Untitled - Biblioteca Virtual de Andalucía

Anuncio
I \ S C U A L LÓPEZ
OBRAS D E LA AUTORA
CRÍTICA
t
HISTORIA
S a n F r a n c i s c o d e Asís. (Siglo x m . ) - D o s t o m o s .
L a cuestión palpitante.—Un tomo.
E s t u d i o c r i t i c o s o b r e el P . Fcijóo.— U n t o m o ( a g o t a d o ) .
L a revolución y la novela en R u s i a . ( L e c t u r a s en el A t e n e o
de Madrid.)—Un tomo.
Mi r o m e r í a . — U n t o m o .
D e mi t i e r r a . — U n t o m o .
NOVELA
U n v i a j e d e n o v i o s . — U n t o m o . — T e r c e r a ediei&n.
L a t r i b u n a . —Un tomo.
El cisne de V i i a m o r t a . - U t i tomo.
L a dama joven.—Un tomo.
L o s P a z o s de U l l o a . — D o s t o m o s .
La madre Naturaleza.—Dos tomos.
EX
PRENSA
Insolación (novela). —Un tomo.
Morriña ( í d e m ) . - U n tomo.
EN
PREPARACIÓN
L o s h e r m a n o s Z e m g a n n o . - ( T r a d u c c i ó n do
Goncourt, con un estudio sobre este autor
Propiedad y familia.—(Novela.)
Edmundo de
F.ít.-ibk-c i m i e n t o !¡p"i,n-áfic'< d e R i c a r d o K é , O l m o , 4.
EMILIA PARDO BAZAN
PASCUAL LOPEZ
Al'TOinOGR.A
n , \
UN ESTUDIANTE: D E M E D I C I N A
TERCERA
EDICION
MADRID
L I B R E R Í A
Ctrraui
DE
F E R N A N D O
di' San- 'Jerónimo, ¿
F¡
PRÓLOGO
Á LA T E R C E R A
EDICIÓN
DK
PASCUAL LÓPEZ
* ALE á ver de nuevo la pública luz mi primer novela, si llamarse novela merece- lo
qué en rigor no pasa de rápido esbozo de
costumbres estudiantiles, entretejido con fantasías
cientificas que casi trascienden á nigromancia, como trasciende todo á cosa sobrenatural en Santiago, la ciudad carcomida, vetusta, cubierta de patina oscura y verdosa, á manera de viejo alquimista que viste hopalanda polvorienta.
A nadie sorprendió más que á la autora la fortuna del presente libro, la patente de novelista que
por él le concedió la crítica, su inmediata traducción al alemán en la revista Aitf der H'óhe, la benevolencia con que lo recibieron y la cordialidad con
que lo festejaron personas ya acreditadas en el terreno de las letras. No habiéndome propuesto nove-
2
Prólogo <t la tercera edición.
lar, por no creerme con aptitud para ello, sino únicamente intentar un ensayo, me causó gran contento y me levantó un si es no es de cascos ver que
literatos de fama me animaban á acometer empresas más dificultosas en el campo de la ficción novelesca. Si aquellos estímulos produjeron después
algún resultado satisfactorio, Dios se lo premie á
los que asi me impulsaron; y sino, que no se lo
demande, pues su intención fué recta.
Tres juicios sobre P A S C U A L L Ó P E Z , trazados
por manos que ya paralizó la muerte, se insertan
al frente de esta tercera edición, como tributo de
ííratitud á la memoria de sus autores; y puesto
o
que el prólogo que estoy escribiendo no llena
otro fin sino el de dar gusto á mi pluma, viciada
ya en estas pláticas con el lector discreto, séame
permitido consagrar el presente trozo de prosa á
decir algo de los tres difuntos y bondadosos ensalzadores de P A S C U A L L Ó P E Z .
Don Manuel de la Revilla gozó, en su tiempo,
de gran autoridad crítica, y fueron sus fallos tan
codiciados como temidos. Desempeñaba el papel
d e crítico militante, repartidor de tajos y reveses,
coronas y flores. El autor novel, el dramaturgo
tempranero, el poeta que comenzaba á asomar receloso la frente fuera de su concha provinciana,
solían preguntarse con angustia:—«¿Que dirá Revilla de mí?»—Y los concurrentes al teatro, y los
Pascual López.
13
aficionados á primicias literarias, acostumbraban
también averiguar, antes de formar juicio:—«¿Qué
dice de eso Revillar»
No desaprovechaba Revilla ocasión alguna ele
manifestar la antipatía que le inspiraban los escritores hembras, ó mejor dicho, las hembras escritoras; y parece que al fijar sus ojos en la cubierta
de P A S C U A L L Ó P E Z , exclamó impaciente y malhumorado :—«Literata tenemos.»—En vista de lo
pronto que trocaba en paces las iras, llegando fácilmente hasta el encomio y la lisonja, juzgo que
su prevención contra las escritoras debía de ser
condicional, y no alcanzar las proporciones formidables que reviste la del estrambótico cuanto original y salado escritor francés Barbey d'AureviHy, en su curioso libro Les has blcus.
El artículo acerca de F A S C I AL L Ó P E Z fué, si no
me engaño en fechas, de los últimos trabajos del
infortunado crítico: poco después sobrevino su
cruel enfermedad. Hoy que se han publicado, reunidos y puestos en orden, los artículos de Revilla, podemos juzgarle con más acierto que cuando le leíamos al calor de la polémica y á los lucientes chispazos de la idea á medio forjar aún. No
sobresale como estilista: no es de los paladines
que llevan airosamente el rico arnés de oro y
bronce de la prosa castellana: no es tampoco un
ingenio sutil, á lo Sainte Beuve, ni un disector de
nerviosa y certera mano, á lo Fígaro; pero á falta
4
Prólogo <t la tercera edición.
de tales cualidades, le honra su imparcialidad sincera, su notorio celo por el esplendor de la literatura patria, su amena variedad de conocimientos,
su claridad de exposición y su prudente eclecticismo, el mejor sistema crítico en países como eí
nuestro, donde se escribe poco, y poquísimo bueno, y eso bueno hay que acogerlo con los brazos
abiertos, venga de donde venga y traiga el rótulo
que traiga.
De Ventura Ruiz Aguilera, el segundo panegirista de P A S C U A L L Ó P E Z , cuanto se diga tiene que
ser en tono de afectuoso respeto: él le infundía en
las personas menos propensas á sentirlo. No conocía yo á Aguilera sino por sus versos, cuándo
me escribió felicitándome y anunciándome la publicación de un artículo sobre P A S C U A L L Ó P E Z . La
espontaneidad que en él rebosa le dió gran valor
á mis ojos. Siempre había demostrado Aguilera
singular predilección hacia todo lo procedente de
Galicia, interesándose en extremo por nuestra tierra, á la cual juzgaba mal conocida y desdeñada
sin motivo; á la cual veía, en una de sus sentidas
composiciones, «bella, pensativa y sola». Quizás
fué esta simpatía la que le impulsó á fijarse en mi
ensayo de novela.
Sin estrépito de resonantes bombos, con mediana popularidad, con escasos imitadores, Ventura Ruiz Aguilera puede contarse en el breve nú-
Pascual López.
13
mero ele nuestros buenos poetas líricos recientes.
Distinguíale un sentimiento cultivado y clarificado
por la moral más pura, infiltrado de cierto suave
optimismo; un modo de pensar enteramente cristiano, una resignación melancólica, empapada en
lágrimas, parecida á una virgen envuelta en muchos velos blancos;—no de otro modo puedo representarme á la musa de Aguilera.—El tono predilecto de sus poesías era el de la grave religiosidad;
jamás tuvo una pulsación febril, excepto en las
Klegías, donde el amor y el dolor de padre comunicaron á las cuerdas de su lira vibraciones más
intensas, arrebato y desorden, rapidez y energía
como de queja desgarradora. Todo el que ha tenido hijos y los ha amado con el instintivo y divino amor que sólo inspira la progenitura, el pedazo
de entraña destinado á sobrevivimos, admirará las
Elegías de Ruiz Aguilera del modo que se admiran las obras maestras del sentimiento: llorando.
A Ventura Ruiz Aguilera llegué á conocerle personalmente en Madrid, poco antes de su fallecimiento. Uno de los sitios donde le vi fué el Museo Arqueológico Nacional, del cual era director ó conservador (no sé si equivoco el título). Lo
que sé es que me dió pena ver al venerable viejo,
con su pecho reblandecido por los achaques, sin
calorífero ni chimenea ni cosa equivalente, en una
cámara lóbrega y triste de aquel destartalado edificio, donde se amontonaban, a manera de botín
6
Prólogo
<t la tercera
edición.
de guerra, los despojos de nuestro glorioso pasadoblas coronas góticas, las armaduras, los tapices
y las lámparas árabes. También Aguilera parecía
objeto arrumbado y conservado por mera curiosidad, personaje amarillento de alguna apolillada
tapicería. No creo que se encontrase allí á gusto
el poeta. Su naturaleza era refractaria al paganismo del arte: mejor que un Museo convenía á Aguilera, en sus últimos años, un monasterio, un lugar
de oración, con un pórtico donde viniesen á jugar
los chiquillos y pudiese él ponerles las manos en
la cabeza y calentarse al doble centelleo del sol y
de las risas inocentes.
Saco y Arce... Este párrafo es para los lectores
gallegos, pues fuera de mi tierra son contadas las
personas que recuerdan aún al docto y modesto
presbítero orensano. No obstante, entre ellas figura Menéndez Pelayo, que no há mucho me hablaba
de él con elogio. Pero Menéndez Pelayo archiva en
su memoria de diamante infinitas cosas que la generación contemporánea se da prisa á olvidar, lo
mismo que si le estorbasen grandemente. Como
íbamos diciendo, Saco y Arce, amén de humanista
y filólogo, era galano poeta, y sus composiciones,
en que tiraba á imitare! lirismo contemplativo y el
arrobo místico de Fray Luis de León, ostentaban un
sello de apacible tristeza, como conviene al cristiano
seguro de la proximidad del viaje hacia la verdadera
Pascual
López. 13
patria No tenía muchos años Saco y Arce cuando
trabé conocimiento con él, y llevaba ya en rostro
y cuerpo señales evidentes de la enfermedad conjuntiva que le había de acabar bien pronto. Realizaba uno de los varios tipos del buen sacerdote
católico, pues es error pensar que hay para buenos sacerdotes pauta fija, y yo los he conocido de
muy diversas condiciones a l l i e s y francos los
u n o , los otros reservados > m cOs, no gozando
sólo el vicio fueros de Proteo, y pudiendo ser tam- bién multiforme la virtud. Saco y Arce pertenecía
al número de los timoratos, encogidos como sensitivas Creyente fervoroso, hubiera sido materia
dispuesta para santo alia en otras edades; lar,timábale el espectáculo de la suya, y, acaso por desaliento, no luchaba con ella; no alardeaba de propagandista ni de discutidor; se tapaba ojos y oídos,
y se refugiaba en el honesto comercio de las Musas. Legó á la posteridad bastantes versos correctos y llenos de unción, en un tomito que huele a
incienso por cualquier parte que se abra, porque
Saco era de una pieza y no se dejaba las creencias
á la puerta del Pindó, como hicieron antano bastantes clérigos y obispos, intachables en su conducta, pero autores de muy pecaminosas y desvergonzadas rimas.
Al ofrecer este recuerdo cariñoso al literato y al
hombre de bien que fué Saco y Arce, parece que
el corazón se me dilata, trayendo á la memoria la
16 Prólogo <t la tercera
edición.
época en que se formó nuestra amistad, con
ocasión de mi primer trabajo en prosa, el Ensayo
crítico sobre las obras del P. M. Feijóo, premiado
en el Certamen de Orense y a! cual puso Saco un
elegante prólogo, ¡Tiempo dichoso aquel! Y no
porque cualquiera pasado sea mejor, sino porque
la esperanza despide una luz de aurora muchísimo
más dulce%que la claridad del mediodía.
EMILIA
París, 16 efe enero de 18SC.
PARDO
BAZÁN
Doña Emilia Pardo Bazihu
'PASCUAL L Ó P E Z
Pocos días hace recibimos una novela que lleva por titulo
PASCUAL LÓPEZ (autobiografía de un estudiante de medicina)
y es debida á una escritora no muy conocida que se llama
Emilia P a r d o Bazán. E l lector, que conoce nuestra m a n e r a
de pensar acerca de las mujeres sabias y literatas, comprenderá la invencible prevención con que habíamos de acoger esta
novela, prevención que subió de punto al ver en la misma la
lista de las obras de la autora, que son n a d a menos que u n
Estudio crítico de las obras del padre Feijóo, un estudio sobre Los
poetas épicos cristianos
Dante, Milton y Taso, y un Ensayo
crítico
¡obre el darwinismo,
á los cuales seguirá en breve un libro sobre San Francisco de Asís, cosas todas tan extrañas al genio femenino, que apenas se concibe qua puedan llamar la atención
á quien viste faldas. Figurósenos, pues, q u e la escritora en
cuestión seria semejante á cierta Mme. Clemencia Royer,
que anda por esos mundos con un martillo de geólogo en la
mano partiendo piedras y descubriendo dólmenes, que ha traducido el Origen de las especies, de Darwin, y ha escrito ciertas elucubraciones darwinistas, con un alarde de crudeza
materialista que no se permitiría el más b a r b a d o délos a a t u -
Dona Emilia
IO
Pardo
Bazim.
r a ü s t a s , y sentimos (fuerza es decirlo) cierta instintiva rep u l s i ó n h a c i a la a u t o r a d e la n o v e l a .
R e c o r r e r l a s p r i m e r a s p á g i n a s d e la m i s m a y c a m b i a r d e
s e n t i m i e n t o s , t o d o f u é u n o . Al leer a q u e l l a n a r r a c i ó n l l e n a d e
color y d e v e r d a d , al v e r a q u e l l o s c a r a c t e r e s t a n b i e n t r a z a dos, y sobre todo al s a b o r e a r aquel estilo y aquel lenguaje t a n
c a s t i z o s y e l e g a n t e s q u e n o e s t a r í a n f u e r a d e l u g a r en u n o d e
nuestros estilistas clásicos, cesó toda prevención, y n o pudim o s m e n o s d e c e l e b r a r l o s m é r i t o s d e la n u e v ^ e s c r i t o r a , la
c u a l , p o r lo viril d e la c o n c e p c i ó n y el l e n g u a j e d e la o b r a ,
d e b e s e r f r u t o d e u n a e q u i v o c a c i ó n d e la n a t u r a l e z a , q u e e n c e r r ó el c e r e b r o d e u n h o m b r e e n u n c r á n e o f e m e n i n o .
L a a u t o r a d e PASCUAL LÓPEZ c o n o c e á f o n d o y m a n e j a á
su s a b o r el l e n g u a j e d e n u e s t r o s c l á s i c o s , i m i t á n d o l o c o n h a bilidad n o t o r i a , y a u n con tal exageración, q u e n o pocas vec e s i n c u r r e en v e r d a d e r o s a r c a í s m o s . L a q u e asi e s c r i b e
estudiado asiduamente á H u r t a d o de Mendoza,
ha
Quevedo,
Cervantes, Vélez de Guevara, y ha sabido imitarlos
con
acierto.
N o s i e m p r e , sin e m b a r g o , sostiene e s t a i m i t a c i ó n .
Muchas
v e c e s el l e n g u a j e a d o p t a " el t o n o y f o r m a q u e t i e n e e n n u e s t r o s días, p e r o sin p e r d e r su c a s t i z a p u r e z a , y d e e s t a s u e r t e
r e s u l t a a m e n a y f á c i l la l e c t u r a , y la d i c c i ó n se a p a r t a d e la
a f e c t a c i ó n a r c a i c a d e los a c a d é m i c o s c o m o del d e s c u i d o h a *
b i t u a l e n los q u e n o c o n o c e n los m o d e l o s c l á s i c o s .
L a bella f o r m a de esta p r o d u c c i ó n sirve de vestidura á u n a
n o v e l a , q u e m á s q u e d e t a l m e r e c e e n r i g o r el n o m b r e
de
c u e n t o f a n t á s t i c o , p o r s e r d e e s t e g é n e r o el h e c h o q u e d e t e r m i n a el d e s e n l a c e . E l p r o t a g o n i s t a P a s c u a l L ó p e z , q u e e s e l
q u e h a c e el r e l a t o , e s u n e s t u d i a n t e d e h u m i l d e o r i g e n y escasa fortuna, de c a r á c t e r vacilante, pobre en sentimiento, falt o d e e l e v a c i ó n en s u s i d e a s y a s p i r a c i o n e s , c o d i c i o s o d e b i e nes materiales, y constante enemigo del estudio; q u e a m a á
u n a j o v e n d e p o b r e c o n d i c i ó n , p e r o r i c a e n b e l l e z a s físicas y
Pascual
López.
13
•moralÜy de a l m a t a n p u r a y t i e r n a como e l e v a d a y digna.
Contrariados estos a m o r e s por la familia de la joven, P a s c u a l
halla la f o r t u n a d e s e a d a por un e x t r a o r d i n a r i o suceso en q u e
consiste el elemento f a n t á s t i c o d e la novela. U n profesor d e
química q u e t r a t a d e r e a l i z a r la h a s t a hoy imposible e m p r e sa de producir el d i a m a n t e p o r m e d i o de la cristalización artificial del c a r b o n o , h a c e su a y u d a n t e d e P a s c u a l , y le p r o m e t e
enriquecerle si le auxilia en sus m a n i p u l a c i o n e s ,
advirtién-
je que el e x p e r i m e n t o es peligroso, y q u e en caso d e q u e él
muera, es su v o l u n t a d q u e P a s c u a l r e m i t a á la A c a d e m i a d e
Ciencias de P a r í s el m a n u s c r i t o en q u e se explica su descubrimiento, p a r a q u e n o se p i e r d a n su gloria y su secreto. P a s cual consiente, el e x p e r i m e n t o se h a c e y el d i a m a n t e se o b tiene, pero el profesor p i e r d e la v i d a , el l a b o r a t o r i o se incendia y P a s c u a l huye, llevándose el d i a m a n t e y no recogiendo
el manuscrito del químico. O f r e c e e n t o n c e s su f o r t u n a á su
amada, p e r o al conocer ésta la t o r p e c o n d u c t a de su a m a n t e
y saber q u e a q u e l l a r i q u e z a h a c o s t a d o la v i d a á un h o m b r e ,
se apodera del brillante, lo a r r o j a á un pozo y se r e t i r a á u n
convento, con lo cual c o n c l u y e la novela.
Como se ve, es esta u n a o b r a f u n d a d a en un r e c u r s o p u r a mente f a n t á s t i c o , y d i c h o está c u á n t o p e r j u d i c a al interés
esta inverosimilitud de la base en q u e se apoya. G r a v e defecto es éste, sin d u d a , c o m o t a m b i é n el escaso m o v i m i e n t o d e
la acción, q u e en ocasiones peca de l á n g u i d a ; p e r o a m b o s están compensados por la v e r d a d con q u e están t r a z a d o s los caracteres, s i n g u l a r m e n t e el de P a s c u a l y el de P a s t o r a , q u e e s
una creación m u y bella, y por la fidelidad c o n q u e e s t á n retratadas las c o s t u m b r e s . H a y acaso c i e r t a f r i a l d a d en la pintura de las pasiones (cosa e x t r a ñ a en u n escritor del sexo femenino) y no se explica bien el a c e n d r a d o a m o r d e P a s t o r a
hacia un h o m b r e tan poco s i m p á t i c o como P a s c u a l ; p e r o e s tos y otros detalles n o i m p i d e n q u e la novela se lea con g u s t o
y quedan oscurecidos por la elegancia y p u r e z a del lenguaje.
12
Dona
Emilia
Pardo
Buzan.
E n s u m a , sin s e r PASCUAL LÓPEZ u n a n o v e l a d e p r i m e r o r den, merece a p l a u s o p o r las n u m e r o s a s bellezas que contiene,
c o m o t a m b i é n p o r la s a n a y e l e v a d a m o r a l e n q u e se i n s p i r a ,
y s o b r e t o d o p o r l a s c u a l i d a d e s d e e s t i l i s t a q u e su a u t o r a r e vela,,» las q u e sabe r e u n i r u n a observación psicológica n a d a
vulgar y un exacto conocimiento de las costumbres y tipos
q u e r e t r a t a . S i g a p o r e s e c a m i n o la s e ñ o r a P a r d o B a z á n y
o c u p a r á lugar distinguido e n t r e nuestros novelistas.
M A N U E L DE LA
27 diciembre d e 1879.
REVILLA
CRÍTICA LITERARIA
PASCUAL L Ó P E Z
(Autobiografía de un estudiante
de
medicina).
No r e c u e r d o precisamente á cuál de ellos; pero recuerdo
bien haber oído á uno de nuestros más ilustres escritores, lamentándose de la injusticia, cuando no del supremo desden
con que extranjeros desconocedores de la española c u l t u r a actual miran las producciones de nuestros ingenios, estas o parecidas palabras: «En E s p a ñ a hay hombres de mérito sobrados- sólo nos falta una cosa para que así se reconozca; repetir uno y otro día, en todos los tonos, por todos los medios y
en todas partes, que somos lo m á s extraordinario y óptimo
que hay en el mundo, y es probado.»
_
Tienen estas palabras un gran fondo de v e r d a d ; y las Cito
á propósito de un libro que, á mi ver, merece ocupar la consideración de las personas competentes encargadas d e d a r
cuenta del movimiento literario en nuestra patria. E l libro se
llama P a s c u a l L ó p e z ; s u autor, doña E m i l i a P a r d o Bazan
No sé si seré tan a f o r t u n a d o en la ocasion presente c o m o
lo fui cuando en u n a breve carta dirigida por mi á un p e n o dico de esta capital con motivo de las dos primeras novelas
de Pérez G a l d ó s - L a Fontana de oro y Un radical de
antano-
14
Critica
literaria.
d e las cuales a p e n a s h a b í a h e c h o mención alguna gacetilla
p e r e z o s a , e n t a n t o q u e se d e d i c a b a n s e n d o s a r t í c u l o s , n o y a
s o l a m e n t e al e l o g i o d e lo b u e n o (cosa m u y n a t u r a l ) s i n o t a m b i é n a l e x a m e n p r o l i j o d e b u f o n a d a s q u e en ellos m i s m o s se
c o m b a t í a n y se c o n d e n a b a n á o l v i d o e t e r n o , m e p e r m i t í a llam a r la b e n é v o l a a t e n c i ó n d e los c r í t i c o s , c o r r e s p o n d i e n d o v a r i o s d e ellos á m i s i n d i c a c i o n e s y a n u n c i a n d o al m o d e s t í s i m o
a u t o r d e a q u e l l a s o b r a s , e n t o n c e s d e s c o n o c i d o , c o m o u n novelista de p r i m e r o r d e n .
D e s d e l a s p r i m e r a s p á g i n a s d e PASCUAL LÓPEZ s e e c h a d e
v e r q u e q u i e n l a s h a e s c r i t o c o n o c e p r o f u n d a m e n t e , n o s ó l o la
sociedad contemporánea
en
sus manifestaciones
esternas,
s i n o la v i d a í n t i m a , la v i d a del h o g a r , d e la f a m i l i a , e l e m e n t o
o l v i d a d o c a s i p o r c o m p l e t o en la n o v e l a d e t i e m p o s n o m u y
r e m o t o s , y q u e h o y e s el a l m a d e l a s m e j o r e s p r o d u c c i o n e s d e
este género.
L o s c a r a c t e r e s e s t á n d e l i n e a d o s d e m a n o m a e s t r a , a u n el
d e P a s c u a l L ó p e z , q u e e s el q u e m e n o s i n t e r e s a , p o r su f a l t a
d e c o n s i s t e n c i a y e n e r g í a , a s i p a r a el b i e n c o m o p a r a el m a l ,
e n t o d o el p r o c e s o d e la o b r a , h a s t a q u e en los c a p í t u l o s finales P a s c u a l d e s c u b r e v i o l e n t a m e n t e el f o n d o d e u n a
nátura-
leza en q u e sólo existen aspiraciones r u i n e s y despreciables.
E s t e c a r á c t e r c o n t r a s t a c o n el del s a b i o O n a r r o ,
inútilmente
s a c r i f i c a d o al p r o g r e s o y á la g l o r i a d e la c i e n c i a ; p o r q u e
P a s c u a l , atento no m á s que á apoderarse del enorme diam a n t e p r o d u c i d o p o r la a p l i c a c i ó n d e la e l e c t r i c i d a d al c a r b ó n , h u y ó del l a b o r a t o r i o , p r e s a d e u n e s p a n t o s o i n c e n d i o ,
d e j a n d o o l v i d a d a e n él la c a j a d e m a d e r a q u e c o n t e n í a l a s
p r u e b a s del i n v e n t o , y q u e e n c a s o d e m u e r t e d e O n a r r o , c o m o s u c e d i ó , d e b í a ser d i r i g i d a p o r P a s c u a l á la A c a d e m i a d e
Ciencias de París.
O n a r r o . e l c a n ó n i g o D . V i c e n t e , su h e r m a n a d o ñ a F e r m i n a , d o ñ a V e r ó n i c a ( p a t r o n a d e P a s c u a l ) , el e c l e s i á s t i c o d o n
N e m e s i o A n g u l o , el e s t u d i a n t e C i p r i a n o , el s e ñ o r i t o D . V í c t o r
Pascual
López.
13
de la Formoseda, son r e t r a t o s n o f a n t a s e a d o s c a p r i c h o s a m e n te, sino tan reales y con tal belleza d e l i n e a d o s , q u e n o s p a r e c e
haberlos conocido en el t r a t o social, y r e c u e r d a n (ostentando,
no obstante, el sello d e u n a originalidad e n c a n t a d o r a y q u e
patentiza con rasgos indelebles su filiación española) h e r m o sas creaciones d e Dickens, algo d e M a n z o n i en / promessi
y de Balzac en La recherche
de
sposi,
l'absolu.
En cuanto á P a s t o r a , la novia de P a s c u a l L ó p e z , es u n a
criatura adorable, v i v a , i n t e r e s a n t e , a r r a n c a d a á la n a t u r a leza, y q u e revela en la a u t o r a un gusto tan exquisito y u n a
finura de observación q u e s o r p r e n d e n . P a s c u a l L ó p e z e r a indigno de ser a m a d o por P a s t o r a , q u e al fin c a s t i g a , y a desencantada, la v a n i d a d e s t ú p i d a , el grosero positivismo y el
ansia d e v o r a d o r a d e r i q u e z a d e su novio, a r r o j a n d o al pozo
del convento en q u e ella e s t a b a el magnífico d i a m a n t e con
cuyo precio i n c a l c u l a b l e p e n s a b a el d e s d i c h a d o m a n c e b o d a r ,
no un destino útil y honroso á su vida, sino alimento y satisfacción completa á su h o l g a n z a y á su deseo d e goces materiales.
Los sitios en q u e la acción de la novela se d e s a r r o l l a , e s t á n
admirablemente e s t u d i a d o s , y la descripción d e los usos, costumbres y m i l a g r o s d e la b o h e m i a e s t u d i a n t i l d e la vieja universidad compostelana, c o m p i t e con las d e m á s excelencias en
que a b u n d a el libro.
P a r a terminar e s t o s ligeros y mal p e r g e ñ a d o s a p u n t e s , con
los cuales sólo m e p r o p o n g o , según d i j e al principio, l l a m a r
la atención d e la c r í t i c a y expresar s u m a r i a m e n t e m i s i m p r e siones particulares, t r a s l a d a r é á c o n t i n u a c i ó n , en m u e s t r a d e
la gallardía y elegancia del estilo, d e la fluidez, p u r e z a y p r o :
piedad del lenguaje , s i e m p r e castizo, y d e la p i n t u r a d e personajes q u e h a c e n d e PASCUAL LÓPEZ u n p e r e g r i n o m o n u mento literario digno d e r i v a l i z a r con lo m á s selecto de las
producciones d e este género en n u e s t r o s d í a s , d o s d e los p á rrafos destinados al estudio q u e d e la gentil s o b r i n a del ca-
Crítica-literaria.
n ó n i g o se h a c e en 3a n o v e l a , d i a m a n t e d e s i n g u l a r , h e r m o s u r a
y r a r o precio, que p u e d e consolar á una sociedad a m a n t e de
lo bello, y c o n s o l a r l a c o n u s u r a , d e la p é r d i d a d e a q u e l o t r o
a r r o j a d o c o n s o b e r a n a r e s o l u c i ó n p o r P a s t o r a a l p o z o deí
convento.
VENTURA RUIZ
Madrid,
r&Fc.
AGUILERA
EXAMEN D E LIBROS
PASCUAL LÓPEZ (autobiografía
POR
DOÑA
EMILIA
de un estudiante
PARDO
ie
medicina),
BAZÁN
Ningún género de literatura ejerce acaso más honda influencia en las costumbres y en la sociedad que la novela.
Accesible á todas las inteligencias por su estilo menos abstruso y recóndito que el de la poesía, cautivando dulcemente
la imaginación y conmoviendo el espíritu con el ingenioso
tq'ido de raras aventuras, la descripción de interesantes escenas y la agitada lucha de las pasiones, forma el embeleso
del tierno adolescente y de la Cándida doncella lo mismo que
el consuelo y entretenimiento de los cansados ocios de la vejez. Ora sirve, en manos de Manzoni, Chateaubriand, Wiseman, Fernán Caballero, para ennoblecer el ánimo inspirándole sentimientos elevados y regeneradores; ora es empleada
por Jorge Sand, S u e , Víctor Hugo, e n deificar la materia, legitimar los afectos m á s impuros y subvertir los fundamentos
del orden moral y social. P o r desgracia, la mayor parte de
los numerosos cultivadores deeste género, así e n E s p a í i a c o m o
en otras naciones, no se h a n servido de él sino como de un
instrumento para remover el cieno del corazón é inspirar sentimientos irreligiosos y antisociales. Un aluvión de novelas
2
i8
Examen
de
libros.
originales y traducidas nos invade á c a d a momento; pero,
¿ c u á n t a s s o n l a s q u e p o r s u s t e n d e n c i a s m o r a l i z a d o r a s , á la
vez q u e p o r su m é r i t o l i t e r a r i o , s e a n a c r e e d o r a s a l p ú b l i c o
a g r a d e c i m i e n t o y d i g n a s d e p a s a r á la p o s t e r i d a d ? I n s í p i d a s
y d e s c a b e l l a d a s u n a s , i m p í a s y c o r r u p t o r a s l a s m á s , el f a l l o
d e l t i e m p o l a s c o n d e n a p o r fin á p e r p e t u o o l v i d o d e s p u é s d e
haber causado estragos inmensos y envenenado infinidad de
corazones.
L a que D o ñ a Emilia P a r d o B a z á n , escritora ventajosamente conocida por sus brillantes producciones literarias, a c a b a
d e d a r á luz c o n el t í t u l o d e PASCUAL LÓPEZ, s e r á , e n n u e s t r o
e n t e n d e r , u n a d e l a s p o c a s q u e p o r la e x c e l e n c i a del f o n d o y
la e l e g a n c i a d e la f o r m a , l o g r a r á s o b r e n a d a r e n el n a u f r a g i o
d e t a n t a s c o m o a r r e b a t a y s e p u l t a el o l e a j e d e l o s t i e m p o s .
N o v a m o s á r e l a t a r a q u í l o s h e c h o s q u e c o n s t i t u y e n su a r g u m e n t o , p u e s n o n o s p a r e c e j u s t o p r i v a r á los l e c t o r e s del p l a c e r d e la n o v e d a d c u a n d o t e n g a n la d i c h a d e r e c o r r e r s u s p r e ciosas páginas. P e r o n o podemos menos d e recomendar
al
público u n libro q u e , al p a r q u e proporciona solaz y deleite
á la i m a g i n a c i ó n , e n c i e r r a p a r a el e s p í r i t u s a l u d a b l e s e n s e ñ a n z a s m o r a l e s q u e , n o s i n r a z ó n d i c e la a u t o r a e n el p r ó l o g o « q u e t o d a o b r a b e l l a e l e v a y e n s e ñ a d e p o r s i , sin q u e el
a u t o r p r e t e n d a a ñ a d i r á l a b e l l e z a la l e c c i ó n » .
Interesantes descripciones, caracteres perfectamente trazados , acción bien ordenada y seguida, cuyo interés va siemp r e e n a u m e n t o , c o n o c i m i e n t o p r o f u n d o del c o r a z ó n , l e n g u a j e
c a s t i z o y s u m a m e n t e p r o p i o e n q u e r i v a l i z a c o n los m á s a f a m a d o s e s c r i t o r e s e s p a ñ o l e s , a d m i r a b l e e l e g a n c i a del e s t i l o , y
finalmente
u n a i n t e n c i ó n m o r a l q u e s e t r a s l u c e sin d i f i c u l t a d ,
son d o t e s q u e n o p u e d e n desconocerse en este libro.
V é a n s e si n o , e n t r e o t r a s , la d e s c r i p c i ó n q u e h a c e d e S a n tiago, la d e la v i d a d e l o s e s t u d i a n t e s , la del c a s e r ó n h a b i t a d o
p o r el d o c t o r O ' n a r r , q u e p r o d u c e en el l e c t o r la m i s m a p e n o sa i m p r e s i ó n q u e si r e a l m e n t e e n t r a s e e n u n o d e e s o s a b a n -
Pascual López. 13
donados p a l a c i o s , e n q u e «la polilla r o e las m a d e r a s , la h u medad a m o r t i g u a y d e s c a s c a r a l a s p i n t u r a s y la l e p r a v e r d o s a
del musgo i n v a d e ios e s c u d o s h e r á l d i c o s y l a s p i e d r a s d e l a s
fachadas».
Los caracteres y retratos están magistralmente pintados,
pudiendo m i r a r s e c a d a u n o c o m o un t i p o d e su género. ¿ Q u é
estudiante n o h a c o n o c i d o c o m p a ñ e r o s s e m e j a n t e s á C i p r i a no, Manuelón y el a n t i p á t i c o D . E s d r ú j u l o , t i p o b a s t a n t e común en las U n i v e r s i d a d e s , d e s d e q u e la supresión del h á b i t o
escolar, e n t i b i a n d o los s e n t i m i e n t o s d e c o m p a ñ e r i s m o , h a
poblado a q u é l l a s d e p e r f u m a d o s d a n d y s ?
Mezcla deliciosa d e c a n d o r y m a l i c i a , d e t e r n u r a é inteligencia, d e e s a inteligencia a l u m b r a d a p o r los e s p l e n d o r e s del
Evangelio, el c a r á c t e r d e P a s t o r a es u n a d e las m á s bellas
creaciones q u e h a y a n salido del pincel d e n u e s t r o s novelistas.
¡Con q u é g r a c i a , con q u é rasgos d e a g u d e z a y d e s e n t i d o común d e s b a r a t a los a m b i c i o s o s sueños d e P a s c u a l ! ¡ Con q u é
cristiana p r u d e n c i a , n o o b s t a n t e su p a s i ó n , se a f a n a á p o n e r
en manos d e D i o s s u s d e s t i n o s y elección d e e s t a d o ! L a ú n i c a
sombra q u e e m p a ñ a el c r i s t a l d e su v i r t u d , s o m b r a sin la c u a l
sería d e c h a d o d e doncellas c r i s t i a n a s , es la poco d i s c r e t a facilidad con q u e se d e j a ver á golas d e su p r o m e t i d o , por m á s
que el dominio q u e sobre sí p r o p i a y sobre él e j e r c e , la p o n gan á c u b i e r t o d e t o d o peligro.
El doctor O ' n a r r es el p e r s o n a j e m á s singular del libro. A n a crónica p a r e c e r á á a l g u n o su presencia en u n a época d e incredulidad y p r o g r e s o científico. P e r o ¿ h a y e x t r a v a g a n c i a ,
por ridicula q u e s e a , q u e n o p u e d a r e p r o d u c i r s e en la serie
de los t i e m p o s ? M u c h o se h a d e c l a m a d o , p o r ejemplo, c o n t r a
las antiguas supersticiones d e d u e n d e s y b r u j a s , y sin e m b a r go vemos renacer hoy a q u é l l a s con t o d a su f u e r z a y con í n f u las de sistema científico en la secta d e los espiritistas.
O'narr y su discípulo c o n s t i t u y e n u n a v e r d a d e r a antítesis,
siendo símbolos é imágenes de las c o n t r a p u e s t a s t e n d e n c i a s y
2d
Examen
de libros
a s p i r a c i o n e s d e d i f e r e n t e s p e r í o d o s h i s t ó r i c o s y del a n t a g o n i s m o q u e e x i s t e e n t r e d o s p r o g r e s i o n e s q u e , r a r a v e z en e q u i l i b r i o , f a t i g a n y d e s c o n c i e r t a n á la h u m a n i d a d ; s o n , e n fin,
la e x p r e s i ó n del i d e a l i s m o y el p o s i t i v i s m o . N o d e o t r a f o r m a
q u e e l c a b a l l e r o d e la T r i s t e F i g u r a c o n s a g r a O ' n a r r s i n d e s c a n s o s u s a f a n e s y d e s v e l o s a l a r d i e n t e d e s e o d e la g l o r i a , n o
d e l a s a r m a s , c o m o a q u é l , s i n o d e la c i e n c i a , g l o r i a n o m e n o s p e l i g r o s a , s e g ú n el r e s u l t a d o l o a c r e d i t a ; a l p a s o q u e L ó pez , nueva edición del carácter de Sancho, a u n q u e extremánd o l o m á s , c u a l c o r r e s p o n d e a l h i j o d e u n siglo m a t e r i a l i s t a ,
n o o b e d e c e á o t r o m ó v i l q u e a l attri sacra
fames.
P a r a él l a s
r i q u e z a s s o n la ú n i c a f u e n t e d e la d i c h a ; s o n el ú n i c o m e d i o
d e e m b o t a r el d o l o r o s o a g u i j ó n d e la v a n i d a d y s o b e r b i a q u e
c o n s t a n t e m e n t e l e p u n z a n . E l h é r o e d e la c i e n c i a , c u y o c a r á c t e r , á d e s p e c h o del v u l g o q u e lo d e s f i g u r a , i n f u n d e m á s s i m p a t í a s q u e el d e s u c o d i c i o s o a l u m n o , s u c u m b e a n i m o s a m e n t e
e n la e m p r e s a , sin t e n e r el p l a c e r d e s a b o r e a r s e en su ú l t i m a
v i c t o r i a a l c a n z a d a s o b r e la m a t e r i a . E n c a m b i o , el a m b i c i o s o
estudiante, arrebatando con mano ávida aquella piedra prec i o s a , f r u t o d e la s a n g r e d e u n s a b i o , a q u e l s o b e r b i o d i a m a n t e q u e , d e j a n d o a t r á s el t a n c e l e b r a d o del R a j á d e L a h o r e , el
R e g e n t e , la M o n t a ñ a d e L u z , h a d e s e r el c i m i e n t o d e s u colosal f o r t u n a , p u e d e y a entregarse á las ilusiones de sus futur a s p o m p a s y grandezas. M a s ¡ ay ! presto se desvanecen esas
i l u s i o n e s : p o r u n a r r a n q u e d e s u b l i m e e x t r a v a g a n c i a d e su
p r o m e t i d a , el p o r t e n t o s o d i a m a n t e d e s a p a r e c e p a r a s i e m p r e
e n u n s u m i d e r o , y el c o n t r a r i a d o m a n c e b o , q u e y a n o r e p r i m e su c o r a j e y m a l e n c u b i e r t a c o d i c i a , s e v e p a r a
siempre
p r i v a d o á la v e z d e s u s m i l l o n e s y d e la m a n o d e su a m a d a .
Así r e c i b e d i g n o c a s t i g o el m a l a v e n t u r a d o e s t u d i a n t e , p e r s o n i f i c a c i ó n del g r o s e r o p o s i t i v i s m o d e su siglo.
E n t r e l a s ú t i l e s e n s e ñ a n z a s q u e s e d e s p r e n d e n d e la l e c t u r a
d e PASCUAL LÓPEZ , h a y u n a a l t a m e n t e d e s c o n s o l a d o r a , r e l a t i v a á la e d u c a c i ó n d e la j u v e n t u d . ¡ Q u é a b u n d a n t e m a n a n -
13
Pascual
López.
lia! de reflexiones p a r a los p a d r e s d e familia q u e c á n d i d a m e n te envían á s u s h i j o s á los g r a n d e s c e n t r o s d e i n s t r u c c i ó n ,
abandonándolos allí c o m o b a r c o s sin piloto en m e d i o de l a s
olas de b o r r a s c o s o m a r ! L o s t i p o s escogidos p o r la señora P a r do B a z á n , son, p o r d e s g r a c i a , los m á s c o m u n e s e n t r e ios escolares. E l j u e g o , los c a f é s , ios l u p a n a r e s , las peligrosas r e l a ciones , las f r a n c a c h e l a s y p e n d e n c i a s , t a l e s suelen ser los e n tretenimientos y o c u p a c i o n e s o r d i n a r i a s d e los a l u m n o s d e
Minerva: tai es la v i d a escolar e x e n t a d e t o d o freno. ¡Y asi
se invierte el p e r í o d o m á s bello d e la v i d a , en el c u a l d e b e n
echarse los c i m i e n t o s d e la f u t u r a posición social y d e la felicidad d o m é s t i c a ! ¡Y d e ahí salen y asi se e d u c a n los q u e
más t a r d e h a n d e ser los e d u c a d o r e s d e s u s f a m i l i a s , los q u e
han de proteger ios intereses y s a l u d d e sus c o n c i u d a d a n o s .
Sos que h a n de regir los d e s t i n o s d e la p a t r i a !
JUAN A
SACO Y A R C E
PRÓLOGO
A arraigándose cada vez más la costumbre
de que toda obra que sale á luz y no lleva
al frente un nombre de autor acreditado y
aplaudido ya del público, se ampare bajo la égida
protectora de un prefacio más ó menos extenso,
con la firma de algún célebre crítico ó prosista, al
modo que en las tertulias los antiguos asistentes
presentan é introducen á los modernos. Este requisito del prólogo, elevado ya á sacra fórmula
del ritual literario, no lo suelen omitir nunca los
autores noveles, particularmente si pertenecen al
sexo menos dado á manejar la pluma.
El prólogo es, de ordinario, una disertación acerca de la índole y género de la obra que encabeza;
disertación que así puede condensarse en escasas
páginas como crecer, á favor de lo elástico del
asunto. Halla con esto el prologuista ocasión oportuna de mostrar y lucir sus conocimientos, ya
r e n o v a n d o y trayendo á colación añejas contiendas
entre escuelas rivales, é ingiriendo con maña y tino
24
Prólogo.
unas cuantas citas ele autores antiguos y modernos, ya discurriendo con agudeza ó profundidad
sobre cuestiones y puntos ele crítica delgada y sutil. Con lo cual, y la indispensable añadidura de
elogios calurosos y razonadas exhortaciones al autor, y de no pocas advertencias al público, á fin de
que observe é inscriba en el anuario la nueva estrella que acaba de asomar por el horizonte, termina el prefacio y queda el joven libro apto para
arrostrar la terrible prueba de la publicidad, como
Don Quijote, después que el ventero le hubo conferido la gloriosa orden de caballería, quedó dispuesto para todo linaje de empresas y aventuras.
No encuentro yo ciertamente reparo grave que
poner á esta usanza del prólogo, excepto que suena á literario reclamo lo de realzar con el barniz
de un apellido brillante otro ignorado y modesto,
á lo cual suelen añadir los editores la maliciosa treta
de imprimir en la portada, en letras tamaños como
nueces, el nombre del autor del prólogo, mientras
para el de la obra usan un tipo menudito como alpiste. No obstante, confieso y declaro que tengo
por tan poderoso el atractivo de las reputaciones
y glorias adquiridas en el palenque de las letras,
que no me extraña que aun per accidens nos agrade enlazarlas á nuestra personalidad humilde; de
suerte que, á no saber yo de buena tinta que á
ninguno de los ilustres amigos con que el cielo me
favoreció sobra tiempo ni faltan ocupaciones, qui-
Pascual
López.
13
zas hubiera acatado ia ley del uso, pidiéndoles
media docena de páginas de su galana prosa para
que rectificasen y diesen tono á la desabrida mía.
Pero fuera abuso distraer y molestar, con poca causa, á ingenios que en mejores trabajos se emplean.
Un riesgo corre asimismo, en mi entender, quien
decora con fachada opulenta pobre choza; y es
que la proporción y gallardía de aquélla pongan
de manifiesto la mezquindad y miseria de ésta.
¡Cuántas veces ocurre comprar un libro, y leído
con deleite el prólogo, arrojar con enfado el resto,
que por comparación resulta insufrible! No es otra
la suerte de la fea que atrevida se coloca al lado
de una beldad. Suele acontecer á menudo que en
los propios encomios que al autor dirige el prologuista, se nota un matiz de deferente compasión,
O
'
claro indicio de que en ellos entra más amistosa
indulgencia que sincero entusiasmo. Bien es verdad que por ventura puede ocurrir que el autor,
andando el tiempo, se sobreponga y vuele más alto
que el condescendiente crítico que le perdona la
vida: díganlo los prólogos de las obras de uno de
nuestros ingenios más floridos (que por más señas
vestía faldas y ya abandonó este mundo), prólogos
en que no deja de marcarse la tendencia indicada.
También se ve frecuentemente que las alabanzas sembradas con largueza en el prólogo aparecen tan desmedidas y pomposas, que el lector,
con escasa caridad, vuelve la oración por pasiva.
26
Prólogo.
Yo, que reconozco en los prólogos tales inconvenientes, debo, sin embargo, hacer constar que no
me he visto á ellos sujeta; pues la única obra mía
que anda precedida de un prólogo (el Estudio crítico sobre las obras del Padre Maestro Feijóo), tuvo
la dicha de hallar un prologuista tan diestro y docto, que midió el loor y la censura hasta donde ésta
por delicada no ofende, y aquél no empalaga por
discreto.
Hay, con todo, ciertos libros que de suyo piden
prefacio; señaladamente los volúmenes de poesías
líricas ó heroicas ,-que nada pierden con que les preceda una crítica inteligente y sentida, las obras
trascendentales que encubren pensamiento profundo bajo ligeras apariencias, como son las sátiras de gran alcance; las producciones, en suma,
cuya intención doctrinal no resulta bastante clara
y determinada para la mayoría del público. Siempre que el prólogo ponga al lector en camino de
leer con más provecho la obra, diré que es acertada añadidura ó complemento indispensable. Donde no, me parecerá una superfluidad, que puede
en sí ser bella, pero que cabe suprimir sin daño alguno del libro.
En vista de todo lo ya apuntado, consideré que
110 teniendo P A S C U A L L Ó P E Z mayores ínfulas que
de novela sencilla y más ó menos entretenida,
bastábanle para introducción unos renglones de su
propia autora. En ellos cabe cuanto acerca de
13
Pascual López.
tal*libro puede, según entiendo, decirse: PASCUAL L Ó P E Z es el extracto, aliñado y puesto en
orden, de los apuntes autobiográficos de un estudiante de medicina en la insigne escuela compostelana. Por antojárseme que las aventuras, comunes unas y extraordinarias otras, del pobre mozo,
alcanzan á proporcionar con su lectura un rato de
solaz al que las repase, me tomé el trabajo de coí rregir y enmendar las confusas notas, de esclarecer algunos puntos oscuros y mal explicados que
advertí en ellas, de apoderarme de las ideas del
estudiante, desenvolviéndolas, de acortar hartas
divagaciones, y de reemplazar el estilo no muy
castizo con el mío, que, sin ser inmejorable, aven; taja extraordinariamente al de mi protagonista.
Agradóme la tarea de pergeñar y dar forma á
las sueltas hojas del diario de P A S C U A L L Ó P E Z , ya
por si su publicación puede mover al gobierno y á
los sabios á escudriñar lo referente al importantísimo asunto y problema queen ellas se menciona,
ya porque los sucesos de esta historia pasan en un
pueblo de mí tan preferido y visitado como Santiago. Me inspiran singular predilección é interés
las ciudades antiguas y melancólicas, envueltas en
sus recuerdos, como un rey caído en el armiño y
púrpura marchita de su augusto manto. En Espaga, nación cuyo pasado hace palidecer más y más
al presente, son bellos para el pensador ios lugares que hablan con sus monumentos elocuentísi-
28
Prólogo.
mos, con sus soberbias carcomidas piedras,la silenciosa majestad de su abandono. Toledo
Burgos, Salamanca, Santiago, guardan cual urn
cinceladas y roídas por el tiempo, las cenizas de
espíritu nacional, el polvo de los colosos de
tro espléndido ayer. De todos estos sarcófago.
ponentes, el que más huella imprimió en mi fan
tasía fué Santiago; no en verdad porque su leyen
dario atractivo ó el carácter tradicional de sus edi
ficios me parezca superior al de otras poblacione
españolas, sino porque hubo de ser la primera qu
en la aurora de la vida despertó mi mente á
contemplación de edades muertas, bajo los pilar
de su Catedral y en las revueltas de sus tortuosa
calles. Consagróle las primicias de mi imaginado
adolescente, y á despecho de cuantas maravilla
arqueológicas pude más tarde admirar en mi pa
tria y en extrañas tierras, no se borró jamás aque
Ha impresión viva y temprana. De suerte que vi
con interés grande localizada en Santiago la trama
d e PASCUAL LÓPEZ.
Por si algún critico, de estos que se empeñai
en profundizar el sentido de los libros más que su
mismos autores, se dedica á inquirir cuál sea m
propósito y qué es lo que quiero significar con IÍ
autobiografía de mi estudiante, haré una salvedad
anticipando la única explicación que me es posiblt
ofrecer á los asiduos destiladores de quinta esencia. Sin que yo me atreva á terciar en la acalorada
,
Pascual López.
13
' polémica, á cada paso rediviva, del arte docente y
• el arte desinteresado (cuestión abstrusa que rae
• pone miedo cerval con recordarla sólo), diré que
, creo que toda obra bella eleva y enseña de por sí,
' sin que el autor pretenda añadir á la belleza la lección. Mas el punto estriba cabalmente en que sea
bella la obra. ¿Lo es mi novelar No estoy autorizada para decirlo: mi voto es recusable. De ence' rrar PASCUAL L Ó P E Z , en su género, alguna verdadera belleza, contendría también alguna enseñanza. De no, las enseñanzas que tratase de inculcar
alcanzarían sólo á hacer más tediosa la novela. Claro está que en mi pensamiento alguna significación
moral tienen los personajes de la obra; pero si he
andado tan torpe en el arreglo y refundición de los
1
apuntes de P A S C U A L L Ó P E Z que no logre que el
lector inteligente y discreto saque la consecuencia
délo que lee, prefiero callármela, no sea que me
arguya con que, puesto que la quise decir, debí haberla dicho.
\ no añado más á la introducción, que antes
enfada lo largo que disgusta lo breve. Terminaré
declarando con sinceridad que, á pesar del amor
que inspiran los hijos¿ del entendimiento, no me
sorprenderá que esta obra se sumerja en el golfo
del olvido, donde anualmente caen tantos libros,
quizás más sazonados, gustosos y amenos que
PASCUAL L Ó P E Z .
S a n t i a g o , aWU ¡6,
i«7y
PASCUAL LÓPEZ
( A U T O B I O G R A F Í A D E UN E S T U D I A N T E
DE
MEDICINA)
I
o creo que venga á cuento para la narración de esta verdadera cuanto inverosímil historia, decir cómo fui por mis pas consagrado desde mi tierna infancia al arte
Hipócrates y Galeno, y cómo hube de dejar el
. .alo de ios paternos lares por la estrechez de
mísera posada. Ignoro en qué particulares signos y marcas pude revelar disposiciones felicísimas y raras aptitudes médicas; pero es lo cierto
que una mañanica me hallé en Santiago hecho estudiante.
Cuando tal aconteció era yo un mozancón más
espigado de lo que mis años pedían, muy reñido
a los libros y muy amigo de pasarme las horas
\ *abundeando ó mano sobre mano. Pienso que
t: :ta mi holgazanería fué cabalmente la que inclinó
á mi familia á dedicarme al estudio. La cava, la
32
Emilia
Pardo
Basán.
siembra, la siega, no entraban en mi reino: luego
yo tenía á la fuerza que ponerme á sabio. Mucho
trabajo me costó deshabituarme de la rústica abundancia que en su hogar montañés ostentaban mis
padres, á fuer de ricachones labradores gallegos;
(y es de advertir que estos tales, á pesar de su fama de cicateros y mezquinos, son, según la experiencia y viajes me han demostrado, los mayores
pródigos y manirotos de toda España). Ello es que
yo, al beber el caldo turbio y chirle que nos regalaba la fementida patrona, al engullir su pelado
puchero, traía á la mente las perpetuas bodas de
Camacho que atrás dejara, y envidiaba de todo corazón á mis hermanos, los que quedaban arando
sin pensar en mojigangas de estudios ni de Universidades.
Si era en otoño, decía para mi sayo: tiempo de
vendimia, de castañas, nueces y mosto, ¡quién te
cogiera allá! Si en invierno: ¡valientes pemiles y
chorizos cocerán en el pote de casa! SÍ en primavera: ¡viérame yo buscando nidos de jilgueros y
lavanderas, moras y fresUlas silvestres, y no preso
en estos bancos y oscuras cátedras! Y finalmente,
en carnestolendas recordaba el antruejo que solíamos vestir, pereciendo de risa, con todos los trapos que hallábamos á mano, dándole por corona
un ruedo de p a j a , por cetro una escoba, y pintorreándole de hollín la cara, mientras la sartén puesta en la trípode cantaba el estribillo con que suele
Pascual
Lopes.
33
acompañar el nacimiento de las amarillas filloas.
veces, como para irritar mi deseo, llegábame
una famosa remesa de jamones, pilongas y tal cual
jarrada perdiz, muerta en los maíces á perdiqonazos del cura de nuestra parroquia. Poseíame
entonces violenta murria ó nostalgia, al través de
..os vapores divisaba cuadros campesinos, embellecidos por el espejismo de la distancia: ya las
• hes de deshoja, en que á la luz del candil morino, sentados en el suelo y haciendo corro, desnudábamos de su follaje la rubia espiga, no sin broTia y algazara; ya las mañanas de romería y fiesta
patronal, cuando repican alegremente las campa»
ñas de la iglesia y rasgan el cielo los cohetes, y la
angosta nave, sembrada de manzanilla, espadaña
é hinojo, se impregna de nubes de incienso; ya las
tardes primeras de octubre, cuando turbulenta
reata de chicuelos asa al rescoldo manzanas y castañas en lo más recóndito del bosque.
Santiago no era ciudad á propósito para aturdir
con bullicio mis melancolías, ni para embelesar
con pueriles entretenimientos mi joven imaginación. Monumentales edificios, altas iglesias con
grandes retablos de amortiguado oro, calles estrechas é irregulares con arcos de soportal, que parecen hechos de encargo para misterios y tapujos, y
de vez en cuando cortadas por la imponente mole
de alguna blasonada y desierta casa solar ó de algún convento de verdinegras tapias y rejas moho3
34
Emilia
Pardo
Basán.
sas; paseos cuyos árboles se deshojan lentamente
y sus hojas mueren bajo los pies de escasos transeúntes; alrededores apacibles, mudos, verdes y
frondosos á causa de la humedad, pero sellados con
la tristeza peculiar de los países de montaña: tal
es Santiago. De día, á la luz del sol, la Jerusalem
de Occidente (que así suele ser nombrada en elegante estilo), parece venerable y pacífica, sin austeridad ni ceño; pero en las largas noches invernales, cuando en las angostas calles se espesa la
oscuridad, y la enorme sombra de la Catedral se
proyecta en el piso de la Quintana de muertos, y el
reloj cuenta las horas con lengua de bronce, y la
luna vierte vaporosas olas de luz sobre las caladas
torres, la impresión que produce Santiago es solemne. ¡Oh, si yo fuera dado á filigranas poéticas!
qué linda ocasión se me ofrecía ahora para describir los efectos de perspectiva que en la serenidad
nocturna producen los majestuosos edificios, mudos testigos de la muerta grandeza de tan ilustre
ciudad! Aquí venía como de molde recordar los antiguos peregrinos, que en otros siglos se postraban
ante el bizantino Apóstol, rígido y severo bajo su
pesada esclavina de purísima plata; las leyendas,
las consejas más ó menos tradicionales que cada
callejuela de Santiago puede narrar, desde aquella
que vió caer á un arzobispo bajo el puñal de los
asesinos cuando en sus manos llevaba la Sagrada
Forma, hasta la que presenció la agonía del ino-
Pascual
López.
13
líe Orne Santo. Pero así me curaba yo de leyendas
como de lo que ahora acontece en la China. Traíanme á mal traer mis primeros estudios elementales,
que á mí se me antojaban fundamentalísimos. Como el día se me iba volando, entretenido no sé en
qué, fuerza era aplicar los codos de noche. ¡Vigilia
eterna que iluminaba la dificultosa claridad de
.a vela de sebo! Porque al tiempo que yo comená dar frutos de ciencia, no había llegado aún á
aquellas alturas el petróleo, y sólo unas complicadas lámparas de gas schist e atufaban á los amigos
de novedades. En las horas perezosas de tales no. es me familiaricé con los ruidos de la calle, y distinguía ya el paso cadencioso de los serenos del andar precipitado del transeúnte que se acogía á su
: ;ho, escandalizándose de pisar el arroyo á las
dÍ2Z. Acompañábanme asimismo los gritos guturai y plañideros con que pregonan los vendedores
lasostrasy lampreas, y el regocijado cantar de los
estudiantes, que, más felices que yo, hacían novillos á Minerva para festejar á Apolo.
El estudiante que cuenta con amigos y dinero,
que puede frecuentar círculos, teatros y demás lugares de recreo y solaz, vive alegre el tiempo que
considera dulce paréntesis entre la severidad de la
casa paterna y los deberes y cargas del estado matrimonial. Pero yo, pobre de mí, era un mocosuelo
medio campesino, hecho á la soltura rural, y más
provisto por mis padres de admoniciones y consejos
36
Emilia
Pardo
Basán.
que de ochavos; de suerte que me hallaba en Santiago como enjaulado pájaro, que ni aun alpiste y
lechuga á discreción posee. Iba muy de mañana al
Instituto, tiritando á pesar de mi carrik; cabeceaba de sueño durante la conferencia del profesor; pellizcábanme ajis compañeros de banco, no sé si por
caridad ó entretenimiento, y solía yo replicarles
con otros pellizcos, 110 sin ponerme en ocasión de
ser favorecido con encerrona ó filípica. Las tardes
me solazaba y esparcía embistiendo á pelotazos á
los muralloncs del monasterio de San Francisco ó
de la Compañía de Jesús, ó bien en tumultuosa
junta con otros de mi laya reñía descomunales batallas á canto pelado por aquellas amenidades de
Santa Susana y del río de los Sapos. Algún anochecer, y particularmente los domingos, jugábamos
una brisca zapatera ó un tute real mis compañeros
de posada y yo; arriesgábanse ochavillos, acaso
tal cual pieza isabelina de dos cuartos (los perros
grandes y chicos no habían penetrado aún en nuestro sistema monetario, á merced del huracán de
las revoluciones), y quizá llegaban á atravesarse
cigarrillos de papel, ofrecidos por los talludos para
mejor viciar á los novatos, y en que el tabaco solík recibir aleación de raspaduras de madera.
Poco á poco, conforme corría el tiempo y penetraba yo en la comunión escolar, empecé á percibir que iba acordándome menos y con menor cariño de mi aldea, á la vez que me convencía de la
Pascual López.
13
posibilidad de ser estudiante sin abrir los libros,
que, sosegados, inofensivos y bonachones, dormían
el sueño del justo en el cajón de la mesilla de pino,
mueble el más lucido de mi palacio. Fuíme acostumbrando á estudiar en el año obra de tyi mes,
distribuido de esta suerte: quince días á principio
de curso y quince á fin. Los quince primeros eran
los que tardaban en borrarse de mi ánimo y oído
el eco de las no muy blandas razones con que mi
padre me exhortaba á aplicarme para llegar á ser
hombre de provecho, y de las prolijas súplicas de
mi madre, encaminadas á que me zampase todo
el saber humano, siempre que pudiese digerirlo sin
.detrimento de la salud. Los quince últimos eran
los que precedían al terrible trance de los exámenes. En aquel período se desplegaba la concienzuda actividad con que los gallegos ponemos en
planta lo que se conoce por tvasacuerdo. Allí el intelecto se prensaba y apretaba, y la memoria se estiraba, almacenando en ella á escape especies é
ideas, como los viajeros descuidados amontonan
á última hora ropa en los baúles. Allí era el tomarse las lecciones unos á otros, inscrustándolas en la
retentiva hasta poder repetirlas como papagayos.
Allí el sudar, el maldecir de la larga holganza, el
proponer mayor asiduidad para otro curso, el
comer poco, el dormir menos, el soñar alto, el consultar el rostro del profesor como un barómetro,
por si á dicha revela hallarse de buen talante y
38
Emilia
Pardo
Basán.
estar propicio y dispuesto á consentir que pasen
carros y carretas por el estrecho sendero del saber;
allí las recomendaciones sin número, las intriguillas sin cuento, las influencias suaves y eficaces, y
por último, hasta las respuestas de antemano escritas con lápiz en el blanco puño de la camisa de!
examinando... Tras de angustioso purgatorio, vislumbrábamos el paraíso de las vacaciones.
Así, yendo un año y viniendo otro, fuíme aficionando cada vez más á la libre vida estudiantil,
que tiene fueros de gremio é inmunidades de cofradía. Ya no me curaba de despachurrar terrones,
y ordeñar cabras y vacas allá en la montaña; ya
comparaba con cierta fruición mis ropas de señorito y mis manos pulidas con el rústico arreo y las
garras callosas de mis parientes. Más me divertían
los espectáculos que toda villa, incluso Santiago,
ofrece á la mocedad aturdida y casquivana, que
los agrestes pasatiempos que encantaran mi niñez,
á pesar de que en éstos me daba yo tono de personaje, y era el gallito de la reunión, subyugada
por mi futura grandeza.
Al acercarse octubre volvía á mi elemento, á
Santiago. Aquello de pasarse las horas muertas
en un cafetucho, teniendo una copilla de rom ó
marrasquino delante y asido con la indecisa mano
el seis doble del dominó ó la torre del ajedrez;
aquel dar vueltas, al oscurecer, rebozado en derrotada capa, por los lóbregos soportales de la Rúa
I'llscHill
Lápiz.
39
del Villar, ó por las tortuosas curvas del Preguntón, saboreando la delicia que experimenta todo
español de raza al pasearse sin objeto ni necesidad; aquel entrarse de rondón por un baile, si no
de candil, por lo menos de quinqués mal despabilados, y danzar con juvenil ímpetu y elásticas piernas, hasta que falta el aliento ó interrumpe el
placer una quimera, en que la gente artesana y la
estudiantil vienen á las manos, y llueven mojicones, y menudean puñadas, y se reparten y reciben á bulto sin saber de quién, finalizando todo
con la aparición de la policía; aquel apostarse en
el pórtico de una iglesia ó en el hueco de un escaparate de tienda, saludando con requiebros á los
lindos palmitos que cruzan garbosos y ligeros, ó
con cuchufletas á las dueñas quintañonas que salen
arrastrando los pies; aquel chillar, silbar y apostrofar desde la cazuela del Teatro; aquel salir en
Carnavales de tuna con manteos y tricornios, y
una cuchara y tenedor cruzado sobre la frente,
cantando en festivo tono bulliciosas jotas... Niñerías eran y desahogos de los verdes años, que acaso
no revelaban gran cultura; pero tan singularmente
atractivos, que corrían días y pasaban semanas,
y andaban meses sin que me cansase la bohemia
y picaresca vida. Excusado es añadir que con ella
fui dando razonables sangrías al bolsillo paterno.
Cada vacación me llevaba yo sabido mayor número de tretas para explotar el filón de la credu-
40
Emilia
Pardo
Basán.
lidad de los autores de mis días. Unas veces era
que nos habían exigido que nos presentásemos en
cátedra muy lechuguinos y peripuestos, lo cual
demandaba cuarenta pesos para un traje de lo más
exquisito; otras que una grave enfermedad me costara tanto de médico, tanto de drogas y cuanto de
gallina en el puchero; otras, que siéndome insuficiente el alimento de la posada (mentira que andaba á dos dedos de ser gran verdad ), comprendía
mi presupuesto partidas de queso, pan, vino y demás tente en pies; y, por último, así como el estudiante del cuento hizo de Marco Tulio Cicerón tres
personas distintas, convertí yo cada autor de texto
en varios autores. El corazón materno se ablandaba fácilmente con súplicas reforzadas de caricias
y cucamonas, é iba soltando unas pesetejas y aun
por ventura algún doblón de á cuatro muy envuelto en trapos ó papelitos: poca cosa todo, pero mucha para la hacienda de mis padres, que si en su
aldea vivían ancha y holgadamente, y pasaban
plaza de Fúcares, no podían, sin embargo, estirar
algo el pie sin sacarlo fuera de la manta: ley común en Galicia, cuya propiedad está muy fraccionada, y donde 110 existen los caudalazos saneados de Castilla y Andalucía.
Con toda su escasez, las dádivas así recaudadas
me sobraban á mí para darme tono y triunfar entre mis compinches. Estos no pertenecían enteramente á aquella clase de hambrones que viven de
Pascual
López.
13
un poco de caldo y tocino, cuando no de la gracia
de Dios, y que á la luz de una torcida empapada
en saín estudian como benedictinos; ni tampoco
eran de los privilegiados alumnos de Minerva que
se alojan en la mejor fonda ó casa de huéspedes,
encargan ropa á Madrid, y visitan á los profesores
dejándoles tarjetitas de cartulina inglesa. Representaban mis compañeros la mayoría mesocrática;
mozos á quienes su familia mantenía sin estrechez,
pero sin asomo de lujo; provistos de lo necesario y
privados de lo supérfluo; que contaban con puchero y capa, mas no con café, licores y levita flamante. Por ende, el que sentía en el bolsillo del chaqué la grata pesadumbre de un duro, miraba á sus
colegas de alto á bajo, hablaba gordo, convidaba
y era momentáneamente el jefe de la partida. Hartas veces lo fui yo, merced al derecho divino de la
moneda de á veinte.
