Contexto N°43 - Universidad Pontificia Bolivariana

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PERIODISMO UNIVERSITARIO
ISSN 1909-650X
El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo Medellín, Junio-Julio de 2014 No.43
Distribución gratuita
MEDELLÍN:
Foto: Cristian Camilo Castro.
Mientras la vida sigue su curso
FIN DEL JUEGO
Las emociones antes, durante y después de un gran evento deportivo como el
Mundial de Fútbol, hacen pensar en los elementos del deporte, especialmente en la
afición por el mismo y su presencia en la vida diaria. Desde las pasiones desbordadas,
hasta las posturas apáticas frente a las mismas, son la manifestación del lugar
del deporte en nuestro tejido como sociedad y las rutinas que lo conforman. La
popularidad del fútbol es la excusa para reflexionar sobre los motores de los gustos
desmedidos, dejar que la historia de un jugador muestre las facetas del mundo del
fútbol profesional y señale con claridad que hay mucho más allá de él, adentrarnos
en las discusiones de género en nuestro entorno con un reportaje sobre el fútbol
femenino y conocer las rutinas y los rasgos del balompié que se juega en los barrios
de Medellín por puro gusto, por puro honor.
Pero escribimos sobre fútbol, incluso para quienes no gustan de él, y por eso el
dossier especial de esta edición muestra, a propósito de los triunfos recientes
en las montañas italianas, las historias detrás de las carreras de grandes ciclistas
consagrados y en ascenso, así como los valores humanos que sustentan sus arduas
rutinas de entrenamiento. Fin del juego. ¿De verdad termina? ¿O permanece
incorporado en nuestra forma de vivir la vida?
Lea en contexto Págs. 5 - 9
5
Reportaje
Naranjal: un oasis en la
Medellín rediseñada
Ruedas de cambio y olvido.
6-7
Crónica
Tres caras de la misma
Colombia
Pesonas que hacen de la
memoria una artesanía
manual.
8-9
Crónica
¿Yo con qué corazón
me iré?
Texto del taller Memoria
y conflicto con el
periódico De la Urbe de la
Universidad de Antioquia.
2
Opinión
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014
carta DE amor
David Corrales Rodas / [email protected]
En esta edición de Contexto, a propósito del espectáculo del fútbol que, como cada cuatro
años, cambió la rutina del mundo, compartimos con ustedes un texto que declara el amor por lo que es
para muchos más que un deporte. El columnista invitado en esta edición de Contexto es Comunicador
Social-Periodista, Especialista en Periodismo Electrónico y Medios Web de la Universidad Pontificia
Bolivariana. Además de producir contenidos para medios digitales, es escritor de dos libros de poesía
y acaba de presentar el e-book de cuentos El otro lado del fútbol, de cuya inspiración comparte en
este espacio la siguiente carta de amor.
Finalmente, y como siempre en cada domingo, llegué
ansioso a nuestra cita e ignoraba cómo lucirías esta vez.
Recordé aquellas tardes en las que me había deleitado con tu compañía.
A mi mente también llegaron esas noches de sudor
y pasión en las que adoraba tocarte y, a pesar de tus infinitas facetas y disfraces, siempre encontraba en ti aquella libertad tan anhelada y buscada.
Aún tengo grabada en mi cabeza la primera vez que
te vi… y es que yo era sólo un niño. Un ingenuo infante
que apenas retozaba entre loncheras y barquitos de papel. Un inocente chiquillo que simplemente soñaba con
cometas y crayolas, un pueril retoño que no poseía aún
las nociones de aquello llamado amor.
Y te vi… allí, reposando en el pasto, tan tranquila
y delicada, tan cautiva y serena. Una divina y angelical
llena de pecas que con su sola presencia hacía recordar
las más dulces golosinas.
Y que me perdonen los enojados dioses y que me
condenen los traviesos demonios pero, con todo y a mi
corta edad, yo sólo quería tocarte.
A tu lado fui un pequeño hombre y un virtuoso guerrero.
Sólo bastó una mirada y un suave roce contigo para
quedar prendado de ti.
Y claro, los demás niños se disputaban ansiosamente tu compañía y yo apenas pude atinar a comprender,
en mi confundido corazón, que nunca serías sólo mía.
Y heme aquí de nuevo, esperándote. Silente y enfermo por acariciarte una vez más, mi ajena amiga.
Y no reprocho tu pasado ni condeno tu presente.
Sé, como lo supe antes, que inevitablemente rodarías por otras pieles, que entregarías tu alma a otros extraños igual de trastornados por ti y por tu magia.
Pero ya nada podía hacer y, atado a ti, me había
quedado, firmemente anclado, sin miedos ni reproches,
a tu gitana existencia.
Me hallaba algo nervioso… cosa usual en mí.
Me dispuse a esperarte mientras contemplaba el
horizonte y los miles de rostros estáticos en esta vida.
Como siempre, llegué cargado de silencios, de pesares y mundanos cuestionamientos otorgados por esa
infame vida que me consumía la mayor parte del tiem-
po… tiempo en el que no te veía, tiempo en el que desesperadamente te extrañaba.
Y sé que no conoces completamente mi vida ni yo
la tuya. No me preguntas dónde he estado ni con quién,
y yo tampoco lo hago contigo. Es un acuerdo tácito, una
neutra complicidad ante la irrefutable realidad de tus
muchos amantes. ¿Y quién podría culparlos por desearte? ¿Quién soy yo para reprochar a aquellos extraños
que sólo buscan tocarte? Es este un amor enfermizo...
lo sé.
Pero es que… ¿quién más que tú para drenar mis
ansias, calmar mi dolor en ocasiones, saciar mi sed de
victoria y apaciguar mi alma?
Tú me das vida y una extraña sensación de inmortalidad… una terrestre gloria.
Contigo se pierden en el olvido las muchas trivialidades del vivir. A tu lado desaparecen las extenuantes
tribulaciones de este mundo sin sentido… así sea por
diminutos ratos que, en ocasiones, se hacen eternos
gracias a ti.
Me haces olvidar todo el dolor. Incluso, haces olvidarme de ella, de ellas, de las supuestas bellas.
Tu silencio es voz estridente y ensordecedora. No
necesitas hablar, no es necesario ya que tú comprendes
y entiendes esa pequeña y agonizante faceta del hombre llamada libertad.
Estoy listo… aguardando al igual que muchos otros
esperan con ansia tu llegada.
Sé que arrastras tras de ti muchos amantes, pero te
juro que a veces te quisiera solamente para mí.
Te presentas mayestática, casi insolente, y a tu arribo todo el mundo acude a tu presencia. A mirarte, a sentirte… a buscarte.
Intentando parecer displicente, aguardo impaciente por ese breve resquicio temporal que me permita
abrazarte y robarte aunque sea sólo por un par de segundos que apaguen mi sed de ti. Pero eres ajena… lo
comprendo.
Saludas a varios admiradores y cariñosamente te
ensalzas en un jugueteo con estos cleptómanos de mi
mundo.
No hay espacio para los celos, únicamente para los
crecientes latidos que indican tu proximidad.
Sudo por tenerte, preciosa…
Sé con resignación que me has convertido en un
carnal seguidor de tus curvas, en un admirador voyerista de tu andar.
Y finalmente llegas a mí.
Y recordamos viejas glorias, pasiones bajo la lluvia
e infinitos atardeceres de lujuria y sol… de sudorosos jadeos de ayer y de siempre que acompañaban nuestros
encuentros.
Siento 1.000 miradas sobre mí, inoportunos e impacientes ojos clamando por su turno de tenerte.
Es entonces cuando me doy cuenta de que ha llegado la hora. De que ha arribado el momento de, una
vez más, entrar en perfecta comunión. De escribir otra
página entre la pecosa y yo… la dulce y pecosa pelota.
Que comience el romance.
La mágica orgía.
¡Qué comience el partido!l
Me haces olvidar todo el dolor.
Incluso, haces olvidarme de ella,
de ellas, de las supuestas bellas.
Tu silencio es voz estridente
y ensordecedora. No necesitas
hablar, no es necesario ya que
tú comprendes y entiendes esa
pequeña y agonizante faceta
del hombre llamada libertad.
Estoy listo… aguardando al igual
que muchos otros esperan
con ansia tu llegada.
Sé que arrastras tras de ti muchos
amantes, pero te juro que a veces
te quisiera solamente para mí.
Editorial
CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
3
NI ‘OLÍMPICAMENTE’ NI ‘A LAS PATADAS’
/[email protected]
¿Qué tiene el fútbol que cada cuatro
años el mundo no puede dejarlo pasar desapercibido entre todas las cosas
que ocurren, mientras la tierra da giros
sobre sí misma? ¿Qué tiene que entre
amores y odios logra que todos lo tengan presente?
En Contexto nos inclinamos a respondernos por proximidad, por los rasgos
de la competencia deportiva -y particularmente del fútbol como el deporte más
reconocido y que más aficiones despierta- que están presentes en nuestra vida
cotidiana. Los triunfos especialmente,
pero también las derrotas y otros acontecimientos en torno a los equipos de la
ciudad durante la primera mitad de este
año, han sido las circunstancias que nos
han mostrado cómo los valores del juego
y también de la competencia se trasladan
a la rutina de nuestros días, a la vida con
los demás que es inevitable en el contexto de una ciudad o incluso de una remota
comunidad rural.
Romper la marca en el tiempo
para salir a estudiar. Mejorar la reacción
a la luz verde en el semáforo, llegar primero que todos, pero también amanecer
radiantes con la victoria o amargos con
la derrota y reflejarlo sin intención y sin
remedio en la actitud que acompaña la
jornada y los detalles que la delatan, son
situaciones recurrentes, naturales como
el aficionado que expresa la ilusión de
ganar con una camiseta o una banderita.
Medellín, por ser cuna de grandes futbolistas, sede de grandes gestas
del deporte no sólo de ‘la redonda’, entre otros factores que atraviesan ámbitos diversos de nuestra cultura local, es
un escenario propicio para ver cómo
las vidas del vendedor de fresas en un
semáforo y el alto ejecutivo que camina presuroso a almorzar, se encuentran
en los colores de un mismo equipo, en
la ilusión del triunfo o en la noticia de
una hazaña.
Porque ese es el tema que ameniza una carrera en taxi al centro, una
espera en el banco o en el consultorio,
la salida de la misa o los minutos previos
a la clase. En el deporte encontramos
motivos de alegría, dichas de otros que
tenemos la libertad de tomar prestadas
para alimentar nuestra propia ilusión o,
por el contrario, dar rienda suelta a la
frustración.
Por eso, porque detrás de la afición, del deporte, hay algo tan humano
como competir, algo tan genuino como
jugar, es que nunca dejarán de fascinar
las historias en torno al deporte, las que
El periódico de los estudiantes de la Facultad
de Comunicación Social- Periodismo
están especialmente ‘detrás’ de él, en las
sombras, en sus ángulos menos expuestos y, por ende, más humanos.
Esa es la mirada que en esta edición de Contexto hemos querido preparar sobre el deporte de multitudes; de
multitudes de aficionados o detractores:
el fútbol.
En reconocimiento a la alegría reciente de los triunfos de nuestros ciclistas
en el Giro de Italia, el que es considerado
por algunos conocedores, el triunfo más
importante en la historia del deporte colombiano, también hablamos de ciclismo, de las personas que lo practican, de
los valores que los hicieron aficionados,
deportistas en ascenso, campeones a
pleno o figuras históricas.
Nos preguntamos por el fútbol
y las mujeres y cómo esa relación echó
abajo los prejuicios de una tradición
mandada a recoger como la pelota que
queda dentro del arco tras un golazo de
antología. Nos damos cuenta que la pelota habla de muchas feminidades, de una
sociedad en pleno cambio y, precisamente por eso, enfrascada en debates, en
este caso, en torno a la figura de la mujer.
Nos preguntamos por los motivos
de la afición al fútbol y sus matices. Les
preguntamos a quienes llevan la delantera en esa reflexión.
Contando un partido en un barrio
cualquiera queda ‘pintada’ otra parte importante de las respuestas a las preguntas por el fútbol y también las principales
características del jugador de barrio, del
arenero que levanta polvaredas y sueños
de campeonato.
No todo es fútbol y es un futbolista quien, con su historia de vida, lo demuestra con más claridad. Por eso, y en
nuestro proceso continuo de desarrollo
como un medio para la práctica periodística, esta edición de Contexto se abre a
otros temas.
Además del dossier sobre el
tema central en torno al fútbol, publicamos otros trabajos que giran en torno a
ejercicios de memoria sobre las personas, sobre los territorios y los conflictos.
Presentamos las historias de tres personas dedicadas a elaborar retratos en un
esfuerzo por preservar diferentes caras
de la memoria. También incluimos una
historia sobre el barrio Naranjal, el sector que atraviesa la transformación urbanística más radical en la Medellín de hoy,
que se debate entre su imagen innovadora y su vocación tradicional.
Queremos destacar la publicación
de una crónica de tres periodistas que
representaron a Contexto en el taller Memoria y conflicto al que fuimos invitados
por nuestros colegas del periódico De la
Urbe de la Universidad de Antioquia. La
experiencia fue la ocasión para proponernos trabajar conjuntamente en el fortalecimiento de la experiencia que cada
medio ofrece a los estudiantes como
escenario de experimentación y práctica periodística. Todo sobre la base del
respaldo institucional con el que cuenta
cada medio y especialmente el compromiso de los estudiantes que conforman
los equipos de trabajo.
Los estudiantes han sido actores
clave para que Contexto dé sus prime-
ros pasos en el ciberespacio. Mediante
plataformas digitales y, gracias al compromiso de un equipo dedicado para
ello, consolidamos nuestra comunidad
de lectores y colaboradores. Sabemos
que tenemos mucho por hacer y aprender, pero tenemos un equipo que nos
da confianza en la tarea.
