I \ S C U A L LÓPEZ OBRAS D E LA AUTORA CRÍTICA t HISTORIA S a n F r a n c i s c o d e Asís. (Siglo x m . ) - D o s t o m o s . L a cuestión palpitante.—Un tomo. E s t u d i o c r i t i c o s o b r e el P . Fcijóo.— U n t o m o ( a g o t a d o ) . L a revolución y la novela en R u s i a . ( L e c t u r a s en el A t e n e o de Madrid.)—Un tomo. Mi r o m e r í a . — U n t o m o . D e mi t i e r r a . — U n t o m o . NOVELA U n v i a j e d e n o v i o s . — U n t o m o . — T e r c e r a ediei&n. L a t r i b u n a . —Un tomo. El cisne de V i i a m o r t a . - U t i tomo. L a dama joven.—Un tomo. L o s P a z o s de U l l o a . — D o s t o m o s . La madre Naturaleza.—Dos tomos. EX PRENSA Insolación (novela). —Un tomo. Morriña ( í d e m ) . - U n tomo. EN PREPARACIÓN L o s h e r m a n o s Z e m g a n n o . - ( T r a d u c c i ó n do Goncourt, con un estudio sobre este autor Propiedad y familia.—(Novela.) Edmundo de F.ít.-ibk-c i m i e n t o !¡p"i,n-áfic'< d e R i c a r d o K é , O l m o , 4. EMILIA PARDO BAZAN PASCUAL LOPEZ Al'TOinOGR.A n , \ UN ESTUDIANTE: D E M E D I C I N A TERCERA EDICION MADRID L I B R E R Í A Ctrraui DE F E R N A N D O di' San- 'Jerónimo, ¿ F¡ PRÓLOGO Á LA T E R C E R A EDICIÓN DK PASCUAL LÓPEZ * ALE á ver de nuevo la pública luz mi primer novela, si llamarse novela merece- lo qué en rigor no pasa de rápido esbozo de costumbres estudiantiles, entretejido con fantasías cientificas que casi trascienden á nigromancia, como trasciende todo á cosa sobrenatural en Santiago, la ciudad carcomida, vetusta, cubierta de patina oscura y verdosa, á manera de viejo alquimista que viste hopalanda polvorienta. A nadie sorprendió más que á la autora la fortuna del presente libro, la patente de novelista que por él le concedió la crítica, su inmediata traducción al alemán en la revista Aitf der H'óhe, la benevolencia con que lo recibieron y la cordialidad con que lo festejaron personas ya acreditadas en el terreno de las letras. No habiéndome propuesto nove- 2 Prólogo <t la tercera edición. lar, por no creerme con aptitud para ello, sino únicamente intentar un ensayo, me causó gran contento y me levantó un si es no es de cascos ver que literatos de fama me animaban á acometer empresas más dificultosas en el campo de la ficción novelesca. Si aquellos estímulos produjeron después algún resultado satisfactorio, Dios se lo premie á los que asi me impulsaron; y sino, que no se lo demande, pues su intención fué recta. Tres juicios sobre P A S C U A L L Ó P E Z , trazados por manos que ya paralizó la muerte, se insertan al frente de esta tercera edición, como tributo de ííratitud á la memoria de sus autores; y puesto o que el prólogo que estoy escribiendo no llena otro fin sino el de dar gusto á mi pluma, viciada ya en estas pláticas con el lector discreto, séame permitido consagrar el presente trozo de prosa á decir algo de los tres difuntos y bondadosos ensalzadores de P A S C U A L L Ó P E Z . Don Manuel de la Revilla gozó, en su tiempo, de gran autoridad crítica, y fueron sus fallos tan codiciados como temidos. Desempeñaba el papel d e crítico militante, repartidor de tajos y reveses, coronas y flores. El autor novel, el dramaturgo tempranero, el poeta que comenzaba á asomar receloso la frente fuera de su concha provinciana, solían preguntarse con angustia:—«¿Que dirá Revilla de mí?»—Y los concurrentes al teatro, y los Pascual López. 13 aficionados á primicias literarias, acostumbraban también averiguar, antes de formar juicio:—«¿Qué dice de eso Revillar» No desaprovechaba Revilla ocasión alguna ele manifestar la antipatía que le inspiraban los escritores hembras, ó mejor dicho, las hembras escritoras; y parece que al fijar sus ojos en la cubierta de P A S C U A L L Ó P E Z , exclamó impaciente y malhumorado :—«Literata tenemos.»—En vista de lo pronto que trocaba en paces las iras, llegando fácilmente hasta el encomio y la lisonja, juzgo que su prevención contra las escritoras debía de ser condicional, y no alcanzar las proporciones formidables que reviste la del estrambótico cuanto original y salado escritor francés Barbey d'AureviHy, en su curioso libro Les has blcus. El artículo acerca de F A S C I AL L Ó P E Z fué, si no me engaño en fechas, de los últimos trabajos del infortunado crítico: poco después sobrevino su cruel enfermedad. Hoy que se han publicado, reunidos y puestos en orden, los artículos de Revilla, podemos juzgarle con más acierto que cuando le leíamos al calor de la polémica y á los lucientes chispazos de la idea á medio forjar aún. No sobresale como estilista: no es de los paladines que llevan airosamente el rico arnés de oro y bronce de la prosa castellana: no es tampoco un ingenio sutil, á lo Sainte Beuve, ni un disector de nerviosa y certera mano, á lo Fígaro; pero á falta 4 Prólogo <t la tercera edición. de tales cualidades, le honra su imparcialidad sincera, su notorio celo por el esplendor de la literatura patria, su amena variedad de conocimientos, su claridad de exposición y su prudente eclecticismo, el mejor sistema crítico en países como eí nuestro, donde se escribe poco, y poquísimo bueno, y eso bueno hay que acogerlo con los brazos abiertos, venga de donde venga y traiga el rótulo que traiga. De Ventura Ruiz Aguilera, el segundo panegirista de P A S C U A L L Ó P E Z , cuanto se diga tiene que ser en tono de afectuoso respeto: él le infundía en las personas menos propensas á sentirlo. No conocía yo á Aguilera sino por sus versos, cuándo me escribió felicitándome y anunciándome la publicación de un artículo sobre P A S C U A L L Ó P E Z . La espontaneidad que en él rebosa le dió gran valor á mis ojos. Siempre había demostrado Aguilera singular predilección hacia todo lo procedente de Galicia, interesándose en extremo por nuestra tierra, á la cual juzgaba mal conocida y desdeñada sin motivo; á la cual veía, en una de sus sentidas composiciones, «bella, pensativa y sola». Quizás fué esta simpatía la que le impulsó á fijarse en mi ensayo de novela. Sin estrépito de resonantes bombos, con mediana popularidad, con escasos imitadores, Ventura Ruiz Aguilera puede contarse en el breve nú- Pascual López. 13 mero ele nuestros buenos poetas líricos recientes. Distinguíale un sentimiento cultivado y clarificado por la moral más pura, infiltrado de cierto suave optimismo; un modo de pensar enteramente cristiano, una resignación melancólica, empapada en lágrimas, parecida á una virgen envuelta en muchos velos blancos;—no de otro modo puedo representarme á la musa de Aguilera.—El tono predilecto de sus poesías era el de la grave religiosidad; jamás tuvo una pulsación febril, excepto en las Klegías, donde el amor y el dolor de padre comunicaron á las cuerdas de su lira vibraciones más intensas, arrebato y desorden, rapidez y energía como de queja desgarradora. Todo el que ha tenido hijos y los ha amado con el instintivo y divino amor que sólo inspira la progenitura, el pedazo de entraña destinado á sobrevivimos, admirará las Elegías de Ruiz Aguilera del modo que se admiran las obras maestras del sentimiento: llorando. A Ventura Ruiz Aguilera llegué á conocerle personalmente en Madrid, poco antes de su fallecimiento. Uno de los sitios donde le vi fué el Museo Arqueológico Nacional, del cual era director ó conservador (no sé si equivoco el título). Lo que sé es que me dió pena ver al venerable viejo, con su pecho reblandecido por los achaques, sin calorífero ni chimenea ni cosa equivalente, en una cámara lóbrega y triste de aquel destartalado edificio, donde se amontonaban, a manera de botín 6 Prólogo <t la tercera edición. de guerra, los despojos de nuestro glorioso pasadoblas coronas góticas, las armaduras, los tapices y las lámparas árabes. También Aguilera parecía objeto arrumbado y conservado por mera curiosidad, personaje amarillento de alguna apolillada tapicería. No creo que se encontrase allí á gusto el poeta. Su naturaleza era refractaria al paganismo del arte: mejor que un Museo convenía á Aguilera, en sus últimos años, un monasterio, un lugar de oración, con un pórtico donde viniesen á jugar los chiquillos y pudiese él ponerles las manos en la cabeza y calentarse al doble centelleo del sol y de las risas inocentes. Saco y Arce... Este párrafo es para los lectores gallegos, pues fuera de mi tierra son contadas las personas que recuerdan aún al docto y modesto presbítero orensano. No obstante, entre ellas figura Menéndez Pelayo, que no há mucho me hablaba de él con elogio. Pero Menéndez Pelayo archiva en su memoria de diamante infinitas cosas que la generación contemporánea se da prisa á olvidar, lo mismo que si le estorbasen grandemente. Como íbamos diciendo, Saco y Arce, amén de humanista y filólogo, era galano poeta, y sus composiciones, en que tiraba á imitare! lirismo contemplativo y el arrobo místico de Fray Luis de León, ostentaban un sello de apacible tristeza, como conviene al cristiano seguro de la proximidad del viaje hacia la verdadera Pascual López. 13 patria No tenía muchos años Saco y Arce cuando trabé conocimiento con él, y llevaba ya en rostro y cuerpo señales evidentes de la enfermedad conjuntiva que le había de acabar bien pronto. Realizaba uno de los varios tipos del buen sacerdote católico, pues es error pensar que hay para buenos sacerdotes pauta fija, y yo los he conocido de muy diversas condiciones a l l i e s y francos los u n o , los otros reservados > m cOs, no gozando sólo el vicio fueros de Proteo, y pudiendo ser tam- bién multiforme la virtud. Saco y Arce pertenecía al número de los timoratos, encogidos como sensitivas Creyente fervoroso, hubiera sido materia dispuesta para santo alia en otras edades; lar,timábale el espectáculo de la suya, y, acaso por desaliento, no luchaba con ella; no alardeaba de propagandista ni de discutidor; se tapaba ojos y oídos, y se refugiaba en el honesto comercio de las Musas. Legó á la posteridad bastantes versos correctos y llenos de unción, en un tomito que huele a incienso por cualquier parte que se abra, porque Saco era de una pieza y no se dejaba las creencias á la puerta del Pindó, como hicieron antano bastantes clérigos y obispos, intachables en su conducta, pero autores de muy pecaminosas y desvergonzadas rimas. Al ofrecer este recuerdo cariñoso al literato y al hombre de bien que fué Saco y Arce, parece que el corazón se me dilata, trayendo á la memoria la 16 Prólogo <t la tercera edición. época en que se formó nuestra amistad, con ocasión de mi primer trabajo en prosa, el Ensayo crítico sobre las obras del P. M. Feijóo, premiado en el Certamen de Orense y a! cual puso Saco un elegante prólogo, ¡Tiempo dichoso aquel! Y no porque cualquiera pasado sea mejor, sino porque la esperanza despide una luz de aurora muchísimo más dulce%que la claridad del mediodía. EMILIA París, 16 efe enero de 18SC. PARDO BAZÁN Doña Emilia Pardo Bazihu 'PASCUAL L Ó P E Z Pocos días hace recibimos una novela que lleva por titulo PASCUAL LÓPEZ (autobiografía de un estudiante de medicina) y es debida á una escritora no muy conocida que se llama Emilia P a r d o Bazán. E l lector, que conoce nuestra m a n e r a de pensar acerca de las mujeres sabias y literatas, comprenderá la invencible prevención con que habíamos de acoger esta novela, prevención que subió de punto al ver en la misma la lista de las obras de la autora, que son n a d a menos que u n Estudio crítico de las obras del padre Feijóo, un estudio sobre Los poetas épicos cristianos Dante, Milton y Taso, y un Ensayo crítico ¡obre el darwinismo, á los cuales seguirá en breve un libro sobre San Francisco de Asís, cosas todas tan extrañas al genio femenino, que apenas se concibe qua puedan llamar la atención á quien viste faldas. Figurósenos, pues, q u e la escritora en cuestión seria semejante á cierta Mme. Clemencia Royer, que anda por esos mundos con un martillo de geólogo en la mano partiendo piedras y descubriendo dólmenes, que ha traducido el Origen de las especies, de Darwin, y ha escrito ciertas elucubraciones darwinistas, con un alarde de crudeza materialista que no se permitiría el más b a r b a d o délos a a t u - Dona Emilia IO Pardo Bazim. r a ü s t a s , y sentimos (fuerza es decirlo) cierta instintiva rep u l s i ó n h a c i a la a u t o r a d e la n o v e l a . R e c o r r e r l a s p r i m e r a s p á g i n a s d e la m i s m a y c a m b i a r d e s e n t i m i e n t o s , t o d o f u é u n o . Al leer a q u e l l a n a r r a c i ó n l l e n a d e color y d e v e r d a d , al v e r a q u e l l o s c a r a c t e r e s t a n b i e n t r a z a dos, y sobre todo al s a b o r e a r aquel estilo y aquel lenguaje t a n c a s t i z o s y e l e g a n t e s q u e n o e s t a r í a n f u e r a d e l u g a r en u n o d e nuestros estilistas clásicos, cesó toda prevención, y n o pudim o s m e n o s d e c e l e b r a r l o s m é r i t o s d e la n u e v ^ e s c r i t o r a , la c u a l , p o r lo viril d e la c o n c e p c i ó n y el l e n g u a j e d e la o b r a , d e b e s e r f r u t o d e u n a e q u i v o c a c i ó n d e la n a t u r a l e z a , q u e e n c e r r ó el c e r e b r o d e u n h o m b r e e n u n c r á n e o f e m e n i n o . L a a u t o r a d e PASCUAL LÓPEZ c o n o c e á f o n d o y m a n e j a á su s a b o r el l e n g u a j e d e n u e s t r o s c l á s i c o s , i m i t á n d o l o c o n h a bilidad n o t o r i a , y a u n con tal exageración, q u e n o pocas vec e s i n c u r r e en v e r d a d e r o s a r c a í s m o s . L a q u e asi e s c r i b e estudiado asiduamente á H u r t a d o de Mendoza, ha Quevedo, Cervantes, Vélez de Guevara, y ha sabido imitarlos con acierto. N o s i e m p r e , sin e m b a r g o , sostiene e s t a i m i t a c i ó n . Muchas v e c e s el l e n g u a j e a d o p t a " el t o n o y f o r m a q u e t i e n e e n n u e s t r o s días, p e r o sin p e r d e r su c a s t i z a p u r e z a , y d e e s t a s u e r t e r e s u l t a a m e n a y f á c i l la l e c t u r a , y la d i c c i ó n se a p a r t a d e la a f e c t a c i ó n a r c a i c a d e los a c a d é m i c o s c o m o del d e s c u i d o h a * b i t u a l e n los q u e n o c o n o c e n los m o d e l o s c l á s i c o s . L a bella f o r m a de esta p r o d u c c i ó n sirve de vestidura á u n a n o v e l a , q u e m á s q u e d e t a l m e r e c e e n r i g o r el n o m b r e de c u e n t o f a n t á s t i c o , p o r s e r d e e s t e g é n e r o el h e c h o q u e d e t e r m i n a el d e s e n l a c e . E l p r o t a g o n i s t a P a s c u a l L ó p e z , q u e e s e l q u e h a c e el r e l a t o , e s u n e s t u d i a n t e d e h u m i l d e o r i g e n y escasa fortuna, de c a r á c t e r vacilante, pobre en sentimiento, falt o d e e l e v a c i ó n en s u s i d e a s y a s p i r a c i o n e s , c o d i c i o s o d e b i e nes materiales, y constante enemigo del estudio; q u e a m a á u n a j o v e n d e p o b r e c o n d i c i ó n , p e r o r i c a e n b e l l e z a s físicas y Pascual López. 13 •moralÜy de a l m a t a n p u r a y t i e r n a como e l e v a d a y digna. Contrariados estos a m o r e s por la familia de la joven, P a s c u a l halla la f o r t u n a d e s e a d a por un e x t r a o r d i n a r i o suceso en q u e consiste el elemento f a n t á s t i c o d e la novela. U n profesor d e química q u e t r a t a d e r e a l i z a r la h a s t a hoy imposible e m p r e sa de producir el d i a m a n t e p o r m e d i o de la cristalización artificial del c a r b o n o , h a c e su a y u d a n t e d e P a s c u a l , y le p r o m e t e enriquecerle si le auxilia en sus m a n i p u l a c i o n e s , advirtién- je que el e x p e r i m e n t o es peligroso, y q u e en caso d e q u e él muera, es su v o l u n t a d q u e P a s c u a l r e m i t a á la A c a d e m i a d e Ciencias de P a r í s el m a n u s c r i t o en q u e se explica su descubrimiento, p a r a q u e n o se p i e r d a n su gloria y su secreto. P a s cual consiente, el e x p e r i m e n t o se h a c e y el d i a m a n t e se o b tiene, pero el profesor p i e r d e la v i d a , el l a b o r a t o r i o se incendia y P a s c u a l huye, llevándose el d i a m a n t e y no recogiendo el manuscrito del químico. O f r e c e e n t o n c e s su f o r t u n a á su amada, p e r o al conocer ésta la t o r p e c o n d u c t a de su a m a n t e y saber q u e a q u e l l a r i q u e z a h a c o s t a d o la v i d a á un h o m b r e , se apodera del brillante, lo a r r o j a á un pozo y se r e t i r a á u n convento, con lo cual c o n c l u y e la novela. Como se ve, es esta u n a o b r a f u n d a d a en un r e c u r s o p u r a mente f a n t á s t i c o , y d i c h o está c u á n t o p e r j u d i c a al interés esta inverosimilitud de la base en q u e se apoya. G r a v e defecto es éste, sin d u d a , c o m o t a m b i é n el escaso m o v i m i e n t o d e la acción, q u e en ocasiones peca de l á n g u i d a ; p e r o a m b o s están compensados por la v e r d a d con q u e están t r a z a d o s los caracteres, s i n g u l a r m e n t e el de P a s c u a l y el de P a s t o r a , q u e e s una creación m u y bella, y por la fidelidad c o n q u e e s t á n retratadas las c o s t u m b r e s . H a y acaso c i e r t a f r i a l d a d en la pintura de las pasiones (cosa e x t r a ñ a en u n escritor del sexo femenino) y no se explica bien el a c e n d r a d o a m o r d e P a s t o r a hacia un h o m b r e tan poco s i m p á t i c o como P a s c u a l ; p e r o e s tos y otros detalles n o i m p i d e n q u e la novela se lea con g u s t o y quedan oscurecidos por la elegancia y p u r e z a del lenguaje. 12 Dona Emilia Pardo Buzan. E n s u m a , sin s e r PASCUAL LÓPEZ u n a n o v e l a d e p r i m e r o r den, merece a p l a u s o p o r las n u m e r o s a s bellezas que contiene, c o m o t a m b i é n p o r la s a n a y e l e v a d a m o r a l e n q u e se i n s p i r a , y s o b r e t o d o p o r l a s c u a l i d a d e s d e e s t i l i s t a q u e su a u t o r a r e vela,,» las q u e sabe r e u n i r u n a observación psicológica n a d a vulgar y un exacto conocimiento de las costumbres y tipos q u e r e t r a t a . S i g a p o r e s e c a m i n o la s e ñ o r a P a r d o B a z á n y o c u p a r á lugar distinguido e n t r e nuestros novelistas. M A N U E L DE LA 27 diciembre d e 1879. REVILLA CRÍTICA LITERARIA PASCUAL L Ó P E Z (Autobiografía de un estudiante de medicina). No r e c u e r d o precisamente á cuál de ellos; pero recuerdo bien haber oído á uno de nuestros más ilustres escritores, lamentándose de la injusticia, cuando no del supremo desden con que extranjeros desconocedores de la española c u l t u r a actual miran las producciones de nuestros ingenios, estas o parecidas palabras: «En E s p a ñ a hay hombres de mérito sobrados- sólo nos falta una cosa para que así se reconozca; repetir uno y otro día, en todos los tonos, por todos los medios y en todas partes, que somos lo m á s extraordinario y óptimo que hay en el mundo, y es probado.» _ Tienen estas palabras un gran fondo de v e r d a d ; y las Cito á propósito de un libro que, á mi ver, merece ocupar la consideración de las personas competentes encargadas d e d a r cuenta del movimiento literario en nuestra patria. E l libro se llama P a s c u a l L ó p e z ; s u autor, doña E m i l i a P a r d o Bazan No sé si seré tan a f o r t u n a d o en la ocasion presente c o m o lo fui cuando en u n a breve carta dirigida por mi á un p e n o dico de esta capital con motivo de las dos primeras novelas de Pérez G a l d ó s - L a Fontana de oro y Un radical de antano- 14 Critica literaria. d e las cuales a p e n a s h a b í a h e c h o mención alguna gacetilla p e r e z o s a , e n t a n t o q u e se d e d i c a b a n s e n d o s a r t í c u l o s , n o y a s o l a m e n t e al e l o g i o d e lo b u e n o (cosa m u y n a t u r a l ) s i n o t a m b i é n a l e x a m e n p r o l i j o d e b u f o n a d a s q u e en ellos m i s m o s se c o m b a t í a n y se c o n d e n a b a n á o l v i d o e t e r n o , m e p e r m i t í a llam a r la b e n é v o l a a t e n c i ó n d e los c r í t i c o s , c o r r e s p o n d i e n d o v a r i o s d e ellos á m i s i n d i c a c i o n e s y a n u n c i a n d o al m o d e s t í s i m o a u t o r d e a q u e l l a s o b r a s , e n t o n c e s d e s c o n o c i d o , c o m o u n novelista de p r i m e r o r d e n . D e s d e l a s p r i m e r a s p á g i n a s d e PASCUAL LÓPEZ s e e c h a d e v e r q u e q u i e n l a s h a e s c r i t o c o n o c e p r o f u n d a m e n t e , n o s ó l o la sociedad contemporánea en sus manifestaciones esternas, s i n o la v i d a í n t i m a , la v i d a del h o g a r , d e la f a m i l i a , e l e m e n t o o l v i d a d o c a s i p o r c o m p l e t o en la n o v e l a d e t i e m p o s n o m u y r e m o t o s , y q u e h o y e s el a l m a d e l a s m e j o r e s p r o d u c c i o n e s d e este género. L o s c a r a c t e r e s e s t á n d e l i n e a d o s d e m a n o m a e s t r a , a u n el d e P a s c u a l L ó p e z , q u e e s el q u e m e n o s i n t e r e s a , p o r su f a l t a d e c o n s i s t e n c i a y e n e r g í a , a s i p a r a el b i e n c o m o p a r a el m a l , e n t o d o el p r o c e s o d e la o b r a , h a s t a q u e en los c a p í t u l o s finales P a s c u a l d e s c u b r e v i o l e n t a m e n t e el f o n d o d e u n a nátura- leza en q u e sólo existen aspiraciones r u i n e s y despreciables. E s t e c a r á c t e r c o n t r a s t a c o n el del s a b i o O n a r r o , inútilmente s a c r i f i c a d o al p r o g r e s o y á la g l o r i a d e la c i e n c i a ; p o r q u e P a s c u a l , atento no m á s que á apoderarse del enorme diam a n t e p r o d u c i d o p o r la a p l i c a c i ó n d e la e l e c t r i c i d a d al c a r b ó n , h u y ó del l a b o r a t o r i o , p r e s a d e u n e s p a n t o s o i n c e n d i o , d e j a n d o o l v i d a d a e n él la c a j a d e m a d e r a q u e c o n t e n í a l a s p r u e b a s del i n v e n t o , y q u e e n c a s o d e m u e r t e d e O n a r r o , c o m o s u c e d i ó , d e b í a ser d i r i g i d a p o r P a s c u a l á la A c a d e m i a d e Ciencias de París. O n a r r o . e l c a n ó n i g o D . V i c e n t e , su h e r m a n a d o ñ a F e r m i n a , d o ñ a V e r ó n i c a ( p a t r o n a d e P a s c u a l ) , el e c l e s i á s t i c o d o n N e m e s i o A n g u l o , el e s t u d i a n t e C i p r i a n o , el s e ñ o r i t o D . V í c t o r Pascual López. 13 de la Formoseda, son r e t r a t o s n o f a n t a s e a d o s c a p r i c h o s a m e n te, sino tan reales y con tal belleza d e l i n e a d o s , q u e n o s p a r e c e haberlos conocido en el t r a t o social, y r e c u e r d a n (ostentando, no obstante, el sello d e u n a originalidad e n c a n t a d o r a y q u e patentiza con rasgos indelebles su filiación española) h e r m o sas creaciones d e Dickens, algo d e M a n z o n i en / promessi y de Balzac en La recherche de sposi, l'absolu. En cuanto á P a s t o r a , la novia de P a s c u a l L ó p e z , es u n a criatura adorable, v i v a , i n t e r e s a n t e , a r r a n c a d a á la n a t u r a leza, y q u e revela en la a u t o r a un gusto tan exquisito y u n a finura de observación q u e s o r p r e n d e n . P a s c u a l L ó p e z e r a indigno de ser a m a d o por P a s t o r a , q u e al fin c a s t i g a , y a desencantada, la v a n i d a d e s t ú p i d a , el grosero positivismo y el ansia d e v o r a d o r a d e r i q u e z a d e su novio, a r r o j a n d o al pozo del convento en q u e ella e s t a b a el magnífico d i a m a n t e con cuyo precio i n c a l c u l a b l e p e n s a b a el d e s d i c h a d o m a n c e b o d a r , no un destino útil y honroso á su vida, sino alimento y satisfacción completa á su h o l g a n z a y á su deseo d e goces materiales. Los sitios en q u e la acción de la novela se d e s a r r o l l a , e s t á n admirablemente e s t u d i a d o s , y la descripción d e los usos, costumbres y m i l a g r o s d e la b o h e m i a e s t u d i a n t i l d e la vieja universidad compostelana, c o m p i t e con las d e m á s excelencias en que a b u n d a el libro. P a r a terminar e s t o s ligeros y mal p e r g e ñ a d o s a p u n t e s , con los cuales sólo m e p r o p o n g o , según d i j e al principio, l l a m a r la atención d e la c r í t i c a y expresar s u m a r i a m e n t e m i s i m p r e siones particulares, t r a s l a d a r é á c o n t i n u a c i ó n , en m u e s t r a d e la gallardía y elegancia del estilo, d e la fluidez, p u r e z a y p r o : piedad del lenguaje , s i e m p r e castizo, y d e la p i n t u r a d e personajes q u e h a c e n d e PASCUAL LÓPEZ u n p e r e g r i n o m o n u mento literario digno d e r i v a l i z a r con lo m á s selecto de las producciones d e este género en n u e s t r o s d í a s , d o s d e los p á rrafos destinados al estudio q u e d e la gentil s o b r i n a del ca- Crítica-literaria. n ó n i g o se h a c e en 3a n o v e l a , d i a m a n t e d e s i n g u l a r , h e r m o s u r a y r a r o precio, que p u e d e consolar á una sociedad a m a n t e de lo bello, y c o n s o l a r l a c o n u s u r a , d e la p é r d i d a d e a q u e l o t r o a r r o j a d o c o n s o b e r a n a r e s o l u c i ó n p o r P a s t o r a a l p o z o deí convento. VENTURA RUIZ Madrid, r&Fc. AGUILERA EXAMEN D E LIBROS PASCUAL LÓPEZ (autobiografía POR DOÑA EMILIA de un estudiante PARDO ie medicina), BAZÁN Ningún género de literatura ejerce acaso más honda influencia en las costumbres y en la sociedad que la novela. Accesible á todas las inteligencias por su estilo menos abstruso y recóndito que el de la poesía, cautivando dulcemente la imaginación y conmoviendo el espíritu con el ingenioso tq'ido de raras aventuras, la descripción de interesantes escenas y la agitada lucha de las pasiones, forma el embeleso del tierno adolescente y de la Cándida doncella lo mismo que el consuelo y entretenimiento de los cansados ocios de la vejez. Ora sirve, en manos de Manzoni, Chateaubriand, Wiseman, Fernán Caballero, para ennoblecer el ánimo inspirándole sentimientos elevados y regeneradores; ora es empleada por Jorge Sand, S u e , Víctor Hugo, e n deificar la materia, legitimar los afectos m á s impuros y subvertir los fundamentos del orden moral y social. P o r desgracia, la mayor parte de los numerosos cultivadores deeste género, así e n E s p a í i a c o m o en otras naciones, no se h a n servido de él sino como de un instrumento para remover el cieno del corazón é inspirar sentimientos irreligiosos y antisociales. Un aluvión de novelas 2 i8 Examen de libros. originales y traducidas nos invade á c a d a momento; pero, ¿ c u á n t a s s o n l a s q u e p o r s u s t e n d e n c i a s m o r a l i z a d o r a s , á la vez q u e p o r su m é r i t o l i t e r a r i o , s e a n a c r e e d o r a s a l p ú b l i c o a g r a d e c i m i e n t o y d i g n a s d e p a s a r á la p o s t e r i d a d ? I n s í p i d a s y d e s c a b e l l a d a s u n a s , i m p í a s y c o r r u p t o r a s l a s m á s , el f a l l o d e l t i e m p o l a s c o n d e n a p o r fin á p e r p e t u o o l v i d o d e s p u é s d e haber causado estragos inmensos y envenenado infinidad de corazones. L a que D o ñ a Emilia P a r d o B a z á n , escritora ventajosamente conocida por sus brillantes producciones literarias, a c a b a d e d a r á luz c o n el t í t u l o d e PASCUAL LÓPEZ, s e r á , e n n u e s t r o e n t e n d e r , u n a d e l a s p o c a s q u e p o r la e x c e l e n c i a del f o n d o y la e l e g a n c i a d e la f o r m a , l o g r a r á s o b r e n a d a r e n el n a u f r a g i o d e t a n t a s c o m o a r r e b a t a y s e p u l t a el o l e a j e d e l o s t i e m p o s . N o v a m o s á r e l a t a r a q u í l o s h e c h o s q u e c o n s t i t u y e n su a r g u m e n t o , p u e s n o n o s p a r e c e j u s t o p r i v a r á los l e c t o r e s del p l a c e r d e la n o v e d a d c u a n d o t e n g a n la d i c h a d e r e c o r r e r s u s p r e ciosas páginas. P e r o n o podemos menos d e recomendar al público u n libro q u e , al p a r q u e proporciona solaz y deleite á la i m a g i n a c i ó n , e n c i e r r a p a r a el e s p í r i t u s a l u d a b l e s e n s e ñ a n z a s m o r a l e s q u e , n o s i n r a z ó n d i c e la a u t o r a e n el p r ó l o g o « q u e t o d a o b r a b e l l a e l e v a y e n s e ñ a d e p o r s i , sin q u e el a u t o r p r e t e n d a a ñ a d i r á l a b e l l e z a la l e c c i ó n » . Interesantes descripciones, caracteres perfectamente trazados , acción bien ordenada y seguida, cuyo interés va siemp r e e n a u m e n t o , c o n o c i m i e n t o p r o f u n d o del c o r a z ó n , l e n g u a j e c a s t i z o y s u m a m e n t e p r o p i o e n q u e r i v a l i z a c o n los m á s a f a m a d o s e s c r i t o r e s e s p a ñ o l e s , a d m i r a b l e e l e g a n c i a del e s t i l o , y finalmente u n a i n t e n c i ó n m o r a l q u e s e t r a s l u c e sin d i f i c u l t a d , son d o t e s q u e n o p u e d e n desconocerse en este libro. V é a n s e si n o , e n t r e o t r a s , la d e s c r i p c i ó n q u e h a c e d e S a n tiago, la d e la v i d a d e l o s e s t u d i a n t e s , la del c a s e r ó n h a b i t a d o p o r el d o c t o r O ' n a r r , q u e p r o d u c e en el l e c t o r la m i s m a p e n o sa i m p r e s i ó n q u e si r e a l m e n t e e n t r a s e e n u n o d e e s o s a b a n - Pascual López. 