gentes y la práctica médica alejada de las
enseñanzas de la experiencia.
Entre los tres hubo un intenso vínculo, hay datos que muestran la
relación epistolar y de amistad entre Martín Sarmiento y Gaspar
Casal. En su “Historia natural y médica”, Casal describe al primero
como “un Amigo de la Corte”. Según una carta de Sarmiento a su
hermano, de julio de 1759, en los últimos dias de la vida de Casal,
hubo una visita o petición escrita de éste al fraile benedictino en su
celda del convento de San Martin en Madrid, para solicitarle carqueixa, una planta medicinal que Sarmiento consideraba útil, tomada en infusión o aplicada como cocimientos o en baños, para una gran
variedad de enfermedades, incluidas el cólico renal, los sintomas miccionales, los traumatismos, reumatismos y la gota. Casal pudo haberla usado para tratarse a sí mismo, pues falleció apenas dos meses después, a los 78 años.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Fray Martín Sarmiento
Pedro José Garcia Balboa nace en Villafranca del Bierzo en 1695,
de padres gallegos (2,3), y en ese mismo año su padre, hasta entonces
cantero o maestro de obras, se traslada para ejercer como cartero
mayor en Pontevedra. En esta ciudad, por entonces de unos 5.000
habitantes, pasa su infancia, y, siguiendo los pasos de dos de sus hermanos mayores, que se ordenaron sacerdotes, a los 15 años viaja a
Madrid para tomar los hábitos benedictinos, e inicia una fuerte formación académica e intelectual en varias ciudades españolas con
monasterios de la orden: Irache (Navarra), Salamanca y León. Con
el nombre de Martin Sarmiento (por el nombre del convento de San
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GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
Martín donde vivía y por el segundo apellido de su madre), entre
1720 y 1725, enseña teología en el monasterio de Celorio (Asturias)
y en el convento de San Vicente de Oviedo, donde convive y traba
amistad con el padre Feijóo, el gran intelectual gallego que había
sido su profesor en Lérez (Pontevedra), amistad que continuará toda
su vida con una intensa relación epistolar. Sarmiento, enemigo de las
relaciones sociales y de publicar sus observaciones, fue un apasionado defensor de Feijóo, -un destacadísimo divulgador de los saberes nuevos, crítico con el estancamiento cultural y que no evitaba la
polémica-, y fue también su consultor además de corrector de sus
obras (Fig 1-3).
Después de un primer viaje a Galicia, Sarmiento está de nuevo en
1725 en Madrid haciendo lo que más le apasiona: el estudio en la
biblioteca monacal, que le llevan a ser, en palabras de Feijóo, “un
milagro de erudición en todo género de letras… en cualquier materia que se toque”. Escribe un inmenso legado que nunca quiso publicar, con excepción de la “Demostración crítico - apologética del Teatro
Crítico Universal que dio a luz el RPM Fr Benito Gerónimo Feijóo,
benedictino”, en la que defiende de sus detractores la obra de Feijóo.
En 1745, a los 50 años, realiza un segundo viaje de siete meses a
Galicia, escribiendo un diario en donde se muestra muy interesado
por el vocabulario, la toponimia y toda la fauna y flora de la zona.
Por último, en 1754 realiza su tercer viaje a Galicia, en compañía de
su hermano pequeño Javier, un largo periplo en que recoge voces gallegas, nombres y usos de plantas, conchas, animales y todo cuanto llama
su inquieta atención.
Tras renunciar a ser abad del monasterio de Ripoll en Girona,
vuelve Madrid, a recluirse en su celda que es al mismo tiempo laboratorio –pues tiene un microscopio de cinco lentes que le había donado Feijóo (4)-, museo y biblioteca en la que acumula casi 7.500 libros.
Dedicado al estudio, responde a consultas sobre los más diversos
saberes -botánica, teología, mineralogía, ligüística, pedagogía-, y recibe a personajes destacados de la ciencia -como el enviado de Carl
Linneo- y de la política, interesados en conocer su opinión sobre los
temas más variados . Pese a que fue reacio a publicar, para evitar
las polémicas que entonces eran habituales y que mucho hicieron
sufrir a su maestro Feijóo -“No sé hablar sino como pienso, por eso
debo vivir retirado del mundo, que no gusta de esas conformidades.
No sé escribir sino como hablo y como pienso: por eso debo huir de
tomar la pluma y ponerme al mecánico oficio de escritor que debe
abandonar aquellas conformidades para hacer fortuna en serlo”,
escribió, su influencia en la vida pública era grande, como queda de
manifiesto en su correspondencia(5), y se cree que más de dos tercios de sus escritos se refieren a consultas que le hacían personajes
influyentes de la corte, incluyendo el rey Felipe V, su hijo y sucesor
Fernando VI, así como Carlos III .
Falleció en el monasterio de San Martín en 1772, y sus restos mortales se perdieron, después de que este monasterio fuera derruido a
comienzos del siglo XIX (Fig 4). Sus escritos, olvidados durante
años, comenzaron a ser estudiados y publicados en finales del siglo
pasado, poniendo de relieve la enorme talla intelectual de este sabio,
en muchos órdenes del saber. Entre otros aspectos de índole puramente científica, Sarmiento fue un incansable estudioso del origen
y evolución de la lengua gallega, del léxico y de las toponimias, defensor de la enseñanza en esta lengua a los niños, por maestros que
la conocieran. En el año 2002 se le dedicó el “Dia das Letras
Galegas”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Gaspar Casal
Gaspar Casal, que había nacido en 1680 en Gerona y se había formado, según se cree , en las Universidades de Sigüenza y Alcalá de
Henares, pasó la mayor parte de su vida profesional en Oviedo, como
médico del Ayuntamiento y del Cabildo de la Catedral. En 1751 regresa a Madrid, donde en el año 1713 había comenzado su ejercicio
profesional. Atiende a una clientela distinguida, como médico de la
Real Cámara y miembro del tribunal del Real Protomedicato, y fue
elegido miembro de la Real Academia de Medicina. Falleció el 10 de
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GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
agosto de 1759. Su forma de atender a los pacientes y su interés por
promover el conocimiento médico de su tiempo, se refleja en los
diferentes textos que aparecen publicados en su “Historia natural y
médica del Principado de Asturias” (6), publicación póstuma impresa en
Madrid, en 1762, que es un relato de historias clínicas y exposiciones basadas en las observaciones del autor, que se consideraba “amante de la experiencia, y enemigo capital de aquellas fruslerías mentales
fundadas sobre hipótesis y dogmas”. En él se muestra partidario de los
tratamiento poco invasivos -mediante dietas, agentes externos e
infusiones de plantas-, de problemas como los producidos por los
cálculos de riñones y vejiga, y los síntomas vesicales dolorosos y obstructivos, en una actitud contraria al proceder corriente de otros
médicos y cirujanos, que usaban purgantes y diuréticos potentes.
Se considera el mejor tratado de la medicina española del siglo
XVIII: en uno de los textos se describe por primera vez el “mal de
la rosa”, primer estudio clínico de una enfermedad carencial, la pelagra o avitaminosis B, con un signo característico que se conocerá como
“collar de Casal” en toda la bibliografía médica.
Debió de ser muy destacable su amistad con Feijóo y con
Sarmiento, con quienes coincidió en Oviedo, y que, sin ser médicos,
escribieron textos criticando la medicina empírica de su tiempo, y
urgieron a la práctica de una medicina fundamentada en la experiencia y en el uso de medicamentos cuyos efectos se hubieran comprobado.
Mientras estaba en Oviedo, Casal envió a Sarmiento una caja con
hallazgos curiosos propios de Asturias - “una caixa de producciones
naturales”-, entre ellos un mineral que Casal creía era ámbar, y en la
“Historia Natural” de Casal se recoge una carta que le envía
Sarmiento, en octubre de 1744, dándole acuse de recibir esas curiosidades, encabezada con un “dueño y amigo y Señor Don Gaspar”, lo
que habla de la amistad y el respeto que sentía por el médico, y en
algunos párrafos celebra el interés de Casal por las ciencias naturales (Fig 5):
“Mi estado, recogimiento y ocupaciones me imposibilitan a que yo
pueda concurrir con algo, para que la Física en España dé algunos
pasos, pero a lo menos tengo la vanidad de alegrarme que otros
concurran ...”
...
“V.m. perdone esta propuesta, pues sólo provino del gran deseo
que acá en España se adelante algo la física curiosa, y dejemos de
ser eternamente copiantes y traductores de invenciones ajenas. Los
hombres de otro país no son de mejor masa que los españoles y asimismo ni de mejor miga intelectual que ellos. Acá falta aplicación
y protección, y todo lo demás sobra.”
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
La medicina en españa en la primera mitad del siglo XVIII
Después de la guerra de sucesión al trono, entre 1702 y 1713,
que cambió en España a los reyes de Austria por los de Borbón, con
los reinados de Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia, de Fernando
VI y de Carlos III , se sucedieron cambios importantes que modernizaron el país, aún sumido en las consecuencas de la pobreza y la
ignorancia generales. A esta modernización no es ajena la ciencia
y la medicina, que por entonces tiene entre la población una imagen
deplorable, como señala Melchor de Macanaz (1670-1760), -que
fuera secretario de Felipe V y fiscal general de la monarquía-, en su
“Testamento de España”, impreso en 1820:
“La medicina, ciencia de las más oscuras, y que proviene de principios sólidos, cuyos mayores aciertos proceden de la experiencia y
observación, se halla formalizada por médicos que, graduados
mediante el interés, viven de su ignorancia a costa de los pacientes,
sujetos a la tiranía de sus desaciertos. Las dos bases fundamentales son la purga y la sangría, cuyo frecuente uso arruina la salud y
dilata las curaciones, en lo cual estriba su mayor ganancia. Para graduarse en esta ciencia se requiere mucha ignorancia y dineros con
que probarla y seguir los aforismos regulares, porque el que lleva
contrario método es degradado, aunque sean mayores sus aciertos.
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GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
Los boticarios y herbolarios son monederos falsos y ladrones
conocidos, que venden sus drogas a precio de oro y las bautizan con
nombres singulares y extraños. Su unión y dependencia de los médicos es grande porque los intereses son mutuos: aquéllos dilatando las
dolencias y éstos coadyuvando con la multiplicidad de sus drogas,
cuyo precio lo gradúan ellos mismos.
La cirugía, aunque sus principios son más sólidos, los hacen
igualmente dudosos por el interés que resulta de ello. (…) Pudieran
ser más fáciles sus operaciones si no se graduaran con tanta facilidad y se establecieran academias, como se ejecuta en los países
extranjeros, que son tribunales rígidos de la ignorancia...(7)”.
No mejor opinión le merecían los médicos a Sarmiento, quien
así los caricaturiza, en una carta de 1757 a su hermano, justificándose por no consultar una dolencia que había padecido(5): “...la fatua
deferencia de enfermos tontos a la profunda ignorancia incorregible de
los médicos, pasa por todo hasta la sepultura. Todos aplauden mi resolución y si un vecino con la misma enfermedad la hubiera tenido y no
permitiese sangrarse, no estaría ya debajo de tierra... Con coche, peluca, sortijón, bastón e insolencia, pero sin ciencia, sin estudios, sin
libros, etc., sin saber un átomo de la verdadera medicina, que es sólo
el comprensivo conocimiento de las virtudes de todos los mixtos en
quienes Dios depositó los remedios. La sangría, purga, jeringa y sanguijuelas jamás han sido medicina, ni Dios ha criado semejantes tormentos de la naturaleza. Son invención de médicos idiotas, que para
recetarlas no necesitan abrir los libros. Y como jamás recetan otra
cosa, jamás pasan de satisfechos ignorantes que tiranizan la vida
humana. Ningún librero de Madrid quiere comprar libros de medicina, pues no hallan a quien venderlos. No ignoro que tengo edad y
que he trabajado mucho, pero no llegaría a ese estado si me hubiese
antes sujetado a médicos, sangrías y otras necedades de botica” .
Y en otro texto de 1758, en que presume de su salud, escribe:
“Jamás he sabido qué cosas son sangrías, purgas, sanguijuelas, píldoras, clísteres, baños, aguas termales, fuentes, sedales , etc., ni cosa perteneciente a los arsenales de Galeno. Jamás me ha pulsado médico
alguno, ni jamás he necesitado de cirujano. Huyo de la barbarie de
curarme de prevención porque soy enemigo de hacer prevenciones
para enfermar de veras.”
Feijóo pedía fundamentar los tratamientos médicos en el conocimiento científico, en la razón, la experiencia, y el uso de medicamentos cuyos efectos se hubieran comprobado. En sus escritos reflejó
los cambios ideológicos que sustituirán la explicación de la enfermedad y de la terapéutica que trasmitieron griegos y árabes, por el
nuevo pensamiento basado en el conocimiento anatómico, la anatomía
microscópica, las explicaciones del funcionamiento de los órganos y
la clasificación de las enfermedades según el órgano enfermo, junto
a la aplicación de medicamentos naturales procedentes de todos los
continentes, la formación de los cirujanos y mejoras de las técnicas
quirúrgicas.(8,9)
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Virtudes de la planta Carqueixa según Sarmiento
El manuscrito de Sarmiento sobre la carqueixa (Pterospartium tridentatum), planta que florece de abril a junio en diversas zonas de
Galicia, está datado en 1759. Fue impreso en el año 1786, y en una
reedición de 1787 incluye un comentario del editor a lo escrito por
Sarmiento, que “se ha aumentado con muchos exemplares de enfermedades que se han curado o aliviado con su uso”, y una ilustración
de la planta, “para que pueda con más facilidad buscarla cualquiera” (10,11) (Fig 6 a 8).
Ya en la introducción, Sarmiento enumera las enfermedades y
dolencias que la planta puede curar, señalando que “... alivia los dolores de la gota y ceatica, extirpa los bultos y abscesos rebeldes, cura los
lamparones, carbuncos, escirros y quizás el cáncer, (...) es prodigiosa
para los que padecen mal de orina, (...) cura toda obstrucción aún
la que causa inapetencia, (...) y sirve para otros muchos males.”
Inicia su disertación con una explicación sobre la etimologÍa de los
nombres de la planta en diferentes lugares en donde se puede encontrar, y los nombres latinos (con referencias a Tournefort y Linneo), para
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Casal y Sarmiento: Relación en Madrid a propósito de la Carqueixa
En sus cartas refiere Sarmiento la popularidad que tuvo la planta en Madrid, donde circulaban muchas copias de su manuscrito
sobre la planta. El jesuita Francisco Rábago, confesor del rey Fenando
VI fue un publicista de la eficacia de la misma, que se hacía traer
desde Galicia . En el epistolario se refleja cómo nobles, embajadores y científicos solicitan a Sarmiento la planta y flor para tratar
diversas dolencias. (5,12)
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GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
continuar con su uso (pasto para todo género de ganado, para la
lumbre de la cocina y para fregar platos y cazuelas de madera y hierro, de ahí el nombre de lavacuncas) y virtudes: “muy útil en las caídas, a efecto que las sangre no se estanque”, “bebida la agua como
té, es especial medicina contra todo género de obstrucciones y contra
las que causan inapetencia y el hastío”, en el pie gotoso el baño con
cocimiento de carqueixa “mitiga mucho el dolor”, “exteriormente contra el cáncer (...), lamparones, carbuncos, escirros y cualquier bulto”,
“son aperitivas contra la piedra (...) y para mover la orina”.
Las virtudes de las infusiones de plantas las contrapone a la
socorrida sangría de entonces, argumentando que “yo era testigo de
que más de cien personas, que en iguales circunstancias se habían
dexado sangrar, dieron el alma a Dios, el cuerpo a esta Parroquia de
San Martin, y el dinero a los que hicieron de médicos celebrados”.
Antes de su publicación, circulaban por Madrid centenares de
copias del pliego manuscrito, y un médico le comunicó algunas indicaciones, incluyendo ”que este cocimiento hace prodigios en quien
adolezca de mal de orina”. Como precaución, advierte de que en
algunos animales “que de continuo pastan la carqueixa..., no pueden
orinar y se mueren”, cosa que atribuye a que “en el remate de las
hojas...nacen unos granillos (que) se transportan a la vejiga, y llena
de ellos impiden salir la orina, todo lo prueba lo muy diurético que
es el vegetable”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
En cartas de los meses de julio y agosto de 1759 a su hermano
Javier, que vivía en Pontevedra, con quien mantuvo una intensa
correspondencia, dice:
“Si está por ahí aquel navío sueco que portea 18.000 hanegas de
sal, dile que venga por tierra, (...) y que venga cargado de carqueixa,
pues toda se consumirá en Madrid según el vuelo que ha tomado y
que le da el Ilustrísimo Rábago. Todos vienen en romería a mi celda
a pedirme carqueixa. Antes de ayer me la pidió con instancias Don
Gaspar Casal, médico del rey. Dile rama y flor, y según su enfermedad,
espero le hará provecho. El caso es que se va acabando. Todos la
piden por amor de Dios, que es el mayor empeño para mí”
...
No ha habido rincón en donde haya estado el Ilustrísimo Rábago
que no haya voceado su instantánea cura con la carqueixa. Y a todos
persuade que recurran a mí por ella. Pero no hay carqueixa para
todos.”
Y en otra carta del mismo mes:
“El Reverendísimo Rábago está loco de contento por la cura de
la carqueixa. No hay sala, estrado ni rincón endonde no vocee la cura
y la planta, pero lo pago yo, pues todos me piden la carqueixa y flor
y yo ya tengo poco.”
...
De manera que las 4 plantas, malvavisco, douradiña, culantrillo de
pozo y betónica, todas son inocentísimas y selectas para mal de arenas, de piedra y de la orina. Después el biduerio, al sexebra y aún
la carqueixa.”
En una carta del mes de octubre, se puede leer:
“ya se vende la carqueixa en las boticas de Madrid y llevan dos
cuartos por un puñado de ella”
Y en otra de noviembre del mismo año:
“Como la carqueixa mete tanto ruido aquí y a boticarios y médicos cogió de nuevas porque no se habla en Dioscórides, ni Laguna,
ni Ribera, por no mostrar la cola en las conversaciones ya algunos se
dedican a saber algo de Botánica, y ya recetan la carqueixa...”
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A mediados de 1759, cuando Casal le pide a Sarmiento la planta, tiene 78 años, lleva unos 8 años ejerciendo en Madrid y es médico del rey. Posiblemente pidió la planta para sí mismo, por encontrarse enfermo, pues falleció apenas dos meses después.
Años después de que Sarmiento escribiera “¡Quién le dijera a
la despreciada carqueixa que había de llegar a tanta altura! Viva
Galicia, viva la carqueixa y muera el pecado” , se perdió la memoria
de la utilidad curativa de la planta, aunque continuó su uso para otros
fines (13).
REFERENCIAS:
Altamira, R.: Historia de la
Barcelona 1988, pp 194-216.
2.
Rabuñal, H.: O Padre Sarmiento. Arquivo da lingua e cronista da
patria. Espiral Maior, A Coruña, 2002.
3.
Puentes Chao, A.; Liñares Giraut, X. A.: Diccionario Frei Martin
Sarmiento. TresCtres, Santa Comba, A Coruña, 2002.
4
Giménez Mas, J.A.: El microscopio del Padre Feijóo. En el preludio
de la patología de Morgagni. Rev Esp Patol 2004; 37:111-120.
5.
Sarmiento Fr. Martin.: Epistolario. Consello da Cultura Galega.
Santiago, 1995.
6.
Casal, G.: Historia natural y médica del Principado de Asturias.
Facsímil de la edición de 1762. Consellería de Educación,
Cultura y Deportes. Principado de Asturias, Oviedo 1988.
7.
Real, C; Alcalde, L.: Prosistas del siglo XVIII. Hermes, Barcelona
1999, pp 38-39.
8.
López Piñero, J.M.: La medicina en la historia. La esfera de los
libros, Madrid 2002, pp 285-431 .
9.
Martinez-Rodriguez, E.: El Padre Feijóo y la cirugía. Bol Cien Nat
RIDEA 2009;50: 163-177.
civilización española.
Crítica,
167
GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
1.
10. Sarmiento, Fr. Martin.: Disertación sobre las eficaces virtudes y uso
de la planta llamada carquesa, conocida en Galicia por el nombre carqueixa. Madrid. Facsímil de la edición de 1759. Toxosoutos, Noia
2002.
11. Sarmiento, Fr. Martin.: Descripción, efectos y virtudes del vegetable
carqueixa. En: Opúsculos médicos gallegos del siglo XVIII.
Editorial de los bibliófilos gallegos, Santiago de Compostela,
1961, pp 106-129.
12. González Pérez, C.: O P. Sarmiento, a botánica e a carqueixa.
Toxosoutos, Noia 2002.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
13. Lorenzo Fernádez, S.: A vida nos rios galegos. http//www.riosgalegos.com/plan499.htm#CARQUEIXA
168
Fig 2. El Padre Martín Sarmiento (grabado
conservado en el Archivo Municipal de A
Coruña).
169
GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
Fig 1. Busto de Sarmiento realizado por el
escultor Felipe de Castro, que fuera sufragado por su amigo el duque de Medina Sidonia
(Museo de Pontevedra).
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Fig 3. El Padre Feijóo (grabado de la época).
Fig 4. Grabado del desaparecido monasterio de
San Martín (Madrid), donde pasó Sarmiento la
mayor parte de su vida.
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GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
Fig 5. Primera página de la Carta enviada
por Sarmiento a Casal, dándole acuse de
recibir una caja con hallazgos curiosos propios de Asturias. Aparece en la primera edición de la “Historia Natural y Médica” de
Gaspar Casal.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Fig 6. Portada de la primera edición del
opúsculo de Sarmiento sobre la eficacia y
virtudes de la carqueixa (1759) .
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Fig 8. La planta carqueixa al natural (fotografía de S. Lorenzo (ref 11), con autorización) .
173
GASPAR CASAL Y FRAY MARTÍN SARMIENTO...
Fig 7. La planta carqueixa en otoño, tal
como aparece en el texto de González Pérez
(ref 10, dibujo de Oitabén) y una imagen del
natural, una vez seca.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
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IDEAS ANATÓMICAS, FISIOLÓGICAS
Y PATOLÓGICAS DE CASAL.
RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO
JOSÉ ENRIQUE BENITO ORTIZ
JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA
Anatomía, fisiología y patología general, forman un entramado de
conocimientos que son el cimiento del quehacer moderno de la medicina. A ellos, deben añadirse los fundamentos de la farmacología que,
en nuestro caso, trataremos en próximos capítulos.
Se impone, por tanto, revisar aquí varias cuestiones: por un lado, las
características generales de la Medicina Ilustrada en Europa y en
España, especialmente en lo que se refiere a estas tres disciplinas que
tratamos de estudiar en la obra de Casal; y, por otro, conocer las ideas
anatómicas, fisiológicas y patogenéticas vertidas por el autor en su obra.
Se entiende por tal la comprendida, cronológicamente, entre el siglo
XVIII y primeros años de la centuria siguiente. Durante esta larga década, las ciencias de la vida siguieron un patrón común: A saber: un intento sistematizador de las mismas que no excluyó la existencia de un pensamiento personalista y antagónico de la ciencia oficial en muchos casos.
En España, se aspira, y en gran medida es logrado, incorporar las
conquistas doctrinales y las ´técnicas desarrolladas desde el
175
IDEAS ANATÓMICAS, ...
La medicina ilustrada
Renacimiento por la Medicina Europea, hecho que trataremos de plasmar en las páginas siguientes.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Anatomía, fisiología y patología en Europa y España dur ante la
Ilust ración.
La anatomía.
Los anatómicos europeos de los siglos XVI y XVII lo habían sido
casi todo en el ámbito de esta ciencia. En efecto, Carpi, Fallopio,
Vesalio y otros, habían conseguido descubrir con suma precisión la
anatomía del cuerpo humano. Quedaban cuestiones que se consideraban residuales, para seguir estudiando la anatomía humana: aclarar
algún tema particular, describrir estructuras menores, la búsqueda de
nuevos datos que hubiesen pasado desapercibidos, etc. Pero lo dicho
en líneas generales, todo estaba hecho.
En el continente se perfilan, durante la Ilustración, varias escuelas
anatómicas muy prestigiadas. A saber: La inglesa, la italiana de Padua,
la francesa, la alemana y la holandesa. En todas ellas hubo figuras
señoras y de talla notable. Una de las características más sobresalientes
de estos anatomistas es que muchos de ellos se dedican a la cirugía; ya
no son anatómicos puros, sino cirujanos que buscan aplicaciones prácticas a sus estudios; y son cirujanos generales y sociólogos quienes realizan estas investigaciones anatómicas prácticas.
Curiosamente, en la primera mitad del siglo XVIII el microscopio
dejó de utilizarse y prácticamente cayó en el olvido, de tal modo que la
anatomía microscópica no se desarrolló. Se acacha su escaso uso a múltiples causas: dificultad para usar aquellos rudimentarios instrumentos,
imperfección de las lentes, etc. Faltó, - creemos nosotros-, una mente
que intuyese su utilidad. Volvió a utilizarse este instrumento en la
siguiente mitad del siglo, pero en manos de biólogos y naturalistas no
de anatomistas. Pese a todo lo dicho en este siglo nace la Anatomía
Patológica, esencialmente macroscópica.
En España, la anatomía cobra empuje con la llegada de los
Borbones. En efecto a la venida del primer Borbón, con la presencia en
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177
IDEAS ANATÓMICAS, ...
la corte en puestos privilegiados de varios profesionales extranjeros,
mejora su enseñanza. Este hecho, debe relacionarse directamente con
el nombramiento de Florencio Kelli como “Director Regio”. Fueron discípulos de Kelli, Manuel de Porras y Martín Martínez.
En la primera mitad del siglo XVIII en España ocurre lo que ocurría en Europa: el interés por los estudios anatómicos es paralelo a la
práctica de la Cirugía. Los tratadistas de anatomía son, casi sin excepción, cirujanos y sus descripciones morfológicas van dirigidas a una
mejor formación del cirujano. El saber anatómico, por tanto, se revaloriza y se considera imprescindible en el ejercicio del arte de curar. En
este contexto, se traducen textos extranjeros como la Anatomía quirúrgica reformada de Bernardino Genga y el Compendio anatómico de
Laurencio Heister; pero también hay producción de literatura nacional
anatómica, destacando Anatomía Galénico – Moderna de Martín de
Porras (1916), la Anatomía Completa del Hombre de Martín Martínez
(1728), Historia Osteológica de Fernando Velasco (1744), Exercitaciones
Anatómicas de Blas Beaumont (1728) y el Compendio Anatómico de Juan
de Dios López (1750).
En la segunda mitad del Siglo XVIII, la Anatomía era pobremente
atendida en las Universidades: En efecto, la Universidad española
mantenía una irreductible actitud tradicionalista; y pese a los esfuerzos sucesivos de Martín Martínez, Andrés Piquer, Feijoo, el Padre
Rodríguez, Torres Villarroel y Hervás Panduno, entre otros, no se
reglamenta la enseñanza moderna de la medicina; varias disposiciones
de Caros III irían orientadas en este sentido: En 1770, se reglamenta
la obtención de bachillere en Medicina; en 1771, se les retira la facultad de conceder este tipo de títulos a las Universidades de Irache, Ávila
y Almagro; y, finalmente, en 1794 solo se reconocen como válidos los
títulos otorgados por las universidades de Alcalá, Valladolid, Sevilla,
Granada, Salamanca, Huesca, Valencia, Zaragoza y Cervera. Ello,
no mejoró sustancialmente la enseñanza de la Anatomía.
Serían los Reales Colegios de Cirugía de Cádiz, Barcelona y el
Colegio de San Carlos en Madrid, las instituciones que velaron por la
enseñanza de la anatomía. Destacarían en este sentido, Virgili y
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Gimbernat, siendo considerado este último el más importante anatómico español del siglo.
Escribieron sobre Anatomía en España en la segunda mitad del siglo
varios autores, destacando las siguiente obras¨ Osteología metódica de
Francisco Puig (1768); “Compendio de Cirugía” de José de Oronoz y
Soroeta; “Compendio del arte de partear” de Pedro Virgilii (1765);
“Nuevo método de operar la hernia crural” de Antonio Gimbernat y Arbós
(1793); “Curso completo de Anatomía del cuerpo humano” de Jaime Bonels
e Ignacio Lacaba (1796-1800), y el “Prontuario anatómico – teórico –
práctico del cuerpo humano” del mismo Lacaba en colaboración con
Isidoro de Isaura.
Fisiología y patología general
Los estudios y reflexiones sobre temas fisiológicos, al igual que en
centurias anteriores, están íntimamente ligadas a especulaciones y teorizaciones sobre patología general. De ahí que, hagamos aquí mención
conjunta a ambas cuestiones.
Según Pedro Lain Entralgo y otros autores “En la constitución de la
fisiología como disciplina autónoma, la Ilustración fue un período histórico rigurosamente decisivo según tres puntos de vista: El terminológico y conceptual, el doctrinal y el metódico”. Y, a continuación explica el autor lo que quiere decir que simplificamos aquí. Desde el punto
de vista terminológico y conceptual se va a consumar la separación entre
fisiología y Anatomía; desde la perspectiva doctrinal la fisiológica va a
centrarse en conocer científicamente la fuerza que impulsa los procesos
vitales (mecánica, química, eléctrica…) sobre la materia inerte que es
el cuerpo; y , finalmente, desde el punto de vista metódico, cabe decir
que los fisiólogos de la Ilustración no inventan el método experimental
moderno, pero trataban de explicarse la realidad con una actitud racionalista, metódica, realizando sencillos experimentos y teorizando una
vez realizados. De este modo, logra la fisiología una autonomía científica y una primera madurez.
Se han desglosado varias escuelas fisiológicas en el ámbito europeo,
agrupadas por países: la fisiología alemana, la fisiología italiana, la fisio-
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
logía inglesa, la fisiología francesa y algunas fisiologías aisladas ubicadas
en Holanda, Suecia, Rusia y Praga. No se puede hablar, con propiedad de una “fisiología española”, por el escaso aporte experimental que
ofreció España en el contexto europeo.
La Fisiología y la Patología General en España fueron más bien
pobres. Hagamos una breve aproximación a ellas. La primera nota a
destacar es el revisionismo o crítica a la medicina que se venía practicando. En este sentido, Martín Martínez en su tomo primero de la
Medicina Scéptica y en su Tratado Physiológico desarrolla una profunda
crítica de todas las cuestiones que, con general asentimiento, fundamentaban las concepciones escolástico galénicas vigentes. Conceptos
tales como elemento, temperamento, humores, espíritus, putrefacción, cocción, etc. Son duramente fustigados; y, a estas críticas se suman entre
otros el Padre Antonio José Rodríguez, Feijoo, Lorenzo Hervás
Panduro y otros. Y, curiosamente, pese a esta corriente revisionista
Diego de Torres Villarroel en su Cartilla Astrológica hace una defensa
del influjo de los astros en la vida humana.
Una exposición bastante completa del saber fisiológico de la época
fue elaborada por Andrés Piquer constituyendo la primera parte de sus
Instituciones Médicas publicadas en Madrid en 1762 y en nueva edición
en 1773. Y entrando en el terreno de lo concreto, comentaremos algunas cuestiones relacionadas con la Fisiología y la Patología general
españolas; a saber: La obra de Francisco Solano de Luque y la doctrina del enfermar y algunas opiniones sobre temas fisiológicos concretos.
La obra de Francisco Solano de Luque (1684-1738), está considerada como el más importante capítulo de la patología general española
ilustrada. Su obra sobre el pulso titulada Lapis, Lydos, Apollinis se
publicó en Madrid en 1741, y su fama rebasó las fronteras nacionales.
Tuvo muchos comentaristas nacionales y elogió la obra, entre otros,
Feijoo. Bordeau amplió y modificó la doctrina de Solano en una obra
titulada Idioma Natural del Cuerpo Humano que se tradujo al castellano
y se publicó en Madrid en 1768. Para Solano la observación del pulso
era el mejor criterio para establecer el pronóstico en las enfermedades
agudas; a tal efecto, distinguía tres alteraciones principales: el pulso dis-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
creto, que anunciaría la hemorragia nasal crítica; el intermitente, al que
seguiría la diarrea; y el incidus o irregular periódico, tras el que sobrevendría el sudor. Aparte de estos tipos de pulso en la obra de Solano
hay más apreciaciones: basan las actuaciones en la observación y evitar
tanto la polifarmacia como la sangría.
La doctrina del enfermar, la desarrolla Martín Martínez en su
Tratado Pathológico de su Medicina Scéptica; y en este tema, también lo
desarrolla Andrés Piquer en su obra Instituciones Médicas y en sus tratados De Urinis, De pulsibus de su obra Medicina vetus et nova (Valencia
1735).
Sobre temas concretos pueden señalarse algunas obras: Las
Disertaciones Physico-Mathematico-Medicas sobre el gran problema de la
respiración (Madrid 1760) del Padre Rodríguez; y la Disertación químico-fisiológica sobre la respiración y la sangre (Madrid 1790) de Ignacio
María Ruiz de Luzuriaga. Las funciones circulatoria y respiratoria fueron objeto de estudio y comentario para diversos autores como Diego
Mateo Zapata, Juan Massoneau y otros. La mecánica cerebral también
la revisó el Padre Rodríguez en su Palestra Crítico-Médica (Pamplona
1734 – Zaragoza 1749). Finalmente Pascual Francisco Virrey y Mange
en su Manual de Cirugía Práctica (Madrid 1743) teoriza sobre elementos, humores y espíritus y describe la función digestiva con criterio
iatroquímico.
Digamos ya desde ahora con L. Sánchez Granjel que “caracteriza al
pensamiento médico de Gaspar Casal su absoluto individualismo, el
cual le permitió, sin inmiscuirse en las disputas de su tiempo, aceptar
tanto las concepciones iatrofísicas de Baglini como las empíricas de
Sydenham y las sistemáticas de Boerhaave y Hoffman”. Analicemos,
brevemente sus ideas anatómicas, fisiológicas y de Patología General.
A los ilustrados les interesaba tanto la anatomía normal como las
malformaciones congénitas.
Ideas anatómicas, fisiológicas y de patología general de Gaspar Casal.
Caracteriza a la Medicina española del siglo XVIII, sobre todo, en
su primera mitad, el elevado número de polémicas que se suscitaron.
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Obras relacionadas con autores clásicos ........12
Obras de clínica general................................10
Obras de Anatomía y Patología ......................8
Obras de química y yatroquímica ...................5
Obras de naturalistas y botánicos....................3
Obras de Terapéutica ......................................3
Obras de Eruditos...........................................2
Total.............................43
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
La raíz de todas ellas era un enfrentamiento entre el dogmatismo galénico y los criterios que mantienen tanto iatromecánicos como iatroquímicos; y entre ambos bandos de tradicionalistas y modernistas estaban
los escépticos y eclécticos, algunos simples seguidores de un neohipocratismo.
La polémica más precoz la inicia Miguel Marcelino Boix y Moliner
cuya obra titulada Hipocrates defendido supone una recusación en la terapéutica galénica, basada en una interpretación personal del pensamiento hipocrático. Boix tuvo sus defensores y sus detractores; y tras esta
primera polémica irrumpe en la controversia Martín Martínez con su
Medicina Sceptica (1722 – 1725) y su Philosophía scéptica, quien en
ecléctica postura fustiga tanto a los intransigentes y doctrinarios aristotélico-galénicos como a los nuevos dogmáticos iatromecánicos y
iatroquímicos. También Martín Martínez tuvo sus detractores:
Bernardo López de Araujo y Azcárraga y Juan Martín Lesaca. Entre
los defensores estaba el Padre Feijóo, quién contestó a Araujo con una
Aprobación Apologética del Scepticismo médico del Doctor Martín Martínez
(Oviedo 1725).
Casal no se inmiscuyó en la polémica. No se definió como abierto
partidario de la doctrina iatromecánica ni tampoco se adscribió al grupo
de los escépticos o eclécticos. El perteneció al grupo de los
Neohipocráticos con Boix y Moliner y Andrés Piquer.
Para abordar el tema que nos ocupa hemos realizado una aproximación
a los autores ciados por Casal por su obra médica. Aunque solo es una
estimación muy aproximada por el variado contenido de las obras, puede
ayudarnos a sopesar de algún modo los intereses bibliográficos de Casal.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Solo algunos comentarios adicionales. De entre las obras de autores
clásicos destaca netamente Hipócrates con escasos libros dedicados a
Galeno y Celsi. Las obras de clínica general, no olvidan a los grandes
clínicos como Sydenham, Berhaave y a maestros españoles. Son bastante los anatomistas citados por Casal y los químicos también están
presentes. Sumando naturalistas, botánicos y terapeutas este capítulo
queda representado suficientemente. La muestra, aunque exigua,
parece bastante indicativa con una aceptable combinación de lo antiguo
y lo nuevo. En síntesis Casal, aparece tras este rastreo bibliográfico
como médico culto; clínico, por encima de todo, sus citas están dedicadas a clínicos tanto clásicos como modernos, así como el tratamiento de las enfermedades. Para este estudio, manejamos la edición de
1959, que, en su día, estudiamos y anotamos.
Ideas anatómicas de Casal
Casal es fundamentalmente un clínico, como acabamos de decir.
Sus conocimientos anatómicos pasan a un segundo plano, en la descripción de las enfermedades. Lo dice el mismo cuando afirma.
“En éste y los siguientes capítulos quiero poner las enfermedades
familiares o endémicas de esta región y en los restantes en particular.
Pero no pretendo escribirlas bajo de aquella forma, con que ordinariamente las traen los autores prácticos; es a saber, definiéndolas, dividiéndolas y explicando sus señales, causas, pronósticos y curaciones;
porque esto sería trasladar lo muchísimas veces escrito; o inventar (sin
más autoridad que el propio dictamen) alguna nueva opinión, o secta
médica. Y así, poniendo solo lo que tengo observado, haré mención
de ellas y de aquellas cosas, que me parezcan dignas de notarse”.
No debe extrañar, a la vista de las intenciones del autor, que
apenas se hable de Anatomía y si se habla de Fisiología, fisiopatología
y patología general. Se da por supuesto que Casal conocía bien la
Anatomía Humana, disciplina bien desarrollada en nuestro país y con
un nivel de exigencia elevado en las Facultades de Medicina de la época.
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
Y, antes de ocuparnos de los saberes anatómicos de Casal, dos
cuestiones: la importancia que le dio a la autopsia y a la microscopia.
Respecto a la autopsia, en algún momento de su discurso la
echa de menos para explicarse algunos síntomas del asma seco hidropiforme de los pulmones. Dice así:
“Esto, sin embargo, no lo puedo asegurar porque no lo vi; pues aunque, en esta ciudad hay muchos hombres sabios y amantes de los experimentos físicos, a quienes ciertamente agradaría la operación anatómica, no solo
por el laudable deseo de ver y conocer las admirables obras del creador, sino
también por el bien de la humanidad; hay muchos entes vulgares a quienes
estas operaciones parecerían no solo detestables, sino impías, máxime si se
hicieran en el cadáver de algún sacerdote o de alguna persona noble; además
de que ningún pariente o doméstico del difunto lo consentiría”.
Y más adelante, añade en un Apéndice:
“Habiendo oído que en las Academias Médicas, llamadas también
sociedades, se ejercitan los doctísimos profesores en averiguar todo cuanto
puede contribuir a la conservación de la salud y al remedio de las enfermedades, con el fin de conseguir algo cierto, con gran solicitud y trabajo, no solo
con la lectura de los libros, sino también, y especialmente con la disección de
cadáveres, y otros experimentos físicos, para ello escribí esta fidelísima historieta. Tal vez, cuando lo hayan leído los curiosos indagadores, teniendo a
la vista el cadáver de alguno que haya padecido la expresada enfermedad y
haciéndole la autopsia, hallarán la causa próxima de esta dolencia, si se localiza en las partes sólidas. Esto lo podrán conseguir con facilidad en los grandes hospitales o enfermerías donde se reúne multitud de enfermos; pues allí
suelen acogerse muchos de todas clases en una misma época”.
Estaba claro para Gaspar Casal que al conocimiento anatómico, del
cadáver salía y al cadáver debía volver para aclarar las causas inmediatas en enfermedad y muerte. Y, también estaba claro para él que el
interés por la anatomía era especialmente quirúrgico.
En Asturias, la práctica de la autopsia clínica tardaría en imponerse más de un siglo desde que Casal escribiera esto.
La otra cuestión previa que deseábamos comentar es el de la microscopía. Líneas atrás, ya señalamos que en la primera mitad del siglo
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
XVIII la microscopía no fue utilizada como medio diagnóstico en clínica humana. Y, en su momento, ya apuntamos las razones para su
abandono que fueron dos: las dificultades técnicas en el manejo de
aquellos primeros instrumentos y la imperfección de las lentes.
De todos modos, que nosotros sepamos, no llegó a Asturias ningún
microscopio en el Siglo XVIII. De haber habido algún instrumento de
este tipo tanto Casal como Feijóo lo hubiesen dicho abiertamente.
Feijóo, habla de su invención en su Teatro crítico, y de sus posibilidades de estudio; pero no habla de su existencia en Asturias, y sobre su
rendimiento exclama: llegaron ya a apurarse los microscopios, sin apurar los objetos. Tanta es la delicadeza de éstos.
Por otra parte Casal, habla, en algunas ocasiones, del uso del microscopio pero de una forma genérica. Dice:
“Los zapatos y ropas, dejándose de usar algunos días, se cubren de un
moho verdoso, que examinado con microscopio, se registran, clarísimamente, vegetales con hojas, común en los prados y peñas”
En algún otro lugar donde dice examinar cuidadosamente la contextura de una tenia, no usó el microscopio, ni la lupa, sino la simple inspección ocular. Al respecto, dice:
“ Y yo le llevé (la tenia) para examinar cuidadosamente su contextura,
figura, etc. Y, porque en la celda del Reverendísimo Padre Maestro Fr.
Benito Feijóo habíamos, pocos días antes, leído en cierto tomito francés
moderno una disputa nueva sobre averiguar si estas lombrices anchas son un
mismo número gusano o muchos individuos de aquella especie unidos y contiguos por las extremidades”.
Entrando en cuestiones anatómicas propiamente dichas, Casal se
limita, habitualmente a denominar órganos y vísceras, huyendo de las
descripciones minuciosas. Hablando de las tenias, enumera las partes
medías de tubo digestivo. En otro lugar, señala las cavidades del cuerpo que, a su entender, se convierten en lugares a través de los que se
eliminan las materias morbosas y extrañas que deben expelerse de algunas enfermedades agudas cuando hacen crisis: piel, boca, fauces, traquearteria, tórax, estómago, intestinos, etc. En síntesis: en Casal, no
deben buscarse descripciones anatómicas detalladas; por el contrario,
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
se queda en la pura enumeración salvo cuando hace disquisiciones fisiopatológicas.
F isiología, F isiopatología y Patología Gener al.
Es difícil deslindar en Casal estos tres conceptos. Primero, porque
no se utilizaban como tales en aquel momento; y segundo, porque la
fisiología y la fisiopatología se expresaban en forma de patología general. Debe quedar clara una idea: estamos intentando sistematizar lo que
intencionadamente Casal no sistematizó; lo hacemos por una simple
razón: Entrar en la lógica de su pensamiento; un pensamiento, por
otro lado sistemático y coherente, aunque no se traduzca en el papel.
Nos ocuparemos, sucesivamente de las siguiente cuestiones: La historia clínica; las limitaciones al conocimiento médico; el método científico; las causas de la enfermedad; la evolución general de la enfermedad y la semiología general de la misma, rematando nuestro discurso
con algunas consideraciones más.
Las Causas de la Enf er medad.
La Historia Físico-Médica de El Principado de Asturias está dedicada
a reconocer las causas de enfermedad de los asturianos de aquella época,
estudiando el medio natural en que vivían, el clima, la alimentación,
la constitución, etc. Este tema, va a ser ampliamente estudiado en esta
monografía por el Dr. Ángel Álvarez, excelente médico internista
asturiano con este título: Doctrina de la Enfermedad en Casal.
Constitución, Medio Ambiente y otras causas de Enfermedad. Por ello,
dejamos esta concreta cuestión en sus manos.
Resto de las cuest iones.
El resto de las cuestiones enumeradas, serán revisadas aquí, con la
mayor brevedad posible.
La historia clínica.
Es evidente que Casal hacía anotaciones sobre sus pacientes; de estas
historias clínicas se nutre ampliamente su obra; y el mismo afirma
que las realizaba cuando dice:
“Estas trece consultas y las que van copiadas en la historia, que estoy escribiendo, quedan en mi poder, para que ninguna se traspapele, o pierda;
porque, como en el mundo hay bastantes envidiosos y embusteros, puedie-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ra fácilmente alguno de aquellos ingerirme en el número de éstos, si me
faltaran los originales instrumentos, por donde consta estar ejecutoriada
y vinculada la verdad de dicha historia”.
No importan ahora las razones por las que Casal dice hacer las historias; lo importante, es que las hacía. Y, no prescindía, en aras de
la objetividad, poner el nombre y los apellidos de los pacientes,
nada menos que en un libro. Esto, hoy, por razones de confidencialidad, sería imposible. Él, está claro, lo hacía única y exclusivamente por razones de objetividad. Y hay dos cuestiones dignas de
tener en cuenta en un clínico: reconocen las limitaciones del conocimiento médico y ensalzan las excelencias del método científico.
Las limitaciones al conocimiento médico.
Es claro Casal, al reconoceré las limitaciones que como ser humano
tiene el médico, dice:
“Muchas y graves fueron las fiebres que se padecieron en esta ciudad de
Oviedo; desde enero, hasta el agosto de este presente año de 1749, pero
pocos los enfermos que murieron: lo que no pretendo atribuir al conocimiento, diligencia, ni asistencia de los que profesamos el arte médico; sí,
a la menor malicia de las enfermedades: pues el juzgar de otra manera,
sería incurrir en la credulidad de los que piensan que, proceden los médicos en sus curaciones con tan seguras y evidentes reglas, como los arquitectos en la construcción y reparos de sus edificios y fábricas”
Por supuesto que las limitaciones al conocimiento médico eran evidentes. De todos modos, Casal, recordará a sus colegas que lo dicho
por las autoridades debía ser tenido en cuenta; porque los maestros
ya lo habían escrito todo. Decía:
“ Y, finalmente, creo que como se sepa bien lo que escribieron los acreditados autores prácticos, no son necesarias nuevas reglas, doctrinas, ni
advertencias para que los médicos juiciosos, busque el método más seguro
de gobernar y aliviar, en el modo posible, a los afligidos enfermos; y también me parece imposible (moralmente hablando) escribir cosas útiles que
no se hallen ya escritas”.
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
En este caso Gaspar Casal hablaba como un hipocrático irredento;
pero hay mucha verdad incluida en sus palabras aplicable aún hoy.
El método científico.
Son muchas las citas que hemos recogido sobre la idea que tenía
Casal del mejor método para asistir a los pacientes, que nosotros
denominamos científicos por estar cargado de sentido común y
racionalidad.
La primera premisa de su método, crea el conocimiento. Líneas
atrás, veíamos que había que conocer lo escrito, porque parece
imposible escribir cosas útiles que no se hallen ya escritas.
Y la segunda premisa era la objetividad. Por algunos fragmentos de
la obra era clara la actitud con la que se enfrentaba a la realidad. En
el plano puramente material le gustaba ver y tocas las cosas. Lo
decía con esta claridad.
Hablando del sucino o ámbar asturiano, afirma:
“A mí me aconteció, debido tanto a la casualidad como a mi solicitud ver y
cavar con mis propias manos los terrenos, sitios o minas donde se produce
el sucino y extraerlo muchas veces del mismo criadero en gran cantidad”.
Sobre el mismo ámbar, insiste en otro lugar, demostrando su actitud de experimentador objetivo:
“Lo tomé inmediatamente (el ámbar) y con el fuego primero y otros experimentos después me convencí de su pureza. Desde entonces y sin omitir
ninguna clase de sacrificios, principié ya a indagar por mí mismo y por
otros, si existían minas o depósitos subterráneos de ámbar”.
Sirvan estas dos citas sobre el ámbar para avalar su actitud experimental pero hay más. A modo de conclusión razonada de este modo
el final de su historia en relación al ámbar, con palabras de Federico
Ruisquiso:
“Solo defenderé mis conclusiones con la relación de los experimentos practicados, y solo afirmaré aquello que puedo ver con los ojos del cuerpo; pues
esta es la verdadera experiencia; pero aquellas que necesitan para su examen los ojos del entendimiento las dejo para los que creen que los raciocinios son más convincentes que los experimentos”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Y respecto a la práctica médica, ya lo hemos dicho, había que combinar conocimientos y praxis. Lo decía de este modo:
“ Ya entonces… estaba esta facultad tan adelantada en la substancia
(dígolo así) como ahora: aunque en lo perteneciente a la botánica, farmacéutica, química y anatomía haya logrado no pequeños aumentos.
Reconocía Casal los nuevos avances, pero sin renunciar a lo antiguo,
a las grandes escuelas antiguas que él aquí llama “substancia”.
Pero, no nos llamemos a engaño: en Casal, primaba la experiencia
personal por encima de todo. Dice:
“ Y así no es esto lo que me repugna, sí el que Hipócrates quisiese decir lo
que en tantos años no hemos visto ni averiguado Galeno, Maroja ni yo”.
Experiencia personal y la doctrina de los maestros: he ahí el método
seguro. Experiencia personal bien contrastada:
“Procuraré sólo describir aquellas que he visto y aprendí de los mismos
enfermos que consultaban conmigo sus padecimientos”.
La insistencia de Casal, al respecto, es machacona:
“ Y para concluir, debo afirmar, que cuanto he escrito lo hice con toda sinceridad y como testigo ocular”.
Bien estaban las doctrinas, pero también primaba la experiencia personal. Dice:
“De esta historia, que no constituí con fragmentos de otras opiniones, ni
comenté con lucubraciones, sino que las fabriqué solamente con aquellos
hechos que puede adquirir con improbo trabajo, a la clara luz de la práctica ejercida en cabecera de los enfermos podemos deducir”.
Y Casal, experimentaba nuevos tratamientos que en ocasiones fracasaban y lo manifestaba humildemente:
“El mercurio, ya vivo, ya muerto; ya esté preparado de una manera o de
otra, no altera esta afección; me han convencido de esta verdad un sin
número de experimentos…” .
Pero, siempre estaba el maestro Hipócrates allí, reclamando su presencia frente a lo novedoso. Afirma:
“Para los casos que legalmente he referido, y otros muchos que podía contar, me parece que si el médico desea lograr algún crédito y acierto, cuando asistiere a los que padecen enfermedades agudas; y, pretende, que sus
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pronósticos sean testigos de su precisión, juicio, y conocimiento, debe
tomas muy presentes todas las sustancias de Hipócrates y saberlas cotejar
fidelísimamente con los fenómenos que percibiera en los enfermos; pues,
de otro modo, se expone a que sus mismos vaticinios sean pregoneros de su
torpe ignorancia y falta de conocimiento entre los oyentes sabios.
No es mi ánimo reprobar el estudio y lectura de los insignes profesores, ya
coetáneos, o ya sucesores del grande Hipócrates: antes aconsejo a todos los
médicos, que con diligente reflexión miren y remiren sus escritos; inclinándose más a las doctrinas de aquellos, que imitando a dicho maestro,
sacaron del original libro de la naturaleza y no de agudezas lógicas, las
reglas, consejos y preceptos más útiles y seguros para la posteridad. Pero
no tengo por conveniente, que menospreciando con el título de antiguallas, y dogmas voluntarios, las veraces y firmes sentencias de aquel sabio
protomédico, se atrevan a juzgarlos principiantes, que han de llegar a ser
médicos útiles, solo con el estudio de algunos escritores de la moda. No es
original mío este saludable encargo, sí de los más excelentes profesores,
cuyas obras corren, al presente con los mayores créditos”.
El consejo tiene vigencia plena. La buena praxis médica, posee tres
sólidos pilares: una sólida formación doctrinal, referente para toda
la vida; una praxis meticulosa personal; y, aceptar de lo novedosos,
lo más razonable.
Proseguimos nuestro discurso con la doctrina de Casal sobre la evolución general de la enfermedad y su semiología.
Evolución general de la enfermedad y su semiología.
Dos son las cuestiones que aquí se plantean: el diagnóstico de las
enfermedades humanas y la ulterior evolución de las mismas en el pensamiento de Casal. Difícil cuestión por el intencionado carácter asistemático del tratado por más que sea eminentemente didáctico.
Cabría recordar aquí las líneas maestras del diagnóstico en la
Escuela hipocrática, siguiendo los cánones del “Corpus Hipoocraticum”;
189
IDEAS ANATÓMICAS, ...
Diagnóstico de las enfermedades humanas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
y, a continuación ver, en líneas generales cómo evolucionó históricamente el hipocratismo a lo largo de la historia de la Medicina.
Recordaremos aquí, solamente cuatro ideas básicas. Existen descripciones amplias y muy bien hechas que pueden consultarse.
No hay en el Corpus Hipocraticum una clasificación metódica de las
causas de enfermedad, pero dada su diversidad se han hecho muchas
clasificaciones. Casal, estudió las enfermedades más peculiares de
Asturias, por ser las más frecuentes.
La doctrina patogenética de cuño humoralista sería la siguiente; lo
primario es que un “humor” se separa (“apókrisis”) de la mezcla a la que
pertenece en estado de salud y se constituye en depósito anómalo
(“apóstasis, apóstema”), el cual, a su vez puede desplazarse a otra parte
del cuerpo (“metástasis”); la evolución del humor inicial en depósito o
metastatizado podía sufrir estas evoluciones:
Cocción (“Pepsis”).
Convertirse en pus (“Pyon”, “ekpyema”).
Entrar en putrefacción corruptora (“sepsis”).
Otros conceptos afines serían éstos:
La fluxión (“roos”, “rheuma”), la migración a otro lugar
del humor enfermo en la metástasis.
La plenitud morbosa (“plétora”, “plesmoné”) de los órganos enfermos.
La ruptura de los órganos (“régmata”).
Crisis (“Krisis”) la modificación más o menos súbita del
estado de enfermedad que anuncia la curación, la recidiva o la muerte.
Respecto al diagnóstico y al pronóstico, algunos conceptos mas:
La primera cuestión, hablando y explorando al paciente
era discernir si el paciente estaba enfermo o no; y, de
estarlo, si el padecimiento era inevitable o mortal por
necesidad; o, sí, por el contrario era curable.
Hechos diagnóstico y pronósticos; se iniciaba el tratamiento.
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
En estas brevísimas notas sobre el diagnóstico, evolución y la semiología general de la enfermedad en Casal, seremos muy breves.
El diagnóstico, evidentemente, seguía los principios hipocráticos y
Casal se esmeraba tanto en la clínica (Historia) como en la exploración
semiológica: auscultación, palpación, examen de esputo, pulso; sangre y orina, etc.
La auscultación, era directa, aplicando el oído, pues el estetoscopio
lo inventó René Théophile Hyacintge Laënec en 1819. Auscultación y
percusión torácica ofrecían mucha información al médico.
La palpación y otras maniobras, también eran básicas en el médico
de tradición hipocrática, como consta en repetidas ocasiones en la
“Historia Natural y Médica del Principado de Asturias”. Volveremos al
tema.
La semiología de esputo y líquidos orgánicos era otra fuente de
conocimiento en la que nos detenemos brevemente.
La sangre, producto de las sangrías, era meticulosamente observada por su valor semiótico. Al respecto hay varias citas en el texto del
que extraemos algunas:
“Sangrose, luego que entró en el segundo día; y observé lo que había leído,
pero nunca visto: pues lo mismo fue comenzar a correr la sangre, que despedir un hedor tan cadavérico, podrido y pestilente que aturdió y conmovió al
cirujano; ya mí, me perturbó de manera, que hubiera caído, si de contado
no hubiese salido del aposento… Volvióse a sangrar el tercer día, y salió sangre con las mismas señales… Era la sangre de los cursos tan encarnada, que
al principio juzgué que fueres sangre….”.
En otro lugar, dice al respecto:
“La sangre que salió se mantuvo veinticuatro horas tan hermosa, pura y
rutilante que no se diferenciaba de los carmines más finos; y en tan largo
espacio de tiempo ningún suero se separó en la escudilla”.
Y finalmente, otra cita sobre la semiología de la sangre extraída por
sangría:
“Salió y permaneció más hermosa que el fino carmín, congregada en un
pedazo, por mucho tiempo, la sangre del brazo. Acaso, porque estábamos
muy al principio de la enfermedad. Pues como dice Boerhaave… o, porque la
mortal ponzoña de estos y otros semejantes achaques no se ocupa en perturbar
ni desfigurar la superficie de los líquidos…. Hoffman en el Cap. 12 de julio,
Sanguinis inspectione forendo”.
La orina también era motivo de inspección para Casal. Uno de sus
dictámenes era éste:
“Eran varios los semblantes de las orinas; porque, unas veces aparecían
claras, otras turbadas, otras delgadas, otras gruesas; y finalmente, solían
traer consigo, ya materias viscosas, ya saviosas, ya sanguíneas, etc.”.
El pulso, junto con la auscultación, era otro buen elemento de juicio para diagnosticar y seguir a los pacientes. Casal, era meticuloso y
conocía este recurso exploratorio con la precisión de un tratado. Decía:
“En primer lugar, el carácter del pulso siempre inmutable y perseverante
desde los primeros síntomas hasta el final de la vida que he observado en todos
los enfermos de esta clase, ni los autores prácticos le asignan a las otras expresadas enfermedades, ni yo en mi larga experiencia le encontré en ninguna de
ellas. Tampoco he podido hallar jamás por más diligencia que he puesto en
ello, el pulso de este carácter en los que padecían de asma húmedo, y aún convulsivo, tomado éste en el sentido en el que generalmente le describen los
autores. Tampoco, finalmente, conviene este pulso a los empiémicos, como
me ha comprobado patentemente una larga práctica”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Evolución de las enfermedades humanas.
Casal, como buen médico que era, estaba convencido de lo útil que
era la medicina para sus pacientes. El creía en su arte. Lo decía así:
“Bien sé que hay notable diferencia entre las obras naturales y artificiales;
pero también me parece muy verosímil, que la naturaleza, ayudada del arte,
consiga algunas veces lo que por sí sola nunca acaso alcanzaría…. Y, por fin,
si nadie niega, que de la aplicación perversa de algunos medicamentos, se
pueden seguir horrendos movimientos y funciones en la naturaleza, por qué
no concedernos que de la recta administración pueden resultar beneficios?”.
Sus razonamientos, son variados. Uno de ellos es este, defendiendo su oficio:
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
“Lo cierto es que, en este país, dejan de morir muchísimas personas, porque tienen achaques; del mismo modo que, en otros, viven y se conservan
porque no los tienen”.
Casal, vigilaba estrechamente a sus pacientes y observaba algo que
para él, como hipocrático, era importante: la eliminación de la enfermedad a través de los emuntorios. Al respecto, dice:
“Supuesto lo dicho (porque es verdad) es fácil conocer aquí que las partes
superficiales del cuerpo y especialísimamente las piernas, son los más oportunos emuntorios de que la naturaleza por sí misma, sin ayuda ni socorro del
arte se sirve para depositar y expeler aquellos superfluos, y morbosos jugos que
en lo interior del hombre causarían gravísimos estragos”.
Casal insiste repetidas veces en la aparición de “segundas enfermedades” bien como signo de curación de las primeras bien como complicaciones graves y mortales.
“La sarna” podía ser un auténtico depurativo. Lo dice así:
“Los hijos de padres enfermos suelen padecer una sarna maligna, ferina
(vulgo, perruna) y casi incurable, que algunas veces degenera en enfermedades mortales. Pero los que son sanos e hijos de padres sanos, contraen la
sarna más benigna y más fácil de curarse, aunque no en menos cantidad; y
hasta se observa, que muchas veces es beneficiosa para limpiar vísceras y
depurar humores”.
“El mal de la Rosa” podía también complicarse. Nos lo transmite así:
“«Terminaciones y sucesiones»: Las de esta enfermedad, son varias, según
la complexión, la edad, los alimentos y otra diversidad de circunstancias; y
los en que, según he observado suelen degenera son: la hidropesía, tumores
linfáticos y escrofulosos y alguna vez el marasmo o la corrupción mortífera del
néctar vivífico”.
No insistimos aquí, en los párrafos siguientes en los que se describen los cuadros terminales con esplenomegalia, ictericia, pleuritis,
neumonía, letargo y la melancolía propia del mal de la rosa.
Sobre la evolución o complicación evolutiva de las enfermedades nos
centramos finalmente en las “caquexias”, a las que dedica varias páginas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Casal, toma de Juan Fernelio la definición de caquexia y aparte de
resaltar los síntomas y signos de la misma se esmera en definir su fisiopatología. Dice así:
“Suele este achaque engendrarse de los alimentos impuros y corrompidos; y
cuando no procede de ellos, se debe imputar a la escasa robustez y poca limpieza del estómago, y entrañas de primera región: porque, la debilidad de
estas oficinas es motivo para que las cocciones sean diminutas y no perfecta; y
saliendo crudo el jugo nutritivo, en vez de convertirse en substancia de las
partes, queda aglutinado o pegado sin acatar de asimilarse a ellas; de lo cual
resulta una nutrición, no verdadera, si viciosa y solo aparente. El vicio de
poca pureza en las entrañas, ya sea por obstrucciones escirrosa, ya por malos
humores, embebidos en ellas, o ya por corruptela de su misma sustancia, es
causa que se fabrique una mala sangre, que distribuida por el cuerpo, embaraza la conveniente nutrición y aumenta la no conveniente: y según fueron
los malos alimentos y la impuridad de las entrañas, son también las caquexias, que resultan: y así, aquella es pituitosa, ésta melancólica y la otra de
otra especie. La caquexia pituitosa con la cual se ponen regularmente escuálidas (esto es, sin su color natural) las doncellas antecede a la leucoflegmasía
y es anuncio de ella: así como la melancólica amenaza con lepra elefantica.
Hasta aquí llega la doctrina de Fernelio”.
Y, una vez que analiza la doctrina de Fernelio, Casal se refiere específicamente a su experiencia médica en Asturias.
Las causas en nuestra región se centrarían en los alimentos, húmedos y llenos de superfluidades y la atmósfera que conduce a impuridad
y debilidad del estómago. Ello llevaría a un estado de mal estado general (aflaquecerse en bable según Casal).
Cuando el cuadro se acentúa se daría un síndrome general manifiesto con pérdida de fuerzas y ligerezas de miembros, palidez, impotencia funcional progresiva, la respiración se hace dificultosa. En esta fase,
aún se mantendría el peso. Casal se explicaba este empeoramiento así:
“Cuando las impuridades van creciendo, y perdiendo el vigor las entrañas principales, crecen también las inmediatas materias de las obstrucciones… con lo cual comienzan a faltar las naturales cocciones y secreciones y las
debidas excreciones de vientre, orina, sudor y transpiración libre”.
194
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
La caquexia, como síndrome general podía evolucionar favorable o
desfavorablemente según Casal.
Tomemos los textos en los que Casal refleja estas posibles evoluciones. La primera sería la curación. Dice:
“Los que desde este estado, -el síndrome general manifiesto-, pasan a
tener sarna copiosa, herida y no seca; y los que incurren en diarreas largas,
sin malignos signos ni calenturas; como asimismo, aquellos que paran en tercianas o llagas de piernas, suelen restituir la salud a su primera disposición
y modo”.
La segunda posibilidad, suponía la aparición de una enfermedad
grave, habitualmente mortal. El mismo, lo decía así:
“Pero los que se mudan en leprosos, mal de paño o mal de la rosa (son
nombres patrios) viven con graves penas, poquísimo alivio y ninguna esperanza de sanar…. Mudanse también, a veces, estas caquexias en hidropesías incurables; y regularmente se convierten aquí en aquella especie de lepra
ordinaria que yo la llamo, con razón, sarna muy envejecida, que contraída
en los sujetos ancianos, de mala complexión, sucios, y no bien alimentados se
hace tan predominante que hasta el final de la vida persiste y convierte en
humores de su especie cuando comen y beben los pacientes”.
Deseamos dejar constancia aquí del llamado “Mal de el paño”, en las
propias palabras de Casal:
“Es el que llaman mal de el paño, una maligna especie de acceso impropio
de tan infame casta que dentro de poco tiempo forman fistula irremediable en
alguna rodilla, o cualquier otra articulación del cuerpo. Dicen los mismos
que lo padecen, que se le impuso aquel nombre; porque si pretenden curarlo
con trapos de lienzo, les sobreviene una sinovia tan crecida que los consume
presto; pero si con paño de lana, y una polenta compuesta de harina de trigo,
y leche de mujer, se preservan de la sinovia y viven largo tiempo”.
Dejamos aquí, una descripción más o menos sistemática de
Fisiología, fisiopatología y Patología General en la obra de Casal.
Añadimos en un breve aparte, algunas cuestiones más.
Miscelánea Fisiopatológica.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Uno de los mecanismos fisiopatológicos que Casal como causa de
muerte son “las tabas” por rompimiento de vasos grandes. Lo dice de
este modo:
“Grandísimo miedo debemos tener de que rompido un vaso grande en el
pulmón o pecho sobreventa una taba”.
Una taba sería una colección licuefácta y descompuesta con posible
putrefacción. A nivel general, produciría consumición.
En otro lugar habla de las “úlceras de las piernas” insistiendo en su
etiología y causas desencadenantes. Pero, lo que llama la atención es
su efecto profiláctico de otros males, según Casal. Lo afirma así:
“Con estas llagas suelen regularmente conservarse libres de otros males
aquellos que las padezcan; pero cuando se secan y llegan a cerrarse, sobrevienen de ordinario indisposiciones muy peligrosas. … Pero yo he conocido por
innumerables experiencias, que no siempre es así: pues siempre observé que
mientras el gobierno, régimen, mecanismo y funciones principales de los
cuerpos se mantenían sin lesión perceptible; permanecían las llagas con regular semblante y bastante purgación: pero lo contrario acontecía cuando aquellas principales obras llegaban a desmayar; porque entonces, dentro de pocos
días iban las úlceras demostrando mal color y secándose. Esta advertencia no
solo es cierta, si también muy útil para los médicos no equivoquen las cosas,
pensando que los efectos son causas, y las causas efectos”.
Respecto a la “Etiopatogenia del bocio”, describe muy bien Casal las
Zonas bociógenas de Asturias y relaciona el origen del mismo con el
agua, pero por su frialdad, de tal modo que la secuencia fisiopatológica, sería esta:
“Los trabajadores que habitan en tales sitios, llegan a beber de las aguas
frías, crudas y gruesas corrientes, sin conocer el daño que ha de sobrevenirles,
si con la frialdad y crudeza se constipan y cierran en el cuello los conductos
excretorios de las linfas superfluas”.
Las consecuencias de estos hechos invocados, le llevarían a interpretar la realidad de este modo:
“Teniendo presentes mis repetidas observaciones y cuidadosos exámenes,
tocantes a este asunto, no me ha parecido mal la opinión de Senerto en lo que
pertenece a la causa material de los bocios; porque, si se excluye el jugo nutri-
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tivo viscoso y la linfa pituitosa cruda y crasa, no encuentro en el cuerpo
humano materia tan a propósito, de quien puedan engendrarse estas duras
masas semejantes a carne en la dureza, pero más blancas interiormente, pues
las he visto abrir a cierto cirujano”.
Sobre “la etiología del Cáncer” Casal invoca su relación con la
ausencia de las enfermedades más comunes que podrían protegerles de
este mal. Es decir los achaques endémicos más comunes protegerían de
padecer un cáncer. Tales males serían: sarna, caquexias, tumores edematosos, escrófula, lepra, mal de la rosa, elefantiasis de pies, piernas y
manos, erisipelar, llagas y úlceras en las piernas. Las consecuencias,
cuando llegaban a faltarles estos achaques epidémicos, podía ser la aparición de una enfermedad grave o la muerte. Lo expresaba así, Casal:
“Son aquí muy numerosos los referidos males; y estoy cada día observando,
que innumerables personas incurren en peligrosas, y aún mortales enfermedades, cuando ellos llegan a faltarles. Por haberse curado las extendidas herpes de
las piernas que siempre tenía D. Luis de Castañeda, le acometió, dentro de
poco tiempo, un tumor perceptible en el hígado, que le quitó la vida…”.
Y, con los datos referidos, damos punto final a estas breves consideraciones sobre la escasa importancia que tuvo la Anatomía en la obra de
Casal y sus ideas fisiopatológicas siempre hechas en el contexto de
Hipócrates y sus seguidores.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
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Casal, con prólogo de Gregorio Marañón. Oviedo, 1959.
Excelentísima Diputación Provincial de Asturias.
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XVIII Rev. Universitaria IX: 675 – Madrid, 1960.
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IDEAS ANATÓMICAS, ...
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Madrid, 1781.
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LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Villa, M.P.: Casal en Oviedo, IDEA, Oviedo 1967.
198
DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD
EN CASAL.
CONSTITUCIÓN, MEDIO AMBIENTE
Y OTRAS CAUSAS DE ENFERMEDAD.
ÁNGEL ALVAREZ FERNÁNDEZ
Nace GASPAR CASAL Y JULIAN en Gerona en 1680, y pasa su
infancia y su juventud en Utrilla (provincia de Soria), y en Atienza y
Sigüenza (Guadalajara). En el ámbito de la Universidad de Sigüenza
obtiene el título de Bachiller en Artes, y posiblemente aquí también el
título de Medicina. Desde 1713 a 1717 ejerce como médico en Madrid,
y en el verano de 1717, con 37 años complidos, se desplaza a Asturias,
donde permanecerá 34 años, siendo nombrado en 1720 médico municipal de la Ciudad de Oviedo, y en 1729 médico del Cabildo Catedral
de Oviedo. En 1751 vuelve a Madrid, nombrado médico de la Real
Cámara de su majestad Fernando VI, además de miembro de la
Academia Médico-Matritense y del Tribunal del Protomedicato de
Castilla. Fallece en Madrid en 1759 (2), y tres años después de su muer-
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
“Siempre he confesado, y ahora confieso de nuevo, que no es fácil (sí
acaso posible) que la corta capacidad humana llegue a conocer las causas especiales de las enfermedades: pues aunque concedamos, que, tentando, conjeturando, experimentando y discurriendo, pueda alguna
vez atinar a tropezar con ellas, nunca las comprende de modo ni con
aquella claridad que necesitábamos para demostrar, sin recelos ni
duda, que ellas son las mismas que andábamos buscando” (1)
te, ahora hace 250 años, ve la luz su única obra científico-médica:
“Historia Natural y Médica del Principado de Asturias” (3).
La España de comienzos del XVIIII
Ejerció CASAL, como escribió G. MARAÑÓN, “en una ciudad aislada de la España deshecha, postrada, que siguió a la catástrofe material,
moral e intelectual del final de la Casa de Austria” (4). Es así que en el
año 1700 muere sin sucesión directa Carlos II, el último de nuestros
austrias, y se inicia la dinastía de la Casa de Borbón en España con
Felipe V y la Guerra de Sucesión, reinado que será continuado por
Fernando VI en 1746, y luego por Carlos III en 1759, justo el año de
la muerte de Casal.
Tras aquella ruina, aquella “crisis de esperanza” de nuestra
Decadencia, España intenta reconstruirse en el siglo XVIII. Según
escribió Julián Marías: “La Casa Borbón hace un ajuste de cuentas; su
primera operación, urgente, es la aceptación de la realidad. Reconocen
que España no es ya el país hegemónico que había sido, que ha dejado
de ser la primera potencia de Europa… que tiene que aprender muchas
cosas que ha desdeñado; que ha de vivir de acuerdo con sus posibilidades… La distancia entre recursos y proyectos se acorta; en lugar de un
gesto grandioso, pero quizá en hueco, España va a ensayar uno más
modesto, mesurado, reflexivo, lleno de contenido. Por primera vez en la
historia, España se toma como empresa en sí misma… lo que España
propiamente hace, sobre todo entre 1714 y 1788, es España, su propia
realidad”(5).
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
La generosidad de Casal con su obra
En aquel Oviedo de la primera mitad del siglo XVIII, con sus aproximadamente 1400 vecinos –según la referencia de A. Buylla y R.
Sarandeses (6), pues el primer Censo moderno no llegará hasta 1857,
cien años después, con una población en Oviedo de 13.979 habitantes(7)
ejerció su profesión Casal, en aquella Asturias donde, según su propia
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
referencia, en conjunto sólo ejercían cinco médicos: Uno en
Villaviciosa, otro en Gijón, otro en Avilés y dos en la ciudad de Oviedo.
Dice Casal:
“Por lo dilatado y poblado del país, se necesitaban más de doce (médicos), para que fuesen medio asistidos los que de ordinario están enfermos, aun en los años y tiempos saludables. Verdad es que para consuelo de los tristes pacientes, tienen los concejos (no todos) cirujano asalariado, el cual sirve también de médico…” (8).
Reconocerá Casal en el “Brevísimo Tratado…”, dedicado a comentar
algunas sentencias hipocráticas:
“Puedo y debo cristianamente certificar, que no aconteció indisposición
alguna desde que estoy aquí, aguda ni crónica, en sujeto grande ni
mediano, para cuyo registro, capitulación y cura no fuese yo llamado o
consultado” (9).
Grande ha sido la generosidad de Casal al habernos transmitido
esta experiencia médica de 34 años para la posteridad, con el reflejo de
sus éxitos y sin disimular sus fracasos e insuficiencias. Poco más se le
podría exigir a un médico de ayer y de hoy: 1) la puesta en práctica
–como buen naturalista- de lo pasivamente aprendido en sus años de
formación; 2) pero con su personal interpretación enriquecedora, a la
luz de una minuciosa y concienzuda observación, en su dilatada experiencia; y 3) con la aportación de algún descubrimiento original nunca
antes descrito. Vivir también médicamente, como un revivir, a la par
actualizante y creador. Todo esto puede encontrarse en la obra médica
de Casal, obra pequeña, de la que dirá G. Marañón: “Todo fue perfecto en la gestación y la aparición de este gran libro”(10). Ya antes había
escrito: “Casal escribía sin prisa… en los resquicios de su activa vida
profesional iba depositando, en sus notas, el material, mil veces retocado, de sus anotaciones y de sus hechos de observación… escribía con
calma. Pulía y repulía lo escrito. Y así, de toda una vida de fecunda contemplación de la Naturaleza, dejó un libro sólo; pero en él habría de
sobrevivir para siempre” (11). Pues, al final, “con la ciencia, la dulzura y la
firmeza, combatir la muerte y disminuir el sufrimiento” (12), esto es, ha
sido y será la esencia de la Medicina.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
La agonía de la medicina tradicional galénica y la nueva ciencia
médica de los siglos XV al XIX
En los siglos XV y XVI comienza formalmente la Edad Moderna, y
con ella se va asentando, en los niveles social e intelectual, la convicción
de que “mediante su voluntad y su razón propias, el hombre se siente
capaz de avanzar indefinidamente en el gobierno técnico del mundo y
de la propia vida” (13). La proclama “saber es poder” baconiana (Sir
Francis Bacon, 1561-1626), superándose el por entonces estancamiento escolástico-medieval de la Universidad de entonces, da nacimiento a
dos líneas del saber: por un lado, el sabio solitario; por otro el surgimiento de las Academias, precisamente nacidas al amparo del poder
“real”. No será hasta el avanzado el siglo XVIII cuando empiecen las
Universidades a resurgir de su postración. Mucho tuvo CASAL de
humilde sabio solitario, y, un poco al final de sus días, de reconocido
sabio de Academia.
Agonizaba , tras mil quinientos años de vigencia, la doctrina médica tradicional galénica (Galeno, 131-200 d.C.). Agonía, en el pleno
sentido unamuniano: “la agonía es, pues, lucha… no se confundirá a un
agonizante con un muriente o moribundo… un verdadero agonizante
es un agonista, protagonista unas veces antagonista otras”. Unamuno
recoge en su “Agonía del Cristianismo” el impresionante relato de
Abisag, la sunamita (1 Reyes 1, 1-4), aquella doncella desposada con un
rey David, ya viejo y enfermo, para reanimarle y darle calor en su agonía. Todo el esplendor, así, del saber galénico, aquel que atravesó toda
la Edad Media, acomodándose a Bizancio, al Islam y al Cristianismo
romano-occidental, llega a su ocaso. Dice Unamuno: “La pobre Abisag,
la sunamita el alma hambrienta y sedienta de maternidad espiritual,
locamente enamorada del gran rey que moría, trataba de mantenerle, de
engendrarle, de darle vida, de resucitarle con sus locos besos y abrazos.
Y lo enterró en sí misma. David, por su parte, amaba entrañablemente
a aquella pobre muchacha que le calentaba en su agonía, pero no podía
conocerla ya…”(14).
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
Resume así Laín Entralgo en su “Historia de la Medicina” (15), en tres
pinceladas precisas, todo lo que pudo ser el saber de la ciencia médica
moderna de los siglos XV al XIX –período que los historiadores de la
cultura estratifican en las clásicas fases del Renacimiento, Barroco,
Ilustración, Romanticismo y Positivismo-, de forma escalonada, conviviendo a veces entre ellas:
En primer lugar, “predominio del saber médico antiguo galénico,
pero actualizado por los verdaderos médicos humanistas y filósofos de
los siglos XV y XVI”, donde se agruparían simples traductores y editores de textos médicos antiguos (de Hipócrates, Celso, Areteo,
Dioscorides, Galeno, etc), pero también expositores modernos y
correctores, verdaderos galenistas médico-renacentistas como el
francés Jean Fernel (1485-1558), el ítalo-francés Louis Duret
(1527-1586), el español Francisco Valles (1524-1592) o el portugués
Francisco Sanches (1551-1623), médicos que, aun siguiendo a
Galeno, saben perfeccionarle y mejorarle.
En segundo lugar, “el triple alzamiento empirista, mecanicista y
órgano-vitalista sobre la medicina antigua, a la luz de los nuevos descubrimientos fundamentalmente anatómicos y fisiológicos de los
siglos XVI, XVII y XVIII”, dando nacimiento al médico jánico, de
dos rostros, uno aún orientado hacia el magisterio de la medicina
antigua grecolatina y medieval, pero con el otro rostro orientado a
un presente y un futuro apasionantes. Médicos jánicos fueron así los
mecanicistas Andrés Vesalio (1514-1564), padre de la Anatomía
moderna, y William Harvey (1578-1657), fundador la nueva
Fisiología. También, en cierto sentido, los órgano-vitalistas y revolucionarios Paracelso(1493-1541) y Johann Baptista Von Helmont
(1578-1644). Y también, finalmente, los empíricos, especialmente el
gran Thomas Sydenham (1624-1689), el llamado Hipócrates inglés,
iniciador de la Nosografía moderna, con su gran máxima “no es posible conocer la naturaleza sino por medio de la experiencia, la única
capaz de disipar los misterios”; y, más iatromecánicos o iatroquímicos unos, más vítalo-animistas o empírico-clínicos otros, médicos
jánicos también pueden considerarse los grandes maestros de la ulte-
rior Medicina Clínica, como Silvio De La Boe (1614-1672),
Michael Ettmüller (1644-1683), Giorgio Baglivio (1668-1707),
Hermann Boerhaave (1668-1738), Ernst Stall (1654-1734),
Friedrich Hoffman (1662-1742) o Anton de Haën (1704-1776).
Y, en tercer lugar, “la definitiva ruptura con los restos del saber
médico antiguo y el comienzo de una nueva etapa en la historia de
la Medicina, caracterizada por el evolucionismo, el positivismo y el
eclectismo”, que será la esencia de la obra cientificomédica del siglo
XIX, con el desarrollo de las mentalidades anatomoclínica, fisiopatológica y etiopatológica, subparadigmas del gran paradigma científiconatural del saber patológico, extraordinariamente ampliado y profundizado en el siglo XX, y aun en el siglo XXI actual, saber patológico que sólo llegará a hacerse plenamente humano y personal con
el advenimiento –en todo momento intuída, aunque a menudo despreciada- de la mentalidad antropopatológica (psicosomática y personal), en lo que Viktor Von Weizsäcker (1886-1957) llamará “la
introducción del sujeto en Medicina”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
El empirismo clinico de Casal
Ya tenemos a Gaspar Casal situado en una pequeña ciudad de la
España de principios del siglo XVIII, y dentro de un período crítico de
la historia de la Medicina, entre una praxis médica muy clásica, heredada de un hipocratismo galenizado y medievalizado, aunque abierta al
estallido de los nuevos grandes descubrimientos anatómicos y fisiológicos, y a nuevas teorías patológicas que entonces se estaban produciendo en Europa, y a las que Casal tenía sin duda acceso gracias a la inestimable ayuda del Maestro fray Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764),
con quien convivió en Oviedo, en aquellas tertulias científicas en su
celda del Convento de San Vicente (16).
Thomas Sydenham (1624-1689), decepcionado tanto por el viejo
galenismo en el que se formó, radicalmente esencialista en su saber patológico (la enfermedad es imaginada en lo que es o puede ser, más allá de
cómo se exprese en sus signos y síntomas), como por las especulaciones
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
iatromecánicas e iatroquímicas de la época (con sus hipótesis anatómico-fisiológicas sobre las fibras y quimiátricas sobre las fermentaciones y las
acrimonias), proclama en sus “Observationes medicae” (1676) su principio
esencial: “exponer con claridad los fenómenos de cada enfermedad, sin
fundarlos en hipótesis alguna ni reunirlos de manera forzada”. He aquí
la raíz de su hipocratismo, que da nacimiento a su doctrina de la especie
morbosa. Dice Laín Entralgo: “la originalidad de Sydenham en lo tocante al concepto de especie morbosa consiste… en su idea de sustituir la
definición de cada especie según su ipotética constitución real, por otra
exclusivamente basada en los síntomas que el médico observa en su relación clínica con el enfermo… el médico debe limitarse por tanto a una
descripción graphica et naturalis de la especie morbosa, según los síntomas de que los sentidos dan testimonio y fe” (17). Casal, que sin duda leyó
a Sydenham, como a Baglivio y a Boerhaave, dará buena cuenta de este
principio en su obra:
“Escribiré sólo las cosas que tengo vistas y averiguadas de mis propias
experiencias… Escribiré con sinceridad, sin inclinar piedra alguna
hacia el hilo de mis ideas, ni opiniones o sistemas inventados por varios
autores… Estoy viendo las notables mudanzas que, desde los más
antiguos filósofos y médicos hasta el presenta día, han padecido las opiniones o sectas, pues las que fueron veneradas como ciertas, claras y firmes, se vieron después abatidas por falsas, oscuras y débiles”(18)
Y en otros momentos de su obra:
“Pero como soy fino amante de la experiencia, y enemigo capital de
aquellas fruslerías mentales fundadas sobre hipótesis y dogmas, cuya
certeza se quedará por averiguar…” (19)
Y, a propósito del presunto efecto favorable del Visco Corylino sobre
las alferecías, dirá graciosamente:
“Lo cierto es que en los libros de Medicina se encuentran estos y otros
viscos para cazar pájaros bobos” (20).
O también, cuando afirma:
“No por generales principios ni metafísicos discursos vine en conocimiento de las superfluas mucilaginosas humedades de los vegetales de
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
esta tierra, sino por los fenómenos mismos que nuestros sentidos perciben…” (21)
Y, cuando habla de las Enfermedades endémicas del país, dice:
“No pretendo escribirlas bajo de aquella forma con que ordinariamente las traen los autores prácticos; es, a saber, definiéndolas, dividiéndolas, y explicando sus señales, causas, pronósticos y curaciones; porque
esto sería trasladar lo muchísimas veces escrito, o inventar (sin más
autoridad que el propio dictamen) alguna nueva opinión o secta médica; y, así, poniendo sólo lo que tengo observado…” (22)
Asimismo, en la descripción del Mal de la rosa dirá:
“He procurado por largo tiempo examinar con la mayor diligencia
todos los síntomas de esta enfermedad; mas, pensando para mí que de
ninguna parte podía sacar la noticia cierta de aquéllos, como de la
relación de los mismos enfermos, principié el año de 1735 a examinarles y escribir cuanto contestaban a mis preguntas, oportunas e inoportunas” (23).
Y al final de sus comentarios en el “Brevísimo Tratado” sobre algunas
sentencias de Hipócrates, concluye con este consejo:
“No es mi ánimo reprobar el estudio y lectura de los insignes profesores, ya coetáneos ya sucesores del grande Hipócrates; antes aconsejo a
todos los médicos que con diligente reflexión miren y remiren sus escritos, inclinándose más a las doctrinas de aquéllos que, imitando a dicho
maestro, sacaron del original libro de la naturaleza, y no de agudezas
lógicas, las reglas, consejos y preceptos más útiles y seguros para la posteridad. Pero no tengo por conveniente que, menospreciando, con el
título de antiguallas y dogmas voluntarios, las veraces y firmes sentencias de aquel sabio protomédico, se atrevan a juzgar los principiantes
que han de llegar a ser médicos útiles, sólo con el estudio de algunos
escritores de la moda” (24).
Casal, fiel a su condición de clínico (del gr. “Kline” = lecho, y “klínikós”= relativo a la instrucción a la cabecera del paciente), ceñido años y
años a su pequeña comunidad de pacientes, a quienes trata de curar o
aliviar, recogerá, con toda minuciosidad los síntomas y los signos de los
enfermos, y los confrontará con los saberes clásicos y modernos que
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
conoce, y que sabrá filtrar con su experiencia, y finalmente, con toda
generosidad, nos relatará cuidadosamente, y con toda elegancia, la evolución de las enfermedades a las que le tocó asistir en su tiempo. Sigue
al gran Baglivio (1668-1707), el Hipócrates romano, quien, en un eco,
enriquecido, del saber sydenhamiano, escribirá en su “Praxis médica” de
1696: “Yerran los que piensan poder curar a los enfermos porque son
hábiles en la doctrina de teorizar rectamente. Yerran, porque el médico
debe mirar más alto… Debe considerar con diligencia las heces y la
orina, la lengua, los ojos, el pulso y el rostro, los afectos del ánimo, la
índole de la vida antecedente, las aberraciones dietéticas del enfermo y
todo cuanto a ello concierne, para llegar a establecer diagnósticos y
pronósticos verdaderos y naturales, así como indicaciones terapéuticas
idóneas. Ostentar el propio lustre, frecuentar los museos, poseer una
copia ingente de libros sin saludarlos siquiera, inscribirte en las discusiones de las academias a fin de que la fama de tu nombre sea celebrada en los diarios de los literatos: todo esto no te servirá de mucho para
aliviar los dolores de tus enfermos. Algún provecho obtendrás, en cambio, visitando con frecuencia los humildes lechos de los pacientes y los
hospitales públicos, y anotando con severa e inconmovible paciencia lo
que de bueno y de malo vaya aconteciendo en el curso de cada una de
las enfermedades, y el progreso de los síntomas, y el término de los mismos luego de administrado el tratamiento…”(25).
En esta misión naturalista de observar la presentación y la evolución
de las enfermedades, a la cabecera de los lechos de sus pacientes, tuvo
CASAL sus propios descubrimientos, escondidos para otros médicos
hasta entonces, como el Mal de la rosa, nueva especie morbosa por él
descrita, que le hará mundialmente famoso, luego rebautizada como
Lepra asturiensis por François Sauvages en su “Nosología methodica”
(1760), y poco más tarde como Pelagra por autores italianos (26).
Sólo le faltó a Casal lo que ya en Europa, desde el “Sepulchretum” de
Théofhile Bonet (1620-1689), culmina con la obra de Giovanni
Battista Morgagni (1682-1771) “De sedibus et causis morborum per anatomen indagatis”, esto es, el establecimiento de la mentalidad anatomoclínica, con la presentación de la lesión anatómica como fundamento
del saber clínico. El propio Casal, que casi es seguro que no realizaba
autopsias clínicas, lo reconoce al final de su “Historia de algunas afecciones endémicas de esta región” (sarna, lepra, mal de la rosa y asma seco
hidropiforme de los pulmones):
“Habiendo oído que en las Academias médicas, también llamadas
sociedades, se ejercitan los doctísimos profesores en averiguar todo
cuanto puede contribuir a la conservación de la salud y al remedio de
las enfermedades, con el fin de conseguir algo cierto, con gran solicitud
y trabajo, no sólo de la lectura de libros, sino también y especialmente
con la disección de cadáveres… teniendo a la vista el cadáver de alguno que haya padecido la expresada enfermedad, y haciéndole la autopsia, hallará la causa próxima de esta dolencia, si se localiza en las partes sólidas. Esto lo podrán conseguir con facilidad en los grandes hospitales…” (27).
Es lo que Baglivio enfatizaba en su “Praxis medica”: “Los cadáveres
de los difuntos por enfermedad han de ser disecados por él (el médico),
y ha de manchar sus manos para encontrar la sede y la causa de la enfermedad”. Esto es justamente lo que en Leyden (Holanda) llegó a hacer
el gran Hermann Boerhaave (1668-1738) –el apodado “communis
Europae praeceptor”- aunando los principios clínico-empíricos sydenhamianos y la constatación anatomo-clínica en su magisterio médico y en
sus espléndidas e inmarcesibles historias clínicas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
La doctrina de la constitución en las enfermedades endémicas y
epidémicas referidas por Casal
He aquí a nuestro neohipocrático y sydenhamiano Gaspar Casal en
el Oviedo de la primera mitad del siglo XVIII. ¿Ha podido alguna vez
quien quiera llamarse médico dejar de preguntarse por la causa de la
enfermedad, por ese cambio de estado en la vida del sujeto que la padece? No importa nuestra ignorancia; callada o expresamente siempre
estará el “¿por qué?” ante la contemplación o la vivencia de la enfermedad. Casal, en su tiempo, con sus saberes, no puede, como buen médico, sustraerse a preguntarse también, de alguna forma, dicho porqué.
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
Por ello, creemos que sí es posible hallar rastros de mentalidad etiopatológica en toda la obra de Casal, y éste será a partir de ahora el objetivo de este trabajo.
Galeno (131-203 d.C.) construye una doctrina etiológica que va a
servir de canon a toda la medicina ulterior, de todos los tiempos. Tres
serán para Galeno los momentos que se integran en la causación de una
enfermedad: la causa externa o mediata (aitía prokatarktiké); la causa
interna o dispositiva (aitía proegoumené); y la causa conjunta o inmediata (“aitía synektiké”). La nosogénesis galénica entenderá, según Laín
Entralgo, que para que el proceso morboso comience “es preciso que
una causa externa o procatárctica, actuando sobre una especial susceptibilidad del sujeto (causa interna o proegúmena), dé lugar a una alteración morfológico-funcional del cuerpo, más o menos localizada (causa
inmediata, conjunta o sinéctica)” (28).