Las inquietudes de los estudiantes animan una edición como esta con
un tema como el fútbol, precisamente
cuando acaba el campeonato mundial
y, al cierre de esta edición, el desempeño de nuestro equipo nacional ya es
histórico. Esas inquietudes son capaces
de darle nuevos aires a un tema que parece manido y agotado y que, dada la
cantidad de puntos de vista que presentamos en estas páginas, merece revisarse con seriedad.
Encuentre
nuestros
contenidos
también en
Internet:
periodicocontexto.word
Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decana Escuela de Ciencias Sociales: Érika Jaillier Castrillón / Director
Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Juan Fernando Muñoz Uribe / Coordinador del Área de Periodismo:
Juan José García Posada / Director de Contexto: Joaquín Gómez Meneses. / Jefe de Redacción: Daniela Ruiz Lozano. / Fotógrafos: Juliana Gil. • Mateo García • Laura Montoya • Laura Bayer Y. • Daniela Ruiz L. • Laura Mejía M.
• Mariana Bohórquez U. / Redactores: Daniela Ruiz L. • Juliana Carvajal C. • Melissa Álvarez C. • Laura Mejía M. •
Juliana Gil G. • Daniela Gómez T. • Esteban Arango • Mateo García. • Juliana Gil G. • Sarita Jaramillo R. • Mariana
Benincore • Juan Pablo Sepúlveda • Mariana Bohórquez U. / Foto portada: Cristian Camilo Castro. / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación: Editorial UPB / Impresión: La Patria // Universidad Pontificia
Bolivariana • Facultad de Comunicación Social- Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 / Teléfono:
354 4558 / Twitter: @pcontexto / Correo electrónico: [email protected] / ISSN 1909-650X.
4
Opinión
El bus
de la
Victoria
Juan Pablo López / [email protected] / Twitter: @iHedonismo
Es muy fácil subirse y hacerse a un triunfo ajeno. Los
políticos como cocodrilos, como los mejores depredadores, esperan hambrientos cualquier victoria de un
buen deportista colombiano, que nunca recibió una
ayuda del Gobierno, para lanzarse encima del momento de júbilo, sacando pecho y reclamando crédito.
Virus sin
antídoto
Rubén Hoyos / [email protected]
Cada cuatro años aparece un virus que afecta la
población y sobrepasa las fronteras. La copa mundial
de fútbol siempre se presenta como el evento capaz
de unificar en cuestiones de religión, etnias y cultura,
a los cinco continentes, gracias a que, por un mes,
este deporte se convierte en la base de la cultura
universal.
En su edición número 20, el magno evento organizado por la FIFA tuvo aspectos nunca antes vistos, entre
ellos, la participación de un nuevo país, Bosnia y Her-
Carta
a un joven
que va por alguna vía
de Colombia detrás
del próximo partido
del equipo de sus
amores
Foto: Sílaba Editores
Guillermo Zuluaga Ceballos* / [email protected]
Hola Juan Camilo.
Si estuvieras acá, te diría que desde que saliste
para ir a dar una vuelta por la canchita cerca de tu
casa, tu madre y tu padre no han dejado de pensarte. Al principio imaginando que pronto llegarías, pero
con el paso de las horas comprendieron que ese amor
por tu equipo, de nuevo había sido lazo que apretó
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014
Me crispé con el que fue el triunfo más importante
en la historia del deporte colombiano por lo que representó en conjunto: el Giro de Italia. Aconteció que
justo después de la conquista de Nairo Quintana, algunos líderes políticos salieron a decir que gracias a su
gestión, el de Cómbita logró su título. El más increíble
sugería que el alza en el IVA a las telefonías celulares
en su gobierno, permitió tener a Nairo como campeón,
ya que él pertenece a un equipo patrocinado por una
empresa de telecomunicaciones.
Yo sé. Da una rabia inconmensurable. No se puede
entender cómo se aprovechan de hombres que jamás
recibieron una mano del Estado o de sus gobernantes.
Por el contrario, Rigoberto Urán creció con la cicatriz
de la guerra, su padre fue asesinado en Urrao por paramilitares y Nairo, hijo de una familia campesina, desde temprana edad se vio obligado a contribuir económicamente en su hogar, tal como sucede con miles de
niños colombianos a los que les toca cambiar el lápiz
por un azadón.
El aporte reciente del Gobierno en el ciclismo fue
el Team Colombia, pero ni Quintana ni Urán son producto de dicho proyecto, y ahora resulta que todos
han apoyado el ciclismo desde siempre. Se acabó el
Giro y al otro día comenzó la Vuelta de la Juventud en
nuestro país, y qué creen, ¿algún político salió a respaldar con el mismo ahínco la vuelta de los futuros
campeones colombianos? Mientras el deporte de nuestra tierra ha hecho lo
que la política jamás podrá (unir al país así sea por momentos), ellos, los que se disfrazan de cuello blanco
para velar por intereses propios en vez de intervenir
por los del pueblo, seguirán tratando de hurtar el esfuerzo individual de toda una vida para hacer proselitismo. Y es lo normal, porque la hipocresía es de sus
cualidades más naturales, y les alimenta ese deseo de
poder que, parece, hasta los excita. Y, entre tanto, los
gobernantes se suben campantes al bus de la victoria,
al pueblo le toca entender con cierta resignación que
la política no se vive, la política se padece.
zegovina, uno de los tantos que surgió luego de la división de Yugoslavia. También sobresalió la presencia de
6 países de la Conmebol por cuanto Brasil es el anfitrión
y la FIFA decidió mantener el quinto cupo por repechaje
para Suramérica.
Lo que más emocionó, por lo menos a los colombianos, fue el regreso de la tricolor a un mundial, después
de 16 años de ausencia y del fracaso de tres procesos de
consolidación de los seleccionados nacionales. Y esta
vez la ilusión de hacer un buen papel en la competición
fue más una realidad, si se tiene en cuenta que hacer
un buen papel significa superar lo hecho en las participaciones anteriores.
El virus llamado Mundial se esparce más rápido de
lo que se piensa y hace su aparición con el álbum oficial
de la FIFA. Grandes, chicos, hombres y mujeres empiezan a llenar el mosaico de imágenes, en el que está casi
todo lo relacionado con el evento deportivo más relevante en el ámbito internacional.
A diferencia de cualquier otro año normal de fútbol,
los años mundialistas nunca pasan desapercibidos. En
estos años, mujeres y hombres se ponen de acuerdo
para estar en la misma tónica respecto al fútbol. Dejan
a un lado sus diferencias y posturas sobre el fútbol y lo
disfrutan sin excusa.
Este virus se irriga hasta en los países renuentes a su
protagonismo, como Estados Unidos. Ni los norteamericanos pueden resistirse a esta pandemia y a un lado
quedan sus intentos por desprestigiar el fútbol, al que
llaman soccer. Incluso ellos mismos ahora se cuestionan
llamar football a un deporte que se juega con las manos, algo impensable hace menos de diez años.
Y no se pueden desconocer los eventos precedentes
al certamen mundial de Brasil. Protestas, obras inconclusas, sobrecostos, que aparecen como peros a la cita
orbital y que lograron que la opinión mundial pusiera
interrogantes sobre sus proporciones. Pero nada puede parar el fenómeno inexplicable del fútbol. Sí, las situaciones sociales previas al mundial quedaron en un
segundo plano. Pero esto es más que una ‘anestesia’ a
la conciencia colectiva. Hay que revisar con más detenimiento e incluso seriedad qué es lo que pasa cuando,
en medio de todo, viene el pitazo inicial, hay once en la
cancha, miles en las tribunas y millones alrededor del
mundo para jugar. Tal como acaba de ocurrir en Brasil,
tal como ocurrirá dentro de cuatro años.
más fuerte que el que te unía a tu familia, tu natación
y tus estudios.
Te contaría –si estuvieras acá– que tu madre ha vivido días muy aburridos y noches largas añorándote.
Pensando que quizá fue muy madre o, por el contrario, muy dura. Que tu padre de nuevo se ha embriagado en la tristeza porque aún no retornas.
Si estuvieras, seguramente te invitaría a ver un
partido del Mundial, sé que querías ver a Falcao en
la Selección y si bien no jugó nuestro equipo va bien.
Si estuvieras, Chavelito –como muchos te decían–,
seguramente te invitaría a una arepa con carne desmechada y guacamole y mientras la compartíamos te
hablaría de fútbol. Ese deporte que a mí también me
apasiona. Te diría, por ejemplo, que para mí es –además de un deporte– una excusa para recrear tardes
añejas pintadas con los colores de la nostalgia. El fútbol nos ayuda a creer que con nuestros golazos ganamos tantos partidos cuando realmente perdimos casi
siempre por goleada. Y la ventaja es que nadie nos
desmiente. Porque todos andamos en el mismo juego: construirnos un pasado glorioso que nos ayude a
evadir los tiempos presentes cuando se ponen duros.
Porque como dijo Albert Camus: “la pelota no llega
siempre por donde uno la espera”. Y, sin embargo, a
diferencia de la vida, da tantas revanchas.
Juan Camilo: quisiera contarte que me ha dolido
ver a tu madre esperando que estés aquí. Te diría que
tus hermanas ahora sacan banderas, corean y alientan tu equipo como una forma de evocarte. No han
querido fiestas familiares porque sienten que les falta
un pedazo que sigue ausente. Imagínate que en un
partido hace poco creyeron que tu equipo ganó en las
últimas, gracias a que vos ayudaste. ¡Cómo te parece!
Así es el fútbol. Ayuda a que la gente cree mitos.
Te contaría que tu madre aún tiene que responder
por deudas y compromisos que hace poco no tenía y
que tu partida obligó. La lucha por tu regreso la dejó
enferma, cansada y con muchos números en rojo en
su saldo. Si estuvieras Juan Camilo, te diría que en los
viajes de trabajo ella no hace más que mirar a través
del cristal del bus, esperando verte a la vera de algún
camino. Sabe cómo te gustaba estar en esas vías.
Pero no estás y la vida de muchos se ha trastocado. Desde que decidiste salir, llevando una muda de
ropa y algo de comida en tu morral, tantos asuntos
han cambiado.
No voy a reprocharte, no tengo derecho. Sólo te
digo que, tristemente, desde que te fuiste sólo por
ver un partido de tu equipo contra otro de mitad de
tabla y esa rama te tumbó del camión container al
que ibas aferrado, todo perdió sentido para la gente
que más te quería. Como sentido ha perdido la vida
de otras tantas familias. Sos uno más en la lista de
casi 30 que han muerto piratiando en la carretera por
ir detrás de un equipo de fútbol. Con dolor te lo digo:
ninguno de los 30 han merecido siquiera una nota de
condolencia de esos equipos o colores por los que se
jugaron la vida. Y ustedes jugándose por ellos.
Te fuiste Chavelito a tus 14. Qué rabia pensarlo.
Cuando tu viaje, el verdadero, el significativo, recién
comenzaba. Y tu madre y quienes te querían sienten
desánimo para jugar el segundo tiempo de sus vidas,
porque nada vale tanto como una vida. Qué vaina que
no lo hubieras entendido.
Con aprecio,
Guillermo Zuluaga Ceballos
*Guillermo Zuluaga Ceballos es periodista, autor de varios libros en
torno al fútbol. El más reciente es Mi Medallo. Una pasión cosida
al alma. Es miembro de la Mesa de pedagogía y convivencia de la
ciudad de Medellín.
reportaje
CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
5
Ruedas de cambio y olvido
NARANJAL: UN OASIS EN LA MEDELLÍN REDISEÑADA
Laura Bayer Yepes / [email protected] / @LaLau5972
Juliana Gil Gutiérrez / [email protected] / @JuliiGil
Cerca al centro de la ciudad hay
un barrio que tiene condiciones envidiadas por muchos sectores de Medellín:
topografía excelente, alta accesibilidad,
buena ubicación geográfica y cientos
de espacios por explotar. Este, el barrio
Naranjal, se encuentra cercado por decenas de talleres de mecánica, algunas
tiendas de esquina y los llamados paleros, personas que se ubican cerca a la estación Suramericana del Metro en busca
de trabajos en construcción o para recoger arena y otros materiales. Este paisaje cambiará muy pronto gracias al Plan
parcial nuevo Naranjal.
Medellín verá en el año 2016 la primera entrega de un proyecto que consta
de cinco unidades residenciales, cuyos
apartamentos tendrán un promedio de
69 a 115 metros cuadrados, con un costo mínimo aproximado de 246 mil millones de pesos. Además, aspira integrarlos en un espacio comercial y recreativo
que le dé una nueva cara al lugar.
La renovación del Naranjal fue el
primer Plan parcial que aprobó la ciudad
como una herramienta de planificación
que logrará los objetivos del Plan de Ordenamiento Territorial (POT). No obstante, surge un “quiebre urbanístico” que
afecta directamente el precio de los suelos; lo que hasta el 2000 se definía en una
relación entre propietario y normas, ahora el costo de un lote se define a partir de
criterios que tienen poco que ver con la
cantidad de metros cuadrados.
El primer factor es la ubicación:
existe mayor valor cuando se está a sólo
minutos de los puntos centrales de la ciudad. El segundo corresponde a las condiciones naturales del lugar: si el suelo es
plano o montañoso. Según John Jairo Hurtado, urbanista y economista antioqueño,
no sólo se compran determinados metros
cuadrados de terreno, también se compra
la posibilidad de hacer un edificio de 21
pisos o de construir una casa de tres.
Naranjal como lo
conocemos hoy
El Naranjal es un punto de cruce en el que
confluyen cuatro vías rápidas de Medellín: la Avenida San Juan, la Regional-Autopista sur, la calle 47D y la calle 65. Cuando las dos últimas se encuentran es fácil
ver el sistema de transporte público más
reconocido de la ciudad: el Metro.