Pero así como no hay mal que cien años dure,
tampoco no hay embuste que al fin y al cabo no
llegue á descubrirse, por raro é imprevisto modo.
Sucedió que mis padres, no sé en qué forma, llegaron á enterarse de que mi conducta no era fiel
trasunto de la del estudiante aplicado y metódico,
y de que las asignaturas perdidas á pretexto de
enfermedades no lo fueron sino por mucha holgazanería y mayor descuido. Recibieron tales informes á mediados del año escolar, precisamente
cuando me hallaba más embebido en jaranas y
42
Emilia
Pardo
Basán.
francachelillas. Vivíamos entonces en fraternal
consorcio bajo el techo de una misma posada cuatro mozalvetes, de los cuales tres arribáramos, no
sin muchos tropezones y caídas, á los primeros
años de medicina: y digo á los primeros , porque
aprovechando la libertad de enseñanza proclamada recientemente, mezclábamos asignaturas de dos
años diferentes. De perlas nos venía el oleaje del
río revuelto, porque nos proponíamos tentar el vado
en muchas clases, q u e , á mal dar, siempre despacharíamos seis ú ocho siquieja. El cuarto comensal
estudiaba, digámoslo así, farmacia, yestaba ya en
tercer año; era este tal nuestro decano, mentor y
bufón en una pieza: el que nos enseñaba ácontestar
con descaro en los exámenes, á disertar un cuarto
de hora sin decir nada entre dos platos, á hurtar á
la patrona algún fiambre culpando al gato inocente, á todo género.de diabluras en fin. Llamábase
Cipriano, y era avellanado y enjuto, de largos dientes y ojos burlonísimos. El resto de nuestra tribu
se componía de un bendito, víctima expiatoria y
blanco pérenne de nuestras chanzonetas; muy cerrado de mollera, muy terco, pero excelente en el
fondo, y ai cual venía de molde su nombre de Inocencio; y de un jaquetón, robusto y fornido, completamente inepto para el estudio, pero maestro en
púnalas, capaz de deshacer una mesa con un dedo,
y á quien sus admiradores llamaban Manuelón.
Acaeció pues, que cierta mañana, á la hora en que
Pascual
López.
13
debíamos hallarnos como científicas abejas libando
la biblea miel de la doctrina, no estábamos todos
atro sino muy orondos y repantigados en nuestros fementidos lechos, los cuales ocupaban un catranchón á manera de dormitorio, en que nos
iiabía juntado no sé si nuestra amistad ó la economía de la patrona. Imperaba en la habitación el
n.ás pintoresco desorden. Hallábase perfumada la
pieza con infame esencia de tagarnina , con tufillo
pábilo de sebo; sembrada de prendas de ropa
por aquí y por acullá, de botas en mal uso y de al. a libro nuevecito abrigado bajo venerable capa
polvo. La lluvia, á impulso de las ráfagas de
viento, hería y bañaba los cristales de la ventana,
y con ruido cadencioso y monotono escurría de las
canales á la calle. Nosotros nos relamíamos de
gasto tratando de necios á los que á despecho del
nporal dejaran las regaladas plumas por el duro
asiento que la diosa sapientísima brinda á sus hii. Colocáramos nuestros catres de manera que
las cabeceras formasen los lados de un cuadrado,
yo centro era la mesilla de pino: y echados boca
abajo, los codos descansando en las almohadas, y
con luz encendida, que otra cosa no consentía lo
curo del cielo, jugábamos á los naipes bien haría
a hora.
La de las diez podría ser y nuestra animación se
r velaba en risotadas, chanzas, dicterios y reniegos;
. como de costumbre hacíamos infinitas trampas
44
Emilia
Pardo
Basán.
al bueno de Inocencio, que estaba ya cariacontecido y mohino. De improviso vimos abrirse la puerta, pareciendo en su marco una cosa que casi nos
trocó en estatuas de sal: y sin embargo no era fiero
basilisco, espantable gorgona ni fatídico convidado de piedra, sino el manteo lustroso, la prolongada teja y los pies hebilludos de un canónigo de la
metropolitana Iglesia en que se guardan los restos
del patrón de las Españas. Entró y su primer cuidado fué abrir el chorreante paraguas que sin duda
por atinada precaución no quisiera dejar en la antesala , y colocarlo en un ángulo del cuarto, de manera que escurriese en debida forma. Y después,
con pastosa y profunda voz, verdadera voz de iglesia, dirigióse á nosotros, que debíamos de parecer
papamoscas según estábamos de quietos y absortos, saludándonos con un:
—Felices días nos dé Dios. Beso á ustedes la
mano. — El mismo silencio y suspensión por nuestra parte.
—Siento mucho haber interrumpido á ustedes,
pero traigo un asunto urgente, que no admite espera.
Y nosotros tan embobados. Eramos al cabo pobres diablos, que habíamos visto el mundo por un
agujero. Al fin Cipriano, que tenía más camándulas y desvergüenza, rompió el hielo exclamando:
—Usted dispense. Como estamos en un traje así
tan de confianza... (á él se le salían los codos por
Pascual
Lópiz.
45
una almilla de franela, nada limpia.) Si usted quiere sentarse... ahí no, en esa silla no, que no está
sana... en esa tampoco... Estará usted mejor en ese
baúl.
El canónigo permaneció cruzado de brazos y con
gesto severo. Era hombre de vigorosos miembros
y recias proporciones, de procer estatura y pobladas cejas, que traía á la memoria ios prelados batalladores que rechazaron de nuestras costas á los
normandos. Todo Santiago conocía á aquel canónigo, de quien se contaban rasgos de valor y fuerza en su juventud, si bien desde que la nieve de los
años cubría su sien , nadie le viese hacer más vida
que la del sabio de fray Luis de León, que se la
pasa á solas, ni envidiado ni envidioso. Si algo pudiera revelar en él al bizarro lancero de Cabrera,
serían las inflexiones varoniles de su voz en el coro
y el fuego que á veces despedían sus ojos tras de
la aguileña nariz. A mí en aquel momento me pareció torvo y terrible su ademán, cuando pronunció:
—No pienso gastar mucha prosa, y para lo que
tengo que decir puedo hablar de pie. ¿Cuál de ustedes se llama Pascual López?
— Servidor de usted,—contesté balbuciendo.
— Por muchos años. Pues ha de saber usted que
yo conozco á su padre, á su madre, á toda su familia, y no es porque esté usted delante, pero son
gente muy de bien. Su madre de usted y el difunto
marido de mi hermana son de la misma parroquia,
4
6
Emilia
Pardo
Basán.
y mi hermana se pasó alguna temporada cerca de
su casa de usted.
Repuestos ya todos de la sorpresa pueril de un
principio, cobró Cipriano su gárrula locuacidad y
desparpajo de costumbre; y alentado del tono más
benigno del canónigo, dio suelta al buen humor
que le retozaba en el cuerpo con estas frases.
— Señor canónigo, ya comprendo por qué se ha
molestado en visitar este palacio. Usted vendrá sin
duda á t r a e r á Pascual, de parte de su familia, algo de cumquibus. Buena falta que le hace; no podía
usted llegar en mejor ocasión. Repare usted el estado de sus botas.
Y señalaba las suyas propias, que se reían insolentemente á pocos pasos. El canónigo frunció sus
cejas anchas, con no menor majestad que el Júpiter
de Homero, y se adelantó hacia mi lecho, haciendo temblar el piso bajo la carga de su corpulencia
y de las firmes pisadas de sus pies calzados con
flojo zapato, sobre que resplandecía la hebilla de
plata lavada por la lluvia. Gravemente se encaró
conmigo diciendo:
—Bien se ve que es muy cierto cuanto me dicen
sus padres acerca de los malos pasos en que usted
anda, y de las peores compañías que frecuenta. A
las diez de la mañana, jugando y con mocitos descarados... Ea, sírvase poner los huesos de punta,
que ya va siendo hora de almorzar y yo estoy en
ayunas, si de pecar no.
Pascual
López.
13
- S í usted gusta, —dije todo aturdido,—se le hará aquí chocolate.
—Usted es el que va á tomarlo conmigo, y sin
demora. Vístase usted: cuanto más pronto mejor.
—Es que...
—Yo me colocaré de modo que no le impida levantarse con libertad.
Encaminóse á la ventana volviéndome la espalda, y pegó el rostro á los vidrios turbios, puercos y ofendidos de las moscas, en que para mayor
adorno y claridad pegáramos estampas recortadas, un general Prim á caballo, varias aleluyas y
unas majas de un cajón de pasas. Desde allí recreó sil vista con la perspectiva de las casas fronteras.
Mis compañeros me hacían señas y guiños, aho. indo sus carcajadas y murmullos con la sábana
y la manta. Cipriano reía, pero Manuelón, que
gastaba sus ribetes de avanzado, gruñía descompasadamente y enseñaba ios puños al canónigo,
que por supuesto no podía verle. Yo no sabía lo
que me pasaba, pero no dejé de echar una pierna
fi:era de la cama, y tras de la una la otra, acabando por vestirme en un santiamén. Terminado que
hube me llegué al visitante, murmurando con ejemplar sumisión:
—Aquí estoy para lo que usted guste mandar.
-—¡Pronto despachó usted! Pero, ¿ha recogido
usted sus trastos, los libros y el equipaje? La cria-
4
8
Emilia
Pardo
Basán.
da está aguardando por orden mía para llevar la
maleta.
— ¡La maleta!
— ¡La maleta!—replicaron tres voces.—Y Cipriano, vuelto serio, y aun con malos modos, gritó:—¿Pero qué, se lleva usted á Pascual? Al paso
que Manuelón mugía con voz bronca:—¿ Tú te vas
con él, grandísimo bárbaro ? (Era la forma cariñosa de su pena por perderme).
—¿ Y á ustedes quién les ha dado vela en este
entierro?—dijo el canónigo midiéndolos á todos,
y particularmente á Manuelón, con desdeñosa
ojeada. —Yo traigo órdenes de quien por derecho
humano y divino manda en este mozo. Véngase
usted, Pascual.
— Pero así, de pronto...—objeté yo.
— N o se necesitan preámbulos. Acabe usted de
llenar su maleta. No se cuide de nada más: ya he
hecho yo cuentas con la patrona. ¿Quiere usted
que le ayude á liar el hato?
Obedecí por máquina. Siempre impresiona la
primera vez que los padres demuestran no ser de
mazapán, y aunque el castigo no amenazaba ser
espantoso, moralmente me producía lo que se llama saludable temor. Los bigotes de un guardia
civil me impondrían menos que las cejas del canónigo.
— Respetable señor,—dijo Cipriano incorporándose en la cama,—¿ no nos concederá usted siquie-
Pascual
López.
13
ra este día, para dedicarlo á la amistad? Mire usted que yo estoy afectado con esta marcha repentina, y que á Pascual las impresiones fuertes le hacen también daño.
—Ya podían venirme á mí con que me dejase
llevar de este modo por un cura, refunfuñó Manuelón.
El canónigo les lanzó otra ojeada, y adiviné en
el movimiento de sus cejas no sé qué tentaciones
vivísimas, que particularmente tenían por blanco
á aquel hércules provocativo que lucía sus brazos
musculosos: mas prevaleciendo la dignidad.se volvió y no pensó sino en acelerar mis preparativos
de muda.
—Esos libros!... ¡Anda pues si tienen las hojas
por abrir! ¡Bueno va! Esa capa no coge en la maleta: póngasela usted, que llueve... Vengan esas
camisas... ese pañuelo puede usted dejarlo quedar
sin cargo de conciencia: parece una bandera. ¡Loado sea Dios! Ya hemos concluido.
Al cargar yo con el liviano peso de mi maleta,
abastecida de todos mis trebejos, ví al canónigo
que, echando hacia atrás el manteo con un movimiento enérgico de su nervuda mano, se fué derecho á la cama de Manuelón, y poniéndole la diestra sobre el hombro, con poca blandura, le dijo:
—Usted cree, sin duda, que todo el mundo es
de la misma laya que aquellos estudiantes de Tuy
que, siendo tres, se dejaron moler las costillas por
5°
Emilia
Pardo
Basán.
usted, y además llamar neos y otros motes. Pues á
fe que tanto vaya el cantarillo á la fuente que al
fin se rompa.
Acompañó estas palabras con la sonrisa casi benévola que la fuerza inteligente dirige á la fuerza
material y ciega; y Manuelón, que aunque rimaba
con Salomón no tenía nada de lo de ídem, quedóse
como atontado palomino, abierta la boca y trabada el habla. Fui yo, entretanto, repartiendo un
abrazo mudo y frío á mis coholgazanes; respondiéronme ellos con reiterados abur, adiós, que te vaya
bien, chico, salud, hasta la vista; y un segundo
después no quedaban en el camaranchón más señales de lo acontecido que mi cama vacía y varios
regueritos de agua corriendo por el piso en el lugar
que ocupó el paraguas del canónigo.
II
El cual y yo, saltando charcos y pisando lodos,
y sin hablar palabra que digna de contarse fuera,
llegamos á una casa de no mal aspecto, no importa en qué calle y número; y subida la ancha escalera con tosco balaustre de palo, atarazado de la
polilla, llamamos y vino á abrir una dueña, cuya
cara y rasgos me parecieron grosera copia de los del
canónigo. Era como él, robusta y membruda, pero
Pascual López.
13
faltábale la armonía y proporción del cuerpo que
constituye la buena presencia. Gruesa y arrebatada de color, afeábanla dos parches en las sienes,
y en vez de los argentinos mechones que se escapaban del solideo del canónigo, traía ella el pelo pegado y alisado, y encubiertas las canas con no sé
qué artificios de hollín y peine de plomo. Estas
particularidades reparé después, que así al pronto no pude notar más que la mezcla de dueñesco
repulgo y melifluidad, y de rudeza hombruna, que
caracterizaba á la hermana del canónigo. Ella salió, con los ojos curiosos y escudriñadores, y el ademán solícito. Don Vicente {que ya es tiempo de
dar al canónigo su nombre) la dijo, en vez de saludarla, esta lacónica frase:
—Dos chocolates.
La dueña se escurrió pisando blandito, á pesar
de su humanidad voluminosa; y D. Vicente me hizo entrar en una desahogada pieza, descansando
él en un antiguo sillón de baqueta y señalándome
á mí una silla de paja de Vitoria. Vivo era el contraste entre el camaranchón que acababa de abandonar y el sitio en que me hallaba. Cuanto allá de
incuria, desbarajuste y desaliño, notábase aquí de
primor, pulcritud y orden. La mesa escritorio, de
antiguo nogal bruñido por el uso, relucía como barnizado ébano; la maciza escribanía de plata, como
pluma de cisne; el cuadrito, de plata también,
que representaba al Apóstol matando moros, cega-
52
Emilia
Pardo
Basán.
ba con su resplandor y con los destellos de la espada y bandera del santo, que eran sobredoradas lo
mismo que los turbantes de los infieles. El estante,
abrumado bajo el peso de voluminosos infolios cubiertos de pergamino, templaba con su severidad
el aspecto risueño de la salita, por cuya ventana
se veían asomar los pámpanos de vid y las ramas
más encopetadas de los árboles de un jardinete. En
la piedra del umbral de la ventana, una gata maltesa, acurrucada y hecha un ovillo, se refocilaba
aprovechando un pálido rayo de sol, que á dicha
rompía las grises nubes haciendo danzar luminosos átomos en la atmósfera apacible de la habitación.
Sentárase D. Vicente, como dije, en el sillón á
un lado del ancho pupitre, y yo enfrente en la modesta silla. D. Vicente tecleó un rato sobre la tabla
del escritorio, como si buscase una fórmula oratoria; y finalmente, clavando en mí los ojos:
— Supongo —me dijo—que ya usted se figurará
que para hacer lo que hice, tengo facultades desús
padres, que me ruegan practique la obra de misericordia de mirar por usted y apartarle de malas
compañías y peores aventuras. Mucho ha apesarado usted con su porte á esos padres, después que
ellos le han favorecido tanto no poniéndole á arar
como á los otros hermanos, sino dándole buena y
lucida carrera. No estoy yo por eso de sacar á los
chicos de su clase, como no muestren grandes dis-
Pascual
López.
13
posiciones; pero hoy en día, no hay arroyo que no
quiera ser Guadalquivir.
—Sin embargo...—objeté confuso.
—Bueno, bueno; yo no soy tampoco hijo de conde, ni de marqués, sino de un pobre labriego, y por
bondad de Dios llegué á esta categoría y dignidad
altísima: pero es harina de otro costal, mocito. Antaño estudiábamos lo poco ó mucho que se exigía,
á conciencia y con fundamento: no nos echaban
encima tanta balumba de cosas inútiles, y lo concerniente á nuestra carrera á fuerza de laboriosidad
lo embutíamos en los cascos, que no lo arrancaran
de allí poleas. Yo—en buen hora lo diga—gasté
mucho aceite, y rompí el paño de los codos, pero
supe mi obligación; y á no haber sido por ciertas
circunstancias... pero esto no es del caso. Además
yo tenía vocación verdadera... ¿Y usted, la tiene de
médico? Respondíle broncamente:
—Si usted llama vocación, así... á un entusiasmo,
á un delirio... eso, no señor. No me repugna, y
basta.
—Está usted en un error... ¡Qué ha de bastar!
Sin afición no se estudia, y sin estudiar no se sabe.
¿Lo oye usted? No se sabe, digan lo que quieran
esos flamantes sabiondillos de ahora, que en menos
que canta un gallo, se calzan la ciencia universal,
¡Palabrería! Si usted no piensa dedicarse formalmente á aprender, mejor será que se vuelva con el
arado.
54
Emilia
Pardo
Basán.
-—Pero señor, la mayor parte de mis compañeros
están en el mismo caso que yo...
—Pero no corren de cuenta de Vicente Prado.
Usted va á estar bajo mi vigilancia, y, por consiguiente, vida nueva. Usted estudiará y asistirá puntual á clase. No me ha de perder usted una.
— Lo que es una sin remedio tendré que perderla.
— ¿Cómo se entiende?
—Porque simultaneamos.
—¡Simultanear!—gritó el canónigo tragándome
con los ojos y poniéndose del color de la escarlata.
— ¡Simultanear! Así salen ustedes en dos años hechos Sangredillos de tres al cuarto, homicidas con
diplomas é impunidad segura! Así dicen ya las gent e s : ¡Médico
de revolución, prepara la
Extremaunción!
No , no, caballerito, yo no paso por eso, ni puedo
pasar en conciencia. Usted ha de seguir su carrera
como Dios manda, año tras año y con método; sino
estamos mal.
No sé si fué el enojo pintado en el semblante
del canónigo ó el tono mandón que empleaba lo que
me mortificó y movió á replicar:
—Pues, la verdad, no sé cómo mis padres han
autorizado para tanto á personas extrañas. Ya ve
usted que se me sigue perjuicio, y á ellos también;
tengo el año empezado, y á fe que primero coja el
azadón y la guadaña, que sujetarme á ciertas exigencias.
La escarlata de la frente de D. Vicente subió á
PascualLópez,63
13
púrpura oscura, sus ojos ardieron y su boca se
abrió, sin duda para dar paso á coléricas razones,
cuando en el mismo punto resonaron ligeras pisadas , cedió la puerta y vi entrar una persona llevando la bandeja de los humeantes chocolates. Era
una mocita como de dieciocho primaveras, espigada, pero de mediana estatura; vestía repulgado y
plegado hábito dei Carmen, de estameña, ceñido
al airoso talle con reluciente correa de charol y ornada la manga izquierda con el coronado escudo
de plata; llevaba el cabello partido y alisado y cayendo en luengas trenzas, ála labradoresca usanza. Ataviada así, sonrosado el rostro, bajos los párpados y sosteniendo en ambas manos gallardamente la bandeja, parecióme la recién entrada niña un
milagro de donosura, y más cuando la oí decir, con
peregrina modestia y una vocecita de almíbar:
— Muy buenos días nos dé Dios.
A que contestamos D. Vicente y yo:
—Santos y buenos.
Se acercó ella á la mesa, y depuso su carga con
diligencia singular, esgrimiendo unas manos que
diputé al punto por copos de apretada nieve. Ante
cada uno de nosotros dejó cumplida jicara de chocolate macho, cuyos efluvios aromáticos y vigorosos confortaban; obra de seis rebanadas de pan
tostado; hasta tres almendrados finísimos de Belvís; un enorme vaso del agua sutil y clara de Santiago; en el cóncavo del vaso, disolviéndose, un
56
Emilia
Pardo
Baziin.
robusto azucarillo moreno, y gruesa servilleta alemanisca, que trascendía á ropa limpia y á espliego;
hecho lo cual salió del aposento con la misma ce'
leridad y silencio con que entrara. Entonces hizo
explosión, como comprimido volcán, el enfado de
D. Vicente.
—¿De suerte —prorrumpió sin curarse de la tentadora jicara—que se empeña usted en ser, á toda
costa, un holgazán y un perdis ? ¿ De modo que está usted totalmente maleado? Si yo fuese padre de
usted ya sé cómo había de traerle á la razón: que
la letra con sangre entra, y las blanduras pierden
á no pocos. Pero una vez que no puedo enteramente asumir el sagrado carácter que da la paternidad
y usted se propone vivir como las bestias, in quibus
non est mtelkcto, escribiré hoy mismo á su familia,
diciéndole su resolución y añadiendo que está usted empedernido.
i Empedernidos diablos me atenaceen, si pensaba á la sazón en cosa alguna más que en la gentil
portadora de la bandeja! Las desabridas palabras
de D. Vicente me volvieron á la realidad. Recordar
punto por punto el anterior coloquio; hacer memoria de que D. Vicente tenía una sobrina llamada
Pastora, cuya fama de hermosura llegara á mis oídos estudiantilmente exagerada; pensar en que el
tío de esta criatura se estaba brindando á ser mi
guía y director, y que por ende me sobrarían ocasiones de visitar la casa que tal tesoro guardaba,
Pascual
López,
57
cosas fueron que escribo despacio, pero que calculé y enlacé con presteza eléctrica. Y con la misma
mudé rostro, ademán y hasta voz, diciendo humildemente:
— Le pido por Dios que no lo haga, señor, ni dé
ese amargo trago á mis padres; que yo, si por malos
de mis pecados fuí hasta hoy un haragán, estoy
arrepentido y me pesa, y propongo muy de veras
corregirme y seguir sus instrucciones de usted. No
se dirá que tuve la suerte de dar con una persona
que por mí se interesa, y que he pagado mal su bondad. Perdóneme usted lo que hablé; estaba acal o r a d o , porque así, ai pronto... Pero conozco que
le sobra á usted razón. ¿A dónde iría yo, hecho
un ignorante? No, señor, usted la acierta; vida
nueva.
A medida que discurría yo despejábase la frente
del canónigo, serenábanse sus facciones y brillaba
en ellas tal contentamiento, que me iba dando vergüenza de mi falacia, y proponía en mi corazón
hacer todo cuanto ofrecí. Finalmente dió muestras
D. Vicente de hallarse aplacado, ensopando una
tostada en la jicara, en lo cual le imité.
—Sí señor—proseguí.—También es cosa que no
gusta eso de tener que andar buscando empeños
para salir airoso de un examen. Mejor es trabajar
y ganarse los grados.
—¿Lo comprende usted? Es lo que yo quiero
inculcarle. Hay que tomar la profesión á concien-
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
cía, y lo demás es patarata. ¡Mucho dure el buen
propósito! Que no sé si se quedará en agua de cerrajas. De usted depende el cumplirlo: usted no es
lerdo: si quiere, facultades tiene. Por de pronto,
vamos á lo esencial. ¿Debe usted algo?
— Sí... no..., es decir, á la patrona.
— Con esa ya ajusté yo cuentas. ¡Buena alhaja!
— El zapatero de la esquina del Mercado Viejo
me hizo estas botas altas...
— El zapatero. ¿No hay más?
Verá usted... En el café de Mariano... como
solemos jugar al dominó...
—¿Y no hay libro de cuarenta hojas? ¡Todo es
nonada, comparado con los naipes malditos! Tiene
usted contraído vicio? Porque hoy he visto...
— No señor, era la brisca, entre nosotros, por pura broma... á habichuelas...
—Por broma pase... ¡pero cuidado, cuidadito!
¿Y libros? ¿ Tiene usted todos los del año?
— No, eso no... Entre los cuatro reuníamos todos;
pero naturalmente, no traje sino los que me corresponden.
— ¿No le dan á usted sus padres dinero para libros?
—Sí, pero...
— N o diga más. Con aguas pasadas no muele
molino: pero ¿para cada cuatro un libro? ¡Madre
mía del Socorro, mientras tres holgaban, estudiaría uno
Pascual López,
59
—Alternábamos...
- E n roncar y perder el tiempo. Ni jota sabían
ustedes de la asignatura. Bueno, ya pasó; pero desde ahora... Otra cosa tengo que preguntar á usted,
y es materia algo delicada. Advierta que tengo poderes de sus padres, poderes amplios... que si no...
—Diga usted, diga usted.
—Pues... (D. Vicente se bebió un copioso trago
de agua) sus padres temen, y me han encargado
que averigüe si tiene usted algún enredo, de esos
que á au edad... En fin, usted me comprende.
—Sí, sí, comprendo-repuse con sinceridad y
viveza.—No, no tengo cosa mala que ocultar.
- A Dios sean dadas gracias. También me encomiendan, como es justo, que mire porque usted
m descuide sus deberes religiosos.
Enmudecí. Para no mentir y ser leal, fuerza me
era declarar que largo tiempo hacía no iba á misa,
sino del pórtico afuera, en donde me recostaba pasando revista á las devotas. No obraba yo así por
irreligiosidad, ni por sistema, sino más bien por
descuido, pereza y rutina. Pero se me hacía cuesta arriba declararme al canónigo.
- M u y callado se queda usted—dijo éste gravemente, rechazando el pocilio del ya sorbido chocolate, y limpiándose la boca con la servilleta doblada.
-Diré á usted... Algunas misas he perdido, pero
mucha culpa de ello toca á mis compañeros, que se
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
reían de todo lo relativo á Iglesia. Por librarme de
su chacota...
— Dime con quién andas, te diré quién eres; las
manzanas podridas dañan á las sanas. Pues en ese
asunto es preciso que usted ponga tiento, porque
no quisiera yo encargarme de mirar por ninguno
de esos mancebitos desalmados de hoy, costales de
impiedades, pervertidos por las malas ideas que
corren. Eso no. Y mire usted que en su casa no deben de haberle dado tal ejemplo.
—Así como pienso enmendarme en lo demás,—
respondí—me enmendaré en eso.
— Ojalá. Mala escuela ha tenido: ahora le será
á usted más difícil tomar hábitos de orden, formalidad y buenas costumbres. En fin, usted afirma
que va á ser otro hombre: ¡Dios lo quiera! me sería muy doloroso tener que desesperar de su conversión.
Dijo esto último en tono agridulce, del cual vine
en conocimiento que mi tibieza y negligencia le
habían parecido de mal agüero, y pesóme de ser
franco, como á Gil Blas con el arzobispo de Granada. Yo, allá en mis adentros, me sentía más reo
de pereza y flojedad que de otra cosa, y muriendo
por congraciarme con D. Vicente, pronuncié con
contrición doblada:
— Señor, no soy mal cristiano, aunque remiso;
y no es posible que deje de conducirme bien, viviendo con usted y en esta honradísima casa.
Pascual López,
61
_ ¡ E n esta casa! ¿Y quién le dijo que iba á estar en esta casa?
-¡Adiós mi dinero!—pensé para mi coleto, y
como edificio de naipes se vinieron al suelo en un
punto mis risueñas esperanzas y se volcó el cantariiio de la lechera. Debí de mostrar rostro asaz
turbado y compungido, puesto que D. Vicente
añadió con más benignidad:
-Bien quisiera yo poner así á salvo su mocedad,
y hacer ese servicio á su familia; pero me lo vedan
razones muy obvias. Tengo á mi lado, como usted
ha visto, hermana y sobrina; esta última doncella,
sin más dotes ni galas que su recato. Ya entre, según piensa, en el convento de la*Enseñanza, ya
mude de propósito y elija otro estado, no me parece que deba vivir bajo el mismo techo que un
mozalvete. Las lenguas maldicientes poco necesitan para sajar y hacer picadillo de las honras.
Pero no se apure: ya he procurado para usted más
decente albergue del que deja. No lejos de aquí
vive una señora buena que admite pupilos, no por
hacer negocio, sino para ayudarse á pagar la casa.
Serán ustedes no más tres huéspedes, y todos moros de paz; no le maltratarán la ropa blanca como
en aquel tugurio, y su cuarto no parecerá un hospital robado.
Aún departimos algún tiempo el canónigo y yo,
él doctrinándome con sabios consejos, yo respondiéndole sumiso, pero con el pensamiento en otra
5«
Emilia
Pardo B a z á n ,
parte, porque las nuevas del monjío en ciernes de
Pastora me escarabajeaban en el alma. Despidióme, en fin, asegurándole yo que sabría encaminarme solo al redil que me buscara su solicitud.
Encargóme el que viniese con frecuencia á darle
cuenta de mis adelantos y conducta: lo que le
prometí de muy buena gana. Con esto salí á la
antesala, y me disponía á levantar el picaporte
para irme, cuando un suave ceceo me llamó desde
la esquina del pasillo. Dióme la sangre impetuoso
vuelco á impulsos de una desatinada idea que me
asaltó; pero al punto me reconocí grandísimo sandio, pues quien me ceceaba no era sino la dueña.
—Entra acá, Hombre,—dijo campechanamente,
empujándome por los hombros á un cuartico, exornado de muchas estampas de santos con marcos
de lantejuela, y amueblado con una cómoda alta
en que descansaba una urna de palo de rosa que
contenía una Divina Pastora de bulto, y una mesilla baja y ancha en que en gracioso revoltijo se
mezclaban tijeras, dedales, carretes de hilo, prendas á medio repasar, retazos de cinta, hormillas,
botones, cabos de cera y alfileteros. En los rincones había canastas con ropa blanca, fuelles,
planchas y tenacillas de encañonar.
—Entra,—repitió la matrona, que apartada de
su hermano se mostraba más lenguaraz y entrometida que modesta.—A ver qué buen mozo eres.
Esa santa bendita de tu madre no te mandó á ha-
Pascual López,
63
cernos una visita, en tanto tiempo como llevas estudiando aquí. Pues bien sabe ella que nos queremos, y yo pasé por alli muy buenos ratos; ¿cómo
están todos? ¿Y tu hermana la mayor, que tenía
tres años cuando estuve allí?
Miraba yo á la madre de Pastora, y hallábala
bien diferente de su hija; pero la cordialidad del
recibimiento me venía de molde, y propúseme no
desperdiciar ocasión tan propicia.
—Gracias á Dios no tienen novedad por allá,—
contesté;—mi hermana casó con el hijo del tío
Alberto del Soto.
—Válgame Dios, ese era un labrador de los de
punta cuando yo...
—Y mi madre no me dijo nada de ustedes, ni
de que estaban aquí; que si no, ya se vé que tendría mucho gusto en venir á verlas, y al señor
D. Vicente...
—Una persona de tan buen consejo, aunque me
esté mal el decirlo; pero no hay en el cabildo otro
más prudente. Y tú, claro, habrás andado como ya
sabemos que andan ios estudiantes, metido en mil
zahúrdas, sin sociedad de gente fina... Es una
compasión como se educa hoy la juventud. En mi
tiempo había tertulias, y se tocaba la guitarra, y
se cantaban canciones, y se ponían acertijos y juegos de prendas, y se recreaban las gentes sin malicia; ahora van los muchachos á esos bailoteos, y
si á mano viene gastan lo que no tuvieron nunca...
5«
Emilia
Pardo B a z á n ,
Me acuerdo, cuando yo era doncella de la señora
marquesa de B... ¡qué buenos ratos! Tocaban las
señoritas el clavicordio, que lo hacían hablar... y
á eso de las ocho entraba un refresco... ¡cosa de
gusto! yo sabía dirigirlo y arreglarlo tan bien , que
la marquesa me decía sólo: Fermina, ya sabes;
como siempre. Y ya contaba yo: tantos convidados, tantas onzas de chocolate: tres bizcochos para
cada uno, dulce de guindas á proporción...
L a locuacidad de doña Fermina, rompiendo
vallas y saltando diques, se desbordaba. Propáseme llevar con paciencia las flaquezas de la dueña,
oyéndola como quien oye llover. Pero no había
treta que bastase, porque sin dejarme el recurso
de pepsar en las musarañas, me llamaba la atención hacia otro punto.
— ¿Pero qué estás mirando?—me decía.—¿Miras esa imagen de la Pastora? Pues has de saber
que la compré de lance, y así y todo me costó siete
pesos: es cosa fina. Repara que los borreguitos son
de cristal y los árboles conchitas, y el vestido de
la Divina Pastora es raso, con mucho bordado de
oro... ¿No ves qué sombrerito de paja tan cuco?
¿Y qué propios están esos pescados de cera que
nadan en ese río de hojadelata y talco? Y la cara
de mi Madre bendita, ¡qué preciosísima es! Dicen
que se da un aire con mi hija...
No podía yo meter baza, ni menos sumirme en
mis pensamientos; la charla seguía desenvolvién-
Pascual
López.
65
losey girando, como un ovillo por cuyo cabo se tira.
Además de los anteriores temas, que nunca se agotaban, acribillóme doña Fermina á preguntas acerca de mi vida, mis amistades, mis propósitos, y la
reprimenda que me había administrado D. Vicente; describióme al pormenor mi nuevo alojamiento,
4carácter de la patrona doña Verónica, ei de los
íuéspedes, y hasta no sé si el color de las colchas
i?el dibujo de las toallas, y vine en conocimiento
3e que Doña Fermina no ignoraba nada de cuando no le iba ni le venía. Mareado, disponíame ya
ítomar soleta, cuando acertó á entrar Pastora,
y con ella el alivio para mis nervios y el gusto
para mi espíritu. Saludámonos con cierto encogimiento y cortedad, y ella se sentó modestamente en su silleta baja, tomando al punto la labor,
que según vi no era tejido de lizos de oro y seda,
ni de orientales perlas recamado, sino las vainicas de unos anchos pañuelos. Noté que delante
de su hija la lengua de doña Fermina andaba un
poco menos suelta, ya porque el grave continente de la niña enfrenase su libertad demasiada,
ya porque temiese decir algo que sonara despreciablemente en candorosos oídos. Ello es que se
contuvo, tomó también las agujas de hacer media, y puso en actividad los dedos dando respiro
á la laringe.
A poco, madre, hija y yo terciábamos en familiar plática.
5
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
III
Era Pastora completamente distinta de todas
las mujeres (no muchas ni muy selectas) que había yo tratado. No se advertía en ella el descoco y
presunción de mis parejas en los estudiantiles bailes, ni menos la rustiquez zahareña de mis montañesas hermanas y compañeras de infantiles juegos.
Finilla y dama por naturaleza, se mostraba al familiarizarse sencilla y alegre como paloma; y aun
no le faltaban unas miajas de malicia, destinadas
á templar gratamente la demasiada pureza de las
líneas de su rostro, parecido al de una Virgen de
cera. Tai infantil malicia endulzaba, á la vez, la
excesiva corrección y regularidad del semblante, y
la perspicacia extraordinaria del entendimiento;
porque tenía Pastora un juicio tan vivo y claro á
veces, y formulaba unas sentencias, que mal año
para Séneca y cuantos maestros de filosofía produjo la antigüedad. Lo mejor del caso consistía en
que no sacaba Pastora su ciencia de ningún libro,
como no fuese del Año Cristiano, de la Leyenda
áurea ó del Catecismo explicado del padre Mazo,
únicos que en su poder vi; pues ni aun á las delicadezas místicas del Kempis se atrevía su biblioteca. De suerte que hay que creer que el recto dis-
Pascual L ó p e z ,
67
curso de Pastora nacía de una natural luz, propia
de su alma, que muy brillantemente alumbraba su
criterio. Yo confieso mi pecado: algunas veces, en
presencia de Pastora, sentíame poseído de una impresión singular: antojábaseme que, aunque nuestras sillas se tocasen y la estameña de su hábito
rozase el paño de mi capa, en realidad Pastora estaba lejos, muy lejos, allá en unas cumbres muy
altas que yo escalar no podía. Borrábase esta
aprensión, cuando alguna de las inocentes chiquilladas de los dieciocho años brotaba de sus labios, más rosados que las conchas que contrahacían flores en la urna de la Divina Pastora.
Nada menos semejante á una hija de la civilización que aquella futura monjita. Jamás respiraron
sus pulmones, hechos al grave perfume del incienso, la atmósfera turbia y malsana de los bailes de
San Agustín, ni el polvo sofocante de la Alameda
en un día de música; jamás tapó su cara virginal
el antifaz encubridor que al velar el rostro rasga
el velo de la vergüenza; jamás deshonró su perúginesca cabeza moño ni perifollo alguno, ni más
afeite que la clara linfa de las fuentes, con que
alisaba el sedoso cabello; jamás trocó por manto
de blonda la graciosa mantilla de tira, de terciopelo y paño, que tan bien sentaba al óvalo de su
faz, realzando con el contraste lo delicado de su
cutis; jamás afeó su cuerpo traje á la moderna,
con pabellones, volantes ó lazos, sino el ceñido
5«
Emilia
Pardo B a z á n ,
hábito de lisa falda y plegado corpino, que dibujaba con púdica reserva las ondulaciones de su ligero
y garboso talle. Es cosa bien llana que los estudiantes, que tienen ojos de lince para atisbar á l a s
muchachas bonitas, no dejarían de haber rondado
á la sobrina de D. Vicente; pero así paró ella mientes en los galanes que acechaban su ida á misa y
á la novena, como en los habitantes de los antípodas. No existía en Santiago alcázar más inexpugnable que el del recato de Pastora, ni cosa más
proverbial que su recogimiento y modestia: buena
prueba de ello era el que juntas hubiesen llegado
á mí, caminando por no muy comedidas bocas, la
nueva de su honestidad y la de su hermosura. Así
fué que al pronto no me atreví yo á cortejarla declaradamente. Me presenté tímido, respetuoso, rendido y prendado: y no sin orgullo vi que iba ablandándose aquel corazoncito y resbalando aquella
voluntad por la pendiente florida y suave á que yo
la atraía.
Aunque sirve el amor propio de natural ceguera,
todavía no puedo persuadirme de que la vocación
monástica de Pastora fuese entonces verdadera y
profunda, llamamiento eficaz al estado religioso.
Imagino que la paz y sosiego ociosos de su espíritu , el carácter arrebatado y difícil de su madre, la devoción espontánea, el cariño y halagos
de las monjas, le sugirieran la idea de enclaustrarse, considerando el convento más bien como
Pascual López,
69
un lugar de reposo que como el paraíso del alma.
Por mucha estima en que yo me tenga, no me parezco capaz de turbar un pecho en que ya anidó la
gracia, y que exaltan los transportes del amor divino. Colijo pues, que Pastora no sostuvo lucha ni
combates consigo misma, ni experimentó remordimientos por desoir la voz de lo alto. Insensiblemente se fué aficionando á mí, y nos hallamos al cabo
novios.
No nos faltaron ocasiones de pelar la pava y de
departir largamente. Doña Fermina era un Argos
muy poco vigilante, amén de que tenía sus quehaceres y devociones, que la forzaban á salir, y su
incansable lengua, que la impelía á ir en busca
de vecinas y comadres para dar desahogo á la plétora de palabras que la sofocaba. D. Vicente había
distribuido sus horas entre coro, siesta, rezo, paseo
y lectura, de modo que me era facilísimo sortear
las mías para no encontrarle. Es de advertir, porque no padezca menoscabo la limpia fama de mi
Pastorciiia, que aquel nuestro afán de coger las
vueltas á sus guardianes, no nacía de propósito alguno menos honrado y comedido: antes al contrario, como desde que conocí á Pastora la tuve por
propia y adecuada para esposa legítima de un futuro medicastro, y como tal la puse allá en mi interior más alta que los cuernos de la luna, mi primer cuidado fué informaría de mi honesto propósito, y desde aquel punto no nos igualaran en mu-
5«
Emilia
Pardo B a z á n ,
tuo respeto y confianza los más pulcros futuros ingleses. Pura niñería era lo de querer que nadie oyese nuestros coloquios; porque en verdad, según su
inocencia, pudiéramos pasarlos en mitad de la
calle.
A Pastora la defendía su secillez y candor; y yo,
aunque algo maleado por el roce y por mis adocenadas aventurillas, no tenía en el fondo mucho de
Tenorio. Por otra parte, en nuestros amoríos no
fermentaba la menor levadura de sentimentalismo,
y nos tratábamos con aquel desahogo y llaneza
que suministra la conciencia tranquila. Obsequiaba yo á Pastora indistintamente con claveles y
camelias, que cogía en alguna huerta de los arrabales, ó con canastillos de hojaldre y barras de alfeñique compradas en la confitería; y ella así me pagaba con un escapulario bordado ó con una mata
de malva-rosa, como remendándome los desgarrones de la escolar capa. Todo el tiempo se nos iba
en hacer planes para el porvenir, ó en ajustar la
cuenta de la lechera. Yo levantaba canastillos de
naipes, y Pastora con un soplo de buen sentido los
echaba á tierra.
• —Mira, —solía decirle presentándole un espejillo que colgaba de un clavo en el cuarto de su
madre:—mírate, tonta, qué bonita eres. ¿Y aun
te atreverás á decir que no has de salir nunca de
ese hábito y de esa mantilla de tira?
—¡Anda! Más mérito es que sea bonita así. ¡Bra-
Pascual L ó p e z ,
71
va hazaña haría en estar guapa, sí me pusiese arrumacos y perendengues y aretes de piedras en vez
de éstos!
Y tocaba riendo sus orejas, en que dos hebras
de seda verde hacían resaltar lo nacarado y menudo del lóbulo.
—¡No, pues cuando seas médica, ya te mando
yo que has de gastar blondas, y cola, y abrigo de
terciopelo! No faltaría más.
—¡já, já! ¡abrigo de terciopelo! ¿Quien te verá,
Pastora? (Y hacía ademanes de dama remilgada
que anda contoneándose, con las manos pendientes y los brazos tiesos y desviados del cuerpo).
—Mira, cada uno debe vestir como quien es.
—Conversación! ¿ Y quiénes somos tú y yo, Pascualito? Vaya unos príncipes y unos peruleros! Sí,
que ayer nos cayó el premio gordo de la lotería.
Si el Señor nos concede patatas y tocino para guisarlas, mucho deberemos á su incansable bondad.
Y nunca nos falte.
—Cuando yo sea médico...
—Va largo. Digo, si es que tú no te das otra
mana, hijo. Pascual, estudia, estudia, Pascual, que
si no tendremos que irnos á tu tierra á cebar bueyes. Y gracias si como labradores vivimos honradamente, sin depender de nadie más que de nuestras manos.
—Pero mujer, si cada vez me entran menos en
la chola esas malditas asignaturas. Por compla-
72
Emilia
Pardo
Baziin.
certe á tí y á tu tío, voy llevándolas con orden, y
aun me aplico, vaya si me aplico! Pero no hay día
en que no vea graduarse en un santiamén á otros
que saben tan poco como yo, y me lleva pateta.
Ya podía yo estar concluyendo la carrera; ¡mira
qué gusto!
—¿Sin saber nada?
—Pues sí, que los que salen son unas notabilidades.
—Pero hombre, para eso, mejor era que no hiciesen la farsa de ir á sentarse en aquellos bancos.
Bueno estaría que el tío, que es canónigo, no supiese decir misa, ni teología, ni latín... Y lo que
yo digo: si á mí me dieran un papel escrito; ¿eh?
en que declarasen que yo sabía zurcir muy bien,
vamos, y tú fiado en ese papel me trajeses tu gabán á que le zurciese un siete, y por no saber no
te lo hiciera, ¿qué dirías?
— No es lo mismo. L a práctica...
—Ya; después que mates un ciento, ¿sabrás curar una docena?
— Tú no entiendes de eso.
— E a ; pues tú tampoco.
—Yo lo que te digo es que me hierve la sangre de impaciencia por ser médico, y que nos casemos...
—Y que nos muramos de hambre, porque no
tendrás enfermos... Mira, Pascual, yo vivo de cualquier modo, porque, aunque boba, bien se me al-
Pascual L ó p e z ,
73
canza que al que se contenta con poquito todo le
sobra. Pero tú, que ya estás soñando ahí con blondas y rasos, y que además eres aíicionadillo á mil
menudencias y primores... Vaya, el que quiera cierl ts cosas que las gane.
—No sé cómo á tí no te entusiasma la idea de
ir de mi brazo al paseo, al teatro...
—¡Teatro! Haya para la olla, y daréme con un
canto en los pechos.
—Te digo que hemos de vivir como archipámpanos. ¡Verás cómo te gusta el teatro! ¿No fuiste
nunca?
—¡Quiá! Dice el tío. que es un espectáculo
muy inmoral y muy impropio de muchachas solteras.
—¿Qué sabe tu tío? Apostaré á que en su vida
b vió.
—Sí tal, fué una vez antes de ordenarse, y volvió escandalizado. Más de mil veces habla de aquel
lance. Dice que daban una función... ¿A ver si me
.cuerdo? Era cosa de amores... ¡Ay! sí. Los Amantes del Teral ó Terel...
—De Teruel... ¡Bueno! ¿Y qué tiene eso de inmoral? Eran dos que se querían, como tú y como
\o, ¡mira qué cosa! Pues digo, ¡ si tu tío viese las
que dan ahora nuevas!
—No, ya dice él que, según lo que traen los periódicos, aquello era tortas y pan pintado en comparación de lo que hoy se estila. Ya ves como tiene
74
Emilia
Pardo
Baziin.
razón, y una muchacha formal no debs poner el
pie en esos sitios.
—¡Qué seria s e m e queda usted! ¡Parece una
doctora! ¡Los dedos te chuparías tú de gusto, sor
Severiana, si oyeras una sola vez cantar el wals
d e las c a r t a s en La Gran Duquesa!
Y tomando un ovillo de hilo que hallé á mano, y
colocándolo á guisa de carta ante mí, púseme á tararear.
Oh carta adorada
me hiciste feliz.
— Pareces loco,—me dijo Pastora riendo de
todo corazón.
Yo así un hierro de la plancha, y blandiéndolo,
grité:
— Atiende, atiende, que ahora va lo mejor:
Y zis zas, pum,
yo soy el general Bum-bum,
—Eso sí que lo aprendes pronto—exclamaba
ella sin parar con su risa.—-Tales necedades se te
imprimen enseguidita en la memoria; y en cambio
lo que lees en los libros se va como el agua si la
echasen en esa canasta de mimbres.
A este tenor eran nuestros diálogos, nada semejantes en verdad á los de Isabel de Segura con
Marsilla, que tanto asustaron in illo tempore á D. Vicente. Algunos días, fuese por el estado de la at-
Pascual L ó p e z ,
75
niosfera ó por el de nuestros nervios, armábamos
camorra y quimera, á lo mejor, por un quítame
allá esas pajas; que con ser Pastorcita una malva
de ordinario, no dejaba, en ocasiones, de sacarlas
uñas. Recuerdo que cierta vez llegué de improviso,
y halléla con los ojos hinchados, la cara de juez,
devanando activamente una madeja puesta en el
argadillo.
—Aquí estoy yo—dije al entrar—aquí estoy yo,
venga esa madeja, que la tendré de rodillas y todo
para que devane á gusto la señora princesa Micon:icona.
•—No me hace falta. Muchas gracias—contestó
Pastora sin alzar los ojos.
—¡Uy qué vientos de cortesía soplan! Malo,
malo.
Sentéme en mi sitio de costumbre, y Pastora siguió con su labor, sin volver siquiera el rostro para
mirarme.
— ¿No me dices nada, mujer?
—¿Y qué quieres que te diga? Habla tú.
Levantéme, y con rápido movimiento sujeté entre las mías sus manos, al mismo tiempo que de un
disimulado puntapié hice volcar el argadillo.
—¿Qué confianzas son estas? ¿A ver?—dijo ella
tratando de desasirse.
—Hoy no se devana.
—Pues. Vendrás tú á hacerme mis obligaciones.
—Tengamos la fiesta en paz, Pastorcita. Yo he
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
acudido aquí para hablar contigo, para mirarte, y
no para que me pongas hocico. Levanta esos ojos
de sol y te dejaré devanar.
Los alzó con mirar nada blando; abrí yo las manos y ella se volvió á instalar, enderezando la devanadera y despidiendo á la vez un suspiro. Yo me
quedé en pie á su lado. Un rayo de sol penetraba
por la ventana, dorando los cabellos castaños de
su inclinada cabeza. Arranqué una paja del asiento de la silla más próxima, y con el extremo la hice suaves cosquillas en la raya y en la nuca. Estremecióse como si la picase una mosca impertinente, pero no descosió los labios.
— ¿Se puede saber qué ocurre? — dije yo ya aburrido.—¿Qué te pasa? O me miras, y me hablas, y
me riñes, y me insultas, ó me marcho y no vuelvo.
Escoje.
— N o , si yo no tengo que reñirte por nada. Si te
portas como un santo. ¿Quién ha de hallar motivo
de reprensión en la conducta del señorito don Pascual? Es un modelo.
Pastora se había puesto de frente, soltando el
ovillo; y su rostro serio y un tanto descolorido, representaba diez años más que solía.
— ¿Qué he hecho yo? Pues no me remuerde la
conciencia de cosa alguna.
— La conciencia tuya es de manga ancha.
—Pero, por los clavos de Cristo, dime en qué
está mi pecado, siquiera para arrepentirme.
Pascual López,
77
• -¿De qué se ha de arrepentir una persona tan
cabal? No, si no es posible llevar una vida más
arreglada y perfecta que la tuya. Y si no, examinemos un día... por ejemplo , el de ayer.
• -Pero...
— Madrugaste á las diez: ¿quién duda que es hora muy regular? ¡Otros se levantarán á mediodía!
Después fuiste á cátedra... con los que se quedan.
A la una saliste á tomar el sol, que es ejercicio
y higiénico y provechoso para la salud. A las
dos comiste, y te faltó tiempo para plantarte en el
café. Allí no perderías sino cinco reales al dominó
y no sé cuantas mesas de billar... Para una pobre
no yo sería sensible la pérdida; pero para un
millonario como tú, ¿qué vale eso? Al anochecer
asististe á la novena de las Madres, como van los
*nos cristianos, áno pasar del pórtico, y á quitar la devoción á las almas piadosas que entran y
salen.
- I b a por verte.
—A otro perro con ese hueso. Demasiadas veces
:. he dicho que no quiero que la iglesia nos sirva
de encubridora. A la iglesia se va á rezar y no á
cosas profanas. ¿ Ibas también por verme á la puerta de la casa de X... esos señores que dan saraos,
. inte cuyo portal os apostásteis veinte ó treinta
para chillar y cantar á cada persona que entraba?
—Yo desearía saber quien te trae á tí esos chismes, para enseñarle cuantas son cinco.
5«
Emilia
Pardo B a z á n ,
— Mal me quieren mis comadres por que digo las
verdades.
— Patrañas todo.
— Pascual, no recurras nunca á la mentira. Eso
sí que es peor. L o sé de muy buena tinta, y no me
importa decirte por quién. Mamá estuvo hoy temprano en la catedral con doña Verónica.
—Patrona de Barrabás: ¡ á eso van á la iglesia,
á comerse los santos, y al mismo tiempo á desollar
al prójimo!
— N o lo hablaron dentro, que lo hablaron fuera
y á la salida, ¿lo oyes? Y me parece que no han
descubierto cosa alguna secreta, sino pública y hasta callejera.
— Pues una vez que doña Verónica es el testigo
de mi vida, anda y pregúntale cuantos días al año
hago yo eso. ¿ No se ha de disfrutar de alguna expansión?
— No me quejo yo —dijo Pastora con aquella
sutileza de discurso que á veces mostraba—de que
hayas vivido así ayer; quéjome de que esa vida tan
vana te guste, y de que le llames expansión. Porque según un padre jesuíta, á quien una vez oí predicar, no está el daño tanto en las faltas que por
ventura cometemos, cuanto en el placer y afición
que despiertan en nosotros. Tu ánimo está cosido á
esas ociosidades, y tu voluntad no sabe tomar otro
rumbo. Mientras no quieras ser hombre de provecho, ¡ay Pascual! no lo serás. Quereres lo primero.
Pascual
Lopes.
79
Acertaba Pastora en su análisis. Es verdad que
desde que mi estrella me pusiera en las próvidas
manos de D. Vicente; desde que mis huesos reposaban en las zahumadas y limpias sábanas de doña
Verónica, mi conducta era todo lo regular posible.
Acabáronse los trasnoches, los desórdenes, las travesuras y las intriguillas; olvidara mi paladar el
gusto de los licores, y mi mano el movimiento de
las fichas del dominó y de las figuras del ajedrez.
Cuando al revolver de una esquina me daba de manos á boca con mis antiguos compañeros de zambras, volvía la cara por no mirarles. Unido esto á
que asistía con puntualidad á cátedra, á que acompañaba á D. Vicente á sus largos paseos extramuros, y á que la simplota de doña Verónica tuvo la
flaqueza de dejarse decir que yo vivía como una
palomita, resultó que la mucha malicia y la envidia
grande de mis antiguos compinches me confirmara
conociéndome presto por el ridículo apodo de Palomita.
Sí; ¡oh debilidad, arcano y misterio del corazón
del hombre! ¡ Oh condición la suya peregrina, de
ningún novelista bien descrita, de ningún sabio
enteramente penetrada! ¿Quién no pensara que con
tal pormenor había de cobrar yo tédio, cuando no
aborrecimiento, á aquellos pillastres? Pues razón
tenía Pastora: puntualmente ocurrió lo contrario.
Desde que supe que, por iniciativa del maligno
mico que se llamaba Cipriano, eran mi bondad y
5«
Emilia
Pardo B a z á n ,
virtud fábula y risa de unos cuantos perdis, de cuyo
parecer debiera importárseme un bledo, picóme
una comezón extraordinaria de ver, hablar y tratar
de nuevo á semejantes bellacos: y era todo mi afán,
no por darles sano ejemplo, ni por sacarles de la
desastrada vida en que andaban, sino á la inversa
por probarles que yo era tan truhán como antaño,
y tan capaz de hacer una hombrada en La flor de
los campos de Cariñena, ó cualquier otro noble lugar.
A tal empeño, que declaro sin vindicarme ni alegar disculpas, obedeció mi escapatoria, tan presto
sabida como ejecutada. Doña Verónica, que me
veía siempre metódico y formal, se asombró de mi
calaverada, y no cabiéndole el pan en el cuerpo,
manifestó su sorpresa á doña Fermina. Esta jugarreta no la perdoné en todo el tiempo que Pastora
se mantuvo pensativa, cavilando en mi falta de
seso y de amor al trabajo.
¡Qué p a z , qué afable y soñolienta holgura', qué
conventual sosiego se gozaba en la. casa de doña
Verónica, flor y nata de las posaderas de afición!
Parecía un palacio encantado. Tres no más éramos
los felices mortales á quienes hospedaba, por mucho favor, la buena señora.
El primero un eclesiástico de estos cortesanos y
sociables, cuya inofensiva manía es relacionarse
con lo más distinguido del pueblo en que viven, y
que se esponjan como si hubieran puesto una pica
en Flandes, cuando les cabe la honra altísima de
Pascual
81
López,
derramar el agua sagrada del bautismo sobre la
frente del primogénito de una familia ilustre, ó de
echar las bendiciones á una pareja de lo principal,
ó «le cantar las honras de una persona de suposición é importancia; que sin tener orgullo propio, lo
tienen por cuenta ajena, y se crecen y pavonean
al pasar bajo el dintel de una puerta que corona un
•• :udo heráldico, ó al rozar con el paño de su traje una manga galoneada ó un vestido de seda rica;
eclesiásticos que rara vez dejan de ser morigerados
y puros en sus costumbres, sirviéndoles de mucho
para ello el mismo trato correcto que frecuentan y
el decoro que se consideran obligados á guardar á
sus elevadas amistades. Era pues D. Nemesio Angulo uno de éstos, y yo sabré decir que aparte de
aquella fútil niñería, pocos hombres conocí más
afables, comedidos y delicados. Andaba siempre
con una misma sotana, ya reluciente á fuerza de
cepillo y uso, porque no siendo D. Nemesio ningún
potentado, vivía parca y económicamente, y acongojábale sobremanera el pensar en ser nunca gravoso á nadie. El otro huésped, harto menos simpático que D. Nemesio, era un señorito, inmediato
sucesor de una casa amayorazgada, rico y único,
muy pagado de sí propio, muy fátuo; no vicioso ni
calavera; pero con unos humos, un empaque y un
aire de superioridad y desdén que, en mi concepto,
le hacían insufrible. Gastaba á tontas y á locas en
mil fruslerías de todo punto afeminadas é inútiles;
6
82
Emilia
Pardo
Baziin.
en la guantería ordenaba que sus guantes midiesen
un dedo más del largo ordinario por la muñeca , á
fin de tener el gusto de pagarlos dos reales más caros que todo el mundo; y parecíale á él que este era
un rasgo de exquisita distinción. Encargaba ropa
y más ropa á los sastres, estrenando catla semana
una prenda, sin hablar de las infinitas corbatas,
cadenas y junquillos: pero su aire atado y lugareño, su rígida tiesura, así como una desdichada
afición á las modas extravagantes y pasajeras, no
solamente le impedían llegar á la elegancia, sino
que le ponían á dos dedos de ser risible, y aun le
privaban de lucir una figura aventajada, un cuerpo de buenas proporciones y un rostro nada despreciable.
Al llegar aquí tengo que confesarme de un sentimiento que no me honra; pero que atañe á todo
lo que voy narrando. Es el caso que la opulencia
fastuosa, el pesado lujo y las pretensiones de don
Víctor de la Formoseda (que así se llamaba el señorito), me producían , ¿diré envidia? ¿diré empacho y tedio? jQué se yo! Lo cierto es que llegó á
no serme posible verle sin enojo, y que asía por los
cabellos toda coyuntura (y no faltaban) de burlarme de él con los demás estudiantes, que á causa
de su atildamiento no le llamaban sino don Esdrújulo (fieles á la costumbre de poner apodos). Queríanle muy mal, y quizá no sin algún motivo, porque él prescindía de la unión y compañerismo, te-
Pascual
López,
83
nía á menos ir del brazo con los que no se presentaban tan peripuestos; no cruzaba dos palabras
con ios que á su lado se sentaban en clase; se hacía el desconocido al tropezados fuera del áula, y
en suma, se aislaba en su altura y magnificencia.
De suerte que puede decirse que la Universidad
entera tenía, como yo, ojeriza al rico estudiante. Al
verle salir tan currutaco, con sus pantalones mahón
ógris perla, que no hacían una arruga, su levita de
brillante paño, su cuello y puños niveos, sus guantes frescos, sus charoladas botas y su sombrero reluciente, algo torcido sobre la cabellera rizada á
hierro, no podíamos eximirnos de mirar compungidos nuestro arreo escolar, harto maltratado y
lacio.
A veces me ponía yo ante un espejo y me consolaba yo á mí mismo diciéndome: Pascual, vale
más tu soltura y tu buen avío que todas las galas
de ese lindo D. Diego. Mas los sofismas del amor
propio no bastan para encubrir la realidad. Mejor
me desahogaba con celebrar las diabluras de Cipriano, que desde un cuarto piso despedía un puñado de harina hacia el flamante sombrero, ó pasaba los días de lluvia al lado de D. Víctor, patullando en los charcos para constelar de lodo el pantalón irreprensible. L a noche en que, según informaron á Pastora, nos pusimos de guardia á la
puerta del sarao para molestar á los que pensaban
divertirse, Cipriano llevaba oculta bajo la capa
84
Emilia
Pardo
Baziin.
una botella de asafétida, que con el mayor disimulo lanzó sobre los faldones del frac de D. Víctor.
Este, que era terrible cuando se encolerizaba, nos
diera quizá á todos muy mal pago, si ligeros y tácitos no nos hubiéramos escabullido por una callejuela colindante sin aguardar á que advirtiese la
burla.
Inútil es decir que con el carácter de D. Víctor,
ni yo le trataba ni nos saludábamos casi, á despecho de vivir tabique por medio. En cambio hice
excelentes migas con D. Nemesio Angulo, y solíamos juntarnos para despachar la pitanza, no opípara, pero sí sazonada y gustosa, que nos ofrecía
doña Verónica. El señorito comía aparte, en sus
habitaciones, que eran dos y muy desahogadas, no
que nosotros con un angosto cuartuco nos contentábamos; cosa nada de extrañar, teniendo en cuenta la diferencia de pupilaje, y que razonablemente
no podía la bondad de doña Verónica, con ser mucha, extenderse á equiparar á tan importante huésped con nosotros tan humildes.
Sin embargo, el caritativo corazón de la excelente patrona la movía á hacer á nuestros estómagos partícipes de las golosinas con que á cuerpo de
rey obsequiaba á Formoseda. Indignábame yo, y
era lo bastante quijote para no comer cuando advertía que me presentaban algún relieve de la mesa del señorito. D. Nemesio, en cambio, lo hallaba
la cosa más natural del mundo.
Pascual
López,
93
—¿No prueba usted de esa botella de Jerez?—
solía decirme.—El color convida. Traiga usted, le
echaré una copa.
— Señor D. Nemesio, ¿no ve usted que está descorchada y empezada? —contestaba yo mohíno y
fosco.
—Y eso ¿qué más da?
—¿Cómo qué más da? ¿Somos aquí criados para
que se nos den las sobras de ese D. Esdrújulo?
— ¡Qué aprensión! No, Pascual, no se las dan a
usted en concepto de sobras; lo hace esa infeliz
de doña Verónica para que catemos de un vino excelente.
— ¡ A mí me fríe la sangre todo esto! Ayer nos
pusieron una empanada que traía alzada la cubierta; se conoce que la levantó Formoseda, no le gustó el cariz y nos la encajó acá, ¡sólo para chafarnos!
— ¡ Válgame Dios! No lo crea usted ; es una persona muy buena en el fondo el tal D. Víctor; conozco á su familia, que es dignísima, y de las antiguas de este país. Y él, á pesar de ese aire así...
serio, es un pedazo de pan. Dos ó tres veces me ha
obsequiado convidándome á comer en su sala, y
aseguro á usted que estuvo atentísimo conmigo.
— Con usted estará. Pues sólo faltaba: sí, que
no trata usted á personas que valen y suponen cien
veces más que él.
—No, no digo tanto, aunque es cierto que algu-
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
ñas señoras de respeto me favorecen y me reciben
con agasajo. Ya saben ellas que Nemesio Angulo
es un inútil pero bien intencionado capellán.
— Yo le aseguro á usted que el D. Victorcito me
quiere mal y me hace los desaires que puede. Por
eso me irrita que nos sirvan sus platos recalientes
y que esta sea su segunda mesa.
— Mire usted, Pascual, no podemos exigir muchas gollerías á doña Verónica; harto hace la pobre, que nos hospeda por una friolera. Elía combinará sus arreglitos, y puede entrar en sus cálculos
ponernos un manjar que E>. Víctor no haya probado. Y á nosotros ¿qué mal nos viene con eso? No
lo digo por glotonería; soy más sobrio que otra
cosa; no tengo grandes exigencias, y ya sabe usted
que lo paso igual con nabos que con faisanes. Pero
una vez que por desdicha nuestra no somos tan ricos como D. Víctor, debemos desechar la soberbia
y conformarnos. Es el gran arte en la vida, Pascual: contentarse con la suerte.
Decía esto con filosofía tan apacible y semblante tan sereno, que á veces me movió á probar de
los aborrecidosmanjares. Mas no me convencían sus
razonamientos, ni me hallaba dispuesto á resignarme. Desde que vivía al lado del señorito de la
Formoseda, siendo testigo de su lujo y prodigalidad, danzábanme allá en el magín ciertos trasgos
ó duendes, y se me representaban escenas fantásticas que me traían asaz de trastornado. No me son-
Pascual
López,
87
reía el dinero como dinero, sino como medio de
lucir, de triunfar, de aplastar á aquel vanidoso bajo
el peso de mayores vanidades. ¿Pensará nadie que
al cerrar los ojos para mejor ver dentro de mí á
Pastora, me la figuraba yo con su modesto hábito?
¡Buen hábito nos dé Dios! La sobrina de D. Vicente, en mis visiones, arrastraba ya rozagante
traje de ostentoso terciopelo, ya gasas sutiles y
mágicos atavíos de baile; ocupaba conmigo una
gran casa, con ancho portal y salas amuebladas
con primor; dábamos convites á que era invitado
D. Nemesio Angulo, y en que las botellas tenían
lacrado el tapón, y las empanadas intacta la cubierta. Soñaba también que poseíamos un coche
más lujoso que el del cardenal arzobispo (para lo
cual advertí después que no se necesitaba mucho)
y que pasábamos al lado de D. Víctor, salpicándolo
con el fango que levantaban las rápidas ruedas. .
Con tales quimeras y devaneos, ya casi me era
enojosa la sociedad de Cipriano y demás regocijados compañeros. ¿Qué valían los truhanescos placeres en que ellos pasaban la vida al lado de mis
aspiraciones? Pastora algunas veces se burlaba
dulce y agudamente de mis ensueños.
—Dime, ¿cómo haremos para llegar á millonar j os ?__nie preguntaba muy seria.
A esto no replicaba yo nada, y derretíanse las
alas de cera de mis ambiciosos desvarios. Cuando
por ventura insistía yo más, se formalizaba ella.
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
— Pascual, Pascual —me decía—veo que el primer enemigo del alma no duerme. Malo, hijo; esa
codicia no augura sino desdichas. ¿ A que eres capaz de venderme por treinta dineros, como Judas
á Nuestro Señor? El diablo , el diablo te trae á mal
traer con esas imaginaciones.
- T a m b i é n es duro, Pastora, que nunca haya de
poder uno gastarse las onzas en disfrutar como don
Víctor.