En cuanto a la causa externa, en el siglo de Casal (1680-1759) poco
más había disponible que la vieja doctrina galénico-árabe-medieval de
las Sex res non naturales, seis causas externas principalmente capaces de
encender la enfemedad: desórdenes alimentarios o sexuales; emociones
o trabajos desmedidos; calor o frío; sueño y vigilia; venenos; y baños
inconvenientes. Así se recogían ya en la “Isagoge” del médico y traductor Hunayn Ben Ishaq (latinizado Ionnitius), obra leidísima en las
Universidades medievales. Pero serán el francés Guillaume Baillon
(1538-1616) y el propio Sydenham (1624-1689) quienes, estudiando el
primero en París las posibles relaciones entre los cambios estacionales y
los modos de enfermar, y el segundo en Londres las enfermedades agudas epidémicas del quindenio 1661-1676, revisiten el “Corpus
Hippocraticum”, en sus tratados “Sobre los aires, aguas y lugares” y
“Epidemias” (29), y resuciten un viejo y profundo concepto hipocrático, la Katástasis, que viene a significar el “aspecto general” –el perfil,
podríamos decir- de una realidad: El de un hombre, el de una región
geográfica, el de una enfermedad… El médico prestará atención al
hombre y su enfermedad, “en la relativa permanencia de lo apariencial,
de lo percibido sensorialmente”, y muy específicamente se fijará en el
entorno físico que le rodea (astros, tierra, clima, estaciones del año,
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
aguas, vientos, etc.). Catástasis entendida ahora como constitutio epidemica, casi como “medicina metereológica”. Este concepto da razón de
ser al título de la obra de Casal “Historia Natural y Médica”. He ahí el
vínculo etiológico entre ambiente –entendido latu sensu- y enfermedad, entre naturaleza o ph?sis y Medicina. Dice el autor hipocrático en
el tratado “Sobre los aires, aguas y lugares” (aprox. 400 a.C.): “Si el verano es lluvioso y con viento del Sur, e, igualmente, el otoño, es forzoso
que el invierno sea malsano y cabe esperar que se produzcan fiebres
ardientes a los flemáticos y a los de más de 40 años, y pleuritis y perineumonías a los biliosos” (30).
Casal, como Hipócrates y como Sydenham, a la hora de explicar causalmente la enfermedad, dentro de las posibles causas externas, da
importancia especial a la Katástasis, a la constitución epidémicoambiental y a su influjo –aun sin entender en profundidad el porqué- en
las ondas de enfermedad. Así, inicia su “Historia Físico-Médica” con sus
descripciones sobre la forma extrínseca de Asturias; sobre las situaciones
de los pueblos; las aguas; sobre las piedras, minerales y metales; sobre los
árboles y las plantas del país, y los vegetales y carnes comestibles; sobre
la atmósfera y los vientos; y sobre su conjunta influencia sobre las
“Enfermedades endémicas” de la Asturias de entonces:
“Sarna, lepra, escorbuto, destilaciones, escorbuto, destilaciones, erisipelas, llagas de piernas, fistulas, hipocondrías, melancolías, manías, flujos hemorroidales –que llaman sangre de espaldas-, pasiones histéricas,
tumores de glándulas, abscesos impropios; y en los concejos de Aller,
Lena y Quirós, innumerables bocios o broncocilas, caquexias, hidropesías, alferecías, reumatismo, tisis, el mal de la rosa y la hidropesía
tuberculosa de pecho” (31).
El eco de la constitución epidémico/ambiental asturiana le hace afirmar:
“Rarísimo es el que sin achaque habitual vive en Asturias… pues aunque en todo el mundo enferman y mueren los hombres, suelen en algunos países entre una y otra enfermedad actual mantenerse por largo
tiempo libres de todo achaque, y sin alteraciones ni molestias; pero
aquí, como soldados en campaña, no lejos del ejército enemigo, cuando
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
se decide que descansamos, estamos peleando con varios destacamentos
… Nunca o muy pocas veces aparece limpia esta atmósfera, sí triste y
turbada con vapores humosos… Mucho mucílago y acuosidad inútil y
poca substancia pingüe tienen los alimentos de esta tierra…”(32).
Más adelante en su obra se ocupa Casal de las “Constituciones epidémicas”. Entre 1719 y 1721, una epidemia de ictericias flavas, seguida de
paperas, catarros y viruelas. Y, aquí, en sus reflexiones a propósito de
estas epidemias deja ver claramente su mentalidad etiopatológica (preetiopatológica, podríamos decir):
“…con todo eso, por lo común, los calores, fríos, lluvias y sequedades,
cuando son excesivas, intempestivas o entre sí aceleradamente mudables, ocasionan achaques. Y así es verosímil que los catarros, las inflamaciones internas de pecho, vahídos, toses, y aun las paperas, hubiesen
en parte tenido origen de la mudable y mala temperie de aquellos
años… Pero, en verdad, que no siendo a costa de pruebas, experiencias
y tiempo, nunca se averiguarían las facultades con que envenenan,
sanan, agravian , aprovechan y producen increíbles efectos. Con instrumentos hechos a propósito de hierro, hueso o alguna otra materia competente se podrían hacer las heridas que imprimen los dientes de un
perro rabioso, los corvos colmillos de la víbora, la uña en que remata la
geniculada cola del escorpión y la tenaza con que agarra la araña llamada falangio; pero… ninguno, antes de ver los síntomas, y registrar
despacio los efectos, sería capaz de averiguar las ponzonas ocultas que al
herir injerieron aquellas venenosas sabandijas… (pues) en las constituciones y estaciones de los tiempos (y aun en las demás causas de las
enfermedades) hay cosas perceptibles y manifiestas, que llaman
fenómenos, y cosas ocultas, que sólo por sus efectos pueden ser descubiertas… Que de las cuatro estaciones del año, y de las especiales constituciones de ellas, pueden originarse, y se originan, especiales enfermedades, se ve claramente en los libros de Hipócrates… y si alguno me preguntare de donde juzgaremos que dimanan los epidémicos venenos y
pestilentes miasmas, que no pocas veces, burlándose de todos los médicos, hacen y han hecho lamentables estragos, le respondo que no lo sé; y
añado que, al modo que los antiguos se refugiaban en semejantes apu-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ros a sus ocultas cualidades, se ven hoy los modernos precisados a ocurrir
a las ocultísimas configuraciones, contexturas, movimientos y disposiciones de los mínimos átomos que componen y constituyen dichos miasmas o venenos, y aun aseguro que los tales venenos son tan imperceptibles que, no pudiéndolos registrar los sentidos más perspicaces, se llegan
sólo a conocer, en confuso, por los fatales efectos que de ellos resultan” (33).
Como anotan tan perspicazmente A. Buylla y R. Sarandeses, ¡qué
cerca y qué lejos estamos aquí del asentamiento del pilar etiopatológico
de la nosogénesis que consumará Louis Pasteur (1822-1895)!.
“Busquemos los microbios”, los infinitamente pequeños, solía decir sus
colaboradores. En 1878 enunció formalmente el químico Pasteur su
Théorie des germes en la Academia de Medicina : las enfermedades contagiosas son producidas por la acción de gérmenes vivientes que no se
forman en el organismo, sino que penetran en él, y la especificidad de
cada una de ellas depende de la especie del germen que las produce (34).
Luego, en su obra, Casal vuelve sobre nuevas epidemias, como la de
Catarros ferinos epidémicos que acontecieron a los niños en este
Principado de Asturias en 1724:
“Comenzó esta epidemia a principios de mayo, y duró hasta el mes de
agosto. En los niños más sanos, solía durar más de cuarenta días el
catarro; y en los de mala complexión, más de dos o tres meses” (35).
Y ya casi treinta años después de la primera descripción epidemiológica, describe Casal una nueva onda epidémica acontecida en el
Principado de Asturias entre los años 1747 a 1750:
“En el año 1747 alternaron en Asturias los vientos australes con los
occidentales, por cuya causa fue la estación del invierno templada y
bastante lluviosa. Desde principios de marzo comenzaron a reinar
unas epidémicas ictericias, que duraron hasta cerca de mayo. Fueron
muchos los que incurrieron en esta fastidiosa y amarga indisposición;
pero todos se curaron felizmente con los remedios específicos y la buena
dieta. Comenzó entonces otra epidemia de paperas, semejante a la que
observé y describí el año 1720 en esta misma ciudad… Fue cesando la
referida epidemia, y corrió el tiempo de otoño…y permaneció la temperie sosegada y muy templada hasta el final de diciembre… al final
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
de marzo de 1748, trocáronse los vientos y pasamos de extremo a
extremo, porque fueron tantas y tales las frialdades y nieves, cuantas y
cuales nunca en este clima conocieron los vivientes… Poco después de
este perverso tiempo, se manifestaron las viruelas y catarros” (36).
Y continúa Casal refiriendo a finales de 1748 ciertas fiebres laboriosas registradas en Gijón, y luego recoge las expresivas cartas de un cirujano del concejo de Nava, D. Francisco Antonio Martínez, “bastante
prudente y advertido en las enfermedades agudas”. Escribe este cirujano en su carta del 12 de enero de 1749:
“Señor: dan en este concejo unas fiebres ardientes, con algo de tos y lengua negra; y desde el primer día tienen los enfermos un pulso pequeño,
que no da lugar a sacarles gota de sangre; y les dan también unos vómitos, con tanta debilidad desde los principios, que no me atrevo a embestir a tanto mal, con tanta falta de fuerzas; y, en verdad, que mueren
algunos. Suplico a Vmd. me diga qué siente de esta indisposición” (37).
Y aun abunda más el sensible cirujano:
“…La lástima es que se mueren, aunque les aplique los reparos y remedios que puedo discurrir. Espero de Vmd. me dirija; y quedo al cuidado de consultar en donde los medios lo permitieren. Advierto,
para inteligencia de las últimas claúsulas, que en este país son por lo
común tan pobres los labradores aldeanos, que no tiene caudal para dar
cuatro reales, que regularmente se pagan al médico por responder a una
consulta…” (38).
El autocrítico texto con que finaliza, en su Reflexión primera la
“Historia de la Constitución de los tiempos …” debe ser citado, una y otra
vez, pues contiene una profunda sabiduría para los médicos de todos las
épocas:
“Felices se pueden llamar los médicos cuando les acontece alguna epidemia que, pareciendo al vulgo grave y peligrosa, carece en realidad de
todo veneno mortífero; y, al contrario, infelices, cuando los males, siendo lobos rabiosos, aparecen vestidos con pieles de mansas ovejas.
Porque, en el primer caso, se atribuye el buen éxito de los enfermos a la
destreza, ciencia y providencia de los profesores que asisten; y, en el
segundo, se imputan los fatales sucesos a la ignorancia y corta capaci-
dad de quien metódicamente pretende librarnos de la muerte. Si las
interiores obras de la naturaleza fueran tan manifiestas a los sentidos
exteriores, como las de aquellas artes que llamamos mecánicas, veríamos muchas veces que las curaciones de algunos que murieron fueron
más arregladas, y bien dirigidas, que las de otros, que libraron de la
muerte. Pero cuando la malicia de las enfermedades excede a las facultades de la naturaleza y del arte, ne sperare quidem opportet, ut a
medicina exuperetur…”(39).
No sólo para las enfermedades epidémicas Casal recurre a la doctrina etiopatogénica de la constitución o catástasis ambiental. También en
otras enfermedades particulares o endémicas se acuerda del ambiente
de Asturias. Por ejemplo al tratar de las Lombrices:
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
“Como hay tantas superfluidades mucilaginosas en los intestinos y
estómagos de sus habitadores; y como es tan común y frecuente el uso de
la leche y frutas; y finalmente como aquí carecen los alimentos de aquellas sales volátiles oleosas, que aumentan y dan vigor a la cólera; se
puede decir (de Asturias), citando a Von Hermont: haec est lumbricorum patria” (40).
Y de las Destilaciones de este país:
“De todos cuantos achaques se padecen en Asturias, no me parece que
hay otro tan universal y frecuente como las destilaciones manifiestas a
los ojos, narices, boca, fauces, laringe y pulmones; y por tanto son innumerables los catarros, romadizos, ronqueras, tisis y males de ojos que
aquí se experimentan…” (41).
También se refiere al influjo ambiental cuando se ocupa de los
Cálculos de los riñones, la Sarna, las Ulceras de las piernas, los Bocios, y
hasta de las Alferecías o Epilepsias, e incluso de las Pasiones histéricas.
La mentalidad pre-etiológica de Casal en su descripción del Mal de
la Rosa
Especial relieve adquiere la doctrina etiológica en Casal contenida
en su tratado sobre el “Mal de la rosa”. Todo lo que después será desa-
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
rrollado y debatido hasta el límite en cuanto a la etiopatogenia de esta
enfermedad (42), queda insinuado en las palabras de Casal:
“Habiendo observado cuidadosamente, en muchos años de práctica,
todos los síntomas familiares a esta enfermedad, y habiendo visto que
es la más terrible y contumaz de todas las endémicas de esta región, no
sin razón creí conveniente escribir su historia” (43).
Y tras describir unos pocos casos paradigmáticos, y los signos/síntomas propios de la enfermedad, se pregunta por sus causas:
“Se hallan ya en la temperatura o constitución de la atmósfera, ya en
los alimentos” (44).
Y ahí menciona el maíz, aun con sus contradicciones, como también
el ambiente atmosférico, con las suyas, y también aparece el ámbito de
lo social, que ya nunca abandonará a los futuros investigadores, en la
lucha con la doctrina hereditario-contagiosa, apenas insinuada por
CASAL. Sus textos lo dicen, en germen, todo:
“El principal alimento de casi todos los que padecen esta afección es el
maíz y el mijo, pues de su harina hacen el pan y confeccionan también
las papas, que, mezcladas con leche, o manteca de leche, constituyen su
comida ordinaria… (aunque) en casi toda la provincia los labradores
usan este alimento, y sin embargo no todos sufren este mal… sino en
un corto territorio que comprende principalmente los cuatro concejos de
Las Regueras, Llanera, Corvera y Carreño… Por lo cual, como
muchísimas personas en esta misma zona, alimentándose de la misma
comida, gozan de salud y robustez, no se puede afirmar que sólo los alimentos sean la causa de esta enfermedad; por otra parte, siendo cierto
que esta afección ataca más a los pobres que a los ricos, tampoco se ha
de buscar la causa sólo en la atmósfera, pues si así fuera lo mismo atacaría a unos que a otros. Es pues verosímil que la causa de la enfermedad resida en ambas, es decir en la atmósfera y en los alimentos, aunque obrando de diverso modo: porque los alimentos, como de sustancia
inerte y poco espirituosa, vuelven los cuerpos lánguidos, impuros, y los
preparan para recibir con facilidad cualquier impresión; y la atmósfera, por su propia y maligna cualidad, hallando los cuerpos dispuestos,
engendra la enfermedad como causa eficiente” (45).
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Reaparece aquí en Casal la inmarcesible doctrina galénica de la etiología: la causa externa o procatárctica o eficiente (la peculiar atmósfera
asturiana, desde el equinoccio de primavera al solsticio de verano),
actuando sobre la causa interna o proegúmena o suscipiente (la alimentación, y su circunstancia social –mal de la miseria-, condicionante de
una situación corporal frágil y carencial), producen repentina –y aniversariamente- la enfermedad (causa conjunta o sinéctica). Del libro
“Lepra asturiensis” de Delfín García Guerra y Víctor Álvarez Antuña
recogemos este precioso texto del médico de Pola de Siero Higinio del
Campo y Cañaveras (1808-1885), uno de los grandes investigadores de
la Pelagra en Asturias, junto con otros ilustres médicos asturianos como
Antonio del Valle, José Rodríguez Villagoitia, Ildefonso Martínez
Fernández y el célebre Faustino García Roel. Higinio del Campo nos
dejó escrito en sus “Estudios sobre la Pelagra” (1847):
“En aquellos días se ven en todas las tierras sembradas de maíz largas
filas de hombres y mujeres, jóvenes y adultos, hasta ancianos, que desafiando la estación, los unos en mangas de camisa, con el calzón tan sólo
ceñido a la cintura, y la cabeza defendida por una mala montera y
paño raído, las mujeres flojas de ropa, con los brazos desnudos y un
pañuelo viejo a la cabeza; y ambos sexos descalzos, y encorvados sobre
la tierra, especialmente las mujeres a causa de la cortedad del hastil o
mango de los zarcillos, sudan y se afanan, acaso en ayunas y desfalleciendo, o sustentos con una escasa ración de pan duro de maíz, no hartos de vino, sino bebiendo con frecuencia para apagar la sed largos tragos de agua, caldeada por todo un eterno día…” (46).
No sólo médico de las clases altas asturianas, Casal se fijó también
en las enfermedades del enfermo pobre, representadas por el Mal de la
rosa; y apuntando su posible terapéutica:
“Observé constantemente que el cambio de los alimentos ordinarios,
por otros más sustanciosos y alimenticios era utilísimo para disminuir
esta enfermedad… Si fuera posible aplicar a los enfermos pobres los
mismos remedios que a los ricos, después de las purgas que yo creyese
necesarias, y de aquellos cocimientos diaforéticos, diuréticos y alterantes, que con repetidas experiencias he comprobado que les son útiles, les
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prescribiría baños termales o de agua dulce, y caldos de cangrejos de río,
de tortugas, de víboras, de carne de ternera, y el de ciertas hierbas, raíces o cortezas, y les prescribiría, ante todo, buenos y nutritivos alimentos” (47).
¡Qué fácil resulta hoy para nosotros, en nuestra pretendida omnipotencia, atribuir la vieja Pelagra a una deficiencia de niacina o factor PP
(Elvehjem y col., 1937), y qué sensibilidad y mérito la de aquellos
médicos antiguos!
Describió Laín Entralgo, en el paso de la salud a la enfermedad, esto
es en la causación de la enfermedad, a partir de la doctrina galénica de
las causas (externa, interna y conjunta), una constelación y un vector nosogenéticos(48). Una constelación nosogenética, formada por cinco posibles
momentos: a) de orden constitucional (genéticos o epigenéticos); b) de
orden ambiental (físicos, químicos o biológico-microbianos); c) de
orden social (familia, trabajo, status, rol…); d) de orden histórico
(época, nación, cultura…); y e) de orden personal (intimidad, vocación,
sentido de la vida…). De entre los posibles momentos de esta constelación, se forma una línea decisiva de nosogénesis, que enciende la
enfermedad, entendida ésta como “desorden lesional del cuerpo”, y esa
línea decisiva, que destaca sobre los demás momentos de toda la constelación etiológica, será el vector nosogenético, sea éste más preponderantemente físico-químico, instintivo o personal.
En la obra de Casal pueden encontrarse momentos nosogenéticos de
orden constitucional y ambiental, e incluso de orden social e histórico.
La tierra, la meteorología, la clase social, el trabajo, la cultura… Ya lo
hemos señalado en muchos de los textos citados, a los que ahora añadimos éstos otros (49):
“Rarísimo es el que sin achaque habitual vive en Asturias (a)…
Nunca, o muy pocas veces aparece limpia esta atmósfera… Es también
hermosísimo y agradable a la vista el conjunto de collados, pirámides y
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
El fondo personal en la nosografía de casal
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
valles, por su frondosidad y variedad, pero no provechoso para la salud
(b)…
Mucho mucílago, y acuosidad inútil, y poca substancia pingüe tienen
los alimentos de esta tierra (c)…
Pocos labradores padecen gota ni piedra en esta provincia; y, al contrario, muchos ricos y ociosos … porque los trabajadores y labradores
pasan como es notorio sin carnes, pescados y aun sin pan de trigo, ni
gota de vino, reducidos al débil sustento de leche, castañas, habas, algo
de manteca de vacas, frutas, y otras legumbres, harina, y pan de maíz;
y los que no trabajan se regalan con abundantes mantenimientos de
pingües carnes y pescados, a que agregan generosos vinos, mistelas y
rosolís (d)…
Si se hubiese encontrado el modo, y determinada proporción, para
igualar la comida y bebida al número y peso de los trabajos, se habría
encontrado ciertamente el medio más seguro y eficaz para mantener la
salud de los hombres. Es evidente que, por defecto de esta proporción,
andan llenos de males los ricos y los pobres: aquéllos porque no trabajan según comen y beben; y éstos, porque no comen ni beben según trabajan (e)…
(y refiriéndose a las pasiones histéricas) …Tan familiar y conforme es
a las complexiones de las mujeres asturianas el achaque, llamado mal
de madre, que entre cuantas se mantienen con vida sedentaria hallaremos muy pocas que no lo padezcan. Las trabajadoras y labradoras,
que, mediante el corporal ejercicio endurecen, encallecen y acecinan las
fibras nerviosas, membranosas y musculosas, son mucho menos afligidas de esta pasión molesta (f )”.
¿Es posible encontrar en la obra de Casal momentos nosogenéticos
del orden personal, es decir relacionados con la intimidad o la vocación
o el sentido de la vida, y sus frustaciones, como causa de la enfermedad?
Ahora la lectura de su libro se tornaría más profunda y enigmática, y
sería preciso rastrear pequeñas expresiones, veladas referencias en sus
historiales clínicos, momentos transfer-contra-transferenciales en la
vida y en el final de los pacientes atendidos y referidos por Casal (50):
Por ejemplo, en relación con aquél mozo preso de Castropol, que enfer-
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DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
mó y murió en la cárcel de Oviedo (a). También en relación con aquélla mujer noble afligida de la pasión histérica, que llegaba a precisar
asistencia espiritual de día y de noche (b). O en la niña Dña. Francisca,
hijita del Marqués de Vallecerrato, fallecida por una Viruela hemorrágica (c), sobre cuya desdichada historia, muy afectado y abatido, confiesa Casal:
“Rugía con los dientes de la inocente cordera el rabioso león, ¿y qué significaban aquéllos rugidos?: lo mismo que los del león verdadero, cuando hambriento registra cercana la caza… Malo es el seis (sexto día)
para la crisis; malo es el despeño de vientre en semejantes enfermedades; y malas eran todas las señales presentes y pasadas. Parecen muchos
males, en realidad no eran otra cosa que haberse puesto de tal modo, y
de tal figura, las tristes y fatales premisas de la corruptible naturaleza,
que necesariamente se debía inferir la conclusión con que determina el
curso temporal de la vida humana” (51).
Pero, quizá, el hilo de lo personal podría seguirse mejor en la historia clínica que motivó la “Consulta del Dr. Gaspar Casal a los sapientísimos doctores en Medicina de la Ciudad de Paris”, en carta fechada el 31 de
octubre de 1733 (52). Sabemos por el Dr. José Ramón Tolivar Faes, cuyo
amor y cuyos desvelos por la obra de CASAL han sentado escuela para
todos cuantos a él quieran acercarse (53), que este “cierto mercader, de
origen francés”, cuya patografía nos presenta CASAL fue realmente D.
Juan Cónsul y Malén, un amigo al que asistió hasta el final, en una relación médico-enfermo (54), a lo enseñado por Von Weizäcker, más allá de
lo técnico, como Weggenossen, como de “compañeros de camino”. Era un
paciente, dice Casal, de temperamento melancólico, esto es en desligadura psicosomática, como enseña la Escuela de París de Psicosomática de
Pierre Marty (55) y Claude Smadja (56), en somatización “funcional” en
los años jóvenes, con una sensación de frío cefálico, no aliviable, pese a
las repetidas consultas, incluso en Francia. Después, la somatización se
hace “lesional” y brota el tumor mamilar izquierdo, que, ¡oh, paradoja
psicosomática!, se llevó el frío cefálico, pero que progresó, pese a todos
los remedios, incluso a las unciones mercuriales a la desesperada, con
una amaurosis inicial sobreañadida, hacia la metastatización cervical y
finalmente ósea. Lento proceso de destructividad, que sólo Casal lograba amortiguar con remedios simples y cercanos: la tos, la fatiga, las vigilias pertinaces, los dolores vagos, la anorexia y los sudores nocturnos, la
deformidad y el agudísimo dolor de las metástasis cervicales y la final
en fémur derecho hasta la quebradura del mismo “sin violencia ni movimiento irregular”. Y la agudísima fiebre y la perturbación en su agonía
final, en la noche del 2 al 3 de marzo de 1736. ¡Cuántas veces le habrá
visitado Casal durante los años de enfermedad! ¡Cuántos gestos, cuántas palabras de ánimo, cuántos remedios –más allá de los más tecnificados del momento-, cuántos remedios sencillos pero decisivos para el
cuidado personal!. Y el silencio final, el silencio, dice Laín, “del abismamiento”, frente a la ultimidad. Elisabeth Kübler-Ross, una de las almas
de la Medicina Paliativa, impulsada decisivamente en la segunda mitad
del siglo XX, pero cuyas semillas se encuentran claramente en Casal
–como en todos los verdaderos médicos de todos los tiempos–, cerraba
así su sabio libro “Sobre la muerte y los moribundos” (1969): “Los que
tienen la fortaleza y el amor suficientes para sentarse junto a un paciente moribundo en el silencio que va más allá de las palabras sabrán que
este momento no es espantoso ni doloroso, sino el pacífico cese del funcionamiento del cuerpo. Observar la muerte pacífica de un ser humano
nos recuerda la caída de una estrella; en un cielo inmenso, una de entre
un millón de luces brilla sólo unos momentos y desaparece para siempre en la noche perpetua…” (57).
¡Gracias, Doctor Casal!
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
(1)
220
“Historia Natural y Médica del Principado de Asturias” (1762). Dr.
Gaspar Casal. Ed. Excma. Diputación Provincial de Oviedo, 1959
(a partir de ahora, se citará como HNMPA-GC, 1959), pags.
132-133.
(2)
“La ‘Historia Natural y Médica’ de Gaspar Casal en el 250 aniversario de su muerte”. Venancio Martínez Suárez. Instituto Feijóo de
Estudios del siglo XVIII. Universidad de Oviedo, 2009.
(3)
Además de HNMPA-GC, 1959, citado en (1), “Historia Natural
y Médica de El Principado de Asturias, Obra Posthuma, que escribió el
Doct. D. Gaspar Casal”. Facsímil de la Edición Príncipe de 1762.
Consejería de Educación, Cultura y Deportes. Principado de
Asturias, 1988.
(4)
Prólogo a HNMPA-CG, 1959, Gregorio Marañón, pag. XI.
(5)
“España inteligente”. Julián Marías, Ed. Alianza Universidad,
1987, pags. 261-276.
(6)
HNMPA-CG, 1959, nota de la pag. 28, A. Buylla y R.
Sarandeses, 1900.
(7)
“Diccionario Geográfico de Asturias”. Ed. Prensa Asturiana- La
Nueva España, 2000, pag. 661.
(8)
HNMPA-GC, 1959, pag. 211-212.
(9)
HNMPA-GC, 1956, pag.344.
(10) HNMPA-GC, 1959, prólogo de Gregorio Marañón, pag. X.
(11) “Vida e Historia”. Gregorio Marañón. Colección Austral. Ed.
Espasa Calpe (1941), 8ª edición, 1962, pag. 89.
(12) “Las Doctrinas Médicas”. E. Boinet. Librería Gutenberg de José
Ruiz. Madrid, 1908.
(14) “Obras completas”. Miguel de Unamuno. Ed. Afrodisio Aguado,
1958, Tomo XVI, pags. 457, 467 y 492.
(15) “Historia de la Medicina”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Salvat
Editores, 1990, pag.199-200 .
(16) “Aspectos Médicos en la obra del Maestro Fray Benito Jerónimo Feijóo”.
Amalio Telenti. Tesis doctoral. Instituto de Estudios Asturianos,
1969.
221
DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
(13) “Historia de la Medicina”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Salvat
Editores, 1990, pag.196.
(17) “La historia clínica”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Triacastela, 1998
(Facsímil de 1ª edición, 1950), pag. 150.
(18) HNMPA-GC, 1959, pags. 20-21.
(19) HNMPA-GC, 1959, pag. 46.
(20) HNMPA-GC, 1959, pag. 64.
(21) HNMPA-GC, 1959, pag. 85.
(22) HNMPA-GC, 1959, pags. 98-99.
(23) HNMPA-GC, 1959, pag. 266.
(24) HNMPA-GC, 1959, pag. 353.
(25) “La historia clínica”, Pedro Laín Entralgo. Ed. Triacastela, 1998,
pag. 225.
(26) “Lepra Asturiensis”. Delfín García Guerra y Víctor Alvarez
Antuña. Universidad de Oviedo y C.S.I.C., 1993.
(27) HNMPA-GC, 1959, pag. 303.
(28) “El estado de enfermedad”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Moneda y
Crédito, 1968, pag 85.
(29) “Tratados hipocráticos”. Biblioteca Clásica Gredos. Tomo II, 1986;
y Tomo V, 1989.
(30) “Sobre los aires, aguas y lugares”. Tratados Hipocráticos, Tomo II,
pag 63.
(31) HNM PA-CG, 1959, pag. 99.
(32) HNMPA-CG, 1959, pag. 99-100.
(33) HNMPA-GC, 1959, pag 153-154-155.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
(34) “Pasteur en la historia”, en “Ciencia, Técnica y Medicina”. Pedro Laín
Entralgo. Alianza Universidad, 1986, pags. 342-352.
(35) HNMPA-G.C, 1959, pag. 189.
(36) HNMPA-GC, 1959, pags. 203-204-205.
(37) HNMPA-GC, 1959, pag 214.
(38) HNMPA-GC, 1959, pag. 214.
222
(39) HNMPA-CG, 1959, pags 233-234 (la sentencia latina citada al
final, de procedencia hipocrática, podría libremente traducirse por
“no es oportuno esperar que la medicina lo pueda superar”).
(40) HNMPA-CG, 1959, pag. 103.
(41) HNMPA-CG, 1959, pag. 119.
(42) “Lepra Asturiensis. La contribución asturiana la historia de la pelagra
(siglos XVIII-XIX)”. Delfín García Guerra y Víctor Alvarez
Antuña. Universidad de Oviedo y C.S.I.C., 1993.
(43) HNMPA-CG, 1959, pag. 263.
(44) HNMPA-CG, 1959, pag. 274.
(45) HNMPA-CG, 1959, pags. 275 y 277.
(46) “Lepra asturiensis”, citado en referencias 26 y 42, pag. 294.
(47) HNMPA-CG, 1959, pags. 289-290.
(48) “Antropología Médica”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Salvat, 1984,
pags 237-260.
(49) HNMPA-GC, 1956, pag. 99 (a), pag. 100 (b), pag 102 (c), pags.
113-114 (d), pg. 114 (e), pag. 136-137 (f ).
(50) HNMPA-CG, 1956, pag 104 (a), pag 141 (b) y pag 161 (c).
(51) HNMPA-CG, 1956, pag 169.
(53) José Ramón Tolívar Faes: “Los enfermos del Dr. Casal”. Instituto de
Estudios Asturianos, 1980 (3er centenario del nacimiento de
Casal). – “El mal de la rosa”. Blas de Aces (pseudónimo de J.R.
Tolívar Faes), Ed. Gofer, 1989.- “Casal, el médico de los
Camposagrado”. Ed. Instituto Bernardo de Quirós, Mieres, 1976.“Introducción e Indice-Glosario a la ed. Faccímil de la ‘Historia
Natural Médica’”, 1988 (referencia 3).- “Hospitales de Leprosos en
Asturias durante las Edades Media y Moderna”. Real Instituto
Estudios Asturianos, 2ª edición, 2009.
(54) “La Relación Médico-Enfermo”. Pedro Laín Entralgo. Ed. Revista
de Occidente, 1964.
223
DOCTRINA DE LA ENFERMEDAD...
(52) HNMPA-CG, 1956, pags. 305-315.
(55) Pierre Marty: “Les mouvements individuels de vie et de mort”
(1976). Ed. Toray, 1984, y “La psicosomática del adulto”.
Amorrortu Editores, 1995.
(56) “La vida operatoria”. Claude Smadja. Ed. Biblioteca Nueva, 2005.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
(57) “Sobre la muerte y los moribundos”. Elisabeth Kübler-Ross. Ed.
Grijalbo, 1989, pag. 346.
224
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL.
JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA.
RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO.
OLAYA CONCEPCIÓN COSSENT
En el siglo XVII, pueden descubrirse, como en siglos precedentes
dos tipos de obras: obras generales y obras monográficas dedicadas a un
principio activo, novedoso y traído de ultramar.
Entre las obras generales de farmacología cabe destacar las siguientes: Historia de los animales más recibidos en el uso de Medicina (1613),
escrito por Francisco Vélez de Arciniega y el tratado de Juan Carlos
Amat publicado en Lyon en 1623 y con varias reediciones posteriores.
Es conocida, asimismo la obra de Juan Sorapán de Rieros publicada en
Granada en 1616 y titulada Medicina Española contenida en proverbios
vulgares de nuestra lengua. También Gaspar Bravo de Sobremonte en el
segundo volumen de sus obras completas incluye un tratado de
Terapéutica General titulado Tyrocinium Practicum Artis curatricis
Hominis. Es un tratado dogmático en el que critica a paracelsistas,
iatroquímicos y empíricos y en el que ensalza la dietética, la vida sana y
un ponderado manejo de los medicamentos.
De entre los temas monográficos, señalaríamos algunos. Se comienzan a estimar las aguas mineralomedicinales, destacando la obra de
Alfonso Simón Montero, titulada Espejo cristalino de las aguas de España
225
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
La farmacopea.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
(1697), primer catálogo de fuentes y yacimientos mineralomedicinales
de la península y en las que se intentan reglar las indicaciones terapéuticas.
El uso terapéutico de la coloquíntida, fue preocupación de la época y
motivo de varias publicaciones todas editadas en Zaragoza, destacando
una de Diego Mateo Zapata, titulada Crisis Médica sobre el Antimonio,
suscitadora de polémicas y publicada en 1701.
El tabaco, como medicamento, también fue motivo de interés variado; al respecto destacamos la obra de Francisco Leiva Aguilar titulada
Desengaño contra el mal uso del tabaco (1634). Y no menos interés suscitó el chocolate; sobre este asunto, escribió una gran obra Antonio
Colmenero, el Tratado de la naturaleza y calidad del chocolate (1631), muy
leído y divulgado en Europa en versiones francesa y latina. También el
café es motivo de estudio y polémica con defensores como Juan Tariol
(1692) y detractores como Isidro Fernández Matienzo (1693).
Pero, el capítulo más importante de la farmacopea española del siglo
XVII, lo constituye la introducción de la quina, en nuestro país. La primera noticia española sobre este principio activo figura en la obra Vera
praxis ad curationem tertianae (Sevilla, 1642) escrita por el profesor de
Valladolid Pedro Barba. Y como casi siempre surgió la polémica sobre
su uso con defensores y detractores.
Entrado ya el siglo XVIII, destaca como tratadista general de
Terapéutica el Padre Rodríguez quien le dedica una parte considerable
de sus seis volúmenes titulados Palestra Crítico Médica. Al margen de
esta magna obra, se le atribuye intuir lo que llamó cirugía infusoria que
no es otra cosa que la medicación intravenosa.
Y comienzan a escribirse tratados interesantes sobre la preparación
de medicamentos y sus indicaciones. Los recetarios también se ponen
de moda, destacando el elaborado por Virrey y Mange en colaboración
con el boticario madrileño Félix Palacios quienes publican varios volúmenes de recetas comentadas. Este último escribió una obra titulada
Palestra farmacéutica químico-galénica, varias veces impresa, siendo su
primera edición de 1706.
226
Hubo interés por algunos temas concretos como el antimonio, “la
quina” y otros, como “la ratania” y “la angostura”, nuevas substancias traídas de América. Pero, a nuestro modo de ver, el hecho crucial fue la
edición de la “Pharmacopeia matritensis”, la primera ordenación de los
medicamentos que se realizó en nuestro país a instancias del
Protomedicato. Publicada en 1739, se realizó una nueva versión en
1762 con modificaciones en su contenido.
La farmacopea en la obra de Gaspar Casal
Por razones metodológicas excluimos de esta descripción la sangría
y los medicamentos de origen vegetal entre los remedios terapéuticos
empleados por Casal. Las razones, son de fácil comprensión. A la sangría le dedicaremos un capítulo aparte, por la importancia que tuvo en
la obra de Casal; y, los remedios vegetales, por la misma razón, recibirán un tratamiento aparte por un experto en la materia. Lo mismo cabe
decir de los remedios exóticos que propugnaba Casal que serán tratados
por un experto en Medicina Popular. Y, finalmente, la Dietética se
incluirá en el capítulo de endocrinología y Nutrición.
Nos quedaremos, por tanto, aquí, con una Farmacopea reducida a las
siguientes substancias o principios activos.
SUBSTANCIAS DE ORIGEN BIOLÓGICO NO VEGETAL.
De entre las que cabe destacar.
• De origen humano.
• De origen animal.
• Aguas y bebidas.
• Substancias minerales y compuestos.
De ellas describiremos esencialmente sus propiedades, sus indicaciones y su eficacia.
Cabe recordar, finalmente que de entre los autores que el propio
Casal cita por su obra médica, están relacionados con la terapéutica
muchos de ellos, en general; pero, en particular los siguientes:
227
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
SUBSTANCIAS DE ORIGEN MINERAL.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Francisco Bayle, naturalista, químico y filósofo.
Johann Joachin Becher (1635 – 1682), químico alemán.
Hermann Boerhaave. Médico holandés (1668 - 1738).
Aulo Cornelio Celso. Polígrafo romano del siglo I. Autor de De re
médica.
José Doncel: Escritor y primer boticario del papa Inocencio XI.
Louis Duret (1527-1586). Comentarista de Hipócrates.
Etmulero. Michael Ettmüller (1644-1683) Iatroquímico.
Jean Fernel (1417 -1558). Astrónomo, matemático y médico.
Autor de Universa Medicina.
Galeno. Médico griego de Pérgamo (131-200).
Walter Harris (1647-1732). Discípulo de Sydenham.
Juan Bautista van Helmont (1577-1644). Médico, químico y filósofo belga. Fundó la escuela Iatroquímica.
Hipócrates: obras. Padre de la medicina.
Lemeri: Autor de un Curso Chymico y un tratado de alimentos.
Médico francés.
Juan Marinelli. Traductor y anotador de Hipócrates.
Cipriano de Maroja autor dePraxis Universalis.
Martín Martínez (1684 -1734). Médico español.
Nicolás Monardes (1507 – 1588). Médico español.
Félix Palacios (1678-1737). Boticario español.
Cayo Plinio (27-79). Naturalista latino.
Lázaro Riveiro (1589 – 1655). Patólogo francés.
Sapientísimos doctores de París que recomendaban los Poudres de
Rotrous, un antimonial.
Gaspar de los Reyes. Médico Español del siglo XVII.
Daniel Sennert, médico y filósofo alemán fallecido en 1637.
Tomás Sydenham. Médico inglés (1624-1689).
Lucas Tozzi. Médico napolitano.
Francisco Vallés (1524 – 1592). Médico español.
228
229
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
Pero al margen de sus lectura, Casal, a nuestro entender, poseía una
buena formación médica enriquecida a lo largo de su vida por el contacto con sus pacientes y sus colegas tanto médicos como farmacéuticos.
En nuestra personal búsqueda de los remedios señalados, nos ha sido
muy útil el índice-glosario que el Dr. J.R. Tolivar incluye en su edición
de la obra de Casal por él anotada. Las citas bibliográficas siguen la
paginación de esta ejemplar obra, aunque sigamos manejando nuestro
personal ejemplar anotado, ya señalado.
Abordaremos aquí dos cuestiones importantes para comprender la
Farmacopea en Casal: por un lado, su carácter asistemático, porque no
es una farmacopea en regla, con una taxonomía exacta de los remedios;
y por otro, tratar de sistematizar lo que él no sistematizó.
1. La Far macop ea de Casal.
Notas introductorias. Casal, escribió un tratado sobre los males
específicos de la región en la que más tiempo ejerció y vivió. No escribió un tratado sistemático de terapéutica; empeño que hubiera sido
hasta difícil porque con el barroco había culminado una acumulación de
remedios nunca vista. En efecto, se unieron a la lista procedente de la
tradición, los que venían de las Indias y de la Iatroquímica. En los
médicos ilustrados, se desarrolló una gran duda y un gran recelo de que
tanta novedad fuese útil y, cuando no, franca hostilidad con la consiguiente crítica. Por este camino, renacerían el hipocratismo y el naturalismo, que marcarían la actitud del médico ilustrado.
Tratando ya de situar definitivamente a Casal como farmacólogo,
cabe añadir algunas cosas más. La pregunta es la siguiente: ¿En qué sistema farmacológico se inscribió? Para contestar a esta cuestión, son
precisas algunas consideraciones. En primer lugar, recordar aquí los sistemas farmacológicos ilustrados, de los que de algún modo ya nos
hemos ocupado.
Una limitación al intento sistematizador de los medicamentos fue la
c convicción de los ilustrados de la individualidad del comportamiento
del ser humano ante los medicamentos. Máxime, cuando el arsenal
terapéutico era amplísimo y en su mayoría de origen vegetal, lo que
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
amplificaba el problema por la variedad de especies. La tentación fue
configurar clasificaciones siguiendo los métodos de los botánicos.
Otras clasificaciones de los fármacos pusieron en relación la materia
médica y la química. Tal fue el empeño de Nueman, químico berlinés y
seguidor de la teoría del “flogisto”. Pero sea como fuere, hubo una gran
inquietud sistematizadora e investigadora, tratando de realizar clasificaciones lo más completas posible, incluyendo nuevos fármacos traido
de ultramar y el propio arsenal autóctono, antiguo y nuevo. Recuérdese
que esta es la época de las grandes farmacopeas, primero la londinense,
después la norteamericana y, finalmente, la española de 1794, precedida por dos ediciones madrileñas.
Pero las clasificaciones no se basaron todas en la floreciente botánica o en la incipiente química. Otras lo hicieron en muy concretas teorías estructuradas y fisiopatológicas. Destacamos aquí al vitalista W.
Cullen de Edimburgo que se apoyaba en la estequiología y sus doctrinas acerca de la irritabilidad; y destacamos también a Jhon Brown de
Escocia quien interpretaba la enfermedad como un desequilibrio entre
la excitabilidad del organismo y la intensidad o frecuencia de los estímulos. El nacimiento del mesmerismo y la homeopatía, rebasan los límites de esta brevísima introducción; lo mismo que el comienzo de la
moderna toxicología, de la que hay atisbos en la obra de Casal.
Y llegamos al final de nuestro empeño. En efecto, deseamos señalar
que el racionalismo médico se enfrentó con desconfianza a tan amplio
arsenal terapéutico que la tradición le legaba y se ampliaba día a día. Y,
creemos que éste fue el camino elegido por Casal, a juzgar por su obra;
porque pocas rutas quedaban abiertas al médico ilustrado, a quien su
racionalismo le obligaba a moverse en los límites de la experiencia y su
empirismo a no apartarse de la observación directa de la realidad. Todo
ello trajo consigo una revitalización del Hipocratismo, renaciendo una fe
ciega en la Vix medicatriz naturae. En la bibliografía señalada por Casal
en su obra, Hipócrates e Hipocráticos, baten el record en citas. Esta
tendencia, fue útil: llevó a la simplificación y racionalización de los
recursos terapéuticos, primero, tratando de conseguir fórmulas magis-
230
trales sencillas y útiles; y, después, buscando la acción única y aislada de
un medicamento realmente eficaz. De ambas tendencias hay ejemplos
sobrados en Casal.
Creemos que, con estas brevísimas notas introductorias, la terapéutica en Casal queda perfectamente enmarcada tanto en su obra general
como en el siglo que le tocó vivir.
2. La Far macop ea de Casal. (E xcluidos los remedios vegetales).
Para una descripción de los remedios, seguimos la clasificación que
más atrás señalamos.
SUBSTANCIAS DE ORIGEN BIOLÓGICO NO VEGETAL.
Las substancias de origen biológico no vegetal estarían circunscritas
a las de origen humano y a las de origen animal.
PRINCIPIOS ACTIVOS DE ORIGEN HUMANO.
La Medicina Popular Asturiana es relativamente pródiga en medicamentos o principios activos medicamentosos de origen humano, destacando la saliva, la orina y la leche de mujer.
Casal, refiere en su obra la leche de mujer como remedio para el
denominado mal del paño. No dice que él utilizase el remedio, sino dice
lo que le han contado: que tal afección se cura con una polenta hecha
a base de leche de mujer y harina de trigo, recubriendo la parte afecta
con paños de lana. Otra indicación, era darla como alimento en pacientes graves.
Por seguir algún orden expositivo, lo haremos alfabetizando los
remedios.
ASTA DE CIERVO. El asta de ciervo tan utilizada en medicina
popular, tanto como instrumento para expulsar el mal de ojo, como producto (raspaduras, cenizas…), también se utilizaba en la época de
Casal. Curiosamente, no hemos encontrado este remedio en el referido
tomo de Tissot. En Casal aparece por tres veces su indicación: en estados catarrales infantiles, justificaba así su empleo: ….”aquellos niños,
cuya flema parecía crudísima y viscosa, cursaba tan poco alivio, como las
demás medicinas. No receté el licuor de asta de ciervo succinado ni el espíritu
de sal de armoniaco anisado, por no haberlos en estas Boticas…”. En la
231
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
PRINCIPIOS ACTIVOS DE ORIGEN ANIMAL.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
segunda ocasión, a un paciente con fiebres malignas entre otras cosas le
da: “el cordial alexipharmaco (que asi nombrado, parece que sería una maravillosa composición), se reducía a un ordinario cocimiento de rasuras de cuerno de ciervo, raíz de nardana mayor, escorzonera y pimpinela, la hierba escabiosa y las flores de amapola…”. Y, en la tercera ocasión, señala lo que
hacía un cirujano de Nava donde vivía el paciente, afecto de fiebres
malignas catarrales:…” y por cordial, un cocimiento de escabiosa y rasuras de
asta de ciervo; de modo que dexa los enfermos al espirar; y con todo ello, no
se le mueren….”.
PIEDRA BEZOAR. También utilizada en medicina popular, por más
que se trata de una concreción calculosa que se puede encontrar en el
tracto digestivo de personas o animales.
En la antigüedad eran piedras muy consideradas, objetos únicos y muy
valiosos por el carácter tanto profiláctico como terapéutico que se les
daba; se las consideraba antídotos antivenenosos y antiponzoñosos y en
realidad, la palabra procede del vocablo persa. pâdzahr que significa antídoto. Sólo o con otros antivenenosos (amatista, esmeralda triturada y polvos de cuerno de unicornio o narval) se empleaba con esta finalidad.
En la medicina científica del siglo XVIII se podía utilizar tal como
señala Casal como cordial cuando dice: “Pero solía añadir al nitro bien
purificado, la piedra bezoar, algún testáceo, o confección de las que en las
Boticas se halla, con el título de cordiales; y para que el sabor no fuese tan
ingrato, dulcificaba esta bebida con aquellos xaraves que me parecían más
convenientes”.
CALDOS DE ANIMALES. También los caldos procedentes de carnes
de animales se utilizaron en medicina popular con mucha profusión y con
marcado carácter simbólico (caldo de ratin, de perro recién nacido, etc.).
Cabían caldos animales en la Farmacoterapia de Casal, quien los
probó en distintas afecciones. Dice al respecto: “no es incurable la lepra
ordinaria, que debemos colocar en la clase de mala sarna; pues la curé muchas
veces en viejos con específicos remedios, baños y caldos de víboras”. Para alferecías señala: Tres o cuatro personas se llegaron a curar mediante mi cuidado y asistencia, en el dilatado tiempo de veinte y más años; pero no con las
medicinas nombradas, si con las tres entrañas del erizo, que son, hígado, pul-
232
233
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
món y corazón”. Casal en la preparación de los polvos de entrañas de
erizo, se esmera mucho, por creer ciegamente en su eficacia. En las toses
muy rebeldes, señala el autor que los caldos de gallina no le fueron útiles. Lo decía así: “Daba el aceite de almendras extraído sin fuego, mezclándolo con caldos de gallina y azúcar piedra, con xaraves pectorales….
Disponía caldos de gallina con algo de scabiosa pero no aprovechaban”. Pero,
en todo caso, los caldos podrían ser útiles a falta de otros alimentos. Lo
dice con claridad Casal: “Si fuera posible aplicar a los enfermos pobres los
mismos remedios que a los ricos… les prescribiría baños termales o de agua
dulce templada; caldos de cangrejos de río, de torturas, de víboras, de carne
de ternera y ciertas hierbas, raíces y cortezas, pero, ante todo, les prescribiría
buenos y nutritivos alimentos”. En este párrafo Casal demostraba, una
vez más, su profundo convencimiento de que el Mal de la Rosa era un
estado carencial; aunque nos llame la atención que insista en los caldos
de víbora, pero no solo para el Mal de la Rosa, sino para más enfermedades como una contumaz sarna escorbútica. Y, para un paciente con
cáncer, también el caldo podía tener su efecto reparador. Al respecto,
señala Casal: “Por lo tanto, previas las universales precauciones… Tome
caldo de pollo y pedacitos de carne de ternera, alternando con un cocimiento
de raíces de achicoria...”. Tenían por tanto para Casal los caldos de origen
biológico un efecto reconstituyente y nutritivo.
CANTÁRIDAS. Son coleópteros parásitos de los fresnos muy empleados en la Farmacopea clásica. Reducidos a polvo, se utilizaban con su
intensa acción revulsiva y vejigatoria. Veamos que decía Casal de su uso.
Las indicó en un catarro, fuerte, complicado y rebelde. Lo contaba así
Casal: … “hice, que le pusiesen, antes del cuarto día, parches muy vivos de
ungüento de cantáridas… desde entonces comenzó la expectoración y dentro
de pocos días quedó sano el paciente”. En una consulta que le hicieron al
Dr. Casal por molestias tras recibir cantáridas una paciente con fiebre,
dice: “De este error resultó un efecto tan bueno, que antes de doce oras se vio
libre totalmente de la grave enfermedad que padecía; y convalecida, tomó
después de algún tiempo el hábito de Monja de Santa Clara, donde se mantiene con salud”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
En la epidemia de fiebres ardientes y peripreumonias que hubo en
Asturias en el otoño de 1735 Casal utilizó las Cantáridas. Hace los
siguientes comentarios: “El Vizconde de Puerto, hijo del Marqués de Santa
Cruz de Marcenado… se le aplicaron dos parches de cantáridas en las pantorrillas, que manifiestamente le aprovecharon, y quedó sano con el favor de
Dios”. No tuvo tanta suerte con las cantáridas el Doctor D. Joseph
Dorado médico de la ciudad, aunque Casal viene a decir que se usaron
tarde por rehusarlas el paciente anteriormente. Dice: “El día catorce
sobrevino un frenesí, y como perdió el conocimiento se le pusieron dos parches
en las pantorrillas en el día quince o dieciséis; pero ningún efecto hicieron y
murió el diecinueve”. Más suerte tuvo el paje del Conde de Peñalba,
quien se salvó a tener de lo que se dice: “Se le pusieron cantáridas en el día
décimo y le aparecieron muchas pecas…. Pero se libertó con todo esto y quedó
sano dentro de pocos días”. Otros afortunados por efecto de las cantáridas
fueron: El hijo primero de Don Juan Conful, quién recibió cuatro parches de cantáridas en brazos y piernas; una hermana del anterior, quien
recibió parches de cantáridas en las piernas. Un primo de los dos anteriores, también se recuperó con idéntico remedio. Un caso desesperado,
el de la mujer de D. Martín de Prado, escribano, con cantáridas en piernas se libró de la muerte y quedó muy sana. Y con el mismo remedio se
curaron muchas personas: D. Pedro Martínez Feijóo, Oidor de la Real
Audiencia, su hijo, su paje, un sobrino del Canónigo Don Nicolás de
Balbín, un licenciado de dieciocho años, el Mancebo de la Botica de la
Compañía de Jesús, el Padre Mata de la Compañía, el Padre Guardián
de San Francisco, dos religiosas del mismo convento y D. Manuel
Flórez Menor suerte tuvo un mozo de cocina de la Casa del Señor
Obispo, de veintidós años que “murió al quinto día sin que pudiesen remediarlo las cantáridas”.
Finalizaba la exposición de los hechos y refiriéndose Casal a los diecisiete paciente en quienes utilizó las cantáridas y curaron, hace una
serie de reflexiones a modo de epicrísis de todas sus historias. Y, la conclusión más importante, es quizás esta: que los tratamientos deben particularizarse tanto a nivel regional con sus específicas patologías como
personal; claro que hoy, a nivel regional, nos parecen simples y hasta
234
235
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
pueriles las bases en las que se fundamentaba la patología regional; claro
que lo importante era la actitud. Dijéranlo o no las autoridades, lo
importante era beneficiar a los pacientes si había razones para ello, aunque el procedimiento fuera controvertido.
Porque Casal, aquí demuestra su vuelta al pasado, a invocar la “Vix
medicatrix naturae” y de la interacción entre ella y los nuevos remedios.
Por ello, en un momento dado dice: “Bien sé que hay notable diferencia
entre las obras naturales y artificiales; pero también me parece muy verosímil, que la naturaleza ayudada del arte, consiga algunas veces lo que por sí
sola nunca acaso alcanzaría”. Pero insiste defendiendo, en el fondo, la
oportunidad de darles cantáridas a sus pacientes a la vista de los resultados. Dice: “ Y, por fin, si nadie niega, que de la aplicación perversa de
algunos medicamentos, se pueden seguir horrendos movimientos y funciones
en la naturaleza; por qué no concederemos que de la recta administración
pueden resultar beneficios”.
CASTÓREO. Secreción del abdomen del castor utilizada como
antiespasmódico. En el Capítulo IX, dedicado a “Las pasiones histéricas
de este país” y refiriéndose al tratamiento, señala Casal “Así debo testificar,
que con las aguas simples de toronjil, flor de tila, peonía, hinojo, etc.
Añadiendo algunos simples absorbentes, dos o tres granos de polvos de castóreo, y la cantidad competente de jarabe de adormideras blancas, he visto
mejores efectos que con todos los específicos estampados en las Farmacopeas y
alabados por sus inventores”.
Más adelante, insiste en el mismo remedio en el Capítulo XX titulado De las Epilepsias, o Alferecías en nuestro idioma. Afirma, Casal refiriéndose a los polvos de erizo: “Tengo innumerables experiencias de los
admirables y pronto efectos, que ocasionan estos mismos polvos, si se dan a las
mujeres, cuando se ven oprimidas de accidentes histéricos, mezclando con ellos
dos o tres granos de los de castóreo, en vehículo apropiado: y para estos lances
suele ser bastante dosis de medio escrúpulo a una”.
ESPERMACETI. Esperma de ballena. Substancia grasa de las cavidades craneanas del cachalote. En una receta para una epidemia de tos
utilizó remedios que no hacían efecto reconocible por más que añadiese substancias. Reconocía Casal: “Usaba del succino preparado, mirra,
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
azafrán, espermaceti y otros seguros simples; pero nada con ellos se lograba”.
Mr. Tissot, habla del esperma de ballena con muchas reservas con estas
palabras: “no ha mucho tiempo que era muy común usar de la esperma de
ballena; pero éste es un aceite muy indigesto, y en los romadizos rarísima vez
convienen los aceites; por otra parte, la esperma de la ballena casi siempre
está rancia; y así, es mejor abandonarla, pues han sido muchos los malos efectos que he visto, y pocos los buenos”.
IGUANA (piedra y polvos de): La iguana es un reptil saurio americano. Casal señala este remedio en el caso del P. Fr. Gerónimo Villazón,
Monge Benedictino que perdería muchos cálculos renales. A tal fraile
le regaló pedazos de la Piedra Iguana D. Fernando Arango Obispo de
Tui y amigo, que él había traído de América. Lo cierto es que tras las
primeras dosis y viendo mejorías el fraile se automedicó de modos
insensato. Casal lo cuenta así: “Después de algunos días, tuvo dicho Monge
señales de que comenzaba a moverse alguna piedra en el riñón, y tomando,
sin prevención, ni método, una porción pequeña de polvos de la Iguana, se
suscitó tanta turba de dolores, tremores y trabajos, que puso a toda la comunidad n grave temor de que no saliese vivo de aquel día”. Casal, apaciguó el
dolor, sedó al paciente y éste se durmió, reconociendo su eficacia con
estas palabras: “ Y permaneciendo por espacio de cinco horas en el tranquilo
sueño, despertó con ganas de orinar, y sin trabajo notable arrojó tres piedrecitas casi como garbanzos quedando del todo libre del aquel furioso insulto”.
POLVO DE RANAS DESECADAS. En la “Respuesta de los sapientísimos doctores de París” estos incluyen esta receta: “Además, todo el tiempo
que dure la cura, se pondrá en el cáncer ulcerado un paño con ungüento anodino y demulcente, preferentemente confeccionado con mortero de plomo con
etíope mineral y óleo reciente de huevos, añadiéndole una parte de miel de
Saturno y, si pareciese conveniente, un poco de polvo de ranas desecadas”.
VACUNAS. Que nosotros sepamos, Casal no se ocupó de las vacunas, en concreto, de la inoculación de las viruelas. Sin embargo, Mylady
Wortley Montague, ya llevó el procedimiento a Inglaterra en 1721.
Feijóo conocía a través de la lectura de lasMemorias de Trevoux, de este
método terapéutico al que el denominaba remedio precautorio que se
limitaba a la inoculación de las viruelas; según señala el propio bene-
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LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
dictino, en España se ignoró el procedimiento, incluido Gaspar Casal,
amigo de Feijóo. Sin embargo nuestro médico hace reflexiones que
inducen a pensar que no conocía el fenómeno de la inmunización con
claridad. En suHistoria de las viruelas…dice o pregunta: “Porqué Doña
Isabel, hermana de la difunta, y de edad de doce años, asistiendo con el afecto de hermana, no solo a ésta, si también a los demás que en casa tuvieron
viruelas no incurrió en el maligno contagio?. Lo cierto es que ambas eran
niñas hijas de los mismos padres, criadas con los mismos alimentos; lo que
más es, una y otra habían tenido viruelas. Fácil es la respuesta; que las
viruelas de Doña Isabel habían sido muy peligrosas y malas…. Y las de Doña
Francisca, fueron pocas, benignas y en tiempo no epidémico. Muchas veces he
visto esta especie de viruelas y suelen apellidarse viruelas locas”. De todos
modos, este era un hecho conocido. La viruela que cursaba con sintomatología florida y epidémica y aquellos otros casos, especialmente
ocurridos en el medio rural que pasaban casi desapercibidos.
VENENOS Y PONZOÑAS. Trata Casal de los venenos y ponzoñas o
miasmas invisibles como causas desconocidas de enfermedad en su
época; y, se lamentaba así: “O, porque la mortal ponzoña de ellos y otros
semejantes achaques, no se ocupe en perturbar ni desfigurar la superficie de los
líquidos; ni tiene aquella materialidad, que algunos juzgan, cuando con un
ramo de escoba pretenden sacar en limpio del sucio barreñón los escondidos
venenos que quitan la vida”. Casal, estaba convencido de que la inspección de
la sangre extraída por sangría era importante pero, basándose en una autoridad en la materia cual era Friderico Hoffman, pensaba que una sangre de
aspecto normal, podía contener ponzoñas mortales”.
Pero son muchas las citas de Casal en torno al tema hablando de un
oscuro y desconocido veneno o ponzoña presente en los pacientes. Él,
como buen observador, quería explicárselo todo, incluso con los cambios ambientales. Venenos y ponzoñas, serían, en fin, causas no reconocibles de enfermedad, modificables por la misma naturaleza del individuo; lo señala de este modo “Pues la misma costumbre, a a que con razón
llaman segunda naturaleza, obra de manera prodigiosa respecto a los efectos
del aire, de la comida, de la bebida, de la actividad, de los medicamentos y
hasta de los venenos”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
No se ocupa Casal de venenos y ponzoñas como agentes terapéuticos solo muy genéricamente cuando habla del caldo de víboras. Y tampoco se ocupa Casal del tratamiento de las picaduras del que se encuentran prolijas descripciones en torno a picaduras de abeja, tábanos, avispas, mosquitos de trompetilla, mariposas del albañil, vibora, alacrán,
araña y de la mordedura del aapo.
LA LECHE DE ORIGEN ANIMAL. Ya hemos hablado de la leche
cuando nos referimos al empleo de la leche de mujer en el “Mal del
paño”. Nos ocuparemos, por tanto, aquí, de las leches de origen animal.
LA LECHE DE VACA, entera la considera Casal suficiente para curar
el Mal de la Rosa, pues los asturianos del pasado la desnataban para vender la mantequilla. Para ilustrar esta idea cuenta el relato de un hidalgo. Una campesina enferma de este mal y demente buscó afanosamente mantequilla vendiendo todo cuanto poseía para saciarse diariamente
de este alimento. Pues bien: con esta dieta se curó por completo del mal
de la rosa y la demencia, uno de sus síntomas. Casal dice: “de lo dicho, es
fácil deducir qué clase de dieta conviene a estos enfermos”.
LA LECHE DE CABRAS, también tenía su lugar en la Farmacopea
Casaliana. Hablando de la preparación de los polvos de todo el erizo
quemado y calcinado, hasta reducido a cal o ceniza blanca dice: “Nunca
administré estos singulares polvos, sin mirar primero muy despacio el vehículo, en que debían tomarlo los pacientes, respecto a la temperie, achaques
habituales y contestura de cada uno: y así, a los de temperamento bilioso, acre
y ardiente, los daba en emulsiones de pepitas de limón, calabaza, sandía y
simiente de malvas y violetas sacadas ya con sueros destilados de leches de
cabras; o ya con las aguas, o cocimientos leves de agrimonia, pimpinela, chicoria o verdolaga, dulcificándolas con el xarabe de althea de Fernelio.”
También dice Casal haber utilizado Suero de leche de cabra en el
tratamiento del escorbuto a tener con estas manifestaciones: “Que esta
noble mujer padecía escorbuto, no solo se corrige por los signos, sino también
por el efecto del tratamiento, pues volvió a cobrar su antiguo estado de salud
con suero de leche de cabra, compuestos de hierbas antiescorbúticas, jarabes de
jugo de nasturcio acuático, becabunga, acedera, cerveza de pino silvestre,
baños de agua dulce templada, etc. y hoy goza de perfecta salud”.
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LA LECHE DE BURRA. En La Respuesta de los Sapientísimos Doctores
de París al Dr. Casal se recoge en las consideraciones terapéuticas el
siguiente consejo: “Tampoco en todo el tiempo que duren las unciones
podrán tomar por desayuno otra cosa que leche de burra o de vaca mezclada
a parte iguales con agua de cebada”. En este caso nuestro médico quedó
francamente impresionado por la contestación de tan eximios doctores.
Y colaboró en la realización del tratamiento con la mayor meticulosidad, quedando admirado con la inicial respuesta al tratamiento y su
evolución hasta el fatal desenlace.
EL SUERO DE LECHE CALENTADO AL HIERRO. También en “La
Respuesta de los Sapientísimos Doctores de París al Dr. Casal” se señala este
procedimiento con estas palabras: “O, en lugar de caldo, tome un vaso de
suero de leche depurado y calibrado, calentado con un hierro candente que se
introducirá y sacará varias veces, e infusión de un manojo de hojas de fumaria. Si el médico lo creyese conveniente, podrán dilatarse por más tiempo los
baños, los caldos y el suero de leche, a fin de adelgazar la sangre y la linfa”.
Damos aquí por finalizada la relación de substancias de origen biológico, -humano y animal- presentes en la obra de Casal.
SUBSTANCIAS DE ORIGEN MINERAL.
El agua tuvo una gran importancia como recurso terapéutico en los
siglos XVII y XVIII. De ello ya hemos dado sucinta información líneas atrás. Recogeremos aquí los datos que, al respecto, manejó Casal. Y,
haremos recuento, asimismo, de substancias inorgánicas utilizadas en la
terapéutica casaliana, bien solas bien en composiciones.
Son muchas las citas que Casal dedica al agua. De hecho, el capítulo III de la historia Físico – Médica va dedicada a las Aguas en nada
menos que en catorce páginas seguidas, amén de copiosísimas citas que
se ocupan del agua en otros estados (hielo, nieve, nieblas). Repasemos
lo esencial de estas citas.
EL AGUA NATURAL y sus características higiénicas. Distingue
Casal tres tipos de fuentes: “Las fuentes que como dixe son muchísimas,
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LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
El agua.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
pueden dividirse en tres clases: En la primera, pongo las que nacen en las
altas montañas, o Puertos, que dividen esta provincia de Castilla; en la
segunda, las que tienen origen en otros montes, no tan altos ni fríos; y en la
terca, las de los profundos valles y tierras templadas. Las primeras son, en las
estaciones de verano y estío, intensamente frías, aunque duras y pesada; en
particular, aquellas que no nacen de collados carecientes de piedras, si de las
duras entrañas de duros peñascos. Entre las segundas, se hallan algunas buenas; y en las de la clase tercera, hay tal cual razonable”.
El agua por tanto, debían mantener como bebida unas condiciones
adecuadas de salubridad, y las de Oviedo las define así: “En esta ciudad
de Oviedo, tenemos pocas aguas aunque no faltan las precisas; pero tampoco
sobra. Vienen las principales encañadas de los montes y collados vecinos: y
aunque no malas; no son tan excelentes que merezcan grandes alabanzas”
No hemos encontrado, en Casal, una definición clara de cuál es el
agua ideal de bebida. Creemos que se pierde en disquisiciones variadas
sin poner reparo en el asunto. Sin embargo, dada la importancia que se
le daba al agua, había guías de uso. En la Instrucción sobre el modo de
hacer la Analysis de las Aguas Minerales posterior a Casal se recogen algunas pruebas de modo ordenado, que éste ya realizaba al hablar de las
“Aguas minerales de este País” y analizarlas.
AGUAS MINERALOMEDICINALES. Casal, estudió dos estaciones
asturianas de aguas y una tercera, la de Trillo. Veamos que dijo, al respecto de sus virtudes curativas.
AGUAS DE PRIORIO. No le parecieron ni purgantes ni diuréticas de
un modo especial, pero sí aptas para baños; lo señala así: ”Para baños,
no me parecen malas estas aguas; pues aseguró, que he visto admirables efectos en aquellos sujetos que han pasado a tomarla”. Y enumera los pacientes
que se benefician de las inmersiones: reumáticos, paralíticos y mujeres
infértiles.
FUENSANTA DE NAVA. Conoce Casal la Fuente de Nava que llaman Fuensanta, la visita y la observa. Pero dice desconocer las indicaciones de su uso; lo expresa de este modo: “Y me dixeron que la tomaban
algunos enfermos; pero no me explicaron en qué especies de males”.
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LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
Casal, señala su desencanto a la hora de buscar guías útiles para estudiar las aguas mineralomedicinales. Dice: “Hállese la Facultad de
Medicina turbada con innumerables embustes, por no haber quien se atreva a
confesar su ignorancia. Cuando yo miraba en algunos Autores el modo de averiguar los minerales, de que resulta el calor, y virtud de las aguas termales,
juzgaba que era lo mismo hacer pruebas con flor de Malva, y otros simples, que
descubrir ocultas verdades: pero hoy, desengañado ya con dichas pruebas, solo
pude conocer que corren con plaza de verdades muchísimas mentiras”.
AGUAS DE TRILLO. Sobre las aguas de Trillo, localidad de la
Alcarria, también investigó Casal y llega a estas conclusiones: “Los
manifiestos efectos de estas aguas de Trillo, según vimos cuantos allí estábamos son los siguientes: purgar por seceso larguísimamente; provocar a sudar;
pasar por orina con facilidad…. Despiertan el apetito, facilitan la digestión,
fortalecen los miembros, ponen el cutis suave y buen color”.
Pese a tan beneficiosos efectos, Casal se pregunta lo que todos los
hidrólogos se han planteado. Dice: “Pero resta el averiguar si para este
beneficio ayudarían mucho la mudanza de aíres, alimento, exercicio, diversión, etc.”.
BALNEOTERAPIA y curas con agua. De la Balneoterapia se ocupa
Casal en sus consideraciones sobre las aguas mineromedicinales ya
expuestas y en otros lugares.
Para un caso de lepra aconseja al padre del paciente que vuelva a un
lugar más saludable y allí “sea tratado por un médico experimentados, con
remedios convenientes, como baños y caldos de víbora recobrando tal vez la
salud.
Los baños de agua dulce templada, también podían ser un medio
complementario en el tratamiento del escorbuto. En este caso, se trataba de baños caseros, de los que había gran controversia sobre sus efectos; en efecto, se decía que eran útiles a los niños en buena estación los
baños fríos; en las personas mayores los baños fríos se restringían a las
debilidades de los nervios y malas transpiraciones; y respecto a los baños
calientes se decía que su uso habitual era perjudicial aunque los termales se consideraban eficaces en el reumatismo y en la sarna. Pero recuér-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
dese algo importante: para Casal no había normas estrictas; el analizaba cada caso concreto y le aplicaba lo que creía conveniente.
En el famoso caso en el que el Doctor Casal, Médico de la Iglesia
Catedral ovetense hace consulta a los sapientísimos doctores en
Medicina de París, se refiere un procedimiento curativo denominado
baños y píldoras cefálico catárticas; el caso, era el siguiente: “Cuando tenía
treinta años, navegó por el Cantábrico en una pequeña embarcación con
tiempo muy frío, y como hubiese dejado el sombrero en tierra, se le enfrió de
tal modo la cabeza, que, en lo sucesivo y por espacio de cinco o seis años, ni con
abrigo ni con medicamentos logró restituirle su antiguo calor… Pensando
entonces, que de esto pudiera sobrevenirle alguna otra afección peligrosa, se
marchó el paciente a Francia a fin de que, examinado y reconocido por los
médicos y conocida claramente la enfermedad, le administrasen remedios eficaces y seguros; y aquellos a quienes consultó, le recetaron fomentos, baños y
píldoras cefálico-catárticas y dieta”.
En el mismo paciente, se le da al médico la opción de actuar con
cierta libertad por los sapientísimos médicos parisinos cuando se dice:
“Si el médico lo creyese conveniente, podrán dilatarse por más tiempo los
baños, los caldos y el suero de leche, a fin de adelgazar la sangre y la linfa”.
El agua de bebida en este paciente, por sobrecarga de mercurio
(”Hidrargirosis”) debía ser una tisana de “grama” y “liquiricia”.
OTROS TIPOS DE AGUAS. Casal más que proscribir ni dar remedios alternativos, señala que las aguas de Aller y Lena al igual que las
de los Pirineos y Alpes pueden ser la causa del bocio. De ellas dice: El
sentir de aquellos, que atribuyen el origen de los bocios a las aguas, que
fluyen, de las nieves, y hielos cuando se van licuando, es muy probable
intrínseca y extrínsecamente… Y ello, porque, “En aquellos parajes son
regularmente, frías, duras y gruesas y de difícil digestión”. Pero señalemos
algún remedio relacionado con el agua.
AGUA DE LOS HERREROS. Desplazado Casal a Avilés a causa de
enfermedad del Marqués de Campo Sagrado, utilizó este remedio.
Después de un reparador baño, el paciente no mejoró y mandó prepararle este cocimiento: “Dispuse en fuente cocimiento de hojas verdes de
encina, con iguales cantidades de agua de Herreros y vinagre, para apli-
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carlo, (como lo hacía) con estopadas sobre los lomos; y con esta simple
medicina externa, y aquel vino que Gualterio Harris trae en la Carta,
que escribió a Baglivo, fue Dios servido, qué sanase Don Andrés… El
agua tomada del pilón en el que los herreros medían sus piezas incandescentes para enfriarlas, se utilizó en la medicina popular asturiana
como antianémico y tonificante.
Rematamos aquí, la cuestión de los efectos terapéuticos del agua. O,
dicho con otras palabras: las formas de administración del agua desde
el punto de vista terapéutico; y pasamos a estudiar las substancias minerales simples y compuestas señaladas por Casal. Seguiremos orden alfabético.
No pretendemos aquí, una relación exhaustiva de substancias o compuestos minerales utilizados por Casal. De todos modos, esperamos que
la relación sea lo suficientemente amplia y representativa.
Polvos de AIX: Se trata de un dicho; se refiere a algo que sirve para
todo y para todos. Algo así como “los polvos de la Madre Celestina”.
ALBAYALE: Carbonato de Plomo. Colorante blanco. Su hallazgo lo
realizó Casal, cuando investigaba el ámbar asturiano; no nos consta que
lo utilizase en su farmacopea.
ALMAGRE: Tierra rica en óxido rojo de hierro. Tampoco nos consta que Casal, utilizase este producto como terapéutica.
ALTERANTES: Medicamentos con compuesta acción modificadora
de la composición de la sangre. Creemos que se refiere Casal a lo que él
llama “cura quirúrgica-farmacológica”. La define así, “que, con más razón
merece el nombre de alivio, debe acomodarse al carácter particular de la
dolencia y a la disposición de los enfermos. A algunos les han aliviado las purgas suaves, las sangrías y también los vomitivos sueros y, finalmente, algunos
cocimientos antiescorbúticos de fumaria, agrimonia, achicoria, acedera, etc.;
a otros, infusiones de cortezas; a otros, nódulos purgantes, hojas de sen, flor
de epitimo, semillas de cártamo, anís, hinojo, raíces de eléboro negro, el polipodio, de encina, de flor de violeta, de borraja y de buglosa en infusión de
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LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
Substancias de or igen miner al.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
fumaria; a otros, en fin, jarabes de zumos…”. Como se ve los alterantes,
pertenecían casi todos al reino vegetal.
ALUMBRE: Sulfato doble de Alúmina y potasa. Tenía poder astringente y cáustico. No nos consta que utilizase Casal este remedo, por
otro lado considerado peligroso, pues se definía de este modo: masa salina y alkalina, que con el nombre de potasa o el de cenizas graveladas se vende
en las droguerías y sirve para hacer xabón, vidrio, barniz de loza fina y
varios tintes.
ÁMBAR, ELECTRO, SUCCINO O CÁRABE. En carta dirigida a
Casal, por B.L.M. su afecto Siervo y Capellán, éste dice: “Es cosa admirable que no solo se halle ahí el Ámbar; sino que se hallen ámbares de todos
los colores, desde el blanco al negro….”. Al descubrimiento del ámbar en
Asturias le dedica el editor, también, merecidos elogios; y, el propio
Casal se refiere a él en su prólogo en estos términos: “También escribiré
el nuevo hallazgo del ámbar flavo, sucino o cárabe fósil en este Principado de
Asturias”.
Hagamos las debidas consideraciones en torno al ámbar y cada una
de sus variedades:
ÁMBAR, ELECTRO, SUCCINO O CÁRABE. Casal dedica muchas partes
de su obra a estudiar las características de este producto natural.
Para Casal los olores del ámbar serían causa de enfermedad y a la vez
de remedio. En el capítulo XIX, dedicado a las Pasiones histéricas de
este país, dice tomando una cita de Gaspar de los Reyes quien asegura
que “en Flandes, Holanda y otras Riberas septentrionales en el Mar, hacen
mayores daños los penetrantes olores de el ámbar y almizcle a las mujeres que
en otros países de temperie caliente y seca; y si fuere cierta, como lo creo, esta
observación, podremos conjeturar, que por la manifiesta semejanza de estas
septentrionales Marinas de Asturias con aquellas, es más propensa la contextura femenina a padecer histerismo que en otras provincias de España.
Pero, al margen de esta sugerencia etiológica, el ámbar está presente
en la terapéutica casaliana. Lo utilizó en catarros o toses secas y convulsivas. Casal, insiste en el hallazgo, pero apenas en los efectos terapéuticos populares y cultos que eran conocidos; entre otros, se le daban estos
usos: para extraer objetos de los ojos; disuelto en alcohol se utilizaba en
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LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
padecimientos pulmonares; machacado, era utilizado como rapé para
curar la gripe; a los niños se les ofrecía en forma de chupete cuando les
dolían las encías por su supuesto poder analgésico y antiinfeccioso y en
forma de infusión en las diarreas. Y, en la medicina china el ámbar se
utilizó con mucha profusión en las siguientes situaciones: convulsiones
y epilepsia infantiles en combinación con ciempiés y escorpión; palpitaciones, insomnio y sueño hiperonírico; dismenorrea o amenorrea;
alteraciones de las vías urinarias (litiasis, estranguria, hematuria.
Finalmente, en la Farmacopea clásica occidental, se utilizó con profusión: en psiquiatría (aceites de ámbar), y como antiespasmódico entre
otras indicaciones tal como lo hizo Casal en las toses convulsivas.
No debe confundirse el mineral con una planta también denominada ámbar de color amarillo y usada en medicina popular. Curiosamente,
el tan citado aquí, libro de Mr. Tissot no incluye ni al mineral ni al
vegetal en ninguno de sus índices.
OTROS TIPOS DE ÁMBAR. Casal, sin entrar en disquisiciones terapéuticas, habla de otros dos tipos de ámbar: el “ámbar fósil” del que realiza una valoración mineralógica tratando de deshacer algunos errores
que existen en la literatura; y el “ámbar marino” o “prusiano”. Casal,
junto con quienes le acompañaban pensaban en un origen común de
todos los tipos de ámbar. Lo expresa así: “Que el ámbar es un aceite sui
géneris o un jugo oleoso condensado con cierto coágulo vitriólico o de otra
naturaleza hasta convertirse en una piedra consta de la relación de los habitantes de Arenas, y muy particularmente, de uno de los Sacerdotes que conmigo estuvieron en la mina”.
ANESTÉSICOS Y ANODINOS. No constan anestésicos en la obra de
Casal; las únicas referencias a la anestesia van dedicadas a la falta de
sensibilidad que presentaban algunos pacientes en algunas variedades
de lepra y en el Mal de la Rosa.
Lo que si aparecen son los denominados “anodinos o calmantes del
dolor”. Hablando del asma hidropiforme, se refiere a ellos como ineficaces. Lo dice así: “pues esa fatiga mortal no cede ni con las cisuras de las
venas, por bien hechas que estén en forma y lugar, según metódicas reglas, ni
con antiespasmidicos, vomitivos, purgantes, diuréticos, calmantes, expecto-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
rantes; ni se moderan con anodinos lo violentísimos sacudimientos del pecho.”.
Los anodinos se consideraba que eran perjudiciales en las viruelas y en
las convulsiones de los niños.
ANTIESPASMÍDICOS. En las Farmacopeas clásicas se le atribuyó,
falsamente, poder antiespasmídico al “ámbar amarillo” y también al “castóreo”. Salvo el posible efecto antiespasmídico del ámbar, ya citado, nada
señala Casal. La mayoría de estas substancias eran de origen vegetal por
lo que no serán tratadas aquí.
ANTIMONIO: POLVOS DE RETROUS. En la “Respuesta de los
Sapientísimos Doctores de París al Dr. Casal”, éstos recomiendan: “Por lo
tanto, para sobrellevar las incomodidades que habrán de persistir, juzgamos
conveniente el uso de antimonio diaforético preparado con cierta manipulación especial, que aquí en París se usa en casos similares desde hace tiempo y
que vulgarmente se llama Polvos de Retrous”. Los susodichos polvos, llegaron de París y no le sentaron bien al paciente, por lo que hubieron de
suspenderse.
AZABACHE. El azabache fue y sigue siendo un remedio en medicina popular de primer orden, como profiláctico. Casal, se ocupa de él de
modo científico, estableciendo su afinidad con el ámbar de este modo:
“El género y la substancia del azabache son los mismos que los del ámbar y
por eso el ámbar negro, se debe llamar azabache”.
AZOGUE (Mercurio). Poco dice Casal sobre el valor terapéutico del
azogue; si se explaya, al hablar de la etiología del bocio sobre su posible complicidad, en conjunción con las aguas. Sí comenta su uso e intoxicación en el caso de los sabios doctores de París. En este caso, se utilizaba en forma de unciones. El repetidas veces citado, Tratado del
Profesor Parrot no habla de este principio. Los sapientísimos doctores
señalan en su carta cómo se preparaba el ungüento mercurial. La receta era ésta: mercurio purísimo neutralizado con un poco de trementina
pulverizada y manteca de grasa de cerdo sin sal, perfectamente mezclada en mortero de mármol con mano de madera.
AZUFRE. Dedica Casal varios párrafos a hablar del azufre en la
naturaleza. Desde el punto de vista terapéutico, alude a su eficacia en la
sarna con estas palabras: “En fin hay que recordar que entre los pocos reme-
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LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
dios hallados hasta la fecha en los que se puede tener plena confianza, porque
jamás fallaron en la curación de la sarna, se encuentra el azufre”, claro que
la curación de la sarna “debe encomendarse a un médico juicioso y experimentado, pues a él compete inquirir y prever si conviene iniciar la cura más
temprano o más tarde”. La razón era sencilla: en opinión de Casal, la
sarna protegía de otras enfermedades.
CALIBIS (Acero Balsámico). Se trata de acero disuelto en espíritu de
nitro, según prescripción de los sabios doctores de París. La fórmula que
proponían los doctores era ésta: “Tómese espíritu de nitro doble, cantidad
suficiente, y sumérjanse en él tantos alfileres, del mejor acero como pueda disolver el espíritu. Disueltas las alfileres, antes de que deje de hervir el espíritu,
añádase una cantidad de aceite de oliva igual a la del espíritu de nitro, y después de mezclado, déjese reposar, y de esta mezcla de espíritu y aceite resultará
una masa o sopa, que lavada en aguas hasta lo insipidez formará el bálsamo”.
CARBÓN. Tanto del carbón fósil, como carbón piedra, casal solo se
ocupa de sus aspectos mineralógicos.
DIURÉTICOS. Para los cólicos renales, Casal utilizó lo que él denomina “emulsiones diuréticas benignas”, sin que sepamos su composición.
Lo más probable es que se empleasen fundamentalmente vegetales,
aunque nos consta por el mismo Casal se consideraban potentes diuréticos los espíritus de vitriolo y trementina.
ESPÍRITU DE NITRO. Ver más arriba en calibis (Ácido Nítrico).
ESTAÑO. No habla de él como producto terapéutico, sino como elemento mineral.
FÁRMACOS. Casal, da por hecho, que escribe una obra para entendidos, por lo que, habitualmente habla de grupos de fármacos, sin especificar; medicinas, había muchas, pertenecientes a los tres reinos. Dice:
“No fallecieron éstos por falta de medicinas; pues no quedó tisana, cocimiento, loch, jarabe, conserva, mixtura, bálsamo, píldora, antihéctico ni antitífico, que dexase de ministrárseles: ni por carestía de médicos”.
LOS FÁRMACOS VÍA LOCAL EN FORMA DE FOMENTOS “cataplasmas, estopadas, emplastos, polentas, unciones, etc.”. Al respecto, las
citas son múltiples, especificándose en ocasiones, algunos principios
activos: agua de Herreros y vinagre, azufre en la sarna y pocos más. Dice
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Casal: “en fin, hay que recordar que, entre los pocos remedios, hallados hasta
la fecha, en los que se puede tener plena confianza, porque jamás fallaron en
la curación de la sarna, fue el azufre.
HIERRO. Del hierro se ocupa Casal en varias ocasiones desde el
punto de vista mineral. La referencia ya señalaba al agua de herreros y el
calibis o hierro balsámico, no encontramos otras indicaciones en la
Historia Natural. No consta en Casal el uso de hierro como tratamiento de los estados de anemia o depauperación.
HOLLÍN. Aunque en la Medicina Popular Asturiana se utilizaba el
hollín con gran profusión, especialmente en catarros y neumonías,
Casal no lo menciona, salvo para señalar que en esta región se producen muchos en las chimeneas de las casas.
IMPERIALES (Polvos imperiales). No hemos encontrado su fórmula, por lo que no sabemos si contenía elementos minerales. De esta
denominación altisonante, se mofaban el Padre Feijóo y otros.
JASPES. Casal habla de la abundancia de jaspes en la región. No
comenta su posible efecto terapéutico.
LENIENTE. Lenitivo medicamentoso que ablanda o suaviza. Casal
señala que un cirujano de la región lo usó pero no señala cual, como es
frecuente en él. Había muchos lenientes, especialmente de origen vegetal.
LICOR AMONIACAL ANISADO (Espíritus de sal de amoniaco anisado). Casal no pudo prescribirlo en un paciente por no hacerse en las
Boticas locales. No hemos localizado su composición.
MERCURIO. El mercurio está presente en la Historia Natural y
Médica en, al menos, veintiuna citas.
En un paciente, con la sospecha de una teniasis, Casal le dio “bebidas amargas mercurizadas”, cuya exacta composición desconocemos.
En otro paciente, lo utilizó en la sarna, a tenor de lo que dice:
“Ninguna esperanza teníamos de que recuperase la salud, ni siquiera de prolongarle algo la vida, pero con el mercurio o mineral etiópico, fabricado sin
fuego, que diariamente, mañana y tarde, tomaba en píldoras con una panacea mercurial, se reprodujo la sarna, y hoy, catorce de agosto, le he visto com-
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LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
pletamente sano, fuera de la sarna y de su edad, ya decrépita, de por sí constituye la peor de las enfermedades”.
Insiste en otro pasaje en la utilidad del mercurio en la sarna con estas
palabras: “El mineral etíope, preparado en mortero, sin fuego, y tomado en
píldoras, después de preparado el enfermo convenientemente, en esta región es
un remedio eficacísimo”. Advierte Casal que no debe confundirse la sarna
con algunos tipos de lepra para que el tratamiento mercurial se efectúe.
Y, de la fórmula utilizada por los sapientísimos doctores de París que
contenía mercurio, ya hemos hablado en repetidas ocasiones. También
utilizó con éxito el mercurio en un caso de sebocistomatosis escrotal.
MIXTURA CORALADA DE LA FARMACOPEA (Mixtura coralada
de la Pharmacopea Extemporánea). Según Dr. Tolivar Faes, probablemente aluda a las algas coralináceas, alba u oficinal, o al coral rojo, pólipo alcionario. El coral fue usado en el siglo XVIII como tónico, absorbente y astringente. Se solía mezclar con láudano líquido y dulcificar
con jarabe de blanes de la Farmacopea.
No tuvo buenos efectos este preparado en una epidemia de paperas
y sus complicaciones.
ORO. Trata Casal, cuestiones mineralógicas y mineras en torno al
oro. No habla de sus posibles acciones terapéuticas.
PLOMO. Ya hemos hecho alusión a esta receta por contener, si parecía conveniente, un poco de polvo de ranas desecadas. Consta una receta con plomo en “La respuesta de los sapientísimos Doctores de París” a
Casal. La fórmula completa llevaba: mortero de plomo con etíope
mineral y óleo reciente de huevos, miel de Saturno y sí se creía conveniente polvo de ranas desecadas.
POLVORA. De ella se ocupa Casal, de paso, en sus descripciones
mineras. Para nada hace alusión a ninguna fórmula que la contenga.
PURGANTES. Son muchas las citas que se encuentran en Casal con
los purgantes, pero sin excesivas precisiones. Eran muchos los purgantes, especialmente los de origen vegetal.
SALITRE (Nitro). Se cita al palabra, pero solo con fines descriptivos
y no terapéuticos.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
MIEL DE SATURNO (Acetato Neutro de Plomo). Se señala en las
investigaciones mineras de Casal en pos del ámbar. No se le adjudican
propiedades terapéuticas.
TÁRTARO (Tartrato ácido de Potasio). Es la costra formada en los
recipientes de la fermentación del mosto. El estilado es emético y el
calibrado tiene hierro.
TOPACIO. Descrito mineralógicamente por Casal. No se atribuyen
propiedades terapéuticas.
VEJIGATORIOS. A ellos dedica varias citas Casal, que se ocupan del
tema de una forma bastante general. El vejigatorio se define como
emplasto desubstancias irritantes puesto para levantar vejigas. Casal, en
sus Constituciones epidémicas relata lo que titula “Experimentos tocantes al uso de los vejigatorios en la generalísima epidemia de fiebres ardientes
y peripreumonias que infectaron este país en otoño del año 1735 y parte del
invierno de 1736… “. El vejigatorio universal que señala Casal son los
parches de cantáridas (en las pantorrillas, o en piernas y brazos); él llega
a estas personales conclusiones sobres su uso. “De aquí podemos (sin
repugnancia), inferir que si las cantáridas no convinieran a los diecisiete
enfermos que sanaron, siendo sus enfermedades grandes, fuertes y peligrosas, se
hubiera manifestado el error del médico, a costa, acaso, de las vidas de aquellos
o, por lo menos con grave detrimento de todas sus naturales facultades”. Para
Casal, los vejigatorios harían más efectos en Asturias que en otras
regiones, llegando a decir que “las llagas hechas en las piernas, mediante el
ungüento de cantáridas, equivalgan, en algún modo, a las que suele hacer la
naturaleza misma para conservar la vida”.
Incluimos aquí, las cantáridas, pese a su origen animal como ya se
señaló al comienzo de esta relación, por dos razones: la primera, para
reforzar la idea de su uso por Casal y la segunda, porque había vejigatorios de naturaleza puramente química y de los que Casal no señala su uso.
VINO DIURÉTICO. No señala Casal su composición, aunque dice
de él: “el vino diurético que envié para la edematosa no era compuesto de
aquellos simples, que se tienen por nuevamente inventados y como por arcanos; si de los antiguos y de todos harto conocidos, pues se diferencia muy poco
250
251
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
del que trae Pablo Barbete en su cirugía…”. Pese a la referencia, desconocemos su composición.
VITRIOLO Y ESPÍRITU DE VITRIOLO (Acido sulfúrico). Habla
Casal del vitriolo como reactivo en sus estudios sobre la composición de
aguas mineralo medicinales y cuando habla de las sales.
También señala el uso del vitriolo en un paciente, diciendo, de quién
lo indicó: “en lugar de emolientes, laxantes y benignos diluyentes, le hizo
tomarse los espíritus de vitriolo, trementina y otros tan impetuosos diuréticos, que suprimiendo más, y más la orina, y ocasionando mayores irritaciones,
pusieron al paciente no lejos de la muerte”. En la obra de Tissot, se denomina Espíritu de vitriolo o Espíritu de azufre a un preparado en el que
se cuadruplicaba la cantidad de vinagre a la que correspondía de
Espíritu de azufre.