“Naranjal es un sector en el que la
tierra es exclusiva, estamos parados en lo
mejor de Medellín”, describe Humberto
Correa, habitante del sector desde hace
40 años. “¡Eso es lo que no nos quieren
pagar! Estamos ubicados donde van a
levantar la mejor construcción de Medellín, pero ¿para quiénes van a hacer eso?
Para estratos 5 y 6. ¿Y nosotros qué? A los
que llevamos toda la vida acá nos van a
excluir sin derecho a nada”, sostiene.
“Direccionar con criterio social
todas las acciones y proyectos que se de-
Producto de la “colonización” de la ribera occidental del río Medellín, Naranjal encierra una historia
con rasgos que contrastan con el entorno urbano que lo rodea. Foto: Juliana Gil
riven de la aplicación del Plan parcial, de
manera que se logre una transformación
que beneficie al conjunto de las comunidades que habitan o laboran en el sector”, es uno de los objetivos principales
del Plan, entendido desde el modelo de
ocupación establecido en el Decreto municipal 1284 del año 2000.
Humberto Correa, quien además
es líder del Comité de protección de los
trabajadores del Naranjal, dice que el
precio por metro cuadrado es más alto
para los “más poderosos del barrio”: “se
los están pagando a mejor precio, dos
millones quinientos, pero los que somos
más descapitalizados, nos pagan a 700
mil el metro cuadrado. A mí me lo pagan
a un millón 380 mil pesos, pero aun así
creo que no es justo, no sé por qué nos
pagan diferente si son casas que están
hasta en la misma cuadra”.
Según la Empresa de Desarrollo
Urbano –EDU–, el Plan parcial contempla
reubicar a los habitantes en el proyecto
que interviene al barrio vecino Arrabal,
donde se harán apartamentos de interés social y comunitario, teniendo como
prioridad las personas que originalmente
hacían parte del Naranjal. Pero, por otro
lado, los habitantes señalan que la labor
de la EDU ha sido dividirlos para que los
lotes no puedan venderse agrupados y
de este modo salgan más baratos.
namiento Territorial de los años 50, por
las constantes inundaciones y espesas
mangas en las que se encontraban unos
cuantos naranjos y muchos mangos. Para
los 60 la presencia de industrias emergentes, como Gaseosas Lux y Tejicondor,
llevó a que este punto de la ciudad se
asimilara a un área industrial. Junto a la
fábrica textil bajaba la quebrada La hueso, canalizada tiempo después de que
permeara con sus aguas gran parte del
Naranjal.
En los 70 eran pocas las casas que
poblaban el barrio, de naturaleza obrera,
mientras que en los 80 surgieron los primeros negocios de mecánica. Más tarde,
se comenzaron a aprovechar los espacios
como bodegas de reciclaje, cafetines y
parqueaderos. También llegaron los vendedores ambulantes y las improvisadas
cantinas. Al frente del parqueadero de
Jumbo, donde hoy se encuentra la sala
de ventas del proyecto Nuevo Naranjal
había naranjos y muchas pesebreras, que
a veces eran un lugar de juego para los
jóvenes de la época.
El nombre de barrio Naranjal surge de una gran cantidad de plantaciones
de la familia de los Medina, quienes eran
dueños de la tierra de Bolivariana, y la
familia de los Atehortúa, quienes tenían
una finca con plantaciones de naranjas
agrias. En este territorio abundaban los
árboles y pastizales y sólo había unas
cuantas vacas.
El antiguo lote de
naranjas
Resistiendo al olvido
El sector centro-occidental de la ciudad
fue “invadido”, se fue poblando poco a
poco y sin control, por no ser tenido en
cuenta en el primer Plan piloto de Orde-
Deisy Gómez, trabajadora del barrio,
cuenta sentirse mal con respecto a los
cambios que ha sufrido y sufrirá la zona y
dice estar afectada por su situación. Para
la joven, “lo lindo del barrio es la gente,
en sí misma…la gente. Casi todos llevamos muchos años acá”, afirma. Aunque
poco recuerda del paisaje, sí sabe que
su negocio ha sido el mismo desde hace
50 años y que las personas son quienes
le dan vida al lugar y hacen que Naranjal
exista.
Carmen es una tendera del sector,
quien tiene su negocio en Naranjal desde
hace más de 20 años. Además de la nostalgia por tener que decir adiós al barrio
donde ha conseguido para vivir durante
más de dos décadas, a la señora Carmen
la invade una tristeza más: ella no es propietaria del local en el que trabaja, sino
que paga arriendo. “Yo creo que aquí lo
que vale es el tiempo que uno lleva trabajando, vamos a ver si eso me lo tienen
en cuenta”, declara con un lejano tono de
esperanza en sus palabras.
“Todo esto eran mangas y casas
viejas de Tejicondor. Yo llegué al barrio
para trabajar latonería y pintura, pero de
cuenta mía, no era empleado de nadie. Yo
trabajo por mi cuenta, pero no soy dueño
de un negocio porque local no tengo, sino
que trabajo y pago arriendo”, recuerda El
Chavo, quien trabaja en Naranjal desde
hace 54 años.
“A mí no se me ha ido la clientela porque es clientela de muchos años
y ellos me van trayendo otros clientes”,
afirma El Chavo, quien está a la espera de
saber qué será de su negocio luego de la
reubicación.
De acuerdo con Claudia Avendaño
Vásquez, historiadora de la Universidad
Nacional de Colombia: “Naranjal concentra la tendencia de construir un lugar mejor y abrirle la puerta al progreso,
mientras que -al mismo tiempo- se está
aniquilando la tradición.
6
CRÓNICA
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014
Personas que hacen de la memoria una artesanía
TRES CARAS DE LA MISMA COLOMBIA
Por: Daniela Ruiz Lozano / [email protected]
bre una carreta de metal verde que se
apoya en dos llantas y cumple la función de soporte, de porta sombrillas y
de mesa. Sobre la tabla de madera, empotrada en la carreta, ella pone una carterita blanca de tela en la que guarda
los carboncillos, colores y lápices que
le dan vida a Pastrana, María Cecilia
Botero, Hugo Chávez y a todos los personajes que, sin quererlo y sin saberlo,
están mirando una calle del centro de
Medellín desde la lejanía y planicie de
su ausencia y desde la cercanía y realismo de sus retratos.
La vida de Amparo entre los retratos y las celebridades es la carne de
esos rostros, de ese país que se cuenta en una pared del centro, de ese país
que, además de presidentes, modelos,
cantantes y políticos, tiene un siglo de
guerras y una maraña de dificultades
que encara la gente como Amparo, esa
que sueña y no logra aparecer en la televisión.
El campo
El primer retrato que pintó Amparo fue el de Sergio Fajardo, porque a sus 43 años se enteró que en Colombia
además de celebridades hay alcaldes, gobernadores y presidente. Foto: Daniela Ruiz
En medio del asfalto y el gris anaranjado de los edificios del Valle de Aburrá
resaltan, como guayacanes en medio de
un bosque verde, los paisajes, retratos y
cuadros de artistas empíricos que cuentan lo que es Colombia. La desnudan,
la dibujan y la presentan como un libro
abierto.
La calle y los espacios públicos
han sido para estos artistas las galerías
para contar a una Colombia de contradicciones, de famosos y desaparecidos,
de políticos y campesinos, de vagabundos y pintores.
El poder y la fama
Era un día caluroso en el que el sol pegaba directo en las paredes del ranchito, con una intensidad tal sobre los vidrios de la casa que parecía el momento
perfecto para incendiarla. Ese día, que
fue cualquiera, en cualquiera de los 120
meses que ella llevaba trabajando en
el mismo lugar, Amparo Zapata pensó
prenderle fuego a su casa, a ver si así
los medios de comunicación centraban
por una vez su atención en ella. Pero
después recobró la cordura y pensó que
valía más su ranchito que salir en la televisión.
A las siete de la mañana, de lunes a viernes, los ojos penetrantes y expresivos de expresidentes, presidentes,
paramilitares, políticos, guerrilleros y
celebridades miran incesantes hacia la
avenida La Playa y se quedan sin parpadear. Observan el tráfico y a ratos los
ojos de los espectadores, hasta las 7 de
la noche, cuando Amparo Zapata descuelga de la pared, aledaña al edificio
Furatena en el Centro de Medellín, los
retratos de todos los personajes a los
que ilustra.
El paisaje que conforman los
rostros que la retratista pinta, permite
observar a Colombia en su compleja
mezcla de banalidades, corrupciones,
ilusiones y esperanzas. Al lado de Natalia París está Álvaro Uribe, luego Falcao
y más allá la carita sonriente de un niño
afrodescendiente al que parece que
protegiera del sol el retrato de Gabriel
García Márquez.
Pero entre tantos y tantos rostros
conocidos por la televisión, la prensa y
demás, está el de Amparo, en el centro
de todos, con los párpados lánguidos y
pesados que recubren casi hasta la mitad un par de pupilas concentradas en
el lienzo. Ella es la foto principal en medio de la pared.
“Aquí la gente viene y me pregunta que yo por qué pinto políticos, y
es que yo los pinto no porque los quiera o los odie, sino porque aquí en este
espacio yo muestro el país que somos.
Pero la verdad es que también los pinto
porque tengo la esperanza de que algún
día un político o periodista pase por
aquí, vea su retrato y me ayude, apoye
mi arte. Eso es mejor que incendiar la
casa”, cuenta Amparo, entre risas.
Nació en San Carlos, Antioquia,
lejos de la televisión y de los personajes que pinta. Hija de don Jonás y doña
Aura, como llama a sus padres, y hermana de una gran camada de hijos.
Don Jonás –cuenta– le pegaba a doña
Aura cuando no quedaba embarazada
y el sopetón de golpes iba acompañado de la palabra ¡bestia! Por eso, si algo
aprendió Amparo en sus primeros años
de infancia fue que las mujeres tenían
que dar hijos para no ser unas bestias.
A los diecisiete años se vino para
Medellín con doña Aura, pues ella, cansada de los moretones, cogió sus hijos
y abandonó a don Jonás. En la ciudad,
Amparo conoció a Leonardo, un pintor,
que se convirtió en su esposo y con él
aprendió dos cosas: lo que sentía doña
Aura cuando don Jonás le pegaba y a
pintar.
“Un día, cuando Leonardo no
estaba, yo vi una cartulina limpia y una
foto de una mujer con el cabello largo y
la cabeza ladeada. De la nada, esa foto
me dio ganas de pintar, lo que yo nunca
había hecho. Entonces me senté, cogí el
Mirado 2 en la mano y decidí que hasta
que no acabara no me paraba de la silla”, cuenta.
No hubo más qué decir, Amparo
quedó convencida de la premonición y
con un banquito pequeño, una base, lápiz, sacapuntas y cartulina, se fue para
la carrera 70 a ofrecer sus servicios de
retratista. Pero la felicidad no duró tanto, pues con los dibujos vino la experiencia y con ésta el mejoramiento de
su técnica. Al ver esto, Leonardo, que al
principio la había impulsado, cambió de
opinión y decidió que había que encerrar a esa mujer en la casa, hasta que
se le olvidara pintar, porque ella estaba
pintando mejor que él y eso era inadmisible.
Un día, cansada de su situación,
salió al centro y vio la pared verdosa y
vacía aledaña al edificio Furatena, y allí,
parada en medio del bullicio del centro
y del afán de la ciudad, recordó que los
golpes no lograron hacerla olvidar el dibujo. En el año 2004 se instaló a pintar
en la calle donde hoy continúa.
La cartulina blanca le sirve a la
retratista de lienzo y está recostada so-
De la pared donde Amparo cuelga sus
retratos, basta con tomar un bus para
conocer una historia similar: la de León
Mejía, un paisajista enamorado de retratar el campo, de sus planicies y montañas, de los charcos, los ordeños y los
portones.
El taller de León parece un lugar
salido de sus pinturas: un sendero de
madera bajo el que pasa un riachuelo
y sobre el que se alzan imponentes árboles que se juntan en lo más alto de
sus copas para no dejar ver el cielo. Según León, las iguanas y los dos perezosos del Jardín Botánico son sus musas
inspiradoras. “Yo miro esta naturaleza y
recuerdo cuando en el campo mi mamá
me decía: echá ojo a ver si la gallina ya
puso y por ahí derecho traes la leña pal
fogón”, explica León.
Los olores a humedal hacen que
León recuerde que en su niñez visitaba
con frecuencia la finca de su abuela en
Titiribí y todos esos lugares que acostumbraba visitar en su infancia se le
quedaron grabados en la mente como
una nostalgia tremenda, de la que sólo
ha podido deshacerse cuando pinta.
La calle y los espacios
públicos han sido para
estos artistas las galerías
para contar a una Colombia
de contradicciones, de
famosos y desaparecidos,
de políticos y campesinos,
de vagabundos y pintores.
crónica
CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
“La pintura es una poesía y yo
pinto para declamarle a los extranjeros
lo que es nuestro campo. Aunque también a la gente de aquí, porque nosotros subvaloramos al campesino, creemos que esa es gente sucia que nada
tiene para decir y mentiras, yo que he
vivido en el campo, y soy de la ciudad,
puedo asegurar que en los campesinos
está el futuro, por eso los pinto”, sostiene León.
Cuando tenía 26 años León decidió irse para el Pueblito Paisa en busca
de turistas que quisieran conocer cómo
es el campo antioqueño. Allá se dedicó
a dibujar con acuarela lo que recordaba:
casitas de colores, con tejas de barro y
tapias abiertas, mujeres descalzas que
ordeñan y hombres con sombrero que
podan helechos. Tras ellos el sol que
nunca es de un solo tono de amarillo,
y las montañas del campo antioqueño
con sus gamas de verdes y anaranjados.
“Un día, ya trabajando en el
Jardín Botánico –cuenta León– pasó
un campesino desplazado y una de las
pinturas lo conmovió tanto que me dijo
“hombe, amigo mío, en esa misma casita viví yo”.