— ¿Y qué disfruta ese señorito?
—¡ Ahí es nada! Más derrocha él en un día, que
tu Pascual desde que vino al mundo.
— Pues, vaya, que la diversión... No estará más
contento que yo lo estoy remendando esta sábana
vieja.
— ¿Y por qué han de tener unos tanto y otros
tan poco? Por vida de...
— ¡Calla, deslenguado! ¿Le vas á enmendar tú
la plana á Dios? Aparte de que á mí no me la pegas: lo que te incomoda es ser menos, que si fueras
más no me harías tal pregunta.
— ¡Pobre del que está debajo!
Alzaba ella entonces la cabeza de la labor, y mirándome fijamente pronunciaba:
—Todos somos hijos de nuestras obras. Si tú
quieres, podemos ser ricos. Aplica los codos: de tí
depende. ¡Yo no he de coger los libros y estudiar
por tí! Si estuviera en tu pellejo... No te rías; se
me figura que tragaría las lecciones. ¡Site ríes más
Pascual L ó p e z ,
97
voy á darte un tijeretazo; á la una... á las dos... (y
las tijeras caían de plano sobre los nudillos de mi
diestra).
De sobra alcanzaba yo que el porvenir de un
mediquillo de mi laya no era de lo más brillante.
La voz interior que tan claramente nos dice las
cosas más duras, me gritaba que á aquel paso no
iba yo derecho al templo de la fama. Sin ser torpe,
me reconocía frío y cerrado para el estudio. Faltábame el amor, que en el estudio como en todo, hace la carga ligera y suave el yugo. No retenía mi memoria ios nombres técnicos; los libros
se escapaban de mis manos; iba trampeando, leyendo sin interés y de mala gana.
Con todo eso, el sistema aconsejado por D. Vicente dió su fruto. Por lo mismo que no era entonces obligatoria la asistencia á clase; por lo mismo
que la mayoría se aprovechaba muy á su sabor de
tal libertad, así como de la de simultanear y atropellar asignaturas, yo, que acudía puntualmente á
cátedra, yo que llevaba la carrera por su orden antiguo, cobré fama de aplicado, de bum muchacho, de
hombre formal en suma, y antes de entrar á examen la benevolencia general de los profesores me
hacía augurar feliz éxito.
Así fué; preguntáronme con blandura cosas fáciles y corrientes; despacháronme presto, y salí, sin
discusión, aprobado. Corrí ápedir albricias áPastora, y recordando en seguida que á dos leguas de
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
mi hogar había un pueblecito, y en él estación telegráfica, dirigíme á expedir un parte á mis padres,
ó por mejor decir, á un amigo, con encargo de que
se lo comunicara. Al acercarme á trasmitir mi despacho, pude observar que el telegrafista, hombre
ya maduro, rojo como un pavo, no me atendía y
refunfuñaba entre dientes coléricas exclamaciones.
— ¡Tunantes, ganapanes! — decía. —Y volviéndose á mí —usted dispense, caballero—murmuró
—pero no soy dueño de mí mismo.—Y tomando mi
parte, leyólo en voz alta.
— ¡Ah!—pronunció al terminar: — ¡reciba usted
mi enhorabuena, caballero! ¡usted es un buen hijo
y un hombre honrado! Lea usted, lea usted lo que
ahora mismo acaba de obligarme á trasmitir un pillo, un tagarote, al cual insulté y se rió en mis barbas, y dígame usted si un padre de familia puede
ver impasible ciertas cosas.
Tomé el trozo de papel, y leí:
«Papá: en fisiología mal; anatomía igual; las
restantes ídem. Manda dinero. — Cipriano.»
IV
Aquel año me parecían interminables las antes
tan suspiradas vacaciones, á pesar de que mis padres me recibieron, sin metáfora, como al hijo pró-
Pascual
Lope,
91
digo, matando una rolliza ternera é invitando á parientes y deudos al homérico banquete que se dispuso con los restos del pobre animal. Mas yo estaba en brasas. Me parecía que trascurriera un siglo
desde que no hablaba con Pastora. Las diversiones
rústicas, las fiestas y romerías me enfadaban; mi
deseo era llegar cuanto antes al mes de octubre.
Próximo ya éste, avínome un suceso que.redobló
mi impaciencia; y fué que me atacaron perniciosas
calenturas, de carácter tercianario, con las cuales
postrado y doliente no fué posible que hasta principios de noviembre soñase en el viaje. Al cabo me
dieron de alta, y aunque amarillo, chupado y hecho un espíritu, me faltó tiempo para tomar el camino de la escolar ciudad. A medida que iba ganando terreno y respirando nuevo y distinto ambiente , me parecía que la vida tornaba á mi debilitado organismo. Sentía el torrente de la sangre,
más tépido y apresurado, girar por mi cuerpo; cobraban elasticidad mis miembros, mi cabeza regía
sosegada y firme, y, cerrados los ojos, en un ángulo de la diligencia, saboreaba las gratas sensaciones del que resucita. Mil deleitosas quimeras, mil
confusas aspiraciones se agolpaban á mi cerebro;
quería vivir, quería gozar. Como nos acercásemos á
Santiago, miré por las ventanillas, y el paisaje más
monotono que risueño, y el agudo soplo defresquecillo de una tranquila tarde de noviembre, que vino
á herir mi epidermis, me produjo un estremecí-
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
miento de júbilo y entusiasmo. Me apeé en los arrabales, antes de llegar á la parada y eché á andar con
paso ligero, sin dirección fija. Bajaba el día ya; el
sol poniente doraba con mágicos tornasoles los
campanarios de las iglesias, y e n especial uno que
descollaba entre todos, unas torres gallardas, afiligranadas, esbeltas. En mi vagabunda carrera,
atraído por aquellas torres, fui á parar á la catedral.
Entré. Pocos fieles oraban en la naves solitarias,
por las cuales se extendía vago perfume de incienso. Los negros confesonarios parecían otros tantos
inmóviles centinelas; un rayo de sol, casi moribundo, iluminaba el magnífico pórtico de la Gloria,
colocando aureolas de rojiza y desmayada luz sobre las cabezas de piedra de los bienaventurados.
Bajo el elegante y atrevido pilar que sostiene el
tímpano, la estatua del arquitecto Mateo, de hinojos sobre las losas, continuaba su eterna oración.
En el lejano altar, ya invadido por la sombra, se
percibía la melancólica imagen de la Virgen de la
Soledad, rodeada de morenos ángeles, cuyos cuerpos, en la penumbra crepuscular, parecían dotados de vida y movimiento. Caminé hasta las gradas, arrodílleme, y fervorosamente di gracias á
Dios que me había conservado la existencia y devuelto la salud. Me distrajo de mi plegaria una
forma gentil, presente siempre á mi imaginación,
cuya proximidad entonces me revelaron los senti-
Pascual
López,
93
dos, pues la vi cruzar por detrás de las columnas
que dividen la nave. Levantéme, y la seguí á distancia; se retiraba ya, pues pasó ante el altar mayor haciendo una genuflexión y un signo de cruz.
Tomó el camino para salir por la puerta que da á
la Quintana, y al pasar ante la piia del agua bendita, la vi humedecer sus dedos, sacudirlos y santiguarse de nuevo. Vehemente tentación me impulsaba á ofrecerle el agua yo mismo: supe contenerme, pero no me eximí de alzar la gruesa y pesada
cortina de cuero que pende ante la puerta de salida. La dama salió sin mirar al galán que así la
obsequiaba; yo eché detrás, y al verla ya fuera del
sagrado recinto, afanosamente le tiré de la manga,
repitiendo á la vez su nombre.
¡Maldita plaza! Estaba ciara aún, porque el día
. no se extinguiera del todo; cruzaban varios transeúntes, y el rápido y ahogado chillido que lanzó
Pastora al verme, hizo volver la cabeza á dos ó
tres. Ella lo notó, y precipitadamente me dijo:
— Pascual, Pascual, estoy muy contenta: pero
aquí no puede ser, no puede ser. Adiós, hasta ma. nana á las nueve.
- P e r o oye, escucha, m u j e r Asió mi mano, la estrechó suavemente, y veloz
como una exhalación , antes que yo pudiera seguirla, cambió de rumbo, bajando apriesa la peligrosa escalinata, roída por el uso, que conduce de la
Quintana á la Platería. Quedé parado, y al fin re-
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
solví no seguirla, puesto que ya me citaba para el
día siguiente.
Doña Verónica me recibió deshaciéndose en felicitaciones y extremos de gozo, porque no me había muerto. Supe que éramos los mismos huéspedes del año anterior; vi á D. Nemesio, que mostró
gran contento al hallarme restablecido; y se reanudó la rota cadena de mi existencia escolar. Poco
me dejó dormir aquella noche el desasosiego, y dos
regulares horas antes de la fijada para la entrevista, ya andaba yo rondando la casa del canónigo.
La madrugada era fría y brumosa, como del mes
en que estábamos, y subí el embozo de mi capa
recatando el rostro. Cual enamorado novel, miraba ya á los cristales de las vidrieras, ya á las nubes
color de pizarra, ya á la cerrada puerta de D. Vicente. Hecho vivo guardacantón, fui viendo cómo
salían, primero la cerril moza de cántaro, que desempeñaba los más humildes menesteres de la casa,
y que en este momento iba sin duda á la compra,
si no mentía el panzudo cesto, cuya asa rodeaba
su brazo; después doña Fermina, rebujada en un
mantón, rosario en muñeca y descoyuntándose á
bostezos, y por último, D. Vicente mismo, que
con diligente andar se encaminaba á la basílica á
celebrar la misa cotidiana.
Vista que me causó mucho regocijo, pues salir
él y colarme yo en el portal fué todo uno. Mas ai
cruzar el cancel, no sé cómo no pegué un brinco
Pascual
López,
95
de sorpresa. Tras de mí se enhebró otra persona,
y esa persona era un señorito alto, de buen talante, embutido en un abrigado gabán; yo ignoro
cómo le vi, quizás por el rabo del ojo, pero él no
debió de verme, pues venía del otro lado de la calle, y á mí me encubría la ineseta.de la escalera,
que formaba un recodo. Subí como un relámpago; la puerta estaba entreabierta; entré como una
bomba; empuje á escape; cerré, y sólo entonces
pude reparar en Pastora, que de pie ante mí me
miraba asombrada.
-¡Jesús, hombre, qué manera de entrar! —exclamó.
— Es que... es que subía una persona que... — respondí sin aliento y casi sin acertar con las palabras.
- ¿ P e r o qué ocurre? ¿quién sube?—preguntó
alarmada la muchacha.
Esta conversación era en la antesala, en voz
queda y apagada; iba yo á satisfacer la curiosidad
de Pastora, á tiempo que el sonido de un campanilleo me cortó el habla.
-Llaman,—dije balbuciente.
- B i e n , ¿y qué? —repuso Pastora ya más serena.—Vete á mi cuarto; yo tengo que abrir. Espérame allá.
Así lo hice, y contando los segundos por los latidos de mi corazón y la pulsación de mis arterias
esperé obra de tres minutos. Al cabo de ellos se
5«
Emilia
Pardo
Bazán,
presentó Pastora, encendido el rostro como brasa,
y los ojos muy brillantes.
—¿Qué hay? ¿quién era? ¿era él?
—¿El señorito de la Formoseda? Ya lo creo.
—¿ Y qué quería ? ¿ qué quería ? Me ha hecho subir las escaleras de cuatro en cuatro.
— ¿Te ha visto? — preguntó algo turbada la sobrina del canónigo.
—No, no me ha visto; no es posible.
Pastora respiró, y su rostro se puso natural,
risueño, con unos visos de aquella particular malicia suya.
— Mucho me alegro, —me dijo.— Una calumnia
se inventa presto, y como la gente no está obligada á saber el buen fin con que tú y yo nos queremos... Si te viera ese ocioso entrar aquí en ausencia de mi tío y de mi madre...
— No receles: me di tal prisa y maña á subir,
que ni el viento. Pero me vas á explicar... porque
yo aquí olfateo algo raro, desusado y peregrino.
Vi que entraba ese señorito en el portal, y entonces volé, porque las consideraciones que á tí se te
ofrecen me pusieron alas en los piés. Anda, dime
qué es esto: veo unas cosas confusas.
—Pues, Pascualillo, no son sino muy claras. El
señorito de la Formoseda me ronda.
—¡Que... te... ronda! ¡á tí!
—Sí, hombre,—recalcó ella.—¡Vaya un milagro!
¿ No dices tú que yo soy tan preciosa, y tan mona?
Pascual
5
López.
97
P'ies el señorito quiere darte la razón. Digo,porque
supongo que no me obsequiará por mis rentas; luego
,orque le parezco bien. ¡Soy yo mucha Pastora!
-¡Qué necia estás!—repliqué furioso.—¡Linda
sazón y asunto de donaires! Ríete de tu propia
gracia.
-Pero Pascual, no te conozco, — exclamó ella
sobrecogida.—¿Qué yerba has pisado? ¿Cuántos
miles de veces no nos hemos solazado juntos á
cuenta de mis rondadores? Vaya, que lo tomas de
un modo bien raro.
-Es que ese señorito me empalaga hace mucho
tiempo, y además es un osado; ¡qué atrevimiento!
¡venirse á llamar á tu puerta cuando sabe que estás
-ola! ¡Eso es un insulto!
—Si creerás tú que es el primero que lo hace?
Un tierra de estudiantes no hay diablura nueva,
'lomo á mí no me atrapan en bailes, ni en bureos,
aprovechan esta ocasión. Sino que como recibí á
los chuscos con un buen portazo, hace ya tiempo
que no vienen. Este es nuevo, se conoce, y bobo
por añadidura.
-¿Y qué pretendía?
-¡Toma! Un ratito de cháchara.
--Y tú, ¿qué le has respondido?
-Que no la gastaba, y que tenía la cesta del repaso colmadita de ropa esperando por mí.
-¿Y desde cuándo te hace la rosca el señorito
Esdrújulo?
5«
Emilia
Pardo B a z á n ,
— ¡Qué bien le cae ese nombre! —dijo ella dando suelta á la risa que le retozaba en el cuerpo, y
que solo contuviera mi trágico ademán. —¿Querrás
creer que ahora venía muy soplado de guantes? ¡A
las nueve de la mañana! ¡Y no traía capa!
—Contesta, contesta á lo que te pregunto. ¿Cómo empezó este cortejo?
—Verás tú... Fué una ocurrencia deD. a Verónica.
— ¡ Comida de lobos vea yo á esa vieja!
— Un día fui allá con mamá á visitarla para no
se qué cosa que teníamos que tratar de la función
de la Virgen del Amparo, que ya sabes que somos
sus indignas camareras... Pues es el caso que mientras hablábamos, ese señorito la llamó, sin duda
para algún servicio... y fué allá, y tuvo la ocurrencia de decirle: Señorito Víctor, usted que le ponderó tanto á D. Nemesio lo guapas que estaban en
el teatro anoche las señoritas de P..., venga á ver
una niña que les pone á todas ellas el pie delante.
Mantilla de paño gasta, pero el hábito no hace al
monje. Véngase y me dirá maravillas. Mire, puede
entrar pasito por la puerta del corredor que da í
mi alcoba, y la estará viendo y oyendo sin que ella
lo sospeche.
—¡Celestina de Barrabás, condenada zurcidora
de voluntades!
— ¡Bah! Estamos hablando de tonterías y dejamos lo esencial. Cuéntame tu enfermedad toda: ¿te
duele aún algo? ¿Te hallas fuerte?
Pascual L ó p e z ,
99
—No, no, acaba con la aventura de D. Víctor.
—¿Y qué más quieres saber? Me vió y se le puso
en los cascos conquistarme. Como está tan moscón
y anda tras de mí día y noche, mi madre le dió
quejas á doña Verónica, sin saber que de ella era
la culpa; ¿y qué pensarás que contestó la muy simple? Pues contó lo de la alcoba; se declaró autora
é inventora del enredo, y aseguró muy seria que lo
había hecho por buscarme una colocación brillante; que estaba segura de que el D. Victorcito famoso concluiría por pedir mi blanca mano en debida forma, que yo arrastraría sedas, que bien lo
merece mi gracejo, y... ¿qué importarán las chocheces de doña Verónica?
— ¡Será verdad, será! ¡Ese fachenda querrá casarse contigo!
—Me parece, Pascualillo, que el mal te ha sorbido el seso. Tú piensas que yo soy boba. Pues á
fe que aunque visto de lana no soy oveja. Sí, que
me mamo yo el dedo. Para el que no conociese á
estos estudiantes ricos y desocupados. De perlas
les viene pasar el rato con una muchacha necia, y
reírse de ella á su sabor y plantarla después.
—Es que tú...
—¡Bueno, bueno! Yo soy de la misma pasta que
otras, que si burladas fueron, burladas se quedaron.
—Y si... vamos, por una casualidad... supongamos que fuese cierto...
100
Emilia
Pardo
Baziin.
No me dejó concluir la sobrina del canónigo,
antes tomando un aire de cómica dignidad, y paseando arriba y abajo con un empaque y una expresión de altivez que contrastaban con la picante
malicia de sus ojos, me espetó esta arenga:
—Señor D. Pascual López, tengo que decirle á
usted que todo se ha concluido entre nosotros;
¿oye usted? todito... Sírvase no volver á hablarme
ni á mirarme; una cosa era aquella Pastora que
usted conoció repasando y barriendo, y otra la señora de la Formoseda, que tiene'usted delante...
L o más que puedo hacer por usted es concederle
nuestra clientela cuando sea médico... le llamaremos si enferma Víctor... ó yo... ó alguno de los criados ó doncellas.
* Y volviéndose hacia un punto imaginario del espacio, pronunció:
— Esposo, Victorcito, que pongan el coche...
Antes que yo tuviera tiempo de reirme ó enfadarme, dos dedos afilados asieron cada una de mis
orejas, y con más fuerza de la que parecía posible
en ellos, tiraron hacia abajo y caí en el humilde
suelo medio de bruces. Entonces las manos dueñas de los dedos me administraron hasta mediadocena de gentiles pescozones, que sufrí sin chistar,
y por último, una voz grave, cuanto puede serlo la
que brote de una gargantita cisnea y cristalina como la de mi Pastora, me dijo perentoriamente:
—Ahora mismo se marcha usted de aquí.
Pascual
López,
101
—Pero, Pastorcilla —repliqué agarrándome á la
correa de su hábito—si he llegado hace un momento.
—El onceno no estorbar; pueden volver, y son
cerca de las diez.
— ¡Si aún no me diste la bienvenida! ¡Si no me
has dicho ni que te alegrabas de verme de nuevo!
—Yo bien quise, pero tú preferiste hablar de don
Víctor.
— ¡Siquiera un cuartito de hora más!
—Ni un minuto. Hasta mañana á las ocho, que
estarás...
— ¡Aquí!
—No; en la capilla del Cristo de la Corticela,
D. Nemesio dirá una misa por mi intención. ¡Judío! ¡Sólo falta que pongas gesto cuando se dan
gracias á Dios porque te dejó en este mundo! El
sabrá para qué; yo no lo entiendo.
No me costó trabajo alguno cohonestar mi ausencia con los profesores. Tan verdad es aquello
de «coge buena fama y échate á dormir,» que ni
aun miraron el certificado del médico que les fui
exhibiendo, aunque la ley no me lo prescribía. Mi
reputación me garantizaba. Animado con esto y
con el feliz éxito del año anterior, reanudé mis
ocupaciones, asistiendo á clase con la regularidad
acostumbrada. D. Vicente no desistía de inculcarme las muchas ventajas que podía traerme en el
porvenir mi juiciosa conducta. Hallábase más sa-
102
Emilia
Pardo
Baziin.
tisfecho de ésta que de mis estudios, que no le parecían, y con harta razón, suficientes. Con todo, en
las advertencias de D. Vicente se notaba aquella
blandura que manifestamos á los que aceptan y siguen nuestros consejos. D. Vicente se pagaba mucho de que se tomase su parecer, y yo le mostraba
acatarlo en todo.
—Este año es preciso aplicarse más—me decía
—no se fie usted de que el pasado le aprobasen,
porque hogaño hay profesorado nuevo, y esos... ya
se ve, ¡justicia de enero! aprietan siempre las clavijas.
Esta aserción me la confirmaron presto mis compañeros. En particular me designaban como rígido
y endiablado á un tal D. Félix O'Narr, cuyo apellido españolizaban llamándole Onarro. El cual era
recién venido, con fama inmensa de saber, á desempeñar la cátedra de química.
Cabalmente me tocaba aquel año cursar tal asignatura, una de las que más tedio me producían en
la carrera. Miré con curiosidad y aun con saludadable temor al que había de embutirme en el caletre tantas cosas aborrecidas. Era el Sr. Onarro, á
quien llamaré así siguiendo la costumbre general,
hombre ya maduro y calvo, con azules antiparras
que quitadas descubrían los ojos grises más penetrantes, inquisidores y claros del mundo; los pocos
cabellos que le restaban parecían rubios entrecanos; las patillas lo mismo; pergaminoso el rostro,
PascualL ó p e z ,111
la boca benévola y provista de sana dentadura,
ágil el cuerpo y ligero como el de un muchacho. En
su tipo se mezclaban el sabio y el montañés de Irlanda. Su traje lo componían en todo tiempo un
levitón color de nuez moscada, un sombrero blanco de fieltro, una corbata con nudo hecho aprisa,
y una ropa blanca limpia siempre como el oro;
combinación de desmaña y pulcritud que es frecuente en los anglosajones. Si Onarro, cuyo apellido revelaba oriundez irlandesa, era nacido español, ó si de niño fuera traído á tierra de España, es
cosa que nunca supimos. Rodeábale cierto misterio, muy favorable á su fabulosa reputación científica. Se contaban de él lances inauditos y peregrinos, inverosímiles exploraciones geológicas por
las montañas. El había penetrado más adentro que
nadie en la sima y galería pavorosa del Pico Sacro; él visitara en toda su extensión los subterráneos de las torres de Altamira. Para completar el
mito, se aseguraba que su venida á Santiago obedecía al propósito de entregarse con completa libertad y aislamiento á unas investigaciones acerca
de la piedra filosofal. Desquitada toda exageración
era fácil conocer, aun siendo tan lego como yo en
la materia, que Onarro dominaba la asignatura.
Lo fácil, abundante y luminoso de sus explicaciones ; la evidencia con que las demostraba; los
muchísimos datos que traía en su apoyo sin esfuerzo alguno; la sencillez misma con que nos ponía
04
Emilia
Pardo
Baziin.
en camino para ahorrarnos hasta el trabajo de discurrir, todo daba muestra de su superioridad.
Veíase que la tarea de la enseñanza, tan ardua de
suyo, le servía á él de juego y pasatiempo, en que
descansaba de más graves faenas. Nosotros éramos
medianos jueces, y nuestro voto significaba poco;
pero Onarro era admirado de sus mismos colegas.
Se sabía que se carteaba con Liebig, W ü r t z , Berthelot y otras lumbreras alemanas, francesas é inglesas, á quienes no conocíamos sino para servirlas. Lo que despertaba mayor interés en la cátedra de Onarro eran los numerosos experimentos,
diarios casi, con que vivamente inculcaba sus teorías. Eran éstos tan varios, tan felizmente realizados, tan divertidos algunos y tan curiosos todos,
que los atendientes estaban como embobados y
suspensos, y ni uno solo faltaba á clase, á pesar de
la laxitud que reinaba en punto á asistencia. Mucho siento que mi ignorancia y escasez de memoria
no me permitan recordar algunos de tales experimentos, por todo extremo originales y dignos de no
morir en el olvido. Pero también es verdad que
poco atendía yo á grabarlos en mi mente, distraído como andaba con mis amoríos, y los disgustos
que iba teniendo por razones que diré.
E s el caso que aquel pacífico y alegre cariño que
Pastora y yo nos profesábamos, y que era semejante á un arroyito manso, que sin meterse con
nadie va lamiendo una margen de flores, se troca-
Pascual L ó p e z ,
105
ha en torrente impetuoso á medida que lo sujetaban y detenían los obstáculos. Los que se nos habían presentado no eran de calibre que nos desesperase, pero sí que nos molestaba mucho. Ni más
ni menos que doña Fermina, aquel modelo de agasajadoras, aunque parlanchínas dueñas, se metamorfoseó de la noche á la mañana en hostil y encarnizada enemiga. La primera vez que desde mi
vuelta de la montaña fui á hacerle la visita oficial,
. ; recibió de un modo tan seco y áspero, me puso
gesto tan de vinagre, me disparó tan agresivas pullas, me asaeteó con tales indirectas á los «estudiantes del pío-pío, llenos de hambre y muertos de
frío,* á los «entrometidos que se cuelan por el ojo
de una aguja,» á los que «piensan en casarse , y establecerse, y pretenden á las muchachas sin tener
sobre qué caerse muertos,» que fuera preciso pro\ starse de orejas de corcho y alma de almirez
1 ..ra sufrirlas y hacerse el sueco. Mi paciencia no
llegó á tanto, y levantándome, propuse en mi corazón no volver allí sino después de cerciorarme
déla ausencia de semejante harpía. La cual, sin
duda, me adivinó el propósito, y vuelta Argos vigilante é impertinente, se cosió al guardapiés de
su hija, no dejándola á sol ni á sombra. Adiós las
íntimas conversaciones, las dulces chanzas y todo
el regocijo de nuestra mutua y honesta afición
Era tal el humor que con semejante dieta traía yo,
que á agregarse los celos de D. Víctor, entera-
io6
Emilia
Pardo
Bazán.
mente me diera de calabazadas contra la pared.
Por fortuna este último motivo de desasosiego é
inquietud había desaparecido, pues siéndome á mí
tan fácil saber y seguir los pasos del señorito de la
Formoseda, pude convencerme de que desde la escena de la puerta el rico estudiante no volviera á
rondar la calle de Pastora, ni á esperarla á la salida de misa, ni en suma, á dar señales de proseguir pensando en ella. Andaba, eso sí, más grave,
serio y espetado que nunca, cosa que yo atribuí al
amor propio ofendido, y que me lisonjeaba un tantico por ser yo el vencedor en la lid de que él saliera tan poco airoso.
El hombre es un sér expansivo y comunicativo,
que goza del bello privilegio de disminuir el dolor
y aumentar la dicha cuando ambas cosas confía á
sus semejantes. Yo, en particular, jamás presumí
de misántropo ni de callado, y siempre experimenté comezón de hablar de mis asuntos, lo cual prueba bien esta mi determinación de tomar hoy por
confidente al público entero. En aquellas circunstancias no me ocurrió ni pude abrir mi pecho sino
á D. Nemesio Angulo. Claro está que ni doña Fermina ni D. Vicente me oirían con benignidad; Cipriano, á quien hallé más apicarado que nunca, y
ocupadísimo en obsequiar á una corista de la compañía de zarzuela que entonces actuaba en el teatro, no me pareció de tan limpios oídos que debiese poner en ellos el nombre de Pastora; y en cuan-
Pascual L ó p e z ,
107
to á doña Verónica, huía yo de ella como del fuego. Reunía D. Nemesio incomparables prendas
para su papel de confidente. Habituado á tratar
damas, había oído muchas quejas y desdichas íntimas, y era tan paciente en atenderlas como suave en consolarlas. Era además discreto y reservado, condición que no puede faltar en quien, frecuentando con fueros de confianza varios círculos,
no quiere ponerse á mal con ninguno. Rara vez
llevaba la contraria á nadie, y cuando lo hacía,
usaba tono afable y cortés. Mostraba interesarse
mucho en los ajenos placeres y tribulaciones, y
nunca revelaba impaciencia ó hastío cuando prolijamente se las referían. No se contaba por cierto
D. Nemesio en el número de los pocos hombres de
quienes en momentos críticos y supremos pueden
esperarse elevadas y enérgicas sugestiones al bien
obrar y un criterio moral alto y sublime; pero hallábase en él un consejero siempre prudente y conciliador, que con benignidad coasolaba, y que sabía tocar á las llagas del espíritu con suave mano.
D. Nemesio no era un tónico, sino un lenitivo.
Contéle, pues, de pe á pa mis contrariedades,
sin omitir el fracaso amoroso de nuestro convecino
en la empresa de Pastora. Dos cosas maravillaron
á D. Nemesio: la retirada del señorito y la conducta de doña Fermina. No sabía cómo compaginarlas.
— Me pasma —decía—conociendo á D. Víctor,
08
Emilia
Pardo
Baziin.
que desista así de su propósito. Tiene una... no,
vanidad no, pero más bien así, un puntito de orgullo... ya se vé; tanto le han mimado á porfía la
naturaleza y la suerte, que no es extraño que imagine que cualquier muchacha se ha de conceptuar
muy venturosa con que él la pretenda, dicho sea
sin ofender á usted, Pascual. Yo no estoy autorizado para suponer lo que voy á asegurar, ni nada he
visto que me lo confirme; pero creo á pies juntillas
que muchas señoritas de Santiago le darían un sí
más redondo que una bola de billar. Y según de
público se refiere (pero mire usted, que á mí no
me consta) ya á alguna se inclinó que no le hizo
ascos: al contrario.
— Pastora, Sr. D. Nemesio, vale por todas las
que visten seda.
— ¡Dígamelo usted á mí! Es mi hija de confesión
hace cuatro años; es una niña como una rosa, y
además muy honrada; nadie tiene por donde murmurarla ni tanto así; seria, con lo cual enfrena á
los atrevidos; laboriosita, buena cristiana; en fin,
amigo, no cabe dudar que es una alhaja. Pero ya
sabe usted que vivimos en un tiempo en que el dinero es estimado, y la posición y linaje también;
y usted comprende que desde ese punto de vista,
Pastora no sirve para Formoseda.
—Sr. D. Nemesio ¿y á usted qué le parece? tendría Formoseda intenciones formales?
— ¡Pchs! No es probable, no es probable. Que-
PascualL ó p e z ,117
rrfa pasar el tiempo agradablemente; una muchachada.
— Pero entonces, ¿por qué me recibe con cara de
perro doña Fermina?
—A doña Fermina, por lo visto, le llenó la cabeza de viento esta alma de Dios de doña Verónica, y ya está ella, de seguro, figurándose que es
suegra del rico D. Víctor, y viendo á su hija hecha
unaseñorona principal. En tales ilusiones (si yo
no alcanzo muy poco) estriba su porte para con
usted. Por lo cual, creo que no debe usted apurar5e; así que el tiempo le demuestre la vanidad de
sus encumbrados pensamientos, y así que se persuada de que D. Víctor no se acuerda ya de ese
devaneo juvenil, ella amansará.
-Cáseme yo con su hija,y ajustaréle las cuentas.
- P e r o , para casarse... se necesita... á mí se me
figura... que usted no cuenta con muchos medios.
- ¡ A y Sr. D. Nemesio! Ahí está el quid! en los
medios. ¡Mocosa suerte la mía!
-Vamos, que Dios proveerá. Yo no he sido nunca rico, y viviendo y gobernándome fui, y aun tra: • do con lo principal: cierto es que por mi estado
carezco de obligaciones perentorias.
De esta suerte, y con tales coloquios engañaba
yo mi aburrimiento, indispensable consecuencia
la encerrona de Pastora. Hacía lo posible para
v e r l a y hablarla; menudeaba visitas á D. Vicente
por si ella salía á abrirme y lograba unas palabras
5«
Emilia
Pardo B a z á n ,
siquiera: pero siempre fueron ia indigesta dueña ó
la tosca Maritornes quienes me franqueaban la entrada. D. Vicente me recibía cariñoso unas veces,
sermoneador otras, y por efecto de la impaciencia
sus consejos y exhortaciones me sonaban á cencerro cascado. Reducido al oficio de melancólico rondador, pasábame las horas muertas mirando al
portal del canónigo, cual un tiempo D. Víctor. Un
día, sobreexcitado y ahito ya de la situación, resolví quemar las naves, y me colé de rondón en las
habitaciones de mi adorado tormento. Hallé á madre é hija en sus labores acostumbradas; Pastora
dió un chillido al verme, y en su rostro se pintaron
gozo y sorpresa; doña Fermina me miró como miraría á un megaterio ú otro antediluviano animalazo. Vi sucederse en su cara un color de púrpura,
y la biliosa palidez de la ira. Levantóse majestuosamente , y con laconismo admirable en ella:
— Pastora — dijo á su hija—vete á ver si se le
ocurre algo al tío. ¡Anda! Qué ¿no has salido ya?
—Madre, voy—respondió Pastora sin descomponerse—y salió con su andar ligero y noble, andar que yo hubiera puesto en música, si á tanto
alcanzase mi habilidad.
Sin saber lo que hacía , por instinto eché yo detrás; pero la indignada matrona me asió del cuello
de la americana, y sacudiéndome nada suavemente, me disparó estas frases:
—Oye tú: no me parece mal que vengas cuando
Pascual L ó p e z ,
119
te dé la gana; pero te aviso que no has de ver á
Pastora: te pasarás un rato conmigo, si gustas; lo
que es con ella, ni por pienso. Mi hija no ha de
perder su crédito por haraganes. Las mujeres somos cristal, ¿entiendes? (ella no tenía nada de trasparente, ni de frágil al parecer ) y un soplo nos empaña. A Pastora se lo he dicho: mira que la reputación no se gana en años, y se pierde en un segundo; mira que no tienes más dote que tu buena
fama; mira que los veinte pasan pronto, y después...
arrancarse los cabellos. Y á tí te canto lo mismo:
no vengas á hacer sombra á mi hija: ya lo sabes.
Sino quisiste entender por indirectas, ahora lo
comprenderás, así, clarito.
— Señora,—contesté yo, después de libertar mi
cuello de aquellas manos gruesas y surcadas, que
aun lo retenían cautivo,—usted se prevale de que
yo en esta casa no puedo poner en movimiento la
lengua , por respetos á D. Vicente. Me voy, sí me
voy, y no haré á usted más sombra ; pero también
le prometo reirme á mis anchas cuando usted se encuentre como la niña bonita, compuesta y sin novio.
— ¿Qué dices, deslenguado?
—Nada, ilustre suegra del señorito D. Víctor...
Já,já.
De todos los arbitrios para exasperar á dona Fermina, el más seguro era reirse. La vi lanzarse hacia mí; pero yo, con mis ágiles piernas de estudiante, estaba ya en la escalera.
112
Emilia
Pardo
Baziin.
V
Hasta este punto, los sucesos de mi historia, si
bien para mí muy importantes, nada ofrecen que
se salga y aparte del curso ordinario y corriente
de la vida. Ni en mis amoríos, ni en mis estudios,
ni en mis pocas travesuras y niñadas de escolar,
hay cosa que digna de especial atención parezca.
Tan vulgar va siendo mi odisea, y tan insignificante su argumento, que omitiera escribirla, si no lo
creyese indispensable para mejor inteligencia de los
acontecimientos que seguirán, y si á la vez no experimentase yo cierto deleite en recordar escenas
triviales y comunes, pero muy gratas para mi corazón y muy presentes á mi memoria. Desde ahora
empieza el relato de hechos que al principio eran
solamente singulares, mas después se riñeron de
color fantástico muy subido, hasta rematar en increíbles. Procuraré narrarlos como si nada de extraño hubiese en ellos, y manifestando el menor
asombro posible: por este medio, acaso el lector
Ies dará más fácilmente asenso y no me motejará
de embustero ni de exagerado.
Sucedió que empecé yo á observar, y conmigo
todos cuantos á la cátedra de química asistían, la
PascualL ó p e z ,121
mucha atención y benevolencia que me dispensaba
el profesor Onarro. El destello de sus antiparras
azules, deslizándole por encima de las apiñadas
cabezas de mis compañeros, iba á buscarme hasta
el sombrío rincón en que yo gustaba de echar tal
cual regalado sueñecito, al arrullo de las magníficas disertaciones del sabio. Al verme entrar éste,
una leve sonrisilla dilataba el ángulo de su boca,
descubriendo los blancos dientes; al mirarme salir,
sus ojos agudos, libres ya de antiparras, me seguían con pertinacia é interés. Nada tenía por cierto de admirable que un catedrático reparase benignamente en un alumno, pero era rarísimo, por ser
yo el alumno distinguido, y Onarro quien me distinguía. Contábanse en nuestra clase cinco ó seis
muchachos que, naturalmente aplicados y estudiosos, despierto además su entusiasmo científico por
la explicación brillante y la diestra enseñanza de
Onarro, se dieran á trabajar con ardor en aquella
asignatura, desatendiendo las restantes; los pobrecilios se pasaban horas y horas con los codos apoyados en la mesa, devorando libros, y realmente
iban obteniendo resultados no despreciables, que,
en el concepto general, debían granjear las simpatías y aprobación del profesor á tan beneméritos
discípulos.
Sin embargo no fué así: Onarro, enterado de sus
adelantos, mostró poca sorpresa y menos regocijo;
sereno é impasible, como de costumbre, les acon8
5« Emilia
Pardo B a z á n ,
sejó en breves frases que siguiesen con la misma
ó mayor asiduidad, si aspiraban á no ignorarlo todo. En cuanto á la turba multa de medianías y nulidades que llenaba la cátedra, Onarro la conducía
como á chicos rebeldes, á palmetazos. En su porte
y en su método especial de instruir, obraba cual
si tuviese que habérselas con niños. Repetía experimentos, introduciendo así breve é intuitivamente por los ojos aquello que era difícil de hacer entender mediante la razón. Que el sistema no era
del todo desacertado, probábase con la concurrencia mayor cada día, y con el vivísimo interés que
en ella despertaban las lecciones. Como sus experimentos solían ser tan sorprendentes é ingeniosos,
el auditorio se prendaba de ellos, y la herida imaginación movía á estudiar el fenómeno para comprenderlo. Experimento había tan sencillo, que se
tomaría por juego ó recreación entretenida. Todos
los alumnos lo repetían al día siguiente... menos yo.
Sí, dirélo sin empacho ni melindres: yo era el
más zopenco de la clase. Ya porque mi pensamiento vagara en regiones diversas, ya, lo que es más
probable, porque mi falta de afición y gusto para
aquella clase de estudios embotase y espesase el magín, para otras cosas no tan obtuso, que Dios me ha
dado, resultaba que mi torpeza crecía lastimosamente , y mi repugnancia hacia la química lo mismo. Y como si el socarrón de Onarro se divirtiese
Pascual L ó p e z ,
123
malignamente en tomar el pulso á mi inepcia, á los
demás discípulos llamaba por turno, y á mí ni una
sola vez dejó de hacerme señal para que repitiera
el experimento ante los ojos burlones y escudriñadores de toda la clase. Subía yo las escalerillas que
conducen á la mesa del profesor, como el reo las
del cadalso; tomaba los trebejos, aparatos y chismes necesarios para la experiencia , como toma el
arma el soldado cerril y bisoño, y sin una sola honrosa excepción, lo echaba todo á perder, malogrando el experimento. ¿Ustedes creerán que entonces
Onarro me reprendía como á los demás, ó mostraba impaciencia ó enojo, ó se quejaba del desperfecto? Pues aquí entra lo singular. A cada barbaridad
gorda por mí cometida, una expresión de contento
y una risa benévola desplegaban las arruguillas de
su tez, semejante al pergamino rancio de un viejo
libro, y su felina mirada despedía vivo resplandor.
Recuerdo, entre otras, una experiencia talmente
infantil, que á buen seguro que un niño de cuatro
años la realizaría con destreza y brillantez. Ocurriósele á Onarro, que gustaba infinito de llamarnos la atención hacia las teorías generales que pudieran sobrecoger é interesar por su grandeza, recordarnos, á propósito de la composición química
de los cuerpos celestes, la célebre hipótesis astronómica de Laplace, que explicó con su concisión
y claridad acostumbradas.
—La formación de los planetas —nos dijo —se-
io124 Emilia
Pardo
Bazán.
gún la concibe este gran matemático, es sencilla
hasta no más. Supongan ustedes que hubo un tiempo anterior á la constitución de nuestro sistema
planetario, en que el sol era una nebulosa enorme,
una masa de materia tendida en un espacio inmenso. Esta materia estaba en extremo rarificada; pero en su centro existía un núcleo. ¿Han visto ustedes la tela de una araña? ¿repararon cómo los hilos son más ténues á medida que se separan del punto central? Pues figúrense una tela de araña extendida en todas direcciones, y se formarán una
idea aproximativa del aspecto de la nebulosa. Ahora entiendan ustedes que este gt"an conjunto de
materia giraba sobre sí mismo, y naturalmente
había atracción de la periferia al centro... Poruña
ley que ustedes conocen ya, las partes más lejanas
del centro eran las menos atraídas; pero como sucede siempre, giraban más aprisa que las restantes
¿No han estado ustedes nunca en un picadero?
Si han estado, verían que allí se ejecuta una maniobra consistente en que los jinetes se pongan
unos al lado de otros, en formación, y así unidos
den vueltas al redondel. En este manejo ocurre que
para que puedan ir juntos, el jinete más próximo
á la pared galopa largo, mientras el más cercano
al centro toma un paso sumamente despacioso.
Pues bien, en nuestra nebulosa, salva la inconcebible diferencia de extensión y velocidad, sucedía
casi lo mismo. Las partes más separadas del cen-
PascualL ó p e z .125
125
tro giraban con r a p i d e z i n d e f i n i d a m e n t e superior
i las de las c e r c a n a s ; en v i r t u d de lo cual, t e n d í a n
á alejarse del c e n t r o ; esto se observa en t o d o movimiento de r o t a c i ó n , q u e c u a n d o c r e c e , h a y un
momento en que la f u e r z a c e n t r í f u g a se s o b r e p o n e
á la de atracción c e n t r a l , y se d e s t a c a un anillo de
materia de la m a s a c o m ú n d e la n e b u l o s a , anillo
que sigue g i r a n d o , g i r a n d o , á favor de la energía
que lo a n i m a y del movimiento adquirido. E s t a hipótesis no tiene n a d a de i m p o s i b l e : S a t u r n o , hoy
en día, p r e s e n t a u n o de tales a n i l l o s , es decir , un
anillo triple e n c i m a de su e c u a d o r , como suponemos que e s t a b a el de la nebulosa...
Y volviéndose h a c i a mí de p r o n t o , m e p r e g u n t ó
á boca de j a r r o :
— Señor L o p e z , ¿ p o d r í a usted, en caso de necesidad, repetir lo q u e voy diciendo?
Puse una c a r a como de persona que ya está enterada , y exhalé un cjan m u y a m b i g u o , al m i s m o
tiempo que m u r m u r a b a p a r a mi s a y o . — Q u e m e
emplumen si e n t i e n d o j o t a de tal g a l i m a t í a s .
—Si usted quiere yo lo repetiré p u n t o por p u n to—gritó uno de los a p r o v e c h a d o s que r a b i a b a por
lucirse.
—Y y o ; y y o — a ñ a d i e r o n dos ó tres voces,
—Perdonen u s t e d e s — d i j o O n a r r o : — v o y á proseguir. Ahora b i e n , el anillo f o r m a d o en t o r n o de la
gran nebulosa s o l a r , no e r a h o m o g é n e o en t o d a s
sus partes; la m a t e r i a se p r e s e n t a b a en u n a s m á s
Ii8
Emilia
Pardo
Basan.
d i f u s a , y m á s c o m p a c t a en o t r a s . D e suerte q u e
allí d o n d e m á s se espesó h u b o un n u e v o núcleo, la.
m a t e r i a se f u é a c u m u l a n d o y p r e c i p i t á n d o s e á él%
se r a r i f i c a r o n las p a r t e s m á s l e j a n a s , y el anillo
v i n o á r o m p e r s e , q u e d a n d o en figura d e huso, con
u n a f a j a central... H o y se o b s e r v a n en el cielo muc h a s n e b u l o s a s a s í , f u s i f o r m e s . M a s la a t r a c c i ó n
c o n t i n ú a o b r a n d o ; el h u s o se encoge, gira sobre sí
m i s m o , sin d e j a r de g r a v i t a r e n t o r n o del núcleo
central... L l e g a al fin un i n s t a n t e en q u e el h u s o se
convierte en e s f e r a : p r i m e r o g a s e o s a , incandescente l u e g o , fría p o r último... Ya t e n e m o s n u e s t r o plan e t a . E l p r i m e r o que así nació en n u e s t r o sistema»
f u é el r e m o t o m u n d o de N e p t u n o . D e s p u é s de éste,
se r e p r o d u j o el f e n ó m e n o con la f o r m a c i ó n de o t r o
anillo en el sol; r o m p i ó s e á su v e z , t o m ó f o r m a d e
huso, se r e d o n d e ó , y he aquí que n a c e U r a n o , el orb e d e s c u b i e r t o p o r Herschell... T r a s de U r a n o vinieron S a t u r n o , J ú p i t e r y los d e m á s p l a n e t a s d e
este u n i v e r s o p a r c i a l , incluso el g l o b o q u e h a b i t a mos... S o m o s , p u e s , hijos del s o l , y la l u n a á su
vez es h i j a n u e s t r a : un anillo d e n u e s t r a m a s a la
f o r m ó . E s t a t e o r í a , c o m o u s t e d e s ven, n o p u e d e s e r
m á s sencilla y accesible á la i n t e l i g e n c i a ; m a s eso
n o le impide g o z a r d e g r a n crédito e n t r e h o m b r e s
e m i n e n t e s . E l e x p e r i m e n t o con q u e voy á a p o y a r la y p o n e r l a de relieve p a r a q u e u s t e d e s se imp o n g a n b i e n , es t o d a v í a m á s sencillo. A c e r q ú e n s e
u s t e d e s si gustan... S e ñ o r L ó p e z , t e n g a u s t e d la
Paseual
Lopes.
I!
9
bondad, !e r u e g o , de colocarse a q u í , á mi l a d o .
Me aproximé a n d a n d o torpe y r e m o l o n a m e n t e ,
y de costado, casi como los c a n g r e j o s . L a m a y o r í a ,
de la cátedra se a g r u p ó a f a n o s a en t o r n o de la mesa, indicando los s e m b l a n t e s la atención con q u e
esperaban el e x p e r i m e n t o . O n a r r o tomó un v a s o
bien t a p a d o q u e a n t e sí t e n í a , y descubriéndolo,
nos dijo:
A q u í , señores, no h a y m á s que u n a mezcla de
agua y de alcohol, en p r o p o r c i o n e s t a l e s , que tiene e x a c t a m e n t e la m i s m a d e n s i d a d q u e el aceite.
En medio de esta mezcla he colocado ¿ven ustedes?
una gruesa gota de aceite... ¿ S e distingue bien?
¿Observan u s t e d e s cómo p e r m a n e c e sin c o n f u n d i r se con el resto del líquido y sin b a j a r al fondo? E n
este momento se h a l l a e x e n t a de la ley de g r a v e d a d .
Como ustedes p u e d e n n o t a r , ha t o m a d o la f o r m a
de una esfera p e r f e c t a ; n i n g u n a f u e r z a la solicita,
y se m a n t i e n e inmóvil. Bien; p u e s a h o r a t o m o este
alambre, dirijo su p u n t a á t r a v é s de la esfera de
aceite, y h a g o girar el a l a m b r e poco á poco... ¿Qué
perciben ustedes? ¿qué ve u s t e d , Sr. L ó p e z ?
—Yo...
— L a esfera h a a d q u i r i d o m o v i m i e n t o de rotación—chilló u n o de los estudiosos.
— Eso es... ahora acelero g r a d u a l m e n t e el g i r a r
de mi alambre... así... ¡ A t e n c i ó n ! L a esfera se
aplasta por los polos, se h i n c h a h a c i a el ecuador...
ni más ni m e n o s de lo que está la tierra... a h o r a
Ii120
Emilia
Pardo
Basan.
volteo m á s d e p r i s a aun... S r . L ó p e z , ¿ n o advierte
usted n a d a ?
— Q u e . . . q u e el a l a m b r e da vueltas...
— ¿ E s t á s c i e g o ? — i n t e r r u m p i ó o t r o estudioso.—
¿No v e s q u e de la esfera se ha d e s t a c a d o un anillo
de aceite que gira á su vez en t o r n o d e ella?... Lo
q u e p a s ó en la n e b u l o s a solar.
— Miren u s t e d e s bien —advirtió O n a r r o .
— E l anillo se r o m p e — e x c l a m ó el q u e h a b í a hab l a d o a n t e s . —Se a l a r g a en figura de huso...
— A h o r a se va r e d o n d e a n d o . . . ¡ya es o t r a esfera!
— c l a m a r o n gozosos los a p l i c a d o s .
— ¡Y sigue d e s c r i b i e n d o su ó r b i t a a l r e d e d o r de
ia g r a n d e !
— C o m o los p l a n e t a s en t o r n o del s o l — o b s e r v ó
Onarro.
U n silencio p r o f u n d o , el silencio de la convicción
t e n d i ó sus a l a s s o b r e la c á t e d r a . L o s j ó v e n e s se
m i r a b a n m a r a v i l l a d o s los u n o s á los o t r o s . Yo exam i n a b a la p u n t a de m i s b o t a s , y a l g u n a s veces
contemplaba una araña que tejía apaciblemente
su tela en un á n g u l o del t e c h o , inaccesible á las
e s c o b a s . D e p r o n t o m e e s t r e m e c í c o m o si h u b i e s e
e s c u c h a d o la t r o m p e t a del juicio final. O n a r r o había p r o n u n c i a d o mi n o m b r e .
— Señor L ó p e z , señor L ó p e z — m e g r i t a b a .
— Eh... mande usted.
— ¿ Q u i e r e usted d i s p e n s a r m e el favor d e repetir
la e x p e r i e n c i a ? E s m u y c u r i o s a , y estos señores la
Pascual
^
López.
121
verán dos veces con gusto. T o m e usted el a l a m b r e .
— Pero... yo no sé si...
— N o es m u y difícil. S e r e d u c e á m a n i p u l a r como si se t r a t a s e d e h a c e r bien u n a t a z a d e chocolate. Batir suave a! principio y f u e r t e después. T e n drá usted el honor de ser el p r i m e r a l u m n o que la
verifique en E s p a ñ a : en F r a n c i a la h a n p r a c t i c a d o
ya algunos, b a j o l a dirección de M. P l a t e a u .
Cogí el a l a m b r e con t o d o el c u i d a d o posible y m e
preparé á salir del p a s o lo m e n o s r i d i c u l a m e n t e
que dable f u e r a . Mil reflexiones a c u d í a n á mi m a gín— T a m b i é n es m u c h o e m p e ñ o — p e n s a b a yo—el
que tiene este m a l d i t o en p o n e r m e en evidencia
delante de todo el m u n d o . E l es bien listo y de sobra conoce que yo soy p a r a este caso el m á s alcornoque de mis c o m p a ñ e r o s . Miren qué b r o m i t a t a n
propia de un h o m b r e de ciencia, de un sabio, h a c e r
correr b a q u e t a s á un infeliz. R e n i e g o de la química, y del m a n i á t i c o ocioso q u e la inventó.
Mientras en mi á n i m o rugía esta t o r m e n t a , introduje el a l a m b r e en el vaso. T o d o s los ojos circunstantes se c l a v a r o n en m í , y los de O n a r r o con
particular fijeza. D i ó m e tal r a b i a de p e n s a r en la
situación y p a p e l que m e c o r r e s p o n d í a n , que en
vez de e n t r a r d e l i c a d a m e n t e el a l a m b r e é imprimirle suave b a l a n c e o , lo h i n q u é de un modo b r u tal, blandiéndolo á guisa de l a n z a . Osciló el vaso,
rompióse el equilibrio del líquido, y se d e r r a m ó re-
Ii122
Emilia
Pardo
Basan.
p a r t i é n d o s e m i t a d p o r la m e s a y m i t a d p o r mis
p a n t a l o n e s y p o r el suelo.
U n m u r m u l l o se alzó en la c á t e d r a , y y o quedé
c o m o e m b o b a d o y f u e r a de m í ; p e r o e n el m i s m o
p u n t o sentí que O n a r r o m e d a b a la m á s afectuosa,
a m i g a b l e y a p r o b a t i v a p a l m a d a en el h o m b r o , exclamando:
— ¡ E s o e s , eso es! ¡ P e r f e c t a m e n t e !
Miréle colérico y a i r a d o , p e n s a n d o d i s t i n g u i r en
su rostro i n e q u í v o c a s señales de ironía y c h u n g a .
N i la m á s leve. S u s facciones r e b o s a b a n s i n c e r i d a d
y satisfacción. Me volví h a c i a los r e s t a n t e s espect a d o r e s d e mi t o r p e z a , y les hallé u n a s c a r a s de p a p a m o s c a s , cosa m u y n a t u r a l , p u e s t a m b i é n debía
y o de tenerla, no e n t e n d i e n d o , c o m o ellos, q u é motivos p u d i e r a n d i c t a r la r a r a c o n d u c t a del sabio.
Pronuncié confuso y atortolado algunas palabras
de d i s c u l p a , y b a j é o t r a vez á o c u p a r mi p u e s t o .
A la s a l i d a , c o m o d e c o s t u m b r e , n o s d i v i d i m o s
en g r u p o s , y á mi a l r e d e d o r se f o r m ó u n o n u m e r o so é hirviente de c u r i o s i d a d . T o d o s p r e g u n t a b a n
lo q u e yo bien quisiera s a b e r ; la r a z ó n d e las defer e n c i a s y m i m o s q u e m e p r o d i g a b a el severo profesor d e q u í m i c a ; el por q u é de sus m i r a d a s , de su
i n t e r é s , de su i n d u l g e n c i a p a r a m i s torpezas...
— A fe de P a s c u a l — d e c í a yo á los p r e g u n t o n e s n a d a sé, ni esto. E s t o y t a n e n a y u n a s c o m o vosotros.
— P e r o , ¡ c ó m o te d i s t i n g u e ! ¡ C ó m o te favorece!
— o b s e r v a b a con envidia u n o de los aplicados.
Pascual
López.
123
— E x t r a v a g a n c i a s suyas.
— N o , es q u e se fija s i e m p r e en tí.
— ¡ B a l i ! e x a g e r á i s . Me p a r e c e r é á algún p a r i e n te, ó amigo...
— N o disimules. E s imposible que no s e p a s la
causa.
— D í n o s l a , P a l o m i t a . S á c a n o s de p e n a s .
— Idos á paseo.
— E s que el día q u e n o vienes á c l a s e , está é!
como en b r a s a s . Aquí h a y g a t o e n c e r r a d o , y tú e r e s
un hipocritón, un m a u l a , q u e te lo callas todo.
-—Por el siglo de mi a b u e l o , q u e estoy p a s m a d o
también d e su c o n d u c t a ; p e r o n o a t i n o en qué pueda fundarse esta r a r e z a .
Ello es q u e y o en mi interior creía h a b e r encontrado la clave del p r o b l e m a , p e r o m e e r a t a n humillante d a r l a , q u e o p t é por g u a r d á r m e l a en el
bolsillo. E s t a b a v i s t o : e r a e v i d e n t e . E l señor don
Félix se reía en g r a n d e : e s p a n t a b a el m a l h u m o r
á cuenta m í a . H a c í a l e g r a c i a mi m i s m a i n e p t i t u d ,
como á los reyes la p r o p i a d e f o r m i d a d de sus bufones; y sin d u d a é l , q u e t a n t o s análisis h a b í a realizado, q u e r í a d e t e r m i n a r c u a l i t a t i v a y c u a n t i t a t i vamente los g r a d o s de estolidez q u e a l c a n z a un estudiante de m e d i c i n a . Sea t o d o por D i o s , p e n s a b a
yo; sirvamos de m o n o á este g r a n d í s i m o l o c o , q u e
lo es si no m i e n t e n los indicios. E n c e r r a d o d e b i e r a
él estar en O r a t e s , no h a c i e n d o fábula y j u g u e t e d e
una persona inofensiva que no se m e t e con n a d i e .
Ii124
Emilia
Pardo
Basan.
E s t a solución, en mi c o n c e p t o m u y obvia y única que r a c i o n a l m e n t e e r a posible d a r al e n i g m a ,
p a r e c í a m e á mí q u e se les ocurriría t a m b i é n t a r d e
ó t e m p r a n o á mis condiscípulos. Me p r e p a r a b a ya,
y a p e r c i b í a c a c h a z a p a r a a g u a n t a r t o d o l i n a j e de
c h a n z o n e t a s , d o n a i r e s y p u l l a s , m á s ó m e n o s pesad a s y s a n g r i e n t a s . P a c i e n c i a h a b r é m e n e s t e r , calc u l a b a y o , y a u n quizás m e e s t u v i e r a m e j o r no volver á p r e s e n t a r m e en la c á t e d r a de q u í m i c a , a u n q u e n a u f r a g u e d e s p u é s en los e x á m e n e s . T a l e s e r a n
mis reflexiones: m a s ¿quién p u d i e r a , á no ser zah o r i , a d i v i n a r el gracioso d e s a t i n o q u e m i s compañeros idearon ?
E s cosa a v e r i g u a d a y a q u e las m u c h e d u m b r e s
h u y e n , p a r a la i n t e r p r e t a c i ó n de ios h e c h o s , de las
c a u s a s n a t u r a l e s , l l a n a s y corrientes y r e b u s c a n
los orígenes m á s e x t r a o r d i n a r i o s é inverosímiles.
C u a n d o las cosas p u e d e n explicarse sin violencia,
por sencillos y v u l g a r e s m ó v i l e s , la g e n t e n o qued a s a t i s f e c h a si n o las a t r i b u y e á m o t i v o s desusados y novelescos. A tal p r o c e d i m i e n t o f u é s u j e t a la
historia de mis relaciones con O n a r r o .
E n vez d e a d m i t i r que O n a r r o e r a un h u m o r i s t a
i m p l a c a b l e al m o d o inglés, y yo un a l u m n o c o r t o
d e l u c e s , y q u e el profesor se divertía c o n m i g o , supusieron ( a t e n c i ó n ) q u e y o r e c a t a b a , b a j o c a p a de
i g n o r a n c i a , un tesoro d e e s t u d i o s y conocimientos;
q u e O n a r r o lo s a b í a ; q u e mi d i s i m u l o se e n c a m i n a b a á no eclipsar al s a b i o d e j á n d o l e t a m a ñ i t o ;
Pascual
López.
125
pero que O n a r r o e m p e ñ a d o en d e s c u b r i r m e , t r a t a ba de herir mi a m o r propio por todos los m e d i o s
posibles é i m a g i n a b l e s , á ver si en un a r r e b a t o d e
susceptibilidad m e q u i t a b a la m á s c a r a , p r e s e n t á n dome con mi v e r d a d e r o s e m b l a n t e de químico ilustre, émulo y sucesor de L a v o i s i e r .
Algún e m b u s t e r o de oficio y gracioso de café debió de i n v e n t a r esta especie q u e , como l l a m a en
yesca, prendió al p u n t o en la d e s h e c h a c r e d u l i d a d
de los escolares. U n o s visos y perfiles de v e r d a d le
prestaban mi recogido v i v i r , mi suerte en los p a s a dos e x á m e n e s , mi f a m a recién a d q u i r i d a de f o r m a l
y estudioso, y sobre t o d o , las c a p r i c h o s a s distinciones de Onarro. Corrió de boca en boca la p a t r a ña, t a n t o m á s c o m e n t a d a y creída c u a n t o m á s
enorme. Yo no sé qué correos a é r e o s , q u é telégrafos invisibles, qué misteriosos geniecillos, t r a s g o s
ó duendes alígeros y veloces d e s e m p e ñ a n el e n c a r go de esparcir y c o m u n i c a r las n u e v a s : lo que afirmo es que n o los h a y más diligentes y p u n t u a l e s ,
ni tampoco m á s a m i g o s de e n r e d o s y m e n t i r a s .
Porque ya p e r d o n a r a yo que se c o n t a s e n , descubriesen y t r o m p e t e a s e n los hechos , sin poner ni
quitar un á p i c e : m a s no se avienen á ello los susodichos d u e n d e s ó lo que sean. L a s n o t i c i a s , c o m o
la bola de n i e v e , e n g r u e s a n á m e d i d a q u e c a m i n a n
y concluyen por desfigurarse t a n t o y a l c a n z a r t a n
hidrópica m a g n i t u d , que no las conociera la misma madre que las parió. E l p r o c e d e r de O n a r r o
126
Emilia
Pardo
Baziin.
p a r a c o n m i g o , salió a u m e n t a d o d e los m i s m o s banc o s de la c á t e d r a ; ya n o e r a sólo q u e el profesor
r e p a r a s e en mí; e r a q u e m e t r a t a b a d e igual á igual;
e r a q u e m e h a b í a l l a m a d o , c o n f e r e n c i a n d o largo
r a t o los dos a c e r c a de á r d u a s c u e s t i o n e s científicas;
e r a que h a b í a d i c h o á sus c o m p a ñ e r o s d e profesor a d o , en sibilíticas y m i s t e r i o s a s f r a s e s , q u e no
s a b í a n la j o y a q u e en mí poseía la E s c u e l a , y que
m e m i r a s e n con m u c h o , m u c h o respeto... E n fin,
p o r este estilo, mil y mil ridiculeces.
D i é r o n m e s o b r e t a n socorrido t e m a l a r g a m a t r a c a mis c o m p a ñ e r o s ; n o podía p o n e r el pie fuera
d e casa sin q u e a c u d i e s e n á e s t r e c h a r m e la m a n o
y a b r a z a r m e cinco ó seis de a q u e l l o s pesadísimos
t á b a n o s y f a s t i d i o s a s c h i n c h e s . E l m i s m o D . Nem e s i o , con la m a y o r c o r d i a l i d a d y b u e n a f e , vino
á d a r m e el p a r a b i é n , m a n i f e s t á n d o m e q u e en las
d i s t i n g u i d a s c a s a s q u e f r e c u e n t a b a le m o l í a n á
p r e g u n t a s r e l a t i v a s á mi p e r s o n a , y e s t a b a n deshechos por c o n o c e r m e y t r a t a r m e : en D i o s y en
mi á n i m a q u e p u d e e n t o n c e s a d q u i r i r t a n b u e n a s
relaciones c o m o D. N e m e s i o . H a s t a un d í a , que
a b u r r i d o y seco d e t a n t a s i m p l e z a , y deseoso de
n o t o p a r con n i n g ú n n e c i o q u e m e l l a m a s e sabio,
m e fui á e s p a r c i r p o r los A g r o s de C a r r e i r a , lugar
solitario y r e t i r a d o en e x t r e m o , n o h a b r í a a n d a d o
cien p a s o s , c u a n d o , s a l i e n d o de d e t r á s de un der r u i d o p a r e d ó n q u e el c a m i n o orillaba, vi un semb l a n t e d i a b ó l i c a m e n t e r i s u e ñ o , c o m o de m i c o que
Pascual
López.
127
hace una j u g a r r e t a , y el t a i m a d o de C i p r i a n o m e
gritó; «Salve, ¡oh! n a t a , flor y e s p e j o de los galáicos e s t u d i a n t e s , p r e z y g a l a de esta ilustre E s cuela, y a s o m b r o y envidia de las r e s t a n t e s del
mundo. D a m e acá esos b r a z o s , q u e h a n d e estrechar los míos al n u e v o Orfila , q u e niño de t e t a e r a
el otro, y n o r a m a l a vaya.» Y diciendo y h a c i e n d o
me apretó h a s t a sofocarme casi, de m a n e r a q u e y o
con mal h u m o r , m e d e s e n g a n c h é de los palillos q u e
así me ceñían y e n c l a v i j a b a n . A g a r r ó s e él e n t o n c e s
á mi c a p a , s e ñ a l á n d o m e h a c i a el m u r o que lo ocultara á mis ojos, y vi á u n a d a m i s e l a , en quien reconocí á la corista de sus p e n s a m i e n t o s , q u e h a c i e n d o
de la vergonzosa y d e la m o d e s t a se m a n t e n í a a p a r tada, caído el velo del m a n t o sobre su r o s t r o n o
nada celestial, y sí m u y a d o b a d o con afeites, cosméticos y m u d a s .
—Bien p a r e c e , oh fénix de las c i e n c i a s — siguió
el truhán — l a cortesía j u n t a con el s a b e r : s a l u d a ,
pues, á esta s e ñ o r a , q u e es u n a e m i n e n t e a r t i s t a ,
una notabilidad en su género.
Aturdido llevé al s o m b r e r o la m a n o , y la n i n f a
me tendió la s u y a con mil d e n g u e s y
flechándome
los ojos t i e r n o s ; m a s yo m e hice el sueco, y m e escurrí, no sin q u e C i p r i a n o e x c l a m a s e : — H u r a ñ i t o le
tenemos y a ; no h a y q u e m a r a v i l l a r s e , bella L e o cor; todos los sabios p a s a m o s n u e s t r a s t e m p o r a d a s
de m i s a n t r o p í a , y solemos h u i r de los h o m b r e s .
La broma m e i b a p a r e c i e n d o ya s o b r a d o proli-
Ii128
Emilia
Pardo
Basan.
j a ; p e r o finalmente , t o m é el p a r t i d o de d e j a r l a cor r e r , p e n s a n d o con juicio q u e el t i e m p o t o d o lo
d e s c u b r e y la v e r d a d s o b r e n a d a s i e m p r e . E l mal
giro q u e t o m a r a n m i s a s u n t o s a m o r o s o s m e traía
a s a z de p r e o c u p a d o y p e n s a t i v o , c o n t r i b u y e n d o á
q u e m e p a r e c i e s e n d e s e c u n d a r i o i n t e r é s los demás
negocios. O c u r r i ó m e ir u n a m a ñ a n a á c a s a de don
V i c e n t e , sin e s p e r a n z a a l g u n a de ver á P a s t o r a ,
p u e s h a r t o m e c o n s t a b a q u e el c e n t i n e l a enemigo
e s t a r í a , s e g ú n c o s t u m b r e , d e g u a r d i a . H a l l é al canónigo r e c o s t a d o e n el a n c h o sillón, afligido de
u n o s dolorcillos de g o t a que n o le c o n s e n t í a n dar
s u c o t i d i a n o paseo. A n t e sí y e n el p u p i t r e tenía
u n a c a r t a a b i e r t a , el sobre r o t o , y dos ó t r e s periódicos c u y a s f a j a s a l f o m b r a b a n el piso. Al v e r m e ent r a r d e p u s o el q u e l e í a , y m i r á n d o m e con curiosidad exclamó:
— Venga usted a c á , venga usted acá! Tenemos
que ajustar unas cuentas.