VOMITIVOS Y VÓMITOS Y ANTIEMÉTICOS. Casal, dedica
muchas citas a vómitos y vomitivos unas treinta citas. Muchas de ellas,
van referidas a la clínica del vómito y a su fisiopatología en pacientes
concretos, confesando en repetidas ocasiones el efecto vapulsivo del
vómito. Claro que, en ocasiones, la violencia del síntoma podía ser
grande por lo que había que calmarlo. Y al respecto señala el beneficioso efecto en un paciente, como antiemético, del agua de limón enfriada
con nieve. Un paciente a la que atendía través de cartas con el cirujano
de la localidad recibió de éste un benigno vomitivo que Casal indicó con
buen efecto. No señala su composición exacta. Si señala la composición
más adelante en estos términos: “El vomitivo que solía enviar se componía de un escrúpulo de polvos de raíz de bejuquillo, tres o cuatro granos de
polvos de el borri, cinco gramos de sal de ajenjos, tres onzas de agua de toronjil, dos dracmas de agua de Canela, y una onza de xarabe de rosas secas. El
cordial alexipharmaco (que así nombrado, parece, que sería una maravillosa
composición) se reducía a un ordinario cocimiento de rafuras de cuerno de
ciervo, raíz de bardana mayor, escorzonera, y pimpinela, la yerba escabiosa y
las flores de amapolas. Pero solía añadir el nitro bien purificado, la piedra
bezoar, algún testáceo, o confección de las que en las Boticas se hallan con el
título de cordiales; y para que el sabor no fuese tan ingrato, dulcificaba esta
bebida con aquellos xarabes que me parecía más conveniente”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Dejamos aquí esta ya larga lista de remedios animales y minerales
que seguro es incompleta, pero, al menos, representativa de la actividad
médica de Casal en Asturias; y, en gran medida, de lo que se hacía en
España.
CONCLUSIONES.
A modo de resumen, deseamos dejar claras algunas cuestiones relacionadas con los remedios terapéuticos revisados.
Casal, en su Historia Natural y Médica del Principado de Asturias,
no pretende realizar un tratado de Medicina en el que consten todas las
cuestiones etiológicas, fisiopatológicas, clínicas y terapéuticas de las
enfermedades humanas.
Casal, con su obra pretende lo que él mismo dice: una historia médica referida a Asturias que puede ser útil a otras regiones. Empresa que
considera obligada como han hecho otros en Europa (Alemania,
Flandes, Inglaterra, Francia, Holanda, Italia, España, etc.) por más que
se trate de una historia particular. Lo dice así: “Es particular esta historia, por conocer solo las disposiciones de la atmósfera, terreno y enfermedades
familiares y propias de este país de Asturias”. Historia que estima necesaria y
útil: “Cada Médico, en la patria que residió, y años en que exerció su facultad hizo sus experiencias y observaciones, que dexándolas escritas con la fidelidad que merecen, fueron son y serán nortes y guías por las cuales se libraron
y se librarán muchos de fatales escollos, consiguiendo seguro puerto”.
En una historia particular, como ésta no cabe un tratado sistemático de Terapéutica; solo se recogen en ella, descripciones generales de
principios activos y la respuesta a los mismos. Todo intento sistematizador, por tanto, de los remedios contenidos en la misma, es, cuando
menos artificioso.
Este intento artificioso, ¿puede ser útil? Nosotros creemos que sí, y
por ello lo hemos hecho. Nos parece que recoger y sistematizar, aunque
sean pobres los contenidos, la terapéutica en Casal, ayuda a conocerle y
a conocer el ambiente médico de la época en Oviedo. Hemos llegado a
estas conclusiones.
252
Cómo queda dicho Casal no se hace un estudio sistemático de los
recursos terapéuticos. No es esa su intención.
Casal demuestra conocer bien los principios hipocráticos del diagnóstico, seguimiento y tratamiento de los pacientes.
La terapéutica en Casal era esencialmente expulsivo y sintomática
como correspondía a su credo médico.
Casal conocía los recursos terapéuticos no vegetales que se conocían
en su tiempo. Y dudaba de la eficacia a la larga, de algunos remedios
como el Mercurio y otros. Defendió la hidroterapia tratando de obtener beneficios de la misma.
Casal Sigue aferrado a fórmulas magistrales antiguas que hoy se nos
ocurren extravagantes. Sin embargo, él las usaba combinando la praxis
médica con la investigación clínica (caldo de víboras, extracto de puercoespín, etc.).
Casal poseía una sólida cultura terapéutica que derrama en algunas
de sus citas bibliográficas, lo que refuerza una formación médica sistemática.
En el seguimiento de sus pacientes fustiga noblemente los efectos
del tratamiento, bien dado por otros, bien por él mismo en sano ejercicio de autocrítica.
Aunque no existan testimonios de ello, es muy probable que Feijóo
incitase a Casal a escribir su tratado por considerarlo un buen médico,
amén de ilustrado.
Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias.
Excelentísima Diputación Provincial de Oviedo, Oviedo 1959.
Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Facsímil
de la edición príncipe de 1762 con Introducción e Índice-glosario por
José Ramón Tolivar Faes. Servicio Central de Publicaciones del
Principado de Asturias. Oviedo, 1988.
Folch Jou, G.: Historia de la Farmacia. Edit. Afrodisio Aguado S.A.
Madrid, 1951.
253
LA FARMACOPEA DE GASPAR CASAL
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA.
Peset, J.L. En: Historia Universal de la Medicina de D. Pedro Lain
Entralgo. Masson Multimedia 1998. Capítulo dedicado a la Terapéutica
en el siglo XVIII.
Sellés Martí, E.: Farmacia Galénica General. Madrid, 1944.
Sellés Martí, E.: Farmacia Galénica Especial. Madrid, 1948.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Tissot, Mr.: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del
campo. Madrid 1781.
254
EL MUNDO VEGETAL
EN LA OBRA DEL DOCTOR CASAL.
Conceptualmente, como médico, Casal se muestra seguidor de la
corriente neohipocrática impulsada por el inglés Sydenhan (16241689). Este movimiento se difunde por toda Europa y en España, su
influencia se deja notar desde un primer momento con la publicación
de las Topografías Médicas. Todas ellas siguen la distribución temática
marcada por Sydenham, quien a partir de la obra de Hipócrates Sobre
Aires, Aguas y Lugares, da una descripción geográfico física del territorio a estudiar, el macroclima de una región, y al mismo tiempo, el
microclima, pues tiene en cuenta los cambios locales que la orientación,
posición y ubicación de las localidades y de las viviendas pueden producir en la salud de la población, pasando a continuación a considerar las
enfermedades dominantes.
No es trivial esta concepción hipocrática de la medicina, del llamado ecologismo hipocrático, en la que el concepto de salud es el resultado de dos factores; por un lado el medio, en el que influyen el clima
(tanto local como general), la geografía física, el ambiente y la vivienda;
y por otro lado las condiciones higiénico sanitarias en las que viven los
ciudadanos.
Si la formación académica de Casal suscita algunas dudas, de lo que
no hay ninguna es de su formación como farmacéutico y como botánico.
255
EL MUNDO VEGETAL...
JOSÉ MARTÍNEZ GONZÁLEZ
JUAN JOSÉ LASTRA MENÉNDEZ
El mismo comenta en su obra que durante seis años permaneció junto a
D. Juan Manuel Rodríguez de Luna, farmacéutico que había sido del
Papa Inocencio XI, al que califica de excelente químico y botánico.
Esa formación como naturalista se refleja en su obra. La encontramos en la enumeración de las especies vegetales que observa, y en el
conocimiento de las principales ubicaciones en las que pueden desarrollarse. Casal conoce las plantas y donde encontrarlas, pese a que él, convencido de que los vegetales que crecen en Asturias tienen menos propiedades medicinales que los que lo hacen fuera, recomienda a sus
enfermos comprar las medicinas en la farmacia de los Jesuitas, pues
conoce al boticario y conoce la procedencia de las drogas que en ella se
despachan.
La obra de Casal desde una perspectiva botánica es una obra academicista. La Historia Natural y Médica del Principado de Asturias
(HNyM) es hoy fuente de conocimiento para la Historia de la Medicina
y de la Farmacología. Al enumerar las principales especies vegetales que
se pueden encontrar en Asturias, y los ambientes ecológicos en las que
algunas se desarrollan, es también fuente de conocimiento botánico y
de ecología vegetal; no debe buscarse en ella apuntes acerca de los usos
populares de las plantas en el restablecimiento de la salud, ni descripciones botánicas (excepto en el caso de Viscum álbum). Casal es ante
todo un médico dogmático, que basa su saber en los textos médicos y
en el estudio de los clásicos.
También proporciona información etnográfica y social. Describe la
alimentación de los asturianos teniendo en cuenta su clase social, y las
condiciones higiénico-sanitarias en las que viven los enfermos.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
De los Ár boles y P lantas de este País
Así titula Casal el capítulo V de su obra, y está dedicado a la descripción física del paisaje asturiano y a la enumeración de principales
plantas que crecen en él. Para Casal, Asturias es exuberancia, crecimiento excesivo de los vegetales, y, en contraste, bajas concentraciones
de principios activos en las plantas medicinales. No es de extrañar que
256
257
EL MUNDO VEGETAL...
proveniente de un clima continental, de acusados contrastes térmicos
que determinan adaptaciones fisiológicas y morfológicas de las plantascomo es el clima de la Alcarria, Asturias le parezca un vergel exuberante y húmedo en exceso.
Casal emplea muchas páginas y esfuerzos en intentar explicar la
diferencia de vegetación entre la zona donde vivió su infancia y juventud, y la asturiana. Un hecho para él que no encuentra una explicación
razonada es cómo puede ser posible que las plantas medicinales trasplantadas en Asturias desde regiones con un clima continental o mediterráneo, sinteticen menos principios activos que las que crecen en las
regiones de procedencia, siendo menos vistosas y alcanzando un menor
grado de desarrollo.
Ambas circunstancias (diferencias de vegetación y síntesis de metabolitos secundarios) están relacionadas, y tienen que ver con el clima.
Casal nos habla de dos factores ecológicos que van a determinar la flora
y la vegetación que existen en una región biogeográfica. Cree que es la
humedad el factor determinante de la flora en Asturias, al que añade la
composición en sales de los suelos. Pero se olvida de otro factor ecológico que junto con la humedad es uno de los componentes fundamentales del clima: la temperatura. Además del clima, y del suelo, otros
determinantes ecológicos de la vegetación con carácter local son el
relieve, la influencia de masas acuosas como el mar, lagos, ríos, etc., y la
actividad humana.
Asturias se encuentra dentro de la región eurosiberiana, y la vegetación dominante es la atlántica. Está adaptada a un clima suave, sin déficit hídrico en ninguna época del año y pocas heladas en los meses de
invierno. Mientras que Casal llega de una zona donde la vegetación
dominante es la mediterránea, adaptada a un clima continental de acusados cambios de temperatura y estrés hídrico estival.
Los organismos interaccionan con el medio y en función de éste la
respuesta adaptativa varia; en el mundo atlántico, las plantas responde
ante un exceso hídrico, y en el mundo mediterráneo han de responder
a un exceso de sol y a muchas horas de insolación, que puede llegar a
inhibir la fotosíntesis; así se observan cambios morfológicos y fisiológi-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
cos, como la secreción de sustancias con una función protectora a la luz
ultravioleta. La mayoría de estas sustancias son productos del metabolismo secundario de los vegetales, y son metabolizadas como respuesta
a un estrés causado por el medio, y no tienen una función directa en el
desarrollo y crecimiento vegetal.
Centrándonos solo en la incidencia del sol sobre los organismos,
cuando esta aumenta, las plantas responden evolutivamente protegiéndose y metabolizan sustancias que les van a permitir una mejor adaptación. Las principales de estas sustancias químicas son:
• Terpenos. Del grupo de los carotenoides. Se sintetizan en respuesta a la radiación solar y, principalmente, al ramoneo de los
herbívoros. Son tóxicos.
• Compuestos que contienen Nitrógeno. Los más conocidos son
los alcaloides (atropina, codeína, morfina, nicótica, cannabinoides, cianógenos, etc.), los glicósidos y los animoácidos no protéicos. Se trata de compuestos con una alto valor farmacológico.
• Compuestos fenólicos. Tienen diversas funciones en las plantas:
defensivas frente a herbívoros e insectos (taninos, isoflavonoides),
de soporte mecánico (lignina, suberina), y principalmente fisiológicas absorbiendo el exceso de radiación ultravioleta (flavonoides,
cumarinas, estirilpironas, estilenos). Estas tienen una actividad
química contrastada más allá de su función principal.
Estas sustancias, que tienen una actividad química, y por tanto farmacológica reconocida, son sintetizadas por plantas del mundo mediterráneo en concentraciones muy superior a las que esas mismas plantas
sintetizarían en un clima atlántico, en donde el estrés debido a la intensidad lumínica es mucho menor.
Los principios activos de las plantas medicinales provenientes de
Castilla y otras zonas que Casal tanto estimaba, no son consecuencia de
un crecimiento en suelos con una composición diferencial en sales, sino
de una respuesta adaptativa como protección frente a la incidencia de la
luz ultravioleta proveniente del sol.
258
La época de Casal vive inmersa aun en la aceptación de algunas de
las plantas provenientes de América. Alubias y maíz están perfectamente integradas en la dieta diaria de la población campesina, y en años
posteriores lo estará la patata. La incorporación del maíz significó unos
cambios importantes en la sociedad rural asturiana:
• Aumento demográfico.
• Cambios en los usos de la tierra. El maíz pasa a ser la principal
fuente de alimento de la población campesina; a ella se reservan
las mejores tierras, y desplaza del uso cotidiano a otras gramíneas que hasta ese momento eran fuente de pan, como el mijo
(Panicum milliaceum). El trigo común (Triticum aestivum L.
subsp. aestivum) y la escanda (Triticum aestivum L. subsp. spelta),
quedan relegados al pago de las rentas por la casería.
• Modificación en la distribución de la vivienda campesina. Al
aumentar la población, las casas adquieren una planta más. Los
hórreos, como almacén de grano no desaparecen como en
Cantabria y el País Vasco donde el aumento de la cosecha será
acogida en los desvanes, sino que aumentan de tamaño transformándose en paneras.
• La aparición del mal de la rosa. Hasta entonces era una enfermedad desconocida, inexistente, una enfermedad de fatales consecuencias, que se cebó en los más desfavorecidos de la población,
y a la que Casal dedicó gran parte de sus esfuerzos médicos y
humanos.
Casal, tan preciso en sus descripciones, pone de manifiesto la tremenda diferencia que existía entre las clases acomodadas y las trabajadoras en Asturias. Para los primeros la vida relajada, con poca actividad
física, buena alimentación y enfermedades propias de su condición
social. Su alimentación es rica, variada, basada en proteína animal
(carne de vaca, cordero, cerdo, aves, pescado), legumbres, pan de trigo
o escanda, fruta, etc.
259
EL MUNDO VEGETAL...
Alimentos de or igen v egetal de los Ast ur ianos de la époc a
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
La alimentación de trabajadores y labradores, por contra, se caracterizan por ser escasa, prácticamente carente de proteínas de origen animal, monótona e insuficiente teniendo en cuenta el gasto energético
que su trabajo les representaba diariamente.
Pocos labradores padecen gota, ni piedra en esta Provincia; al contrario
muchos ricos, y ociosos: y así bastantes veces he dicho a sus moradores que está
pervertido el método, y orden de la buena dieta; porque los trabajadores, y
labradores pasan sin carnes, pescado, y aún sin pan de trigo, ni gota de vino,
reducidos al débil sustento de leche, castañas, habas, algo de manteca de vacas,
frutas, y otras legumbres, harina y pan de maíz; y los que no trabajan, se
regalan ….
Hay que añadir guisantes, nabos, berzas, nueces, avellanas… Dieta
que está en la línea de la que Fernández García (2006) define como
dieta famis, una dieta de pura subsistencia, y que aun está descrita por
este último autor como habitual en la Asturias campesina y trabajadora de principios y mediados del s. XX.
Las enfermedades que asolan el campo asturiano teniendo en cuenta la miseria en la que vive la gente: mala alimentación, desastrosas
condiciones sanitarias, viviendas en estado ruinoso (los propietarios no
las arreglan y los arrendatarios carecen de medios para ello), son
muchas, pero la principal y más dañina, el mal de la rosa que pese a los
esfuerzos de Casal, aun pasarían muchos años en ser desterrada de tierras asturianas.
METODOLOGÍA
Han sido dos las obras del Dr. Casal revisadas:
Histor ia Nat ur al y Médic a del Principado de Astur ias (HNyM).
o Manejamos una copia (reproducción digital de la
Biblioteca Nacional de España) de la edición príncipe de
1.762.
o De las tres ediciones posteriores a la príncipe, si bien las
revisamos todas, nos centramos en la editada en 1.968 por
el Dr. Tolivar Faes. El grueso de esta excelente edición está
constituido por una reproducción facsímil de la ed. príncipe, a la que Tolivar añade una interesante introducción, un
260
261
EL MUNDO VEGETAL...
completo índice-sumario, y en la parte final, la traducción
de los textos latinos contenidos en la publicación.
Documentos inéditos de D. Gaspar Casal: Rectas Médic as y
Testamento (RM.)
o Documento publicado por D. Melquíades Cabal en el
Boletín del Instituto de Estudios Asturianos de 1.985, y
que contiene análisis y comentarios a dos recetas manuscritas por puño de Casal, prescritas a D. Juan Pablo Ramos,
sin fecha precisa, persona que tras sufrir un proceso inespecífico murió en 1.726, para sorpresa del propio Casal.
En su obra Casal se refiere a las especies vegetales utilizando la notación académica de la época; es decir, el nombre dado a las plantas por
médicos, boticarios y botánicos, que por regla general es un nombre
derivado del latino o griego con el que se conoce en los textos clásicos
a la planta referenciada. Nunca utiliza nombres populares salvo en dos
casos: tilo o Teya, y muérdago o Arfueyo.
Este tipo de trabajos históricos, presentan algunas complicaciones
que hay que desentrañar a base de estudios bibliográficos. La más frecuente es la polisemia, por la que a un mismo nombre común le pueden
corresponder más de un nombre científico. Para llegar a determinar si
Casal nos está hablando de una planta u otra desde un concepto taxonómico actual, hemos utilizado un conjunto de obras de referencia que
están reseñadas en la bibliografía que acompaña a este trabajo. Así, p.e.,
para llegar a una identificación lo más exacta posible de las especies
vegetales que Casal cita pertenecientes al Obispado de Sigüenza, las
obras de referencia han sido el Catálogo de la Flora Vascular de la
Provincia de Guadalajara y Flora Ibérica. En aquellos taxa en los que no
ha sido posible llegar a una identificación inequívoca, y siempre y cuando, las diferentes especies que responden a un mismo nombre común
estuvieran señaladas como drogas en la Farmacopea de la época, hemos
optado por incluirlas en la discusión.
Por cada taxón vegetal hemos utilizado una ficha inserta en una base
de datos, y dividida en los siguientes campos:
- Familia botánica.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
- Nombre científico de la especie o subespecie, y autores que
la describieron. Para la determinación exacta y actual del
nombre científico, seguimos Flora Ibérica para aquellas
Familias que ya están publicadas, o buscamos datos de las
mismas a través de la página web de Flora Ibérica. Para los
Géneros no publicados o desarrollados, nos guiamos por
Flora Europaea Database, a través de un acceso desde la
página web del Real Jardín Botánico de Edimburgo. De
igual manera procedimos con aquellos taxa que no se
encuentran en la Península Ibérica.
- Nombre común usado por Casal (NUC) obtenido del análisis de su obra.
- Nombre común con el que se conoce la especie hoy día
(NC) en la Península Ibérica. Dato extraído del Proyecto
Anthos vinculado con el Jardín Botánico de Madrid, y del
Diccionario ilustrado de los nombres vernáculos de las plantas
de Ceballos (2006).
- Discusión aclaratoria de la relación entre el nombre dado
por Casal con una especie concreta (representada por su
nombre científico), siempre que lo consideramos necesario.
- Motivo por el cual Casal cita una planta.
- Breve discusión de los principios activos que la planta contiene, si los tuviera; así como sus propiedades terapéuticas
a la luz de los conocimientos actuales.
El listado de especies viene clasificado por orden alfabético de la
Familia botánica, y dentro de la misma, nombre científico de especies,
también siguiendo un orden alfabético. En anexo al final del documento aparece una tabla clasificada a partir del nombre dado por Casal a
una planta, su correspondiente nombre científico y un ordinal en
correspondencia con el listado de especies, con el fin de facilitar la búsqueda de un taxón concreto partiendo de la obra de Casal.
ANÁLISIS CUANTITATIVO
En el conjunto de la obra de Casal, hemos encontrado descritas un
total de 140 especies vegetales, pertenecientes a 50 Familias botánicas.
262
grupo de Orquídeas a las que se les da ese nombre, aumentando mucho
el resultado respecto a las otras plantas (V. Orchidaceae, satiriones).
No todas las plantas que cita Casal son medicinales, ni él lo hace con
ese propósito, y un número elevado de ellas son alimentarias. Se da la
circunstancia de que si consideramos no el número de especies citadas,
sino el número de citas por planta, son las destinadas a la alimentación
de las personas las más citadas, seguidas de aquellas que Casal nombra
como constituyentes del paisaje, o las enmarca dentro de de un ámbito
ecológico concreto.
El producto más nombrado no es una planta, sino el resultado de su
fermentación, el vino, con 18 citas, a las que hay que añadir las referencias a la vid, llegando a 23. Casal y Townsend (Tolivar 1986) le dan gran
263
EL MUNDO VEGETAL...
Las familias con un mayor número de especies mencionadas son:
Fabáceas (Leguminosas) y Asteráceas (Compuestas), seguido de
Rosáceas y Labiadas. El número de Orquídeas citadas es equívoco, y es
que Casal menciona que reconoció en Asturias a todas aquellas plantas
conocidas como Satiriones menos una (HNyM, 35). Estas son un
importancia al vino como alimento y como bebida, porque el agua de la
época es de baja calidad y agente de múltiples enfermedades infecciosas.
La forma de consumo más citada es la cocción de la parte aérea si la
planta está verde, y la ingesta del medicamento en polvo tras ser previamente carbonizada en un horno, cuando la planta está seca. Pero en la
mayoría de los casos Casal no menciona como el paciente ha de ingerir
la droga.
ÁRBOLES Y PLANTAS DESCRITOS EN LA OBRA DE CASAL
ADIANTACEAE
1.- Adiantum capillus-veneris
NUC. Culantrillo (HNyM. 34, 61); NC. Culantrillo de pozo,
Cabello de Venus.
Casal no le asigna propiedades terapéuticas, listándola entre las
especies que él reconoce propias del Principado; describe, acertadamente, el medio húmedo y sombrío en el que se desarrolla.
En la medicina clásica está recomendada para los asmáticos,
enfermos del hígado, bazo y riñón. Ayuda a evitar, o palía, la
pérdida del cabello.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
AGARICACEAE
2.- Agaricus campester L.
NUC. Agarico (HNyM. 72); NC. Champiñón silvestre.
Por el nombre de agarico se conocen distintos hongos productores de cuerpos fructíferos en esporocarpos (setas). Ya que por
agarico conocían los griegos al champiñón, creemos que Casal
se refiere a esta seta.
No le asigna propiedades medicinales, que no las tienes; dice
que crece en presencia de sales acres, las cuales facilitan que las
plantas sean más crecidas y mucilaginosas.
AGAVACEAE
3.- Agave americana L.
NUC. Pita (HNyM. 72); NC. Agave, Aloe americano,
Cardón, Pita, Pitón.
264
El agave americano se cultiva por la fibra de sus hojas con la
que se hace cuerdas, redes, etc. Es una planta diurética, antiescorbútica, laxante y vulneraria.
Casal la incluye entre los taxa que crecen mejor sobre sales acres.
4.- Ammi majus L.
NUC. Xistra, que llaman Ammi (HNyM. 35); NC. Xistra,
Sistra, Ammi.
Casal deja muy claro a que especie se está refiriendo: al Ammi
majus, pues por el nombre de xistra también responde otra
planta muy reputada como medicinal y veterinaria a lo largo de
la Edad Media: el Meo (Meum athamanticum).
El Ammi es una planta tóxica, que contiene metoxaleno (sustancia fotosensible), y se emplea en algunos tratamientos de cánceres cutáneos, siempre con mucho cuidado pues contiene además
furanocumarinas, especialmente xantotoxina, que provoca reacciones de fotosensibilización. También se ha usado en el pasado
como digestivo, diurético, tónico, carminativo y aromático.
Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado.
5.- Angelica sylvestris L.
NUC. Angélica (HNyM. 35); NC. Angélica, Yerbatona de
puerto.
Recibe el nombre de Angélica, del griego Anghelos, por sus virtudes carminativas y emenagogas. Su raíz y frutos son estimulantes y tónicos.
Casal la menciona entre las plantas propias del Principado.
6.- Apium nodiflorum (L.) Lag.
NUC. Sio, Berraza (HNyM. 60); NC. Apio bastardo, Apio
menor, Berras, Berraza.
Planta propia de corrientes de agua, estanques y acequias,
como muy acertadamente señala Casal al mencionar su preferencia por los ambientes húmedos.
265
EL MUNDO VEGETAL...
APIACEAE
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Sobre sus propiedades terapéuticas, nada nos dice Casal de esta
planta ligeramente tóxica y parecida al berro (Rorippa nasturtium-aquaticum).
Se emplea para curar eccemas.
7.- Foeniculum vulgare Mill.
NUC. Hinojo, Foeniculi (HNyM. 139, 359); NC. Hinojo,
Hierba santa, Cenoyo.
Los frutos secos del hinojo contienen E-anetol, que le da su
característico olor a anís y su sabor. La raíz tiene propiedades
diuréticas, las hojas vulnerarias, y los frutos carminativas, diuréticas, vermífugas, emenagogas y galactógenas. Casal la utiliza en el tratamiento contra las pasiones histéricas del país, y
como componente de la cura quirúrgico-farmacológica.
8.- Peucedanum ostruthium (L.) W.D.J. Koch
NUC. Imperatoria (HNyM. 35); NC. Imperatoria, Imperial
de Roncesvalles.
Casal menciona la Imperatoria en el listado de las especies
medicinales que crecen en Asturias. Se trata de un endemismo
europeo muy reputado tanto en su uso oficinal como veterinario, pero su área de distribución en la Península Ibérica no
alcanza Asturias. Con toda seguridad Casal se equivoca en la
determinación de visu confundiéndola con alguna de las tres
especies del género presentes en Asturias (P. gallicum, P. lancifolium y P. carvifolia), que no tienen propiedad medicinal
remarcable.
Contiene terpenos y sesquiterpenos, a la vez que cumarinas,
peucenina, osthol, imperatorina, cnidina y oxipeucedania, que
le confieren propiedades digestivas y carminativas. También se
ha usado como estimulante del aparato respiratorio en casos de
asma y de bronquitis.
9.- Pimpinella anisum L.
NUC. Anís, anisi (HNyM. 359); NC. Anís.
Al usar Casal el nombre común de anís, queremos creer que se
está refiriendo a esta especie. Planta de origen asiático no crece
266
espontáneamente en la Península Ibérica, aunque se cultiva
con profusión. Casal emplea el anís en una de las alternativas
variables de la cura quirúrgico-farmacológica.
Sus frutos, muy aromáticos, son ricos en un aceite esencial: el
anetol, y se emplean para tratar trastornos digestivos y cólicos
infantiles en bebés lactantes. También tiene propiedades expectorantes y ayuda en casos de problemas respiratorios y de gripe.
ARALIACEAE
10.- Hedera helix L. subsp. helix
NUC. Hiedra terrestre (HNyM. 35); NC. Yedra, hiedra.
Enredadera leñosa de largos tallos. Sus hojas tienen propiedades
medicinales, aunque se desaconseja su uso sin supervisión médica. Se la considera antiséptica, antirreumática, vulneraria, astringente, expectorante, emenagoga, parasiticida, antiespasmódica y
vermífuga. También se usa en casos de gota y reumatismo.
Mencionada por Casal en la lista de plantas presentes en el
Principado.
11.- Aristolochia serpentaria L.
NUC. Serpentina de Virginia (HNyM. 142); NC. Serpentina
de Virginia.
Casal utilizó esta planta contra las alferecías como componente de los polvos imperiales o del Marqués, con los que no obtuvo
resultados positivos.
El Gén. Aristolochia incluye especies consideradas como medicinales desde antiguo. Son plantas herbáceas, rizomatosas y, la
mayoría, trepadoras, que atrapan moscas con la parte interna
del perianto que desprende un fuerte aroma. Se emplea la raíz
en infusión por sus propiedades cardíacas; se ha utilizado como
cordial, y como antídoto contra la mordedura de las víboras,
uso ya descrito por Dioscórides (Simpson 1995).
ASPLENIACEAE
12.- Phyllitis scolopendrium (L.) Newman
267
EL MUNDO VEGETAL...
ARISTOLOCHIACEAE
NUC. Lengua cervina (HNyM. 35); NC. Lengua de ciervo,
Lengua Lengua de buey.
Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado.
Helecho del que se utilizan las frondes por su contenido en
taninos y lípidos. Su cocimiento tiene propiedades broncorrespiratorias y astringentes. En medicina popular está recomendada como vulneraria para cerrar heridas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ASTERACEAE
13-. Aegilops sp.
NUC. Rompisaco (HNyM. 66); NC. Aragüelas, Rompesacos,
Rompisacos.
Casal, mencionando las especies vegetales que estudió durante su
estancia en Sigüenza, se refiere a un tipo de gramínea que llaman
Rompisacos, muy parecida al trigo común y con el que se confunde,
diferenciándose por un menor crecimiento. Creemos se trata de una
especie del género Aegilops, pero no nos atrevemos a determinar con
más precisión.
Proyecto Anthos asocian al nombre de Rompisaco tres especies de
Aegilops: A. geniculata, A. neglecta y A. triuncialis. La Flora de la
Provincia de Guadalajara confirma que las tres especies crecen en la
zona sin determinar lugar, ni asociar a los nombres científicos nombre
común o popular alguno, lo no permite discernir con total claridad la
especie concreta de gramínea a la que hace referencia Casal.
14.- Arctium minus Bernh.
NUC. Bardana, Bardana mayor (HNyM. 191, 273); NC.
Bardana, Lampazo, Respegones, Pegadillo, Amor del hortelano, Pioyos, Capazas, Moro, Beleños.
Casal emplea la raíz en cocimiento contra los catarros fuertes,
y en la composición del cordial alexipharmaco.
Se utiliza la raíz y las hojas. Tiene propiedades depurativas, diuréticas, laxantes, colagogas, carminativas y antidiabéticas. Se
emplea también por sus propiedades antiséptica contra el acné,
forunculosis, y en depuraciones primaverales de la sangre.
268
269
EL MUNDO VEGETAL...
15.- Artemisia abrotanum L.
NUC. Abrótano (HNyM. 35, 45, 66); NC. Abrótano, Hierba
lombriguera.
Casal la incluye entre las especies que cultivadas en Asturias,
presenta efectos medicinales disminuidos. También la cita
entre las especies vegetales propias del Obispado de Sigüenza,
donde, dice, crece silvestre.
Tiene propiedades antihelmínticas, colagogas, antiespasmódicas, digestivas, emenagogas y antialopécicas, estimulando el
crecimiento del cuero cabelludo.
16.- Artemisia absinthium L.
NUC. Axenjos, agenjos (HNyM. 44, 273); NC. Ajenjo, Absenta.
Se la ha llamado madre de todas las hierbas debido a sus múltiples aplicaciones curativas. Se utiliza como tónico, febrífugo y
antihelmíntico. Se cultiva para su uso en licorería, entrando en
la composición del vermut y de la absenta; es un buen aperitivo para abrir el apetito.
Citada entre las plantas que el boticario de la Compañía de
Jesús ha de traer, en ceniza, de Castilla todos los años. También
se menciona en un vomitivo (con fórmula de Casal) prescrito
por el médico de Nava.
17.- Carthamus tinctorius L.
NUC. Cártamo, Feminis carthami (HNyM. 359); NC. Alazor,
Azafrancillo, Azafrán bastardo, Azafrán de los moriscos,
Azafrán romí.
Casal emplea las semillas como integrantes de la cura quirúrgico-farmacológica que utilizó contra, entre otras enfermedades, el mal de la rosa.
Su uso más común ha sido como colorante, siendo un sucedáneo barato del azafrán. El aceite que se extrae de las semillas es
utilizado como sustitutivo del aceite de girasol; ayuda a reducir
el colesterol y a prevenir las enfermedades cardiovasculares;
también se utiliza en problemas reumáticos y en las dietas de
adelgazamiento.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Manzanillas
NUC. Manzanilla (HNyM. 187)
Con el nombre genérico de Manzanillas, se hace referencia a
un grupo de plantas medicinales reguladoras de procesos
digestivos. Tienen, así mismo, efectos antiinflamatorios,
antiespasmódicos, coleréticos, colagogos, sedantes y relajantes,
y propiedades antisépticas. Las especies más consumidas son la
Chamonilla recutita o manzanilla dulce, y la Chamaemelum
nobile o manzanilla romana.
Casal recoge el uso de aceite de manzanilla en la curación de
las paperas. Es uno de los tratamientos que la gente usaba motu
proprio, nos dice.
18.- Chamaemelun nobile (L.) All.
NC. Manzanilla romana, Camomilla, Manzanilla, Manzanilla
amarga.
La infusión es ligeramente amarga y aromática. Posee acción
digestiva, carminativa, sedante, tónica y antiespasmódica. Su
uso como emenagogo ha de ser desaconsejado, pues está considerada como una especie abortiva.
Herbácea que crece en pastizales soleados y calizos, y con frecuencia se cultiva.
19.- Chamomilla recutita (L.) Rauschert
NC. Amargaza, Bastardilla, Camamilla, Camomilla,
Manzanilla común o dulce.
Especie aromática, anual, cultivada en huertos. Los capítulos
florales tienen un alto contenido en aceites esenciales.
20.- Cichorium intybus L.
NUC. Chicoria amarga, Chicoria, Cichorei silvestris (HNyM.
35, 144, 359, 383); NC. Achicoria, Achicoria silvestre, achicoria amarga, Amargón, Chicoria.
Citada por Casal entre las especies que no se encuentran en el
Principado. Con toda seguridad no la vio, pues crece silvestre
en Asturias.
270
21.- Inula helenium L.
NUC. Enula campana (HNyM. 35); NC. Hierba de la campana, Énula campana, Raíz del moro, Hierba del ala, Ínula.
Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado.
Fue usada desde antigua por su propiedades medicinales. Está
indicada en casos de infecciones respiratorias, bronquitis crónica y catarros. Externamente se usa por sus propiedades vulnerarias y antivirales en casos de herpes y en la curación de úlceras.
22.- Scorzonera hispanica L.
NUC. Escorzonera, Alcorzonera (RM. 823); NC.
Escorzonera.
Se usó frente a la picadura de las serpientes, de ahí su nombre
scorzonera, de scurçó en catalán víbora. En la farmacopea clásica, se le asignaban propiedades digestivas, expectorantes,
depurativas y diaforéticas, que es la prescripción de Casal.
Hoy día no es tan usada, ni de reputación tan reconocida como
lo fue antaño, y se emplea principalmente como diurético en
enfermos de gota, hipertensión o arterioesclerosis, si bien se le
asignan altos contenidos en vitaminas (E, B1 y B2).
271
EL MUNDO VEGETAL...
Alude a este taxón entre las plantas antiescorbúticas. Es utilizada, junto con otras plantas, como excipiente en la ingesta de
polvos de erizo en pacientes varones con problemas de micción; la emplea en la cura quirúrgico-farmacológica, y el cocimiento de sus raíces forma parte del caldo reconstituyente con
el que trata de solucionar los problemas de una dieta deficiente, siguiendo los consejos de los Sabios de París, en un paciente con un carcinoma en la tetilla izquierda.
Las hojas y raíces de la achicoria son amargas, estomáticas,
depurativas y ligeramente laxantes. La raíz contiene inulina,
que disminuye la frecuencia cardíaca, por lo que se utiliza en
las taquicardias por su acción hipotensora y antiarrítmica.
Las raíces tostadas son un sucedáneo del café, y está documentado su uso en ensaladas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
23.- Silybum marianum (L.) Gaertn.
NUC. Cardo Santo (HNyM. 44); NC. Cardo mariano, Cardo
borriquero, Cardo Santo, Cardencha, Arzolla, Cardo de Asno,
Cardo lechero, Cardo de Santa María.
Taxón que el boticario de la Compañía de Jesús ha de traer de
Castilla todos los años, pese a la abundancia con la que crece
en el Principado.
Los frutos son febrífugos y antihemorrágicos. El resto de la
planta tiene propiedades regenerativas hepáticas, antioxidantes
y antidiabéticas.
24.- Solidago virgaurea L.
NUC. Virga aurea (HNyM. 35); NC. Vara de oro, Palo de San
José, Palo de oro.
Listada por Casal entre las plantas del Principado.
Debido a su contenido en taninos tiene propiedades astringentes y antisépticas. Se prescribe para tratar catarros. Se comporta como sudorífico, antiinflamatorio y sedante. Pero su principal acción es la diurética, a nivel de los riñones, por lo que está
indicada en casos de cistitis, cálculos renales y otras infecciones
urinarias.
25.- Taraxacum gr. officinale Weber
NUC. Taraxacon (HNyM. 191); NC. Diente de León,
Amargón, Achicoria amarga.
Casal la utiliza, como de jarabe, contra los catarros fuertes y
persistentes.
En fitoterapia se usan las raíces y las hojas que son ricas en sesquiterpénicos, triterpenos, cumarinas, ácidos fenólicos, carotenoides, vitaminas (A, B, C y D), y potasio. Su decocción es
estomacal, antitusígeno, depurativo y diurético, y un buen estimulante del apetito.
26.- Tragapogon porrifolius L sp.
NUC. Barba cabruna (HNyM. 72); NC. Barba cabruna, Barba
de cabra, salsifí.
272
Pocos datos aporta Casal, salvo el nombre y que crece sin falta
de sales acres.
Se utiliza su raíz, que está muy engrosada, con un alto contenido en fibra y agua, como depurativa, expectorante, astringente y diurética.
27.- Tussilago farfara L.
NUC. Tusilago (HNyM. 35, 72, 191, 239); NC. Tusilago,
Gordolobo.
Casal receta el xarabe de [hojas de] tusilago como antitusígeno en
casos de toses persistentes unidas a estados febriles. Lista este
taxón entre aquellas que crecen sobre suelos ricos en sales acres.
Se usa en afecciones bronquiales crónicas como bronquitis y
asma, con o sin fiebre.
28.- Betula celtibérica Rothm. & Vasc.
NUC. Betula, Abedul (HNyM. XIII-XV, 34); NC. Abedul.
La introducción a la obra de Casal contiene una carta enviada
por el Padre Sarmiento en la que, entre otros temas, reflexiona
sobre el origen etimológico del sustantivo abedul, concluyendo
que este deriva de bétula. Casal menciona el abedul entre los
árboles propios de Asturias.
La corteza contiene betulín, ácido betulínico y taninos, actuando como diurético, antiinflamatorio, analgésico y febrífugo; y
las hojas y las yemas son diuréticas.
29.- Corylus avellana L.
NUC. Avellano (HNyM. 37-41, 69, 339); NC. Ablano, Avellano.
Casal lo menciona en relación al Visco corylino o arfueyo
(Viscum álbum) que crece sobre él; también incluye las avellanas dentro de la dieta habitual de los asturianos; hoy día se
emplean en repostería. La corteza tiene propiedades astringentes, las hojas vasoconstrictoras y los amentos masculinos, en
infusión, sudoríficos.
273
EL MUNDO VEGETAL...
BETULACEAE
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
BORAGINACEAE
30.- Anchusa officinalis L.
NUC. Buglosa (HNyM. 35, 359); NC. Argamala, Argamula,
Buglosa vulgar, Chupamieles, Lengua de buey, Lengua de
culebra, Lenguaza, Miel de avispa.
Casal dice que esta planta no se encuentran en el Principado.
Forma parte de la cura quirúrgico-farmacológica que emplea
en el tratamiento del mal de la rosa.
Se prescriben las hojas y sumidades florales como sudorífico,
diurético, antidiarreico. De su raíz se extrae una tintura roja
que se usa como colorete.
31.- Lithospermum officinale L.
NUC. Mijo del sol (HNyM. 35);NC. Mijo del sol, Té blanco,
Litospermo menor.
Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado.
Aunque, científicamente, carece valor terapéutico, se ha
empleado como antilitiásica (disuelve los cálculos renales), y
como planta diurética, antiinflamatoria y digestiva.
32.- Pulmonaria longifolia (Bast.) Boreau
NUC. Pulmonaria manchada (HNyM. 35, 69); NC.
Pulmonaria, Pulmonaria manchada, Pulmonaria medicinal,
Yerba tiñosa.
Citada por Casal entre las especies propias del Principado.
Menciona su preferencia ecológica por los lugares húmedos y
umbríos, como bosques y sotobosque.
Planta que contiene taninos, potasio, calcio, y ácido salicílico.
Se emplea en infusión y en jarabe para tratar afecciones bronco-respiratorias, también en casos de dolores de garganta y
afonía.
33.- Symphytum officinale L.
NUC. Consuelda mayor (HNyM. 35); NC. Consuelda mayor,
Hierba de las cortaduras, Oreja de asno, Sínfito, Suelda.
Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado.
274
Tiene propiedades emolientes, calmantes y cicatrizantes, debido
a la presencia de mucílago y alantoína en sus raíces, de ahí que
se haya empleado popularmente en la cura de llagas y heridas.
34.- Symphytum tuberosum L.
NUC. Consuelda menor (HNyM. 35); NC. Consuelda menor,
Consuelda amarilla.
Casal menciona esta planta en el listado general de plantas del
Principado.
Se utiliza el rizoma que tiene propiedades vulnerarias y favorece la cicatrización de las heridas. La alantoína se incluye en
cremas destinadas al cuidado de la piel.
35.- Brassica napus L.
NUC. Nabo, Napis (HNyM. 339, 342); NC. Nabo.
Fue uno de los alimentos tradicionales de los asturianos, y así
lo cita Casal.
Se cultiva como hortaliza por el interés que tiene su raíz napiforme, habiendo distintas variedades en función de la climatología de la zona de cultivo, lo que implica una adaptación evolutiva en función de variantes climáticas. Desde la Grecia antigua formó parte de la alimentación de los europeos; su importancia decayó cuando se introdujo la patata de América, quedando relegado a la alimentación de los animales domésticos.
36.- Brassica oleracea L. var. oleracea
NUC. Berza, Brassicis (HNyM. 339); NC. Berza.
Observa Casal que es consumida entre las personas que padecen el mal de la rosa, sin que exista ninguna relación.
Especie cultivada desde antiguo de la que se conocen numerosas variedades repartidas por todo el mundo. Las hojas contienen cantidades importantes de vitamina (A, B1, B2, B3, C, D,
E y K) y una elevada concentración de minerales (K, Ca, P,
Mg, Fe, Z, Cu, Mn, Cr y Se), por lo que se considera un buen
reconstituyente en casos de anemia. Posee propiedades antica-
275
EL MUNDO VEGETAL...
BRASSICACEAE
tarrales y cicatrizantes gástricas, prescribiéndose en casos de
úlceras gástricas leves.
37.- Brassica rapa L.
NUC. Rapa, nabo redondo (HNyM. 240); NC. Col silvestre,
Colinabo, colza, Nabicol, Nabina, Berza silvestre.
Casal receta el agua cocida con la rapa, o nabo redondo, como
tusígeno ante una epidemia de toses asintomáticas que no era
capaz de aliviar.
Se utiliza en el tratamiento de las enfermedades respiratorias,
catarros, etc., tal y como Casal hizo. También se usa para bajar
el colesterol. Es rica en vitaminas (B1, B2, B6 y C), sales minerales y betacarotenos actuando como antioxidante. Tiene un
alto porcentaje en fibra que le confiere propiedades intestinales,
utilizándose en fitoterapia para adelgazar de forma natural.
38.- Rorippa nasturtium-aquaticum (L.) Hayek
NUC. Berro, Masturcio acuático (HNyM. 60, 72, 239, 350,
359); NC. Berro de agua, Mastuerzo de agua, Mastuerzo.
Casal menciona su autoecología al decir que crece en lugares
húmedos (arroyos y fuentes) y abundantes en sales que ayudan
a su crecimiento. Utiliza la planta como antiescorbútica; sin
embargo, no logró con ella un efecto positivo en el tratamiento del mal de la rosa, y tampoco dio resultado como anticatarral
y expectorante infantil.
En fresco posee un alto contenido en yodo, hierro y vitaminas
(A, C, D y E). Se usa contra el escorbuto, la avitaminosis,
como estimulante y diurético. Los brotes jóvenes sirven para
aliviar los catarros.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
BURSERACEAE
39.- Commiphora myrrha Arn.
NUC. Mirrha (HNyM. 73, 239); NC. Mirra.
Ante una epidemia de toses que no era capaz de aliviar, Casal
busca en fuentes clásicas médicas algún remedio que pudiera
276
ser eficaz. Enumera los fármacos que ensayó, entre ellos la
mirra, y con todos ellos obtuvo resultados negativos.
La Commiphora es un arbusto espinoso originario de Península
Arábiga y de África Central (Etiopía, Somalia y Kenia).
Mediante una incisión en su corteza se obtiene una resina
gomosa y amarillenta que se va solidificando y transformando
en contacto con el aire en una sustancia cristaliza, transparente y de color rojo: la mirra.
Muy valorada en la antigüedad, ha sido un componente
importante en la elaboración de perfumes, preparación del
incienso, ingrediente de medicinas, e integrante de la tinta con
la que los egipcios escribían en los papiros, formando parte
también de sus rituales de momificación.
Los usos medicinales de esta gomorresina han variado a lo
largo de la Historia. En la actualidad tiene un uso balsámico y
desinfectante, empleándose en la composición de colutorios y
dentífricos, y como antiséptico en el tratamiento de heridas en
la cavidad bucofaríngea.
CONVOLVULACEAE
CUCURBITACEAE
41.- Bryonia dioica Jacq.
NUC. Brionia (HNyM. 72); N.C. Nueza, Brionia.
277
EL MUNDO VEGETAL...
40.- Cuscuta epithymum L.
NUC. Epítimo, Florum epthimi (HNyM. 359); NC. Cabellos
de monte, Cuscuta, Barba de raposu, Barba de Cotoya, Barba
de capuchino, Epítimo.
Menciona Casal la flor de epítimo dentro de la parte variable
de la cura quirúrgico-farmacológica, en función del temperamento o carácter del enfermo.
Planta parásita de tallos rojo purpúreo, crece sobre una gran
diversidad de hospedantes, principalmente labiadas y leguminosas (tomillo, romero, genistas, tojo, etc.)
Se utiliza en infusión como laxante y colagogo.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Mencionada por Casal entre las plantas que crecen más debido a la presencia de sales acres en su entorno. Especie que se
desarrolla sobre suelos ruderales, con alta concentración en
nitrato y tendencia a la acidez.
Se utilizaba la raíz que contiene glucósidos triterpénicos, como
la brionina y la brionidina, que provocan inflamación intestinal, vómitos, diarreas, cólicos y hemorragias. Dada su alta toxicidad se ha abandonado su uso.
42.- Citrillus lanatus (Thunb.) Matsum. & Nakai
NUC. Sandia (HNyM. 97); NC. Sandia.
Su pulpa, de color rojo, es muy apreciada por contener licopeno
(antioxidante), agua, sales, vitaminas y carbohidratos.
43.- Cucurbita sp.
NUC. Pepitas de calabaza (HNyM. 97, 98, 143); NC.
Calabaza.
Casal hace una analogía entre los segmentos o proglótidos de
tenia cargados de huevos y las pepitas de calabaza. Describe
cada uno de los proglótidos como un animal con dos extremos
diferenciados, pero no comprende ni conoce su función.
Emplea los frutos como excipiente para ayudar en la ingesta de
los polvos de entrañas de erizo. Se escandaliza por el tratamiento que un colega hace ante un cólico nefrítico, administrado al paciente como única ayuda para expulsar los cálculos
una emulsión de pepitas de melón, calabaza y sandia.
La calabaza es procedente de América, y son varias las especies
y variedades que se cultivan destinadas, principalmente, a la
alimentación animal.
El género tiene un alto contenido en vitaminas (A, C y B) y
minerales (K, Fe, Co, B, Zn y Ca). Son plantas muy diuréticas
por su alta concentración en agua, depurativas y digestivas, adecuadas para una dieta adelgazante al no contener nada de grasa.
44.- Cucumis melo L.
NUC. Melón (HNyM. 97); NC. Melón.
278
Originario de la India y de África, en Europa se cultiva desde
la época grecorromana. Es diurético, estomacal, eupéptico y
nutritivo. Tiene un alto contenido en agua, vitaminas (A y C)
y carbohidratos, por lo que es recomendable su ingesta como
antioxidante, depurativo y rehidratante.
CUPRESSACEA
45.- Juniperus oxicedrus L.
NUC. Enebro (HNyM. 35, 66); NC. Enebro.
Especie mencionada entre aquellas que se encuentran en el
Obispado de Sigüenza.
El fruto, enebrinas, se utiliza en la aromatización de licores,
como la ginebra. Las hojas y frutos son antisépticos, aromáticos, carminativos, diaforéticos, diuréticos, tónicos y estomáticos. Su aceite esencial se emplea contra el reumatismo, la cistitis y en problemas digestivos y de la piel. Por sus propiedades
como emenagogo, no debe ser consumido por las mujeres
embarazadas, pues puede actuar como abortivo.
46.- Juniperus sabina L.
NUC. Sabina (HNyM. 35, 66); NC. Sabina, Sabina real,
Sabina rastrera.
Citada por Casal entre aquellas especies vegetales que no crecen en el Principado y si lo hacen el Obispado de Sigüenza.
Arbolillo que contiene un aceite esencial, el sabinol, a base de
tuyonas, es considerado por la farmacopea como un peligroso
veneno; sus principales propiedades medicinales son emenagogas y abortivas.
47.- Knautia arvensis (L.) Coulter s.l.
NUC. Escabiosa (HNyM. 35, 191, 239, 273, 289); NC.
Escabiosa, Escabiosa oficinal, Hierba del sarampión.
Mencionada entre las plantas que no se encuentran en el
Principado. Sin embargo pasó desapercibida para Casal, pues
crece en Asturias. La utiliza como anticatarral y expectorante,
279
EL MUNDO VEGETAL...
DIPSACACEAE
y componente de un cordial para fortalecer a un enfermo.
También forma parte de la composición de un vomitivo que
envía a un médico de Nava.
Es una planta depurativa debido a su contenido en taninos;
también se emplea en casos de eczemas cutáneos e incluso de
sarna. Posee, a si mismo, propiedades vulnerarias y sudoríficas.
DROSERACEAE
48.- Drosera rotundifolia L.
NUC. Rorela (HNyM. 35, 76); NC. Drosera, Rocío de sol,
Atrapamoscas, Rabo de raposo, Hierba de la gota, Hierba del
rocío, Roselí.
Casal interpreta que las gotitas que la recubren son de rocío, y
la menciona como ejemplo de adaptación al clima húmedo de
Asturias.
Crece sobre sustratos muy ácidos y en lugares encharcados.
Son entornos deficientes en nutrientes que la planta supera
atrapando insectos. Sus hojas exudan un líquido, que en las
mañana semeja al rocío, y de ahí el nombre usado por Casal:
rorela, que hace referencia a que está cubierta de rocío (rorare)
(Tolivar 1988). En realidad, se trata de un mucílago pegajoso
que los cilios glandulares de las hojas excretan con la finalidad
de atrapar sus presas.
Posee propiedades antibióticas, febrífugas y antiespasmódicas.
Se emplea en el tratamiento de enfermedades respiratorias
debido a su acción béquica.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
FABACEAE
Cassia sp.
NUC. Sen (HNyM. 291, 359); NC. Sen.
Casal utiliza el sen como purgante.
El uso de hojas de sen como laxante y purgante natural debido a su contenido en antraquinona y reinantrona, está muy
difundido en fitoterapia. Pero son varias las especies del
Género que se emplean. Las más utilizadas son:
280
281
EL MUNDO VEGETAL...
49.- Cassia angustifolia Vahl., o sen de la india, originaria de Arabia.
50.- Cassia acutifolia Del. o sen de Alejandría, originaria del NO de
África.
51.- Glycyrrhiza glabra L.
NUC. Liquiricia (Liquiritia) (HNyM. 385); NC. Liquirizia,
Regaliz de palo.
Liquiritia es el nombre latino del regaliz, aunque de etimología griega. Casal preparó, a propuesta de los Sabios de París
consultados por él, una bebida conteniendo regaliz para evitar
la deshidratación en un enfermo de cáncer.
En pastelería se utiliza en la confección de bebidas y golosinas.
En sus usos medicinales se emplea la raíz desecada. Contiene
glicirrizina con propiedades antisépticas y antiinflamatorias.
Es antitusígeno, previene las úlceras estomacales, la gastritis y
la colitis. Es calmante de los dolores de garganta. Se emplea
como edulcorante, excipiente y emoliente.
52.- Melilotus officinalis (L.) Pallas.
NUC. Meliloto (HNyM. 35); NC. Coronilla, Coronilla real,
Meliloto, Trébol de olor.
Casal la menciona entre las plantas vistas por él en el
Principado.
Planta utilizada como antiespasmódico, diurético, antiinflamatorio ocular y sedante.
Phaseolus sp.
NUC. Fabis, Habas (HNyM. 339, 342); NC. Faba, Haba,
Alubia, Judía, Frijol.
La referencia a las alubias por parte de Casal se hace en dos
textos latinos en los que discute la alimentación de los asturianos más modestos. La mención es exclusivamente fabis. Es
difícil saber si se refiere al Phaseolus, que ya había llegado a
España procedente de América y estaba perfectamente arraigado, o se refiere a la Vicia faba, introducida por los romanos,
y no muy apreciada debido a la dureza del endospermo si se
consume madura. Suponemos que se refiere a ambas especies.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
El Phaseolus fue introducida de América en el s. XVI (ya Colón
menciona el fríjol), y rápidamente entró a formar parte de la
alimentación tradicional de agricultores y trabajadores. Dos
son las especies que se pueden encontrar en Asturias, si bien
una de ellas destaca sobre la otra. El Phaseolus vulgaris y el Ph.
coccineus.
53.- Ph. vulgaris L.
NC. Panchina, Faba del mandilín, Faba común, Faba roxa,
Faba pinta, Redonda blanca, Negritos, Panchitos, Granjina,
Verdina, Granja, etc.
Desde su llegada de América es conocida como haba, debido a
su semejanza con la V. faba que ya se cultivaba en la Península.
En Asturias se consume de dos maneras: vaina inmadura (fríjol o judía), y vaina madura (faba o alubia). Presenta una gran
variabilidad fenotípica que se corresponde con una riqueza en
el lenguaje vernáculo que asigna un nombre a cada combinación de forma, tamaño y color.
De gran importancia en la alimentación tradicional, fue acompañante de los potajes con una base de berzas, a los que se añadía
habas, castañas, habas de mayo, nabos, y más adelante patatas;
hoy día ocupa un lugar destacado en la gastronomía asturiana.
Destaca su contenido en proteínas, fibras y minerales, y en
menor medida vitaminas.
54.-Ph. coccineus L.
NC. Ayocote, Alubia, Faba, Haba, Fríjol, Judía pinta.
Se diferencia del Ph. vulgares por sus flores rojas (se cultivan
como ornamentales), y por la forma cuadrangular de la alubia
y su color marrón a modo de manchas. Contiene en pequeñas
cantidades una toxina, la fitohemoglutinina, que se desnaturaliza con la cocción. En Asturias tiene hoy día escasa importancia.
55.- Pisum sativum L.
NUC. Pisa (HNyM. 342); NC. Guisante, Arvejos, Arbeja,
Présoles.
282
Alimento señalado por Casal como habitual entre los más desfavorecidos, y que está en la dieta de los enfermos del mal de la rosa.
Las variedades cultivadas en Asturias muestran fenotipo y cualidades organolépticas diferenciados en función del microclima
y suelo del lugar de procedencia.
El fruto y las semillas en verde son fuente de proteínas, minerales y fibra.
Ulex sp.
NUC. Árgoma (HNyM. 34); NC. Árgoma, Tojo, Aulaga,
Alioga.
Señala Casal que es tal la espesura de este arbusto espinoso en
tierras y montes abandonados, que se hace necesario el fuego
para abrir caminos.
La medicina le confiere a sus ramas y hojas propiedades diuréticas.
Las especies de Ulex presentes en Asturias son:
56.- U. europaeus L. subsp. europaeus
57.- U. gallii Planch
58.- Vicia faba L.
NUC. Haba, Fabis (HNyM. 339, 342); NC. Faba de mayo,
Faba prieta.
Especie originaria de Persia introducida por los romanos en la
Península. Se consume como vaina inmadura o faba de mayo,
y como vaina madura o faba prieta, que es poco apreciada por
la dureza que presenta.
Tiene una alto contenido en sales minerales, hidratos de carbono y, en menor medida, vitaminas.
59.- Fagus sylvatica L.
NUC. Hayas (HNyM. 69); NC. Haya, Faya.
Casal solamente señala las hayas para decir que se encuentran junto
con los castaños llenas de arándanos. (V. Vaccinium myrtillus)
283
EL MUNDO VEGETAL...
FAGACEAE
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
60.- Castanea sativa Mill.
NUC. Castaño, Castañas, Castaneis, Castaneae (HNy M. 54,
69, 106, 339, 342)
NC. Castañar, Castañal, Castaño.
Listado por Casal entre las especies arbóreas presentes en el
Principado. De su fruto, las castañas, dice que es base de la alimentación tradicional junto con el maíz. Recoge un dato etnobotánico en relación a sus hojas, y es que éstas hacen mejor
abono que las de roble.
Fue un árbol de una gran importancia para la economía rural
asturiana, del que había conocimiento de manejo desde las raíces a las hojas. Sus frutos, las castañas, son ricas en almidón,
Mg, S, P y vitaminas (B y C). Las hojas y corteza son astringentes y cicatrizantes en casos de heridas en la boca. La infusión de las hojas es béquica.
61.- Quercus Ilex L. subsp. ilex
NUC. Encina, Quercini (HNyM. 29, 51, 66, 111, 359); NC.
Encima, Carrasca, Alzina.
Citada entre los árboles que crecen en el Obispado de
Sigüenza, Casal emplea las hojas de encina como sedante y
emoliente en casos de cálculos renales.
Especie de gran importancia ecológica en el mundo mediterráneo, constituye el hábitat de una fauna rica y variada. Las encinas se cultivan principalmente por sus bellotas que se utilizan
en la alimentación del ganado, y en otro tiempo por el excelente carbón que se obtenía a partir de su leña.
Sus raíces las menciona Dioscórides como antídoto ante la
mordedura de serpientes (Tolivar 1988). La corteza, que contiene abundantes taninos, se utiliza en casos de diarrea, en la
curación de llagas y eccemas de la piel, y aftas de la boca.
62.- Quercus robur L.
NUC. Roble (HNyM. 69, 71); NC. Roble, Carbayo.
Casal menciona genéricamente robles sin citar especies concretas, para señalar que son susceptibles de ser parasitados por el
284
visco (Viscum álbum). Creemos que se está refiriendo al Quercus
robur L., el roble por excelencia de la cornisa cantábrica. Cita
también el roble entre las especies arbóreas que crecen en el
Obispado de Sigüenza, donde no necesariamente ha de ser el
Q. robur.
Da un uso etnobotánico a las varas de roble, de las que dice, se
sirven los campesinos asturianos para hacer cuerdas debido a
su flexibilidad, consecuencia de crecer en un ambiente húmedo. Tradicionalmente se utilizaban varas de avellano y no de
roble con ese propósito, por lo que creemos que Casal cometió
un error de apreciación.
GELIDIACEAE
63.- Gelidium sesquipedale (Clemente) Bornet et Thuret
NUC. Ocla de Mar (HNyM. 128); NC. Ocle, agar.
Describiendo el bocio, Casal pone en duda un tratamiento que
entonces se vendía en algunas farmacias de Oviedo y que contenía esta alga. Cree que nadie se cura de la enfermedad, ni
tampoco con ocla del mar.
La Ocla es un alga perenne que forma grandes praderas submarinas entre 0 y 30 m de profundidad. Ampliamente recolectada
durante el otoño cuando los temporales la desprenden del sustrato junto con otras algas, arrojándolas a las playas, es utilizada en la elaboración de un gelificante o espesante industrial: el
agar-agar, empleado en la producción de gelatinas y medicamentos. Actualmente su explotación en Asturias está regulada.
64.- Centaurium erythraea Rafn.
NUC. Centaura menor (HNy M. 44); NC. Centaurea menor,
Hiel de Cabra, Aciano, Gota de sangre, Siete sangrías, Hierba
pedorrera, Hierba de la tierra.
Citada por Casal entre las plantas que trae de Castilla el
Boticario de la Compañía de Jesús. Los tallos y las sumidades
285
EL MUNDO VEGETAL...
GENTIANACEAE
florales contienen principios amargos con propiedades aperitivas, tónicas y estomacales. Se ha usado también como febrífuga.
65.- Gentiana lutea L subsp. lutea
NUC. Genciana (HNyM. 35, 72); NC. Genciana, Xanzaina.
Listada por Casal entre las especies propias del Principado.
Curiosamente no cita ningún uso, pero describe el hábitat de
alta montaña en el que se encuentra.
Ampliamente recolectada por sus propiedades, hubo de ser
regulada la recogida (lo está a nivel europeo, nacional y de
comunidad autónoma) para evitar su desaparición.
Se emplea la raíz que contiene pectinas, oligosacáridos, ácidos
fenólicos, xantonas, y heterósidos a los debe su sabor amargo.
Es un buen aperitivo, febrífugo y estimulante de la secreción
salivar y de los jugos gástricos. Debido a su contenido en pectina, tiene propiedades antiinflamatorias y cicatrizantes.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
IRIDACEAE
66.- Crocus sativus L.
NUC. Azafrán (HNyM. 65, 239); NC. Azafrán, Pelo de azafrán, zafrán.
Planta que se cultiva en Sigüenza, y se cría aquel precioso
Azafrán, que llaman de las Vicarias. Casal se está refiriendo al
clima tan poco propicio que hay en Asturias para el cultivo de
las plantas aromáticas y de las medicinales. Lo añadió a un
compuesto anticatarral para niños con el que no tuvo éxito.
Las flores están provistas de un estilo ramificado en tres largos
estigmas claviformes de un intenso color rojizo, que una vez
secos constituyen el azafrán.
Especie cultivada desde muy antiguo (3.000 a. C.), a lo largo
de la Historia de la Humanidad ha tenido múltiples usos
medicinales. Es un estimulante de la mente, estomacal, carminativo, antiespasmódico, sedante, diurético y emenagogo. Se
emplea para tratar enfermedades respiratorias, resfriados
286
LABIATAE
67 y 68.- Lavandula sp.
NUC. Espliego (HNyM. 35, 60, 66); NC. Espliego.
Nos dice Casal que no crece en Asturias y si lo hace en Sigüenza.
De las 39 especies de que consta este género, dos de ellas responden
al nombre común de espliego: L. angustifolia Mill. subsp. pyrenaica y L.
latifolia Medik., ninguna de ellas crece natural en Asturias. Ambas son
cultivadas profusamente para la obtención de los aceites esenciales que
contienen, y que son usados en cosmética, y en el tratamiento de insomnios, heridas y quemaduras, resfriados, dolores de garganta, reumatismos, como antiparasitarios y antisépticos.
69.- Lavandula stoechas L.
NUC. Cantueso (HNyM. 35, 60, 66); NC. Azaya,
Cantahueso, Cantueso.
Citada por Casal entre las especies que no crecen en Asturias,
pues la considera no propia de lugares húmedos; si la observó
en Sigüenza donde crece silvestre. Hoy día está referenciada
una población silvestre en Asturias cercana a Gijón.
Es utilizada como antiséptica en el lavado de heridas y llagas.
70.- Melissa officinalis L.
NUC. Torongil (HNyM. 135, 273); NC. Toronjil, Melisa,
Cedrón, Abeyera.
Emplea Casal las aguas simples de toronjil como parte del tratamiento de las pasiones histéricas que sufren, principalmente,
las mujeres asturianas. También es uno de los componentes del
vomitivo que Casal solía prescribir.
Se emplean tallos y hojas que contienen taninos, ácidos fenólicos y un aceite esencial, el citral. Tiene acción antiespasmódica, antibacteriana, estomacal, carminativa, sedante, diurética
y tónica.
287
EL MUNDO VEGETAL...
comunes, escarlatina, gota, hemorragias, amenorrea, como
estimulante digestivo, tónico, y un largo etc.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
71.- Rosmarinus officinalis L.
NUC. Romero (HNy M. 35, 45); NC. Romero, Rosmarino,
Rosa de mar.
Casal no observa romero silvestre en Asturias, pues es un taxón
alóctono de la Cornisa Cantábrica, y lo más normal es encontrarlo cultivado en huertas cercanas a las casas. Se queja Casal del
bajo contenido en aceites del romero crecido en Asturias, frente
al proveniente de tierras calientes y secas. Lo mismo ocurre con las
cenizas medicinales obtenidas de la combustión de la planta.
Se emplean las sumidades floridas ricas en pigmentos flavónicos, ácidos fenoles, y aceites esenciales. Tiene acción antioxidante, antiséptica, emenagoga, colerética, colagoga, antiespasmódica, diurética y antirreumática. Es cicatrizante y antiséptico de uso externo.
72.- Salvia officinalis L.
NUC. Salvia (HNyM. 35, 45, 66); NC. Salvia.
Mencionada por Casal entre las plantas que no crecen en
Asturias, y que al ser trasplantada no llega a tener las mismas
propiedades terapéuticas que las que crecen en lugares más
secos y soleados. Es utilizada como condimento, tienen propiedades estomacales y emenogogas.
73.- Teucrium chamaedrys L.
NUC. Chamaedrios, Camedrios (HNyM. 35, 60); NC.
Camedro, Camedrio.
Planta mencionada por Casal entre aquellas especies que no
crecen en el Principado; hoy día se encuentra descrita en el
Catálogo de la Flora Vascular Asturiana. Su uso principal es
como digestivo, estimulante, tónico y diurético. También se
utiliza en como antiinflamatorio, antirreumático, antiséptico y
febrífugo.
74.- Thymus mastichina L. subsp. mastichina
NUC. Tomillo (HNyM. 35, 45, 60, 66); NC. Tomillo,
Mejorana, Mejorana silvestre.
288
Casal la incluye entre las plantas ausentes de Asturias, donde
es poco frecuente. Se utilizan las hojas y las flores que tienen
un perfume muy agradable. Su principal aceite esencial es el
timol. Tiene propiedades expectorantes y antiespasmódicas. Se
emplea en afecciones respiratorias, diuréticas, digestivas y
antihelmínticas.
LAURACEAE
75.- Cinnamomun verum J. Presl.
NUC. Canela (HNyM. 273; RM. 823)
NC. Canela.
Casal emplea el agua de canela como integrante del vomitivo
habitual que receta.
Árbol perenne que alcanza los 15 m de altura, es originario de
Ceilán; actualmente se cultiva en Madagascar, India, Sur de la
China y Brasil por su corteza interna, la cual se aprovecha tanto
cortada en rama como molida. Se usa en la medicina tradicional
como relajante infantil, emenagogo y cicatrizante de aftas bucales. También se emplea contra el colesterol y como antidiabético.
76.- Hyacinthus orientalis L.
NUC. Jacintos (HNyM. 293); NC. Jacinto, Jacinto holandés,
Jacinto azul oriental.
Existen otras especies de este género, pero creemos que esta
pudo haber sido el simple que incluyó el médico de Nava, a
instancias de Casal, en la confección de un cordial. Nos decantamos por este taxón porque era una planta común en el s.
XVIII.
Sus semillas y su bulbo se usaron como antidiarreicos, pero es
una planta tóxica que no se debe de ingerir en ningún caso.
77.- Paris quadrifolia L.
NUC. Yerba París (HNyM. 35); NC. Hierba de París,
Manzano de la discordia, Uva de oso, Uva de raposa, Uva de
zorra, Yerba París.
289
EL MUNDO VEGETAL...
LILIACEAE
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Mencionada por Casal en el listado de plantas del Principado.
Antiguamente se usaba como cardiotónica, antiespasmódica y
narcótica, pero se ha dejado de usar debido a su contenido en
saponinas hemolíticas, que son tóxicas. En pequeñas dosis, es
efectivo en casos de bronquitis (calma la tos espasmódica), el
reumatismo y las palpitaciones del corazón. El jugo de las
bayas se ha utilizado para curar heridas y tratar la inflamación
de ojos. El jugo de su rizoma es vomitivo.
78 y 79.- Polygonatum sp.
NUC. Sello de Salomón (HNyM. 35); NC. Beatamaría,
Lágrima de David, Sello de Salomón, Sello de Nuestra
Señora, Suelda Blanca, Sello de Santa María.
Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado.
El nombre de Sello de Salomón hace referencia a dos especies
del Gén. Polygonatum: el P. odoratum, y el P. multiflorum (L).
Ambas se encuentran en Asturias, y ambas tienen propiedades
medicinales. El rizoma es utilizado en la medicina tradicional
china en dolencias de pulmón y estómago. En medicina occidental, se usa como analgésico, antidiarreico, diurético, vulnerario y astringente.
80.- Smilax aspera L.
NUC. Zarza parrilla (HNyM. 34, 35); NC. Zarzaparrilla,
Salparrilla, Zarzamorisca.
Casal da poco valor a esta planta frecuente en Asturias. Liana
espinosa de hojas perennes, su raíz contiene saponósidos esteroídicos. La infusión es sudorífica, depurativa y diurética.
81.- Veratrum album L.
NUC. Veratro albo (HNyM. 72); NC. Vedegambre, Hierba
Ballestera, Hierba del lobo, Vegambre, Eléboro blanco, Xurbia.
Casal no menciona propiedad terapéutica alguna, y la cita
junto con la Gentiana lutea entre las plantas que crecen en
zonas altas de montaña. Se usan el rizoma y las raíces, a las que
se les atribuye propiedades antihelménticas, eméticas, analgé-
290
sicas, hipnóticas, hipotensoras y expectorantes. Planta de elevada toxicidad, no se recomienda su uso.
MALVACEAE
82.- Althaea officinalis L.
NUC. Althea (HNyM. 111-112, 144); NC. Altea, Hierba
cañamera, Malvavisco.
Escribe Casal que el malvavisco se usaba, junto con aceite de
almendra dulce, como remedio casero para eliminar cálculos de
riñón. Es uno de los componentes del jarabe de Althea de
Fernelio, empleado para dulcificar un excipiente con el que
tomar el polvo de erizo calcinado. Se utilizan las raíces, las flores y las hojas. La raíz es emoliente, y en cocimiento se usa
contra la inflamación de garganta. Las hojas son un calmante
de la tos.
83.- Malva sylvestris L.
NUC. Malva (HNyM. 32, 143); NC. Malva, Malva común,
Malva silvestre.
Casal analiza las aguas de la Fuente Santa de Nava y de Priorio
(Las Caldas), basándose en pruebas que empleaban la tintura
de flor de malva como indicador del pH de las aguas. Parece
ser que las pruebas fracasaron, y no pudo identificar los compuestos minerales disueltos. Utiliza simientes de malva en el
excipiente que prepara para que los enfermos puedan ingerir
los polvos de erizo. En medicina se utilizan las hojas, flores y
raíces, que contienen mucílagos y antocianósidos, junto a un
componente activo, el malvidol. Este es emoliente y pectoral, y
también tiene propiedades antiinflamatorias y laxantes.
84.- Ficus carica L.
NUC. Higuera (HNyM. 149-150, 182-183); NC. Higuera,
Figal, Higo, Higa, Breva.
Casal, siguiendo a Hipócrates, señala que la primavera comienza cuando las hojas de las higueras adquieren el tamaño y la
291
EL MUNDO VEGETAL...
MORACEAE
forma de los pies de la corneja, del águila o del buitre, e incluso la mano del hombre. Esta época que coincide con la primera quincena de abril, es mala para los enfermos de pulmón, y
dice, coincidiendo con Hipócrates, que en ella ha vistos morir
muchos tísicos. El látex fue usado para cuajar la leche, combatir las caries dentarias y tratar verrugas. Los frutos contienen
azúcares y son ricos en vitaminas (A, B1, B2 y C); en fresco son
laxantes, tienen acción béquica y expectorante.
OLEACEAE
85.- Fraxinus ornus L.
NUC. Maná, Mannà (HNyM. 109, 240); NC. Árbol del
maná, Fresno de flor, Orno.
Casal menciona el maná como uno de los componentes de una
purga, junto con ruibarbo y sanguijuelas, que un canónigo de la
Catedral de Oviedo tomaba todas las primaveras aprovechando
sus propiedades laxantes. No creemos se trate de un tratamiento popular, pues tanto este árbol como el ruibarbo no crecen en
Asturias. Pensamos se trata más bien de un preparado de alguna botica de la época. Prescrita por Casal durante una epidemia
de catarros infantiles sin resultado positivo. El maná es la resina obtenida de hacer incisiones en el tronco del árbol. Es una
substancia azucarada, rica en D-manitol y glucosa. Se emplea
como laxante suave. También tiene propiedades diuréticas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ORCHIDACEAE
86-91.- Sat ir iones
NUC. Satiryones (HNyM. 35)
Señala Casal, al nombrar las especies vegetales que se encuentran en Asturias, que aquí están "todas las especies de Satyriones,
excepto una, que no pude encontrar". Por Satyriones se hace referencia a un conjunto de especies de la Familia de las orquídeas; y, ciertamente, aquellas que responden a este nombre, están
todas descritas para Asturias menos una, Orchis militaris L.
Son las siguientes:
292
Satirión manchado, Satirión, Satirión real: Dactylorhiza
maculata (L.) Soó.
Satirión: Orchis morio L.
Satirión barbado: Himantoglossum hircinum (L.) Spreng.
Satirión blanco, Satirión oficinal: Platanthera bifolia (L.)
Rich.
Satirión de tres testículos: Spiranthes aestivalis (Poir.) Rich.
Satirión macho, Orquídea piramidal: Anacamptis pyramidalys
(L.) Rich.
Este grupo de orquídeas tienen las mismas propiedades medicinales, por lo que describiremos las del satirión manchado que
pueden extrapolarse al resto (Mayor & Álvarez 1980). Sin
embargo, dado que Casal dice conocer el conjunto de los satiriones presentes en el Principado, hemos incorporado estos
taxa en el listado general, y nos hemos servido de ellos para el
análisis estadístico correspondiente.
Dactylorhiza maculata (L.) Soó [=Orchis maculata L.]
NC. Satirión manchado, Satirión, Satirión real.
Las orquídeas reciben ese nombre del griego Orchis, testículo,
por la apariencia de los tubérculos. La especie que nos ocupa,
su nombre específico, maculata, proviene del latín maculus, -a,
-um, manchado, con manchas, por las que salpican sus hojas.
En la antigüedad se le atribuyeron virtudes afrodisíacas, y propiedades emolientes y refrescantes. Además de una gran cantidad de agua, los tubérculos poseen una elevada concentración
en hidratos de carbono (mucílago, almidón, celulosa), proteínas y sales minerales. A partir de ellos se prepara una sopa
nutritiva, y una jalea contra diarreas intestinales e irritaciones
del aparato digestivo.
92.- Osmunda regalis L.
NUC. Lentegil (HNyM. 35); NC. Helecho real, Ajo de antoxil, Llantoxil, Antoxil.
293
EL MUNDO VEGETAL...
OSMUNDACEAE
Mencionada entre las plantas propias del Principado. Dice
Cabal ..., es una especie de helecho, cuya raíz se estima mucho para
curar los quebrados; uso que aún persiste en la Asturias tradicional.
Es un helecho ampliamente conocido y reconocido en la zona
norte peninsular. Su rizoma ha sido usado tradicionalmente
para combatir enfermedades ligadas a los huesos, como el
raquitismo, o para ayudar a soldar los huesos tras una rotura.
En fitoterapia se considera astringente, diurético, remineralizante, tónico y vulnerario. El rizoma seco y pulverizado se aplica sobre las llagas, heridas y hernias.
PAEONIACEAE
93.- Paeonia officinalis L.
NUC. Peonía (HNyM. 135, 142); NC. Peonía, Peonía de
China.
Es uno de los componente de los polvos imperiales o del rey, que
emplea Casal en el tratamiento las alferecías con resultado
negativo. También lo prescribe junto con otros medicamentos,
esta vez con éxito, en paliar los efectos de las pasiones histéricas; y decimos paliar, porque Casal indica que de este mal no se
está nunca curado o curada.
Las plantas del Gén. Paeonia son utilizadas sobre todo como
ornamentales, pero la P. officinalis es una excepción, y se emplea
en homeopatía en el tratamiento de afecciones intestinales.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
PAPAVERACEAE
94.- Fumaria officinalis L.
NUC. Fumaria, Fumaria verde (HNyM. 44, 359, 383); NC.
Fumaria, Pañalitos del Niño Jesús, Sangre de Cristo.
Traída cada año en ceniza desde Castilla por el boticario de la
Compañía de Jesús, Casal incluye la fumaria en un tratamiento
antiescorbútico incorporado a la cura quirúrgico-farmacológica
que emplea contra el mal de la rosa. También fue recomendada
por los Sabios de París para tratar a un enfermo con cáncer.
294
Sus propiedades son conocidas desde antiguo. Contiene un
alcaloide la fumarina, ácido fumérico, mucílago y resina, que le
confieren propiedades diuréticas y depurativas.
95.- Papaver rhoeas L.
NUC. Amapola (HNyM. 191, 273); NC. Amapola, Ababol,
Rosillas.
Casal prescribe el uso de la flor de la amapola contra catarros
fuertes y ronquera, y la incorpora al cordial Alexipharmaco.
Por sus propiedades tranquilizante y sedante la emplea como
paliativo en el tratamiento de cólicos nefríticos.
En Fitoterapia se utiliza la flor seca, y las cápsulas del ovario en
verde. Los pétalos contienen pigmentos antociánicos, de ahí el
color rojo. Toda la planta tiene mucílago y alcaloides que le confieren propiedades sedantes. Se emplea para calmar la tos fuerte,
en cataplasma sobre la mejilla para mitigar el dolor de muelas, y
en lavados oculares para rebajar la inflamación de los párpados.
96.- Papaver somniferum L. subsp. somniferum
NUC. Adormideras blancas (HNyM. 108, 135, 239, 293);
NC. Amapola real.
Casal diferencia claramente entre amapola y adormidera blanca, lo que nos hace pensar que utilizó las dos especies. Lo hacemos con ciertos reparos, pues los usos que da a la amapola también son propios de la adormidera; a pesar de todo, hemos
optado por considerar que recetó los dos fármacos, pues ambos
estaban disponibles en la farmacopea de la época. Casal la
prescribe en varios tratamientos: un cólico nefrítico, la histeria
femenina, catarro, y como ingrediente del cordial alexipharmaco. En todos los casos la forma de consumo es un jarabe
empleado como calmante del dolor, relajante y tonificante.
97.- Pinus sylvestris L.
NUC. Pinastro, cervisia de (HNyM. 350); NC. Pino rojo, P.
Albar, Pino de Valsaín.
295
EL MUNDO VEGETAL...
PINACEAE
Casal receta cerveza de pino silvestre dentro de un tratamiento contra el escorbuto.
Tiene propiedades diuréticas y balsámicas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
POACEAE
98.- Cynodon dactylon (L.) Pers.
NUC. Grammine canino (HNyM. 385); NC. Grama común,
Grama de España, Grama canina, Agramen, Diente de perro.
Hoy día se conoce como grama canina al Agropyrum repens,
pero son fue utilizado en fitoterápia, y las alusiones a su uso
comienzan a partir de 1.731 (Mayor & Álvarez 1980).
Receta Casal la grama a un enfermo de cáncer al que se le ha
tratado con mercuriales, provocándole un hidrargirismo o conjunto de trastornos patológicos debidos a una intoxicación por
mercurio. Casal le recomienda por este motivo una dieta para
ganar peso, y para beber, como bebida ordinaria, una tisana de
grama canina con liquiricia (Glycyrrhiza glabra).
Se utiliza el rizoma que contiene sales de potasio y triticina. En
infusión es diurética, tónica y depurativa.
99.- Hordeum vulgare L. ssp. vulgare
NUC. Hordei (HNyM. 384; RM. 823)
NC. Cebada.
Gramínea cultivada desde antiguo, especialmente en Egipto,
donde fue la base de la alimentación del pueblo junto con el trigo.
Además de nutritiva (contiene almidón y lisina), es antiespasmódica, astringente, digestiva y diurética. Calma la tos irritativa y, por
su alto contenido en fibra, viene bien contra el estreñimiento.
El agua de cocer la cebada o agua de cebada, tal como la recomienda Casal, permite la hidratación del enfermo. También la
receta como moderador de la temperatura y contra afecciones
catarrales.
Triticum sp.
Casal, hablando de la alimentación en Asturias, menciona que
el trigo apenas es consumido por las gentes trabajadores, sien-
296
102.- Zea mays L.
NUC. Maíz, Maizes, Maizium, Milium indicum (HNyM. XV,
76, 106, 302, 339, 342); NC. Maíz, Mijo de las Indias.
El maíz llega a la Península Ibérica procedente de América en
el segundo viaje de Cristóbal Colón en 1.493, quien vislumbró
las posibilidades que cara a la alimentación de la población,
podría tener la nueva planta. No tiene en un primer momento
la aceptación esperada, y comienza a ser tímidamente cultivado hacia 1.520. A partir de ese momento se convierte en el
principal alimento de los agricultores, y ello debido entre otras
causas a que es más productivo que el trigo; también, a que su
cultivo estuvo exento de pagar los cánones correspondientes, al
contrario que los trigos y el centeno que si estaban grabados.
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EL MUNDO VEGETAL...
do el maíz el principal cereal panificable (Zea mays), y el principal alimento de las personas y de los animales.
100.- T. aestivum L. subsp. aestivum
NUC. Trigo, Pan (HNyM. 59, 61, 62, 66, 67, 82, 339, 341,
358); NC. Trigo común.
Trigo evolutivamente moderno, el de más reciente aparición.
En Asturias es introducido por los romanos, que lo habían
obtenido de los egipcios. Presenta unos requerimientos de termicidad que no se dan en todos los lugares de Asturias, siendo
más frecuente su cultivo en los valles de la Asturias Occidental.
101.- T. aestivum L. subsp. spelta
NUC. Escanda (HNyM. 82); NC. Escanda, Fisga.
La escanda está entre las primeras gramíneas cultivadas por el
hombre. Su contenido proteico y rendimiento en grano es
superior al trigo común, y también es más apreciada por el
sabor. La gran desventaja que presenta es que al ser un trigo
primitivo, provisto su grano de unas cubiertas suplementarias,
y al no desprenderse fácilmente de la espiga, las labores de
recolección y procesado posterior del grano son más dificultosas y la harina resultante es más cara.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Si el maíz llegó a ser un paradigma de la alimentación, siendo
en parte responsable del crecimiento demográfico del s. XVIII,
también fue un paradigma de cómo la incorporación de un elemento cultural alóctono en una sociedad, no siempre da el
resultado esperado e incluso llega a ser perjudicial. En efecto, el
maíz se cultiva y manipula en Europa igual que se hacía con los
otros cereales, y no como en las culturas mesoamericanas. Esta
circunstancia, junto a una deficiente alimentación, trago consigo la aparición de una enfermedad carencial como es el mal de
la rosa o pellagra, que antes de la llegada del maíz no se conocía,
y que tuvo una gran presencia y persistencia en Asturias.
En resumen, la enfermedad está producida por la falta de vitamina B3, la niacina, presente en todos los alimentos, pero no
es de fácil asimilación por el organismo: no está biodisponible.
En los cereales, la niacina está asociada a un polisacárido tipo
hemicelulosa y, si no se rompe esa unión, no es posible su aprovechamiento, dando lugar a una deficiencia vitamínica de efectos mortales si no se ingiere a través de otros alimentos como
pan de trigo, frutas, verduras, y la carne que es rica en triptófano, aminoácido precursor de la niacina.
Las sociedades Mesoamericanas tradicionalmente calientan
los granos de maíz en un medio alcalino (agua con cal), proceso denominado nixtamalización, que consiste en una hidrólisis
alcalina, provocando la rotura del complejo niacina-celulosa, y
liberándose la niacina. A continuación se lava el maíz, se deja
secar y se muele. Se trajo el maíz de América, pero no se incorporó el proceso de manipulación.
Casal estudia la enfermedad llegando a la conclusión que el origen puede estar en la alimentación de aquellos que la sufren,
estableciendo como causa potencial de la misma el maíz; si bien
descartó esta hipótesis al comprobar que había personas que
comían maíz y no sufrían la enfermedad. Para Casal, el mal de
la rosa significó todo un reto, pues el estado en el que encontraba a los enfermos le provocaba un gran sufrimiento emocional.
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103.- Polygonum bistorta L.
NUC. Bistorta (HNyM. 35); NC. Hierba de la mancha,
Bistorta, Suelda colorada.
Incluida entre las plantas que Casal reconoce en el Principado.
Tiene un rizoma rico en taninos usado como astringente y
contra las hemorroides.
104.- Polygonum hydropiper L.
NUC. Pimienta acuática (HNyM. 35); NC. Pimienta de agua,
Persicaria picante.
Casal se refiere a su hábitat: charcos, arroyos, fuentes y prados
húmedos.
Se utiliza la raíz y la parte aérea que contiene taninos y diversos ácidos orgánicos. Presenta propiedades astringentes y vasoconstrictoras.
105.- Rheum x hybridum Murray.
NUC. Ruibarbo (HNyM. 109, 112); NC. Ruibarbo.
Pondera mucho Casal las virtudes del ruibarbo en los flujos
excesivos y peligrosos. Forma parte de una purga primaveral
preventiva contra los cólicos nefríticos. Su raíz es purgante y
vermífuga a bajas concentraciones, pues a altas, su elevada
riqueza en taninos le hace tener el efecto contrario y se comporta como antidiarreico.
106.- Rumex acetosa L.
NUC. Acedera (HNyM. 350, 359); NC. Vinagrera, Acedera,
Acedilla, Agrilla.
Planta que Casal prescribe contra el escorbuto, y la añade a la
parte variable de la cura quirúrgico-farmacológica. Contiene
oxalato, por lo que es necesario cocerla previamente antes de su
uso. Es diurética y aperitiva. Sus hojas, previamente secas, se
utilizan contra el escorbuto por su riqueza en vitamina C.
POLYPODIACEAE
107.- Polypodium vulgare L
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EL MUNDO VEGETAL...
POLYGONACEAE
NUC. Polipodio (HNyM. 35, 359); NC. Polipodio.
Incluida en el listado general de plantas del Principado, Casal
emplea este helecho en uno de los tratamientos contra el mal de
la rosa. En medicina se prescribe su rizoma, que contiene glucósidos, taninos, oxalato, ácidos benzoico y salicílico, y polipodina. Se emplea en afecciones bronquiales como calmante de la
tos, es un reputado purgante suave, ayuda a regular trastornos
biliares y hepáticos. También se ha usado como vermífugo.
PORTULACEAE
108.- Portulaca oleracea L.
NUC. Verdolaga (HNyM. 144); NC. Verdolaga.
Uno de los excipientes que emplea Casal para tolerar la ingesta de polvo de erizo carbonizado por parte de los pacientes.
Las hojas y las raíces contienen vitamina C y mucílago.
Recetada como diurética, antiescorbútica, y refrescante.
Consumida en ensalada resulta laxante y vermífuga.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
RANUNCULACEAE
Helleborus sp.
Menciona Casal tanto el Eléboro blanco como el negro.
109.- H. foetidus L.
NUC. Eléboro negro (HNyM. 35, 140, 359); NC. Eléboro
fétido, Hierba ballestera negra, Llave del año, Raíz de culebra.
Casal le atribuye un efecto purgante y la receta en el tratamiento de las melancolías, entre las que incluye las debidas al mal de
la rosa. Planta tóxica de uso preferentemente veterinario. Su
nombre genérico Helleborus, es palabra griega que significa
hierba que hace morir. Se emplea su raíz como emético.
110.- H. viridis L. subsp. occidentaliis (Reuter) Schiffner
NUC. Eléboro blanco (HNyM. 35); NC. Llavera, Eleboro
verde, Llave del año, Hierba de los ballesteros, Hierba del alobado. Casal la incluye en la lista general de plantas del Principado.
111.- Hepatica nobilis Schreb.
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NUC. Hepatica saxátil (HNyM. 60); NC. Hepática, Hierba
del hígado.
Planta que Casal no logró ver en Asturias, aunque describe la
planta y su hábitat: crece en ambientes nemorales sobre suelos
calizos. Se ha usado desde antiguo en tratamientos hepáticos
debido al parecido de sus hojas con el hígado. Al igual que el
resto de la Ranunculáceas es tóxica en fresco, por lo que debe
secarse previamente. Se emplea como vulneraria y diurética.
112.- Agrimonia eupatoria L.
NUC. Agrimonia, Agrimoniae (HNyM. 144, 359, 383); NC.
Agrimonia, Hierba de San Guillermo, Hierba bacera.
Casal añade la agrimonia a un compuesto antiescorbútico. Es
uno de los varios excipientes empleados para ayudar a ingerir
los polvos de las entrañas de erizo, y forma parte de un reconstituyente recomendado por los Sabios de Paris. Se utiliza la
parte aérea de la planta que tiene propiedades astringentes,
colagogas, y en uso externo sirve para aliviar úlceras varicosas.
113.- Alchemilla sp.
NUC. Alchimilla (HNyM. 35); NC. Alquemila.
Listada por Casal entre las plantas que reconoce en el
Principado. El Gén. Alchemilla ha sido recientemente revisado
por Flora Ibérica, y la especie considerada como medicinal por
excelencia dentro del género, la Alchemilla vulgaris L., ha sido
desglosada en 18 especies diferentes, por lo que el carácter de
medicinal podríamos atribuírselo a la mayoría de las especies
del género. Tolívar le otorga propiedades astringentes, por su
alto contenido en taninos, y cicatrizantes; se podría añadir una
acción bactericida, y se ha visto que contiene ácido salicílico por
lo que también tiene propiedades analgésicas.