13 donados p a l a c i o s , e n q u e «la polilla r o e las m a d e r a s , la h u medad a m o r t i g u a y d e s c a s c a r a l a s p i n t u r a s y la l e p r a v e r d o s a del musgo i n v a d e ios e s c u d o s h e r á l d i c o s y l a s p i e d r a s d e l a s fachadas». Los caracteres y retratos están magistralmente pintados, pudiendo m i r a r s e c a d a u n o c o m o un t i p o d e su género. ¿ Q u é estudiante n o h a c o n o c i d o c o m p a ñ e r o s s e m e j a n t e s á C i p r i a no, Manuelón y el a n t i p á t i c o D . E s d r ú j u l o , t i p o b a s t a n t e común en las U n i v e r s i d a d e s , d e s d e q u e la supresión del h á b i t o escolar, e n t i b i a n d o los s e n t i m i e n t o s d e c o m p a ñ e r i s m o , h a poblado a q u é l l a s d e p e r f u m a d o s d a n d y s ? Mezcla deliciosa d e c a n d o r y m a l i c i a , d e t e r n u r a é inteligencia, d e e s a inteligencia a l u m b r a d a p o r los e s p l e n d o r e s del Evangelio, el c a r á c t e r d e P a s t o r a es u n a d e las m á s bellas creaciones q u e h a y a n salido del pincel d e n u e s t r o s novelistas. ¡Con q u é g r a c i a , con q u é rasgos d e a g u d e z a y d e s e n t i d o común d e s b a r a t a los a m b i c i o s o s sueños d e P a s c u a l ! ¡ Con q u é cristiana p r u d e n c i a , n o o b s t a n t e su p a s i ó n , se a f a n a á p o n e r en manos d e D i o s s u s d e s t i n o s y elección d e e s t a d o ! L a ú n i c a sombra q u e e m p a ñ a el c r i s t a l d e su v i r t u d , s o m b r a sin la c u a l sería d e c h a d o d e doncellas c r i s t i a n a s , es la poco d i s c r e t a facilidad con q u e se d e j a ver á golas d e su p r o m e t i d o , por m á s que el dominio q u e sobre sí p r o p i a y sobre él e j e r c e , la p o n gan á c u b i e r t o d e t o d o peligro. El doctor O ' n a r r es el p e r s o n a j e m á s singular del libro. A n a crónica p a r e c e r á á a l g u n o su presencia en u n a época d e incredulidad y p r o g r e s o científico. P e r o ¿ h a y e x t r a v a g a n c i a , por ridicula q u e s e a , q u e n o p u e d a r e p r o d u c i r s e en la serie de los t i e m p o s ? M u c h o se h a d e c l a m a d o , p o r ejemplo, c o n t r a las antiguas supersticiones d e d u e n d e s y b r u j a s , y sin e m b a r go vemos renacer hoy a q u é l l a s con t o d a su f u e r z a y con í n f u las de sistema científico en la secta d e los espiritistas. O'narr y su discípulo c o n s t i t u y e n u n a v e r d a d e r a antítesis, siendo símbolos é imágenes de las c o n t r a p u e s t a s t e n d e n c i a s y 2d Examen de libros a s p i r a c i o n e s d e d i f e r e n t e s p e r í o d o s h i s t ó r i c o s y del a n t a g o n i s m o q u e e x i s t e e n t r e d o s p r o g r e s i o n e s q u e , r a r a v e z en e q u i l i b r i o , f a t i g a n y d e s c o n c i e r t a n á la h u m a n i d a d ; s o n , e n fin, la e x p r e s i ó n del i d e a l i s m o y el p o s i t i v i s m o . N o d e o t r a f o r m a q u e e l c a b a l l e r o d e la T r i s t e F i g u r a c o n s a g r a O ' n a r r s i n d e s c a n s o s u s a f a n e s y d e s v e l o s a l a r d i e n t e d e s e o d e la g l o r i a , n o d e l a s a r m a s , c o m o a q u é l , s i n o d e la c i e n c i a , g l o r i a n o m e n o s p e l i g r o s a , s e g ú n el r e s u l t a d o l o a c r e d i t a ; a l p a s o q u e L ó pez , nueva edición del carácter de Sancho, a u n q u e extremánd o l o m á s , c u a l c o r r e s p o n d e a l h i j o d e u n siglo m a t e r i a l i s t a , n o o b e d e c e á o t r o m ó v i l q u e a l attri sacra fames. P a r a él l a s r i q u e z a s s o n la ú n i c a f u e n t e d e la d i c h a ; s o n el ú n i c o m e d i o d e e m b o t a r el d o l o r o s o a g u i j ó n d e la v a n i d a d y s o b e r b i a q u e c o n s t a n t e m e n t e l e p u n z a n . E l h é r o e d e la c i e n c i a , c u y o c a r á c t e r , á d e s p e c h o del v u l g o q u e lo d e s f i g u r a , i n f u n d e m á s s i m p a t í a s q u e el d e s u c o d i c i o s o a l u m n o , s u c u m b e a n i m o s a m e n t e e n la e m p r e s a , sin t e n e r el p l a c e r d e s a b o r e a r s e en su ú l t i m a v i c t o r i a a l c a n z a d a s o b r e la m a t e r i a . E n c a m b i o , el a m b i c i o s o estudiante, arrebatando con mano ávida aquella piedra prec i o s a , f r u t o d e la s a n g r e d e u n s a b i o , a q u e l s o b e r b i o d i a m a n t e q u e , d e j a n d o a t r á s el t a n c e l e b r a d o del R a j á d e L a h o r e , el R e g e n t e , la M o n t a ñ a d e L u z , h a d e s e r el c i m i e n t o d e s u colosal f o r t u n a , p u e d e y a entregarse á las ilusiones de sus futur a s p o m p a s y grandezas. M a s ¡ ay ! presto se desvanecen esas i l u s i o n e s : p o r u n a r r a n q u e d e s u b l i m e e x t r a v a g a n c i a d e su p r o m e t i d a , el p o r t e n t o s o d i a m a n t e d e s a p a r e c e p a r a s i e m p r e e n u n s u m i d e r o , y el c o n t r a r i a d o m a n c e b o , q u e y a n o r e p r i m e su c o r a j e y m a l e n c u b i e r t a c o d i c i a , s e v e p a r a siempre p r i v a d o á la v e z d e s u s m i l l o n e s y d e la m a n o d e su a m a d a . Así r e c i b e d i g n o c a s t i g o el m a l a v e n t u r a d o e s t u d i a n t e , p e r s o n i f i c a c i ó n del g r o s e r o p o s i t i v i s m o d e su siglo. E n t r e l a s ú t i l e s e n s e ñ a n z a s q u e s e d e s p r e n d e n d e la l e c t u r a d e PASCUAL LÓPEZ , h a y u n a a l t a m e n t e d e s c o n s o l a d o r a , r e l a t i v a á la e d u c a c i ó n d e la j u v e n t u d . ¡ Q u é a b u n d a n t e m a n a n - 13 Pascual López. lia! de reflexiones p a r a los p a d r e s d e familia q u e c á n d i d a m e n te envían á s u s h i j o s á los g r a n d e s c e n t r o s d e i n s t r u c c i ó n , abandonándolos allí c o m o b a r c o s sin piloto en m e d i o de l a s olas de b o r r a s c o s o m a r ! L o s t i p o s escogidos p o r la señora P a r do B a z á n , son, p o r d e s g r a c i a , los m á s c o m u n e s e n t r e ios escolares. E l j u e g o , los c a f é s , ios l u p a n a r e s , las peligrosas r e l a ciones , las f r a n c a c h e l a s y p e n d e n c i a s , t a l e s suelen ser los e n tretenimientos y o c u p a c i o n e s o r d i n a r i a s d e los a l u m n o s d e Minerva: tai es la v i d a escolar e x e n t a d e t o d o freno. ¡Y asi se invierte el p e r í o d o m á s bello d e la v i d a , en el c u a l d e b e n echarse los c i m i e n t o s d e la f u t u r a posición social y d e la felicidad d o m é s t i c a ! ¡Y d e ahí salen y asi se e d u c a n los q u e más t a r d e h a n d e ser los e d u c a d o r e s d e s u s f a m i l i a s , los q u e han de proteger ios intereses y s a l u d d e sus c o n c i u d a d a n o s . Sos que h a n de regir los d e s t i n o s d e la p a t r i a ! JUAN A SACO Y A R C E PRÓLOGO A arraigándose cada vez más la costumbre de que toda obra que sale á luz y no lleva al frente un nombre de autor acreditado y aplaudido ya del público, se ampare bajo la égida protectora de un prefacio más ó menos extenso, con la firma de algún célebre crítico ó prosista, al modo que en las tertulias los antiguos asistentes presentan é introducen á los modernos. Este requisito del prólogo, elevado ya á sacra fórmula del ritual literario, no lo suelen omitir nunca los autores noveles, particularmente si pertenecen al sexo menos dado á manejar la pluma. El prólogo es, de ordinario, una disertación acerca de la índole y género de la obra que encabeza; disertación que así puede condensarse en escasas páginas como crecer, á favor de lo elástico del asunto. Halla con esto el prologuista ocasión oportuna de mostrar y lucir sus conocimientos, ya r e n o v a n d o y trayendo á colación añejas contiendas entre escuelas rivales, é ingiriendo con maña y tino 24 Prólogo. unas cuantas citas ele autores antiguos y modernos, ya discurriendo con agudeza ó profundidad sobre cuestiones y puntos ele crítica delgada y sutil. Con lo cual, y la indispensable añadidura de elogios calurosos y razonadas exhortaciones al autor, y de no pocas advertencias al público, á fin de que observe é inscriba en el anuario la nueva estrella que acaba de asomar por el horizonte, termina el prefacio y queda el joven libro apto para arrostrar la terrible prueba de la publicidad, como Don Quijote, después que el ventero le hubo conferido la gloriosa orden de caballería, quedó dispuesto para todo linaje de empresas y aventuras. No encuentro yo ciertamente reparo grave que poner á esta usanza del prólogo, excepto que suena á literario reclamo lo de realzar con el barniz de un apellido brillante otro ignorado y modesto, á lo cual suelen añadir los editores la maliciosa treta de imprimir en la portada, en letras tamaños como nueces, el nombre del autor del prólogo, mientras para el de la obra usan un tipo menudito como alpiste. No obstante, confieso y declaro que tengo por tan poderoso el atractivo de las reputaciones y glorias adquiridas en el palenque de las letras, que no me extraña que aun per accidens nos agrade enlazarlas á nuestra personalidad humilde; de suerte que, á no saber yo de buena tinta que á ninguno de los ilustres amigos con que el cielo me favoreció sobra tiempo ni faltan ocupaciones, qui- Pascual López. 13 zas hubiera acatado ia ley del uso, pidiéndoles media docena de páginas de su galana prosa para que rectificasen y diesen tono á la desabrida mía. Pero fuera abuso distraer y molestar, con poca causa, á ingenios que en mejores trabajos se emplean. Un riesgo corre asimismo, en mi entender, quien decora con fachada opulenta pobre choza; y es que la proporción y gallardía de aquélla pongan de manifiesto la mezquindad y miseria de ésta. ¡Cuántas veces ocurre comprar un libro, y leído con deleite el prólogo, arrojar con enfado el resto, que por comparación resulta insufrible! No es otra la suerte de la fea que atrevida se coloca al lado de una beldad. Suele acontecer á menudo que en los propios encomios que al autor dirige el prologuista, se nota un matiz de deferente compasión, O ' claro indicio de que en ellos entra más amistosa indulgencia que sincero entusiasmo. Bien es verdad que por ventura puede ocurrir que el autor, andando el tiempo, se sobreponga y vuele más alto que el condescendiente crítico que le perdona la vida: díganlo los prólogos de las obras de uno de nuestros ingenios más floridos (que por más señas vestía faldas y ya abandonó este mundo), prólogos en que no deja de marcarse la tendencia indicada. También se ve frecuentemente que las alabanzas sembradas con largueza en el prólogo aparecen tan desmedidas y pomposas, que el lector, con escasa caridad, vuelve la oración por pasiva. 26 Prólogo. Yo, que reconozco en los prólogos tales inconvenientes, debo, sin embargo, hacer constar que no me he visto á ellos sujeta; pues la única obra mía que anda precedida de un prólogo (el Estudio crítico sobre las obras del Padre Maestro Feijóo), tuvo la dicha de hallar un prologuista tan diestro y docto, que midió el loor y la censura hasta donde ésta por delicada no ofende, y aquél no empalaga por discreto. Hay, con todo, ciertos libros que de suyo piden prefacio; señaladamente los volúmenes de poesías líricas ó heroicas ,-que nada pierden con que les preceda una crítica inteligente y sentida, las obras trascendentales que encubren pensamiento profundo bajo ligeras apariencias, como son las sátiras de gran alcance; las producciones, en suma, cuya intención doctrinal no resulta bastante clara y determinada para la mayoría del público. Siempre que el prólogo ponga al lector en camino de leer con más provecho la obra, diré que es acertada añadidura ó complemento indispensable. Donde no, me parecerá una superfluidad, que puede en sí ser bella, pero que cabe suprimir sin daño alguno del libro. En vista de todo lo ya apuntado, consideré que 110 teniendo P A S C U A L L Ó P E Z mayores ínfulas que de novela sencilla y más ó menos entretenida, bastábanle para introducción unos renglones de su propia autora. En ellos cabe cuanto acerca de 13 Pascual López. tal*libro puede, según entiendo, decirse: PASCUAL L Ó P E Z es el extracto, aliñado y puesto en orden, de los apuntes autobiográficos de un estudiante de medicina en la insigne escuela compostelana. Por antojárseme que las aventuras, comunes unas y extraordinarias otras, del pobre mozo, alcanzan á proporcionar con su lectura un rato de solaz al que las repase, me tomé el trabajo de coí rregir y enmendar las confusas notas, de esclarecer algunos puntos oscuros y mal explicados que advertí en ellas, de apoderarme de las ideas del estudiante, desenvolviéndolas, de acortar hartas divagaciones, y de reemplazar el estilo no muy castizo con el mío, que, sin ser inmejorable, aven; taja extraordinariamente al de mi protagonista. Agradóme la tarea de pergeñar y dar forma á las sueltas hojas del diario de P A S C U A L L Ó P E Z , ya por si su publicación puede mover al gobierno y á los sabios á escudriñar lo referente al importantísimo asunto y problema queen ellas se menciona, ya porque los sucesos de esta historia pasan en un pueblo de mí tan preferido y visitado como Santiago. Me inspiran singular predilección é interés las ciudades antiguas y melancólicas, envueltas en sus recuerdos, como un rey caído en el armiño y púrpura marchita de su augusto manto. En Espaga, nación cuyo pasado hace palidecer más y más al presente, son bellos para el pensador ios lugares que hablan con sus monumentos elocuentísi- 28 Prólogo. mos, con sus soberbias carcomidas piedras,la silenciosa majestad de su abandono. Toledo Burgos, Salamanca, Santiago, guardan cual urn cinceladas y roídas por el tiempo, las cenizas de espíritu nacional, el polvo de los colosos de tro espléndido ayer. De todos estos sarcófago. ponentes, el que más huella imprimió en mi fan tasía fué Santiago; no en verdad porque su leyen dario atractivo ó el carácter tradicional de sus edi ficios me parezca superior al de otras poblacione españolas, sino porque hubo de ser la primera qu en la aurora de la vida despertó mi mente á contemplación de edades muertas, bajo los pilar de su Catedral y en las revueltas de sus tortuosa calles. Consagróle las primicias de mi imaginado adolescente, y á despecho de cuantas maravilla arqueológicas pude más tarde admirar en mi pa tria y en extrañas tierras, no se borró jamás aque Ha impresión viva y temprana. De suerte que vi con interés grande localizada en Santiago la trama d e PASCUAL LÓPEZ. Por si algún critico, de estos que se empeñai en profundizar el sentido de los libros más que su mismos autores, se dedica á inquirir cuál sea m propósito y qué es lo que quiero significar con IÍ autobiografía de mi estudiante, haré una salvedad anticipando la única explicación que me es posiblt ofrecer á los asiduos destiladores de quinta esencia. Sin que yo me atreva á terciar en la acalorada , Pascual López. 13 ' polémica, á cada paso rediviva, del arte docente y • el arte desinteresado (cuestión abstrusa que rae • pone miedo cerval con recordarla sólo), diré que , creo que toda obra bella eleva y enseña de por sí, ' sin que el autor pretenda añadir á la belleza la lección. Mas el punto estriba cabalmente en que sea bella la obra. ¿Lo es mi novelar No estoy autorizada para decirlo: mi voto es recusable. De ence' rrar PASCUAL L Ó P E Z , en su género, alguna verdadera belleza, contendría también alguna enseñanza. De no, las enseñanzas que tratase de inculcar alcanzarían sólo á hacer más tediosa la novela. Claro está que en mi pensamiento alguna significación moral tienen los personajes de la obra; pero si he andado tan torpe en el arreglo y refundición de los 1 apuntes de P A S C U A L L Ó P E Z que no logre que el lector inteligente y discreto saque la consecuencia délo que lee, prefiero callármela, no sea que me arguya con que, puesto que la quise decir, debí haberla dicho. \ no añado más á la introducción, que antes enfada lo largo que disgusta lo breve. Terminaré declarando con sinceridad que, á pesar del amor que inspiran los hijos¿ del entendimiento, no me sorprenderá que esta obra se sumerja en el golfo del olvido, donde anualmente caen tantos libros, quizás más sazonados, gustosos y amenos que PASCUAL L Ó P E Z . S a n t i a g o , aWU ¡6, i«7y PASCUAL LÓPEZ ( A U T O B I O G R A F Í A D E UN E S T U D I A N T E DE MEDICINA) I o creo que venga á cuento para la narración de esta verdadera cuanto inverosímil historia, decir cómo fui por mis pas consagrado desde mi tierna infancia al arte Hipócrates y Galeno, y cómo hube de dejar el . .alo de ios paternos lares por la estrechez de mísera posada. Ignoro en qué particulares signos y marcas pude revelar disposiciones felicísimas y raras aptitudes médicas; pero es lo cierto que una mañanica me hallé en Santiago hecho estudiante. Cuando tal aconteció era yo un mozancón más espigado de lo que mis años pedían, muy reñido a los libros y muy amigo de pasarme las horas \ *abundeando ó mano sobre mano. Pienso que t: :ta mi holgazanería fué cabalmente la que inclinó á mi familia á dedicarme al estudio. La cava, la 32 Emilia Pardo Basán. siembra, la siega, no entraban en mi reino: luego yo tenía á la fuerza que ponerme á sabio. Mucho trabajo me costó deshabituarme de la rústica abundancia que en su hogar montañés ostentaban mis padres, á fuer de ricachones labradores gallegos; (y es de advertir que estos tales, á pesar de su fama de cicateros y mezquinos, son, según la experiencia y viajes me han demostrado, los mayores pródigos y manirotos de toda España). Ello es que yo, al beber el caldo turbio y chirle que nos regalaba la fementida patrona, al engullir su pelado puchero, traía á la mente las perpetuas bodas de Camacho que atrás dejara, y envidiaba de todo corazón á mis hermanos, los que quedaban arando sin pensar en mojigangas de estudios ni de Universidades. Si era en otoño, decía para mi sayo: tiempo de vendimia, de castañas, nueces y mosto, ¡quién te cogiera allá! Si en invierno: ¡valientes pemiles y chorizos cocerán en el pote de casa! SÍ en primavera: ¡viérame yo buscando nidos de jilgueros y lavanderas, moras y fresUlas silvestres, y no preso en estos bancos y oscuras cátedras! Y finalmente, en carnestolendas recordaba el antruejo que solíamos vestir, pereciendo de risa, con todos los trapos que hallábamos á mano, dándole por corona un ruedo de p a j a , por cetro una escoba, y pintorreándole de hollín la cara, mientras la sartén puesta en la trípode cantaba el estribillo con que suele Pascual Lopes. 33 acompañar el nacimiento de las amarillas filloas. veces, como para irritar mi deseo, llegábame una famosa remesa de jamones, pilongas y tal cual jarrada perdiz, muerta en los maíces á perdiqonazos del cura de nuestra parroquia. Poseíame entonces violenta murria ó nostalgia, al través de ..os vapores divisaba cuadros campesinos, embellecidos por el espejismo de la distancia: ya las • hes de deshoja, en que á la luz del candil morino, sentados en el suelo y haciendo corro, desnudábamos de su follaje la rubia espiga, no sin broTia y algazara; ya las mañanas de romería y fiesta patronal, cuando repican alegremente las campa» ñas de la iglesia y rasgan el cielo los cohetes, y la angosta nave, sembrada de manzanilla, espadaña é hinojo, se impregna de nubes de incienso; ya las tardes primeras de octubre, cuando turbulenta reata de chicuelos asa al rescoldo manzanas y castañas en lo más recóndito del bosque. Santiago no era ciudad á propósito para aturdir con bullicio mis melancolías, ni para embelesar con pueriles entretenimientos mi joven imaginación. Monumentales edificios, altas iglesias con grandes retablos de amortiguado oro, calles estrechas é irregulares con arcos de soportal, que parecen hechos de encargo para misterios y tapujos, y de vez en cuando cortadas por la imponente mole de alguna blasonada y desierta casa solar ó de algún convento de verdinegras tapias y rejas moho3 34 Emilia Pardo Basán. sas; paseos cuyos árboles se deshojan lentamente y sus hojas mueren bajo los pies de escasos transeúntes; alrededores apacibles, mudos, verdes y frondosos á causa de la humedad, pero sellados con la tristeza peculiar de los países de montaña: tal es Santiago. De día, á la luz del sol, la Jerusalem de Occidente (que así suele ser nombrada en elegante estilo), parece venerable y pacífica, sin austeridad ni ceño; pero en las largas noches invernales, cuando en las angostas calles se espesa la oscuridad, y la enorme sombra de la Catedral se proyecta en el piso de la Quintana de muertos, y el reloj cuenta las horas con lengua de bronce, y la luna vierte vaporosas olas de luz sobre las caladas torres, la impresión que produce Santiago es solemne. ¡Oh, si yo fuera dado á filigranas poéticas! qué linda ocasión se me ofrecía ahora para describir los efectos de perspectiva que en la serenidad nocturna producen los majestuosos edificios, mudos testigos de la muerta grandeza de tan ilustre ciudad! Aquí venía como de molde recordar los antiguos peregrinos, que en otros siglos se postraban ante el bizantino Apóstol, rígido y severo bajo su pesada esclavina de purísima plata; las leyendas, las consejas más ó menos tradicionales que cada callejuela de Santiago puede narrar, desde aquella que vió caer á un arzobispo bajo el puñal de los asesinos cuando en sus manos llevaba la Sagrada Forma, hasta la que presenció la agonía del ino- Pascual López. 13 líe Orne Santo. Pero así me curaba yo de leyendas como de lo que ahora acontece en la China. Traíanme á mal traer mis primeros estudios elementales, que á mí se me antojaban fundamentalísimos. Como el día se me iba volando, entretenido no sé en qué, fuerza era aplicar los codos de noche. ¡Vigilia eterna que iluminaba la dificultosa claridad de .a vela de sebo! Porque al tiempo que yo comená dar frutos de ciencia, no había llegado aún á aquellas alturas el petróleo, y sólo unas complicadas lámparas de gas schist e atufaban á los amigos de novedades. En las horas perezosas de tales no. es me familiaricé con los ruidos de la calle, y distinguía ya el paso cadencioso de los serenos del andar precipitado del transeúnte que se acogía á su : ;ho, escandalizándose de pisar el arroyo á las dÍ2Z. Acompañábanme asimismo los gritos guturai y plañideros con que pregonan los vendedores lasostrasy lampreas, y el regocijado cantar de los estudiantes, que, más felices que yo, hacían novillos á Minerva para festejar á Apolo. El estudiante que cuenta con amigos y dinero, que puede frecuentar círculos, teatros y demás lugares de recreo y solaz, vive alegre el tiempo que considera dulce paréntesis entre la severidad de la casa paterna y los deberes y cargas del estado matrimonial. Pero yo, pobre de mí, era un mocosuelo medio campesino, hecho á la soltura rural, y más provisto por mis padres de admoniciones y consejos 36 Emilia Pardo Basán. que de ochavos; de suerte que me hallaba en Santiago como enjaulado pájaro, que ni aun alpiste y lechuga á discreción posee. Iba muy de mañana al Instituto, tiritando á pesar de mi carrik; cabeceaba de sueño durante la conferencia del profesor; pellizcábanme ajis compañeros de banco, no sé si por caridad ó entretenimiento, y solía yo replicarles con otros pellizcos, 110 sin ponerme en ocasión de ser favorecido con encerrona ó filípica. Las tardes me solazaba y esparcía embistiendo á pelotazos á los muralloncs del monasterio de San Francisco ó de la Compañía de Jesús, ó bien en tumultuosa junta con otros de mi laya reñía descomunales batallas á canto pelado por aquellas amenidades de Santa Susana y del río de los Sapos. Algún anochecer, y particularmente los domingos, jugábamos una brisca zapatera ó un tute real mis compañeros de posada y yo; arriesgábanse ochavillos, acaso tal cual pieza isabelina de dos cuartos (los perros grandes y chicos no habían penetrado aún en nuestro sistema monetario, á merced del huracán de las revoluciones), y quizá llegaban á atravesarse cigarrillos de papel, ofrecidos por los talludos para mejor viciar á los novatos, y en que el tabaco solík recibir aleación de raspaduras de madera. Poco á poco, conforme corría el tiempo y penetraba yo en la comunión escolar, empecé á percibir que iba acordándome menos y con menor cariño de mi aldea, á la vez que me convencía de la Pascual López. 