— ¿ Q u e r r á h a b l a r m e de P a s t o r a ? — p e n s é inquieto.—Y en a l t a v o z : S r . D . V i c e n t e — c o n t e s t é a j u s t e u s t e d , que a q u í estoy d i s p u e s t o á rendirlas
puntualísimas.
— P u e s p r e p á r e s e , p o r q u e voy á ser minucioso.
E s t o y t a n a d m i r a d o , m e ha cogido t a n de nuevas
la e s p e c i e , q u e n o sé si la crea...
— Ciertos son los t o r o s , — c a l c u l é : y m e p u s e contrito.
— ¡Yo bien quisiera c r e e r l a , c a n a r i o ! T e n d r é
Pascual
López.
129
ii
uno de los r a t o s mejores de mi v i d a , si p u e d o escribir á sus p a d r e s d e usted la e n h o r a b u e n a . ¿Conque, por lo v i s t o , es usted u n a n o t a b i l i d a d , u n a
lumbrera en q u í m i c a ?
— ¡ A h ! — m u r m u r é y o c o m o si d e s p e r t a s e de un
sueño p r o f u n d o . — ¡ E s a s tenemos, señor don Vicente? ¿ H a s t a usted h a n llegado tales n u e v a s ?
—Y me dejaron al p r o n t o m á s p a t i t i e s o q u e estaba, p o r q u e no podía c o m p r e n d e r de qué m o d o
había usted llegado á tal a l t u r a ; p u e s si bien es
cierto que se e n m e n d ó usted m u c h o , t o d a v í a sus
estudios no...
—Y acierta usted , señor canónigo. C r e a u s t e d
que esas c o s a z a s que se p r o p a l a n p o r a h í , n o tienen asomo de f u n d a m e n t o ni visos de sentido común. Yo lo siento en el a l m a ; quisiera ser u n o de
los siete de G r e c i a ; p e r o P a s c u a l L ó p e z n a c í , y
Pascual L ó p e z á s e c a s , m o n d o y l i r o n d o , sin aditamentos de n o t a b i l i d a d ni de p r o d i g i o , he de ir á
la fosa.
—Con t o d o eso, es m u y e x t r a ñ o que c o r r a n tales voces sin que se b a s e n en algo. Y la f a m a lleva
ya su n o m b r e de usted m á s alia de S a n t i a g o . L e a
usted, lea usted este periódico: es de P o n t e v e d r a , —
me dijo t e n d i é n d o m e el q u e en la m a n o g u a r d a b a .
Tomé la hoja i m p r e s a , y b u s q u é el sitio q u e el
canónigo me s e ñ a l a b a con la uña. E n la acción d e
entregarme el d i a r i o , el codo de D. V i c e n t e tropezó con la c a r t a m e d i o p l e g a d a sobre la mesa y le
Emilia
Vario
Baza».
i m p r i m i ó un leve i m p u l s o q u e la hizo desdoblarse
del todo. U n a indiscreción i n v o l u n t a r i a r e t u v o mis
ojos fijos e n e l l a , y v i , como en un r e l á m p a g o , dos
n o m b r e s q u e m e hicieron casi s a l t a r e n la silla:
el de Pastora y el de Víctor. Seguí m i r a n d o afanoso,
p r o p o n i é n d o m e s o r p r e n d e r el c o n t e n i d o e n t e r o de
la e p í s t o l a ; m a s el b r a z o del c a n ó n i g o se posó so
bre ella y su voz resonó g r i t á n d o m e :
— L e a , lea.
Con voz a l t e r a d a y el tonillo m a q u i n a l q u e adop-.
t a n los niños c u a n d o leen sin c o m p r e n d e r , recité eL
siguiente p á r r a f o :
« N o s dicen d e S a n t i a g o , q u e a q u e l l a E s c u e l a de
. M e d i c i n a c u e n t a e n t r e sus a l u m n o s un j o v e n not a b i l í s i m o , u n a e s p e r a n z a p a r a el país. E s t e joven
»hijo de p a d r e s h o n r a d o s , p e r o h u m i l d e s , ha Uega» d o , m e r c e d á sus g r a n d e s d o t e s y p r o f u n d o s estud i o s , á l l a m a r la a t e n c i ó n d e un profesor t a m b i é n
»célebre, q u e h a c e p o c o v i n o á C o m p o s t e l a . S e aseg u r a q u e en b r e v e s a l d r á n j u n t o s a m b o s á visitar
»los e s t a b l e c i m i e n t o s y a d e l a n t o s científicos en el
» e x t r a n j e r o . F e l i c i t a m o s al Sr. D . P a s c u a l López,
«gloria de e s t a G a l i c i a t a n c a l u m n i a d a , u l t r a j a d a
»y d e s d e ñ a d a p o r los q u e n o la c o n o c e n , etcétera,
«etcétera.»
¿ H a y o t r o q u e se l l a m e P a s c u a l L ó p e z entre
los a l u m n o s de M e d i c i n a ? — i n t e r r o g ó D . Vicente
c u a n d o h u b o concluido el suelto.
— N o señor.
Pascual
López. 139
— P u e s e n t o n c e s , bien claro está q u e es usted el
aludido.
—Yo soy, sí s e ñ o r ; n o lo niego. Si esta t e m p o r a da no se h a b l a de otra cosa.
—Pero e n t o n c e s , ¿es e m b u s t e t o d o lo q u e a h í
ponen? Imposible p a r e c e — m u r m u r a b a D . Vicente
volviendo á su cavilación p r i m e r a . — ¿ E s falso t a m bién lo q u e dice del profesor?
—Que el profesor m e d i s t i n g u e , es e x a c t o : m e
distingue como á n a d i e ; p e r o lléveme J u d a s si atino con la razón.
- D e cualquier m o d o , usted d e b e de h a b e r estudiado este a ñ o un poco más: p u e d e q u e en esa asignatura h a y a usted p u e s t o sus cinco sentidos: y como
al fin y al c a b o esas ciencias m o d e r n a s son u n a cascarita brillante y presto se llega al f o n d o , tal vez
esté usted en efecto en la cúspide de ese r a m o del
saber. Otro gallo le c a n t a r a si se t r a t a s e de profundizar la teología ó la p u r a l a t i n i d a d clásica. T á c i t o
y Horacio son los a u t o r e s de m u c h a s de e s t a s canas, que a h o r a ya justifican los años, p e r o q u e asomaron a n t e s de lo debido. E n fin, yo m e holgaré
de que salga u s t e d un doctor, siquiera p a r a n o dejarme q u e d a r mal...
Mientras h a b l a b a el c a n ó n i g o , revolvía yo en el
magín los medios de e c h a r la vista e n c i m a á a q u e lla carta, presa b a j o su b r a z o . Al fin m e ocurrió un
expediente.
—Sr. D. Vicente—le d i j e — ¿ q u i é r e u s t e d hacer-
Ii132
Emilia
Pardo
Basan.
m e el favor de p e r m i t i r m e q u e copie ese suelto para
m a n d a r l o á mis p a d r e s ? D é m e u s t e d un retacillo
c u a l q u i e r a de p a p e l .
E l c a n ó n i g o alzó el codo... p e r o fué p a r a asir la
c a r t a , p a r t i r l a en dos m i t a d e s , d a r m e la b l a n c a y
g u a r d a r b o n i t a m e n t e la escrita en el b a d e de cuero q u e a n t e sí tenía. N a d a p u d e p e s c a r ; copié el
s u e l t o , y d e s p u é s de o t r o r a t o de plática con D . Vicente, en q u e h a b l a m o s de p o l í t i c a , c o m e n t a n d o
las n o t i c i a s de sensación q u e en a q u e l l a a g i t a d a
época a b u n d a b a n , m e despedí. S a l í m e á la antesala , m i r a n d o , n o sin melancolía, el pasillo q u e guiab a ai c u a r t o de P a s t o r a . Al descolgar d e la percha
mi c a p a , un o b j e t o b l a n c o se deslizó d e e n t r e la
esclavina y vino á c a e r á m i s pies. L o recogí apriesa,
e r a u n a c a r t a c e r r a d a sobre sí m i s m a y con obleas,
á la a n t i g u a e s p a ñ o l a , un t a n t o a r r u g a d a y con un
s a n o tufillo á e s p l i e g o , a r o m a especial de q u e la
ropa d e P a s t o r a e s t a b a i m p r e g n a d a s i e m p r e . Así
el olor c o m o las a r r u g a s m e i n d i c a r o n que la misiv a , a n t e s de ir al b u z ó n de mi e s c l a v i n a , reposó
s o b r e el c o r a z o n c i t o de mi D u l c i n e a . B a j é los escalones c u a t r o á c u a t r o , y t r a b a j o m e costó n o leer
la epístola en el m i s m o p o r t a l del canónigo. D a n d o
l a r g a s z a n c a j a d a s , m e fui en b u s c a de u n o de los
m u c h o s sitios r e t i r a d í s i m o s q u e tiene S a n t i a g o ,
p a r a bien de los e s t u d i a n t e s q u e d e s e a n leer en p a z
una carta.
Pascual
López.
133
VI
Rompí la n e m a y devoré las líneas siguientes, d e
letra m e n u d i t a , r e d o n d a y c e r r a d a como las p l a n a s
de Torio.
«j.M.J.
«Mi querido P a s c u a l : Dios se lo p a g u e á la m a niré Serafina de la E n s e ñ a n z a , por h a b e r m e amaest r a d o en f o r m a r estos p a l o t e s , que hoy m e sirven
«para c o m u n i c a r m e contigo. A n t e todo, te pido per»dón por mi n e c e d a d en reírme d e t u s t e m o r e s con
«respecto á D . V í c t o r : bien s a b e Dios que pensé
*que eran t o d a s b o b a d a s y figuraciones de d o ñ a
«Verónica, y a h o r a conozco q u e no se p u e d e decir
tnunca de esta a g u a n o beberé. E l p a d r e de D.. Víct o r ha escrito al tío p i d i é n d o m e f o r m a l m e n t e en
•matrimonio p a r a su hijo. Sólo á un señorito m i m a •do como D. Víctor se le ofrece e n c a p r i c h a r s e p o r
•una m u c h a c h a t a n inferior á su clase c o m o y o : y
»el padre d e b e de ser bien débil. E n sustancia, él m e
»pide, y ya p u e d e s colegir cómo e s t a r á m a m á des*de tal acontecimiento. H a c e extremos, baila, cant a , se lo c u e n t a en confianza á t o d a s las vecinas,
•que me saca los colores. ¿ T e a c u e r d a s de a q u e l l a s
tonterías q u e i d e a b a s t ú , c u a n d o te e m p e ñ a b a s en
Ii34
Emilia
Pardo
Basan.
•que yo h a b í a de vestir s e d a , y raso y no sé qué
•más ? P u e s mi m a d r e está á t o d a s h o r a s con esa
«manía. P e r o lo p e o r , P a s c u a l , es q u e t a m b i é n el
•tío e s t a s a t i s f e c h o , p o r q u e el p o b r e quiere mi bien
»y p i e n s a q u e m e c a y ó un f o r t u n ó n . P a s c u a l , Pas»cual, a c o n s é j a m e . A mí p o r f u e r z a n o m e h a n de
«casar; á n a d i e se le h a c e hoy e n d í a e s o , y si yo
•digo s i e m p r e q u e no, g a n o la b a t a l l a . P e r o m e due»le d i s g u s t a r á mi tío, á quien d e b o c u a n t o soy, que
•me sacó de pobre a l d e a n a , y m e a m p a r ó desde
• p e q u e ñ i t a , y q u e hoy p a s a t a m b i é n sus apurillos,
• p o r q u e el G o b i e r n o no p a g a á los q u e n o juran.
»De mi m a d r e n o m e d a t a n t o c u i d a d o , que á esa
«las r a b i a s n o le p a s a n de la g a r g a n t a .
* i Si p u d i e r a h a b l a r t e u n r a t i t o ! Ya q u e n o es
•posible, c o n t é s t a m e , m e t i e n d o la c a r t a en la capa.
• S a b e s q u e te e s t i m a y quiere de veras.—Pastora.»
*P. D. Oí decir q u e e r a s un s a b i o y un chico
«notabilísimo: eso a n d a m u y corrido. S u p o n g o que
• algún c h u s c o d e t u s c o m p a ñ e r o s será el q u e haya
• i n v e n t a d o , sin p e r m i s o t u y o , esa b r o m a , porque
»á tí n o te t e n g o por t a n f a r s a n t e . »
C ó m o t o r n a r í a á mi a l b e r g u e , piénselo el lector.
L a i n c e r t i d u m b r e , la c ó l e r a , el d e s p e c h o , ocupab a n mi á n i m o por igual. S u b í á mi h a b i t a c i ó n , tom é p a p e l y p l u m a , y con f u r i b u n d o s rasgos y num e r o s o s b o r r o n e s y t a c h a d u r a s , g a r r a p a t e é este
d e s p ó t i c o billete:
'35
«Querida P a s t o r a : N o sé á qué viene esa hipoc r e s í a de p e d i r m e consejo. A c o n s é j a t e de tu carisño, si es que me profesas el que d i c e s ; y de tu pal a b r a , si la s a b e s g u a r d a r . N o p u e d e decirte otra
»cosa—Pascual.»
Eché a r e n i l l a s , c e r r é , l a c r é , puse la c a r t a en el
bolsillo, y t o m a n d o o t r a vez c a p a y s o m b r e r o , me
dispuse á volver con cualquier p r e t e x t o á casa de
D. Vicente. M a s al a s o m a r m e á la escalera, un bulto negro se i n t e r p u s o , y dos brazos m e interceptaron el paso.
— ¡ S t t t t t ! ¿ A d o n d e t a n d e p r i s a , Sr. D. P a s c u a l ?
—dijo la voz a f a b l e de D . N e m e s i o A n g u l o ; — e n tre usted en mi c u a r t o , si no es u r g e n t e lo que va
á hacer; t e n g o que h a b l a r l e .
— P a s e usted al m í o , si g u s t a , y t o m e asiento—
le repliqué m a n d á n d o l e en mis a d e n t r o s al d i a b l o .
— M i r e usted, P a s c u a l - e m p e z ó D . N e m e s i o c o n
m u c h a
s o l e m n i d a d — y o v e n g o á d a r un paso q u e
usted calificará c o m o g u s t e ; p e r o que considero no
debo omitir. N a d i e p o d r á a c u s a r m e n u n c a de un
proceder torcido ó de u n a falta de consecuencia
para con mis amigos, e n t r e los cuales se c u e n t a V d .
— Usted dirá... —respondí sin s a b e r qué opinar
de aquel introito.
— Amiguito, yo no sé si le voy á d a r á usted u n a
mala noticia; pero es p r o b a b l e que ya esté al tanto de lo que ocurre. D . Víctor...
i6o Emilia
Pardo
Bazán.
— H a p e d i d o á P a s t o r a — e x c l a m é con ímpetu.
— Y a m e figuraba yo q u e u s t e d lo s a b r í a . Ella
se lo h a b r á dicho. S í , a m i g o m í o , usted e s t a r á adm i r a d o , y yo t a m b i é n . L o q u e sucede, l o q u e suced e . E m p r e n d e un señorito, así... q u e n o tiene muc h a s ocupaciones... el r o n d a r u n a n i ñ a de pocas
í n f u l a s ; cree q u e t o d o v a n á ser mieles; se encuentra cor. la h o r m a de su z a p a t o , con u n a m u c h a c h a
e d u c a d a religiosamente y e n los m á s s a n o s principios como es P a s t o r a , a u n q u e yo decirlo no deba;
le recibe ella con d i g n i d a d y r e c a t o , se p i c a él de
a m o r propio, c o m i e n z a á m i r a r l a con ojos m u y distintos, y a c a b a por p r e n d a r s e de v e r a s . Así le pasó
á n u e s t r o vecino.
— ¡ P u e s a p e n a s h a c í a t i e m p o q u e ese m o n o no
i m p o r t u n a b a á P a s t o r a ! E l l a se creía libre de tal
botarate.
— J u s t o , j u s t o ; desde que la niña le p u s o las per a s á c u a r t o . N a d i e h a y sin algún defectillo; todos
los t e n e m o s , q u e lo s e p a m o s ó no, y el de D . Víctor consiste en un si es no es de o r g u l l o ; p e r o ya
ve u s t e d , tiene en qué f u n d a r l o . C o m o P a s t o r a le
dió t a n r e d o n d o d e s a i r e , él d i j o : ¿sí? p u e s de un
m o d o ó de o t r o m e h a s de p e r t e n e c e r ; n a d i e rehusa á Víctor de la F o r m o s a d a . E m p e z ó á escribir á
su p a d r e c a r t a s y m á s c a r t a s , y por ú l t i m o , h a s t a
hizo allá un viajecito. E l p a d r e ¡ya se v é ! n o tiene
m á s hijo que e s e ; d e s e a r á conocer un nietezuelo
q u e p e r p e t ú e su a n t i g u o a p e l l i d o ; le p i n t a r í a n las
Pascual
López.
145
perfecciones de la m u c h a c h a . . . E n fin, que el p o b r e
señor vino e n t o d o c u a n t o quiso el chico. H a escrito la c a r t a p i d i e n d o á P a s t o r a .
— Ya lo s é — d i j e m o s t r a n d o con a d e m á n hosco
lo poco g r a t a que m e e r a la n a r r a c i ó n .
— S í ; p e r o esto viene á c u e n t o de que... yo he
recibido dos comisiones, que en m a n e r a a l g u n a
quiero d e s e m p e ñ a r á h u r t o de usted, P a s c u a l . Nemesio Angulo g u s t a de ser s i n c e r o , y de n o j u g a r
nunca u n a m a l a p a r t i d a á sus amigos. Mire usted, yo he sido t o d a esta t e m p o r a d a el p a ñ o d e
lágrimas de D . V í c t o r ; pero sus secretos e r a n suyos, y usted bien s a b e q u e n a d a le he dicho. M a s
hoy me confía un e n c a r g o , ni p r i v a d o ni secreto, y
sin e n c o m e n d a r m e p a r t i c u l a r reserva, y de eso creo
que debo a n t e s p r e v e n i r á usted.
— No adivino...
—Yo soy el que ha de p r e s e n t a r al señorito d e
la Formoseda en casa de D . V i c e n t e : y a s i m i s m o
me corresponde t r a n s m i t i r al p a d r e de D . Víctor
la respuesta del canónigo, de doña F e r m i n a y de
Pastora. E n s u m a , correré con t o d o el negocio.
Tengo plenos poderes de D . Víctor, y me a u t o r i z a
y obliga á e n t r a r en el a s u n t o la a m i s t a d q u e m e
dispensa el p r e t e n d i e n t e , y el ser P a s t o r a mi hija
de confesión h a c e t a n t o tiempo.
—Pero Sr. D. N e m e s i o — a r t i c u l é todo t r é m u l o y
airado—¿qué cosa está u s t e d diciendo ahí? ¿ U s t e d
se olvida, por lo visto, d e que P a s t o r a tiene t r a t a -
i6o Emilia
Pardo
Bazán.
d o el c a s a r s e c o n m i g o y con n a d i e más? M e extrañ a m u c h o en u s t e d s e m e j a n t e porte.
— P a s c u a l , serénese u s t e d y h a b l e m o s formalmente.
— M e p a r e c e q u e h a b l o con t o d a f o r m a l i d a d .
— A m i g u i t o , usted es un h o m b r e ya y n o un niño. L a s c o s a s d e b e n m i r a r s e d e s p a c i o : es preciso
reflexionar y no p a r t i r d e ligero. U s t e d h a b l a de
c a s a r s e ; ¿cuenta u s t e d con r e c u r s o s p a r a ello?
— P o r hoy...
—¿Y p a r a el d í a de m a ñ a n a ? Yo le h a b l o así,
p o r q u e m e t o m o i n t e r é s por P a s t o r a y por usted
t a m b i é n , y ojalá p u d i e s e ver á los dos tan content o s y tan...
— Así q u e a c a b e la c a r r e r a , m e g a n a r é la vida
c o m o los d e m á s médicos.
— Q u e n o se la g a n a n y a n d a n pereciendo. ¿Y
quiere usted e x p o n e r á P a s t o r a á tal contingencia? A d v i e r t a u s t e d q u e si las cosas n o mudan
de faz y esta d e s a t i n a d a revolución n o t o m a otro
c a m i n o , t e n d r á u s t e d á c u e s t a s á d o ñ a Fermin a , y a u n quién s a b e si á D . V i c e n t e . T o d o pudiera ser.
—¿Y cree u s t e d que P a s t o r a q u e r r á bien nunca
á ese D . E s d r ú j u l o ? P a s t o r a m e prefiere á mí tan
sólo y n o se a v e n d r á á t e n e r o t r o novio.
— E s o s c a r i ñ o s t a n ciegos y t a n d e s e s p e r a d o s he
visto, P a s c u a l , que sólo se h a l l a n en las novelas.
E n la vida n o .
Pascual L ó p e z .
139
—Y usted, que es un sacerdote, ¿piensa q u e u n a
mujer tiene m u c h a s p r o b a b i l i d a d e s de ser b u e n a
cuando la h a c e n c a s a r s e con un h o m b r e q u e le repugna?
— P a s t o r a , de c a s a d a c o m o de soltera, será buena, buenísima, p o r q u e lo tiene de condición, y e s o
lo sabe usted p e r f e c t a m e n t e . A d e m á s , ¿por qué le
ha de r e p u g n a r D, Víctor? D. Víctor es mozo,
apuesto, bien nacido, rico; á p e s a r de su s e r i e d a d ,
tiene un fondo angelical; h a r á un m a r i d o excelente; se me figura q u e es como si d i j é r a m o s b e b e con
guindas.
—Eso es —exclamé rabioso—eso e s ; alábelo usted, llévelo en p a l m a s , póngalo en c o m p o t a . A usted se le a n t o j a r á u n a p r e c i o s i d a d , p e r o á mí m e
empalaga y me a p e s t a ese fatuo, ese orgulloso q u e
parece que tiene á m e n o s s a l u d a r á los que no llevan la chistera t a n f l a m a n t e como él. L e digo á
usted que si se t r a t a s e de otro, a u n quizá me pondría más en r a z ó n ; pero t r a t á n d o s e de s e m e j a n t e
monigote, m e e m p e ñ o yo en que ha de sufrir el segundo desaire. Y no digo más. Creerá el don necio que con sus g u a n t e s y sus b o t a s de charol todas le han de hacer el buz. Ya verá q u e no es el
mundo lo que él piensa. M á s d i n e r o t e n d r á q u e y o ,
pero por esta vez m e llevo el g a t o al a g u a .
—Usted lo m e d i t a r á , P a s c u a l — r e s p o n d i ó D . N e mesio levantándose.—Yo h e c u m p l i d o como lo exige nuestro m u t u o aprecio. Consulte usted con su
Ii140
Emilia
Pardo
Basan.
c o n c i e n c i a si d e b e colocarse e n t r e P a s t o r a y la fort u n a i n e s p e r a d a que se le b r i n d a .
D i c h o esto salió a p r e t á n d o m e a m i g a b l e m e n t e la
m a n o . Vi m u y bien en la placidez de su r o s t r o que
s e le d a b a u n a higa d e m i s b r a v a t a s , y q u e la idea
d e q u e el señorito de la F o r m o s e d a p u d i e r a ser
r e h u s a d o no e c h a b a raíces en su p e n s a m i e n t o .
Q u e d é m e en un e s t a d o de e x a l t a c i ó n vehementísima.
P o r m á s sofismas q u e la pasión m e d i c t a r a , por
m á s h e r v o r e s de s a n g r e q u e ascendiesen á mi cer e b r o al doble i m p u l s o de la v a n i d a d mortificada
y del s e n t i m i e n t o herido, u n a voz, la voz indiscret a que con d e s e s p e r a n t e c l a r i d a d c a n t a d e n t r o de
nosotros m i s m o s i m p o r t u n a s v e r d a d e s , m e decía
c o s a s q u e no m e e r a posible desoir ni n e g a r . Rep e t í a m e d o b l e m e n t e esforzados los a r g u m e n t o s de
D . N e m e s i o ; m e m o s t r a b a irónica mi p r o p i a insignificancia, la posición p r e c a r i a y a n g u s t i o s a que
yo podía o f r e c e r á u n a familia, c o n t r a s t a n d o con
el c ó m o d o b i e n e s t a r , la existencia h o n r o s a promet i d a á P a s t o r a en el e n l a c e con D . V í c t o r . Y es
m u y de a d v e r t i r que, con a b o r r e c e r yo p r o f u n d a m e n t e al señorito de la F o r m o s e d a , c u y a s accio
nes, lujo y maneras me parecían tan impertinentes y d e s d e ñ o s a s , allá en mi interior n o podía dej a r de h a c e r l e c o m p l e t a j u s t i c i a , reconociendo que
e n la ya l a r g a t e m p o r a d a q u e l l e v á b a m o s h a b i t a n d o j u n t o s b a j o el techo d e d o ñ a V e r ó n i c a , n u n c a
Pascual
López. 149
sorprendiera en el señorito un indicio de d e s a r r e glo ni de viciosas c o s t u m b r e s .
O r d i n a r i a m e n t e , al r e c o g e r m e yo, ya él r e p o s a b a
entre s á b a n a s ; j a m á s escuché en su h a b i t a c i ó n
choque de vasos y botellas, ni bullicio y j á c a r a d e
descompuestos a m i g o s ; s i e m p r e le vi t a n tieso, t a n
estirado y t a n metódico; juego, ni por las m i e n t e s ;
de galanteos, no le conocí n u n c a m á s q u e los m u y
inocentes, superficiales y decorosos que la voz pública le a t r i b u í a con a l g u n a s s e ñ o r i t a s de c a l i d a d ,
á quienes p o r v e n t u r a t r o p e z ó en las a r b o l e d a s del
paseo ó vió a r r a s t r a r vaporosa cola de t a r l a t a n a
sóbrelas a l f o m b r a s de ios bailes; y finalmente, la
aventura de P a s t o r a , q u e si p u d o iniciarse con
funesto propósito, de t a n c r i s t i a n a m a n e r a terminaba. A la convicción d e estos m o r i g e r a d o s hábitos de mi r i v a l , se u n í a la lucidez con que yo m e
analizaba á mí propio y á mi m e n g u a d o p o r v e n i r .
No tenía m á s p e r s p e c t i v a lisonjera que la de pescar un partidillo y m a t a r allí s a n o s ; v e r d a d es q u e
me correspondía, por mi c a s a , una exigua p a r t e d e
montañés p a t r i m o n i o ; pero a m é n de que ya ni m i s
gustos, r e m o n t a d o s como p a n d e r o s , ni mi g é n e r o
de v i d a , m e c o n s e n t i r í a n e m p u ñ a r el a r a d o y la
azada, h a b í a m e c o m p r o m e t i d o con mi p a d r e á n o
recoger aquel lote de herencia y á d e j a r l o á beneficio de ios d e m á s h e r m a n o s : c o m p r o m i s o justísimo,
puesto q u e ios gastos de la c a r r e r a en b r e v e consumirían aquella porción de legítima, y d i s f r u t a r l a
Ii42
Emilia
Pardo
Basan.
f u e r a expoliar á m i s c o h e r e d e r o s , cosa q u e , aun no
s i e n d o yo modelo de v i r t u d e s , r e p u g n a b a á mi conciencia. ¡ R a y o d e D i o s ! ¡ P o r q u é los q u e tienen
e x i g e n c i a s , n e c e s i d a d e s y a n s i a s de goces no han
d e poseer á proporción v o l u n t a d enérgica y fuerza
p a r a s e p a r a r los obstáculos sociales! ¡ P o r qué mi
c o n d e n a d a h o l g a z a n e r í a se h a de i n t e r p o n e r entre
los libros y yo!
E s t a s especies a c u d í a n en tropel á mi imaginación, con la a g u d a v i v e z a q u e revisten las represent a c i o n e s p e n o s a s . M a s á la vez el a m o r m e sumin i s t r a b a a r g u m e n t o s p a r a d e s e c h a r l a s . P a s t o r a te
quiere, m e decía; quien bien quiere, p a s a p o r todo:
preferiría ella p a r t i r contigo u n a s p a t a t a s , á sabor e a r faisán en c o m p a ñ í a del s e ñ o r i t o de la Formos e d a . P e r o , r e p l i c a b a el j u i c i o , P a s t o r a no se verá
f o r z a d a á sacrificarte ú n i c a m e n t e lo supérfluo y lo
e x q u i s i t o de la v i d a , q u e eso bien a i n a lo hiciera
ella; t e n d r á q u e i n m o l a r t e su r e p o s o , los sentim i e n t o s m á s h o n r a d o s de su a l m a , c u a l e s son la
g r a t i t u d y el respeto á su tío, la o b e d i e n c i a á su
m a d r e . . . E n este ovillejo a n d á b a m e y o , sin acertar
á d e s e n r e d a r l o . T u m b é m e sobre la c a m a , revolv i é n d o m e en ella e n un e s t a d o de fluctuación y ang u s t i a inexplicables; e n c e n d í c i g a r r o t r a s cigarro,
sin concluir a l g u n o , a n t e s a r r o j á n d o l o s á medio
f u m a r . . . D o ñ a V e r ó n i c a , con i m p o r t u n a solicitud,
e n t r ó v a r i a s veces á p r e g u n t a r m e en voz meliflua
s i «se m e ofrecía algo» si «me i b a mal» y si «no
Pascual
López.
quería la comida.» R e s p o n d í l e d e s a b r i d a m e n t e
me dolían las m u e l a s d e u n m o d o a t r o z , q u e
incomodaba ver luz y t e n e r q u e h a b l a r : ella
tonces fuése p i s a n d o b l a n d i t o , n o sin q u e a n t e s
tornase las m a d e r a s d e la v e n t a n a .
143
que
me
enen-
Ciertas crisis n o p u e d e n p r o l o n g a r s e . Mi p r o p i o
desasosiego t r a j o d e la m a n o u n a i n q u i e t u d q u e de
súbito m e i n v a d i ó : d o r m i t é u n a m e d i a h o r a , y
me hallé c a l m a d o y resuelto. S a l t é del lecho y a b r í
la v e n t a n a : e r a ya a n o c h e c i d o : b r i l l a b a n a l g u n a s
estrellas e n el o s c u r o azul del cielo, y los faroles
luchaban con las t i n i e b l a s d e la calle. R e s p i r é con
deleite el fresco n o c t u r n o , y p e r m a n e c í a l g ú n r a t o
meditando. P a r e c í a m e h a b e r e n c o n t r a d o un expediente conciliador. C u a n t a s m á s v u e l t a s le d a b a ,
más r a z o n a b l e m e p a r e c í a . C e r r é o t r a vez la vidriera, encendí fósforo y b u j í a , y t o m a n d o r e c a d o
de escribir, t r a c é ya con firme p u l s o y l e t r a c l a r a ,
estos r e n g l o n e s :
«Mi q u e r i d a P a s t o r a : p í d e s m e c o n s e j o , y voy á
•decirte lo q u e la conciencia m e d i c t a . O b r a c u a l
»te sugieran tu b u e n a r a z ó n y tu juicio. Yo estoy
•demasiado i n t e r e s a d o en el a s u n t o p a r a p o d e r
•acertadamente dirigirte. Si d e j a s e correr la plu»ma, te p o n d r í a cosas q u e tu a l b e d r í o s u j e t a r a n .
»La cuestión es g r a v e , y c o m o de ella p e n d e t o d a
»tu vida, d e b o irme con t i e n t o . N o i n f l u y a n en t u
ȇnimo las p a l a b r a s q u e n o s d i m o s , e n c u a n t o oblig a n y son s a g r a d a s , que yo de b u e n g r a d o las ten-
Ii144
Emilia
Pardo
Basan.
»dré por n o r e c i b i d a s : o b r a c u a l si, conociéndome
»y q u e r i é n d o m e , n a d a h u b i é s e m o s t r a t a d o de ca»samiento.
»>Ni en c o n t r a ni en favor mío te inclino. Pero
»soy, c o m o s i m p r e , tu c o n s t a n t e Pascual.»
E s t a s e n s a t í s i m a c a r t a c o n c l u i d a , respiré con
m á s d e s a h o g o ; la v e r d a d a n t e t o d o : al d a r l a así
d e m a g n á n i m o , no d e j a b a yo de c o n t a r firmement e con el fiel a p e g o d e P a s t o r a , y d e c a l c u l a r que
l a s h á b i l e s r e t i c e n c i a s de la c a r t a h a b í a n de ser
c l a r o s signos de mi deseo. D e s p u é s de todo, la cart a e r a d i p l o m á t i c a , y y o lo c o m p r e n d í a bien. En
el f o n d o , á p e s a r de mi generoso a l a r d e , yo result a b a un egoísta. E l h o m b r e suele concluir convenios de esta clase con su d e b e r , e s t i p u l a n d o una
cláusula secreta á favor d e la pasión.
R e s u e l t o á e n v i a r á m a y o r b r e v e d a d la misiva á
su destino, r e c o r d é que, h a l l á n d o s e D. V i c e n t e prisionero de la g o t a en su c a s a , no p a r e c e r í a extemp o r á n e o ir de n o c h e á hacerle un r a t o de tertulia.
S a l í , p u e s , y eché á a n d a r en a q u e l l a dirección:
s o r p r e n d i ó m e ver el p o r t a l i l u m i n a d o y abierto,
cosa t a n o p u e s t a á la s a b i a e c o n o m í a y metódicas
c o s t u m b r e s del c a n ó n i g o : s u b í , l l a m é , abrióme la
M a r i t o r n e s , y p o r p o c o caigo d e e s p a l d a s al divisar,
p e n d i e n t e s de la p e r c h a en q u e solía y o colgar mi
c a p a , dos objetos de mí m u y c o n o c i d o s , á saber:
el m a n t e o algo r a í d o , p e r o cepillado y pulcro, de
D . N e m e s i o , y el m a g n í f i c o g a b á n con vueltas de
Pascual
López.
145
suaves pieles, que v a r i a s veces e n v i d i a r a en hombros de D . Víctor de la F o r m o s e d a .
— ¿ E s t á n a h í ? — p r e g u n t é á la f á m u l a , s e ñ a l a n d o
hacia la sala.
—Sí, señor.
— ¿ H a c e m u c h o que llegaron?
— Un m o m e n t i t o .
— ¿Quién está con ellos?
— E l señor y misía F e r m i n a .
— ;<mY la señorita P a s t o r a ?
— A h o r a m i s m i t o v e n d r á ; le m a n d ó misía F e r mina que se c o m p u s i e r a el pelo y se pusiese u n a
corbata, y está en su cuarto.
Con ligereza y silencio de f a n t a s m a m e escurrí á
lo largo del corredor, sin hacer c a s o de la sirviente,
que bien m e conocía. E m p u j é la p u e r t a del c u a r t o
de P a s t o r a , y la vi de p i e , a n t e u n a c ó m o d a , apoyados en ella los dos c o d o s , y e n t r e las m a n o s la
cabeza. A l u m b r a b a el l u g a r un veloncito de aceite.
Al sentir mis pasos volvióse e l l a , y casi á un
tiempo g r i t a m o s n u e s t r o s n o m b r e s .
—Qué milagro
—iba á preguntar Pastora,
—Están a h í — l e dije.
— ¡ A h ! Ya lo sé. T e n g o que salir.
— N o salgas. N o quiero.
—Pero
. - N a d a , n a d a . Q u e te dio un dolor de c a b e z a , ó
de cualquier otra cosa. N o sales.
— B u e n o , b u e n o ; p e r o v e t e : si el tío ó m a m á
10
i6o Emilia
Pardo
Bazán.
se e n t e r a n d e q u e e s t á s a q u í , ¡ q u é disgusto....!
— M e a l e g r a r í a . Así se m a r c h a r í a d e u n a vez ese
D. V í c t o r ó d o n d e m o n i o .
— ¿ Q u é m e a c o n s e j a s , P a s c u a l ? E s t o y q u e no
sé lo q u e m e p a s a .
— ¡ A c o n s e j a r t e ! M i r a la c a r t a q u e t e t r a í a escrita.
E c h é m a n o al b o l s i l l o , y n o h a y n e c e s i d a d de
d e c i r q u e s a q u é la p r i m e r a e p í s t o l a , la q u e m e dict a r a u n a r r e b a t o d e e n o j o y c e l o s . P a s t o r a la leyó
rápidamente.
— ¡ A y d e m í ! — d i j o . — T i e n e s r a z ó n ; p e r o , ¡qué
d e a m a r g u r a s , q u é d e c o m b a t e s se p r e p a r a n !
M i r é l a , y á la l u z del veloncillo, su r o s t r o Cándid o y m a l i c i o s o s i e m p r e , m e p a r e c i ó g r a v e , surcado
de huellas de insomnio y de llanto.
— ¿ T ú m e q u i e r e s , sí ó n o ? — l e d i j e .
— E s o n o se p r e g u n t a . V e t e .
— A h o r a m i s m o — r e s p o n d í a p r e t a n d o s u s deditos, fríos c o m o b a r r a s d e hielo.
O y ó s e e n el c o r r e d o r la v o z d e d o ñ a F e r m i n a ,
contenida é impaciente.
— P a s t o r a , ¿tú a c a b a s ? — decía.
T e m b l a m o s q u e e n t r a s e . P a s t o r a r e s p o n d i ó con
a p a g a d a voz:
— Voy en seguida, m a m á . Estoy concluyendo.
— P u e s á v e r si d e s p a c h a s , ¿ e h ?
Y voz y pasos se alejaron.
C o n la m i s m a c a u t e l a q u e p u s e a l e n t r a r dejé la
Pascual
López.
147
habitación, solicitado por los elocuentes ademanes
con que Pastora me señalaba la puerta. No hablamos otra palabra, y en breve me hallé lejos de
aquella casa, recorriendo las calles sin dirección
fija. Sentíame á la vez enorgullecido y malcontento, en una de esas situaciones complejas que piden
desahogo. La ciudad estaba tan reposada y soñolienta como inquieto yo. No se oía más que el paso
presuroso de algún tardío transeúnte dirigiéndose
ála cotidiana tertulia, ó el ladrido lejano de algún
perro. Estaba la noche entreclara, sin luna, pero
las estrellas bastaban á iluminarla. Llevado de mis
pensamientos, caminé hacia la Alameda, y una vez
allí seguí la dirección del hermoso paseo de Bóveda, más conocido por la Herradura, elevado semicírculo, desde el cual se domina, como á vista de
pájaro, Santiago y un extenso anfiteatro de montañas, destacándose sobre la perspectiva de la ciudad las torres de la catedral, elegantes cúpulas que
rompen la monotonía de las líneas de casas, confundidas entre la oscuridad y distintas únicamente
por la mancha más sombría del verdor de las
huertas.
Reinaba quietud profunda en el lugar, y sólo leve soplo de viento remedaba en las copas de los árboles voces misteriosas. Dejéme caer en un banco:
ante mí, por entre dos troncos, vi oscilar algunas luees en la ciudad, y particularmente en ciertas casas
ya aisladas y próximas á la falda del monte, un gru-
i6o Emilia
Pardo
Bazán.
po de tres lucecitas vagarosas y bailadoras se movía y cruzaba como si ejecutase fantástico solo de
rigodón. Embocéme en mi capa, porque el frío, en
aquel sitio alto y montuoso, era recio. Las luces
seguían danzando, y he de advertir que los gallegos asociamos multitud de ideas supersticiosas á
estas luminarias -movedizas y andariegas: razón
por k. cual yo miraba algo fascinado los resplandores de ¡as saltarinas luces. De pronto, pegué un
respingo: un hombre estaba sentado, arrimadito á
mí, en el mismo banco, sin que yo supiese cómo ni
cuándo había venido. Quedóme de una pieza. Lo
peregrino del suceso, la hora, el lugar, el silencio y
recogimiento maravillosos, pusieran pavor en el
ánimo más entero y valiente.
Vergüenza me da hoy confesarlo: mas es lo cierto que el sobresalto me paralizó, hasta no consentirme echar á correr, ni menos volver y mirar cara
á cara al inesperado acompañante. Así permanecimos unos segundos, en que yo oía distinto y claro
el ruido de las palpitaciones de mi corazón. Mas
subió de punto el temor cuando sentí una mano
que me parecía de descomunal gigante posarse en
mi hombro y una voz pronunciar estas palabras,
bien vulgares y nada alarmantes en sí:
—Tenga usted felices noches, señor de López.
Pegóseme la voz á la laringe, y á impulsos del
mismo susto me incorporé. Pero la voz añadió:
— ¿No me conoce usted?
Pascual
Lápiz.
149
Sí que le conocía, y conocía aquellos dos negros
huecos en lugar de ojos, que á la indecisa nocturna claridad hacían espantable figura. ¡ Cosas de la
imaginación! Si miedo tenía antes, cien veces más
miedo me entró desde que vi que el duende llevaba las antiparras de Onarro.
— Buenas... noches...—tartamudeé.
— Siéntese usted—dijo el raro interlocutor asiéndome de la capa.
Búrlese el que quiera; téngame norabuena por
medroso y apocado y aun por crédulo y simple en
demasía; pero es lo cierto que al sentir que me
agarraban, 110 se qué estremecimiento, qué horripilación corrió por la raíz de mis cabellos, y con la
celeridad del rayo puse en planta el infalible expediente que sugiere el temor á los más tardos, y tomé las de Villadiego, dejando en manos del fantasma la capa que tenía cogida.
En desatada carrera crucé por delante del cuartel, me engolfé en las calles, y no paré hasta la
plaza del Toral. Llegado allí, las iluminadas ventanas del Casino me animaron, y me detuve sin
aliento. Una agudísima sensación de frío vino á
congelar en mi frente el doble sudor de la congoja
y del violento escape. El curso de mis ideas cambió por completo; me repuse, borráronse mis quiméricos temores, y comprendí la extensión de mi
necia ridiculez. ¿A qué venía mi exagerada alarma,
mi tontísima fuga? ¿Qué endriago, qué vestiglo,
Ii150
Emilia
Pardo
Basan.
qué alma del otro mundo me asaltara? ¿Acaso Onarro no era, como yo, hombre de carne y hueso? Lo
mismo que á mí me diera la humorada de pasearme á deshora por el hemiciclo de la Herradura,
¿no podía tenerla el caprichoso y extemporáneo
profesor? ¿Valía el lance la pena de tanto aspaviento? ¡Qué burla, qué chacota se me preparaba
si se traslucía mi grande y risible pavura!
Lo que más me apretaba y daba fatiga era el pesar de haber perdido mi capa, fiel compañera de
aventuras estudiantiles, adicta amiga de mis pobres huesos, tan propicia á encubrir el mal estado
de mi raído chaquetón, como á cobijar entre sus
pliegues el billetito amoroso de Pastora. Sólo el
que ha sido estudiante en Santiago, comprende el
subido valor de una capa. Heredera directa del
manteo tradicional, la capa establece entre los escolares la igualdad, fraternidad y solidaridad más
estrechas. Ante la capa, no hay altos ni bajos, pobres ni ricos, no hay sino hermanos. Los estudiantes que, como el señorito de la Formoseda, prescinden de la capa, rompen ipso facto el sagrado
vínculo de la unión escolar. Están calificados y
puestos en entredicho: la antipatía general cae sobre sus cabezas y viven como hongos, reducidos á
la sociedad de viejos.
La capa forma parte del estudiante: es un órgano suyo, es el complemento de su piel: así es que al
hallarme yo sin ella, parecíame que me faltaba algo
Pascual
López. 159
íntimo, indispensable para la vida, algo de mi individuo. Además, me chupaba de frío los dedos.
Mohíno y de mal talante, estúveme largo rato
suspenso entre volver á la Herradura y cobrar m.
capa ó tocar retreta hacia el hospitalario techo de
doña Verónica. Era yo la viva estatua de la indecisión. Finalmente, vi aparecerse por debajo de los
soportales de la Rúa Nueva dos serenos armados
de sendos chuzos y farolillos: vista que me determi
nó á ir en busca de mi casa y cama. Llegué transido
á la posada; al subir oí el rechinamiento de las botas nuevas de D. Víctor, que medía á grandes pasos
su sala, y di en el corredor con D. Nemesio, que
llevaba en la diestra una palmatoria, amparando
la luz con la siniestra para que el aire no la extinguiese.
«i J o
¿A dónde bueno tan deprisa y tan callado
me preguntó, mostrando querer entrar conmigo en
mi dormitorio. — \ Oiga! i Viene usted á cuerpo!
¡Pues no está la noche cruel que digamos!
- V o y á recogerme , Sr. D. N e m e s i o - r e s p o n d í
con flaca y desmayada voz, mientras daba diente
con diente.
—¿Está usted enfermo?
—No me siento muy bien.
¿Quiere que me quede en su compañíavetando?
Disponga usted de mi inutilidad, con franqueza.
- N o , no señor, un millón de gracias. En durmiendo se me pasará.
Ii152
Emilia
Pardo
Basan.
—Traiga usted acá esa mano, hombre..., Cáspita,
que fría, parece la mismísima nieve! y el pulso medio loco... Vaya, entre usted en el cuarto y acuéstese, que ya que no me quiera de enfermero, le haré
una tacita de mi té. Es excelente, como que meló
regaló un capitán de barco, un muchacho más obsequioso...
El sacerdote me dejó para volver á pocos momentos con una estufilla y una tetera, en que en
breve hervía la perfumada infusión. De suyo era
servicial D. Nemesio; pero sospecho que aquella
noche nació su grande caridad para conmigo, de
atribuir mi abatimiento á causas muy diversas de
la ridicula aventura de la capa. Algo escarabajeaba en el ánimo de D. Nemesio, algo semejante á
un remordimiento involuntario, que le movió á decirme, al par que echaba en la taza unos terroncítos de azúcar:
—¿No me pregunta usted nada de mi negociación matrimonial ?
—¿Qué quiere usted que le pregunte?
—Pastorcita no estaba hoy buena. Digo, no
sé si sería pretexto para no recibir al pretendiente.
Vol vi me del otro lado sin responder. Tal era el
efecto producido en mi espíritu por los sucesos
nocturnos del paseo de la Herradura , que la grata
noticia de la lealtad de Pastora resbaló sobre mi
pensamiento como gota de agua sobre una super-
Pascual
López.
153
ficie de acero bruñido. D. Nemesio renunció á sacarme del cuerpo palabra, y servídome que hubo
el té y deseado una apacible noche, fuése. Me dormí ai fomento del calorcillo de la cama, pero me
molestaron pesadillas singulares. La desordenada
é inconsciente actividad de mi cerebro, transformaba lo ocurrido durante el día en fantástica sucesión de disolventes cuadros. Soñábame yo arrebatando á Pastora de las uñas de su furiosa madre,
y huyendo á campo traviesa, montados ambos
amantes en un corcel velocísimo, ella á ancas y yo
gobernando el trotón. De pronto el pescuezo de éste se alargaba, se alargaba, convirtiéndose en el
chuzo de un sereno, á cuyo extremo aparecíala cabeza, y ésta volviéndose hacia nosotros mostraba
tener ojos humanos, provistos de azules resplandecientes antiparras... Otras veces me imaginaba estar con Pastora también, en la apacible estancia
de su casa, á la luz del veloncillo: de pronto veíamos entrar á D. Nemesio con la sonrisa en los labios: Pastora daba un chillido, volcábase el velón:
á tientas yo la buscaba para que nos fugásemos
juntos: hallaba por fin un bulto en la oscuridad,
y lo sacaba no sé por dónde á la calle: echábale
encima mi capa, mas ésta se convirtiera en manto
de plomo, como el de los hipócritas de Dante, y yo
no podía manejarla... Después volábamos, volábamos, trasponiendo las torres de la Catedral, y siempre en dirección de triángulo de luces que en remo-
Ii154
Emilia
Pardo
Basan.
ta lontananza giraban vertiginosamente... ¿A qué
contar tanto desatino?
Cuando desperté, bañado en sudor copioso, pude pensar que continuaba el sueño. En efecto, sobre mi lecho tendida, yacía mi capa: era la misma,
no cabía dudarlo: harto conocía yo las bandas de
descolorida grana, el paño parduzco y los broches
de plata figurando conchas de peregrino de aquella
cara prenda... Frotéme los párpados, paseé atónito una mirada por la habitación, y en la silla que
junto á l a mesa estaba vi sentadoá Onarro, hojeando mis pocos libros.
VII
No hay nadie medroso á las doce del día (tratándose de miedo á cosas sobrenaturales). Yo, en
aquel momento, ante el rayo de sol que cruzaba la
vidriera é iba á besar jocundo la caleada pared,
me hallé poseído únicamente de vergüenza terrible,
recordando mi poquedad de ánimo y mi humillante escapatoria. Onarro estaba allí con su gabán color nuez, su floja y desaliñada corbata; á su lado,
en la mesilla, reposaban las antiparras; y sus grises ojos, en mí clavados, se teñían de la benévola
suspicacia que caracteriza las pupilas del gato do-
Pascual
López.
155
méstico, tígrecillo siempre receloso y siempre maligno en su mansedumbre. Onarro fué el que entabló el coloquio, que yo no supe ni quise.
—Ahí tiene usted su capa—me dijo señalando
con el dedo al irrefragable testimonio de mi cobardía.
— Siento mucho que se haya usted molestado...
— ¡Famoso susto di á usted! Si yo sospechase
que era usted tan... nervioso, jamás emprendería
conversación con usted en aquel lugar y á aquella
hora.
— ¿Habrá venido aquí este hombre solamente
para traerme la capa y soltarme de paso estas puliitas?—pensaba yo. Y repliqué en voz alta: — Señor D. Félix, la imaginación á veces...
— Sí, ya sé yo que la imaginación, cuando preponderando sobre facultades superiores y envuelta
en las nieblas de la ignorancia... y acaso dominada
por preocupaciones adquiridas... Y es evidente que
usted es un ignorante. Eso no impide á veces tener
mucho talento. Hoffmann, el inimitable cuentista, soñaba despierto con trasgos, hechicerías, espectros y apariciones. Y usted puede estar adornado de brillante fantasía, sin que deje de ser un ignorante. ¿Verdad que lo es usted?
— En realidad... me parece que... francamente...
El respeto y el temor contenían en mis labios
una respuesta ágria, pero íbame amostazando tan
i6o Emilia
Pardo
Bazán.
impertinente discurrir. Onarro se levantó, y en vez
d e tomar la puerta tomó su silla y vino á sentarse
á mí lado, casi tocando conmigo, á la cabecera de
la cama.
— No sólo es usted un ignorante—prosiguiósino que se le da un comino de serlo.
— A mí... no señor, usted dispense, está usted en
un error.
— Lo dicho. ¿Qué le va á usted ni le viene en
las cuestiones científicas? ¿Qué entiende usted de
achaque de saber? Usted no posee la curiosidad,
ni siquiera la vulgar curiosidad, que incita al estudio. La química, verbigracia, le es á usted, no sólo
indiferente, sino odiosa.
—¿A qué santo vendrá este maniático á meterse conmigo?—murmuré para mi capote.
— Un ardite se le daría á usted de llegar á la altura de un Dumas ó un Berthelot, ó de quedarse
hecho un zarramplín.
—Señor mío—exclamé yo, creyendo que interesaban al éxito de mi carrera y al honor del pabellón unas miajas de farsas y embuste—usted se eng a ñ a , y mucho. ¡No gustarme á mí la química!
jBueno vá! ¡la química! ¡justamente! ¡y explicada
como usted la explica ! ¡oh !
La cara de limoncillo seco de Onarro adquirió
de improviso formidable seriedad, sus ojos despidieron chispas, y alzándose y asiéndome de una
muñeca que apretó con toda la fuerza de sus dedos
Pascual
López.
165
sutiles y vigorosos como resortes de acero, dijo con
voz contenida, pero enérgica:
—Oiga usted. Atiéndame bien. Yo no vengo
aquí de broma, ni la admito. Exijo de usted la verdad, y usted me la dirá. Tanto peor para usted si
me toma por un juglar ó un loco.
—Rematado - pensé en seguida; pero enmudecí.
Onarro me soltó, y con más reposo:
—Ruego á usted que sea sincero—pronunció mirándome á la cara.—Salga de su boca la verdad,
que por lo demás conozco yo tan bien ó mejor que
usted, por que hace meses que le estudio sin descanso, como á un organismo curioso é ignoto. N o
soy aquí el profesor ante el discípulo, soy un hombre que necesita de otro hombre. Sea usted leal, y
no le pesará. ¿Usted no tiene la menor vocación
científica, no es eso?
Subyugóme el tono y la manera de hacer la pregunta, y sin fijarme en lo extraño de tal interrogatorio ni en lo peregrino de mi franqueza, repliqué.
—Ya que usted quiere á toda costa que lo confiese... No, no, señor.
— ¿A usted le causará tedio abrir hasta el libro
de texto ?
—Es mi mejor narcótico.
— Más todavía. Usted conoce que en su cabeza
no arraigan ni fructifican las explicaciones que doy
en mi clase ?
— Por un oído me entran y me salen por otro.
II58
Emilia
Pardo
Basan.
— ¿Y los experimentos? ¿ L e interesan á usted
los experimentos?
— Me parecen un juego de chiquillos.
— No le gustaría á usted sobresalir entre sus
compañeros, por su aplicación, su inteligencia?
—Quisiera tener concluidos ya los años de curso, para hacer una hoguerita con los libros.
—Y á veces, cuando me ve usted en mi puesto,
vulgarizando las grandes verdades de la ciencia,
poniéndolas al alcance de la juventud, echando el
germen de la cultura en aquellas almas... ¿no me
envidia usted con noble envidia? ¿No quisiera usted estar en mi lugar?...
— ¡Tomarme yo tanto trabajo por desbastar alcornoques! No en mis días.
Crecía la audacia de mis respuestas, á medida
que el semblante de Onarro se iluminaba con alegre expresión.
—¿Nunca ha soñado usted, en sus ratos perdidos, con ser una de esas lumbreras del mundo, uno
de esos grandes hombres que ensanchan los límites
del conocimiento humano é interpretan acertadamente la obra divina; un Arquímedes, un Newton,
un Leibnitz ? ¿ No le gustaría á usted que su nombre corriese de boca en boca, y se conservase de
generación en generación, y se esculpiese en mármoles, y se grabase en bronces, y lo inmortalizase
el arte en gloriosos monumentos?
Onarro estaba en pie, sin duda en las puntas de
Pascual
López.
159
los pies, porque me parecía más alto que de costumbre ; entre la ceniza de sus pardos ojos brillaba
sobrehumano fuego; tendía con ademán majestuoso el diestro brazo, cubierto con la exigua manga
color nuez. Vínoseme á la memoria una estrofa de
Espronceda, poeta muy leído de estudiantes, que
en materia de gusto literario aún suelen estar con
la generación romántica del 30 al 40, y declamé enfáticamente:
« Y o , c o n p e r d ó n d e la g l o r i a ,
m u c h o m á s estimaría
vivir en el m u n d o un día
q u e cien a ñ o s en la h i s t o r i a . »
Al pronto temí haberme excedido, porque una
sombra de desagrado y amargura cruzó por el semblante de Onarro. Mas fué un momento. Volvió á
pintarse en él la satisfacción, y dejándose caer de
nuevo en la silla, preguntóme con tono muy diverso del que antes empleara:
—¿Qué desea usted, pues? ¿No tiene usted ideal
de ninguna clase? ¿No aspira usted sino á vegetar
en la oscuridad y la inercia ?
— ¡Que si aspiro! ¡ Ay señor D. Félix, si yo pudiera pedir por esta boca!
- P i d a usted, pida usted; ¡quién sabe si será
medida!
—Señor D. Félix, si yo tuviese dinero en abundancia, ¡qué cosas haría! ¡Qué planes me bullen
aquí!
i6o
Emilia
Pardo
Bazán.
— ¡Magnífico!—exclamo él levantando el emboce de la sábana y cogiéndome una mano que apretó esta vez con entusiasmo, y casi con ternura.—
¡ De modo que es usted codicioso!
—Codicioso precisamente, no; pero desengáñese usted, que lo que hay que ser en el día es rico.
Los pobres significamos tanto como la ultima palabra del Credo: sí, señor D. Félix, somos de peor
condición que los negros de Guinea. ¿Ve usted esa
capa que me ha devuelto? Pues tiene siete años;
se transparenta casi el día por ella, y, sin embargo, al recobrarla me pareció que recuperaba un pedazo del corazón, porque no tengo esperanza alguna de poder comprar o t r a , y anoche me he vuelto
carámbano con su falta. ¿Ve usted esas botas?
Pues á fuerza de betún disimulan su vetustez...
¿Cree usted que si yo tuviera peluconas me quebraría los cascos en estudiar? ¡A otra puerta! Vida
alegre, ver mundo, gozar de la juventud... ¿Usted
piensa que si yo fuera poderoso aguantaría que me
pusiesen sábanas gordas y remendadas como éstas,
mientras otro en la sala de al lado lasgastade olán
y con randas y encajes? ¿Que me conformaría con
los desperdicios del señorito de la Formoseda, y no
haría venir de Francia pechugas de ángeles rellenas de tocinos del cielo? Pero, señor D. Félix, me
aguanto, porque la necesidad tiene cara de hereje.
—¿Las riquezas serían, pues, para usted la dicha
cabal y perfecta? ¿No aspira usted á más?
Pascual
López. 169
— ¿Y qué más se puede pedir? Salud gasto, mi
novia me quiere, y si no nos casamos, y aun si es
probable que no nos lleguemos á casar en la vida,
la culpa es de los picaros doblones.
— ¿Tiene usted novia? —preguntó Onarro, por
cuyos ojuelos pasaron unos idilios juveniles.
- S í , señor; pero le ha salido una proporción riquísima, y es fácil que al cabo... Lo que yo digo,
D. Félix: poderoso caballero es don dinero. El que
tiene llave de oro, abre todas las puertas.
Excitado por el prurito de hablar de mi propia
persona, que es cosa en general muy grata, íbame
ya olvidando de la extrañeza de aquel diálogo y
de lo inexplicable que era la presencia del profesor
en mi cuarto tanto tiempo. Onarro, como hombre
indeciso, medía el aposento con rápidas pisadas.
Al cabo se detuvo ante mí y mirándome fijamente :
—Ya sabía todo eso—me dijo.—Desde que usted
ha puesto el pie en mi clase le estudio, le conozco,
no le pierdo de vista... He probado á usted de mil
maneras, he tratado de excitarle la curiosidad, el
amor propio, la emulación... Nada, nada. Más fácil
sería sacar jugo del mármol que de usted un arranque de entusiasmo científico... Me he convencido,
estoy seguro de que para usted, lo que se refiere á
conocimiento, es letra muerta. Usted no miente,
no. Es usted, en realidad, tan extravagante é imperfecto como dice.
ii
Emilia
Pardo
Bazán.
— T ú sí q u e eres u n e x t r a v a g a n t e — r e p l i q u é yo
aparte, por supuesto.
— A l m i s m o t i e m p o he t o m a d o i n f o r m e s de usted,
y sé q u e es u s t e d h o m b r e de b i e n , c a p a z de cumplir un c o n t r a t o .
— E s o , s í , señor. Con la leche lo m a m é y con la
c r i s t i a n a e n s e ñ a n z a q u e m e dieron. M e p r e c i o de
ello, a u n q u e p o b r e .
—¿Quiere
acariciando
re u s t e d ser
¿ D e t o d o el
u s t e d — m e dijo s o l e m n e m e n t e O n a r r o
su b a r b a l a m p i ñ a y p u n t i a g u d a —quieel h o m b r e m á s rico de t o d a E u r o p a ?
mundo?
Abrí t a m a ñ o s ojos. S i e m p r e m e p a r e c i e r a q u e el
b u e n o del profesor de q u í m i c a t e n í a a l g u n a s afinid a d e s con los h a b i t a n t e s de O r a t e s , L e g a n é s y
otros p u n t o s a n á l o g o s ; p e r o e n a q u e l i n s t a n t e le
d i p u t é por el m a y o r y m á s gracioso d e m e n t e que
p u d i e s e h a b e r b a j o la c a p a del cielo. Así q u e resp o n d í con d i s i m u l a d a c h u n g a :
— M e c o n f o r m o con ser el m á s rico de G a l i c i a .
— P o c o p i d e usted; y a s u b i r á n d e p u n t o s u s exig e n c i a s a n d a n d o el t i e m p o . P o r lo d e m á s , n o he de
ser yo q u i e n t a s e y l i m i t e el c a u d a l de u s t e d , sino
usted mismo.
— E a p u e s , S r . D . F é l i x — r e p l i q u é resuelto á llev a r l e el h u m o r — v e n g a a c á ese P e r ú , lleguen esas
I n d i a s , a c é r q u e s e esa C a l i f o r n i a , q u e yo de buena
v o l u n t a d y p o r a m o r de Dios a p e n c a r é con todo
ello. ¿ E s billete de l o t e r í a ? ¿ P o s e e u s t e d algún la-
Pascual
López.
163
g a r t o de d o b l e r a b o , q u e con él d i b u j e e n la a r e n a
m o j a d a los n ú m e r o s q u e h a n de salir? ¿ E s t e s o r o
e n c a n t a d o en el P i c o - S a c r o , c u y a s p r o f u n d i d a d e s
y c u e v a s visitó u s t e d m e n u d a m e n t e ?
— M o c i t o — r e p u s o D . F é l i x — y a he d i c h o q u e
esto no es a s u n t o de b u r l a s , y e s p e r o q u e m i s c a n a s ,
c u a n d o n o mi c a r á c t e r de h o m b r e d e c i e n c i a , m e
den d e r e c h o á ser oído con s e r i e d a d .
— P e r d o n e u s t e d , p e r o la proposición es t a n halagüeña...
— E s m u y f o r m a l y g r a v e . E n p r u e b a d e lo c u a l ,
u s t e d , c o m o c r i s t i a n o y c a t ó l i c o , va á j u r a r a h o r a
mismo sobre los S a n t o s E v a n g e l i o s n o r e v e l a r á
nadie ¿entiende usted? ni á esa n o v i a , el s e c r e t o de
la e m p r e s a en q u e he m e n e s t e r su auxilio.
D i c i e n d o y h a c i e n d o sacó del bolsillo del g a b á n
un libro g r u e s o , con c a n t o n e r a s d o r a d a s y e n c u a d e m a c i ó n d e lujo; a b r i ó l o l e n t a m e n t e , y m e s e ñ a l ó
con el d e d o la h o j a . P u d e v e r á J e s ú s S a l v a d o r e n
una rica v i ñ e t a c r o m o l i t o g r a f i a d a , y d e b a j o , e n c a r a c t e r e s góticos d e o r o y a z u l , leí: In principio erat
verbum...
— J u r e u s t e d — r e p i t i ó la v o z p r o f u n d a de O n a r r o .
— P e r o — e x c l a m é m e d i o v e n c i d o — y o n o j u r o así
sin m á s ni m á s , ni sin s a b e r á q u é m e obligo.
— S e obliga u s t e d ú n i c a m e n t e á g u a r d a r silencio, á n o decir á n a d i e d e este m u n d o lo q u e y o le
confíe.
—Si no es m á s q u e e s o , bien e s t á , m e a v e n -
Ii164
Emilia
Pardo
Basan.
go á prometerlo; pero podría usted indicarme...
—Necesito d e u s t e d p a r a u n a e m p r e s a , e m p r e s a
e n q u e p u e d e u s t e d h a c e r s e f a b u l o s a m e n t e rico,
m á s q u e t o d o s los p r o p i e t a r i o s , b a n q u e r o s y monarcas de Europa.
— M e conviene — dije c o n t a g i a d o d e la fe d e
Onarro.
— E s de a d v e r t i r q u e a r r i e s g a usted la v i d a .
L a a d v e r t e n c i a m e resfrió un poco. A d e s p e c h o
de m i s c o n t r a r i e d a d e s financieras y a m o r o s a s , mald i t a la g a n a q u e t e n í a de m o r i r m e . N o o b s t a n t e , el
cebo e r a t e n t a d o r , y o m o z o , e s t u d i a n t e y avent u r e r o . E l recelo fué corto.
— No importa—respondí.
— T a m b i é n la arriesgo y o — a ñ a d i ó O n a r r o .
— E s o n o m e consuela ni p i z c a , Sr. D . F é l i x ;
pero, en fin, ya q u e u s t e d dice que con a r r i e s g a r l a
voy á ser un p o t e n t a d o , vale la p e n a . P o r c o s a s de
b a s t a n t e m e n o r m o n t a h a y quien se la j u e g a t o d o s
los días.
— E n ese c a s o es u s t e d m í o — d i j o O n a r r o comiénd o m e con los ojos.
Y volvió á p r e s e n t a r m e el libro.
— J u r e u s t e d , p o r su fe de cristiano, n o r e v e l a r á
n a d i e lo que e n t r e u s t e d y y o o c u r r a . J ú r e l o u s t e d
p o r c u a n t o existe d e s a g r a d o en el t i e m p o y en la
e t e r n i d a d ; j ú r e l o u s t e d por el Dios que nos escucha.
H o n d a y e x t r a ñ a i m p r e s i ó n me sobrecogió. L a
f ó r m u l a del j u r a m e n t o , r e p e t i d a en actos públicos,
Pascual
López.
165
y que con t a n t a ligereza se p r o f a n a , p a r e c í a m e e n
aquella o c a s i ó n , a n t e a q u e l h o m b r e s i n g u l a r y e n
t a n p e r e g r i n a s c i r c u n s t a n c i a s , lo q u e
realmente
debe s e r : u n a c t o s o l e m n í s i m o , i m p o n e n t e , religioso.
— S a l t e u s t e d de la c a m a — m e dijo O n a r r o . — J u r e
usted con respeto.
B r i n q u é á t i e r r a , y sin d a r m e r a z ó n de lo q u e
hacía, m e arrodillé, puse la m a n o sobre el s a g r a d o
libro, p r o n u n c i é las p a l a b r a s d e o r d e n a n z a y b e s é
la p á g i n a p o r el sitio e n q u e los pies del S a l v a d o r
se a p o y a b a n e n el globo del m u n d o .