114.- Crataegus monogyna Jacq. [= C. oxyacantha]
NUC. Oxiacantha (HNyM. 79, 141); NC. Majuelo, Espino
blanco, Espinera.
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EL MUNDO VEGETAL...
ROSACEAE
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Casal emplea la oxiacantha en el tratamiento de un mal endémico en Asturias, la alferecía, con resultados negativos. Tiene propiedades sedantes, antiespasmódicas y reguladoras del ritmo cardíaco; es una planta efectiva en casos de arteriosclerosis.
115.- Fragaria vesca L.
NUC. Fragaria, Fresa, Fragariae (HNyM. 35, 110, 383); NC.
Fresa, Fresa silvestre.
Casal la incluye entre las plantas propias del Principado.
Forma parte de la dieta reconstituyente recomendada por los
Sábios de París a un enfermo de cáncer. Se le conoce acción
astringente, hemostática, diurética y tónica; también parece
tener acción bactericida, hipotensora y laxante. Se ha utilizado
como remineralizante. Se ha comprobado la existencia de ácido
salicílico en sus hojas.
116.- Malus domestica Borkh.
NuC. Manzano, Pomis (HNyM. 37, 69, 339); NC. Manzano,
Pomar.
Casal alude al manzano como fruta integrante de la dieta de
los enfermos del mal de la rosa; también que los manzanos mal
cuidados y viejos es frecuente verlos llenos de liga o visco
(Viscum album). No menciona la sidra como bebida de uso
corriente, y si lo hace el Reverendo Joseph Townsend quién
visitó Asturias en 1.786, y comenta que nuestra sidra es de
inferior calidad a la inglesa porque no se le presta la debida
atención. Las manzanas crudas es una importante fuente de
pectina que ayuda en la absorción de azúcares, y pueden ser
usadas como dentífrico; la sidra es un excelente diurético.
Potentilla sp.
NUC. Argentina (HNyM. 35)
El nombre común de Argentina se le asigna a dos especies del
Gén. Potentilla: P. argentea y P. anserina. No es posible saber a
cuál de las dos especies se está refiriendo Casal, al recibir
ambas el mismo nombre vernáculo y tener las dos propiedades
medicinales.
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EL MUNDO VEGETAL...
117.- P. anserina L.
NC. Argentina, Plateada, Buen Varón silvestre.
Tiene propiedades astringentes y antidiarréicas.
118.- P. argentea L.
NC. Argentina, Cinco en rama española, Cinco en rama blanquecina.
El cocimiento de sus hojas es estomacal y tónico.
119.- Potentilla erecta (L.) Raeuschel
NUC. Tormentila (HNyM. 35); NC. Tormentilla, Consuelda
Roja, Sietenrama.
Casal la incluye en el listado general de plantas del Principado.
Su raíz está indicada contra las diarreas, las afecciones de garganta, dolores de muelas y úlceras en la cavidad oral, y la gingivitis.
Tiene propiedades astringentes, hemostáticas y cicatrizantes.
120 y 121.- Prunus avium L. y Prunus cerasus L.
NUC. Cerezas, Cerasorum; Guindas (HNyM. 82, 404); NC.
Cerezal; Guindal
Se lamenta Casal de lo rápido que maduran las cerezas y las
guindas en Asturias, y lo atribuye a la humedad del clima. El
guindal es una especie parecida a la cerezal aunque de menor
talla y de fruto amargo. Cerezal y guindal presentan propiedades medicinales coincidentes. Con los frutos del guindal y
aguardiente anisado se elabora a un licor tradicional de propiedades gastro-intestinales. Los pedúnculos de guindas y cerezas
contienen taninos, sales minerales, derivados salicílicos y flavonoides;
tienen propiedades diuréticas, analgésicas y antiinflamatorias.
Los frutos son ricos en vitaminas (A, B1 y C), y son potentes
y efectivos laxantes.
122.- Prunus dulcis (Mill.) D.A. Webb
NUC. Almendras dulces, Almendras, Almendros (HNyM. 72,
111, 187, 237)
NC. Almendro, Almendrero.
Casal achaca que no se cultive este árbol en Asturias tanto a la
humedad del clima, como al carecer la tierra de sales nitrosas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Utiliza el aceite de almendras dulces en tres tratamientos: en la
extracción de cálculos renales (con notable éxito), en uso externo contra las paperas, y como aditivo a una cocción de plantas
anticatarrales (con escaso éxito).
Las semillas de las variedades dulcis y amara se utilizan para
obtener el aceite de almendra. Hoy día, sus aplicaciones son en
cosmética y en dermatología, pero a lo largo de la Historia de
la Farmacopea, el aceite de almendras dulces tuvo otras
muchas aplicaciones: baños, cataplasmas, inyecciones, linimentos, laxante, etc.
123.- Rosa sp.
NUC. Rosa (HNyM. 45, 273); NC. Rosa.
Dice Casal: Se crían en Asturias rosas preciosas, pero sin las virtudes purgantes que tienen las que se crían en otros lugares.Casal le
asigna propiedades purgantes y vomitivas; nos resulta difícil
concretar a que especie del Gén. se está refiriendo. La más utilizada en medicina es la Rosa canina L. o rosal silvestre como
astringente, en afecciones respiratorias y en lavado de ojos.
124.- Rubus idaeus L.
NUC. Rubus idaeus (HNyM. 35); NC. Frambuesa.
Escribe Casal que nunca la vio en Asturias. No disponemos de datos
para saber si era especie frecuente o no en la Asturias de 1.700, pero hoy
día es cultivada en huertos y jardines de toda Asturias de los que se escapa
y asilvestra. Los frutos contienen azúcares, ácido cítrico, ácido salicílico y
taninos, que les confieren propiedades laxantes, diuréticas y refrescantes.
125.- Sanguisorba officinalis L.
NUC. Pimpinella (HNyM. 35, 143, 273, 383); NC.
Pimpinella mayor, Hierba de la mora, Sanguisorba,
Sanguisorba mayor. Además de aparecer en la lista general de
especies medicinales que crecen en Asturias, es uno de los
componentes del cordial alexifarmaco de Casal. También los
Doctores de París incluyen la pimpinela en una dieta reconstituyente.
304
La raíz contiene saponinas (sanguisorbina), esteroles, taninos y
vitamina C. Con los tallos y las hojas se hace una tintura
antihemorrágica.
RUBIACEAE
RUTACEAE
128.-Citrus limon (L.) Burm.
NUC. Limón (HNyM. 81, 260); NC. Limonero, limón.
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EL MUNDO VEGETAL...
126.- Carapichea ipecacuanha (Brot.) L. Andersson
NUC. Bejuquillo, Ipecacuana (HNyM. 273, 289); NC.
Ipecacuana, Bejuquillo, Ipecac, Raíz brasileña, Poaja. Arbusto
de unos 50 cm de altura originaria de las zonas tropicales de
Brasil, Colombia y Perú. Se utiliza la raíz triturada que contiene alcaloides para provocar el vómito en casos de intoxicación;
también tiene propiedades expectorantes.
Casal lo usa como vomitivo.
127.- Cinchona officinalis L.
NUC., Corteza perubiana, Chinamchinae (HNyM. 15, 18,
317); NC. Quina, Corteza peruviana.
Casal la reconoce como un buen febrífugo. La nombra como
ejemplo de mala praxis médica; comenta que se receta la quina
como remedio contra todo tipo de fiebres, y que al ser utilizada
de forma irresponsable, ha causado muchos males en el mundo. Se
sabe que los indios de Perú y del Ecuador usaban la corteza de
Cinchona en el tratamiento contra las fiebres; los jesuitas a
mediados del siglo XVI, conscientes de su importancia contra la
malaria, la introdujeron en Occidente. La primera especie conocida fue la Cinchona officinalis L., denominaban por los indios
quina quina (la corteza de las cortezas). Casi con toda seguridad
la corteza de quina utilizada por Casal provenía de ese árbol, a
la que De la Paz Rodríguez en 1.807 consideraba la mejor de las
quinas en su Farmacopea de España. Hoy día no se utiliza la corteza de quina de forma directa, sino la quinina, un alcaloide con
propiedades antipiréticas, antipalúdicas y analgésicas.
Cita Casal las naranjas y limones cultivados en Asturias como
ejemplo del clima templado que se disfruta en el Principado.
Relata el caso de una Religiosa de las Pelayas, enferma y
desahuciada, que pide limón con agua de nieve, y le siente tan
bien, que llega a recuperarse de su mal. Arbolillo introducido
por los árabes en la Península Ibérica. En Asturias se cultiva en
lugares protegidos de las heladas y por debajo de los 300 m de
altitud. La corteza del fruto contiene aceites esenciales, flavonoides, ácido cítrico y ascórbico, y pectina. El zumo es además
rico en azúcares y vitaminas del grupo B.
SCROPHULARIACEAE
129.- Veronica beccabunga L. subsp. beccabunga
NUC. Becabunga, Becabungae (HNyM. 60, 350, 359); NC.
Becabunga, Anagálide acuática, Berro, Verónica acuática. Casal menciona esta planta como una especie que necesita agua para crecer y desarrollarse. Es una de las plantas antiescorbúticas con las que trata a los enfermos del mal de la rosa; también forma parte de su cura quirúrgico-farmacológica. Planta rica en veronicina, tanino, saponina, y vitamina C, es
conocida por sus propiedades diuréticas, depurativas y antiescorbúticas.
SOLANACEAE
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
130.- Physalis alkekengi L.
NUC. Alchechenje (Alquequenje) (HNyM. 109); NC.
Alchechenge, Solano vejigoso, Alfefengi, Alquejenje,
Alquequenje, Vejiga de perro, Yerba mora. Casal receta en el
tratamiento de una estranguria las píldoras de Barbet, que, nos
dice, estaban compuestas por hueso humano calcinado, greda
(arcilla utilizada en alfarería) preparada, trocitos de alchechenjes,
etc. El fruto es rico en vitamina C y un buen diurético.
STYRACEAE
131.- Styrax officinale L.
NUC. Estoraque (HNyM. 126); NC. Estoraque.
Se refiere Casal a que el olor de ciertos vapores pestilentes, miasmas venenosos y efluvios malignos, es estoraque y ámbar en comparación con la pestilencia que emana de un leproso.
306
El estoraque es un bálsamo o incienso aromático proveniente
de un árbol, el Stirax officinale, de origen mediterráneo, concretamente turco, que tienen propiedades expectorantes, desinfectantes y antisépticas.
THYMELAEACEAE
TILIACEAE
133 y 134.- Tilia sp.
NUC. Tilia, Teja, Teya, Tilo (HNyM. 34, 51, 135, 142); NC.
Tilo, Tejas, Teyas.
Casal menciona del tilo su nombre común: el nombre de estos árboles en idioma asturiano se pronuncian Teyas, y en Castellano, Tejas.
La flor de tila fue uno de los tratamientos contra las alferecías
empleados por Casal, y que no surtieron efecto. Hay dos especies
del género Tilia en Asturias y Casal no diferencia uno u otro.
Tilia cordata Mill. o tilo salvaje.
Tilia platyphyllos subsp. platyphyllos Scop. o tilo común.
T. cordata, tiene las hojas más pequeñas y las flores en grupos
de cinco en cinco. En cuanto a las propiedades medicinales,
son las mismas para ambos taxa. Las inflorescencias contienen
distintas sustancias activas como flavonoides, mucílago y farnesol que es un aceite esencial, y la parte interna de la corteza
o albura presenta un alto contenido en polifenoles, tilirósido y
cumarinas. Las infusiones de tila se usan contra los catarros,
307
EL MUNDO VEGETAL...
132.- Daphne laureola L.
NUC. Laureola (HNyM. 289); NC. Laureola, Torvisco
macho, Adelfilla.
Planta integrante de un vomitivo recetado por un cirujano
vecino del concejo de Nava durante unas epidemias catarrales,
siguiendo una receta de Casal. Se ha usado como vulnerario en
cocimiento de hojas y tallos, y como diurético. Es un purgante
muy enérgico, y la corteza es irritante. No se recomienda su
empleo medicinal, pues contiene una resina tóxica.
retenciones de orina, hiperacidez gástrica y en casos de nerviosismo o excitación nerviosa.
URTICACEAE
135.- Parietaria judaica L.
NUC. Parietaria (HNyM. 60, 61); NC. Parietaria, Hierba del muro.
Vive sobre muros (como señala Casal), y suelos nitrificados. Se
utiliza la parte aérea de la planta, que contiene taninos, mucílago y nitrato potásico. Tiene acción diurética.
136.- Urtica dioica L.
NUC. Hortiga (HNyM. 240); NC. Ortiga, Ortiga mayor, Urtica.
Casal, al describir los vómitos consecuencia del sarampión
durante una epidemia que afectó a la población joven, dice que
eran tan verdes como zumo de ortiga. Se utilizan la parte aérea
de la planta y las raíces como tónico, diurético, estimulante circulatorio, depurativo, antirreumático, expectorante, antiséptico
y vermífugo.
VALERIANACEAE
137.- Valeriana officinalis L.
NUC. Valeriana (HNyM. 142); NC. Valeriana, Hierba de los
gatos.
La raíz de la insigne valeriana, fue usada por Casal contra las
alferecías sin resultados positivos. Se emplea la raíz y el rizoma
que contienen ácido valeriánico, un aceite esencial, taninos, glucósidos y alcaloides (catinina, valerina y actinida), contra trastornos nerviosos y digestivos. Tiene acción ansiolítica, tranquilizante y ligeramente hipnótica, hipotensora y antiespasmódica.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
VIOLACEAE
138.- Viola odorata L.
NUC. Violeta, Florum violarum (HNyM. 45, 72, 359); NC. Violeta.
Se queja Casal de que las plantas medicinales crecidas en Asturias
como la violeta, la rosa, etc., lo hacen en exceso, con gran profusión y
hermosura, pero carecen del olor y de las propiedades de esas mismas
plantas criadas en otros lugares. Utilizó violetas como ingrediente
308
del excipiente para ayudar en el consumo de los polvos de erizo
contra las alferecías, y en la cura quirúrgico-farmacológica. Se
emplea la raíz que contiene saponósidos, las hojas y las flores que
tienen aceites esenciales, mucílagos y pigmentos anticiánicos. Las
violetas tienen propiedades expectorantes, béquicas, purgantes,
diaforéticas, eméticas, diuréticas y emolientes.
139.- Viscum album L.
NUC. Visco corylino, Liga, Arfueyo (HNyM. 36-42, 69, 141)
NC. Liga, Almuérdago, Arfuego, Marojo, Muérdago, Visco,
Arfueyo. Casal da una descripción muy acertada del arfueyo,
de su ecología y de alguno de los árboles que parasita: manzanos, perales, espinos blancos u oxiacantha, avellanos, y en los
que nunca vio el visco creciendo sobre ellos: tilos y encinas. El
arfueyo es en el caso de Casal la excepción que confirma la
regla. No da descripciones botánica, salvo en el caso del visco
corylino; no transcribe nombres populares de las plantas, salvo
en el caso del arfueyu (también con el tilo); no señala usos
populares para ninguna planta, salvo en este caso, en el que
menciona dos: un hombre curioso de Proaza, que utiliza el
arfueyo cuando una vaca tiene un mal parto para ayudarla a
librar la matriz; y la liga, pegamento, que los jóvenes hacen
machacando las cortezas verdes de la planta y que utilizan para
capturar pájaros. Para los botánicos de la época, cada arfueyu
que parasitaba una especie de árbol concreta era una especie
independiente, diferenciada del resto de los viscos. Así existiría el Visco corylino, el Visco quercino, etc. Casal, buen observador, llega a dudar que esto sea cierto, y manifiesta sus dudas
y considera la posibilidad de que sea la misma planta, como así
es en efecto. Casal no encontraba una cura efectiva contra las
alferecías y consultado fuentes clásicas, encuentra reseñado que
el Visco corylino, el visco que crece sobre el avellano, es un
remedio efectivo. Consigue la planta, la prueba en diversos
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EL MUNDO VEGETAL...
VISCACEAE
enfermos, y los resultados son en todos los casos negativos. En
su decepción escribe: Lo cierto es, que en los Libros de Medicina
se encuentran estos, y otros Viscos, para cazar pajaros (id.) bobos. El
arfueyo una plantas hemiparásita, porque aunque sus raíces se
integren en el sistema vascular del árbol parasitado y absorben
sabia, sus hojas contienen clorofila y realizan la fotosíntesis. Se
utiliza las hojas secas que tienen aminoácidos y una sustancia
tóxica, la viscotoxina, por sus propiedades antiespasmódicas,
diuréticas e hipotensoras y en casos de arterioesclerosis.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
VITACEAE
140.- Vitis vinifera L. subsp. vinifera
NUC. Vitis alba y negra, Viñas (HNyM. 35, 51, 54,72; RM.
823); NC. Parra, Uva, Vid, Viña.
Citada entre las especies vegetales observadas por Casal en
Asturias. Es una de las primeras plantas en ser cultivadas por
el hombre, habiendo más de mil variedades, y de una gran
importancia económica. La vid, como medicamento, se va a
utilizar en distintas fases de su ciclo vegetativo: como sarmientos, fruto en fresco, fruto seco (pasas), el zumo del fruto fermentado (vino) y sin fermentar.
- Sarmiento de parra. Casal los utiliza dentro de una receta
reconstituyente. En ella dice que "... se utilizó (el sarmiento de
la vid) antaño por médicos y curanderos en la creencia que tras su
cocción en agua, se obtendría un líquido de acción fortificante,..."
- Pasas. Por su alto contenido en azúcar. En fitoterapia se usa
como emoliente, y béquica.
Casal hace referencia en diversas páginas de su obra al vino, al
que considerarlo un alimento básico para la población, junto
con el pan y la carne. Aconseja el uso moderado del vino en
Asturias para contrarrestar la humedad del ambiente al ser un
alimento nutritivo. Considera que las clases sociales más favorecidas hacen un consumo abusivo del vino, lo que con una
ingesta alta en carne y la falta de ejercicio, les predispone a
310
padecer enfermedades que no tienen las personas trabajadoras,
como son los cálculos de riñón, la gota, etc.
Hoy día está demostrado que el uso moderado del vino es beneficioso para la salud, y son muchas las propiedades medicinales
que le atribuyen los médicos, siempre que sea ingerido con
moderación: estomatológicas, antisépticas, antiinflamatorias,
nutritivas, diuréticas, hipocolesteroideas, antiarterioescleróticas,
antihemorroideas, antivericosas, antigripales y antitusígenas.
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EL MUNDO VEGETAL...
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LA HUELLA DE GASPAR CASAL
320
REMEDIOS ACTUALMENTE
POCO COMUNES UTILIZADOS POR
EL DR. GASPAR CASAL.
No se puede entender la praxis clínica del Dr. Casal (1680-1759)
fuera del contexto histórico de la medicina del siglo XVIII. Vigente
desde que ya en la antigüedad clásica la medicina se convirtiera en verdadera ars medica, el aforismo «qui bene diagnoscit, bene curat» fue adquiriendo fuerza y precisión creciente a medida que la observación clínica,
la autopsia anatomopatológica y la sucesiva aplicación médica de las
técnicas exploratorias que la física y la química iban ofreciendo, permitieron que ese diagnostico fuera cumplido con progresivo rigor1. La
exploración del paciente se hace cada vez más minuciosa y biográfica, y
se da importancia al medio ambiente en relación con los modos de
enfermar. El mismo Gaspar Casal reconoce en el prólogo de su obra2
que probándole mal el seco temperamento de Madrid (frío en invierno y
caliente en el verano), y viendo el riesgo que le amenazaba, se vio preciso a
dejarlo y marchar para Asturias en el verano de 1717, llegando a Oviedo
en 1718, a la edad de 37 años. Esta nueva visión de la medicina lleva a
poner en rigor metódico moderno las viejas pautas hipocráticas y preparar el camino a la epidemiología científica del siglo XIX.
En este sentido, cabe reseñar —de acuerdo con el Dr. Marañón—,
que aunque el Dr. Casal, amigo personal del Padre Feijoo, no interviniera públicamente en la polémica que éste mantuvo con los médicos de
321
REMEDIOS POCO COMUNES...
FRANCISCO JESÚS FERNÁNDEZ-GUISASOLA MUÑIZ
LUIS VICENTE SÁNCHEZ FERNÁNDEZ.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Oviedo (y muy probablemente no estuviera de acuerdo con su riguroso
antidogmatismo —que alcanzaba al propio Hipócrates—), parece probable que sí lo habría estado con el criterio experimental, de naturalista, que el fraile defendía3.
Hay que recordar que, en el tiempo del ejercicio profesional de
Gaspar Casal, la farmacoterapia no era entendida en su rigorosa significación actual —la primera Pharmapoea Hispana no se publicará hasta
1794, treinta y cinco años después de su muerte—, sino como Materia
Médica, o conjunto de cuerpos orgánicos e inorgánicos de los que se
sacaban los medicamentos; Dioscórides y la farmacia Galénica continúan en vigor hasta bien entrado el siglo XVIII, pese a las novedades
—muy importantes algunas— que poco a poco van surgiendo4 fruto de
las continuas investigaciones de los médicos que, como Casal, comparten su práctica clínica con un verdadero interés investigador.
La inquietud investigadora del Dr. Casal queda patente a lo largo de
su obra. Él mismo así lo escribe literalmente: «(...) soy fino amante de la
experiencia, y enemigo capital de aquellas fruslerías mentales, fundadas sobre
hipótesis y dogmas, cuya certeza se quedaría por averiguar hasta la muerte de
los médicos (…)»5. Además, a lo largo de su Historia Natural y Médica del
Principado de Asturias, narra algunos de sus experimentos; sirva como
muestra, para no extendernos demasiado en ello, los que realiza con los
residuos minerales de las aguas medicinales6 o la exhaustiva descripción
que realiza del ámbar (succinum) en Asturias, incluyendo en ella algunos experimentos7.
Durante la mayor parte del siglo XVIII, se mantiene la idea terapéutica de la vis naturae medicatrix y la fidelidad al contraria contrariis
curantur pues, aunque Paracelso (1493-1541) ya tenía presente el similia siilibus curantur en alguna de sus curas, el verdadero impulsor de esta
otra corriente fue Samuel Hahnemann (1755-1843), años después de la
muerte de D. Gaspar.
Así pues, los tratamientos que usó el Dr. Casal no se apartaban en
mucho de los prescritos por el resto de los médicos coetáneos, si bien él
se preocupaba de buscar nuevas alternativas, soluciones, mezclas y realizaba distintos experimentos, como muy acertadamente apuntara
322
Melquíades Cabal: «en un análisis de las prescripciones, no existe duda que
D. Gaspar Casal buscaba en su administración un efecto beneficioso mezclando varias sustancias de acción similar, al modo de los modernos medicamentos reconstituyentes»8, y lo demuestra con dos recetas que reproduce
traducidas del latín:
Sarmiento de parra cortado finamente, en cantidad de 2 dracmas; pasas
limpias, 2 onzas; cebada lavada, 3 onzas; y raíz de alcorzonera limpia, 1
onza. Todo ello sometido a cocción en tres litros de agua común. Para la consumición de un litro.9
Compuesto de culebra preparado según la farmacopea, y en proporción de 1
manípulo; suero de leche de cabra destilado, 10 onzas; vino blanco, 1 onza;
polvo de cinamomo y de sándalo rojo hasta 1 manípulo; carne de gallina, 4
onzas y sal de tártaro, 1 escrupo, cocidos al baño de maría en una calabaza de
vidrio cerrado.10
Las prescripciones fitoterápicas de Casal (cuya descripción excede al
ámbito de este capítulo) tampoco estaban exentas de su afán investigador. Así, opinaba —de a cuerdo con su amigo y boticario el P. Esteban
López, sj— que las hierbas de Castilla daban mejores resultados terapéuticos que las recogidas en Asturias, lo que llevaba a enviar a sus pacientes
a la farmacia de la Compañía de Jesús —que de allí las traía—, hecho que
sirvió para que el Cabildo de Oviedo le amonestara en 1741:
«(...) que no precise a los enfermos enviar por las medicinas a la Compañía
[de Jesús] sino que los deje en libertad, no les ponderando más unas que otras,
pues lo contrario cede en perjuicio, y que la tasación de las que se consumen en
los hospitales y colegios no la haga tan subida y la modere»11.
Curiosamente, ya el Cabildo le había advertido en 1737 de que «no sea
tan largo en recetar»12 pues, sus recetas tendían a ser muy extensas y caras.
¿Cómo diseñaba las recetas el Dr. Casal? Hay que suponer que,
guiado por los textos de Galeno, Cornelio, Celso, Avicena, Pablo de
Egina, por las citas de Dioscórides, Saliceto, Nicandro..., escogería su
prescripción de forma que: los principios activos no se contrapusieran;
los excipientes fueran los adecuados y, también, que el efecto llegara con
facilidad al lugar de acción deseado13.
323
REMEDIOS POCO COMUNES...
Las recetas en t iemp os del Dr. Casal
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
En tiempos de Casal, como herencia del Medioevo —y hasta
comienzos del siglo XIX— existían más de medio centenar de formas
farmacéuticas que parecen, sin duda, excesivamente abundantes para
nuestros pragmáticos ojos, apenas familiarizados con ampollas, cápsulas, tabletas, comprimidos, grageas, jarabes, cremas, ungüentos, pomadas y, acaso, supositorios.
Hagamos un sucinto recuento de las más exóticas.
A.- Remedios par a beber
Los más usados eran los siguientes:
- El julep e (julepus) era un medicamento fluido, preparado con jarabe de azúcar y un líquido (liquore) adecuado por su acción terapéutica,
sin cocción. No se trataba de un jarabe porque era menos líquido que
éste; la proporción era de una onza de jarabe de azúcar por seis onzas
de líquido activo, pero variaba según la edad, la necesidad terapéutica y
el estado del estómago del enfermo.
- El ap oz ema (del griego apizeo, cocer, hervir) era parecido al julepe, aunque la parte activa (raíces, cortezas, hierbas, flores, semillas o
frutos) se cocía en agua de fuente de río —cuya cantidad quedaba al arbitrio del farmacéutico—, para luego agregar el jarabe de azúcar.
- En los caldillos (jjuscula) el principio farmacéutico (extracto de raíces,
hierbas u otro) se mezclaba convenientemente con el resultado de cocer
en agua carne de pollo (pullus gallinaceus), cordero (vervecinae), ternera
(vitulinae) o cabrito (caprillae). Algunos textos advierten que ciertos
enfermos pueden no tolerar esta forma por debilidad de su estómago.
- La hidromiel (hidromelite, hydromel) era una mezcla de miel con
agua, la cual se hacía hervir y se desespumaba. Corresponde al antiguo
melicratum. La hidromiel podía ser simple —que a su vez era acuosa o
diluida (una parte de miel y tres, diez o doce de agua) y vinosa (porque
la proporción de uno a cuatro le daba sabor y color de vino)—, o compuesta, es decir, con otra sustancia activa agregada.
- El boqueto (bocheto, bochetum) era una bebida para quien necesitaba estar a dieta mucho tiempo. Se preparaba poniendo en infusión
durante doce horas la sustancia adecuada (que podía ser, por ejemplo,
324
B.- Remedios par a t ragar o comer
Entre los medicamentos para tragar, algunos se correspondían bastante con los que hoy llevan esos nombres, tal es el caso de los pol vos
(pulveris), de los que debe anotarse que los había también para uso
externo; las tabletas (tabellae, tabellarum), cuyo principio activo se cocía
con azúcar hasta que endureciera, se extendía sobre superficie plana y se
cortaba en los trocitos que el nombre indica; y las píldor as (pillulae,
pillularum) que, a fuerza y maña de dedos, redondeaba el boticario para
que se tragaran enteras.
El elect uar io era la pasta espesa de dulce de frutas a la cual se agregaba el medicamento en polvo, para luego amasarla y darle formas
diversas.
325
REMEDIOS POCO COMUNES...
media onza de zarzaparrilla cortada en pedazos pequeños) para luego
cocerla hasta que se consumía la tercera parte de las diez libras de agua
con que se iniciaba el proceso; enfriada, se colaba y se daba por bebida
ordinaria.
- Otros remedios para beber eran: el jar abe (syrupo), resultado de la
cocción de jugos de hierbas u otros medicamentos con azúcar hasta que
tomaban la consistencia adecuada (la proporción era de una libra de
azúcar por tres del principio activo); las pociones (potio, potione), resultantes de mezclar infusiones, cocciones o soluciones entre sí, a veces con
adición de agua pura de fuente o agua destilada; las emulsiones, remedios líquidos formados al disolver la sustancia (medulla) de frutos o
semillas obtenida por machacamiento en un líquido adecuado —agua
destilada, agua de cebada (aqua hordei) o alguna cocción— hasta que
mostraba características similares a la leche; y, por último, las tisanas,
que en algunos tratados se confunden con las hordeatas, hordiatos u
horchatas, mientras que en otros, por el contrario, se admite que podían estar preparadas —como bebidas que eran— con diversas sustancias,
entre ellas la famosa corteza de quina (para las fiebres tercianas, cuartanas y otras fiebres intermitentes), la zarzaparrilla (salsaeparillae) y las
raeduras de cuerno de ciervo para tratar disentería de causa cálida.
El opiato (opiata), de consistencia blanda pero no fluida, era una
mezcla de sus ingredientes (jarabe, polvos, conservas, electuarios y
otros) en proporciones adecuadas, sin cocerlos; aunque el nombre
sugiera otra cosa, por lo regular no contenían opio ni similares.
Algo más sólido, el bolo (bolus) se preparaba como el opiato y se tragaba troceado (morcellos deglutiatur).
El lincto (linctus y, en árabe, loch) era de consistencia intermedia
entre el jarabe, más fluido, y el opiato, blando. Se preparaba agregando
un polvo o una cocción al jarabe.
Por último, el mast ic ator io (masticatoria, masticatoriis), ya definitivamente sólido, debía mantenerse en la boca masticándolo.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
C.- Remedios par a introducir por aber tur as cor por ales
En primer término estaba, por razones obvias, el famosísimo enema
o clister (clyster, clysterium, clysteribus), que correspondía a cualquier
líquido que se introdujera por vía anal con las jeringas apropiadas.
Luego, estaban los supositor ios (suppositorio, suppositorium), para la
vía anal y los pesar ios (pessario, pessarium), para la vaginal; eran sólidos
cilíndricos u oblongos como el dedo de una mano.
Una preparación en polvos era el estor nutator io (sternutatoria, sternutatoriis), mientras que los nar ifusor ios (narifusoriu) y las er rinas (errhinis) eran líquidos: el narifusorio se aspiraba por la nariz y la errina se
introducía en ella con una pluma de ave.
D.- Remedios par a aplic ar e xter namente
Los medicamentos para aplicar externamente eran abundantes en
aquella época.
Los encabeza el colir io (collyrium) tópico para los ojos; se advertía en
los tratados que si bien esta clase de medicamento podía tener forma
liquida, de polvo, linimento o cataplasma, solamente el líquido se llamaba apropiadamente colirio.
Los epitemas (epithema, epithémate) eran medicamentos sólidos o
líquidos para uso externo. Los líquidos se preparaban con agua hervida
o sola, a la cual se agregaban los medicamentos adecuados (polvos, elec-
326
327
REMEDIOS POCO COMUNES...
tuarios...) y —para hacer el conjunto más penetrante— jugo de limón,
vinagre, vino o agua espirituosa (que probablemente era algún licor). Las
instrucciones de uso decían que había que empapar una tela, preferentemente un paño de color escarlata o un lino grueso, y colocarlo sobre
la región indicada; en algunos casos, al retirar el epitema se indicaba la
colocación de linimentos, aceite, o un bálsamo, por ejemplo, el Bálsamo
de Perú. Para elaborar los epitemas sólidos se apelaba a las conservas,
confecciones, polvos y jugos mezclados con agua o con jarabe en cantidades adecuadas.
Los fomentos (fotus) y lociones (lotiones) eran remedios líquidos,
elaborados mediante el cocimiento de raíces o hierbas en un líquido que
podía ser agua pura, agua mezclada con vino, leche o algún otro. Para
que penetrara más fácilmente, se le agregaba vinagre (en las enfermedades cálidas) o vino blanco (cuando se trataba de enfermedades frías). Su
aplicación se hacía con un lino grueso doblado en dos, un paño de lana
blanca o una esponja.
A la mezcla de vinagre y agua o aceite de rosas —a veces con otro
medicamento— se la denominaba oxir rodino (oxyrhodinum). Su aplicación sobre la región afectada debía hacerse tomando la precaución de
entibiarlo levemente.
El frontal (frontali), era un medicamento tópico que, puesto entre
dos lienzos, se colocaba sobre la frente y las regiones temporales.
Usualmente, se componía con flores o plantas machacadas (contusis) y
maceradas en vinagre; a veces se agregaba también un ungüento, un
polvo, la albúmina de huevo, u otra sustancia semejante.
El linimento (linimentum), tenía consistencia más espesa que los
aceites, pero más líquida que los ungüentos; su composición se preparaba con dos partes de aceite, una parte de mantequilla o enjundia (grasa
de animal, casi siempre de gallina) y un polvo medicinal adecuado,
generalmente un dracma del mismo. Se advertía de no utilizar cera porque «tapa los poros de la piel».
Los ungüentos (unguentum), eran medicamentos tópicos elaborados
con aceite, grasa, resina, médula (medullis), cera, polvos, etc. De consistencia más firme que el linimento, la proporción debía ser una cuarta
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
parte de sustancia activa sólida (polvo, cera) por cada parte entera de
aceite o grasa. Si había necesidad de usar algún medicamento que existiera solo en forma líquida, se debía mezclar primero con el aceite y hervir hasta que se consumiera el líquido.
Los cer atos (cerato, ceratum) tenían por base, como su nombre indica, la cera. Su consistencia era intermedia entre el emplasto y el
ungüento. También podían hacerse agregando aceite y, en este caso, la
proporción era aproximadamente de una onza de aceite, uno a diez
dracmas del polvo medicinal, y diez onzas de cera.
En cuanto a los emplastos (emplastro, emplastrum), eran medicamentos más espesos y viscosos que los ceratos y, por ello, solían adherirse fácil y fuertemente a la piel. Su preparación se realizaba con medicamentos en estado seco, a los cuales se agregaba: aceite, resina, grasa,
goma, cera, o algo semejante. Para una onza de aceite corresponderían
seis dracmas de sustancia seca activa y diez onzas de cera; si se usaba
también grasa, se disminuía la cantidad de aceite a la mitad para completar con aquella.
Las cataplasmas (cataplasmate) eran medicamentos externos elaborados con raíces, hojas, semillas o flores como para fomento, pero que
se ponían a cocer hasta que estuvieran muy blandas (ad putrilaginem);
luego, se rompían, se machacaban en el mortero y se les agregaba un
polvo —por ejemplo tres onzas de harina— y aceite o grasa (axungiae)
en proporción de dos a tres onzas. Podían hacerse también con corteza
de pan tostada, macerada luego en vino y mezclada a los polvos de la
sustancia activa; o, también, con miga de pan empapada y medio cocida en leche, a la cual se agregaban claras de huevo, azafrán (crocum) y, a
veces, aceite de rosas.
El dr opr ax (dropax, dropace), era un emplasto con pimienta, aceite y
otras sustancias como: euforbio, castóreo, azufre, salitre (sal petrae) o
cenizas de vid.
Para los vejigator ios (vesicatorio, vesicatorium), se le agregaba a un
emplasto una sustancia vesicante, generalmente el polvo de cantáridas
(y se prefería el preparado con las alas y cabezas de tales insectos).
328
E.- O tras for mas de uso e xter no
En este ultimo grupo estarían incluidos los baños en general (que
eran de cuatro clases principales: baños, semibaños, baños de vapor y
vapores) y las fricciones.
Los baños (balneum) consistían en la inmersión de todo el cuerpo,
desde la cabeza, en un líquido. Podía ser agua pura tibia, aceite puro,
leche, o agua con aceite. El baño de agua dulce fría era muy recomendado especialmente para conciliar el sueño y aliviar la fatiga de un largo
viaje (longo itinere fatigatis). Se usaban también baños de vino, de agua
termal, y los baños compuestos, que eran baños de cocimientos diversos, de raíces, semillas, o flores. Su diferencia con los semibaños (semibalneum, semicupium) era la porción del cuerpo que se sumergía; en
estos últimos, se llevaba el líquido sólo hasta la boca del estómago
(usque ad os ventriculi).
El baño de vap or (stupha, sudatorium, laconicum, vaporarium), como
su nombre indica, consistía en someter el cuerpo a la acción de un
vapor; estos baños podían ser húmedos (similares al moderno baño
turco) o secos (que asimilaríamos a la sauna de hoy en día).
En cuanto a los vapores (suffitus) eran medicamentos secos o húmedos que, por el calor o el fuego, exhalaban olores (aromas, odores) adecuados, que el enfermo debía aspirar.
Las fr icciones o unciones (frictiones, unctio) tenían consistencia
similar al ungüento, pero con ellas se elaboraba, además, un lemnisco, y
se aplicaba frotando la parte adecuada (por ejemplo la frente o las sienes del enfermo) con el lemnisco empapado en la sustancia.
Veamos, a continuación, algunos los remedios usados por el Dr.
Casal que, hoy en día, nos pueden resultar extraños.
329
REMEDIOS POCO COMUNES...
Similares a las lociones eran las embroc aciones, preparaciones líquidas con las cuales se empapaba un lienzo pequeño y se pasaba levemente sobre la parte afectada, exprimiéndolo con suavidad para que el líquido cayera sobre aquella.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Algunos remedios ut iliz ados por el Dr. Gaspar Casal
Antes de comentar algunos de los remedios citados por el Dr. Casal en
su Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, es necesario hacer
una consideración importante. La lectura pausada de esta obra —apasionante y casi obligada para cualquier médico— permite observar cómo
D. Gaspar se esmera en describir las enfermedades (son especialmente
exhaustivas las descripciones del mal de la rosa, la sarna y las lepras,
pero no menos interesantes las de las lombrices, el asma, los cálculos
renales, y otras) y los síntomas de sus pacientes. Es, el Dr. Casal, meticuloso en suma al describir los signos y síntomas de los pacientes: lengua, pulsos, temperamento... así como circunstancias sociales, dietéticas
y climáticas. También es manifiesto cómo intenta apoyar sus observaciones en los clásicos, siendo continuas sus citas de Hipócrates y las
referencias a Dorero, Boerhaave y otros autores.
Sin embargo, con todo lo explícito que Casal resulta en enfermedades y enfermos, se vuelve muy parco a la hora de describir los tratamientos. Efectivamente, en la mayoría de los casos se refiere a ellos de
manera somera y muy general, bien refiriéndose a tratamientos con
vomitivos, cordiales, diaforéticos, expectorantes, astringentes, vesicantes...,
bien hablando de cocimientos, tisanas, fomentos, purgas, baños...
De entre los remedios que el Dr. Casal sí explicita en su obra, en este
capítulo únicamente comentaremos los compuestos más curiosos,
obviando los remedios minerales simples (como el mercurio y los mercuriales —tratamiento habitual de sífilis y lepra—, el azufre —tratamiento
de las sarnas o psora—, la nitro y otras muchas sales minerales) y las plantas medicinales (que serían objeto de un capítulo específico), clasificándolos de manera sencilla, en virtud de su origen, en remedios de origen
biológico (humano, animal y vegetal) y remedios de origen variado.
1.- REMEDIOS DE ORIGEN BIOLÓGICO
A.- De or igen humano
a.- La leche de mujer
La leche figura, junto con su suero, entre los remedios más usados
en la época del Dr. Casal. Se la llama lac, lacte y sero lactis. Es el líquido
(liquor) blanco producido en las glándulas mamarias.
330
Muchos autores anotaban importantes diferencias entre las leches,
pero la mayoría consideraba la de origen humano como la más adecuada: desestimaban la de cabra por tener consistencia mediocre y ser
menos húmeda que la humana; decían que la de oveja es más grasosa, con
menos suero y abunda en queso; que la de vaca, grasosa y espesa, abunda en
mantequilla; y que la de burra, clara y serosa, abunda en suero.
En la antigüedad, el uso de la leche de mujer estaba muy extendido.
El propio Plinio, en su Historia Natural, se refiere a ella en estos elogiosos términos:
«Sobre el uso de la leche hay acuerdo en que es lo más dulce y suave y además lo más útil en la fiebre prolongada y en la enfermedad celiaca14, especialmente la de la mujer que ya ha destetado al niño»15.
Continúa alabando su uso para las nauseas, las fiebres, los ardores,
los abscesos de mamas, el ojo rojo por golpes, la epifora, los males de
oído, los dolores de matriz, la diarrea, las afecciones pulmonares...
Incluso, la propugna como antídoto para la locura producida por el
beleño y para las mordeduras y venenos de ranas y, también, como vacuna para que los perros no contraigan la rabia. Curiosamente, todos estos
beneficios los produciría —según Plinio— la leche de la «mujer que haya
dado a luz a un varón» (y mejor aún si eran gemelos varones) porque la
leche de mujer que parió hembra «solo vale para los males del rostro»16.
Casal cita la leche de mujer en dos ocasiones: una como tratamiento tópico del Mal del paño:
(...) Es el que llaman mal de el paño, una maligna especie de absceso
improprio, de tan infame carta, que dentro de poco tiempo forma fístula irremediable en alguna rodilla o cualquiera otra articulación de el cuerpo. Dicen
los mismos que lo padecen, que se le impuso aquel nombre, porque si pretenden
curarlo con trapos de lienzo, les sobreviene una sinovia tan crecida, que los consume presto: pero si con paños de lana, y una polenta compuerta de harina de
trigo y leche de mujer, se preservan de la sinovia y viven largo tiempo.17
(...) y así no pudiendo obligarla a que tomase sustento alguno liquido ni
sólido, fue necesario darle leche de una mujer sana, desde el mismo día diez en
adelante.18
331
REMEDIOS POCO COMUNES...
y la otra como alimento de una enferma:
b.- El hueso humano
La única referencia que encontramos sobre el uso de huesos humanos en las farmacopeas de la época de Casal está en la Palestra
Farmacéutica Chímico-Galénica de 1792 donde leemos:
El Cráneo humano se ha de escoger de persona que muera violentamente y
de enfermedad: se partirá en pedazos, se secarán y después se harán polvos sutiles, y se guardarán para el uso.19
No parece, por su obra, que Casal hiciera mucho uso del hueso
humano como remedio. Lo cita, por ejemplo, en uno de los casos de
cálculos en los riñones, cuando dice que un canónigo de la catedral,
afecto de ellos, «estaba tomando Píldoras de Barbet, compuestas de hueso
humano calcinado, greda preparada, trociscos de alquequenjes, etc.»20.
B.- De or igen animal
a.- Víboras
En la Pharmacopoea Hispánica21 la víbora (vipera) está catalogada
como «axungia, animal vivum» (grasa, animal vivo), y en las preparaciones más simples aparece22:
Viperae forcipe apprehensae caput, caudamque abscinde: eam excoria, et
exentera, atque, pinguedine ad alios usus seposita, truncum adhibe ad juscula,
aut in aëre, umbraque exsicca, et in vase clausuo, loco sicco, repone. Eodem
modo praeparantur. Angues pro Jusculis23.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Mucho más explicito es Félix Palacios, en su Palestra Farmacéutica,
Chímico-Galénica, donde nos cuenta:
Preparación de las Víboras
Escogeránse las Víboras, las más gordas y más vivas, cogidas en la
Primavera o en el Otoño, se les cortará la cabeza, se les quitará el pellejo y las
entrañas, se lavarán los troncos o cuerpos de ellas en agua, o se limpiarán con
un paño de lienzo, se pondrá sobre un hilo, dejándolas secar en un lugar seco, y
se guardarán; los corazones y los hígados se separarán de la enjundia e intestinos y se pondrán e secar del mismo modo.
La enjundia se separa de los intestinos, se derrite con un calor suave, se
cuela, y se guarda en una redomilla de vidrio bien tapada y se mantiene líquida, como aceite, por causa de la gran cantidad de sales volátiles que contiene en
más abundancia que no las otras enjundias.
Para conservar los cuerpos de las víboras enteros por mucho tiempo, después
de secos se untan suavemente con Bálsamo del Perú, con lo cual se impide se
apelillen. Lo mismo se hace con los corazones y hígados de las Víboras.
332
Los polvos de víboras se hacen pulverizando sutilmente los cuerpos de ellas
bien secos: algunos añaden también los corazones y los hígados; pero lo mejor es
hacerlos polvos separados, porque unidos vuelven los polvos de los cuerpos de las
víboras fáciles a enranciarse y apelillarse, por las partes oleosas de que abundan.
Los polvos de los corazones y hígados de las víboras, se llaman comúnmente Bezoárdico Animal.
Los polvos, tanto de los cuerpos de las víboras, como de los corazones, y
hígados, son propios para purificar la sangre, para hacer arrojar los humores
dañosos por transpiración, para resistir el veneno, para las fiebres intermitentes, para la fiebre maligna, para las viruelas, para la peste, y semejantes enfermedades. La dosis de los polvos de los cuerpos es de ocho granos hasta un escrúpulo. La dosis de los corazones y hígado es de seis granos hasta un escrúpulo.
La enjundia de las víboras es propia para rarefacer los humores, para excitar la transpiración: dase en las viruelas, en las fiebres malignas. La dosis es de
una gota basta seis; exteriormente aplicada, sirve a dolores causados de humores crasos y fríos en los tumores y en todas las enfermedades, que se necesita rarefacer y evaporar los humores: échanse en los ojos cuando hay cataratas; entra en
el Emplasto de Ranas.
Los Antiguos hacían diferentes preparaciones después de muertas las
Víboras, porque creían que les quedaban partes venenosas; pero como después de
muertas no tienen veneno alguno, antes toda ella es un contraveneno, se tienen
por dañosas sus preparaciones, pues solo sirven de quitarles sus partes más activas y específicas a los achaques que se aplican. Del mismo modo se preparan las
culebras o serpientes; pero tienen mucho menos virtud que las víboras.24
El Dr. Casal cita este animal en varias ocasiones en su obra como
tratamiento de la lepra. Así, usó el caldo (juscula), en cierta monja de San
Bernardo que:
«(...) después del uso ordinario de medicamentos, curó radicalmente con
caldo de víbora, no tenía verdadera lepra, sino una sarna escorbútica contumaz
que se aproximaba mucho a la naturaleza de la lepra»25
b.- Entrañas de erizo
Parece que el Dr. Casal era un enamorado de este remedio, que
experimentó con éxito en el tratamiento de alferecías y problemas urinarios. En la páginas 142-144 de su Historia Natural y Médica del
Principado de Asturias27, nos cuenta su experiencia:
333
REMEDIOS POCO COMUNES...
También, cuando dice: «la curé [la lepra ordinaria] muchas veces en viejos con específicos remedios, baños y caldos de víboras»26.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Tres o cuatro personas se llegaron a curar mediante mi cuidado, y asistencia, en el dilatado tiempo de veinte y más años pero no con las medicinas nombradas sí con las tres entrañas del erizo, que son, hígado, pulmón y corazón.
Hay en Asturias tantos de estos animalitos, que a cada paso se encuentran; y
parece que la causa de esta multitud consiste en la espesura, frondosidad, temperie húmeda y templada abundancia de frutas domesticas y silvestres de todo
el País.
El modo con que se preparan dichas entrañas es como se sigue: Ábrese por el
espinoso dorso, con un cuchillo cortante, el erizo vivo, y de repente, sin permitir que se enfríe, se le arrancan con la mano dichas entrañas, unidas al diafragma, el cual no se separa de ellas, como ni tampoco la vejiga de la hiel: y colgando entonces todas estas vísceras, así como se sacaron, de un techo, defendido de
lluvias, y bien ventilado de aires, se dejan enjugar y secar hasta poderse hacer
polvos, los que nunca se logran muy sutiles.
La dosis, que regularmente disponía, era de media dracma, hasta una y el
vehículo en que los daba se reducía a un poco de caldo de gallina sola o a tres
onzas de agua de flor de tilia, con una de Jarabe de Peonía, para que el sabor
fuese menos fastidioso. La ocasión más oportuna me pareció la mañana, dos
horas antes del desayuno. Pero antes de valerme de esta medicina, ponía grande cuidado, en que se practicasen todas las evacuaciones, preparaciones, y reglas
de dieta, que juzgaba convenientes; y hacía que el uso de dichos polvos se continuase muchos días. Tengo innumerables experiencias de los admirables, y
prontos efectos, que ocasionan estos mismos polvos, si se dan a las mujeres,
cuando se ven oprimidas de accidentes histéricos, mezclando con ellos dos o tres
granos de los de castóreo, en vehículo apropiado: y para estos lances suele ser
bastante dosis de medio escrúpulo a uno.
Con el motivo de haber hablado del erizo digo que (como en este País son
tan frecuentes las disurias, estrangurias y, en los viejos, los repetidos estímulos
de la orina que, especialmente de noche, les interrumpen el sueño) he procurado tentar, y probar cuantas medicinas antiguas y modernas, simples, y compuestas pude hallar escritas y muy ponderadas en los Autores de mejor nota y
mas selectas Pharmacopeas para corregir semejantes irritaciones y certifico, que
no encontré otra, que obrase tan favorablemente, como los polvos de todo el
Erizo entero, quemado y calcinado hasta reducirse a cal o ceniza blanca.
Nunca administré estos singulares polvos, sin mirar primero muy despacio
el vehículo, en que debían tomarlos los pacientes, respecto a la temperie, achaques habituales, y contextura de cada uno: y así, a los de temperamento bilioso,
acre y ardiente, los daba en emulsiones de pepitas de melón, calabaza, sandia y
simiente de malvas y violetas, sacadas ya con sueros destilados de leche de cabras
o ya con las aguas o cocimientos leves de agrimonia, pimpinela, chicoria, ó verdolaga, dulcificándolos con el jarabe de althea de Fernelio.
334
En los fríos, flemosos, viejos y débiles de estomago, que celebraban poco buenas digestiones, los ministraba en cocimientos o infusiones de aquellos, que
corroboran y ayudan a la primera cocción; pues sí esta no se celebra como debe,
es imposible que las orinas salgan con la temperancia y corrección que necesitan
tener, para no irritar las vías y vejiga. Los catarrosos, de cuyas cabezas descendían copiosos sueros acres, disponía cocimientos de los mas oportunos anticatarrales y finalmente, en aquellos nefríticos que engendraban arenas, mezclaba
los mencionados polvos de el erizo bien calcinado, con selectos cocimientos, y
emulsiones antinefríticas de aquellos ingredientes, que no siendo impetuosos, ni
estimulantes, tenían bastante virtud para limpiar los riñones, y restituirlos, en
parte, a mejor disposición y temperie. El que con método usare de dichos polvos,
conocerá que nó es falso lo que de ellos he referido.28
También el Dr. Tolivar Faes, en su obra Los enfermos de Casal, nos
recuerda los buenos resultados que D. Gaspar obtuvo con los polvos de
entrañas de erizo calcinado en los accidentes histéricos, los catarros y las
estrangularias29.
Pero ya los clásicos atribuían grandes propiedades al erizo. Así, en la
edición de 1624 de la Historia Natural de Cayo Plinio Segundo se puede
leer:
c.- Espermaceti
Su nombre procede del griego sperma, semilla, y del latín cetus, ballena. Es una cera o aceite blanquecino, que se conoce también como blanco de ballena o esperma de ballena. En el siglo XVIII se le llamaba generalmente ambra grisea (ámbar gris).
Debido a ciertas malas traducciones, muchos cronistas señalaban
que el ámbar gris no era más que esperma solidificado de ballenas; sin
embargo, la confusión se debe a que en inglés se denomina sperm whale
al cachalote.
Realmente, es una sustancia sólida y cerosa, de color gris oscuro, que
solía encontrarse flotando en el mar (generalmente en la cercanía de las
335
REMEDIOS POCO COMUNES...
Asado el erizo, o cocido, es remedio contra la lepra, y llagas del pulmón.
Quemado todo el cuerpo, sola su cabeza o pellejo y hecho polvos, se deseca y limpia y quita las superfluidades de las llagas: hace renacer el pelo y tiene otras
virtudes admirables. Gargarizando con su sangre desatada en aguamiel, quita
la ronquera. Es su hiel singular colirio para los ojos. Su bazo asado y comido,
aprovecha para deshacer el bazo, y su estiércol mezclado con vinagre, pez liquida, y sandaraca, hace que no se caiga el cabello.30
costas), y que es el producto de una secreción de los intestinos del
cachalote (Physeter macrocephalus) y también está presente en las cavidades de su cráneo y en las grasas vascularizadas de todas las ballenas.
La primera Pharmacopoea Hispana, recoge una formulación de un
ungüento de Spermatis Ceti que se preparaba en estos términos31:
Unguentum Spermatis Ceti
(Butyrum antiherpeticum)
R/
Spermatis Ceti uncias quatuor, et drachmas sex,
Olei Olivarum uncias quatuor, et semis,
Cerae albae drachmas sex.
Liquefactis adde
Aquae Rosarum unciam semis,
Cerussae acetatae (Sacchari Saturni) scrupulum unum,
Hydrargyri muriati praeccipitati (Mercuri praecipitati albi)
drachmas tres, et scrupulos duos.
Misce cum agitatione ad albedinem.
In singulis unciis continet Hydrargyri muriati praecipitati scrupulum
unum.32
En la obra de Casal esta sustancia nada más que aparece citada en la
carta que prologa al libro:
El ámbar, efedro, o succino, tan decantado de los antiguos y que se nos vendía o por lágrimas de las Phaetontiadas o por regüeldos de ballenas índicas;
confundiendo el Ámbar Gris con la Ambra, o succino, que son cosas muy distintas.33
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Hoy día, el ambra grisea sigue usándose en homeopatía, fundamentalmente —y sin entrar en más detalles— en algunos pacientes con nerviosismo, hipersensibilidad nerviosa o con metrorragias funcionales34.
d.- Piedra Bezoar
Nombra el Dr. Casal este remedio en su obra en una ocasión35. El
bezoar es un cálculo que se puede hallar en los intestinos o estómagos
de los animales. Hay muchos tipos de bezoar, tanto orgánicos como
inorgánicos.
La palabra bezoar viene del persa pâdzahr, y significa contraveneno o
antídoto, pues en la Antigüedad se creía que el bezoar podía curar y anular los efectos de todos los venenos. En 1572, el científico francés
336
337
REMEDIOS POCO COMUNES...
Ambroise Paré realizó un experimento con un bezoar. Paré decía que
era imposible que eso curara todos los venenos. Uno de los cocineros de
Ambroise fue atrapado robando utilería de plata. En su vergüenza,
aceptó ser envenenado. Entonces, el científico hizo la prueba, el cocinero murió, y —al contrario de lo creído en ese tiempo— se comprobó
que el bezoar no curaba todos los venenos. Aunque no actúa contra
todos los venenos como se creía, algunos tipos de tricobezoares (bezoares formados con pelo) podrían anular efectos del arsénico.
Habitualmente se encuentra en los estómagos de muchos animales,
principalmente rumiantes (antílopes, alpacas, ciervos, etc.), aunque
también se puede encontrar en estómagos de humanos (principalmente en pacientes infantiles o adultos con tricotilomanía, es decir, que por
niveles muy altos de ansiedad se arrancan e ingieren su propio cabello
o que ingieren otro tipos de pelos (alfombras, etc.), y en estómagos de
animales domésticos (perros, gatos...).
Según su contenido, hay varios tipos:
Tricobe z oar: es un bezoar formado de pelo. Hay casos en los cua-T
les se forman por el propio pelo consumido de la persona o del animal.
Far mabe zoar: es un bezoar formado por medicamentos.
-F
F itobe z oar: está compuesto de materiales orgánicos no digeribles
-F
(en los humanos, por ejemplo, la celulosa).
-Algunos bezoares, los más interesantes, son los que empiezan por
materiales como arena y piedras, y con el tiempo se van formando capas
de calcio en su superficie, a semejanza de las perlas de las ostras. Estos
bezoares son llamados piedr a be z oar o gema be zoar, ya que son muy
bellos y son consideradas piedras semipreciosas.
Todos estos bezoares se pueden formar en humanos: un bezoar en el
esófago es común en niños pequeños. Un bezoar en el intestino grueso
puede derivar en un fecaloma.
Antiguamente, los boticarios alquilaban o vendían bezoares a muy
altos precios.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
e.- Cantáridas
La Lytta vesicatoria, conocida popularmente con el nombre de can tár ida —y también como mosc a de España o mosc a española por la
traducción de su nombre vulgar en el resto del mundo (spanish fly)— es
un insecto coleóptero de la familia Meloidae usado en medicina hasta
principios del siglo XX como vesicante. La Lytta vesicatoria es denominada a veces, incorrectamente, Cantharis vesicatoria pero, en la taxonomía actual, el género Vesicatoria ya no está incluido dentro de la familia
Cantharis.
También se denominaba cantár ida al producto resultante de la desecación del insecto y a la llaga que producía en la piel de los enfermos
tratados con ella. Los boticarios también denominaban a menudo cantáridas (blister beetle) a otras especies parecidas de insectos.
La Lytta vesicatoria es un insecto de color verde esmeralda metalizado, con un tamaño de 12 a 22 mm de largo y de 5 a 8 mm de ancho. Se
encuentra en ecosistemas cálidos y subtropicales. En Europa, está muy
extendida por todas las regiones meridionales y en América existen más
de 250 especies de esta misma familia. Vive sobre las plantas de las
familias Caprifoliaceae y Oleaceae: olivos, saúcos, fresnos, álamos, etc.
El uso médico de este escarabajo parte ya de algunas descripciones
que realizara el propio Hipócrates, que las usaba en hidrópicos. Su principio activo, la cantar idina (C10H12O4, de la que contiene un uno por
ciento aproximadamente), no fue descubierto hasta principios del siglo
XIX. Se usó para extirpar verrugas y, también, para tratar problemas
reumáticos. La cantaridina es un potente veneno si se toma en dosis
elevadas y ataca principalmente las vías urinarias, causando vómitos
violentos y dolor ardiente.
Plinio, en su Historia Natural36 recomienda el uso de la leche como
antídoto contra este veneno y dice que las cantáridas se vomitan con
jugo de carne de cabra.
La Pharmacopoea Hispana37 de 1794 la cataloga como Insectum
Hispánicum.
Casal empleaba las cantáridas con asiduidad y las cita en su libro en
muchas ocasiones, pero, además, como dice Tolivar Faes:
338
«es tal la fe de Casal en los vejigatorios de cantáridas que, habiéndolos
empleado con éxito en la epidemia de fiebres ardientes y neumonías iniciada en
septiembre de 1735, dedica a dicho tratamiento las páginas 191 a 20138 de su
obra»39.
En esas páginas, el Dr. Casal cuenta como trató también con ellas al
Dr. D. José Dorado (otro médico de Oviedo y no muy bien avenido con
D. Gaspar), enfermo de perineumonía en esa epidemia. Este tratamiento tuvo su enjundia, pues el Dr. Dorado —con poca confianza en las
cantáridas— no quería que se las aplicasen y el Dr. Casal le puso dos
parches en las pantorrillas cuando aquel perdió el conocimiento; el tratamiento no fue efectivo, pues D. José murió dos días después. Sin
embargo, de esa epidemia cuenta Casal que trató con cantáridas diecinueve casos, de los que diecisiete tuvieron rápida curación.
Actualmente, sigue usándose —con el nombre de cantharis— como
remedio homeopático en pacientes con síntomas de ardor: fundamentalmente en cistitis agudas, nefritis, hematurias dolorosas y retenciones
de orina, pero, también, en afecciones dermatológicas que cursen con
erupciones vesiculares y flictenas, y en quemaduras de segundo grado;
así como en anginas y aftas (inflamaciones mucosas de tipo úlceronecrótico) y en derrames serosos con dolores urentes40.
No receté el licor de Asta de Ciervo sucinado, ni el espíritu de sal de armoniaco anisado por no haberlos en estas boticas, ni me atreví a dar vomitivos por
la cortísima edad de los pacientes.41
El cordial alexifármaco (que así nombrado, parece que sería una maravillosa composición) se reducía a un ordinario cocimiento de rasuras de cuerno de
ciervo, raíz de bardana mayor, escorzonera y pimpinela, la yerba escabiosa y
las flores de amapolas. Pero solía añadir el nitro bien purificado, la piedra
bezoar, algún testaceo, o confección de las que en las Boticas se hayan con el
titulo de cordiales y para que el sabor no fuese tan ingrato, dulcificaba esta
bebida con aquellos jarabes, que me parecían más convenientes42.
El vomitivo, que da un Cirujano cercano a este Concejo es la laureola; y
por cordial, un cocimiento de escabiosa y rasuras de asta de ciervo; de modo, que
deja los enfermos al espirar y con todo ello no se le mueren: lo cierto es, que asis-
339
REMEDIOS POCO COMUNES...
f.- Asta de ciervo
El asta de ciervo aparece citada en la obra de Casal en tres ocasiones:
te a muy pocos; pero no se le murió mas que una moza y estoy admirado de que
no se le mueran todos.43
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Se puede ver la cómo había que preparar este remedio y sus indicaciones en la Palestra Farmacéutica Chímico-Galénica de 1792:
Preparación del Cuerno de Ciervo, del Marfil, del Cráneo Humano,
Uña de la Gran Bestia y Huesos de los Animales.
Los Antiguos pensaron que aumentaban la virtud cordial cefálica, sudorífica, y alexiteria del cuerno de ciervo, marfil y semejantes, calcinándolos hasta
que se redujesen en una cal blanca; pero los Modernos, conociendo que su principal virtud consiste en sus partes salino-viscosas-volátiles y que estas con facilidad se actúan en el estomago, hacen dos géneros de preparaciones según la
intención o enfermedad a que se debe aplicar; como cuando se quiere que sea
totalmente absorbente y destructivo del ácido del estómago lo dan calcinado a
fuego descubierto hasta que está blanco: se da para cordial, y para contra la alferecía, perlesía, convulsiones, fiebres malignas, y semejantes: lo dan filosóficamente preparado o crudo, raspado y hecho polvos sutiles, que es lo mejor.
Tómase el cuerno de ciervo, se parte en pedacitos, y se echan sobre los carbones encendidos, dejándolos calcinar hasta que se hayan reducido en una cal
blanca: entonces se sacan, dejan enfriar, se hacen polvos sutilísimos y se prepara o remuele con Agua Rosada sobre una piedra hasta que esté muy sutilizado:
se forma en pedacitos que se secan y guardan para el uso.
Los Alquimistas han querido adelantar más esta calcinación y para hacerla, extractifican los pedazos de cuerno de ciervo con ladrillos y carbones encendidos, lo calcinan y después les parece que tienen un cuerno de ciervo preparado, que ellos llaman filosóficamente, que tiene más virtud que el antecedente; lo
cual es falso, pues no hay razón, ni experiencia que lo confirme.
Es bueno el cuerno de ciervo calcinado para detener los flujos del vientre,
para dulcificar los ácidos del estómago, para quitar las hemorragias y purgaciones. La dosis es de medio escrúpulo hasta una dragma.
Los Modernos inventaron otro modo de preparar este cuerno de ciervo, con
el cual no se le destruye tanto su virtud. Toman pedazos de cuerno de ciervo, los
cuelgan dentro de las cabezas de los alambiques y destilan yerbas aromáticas y
cordiales, dejándolos dentro hasta que se vuelvan blandos, se secan y después se
preparan y guardan para el uso: á esta preparación se llama cuerno de ciervo
filosóficamente preparado.
Mediante esta preparación no deja de perderse algo de las substancias activas del cuerno de ciervo, porque se disuelven en el vapor de agua que asciende,
con que se vuelve friable por la falta de las partes viscosas que se disolvieron.
La mejor preparación del cuerno de ciervo es limarlo crudo y hacerlo polvos sutilísimos, con lo cual se tiene un cuerno de ciervo preparado, sin pérdida
de sus partes activas.
340
El Cráneo humano se ha de escoger de persona que muera violentamente y
de enfermedad: se partirá en pedazos, se secarán y después se harán polvos sutiles, y se guardarán para el uso.
El cráneo de ciervo y la uña de la cráneo de gran bestia se preparan del
mismo modo. Tiénense por específicos en la alferecía, perlesía, apoplejía y demás
enfermedades de la mano. La dosis es de medio escrúpulo hasta dos.
El marfil, y demás huesos de los animales se preparan de dos modos, como
el cuerno de ciervo, según para lo que se ha de aplicar; pero la mejor preparación del marfil es limarlo, y hacerlo polvos sutiles, y se guarda para el uso.44
También la primera Pharmacopoea Hispana recoge dos formulaciones con el asta de ciervo: Cornu cervi pulveratio45 [polvo de cuerno de
ciervo] y Liquor volatilis (Spiritus), Sal volatilis, et oleum cornu cervi46
[Líquido volatil (espíritu), Sal volatil y aceite de cuerno de ciervo].
C.- De or igen Vegetal
a.- Muérdago
Aunque antes dijimos que en este capítulo íbamos a obviar los remedios usados por el Dr. Casal obtenidos de plantas medicinales, no podemos dejar de citar aquí el Muérdago (Viscum sp.) porque el Dr. Casal
dedica un capítulo (De el Visco Coryno47) a contar cómo, dada su buena
fama contra la alferecía, lo exper imentó en varios pacientes pero sin
resultado positivo alguno, llegando a la conclusión de que era inútil.
Termina el capítulo de forma harto expresiva: «Lo cierto es, que en los
Libros de Medicina se encuentran estos, y otros Viscos, para cazar pájaros
bobos»48.
c.- Ocla de mar
L’ocle es el término que la lengua asturiana utiliza para nombrar los
sargazos y, por extensión, todas las algas que aparecen flotando entre
aguas o varadas en las orillas del mar cuando baja la marea.
341
REMEDIOS POCO COMUNES...
b.- Pepitas de melón, calaba z a y sandía
Cita Casal las pepitas de melón, calabaza y sandía en una ocasión47,
como vehículo de los polvos de erizo para pacientes de temperamento
bilioso, acre y ardiente48.
Obviamente, por su procedencia, estas algas son ricas en yodo y, por
ello, aunque su uso fuera empírico, se recetaban desde siempre en el tratamiento del bocio.
Cita Casal este tratamiento en el capítulo de XVIII de su obra:
En los Concejos de Lena y Aller son endémicos los bocios, o bronchocelas; y
así son muchas las personas de uno y otro sexo que los padecen. En algunos es
tanto lo que abultan, que igualan a un zaque de cabida de más de azumbre.
Nunca vi que alguna de estas hernias guturales se curase, aunque he visto
tomar la ocla del mar, y otros innumerables remedios de los que para este fin
traen las Pharmacopeas.51
2.- REMEDIOS DE ORIGEN VARIAD O
a.- Polvos de Borri
Aparece este remedio citado por el Dr. Casal su Historia Médica en
estos términos:
El vomitivo, que solía enviar, se componía de un escrúpulo de polvos de la
raíz de bejuquillo; tres o cuatro granos de polvos de el Borri, cinco granos de sal
de ajenjo; tres onzas de agua de toronjil; dos dracmas de agua de canela; y una
onza de jarabe de rosas secas.52
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Este medicamento, muy famoso en su tiempo, fue inventado por
Joseph Francisco Borri. En Asturias tenemos alguna noticia de este
Caballero italiano gracias a que el Padre Feijoo habla de él en su Teatro
Crítico:
Después de Paracelso y Helmoncio me ocurre otro famoso secretista moderno, muy parecido á aquellos dos, el Caballero Borri, cuyo nombre suena ya
mucho en las Boticas, y es repetido en las recetas de los Médicos, a causa del
vomitorio que inventó, y que con voz vulgarizada se llama los Polvos del
Borri. Pero como, por lo común, del Borri poco más se sabe que el nombre, daré
aquí alguna noticia de él, que creo no será ingrata a los curiosos, porque sin
duda fue un hombre muy extraordinario en genio, acciones, y fortuna.
Joseph Francisco Borri, natural de Milán, pasó niño a estudiar a Roma,
donde luego descubrió una prodigiosa vivacidad de espíritu, y una felicísima
memoria. Hechos los primeros estudios, se aplicó a la Química y Medicina y
adelantando mucho en una y otra en breve tiempo.
(...) En fin murió el año de 1695 a los 79 de edad.
(...) Mas por lo que mira a Secretos Medicinales de alguna monta, no se
infiere de lo dicho, ni es verosímil que el Borri los poseyese. (...) He dicho secretos de alguna monta, por no negarle que supiese mejorar con alguna operación
química de su invención uno u otro medicamento. En esta clase ponemos los
342
polvos que tienen su nombre, los cuales no son otra cosa que cristal de tártaro
antimoniado. Puede decirse, que es un buen medicamento, porque se cree que en
su manipulación se despoja el antimonio de la actividad deletérea o venenosa
que tiene, y por este medio se constituye en el grado de un vomitorio inocente,
mas que al fin no hace otra cosa que mover el vomito, como otros muchos que
hay en las Boticas. Y esto es todo lo que la facultad Médica heredó del famoso
Borri.
(...) Es verdad que este error del vulgo nace de los mismos médicos, porque
algunos, para hacerse más respetables, y aún más caros, fingen tener particulares remedios, y recetan misteriosamente, nuestra agua, nuestros polvos, nuestras
píldoras, dirigiendo la receta a determinado Boticario, a quien se ha comunicado el misterio. Comúnmente estas recetas nada tienen de particular, sino
alguna diferente combinación arbitraria de los mismos simples, o compuestos de
que usan los demás médicos, o la adición de otra alguna cosilla común (que a
este o al otro médico se le antoja hacer por su capricho) a una composición ordinaria. Donde se puede incidir en dos inconvenientes: el primero, que la composición con esa novedad no sea tan útil, o sea positivamente nociva; pues más
fácil es que se engañe un médico particular, que fue autor de esa invención, que
el que yerren todos los demás que aprueban las composiciones comunes. El
segundo, que puede el boticario, si no tiene conciencia, vender el remedio en
mucho más de lo que vale, diciendo que entran en él drogas muy costosas, aunque conste de los simples más viles. Yo por mí declaro que no quiero médicos preciados de secretistas, ni tomaré jamás remedio que no esté expresado con su
nombre propio en la receta.53
b.- Polvos imperiales
Aparecían los Polvos Imperiales definidos en la entrada Imperial
del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) en su edición
de 1734:
IMPERIAL. Se toma muchas veces por especial y grande en fu línea, y de
singular dignidad o recomendación en ella: y en este sentido se llama, ahora
bebida imperial, un género de bebida compuesta, de singular gusto por lo especial de sus ingredientes; como polvos imperiales en las Boticas unos polvos capitales de particular eficacia y composición.54
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REMEDIOS POCO COMUNES...
Se puede decir más alto pero no más claro y, por supuesto, la ética y
deontología médicas actuales comparten y consagran los criterios y opiniones del P. Feijoo.
Retomando los Polvos de Borri, queda aclarado que son simples polvos de tártaro antimoniado, con efecto vomitivo.
Las ediciones sucesivas del DRAE de 1780, 1783 y 1791 repiten la
definición de pol vos imper iales («en las Boticas, unos polvos capitales de
particular eficacia y composición»), definición que desaparece del diccionario en la edición de 1803, no volviendo a figurar desde entonces.
En la Pharmacopoea Hispana de 1794 no aparecen nombrados, sin
embargo, los polvos imperiales. Sí los cita de pasada Félix Palacios en
su Palestra Farmacéutica, Chímico-Galénica en el capítulo en el que habla
de las trituraciones, pero sin especificar su composición:
Lo segundo que se ha de reparar es que si es cierto lo que dice, todos los polvos cordiales y alterantes se hacen sin arte; pues todos saben que los polvos
imperiales, de Diamusco, de Diambra, de Leticia, de Diamargariton,
Estomáticos, Cachécticos, etc. se componen de medicamentos de débil, mediocre
y gruesa sustancia y no obstante esto, se elaboran haciéndolos todos polvos sutilísimos y en esto todos prácticos convienen: luego queda evidente ser inútil e
impropia la advertencia o todos ciegos e ignorantes, yerran en su elaboración, y
el primero el que lo advierte; pues en las descripciones que trae de ellos, dice se
pulvericen sutilmente; y si esto no es así de la disparidad o el por que no obrando los medicamentos, sino es disueltos, estos se han de disolver todos para obrar
á un mismo tiempo y en la zarza y el ruibarbo no se disuelven.55
En la obra (de 1830) Farmacopea Razonada o Tratado de Farmacia
Práctico y Teórico se cita un «Polvo de canela y jengibre almizclado» con
el subtítulo de «Polvo Imperial de Lémery», cuya composición es:
«Canela, 10 dracmas; jengibre, 8 dracmas; clavo, 4 dracmas; galanga
menor, 2 dracmas; macias, 2 dracmas; nueces de especia, 2 dracmas; y almizcle,
14 granos» y «Virtud: digestiva y excitante a la dosis de 12 a 36 granos: contiene medio grano de almizcle por dracma»56
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
pero no está claro si se refiere a los mismos polvos imperiales. Esta fórmula de Polvo Imperial de Lémery se usa aún hoy en día en restauración y repostería.
Casal se refiere a los Polvos Imperiales citándolos en el listado de los
remedios que usó contra la alferecía y le resultaron fallidos:
Muchas diligencias he practicado para encontrar el método y remedios más
seguros y ciertos preservativos y curativos de las alferecías que aquí se padecen,
pero en vano, pues no omitiendo especifico alguno, todos me salieron fallidos.
Repetidas experiencias hice con los viscos, quercino, corylino y de la oxiacantha; y los administré bajo de las reglas y preceptos que advierten los más escrupulosos escritores, predicadores de su eficacia; pero nunca vi efecto digno de
aprecio. Lo mismo me sucedió con los famosos polvos imperiales, los de el
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Marqués, los de la raíz de la insigne valeriana, serpentaria de Virginia, flores
de tilia, peonía, etc.57
c.- Sangrías
En un capítulo dedicado a los remedios usados por el Dr. Casal que,
hoy en día, nos resultan extraños o ajenos a nuestra praxis médica habitual, no podíamos dejar de incluir las sangrías (tanto las realizadas con
escarpelo, como por la aplicación de sanguijuelas).
Las sangrías —las flebotomías— son el tratamiento más extendido
en la práctica médica desde los clásicos hasta el comienzo de la medicina moderna, teniendo para los antiguos galenos un valor no solo terapéutico, sino también diagnóstico y pronóstico en virtud de las características de la sangre emanada.
Casal —no podía ser de otra manera— usó muy a menudo las sangrías y así lo refleja en su obra. Algunos casos en los que las cita como
tratamiento son, por ejemplo, en las pasiones histéricas las mujeres —«las
sangrías (no habiendo cosa que las contradiga o embarace) son el más pronto
y cierto remedio de cuantos he practicado para domar y desterrar por entones
las invasiones de este mal»58—; en las apoplejías (afirma59 que tres de las
treinta que dice haber atendido eran de las que «se burlan de cuantas sangrías se han inventado»); en las paperas («los más aprensivos y acostumbrados a evacuaciones de sangre, se sangraban»60); en las fiebres catarrales61 o
ardientes62; y en las toses: las catarrales63, las de los tísicos64 o las que
afectaban a un par de jóvenes herniados, que mejoraron su tos con ellas65
pero no las hernias, porque, en general, en estas los resultados no eran
tan buenos:
Así mismo, hace más de una referencia al tratamiento con sangrías
en las viruelas, como, por ejemplo en una epidemia del año 1748:
No puedo negar, que las sangrías, antes del día quinto, hicieron (al parecer) buenos efectos, o, por lo menos no malos, en aquellos muchachos, y aún
niños, de dos, hasta cuatro años, que tenían indicantes para ellas; pues de los
que se sangraron, convalecieron muchos: pero no me atrevo, con todo eso, a
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REMEDIOS POCO COMUNES...
(..) pues hemos conocido no pocos sujetos con hernias carnosas, varicosas,
venéreas, y de otras especies, sin toses húmedas, ni secas; y otros con toses secas,
que nunca, aunque se sangrase, se mudaron en hernias. 66
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
defender, que por las sangrías se libraron de la muerte, sí porque, acaso, el veneno epidemial no estaría en estos tan dominante, como en los que murieron.67
y termina añadiendo:
(...) pues siendo los dos muchachos de quince años, y habiendo sido sangrados en debida cantidad, y tiempo, según reglas médicas, murieron
ambos a manos de las epidémicas viruelas. Asimismo pueden ser testigos otros muchos, que sanaron sin evacuaciones de sangre, no porque
tuviesen contra indicante alguno, sí porque no llamaron a tiempo
médico, ni cirujano. 68
Por último, Casal cuenta que el médico José Dorado las usó sin éxito
en un mozo de veintiocho años aquejado de lombrices, paciente luego tratado
por él con éxito con «específicos contra lombrices»69.
No es descabellado pensar que el Dr. Casal —con su acostumbrada
visión crítica— aunque las usara a menudo, comenzara a dudar de la
efectividad de este tratamiento y empezara a replantearse al menos el uso
extensivo e indiscriminado con el que la medicina del siglo XVIII lo
empleaba, pues en varias ocasiones se lamenta en términos semejantes a
estos: «es probable que acaso no hubiera muerto, si no se hubiera sangrado»70.
Respecto a las sanguijuelas, las nombra Casal como tratamiento a
una cefalea (dos detrás de cada oreja)71, de las hemorroides72 y en las
situaciones epidémicas en las que a los adultos sangraba, pero que, en
niños de corta edad, prefirió usarlas con el mismo objeto:
Con estas, y otras experiencias, y razones, me resolví a sacar sangre,
valiéndome de sanguijuelas, por la poca edad de los pacientes: y certifico con verdad, que se consiguió grandísimo beneficio en casi todos; y
que en ninguno se reconoció detrimento, procedido de semejante evacuación.73
Queda pues bien claro, el uso de las sangrías —conforme a la ciencia del momento— en la práctica clínica habitual del Dr. Casal.
d.- Miscelánea
Hay algunos remedios que el Dr. Casal cita en una única ocasión,
como de pasada, en su obra. A ellos no vamos a dedicarles muchas líneas pero tampoco podíamos evitar al menos citarlos:
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Píldor as de Bar bet: como reproducimos más arriba, en el apartado
dedicado al hueso humano, Casal las cita dando parte de su composición cualitativa: «hueso humano calcinado, greda preparada, trociscos de
alquequenjes, etc.»74.
Pol vos del Marqués: el Dr. Casal los cita únicamente junto con otros
remedios fallidos contra la alferecía, como vimos en el apartado del los
Polvos Imperiales75. Serían un tipo de tártaro emético.
Receta de Har ris: la cita D. Gaspar en relación con los cálculos renales, indicando que su principal ingrediente es el ruibarbo76.
Caldos de tor tugas, de c angre jos de río, de víbor a: el Dr. Casal los
cita, junto con el de carne de ternera, como buen tratamiento para endemias; pero añade que esos animales no se encuentran en Asturias77.
Remedios de los médicos de París: al final de su obra, reproduce
Casal las cartas que cruzó con los sapientísimos doctores de París sobre el
tratamiento de un enfermo con un tumor en la tetilla izquierda. En su
respuesta, los médicos franceses le recomiendan un pormenorizado tratamiento que incluye, entre otras cosas: Bálsamo de Calisis, Pol vo de
R anas Desec adas y Poudres de Rot roux (antimonio diaforético) 78.
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Laín Entralgo, P. (1978). op. cit. p. 363.
Casal, G. (1959), op. cit. p. 46.
Lo cuenta hablando de las aguas medicinales de Las Caldas (Ídem, pp. 50-52).
Ídem, pp. 320 y ss.
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Cabal, M. (1985). «Documentos inéditos de D. Gaspar Casal: Recetas médicas y testamento». BIDEA (año 39, n.º 116, p. 823).
Ibídem.
Ibídem.
Villa, M.P. (1967). Casal en Oviedo. Oviedo, p. 120.
Ibídem.
Mendoza-Vega, J. (2005), Enfermedad, salud y médicos en El Quijote. [en línea]
<http://www.asale.org/ASALE/ pdf/ACoL/JuanMendozaVega.pdf>, p. 8.
Obviamente, no se refiere a la entidad que hoy en día conocemos como Enfermedad Celiaca,
sino a un cuadro de dolor y rigidez abdominal que podría corresponderse con un espasmo de
píloro.
Historia Natural de Plinio, libro XXXVIII, capítulo XXI.
Ibídem.
Casal , G. (1762). Historia Natural y Médica de el Principado de Asturias (obra póstuma que
escribió el Doct. D. Gaspar Casal y saca a la luz el Doct. Juan Joseph García Sevillano). Madrid,
p. 123.
Idem, p. 214.
Palacios, F. (1792). Palestra Farmacéutica, Chimico-Galenica. Madrid. p. 644.
Casal, G. (1959), op. cit., p. 116.
Ídem, p. 48.
Ídem, p. 59.
La traducción sería: Se coge la cabeza de la víbora con las pinzas y se corta la cola: se despelleja,
y se sacan las entrañas y la grasa, que se debe dejar de lado para otros usos; se toma el tronco para
la juscula, se seca al aire y a la sombra y se almacena en un vaso cerrado en un sitio alejado. Se
preparan de forma similar: las serpientes para las jusculas.
Palacios, F. (1792). op. cit. pp. 644-645.
Casal, G. (1959), op. cit., p. 289.
Ídem, p. 131.
Numeración de la edicción de 1959.
Numeración de páginas de la primera edición de la obra de Casal (1762).
Tolivar Faes, J. (1981). Los enfermos del Dr. Casal. Oviedo. p. 27.
Plinio. Historia Natural de Cayo Plinio Segundo traducida por el Licenciado Gerónimo de
Huerta (1624). p. 453.
Pharmacopoea Hispana (1794). Edición fascímil de 2007. Sevilla. p. 188.
Ungüento de esperma de ballena
(Mantequilla antiherpética)
R/Cuatro onzas y seis dramas de esperma de ballena,
Cuatro onzas y media de aceite de olivo,
Seis dracmas de cera blanca.
Añadir el filtrado de Media onza de agua de rosas,
Un escrúpulo de acetato de albayalde [carbonato básico de plomo] (azúcar de Saturno),
Tres dracmas y dos escrúpulos de cloruro de mercurio precipitado (mercurio precipitado blanco).
Mezclar con agitación a la blancura.
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Cada onza contiene un escrúpulo de cloruro de mercurio precipitado.
Casal, G. (1959), op. cit. pp. 7-8.
Jouanny, J (1993). Nociones fundamentales de Materia Médica Homeopática. Madrid, p. 19.
Casal, G (1762), op. cit. p. 273.
Plinio, op. cit. Libro XXVIII, capítulo XLV.
Pharmacopoea Hispana (1794). op. cit. p. 10.
Los números de página a los que se refiere el Dr. Tolivar Faes son de la edición de 1959.
Tolivar Faes (1981), op. cit. pp. 37-38.
Juoanny (1993), op. cit. p. 96.
Casal, G. (1762). op. cit. p. 240.
Ídem, p. 273.
Ídem, p. 289.
Palacios, F. (1792). op cit. p. 643-644.
Pharmacopoea hispánica (1794), op. cit. pp. 33-34.
Ídem, p. 85.
Casal, G. (1762). op. cit. p 36-40.
Ídem, p. 40.
Ídem, p. 142.
Ver más arriba, en el apartado dedicado a los polvos de erizo.
Ídem. p. 128.
Ídem. p. 273.
Feijoo y Montenegro, B. G. (1765). Theatro crítico universal ó Discursos varios en todo genero de materias para desengaños de errores comunes. Madrid . Discurso Segundo: Secretos de
la naturaleza, pp. 42-49.
DRAE (1734), p. 224.
Pharmacopoea Hispana (1794). op. cit. pp. 141-142.
Henry, N.E. (1830). Farmacopea razonada o tratado de farmacia práctico y teórico (volumen
1). Madrid. p. 270.
Casal, G. (1762). op. cit. p. 141.
Casal, G. (1959). op. cit. p. 138.
Cf. Ídem pp. 332-337.
Ídem. p. 148.
Ídem, p. 151.
Ídem, p. 191.
Cf. Casal, G. (1762). op. cit. p. 240.
Cf. Casal, G. (1959). op. cit. p. 120.
LOS PACIENTES INFANTILES DE CASAL.
Hay mucha y muy fina Pediatría en la obra de Gaspar Casal. Pero
creemos firmemente que siempre que actúa como Pediatra lo hace forzado por la necesidad u obligado por el compromiso. No hay una sola
palabra que delate su afición especial hacia los problemas patológicos de
los niños. No se descubre nunca esa postura específicamente dispuesta
que es la inclinación vocacional para abordar el caso infantil, dictaminada por un concepto propio, entrañable y exclusivo, de su fisiopatología. Su aplicación paree siempre casual y efímera. Vive muy lejos de la
hora pediátrica que habrá de aportar, entre tantas cosas, un concepto
médico del niño, una forma peculiar de mirarle, y una mentalidad concretamente centrada en la explicación de sus relaciones personales y
corporales.
Transcribimos algo que hemos publicado ya sobre concepto médico
del niño para comprender la actitud de Casal, médico general, al dedicarse a él.
“Ha sido el niño un problema para la sociedad hasta la humanización de la medicina; pero también ha sido un problema para la medicina hasta el advenimiento del Pediatra. La idea de ser el niño un “adulto en miniatura” pertenece a la era antepediátrica. Refleja una cómoda
solución contra el estudio de fisiologías y terapéuticas nuevas. Pero la
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JESÚS MARTÍNEZ FERNÁNDEZ
VENANCIO MARTÍNEZ SUÁREZ
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
realidad es que sus órganos –lo mismo que sus problemas– no son
exclusivamente más pequeños, sino cualitativamente diferentes; y esta
diferenciación capital abre la puerta al médico especialista. A partir de
este instante el niño deja de ser también un “jeroglífico patológico” y
nuestra medicina –aunque el niño no hable– adquiere un noble rango
que la entroniza en la antípoda de una medicina veterinaria.
Veamos que criterios tan diferentes de concepción.
Para el médico general, el niño es un enfermo engorroso y complicado que no dice lo que le duele. Las dimensiones corporales más
pequeñas, requieren un procedimiento particular y específico; encuentra dificultosa la auscultación si el niño llora. Como los adultos no lloran al ser explorados, cree que el niño no debe llorar y considera que si
lo hace será peor para él ya que habrá de examinarle, bien o mal, con
lágrimas o sin ellas. Puesto que el proceso de vestirle y desnudarle nos
hace perder mucho tiempo a los Pediatras (es el tiempo, en efecto, más
estéril e ingrato de nuestra profesión), opta por explorarle con la ropa
puesta. El problema personal ante la enfermedad no se plantea. La
enfermedad del niño solo trunca o entorpece los destinos de sus mayores. Si la idea de la muerte anida en el espíritu, se dibuja tan lejana e
imprecisa que sus contornos no adquieren la nitidez de una representación consciente.
El niño para el Pediatra es siempre el objeto primordial de sus preferencias. Diríase que toda su sensibilidad (sus dedos, sus oídos, su proceso discursivo) se va especializando en una dirección única con el
transcurso de la experiencia, perdiendo facultades para otro tipo de
cometidos. ¡Qué difícil, por ejemplo, para nuestras manos, al cabo de
unos años, obtener sensaciones viscerales de la palpación abdominal de
un adulto!
No nos “enfrentamos” con el niño para mirarle; nos “allegamos” a él
con dulzura sacrificando ademanes hoscos o especulantes; llora o no
llora, según nuestra conveniencia. Suplimos la anamnesis descifrando el
elocuente dialecto del órgano enfermo que tan profundas enseñanzas
nos brinda; sacamos gran partido de minúsculos movimientos expresivos o reactivos cargados de significación. Esto delimita claramente una
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patología y una fisiología distintas, una ciencia con personalidad propia,
profundamente modulada por el hecho del crecimiento. Si la medicina
del adulto centra su retina en la imagen inmóvil y precisa reflejada por
un lago, la Pediatría recoge la interminable sucesión de reflejos emitidos por la materia animada y siempre fluyente de un arroyo.
Nuestra posición ante una criatura enferma no puede, en modo
alguno, ser indiferente. Que el niño tenga un mundo interior distinto al
del adulto, no quiere decir que no lo tenga. Su alma no es una tundra
sin vegetación y sin calor. El niño siente gravitar sobre ella el peso de la
enfermedad, y sabe como ésta paraliza su acontecer biológico. No sabemos si en las postrimerías del primer año el niño enfermo evocará con
nostalgia sus circunvoluciones por el corralito, pero sí que en la edad
preescolar tiene conciencia de la enfermedad, como de algo malo que
produce molestias corporales o cercena sus ocupaciones habituales.
Incapacitándole para los juegos, que son el polo magnético de su actividad, experimenta la misma ansiedad dolorosa que puede sufrir el
financiero enfermo alejado de su despacho. A los seis años –edad crítica de bache corporal y psíquico– siente sus pequeños tropiezos como
“avería” física y trata de sobreponerse a ellos para continuar su trayectoria evolutiva. Y adquiere la conciencia de la muerte y de sus accesorios
(entierros, cementerios, etc.), relacionándola con la enfermedad. El
niño de seis años tiene miedo a morir y siente gran admiración por el
médico, poseedor de facultades excepcionales para luchar con la muerte. Por ello hace un enfermo agradable y razonable.
Esto es el niño para el Pediatra: un ser humano con todos sus atributos, con una compleja vida emocional y afectiva a la que llega el eco
de todo lo que ocurre en el conjunto orgánico; un ser humano que siente conscientemente el impacto de la enfermedad y precisa auxilios terapéuticos; un ser humano que puede constituir un problema fácil o complicado para el médico, pero en modo alguno insoluble si sabe acercarse a él”
No se pretenda encontrar en un médico del siglo XVIII esta sensibilidad que es patrimonio de la actualidad pediátrica. Pero en Casal se
halla por lo menos una naturalidad de signo positivo que si no le arras-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
tra, al menos le aproxima al niño enfermo; y en la que se catan, por
veces contadas, sus gotas de amor y de comprensión.
Revisemos su pediatría en sucinta condensación.
No desconoce Casal los perjuicios de una retención exagerada de
calor en un niño febriciante, ni la bondad de una alianza estrecha con
la higiene de las más diversas enfermedades. Y lucha contra la transmisión de los errores, contra las creencias absurdas y contra la ignorancia,
como lo haríamos hoy al erigirnos en campeones de una Puericultura
científica: En esta niña pudo ser causa de la temprana muerte “el tenerla en un cuarto muy pequeño, entapizado, y lleno de cortinas, con brasero encendido: pues nunca fue posible, ni lo será jamás, según entiendo, sacar de la credulidad antigua a sus padres, parientes y conocidos”.
