EL MARCO DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO: UNIDAD Y

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KOBIE (Serie Anejos). Bilbao
Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia
N.° 8 pp. 11 a 28, año 2004.
ISSN 0214-7971
EL MARCO DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO: UNIDAD
Y DIVERSIDAD DE LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS
The Background Environment to Palaeolithic Population: Unity and Diversity
in Cantabrian Spain
Juan Carlos García Codron (k)
RESUMEN
Se presenta el marco geográfico del poblamiento paleolítico, considerando la región cantábrica corno una
unidad de análisis coherente, claramente diferenciada del resto de territorios peninsulares circundantes, pero no
carente de una diversidad de paisajes motivada por factores climáticos y geomorfológicos, entre otros. Se hace
especial hincapié en las condiciones ambientales cambiantes del Pleistoceno y del Holoceno, que motivaron
transformaciones importantes del medio físico y, en consecuencia, de los espacios ocupados por los grupos
paleolíticos y de los recursos naturales explotados por éstos.
Palabras clave: Región Cantábrica, Pleistoceno, Holoceno, Biodiversidad.
ABSTRACT
This paper considers the geographical environment of Palaeolithic populations, taking Cantabrian Spain as
a coherent unit of analysis, clearly differentiated from surrounding areas, but not lacking in diversity in its landscapes, as a result of climatic and geomorphological factors, among others. Special attention is given to the
changing environmental conditions in the Pleistocene and Holocene, which caused important changes in the
physical environment, and consequently, in the areas occupied by Palaeolithic groups and the natural resources
they exploited.
Key words: Cantabrian Spain, Pleistocene, Holocene, Biodiversity.
LABURPENA
Populatze paleolitikoaren eremu geografikoa aurkezten da. Kantauri aldeko eskualdea ikerketa unitate koherentetzat hartzen da, Penintsulako inguruko beste lurraldeetatik argi berezituta, faktore klimatiko eta geomorfologikoek, besteren artean, eragindako paisaia anitzak ere badituena. Pleistozeno eta Holozenoko ingurumen baldintza aldakorrak azpimarratzen dira bereziki. Baldintza horiek aldaketa garrantzitsuak eragin zituzten ingurune
fisikoan eta, hartara, Paleolitoko taldeek okupatutako gunetan eta ustiatzen zituzten baliabide naturaletan ere.
Gako-hitzak: Kantauri aldeko eskualdea, Pleistozenoa, Holozenoa, Biodibertsitatea.
(T) Universidad de Cantabria
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JUAN CARLOS GARCÍA CODRON
1. LA ORIGINALIDAD DE LA REGIÓN
CANTÁBRICA EN EL CONTEXTO
PENINSULAR
Por la originalidad de sus rasgos físicos y por la
personalidad de los paisajes resultantes de su combinación, la Región Cantábrica constituye en la actualidad una unidad claramente diferenciada del resto de
los territorios peninsulares.
Su singularidad se debe, ante todo, a la disposición de la Cordillera Cantábrica que, por su altura y
continuidad, se opone al paso de las masas de aire de
procedencia oceánica y determina un clima húmedo,
lluvioso y atemperado. Este, a su vez, resulta favorable a la edafogénesis y al desarrollo de la vida haciendo posible una densa y variada cubierta vegetal
dominada por el bosque oceánico planocaducifolio.
De hecho, el apelativo de "España Verde" mediante
el que frecuentemente se designa al Noroeste Peninsular (Región Cantábrica más Galicia) expresa de
forma inequívoca cuál es el principal rasgo diferenciador de sus paisajes.
Por otra parte, la cercanía de la cordillera al mar
explica la existencia de fuertes desniveles y, con ellos,
la eficacia de los principales procesos de modelado.
En este contexto los ríos, que presentan un comportamiento marcadamente torrencial, han sido capaces de
excavar profundos valles en los que alternan tramos
anchos y de formas suaves cada vez que aparecen litologías deleznables o, por el contrario, estrechas y
umbrías hoces allí donde el roquedo dominante opone una resistencia más eficaz frente a la erosión.
Lo anterior ha conferido al relieve una disposición en forma de peine: la cordillera presenta una
gran alineación principal que coincide con la divisoria cantábrica y en la que se sitúan muchas de las
principales cumbres, aunque no todas, y una sucesión
de cordales montañosos perpendiculares a ella, que
se prolongan prácticamente hasta la costa y que aparecen separados entre sí por otros tantos valles más o
menos paralelos de dirección S-N.
Esta disposición general presenta variantes locales, determinadas por la estructura geológica, que
permiten la existencia de depresiones o de valles con
orientaciones O-E o NO-SE (Centro de Asturias, Vizcaya). Sin embargo, en lo esencial, se repite en toda
la vertiente Norte de la Cordillera Cantábrica y sirve
para explicar la gran compartimentación del territorio
y el mapa de localización tanto de los hechos humanos actuales (asentamientos, corredores de comunicación...) como de muchos de los caracteres físicos
del área (clima, distribución de especies, etc.).
La combinación de todos estos factores determina
los rasgos de identidad a la vez que la relativa uniformidad de los paisajes de la región y permite considerar a la cantábrica como una unidad de análisis y de
interpretación perfectamente coherente. A ello contribuye además el hecho de que al ser consecuencia
directa de factores físicos netamente delimitados,
como son la divisoria cantábrica y la costa, los espacios cantábricos presenten límites muy bien definidos
desde el punto de vista natural. Sólo hacia el E (Montaña Navarra) y hacia el Oeste (Litoral Lucense) la
transición a las regiones vecinas es más gradual y
carece de soluciones netas de continuidad lo que, por
razones prácticas, lleva habitualmente a utilizar
como límite la demarcación administrativa de las
Comunidades Autónomas.
A la escala temporal que nos ocupa dichos factores determinantes pueden considerarse como invariables. Ello permite presuponer que a lo largo del Pleistoceno Superior y Holoceno debieron jugar de forma
similar a como lo hacen hoy y que la región debía
aparecer tan claramente diferenciada de las vecinas
como en la actualidad.
2. LOS FACTORES DE DIVERSIDAD DENTRO
DE LA REGIÓN CANTÁBRICA
Pese a todo lo dicho hasta ahora es evidente que,
a nivel de detalle, los ambientes de la Región Cantábrica presentan una cierta diversidad espacial y que
sus paisajes han experimentado una evolución notable a lo largo de la historia siendo los actuales muy
distintos de los que hubo hace algunas decenas de
miles de años.
Los factores de diversidad interna más importantes son climáticos y geomorfológicos en relación,
sobre todo, con la distancia al mar y el relieve.
Ambos tienen carácter general y afectan de manera
comparable a toda la región generando notables contrastes ambientales entre las áreas costeras y las del
interior.