13 posibilidad de ser estudiante sin abrir los libros, que, sosegados, inofensivos y bonachones, dormían el sueño del justo en el cajón de la mesilla de pino, mueble el más lucido de mi palacio. Fuíme acostumbrando á estudiar en el año obra de tyi mes, distribuido de esta suerte: quince días á principio de curso y quince á fin. Los quince primeros eran los que tardaban en borrarse de mi ánimo y oído el eco de las no muy blandas razones con que mi padre me exhortaba á aplicarme para llegar á ser hombre de provecho, y de las prolijas súplicas de mi madre, encaminadas á que me zampase todo el saber humano, siempre que pudiese digerirlo sin .detrimento de la salud. Los quince últimos eran los que precedían al terrible trance de los exámenes. En aquel período se desplegaba la concienzuda actividad con que los gallegos ponemos en planta lo que se conoce por tvasacuerdo. Allí el intelecto se prensaba y apretaba, y la memoria se estiraba, almacenando en ella á escape especies é ideas, como los viajeros descuidados amontonan á última hora ropa en los baúles. Allí era el tomarse las lecciones unos á otros, inscrustándolas en la retentiva hasta poder repetirlas como papagayos. Allí el sudar, el maldecir de la larga holganza, el proponer mayor asiduidad para otro curso, el comer poco, el dormir menos, el soñar alto, el consultar el rostro del profesor como un barómetro, por si á dicha revela hallarse de buen talante y 38 Emilia Pardo Basán. estar propicio y dispuesto á consentir que pasen carros y carretas por el estrecho sendero del saber; allí las recomendaciones sin número, las intriguillas sin cuento, las influencias suaves y eficaces, y por último, hasta las respuestas de antemano escritas con lápiz en el blanco puño de la camisa de! examinando... Tras de angustioso purgatorio, vislumbrábamos el paraíso de las vacaciones. Así, yendo un año y viniendo otro, fuíme aficionando cada vez más á la libre vida estudiantil, que tiene fueros de gremio é inmunidades de cofradía. Ya no me curaba de despachurrar terrones, y ordeñar cabras y vacas allá en la montaña; ya comparaba con cierta fruición mis ropas de señorito y mis manos pulidas con el rústico arreo y las garras callosas de mis parientes. Más me divertían los espectáculos que toda villa, incluso Santiago, ofrece á la mocedad aturdida y casquivana, que los agrestes pasatiempos que encantaran mi niñez, á pesar de que en éstos me daba yo tono de personaje, y era el gallito de la reunión, subyugada por mi futura grandeza. Al acercarse octubre volvía á mi elemento, á Santiago. Aquello de pasarse las horas muertas en un cafetucho, teniendo una copilla de rom ó marrasquino delante y asido con la indecisa mano el seis doble del dominó ó la torre del ajedrez; aquel dar vueltas, al oscurecer, rebozado en derrotada capa, por los lóbregos soportales de la Rúa I'llscHill Lápiz. 39 del Villar, ó por las tortuosas curvas del Preguntón, saboreando la delicia que experimenta todo español de raza al pasearse sin objeto ni necesidad; aquel entrarse de rondón por un baile, si no de candil, por lo menos de quinqués mal despabilados, y danzar con juvenil ímpetu y elásticas piernas, hasta que falta el aliento ó interrumpe el placer una quimera, en que la gente artesana y la estudiantil vienen á las manos, y llueven mojicones, y menudean puñadas, y se reparten y reciben á bulto sin saber de quién, finalizando todo con la aparición de la policía; aquel apostarse en el pórtico de una iglesia ó en el hueco de un escaparate de tienda, saludando con requiebros á los lindos palmitos que cruzan garbosos y ligeros, ó con cuchufletas á las dueñas quintañonas que salen arrastrando los pies; aquel chillar, silbar y apostrofar desde la cazuela del Teatro; aquel salir en Carnavales de tuna con manteos y tricornios, y una cuchara y tenedor cruzado sobre la frente, cantando en festivo tono bulliciosas jotas... Niñerías eran y desahogos de los verdes años, que acaso no revelaban gran cultura; pero tan singularmente atractivos, que corrían días y pasaban semanas, y andaban meses sin que me cansase la bohemia y picaresca vida. Excusado es añadir que con ella fui dando razonables sangrías al bolsillo paterno. Cada vacación me llevaba yo sabido mayor número de tretas para explotar el filón de la credu- 40 Emilia Pardo Basán. lidad de los autores de mis días. Unas veces era que nos habían exigido que nos presentásemos en cátedra muy lechuguinos y peripuestos, lo cual demandaba cuarenta pesos para un traje de lo más exquisito; otras que una grave enfermedad me costara tanto de médico, tanto de drogas y cuanto de gallina en el puchero; otras, que siéndome insuficiente el alimento de la posada (mentira que andaba á dos dedos de ser gran verdad ), comprendía mi presupuesto partidas de queso, pan, vino y demás tente en pies; y, por último, así como el estudiante del cuento hizo de Marco Tulio Cicerón tres personas distintas, convertí yo cada autor de texto en varios autores. El corazón materno se ablandaba fácilmente con súplicas reforzadas de caricias y cucamonas, é iba soltando unas pesetejas y aun por ventura algún doblón de á cuatro muy envuelto en trapos ó papelitos: poca cosa todo, pero mucha para la hacienda de mis padres, que si en su aldea vivían ancha y holgadamente, y pasaban plaza de Fúcares, no podían, sin embargo, estirar algo el pie sin sacarlo fuera de la manta: ley común en Galicia, cuya propiedad está muy fraccionada, y donde 110 existen los caudalazos saneados de Castilla y Andalucía. Con toda su escasez, las dádivas así recaudadas me sobraban á mí para darme tono y triunfar entre mis compinches. Estos no pertenecían enteramente á aquella clase de hambrones que viven de Pascual López. 13 un poco de caldo y tocino, cuando no de la gracia de Dios, y que á la luz de una torcida empapada en saín estudian como benedictinos; ni tampoco eran de los privilegiados alumnos de Minerva que se alojan en la mejor fonda ó casa de huéspedes, encargan ropa á Madrid, y visitan á los profesores dejándoles tarjetitas de cartulina inglesa. Representaban mis compañeros la mayoría mesocrática; mozos á quienes su familia mantenía sin estrechez, pero sin asomo de lujo; provistos de lo necesario y privados de lo supérfluo; que contaban con puchero y capa, mas no con café, licores y levita flamante. Por ende, el que sentía en el bolsillo del chaqué la grata pesadumbre de un duro, miraba á sus colegas de alto á bajo, hablaba gordo, convidaba y era momentáneamente el jefe de la partida. Hartas veces lo fui yo, merced al derecho divino de la moneda de á veinte. Pero así como no hay mal que cien años dure, tampoco no hay embuste que al fin y al cabo no llegue á descubrirse, por raro é imprevisto modo. Sucedió que mis padres, no sé en qué forma, llegaron á enterarse de que mi conducta no era fiel trasunto de la del estudiante aplicado y metódico, y de que las asignaturas perdidas á pretexto de enfermedades no lo fueron sino por mucha holgazanería y mayor descuido. Recibieron tales informes á mediados del año escolar, precisamente cuando me hallaba más embebido en jaranas y 42 Emilia Pardo Basán. francachelillas. Vivíamos entonces en fraternal consorcio bajo el techo de una misma posada cuatro mozalvetes, de los cuales tres arribáramos, no sin muchos tropezones y caídas, á los primeros años de medicina: y digo á los primeros , porque aprovechando la libertad de enseñanza proclamada recientemente, mezclábamos asignaturas de dos años diferentes. De perlas nos venía el oleaje del río revuelto, porque nos proponíamos tentar el vado en muchas clases, q u e , á mal dar, siempre despacharíamos seis ú ocho siquieja. El cuarto comensal estudiaba, digámoslo así, farmacia, yestaba ya en tercer año; era este tal nuestro decano, mentor y bufón en una pieza: el que nos enseñaba ácontestar con descaro en los exámenes, á disertar un cuarto de hora sin decir nada entre dos platos, á hurtar á la patrona algún fiambre culpando al gato inocente, á todo género.de diabluras en fin. Llamábase Cipriano, y era avellanado y enjuto, de largos dientes y ojos burlonísimos. El resto de nuestra tribu se componía de un bendito, víctima expiatoria y blanco pérenne de nuestras chanzonetas; muy cerrado de mollera, muy terco, pero excelente en el fondo, y ai cual venía de molde su nombre de Inocencio; y de un jaquetón, robusto y fornido, completamente inepto para el estudio, pero maestro en púnalas, capaz de deshacer una mesa con un dedo, y á quien sus admiradores llamaban Manuelón. Acaeció pues, que cierta mañana, á la hora en que Pascual López. 13 debíamos hallarnos como científicas abejas libando la biblea miel de la doctrina, no estábamos todos atro sino muy orondos y repantigados en nuestros fementidos lechos, los cuales ocupaban un catranchón á manera de dormitorio, en que nos iiabía juntado no sé si nuestra amistad ó la economía de la patrona. Imperaba en la habitación el n.ás pintoresco desorden. Hallábase perfumada la pieza con infame esencia de tagarnina , con tufillo pábilo de sebo; sembrada de prendas de ropa por aquí y por acullá, de botas en mal uso y de al. a libro nuevecito abrigado bajo venerable capa polvo. La lluvia, á impulso de las ráfagas de viento, hería y bañaba los cristales de la ventana, y con ruido cadencioso y monotono escurría de las canales á la calle. Nosotros nos relamíamos de gasto tratando de necios á los que á despecho del nporal dejaran las regaladas plumas por el duro asiento que la diosa sapientísima brinda á sus hii. Colocáramos nuestros catres de manera que las cabeceras formasen los lados de un cuadrado, yo centro era la mesilla de pino: y echados boca abajo, los codos descansando en las almohadas, y con luz encendida, que otra cosa no consentía lo curo del cielo, jugábamos á los naipes bien haría a hora. La de las diez podría ser y nuestra animación se r velaba en risotadas, chanzas, dicterios y reniegos; . como de costumbre hacíamos infinitas trampas 44 Emilia Pardo Basán. al bueno de Inocencio, que estaba ya cariacontecido y mohino. De improviso vimos abrirse la puerta, pareciendo en su marco una cosa que casi nos trocó en estatuas de sal: y sin embargo no era fiero basilisco, espantable gorgona ni fatídico convidado de piedra, sino el manteo lustroso, la prolongada teja y los pies hebilludos de un canónigo de la metropolitana Iglesia en que se guardan los restos del patrón de las Españas. Entró y su primer cuidado fué abrir el chorreante paraguas que sin duda por atinada precaución no quisiera dejar en la antesala , y colocarlo en un ángulo del cuarto, de manera que escurriese en debida forma. Y después, con pastosa y profunda voz, verdadera voz de iglesia, dirigióse á nosotros, que debíamos de parecer papamoscas según estábamos de quietos y absortos, saludándonos con un: —Felices días nos dé Dios. Beso á ustedes la mano. — El mismo silencio y suspensión por nuestra parte. —Siento mucho haber interrumpido á ustedes, pero traigo un asunto urgente, que no admite espera. Y nosotros tan embobados. Eramos al cabo pobres diablos, que habíamos visto el mundo por un agujero. Al fin Cipriano, que tenía más camándulas y desvergüenza, rompió el hielo exclamando: —Usted dispense. Como estamos en un traje así tan de confianza... (á él se le salían los codos por Pascual Lópiz. 45 una almilla de franela, nada limpia.) Si usted quiere sentarse... ahí no, en esa silla no, que no está sana... en esa tampoco... Estará usted mejor en ese baúl. El canónigo permaneció cruzado de brazos y con gesto severo. Era hombre de vigorosos miembros y recias proporciones, de procer estatura y pobladas cejas, que traía á la memoria ios prelados batalladores que rechazaron de nuestras costas á los normandos. Todo Santiago conocía á aquel canónigo, de quien se contaban rasgos de valor y fuerza en su juventud, si bien desde que la nieve de los años cubría su sien , nadie le viese hacer más vida que la del sabio de fray Luis de León, que se la pasa á solas, ni envidiado ni envidioso. Si algo pudiera revelar en él al bizarro lancero de Cabrera, serían las inflexiones varoniles de su voz en el coro y el fuego que á veces despedían sus ojos tras de la aguileña nariz. A mí en aquel momento me pareció torvo y terrible su ademán, cuando pronunció: —No pienso gastar mucha prosa, y para lo que tengo que decir puedo hablar de pie. ¿Cuál de ustedes se llama Pascual López? — Servidor de usted,—contesté balbuciendo. — Por muchos años. Pues ha de saber usted que yo conozco á su padre, á su madre, á toda su familia, y no es porque esté usted delante, pero son gente muy de bien. Su madre de usted y el difunto marido de mi hermana son de la misma parroquia, 4 6 Emilia Pardo Basán. y mi hermana se pasó alguna temporada cerca de su casa de usted. Repuestos ya todos de la sorpresa pueril de un principio, cobró Cipriano su gárrula locuacidad y desparpajo de costumbre; y alentado del tono más benigno del canónigo, dio suelta al buen humor que le retozaba en el cuerpo con estas frases. — Señor canónigo, ya comprendo por qué se ha molestado en visitar este palacio. Usted vendrá sin duda á t r a e r á Pascual, de parte de su familia, algo de cumquibus. Buena falta que le hace; no podía usted llegar en mejor ocasión. Repare usted el estado de sus botas. Y señalaba las suyas propias, que se reían insolentemente á pocos pasos. El canónigo frunció sus cejas anchas, con no menor majestad que el Júpiter de Homero, y se adelantó hacia mi lecho, haciendo temblar el piso bajo la carga de su corpulencia y de las firmes pisadas de sus pies calzados con flojo zapato, sobre que resplandecía la hebilla de plata lavada por la lluvia. Gravemente se encaró conmigo diciendo: —Bien se ve que es muy cierto cuanto me dicen sus padres acerca de los malos pasos en que usted anda, y de las peores compañías que frecuenta. A las diez de la mañana, jugando y con mocitos descarados... Ea, sírvase poner los huesos de punta, que ya va siendo hora de almorzar y yo estoy en ayunas, si de pecar no. Pascual López. 13 - S í usted gusta, —dije todo aturdido,—se le hará aquí chocolate. —Usted es el que va á tomarlo conmigo, y sin demora. Vístase usted: cuanto más pronto mejor. —Es que... —Yo me colocaré de modo que no le impida levantarse con libertad. Encaminóse á la ventana volviéndome la espalda, y pegó el rostro á los vidrios turbios, puercos y ofendidos de las moscas, en que para mayor adorno y claridad pegáramos estampas recortadas, un general Prim á caballo, varias aleluyas y unas majas de un cajón de pasas. Desde allí recreó sil vista con la perspectiva de las casas fronteras. Mis compañeros me hacían señas y guiños, aho. indo sus carcajadas y murmullos con la sábana y la manta. Cipriano reía, pero Manuelón, que gastaba sus ribetes de avanzado, gruñía descompasadamente y enseñaba ios puños al canónigo, que por supuesto no podía verle. Yo no sabía lo que me pasaba, pero no dejé de echar una pierna fi:era de la cama, y tras de la una la otra, acabando por vestirme en un santiamén. Terminado que hube me llegué al visitante, murmurando con ejemplar sumisión: —Aquí estoy para lo que usted guste mandar. -—¡Pronto despachó usted! Pero, ¿ha recogido usted sus trastos, los libros y el equipaje? La cria- 4 8 Emilia Pardo Basán. da está aguardando por orden mía para llevar la maleta. — ¡La maleta! — ¡La maleta!—replicaron tres voces.—Y Cipriano, vuelto serio, y aun con malos modos, gritó:—¿Pero qué, se lleva usted á Pascual? Al paso que Manuelón mugía con voz bronca:—¿ Tú te vas con él, grandísimo bárbaro ? (Era la forma cariñosa de su pena por perderme). —¿ Y á ustedes quién les ha dado vela en este entierro?—dijo el canónigo midiéndolos á todos, y particularmente á Manuelón, con desdeñosa ojeada. —Yo traigo órdenes de quien por derecho humano y divino manda en este mozo. Véngase usted, Pascual. — Pero así, de pronto...—objeté yo. — N o se necesitan preámbulos. Acabe usted de llenar su maleta. No se cuide de nada más: ya he hecho yo cuentas con la patrona. ¿Quiere usted que le ayude á liar el hato? Obedecí por máquina. Siempre impresiona la primera vez que los padres demuestran no ser de mazapán, y aunque el castigo no amenazaba ser espantoso, moralmente me producía lo que se llama saludable temor. Los bigotes de un guardia civil me impondrían menos que las cejas del canónigo. — Respetable señor,—dijo Cipriano incorporándose en la cama,—¿ no nos concederá usted siquie- Pascual López. 13 ra este día, para dedicarlo á la amistad? Mire usted que yo estoy afectado con esta marcha repentina, y que á Pascual las impresiones fuertes le hacen también daño. —Ya podían venirme á mí con que me dejase llevar de este modo por un cura, refunfuñó Manuelón. El canónigo les lanzó otra ojeada, y adiviné en el movimiento de sus cejas no sé qué tentaciones vivísimas, que particularmente tenían por blanco á aquel hércules provocativo que lucía sus brazos musculosos: mas prevaleciendo la dignidad.se volvió y no pensó sino en acelerar mis preparativos de muda. —Esos libros!... ¡Anda pues si tienen las hojas por abrir! ¡Bueno va! Esa capa no coge en la maleta: póngasela usted, que llueve... Vengan esas camisas... ese pañuelo puede usted dejarlo quedar sin cargo de conciencia: parece una bandera. ¡Loado sea Dios! Ya hemos concluido. Al cargar yo con el liviano peso de mi maleta, abastecida de todos mis trebejos, ví al canónigo que, echando hacia atrás el manteo con un movimiento enérgico de su nervuda mano, se fué derecho á la cama de Manuelón, y poniéndole la diestra sobre el hombro, con poca blandura, le dijo: —Usted cree, sin duda, que todo el mundo es de la misma laya que aquellos estudiantes de Tuy que, siendo tres, se dejaron moler las costillas por 5° Emilia Pardo Basán. usted, y además llamar neos y otros motes. Pues á fe que tanto vaya el cantarillo á la fuente que al fin se rompa. Acompañó estas palabras con la sonrisa casi benévola que la fuerza inteligente dirige á la fuerza material y ciega; y Manuelón, que aunque rimaba con Salomón no tenía nada de lo de ídem, quedóse como atontado palomino, abierta la boca y trabada el habla. Fui yo, entretanto, repartiendo un abrazo mudo y frío á mis coholgazanes; respondiéronme ellos con reiterados abur, adiós, que te vaya bien, chico, salud, hasta la vista; y un segundo después no quedaban en el camaranchón más señales de lo acontecido que mi cama vacía y varios regueritos de agua corriendo por el piso en el lugar que ocupó el paraguas del canónigo. II El cual y yo, saltando charcos y pisando lodos, y sin hablar palabra que digna de contarse fuera, llegamos á una casa de no mal aspecto, no importa en qué calle y número; y subida la ancha escalera con tosco balaustre de palo, atarazado de la polilla, llamamos y vino á abrir una dueña, cuya cara y rasgos me parecieron grosera copia de los del canónigo. Era como él, robusta y membruda, pero Pascual López. 13 faltábale la armonía y proporción del cuerpo que constituye la buena presencia. Gruesa y arrebatada de color, afeábanla dos parches en las sienes, y en vez de los argentinos mechones que se escapaban del solideo del canónigo, traía ella el pelo pegado y alisado, y encubiertas las canas con no sé qué artificios de hollín y peine de plomo. Estas particularidades reparé después, que así al pronto no pude notar más que la mezcla de dueñesco repulgo y melifluidad, y de rudeza hombruna, que caracterizaba á la hermana del canónigo. Ella salió, con los ojos curiosos y escudriñadores, y el ademán solícito. Don Vicente {que ya es tiempo de dar al canónigo su nombre) la dijo, en vez de saludarla, esta lacónica frase: —Dos chocolates. La dueña se escurrió pisando blandito, á pesar de su humanidad voluminosa; y D. Vicente me hizo entrar en una desahogada pieza, descansando él en un antiguo sillón de baqueta y señalándome á mí una silla de paja de Vitoria. Vivo era el contraste entre el camaranchón que acababa de abandonar y el sitio en que me hallaba. Cuanto allá de incuria, desbarajuste y desaliño, notábase aquí de primor, pulcritud y orden. La mesa escritorio, de antiguo nogal bruñido por el uso, relucía como barnizado ébano; la maciza escribanía de plata, como pluma de cisne; el cuadrito, de plata también, que representaba al Apóstol matando moros, cega- 52 Emilia Pardo Basán. ba con su resplandor y con los destellos de la espada y bandera del santo, que eran sobredoradas lo mismo que los turbantes de los infieles. El estante, abrumado bajo el peso de voluminosos infolios cubiertos de pergamino, templaba con su severidad el aspecto risueño de la salita, por cuya ventana se veían asomar los pámpanos de vid y las ramas más encopetadas de los árboles de un jardinete. En la piedra del umbral de la ventana, una gata maltesa, acurrucada y hecha un ovillo, se refocilaba aprovechando un pálido rayo de sol, que á dicha rompía las grises nubes haciendo danzar luminosos átomos en la atmósfera apacible de la habitación. Sentárase D. Vicente, como dije, en el sillón á un lado del ancho pupitre, y yo enfrente en la modesta silla. D. Vicente tecleó un rato sobre la tabla del escritorio, como si buscase una fórmula oratoria; y finalmente, clavando en mí los ojos: — Supongo —me dijo—que ya usted se figurará que para hacer lo que hice, tengo facultades desús padres, que me ruegan practique la obra de misericordia de mirar por usted y apartarle de malas compañías y peores aventuras. Mucho ha apesarado usted con su porte á esos padres, después que ellos le han favorecido tanto no poniéndole á arar como á los otros hermanos, sino dándole buena y lucida carrera. No estoy yo por eso de sacar á los chicos de su clase, como no muestren grandes dis- Pascual López. 13 posiciones; pero hoy en día, no hay arroyo que no quiera ser Guadalquivir. —Sin embargo...—objeté confuso. —Bueno, bueno; yo no soy tampoco hijo de conde, ni de marqués, sino de un pobre labriego, y por bondad de Dios llegué á esta categoría y dignidad altísima: pero es harina de otro costal, mocito. Antaño estudiábamos lo poco ó mucho que se exigía, á conciencia y con fundamento: no nos echaban encima tanta balumba de cosas inútiles, y lo concerniente á nuestra carrera á fuerza de laboriosidad lo embutíamos en los cascos, que no lo arrancaran de allí poleas. Yo—en buen hora lo diga—gasté mucho aceite, y rompí el paño de los codos, pero supe mi obligación; y á no haber sido por ciertas circunstancias... pero esto no es del caso. Además yo tenía vocación verdadera... ¿Y usted, la tiene de médico? Respondíle broncamente: —Si usted llama vocación, así... á un entusiasmo, á un delirio... eso, no señor. No me repugna, y basta. —Está usted en un error... ¡Qué ha de bastar! Sin afición no se estudia, y sin estudiar no se sabe. ¿Lo oye usted? No se sabe, digan lo que quieran esos flamantes sabiondillos de ahora, que en menos que canta un gallo, se calzan la ciencia universal, ¡Palabrería! Si usted no piensa dedicarse formalmente á aprender, mejor será que se vuelva con el arado. 54 Emilia Pardo Basán. -—Pero señor, la mayor parte de mis compañeros están en el mismo caso que yo... —Pero no corren de cuenta de Vicente Prado. Usted va á estar bajo mi vigilancia, y, por consiguiente, vida nueva. Usted estudiará y asistirá puntual á clase. No me ha de perder usted una. — Lo que es una sin remedio tendré que perderla. — ¿Cómo se entiende? —Porque simultaneamos. —¡Simultanear!—gritó el canónigo tragándome con los ojos y poniéndose del color de la escarlata. — ¡Simultanear! Así salen ustedes en dos años hechos Sangredillos de tres al cuarto, homicidas con diplomas é impunidad segura! Así dicen ya las gent e s : ¡Médico de revolución, prepara la Extremaunción! No , no, caballerito, yo no paso por eso, ni puedo pasar en conciencia. Usted ha de seguir su carrera como Dios manda, año tras año y con método; sino estamos mal. No sé si fué el enojo pintado en el semblante del canónigo ó el tono mandón que empleaba lo que me mortificó y movió á replicar: —Pues, la verdad, no sé cómo mis padres han autorizado para tanto á personas extrañas. Ya ve usted que se me sigue perjuicio, y á ellos también; tengo el año empezado, y á fe que primero coja el azadón y la guadaña, que sujetarme á ciertas exigencias. La escarlata de la frente de D. Vicente subió á PascualLópez,63 13 púrpura oscura, sus ojos ardieron y su boca se abrió, sin duda para dar paso á coléricas razones, cuando en el mismo punto resonaron ligeras pisadas , cedió la puerta y vi entrar una persona llevando la bandeja de los humeantes chocolates. Era una mocita como de dieciocho primaveras, espigada, pero de mediana estatura; vestía repulgado y plegado hábito dei Carmen, de estameña, ceñido al airoso talle con reluciente correa de charol y ornada la manga izquierda con el coronado escudo de plata; llevaba el cabello partido y alisado y cayendo en luengas trenzas, ála labradoresca usanza. Ataviada así, sonrosado el rostro, bajos los párpados y sosteniendo en ambas manos gallardamente la bandeja, parecióme la recién entrada niña un milagro de donosura, y más cuando la oí decir, con peregrina modestia y una vocecita de almíbar: — Muy buenos días nos dé Dios. A que contestamos D. Vicente y yo: —Santos y buenos. Se acercó ella á la mesa, y depuso su carga con diligencia singular, esgrimiendo unas manos que diputé al punto por copos de apretada nieve. Ante cada uno de nosotros dejó cumplida jicara de chocolate macho, cuyos efluvios aromáticos y vigorosos confortaban; obra de seis rebanadas de pan tostado; hasta tres almendrados finísimos de Belvís; un enorme vaso del agua sutil y clara de Santiago; en el cóncavo del vaso, disolviéndose, un 56 Emilia Pardo Baziin. robusto azucarillo moreno, y gruesa servilleta alemanisca, que trascendía á ropa limpia y á espliego; hecho lo cual salió del aposento con la misma ce' leridad y silencio con que entrara. Entonces hizo explosión, como comprimido volcán, el enfado de D. Vicente. —¿De suerte —prorrumpió sin curarse de la tentadora jicara—que se empeña usted en ser, á toda costa, un holgazán y un perdis ? ¿ De modo que está usted totalmente maleado? Si yo fuese padre de usted ya sé cómo había de traerle á la razón: que la letra con sangre entra, y las blanduras pierden á no pocos. Pero una vez que no puedo enteramente asumir el sagrado carácter que da la paternidad y usted se propone vivir como las bestias, in quibus non est mtelkcto, escribiré hoy mismo á su familia, diciéndole su resolución y añadiendo que está usted empedernido. i Empedernidos diablos me atenaceen, si pensaba á la sazón en cosa alguna más que en la gentil portadora de la bandeja! Las desabridas palabras de D. Vicente me volvieron á la realidad. Recordar punto por punto el anterior coloquio; hacer memoria de que D. Vicente tenía una sobrina llamada Pastora, cuya fama de hermosura llegara á mis oídos estudiantilmente exagerada; pensar en que el tío de esta criatura se estaba brindando á ser mi guía y director, y que por ende me sobrarían ocasiones de visitar la casa que tal tesoro guardaba, Pascual López, 57 cosas fueron que escribo despacio, pero que calculé y enlacé con presteza eléctrica. Y con la misma mudé rostro, ademán y hasta voz, diciendo humildemente: — Le pido por Dios que no lo haga, señor, ni dé ese amargo trago á mis padres; que yo, si por malos de mis pecados fuí hasta hoy un haragán, estoy arrepentido y me pesa, y propongo muy de veras corregirme y seguir sus instrucciones de usted. No se dirá que tuve la suerte de dar con una persona que por mí se interesa, y que he pagado mal su bondad. Perdóneme usted lo que hablé; estaba acal o r a d o , porque así, ai pronto... Pero conozco que le sobra á usted razón. ¿A dónde iría yo, hecho un ignorante? No, señor, usted la acierta; vida nueva. A medida que discurría yo despejábase la frente del canónigo, serenábanse sus facciones y brillaba en ellas tal contentamiento, que me iba dando vergüenza de mi falacia, y proponía en mi corazón hacer todo cuanto ofrecí. Finalmente dió muestras D. Vicente de hallarse aplacado, ensopando una tostada en la jicara, en lo cual le imité. —Sí señor—proseguí.