Es asombroso su concepto de la nutrición infantil; porque en su
torno gira hoy uno de los capítulos más revolucionarios de la ciencia
pediátrica contemporánea que, al ser esclarecido, hizo descender como
por ensalmo la trágica mortalidad que iba unidad a los trastornos diarréicos de los primeros meses de la vida. Aduce un testimonio de
Martín Martínez que dice literalmente: “La causa de la copiosa nutrición, y aumento en los niños es la mucha humedad, y terneza de sus
partes, que al menor ímpetu de el jugo nutritivo cede, y se dilata: también es causa el moderado calor de sus humores, que basta a hacer una
blanda promoción en los líquidos, y no es capaz de excitar profusas disipaciones: a esto ayuda lo glutinoso, y nada mordad de su materia autífica; por lo cual fácilmente se pega, y dificultosamente se aparta”. Hay
aquí una música de fondo hipocrática. Pero también parece escucharse
una voz lejana que nos habla del metabolismo del agua, de la imbibición hídrica de los tejidos, del crecimiento en función de la fijación
acuosa celular, y de los niños hidrolábiles e hidroestables de los modernos tratados de medicina infantil.
Las enfermedades que expone a través de los casos vistos por él,
encuadran en lo que llamaríamos hoy Patología infecciosa y parasitaria.
No hay rastro de Patología de órgano ni de sistema, pese a que habrán
existido más que ahora las afecciones de precisa localización. Esta
ausencia se debe, sin duda, a la respuesta diferente del órgano infantil
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que le impediría sentar analogías con los datos que recogía en su amplia
y nutrida práctica con los adultos. Tampoco, salvo una excepción, presenta historias de lactantes o recién nacidos, cuando tuvieron que abundar las enfermedades y defunciones en estas edades tempranas. No sería
raro que su sentido común le hiciese echar a un lado este contingente
de enfermitos cuyos trastornos fulminantes no comprendía y no podría,
por consiguiente, detener ni corregir.
Entre las enfermedades parasitarias estudia con cierto detalle las
debidas a las lombrices, y la sarna. Y entre las infecciosas se ocupa de la
viruela, sarampión, tos ferina, paperas, lepra, fiebres ardientes con
peripneumonías y catarros sofocantes.
Las lombrices –ascaris y tenias–, abundantes en Asturias por el “frecuente uso de leche y frutas”, causan menos daños de los que vulgarmente se cree y más de los que ligeramente se les atribuyen. Cree la
gente, y hasta los profesores de medicina, “que entre cien enfermos, los
noventa y nueve no padecen otra cosa, que copia de lombrices”. Pero
otras veces de interpretan como graves enfermedades agudas los trastornos más o menos importantes de causa parasitaria. Hasta el extremo
de confundir con un prolapso la Tenia que trata de sortear el esfínter
rectal del hijo de Tomás Fernández, de doce años de edad, y proponer
el médico y cirujano, como médico salvador y heroico, “cortar lo que
estaba fuera”. ¡Mal parado iba a salir el intestino si realmente lo hubiese sido!
Las larvas de áscaris lubricoides atraviesan la barrera placentaria. La
hija de don José García de la Cruz, Oidor de la Real Audiencia del
Principado, de dos semanas de edad, arrojó con el vómito, una lombriz
grandísima, teniéndola en brazos su comadre Magdalena de Pumarín.
“Aquella lombriz, de un palmo y algo más, parece que la tenía ya en el
vientre de su madre, pues son pocos quince días para crecer tanto”.
En la dramática epidemia de viruela que lleva a la tumba a dos hijas
de su señora la Duquesa del Parque, de cinco y diez años de edad, enferman también el mayorazgo, Manuel, de seis años, y otra hermanita de
cuatro años, escapan milagrosamente a la muerte. Es en estos dos niños
que Casal describe el sueño comatoso con delirio, fiebre y rugido de
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
dientes, inquietud y temblores convulsivos, que cesan al cabo de veinticuatro horas con la expulsión por la boca de una lombriz viva. “Todos
los que arrojaron lombrices muertas (según lo que yo observé), murieron como la niña, hija del Marqués de Vallecerrato; y un muchacho, hijo
de Rivas; escribano del gobierno; pero los que las arrojaron vivas, sanaron”. Hay una concomitancia cierta entre los procesos febriles y la
expulsión de lombrices que ven turbadas, por la hipertermia inopinada,
sus condiciones normales de habitabilidad, si bien las interpretaciones
de Casal se alejan un tanto de los conocimientos actuales sobre las causas, efecto, significado y circunstancias, de la parasitación.
En las páginas descriptivas de la sarna se observa una lamentable
confusión diagnóstica, junto a apreciaciones de irrefutable exactitud.
Reduciendo a sarna toda la dermatología pediátrica, la identifica de
manera desconcertante con toda suerte de impéticos, costras lácteas,
piodermitis, pénfigos y abcesos cutáneos. La plaga, sumamente contagiosa, es tan frecuente en los niños que, “por no regular la tienen aquí
todos, o casi todos, hasta la edad de siete años”. En el recién nacido y
en el lactante se localiza en la cabeza. “Después de los doce años de
edad, la mayor parte de la sarna nace en los muslos, en las piernas, en
las manos y en los brazos, y al mismo tiempo se cubre el vientre de un
sinnúmero de granos y postillas”. El picor “es insufrible sobre todo a
media noche”. En su aparición no influye la salud de los padres, aunque
las formas graves se ven más en los descendientes de progenitores
enfermos, y menos en los niños limpios, cuidados y criados por buena
nodriza.
Casal considera como síntomas premonitorios las adenitis cervicales
y occipitales “del tamaño de una nuez o de un pruno, que muy rara vez
vienen a supuración, sino que, por transmigración de la materia, se convierten en sarna, que ataca a la cabeza. He visto no pocas veces en la
cerviz de los infantes, hacia la parte derecha, o hacia la izquierda, detrás
del apófisis mastoides, crecer grandes tumores, casi como manzanas, los
cuales, después de acerbos dolores e intensa fiebre, venían a supuración:
y era porque retirándose la sarna en aquellos infantes, ya por frío, ya por
otra causas, degeneraba en aquellos tumores”. La adenitis que describe
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PACIENTES INFANTILES...
Casal son, en realidad, infecciones ganglionares secundarias. Y los
tumores mastoideos como manzanas, pudieran ser abcesos de Bezold
en niños con otitis medias supuradas de procedencia externa.
La sarna es un preservativo para múltiples enfermedades ya que a
nos por ella “morirían los más de delferecías y males catarrosos. Los más
sanos y limpios de todo el cuerpo, tienen ordinariamente tan llena la
cabeza de granos purulentos, postillas, y ulcerillas, acompañadas de
materia icorosas, y de innumerables piojos, que causan horror y lástima
a cuantos los miran”. Es, pues, la enfermedad un recurso curativo natural, “una expurgación cutánea, mediante la cual, expele el cuerpo
muchas de aquella superfluidades, que lo tenían agravado”.
Con esta creencia, y aún teniendo el parásito productor a la vista, no
podía llegar de ningún modo a establecer correctamente la relación
etiológica. “En el cuerpo de los sarnosos, y especialmente en las manos
y en los pies, bajo la epidermis, se crían syrones, animalitos de los más
pequeños que puden percibirse a simple vista: en esta región se llaman
aradores, y con razón; pues siempre crían entre la dermis y la epidermis,
y caminan como conejos, dejando una larga y diminuta canal, a manera de surco, que con buena luz y vista perspicaz, se percibe perfectamente; y parece increíble la comezón y la molestia que causan estos microscópicos animales. Algunso los sacan diestramente con la punta de una
aguja; puestos sobre la tabla bien pulimentada, se ve claramente su
movimiento, y si se comprimen con una uña, estallan como piojos o lindes, y dan un suero límpido en vez de sangre”.
La suciedad, las escoriaciones por rascado, las puertas dérmicas
abiertas a toda clase de infecciones, no hacían una rareza la aparición de
temibles complicaciones como la que padeció el primogénito de don
José Argüelles Cienfuegos –un tétanos, sin lugar a dudas– presa de un
“terrible opistótonos y muerte a los tres días con atroces tormentos”. La
viruela evoluciona malignamente en los sarnosos y no es un antídoto
contra ella como afirman muchos autores.
Dado que el brote de sarna revela la purificación de los humores, el
tratamiento, en buena lógica, será abstencionista.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
El año 1720 fue en Asturias de una morbilidad espeluznante.
Ictericias epidémicas, viruela, catarros febriles y parotiditis, invadieron
en trágico desposorio el ambiente regional, turbando la serenidad y la
salud de sus pacíficos moradores. Espesas nieblas, que llaman cierzo del
mar, con “un hedor enfadoso, semejante al marisco” pudieron influir en
el suceso por acarrear “algunos efluvios, que pudieron ser causa fomentativa, y aumentativa de los catarros, y viruelas”
Casal se documente experimentalmente acerca de las características
clínicas, evolución y pronóstico de las viruelas: “Comenzaron éstas (con
poca diferencia de tiempo) cuando los catarros; y explicaron también su
mayor actividad en el estío. Fueron muy generales; pues no solo comprendieron a los que nunca las habían padecido, sí también a los que en
otras benignas epidemias tuvieron manifiestas viruelas. Las confluentes
venían con mucha malicia; y así fueron muchos los niños, y muchachos,
que murieron. En algunos se gangrenaron, y ulceraron las encías, y
labios, y cayeron (antes de morir) los dientes; y la fauces se pusieron en
tal paraje, que apenas les era posible tragar cosa sólida, ni líquida: y
cuando se comunicaba el daño a la laringe, y pulmones incurrían en
sofocaciones mortales. Todos aquellos que tenían pocas viruelas, distintas, y apartadas unas de otras, se libraron de la muerte, y de molestias
grandes: pero los que (como ya dije) las tenían amontonadas, y a pelotones (dígolo así) como manchas de tigre, o morían, o llegaba a sumo
peligro, con grandes trabajos”.
La fiebre inicial puede ir seguida de una remisión completa que dura
tres o cuatro días. A estos niños “sus madres los sacaron de la cama, para
que se divirtiesen con los demás muchachos; pero al quinto o sexto día
salieron las viruelas” que fueron benignísimas. Describe la espinalgia del
periodo prodrómico en la niña del Marqués de Vallecerrato, con un
dolor “tan furibundo, que no le permitió en toda la noche un instante
de sueño, ni sosiego”. Habla de formas leves, hemorrágicas, confluentes, y de repetición (¿varicela?). Anota detalladamente todos los síntomas generales: “fiebre, vómitos, náuseas, lágrimas, incendios en los ojos,
toses, estornudos, inapetencias, temblores, sueños turbulentos, con sustos, sopores, letargos, delirios, etc.” Pero no distingue la varicela de la
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PACIENTES INFANTILES...
viruela y piensa –como en el caso del niño del Marqués de
Camposagrado– que la diarrea debe respetarse porque “la próvida naturaleza arroja por aquellos caminos, y conductos, las superfluas materias,
que no expelió con los granos, y vejigas de el cutis”.
En los niños de César el cerrajero, de Miguel el confitero, y de un
vecino cuyo nombre ignora –todos de unos cinco años– cita la complicación mortal de un tumor “redondo, no piramidal, sí esférico, de color
cárdeno-obscuro, tan duro como escirro, debajo de un ojo, junto a la
nariz, y sobre la raíz del colmillo, o diente canino, que se gangrenaron
y encanceraron”. Como no tuvieran diarrea cocluye que purgaron por
allí sus humores indómitos cuando, probablemente, habrían padecido
mortales abcesos consecutivos a infecciones lagrimales o de los senos
paranasales.
El tratamiento de elección es la sangría en los niños mayorcitos, y la
aplicación de ventosas en los más pequeños; pero no se atreve a asegurar que por las sangrías es librasen algunos de la muerte, “si porque,
acaso, el veneno epidemial no estaría en éstos tan dominante, como en
los que murieron”.
Pocas noticias nos trasmite sobre el sarampión aunque confiesa que
vió “muchas grandes epidemias”; y siempre “acompañado (especialmente en este país) de copiosas fluxiones de garganta, pecho, estómago, y
vientre, las cuales ocasionan frecuentes toses, vómitos, salivaciones y
diarreas, con largas expulsiones de linfas delgadas, y sueros de varios
colores”. Más adelante prosigue: “Venía el sarampión con tanta fuerza,
que no contentándose con ser muy espeso, y numeroso, formaba (principalmente en la cara y tabla del pecho) unas manchas tan extendidas,
como una grande hoja de higuera, y tan rubias, y obscuras como la
grana, que antiguamente se usaba. Los vómitos (en el tiempo que brotaban el sarampión, y manchas rubro-obscuras) se componían de unos
sueros tan verdes, que parecían zumos de hortigas, o aguas en que se
había disuelto gran porción de cardenillo; y sobre esto eran tan abundantes, y frecuentes, que en el breve espacio de un cuarto de hora llegarían a cuatro o cinco cuartillos: por lo cual era necesario barrer, y echar
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
tierra, o ceniza en los aposentos de los enfermos, para poder entrar a
visitarlos”.
En cambio, es muy amena y rica en detalles su exposición de una
epidemia de tos ferina acaecida en el Principado en el año 1724.
Ataca a los niños de uno a seis años, comienza con un catarro vulgar, sin fiebre, para hacerse la tos pesada y convulsiva, de predominio
nocturno, al avanzar la enfermedad. Hace la siguiente descripción del
paroxismo ferinoso: “Apenas empezaba el insulto de ella, cuando se disparaban todos los músculos pneumáticos, con tal desbarato y pertinaz
repetición, que, sin intermitir un momento, ni dar una mínima tregua a
los angustiados pacientes, para que tomasen nuevo aliento, los derribaba en tierra, o los postraba de manera, que (cubiertos de sudor; mudado el rostro en cárdeno; vueltos los ojos, como en las alferecías; sacando la lengua con semblante amoratado, y negras casi las venas raninas)
parecían imágenes horribles de la muerte”. Al inspirar aire con la glotis
cerrada “formaban todos un sonido, o graznido clangoroso en la laringe como el que forman los gansos”. Pasado el sofocón, que podía repetir veinte, treinta o más veces al día, “dormían, y comían los pacientes
casi naturalmente, y se divertían” como si no estuvieran enfermos. Eran
frecuentes las complicaciones (flujillos de sangre por las narices, vómitos, quebraturas, “abundantísima copia de piojos en la cabeza”) de esta
afección que solía durar cuarenta días en los niños más sanos y más de
dos o tres meses en los de mala complexión.
En la lista de sus ensayos terapéuticos fallidos podríamos leer los
siguientes remedios: aceite de almendras dulces extraído sin fuego, y
mezclado con caldo de gallina, azúcar piedra o jarabes pectorales emolientes o expectorantes; sucino preparado; mirra; azafrán; fermaceti; caldos de gallina y azúcar piedra, con escabiosa, tusílago, hisopo, verónicas, y hierbas pectorales; jarabe de adormideras blancas; simiente de
mastuerzo en cocimiento; maná y purgantes benignos; agua cocida con
rapa o nabo redondo, En la rela ción de tratamientos inexperimentados,
que no había en las boticas de Oviedo, el licor de asta de ciervo sucinado y el espíritu de sal de amoníaco anisado. Y en el plano de lo efectivo, la extracción de sangre con sanguijuelas “por la poca edad de los
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PACIENTES INFANTILES...
pacientes”, con las que consigue “grandísimo beneficio para casi todos”
no reconociendo en ninguno “detrimento procedido de semejante evacuación”. Por último, doce palabras lacónicas que refuerzan sus afirmaciones: “En toda la epidemia no fueron los diez uno los que murieron”.
Los párrafos anteriores evidencian una vez más el espíritu fino,
paciente, investigador y realista, de Gaspar Casal, que prueba y contraprueba una y mil veces para encontrar la solución curativa de una enfermedad que sigue siendo todavía la ingrata pesadilla de los pediatras
modernos.
Dos epidemias de paperas (1720 y 1747) le permiten obtener informaciones clínicas directas sobre la evolución síntomas y tratamiento, de
la enfermedad.
Si bien afectaron a la población sin distinción de edades, fueron más
comunes “en los mancebitos que no pasaban de los diez y ocho años”.
La inflamación se localiza en la sobarba, en uno o los dos lados de la
cara, llegando en ocasiones “lo entumecido hasta poco más arriba del
manubrio del hueso esternón”. “Duraba algún tiempo, pero insensiblemente se iban desvaneciendo. Unos las untaban con aceites de manzanilla, almendras dulces, lombrices, etc.; otros las dejaban al beneficio de
la naturaleza. Los aprensivos y acostumbrados a evacuaciones de sangre, se sangraban; y no conocían detrimento, antes sanaban con más
brevedad, que los otros”. Como complicación refiere las orquitis, uno o
bilaterales, de benigno pronóstico en ambas epidemias.
Nada digno de transcripción escribe sobre la lepra infantil, de la que
solo refiere una observación en un niño de quince años.
Y en lo tocante a las “fiebres ardientes y perpneumonías”, que por su
rápida propagación y ubicación respiratoria nos hacen pensar en las traqueobronquitis, bronconeumonías, y cuadros gripales y virales, que hoy
nos sorprenden con su llegada estacional y epidémica –poniendo a
prueba la efectividad de las terapéuticas antibióticas–, explica su sintomatología en la que sobresalen la “gravedad de cabeza, romadizos,
estornudos, y mala disposición de todo el cuerpo. Al segundo, o tercero día llegaban a ofender el estómago; y propagándose a los intestinos,
prorrumpían en vómitos, y despeños de vientre, tan horrendos, que, en
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
menos de veinte horas, ponían a los miserables enfermos en las fauces
de la muerte”. Muchos incurrieron en “verdaderas peripnemonías y costados”. Otros venían “con agudo dolor en un oído”. Pero, a pesar de la
seria traza, la mortalidad no fue alarmante y casi todos curaron con
“fomentos exteriores, sin instarles, ni obligarles a que tomasen medicina alguna”. Los trastornos de la hija de don Juan Cónsul, de doce años,
y del hijo primero de don Pedro Martínez, de siete años, calificados de
“fiebres ardientes”, sin manifestaciones catarrales y curados con cantáridas en las pantorrillas, habrán sido simples amigdalitis agudas con
escandalosa calentura y evolución inocente.
Hay, por fin, dos menciones de “catarro sofocante” que son, indudablemente, laringitis estridulosas o estenosantes, y que Casal comenta
textualmente con estas palabras: “Acordábame también de un niño, y de
una niña; aquel de cuatro años, y esta de cinco, ambos vecinos de esta
ciudad, y de familias nobles: los cuales, siendo robustos, y sanos, levantándose de dormir, se hallaron poseídos de unos catarros sofocantes, tan
horrendos, y peligrosos, que no pudiendo tomar aliento, andaban, como
locos, haciendo extraordinarias acciones, y movimientos con los brazos;
y llenos de sudor, y angustia, respiraban con tanta fatiga, como los que
padecen casi mortales ortopneas. Hice que de repente se sangrasen; y de
repente quedaron libres de sus trabajos”.
Estas son, en apretada relación, las noticias pediátricas contenidas en
la Historia Natural y Médica del Principado de Asturias, que un día
escribió don Gaspar Casal y Julián, médico general.
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LA DERMATOLOGÍA EN LA OBRA
DEL DOCTOR GASPAR CASAL.
ADOLFO BARTHE AZA
Son pocos los que nacen o moran en esta región que se libran de la
asquerosa sarna. Rarísimos son los infantes a quienes no acometa, aunque no en el mismo tiempo, por el mismo orden y con los mismos síntomas. Son también muy varias las propiedades y síntomas de la enfermedad, según la diversidad de complicaciones y disposiciones de los
individuos.
Para ser o no atacado, por la sarna, importa poco que los padres,
hayan sido sanos o enfermos, robustos o débiles, jóvenes o viejos, porque los hijos de padres jóvenes, fuertes y sanos les ataca lo mismo que
a los de padres enfermos, débiles o viejos en esta región, pero deben de
tenerse en cuenta estas circunstancias respecto a la cantidad, cualidad,
duración y éxito de la enfermedad, como también la buena o mala salud
de la nodriza y el cuidado y limpieza del niño.
Los hijos de padres enfermos suelen padecer una sarna maligna,
ferina (vulgo perruna) y casi incurable, que algunas veces degenera en
enfermedades mortales. Pero los que son sanos e hijos de padres sanos
contraen la sarna más benigna y más fácil de curarse, aunque no en
menor cantidad, y hasta se observa que muchas veces es beneficiosa
para limpiar las vísceras y depurar los humores.
363
LA DERMATOLOGÍA...
La sar na de esta región:
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
La más perniciosa disposición para la sarna es la enfermedad venérea ya sea heredada, ya adquirida. No puede hallarse por tanto, complicación más terrible que la de ambas afecciones, pues el encadenamiento de síntomas y las sucesiones de enfermedades en éstos, es fatal: y es
de admirar la ineficacia de los medicamentos para los que se hayan en
este caso, si antes, y con toda diligencia no se extirpa el virus de la enfermedad con remedios específicos.
En los infantes la sarna ataca principalmente a las cabezas donde les
atormenta de un modo terrible, formándose deformes postillas y costras, que crían innumerables piojos que les producen una comezón
insufrible. Esto mismo le sucede muchas veces a los niños.
Después de los 12 - 13 años, muy rara vez ataca a la cabeza o a la
cerviz, a no ser que se conviertan en lepra; pues en la adolescencia y en
la juventud se adhiere regularmente a todas las partes del cuerpo dejando libre la cabeza; y en la vejez, suele volver a su antiguo lugar (la cabeza) lo que en verdad es pésimo, pues entonces o se hace incurable, o se
cura con gran dificultad.
Esta reproducción maligna de la sarna en la cabeza, se efectúa más
frecuentemente y más temprano en las mujeres que en los hombres, y
muy especialmente, a las que se retira en edad temprana la menstruación, o no purgan suficientemente después del parto, y aun algunas
veces, sin que precedan estos malos síntomas. Hay, con efecto, en esta
región mujeres (ignoro la causa) que tienen siempre la parte posterior
de la cabeza cubierta de asquerosas postillas que destilan un pus sanguinolento y fétido; y algunas de éstas, en la flor de su edad, con un color
sonrosado y limpio el resto del cuerpo tienen la cabeza cubierta de esta
inmundicia.
En los varones nunca se reproduce la sarna en la cabeza hasta que
llega a la vejez, a no ser que degenere en lepra, ni yo he observado en
ninguno tal reproducción, sin que, juntamente con la sarna en la cabeza, padeciesen comezón en todo el cuerpo, con aspereza y postillas; y
esto me ha hecho observar que esta nueva reproducción en los varones
se efectuaba por “epigénesis” o extensión del mal, es decir, permaneciendo en el resto del cuerpo.
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LA DERMATOLOGÍA...
Existe diferencia de la sarna en la cabeza notable entre las mujeres y
los hombres. Los varones ricos, que se mantienen con buenos alimentos y usan vestidos interiores limpios, muy rara vez les ataca la sarna
aunque lleguen a una edad muy avanzada. A las mujeres les sucede lo
contrario, puesto que he observado madres, que contrajeron esta enfermedad antes, o poco después de los 40 años, gozando de todas las
comodidades humanas.
La señal infalible de que al infante o al niño ha de sobrevenir la sarna
en la cabeza, es la existencia de glándulas en el cuello, a las cuales llama
Lorenzo Heister cervicales y occipitales; pues la hinchazón de estas
glándulas precede necesariamente a esta erupción y permanece tanto
tiempo como permanezca la sarna; y hay una alternativa tal entre estos
tumores y la sarna postulosa, que cuando está aumentada aquella, disminuyen; pero nunca se desvanecen completamente los tumores glandulosos hasta que no se extirpa de raíz, la causa de la sarna.
En esta región rara vez se produce la sarna poco a poco, o como
dicen, por congestión, sino más bien por erupciones que alternativamente se suceden. Los sarnosos suelen experimentar cada 5, 6, 7 o más
días (pues no he podido observar orden alguno en esto) cierto cambio
molesto las mas de las veces, y no pocas con escalofríos y fiebre, que termina con una supuración de numerosos granos como viruelas. Sus síntomas suelen principiar por la tarde, extenderse por la noche, y terminar al día siguiente verificando la supuración o expulsión. Los granos
tiene también distinta naturaleza y propiedades, según la variedad de
los sarnosos; pues cuando nacen en cuerpos sanos son grandes, puntiagudos y rojos y vienen pronto y con facilidad a una perfecta supuración,
y en cuanto se rompen se convierten en postillas y costras de buen índole; pero en cacoquismos, son de mala calidad, toman color pardo oscuro, causan mucho dolor, maduran con dificultad y degeneran en postillas y costras malignas.
La sarna en este orden, cuando los granos brotan sucesivamente suelen durar en aquellos que gozan de buena salud corporal, 9-10 meses y
luego se extirpa de raíz espontáneamente, quedando el sarnoso libre de
toda discrasia y feculencia: en una palabra perfectamente sano y como
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
regenerado; pero en aquellos que no gozan de salud y limpieza de cuerpo sino se curan diligentemente y con oportunos remedios, les suele
durar la asquerosa sarna las tres primeras edades y aun toda la vida,
según he observado.
Aunque la sarna como enfermedad endémica, es casi siempre la que
contrae primero en esta provincia, algunas vez, sin embargo, nace por
tránsito de otras afecciones; pues sucede frecuentemente que sobreviene a las fiebres cuyo tránsito es muy saludable; muchas veces las enfermedades que se juzgan de sarna no son otra cosa que las llamadas fiebres linfáticas, como también las que se conocen con el nombre de
tabardillo. Algunas vez he observado también que la pleuritis termina
con la sarna no sólo en los jóvenes sino también en los viejos. Del tránsito de las tercianas y cuartanas a la sarna tengo también una larga experiencia, no sólo con indígenas sino también con los forasteros.
En el invierno de 1731 recibí en el Hospital de San Juan de esta ciudad, dedicado a la cura de peregrinos enfermos, seis de éstos que padecían de cuartanas a la sarna, quedaron libres de ellas poco después del
equinoccio de primavera. Observaciones frecuentes en esta región, creí
que era cierta la sentencia Ballonio que dice: “la cuartana degenera en
reumatismo, sarna y asquerosas úlceras y también la doctrina del gran
Hipócrates en su obra de la Conversión de las Enfermedades. lib. 2, Morb.
pp. sect. 1”. Antes de venir a esta región nunca había observado prácticamente que las fiebres terminan con estas erupciones cutáneas como la
escamas, la sarna y la lepra.
Originada la fiebre de cualquier causa, cesa la expulsión de la sarna,
y no vuelve más, mientras no cese la fiebre. Esta proposición es ciertísima y la he podido ..... en 23 años que llevo de constante práctica, sin
que haya podido examinar un solo caso que la contradiga.
Exceptuándose, aquellas fiebres escorbútico-escabiosas, que parecen
excitarse por el mismo fermento de la sarna y del escorbuto, no combatido por la naturaleza ni separado de la sangre y la linfa; pues estas fiebres suelen, algunas veces, acompañar a la sarna, si bien no son causa de
nuevo peligro, a no ser el que pueda originarse de la sarna escorbútica.
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LA DERMATOLOGÍA...
Desde el año de gracia de 1720 hasta el presente 1740, en cuatro epidemias viriolosas, y dos de fiebres, que infestaron la provincia, he observado que no es cierto en esta provincia de aquellos que dicen que los
ataques de sarna están libres de las viruelas, de la epidemia y de otras
muchas enfermedades aunque según lo por mí escrito en el año 1722,
se convencerá de que no siempre los sarnosos estarán libres de viruela.
No son los sarnosos los que ahuyentan los contagios, o todas las
invasiones epidémicas, sino que, por el contrario, es la sarna la que huye
de todas las enfermedades febriles; pues sobrevenido el contagio, comunicados los malignos efluvios del aire, se perturba la economía del cuerpo y se trastornan todas sus funciones, y de ahí resulta que cesa toda la
reproducción de la sarna que sea útil, como dije anteriormente, con la
superación escabiosa se arrojan del cuerpo los malos humores. Respecto
de la doctrina admitida hasta la fecha de retirarse la sarna se cree que
todos aquellos que, padeciendo de sarna, son acometidos por la fiebre,
contrajeron esta por haberse retirado la sarna; porque como iniciada la
fiebre, siempre desaparece la sarna, se cree fácilmente que al haber cesado la sarna fue causa de le enfermedad sobrevenida; lo cual no es sólo
falso, sino que las mas de las veces la enfermedad última impide la erupción de la sarna.
No hay duda de que la sarna, principalmente en los niños, infantes y
en otros en cuyos cuerpos abundan los jugos superfluos debe colocarse
entre los flujos hemorroidales, las fístulas y otros abscesos, que, si se originan antes de sobrevenir las enfermedades, impiden que éstas se produzcan, pero si se reproducen después suelen expelerla completamente.
La permanencia de aquellos abscesos se deriva de la invasión de nuevas enfermedades, así también la extirpación de la sarna, o su permanencia, no siempre es causa de las enfermedades febriles que sobreviven
sino, los más de los efectos.
Y así como no pocas veces hemos observado que aquellos que padecen
hemorroides, fístulas, herpes y otros abscesos han sido asaltados por enfermedades epidémicas, contagiosas y otras cuyas causas hayan sido demasiado poderosas, así también hemos comprobado que a los que padecían de
sarna les han sobrevenido a la vez otras peligrosas enfermedades.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
En 1784 hubo en esta ciudad una epidemia de “disentería febril” tan
terrible, que los atacados si no morían, se curaban con gran dificultad y
en largo tiempo, de lo que murió D. Fernando Inclán noble caballero,
que venía padeciendo una herpe tan extensa que ocupaba toda la circunferencia del cuerpo y de los miembros, y pese a echar los efluvios de
su maligna constitución, murió.
Los médicos debe examinar con maduro juicio cuando el retirarse la
sarna es causa de otras enfermedades y cuando, por el contrario, la retirada de aquella es efecto de éstas; no sería decoroso hablar a los médicos como a la gente del pueblo de la sucesión de las enfermedades. D.
Agustín de Orovio, perito boticario de esta ciudad, padecía de sarna
desde los 50 años. A los 70 le acometió una pleuritis y se le retiró la
sarna, curó de la pleuritis y recobró su antigua salud. En 1740, con 85
años de edad constipó la piel al subir a un monte a buscar hierbas y le
sobrevino cierto malestar en todos sus miembros. Se le retiró la sarna y
empeoró seriamente (inapetencia, sed implacable, fiebre insignificante).
Se trató con mercurio oscuro o el mineral etiópico (negro) fabricado sin
fuego, mañana y tarde en forma de píldoras con una pomada mercurial,
volvió la sarna y poco después le he visto completamente sano, fuera de
la sarna, y a su edad ya decrepita que por sí sola constituye la más terrible de las enfermedades, deduje de estos que el haberse abandonado la
sarna la primera vez fue efecto de la pleuritis, y el habérsele retirado la
segunda, causa de aquellos terribles síntomas (?):
Es muy difícil que la sarna se asocie con la fiebre y con facilidad se
une a otras afecciones y que no se separan de ellas, si antes no se debilitan las fuerzas y funciones corporales o se destruyen. Las erupciones
de la sarna son obra de una naturaleza fuerte y robusta. Es necesario
restablecer y vigorizar las fuerzas y las facultades de la misma naturaleza para que estas erupciones se vuelvan a reproducir. Si por el consorcio de la afección y la sarna se debilita demasiado la naturaleza, o se
trastornan sus funciones, cesa la sarna, y es signo cierto de que la naturaleza sucumbe y cuyo pronóstico es la muerte.
Hay ciertas afecciones, entre las cuales y la sarna existe tal alternativa, que cuando aquellas dominan, ésta se somete a ellas, y como por
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LA DERMATOLOGÍA...
metamorfosis, se convierte en ellas y viceversa. Comprobado con D.
Tomás de Peón, decano de la santa iglesia catedral de la ciudad, el cual
mientras tiene sarna tiene también el estómago sano, y cuando está libre
de aquella, sufre dolores cardíacos casi constantemente.
Después de los 12 años de edad, la mayor parte de la sarna nace en
los muslo, en las piernas, en las manos y en los brazos, y al mismo tiempo se cubre el vientre de un sinnúmero de granos y postillas.
En manos, de fuerte erupción de granos que después se rompen y
suturan, se forma una costra que a modo de guante, los cubre todos,
maloliente y húmedo, causa hastío y nausea a los que lo ven.
Los granos de la sarna pueden ser pequeños o grandes, causas o no
dolor, ocasionar más o menos comezón; algunas veces inflamación invadiendo todo el miembro cubierto de una extensa erisipela, mas observada en piernas.
Los cambios de tiempo producen también notables efectos en los
sarnosos; en tiempos húmedos y nebulosos la comezón es insufrible;
cuando corre el ábrego, se ahogan de calor; con el frío se hielan y espeluznan; en tiempo sereno no suelen padecer tanto.
La sarna varía de fuerza y eficacia en las distintas partes del día; por
la maña molesta poco, al medio día apenas se siente; y por la noche y
hasta media noche es insufrible.
A los que padecen de sarna suelen venirles forúnculos y otros tumores de la especie de flegmones; y si los cuerpos se hayan en buenas condiciones, sin estar infestados de alguna maligna calcoquimia, se resuelven o supuran con facilidad. He visto en los brazo, cerca del juego del
codo, tubérculos duros y que duelen, los cuales he observado que son
como mensajeros de próxima sarna, pues sin que existiese antes principiaba a brotar a los dos o tres días. Por esto conocí el aforismo de
Baglivo, que era cierto, y dice: el panadizo es la señal de la comezón de
la piel y de la próxima sarna.
Los tubérculos de la cerviz, del tamaño de una nuez o de un pruno,
rara vez superan, y por transmigración de la materia se convierten en
sarna que ataca a la cabeza. En la cerviz de los infantes, hacia uno de
los lados, detrás de la apófisis mastoides, crecen grandes tumores, casi
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
como manzanas, los cuales tras acerbos dolores e intensa fiebre venían
a supuración, y era porque retirándose la sarna en aquellos límites, ya
por frío u otras causas, degeneraba en aquellos tumores.
En el cuerpo de los sarnosos, y especialmente en las manos y en los
pies, bajo la epidermis, se crían syrones, animalitos de los más pequeños
que pueden percibirse a simple vista: en esta región se llaman aradores,
y con razón; pues siempre crían entre la epidermis y la dermis, y caminan como conejos, dejando una larga y diminuta cala a manera de surco,
que, con buena luz y vista perspicaz se percibe perfectamente; y parece
increíble la comezón y las molestias que causan estos microscópicos
animalitos. Algunos los sacan diestramente con la punta de una aguja,
puestos sobre una tabla bien pulimentada, se ve claramente sus movimientos, y si se comprimen con la uña, estallan como piojos o liendres,
y dan un suero límpido en vez de sangre.
Los forasteros que vienen a esta región permanecen algún tiempo
sin que contraigan la sarna, a no ser por contagio; pasado algún tiempo
y transformado el temperamento del cuerpo con la influencia de los alimentos y de la atmósfera, contraen esta afección con facilidad; pero los
que la contraen sólo por el cambio de temperatura, siempre contribuye
otra causa, y si se cura a tiempo y con método, se curan; mas aquellos
que tengan venéreo, si no lo curan antes radicalmente, aunque se cure
la sarna, nunca están libres de su reproducción.
Para Hipócrates aquellos que padecen hemorroides no son acometidos por la lepra ni las ronchas escabiosas pues jamás, en esta provincia,
entre muchos que padecen flujo hemorroidal que haya sido acometido
por la sarna, la lepra, o las expresadas ronchas. Para que la curación de
la sarna sea verdadera y segura, hay que sujetarla a ciertas reglas y a
determinados tiempos, pues de otro modo los esfuerzos médicos contribuirían a la muerte de los enfermos. Si la sarna se contrae por simple
contagio a personas sanas, que antes la hubieran tenido, puede curarse
pronto con unciones, precediendo sólo, si fuesen necesarias, ciertas evacuaciones. Pero si contraen la sarna aquellos que no están sanos o la
contraen en esta región, por permanecer en ella largo tiempo, deben
curarse con mucha cautela, dando lugar a que con la supuración de los
370
371
LA DERMATOLOGÍA...
granos se expurguen perfectamente todos los humores del cuerpo, que
no suele suceder antes de los 9 - 10 meses: pues si se cura antes, o se
reproduce o degenera en otras enfermedades como he podido observar
en muchas ocasiones.
Cuanto más antiguas son las enfermedades, tanto peores suelen ser,
y más difíciles de curar. La sarna inveterada es más tenaza, más cruel y
más difícil de curar. Y se hubiera un remedio cierto y eficaz para quitar
la sarna aplicarlo enseguida.
Muchas veces, que hay ciertas enfermedades tan fuertes y superiores
a las fuerzas del enfermo, que la naturaleza no puede echarlas de sí por
sus propias facultades, sin auxilio de la medicina; otras que la naturaleza, por sus propios esfuerzos, basta para extirparlas; otras rebeles a todo
tratamiento y enemigas de la naturaleza; algunas son con frecuencia
convenientes para limpiar y depurar los cuerpos, fortaleciéndolas contra males más graves. remedios de plena confianza para combatir la
sarna se encuentran el azufre y algunos otros.
Las enfermedades contrarias por todos los conceptos a la naturaleza
y cuyas causas son insuperables a la misma deben ponerse en cura si hay
remedios combatirlas para vencerlas, aquellas sarnas que a veces la
misma naturaleza vence por sí misma, y en ocasiones son convenientes
para evitar mayores daños no debe tratarse temerariamente aunque
haya un medicamento infalible contra ellas.
Aunque se hallasen remedios, con cuyo auxilio pueda la naturaleza
eliminar ciertas afecciones virulentas, las cuales jamás vencería, como
tenemos experimentado con la venérea, de ninguna manera debe hacerse. Sin embargo, de aquello que sea tan absoluto que, despreciando
todas las reglas de la medicina y tan solo la aplicación de los medicamentos consigan los enfermos el efecto deseado. La quina, medicación
más eficaz refrigerante, propiciada temerariamente ha causado muchos
daños. Resultando que la sarna es a veces saludable, porque libra a la
naturaleza de más graves enfermedades, y expulsa del cuerpo los jugos
superfluos y morbosos; y otras por el contrario, es mortífera, porque
además de consumir el néctar vivífico hace que los humores degeneren
en una disposición meláncolico-cancerosa, la curación de la sarna debe
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
encomendarse al juicio de un médico experimentado para propiciar la
cura más temprano o más tarde.
Mejor sería que antes de curar la sarna benigna, lo mismo que las
demás enfermedades, que suele vencer la naturaleza por sí misma, sin
auxilio de la medicina, se acordasen de la doctrina del médico Baglivo
que afirmaba, que el orden de la naturaleza es muy constante en determinar el tiempo necesario para la razón y depuración de muchos humores aplicando los remedios en el tiempo prefijado por la naturaleza; está
hablando de las fiebres y lo mismo de muchas otras afecciones como
catarros, diarreas, disenterías, etc.
La sarna se hace endémica en esta provincia, suele alguna vez invadir como afección epidérmica. Observo 3 - 4 veces , que muchos que
gozaban de buena salud y la habían padecido, fueron acometidos nuevamente, en los equinoccios de primavera, sin causa para ello y de
improviso. He observado que de retirarse la sarna se originan muchas
especies de enfermedades, las más frecuentes son: la tos, que algunas
veces degenera en tisis pulmonar; fatigas, como el asma; caquexias e
hidropesías, y también fiebres linfáticas y reumatismos. Otras de pero
carácter que éstas y hasta mortales que precedían del mismo origen. El
primogénito de D. José Argüelles Cienfuegos, por habérsele retirado la
sarna, acometido de un terrible opistótomo, y morir a los tres días con
atroces tormentos; y a la mujer de Lorenzo de la Roza, por la misma
causa, morir de un duro tétanos
En el prólogo expresa el profesor Marañón todo fue perfecto en la
gestación y en la aparición de este gran libro, nadie discutió su mérito,
ni aquí ni fuera de aquí y suelo exhibir este hecho indudable como una
prueba más de mi crítica al mito de la “leyenda negra”, es decir a la sistemática negación de todo aquello que los del bando opuesto estiman
como verdad. En todas partes y en todos los tiempo ha ocurrido esto y
prosigue: el persistir el hacer de esas pasiones una “leyenda negra”, es
táctica herrada reveladora de como algunos creen de agravio a un pueblo grande sino de susceptibilidad de pueblo pequeño; y el nuestro es
grande por su capacidad de creación histórica, no puede responder que
quejumbrosamente a las injusticias parciales mas que con la conciencia
372
de sus creaciones eternas. Ninguno de estos valores representativos - el
Arcipreste, Isabel la Católica, Rojas, Cervantes, San Juan de la Cruz,
Velázquez, - han sido discutidos jamás. Este universal reconocimiento
se extiende, no sólo a los grandes genios sino al hombre normal, creador también por su talento y por su perseverancia, que impulsa al progreso como los mismos hombres geniales y en ocasiones más. De esos
hombres fue ejemplo D. Gaspar Casal García, médico práctico, sin título universitario, que ejerció en una ciudad aislada de España, desecha,
postrada, que siguió a la catástrofe material, moral e intelectual del final
de la Casa de Austria.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Casal, G. & J. J. García Sevillano (ed.) (1762). Historia Natural, y
Médica de el Principado de Asturias. Obra posthuma, que escribió el Doct. D.
Gaspar Casal, Médico de su Magestad, y su Proto-Médico de Castilla,
Académico de la Real Academia Médica Matritense, etc. La saca a la luz el
Doct. Juan Joseph Garcia Sevillano. Madrid: Oficina de Manuel Martín.
373
LA DERMATOLOGÍA...
Casal, G. D. & José Ramón Tolivar Faes (ed.) (1988). Historia Natural
y Médica del Principado de Asturias (Facsímil de la edición príncipe de
1762.). Oviedo: Serv. de Pub. del Principado de Asturias.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
374
LOS PACIENTES HEMATÓLÓGICOS
DE CASAL.
JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA
RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO
JUAN FACUNDO CONTESTÍ
Por supuesto que en la época de Casal no existía la hematología como
especialidad médica ni aún en sus líneas maestras. Solo existían unos
conocimientos médicos que remotamente podríamos denominar hematológicos pero englobados en los tratados de medicina en múltiples
patologías. Se impone, por tanto, aquí, ver en qué situación estaba la
clínica médica en España tanto en el siglo XVII como XVIII, pues
Casal vivió a caballo entre ambos. En el XVII se formaría como médico pues nació el 31 de diciembre de 1680; y en el siglo XVIII, ejercería
su profesión, pues fallecería en Madrid el 10 de agosto de 1759.
Se entiende por Medicina Moderna al pasado de la Medicina que
engloba formando una unidad Barroco e Ilustración, aunque algunos
estudien por separado estas épocas. Existen, de eso no se duda, rasgos
diferenciales entre Barroco e Ilustración, pero la Ilustración es una prolongación de la renovación habida en los saberes médicos de la anterior
centuria, producto de unos principios doctrinales vigentes hasta el
comienzo del siglo XIX.
375
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
La c línic a Médic a Española en los siglos XVII y XVIII.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Compongamos, brevemente, a nivel universal europeo el panorama
de la medicina para luego venir España y a nuestra remota región para
aquel entonces y encontrarnos con Casal y sus conocimientos.
La renovación de la Medicina Clínica, demostrable ya en las décadas centrales del siglo XVII, fue posible gracias a la labor desarrollada
por los iatromecánicos y iatroquímicos. Entre los primeros, cabe destacar a Giorgio Baglivi, quien buscó sustituir la interpretación humoral
de la enfermedad por una doctrina basada en las fibras motrices, elemento constitucional fundamental del ser vivo; y entre los segundos
Françcois de la Boe, Silvio, profesor de la Universidad holandesa de
Leyden; a él se le puede considerar el máximo exponente de la doctrina Iatroquímica, con ilustres predecesores (Paracelso, van Helmont) y
que interpretaba la enfermedad como resultado de los desórdenes suscitados en la fermentación, proceso biológicos básicos de todo ser
viviente. A al labor de estos dos personajes – Bablini y Silvio -, debe
sumarse la de Sydenham con su doctrina de la especie morbosa que suponía el definitivo derrocamiento del galenismo; éste autor, intentó dar al
ejercicio médico una base doctrinal basada en la propia experiencia clínica, en el más puro empirismo y desligada de hipótesis previas. El
aconsejaba ordenar los casos, recoger los síntomas relacionados con una
determinada enfermedad y que tuvieran valor diagnóstico; asimismo,
insistía en que se recogiese el posible carácter estacional de un padecimiento determinado para, al final, definir los modos típicos de enfermar
o especies morbosas. Así de este modo Sydenham establece una
Nosografía y una nosotaxia; y suya es la rigurosa distinción entre enfermedades agudas y crónicas.
A esta nuevas corriente, se suman Hermann Boerhaave y buen
número de clínicos del S. XVIII, especialmente de la escuela médica vienesa. Boerhaave consigue aunar en su patología concepciones tradicionales galénicas, con todo lo nuevo que se había ido adquiriendo durante el siglo XVII. Este autor, dio mucho valor a lo objetivo en la valoración de los síntomas de la enfermedad y menos a lo subjetivo en relación con la personalidad del paciente, potenciando la valoración de la
lesión anatómico por el clínico.
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377
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
La aportación de Boerhaave fue fundamental, dando normas para
elaborar los historiales clínicos e incorporando nuevas técnicas objetivas
(termometría clínica a las que más tarde se irían sumando otras como la
percusión torácica de Auenbrugger. Pero, a nuestro modo de ver, lo
realmente novedoso fue la doctrina de Sydenham de las especies morbosas y la distinción entre enfermedades “agudas” y “crónicas”. Ello
permitió individualizar y definir muchas entidades (sífilis, histeria,
gota, hidropesía, etc.) siendo la descripción de la Pelagra por Casal, una
más. En esta situación, lógicamente, la necropsia toma un gran impulso, como argumento último de la causa de enfermedad; Ya en el siglo
XVIII Giovanni Battista Morgagni, patólogo italiano, pretendió a través de su magna obra, sistematizarlos modos de enfermar, de acuerdo
con el asiento de las lesiones producidas en el organismo y no según el
criterio clínico propuesto por Sydenham. Pero, en todo caso hablamos
de Anatomía Patológica macroscópica, pues el microscopio apenas se
usó con fines clínicos.
En el barroco tienden a individualizarse algunas ramas de la medicina, que ya habían comenzado a hacerlo en el Renacimiento:
Pediatría, Psiquiatría, Dermatología y Venereología; y, lo mismo ocurre en el mundo de la cirugía. En efecto, ¿hidrología??? médica frente
a una mejora general de los métodos quirúrgicos, algunas especialidades quirúrgicas se van conformando: obstetricia, urología, oftalmología,
etc.
En el plano terapéutico, las novedades más importantes podrían
cifrarse en éstas.: La introducción de la quina y de la ipecacuana; el uso
del antimonio, el arsénico, el hierro, la belladona y la digital.
Ya en el siglo XVIII, se intenta un ordenamiento racional de los fármacos con la redacción de las primeras farmacopeas. Pero, de ningún
modo se abandonan los recursos tradicionales: purga, sangría, etc. La
transfusión como método terapéutico fracasa y aparecen nuevas modalidades terapéuticas en el contexto de nuevas escuelas (homeopatía,
mesmerismo, etc.).
Dicho todo lo anterior, señalemos, esquemáticamente, el
panorama de la clínica médica española en los siglos XVII y XVIII.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Clínic a Médic a Española del siglo XVII.
Los tratadistas médicos generales españoles del siglo XVII fueron
Gaspar Bravo de Sobremonte, Francisco Henríquez de Villacorta y
Gaspar Caldera de Heredia, que no cita Gaspar Casal en su obra.
Gaspar Bravo de Sobremonte, dejó una obra notable en la que se
incluyen los siguientes temas: un estudio sobre las enfermedades que
pueden producir muerte súbita; escritos monográficos sobre el bocio, la
artritis, el estreñimiento y el escorbuto; un tratado sobre enfermedades cutáneas que no llegó a terminar; un estudio sobre las variedades de
fiebre; y, finalmente, sus historias clínicas que recopiladas permiten
obtener abundantes noticias sobre etiología, etiopatogenia, clínica y
tratamiento de muchas enfermedades.
Francisco Henríquez de Villacorta fue médico de la Corte y autor de
una obra que era el texto de quienes aspiraban a obtener el grado de
Doctor por la Universidad de Alcalá. Como Gaspar Bravo mantiene
antiguas posiciones dogmáticas y conceptos viejos como los de elemento, temperamentos, humores y procesos de cocción y putrefacción de
la enfermedad con su cortejo sintomático.
Pedro Miguel de Heredia, es otro de los grandes tratadistas de la
Medicina clínica del siglo XVII. Merecen especial comentario sus estudios sobre muy variados procesos, y, en concreto los dedicados a los
tubérculos pulmonares, a la disentería y a las denominadas fiebres pútridas.
Hubo más tratadistas de Medicina Clínica que no vamos a enumerar aquí, como tampoco vamos a señalar a los que escribieron desde el
ámbito de las nuevas especialidades y desde la Epidemiología.
En capítulo previo, de esta monografía, dedicado a la terapéutica no
vegetal, realizamos ya un amplio comentario sobre la Polémica de la
Sangría, al que nos remitimos. En efecto la indicación de la sangría y
los lugares de la economía del cuerpo donde debía realizarse, fue motivo de una ardorosa disputa, pero siguió habiendo partidarios y objetores del procedimiento. Poco o casi nada cambió.
378
Porque, pese a los nuevos conceptos médicos tanto teóricos
como prácticos, la sangre, en su íntima composición y funciones era
una gran desconocida. La sangre era considerada, fundamentalmente,
como el lugar en el que se podían ver, a través de la sangría, los estragos que producía la enfermedad; unas veces con clara alteración de sus
caracteres macroscópicos y, otras, sin alteraciones aparentes. La composición íntima, microscópica de la sangre y sus posibles alteraciones o
enfermedades, se desconocían.
Los tratadistas de Clínica Médica del siglo XVIII son pocos: Gaspar
Casal, Andrés Piquer, Pascual Francisco Virrey y Mange, Juan Antonio
Baguer y Oliver y Francisco Sanz de Dios y Guadalupe. De Gaspar
Casal, a quien va dedicado este volumen, nada diremos. Señalaremos
solo algunos detalles del resto.
Andrés Piquer es autor de varias obras. Destacamos, aquí, las
Instituciones Medicae ad Usum Scholeae Valentinae y una Praxis Médica; la
primera de ellas, es fundamentalmente didáctica y, la segunda, un tratado de Medicina General; en elas, pretende transmitir el autor criterios diagnósticos, pronósticos y de tratamiento.
Pascual Francisco Virrey y Mange es autor importante. Entre 1737
y 1746 publica su obra en cuatro tomos, de neta tendencia
Iatroquímica. En la ejecución de su obra siempre estuvo el criterio clínico por encima de todo, evitando de este modo muchas discusiones
teóricas inútiles.
José Juan Antonio Baguer y Oliver, publicó su obra en tres volúmenes desde 1741 a 1744. Hay partes de la misma que son eminentemente pedagógicas, alternando con alusiones eruditas y disquisiciones críticas. En general, da suficiente información sobre lo que se sabía
entonces de las enfermedades más comunes con claridad y objetividad.
Francisco Sanz de Dios y Guadalupe con base doctrinal
Iatroquímica escribe su Medicina Práctica de Guadalupe publicado en
379
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
Clínic a Médic a Española del siglo XVIII.
1730. Es un tratado ordenado, en el que expone meticulosamente las
patologías conocidas entonces.
Podríamos añadir más autores, pero no es preciso. Solo cabe insistir en algunas cosas, más o menos repetidas ya. Algunas partes de la
Medicina, seguían el camino de la especialización que se inició en el
Renacimiento (Neuropsiquiatría, Pediatría, etc.). La sangre, desconocida microscópicamente seguía siendo una cenicienta, al lado del tema
Microscopios disponibles en el siglo XVIII
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Microscopio de Robert Hooke (16351709 tomado del Catálogo «La lente que
cambió el mundo», colección Eliseo
Carrascal de microscopios).
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Microscopio Ménard 1670
(Francia)
Microscopio de Crisóstomo
Martínez 1680 (Valencia.
España)
clínico de controversia, por excelencia, que era la fiebre. La sangría
siguió practicándose con mayor o menor liberalidad según los médicos
que la indicasen. Y, la hidrología, ocupó un lugar destacado en la práctica médica.
Los enfermos hematológicos de Casal
Casal era un médico observador, y, además escribió lo que vio. Ello
nos permite, hoy, a partir de los datos clínicos, reconstruir algunos
diagnósticos y analizar la semiología general que manejaba. En este
breve trabajo nos hemos propuestos esencialmente dos cosas: Por un
lado afirmar los diagnósticos hematológicos que nos parecen claros y,
por otro recoger los que parezcan dudosos junto con su semiología.
Parece claro que el mozo venido de Castropol en el año 1730 a
Oviedo, por un delito de poca monta, falleció de hemorragia tras dos
largas sangrías ejecutadas al tercer día de enfermedad; dice Casal: “El
día siguiente (cuarto de su enfermedad, encontré mi pobre paciente en cama; y
examinándolo bien, me pareció que la causa principal de su gravísima indisposición residía en el estómago y vientre; contemplé al mismo tiempo la suma postración de fuerzas vitales y animales; y con el mayor cuidado le receté una bebidilla muy corroborante y cordial, en cuyo cocimiento introduje algunos amargos
y específicos contra las lombrices, con un levísimo estímulo para mover el vientre, una, o dos veces. Tomola, y antes de dos horas, arrojó por seceso ciento setenta y tres lombrices teretes… Confiando poco en las fuerzas, pues vi que iban
faltando, mandé que se le diesen buenas sustancias, bizcochos en vino y se aplicasen reparos exteriores; no permitiendo que hasta el siguiente día tomas más de
la bebida farmacéutica. El quinto por la mañana tomó la poción por mi señalada, y con ella, antes de mediodía, expelió ciento veinticuatro…. y siguió el
mismo método, tomando la tercera, y última porción al sexto de la enfermedad
y tercero del Hospital arrojó setenta y tres y expiró. Es probable que acaso no
habría muerto, sino se hubiera sangrado”.
381
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
A. PACIENTENTES CON UN DIAGNÓSTICO HEMATOLÓGICO QUE
SE PODRÍA CALIFICAR COMO CLARO.
ANEMIA AGUDA POST-SANGRÍA.
Fue caso muy conocido en Oviedo, por divulgarlo D. Manuel
Cuervo, canónigo de la Santa Iglesia Catedral y Administrador del
Hospital y el enfermero como testigos de vista.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ANEMIA CRÓNICA CARENCIAL.
Pascual Álvarez, paje de D. Andrés de Campillo, canónigo de la
Santa Iglesia Catedral y gobernador del Oviedo, expelió una larga
tenia. En el reconocimiento Casal recogió estos datos fundamentales…
“ Y que no obstante al comer mucho, con excesivas ganas, quedaba con debilidad desconsolado el estómago y no satisfecho. Añadió a esto, que tenía en el
estómago cierto desazón, , que sin ser dolor formal, le afligía con harta frecuencia hacia el píloro. Rara vez se mostraba perfecto el color de la cara; sí,
por lo regular, pálido y con ojeras”.
En este caso, trata de explicarse las carencias que supuestamente
padecía el enfermo de este modo: “Por estas observaciones y razones, he
tenido y tengo por embuste la opinión de el que juzgare, que las lombrices
tenias son un animal solo y me parece verosímil, que el primero de estos gusanos reside próximo al píloro; en el intestino duodeno, o al fin de éste, y principio de el yeyuno, y que el segundo tiene su boca, y cabeza donde aquel remata; y, de esta manera se van sucesivamente encadenando, para que la substancia quilosa, que el primero chupare, pase desde él al segundo, y de éste al
tercero, etc.”.
Casal desconocía el concepto de Anemia, pero sí relacionó la debilidad y el color de la cara con lo que era un déficit nutricional provocado
por las lombrices. Diagnosticó, por tanto una anemia crónica nutricional con solo relatar los signos cardinales. No puso, que sepamos, ningún tratamiento medicamentoso; pero sí procuró el remedio etiológico
con la expulsión de la tenia.
Pese a que el hierro como agente terapéutico ya tuvo fama en el siglo
XVII, no nos consta que Casal tratase los estados de debilidad con hierro. La opinión médica general era que el hierro poseía un gran poder
desopilante, estando muy difundida la costumbre de usar copas o tazas
de acero, buscando que la bebida, se convirtiese en acerada o calibeada.
Incluso hay un testimonio literario de esta creencia sobre el hierro en la
obra de Lope de Vega, titulada El acero de Madrid.
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383
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
En algunos tratados de la época, en los capítulos dedicados a “los
casos que piden socorros prontos”, se considera el Desmayo una de estas
situaciones; y dentro del desmayo, cabía la posibilidad de presentarse
con más o menos intensidad dependiendo de su causa (Deliquio,
Syncope, Asfixia). En uno de estos tratados, se examinan las posibles
causas: Demasiada sangre, por debilidad, embarazo del estómago,
enfermedades de los nervios, las pasiones, ciertas enfermedades, las
hemorragias, las convulsiones, la sofocación, el miedo, vapor de carbón,
venenos y dolores agudos. Hemos revisado en uno de los manuales citados si se utilizaba hierro o no en el caso de algunos desmayos de etiología conocida.
Los desmayos por debilidad, especialmente después de la realización de
sangrías, hemorragias y purgas fuertes eran atendidos con gran aparato de medidas; para comenzar: encamamiento, oler cosas muy espiritosas (Agua del Carmen, Agua de la Reyna de Hungría, Sal de Inglaterra,
Amoniaco, etc.), beber líquidos ligeramente alcohólicos, friegas por el
cuerpo. Y después, especialmente una dieta suave pero nutritiva, tal
como ésta: panatelas hechas con caldo, huevos muy frescos pasados por
agua y que no estén muy cocidos, tostadas de pan con azúcar, chocolate, sopas hechas con buen caldo, gelatinas, leche, etc. Pero no se habla
para nada de la terapia marcial. Cabe pensar que Casal no creía en la
utilidad del hierro para los estados de debilidad, puesto que se desconocía la etiopatogenia de la anemia carencial por ferropenia. Todo quedaba reducido en la anemia a dos síntomas clínicos: la debilidad general y la palidez.
Quizás uno de los textos más claros de Casal sobre la etiopatogenia
de la anemia sea el referido a Las Caquexias. A los pacientes los describe así: “el cuerpo de los caquécticos, aunque bastante lleno, no tiene la robustez ni agilidad, que el de los atletas, como ni tampoco la alegría y color; antes
se halla pesado, inhábil, amarillo, cárdeno o cetrino obscuro”. Y trata de aclarar este evidente estado carencial así: “suele este achaque engendrarse de los
alimentos impuros y corrompidos; y cuando no procede de ellos, se debe imputar a la escasa robustez, y poca limpieza del estómago y entrañas de la primera región: porque la debilidad de estas oficinas es motivo para que las coc-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ciones sean diminutas y no perfectas; y saliendo crudo el jugo nutritivo, en
vez de convertirse en substancia de las partes, queda aglutinado o pegado, sin
acabar de asimilarse a ellas; de lo cual resulta una nutrición no verdadera,
si viciosa y solo aparente. El vicio de poca pureza en las entrañas, ya por
malos humores embebidos en ellas, o ya por corruptela de su misma substancia es causa de que se fabrique una mala sangre, que distribuida por el cuerpo embaraza la conveniente nutrición y aumenta la no conveniente y según
fueren los malos alimentos y la impuridad de las entrañas, son también las
caquexias que resultan”.
Este largo texto podía dar mucho de sí en preciso y razonado
comentario. Especialmente, cuando dice a continuación: “La caquexia
pituitosa, con la cual se ponen regularmente escuálidas (esto es, sin su color
natural), las doncellas, antecede ala leucoflegmasía y es anuncio de ella; así
como la melancólica amenaza con lepra elefantiásica”.
En síntesis, para cerrar este asunto. Casal, consideraba como causa
de caquexia, la fabricación de una mala sangre; sangre que se producía
en el aparato digestivo y, desde allí, difundía a todo el cuerpo; no sabía,
por tanto, del carácter hemopoyético de la médula ósea. Y, de mala sangre, señala, con Jean Fernel, aparecerían patologías, una de ellas, - la
caquexia pituitosa- identificable con la “leucoflegmasía” o “clorosis”,
entidad conocida en la época de Casal.
Solo unas palabras finales a esta cuestión para cerrar el tema. En un
tratado de la época, se dice: “Esta evacuación empieza generalmente en
nuestra España entre los catorce y dieciséis años. Muchas veces, antes que se
manifieste, las jóvenes están por mudar tiempo en un estado de floxedad que
se llama ´chlorosis u opilación´”.
La falta de la menstruación, se consideraba de efectos muy nocivos
y había que tratarla precozmente con ejercicio, dieta adecuada, infusiones frías, etc. La bebida mejor para ellas, se señala que es el agua mineral ferruginosa, señalando el autor las fuentes marciales o vitriólicas de
España (Reinos de Andalucía, Reyno de Aragón, Castilla la Nueva,
Principado de Cataluña, Provincia de Extremadura, Reino de Galicia,
Reino de Navarra, Reino de Valencia y Señorío de Vizcaya). Y, si el mal
se agravaba debían darse limaduras de hierro, considerándolas el verda-
384
dero remedio de estos males con algunas precauciones; eran éstas: “se
debe tomar las de hierro verdadero y no las de azero y cuidar de que no
esté mohosa; pues cuando lo está casi no hace efecto. En los principios
del mal y en las jóvenes, basta dar quince o veinte granos al día, y aún
algunas veces solo cuatro o cinco, añadiendo a esto la dieta y un ejercicio conveniente. Cuando el mal es más grave y de más edad la enferma se puede dar, sin miedo, hasta dos dracmas”.
Casal, indudable conocedor de los efectos terapéuticos del hierro,
no nos habla de él con las debidas precisiones. El que en un tratado de
la época no se de hierro en los desmayos secundarios a hemorragias y sí
a la clorosis, tiene su explicación. La clorosis no era considerada un
estado carencial, sino por mal de las fibras de las mujeres menos rígidas
y menos fuertes que las de los hombres con esta consecuencia: “Por la
misma razón la circulación se hace en ellas con menos fuerza, la sangre es
menos espesa y mas acuosa, los humores se estancan con más facilidad en las
entrañas y formas obstrucciones”.
Don José del Camino, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral, joven
de 28 años, adquiere un escorbuto terrible por falta de régimen de
comida según relata Casal. Es el único caso, de los expuestos por Casal
que podría ser una leucemia aguda.
Lo describe así: “Al principio de la enfermedad se le presentaron una
manchas de color amarillo oscuras en diversas partes del cuerpo; y luego,
sobrevinieron hemorragias por las narices, las encías y las fauces.
Agravándose el mal, se le puso todo el cuerpo hinchado como en la leucoflemasía, cubriéndosele de un color pálido terroso. Le sobrevinieron congojas con
tos y con abundantes esputos de sangre. Las encías se le pusieron aftosas; se
le movió el vientre con diarrea, empeorando de día en día. Sucedió entonces
que al rascarse sentía mucha comezón en el cutis, por más que no tenía ni
sarna, ni postillas, ni escamas, se hizo con la uña una pequeña herida en el
codo derecho, y principió a brotar de ella tanta sangre como no hemos visto
jamás; pues agotados todos los remedios, hasta las ligaduras, llegó a cuatro o
cinco libras; y debilitándose de día en día sus fuerzas por la sucesión de terribles y pertinaces síntomas dejó de existir”.
385
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
LEUCEMIA AGUDA.
El cuadro, es muy sugerente de una hemopatía aguda, más que de
ninguna otra patología. Más aún: Casal tiene dudas que se tratase de un
escorbuto, partiendo de un comentario de Dureto a la sentencia de
Hipócrates: “El que sangra por las encías, moviéndosele al mismo tiempo el
vientre está apestado, hallaría en él, sin duda, excelente doctrina, y podría
deducir si Hipócrates hablaba, o no, del escorbuto”.
Casal como decimos no tenía claro el diagnóstico de D. José del
Camino, haciendo este comentario: “De lo dicho, que a fe de cristiano,
declaro ser cierto, consta que algunos enfermos que padecen el terrible escorbuto, es decir, el mal de la rosa, confirmado, no tienen regularmente ni manchas ni hemorragias, aunque sean atormentados continuamente por los demás
síntomas familiares a la afección escorbútica; y por el contrario, otros teniendo las machas y frecuentes hemorragias se hallan las más de las veces exentos
de algunos de los síntomas que aquellos sufren, son pues, inexpertos los médicos que pretenden buscar reunidos en cada uno de los pacientes todos los signos del escorbuto”.
Es dudoso que una persona como D. José del Camino, de nivel elevado, padeciese una enfermedad carencial. La clínica que ostentaba era
de leucemia aguda, fulminante, posiblemente de estirpe promielocitaria, que desencadena una grave coagulación intravascular diseminada
con rápida muerte.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Pacientes con diagnóstico hematológico que cuando menos es muy
dudoso y semiología general hematológica.
Incluimos, en este capítulo, dos cuestiones diferentes. Por un lado,
el relato de algunos pacientes o grupos de pacientes que podrían padecer hemopatía; y, por otro, la semiología general hematológica en Casal,
por lo que a su exposición se refiere de síntomas y signos y no al significado que se le da.
Pacientes de diagnóst ico dudoso.
POSIBLE AGRANULO CI TOSIS. Doña Calara Argüelles, es uno de
los pacientes señaladas por Casal como portadora de escorbuto. Dice
textualmente: “Pocos días hace que murió en la Felguera Doña Clara
Argüelles de un escorbuto tan maligno que la comió las encías con pestilentes
386
387
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
úlceras hediondas y corrosivas; y, a cada paso, encontramos personas llenas de
fístulas y corrupciones de huesos”.
Es difícil creer que se tratase de enfermedad carencial por el nivel
social de la paciente y por la riqueza hortícola de la zona. Cabe pensar
en una intoxicación medicamentosa, con agranulocitosis asociada. Y
por supuesto que caben otras posibilidades: neoplasia, leucemia, infecciones, diabetes, estomatitis ulcerosa, etc.
T UMORES LINFÁT ICOS. Casal, utiliza el término tumor en lato
sentido de hinchazón o bulto, como en el caso de las adenitis a las que
denomina “Tumores glandulares”. De estos tumores glandulares habla al
referirse a la sarna de la cabeza; se trataría de adenopatías infecciosas
cervicales y occipitales en pacientes sarnosos y sobreinfectados. De
ellas dice: “pero nunca se desvanecen completamente, los tumores glandulosos, hasta que no se extirpa de raíz, la causa de la sarna”.
Pero en otro exacto lugar, habla Casal, a propósito de las terminaciones y sucesiones de el mal de la rosa y dice: “y los efectos en que, según
he observado, suelen degenerar son: la hidropesía, tumores linfáticos y escrofulosos, y alguna vez el marasmo, o la corrupción mortífera del néctar vivífico”. Es claro en el texto, que Casal conocía tumores linfáticos como
final de enfermedad previa. Enfermedad de la que cabe suponer una
mala evolución y gravedad, tal como especula Casal: “En efecto; sí, cuando una enfermedad sobreviene a otra, aquella es las más de las veces mortal,
principalmente cuando en tal sucesión se hace el tránsito o metástasis a la parte
más noble del humor indómito, quebrantadas ya las fuerzas; y, por lo tanto,
cuando se verifica el tránsito del mal del bazo, o de la hepatitis o flema blanca, o disentería a la hidropesía, muy pocos son los que salvan de la muerte…”.
Casal, también utiliza el término de Fiebres linfáticas, que aunque es
un término genérico, se circunscribía a la fiebre acompañada de adenopatías. Por supuesto que estos dos síntomas podrían ser la primera
manifestación de un linfoma. No sabemos si Casal se refería solo a las
adenitis infecciosas o hablase en términos más genéricos de un síndrome que podría encubrir también un linfoma. Lo más probable es que
así fuese. Al respecto, dice: “Muchas veces las enfermedades que se juzgan
de sarna, no son otra cosa que las fiebres llamadas linfáticas, como también
las continuas, periódicas o accesionales; y en suma, todas aquellas que vulgarmente se conocen con el nombre de tabardillo”. Estamos seguros de que
algunos pacientes vistos por Casal por tumores linfáticos o fiebres linfáticas, eran auténticos linfomas.
Semiología gener al hematológic a en Casal.
Los datos más importantes de la posible semiología general hematológica en Casal, podría quedar circunscrita a algunos síntomas o signos; bien entendido que él no buscaba patologías hematológicas que
entonces se desconocían, sino que solo describía lo que veía con sus
esquemas diagnósticos de aquel entonces. Señalaremos algunos.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ESTADO GENERAL DE LOS PACIENTES.
Pérdida de peso: No se cuantifica en la obra de Casal. Cuando un
paciente empeora, lo traduce a palabras con claridad.
Anorexia: Hablando del os síntomas de un paciente, dice: “Con el
frío… le dolían los tubérculos, le aumentaba la fiebre, crecía la tos, disminuía
el apetito, se debilitaban las fuerzas, se aumentaban las agripnias y eran
excesivos los sudores”.
Fiebre: Es un dato fundamental para el diagnóstico y seguimiento de
los pacientes en la obra de Casal. Hay, en la obra, más de ochenta citas
dedicadas a las fiebres. Líneas más arriba, ya hemos hablado de las fiebres linfáticas, y también de la sudoración anómala exponente de la
febrícula, especialmente nocturna.
Astenia: Del cansancio, la laxitud y el mal estado general se ocupó
Casal en repetidas ocasiones como ya hemos anotado líneas arriba al
comentar la anemia y la caquexia. Así definía él la laxitud tras un fenómeno agudo: “Quitábase en la gente moza la calentura entre el día quinto,
y séptimo, con sudor, que naturalmente acontecía, con señas de buenas crisis;
pero les quedaban por muchos días los amargores de boca, sed, inapetencia,
vigilias, laxitud y pertinaces toses, ya secas, ya con expulsión de materias
catarrosas, más o menos cocidas”. Pero la astenia que podía definir una
hemopatía es crónica, lenta y respondería más bien a este otro patrón
descrito por él cuando describía el mal de la rosa: “Todos los miembros de
su cuerpo sufrían un cansancio extraordinario y el dolor de los muslos la afli-
388
gía”; o esta otra descripción: “Por la mañana, con el estómago vacío, la acometía una gran debilidad, y después de la comida del medio día, le daban frecuentes mareos de cabeza, que la tambaleaban de un lado para otro, pero sin
perder el sentido”.
Los datos exploratorios que nos podrían aproximar, en la obra de
Casal, a la posible descripción de algunas hemopatías serían los siguientes.
La palidez. Ya hemos analizado este dato más arriba, al hablar de
las anemias posthemorrágicas y carenciales. No insistimos en él.
Las hemorragias. La hemorragia, es un elemento descriptivo constante en la obra de Casal. No en vano era un elemento fisiológico en la
depuración natural de la enfermedad producida por el cuerpo.
Señalemos algún tipo de hemorragias y la interpretación circunstancial
que les daba.
Como final favorable de enfermedad.
Dice: “Los términos más ordinarios de estas graves enfermedades son
aquí sarna, parótidas, destemplanzas de vientre, abscesos y tialismos;
pues los sudores críticos rara vez acontecen. En algunas epidemias,
tiempos buenos y gente robusta, y joven suelen las enfermedades terminar muy bien por hemorragias y tal vez por disenterías”.
Como complicación fatal de enfermedad infecciosa.
En un supuesto caso de viruela que evolucionaba mal, el de Dña.
Francisca, hija segunda del Marqués de Vallecerrato, describe las
hemorragias surgidas tras un rash inicial posiblemente medicamentoso, así: “El quinto día se nos agregó un estilicidio de narices que
llegaría a cinco o seis gotas de sangre. Comenzaron las encías a resudar sangre; y se formaron en los labios unas negras escaras acarbuncadas, que abriéndose en grietas profundas, atormentaban con tan intolerables dolores a la inocente niña, que por no escuchar sus lamentos
nos retiramos todos de su cuarto. En medio de tantos y tan abultados
trabajos, crecieron algo las viruelas; pero con tan extraño semblante,
que más parecían verrugas marmóreas que viruelas usuales… Al
comenzar el sexto y último día, se desenfrenó con mayor furia el vien-
389
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
DATOS EXPLORATORIOS.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
tre, repitiendo tremendos cursos hediondos, y poniéndose negras las
chatas y empedernidas viruelas, murió la enferma antes del día siete”.
La ictericia. La ictericia, puede ser un signo exploratorio capital en
las patologías hematológicas. Casal, le dedica tiempo y espacio a lo que
denomina”morbo regio”, y de entre muchas posibles causas de ictericia se
centra en la epidemia de ictericia que hubo en la región desde 1719 a
1721. La explicación que da a esta epidemia de ictericia, nos sorprende: fueron nada menos que los vientos ábregos utilizando esta comparación: “Por lo cual, no pienso, que se tendría por temerario el médico, que
juzgase ser tan posible la generación de la ictericia epidémica, cuando la fogosa constitución de el tiempo agita, enciende, y turba los líquidos del cuerpo;
como la producción de las partículas, y dispensas, cuando desenfrenada la ira,
ocasiona semejantes efectos”.
No hay otras citas en Casal sobre la ictericia dignas de mención.
Las organomegalias (adenopatías, hepatomegalia, esplenomegalia). Más
arriba, nos hemos ocupado ya de las adenopatías que describe Casal y
sus posibles interpretaciones.
Respecto a hígado y bazo poco señala Casal. Hablando de terminaciones y sucesiones del mal de la rosa, señala que cuando la enfermedad afecta a estos órganos pocos son los que salvan. Dice: ….”cuando
en tal sucesión se hace el tránsito o metástasis a la parte más noble del humor
indómito, quebrantadas ya las fuerzas; y, por lo tanto, cuando se verifica el
tránsito del mal del bazo, o de la hepatitis, o flema blanca o disentería a la
hidropesía, muy pocos son los que salvan de la muerte”.
Pero no se ocupa Casal de señalar el significado diagnóstico de la
hepatomegalia y la esplenomegalia. Y es que, lo repetimos una vez
más, Casal escribió su obra para resaltar la patología regional de
Asturias y no para redactar un lucido manual de Medicina.
CONCLUSIONES.
1 En tiempos de Casal, estaba muy atrasado el conocimiento de la
fisiología y la patología hematológicas, tal como las conocemos
ahora.
390
2
3
4
5
6
Se desconocían los órganos hemopoyéticos y los órganos hemocateréticos.
Se desconocía la composición de la sangre pese a la existencia
del microscopio y la nueva ciencia química ¿En este contexto
tiene sentido hablar de los pacientes hematológicos de Casal?
De todos modos, hemos indagado, por ver sí, Casal había descrito, alguna patología hematológica. Al respecto, cabe decir:
a Describe una muerte por hemorragia aguda.
b Intuye estados carenciales que conducen a
cansancio y agotamiento.
c Describe una posible leucemia aguda.
También hemos buscado, sí de algún modo, se pueden entrever
algunos diagnósticos más, a partir de sus palabras con estas conclusiones:
a Descripción de una posible Agranulocitosis.
b Intuición de la existencia de los linfomas.
Finalmente, hemos tratado de elaborar una semiología hematológica a partir del texto de Casal desde la perspectiva actual.
Concluimos de este modo:
a Los síntomas clínicos más comunes (estado general, astenia, anorexia, pérdida de peso, fiebre), no llevan a ningún
diagnóstico hematológico actual; máxime, en aquel entonces en el que no existían.
b Los datos exploratorios (color de piel, hepatomegalia,
esplenomegalia, adenopatías) tampoco son concluyentes.
Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Para este
trabajo se utilizó la edición de 1959, prologada por Gregorio Marañón
y publicada por la Excelentísima Diputación de Asturias.
Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina. Salamanca, 1969.
Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Barcelona, 1962.
391
LOS PACIENTES HEMATOLÓGICOS...
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA.
Tissot, Mr.: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del
campo. Madrid 1781.
Tolivar Faes, J.R.: Historia de la Medicina en Asturias.
Popular Asturiana. Edit. Ayalga. Salinas 1976.
Colección
Tolivar Faes, J.R.: Los enfermos del Doctor Casal. IDEA. Oviedo, 1981.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
O tros Microscopios disp onibles en el S iglo XVIII (AJFG).
392
LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA
EN CASAL.
JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA
RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO
JOSÉ ANTONIO BUELGA GARCÍA
Así como los conocimientos de Hematología eran escasos en el siglo
XVII, la sangría generó publicaciones, muchas especulaciones y dilatadas polémicas. Como se vio en el capítulo correspondiente, Casal no
efectuaba diagnósticos hematológicos. Y ya en el capítulo correspondiente se quiso identificar alguna enfermedad hematológica tal como se
ve hoy en las descripciones que realizó el ilustre médico ovetense.
1. LA POLÉMICA SOBRE LAS SANGRÍAS DE E SPAÑA.
Dos fueron las grandes polémicas de la Medicina Moderna en
España: “La polémica de las sangrías en el Barroco (siglo XVII) y “La
polémica del agua”, durante Barroco e Ilustración (siglos XVII y XVIII).
393
LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
La sangría en los siglos XVII y XVIII españoles.
Para completar adecuadamente esta introducción nos ocuparemos
de tres cuestiones. A saber: la llamada polémica de la sangría; lo que
recomendaban médicos prácticos cargados de sentido común; y, finalmente, lo que pensaba Feijoo, amigo de Casal, en cuya celda se reunían
con frecuencia para charlar, intercambiar noticias científicas y hasta
comentar algunos pacientes.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Conviene recordar aquí, aunque sea con suma brevedad, los términos de la polémica. Se polemizaba esencialmente en torno a dos cuestiones:
a. La opor tunidad de realiz ar una sangría.
Eran muchos los estragos que se estaban produciendo en los pacientes con las emisiones sanguíneas. Hasta tal punto esto era cierto que D.
Agustín Gonzalo Bustos de Olmedilla, autor de una obra llamando a
la cordura El monstruo horrible de Grecia, mortal enemigo del hombre
(1675 y 1686), dirigió al rey Carlos II un memorial en 1677 requiriendo su intervención en la regulación de las sangrías; que sepamos, no
hubo respuesta y varios médicos galenistas combatieron, fieramente, las
propuestas realizadas por Olmedilla. De todos modos, trataron de
centrar el tema y poner coto a los abusos los siguiente autores: Andrés
Ordóñez (1623), Juan Gallego Benítez de la Serna (1639), Cristóbal
Unfri y Hayo (1638), “Diego Valverde de Horozco” (1653), Juan
Lorenzo Estelrique (1654) y un sinfín más, destacando Antonio Ponce
de Santa Cruz y Gaspar Caldera de Heredia y José Lucas Casalete.
Pero frente a este grupo de gentes que intentaron centrar la indicación de la sangría, hubo quienes la defendieron a ultranza; tal fue el
caso de Gaspar Bravo de Sobremonte, quien no solo hace una defensa
teórica de la sangría, sino que desciende de forma pormenorizada a las
indicaciones clínicas; este autor adopta una postura polémica e intransigente contra los detractores de la sangría o aquellos que querían limitar su uso; y, curiosamente, los médicos más prestigiados de la época
siguieron a Sobremonte, defendiendo a ultranza la doctrina y praxis clásicas de la sangría.
b. El lugar donde debía realiz arse el sangr ado.
Esta segunda cuestión, venía discutiéndose desde hacía muchos años
por anatómicos y clínicos. Parece ser que el tema se centraba en las
ventajas e inconvenientes de la realización de sangrías en el tobillo.
Estaban a favor de utilizar otros lugares de sangrías varios autores:
Duarte Núñez de Acosta, Fernando Suárez, Juan Moyano de Medin
yÁlvaro Tenorio de León.
394
Testimonio concreto de estas disputas fueron dos obras publicadas
en Sevilla. Tales obras fueron éstas: “Concordia de la controversia sobre el
sitio de la sangría en los principios de las enfermedades” (Sevilla, 1655) de
“Juan Bautista Piñero”; y “Tratado contra el abuso de sangrar siempre del
tobillo en todas las enfermedades universales y particulares de partes superiores” (Sevilla, 1682) de “Francisco Pérez de Tábora”.
Ya en el siglo XVIII D. Francisco Solano de Luque (1684-1738)
médico cordobés en su obra sobre el pulso Lapis Lydos Appollinis
(Madrid, 1741) hacía una valoración netamente negativa tanto de la
polifarmacia como de las sangrías. Pero siguieron haciéndose sangrías,
con particular insistencia por parte de algunos médicos.
La segunda cuestión introductoria es conocer qué es lo que se decía
entonces, en Europa por boca de médicos razonables y prestigiados.
El tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del campo,
escrito por Mr Tissot, Doctor y Cathedrático de Medicina de la Real
Sociedad de Londres, de la Academia Médico-Física de Basilea y de la
Sociedad Económica de Berna, es un ejemplo de guía médica para el
clínico práctico. Publicada en 1761, tuvo varias y rápidas ediciones en
varios países (Zúrich 1762; parís 1762; Lausana 1763; León 1763;
Rotterdam 1764; Holanda 1765; Venecia 1766; Génova 1767; Suecia
1767; Rusia 1772; Madrid 1781).
Manejamos la edición de Madrid para estudiar la cuestión anteriormente epígrafiada. Aunque la obra se publicó en 1761 por primera vez
y se tradujo en España en la segunda mitad del siglo XVIII, recoge el
sentir general de los médicos europeos y de muchos españoles, sobre el
tema que nos ocupa.
En el capítulo XXXIV, se ocupa el autor de lo que él denomina”De
los remedios de precaución”, y que circunscribe a dos: “La sangría” y
“Las purgas”. Nos centramos en la sangría, que es nuestro tema.
a. INDICACIONES GENERALES DE LA SANGRÍA..
Señala el autor que la sangría solo es necesaria en cuatro ocasiones;
copiamos textualmente:
Cuando hay demasiada sangre.
395
LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
2. LAS RECOMENDACIONES DE LOS MÉDICOS MÁS COMEDIDOS.
Cuando hay inflamación.
Cuando ha sobrevenido, o va a sobrevenir en el cuerpo alguna causa
capaz de producir en breve la inflamación, u otro cualquier accidente
si no se aflojasen los vasos con la sangría: por eso se sangra después de
las heridas y contusiones; a una mujer preñada si tiene una tos vehemente; y por precaución en otros muchos casos.
Algunas veces, para mitigar un dolor excesivo, el que sin embargo, de
no depender de demasiada sangre, u de otra sangre inflamada, se
calma un poco con la sangría, para tener tiempo de destruir la causa
con otros remedios.
Pero como estos dos últimos motivos pueden comprenderse en los
primeros, se puede establecer que la demasiada sangre y la sangre inflamada son las dos únicas causas necesarias de la sangría.
A continuación el autor insiste en varias cuestiones de interés: confirmación de la indicación, contraindicaciones y normas de sangrado.
Las exponemos.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
b. CONFIRMACIÓN DE LA INDICACIÓN DE SANGRADO.
Ciñendo las indicaciones a dos, se sangraba por la inflamación de la
sangre o por exceso de la misma. Analicemos por separado ambas cuestiones.
a) Inflamación de las sangre.
Personalmente creemos que la medicina clásica era fundamentalmente expulsiva; la espontánea, que realiza el cuerpo y la inducida
con sangrías, purgas y medicaciones.
Nuestro autor, en esta indicación que era la más común, no quiso
explayarse, despachando el asunto de esta manera: “La inflamación
de la sangre se conoce por los síntomas que acompañan a las enfermedades que produce esta causa. Ya he tratado del uso de la sangría
en estos casos, señalando al mismo tiempo en cuáles conviene”.
Y efectivamente, a través de la obra ya se había ocupado del asunto
en varias ocasiones, especialmente en estas situaciones:
La neumonía.
En ella, la primera sangría alivia, pero el mal vuelve y señala el
camino a seguir, hasta una cuarta o más. Y habla del interés que
396
Inst r umentos quirúrgicos. A partir de la fig. 10, lancetas utilizadas en las sangrías.
Tomado de la Enciclopedia Francesa (Diderot / D`Alembert)
397
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
tiene la observación de costra blanca o “costra pleurítica” que se
forma en la superficie de la sangre extraída y coagulada, pero solo
interés relativo pues puede no aparecer.
Pero avisa de que a veces no solo no alivia sino que perjudica. Y
tan mal síntoma es que no alivia como el que no se pueda hacer.
El dolor de costado.
En el capítulo V de la obra, se ocupa el autor de “a Pleuresía o
dolor de costado. La sangría, en estos gravísimos casos sigue los
mismos pasos que en la neumonía. Según el autor, la sangría
puede ser salvadora. Y, añadimos una curiosidad traída de la
Medicina Popular por Mr. Tissot, dice: “Para esta enfermedad, es
muy común entre los labradores el uso de dos remedios, que algunos
médicos celebran también: estos son la sangre de macho silvestre y el
sebo tomado en un huevo. No niego que se hayan curado muchos sujetos de semejantes remedios; pero también es cierto que uno y otro, así
como el huevo en que toma el sebo son dañosos”.
Pero en la obra no se habla de más indicaciones concretas en la
inflamación, que era la fuente habitual de candidatos a sangrías.
Es probablemente, de algún modo, entregar el tema a la prudencia del médico.
Sin embargo, la plétora, el exceso de sangre, se pormenoriza hasta
límites insospechados en el texto, quizás por dos razones: la escasez de pacientes con este diagnóstico y la inocuidad del procedimiento. Veamos:
Excesiva sangre.
Dice el autor, agotando precisiones: “Aquí indicaré los síntomas que
manifiestan que hay demasiada sangre:
El género de vida que se trae; si se come mucho; si se usa de alimentos
jugosos y en particular de mucha carne; si se beben vinos nutritivos;…
sí se hace poco ejercicio; sí se duerme mucho; si no se padece ninguna
evacuación importante.
El (Al) cesar alguna hemorragia a que se estaba acostumbrado.
Un pulso lleno y fuerte, y descubrirse mucho las venas en un sujeto que
no está flaco ni acalorado.
398
Un color bastante encendido.
Un estupor extraordinario; un sueño más profundo, más largo, y
menos tranquilo que lo regular; una facilidad no acostumbrada a cansarse con cualquier exercicio o trabajo; y algo de opresión al andar.
Las palpitaciones, acompañadas en ocasiones de un total decaimiento,
y aun de un síncope ligero, en particular cuando se habita en lugares
calientes o se ha hecho mucho ejercicio.
Los vértigos o vahídos, principalmente al bajarse y cuando se levanta
de repente la cabeza y después del sueño.
Los dolores frecuentes de cabeza, a que no se está sujeto, ni parece que
dependan de desorden en las digestiones.
Una sensación de calor, bastante universal por todo el cuerpo.
Una especie de picazón punzante y general, cuando se está algo acalorado.
Las hemorragias frecuentes y que alivian.
Pero se debe tener gran cuidado de resolverse por solo uno de estos síntomas; pues es preciso que concurran muchos y asegurarse que no dependen de alguna otra causa muy diferente y del todo opuesta a la demasiada sangre. Cuando por estos síntomas hay seguridad de que realmente existe este exceso, entonces se hace con gran felicidad una y aún
dos sangrías. De cualquiera parte que se haga esta evacuación, produce alivio”.
El autor a quien seguimos dice que no debe hacerse sangría, si no
concurren las circunstancias señaladas, cómo no haya motivos particulares que obliguen. Pero, en términos generales, la contraindicaba en
estas circunstancias:
Cuando la edad es muy avanzada, o se está en la primera infancia.
Cuando la persona es naturalmente de un temperamento débil, o le
han debilitado las enfermedades, o algún otro accidente.
Cuando el pulso es pequeño, blando, débil intermitente y la piel está
descolorida.
Cuando las extremidades del cuerpo están frías e hinchadas con blandura.
399
LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
c. CONTRAINDICACIONES A LA SANGRÍA.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Cuando se come poco después de una larga abstinencia, o se toman alimentos de poca substancia, y la disipación es grande.
Cuando hace mucho tiempo que el estómago está descompuesto; cuando
la digestión se hace mal, y por lo mismo, se forma poca sangre.
Cuando hay alguna evacuación considerable, por hemorragia (de cualquiera parte que sea) o, por cursos, orinas o sudores: cuando ya se ha
hecho la crisis de una enfermedad, por alguna de estas vías.
Cuando hace mucho tiempo que se padece una enfermedad de debilidad
y hay muchas obstrucciones que impiden la formación de la sangre.
Cuando las fuerzas se han abatido, por cualquiera causa que sea.
Cuando la sangre está pálida y disuelta.
Dicho todo lo anterior el autor hace muy atinados comentarios respecto a los excesos en la indicación de las sangrías y del número de las mismas.
Respecto al exceso de indicaciones llega a decir que salvo en las circunstancias señaladas más arriba, se deben evitar. Dice: “una sangría
sola pone por lo común en un estado absolutamente incurable y los males que
causa no se reparan… En cualquier estado que esto suceda por robusto que sea
el sujeto, si la sangría no es necesaria, perjudica. Las sangrías repetidas debilitan, abaten, envejecen, minoran la fuerza de la circulación…[y] se podría
demostrar que algunas sangrías producirían necesariamente en un hombre
robusto una enfermedad inflamatoria”.
A los pletóricos, el autor les aconseja se eviten las causas de exceso
de sangre, reglando la dieta y haciendo ejercicio. De este modo, se evitarían las sangrías en nada deseables. Y como complemento terapéutico, tisanas de flor de sauco, miel y vinagre y una onza de nitro dividida en 16 tomas.
Respecto al número de sangrías que a veces se realizaban a un solo
individuo, dice el autor consultado:”Horroriza ver que algunas personas se
sangran dieciocho, veinte y veinticuatro veces en dos días; otras, algunos centenares en pocos meses. Estas observaciones siempre prueban, con seguridad, la
ignorancia del médico o del cirujano”. Y si el enfermo se liberta, se deben admirar los recursos de la Naturaleza que no se rinde coi tantos golpes mortales”.