La guerra
Esa otra parte del campo, que no es el
paisaje apacible que pinta León, donde
la tierra ha sentido los pasos asustados
del desplazamiento y ha probado la
sangre de los campesinos víctimas del
conflicto armado, la retratan Beatriz
Agudelo y Natalia Agudelo, dos hermanas de San Francisco que vivieron con
miedo el paso de todos los agentes armados por su tierra.
La casa de doña Berta siempre
fue el lugar de encuentro: antes de la
guerra hacían allá las reuniones vecinales, durante la guerra fue el escondite y
después de la guerra fue el lugar para
tejer la memoria. En octubre de 2011
Beatriz Arias, docente enfermera de
la Universidad de Antioquia, visitó San
Francisco con una mirada distinta, esa
vez fue con la motivación de hacer algún
trabajo comunitario con las mujeres del
municipio. Motivada por su investigación en salud mental y violencia política, decidió realizar un taller de tejidos,
pues ella, costurera además, creyó que
el tejido iba a gustar a esas mujeres.
Pero con el tiempo, las reuniones del costurero dejaron los bolsos y
las colchas, pues en tanto comenzaban
a tejer, afloraban los recuerdos del carro bomba que puso la guerrilla en el
comando de Policía, del día que comenzó a disparar el helicóptero del Ejército
sobre las casitas y cuando los paramilitares se instalaron como Pedro por su
casa en el pueblo.
Por San Francisco pasaron todos
los actores armados, legales e ilegales.
En 1970 estuvo el ELN, a finales de 1990
llegaron las FARC y al año se instalaron
los paramilitares. Tres años después, en
el 2003, se realizó la Operación Marcial
del Ejército Nacional, que buscaba acabar con la guerrilla en el oriente antioqueño.
De conversación en conversación, los tejidos fueron cambiando de
forma. A la casa de doña Berta ya no
llegaban sólo las mujeres del costurero
sino que iban niños a escuchar las historias de la guerra y hombres de la vereda
para recordar con ellas esos días tristes.
Fue así como Natalia y Beatriz Agudelo,
comenzaron a liderar el proyecto que
Beatriz Arias les propuso: tejer cuadros
para sanar las heridas de la guerra y
construir memoria.
Mientras las mujeres que no tejían hacían el chocolate, Beatriz Agudelo
separaba cada una de las telas que iba a
dar forma al cuadro “Junto pero no revuelto”. Entre todos acordaron que allí se
iba a plasmar, cuando los niños estaban
en la escuela y en medio de la jornada
llegaban hombres armados a interrumpir
las clases, se sentaban con ellos y les preguntaban: cómo están, a quién han visto raro por la vereda y les decían que no
contaran que ellos habían ido.
Todas las noches de octubre
de 2011 hasta octubre de 2012, en las
7
El campo que ha sido la inspiración para un hombre citadino, León Mejía.
Foto: Daniela Ruiz
De conversación en conversación, los tejidos fueron
cambiando de forma. A la casa de doña Berta ya no
llegaban sólo las mujeres del costurero sino que iban
niños a escuchar las historias de la guerra y hombres de
la vereda para recordar con ellas esos días tristes.
veredas San Isidro, El Pajúi, Jardín Matecaña y La Esperanza, de donde son
Natalia y Beatriz, se volvieron noches
“La intención no era terapéutica, pero sin duda ayudó a sanar lo que hirió la guerra” Beatriz Arias. Foto: Daniela Ruiz
para crear memoria. Allá, en la casa de
doña Berta se encontraban siempre a la
misma hora a hacer lo mismo, recordar
familiares asesinados, traer a la mente
el miedo, escuchar de nuevo los sonidos
de las balas y luego reproducirlos con
hilos y retazos en los cuadros. “Cada
recuerdo común se plasmaba en el cuadro y eso era como un alivio para tanto
dolor”, afirma Beatriz Agudelo.
La imagen de la Operación Marcial, cuando un helicóptero llegó a disparar sobre las casas en busca de guerrilleros y la del desplazamiento forzado
que la prosiguió quedó tan vívida en la
mente de las mujeres de San Francisco
que dio fruto a 13 cuadros más, realizados con recortes de ropa de sus familiares asesinados y desaparecidos por la
violencia, que les permitieron retratar
el rostro del país más triste, el país de
la guerra.
Los 14 cuadros conformaron una
exposición itinerante que ha viajado
por Medellín, Bogotá y Barranquilla.
Además, cinco de estos cuadros fueron
elegidos para la muestra ‘Basta ya’ y se
encuentran expuestos en el Centro Nacional de Memoria Histórica, en la sala
llamada Resistencia.
Los retratos de fama y poder de
Amparo, el verde apacible de León y los
colorcitos que cuentan las historias de
la guerra son tres de los mil rostros que
tiene la misma Colombia compleja e inconclusa.
8
crónica
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014
¿yO CON QUÉ CO
Daniela Ruiz Lozano / da
Daniela Gómez Tamayo
Laura Mejía Moreno / la
Siete mujeres, siete
cantaoras. Voces desplazadas desde el Chocó hasta
Medellín. Voces que vuelven a encontrarse para cantar sus raíces. Arte contra el
olvido.
una pluma de sus alas, para yo poder
escribir.
Rooorro, mi niñito lindo, de mi corazón.
Tu padrino y madrina que te echen la
bendición,
que te la echen bien echada, que te
llegue al corazón..
Oilando, uuoi ven
subiendo y bajando, iioo ven
déjame entrar al monte,
déjame echar sueñito,
y en tu regalada cama, iioo ven…
Oscuro está el teatro y oscura es la piel
de las siete mujeres del grupo Kambirí
que se tongonean sobre el escenario.
Ellas tienen al frente un público que les
pide al unísono que canten con sus voces del Pacífico, con su ritmo chocoano:
¿Con qué corazón?
Cuando se formó el grupo, eran
ollas, tenedores y tapas de metal las
que marcaban el ritmo de las canciones.
Ahora, en medio del escenario, los implementos culinarios se cambiaron por
tambores de madera recubiertos por
pieles de chivo y vaca, tocados con baquetas al compás de las manos de Esneda Quinto. Las cantaoras lucen vestidos
blancos, de cuello tejido, que les cubren
el cuerpo hasta las alpargatas naranjadas que combinan con el turbante.
Un chorro de luz blanca las baña
en el centro del escenario del Teatro
Camilo Torres Restrepo, en la Universidad de Antioquia. El fuerte sonido de
la lluvia desaparece cuando Rosalba
Martínez entona con vigorosidad: “¡Ay!,
¿con qué, con qué…, con qué corazón
me iré?”, como si en esa oscuridad que
envuelve a su audiencia viera el campo
que dejó cuando los grupos armados la
desterraron.
Entre los aplausos del público, todas mueven sus caderas al ritmo
de sus cantos. Rosalba, con sus lentes
cuadrados y una voz que se aleja de lo
común, orienta a sus compañeras mientras se desplaza en zigzag, pasando por
Cada presentación, cada ensayo es un ejercicio para la memoria.
Foto: Stiver Peña. Periódico De la urbe.
delante y por detrás de las otras seis
cantaoras. Llega un momento en el que
pareciera que el meneo de su cadera y
la agitación de su respiración guiaran
los aplausos del público, como si las almas de esas siete mujeres se les hubiera robado, por un instante, el espíritu
a los jóvenes que, atónitos, las miran
como celebran con sus cantos. Parece
como si, en medio de la función, ellas se
sintieran de nuevo en su Chocó querido.
Esneda, antes de comenzar a tocar su tambor, trae a la memoria: “Yo
recuerdo que mi papá nos hacía muñecas de madera y nosotras, cuando nos
motilaban, cogíamos el pelo que nos
cortaban y se lo pegábamos a las muñecas; quedaban hermosas”.
En Riosucio, Chocó, donde quedaba su finca, Esneda se acostaba to-
das las tardes en la hamaca a recibir la
fresca, mientras los pájaros Mochileros
Baudó, propios de la región, le dedicaban sus trinos desde las copas de los
árboles. Junto al ave, el sonido del mar
creaba una melodía que la arrullaba
hasta que llegaba el cielo estrellado de
la costa Pacífica.
“En el Chocó -cuenta- se acostumbra que la madre le componga una
canción al hijo que está por nacer; son
arrullos que cantamos durante todo el
embarazo. Luego, cuando el niño nace,
se la cantamos para que se duerma.
Mamá no nos compuso a todos el arrullo
porque éramos 10 hijos, de los cuales 9
fuimos desplazados y uno desaparecido”.
A los ángeles del cielo, esto les vengo a
pedir,
UNA BÚSQUEDA COMÚN
Contexto asumió con rigor la invitación
hecha por nuestros pares de De la Urbe de la
Universidad de Antioquia para participar en
el taller ‘Memoria y conflicto’, un ejercicio de
producción y otras prácticas periodísticas en
torno a este tema que es clave en el contexto
actual del país que nos proponemos narrar.
Producto de esa invitación es esta versión
del texto producido por tres de nuestras
periodistas que publicamos a continuación y
que aparece completo en la edición 69 de De
la Urbe. A partir de esta experiencia, ambos
medios universitarios hemos declarado
nuestras intenciones de continuar colaborando
mutuamente, en una relación que, mediante
el intercambio, alimente una búsqueda que
compartimos y que cada uno de los involucrados
mantiene con elementos particulares: los
aportes y los logros que deben buscarse con el
periodismo hecho desde la universidad, como
un laboratorio de prácticas periodísticas, pero
también como un escenario para la información
y el debate sobre las cuestiones del entorno;
algunos de los elementos de los que consta
esta idea del periodismo universitario, que es la
búsqueda en la que nos hemos encontrado con
De la Urbe y en la que proponemos encontrarnos
con otros medios pares de la ciudad y del país.
Kambirí continúa la presentación con
un gualí, el canto fúnebre para despedir las almas de los niños chocoanos.
Los niños, muertos por la enfermedad y
por la guerra, se cubren con un trajecito
blanco y se rodean con flores, para que
sus almas suban directo al cielo.
En los rituales, la flor principal
es la de Pico, que se pone dentro de la
boca de los niños para que quede allí su
última saliva que, según la costumbre,
dicen que es bendita para curar
heridas. El pasaporte a la otra vida son
los cantos y en ese trayecto hacia el
cielo, los pequeños van dejando atrás
su niñez.
Frente al escenario, está Lorna
Beltrán, quien fija la mirada estupefacta
en cada uno de los movimientos de las
siete mujeres que se bambolean en la
tarima porque sueña verse ahí transmitiendo su alegría. Así como presenciaba
los gualíes en el campo, a Lorna también le tocó presenciar cómo a sus hijos
se los arrebató la guerra.
—Deme todo lo que tenga —dijeron los
hombres encapuchados.
—Qué le voy a entregar si yo no tengo
nada. —Entonces, ellos entraron y revolcaron la casa.
—No hable. Y si lo único que tiene es
esta casa, entonces, ¡entréguemela!
—Pero, señor...
—Que no hable, le dije. No quiero verla
más aquí. Tiene cinco minutos para irse.
Y si no, ya sabe...
La casa de Lorna era de paja y madera;
tenía un baño, una pequeña cocina y un
fogón. Allá la tierra le daba todo lo que
necesitaba, y lo que no le daba la tierra,
se lo daba el mar. En la tarde del desalojo, ella estaba haciendo el almuerzo
cuando llegó el encapuchado con sus
hombres y devastaron la única habitación de la casa.
Cuando a uno le dan un tiempo
para desalojar, no es sólo para irse de
la casa; es para salir del territorio. Algunas veces te dan 24 horas, y eso parece
mucho tiempo; pero si uno vive en el
campo, 24 horas es muy poquito para
caminar y escapar. ¡Si 24 horas es poquito, cinco minutos es nada!
Lorna salió y vio, al lado de su
ranchito, dos filas de hombres armados,
iguales al que entró y la ultrajó dentro
de su casa. Sin mirarlos a la cara salió
corriendo hasta que la voz del mismo
hombre la detuvo para decirle: “Callada, que ya sabe lo que le pasa si habla”.
Aquella amenaza, efectivamente, la calló por casi 10 años, hasta el
2004 cuando la denunció en Medellín.
Lorna no sabe aún cuál grupo armado
la desplazó.
crónica
CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
9
ORAZÓN ME IRÉ?
[email protected]
/ [email protected]
[email protected]
Algunas compañeras suyas afirman que fueron los paramilitares, pues
como recuerda Aidé, madre de Esneda, “uno sabía cuándo era la guerrilla y
cuándo los paracos porque los últimos
no tenían barba y olían bien”. Pero lo
cierto es que no tuvo tiempo ni de llorar
porque si una sola lágrima rompía el silencio que le habían impuesto corría el
riesgo de escuchar el sonido de un disparo sobre su cuerpo.
Padre mío, San Antonio,
que predicas desde Roma,
por tu santa religión y tu bendita
corona,
por una muerte que debes,
a mi padre lo van a ahorcar,
por un falso testimonio
que le quieren levantar...
Silencio. Una señal de respeto se apodera
del recinto teatral. Silencio y más silencio.
Aunque hay algo más que sólo entienden quienes lo han vivido. El aire se llena de una tensión que no es incómoda,
sino que, en cambio, sugiere melancolía.
Aquellos asistentes que no notan la nostalgia en el canto, murmuran e intentan
descifrar la magia oculta que esconde
el alabao. Apenas un puñado del público, que es afrodescendiente y que está
sentado en el centro del auditorio, siente
el peso histórico sobre sus hombros. El
alabao representó, para el negro africano esclavizado en la selva tropical pacífica, una forma de cantarle a la vida y a la
muerte, una forma de traspasar el hierro
de las cadenas, de curar los latigazos, de
sobrellevar la añoranza de la tierra perdida y nunca más recuperada.