—También es cosa que no gusta eso de tener que andar buscando empeños para salir airoso de un examen. Mejor es trabajar y ganarse los grados. —¿Lo comprende usted? Es lo que yo quiero inculcarle. Hay que tomar la profesión á concien- 5« Emilia Pardo Bazán, cía, y lo demás es patarata. ¡Mucho dure el buen propósito! Que no sé si se quedará en agua de cerrajas. De usted depende el cumplirlo: usted no es lerdo: si quiere, facultades tiene. Por de pronto, vamos á lo esencial. ¿Debe usted algo? — Sí... no..., es decir, á la patrona. — Con esa ya ajusté yo cuentas. ¡Buena alhaja! — El zapatero de la esquina del Mercado Viejo me hizo estas botas altas... — El zapatero. ¿No hay más? Verá usted... En el café de Mariano... como solemos jugar al dominó... —¿Y no hay libro de cuarenta hojas? ¡Todo es nonada, comparado con los naipes malditos! Tiene usted contraído vicio? Porque hoy he visto... — No señor, era la brisca, entre nosotros, por pura broma... á habichuelas... —Por broma pase... ¡pero cuidado, cuidadito! ¿Y libros? ¿ Tiene usted todos los del año? — No, eso no... Entre los cuatro reuníamos todos; pero naturalmente, no traje sino los que me corresponden. — ¿No le dan á usted sus padres dinero para libros? —Sí, pero... — N o diga más. Con aguas pasadas no muele molino: pero ¿para cada cuatro un libro? ¡Madre mía del Socorro, mientras tres holgaban, estudiaría uno Pascual López, 59 —Alternábamos... - E n roncar y perder el tiempo. Ni jota sabían ustedes de la asignatura. Bueno, ya pasó; pero desde ahora... Otra cosa tengo que preguntar á usted, y es materia algo delicada. Advierta que tengo poderes de sus padres, poderes amplios... que si no... —Diga usted, diga usted. —Pues... (D. Vicente se bebió un copioso trago de agua) sus padres temen, y me han encargado que averigüe si tiene usted algún enredo, de esos que á au edad... En fin, usted me comprende. —Sí, sí, comprendo-repuse con sinceridad y viveza.—No, no tengo cosa mala que ocultar. - A Dios sean dadas gracias. También me encomiendan, como es justo, que mire porque usted m descuide sus deberes religiosos. Enmudecí. Para no mentir y ser leal, fuerza me era declarar que largo tiempo hacía no iba á misa, sino del pórtico afuera, en donde me recostaba pasando revista á las devotas. No obraba yo así por irreligiosidad, ni por sistema, sino más bien por descuido, pereza y rutina. Pero se me hacía cuesta arriba declararme al canónigo. - M u y callado se queda usted—dijo éste gravemente, rechazando el pocilio del ya sorbido chocolate, y limpiándose la boca con la servilleta doblada. -Diré á usted... Algunas misas he perdido, pero mucha culpa de ello toca á mis compañeros, que se 5« Emilia Pardo Bazán, reían de todo lo relativo á Iglesia. Por librarme de su chacota... — Dime con quién andas, te diré quién eres; las manzanas podridas dañan á las sanas. Pues en ese asunto es preciso que usted ponga tiento, porque no quisiera yo encargarme de mirar por ninguno de esos mancebitos desalmados de hoy, costales de impiedades, pervertidos por las malas ideas que corren. Eso no. Y mire usted que en su casa no deben de haberle dado tal ejemplo. —Así como pienso enmendarme en lo demás,— respondí—me enmendaré en eso. — Ojalá. Mala escuela ha tenido: ahora le será á usted más difícil tomar hábitos de orden, formalidad y buenas costumbres. En fin, usted afirma que va á ser otro hombre: ¡Dios lo quiera! me sería muy doloroso tener que desesperar de su conversión. Dijo esto último en tono agridulce, del cual vine en conocimiento que mi tibieza y negligencia le habían parecido de mal agüero, y pesóme de ser franco, como á Gil Blas con el arzobispo de Granada. Yo, allá en mis adentros, me sentía más reo de pereza y flojedad que de otra cosa, y muriendo por congraciarme con D. Vicente, pronuncié con contrición doblada: — Señor, no soy mal cristiano, aunque remiso; y no es posible que deje de conducirme bien, viviendo con usted y en esta honradísima casa. Pascual López, 61 _ ¡ E n esta casa! ¿Y quién le dijo que iba á estar en esta casa? -¡Adiós mi dinero!—pensé para mi coleto, y como edificio de naipes se vinieron al suelo en un punto mis risueñas esperanzas y se volcó el cantariiio de la lechera. Debí de mostrar rostro asaz turbado y compungido, puesto que D. Vicente añadió con más benignidad: -Bien quisiera yo poner así á salvo su mocedad, y hacer ese servicio á su familia; pero me lo vedan razones muy obvias. Tengo á mi lado, como usted ha visto, hermana y sobrina; esta última doncella, sin más dotes ni galas que su recato. Ya entre, según piensa, en el convento de la*Enseñanza, ya mude de propósito y elija otro estado, no me parece que deba vivir bajo el mismo techo que un mozalvete. Las lenguas maldicientes poco necesitan para sajar y hacer picadillo de las honras. Pero no se apure: ya he procurado para usted más decente albergue del que deja. No lejos de aquí vive una señora buena que admite pupilos, no por hacer negocio, sino para ayudarse á pagar la casa. Serán ustedes no más tres huéspedes, y todos moros de paz; no le maltratarán la ropa blanca como en aquel tugurio, y su cuarto no parecerá un hospital robado. Aún departimos algún tiempo el canónigo y yo, él doctrinándome con sabios consejos, yo respondiéndole sumiso, pero con el pensamiento en otra 5« Emilia Pardo B a z á n , parte, porque las nuevas del monjío en ciernes de Pastora me escarabajeaban en el alma. Despidióme, en fin, asegurándole yo que sabría encaminarme solo al redil que me buscara su solicitud. Encargóme el que viniese con frecuencia á darle cuenta de mis adelantos y conducta: lo que le prometí de muy buena gana. Con esto salí á la antesala, y me disponía á levantar el picaporte para irme, cuando un suave ceceo me llamó desde la esquina del pasillo. Dióme la sangre impetuoso vuelco á impulsos de una desatinada idea que me asaltó; pero al punto me reconocí grandísimo sandio, pues quien me ceceaba no era sino la dueña. —Entra acá, Hombre,—dijo campechanamente, empujándome por los hombros á un cuartico, exornado de muchas estampas de santos con marcos de lantejuela, y amueblado con una cómoda alta en que descansaba una urna de palo de rosa que contenía una Divina Pastora de bulto, y una mesilla baja y ancha en que en gracioso revoltijo se mezclaban tijeras, dedales, carretes de hilo, prendas á medio repasar, retazos de cinta, hormillas, botones, cabos de cera y alfileteros. En los rincones había canastas con ropa blanca, fuelles, planchas y tenacillas de encañonar. —Entra,—repitió la matrona, que apartada de su hermano se mostraba más lenguaraz y entrometida que modesta.—A ver qué buen mozo eres. Esa santa bendita de tu madre no te mandó á ha- Pascual López, 63 cernos una visita, en tanto tiempo como llevas estudiando aquí. Pues bien sabe ella que nos queremos, y yo pasé por alli muy buenos ratos; ¿cómo están todos? ¿Y tu hermana la mayor, que tenía tres años cuando estuve allí? Miraba yo á la madre de Pastora, y hallábala bien diferente de su hija; pero la cordialidad del recibimiento me venía de molde, y propúseme no desperdiciar ocasión tan propicia. —Gracias á Dios no tienen novedad por allá,— contesté;—mi hermana casó con el hijo del tío Alberto del Soto. —Válgame Dios, ese era un labrador de los de punta cuando yo... —Y mi madre no me dijo nada de ustedes, ni de que estaban aquí; que si no, ya se vé que tendría mucho gusto en venir á verlas, y al señor D. Vicente... —Una persona de tan buen consejo, aunque me esté mal el decirlo; pero no hay en el cabildo otro más prudente. Y tú, claro, habrás andado como ya sabemos que andan ios estudiantes, metido en mil zahúrdas, sin sociedad de gente fina... Es una compasión como se educa hoy la juventud. En mi tiempo había tertulias, y se tocaba la guitarra, y se cantaban canciones, y se ponían acertijos y juegos de prendas, y se recreaban las gentes sin malicia; ahora van los muchachos á esos bailoteos, y si á mano viene gastan lo que no tuvieron nunca... 5« Emilia Pardo B a z á n , Me acuerdo, cuando yo era doncella de la señora marquesa de B... ¡qué buenos ratos! Tocaban las señoritas el clavicordio, que lo hacían hablar... y á eso de las ocho entraba un refresco... ¡cosa de gusto! yo sabía dirigirlo y arreglarlo tan bien , que la marquesa me decía sólo: Fermina, ya sabes; como siempre. Y ya contaba yo: tantos convidados, tantas onzas de chocolate: tres bizcochos para cada uno, dulce de guindas á proporción... L a locuacidad de doña Fermina, rompiendo vallas y saltando diques, se desbordaba. Propáseme llevar con paciencia las flaquezas de la dueña, oyéndola como quien oye llover. Pero no había treta que bastase, porque sin dejarme el recurso de pepsar en las musarañas, me llamaba la atención hacia otro punto. — ¿Pero qué estás mirando?—me decía.—¿Miras esa imagen de la Pastora? Pues has de saber que la compré de lance, y así y todo me costó siete pesos: es cosa fina. Repara que los borreguitos son de cristal y los árboles conchitas, y el vestido de la Divina Pastora es raso, con mucho bordado de oro... ¿No ves qué sombrerito de paja tan cuco? ¿Y qué propios están esos pescados de cera que nadan en ese río de hojadelata y talco? Y la cara de mi Madre bendita, ¡qué preciosísima es! Dicen que se da un aire con mi hija... No podía yo meter baza, ni menos sumirme en mis pensamientos; la charla seguía desenvolvién- Pascual López. 65 losey girando, como un ovillo por cuyo cabo se tira. Además de los anteriores temas, que nunca se agotaban, acribillóme doña Fermina á preguntas acerca de mi vida, mis amistades, mis propósitos, y la reprimenda que me había administrado D. Vicente; describióme al pormenor mi nuevo alojamiento, 4carácter de la patrona doña Verónica, ei de los íuéspedes, y hasta no sé si el color de las colchas i?el dibujo de las toallas, y vine en conocimiento 3e que Doña Fermina no ignoraba nada de cuando no le iba ni le venía. Mareado, disponíame ya ítomar soleta, cuando acertó á entrar Pastora, y con ella el alivio para mis nervios y el gusto para mi espíritu. Saludámonos con cierto encogimiento y cortedad, y ella se sentó modestamente en su silleta baja, tomando al punto la labor, que según vi no era tejido de lizos de oro y seda, ni de orientales perlas recamado, sino las vainicas de unos anchos pañuelos. Noté que delante de su hija la lengua de doña Fermina andaba un poco menos suelta, ya porque el grave continente de la niña enfrenase su libertad demasiada, ya porque temiese decir algo que sonara despreciablemente en candorosos oídos. Ello es que se contuvo, tomó también las agujas de hacer media, y puso en actividad los dedos dando respiro á la laringe. A poco, madre, hija y yo terciábamos en familiar plática. 5 5« Emilia Pardo Bazán, III Era Pastora completamente distinta de todas las mujeres (no muchas ni muy selectas) que había yo tratado. No se advertía en ella el descoco y presunción de mis parejas en los estudiantiles bailes, ni menos la rustiquez zahareña de mis montañesas hermanas y compañeras de infantiles juegos. Finilla y dama por naturaleza, se mostraba al familiarizarse sencilla y alegre como paloma; y aun no le faltaban unas miajas de malicia, destinadas á templar gratamente la demasiada pureza de las líneas de su rostro, parecido al de una Virgen de cera. Tai infantil malicia endulzaba, á la vez, la excesiva corrección y regularidad del semblante, y la perspicacia extraordinaria del entendimiento; porque tenía Pastora un juicio tan vivo y claro á veces, y formulaba unas sentencias, que mal año para Séneca y cuantos maestros de filosofía produjo la antigüedad. Lo mejor del caso consistía en que no sacaba Pastora su ciencia de ningún libro, como no fuese del Año Cristiano, de la Leyenda áurea ó del Catecismo explicado del padre Mazo, únicos que en su poder vi; pues ni aun á las delicadezas místicas del Kempis se atrevía su biblioteca. De suerte que hay que creer que el recto dis- Pascual L ó p e z , 67 curso de Pastora nacía de una natural luz, propia de su alma, que muy brillantemente alumbraba su criterio. Yo confieso mi pecado: algunas veces, en presencia de Pastora, sentíame poseído de una impresión singular: antojábaseme que, aunque nuestras sillas se tocasen y la estameña de su hábito rozase el paño de mi capa, en realidad Pastora estaba lejos, muy lejos, allá en unas cumbres muy altas que yo escalar no podía. Borrábase esta aprensión, cuando alguna de las inocentes chiquilladas de los dieciocho años brotaba de sus labios, más rosados que las conchas que contrahacían flores en la urna de la Divina Pastora. Nada menos semejante á una hija de la civilización que aquella futura monjita. Jamás respiraron sus pulmones, hechos al grave perfume del incienso, la atmósfera turbia y malsana de los bailes de San Agustín, ni el polvo sofocante de la Alameda en un día de música; jamás tapó su cara virginal el antifaz encubridor que al velar el rostro rasga el velo de la vergüenza; jamás deshonró su perúginesca cabeza moño ni perifollo alguno, ni más afeite que la clara linfa de las fuentes, con que alisaba el sedoso cabello; jamás trocó por manto de blonda la graciosa mantilla de tira, de terciopelo y paño, que tan bien sentaba al óvalo de su faz, realzando con el contraste lo delicado de su cutis; jamás afeó su cuerpo traje á la moderna, con pabellones, volantes ó lazos, sino el ceñido 5« Emilia Pardo B a z á n , hábito de lisa falda y plegado corpino, que dibujaba con púdica reserva las ondulaciones de su ligero y garboso talle. Es cosa bien llana que los estudiantes, que tienen ojos de lince para atisbar á l a s muchachas bonitas, no dejarían de haber rondado á la sobrina de D. Vicente; pero así paró ella mientes en los galanes que acechaban su ida á misa y á la novena, como en los habitantes de los antípodas. No existía en Santiago alcázar más inexpugnable que el del recato de Pastora, ni cosa más proverbial que su recogimiento y modestia: buena prueba de ello era el que juntas hubiesen llegado á mí, caminando por no muy comedidas bocas, la nueva de su honestidad y la de su hermosura. Así fué que al pronto no me atreví yo á cortejarla declaradamente. Me presenté tímido, respetuoso, rendido y prendado: y no sin orgullo vi que iba ablandándose aquel corazoncito y resbalando aquella voluntad por la pendiente florida y suave á que yo la atraía. Aunque sirve el amor propio de natural ceguera, todavía no puedo persuadirme de que la vocación monástica de Pastora fuese entonces verdadera y profunda, llamamiento eficaz al estado religioso. Imagino que la paz y sosiego ociosos de su espíritu , el carácter arrebatado y difícil de su madre, la devoción espontánea, el cariño y halagos de las monjas, le sugirieran la idea de enclaustrarse, considerando el convento más bien como Pascual López, 69 un lugar de reposo que como el paraíso del alma. Por mucha estima en que yo me tenga, no me parezco capaz de turbar un pecho en que ya anidó la gracia, y que exaltan los transportes del amor divino. Colijo pues, que Pastora no sostuvo lucha ni combates consigo misma, ni experimentó remordimientos por desoir la voz de lo alto. Insensiblemente se fué aficionando á mí, y nos hallamos al cabo novios. No nos faltaron ocasiones de pelar la pava y de departir largamente. Doña Fermina era un Argos muy poco vigilante, amén de que tenía sus quehaceres y devociones, que la forzaban á salir, y su incansable lengua, que la impelía á ir en busca de vecinas y comadres para dar desahogo á la plétora de palabras que la sofocaba. D. Vicente había distribuido sus horas entre coro, siesta, rezo, paseo y lectura, de modo que me era facilísimo sortear las mías para no encontrarle. Es de advertir, porque no padezca menoscabo la limpia fama de mi Pastorciiia, que aquel nuestro afán de coger las vueltas á sus guardianes, no nacía de propósito alguno menos honrado y comedido: antes al contrario, como desde que conocí á Pastora la tuve por propia y adecuada para esposa legítima de un futuro medicastro, y como tal la puse allá en mi interior más alta que los cuernos de la luna, mi primer cuidado fué informaría de mi honesto propósito, y desde aquel punto no nos igualaran en mu- 5« Emilia Pardo B a z á n , tuo respeto y confianza los más pulcros futuros ingleses. Pura niñería era lo de querer que nadie oyese nuestros coloquios; porque en verdad, según su inocencia, pudiéramos pasarlos en mitad de la calle. A Pastora la defendía su secillez y candor; y yo, aunque algo maleado por el roce y por mis adocenadas aventurillas, no tenía en el fondo mucho de Tenorio. Por otra parte, en nuestros amoríos no fermentaba la menor levadura de sentimentalismo, y nos tratábamos con aquel desahogo y llaneza que suministra la conciencia tranquila. Obsequiaba yo á Pastora indistintamente con claveles y camelias, que cogía en alguna huerta de los arrabales, ó con canastillos de hojaldre y barras de alfeñique compradas en la confitería; y ella así me pagaba con un escapulario bordado ó con una mata de malva-rosa, como remendándome los desgarrones de la escolar capa. Todo el tiempo se nos iba en hacer planes para el porvenir, ó en ajustar la cuenta de la lechera. Yo levantaba canastillos de naipes, y Pastora con un soplo de buen sentido los echaba á tierra. • —Mira, —solía decirle presentándole un espejillo que colgaba de un clavo en el cuarto de su madre:—mírate, tonta, qué bonita eres. ¿Y aun te atreverás á decir que no has de salir nunca de ese hábito y de esa mantilla de tira? —¡Anda! Más mérito es que sea bonita así. ¡Bra- Pascual L ó p e z , 71 va hazaña haría en estar guapa, sí me pusiese arrumacos y perendengues y aretes de piedras en vez de éstos! Y tocaba riendo sus orejas, en que dos hebras de seda verde hacían resaltar lo nacarado y menudo del lóbulo. —¡No, pues cuando seas médica, ya te mando yo que has de gastar blondas, y cola, y abrigo de terciopelo! No faltaría más. —¡já, já! ¡abrigo de terciopelo! ¿Quien te verá, Pastora? (Y hacía ademanes de dama remilgada que anda contoneándose, con las manos pendientes y los brazos tiesos y desviados del cuerpo). —Mira, cada uno debe vestir como quien es. —Conversación! ¿ Y quiénes somos tú y yo, Pascualito? Vaya unos príncipes y unos peruleros! Sí, que ayer nos cayó el premio gordo de la lotería. Si el Señor nos concede patatas y tocino para guisarlas, mucho deberemos á su incansable bondad. Y nunca nos falte. —Cuando yo sea médico... —Va largo. Digo, si es que tú no te das otra mana, hijo. Pascual, estudia, estudia, Pascual, que si no tendremos que irnos á tu tierra á cebar bueyes. Y gracias si como labradores vivimos honradamente, sin depender de nadie más que de nuestras manos. —Pero mujer, si cada vez me entran menos en la chola esas malditas asignaturas. Por compla- 72 Emilia Pardo Baziin. certe á tí y á tu tío, voy llevándolas con orden, y aun me aplico, vaya si me aplico! Pero no hay día en que no vea graduarse en un santiamén á otros que saben tan poco como yo, y me lleva pateta. Ya podía yo estar concluyendo la carrera; ¡mira qué gusto! —¿Sin saber nada? —Pues sí, que los que salen son unas notabilidades. —Pero hombre, para eso, mejor era que no hiciesen la farsa de ir á sentarse en aquellos bancos. Bueno estaría que el tío, que es canónigo, no supiese decir misa, ni teología, ni latín... Y lo que yo digo: si á mí me dieran un papel escrito; ¿eh? en que declarasen que yo sabía zurcir muy bien, vamos, y tú fiado en ese papel me trajeses tu gabán á que le zurciese un siete, y por no saber no te lo hiciera, ¿qué dirías? — No es lo mismo. L a práctica... —Ya; después que mates un ciento, ¿sabrás curar una docena? — Tú no entiendes de eso. — E a ; pues tú tampoco. —Yo lo que te digo es que me hierve la sangre de impaciencia por ser médico, y que nos casemos... —Y que nos muramos de hambre, porque no tendrás enfermos... Mira, Pascual, yo vivo de cualquier modo, porque, aunque boba, bien se me al- Pascual L ó p e z , 73 canza que al que se contenta con poquito todo le sobra. Pero tú, que ya estás soñando ahí con blondas y rasos, y que además eres aíicionadillo á mil menudencias y primores... Vaya, el que quiera cierl ts cosas que las gane. —No sé cómo á tí no te entusiasma la idea de ir de mi brazo al paseo, al teatro... —¡Teatro! Haya para la olla, y daréme con un canto en los pechos. —Te digo que hemos de vivir como archipámpanos. ¡Verás cómo te gusta el teatro! ¿No fuiste nunca? —¡Quiá! Dice el tío. que es un espectáculo muy inmoral y muy impropio de muchachas solteras. —¿Qué sabe tu tío? Apostaré á que en su vida b vió. —Sí tal, fué una vez antes de ordenarse, y volvió escandalizado. Más de mil veces habla de aquel lance. Dice que daban una función... ¿A ver si me .cuerdo? Era cosa de amores... ¡Ay! sí. Los Amantes del Teral ó Terel... —De Teruel... ¡Bueno! ¿Y qué tiene eso de inmoral? Eran dos que se querían, como tú y como \o, ¡mira qué cosa! Pues digo, ¡ si tu tío viese las que dan ahora nuevas! —No, ya dice él que, según lo que traen los periódicos, aquello era tortas y pan pintado en comparación de lo que hoy se estila. Ya ves como tiene 74 Emilia Pardo Baziin. razón, y una muchacha formal no debs poner el pie en esos sitios. —¡Qué seria s e m e queda usted! ¡Parece una doctora! ¡Los dedos te chuparías tú de gusto, sor Severiana, si oyeras una sola vez cantar el wals d e las c a r t a s en La Gran Duquesa! Y tomando un ovillo de hilo que hallé á mano, y colocándolo á guisa de carta ante mí, púseme á tararear. Oh carta adorada me hiciste feliz. — Pareces loco,—me dijo Pastora riendo de todo corazón. Yo así un hierro de la plancha, y blandiéndolo, grité: — Atiende, atiende, que ahora va lo mejor: Y zis zas, pum, yo soy el general Bum-bum, —Eso sí que lo aprendes pronto—exclamaba ella sin parar con su risa.—-Tales necedades se te imprimen enseguidita en la memoria; y en cambio lo que lees en los libros se va como el agua si la echasen en esa canasta de mimbres. A este tenor eran nuestros diálogos, nada semejantes en verdad á los de Isabel de Segura con Marsilla, que tanto asustaron in illo tempore á D. Vicente. Algunos días, fuese por el estado de la at- Pascual L ó p e z , 75 niosfera ó por el de nuestros nervios, armábamos camorra y quimera, á lo mejor, por un quítame allá esas pajas; que con ser Pastorcita una malva de ordinario, no dejaba, en ocasiones, de sacarlas uñas. Recuerdo que cierta vez llegué de improviso, y halléla con los ojos hinchados, la cara de juez, devanando activamente una madeja puesta en el argadillo. —Aquí estoy yo—dije al entrar—aquí estoy yo, venga esa madeja, que la tendré de rodillas y todo para que devane á gusto la señora princesa Micon:icona. •—No me hace falta. Muchas gracias—contestó Pastora sin alzar los ojos. —¡Uy qué vientos de cortesía soplan! Malo, malo. Sentéme en mi sitio de costumbre, y Pastora siguió con su labor, sin volver siquiera el rostro para mirarme. — ¿No me dices nada, mujer? —¿Y qué quieres que te diga? Habla tú. Levantéme, y con rápido movimiento sujeté entre las mías sus manos, al mismo tiempo que de un disimulado puntapié hice volcar el argadillo. —¿Qué confianzas son estas? ¿A ver?—dijo ella tratando de desasirse. —Hoy no se devana. —Pues. Vendrás tú á hacerme mis obligaciones. —Tengamos la fiesta en paz, Pastorcita. Yo he 5« Emilia Pardo Bazán, acudido aquí para hablar contigo, para mirarte, y no para que me pongas hocico. Levanta esos ojos de sol y te dejaré devanar. Los alzó con mirar nada blando; abrí yo las manos y ella se volvió á instalar, enderezando la devanadera y despidiendo á la vez un suspiro. Yo me quedé en pie á su lado. Un rayo de sol penetraba por la ventana, dorando los cabellos castaños de su inclinada cabeza. Arranqué una paja del asiento de la silla más próxima, y con el extremo la hice suaves cosquillas en la raya y en la nuca. Estremecióse como si la picase una mosca impertinente, pero no descosió los labios. — ¿Se puede saber qué ocurre? — dije yo ya aburrido.—¿Qué te pasa? O me miras, y me hablas, y me riñes, y me insultas, ó me marcho y no vuelvo. Escoje. — N o , si yo no tengo que reñirte por nada. Si te portas como un santo. ¿Quién ha de hallar motivo de reprensión en la conducta del señorito don Pascual? Es un modelo. Pastora se había puesto de frente, soltando el ovillo; y su rostro serio y un tanto descolorido, representaba diez años más que solía. — ¿Qué he hecho yo? Pues no me remuerde la conciencia de cosa alguna. — La conciencia tuya es de manga ancha. —Pero, por los clavos de Cristo, dime en qué está mi pecado, siquiera para arrepentirme. Pascual López, 77 • -¿De qué se ha de arrepentir una persona tan cabal? No, si no es posible llevar una vida más arreglada y perfecta que la tuya. Y si no, examinemos un día... por ejemplo , el de ayer. • -Pero... — Madrugaste á las diez: ¿quién duda que es hora muy regular? ¡Otros se levantarán á mediodía! Después fuiste á cátedra... con los que se quedan. A la una saliste á tomar el sol, que es ejercicio y higiénico y provechoso para la salud. A las dos comiste, y te faltó tiempo para plantarte en el café. Allí no perderías sino cinco reales al dominó y no sé cuantas mesas de billar... Para una pobre no yo sería sensible la pérdida; pero para un millonario como tú, ¿qué vale eso? Al anochecer asististe á la novena de las Madres, como van los *nos cristianos, áno pasar del pórtico, y á quitar la devoción á las almas piadosas que entran y salen. - I b a por verte. —A otro perro con ese hueso. Demasiadas veces :. he dicho que no quiero que la iglesia nos sirva de encubridora. A la iglesia se va á rezar y no á cosas profanas. ¿ Ibas también por verme á la puerta de la casa de X... esos señores que dan saraos, . inte cuyo portal os apostásteis veinte ó treinta para chillar y cantar á cada persona que entraba? —Yo desearía saber quien te trae á tí esos chismes, para enseñarle cuantas son cinco. 5« Emilia Pardo B a z á n , — Mal me quieren mis comadres por que digo las verdades. — Patrañas todo. — Pascual, no recurras nunca á la mentira. Eso sí que es peor. L o sé de muy buena tinta, y no me importa decirte por quién. Mamá estuvo hoy temprano en la catedral con doña Verónica. —Patrona de Barrabás: ¡ á eso van á la iglesia, á comerse los santos, y al mismo tiempo á desollar al prójimo! — N o lo hablaron dentro, que lo hablaron fuera y á la salida, ¿lo oyes? Y me parece que no han descubierto cosa alguna secreta, sino pública y hasta callejera. — Pues una vez que doña Verónica es el testigo de mi vida, anda y pregúntale cuantos días al año hago yo eso. ¿ No se ha de disfrutar de alguna expansión? — No me quejo yo —dijo Pastora con aquella sutileza de discurso que á veces mostraba—de que hayas vivido así ayer; quéjome de que esa vida tan vana te guste, y de que le llames expansión. Porque según un padre jesuíta, á quien una vez oí predicar, no está el daño tanto en las faltas que por ventura cometemos, cuanto en el placer y afición que despiertan en nosotros. Tu ánimo está cosido á esas ociosidades, y tu voluntad no sabe tomar otro rumbo. Mientras no quieras ser hombre de provecho, ¡ay Pascual! no lo serás. Quereres lo primero. Pascual Lopes. 