400
El autor que estamos siguiendo, dedica dos líneas a la técnica de la
sangría. Dice textualmente: “La cantidad de sangre que se debe sacar a un
adulto en una sangría de precaución, es de diez onzas”.
El primer asunto que obvia este autor es el señalar lugar ideal de sangría para un concreto problema tal como se venía haciendo históricamente. Líneas atrás, ya indicamos los términos en los que se polemizó sobre la sangría en el siglos XVII. Uno de ellos era si el pie era el
lugar universal ideal de sangrado; pero muchos médicos cirujanos y
sangradores seguían criterios propios.
También obvia, en términos generales, el número de sangrías a realizar. Deja en manos del médico o cirujano responsables este asunto.
Y, respecto a la cantidad de diez onzas, deseamos que se entienda
esta unidad. La sangre extraída no se expresaba en la unidad de capacidad de áridos (la fanega) ni en la unidad de capacidad de líquidos (la
cántara); se expresaba en la unidad de peso que “la arroba” con sus submúltiplos.
La administración borbónica y antes la de los Austrias, intentó unificar los sistemas de medida nacionales sin éxito. Las leyes se fueron
sucediendo casi sin interrupción, siendo la última promulgada por el
Antiguo Régimen en tiempos de Carlos IV “para igualación de pesos y
medidas para todo el Reino”.
En las unidades utilizadas por el autor consultado, se utiliza como
patrón la libra de dieciséis onzas o libra castellana. Las unidades se distribuían así.
• Grano: es el peso de un grano de cebada, de mediana magnitud,
prefiriéndose el de latón.
• Escrúpulo: veinticuatro granos.
• Dragma: tres escrúpulos o 72 granos.
• Onza: ocho dragmas.
• Libra: dieciséis onzas.
• Cuartillo: Pesa una libra o dieciséis onzas.
• Azumbre: cuatro cuartillos o cuatro libras.
• Medio Azumbre: dos libras u dos cuartillos.
401
LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
d. LA TÉCNICA DE LA SANGRÍA.
• Medio cuartillo: ocho onzas.
• Cuarterón: Cuatro onzas.
Traduciendo los términos esenciales en unidades actuales, sería:
• Libra de 16 onzas equivale a 460 gramos.
• Onza 287 decigramos.
Las diez onzas serían 287 gramos, cantidad no exagerada para un
sujeto sano de mediana estatura. Eso lo sabemos bien hoy gracias a la
rutinaria hemodonación de sangre.
Lo expuesto, eran las líneas generales de comedimiento del médico
razonable, que sin excluir definitivamente la sangría trataba de ordenar
y ponderar su uso razonado.
Otra cuestión afín a la sangría será el empleo de “sanguijuelas”, procedimiento alternativo que se utilizaba en pacientes debilitados o en
padecimientos muy concretos. Solían colocarse en los márgenes del
ano donde se creía estaba la porción más gruesa de la sangre.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
3. FEIJÓO Y LA SANGRÍA..
Amalio Telenti Vigón, excelente médico internista ovetense y
microbiólogo, nos dejó como trabajo doctoral un riguroso estudio sobre
el pensamiento médico de Feijóo.
Leer este libro, es probablemente el mejor ejercicio para aproximarse a Casal, por muchas razones: el nivel de conocimientos médicos de
Feijóo; y su personal amistad con el benedictino con quien nos consta
hablaba de medicina muchas veces.
Feijóo pensaba que las hemorragias naturales y espontáneas en el
curso de muchas enfermedades eran salvadoras. Al respecto decía: “Ni
la lanceta ni las sanguijuelas son electivas de modo que saquen la sangre mala
o excrementaría y dexen la buena. La Naturaleza, sí. A no serlo, no se
observará tan frecuentemente la prompta y sensible mejoría de los enfermos,
sucesiva alas hemorragias naturales”.
Feijóo a lo largo de su obra, se ocupa de las dos cuestiones esenciales que suscita la sangría. A saber: Indicaciones y contraindicaciones,
así como el procedimiento técnico.
402
Feijóo era acérrimo enemigo de las sangrías; por considerar que
debilitaba a los pacientes, ya de por sí debilitados por la enfermedad; y,
sobre todo, porque habitualmente no había una indicación clara para
realizarla. Él, estaba al lado de los médicos no sangradores y dado su
prestigio intelectual universal, estamos seguros que contribuyó, con sus
opiniones, ala erradicación de este feroz procedimiento.
El sabio y erudito monje nos recuerda en uno de sus textos la historia de la sangría. El primero que la aconsejó fue Hipócrates, pero su
difusión ulterior se debe a Galeno, quien la convirtió en universal, recomendándola en casi todas las enfermedades conocidas y siguiéndole en
esta práctica miles de médicos a lo largo de la historia de la Medicina.
Pese a la autoridad de Hipócrates y Galeno, ya hubo opositores a la
sangría en la antigüedad (Chrysipo, Aristógenes, Erasistrato, Straton y
Asclepiades y, ulteriormente, otros médicos insignes Paracelso,
Helmoncio, Pedro Severino, Crollio, el Quercetano, Poterio, Fabro,
Crusio, Tocci).
Su oposición teórica a toda sangría, la razonaba de este modo:
“Siendo la sangre un líquido continuado, que sin separación o interrupción alguna esta siempre fluyendo, por los mismos vasos, esa infección,
si la hay, está igualmente comunicada a toda la masa sanguinaria y la
extracción de una parte de esa sangre no impide que la infección se
mantenga en el resto y con ella la persistencia del mal.
Por otro lado Feijóo dice que la propia enfermedad consume sangre
y debilita, lo que le hace exclamar: “Si a tanta disipación de sangre causada por el ardor de la fiebre, se añade el dispendio de este vital licor, que inducen los médicos con sus sangrías, ¿en qué pararemos?”.
Respecto a las indicaciones precisas, pese a que muchos médicos
famosos, como su amigo Casal, la indicaban, hacia esta recomendación
general al médico: que, “sagazmente examinadas, comprehendidas y combinadas todas las circunstancias de la enfermedad y del enfermo por donde se
debía hacer juicio si convenía o no convenía la sangría”.
Demostraba el sabio benedictino haber leído mucho del asunto, tan
polémico en su siglo. Sabía que Solano Luque la utilizaba solo en los
403
LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
a. INDICACIONES Y CONTRAINDICACIONES.
casos de plétora. También sabía que se consideraba inexcusable la sangría en el dolor de costado, garrotillo, frenesí y esputo sanguíneo, aunque autoridades como Tozzi no las indicaban. Y, a título personal se
oponía a las sangrías, tan prodigadas en los reumatismos, por considerarlas ineficaces. Definitivamente, Feijóo, era enemigo de las sangrías,
pero como se hacían pese a todo, dejó escritas las contraindicaciones
que él estimaba oportunas. Y eran casi todas las enfermedades las que
las contraindicaban: Todas las enfermedades debilitantes, en especial la
fiebre pútrida. Por él lo estarían contraindicadas todas, porque no cree
que ninguna enfermedad tenga su origen o resida en la sangre.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
b. TÉCNICAS.
Feijóo, comenta los dos tipos de sangramiento que se realizaban
entonces: “La sangría” y “Las sanguijuelas”.
La Sangría.
La Sangría con lanceta planteaba, aparte de indicaciones y contraindicaciones, dos cuestiones el lugar del sangrado y el volumen a extraer.
Lugar de sangrado. Al margen de la polémica suscitada, la sangría con lanceta se efectuaba en las venas de la flexura del codo,
siguiendo una cierta predilección por la vena cefálica en problemas que afectaban a la cabeza y la basílica si se quejaba de dolores en su tronco. En todo caso, el benedictino intervino en esta
disquisición afirmando que esto era indiferente porque cefálica
y basílica tenían un tronco común, les subclavia. Y, se ocupó de
otro asunto muy en boga; a saber: para los partidarios de la sangría, la sangre debía salir con fuerza, a chorro, con violencia,
como sí en ello estuviese parte de la virtualidad de la técnica.
El maestro benedictino, no veía inconveniente alguno a que se
realizasen de manera lenta y sosegada, incluso de modo intermitente, si el paciente estaba muy deteriorado.
Volumen del sangrado. Al respecto, el sabio fraile acudía al sentido común y no admitía regla fija. Para él, el único indicador
de cantidad era el estado del paciente, habiendo de todo:
pacientes que no deben ser sangrados hasta aquellos que tole-
404
LA D O CTRINA DE LA SANGRÍA EN CASAL.
Casal, como veremos, era un médico sangrador. Para su teoría general de la enfermedad, expuesta por nosotros mismos en otro lugar, la
sangría ayudaba a retirar a “expulsar” la enfermedad del medio interno
apoyando los mecanismos expulsivos naturales, (ardor, secreciones,
orina, heces, lesiones cutáneas, etc.).
Para exponer el tema, sigamos el esquema propuesto, líneas más
atrás:
1. INDICACIONES DE LA SANGRÍA EN CASAL.
Dos cuestiones han suscitado nuestro interés al revisar las indicaciones en las que Casal utilizaba la sangría como recurso terapéutico
importante; la primera, es el trato diferencial que le da a Asturias; y, en
405
LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
ran muy bien las sangrías, estando en este último grupo los
poliglobúlicos que lo necesitan y lo agradecen.
Las sanguijuelas.
Como ya señalamos, las sanguijuelas eran colocadas de ordinario en
las márgenes del ano, para extraer la peor de las sangres en opinión
general. Feijóo rebate esto con argumentos científicos, pero creemos
que mal traídos, llegando a la conclusión de que las sanguijuelas no
chupan la sangre peor sino la más fluida. Y también rebate la teoría de
los defensores de las sanguijuelas que aseguraban descongestionaban
bazo y cabeza. Y, en fin, cree que las sanguijuelas son más devastadoras
que la lanceta y además más incómodas, molestas y dolorosas por lo que
llega a decir que “es damnable suplir la sangría con sanguijuelas”.
Damos por finalizada esta ya larga introducción pero que consideramos necesaria. En ella hemos repasado, brevemente, el contexto histórico de la disputa de la sangría, el ejemplo del quehacer razonable en el
contexto europeo a través de un manual, y, finalmente, la opinión del
mayor erudito que había en tiempos de Casal en Oviedo, cual era
Feijóo. Nos resta ahora analizar la doctrina de la sangría en Casal. Al
respecto, estudiaremos los siguientes aspectos: Indicaciones técnicas,
eficacia y efectos adversos.
segundo lugar la amplia gama de enfermedades en las que era partidario de hacerla. Trataremos, por separado, ambos temas.
a. LA SANGRÍA EN ASTURIAS
Casal era partidario de limitar la sangría como procedimiento terapéutico, entre los asturianos. Sobre el papel, esgrimía estos argumentos científicos: “No quiero pintar el modo y síntomas con que acontecen en este País los insultos o paroxismos nefríticos: porque (sacando
aquellas individuales diferencias, que en todo mal se perciben) ya los autores prácticos lo dexaron claro bien delineado. Solo debo decir que como, en
Asturias abundan tanto los cuerpos de crudezas, y superfluidades no se
puede tan prontamente usar de la evacuación de sangre, como en otras
Regiones; a no ser que la plenitud, juventud, robustez, edad y otras particulares disposiciones de los pacientes la pidan luego, luego…”.
Han quedado escritas y no nos queda otro remedio que aceptar, al
menos, que Casal para restringir la sangría en Asturias, utilizaba
argumentos científicos de la época; argumentos que hoy no servirían pero que entonces sí. De todos modos, tras estas argumentaciones científicas, ¿no estaría el consejo machacón de su amigo Feijóo
para que sangrase lo menos posible y al menor número de pacientes?
No lo sabemos, pero es posible que así fuere. Aunque, la verdad
Casal sangró a todo aquel que estimó oportuno hacerlo, hasta las
últimas consecuencias.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
b. LAS INDICACIONES.
Los sangrados, se podían hacer de dos modos: la sangría con lanceta y la aplicación de sanguijuelas como ya apuntamos al hablar de
este asunto en Feijóo. A efectos expositivos separaremos ambas técnicas.
Indic aciones de la sangría con lanceta.
Las indicaciones eran muy amplias en Casal, hasta tal punto que se
le debe considerar un médico sangrador. Cabría señalar dos situaciones: por exceso de sangre, o por enfermedad inflamatoria.
POR EXCESO DE SANGRE.
En las apoplegías, en general, la sangría, una vez establecido el pronóstico, no solían ser útiles; Dice: “Estas son las horrendas apoplegias,
406
en que, faltando totalmente el sentido y movimiento, no queda más indicio animal, que una respiración formidable… Estas son las que se burlan
de cuantas sangrías se han inventado, taxas, ayudas y calas irritantes,
estornutatorios fuertes, espíritus penetrantísimos, vegigatorios…”.
Esta refiriéndose, en este, caso a las apoplejías fuertes en las que
“no hay remedio ni esperanza de lo que haya”. Pero en el resto de los
casos, el comportamiento de la enfermedad podía ser muy variable.
Casal no habla de sangrías profilácticas en los pacientes pletóricos,
como decía el autor consultado y que hemos señalado en la introducción. Pero habla, con claridad, de la utilidad de la sangría previa de
los pletóricos como condicionante para la eficacia de un tratamiento ulterior. Le señala así hablando de unas fiebres catarrales continuas acaecidas durante un invierno asturiano: “Acontecieron especialmente a sujetos sanguíneos, y que, en estado de salud, tenían rosadas las
mejillas. No cedían a medicina alguna aunque fuesen de lo más apropiadas, como primero no se sangrasen los pacientes; pero, precediendo sangrías o sanguijuelas, comenzaban luego a expectorar y purgar por orina y
aprovechaban los remedios internos”.
El grueso de las indicaciones, estarían en este capítulo. Aunque los
cuadros clásicos no son superponibles en todo a los actuales, las
indicaciones, serían éstas.
LOMBRICES. El caso más sonado, fue el del mozo de Castropol
que enfermó en la cárcel. Padecía una fiebre ardiente. Se le hicieron dos largas sangrías y es posible que falleciese como consecuencia
de las mismas. No se las había indicado Casal sino el Médico de la
ciudad; D. Gaspar le había dado, entre otras coas, un vermífugo que
fue muy eficaz.
Otro caso, de lombrices, señalado por Casal es el de un criado de
el Marqués de Campo Sagrado enfermo de fiebre continua aguda.
Dice Casal: “Dispúsele las sangrías y remedios que me parecieron convenientes… y arrojó con el curso siete u ocho lombrices de mucho tamaño;
asustose viendo esto el enfermo; y luego que yo fui a visitar al paciente,
mostrándome el bañado, me dixo: Errose la curación; porque no debía
407
LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
POR ENFERMEDAD INFLAMATORIA.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
sangrarse cuando la enfermedad consistía en lombrices. A lo que le respondí (fiado en las favorables señales), que antes de venticuatro horas,
vería sano el enfermo…”.
En todo caso, parece que las lombrices no eran una indicación
absoluta de sangría en Casal. Sí, los síntomas acompañantes si se
descartaban las lombrices.
SUPRESIONES BAJAS. Estas situaciones, se caracterizaban por la
dificultad de evacuar la orina. Se les denominaba también Iscuria
vesical o supresiones bajas. Al respecto, afirma: “las he curado con,
fomentos, baños, enemas específicas, emulsiones diuréticas benignas, sangrías en sujetos pletóricos y, en casos apurados, con el instrumento, que llaman algalia”.
HISTERISMO. Casal, distinguía varios tipos de histerismo. En los
histerismos de la primera clase, propios de mujeres jóvenes afirmaba: “Las sangrías no habiendo cosa que las contradiga o embarace, son el
más pronto y cierto remedio de cuantos he practicado, para domar y desterrar por entonces las invasiones de este mal; y aún para que no comiencen,
como se administren en tiempo, que el médico docto y prudente descubra
alguna seña, de que se va preparando nuevo acometimiento”.
Una alternativa era crear una fuente, sinónimo de corrimiento o fistula depurativa. Lo describía de este modo: “Tengo experiencia de que
“formando fuente” en una pierna, consiguen grande alivio, y son menos
afligidas de esta casta de accidentes las mujeres, aunque sean jóvenes, y de
vivaz complexión; pero las que pretender casarse, repugnan esta medicina
y solas las religiosas suelen admitirá”.
PAROTIDITIS Y ORQUITIS SINTOMÁTICA. Son varios los casos
que estudia y describe Casal de parotiditis epidémica. En su
“Historia de la Constitución de los tiempos, y de las enfermedades epidémicas y particulares, que en este Principado de Asturias observamos desde
el año 1719 a 1721”, describe la parotiditis epidémica y señala los
remedios que se usaban. Dice: “unos los untaban con aceite de manzanilla, almendras dulces, lombrices, etc.; otros los dejaban al beneficio de
naturaleza. Los aprensivos y acostumbrados a evacuaciones de sangre se
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
sangraban; y no conocían detrimento, antes sanaban con más brevedad,
que los otros”.
Entre los pacientes, cita al criado del monje de San Benito Fray
Esteban de la Torre, en el que Casal apreció de este modo el efecto
de la sangría: “Hice que lo sangrasen de el pie derecho y de el brazo
izquierdo, con lo cual, y algunos fomentos anodino resolutivos fue sanado
felicisamente”.
Casal estaba convencido, en base a su experiencia del beneficio que
reportaba la sangría en las paperas con orquitis. Lo expresa con
suma claridad: “En los mozos robustos y aquellos que llaman de temperamento sanguíneo-bilioso, eran las evacuaciones de sangre el único y
seguro remedio, que desterraba la calentura y minoraba la inflamación
dolorosa; y así los que sangraban, conseguían presto la salud, haciéndoles
después algunos oportunos fomentos sobre el teste entumecido”.
CATARROS Y CARDIOPATÍAS. Dejando a un lado el catarro sofocativo y el asma seco hidropiforme, Casal habla de Catarros, peripneumonías y dolores pleuríticos con sus remedios, en múltiples páginas.
Respecto al Catarro sofocativo, decir que, probablemente respondía
a cardiopatías crónicas tanto en viejos como en niños, que se beneficiaban de las sangrías. Decía Casal: “He visto en esta ciudad muchos
niños, jóvenes y de mediana edad, que padeciendo catarro sofocativo terrible, se hallaron en el último extremo de la vida, casi expirantes; y, sin
embargo, con sangrías y otros remedios, se les quitó la sofocación y salieron
del peligro, y aún hoy viven algunos de ellos gozando de perfecta salud”.
El asma seco hidropiform de los pulmones, era otra cosa. Se trataría, probablemente, de graves miocarditis con estenosis mitral u
otras valvulopatías; Casal, solo vio nueve casos en catorce años de
este grave padecimiento. Este mal, no era sensible a las sangrías.
Los catarros, peripneumonías y dolores pleurítico eran otra cosa. En
el invierno de 1720, observó Casal muchos casos con esta patología
consistente fundamentalmente en: catarros, fiebre elevada, dolor de
costado, sudoración profusa, estornudos y una terrible tos con expectoración. Probablemente, se trataba de una epidemia gripal con sus
manifestaciones torácicas y abdominales y con sus temibles compli-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
caciones de neumonitis y bronconeumonías, muchas veces mortales.
El tratamiento seguido por Casal para estos casos consistía fundamentalmente en sangrías, revulsivos y cocimientos pectorales. En
un amplio apartado, Casal se ocupa de la curación experimentada de
estas toses con estas palabras que encierran, por un lado, su interés por
los pacientes; y, por otro lo que hacía: “Luego que esta epidemia comenzó a multiplicarse, y exacerbarse, procuré con vivas diligencias, registrar
aquellos autores, que con noticias particulares escribieron de semejantes
toses… Daba el aceite de almendras dulces extraído sin fuego, mezclándolo con caldos de Gallina y azúcar piedra, o con xarabes pectorales, ya
emolientes, ya anodinos, ya incidentes y expectorantes, etc. Usaba del succino preparado, mirra, azafrán, spermacetí, y otros seguros simples; pero
nada con ellos se lograba. Disponía caldos de gallina con algo de escabiosa, tusilago, hisopo, verónica y otras hierbas pectorales y los administraba
con azúcar piedra; pero no aprovechaban. Pretendí suavizar la irritación
que con su acrimonia ocasionaba la linfa catarral, con el jarabe de adormideras blancas; pero, no pude conseguirlo. La simiente de mastuerzo en
cocimiento, en aquellos niños cuya flema parecía crudísima y viscosa, causaba tgan poco alivio, como las demás medicinas. No receté al agua de asta
de Ciervo succinado, ni el espíritu de Sal de amoniaco anisado por no
haberlos en estas Boticas; ni me atreví a dar vomitivos por la cortísima
edad de los pacientes. El manná y otros benignísimos purgantes quedaban tan sin efecto, como los demás remedios; el agua cocida con la rapa, o
nabo redondo, hacía lo mismo, que los otros.
Viendo que, sin esperanza de alivio, se malograban éstos y otros remedios, hice memoria de haber librado de toses secas y convulsivas a diferentes sujetos con sangrías….
Con estas, y otras experiencias y razones me resolví a sacar sangre
valiéndome de sanguijuelas por la poca edad de los pacientes: y certifico
con verdad, que se consiguió grandísimo beneficio en casi todos; y que en
ninguno se reconoció detrimento, procedido de semejante evacuación. En
toda la epidemia, no fueron de diez uno los que murieron”.
Agotamos este larguísimo párrafo, para que quede patente la fe de
Casal en la sangría para estos casos, así como del empleo de “las can-
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
táridas”, de las que ya nos hemos ocupado; e incluimos en este capítulo de toses y estados catarrales los casos consultados por el cirujano de Nava a Casal en la primavera de 1749, que aquel denominaba
como “fiebres malignas catarrales”; al parecer, curaban bien con el
cordial alexifármaco que Casal prescribía, un emético y ocasionalmente sangrías.
De algunos aspectos concretos de la técnica de la sangría nos ocuparemos más adelante.
VIRUELA. Don Gaspar, recoge varios casos de viruela en su obra.
Era enfermedad bien conocida por él, tanto en sus mínimas manifestaciones (viruelas locas) como en sus formas más agresivas (hemorrágica y otras); por ello, no para mientes en una descripción general
de la enfermedad sino en los casos concretos que él atiende.
Casal, como hemos repetido ya, creía ciegamente en la doctrina de
los emuntorios, como algo imprescindible para limpiar el cuerpo de
materias superfluas o dañinas (hemorragias, orinas, heces, expectoraciones, piel, supuraciones, emisión de parásitos, etc.). A algunos
de sus pacientes con viruelas los sangró, según arte.
Casal, duda de la eficacia de la sangría en las viruelas. El cridado
del caballero D. Pedro Velarde y el sobrino del lectoral D. Juan Vela.
De todos modos, trata de razonar su postura ante la sangría en las
viruelas de este modo: “No puedo negar que las sangrías antes de el día
quinto, hicieron, (al parecer), buenos efectos, o, por lo menos, no malos en
aquellos muchachos y aún niños, de dos, hasta cuatro años, que tenían
indicantes para ellas; pues de los que se sangraron, convalecieron muchos:
pero, no me atrevo, con todo eso, a defender que por las sangrías, se libraron de la muerte, sí, porque acaso el veneno epidemial no estaría en estos
tan dominante como en los que murieron. De esta opinión, pudiera ser
testigo el criado del caballero D. Pedro Velarde y el sobrino del canónigo
lectoral D. Juan Vela; pues, siendo los dos muchachos de quince años, y
habiendo sido sangrados en debida cantidad y tiempo, según reglas médicas, murieron ambos a manos de las epidémicas viruelas. Asimismo pueden ser testigos otros muchos, que sanaron sin evacuaciones de sangre; no
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
porque tuviesen contraindicante alguno, sí porque no llamaron a tiempo
médico ni cirujano…”.
FIEBRES. Las fiebres, en Casal, pueden ser, por un lado, síntoma
de enfermedad, o, enfermedad propiamente dicha con el adecuado
calificativo. Repasemos, brevemente este asunto, por lo que a indicaciones de sangría se refiere.
La fiebre colicuativa la padeció la mujer de D. Martín de Prado,
escribano de la Cámara de la Real Audiencia. Probablemente se tratase de un estado gripal, con participación abdominal. No se le
practicaron sangrías.
La fiebre petequial que padeció el paje del Conde de Peñalba, probablemente se trató de un estado gripal y de una alergia cutánea a las
cantáridas. No se le practicaron sangrías.
Las fiebres epidémicas, a las que se refiere Casal, tiene una sintomatología muy heterogénea y abarcan muchos pacientes. Salvo su
carácter epidémico, no hay datos objetivos para asegurar un diagnóstico retrospectivo. Hay cuadros que sugieren estaos gripales complicados, tifoidea, paludismo, tuberculosis, etc.
En una advertencia sobre las fiebres epidémicas, Casal dice: “Sí
alguno repara en que no he declarado en las antecedentes relaciones, las
evacuaciones de sangre que se hicieron, ni otra medicina alguna de las que
se practicaron para la curación de estos enfermos: le confieso que mi intento en la referida epidemia, no fue escribir la historia de ella, conforme
regularmente se acostumbra; sí solo observar el efecto que resultaba de los
vejigatorios”.
A varios pacientes se les sangró bien por Casal bien por el cirujano de Nava, D. Francisco Antonio Martínez por lo que él
denominabaFiebres malignas catarrales.
Las fiebres laboriosas, las observa Casal en Gijón el 20 de diciembre
de 1748, cuando allí comenzaba la epidemia de viruela que siguió a
la general de catarros gripales que hubo en Asturias. El breve paso
de Casal por aquella villa no le permitió ahondar en el diagnóstico.
Más tarde, se vieron casos en la localidad de Nava. Algunos pacientes, fueron sangrados. Otros, no. Entre los pacientes, cabe destacar
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
a “El abad de Teverga; pacientes consultados a Casal por el cirujano
de Nava y otros.
Finalmente, las fiebres linfáticas acompañadas de adenopatías, la
mayoría probablemente infecciosas, no nos consta que hubiesen
sido motivo de la práctica de sangrías.
PELAGRA (Mal de la Rosa). La descripción del mal de la rosa, que
luego se llamó pelagra, es lo más relevante de la obra de Casal. Pese
a que vio muchos pacientes, solo cita por sus nombres a tres personas: Manuel Carreño, vecino de Bonielles, Lorenzo García Tuñón,
vecino de Balsera y a Jacinta, esposa de Alfonso González de
Báscones.
Respecto al tratamiento de la pelagra, Casal cree que es esencialmente dietético; pero añade: “Para que la curación quirúrgico-farmacéutica contribuya más eficazmente al alivio del enfermo, debe acomodarse a la variedad de la dolencia, y a la disposición de los enfermos. A
muchos, les han aliviado las purgas suaves, las sangrías y también, a veces,
los vomitivos, y, por último, ciertos cocimientos antiescorbúticos de fumaria, agrimonia, achicoria, acedera, etc.; a otros, infusiones de leños; a otros
purgantes de ciertas hojas y flores como la de sem, anís, hinojo, eléboro
negro; de corteza de encina, de flor de violeta, de borraja y buglosa y, por
fin, a otros, las píldoras y jarabes de mastuerzo, becaburiga, fumaria, acedera y achicoria”.
Casi nada. En el tratamiento sintomático del mal de la rosa, cambia todo, incluida la sangría, una vez analizado cada caso.
SARNA. Casal creía, sin lugar a dudas, en la conversión de unas
enfermedades en otras. De este modo, justificaba, la ordinaria y frecuente conversión (en este país) de la sarna en catarros; y de éstos en
sarna: y claramente estaba viendo, que entonces faltaba a los niños
generalmente aquella abundantísima, que por lo regular tienen aquí
todos, o casi todos, hasta la edad de siete años; y sabía por innumerables experiencias que las evacuaciones de sangre son medios eficaces para que rompa la sarna con más facilidad, cuando está detenida
y oculta por abundancia y espesura de los líquidos, o por tensión de
los sólidos.
CÁNCER. Casal se pone en contacto con “los doctores de París”
para consultarles sobre un caso de cáncer. Cuando recibe contestación decía, lleno de agradecimiento: “Jamás he recibido nada más
grata que esta carta, ni he leído otra escrita con tanta humanidad,
prudencia y sabiduría; por lo cual, sometiendo, como era justo, mi
débil opinión de buen grado, al firmísimo juicio de aquellos hombres
sapientísimos puse en práctica la cura el día 13 de marzo de 1734”.
Y líneas más abajo, afirma: “Observando, pues, estrictamente, las precauciones, reglas y preceptos de los doctores de París, se procedió en primer
lugar a la sangría; después a la purga (porque lo permitían las fuerzas del
enfermo) y enseguida, y con todo preparado a darle los baños…”.
Indic aciones de sangría con sanguijuelas.
De este asunto, nos ocupamos con más precisión en líneas próximas
al hablar de las contraindicaciones a la sangría con lanceta. Se consideraba, pese a la opinión de Feijóo en contra, que, las sanguijuelas eran
menos agresivas que la lanceta. De ahí que se ponían sanguijuelas bien
a los niños, bien a sujetos muy deteriorados. De ambas indicaciones, nos
ocupamos más adelante en “contraindicaciones relativas a las sangría”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
c. LAS CONTRAINDICACIONES DE LA SANGRÍA.
Cabría considerar dos situaciones: las contraindicaciones absolutas a
todo procedimiento de sangrado y, las contraindicaciones relativas, en
cuyo caso podían utilizarse las sanguijuelas.
Contraindicaciones absolutas.
“El mal estado general del paciente”, limitaba la práctica de la sangría,
incluso en los partidarios de la misma como lo era Casal; y Casal, además, como quedó dicho, creía que, por razones constitucionales y
ambientales los asturianos necesitaban menos de las evacuaciones sanguíneas que en otras regiones. Recoge Casal una nota del cirujano de
Nava en la que dice: “Señor: dan en este Concejo unas fiebres ardientes con
algo de tos y lengua negra y desde el primer día tienen los enfermos un pulso
pequeño, que no da lugar a sacarles gota de sangre; y les dan también unos
vómitos, con tanta debilidad desde los principios, que no me atrevo a embestir a tanto, mal, con tanta falta de fuerzas; y, en verdad, que mueren algunos. Suplico a Vmd. me diga, que siente de esta indisposición”.
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
Y, en misivas sucesivas insiste en lo mismo: “Espero que Vmd. me
diga qué he hacer en esta epidemia, pues para sangrar, con semejantes
pulsos, aunque sea en gente moza, no me atrevo, por no estar indicada
la sangría; ni lo haré sin que Vmd. me lo mande”.
Era cauto Casal, en todo caso; lo demuestra bien a las claras en dos
ocasiones. La primera no sangrando al paciente; y la segunda, haciendo
una reunión médica, una auténtica sesión clínica; en el primero de los
casos, se expresa de este modo: “Mandé que se le echase una ayuda, con la
intención de hacer que se sangrase el día siguiente. Fui a visitarlo por la
mañana temprano y retracté la intención con que iba; porque el pulso había
caído tanto, en magnitud, frecuencia y vehemencia, que no me atreví a permitir evacuación de sangre”. Se trataba del estudiante de Somiedo de dieciséis años que residía en casa de Domingo, el herrero de la calle del Rosal.
En el segundo de los casos, va referido a Dª Francisca, hija segunda
de el Marqués de Vallecerrato y de la Duquesa del Parque, protectores
de Casal. La paciente tenía 10 años y convaleciente de unas paperas,
adquirió la viruela y murió. Casal, no teniendo clara la indicación de
sangría, quiso conocer la opinión de sus compañeros poco estimados por
él, padre e hijo, los doctores Dorado. Comentaba así la decisión: “Viendo
claramente el triste término, que había de tener este invencible mal, no quise
comenzar la cura, ni disponer el más leve remedio, sin que me llamasen los
otros dos médicos que eran padre e hijo: y por pluralidad de votos se resolvió
una sangría de el brazo. Ya entonces la cabeza estaba algo perturbada, aunque
sin delirio formal; acaso por el desasosiego continuo de venticuatro horas, junto
con la malicia de la fiebre. Sacáronse hasta cinco onzas escasas de sangre y de
repente se desvaneció el dolor”… La paciente, fallecería al sexto día de evolución con melenas y empeoramiento de su exantema.
Contraindicaciones relativas.
La edad, era una contraindicación relativa al sangramiento. Casal,
dice haber indicado sangrías en niños a tenor de este texto:”Acordábame
también de un niño y de una niña; aquel de cuatro años, y ésta de cinco,
ambos vecinos de esta ciudad, y de familias nobles: los cuales, siendo robustos
y sanos, levantándose de dormir, se hallaron poseídos de unos catarros sofocantes, tan horrendos y peligrosos que no pudieron tomar aliento, andaban
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
como locos, haciendo extraordinarias acciones, y movimientos con los brazos;
y llenos de sudor y angustia, respiraban con tanta fatiga, como los que padecen casi mortales ortopneas. Hice que de repente se sangrasen; y de repente
quedaron libres de sus trabajos”.
Claro que en estos casos infantiles utilizó las sanguijuelas para sacar
sangre. Lo dice así:”Con estas, y otras experiencias y razones me resolví a
sacar sangre, valiéndome de sanguijuelas por la poca edad de los pacientes; y
certifico con verdad, que se consiguió grandísimo beneficio en casi todos; y que
en ninguno se reconoció detrimento, procedido de semejante evacuación. En
toda la epidemia no fueron de diez uno los que murieron”.
Tampoco estaba contraindicada la sangría durante el embarazo.
Casal, comenta el asunto, de este modo: “Viendo que, sin esperanza de
alivio, se malograban éstos y otros remedios, hice memoria de haber librado
de toses secas y convulsiones a diferentes sujetos con sangrías. “Acordábame,
también, de lo que me había sucedido con dos mujeres preñadas, una de tres
y otra de ocho meses. Estas fueron acometidas de toses tan furiosas, que, en
comenzando las obligaban a postrarse y echarse en el suelo; y la de ocho meses
se orinaba, sin poderlo remediar, en el mismo sitio; pues siendo ya mucho el
bulto, y peso del útero y estando tan vecina a él la vejiga, es fácil de entender,
como se seguía la expulsión involuntaria de la orina con aquellos golpes o concusiones de todo el vientre y sus partes contenidas al tiempo de toser. Estas
dos, tomaron en vano muchos remedios selectos; y sangrándose, sanaron en
brevísimo tiempo”.
Y, finalmente, si estaba indicada la sangría para el médico y su estado no lo permitía, se podrían utilizar sanguijuelas como alternativa.
Fue el caso de D. Manuel Flórez, de 46 años de edad, de la aldea de
Bayo, quien visitó a Casal por un estado catarral grave. Dice Casal: “Lo
vi desfigurado y con tanta fatiga, sequedad de lengua, celeridad, y debilidad de pulso, que temí, se quedase muerto en mi presencia. Fuese por
consejo mío a una posada; y dispuse, que al día siguiente (que era el
décimo de su enfermedad) se le echasen sanguijuelas en las hemorroides por parecerme que para sangrías faltaban ya las fuerzas. Por la
tarde, se le aplicaron cantáridas, porque comenzaba a delirar y con ellas
y algunos otros benignos remedios quedó sano al catorce…”.
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A veces, las sanguijuelas se colocaban en el lugar anatómico de la
patología para asegurar su eficacia, a tener de lo que decía:”Durante el
tiempo de la cura, para mitigarle los atroces dolores de cabeza, después de
haber intentado otros remedios, se le aplicaron en la región temporal cuatro
sanguijuelas, dos a cada lado, las cuales se desprendieron a las siete de la
mañana, después de bien repletas en un cuarto de hora”.
Quedan suficientemente comentados, a nuestro modo de ver, indicaciones y contraindicaciones de la sangría en Casal.
Por resta, por analizar, aquí, algunas cuestiones técnicas cuales son:
Técnica general del sangrado, venas más comúnmente seccionadas,
volúmenes extraídos y riesgos.
a.Técnica general del sangrado.
Casal, aporta muy poco sobre las técnicas de sangrado. Desde el
punto de vista gramatical se entiende que él mandaba sangrar a terceras personas: sangrador, cirujano o, simplemente, un habilidoso a falta
de los anteriores.
Pero, sobre la técnica propiamente dicha, poco dice. Curiosamente,
tampoco dice nada de la sangría, desde el punto de vista técnico el
“Curso Theórico-Práctico de Operaciones de Cirugía de D. Diego
Velasco y D. Francisco Villaverde”, asturianos y maestros de el Real
Colegio de Cirugía de Barcelona y de Cádiz respectivamente. Donde si
hemos encontrado una amplia descripción del procedimiento técnico
fue en un tratadillo del siglo XIX en el que se describen la sangría del
brazo y la sangría del pié con precisión técnica. Suponemos que la técnica era la misma que en el siglo XVIII, pues no ofrece gran complejidad técnica.
b. Los sangrados.
Por Casal nos consta que los cirujanos locales, contratados por los
Ayuntamientos, o en ejercicio libre en los mismos, sangraban a los
pacientes. Tal era el caso del cirujano de Nava y otros quienes, indicaban y realizaban sangrías salvo que el paciente fuese complicado; en
estas situaciones consultaban al médico. Incluso Casal señala a un sangrador flamenco, a propósito del caso del joven de dieciocho años
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
d. TÉCNICA DE LA SANGRÍA.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Angel Figueroa, quien siendo paje del obispo D. Juan Avello, sufrió una
probable afasia histérica, de lo que se recuperó, apenas le fue abierta la
vena basílica derecha. Lo comenta Casal así: “Luego que llegué a verlo,
registrarlo y pulsarlo (conociendo que era el accidente mismo delineado por
Hipócrates en el citado texto) hice que un diestro sangrador flamenco (el que
aún se conserva en este Principado de Asturias) le abriese la vena basílica de
el brazo derecho en mi presencia: y protesto que no habían salido ocho onzas
de sangre, cuando restituida la voz, quitada la convulsión de los dedos y vuelto el pulso a su regular movimiento, quedó el paciente tan sano, y con tan
buen aspecto, como estaba antes que le aconteciera el accidente referido”.
La presencia de profesionales extranjeros en Asturias es constatada
por Casal con estas palabras:”No fallecieron estos por falta de medios
pues no quedó tisana, cocimiento, lodo, jarabe, conserva, mixtura, bálsamo, píldora, antihéctico, ni antitífico que dejase de administrárseles:
ni por carestía de Médicos”. Esto último lo decía Casal con retranca,
pues bien se sabía y había hablado él de la carestía de médicos en el
Principado. Retranca porque incluye en el concepto de médicos, satíricamente, a este tipo de individuos: “porque entraron en este sarao cuantos extranjeros, paisanos, químicos, boticarios, botanistas, curanderos y viejas
que hallaron entonces en el Principado de Asturias o transitaron por él: porque (como todos saben), cuando las enfermedades son incorregibles, se mudan
cada semana los remedios, métodos y médicos: murieron sí, porque los achaques eran mortales”.
c. Aspectos técnicos concretos del sangrado.
Dicho queda ya: Casal, no se propuso escribir un tratado de medicina, sino un ensayo sobre la patología regional de Asturias. Por ello, no
abunda en detalles de técnicas sobradamente conocidas en su época,
cual era la sangría. Dos cuestiones suscitamos aquí de todos modos que
pueden orientar en el “motus operandi” de Casal en las sangrías,; a
saber: la importancia del pulso, como dato inicial en la indicación de
sangría, las venas utilizadas y las cantidades extraídas.
EL PULSO. Casal señalaba en su obra que a sus pacientes los veía, los
registraba y los pulsaba; esto es: los inspeccionaba (veía), los exploraba
(registraba) y dentro del registro, les tomaba el pulso con detenimiento.
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
No se olvide que el pulso fue una guía importante para el médico en el
siglo XVIII; hasta tal punto esto es cierto que el más importante capítulo de la Patología General española del siglo XVIII, lo compone la
obra de “Solano de Luque” (1684–1738) natural de Montilla (Córdoba),
educado en la Universidad de Granada y médico en Illora y Antequera.
Su doctrina sobre el pulso la expuso en su obra “Lapis Lydos Apollinis”
(Madrid, 1741). El distinguía tres alteraciones principales del pulso en
enfermedades agudas; a saber: “el dicroto”, que anunciaría la hemorragia
nasal crítica; “el intermitente”, al que seguiría la diarrea; y el “incidus” o
“irregular periódico”, tras el que sobrevendría el sudor. Casal no cita a
este autor, pero a buen seguro que le conocía.
Casal, hace alusiones frecuentes al estado cardiocirculatorio del
paciente previo a la sangría, con precisiones como éstas: “Fui a visitarlo
por la mañana temprano y retracté la intención con que iba; porque el pulso
había caído tanto, en magnitud, vehemencia y frecuencia, que no me atreví a
permitir evacuación de sangre”. El pulso duro y lleno, invitaba a una rápida sangría, si estaba indicada. No solo lo señalaba Casal sino también
los cirujanos que como médicos actuaban en el Principado; decía el de
Nava: “Acabo de sangrar en este instante a marido y mujer en moderada cantidad. Al primero, por tener el pulso duro, una hemorragia de narices no muy
copiosa, la que solía padecer antes, estando sano; y, a la ogra por el mismo
pulso duro y lleno…”.
Un pulso poco duro y lleno invitaba a la abstención o a la demora de
la sangría, por peligro para el paciente, aunque no siempre era así; o en
todo caso, se comentaba con los colegas para que la abstención terapéutica se llenase de autoridad científica, moral y legal.
CANTIDAD EXTRAÍDA. Por las razones ya apuntadas, los datos al
respecto, son escasos. Desde informaciones imprecisas en algunos
casos, hasta datos ocasionales. Es impreciso lo que se dice en el caso de
el Vizconde de Puerto, hijo primogénito de el Marqués de Santa Cruz
de Marcenado de veintiocho años de edad, quien en el invierno de
1735-36 padeció gripe complicada con bronconeumonía: “Sángrose las
veces que me parecieron necesarias….”. Y, es más preciso lo que se dice en
otras ocasiones, aunque no siempre. Veamos:
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
De Ángel de Figueroa de 18 años, paje del Ilmo. D. Juan Avello
Castrillón, se afirma: “no habían salido ocho onzas; cuando restituida la
voz….”. Probablemente se había programado una extracción habitual de unas diez onzas.
De Francisca,, hija segunda del Marqués de Vallecerrato de diez
años, quien convaleciente de paperas padeció viruela dice: “sacáronse cinco onzas escasas de sangre, y de repente se desvaneció el dolor”.
De una casada y preñada de cinco meses, a los 38 años de edad, con
fiebre y tos, dice el cirujano de Nava supervisado por Casal: “le saqué
poco más de una jícara de sangre de un brazo y ahora acabo de sacarle otro
tanto del otro”.
Hemos hecho todas las anteriores precisiones para que quede claro
que la jícara no era una unidad de medida. Quién lo expresa así, venía
a decir que eran dos mínimas extracciones de sangre, algo así como “dos
pocillos de sangre”.
Pero, salvo el número de sangrías, nada sabemos de la cantidad en
muchos casos, tales como estos:
También por cartas del cirujano de Nava, quien consultaba a Casal,
sabemos de más datos. Decía:
“A una mujer casada de 60años… la hallo con un pulso durísimo y lleno,
dolor de cabeza intolerable, lengua muy sucia y algo blanca… el color del
rostro a veces pálido, y otras encarnado… y haré por causa de la grande
dureza de los pulsos una moderada sangría”.
Suponemos que una moderada sangría era aquella que no superaba
las diez onzas.
A la señora ama de el Padre Prior, cura de la parroquia de Nava con
fiebre catarral maligna, duda si hacerle una sangría con estas palabras: “ Y estaré a la mira para ver si puedo hacer alguna evacuación de
sangre”. La paciente, o la familia, llamaron a otro cirujano, quien le
hizo la sangría. Y dice el cirujano de Nava: “Luego que éste vio la
enferma sin dictamen de Vmd. ni mío… Cuando yo llegué, ya tenía
hecha la sangría… Lo cual visto (guiado de su propio dictamen, le
hizo otras dos sangrías”.
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
A un matrimonio que padecía fiebres catarrales les sangró a los dos,
sin especificar tampoco cantidades le decía el cirujano a Casal:
“Acabo de sangrar en este instante a marido, y mujer en moderada cantidad. Al primero, por tener el pulso duro, una hemorragia de narices no
muy copiosa, la que solía padecer antes, estando sano; y, a la otra por el
mismo pulso duro y lleno”. El era sano y tenía 27 años; ella, veinticinco y estaba embarazada de cuatro meses y medio.
También sin especificar cantidades señala que hizo sangrías a dos
embarazadas; afirma: “ Y a la una de ellas hice una sangría del brazo y a
la otra dos, también de los brazos”. Con la misma patología de fiebres
catarrales le hizo dos sangrías a una mujer, una en pie derecho y otra
en mano izquierda. El mismo cirujano de Nava le contaba a Casal
que atendió también a una casada y embarazada de ocho meses y con
una edad de 24 años; se lo contaba de este modo: “Llamóme a los tres
días de su enfermedad: hicele una sangría en el brazo derecho. La sangre
que le saqué era pajiza: y antes de entrar en el cuarto, malparió. No purgó
cosa alguna; por lo cual la sangré del pie derecho en mismo día cuarto y el
sexto de el izquierdo”. Y, siguiendo en el tercero de la imprecisión, por
lo que a la cantidad, se refiere en este caso a una hermana de la
embarazada a quien sangró también por fiebres catarrales. Dice:
“cinco semanas hace que le dio a una hermana de ésta, de edad dieciséis
años, la misma enfermedad. Hicele dos sangrías”.
VENAS UTILIZADAS. Revisado este asunto y analizando las venas
utilizadas tanto por Casal como sus colaboradores, los datos son más
bien escasos. Cabe suponer que las venas del brazo eran las preferidas,
pues caso contrario se señalan. El resumen de lo señalado en el texto
podría ser éste.
Sin especificación alguna: Al menos doce sangrados.
Brazo:
Sin especificar venas ni brazo…. Al menos cuatro sangrados.
Especificando brazo.
Brazo derecho: Al menos dos sangrados.
Brazo izquierdo: Al menos dos sangrados.
Especificando venas.
Basilica brazo derecho: Dos sangrados al menos.
Salvatela mano izquierda: Un sangrado al menos.
Pies:
Sin especificar: Ninguno.
Especificando pies:
Pié derecho: Al menos dos sangrados.
Pié izquierdo: Al menos, una.
Combinadas (brazo/pié y pié/pié/brazo).
Pié derecho/brazo izquierdo: Al menos un sangrado.
Pié derecho /mano izquierda: Al menos un sangrado.
Pié izquierdo/ pié derecho /brazo: Al menos un sangrado.
De estos datos, pocas deducciones se pueden hacer. Insistimos
en dos cosas: Por un lado, Casal no escribía un tratado de sangrías; y,
por otro, en algunas ocasiones, se dice: “Sangrose las veces que se consideró necesario”. Fue el caso del Vizconde del Puerto, Juan Alonso NaviaOsorio Navia.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
e. VALORACIÓN DEL EFECTO BENEFICIOSO DE UNA SANGRÍA.
Los posibles efectos beneficiosos de la sangría, se medían de dos formas: examinando la sangre extraída y valorando el supuesto beneficio
sobre el propio paciente.
Analicemos ambas cuestiones, por separado.
a) La inspección de la sangre emitida..
Casal, tenía una actitud realista amén de científica; era persona a
quien le gustaba ver y experimentar la realidad; él mismo decía sumiendo las palabras de Federico Ruisquio: “Solo defenderé mis conclusiones con
la relación de los experimentos practicados, y solo afirmaré aquello que puedo
ver con los ojos del cuerpo; pues esta es la verdadera experiencia; pero aquellas
que necesitan para su examen, los ojos del entendimiento, las dejo para lo que
crean que los raciocinios son más convincentes que los experimentos”.
Pese a esta actitud nueva, moderna, racional y experimental, Casal
no renunciaba a sus raíces antiguas, hipocráticas, pero de un modo
nuevo y renovado. En su “Brevísimo Tratado”, en que con experiencias
se declara, que las importantes doctrinas y sentencias de Hipócrates,
valen más las observaciones prácticas, que la lectura y estudio de los
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
comentadores de ellas, trata de aunar tradición y experiencia, con estas
palabras: “Ya entonces (en sentir de algunos prudentes y eruditos médicos que
registraron con diligencia los escritos de aquellos y de estos siglos y cotejaron
las doctrinas de unos, y otros con lo mismo que observaban en su enfermos)
estaba esta facultad tan adelantada en la sustancia (dígolo así) como ahora;
aunque en lo perteneciente a la botánica, farmacéutica, química y anatomía
haya logrado después no pocos aumentos”.
Casal seguía aferrado a Hipócrates, pero de un nuevo modo: investigando, experimentando, corroborando lo dicho por el maestro de Cos.
Lo afirmaba en más de una ocasión y en ésta, concreta, decía:
“Prosiguiendo con mi idea (buena o mala; pues cada cual podrá tomarla como gustare) y fiándome cada día menos de los dudosos juicios y
confusos discursos de mi talento, he solicitado por espacio de cuarenta
y más años de práctica… averiguar el legítimo sentido de el aforismo 44
de la sección sexta…”.
El mundo de lo objetivo vivido y aprendido en los textos de
Hipócrates y otros autores, eran motivo constante de observación; en
concreto de la observación de la sangre extraída, buscaba signos de sus
aciertos o desaciertos tanto diagnósticos como terapéuticos. Aunque,
como siempre, -y no nos cansamos de repetirlo-, no actuaba Casal
como tratadista, sino como ensayista de la patología regional; de ahí que
sea necesario ordenar, de algún modo, lo que dijo.
• La relat ividad de este conocimiento.
Sabía Casal por experiencia y ciencia que el aspecto de la sangre no
siempre ofrecía datos de interés. Lo afirmaba de este modo: “No tienen
los variegados colores de la sangre, ni mal semblante de ella, necesaria conexión con las malignas fiebres, ni con los frenesíes, como lo testifican las continuas experiencias, y lo predican muchos insignes profesores; antes (bien lejos
de eso) suele aparecer, en algunas malígnísimas fiebres con pulcro y hermoso
semblante: no de otra suerte acontece en el frenesí, pues regularmente observamos, ser poco el vicio que se descubre por la vista. Lo mismo digo del hedor
abominable, el que nunca percibí, hasta la primera sangría, de que hice mención en esta historia. Por lo cual, me parece probable que la hediondez y con-
fusión de colores malos de la sangre, pudieron dimanar del retroceso, o recurso de los líquidos estancados antes en la pierna elefantica”.
Buena regla general, ésta de la relatividad del conocimiento humano y especialmente del médico. Dice al respecto, en otro lugar: “Pues al
juzgar de otra manera, sería incurrir en la credulidad de los que piensan, que
proceden los médicos en sus curaciones, con tan seguras, y evidentes reglas
como los arquitectos en la construcción, y reparos de sus edificios, y fábricas”.
En otro lugar, insiste en la falacia de considerar patognomónico el
aspecto de la sangre obtenido por sangrías, de determinadas enfermedades. Dice: “ Y aunque algunos autores asignan a la lepra propiamente tal,
algunas señales genuinas, por las cuales, como dicen, la constituyen esencialmente; y la diferencia de otras afecciones, hay ciertamente algunos célebres
prácticos que atribuyeron los mismos fenómenos al escorbuto. Pues la sangre
sacada por la sección de una vena, que en los leprosos, según Elmuller, suele ser
fétida, crasa, viscosa, untosa, adusta, amoratada o lívida, y como obstruida por
una gruesa costra, es considerada también por Boerhaave como señal de escorbuto cuando dice: l sangre sacada de las venas aparece negra en su parte fibrosa, grumosa, crasa, y aún disuelta; y en la parte serosa salada, acre, presentando al manar en la superficie, una especie de mucosidad rojo verdosa”.
Estos consejos, de Casal, no sobraban en absoluto; porque la medicina no era como en la arquitectura donde todo se repetía; la medicina
era otra cosa y cabían todas las sorpresas posibles.
Veamos, ahora cuales eran las posibles alteraciones observables en la
sangre extraída.
• Alter aciones obser vables.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
VIRUELAS.
Al sobrino de D. Francisco Rodríguez, Arzipreste de Oviedo, que
padecía posibles viruelas se le sangra. Los resultados, fueron éstos:
“Sangrose, luego que entró en el segundo día; y observé lo que había leído, pero
nunca visto; pues lo mismo fue comenzar a correr la sangre, que despedir un
hedor cadavérico, podrido y pestilente que aturdió y conmovió al cirujano; y
a mí, me perturbó de manera, que hubiera caído, si de contado no hubiese
salido del aposento. Después que se puso fría, no se difundían tanto aquellas
abominables exhalaciones: pero los desgraciados colores que ofrecía a la vista,
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eran tales, que causaban espanto. Volviose a sangrar el tercero día, y salió la
sangre con las mismas señales que el segundo”. El paciente fallecería con
posibles melenas y rectorragías entre el quinto y sexto día de enfermedad, sin signos de viruela y con las piernas elefantiásica enjuta. Este
último dato, le permitiría a Casal lucubrar sobre el hedor de la sangre
como procedente de allí.
Otro caso de viruelas fue el de Dª Francisca, hija segunda del
Marqués de Vallecerrato y de la Duquesa del Parque de 10 años. El
examen de la sangre extraída se describía así: “La sangre que salió se mantuvo venticuatro horas tan hermosa, pura y rutilante que no se diferenciaba
de los carmines más finos; y, en tan largo espacio de tiempo ningún suero se
separó en la escudilla”. La paciente, falleció con melenas y empeoramiento de su cuadro cutáneo de viruela. Trata Casal de explicarse el aspecto de la sangre por haber sido extraída en los comienzos de la enfermedad; o, buscando una posible explicación científica dice: “O, porque la
mortal ponzoña de estos y otros semejantes achaques, no se ocupa en perturbar ni desfigurar la superficie de los líquidos; ni tiene aquella materialidad,
que algunos juzgan, cuando, con un ramo de escoba, pretenden sacar en limpio del sucio barreñon los escondidos venenos, que quitan la vida”.
D. Francisco Antonio Martínez, cirujano del Concejo de Nava y de
la confianza de Casal en carta dirigida a éste, le decía: “A una mujer casada, y preñada de cinco meses, de edad de treinta y ocho años, le dio, hoy hace
seis días, un grande dolor de cabeza, y estómago, con calofríos, vómitos y sed…
le saqué poco más de una jícara de sangre de un brazo y ahora acabo de sacarle otro tanto de el otro. El color de la sangre es de plomo, y después se queda
blanquecino: de modo, que parece no tiene esta mujer gota de sangre buena”.
El mismo cirujano, a propósito de otra paciente embarazada de cuatro meses y medio, quien enfermó a la vez que su marido, una vez sangrada dice: “la sangre de ésta, es de color muy malo”, sin más explicaciones,
y quizás por respeto hacia Casal, que era el médico y quién debía formar juicio.
De otro paciente, también embarazada de ocho meses señala que “la
sangre que le saqué era pajiza”, pero tampoco opina nada al respecto,
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
FIEBRES CATARRALES.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
salvo que la paciente malparió y le volvió a sangrar, lo que da idea de lo
poco que sabía entonces sobre los estados anémicos.
Sirvan estos ejemplos para demostrar la importancia que se le daba
a la inspección de la sangre obtenida en las extracciones. Casal, solo
describe algunos casos de los recogidos por él. Pero había una auténtica semiología general de las sangres de todos los que eran sometidos a
los rigores de la lanceta: catarros, pleuritis, peripneumonías, etc.
b) La evolución de los pacientes.
Los médicos sangradores, atribuían a la sangría, las virtudes que le
atribuían y veían, ciegamente, en su utilidad.
Curiosamente, Casal, un hombre quería pasarlo todo por el rasero
de su razón, creía en la eficacia de las sangrías; por ello, las practicaba
con cierta asiduidad como remedio obligado.
Ya hemos comentado que las actitudes prácticas de Casal ante el
paciente, estaban a medio camino entre su experiencia y sus conocimientos. Pero no se paraba en mientes cuando no estaba convencido
de algo, por mucho que lo hubiese dicho el mismo Hipócrates. En un
momento dado, llegó a decir: “De lo dicho se colige que todos los citados
escritores (sacando a Galeno; y Maroja) creyeron firmemente que Hipócrates
hablaba del íleo verdadero, o vólvulo intestinal: lo que confieso que nunca
puede creer hasta la hora presente, ni lo creeré, aunque me lo aseguren todos
los médicos del mundo”. Y, más adelante, señala: “ Y así no es esto lo que me
repugna, si el que Hipócrates quisiese decir lo que en tantos años no hemos
visto, ni averiguado Galeno, Maroja ni yo”.
De todos modos, Hipócrates, era su maestro por excelencia y siempre lo proclamaba. Decía: “Por los casos que legalmente he referido, y otros
muchos, que podía contar, me parece que si el médico desea lograr algún crédito y acierto, cuando asistiere a los que padecen enfermedades agudas; y pretende que sus pronósticos sean testigos de su pericia, juicio y conocimiento,
debe tener muy presentes todas las sentencias de Hipócrates, y saberlas cotejar
fidelísimamente con los fenómenos que percibiere en los enfermos; pues, de otro
modo, se expone a que sus mismos vaticinios sean pregoneros de su torpe ignorancia y falta de conocimientos entre los oyentes sabios”.
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
Su consejo final, a los médicos, no podía ser más completo: “No
es mi ánimo reprobar el estudio y lectura de los insignes profesores, ya coetáneos, o ya sucesores de el grande Hipócrates; antes aconsejo a todos los médicos
que con diligente reflexión miren y remiren sus escritos; inclinándose más a
las doctrinas de aquellos, que imitando a dicho maestro, sacaran del original
libro de la naturaleza, y no de agudezas lógicas, las reglas, consejos y preceptos más útiles y seguros para la posteridad. Pero no tengo por conveniente,
que menospreciando, con el título de antiguallas y dogmas voluntarios, las
veraces y firmes sentencias de aquel sabio protomédico, se atrevan a juzgar los
principiantes, que han de llegar a ser médicos útiles, solo con el estudio de
algunos escritores de la moda. No es original mío este saludable encargo, si de
los más excelentes profesores, cuyas obras corren al presente con los mayores
créditos”.
Estaba claro: ni hipocratismo ciego y a ultranza, ni snobismo. Si a
una ponderada mezcla de hipocratismo y novedades médicas, combinadas con la praxis. En este contexto, aportemos algunos testimonios de
Casal sobre la evolución de los pacientes tras la sangría, corroborando
su eficacia e ineficacia. Bien entendido que, Casal y los médicos de su
época, no realizaban estudios estadísticos de los resultados que obtenían. Casal, nos ofrece una ventaja: cuando la sangría es útil, lo dice, lo
mismo que cuando se sigue de muerte o de ineficacia. Valgan estos testimonios:
• “Es probable que acaso no habría muerto, sino se hubiese sangrado”.
• “ Y se sosegaban con sangrías y remedios de aquellos que traen los
famosos prácticos. De este modo, caminando a la sepultura se fueron
extenuando y perdiendo las fuerzas y las ganas de comer y llegaron a
la perfecta fase, con toses, expulsiones purulentas, calentura continua
lenta, con sus crecimentillos por las tardes, y algunas ligeras horripilaciones y murieron”.
• “Los aprensivos y acostumbrados a evacuaciones de sangre, se sangraban; y no conocían detrimento, antes sanaban con más brevedad, que
los otros”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
• “Hice que le sangrasen del pie derecho y del brazo izquierdo, con lo
cual, y algunos fomentos anodino resolutivos, fue sanando felicísimamente”.
• “No cedían a medicina alguna, aunque fuese de las más apropiadas,
como primero no se sangrasen los pacientes; pero, precediendo sangrías, o sanguijuelas, comenzaban luego a expectorar, y purgar por orina,
y aprovechaban los remedios internos”.
• “ Y hechas las evacuaciones de sangre, no daba muestras de ceder el
fortísimo mal…. Hice, que le pusieran, antes del cuarto día, cuatro
parches muy vivos de ungüento de cantáridas”.
• “Errose la curación, porque no debía sangrarse, cuando la enfermedad consistía en lombrices”.
• “Porque el pulso había caído tanto, en magnitud, vehemencia y frecuencia, que no me atreví a permitir evacuación de sangre”.
• “Hice que de repente se sangrasen; y de repente quedaron libres de sus
trabajos”.
• “Y estaré a la mira para ver si puedo hacer alguna evacuación de sangre”.
• “Luego que me llamaron, le eché una ayuda y le hice una sangría de
el pie derecho y otra de la sálvatela de la mano izquierda…”.
• “Pues esa fatiga mortal no cede ni con las cisuras en la vena, hechas
en forma y lugar, según las reglas metódicas”.
Sirvan estas citas para mostrar algunas cuestiones relacionadas con la
eficacia clínica de la sangría, sus limitaciones y sus riesgos. Y, con esto,
rematamos aquí este y largo capítulo sobre la sangría en la obra de Casal.
Transfusión de animal a hombre. El procedimiento, por peligroso,
pronto cayó en desuso. Grabado de la época. (AJFG).
CONCLUSIONES.
1. La sangría era una técnica universal, de gran arraigo desde la
Antigüedad Clásica, su realización se sustentaba en la doctrina
clásica de la enfermedad.
2. De su uso, se pasó al abuso de modo que en los siglos XVII y
XVIII se polemizó mucho sobre sus indicaciones y sobre el lugar
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que debía sangrarse de acuerdo con la patología que ostentaba el
paciente.
Feijóo, participó en la polémica de la sangría, exponiendo sus
criterios que eran muy conservadores
Casal, como médico hipocrático, utilizó la sangría con bastante
profusión, o, las sanguijuelas como alternativa en determinadas
ocasiones.
Casal, por las peculiaridades de la región y sus habitantes, aconsejaba limitar o retrasar el procedimiento.
Las indicaciones esenciales de la técnica eran la plétora y las
enfermedades inflamatorias, dentro de la que cabía todo. Casal,
no habla de la sangría como procedimiento profiláctico de otros
males en los pletóricos.
Cuidaba mucho Casal los aspectos técnicos del sangramiento en
varios aspectos: estado del pulso, vaso a sangrar y cantidad a
extraer.
Era obligado para Casal valorar el efecto beneficioso de la sangría inspeccionando la sangre extraída y su aspecto, así como la
evolución de los pacientes.
Esencialmente Casal, no se alejaba del procedimiento al uso,
siendo meticuloso en su realización.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA.
Casal, G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Edición
de J.R. Tolivar Faes. Oviedo 1988.
Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Barcelona 1962.
Telentí Vigón, A.: Aspectos Médicos en la obra del Maestro Fray Benito
Jerónimo Feijóo. IDEA. Oviedo, 1969.
Tissot, Mr: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del
campo. Madrid, 1871.
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LA DOCTRINA DE LA SANGRÍA...
Catastro del Marqués de la Ensenada. Respuestas Generales.
Villaviciosa. Madrid 1944.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
430
LA RELACIÓN DE CASAL CON
LA OFTALMOLOGÍA EN SU OBRA
Y LA INFLUENCIA DE ÉSTA
COMO BARÓMETRO SOCIAL
EN LA ACTUALIDAD.
La labor de Gaspar Roque Francisco Narciso Casal Julian, Médico
español (1680-1759) tiene un sinfín de connotaciones que pueden interesar a los médicos actuales. Se trata de un médico ajeno a nuestra tierra que por vicisitudes familiares y personales recaló en Asturias y gracias al cual disponemos nada menos que del toponímico de una afección con la que se identifica nuestra región, con las peculiaridades
sociales y biológicas de su tiempo.
La conocida como pelagra, mal de la rosa o “lepra asturiensis” se dio
a conocer científicamente a raíz de la actividad de este médico, del que
recordamos palabras directas: “… el 26 de marzo de 1735 se me presentó, para que le curase, un enfermo como de cuarenta años, que padecía
este mal, quien me refirió lo siguiente: Dijo solía padecer de tiempo en
tiempo una fiebre efémera, sin que por eso careciese de apetito, al bien
cuando acababa de comer se sentía inmediatamente atacado de sopor,
quedando como estúpido por algún tiempo, especialmente en el mes de
marzo. Tenía poca sed, pero sentía continuamente laxitudes espontáneas, y en especial en las piernas; cuando andaba o paseaba con alguna
velocidad, se le turbaba y conmovía la cabeza hasta el punto de hacerle
caer la violencia del vértigo, a no sostenerle de intento o pararse, siendo de notar que no por esto perdía el conocimiento. Tenía presenti-
431
LA RELACIÓN DE CASAL...
JUAN JUNCEDA MORENO
EUGENIO SUÁREZ SUÁREZ
VÍCTOR DOS SANTOS BERNARDO
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
mientos triste y melancólicos, sumo enflaquecimiento con continuo
amargor de boca; no podía tolerar el frío, aunque era casi insensible. Sus
pies estaban fríos, como el hielo, cuando estaba parado y ardientes e
inflamados si caminaba. Se le solía hinchar a menudo la lengua, y si a
causa de la respiración el enfermo bostezaba, se arrecia y ardía a un
mismo tiempo, es decir, se estremecía…”(1).
No sólo es interesante la figura de Casal por su ligazón a Asturias,
sino por tratarse de un médico que supo desarrollar su labor de manera
brillante a pesar de los avatares de una vida personal complicadísima.
Ya Fermín Canella (2) nos dio alguna pincelada en la primera biografía de Casal, aunque los datos que ciñen más la vida del doctor en
Oviedo fue descubierta, en lo que tuvo de dramática, por María Palmira
Villa, que nos informó de cómo, en contra de lo hasta entonces supuesto, vivió Casal en Oviedo una vida de zozobra, viendo a su primera
mujer (María Ruiz )y a los hijos que de ella tuvo perseguidos por el
Tribunal de la Inquisición (3).
Esto se desprende de la carta que el 7 de mayo de 1902 le escribe
Menéndez Pelayo, carta en la que, tras prometer apoyar la adquisición
de ejemplares de la obra de Casal, le informa ampliamente de dónde
pueden hallarse los papeles de la poderosa organización, especialmente
los relativos a las Causas del Norte.
Hasta 1717 había vivido Casal en Madrid ejerciendo como médico,
pero el clima del lugar parece que no era de su agrado y decidió trasladarse a Asturias, donde residió más de treinta años. En 1720 y gracias
al buen hacer del Duque del Parque, amigo y cliente suyo, fue nombrado médico de Oviedo, teniendo a su cargo los hospitales de Santiago,
San Juan y Santa María de los Remedios. Su buen hacer médico se fue
extendiendo y fue amigo y asiduo de la tertulia del Padre Feijoo.
En 1729 fue nombrado médico del cabildo de la Catedral, período
durante el cual escribió su obra titulada Historia Natural y Médica del
Principado de Asturias que fue publicada póstumamente (1762). Su actividad médica le resta tiempo a los trabajos que realizó sobre geoclimática, flora, fauna y mineralogía de Asturias, que si no fuera por la grandiosidad o cuanto menos por la importancia de su obra médica serían
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433
LA RELACIÓN DE CASAL...
de enorme interés. En 1723, por ejemplo, analiza las aguas de Caldas
de Priorio (Oviedo), demostrando sus propiedades terapéuticas.
En cualquier caso, su primera etapa en Asturias no fue un camino de
rosas, dado que tardó tres años en situarse profesionalmente en Oviedo,
puesto que tras llegar en 1717, no fue hasta 1720 cuando recibe el nombramiento de Médico de la Beneficencia municipal, no sin dificultades
y tampoco por unanimidad.
Entonces contaba la ciudad con 6500 habitantes, existiendo en todo
el Principado un total de cinco médicos, uno en Villaviciosa, otro en
Gijón, otro en Avilés y dos en Oviedo, de un total de doce médicos que
al menos eran lo imprescindible para una correcta asistencia, lo que da
idea del panorama médico de aquel entonces.
No debemos olvidar que, al margen de sus estudios científicos y de
su actividad asistencial, pasó por precariedades económicas y su relación
con el Ayuntamiento fue deteriorándose hasta 1729, año en el que cesaron su mutua relación. De hecho están documentadas quejas de la
actuación de Casal en las actas de sesiones del ayuntamiento, en las que
sin embargo existían elogios para otros colegas suyos. El caso es que con
fecha de 5 de Marzo de 1729, “se le da por despedido” en base a una
supuesta incompatibilidad de sueldos, cosa rara, puesto que por ejemplo, Joseph Dorado fue al menos por un tiempo médico del Cabildo y
del Ayuntamiento (4). No deja de extrañar que estos médicos a los que
el ayuntamiento elogiaba en sus acuerdos fueran totalmente olvidados
después de su muerte, y sin embargo Casal tuviera la repercusión que
alcanzó. Posteriormente siguió ligado a la ciudad a través de sus servicios en el hospital de San Juan, del que fue Director, del Hospital de
Ntra. Sra de los Remedios, como médico del cabildo y de la Sancta ovetensis, a cuyo servicio estuvo desde 1729 hasta 1751 (5).
Se necesitaron 154 años para que un alcalde y médico, D. José
Longoria, en 1885 tomara la iniciativa de otorgar su nombre a una
calle, disponiendo “…que la calle que parte de la de Uría y termina en
la de Portugalete (hoy Melquíades Álvarez) se llame Calle del Doctor
Casal, según lo ha solicitado la Academia Asturiana de Ciencias
Médicas y en honor del llamado Hipócrates asturiano Dr. D. Gaspar
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Casal, que prestó a esta ciudad y provincia inolvidables servicios de su
ciencia y facultad desde 1717 a 1740…” (Fig. 1).
Queda viudo en Oviedo, casándose con María Rodríguez Fernández
Arango, lo que va a contribuir a unirlo aun más con su región adoptiva. En 1751, aunque se sintiese unido a Asturias, regresa a Madrid, quizás animado por Feijoo. Allí es nombrado, el 24 de agosto de ese mismo
año, médico supernumerario de la Real Cámara. El 8 de enero de 1752
asciende a protomédico de Castilla e ingresa como miembro de número en la Real Academia de Medicina.
De hecho es curioso cómo los avatares de la historia de la Medicina
han asociado la condición de Casal en lo tocante a su relación a una institución como la Real Academia, con otras actividades de corporaciones hermanas, realizadas incluso siglos después, como el trabajo leído
como sesión inaugural en el curso de Enero de 1937 del Dr. Eduardo
de Gregorio García Serrano en la Academia de Medicina de Zaragoza
(Fig 2) –nótese que en aquel convulso momento la denominación de
“Real” había pasado a mejor vida- al igual que entre otras, la mesa
redonda realizada en nuestra Real Academia del Principado de Asturias
con motivo de los 250 años de la publicación de su obra principal.
Viudo de nuevo, muere el 10 de agosto de 1759 en su casa de la calle
del Olmo de la capital madrileña, siendo enterrado en la iglesia de San
Sebastián.
Aparte del interés que una vida fructífera como la de Casal tiene
para todos, para los médicos en general tiene Gaspar Casal el mérito
especial de haberse convertido –probablemente sin pretenderlo- en uno
de los precursores de la especialización en la Medicina.
Sus discusiones con otros colegas, recogidas en relatos de la época
fueron notables, haciendo crecer el interés por el método científico y
experimental, entonces rudimentario. Dichas disputas técnicas fueron
de sumo interés, como las mantenidas con los coetáneos Faustino
García Roel o Ildefonso Martínez Fernández (6).
De su actividad dan fe datos acerca de la Pediatría (7), de la Urología
(8)
, de la Psiquiatría, ya que como bien dice Juan José López Ibor en su
obra “Imágenes de la Psiquiatría española” (9), no se puede hablar de nin-
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LA RELACIÓN DE CASAL...
guna aportación española digna de mención en el terreno de dicha disciplina hasta las realizadas por Andrés Piquer y Gaspar Casal, primeros
que se alejaron de los manoseados y agotados esquemas de la medicina
helénica.
De hecho, en el Capítulo X de su obra, donde son descritas las
enfermedades endémicas y epidémicas de Asturias, y siguiendo una
pauta ambientalista similar a la de Sydenham –por lo que no estaría de
más relacionarle también con la hoy denominada Higiene y Medicina
Preventiva y Social- nos indica que en 1725 pudo ver una epidemia de
“manía o locura furiosa”. Además describió a juicio de los Psiquiatras
magistralmente el delirio melancólico del “mal de la rosa” en la que el
paso de esta enfermedad al delirio es variado y proteiforme “…si tuviera que referir todos los delirios melancólicos que aquí tengo observados,
apenas encontraría bastante papel para ello y tinta…”
El libro de Casal se divide en seis textos con cierto grado de independencia y redactados en parte en latín. El cuarto, titulado Historia
affectionum quarundam regionis hujus familiarum (Historia de algunas
afecciones endémicas en esta región), trata acerca de las enfermedades
que consideraba más frecuentes en Asturias: la sarna, la lepra, el “mal de
la rosa” y el “asma seco hidropiforme de los pulmones”. Es la parte más
conocida de su libro y contiene la primera descripción histórica del “mal
de la rosa”, después redescrita en Italia y llamada pelagra (de pelle agra,
piel áspera). Se la denominó también lepra asturiensis, dermotagra, mal
de miseria, escorbuto alpino, mal de hígado en Castilla y mal del monte
en Zamora. Esta nueva entidad nosológica había sido recogida en la
revista Journal de Médecine de 1755, gracias a la estancia del médico
francés Thierry en España, donde conoció el novedoso descubrimiento
de Casal.
El nombre “mal de la rosa” proviene de la célebre costra en partes
distales y cuello. Aunque en la época de Casal no había conocimientos
como para etiquetar esta enfermedad adecuadamente, él ya la asoció
con la alimentación basada en el maíz (los campesinos asturianos utilizaban como alimento habitual la boroña o pan de maíz).
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
José Ferradas publicó en 1880 la monografía ¿Qué afecciones oculares
suelen presentarse durante el curso de la pelagra? (10), basándose en un estudio de 17 casos en los cuales nos describe los tres grados de oftalmía que
ocurren en los tres estadios de la enfermedad “poco peligrosa en el primero, grave ya en el segundo y mortal de necesidad en el tercero”.
En el primer grado había “ardor y prurito de los párpados” con lagrimeo, fotofobia y la conjuntiva de un color característico como “un pedazo de raso de color cardenal al través de un trozo de caramelo de limón
algún tanto chupado”, la cámara anterior con una inflamación ligera y
los vasos distendidos. Cuando esta sintomatología cedía, los pacientes
presentaban “visión ligeramente nebulosa y moscas volantes, quedando
una inyección esclero-periquerática y con forma radiada”. El tratamiento incluía “ejercicio, buena alimentación... abstención de las farináceas,
vinos añejos, baños generales de salvado y almidón; sustancia de arroz
clara y tibia en fomentos á los ojos”. Se usaba colirio astringente de
tanino, calmante como la atropina o preparados arsenicales, con los que
solía ceder la oftalmía “quedando únicamente una cosa especial que los
enfermos me referían, y era una cortedad de vista según ellos, lo cual
pude apreciar confirmando una corta miopía, con pereza en los movimientos vermiculares del iris”.
En el segundo estadio se ve el resultado de las recidivas. Existía una
miopía acentuada y una “inyección general y tormentosa la que se observa en todo el bulbo, tanto que en algunos casos vi desarrollarse el quémosis; hay tumefacción de color violáceo intenso en los párpados, gran
fotofobia y cefalalgia, dolores generales como si existiera un reumatismo
articular agudo, gran turbiez de la cámara anterior; no existe el calor y
prurito en los párpados, pero en cambio es intenso en los dorsos de las
manos y cara anterior del tórax”. El tratamiento mediante la “administración de dos baños al día, las inyecciones hipodérmicas de la morfina
y la alimentación láctea, y los calmantes, la aplicación de sanguijuelas á
la región temporal, la escisión del quémosis y los fomentos templados
del cianuro potásico, así como el sedal, lograron, mientras no existían
puntos ulcerosos periqueráticos, hacer desaparecer todo el cuadro”.
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LA RELACIÓN DE CASAL...
A las instilaciones con atropina y los toques ligeros con una pomada
de nitrato de plata, seguía en la convalecencia un “plan tónico reconstituyente”, sin retirar el sedal hasta pasados veinticinco o treinta días.
En el tercer grado, en el que la mayor parte de los enfermos fallecen,
“la tumefacción de los párpados es tan intensa, que revela todo el aspecto de un flemón ocular, hay secreción puro-mucosa y purulenta, quémosis, fotofobia intensísima”. Los tratamientos aquí “son impotentes, y el
ojo se pierde irremisiblemente, pues la córnea se reblandece, supura, se
ulcera, y á su través salen las membranas y humores, presentando en
este estado el bulbo todo el aspecto de una degeneración cancerosa”.
Las secuelas, una vez resuelto el cuadro y “después de desaparecer las
manifestaciones á la piel de esta región, conjuntiva y córnea, quedaba
ligera fotofobia, lagrimeo, sensación de moscas volantes y visión un
poco nebulosa”.
“En el primer período de esta dolencia, la miopía es corta y provocada únicamente por los estados hiperémicos de la coroides, pero ya en su
segundo período es otra cosa; cuando hubo recidivas de la afección ya no
observé los ojos brillantes y vivos, y sí la mirada vaga, sin expresión”.
El reconocimiento del fondo del ojo en las primeras fases mostraba
“un color rojo vinoso más acentuado en unos puntos que en otros; los
vasos, tanto arteriales como venosos, están más dilatados, tienen más
volumen que el normal”. Al final del segundo período y en el tercero
existía “una profunda anemia retiniana con infiltración serosa y notable
disminución del calibre de los vasos. También he observado que cuando esta afección ha determinado síntomas cerebrales, revelaba el oftalmoscopio todos los síntomas de la apoplegía retiniana”.
La pelagra, causada principalmente por una deficiencia alimentaria
de niacina, se asocia en general con una dieta básica de maíz en el continente americano, así como el beriberi se asocia con la dieta con exceso de arroz en el este asiático.
Goldberger demostró en 1920 que era un proceso carencial, dicha sospecha se reafirmó con los estudios de Salmon en 1928 (11), y en 1937 se
identificó al ácido nicotínico, niacina o vitamina B3 como la vitamina
deficitaria, que en el caso del maíz se pierde al obtener la harina. En el
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Viejo mundo el maíz se ablandaba durante una noche con una solución
alcalina, el agua de cal, que liberaba la niacina, pero esta costumbre no se
trasladó a Europa. Las necesidades de esta vitamina también podían
satisfacerse por medio del triptófano, pero la proteína del maíz tiene muy
bajo contenido en este aminoácido, lo cual sumado a la ausencia de aportes suplementarios en la dieta desencadenaban la pelagra, que aún hoy
puede encontrarse en países en conflicto o subdesarrollados.
En diferentes oportunidades se ha sugerido la existencia de una serie
de factores que son los causantes de la pelagra. En un principio, cada
teoría expuesta parecía oponerse a otra. Tres de las principales teorías
parecen tener un elemento verdadero. Primero se consideró que la pelagra era causada por una toxina en el maíz, luego por una carencia proteica y por último, por falta de niacina en la dieta. Al fin se ha descubierto que el maíz contiene más niacina de lo que tienen otros cereales
alimentarios, pero se cree que la niacina en el maíz se encuentra en lo
que se denomina forma ligada. En México, Guatemala y otros lugares,
donde el maíz se ha tratado tradicionalmente con álcalis como el agua
de cal para hacer tortillas y otros alimentos, los consumidores han estado protegidos de la pelagra.
Es posible que el tratamiento con cal seguido por la cocción haga
que la niacina sea más disponible, o quizá mejora el balance de aminoácidos. El organismo humano puede convertir el aminoácido triptófano en niacina; por lo tanto una dieta alta en proteína, si la proteína contiene buena cantidad de triptófano, evitará la pelagra. Sin embargo, la
niacina es todavía el factor más importante en la pelagra, y cualquier
programa para prevenir la enfermedad se debe enfocar en el suministro
adecuado de niacina en la dieta. Asimismo, todos los casos de pelagra
deben recibir niacina como terapia.
La pelagra no es, como las enfermedades carenciales en general,
exclusiva de la antigüedad. Fue una enfermedad predominante en el sur
de los Estados Unidos, a comienzos del siglo XX sobre todo entre los
aparceros pobres. La enfermedad, desconocida en Europa en tiempos
anteriores, se hizo notoria en los siglos XVIII y XIX a medida que el
maíz por primera vez empezó a consumirse ampliamente en Italia,
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LA RELACIÓN DE CASAL...
Portugal, España y partes de Europa oriental. En el siglo XX la pelagra
fue común en Egipto y zonas de África sudoriental, y se han informado casos esporádicos en la India. En cada una de estas áreas la enfermedad se asoció con el maíz que se convirtió en el alimento básico de los
pobres quienes estaban limitados para complementar la dieta.
En tiempos recientes, la prevalencia más alta de pelagra probablemente haya sido en Sudáfrica, donde las condiciones para algunos trabajadores de la agricultura y la industria hasta 1994 no fueron diferentes a las del sur de los Estados Unidos entre 1900 y 1920. Un informe
de Sudáfrica indicó que 50 por ciento de los pacientes atendidos en una
clínica del Transvaal presentaban alguna evidencia de pelagra, y que la
mayoría de los adultos admitidos en el hospital mental de Pretoria tenían la enfermedad (12).
El denominado Programa mundial de alimentos (WFP) intenta
prevenir los déficits globales en población afectada por conflictos o
catástrofes, aunque a veces no es fácil determinar qué tipo de carencia
exactamente en grandes contingentes pueden generar la aparición de la
pelagra (13).
Lamentablemente, la pelagra se ha encontrado también en campos
de refugiados y en situaciones de hambruna donde el maíz ha sido el
alimento de alivio y las agencias de socorro han prestado muy poca
atención a suministrar una dieta balanceada o un consumo adecuado de
micronutrientes. Un brote de pelagra se presentó durante una sequía en
Tanzania central en la década de 1960, cuando la gente afectada consumía sobre todo maíz donado por los Estados Unidos. La pelagra se controló con rapidez mediante suplementos de niacina.
No dejan de resultar curiosos, a la luz de los conocimientos actuales,
los comentarios de Ferradas sobre sus hallazgos así como las descripciones del propio Casal. Muchos años después, colegas de diferentes especialidades han contribuído al conocimiento clínico de la pelagra, cada
uno desde su punto de vista y de acuerdo con los conocimientos al uso
en cada momento, según la época en la que trabajaban.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
De entre ellos, como no podía ser de otra forma, dada la intensa relación que la Oftalmología tiene con la Medicina Interna, es muy especial la aportación que los Oftalmólogos han realizado al mejor conocimiento de esta enfermedad, y es notorio el hecho de que muchos de los
estudiosos que han aportado sus conocimientos son auténticos maestros
de nuestra Especialidad.
Así, Amilcare Bietti en sus notas Des modifications de l´oeil dans la
pelagre(14) nos explica que, después del examen de 120 enfermos de pelagra, en 98 de los cuales fue factible el examen del fondo de ojo, en 65
de los cuales se pudo determinar el grado de agudeza visual y en 55 de
los cuales se pudo estudiar el campo visual. Además en 20 ojos pudo
realizarse examen anatomopatológico del globo ocular. Las conclusiones de su estudio se pueden resumir en los siguientes hallazgos:
• palidez papilar, atrofia óptica, borrosidad de los bordes papilares
• varices en fundus y en algunos casos estrechamiento
de las arterias retinianas, incluso con situación de
arterias exangües en algunos casos
• reducción en general de la agudeza visual (capacidad
funcional principal del sistema visual) aunque sin relación directa en muchos casos con los hallazgos encontrados en el fondo del ojo en los pacientes, por lo cual
se atribuyeron los descensos de agudeza en estos casos
a patología corneal, cristaliniana o refractiva (primaria
en el paciente o secundaria a la alteración de medios
refringentes)
Este autor creía que las alteraciones retinianas descritas en la pelagra incluso por él mismo- eran simplemente casuales y coincidentes con la
enfermedad, y que las lesiones neurológicas en la cabeza del II par craneal
se debían a una alteración predominantemente vascular, y que estas sí estaban en relación con modificaciones paralelas acontecidas a nivel cerebral.
En nuestro país, también han existido estudiosos e investigadores
que se han detenido en una afección tan castiza y tan ligada a nuestra
historia médica. Por ejemplo, Felipe De Dulanto (15) nos comenta que lo
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LA RELACIÓN DE CASAL...
que él denomina “síndrome oro-genital”, y que está compuesto de alteraciones cutáneo-mucosas unidas a fotofobia y lagrimeo se ha observado en casos de pelagra y en prisioneros de guerra capturados por los
japoneses durante la II guerra mundial (16).
Para él, ninguna vitamina aislada del complejo B es curativa, sino
más bien una dieta adecuada y el empleo de levadura de cerveza. El
ácido nicotínico tiene la peculiaridad de que no existe como tal en la
dieta, y es sintetizado en el organismo a partir del aminoácido triptófano, con la presencia obligada de las otras tres vitaminas (piridoxina,
riboflavina y aneurina).
Además de los signos clínicos descritos por otros autores, se considera posible la aparición de queratomalacia central (17), si bien nos indica que no está del todo claro si se debe a la propia enfermedad o si son
fenómenos sobreañadidos dada la situación habitual de estos enfermos.
Por otra parte nos recuerda la existencia de fenómenos oculares tales
como las pérdidas de agudeza visual y la neuritis óptica que puede terminar en atrofia (18, 19), así como las referencias que existen de la aparición más frecuente de cataratas y diplopia en estos enfermos en relación
con los sujetos sanos.
Al tratarse de una enfermedad carencial como ya hemos dicho, es
posible encontrarla en cualquier lugar y momento, por lo que incluso en
textos oftalmológicos modernos y avanzados podemos encontrar referencias a la pelagra hoy en día(20). De hecho, las oftalmopatías que puede
provocar las vemos reflejadas en la siguiente tabla (21):
Problemas corneales:
-Queratinización
-Pérdida de la sensibilidad corneal
-Ulceraciones corneales
-Queratomalacia
-Perforación en casos avanzados (se han descrito con y sin presencia de hipopion)
-Queratitis superficiales y queratitis por exposición
Problemas cristalinianos:
-Catarata metabólica, generalmente bilateral y simétrica (22, 23)
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
-Mayor preponderancia de aparición de cataratas en relación con
la edad (24, 25)
Phillips Thygeson, un famoso especialista en afecciones corneales,
cuyo nombre sigue ligado a algunas enfermedades de este tejido, nos
comenta, en el capítulo “Dermatosis” del libro de otro mítico, Arnold
Sorsby, “Modern Ophthalmology”, cómo la pelagra aparece de forma
intermitente a lo largo del año en los pacientes, y aunque según su experiencia carece de signos patognomónicos, la conjuntivitis crónica y la
neuritis retrobulbar pueden aparecer, ligando en este caso esta dolencia
con la patología ya conocida del sistema nervioso en los pacientes (26).
Este autor nos indica que, como las hipo o avitaminosis son con
cierta frecuencia multifactoriales -por los motivos de tipo social y político anteriormente descritos- suele o cuando menos puede asociarse con
déficit de Vitamina A en algunos pacientes, por lo cual podemos
encontrar pacientes con pre-xerosis ocular y fenómenos como las manchas de Bitot, por lo cual en este tipo de casos cuando las condiciones
higiénicas sean desfavorables no está de más que tengamos en mente la
pelagra, y la multifactorialidad de las deficiencias vitamínicas.
Otros autores han manifestado que no es raro encontrar déficits
combinados de ácido nicotínico con déficits de riboflavina y/o tiamina.
En 1938, en el sur de los Estados Unidos se encontraron 500.000 casos
por el consumo de maíz como único cereal. Se han encontrado casos en
Asia y en Sudamérica, y en África es rara, con la única excepción de
Egipto. Han sido descritos casos en Inglaterra en instituciones mentales así como en asilos (27).
Al margen del cortejo sintomático, a nivel oftalmológico aparece
una pérdida de visión por neuritis retrobulbar, comúnmente seguida en
estos casos de atrofia óptica. Diplopia y cataratas son otras manifestaciones de la enfermedad, que suele presentarse con fotofobia, lagrimeo
y blefaritis.
Lo mismo nos indican Scheie y Albert, cuando nos manifiestan que,
aunque la pelagra se manifiesta por síntomas mentales, neurológicos,
cutáneos, mucosos y gastrointestinales, la neuritis óptica, la atrofia óptica, la retinitis, las alteraciones pupilares e incluso la participación de los
442
músculos extraoculares en la enfermedad no pueden descartarse y han
sido observadas (28).
En cualquier caso, hemos de recordar a Gaspar Casal como un
Médico prácticamente atemporal, no sólo por el interés de sus estudios,
sino porque nos ha dotado de un elemento de alarma social y política
que puede descubrir en nuestro revuelto mundo actual, situaciones
complejas de descontrol social y por ende, sanitario.
La Oftalmología creemos que contribuye a su mejor conocimiento
a través del cortejo semiológico que puede estudiar, y de su estrecha
relación con los procesos nosológicos metabólicos, carenciales y neurológicos, al estilo de los magistralmente descritos por Casal.
Como dice en su libro César Fernández Díaz (4), a Casal, como suele
suceder al español que es bueno, humilde y sabio, le faltó la resonancia
que merecía dentro de la España misma, y como dice García Sevillano
“…le faltó sin embargo acá, lo que les sobró a otros extranjeros. Éstos
tuvieron desde luego las expensas, honores, y protección de los poderosos. Acá faltó uno y otro, como lo demuestran las quejas y tristes fortunas de grandes ingenios desde el pasado siglo”, y en palabras del propio
Gaspar Casal, “La gloria es un olvido aplazado”.
BIBLIOGRAFÍA
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LA RELACIÓN DE CASAL...
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(27) Yudkin J.: Allergy; Nutrition; Endocrine disturbances. Nutritional
deficiency. In: Sorsby A. Modern Ophthalmology 2ª Ed. London:
Butterworths; 1972; Vol 2, 279-281.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
(28) Scheie HG, Albert DM.: Oftalmología Médica. Estados de deficiencia. In: Scheie HG, Albert DM. Adler´s Textbook of Ophthalmology
8ª Ed. México DF: Interamericana; 1972; 275-276.
446
F ig. 2 Portada de la publicación del
discurso del Dr. García Serrano
447
LA RELACIÓN DE CASAL...
F ig. 1 Placa identificativa de la Calle
del Dr. Casal en Oviedo
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
448
LA OBSTETRICIA Y LA GINECOLOGÍA
EN LA OBRA DE GASPAR CASAL.