Pero estas mujeres, en este viernes lluvioso, no sólo le cantan a su historia africana. Ellas alzan su voz en el
escenario y parece como si en sus ojos,
más que en su alabao, se dibujara el
sufrimiento que simbolizó el hecho de
convertirse en un número más de las
325.579 personas desterradas del Chocó entre 1985 y 2014.
Al desarraigado lo persigue un
karma, un castigo. Su vida se vuelve un
eterno recorrido, un círculo en el que
todo lugar al que llega es ajeno y todo
espacio que lo recibe es hostil. Pero
el peor de los temores es el de que la
guerra vuelva a violar, sin escrúpulos, su
recinto sagrado, su hogar, su cuerpo, y
que los desplace de nuevo.
El afán de la ciudad, que en nada
se parece al cantar del Mochilero Baudó,
el vaivén de las olas del mar y el cricrí de
los grillos del campo, no fue lo único que
sorprendió a Lorna. Después del desplazamiento forzado, por casualidad o
infortunio, llegó a Medellín sin conocer
ningún citadino, con las manos cargadas
de niños y nada en los bolsillos.
El trayecto entre matorrales,
ríos y carreteras que la llevó de Chocó a
Antioquia y que la hizo cruzar este departamento hasta Medellín, no terminó
en el pequeño lote que consiguió en el
barrio Caicedo para vivir con sus hijos.
Allá sólo fue la mitad del camino. Su
desplazamiento la forzó a pedir limosna de Belén a Robledo, pasando por el
centro de Medellín y, de vez en cuando,
haciendo una parada esperanzadora
por la Secretaría de Derechos Humanos
y la Defensoría del Pueblo para conseguir ayuda.
Qué bonito van bajando
los que subieron ayer,
rom, rom, mi canalete,
chan, chan, mi recatón.
Qué bonito van cantando
los que callaron ayer,
rom, rom, mi canalete,
chan, chan, mi recatón.
Como Lorna, después de llorar sus tierras
y sus familiares desaparecidos, decenas
de mujeres desplazadas del Chocó fueron
adquiriendo fuerza para llegar a una ciudad ajena, a un lugar desconocido, donde
su cultura ya no era la misma. Medellín
fue el destino de muchas porque el camino las condujo o porque tenían un familiar
o algún conocido que les podía dar posada mientras se acoplaban a su nueva vida.
Desde que llegaron, buscaron
ayuda en personas que tuvieran sus mismas raíces. Por esto se establecieron en
algunos barrios y puntos de encuentro de
afrodescendientes como Mano de Dios,
que hacía parte del barrio Enciso, en la
Comuna 8, o como el Parque de Berrío,
lugar de encuentro sagrado los domingos, o el Parque de San Antonio, donde
surgió una economía negra con restaurantes marinos, sopas de pescado y bares
de champeta.
El anhelo de encontrar personas
que comprendieran por lo que habían
pasado, las llevó a toparse con la Red de
Mujeres Afrocolombianas, institución
que promueve la organización, participación y desarrollo de las mujeres del Pacífico. Allí pudieron revivir sus costumbres,
afianzarlas, reencontrase con vecinas y
conocer otras mujeres que también habían pasado por situaciones parecidas.
En el 2010 decidieron crear un
grupo de canto y baile que enseñe la
cultura chocoana. Así nace Kambirí,
este grupo de mujeres que marca con
la fuerza de su canto el sufrimiento que
representa afrontar el desplazamiento
forzado. La mujer que dio la idea del
grupo es Rosalba Martínez, y, como
buena maestra, siempre se lleva el protagonismo porque, a pesar de sus 74
años de edad, compone la mayoría de
las canciones y les enseña a sus compañeras a bailar, cantar y componer.
El alabao, para ella, es un pasaporte
para cambiar de vida y los grupos de
cantaoras del Chocó son, antes de la
pachanga, un espacio para alejarse del
pasmoso ambiente de la ciudad y volver a sentirse como en la familia que les
quitó la guerra.
Lo que Esneda, Rosalba, Lorna y
todas las cantaoras tienen en común,
además de la piel achocolatada y las
imágenes de la guerra a cuestas, es la
iniciativa de renacer con el canto para
revivir por unas cuantas horas, en un
escenario de Medellín, el calor del Chocó, la fertilidad de la mano campesina,
el culto a sus muertos y la parranda
propia de la tierra negra colombiana.
Esas voces, lejos del pescado
atrapado con lombriz, de los tambores,
de los hijos y hermanos desaparecidos,
recrean el rostro de un departamento
olvidado como es el Chocó, una esquina de esta Colombia —que tiene casi
48 millones de habitantes y 5.576.168
desplazados—, de los cuales siete mujeres cantan arrullos, gualíes y alabaos,
en medio de un teatro que apenas supera los 100 espectadores.
El canto de estas mujeres tiene un significado que supera las formas de la música y se afianza en los elementos de la cultura chocoana. Foto: Stiver Peña. Periódico De la urbe.
10
Reportaje
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014
Un panorama del fútbol femenino en Medellín
No es un pecado ponerse los guayos
Por: Mariana Bohórquez Uribe / [email protected] / @mar07buribe
El fútbol es el deporte de conjunto más jugado en todo el mundo, en
él participan aproximadamente 270 millones de personas, durante muchos
años fue exclusivamente practicado entre hombres. El fútbol femenino lleva menos de 25 años de actividad reconocida y, además de cambiar los
paradigmas, está generando hasta debates que calan en la identidad de la
sociedad antioqueña.
El desarrollo de los aspectos técnicos y tácticos es uno de los progresos más notorios del
fútbol femenino a nivel competitivo en Medellín. Foto: Mariana Bohórquez Uribe
El fútbol de mujeres en Medellín comenzó en el año de 1991 con torneos
“piratas”, es decir, sin el aval de la Liga
Antioqueña de Fútbol o la División Aficionada del Fútbol Colombiano –Difútbol–, según Margarita Martínez Betancur, coordinadora de clubes deportivos
del Inder Medellín, exfutbolista y primera entrenadora de fútbol femenino
de la ciudad: “En esa época las mujeres
que jugaban fútbol eran mujeres, entre
comillas, eran llamadas “marimachos”,
puesto que el biotipo daba para eso;
yo rompí esos paradigmas, no fue fácil,
salir a las concentraciones era complicado, puesto que los mismos hombres
no confiaban en la mujer como jugadora. Antes la mujer no era tan femenina
para jugar, ahora sí”, expresa Margarita.
El fútbol practicado por mujeres
era rechazado, primero por las familias
deportistas, luego en el barrio y así se
extendía esa idea en el resto de la ciudad, explica Luz Estela Zapata Jaramillo,
coordinadora del club Formas Íntimas y
exfutbolista. “Cuando una mujer hace
algo distinto la señalan. Cuando es distinta, las personas se impresionan, a las
mujeres de nuestra cultura les enseñaron a ser amas de casa y a los hombres
a ser ‘meros machos’”, comenta Liliana
Zapata Sierra, presidenta del club Formas íntimas.
Según Liliana, quien también
fue futbolista, las mujeres han sido
muy maltratadas, humilladas y estigmatizadas por la sociedad simplemente
porque practican un deporte que “supuestamente” es de hombres; a ella le
tocó en su juventud ser llamada “marimacho” y que sus equipos fueran sacados de las canchas. Liliana Zapata se
considera una militante de igualdad de
género, quiere acabar con la discriminación y considera que las mujeres futbolistas no obtienen de la población el
respeto que se merecen, porque para
Liliana ser futbolista es una profesión
y en ella la mujer pierde su condición:
“La feminidad ya va en la individualidad
del ser“, comenta.
“La mujer dio mala imagen del
fútbol, terminábamos un partido y nos
sentábamos a tomar y a bailar con él
que pasaba. En los 90 las mujeres que
practicaban fútbol eran consideradas
unas “borrachas”… Y quién no iba a
pensar mal si mis compañeras terminaron mal, unas están en la cárcel, otras
en el cementerio y otras son madres de
diez hijos sin papá”, menciona Liliana
Zapata.
Para la Liga Antioqueña de Fútbol el balompié era para hombres, en
1991 comenzaron a fomentar el fútbol
de mujeres con el primer torneo departamental en el que la inscripción
costaba $150.000, requisito difícil para
equipos que no contaban con apoyo y
que provenían de barrios pobres; en
esa época no había patrocinadores.
Actualmente existen cinco clubes femeninos de balompié en la ciudad
de Medellín: Nacional, Formas íntimas,
Nuevo Milenio, Juveantioquia y el Club
Mar-Mar (Margarita Martínez), que se
dedican a la práctica competitiva. Por
otro lado, existen otros equipos que
poseen una propuesta más estética que
deportiva como las Diosas del Balón y las
Divas del Fútbol. Sandra Milena Sepúlveda Lopera, jugadora activa de Formas
Íntimas, afirma: “Con todo el respeto
que las chicas se merecen, a mí me parece que lo que ellas hacen es un insulto
al fútbol femenino, porque ellas realizan
un espectáculo para que los hombres
miren. Son modelos con cuerpo bonito, con cara bonita, que se meten a una
cancha sin saber nada de técnica del
fútbol, de táctica, de preparación física.
Nos hacen quedar muy mal a las que de
verdad jugamos por pasión”.
La búsqueda de los equipos de
exhibición es demostrar que la belleza y el deporte van de la mano, no
entrenan para ser deportistas de alto
rendimiento. Sin embargo, participan
en certámenes como el Día del fútbol
antioqueño y en eventos benéficos en
favor de organizaciones como la Fundación Hogares Juveniles Campesinos,
uno de los grandes beneficiarios de la
actividad de Divas del Fútbol.
De este equipo hace parte Cindy
Mesa, modelo, estudiante de Negocios
Internacionales en la Universidad de
Medellín y presentadora de los canales
Cosmovisión y CNC Medellín. Cuenta que siente una pasión muy grande
cuando entra a la cancha de entrenamiento, lo define como un momento en
el que se olvidan todos los problemas,
como una manera de mantenerse bien
física y mentalmente. Cindy explica que
Divas es un equipo que pretende mostrar feminidad a la hora de jugar fútbol,
cuestión que en años anteriores no era
muy marcada por las primeras jugadoras de los años 90. Cuenta que realizan
eventos de exhibición, pero al mismo
tiempo el equipo tiene una escuela de
fútbol donde se empieza de cero y se va
aprendiendo con el tiempo.
No obstante, jugadoras de equipos de competencia como Isabela
Echeverry Restrepo, de Formas Íntimas,
quien afirma: “Equipos como Diosas o
Divas dejan el fútbol femenino por el
El fútbol femenino no tiene remuneración
económica, no es el negocio de millones
que corren en torno a los hombres. La lucha por
el profesionalismo la abanderan personas
y equipos como Formas Íntimas
desde hace 10 años.
reportaje
CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
11
También con fines recreativos y en eventos de exhibición, algunas mujeres juegan al fútbol. Según quienes participan en
ello, esta es una manera de promover su práctica. Foto: Mariana Bohórquez Uribe
suelo y lo convierten en un tema de
entretención visual para los hombres”.
En su condición de ex futbolistas, Luz Estela Zapata, Margarita Martínez y Liliana Zapata piensan que es
imposible jugar bien al fútbol si no se
comienza desde una edad temprana.
Según ellas, así Diosas y Divas, además
del equipo de exhibición, y con escuela de fútbol, no están en capacidad de
entrenar niñas o mujeres para competencia. “Puede que Diosas del Balón y
las Divas del Fútbol tengan profesores;
pero motrizmente, para jugarlo bien, se
debe enseñar a jugar desde pequeñas,
antes de los 10 años, de los 12 a los 14
nunca lo harán tan bien”, afirma Liliana.
Juliana López, estudiante de
Contaduría Pública de la Universidad
San Buenaventura de Medellín, integrante de Divas del Fútbol hace tres
años, confirma que Formas Íntimas es
un equipo de competencia que posee
un alto rendimiento y que son jóvenes
que se preparan para competencias en
el ámbito nacional e internacional y
que comienzan desde muy pequeñas
con su formación. En contraste, señala
que Divas no es un equipo de competencia y no pretende serlo; disputan
torneos internos y compiten entre ellas
mismas, simplemente con el deseo de
jugar fútbol. A su turno Ana María Giraldo Restrepo, de Diosas del Balón,
indica: “Diosas del Balón en sí es una
escuela para aprender, obviamente no
es el mismo nivel de Formas íntimas,
porque ellas están entrenando para
competir”.
Los equipos femeninos de fútbol de China, Noruega, Suecia y Brasil
tienen ya reconocimiento internacional. En Colombia también hay grandes
avances en la competencia internacional; la selección femenina de fútbol de
Colombia obtuvo el subcampeonato
sudamericano de 2010 en Ecuador, con
el que clasificó por primera vez al Mundial femenino de 2011 en Alemania y
al torneo de fútbol femenino en los
Juegos Olímpicos 2012 de Londres. Colombia es la primera selección campeo-
En su arraigo en la tradición, la sociedad
medellinense durante años no vio con buenos
ojos el fútbol femenino, sobre el cual recaen
todavía prejuicios, muchas veces infundados.
na del Sudamericano femenino sub-17
realizado en Paraguay y subcampeona
en el Sudamericano femenino sub-20
de Uruguay. En lo nacional, sólo existe
un torneo de ligas que se repite cada
año, no hay una competencia nacional
interna importante.
En Colombia no existe una liga
profesional de fútbol femenino. Guillermo Montoya Callejas, periodista
deportivo y conductor del programa
“Buenos días deporte”, de Múnera
Eastman Radio, dice: “hasta que Colombia no vea triunfos reiterativos en
este campo no se logrará lo deseado.
Colombia es a la inversa, no es el país
de los procesos que toman deportistas
y los van acompañando hacia el éxito,
sino que los toman después del éxito.
