El niño que salva del olvido a los carros abandonados

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EL TIEMPO - DOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2014 - www.eltiempo.com
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Teatro. Cuenta Cuentos. Parque Nacional. 3 p. m.
De izquierda a derecha: un Dodge Custom Club cupé del 46, abandonado en Chía; un Buick RoadMaster del 49, en La Calera, y un Dodge 3700 GT. Abel Cárdenas y archivo particular
La suerte de un carro
abandonado se reduce a una
cuestión de tiempo. De vida
o muerte. Si Germán Granobles, de 13
Crónica
años, tarda
más de 6 meses en registrarlo con su cámara Canon, puede que para
ese entonces el auto se haya
transformado en otra cosa:
un criadero de zancudos, un
cascarón herrumbroso, irrecuperable, condenado a ser
el hogar de algún habitante
de la calle.
Todos los fines de semana,
Germán sale de cacería con
su padre en una van GMC
Vandura, la misma de la serie Los magníficos, para ejercer una pasión extraña en
un niño de su edad: buscar
autos clásicos en parqueaderos, en potreros o en talleres,
para fotografiarlos y montarlos en un página en Facebook, que ya se ha convertido
en un referente perfecto entre los restauradores, los nostálgicos y los amantes de los
autos olvidados.
En una tarde, Germán ha
logrado capturar hasta 9 carrocerías en estado de descomposición.
La página, que montó apenas hace tres meses, ahora
cuenta con casi 8.000 seguidores, que a su vez comparten
las imágenes que van encontrando en sus viajes. Carros
abandonados en Colombia es
el nombre del portal, que tiene la información de casi
1.200 automóviles, a los que
Germán les hace seguimiento constante.
A la cuenta llegan mensualmente 600 fotografías de
todo tipo de carros abandonados, que el niño, junto con
su nuevo socio, Alejandro
Malagón, filtra según la importancia (ha visto desde un
Renault 4 hasta un Lamborghini Espada).
“Nos llegó la foto de la camioneta Cherokee verde en
la que Jaime Garzón fue asesinado. Ahora la tienen en
una bodega de RTI. También
nos mandaron la foto del
Rolls Royce de Pablo Esco-
El niño que salva
del olvido a los
carros abandonados
A sus 13 años, Germán Granobles montó una página en Facebook
que se convirtió en referente para comprar y vender los vehículos.
bar que estaba en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, pero
que ahora lo trasladaron a otro lado”, relata.
Cuando el niño,
atento siempre, capta
un carro viejo, su padre, César Granobles,
frena en seco y parquea con calma. De inmediato, Germán se
baja a tomarle fotos
al auto, como si lo
inspeccionara. Luego, pregunta por el dueño y cuando
este aparece le lanza un interrogatorio implacable. Qué
año es, cuánto costó, porqué lo abandonó y si piensa restaurarlo. Y finalmente, si está en venta.
Ha sido tal la resonancia
de su iniciativa que algunos comerciantes extranjeros lo contactan para que
les sirva de vínculo comercial en Bogotá. Le ofrecen incluso grandes comisiones,
pero él se limita a pasar el
contacto del propietario.
“Mucha gente se impresiona cuando les cuento que tengo 13 años y que manejo una
página de carros antiguos”,
dice Germán, consciente de
que sus seguidores, en la mayoría de los casos, son hombres mayores.
“Desde pequeño me ha
gustado salir a buscar carros abandonados. La pasión me la pasó mi papá, que
siempre paraba a preguntar
por esos carros cuando viajábamos. Y a mí, a los 8 años,
de tanto andar con él, se me
despertó esa pasión”
–cuenta, mientras arrastra
las erres al hablar–.
“Quiero tener, cuando sea
grande, una empresa de restauración de autos antiguos.
Yo no les cuento a mis amigos porque no saben nada de
eso. Sé de marcas, de historia del automóvil. Cada vez
que veo un carro, me meto a
internet a buscar sobre su
pasado”, continúa.
En algunos casos, si todavía tiene arranque, un carro
abandonado puede costar 4
millones de pesos. Pero hay
personas que no son capaces
de sobreponerse al precio
afectivo y piden hasta 50 millones de pesos por un Mustang del 67 en mal estado.
A veces, las fotografías de
los carros invadidos por la
maleza solo sirven para despertar los recuerdos de los
amantes de los clásicos, que
no cesan de referirse a las
piezas como “joyas” o “tesoros” del pasado, pues ya no
tienen arreglo. Otros se lamentan, o se pierden en recuerdos de su niñez. Pero tal
vez ninguno imagina que detrás de todo esto hay un niño
de 13 años, que posee la misma nostalgia de un abuelo
que los vio en sus tiempos
gloriosos.
“Tengo la sensación de
que el niño ya ha manejado
varios carros, pero él sigue
diciendo que no”, dice su padre, César Granobles, quien
vive con Germán, su esposa
y sus otros 4 hijos en Suba.
“Le dedico
3 horas al
día a la
página.
Mucha gente
se impresiona
cuando le
cuento que
tengo 13
años.”
Germán
Granobles
ADMINISTRADOR
DE LA PÁGINA
“Yo tengo la
sensación
de que
este niño
ya ha
manejado
varios
carros,
pero él sigue
diciendo
que no.”
César
Granobles
PADRE DE
GERMÁN
20
IMÁGENES
DIARIAS
recibe la
página en
Facebook.
Cuando se
trata de
carros viejos
que todavía
andan,
Germán no las
publica.
Germán, sobre
el Corvette de
su tío, maneja
la página de
Facebook, a la
que le dedica 3
horas diarias.
Rodrigo Sepúlveda/
EL TIEMPO
Historias de restauración
LOS TESTIMONIOS DE LOS QUE RENACEN DEL OLVIDO
Entre 1956 y 1959 se compraron 70 trolebuses
usados para que circularan en Bogotá. Archivo particular
En su página, todos los primeros de
cada mes, se publicará una historia
de restauración. Tal vez el caso más
recordado es el del famoso trolebús
que se convirtió en una cafetería. Su
dueño, Wilson Muñoz, lo compró
antes de que lo chatarrizaran y lo
pondrá a circular en los próximos
días. Para eso, tuvo que modificar
las sillas y todo el interior del bus.
El Tranvía Municipal de Bogotá
(TMB) abrió la primera línea de
trolebuses, entre el depósito de
tranvías de la calle 26 y la Ciudad
Universitaria, el 12 de abril de 1948.
Y hoy son pocos los que quedan.
Este caso, y el de un Dodge Demon
que estaba abandonado en Soacha y
que fue restaurado por un amigo de
la familia de Germán, son las
primeras historias que ha dado a
conocer la página.
En la mayoría de los casos no queda
otra opción que convertirlos en
materas, como el carro que lleva
abandonado cerca de 10 años en
Niza Córdoba, y que fue convertido
por los residentes en un jardín.
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