—Bien está—murmuró Onarro lacónicamente.—
H a s t a la v i s t a .
Y mostró querer marcharse.
— E h , Sr. D . F é l i x , ¡eh!—grité a t u r d i d o sin p e n s a r en d e j a r mi h u m i l d e p o s t u r a . — M i r e u s t e d q u e
yo he j u r a d o ; p e r o si se t r a t a d e a l g u n a cosa q u e . . .
de a l g u n a acción no b u e n a , v a m o s . . . e n t o n c e s . . .
Volvióse el s a b i o desde el u m b r a l , y m e d e j ó atónito con d i s p a r a r la m á s l a r g a , alegre y e s p o n t á n e a
c a r c a j a d a q u e e s c u c h é e n mi v i d a .
— ¡ B o n i t a f a c h a h a c e u s t e d ! — t a r t a m u d e ó ahogándose de risa.- - E 1 1 calzoncillos... con esa c a r a
de susto... N o t e n g a u s t e d miedo, h o m b r e . . . n o soy
c a p i t á n de g a v i l l a , ni m o n e d e r o falso... ni secuestrador...
E s t a ú l t i m a p a l a b r a y el p o s t r e r eco d e h i l a r i d a d
se p e r d i e r o n e n l o n t a n a n z a , p o r q u e y a O n a r r o b a -
Ii166
Emilia
Pardo
Basan.
j a b a la e s c a l e r a con p r i s a y a g i l i d a d juveniles.
Q u e d é m e y o h e c h o u n a e s t a t u a , b o q u i a b i e r t o , sin
s a b e r q u é m e p a s a b a ; p e r o fué lo b u e n o q u e al rec o b r a r m e y e m p e z a r á t r a e r á la m e m o r i a la reciente escena, a s a l t ó m e t a n irresistible convicción
de q u e el profesor de q u í m i c a se h a b í a q u e r i d o
d i v e r t i r c o n m i g o y j u g a r m e u n a d e sus b u r l a s est r a f a l a r i a s , q u e , sin ser p o d e r o s o á c o n t e n e r m e ,
v i é n d o m e a s í , en t a n r a r o p e r g e ñ o y d e hinojos,
solté á mi vez el t r a p o con la mejor g a n a del m u n do. P a r e c í a m e e x t r a o r d i n a r i a m e n t e cómica la sencillez con q u e c r e y e r a yo t o d o a q u e l l o d e las riq u e z a s i n m e n s a s , de los tesoros, del peligro d e
m u e r t e , la f o r m a l i d a d con q u e h a b í a j u r a d o g u a r d a r el secreto d e t a l e s s u e ñ o s y delirios... N o
m e e r a posible d e j a r d e c o n s i d e r a r los a c t o s de
O n a r r o c o m o i n s p i r a d o s p o r un c e r e b r o e n f e r m o ó
p o r u n a condición r e t o z o n a , m a l i c i o s a y p i c a r e s c a .
Y , con t o d o , la f a n t a s í a , a b o g a d a p e r e n n e de lo
maravilloso, m e i n s i n u a b a p a s i t o un «¿quién sabe?»
y u n «tal vez» q u e m e h a c í a n cavilar... C o m o el
p e r s o n a j e del c o n j u r o en El diablo en el poder, t e m í a
y d e s e a b a á un t i e m p o la p r e s e n c i a de S a t a n á s .
Vestíme a p r e s u r a d a m e n t e , recordando que era
h o r a de asistir á m i s d i a r i a s c l a s e s , y c o m o cruzase el c o r r e d o r , vi a b i e r t a d e p a r e n p a r la p u e r t a
del c u a r t o de D . N e m e s i o A n g u l o . A c o r d ó m e entonces de la t e t e r a y d e m á s c h i s m e s q u e en mi alc o b a q u e d a r a n , y n o quise salir sin h a b e r v u e l t o á
Pascual
López. 175
colocarlos e n su a c o s t u m b r a d o s i t i o , s o b r e ía cómoda del b u e n clérigo. Volví á mi n i d o , cogí los
trebejos y m e e n t r é sin c e r e m o n i a e n el domicilio
de D . N e m e s i o , d e p o s i t a n d o e n su l u g a r correspondiente cada trasto. Mucho me sorprendió ver
el lugar vacío á a q u e l l a h o r a . L a p u e r t e c i l l a d e
escape q u e c o m u n i c a b a con las h a b i t a c i o n e s del
señorito d e la F o r m o s e d a se h a l l a b a e n t r e a b i e r t a ,
y al t r a v é s d e la c o r t i n a de d r o g u é q u e v e l a b a los
cristales se oían los a c e n t o s d e u n a g á r r u l a voz,
para mí m u y c o n o c i d a . T o d o el m u n d o es indiscreto en d e t e r m i n a d a s c i r c u n s t a n c i a s : yo m e p u s e á
escuchar.
—Sr. D. Nemesio—decía doña Fermina — n o
hay m o t i v o d e d e s e s p e r a r s e por eso q u e le h a n dicho á u s t e d . E l l a s i e m p r e t u v o u n a s s o m b r i t a s d e
vocación; p e r o ¡ b a h ! ya se s a b e lo q u e son las vocaciones de las m u c h a c h a s : c o n f o r m e v i e n e n se
van. S e ñ o r i t o D . V í c t o r , n o se d e s a n i m e u s t e d ni
se o f e n d a : la n i ñ a n o le conoce a p e n a s , q u e c u a n d o
le conozca, j u r o yo...
—No, señora—contestaba desapaciblemente don
V í c t o r — y o n o m e d e s a n i m o , ni... P e r o n o a n d e m o s
con b r o m a s . Si P a s t o r a tiene firme p r o p ó s i t o de
tomar el v e l o , d í g a n m e l o de u n a v e z , y s a l g a m o s
de d u d a s . M e e s t á n h a c i e n d o d e s e m p e ñ a r un p a p e l
ridículo.
— J e s ú s , D . V i c t o r c i t o ! ¡ Q u e sea u s t e d t a n vivo
de genio! N o , señor d e mi a l m a , n o . MÍ n i ñ a com-
Ii68
Emilia
Pardo
Basan.
p r e n d e m u y bien el f a v o r q u e u s t e d le dispensa
fijándose en ella. ¡Jesús! sí, q u e es ella t o n t a ó ciega
p a r a n o ver sus p r e n d a s de usted. N o , p u e s d e boba
no tiene n a d a ; q u e lo diga D . N e m e s i o , que lo
diga.
— ¡ B o b a ! N o p o r c i e r t o ; es m u y d i s c r e t a P a s t o ra; n o h p o d í a f a l t a r esa g r a c i a . P e r o S r . D . Víctor
y s e ñ o r a d o ñ a F e r m i n a , si P a s t o r a q u i e r e , en vez
de esposo t e r r e n a l , á J e s u c r i s t o por d u e ñ o p e r p e t u o ,
p a r é c e m e á mí que eso no es ser b o b a . N a d i e debe
ofenderse p o r q u e p r e f i e r a n á Dios, ni r e s e n t i r s e de
q u e se aspire á m e j o r e s t a d o .
— Y o n o m e resentiré; sentirlo es o t r a cosa. Sólo
q u i e r o s a b e r si esa resolución es fija y t e r m i n a n t e .
Ya ven u s t e d e s q u e si a h o r a m e dicen q u e P a s t o r a
m e d e s a i r a p o r el c o n v e n t o , y luego salimos con
q u e m e d e j a p o r algún galán... eso ya m e ofendería
en altísimo g r a d o , señores. N o soy n i n g ú n m u ñ e c o
p a r a q u e se j u e g u e c o n m i g o .
— ¡ M a d r e mía del A m o r H e r m o s o ! ¿ Q u é dijo,
D. Victorcito? ¡ G a l a n e s á mi n i ñ a , c o r t e j o s á mi
P a s t o r a ! ¡ S í , b u e n a es ella! N o , si n o t ó m e n l e el
p u l s o y v e r á n . ¡Señor de la Corticela, galanes! Mire
u s t e d , á p u n t a p i é s los t u v o , así D i o s m e dé buen
siglo y b u e n a ñ o , p e r o e l l a , ni esto. D . N e m e s i o ,
dígale á D . Víctor cómo es P a s t o r a de recogida y
de...
— A l t o ahí, d o ñ a F e r m i n a — i n t e r v i n o D . N e m e s i o . — P a s t o r a p u e d e ser u n a m u c h a c h a excelente,
Pascual
López.
169
como de h e c h o lo e s , q u e y o la fío, y , sin e m b a r g o ,
tener un galán, con el m á s limpio p r o p ó s i t o .
—¡Vaya, S r . D . N e m e s i o , q u e n o posee u n o m á s
honra q u e la q u e le q u i e r e n d a r ! Si u s t e d , q u e es
hace t a n t o s a ñ o s el c o n f e s o r d e la n i ñ a , dice esas
cosas, n o sé yo q u é q u e d a r á p a r a los m a l d i c i e n tes...
— S e ñ o r a , y o n o digo q u e lo t e n g a — replicó d o n
Nemesio, en c u y a voz n o t é p o r vez p r i m e r a d e su
vida inflexiones c o l é r i c a s . — U s t e d e s t á s o ñ a n d o ;
lo que yo a f i r m o es que, a u n q u e lo t u v i e s e , no sería
mancha d e j u d í o ; y m e p a r e c e q u e c u a n d o m e explico a s í , n o lo s a c a r é de mi c a b e z a , ni d e f e n d e r é
cosa que n u e s t r a S a n t a Religión n o a u t o r i c e . E n
esa m a t e r i a y a n o seré t a n i g n o r a n t e q u e diga u n a
tontería.
— H a b l e m o s c l a r o s — e x c l a m ó D. V í c t o r . — N o
quiero d a r á u s t e d e s un m a l r a t o , ni c o n t r a d e c i r á
usted, s e ñ o r a d o ñ a F e r m i n a ; p e r o , f r a n c a m e n t e ,
tampoco m e a g r a d a p a s a r p o r b o b o . A n o c h e h e
recibido u n aviso a n ó n i m o , e n q u e m e a d v i e r t e n
que P a s t o r a tiene n o v i o ; q u e lo t e n í a y a a n t e s d e
conocerme á m í , y q u e por eso n o se a v e n d r á á la
boda. Ya c o m p r e n d e n u s t e d e s que p a r a u n a persona como yo es un lance a l t a m e n t e h u m i l l a n t e e s t e
en que m e v e o .
— L o s a n ó n i m o s sólo m e r e c e n d e s p r e c i o , s e ñ o r
D. Víctor — dijo D . N e m e s i o .
— ¡ A y , D . V i c t o r c i t o d e mi a l m a ! — g r i t ó
doña
Ii170
Emilia
Pardo
Basan.
F e r m i n a . — ¡ Ay, d e qué m e d i o s se v a l e n , y cómo
m e lo e n g a ñ a n y e m b a u c a n las e n v i d i o s o n a s que
se e s t á n r e c o n c o m i e n d o de ver la fineza que usted
h a c e á mi h i j a ! ¡ Ay, si y o soltase la sin h u e s o ! ¡Ay,
si no m e c o n t u v i e s e la p r u d e n c i a ! D . Victorcito,
mire u s t e d , mire u s t e d á su a l r e d e d o r y a b r a los
ojos. Ya se v e , c o m o c o n t a b a n con q u e usted les
i b a á pedir sus hijas... y las hijas, p o r q u e a r r a s t r a n
un p i n g a j o de seda y llevan mil a r r u m a c o s , piensan
q u e n o h a y n a d i e en el m u n d o q u e v a l g a m á s que
ellas... n o , p u e s de a l g u n a sé y o que... pero más
vale callar...
— M e j o r , m u c h o m e j o r es q u e u s t e d c a l l e , doña
F e r m i n a — e x c l a m ó D . N e m e s i o , c u y a b e n i g n a condición n o fué p a r t e á hacerle llevar en paciencia
las a l h a r a c a s de la i r r i t a d a d u e ñ a . — N i n g u n a señ o r a , n i n g u n a s e ñ o r i t a es c a p a z de lo que usted
m a l i g n a m e n t e s u p o n e . L a s p e r s o n a s r e g u l a r e s proc e d e n como quien son.
— S i n e m b a r g o , D . N e m e s i o — - o b j e t ó el señorito
d e la F o r m o s e d a — n o va del t o d o d e s c a m i n a d a doña F e r m i n a . C o m o n o h e sido mal a c o g i d o en muc h o s sitios... y t r a t o á las f a m i l i a s q u e t i e n e n hijas
c a s a d e r a s . . . Ello es q u e en t o d a s p a r t e s m e festej a b a n , y si h u b i e r a q u e r i d o e l e g i r , creo q u e no
m e p o n d r í a n ceño. D e m a n e r a q u e n o f u e r a extraño...
N o quise oir m á s . E n dos brincos m e p l a n t é en
la calle, y con otros dos m e puse en la c a s a de Pas-
Pascual L ó p e z .
171
tora; necio e s quien n o se a s e del único cabello q u e
guarnece el m o n d o colodrillo de la ocasión.
—Niña m í a — d i j e á P a s t o r a , que estaba algo
desmejorada y a b a t i d a , y q u e se a d m i r ó al v e r m e
entrar—recibe mi e n h o r a b u e n a . E r e s un d i p l o m á tico, que m a l a ñ o p a r a B i s m a r c k . E s a c a b e c i t a e s
mucha c a b e c i t a .
F r e g á b a m e las m a n o s al h a b l a r así, y en s e ñ a l d e
admiración c a s t a ñ e t e a b a los d e d o s , s a c u d i é n d o l o s .
— N o sé por q u é d i r á s e s o , P a s c u a l — a r t i c u l ó
Pastora a l z a n d o h a c i a mí los o j o s , q u e r o d e a b a
hondo y a m o r a t a d o cerco. — E x p l í c a m e l o , y n o
hagas t a l e s e x t r e m o s y b o b e r í a s , q u e n o v i e n e n al
caso.
— ¿ P u e s n o h e de h a c e r l o s ? Me e n c a n t ó tu l a b i a ,
y el e n r e d o q u e i d e a s t e p a r a salir del a p u r o .
—¡Enredo! ¿Qué enredo?
— ¡ M u j e r ! ¿ C u á l h a d e s e r ? E l del m o n j í o .
Arrancó P a s t o r a d e lo m á s h o n d o de l a s e n t r a ñas un s u s p i r o t i e r n í s i m o y d o l i e n t e , y n o m e dió
otra r e s p u e s t a .
— ¿ Q u é es e s o ? — e x c l a m é i m p a c i e n t e . — ¿ S u s p i ritos t e n e m o s ? ¿ C u á n t o va á q u e s i e n t e s h a b e r t e
sacudido ese m o s c ó n ?
— P a s c u a l — p r o n u n c i ó ella v o l v i e n d o el r o s t r o
hacia los vidrios d e la v e n t a n a — e l m o s c ó n e r e s
tú, y de tí sí q u e t e n d r é q u e s a c u d i r m e y d e s e m b a razarme. ¿ C r e e s q u e n o h a y sino a n d a r j u g a n d o al
escondite con lo del m o n j í o , y a q u í t o m o y allí dejo?
Ii72
Emilia
Pardo
Basan.
Yo n o sirvo p a r a e s a s v a r i a c i o n e s . C a s a r m e contigo n o p u e d o ; con D . V í c t o r n o q u i e r o ; seré religios a ; y c o m o e s t o n o tiene r e m e d i o sino hacerse,
c u a n t o m á s p r o n t o d e j e m o s de v e r n o s v a l d r á más.
¿ T o m a r á Dios por disculpa y p r e t e x t o ? ¡bueno
f u e r a , P a s c u a l ! M u c h o he m e d i t a d o en mi destino,
y c o m p r e n d o que la vocación de mis p r i m e r o s años
e r a la m e j o r . Con p e n a te a b a n d o n o , pero ya se
te a l c a n z a . . .
¡ O h y qué o p o r t u n i d a d se m e ofrecía a q u í — s i
e n vez de c o n t a r los sucesos de mi v e r d a d e r a hist o r i a e s t u v i e s e h i l v a n a n d o e n t r e t e n i d a novela,—
d e e n c a j a r u n a e s c e n a p a t é t i c a y de efecto, en que
yo m e a r r o j a s e á las p l a n t a s de P a s t o r a , y besand o la fimbria de su v e s t i d o , con m u c h a s lágrimas
le r o g a s e n o repitiera la p a l a b r a f a t a l ; y ella luchara consigo m i s m a , h a s t a q u e f a s c i n a d a y mal de su
g r a d o se p r e c i p i t a s e en mis b r a z o s ; y a m b o s á dúo,
e n t i e r n a a c t i t u d , j u r á s e m o s b e b e m o s un sutil ven e n o ó siquiera t r a s p a s a r n o s el corazón con acical a d a d a g a , si ya el d e s t i n o en p e r s e g u i r n o s tenaz,
nos v e d a s e finalmente vivir el uno p a r a el otro!
M a s como á t o d o a n t e p o n g o mi e s c r u p u l o s a verac i d a d de a u t o b i ó g r a f o , d e b o , a u n q u e prive á mis
sensibles lectores d e u n s a b r o s o r e g a l o , declarar
q u e n o pasó n a d a s e m e j a n t e á t a n d r a m á t i c o episodio. L o único q u e h u b o (y c u e n t a q u e no pongo
ni q u i t o u n a tilde), f u é q u e yo m e llegué á Pastora,
y sin decir p a l a b r a , con gentil d o n a i r e , le adminis-
Pascual
López. 181
tré en el b r a z o i z q u i e r d o un r e t o r c i d o pellizco; lo
cual le obligó á e x h a l a r un g r i t o y á l e v a n t a r s e con
presteza, e m p u ñ a n d o la correa del h á b i t o á g u i s a
de disciplina; y c o m o viniese á mí con intención
manifiesta de s a c u d i r m e a l g u n o s z u r r i a g a z o s , refugiéme c o r r i e n d o en un r i n c ó n , d e s d e d o n d e con l a s
manos j u n t a s , pedí c u a r t e l ; m a s no logré n a d a ,
pues m e z u r r ó en g r a n d e , y p o r m u c h o q u e yo chillaba:
— E a , P a s t o r a , ¡que d u e l e de v e r a s , c a r a m b a !
— M e j o r ; a g u á r d a t e , f a l s o — c o n t e s t a b a ella m e nudeando el m o s q u e o .
— M i r a , P a s t o r c i l l a — díjele yo así q u e h u b o saciado su v e n g a n z a y q u e d á d o s e a n i m a d a , encendida y ya m e d i o r i s u e ñ a : — m i r a , n o m e h a b l e s d e
convento e s t a n d o y o c o m o e s t o y , s a n o y rollizo;
antes e s p ó n j a t e y a l é g r a t e , n i ñ a , q u e te a n u n c i o
y m a n d o q u e voy á ser r i c o , m á s rico q u e Creso,
y á c a s a r m e contigo p o r la p o s t a .
— A fe q u e te v e n g a s con c h a n z a s . N o está l a
dama p a r a t a f e t a n e s .
— Si h a b l o f o r m a l , m u j e r . M í r a m e á la c a r a .
— j M ú s i c a c e l e s t i a l ! T i e n e s tío e n M o n t e v i d e o ,
¿eh? N u n c a m e lo m e n t a s t e .
— N o , si n o necesito y o t e n e r tíos e n M o n t e v i d e o
ni en F l a n d e s p a r a a c h i n a r m e . ¡ V a y a !
— P u e s hijo, ¿qué, van á hacerte ministro?
- N o m e s a c a r á s o t r a p a l a b r a del c u e r p o , s i r e n a
t e n t a d o r a , t a i m a d a Dalila.
Ii174
Emilia
Pardo
Basan.
— B i e n , b i e n . C u a n d o m e e n s e ñ e s u n a oncita
j u n t a , te d a r é crédito. H a s t a e n t o n c e s . . .
;
Y con la uña del d e d o p u l g a r p r o d u j o un chasq u i d o e x p r e s i v o en los dientes.
— M i r a q u e va de v e r a s , P a s t o r a . P r e p á r a t e á
ser p r i n c e s a y millonaria.
— D é j a t e de insulceces y h a b l e m o s con seriedad.
N o p a r e c e sino q u e nos s o b r a el t i e m p o , q u e así lo
p e r d e m o s . P a s c u a l , de v e r a s , he c a v i l a d o mucho,
y se m e figura q u e e s t a s d i f i c u l t a d e s y tropiezos
q u e e n c u e n t r a n n u e s t r o s a m o r e s son u n aviso claro
d e Dios q u e m e d i c e : « P a s t o r a , v a s m a l p o r ahí.;»
E n t r a n d o yo m o n j a , se a r r e g l a b a t o d o . N i mi
p o b r e tío ni mi m a d r e p o d í a n q u e j a r s e ; y tú menos.
Dios m e d a r í a f u e r z a s p a r a ser u n a b u e n a religiosa.
— J u s t i t o . C o m o n o p u e d o c a s a r m e con mi novio,
m e c a s o con J e s u c r i s t o , ¿ v e r d a d ? P u e s v a y a una
v i r t u d . N o , s e ñ o r a m í a , o t r o p o r v e n i r m á s esplénd i d o a g u a r d a á v u e s t r a m e r c e d . Arregle d e modo
q u e p a s e este c h u b a s c o , y a m a n e c e r á D i o s y medraremos.
— E s q u e tú n o s a b e s lo q u e m e a m a r g a n la vida,
mi m a d r e r i ñ e n d o y el tío c a l l a n d o . E s t e , sobre
todo, m e d a r a t o s terribles. E l n a d a d i c e ; pero yo
sé leer m u y bien e n su c a r a . E s el p r i m e r disgusto
q u e le causo.
— P u e s h i j a , sigue a f i r m a n d o que quieres hacert e m o n j a . C o n eso n o se a t r e v e r á n á desaprobarte;
Pascual
López.
183
y yo en breve tendré dinero con que ahogar á cuantos se opongan á nuestros amores.
Pastora me colocó las dos manos en los hombros, y rechazándome y sujetándome á la vez con
esta cariñosa familiaridad, me miró fija un largo
rato. Al fin pronunció, con los tonos más graves de
su voz dulce:
—Honra y provecho no caben en un saco. El dinero no llueve del cielo.
— ¿Qué quieres decir?
—¡Yo no sirvo para este mundo!—exclamó dejándose caer en la silleta.—Desengáñate, Pascual:
es mejor encerrarse y rezar, que afligir á todos por
casarse contigo. ¿Quién eres tú?
—¡Linda pregunta!—contesté amostazado.—No
soy un personaje como D. Víctor, pero ¿quién sabe
lo que podrá suceder mañana?—Aunque te rías y
te reburles, puede ser que nade en oro antes de lo
que tú tardas en hacer una novena...
Pastora se levantó de nuevo, y por uno de aquellos cambios frecuentes en las organizaciones delicadas, vi que sonreía y que sus ojos destellaban
malicia. Cogió entre las yemas de los dedos la solapa de mi levitillo, la alzó, y mostrando que abrochaba al revés, signo indefectible de que la prenda
había sido económicamente vuelta con lo de dentro
para fuera, me interrogó así:
— Pascualillo, ¿entonces no te pondrás la ropa
con las solapas cambiadas?...
Ii176
Emilia
Pardo
Basan.
VIII
En la vida los sucesos suelen ya precipitarse y
atropellarse con vertiginosa rapidez, ya pararse
flemáticos, sin que nada acelere su andar de tortuga. Esto último me aconteció después del día
memorable en que recibí la visita de Onarro. Tras
de horas tan accidentadas, vino una semana lenta
en que no ocurrió cosa particular. Asistí á clase,
y Onarro no dió leves indicios de acordarse de la
historia de la capa y de sus consecuencias. Mis
compañeros continuaron comentando mi sabiduría,
que andaba tan oculta, y á la vez la entrevista de
Onarro conmigo, que averiguaron no se por qué
medios, y que atribuyeron, como era de esperar,
á graves disquisiciones y diálogos científicos de la
mayor importancia. Por lo común, ninguno de los
embustes que ruedan por las bocas del vulgo deja
de fundar su origen en un dato cierto; solamente
que es mejor carecer de datos que tenerlos y servirse mal de ellos. Existe un fondo de verdad en
toda fábula, mas el hecho real llega á desaparecer
por completo ó quedar soterrado bajo el mito.
Por lo que respecta á Pastora, no pude pescar
otro momento en que la dejase sola su Argos. Por
Pascual
López.
177
D. Nemesio supe que continuaba hablando de monjío: lo que achaqué á disimulo y destreza. Mas no
servían de nada las moratorias, dado el carácter
del porfiado pretendiente que Pastora se ganara.
Al pedir D. Víctor á la sobrina del canónigo, pensó
ser llevado en palmas y entrar bajo arcos triunfales
por la puerta del matrimonio; y así los velos del
orgullo le encubrían la desigualdad del enlace. Mas
al advertir que lejos de ser acogido con halago y
de encontrar francos los caminos, le era forzoso
rogar y esperar y temer, experimentó primero un
asombro sin límites, después una ira sin freno. En
suma, él se halló humilladísimo, y desde el mismo
punto se volviera atrás de lo dicho, y deshiciera el
nudo, á no parecerle que cejar así era peor y más
vergonzosa derrota. Entonces su amor propio resentido le dictó una resolución irrevocable como
todas las que toman hombres de su temple: que no
sin razón se ha dicho que la terca firmeza es virtud
de necios. Fuese, pues, una mañana con D. Nemesio á casa de D. Vicente, y llamando á cónclave
á mista Fermina, manifestó sin rodeos á todos que
ó Pastora se determinaba á darle un sí claro, explícito y redondo en el plazo improrrogable de ocho
días, sin que entre el sí y la ida á la iglesia mediasen más de veinticuatro horas, ó tuviesen entendido que se rompía y desataba todo proyecto
matrimonial. Al proponer esta última tregua, estaba D. Víctor pensando entre sí que, de desairarle
12
Ii8
Emilia
Pardo
Basan.
aquella modesta muchachilla, no le quedaba otro
arbitrio para ocultar el bochorno sino salirse de
Santiago por siempre jamás amén. Doña Fermina
puso el grito en el cielo, protestando que eso era
forzar las cosas; que puesto que la niña iba fijándose cada día más en las singulares prendas del
señorito de la Formoseda, todavía no era posible,
ni aun decoroso, que en tan corto tiempo le correspondiese y pagase con la debida vehemencia. Don
Nemesio se limitó á aconsejar á D. Víctor procurase insinuarse por suaves medios con Pastora, lo
cual era muy hacedero para un joven de dotes tan
relevantes. En cuanto al canónigo, oyó con gran
reposo la arenga del mancebo, haciendo señales de
asentimiento á cada uno de sus períodos; y así que
todos hubieron hablado, levantóse trabajosamente
del sillón, en que más y más le crucificaba la gota,
y dando una palmada en el hombro de D. Víctor:
—Tiene usted razón de sobra—le dijo.—Cuanto
ha alegado usted está dentro de los límites de las
exigencias más justas. Déjelo usted de mi cuenta,
que yo le prometo que al plazo señalado sabrá usted
á qué atenerse, y no me le entretendrán con disculpillas de mal pagador. Basta mi palabra.
En efecto, cumpliendo la oferta hecha al señorito, llamó más adelante el canónigo á Pastora á
su cuarto, sin testigos, y pasó con ella una plática
cuyos resultados conoceremos á su tiempo.
No supe yo entonces la circunstancia de la inti-
Pascual
López.
179.
mación d e D. V í c t o r , q u e a c a b o de n a r r a r . F a l t á bame t o d o m e d i o d e c o m u n i c a r m e con P a s t o r a ,
pues h a s t a la e s t r a t a g e m a d e las c a r t a s en la c a p a
se hiciera i m p o s i b l e , a t e n d i d o q u e D . V i c e n t e m e
recibió u n día con serio s e m b l a n t e , f r u n c i e n d o sus
temerosas c e j a s , visto lo c u a l n o m e a r r i e s g u é á repetir la visita.
A n d a b a y o , p u e s , del p e o r t a l a n t e p o s i b l e , y
entre t a n t a s d i f i c u l t a d e s y p e q u e ñ o s tropiezos n o
se a p a r t a b a d e mi m e n t e el r e c u e r d o de la e x t r a ñ a
entrevista con O n a r r o . ¿ S e r í a v e r d a d q u e a q u e l
hombre poseía m e d i o s p a r a e n r i q u e c e r m e ? A veces
esta idea se m e p r e s e n t a b a p o s i b l e , v e r o s í m i l , inmediata. O t r a s p e n s a b a en el i n v a r i a b l e y r a í d o
gabán color n u e z del s a b i o , y á m a n d í b u l a batiente me reía d e mí m i s m o . Sin e m b a r g o , a q u e l l a quimérica e s p e r a n z a n o se s e p a r a b a de mí. R u m o r e s
misteriosos, r e p e t i d o s y c o m e n t a d o s y e n g r o s a d o s
en las b o c a s d e t o d o el m u n d o , e s t i m u l a b a n mi
fantasía. C o n m a y o r insistencia q u e n u n c a , a f i r m á base que el p r o f e s o r d e q u í m i c a a n d a b a d a d o á
buscar la p i e d r a filosofal. A u n se s u s u r r a b a q u e
Onarro t e n í a sus p u n t a s y r i b e t e s d e m á g i c o , y q u e
aderezaba filtros, b e b e d i z o s y elixires p e r e g r i n o s
y de e x t r a ñ a s p r o p i e d a d e s ; con a q u e l l o d e m u d a r
las piedras e n o r o , h a c e r r e t o ñ a r u n v e r d e y florido jardín en el m e s d e d i c i e m b r e , y o t r a s p a t r a ñ a s
del mismo j a e z , d i g n a s del t i e m p o d e la a l q u i m i a ,
pero creídas del v u l g o en t o d o t i e m p o . N a d i e m e j o r
i6o
Emilia
Pardo
Bazán.
q u e yo p u d i e r a d a r valor y f u e r z a á tales voces, cont a n d o las r a r a s o f e r t a s del profesor, que tal saborcilio t e n í a n de p a c t o d i a b ó l i c o : p e r o m e guardé
bien d e descoser la b o c a , d i p u t a n d o por c h a n z a y
f á b u l a t o d o ello.
Al m i s m o t i e m p o la ilusión, a g i t a n d o mi espíritu,
m e movía á a n h e l a r s e c r e t a m e n t e fuese real alguna
d e las s o ñ a d a s p e r s p e c t i v a s . Yo n o d e j a b a de figur a r m e q u e bien podía la q u í m i c a t e n e r algo de bruj e r í a . Mis c o n o c i m i e n t o s n o llegaran h a s t a disting u i r los f e n ó m e n o s n a t u r a l e s d e los p o r t e n t o s de la
m a g i a . P o r intuición se m e a n t o j a b a q u e las gentes d e c í a n en ese r e s p e c t o mil d e s a t i n o s ; p e r o carec i e n d o de la r a c i o n a l s e g u r i d a d con q u e el sabio
c a l c u l a , v a g a s a p r e n s i o n e s m e i m p e l í a n á pensar
c o m o las g e n t e s . A m e d i d a q u e p a s a b a n d í a s , adq u i r í a c u e r p o en mi á n i m o el t e r r o r y atractivo
de lo s o b r e n a t u r a l . N o e r a posible d e f e n d e r m e . A
d e s h o r a de la n o c h e p e n s a b a en O n a r r o , en sus
f a n t á s t i c a s p r o m e s a s , y j u n t á n d o s e t o d o ello con
los d i c h a r a c h o s y c o n s e j a s del p ú b l i c o , allá en mi
interior se o r g a n i z a b a un e j é r c i t o de necedades.
J u z g u e , p u e s , el lector c o m p a s i v o , de la impresión q u e e x p e r i m e n t a r í a yo c u a n d o u n a m a ñ a n a ,
al concluirse la c á t e d r a y desfilar los estudiantes,
m e l l a m ó O n a r r o con u n a leve s e ñ a , é inclinándose
h a c i a mi o í d o , p r o n u n c i ó esta f r a s e , i m p r e g n a d a
de m i s t e r i o y n o v e l e s c a m e n t e c o n c i s a :
— E s t a n o c h e , e n mi casa, á las diez.
Pascual
López.
181.
No p u d e r e s p o n d e r sino b a j a n d o la c a b e z a en
muestra d e a s e n t i m i e n t o , m i e n t r a s O n a r r o , p o r
cuya boca i r ó n i c a m e n t e p l e g a d a vi r e s b a l a r u n a
enigmática s o n r i s a , se l e v a n t a b a y salía d e la clase
con a m b a s m a n o s f o r r a d a s en los bolsillos del indefinible g a b á n .
¡Si p a s a r í a yo p r e o c u p a d o é i n q u i e t o las c u a n t a s
horas q u e m e d i a r o n e n t r e el a v i s o y la de la cita!
Donde q u i e r a q u e m e s e n t a s e , p u n z á b a n m e alfileres, y o r t i g a s m e p i c a b a n . E l t i e m p o se m e a n t o jaba u n a s v e c e s corcel a l í g e r o , y o t r a s c a r a c o l pelmazo. N o quise c o m e r a p e n a s , p u e s u n a especie
de c a l e n t u r a y tensión n e r v i o s a a c a l l a b a las voces,
sonoras de o r d i n a r i o , de mi e s t ó m a g o j u v e n i l . Distraído y a t o r t o l a d o , r e s p o n d í a con t r o n c a s p a l a bras á los o b s e q u i o s e m p a l a g o s o s d e d o ñ a V e r ó n i c a
y á la a c o s t u m b r a d a a f a b i l i d a d d e D . N e m e s i o ,
que a c e r t ó a q u e l d í a á a c o m p a ñ a r m e á la m e s a .
Yo, h e c h o un a z o g u e , c o n t i n u a m e n t e m e a s o m a b a
á la v e n t a n a , c u a l si p o r ella h u b i e s e d e ver algo
para mí m u y i m p o r t a n t e . E n fin, e s t a b a t a n alterado, que d e r r a m é el a g u a p o r la servilleta y al
echar á D. N e m e s i o g a r b a n z o s con el c u c h a r ó n ,
se los s e m b r é e n la s o t a n a .
F u e s e y e n d o el d í a , y v i n i e n d o la n o c h e , n o e n
• verdad n e g r a , caliginosa y r e l a m p a g u e a n t e , c o m o
conviene á e s c e n a s d e a q u e l l a r r e y á d i a b l e r í a s ,
sino a p a c i b l e , c l a r a , m a g n í f i c a , q u e ni s o ñ a d a p a r a
coloquios de a m o r . L a l u n a , á la s a z ó n en su z é n i t ,
Emilia
Pardo
Bazán.
d e r r a m a b a s u a v e s olas d e luz sobre la a u s t e r a
d a d s u m i d a en silencio. V a p o r o s a l u m b r e y
f u n d a s o m b r a c o n t r a s t a b a n en las calles. Me
bocé en la c a p a , y e m p r e n d í el c a m i n o de la
del sabio.
ciuproemcasa
H a b i t a b a O n a r r o en u n o de esos c a s e r o n e s vastos y s e m i - m o n u m e n t a l e s q u e a b u n d a n en los pueblos ya d e c a d e n t e s c o m o S a n t i a g o . V i v i e n d a ayer
de ilustre f a m i l i a , q u e dejó la residencia de provincia p a r a irse t r a s del bullicio y g a l a de la corte,
el casi p a l a c i o va m u s t i á n d o s e y a j á n d o s e : la polilla roe l a s m a d e r a s , la h u m e d a d a m o r t i g u a y desc a s c a r a las p i n t u r a s , la lepra v e r d o s a del musgo
i n v a d e los e s c u d o s heráldicos y las p i e d r a s de la
f a c h a d a , los cristales se r o m p e n u n o t r a s otro, y
e n t o n c e s sus d u e ñ o s se r e s i g n a n á a l q u i l a r el edificio á un precio s i e m p r e m á s m ó d i c o q u e el de los
a n g o s t o s p i s o s m o d e r n o s , p o r q u e la m i s m a grand e z a y a n c h u r a del local h a c e q u e n o poseyendo
n i n g ú n inquilino m u e b l e s suficientes p a r a alhajarl o , p a r e z c a un c u a r t e l ó u n h o s p i t a l r o b a d o y la
d e s n u d e z p a t e n t i c e las l a c r a s y a r r u g a s de la ancianidad.
E l c a s e r ó n q u e O n a r r o t o m a r a en a r r i e n d o med i a n t e u n a s u m a n a d a crecida — y en q u e se gob e r n a b a sin o t r a c o m p a ñ í a q u e la de u n a criada*
e n t r a d i t a en a ñ o s — e r a de lo m á s ruinoso y triste
que i m a g i n a r s e p u d i e r a . A u m e n t a b a n al exterior
su a s p e c t o tétrico u n a s f u e r t e s y g r u e s a s r e j a s , co-
Pascual
López.
183.
midas d e orín, y t a p i z a d a s de v e n e r a b l e s t e l a r a ñ a s ,
claro indicio del t i e m p o q u e h a c í a q u e n i n g u n a hermosa á las v e n t a n a s se a c e r c a r a , p r e s t a n d o o í d o á
alegre s e r e n a t a e s t u d i a n t i l .
Así d e la a l d a b a d e h i e r r o , figura de m o n s t r u o so d r a g ó n , q u e m á s p a r e c í a d e s p e d i r q u e c o n v i d a r
á la e n t r a d a , y s a c u d í t r e s vigorosos a l d a b o n a z o s .
R e c h i n a r o n con d e s a p a c i b l e e s t r i d o r los cerrojos,
gimieron los recios goznes, y a p a r e c i ó la v e j e z u e l a
c r i a d a , con un velón en la m a n o ; y á fe q u e j u z g u é
que sólo le f a l t a b a la u n t u r a p a r a volar p o r los
aires c o m o las C a m a c h a s y M o n t i l l a s , tal e r a d e
chupada, sumida y pergaminosa, y tanto acusaba
ios p l a n o s , líneas y s i n u o s i d a d e s de su e s q u e l e t a d o
rostro a q u e l l a rojiza luz. L a c l a r a y fría de la l u n a
me m o s t r ó allá en el f o n d o un p a t i o ó c l a u s t r o , con
arcos y c o l u m n a s , en c u y a b a l a u s t r a d a s u p e r i o r ,
calada c o m o e n c a j e , d e s c o l l a b a de t r e c h o e n t r e c h o
un escudo de a r m a s r e m a t a n d o e n c a s c o ó c i m e r a .
A la i z q u i e r d a se e n r o s c a b a c a r c o m i d a e s c a l i n a t a ,
que ascendí p r e c e d i d o por la M a r i z á p a l o s .
H í z o m e c r u z a r varios pasillos y h a b i t a c i o n e s ,
frías y sin m u e b l e s , en q u e n u e s t r a s p i s a d a s r e t u m b a b a n con eco s o l e m n e y l ú g u b r e , y s e ñ a l á n d o m e
al e x t r e m o d e un g r a n s a l ó n , en q u e las p a r e d e s
lucían a ú n p á l i d a s c e n e f a s y descoloridos frisos al
temple, u n a p u e r t a , b a j o la c u a l se filtraba u n a
línea l u m i n o s a , m e d i j o con v o z d e c a t a r r o , most r a n d o la t r a s p i l l a d a d e n t a d u r a :
184
Emilia
Pardo
Bazán.
— P u e d e p a s a r si g u s t a .
Y se alejó con su velón.
Confieso q u e m e q u e d é indeciso un p u n t o . N o
las t e n í a t o d a s c o n m i g o , c o m o suele decirse. Al fin
herí b l a n d a m e n t e con los nudillos las h o j a s de la
p u e r t a , y é s t a s cedieron sin o t r o e s f u e r z o á t a n leve
p r e s i ó n , a b r i é n d o s e cual por a r t e de birlibirloque.
E l e s p e c t á c u l o q u e se ofreció á mi vista t u r b a d a ,
m e dejó cosido al u m b r a l . N o conocía yo entonces
por cierto n i n g u n a d e l a s o b r a s m a e s t r a s d e la
l i t e r a t u r a demonológico f a n t á s t i c o - t r a n s c e n d e n t a l ,
t a n en boga a c t u a l m e n t e ; n o h a b í a visto Fausto, ni
Roberto el Diablo, ni .siquiera leído el Mágico prodigioso, d e n u e s t r o a d m i r a b l e C a l d e r ó n ; i g n o r a b a totalm e n t e las f o r m a s , disfraces y tipos q u e g u s t a de
a d o p t a r L u z b e l p a r a h a c e r á m a n s a l v a sus picard i g ü e l a s y b e l l a q u e r í a s p o r acá a b a j o : y con t o d o
eso, corrió por mis v e n a s terrible escalofrío, y á tener ánimos, no p a r a r a h a s t a la c a l l e , c u a n d o vi á
O n a r r o vestido con l a r g a h o p a l a n d a de color rojo
de sangre, destacándose sobre un horno ó brasero
d e a r d i e n t e s y movibles l l a m a s , y s o s t e n i e n d o en
la m a n o d i e s t r a un p a j a r r a c o e n o r m e , sin d u d a
b u h o ó mochuelo, q u e al v e r m e e x h a l ó r o n c o y amen a z a d o r g r a z n i d o . F i a q u e á r o n m e las p i e r n a s y se
m e p u s i e r o n de p u n t a los cabellos... ¡ L o q u e es la
i m a g i n a c i ó n ! S o b r e q u e d e s p u é s de m e d i a h o r a de
e s t a r s e n t a d o cerca del profesor de q u í m i c a , y de
h a b e r p a l p a d o la r a r a h o p a l a n d a , q u e no e r a sino
Pascual
Lopes.
185
abrigada b a t a d e t a r t á n , y d e c a l e n t a r m e á la hoguera m i s t e r i o s a , q u e e r a e x c e l e n t e c h i m e n e a inglesa en q u e a r d í a r a z o n a b l e c a n t i d a d de c o k , y
de oir al s u p u e s t o b u h o — u n loro m u y sin vergüenz a — l l a m a r m e cobarrrde y borrrrriüco, a ú n m e t e m blaban l a s c a r n e s , y a ú n m e c o r r í a s u d o r d e s d e la
raíz del p e l o !
O n a r r o , q u e casi á v i v a f u e r z a m e a r r a s t r a r a al
interior del g a b i n e t e , s e n t á n d o m e poco m e n o s q u e
como á u n n i ñ o en la b u t a c a , h a b í a s a c a d o de u n a
alhacenita u n a botella, un v a s o y dos ó t r e s bizcochos, y e s c a n c i á n d o m e un J e r e z a r o m á t i c o , de color de c a r a m e l o , o b l i g ó m e á b e b e r l o p a r a q u e m e
repusiese y s o s e g a r a . A v e r g o n z a d o yo de la sátira
ñna y sutil q u e se c o n t e n í a en tales c u i d a d o s y mimos, p e r m a n e c í c o m o un d o c t r i n o , sin s a b e r q u é
rostro p o n e r . S e n t ó s e O n a r r o f r o n t e r i z o á m í , y la
claridad i n t e r m i t e n t e del f u e g o , a l u m b r a n d o á trechos su c a r a , la h a c í a a p a r e c e r m á s s a r c á s t i c a , a g u da y b u r l o n a q u e de o r d i n a r i o .
— V i e n d o e s t o y — m e d i j o sin a p a r t a r d e mí s u s
ojos, n o v e l a d o s e n t o n c e s por los a z u l e s e s p e j u e l o s
—que n o va u s t e d á s e r v i r m e p a r a lo q u e y o le he
menester. E s u s t e d m e d r o s i c o é i m p r e s i o n a b l e , tiene usted fibras de a z ú c a r c a n d e , y yo le h e a d v e r tido, y mi conciencia m e m a n d a se lo r e p i t a , q u e
hay peligro d e m u e r t e .
- Ya h e r e s p o n d i d o q u e eso n o m e a r r e d r a , ni
me se da de ello un b l e d o — c o n t e s t é con i n t r e p i d e z
Emilia
Pardo
Bazán.
a u m e n t a d a por las cosquillas del g e n e r o s o licor y
el g r a t o f o m e n t o de la l u m b r e .
— Sin e m b a r g o ; c o m o lia m o s t r a d o usted así...
c i e r t a vacilación y p a r a l i s i s r e p e n t i n a . . .
— S e ñ o r , le seré á u s t e d f r a n c o ; lo q u e á mí me
a s u s t a son c i e r t a s cosas que... v a m o s , serán niñer í a s y simplezas, p e r o n o p u e d o r e m e d i a r el temor
q u e m e c a u s a n . M o n t a ñ é s n a c í , y c r i é m e e n t r e mil
c u e n t o s de a s o m b r o ; a l l í , en l a s n o c h e s sin luna,
v e m o s p a s a r con s u s a n t o r c h a s s e p u l c r a l e s la misteriosa procesión d e la Compaña; allí los fuegos fatuos del c e m e n t e r i o , c u y o origen nos explicó usted
el o t r o d í a en c l a s e , se c o n s i d e r a n a l m a s de dif u n t o s q u e v a g a n e n t r e la niebla, y, r e a l m e n t e , com o t i e n e n a q u e l l a m a l d i t a g r a c i a d e correr detrás
del q u e e s c a p a y de h u i r del q u e los sigue... En
fin, n o se h a b l e m á s del a s u n t o , q u e de día m e pond r é y o con el m i s m o B e r n a r d o de C a r p i ó . N o ret r o c e d o a n t e ese p e l i g r o q u e u s t e d dice.
— Yo c u m p l o con un d e b e r al d e c l a r a r á usted
que lo h a y , y m u y g r a n d e . I m p o r t a que usted se
p e n e t r e d e ello, á fin de q u e d i s p o n g a y o r d e n e sus
negocios t e m p o r a l e s y e s p i r i t u a l e s , n o sea que el
lance le c o j a d e s p r e v e n i d o .
— ¿ H a de ser el peligro de tal especie que á nada dé l u g a r ? — p r e g u n t é yo un poco m e n o s decidido.
— A nada.
— S e g ú n eso, ¿ p u e d o m o r i r de r e p e n t e ?
— C o m o h e r i d o del rayo.
Pascual
López.
187.
— ¡ Z a m b o m b a ! — p e n s é para mis adentos—¡y
qué serio lo dice el c o n d e n a d o ! E s t o t i e n e t r a z a d e
ser u n a v e r d a d c o m o un t e m p l o . N o f a l t a r í a m á s
sino q u e al e n f r a s c a r m e e n tai a v e n t u r a corriese
yo el riesgo q u e m e e s t á n a n u n c i a n d o , y á la v e z
me saliese v a n a y h u e r a la p e r s p e c t i v a de los millones y los tesoros. ¿ Q u i é n m e m e t e á mí en libros
de c a b a l l e r í a ? N o , lo q u e es sin c i e r t a s a c l a r a c i o nes p r e v i a s no va el hijo de mi p a d r e á p o n e r s e á
morir así, sin tener ni a u n t i e m p o de decir o s t e ni
moste.
— P a r e c e q u e se h a q u e d a d o u s t e d p e n s a t i v o —
advirtió i n c i s i v a m e n t e el profesor.
— E l caso n o es p a r a m e n o s , señor D . F é l i x —
repliqué a c a r i c i á n d o m e m a q u i n a l m e n t e la b a r b i l l a .
— N o se figure u s t e d q u e e x p e r i m e n t o lo q u e e n rigor se l l a m a miedo, no, en v e r d a d , p e r o digo...
— Dice usted...
— D i g o q u e la vida n o es g r a n o de a n í s p a r a j u garla c o n t r a p r o m e s a s y e s p e r a n z a s q u e , así y o
medre, n o sé e n q u é p u e d a n f u n d a r s e .
— R a z ó n tiene u s t e d —repuso O n a r r o con m u c h o
sosiego—y con efecto, ya m e g u a r d a r í a yo bien d e
poner en p u n t o de p e r d e r s e su v i d a d e u s t e d ni la
mía p r o p i a , á no c o n t a r con un s e s e n t a p o r c i e n t o
de p r o b a b i l i d a d e s d e v e n t u r o s o éxito.
— ¿ U s t e d cree? —contesté no m u y p e r s u a d i d o .
— N o creo. E s t o y s e g u r o de q u e de cien veces
sesenta...
Emilia
Pardo
Bazán.
— Bien, señor D. F é l i x : yo a b r i g o g r a n confianza e n u s t e d y en su s a b e r ; v a y a si la a b r i g o ; pero
en p u r i d a d , si u s t e d quisiera i n d i c a r m e así... algo
de lo que... en fin... P o r q u e si u s t e d m e explicase
un p o q u i t o d e lo q u e v a m o s á h a c e r , y yo c o m p r e n d i e r a q u e n o f a l t a n esas p r o b a b i l i d a d e s q u e usted
d i c e , a r r o s t r a r í a con g u s t o todos los peligros que
sobrevenir pudiesen.
Rióse O n a r r o al oirme, y a b r i e n d o con u n a llavecita un secreter ó p a p e l e r a s i t u a d o en el á n g u l o de
la h a b i t a c i ó n sacó un g r u e s o rollo de p a p e l e s , que
m e puso sobre l a s rodillas. Miré y vi q u e las págin a s e s t a b a n g a r r a p a t e a d a s en todos sentidos de
f ó r m u l a s q u í m i c a s y algebráicas. V i e n d o el profesor q u e yo p e r m a n e c í a c o n f u s o y sin s a b e r qué decir, m e t o m ó d e la m a n o , y s a c á n d o m e del g a b i n e te p o r u n a p u e r t a l a t e r a l , m e hizo a t r a v e s a r pasillos, h a s t a q u e l l e g a m o s á una pieza e s t r e c h a y
a b o v e d a d a , que d a b a señales de h a b e r sido o r a t o rio, p u e s aún se conocía el l u g a r en q u e e s t u v o el
a r a s a n t a , y se d i v i s a b a en la p a r e d el n e g r o hueco
del n i c h o q u e c o n t u v o la i m a g e n . U n a l á m p a r a
m o r t e c i n a a l u m b r a b a el sitio, y en el c e n t r o h a b í a
u n a l a r g a m e s a : p o r los m u r o s c o r r í a n a n c h o s est a n t e s , y e s t a n t e s y mesa s o p o r t a b a n la c a r g a de
a p a r a t o s , m á q u i n a s y pilas de mil f o r m a s y dimensiones, y b o t e s y frascos d e d i v e r s í s i m a s figuras:
t o d o lo cual no s a b r é yo d e t a l l a r p o r m e n u d o así
m e a s a e t e e n , p u e s t o q u e si a l g u n o de a q u e l l o s ins-
Pascual
López.
189.
t r u n i e n t o s m á s v u l g a r e s , c o m o m i c r o s c o p i o s , esp e c t r ó s c o p o s , c a m p a n a s p n e u m á t i c a s , los conocía
de h a b e r l o s v i s t o e m p l e a r p a r a e x p e r i m e n t o s , ó p a r a
describir s u s efectos en clase, la m a y o r p a r t e de los
que allí se veían, t u b o s , p l a c a s , c i l i n d r o s , hélices,
discos, cubos, g a l v a n ó m e t r o s , giróscopos, c á p s u l a s
y m a t r a c e s , e r a n p a r a mí t a n i g n o t o s c o m o las letras del a l f a b e t o c h i n o . Volvióse O n a r r o h a c i a mí,
y me p r e g u n t ó f e s t i v a m e n t e :
— ¿ Q u é s a c a u s t e d en l i m p i o ?
— N a d a — r e s p o n d í , c o n t e n t á n d o m e con p a s e a r
mis e s p a n t a d o s ojos por la r e v u e l t a p r e n d e r í a del
lúgubre l a b o r a t o r i o . A la luz o p a c a d e la l á m p a r a ,
los cristales y b r o n c e s , l i m p i o s c o m o el o r o , arroj a b a n f u g i t i v o s y m i s t e r i o s o s d e s t e l l o s , y las siluetas de las e x t r a ñ a s m á q u i n a s se d i b u j a b a n s o b r e la
pared c a l e a d a como a n i m a l e s m o n s t r u o s o s y grotescos. E n t o n c e s O n a r r o m e h a b l ó :
— Y a se lo he d i c h o á u s t e d : este es u n c o n t r a t o
celebrado p a r a inter nos, y q u e u s t e d selló con solemne j u r a m e n t o . E n t a l asociación y p a c t o , u s t e d
r e p r e s e n t a p a r a mí lo q u e c u a l q u i e r a de esos a p a ratos q u e ve u s t e d a l i n e a d o s en los e s t a n t e s : m e r o
i n s t r u m e n t o y n a d a m á s . P a r a u s t e d q u e no a s p i r a
en m o d o a l g u n o á la g l o r i a , á la c e l e b r i d a d , á los
g r a n d e s d e s c u b r i m i e n t o s , p a r a u s t e d la r i q u e z a , los
m o n t o n e s d e oro, única r e c o m p e n s a y s a l a r i o q u e
exije por el p e l i g r o q u e a r r o s t r a . ¡ P a r a mí el h o n o r
e t e r n o , el r a s t r o d e luz en la h i s t o r i a , la i n m o r t a -
Emilia
Pardo
Bazán.
l i d a d ! ¡ U s t e d es la m a t e r i a , la m a t e r i a i n e r t e y pas i v a ; yo soy la f u e r z a , la i d e a , la a c t i v i d a d , el
genio!
L o s h o m b r e s de convicción la c o m u n i c a n por
irresistible m a n e r a . L a fogosa p e r o r a t a de O n a r r o ,
si bien en ciertos respectos n o m u y lisonjera p a r a
mí, f u é b a s t a n t e p a r a a m e n g u a r m i s recelos é infundirme aliento, haciendo que aquella empresa,
de la c u a l n o s a b í a u n a p a l a b r a , se m e ofreciera
con risueño aspecto. Sin e m b a r g o , s u c e d í a m e lo que
á t o d o i g n o r a n t e ; y e r a q u e se m e figuraba q u e si
O n a r r o m e e x p o n í a s u c i n t a m e n t e sus p l a n e s , desde
luego iba y o á e n t e n d e r m u y bien h a s t a qué p u n t o
e r a n realizables y positiva la g a n a n c i a que brindab a n . Así f u é que, s a c u d i e n d o la c a b e z a , c o m o a q u e l
q u e n o q u i e r e d a r s e por c o n v e n c i d o , r e p l i q u é :
— Sin d u d a , señor D . F é l i x , u s t e d ha de ser a q u í
el h o m b r e c é l e b r e , y yo el z a s c a n d i l q u e se satisface con llegar á a r c h i - m i l l o n a r i o ; p e r o con t o d o eso
diera un ojo de la c a r a p o r q u e u s t e d m e indicase
algo d e en q u é consiste ese n u e v o vellocino d e oro.
A u n q u e m a t e r i a inerte, confieso q u e m e p u n z a la
c u r i o s i d a d ; y si p o r m a l o s de n u e s t r o s p e c a d o s saliese f r u s t r a d o el e n s a y o , y en un decir J e s ú s nos
f u é s e m o s al o t r o m u n d o , n o m a r c h a r í a t r a n q u i l o
i g n o r a n d o por qué c a u s a ó por qué efecto nos desp e d i m o s de éste.
— ¿ D e suerte q u e á t o d a costa q u i e r e usted saber en qué se h a m e t i d o ?
Pascual
López.
191.
—Sí señor. Al m e n o s ese c o n s u e l o t e n d r é .
E c h ó O n a r r o á a n d a r d e n u e v o h a c i a el g a b i n e te y t u m b ó s e en la p o l t r o n a m i r á n d o m e de h i t o e n
hito. E n la d i e s t r a e m p u ñ a b a las t e n a z a s d e la
chimenea, removiendo ó atizando de tiempo en
tiempo los i n f l a m a d o s c a r b o n e s . Así p e r m a n e c i mos u n o s m i n u t o s ; él caviloso y sin d e s c o s e r la
boca, yo sin a t r e v e r m e á d e s p e g a r los labios ni á
respirar c a s i .
Al fin r o m p i ó el silencio el p r o f e s o r p r e g u n t á n dome con a p a r e n t e d e s c u i d o :
— ¿ N o h a o í d o u s t e d p o r a h í c o m e n t a r algo d e
lo que h e v e n i d o á h a c e r á e s t e pueblo? A u n q u e yo
no estoy m u y al c o r r i e n t e de c u a n t o se m u r m u r a
y c h a r l a , las h a b l a d u r í a s d e la c r i a d a m e h a n revelado q u e la g e n t e fisgonea m i s p e n s a m i e n t o s ,
p a l a b r a s y obras. ¿ Q u é h a e n t r e o í d o u s t e d e n los
corrillos ?
—A R o m a p o r t o d o , — p e n s é : — c u a n d o lo pregunta, querrá saberlo. Señor D . F é l i x — d i j e en
voz a l t a , — u s t e d es u n a p e r s o n a t a n i l u s t r a d a , q u e
de fijo no se o f e n d e p o r q u e le sea f r a n c o y sincero.
—Al c o n t r a r i o . E x i j o , r e c l a m o de u s t e d
cosas: f r a n q u e z a y s i n c e r i d a d .
ambas
— P u e s s e ñ o r , las p e r s o n a s i n s t r u i d a s , la g e n t e
formal, p i e n s a g e n e r a l m e n t e q u e u s t e d e s t á a q u í
ejerciendo su c á t e d r a y d e d i c á n d o s e . . . p u e s . . . á estudiar m u c h o , y á h a c e r s e m á s s a b i o d e lo q u e es
aún, y a c a s o á a l g ú n d e s c u b r i m i e n t o ó m e j o r a ,
192
Emilia
Pardo
Bazán.
v a m o s , de eso de q u í m i c a ó de física. P e r o el vulgo... ¡ya ve u s t e d ! c o m o s i e m p r e explica las cosas
de la m a n e r a m á s e x t r a o r d i n a r i a y m á s i m p o s i b l e h a d a d o en decir q u e es usted b r u j o , q u e tiene pact o con L u c i f e r , q u e a n d a u s t e d b u s c a n d o la piedra
filosofal... Y n o crea u s t e d : a u n p e r s o n a s inteligent e s y g r a v e s , ó q u e por su profesión y d o c t r i n a debieran s e r l o , no a n d a n e x e n t a s de cierta sospecha
y escozorcillo. P o r s u p u e s t o q u e yo no he creído
n u n c a u n a p a l a b r a de tales invenciones.
D i c i e n d o i b a e s t o con aire de p e r s o n a m u y exp e r t a , y g u i ñ a n d o á la vez un o j o , sin a c o r d a r m e
d e q u e p o c o t i e m p o h a c í a c o n f e s a r a mi supersticioso t e m o r á d u e n d e s , á a p a r i c i o n e s , á t o d o lo ext r a - n a t u r a l . P e r o en a q u e l i n s t a n t e g u s t á b a m e darm e b a r n i z d e espíritu fuerte.
— ¿ C o n q u e u s t e d n o creyó n a d a de e s o ? — i n t e rrogó O n a r r o .
— N a d a , n o señor. ¡ T a l e s d i s l a t e s ! M e río y me
b u r l o y h a g o c h a c o t a d e todos c u a n t o s m e tocan
esa c o n v e r s a c i ó n .
— B i e n ; usted no lo creyó. Y d í g a m e p o r su vida:
¿qué e n t i e n d e usted por buscar la piedra filosofal?
— Y o le diré á usted... H e oído m u c h í s i m o de
e s o : p e r o d e s e g u r o q u e a h o r a no m e a c o r d a r é y
n o p o d r é explicarlo con sus pelos y señales... Me
p a r e c e , si no m e e n g a ñ o , q u e es q u e allá h a c e muchísimos a ñ o s h a b í a unos h o m b r e s q u e se p a s a b a n
la v i d a e s t u d i a n d o y d e v a n á n d o s e los sesos y que-
Pascual
López.
193
mándose las c e j a s , r e v o l v i e n d o librotes de c o n j u ros, e x o r c i s m o s y f ó r m u l a s m á g i c a s , d e r r i t i e n d o
ingredientes y m e t a l e s en r e t o r t a s y a l a m b i q u e s ,
para conseguir f a b r i c a r u n a c o s a , un g u i j a r r o ó
unos p o l v o s , q u e l l a m a b a n piedra filosofal... E n resumen , q u e con a q u e l l a p i e d r a c u r a b a n todos los
males, y a l a r g a b a n la v i d a , y r e m o z a b a n á los viejos, y las p e l a d i l l a s d e a r r o y o las t r o c a b a n e n o r o
purísimo... M i r e u s t e d , a u n el m a e s t r o de escuela
de un l u g a r c e r c a d e mi c a s a , a n d u v o , por m á s señas, d i s c u r r i e n d o cinco a ñ o s en c ó m o se h a r í a la tal
piedra, y qué especies y c o n d i m e n t o s se h a n menester p a r a s a z o n a r l a : u n o s librotes a n t i g u o s q u e
heredó d e la b i b l i o t e c a d e un tío c u r a le s o r b i e r o n
el seso h a s t a tal p u n t o , q u e al c a b o d e los cinco
años n o halló la p i e d r a , p e r o sí u n a c e l d a e n u n
m a n i c o m i o , d o n d e m u y á su s a b o r c o n t i n ú a con
sus investigaciones. E l l o dicen que la d i c h o s a pied r a , n o o b s t a n t e a n d a r t a n b u s c a d a , n o p u d o enc o n t r a r s e ; ó q u e si a l g u n o dió con ella, se fué con
el secreto al o t r o b a r r i o .
Oyó O n a r r o mi d o c t a a c l a r a c i ó n , a t e n d i é n d o m e
mucho y sin p e r d e r s í l a b a ; y c u a n d o h u b e termin a d o , l e n t a m e n t e , p e r o con e n e r g í a m e p r e g u n t ó :
—Y d a d a s tales p r e m i s a s , ¿se p u e d e s a b e r p o r
qué califica u s t e d de p a t r a ñ a el q u e yo m e consagrase á e n c o n t r a r lo q u e t a n t o s h o m b r e s e m i n e n tes de la E d a d M e d i a h a n p e d i d o á sus vigilias y
afanes ?
13
194
Emilia
Pardo
Bazán.
— ¡ C i e r t o s son los t o r o s ! — p e n s é afligido para
m i s a d e n t r o s . — ¡ N o tiene c a b a l el juicio! ¡ E r a n
v e r d a d l a s m e n t i r a s q u e se c o n t a b a n !
— ¿ E n q u é se f u n d a u s t e d — p r o s i g u i ó O n a r r o
con la voz de acero, p e n e t r a n t e y c l a r a , que en
ciertos m o m e n t o s t e n í a , — p a r a r e l e g a r á la región
de los sueños y de los imposibles un descubrimient o t r a s el cual a n d u v i e r o n c o n s t a n t e m e n t e los alq u i m i s t a s , g e n t e al c a b o estudiosísima y familiariz a d a con los misterios d e la n a t u r a l e z a , p o r espacio de t a n t o s siglos; f a l a n g e d o n d e c a d a u n o valía
t a n t o c o m o u s t e d y todos j u n t o s m á s q u e usted? A
ver, ¿tiene u s t e d a l g u n a razón seria, v e r d a d e r a , para
n e g a r a priori la posibilidad d e la p i e d r a filosofal?
— ¿ Q u é razón h e de t e n e r , p e c a d o r de m í ? — r e p l i q u é h u m i l d e m e n t e . ¿ N o s a b e u s t e d , señor don
F é l i x , q u e así e n t i e n d o yo de e s t a s cosas como de
e s t a ñ a r calderos?
— P u e s , a m i g o — r e p u s o el s i n g u l a r interlocutor
m u d a n d o t o n o , — e s lo b u e n o q u e sin e n t e n d e r , ha
a c e r t a d o u s t e d en algo, en m u c h a p a r t e . S u instint o , en cierto r e s p e c t o , le h a s e r v i d o de infalible
guía.
— ¡ Y a lo dije y o ! E s o de f a b r i c a r un elixir con
el cual en un p e r i q u e t e se vuelva m u c h a c h o el
mismísimo M a t u s a l e m , tendría bemoles!
— E s un sueño c a l e n t u r i e n t o .
— ¡ Y eso de c u r a r todos los m a l e s c o m o por ensalmo!
Pascual
López.
203.
—Delirio.
—¡Y e v i t a r la m u e r t e y q u e d a r s e c o m o el J u d í o
errante!
—Quimera.
—¡ P u e s d i g o lo d e t r o c a r l a s c h i n a s de la calle
en m o n e d a s d e c i n c o d u r o s ! ¡ni J a u j a !
—Alto, a m i g o . N o se e x p r e s e u s t e d con t a n m a gistral d e s d é n . C u i d a d i t o .
— ¿ C ó m o , s e ñ o r d o n F é l i x ? ¿ q u é dice u s t e d ?
— D i g o q u e se g u a r d e de d e c l a r a r i m p o s i b l e s cosas que, a c a s o , c u a n d o m e n o s se p e r c a t e , h a l l a r á
realizadas.
— ¿ H a b l a u s t e d f o r m a l , señor d o n F é l i x ? — g r i t é
yo s a l t a n d o en la b u t a c a y m i r á n d o l e a t ó n i t o , p r e sa de e m o c i ó n v i v í s i m a y t e m e r o s o d e a l g u n a n u e va ironía q u e m e c o r t a s e el paso.
— N o g a s t o c h a n z a s de n i n g u n a clase.
—Perdóneme usted que me impresione, que
dude... p o r q u e es t a n i n a u d i t o , t a n a d m i r a b l e , t a n
increíble ese s u p u e s t o . . .
— ¿ S e le d e s p i e r t a á u s t e d la c u r i o s i d a d científica? M a l o , m a l í s i m o . Y o le h e elegido á u s t e d y
he p u e s t o en u s t e d m i s m i r a s , p o r q u e m e p a r e c i ó
un costal d e p a j a , i n c a p a z de s o ñ a r n u n c a en a p r o piarse ni la c e n t a v a p a r t e d e la gloria q u e m e corresponde; si a h o r a s a l i m o s con q u e es u s t e d racional y p e n s a d o r , y con q u e p u e d e n c o n m o v e r l e á
usted e s t a s cosas, m a l negocio.
—Señor don F é l i x , n o c r e a u s t e d q u e es la p a r -
Emilia
196
Pardo
Bazán.
te científica lo q u e á mí m e l l a m a la atención, y
m e e n t u s i a s m a y a r r e b a t a : n o s e ñ o r ; lo q u e me
h a c e á mí tilín son los m i l l o n e s , ¡ q u é digo millones! los billones y c u a t r i l l o n e s y sextiliones que
p u e d e a d q u i r i r un h o m b r e q u e t e n g a la habilidad
q u e usted dice de volver las losas en b a r r a s d e oro!