79 Acertaba Pastora en su análisis. Es verdad que desde que mi estrella me pusiera en las próvidas manos de D. Vicente; desde que mis huesos reposaban en las zahumadas y limpias sábanas de doña Verónica, mi conducta era todo lo regular posible. Acabáronse los trasnoches, los desórdenes, las travesuras y las intriguillas; olvidara mi paladar el gusto de los licores, y mi mano el movimiento de las fichas del dominó y de las figuras del ajedrez. Cuando al revolver de una esquina me daba de manos á boca con mis antiguos compañeros de zambras, volvía la cara por no mirarles. Unido esto á que asistía con puntualidad á cátedra, á que acompañaba á D. Vicente á sus largos paseos extramuros, y á que la simplota de doña Verónica tuvo la flaqueza de dejarse decir que yo vivía como una palomita, resultó que la mucha malicia y la envidia grande de mis antiguos compinches me confirmara conociéndome presto por el ridículo apodo de Palomita. Sí; ¡oh debilidad, arcano y misterio del corazón del hombre! ¡ Oh condición la suya peregrina, de ningún novelista bien descrita, de ningún sabio enteramente penetrada! ¿Quién no pensara que con tal pormenor había de cobrar yo tédio, cuando no aborrecimiento, á aquellos pillastres? Pues razón tenía Pastora: puntualmente ocurrió lo contrario. Desde que supe que, por iniciativa del maligno mico que se llamaba Cipriano, eran mi bondad y 5« Emilia Pardo B a z á n , virtud fábula y risa de unos cuantos perdis, de cuyo parecer debiera importárseme un bledo, picóme una comezón extraordinaria de ver, hablar y tratar de nuevo á semejantes bellacos: y era todo mi afán, no por darles sano ejemplo, ni por sacarles de la desastrada vida en que andaban, sino á la inversa por probarles que yo era tan truhán como antaño, y tan capaz de hacer una hombrada en La flor de los campos de Cariñena, ó cualquier otro noble lugar. A tal empeño, que declaro sin vindicarme ni alegar disculpas, obedeció mi escapatoria, tan presto sabida como ejecutada. Doña Verónica, que me veía siempre metódico y formal, se asombró de mi calaverada, y no cabiéndole el pan en el cuerpo, manifestó su sorpresa á doña Fermina. Esta jugarreta no la perdoné en todo el tiempo que Pastora se mantuvo pensativa, cavilando en mi falta de seso y de amor al trabajo. ¡Qué p a z , qué afable y soñolienta holgura', qué conventual sosiego se gozaba en la. casa de doña Verónica, flor y nata de las posaderas de afición! Parecía un palacio encantado. Tres no más éramos los felices mortales á quienes hospedaba, por mucho favor, la buena señora. El primero un eclesiástico de estos cortesanos y sociables, cuya inofensiva manía es relacionarse con lo más distinguido del pueblo en que viven, y que se esponjan como si hubieran puesto una pica en Flandes, cuando les cabe la honra altísima de Pascual 81 López, derramar el agua sagrada del bautismo sobre la frente del primogénito de una familia ilustre, ó de echar las bendiciones á una pareja de lo principal, ó «le cantar las honras de una persona de suposición é importancia; que sin tener orgullo propio, lo tienen por cuenta ajena, y se crecen y pavonean al pasar bajo el dintel de una puerta que corona un •• :udo heráldico, ó al rozar con el paño de su traje una manga galoneada ó un vestido de seda rica; eclesiásticos que rara vez dejan de ser morigerados y puros en sus costumbres, sirviéndoles de mucho para ello el mismo trato correcto que frecuentan y el decoro que se consideran obligados á guardar á sus elevadas amistades. Era pues D. Nemesio Angulo uno de éstos, y yo sabré decir que aparte de aquella fútil niñería, pocos hombres conocí más afables, comedidos y delicados. Andaba siempre con una misma sotana, ya reluciente á fuerza de cepillo y uso, porque no siendo D. Nemesio ningún potentado, vivía parca y económicamente, y acongojábale sobremanera el pensar en ser nunca gravoso á nadie. El otro huésped, harto menos simpático que D. Nemesio, era un señorito, inmediato sucesor de una casa amayorazgada, rico y único, muy pagado de sí propio, muy fátuo; no vicioso ni calavera; pero con unos humos, un empaque y un aire de superioridad y desdén que, en mi concepto, le hacían insufrible. Gastaba á tontas y á locas en mil fruslerías de todo punto afeminadas é inútiles; 6 82 Emilia Pardo Baziin. en la guantería ordenaba que sus guantes midiesen un dedo más del largo ordinario por la muñeca , á fin de tener el gusto de pagarlos dos reales más caros que todo el mundo; y parecíale á él que este era un rasgo de exquisita distinción. Encargaba ropa y más ropa á los sastres, estrenando catla semana una prenda, sin hablar de las infinitas corbatas, cadenas y junquillos: pero su aire atado y lugareño, su rígida tiesura, así como una desdichada afición á las modas extravagantes y pasajeras, no solamente le impedían llegar á la elegancia, sino que le ponían á dos dedos de ser risible, y aun le privaban de lucir una figura aventajada, un cuerpo de buenas proporciones y un rostro nada despreciable. Al llegar aquí tengo que confesarme de un sentimiento que no me honra; pero que atañe á todo lo que voy narrando. Es el caso que la opulencia fastuosa, el pesado lujo y las pretensiones de don Víctor de la Formoseda (que así se llamaba el señorito), me producían , ¿diré envidia? ¿diré empacho y tedio? jQué se yo! Lo cierto es que llegó á no serme posible verle sin enojo, y que asía por los cabellos toda coyuntura (y no faltaban) de burlarme de él con los demás estudiantes, que á causa de su atildamiento no le llamaban sino don Esdrújulo (fieles á la costumbre de poner apodos). Queríanle muy mal, y quizá no sin algún motivo, porque él prescindía de la unión y compañerismo, te- Pascual López, 83 nía á menos ir del brazo con los que no se presentaban tan peripuestos; no cruzaba dos palabras con ios que á su lado se sentaban en clase; se hacía el desconocido al tropezados fuera del áula, y en suma, se aislaba en su altura y magnificencia. De suerte que puede decirse que la Universidad entera tenía, como yo, ojeriza al rico estudiante. Al verle salir tan currutaco, con sus pantalones mahón ógris perla, que no hacían una arruga, su levita de brillante paño, su cuello y puños niveos, sus guantes frescos, sus charoladas botas y su sombrero reluciente, algo torcido sobre la cabellera rizada á hierro, no podíamos eximirnos de mirar compungidos nuestro arreo escolar, harto maltratado y lacio. A veces me ponía yo ante un espejo y me consolaba yo á mí mismo diciéndome: Pascual, vale más tu soltura y tu buen avío que todas las galas de ese lindo D. Diego. Mas los sofismas del amor propio no bastan para encubrir la realidad. Mejor me desahogaba con celebrar las diabluras de Cipriano, que desde un cuarto piso despedía un puñado de harina hacia el flamante sombrero, ó pasaba los días de lluvia al lado de D. Víctor, patullando en los charcos para constelar de lodo el pantalón irreprensible. L a noche en que, según informaron á Pastora, nos pusimos de guardia á la puerta del sarao para molestar á los que pensaban divertirse, Cipriano llevaba oculta bajo la capa 84 Emilia Pardo Baziin. una botella de asafétida, que con el mayor disimulo lanzó sobre los faldones del frac de D. Víctor. Este, que era terrible cuando se encolerizaba, nos diera quizá á todos muy mal pago, si ligeros y tácitos no nos hubiéramos escabullido por una callejuela colindante sin aguardar á que advirtiese la burla. Inútil es decir que con el carácter de D. Víctor, ni yo le trataba ni nos saludábamos casi, á despecho de vivir tabique por medio. En cambio hice excelentes migas con D. Nemesio Angulo, y solíamos juntarnos para despachar la pitanza, no opípara, pero sí sazonada y gustosa, que nos ofrecía doña Verónica. El señorito comía aparte, en sus habitaciones, que eran dos y muy desahogadas, no que nosotros con un angosto cuartuco nos contentábamos; cosa nada de extrañar, teniendo en cuenta la diferencia de pupilaje, y que razonablemente no podía la bondad de doña Verónica, con ser mucha, extenderse á equiparar á tan importante huésped con nosotros tan humildes. Sin embargo, el caritativo corazón de la excelente patrona la movía á hacer á nuestros estómagos partícipes de las golosinas con que á cuerpo de rey obsequiaba á Formoseda. Indignábame yo, y era lo bastante quijote para no comer cuando advertía que me presentaban algún relieve de la mesa del señorito. D. Nemesio, en cambio, lo hallaba la cosa más natural del mundo. Pascual López, 93 —¿No prueba usted de esa botella de Jerez?— solía decirme.—El color convida. Traiga usted, le echaré una copa. — Señor D. Nemesio, ¿no ve usted que está descorchada y empezada? —contestaba yo mohíno y fosco. —Y eso ¿qué más da? —¿Cómo qué más da? ¿Somos aquí criados para que se nos den las sobras de ese D. Esdrújulo? — ¡Qué aprensión! No, Pascual, no se las dan a usted en concepto de sobras; lo hace esa infeliz de doña Verónica para que catemos de un vino excelente. — ¡ A mí me fríe la sangre todo esto! Ayer nos pusieron una empanada que traía alzada la cubierta; se conoce que la levantó Formoseda, no le gustó el cariz y nos la encajó acá, ¡sólo para chafarnos! — ¡ Válgame Dios! No lo crea usted ; es una persona muy buena en el fondo el tal D. Víctor; conozco á su familia, que es dignísima, y de las antiguas de este país. Y él, á pesar de ese aire así... serio, es un pedazo de pan. Dos ó tres veces me ha obsequiado convidándome á comer en su sala, y aseguro á usted que estuvo atentísimo conmigo. — Con usted estará. Pues sólo faltaba: sí, que no trata usted á personas que valen y suponen cien veces más que él. —No, no digo tanto, aunque es cierto que algu- 5« Emilia Pardo Bazán, ñas señoras de respeto me favorecen y me reciben con agasajo. Ya saben ellas que Nemesio Angulo es un inútil pero bien intencionado capellán. — Yo le aseguro á usted que el D. Victorcito me quiere mal y me hace los desaires que puede. Por eso me irrita que nos sirvan sus platos recalientes y que esta sea su segunda mesa. — Mire usted, Pascual, no podemos exigir muchas gollerías á doña Verónica; harto hace la pobre, que nos hospeda por una friolera. Elía combinará sus arreglitos, y puede entrar en sus cálculos ponernos un manjar que E>. Víctor no haya probado. Y á nosotros ¿qué mal nos viene con eso? No lo digo por glotonería; soy más sobrio que otra cosa; no tengo grandes exigencias, y ya sabe usted que lo paso igual con nabos que con faisanes. Pero una vez que por desdicha nuestra no somos tan ricos como D. Víctor, debemos desechar la soberbia y conformarnos. Es el gran arte en la vida, Pascual: contentarse con la suerte. Decía esto con filosofía tan apacible y semblante tan sereno, que á veces me movió á probar de los aborrecidosmanjares. Mas no me convencían sus razonamientos, ni me hallaba dispuesto á resignarme. Desde que vivía al lado del señorito de la Formoseda, siendo testigo de su lujo y prodigalidad, danzábanme allá en el magín ciertos trasgos ó duendes, y se me representaban escenas fantásticas que me traían asaz de trastornado. No me son- Pascual López, 87 reía el dinero como dinero, sino como medio de lucir, de triunfar, de aplastar á aquel vanidoso bajo el peso de mayores vanidades. ¿Pensará nadie que al cerrar los ojos para mejor ver dentro de mí á Pastora, me la figuraba yo con su modesto hábito? ¡Buen hábito nos dé Dios! La sobrina de D. Vicente, en mis visiones, arrastraba ya rozagante traje de ostentoso terciopelo, ya gasas sutiles y mágicos atavíos de baile; ocupaba conmigo una gran casa, con ancho portal y salas amuebladas con primor; dábamos convites á que era invitado D. Nemesio Angulo, y en que las botellas tenían lacrado el tapón, y las empanadas intacta la cubierta. Soñaba también que poseíamos un coche más lujoso que el del cardenal arzobispo (para lo cual advertí después que no se necesitaba mucho) y que pasábamos al lado de D. Víctor, salpicándolo con el fango que levantaban las rápidas ruedas. . Con tales quimeras y devaneos, ya casi me era enojosa la sociedad de Cipriano y demás regocijados compañeros. ¿Qué valían los truhanescos placeres en que ellos pasaban la vida al lado de mis aspiraciones? Pastora algunas veces se burlaba dulce y agudamente de mis ensueños. —Dime, ¿cómo haremos para llegar á millonar j os ?__nie preguntaba muy seria. A esto no replicaba yo nada, y derretíanse las alas de cera de mis ambiciosos desvarios. Cuando por ventura insistía yo más, se formalizaba ella. 5« Emilia Pardo Bazán, — Pascual, Pascual —me decía—veo que el primer enemigo del alma no duerme. Malo, hijo; esa codicia no augura sino desdichas. ¿ A que eres capaz de venderme por treinta dineros, como Judas á Nuestro Señor? El diablo , el diablo te trae á mal traer con esas imaginaciones. - T a m b i é n es duro, Pastora, que nunca haya de poder uno gastarse las onzas en disfrutar como don Víctor. — ¿Y qué disfruta ese señorito? —¡ Ahí es nada! Más derrocha él en un día, que tu Pascual desde que vino al mundo. — Pues, vaya, que la diversión... No estará más contento que yo lo estoy remendando esta sábana vieja. — ¿Y por qué han de tener unos tanto y otros tan poco? Por vida de... — ¡Calla, deslenguado! ¿Le vas á enmendar tú la plana á Dios? Aparte de que á mí no me la pegas: lo que te incomoda es ser menos, que si fueras más no me harías tal pregunta. — ¡Pobre del que está debajo! Alzaba ella entonces la cabeza de la labor, y mirándome fijamente pronunciaba: —Todos somos hijos de nuestras obras. Si tú quieres, podemos ser ricos. Aplica los codos: de tí depende. ¡Yo no he de coger los libros y estudiar por tí! Si estuviera en tu pellejo... No te rías; se me figura que tragaría las lecciones. ¡Site ríes más Pascual L ó p e z , 97 voy á darte un tijeretazo; á la una... á las dos... (y las tijeras caían de plano sobre los nudillos de mi diestra). De sobra alcanzaba yo que el porvenir de un mediquillo de mi laya no era de lo más brillante. La voz interior que tan claramente nos dice las cosas más duras, me gritaba que á aquel paso no iba yo derecho al templo de la fama. Sin ser torpe, me reconocía frío y cerrado para el estudio. Faltábame el amor, que en el estudio como en todo, hace la carga ligera y suave el yugo. No retenía mi memoria ios nombres técnicos; los libros se escapaban de mis manos; iba trampeando, leyendo sin interés y de mala gana. Con todo eso, el sistema aconsejado por D. Vicente dió su fruto. Por lo mismo que no era entonces obligatoria la asistencia á clase; por lo mismo que la mayoría se aprovechaba muy á su sabor de tal libertad, así como de la de simultanear y atropellar asignaturas, yo, que acudía puntualmente á cátedra, yo que llevaba la carrera por su orden antiguo, cobré fama de aplicado, de bum muchacho, de hombre formal en suma, y antes de entrar á examen la benevolencia general de los profesores me hacía augurar feliz éxito. Así fué; preguntáronme con blandura cosas fáciles y corrientes; despacháronme presto, y salí, sin discusión, aprobado. Corrí ápedir albricias áPastora, y recordando en seguida que á dos leguas de 5« Emilia Pardo Bazán, mi hogar había un pueblecito, y en él estación telegráfica, dirigíme á expedir un parte á mis padres, ó por mejor decir, á un amigo, con encargo de que se lo comunicara. Al acercarme á trasmitir mi despacho, pude observar que el telegrafista, hombre ya maduro, rojo como un pavo, no me atendía y refunfuñaba entre dientes coléricas exclamaciones. — ¡Tunantes, ganapanes! — decía. —Y volviéndose á mí —usted dispense, caballero—murmuró —pero no soy dueño de mí mismo.—Y tomando mi parte, leyólo en voz alta. — ¡Ah!—pronunció al terminar: — ¡reciba usted mi enhorabuena, caballero! ¡usted es un buen hijo y un hombre honrado! Lea usted, lea usted lo que ahora mismo acaba de obligarme á trasmitir un pillo, un tagarote, al cual insulté y se rió en mis barbas, y dígame usted si un padre de familia puede ver impasible ciertas cosas. Tomé el trozo de papel, y leí: «Papá: en fisiología mal; anatomía igual; las restantes ídem. Manda dinero. — Cipriano.» IV Aquel año me parecían interminables las antes tan suspiradas vacaciones, á pesar de que mis padres me recibieron, sin metáfora, como al hijo pró- Pascual Lope, 91 digo, matando una rolliza ternera é invitando á parientes y deudos al homérico banquete que se dispuso con los restos del pobre animal. Mas yo estaba en brasas. Me parecía que trascurriera un siglo desde que no hablaba con Pastora. Las diversiones rústicas, las fiestas y romerías me enfadaban; mi deseo era llegar cuanto antes al mes de octubre. Próximo ya éste, avínome un suceso que.redobló mi impaciencia; y fué que me atacaron perniciosas calenturas, de carácter tercianario, con las cuales postrado y doliente no fué posible que hasta principios de noviembre soñase en el viaje. Al cabo me dieron de alta, y aunque amarillo, chupado y hecho un espíritu, me faltó tiempo para tomar el camino de la escolar ciudad. A medida que iba ganando terreno y respirando nuevo y distinto ambiente , me parecía que la vida tornaba á mi debilitado organismo. Sentía el torrente de la sangre, más tépido y apresurado, girar por mi cuerpo; cobraban elasticidad mis miembros, mi cabeza regía sosegada y firme, y, cerrados los ojos, en un ángulo de la diligencia, saboreaba las gratas sensaciones del que resucita. Mil deleitosas quimeras, mil confusas aspiraciones se agolpaban á mi cerebro; quería vivir, quería gozar. Como nos acercásemos á Santiago, miré por las ventanillas, y el paisaje más monotono que risueño, y el agudo soplo defresquecillo de una tranquila tarde de noviembre, que vino á herir mi epidermis, me produjo un estremecí- 5« Emilia Pardo Bazán, miento de júbilo y entusiasmo. Me apeé en los arrabales, antes de llegar á la parada y eché á andar con paso ligero, sin dirección fija. Bajaba el día ya; el sol poniente doraba con mágicos tornasoles los campanarios de las iglesias, y e n especial uno que descollaba entre todos, unas torres gallardas, afiligranadas, esbeltas. En mi vagabunda carrera, atraído por aquellas torres, fui á parar á la catedral. Entré. Pocos fieles oraban en la naves solitarias, por las cuales se extendía vago perfume de incienso. Los negros confesonarios parecían otros tantos inmóviles centinelas; un rayo de sol, casi moribundo, iluminaba el magnífico pórtico de la Gloria, colocando aureolas de rojiza y desmayada luz sobre las cabezas de piedra de los bienaventurados. Bajo el elegante y atrevido pilar que sostiene el tímpano, la estatua del arquitecto Mateo, de hinojos sobre las losas, continuaba su eterna oración. En el lejano altar, ya invadido por la sombra, se percibía la melancólica imagen de la Virgen de la Soledad, rodeada de morenos ángeles, cuyos cuerpos, en la penumbra crepuscular, parecían dotados de vida y movimiento. Caminé hasta las gradas, arrodílleme, y fervorosamente di gracias á Dios que me había conservado la existencia y devuelto la salud. Me distrajo de mi plegaria una forma gentil, presente siempre á mi imaginación, cuya proximidad entonces me revelaron los senti- Pascual López, 93 dos, pues la vi cruzar por detrás de las columnas que dividen la nave. Levantéme, y la seguí á distancia; se retiraba ya, pues pasó ante el altar mayor haciendo una genuflexión y un signo de cruz. Tomó el camino para salir por la puerta que da á la Quintana, y al pasar ante la piia del agua bendita, la vi humedecer sus dedos, sacudirlos y santiguarse de nuevo. Vehemente tentación me impulsaba á ofrecerle el agua yo mismo: supe contenerme, pero no me eximí de alzar la gruesa y pesada cortina de cuero que pende ante la puerta de salida. La dama salió sin mirar al galán que así la obsequiaba; yo eché detrás, y al verla ya fuera del sagrado recinto, afanosamente le tiré de la manga, repitiendo á la vez su nombre. ¡Maldita plaza! Estaba ciara aún, porque el día . no se extinguiera del todo; cruzaban varios transeúntes, y el rápido y ahogado chillido que lanzó Pastora al verme, hizo volver la cabeza á dos ó tres. Ella lo notó, y precipitadamente me dijo: — Pascual, Pascual, estoy muy contenta: pero aquí no puede ser, no puede ser. Adiós, hasta ma. nana á las nueve. - P e r o oye, escucha, m u j e r Asió mi mano, la estrechó suavemente, y veloz como una exhalación , antes que yo pudiera seguirla, cambió de rumbo, bajando apriesa la peligrosa escalinata, roída por el uso, que conduce de la Quintana á la Platería. Quedé parado, y al fin re- 5« Emilia Pardo Bazán, solví no seguirla, puesto que ya me citaba para el día siguiente. Doña Verónica me recibió deshaciéndose en felicitaciones y extremos de gozo, porque no me había muerto. Supe que éramos los mismos huéspedes del año anterior; vi á D. Nemesio, que mostró gran contento al hallarme restablecido; y se reanudó la rota cadena de mi existencia escolar. Poco me dejó dormir aquella noche el desasosiego, y dos regulares horas antes de la fijada para la entrevista, ya andaba yo rondando la casa del canónigo. La madrugada era fría y brumosa, como del mes en que estábamos, y subí el embozo de mi capa recatando el rostro. Cual enamorado novel, miraba ya á los cristales de las vidrieras, ya á las nubes color de pizarra, ya á la cerrada puerta de D. Vicente. Hecho vivo guardacantón, fui viendo cómo salían, primero la cerril moza de cántaro, que desempeñaba los más humildes menesteres de la casa, y que en este momento iba sin duda á la compra, si no mentía el panzudo cesto, cuya asa rodeaba su brazo; después doña Fermina, rebujada en un mantón, rosario en muñeca y descoyuntándose á bostezos, y por último, D. Vicente mismo, que con diligente andar se encaminaba á la basílica á celebrar la misa cotidiana. Vista que me causó mucho regocijo, pues salir él y colarme yo en el portal fué todo uno. Mas ai cruzar el cancel, no sé cómo no pegué un brinco Pascual López, 95 de sorpresa. Tras de mí se enhebró otra persona, y esa persona era un señorito alto, de buen talante, embutido en un abrigado gabán; yo ignoro cómo le vi, quizás por el rabo del ojo, pero él no debió de verme, pues venía del otro lado de la calle, y á mí me encubría la ineseta.de la escalera, que formaba un recodo. Subí como un relámpago; la puerta estaba entreabierta; entré como una bomba; empuje á escape; cerré, y sólo entonces pude reparar en Pastora, que de pie ante mí me miraba asombrada. -¡Jesús, hombre, qué manera de entrar! —exclamó. — Es que... es que subía una persona que... — respondí sin aliento y casi sin acertar con las palabras. - ¿ P e r o qué ocurre? ¿quién sube?—preguntó alarmada la muchacha. Esta conversación era en la antesala, en voz queda y apagada; iba yo á satisfacer la curiosidad de Pastora, á tiempo que el sonido de un campanilleo me cortó el habla. -Llaman,—dije balbuciente. - B i e n , ¿y qué? —repuso Pastora ya más serena.—Vete á mi cuarto; yo tengo que abrir. Espérame allá. Así lo hice, y contando los segundos por los latidos de mi corazón y la pulsación de mis arterias esperé obra de tres minutos. Al cabo de ellos se 5« Emilia Pardo Bazán, presentó Pastora, encendido el rostro como brasa, y los ojos muy brillantes. —¿Qué hay? ¿quién era? ¿era él? —¿El señorito de la Formoseda? Ya lo creo. —¿ Y qué quería ? ¿ qué quería ? Me ha hecho subir las escaleras de cuatro en cuatro. — ¿Te ha visto? — preguntó algo turbada la sobrina del canónigo. —No, no me ha visto; no es posible. Pastora respiró, y su rostro se puso natural, risueño, con unos visos de aquella particular malicia suya. — Mucho me alegro, —me dijo.— Una calumnia se inventa presto, y como la gente no está obligada á saber el buen fin con que tú y yo nos queremos... Si te viera ese ocioso entrar aquí en ausencia de mi tío y de mi madre... — No receles: me di tal prisa y maña á subir, que ni el viento. Pero me vas á explicar... porque yo aquí olfateo algo raro, desusado y peregrino. Vi que entraba ese señorito en el portal, y entonces volé, porque las consideraciones que á tí se te ofrecen me pusieron alas en los piés. Anda, dime qué es esto: veo unas cosas confusas. —Pues, Pascualillo, no son sino muy claras. El señorito de la Formoseda me ronda. —¡Que... te... ronda! ¡á tí! —Sí, hombre,—recalcó ella.—¡Vaya un milagro! ¿ No dices tú que yo soy tan preciosa, y tan mona? Pascual 5 López. 97 P'ies el señorito quiere darte la razón. Digo,porque supongo que no me obsequiará por mis rentas; luego ,orque le parezco bien. ¡Soy yo mucha Pastora! -¡Qué necia estás!—repliqué furioso.—¡Linda sazón y asunto de donaires! Ríete de tu propia gracia. -Pero Pascual, no te conozco, — exclamó ella sobrecogida.—¿Qué yerba has pisado? ¿Cuántos miles de veces no nos hemos solazado juntos á cuenta de mis rondadores? Vaya, que lo tomas de un modo bien raro. -Es que ese señorito me empalaga hace mucho tiempo, y además es un osado; ¡qué atrevimiento! ¡venirse á llamar á tu puerta cuando sabe que estás -ola! ¡Eso es un insulto! —Si creerás tú que es el primero que lo hace? Un tierra de estudiantes no hay diablura nueva, 'lomo á mí no me atrapan en bailes, ni en bureos, aprovechan esta ocasión. Sino que como recibí á los chuscos con un buen portazo, hace ya tiempo que no vienen. Este es nuevo, se conoce, y bobo por añadidura. -¿Y qué pretendía? -¡Toma! Un ratito de cháchara. --Y tú, ¿qué le has respondido? -Que no la gastaba, y que tenía la cesta del repaso colmadita de ropa esperando por mí. -¿Y desde cuándo te hace la rosca el señorito Esdrújulo? 5« Emilia Pardo B a z á n , — ¡Qué bien le cae ese nombre! —dijo ella dando suelta á la risa que le retozaba en el cuerpo, y que solo contuviera mi trágico ademán. —¿Querrás creer que ahora venía muy soplado de guantes? ¡A las nueve de la mañana! ¡Y no traía capa! —Contesta, contesta á lo que te pregunto. ¿Cómo empezó este cortejo? —Verás tú... Fué una ocurrencia deD. a Verónica. — ¡ Comida de lobos vea yo á esa vieja! — Un día fui allá con mamá á visitarla para no se qué cosa que teníamos que tratar de la función de la Virgen del Amparo, que ya sabes que somos sus indignas camareras... Pues es el caso que mientras hablábamos, ese señorito la llamó, sin duda para algún servicio... y fué allá, y tuvo la ocurrencia de decirle: Señorito Víctor, usted que le ponderó tanto á D. Nemesio lo guapas que estaban en el teatro anoche las señoritas de P..., venga á ver una niña que les pone á todas ellas el pie delante. Mantilla de paño gasta, pero el hábito no hace al monje. Véngase y me dirá maravillas. Mire, puede entrar pasito por la puerta del corredor que da í mi alcoba, y la estará viendo y oyendo sin que ella lo sospeche. —¡Celestina de Barrabás, condenada zurcidora de voluntades! — ¡Bah! Estamos hablando de tonterías y dejamos lo esencial. Cuéntame tu enfermedad toda: ¿te duele aún algo? ¿Te hallas fuerte? Pascual L ó p e z , 99 —No, no, acaba con la aventura de D. Víctor. —¿Y qué más quieres saber? Me vió y se le puso en los cascos conquistarme. Como está tan moscón y anda tras de mí día y noche, mi madre le dió quejas á doña Verónica, sin saber que de ella era la culpa; ¿y qué pensarás que contestó la muy simple? Pues contó lo de la alcoba; se declaró autora é inventora del enredo, y aseguró muy seria que lo había hecho por buscarme una colocación brillante; que estaba segura de que el D. Victorcito famoso concluiría por pedir mi blanca mano en debida forma, que yo arrastraría sedas, que bien lo merece mi gracejo, y... ¿qué importarán las chocheces de doña Verónica? — ¡Será verdad, será! ¡Ese fachenda querrá casarse contigo! —Me parece, Pascualillo, que el mal te ha sorbido el seso. Tú piensas que yo soy boba. Pues á fe que aunque visto de lana no soy oveja. Sí, que me mamo yo el dedo. Para el que no conociese á estos estudiantes ricos y desocupados. De perlas les viene pasar el rato con una muchacha necia, y reírse de ella á su sabor y plantarla después. —Es que tú... —¡Bueno, bueno! Yo soy de la misma pasta que otras, que si burladas fueron, burladas se quedaron. —Y si... vamos, por una casualidad... supongamos que fuese cierto... 