El océano ejerce una fuerte influencia sobre el clima: aporta humedad a las masas de aire, favorece la
existencia de vientos en niveles bajos y reduce las
amplitudes térmicas tanto estacionales como diurnas.
Además, en la costa europea, el océano aporta una
gran cantidad de calor a través de las corrientes permitiendo que la región disfrute en la actualidad de
temperaturas que superan en una decena de grados
los valores correspondientes a su latitud. Estas circunstancias, que permiten definir el clima oceánico,
son claramente perceptibles en el litoral pero se
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EL MARCO DEL POBLAIvIIENTO PALEOLÍTICO: UNIDAD Y DIVERSIDAD DE LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS
degradan muy rápidamente hacia el interior bastando
algunas decenas de kilómetros para que se produzca
una acentuación de las temperaturas extremas, sobre
todo de las mínimas, y una sensible reducción de la
humedad.
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en el occidente (Alto Narcea) y tienden a envolver a
los más recientes, carboníferos, en el oriente.
Por otra parte, el incremento de la altitud asociado a la montaña conlleva un descenso de las temperaturas de acuerdo con un gradiente vertical que supera
medio grado por cada 100 metros de desnivel y que,
en la Cordillera Cantábrica, supone diferencias de 10
a 15°C entre los valores medios registrados en la costa y los de las principales cumbres.
Además, el ascenso que se ven obligadas a hacer
las masas de aire para poder superar el relieve favorece la condensación de la humedad e incrementa los
volúmenes de precipitación en las áreas altas y vertientes orientadas hacia el océano. Muy variable
dependiendo de diversos factores, este incremento
puede aproximarse a los 100 mm por cada 100 metros
de altura en algunos macizos particularmente expuestos y que se sitúan por ello entre los más lluviosos de
la Península Ibérica (Este de Guipúzcoa, Montes de
Pas, etc). A la inversa, y por la misma razón, las vertientes situadas a sotavento de las principales alineaciones así como los principales valles reciben totales
pluviométricos mucho más reducidos y disfrutan a
veces de microclimas soleados y particularmente
benignos (Liébana, en particular, pero también, en
menor medida, Narcea, Caudal, Cabuérniga, bajo
Nansa u otros).
Figura I. El eje de la Cordillera Cantábrica presenta una orientación
E-O paralela a la costa que determina una disposición similar de las
grandes franjas climáticas y de vegetación. Esta orientación dominante de los principales caracteres del medio físico y la permeabilidad de
la franja costera (en contraste con el obstáculo que supone la divisoria
cantábrica) contribuyen a convertir la Región Cantábrica en un corredor natural y humano muy bien definido. En la imagen, vista aérea de
un sector del occidente de Asturias. Fotografía del autor.
Los roquedos dominantes son los silíceos afectados por diversos grados de metamorfismo, principalmente grauwackas, pizarras, areniscas y cuarcitas.
Sin embargo, los afloramientos de litologías carbonatadas ocupan extensiones muy significativas y llegan
incluso a ser los dominantes en el tramo central de la
cordillera (calizas de montaña, de edad carbonífera).
La diversidad introducida por lo que se han denominado "factores geomorfológicos", es decir, por la
disposición y características del relieve y por las formas de detalle del modelado, tiene su origen en la
geología de la Cordillera. De hecho, pese a su continuidad fisiográfica, la Cantábrica es una cordillera
que presenta una considerable complejidad morfoestructural y que consta de dos sectores claramente
diferenciados.
La rápida alternancia de materiales de comportamiento desigual y la presencia de importantes fracturas y cabalgamientos ha facilitado la acción de diversos procesos de erosión diferencial que han modelado un relieve abrupto y de fuertes desniveles. Tributarios de la alternancia litológica y de las grandes
líneas tectónicas, los valles son estrechos y de orientación S-N en el área más occidental que se torna SONE en la oriental.
El sector occidental de la cordillera, o "Macizo
Asturiano" (Fig. 1), incluye el territorio comprendido
entre el límite con Galicia y el macizo cántabro de
Peña Labra-Tres Mares. Presenta un relieve labrado
sobre el zócalo y el afloramiento de materiales muy
diversos. La tectónica de este sector es herciniana
aunque el relieve resultante experimentó un rejuvenecimiento alpino tras un prolongado periodo intermedio de desmantelamiento. Resultado de lo anterior es
un conjunto de notable complejidad aunque, en
esquema, las principales estructuras se disponen formando una gran "U" abierta hacia el Este en la que
los materiales más antiguos, precámbricos, se sitúan
Única excepción a todo lo anterior es una zona
situada entre la Fosa de Oviedo y el litoral, en el centro de Asturias, en la que aparecen depósitos mesozoicos y cuyo relieve presenta una disposición menos
clara y formas más suaves.
El sector oriental de la Cordillera Cantábrica, a
veces considerado como una simple prolongación
estructural del Pirineo o corno un área de transición
entre ambas cordilleras, se extiende por la mayor parte de Cantabria y del País Vasco. En él, el zócalo
desaparece bajo una espesa cobertera sedimentaria
meso-cenozoica afectada por pliegues de gran radio y
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JUAN CARLOS GARCÍA CODRON
fracturas orientados principalmente de NO a SE o
ONO-ESE. Las litologías dominantes son, sucesivamente y de Oeste a Este, areniscas y conglomerados,
calizas y materiales terrígenos de tipo flysch. Sólo en
el extremo oriental de Guipúzcoa reaparecen los
materiales de edad paleozoica junto a rocas granitoides del zócalo anunciando la transiciôn hacia los Pirineos.
En este contexto, el relieve resultante resulta muy
dependiente de la litología. De altitudes modestas,
más discontinuo y, en general, más suave que en el
Macizo Asturiano, presenta no obstante una notable
energía en las áreas de caliza urgoniana. Pese a ello,
la divisoria cantábrica va perdiendo inexorablemente
altitud y complejidad hacia el Este hasta el punto de
quedar reducida a un gran escalón vertical entre las
comarcas del Alto Ebro y la fachada cantábrica en lo
que, de forma expresiva, suele recibir la denominación de "Umbral Vasco".
El efecto de estos factores interrelacionados, relieve, orientación, proximidad al mar, clima... debió ser
a lo largo de todo el Cuaternario del mismo tipo que
en la actualidad ya que los mecanismos que los determinan no han variado significativamente. Sin embargo, no se puede descartar que durante las épocas más
frias su incidencia ambiental fuera relativamente
mayor que hoy, al menos en las zonas de montaña, ya
que, en tales momentos, pequeñas diferencias topográficas o en los valores climáticos pudieron tener un
importante efecto en la innivación o bastar para
alcanzar situaciones límite para muchas especies.
tenida en la cartografía batimétrica, si bien en el occidente de Asturias y frente a Gijón y al estuario del
Nervión el desplazamiento de la línea de costa pudo
alcanzar 10 a 12 km, en el resto del Cantábrico el
retroceso no fue tan importante reduciéndose a menos
de 5 km frente al Cabo Matxitxako o entre Llanes y
la desembocadura del Deva. Pese a ello, debió resultar muy importante ya que implicó un ensanchamiento de la franja en la que se registraban condiciones
más favorables para el poblamiento humano compensando en parte el deterioro producido en las zonas
más altas (Fig. 2).