Mire u s t e d q u e de esa m a n e r a se podía u n o hacer
e n m e n o s q u e c a n t a un gallo u n a r e n t i t a . . . vaya,
m e q u e d a r é corto... a s í , de u n o s trescientos mil
pesos diarios, q u e vienen á ser p o r hora...
Y m e puse á c o n t a r por los dedos. O n a r r o callaba.
— ¡ Q u é b a r b a r i d a d ! — c o n t i n u é sin s a b e r moder a r mi e x a l t a c i ó n : — ¡ q u é b a r b a r i d a d ! ¡ q u é cosas
se p o d í a n h a c e r con t a n t o d i n e r o ! E n p r i m e r lug a r , e n s a n c h a r t o d a s las calles de S a n t i a g o , que
b u e n a f a l t a les h a c e , y s u p r i m i r l e s los b a c h e s , que
n o tienen pocos... C o n v i d a r á comer á t o d o s los est u d i a n t e s de leyes, d e m e d i c i n a y del Seminario,
y d a r l e s C h a m p a g n e á discreción por espacio de
u n a s e m a n a . . . c u b r i r de cristales la R u a n u e v a y la
A l a m e d a , p a r a p a s e a r á pie e n j u t o . . . Y a h o r a que
está v a c a n t e el t r o n o de E s p a ñ a , con m e t e r l e s un
m a l millón en la m a n o á c a d a alcalde, y dos ó tres á
c a d a coronel, y diez ó q u i n c e á c a d a c a p i t á n general ó g o b e r n a d o r d e p r o v i n c i a , y un billoncejo ó dos
á los m i e m b r o s del G o b i e r n o provisional, sería uno
rey sin efusión de s a n g r e y con i n m e n s o entusiasmo... ¡Figúrese usted! P e r o u s t e d , señor d o n Félix,
Pascual
López.
197.
DO debe t e n e r v o c a c i ó n d e m o n a r c a , s e g ú n m e escucha c a b i z b a j o .
— E s t o y p e n s a n d o , - c o n t e s t ó el s a b i o sin levantar la c a b e z a — q u e e n vista d e l a s t o n t e r í a s q u e le
sugiere á u s t e d la p e r s p e c t i v a sola de t e n e r o r o á
discreción, quizá voy á o b r a r m a l y á c o n t r a e r resp o n s a b i l i d a d g r a v í s i m a si se lo p r o p o r c i o n o .
De suerte...—murmuré conmovido y temblando y sin a t e n d e r á c o n t e s t a r a c o r d e , - q u e
cree
firmemente
usted
q u e es posible h a c e r oro d e l a s
piedras... ¿ E s a es... pues... la e m p r e s a q u e v a m o s
á acometer juntos?
— No, señor.
¡ N o ! — e x c l a m é m á s frío q u e la nieve.
— N o , n u e s t r a e m p r e s a será m e n o s difícil.
- Y o creí... ¡ V a m o s , y a m e p a r e c í a á mí q u e eso
no e r a p o s i b l e ! p o r q u e al fin el o r o es o r o , y l a s
piedras... p i e d r a s .
— N o c a b e duda... p e r o m i r e u s t e d , bien p u d i e r a
suceder que... A u n q u e m e p a r e c e difícil q u e en su
caletre d e u s t e d se a b r a n c a m i n o m i s explicaciones... h a r é u n a p r u e b a . Y o t e n g o el don d e claridad. ¿ S a b e u s t e d d e q u é e s t á c o m p u e s t o el universo físico ?
— P u e s c l a r o está... de los c u a t r o e l e m e n t o s , aire,
fuego, a g u a y...
— ¡Y... y e x p l i q u e u s t e d p a r a e s t o ! — g r i t ó O n a r r o . — ¿ Q u é , h a o l v i d a d o u s t e d u n a cosa t a n sencillísima, q u e le e n s e ñ é mil veces e n clase? L e h a c í a ,
Emilia
Pardo
Bazán.
en v e r d a d , t o r p e y d e s m e m o r i a d o ; p e r o no hasta
ese p u n t o inverosímil. R e c o r d a r á u s t e d q u e les dije
que la q u í m i c a ha reconocido a c t u a l m e n t e hasta
s e s e n t a y cinco c u e r p o s ó s u s t a n c i a s simples, cuyas
d i v e r s a s c o m b i n a c i o n e s f o r m a n los componentes
todos del U n i v e r s o .
— S í , m e p a r e c e que voy h a c i e n d o memoria...—
dije yo sin r e c o r d a r m i a j a .
— N o podemos asegurar—continuó Onarro—que
esa c a n t i d a d d e c u e r p o s simples sea definitiva.
P u e d e a c o n t e c e r q u e se d e s c u b r a n , c o m o en efecto
se h a n descubierto, a l g u n o s n u e v o s , y p u e d e suceder q u e , m e j o r a n a l i z a d o u n o de los a n t i g u o s , resulte c o m p u e s t o de e l e m e n t o s conocidos ya. D e
s u e r t e q u e el n ú m e r o s e t e n t a y cinco está s u j e t o á
aumentar ó á disminuir.
— J u s t o — a p r o b é y o m u y serio. — Confieso que
en a q u e l m o m e n t o m e fijaba m u c h í s i m o en la explicación, a p r e t a n d o el intelecto c u a n t o p o d í a .
— A h o r a b i e n ; los q u í m i c o s nos p r e g u n t a m o s á
c a d a i n s t a n t e : ¿ h a b r á r e a l m e n t e e n el U n i v e r s o
s e t e n t a y cinco especies d i f e r e n t e s de materia?
¿ E x i s t i r á un n ú m e r o d a d o de c u e r p o s i n t r í n s e c a m e n t e distintos, irreductibles, insolubles los unos y
los o t r o s ? Y m u c h o s d e los q u í m i c o s m á s eminentes, e n t r e ellos C a u c h y y A m p é r e , q u e son dos lumb r e r a s , r e s p o n d e n : N o , es imposible q u e se dé esa
c a n t i d a d de m a t e r i a l e s s u s t a n c i a l m e n t e diversos:
eso no es m á s q u e u n a a p a r i e n c i a , un efecto de la
Pascual
207.
López.
distinta colocación y a g r u p a m i e n t o de los á t o m o s ,
único e l e m e n t o v e r d a d e r a m e n t e simple, indivisible
inalizable, i r r e d u c t i b l e y p r i m i t i v o q u e se p r e s e n t a
en el U n i v e r s o .
- ¿ E s o d i c e n ? — i n t e r r o g u é yo.
— ¿ H a e c h a d o u s t e d t a m b i é n en olvido los e j e m plos q u e p u s e , á fin de e x p l a n a r la t e o r í a ?
— H a g a u s t e d c o m o si
nunca
los h u b i e s e p u e s t o .
— P a r a p r o b a r q u e dos c u e r p o s a b s o l u t a m e n t e
idénticos, s e g ú n d e m u e s t r a el análisis con evidencia, p u e d e n ofrecer p r o p i e d a d e s q u e los h a g a n a p a recer d i v e r s í s i m o s , cité el fósforo. E l fósforo es u n
cuerpo b l a n c o , l u m i n o s o en la o s c u r i d a d , m u y inflamable, con olor f u e r t e y p e n e t r a n t e y e n e x t r e m o
venenoso. P u e s c a l i é n t e l o u s t e d e n un v a s o cerrado, y se e n c o n t r a r á con u n c u e r p o r o j o , o p a c o e n
la o s c u r i d a d , poco i n f l a m a b l e , i n o d o r o y sin veneno alguno. ¡ Ya ve u s t e d si al p a r e c e r se d i f e r e n c i a n
estos dos e s t a d o s ! N o o b s t a n t e , lo r e p i t o , el análisis p r u e b a q u e es e x a c t a m e n t e u n a m i s m a c o s a la
de a n t e s y la d e d e s p u é s . Sólo se h a n a l t e r a d o sus
p r o p i d a d e s físicas. L o p r o p i o p a s a con el a g u a ,
que es c u e r p o c o m p u e s t o . ¡ C o n s i d é r e l a u s t e d mudándose del e s t a d o de hielo al de l í q u i d o y al d e
vapor! Sin e m b a r g o , s i e m p r e es la m i s m a c o m b i nación: dos á t o m o s d e h i d r ó g e n o p o r u n o d e oxígeno. E l silicato de p o t a s i o es l í q u i d o ; con t o d o , e s
idéntico al c r i s t a l sólido. A u n les p u s e á u s t e d e s e n
c á t e d r a , y p o d r í a p o n e r l e á u s t e d a h o r a infinitos
200
Emilia
Pardo
Bazán.
e j e m p l o s m á s , y t o d o s i g u a l m e n t e sencillos é inteligibles. P e r o u s t e d n o a t e n d e r í a ó e s t a r í a pensand o en l a s m u s a r a ñ a s .
Y o n o p r o t e s t é , p o r q u e el t r a b a j o m e n t a l de ir
e n t e n d i e n d o a q u e l l a s cosas t a n o b v i a s y c l a r a s m e
tenía medio atolondrado.
— A h o r a bien—prosiguió O n a r r o . — E s t a s y o t r a s
r a z o n e s que u s t e d n o necesita, nos c o n d u c e n c o m o
de la m a n o á s u p o n e r q u e , en r e a l i d a d , no existe
m á s q u e un g é n e r o de m a t e r i a , u n a sola s u s t a n c i a .
L o s á t o m o s a g r u p a d o s e n t r e sí de d i v e r s a s maner a s en los c u e r p o s s i m p l e s , y f o r m a n d o cristales
e l e m e n t a l e s p e q u e ñ í s i m o s , c o n s t i t u i r í a n esta ó
a q u e l l a s u s t a n c i a s i m p l e , según el n ú m e r o de átom o s del cristalillo e l e m e n t a l , su posición, su movim i e n t o , etc. Así s u c e d e con las fichas del d o m i n ó ,
q u e c o l o c a d a s de un m o d o h a c e n u n a torre, de o t r o
u n r e d u c t o , de a q u é l u n a m u r a l l a a l m e n a d a . . . N o
h a b i e n d o , p u e s , diferencia s u s t a n c i a l en la m a t e
ría, quién d u d a que, p o r e j e m p l o , el p l o m o y el o r o ,
son u n a m i s m a s u s t a n c i a b a j o f o r m a s diversas. L a
ciencia en su e s t a d o a c t u a l n o conoce razón a l g u n a
q u e p u e d a calificar de imposible y a b s u r d a esta
hipótesis. L o s a n t i g u o s aristotélicos solían decir
q u e la m a t e r i a es i n d i f e r e n t e á las f o r m a s . ¿ Q u é
necesitaríamos, según esto, para t r a n s m u t a r los
d e m á s c u e r p o s en oro? P o c a cosa e n v e r d a d . B a s t a r í a con que así c o m o a n a l i z a m o s , d i s e c a m o s y
d e s c o m p o n e m o s los c u e r p o s c o m p u e s t o s , r e d u c i é n -
Pascual
López.
201.
dolos á su m á s sencilla f ó r m u l a , á la m í n i m a e x p r e sión, p u d i é r a m o s h a c e r o t r o t a n t o con los simples.
U n a vez t r a í d o s á su o r i g i n a r i a s i t u a c i ó n de m e r o s
átomos e l e m e n t a l e s , e r a a s u n t o n o m á s q u e d e ponerlos en c o n d i c i o n e s d e c r i s t a l i z a r f o r m a n d o las
moléculas e s p e c i a l e s del oro.
— Y siendo esto t a n fácil, Sr. D . F é l i x d e mi
alma, ¿ p o r q u é n o lo h a c e u s t e d ? — e x c l a m é i m p a ciente, con afán v e h e m e n t í s i m o .
— ¡ F á c i l ! ¿ C u á n t o s siglos t r a n s c u r r i r á n q u i z á s
antes de q u e la p a c i e n c i a y el e s t u d i o del h o m b r e
alcancen á a p l i c a r e n t o d a su e x t e n s i ó n estos principios q u e h e i n d i c a d o ? ¿ Q u i é n será el genio q u e
el d e s t i n o s e ñ a l a p a r a q u e los c o m p l e t e , desenvuelva y perfeccione? ¿ Q u i é n el ilustre i n v e n t o r d e los
i n s t r u m e n t o s d e l i c a d í s i m o s y mil veces m á s e x a c t o s
que r e l o j e s , q u e nos c o n s i e n t a n p r o f u n d i z a r la
e s t r u c t u r a í n t i m a d e los c u e r p o s ? ¿ S a b e u s t e d ,
d e s d i c h a d o , q u e los á t o m o s son u n a cosa q u e n o
tiene t a m a ñ o ni peso a p r e c i a b l e ; q u e son el ú l t i m o
g r a d o de división d e la m a t e r i a ; q u e se o c u l t a n
a b s o l u t a m e n t e , n o ya á los s e n t i d o s , sino á los aparatos q u e c e n t u p l i c a n la e n e r g í a de los sentidos;
que la f r a g m e n t a c i ó n d e e s t a s p a r t í c u l a s es casi infinita? ¿ S a b e u s t e d q u e si los á t o m o s c o n t e n i d o s
en u n a g o t a d e a g u a del grosor d e un g u i s a n t e se
trocasen en g r a n o s de a r e n a , un c o n v o y c o n t i n u o
de c a m i n o de h i e r r o m a r c h a n d o con u n a r a p i d e z
de t r e i n t a y seis k i l ó m e t r o s p o r h o r a n e c e s i t a r í a
202
Emilia
Pardo
Bazán.
m á s de dos millones y m e d i o de a ñ o s p a r a transport a r esa a r e n a ? ¿ Q u é si se quisiera c a l c u l a r el núm e r o de á t o m o s m e t á l i c o s c o n t e n i d o s en u n a cabeza de alfiler de á o c h a v o , s e p a r a n d o c a d a segund o con el p e n s a m i e n t o mil m i l l o n e s , t e n d r í a m o s
q u e repetir tal operación por e s p a c i o de doscientos
c i n c u e n t a y t r e s mil seiscientos s e t e n t a y ocho años
p a r a llegar á la c u e n t a j u s t a ?
— ¿ C ó m o d i a n t r e s h a b r á n a v e r i g u a d o eso ?—pens é p a r a m í , m i e n t r a s en voz alta decía—¡Canastos!
— Y a d v i e r t a q u e estoy h a b l a n d o de los á t o m o s
d e la m a t e r i a p o n d e r a b l e , q u e si m e refiriese á los
d e l é t e r , c u y a s u s t a n c i a p e n s a m o s que sea la mism a , p e r o i n f i n i t a m e n t e m á s a f i n a d a y ténue... L a
i m a g i n a c i ó n se p i e r d e . P o r lo i n d i c a d o , ya ve usted
q u e h a y c a m i n o q u e a n d a r a n t e s d e resolver á
f o n d o t a n t o s e n i g m a s ; y quién s a b e si j a m á s . . .
— L o q u e y o voy s o s p e c h a n d o , S r . D . F é l i x m u r m u r é ya m a r e a d o — e s q u e con t o d a s esas mar a v i l l a s , l a b e r i n t o s y p o r t e n t o s , yo m e q u e d a r é
c o m o e s t a b a , p o r q u e u s t e d , p o r lo v i s t o , a u n q u e
c r e e posible, factible y c o r r i e n t e lo del o r o hecho
con p e d r u s c o s y c a n t o s , n o s a b e cómo m a n e j a r s e l a s p a r a c o n s e g u i r l o , y viene á ser i g u a l que si
lo d e c l a r a s e imposible d e s d e luego.
— N u n c a alcé mi o s a d o p e n s a m i e n t o h a s t a t r a t a r
d e resolver lo q u e h o y por hoy p e r m a n e c e insoluble.
Ya he d i c h o á usted q u e n u e s t r a e m p r e s a e r a m á s
fácil.
Pascual
López.
203.
—Y t a m b i é n , d e s e g u r o , m e n o s f r u c t u o s a , m e n o s
s u c u l e n t a , menos...
— ¡ N o , n o ! — g r i t ó O n a r r o d e s c a r g a n d o con la
tenaza un f u e r t e g o l p e s o b r e los c a r b o n e s d e la chim e n e a , y h a c i e n d o s a l t a r m u l t i t u d de c h i s p a s , q u e
un m o m e n t o f o r m a r o n á su c a l v a c a b e z a f a n t á s tica a u r e o l a . — ¡ N o , y mil v e c e s n o ! P o r d e s d i c h a
mía, y f o r t u n a de u s t e d , la e m p r e s a será t o d o lo
lucrativa p o s i b l e , p e r o m á s h a c e d e r a y l l a n a , y
por e n d e m e n o s gloriosa. ¿ L o oye u s t e d b i e n ?
- D e m o d o que... ¡ Ay, Sr. D . Félix! R e p i t a u s t e d
eso. ¿ D e m o d o q u e es así... cosa t a n r o d a d a ?
—Sí, p o r q u e n o t r a t a m o s de t r a n s m u t a r un c u e r po simple en o t r o c u e r p o s i m p l e , sino p u r a y s e n cillamente de h a c e r p a s a r u n c u e r p o m i s m o d e u n
estado á o t r o d i v e r s o . P o r l a s s u c i n t a s , g r o s e r a s y
e l e m e n t a l í s i m a s e x p l i c a c i o n e s que di á u s t e d , notará q u e de lo p r i m e r o á lo s e g u n d o m e d i a t a n t a
distancia c o m o de b e b e r s e un v a s o d e a g u a á sorber el O c é a n o .
_Ya,
ya — a p r o b é yo c o m o el q u e v a e n t e n -
diendo.
— ¡ S e r á u s t e d r i c o , h o m b r e , si sale v i v o ! n o lo
d u d e ; s e r á u s t e d un p o d e r o s o d e la t i e r r a . V e n g a
acá. ¿ C o n o c e u s t e d por c a s u a l i d a d lo q u e e s un
diamante?
E s t r e m e c í m e , y r e p e n t i n a luz i l u m i n ó mi m e n t e .
Sin e m b a r g o , mis i d e a s c o n f u s a s n o m e a l c a n z a b a n p a r a e n t e n d e r bien t o d a s las revelaciones
204
Emilia
Pardo
Bazán.
y t o d a s l a s p r o m e s a s e n c e r r a d a s e n la pregunta.
A d e m á s , mis c o n o c i m i e n t o s en p e d r e r í a eran bast a n t e imperfectos.
— D i a m a n t e . . . — b a l b u c í . — S í , m e a c u e r d o de
q u e un día en q u e P a s t o r a e s t a b a vistiendo y ader e z a n d o á la V i r g e n del A m p a r o , de quien es cam a r i s t a , con a l h a j a s q u e le p r e s t a r o n las señoras
d e R..., m e e n s e ñ ó una g r a n p i o c h a de p r e n d e r en
el p e c h o y u n a s a r r a c a d a s l a r g a s , todo ello hecho
de u n a s p i e d r a s b l a n c a s q u e b r i l l a b a n muchísimo,
y m e d i j o : «¿Ves e s t o q u e p a r e c e vidrio? P u e s es
un vidrio q u e v a l d r á p o r ahí dos ó t r e s mil pesos.»
A u n se m e figura q u e estoy v i e n d o las joyas... resp l a n d e c í a n c o m o estrellas. D e s p u é s he r e p a r a d o
otros brincos m o d e r n o s con p i e d r a s del mismo
j a e z , en el e s c a p a r a t e del p l a t e r o L o r e n z o , y en
los de los C o r d o b e s e s q u e vienen a q u í en la temp o r a d a del C o r p u s al Apóstol.
— P u e s mire u s t e d , si yo t u v i e s e en mi poder
esa piocha y a r r a c a d a s de q u e u s t e d h a b l a , y pudiese s o m e t e r l a s á un g r a d o de calor d e t e r m i n a d o ,
¿sabe u s t e d lo q u e s u c e d e r í a ? L a s p i e d r a s se irían
e n t u r b i a n d o , luego p o n i é n d o s e n e g r a s , luego hinchándose... h a s t a convertirse...
O n a r r o se l e v a n t ó , a b r i ó el mueblecillo situado
al l a d o de la c h i m e n e a , y c u y o d e s t i n o era g u a r d a r
el c o m b u s t i b l e , m e t i ó en él la m a n o , y s a c a n d o un
p e d a z o de c a r b ó n m e lo p u s o a n t e los o j o s , diciéndome:
Pascual
López.
205.
— ¡ E n esto!
— ¡ E n e s t o ! — r e p e t í p a s m a d o y u n t a n t o incrédulo.
— E n esto mismo. ¿ L o entiende usted? E n esta
materia d e s p r e c i a b l e y vil, q u e q u e m o yo a s í , á
puñados, p a r a c a l e n t a r m e . . .
Y el sabio, p e r d i d a ya la f r i a l d a d y c a l m a h a b i tuales, cogía á m a n o s l l e n a s el c a r b ó n y lo a r r o j a ba á mis pies.
— ¿ D e s u e r t e — d i j e y o sin la m e n o r i n t e n c i ó n
de b u r l a — q u e v a m o s á h a c e r n o s ricos q u e m a n d o
de esas p i e d r a s p a r a e n c e n d e r d e s p u é s la chimenea ?
— O q u i e r e u s t e d h a c e r j o c o s o lo q u e es m u y
serio, ó es u s t e d el m a y o r s a n d i o del m u n d o . ¡ N o
ha c o m p r e n d i d o u s t e d aún q u e lo q u e h a r e m o s
será c o n v e r t i r esta í n f i m a m a t e r i a sin v a l o r q u e á
t o n e l a d a s se e x t r a e de las m i n a s , q u e se e n c u e n t r a
en c a p a s i n m e n s a s b a j o el s u b s u e l o de E u r o p a , e n
magníficos, e n o r m e s y f ú l g i d o s d i a m a n t e s !
— ¡ D i a m a n t e s ! — r e p e t í yo como fascinado por
la oriental p a l a b r a .
— Sí, diamantes. L o que está usted oyendo.
— ¿ P e r o eso se h a de h a c e r . . . c a l e n t a n d o ? . . .
— E l c ó m o se h a de h a c e r , ni le i m p o r t a á u s t e d ,
ni t e n g o p a r a q u é explicárselo, ni lo e n t e n d e r í a
a u n q u e p r e n s a s e el m a g í n t o d a la vida... E l c ó m o
• es c u e n t a m í a , m í a e n t e r a m e n t e . H a r t o le h e aclarado, p a r a q u e al fin v i n i e s e á q u e d a r s e t a n en
i6o
Emilia
Pardo
Bazán.
a y u n a s c o m o e s t a b a . A h o r a , u s t e d no tiene que
o c u p a r s e sino en t r e s c o s a s : la p r i m e r a callar como
ha j u r a d o , es decir, c o m o un m u e r t o ; la segunda
c o n f e s a r s e y d i s p o n e r su t e s t a m e n t o , si tuviere de
q u é ; la t e r c e r a p r e s e n t á r s e m e a q u í , p r e p a r a d o á
t o d a c o n t i n g e n c i a , p a s a d o m a ñ a n a al r a y a r el día.
¿ E s t a u s t e d dispuesto?
— S í , señor—contesté resueltamente. —Pasado
m a ñ a n a , al a m a n e c e r , m e t e n d r á u s t e d a q u í . Yo
n o sé si h a g o un d i s p a r a t e , si m e m e t o en un ber e n g e n a l del q u e h a y a d e salir con los pies para
d e l a n t e , c a m i n o del c e m e n t e r i o ; p e r o y a . . . ya quiero d e s p e j a r esta i n c ó g n i t a , y ver si de u n a vez en
la v i d a dejo de ser p o b r e , y p u e d o d a r m e el gustazo de r e g a l a r l e á P a s t o r a u n a p i o c h a y u n a s arrac a d a s c o m o aquéllas.
— E s c u c h e u s t e d — a d v i r t i ó el s a b i o cogiéndom e de la m a n o , y s e ñ a l a n d o h a c i a el p e q u e ñ o esfer a m u n d i , c o l o c a d o s o b r e u n a mesilla no lejos de
nosotros.— E n el globo q u e ve u s t e d a h í represent a d o , existen á e s t a s h o r a s m u c h o s miles de seres
h u m a n o s , c u y a vida se p a s a en e s p e r a r e n c o r v a d o s
el h a l l a z g o de u n a m i s e r a b l e p i e d r a preciosa, ocult a en las e n t r a ñ a s del p l a n e t a . . . N o c r e a usted que
en- ese oficio n o a r r i e s g a n la e x i s t e n c i a ; no crea
u s t e d q u e n o son t r a t a d o s c o m o p a r i a s , peor que
p a r i a s , p o r q u e el p a r i a tiene el d e r e c h o de alzar al
sol su faz, y ellos d o b l a n su f r e n t e al suelo árido...
Ya p u e d e u s t e d , j o v e n , c o n s i d e r a r s e protegido por
Pascual
López.
207.
benigna estrella y d e s t i n o f a u s t o . U s t e d b u s c a r á
en S a n t i a g o el d i a m a n t e en mi l a b o r a t o r i o ; si h u biera u s t e d n a c i d o en el B r a s i l , con un p o c o m á s
de p i g m e n t o b a j o la e p i d e r m i s , lo b u s c a r í a á p u r a s
p e r s u a s i o n e s del látigo d e un c a p a t a z , q u e n o le
dejaría a c a s o h u e s o s a n o .
C o n d ú j o m e O n a r r o h a s t a la p u e r t a , sin a ñ a d i r
otra p a l a b r a . A t u r d i d o , t r a s t o r n a d o y con la cabeza h e c h a u n a olla d e grillos, m e d e s p e d í , y y a
tenía el pie en la c a l l e , c u a n d o O n a r r o m e r e i t e r ó
paternalmente.
— N o d e j e u s t e d de p r e p a r a r s e á bien
por si a c a s o .
morir,
IX
Y d e c í a m e yo á la m a ñ a n a s i g u i e n t e , e n t r a n d o ,
después d e u n a n o c h e de desasosiego y vigilia á
cuentas y juicio c o n m i g o m i s m o , c u a l un t i e m p o l o
hizo S a n c h o : s e p a m o s , P a s c u a l h e r m a n o , q u é compromiso es el q u e h a c o n t r a í d o v u e s a m e r c e d . ¿ H a
t r a t a d o a c a s o d e a l g u n a g i r a ó diversión c a m p e s tre, p a r a la cual h a y a de r e u n i r s e con u n p a r d e
amigos, ó m e d i a d o c e n a , en u n a m e n o l u g a r , llevando t o d o s s a b r o s o s víveres y g o l o s i n a s p a r a m e rendar a l e g r e m e n t e ? N o por cierto. ¿ H á n l e invitado á concierto ó s a r a o , e n q u e e s p a r z a el ánimo-
Emilia
Pardo
Bazán.
y h o n e s t a m e n t e se d i s t r a i g a ? M e n o s aún. ¿Pues
a d ó n d e tiene d e asistir m a ñ a n a al d e s p u n t a r la
a u r o r a ? A la c o n q u i s t a de unos millones, t a n t o s en
n ú m e r o que n o es posible c o n t a r l o s . ¿Y quién os
h a d e a y u d a r y e n c a m i n a r á conseguirlos? P u e s el
n u n c a bien p o n d e r a d o D . F é l i x O n a r r o , n a t a y
flor de la c i e n c i a , cifra y c o m p e n d i o de la sabiduría, que m a n d a e n la n a t u r a l e z a y la m e t a m o r f o s e a
y m u d a cual n u e v o Ovidio. B u e n o v a . ¿Y sabéis
vos, h e r m a n o P a s c u a l , las p e r i p e c i a s q u e pueden
s o b r e v e n i r o s en esa a v e n t u r a ? S e g ú n confiesa el
h é r o e p r i n c i p a l d e ella, es fácil q u e él y vos, en un
s e g u n d o , rodéis á la e t e r n i d a d . ¿Él y vos decís? ¿Y
n o f u e r a posible q u e sólo vos corriéseis el peligro,
y el t a i m a d o del s a b i o se q u e d a s e riendo? N o va
d e s c a m i n a d o ese recelo. Y a h o r a s u p o n g a m o s que
salís con bien de la a v e n t u r a : ¿sabéis de buena
t i n t a q u e se os v e n d r á n á las m a n o s los ofrecidos
tesoros? P r o m e t i ó m e l o D . F é l i x . ¿Y c ó n s t a o s á vos
q u e D . Félix n o tiene la región c e r e b r a l vacía y
seca como u n a a v e l l a n a rancia? N o m e c o n s t a en
m o d o alguno. L i g e r o a n d u v i s t e i s e n t o n c e s , Pasc u a l . E l diablo, a ñ a d í a yo c o m o el e s c u d e r o manc h e g o , el diablo m e h a m e t i d o á mí en esto, que
o t r o no.
C o n tales reflexiones m e eché á la calle, ansiand o gozar del aire l i b r e , p o r si e r a a q u e l mi último
d í a de r e s p i r a r l o , y deseoso de ver rostros conoc i d o s , p o r si m e r e s t a b a n sólo u n a s h o r a s de po-
Pascual
209
López.
derlos m i r a r . N a d a d e c u a n t o m e e n c a r g a r a O n a rro hice, p o r q u e en lo t o c a n t e á t e s t a m e n t o , c o m o
no legase el a l m a á D i o s y los h u e s o s á la t i e r r a ,
otra cosa n o poseía; y de c o n f e s a r m e , si bien se m e
a l c a n z a b a q u e f u e r a s a l u d a b l e p r e v e n c i ó n , e r a tal
mi i n q u i e t u d , z o z o b r a y f a l t a de recogimiento, y
tal el t r o p e l d e i m á g e n e s y d o r a d o s s u e ñ o s que p o r
momentos me asediaba, que no pude resolverme á
hacer e x a m e n de c o n c i e n c i a . L o único q u e p u n t u a l m e n t e c u m p l í fué la cláusula d e no t r a s l u c i r
cosa a l g u n a de la p r o y e c t a d a e m p r e s a ni del objeto de mis e n t r e v i s t a s con O n a r r o .
Sin e m b a r g o , m e bullía á v e c e s en el c u e r p o u n
afán irresistible de q u e supiese t o d o el m u n d o q u e
mi s u e r t e i b a á p a s a r , m u y en b r e v e , de a d v e r s a á
próspera y m a g n í f i c a . L a m i t a d d e mis f u t u r a s riq u e z a s diera yo p o r o s t e n t a r d e s d e luego la o t r a
mitad. D e p a r ó m e la c a s u a l i d a d q u e aquel día, paseándome p o r la R ú a del Villar, del lado de los soportales e n que está la a n i m a c i ó n del comercio y
el m a y o r c o n c u r s o de g e n t e , viese c r u z a r p o r l a s
a r c a d a s f r o n t e r i z a s un c u e r p o , q u e m á s p a r e c i e r a
sombra d e r r o t a d a y l a c i a , y q u e escurriéndose con
cautela y r e c a t á n d o s e y p e g á n d o s e á las c a s a s , p a recía, n o a n d a r , sino deslizarse. I n m e d i a t a m e n t e
di caza á la s o m b r a , q u e al p r o n t o , al v e r m e , a p r e tó el p a s o ; m a s d e s p u é s , c o n o c i é n d o m e sin d u d a ,
volvió pies a t r á s , y l l e g á n d o s e á mí, con voz a n h e losa m e d i j o :
13
i6o
Emilia
Pardo
Bazán.
— Si quieres h a b l a r m e s a l g a m o s de ahí. Chico,
la I n g l a t e r r a t o d a está p o r esos comercios.
— P e r o — r e s p o n d í yo a d m i r a d o c o n t e m p l a n d o el
t r a j e a s t r o s o y h e c h o girones, el g r a s i e n t o tapab o c a s y el a b o l l a d o s o m b r e r o de Cipriano,— ¿cómo
d e b e s n a d a en t i e n d a a l g u n a , si te veo con el propio t r a j e y p e r g e ñ o q u e u s a b a s allá c u a n d o vivíam o s los c u a t r o j u n t o s y j u g á b a m o s á la brisca?
D e b e r á s en el café, ó en L a flor de los campos de Cariñena.
— ¡ A y , P a s c u a l b u e n o ! — suspiró el estudiante,
g u i á n d o m e h a c i a calles r e t i r a d a s , y á la sazón casi
d e s i e r t a s . — ¡ B i e n se ve q u e tú no e s t á s enterado,
ni c o m p r e n d e s los e x t r a v í o s á que nos a r r a s t r a una
pasión! ¿No te a c u e r d a s ya de mi hermosísima
Leonor?
—¿Aquella b u e n a a l h a j a , con la c a r a embadurn a d a d e a l m a z a r r ó n y h a r i n a , que p a s e a b a contigo
p o r los A g r o s de C a r r e i r o ?
— ¡ S t t t t ! ¡ n ó m b r a l a con m á s respeto, que, al fin
y al c a b o es u n a n o t a b i l i d a d escénica ! N o v a y a s á
figurarte
q u e sólo c a n t a b a en los coros, no señor;
h i z o p a p e l e s casi de los m á s difíciles y comprometidos, como el de mujer primera en los Magyares; una
criada, en Marta; dama convidada primera, en el seg u n d o a c t o de Los diamantes de la corona, y otros por
el estilo.
— E n s u m a , esa g r a n d e a r t i s t a te ha e s t r u j a d o
el bolsillo.
Pascual
López.
219.
— ¡Pero de qué manera! ¡chico! él ya no estaba
muy repleto, y ahora parece una oblea.
—Tu capital solían ser diez reales, siete cuartos
y tres ochavos...
—Esos eran los días de opulencia; pero me dejó
sin blanca la divina ninfa. En aquella boca tenía
escondido un fraile mendicante. ¿Querrás creer
que hasta me pidió los cuellos y puños postizos
que yo solía gastar, y el único levitín decente que
tuve en mi vida, bajo pretexto de que la obligaban
á salir vestida de hombre en un fin de fiesta? Y
allá se quedó mi guardarropa olvidado. Así ando
yo de roto y hecho una lástima. ¡ Oh mujeres! Bien
dijeron Salomón y San Agustín y el Crisóstomo...
—¿De suerte—dije yo atajando aquel torrente
de erudición q u e j u m b r o s a - q u e estás como el gallo
de Morón?
— Lo mismito. Si me quedo en casa me acribilla
lapatrona; bloquéanme los acreedores si salgo á
la calle; el autor de mis días se ha declarado en
quiebra, y cuando le pido monises me responde
que siente plaza. ¡Qué situación la del general!
¡Ahora precisamente que pensaba yo estudiar, ganar curso, volverme hombre de pró! ¡ Pero apliqúese usted oyendo gruñir á una patrona sin entrañas!
¡Asista usted á clase sin tener casi camisa ni ropa!
¡Pase usted de esta facha sin ruborizarse ante
aquella señora Minerva de la Universidad, que está
siempre tan arregladita y tan limpia!
212
Emilia
Pardo
Bazán.
— Pues no te apures. ¿Quién sabe si andando el
tiempo hallarás quién te dé la mano? —pronuncié
yo con mal encubierto airecillo protector.
— Para saludarme, podrá ser... y aún lo dudo,
según estoy de tronado. Por lo demás, ¿apurarme
yo?¡Bah!
Y me miró con tal expresión de picaresca alegría, que sirviera su rostro para perfecto modelo
de un Demócrito risueño y despreocupado.
— Cuando te digo que á lo mejor... donde menos
se piensa salta la liebre. Podrá suceder que no pasen cuarenta y ocho horas sin que veas maravillas,
y sin que acaso te ofrezca yo con qué tapar la boca
á los mastines que te andan á los alcances...
— ¿ Qué es eso ? ¿ Tonillo enigmático ? ¡ Calle! ¿Si
Onarro que tanto te estima, te habrá dado parte
de la piedra filosofal ?
Temblé al oir la frase del estudiante, que sin
sospecharlo colocaba el tiro tan cerca del blanco.
—Perdido soy y perjuro además—calculé—si algo
se vislumbra. —Mi emoción debió de reflejarse en
mi fisonomía, porque el sagaz Cipriano añadió mirándome de hito en hito.
— ¡Qué efecto te ha causado! Te has puesto del
color de las bandas de la capa... Pascualillo, ¿con
que andas en esos fregados? Ahora sí que digo yo
que vamos á pasar magnífica vida á tu cuenta.
—Aquí es fuerza salir del paso con un e n r e d o discurrí yo.—Y componiendo el rostro y con aire
Pascual
López. 221.
misterioso y confidencial, murmuré:—'Cipriano, mira que te lo cuento á tí, y sólo á tí: cuidadito no
me comprometas, porque si por ahí lo saben me
asediarán á petitorios, y para tanto no alcanza. En
efecto, el señor D. Félix ha tenido la bondad de...
—¿De darte un cachillo de la piedra?
— ¡Qué piedra ni qué niño muerto! Me extraña
que tú des crédito á semejantes paparruchas. El
señor D. Félix, repito, que es un hombre servicialísimo, y á mí me distingue de manera que no sé
cómo pagarle, se ha dignado negociar con un editor de allá de Francia una obrilia que había yo
compuesto en mis ratos de ocio... poca cosa, pero
en fin...
— En fin...
—Que el editor la ha comprado, y la va á publicar y me da por ella diez mil realitos...
- ¡ H o m b r e ! — e x c l a m ó e l estudiante, cuyas truhanescas facciones expresaban la duda, el asombro
y la burla, todo junto—iHombre! Milagro y maravilla sería aquello de la piedra filosofal, pero más
me espanto de esotro que me cuentas tú. Chico,
dicen por ahí que eres un sabio; pero, ¿cómo te he
de adorar santo, si te conocí tan ciruelo como los
restantes? En fin, sea todo por Dios, y daca unas
cuantas caras de reyes feos con peluquín, que á
mí me parecerán más lindos que Leonor, ya los
hayas granjeado escribiendo una portentosa obra
científica, lo cual considero fuera de lo natural, ya
214
Emilia
Pardo
Bazán.
por arte mágica, que para el caso es lo mismo.
Llueve tú onzas, y llamaréte antorcha de las ciencias y sol de la escuela.
El ladino del estudiante cazaba demasiado largo, cosa que no me supo bien. Híceme, pues, el
amostazado, y repliqué:
—No, ya que dudas de mi palabra y de mis méritos, nada haré por librarte de ingleses y por vestirte de un modo más regular.
—¡Jesús, si yo no dudo! Con tal que me facilites
unas pesetejas, te tendré por más docto que al
mismo Séneca en persona. Figúrate tú que hace
un mes que me quiebro yo los cascos por dar con
dinero, y calcula la profunda admiración que me
inspirará el que lo posee.
—Por hoy nada puedo prestarte. Espera—insistí
yo muy formal. —¿A cuántos estamos? ¿A 16 ó á
17 del raes?
—A 17—respondió Cipriano—quedándose algo
confuso y dudoso al ver mi gravedad.
—17... 17..., del 10 al 17..., mañana 18... Mañana
cobro la letra de Francia.
—Pero chico, ¿va de veras?—exclamó Cipriano.
—¡Anda á paseo!—contesté yo.—Si no me dieses
lástima con esas botas entornadas que parecen almejas, y ese tapabocas asqueroso... á fe, á fe, que
te dejara entregado á tu triste suerte.
— Mira, Pascual... si es verdad lo que dices, y
vas á tener cuartitos frescos, puedes hacer una
Pascual
López.
215.
obra de caridad... Ya sé yo que ese corazoncito es
como la misma seda.
— ¡Calla! ¿no te basta pedir para tí?
—¿Te acuerdas de Inocencio? El pobre siempre
fué muy ganso, ya sabes, y en el j uego Se hacíamos
las trampas que se nos antojaban; y él, cuantas
más trampas, más ciego y aturrullado... Pues el
infeliz recibió una cantidad que le mandaba el
autor de sus días para redimir una pensión... era
una miseria de tres mil reales, ¡pero ya ves! para
él... Barrabás le tentó á jugar á dinero... chico, le
despabilaron sus duretes... ¡Si vieras como está!
Ni come, ni duerme; se quedó hecho un e s p á r r a g o Dice que se va á embarcar para América... ó á colgarse de una viga... Chico, parte el corazón.
Y diciendo esto, sacó Cipriano del bolsillo un
trapo sucio y agujereado, con el cual hizo finta de
enjugar tiernas y compasivas lágrimas. Yo formé
propósito, al escribir estos sucesos de mi vida, de
retratarme tal cual soy, sin poner ni quitar un ápice,
y así como declaro que no alardeo de filántropo, ni
busco ocasiones, ni me tomo molestias por hacer el
bien, así, cuando éste se me viene á las manos, no
lo rehuyo. En s u m a , yo confieso que no tengo carácter, pues caso de tenerlo, trazaríame una senda
y por ella caminaría: lejos de lo cual, siempre practiqué con el mal y el bien lo que con la fruta: comerla en verano porque se presenta madura y fácil,
v en el invierno no acordarme de si la hay en el mun-
i6o
Emilia
Pardo B a z á n .
do. En aquel momento vi sazonada y oportuna la
buena acción de salvar á Inocencio, y pensé en ello
con placer: quizás aun en este sentimiento noble
entraba una pizquilla de deseo de deslumhrar con
el fortunón que ya contaba seguro; pero, ¿quién va
á decantar tanto los sentimientos? Sucédeles, por
ventura, lo que á los linajes: en el más limpio é
ilustre se halla, á fuerza de revolver y escudriñar,
algún entronque, alguna mancha de judío.
—No se colgará—dije á Cipriano—si puedo evitarlo yo.
—¡Y tanto como puedes! Mañana cobras la letra,
¿no es eso? ¿A qué hora? Siempre será antes de
las dos: más tarde no suelen pagarlas. A las tres
me planto yo en tu casita... me das lo que quieras
para mí, y para Inocencio los tres mil consabidos.
— No, chico—advertí al estudiante;—tus manos
tienen un agujero en medio, y no es posible colocar dinero en ellas. Ya sé dónde vive Inocencio, y
si la letra viene, yo en persona iré á llevarle...
—Me ofendes, me faltas; pero, en fin, soy magnánimo, y te perdono, en vista de tu munificencia.
Mira, una vez que eres tan bienhechor y que te
proporcionas el inefable placer de socorrer y amparar á tus semejantes... A tus hermanos... A la
humanidad... Voy á revelarte otro infortunio en
que puedes ostentar tu generosa largueza.
—Oye—exclamé yo, deseando alejar toda sos-
Pascual
López.
217.
pecha— que mis diez mil reales no son de goma
elástica.
— N o ; si se trata de una cosa pequeña, si no te
hablo más que de... Ya sabes que la compañía de
zarzuela...
—¡Dale! ¿Y qué tengo yo que ver con la compañía de zarzuela? ¡Está bueno!
—¡Hombre!... ¡Si los vieras! Han tenido los cuitados poquísimo abono... Vacío el teatro casi todas
las noches... Está empeñado el vestuario... El
tenor, aquel buen mozo, ¿no sabes? padece atrozmente de la laringe, consultó á varios médicos y
debe las consultas y la botica... La tiple entró en
meses mayores... ¿Con qué envolverá lo que venga?
—Que lo envuelva con los mantos de reina que
saca á las tablas... ¿A mí qué me cuentas?
—¿Y Leonor? ¡La infeliz!
—¡Ya escampa! ¡También Leonor! ¿Y qué le
pasa á esa principesa?
—Tan entrampada se halla...
—¿Entrampada y te exprimió como un limón?
—Tan entrampada, que debe hasta la dentadura.
—¿La dentadura?
—¡Sí, hombre! Al dentista de la Rúa del Villar.
Sin una buena dentadura no puede una artista
cantar ni subir á las tablas.
¡Si paso con Cipriano una hora más, averiguo
hasta las necesidades y miserias del traspunte y
218
Emilia
Pardo
Bazán.
de los comparsas de la compañía! Él, en suma, me
distrajo, ya con su cháchara, ya con la perspectiva
que me mostró de remediar una multitud de desdichas con la fortuna que en potencia residía en el
laboratorio de Onarro. Dolíame sólo no poder pasar un ratito con Pastora, antes del famoso experimento. ¡Siquiera un ratito! ¡Tiene uno tantas cosas que contar á su novia en vísperas de viaje ó en
anuncios de riesgo! Estrujaba yo mi imaginación
buscando medios para obtener una entrevista privada con Pastora: mas no me ocurrió ningún recurso. El día pasó así. Pensé en escribir á mis padres, mas no tuve ánimos para hacerlo; ni, á la
verdad, sabía qué les dijese. Mi situación no era
para declarada; si alguna desgracia ocurría, harto
pronto llegaría á sus oídos.
Próxima ya la noche, al recogerme en mi cuarto, encontróme á D. Nemesio Angulo esperándome.
—Sus negocios de usted van muy mal, — me dijo.
—Yo se lo advierto para que no crea que obro torcidamente y con doblez. Mañana espira el plazo
fijado por D. Víctor.
—¿D. Víctor ha Ijado un plazo?—pregunté.
—Sí, un plazo de ocho días para que le den definitiva respuesta. Y me parece que ésta será favorable á sus deseos. No es que Pastora no le estime
á usted mucho, no por cierto: eso á las leguas se le
conoce: ella le tiene á usted gran cariño. Pero el
Pascual
López.
219.
tío ha tomado el asunto como cosa propia, y ya
sabe usted que para Pastora la opinión del tío significa...
—Señor don Nemesio —objeté yo,—imposible
parece que un señor tan prudente y bondadoso
como usted ayude también á forzar la voluntad y
á tiranizar el corazón de una niña...
—¡Qué cosas pasan por esa cabecita! Nadie,
amigo, fuerza hoy en día la voluntad de nadie; no
se recurre ya á medios coercitivos, que no están en
nuestras costumbres. Pero para una doncella tan
discreta, y buena, y dócil como Pastora, es de más
peso sólo la opinión de las personas mayores en
edad, dignidad y gobierno, que cincuenta mil violencias. Puede que por la tremenda nada se consiguiese de ella, porque, mire usted, tiene su pedacito de energía y de entereza, y en dando en
decir que no debe hacerse esto ó aquello, no hay
forma de apearla: pero con el amor y la persuasión...
Exhalé un suspiro, porque comprendí que don
Nemesio conocía á Pastora perfectamente.
—Señor don Nemesio—le dije con aire y tono
lúgubre, —mire usted que si Pastora me planta, es
muy fácil que me muera del disgusto.
—¡Buena es esa! Gomo no tenga usted enferme
dad más grave... No niego que lo sentirá usted, al
pronto, algo, y que hará extremos; pero...
—Mire usted—añadí con insistencia,—si me
220
Emilia
Pardo
Bazán.
muero... porque ya ve usted que todos somos hijos
de la muerte...
—Eso sí. En manos de Dios está...
—Pues, si eso sucede, prométame usted que llevará á Pastora de mi parte esa Virgen de la Soledad que tengo á la cabecera de la cama...
— ¡Tiene usted cada idea más extravagante!
Creo que voy por la tetera y la estufilla, porque
usted no debe hallarse en su estado normal, y le
vendrá de perlas una tacita de té.
—También desearía, si ocurre eso...
—¿El qué?
—Mi muerte.
—Aguarde usted un momentito, que en seguida
vuelvo con la tetera.
—Señor don Nemesio—insistí asiéndole del brazo,—en el caso de morir, tendría gusto en que usted se quedase con este reloj en memoria mía.
Y saqué del bolsillo y le mostré la única alhaja
de que podía disponer sin necesidad de fórmula
testamentaria. Era una cebolla de plata, nada
elegante y muy poco exacta, que con todo eso estimaba yo á par de las telas de mi corazón, mediante haberme costado diez duros, suma para mí
fabulosa.
—Jesús, Jesús, Jesús—repitió tres veces D. Nemesio.— Usted sueña, ó usted está malo, ó usted
tiene un acceso de locura, ó ha tomado una copilla
más de lo regular con los amigos. ¿Me querrá us-
Pascual
López.
221.
ted p e r s u a d i r de q u e va á m o r i r s e d e a m o r ? ¡Viva
usted mil a ñ o s , q u e t i e m p o h a b r á d e d e j a r e s t e
m u n d o , y q u e u s t e d , q u e es un b u e n c r i s t i a n o , n o
ha de p e n s a r c o s a s q u e sólo i m a g i n a r l a s h o r r o r i z a !
No, yo n o le h a g o á u s t e d t a n c o b a r d e , ni t a n pequeño, ni t a n impío, ni t a n . . .
— S e ñ o r don N e m e s i o — r e p u s e r i e n d o d e t o d o
corazón y sin p o d e r c o n t e n e r m e , — n o se m o r t i f i q u e
usted e n p r o b a r m e con e x c e l e n t e s a r g u m e n t o s q u e
no d e b o b e b e r e s t r i g n i n a , ni l e v a n t a r m e la t a p a d e
los sesos. A fe d e P a s c u a l q u e n o sé d e d ó n d e s a c a
usted t a n g r a c i o s o dislate.
— ¡ L o a d o s e a Dios! P u e s e n t o n c e s , ¿á q u é v i e n e
h a b l a r d e m u e r t e s y embelecos?
— S i , u n a s u p o s i c i ó n , falleciese de m u e r t e natural...
— E s t á u s t e d m á s s a n o q u e u n a m a n z a n a , y,
g r a c i a s al S e ñ o r , p o c a s t r a z a s p r e s e n t a . . . N o , suceder p o d r í a , e n eso n o h a y d u d a . P e r o t a m b i é n á
mí m e visite q u i z á esta noche, ó c u a n d o m e n o s lo
piense, la de la g u a d a ñ a . . . O i g a u s t e d — a ñ a d i ó
a b r i e n d o la s o t a n a y m o s t r á n d o m e u n reloj p o c o
más l u c i d o q u e el m í o , — y a q u e u s t e d m e q u i e r e
dejar u n r e c u e r d o , y o t a m b i é n le o f r e z c o éste...
Como soy m á s viejo, es r e g u l a r q u e v a y a d e l a n t e .
Ya lo s a b e u s t e d ; el reloj es s u y o c u a n d o yo sea
borrado del número' d e los vivientes.
¿ Q u i é n se m a r a v i l l a r á si d e c l a r o q u e a q u e l l a noche subió de p u n t o mi e x c i t a c i ó n , h a s t a el extre-
222
Emilia
Pardo
Bazán.
m o d e n o c o n s e n t i r m e a c o s t a r m e sino allá á las alt a s h o r a s ? Y fué eso c u a n d o r e n d i d o y a de medir
la h a b i t a c i ó n á g r a n d e s pasos, d e e n t r e a b r i r las
m a d e r a s p o r ver si a s o m a b a el día, de cavilar, de
h a c e r soliloquios, de b e b e r t r a g o s d e a g u a , y de
e n c e n d e r y t i r a r cigarrillos, m e e n c o n t r é t a n molid o y a n i q u i l a d o , que sin ser f u e r t e á o t r a cosa subí
al lecho, d e j á n d o m e c a e r en él v e s t i d o y con botas.
Al m o m e n t o m e e m b a r g ó un sopor p r o f u n d o y
total. E n lo m e j o r de él m e e n c o n t r a b a , cuando
sentí q u e m e z a r a n d e a b a n y s a c u d í a n , y una
voz r e s q u e b r a j a d a y h e n d i d a c o m o s a r t é n vieja,
chilló:
— ¡ D . P a s c u a l , D . P a s c u a l i ü o ! {Despierte, que
y a a m a n e c e un día p r e c i o s o ! E r a d o ñ a Verónica
que c u m p l í a m i s ó r d e n e s .
— B u e n o , allá voy—-contesté con voz t r a b a d a , —
y v o l v i é n d o m e del o t r o lado, cogí de n u e v o el SIK ño, y h a s t a quizá roncaría.
—¡ D. P a s c u a l i l l o ! ¡ E h ! ¡ Mire q u e ya es de día!
—insistió la solícita p a t r o n a . — - j V á l g a m e D i o s , y
cómo d u e r m e ! ¡ D . P a s c u a l — repitió á g r i t o s ; y al
m i s m o t i e m p o , sin p a r a r s e en pelillos, con sus dedos g a n c h u d o s m e cogió u n pellizco e n un hombro,
t a n sutil y retorcidísimo, q u e e s t a vez m e incorporé l a n z a n d o u n a e x c l a m a c i ó n f u r i b u n d a .
— E s d e d í a , D . P a s c u a l i t o , — r e i t e r ó mi verdug o , p r e s e n t á n d o m e al m i s m o t i e m p o u n a jicara de
c h o c o l a t e y u n a s t o s t a d a s d e p a n en u n plato.
Pascual
López.
223.
A p a r t é el d e s a y u n o con la m a n o , y l l e v á n d o m e ei
dedo al h o m b r o dolorido, g r u ñ í :
— ¡ V a y a q u e t i e n e u s t e d u n o s m o d o s ! ¿Y á q u é
viene esto de d e s p e r t a r m e á lo m e j o r del sueño?
—¡ Ay qué s e ñ o r i t o ! ¿Y n o m e lo m a n d ó u s t e d
ayer?
—¿Yo?
— U s t e d m i s m o . A n d e , t o m e el c h o c o l a t i t o . V a y a , c h o c o l a t i t o al loro; q u e se m u e r e de h a m b r e
todo.
— L l é v e s e u s t e d ese c h o c o l a t e , y d é j e m e .
— ¡ V a m o s ! — dijo con m i s t e r i o la p a t r o n a ; — y a
entiendo, h a y p e c a t a . Bien h e c h o , h i j i t o ; á b a r r e r
la c a s a , q u e los e s t u d i a n t e s suelen n o t e n e r l a n u n ca m u y limpia.
Coordiné m i s i d e a s . Al p r o n t o n o sabía yo mismo á qué fin h a b í a d i s p u e s t o q u e m e d e s p e r t a r a n ;
esta r u p t u r a d e la ilación d e la vida es f r e c u e n t e
al salir de un s u e ñ o p e s a d o y letárgico c o m o el
mío. M e d i t é un i n s t a n t e , á fin d e e n l a z a r d e n u e v o
las i n t e r r u m p i d a s r e p r e s e n t a c i o n e s . D o s m i n u t o s
después, d e s a z o n a d o y t i r i t a n d o , e s t a b a c a m i n o d e
casa de O n a r r o .
L a m a ñ a n i t a e r a n e b u l o s a y t r i s t e , y el m a y o r
silencio r e i n a b a e n las c a l l e s , q u e a p a r e c í a n enteramente d e s i e r t a s , sin los m a d r u g a d o r e s d e v o t o s
que i b a n en b u s c a d e l a s p r i m e r a s m i s a s , con l o s
ojos aún m e d i o e n t o r n a d o s y e n c o g i d o el c u e r p o .
L a p u e r t a de O n a r r o , e n t r e a b i e r t a ya, b r i n d a b a á
224
Emilia
Pardo
Bazán.
p a s a r a d e l a n t e . E m p u j ó l a y subí la e s c a l e r a , hal l á n d o m e p r e s t o en a q u e l l a s p i e z a s v a s t a s y lóbreg a s ya c r u z a d a s la a n t e v í s p e r a . ¿ E n q u é imaginar á n u s t e d e s q u e cavilé d u r a n t e t o d o el c a m i n o que
m e d i a d e s d e mi casa h a s t a los últimos confines de
la del sabio? P u e s n o fué ni en el riesgo inminente
de la vida, ni e n P a s t o r a , á quien d e j a b a , ni en mis
p a d r e s y en la a l d e a , q u e a c a s o no volvería á ver,
ni e n D . N e m e s i o , á quien i n s t i t u y e r a h e r e d e r o de
mi c a s c a d a cebolla, ni en D . Víctor, q u e se disponía á s o p l a r m e la n o v i a con la a y u d a de sus rent a s y bienes, ni... E n n a d a , e n n a d a discurría yo
e n aquellos m o m e n t o s críticos, e x c e p t o en el diam a n t e , e n t i d a d m i s t e r i o s a , geniecillo b u r l ó n cual
los de las á r a b e s l e y e n d a s , t r a s del q u e corríamos
e n d e s a t i n a d a c a b a l g a t a el s a b i o y yo. D e mi mem o r i a n o se a p a r t a b a la c l a r a y resplandeciente
p i e d r a , cuyos destellos mágicos d e s l u m h r a r a n sólo
u n a vez mi m i r a d a en las j o y a s p e n d i e n t e s del cuello y o r e j a s de la V i r g e n .
N a d a sabía yo a c e r c a del d i a m a n t e , y mi misma
i g n o r a n c i a p r e s t a b a á la h e r m o s a cristalización
c u a l i d a d e s de precioso a m u l e t o ó de eficaz talism á n . I g n o r a b a q u e a q u e l l a piedrecilla es el cuerpo
m á s d u r o que se c o n o c e , la m a t e r i a d e m á s valor
intrínseco que existe, el m i n e r a l q u e en m á s escasa
c a n t i d a d se e n c u e n t r a ; d e s c o n o c í a las propiedades
s o b r e n a t u r a l e s q u e p o r los s a r r a c e n o s y por los
h e b r e o s le f u e r o n a t r i b u i d o s ; no s o s p e c h a b a que
Pascual
López.
225
dijesen fortifica el c o r a z ó n , n e u t r a l i z a el v e n e n o d e
las serpientes, a c l a r a la v i s t a h a c i é n d o l a p e r s p i c a z
cual la del lince ó del á g u i l a ; n o p e n s a b a q u e e n
las s o c i e d a d e s c i v i l i z a d a s el p u r o y bello r a y o del
d i a m a n t e d e s p i e r t a p e n s a m i e n t o s d e codicia, envidia y l a t r o c i n i o . N i m e n o s o y e r a y o j a m á s q u e el
d i a m a n t e se h a l l a s e , n o s o l a m e n t e en el B r a s i l , I n dias O r i e n t a l e s y R u s i a a s i á t i c a , sino e n las cordilleras del U r a l , e n B o h e m i a , A u s t r a l i a y el Oregon, y e n las a b r a s a d a s t i e r r a s a f r i c a n a s . N o m e
era conocido el d a t o d e que en la m a r a v i l l o s a tierra de California, d o n d e los p i e s del v i a j e r o h u e l l a n
polvo á u r e o y d i a m a n t í f e r o , p r o d u z c a c a d a tonelada de t e r r e n o la friolera de u n o s o c h o millones
de reales. N o l e y e r a t a m p o c o l a s c o n s e j a s é historias q u e c o r r e n a c e r c a d e los d i a m a n t e s d e f a m a ,
cuyo t a m a ñ o e x c e p c i o n a l los h a c e g u a r d a r , sobre
cogines de terciopelo y e n t r e f u e r t e s r e j a s de hierro, en el tesoro de los r e y e s ó d e los r a j á s indios.
No s a b í a , p o r e j e m p l o , q u e el S a n c y , h a l l a d o p o r
un soldado suizo en el c a m p o de b a t a l l a de N a n c y
sobre el e n s a n g r e n t a d e c a d á v e r de su p r i m i t i v o
dueño C a r l o s el T e m e r a r i o , f u é v e n d i d o al í n f i m o
precio d e u n e s c u d o á u n s a c e r d o t e , y de m a n o s d e
éste p a s ó á l a s d e u n rey de P o r t u g a l y d e allí á
las del e m b a j a d o r S a n c y , q u e le dió su n o m b r e ;
que S a n c y hizo p r e s e n t e con él al rey d e F r a n c i a ,
y que el p o r t a d o r , a s a l t a d o e n el c a m i n o p o r b a n doleros, h u b o d e t r a g a r s e la p i e d r a a n t e s d e ser
13
226
Emilia
Pardo
Bazán.
a s e s i n a d o ; q u e el c a d á v e r f u é a b i e r t o y sacado del
e s t ó m a g o el d i a m a n t e . Y d e las e n t r a ñ a s del muert o f u é á p o d e r de J a c o b o I I d e I n g l a t e r r a , de
L u i s X I V , L u i s X V , el p r í n c i p e ruso Demidoff...
N i e s c u c h a r a la h i s t o r i a de a q u e l l o s t r e s proscritos
brasileños, los h e r m a n o s S o u s a , q u e t r a s de vagar
siete a ñ o s p o r b r e ñ a l e s y a s p e r e z a s , h a l l a r o n en el
lecho de un r i a c h u e l o seco el d i a m a n t e mayor que
h a conocido el m u n d o , de peso de u n a o n z a , estim a d o en f a b u l o s a é inverosímil c a n t i d a d de millones, d i a m a n t e c u y o e n o r m e t a m a ñ o h a c í a d u d a r
de su a u t e n t i c i d a d , c u a n d o el p r e s u m i d o monarca
J u a n V I , n o h a l l a n d o o t r o m e d i o de ingerirlo en
su t r a j e , y h a b i é n d o l o s a c r i l e g a m e n t e h o r a d a d o , lo
l l e v a b a p e n d i e n t e del cuello en los d í a s de gala y
ceremonia. N o h a b í a n llegado á mi noticia los poéticos n o m b r e s y a d j e t i v o s q u e el m u n d o dió á ciert o s d i a m a n t e s c é l e b r e s : ni que el r a j á de L a h o r e ,
c u s t o d i a d o t r a s recia v e r j a en la s o m b r í a torre de
L o n d r e s , se l l a m a M o n t a ñ a d e L u z , y E s t r e l l a del
Sur o t r a magnífica gota de a g u a e n c o n t r a d a en el
B r a s i l , y E s t r e l l a del N o r t e la q u e posee el Czar
de R u s i a . N i q u e los d i a m a n t e s b r a s i l e ñ o s , que se
h a l l a n en d e s o l a d a y a r i d í s i m a r e g i ó n , q u e cierra
n a t u r a l b a l u a r t e d e e s c a r p a d a s y á s p e r a s montañ a s , f u e r o n por m u c h o t i e m p o t e n i d o s en concepto
de p r i m o r o s a s , p e r o inútiles g u i j a s , y sirvieron largos a ñ o s de fichas p a r a j u g a r al tresillo, a p u n t á n dose así r e a l m e n t e con millones á un j u e g o en que,
Pascual
Lopes.
227
en a p a r i e n c i a , se a r r i e s g a r í a n u n o s c u a n t o s realejos. N i t e n í a la m e n o r i d e a de la p e r e g r i n a legislación q u e la c o d i c i a de los g o b i e r n o s , ansiosos d e
a s e g u r a r el rico tesoro, e s t a b l e c i e r a e n los t e r r e n o s
d i a m a n t í f e r o s , ni d e c ó m o n o se p o d í a en a q u e l l a s
c o m a r c a s i n c o m p a r a b l e s e c h a r los c i m i e n t o s d e la
más e x i g u a c a b a n a sin q u e lo p r e s e n c i a s e n multitud d e f u n c i o n a r i o s , ni poseer u n i n s t r u m e n t i l i o d e
l a b r a n z a l l a m a d o a l m o c a f r e , sin peligro de p a r a r
en g a l e o t e .
N i p o d í a c a l c u l a r los a r d i d e s i n g e n i o s í s i m o s d e
negros y c o n t r a b a n d i s t a s p a r a s u s t r a e r en h á b i l esc a m o t e o la a p e t e c i d a p i e d r a ; las h e r i d a s p r o f u n d a s
p r a c t i c a d a s en muslos y b r a z o s , ó e n el a n c a de u n
caballo, q u e o c u l t a n en su u l c e r a d o seno el d i a m a n te q u e h a d e b r i l l a r d e s p u é s e n el p e c h o de u n a
h e r m o s a ; los e s c o n d r i j o s e n o r e j a s , n a r i c e s y p l a n t a del pie; las p a l o m a s m e n s a j e r a s a d i e s t r a d a s , q u e
llevan b a j o el ala c o l g a d o el d i a m a n t e . N i la v i d a
azarosa d e los G a r i m p e i r o s , n ó m a d a s a u d a c e s q u e
t r e p a n á los i n a c c e s i b l e s riscos ó se h u n d e n e n
abismos y q u e b r a d a s v e r t i g i n o s a s , s i g u i e n d o la
pista á algún d i a m a n t e t r a s c o n e j a d o q u e e s c a p ó
de la c r i b a d e los n e g r o s ; ni l a s e s c e n a s de fiebre
y desorden de California, que h a n inspirado á los
A i m a r d y B r e t - H a r t e . N o l l e g a b a n m i s conocimientos h a s t a s a b e r q u e h a y d i a m a n t e s c l a r o s , diáfanos y t r a n s p a r e n t e s c o m o las linfas del a r r o y o , y
blancos y o p a c o s c o m o la leche f r e s c a ; r u b i o s y
228
Emilia
Pardo
Bazán.
a c a r a m e l a d o s c o m o el a m b a r ; verdosos y glaucos,
c o m o las olas del m a r ; rojos c o m o s a n g r e ; azules
c o m o el firmamento, y n e g r o s c o m o el invierno.
N o p o d í a figurarme los deseos, t e n t a c i o n e s y suspiros a r r a n c a d o s del c o r a z ó n de las h i j a s de E v a ,
q u e c o n s e r v a n s i e m p r e el a p e t i t o del s a l v a j e por lo
q u e brilla y reluce, c u a n d o al p a r a r s e a n t e el escap a r a t e d e un j o y e r o ven c a m p e a r sobre gracioso
e s t u c h e en q u e a r t í s t i c a m e n t e se a r r u g a el raso ó
el terciopelo, un hilo de r e s p l a n d e c i e n t e s g o t a s de
rocío, ó l á g r i m a s de ángeles, q u e tales p a r e c e n á la
viva luz del g a s los d i a m a n t i n o s c o l l a r e s , tallados
en su m á s bella f o r m a , la d e b r i l l a n t e s , y despid i e n d o p o r c a d a u n a de sus f a c e t a s i r i s a d o río de
chispas.
Y, por último, n o se m e a l c a n z a b a q u e el origen
de la s o b e r b i a p i e d r a se h a l l a s e a ú n e n c u b i e r t o en
t i n i e b l a s p r o f u n d a s , así p a r a los i g n o r a n t e s como
p a r a los sabios; q u e éstos le a t r i b u y e s e n t a n p r o n t o
p r o c e d e n c i a vegetal c o m o p r o c e d e n c i a í g n e a . y a nat u r a l e z a m i n e r a l , ya o r g á n i c a , y lo m i s m o la juzg a s e n e l a b o r a d a e n las e n t r a ñ a s d e la tierra por
i g n o t a s c o m b i n a c i o n e s y acciones q u í m i c a s de fuerza e x t r a o r d i n a r i a , q u e c a í d a e n aerolitos p r o c e d e n tes de r e m o t o s p l a n e t a s y a p a r t a d o s m u n d o s .