ÁNGEL SÁNCHEZ DEL RÍO
JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA
RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO
Hemos querido acercarnos a la “Historia natural y médica del
Principado de Asturias” a la búsqueda de datos relacionados con la
patología específica de la mujer. Y aunque las informaciones sobre el
tema son escasas, creemos que merece la pena individualizarlas y
comentarlas. Bien entendido que Gaspar Casal no pretendió escribir un
tratado de medicina, si no estudiar la patología regional de Asturias, de
la que adquirió amplia experiencia en su prolongado ejercicio en
Oviedo. En el desarrollo de este capítulo quisimos abordar las siguientes cuestiones: la Obstetricia y la Ginecología en el siglo XVIII español; aproximación al ejercicio de la tocoginecología en Asturias a través
de Feijoo; y, finalmente, los padecimientos tocoginecológicos referidos
en la obra de Casal.
En el siglo XVII la tendencia a individualizar y tratar por separado
los temas tocoginecológicos y pediátricos era ya marcada. Algunos
autores como Gaspar Bravo de Sobremonte los incluyen en sus obras
generales, destacando en este caso sus aportaciones a la esfera de la conducta sexual. Otros, por el contrario, ya se dedican obras específicas a la
mujer; destacando “10 privilegios” (1606) de Juan Alonso dedicada ala
449
LA OBSTETRICIA...
I.- Introducción. La obstetricia y la ginecología en el siglo XVIII español.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
patología del embarazo; “3 discursos para probar que están obligadas
criar a sus hijos a sus pechos todas la madres, cuando tienen buena
salud” (1629) y otras. Y, se establecen ya líneas de trabajo en problemas
específicos de la mujer; por un lado, hubo una polémica sobre el examen de orina en el diagnóstico de embarazo en la que participaron,
entre otros, Benito Matomoros, Alonso Fajardo de León y Francisco
Leiva y Aguilar. Se suscitó, además, el interés por estudiar los problemas clínicos ginecológicos, destacando la obra de Gaspar Caldera de
Heredia, Enriquez de Villacorta y Pedro Miguel de Heredia éste último hizo un extenso trabajo sobre la patología de la mujer, que debe ser
considerado como el más importante de su época.
Durante el siglo XVIII, el quehacer obstétrico, ejercido ya por cirujanos, suscita mucho interés y se enseña en los Reales Colegios de
Cirugía. Ello contribuyó a darle rango científico y perfeccionismo. Las
“cuestiones tocológicas” son tratadas tanto en obras generales como
especializadas. Así, se exponen cuestiones generales en la obra de Virrey
y Manje, en la de Sanz de Dios Guadalupe y en la titulada “Floresta” de
Vaguer y Oliva. Pero, lo importante es que surge una literatura obstétrica de la que destacamos estos autores y obras: “Cartilla Nueva” de
Antonio Medina (1750); “Nuevo y natural modo de auxiliar a las mujeres en los lances peligrosos de los partos” (1756) de Babil de Gárate y
Casabona; “Compendio del arte de partear” de Pedro Virgili (1765);
“Preceptos generales sobre las operaciones de los partos” (1789) de José
Ventura Pastor; “El discípulo instruido en el arte de partear” (1795) de
Padro Vidart y “ Elementos del arte de partear” de Juan de Navas.
Los “saberes ginecológicos” se exponen tanto en tratados de cirugía
como de clínica médica. Y se les da cierta relevancia a algunos temas:
“ovistas” y “animalculistas” (Martín Martínez, Padre Rodríguez, Blas
Beaumont, Juan de Díos López, Andrés Piquer) disputan sobre
embriología; otros crean un gran interés por la nutrición fetal, destacando la obra de López de Arango y Azcárraga titulada “Lección fisicoanatómica sobre la nutrición del foetus” (1735).
450
En síntesis, durante el siglo XVIII la cirugía obstétrica y ginecológica progresa gracias a la intervención del cirujano en este quehacer
hasta entonces reservado a la comadrona. Así se comienza a conocer
mejor el mecanismo del parto y de las distocias; se afinan las indicaciones de la operación “cesárea” se reinventa la sinfisiotomía, se idean nuevas maniobras obstétricas y se comienza a utilizar el fórceps en la práctica habitual, aunque su conocimiento era antiguo.
Varios autores se han ocupado ya de este tema, que nos va a permitir aproximarnos a la realidad ilustrada de la tocoginecología ilustrada,
amén de otras fuentes consultadas.
1.- Los saberes ginecológicos de Feijoo
En los tiempos que le tocó vivir al sabio benedictino, la mujer seguía
postergada y considerada como un ser imperfecto, a lo que Feijoo no se
resignaba a aceptar, utilizando su sabiduría y sus razonamientos. No
estaba en absoluto de acuerdo con la opinión vulgar de que la mujer era
imperfecta tanto moral como físicamente. Feijoo documentó bien su
defensa de la mujer tanto en el plano físico como en el intelectual, llevándola a los más estrictos términos de igualdad con el hombre pese a
ser distinta. No acepta que el cerebro femenino sea más “blando” como se decía - o más “húmedo” que el masculino y, por tanto, menos
capaz ya que dicha idea no tenía base anatómica. Concluía el fraile de
este modo: “lo que yo creo es, que todo este sistema del celebro de las
mujeres, lo que puede seguirse es que los movimientos corpóreos sean
en ellas menos vigorosos que en los hombres; por cuanto los nervios que
tienen su origen en las fibras del celebro y en la médula espinal es consiguiente que sean menos fuertes o movidas con más débiles impulsos,
pero no que sus operaciones mentales sean más o menos perfectas.
Y salvada la igualdad intelectual y moral de la mujer respecto al
hombre, la hace idéntica al hombre en el plano físico, por más que posea
las peculiaridades propias de su sexo tanto anatómicas como fisiológi-
451
LA OBSTETRICIA...
II.- El ejercicio de la tocoginecología en Asturias en el siglo XVIII a
través de Feijóo y otras fuentes
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
cas. Uno de los errores populares que Feijoo combate es el de la regla;
nada de sangre corrompida y venenosa que esteriliza campos, malogra
frutos, empaña espejos, irrita animales, malogra vinos y viandas, etc. Es
sangre sin más como la que podía emitir cualquier otro humano. En
síntesis, Feijoo luchó, denodadamente, contra la común opinión de la
época de que la mujer era “un vaso de inmundicia” y una “horrible sentina de vicios”. Feijóo no se quedó solo en esto, en sus consideraciones
sobre la mujer y, desde el punto de vista tocoginecológico se ocupó
esencialmente de dos temas: la vida fetal intraútero, desde la concepción
hasta el nacimiento y la asistencia al parto. Tratemos ambas cuestiones
por separado.
A. LA VIDA FETAL, desde la concepción al nacimiento
En la época de Feijóo se lucubraba en torno al hecho, pero se desconocía el fenómeno de la fecundación. El mismo decía “tengo este mysterio por más profundo que la colección de todos los fenómenos de la
virtud magnética y eléctrica”. Estuvo perdido entre “ovaristas” y “animalculistas” y vivió en un mar de perplejidades siempre, llegando a esta
conclusión: “juzgo más razonable dexiar el pleyto indeciso, confessando
ingenuamente mi ignorancia, que proferir temerariamente alguna sentencia”. Sin embargo, llegó a conocer, por sus lecturas, la existencia de
los espermios, vistos al microscopio tanto en el semen humano como
animal; y se rebeló contra la posibilidad que “aquellos gusanillos”fuesen
el elemento fecundante del óvulo por considerarla una opinión monstruosa. Feijóo creía que tras la cópula y por la conmoción del placer
sexual se desprendía un huevecillo del ovario femenino que, por la
misma causa, progresaba a través de las trompas falopianas hacia el
útero. Una vez allí, influido por el “aura vivífica” del semen se iniciaría
el desarrollo fetal.
En la cuestión de la organogénesis embrionaria, Feijóo sigue las opiniones de Hipócrates y demuestra conocer muy bien todas las teorías
tanto antiguas como modernas. Decía al respecto: “en hechos de anatomía las observaciones modernas deben ser preferidas, con grandes ventajas a las antiguas, ya porque hoy se cultiva con mucha mayor aplicación que en los siglos pasados esta parte de la phísica ya, por el grande
452
auxilio del microscopio de que los antiguos carecieron”. Respecto al
embarazo, admite variaciones amplias respecto a la duración normal de
nueve meses, afirmando que caben duraciones extraordinarias desde los
cinco meses hasta los diez u once. Y no encuentra una explicación coherente del por qué el niño se parece a sus progenitores. En todo caso,
creía que el nuevo ser estaba animado desde el primer momento siendo
por tanto siempre humano plenamente y sujeto religioso. No entendió
Feijóo como respiraba y se nutría el embrión pero deshizo muchos errores populares: la creencia de que se alimentaba de la sangre menstrual,
el error de creer que el feto de ocho meses no era viable, etc.; y, analizando los aforismos hipocráticos sobre el embarazo, los juzga errados.
En la atención al parto Feijóo prefería a la mujer por razones de
pudor; pero reconoce que las mujeres de aquel tiempo “eran ignorantíssimas del arte que para él se requiere ... es la enmienda de essos mismos
errores que muchas veces se ve exencutar por un hombre hábil después
que la partera o quixo o por lo menos dexo a las puertas de la muerta a
la que se entregó en sus manos”. Reconocido esto, pide que las mujeres
sean instruidas adecuadamente para suplir a los hombres y excluirlos
definitivamente en esta tarea. Y, a la vez, descubre la mendacidad de
algunas creencias como “la rosa de Jericó” de supuestos efectos beneficiosos en el parto.
Poco más dijo Fray Benito Jerónimo Feijóo al respecto. Pero, en base
a todo lo dicho recuérdese que la tocología junto con la oftalmología
alcanza en el siglo XVIII en España definitiva personalidad; y toda la
literatura médica sobre la especialidad estimuló un movimiento de progreso en la especialidad que condujo al establecimiento durante la
segunda mitad del siglo de las primeras cátedras para la formación obstétrica de los cirujanos.
2- Otras fuentes consultadas sobre la tocoginecología ilustrada.
En el “Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del
campo” de Mr. Dissot se hace evidente la progresiva independencia del
tronco común de la medicina, de dos especialidades: la tocoginecología
y la pediatría. A ellas se dedican capítulos y artículos principales. Con
453
LA OBSTETRICIA...
B. LA ATENCIÓN AL PARTO
ánimo de conocer el estado de la especialidad femenina, nada mejor que
utilizar un manual de tipo general. Creemos que nos dará una idea cabal
del asunto. El capítulo XXVI va íntegramente dedicado a la mujer con
el título general de “Avisos para las muggeres” y 3 artículos: “del preñado”, “de los partos” y “de las resultas de los partos”. Destaquemos algunos datos
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
A. SOBRE LAS REGLAS DE LAS MUJERES Y SUS ALTERACIONES
El capítulo más amplio va dedicado a una introducción general en el
que se insiste en el cuadro clínico de “chlorosis" u “opilación”, situación
clínica relacionada con el retraso de la regla y la falta de ejercicio físico,
ocupada la mujer en tareas domésticas; porque su causa de atribuía a la
debilidad de sus fibras y a los trastornos circulatorios secundarios a ella.
Pero se invocaban más causas: el frío, la humedad, un temor vehemente, toda pasión muy fuerte, los alimentos muy fríos o indigestos o muy
cálidos, las bebidas heladas, un ejercicio excesivo y las vigilias. También
se ocupa el autor de “las reglas molestas” que padecen algunas mujeres.
Lo expresa así: “y algunas en quienes son muy trabajosas las reglas por
los cólicos agudos que las preceden o acompañan, y son más o menos
largos; yo los he visto durar sólo algunos minutos; otros, algunas horas;
también los hay que duran muchos días y están acompañados de vómitos, desmayos y convulsiones, efectos de la agudeza de los dolores; de
vómito de sangre, de fluxo de sangre de narices, etc. Que, en una palabra, parece que las ponen a las puertas de la muerte”.
Las “reglas muy abundantes” son, asimismo objeto de atención del
autor, porque, en su opinión, se pueden originar enfermedades gravísimas, de ellas, no hable en autor por ser menos frecuentes que las secundarias a la supresión. Y más adelante, ofrece remedios a la polimenorrea
cuando habla de los flujos de sangre en relación al embarazo, parto y
postparto. El capítulo de los remedios para los trastornos señalados de
la regla es amplio: ejercicio, normas dietéticas, infusiones, tisanas, limaduras de hierro, y otros recursos dependiendo del cuadro clínico; e
incluso las sangrías en algunas ocasiones como, cuando una moza fuerte, robusta y sana no tuvo su evacuación regular.
454
Finalmente, se ocupa el tratadista de “la menopausia”. La idea general sobre la regla era esta: “su fin es evacuar a excepción de cuando la
mugger está preñada, la sangre superflua que en ella se produce, porque
en el tiempo del preñado no da a la criatura de aquella que para sí necesita”. Se daba tanta importancia a la menopausia, que, si se presentaba
bruscamente, había que actuar así: hacer una sangría y repetirla cada 6,
4 ó 3 meses; reglar la alimentación tomando con mesura, carne, huevos
y vino: y tomar el “preparado de tártaro” reducido a polvos muy sutiles,
“una onza dividida en 8 tomas iguales”.
B. SOBRE EL PREÑADO Y SUS ALTERACIONES
Las molestias inespecíficas del inicio del embarazo, si las había, y “la
hiperemesis gravídica” las señalaba de este modo nuestro autor: “sin
embargo, las labradoras padecen, como las muggeres de la ciudad, náuseas y vómitos por la mañana, dolores de cabeza y muelas; pero estos
males ceden con la sangría, que es casi el único remedio de que necesitan”. Respecto a “la amenaza de aborto” recomienda “reposo en cama,
sobre un jergón si no tiene colchón, porque, -dice- que la pluma en este
caso es muy dañina y además sin moverse y apenas hablar; sangría de 8
a 9 onzas del brazo; comer exclusivamente sopas harinosas, beber sólo
tisanas a base de agua de cebada, nitro, miel y vinagre, y tomar una onza
de nitro dividida en 16 tomas. Añade el autor esta consideración que
nos llama poderosamente la atención: hay mujeres robustas, que abortan con frecuencia a cierto tiempo, lo que precaven haciéndose sangrar
algunos antes que éste se cumpla”.
No señala el autor más patologías en relación al embarazo.
Mr Tissot coincidía con Feijóo en la necesidad de tener comadronas
bien instruidas. Dice: “está con evidencia demostrado que en la mayor
parte de nuestro país, y aún de toda Europa hay necesidad de comadres
algo instruidas, y esta falta ocasiona funestísimas conseqüencias” y pide
toda la atención de la policía. Los errores que se comenten al tiempo del
parto son infinitos, y muchísimas veces no tienen remedio. Sería preciso un libro particular, como le tiene algunos países, para dar los reme-
455
LA OBSTETRICIA...
C. SOBRE EL PARTO Y SUS PATOLOGÍAS
dios correspondientes a precaverlos, y convendría haber educado a la
comadres de modo que los entendieses ...”.
En el “parto trabajoso o lento”, dice lo que no debe hacerse y lo que
debe hacerse. Quedaban proscritos por enlentecer el parto los siguientes remedios: el castor, su tintura, el azafrán, la salvia, la ruda, la sabina,
el aceite de ámbar, el vino, la triaca, el vino cocido con aromas, el café,
el aguardiente, el agua de anís, de nueces e hinojo y otros licores espirituosos. Y se recomendaban las siguientes precauciones y remedios si la
mujer era sana y robusta: sosegarla, una sangría de brazo y pocas cosas
más; comer poco tal como una panatela cada 3 horas y sobre todo el
agua de pan que quiera; lavativas de un cocimiento de malvas y un poco
de aceite; vahos en sus partes de agua caliente; frotaciones en el vientre
con manteca de vaca o de cerdo sin sal; fomentos de agua caliente, etc.
Y sobre todo, no inducir a la madre a que haga excesivos esfuerzos hasta
que se agote. Estos simples remedios, a veces solucionaban el problema;
pero a veces dice al autor: “pero siguiendo el método cálido, aún cuando se consigue el que para, la madre y la criatura padecen tanto, que
muchas veces perecen ambos”. Admite en todo caso el autor que estas
sencillas medidas, dan tiempo a avisar a “cirujanos comadronas” o a las
comadres algo más instruídas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
D. SOBRE EL POSTPARTO Y SUS PATOLOGÍAS
Nuestro autor sistematiza bien los problemas del postparto y sus
posibles remedios: flujo excesivo de sangre; inflamación del útero;
supresión repentina de los loquios; y, los estragos de la leche. Veamos
que dice de cada uno de ellos.
a. LA HEMORRAGIA. Recomienda para detener la hemorragia las
mismas medidas que señalamos en la amenaza de aborto, incluida la
sangría; y, si pese a ello, la hemorragia era excesiva, aplicar sobre el
vientre, los riñones y los muslos, paños mojados en una mezcla a
partes iguales de agua y vinagre, mudándolos cuando empiezan a
secarse; y quitándolos cuando la evacuación disminuye.
b. INFLAMACIÓN DEL ÚTERO. Describe el autor la inflamación
del útero de este modo: “la inflamación del útero se manifiesta por
los dolores y tensión en todo el vientre; por el aumento de aquellos
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LA OBSTETRICIA...
al tocar éste; por una especie de mancha roja que sube por en medio
de vientre hasta el ombligo, y que, el mal empeora, se pone negra, lo
que siempre es mortal; por una debilidad suma; por una desfiguración extraordinaria de la cara, un delirio ligero, una calentura continua, con pulso débil y duro, algunas veces vómitos continuos y
muchas hipo; una evacuación cortísima de un agua roxa, fétida y
acre, conatos frecuentes a obrar, y a veces supresión de la orina”.
Traducido a términos actuales una grave infección endometrial con
sepsis acompañante. Este mal gravísimo, por lo común mortal, debía
curarse como las enfermedades inflamatorias. Esto es: sangrías, lavativas de agua tibia, masajes de útero, (“hacer xeringatinios” en terminología de la época) y aplicar sin cesar sobre el vientre, y beber con
abundancia de la leche de almendras o una tisana simple de cebada,
añadiendo en cada media azumbre, media dracma de nitro.
c. LA SUPRESIÓN TOTAL DE LOQUIOS. Dice textualmente al respecto: “la supresión total de los loquios, la cual ocasiona enfermedades gravísimas, se cura del mismo modo y, si por desgracia, se dan
algunos remedios cálidos para precisarlos a que fluyan, sirven de
veneno”.
d. LOS DENOMINADOS ESTRAGOS DE LA LECHE”. Señala Mr.
Tissot varias situaciones
• “la calentura de la leche”: si la calentura de la leche es muy grande la disipa la tisana de cebada y las lavativas con una dieta muy ligera, únicamente de panatelas, o de otros harinosos muy claros.
• “los depósitos lácteos”: lo explica el autor, de este modo: “las mujeres delicadas que no son cuidadas están expuestas a muchos accidentes, que por lo común dependen de que no se hace bien la transpiración y la evacuación de los loquios; y como la separación de la leche
en los pechos se turba, se forma lo que llaman depósitos lácteos, que
siempre son muy malos y en particular cuando se hacen en alguna
parte interna. Semejantes depósitos son frecuentes en los muslos”.
Para tales depósitos recibirían en un primer momento las paridas
que los padeciesen tisanas a base de grama, achicoria, agua de
Sedlitz y maná, y localmente, cataplasmas de miga de pan, flor de
manzanilla, leche y jabón, siendo una alternativa a ellas el emplasto
de cicuta. Pero si no se resolviese el problema y se formase pus “abrirá el absceso un cirujano y le curará como cualquiera otro apostema”.
De “la dureza de los pechos”. Dice nuestra autoridad: “si la leche se
coagula en el pecho, importa muchísimo destruir sin dilación esta
humorosidad, porque si no, se endurece, se hace escirro, y de escirro
por lo común al cabo de cierto tiempo degenera en cancro; enfermedad la más cruel de todas”. Para evitar este grave mal es proceder a
su tratamiento ante el menor síntoma con píldoras de cicuta mayor
fétida y fomentos de cicuta. Si no se yugula el mal, y evoluciona a
cancro, todavía se puede curar con cicuta. De “las erosiones en los
pezones” dice el autor “muchas veces se despellejan los pezones de
los pechos en las mujeres que crían, y por estos padecen muchísimo”.
Los remedios locales solían ser eficaces tales como: una pomada de
aceite y cera derretidos juntos, o, un ungüento de composición compleja (aceite rosado, minio, vinagre, cera amarilla y alcanfor) denominado “ungüento de Nuremberg”. Y, si el mal fuese rebelde, se purgaba a las pacientes, con lo que, dice –dice- regularmente se conseguía alivio
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
B. OTRAS PATOLOGÍAS FEMENINAS
Hemos rastreado la obra que venimos comentando y pocas cosas
más se incluyen en la misma sobre patología tocoginecológica.
Señalemos algunas presencias y algunas ausencias.
a. Presencias
En la obra, se señalan 2 cuestiones de interés: la incontinencia de
orina y los padecimiento venéreos. La incontinencia de orina la señala
así: “en la incontinencia de orina esta sale involuntariamente y muchas
veces sin sentirse: semejante incomodidad es continua o intermitente y
a ella están sujetos los niños, los viejos, las mujeres preñadas, y aquellas
a quienes se les ha maltratado en el parto”. En todo caso se debía recurrir al médico y a un cirujano cuando había herida (patología orgánica
visible); y siempre debían probarse remedios farmacológicos: purgantes
suaves repetidos, de variada composición tal como este a base de maná,
sal de Sadlitz, agua caliente; o, este compuesto por hojas de sen, nitro y
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LA OBSTETRICIA...
malvas; o preparado de de tártaro. Y, por supuesto, bebidas algo astringentes (agua en la que se apagó un hierro o un ladrillo hecho ascua;
vinos muy tintos, tierra japónica, almáciga, etc.).
El autor describe minuciosamente todas las manifestaciones clínicas del mal venéreo tanto en el hombre como en la mujer (“las llagas”,
“el incordio venéreo”, “los puerros”, “las verrugas”, “las crestas”, “los
higos, moras y fresas”, “las coliflores”, “las postillas venéreas”, “los condilomas”, “las grietas”, “el exostosis”, la “gonorrea virulenta” y la “gonorrea caída en las bolsas”). No nos detendremos en analizar cada una de
estas manifestaciones. Sí en algunas cuestiones de índole práctico especialmente terapéutico. Se comenzaban las curas antivenéreas haciendo
una sangría del brazo, sacando unas 15 onzas de sangre y 2 días después
purgándole con un purgante a base de Escamonea de Alepo, Xialapa y
azúcar blanca. Al día siguiente de la purga comenzaba con “la solución
antivenérea mayor” (mercurio sublimado corrosivo disuelto en azumbre
de agua destilada, añadiendo un jarabe) durante 8 días. Y este tratamiento intenso era complementado con un tratamiento local extenso
con” la pomada mercurial”. El tratamiento era largo, siendo la limitación al mismo la cantidad de pomada y el mercurio sublimado utilizados. Una vez finalizada la cura se le sangraba y purgaba de nuevo al
paciente. Había complicaciones comunes a hombres y a mujeres durante el tratamiento (salivación, calor y picazón en la piel, granos erisipelatosos de resulta de las unturas, dolor de estómago, etc.). Pero había
más que complicaciones específicas en la mujer unos cuidados especiales por su condición. Las reglas eran motivo de especial atención, porque mientras duraban era preciso suspender el tratamiento; y se volvía
al mismo 2 ó 3 días después de haber cesado. Sin embargo había excepciones que era preciso estudiar.
b. Ausencias
Nos llama mucho la atención el que, en este excelente manual de
medicina del siglo XVIII no se trata de “los tumores” tanto masculinos
como femeninos y que apenas se hable de la cirugía en tocoginecología.
Respecto a los tumores, curiosamente, no había en el siglo XVIII una
idea demasiado clara sobre los mismos hablando en términos vagos de
tumores inflamatorios externos, tumores inflamatorios internos, tumores ventosos o volátiles, etc. Más explícito es el manual de cirugía de
Don Diego Velasco y Don Francisco Villaverde, en el que se dedica un
capítulo al tema titulado “de el escirro y su degeneración en cáncer”; no
vamos a entrar, aquí, en las disquisiciones que sobre el cáncer se hacen,
a tenor con los conocimientos de la época. Tiene interés las descripciones que se realizan del “cáncer de mama” y del “cáncer de útero”, así
como las técnicas quirúrgicas para el abordaje del cáncer de pecho
cuando lo que se consideraba escirro se convertía en cáncer. Finalmente,
añaden los autores una nota y unos corolarios sobre el uso de la “cicuta” en el cáncer y, dicho todo lo anterior, como adecuado contexto, solo
nos resta recoger los datos obstétricos-ginecológicos presentes en la
obra de Casal.
III. La obstetricia y la ginecología en la obra de Gaspar Casal.
Recogemos aquí la información que no parece más interesante.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
1.-LA CONDICIÓN FEMENINA Y LAS ENFERMEDADES
Casal da a entender que algunos padecimientos podrían tener que
ver con la menstruación. Hemos constatado estos testimonios.
- El efecto protector de la regla sobre la aparición de paperas, dice,
“eran comunes a hombres y muggeres, pero ninguna doncella ni
casada a quien baxase la costumbre, tuvo tantas paperas”.
- El efecto protector de la falta de la regla para que la parotiditis
afectase otros órganos. Afirma: “en las muchachas que, por falta
de edad nunca habían tenido la menstrual evacuación, no pude
observar tránsito manifiesto de la papera aparte de terminada
externa, ni interna ...”.
- Los desarreglos de la fiebre catarral maligna dice: “su edad son 37
año; su temperamento melancólico; su evacuación menstrual,
arreglada y medianamente copiosa, a no ser ésta última que le
vino a los 15 días”. En otra paciente, ocurría esto: “ tiene 35 años
de edad y es casada, y de temperamento sanguíneo; y hace 10
semanas que no anduvo con su regla”.
460
- Relaciones entre menstruación, parto y sarna. Dice al respecto:
“esta recidiva maligna de la sarna en la cabeza se efectúa con más
frecuencia y antes, en las mujeres que en los hombres, muy especialmente en aquellas en las que la menstruación se retira precozmente o en las que no purgan lo suficiente después del parto...”.
- Relaciones entre el mal de la rosa, menstruación y parto, lo sugiere este párrafo: “se le había retirado la menstruación ...” “declaraba que este mal le había sobrevenido 6 meses después del parto
...”.
Todos estos datos apuntan a que la condición femenina era relacionada con patologías que afectaban al hombre pero de un modo particular en el caso de la mujer; en los tratados de la época, ya se sugería realizar una historia clínica particularizada en niños y mujeres con cuestionarios de preguntas dirigidas a ellos.
Del embarazo, se habla en la obra de Casal sólo circunstancialmente y de cuestiones muy concretas cuando surgen. Analicemos algunas de
ellas:
a. La esterilidad. Casal señala que las aguas de Priorio (Asturias),
diciendo: “es notaria y singular la virtud de estos baños para corregir la
infecundidad de las mujeres: pues son casi innumerables las que, tenidas por estériles, sin esperanza de que concibiesen lograron sucesión en
el uso de estos baños: y también son muchas las que habiendo perdido
la fecundidad por algunos achaques, volvieron a concebir y parir felizmente con el beneficio de ellos”.
b. La herencia. Casal cree que algunos males son hereditarios, al margen de otros factores. Del “bocio”, dice “que se propaguen de padres a
hijos es cosa cierta. Lo primero porque regularmente comienzan a
manifestarse en los muchachos y muchachas cuyos padres lo padecen: y
lo segundo, porque el grande Hipócrates enemigo capital de fábulas y
embustes tiene por cosa muy verosímil ...”. Y hablando de la “sarna”,
insiste también en su carácter hereditario diciendo: “los hijos de padres
461
LA OBSTETRICIA...
2. PATOLOGÍAS FEMENINAS A LAS QUE ALUDE CASAL Y
OTRAS SITURACIONES RELACIONABLES CON LA MUJER
A. EMBARAZO Y ASPECTOS CON ÉL RELACIONADOS
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
enfermos suelen padecer una sarna maligna, ferina y casi incurable, que
algunas veces degeneran en enfermedades mortales. Los que son sanos
e hijos de padres sanos contraen una sarna más benigna y más fácil de
curar (aunque no en menor cantidad), la cual, según se observa muchas
veces, es beneficiosa para limpiar las vísceras y depurar los tumores”.
Refiriéndose a la sarna y sus relaciones con el mal venéreo decía: “la
peor disposición para contraer la sarna es el mal venéreo, ya sea adquirido o heredado ... y es de admirar la ineficacia de los medicamentos
mientras con toda diligencia y con remedios específicos no se logra
extirpar el virus del mal”.
c- El aborto y la sangría. Recoge Casal dos abortos provocados por las
fiebre malignas catarrales ocurridas en Nava y atendidas por el cirujano
de la localidad, quien se carteaba con él. Dice el cirujano: “dos mujeres
preñadas han tenido esta fiebre y para las dos hice consulta con Vmd.
Éstas, tomaron el Cordial y no otra cosa; y a la una de ellas hice una
sangría del brazo a pausas, y a la otra dos, también de los brazos y se les
aplicaron sus reparos... y la una, malparió de allí a quince días; y la otra
de allí a tres semanas”. Otra paciente embarazada y sangrada corrió
igual suerte. Lo contaba de este modo: “en el séptimo día de su enfermedad, se halla hoy una mujer casada ... estaba preñada de ocho meses,
su edad, veinticuatro años, y por su contextura es bastante carnosa.
Llamome a los tres días de su enfermedad: hícele una sangría en el
brazo derecho. La sangre que le saqué era pajiza y antes de entrar en el
cuarto malparió. No purgó cosa alguna; por lo cual, la sangre del pie
derecho el mismo día cuarto, y el sexto del izquierdo”.
En la introducción a este trabajo ya señalamos que el embarazo no
era contraindicación formal a la sangría. Más aún: se consideraba obligada si estaba indicada. Para más informaciones al respecto, puede leerse el capítulo titulado “La doctrina de la sangría en la obra de Casal”.
B. LACTANCIA: EFECTO TERAPÉUTICO DE LA LECHE MATERNA
Hay dos citas de interés en la obra de Casal sobre la leche de mujer,
independientemente de muchas otras relacionadas con la leche de vaca
y la leche de burra. La primera de ellas se refiere al tratamiento del “mal
del paño” cuy diagnóstico y tratamiento lo explica de este modo: “ es el
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que llaman mal del paño, una maligna especie de absceso impropio, de
tan infame casta, que dentro de poco tiempo forma fístula irremediable
en alguna rodilla, o cualquiera otra articulación del cuerpo, dicen los
mismos que lo padecen que se le impuso aquel nombre; porque si pretenden curarlo con trapos de lienzo les sobreviene una sinovia tan crecida, que los confunde presto: pero si con paños de lana y una polenta
compuesta de harina de trigo y leche de mujer, se preservan de la sinovia y viven largo tiempo”.
La segunda cita, se refiere a la leche de mujer como reconstituyente
en los inapetentes irredentor; lo cuenta Casal de este modo: “otra niña
hermana de la difunta, cuya historia acabo de escribir, siendo sana,
gorda y robusta y de edad de cinco años, incurrió en la misma epidemia
de viruelas ... y finalmente, porque pasado el día nueve era aún mayor
el hastío y el aborrecimiento a la comida, que había sido hasta entonces: y así no pudiendo obligarla a que tomase sustento alguno, líquido
ni sólido, fue necesario darle leche de una mujer sana, desde el mismo
día diez en adelante”.
En líneas precedentes en el apartado rotulado como “la condición
femenina y las enfermedades” ya nos ocupamos parcialmente de este
asunto. Pero centramos ahora nuestra atención en la histeria, expuesta
por Casal en el capítulo IX de su Historia. Casal dedica a este asunto
una amplia información producto de su dilatada experiencia y larga vida
profesional; para comenzar señala su frecuencia en Asturias en relación
a la clase social. Dice: “tan familiar y conforme es a las complexiones de
las mujeres asturianas, el achaque llamado mal de madre, que entre
cuantas se mantiene con vida sedentaria, hallaremos muy pocas que no
lo padezcan. Las trabajadoras y labradoras, que mediante el corporal
ejercicio endurecen, encallecen y acecinan las fibras nerviosas, membranosas y musculosas, afligidas de esta pasión molesta”. Hecha esta declaración inicial, Casal, clasifica las pasiones histéricas en 3 grupos con vistas a su diagnóstico y su tratamiento más seguro y eficaz.
a. PRIMER GRUPO: LAS HISTÉRICAS JÓVENES
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LA OBSTETRICIA...
C. LA MENSTRUACIÓN Y LA MENOPAUSIA: EL MAL DE MADRE
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Al primer grupo pertenecerían las pacientes más jóvenes, especialmente doncellas con crisis alternantes de alegría y llanto, quedando, al
final, agostadas sin perder el conocimiento y adormiladas. De carácter
recidivante el remedio ideal para estos casos sería la sangría. Dice: “las
sangrías (no habiendo cosa que las contradiga o embarace) son el más
pronto y cierto remedio de cuantos he practicado para domar y desterrar por entonces las invasiones de este mal”. Estaban proscritos para
estos casos los llamados “remedios calientes” y purgas y así como sustancias espirituosas, salino - ... y salino volátiles; y al contrario “eran útiles las que “pacifican, minoran y aplacan...”. El pronóstico era relativamente bueno a tenor de lo que dice Casal “nunca vi mujer alguna curada radicalmente de este afecto mediante la medicina, pero hallé muchas
que, habiéndolo padecido se libertaron de él y de sus invasiones, sin más
remedio, que haber pasado de la edad floreciente y vigorosa de su mocedad”. Y remata el autor la cuestión afirmando que “formando fuente en
una pierna” se alivian mucho, pero las mozas casaderas no querían este
remedio por inestético y antihigiénico.
b. SEGUNDO GRUPO. LAS HISTÉRICAS MADURAS
El cuadro lo define así: “en la clase segunda pongo aquellos que, privando repetidamente el uso de los sentidos, y aún de las facultades
motrices animales, ponen a las mujeres como muertas, cerrados los ojos,
sin acción, ni movimiento perceptible; pues aún la vista más lince, no
registra en el tórax ni cuello la menor seña de que respiren. El natural
color del cutis y el movimiento del pulso se mantienen como si tal
insulto no hubiera acontecido. Pero suelen persistir en el profundísimo
sueño por espacio de seis, siete o más horas, sin que basten para hacerlas recordar los vapores, olores, espíritus ... más activos y penetrantes;
como ni tampoco los ... sangrías, ventosas, friegas, ligaduras, ni otro
tormento alguno de cuantos se han inventado”. Y para ilustrar este tipo,
comenta el caso de doña Jeronyma de la Vara, religiosa del monasterio
de San Pelayo, a la que atendió de dos episodios en un año. Y, señala el
pronóstico de este tipo de histerismos, de este modo: “es cosa digna de
notarse, que entre todas las especies de accidentes histéricos, que aquí
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LA OBSTETRICIA...
se observan, no hay otra que menos detrimento ocasione en los pacientes, que ésta”.
c. TERCER GRUPO. GRUPO MISCELÁNEO
Casal define este grupo así: “en la tercera clase quiero colocar todos
aquellos, cuyas señales, y caracteres perceptibles se diferencian, en todo,
o en parte, de los que acompañan a los por mí delineados accidentes, y
puestos en las clases primera, y segunda. Aunque todos ellos sean conformes en la razón, y concepto de convulsivos; son entre sí mismos bastante diversos los de esta tercera especie, en las ideas, figuras y modos
con que se nos presentan: porque unas veces afligen con perturbaciones
de cabeza, vahídos, zumbidos, perversas fantasías, espasmódicos movimientos de los ojos, etc. Otras con ahogos de pecho, y garganta; otras,
con palpitaciones y angustias de corazón, pulsos pequeños, desiguales y
débiles; otras, con ansias y náuseas del estómago, extremos fríos, orinas
claras como agua, desmayos, temblores de todo el cuerpo, rugidos del
vientre, etc”. Según Casal, era el histerismo más común en Asturias y el
más peligroso, porque podía convertirse en terribles males: ...y apoplejías mortales; y además, el más tenaz y resistente; porque, una vez que
comenzaba con algún vigor no cesaba en muchas semanas o meses.
Ilustra este tipo de histerismo con varios casos: dos principales señoras
la una de Oviedo y la otra de Gijón y otras dos mujeres de Ribadesella
y Caunedo respectivamente. Como grupo misceláneo, reconocido por
el propio autor como tal, el tratamiento no era fácil. Dice al respecto: ...
“pero la práctica me hizo ver bastantes veces, que no hay regla constante, ni medicina cierta; porque, las evacuaciones de sangre, facilidad de
vientre, y libertad del sudor, que en algunos pacientes aprovechan, suelen en otras ocasionar malos efectos: y así en los apuros del mal son muy
necesarios el singular juicio del médico y el prudentísimo tiempo”. Ante
tanta variedad y dificultad Casal adopta una postura de lo más prudente. Decía: “siempre observé, y conocí que se expone a un manifiesto
peligro el Profesor, cuando en los fuertes insultos, y borrascas de este
ataque, se atreve a practicar evacuaciones universales y remedios de
aquellos, que (como suelen decir) se dirigen a desterrar la causa antecedente: yo nunca me valí de semejantes medicinas, durante los paroxis-
mos, sí de aquellas, cuyo efecto eran sosegar el tumulto y alboroto preferente”. No vamos a lucubrar aquí sobre la palabra histeria y su etimología relacionada con la matriz femenina. Clásicamente, griegos y
romanos vinculaban ciertos padecimientos de la mujer con el útero y las
reglas, especialmente su desaparición u opilación. El término histeria
como trastorno psíquico se configuró en el siglo XIX y antes se hablaba de “mal de madre”. Durante la edad media, se denominaba “madre”
al útero; y, aún hoy en algunas variedades de “bable” se la denomina
también así.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
D. OTRAS PATOLOGÍAS TOCOGINECOLÓGICAS A LAS QUE
HACE ALUSIÓN CASAL EN SU OBRA
Señalamos aquí, finalmente, algunas escasas noticias aportadas por
Casal en su obre sobre patologías tocoginecológicas.
a. PATOLOGÍA URINARIA Existen en la obra de Casal dos conceptos relacionables con la patología urinaria tanto masculina como femenina: la “estranguria” y la “iscuria”. “Estraguria” significaba estrechamiento de los conductos urinarios; e “incuria” dificultad para evacuar la
orina, hablándose de “iscuria vesical” o “supresión baja”. Las infecciones
urinarias, tan frecuentes en la mujer, entrarían en el concepto de “supresión baja”. De ellas dice que atendió con éxito a muchos pacientes en
estos términos: “las iscurias vesicales o supresiones bajas: (de cuya especie tengo vistas muchísimas, y las he curado con fomentos, baños, enemas específicos, emulsiones diuréticas benignas, sangrías en sujetos pletóricos y en casos apurados con el instrumento que llaman algalia) ...”.
El problema más serio eran las “iscurias renales” , las obstrucciones
altas. Lo comentaba de este modo: “... no murió de este mal, si de una
invencible iscuria renal, originada de un afecto calculoso, tan terrible,
que solía repetirle dos o tres veces al año, con expulsión de crecidas piedras, pues vi algunas que llegaban al tamaño de huesos de aceitunas”.
b. LAS METRORRAGIAS Solo hay una cita, que nosotros sepamos,
en la obra de Casal referida a este frecuentísimo padecimiento ginecológico de las metrorragias. La cita, va referida a una paciente de la que
habla en estos términos: “en esta ciudad curé a una mujer noble que
venía padeciendo desde hacía tiempo frecuentísimas hemorragias de
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LA OBSTETRICIA...
matriz y de las encías, con mal olor de boca”. Casal, atribuía el cuadro
a un escorbuto, pero la sintomatología que aporta es tan abigarrada, y
los remedios utilizados tan complejos que es difícil adivinar el diagnóstico.
c. SEMIOLOGÍA DE LA ORINA Durante el siglo XVIII se puso de
moda el estudio de la orina en relación al posible embarazo, como ya
comentamos. Hemos revisado en la obra de Casal algún posible atisbo
en este sentido, o en otros aspectos tocoginecológicos. No llegamos a
conclusión alguna. Al respecto se habla de: “el sedimento farináceo”
observado en un paciente en la epidemia padecida en la arena de Pravia
en 1720; las orinas copiosísimas y llenas de grasa del cura párroco de la
villa de Muros; la abundante orina que eliminaba don Andrés “que llegaría a veinte onzas”; las cambiantes orinas que exhibían varios pacientes, “unas veces claras, otras turbadas, otras delgadas, otras gruesas: y
finalmente solían traer consigo ya materias viscosas, ya sarriosas, ya sanguíneas, etc”; las orinas del criado de la casa de Malleza, “cierto suero
muy rubio, grueso y turbado, con algunos átomos blanquecinos”, las
dolorosas emisiones de don Sebastián Bernardo de Quirós descritas así
“le hallé con un fluxio de orina, acre, frecuente y doloroso, que espacio
de una hora expelió más de siete libras medicinales de un suero turbado, algo sanguinolento y lleno de átomos, y cuerpecillos de diferente
tamaño y figura quejándose amargamente”; las emisiones del estudiante sobrino de don Francisco Rodríguez, Arcipreste de Oviedo, que eran
“delgadas con mal color y sin segregado visible”; las orinas de varios
sujetos de Gijón, afectos de viruela que definía como “crudas y con perversos colores”; las cambiantes orinas de un paciente de paperas; las
emitidas por el abad de Teverga; el aspecto de la orina que el cirujano
de Nava le comenta a Casal como “bastante rulona y hace algo de sedimentos”; y finalmente, la “cocción de orinas” en variadas circunstancias.
Debe concluirse que Casal, no habla en su obra de las relaciones entre
orina y patología tocoginecológica o embarazo.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
IV. Conclusiones
1. El ejercicio de la tocoginecología siempre gozó de cierta independencia en el ámbito de los saberes y la praxis médica. Es
precisamente en el siglo XVIII cuando inicia una independencia definitiva.
2. Casal, como es la tónica de su obra, no pretende realizar un tratado de medicina y de sus especialidades. Nos limitamos, por
tanto a recoger y comentar sus alusiones a esta materia.
3. Nuestro médico pone en relación la menstruación, o su ausencia, con la aparición o evolución de otras patologías (parotiditis, fiebres catarrales, mal de la rosa, mal de madre...).
4. Le interesa el tema de la esterilidad y su posible corrección con
la balneoterapia.
5. Toca el tema de la herencia en algunas patologías como el bocio
y la sarna.
6. Aunque el embarazo no contraindicaba la sangría, Casal señala
el elevado número de aborto que conllevaba el procedimiento.
7. Comenta Casal el efecto terapéutico de la leche materna en
patologías, “el mal del paño” y como reconstituyente en malnutridos.
8. El tema de la infecciones urinarias es escasamente tratado por
Casal, pese a que señala que vio muchos casos.
9. También dedica escasa atención a la cuestión de las metrorragias, pese a ser un tema preferente en tocólogos y ginecólogos.
10. No se hace eco Casal en su obra de la moda que hubo en el siglo
XVIII de dictaminar el embarazo por el aspecto de la orina.
11. Sí se refiere Casal a la semiología de la orina en las más variadas patologías.
V. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Casal G.: Historia Natural y Médica del Principado de Asturias. Edición
facsimilar anotada por J.R. Tolivar Faes. Oviedo 1988
468
Fernández Ruíz, C.: Historia Médica del Principado de Asturias. IDEA.
Oviedo 1965.
García del Real, E.: Historia de la Medicina en España. Madrid 1921.
Junceda Avello, E.: El Saber Ginecológico del Padre Feijóo. IDEA.
Oviedo 1964.
Sánchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Ediciones
SAYMA. Barcelona, 1962.
Tolivar Faes, J.R.: Historia de la Medicina en Asturias. Colección popular asturiana. Edit. Ayalga. Salinas, 1976.
Telenti, A.: Aspectos médicos de la obra del maestro Fray Benito Jerónimo
Feijoo. IDEA 1969
Feijóo, Fray Benito Jerónimo.: Teatro crítico. 8 tomos. Madrid 1781.
Feijoo, Fray Benito Jerónimo: Cartas erúditas y curiosas. 5 tomos.
Madrid, 1781.
469
LA OBSTETRICIA...
Tissot, Mr: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del
campo. Edición Castallana, impresa en Madrid en el año 1781
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR
EN LA OBRA DE GASPAR CASAL.
ARTURO CORTINA LLOSA
ROSARIO CORTINA RODRÍGUEZ
JOAQUÍN FERNÁNDEZ GARCÍA
RODRIGO FERNÁNDEZ ALONSO
Como se viene repitiendo en capítulos previos, Casal no pretendió
escribir un tratado de medicina. Sólo quiso dejar constancia de su experiencia como médico en Asturias y recoger la patología regional del
Principado. Por ello, lo que nosotros queremos en este capítulo es destacar los aspectos cardiológicos de su obra y comentarlos en el contexto de la Medicina Ilustrada española y europea. Para ello, trataremos
sucesivamente las siguientes cuestiones: La cardiología de la
Ilustración; la cardiología que Feijoo sabía, aunque no fuese médico
pero si amigo de Casal y con unos saberes universales; y finalmente rastrear en el pensamiento cardiológico de Casal, a partir de los datos que
dejó escritos.
Las enfermedades del aparato circulatorio, se comienzan a reconocer y describir de manera sistemática a partir de los siglos XVII y
XVIII. Inicialmente, se englobaban en el mismo capítulo las enfermedades del corazón y del pulmón; pero iniciado el siglo XX, los estudios
cardiovasculares comienzan a independizarse, de modo que entre 1920
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
I- La cardiología durante la ilustración
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
y 1930 la Cardiología se convierte en una especialidad autónoma, primero en Europa y después en los Estados Unidos de América.
La primera vez que se utiliza el vocablo “cardiología” en España fue
para titular la revista “Archivos de Cardiología y Hematología”, fundada en 1920 por los doctores “Pittaluga”y “Calandre”; y los dos primeros
libros que en su título incluían el sustantivo cardiología, fueron obra de
los españoles Pérez de Petinto y Mut.
Se han realizado muchas sinopsis de la historia de la cardiología,
pero ninguna mejor que la realizada por el Dr. Francisco Vega Díaz y
por Paul D. White. Para éstos autores, serían cuatro los períodos por los
que pasó la especialidad: el “protohistórico”, que abarcaría hasta el descubrimiento de la circulación de la sangre; el de “aparición de interés
especializado” ( Lancisi, Sebertini, Lower, De Vieunssens, De Senac,
etc ); el de “progresos clínicos y terapeúticos”, que comienza en el siglo
XVIII y concluye a finales del siglo XIX, caracterizándose por un avance en las correlaciones clínico-anatómica y la introducción de métodos
de exploración clínica mediata; y, finalmente, el “actual” iniciado al concluir la primera guerra mundial.
Para hablar de los saberes cardiológicos de Casal, es preciso revisar
dos grandes temas: la situación de la Medicina Moderna (Siglos XVII
y XVIII) en Europa; el momento por el que pasaba la medicina española del mismo período; y finalmente, por testimonios indirectos, aproximarse a la medicina asturiana de la época.
La Medicina Moder na (siglos XVII-XVIII) en Europa
Los saberes anatómicos en la medicina moderna europea, siguen un
curso muy definido; en el siglo XVII los estudios morfológicos se polarizan en el análisis de las estructuras que se relacionan con las funciones vitales, con la fisiología, para su mejor comprensión; y en el siglo
XVIII la anatomía se convierte en el primer aliado del cirujano; la figura del anatomista, que a la vez es cirujano se multiplica (Gimbernat,
Hunter, etc).
La investigación microscópica despertó interés en el siglo XVII,
destacando en este sentido Marcelo Malpighi con sus estudios sobre el
riñón y los vasos capilares; pero en el siglo XVIII decayó la histología,
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
que no se recuperaría hasta comienzos del siglo XIX, cuando los medios
técnicos mejoraron notablemente.
Nace, por tanto, durante el siglo XVII la Fisiología como saber independiente; y además ocurren hechos de interés: la clínica médica busca
nuevos caminos, progresa la medicina quirúrgica y aparecen nuevas
especialidades quirúrgica, hay procesos terapéuticos y cambian los
modos de estudiar y ejercer la medicina. Hagamos breve referencia a los
aspectos de la Fisiología.
Durante el siglo XVII, “iatromecánicos” y “iatroquirúrgicos” intentan conocer la fisiología humana, las funciones orgánicas del ser vivo.
De entre los iatromecánicos, destaca la obra de Santorio Santorio,
quien introdujo el experimento mensurativo en la investigación fisiológica y Alfonso Bonelli, quien estudió la mecánica osteoarticular. Los
iatroquímicos por su parte (Van Helmount, Sivio y otros), se ocuparon,
sobre todo, de investigar la fermentación ( la “fermentatio”) como proceso químico elemental de la vida; y, consideraron que la perturbación
en la misma sería la causa de enfermedad, al romperse el equilibrio
entre los elementos ácido y alcalinos.
El descubrimiento de la circulación de la sangre por William Harvey
(1578-1657) fue un hecho trascendental en la historia de la medicina,
recogido en su libro, “Exercitatio Anatomica de Motu Cordis et
Sanguinis in Animalibus…” (1628); aquí comienza, como hemos
dicho, la historia de la cardiología científica; y. además, debe considerarse esta obra como el fundamento de la fisiología moderna, pues convierte el experimento, la medida y el cálculo en el método obligado de
toda investigación fisiológica; por otro lado, el descubrimiento suponía
descabalgar todas las doctrinas antiguas de origen galénico, hecho que
generó no pocas polémicas. A raíz de esta obra, los fisiólogos estudiaron, con ahínco, varios fenómenos biólogicos: la digestión, la respiración, la dinámica muscular, las funciones sensoriales y sensitivas, etc.
En el siglo XVIII, la fisiología se desliga ya por completo de la anatomía para convertirse en una disciplina con métodos propios de conocimiento y autónoma. Durante este siglo seguirán las investigaciones
fisiológicas dos criterios: “el mecanicismo” y “el vitalismo”.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Lazaro Spallanzani, fue el abanderado del mecanicismo y realizó
importante estudios sobre las funciones digestiva, respiratoria y circulatoria; Albrecht Von Haller, por su parte, estableció las bases de una
fisiología general de orientación vitalista y trata de explicarse los fenómenos vitales con su doctrina de “la irritabilidad”. Su obra, está considerada como el primer texto de fisiología general escrito en Europa.
Al finalizar el siglo XVIII, se llega a conocer la función orgánica de
la respiración, tras el descubrimiento del oxígeno por Lavoisier y el
reconocimiento de su función biológica. Pero, la cantidad de conocimientos que ofreció el siglo fue más amplia; en efecto, en el ámbito de
la neurofisiología, la fisiología sensorial y la electrofisiología se obtuvieron netos avances, destacando los trabajos de Luigi Galvani.
La c línic a médic a, car diológic a y ot ras especialidades
La renovación de la clínica médica durante la Edad Moderna se
cimenta en la obra de cuatro personajes: Baglivi, Silvio” y Sydenham en
el siglo XVII; y Boerhaave y un buen número de clínicos en el siglo
XVIII, procedentes de la escuela vienesa.
Los medios diagnósticos eran muy elementales: Anamnesis, inspección y exploración, así como la observación de los emuntorios y el producto de las sangrías. A ellos se fueron añadiendo nuevos elementos y
nuevos conceptos, Así, Boerhaave introdujo nuevas formas para realizar
la historia clínica y la termometría clínica, Joseph Leopold
Auenbrugger la percusión del tórax y poco más, desde el punto de vista
instrumental. Pero, desde el punto de vista conceptual, hubo netos progresos. Sydenham, con su concepto de “especie morbosa” describió e
individualizó varios modos de enfermar, describió muchas enfermedades y las clasificó en agudas y crónicas. Esta tarea de describir e individualizar ”especies morbosas”, ocupó a muchos clínicos del siglo XVII y
XVIII, con apoyo de la necropsia también por influencia de Sydenham.
La obra de Giovanni Maria Lancisi, titulada “De Subitaneis mrtibus” ( 1706), fue el primer tratado de patología cardiovascular escrita
con criterios anatomopatológicos. Y, aunque mucho más amplia, abarcando otras enfermedades, fue la obra de Givanni Battista Morgagni
“De Sedibus et causis morborum per anatomen indagatis” ( 1761); en
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
ella, el autor pretendía sistematizar los modos de enfermar de acuerdo
con el asiento de las lesiones producidas en el organismo y no según el
criterio clínico que propugnaba Sydenham.
Varias ramas de la medicina durante el Barroco e la Ilustración
refuerzan su independencia iniciada en el Renacimiento: La Pediatría,
la Psiquiatría, la Dermatología y la Venereología.
La Cirugía de los siglos XVII y XVIII, realiza importantes progreso. Su desarrollo se sustenta, solidamente, en los nuevos conocimientos
anatómicos y fisiológicos y las investigaciones anatomopatológicas.
Además, se crean centros específicos para la formación científica y técnica de los cirujanos.
Ello se tradujo en mejoras técnicas, el intento de regular anatómicamente el acto quirúrgico, el desarrollo de una cirugía conservadora y
una gran preocupación por el seguimiento postoperatorio de los pacientes.
Destacaron en esta época varios cirujano; en Francia “Pierre Dionis,
Petit, Desanet y Chopart; en Italia, Scarpa; en España Antonio
Gimbernat, en Alemania Fabricius von Hilden; en Inglaterra
Cheselden, Pott y los hermanos Hunter. Por las razones apuntadas, la
cirugía moderna europea ganó en prestigio social y eficacia.
Otro hecho significativo, en la Edad Moderna, fue el desarrollo e
individualización progresiva de algunas especialidades quirúrgica. La
tocología, cae en manos del cirujano y se desvincula de las comadronas
y progresa en estas direcciones: mejor conocimiento del parto normal y
las distocias; mejor indicación de las “cesáreas”; práctica de la “sinfisiotomía”; utilización del “fórceps”; y finalmente, la aparición de una literatura tocológica específica, destacando dos obras; por un lado el “ Traté
des acouchements” ( 1724) de los franceses Francois Mauruceau y
Pierre Diones y la “Anatomia uteri humani gravidi” ( 1774) de William
Hunter. La oftalmología también sufre un ascendente proceso de especialización con novedades en la corrección de las ametropías, cirugía de
catarata, la iridectomía, la corrección de fístulas lagrimales, etc.
Finalmente, la urología también en la dirección de la individualización,
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
mejora sus técnicas de talla y antes de finalizar el siglo XVIII se realiza
la primera nefrectomía.
Con referencia a la terapéutica, los grandes médicos del siglo XVII
se volcaron e la terapéutica; por un lado proponiendo recursos nuevos;
y por otro estudiando nuevas indicaciones a las que ya se usaban. Debe
reconocerse que el uso de la quina fue la aportación más interesante de
entre los nuevos productos; y otro principio activo, también traído de
América, fue la ipecacuana, muy utilizado también. El empleo del antimonio y del hierro, también suscitaron gran interés en la medicina del
Barroco.
Durante el siglo XVIII, se comienza a utilizar la belladona y se pretende prescribir la digital de una manera científica, pues se hacía de
modo empírico en casi todos los países europeos.
Pero, hubo más novedades: En el siglo XVII, hay una gran polémica sobre la utilidad de las sangrías y se desarrolla de modo notable la
hidrología médica en torno a manantiales de aguas medicinales y termales. Se ensayó, también sin éxito la transfusión sanguínea.
En el siglo XVIII, se profundizó en el empleo de los fármacos redactándose las primeras farmacopeas; ello, no impidió para que se siguieran utilizando recursos transicionales: sangrías, purgas, escarificación,
clísteres, cauterios, creación de fontanelas y otros menos comunes.
Y, durante la ilustración, surgen nuevas tendencias, especialmente
homeopatía” y “mesmerismo”, que se desarrollarían con ímpetu, en
ambientes populares, en el siglo XIX.
La enseñanz a de la Medicina y su práct ic a: La formación del médico clínico se hace práctica por influencia, primero, de Baglivi en Italia
y de Silvio en Leyden. Y, más tarde, por influjo de la Escuela Médica
de Viena, dirigida por Gerard Van Swieten discípulo de Boerhaave.
La Cirugía, comienza a enseñarse en instituciones específicas, tanto
en París como en Inglaterra y Viena. En España, la renovación de la
cirugía la hicieron posible los Reales Colegios de Cádiz, Barcelona y
Madrid para la preparación de cirujanos militares, Y, en pleno siglo
XVIII, se crean cátedras, en diversos lugares, de Obstetricia,
Oftalmología y otras especialidades.
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
Con las evidentes mejoras señaladas, tanto el médico como el cirujano, ganaron mucho en prestigio social. Se crearon organismos estables, como el “Protomedicato” en España para legalizar la actividad
médica. Y, comenzaron a aparecer publicaciones médicas periódica en
el ámbito europeo, creándose academias y sociedades médicas en varias
capitales europeas, siendo la matritense del año 1754
Pese a estos avances en la Medicina Modernas Europea, había
auténticas lagunas en su desarrollo, iniciándose en el siglo XVIII sin
posible solución. Los temas de mayor interés eran los siguientes: la
adopción de medidas higiénicas generales por disposición legal; la organización de los hospitales estales; la protección de la población en las
epidemias más comunes entonces ( tifus exantemático, difteria cruprosa o garrotillo, viruela, escarlatina, malaria, escorbuto) y otros.
Dejamos aquí este apartado resumen de la medicina europea moderna, para volver a la española.
Con referencia a La Medicina Moderna en España (Barroco e
Ilustración), ya hemos abundado en esta materia, en capítulos anteriores en los que hemos colaborado.
Resaltaremos sólo aquí algunos aspectos relacionados con el tema
que nos ocupa.
En el Siglo XVII, la Medicina española, en sus aspectos fisiológicos
y fisiopatológicos sigue siendo muy teórica, ligando su estudio a las
concepciones clásicas de la enfermedad, heredados del pasado inmediato y del mundo clásico. Y, ello, pese a las pragmáticas de Felipe III de
1603 y 1617 en las que se regulaban los conocimientos que se debían
adquirir bachilleres en medicina y cirujanos para poder ejercer; conocimientos que debían mostrar ante los tribunales del Protomedicato; en
tales pragmáticas, que mostraran un gran interés por la formación del
médico, se detallaba hasta cómo se debían leer los textos de Hipócrates,
Galeno y Avicena.
El descubrimiento de la circulación sanguínea tuvo su eco en España
y creó polémica. Matías García (1677) criticó la teoría de Harvey;
Francisco Morello ( 1678) y Juan Alós (1694), le defendieron; y un gran
médico español de aquel siglo, Bravo de Sobremonte, escribió sobre la
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
fisiología de la circulación, al describir el examen del pulso en su obra
“De Sanguinis Circulatiore et Arte Spymica”. Este autor también se
ocupó a lo largo de su vasta obra de la lipotimia y el síncope.
Otro autor español barroco que escribió sobre temas cardiológicos o
afines fue Gaspar Caldera de Heredia, siendo de sumo interés sus tratados “De cordis palpitatione consultatio” y “De pulmonis et pectoris
tubérculo”.
Habría que incluir aquí, por supuesto, a todos los tratadistas del
siglo, que, con uno u otro criterio, escribieron tratados de medicina
tanto desde el ámbito de la medicina y la cirugía como de las nacientes
especialidades. Pero no ha lugar a ello en este trabajo
En el Siglo XVIII, pese a las pragmáticas de Felipe III y las ansias
renovadoras de algunos médicos y universidades, la enseñanza de la
medicina sigue dispensándose en la universidad española según criterios ideológicos y didácticos muy tradicionales. Martin Martínez,
Andrés Piquer, y Ruiz de Luzuriaga, proponen nuevos planes de estudios y reformas, de manera sucesiva; Feijóo, Torres Villarroel, Hervás y
Panduro y el Padre Rodríguez se suman a los que postulan el cambio.
La Fisiología y la patología General siguen siendo muy especulativas. De todos modos, debe dárseles el mérito que merecen tanto a
Martín Martínez ( Oviedo), como al Padre Antonio José Rodríguez
(Monasterio Cisterciense de Veruela), por sus intentos para derrocar un
importante contingente de concepciones escolástico-galénicas, hasta
entonces aceptadas con casi unánime asentimiento. Y entrando en
cuestiones concretas de Fisiología cardiorrespiratoria merece la pena
recordar las siguiente obras y autores: “Dissertaciones PhysicoMathemátics-Médicas sobre el gran problema de la respiración” (
Madrid 1760) del Padre Rodríguez; “Disertación químico-fisiológica
sobre la repiración y la sangre ( Madrid 1790), de Ignacio María Ruiz
de Luzuriaga; “Lapis Lydos Appollinis” ( Madrid 1741), de Francisco
Solano de Luque sobre el pulso.
A estos estudios, deben añadirse las obras de los grandes tratadistas
médicos del siglo XVIII: Pascual Francisco Virrey y Mange, José Juan
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
Antonio Baguer y Oliver, Francisco Sanz de Dios y Guadalupe y otros
autores entre los que cabe destacar a Gaspar Casal,
Nos resta, ahora, aproximarnos a lo que de cardiología se sabía en
Oviedo en el siglo XVIII; y nada mejor que hacerlo de la mano de
Feijoo.
En la Medicina Moderna en el Principado de Asturias, durante los
siglos XVII y XVIII, había muy pocos médicos. Sí había cirujanos, bien
contratados, por los Ayuntamientos, bien con ejercicio libre.
Casal habla de su escasez durante su estancia en Asturias de este
modo:”…A esto ayudó mucho el corto número de médicos, que había
y hay en el dilatado y muy poblado terreno de Asturias; pues no pasaban, ni hoy pasan de tres o cuatro”. Y, en otro lugar, vuelve a insistir en
el tema con estas palabras: “ Se ha de notar que en todo el Principado
de Asturias somos solo cinco médicos; uno en Villaviciosa, otro en
Gijón, otro en Avilés y dos en esta ciudad de Oviedo; siendo constante , que por lo dilatado, y poblado del País, se necesitaban más de doce
para que fuesen medio asistidos , los que de ordinario están enfermos,
aún en los años y tiempos saludables. Verdad es que, para consuelo de
los tristes pacientes, tienen los Concejos ( no todos; pues hay algunos
de mil vecinos que pasan sin él) cirujano asalariado, el cual sirve también de médico; y en los casos graves, siendo el enfermo persona de
algunos medios, le obligan a que consulten al médico”
En este panorama de escasez de médicos, había una turbamulta de
desaprensivos y aprovechados dispuestos a intervenir en cuanto se les
presentaba la oportunidad. También Casal se acordaba de ellos con
estas palabras: “No fallecieron estos por falta de medicinas: pues no
quedó tisana, conocimiento, loch, jarabe, conserva, mixtura, bálsamo,
píldora, antihéctico, ni antitífico que dexase ministrárseles: ni por carestia de Médicos; porque entraron en este sarao, cuantos extranjeros, paisanos, químicos, boticarios, botánicos, curanderos y viejas que hallaron
por entonces en el Principado de Asturias o transitaron por él…”.
Para completar esta visión de la medicina asturiana ilustrada y, en
concreto, los conocimientos cardiológicos, aportamos las ideas de
Feijoo al respecto y otras informaciones.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
El p ensamiento c ardiológico de Feijoo: Como es sabido, Feijóo no
era médico, sino un erudito interesado por todo, pero especialmente por
las ciencias naturales y la medicina. En sus obras, dejó muchas opiniones sobre la medicina, los médicos y cuestiones puntuales de anatomía,
fisiología, patología y terapéutica. Señalemos algunas referidas al aparato cardiocirculatorio.
Con respecto a la anatomía c ardiovascular, el erudito benedictino,
no solo habla de cuestiones anatómicas generales como su historia, su
utilidad, el valor de la autopsia, la importancia del estudio microscópico, etc., sino también de cuestiones anatómicas concretas. Las referidas
al aparato cardiocirculatorio, fueron varias, pero destacamos dos.
La primera: Él desmiente las conexiones anatómicas entre las venas
basílica y cefálica del brazo con el resto del organismo, creencia muy
arraigada entre “ los médicos sangradores”, para elegir el lugar de sangrías, de acuerdo con la localización de la patología. Feijoo, en este caso,
alude a los conocimientos anatómicos más modernos y achaca a ignorancia médica este creencia .
La segunda: La negación definitiva de que hubiera una conexión
anatómica directa entre corazón y el 4º dedo de la mano derecha (anular o corazón), como se creía desde antiguo a través de nervio o arteria.
Pero también él tuvo ideas anatómicas aberrantes como creer que
había una conexión directa entre estómago y vejiga urinarias a través de
un conducto explicaría la rápida micción después de ingerir algunas
bebidas. De todos modos tenía unas ideas anatómicas bastante claras y
conocía las malformaciones cardiacas: duplicidad cardiaca, existencia de
tres ventrículos y el ventrículo único, caso que leyó en la literatura científica de la época
Por lo que se refiere a la fisiología c ardiovascular, aunque hable largo
y tendido de los fenómenos de la respiración, Feijóo no llegó a comprender su esencia. Dice: “ Para mi inteligencia es uno de los misterios
que tiene reservados en su profundo seno la naturaleza”.
De los aspectos anatómico-fisiológicos del corazón Feijóo estaba
bastante bien informado. En efecto, conocía de él su inervación, compartimentación en cuatro cavidades, recubrimiento por el pericardio y
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
circulación mayor y menor, saliendo la sangre por la arteria pulmonar a
los pulmones y por la aorta al resto del organismo Rebate la teoría aristotélica, respetada hasta entonces de que el corazón es el “principio del
sentimiento, movimiento y nutrición”.
Sobre la circulación de la sangre, posee el benedictino unas ideas
meridianamente claras: la sangre fluye desde el corazón por las venas
cuyas válvulas impiden que retroceda, existiendo conexiones capilares
entre ambos sistemas que no se ve. Sin embargo, desconoce cuál es la
fuerza motriz que sostiene el flujo continuo, considerándolo de
momento no explicada.
En cuanto a la patología c ardiovascular. no encontramos descripciones de patología cardiovascular en Feijoo, que no estén referidas al
contenido; esto es: a la sangre como elemento nutritivo, sede de los
humores, transporte de los elementos perturbadores de la salud, etc.
pero, ni de patología cardiaca ni vascular se habla en su obra. Para conocer este asunto, no queda otra alternativa que ir o a un texto académico
del siglo XVIII o a una obra de Medicina práctica de la época. Nos
inclinamos por otra segunda opción revisando los contenidos de la obra
de Mr Tissot, ya comentada en capítulos anteriores.
A continuación analizaremos la patología c ardiovascular en el siglo
XVIII, en una obr a de medicina práct ic a de la époc a:
La organización interna del tratado al que estamos haciendo alusión,
y , por tanto, su índice, no incluyen una descripción sistemática de las
enfermedades cardiovasculares. Por ello, seguimos su orden expositivo
para entresacar los datos patológicos cardiovasculares más importantes:
Causas de las enf er medades del pueblo: De entre ellas, señala el
autor una que es posible se relacione con la cardioesclerosis en algunos
y en otros de una cardiopatía reumática descompensada. Dice: “Las
causas más frecuentes de las enfermedades entre las gentes del campo
son: El trabajo excesivo y continuado por mucho tiempo. Algunas veces
se ponen estas gentes repentinamente abatida, y en un estado de debilidad, de que rara vez se curan; peor les es más común padecer alguna
enfermedad inflamatoria como el garrotillo, el dolor de costado, o la
pulmonía.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Muer te aparente y repent ina: Dedica el autor el Capítulo XXVIII a
las muertes aparentes y repentinas. No considera como posible causa el
fracaso cardiorrespiratorio por el mecanismo que sea.
Patología vascular per ifér ic a: El capitulo XXX, está dedicado a la
patología externa y a las enfermedades quirúrgicas. En é, entre otras
cosas, se habla de la úlceras en las piernas, de los miembros helados y
de los sabañones; pero nada se dice de las varices ni de la trombosis
Los desmay os y sus c ausas: En un amplísimo capítulo se dedica Mr
Tissot a analizar las causas y los remedios de los desmayos. Este capítulo XXXI de la obra, aporta algunos datos a nuestro empeño.
Los pacientes con demasiada sangre (le llamamos poliglobúlicos
hoy) podrían desmayarse, cuando concurra su desencadenante (ejercicio, bebida, alimentación, etc) por “aumentar de repente el movimiento
de la sangre”. En el extremo opuesto, la falta de sangre o debilidad también produciría desmayos. No se describen en la obra ni los síntomas ni
los datos exploratorios del desmayador por otra causa. En el resto de los
casos (embarazo del estómago, enfermedades de los nervios, pasiones,
enfermedades hemorragias, convulsión sofocación, miedo, tufo o vapor
del carbón y el vino) tampoco se hable de las repercusiones hemodinámicas salvo el valor del pulso como guía.
O tras enf er medades, comunes: Dedica el autor un amplio capítulo
a “Adiciones sobre diferentes enfermedades comunes o frecuentes. En
este capítulo XXXII, se estudian enfermedades cardiológicas, por más
que algunas denominaciones sean antiguas e imprecisas para nosotros.
La Anasarca o Hidropesía gener al, está perfectamente descrita
desde el punto de vista clínico, pero no se revela en el texto ninguna
causa cardiológica, y, la fisiopatología de este procedimiento es absolutamente rudimentaria en años de nuestro autor. Dice: “ Todas estas causas producen una flusión grande de la parte acuosa de la sangre a todas
las cavidades pequeñas del tejido celular, o impidiendo, cuando en ellas
está recogida, que la reabsorban los vasos que están destinados para
esto; deteniendo las secreciones y excreciones, ya naturales o ya artificiales y oponiéndose a las evacuaciones císticas, causan anasarca”.
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Cuando se habla de la “hinchazón de las piernas”, no se señala causa
cardiológica, ni causa vascular local sean trastornos varicosos, sean flebitis o sean trombosis.
El asma, está perfectamente descrito y es identificable con el cuadro
clínico que hoy conocemos. Otra cuestión es los que denomina “catarro
sofocativo” que bien pudiera tratarse de una cardiopatía crónica más o
menos establecida .
Poco más, se podrá extraer de éste excelente manual desde el punto
de vista cardiológico. Hay que admitir que el panorama de la cardiología ilustrada era pobre. Veamos lo que decía Casal.
Repasaremos, aquí, brevemente, los aspectos anatómicos, fisiológicos, clínicos y terapéuticos de la cardiología casaliana, si es que puede
llamarse así. De anatomía y fisiología dijo poco; prueba evidente de ello
es que en algunas de las ediciones anotadas y consultadas no aparecen
en el índice de materias la palabra cardiología.
Casal, en su tratado sobre Hipócrates recomienda seguir al maestro
de Cos en la práctica de la Medicina para evitar confusiones ante el abigarrado panorama que ofrecía entonces la literatura científica entonces.
Sin embargo, reconocía que los avances habidos eran incontrovertibles.
Decía: “ Ya entonces (en sentir de algunos prudentes y eruditos médicos, que registraron con diligencia los escritos de aquellos, y de estos
siglos, y cotejaron las doctrinas de unos, y otros con lo mismo, que
observaban en sus enfermos) estaba esta facultad tan adelantada en la
substancia (dígolo así) como ahora: aunque en lo perteneciente a la
Botánica, Pharmaceútica, Chimica y Anatomía haya logrado después
no pequeños aumentos”.
Siguiendo el mismo estilo, de la pura generalización, habla de nuevo
del conocimiento médico en estos término: “...Porque los ingeniosos y
bien ejercitados médicos, informados de e hecho, y el derecho, pueden
venir en conocimiento (aunque enfermo vaya sanado) de los yerros, que
en la curación de su mal se cometieron. Hablando la verdad confieso
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
II. La cardiología en la obra de Gaspar Casal
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
que (a no ser por casualidad) es imposible que las curaciones vayan arregladas al interior mecanismo del cuerpo humano hasta que los médicos,
con tanta claridad, como tiene en su arte los excelentes relojeros, lleguen a conocer el número, tamaño. figura, disposiciones, oficios , movimientos, conexiones y demás requisitos de cuantas partes sólidas, y
líquidas lo componen, y lo conservan sano: y aún esto sería bastante, sin
que al mismo tiempo lograsen ciencia cierta de todas las causas capaces
de postular, y pervertir el orden, y armonía, con que deban concurrir
dichas partes, para que las funciones naturales se celebren con la perfección, que se les debe. Y, por fin, aunque se hicieran patentes estos arcanos de la naturaleza, nos faltaría acaso medicinas para remediar los
daños procedidos de las causas morbosas. Hasta aquí, un canto general
de Casal, al conocimiento antiguo y moderno, y una alusión a sus limitaciones.
Debemos dar por supuesto que Casal conocía la Anatomía del corazón y del aparato circulatorio, aunque, como veremos más adelante, llegado el momento de poner en marchas la maquina anatómica haría
afirmaciones no sostenibles. Conocía, perfectamente los dos movimientos de contracción (sístole) y relajación (diástole), a los que hace alusión
en esta frase: “ Jamás hallé un paciente febril cuyo pulso fuera tan frecuente y tan desigual, de modo que más que del ordinario movimiento
de sístole y diástole es mejor hablar de un movimiento desordenado del
corazón y de una sobrexcitación de las arterias.
Aunque en los índices de materias señalados no existían las palabras
corazón, venas, arterias y arteriolas, sí, se hace referencia a la circulación
de la sangre y a la linfa. Da a entender Casal que conoce dos circulaciones paralelas, la sanguínea y la linfática, que interaccionan entre ellas.
Dice, a propósito de un paciente canceroso en “La repuesta de los
Sapientisimos Doctores de París el Dr. Casal: Todo estos síntomas indican con bastante claridad, sumo espesor de la linfa y de la sangre del
enfermo, que se estancan en los vasos y receptáculos, de donde provienen los escirros y los tumores escirrosos...Esto parece indicar, a primera vista, la existencia de cierto pus virulento oculto hace tiempo en la
sangre a la que espesa como a la linfa, comunicándoles tal viscosidad
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que acumuladas producen aquellos síntomas.
No insiste Casal en detalles anatómicos ni fisiológicos, porque,
como ya señalamos su objetivo era otro: Resaltar la patología regional.
En todo caso, como los anatómicos de su época separaba el sistema circulatorio del sistema linfático. Otra cosa es, como les involucraba en la
fisiopatología de algunas enfermedades, tema que solo nos incumbe
aquí parcialmente.
La linfa, tendrá mucho que ver en la fisiopatología de algunas enfermedades por su espesamiento en relación a los alimentos y el clima. Y,
una mala interpretación del sistema circulatorio era común en el siglo
XVIII: Desde las supuestas conexiones entre órganos y venas, para realizar las sangrías, hasta interpretaciones anatómicas como ésta que hace
Casal: “ El que supiere cómo es la áspera arteria desde la cabeza o laringe hasta las vejiguillas del pulmón, en que terminan los bronquios y contemplare la angostura, o estrechez convulsiva con que necesariamente
quedarían aquellos instrumentos neumáticos después de treinta toses
continuadas, vendrá en conocimiento de próximas causas, que entonces
concurrían, para formar aquel sonido al entrar de nuevo el aire”.
La circulación general y por tanto la sangre, eran sede de hechos
muy importantes cuales eran las fermentaciones y putrefacciones acaecidas en muchas enfermedades y de los “temperamentos” con sus variadas manifestaciones; nos consta la interacción de algunos de ellos en las
enfermedades. Respecto al “sanguíneo-bilioso” decía: “ En los mozos
robustos, y aquellos que llaman de temperamento sanguíneo-bilioso era
las evacuaciones de sangre el único, y seguro remedio, que desterraba la
cobertura y minoraba la inflamación dolorosa. Sobre un “sanguíneoflemático”, recuerda: “... pero sanó perfectamente, sin accidente alguno
peligroso. Es muchacho pacífico, blanco, grueso, y de complexión que
llaman sanguíneo-flemática”. De los “melancólicos”, decía esto: “su
edad son treinta y siete años; su temperamento melancólico... tiene sus
eructaciones del estómago, y oprimido su corazón; pero éstos síntomas
los padecían en salud; pero , hablando de la sarna, admite la posibilidad
de un cambio de la disposición natural con estas palabras: “porque además de consumir el néctar vivífico, hace que los humores naturales
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
degeneren en una disposición melancólica-cancerosa... ; refiriéndose al
temperamento de nuestro país, de Asturias, tierra húmeda, describe así
a sus habitantes: “No creo que haya región donde se hallen tantos
melancólicos y epilépticos como ésta...la copia grande de humores
superfluos, reduce y se demuestra en la abundante sarna, lepra, tumores
glandulosos, caquexia, hidropepsias, bocios y demás achaques que aquí
experimentamos .
Sirvan estas citas para cerrar este breve capitulo. Sobre todo porque,
el campo de batalla por la salud tenía lugar en el cuerpo, pero de un
modo especial en la sangre y en la linfa, sede de la destrucción en la
enfermedad y en presencia de “los humores bien congénitos, bien
adquiridos” que modificaban la respuesta a la enfermedad.
Este capítulo, se enriquece algo con la semiología gener al de cor azón y sistéma vascular p er ifér ico que veremos a continuación.
Los síntomas y signos de or igen c ardiovascular aparecen reiteradas
veces en la obra de Casal. Señalemos los más importantes:
La angust ia del pecho o angina de p ec ho: Describe esta situación
Casal en diversas circunstancias especialmente en el asma seco hidropiforme de los pulmones.
Los vahídos: En el tercer tipo de histeria los pacientes podían presentar vahídos, tal como dice Casal: “... porque unas veces afligen con
perturbaciones de cabeza, vahídos, zumbidos, perversas fantasías,
espasmódicos movimientos de los ojos, etc. otros con ahogos de pecho
y garganta; otras con palpitaciones y angustias de corazón, pulsos
pequeños, desiguales y débiles; otras con ansias y náuseas del estómago,
extremos fríos, orinas claras como agua, desmayos, temblores de todo el
cuerpo, rugidos de vientre, etc.”
Tratando de aclarar la etiología de los vahídos lucubraba de este
modo Casal: “Y así es verosímil, que los catarros, inflamaciones internas de pecho, vahídos, toses y aún las paperas hubiesen, en parte, tenido origen de la mudable y mala temperie de aquellos años”.
Y, en ocasiones, los vahídos poseían una etiología bastante clara a
tenor de lo escrito: “Aquellos vahídos y dolores de cabeza, que reinaron
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generalmente desde los fines de marzo parece que podían ser anuncio
de las paperas que la sucedieron”.
La or topnea: disnea que obliga al paciente a permanecer incorporado para respirar, la describe Casal en el caso de los niños hermanos y de
las familias nobles, atacados de catarros sofocantes. Los describía así:
...” y llenos de sudor y angustia, respiraban con constante fatiga, como
los que padecen casi mortales ortopneas. Hice, que de repente se sangrasen; y de repente quedaron libres de sus trabajos”.
La lipot imia: caracterizada por pérdida de sentido por pasajera anoxia cerebral es descrita por Casal. En el capítulo dedicado al Asma seco
hidropiforme de los pulmones, dice: “Respecto al desfallecimiento del
ánimo y palpitación de corazón, puedo asegurar con certeza que, los que
padecen esta enfermedad, se quejan con frecuencia del primer síntoma,
pues se acercan casi a la lipotimia; pero tan solo halle dos que tuvieran
palpitaciones de corazón”.
Con respecto a las palpitaciones: Anota Casal las palpitaciones en
las siguientes situaciones: histeria de la tercera clase o tipo; fiebre y
orquitis con historia de sangrías provechosas por palpitaciones de corazón y reumatismo, y en el asma seco hidropiriforme
Además de los Síntomas, Casal también presta atención a la
Explor ación y a los S ignos c línicos
Casal, era meticuloso en sus observaciones clínicas. Meticuloso,
puntilloso y objetivo. No conocemos ninguna historia clínica manuscrita de él que hubo de tenerlas, porque sería imposible escribir su
“Historia Natural”, con tanto lujo de detalles. De todos modos, no nos
podemos quejar del material que dejó en su obra.
Es evidente que realizaba una anamnesis completa, exploraba a sus
pacientes, observaba sus emuntorios y el producto de las sangrías y las
seguía día a día: el estudio general, la auscultación directa a través de la
pared torácica a puro oído, la exploración general, el estudio del pulso,
y la observación de sudor, orina y heces, era lo rutinario en él.
Analicemos algunos de los datos que dejó escritos con referencia a
las arritmias, el pulso y la cianosis:
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Las ar r timias: o, desorden de los latidos del corazón, la concocía y
percibía bien Casal en sus maniobras exploratorias. Las describió en
estas circustancias: La pasión histérica; la afasia histérica; las viruelas;
las fiebres ardientes y perineumonías y en el asma seco hidropifrome de
los pulmones. Casal, suele describir con mucha precisión la arritmias
con frases como esta:” desiguales pulsos”; “pulso frecuente acelerado y
desigual”; “pulsos muy frecuentes, desigual, débiles y pequeños y otras.
La br adic ardia, o ritmo lento del corazón, también fue objeto de
atención de Casal. En las decripción de la enfermedad del estudiante de
Somiedo, alojado en casa de Domingo Herrero de la Calle del Rosal
dice: “ Fui a visitarlo por la mañana temprano y retrase´la intención con
que iba; porque el pulso había caído tanto, en magnitud, frecuencia y
vehemencia, que no me atreví a permitir evacuación de la sangre.
En cuanto al Pulso: La magnitud, frecuencia y vehemencia, eran
características que siempre chequeaba Casal, quien daba una importancia decisiva al estudio de pulso del paciente. El estado del pulso, de una
importancia radical en la Medicina del siglo XVIII, era una guía segura para realizar o, no, sangrías y, para de algún modo, hacer un pronóstico sobre el futuro del paciente.
La coloración azulada de la piel y mucosas ó cianosis fue motivo de
comentario, por parte de Casal, en algunas situaciones como éstas: histeria, catarros ferinos epidémicos, escorbuto, y asma seco hidropiforme
de los pulmones .
En su obra, Casal hace alusión a enfermedades cardiológicas y vasculares.
Con respecto a las entidades nosológicas relacionadas con el corazón
mencionaremos el asma seco hidropiforme, el catarro sofocativo y la
hidropesía.
Y en cuanto a las relacionadas con el árbol vascular periférico, mencionaremos las angiopatías y ateromas en el árbol arterial, y las hemorroides y las varices en el venoso.
Asma seco hidropifor me de los pulmones: Sobre esta entidad habla
Casal en repetidas ocasiones. Denomina así nuestro erudito un cuadro
clínico que vio solo nueve veces en catorce años. Tal cuadro era mucho
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más grave que el “catarro sofocativo”, “el asma convulsivo” y la “hidropesia pectoral”, y se diferencia notablemente de estas entidades.
Analicemos, brevemente, las características fundamentales del asma
seco hidropiforme para, al final, tratar de encajarlo en un cuadro cardiológico actual.
- Frecuencia, edad y sexo:
Era un cuadro sumamente infrecuente, a juzgar por lo que decía
Casal: “ Desde el año de gracias 1726 al presente de 1740, he observado en esta ciudad nueve personas, atacados de esta pésima afección, siete eran hombres y dos mujeres; dos de aquellos eran religiosos (uno de la orden seráfica y otra de las de predicadores); los demás
eran dos canónigos. dos caballeros y uno de casa media. Ninguno era
decrépito ni se podía llamar viejo, pues todos estaban casi en la plenitud de la vida” .
- Clínica. Evolución en tres grados.
Primer grado: Disnea al esfuerzo, angustia en el pecho, tos escasa,
poca o nula expectoración, pulso agitado intermitente y desigual,
sueños agitados, sed, anorexia. En esta fase el rostro del paciente
conserva su color natural.
Segundo grado: Se exacerban los síntomas señalados. Aumentan
astenia y anorexia, la angustia de entrañas y la debilidad. Pero lo que
más aumenta es la dificultad para respirar en cualquier posición,
especialmente por la noche, “oprimiéndolos de tal modo que ni sentados en el lecho, pueden respirar” .
Tercer grado: Se llega a él “como en sucesión inoxorable” y se caracteriza por: Hinchazón grandísima de piernas y pie; disnea; dolores
por tensión de la piel hinchada con formación de vejigas acuosas que
se rompen con exudación perenne y sin que desaparezcan los edemas; edema rojizo y con fovea, que asciende a muslos, escroto, piernas y abdomen; cambio del aspecto del paciente, que, se torna plomizo; principalmente en los labios; debilidad progresiva, dificultadad respiratoria reciente y muerte angustiosa y terrible a los poco
días.
- Pronóstico y evolución:
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Casal resuelve esta cuestión con pocas palabras.” Esta enfermedad es
de breve duración: no más de tres o cuatro meses. Con todo, yo he
visto un joven que la padeció casi durante siete meses”
-Diagnóstico diferencial:
Casal, tratando de diferenciar este cuadro de otros; dice: “ Parece
evidente que coincide en muchos aspectos con el catarro sofocativo,
con el asma, principalmente la convulsiva, con la hidropesia pulmonar y con otras afecciones del pecho complicadas con supuración,
pues todos los médicos convienen en que la fatiga, la tos, la alteración del pulso, la hinchazón de los pies, la caquexia y la hidropepsia,
son síntomas que acompañan a estas enfermedades o se originan en
ellas. Pero examinado escrupulosamente todos y cada uno de los
fenómenos de nuestra enfermedad, no parece esa semejanza tanta
que no se perciban específicas diferencias entre ésta y oreas afecciones citadas”
Basa Casal el diagnóstico diferencial en los siguientes argumentos;
en primer lugar, el pulso permanentemente alterado; en segundo
lugar, la fatiga con poca o nula tos; y en tercer lugar el curso grave y
fatal del asma hidropiforme.
- Discusiones a la luz de la Literatura y consideraciones fisiopatológicas de Casal.
Una de las cosas que más llama la atención a Casal de esta fatal
enfermedad es el pulso del que dice: “El pulso es desde el principio,
agitadísimo, intermitente, y tan desigual en sus peculiares propiedades, que no se puede explicar o describir con determinados caracteres o leyes. Jamás hallé un enfermo febril, cuyo pulso, fuera tan frecuente y desigual, de modo que más que del ordinario movimiento
del sístole y diástole, es mejor hablar aquí de un movimiento desordenado del corazón y de una sobreexcitación de las arterias. Solo he
notado pulso igual en un caballero que, a intervalos, padecía palpitaciones de corazón a causa de una afección hipocondriaca crónica”.
Casal, hipocrático convencido, analiza los datos de sus pacientes a la
luz del maestro de Cos y concluye de este modo: “A mí me parece
que la causa próxima y el origen de tan terrible mal es algún tubér-
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culo de naturaleza escrofulosa, o de otra indomable naturaleza que,
originando en una u otra parte de los pulmones, impide el ordenado
funcionamiento de éstos y del corazón y permanece hasta la muerte
del enfermo”. Y remata su razonamiento diciendo que pese a su
suposición, nada puede afirmar con seguridad porque no vio necropsia alguna de estos pacientes. Pues, se aferra a su teoría diciendo:
“Abrazo pues, esta opinión, no porque haya tenido un conocimiento evidente de estos tumores sino porque desde su disposición se
deduce fácilmente la concatenación o conexión que no solo tienen
entre sí sino con su causa próxima. Dada la posición del tubérculo en
el pulmón, comprimiendo los órganos de la circulación e impidiendo la libre entrada y salida del aire, se comprende, con toda claridad,
por qué el pulso, que desde el principio parece desigual, intermitente, frecuente y desordenado, persevera alterado hasta el fin de la vida;
por qué persiste, sin remisión alguna, la ingentísima fatiga; por qué
la tos es seca, sin expectoración alguna; por qué no se calman las
angustias del pecho después del paso de los humores desde las partes superiores a las inferiores; y por último por qué y cómo termina
necesariamente en la muerte tan terrible hidropesia”.
Y apoyándose en Baglivio remata su teoría patogénica: “ la rotura o
relajación de los vasos linfáticos puede originar la perenne fatiga,
existente en nuestra enfermedad con mayor motivo que la del asma
convulsiva en la que se alternan las exacerbaciones y las remisiones.
No vamos a abundar aquí en las teorías médicas sobre la formación
de “ tubérculos” como explicación fisiopatológica de muchas, patologías. Casal, en este caso, revisa lo dicho por Hipócrates, Fernel,
Marinelli, Sennert, Duret y Boerhaave, para ahondar en su discusión
sobre el origen del asma hidropiforme de los pulmones.
-Tratamiento
Esta enfermedad, no tenía cura, lo decía Casal, con mucha claridad:
“ Respecto a la curación de esta enfermedad ( que he estudiado con
ansia, aunque en vano, no me ha sido posible hallar remedio alguno
para ella)... esa fatiga mortal no cede ni las cisuras de las venas... ni
la rígida índole de la enfermedad se mitiga con antiespasmódicos; ni
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
la causa que la produce disminuye con vómitos, purgantes o diuréticos; ni se mitiga su furor con calmantes; ni se ensanchan los conductos de la respiración, con expectorantes; ni se moderan con anodinos
los violentísimos sacudimientos del pecho; ni el descanso del sueño
es duradero sin peligro de próxima asfixia; ni los desordenados
movimientos del corazón y las arterias se regularizan con cordiales...
ni la dureza y sequedad de los pulmones se suavizan y humedecen
con fomentos; ni la lesión interna se cura con balsámicos; ni las
aguas nitrosas apagan su ardiente sed; ni con vejigatorios ni fístulas
se modera la ansiedad del pecho; ni conocimiento alguno, ni siquiera el mismo mercurio produce ningún efecto, pues en algunos lo he
aplicado, creyendo que con la enfermedad había alguna complicación venérea, sin obtener el menor resultado ( 70bis).
Después de esta larga descripción, estaba claro que no había tratamiento eficaz de la enfermedad.
-Interpretación actual del asma seco hidropiforme de los pulmones.
Jose Ramón Tolivar Faes, uno de los mejores conocedores de Casal
y su obra, cree muy probable que “ esos nuevos enfermos jóvenes hayan
sido víctimas de graves miocarditis con estenosis mitral y otras valvulopatías . Para realizar estas afirmaciones, se basa precisamente en los textos del propio Casal, en los que analiza la sintomatología de sus pacientes.
En cuanto al Catar ro sofoc at ivo: Ya nos hemos referido al mismo, al
hablar del diagnóstico diferencial del asma hidropiforme de los pulmones. Eran muy semejantes la una y la otra; pero, existía una neta diferencia: con sangrías y otros remedios desaparecía la sofocación, el pulso
se normalizaba y el enfermos volvía a normalidad.