En toda la franja emergida predominaba un relieve suave y sin grandes accidentes topográficos como
corresponde a un territorio recién afectado por la
acción marina. Sin embargo, el descenso del nivel de
base oceánico obligó a los ríos a adaptar su perfil de
equilibrio incrementando su capacidad de incisión y
permitiéndoles excavar prácticamente hasta su
desembocadura valles en "V" y sin relleno aluvial
muy por debajo del nivel de las vegas actuales. En
estas condiciones, es probable que los fondos de valle
resultaran menos acogedores que en la actualidad y
desempeñaran un papel menos importante en relación
con el poblamiento y con las comunicaciones. Sin
embargo, la suavidad y permeabilidad del relieve de
toda La Marina junto al aumento de su superficie
debieron reforzar su papel de corredor natural EsteOeste tanto para las personas como para el resto de
los seres vivos.
3. LAS UNIDADES AMBIENTALES Y DE
PAISAJE DURANTE EL PLEISTOCENO
Tal como ocurre en la actualidad, las grandes unidades ambientales en las que se desenvolvieron los
grupos humanos de la Prehistoria estaban definidas
por el relieve. Sin embargo, los cambios climáticos
cuaternarios introdujeron importantes cambios en la
línea de costa, en la vegetación y, en general, en las
condiciones de habitabilidad y de disponibilidad de
recursos naturales.
3.1. La Marina
Durante las fases más frías la comarca litoral se
vio ampliada como consecuencia del descenso del
nivel marino y del consiguiente retroceso de la línea
de costa. Tal retroceso fue muy modesto si se compara con el de otras regiones europeas ya que el Cantábrico carece prácticamente de plataforma continental.
De este modo, y de acuerdo con la información con-
Figura 2. Trazado hipotético del Estuario del Asón hacia 20.000 BR Las
superficies representadas en tonos grises corresponden a cotas situadas
por debajo del nivel actual del mar y están hoy recubiertas por sedimentos o sumergidas por el océano. Son también las áreas que, por la suavidad de su relieve y baja altitud, debían albergar los mejores bosques y
ofrecer ambientes más favorables para el desenvolvimiento de los grupos humanos. Fuente: Modelo Digital elaborado por Lorena Campo
Moreno a part ir de la base topográfica del 1VMTN 1:25.000 (edición digital) y de datos inéditos del autor.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL MARCO DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO: UNIDAD Y DIVERSIDAD DE LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS
Aunque se carece de información suficiente para
calcular los valores alcanzados a lo largo de los sucesivos ciclos glaciares y los sobresaltos producidos
durante los interestadios son poco conocidos todavía
(Adams et al. 1999), no hay duda de que durante la
mayor parte del tiempo el clima debió ser considerablemente más frío que el actual y que, en términos
relativos, la fachada atlántica europea se vio mucho
más afectada por los cambios climáticos que la mayor
parte de las regiones situadas a su misma latitud en el
resto del mundo.
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Pero además, los cambios en la circulación atmosférica, la superficie ocupada por hielo y la continua
llegada de enormes volúmenes de agua dulce, menos
densa que la salada, procedentes de la fusión de los
glaciares alteró el sistema de corrientes y supuso el
debilitamiento de la Corriente del Golfo y la virtual
desaparición de la Deriva Noratlántica que, en el Mar
Cantábrico, fue probablemente sustituida por una
corriente fría procedente del norte (Keffer et cil. 1988;
Uriarte 2003). En tales condiciones, el océano dejó de
ejercer el benéfico efecto atemperante habitual en
épocas cálidas para convertirse en un factor de enfriamiento.
Figura 3. Representación del Ártico y del Atlántico Norte durante el
momento de máxima expansión de los glaciares en el Hemisferio Norte (18.000 BP aproximadamente) con indicación de las temperaturas
de la superficie marina. Las plataformas continentales emergidas y las
áreas de banquisa, de comportamiento "continental" se representan en
gris claro (Jussaume 1999).
Ello es así porque a las consecuencias del enfriamiento global se sumaron en la región las de dos
hechos complementarios: la menor oceanidad del clima y la desaparición de la Deriva Noratlántica. Los
inlandsis y extensas banquisas que recubrieron gran
parte de Europa y del Atlántico Norte generaban
masas de aire de tipo continental, seco y muy frío,
que, dados los patrones de la circulación atmosférica
del momento, debían alcanzar muy frecuentemente el
Norte Peninsular generando continuas olas de frío. A
eso hay que añadir que la coincidencia en el tiempo
de esas grandes masas de hielo y de la emersión de
grandes extensiones en el Atlántico supuso una disminución de la superficie de mar abierto recorrida por
los vientos que llegaban al Cantábrico (Fig. 3).
Ambos hechos confirieron al clima un carácter más
continental o, si se prefiere, menos oceánico y, por
tanto, sujeto a temperaturas más extremas.
Figura 4. Las temperaturas imperantes a lo largo del último ciclo glacial permitieron la prevalencia de procesos morfogenéticos asociados
a climas fríos en la totalidad del territorio regional. En la imagen pueden observarse las acumulaciones periglaciares de la playa de La
Franca (Asturias) que demuestran la crudeza que presentó el clima
incluso a proximidad del litoral. Los niveles oscuros que aparecen
intercalados en el depósito podrían ilustrar etapas de mayor bonanza
con presencia de edafogénesis. Fotografía del autor.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantâbrica
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JUAN CARLOS GARCÍA CODRON
Es difícil valorar las consecuencias de la coincidencia de todos los hechos anteriores y de sus posibles retroalimentaciones. Sin embargo, las estimaciones disponibles permiten pensar que el descenso de
las temperaturas medias sobre el océano pudo superar
en esta zona del Atlántico los 10°C hacia 18.000 BP
(CLIMAP, s.f.). Es probable que en la fachada oceánica de la Península los valores no descendieran
mucho menos siendo más acusado el enfriamiento en
el caso de las mínimas, tanto medias corno extremas,
que en el de las máximas. En estas circunstancias, las
heladas debieron ser posibles durante todo el año al
nivel del mar, siendo frecuentes durante el invierno
olas de frío muy intenso (Fig. 4). Sin embargo, el elevado ángulo de incidencia de la radiación solar permitió que los veranos se mantuvieran tibios, alcanzándose probablemente en el litoral temperaturas
medias comprendidas entre 10 y 15°C.