Cuando Colombia deja de ganar, los temas se enfrían y regresan cuando los
personajes vuelven a ganar”.
En su arraigo en la tradición, la
sociedad medellinense durante años
no vio con buenos ojos el fútbol femenino, sobre el cual recaen todavía
prejuicios, muchas veces infundados.
“Las niñas no son más mujeres porque
jueguen voleibol, ni el niño por jugar
fútbol… A mí me llegan los papás preocupados diciendo que no le han podido
quitar ese “vicio” a la niña de jugar fútbol, ‘yo creo que se me va a torcer’, me
dicen”, cuenta Liliana Zapata.
Sin embargo, en la actualidad
hay padres de familia como Juan Carlos
Saldarriaga, quien promueve la práctica
del fútbol en sus hijas. Para Luis Camilo
Páez Marín que su hermana practique
fútbol no tiene ningún inconveniente y
explica que es una distracción educativa, que se deben dejar los estigmas y
prejuicios hacia las mujeres.
Según Liliana Zapata Sierra el
problema del fútbol femenino en Medellín, y en general en otras ciudades
de Colombia, es una cuestión más de
fondo que de forma: “Los niños son
tranquilos, el problema son los adultos, son los papás y las mamás los que
me insultan a las niñas. Lo que está de
moda en los colegios privados es jugar
fútbol, pero la sociedad no las deja o
los padres tienen miedo que sus hijas
se vuelvan lesbianas, pero eso pasa jugando o no fútbol, pero las personas no
entienden eso”.
El fútbol femenino no tiene remuneración económica, no es el negocio de millones que corren en torno a
los hombres. La lucha por el profesionalismo la abanderan personas y equipos como Formas Íntimas desde hace
10 años. Pero los parámetros de la FIFA
para un equipo profesional son altos y
exigen por ejemplo tener un estadio,
un equipo de 25 jugadoras, que estén
afiliadas a una EPS, que tengan contrato de trabajo y que se les pague mínimo
dos salarios mínimos.
Guillermo Zuluaga Ceballos, periodista, historiador y escritor de libros
de fútbol plantea que el fútbol femenino es un punto de quiebre para esta sociedad. El hecho de que haya mujeres
practicando un deporte masculino demuestra que la ciudad se está abriendo
hacia las nuevas ideas. “En Colombia
falta mucho para profesionalizar al fútbol femenino. Las mujeres no juegan
igual que los hombres, ese es el pensamiento mayoritario, ya que el juego no
tiene la misma intensidad o emoción”,
comenta Zuluaga.
Del mismo modo, asegura que
Diosas del Balón y Divas del Fútbol
evidencian que seguimos siendo una
sociedad de la imagen donde el qué
dirán y el estarse mostrando significa
mucho. “Ellas no sienten el fútbol sino
la necesidad de seguirse mostrando,
contrario a las que sí lo practican de
verdad, desean colonizar espacios que
han sido de los hombres para llamar la
atención”, expresa Guillermo.
Luis Arturo Henao Calderón, periodista deportivo del canal UNE argumenta que Antioquia ha hecho un buen
aporte al fútbol femenino. Sin embargo, en Bogotá y en el Valle hay más
avance y desarrollo de este deporte,
puesto que las mujeres han logrado, a
través de la velocidad y la técnica, realizar un fútbol interesante. “Un hombre
en años anteriores se extrañaba un
poco al saber de una mujer que jugara
fútbol, ahora es más normal y no hay
tanto prejuicio. Hace 30 años el 5% del
estadio era población femenina, ahora
es como el 40%; el fútbol es un deporte
universal, le faltaba el toque femenino
y ya lo tiene”, añade Luis Arturo.
En lo que coinciden las jugadoras de Divas del Fútbol, Diosas del Balón y Formas Íntimas es en invitar a las
niñas, mujeres jóvenes o adultas a que
demuestren su gusto por el fútbol sin
miedo y sin tapujos; como dice Sandra
Milena Lopera: “Ponerse los guayos
no es pecado” y como expresa Cindy
Mesa, “no hay que dejar que los demás
opinen de uno mismo. La mujer ha demostrado que también puede jugar fútbol igual o mejor que el hombre”.
12
Reportaje
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014
Ciclismo: cuando el esfuerzo y el sacrificio son más que discurso
HISTORIAS DE LOS ESCARABAJOS COLOMBIANOS
Esteban Arango / [email protected] / @EstebanA08
Juliana Gil Gutiérrez / [email protected] / @JuliiGil
El ciclismo es uno de los deportes que se
practica en Colombia. El rótulo de “deporte bandera” se debe a la gran cantidad de triunfos conseguidos para el país.
Tan nutrida es la historia del
ciclismo en Colombia que en ella se
encuentran deportistas en diferentes
géneros, categorías y épocas que han
probado las mieles de la victoria, no
sólo en el ámbito local y regional, sino
en las diferentes competiciones y pistas
internacionales con destacadas participaciones.
La geografía es el punto clave
para que nuestros deportistas exploten
sus capacidades y se preparen a la medida de las condiciones que se exigen en
las competencias en Europa. Nuestras
montañas han logrado preparar a miles
de ciclistas a través de los años hasta el
punto de presentar al mundo el perfil
del escarabajo: el deportista luchador,
de estatura baja y contextura delgada
que desde niño se enseña a escalar las
diversas cordilleras que le proporciona
el ambiente donde vive.
Benjamín Laverde, más conocido
como Mincho, entrenador de ciclismo
de fondo y semifondo en las juveniles
de Antioquia, dice que “contar con tantos espacios en el territorio para practicar el deporte sirve como una especie
de garantía, ya que los deportistas, desde pequeños, se preparan con las mejores condiciones”.
Para Mincho, “el velódromo
hace parte importante de esta preparación, porque es un complemento de la
ruta”. Mientras más esté el deportista
en el velódromo y más practique la parte técnica, se van perfeccionando detalles que hacen la diferencia, porque “la
pista le sirve a los corredores de ruta
para mejorar la contrarreloj, la técnica
de bajada, de grupo…’’.
Santiago Botero, salido
de los esquemas
Cientos de vueltas a un velódromo, horas diarias de entrenamiento,
ascensos por diversas montañas, constantes pruebas de acondicionamiento
físico, extensos chequeos y trayectos de muchos kilómetros son apenas
algunos de los factores que componen el itinerario del escarabajo
colombiano, una particular especie en aumento que, con su esfuerzo,
inserta el nombre del deporte nacional en la élite mundial.
práctica: el ciclomontañismo, que apenas se introducía en el país. A medida
que superaba los semestres en su pregrado, también fue haciendo lo propio
en las distintas carreras en las que participaba con fines recreativos, hasta que
el ciclismo ganó y, finalmente, Botero
se inclinó por el profesionalismo con el
equipo español Kelme.
Victorias en la París-Niza, la
Vuelta a Andalucía, además de un par
de etapas en Vuelta a España y Tour de
Francia no serían suficientes para el ciclista, quien dio un giro de 180 grados
al folclore ciclístico del país por triunfar
en una modalidad que poco había dado
frutos y que se distanciaba de las proezas logradas en los años 80 por los escarabajos boyacenses: la contrarreloj.
Su año fue el 2002. Botero se
alzó con dos etapas del Tour de Francia.
La novena, la de la contrarreloj individual, entre Lanester y Lorient, escenario donde derrotó al estadounidense
Lance Armstrong, favorito en la competencia y vencedor en las anteriores
ediciones. Terminó de imponer su sello al coronarse campeón del mundo
en la contrarreloj de Bélgica, en la que
se posicionó como uno de los grandes
referentes de la historia y catapultó la
versatilidad del escarabajo colombiano
en el mundo. Santiago es el contrarrelojista por excelencia del ciclismo colombiano. Ahora hace parte del Orgullo
Antioqueño, el equipo de ciclismo que
patrocina la Gobernación de Antioquia,
y participa en labores administrativas y
también se toma su tiempo para entrenar a los futuros ciclistas y aconsejarlos
en su camino al éxito. Para él ‘’es una
gran forma de apoyar el ciclismo en el
departamento a través de lo económico. Los proyectos y los recursos son un
incentivo para los jóvenes que buscan
abrirse paso en el deporte’’.
Valentina Paniagua
Areíza, ciclista élite
“Mi primer entrenador me decía que seré
campeona mundial y aún me la creo”.
Valentina Paniagua es una joven ciclista
que con sólo cuatro años de entrenamiento sobre ruedas ya tiene su cupo
en la selección Colombia femenina de
pista y es la Campeona nacional de ruta
de 2014.
Desde muy pequeña fue una
apasionada del deporte: entrenaba atletismo y en sus tiempos libres montaba
bicicleta, pero un accidente obstaculizó
su carrera como atleta y la llevó a dedicarse al deporte de las dos ruedas, accidente que- años después- terminaría
agradeciendo porque la convirtió en la
gran sorpresa del ciclismo femenino debido a que en la primera competencia
nacional en la que participó fue la ganadora, batió un record nacional y -posteriormente- la marca que ella misma ha-
bía impuesto. “Cuando a uno le va bien
le gusta más”, afirma Paniagua Areíza.
Para Valentina el ciclismo es un
deporte de muchos detalles “no es sólo
salir y montar en bicicleta, uno de verdad tiene que entrenar bien. La técnica
y ubicación en la carrera son muy importantes”, cuenta y agrega que: “No
hay una clave, son muchas cosas, lo
fundamental es perseverar y ser constante”.
En relación con su triunfo en el
Campeonato nacional de ruta asegura
que: “la ruta es muy dura y muy gratificante, ¡eso es un solo dolor!”. Dice
que cuando se está en el punto límite
de una competencia se elige entre dudar y hacerlo con toda la energía, “yo lo
hice con toda y gané, es como apostar a
todo o a nada”, concluye.
En su carrera como deportista
sabe muy bien que hay una fuerza ajena al deporte que influye en sus resultados: “mi único agüero es echarme la
bendición y entregarle a Dios la carrera”. Además, en su maleta de viaje no
puede faltar un escapulario, “de resto
todo se me puede quedar”.
Ansia de gloria, sacrificio
y no perder nunca la
ambición, son importantes
en el ciclismo.
“Lo más importante en el ciclismo es la
pasión”.
La historia de Santiago rompe con varias tradiciones del ciclismo colombiano. De allí que su figura en el mundo
ciclístico se haya hecho más grande con
el transcurrir del tiempo. Nacido en
Medellín, en 1972, Botero no se interesó por la bicicleta hasta los 18 años,
cuando lo usual es que el ciclista comience a foguearse desde los 13 ó 14
para ascender entre categorías. El mismo deportista reconoce que el inicio de
su carrera se dio de manera distinta:
‘’un caso atípico, salido de lo común,
ya que empecé por lo que termina normalmente la gente, que es el ciclismo
recreativo’’.
El proceso de exploración por el
deporte y sus modalidades se dio entre sus estudios de Administración de
Negocios en la Universidad Eafit de la
mano, o mejor dicho, del pedal, de otra
Valentina Paniagua Areíza dedica extensas jornadas de entrenamiento para afianzar una carrera deportiva que avanza hacia la meta de
ser campeona mundial. Foto Juliana Gil
CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
reportaje
13
Las rutinas de entrenamiento de los ciclistas competitivos comprometen casi la totalidad de su agenda diaria. Foto: Juliana Gil
Julián Arredondo
Moreno, ciclista
profesional
¿Usted qué siente por la bicicleta?
Es amor, creo yo.
Su forma de correr es explosiva y fuerte.
Escala como muy pocos logran hacerlo
y sus triunfos son únicos, escasos, como
aquellos que muchos ciclistas anhelan,
pero que no logran en medio de la competencia.
Durante el pasado Giro de Italia,
él llegó solito a la meta y se coronó como
rey de las montañas italianas, portó la
camiseta azul con todo el orgullo de haber hecho bien el trabajo y fue uno de los
competidores colombianos que sobresalió entre decenas de ciclistas de todo
el mundo. Sobresale en el equipo Trek,
¡cómo no! si su escalada sobre las ruedas
de su bicicleta ha sabido conquistar una
de las montañas más desafiantes que
puede enfrentar un ciclista profesional.
“Ser ganador de una etapa del
Giro de Italia es un logro personal, la recompensa a todos estos años de entrenamiento y saber que se están haciendo las
cosas bien”. Arredondo llegó al mundo
del ciclismo gracias a su padre, quien lo
llevaba a las carreras recreativas que corría y luego -aproximadamente a los 11
años de edad- entró al equipo de ciclistas
de su natal Ciudad Bolívar, la de su orgullo y su nostalgia: “para mí Bolívar es el
mejor pueblo del mundo”, afirma. Años
después ingresó al Centro deportivo de
alto rendimiento de suroeste, donde entrenaba con Carlos Quintero, Rigoberto
Urán y otros corredores, muchos de los
que ahora se encuentran en grandes
equipos profesionales.
Julián Arredondo Moreno comenzó a estudiar Administración de Empresas Agropecuarias en una universidad
de Medellín, pero se dio cuenta de que
debía decidir entre sus estudios y el ciclismo porque: “Combinar el estudio con
la bicicleta era muy difícil. Era una cosa
o la otra porque estaba haciendo las dos
a medias y uno algo lo hace bien o no lo
hace”, argumenta Julián.
Arredondo cuenta que el mayor
obstáculo que se ha encontrado en su
carrera fue cuando cumplió seis años de
estar fuera del país y sentía que no había
conseguido alguna de sus aspiraciones
en el ciclismo. Pasó por equipos de Italia
y Japón, hasta que llegó a Estados Unidos, donde ha encontrado las primeras
grandes victorias de su carrera. “Poco a
poco fui creciendo y logré superarlo. La
constancia es lo más importante, quien
es constante algún día alcanza”, cuenta
Julián Arredondo y resalta que “se puede
tener la mente muy fuerte, pero si físicamente no se está preparado, es imposible”, concluye el ganador de la camiseta
de montaña del Giro de Italia 2014.