100 Emilia Pardo Baziin. No me dejó concluir la sobrina del canónigo, antes tomando un aire de cómica dignidad, y paseando arriba y abajo con un empaque y una expresión de altivez que contrastaban con la picante malicia de sus ojos, me espetó esta arenga: —Señor D. Pascual López, tengo que decirle á usted que todo se ha concluido entre nosotros; ¿oye usted? todito... Sírvase no volver á hablarme ni á mirarme; una cosa era aquella Pastora que usted conoció repasando y barriendo, y otra la señora de la Formoseda, que tiene'usted delante... L o más que puedo hacer por usted es concederle nuestra clientela cuando sea médico... le llamaremos si enferma Víctor... ó yo... ó alguno de los criados ó doncellas. * Y volviéndose hacia un punto imaginario del espacio, pronunció: — Esposo, Victorcito, que pongan el coche... Antes que yo tuviera tiempo de reirme ó enfadarme, dos dedos afilados asieron cada una de mis orejas, y con más fuerza de la que parecía posible en ellos, tiraron hacia abajo y caí en el humilde suelo medio de bruces. Entonces las manos dueñas de los dedos me administraron hasta mediadocena de gentiles pescozones, que sufrí sin chistar, y por último, una voz grave, cuanto puede serlo la que brote de una gargantita cisnea y cristalina como la de mi Pastora, me dijo perentoriamente: —Ahora mismo se marcha usted de aquí. Pascual López, 101 —Pero, Pastorcilla —repliqué agarrándome á la correa de su hábito—si he llegado hace un momento. —El onceno no estorbar; pueden volver, y son cerca de las diez. — ¡Si aún no me diste la bienvenida! ¡Si no me has dicho ni que te alegrabas de verme de nuevo! —Yo bien quise, pero tú preferiste hablar de don Víctor. — ¡Siquiera un cuartito de hora más! —Ni un minuto. Hasta mañana á las ocho, que estarás... — ¡Aquí! —No; en la capilla del Cristo de la Corticela, D. Nemesio dirá una misa por mi intención. ¡Judío! ¡Sólo falta que pongas gesto cuando se dan gracias á Dios porque te dejó en este mundo! El sabrá para qué; yo no lo entiendo. No me costó trabajo alguno cohonestar mi ausencia con los profesores. Tan verdad es aquello de «coge buena fama y échate á dormir,» que ni aun miraron el certificado del médico que les fui exhibiendo, aunque la ley no me lo prescribía. Mi reputación me garantizaba. Animado con esto y con el feliz éxito del año anterior, reanudé mis ocupaciones, asistiendo á clase con la regularidad acostumbrada. D. Vicente no desistía de inculcarme las muchas ventajas que podía traerme en el porvenir mi juiciosa conducta. Hallábase más sa- 102 Emilia Pardo Baziin. tisfecho de ésta que de mis estudios, que no le parecían, y con harta razón, suficientes. Con todo, en las advertencias de D. Vicente se notaba aquella blandura que manifestamos á los que aceptan y siguen nuestros consejos. D. Vicente se pagaba mucho de que se tomase su parecer, y yo le mostraba acatarlo en todo. —Este año es preciso aplicarse más—me decía —no se fie usted de que el pasado le aprobasen, porque hogaño hay profesorado nuevo, y esos... ya se ve, ¡justicia de enero! aprietan siempre las clavijas. Esta aserción me la confirmaron presto mis compañeros. En particular me designaban como rígido y endiablado á un tal D. Félix O'Narr, cuyo apellido españolizaban llamándole Onarro. El cual era recién venido, con fama inmensa de saber, á desempeñar la cátedra de química. Cabalmente me tocaba aquel año cursar tal asignatura, una de las que más tedio me producían en la carrera. Miré con curiosidad y aun con saludadable temor al que había de embutirme en el caletre tantas cosas aborrecidas. Era el Sr. Onarro, á quien llamaré así siguiendo la costumbre general, hombre ya maduro y calvo, con azules antiparras que quitadas descubrían los ojos grises más penetrantes, inquisidores y claros del mundo; los pocos cabellos que le restaban parecían rubios entrecanos; las patillas lo mismo; pergaminoso el rostro, PascualL ó p e z ,111 la boca benévola y provista de sana dentadura, ágil el cuerpo y ligero como el de un muchacho. En su tipo se mezclaban el sabio y el montañés de Irlanda. Su traje lo componían en todo tiempo un levitón color de nuez moscada, un sombrero blanco de fieltro, una corbata con nudo hecho aprisa, y una ropa blanca limpia siempre como el oro; combinación de desmaña y pulcritud que es frecuente en los anglosajones. Si Onarro, cuyo apellido revelaba oriundez irlandesa, era nacido español, ó si de niño fuera traído á tierra de España, es cosa que nunca supimos. Rodeábale cierto misterio, muy favorable á su fabulosa reputación científica. Se contaban de él lances inauditos y peregrinos, inverosímiles exploraciones geológicas por las montañas. El había penetrado más adentro que nadie en la sima y galería pavorosa del Pico Sacro; él visitara en toda su extensión los subterráneos de las torres de Altamira. Para completar el mito, se aseguraba que su venida á Santiago obedecía al propósito de entregarse con completa libertad y aislamiento á unas investigaciones acerca de la piedra filosofal. Desquitada toda exageración era fácil conocer, aun siendo tan lego como yo en la materia, que Onarro dominaba la asignatura. Lo fácil, abundante y luminoso de sus explicaciones ; la evidencia con que las demostraba; los muchísimos datos que traía en su apoyo sin esfuerzo alguno; la sencillez misma con que nos ponía 04 Emilia Pardo Baziin. en camino para ahorrarnos hasta el trabajo de discurrir, todo daba muestra de su superioridad. Veíase que la tarea de la enseñanza, tan ardua de suyo, le servía á él de juego y pasatiempo, en que descansaba de más graves faenas. Nosotros éramos medianos jueces, y nuestro voto significaba poco; pero Onarro era admirado de sus mismos colegas. Se sabía que se carteaba con Liebig, W ü r t z , Berthelot y otras lumbreras alemanas, francesas é inglesas, á quienes no conocíamos sino para servirlas. Lo que despertaba mayor interés en la cátedra de Onarro eran los numerosos experimentos, diarios casi, con que vivamente inculcaba sus teorías. Eran éstos tan varios, tan felizmente realizados, tan divertidos algunos y tan curiosos todos, que los atendientes estaban como embobados y suspensos, y ni uno solo faltaba á clase, á pesar de la laxitud que reinaba en punto á asistencia. Mucho siento que mi ignorancia y escasez de memoria no me permitan recordar algunos de tales experimentos, por todo extremo originales y dignos de no morir en el olvido. Pero también es verdad que poco atendía yo á grabarlos en mi mente, distraído como andaba con mis amoríos, y los disgustos que iba teniendo por razones que diré. E s el caso que aquel pacífico y alegre cariño que Pastora y yo nos profesábamos, y que era semejante á un arroyito manso, que sin meterse con nadie va lamiendo una margen de flores, se troca- Pascual L ó p e z , 105 ha en torrente impetuoso á medida que lo sujetaban y detenían los obstáculos. Los que se nos habían presentado no eran de calibre que nos desesperase, pero sí que nos molestaba mucho. Ni más ni menos que doña Fermina, aquel modelo de agasajadoras, aunque parlanchínas dueñas, se metamorfoseó de la noche á la mañana en hostil y encarnizada enemiga. La primera vez que desde mi vuelta de la montaña fui á hacerle la visita oficial, . ; recibió de un modo tan seco y áspero, me puso gesto tan de vinagre, me disparó tan agresivas pullas, me asaeteó con tales indirectas á los «estudiantes del pío-pío, llenos de hambre y muertos de frío,* á los «entrometidos que se cuelan por el ojo de una aguja,» á los que «piensan en casarse , y establecerse, y pretenden á las muchachas sin tener sobre qué caerse muertos,» que fuera preciso pro\ starse de orejas de corcho y alma de almirez 1 ..ra sufrirlas y hacerse el sueco. Mi paciencia no llegó á tanto, y levantándome, propuse en mi corazón no volver allí sino después de cerciorarme déla ausencia de semejante harpía. La cual, sin duda, me adivinó el propósito, y vuelta Argos vigilante é impertinente, se cosió al guardapiés de su hija, no dejándola á sol ni á sombra. Adiós las íntimas conversaciones, las dulces chanzas y todo el regocijo de nuestra mutua y honesta afición Era tal el humor que con semejante dieta traía yo, que á agregarse los celos de D. Víctor, entera- io6 Emilia Pardo Bazán. mente me diera de calabazadas contra la pared. Por fortuna este último motivo de desasosiego é inquietud había desaparecido, pues siéndome á mí tan fácil saber y seguir los pasos del señorito de la Formoseda, pude convencerme de que desde la escena de la puerta el rico estudiante no volviera á rondar la calle de Pastora, ni á esperarla á la salida de misa, ni en suma, á dar señales de proseguir pensando en ella. Andaba, eso sí, más grave, serio y espetado que nunca, cosa que yo atribuí al amor propio ofendido, y que me lisonjeaba un tantico por ser yo el vencedor en la lid de que él saliera tan poco airoso. El hombre es un sér expansivo y comunicativo, que goza del bello privilegio de disminuir el dolor y aumentar la dicha cuando ambas cosas confía á sus semejantes. Yo, en particular, jamás presumí de misántropo ni de callado, y siempre experimenté comezón de hablar de mis asuntos, lo cual prueba bien esta mi determinación de tomar hoy por confidente al público entero. En aquellas circunstancias no me ocurrió ni pude abrir mi pecho sino á D. Nemesio Angulo. Claro está que ni doña Fermina ni D. Vicente me oirían con benignidad; Cipriano, á quien hallé más apicarado que nunca, y ocupadísimo en obsequiar á una corista de la compañía de zarzuela que entonces actuaba en el teatro, no me pareció de tan limpios oídos que debiese poner en ellos el nombre de Pastora; y en cuan- Pascual L ó p e z , 107 to á doña Verónica, huía yo de ella como del fuego. Reunía D. Nemesio incomparables prendas para su papel de confidente. Habituado á tratar damas, había oído muchas quejas y desdichas íntimas, y era tan paciente en atenderlas como suave en consolarlas. Era además discreto y reservado, condición que no puede faltar en quien, frecuentando con fueros de confianza varios círculos, no quiere ponerse á mal con ninguno. Rara vez llevaba la contraria á nadie, y cuando lo hacía, usaba tono afable y cortés. Mostraba interesarse mucho en los ajenos placeres y tribulaciones, y nunca revelaba impaciencia ó hastío cuando prolijamente se las referían. No se contaba por cierto D. Nemesio en el número de los pocos hombres de quienes en momentos críticos y supremos pueden esperarse elevadas y enérgicas sugestiones al bien obrar y un criterio moral alto y sublime; pero hallábase en él un consejero siempre prudente y conciliador, que con benignidad coasolaba, y que sabía tocar á las llagas del espíritu con suave mano. D. Nemesio no era un tónico, sino un lenitivo. Contéle, pues, de pe á pa mis contrariedades, sin omitir el fracaso amoroso de nuestro convecino en la empresa de Pastora. Dos cosas maravillaron á D. Nemesio: la retirada del señorito y la conducta de doña Fermina. No sabía cómo compaginarlas. — Me pasma —decía—conociendo á D. Víctor, 08 Emilia Pardo Baziin. que desista así de su propósito. Tiene una... no, vanidad no, pero más bien así, un puntito de orgullo... ya se vé; tanto le han mimado á porfía la naturaleza y la suerte, que no es extraño que imagine que cualquier muchacha se ha de conceptuar muy venturosa con que él la pretenda, dicho sea sin ofender á usted, Pascual. Yo no estoy autorizado para suponer lo que voy á asegurar, ni nada he visto que me lo confirme; pero creo á pies juntillas que muchas señoritas de Santiago le darían un sí más redondo que una bola de billar. Y según de público se refiere (pero mire usted, que á mí no me consta) ya á alguna se inclinó que no le hizo ascos: al contrario. — Pastora, Sr. D. Nemesio, vale por todas las que visten seda. — ¡Dígamelo usted á mí! Es mi hija de confesión hace cuatro años; es una niña como una rosa, y además muy honrada; nadie tiene por donde murmurarla ni tanto así; seria, con lo cual enfrena á los atrevidos; laboriosita, buena cristiana; en fin, amigo, no cabe dudar que es una alhaja. Pero ya sabe usted que vivimos en un tiempo en que el dinero es estimado, y la posición y linaje también; y usted comprende que desde ese punto de vista, Pastora no sirve para Formoseda. —Sr. D. Nemesio ¿y á usted qué le parece? tendría Formoseda intenciones formales? — ¡Pchs! No es probable, no es probable. Que- PascualL ó p e z ,117 rrfa pasar el tiempo agradablemente; una muchachada. — Pero entonces, ¿por qué me recibe con cara de perro doña Fermina? —A doña Fermina, por lo visto, le llenó la cabeza de viento esta alma de Dios de doña Verónica, y ya está ella, de seguro, figurándose que es suegra del rico D. Víctor, y viendo á su hija hecha unaseñorona principal. En tales ilusiones (si yo no alcanzo muy poco) estriba su porte para con usted. Por lo cual, creo que no debe usted apurar5e; así que el tiempo le demuestre la vanidad de sus encumbrados pensamientos, y así que se persuada de que D. Víctor no se acuerda ya de ese devaneo juvenil, ella amansará. -Cáseme yo con su hija,y ajustaréle las cuentas. - P e r o , para casarse... se necesita... á mí se me figura... que usted no cuenta con muchos medios. - ¡ A y Sr. D. Nemesio! Ahí está el quid! en los medios. ¡Mocosa suerte la mía! -Vamos, que Dios proveerá. Yo no he sido nunca rico, y viviendo y gobernándome fui, y aun tra: • do con lo principal: cierto es que por mi estado carezco de obligaciones perentorias. De esta suerte, y con tales coloquios engañaba yo mi aburrimiento, indispensable consecuencia la encerrona de Pastora. Hacía lo posible para v e r l a y hablarla; menudeaba visitas á D. Vicente por si ella salía á abrirme y lograba unas palabras 5« Emilia Pardo B a z á n , siquiera: pero siempre fueron ia indigesta dueña ó la tosca Maritornes quienes me franqueaban la entrada. D. Vicente me recibía cariñoso unas veces, sermoneador otras, y por efecto de la impaciencia sus consejos y exhortaciones me sonaban á cencerro cascado. Reducido al oficio de melancólico rondador, pasábame las horas muertas mirando al portal del canónigo, cual un tiempo D. Víctor. Un día, sobreexcitado y ahito ya de la situación, resolví quemar las naves, y me colé de rondón en las habitaciones de mi adorado tormento. Hallé á madre é hija en sus labores acostumbradas; Pastora dió un chillido al verme, y en su rostro se pintaron gozo y sorpresa; doña Fermina me miró como miraría á un megaterio ú otro antediluviano animalazo. Vi sucederse en su cara un color de púrpura, y la biliosa palidez de la ira. Levantóse majestuosamente , y con laconismo admirable en ella: — Pastora — dijo á su hija—vete á ver si se le ocurre algo al tío. ¡Anda! Qué ¿no has salido ya? —Madre, voy—respondió Pastora sin descomponerse—y salió con su andar ligero y noble, andar que yo hubiera puesto en música, si á tanto alcanzase mi habilidad. Sin saber lo que hacía , por instinto eché yo detrás; pero la indignada matrona me asió del cuello de la americana, y sacudiéndome nada suavemente, me disparó estas frases: —Oye tú: no me parece mal que vengas cuando Pascual L ó p e z , 119 te dé la gana; pero te aviso que no has de ver á Pastora: te pasarás un rato conmigo, si gustas; lo que es con ella, ni por pienso. Mi hija no ha de perder su crédito por haraganes. Las mujeres somos cristal, ¿entiendes? (ella no tenía nada de trasparente, ni de frágil al parecer ) y un soplo nos empaña. A Pastora se lo he dicho: mira que la reputación no se gana en años, y se pierde en un segundo; mira que no tienes más dote que tu buena fama; mira que los veinte pasan pronto, y después... arrancarse los cabellos. Y á tí te canto lo mismo: no vengas á hacer sombra á mi hija: ya lo sabes. Sino quisiste entender por indirectas, ahora lo comprenderás, así, clarito. — Señora,—contesté yo, después de libertar mi cuello de aquellas manos gruesas y surcadas, que aun lo retenían cautivo,—usted se prevale de que yo en esta casa no puedo poner en movimiento la lengua , por respetos á D. Vicente. Me voy, sí me voy, y no haré á usted más sombra ; pero también le prometo reirme á mis anchas cuando usted se encuentre como la niña bonita, compuesta y sin novio. — ¿Qué dices, deslenguado? —Nada, ilustre suegra del señorito D. Víctor... Já,já. De todos los arbitrios para exasperar á dona Fermina, el más seguro era reirse. La vi lanzarse hacia mí; pero yo, con mis ágiles piernas de estudiante, estaba ya en la escalera. 112 Emilia Pardo Baziin. V Hasta este punto, los sucesos de mi historia, si bien para mí muy importantes, nada ofrecen que se salga y aparte del curso ordinario y corriente de la vida. Ni en mis amoríos, ni en mis estudios, ni en mis pocas travesuras y niñadas de escolar, hay cosa que digna de especial atención parezca. Tan vulgar va siendo mi odisea, y tan insignificante su argumento, que omitiera escribirla, si no lo creyese indispensable para mejor inteligencia de los acontecimientos que seguirán, y si á la vez no experimentase yo cierto deleite en recordar escenas triviales y comunes, pero muy gratas para mi corazón y muy presentes á mi memoria. Desde ahora empieza el relato de hechos que al principio eran solamente singulares, mas después se riñeron de color fantástico muy subido, hasta rematar en increíbles. Procuraré narrarlos como si nada de extraño hubiese en ellos, y manifestando el menor asombro posible: por este medio, acaso el lector Ies dará más fácilmente asenso y no me motejará de embustero ni de exagerado. Sucedió que empecé yo á observar, y conmigo todos cuantos á la cátedra de química asistían, la PascualL ó p e z ,121 mucha atención y benevolencia que me dispensaba el profesor Onarro. El destello de sus antiparras azules, deslizándole por encima de las apiñadas cabezas de mis compañeros, iba á buscarme hasta el sombrío rincón en que yo gustaba de echar tal cual regalado sueñecito, al arrullo de las magníficas disertaciones del sabio. Al verme entrar éste, una leve sonrisilla dilataba el ángulo de su boca, descubriendo los blancos dientes; al mirarme salir, sus ojos agudos, libres ya de antiparras, me seguían con pertinacia é interés. Nada tenía por cierto de admirable que un catedrático reparase benignamente en un alumno, pero era rarísimo, por ser yo el alumno distinguido, y Onarro quien me distinguía. Contábanse en nuestra clase cinco ó seis muchachos que, naturalmente aplicados y estudiosos, despierto además su entusiasmo científico por la explicación brillante y la diestra enseñanza de Onarro, se dieran á trabajar con ardor en aquella asignatura, desatendiendo las restantes; los pobrecilios se pasaban horas y horas con los codos apoyados en la mesa, devorando libros, y realmente iban obteniendo resultados no despreciables, que, en el concepto general, debían granjear las simpatías y aprobación del profesor á tan beneméritos discípulos. Sin embargo no fué así: Onarro, enterado de sus adelantos, mostró poca sorpresa y menos regocijo; sereno é impasible, como de costumbre, les acon8 5« Emilia Pardo B a z á n , sejó en breves frases que siguiesen con la misma ó mayor asiduidad, si aspiraban á no ignorarlo todo. En cuanto á la turba multa de medianías y nulidades que llenaba la cátedra, Onarro la conducía como á chicos rebeldes, á palmetazos. En su porte y en su método especial de instruir, obraba cual si tuviese que habérselas con niños. Repetía experimentos, introduciendo así breve é intuitivamente por los ojos aquello que era difícil de hacer entender mediante la razón. Que el sistema no era del todo desacertado, probábase con la concurrencia mayor cada día, y con el vivísimo interés que en ella despertaban las lecciones. Como sus experimentos solían ser tan sorprendentes é ingeniosos, el auditorio se prendaba de ellos, y la herida imaginación movía á estudiar el fenómeno para comprenderlo. Experimento había tan sencillo, que se tomaría por juego ó recreación entretenida. Todos los alumnos lo repetían al día siguiente... menos yo. Sí, dirélo sin empacho ni melindres: yo era el más zopenco de la clase. Ya porque mi pensamiento vagara en regiones diversas, ya, lo que es más probable, porque mi falta de afición y gusto para aquella clase de estudios embotase y espesase el magín, para otras cosas no tan obtuso, que Dios me ha dado, resultaba que mi torpeza crecía lastimosamente , y mi repugnancia hacia la química lo mismo. Y como si el socarrón de Onarro se divirtiese Pascual L ó p e z , 123 malignamente en tomar el pulso á mi inepcia, á los demás discípulos llamaba por turno, y á mí ni una sola vez dejó de hacerme señal para que repitiera el experimento ante los ojos burlones y escudriñadores de toda la clase. Subía yo las escalerillas que conducen á la mesa del profesor, como el reo las del cadalso; tomaba los trebejos, aparatos y chismes necesarios para la experiencia , como toma el arma el soldado cerril y bisoño, y sin una sola honrosa excepción, lo echaba todo á perder, malogrando el experimento. ¿Ustedes creerán que entonces Onarro me reprendía como á los demás, ó mostraba impaciencia ó enojo, ó se quejaba del desperfecto? Pues aquí entra lo singular. A cada barbaridad gorda por mí cometida, una expresión de contento y una risa benévola desplegaban las arruguillas de su tez, semejante al pergamino rancio de un viejo libro, y su felina mirada despedía vivo resplandor. Recuerdo, entre otras, una experiencia talmente infantil, que á buen seguro que un niño de cuatro años la realizaría con destreza y brillantez. Ocurriósele á Onarro, que gustaba infinito de llamarnos la atención hacia las teorías generales que pudieran sobrecoger é interesar por su grandeza, recordarnos, á propósito de la composición química de los cuerpos celestes, la célebre hipótesis astronómica de Laplace, que explicó con su concisión y claridad acostumbradas. —La formación de los planetas —nos dijo —se- io124 Emilia Pardo Bazán. gún la concibe este gran matemático, es sencilla hasta no más. Supongan ustedes que hubo un tiempo anterior á la constitución de nuestro sistema planetario, en que el sol era una nebulosa enorme, una masa de materia tendida en un espacio inmenso. Esta materia estaba en extremo rarificada; pero en su centro existía un núcleo. ¿Han visto ustedes la tela de una araña? ¿repararon cómo los hilos son más ténues á medida que se separan del punto central? Pues figúrense una tela de araña extendida en todas direcciones, y se formarán una idea aproximativa del aspecto de la nebulosa. Ahora entiendan ustedes que este gt"an conjunto de materia giraba sobre sí mismo, y naturalmente había atracción de la periferia al centro... Poruña ley que ustedes conocen ya, las partes más lejanas del centro eran las menos atraídas; pero como sucede siempre, giraban más aprisa que las restantes ¿No han estado ustedes nunca en un picadero? Si han estado, verían que allí se ejecuta una maniobra consistente en que los jinetes se pongan unos al lado de otros, en formación, y así unidos den vueltas al redondel. En este manejo ocurre que para que puedan ir juntos, el jinete más próximo á la pared galopa largo, mientras el más cercano al centro toma un paso sumamente despacioso. Pues bien, en nuestra nebulosa, salva la inconcebible diferencia de extensión y velocidad, sucedía casi lo mismo. Las partes más separadas del cen- PascualL ó p e z .125 125 tro giraban con r a p i d e z i n d e f i n i d a m e n t e superior i las de las c e r c a n a s ; en v i r t u d de lo cual, t e n d í a n á alejarse del c e n t r o ; esto se observa en t o d o movimiento de r o t a c i ó n , q u e c u a n d o c r e c e , h a y un momento en que la f u e r z a c e n t r í f u g a se s o b r e p o n e á la de atracción c e n t r a l , y se d e s t a c a un anillo de materia de la m a s a c o m ú n d e la n e b u l o s a , anillo que sigue g i r a n d o , g i r a n d o , á favor de la energía que lo a n i m a y del movimiento adquirido. E s t a hipótesis no tiene n a d a de i m p o s i b l e : S a t u r n o , hoy en día, p r e s e n t a u n o de tales a n i l l o s , es decir , un anillo triple e n c i m a de su e c u a d o r , como suponemos que e s t a b a el de la nebulosa... Y volviéndose h a c i a mí de p r o n t o , m e p r e g u n t ó á boca de j a r r o : — Señor L o p e z , ¿ p o d r í a usted, en caso de necesidad, repetir lo q u e voy diciendo? Puse una c a r a como de persona que ya está enterada , y exhalé un cjan m u y a m b i g u o , al m i s m o tiempo que m u r m u r a b a p a r a mi s a y o . — Q u e m e emplumen si e n t i e n d o j o t a de tal g a l i m a t í a s . —Si usted quiere yo lo repetiré p u n t o por p u n to—gritó uno de los a p r o v e c h a d o s que r a b i a b a por lucirse. —Y y o ; y y o — a ñ a d i e r o n dos ó tres voces, —Perdonen u s t e d e s — d i j o O n a r r o : — v o y á proseguir. Ahora b i e n , el anillo f o r m a d o en t o r n o de la gran nebulosa s o l a r , no e r a h o m o g é n e o en t o d a s sus partes; la m a t e r i a se p r e s e n t a b a en u n a s m á s Ii8 Emilia Pardo Basan. d i f u s a , y m á s c o m p a c t a en o t r a s . D e suerte q u e allí d o n d e m á s se espesó h u b o un n u e v o núcleo, la. m a t e r i a se f u é a c u m u l a n d o y p r e c i p i t á n d o s e á él% se r a r i f i c a r o n las p a r t e s m á s l e j a n a s , y el anillo v i n o á r o m p e r s e , q u e d a n d o en figura d e huso, con u n a f a j a central... H o y se o b s e r v a n en el cielo muc h a s n e b u l o s a s a s í , f u s i f o r m e s . M a s la a t r a c c i ó n c o n t i n ú a o b r a n d o ; el h u s o se encoge, gira sobre sí m i s m o , sin d e j a r de g r a v i t a r e n t o r n o del núcleo central... L l e g a al fin un i n s t a n t e en q u e el h u s o se convierte en e s f e r a : p r i m e r o g a s e o s a , incandescente l u e g o , fría p o r último... Ya t e n e m o s n u e s t r o plan e t a . E l p r i m e r o que así nació en n u e s t r o sistema» f u é el r e m o t o m u n d o de N e p t u n o . D e s p u é s de éste, se r e p r o d u j o el f e n ó m e n o con la f o r m a c i ó n de o t r o anillo en el sol; r o m p i ó s e á su v e z , t o m ó f o r m a d e huso, se r e d o n d e ó , y he aquí que n a c e U r a n o , el orb e d e s c u b i e r t o p o r Herschell... T r a s de U r a n o vinieron S a t u r n o , J ú p i t e r y los d e m á s p l a n e t a s d e este u n i v e r s o p a r c i a l , incluso el g l o b o q u e h a b i t a mos... S o m o s , p u e s , hijos del s o l , y la l u n a á su vez es h i j a n u e s t r a : un anillo d e n u e s t r a m a s a la f o r m ó . E s t a t e o r í a , c o m o u s t e d e s ven, n o p u e d e s e r m á s sencilla y accesible á la i n t e l i g e n c i a ; m a s eso n o le impide g o z a r d e g r a n crédito e n t r e h o m b r e s e m i n e n t e s . E l e x p e r i m e n t o con q u e voy á a p o y a r la y p o n e r l a de relieve p a r a q u e u s t e d e s se imp o n g a n b i e n , es t o d a v í a m á s sencillo. A c e r q ú e n s e u s t e d e s si gustan... S e ñ o r L ó p e z , t e n g a u s t e d la Paseual Lopes. I! 9 bondad, !e r u e g o , de colocarse a q u í , á mi l a d o . Me aproximé a n d a n d o torpe y r e m o l o n a m e n t e , y de costado, casi como los c a n g r e j o s . L a m a y o r í a , de la cátedra se a g r u p ó a f a n o s a en t o r n o de la mesa, indicando los s e m b l a n t e s la atención con q u e esperaban el e x p e r i m e n t o . O n a r r o tomó un v a s o bien t a p a d o q u e a n t e sí t e n í a , y descubriéndolo, nos dijo: A q u í , señores, no h a y m á s que u n a mezcla de agua y de alcohol, en p r o p o r c i o n e s t a l e s , que tiene e x a c t a m e n t e la m i s m a d e n s i d a d q u e el aceite. En medio de esta mezcla he colocado ¿ven ustedes? una gruesa gota de aceite... ¿ S e distingue bien? ¿Observan u s t e d e s cómo p e r m a n e c e sin c o n f u n d i r se con el resto del líquido y sin b a j a r al fondo? E n este momento se h a l l a e x e n t a de la ley de g r a v e d a d . Como ustedes p u e d e n n o t a r , ha t o m a d o la f o r m a de una esfera p e r f e c t a ; n i n g u n a f u e r z a la solicita, y se m a n t i e n e inmóvil. Bien; p u e s a h o r a t o m o este alambre, dirijo su p u n t a á t r a v é s de la esfera de aceite, y h a g o girar el a l a m b r e poco á poco... ¿Qué perciben ustedes? ¿qué ve u s t e d , Sr. L ó p e z ? —Yo... — L a esfera h a a d q u i r i d o m o v i m i e n t o de rotación—chilló u n o de los estudiosos. — Eso es... ahora acelero g r a d u a l m e n t e el g i r a r de mi alambre... así... ¡ A t e n c i ó n ! L a esfera se aplasta por los polos, se h i n c h a h a c i a el ecuador... ni más ni m e n o s de lo que está la tierra... a h o r a Ii120 Emilia Pardo Basan. volteo m á s d e p r i s a aun... S r . L ó p e z , ¿ n o advierte usted n a d a ? — Q u e . . . q u e el a l a m b r e da vueltas... — ¿ E s t á s c i e g o ? — i n t e r r u m p i ó o t r o estudioso.