Por otra parte, es verosímil que el viento Sur fuera muy recurrente en la región gracias al desplazamiento latitudinal de la trayectoria de las borrascas y
vientos atlánticos. Además, el descenso del nivel
marino implicó una mayor altura relativa de la Divisoria Cantábrica y, con ella, una mayor intensidad del
"efecto föhn". De ahí que en aquellas áreas en las que
dicho viento produce hoy sus conocidos efectos, el
litoral y los tramos inferiores de los valles del Cantábrico Oriental principalmente (Rasilla 1999), esta circunstancia pudo contrarrestar en parte la adversidad
climática generando buenas temperaturas y ambiente
seco y soleado durante muchos días al año.
La información paleobotánica disponible es muy
limitada hasta el tardiglaciar y plantea dudas importantes, pero dada la prevalencia de las condiciones
descritas y el tipo de fauna presente en los yacimientos, La Marina debió albergar una cubierta forestal
relativamente rica. El bosque dominante estaba probablemente presidido por especies caducifolias
mesotérmicas o tolerantes al frío, aunque es posible
que en algunos lugares diera paso a las coníferas originando masas mixtas robledal-abedular-pinar con,
entre otros, Cotylus, Salix y Abuts comparables a las
que hoy ocupan varias regiones del Báltico y sur de
Escandinavia en las que, por otra parte, existen condiciones climáticas que pueden evocar las que conoció el Cantábrico en los momentos más fríos del
Pleistoceno reciente (Fig. 5).
El papel desempeñado por la región litoral cantábrica como área refugio durante los periodos fríos no
está suficientemente resuelto (Blanco et al. 1997).
Sin embargo, un buen número de táxones termótil.os
o esclerófilos de tipo mediterráneo (Fcrgus, Castanecr,
Quer"ci. s ilex, Arbutus tinedo, Laur-us nobilis, Philly-
rea Iatifolia, Prunus lusitaniccr, etc) debieron subsistir acantonados en los enclaves más favorables
(Uzquiano 1992, Zapata 2003) contribuyendo a
incrementar la diversidad de ambientes y de recursos
disponibles en la región.
La productividad de estos bosques, mediocre si se
compara con los caducifolios actuales, era sin embargo suficiente para mantener una abundante fauna fitófaga y para suministrar numerosos recursos alimentarios a la población humana (en particular en forma de
frutos comestibles y de bayas, muy abundantes bajo
estas condiciones climáticas).
Figura 5. La Marina y los tramos inferiores de los valles estaban dominados por bosques de caducifolios resistentes al frío que, en altitudes
mayores, daban paso a las coníferas. Entre ambos debieron instalarse
masas mixtas de fisonomía y composición comparables a las que hoy
existen en varias regiones del Báltico y de Europa Centro-oriental.
Tales bosques presentan una diversidad relativamente importante y
albergan una fauna que evoca la que existió en el Cantábrico durante
los periodos más fríos del Cuaternario. En la imagen, el bosque de
Bialowieza (Polonia-Bielorrusia), último reducto natural del bisonte
europeo. Fotografía del autor.
3.2. Los Valles Interiores
La mayor parte del territorio de las regiones cantábricas está constituido por una sucesiôn de valles
más o menos paralelos con sus correspondientes
interfluvios montañosos. Por su extensión y significaciôn humana y paisajística, constituye el verdadero
corazôn de "la montaña cantábrica" pese a no contener las áreas culminantes de la cordillera.
En el País Vasco y en el Occidente Asturiano estos
valles se prolongan hasta el litoral sin verdaderas
soluciones de continuidad. Sin embargo, en todo el
sector central de la Región Cantábrica, los tramos
medios de los valles aparecen claramente separados
de los bajos por una serie de sierras litorales más o
menos paralelas a la costa y que los ríos atraviesan
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dificultosamente. Aunque constituyen un obstáculo
topográfico que implica algunos inconvenientes, las
Sierras Litorales o Prelitorales resguardan de los
vientos fríos y húmedos procedentes del mar suavizando el clima de las áreas situadas a sotavento. Esto
es particularmente importante en aquellos casos en
los que amplias depresiones tectónicas se extienden
al pie de las sierras y perpendicularmente a los valles,
corno ocurre entre Oviedo y Cangas de Onís en Asturias o, con menor entidad, entre Vargas y Solares en
Cantabria. Por la suavidad de su relieve, buenos suelos y benignidad climática, estas depresiones o, en
ocasiones, simples ensanchamientos de los valles
aguas arriba de las Sierras Litorales, son lugares particularmente favorables hoy, como probablemente lo
fueron en la Prehistoria, para la vegetación y para las
actividades humanas.
Relativamente parecidos en una primera aproximación, cada valle presenta sin embargo rasgos peculiares de detalle que le otorgan su propio carácter y
que definen paisajes diferenciados. En general resultan más cerrados y abruptos en el Macizo Asturiano,
en el que los desniveles alcanzan valores muy importantes y la montaña constituye una barrera más
infranqueable, que en el sector oriental de la cordillera, donde el relieve es mucho más discontinuo, las
altitudes y desniveles menores y los valles aparecen
frecuentemente ocupados por amplias y acogedoras
vegas planas.
Del mismo modo, los interfluvios resultan más
suaves en la montaña oriental que en la occidental ya
que la estructura geolôgica ha favorecido la aparición
de culminaciones amesetadas que, salvo en las áreas
calizas muy karstificadas, resultan fáciles de recorrer
y relativamente aptas a la presencia humana.
Caso aparte es el área de los Picos de Europa,
imponente macizo que se interpone entre la divisoria
cantábrica y el mar y que, compuesto por calizas muy
resistentes a la erosión, ha obligado a los ríos a excavar profundos desfiladeros de gran longitud. Las
cabeceras de esos valles adquieren entonces el aspecto de amplias depresiones prácticamente cerradas
(Liébana en Cantabria, Valdeón y Sajambre situados
en León aunque pertenecientes a la vertiente cantábrica) en las que microclimas muy favorables permiten
la existencia de una extraordinaria diversidad de
ambientes y de especies. Dada la dificultad que entraña la utilización de los cursos medios picoeuropeanos, ocupados por los desfiladeros citados, la comunicación entre las áreas de cabecera y el mar se ha
realizado tradicionalmente a través de la montaña
perdiendo por ello aquí los valles el carácter de corredor que tienen en el resto de la Montaña Cantábrica.
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Los ríos cantábricos tienen una fuerte pendiente
en sus tramos altos donde, por ese motivo, los valles
son encajados y umbríos. Sin embargo, gracias a ese
mismo hecho, salvan un importante desnivel en muy
pocos kilómetros y, de ahí hasta la desembocadura, la
mayor parte de sus cursos transcurre a cotas muy
bajas. De este modo, mientras que los fondos de los
valles, soleados y abrigados de los vientos más desfavorables, presentaban condiciones climáticas que
hicieron posible la extensión hacia el interior de la
región de algunos de los bosques que ocupaban La
Marina, las laderas, en particular las umbrías, debían
acusar muy rápidamente los efectos del frío y en los
periodos más crudos, resultar desfavorables a cualquier tipo de cubierta forestal a partir de algunos
cientos de metros de altitud.