T o d o lo c u a l a v e r i g ü é d e s p u é s , p o r q u e h u b o ya
d e e s p o l e a r m e la c u r i o s i d a d y p i n c h a r m e el deseo
de s a b e r algo d e la r a r a p i e d r a q u e tal influencia
ejercicio sobre mi oscuro y e s t u d i a n t i l destino. E n
Pascual
López. 237.
aquel p u n t o , m i s a n t e c e d e n t e s se r e d u c í a n á las
embozadas promesas de O n a r r o , á las enfáticas
frases d e P a s t o r a c u a n d o m e e n s e ñ ó las p r e s e a s d e
la i m a g e n . Q u e b r á b a m e la c a b e z a sin p o d e r d a r
respuesta á esta p r e g u n t a : ¿Por qué valdrá t a n t o
esa p i e d r a ? ¿ Q u é busilis t e n d r á ? Y d e s p u é s recordaba h a b e r visto e n el d e d o a n u l a r del s e ñ o r i t o de
la F o r m o s e d a u n g r u e s o y limpio b r i l l a n t e m o n t a do en gótica y m o n u m e n t a l sortija d e f a m i l i a , q u e
se p a r e c í a bien a u n d e b a j o d e los j u s t o s g u a n t e s
que el señorito c a l z a b a ; y con esto m e di á p e n s a r
en mi interior en el g u s t a z o q u e d e b í a de ser lucir
otro anillo con p i e d r a m á s g r a n d e y m á s h e r m o s a .
X
—¿Está usted dispuesto? — m e preguntó Onarro
al r e c i b i r m e .
O b s e r v é q u e O n a r r o t e n í a a q u e l l a m a ñ a n a dos
leves r o s e t a s , c o m o d e fiebre, e n s u s mejillas d e
ordinario p á l i d a s ; q u e s u s ojos c e n t e l l e a b a n con la
luz fosfórica q u e se a d v i e r t e á o s c u r a s e n los del
g a t o ; q u e t o d o su c u e r p o e s t a b a a g i t a d o d e t e m blores i n s t a n t á n e o s , q u e c e s a b a n t a n p r o n t o a p a recían; q u e su voz e r a seca, e s t r i d e n t e , m á s acerada aún q u e d e c o s t u m b r e .
230
Emilia
Pardo
Bazán.
Yo t i t u b e é un m o m e n t o a n t e s d e contestarle.
— D i s p u e s t o , sí, s e ñ o r ; p e r o si u s t e d m e permitiese u n a p r e g u n t a sola...
— P e r m i t o h a s t a tres. A b r e v i e u s t e d lo posible.
— Q u i s i e r a s a b e r si u s t e d corre r e a l m e n t e el mism o peligro que yo.
— E l m i s m o ó m á s acaso.
— ¿Y quien m e lo g a r a n t i z a ?
—Yo. Mi p a l a b r a de h o m b r e h o n r a d o .
N o sé cómo p r o n u n c i ó O n a r r o esta f r a s e sencillísima, que, a u n q u e a p e n a s m u d ó tono, ni cambió
a c t i t u d , o b t u v o q u e viniesen i n s t a n t á n e a m e n t e á
tierra mis p e r t i n a c e s s o s p e c h a s y la s u s p i c a c i a que
yo poseo en g r a d o s u p e r l a t i v o , á f u e r de b u e n gallego y m o n t a ñ é s . N o vacilé m á s , y dije resuelto:
—Vamos.
O n a r r o m e guió al l a b o r a t o r i o . E l sol h a b í a salido, y sus rayos, oblicuos a ú n , e n t r a b a n burlándose de la n e b l i n a p o r los altos y a n g o s t o s ventanillos de la a b o v e d a d a e s t a n c i a . S o b r e la m e s a , que
o c u p a b a el c e n t r o , divisé un b u l t o d e r a z o n a b l e s
d i m e n s i o n e s e n c u b i e r t o c u i d a d o s a m e n t e b a j o un
p a ñ o b l a n c o , cuyos e x t r e m o s c o l g a b a n á guisa de
m a n t e l , l l e g a n d o casi á b a r r e r el piso. Aleólo el
s a b i o con d e l i c a d e z a p o r u n a p u n t a y p u d e ver una
m á q u i n a de figura e x t r a ñ a , q u e a l g u n o s perfiles
p r e s e n t a b a d e s e m e j a n z a con u n a pila ó b a t e r í a
eléctrica; p e r o e r a i n f i n i t a m e n t e m á s g r a n d e , comp l i c a d a , y ofrecía un l a b e r i n t o y confusión de ¿ec-
Pascual
López.
231.
tores, p l a t a f o r m a s , c o n d e n s a d o r e s , hilos y cadenillas que r e m a t a b a n h u n d i é n d o s e e n a g u j e r o s p r a c ticados e n el suelo.
D e s p u é s s u p e q u e las c a d e n i l l a s i b a n á d a r al
sótano, e n t e r r á n d o s e h a s t a m á s a b a j o d e los cimientos de la c a s a , á fin de q u e a u m e n t a s e por
este m e d i o la i n t e n s i d a d d e la c h i s p a eléctrica. ¡Oh,
si yo f u e r a p e r i t o en e s t a s a b s t r u s a s m a t e r i a s d e
física y m e c á n i c a , c ó m o p o d r í a a h o r a describir e n
sus m í n i m o s p o r m e n o r e s el p e r e g r i n o y m a r a v i l l o s o
artificio! E l c u a l r e v e l a b a e n su f o r m a y disposición s e r , n o o b r a c o m ú n y c o r r i e n t e , y por e n d e
p e r f e c c i o n a d a y a , de f á b r i c a , sino c o m b i n a c i ó n laboriosa d e m u c h a s y d i v e r s a s p i e z a s a j u s t a d a s por
la hábil m a n o d e un p a c i e n t e i n v e n t o r . P e r c i b í a s e
allí la especie de i r r e g u l a r i d a d q u e d i s t i n g u e al
t r a b a j o i n d i v i d u a l y e s p o n t á n e o y q u e t a n t o se
a p a r t a de la n i m i a i g u a l d a d y e x a c t i t u d q u e sella
los p r o d u c t o s de la i n d u s t r i a o r g a n i z a d a y m e t ó dica.
Yo miré á la m á q u i n a c o m o se m i r a á un c a ñ ó n
c a r g a d o ó á u n fusil q u e tiene l e v a n t a d o el gatillo.
E l artillero d e a q u e l l a t e r r i b l e b a t e r í a se p u s o en
m o v i m i e n t o al p u n t o , e n r o s c a n d o a q u í , e s t i r a n d o
acullá, d a n d o a c e i t e p o r u n l a d o , a j u s t a n d o bien
una p l a n c h a p o r o t r o , y t o d o con m a r a v i l l o s o silencio y diligencia. Y o m e e s t a b a s u s p e n s o é i n m ó vil sin b r i n d a r l e u n a a y u d a q u e p r o b a b l e m e n t e le
sería inútil. F i n a l m e n t e , t o m ó n o se q u é b o t e s y
232
Emilia
Pardo
Bazán.
f r a s c o s de ácido y los d e r r a m ó e n unos á m a n e r a
d e recipientes q u e en la pila se e n c o n t r a b a n : bajóse
e n s e g u i d a , d e s t a p ó un cesto q u e h a b í a á sus pies,
t o m ó de él seis ú o c h o m e d i a n o s trocillos de carbón iguales en t o d o á los q u e a r d í a n de noche en
su c h i m e n e a . C u a n t o a n t e s d e a g i t a d o y trémulo,
p a r e c í a m e a h o r a O n a r r o de sereno y t r a n q u i l o . Su
p e c h o n o se a l t e r ó al d e r r a m a r el l í q u i d o en los
r e c i p i e n t e s , ni al a t o r n i l l a r las d e l i c a d a s b a r r a s de
a c e r o . E n c u a n t o á m í m e s u c e d í a el f e n ó m e n o inverso. P e r d í a d e t a l s u e r t e el a p l o m o e n aquella
e x p e c t a t i v a a n g u s t i o s a , q u e casi S a q u e a b a n mis
p i e r n a s y u n s u d o r h e l a d o c o m e n z a b a á resbalar
p o r mi f r e n t e . E l reo q u e ve colocar el t a j o , afilar
el h a c h a y e x t e n d e r el serrín á sus pies d e b e de exp e r i m e n t a r s e n s a c i o n e s a n á l o g a s á las m í a s .
A t o d o ello a c o m p a ñ a b a n violentísimas g a n a s é
i m p u l s o s irresistibles de t o m a r las de Villadiego.
T a l e r a mi e s t a d o , á t i e m p o q u e u n a voz, que m e
sonó como la t r o m p e t a del á n g e l del t r e m e n d o día,
dijo:
— S e ñ o r L ó p e z , c o j a u s t e d ese m a n u b r i o .
— E s e . . . m a n u b r i o . . . — r e s p o n d í con voz a h o g a d a ,
c o m o la q u e f o r m a m o s e n t r e s u e ñ o s q u e r i e n d o grit a r y sin p o d e r lograrlo.
— E s e . . . este. ¿ N o le ve u s t e d ? P o n g a usted la
m a n o sobre él. C u a n d o y o grite Fiat lo h a r á usted
g i r a r con t o d a la r a p i d e z y f u e r z a posible.
Cogí el m a n u b r i o y p o r i n s t i n t o cerré los ojos.
Pascual
López.
233.
— A h o r a , m i e n t r a s el c u e r p o e j e c u t a el movimiento prescrito, eleve u s t e d el a l m a á D i o s — a ñ a dió O n a r r o . — E l p e l i g r o h a llegado. S o b r e t o d o , n o
vaya u s t e d á d e s c u i d a r s e e n el p u n t o en q u e yo d é
la voz de m a n d o . ¡ A t e n c i ó n !
S e n t í á O n a r r o a g i t a r s e t o d a v í a y a u n d a r algunos p a s o s h a c i a mí. S e p a r á b a n o s , sin e m b a r g o , el
a n c h o de la m e s a y la b a l u m b a y v o l u m e n d e la
máquina.
Sin d e s p e g a r los p á r p a d o s y a p r e t a n d o convuls i v a m e n t e el m a n u b r i o , p e r m a n e c í un e s p a c i o d e
t i e m p o i n a p r e c i a b l e , q u e así p u d i e r o n ser diez min u t o s c o m o cinco s e g u n d e s . P e r c i b í a yo e n a q u e l
silencio y e s p e r a , n o sólo el l a t i d o de l a s a r t e r i a s ,
sino la circulación c o m p l e t a del t o r r e n t e s a n g u í n e o
con p r e s u r o s o r i t m o y d e s o r d e n a d o c o r r e r .
V a g a s s e n s a c i o n e s d e color y luz l l e g a b a n al t r a vés d e la o s c u r i d a d á mis c e r r a d o s ojos. A u n q u e
mis i d e a s g i r a b a n t a m b i é n en t r o p e l , n o p o r e s o
dejé d e e n c o m e n d a r m e á D i o s de t o d o c o r a z ó n y
de h a c e r p r o p ó s i t o firme d e e n m e n d a r m e d e m i s
m e n o r e s p e c a d o s y a u n de e j e r c e r p e n i t e n c i a si la
vida m e d u r a s e p a r a ello. E l l a b o r a t o r i o e s t a b a
absolutamente mudo.
—¡Atención! —repitió la voz de O n a r r o .
Quise s a n t i g u a r m e , p e r o e s t a b a la m a n o d e r e c h a
como a d h e r i d a al m a n u b r i o . A p r e t á b a l o c u a l si
tuviese a l a s y p u d i e s e e c h a r á volar. D e p r o n t o u n a
h u e c a o r d e n hirió m i s oídos, p a r e c i é n d o m e n o m e -
234
Emilia
Pardo
Bazán.
n o s e s t r e p i t o s a q u e u n t r u e n o . O n a r r o h a b í a dicho:
— ¡Fiat!
I n s t a n t á n e a m e n t e , sin c o n c u r s o de la v o l u n t a d ,
p o r u n a acción nerviosa, mi b r a z o se p u s o en ejercicio, y u n s a c u d i m i e n t o r a r o , i n t e n t í s i m o , p r o f u n d o , estremeció t o d o mi sér d e s d e la p l a n t a de los
pies h a s t a las ú l t i m a s celdillas del cerebro. N o era
d o l o r , ni golpe ; e r a u n a sensación s e m e j a n t e á la
q u e d e b e e x p e r i m e n t a r el á r b o l c u a n d o d e raiz lo
a r r a n c a n , d e s c u a j a n y h i e n d e n . F u é c o m o si desa t a s e n las l i g a d u r a s d e mi i n d i v i d u a l i d a d , y cada
u n a d e las p e q u e ñ a s células ó moléculas orgánicas
q u e lo c o n s t i t u y e n se disociase d e las restantes,
y é n d o s e a i s l a d a á u n p u n t o d i s t i n t o del espacio.
A r r o j é un c l a m o r y a b r í los e s p a n t a d o s o j o s , que
vieron ó s o ñ a r o n ver r á p i d a s centellas d e f u e g o cor r i e n d o á lo l a r g o d e hilos y c a d e n i l l a s de la máq u i n a . A mi g r i t o c o n t e s t ó o t r o de O n a r r o , que enc e r r a b a t o d a s las v i b r a c i o n e s del g o z o , del júbilo,
del t r i u n f o . I n c a p a z y o d e t e n e r m e en p i e , fui vac i l a n d o á r e c o s t a r m e e n la p a r e d m á s p r ó x i m a . L a
h a b i t a c i ó n d a b a v u e l t a s en t o r n o m í o , y t o d a s mis
fibras r e t e m b l a b a n c o m o las c u e r d a s de un violin
d e s p u é s de q u e las a c a r i c i a y o p r i m e el arco. Vi
q u e O n a r r o se llegó á m í , oí q u e m e dirigía palab r a s a l e n t á n d o m e , q u e t r a j o u n f r a s q u i t o del estánt e , q u e lo d e s t a p ó , q u e vertió u n a s g o t a s e n la palm a d e s u s m a n o s , f r o t a n d o d e s p u é s con ellas mis
sienes, y q u e , como u n filtro, obró i n m e d i a t a m e n t e
Pascual
López.
235.
la fricción; d e s p e j ó s e mi c a b e z a , m e s e r e n é t o d o y
con c u r i o s i d a d v e h e m e n t í s i m a miré á O n a r r o , y
con delicia i n e f a b l e m e s e n t í , p a l p é y hallé v i v o ,
sano y b u e n o .
— ¿ Q u é t a l ? ¡ N o se h a m u e r t o u s t e d , h o m b r e — e x c l a m a b a O n a r r o con b u r l o n a y e n a j e n a d a
voz. — P e r t e n e c e u s t e d t o d a v í a al m u n d o : el s u s t o
ha sido r e g u l a r , ¿ e h ? E s u n a d e s g r a c i a poseer
h a s t a ese g r a d o la r e c e p t i v i d a d n e r v i o s a .
— ¡ A y Sr. D . F é l i x ! — c o n t e s t é . — ¡ G r a c i a s á
Dios, y á M a r í a S a n t í s i m a ! ¡ J e s ú s , y qué cosa t a n
r a r a ! ¡ Q u é m a l o m e p u s e ! ¡ Q u é d a ñ o m e h i z o el
maldito m a n u b r i o ! ¿ Y los millones? ¿ H e m o s ganado?
— ¡ V i c t o r i a ! — r e s p o n d i ó con indefinible a c e n t o
el sabio, c u y a s f a c c i o n e s i r r a d i a b a n u n o s r e s p l a n dores de éxtasis, a l z a n d o al cielo las m a n o s j u n t a s .
— ¡Victoria! ¡ A q u í e s t á n los d i a m a n t e s a u t é n t i c o s ,
legítimos, s o b e r b i o s ! ¡ C o m o los m e j o r e s d e Golc o n d a ! ¡ C o m o los m á s limpios y p u r o s del C a b o .
¡ V i c t o r i a ! ¡ S e a c a b a r o n esas e x p l o t a c i o n e s sórdid a s , ese t r a b a j o cruel a ú n p a r a las b e s t i a s , inicuo
para seres r a c i o n a l e s ! ¡Ya el n e g r o n o se p a s a r á
los días r e c i b i e n d o el a r d o r del sol s o b r e s u s desnudos l o m o s , a g o b i a d o el e s p i n a z o á t i e r r a , con
los pies m e t i d o s e n a g u a , p a r a q u e el a v a r o traficante e n g r u e s e con su s u d o r , v e n d i e n d o e n los
mercados e u r o p e o s la p i e d r a p r e c i o s a h a l l a d a p o r
el infeliz l a v a d o r d e a r e n a ! ¡ V i c t o r i a !
Emilia
236
Pardo
Bazán.
_ S Í — p e n s é y o — e l n e g r o d e s c a n s a r á , pero en
c a m b i o nos descolgarán y b a t a n e a r á n á los blancos
las e n t r a ñ a s .
I m p o n d r é — p r o s i g u i ó O n a r r o — u n a contribución v o l u n t a r i a á la v a n i d a d universal de la mujer
o p u l e n t a , p a r a socorro d e m u c h o s infortunios y
c u m p l i m i e n t o de g r a n d e s propósitos... Verificaré
u n a p e q u e ñ a revolución i n d u s t r i a l . ¡ H e triunfado!
— A h , Sr. D. Félix—insinué y o — d a c a
esos
diamantes.
— ¡Véalos u s t e d ! — e x c l a m ó él a c e r c á n d o s e á la
m á q u i n a y p o n i é n d o m e e n la m a n o u n o s seis, á mi
p a r e c e r , toscos y t u r b i o s vidrios. Q u e d é m e como
S a n c h o c u a n d o su a m o se e m p e ñ a b a en hacerle
a d m i r a r p o r y e l m o finísimo la b a c í a del b a r b e r o .
— P e r o estos no brillan... estos son m u y f e o s dije.
— ¡Claros y bellos como el é t e r ! — c o n t e s t ó el
s a b i o ; y t o m a n d o u n o y llegándose al ventanillo,
a p o y ó el e x t r e m o ó pico s a l i e n t e de la p i e d r a en
el c e n t r o de u n vidrio, y t r a z a n d o u n a línea sin
a p o y a r m u c h o , vi al cristal p a r t i r s e c o n f o r m e corría á lo l a r g o la m a n o de O n a r r o , y
finalmente,
c u a n d o éste la retiró y con el d e d o tocó ligeram e n t e la fisura, c a e r en d o s p e d a z o s .
— ¡ Diamantes!—continuó Onarro. — ¡Diamantes
r e a l e s y e f e c t i v o s , n o míseros cristalillos octaédricos, visibles sólo al microscopio, c o m o los q u e desp u é s de t a n t o s m e s e s de volatilización y lentas
Pascual
López.
237.
acciones q u í m i c a s se j a c t a r o n D e s p r e t z y D u m a s
de h a b e r obtenido! ¡ D i a m a n t e s q u e p u e d e n r e c i b i r
talla, f u l g e n t e s , h e r m o s í s i m o s !
M i r a b a yo los trocitos q u e h a b í a n q u e d a d o e n
mi p o d e r , y n o m e p a r e c í a n t a n l i n d o s , ni la mitad de lo q u e el s a b i o d e c í a ; m a s con t o d o , n o
a c e r t a b a á c o n s i d e r a r l o s sin cierto r e s p e t o , ni cer r a b a la m a n o , no f u e r a q u e se p u l v e r i z a s e n ó d e s hiciesen c o m o m e r e n g u e . E n esto un r a y o d e sol,
vivo y d o r a d o y a , c r u z ó el v e n t a n i l l o , h i r i e n d o d e
soslayo en las p i e d r a s , y a r r a n c á n d o l e s el c e n t e l l e o
multicolor y l u m i n o s o q u e sólo al d i a m a n t e p e r t e nece. A ser y o m u y i n t e l i g e n t e e n p e d r e r í a , e s t a
p r u e b a m e c o n v e n c i e r a ; y a ú n con n o serlo, el rico
destello m e alegró el c o r a z ó n .
— ¿De suerte — p r e g u n t é á O n a r r o — q u e
vale m u c h í s i m o d i n e r o ?
esto
— T i e n e u s t e d a h í un c a p i t a l i t o — r e p u s o el s a b i o .
— N a d a más que un capitalito, porque de esta
vez, el t a m a ñ o del p r o d u c t o o b t e n i d o n o h a p a sado de c i e r t o s l í m i t e s , por c a u s a s y d i f i c u l t a d e s
que f u e r a ocioso e x p l i c a r á u s t e d y q u e d e s a p a r e cerán , así lo e s p e r o , e n un n u e v o y decisivo experimento.
— ¿ D e m a n e r a , dije yo m e d i o d e s e n c a n t a d o —
que esto n o r e p r e s e n t a millones?
— T a n t o c o m o m i l l o n e s , n o por cierto.
—¿Y si f u e r a n m a y o r e s ?
— i O h ! la d i f e r e n c i a d e t a m a ñ o , por p e q u e ñ a q u e
Emilia
238
Pardo
Bazán.
sea, a c r e c e el v a l o r d e los d i a m a n t e s de u n modo
fabuloso.
j o i g a ! ¿ y n o p o d í a u s t e d e n t o n c e s h a b e r l o s fabricado más gordos?
O n a r r o se s o n r i ó , fijó e n mí sus ojos que expres a b a n ironía a g u d í s i m a , y p r o n u n c i ó
sin enfa-
darse :
— Descuide usted amiguito: tenga
paciencia,
a g u a r d e a l g o , y e c h a r á u s t e d la p a t a e n a s u n t o de
p i e d r a s r i c a s al r a j á de B o r n e o , al g r a n Mogol, y
al H i j o del Cielo.
— P u e s m a n o s á la o b r a y a , S r . D. F é l i x . E l
s u s t o p a s a r l o de u n a vez. O t r a v u e l t e c i t a al m a n u brio, y c o n s t r u y a m o s un d i a m a n t e del v o l u m e n siq u i e r a d e u n r e g u l a r q u e s o de b o l a .
O n a r r o t o r n ó á m i r a r m e , encogiéndose d e h o m bros. T o m ó las p i e d r a s t o d a s y las c o n t ó ; s e p a r ó
d o s , g u a r d á n d o l a s , y e n t r e g ó m e las c u a t r o restant e s . Yo e s t a b a algo mollino. Sí, m o h í n o , ríase quien
se ría. Se m e figuraba q u e d e a q u e l l o s cristalejos
á la s o ñ a d a , f a n t á s t i c a y p r o d i g i o s a f o r t u n a q u e el
s a b i o m e o f r e c i e r a , h a b í a u n c a m i n o infinito. Q u e d e m e , p u e s , c o m o a q u e l q u e tiene algo que decir,
y n o se a t r e v e .
— E a , ¿qué aguarda usted?—exclamó Onarro.—
A q u í n o p u e d e u s t e d v e n d e r esas p i e d r a s : excitaría u s t e d s o s p e c h a s y c o m e n t a r i o s sin fin: p e r o váy a s e u s t e d á M a d r i d ó á P a r í s . N i n g ú n j o y e r o allí
se n e g a r á á t o m a r l a s . E s t é u s t e d a q u í a n t e s de dos
Pascual
López.
239.
meses, porque calculo que para entonces repetiremos el experimento.
—Es que... Sr. D. Félix... la verdad, usted me
dispensará... pero yo creo que esto no era lo tratado.
— ¿Eh? ¿Qué dice usted?
— ¡No señor, que esto no era lo convenido! —
afirmé envalentonándome con mis propias palabras.—Yo creí, y usted me dijo, que exponiéndome
á lo que me expuse quedaría riquísimo... con más
millones que hay en el mundo entero... y , por lo
visto, esto es una friolera, así para abrir el apetito... y además no puedo negociarla aquí, ni... Yo
pensé que pasado el mal paso, me encontraría nadando en oro.
—¡Voto á tal! —gritó Onarro dando muestras de
enojo violentísimo—que es usted el mayor necio y
codicioso que hace muchos años he tenido el disgusto de tratar! Diciendo estoy á usted que esas
piedras valen lo que jamás soñó usted en tener en
su vida de estudiante; añadiéndole, que en breve
plazo podrá usted poseerlas de tal magnitud, que
una sola baste á saciar sus más extravagantes caprichos y apagar su hidrópica sed de oro; ¡y aún
se me viene usted con esas quejas! Alma de almirez, ¿no tendrá usted creederas sino para las brujerías y supersticiosas sandeces que le encajaron
de chico en la cabeza? ¿Dudará usted de mi palabra ? ¡ Cuánto ruido mueven los pequeños por las
240
Emilia
Pardo
Bazán.
pequeneces! ¿Qué importa al mundo, después de
todo, que usted sea ó no millonario?
— Pero lo que es á mí me importa, y mucho,
serlo: ¡pues no faltaría más! ¿Por qué sufrí yo si
no ese revolcón eléctrico?
— Pues usted será archimillonario, y ahora déjeme, que á fe que está usted enturbiando con su
presencia este hermoso y claro día de mi vida terrenal. ¡Váyase usted con Dios, hombre; hágame
usted ese favor!
Decía esto Onarro con tono de verdadera y afectuosa súplica.
—Pero, Sr. D. Félix—contesté yo—¿qué hago
con estas chinas?
—¡A París, á Londres, al infierno á venderlas!
—A Montevideo, al Polo Norte... justo. ¿Y quién
me paga el asiento?
El sabio se quedó parado, como aquel que ve
surgir ante sí una repentina, inesperada y gravísima dificultad.
—Como usted sabe demasiado, no tengo un cuarto—añadí.
Onarro meditó breves instantes, y después salió
rápidamente, volviendo á poco con un portamonedas de gamuza, que me pareció leve y vano como
canuto de caña.
—Tome usted—me dijo.—Es cuanto poseo hoy.
No quiero denigrarme ni disculparme tampoco.
Vacilé; pero al fin cojí el donativo, balbuciendo
Pascual
López.
241.
una frase de gracias. El sabio me empujó hacia la
puerta, y ai llegar al dintel, poniendo un dedo
sobre sus labios me advirtió con mirada significativa:
— Sobre todo, mucho silencio. Lo ha jurado
usted solemnemente.
A la verdad mi conducta no brillaba por el desinterés. Lo conozco; pero si no me producía una
blanca, ¿de qué me servía el riesgo corrido y la
cooperación en el gran descubrimiento, que sin mí
y mi esfuerzo heróico no hubiera llegado jamás al
debido término y felice cima? Y decía yo para mi
sayo: he aquí que me llevo en cuatro pedruscos un
tesoro, que no me sirve para maldita de Dios la
cosa; un caudal que no puedo aprovechar hasta
que dé con mi cuerpo en Flandes, ó qué se yo en
donde; he aquí que guardo en la faltriquera de mi
chaleco un capital, y que, sin embargo, mi haber
se reduce á lo que contenga este vaporoso bolsillejo,
¡más aéreo y tamizado que el cuerpo de un cesante! ¡Válanos Dios, y qué caprichosa que es la
suerte!
Así pensado apreté el resorte del portamonedas
de Onarro, y vi en su fondo nada menos de una peseta, por más señas columnaria, y obra de seis
piezas de á dos cuartos, roñosas y veteadas de
verdín, cuya vista me produjo el efecto que cualquiera podrá figurarse, y fué tal el chasco, que con
irritada mano me disponía á arrojar el ridículo te16
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
soro á las losas de la calle, á tiempo que noté que
el monedero tenía un segundo cuerpo interior, que
yo no abriera. Hícelo y divisé en él un papel enrollado y amarillento, gastado por los cantos yesquinas, que desenvuelto pareció ser un billete de
4.000 reales del Banco de España.
De cuatro mil reales á la fortuna de perulero que
yo me prometía, distancia va: y con todo eso me
aligeró el corazón y confortó el espíritu aquella
cantidad, no poseída en mis días de mayor opulencia y racha más afortunada. Hubiera yo preferido
atesorarla en centenes de oro., amarillitos y sonantes, mejor que en aquel viejo retazo de papel. No
obstante, guardólo con religioso respeto en el bolsillo del izquierdo lado.
¡Cosa extraña y natural, sin embargo! Desde
que me hallé propietario de tanto dinero junto, empezó á turbarme doble desasosiego: el ansia febril
de gozar las primicias de la posesión y el temor
de la pérdida. Ante todas las tiendas me paraba:
se me iban los ojos tras de cuantos objetos veía
expuestos, no porque los necesitase, sino por el
gustazo de adquirirlos. Al mismo tiempo, y cual si
padeciese palpitaciones cardiacas, llevaba frecuentemente la mano al lado siniestro, pareciéndome
que á cada minuto le saldrían alas al billete, con
que volase sin parar hasta la veleta más alta de la
torre de la catedral. Al cabo fueron creciendo mis
tentaciones, y no pude menos de entrar en un es-
Pascual
López.
243.
tablecimiento de ropas hechas, ó por mejor decir,
vergonzante sastrería, donde compré el gabán más
majo y el más currutaco pantalón posible; unido lo
cual á una corbata de rabiosos colores y á un sombrero recién salido del horno según estaba de ñamante, me hallé con el billete cambiado, cuarenta
pesos menos, y el más gentil equipo del mundo, á
mi parecer. Añadí á mis compras guantes y un chabacano junquillo que remataba en la cabeza de un
galgo de metal, y en tal atavío comencé á pasearme
ufano por aquellas calles de Dios.
Nunca mico puesto en balcón, borrego de rifa ó
toro con moña de raso y plata obtuvieron ovación
tan ruidosa y espontánea cual la que logré yo entre
mis compañeros de estudiantería. Quién me paraba en la calle, haciéndome dar más vueltas que
un molino para admirarme mejor de pies á cabeza;
quién palpaba el paño de mi gabán, para cerciorarse de su bondad, y mi persona, para persuadirse
de que era el de siempre, y no contrahecha y fantástica figura; quién me felicitaba irónico, y quién
me tragaba con ojazos de envidia. Disfrutado el
lucimiento de la calle, aspiré al del hogar; volví á
casa, y entré taconeando y llamando á gritos á la
criada para que me sirviese la comida luego. Salió
ella, y quedóse absorta ante mi nuevo avío; apareció después doña Verónica, y cruzando sus manos
flacas, que se trasparentaban por la negra rejilla de
unos tradicionales mitones, exclamó:
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
— ¡Ay, Jesús... madre mía..., ay, qué diferente
viene! ¡Qué ropa tan elegante y tan preciosa!
¿Quién lo conocería así? Si parece el señorito don
Víctor fuera el aim... digo, si la cara fuese igual...
i Sombrero de copa alta... guantes y todo! Pero, ¿y
cómo le dió esta manía de ponerse tan lechuguino?
¿Hay dinerito nuevo?
— ¡La comida!—contesté yo con dignidad.
—¡ Ay qué bastoncito! Deje, deje ver—replicó la
curiosísima patrona. —¡Qué monada!
—¡ La comida!—repetí perentoriamente.—Y que
vaya Dominga al café de Mariano, y que traiga
ponche y una botella de Jerez del mejor... y á don
Nemesio que le suplico me haga el favor de venir
á comer conmigo.
—Bien, sí, señor, se hará todo... Solamente que
D. Nemesio come hoy con el señorito D. Víctor;
ya se sentaron á la mesa... y el café de Mariano,
como está tan lejos, no sé si Dominga podrá ir,
porque tiene que hacer el servicio... Pero usted va
allá después de comer, ¿verdad? y toma allí el
café á su gusto. Diga, diga, ¿le cayó la lotería?
¡Qué risa, señorito Pascual! ¡Qué guapo viene!
¡Cuántas conquistas por esas calles!
En vista de que era imposible lucirme con don
Nemesio, como deseaba, resignóme á comer solo
con gabán, mas aun no trasegara la segunda cucharada de sopa del plato al estómago, cuando
abriéndose la puerta vi aparecer en ella la lastimo-
Pascual
López.
245.
sa y derrotada figura de Cipriano, que se vino derecho á mí, y apretándome, como el día de los
Agros, hasta sofocarme, exclamó dando voces:
— ¡Oh, Creso! ¡Oh, Mecenas magnífico! ¡Oh,
capitalista sin segundo! A tí me acojo, de tí me
amparo, por tí me salvo; perdona mis dudas, mis
desconfianzas, mis suspicacias y chanzonetas. Sé
tu lucimiento, conozco tus esplendores, no ignoro
tus grandezas, tu gabán toco, tus pantalones veo,
tu sombrero me deslumhra y me anonadan tus
guantes.
—Y mi sopa te hechiza—contesté yo sin poder
dejar de reírme al verle asir una cuchara y mudar
el sustancioso alimento de la sopera á la boca con
gentil desembarazo.
— ¡Oh, Anfitrión espléndido!—replicó el estudiante con la boca llena y sin cesar de embaular.
Ya sé yo que no pararán aquí tus beneficios. Ya
estoy viendo caer sobre mí una lluvia de oro, derramada por un Júpiter más desinteresado y menos
bellaco que el de marras. Ea, vengan esos cuantos
miles de reales.
— Confórmate con la sopa—repuse yo.—Por hoy
no puedo ofrecerte don más opulento. Atrácate de
fideos, y date por servido.
—Bromas que prueban tu festivo ingenio. Eres
agudo y discreto, como Quevedo de feliz memoria.
Pero mi bolsillo arde en impaciencia: y por ende...
Diciendo esto hacía ademán de registrarme y
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
tentaba sutilmente todo lugar en que pudiera guardarse dinero. En el bolsillo del chaleco tenía yo el
mermado cambio del billete: los dedos insinuantes
y resbaladizos de Cipriano se enhebraban ya por
entre la solapa del gabán, buscando el escondrijo,
cuando me pareció oportuno enderezarme y desviarle con enérgico movimiento.
—Manos quedas—grité.—¿ No basta decir que
no tengo?
—¡Mentira!—respondió sin perífrasis Cipriano.
—Acabo de notar y percibir el dulce bulto... el áureo sonido...
—Vete noramala, y con mil de á caballo. Tengo
dinero; pero no me es posible desprenderme de él.
L o necesito.
—Me lo ofreciste.
—Valiente pérdis estás tú. ¿No te acuerdas ya
de Inocencio?
—¿De... Inocencio?
—Sí, de Inocencio. ¿ N o m e has dicho que estaba á dos dedos de ahorcarse por falta de unas pesetas? Pues hijo, antes que tú es él.
—¿Yo te dije eso? Vive Dios, que ya no hacía
memoria. Me parece que te engañas, y acaso yo
también exageré en más de la mitad. Pero, ¡observa mi estado! Nadie como yo ha menester tus larguezas...
En vez de discutir con tan fastidioso y terco tábano, resolvíme á no comer, y tomando el sombre-
Pascual
López.
2
47.
ro, eché á andar camino de la calle. Siguióme el
estudiante menudeando lamentaciones y ruegos:
mas como yo fuese acercándome ya á la casa en
que Inocencio vivía, noté que al revolver de una
esquina desapareció Cipriano de súbito. Entonces,
confieso que me asaltaron tentaciones de no seguir
adelante con la proyectada obra de caridad, que
al fin y al cabo iba á consumir lo más granado de
mis haberes.
Repito que sin tenerme por enteramente malo,
estoy persuadido de que nunca fui ni seré heroico
y sublime. Mis cualidades, como mis defectos, pertenecen, á una esfera vulgar v mediana. No me
desagrada favorecer á los necesitados, siempre que
para ello no sea preciso imponerme privaciones y
sacrificios. No miento sin objeto: pero mentiría con
fruición por librarme del cadalso ó del martirio.
A despecho de esta condición mía, en aquel momento hubo de vencer el buen propósito, ya porque á mi indolencia moral repugnase la idea de tener que acusarme del suicidio de Inocencio, ya porque hurgase en mi conciencia cierto remordimiento
íntimo de las muchas truhanerías, de las pesadas bromas y trampas ligeras hechas tantas veces
al pobretón estudiante. Además, yo reconozco en
mí un gran prurito de ostentación y vanidad: gústame en extremo presentarme como persona de importancia, y así fué que la idea de desempeñar el
papel de Providencia, de aparecer repartiendo oro
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
y salvando la situación, me sonreía en extremo.
Continué, pues, decidido á hacer la dicha del malaventurado jugador.
Causóme una especie de desengaño el no encontrar á Inocencio descabezando menudamente las
cerillas de una caja, ni untando de sebo un lazo corredizo , ni aguzando y acicalando bien un fiero puñal. Halléle abatido sí, pero sin arrebatos y muy
resuelto á venderse por sustituto en las próximas
quintas, á fin de resarcir á sus padres el perjuicio
ocasionado: propósito en verdad muy conforme con
el fondo de tosca y cerril honradez de su alma.
Volvíle ésta al cuerpo con el anuncio del inesperado socorro que le traía. Víle, depuesta su' bronca
reserva y huraño carácter, arrojarse á mis pies,
abrazar mis rodillas y llorar y babear como un chiquillo. Me juró mil veces no volver á tocar á un
naipe en los días de su vida, recordando siempre
el fatal momento en que Cipriano le desplumó sin
misericordia. Cipriano, en efecto, había sido el autor de la fechoría, y quiso sin duda aplacar á su
manera los escrúpulos de la conciencia, reparando
su fullera estafa á cuenta de mi bolsillo.
Pascual
Lopes
249
XI
Recogí me á mi albergue tan molido y quebrantado á puras emociones, que apenas podía tenerme
en pie. Caía la tarde, y una parda y penetrante neblina, comunísima en aquel clima húmedo, se tendía lentamente por las calles. Al penetrar en el portal fementido y negruzco de doña Verónica, tropecé con un bulto humano que soltó una imprecación;
estaba el sitio como boca de lobo, pero encendí un
fósforo apresuradamente, y pude divisar, á su luz
parpadeante y dudosa, á un ganapán con blusa
azul de cotonía y gorra de pelo, que en sus fornidos brazos sostenía una sombrerera, un estuche de
viaje de cuero de Rusia, y un saco de mano: detrás
bajaba la escalera, dando taconazos y tumbos, otro
tagarote, cargado con un baúl mundo razonable,
cuyos dorados clavos relucían sobre las tiras de charol negro que fileteaban sus costados. Dejé pasar á
los dos mozos de cuerda, y subí deprisa hasta mi
cuartuco.
No bien encendida á tientas la palmatoria, vi sobre su platillo de latón una carta cerrada con oblea,
cuya forma conocí presto, abriéndola con ansia.
Era de Pastora. Con los sucesos de la mañana, ca-
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
si había yo echado en olvido que aquel día terminaba el plazo impuesto por el señorito de la Formoseda para la decisión final de la sobrina del canónigo. Recordándolo, leí afanoso la misiva, sin
discurrir al pronto cómo podía haber llegado á mi
habitación para que yo la encontrase. He aquí su
contenido, prévias las devotas iniciales de costumbre :
«Mi muy estimado Pascual:
«Hoy ha sido para mí día de grandes trabajos:
»vaya todo por Dios; aún no sé cómo tengo cabeza
«para escribirte ahora. Sabrás que mi tío me llamó
»á las doce, y con una cara y una voz que ponían
•respeto, me dijo que era preciso que resolviese
«una contestación definitiva para D. Víctor, porque
»bien se me alcanzaba que no era ya formalidad ni
«conducta estarlo entreteniendo. Me expuso las
«ventajas de la boda, me habló de las costumbres
»de D. Víctor, de sus buenas ideas, de su familia,
»de sus intereses... Yo tenía mucho miedo al principio; después fuí serenándome, y hablé claro, sin
•rodeos, como si estuviese en el confesonario. Desclaré que me era imposible gustar de D. Víctor,
»que repugnaba el enlace, y que mal camino era
«para cumplir los deberes de mi estado entrar en
»él con violencia y fuerza notorias. No sé dónde pu»de rebuscar el valor necesario para responder así
»al tío: temblaban todos mis miembros, pero creo
Pascual
López.
251.
»que la voz era firme. Contra lo que yo imaginaba
»no se airó el tío: antes me contestó, con gravedad
«y compostura, que llevaba razón, y que puesto
»que me conocía por prudente y cuerda y cristiana,
•vista mi decisión , no había más que tratar en ello.
«Respiraba yo ya con holgura, cuando el tío, habiéndome sentar y discurriendo como en amistosa
•plática, me habló de tí. Empezó por informarse é
«inquirir qué prendas singulares en tí se [juntaban
•que así me hacían rehuir y desdeñar una tan ventajosa colocación y un tan honrado marido, por
•conservarme fiel amante tuya. Díjome que, dejad a aparte tu pobreza, que no era imputable á tí,
>él tenía noticias verídicas y exactas de que ningun a cualidad digna de nota te distinguía del vulgo
«délos mortales. Que á despecho de ciertas voces
•que corrían, á él le constaba de buena tinta que
«eras en el estudio desaplicado, y no muy agudo;
»en religión indiferente y perezoso; en tu conducta
«ni malo ni bueno; y por último, en todo inferior á
»la alta estimación que yo te concedía. Pascual»
•Pascual, nunca me vi en mayor aprieto. No sabía
»qué responder, ni por dónde salir. Una voz me ex•citaba impeliéndome á defenderte, y otra me impo•nía silencio, arguyéndome que el tío estaba muy
»en lo cierto. Alegué, sin embargo, las palabras y
«promesas que han mediado entre tú y yo, y replicóme el tío que se maravillaba de cómo una doncella de mi reflexión y juicio podía tratar asunto
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
«tan importante al alma y al cuerpo, cual es el del
«matrimonio, sin guiarse más que por loca afición
»y vano enamoramiento, que no mira en dónde se
«emplea.»
«Sobrina, añadió, en eso se distinguen la labor i o s a abeja y la mariposa casquivana: en que aqué»lia no se posa sino en el cáliz do sabe que hay bue* na miel, y ésta revolotea y se para sobre cualquier
«flor inútil.—Y aún prosiguió el tío largo rato expon i é n d o m e los peligros de esas uniones, hechas con
•»liviandad y ceguera, sin que haya acuerdo en los
«pensamientos, ni concierto en las almas, y que,
«pasado el hervor primero, y resfriado el corazón
»ya, rematan en desastres y rencillas y desconfor«midad y guerra. Oíale yo con la cabeza baja, y
• sin topar, así Dios me prospere, argumento que
«oponer á sus argumentos. Porque mientras iba el
«tío estrechándome y encerrándome en la exactit u d de sus razones, parecía como si se rasgase un
svelo y quedasen patentes para mí una multitud
»de cavilosas dudas con que he batallado mil veces
»y que me han hecho salir, aunque tan moza, un
«par de canas que puedo enseñarte. Es el caso que,
«si bien soy ignorante y ruda y no sé más que lo
»que oí al vuelo en algún sermón, bien se me alcan»za que el destino de los humanos es aspirar á la
«suma mayor de perfección en esta vida y en la
«otra, para lo cual debemos cogernos y asirnos
» muy estrechamente á las cosas más perfectas, que
Pascual
López.
261.
unos comuniquen algo de su esencia. Y así yo,
»Pascual, que me encontraba ya unida y enlazada
»con la perfección del estado monástico, erré qui»zás poniendo el amor que debía al Divino Esposo
sen un hombre mortal, Pero como quiera que á
«Dios no le vemos sino con los ojos del alma, y para
«esto se ha menester tenerlos muy claros y perspic a c e s , y al hombre, que es imagen y semejanza
«de Dios, le notamos muy bien con los corporales
aojos, no es de extrañar que á veces dejemos la
«perfección altísima é invisible de Dios por lo perafecto visible que en su imagen encontramos. Mas.
«para disculpar y explicar este sendero que toma
sel alma, y esta manera de infidelidad que hace á
«Jesucristo, es fuerza que se reconozca en el objeto
,que la aparta de tanta hermosura, algún atractivo
.ó belleza especial que dé color y haga compren«der en cierto modo mi mudanza. Y por este razonamiento, Pascual, pensaba yo cuando iba h a «blando el tío con cuán poca tentación fui rendida.
»y con qué chica causa me moví á romper la fe ya
«casi p r o m e t i d a á Dios. No quiero ofenderte, pero
«la verdad es que desde que te conozco no te he
»visto seguir más regla que tu gusto, ni aspirar más
«que á la satisfacción de tus mundanos apetitos..
«En fin, no estás tú enteramente cortado por el pa«trón de aquellos hombres que parece que justific a n en lo posible la determinación de dejar por
«ellos un estado que envidian los ángeles. Mientras-
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
«estas especies se me presentaban confusas y en
«tropel, acabó el tío su perorata, proponiéndome
»un arbitrio que conformaba tan bien con mis pro»pios deseos, que lo acepté en seguida. D. Neme»sio te informará de él, y entre tanto, deseando
«que apruebes y estimes mi resolución, se despide
«de tí.—Pastora,»
— ¡De dónde diantre sacará esta muchacha tanta sutileza, tales raciocinios y tanto tiquis miquis!
—exclamé, olvidándome en mi enojo de que mil
veces admirara yo la claridad de entendimiento de
Pastora, llamándole en chanza doctora y bachillera.— ¡Y qué resolución será esa! ¡de fijo que se
casa con el rico, y para disculparse ha puesto cuatro cosillas de argucias y teologías! ¡D. Nemesio!
—grité golpeando la puertecilla de comunicación
—^D. Nemesio! ¿Está usted ahí? ¿puedo entrar?
D. Nemesio asomó á la puerta, y se coló en mi
cuarto, no sin haber apagado antes la palmatoria
que en el suyo ardía.
—Don Pascual —me dijo con despaciosa pronunciación—ya me presumo lo que va usted á preguntarme; pero antes tengo que aclarar un punto. Yo
he traído á usted esa carta de Pastora; mas es inútil añadir que lo hice conociendo su contenido,
acerca del cual, como buena y sumisa hija de confesión, se asesoró Pastora conmigo.
—Bien, señor D. Nemesio; pero ¿ qué resolución
h a tomado Pastora? ¿se casa con D. Víctor?
Pascual
López.
255.
—Pasan en el mundo cosas que le dejan á uno
con tamaña boca abierta. No hay inteligencia que
alcance á vaticinar ciertos sucesos.
— Pero... ¿se casa con él?
— ¡Quiá, amigo mío! Un no más redondo que una
naranja.
— ¡Vaya! Poco pesquis hacía falta para profetizar eso, señor D. Nemesio.
— No, pues usted pasó sus miedos y sus recelillos correspondientes.
— ¡Bah! ya sabía yo que mi Pastora...
— De cien niñas habrá una que desdeñe así un
partido como D. Víctor; pero dejémoslo. D. Víctor
se marcha; no sabe usted cuánto lo siento. Va á
la corte á distraerse de este mal rato. ¡Un joven
tan apreciable! La casa se queda vacía.
— ¿De suerte que el equipaje que topé en la escalera...?
— Era el suyo. En menos que canta un gallo se
preparó todo. E s muy vivo D. Víctor en ciertas
ocasiones. Aun le ayudé yo á doblar la levita y á
guardar las camisas planchadas... Y hoy era día
de despedidas. La de Pastora me enterneció casi,
á fe
—de
¿LaNemesio.
de Pastora? Pues, ¿se ha marchado?
— ¿Sí que no lo sabrá usted? ¿no lo anuncia la
carta?
— N o , señor, no lo explica.
— Pensé que lo añadiese en postdata. Pues, ami-
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
go, Pastora ha resuelto entrarse, por algún tiempo,
siquiera, en el convento de...
Y aquí me citó uno de los más conocidos de Santiago, que no nombro yo por razones que el lector
comprenderá más adelante fácilmente.
— ¡A un convento!—repetí atontado sin darme
cuenta de lo que decía—¡Va á ser monja!
— No, señor; monja no, por ahora al menos. Lo
que quieren D. Vicente y ella es que no siga en el
mundo y en la respetable casa de su tío, mientras
esos amoríos fútiles no paren en matrimonio, ó
mientras no se persuada Pastora de cuál es su vocación verdadera y firme; que aun sobre ésta y
otras materias anda sumida en dudas graves. No
sabe usted cuánto me huelgo de que la pobrecilla
esté en puerto seguro, y de que las rejas del convento se hayan cerrado sobre su doncellez, porque
si usted presenciara hoy la escena que entre ella y
su madre medió, le tendría usted lástima. Cuando
la furia (¡Dios me perdone!) de misia Fermina se
convenció de que ya era fallida toda esperanza de
opulento yerno, se encerró con Pastora, y después
de cubrirla de denuestos é injurias de plazuela, la
asió de las trenzas, queriendo arrastrarla por el
cuarto; y qué sé yo cómo lo pasaría la infeliz cordera, si D. Vicente, recordando sus buenos tiempos de la guerra civil, en que era un mozo (según
dicen) como un trinquete, no echara abajo la puerta de una puñada formidable y no arrancara á
Pascual
López.
257.
Pastora de aquellas felinas uñas. Todo el día se lo
pasó el bueno del tío haciendo centinela en el umbral de la habitación en que puso á su sobrina,
para que llorase y escribiese á sus anchas.
— L a pobre nada me dice de esos malos tratamientos—murmuré yo casi compungido. —¡Lástima que hoy no se use el emplumar!
— Pues no le dejó D. Vicente á esa monfi que se
arrimase á su hija hasta el momento de la despedida, en que Pastora, como es tan buena cristiana,
fué á besarle humildemente la mano.
— ¡Voto á sanes! ¡Qué mordisco!
—D. Vicente hizo á Pastora que se echase el
velo á la cara, se embozó él en el manteo y se la
llevó. Ahí tiene usted el final de la tragedia. ¡ Gracias á Dios! al menos en su celda estará sosegada.
Y usted debe considerar que este arbitrio ha sido
el más prudente, sabio y cauto que pudo adoptarse. El alma de ambos gana mucho con él. El diablo no duerme y hurga el corazón y teje los sucesos de modo que á veces, con los propósitos más
rectos, se para en lo peor. No lo digo por Pastora,
que bien conocida la tengo, y sé que su alma es
un cristal y un espejo; eso sí.
—Entonces, por mí lo dirá usted.
— N o , no; usted es un mancebo muy de bien...
Pero mozos, y enamorados, y dueños de verse...
De todos modos, le viene á usted de perlas carecer
de la distracción que le proporcionaba la presencia
17
Emilia
Pardo
Bazán.
de Pastora, porque así podrá usted estudiar y procurarse un porvenir para merecerla.
Oía yo á D. Nemesio, y como suspenso y absorto daba golpecitos en mi rodilla con la mano. Al
rozar en el pantalón, hube de sentir un objeto duro.
Eran los famosos diamantes del experimento, envueltos en el propio papel en que me los entregara
Onarro. Pegué un brinco al súbito recuerdo que
aquel objeto despertaba y que casi se borrara ya de
mi mente con tantas impresiones varias y nuevas.
—¡Señor D. Nemesio—exclamé—pero si me olvidaba de lo mejor! ¡ Majadero de mí, si mi porvenir está hecho ya, y es magnífico, soberbio, incomparable!
D. Nemesio me miró de hito en hito, á ver si estaba serio. Alarmóle mi cara.
— ¡Sí, soy rico!—proseguí—rico y poderoso, sin
necesidad de quebrarme los cascos y mancharme
los dedos en la clínica ! Y no digo más; pero, por
mi santiguada, que el que viva verá buenas cosas.
Sí, D. Nemesio honrado, nos casaremos, nos casará usted, y tendrá un buen regalo, y dirá la misa
con cáliz de oro, y cuanto lujo pudiera desplegar
D. Víctor en su boda, no llegará á la suela del zapato del que ostentaré yo!—Y en la expansión de
mi júbilo, eché los brazos al cuello del buen clérigo, que se desasió blandamente, y entrando á la
carrera en su dormitorio, volvió en seguida con la
tetera y correspondientes chismes.
Pascual
López.
259.
— Si no estoy enfermo ni lunático—grité.—La
tetera no hace falta.
— Bueno será, sin embargo, que tome usted una
tacita—repuso D. Nemesio, que diciendo y haciendo encendió la estufilla.
Dejéle yo con su inocente faena, y tomando papel
y pluma emborroné una misiva para Pastora:
«Paloma mía,»—pósele con febril pulso y mal
trazada letra—«fuera de sazón me parece que
«vienen ahora esos repulgos y esas cavilaciones en
»que te engolfas. Has despachado al monigote de
»D. Víctor: has hecho muy bien; pero no sueñes
«con rejas, ni con tocas, porque, óyeme, que de esta
»vez va de veras; soy rico, opulento, apaleo el oro,
«nado en riquezas, no sé cómo te lo exprese, repita
Ȏ inculque para que lo entiendas; hoy mismo salgo
»á un viaje de algunos días, y á mi vuelta traigo
«conmigo los tesoros de las Indias, la plata de
»todo Méjico; con que, chiquilla, déjate de discur r i r , van á realizarse mis proyectos, fantasías y
«castillos en el aire, que te-hacían reir tanto ; Ue»garé y verásme poner á tus pies un montón de
«onzas, que mal año y mala pascua me dé Dios si
»no sube tan alto como el campanario de tu consvento.
»Adiós, princesa; no pienses en monjío, criatura;
«podemos ser más felices que reyes. El matrimonio
»es un estado santo; pregúntaselo á D. Nemesio,
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
«que no me dejará mentir. Hasta la vuelta; te esc r i b i r á desde todas partes tu
Pascual.»
A un mismo tiempo tendía yo á D. Nemesio esta
carta, y alargábame él á mí la tacilla llena de la
aromática bebida, y despidiendo suave vaho. Mientras yo bebía por compromiso el té, él concienzudamente se daba á leer mi epístola. Al terminarla,
dejóla caer con desaliento en el regazo femenil que
le formaban los pliegues de la sotana, y apoyando
el codo en la mesilla, murmuró:
—Sr. D. Pascual, no tengo inconveniente en dar
á Pastora esta carta; pero quisiera que usted se
fijase bien en lo que en ella se contiene. Habla
usted de riquezas, de millones, de apalear oro... y,
vamos, yo creo que los malos ratos de estos días
pueden haberle afectado... no, no lo eche á mala
parte; pero en fin... ahí hay cosas, que en Dios y
en mi ánima...
—Todoes verdad;—afirmé muy grave, chupando
los terrones de azúcar que, ensopados y á medio
desleír, quedaban en el fondo de la taza.
— Podrá ser, pero no lo parece.
—Yo se lo aseguro á usted...
—Es tan inaudito el caso...
—Pero no imposible.
— ¡Su alma en su palma! Si Pastora me pide
consejo, yo, como padre espiritual, debo dárselo
Pascual
López.
261.
sano; y no se enfade, Pascualito; tengo para raí
que en durmiendo hoy, y tomando caldo de sustancias y té, escribirá con más cordura y razón.
Estudie, trabaje; Pastora le quiere bien...
Sin decir palabra, y con diligencia admirable,
tras de haber mirado la hora que era, inclinéme y
arrastré de debajo de la cama la maleta de cuero
negro y bruñido á fuerza de uso, y sin cuidarme de
sacudir la costra de polvo inveterado que la cubría,
comencé á embutirla y rellenarla sin orden ni concierto con las tres ó cuatro maltratadas camisas,
los pañuelos, las botas de repuesto, las navajas de
afeitar y demás prendas y trastos de mi mezquino
guardarropa y ajuar espartano. Allí caían y se mezclaban heterogéneos objetos, con la propia confusión cón que se barajaban en el seno del caos los
elementos primarios de los mundos.
__ ¿ Q u é hace ?— preguntóme D. Nemesio, que no
cesaba de observar con azorados ojos mis idas y
venidas y mi apresurada maniobra.
—Ya lo ve usted; el hato,—contesté envolviendo
en una chalina vieja unas cuantas cajetillas de
papel y sepultándolas en las entrañas del maletín.
— ¿Pero se marcha usted?
— Sí, señor, ahora mismo.
—¡Pascual!... ¡Pascual! Dios quiera... vamos, yo
me entiendo. ¿ Y á dónde bueno? ¿Se puede saber?
— A Madrid.
—¡Jesús!
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
— Por la diligencia portuguesa, que sale ahora
á las diez y inedia de la noche.
— ¡ Señor!... ¡Señor! ¡Peste hay de marchar! ¡Se
va todo bicho viviente! Y esta fuga, ¿es para volver con los millones?
—Cabalito.
— Hijo — me insinuó D. Nemesio, incorporándose y llegándose á mí, con muestras y señales de
enternecimiento y pujos de paternal afecto — hijo,
piénselo: barrunto que camina usted en alas de un
desatinado afán y hacia una empresa huera y loca.
Estos misterios, esta precipitación, esos montes y
morenas que usted se promete... desde mil leguas
trascienden á mirage y engañosa quimera de la
fantasía. No quiere usted revelar cuál sea el fundamento de sus esperanzas, ¡malum signum! Créame,
deshaga el equipaje, y ahora cenaremos juntos,
en paz y en gracia de Dios.
—Convido á usted, —dije con fachenda ,— á comer en mi compañía el día de mi vuelta, y le prometo que habrá pechuguitas de faisán y vino del
de á cinco pesos botella. ¡Animo, Sr. D. Nemesio!
Usted verá quién es Pascual López.
Mostró D. Nemesio en la expresión del semblante hallarse un tanto impresionado y movido por mi
terquedad y afirmaciones rotundas. Explicábame
yo con tan gentil y seguro y alegre ademán, que
era irresistiblemente contagioso mi optimismo. De
repente, en el momento de doblar con delicado es-
Pascual
López.
263.
mero mi flamante gabán, estirando las mangas
para evitar las arrugas, cruzó por mi mente un
pensamiento, un recuerdo que me dejó helado y de
una pieza. Introduje los dedos pulgar é índice en
el bolsillo del chaleco, y extraje un doblón de á
cinco, un peso isabelino y alguna calderilla. Era
cuanto restaba del billete de cuatro mil.
Paréme abrumado, sin movimiento ni voz, caída
la cabeza y colgantes los brazos y trasudando de
congoja. D. Nemesio me contemplaba, esperando
sin duda á ver en qué quedaría aquello. Mas de
improviso me fui derecho á él y retrocedió. Le así
violentamente de la mano. Se hizo una pelota , y
se metió en un rincón. Medio á la fuerza le arranqué de allí.
— Señor don Nemesio de mi vida, —grité con
descompasado tono, — usted es bueno, usted es un
santo, usted me salvará. Présteme usted sólo media onza: con ella espero llegar á Madrid. Me basta.
Miróme D. Nemesio atónito, y soltando al cabo
la risa.
— ¡Buen principio de semana, — exclamó,—
cuando ahorcan el lunes! ¡ Con que es usted el futuro millonario, el que apalea el oro, el que nada
en riquezas! ¡Bien comenzamos, hombre!
—Yo le juro á usted que se la volveré doblada y
zahumada. Antes de ocho días, le enviaré si gusta
ochocientos duros. Pero no me deje usted morir
ahora de pena. Vengan por el cielo esos 160 reales.
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
— Pascual, media onza supone mucho para este
humilde capellán, que no quiere en su vejez vivir
á expensas de nadie, aunque tiene excelentes amigos que se regocijarían...
— ¡Señor don Nemesio! ¡Será un favor que no
olvidaré jamás! Esa media oncita, mire usted, me
saca del pantano. Con lo que tengo no me alcanza
para el billete.
Se nubló el rostro del excelente hombre. Vi claro que le afligía de un modo igual negarme el servicio ó perder sus ocho duros. Entonces me ocurrió
un expediente. Cojí en mis brazos el gabán, como
se coje á un niño chiquito, y lo deposité en manos
de D. Nemesio.
— Me ha costado veintiséis pesos hoy—dije—y
siempre producirá diez. Autorizo á usted para que
lo venda.
— No, Dios mío, no lo decía yo por tanto —murmuró D. Nemesio algo colorado y confuso.—Nemesio Angulo experimenta placer singular en servir á sus amigos sin interés ni cálculo. Sólo que ya
ve usted, yo no soy un potentado; ni ahora ni nunca lo fui; la misita me mantiene, y procuro vivir
con sobriedad. Pero al cabo le aprecio. Voy por la
media onza. Le suplico, eso sí, que cuanto antes
pueda... porque mis economías son tan escasas...
— N o , no la admito, si usted no recibe el gabán.
—Bien, bien, lo cepillaré y cuidaré en ausencia
Pascual
López.
265.
de usted... Le pondré alcanfor para que no se apolille...
Salió D. Nemesio, y volvió trayéndome, envuelta en mil papelitos, media reluciente pelucona.
Breves fueron mis aprestos de viaje. En la administración de diligencias vi, lo primero de todo, á
D. Víctor de la Formoseda, muy embutido en su
gabán y resguardado el rostro de la fría temperatura con un pasamontaña de pieles. No pude juzgar de la expresión más ó menos mohina de su rostro, porque sólo la nariz asomaba entre aquel atavío semi-eslavo. A un tiempo mismo saltó él y se
recostó en la berlina, y me encaramé yo al cupé
trabajosamente. ¡Jugarretas de la suerte caprichosa! Ibase él calabaceado y á malgastar dinero, yo
preferido y á granjearme un caudal; y como para
irritar mis ansias, todo el camino le vi bajarse en
las estaciones, y comer y almorzar opíparamente,
mientras yo engañaba el apetito con el pan y el
queso que envueltos y atados en una servilleta me
entregara al partir doña Verónica; y en tanto que
á mí me servían de incómodo asiento los duros
bancos de los coches de tercera, tendíase él muellemente en los cojines de un departamento de primera, dormitando al amor de los caloríferos.
Yo pude vender mis diamantes en Oporto, ciudad donde es activísimo el tráfico de joyería, y
donde una larga calle está formada sólo por tien-
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
das de orífices. Ei comercio con el Brasil daría color al negocio de la venta de unas piedras en bruto. Mas no me ocurrió tan sencillo expediente, y
pasando sin detenerme por Oporto, no paré hasta
Madrid.
Al sentar el pie en la coronada villa, donde á la
sazón no existía quien se atreviese á usar corona,
que aun las inofensivas heráldicas había suprimido
el Gobierno revolucionario, víme en más que mediano apuro, por habérseme concluido el dinero
totalmente, y no poseer ni aun unos céntimos para
parodiar el alarde de Camoens cuando entró en su
patria. Halléme, pues, perdido por las calles de
Madrid, en una bella y despejada mañana de invierno, sin blanca en ei bolsillo. El sol, claro,
picante y alegre, á despecho de la estación, rasgaba la ligera y vaporosa neblina matinal, cuyas
gasas azules flotaban aún, encubriendo á medias
la elegante perspectiva de los árboles de parques
y paseos. Algún carruaje de lujo rodaba ya, cruzando desdeñoso al través de los pesados carros
de vituallas y mudanzas. Por las puertas entreabiertas de las cocheras se veía á los criados de
cuadra, en mangas de camisa, cepillando y bruzando el arrogante tronco media sangre, ó bruñendo los lucios cascos del bayo trotón inglés. Los cafés solitarios convidaban, no obstante, á entrar, y
en su dintel se recostaban los mozos, con blanquísimo delantal, bien peinados, tendiendo su hocico
Pascual
López.
267.
insolente y p u l c r o , c o m o si de mí y de mi a p e t i t o
se b u r l a s e n . L o s e s c a p a r a t e s c o m e n z a b a n á recibir, e n artística a g r u p a c i ó n , su t e n t a d o r a c a r g a .
A t r a í a n m e las j o y e r í a s . M e d e t u v e a n t e la de A n sorena, y c o n t e m p l é l a r g o r a t o , al t r a v é s de los altos y d i á f a n o s cristales, los e s t u c h e s d e raso c e r e z a ,
de terciopelo a z u l , en q u e d e s c a n s a b a n a d e r e z o s
s o b e r b i o s , s a r t a s d e iguales y g r u e s a s p e r l a s , u n
p á j a r o de r u b í e s y e s m e r a l d a s , con cola de a i r o n e s
de b l a n c a p l u m a .
E s t u v e á p u n t o de e n t r a r allí y a r r o j a r s o b r e el
m o s t r a d o r los d i a m a n t e s del e x p e r i m e n t o : m a s
c o n t ú v o m e u n a i d e a : al l a d o de a q u e l l a s p e d r e r í a s
t a l l a d a s , e n g a r z a d a s y r e s p l a n d e c i e n t e s , lo q u e y o
l l e v a b a en la f a l t r i q u e r a se m e a n t o j ó m á s o p a c o y
feo q u e los a d o q u i n e s del e m p e d r a d o : n o m e p o d í a
h a b i t u a r al p e n s a m i e n t o de q u e mi tesoro f u e s e
igual en c a l i d a d á los q u e o s t e n t a b a la v i d r i e r a d e
la j o y e r í a ; y al i m a g i n a r q u e a c a s o mi e s p e r a n z a
e s t r i b a b a e n u n o s g u i j a r r o s sin v a l o r , m e t e m b l a ron las r o d i l l a s , y sentí u n d e s f a l l e c i m i e n t o creciente. Al a z a r y sin o b j e t o subí p o r u n a calle, q u e
d e s p u é s s u p e ser la de la M o n t e r a ; y c e r c a ya d e la
g r a c i o s a f u e n t e de la R e d d e S a n L u i s , c u y o pilón
y platillos a d o r n a b a n c o l g a n t e s a g u j a s y c a r á m b a nos de h i e l o , vi u n a p l a t e r í a h u m i l d e y e s t r e c h a
e n c u y a d e l a n t e r a , e n t r e a l g u n o s b r i n c o s de o r o y
algunos c o r a l e s , h a b í a c u c h a r i l l a s de s o b r e d o r a d a
p l a t a , pilillas de c á s c a r a a r g e n t i n a , y t a l c u a l dia-
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
m a n t e m o n t a d o en sortija ó a r e t e s . P e n e t r é , y a r e s u e l t o á salir de a n g u s t i o s a s d u d a s . I n v e n t é u n a
h i s t o r i a , s u p u s e un p a r i e n t e m u e r t o e n el B r a s i l , y
c u y a h e r e n c i a c o n s t i t u í a n a q u e l l a s piedrecillas.