— ¿No v e s q u e de la esfera se ha d e s t a c a d o un anillo de aceite que gira á su vez en t o r n o d e ella?... Lo q u e p a s ó en la n e b u l o s a solar. — Miren u s t e d e s bien —advirtió O n a r r o . — E l anillo se r o m p e — e x c l a m ó el q u e h a b í a hab l a d o a n t e s . —Se a l a r g a en figura de huso... — A h o r a se va r e d o n d e a n d o . . . ¡ya es o t r a esfera! — c l a m a r o n gozosos los a p l i c a d o s . — ¡Y sigue d e s c r i b i e n d o su ó r b i t a a l r e d e d o r de ia g r a n d e ! — C o m o los p l a n e t a s en t o r n o del s o l — o b s e r v ó Onarro. U n silencio p r o f u n d o , el silencio de la convicción t e n d i ó sus a l a s s o b r e la c á t e d r a . L o s j ó v e n e s se m i r a b a n m a r a v i l l a d o s los u n o s á los o t r o s . Yo exam i n a b a la p u n t a de m i s b o t a s , y a l g u n a s veces contemplaba una araña que tejía apaciblemente su tela en un á n g u l o del t e c h o , inaccesible á las e s c o b a s . D e p r o n t o m e e s t r e m e c í c o m o si h u b i e s e e s c u c h a d o la t r o m p e t a del juicio final. O n a r r o había p r o n u n c i a d o mi n o m b r e . — Señor L ó p e z , señor L ó p e z — m e g r i t a b a . — Eh... mande usted. — ¿ Q u i e r e usted d i s p e n s a r m e el favor d e repetir la e x p e r i e n c i a ? E s m u y c u r i o s a , y estos señores la Pascual ^ López. 121 verán dos veces con gusto. T o m e usted el a l a m b r e . — Pero... yo no sé si... — N o es m u y difícil. S e r e d u c e á m a n i p u l a r como si se t r a t a s e d e h a c e r bien u n a t a z a d e chocolate. Batir suave a! principio y f u e r t e después. T e n drá usted el honor de ser el p r i m e r a l u m n o que la verifique en E s p a ñ a : en F r a n c i a la h a n p r a c t i c a d o ya algunos, b a j o l a dirección de M. P l a t e a u . Cogí el a l a m b r e con t o d o el c u i d a d o posible y m e preparé á salir del p a s o lo m e n o s r i d i c u l a m e n t e que dable f u e r a . Mil reflexiones a c u d í a n á mi m a gín— T a m b i é n es m u c h o e m p e ñ o — p e n s a b a yo—el que tiene este m a l d i t o en p o n e r m e en evidencia delante de todo el m u n d o . E l es bien listo y de sobra conoce que yo soy p a r a este caso el m á s alcornoque de mis c o m p a ñ e r o s . Miren qué b r o m i t a t a n propia de un h o m b r e de ciencia, de un sabio, h a c e r correr b a q u e t a s á un infeliz. R e n i e g o de la química, y del m a n i á t i c o ocioso q u e la inventó. Mientras en mi á n i m o rugía esta t o r m e n t a , introduje el a l a m b r e en el vaso. T o d o s los ojos circunstantes se c l a v a r o n en m í , y los de O n a r r o con particular fijeza. D i ó m e tal r a b i a de p e n s a r en la situación y p a p e l que m e c o r r e s p o n d í a n , que en vez de e n t r a r d e l i c a d a m e n t e el a l a m b r e é imprimirle suave b a l a n c e o , lo h i n q u é de un modo b r u tal, blandiéndolo á guisa de l a n z a . Osciló el vaso, rompióse el equilibrio del líquido, y se d e r r a m ó re- Ii122 Emilia Pardo Basan. p a r t i é n d o s e m i t a d p o r la m e s a y m i t a d p o r mis p a n t a l o n e s y p o r el suelo. U n m u r m u l l o se alzó en la c á t e d r a , y y o quedé c o m o e m b o b a d o y f u e r a de m í ; p e r o e n el m i s m o p u n t o sentí que O n a r r o m e d a b a la m á s afectuosa, a m i g a b l e y a p r o b a t i v a p a l m a d a en el h o m b r o , exclamando: — ¡ E s o e s , eso es! ¡ P e r f e c t a m e n t e ! Miréle colérico y a i r a d o , p e n s a n d o d i s t i n g u i r en su rostro i n e q u í v o c a s señales de ironía y c h u n g a . N i la m á s leve. S u s facciones r e b o s a b a n s i n c e r i d a d y satisfacción. Me volví h a c i a los r e s t a n t e s espect a d o r e s d e mi t o r p e z a , y les hallé u n a s c a r a s de p a p a m o s c a s , cosa m u y n a t u r a l , p u e s t a m b i é n debía y o de tenerla, no e n t e n d i e n d o , c o m o ellos, q u é motivos p u d i e r a n d i c t a r la r a r a c o n d u c t a del sabio. Pronuncié confuso y atortolado algunas palabras de d i s c u l p a , y b a j é o t r a vez á o c u p a r mi p u e s t o . A la s a l i d a , c o m o d e c o s t u m b r e , n o s d i v i d i m o s en g r u p o s , y á mi a l r e d e d o r se f o r m ó u n o n u m e r o so é hirviente de c u r i o s i d a d . T o d o s p r e g u n t a b a n lo q u e yo bien quisiera s a b e r ; la r a z ó n d e las defer e n c i a s y m i m o s q u e m e p r o d i g a b a el severo profesor d e q u í m i c a ; el por q u é de sus m i r a d a s , de su i n t e r é s , de su i n d u l g e n c i a p a r a m i s torpezas... — A fe de P a s c u a l — d e c í a yo á los p r e g u n t o n e s n a d a sé, ni esto. E s t o y t a n e n a y u n a s c o m o vosotros. — P e r o , ¡ c ó m o te d i s t i n g u e ! ¡ C ó m o te favorece! — o b s e r v a b a con envidia u n o de los aplicados. Pascual López. 123 — E x t r a v a g a n c i a s suyas. — N o , es q u e se fija s i e m p r e en tí. — ¡ B a l i ! e x a g e r á i s . Me p a r e c e r é á algún p a r i e n te, ó amigo... — N o disimules. E s imposible que no s e p a s la causa. — D í n o s l a , P a l o m i t a . S á c a n o s de p e n a s . — Idos á paseo. — E s que el día q u e n o vienes á c l a s e , está é! como en b r a s a s . Aquí h a y g a t o e n c e r r a d o , y tú e r e s un hipocritón, un m a u l a , q u e te lo callas todo. -—Por el siglo de mi a b u e l o , q u e estoy p a s m a d o también d e su c o n d u c t a ; p e r o n o a t i n o en qué pueda fundarse esta r a r e z a . Ello es q u e y o en mi interior creía h a b e r encontrado la clave del p r o b l e m a , p e r o m e e r a t a n humillante d a r l a , q u e o p t é por g u a r d á r m e l a en el bolsillo. E s t a b a v i s t o : e r a e v i d e n t e . E l señor don Félix se reía en g r a n d e : e s p a n t a b a el m a l h u m o r á cuenta m í a . H a c í a l e g r a c i a mi m i s m a i n e p t i t u d , como á los reyes la p r o p i a d e f o r m i d a d de sus bufones; y sin d u d a é l , q u e t a n t o s análisis h a b í a realizado, q u e r í a d e t e r m i n a r c u a l i t a t i v a y c u a n t i t a t i vamente los g r a d o s de estolidez q u e a l c a n z a un estudiante de m e d i c i n a . Sea t o d o por D i o s , p e n s a b a yo; sirvamos de m o n o á este g r a n d í s i m o l o c o , q u e lo es si no m i e n t e n los indicios. E n c e r r a d o d e b i e r a él estar en O r a t e s , no h a c i e n d o fábula y j u g u e t e d e una persona inofensiva que no se m e t e con n a d i e . Ii124 Emilia Pardo Basan. E s t a solución, en mi c o n c e p t o m u y obvia y única que r a c i o n a l m e n t e e r a posible d a r al e n i g m a , p a r e c í a m e á mí q u e se les ocurriría t a m b i é n t a r d e ó t e m p r a n o á mis condiscípulos. Me p r e p a r a b a ya, y a p e r c i b í a c a c h a z a p a r a a g u a n t a r t o d o l i n a j e de c h a n z o n e t a s , d o n a i r e s y p u l l a s , m á s ó m e n o s pesad a s y s a n g r i e n t a s . P a c i e n c i a h a b r é m e n e s t e r , calc u l a b a y o , y a u n quizás m e e s t u v i e r a m e j o r no volver á p r e s e n t a r m e en la c á t e d r a de q u í m i c a , a u n q u e n a u f r a g u e d e s p u é s en los e x á m e n e s . T a l e s e r a n mis reflexiones: m a s ¿quién p u d i e r a , á no ser zah o r i , a d i v i n a r el gracioso d e s a t i n o q u e m i s compañeros idearon ? E s cosa a v e r i g u a d a y a q u e las m u c h e d u m b r e s h u y e n , p a r a la i n t e r p r e t a c i ó n de ios h e c h o s , de las c a u s a s n a t u r a l e s , l l a n a s y corrientes y r e b u s c a n los orígenes m á s e x t r a o r d i n a r i o s é inverosímiles. C u a n d o las cosas p u e d e n explicarse sin violencia, por sencillos y v u l g a r e s m ó v i l e s , la g e n t e n o qued a s a t i s f e c h a si n o las a t r i b u y e á m o t i v o s desusados y novelescos. A tal p r o c e d i m i e n t o f u é s u j e t a la historia de mis relaciones con O n a r r o . E n vez d e a d m i t i r que O n a r r o e r a un h u m o r i s t a i m p l a c a b l e al m o d o inglés, y yo un a l u m n o c o r t o d e l u c e s , y q u e el profesor se divertía c o n m i g o , supusieron ( a t e n c i ó n ) q u e y o r e c a t a b a , b a j o c a p a de i g n o r a n c i a , un tesoro d e e s t u d i o s y conocimientos; q u e O n a r r o lo s a b í a ; q u e mi d i s i m u l o se e n c a m i n a b a á no eclipsar al s a b i o d e j á n d o l e t a m a ñ i t o ; Pascual López. 125 pero que O n a r r o e m p e ñ a d o en d e s c u b r i r m e , t r a t a ba de herir mi a m o r propio por todos los m e d i o s posibles é i m a g i n a b l e s , á ver si en un a r r e b a t o d e susceptibilidad m e q u i t a b a la m á s c a r a , p r e s e n t á n dome con mi v e r d a d e r o s e m b l a n t e de químico ilustre, émulo y sucesor de L a v o i s i e r . Algún e m b u s t e r o de oficio y gracioso de café debió de i n v e n t a r esta especie q u e , como l l a m a en yesca, prendió al p u n t o en la d e s h e c h a c r e d u l i d a d de los escolares. U n o s visos y perfiles de v e r d a d le prestaban mi recogido v i v i r , mi suerte en los p a s a dos e x á m e n e s , mi f a m a recién a d q u i r i d a de f o r m a l y estudioso, y sobre t o d o , las c a p r i c h o s a s distinciones de Onarro. Corrió de boca en boca la p a t r a ña, t a n t o m á s c o m e n t a d a y creída c u a n t o m á s enorme. Yo no sé qué correos a é r e o s , q u é telégrafos invisibles, qué misteriosos geniecillos, t r a s g o s ó duendes alígeros y veloces d e s e m p e ñ a n el e n c a r go de esparcir y c o m u n i c a r las n u e v a s : lo que afirmo es que n o los h a y más diligentes y p u n t u a l e s , ni tampoco m á s a m i g o s de e n r e d o s y m e n t i r a s . Porque ya p e r d o n a r a yo que se c o n t a s e n , descubriesen y t r o m p e t e a s e n los hechos , sin poner ni quitar un á p i c e : m a s no se avienen á ello los susodichos d u e n d e s ó lo que sean. L a s n o t i c i a s , c o m o la bola de n i e v e , e n g r u e s a n á m e d i d a q u e c a m i n a n y concluyen por desfigurarse t a n t o y a l c a n z a r t a n hidrópica m a g n i t u d , que no las conociera la misma madre que las parió. E l p r o c e d e r de O n a r r o 126 Emilia Pardo Baziin. p a r a c o n m i g o , salió a u m e n t a d o d e los m i s m o s banc o s de la c á t e d r a ; ya n o e r a sólo q u e el profesor r e p a r a s e en mí; e r a q u e m e t r a t a b a d e igual á igual; e r a q u e m e h a b í a l l a m a d o , c o n f e r e n c i a n d o largo r a t o los dos a c e r c a de á r d u a s c u e s t i o n e s científicas; e r a que h a b í a d i c h o á sus c o m p a ñ e r o s d e profesor a d o , en sibilíticas y m i s t e r i o s a s f r a s e s , q u e no s a b í a n la j o y a q u e en mí poseía la E s c u e l a , y que m e m i r a s e n con m u c h o , m u c h o respeto... E n fin, p o r este estilo, mil y mil ridiculeces. D i é r o n m e s o b r e t a n socorrido t e m a l a r g a m a t r a c a mis c o m p a ñ e r o s ; n o podía p o n e r el pie fuera d e casa sin q u e a c u d i e s e n á e s t r e c h a r m e la m a n o y a b r a z a r m e cinco ó seis de a q u e l l o s pesadísimos t á b a n o s y f a s t i d i o s a s c h i n c h e s . E l m i s m o D . Nem e s i o , con la m a y o r c o r d i a l i d a d y b u e n a f e , vino á d a r m e el p a r a b i é n , m a n i f e s t á n d o m e q u e en las d i s t i n g u i d a s c a s a s q u e f r e c u e n t a b a le m o l í a n á p r e g u n t a s r e l a t i v a s á mi p e r s o n a , y e s t a b a n deshechos por c o n o c e r m e y t r a t a r m e : en D i o s y en mi á n i m a q u e p u d e e n t o n c e s a d q u i r i r t a n b u e n a s relaciones c o m o D. N e m e s i o . H a s t a un d í a , que a b u r r i d o y seco d e t a n t a s i m p l e z a , y deseoso de n o t o p a r con n i n g ú n n e c i o q u e m e l l a m a s e sabio, m e fui á e s p a r c i r p o r los A g r o s de C a r r e i r a , lugar solitario y r e t i r a d o en e x t r e m o , n o h a b r í a a n d a d o cien p a s o s , c u a n d o , s a l i e n d o de d e t r á s de un der r u i d o p a r e d ó n q u e el c a m i n o orillaba, vi un semb l a n t e d i a b ó l i c a m e n t e r i s u e ñ o , c o m o de m i c o que Pascual López. 127 hace una j u g a r r e t a , y el t a i m a d o de C i p r i a n o m e gritó; «Salve, ¡oh! n a t a , flor y e s p e j o de los galáicos e s t u d i a n t e s , p r e z y g a l a de esta ilustre E s cuela, y a s o m b r o y envidia de las r e s t a n t e s del mundo. D a m e acá esos b r a z o s , q u e h a n d e estrechar los míos al n u e v o Orfila , q u e niño de t e t a e r a el otro, y n o r a m a l a vaya.» Y diciendo y h a c i e n d o me apretó h a s t a sofocarme casi, de m a n e r a q u e y o con mal h u m o r , m e d e s e n g a n c h é de los palillos q u e así me ceñían y e n c l a v i j a b a n . A g a r r ó s e él e n t o n c e s á mi c a p a , s e ñ a l á n d o m e h a c i a el m u r o que lo ocultara á mis ojos, y vi á u n a d a m i s e l a , en quien reconocí á la corista de sus p e n s a m i e n t o s , q u e h a c i e n d o de la vergonzosa y d e la m o d e s t a se m a n t e n í a a p a r tada, caído el velo del m a n t o sobre su r o s t r o n o nada celestial, y sí m u y a d o b a d o con afeites, cosméticos y m u d a s . —Bien p a r e c e , oh fénix de las c i e n c i a s — siguió el truhán — l a cortesía j u n t a con el s a b e r : s a l u d a , pues, á esta s e ñ o r a , q u e es u n a e m i n e n t e a r t i s t a , una notabilidad en su género. Aturdido llevé al s o m b r e r o la m a n o , y la n i n f a me tendió la s u y a con mil d e n g u e s y flechándome los ojos t i e r n o s ; m a s yo m e hice el sueco, y m e escurrí, no sin q u e C i p r i a n o e x c l a m a s e : — H u r a ñ i t o le tenemos y a ; no h a y q u e m a r a v i l l a r s e , bella L e o cor; todos los sabios p a s a m o s n u e s t r a s t e m p o r a d a s de m i s a n t r o p í a , y solemos h u i r de los h o m b r e s . La broma m e i b a p a r e c i e n d o ya s o b r a d o proli- Ii128 Emilia Pardo Basan. j a ; p e r o finalmente , t o m é el p a r t i d o de d e j a r l a cor r e r , p e n s a n d o con juicio q u e el t i e m p o t o d o lo d e s c u b r e y la v e r d a d s o b r e n a d a s i e m p r e . E l mal giro q u e t o m a r a n m i s a s u n t o s a m o r o s o s m e traía a s a z de p r e o c u p a d o y p e n s a t i v o , c o n t r i b u y e n d o á q u e m e p a r e c i e s e n d e s e c u n d a r i o i n t e r é s los demás negocios. O c u r r i ó m e ir u n a m a ñ a n a á c a s a de don V i c e n t e , sin e s p e r a n z a a l g u n a de ver á P a s t o r a , p u e s h a r t o m e c o n s t a b a q u e el c e n t i n e l a enemigo e s t a r í a , s e g ú n c o s t u m b r e , d e g u a r d i a . H a l l é al canónigo r e c o s t a d o e n el a n c h o sillón, afligido de u n o s dolorcillos de g o t a que n o le c o n s e n t í a n dar s u c o t i d i a n o paseo. A n t e sí y e n el p u p i t r e tenía u n a c a r t a a b i e r t a , el sobre r o t o , y dos ó t r e s periódicos c u y a s f a j a s a l f o m b r a b a n el piso. Al v e r m e ent r a r d e p u s o el q u e l e í a , y m i r á n d o m e con curiosidad exclamó: — Venga usted a c á , venga usted acá! Tenemos que ajustar unas cuentas. — ¿ Q u e r r á h a b l a r m e de P a s t o r a ? — p e n s é inquieto.—Y en a l t a v o z : S r . D . V i c e n t e — c o n t e s t é a j u s t e u s t e d , que a q u í estoy d i s p u e s t o á rendirlas puntualísimas. — P u e s p r e p á r e s e , p o r q u e voy á ser minucioso. E s t o y t a n a d m i r a d o , m e ha cogido t a n de nuevas la e s p e c i e , q u e n o sé si la crea... — Ciertos son los t o r o s , — c a l c u l é : y m e p u s e contrito. — ¡Yo bien quisiera c r e e r l a , c a n a r i o ! T e n d r é Pascual López. 129 ii uno de los r a t o s mejores de mi v i d a , si p u e d o escribir á sus p a d r e s d e usted la e n h o r a b u e n a . ¿Conque, por lo v i s t o , es usted u n a n o t a b i l i d a d , u n a lumbrera en q u í m i c a ? — ¡ A h ! — m u r m u r é y o c o m o si d e s p e r t a s e de un sueño p r o f u n d o . — ¡ E s a s tenemos, señor don Vicente? ¿ H a s t a usted h a n llegado tales n u e v a s ? —Y me dejaron al p r o n t o m á s p a t i t i e s o q u e estaba, p o r q u e no podía c o m p r e n d e r de qué m o d o había usted llegado á tal a l t u r a ; p u e s si bien es cierto que se e n m e n d ó usted m u c h o , t o d a v í a sus estudios no... —Y acierta usted , señor canónigo. C r e a u s t e d que esas c o s a z a s que se p r o p a l a n p o r a h í , n o tienen asomo de f u n d a m e n t o ni visos de sentido común. Yo lo siento en el a l m a ; quisiera ser u n o de los siete de G r e c i a ; p e r o P a s c u a l L ó p e z n a c í , y Pascual L ó p e z á s e c a s , m o n d o y l i r o n d o , sin aditamentos de n o t a b i l i d a d ni de p r o d i g i o , he de ir á la fosa. —Con t o d o eso, es m u y e x t r a ñ o que c o r r a n tales voces sin que se b a s e n en algo. Y la f a m a lleva ya su n o m b r e de usted m á s alia de S a n t i a g o . L e a usted, lea usted este periódico: es de P o n t e v e d r a , — me dijo t e n d i é n d o m e el q u e en la m a n o g u a r d a b a . Tomé la hoja i m p r e s a , y b u s q u é el sitio q u e el canónigo me s e ñ a l a b a con la uña. E n la acción d e entregarme el d i a r i o , el codo de D. V i c e n t e tropezó con la c a r t a m e d i o p l e g a d a sobre la mesa y le Emilia Vario Baza». i m p r i m i ó un leve i m p u l s o q u e la hizo desdoblarse del todo. U n a indiscreción i n v o l u n t a r i a r e t u v o mis ojos fijos e n e l l a , y v i , como en un r e l á m p a g o , dos n o m b r e s q u e m e hicieron casi s a l t a r e n la silla: el de Pastora y el de Víctor. Seguí m i r a n d o afanoso, p r o p o n i é n d o m e s o r p r e n d e r el c o n t e n i d o e n t e r o de la e p í s t o l a ; m a s el b r a z o del c a n ó n i g o se posó so bre ella y su voz resonó g r i t á n d o m e : — L e a , lea. Con voz a l t e r a d a y el tonillo m a q u i n a l q u e adop-. t a n los niños c u a n d o leen sin c o m p r e n d e r , recité eL siguiente p á r r a f o : « N o s dicen d e S a n t i a g o , q u e a q u e l l a E s c u e l a de . M e d i c i n a c u e n t a e n t r e sus a l u m n o s un j o v e n not a b i l í s i m o , u n a e s p e r a n z a p a r a el país. E s t e joven »hijo de p a d r e s h o n r a d o s , p e r o h u m i l d e s , ha Uega» d o , m e r c e d á sus g r a n d e s d o t e s y p r o f u n d o s estud i o s , á l l a m a r la a t e n c i ó n d e un profesor t a m b i é n »célebre, q u e h a c e p o c o v i n o á C o m p o s t e l a . S e aseg u r a q u e en b r e v e s a l d r á n j u n t o s a m b o s á visitar »los e s t a b l e c i m i e n t o s y a d e l a n t o s científicos en el » e x t r a n j e r o . F e l i c i t a m o s al Sr. D . P a s c u a l López, «gloria de e s t a G a l i c i a t a n c a l u m n i a d a , u l t r a j a d a »y d e s d e ñ a d a p o r los q u e n o la c o n o c e n , etcétera, «etcétera.» ¿ H a y o t r o q u e se l l a m e P a s c u a l L ó p e z entre los a l u m n o s de M e d i c i n a ? — i n t e r r o g ó D . Vicente c u a n d o h u b o concluido el suelto. — N o señor. Pascual López. 139 — P u e s e n t o n c e s , bien claro está q u e es usted el aludido. —Yo soy, sí s e ñ o r ; n o lo niego. Si esta t e m p o r a da no se h a b l a de otra cosa. —Pero e n t o n c e s , ¿es e m b u s t e t o d o lo q u e a h í ponen? Imposible p a r e c e — m u r m u r a b a D . Vicente volviendo á su cavilación p r i m e r a . — ¿ E s falso t a m bién lo q u e dice del profesor? —Que el profesor m e d i s t i n g u e , es e x a c t o : m e distingue como á n a d i e ; p e r o lléveme J u d a s si atino con la razón. - D e cualquier m o d o , usted d e b e de h a b e r estudiado este a ñ o un poco más: p u e d e q u e en esa asignatura h a y a usted p u e s t o sus cinco sentidos: y como al fin y al c a b o esas ciencias m o d e r n a s son u n a cascarita brillante y presto se llega al f o n d o , tal vez esté usted en efecto en la cúspide de ese r a m o del saber. Otro gallo le c a n t a r a si se t r a t a s e de profundizar la teología ó la p u r a l a t i n i d a d clásica. T á c i t o y Horacio son los a u t o r e s de m u c h a s de e s t a s canas, que a h o r a ya justifican los años, p e r o q u e asomaron a n t e s de lo debido. E n fin, yo m e holgaré de que salga u s t e d un doctor, siquiera p a r a n o dejarme q u e d a r mal... Mientras h a b l a b a el c a n ó n i g o , revolvía yo en el magín los medios de e c h a r la vista e n c i m a á a q u e lla carta, presa b a j o su b r a z o . Al fin m e ocurrió un expediente. —Sr. D. Vicente—le d i j e — ¿ q u i é r e u s t e d hacer- Ii132 Emilia Pardo Basan. m e el favor de p e r m i t i r m e q u e copie ese suelto para m a n d a r l o á mis p a d r e s ? D é m e u s t e d un retacillo c u a l q u i e r a de p a p e l . E l c a n ó n i g o alzó el codo... p e r o fué p a r a asir la c a r t a , p a r t i r l a en dos m i t a d e s , d a r m e la b l a n c a y g u a r d a r b o n i t a m e n t e la escrita en el b a d e de cuero q u e a n t e sí tenía. N a d a p u d e p e s c a r ; copié el s u e l t o , y d e s p u é s de o t r o r a t o de plática con D . Vicente, en q u e h a b l a m o s de p o l í t i c a , c o m e n t a n d o las n o t i c i a s de sensación q u e en a q u e l l a a g i t a d a época a b u n d a b a n , m e despedí. S a l í m e á la antesala , m i r a n d o , n o sin melancolía, el pasillo q u e guiab a ai c u a r t o de P a s t o r a . Al descolgar d e la percha mi c a p a , un o b j e t o b l a n c o se deslizó d e e n t r e la esclavina y vino á c a e r á m i s pies. L o recogí apriesa, e r a u n a c a r t a c e r r a d a sobre sí m i s m a y con obleas, á la a n t i g u a e s p a ñ o l a , un t a n t o a r r u g a d a y con un s a n o tufillo á e s p l i e g o , a r o m a especial de q u e la ropa d e P a s t o r a e s t a b a i m p r e g n a d a s i e m p r e . Así el olor c o m o las a r r u g a s m e i n d i c a r o n que la misiv a , a n t e s de ir al b u z ó n de mi e s c l a v i n a , reposó s o b r e el c o r a z o n c i t o de mi D u l c i n e a . B a j é los escalones c u a t r o á c u a t r o , y t r a b a j o m e costó n o leer la epístola en el m i s m o p o r t a l del canónigo. D a n d o l a r g a s z a n c a j a d a s , m e fui en b u s c a de u n o de los m u c h o s sitios r e t i r a d í s i m o s q u e tiene S a n t i a g o , p a r a bien de los e s t u d i a n t e s q u e d e s e a n leer en p a z una carta. Pascual López. 133 VI Rompí la n e m a y devoré las líneas siguientes, d e letra m e n u d i t a , r e d o n d a y c e r r a d a como las p l a n a s de Torio. «j.M.J. «Mi querido P a s c u a l : Dios se lo p a g u e á la m a niré Serafina de la E n s e ñ a n z a , por h a b e r m e amaest r a d o en f o r m a r estos p a l o t e s , que hoy m e sirven «para c o m u n i c a r m e contigo. A n t e todo, te pido per»dón por mi n e c e d a d en reírme d e t u s t e m o r e s con «respecto á D . V í c t o r : bien s a b e Dios que pensé *que eran t o d a s b o b a d a s y figuraciones de d o ñ a «Verónica, y a h o r a conozco q u e no se p u e d e decir tnunca de esta a g u a n o beberé. E l p a d r e de D.. Víct o r ha escrito al tío p i d i é n d o m e f o r m a l m e n t e en •matrimonio p a r a su hijo. Sólo á un señorito m i m a •do como D. Víctor se le ofrece e n c a p r i c h a r s e p o r •una m u c h a c h a t a n inferior á su clase c o m o y o : y »el padre d e b e de ser bien débil. E n sustancia, él m e »pide, y ya p u e d e s colegir cómo e s t a r á m a m á des*de tal acontecimiento. H a c e extremos, baila, cant a , se lo c u e n t a en confianza á t o d a s las vecinas, •que me saca los colores. ¿ T e a c u e r d a s de a q u e l l a s tonterías q u e i d e a b a s t ú , c u a n d o te e m p e ñ a b a s en Ii34 Emilia Pardo Basan. •que yo h a b í a de vestir s e d a , y raso y no sé qué •más ? P u e s mi m a d r e está á t o d a s h o r a s con esa «manía. P e r o lo p e o r , P a s c u a l , es q u e t a m b i é n el •tío e s t a s a t i s f e c h o , p o r q u e el p o b r e quiere mi bien »y p i e n s a q u e m e c a y ó un f o r t u n ó n . P a s c u a l , Pas»cual, a c o n s é j a m e . A mí p o r f u e r z a n o m e h a n de «casar; á n a d i e se le h a c e hoy e n d í a e s o , y si yo •digo s i e m p r e q u e no, g a n o la b a t a l l a . P e r o m e due»le d i s g u s t a r á mi tío, á quien d e b o c u a n t o soy, que •me sacó de pobre a l d e a n a , y m e a m p a r ó desde • p e q u e ñ i t a , y q u e hoy p a s a t a m b i é n sus apurillos, • p o r q u e el G o b i e r n o no p a g a á los q u e n o juran. »De mi m a d r e n o m e d a t a n t o c u i d a d o , que á esa «las r a b i a s n o le p a s a n de la g a r g a n t a . * i Si p u d i e r a h a b l a r t e u n r a t i t o ! Ya q u e n o es •posible, c o n t é s t a m e , m e t i e n d o la c a r t a en la capa. • S a b e s q u e te e s t i m a y quiere de veras.