La información disponible no permite precisar
más pero es muy probable que los tramos bajos de los
valles interiores fueran las áreas desde las que era
posible acceder a una mayor diversidad de ambientes
en corta distancia, desde los forestales con presencia
de árboles caducifolios a los espacios abiertos esteparios o de tipo tundra en las áreas más altas de las divisorias, pasando por las formaciones de transición en
las que bosquetes de coníferas (Piraos svlvestris,
P.uncincata) y abedul (Betulcr sppl.) aparecían intercaladas entre amplias extensiones herbáceas (Fig. 6).
Por esta misma razón, estas áreas debieron suministrar una gran diversidad de recursos de origen vegetal
y cinegético a los grupos humanos que las frecuentaron.
Figura 6. Distribución peninsular de los principales "paisajes vegetales" durante el último máximo glaciar. Obsérvese la especificidad y la
diversidad de ambientes existente en la Región Cantábrica en función
de la altitud así corno la importancia de la franja costera como área
refugio de especies de tipo oceánico (García Antón et al. 2002).
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JUAN CARLOS GARCÍA CODRON
3.3. La Alta Montaña Cantábrica
La totalidad de la divisoria cantábrica junto al
Macizo de los Picos de Europa formaban parte de un
entorno de alta montaña a pesar de presentar altitudes
bastante modestas (culminaciones próximas a los
2500 metros). Toda ella estaba situada por encima de
los límites del bosque y de las nieves permanentes y
afectada por intensos procesos de modelado propios
de los pisos altitudinales superiores, constituyendo un
entorno desfavorable a una presencia humana permanente.
Pese a compartir los rasgos comunes anteriores y
a su continuidad topográfica, la Montaña puede dividirse al menos en tres sectores claramente diferenciados desde los puntos de vista morfoestructural y paisajístico: Occidental, Picos de Europa y Oriental.
El primero, correspondiente en su totalidad al
Macizo Asturiano, es predominantemente silíceo si
bien incluye algunos sectores calcáreos muy significativos desde el punto de vista topográfico (Somiedo,
Tiene una elevada altitud media constituyendo una potente barrera orográfica, masiva y con
escasas discontinuidades, aunque, salvo excepciones,
las cumbres no aparecen muy destacadas respecto a la
divisoria. Sin embargo, el escaso desnivel de la vertiente sur otorga cierta permeabilidad a la cadena desdibujando su límite en aquella dirección en algunos
sectores.
Tal como se ha dicho más arriba, el conjunto de
los Picos de Europa se sitúa fuera del eje de la cordillera y aparece separado de su entorno inmediato por
contactos muy netos. Su fuerte personalidad paisajística contribuye además a su individualización. Constituido por un apilamiento de potentes escamas calizas y surcado por profundas fracturas paralelas a la
costa, es muy uniforme desde el punto paisajístico
mostrando una morfología de alta montaña intensamente modelada por la karstificación, el glaciarismo
y el periglaciarismo y realzada por la verticalidad de
sus formas. Sin embargo, y pese a su uniformidad
morfológica, los Picos presentan una fuerte compartimentación interna causada por el relieve y por las
profundas entalladuras del Cares y del Duje que justifica la tradicional diferenciación de tres macizos.
Casi totalmente cubiertos por glaciares en algunos
momentos, los Picos de Europa fueron sin duda el
espacio regional más adverso a la presencia humana
a lo largo de todo el. Pleistoceno.
El sector oriental de la divisoria cantábrica presenta los rasgos típicos de un área de montaña de ple-
gamiento, altitudes que no suelen sobrepasar los 1500
metros y un relieve mucho más sencillo que los anteriores. Sin embargo, registra totales de precipitación
excepcionalmente altos gracias a su situación y disposición, lo que hizo posible una elevada innivación
así como la aparición de glaciares en altitudes muy
reducidas durante los momentos fríos del Pleistoceno. Esta circunstancia explica que desde los puntos
de vista morfoclimático y biogeográfico gran parte de
este sector de la Cordillera adquiriera rasgos de alta
montaña con la única excepción de parte del "Umbral
Vasco", que reforzó de este modo su papel de corredor biogeográfico entre la Región Cantábrica y el
Alto Ebro.
Las áreas más elevadas y nivosas de la Alta Montaña Cantábrica albergaron glaciares de diversa entidad. En general se trataba de glaciares de tipo alpino
o incluso, dada la pequeña extensión superficial de
muchas cumbres, se limitaban a ocupar pequeñas
concavidades topográficas o circos. La zona de acumulación se situaba normalmente por encima de los
1500 metros de altitud, en cotas donde las nieves eran
permanentes, y las lenguas descendían hasta por
debajo de los 1000 tras un recorrido de algunos kilómetros. No obstante, el fenómeno presentaba una
gran variabilidad y en los lugares más favorables,
como en las cabeceras cántabras del Miera y del
Asón, tanto los circos como las morrenas se sitúan
muy por debajo de esas alturas.
En los momentos de máxima extensión del hielo,
las cabeceras de numerosos glaciares llegaron a unirse formando masas continuas que tapizaban amplios
tramos de la divisoria cantábrica y de las que sólo
emergían las principales cumbres y aristas (Fig. 7).
En los Picos de Europa los glaciares llegaron incluso
a adoptar la forma de pequeños casquetes que recubrieron cada uno de los tres macizos con espesores de
hielo de hasta 300 metros. El mayor de ellos, el de
Cornión, alcanzó una superficie próxima a los 50
km2 (Marquínez y Adiados 2000). Por fin, de estos
casquetes y masas coalescentes se desprendían lenguas que, enfilando los valles, descendían hacia cotas
más bajas dejando los interfluvios libres de hielo aunque expuestos a una fuerte innivación y sometidos a
intensos procesos perigiaciares.
Aunque en algunos lugares se han identificado
evidencias de glaciarismo anterior al último máximo
wurmiense (Menéndez y Marquínez 1996), se desconoce el número de veces que la Cordillera Cantábrica
ha estado glaciada y, con más razón, la cronología y
la superficie afectada por estas manifestaciones antiguas. Sin embargo, la extensión espacial del fenóme-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL MARCO DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO: UNIDAD Y DIVERSIDAD DE LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS
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Figura 7. Extensión del hielo durante el máximo glaciar cantábrico (ca. 50.000 BP) y en un momento final de retroceso en el área comprendida
entre los Puertos de Tarna y de San Isidro, en Asturias (redibujado a partir de Jiménez y Farias 2002).