Ello hace pensar a este erudito y ponderado médico que, este tipo de
catarro sofocativo visto por Casal en Oviedo, tanto en niños como en
jóvenes y gentes de mediana edad eran auténticas cardiopatías crónica
más o menos estabilizadas, mientras que el asma seco hidropiforme de
loa pulmones correspondía a cardiopatías agudas, activas y evolutivas.
Hidrop esia: Son muchas las citas de Casal tanto sobre la hidropesia,
en general , como de la hidropesia tuberculosa del pecho .
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Consideraba Casal las hidropesias males comúnes en algunos municipios asturianos, cuando decía: “… y, en los concejos de Aller, Lena y
Quirós, innumerables bocios, o broncócilas, caquexias hidropesia, alferexias, reumatismo, tifus, el mal de rosa y la hidropesia tubérculos de
pecho, cuyas historias escribí en idioma latino”
Achacaba Casal la abundancia de hidropesias en la región asturiana
a sus peculiaridades atmosféricas y alimenticias. Dice al respecto: “ Se
crían o engordan unos vapores tenebricosos e impuros”, añadiendo:”
Muchos mucílago y acuosidad inútil y poca sustancia pingües tienen los
alimentos de esta tierra: y la atmósfera suya es casi siempre triste,
húmeda y llena de tinieblas...y sin actividad la masa de la sangre y poco
a propósito para sus movimientos; finalmente, flacas las fibras de los
cuerpos humanos, que aquí pasan la vida”.
En la capital de las caquexias, habla de la conversión de las caquexias
en hidropesias incurables, en pacientes avejentados, mal alimentados y
depauperados, aunque no siempre será así; pues vio morir en pocos años
a personal de un buen nivel como los Canónigos D. Tomás Escajadillo
y D. Bernardo de Medina y a D. José de Pontigo, Abad de Parana, a D.
Antonio San Román, correo mayor de Asturias y a Dª maría Francisca
Vigil, a un lector de San Francisco, a una monja hermana del Marqués
de Ferrea y a dos mujeres vecinas de la Calle de la Vega.
Descartados los edemas de hambre que podían verse en las personas
pobres y depauperadas, estas situaciones de hidropesia podrían achacarse a múltiples procesos: endocrinos, inflamatorios, degenerativos tumorales y renales; pero, sobre todo a patologias hepáticas y cardiacas que
explicarían las conversión de las caquexias en hidropesias mortales.
Muchas de estas hidropesiass, eran sin lugar a dudas, de origen cardíaco por cardioesclerosis, valvulopatías y otras alteraciones.
Por lo que se refiere a la patología vascular ar ter ial (angiopatías y
ater omas): Dice textualmente al respecto Casal: “ Hay también algunas otras causas, aunque no muy conocidas, que atormentan y aún
matan en distinta forma a los enfermos, como son ciertas masas de
películas que, con fiebre, se forman y adhieren a las cavidades del corazón y de los vasos y se llama pólipos, y que haciéndose en forma aguda
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
o crónica son incurables, como se ha comprobado muchas veces por
medio de la anatomía .
Incluye Casal este comentario en un Apendice en el que está preocupado pro demostrar la etiología del asma seco hidropiforme; y sintonizando con el trabajo de las Academias Médicas o Sociedades, habla de la posibilidad de que se descubra la etiología de tan grave enfermedad por autopsia. De ahí que subraye su texto con la cita a Federico Hoffman, dando por
verosímil una relación entre ateromatosis y asma seco.
En todo caso parece admitir la patología vascular de origen ateromatoso como causa posible de muchas patologías secundarias, algunas graves.
En cuanto a la patología vascular v enosa, ya hemos dicho que en su
obra, Casal cita dos patologías venosa: las hemorroides y las varices.
Las hemor roides, “o sangre de espaldas”, son citadas varias veces por
Casal. Las consideraba, como ya señalamos, como enfermedades endémicas del Principado de Asturias. También señalamos, en su momento,
que se las consideraba un lugar adecuado para hacer evacuaciones de
sangre con sanguijuelas.
Consideraba nuestro ilustre médico a las hemorroides preventivas de
otras enfermedades; se basaba en este dicho de Hipócrates: “Los que
tienen hemorroides, ni por acaso son acometidos por la lepra ni cogidos
por las ronchas herpéticas”. A esto añadía él: “ Que eso es verdad, he
podido comprobarlo prácticamente, pues jamás he visto entre los
muchos que en esta provincia padecen flujo hemorroidal, ninguno que
haya sido acometido por la sarna, la lepra o las citadas ronchas”. Y en
otro lugar equipara el flujo hemorroidal a otras situaciones que liberan
el cuerpo de enfermedades; tal sería la acción profiláctica de sarna, fístulas y abscesos.
Respecto a var ices y úlcer as var icosa, no dice otra cosa que su probada acción profiláctica cuando afirma: “Hay también otra especie de
lepra, en la que además de los síntomas generales, se entumecen o hinchan las piernas y los pies. Esta hinchazón y deformidad son tan extraordinarias que bien se pueden llamar monstruosas. Rara vez la hinchazón afecta a ambas piernas, si no a una sola, por lo general, y esta, además de su enorme corpulencia y deformidad, suele cubrirse de costras,
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
postillas, úlceras incurables y varices. La hinchazón es más abultada que
edematosa, y aunque no esté ulcerada, despide un hedor insoportable.
Tal género de lepra es muy común en esta región, y puede llamarse elefantiasis. He observado que tal estado interno de estos enfermos de
lepra es tanto más satisfactorio, cuanto mayores proporciones adquieren
las úlcera varicosas, las costras, las postillas y la hinchazón de las piernas; por eso, algunos de los que padecen esta enfermedad suelen vivir
muchísimo tiempo, como vive aún D. Gregorio Cuervo, hombre septagenario y sacerdote de la aldea llamada San Cucao, que desde su juventud viene padeciendo una elefantiasis terrible y pertinaz en el pie y la
pierna izquierda. Esta hinchazón no sube al muslo, sino que se extiendo sólo desde la rodilla al extremo del pie”.
Como puede verse, la patología venosa en la obra de Casal, se circunscribe a hemorroides y varices, pero no se trata específicamente de
clínica y tratamiento de estas patologías sino de sus efectos profilácticos sobre la aparición de otras enfermedades.
Y, con estas consideraciones, pasamos al punto final de este trabajo.
No podemos terminar este trabajo sin ocuparnos de la ter apéutic a
cardiológic a que aparece en las obra de Casal
Casal aborda las cuestiones terapéuticas tangencialmente, si topa
con ellos, pero no de manera sistemática y decidida. Es el caso de la
terapéutica cardiovascular, a penas insinuada en la obra.
Recojamos lo que se dice, al respecto, no sin antes recordar la situación de la Farmacia en la España del siglo XVIII.
En este siglo, la Farmacia española progresa en doble dirección; por
un lado mejora la tecnología en la producción de manufacturados; y ,
por otro, en 1721 se crea el “ Colegio de Boticarios de Madrid” con
fines mas científicos que profesionales y económicos; y en 1751 dicho
Colegio comenzó a impartir enseñanzas de Botánica, cuando se instaló
un jardín de plantas medicinales en la calle Barquillo; más tarde ocupó
solar en la calle de Atochas, frente al Colegio se Medicina de San
Carlos, confiriéndose allí los primeros grados de Doctor en Farmacia; y
en 1799, para ser Farmacéutico había que seguir cursos reglados allí.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
En términos generales, refiriéndonos al mundo entonces Occidental
y América, la gama de productos a utilizar se ensancho mucho; unos
como medicamentos nuevos y, otros redimidos del desuso. Se realizaron el “ aceite de ricino”, “ el colchi”, El acúmito”, “ el beleño” y “ el
estramonio”, “la belladona”, “ el cornezuelo de centeno”, (polvo ergotínico de Prescotti y Polvo de Desgranges), “el helecho macho” (cura
Noufferiana). De América llegaron nuevos medicamentos: la “poligala”
como un antiponzoñoso y galactofaro y la “Cuasia”. Varios medicamentos fueron introducidos por boticarios españoles, tales como éstos: la
“ratania”, como astringente, la corteza del simarula, el colombo, la todalia y la corteza de Kino.
Los medicamentos procedentes del reino animal sufrieron diversa
suerte. Mientras “ la piedra bezoar” pierde casi todo su prestígio, se da
a conocer el aceite de hígado de bacalao.
Los medicamentes químicos introducidos en el siglo son numerosísimos: sales de mercurio, sales de antimonio, éter sulfurico, carbonato
básico de magnesia, subnitrato de bismuto, sulfuro negro de mercurio,
cloruro básico, ácido bórico, timol, mentol, apiol, saprol, acetato sódico, cloruro de etileno (licor de los holandeses); éter etil-acético, sulfuro de carbono, crema de tátaro y el óxido nitroso, entre otros.
La farmacopea ilustrada seguía cargada de remedios vegetales y
algunas preparaciones galénica originarias del siglo, eran estas: polvos
de Dower” (opio con ipecacuana); licor de arsenical de Fowler (denominado agua insípida); agua de laurel cerezo (agua de Goulard o leche
virginal o agua vegetomeneral); licor de Van Swieten, el agua de Brea;
la infusión de Withering ( preparación de digital; los preparados de fósforo, solución alcohólica, rosas fosfórica; tintura tónica enervina de
Bestuchef, tintura etérea de cloruro férrico, denominado también tintura de Oro. Algunos preparados de supuestos efectos rápidos y maravilloso se vendían a precios desorbitados, tales como: el remedio universal, el agua soberana, el elixir blanco, los bizcochos vermífugos de
Goneau, etc.
La literatura farmacéutica ilustrada se multiplica notablemente
tanto a nivel personal como institucional, en 1739 se publicaba la “
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LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
Farmacopea Matritense” y en 1794 “La Farmacopea Hispana”. En la
fecha intermedia de 1760, se publicaría “ la Farmacopea de la Armada”,
escrita por Leandro de la Vega, protomédico general de la Armada.
Y, ya para rematar este brevísimo resumen de la historia de la farmacia española en el siglo XVIII, señalamos algunos boticarios ilustres que
dejaron obra escrita: Félix Palacios y Baya, fue autor de “ Palestra
Framacéutica quimico galénica” (1706); Juan de Loeches publicó su “
Tyrocinium Pharmaceuticum Teorico-practicum Galeno-Chimicum”
(1758); Francisco Brihuega dio a la luz su “Examen Farmacéutico
Galeno-Quimico”; Pedro Rodríguez Bueno escribió su “Prontuario de
Química, Farmacia y Materia Médica”; y aquí podría abrirse un largo etc.
Mencionaremos brevemente, algunos grupos de medicamentos
señalados de forma genérica o específica por Casal, relacionados con el
aparato cardiocirculatorio.
Medic amentos alter nantes: Son aquellos que poseen una supuesta
acción modificadora de la composición de la sangre. Casal, hace referencia genérica a estos medicamentos de este modo: “ Si fuera posible
aplicar a los enfermos pobres los mismos remedios que a los ricos (previas las evacuaciones que yo creyera necesarias y aquellos cocimientos
diaforéticos, diuréticos y alterante cuya utilidad he comprobado por
experiencia), les prescribiría baños termales o de agua dulce templada;
caldos de cangrejos de rio, de tortugas, de víboras, de carne de ternera,
y de ciertas hierbas, raíces y corteza. Pero en esta región no se encuentran víboras ni tortugas, ni cangrejos de río”.
Medic amentos c ardiotónicos: Curiosamente, Casal no habla para
nada de “ la Digital”, medicamento que se introduce en la farmacopea
y que se intenta utilizar de un modo razonable. Probablemente a Casal
ya no le toca la reintroducción del medicamento. Conocido de antiguo,
fue estudiado por Harchius, Fuchs, Ray y otros, pero usado contra la
epilepsia y la escrófula como emético, diurético y purgante. Pero su verdadera acción cardiotónica la descubrió el médico Withering cuando
vio que actuaba sobre el pulso; este médico fue quien dio a conocer su
infusión de Withering en 1875, ya fallecido Casal.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Sí habla Casal del “cordial alexifármaco” con cierta amplitud y convencido de su eficacia; y, algunos colaboradores con quien mantenía
correspondencia, como el cirujano de Nava, eran de la misma opinión.
Se trataba de una bebida confortante y, así mismo, antídoto y contravenenoso. Sobre su eficacia, le decía el Cirujano de Nava a Casal: “ Y
puedo decir que no he visto semejante acierto, como el que resulta de
dicho cordial y vomitivo; y vuelvo a testificar que el cordial alexifarmaco hace maravillas, administrando el vomitivo.
De todos modos, Casal, tenía sus dudas sobre la eficacia de la farmacopea frente a remedios naturales. En una ocasión dice: “ En verdad,
que si, en tiempo oportuno se encomendaran a la Fuente de Trillo, o a
otras del mismo género, algunos rebeldes achaques, que hicieron burla
de todas las medicinas farmacéutica, publicarían los médicos y testificarían los enfermos, que valía más, aunque costara menos, un vaso de agua
tibia que un cántaro de condiales y julepes.
En cuanto a los diurét icos: El primer elemento con posible acción
diurética que estudia Casal son las aguas mineralo-medicinales de
Priorio de las que dice: “ En cuanto a la virtud diurética, no me han
parecido especiales estas nuestras aguas de Priorio: porque nunca vi que
las orinas de los que los toman, viniesen acompañadas de recrementos
perceptibles”.
Luego, a lo largo de la obra hay escasas referencias al empleo de diuréticos. Habla de su eficacia en las isaurias vesicales o supresiones bajas
como complemento a otros remedios tales como fomentos, baños, enemas, sangrías, etc . Habla también de su posible uso en el mal de la rosa,
y de su ineficacia en el asma seco hidropiforme de los pulmones.
Y, con estas breves consideraciones terapéuticas damos por finalizado nuestro empeño por analizar los aspectos cardiológicos presentes en
la obra de Casal.
III. Conclusiones
1.- Hemos revisado esquemáticamente, la situación de la medicina,
tanto en Europa como en España, durante la Edad Moderna. El
498
3.-
4.-
5.6.-
7.-
BIBLIOGRAFIA
Casal, G.: Historia natural y Medica del Principado de Asturias. Edición
anotada por J.R. Tolivar Faes. Oviedo 1988
499
LA PATOLOGÍA CARDIOVASCULAR...
2.-
descubrimiento de la circulación de la sangre, supuso un neto
avance en los estudios tanto de anatomía como de fisiología del
corazón y la circulación.
La revisión de la obra de Feijoo, nos permitió aproximarnos a
los conocimientos cardiológicos de Casal y su época.
La revisión de un clásico de la Medicina del siglo XVIII, no
ayudó a reconocer las patologías cardiocirculatorias de las que
nos habla Gapar Casal
Hemos repasado las exigua citas que nos ofrece casal sobre anatomía, fisiología y fisiopatología de la circulación, destacando su
“ humorialismo” de clara filiación hipocrática.
Revisamos la Semiología general Cardiovascular presente en la
obra de Casal, así como los datos exploratorios más relevante.
Revisamos, así mismo, la patología cardiovascular presente en la
obra de Casal, destacando las siguientes entidades:
A- El Asma seco hidropiforme de los pulmones, interpretado hoy como graves miocarditis a las que se asocian
valvulopatías.
B.- El Asma sofocativo, interpretado hoy como cardiopatías crónica compensadas.
C.- Las hidropesias, que excluida el hambre extrema,
correspondían a cardioesclerosis valvulopatías y otras
patologías.
D.- Patología vasculares arteriales por angipatias o ateromas.
E.- Patologías vasculares venosas entre las que deben
considerarse varices y hemorroides
La Farmacopea cardiovascular, en Casal, es amplia en términos
generales; y de manera específica se tratan “alterantes”, de la
composición de la sangre cardiotónicos y diuréticos.
Fernandez Ruiz, C.: Historia Médica del Principado de Asturias. IDEA.
Oviedo 1966
Sanchez Granjel, L.: Historia de la Medicina Española. Barcelona 1962
Telenti Vigón, A.: Aspectos médicos en la obra del Maestro Fray Benito
Jerónimo Feijoo. IDEA. Oviedo, 1969
Tissot, M.: Tratado de las enfermedades más frecuentes de las gentes del
campo. Madrid 1781
Tolivar Faes, J.R.: Historia de la Medicina en Asturias. Colección Popular
Asturiana. Editorial Ayalga Salinas 1976
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Vega Díz, F.: Cardología. En: Pedro Lain Entrialgo, Historia Universal
de la Medicina. Masson SA y XL Sistmas S.A. Barcelona, 1998
500
LAS ENFERMEDADES DE LAS VIAS
URINARIAS Y GENITALES EN LA OBRA
DE GASPAR CASAL.
Nacido en Gerona en 1680 y formado tal vez en las Universidades
de Sigüenza y Alcalá de Henares, aunque no se conocen documentos
que prueben su formación académica, Gaspar Casal comienza su ejercicio profesional en Madrid en 1713, atendiendo a una clientela distinguida. Se traslada en 1717 a Oviedo, donde durante treinta y cuatro años realiza la mayor parte de su vida profesional, -razón por la
que se le considera hijo de esta ciudad-, primero como médico al servicio del Ayuntamiento y luego del Cabildo de la Catedral. Su fama se
extendió pronto, se hizo cargo de la dirección de varios de los pequeños hospitales del Oviedo de entonces, que tenía unos 6.000 habitantes (hospitales de Santiago, San Juan y Santa María de los Remedios,
actualmente desaparecidos) (1,2), (Fig 1), y visitaba a enfermos de todo
el principado y de las provincias vecinas. En 1751 regresa a Madrid
como médico de la Real Cámara y miembro del tribunal del Real
Protomedicato, y donde es elegido miembro de la Real Academia de
Medicina. Falleció en 1759 y fue enterrado en Madrid, sin que se
conozca ninguna imagen de su fisonomía.
Fruto de su trabajo en Asturias es el libro, “Historia natural y médica del Principado de Asturias”, publicación póstuma que se imprime
en Madrid, en 1762, por decisión de su compañero del protomedicato,
501
LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS...
LUIS ANGEL FARIÑA-PÉREZ
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
el Dr Juan José García Sevillano. Este libro, que recoge seis textos
diferentes de Casal, está considerado el mejor exponente de la medicina española del siglo XVIII, con relato de historias clínicas y exposiciones basadas en las observaciones del autor. En uno de los textos
se describe por primera vez el “mal de la rosa”, primer estudio clínico de una enfermedad carencial, más tarde llamada pelagra o avitaminosis B, con un signo característico que se conocerá como “collar de
Casal” en la bibliografía universal.
El libro se reeditó en el año 1884, en los años 1900 y 1959, estas dos
últimas con prólogos de Angel Pulido Fernández y de Gregorio
Marañón, respectivamente, y, más recientemente, en el año 1988 (3), con
una introducción del Dr Tolivar, gran conocedor de la vida y de la
obra de Casal (4,5). Esta edición facsimilar de la principal, incluye una
traducción al castellano de algunos capítulos que fueron escritos en
latín. El contenido de este texto ha sido objeto de varios análisis
historiográficos, desde el punto de vista de la cardiología, la neurología
y la pediatría (6-8), además de los extensos estudios que analizan la
principal aportación de Casal, la descripción del mal de la rosa o lepra
asturiense (pelagra) (9,10), pero aún no se había estudiado desde el punto
de vista del conocimiento de las enfermedades de las vías urinarias y
de los genitales que refleja.
LAS ENFERMEDADES UROGENITALES EN “HISTORIA
NATURAL Y MEDICA”
El estudio de la única obra de Gaspar Casal “Historia natural y
médica del Principado de Asturias”, un texto que refleja el espectro de
las enfermedades que en la primera mitad del siglo XVIII ocupaban
el trabajo de un médico, nos permite especular sobre el conocimiento de las enfermedades de las vías urinarias y genitales que se deduce del texto.
CÁLCULOS RENALES
Casal señala a los cálculos de los riñones y vejiga entre las indisposiciones propias del país, “endémicas”. La litiasis renal, única dolencia de las vias urinarias a la que dedica un capítulo (Fig 2), en el pri-
502
503
LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS...
mero de los textos del libro, la considera un achaque frecuente (“de
los moradores que comen, beben vino y trabajan poco, son muy singulares los que no los padecen”), y no se para en describir los síntomas,
por considerar que “ya los autores prácticos lo dejaron harto bien delineado”. Confirma su relación con la abundancia de comida y la vida
sedentaria, pues era enfermedad propia de “ricos y ociosos” y no de
labradores (“andan llenos de males los ricos y los pobres: aquellos,
porque no trabajan según comen y beben, y éstos, porque no beben ni
comen según trabajan”). También recuerda la asociación entre los
cálculos y los dolores artríticos y la gota, señalando que los gotosos
suelen tener cólicos, pero por el contrario, los “nefríticos” no siempre
son gotosos, basándose para esto en una relación de 22 pacientes litiásicos conocidos, que no son gotosos o artríticos.
Casal describe tres pacientes para ilustrar esta dolencia, el primero, con una crisis de cólico agudo, fue tratado con aceite de almendras
dulces y jarabe de adormideras, expulsando a las cinco horas “tres piedrecitas casi como garbanzos”. El segundo y el tercer caso son pacientes más complejos, con antecedentes de cálculos, pero con episodios de
retención de orina, infección febril y otras complicaciones, que le sirven
a Casal para manifestarse contra los tratamientos intensivos que los
médicos y cirujanos que le precedieron en la consulta a los pacientes,
practicaban, a base de purgantes y diuréticos potentes, con complicaciones dramáticas. Por el contrario, observa que los paciente que
se dejaban “a beneficio de la naturaleza”, sin ayuda médica, “sólo con
caldos, agua tibia, ayudas y unturas emolientes”, eliminan también piedras (Fig 3). También se muestra contrario al uso de la sangría, salvo
en casos especiales.
OTRAS ENFERMEDADES RENALES
Algunos de los enfermos que describe en otros apartados, con
enfermedad acompañada de poliuria y edemas, parecen tener cuadros
compatibles con lo que actualmente nos llevaría al diagnóstico de
nefritis infecciosa o degenerativa, muchas veces consecuencia de obstrucción al vaciado de la vejiga o de cálculos renales o vesicales complicados. Casal utiliza la inspección en un orinal de vidrio de las carac-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
terísticas de la orina y los cambios de su aspecto con la sedimentación
para, en estas enfermedades y en casos de fiebres epidémicas, sacar
algunas conclusiones sobre la naturaleza de la enfermedad y su pronóstico, “aunque en las fiebre malignas suelen no ser constantes las
reglas y principios generales”.
ENFERMEDADES DE LA VEJIGA
Los síntomas vesicales los considera muy frecuentes, (“en este país
son tan frecuentes las disurias, estrangurias y, en los viejos, los repetidos estímulos de la orina que especialmente de noche, les interrumpen el sueño”), si bien no identifica a la uretra o la próstata como
posible origen anatómico de la enfermedad. Con respeto al tratamiento, confiesa que “he procurado tentar y probar cuantas medicinas antiguas y modernas, simples y compuestas, pude hallar escritas en los
autores de mejor nota y más selectas farmacopeas, para corregir
semejantes irritaciones”. Finalmente el mejor tratamiento que conoce
son los “polvos de erizo entero, quemado y calcinado, hasta reducirse a cal o ceniza blanca”, asociado a emulsiones de pepitas variadas,
cocimientos o infusiones de plantas diversas. En la exposición de
estos casos, que ejemplifica con algunos pacientes cuyo sufrimiento
vesical está relatado de manera muy explícita (“las orinas, en algunas
ocasiones, venían con tan excesivos ardores, dolores y tormentos, que
para expeler cualquier corta porción, gritaban como locos, encorvando el cuerpo y haciendo extraordinarios movimiento”), incluye posiblemente en el término de “iscuria renal o supresión alta” a algunos enfermos con anuria y a otros con retención de orina. No es posible dilucidar esta información por los datos que da, aunque aclara que la
estranguria daría lugar a la iscuria, y también usa el término “iscuria
vesical o supresión baja” para estos últimos, cuadro del que dice “tengo
vistas muchísimas . . .estas supresiones son muy manifiestas, y a primera vista se conocen en los dolores, peso, ardor, tensión y tumefacción
de la región que ocupa la vejiga”.
En una extensa disertación, Casal pretende aclarar la naturaleza
de los síntomas abdominales que siguen a la estranguria no tratada,
que unos llamaron ileo o pasión ilíaca y otros vólvulo intestinal y que,
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LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS...
según los tratados clásicos, llevan siempre a la muerte del enfermo
“en el espacio de siete dias”, argumento contra el que expone su larga
experiencia y la imposibilidad de recordar un solo caso de esta evolución (“nunca pude hallar observación escrita de semejante mudanza....y en verdad que si tal mutación fuera regular, como otras, creo que
la habría hallado”) . En una de las observaciones con las que quiere ilustrar esta afirmación, relata: “Pretendí averiguar si en la vejiga se
había juntado alguna porción de orina: y tomando la sonda, pues sabía
manejarla, la introduje hasta el fondo mismo de la vejiga, sin ocasionar
la más leve molestia al enfermo, pero fue en vano este registro, porque no encontré más que tres o cuatro gotas”. No obstante, se intuye
en el texto que ni para Casal ni para los cirujanos locales que en ocasiones le precedían en las consultas, era habitual la identificación y el
alivio de estos síntomas vesicales mediante el sondaje uretral, una técnica que para entonces pocos dominaban. Así, señala que las supresiones bajas se curaban “con fomentos, baños, enemas específicas,
emulsiones diuréticas benignas, sangrías en sujetos pletóricos, y en
casos apurados con el instrumento que llaman algalia”.
ENFERMEDADES GENITALES
Con relación a las enfermedades de los genitales externos del
varón, en los años 1720 y 1747 Casal atiende epidemias de paperas, en
este último año señalando la particularidad de que “fue mayor el número de los que padecieron el decúbito a los testes” . En estos casos optó
por la sangría, “el único y seguro remedio, que desterraba la calentura,
y minoraba la inflamación dolorosa; y así los que se sangraban, conseguían presto la salud, haciéndoles después algunos oportunos
fomentos sobre el teste entumecido” sin encontrar fallecimientos
entre los pacientes.
Las lesiones de la región inguinal y genital, incluyendo hernias y
lesiones intraescrotales no fueron bien conocidas de Casal, aunque
identificara bien las “hernias intestinales que llaman quebraduras”.
Sólo ocasionalmente hace tratar quirúrgicamente ciertas enfermedades
testiculares, que en algún caso parecen corresponder a una orquitis
tuberculosa o a un tumor de testículo con metástasis pulmonares. Uno
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
de los pacientes, un joven robusto, “comenzó a padecer una tos seca,
que le repetía con frecuencia. Persistiendo esta tos por largo tiempo,
se fue entumeciendo el testículo izquierdo, hasta formarse una hernia del tamaño de un huevo de gallina, con señas de carnosa”. Fue
intervenido por cirujanos y falleció después de la intervención “de una
fatal gangrena”. Otro varón joven, comenzó con tos y fiebre, sobre todo
vespertina, que mejoró después de que apareciera tumefacción del testículo izquierdo. Fue operado por el cirujano francés Juan Delgart, “con
lo cual quedó el paciente perfectamente curado”.
Casal hizo las primeras aplicaciones en Oviedo de mercurio para el
tratamiento de casos diagnosticados de lepra y sífilis, también lo usó
en un niño de quince años con lesiones que ahora podríamos identificar
como quistes sebáceos múltiples o calcinosis de escroto. Los tumores
de las vías urinarias y genitales, con excepción del caso comentado, no
aparecen en la obra de Casal, pero el ultimo de los textos del libro es
la descripción de un probable cáncer de mama en un varón. Es la más
larga de las historias clínicas de Casal, en ella se relata la evolución
natural de la enfermedad, con aparición de úlcera, adenopatías, metástasis óseas y fracturas patológicas. El paciente fue tratado con unciones
mercuriales, que lógicamente no cambiaron el curso de la enfermedad.
En este caso, Casal consultó con “los sapientísimos doctores de Paris”,
entre los que se encontraba el cirujano Jean Louis Petit, uno de los fundadores de la medicina anátomo-clínica, y anota los consejos recibidos y el resultado de su aplicación.
COMENTARIO
Dentro de los periodos temporales y corrientes de pensamiento
en que se divide con intención académica la historia de la medicina
en Europa, la primera mitad del siglo XVIII en la que Casal desarrolla su vida médica, corresponde al periodo final de la transición de
la “medicina renacentista” a la llamada “primera medicina moderna”.
En esta época, si bien sigue prevaleciendo la doctrina griega de la
enfermedad, transmitida en los escritos de Hipócrates, Galeno y los
médicos árabes, están teniendo lugar los cambios ideológicos y téc-
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LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS...
nicos que inducirán la orientación anatómica y fisiológica que un
siglo después llevarán a la concepción de la medicina contemporánea, que interpretará las enfermedades con un sustrato lesional particular para cada órgano (11,12). A este hecho no es ajena la difusión
de la imprenta, que permite una difusión más rápida y barata de las
nuevas traducciones de los clásicos, y de textos originales (13), escritos con un espíritu crítico en diferentes países europeos, y que tenían en común un aspecto novedoso: incluían reflexiones sobre la experiencia personal de los autores. Tampoco lo es el interés que se presta a las enfermedades infecciosas y carenciales que, sin ser nuevas,
afectan ahora a sectores crecientes de la población (14, 15).
El contexto español de la época, se caracteriza por la guerra de
Sucesión al trono (1702-1713), y el cambio de la dinastía de los
Austria por la de los Borbón, con el largo reinado de Felipe V, nieto
de Luis XIV de Francia. Un momento caótico en lo económico, con
la industria arruinada y la población diezmada por las epidemias y las
guerras y por lo general sumida en la superstición y la ignorancia, y en
el que sólo las órdenes religiosas mantienen su riqueza y su expansión
(16)
. A lo largo del siglo, la influencia de los dos imperios que gobiernan Europa central, Francia y Austria, y las ideas de la Ilustración,
se sentirán en la ciencia y medicina española, entre otras cosas con
la llegada de médicos y cirujanos del ejército francés, capaces de realizar intervenciones de mayor envergadura, como amputaciones, herniotomías y otras, incluyendo los sondajes y la litotomía (17).
Aunque el ejercicio de la medicina en tiempos de Casal estaba
condicionada a la demostración de una capacitación suficiente ante
el Protomedicato, no se puede obviar que prevalecía la formación universitaria, en latín y muchas veces ajena a los cambios que se estaban produciendo en todos los órdenes, ni tampoco la influencia de la
Iglesia, que exigía para la práctica médica la pureza de sangre y el
juramento a la defensa del misterio de la Concepción (1) . La formación de los cirujanos era mucho más pobre, en ocasiones no mucho
mayor que la de otras profesionales que formaban parte de la profesión sanitaria como los barberos y los sangradores.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Los textos de Casal reflejan lo que era la clínica en su tiempo.
En su constante identificación de los enfermos, con nombres y relaciones de parentesco, en particular si eran de familias conocidas, y en su
repetida afirmación de que dice la verdad, se detecta la obsesión por
mostrar que no miente y diferenciarse así de lo que, con objeto de procurarse clientela, parecía una practica común entonces (5). Sus enfermos son de toda condición social, aunque destacan los enfermos
notables dentro de la profesión eclesial . El libro está repleto de referencias a su experiencia personal, - “soy fino amante de la experiencia, y enemigo capital de aquellas fruslerías mentales fundadas sobre
hipótesis y dogmas”, dice-, y a sus conocimientos de los textos médicos de la época, que a veces contrapone al criterio que considera
poco formado de otros médicos de su área geográfica. Aunque no
se han encontrado documentos que prueben su formación médica, su
amplísimo ámbito de referencias muestran una destacada bibliofilia y
profunda ambición de conocimientos (5). Así, podemos comprobar que
hace referencia, muchas veces para rebatirlos, sobre todo a Hipócrates
y los médicos que en el siglo XVI divulgaron los tratados hipocráticos, y el saber griego y arábigo: Louis Duret, Juan Marinelli y Jean
Fernel. También a Celso y a Plinio (siglo I), cuya “Historia Natural”
fue traducida al castellano a comienzos del siglo XVII, a Galeno y a
su contemporáneo Marciano (siglo II), que comentó las obras de
Hipócrates. Más modernas, entre sus variadas fuentes de información,
que abarcan más de 40 diversos nombres, encontramos citas de contemporáneos o que publicaron obras importantes en los años precedentes, desde el italiano Giorgio Baglivi (1668-1707), que enseñó en
Roma, los alemanes Johann Baptista van Helmont (1577-1644),
Federico Hoffman (1660-1742), Michael Ettmüller (1644-1683) y el
holandés Herman Boerhaave (1668-1738), quienes habían establecido
formas nuevas de interpretar la enfermedad (iatromecanica y iatroquimica), diferentes a la interpretación humoral del galenismo; hasta
Francis Bacon (1561-1626) y Thomas Sydenham (1624-1689), quien
con su concepto de especie morbosa fue uno de los primeros en intentar establecer unas formas típicas de enfermar, y contribuyó signifi-
508
509
LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS...
cativamente a clasificar las enfermedades humanas, al modo en que
Linneo ordenaba por entonces las plantas, pero basándose en los síntomas, la personalidad del paciente y la época del año (11,12,18). También
hace numerosas citas de autores de textos de química y farmacopea. Entre los autores españoles que en esos años ejercieron influencia académica, destaca al “doctísimo, honra de los médicos españoles”
Francisco Vallés (1524-1592), catedrático de Alcalá y médico de
Felipe II, que escribió comentarios a los libros hipocráticos y de
Galeno; a Martín Martínez (1684-1734), importante médico de su
tiempo y autor de una influyente “Anatomía completa” (19), y al sevillano Nicolás Monardes (1507-1588), del que Casal hace referencia a
su obra “Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras
Indias Occidentales”.
Es muy destacable su amistad con los frailes benedictinos Benito
Feijóo y Martín Sarmiento, sabios ilustrados que sin ser médicos,
escribieron textos criticando la medicina empírica de su tiempo, y
exhortaron a la práctica de una medicina fundamentada en la experiencia y en el uso de medicamentos cuyos efectos se hubieran comprobado. Casal no referencia obras que hoy consideramos tienen un
gran interés desde el punto de vista del conocimiento de las enfermedades urinarias y genitales, como son los escritos atribuidos a Julián
Gutiérrez de Toledo, y los de Andrés Laguna, Francisco Díaz o
Miguel de Leriza, ni de otros tratadistas médicos como Luis Mercado,
o quirúrgicos como Daza Chacón o Juan Fragoso (20). Se podría echar
en falta la existencia de referencias quirúrgicas, pero por entonces los
estudios médicos y quirúrgicos estaban muy separados, y los cambios
más importantes en la interpretación de la enfermedad quirúrgica
ocurrirán años después, tanto en España (con Gimbernat), como en
Francia (con Petit, Chopart y Desault), en Italia (con Scarpa) o
Inglaterra (con Pott y Hunter). El estudio de la época de Casal muestra con claridad la escasez de cirujanos que había en esos dias, que
eran muy poco considerados y mal pagados, y rara vez pasaban de
hacer cuidados de heridas y fracturas, o de atender a los enfermos
pobres, mientras el médico cuidaba de las gentes de buena posición
(1)
. Destacaron en este sentido en Oviedo dos cirujanos que procedían
de los ejércitos de Francia: Domingo Bucau, que también enseñó
y practicó cirugía en el Hospital Real de Santiago de Compostela, y
Juan Delgart, alabado por Feijóo y a quien Casal considera “perito cirujano francés, diestrísimo disector”. Delgart disponía de una colección
de instrumental médico interesante, que muestra sus habilidades y
conocimientos de las técnicas quirúrgicas de cierta complejidad: a su
muerte legó este instrumental al Ayuntamiento de Oviedo, y en él se
incluían los instrumentos precisos para practicar la litotomía, aunque
no quedan evidencias de que pudiera haber hecho en Asturias la operación de talla vesical.
En conclusión, el texto “Historia natural y médica del Principado
de Asturias” (1762), de Gaspar Casal es el mejor ejemplo de la medicina de su tiempo en España y refleja el espectro de las enfermedades
que en ese momento ocupaban preferentemente el trabajo de un
“médico de familia”: las derivadas de las carencias alimentarias, las
infecciosas, las parasitarias y las degenerativas y vásculo-cerebrales en
personas añosas. Desde el punto de vista de las vias urinarias, es muy
interesante comprobar el conocimiento en esa época de la enfermedad
litiásica y de los síntomas del tramo urinario inferior, tratados como
recomendaban los clásicos, con tratamiento físico y preparados empíricos, pocas veces con sondaje. También muestra conocer, aunque en
menor medida, el tratamiento médico de las orquitis y el tratamiento
quirúrgico de algunas lesiones testiculares.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
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Fig 1 Plano de la ciudad de Oviedo de Francisco Reiter (1777), algunos años después de la estancia de Casal. Tomado de Granjel (11).
512
513
LAS ENFERMEDADES DE LAS VÍAS...
Fig 2 Primera página del capítulo dedicado
a los Cálculos renales.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Fig 3 Referencias en el capítulo dedicado a los Cálculos renales, a la conocida sintomatología clinica de estos episodios, y
lamento por los tratamientos intensos que reciben los pacientes en ocasiones, en una enfermedad que Casal considera de
curso frecuentemente benigno
514
CASAL Y LA CIRUGÍA.
Este artículo no trata de la obra de Casal como médico; ni siquiera
de aspectos biográficos del personaje; contempla solamente la relación
que el sabio gerundense establecido en Oviedo tuvo con la Cirugía.
Aunque a lo largo de la Historia la Cirugía ha pasado por épocas de
mayor o menor separación del común de la Medicina, no dejan de ser
ramas de un mismo tronco y siempre ha sido ineludible su interrelación
pues, en definitiva, se trata de una ciencia aplicada al hombre que es un
ente indivisible (de ahí el término “individuo”). Tras una breve revisión
del estado de la práctica quirúrgica en su época se aborda, en primer
lugar, el bagaje de conocimientos que Casal tenía en el ámbito de la
Anatomía y la Cirugía y que se derivan de su obra escrita; en segundo
lugar, las relaciones profesionales que mantuvo con cirujanos de su
entorno; en tercer lugar, se relatan algunos casos ilustrativos de índole
quirúrgica que se encuentran en sus escritos o en la bibliografía sobre su
obra; por último se hace una breve referencia a cirujanos que, ya en
tiempos recientes, se ocuparon de su figura.
La Cirugía en tiempos de Casal
La vida profesional de Casal se corresponde cronológicamente muy
de cerca con la primera mitad del siglo XVIII, pues había nacido en
515
GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA
ENRIQUE MARTÍNEZ
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
1680 y murió en 1759. En esta época la Cirugía estaba en todo el
mundo sumida en un considerable atraso que se arrastraba desde el
Medievo y proliferaban por doquier los cirujanos sin formación que,
salvo algunas excepciones como Mareschal en Francia, Cheselden en
Inglaterra o Heister en Alemania, constituían más peligro que beneficio. La afortunada y exitosa operación que en 1686 sufrió Luis XIV de
Francia a manos del cirujano Charles François Félix fue el motivo de
que la Cirugía alcanzase un rango del mismo nivel que la Medicina, lo
que se ve culminado con la creación en 1731, ya por Luis XV (nieto y
sucesor del Rey Sol) de la Académie Royale de Chirurgie1,2.
En España el atraso era igualmente muy manifiesto tanto en los
cirujanos “romancistas”, no formados en la Universidad, como en los
“latinos”, que tras el bachillerato en Artes y tres cursos de Medicina
seguían, en la Universidad, dos cursos más de Cirugía. Buen exponente de la baja consideración que se tenía de los “romancistas” es lo que en
el prólogo de su magna obra “Curso Theorico-Practico de Operaciones
de Cirugía para uso de los Reales Colegios” refieren Diego Velasco y
Francisco Villaverde, cirujanos asturianos profesores del Real Colegio
de Barcelona y Cádiz respectivamente: “era un cierto número de hombres
sin estudio, que acompañando su grosserissima ignorancia de la osadía, y
temeridad, que le son propias, exponían en los pueblos la vida del honrado
labrador, y la suerte de su inocente familia”3. Pero no salía mejor parado el
cirujano formado en la Universidad; pues el demoledor comentario que
hace Torres Villarroel con fina ironía es clarificador: “se ingertó en
Estudiante, aprendió algunos pedazos de latín palurdo, que le comunicó un
Sacristán, bañado en Albeitar y ribeteado de Barbero; y habiéndole este metido en los cascos, que se echase a la ganga de Doctor, se salpicó el salvaje con
una rociada de Philosophia Frailesca en Hespañol, y empezó a argumentar a
coz y bocado. Pringose el ozico conel unto de la materia prima, que soñaron
los Peripatéticos, y con estos conocimientos, llegó a ser Philósopho romancista
como cirujano, sabiendo tanto de las ciencias philosóphicas como una inteligencia de Noria”4.
Al lado de esta situación tan precaria es justo reseñar algunos aspectos positivos como la publicación de textos quirúrgicos de calidad por
516
Conocimientos anatómicos y quirúrgicos de Gaspar Casal
Que Casal tenía sólidos conocimientos anatómicos se deduce de que
en su obra escrita menciona en varias ocasiones a Giorgio Bagivlio, profesor de Anatomía en Roma7. Por otra parte, el Padre Feijoo solicitó su
517
GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA
Martín Martínez, Suárez de Rivera, Monravá y Roca, José Pradillo,
Beaumont y algunos otros, además de traducciones de textos extranjeros. También, gracias a la apertura borbónica al intercambio científico,
comenzaba a prodigarse la salida de cirujanos españoles a otros países
europeos con el objeto de mejorar su formación técnica y de estudiar y
copiar el instrumental quirúrgico y, a la inversa, proliferó la llegada de
cirujanos extranjeros, predominantemente franceses, que elevaron progresivamente el nivel de la cirugía española.
Tan deplorable estado iba a cambiar de forma radical en la segunda
mitad del siglo con la creación de los Reales Colegios de Cirugía en
Cádiz (1748), Barcelona (1760) y Madrid (1787). Pero Casal apenas
pudo vislumbrar sus frutos ya que se murió muy poco después de que
del Colegio de Cádiz salieran los primeros colegiales y antes de la creación de los de Barcelona y Madrid.
En Asturias la situación no difería de la del resto de España; proliferaban por doquier cirujanos flebotomistas, hernistas-capadores y barberos-cirujanos con una formación muy rudimentaria. Aunque hay
alguna manifestación elogiosa de Casal acerca de alguno de ellos como
más adelante veremos. El primer cirujano latino en Asturias del que se
tiene noticia es Francisco Javier de La Cruz que ejerció entre 1747 y
1753. Sin embargo sí se benefició Oviedo de la llegada de cirujanos
extranjeros cualificados, casi todos franceses: Fernando Valier,
Bartolomé Sullivan (de origen irlandés pero formado en París) Jean
D´Elgart, Domingo Bucau y Domigo Abadie (los dos últimos entrada
ya la segunda mitad del siglo). Con Jean D´Elgart tuvo Casal una estrecha relación forjada en la celda del Padre Feijoo donde tenían lugar las
célebres chocolatadas-tertulia vespertinas en las que se debatía sobre
todos los aspectos de la ciencia6.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
ayuda, junto con el cirujano Bartolomé Sullivan, para aclarar el origen
humano o animal de unos huesos encontrados en un yacimiento arqueológico de la provincia de Teruel ya que “estaba bien instruido en
Anatomía”8. También son citados, además de los cirujanos de su entorno asturiano, autores de obras de Cirugía destacadas en la época como
Paul Barbette (iniciador de la cirugía de la hernia crural) y el alemán
Heister autor de una magna obra de Cirugía, diseñador de instrumental quirúrgico y coetáneo de Casal7.
Es bien conocido que la sangría era por aquel entonces un remedio
absolutamente carente de base científica pero, tan extendido, que podría
considerarse universal. Casal, imbuido de la corriente imperante, la
indicó en numerosas ocasiones pero al menos la rechazó en otras con un
razonamiento convincente: “a no ser que la plenitud, juventud, robustez y
otras particulares disposiciones de los pacientes la pidan”7. Es muy posible
que esta actitud parcialmente opuesta a la sangría haya tenido como
origen la radical oposición a la misma que tenía el Padre Feijoo que la
había sufrido en sí mismo: “por espacio de un mes me martirizaron con seis
sangrías y una sed intolerable”9.
En cuanto al conocimiento de las enfermedades quirúrgicas su obra
está plagada de referencias a abscesos, forúnculo, fístulas, varices, úlceras de las piernas, osteomielitis (“concarie de los huesos”), hemorroides,
adenopatías cervicales, cálculos de los riñones, hernias, vólvulo, bocios,
cáncer, etc.. Bien es cierto que en aquella época muchas de estas enfermedades no caían en el dominio de la Cirugía o solamente lo hacían
puntualmente en algún momento de su evolución. Los conocimientos
quirúrgicos en aquel tiempo eran muy limitados y prácticamente concernían a las enfermedades de la superficie corporal y poco más. De ahí
el antiguo término de Patología Externa para referirse a la Cirugía.
Casal interpretó las enfermedades referidas anteriormente de forma
diversa. Por ejemplo, es de admirar su explicación de la relación de los
cálculos renales y la artritis úrica entre sí y con la dieta o el nivel de
riqueza puesto que eran mucho menos frecuentes en el pueblo llano que
apenas consumía alimentos ricos en ácido úrico. También defendía,
correctamente, la evacuación del pus en los abscesos agudos o crónicos
518
(adenopatías cervicales). Sin embargo también tuvo interpretaciones
erróneas, como por ejemplo, al defender la conveniencia de impedir que
las úlceras varicosas cicatrizasen. De los bocios adelanta observaciones
epidemiológicas interesantes por la observación de su predominio en
zonas altas. En cuanto al vólvulo, o “pasión abdominal”, lo relaciona con
la “iscuria” (oliguria), lo que es en cierto modo correcto pero se trata (la
oliguria) de una consecuencia absolutamente secundaria.
Cuando se refiere a las hernias lo hace desde un enfoque global y
unitario de los abultamientos de la región inguino-crural distinguiendo
la llamada hernia dura de la intestinal (que sería la auténtica hernia)7.
Una circunstancia curiosa, y en cierto modo paradójica, es que la
enfermedad que tan magistralmente describió (la pelagra), ha desaparecido en el mundo desarrollado de forma prácticamente absoluta. Sin
embargo hoy día es posible encontrarse con ella en un contexto clínico
secundario a una enfermedad eminentemente quirúrgica, el tumor carcinoide, en el que la síntesis exagerada de 5-hidroxitriptamina conlleva
un expolio masivo de triptófano (necesario para la síntesis de ácido
nicotínico) que lleva a una situación de carencia relativa. ¡Qué lejos
estaba D. Gaspar, y la Medicina de su época, de conocer esta asociación!
Pero los cirujanos de hoy tenemos el deber de evocar su figura cuando
nos enfrentamos con este problema.
Sus relaciones con los cirujanos son numerosas y en general cordiales. El cirujano con quién más se relacionó fue, sin duda, Jean D´Elgart
de quien decía era “cirujano perito, diestrísimo disector y profesor de
anatomía”. Ambos eran asistentes asiduos a la celda de Feijoo y probablemente haya estado presente cuando D´Elgart impartió la célebre lección sobre la anatomía del corazón de un carnero en aquella celda. Pero
además de D´Elgart se relacionó con otros cirujanos de Oviedo y otros
lugares de la provincia que hacían de ejecutores de las técnicas que él
indicaba (sangrías, drenajes de abscesos, etc.). Por ejemplo Pedro
Cecilio Martín (cirujano de Oviedo “hábil, práctico y prudente”),
519
GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA
Relación de Casal con los cirujanos de su entorno
Francisco Antonio Martínez (cirujano de Nava), Antuña (sobrino del
cura de Amandi), Antonio Estébanez (de Piloña) o Esteban Manuel
Caballero (cirujano de Cornellana que fue testigo de su testamento)10.
En su última etapa madrileña conoció y trató a Pedro Virgili, cirujano
militar que había sido fundador y primer director del Real Colegio de
Cádiz y posteriormente del de Barcelona.
También mantuvo Gaspar Casal correspondencia con ilustres cirujanos franceses para recibir asesoramiento. En su Historia Natural y
Médica trascribe una carta de consulta remitida a “los sapientísimos doctores de París” sobre un caso de tumor torácico con adenopatías cervicales;
es muy curiosa la forma de despedirse: “Dispensar si esta carta os desagrada. Pasadlo bien”. También refiere la respuesta a él dirigida firmada por
Molin, Silva, Petit, Morand, Guerin, de Pramond y Astruc exponiéndole su criterio diagnóstico y las medidas terapéuticas a adoptar7.
Finalmente es necesario señalar que su hijo Benito Ignacio, habido
en el segundo matrimonio, alcanzó el grado de bachiller en Medicina
en la Universidad de Siguenza, donde anteriormente estudiara su padre,
y posteriormente solicitó entrar en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz
conservándose un documento que establece el compromiso económico
de su padre para con el Real Colegio11.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Casos clínicos de índole quirúrgica en la obra de Casal
“La Historia Natural y Médica”, amén de la magistral descripción e
interpretación etiológica de la pelagra (“mal de la rosa”) por el que se
hizo mundialmente conocida, constituye toda una enciclopedia médica
del Principado que incluye las condiciones medioambientales, las epidemias habituales en la región y las enfermedades endémicas. Dentro
de estas últimas Casal hace una descripción pormenorizada de la patología característica de Asturias y cada apartado es ilustrado con casos
clínicos reales que describe detalladamente. Entre ellos hay bastantes
casos de índole quirúrgica de los que se recogen los más ilustrativos7,12.
En el capítulo dedicado a las lombrices uno de los casos relatados es
especialmente llamativo: una doncella de dieciocho años es vista por el
520
Cirujanos que se ocuparon de la obra de Casal en tiempos recientes
La obra de nuestro protagonista ha sido tan extensa y tan extraordinariamente reflejada en sus escritos que, además de insignes médicos
españoles que se ocuparon de su estudio, como por ejemplo D.
521
GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA
cirujano Pedro Cecilio Martín por presentar una masa dolorosa y de
contenido fluido en el vacío izquierdo quien hace llamar a Casal para
abrir la masa en su presencia. Ya que no le parecía fuese hernia. Al practicar la incisión aparece líquido maloliente y seis lombrices “teretes”
(redondas) de poco más de un palmo. En los días siguientes aparecen
heces en la herida y la enferma fallece en tres semanas. Parece claro que
se trataba de una hernia lateral (llamada de Spiegel) siendo el hallazgo
de lombrices totalmente circunstancial.
Cuando trata de los cálculos de los riñones describe tres observaciones de las que una es especialmente interesante: un monje benedictino
sufría terribles dolores siendo por él conocido que solían terminar con
las expulsión por la orina de piedras de considerable tamaño. Casal
escribe: “me valí de aceite de almendras dulces, y el jarabe de adormideras
blancas…, despertó con ganas de orinar, y sin trabajo notable arrojó tres piedrecitas casi como garbanzos”.
Otra descripción interesante es la que hace de la evolución de una
herida torácica, sufrida por el capitán D. José de Nava, ya cicatrizada en
la superficie pero que cada cinco o seis meses le producía episodios de
vómica hematopurulenta.
También merece la pena reseñar dos casos vividos por Casal como
son, en primer lugar, el de un rústico de Medinaceli que tragó un huso
de hilar que posteriormente expulsó por un costado; caso que describe
Feijoo, porque mantenía correspondencia con el Dr. Tomás Temprado,
primer médico que lo asistió, y que fue seguido posteriormente por
Casal13. El otro caso es el de un monje de Oviedo que padecía escrófula a la que siguió una orquitis tuberculosa que precisó de cirugía que fue
practicada por Jean D´Elgart a petición de Casal7.
Gregorio Marañón, también cirujanos notables de nuestra época y de
nuestra región publicaron trabajos acerca de Gaspar Casal.
Citando los más destacados debe comenzarse por César Fernández
Ruiz, ginecólogo asturiano con ejercicio en Valladolid y Palencia, que
argumenta la titulación médica de Casal siempre tan discutida.
Fernández Ruiz apoya su argumentación en dos hechos: en primer
lugar las numerosa citas, bien es cierto que no documentales, refiriéndose a Casal como ejerciente de la Medicina antes de graduarse en
Artes; en segundo lugar el requisito por la Universidad de Sigüenza de
demostrar haber seguido cursos previamente en otra Universidad para
graduarse de Bachiller en Artes14. La constatación de un caso que
pudiera ser asimilable, el de D. Gregorio de Lillo del Hierro, que antes
de graduarse de Bachiller en Artes en Siguenza había obtenido la
Licenciatura y el Doctorado en Medicina en la Universidad de Alcalá
podría hacer pensar que Gaspar Casal hizo un periplo similar15.
Otro reputado cirujano asturiano que se ocupó de la obra de Casal
ha sido D. Joaquín García Morán que, además de algunas notas en la
prensa regional, ha publicado artículos y colaborado en una obra más
extensa cuyo autor es el Profesor: D. Pedro Laín Entralgo16.
Por último el Dr. Pego Busto, que ejerció la cirugía torácica en
Oviedo, ha tratado de aclarar el problema de los títulos de Casal sin obtener más resultado que el que permite suponer que sí se había graduado en
Medicina pero sin lograr encontrar documentos que lo acrediten17.
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GASPAR CASAL Y LA CIRUGÍA
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LA HUELLA DE GASPAR CASAL
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524
LA REUMATOLOGÍA EN LA ÉPOCA
DE GASPAR CASAL
Aunque las referencias a dolencias reumáticas de Gaspar Casal en su
libro “Historia Natural y Médica del Principado de Asturias” son genéricas, se puede deducir su amplio conocimiento de las enfermedades
descritas hasta la fecha, como buen conocedor de los clásicos, siguiendo las enseñanzas de Hipócrates y Sydenham, y al citar a otros médicos
de los siglos XVII y XVIII. Estos hechos quedan bien reflejados en el
prólogo del editor: “Documentos prácticos que estudió nuestro Autor,
en las verdaderas Obras del grande Hypocrates, que continuamente
tuvo entre sus manos, y en su juicio….El lector verá en ella la oculatíssima observación, sindéresis, y critica de los Sidenhanes, Eschroekios,
Valentinis, Ramacinis, y Halleres, de nuestros tiempos…” También el
propio Gaspar Casal en su prólogo dice “…sin que me detenga lo
mucho y bueno, que los antiguos, y modernos nos han dexado escrito
en sus apreciables Obras.” Por ello, haremos un breve resumen de los
saberes de la época en cuanto a los padecimientos reumáticos, haciendo un breve repaso de su historia.
Las enfermedades reumáticas han sido reconocidas desde la
Medicina clásica, encontrándose ya el término “reuma” en los escritos
hipocráticos. Los autores antiguos solían utilizar el término gota como
se utiliza la palabra “artritis” en la época actual. El término “reuma” sig-
525
LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS...
ANA WERUAGA REY
JULIÁN RODRÍGUEZ SUÁREZ
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
nifica literalmente fluir. De la fiebre reumática, Hipócrates dijo que se
trataba de un dolor en las articulaciones, de corta duración, aguda sin
ser fatal, que atacaba más a los jóvenes que a los adultos. Galeno (131201 dC), introdujo la expresión de “reumatismo” para designar un dolor
que era causado, según él, por uno de los cuatro “humores cardinales”
que constituían el organismo humano. En el siglo XIII comenzó a utilizarse un término análogo para referirse al flujo del humor gotoso; era
“gutta” (gota, en latín), de donde se derivó la gota (denominando así a
la enfermedad). La asociación entre el “reumatismo” y las enfermedades
articulares fue establecida en el siglo XVII por Guillaume de Baillou
(1558-1616). Por su obra póstuma: “Liber Rheumatismo” (Libro sobre
reumatismo y el dolor de espalda) se le reconoce como uno de los padres
de la reumatología. El concepto de Baillou acerca del reumatismo
seguía siendo el de un humor nocivo (al que buscó diferenciar del catarro) que no se limitaba a los síntomas músculo esqueléticos.
En los Siglos XVII y XVIII sobresalen algunos pioneros que sedimentan la base de la reumatología actual, como William Heberden
(1710-1801) que escribió: “el reumatismo es un nombre común para
muchos dolores y achaques, que aún no tienen denominación propia,
aunque se deben a causas muy diferentes. Además es a menudo difícil
diferenciarlos de algunos que tienen asignado cierto nombre y clase”.
También de esta época son Friedrich Hoffman y Herman Boerhaave,
ambos citados por Gaspar Casal en su obra. Friedrich Hoffman (16601742) aplicó los conceptos de la física teórica a la medicina clínica, considerando que los fenómenos biológicos se perciben como movimientos. Herman Boerhaave (1668-1738), publicó en 1707 su famosa obra
“Institutiones Medicae” y en 1708 “Aphorismi de Cognoscendis et
Curandis Morbis” (“Aforismos sobre el diagnóstico y la curación de las
enfermedades”), que fueron textos canónicos que permanecieron por
décadas como libros de referencia obligada en los estudios médicos.
Dejamos para el final a Thomas Sydenham (1624-1689). La
influencia del programa de Sydenham fue especialmente directa en la
obra de Gaspar Casal. Su estudio de las enfermedades epidémicas
desde un esquema ambientalista y su descripción sobre las afecciones
526
Figura 1. Thomas Sydenham. Tratado sobre la gota.
527
LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS...
endémicas en la región asturiana, dejan notar esta influencia. Sydenham
en su estudio de las diferentes “especies morbosas” incluye la gota (que
él mismo padeció), de la cual realiza una magistral descripción clínica
en el Tractatus de Podagra et Hydrope (1683), considerado un verdadero
clásico de la medicina. Además, Sydenham distingue claramente la
poliartritis aguda que “ataca principalmente a los jóvenes y vigorosos”
de la gota, es decir describe la fiebre reumática en 1685 y además uno
de sus criterios mayores el mal de San Vito o baile de San Vito (corea
de Sydenham en 1686), analiza la fase crónica de la artritis reumatoidea en el siguiente sentido “el paciente puede convertirse en un inválido hasta el día de su muerte y perder por completo el uso de sus miembros mientras que los nudillos de sus dedos se volverán nudosos y protuberantes”. A pesar de esta diferencia entre estas dos entidades el término gota persistió hasta el siglo XVIII como una etiqueta común para
gran cantidad de enfermedades reumáticas.
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Si pasamos ahora a analizar los diferentes escritos de la obra de
Gaspar Casal en relación a los padecimientos reumáticos, debemos
decir que Casal a lo largo de su ejerció profesional buscó con aguda
mirada interpretar las “cosas naturales”, pero acudiendo además a la
ciencia, física y química. Es muy hipocrático al enfrentarse a las enfermedades, que se configuran y estudian según la constitución individual
además del medio, es decir el suelo y el clima. Refiere varias dolencias
endémicas de la región, entre las que se citan afecciones óseas: “son
indisposiciones propias de este País, la sarna, lepra, escorbuto, destilaciones, erisipelas, llagas de piernas, fistulas, concarie de los huesos, cálculos de los riñones, y vejiga….” y hace referencia a los “reumatismos”
sobre todo en los Concejos de Aller, Lena, y Quirós.
Aunque muchos autores destacaban el carácter causal de los factores
atmosféricos, poco a poco se hizo evidente que los procesos morbosos
podían ser consecuencia de la interacción entre el hombre y un medio
ambiente muy complejo. Los médicos se situaron así frente a un problema característico: cómo organizar una masa de información creciente que se podía referir tanto a los factores geofísicos como a las condiciones sociales, económicas y sanitarias de la población. Las observaciones topográficas, ambientales, atmosféricas y del suelo de Asturias de
Gaspar Casal son de gran delicadeza y precisión. Se ocupa de las “situaciones de los pueblos” desde el punto de vista de su salubridad, de las
aguas y de la atmósfera, vientos y clima, y ofrece apuntes muy breves
sobre minerales y vegetales. La exposición está interrumpida por apéndices o reflexiones de gran interés, como los dedicados a la descripción
de las aguas de Fuente Santa de Nava o sus experiencias analíticas de
las aguas mineromedicinales de la Villa de Trillo (Alcarria) y Priorio
(Caldas de Priorio, Asturias), demostrando sus propiedades terapéuticas en 1723. Además, hizo la primera descripción del succino o ámbar,
en Asturias, al cual dedica una parte del libro. Esta topografía médica
del Principado de Asturias es un estudio médico del ambiente de la
región, de acuerdo con las pautas propias del ecologismo hipocrático,
esencial para entender porqué Gaspar Casal es considerado el
Hipócrates español de la época.
528
529
LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS...
Como fue señalado anteriormente, cita diferentes enfermedades
endémicas de la región y él mismo afirma que no encuentra razón para
atribuirlas a una dieta ni a las constituciones de los habitantes de la
región, aunque algunas puedan aumentar epidémicamente en determinados años. Sin embargo, en algunas de sus observaciones comenta la
influencia sobre las mismas de las características ambientales y las costumbres de alimentación de la región. Entre ellas cita los tumores de las
glándulas, la sarna, los achaques nefríticos y otros males endémicos. Es
un hecho bien conocido hasta nuestros días, aunque científicamente
poco probado, la asociación de las dolencias reumáticas con los climas
húmedos, aunque no en origen sí podría ser en agudización de síntomas. ¡Qué bien parece encajar Asturias en este concepto!. Además, él
mismo relata que el clima y la atmósfera asturianos son poco provechosos para la salud. Es ya conocida en la época la relación de ciertos hábitos (alimentación, estilo de vida, etc) con la enfermedad reumática más
reconocida: la gota. Gaspar Casal lo describe muy bien en su obra:
“Pocos labradores padecen gota, ni piedra en esta Provincia; y al contrario muchos ricos, y ociosos: y así bastantes veces he dicho a sus moradores, que está pervertido el método, y orden de la buena dieta; porque
los trabajadores, y Labradores, pasan (como es notorio) sin carnes, pescados, y aún sin pan de trigo, ni gota de vino, reducidos al débil sustento de leche, castañas, habas, algo de manteca de baca, frutas, y otras
legumbres, harina, y pan de maíz; y los que no trabajan, se regalan con
abundantes mantenimientos de pingues carnes, y pescados, a que agregan generosos vinos, mistelas y rosolis, que con el falso pretexto de que
convienen para las digestiones, los usan con bastante frequencia, como
si ellos por si mismos no fuesen mas dificultosos de digerirse, que los
manjares sólidos; y como si no convirtiesen las tenaces fibras de los alimentos, en más duras, rígidas, y compactas, según el sentir de Hoffman,
y otros célebres prácticos.”
La descripción de la gota la hace Casal en el contexto del capítulo
dedicado a los cálculos renales y destaca la relación entre los dolores
artríticos y este “trabajosísimo mal”. Para reafirmar el hecho cita varias
personas que padecían esos males cada año “con expulsión de crecidos
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
cálculos, y acometimiento de acerbos dolores articulares”. Señala ya
muy acertadamente la conexión entre la gota y la piedra nefrítica, destacando que en Asturias se cumple bien este discurso: “Es gotoso, luego
nephritico; pero no es verdadero, se si convierte asi: Es nephritico; luego
gotoso o arthritico”. Para corroborar esta afirmación vuelve a citar a
pacientes nefríticos de los cuales ninguno padecía de gota o artritis.
Como en otras dolencias, una vez más sus aseveraciones son acertadas
y no sólo tenidas por ciertas por tradición secular, sino constatadas en
experiencias propias basadas en hechos observados.
Y qué se puede decir de los remedios para los padecimientos reumáticos? Casal hace referencia en su obra a su amistad con Juan Manuel
Rodríguez de Luna, con el que pudo trabajar y aprender en su estancia
en la villa de Atienza desde 1706 a 1712. Lo define como “el mas excelente Naturalista, Botanico, y Chimico, de cuantos conocí en mi vida”.
Esta particular descripción resulta interesante para poder suponer el
dominio de las diferentes técnicas y conocimientos de la farmacopea de
la época de Gaspar Casal, como se refleja en diferentes apartados de su
obra. Y es por ello que no resulten meramente descriptivos sus escritos
sobre el ámbar, los vegetales, los minerales y las aguas de Asturias.
Hasta nuestros días llega el conocimiento del poder analgésico de los
baños calientes, con propiedades relajantes y descontracturantes, y el
beneficio para la movilidad articular de la inmersión en piscinas.
Cuando describe en su libro las aguas de Priorio, distantes una legua de
Oviedo y hoy conocidas por el Balneario de las Caldas, ya señala las
propiedades beneficiosas de los baños en las mismas: “Para baños no me
parecen malas estas aguas; pues aseguro, que he visto admirables efectos en aquellos sujetos, que han pasado a tomarlos, por achaques procedidos de humores viscosos, y estancados entre las fibras musculares; y
no menos en aquellos, cuyos miembros estaban como paraliticos”.
Entre estos achaques es muy probable que estuviesen incluidas muchas
de las dolencias que se agrupaban bajo el término reumatismos o
pacientes con dolores artríticos. Además de las aguas de Priorio realizó
el análisis de las de Trillo en la Alcarria, que conoció en su estancia en
esta comarca antes de desplazarse a Asturias. También identifica las
530
bondades de dichas aguas: “…habilitan, y fortalecen todos los miembros para sus exercicios, y ponen el cutis suave, y de buen color” y señala que aunque no curaban las enfermedades sí que las aliviaba: “Verdad
es, que todos reconocieron alivio no pequeño, pues salieron con mejor
semblante, más gordos, agiles, robustos, y comedores, que habían entrado”. En sus comentarios sobre esta posibilidad terapéutica hace una
aportación interesante en cuanto a la tardanza del uso de esta última
medicina, como si fuese un remedio que se usaba cuando todos los
demás han fallado: “…porque, hasta que el achaque tiene ya postrada la
naturaleza, y menospreciados todos los subsidios pharmaceuticos, y chirurgicos, no se aconseja al paciente, que se arroje a las aguas”. Aún así
señala que podía ejercer efectos beneficiosos, pero a él le parecía mejor
aplicarlo antes, sin esperar al avance de las enfermedades a las que se
recomendaba “por estar desauciado el enfermo”.
En la historia de la farmacopea en Europa los farmacéuticos y los
médicos conocían las propiedades analgésicas, expectorantes y revitalizantes del ámbar. Se usaba tanto en brazaletes, como en collares, polvos
y aceites. Este hecho se relaciona con el ácido succínico que contiene el
ámbar, con efectos también antioxidantes. El del Mar Báltico, ya conocido en tiempos antiguos y descrito en la ruta del ámbar de Plinio, parece ser el que más contenido en dicho ácido tiene. En ámbitos naturis-
531
LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS...
Figura 2. Balneario de las Caldas de Oviedo
(http://elcomentario.tv/escandalera/blogsfero/balneario-de-las-caldas/06/12/2010/).
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
tas, algunos consideran el brazalete de ámbar como el mejor remedio
para las enfermedades reumáticas. Estas propiedades seguro resultaban
familiares a Gaspar Casal cuando afirma: “son muy apreciadas las minas
de Succino, que llegamos a descubrir en esta montañosa Provincia; no
por la utilidad solo, que de ellas puede seguirse; sí, principalmente, por
haverse averiguado, que cosa es, y donde se engendra aquel ente, de
cuya naturaleza, y origen se escribieron tantas, y tan varias Opiniones,
y Fabulas, quantas, y quales encontramos en los libros de Plinio, y aun
de muchos Autores modernos, de no pequeña estimación, y fama”. Tal
es la importancia que le confiere al hallazgo de estas minas de succino
en Asturias que le dedica una monografía, comentando entre otras
observaciones sus aplicaciones en el ámbito científico.
Uno de los capítulos más importantes en la obtención de remedios
para las diferentes dolencias son sin duda los obtenidos del mundo
vegetal. Son numerosas las plantas, árboles y hierbas que son citados en
la obra de Casal, por lo demás común y descrita en este tipo de clima y
terreno. Pero, no se limita a citarlas como una descripción meramente
botánica sino que señala su aplicación en la medicina: “ y entre las
muchas, hay algunas de aquellas, que se aprecian, y estiman en las
Oficinas Medicas”. En primer lugar cita al abedul (género Bétulas) del
cual se describen, además de propiedades diuréticas propiedades analgésicas en enfermedades reumáticas y que abunda tanto en Asturias.
Acorde al libro de Maimonides sobre plantas medicinalis, libro de gran
estima y predicamento en la época antigua, aunque algunas de las descritas (genciana, zarza, satyrion, polipodios, tusilago, etc) están en dicho
libro, no hay referencia a su indicación para dolencias reumáticas.
Thomas Sydenham, del cual queda patente el conocimiento de su obra
por parte de Gaspar Casal, formuló un láudano -conocido como láudano de Sydenham-, que era un remedio muy utilizado contra el dolor.
Contenía opio y tal como señalaba el propio Sydenham: “de entre todos
los remedios a que Dios Todopoderoso le ha complacido dar al hombre
para aliviar los sufrimientos, no hay ninguno que sea tan universal y tan
eficaz como el opio”. Probablemente el origen de esta afirmación está
en su propio uso para sus dolencias gotosas.
532
Por último cabe señalar sus comentarios sobre dieta y salud que bien
podrían tenerse hoy como ejemplo de referencia a la salud pública: “Si
se hubiese hallado el modo, y determinada proporción, para igualar la
comida, y bebida al numero, y peso de los trabajos, y exercicios, se
habría encontrado, ciertamente, el medio mas seguro, y eficaz para
mantener la salud de los hombres. Es evidente, que por defecto de esta
proporción, andan llenos de males los ricos, y los pobres; aquellos, porque no trabajan según comen, y beben, y estos, porque no beben, ni
comen según trabajan”. Qué bien podríamos aplicar este relato a la ya
citada enfermedad gotosa, enfermedad de los ricos, relacionándola con
la ingesta de ricos manjares, abundantes vinos como era bien conocido
en la época y que padecieron entre otros personajes ilustres, Sydenham
y Boerhaave, que Gaspar Casal cita en su obra.
REFERENCIAS CONSULTADAS
Casal, G.: Historia natural y médica del Principado de Asturias. (Ed.
Facsmil de la edición de 1762) Principado de Asturias, Consejeria de
Educación, Cultura y Deportes, Oviedo, 1988.
Iglesias-Gamarra A, Quintana G, Restrep JF.: Prehistoria, historia y arte
de la Reumatología. Inicios de las palabras reuma, artritis reumatoide, artritis juvenil,gota y espondilitis anquilosante. Rev Colomb Reumatol. 2006.
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López Piñero, JM.: Clínica y patología de la Ilustración. Europa Latina.
España y Portugal. Laín Entralgo P.: Historia Universal de la Medicina,
tomo 5. Ilustración y Romanticismo. Salvat, Barcelona, p 84, 1973.
Dioscorides P.: Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos.
(Traducción A. Laguna). Ed Arte y Bibliofilia. Madrid. 1983.
Albarracín, A.: Gaspar Casal y el concepto moderno de especie morbosa,
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533
LOS PADECIMIENTOS REUMÁTICOS...
Iglesias-Gamarra A, Quintana G, Restrep JF.: Prehistoria, historia y arte
de la Reumatología Gota y espondilitis anquilosante. Rev Colomb
Reumatol. 2006. 13:120-141.
La medicina clínica en el siglo XVIII. Disponible en http://www.fmvuba.org.ar/Portada/Buzzi/La%20medicina%20clicica%20en%20el%20
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LA HUELLA DE GASPAR CASAL
Breve
historia
de
la
reumatología.
Disponible
http//:asoreuma.org/historia.htm. Consulta 10-11-2011.
534
en:
LA TEORÍA HUMORAL
Y ATMOSFÉRICA DE LA SARNA
EN LA OBRA DE GASPAR CASAL.
La sarna es una enfermedad que se conoce desde tiempos antiguos.
Es descrita en un manuscrito árabe por el médico Abu l-Hasan Ahmad
at-Tabarc de Tabaristan (970 dC) que reconoció la presencia del ácaro
en las lesiones y aplicaba pomadas. Aristóteles (384-322 aC), también
conocía el Acarus scabiei, y usó por vez primera la palabra Akari, aunque
este era el nombre dado a un ácaro de la madera. En la obra titulada
Physika escrita en el siglo XII por la santa Hildegarda (1099-1179),
superiora del convento de Rperts-Berg cerca de Bingen, también se
hace referencia a la enfermedad. En el mismo periodo, Avenzoar
(1091-1162), médico árabe español, describe en un manuscrito la probable etiología de la sarna.
En ese periodo la sarna estaba extendida en Europa y su nombre era
distinto en cada país: suren en Alemania, brigant en la Gasconia, siro en
Turín y pellicello en la Toscana y la República de Venecia1. Este último
nombre está registrado en el diccionario de la Accademia della Crusca de
1623 en su segunda edición y lo define como “un ácaro diminuto generado en la piel cubierta con costras, el cual produce un picor agudo”. A
pesar de su conocimiento no se asoció con la sarna, que era atribuida a
un estado humoral: “a jugos melancólicos” (Galeno), “sangre corrupta”
(Avicena) o “fermento picante” (Velamonte), y su contagiosidad, cuan-
535
LA TEORÍA HUMORAL
FERNANDO VÁZQUEZ VALDÉS
EMMA VÁZQUEZ ESPINOSA
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
do se reconocía, era explicada por el efecto de los humores y fermentos
que se evaporaban del cuerpo. Su presencia en la piel de los sarnosos
era, por el contrario, considerado prueba de la corrupción de la carne y
la sangre causada por una alteración interna. Esta noción, corresponde
a la creencia desde los tiempos de Aristóteles de que los piojos se originaban de la carne, las pulgas de la suciedad y las polillas de la lana2. A
principios del siglo XVII, no se discutía por tanto la doctrina de la
generación espontánea. El método empírico fue utilizado en los experimentos de Leonardo (1452-1519) y codificado por Francis Bacon
(1561-1626), pero fue Galileo Galilei quien lo impuso en la segunda
mitad de ese siglo y Francesco Redi (1626-1698) quién lo aplicó a las
ciencias naturales y demostró que las moscas solamente se reproducían
de la carne putrefacta si antes se habían depositado huevos en ella. Redi
era médico del Gran Duque Cósimo III, y vivía en Livorno, donde en
la farmacia de Diacinto Cestoni (1637-1718) acudían hombres de ciencia y letras, entre ellos Redi y un joven médico de la marina llamado
Giovanni Cosimo Bonomo (1663-1696)3.
Bonomo y Cestoni descubrieron la naturaleza parasitaria de la sarna
el 18 de julio de 1687, después de haberlo estudiado desde 16854.
Estudiaron su morfología y fisiología, explicaron su naturaleza contagiosa, sugirieron tratamientos, y finalmente obtuvieron el ácaro y sus
huevos para observarlos al microscopio. De esta forma, Bonomo escribió una carta a Redi describiendo la etiología de la sarna: “Tengo buenas razones para concluir que la aflicción no es más que una mordedura continua y chupado infligido por Bacarelli...”. Giovanni Maria
Lancisi (1654-1720), médico principal del Papa, reconocía la presencia
del ácaro pero lo excluía como única causa de la enfermedad ya que la
sarna tenía un origen humoral que precede la proliferación del ácaro,
para lo cual invocaba las Sagradas Escrituras. Viendo el antecedente de
Galileo y las consecuencias que le podían acarrear, Bonomo no siguió
con la disputa. Algunos autores piensan que Bonomo en realidad utilizaba el seudónimo de Cestoni para evitarse estos problemas5. En 1834,
un joven estudiante llamado Simon François Renucci, había aprendido
a extraer los ácaros de mujeres pobres en Córcega y así probó su exis-
536
537
LA TEORÍA HUMORAL
tencia. Ferdinand Hebra (1816-80) en 1844, publicó su visión sobre el
diagnóstico, etiología y tratamiento de la enfermedad. En 1925,
Alberto Rezzauti encontró la carta de Bonomo en la Fraternitá de Laici
de Arezzo y en la que se establece el descubrimiento de Bonomo y
Cestoni. Las observaciones y los síntomas clínicos expuestos en la obra
de Casal siguen como veremos los saberes médicos de la época y en
muchos aspectos no difieren de lo que se observa en la actualidad, en
una revisión reciente de sarna durante un periodo de 15 años, se encontró como más frecuentes el picor (85%) y pápulas en el 63,3% de los
casos y erupciones en el 46,9%6. Las condiciones de vida se han implicado en la transmisión de la misma como la pobreza o sitios residenciales de ancianos o guerras y también la transmisión sexual7. Se cita que
hay un patrón cíclico de 20-28 años8-10 pero en los 15 años estudiados
no se ha encontrado11. Otro aspecto, que entronca con las teorías
atmosféricas de Casal, es la variación estacional a finales del verano y
principios del otoño12, en otro estudio en el invierno13 o en otoño e
invierno14.Un mayor detalle de la historia de la sarna se puede encontrar en la revisión de Galván Pérez del Pulgar JI (2004)15.
En el diccionario El Tesoro de la Lengua Castellana de Sebastián de
Covarrubias Horozco de 161116 define la sarna “como una especie de lepra, aunque no tan mala como la elefáncica,porque aquella roe no solo el cuero,pero come
la carne”. Previamente Dante en la Divina Comedia y en su canto XXIX, situaba
a los sarnosos junto a los leprosos:
… y así arrasaban las uñas la sarna,
como cuchillo del escaro las escamas
o de otro pez que más grandes las tenga…
Entonces el otro leproso, que me escuchó,
repuso a lo que dije: Excepto Stricca
que supo hacer tan moderados gastos…
Este motivo de los sarnosos en el infierno posteriormente lo continúa Quevedo en el Sueño del Infierno y compone la Sátira a la sarna.
Lope de Vega en el siglo XVI y por tanto anterior a Casal, cita entre
otras enfermedades de la piel a la sarna y la creencia de que era similar
a la lepra, si bien se sabía la influencia de la limpieza en su curación y
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
propagación (Obra: Dios hace reyes, acto 2º). Era enfermedad (La cortesía de España acto 3º) propia de estudiantes (El asalto de Mastrique acto
1º), pajes (Por la puente, Juana acto 3º) y niños (La niña de plata acto 3º),
“aunque ninguno se escapa de tenerlas” (La niña de plata, acto 3º). Tan
cierto era esto, que el infeliz campesino que piensa en la vida del rey en
su palacio, ingenuamente preguntará (La porfía hasta el temor acto 2º):
“¿Estará
en su aposento baldío
el Rey, como yo en el mío?
Guzmán, ¿si se rascará?
-¡Notable imaginación!
Según mueven a respeto,
pienso que tiene buleto
contra toda comezón”
Es, la comezón lo más característico de esta afección (El abanillo,
acto 1º), y por consiguiente, el rascarse la reacción del enfermo (La discreta venganza, acto 3º), aunque con él aumente más todavía el picor
(Los muertos vivos, acto 3º). Comienza por las muñecas (Guerras de amor
y honor, acto 2º), pero como dice Lope de Vega (El gran duque de
Moscovia, acto 2º):
“...cabras, sarna y mujeres
son golosinas andariegas.
Todo el monte anda la cabra,
y la sarna un cuerpo todo”
Incluso nos ha legado un atisbo de descripción anatomopatológica
de la lesión cutánea que produce la sarna (La Dorotea, acto 4º): “...porque como la sarna tiene granos, así el trigo...”. De su contagiosidad da
testimonio en múltiples ocasiones (El truhán del cielo y loco santo, acto
2º), y en cuanto al tratamiento habla de las friegas (El hombre de bien,
acto 3º), el uso de guantes (Amar sin saber a quién, acto 2º) y hace mención a determinados papeles o “recetilla” para la sarna (El amante agradecido, acto 1º). Pero la picaresca, por el contrario, sabía de ungüentos
con los que acrecentar el mal para el ingreso en los hospitales (El bobo
del colegio, acto 2º) o para calmarla como el ungüento egipciaco (La vic-
538
539
LA TEORÍA HUMORAL
toria de la honra, acto 2º). Sabe también de la hospitalaria Orden de San
Juan de Dios que dedica sus cuidados a los enfermos contagiosos y que
son enfermedades que se pegan17:
“….sarna, sarampión,
tiña, lepra, lamparones,
peste, tabardillo y los
demás achaques que curan
los hermanitos de Antón
Martín…”
(Enmendar un daño a otro, acto 3º)
Es llamativa la precisión de la sintomatología de la sarna expuesta en
la obra de Lope de Vega que contrasta con otras obras médicas y da una
idea del conocimiento popular que había de la enfermedad.
El nacimiento de Gaspar Casal en 1680 y su estancia durante su
niñez en Utrilla, coincide prácticamente con el descubrimiento del
ácaro de la sarna y las creencias del origen de esta enfermedad le acompañan en su periplo por Asturias. Casal trabaja primero en 1720 como
médico al servicio del Ayuntamiento de Oviedo y luego del Cabildo de
la Catedral. Su fama se extendió pronto, se hizo cargo de la dirección
de varios de los pequeños hospitales del Oviedo de entonces, que tenía
unos 6.000 habitantes (hospitales de Santiago, San Juan y Santa María
de los Remedios, actualmente desaparecidos)18. La remuneración de los
médicos del Municipio en aquella época era de aproximadamente unos
600 reales19.
En Oviedo cultivó la amistad de Fray Benito Jerónimo Feijoo, quien
se encontraba entonces en la cumbre de su prestigio e influencia. Durante
las veladas en la celda del benedictino, Casal pudo conocer publicaciones
nuevas, intercambiar ideas y planificar experiencias 20. Feijoo se refiere a
Casal como “sabio y digno médico al presente del Ilmo. Cabildo de
Oviedo”21; “hombre de mucha experiencia y observación”22.
Feijoo describe la sarna en estos términos: “y que un médico inglés
Mons Mead es de la opinión que está producida por unos gusanillos o
menudos Insectos cuya figura es muy parecida a la de la Tortuga y que por
permanecer vivos 2 o 3 días separados del cuerpo es fácil adquirir esta dolen-
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
cia al establecer contacto con la ropa o guantes del enfermo”23. En otro lugar
nos habla del ácaro o arador al que considera como el más pequeño animal visible a simple vista pero siguiendo la doctrina de su tiempo no lo
relaciona con la sarna24.
Recoge finalmente un refrán25 - “agua fría sarna cría, agua roxa sarna
escossa”- que viene a afirmar que la sarna alivia con vino aunque “no sédice –que aprueben esta receta los Médicos”26.
Es pura especulación la relación que pudo haber en esta materia
entre los dos hombres y la disponibilidad por parte de Casal de libros e
información sobre el asunto, aunque Feijoo como hemos comprobado
sigue la norma imperante de la época de no relacionar al ácaro directamente con la enfermedad y por lo tanto mantener la teoría humoral de
la misma. El contexto en el que se mueve Casal es el saber antiguo y
hace referencia, muchas veces para rebatirlos, sobre todo a Hipócrates y
los médicos que en el siglo XVI divulgaron los tratados hipocráticos, y
el saber griego y arábigo, Louis Duret, Juan Marinelli y Jean Fernel.
También a Celso y a Plinio (siglo I), cuya Historia Natural fue traducida al castellano a comienzos del siglo XVII, a Galeno y a su contemporáneo Marciano (siglo II), que comentó las obras de Hipócrates. 27
En el Capítulo X De las enfermedades endémicas de el mismo país, dice
Casal: “Son indifpoficiones propias efte País, la farna, la lepra, fcorbuto…” y “De cualquiera de las referidas enfermedades hay regularmente
tanto número, que no hallo razón para atribuirlas a la dieta en particular de los que las padecen; así ni tampoco a las constituciones de aquel,
o el otro año: y afí las llamo vernáculas familiares, o endémicas de
Afturias. Con todo ello, no puedo negar, que algún año fuele afligir más
univerfalmente, que folía alguno de los referidos achaques vernáculos:
antes teftifico, haver vifto no pocas veces farna endémico-epidémica…28”. El origen humoral de la enfermedad se describe más adelante:
“La copia grande de humores fuvercaneos, fuperfluos, reluce y fe
demuestra en la abundante farna, lepra...”.29
En el Capítulo XI De las Enfermedades Endémicas de efta región, en
particular y primeramente de la Farna, dice nuevamente Casal refiriéndose a la sarna el ser una variedad de lepra: “Porque tengo ánimo de
540
541
LA TEORÍA HUMORAL
efcribir, en idioma Latino, una breve, pero verdadera Hiftoria de las
efpecies de lepra, que he vifto en efte país de Afturias, y de el achaque
que llaman Mal de la rosa, y porque en algunas propiedades fe afimila,
la fárna à eftos achaques, efcribiré, al principio de dicha pequeña
Hiftoria, quanto por repetidas experiencias pude averiguar de ella; lo
qual podrá allí vèr el que guftàre30”. Y establece la relación de los “achaques endémicos” y la “temperie de la atmofphera de efta Provincia”.31
En la obra de Casal, el cuarto texto, titulado Historia affectionum
quarundam regionis hujus familiarum, se ocupa de las enfermedades que
consideraba más propiamente «endémicas» de Asturias: la sarna, la
lepra, el «mal de la rosa» y el «asma seco hidropiforme de los pulmones». Es la
parte más importante y conocida de su obra, principalmente porque
contiene la primera descripción nosográfica del «mal de la rosa» o pelagra 32. Las descripciones de la sarna que realiza Casal en realidad corresponden a un conjunto de enfermedades de la piel que van desde el prurigo de Herva, eczemas pústulo-crústaceos, pénfigos, tiñas del cuero
cabelludo o costras lácteas de los recién nacidos por lo que es difícil
separarlas como entidades nosológicas diferentes:
En los infantes la sarna ataca principalmente a la cabeza, donde les
atormenta de un modo terrible, formándose deformes postillas y costras…33
Hay, con efecto, en esta región mujeres (ignoro la causa), que tienen
siempre la parte posterior de la cabeza cubierta de asquerosas postillas
que destilan un pus sanguinolento y fétido…34
He visto un estudiante joven y sano a quien en una sola noche le nacieron en los pies, desde el calcañar a las extremidades de los dedos más de
cien granos de sarna del tamaño de garbanzos. 35
..aquellas fiebres escorbútico-escabiosas…36
También Casal se refiere a la sarna después de las fiebres tercianas y
cuartanas: “Del tránsito de las tercianas y cuartanas a la sarna tengo
también una larga experiencia, no sólo respecto de los indígenas, sino
también de los forasteros... creí que era cierta la sentencia de Ballonio,
que dice: La cuartana degenera en reumatismo, sarna y asquerosas úlceras37”. Asimismo diferencia claramente la sarna del tabardillo: “Muchas
LA HUELLA DE GASPAR CASAL
veces las enfermedades que se juzgan de sarna, no son otra cosa que las
fiebres llamadas linfáticas, como también las continuas periódicas o
accesionales; y en suma, todas aquellas que vulgarmente se conocen con
el nombre de tabardillo”.38
En la lista de tratamientos que incluye para esta enfermedad y otras
que aparecían en esa época cita: “… más con el mercurio oscuro, o el
mineral etiópico (negro), fabricado sin fuego, que diariamente por
mañana y tarde tomaba en forma de píldoras con una panacea mercurial, volvió la sarna; y hoy 14 de agosto, le he visto completamente sano,
fuera de la sarna…”.39 Como decíamos al referirnos a Lope de Vega, el
ungüento egipciaco era utilizado en esa época para diversas afecciones
cutáneas y ya se citaba en el siglo XVI en obras farmacológicas como La
Concòrdia dels Apotecaris de Barcelona de 151140 con una composición de
Flos eris (CuO), miel y vinagre. Sin embargo sigue a Hipócrates en que
hay que ayudar a la naturaleza y no entorpecer su potencia medicatriz y
la terapéutica es expectante y su creencia que muchas erupciones, como
la sarna, «al salir hacia fuera y mostrarse como remate de ciertas enfermedades, son el final de la discrasia».41
Más adelante en su obra, Casal, se centra en lo que parece más concretamente la sarna como la entidad nosológica que conocemos actualmente:
“Después de los doce años de edad la mayor parte de la sarna nace en
los muslos, en las piernas, en las manos y en los brazos, y al mismo
tiempo se cubre el vientre de un sinnúmero de granos y postillas. En
las manos suele ser tanta la erupción de granos que después se rompen
y supuran poco a poco la materia, se forma una costra que, a modo de
guante, las cubre todas…”.42
“Los granos de la sarna, según las varias disposiciones de los enfermos,
pueden ser pequeños o grandes, causar dolor o no causarle, y ocasionar
más o menos comezón; y algunas veces suelen originar una inflamación tal, que todo el miembro invadido está cubierto de extensa erisipela; lo cual se observa especialmente en las piernas”.43
Casal se vuelve a referir a las condiciones atmosféricas como condicionantes de los efectos que provocan en las enfermedades: “Los cambios
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LA TEORÍA HUMORAL
de tiempo producen también notables efectos en los sarnosos; pues en tiempos
húmedos y nebulosos, la comezón es insufrible; cuando corre el ábrego, se ahogan de calor; con el frío se hielan y espeluznan; pero en tiempo sereno, se
hallan tranquilos, o por lo menos no suelen padecer tanto. También la sarna
varía con fuerza y eficacia en las distintas partes del día: por la mañana
molesta poco; al medio día apenas se siente; peor por la tarde y hasta media
noche es insufrible”.44
Estas teorías, que la moderna historiografía de la medicina agrupa
bajo el concepto de constituciones epidémicas, son constantes en la obra
de Casal y debe ser vista desde esa perspectiva: la nueva atención que
los médicos prestan al entorno físico, que preludia las topografías médicas de la centuria siguiente. La importancia que concede a los accidentes atmosféricos es especialmente relevante en otras enfermedades
como las respiratorias, por ejemplo en la tuberculosis: observando la
acumulación de defunciones en los meses de marzo y abril, anticipándose a las teorías de los flaqueos primaverales de la inmunidad en los
tísicos y sus consecuencias…y señala cómo «en los lugares húmedos se originan animales en extremo pequeños, que no se alcanzan a percibir con los
ojos, y que con el aire que respiramos entran en el cuerpo y causan grandes
enfermedades».45
Como complicaciones de la sarna cita la infección estafilocócica: “A
los que padecen de sarna suelen sobrevenirles forúnculos y otros tumores de la especie de flegmones…Por todo esto conocí que era cierto el
aforismo de Baglivo, que dice: “El panadizo es la señal de la comezón
de la piel y de próxima sarna”.46 Casal aquí se refiere al italiano Giorgio
Baglivio (1668-1707), que
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