Martín Emilio “Cochise”
Rodríguez, exciclista
“En Colombia se muere más la gente de
envidia que de cáncer”.
“Yo empecé en el ciclismo por necesidad. Venía de una familia de estrato
bajo, que había perdido el padre cuando
yo tenía 16 días de nacido. Mis hermanos eran mayores que yo, fueron ellos
quienes intentaron sostener la casa por
un largo tiempo”, cuenta Cochise, para
referirse a sus comienzos en el mundo
de las dos ruedas.
J. Henrique Ríos, amigo suyo, le
ayudó a conseguir un puesto de mensajero en la farmacia La Botica de los
Isaza, que quedaba en el centro de Medellín, y fue él quien le impulsó a correr
por primera vez. Su primera competencia fue una doble a Barbosa (ida y venida) con una bicicleta de mujer, que no
era apta para él. Luego, con un préstamo de 70 pesos que le hizo la farmacia
donde trabajaba, compró una bicicleta
de turismo con la que obtuvo sus primeros triunfos.
Cuando consiguió su primera
bicicleta profesional, el número de victorias aumentó. En la primera Vuelta a
Colombia que corrió fue galardonado
con el título de Campeón novato y en
la segunda quedó como subcampeón;
los dos años siguientes fue campeón y,
luego de perder en la quinta ocasión,
recuperó su título en su sexta Vuelta a
Colombia.
Su gran especialidad se dio en
el ciclismo de pista, en la modalidad de
persecución en 4.000 metros. “El Dr.
Echeverry me vinculó para que corriera
en esta modalidad y quedé de campeón
departamental, nacional, bolivariano,
centro americano, panamericano, gané
dos títulos mundiales y obtuve el récord
mundial de la hora. Además, fui campeón mundial en Italia.
Cochise goza de ser el primer
ciclista en la historia de Colombia que
participó en un Giro de Italia. “Me de-
clararon profesional a la fuerza y prácticamente me fui para Italia a abrirle
las puertas a los colombianos”. En el
Giro ganó dos etapas en los años 1973
y 1975, respectivamente, mientras que
sus pedalazos abrían camino.
A sus 72 años Cochise es el ejemplo de muchos ciclistas jóvenes y profesionales que hoy sueñan con correr las
grandes carreras ciclísticas del mundo.
En la ruta, sus ruedas dejaron marcas
imborrables en las montañas del mundo, mientras que en la pista, su velocidad se convirtió en el viento que impulsó a los corredores que, muchos años
después, seguirían los rastros de sus
ruedas y conquistarían glorias similares.
Pedaleos, ascensos, carreras contra el reloj y muchos otros elementos,
conforman uno de las historias más ricas
del deporte en Colombia. Las proezas de
los ciclistas nacionales continúan, no con
palabras, sino con cada kilómetro que
descuentan de la línea de meta y con las
emociones de millones de compatriotas
convocados en torno a la figura de los escarabajos colombianos.
Hablar del éxito del ciclista
colombiano remonta la historia a finales de la década
del 40, cuando el equipo
colombiano se colgó la
medalla de oro en los Juegos
Centroamericanos y del
Caribe de 1948.
14
análisis
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014
Un fenómeno que está más allá de las barras
CUANDO SUBEN LOS TONOS DE LA AFICIÓN
Melissa Álvarez Correa / [email protected]
El fútbol es un deporte
tados a lo que la cultura
que congrega personas
les está ofreciendo y se
muy distintas en torno
convierten en la expreal espectáculo deportisión de lo que están revo. Los motivos de esa
cibiendo”. Una pregunta
afición son igualmente
clave es ¿qué están recidiferentes y tienen una
biendo?
relación muy cercana con
el contexto social de la
misma. ¿Qué dicen sobre
nuestra sociedad las formas de nuestra afición?
Un campeonato
mundial de fútbol es la
mejor manera de constatar que, aunque es un deProhibir la entrada de la
porte universal, el fútbol
parafernalia, suspender
no se vive de la misma
la entrada a un partido,
forma. Cuando es uno de
prohibir el uso de la calos equipos de la ciudad
miseta oficial, ¿son soel que está en el momenluciones útiles? Si bien
to estelar de una comla reglamentación es nepetencia y en el estadio
cesaria, para Diego Lono frente a los televisores
doño, coordinador del
se escuchan los gritos de
programa de Deporte y
gol, es evidente que no
convivencia, desde un
todas las personas dejan
ámbito educativo como
ver su afición del mismo
hoy en día lo hace el InPara muchos, el estadio es una muestra de la sociedad en que se ubica. En Colombia, incluso elementos de la identidad
modo.
der, se puede lograr más.
regional se cruzan con la afición que muchos profesan por el fútbol. Foto: Joaquín Gómez Meneses
El fútbol tiene seEn sus palabras “la transguidores de todo tipo: desde el aficionaformación real de la cultura es la educado que siente gusto por el deporte y lo muertes encarnen un sentir frente al
Sin embargo, influyen otros facto- ción de base”.
conoce, pasando por el hincha que ex- fútbol. La pregunta es ¿por qué matar- res como el económico, el cultural, el po“Hay que formar al joven para
presa una simpatía por un equipo en la se por una camiseta? Las opiniones han lítico y el social en los actores del fútbol. que respete al otro, independiente del
competencia; el barrista que, además, se estado divididas y, aún más, de acuerdo Para Gonzalo Medina “es algo que está contexto en el que se encuentre con él.
reúne en un grupo y con cánticos “alien- con el lugar desde donde se mire: la si- inmerso en un plan de desarrollo y unas No es “yo me comporto bien en un esta” al equipo, o el fanático que busca los cología, el pensamiento del ciudadano o políticas, entonces sí tiene qué ver. Hay tadio”. No”, asevera Diego. Por su parte,
extremos para dejar claro el amor por su la sociología, por ejemplo.
muchachos que lo ven como una for- en defensa del fútbol, Gonzalo Medina
El contexto es fundamental para ma de resistencia a la situación”, afirma plantea: “el deporte debe ser una esdivisa.
Medellín conoce las consecuen- interpretar los fenómenos sociales y, cuando alude a los que se han involucra- cuela al aire libre para la formación ciudadana”.
cias de esta última faceta de la afición. El como tal, el de las agrupaciones de se- do más al tema de seguir un equipo.
En conclusión, el reto es no deproblema no es reunirse. Los problemas guidores del fútbol o las barras no es la
En lo que sí coinciden totalmenestán surgiendo cuando un seguidor no excepción. Los factores que influyen en te ambos estudiosos del tema fútbol, jar de lado que los actores implicados
sabe afrontar el hecho de que haya una las prácticas violentas pueden ser diver- medios y barras, es en que el irrespe- en la situación de violencia derivada de
idea contraria o un gusto diferente al sos, pero las problemáticas colombia- to a la diferencia es otra cosa que se ve la afición por el fútbol no sólo son los
suyo. Según Diego Londoño, coordina- nas no se pueden olvidar en nuestro en- en las barras pero que no es exclusivo seguidores, sino todos los ciudadanos,
dor del programa Deporte y convivencia torno. Por esto, Diego Londoño, desde de ellas. Según indicaron, la sociedad los medios y los actores del mundo del
del Inder, “el tema es qué pasa y cómo su experiencia como periodista depor- experimenta en gran medida “la exclu- deporte. Medina explica para qué: “hay
asumo yo la otredad, el que no está en tivo y psicólogo, sostiene que “las ba- sión sólo por pensar distinto, por ser de que hacer un trabajo pedagógico con
este grupo, porque yo puedo ser muy rras son solamente un síntoma de una un color diferente”. Londoño opina que la gente, con los medios, porque si no,
solidario internamente con los que tie- enfermedad cultural. En el estadio vas es muy común llamarles desadaptados no se acaban esos estereotipos sobre lo
nen una preferencia igual a la mía, pero a observar algo que sucede en un nivel cuando en realidad “están muy adap- que realmente es una barra”.
cómo asumo el encontrarme con una mucho más amplio en el ámbito social”.
preferencia contraria o distinta”, afirma Si de la ciudad se trata, se evidencia que
para hacer referencia al fanático, grado “Medellín sigue teniendo o padeciendo
un contexto de violencia en distintas
superior de un seguidor del deporte.
Se habla de la pasión y el fanatis- manifestaciones, entonces las barras esmo como contraposiciones. Por un lado, tán inscritas ahí, se ubican ahí”, explica
está la pasión por un equipo que, según Gonzalo Medina.
Las barras y los seguidores del
Gonzalo Medina, magíster en Ciencias
Políticas, conocedor y estudioso de los fútbol no se deben satanizar porque
espectadores del fútbol, es cuando un se presenten episodios de violencia o
equipo “me inspira esa pasión y como daños en la ciudad. Según Medina, hay
tal yo por él siento esas fuerzas, vibro que entender el contexto y reconocer
con él”, pero, por otra parte, el fanatis- que esas situaciones también se viven
mo compromete algo más de la vida; en otros escenarios y con actores de
según Medina es cuando seguir a un diversas edades. Lo que cabe preguntar
equipo “le amarra la vida y le condicio- es: ¿Debe atribuirse la responsabilidad
na la vida, por ejemplo, a unos colores, única a la sociedad? Diego Londoño,
desde la psicología social, expone que:
a una camiseta, a un equipo”.
No obstante, el tema ha ido más “tenemos discursos violentos en la ciuallá. La identificación, la pasión desbor- dad, (…) en el país, desde la misma casa
dada y la extrema filiación han llegado le dicen al niño: ¨es que si lo van a ataal deseo de que las agresiones y las car, usted no se vaya a dejar¨”.
¿Cuál es la
solución a la
problemática?
BARRAS CON MÁS BANDERAS QUE LAS DEL EQUIPO
Durante Brasil 2014, las autoridades anfitrionas tuvieron el reto de
impedir que aficionados argentinos de diferentes equipos cumplieran
con el cometido anunciado incluso a través de versiones de prensa, de
enfrentarse a los hooligans ingleses como un episodio más de una vieja
rivalidad que mezcla fútbol y política y que tiene como antecedentes el
triunfo argentino contra los ingleses en México 86 y el conflicto en torno
a las Islas Malvinas que recientemente revivió en el contexto diplomático
internacional. Aunque la FIFA promueve con ahínco la separación de
cualquier otro asunto del fútbol, la realidad es que la afición se ‘fogonea’
con motivos que están fuera del campo de juego.
CRÓNICA
crónica
CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
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No se hace por deporte, se hace por pasión
CRÓNICA A DIEZ GOLES
Mateo García Agudelo / [email protected]
Aquí no hay lugar para “piscineros” ni “teatreros”. Se juega sin camisa.
Las reglas del juego nadie las impone, ya están establecidas y todos las
conocen. El partido no se acaba con el tiempo, se acaba con los goles.
El partido iba a realizarse en una cancha de arena, una de
las muchas que se encuentran en los diferentes barrios
de la ciudad y que poco a poco se están convirtiendo en
canchas sintéticas, esta vez sería en la comuna cinco. La
cita se había hecho días antes. Se acordaron el lugar y
la hora, el número de jugadores y cuánto se apostaría.
La cancha, donde pueden jugar 11 contra 11,
está rodeada de casas y árboles, además, tiene cerca un
parque-gimnasio. El viento levanta la arena y transporta
las hojas de los árboles, convirtiéndolo en el lugar apropiado para elevar cometas en los meses con más viento.
Cuando llegó la hora del partido, el sol comenzaba a desaparecer. Poco a poco fueron llegando los jugadores de ambos equipos, lo único que llevaban consigo
era la plata de la apuesta. Los que no tenían pantaloneta
con bolsillos, tenían la plata dentro de sus zapatos, sin
importar que las monedas les tallaran, ese era el único
lugar donde iban a estar seguras.
Mientras llegaban todos, los equipos hacían la
“charla técnica”, dibujaban la alineación sobre la arena.
Los jugadores recordaban que eran un equipo, que eran
amigos y si había necesidad de “sacar la cara” por un
compañero, no se podía dudar ni un minuto.
Para decidir si el balón era el apropiado, lo rotaron por todos los jugadores, quienes aprobaron el Mikasa número cinco, un poco acabado, pero con la cantidad
precisa de aire.
Los dos equipos ya estaban listos para comenzar.
Algunos iban a jugar con tenis, otros, más profesionales, lo harían con guayos, desgastados en el sueño del
gran futbolista. Estaba decidido jugar hasta los diez goles
pero no sobre qué equipo se quitaba la camisa para distinguirse en la cancha, pero nadie quería jugar sin ella.
Para eso están las reglas, las reglas del fútbol del barrio:
“al gol, la camisa”. Pero no es tan simple: se decidió que
el primer equipo en hacer gol la iba a conservar, pero la
anotación no se tendría en cuenta en el marcador.
No hubo necesidad de “picarla”, era un partido
programado, era un “desafío” y los equipos estaban convocados y armados. Previamente se acordó que no se
harían cambios y que se apostarían cinco mil pesos por
jugador. Se dijo que la plata debía ser casada antes de
comenzar el partido, para evitar inconvenientes al final,
pero esto no se cumplió.
Un equipo estaba a la espera de su arquero,
pero debido a la presión de sus contrarios decidieron
iniciar sin él. Debían determinar quién comenzaría tapando mientras el portero llegaba, así que para no poner a tapar al más “malo”, la elección se hizo de la manera más democrática posible: “piedra, papel o tijera”.
El perdedor comenzaría tapando y cuando les hicieran
un gol cambiarían de arquero, con la única condición
de que el portero no se dejara hacer el gol para no seguir tapando y salir a jugar.