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Figura 8. Diagrama polínico de los depósitos del Lago de Ajo, en Somiedo, Asturias (McKeever I984).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
20
40
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20
JUAN CARLOS GARCÍA CODRON
no a lo largo de la última glaciación ha sido objeto de
numerosos estudios y resulta hoy bien conocida al
tiempo que algunas dataciones recientes permiten ir
contextualizando su evolución cronológica.
Gracias a estas dataciones sabemos que, en consonancia con lo que se ha demostrado en el Pirineo
(Peña et al. 2004, García Ruiz et al. 2003, GonzálezSampériz et al. 2004), el momento de máxima extensión glaciar en la Cordillera Cantábrica es muy anterior al del Norte de Europa y no coincide necesariamente con el de temperaturas más bajas. Debió producirse durante una etapa fría y húmeda, y por tanto
con una fuerte innivación, anterior a 45.000 BP e ir
seguido de un largo periodo de retroceso, posiblemente interrumpido por un par de fases de estabilización (Bordonau 1992) a medida que la extensión de
los grandes inlandsis del Norte de Europa iban causando una progresiva desecación del clima en la
fachada oceánica del continente.
De este modo, la deglaciación en la Montaña Cantábrica se inició en una época bastante temprana
(Ruiz et al. 2000, Jiménez y Farras 2002) y estaba
bastante avanzada cuando, hacia 20.000 BP, el hielo
alcanzó su máxima extensión en el conjunto del
Hemisferio Norte, En ese momento, los glaciares
cantábricos habían perdido la mayor parte de su
superficie y, en general, debían limitarse a ocupar las
cabeceras y circos liberando el resto de sus valles y
haciendo posible una eventual presencia humana en
ellos. El hecho de que la serie polínica obtenida en el
lago somedano de Ajo, situado a 1570 metros de altitud en la cabecera de un largo valle glaciar, alcance
23.000 BP (McKeever 1984)
.
prueba que dicho punto
se encontraba libre de hielos en aquel momento, lo
que puede extenderse a otros entornos glaciares de
toda la Cordillera (Fig. 8).
El resto de la superficie de montaña no estaba glaciado pero sufría condiciones climáticas muy severas
que hacían prevalecer intensos fenómenos críonivales e imposibilitaban la presencia de la mayoría de los
seres vivos. En las áreas culminantes el roquedo
debía aparecer desnudo, sin más cubierta que algunos
líquenes y plantas criptógamas. Por debajo, en emplazamientos más resguardados, hacían su aparición
plantas rupícolas y glerícolas de pequeño porte y, por
fin, el conjunto de herbáceas propias de un entorno de
tundra alpina.
El ya citado análisis polínico del Lago de Ajo, uno
de los más representativos de los disponibles sobre el
occidente de la cordillera, muestra cómo hasta 21.000
BP aproximadamente, muy lejos ya del máximo glaciar cantábrico pero coincidiendo con el momento de
temperaturas más bajas, la vegetación aparece dominada por la típica asociación Artetnisia-poaceae indicadora de un medio abierto de tipo tundra asociado a
un clima frío y seco. Sólo en cotas más bajas, aunque
a corta distancia gracias a la rapidez de los desniveles, la vegetación alcanzaba un mayor grado de diversidad y hacían su aparición Pinus, Betula, Juniperus
y otras especies. Ellas son las que terminarían por
adueñarse del paisaje en las primeras etapas del proceso de sustitución vegetal del Tardiglaciar antes de
ser desplazadas a su vez en el Holoceno por otras más
próximas a las actuales.
La información disponible sobre la vegetación
dominante en otros lugares de la Cordillera con anterioridad al Tardiglaciar es muy limitada, aunque la
relativa semejanza de los datos obtenidos en varios
puntos del Noroeste Peninsular (Muñoz et al. 1997) y
del área pirenaica indica que el panorama descrito no
debió diferir excesivamente del existente en el resto
de la Montaña Cantábrica.
4. LOS CAMBIOS AMBIENTALES
DEL HOLOCENO
A partir del tardiglaciar las temperaturas empezaron a mostrar una progresiva suavización. En un principio, ésta fue lenta y con algunos altibajos aunque a
partir de una fecha próxima a 10.300 BP (11.600 cal
BP) el ascenso térmico se aceleraría ostensiblemente
produciendo la fusión de los casquetes glaciares, la
subida del nivel del mar hasta su posición actual y el
conjunto de cambios ambientales que caracterizan al
Holoceno y que permitieron la establecimiento de las
condiciones actuales. Aunque esta fase conociô
diversos altibajos y algunos sobresaltos extremadamente rápidos (Mayewsky et cil. 1993), la tendencia a
la subida de las temperaturas fue global e irreversible.
No obstante, la instauración de las condiciones climáticas actuales en la Región Cantábrica exigió un
aumento de las precipitaciones que, aparentemente,
no se produjo hasta el octavo milenio cal BR Por otra
parte, la evolución de la cubierta vegetal y de los paisajes fue mucho más lenta, sobre todo en las áreas
altas, produciéndose un desfase considerable entre la
aparición de determinadas condiciones climáticas y el
pleno desarrollo de la vegetación en equilibrio con
ellas.
La repercusión más inmediata del calentamiento
fue el ascenso eustático del nivel marino. Dado que
éste depende en su mayor parte de la dilatación o contracción del volumen de las aguas asociada a la temperatura media del planeta, el proceso se inició hace
15 a 18.000 años (no cal) y alcanzó su máxima inten-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades ciel Paleolítico en la región cantábrica
EL MARCO DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO: UNIDAD l' DIVERSIDAD DE LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS
sidad entre los periodos Boreal y Atlántico quedando
el nivel marino prácticamente estabilizado a partir del
sexto milenio (no cal) (Pirazzoli 1996).
Esta tendencia transgresiva supuso la rápida inundación de los sectores más bajos de la Marina y, en
relación con ello, la costa adquirió su morfología
acantilada mientras que los tramos inferiores de los
valles quedaron ocupados por rías o por amplias
extensiones estuarinas. Pero las consecuencias de
estos hechos no se limitaron al litoral ya que el cambio del nivel de base marino facilitó la acumulación
de grandes espesores de sedimentos en todos los
valles bajos de la región alterando rápidamente su
aspecto anterior (Fig. 9).
Figura 9. La morfología actual de los estuarios cantábricos es el resultado de la colmatación de los antiguos valles a lo largo del Holoceno.
Previamente, muchos de ellos presentaban un perfil transversal en
"V". Esta colmatación ha supuesto la pérdida de todos los yacimientos correspondientes a emplazamientos próximos al antiguo litoral o a
los entornos fluviales. En la imagen, la Ría de Urdaibai desde Txatxarramendi (Sukarrieta, Vizcaya). Fotografía del autor.