E l p l a t e r o dejó el periódico con q u e se s o l a z a b a , y
c a l á n d o s e los lentes, e x a m i n ó curioso el c o n t e n i d o
d e mi envoltorio. Sin p r o n u n c i a r p a l a b r a p a s ó á la
t r a s t i e n d a , volviendo ai c a b o de pocos i n s t a n t e s .
T r a í a l a s p i e d r a s e n u n a b a l a n z a , q u e d e j ó sobre
el m o s t r a d o r .
— Son diamantes en bruto—dijo.
— ¿ V e r d a d e r o s ? — p r e g u n t é con a n s i a y a t u r d i d a
indiscreción.
— Y a lo creo.
— ¿Y valen?...
E l p l a t e r o t o r n ó á mirarlos, á r e m i r a r l o s ; equilib r ó la b a l a n z a , los fué t o m a n d o d e s p u é s e n t r e los
d e d o s u n o p o r uno.
— S o n — r e p i t i ó — v e r d a d e r o s , y t a n p u r o s y limpios, q u e es p e d r e r í a d e p r i m e r a . T e n d r á n f a c e t a s
ricas y numerosas. ¡Qué claros!
— Y . . . ¿ q u é v a l d r á n ? ¿ q u é v a l d r á n ? — r e i t e r é trém u l o de gozo y h e n c h i d o de fe en la ciencia.
E l t r a f i c a n t e i n c r u s t ó s u s ojos en mi r o s t r o , com o p a r a p e r s u a d i r s e d e mí p e r f e c t a i g n o r a n c i a é
inexperiencia en materia de diamantes. P a t e n t e
d e b i ó m o s t r a r s e mi i n c o m p e t e n c i a en el a s u n t o ,
p o r q u e el h o m b r e p u s o s a t i s f e c h o gesto.
— V a l e n . . . v a l e n b a s t a n t e : n o u n a s u m a fabulo-
Pascual
López.
269.
sa... p e r o . . . E l t a m a ñ o n o es g r a n d e , y e n d i a m a n tes, el t a m a ñ o es lo q u e i m p o r t a . . . U n t a n t i c o m á s
de v o l u m e n h a c e subir el precio...
— E n s u s t a n c i a , ¿que m e d a u s t e d p o r ellos?
— Yo... es decir... ¿ u s t e d los v e n d e ?
— Sí señor. A h o r a m i s m o .
— P a r a mí no es negocio: h a y q u e tallarlos, eng a s t a r l o s , r e v e n d e r l o s . . . P e r o si u s t e d n o es exigente... ¿Se c o n t e n t a u s t e d con m e d i a t a l e g a ?
¡ D i e z mil r e a l e s p a r a quien c a r e c e de u n o c h a v o
y siente los ásperos m o r d i s c o s del h a m b r e ! N o obst a n t e , a u n q u e m e u r g í a t a n t o c e r r a r el t r a t o y recoger el dinero, con todo, d e s p e r t á n d o s e mi suspicacia del N o r t e , b a r r u n t é que a q u e l h o m b r e espec u l a b a con mi falta de c o n o c i m i e n t o s y con mi car e n c i a de m e d i o s , y decidido á n o d e j a r m e c a z a r
sin d e f e n s a , r e g a t e é d e s e s p e r a d a m e n t e h a s t a obten e r l o s dieciséismil. E n t r e g ó m e la m i t a d i n c o n t i n e n ti y firmó un p a g a r é del resto, á plazo de t r e s días.
N o bien fui d u e ñ o de a q u e l l a c a n t i d a d , p e n s é e n
m a n t e n e r m e y a l o j a r m e . Al s a l t a r e n la estación
del f e r r o c a r r i l , o y e r a yo á D . V í c t o r d e la F o r m o seda d a r al c o c h e r o d e u n t r e s p o r ciento l a s s e ñ a s
de u n a fonda , s e ñ a s q u e se q u e d a r o n i m p r e s a s e n
mi m e m o r i a . A c u d í á i g u a l m e d i o ; ceceé al p r i m e r
alquilón q u e ví p a r a d o , g r i t ó l e l a p r o p i a o r d e n , y
con g r a n s o r p r e s a m í a , n o b i e n h u b o r o d a d o c o m o
cinco pasos, a b r i ó el a u r i g a la p o r t e z u e l a ,y d i j o :
— Ya estamos.
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
E r a allí, en e f e c t o , e n la m i s m a calle: la maliciosa s i m p l i c i d a d del c o c h e r o le hizo g u a r d a r s e
bien de a d v e r t í r m e l o . H a l l é m e , p u e s , c o m o en S a n t i a g o , v i v i e n d o b a j o el t e c h o q u e c o b i j a b a al señorito de la F o r m o s e d a , c i r c u n s t a n c i a q u e , como
verá el lector, influyó h a r t o en mi destino.
E s de a d v e r t i r q u e el gallego, y a u n n o sé si t o d o
p r o v i n c i a n o q u e de i m p r o v i s o y p o r vez p r i m e r a
llega á la corte, e x p e r i m e n t a u n a i m p r e s i ó n de nost a l g i a y m e l a n c o l í a , u n a sensación de a i s l a m i e n t o
penoso, q u e le m u e v e á p r o c u r a r , por c u a n t o s medios estén á su a l c a n c e , la s o c i e d a d y t r a t o d e los
p a i s a n o s y c o m p a t r i c i o s q u e e r r a n t e s a n d a n por
a q u e l l a liorna de M a d r i d . D i s p e r s o s los gallegos
e n e s p e c t á c u l o s y c a l l e s , se b u s c a n con no m e n o r
a f á n instintivo y m e c á n i c o del q u e m u e s t r a n p o r
r e u n i r s e los trozos de la c o r t a d a s e r p i e n t e . E l gallego de levita a r r o j a e n t o n c e s m i r a d a s de s i m p a t í a
y t e r n u r a á los záfios a g u a d o r e s que p o r las esquin a s t r o p i e z a a b r u m a d o s b a j o el peso de los enseres de su h u m i l d e oficio. Si la M a r i t o r n e s de su
f o n d a es g a l l e g a , casi casi i m p r o v i s a con ella u n
idilio. L o s q u e e n G a l i c i a e r a n i n d i f e r e n t e s , enemigos quizá, se s a l u d a n en M a d r i d con c o r d i a l i d a d
y júbilo. C o n fruición i n e f a b l e se dirigen u n a f r a s e
e n dialecto, y la c e l e b r a n á c a r c a j a d a s c o m o si h u b i e r a sido el d o n a i r e m a y o r del m u n d o . C o m p a r a n
los a l i m e n t o s , el p a i s a j e , el t r a t o , y c o n c l u y e n p o r
e c h a r de m e n o s , m i e n t r a s s a b o r e a n t r u f a s , las fi-
Pascual
López.
271.
lloas y la b o r o n a , ó p o r m a l d e c i r del e m p e d r a d o ,
que no tiene b a c h e s c o m o el del p u e b l o n a t a l . P u n t u a l m e n t e nos sucedió e s t o á mí y á D . V í c t o r . A l
e n c o n t r a r m e él en la m e s a r e d o n d a , v i é n d o m e á l a
vez con b u e n e q u i p o y a , cosa q u e p r o c u r é en seg u i d a , echó á un l a d o su a l t a n e r í a , r e s e r v a y ties u r a , y m e t e n d i ó la m a n o con c u a n t a a m a b i l i d a d
c u p o e n su e n g o m a d a p e r s o n a .
P o r mi p a r t e c o r r e s p o n d í á su cortés d e m o s t r a ción , c e d i e n d o al d o b l e d e s e o q u e m e bullía e n el
c u e r p o , d e h a b l a r con u n a p e r s o n a de mi p a í s , y,
p r i n c i p a l m e n t e , de m o s t r a r al orgulloso s e ñ o r i t o
que P a s c u a l L ó p e z n o e r a y a un q u í d a m , y q u e podía c o m p e t i r con él en l u j o , b o a t o y e s p l e n d i d e z .
M a l conocería el c a r á c t e r d e los g a l l e g o s q u i e n los
supusiera consagrados á amontonar sórdidamente
o c h a v o s o b r e o c h a v o , p o r el a v a r o goce d e la posesión. Si el gallego es c a p a z d e a h o r r a r sin d e s c a n s o t o d a su v i d a , éslo t a m b i é n de q u e m a r s u s
e c o n o m í a s e n c o h e t e s por d e s l u m h r a r u n a s e m a n a
á su p a r r o q u i a . E s o s í , es de rigor q u e los e s p e c t a dores y a d m i r a d o r e s de su m a g n i f i c e n c i a s e a n
aquellos m i s m o s q u e le vieron p a r t i r d e s c a l z o y mísero á las A n t i l l a s ó á la A m é r i c a del S u r . C u a n d o
el p o b r e m a n c e b o b a r r e en la H a b a n a la t i e n d a , y
esconde e n la h u c h a u n real m á s , s u e ñ a con el d í a
m e m o r a b l e e n q u e a n t e t o d a su p a r e n t e l a luzca el
reloj y la c a d e n a y la sortija a d q u i r i d o s á c o s t a d e
t a n t o s s u d o r e s , y p a g u e á peso de oro la p r o p i e d a d
2g6
Emilia
Pardo B a z c i n .
d e l p r é d i o por cuyos linderos llevó en su infancia
las m a n s a s v a c a s á m e r o d e a r
u n a s b r i z n a s de
yerba.
Y o , q u e sin m a y o r t r a b a j o m e h a l l a b a con un
capital regular presente, y opulentísimas promesas
p a r a el p o r v e n i r , así á dos m a n o s la c o y u n t u r a de
a t u r d i r , s o b r e p u j a r y d e j a r a t r á s al a c a u d a l a d o señ o r i t o , cuyos g a s t o s y r e f i n a m i e n t o s t a n t a s veces
m e q u i t a r o n el s u e ñ o e n S a n t i a g o . E n este torneo
y c e r t a m e n de n e c e d a d n o m e i b a en z a g a el b u e n o
d e D . Víctor. Si j u n t o s asistíainos al t e a t r o R e a l ,
y m e a d e l a n t a b a y o á t o m a r los a s i e n t o s , á la salida F o r m o s e d a m e o b l i g a b a á c e n a r en la I b e r i a ,
y p a g a b a el C h a m p a g n e y los h e l a d o s . Al día sig u i e n t e c o n v i d á b a l e yo á un a l m u e r z o en la P e r l a ,
y por la t a r d e t r a í a él un c a r r u a j e de alquiler de
l u j o , en q u e a r r e l l a n a d o s c o m o a r c h i p á m p a n o s gir á b a m o s a l r e d e d o r del obelisco de la C a s t e l l a n a ,
sin conocer a l m a v i v i e n t e e n a q u e l r e m o l i n o de
landos, clarens, berlinas y milores, d a n d o quizás
á a l g u n a h i j a de la civilización a s u n t o de maliciosa
risa con n u e s t r o aire s e m i - a b u r r i d o , s e m i - i m p o r tante.
U n incidente impensado vino á animar nuestra
sosa c u a n t o e s p l é n d i d a v i d a . Y fué q u e , c o m o acert á s e m o s u n a n o c h e á e n t r a r e n u n teatrillo de los
d e q u i n t a c l a s e , d o n d e se r e p r e s e n t a b a u n comed i ó n de m a g i a p r i m i t i v a , con m u c h a s t r a m p a s y
a l a m b r e s , mucho ángel parlanchín y mucho diablo
Pascual
273.
López.
v e s t i d o d e c o l o r a d o , p a r e c i ó m e r e c o n o c e r en u n o
de d i c h o s d i a b l o s , á p e s a r del diabólico a r r e o , la
p r o p i a figura y g e t a del g a n a p á n de C i p r i a n o ,
a q u e l e s p e j o y flor d e los m a l o s e s t u d i a n t e s ; n o pud i e n d o c a b e r m e y a d u d a en e l l o , c u a n d o vi q u e el
diablo, h a b i é n d o n o s d i v i s a d o en las p r i m e r a s filas,
nos h a c í a g r a n d e s s e ñ a s , a s p a v i e n t o s y g a r a t u s a s .
A p e n a s c a y ó el telón y c o m e n z ó el e n t r e a c t o , v i n o
un a c o m o d a d o r á r o g a r m e le siguiese e n t r e bastidores ; o b e d e c í l e , n o sin llevar del b r a z o al insepar a b l e D . V í c t o r . C i p r i a n o , a t a v i a d o con su t r a j e
i n f e r n a l , m e recibió colgándose d e mi cuello, con
d e m o s t r a c i o n e s de e x t r a ñ o r e g o c i j o , y p r e s e n t ó m e
á t o d a la g e n t e d e la c a r á t u l a y la f a r á n d u l a , q u e
nos hizo c a m p e c h a n a y r i s u e ñ a a c o g i d a . S u p e q u e
el e s t u d i a n t e , s i g u i e n d o su a v e n t u r e r a v e n a y h u m o r t r a v i e s í s i m o , se viniera de c o m p a r s a con los
z a r z u e l e r o s , en pos de la estela d e su d o ñ a L e o n o r ,
q u e m u y e m p e r i f o l l a d a , con d i s f r a z d e a r c á n g e l ,
a l i t a s de c a r t ó n y b u c l e s , p o r allí a n d a b a d a n d o
v u e l t a s . D e s d e a q u e l p u n t o nos h a l l a m o s D . Víctor
y y o a l t a m e n t e r e l a c i o n a d o s : f r e c u e n t a m o s las
b a m b a l i n a s , y n o nos faltó q u i e n nos riese las g r a c i a s y quien nos aleccionase en conocer el m a p a
del M a d r i d q u e se divierte. E s o sí: las s a n e a d a s
r e n t a s de la F o r m o s e d a y mi c a u d a l d i a m a n t e s c o
s e i b a n en v o l a n d a s , d e r r i t i é n d o s e como la sal en
el a g u a .
Y o no sé por d o n d e a c e r t a b a C i p r i a n o con t a n t a
18
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
socaliña. A D . Víctor lo e m b a u c ó quizá m á s fácilm e n t e q u e á mí. P u d e con tal ocasión convencerm e de q u e b a j o el a s p e c t o rígido y el aire de j u e z
r e c a t a b a el pobre señorito d e la F o r m o s e d a vivos
a f e c t o s y p a s i o n e s , y p e r s u a d i r m e de q u e , fuese
p o r t e r n u r a ó p o r o r g u l l o , P a s t o r a e r a un dolor q u e
a ú n le l a s t i m a b a el corazón y q u e t r a t a b a de esp a n t a r y c u r a r con h e r o i c a s m e d i c i n a s q u e , á s e r
y o m e j o r c r i s t i a n o y h o m b r e de propósitos m á s
d i g n o s , n o le h u b i e r a p u e s t o c e r c a , c o m o por desc u i d o lo hice. Veíale y o con cierto escozorcillo d e
conciencia o l v i d a r su a n t i g u o m é t o d o y c o n d u c t a ,
y j a m á s a c e r t é á i n t e n t a r s a c a r l o de la z a n j a . Mi van i d a d no m e consentía r e t r o c e d e r ni a t u r d i r m e cual
D . V í c t o r ; g a s t a b a lo m i s m o ó m á s q u e é l , por n o
q u e d a r m e á la cola. Y ocurrió lo q u e t e n í a q u e
o c u r r i r : un día r e g i s t r é mi c a r t e r a y halléla p u n t o
m e n o s d e s a l q u i l a d a q u e e s t a b a c u a n d o dejé á S a n tiago. Casi al t e r m i n a r yo mi r e c u e n t o m e t r a j o el
c a m a r e r o en u n a b a n d e j a dos c a r t a s .
Pascual
López.
275.
XII
C u a n d o r e c a p a c i t o d e s p a c i t o en los acontecim i e n t o s d e mi v i d a , n a d a m e hiere y s o r p r e n d e
como lo flaco de mi v o l u n t a d y lo m u d a b l e y torn a d i z o de mis resoluciones. S o y u n a especie de cam a l e ó n m o r a l , q u e t r u e c a color á c a d a m i n u t o .
A m é á P a s t o r a , a b o r r e c í á D . V í c t o r de la F o r m o s e d a , y por la m a y o r y m á s n e c i a d e las d e b i l i d a des, t e n i e n d o e n mi p o d e r el m e d i o de a c e r c a r m e
al o b j e t o a m a d o , m e q u e d é e n c o m p a ñ í a del o b j e t o
a b o r r e c i d o . ¡ Q u é m e t a l t a n e n d e b l e el de mi a l m a !
¡ Q u é estofa t a n r o m p e d i z a la d e mi q u e r e r ! D o s
m e s e s h a b í a yo i n v e r t i d o e n M a d r i d , dos m e s e s y
u n c a p i t a l ; y t o d o ello p o r el r e g a l a d o g u s t o d e
m o s t r a r á D . V í c t o r q u e si él se c o m p r a b a un b a s tón p o r la m a ñ a n a , p o d í a y o a l q u i l a r un c a b a l l o
p o r la t a r d e !
Y es lo b u e n o q u e n o m i r é f r e n t e á f r e n t e la situación hasta que, después de hallar escurrida mi
b o l s a , eché u n a o j e a d a á las dos c a r t a s t r a í d a s p o r
el c a m a r e r o , y reconocí e n el s o b r e d e u n a , h e c h o
de p a p e l g r u e s o y r e g a d o d e arenillas, la l e t r a chiquita y ceñida de Pastora.
Emilia
2g6
Pardo
Bazcin.
A b r í y leí, d e s p u é s del e n c a b e z a d o d e c o s t u m b r e :
«Mi a p r e c i a d o P a s c u a l : P o r si n o t e a c u e r d a s y a
«de q u i é n s o y y o , t e d i r é q u e soy a q u e l l a P a s t o r a
»que c o n o c i s t e e n c a s a del c a n ó n i g o D . V i c e n t e
« P r a d o . E s r e g u l a r q u e h a y a s p e r d i d o la m e m o r i a
«completamente en dos meses que h a c e que no d a s
«noticias t u y a s .
« P u e d e ser q u e n o o b r e b i e n , P a s c u a l , e n escrib i r t e a h o r a , y q u e a t e n t e c o n t r a el sosiego d e mi
«alma; pero no a b r a z a r í a con t r a n q u i l i d a d resolución
a l g u n a p a r a el p o r v e n i r , sin e n t e r a r m e d e
«todos los a n t e c e d e n t e s p a r a j u z g a r con c o m p l e j o conocimiento de causa. T ú dejaste á Santiago
«el d í a q u e y o e n t r é e n el c o n v e n t o , e s c r i b i é n d o m e
«una c a r t a e n q u e m e p r o m e t í a s v o l v e r c u a n t o a n ales , y r i q u í s i m o y m i l l o n a r i o . N o p u d e d i s u a d i r t e
Bporque y a e s t a b a s e n c a m i n o c u a n d o y o la recibí,
¡>ni c o n t e s t a r t e á M a d r i d p o r q u e i g n o r a b a á la s a «zón t u s s e n a s ; p e r o la V i r g e n s a b e q u e lo q u e h o y
«te d i g o , q u i s e d e c í r t e l o e n t o n c e s . N o sé q u é
rique-
»zas son e s a s q u e v a s á b u s c a r , P a s c u a l ; h a s ocult a d o t u s p l a n e s , y el p r i n c i p i o d e t u f o r t u n a f u é
»pedir á D . N e m e s i o m e d i a o n z a , q u e n o le h a r í a
«poca f a l t a . P e r o s e a c u a l q u i e r a el f u n d a m e n t o d e
»tu e s p e r a n z a , t e a s e g u r o q u e lo q u e m a l e m p i e z a ,
«bien n o p u e d e a c a b a r . C u é n t a n m e q u e e s t á s e n
» M a d r i d , q u e , e n e f e c t o , se t e v e d e s p l e g a r l u j o ,
«que a n d a s h e c h o u n p r í n c i p e , q u e c o n v i d a s , y t o d o
Pascual
López. 285.
«ello m e d a m a l í s i m a e s p i n a ; y aún m e la da peor
«el q u e ni d o s l e t r a s m e h a y a s p u e s t o ; p o r q u e , á
»ser h o n r a d o tu p r o p ó s i t o y recto tu fin, ¿ c ó m o deb a t í a s de noticiárselo á P a s t o r a ? . . .
«Te r u e g o por Dios, P a s c u a l , que m i r e s por d o n d e
«andas. D e mí n o te dé p e n a , q u e É l c u i d a r á de cons o l a r m e . Afectos d e D . N e m e s i o . Y a s a b e s te es«tima,
» PASTORA.»
T r a s d e esta e p í s t o l a , q u e c l a r a m e n t e r e v e l a b a
las t o r m e n t o s a s l u c h a s de un c o r a z ó n f e m e n i n o ,
e r a a d m i r a b l e el l a c o n i s m o d e la o t r a . N o encerrab a m á s q u e estos r e n g l o n e s :
«Muy señor m í o :
«Necesito que se p r e s e n t e V d . en e s t a su c a s a el
»jueves de la s e m a n a e n t r a n t e , á la m a d r u g a d a .
«Su a f f m o . s. s . ,
•FÉLIX
O'NARR.»
E s t a c a r t a s e g u n d a m e t r a í a como de la m a n o la
c o n t e s t a c i ó n p a r a la p r i m e r a . O t r a v u e l t a de m a n u b r i o , o t r o susto y otro c a u d a l , que de esta vez
sin remisión p o n d r í a á los gentiles pies d e P a s t o r a . A n i m o , y á ello. Calculé el t i e m p o , y vi q u e saliendo de M a d r i d a q u e l l a n o c h e m i s m a , p o d í a lleg a r á S a n t i a g o el miércoles. D e s p e d í m e de D . Víctor, quien m e dió u n a l e c c i ó n , c o n f e s á n d o m e t r i s t e
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
y c a r i a c o n t e c i d o q u e h a b í a u s a d o con exceso del
c r é d i t o q u e le a b r i e r a su p a d r e , q u e éste se q u e j a b a y a , y q u e su i n t e n t o e r a r e t i r a r s e á la F o r m o s e d a , á r e c o b r a r la p e r d i d a s a l u d , y á conseguir la
i n d u l g e n c i a , facilísima e n v e r d a d , del b u e n viejo.
N o s s e p a r a m o s los m e j o r e s a m i g o s del m u n d o (cosa
q u e c i e r t a m e n t e no h u b i e r a yo creído posible un
a ñ o a n t e s ) . ¡ T a n s e g u r o es q u e los h o m b r e s tom a n p o r v e r d a d e r a a n t i p a t í a de o r d i n a r i o , el a m o r
propio no s a t i s f e c h o , ó la v a n i d a d mal c o n t e n t a !
A l g u n a s d e u d i l l a s q u e en el ú l t i m o i n s t a n t e a p a r e c i e r o n , m e forzaron á d e j a r en p r e n d a c u a n t a s
galas, elegancias, y primores me había comprado, y e m p r e n d í el viaje con mi a n t i g u o p e r g e ñ o est u d i a n t i l . N o me cuidé de d a r u n adiós á C i p r i a no, ni á sus ángeles y c o m p a r s a s .
Mi p r i m e r p e n s a m i e n t o , t a n p r o n t o como llegué
á S a n t i a g o , fué i n f o r m a r m e de las h o r a s de reja del
c o n v e n t o de P a s t o r a , é i m p e n s a d a m e n t e la hice
l l a m a r al locutorio p o r c o n d u c t o de la t o r n e r a , sin
decir mi n o m b r e . L a r e j a á q u e P a s t o r a salió se
conocía por r e j a a l t a , y era u n a pieza b a s t a n t e lób r e g a , d a d a d e c a l , con u n a v e n t a n a l a r g a y ang o s t a q u e e s c a t i m a b a la luz del d í a , y algún c u a d r o ó e s t a m p a p i a d o s a c o l g a d a p o r las d e s n u d a s
p a r e d e s . E n el fondo tenía la r e j a , q u e e r a doble,
f o r m a n d o la m á s c e r c a n a al e s p e c t a d o r b a r r o t e s de
h i e r r o no m u y j u n t o s , por e n t r e los c u a l e s podía
c a b e r la m a n o , y la m á s l e j a n a m e n u d a rejilla q u e
Pascual
López.
279.
a p e n a s c o n s e n t í a ver e n t e r a u n a facción d e la religiosa i n t e r l o c u t o r a . Al l a d o de la r e j a e s t a b a u n
t o r n o c h i q u i t o , d o n d e se p o n í a n los objetos q u e se
q u e r í a h a c e r llegar á p o d e r de las m o n j a s , ó q u e
é s t a s m a n d a b a n f u e r a . U n b a n c o de m a d e r a tosca,
m u y a n t i g u o , e r a el único m u e b l e del a p o s e n t o .
P e r m a n e c í d e pie, a g u a r d a n d o la aparición de
P a s t o r a , c u y a presencia m e reveló al c a b o s u a v e
r o c e de f a l d a s y p i s a d a s leves, q u e sólo á ella podían c o r r e s p o n d e r . Sin d u d a sus o j o s , h a b i t u a d o s
á la luz c r e p u s c u l a r de a q u e l sitio, eran m á s persp i c a c e s q u e los m í o s ; p u e s sin d a r m e t i e m p o á q u e
hablase, gritó:
— ¡Pascual!
— Y o m i s m o — r e s p o n d í h i r i e n d o con a m b a s m a n o s los b a r r o t e s fríos y negros.—¿Ya p e n s a b a s q u e
n o i b a á volver n u n c a ?
— C u a l q u i e r a lo i m a g i n a r í a . . . H a s vuelto de repente...
— E a , p u e s a h o r a a l é g r a t e , q u e m e tienes acá
y nos c a s a r e m o s . S e a c a b a r o n las p e n a s .
Yo no podía ver bien el c o n j u n t o y la expresión
d e l s e m b l a n t e de P a s t o r a : sus f o r m a s se m e a p a recían v a g a s al t r a v é s de la r e j i l l a , que la c u b r í a
c o m o un velo espeso. Sin e m b a r g o , se m e figuró
q u e s a c u d í a m e l a n c ó l i c a m e n t e la c a b e z a c o m o e n
son de d u d a .
— ¿A qué es t a n t o silencio?—exclamé y o , e n c a j a n d o el rostro p o r los b a r r o t e s . — ¿ H e m o s p e r d i d o
Emilia
2g6
Pardo
Bazcin.
las a m i s t a d e s , Pastorciíla? E s t á s hecha u n a estat u a . Yo t e d i r é p o r q u é n o te h e e s c r i t o ; p e r o dígn e s e V . E . d a r m e a n t e s la b i e n v e n i d a y p o n e r m e
c a r i t a d e p a s c u a s . Y a v e s q u e e m p r e n d í el c a m i n o
e n c u a n t o recibí t u c a r t a .
— Otras razones habrás tenido para volverte—
c o n t e s t ó P a s t o r a , c u y a p e r s p i c a c i a m e d e j ó u n inst a n t e m u d o . Al fin p r o n u n c i é :
— N o t e v e o , q u i e r o v e r t e . A r r í m a t e al t o r n o .
L a s e n t í q u e se a p r o x i m a b a , y h a c i e n d o y o g i r a r
l a s a s p a s del t o r n o , q u e d ó éste d e m a n e r a q u e e n t r e
u n a d e ellas y la p a r e d d e j a s e u n c l a r o d e d o s
d e d o s . V i casi á m i l a d o el s e m b l a n t e d e P a s t o r a .
E s t a b a d e s c o l o r i d o y , a l a c e r c a r m e y o , t i ñ ó s e con
matices de g r a n a .
— V a m o s á hablar clarito, Pascual — m u r m u r ó
e l l a — c o n t r a s t a n d o lo e n é r g i c o d e la e x p r e s i ó n con
lo a p a g a d o d e la v o z , q u e d e p r o p ó s i t o b a j a b a .
— D i lo q u e g u s t e s , p a l o m a .
— ¿ E s t á s d i s p u e s t o á c o n t e s t a r á mis p r e g u n t a s ?
— E m p i e z a — r e p l i q u é sin c o m p r o m e t e r m e .
— V o y á hacerte tres, seguidas, para que p u e d a s
reflexionar antes de contestarlas.
— P r e g u n t e , p a d r e , ¿ e n el p r i m e r
mandamien-
t o ? . . . — d i j e c o m o en c h a n z a , l l e g á n d o m e c u a n t o
p u d e al t o r n o .
— H a b l o s e r i a . M i s p r e g u n t a s son c o r t a s y c a t e góricas. ¿ T i e n e s d i n e r o ? ¿ Q u i é n t e lo h a d a d o ?
¿ P o r q u é m e d i o s lo g a n a s t e ?
Pascual
López.
281.
B a j é los ojos p e r p l e j o y sin s a b e r q u é c o n t e s t a r .
— ¿ L o v e s ? — r e c a l c ó e l l a . — N o p u e d e s salir del
paso.
— P u e s b i e n — e x c l a m é decidido, prefiriéndolo
t o d o á la fiscalización de los ojos de P a s t o r a , q u e
c o m o p u n z o n e s se h i n c a b a n en mi r o s t r o á t r a v é s
de la r e n d i j a . — D i n e r o t u v e ; e s p e r o t e n e r m u c h o
m á s ; en c u a n t o á revelar quien m e lo p r o p o r c i o n a ,
y c ó m o , es h a r i n a de o t r o costal. H e j u r a d o silencio.
— P u e s voy á decírtelo y o , yo—replicó P a s t o r a
c u y a s m i r a d a s a r d í a n y c u y a voz e r a t r é m u l a . —
E s e d i n e r o lo h a s g r a n j e a d o p o r c a m i n o s oscuros;
p o r sortilegios q u i z á s ; p o r r e p r o b a d a s v í a s ; n o lo
h a s o b t e n i d o á la faz del m u n d o , á la luz del sol;
n o es precio d e tu t r a b a j o , es salario de tu holgaz a n e r í a y servilismo.. ¡ P a s c u a l , P a s c u a l !
—¿ Q u i é n la h a b r á informado... cómo a d i v i n a r í a ?
— p e n s é y o , a t u r d i d o y confuso.
— ¿ E s t á s ahí r u m i a n d o lo q u e m e o y e s ? — a ñ a d i ó
P a s t o r a , q u e p a r e c í a z a h o r i , según fitaba en mi
c o n c i e n c i a . — P u e s n a d i e m e h a c o n t a d o de tí cosa
a l g u n a q u e yo c r e y e s e ; dicen unos que eres un sab i o , y q u e con libros q u e h a s escrito te enriquecist e ; otros, q u e tú y un c a t e d r á t i c o tenéis p a c t o con
el d i a b l o , y q u e allá, en el P i c o S a g r o , os d e s c u brió un tesoro... p e r o , hijo, P a s t o r a , a u n q u e n o e s
sino u n a infeliz, c o n s e r v a c a b a l e s las t r e s p o t e n c i a s
del a l m a . N o , esos son e m b u s t e s y p a t r a ñ a s ; p e r o
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
n o es b u e n o lo q u e h a y , c u a n d o tú lo ocultas. Alg ú n m a n e j o t e n e b r o s o , a l g u n a s o c i e d a d secreta de
l a s q u e dice el tío q u e v a n c o n t r a la fe... en ñn, yo
n o a s e g u r o q u e sea e s t o , ni aquello, ni lo otro; pero,
j n a d i e m e lo saca de a q u í ! ( y tocó con su d e d i t o la
f r e n t e ) cosa como Dios m a n d a , no la e s , no la es.
— A fe de P a s c u a l , P a s t o r a , p u e d o a s e g u r a r t e , y
j u r á r t e l o si g u s t a s , que no m e h e m e t i d o en n i n g ú n
c o m p l o t , ni en n i n g u n a i n f a m i a . D e v e r a s q u e no.
— E i misterio h a c e s o s p e c h o s a s las cosas m á s
sencillas. L a s acciones del b u e n o d e b e n a p a r e c e r
c l a r a s — a f i r m ó la s o b r i n a del c a n ó n i g o , sin sospec h a r q u e r e p e t í a , e n f o r m a m e n o s c o r r e c t a , un célebre a f o r i s m o de a n t i g u o filósofo.
— ¿ Y o q u é quieres q u e le h a g a ? E l silencio e r a
condición p r e c i s a e n este c a s o — r e s p o n d í a p u r a do ya.
— P u e s t a m b i é n es condición p r e c i s a , si m e he
d e c a s a r c o n t i g o , q u e s e p a y o , y q u e s e p a t o d o el
o r b e , de d ó n d e viene la ú l t i m a c o r t e z a de p a n que
se p o n g a á la m e s a . Si n o , no pienses, P a s c u a l , q u e
d e j e yo e s t a s r e j a s : a u n q u e bien s a b e Dios que te
quiero. El Señor n o m e ha o t o r g a d o la g r a c i a de
olvidarte.
Ai decir e s t o , d e s a p a r e c i ó de la r e j a el p e d a z o
d e c a r a q u e e s t a b a yo viendo. Oí un r u i d o c u a l d e
a h o g a d o s sollozos. P a s t o r a n o e r a l l o r o n a , a n t e s
m u y r i s u e ñ a de c o n d i c i ó n , y m e i m p r e s i o n ó a q u e l
a r r e b a t o de p e n a .
Pascual
López.
283.
—¡Pastora! ¡chiquilla! ¡Pastora!—grité sacudiendo el torno.
— ¡Chist! ¿qué ocurre?—murmuró arrimándose
de nuevo;—y vi en efecto dos ó tres lágrimas suaves y presurosas, que rodaban por sus sofocadas
mejillas.
— Que no llores, mujer, por Dios; que no hay
motivo alguno. Hoy es miércoles, ¿no es eso? Pues
mañana á mediodía, probablemente, podré descubrirte todo el secreto. ¿Te conformas? Anda, ríete
y dime que sí.
Ella me miraba con empeño, como si quisiese
escudriñar hasta donde llegaba la sinceridad y entereza de mi resolución. Debió de parecerle de buen
agüero mi rostro, pues al cabo se desanubló el suyo,
y los ojos comenzaron á sonreírse antes aun que
los labios; y ya íbamos á trocar, de fijo, algunas
amorosas ternezas, cuando se oyeron los dobles de
la campana del convento. Había transcurrido la
hora de reja, y me ausenté, con promesa de volver
al siguiente día.
Empleé aquella tarde en platicar con D. Nemesio Angulo, que mostró bien su pundonor y delicadeza no aludiendo, ni de soslayo siquiera, á su desventurada media onza; verdad es que tampoco me
hizo entrega del gabán, ni yo cuidé de reclamárselo. Acribillóme á preguntas acerca de D. Víctor,
cuyas travesuras y desarreglos le maravillaron en
un joven tan sensato y formal. Hablamos también
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
de Pastora, y no me ocultó los combates que ésta
sostenía entre su vocación, reanimada en el convento , y el cariño que me profesaba, no disminuido,
antes acendrado, por la ausencia. Advirtióme, por
supuesto, que estas confidencias no las hiciera
Pastora al pie del confesonario, sino en familiar y
no secreta conversación, que de otro modo no le
sería lícito á él indicar ni un ápice á persona de
este mundo. Sin presumir yo de muy experto en
conocer el corazón femenino, parecíame que aquellas gentiles lágrimas que á mi vista corrieran inclinaban más que suficientemente el platillo de la
balanza hacia el lado del matrimonio.
Poco dormí, y al amanecer acudí puntual á la
cita de Onarro. La puerta estaba, como la otra
vez, entornada, y la calle en tanta soledad y silencio, que no vi en toda ella alma viviente. El sabio
me aguardaba en el descanso de la escalera; destellaban de tal suerte sus pupilas, que parecían
dos discos de acero pulimentado. Me condujo desde
luego al laboratorio.
—Me place—dijo—la puntualidad con que se ha
presentado usted á mis órdenes. ¿Qué tal? ¿Ha vendido usted los diamantes?
—Señor D. Felix—contesté—es usted el mayor prodigio de ciencia que se ha visto en el universo, desde que hay estudios y libros y química.
E s usted un hombre pasmoso, y le pido perdón
humildemente por haber puesto en duda alguna
Pascual
López.
285.
vez el imperio que ejerce usted en la creación.
—Adelante, adelante. ¿Qué dijo el joyero de los
diamantes?
— Que eran soberbios, magníficos, puros, que
no los había encontrado en su vida más perfectos.
El rostro de Onarro se iluminó.
— Lo esperaba así—pronunció mirando á un
punto del espacio, y como si yo no estuviese presente.—El rayo es un artífice consumado. Oiga Vd.
—añadió volviéndose hacia mí.—No debo ocultarle
que hoy el peligro es mayor y más inminente que
en el anterior experimento. Hoy tenemos un 50 por
100 de probabilidades en contra. E s decir, que si
la otra vez era verosímil que quedaríamos vivos,
hoy es tan verosímil que salvemos, como que muramos en la empresa.
—j Ay Sr. D. Félix! ¿Y vamos á estar siempre
así, con el alma en un hilo?
—No: tengo una idea que espero realizar, y que
hará inofensiva para nosotros la descarga, en un
tercer ensayo.
Ganas me dieron de exclamar —«pues pasemos
al tercer ensayo sin demora»;—pero Onarro no era
hombre que abriese paso á chanzonetas, y vi en la
imponente gravedad de su exigua personilla que
estaban más tendidos que nunca los resortes de su
férrea voluntad.
—Debo asimismo-prosiguió Onarro—advertir
á usted, por más que á mansalva me sería fácil ca-
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
liármelo, que de esta vez puede ocurrir que el peligro se desequilibre, que usted perezca y que yo
quede sano.
Bajé la cabeza, y el sabio después de meditar un
segundo, añadió:
—O que yo muera y se salve usted. En el primer
caso, deseo me informe de cuáles sean sus voluntades con respecto al inmenso caudal que, vivo ó
difunto usted, es su propiedad legítima. ¿Tiene
usted herederos forzosos?
—Tengo padres—contesté con debilitada voz,
porque el giro del diálogo no era lo más apropósito
para infundirme esfuerzo.
— Bien: sus padres de usted. ¿No se propone
usted hacer algún legado especial, alguna manda?
Pensé instantáneamente en Pastora, en D. Nemesio, en el mismo D. Vicente; pero la serenidad
infernal de aquel hombre de tal manera me conturbaba y robaba la necesaria resolución, que respondí medio tartamudeando:
—Señor D. Félix, lo que yo me propongo, y pido,
y solicito, es salir cuanto antes de este susto y trance amargo. Venía muy decidido cuando entré, y
usted con esas advertencias me está poniendo carne de gallina. No quiero hacer disposiciones: contaba David su gente, y Dios echábale peste; no
haga el diablo que, con tenerlo todo muy ajustado,
calculado y arregladito, facilite yo el tránsito de
este mundo á la eternidad. Nada, nada. Si vivo, ya
Pascual
López.
287.
sabré en qué emplear los caudales; si muero... allá
usted.
Miróme el profesor sonriendo, mitad con lástima
y mitad con ironía, y sosegadamente repuso:
— Puesto que usted no quiere dictarme sus voluntades, no llevará á mal que yo le indique las
mías.
—Sea todo por Dios, Sr. D. Félix—murmuré,
cruzando resignadamente las manos.
—Si perezco en el experimento, ordeno á usted
que tome esa caja (y me señaló una de tosca madera, que se hallaba en el ángulo del laboratorio)
y que la dirija á donde dice el rótulo. ¿Ve usted?
Está bien claro: á la Academia de Ciencias de París. Como observo que los viajes no le arredran á
usted y que los hace con bastante facilidad y fortuna, me dispensaría un señalado servicio si en persona llevase esa caja al lugar que, clarísimamente
indicado, reza el letrero. Recuerde usted su juramento: me ha ofrecido no apropiarse ni un átomo
de mi gloria: esa caja contiene las pruebas de mi
hallazgo, el fruto y la demostración de mis investigaciones; usted será mero depositario de tal tesoro. Prométalo usted de nuevo.
— Lo prometo — contesté. — Pero Sr. D. Félix,
Dios lo hará mejor: ¿no le parece á usted? Viviremos.
—He previsto—replicó el hombre implacable—
la contingencia de que pudiésemos morir ambos,
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
que también es verosímil. He escrito á mi ilustre
amigo... pero eso á usted no le importa. Lo que á
usted concierne es, si sobrevive, recoger la caja y
conducirla á su destino, y aprovechar y disfrutar
el diamante que produzca el experimento.
Oía yo las instrucciones de Onarro como se oyen
entre sueños los rumores de la calle que nos traen
una percepción de la vida exterior, y no son sin
embargo suficientes para llamarnos plenamente á
ella, Dícese que los soldados, aunque en la primer
batalla se espanten por ventura del silbido de los
proyectiles, en las sucesivas se van familiarizando
con él de tal suerte, que ya no les causa ni leve
contracción de nervios. Cuanto á mí afirmo que la
segunda hazaña me infundía más pánico que la anterior, El recuerdo de la conmoción sufrida paralizaba ya mi sangre: amén de que la flema y precauciones de Onarro me impedían aturdirme y me
forzaban á considerar bajo todas sus fases el peligro.
Así es que casi experimenté una sensación de
alivio cuando el sabio, acercándose á la mesa y alzando el paño blanco que cubría, como siempre,
la máquina, comenzó sus preparativos y arreglos
previos. La forma de la máquina me pareció un
poco modificada desde el primer ensayo. Figuróseme, no sé por qué, puesto que no me sería posible señalar en dónde residía la diferencia, que el
terrible aparato era á la vez más sencillo y más po-
Pascual
López. 297.
deroso. Onarro puso un gruesísimo trozo de carbón
en la pila.
Empuñé el manubrio como si empuñase una
daga cuyo filo hubiera sido impregnado de ponzoña
sutil. No cerré de esta vez los ojos: antes una involuntaria tensión me obligó á tenerlos abiertos de
par en par, como dos arcos de puente. Entre sudores mortales oí el decisivo Fiat. Giró el manubrio
y resonó una espantosa detonación. Vi al profesor
de pie, bañado en un rompimiento de luz sulfúrea;
un globo azulado de fuego volteaba con suavidad
acariciando su frente, y este globo, con rapidez
inexplicable, salió después por la estrecha ventana. Esta visión fué del todo momentánea para mí;
por que como mi mano, movida sin duda por la
fiebre, siguiese haciendo andar el manubrio, sentí
de pronto que cesaban los fenómenos vitales. No
sé cuánto tiempo permanecí en tal situación, pero
al cabo alenté, recobrando el sentimiento intelectual de lo que me estaba sucediendo; la razón y la
memoria fueron lo primero que se despertó; los
sentidos, y en especial el nervio óptico, se hallaban
aún de tal manera embargados, que mi cuerpo se
me antojaba hecho de pedacitos esparcidos por
puntos diversos del espacio; mis piernas y mis brazos me parecían muy distantes del tronco.
Cuando logré ya hacerme un tanto dueño de
mi personalidad, acerquéme á Onarro. Seguía inmóvil, derecho, con la mano en la pila. Al to19
2g6
Emilia
Pardo Bazcin.
carie yo levemente cayó al suelo. E r a cadáver.
El espanto me paralizó un punto ante aquel
muerto que no tenía herida, ni sangre, ni señal de
violencia alguna. En el platillo dé la pila brillaba
un diamante enorme, enorme. ¡ Dónde quedaban el
del rajá de Lahore, el Regente, la Montaña de Luz,
cuyos tamaños me eran conocidos por las reproducciones que en Madrid se exponían al público!
Aquel que ante mis fascinados ojos ostentaba su
magnificencia, podía llamarse con justicia el rey
de los diamantes del mundo. Tendí la mano temblorosa y cojí la piedra, como coje el ladrón el bien
ajeno. En el instante advertí una ligera picazón en
la garganta, y mis ojos se nublaron. Un tufo espeso
y ácre invadió el aposento. Distinguí un resplandor rojizo en el ángulo de la estancia. No cabía
duda, estaba ardiendo la habitación; alguna chispa del rayo comunicara el incendio. En mi terror
ciego é instintivo, no pensé más que en la fuga, y
abandoné el laboratorio, y corrí como un loco atravesando los salones desiertos y el triste patio. Por
supuesto que no me acordé, ni por sueños, de la
caja que contenía las pruebas del descubrimiento
de Onarro. Felizmente la calle se hallaba solitaria
como á la venida, y nadie pudo observar la palidez de mi rostro, el extravío de mi mirada, el temblor de mis miembros, el desorden de mi ropa y
todos los acusadores indicios que podían hacer
recaer sobre mí sospechas terribles de asesino y de
Pascual
Lopes.
291
incendiario. F u í m e á vagar por las áridas laderas
d e l M o n t e P e d r o s o , y solo allí, c u a n d o el silencio,
el cielo gris y a p a c i b l e , el airecillo f r e s c o y p i c a n t e
m e h u b i e r o n d e v u e l t o algo la c a l m a , n o t é q u e el
precioso d i a m a n t e se h a l l a b a f u e r t í s i m a m e n t e oprim i d o en el h u e c o de mi m a n o por l a s f a l a n g e s de
mis d e d o s .
Aquella t a r d e n o se h a b l ó en S a n t i a g o m á s q u e
d e l t e r r i b l e suceso a c a e c i d o á la m a d r u g a d a en la
c a s a de O n a r r o . L a p o b l a c i ó n e n t e r a se i b a c o m o
d e r o m e r í a á v i s i t a r el t e a t r o del t r á g i c o acontec i m i e n t o . D e c í a s e q u e el sabio, sin d u d a en a l g u n o
d e sus peligrosos e n s a y o s , h a b í a d e j a d o p r e n d e r s e
f u e g o en su l a b o r a t o r i o , y q u e , i m p o t e n t e quizá
p a r a d o m i n a r el v o r a z e l e m e n t o , p e r e c i e r a e n t r e
las llamas.
H a l l á n d o s e la vieja c r i a d a en sus devociones y
c o m p r a s , y c a y e n d o el l a b o r a t o r i o no á la calle
sino al p a t i o , el incendio creció sin ser a d v e r t i d o ,
e n c o n t r a n d o fácil p r e s a en la v i e j a t a b l a z ó n y vigas,
h a s t a q u e el h u m o y las l e n g u a s de f u e g o q u e p o r
las v e n t a n a s c o m e n z a r o n á salir, y el e s t r é p i t o q u e
p r o d u j o el t e c h o del l a b o r a t o r i o al d e s p l o m a r s e ,
h u b i e r o n de d e s p e r t a r á la calle s o ñ o l i e n t a y retir a d a de su h o n d a q u i e t u d . C u n d i ó la voz d e alarm a , i n u n d ó s e d e g e n t e el s i t i o , y c o m e n z a r o n á
p o n e r s e en p r á c t i c a los m e d i o s a c o s t u m b r a d o s e n
siniestros tales. Algo se p u d o a t a j a r , á f u e r z a de
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
a u x i l i o s , el i n c e n d i o ; p e r o la p a r t e del edificio corr e s p o n d i e n t e al l a b o r a t o r i o h a b í a sido ya p a s t o d e
las l l a m a s d e v o r a d o r a s . E n t r e los e s c o m b r o s se enc o n t r a r o n trozos d e b r o n c e f u n d i d o s , b a r r a s de
acero e n n e g r e c i d a s y r e t u e r t a s , d e s p o j o s de la m a ravillosa m á q u i n a ; en c u a n t o al sabio, q u e d ó de él
un t r o n c o c a r b o n i z a d o é i n f o r m e .
N o necesito a ñ a d i r q u e las l e n g u a s del vulgo tuvieron p á b u l o y c a m p o en q u e e s p l a y a r s e , con t a n
trágica ocurrencia. Comentáronse á saciedad y
fueron por l a r g o s m e s e s comidilla de la m u l t i t u d
las c a u s a s del incendio del l a b o r a t o r i o . Sin saberlo a n d u v i e r o n a l g u n o s d e los h a b l a d o r e s á dos dedos de la v e r d a d , ó t r o p e z a r o n con la v e r d a d mism a , a s e g u r a n d o q u e el f u e g o del cielo e r a el q u e
había abrasado aquel lugar, tenebrosa cueva donde sin d u d a se e n t r e g a b a O n a r r o á s o m b r í a s práct i c a s y maleficios infernales. Con e s t a r yo t a n perf e c t a m e n t e i m p u e s t o en los p o r m e n o r e s y circunst a n c i a s del d r a m a misterioso que t r a í a e x c i t a d a la
c u r i o s i d a d del v e c i n d a r i o , confieso q u e á veces n o
dejaba de asaltarme vaga aprensión, cavilando
allá en mi a l m a si el d e s e n l a c e a t e r r a d o r de la e m p r e s a d e O n a r r o n o sería castigo de su o s a d a soberb i a y de su e m p e ñ o s a t á n i c o de a r r e b a t a r á la n a t u r a l e z a los a r c a n o s q u e celosa y vigilante r e c a t a
de los ojos a t r e v i d o s del h o m b r e .
L a m i s m a t a r d e de la a g i t a d a m a ñ a n a , r e c o b r a dos ya un t a n t o los e s p í r i t u s , p e r o a b r u m a d o a ú n
Pascual
López.
293.
por las emociones m a g n a s q u e sobre mí p a s a r o n
e n t a n b r e v e t i e m p o , fui á la r e j a del c o n v e n t o , á
la cual salió á recibirme P a s t o r a . D e s p u é s d e lo;»
p r e á m b u l o s y explicaciones i n d i s p e n s a b l e s , y de
ser i n t e r r u m p i d o mil veces por las e x c l a m a c i o n e s
y p r e g u n t a s de la sobrina del c a n ó n i g o , logré ponerla al c o r r i e n t e de todo lo que e n t r e O n a r r o y yo
m e d i a r a , sin o m i t i r c i r c u n s t a n c i a ni detalle. Ya se
s a b í a e n el c o n v e n t o la t r a g e d i a o c u r r i d a , y no fué
p e q u e ñ o el a s o m b r o de P a s t o r a al c o m p r e n d e r la
p a r t e q u e yo h a b í a t o m a d o en el terrible lance que
a r r a n c a r a h a c í a un m o m e n t o á las religiosas n o
pocas Ave-Marías y Padre nuestros á Santa Bárb a r a , a b o g a d a d e la centella y del r a y o . P a r a conf i r m a r mi n a r r a c i ó n , s a q u é del bolsillo el d i a m a n t e
p o r t e n t o s o , y lo coloqué e n el t o r n o , q u e , g i r a n d o
se lo llevó á P a s t o r a . ¡ N u n c a aquel h u m i l d e t o r n o
d e c o n v e n t o , g r o s e r a m e n t e p i n t a d o de azul y hec h o á sufrir el peso de a l g u n a c a j a de m e r m e l a d a
ó de a l g u n a libra de chocolate, i m a g i n ó ser m o m e n t á n e o d e p o s i t a r i o de u n a s u m a i n c a l c u l a b l e de
millones!
P a s t o r a t o m ó la p i e d r a y la consideró largo rato;
h e c h o lo c u a l , y dirigiéndose á m í ,
— P a s c u a l , — m e d i j o , — p o r lo que v e o , tu a t u r d i m i e n t o y el susto q u e te sobrecogió, a ú n d á n d o te l u g a r p a r a p o n e r e n salvo este t e s o r o , te v e d a ron c u m p l i r la ú l t i m a v o l u n t a d del d e s d i c h a d o c a tedrático.
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
— ¡ Q u é q u i e r e s ! — r e s p o n d í i m p r e s i o n a d o p o r la.
e x a c t i t u d d e la o b s e r v a c i ó n ; —el c u a r t o a r d í a , sof o c á b a m e el h u m o , y a t e n d í á s a l v a r la v i d a .
—Y el d i a m a n t e , — c o n t e s t ó P a s t o r a sin d e j a r d e
d a r v u e l t a s e n t r e sus d e d o s á la s o b e r b i a p i e d r a .
— P e r o , ya v e s , el d i a m a n t e e r a mío; O n a r r o m e
lo h a b í a d a d o de a n t e m a n o ; vale u n a f o r t u n a imc o m p a r a b l e , q u e n o se p u e d e ni s o ñ a r ; ¿ q u e r í a s
q u e lo a b a n d o n a s e allí? V a y a q u e e r e s r a r a de veras. N o f a l t a r í a o t r a c o s a .
— Y ese p o b r e h o m b r e , ese señor t a n sabio, q u e
h a r e a l i z a d o un m i l a g r o c a s i , y q u e por tu a p o c a m i e n t o y tu falta de corazón se q u e d a o s c u r e c i d o
p a r a s i e m p r e , v u e l t o p u ñ a d o de d e s p r e c i a d a ceniza, d e s p u é s de sufrir m u e r t e t a n h o r r i b l e !
—Mujer...
— M i r a , yo n o e n t i e n d o d e esas cosas, ni sé c ó m o
p u e d e n llevarse á c a b o esos p r o d i g i o s , y t o d o ello
m e c o n f u n d e y m e a t u r d e ; p e r o , P a s c u a l , si y o
h u b i e r a i n v e n t a d o tal m a r a v i l l a , m e d e s e s p e r a r í a
y m a l d e c i r í a del q u e m e r o b a s e la r e p u t a c i ó n , mer e c i d a con t a n t a j u s t i c i a .
— P u e s c ó m o h a d e s e r : n o tiene r e m e d i o ; lo
s i e n t o , p e r o conozco q u e D . F é l i x está ya en el
o t r o m u n d o y ¿ q u é servicio le p o d e m o s p r e s t a r ?
le r e z a r e m o s , le h a r e m o s decir m u c h a s misas, y le
c o n s t r u i r e m o s un nicho d e c e n t e . D é j a t e por D i o s
d e esos e s c r ú p u l o s , P a s t o r a , y c o n s i d e r a q u e som o s d u e ñ o s d e un tesoro en la a c t u a l i d a d ; q u e
Pascual
Lópes.
295
v a m o s á vivir felicísimos, s í , felicísimos. L o s deseos m á s c a p r i c h o s o s q u e p u e d a s f o r m a r se cumplir á n ; ese d i a m a n t e vale millones; ¡ea! al a g u a p e n a s ,
p r e p a r é m o n o s á v e r n o s h e c h o s u n o s reyes. ¡ V e r á s
que existencia nos a g u a r d a !
D e c í a yo e s t o p r o c u r a n d o e x c i t a r m e y e x c i t a r
á P a s t o r a con mis f r a s e s ; p e r o ella p e r m a n e c í a
c a b i z b a j a , a b a t i d a m á s bien.
— P a s c u a l — m u r m u r ó sin a l z a r la f r e n t e — t ú
dices q u e m e quieres muchísimo. ¿ V e r d a d q u e m e
quieres ?
— ¿ Q u i é n lo d u d a , Pastorcilla? con t o d a mi a l m a .
— T ú m e a s e g u r a s t e mil veces q u e y o e r a lo q u e
m á s e s t i m a b a s en el m u n d o .
— Y lo repito.
— ¿ T ú no te m e t i s t e e n estos b e r e n g e n a l e s d e
e x p e r i m e n t o s , sinó p o r la e s p e r a n z a de c a s a r t e
c o n m i g o y de h a c e r m e m u y dichosa con sedas, l u j o
y bienestar?
—Cabalmente.
— ¡ A j a j á ! — e x c l a m ó la n i ñ a b a t i e n d o p a l m a s ,
con u n o d e aquellos í m p e t u s de alegría q u e most r a b a á v e c e s . — P u e s a h o r a voy á s a b e r si m i e n t e s ,
P a s c u a l i t o . ¿ E r e s c a p a z de r e g a l a r m e este d i a m a n te, es decir, e s t e c a u d a l ?
D u d é un i n s t a n t e ; p e r o d e s p u é s creí c o m p r e n d e r
el i n t e n t o de P a s t o r a . Q u e r í a ella ser la d u e ñ a d e
n u e s t r a f u t u r a r i q u e z a , sin d u d a p a r a que no p u diese n u n c a yo t e n e r l a en m e n o s c u a n d o f u e s e mi
Emilia
2g6
Pardo
Bazcin.
e s p o s a , ó b i e n p a r a p o d e r á su s a b o r g a s t a r
y
t r i u n f a r c o n m i s p e s e t a s . Y a e n t e n d í d e s p u é s io
temerario de mi juicio; pero las personas vulgares
r a r a vez t o m a n e n c u e n t a ios m ó v i l e s e l e v a d o s q u e
pueden dictar las a j e n a s acciones.
R e s p o n d í , h a c i e n d o del g e n e r o s o y del m a g n a nimo:
— T e lo r e g a l o .
_
— ¿ P e r o p a r a m í ? ¿ p a r a mí s o l a ? ¿ s o y d u e ñ a
d e él?
P e n s é e n q u e m a r i d o y m u j e r son u n a
carne
misma, y pronuncié:
— D u e ñ a absoluta.
L a n z ó un grito de infantil placer, y a b a n d o n o
c o r r i e n d o el l o c u t o r i o . T a r d a b a e n v o l v e r , y y o n o
e n t e n d í a a q u e l l a r e p e n t i n a f u g a . Al c a b o r e a p a r e c i ó e n la r e j a , e n c e n d i d a c o m o si se h u b i e s e a g i t a d o m u c h o , c o n el p e l o algo d e s a l i ñ a d o , y los o j o s
b r i l l a n t e s . R e í a , y s u risa e r a s e m e j a n t e á u n a c a s c a d a d e g o t a s d e a g u a , ó c o m o el c a n t o d e u n p a j a r o r e f u g i a d o e n a q u e l sitio s o m b r í o .
— i P a s c u a l , P a s c u a l 1—gritó sin d e j a r d e r e í r . —
¡ Y a e s t á s libre, y a e s t a m o s l i b r e s d e ese t e s o r o del
i n f i e r n o , q u e e r a p r e c i o d e la v i d a d e un h o m b r e !
- ¿ Q u é estás diciendo?—prorrumpí enloquecido,
y
m i s p u ñ o s s a c u d í a n la r e j a , sin c o n s i d e r a r q u e
m e a r a ñ a b a y e n s a n g r e n t a b a la piel.
— Y a no h a y d i a m a n t e .
- E l d i a m a n t e . . . ¡ Q u é h a s h e c h o del d i a m a n t e !
Pascual
López.
297.
— L o he e c h a d o al pozo de la h u e r t a , P a s c u a l .
¡ E ! pozo es t a n p r o f u n d o ! Y tiene unos d e s a g u a deros que no se s a b e a d o n d e llegan ; por allí se
d e b e n a r r o j a r las cosas que no q u e r e m o s e n c o n t r a r
ya n u n c a en el curso de la v i d a .
— ¡ Mi diamante!... ¡Mi tesoro!—rugí yo frenético.
— Calla, insensato—exclamó Pastora, que se
puso de color de c e r a al ver mis a r r e b a t a d o s extrem o s . — N o e s c a n d a l i c e s esta c a s a de Dios.
¡ M e j o r , m e j o r ! ¡ Q u i e r o mi d i a m a n t e , mi fortuna !
— P e r o , ¿ n o d e s e a b a s la f o r t u n a por mí? ¿ N o
m e lo h a s dicho? P u e s b i e n ; esa f o r t u n a yo la reniego, la r e c h a z o , m e h o r r o r i z a ; s e r é tu m u j e r , t r a b a j a r á s , nos m a n t e n d r e m o s con p a n negro, y D i o s
v e n d r á en n u e s t r a a y u d a . ¡Soy t u y a , m e e n t r e g o á
c a m b i o de aquel t a l i s m á n de maldición, q u e el
d i a b l o te puso en las m a n o s !
— ¡ D é j a m e en p a z , y p ú d r e t e e n tu c o n v e n t o ! —
r e p l i q u é sin s a b e r lo que p r o n u n c i a b a y sin e x p e r i m e n t a r m á s q u e la a n g u s t i a m a t e r i a l de la codicia y el delirio de mis a n s i a s de r i q u e z a . L o q u e
yo q u i e r o es q u e m e d e v u e l v a s mi d i a m a n t e , ó si
no... a r r a n c a r é e s t a r e j a , p e g a r é fuego al c o n v e n t o
p o r los c u a t r o c o s t a d o s . E s un robo lo que h a s
h e c h o ; la p i e d r a e r a m í a , m í a , la r e c l a m o , la exijo,
¿oyes? ¡ M a l d i t a s sean e s t a s b a r r a s , y este sitio, y
t u n e c e d a d , y tu e n g a ñ o , y mi c o n f i a n z a ! P a s t o ra, P a s t o r a , ¿ n o m e e n t i e n d e s ? ¡ E l d i a m a n t e !
2g6
Emilia
Pardo
Bazcin.
E r a tal mi e x a l t a c i ó n y r a b i a , q u e t r a s c u r r i e r o n
a l g u n o s m i n u t o s a n t e s q u e m e diese c u e n t a de q u e
m e h a l l a b a e n t e r a m e n t e solo y d e q u e e s t a b a inc r e p a n d o á las p a r e d e s , p o r q u e P a s t o r a h a b í a salido, sin ser de mí s e n t i d a , del locutorio.
N o q u i e r o n a r r a r los excesos á q u e m e c o n d u j e r o n ira y cólera , y el s e n t i m i e n t o de la p é r d i d a del
tesoro. ¿A q u é d e s c u b r i r en t o d a su extensión l a
flaqueza de mi espíritu y la m e z q u i n d a d d e mi carácter? C o s a s son e s t a s m e j o r e s p a r a c a l l a d a s q u e
p a r a r e f e r i d a s , p o r q u e el m u n d o falaz a r r o j a flores
y poesía sobre la t u m b a d e los pocos q u e d e a m o r
y m a l o g r a d a t e r n u r a s u c u m b e n , y sonríe y p i s a
d e s d e ñ o s o la d e los m u c h o s que e n n u e s t r a s m e t a l i z a d a s s o c i e d a d e s fallecen de h i p o c o n d r í a
engend r a d a por las e s c a s e c e s y c o n t r a r i e d a d e s p e c u n i a rias. D e s u e r t e q u e o m i t o el r e l a t o de mis p e s a r e s ,
q u e á n a d i e i n t e r e s a r í a n , ni a u n á los m á s c a p a c e s
d e sentirlos por c u e n t a propia.
C u a n d o a p l a c a d a un poco la d e s e s p e r a c i ó n retoñ ó en mí el a n t i g u o a m o r q u e m e i n s p i r a r a la linda
s o b r i n a del c a n ó n i g o , c a u s a no inocente de mis
a m a r g u r a s , m e llegué á la r e j a ; p e r o fuí d e s p e d i d o
con la r e s p u e s t a de q u e P a s t o r a h a b í a t o m a d o el
v e l o , y que d u r a n t e el a ñ o d e n o v i c i a d o n o q u e r í a
h a b l a r ni ver á n a d i e .
D e s a h o g u é mi aflicción en el b e n é v o l o y a m i g o
s e n o de D . N e m e s i o , y h a b i e n d o c o n v e n i d o a m b o s
e n que tal vez P a s t o r a valiese t a n t o como el dia-
Pascual
López.
299.
mante i n c o m p a r a b l e c u y a posesión h a b í a n de disputarse los soberanos del m u n d o , el e x c e l e n t e ciér i g o s e allanó á servirme de intercesor y á i m p e t r a r
d e Pastora que me concediese u n a e n t r e v i s t a ,
siempre que en ello n o peligrase la s a l u d de su
alma. IVro n o a l c v n z ó la influencia de D . N e m e s i o
cosa a l g u n a , y , al c o n t r a r i o , h a s t a creí o b s e r v a r
que se a r r e p e n t í a de h a b e r cedido á su n a t u r a l
c o m p l a c i e n t e , al i n t e r c e d e r con P a s t o r a por mí.
N o q u i e r o e c h a r en olvido u n a c i r c u n s t a n c i a q u e
a t a ñ e al suceso t r á g i c o del l a b o r a t o r i o . P o c a s sem a n a s d e s p u é s de la m u e r t e de O n a r r o , llegó á
Santiago un i n d i v i d u o q u e , e n su p r o n u n c i a c i ó n
dificultosa, su l a r g o r e d i n g o t e y a b o l l a d o s o m b r e r o ,
su pelo lacio y casi b l a n c o de p u r o r u b i o , d a b a
muestras e v i d e n t e s de e x t r a n j e r í a . E n e f e c t o , se
averiguó que era un d o c t o r a l e m á n , de un n o m b r e
difícil y e n r e v e s a d o q u e n o sé escribir. E s t e personaje, serióte, p e r o n o d e s p r o v i s t o de a f a b i l i d a d , y
que yo sospeché al p u n t o ser a q u e l ilustre a m i g o á
quien Onarro c a s u a l m e n t e m e d i j o q u e h a b í a escrito, se instaló con t o d a c a c h a z a en el medio ardido caserón de O n a r r o , y se p a s ó un m e s removiendo los fríos e s c o m b r o s del a n t e s l a b o r a t o r i o .
Al mismo t i e m p o e m p r e n d i ó u n a serie de investigaciones e n c a m i n a d a s á p r e c i s a r las m í n i m a s circunstancias de la c a t á s t r o f e . S e dirigió á las autoridades, que lo hicieron p o c o caso, y al pueblo, q u e
le contó mil d e s a t i n o s y consejas. E l b u e n o del
300
Emilia
Pardo
Bazán.
mm^
gj*
;
d o c t o r insistía y se d e s h a c í a e n u
c u a n d o m u r i ó no e s t a b a solo; q C ^ t l l i r u i»
a c o m p a ñ a b a o t r a p e r s o n a , y qu , haola qUP p i s c a r l a p a r a q u e d i e r a luz en t a n
c-iro awi!.Ui RBise el público u n á n i m e de la f «ariM y 3 « n * le
a q u e l p e r s o n a j e , y sobre t o d o
MU pftlotó, d e la
c a j a de i n s t r u m e n t o s geológico-» <¡ • II' v a h a » e t c u
da s i e m p r e , y del poquísimo c h i s t e , g a r b o y soltura \ u e le d i s t i n g u í a n . É l , sin e m b a r g o , se m o s t r ó
s a t i s f e c h o de ver los m o n u m e n t o s característicos
de S a n t i a g o , y m a n i f e s t ó p e n a c u a n d o , p e r s u a d i d o
de lo i n f r u c t u o s o de sus pesquisas, t .. k
""
E l único r e s u l t a d o de la visita de
noticias y e r u d i t a s
^
en la diligencia,
aquel ente á núes- j
algún libro atest ido de curiosa*
impresiones de • iajt.
t a r de n u e v o su d e s a i r a d a p e r s o n a
t r o país será a c a s o
j
j
FIN
j
Descargar