Lo único que faltaba era que alguien diera la orden para iniciar. A falta de árbitro, innecesario aquí, de
entre el grupo salió un grito de “juegue”, en remplazo
del pitazo inicial.
El saque no se hizo desde la mitad de la cancha,
sino desde el arco del que tenía el balón. Cuando ambos
equipos comenzaban la carrera para disputar la primera
bola, se escucharon gritos de ambos lados, eran gritos
de apoyo a sus compañeros y a sí mismos. Porque no
sólo era un partido de barrio, era un partido donde estaba en juego el honor y cinco mil pesos, así que nadie
estaba dispuesto a perder, sobre todo por lo segundo.
Y con el juego vino el toque de misterio. Luego
de la euforia por el comienzo del partido, los únicos que
diferenciaban a los jugadores de cada equipo, eran ellos
mismos entre camisetas de Medellín y Nacional, de importantes equipos europeos, de escuelas de fútbol de la
ciudad y de la selección Colombia, por supuesto.
Minutos después, luego de varias oportunidades, llegó el primer gol. El simbólico, el que sólo servía
para determinar quién jugaría sin camisa. Rápidamente
comenzaron las críticas, un reclamo al central que no
rechazó el balón. Éste “gambeteó” el enojo de sus compañeros con su respuesta: no rechazó el balón porque
con el gol los otros se iban a confiar, dijo además que se
sentía más cómodo jugando sin camisa.
El equipo que metió el gol era el que no tenía arquero, pero al parecer esa desventaja no lo iba a afectar
en la delantera, a pesar de haber cambiado de arquero
durante todo el partido porque el titular nunca llegó.
Tras varias discusiones para determinar goles dudosos, de roces que se iban a empujones rápidamente
disuadidos, de faltas que se cobraban porque quienes la
cometían aceptaban su imprudencia, se había terminado el primer tiempo. Al llegar a los cinco goles, los equipos cambiaron de “arquerías” y siguieron jugando hasta
llegar a las diez anotaciones.
El partido continúo con la misma energía con
la que había comenzado. Se sentía el vértigo de ver un
término al “desafío”, faltaban cinco goles para ganar o
perder.
A la cancha llegaban integrantes de otros equipos, quienes, al ver que el partido se iba prolongando,
preguntaron a los que estaban en pleno partido si querían jugar un triangular. No faltaba mucho para terminar,
además, había una apuesta en juego, fueron las respuestas, razones de peso para que los que esperaban siguieran haciéndolo. Éstos, sin embargo, para no hacer tan
larga la espera, abandonaron la gradería pintada con los
colores del Inder e invadieron la cancha para hacer algunos toques de pelota en las zonas de la cancha donde no
había juego.
Cuando el balón salía del campo, lo recogía quien
lo había tirado, no sólo porque quien bota la pelota debe
recogerla, sino porque se juega el saque, pues quien la
recoge, saca.
Los equipos se desesperaban, unos por definir
rápido el partido y ganar la apuesta, mientras que otros
hacían lo posible por prolongar el partido e intentar ganar. Caía la noche y había poca luz en la cancha, poco a
poco se hacía notar la iluminación artificial, compuesta
por faroles no muy potentes. Todos estaban cansados,
secaban el sudor de su cara con la camiseta, escupían
para sacar la arena de su boca y sentían que las piernas
no daban más. Sólo faltaba una anotación para terminar.
Con el décimo gol, los ganadores gritaron eufóricos, los perdedores se culpaban entre sí y se reunieron
para juntar la plata. Varios, confiados en el triunfo, no
llevaron dinero y tuvieron que pedirlo prestado.
Los ganadores comentaban todas las acciones
del juego, los goles, las oportunidades perdidas y hasta
las peleas. Hasta que los capitanes de los dos equipos se
reunieron y fue entregada la plata de la apuesta. Unos,
rumbo a la tienda para comprar una gaseosa lo suficientemente grande para repetir ración y otros, cabizbajos,
hacia sus casas, aquello no terminaba, la revancha quedó acordada para la semana siguiente.
El fútbol al calor del barrio
En los barrios de Medellín cientos de jóvenes juegan día a día en canchas de cemento y arena. Muchos de estos jóvenes aspiran a ser profesionales.
Aunque el Área Metropolitana es una cantera de
jugadores para los equipos, existen barrios que son
cuna de futbolistas como La Floresta, Campo Amor,
Castilla y Manrique.
En el fútbol de barrio priman las individualidades y la fuerza, muchas veces el juego en equipo y la integridad de los contrarios quedan en un
segundo plano. En el barrio no existen árbitros y
por eso no se cobran faltas. De allí que las entradas
fuertes terminen en peleas.
Según Alejandro Restrepo, director técnico de la selección Antioquia juvenil, el jugador de
barrio “tiene una indisciplina táctica, es decir, no
tiene responsabilidades con un técnico ni con un
equipo. Es un jugador que siempre quiere jugar, sin
importar las lesiones ni la sobrecarga de entrenamiento. Muchos jugadores que hoy están en grandes equipos muestran características típicas de un
jugador de barrio, siempre se les ve el sacrificio y
la entrega”.
No obstante, según el entrenador, la cuestión no es sólo de talento. Cuando los jóvenes comienzan a jugar en equipos profesionales, deben
adaptarse a parámetros tácticos y físicos de un técnico y de un equipo. En los equipos profesionales,
estos jugadores deben usar su calidad al servicio
del equipo.
En los barrios, el fútbol pervive entre las luces y sombras no solo de las canchas, también entre las del contexto
social de la comunidad que lo practica. Foto: Mateo García
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perfil
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014
Jaime Barrientos: una vida que muestra el mundo del fútbol
“YO FUI EL QUE DECIDIÓ JUGAR FÚTBOL
Y YO FUI EL QUE DIJO NO MÁS”
Por: Sarita Jaramillo Ramírez [email protected]
El desarrollo de muchos deportistas no se dio por completo en canchas de
fútbol, courts de tenis o cuadriláteros. Muchos también han pasado gran parte
de su vida en las aulas haciendo una carrera universitaria, incluso mientras
obtenían triunfos deportivos. El boxeador mexicano, Marco Antonio Barrera,
estudió Derecho; el basquetbolista de los Chicago Bulls, Michael Jordan, se
graduó en Geografía; la tenista Venus Williams se las ingenió para ganar torneos
al mismo tiempo que los exámenes de Diseño. Pep Guardiola es fisioterapeuta,
Hugo Sánchez es odontólogo, Emilio Butragueño es administrador de empresas,
Fernando Redondo es arquitecto y la lista es larga.
Desde que tenía cuatro años comenzó a atrapar el balón.
Sus ídolos fueron claros desde el principio: Julio César
Falcioni, el Gato Fernández y Jean Marie Pfaff. Su padre
le chutaba el balón y él era el arquero. Así se enamoró
del arco y del fútbol.
Jaime Alejandro Barrientos Posada fue arquero en 6
equipos colombianos, en unos cuantos extranjeros y en
la selección de nuestro país. Ahora es Comunicador Social y está encargado del mercadeo, la comunicación y la
responsabilidad social en la Liga antioqueña de fútbol.
Él sólo tenía 6 años y jugaba con niños de 15. En
1990, con 10 años, entró a la cuarta categoría de la Liga
antioqueña, sus compañeros tenían 13 y 14. “Hice todo
el proceso en la Liga y quería ser jugador de fútbol profesional. Ese era mi sueño, quería ser el arquero del Real
Madrid, quería ser el mejor del mundo”, cuenta Jaime.
Siempre combinó las dos cosas: estudio y fútbol.
La jornada del colegio era por la mañana y el entrenamiento por la tarde. “La tenía muy clara, no iba a dejar
nunca el colegio.”, asegura el arquero que prestó servicio militar y ese mismo año fue selección Colombia
sub-17. Luego, vino el Envigado profesional y con él, la
universidad. “Empecé a estudiar Comunicación Social
Jaime Barrientos participó en una generación de jugadores cuyo
trabajo fue la base de muchos de los logros que le han dado nuevo
lustre al nombre de Colombia en el fútbol internacional.
Foto: Cortesía
y Periodismo en la UPB. Mi idea con la Comunicación
era hacer algo con periodismo deportivo, veía que iban
de la mano”.
Jaime pasó por altas y bajas, idas y venidas, estudio y juego. “Me la pasaba entrenando y estudiando
y seguía pensando que como sueño quería ser el mejor jugador del mundo y ya era jugador profesional. Iba
a clase, entrenaba, volvía a la universidad, entrenaba.
Quedaba muy cansado”.
Jaime pasó a jugar en el Deportivo Independiente Medellín. La opción de jugar y estudiar no estaba en
la mente de los directivos de la institución. Le dieron un
ultimátum: o juega o estudia.
Con 19 años, Jaime no aceptó esta opción y se
fue a debutar en Pereira. “Ahí empecé a sufrir lo que me
llevaría a dejar el fútbol más adelante”, explica Barrientos. El incumplimiento con los pagos, la falta de seguridad social, las irregularidades y el desorden.
Por eso llegó al año siguiente al Bello, equipo
profesional de la B, cuyo apoyo le permitió estudiar hasta que llegó una propuesta del Deportivo Pasto y la posibilidad de llegar a Italia.
Regresó y a los 22 años cumplió parte de su sueño. “Me encontré con los técnicos del Nacional. Toda la
vida había soñado con jugar para el equipo. Me dijeron
que tenía la posibilidad de ser el tercer arquero para
2003 y yo dije que de una”. En 2003 volvió a la universidad con menos materias. Lento, pero no quería dejar la
costumbre ni el hábito del estudio.
Cuando llegó el fin de año no se renovó su contrato. “Jugar en Nacional había sido mi sueño de toda
la vida y yo sentí que había pasado con más pena que
gloria”. Aun así, Jaime pasó también por Estados Unidos
y México y otra vez con el Envigado.
Jaime terminó siendo un referente de ‘pelea por
los derechos de los futbolistas’ y eso en el gremio del
fútbol no es bien visto por los directivos. “Te volvés un
sindicalista. Y no era nada de eso, simplemente les decía
que me pagaran si yo estaba trabajando. Yo me fui cansando de todo eso. Al Pasto lo demandé, del Bello salí
mal y me quedaron debiendo plata, en Medellín también, del Pereira igual. En Colombia jugué en 6 equipos
y salí peleado de 4”. Allí dejó de ser jugador profesional.
Tenía la posibilidad de seguir estudiando y esa
desilusión lo llevó a comprender que el fútbol no era su
única opción, o al menos no como jugador. Podía llegar a
él de otra manera. Luego de graduarse y desempeñarse
como comunicador en el ITM, llegó a Londres para mejorar el inglés y se le iluminó la vida.
Encontró un curso para técnico en la federación
inglesa y después un curso para entrenador de arqueros. “Yo siempre supe que tenía mucho para aportarle al
fútbol. Primero pensaba que era como jugador, pero las
cosas fueron cambiando”.
En la Liga empezó como entrenador de arqueros
de las selecciones Antioquia hasta 2012. Su primer trabajo en fútbol, no como jugador. Al año siguiente, montó su propia academia de arqueros. “Todo encajó para
Desde la Liga Antioqueña de Fútbol, Jaime Barrientos ahora
participa en el desarrollo de futbolistas cuyo proyecto de vida en
torno al fútbol esté respaldado por su formación integral como
personas. Foto: Cortesía
estar donde estoy ahora. Sí le puedo aportar mucho al
fútbol desde mi saber como futbolista, como entrenador y comunicador”, comenta Jaime.
Muchas veces lo ven por la calle y lo distinguen,
cada vez más poquito, reconoce Barrientos, y cuestionan
su decisión. “¿Vos no eras el arquero?”, “¿Qué te pasó
hombre?”, “Vos eras mejor que aquel y mirá ya donde
está. Te hubiera ido mejor”. Y el que fue arquero por más
de 10 años les responde que así es la vida. Que algo tuvo
el otro de más para estar donde está y él estar acá.
“Yo fui el que decidió jugar fútbol y yo fui el que
dijo que no más. A mí en una selección Colombia me
tocó enfrentar a Ronaldinho y ¡ya dónde está! Cada
uno hace sus caminos. Lo más seguro es que si hubiera perseverado y me hubiera aguantado eso que no me
gustaba puede ser que estaría jugando. Pero yo no me
arrepiento”.
Barrientos dio la vuelta, pero es claro que su
pasión lo movió siempre. La Liga tiene tres selecciones
Antioquia masculinas: sub 14, sub 16 y sub 17, con más
de 16 mil deportistas que sueñan con ser futbolistas profesionales. De esos 16 mil, el 0,2% llegará a ser profesional. La proporción es mínima.
El que fue entrenador de arqueros añade que
“tenemos que utilizar el fútbol para el bien de la sociedad. El fútbol como diversión y como entretenimiento
es muy bacano, pero tenemos un producto muy bueno
para aprovecharlo en el aspecto social”.
“Acá pensamos que el estudio va en contravía del
deporte y es todo lo contrario. Es un complemento. Tenemos mucho para hacer”. Es por eso que la Liga tomó
la determinación, hace ya unos años, de que para jugar
en ella, los menores de 16 años tienen que estar estudiando. “Juegue pero estudie, tenga siempre la otra opción. Hay que explicarles a los que entran que van a ser
muy poquitos los que progresen, haga el esfuerzo para
que sea usted, pero ese esfuerzo también hay que canalizarlo a otras cosas”, concluye Jaime Barrientos.
El deporte se debe convertir en una política como
tal, para educar y entretener. “Si logramos que esos 16 mil
que juegan dejen de botar basura a la calle ya estamos
haciendo algo. Que asocien la cancha con la calle. Que
trasladen el deporte a la vida, ya estamos ganando”.
“Cuando se combina el estudio y el fútbol
se abre la mente y te cambia el mundo.
A veces el ambiente del fútbol se vuelve
pesado y uno estudiando puede conocer
otras personas y crecer más”.
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