Desde el punto de vista humano, esta tendencia
supuso la pérdida de amplios territorios y de muchos
de los emplazamientos que habían resultado más
favorables hasta aquel momento. Sin embargo, estos
inconvenientes debieron quedar compensados por el
incremento de productividad que el calentamiento
produjo en los distintos ecosistemas y por la extensión de los humedales, ambientes extraordinariamente ricos en recursos alimentarios (moluscos, peces,
aves...)
Por otra parte, la información aportada por la palinología y por la antracología demuestra que los
ambientes de La Marina y de las áreas más bajas evolucionaron relativamente deprisa si bien los de las
áreas más altas mostraron una inercia mucho más
importante. Esta circunstancia contribuyó a agudizar
el contraste entre la vegetación de las áreas más bajas,
21
de más rápida adaptación a las condiciones climáticas
generales, y la de los sectores culminantes, refugio
último de numerosas especies de entornos fríos y, de
este modo, a incrementar la diversidad de recursos
bióticos a escala regional. Tales circunstancias debieron convertir durante esta época a la cantábrica en
una región particularmente favorable para los grupos
de cazadores-recolectores.
La citada diversidad de ambientes está bien ilustrada en el Valle del Asón donde varias excavaciones
han proporcionado información paleobotánica de
calidad que permite comparar los distintos ambientes
que se fueron escalonando a lo largo del valle. Así, el
diagrama polínico de la turbera del Puerto de los Tornos (Burgos), situada junto a la divisoria cantábrica a
920 in de altitud, demuestra que en una primera etapa del Holoceno se mantuvo un predominio de Betala con fuerte presencia de Pinus, y que es preciso
esperar hasta 5.000 BP (no cal) para que la prevalencia de Quercus tipo robar y Corvlus de paso a los
ambientes propios del clima oceánico (Peñalba
1997). Tal como puede observarse en este sector de
montaña de media altitud (con cumbres próximas a
1300 metros y que, por tanto, disfruta de un clima
bastante benigno en comparación con el de otras
áreas culminantes de la misma cordillera) la asociación abedul-pino, evocadora de condiciones boreales,
estuvo muy representada hasta bien entrado el "óptimo climático" del Periodo Atlántico, tras varios milenios de condiciones mucho más suaves que las que
propiciaron su instalación en el tardiglaciar.
Sin embargo, el análisis antracológico de los restos hallados en la Cueva del Mirón (Ramales, Cantabria), demuestra que hace 8700 años (no cal) el entorno de dicho yacimiento ya estaba ocupado por robledal mientras que la inexistencia de restos de pino,
excelente combustible que no habría dejado de utilizarse en caso de encontrarse a una distancia aceptable, parece probar que ese árbol había desaparecido
del entorno del yacimiento. Por otra parte, llama la
atención la rápida aparición de táxones termófilos y
asociados a formaciones esclerófilas de "tipo mediterráneo' (Ulnius, Q. ilex, RhainrurslPhillvr•ea u otros)
difícil de explicar sin la existencia de áreas refugio
próximas y, por tanto, de un proceso de colonización
vegetal "de abajo hacia arriba" (González Morales y
Straus, información inédita).
En el resto de la Cordillera Cantábrica Oriental
estas mismas tendencias se repiten de forma muy
similar en las turberas de Saldropo, Belate, Inurritza,
Atxuri, Las Estacas de Trueba y otros puntos. Pero en
la turbera de Saldropo, situada a altitud moderada en
pleno "Umbral Vasco", también se han ido acumula-
KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
22
JUAN CARLOS GARCÍA CODRON
do a lo largo de toda la serie pólenes de Quercus ilex,
Rhamnus, Ulinus u otros táxones indicadores de
ambientes que hoy consideraríamos "mediterráneos"
o "cálidos" (Peñalba 1989). Aunque porcentualmente
su presencia es escasa, bastan para demostrar que
muchas de estas especies estaban presentes en áreas
muy cercanas y que la diversidad de entornos y, por
tanto, de recursos, era muy importante.
En las áreas más altas de la Cordillera Cantábrica,
y de acuerdo con la información suministrada por las
turberas de los Puertos de Riofrío (Fig. 10), Cueto de
la Avellanosa, Alto del Sertal o Lago de Ajo, las formaciones esteparias frías acompañadas por Pinus y
Betula persistieron hasta una época más reciente
favorecidas por la existencia de un clima más frío y
unas limitaciones edáficas que benefician a estas
especies de gran sobriedad pese a que los glaciares
quedaron rápidamente reducidos a manifestaciones
casi anecdóticas. No obstante, Quercus y Corv!us
aparecen y se mantienen estables desde el Preboreal
(10.200-8.800 BP apr.) lo que, unido al progresivo
protagonismo de otros táxones característicos del
Figura 10. Las áreas culminantes estuvieron ocupadas por glaciares
que han dejado sus inconfundibles huellas en el modelado. Importante fuente de información sobre las condiciones ambientales del Cuaternario, resultaron inhabitables hasta muy avanzado el Holoceno
adquiriendo interés a partir del advenimiento de los primeros grupos
de pastores gracias a sus ricos pastos naturales. En la imagen, los
Puertos de Riofrío al pie de Peña Prieta (Cantabria). Fotografía del
autor.
bosque oceánico y al retroceso ininterrumpido del
abedul, parece demostrar un lento pero imparable
avance de las formaciones de frondosas en detrimento de los bosques de coníferas.
En general, tal y como se ha demostrado en otras
zonas del mundo, la disminución de la continentalidad, el aumento de las temperaturas y un ambiente
más htímedo favorecieron la ocupación de las zonas
de montaña por bosques y, en general, a las especies
caducifolias frente a las coníferas (Jobbagy y Jackson
2000).
5. EL SUSTRATO GEOLÓGICO COMO
CONDICIONANTE DEL POBLAMIENTO
Y DE NUESTRA PERCEPCIÓN DEL
REGISTRO ARQUEOLÓGICO
A una escala de mayor detalle la litología y la
estructura geológica mantienen su protagonismo
como factores de diversidad tenitorial influyendo en
el valor de las pendientes, en la forma de las laderas
y de los valles, en los tipos de suelo y, por tanto, en la
vegetación, en los recursos hídricos o en otros múltiples aspectos que no es posible pormenorizar aquí.
Cada uno de estos rasgos aporta matices a las características generales del territorio en el que se manifiestan y, si bien ninguno resulta determinante para
condicionar los patrones generales del poblamiento
humano, cualquiera de ellos puede haber influido
localmente en la toma de decisiones de uno u otro
grupo.
Sin embargo, hay dos aspectos concretos respecto
a los que el sustrato geológico resulta determinante:
la disponibilidad de cuevas o abrigos y la existencia
de materias primas minerales de interés en cada
período.
Los afloramientos calizos o de litologías carbonatadas susceptibles de albergar cuevas están
ampliamente distribuidos por la Región Cantábrica
(Fig. 11). Corresponden a depósitos de todas las
Figura I I. Distribución de los afloramientos de calizas, dolomías y otros materiales con fuerte presencia de materiales carbonatados potencialmente karstificables (fuente: elaboración propia a partir de Instituto Nacional de Edafología, 1970 e I.G.M.E., 1972).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
EL MARCO DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO: UNIDAD Y DIVERSIDAD DE LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS
edades, desde el Cámbrico hasta el Oligoceno, y
presentan grandes diferencias en cuanto a su pureza, disposición, fracturaciôn, volumen de los bancos u otros parámetros capaces de influir en la eficacia de la karstificación. En función de ello, la distribución de las grandes cavidades coincide con la
de los macizos que reúnen mejores condiciones y
que contienen los karsts más evolucionados, esto es,
los labrados sobre las calizas de montaña de los
Picos de Europa o áreas circundantes y los correspondientes a las calizas urgonianas de Cantabria
Oriental (Puch 1987). La suma de estas dos áreas da
lugar a una de las mayores concentraciones de cuevas a escala continental.
Sin embargo, el hecho kárstico no se limita a estas
dos áreas privilegiadas por la espeleogénesis y la
totalidad de los afloramientos señalados pueden contener cuevas o abrigos de algunos metros de profundidad de posible interés para los grupos de la Prehistoria, incluso en áreas en las que las formas de disolución son poco manifiestas en superficie. Gracias a
ello, se constata que, con la excepción del extremo
occidental de la región, ningún punto de La Marina
dista más de 10 km de un afloramiento calizo y que,
sobre el conjunto de los valles interiores, sólo los del
Caudal, Liébana y Alto Deba-Durangaldea carecen
de caliza en extensiones significativas.
El resto del roquedo presente en la región no es
soluble con la excepción de algunos afloramientos de
sales y yesos de escasa significación. No obstante, las
rápidas alternancias litológicas así como la frecuencia
de los roquedos resistentes y su disposición estratificada favorecen la existencia de abundantes abrigos y
viseras originados por la erosión diferencial. en los
numerosos escarpes existentes en las laderas de toda
la región. A falta de auténticas cuevas, estas formas
pudieron ofrecer refugios adecuados y desempeñar su
papel en las áreas de predominio silíceo. Por esta
razón, parece dudoso que la simple existencia o inexistencia de cavidades kársticas haya podido condicionar la distribución del poblamiento prehistórico o
su utilización del territorio a gran escala.
En cambio, tanto la conservaciôn de los restos
como la posibilidad de su hallazgo se ven facilitados
por su presencia en el interior. de auténticas cuevas.
Al mismo tiempo, el distinto grado de acidez de los
suelos formados a costa de sustratos silíceos o alcalinos puede ser determinante en la conservaciôn de
muchos tipos de restos. La combinación de ambos
hechos influye sin ninguna duda en la distribución
espacial y riqueza de los yacimientos privilegiando a
las áreas calizas frente a las de otros roquedos.
)3
El segundo de los aspectos considerados como
significativos en relación con el sustrato es la distribución de las materias primas utilizadas por los
pobladores de la región. En general, la región cantábrica es bastante pródiga en minerales y rocas de interés gracias a su diversidad geológica y tanto los ríos
corno los medios costeros debieron facilitar su aprovechamiento mediante sus acciones alternativas de
erosión y acumulación.
Algunos minerales aparecen ampliamente distribuidos por todo el Cantábrico por lo que su explotación pudo realizarse en numerosos lugares de forma
indistinta. Es el caso de los óxidos e hidróxidos de
hierro como la hematites, ocre, limonita u otros, que,
desde Taramundi en el extremo occidental hasta Oiartzun o Irún en el oriental, aparecen en decenas de
yacimientos de distinta entidad y facilidad de beneficio (Nuche 2002). De hecho, la única zona de la
Marina y de los valles bajos en la que falta es el centro-este de Asturias aunque, incluso aquí, debió resultar relativamente fácil de importar desde áreas vecinas.
Otro tipo de recursos minerales, como los destinados a la elaboración de utillaje lítico, tiene una distribución más irregular aunque, en la práctica, los grupos humanos pudieron contar con ellos sin excesivos
problemas. El sílex, por ejemplo, aparece de manera
más o menos accidental en rocas sedimentarias
recientes y no resulta raro en la mitad oriental de la
región. Sin embargo, la cuarcita o el cuarzo son muy
frecuentes entre los materiales antiguos del Macizo
Asturiano. Pero en todos los casos abundan además
posibles materiales alternativos susceptibles de ser
usados pese a su menor idoneidad.
Evidentemente, la abundancia y facilidad de
explotación de los distintos tipos de materias primas
debió condicionar su utilización en cada lugar. Sin
embargo, no parece probable que la falta de ninguna
de ellas en particular pueda haber planteado problemas irresolubles a los habitantes de la región a lo largo de la Prehistoria.
Por fin, no es posible terminar sin mencionar un
último factor de sesgo, en este caso de carácter geomorfológico, en nuestra percepción de la distribución
del poblamiento prehistórico. Dado que resulta verosímil que gran parte de la población se concentrara
cerca de la costa o en el fondo de los principales
valles próximos al litoral, allí donde el clima y la
abundancia de recursos eran especialmente favorables, hay que asumir que la mayor parte de los restos
correspondientes a los pobladores de La Marina han
KOBIE (Serie Anejos n.0 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la region cantábrica
24
JUAN CARLOS GARCÍA CODRON
debido desaparecer sumergidos por la transgresión
postglaciar, destruidos por la acción del oleaje (Fig.
12) o fosilizados por decenas de metros de espesor de
sedimentos aluviales o estuarinos holocenos (Fig. 9).
Los hallazgos actuales corresponden por ello a
restos que quedaron depositados en localizaciones
que pudieron no ser las óptimas y que, por esta razón,
tal vez no sean todo lo representativos que sería
deseable del contexto en el que se desenvolvieron los
primeros pobladores de la región.
Figura 12. En diversos puntos del litoral Cantábrico la transgresión
postglaciar supuso el anegamiento y relleno con sedimentos marinos
de numerosas cuevas o su desmantelamiento por la acción mecánica
del oleaje. En algunos casos, este proceso destructivo no lia terminado de consumarse lo que ha hecho posible la conservación de restos
que demuestran la presencia humana en lugares que hoy no resultarían
habitables a consecuencia del nivel dei mar. La fotografía, tornada
desde el punto en el que se sitúan los restos de un conchero prácticamente destruido por el oleaje, corresponde a la cueva de Buelna Manes, Asturias), una cavidad de origen kárstico parcialmente inundada
por el mar en la actualidad. Fotografía clel autor.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la regirán cantábrica
EL MARCO DEL POBLAMIENTO PALEOLÍTICO): UNIDAD l' DIVERSIDAD DE LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS
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