—Pastora.» *P. D. Oí decir q u e e r a s un s a b i o y un chico «notabilísimo: eso a n d a m u y corrido. S u p o n g o que • algún c h u s c o d e t u s c o m p a ñ e r o s será el q u e haya • i n v e n t a d o , sin p e r m i s o t u y o , esa b r o m a , porque »á tí n o te t e n g o por t a n f a r s a n t e . » C ó m o t o r n a r í a á mi a l b e r g u e , piénselo el lector. L a i n c e r t i d u m b r e , la c ó l e r a , el d e s p e c h o , ocupab a n mi á n i m o por igual. S u b í á mi h a b i t a c i ó n , tom é p a p e l y p l u m a , y con f u r i b u n d o s rasgos y num e r o s o s b o r r o n e s y t a c h a d u r a s , g a r r a p a t e é este d e s p ó t i c o billete: '35 «Querida P a s t o r a : N o sé á qué viene esa hipoc r e s í a de p e d i r m e consejo. A c o n s é j a t e de tu carisño, si es que me profesas el que d i c e s ; y de tu pal a b r a , si la s a b e s g u a r d a r . N o p u e d e decirte otra »cosa—Pascual.» Eché a r e n i l l a s , c e r r é , l a c r é , puse la c a r t a en el bolsillo, y t o m a n d o o t r a vez c a p a y s o m b r e r o , me dispuse á volver con cualquier p r e t e x t o á casa de D. Vicente. M a s al a s o m a r m e á la escalera, un bulto negro se i n t e r p u s o , y dos brazos m e interceptaron el paso. — ¡ S t t t t t ! ¿ A d o n d e t a n d e p r i s a , Sr. D. P a s c u a l ? —dijo la voz a f a b l e de D . N e m e s i o A n g u l o ; — e n tre usted en mi c u a r t o , si no es u r g e n t e lo que va á hacer; t e n g o que h a b l a r l e . — P a s e usted al m í o , si g u s t a , y t o m e asiento— le repliqué m a n d á n d o l e en mis a d e n t r o s al d i a b l o . — M i r e usted, P a s c u a l - e m p e z ó D . N e m e s i o c o n m u c h a s o l e m n i d a d — y o v e n g o á d a r un paso q u e usted calificará c o m o g u s t e ; p e r o que considero no debo omitir. N a d i e p o d r á a c u s a r m e n u n c a de un proceder torcido ó de u n a falta de consecuencia para con mis amigos, e n t r e los cuales se c u e n t a V d . — Usted dirá... —respondí sin s a b e r qué opinar de aquel introito. — Amiguito, yo no sé si le voy á d a r á usted u n a mala noticia; pero es p r o b a b l e que ya esté al tanto de lo que ocurre. D . Víctor... i6o Emilia Pardo Bazán. — H a p e d i d o á P a s t o r a — e x c l a m é con ímpetu. — Y a m e figuraba yo q u e u s t e d lo s a b r í a . Ella se lo h a b r á dicho. S í , a m i g o m í o , usted e s t a r á adm i r a d o , y yo t a m b i é n . L o q u e sucede, l o q u e suced e . E m p r e n d e un señorito, así... q u e n o tiene muc h a s ocupaciones... el r o n d a r u n a n i ñ a de pocas í n f u l a s ; cree q u e t o d o v a n á ser mieles; se encuentra cor. la h o r m a de su z a p a t o , con u n a m u c h a c h a e d u c a d a religiosamente y e n los m á s s a n o s principios como es P a s t o r a , a u n q u e yo decirlo no deba; le recibe ella con d i g n i d a d y r e c a t o , se p i c a él de a m o r propio, c o m i e n z a á m i r a r l a con ojos m u y distintos, y a c a b a por p r e n d a r s e de v e r a s . Así le pasó á n u e s t r o vecino. — ¡ P u e s a p e n a s h a c í a t i e m p o q u e ese m o n o no i m p o r t u n a b a á P a s t o r a ! E l l a se creía libre de tal botarate. — J u s t o , j u s t o ; desde que la niña le p u s o las per a s á c u a r t o . N a d i e h a y sin algún defectillo; todos los t e n e m o s , q u e lo s e p a m o s ó no, y el de D . Víctor consiste en un si es no es de o r g u l l o ; p e r o ya ve u s t e d , tiene en qué f u n d a r l o . C o m o P a s t o r a le dió t a n r e d o n d o d e s a i r e , él d i j o : ¿sí? p u e s de un m o d o ó de o t r o m e h a s de p e r t e n e c e r ; n a d i e rehusa á Víctor de la F o r m o s a d a . E m p e z ó á escribir á su p a d r e c a r t a s y m á s c a r t a s , y por ú l t i m o , h a s t a hizo allá un viajecito. E l p a d r e ¡ya se v é ! n o tiene m á s hijo que e s e ; d e s e a r á conocer un nietezuelo q u e p e r p e t ú e su a n t i g u o a p e l l i d o ; le p i n t a r í a n las Pascual López. 145 perfecciones de la m u c h a c h a . . . E n fin, que el p o b r e señor vino e n t o d o c u a n t o quiso el chico. H a escrito la c a r t a p i d i e n d o á P a s t o r a . — Ya lo s é — d i j e m o s t r a n d o con a d e m á n hosco lo poco g r a t a que m e e r a la n a r r a c i ó n . — S í ; p e r o esto viene á c u e n t o de que... yo he recibido dos comisiones, que en m a n e r a a l g u n a quiero d e s e m p e ñ a r á h u r t o de usted, P a s c u a l . Nemesio Angulo g u s t a de ser s i n c e r o , y de n o j u g a r nunca u n a m a l a p a r t i d a á sus amigos. Mire usted, yo he sido t o d a esta t e m p o r a d a el p a ñ o d e lágrimas de D . V í c t o r ; pero sus secretos e r a n suyos, y usted bien s a b e q u e n a d a le he dicho. M a s hoy me confía un e n c a r g o , ni p r i v a d o ni secreto, y sin e n c o m e n d a r m e p a r t i c u l a r reserva, y de eso creo que debo a n t e s p r e v e n i r á usted. — No adivino... —Yo soy el que ha de p r e s e n t a r al señorito d e la Formoseda en casa de D . V i c e n t e : y a s i m i s m o me corresponde t r a n s m i t i r al p a d r e de D . Víctor la respuesta del canónigo, de doña F e r m i n a y de Pastora. E n s u m a , correré con t o d o el negocio. Tengo plenos poderes de D . Víctor, y me a u t o r i z a y obliga á e n t r a r en el a s u n t o la a m i s t a d q u e m e dispensa el p r e t e n d i e n t e , y el ser P a s t o r a mi hija de confesión h a c e t a n t o tiempo. —Pero Sr. D. N e m e s i o — a r t i c u l é todo t r é m u l o y airado—¿qué cosa está u s t e d diciendo ahí? ¿ U s t e d se olvida, por lo visto, d e que P a s t o r a tiene t r a t a - i6o Emilia Pardo Bazán. d o el c a s a r s e c o n m i g o y con n a d i e más? M e extrañ a m u c h o en u s t e d s e m e j a n t e porte. — P a s c u a l , serénese u s t e d y h a b l e m o s formalmente. — M e p a r e c e q u e h a b l o con t o d a f o r m a l i d a d . — A m i g u i t o , usted es un h o m b r e ya y n o un niño. L a s c o s a s d e b e n m i r a r s e d e s p a c i o : es preciso reflexionar y no p a r t i r d e ligero. U s t e d h a b l a de c a s a r s e ; ¿cuenta u s t e d con r e c u r s o s p a r a ello? — P o r hoy... —¿Y p a r a el d í a de m a ñ a n a ? Yo le h a b l o así, p o r q u e m e t o m o i n t e r é s por P a s t o r a y por usted t a m b i é n , y ojalá p u d i e s e ver á los dos tan content o s y tan... — Así q u e a c a b e la c a r r e r a , m e g a n a r é la vida c o m o los d e m á s médicos. — Q u e n o se la g a n a n y a n d a n pereciendo. ¿Y quiere usted e x p o n e r á P a s t o r a á tal contingencia? A d v i e r t a u s t e d q u e si las cosas n o mudan de faz y esta d e s a t i n a d a revolución n o t o m a otro c a m i n o , t e n d r á u s t e d á c u e s t a s á d o ñ a Fermin a , y a u n quién s a b e si á D . V i c e n t e . T o d o pudiera ser. —¿Y cree u s t e d que P a s t o r a q u e r r á bien nunca á ese D . E s d r ú j u l o ? P a s t o r a m e prefiere á mí tan sólo y n o se a v e n d r á á t e n e r o t r o novio. — E s o s c a r i ñ o s t a n ciegos y t a n d e s e s p e r a d o s he visto, P a s c u a l , que sólo se h a l l a n en las novelas. E n la vida n o . Pascual L ó p e z . 139 —Y usted, que es un sacerdote, ¿piensa q u e u n a mujer tiene m u c h a s p r o b a b i l i d a d e s de ser b u e n a cuando la h a c e n c a s a r s e con un h o m b r e q u e le repugna? — P a s t o r a , de c a s a d a c o m o de soltera, será buena, buenísima, p o r q u e lo tiene de condición, y e s o lo sabe usted p e r f e c t a m e n t e . A d e m á s , ¿por qué le ha de r e p u g n a r D, Víctor? D. Víctor es mozo, apuesto, bien nacido, rico; á p e s a r de su s e r i e d a d , tiene un fondo angelical; h a r á un m a r i d o excelente; se me figura q u e es como si d i j é r a m o s b e b e con guindas. —Eso es —exclamé rabioso—eso e s ; alábelo usted, llévelo en p a l m a s , póngalo en c o m p o t a . A usted se le a n t o j a r á u n a p r e c i o s i d a d , p e r o á mí m e empalaga y me a p e s t a ese fatuo, ese orgulloso q u e parece que tiene á m e n o s s a l u d a r á los que no llevan la chistera t a n f l a m a n t e como él. L e digo á usted que si se t r a t a s e de otro, a u n quizá me pondría más en r a z ó n ; pero t r a t á n d o s e de s e m e j a n t e monigote, m e e m p e ñ o yo en que ha de sufrir el segundo desaire. Y no digo más. Creerá el don necio que con sus g u a n t e s y sus b o t a s de charol todas le han de hacer el buz. Ya verá q u e no es el mundo lo que él piensa. M á s d i n e r o t e n d r á q u e y o , pero por esta vez m e llevo el g a t o al a g u a . —Usted lo m e d i t a r á , P a s c u a l — r e s p o n d i ó D . N e mesio levantándose.—Yo h e c u m p l i d o como lo exige nuestro m u t u o aprecio. Consulte usted con su Ii140 Emilia Pardo Basan. c o n c i e n c i a si d e b e colocarse e n t r e P a s t o r a y la fort u n a i n e s p e r a d a que se le b r i n d a . D i c h o esto salió a p r e t á n d o m e a m i g a b l e m e n t e la m a n o . Vi m u y bien en la placidez de su r o s t r o que s e le d a b a u n a higa d e m i s b r a v a t a s , y q u e la idea d e q u e el señorito de la F o r m o s e d a p u d i e r a ser r e h u s a d o no e c h a b a raíces en su p e n s a m i e n t o . Q u e d é m e en un e s t a d o de e x a l t a c i ó n vehementísima. P o r m á s sofismas q u e la pasión m e d i c t a r a , por m á s h e r v o r e s de s a n g r e q u e ascendiesen á mi cer e b r o al doble i m p u l s o de la v a n i d a d mortificada y del s e n t i m i e n t o herido, u n a voz, la voz indiscret a que con d e s e s p e r a n t e c l a r i d a d c a n t a d e n t r o de nosotros m i s m o s i m p o r t u n a s v e r d a d e s , m e decía c o s a s q u e no m e e r a posible desoir ni n e g a r . Rep e t í a m e d o b l e m e n t e esforzados los a r g u m e n t o s de D . N e m e s i o ; m e m o s t r a b a irónica mi p r o p i a insignificancia, la posición p r e c a r i a y a n g u s t i o s a que yo podía o f r e c e r á u n a familia, c o n t r a s t a n d o con el c ó m o d o b i e n e s t a r , la existencia h o n r o s a promet i d a á P a s t o r a en el e n l a c e con D . V í c t o r . Y es m u y de a d v e r t i r que, con a b o r r e c e r yo p r o f u n d a m e n t e al señorito de la F o r m o s e d a , c u y a s accio nes, lujo y maneras me parecían tan impertinentes y d e s d e ñ o s a s , allá en mi interior n o podía dej a r de h a c e r l e c o m p l e t a j u s t i c i a , reconociendo que e n la ya l a r g a t e m p o r a d a q u e l l e v á b a m o s h a b i t a n d o j u n t o s b a j o el techo d e d o ñ a V e r ó n i c a , n u n c a Pascual López. 149 sorprendiera en el señorito un indicio de d e s a r r e glo ni de viciosas c o s t u m b r e s . O r d i n a r i a m e n t e , al r e c o g e r m e yo, ya él r e p o s a b a entre s á b a n a s ; j a m á s escuché en su h a b i t a c i ó n choque de vasos y botellas, ni bullicio y j á c a r a d e descompuestos a m i g o s ; s i e m p r e le vi t a n tieso, t a n estirado y t a n metódico; juego, ni por las m i e n t e s ; de galanteos, no le conocí n u n c a m á s q u e los m u y inocentes, superficiales y decorosos que la voz pública le a t r i b u í a con a l g u n a s s e ñ o r i t a s de c a l i d a d , á quienes p o r v e n t u r a t r o p e z ó en las a r b o l e d a s del paseo ó vió a r r a s t r a r vaporosa cola de t a r l a t a n a sóbrelas a l f o m b r a s de ios bailes; y finalmente, la aventura de P a s t o r a , q u e si p u d o iniciarse con funesto propósito, de t a n c r i s t i a n a m a n e r a terminaba. A la convicción d e estos m o r i g e r a d o s hábitos de mi r i v a l , se u n í a la lucidez con que yo m e analizaba á mí propio y á mi m e n g u a d o p o r v e n i r . No tenía m á s p e r s p e c t i v a lisonjera que la de pescar un partidillo y m a t a r allí s a n o s ; v e r d a d es q u e me correspondía, por mi c a s a , una exigua p a r t e d e montañés p a t r i m o n i o ; pero a m é n de que ya ni m i s gustos, r e m o n t a d o s como p a n d e r o s , ni mi g é n e r o de v i d a , m e c o n s e n t i r í a n e m p u ñ a r el a r a d o y la azada, h a b í a m e c o m p r o m e t i d o con mi p a d r e á n o recoger aquel lote de herencia y á d e j a r l o á beneficio de ios d e m á s h e r m a n o s : c o m p r o m i s o justísimo, puesto q u e ios gastos de la c a r r e r a en b r e v e consumirían aquella porción de legítima, y d i s f r u t a r l a Ii42 Emilia Pardo Basan. f u e r a expoliar á m i s c o h e r e d e r o s , cosa q u e , aun no s i e n d o yo modelo de v i r t u d e s , r e p u g n a b a á mi conciencia. ¡ R a y o d e D i o s ! ¡ P o r q u é los q u e tienen e x i g e n c i a s , n e c e s i d a d e s y a n s i a s de goces no han d e poseer á proporción v o l u n t a d enérgica y fuerza p a r a s e p a r a r los obstáculos sociales! ¡ P o r qué mi c o n d e n a d a h o l g a z a n e r í a se h a de i n t e r p o n e r entre los libros y yo! E s t a s especies a c u d í a n en tropel á mi imaginación, con la a g u d a v i v e z a q u e revisten las represent a c i o n e s p e n o s a s . M a s á la vez el a m o r m e sumin i s t r a b a a r g u m e n t o s p a r a d e s e c h a r l a s . P a s t o r a te quiere, m e decía; quien bien quiere, p a s a p o r todo: preferiría ella p a r t i r contigo u n a s p a t a t a s , á sabor e a r faisán en c o m p a ñ í a del s e ñ o r i t o de la Formos e d a . P e r o , r e p l i c a b a el j u i c i o , P a s t o r a no se verá f o r z a d a á sacrificarte ú n i c a m e n t e lo supérfluo y lo e x q u i s i t o de la v i d a , q u e eso bien a i n a lo hiciera ella; t e n d r á q u e i n m o l a r t e su r e p o s o , los sentim i e n t o s m á s h o n r a d o s de su a l m a , c u a l e s son la g r a t i t u d y el respeto á su tío, la o b e d i e n c i a á su m a d r e . . . E n este ovillejo a n d á b a m e y o , sin acertar á d e s e n r e d a r l o . T u m b é m e sobre la c a m a , revolv i é n d o m e en ella e n un e s t a d o de fluctuación y ang u s t i a inexplicables; e n c e n d í c i g a r r o t r a s cigarro, sin concluir a l g u n o , a n t e s a r r o j á n d o l o s á medio f u m a r . . . D o ñ a V e r ó n i c a , con i m p o r t u n a solicitud, e n t r ó v a r i a s veces á p r e g u n t a r m e en voz meliflua s i «se m e ofrecía algo» si «me i b a mal» y si «no Pascual López. quería la comida.» R e s p o n d í l e d e s a b r i d a m e n t e me dolían las m u e l a s d e u n m o d o a t r o z , q u e incomodaba ver luz y t e n e r q u e h a b l a r : ella tonces fuése p i s a n d o b l a n d i t o , n o sin q u e a n t e s tornase las m a d e r a s d e la v e n t a n a . 143 que me enen- Ciertas crisis n o p u e d e n p r o l o n g a r s e . Mi p r o p i o desasosiego t r a j o d e la m a n o u n a i n q u i e t u d q u e de súbito m e i n v a d i ó : d o r m i t é u n a m e d i a h o r a , y me hallé c a l m a d o y resuelto. S a l t é del lecho y a b r í la v e n t a n a : e r a ya a n o c h e c i d o : b r i l l a b a n a l g u n a s estrellas e n el o s c u r o azul del cielo, y los faroles luchaban con las t i n i e b l a s d e la calle. R e s p i r é con deleite el fresco n o c t u r n o , y p e r m a n e c í a l g ú n r a t o meditando. P a r e c í a m e h a b e r e n c o n t r a d o un expediente conciliador. C u a n t a s m á s v u e l t a s le d a b a , más r a z o n a b l e m e p a r e c í a . C e r r é o t r a vez la vidriera, encendí fósforo y b u j í a , y t o m a n d o r e c a d o de escribir, t r a c é ya con firme p u l s o y l e t r a c l a r a , estos r e n g l o n e s : «Mi q u e r i d a P a s t o r a : p í d e s m e c o n s e j o , y voy á •decirte lo q u e la conciencia m e d i c t a . O b r a c u a l »te sugieran tu b u e n a r a z ó n y tu juicio. Yo estoy •demasiado i n t e r e s a d o en el a s u n t o p a r a p o d e r •acertadamente dirigirte. Si d e j a s e correr la plu»ma, te p o n d r í a cosas q u e tu a l b e d r í o s u j e t a r a n . »La cuestión es g r a v e , y c o m o de ella p e n d e t o d a »tu vida, d e b o irme con t i e n t o . N o i n f l u y a n en t u »ánimo las p a l a b r a s q u e n o s d i m o s , e n c u a n t o oblig a n y son s a g r a d a s , que yo de b u e n g r a d o las ten- Ii144 Emilia Pardo Basan. »dré por n o r e c i b i d a s : o b r a c u a l si, conociéndome »y q u e r i é n d o m e , n a d a h u b i é s e m o s t r a t a d o de ca»samiento. »>Ni en c o n t r a ni en favor mío te inclino. Pero »soy, c o m o s i m p r e , tu c o n s t a n t e Pascual.» E s t a s e n s a t í s i m a c a r t a c o n c l u i d a , respiré con m á s d e s a h o g o ; la v e r d a d a n t e t o d o : al d a r l a así d e m a g n á n i m o , no d e j a b a yo de c o n t a r firmement e con el fiel a p e g o d e P a s t o r a , y d e c a l c u l a r que l a s h á b i l e s r e t i c e n c i a s de la c a r t a h a b í a n de ser c l a r o s signos de mi deseo. D e s p u é s de todo, la cart a e r a d i p l o m á t i c a , y y o lo c o m p r e n d í a bien. En el f o n d o , á p e s a r de mi generoso a l a r d e , yo result a b a un egoísta. E l h o m b r e suele concluir convenios de esta clase con su d e b e r , e s t i p u l a n d o una cláusula secreta á favor d e la pasión. R e s u e l t o á e n v i a r á m a y o r b r e v e d a d la misiva á su destino, r e c o r d é que, h a l l á n d o s e D. V i c e n t e prisionero de la g o t a en su c a s a , no p a r e c e r í a extemp o r á n e o ir de n o c h e á hacerle un r a t o de tertulia. S a l í , p u e s , y eché á a n d a r en a q u e l l a dirección: s o r p r e n d i ó m e ver el p o r t a l i l u m i n a d o y abierto, cosa t a n o p u e s t a á la s a b i a e c o n o m í a y metódicas c o s t u m b r e s del c a n ó n i g o : s u b í , l l a m é , abrióme la M a r i t o r n e s , y p o r p o c o caigo d e e s p a l d a s al divisar, p e n d i e n t e s de la p e r c h a en q u e solía y o colgar mi c a p a , dos objetos de mí m u y c o n o c i d o s , á saber: el m a n t e o algo r a í d o , p e r o cepillado y pulcro, de D . N e m e s i o , y el m a g n í f i c o g a b á n con vueltas de Pascual López. 145 suaves pieles, que v a r i a s veces e n v i d i a r a en hombros de D . Víctor de la F o r m o s e d a . — ¿ E s t á n a h í ? — p r e g u n t é á la f á m u l a , s e ñ a l a n d o hacia la sala. —Sí, señor. — ¿ H a c e m u c h o que llegaron? — Un m o m e n t i t o . — ¿Quién está con ellos? — E l señor y misía F e r m i n a . — ;<mY la señorita P a s t o r a ? — A h o r a m i s m i t o v e n d r á ; le m a n d ó misía F e r mina que se c o m p u s i e r a el pelo y se pusiese u n a corbata, y está en su cuarto. Con ligereza y silencio de f a n t a s m a m e escurrí á lo largo del corredor, sin hacer c a s o de la sirviente, que bien m e conocía. E m p u j é la p u e r t a del c u a r t o de P a s t o r a , y la vi de p i e , a n t e u n a c ó m o d a , apoyados en ella los dos c o d o s , y e n t r e las m a n o s la cabeza. A l u m b r a b a el l u g a r un veloncito de aceite. Al sentir mis pasos volvióse e l l a , y casi á un tiempo g r i t a m o s n u e s t r o s n o m b r e s . —Qué milagro —iba á preguntar Pastora, —Están a h í — l e dije. — ¡ A h ! Ya lo sé. T e n g o que salir. — N o salgas. N o quiero. —Pero . - N a d a , n a d a . Q u e te dio un dolor de c a b e z a , ó de cualquier otra cosa. N o sales. — B u e n o , b u e n o ; p e r o v e t e : si el tío ó m a m á 10 i6o Emilia Pardo Bazán. se e n t e r a n d e q u e e s t á s a q u í , ¡ q u é disgusto....! — M e a l e g r a r í a . Así se m a r c h a r í a d e u n a vez ese D. V í c t o r ó d o n d e m o n i o . — ¿ Q u é m e a c o n s e j a s , P a s c u a l ? E s t o y q u e no sé lo q u e m e p a s a . — ¡ A c o n s e j a r t e ! M i r a la c a r t a q u e t e t r a í a escrita. E c h é m a n o al b o l s i l l o , y n o h a y n e c e s i d a d de d e c i r q u e s a q u é la p r i m e r a e p í s t o l a , la q u e m e dict a r a u n a r r e b a t o d e e n o j o y c e l o s . P a s t o r a la leyó rápidamente. — ¡ A y d e m í ! — d i j o . — T i e n e s r a z ó n ; p e r o , ¡qué d e a m a r g u r a s , q u é d e c o m b a t e s se p r e p a r a n ! M i r é l a , y á la l u z del veloncillo, su r o s t r o Cándid o y m a l i c i o s o s i e m p r e , m e p a r e c i ó g r a v e , surcado de huellas de insomnio y de llanto. — ¿ T ú m e q u i e r e s , sí ó n o ? — l e d i j e . — E s o n o se p r e g u n t a . V e t e . — A h o r a m i s m o — r e s p o n d í a p r e t a n d o s u s deditos, fríos c o m o b a r r a s d e hielo. O y ó s e e n el c o r r e d o r la v o z d e d o ñ a F e r m i n a , contenida é impaciente. — P a s t o r a , ¿tú a c a b a s ? — decía. T e m b l a m o s q u e e n t r a s e . P a s t o r a r e s p o n d i ó con a p a g a d a voz: — Voy en seguida, m a m á . Estoy concluyendo. — P u e s á v e r si d e s p a c h a s , ¿ e h ? Y voz y pasos se alejaron. C o n la m i s m a c a u t e l a q u e p u s e a l e n t r a r dejé la Pascual López. 147 habitación, solicitado por los elocuentes ademanes con que Pastora me señalaba la puerta. No hablamos otra palabra, y en breve me hallé lejos de aquella casa, recorriendo las calles sin dirección fija. Sentíame á la vez enorgullecido y malcontento, en una de esas situaciones complejas que piden desahogo. La ciudad estaba tan reposada y soñolienta como inquieto yo. No se oía más que el paso presuroso de algún tardío transeúnte dirigiéndose ála cotidiana tertulia, ó el ladrido lejano de algún perro. Estaba la noche entreclara, sin luna, pero las estrellas bastaban á iluminarla. Llevado de mis pensamientos, caminé hacia la Alameda, y una vez allí seguí la dirección del hermoso paseo de Bóveda, más conocido por la Herradura, elevado semicírculo, desde el cual se domina, como á vista de pájaro, Santiago y un extenso anfiteatro de montañas, destacándose sobre la perspectiva de la ciudad las torres de la catedral, elegantes cúpulas que rompen la monotonía de las líneas de casas, confundidas entre la oscuridad y distintas únicamente por la mancha más sombría del verdor de las huertas. Reinaba quietud profunda en el lugar, y sólo leve soplo de viento remedaba en las copas de los árboles voces misteriosas. Dejéme caer en un banco: ante mí, por entre dos troncos, vi oscilar algunas luees en la ciudad, y particularmente en ciertas casas ya aisladas y próximas á la falda del monte, un gru- i6o Emilia Pardo Bazán. po de tres lucecitas vagarosas y bailadoras se movía y cruzaba como si ejecutase fantástico solo de rigodón. Embocéme en mi capa, porque el frío, en aquel sitio alto y montuoso, era recio. Las luces seguían danzando, y he de advertir que los gallegos asociamos multitud de ideas supersticiosas á estas luminarias -movedizas y andariegas: razón por k. cual yo miraba algo fascinado los resplandores de ¡as saltarinas luces. De pronto, pegué un respingo: un hombre estaba sentado, arrimadito á mí, en el mismo banco, sin que yo supiese cómo ni cuándo había venido. Quedóme de una pieza. Lo peregrino del suceso, la hora, el lugar, el silencio y recogimiento maravillosos, pusieran pavor en el ánimo más entero y valiente. Vergüenza me da hoy confesarlo: mas es lo cierto que el sobresalto me paralizó, hasta no consentirme echar á correr, ni menos volver y mirar cara á cara al inesperado acompañante. Así permanecimos unos segundos, en que yo oía distinto y claro el ruido de las palpitaciones de mi corazón. Mas subió de punto el temor cuando sentí una mano que me parecía de descomunal gigante posarse en mi hombro y una voz pronunciar estas palabras, bien vulgares y nada alarmantes en sí: —Tenga usted felices noches, señor de López. Pegóseme la voz á la laringe, y á impulsos del mismo susto me incorporé. Pero la voz añadió: — ¿No me conoce usted? Pascual Lápiz. 149 Sí que le conocía, y conocía aquellos dos negros huecos en lugar de ojos, que á la indecisa nocturna claridad hacían espantable figura. ¡ Cosas de la imaginación! Si miedo tenía antes, cien veces más miedo me entró desde que vi que el duende llevaba las antiparras de Onarro. — Buenas... noches...—tartamudeé. — Siéntese usted—dijo el raro interlocutor asiéndome de la capa. Búrlese el que quiera; téngame norabuena por medroso y apocado y aun por crédulo y simple en demasía; pero es lo cierto que al sentir que me agarraban, 110 se qué estremecimiento, qué horripilación corrió por la raíz de mis cabellos, y con la celeridad del rayo puse en planta el infalible expediente que sugiere el temor á los más tardos, y tomé las de Villadiego, dejando en manos del fantasma la capa que tenía cogida. En desatada carrera crucé por delante del cuartel, me engolfé en las calles, y no paré hasta la plaza del Toral. Llegado allí, las iluminadas ventanas del Casino me animaron, y me detuve sin aliento. Una agudísima sensación de frío vino á congelar en mi frente el doble sudor de la congoja y del violento escape. El curso de mis ideas cambió por completo; me repuse, borráronse mis quiméricos temores, y comprendí la extensión de mi necia ridiculez. ¿A qué venía mi exagerada alarma, mi tontísima fuga? ¿Qué endriago, qué vestiglo, Ii150 Emilia Pardo Basan. qué alma del otro mundo me asaltara? ¿Acaso Onarro no era, como yo, hombre de carne y hueso? Lo mismo que á mí me diera la humorada de pasearme á deshora por el hemiciclo de la Herradura, ¿no podía tenerla el caprichoso y extemporáneo profesor? ¿Valía el lance la pena de tanto aspaviento? ¡Qué burla, qué chacota se me preparaba si se traslucía mi grande y risible pavura! Lo que más me apretaba y daba fatiga era el pesar de haber perdido mi capa, fiel compañera de aventuras estudiantiles, adicta amiga de mis pobres huesos, tan propicia á encubrir el mal estado de mi raído chaquetón, como á cobijar entre sus pliegues el billetito amoroso de Pastora. Sólo el que ha sido estudiante en Santiago, comprende el subido valor de una capa. Heredera directa del manteo tradicional, la capa establece entre los escolares la igualdad, fraternidad y solidaridad más estrechas. Ante la capa, no hay altos ni bajos, pobres ni ricos, no hay sino hermanos. Los estudiantes que, como el señorito de la Formoseda, prescinden de la capa, rompen ipso facto el sagrado vínculo de la unión escolar. Están calificados y puestos en entredicho: la antipatía general cae sobre sus cabezas y viven como hongos, reducidos á la sociedad de viejos. La capa forma parte del estudiante: es un órgano suyo, es el complemento de su piel: así es que al hallarme yo sin ella, parecíame que me faltaba algo Pascual López. 159 íntimo, indispensable para la vida, algo de mi individuo. Además, me chupaba de frío los dedos. Mohíno y de mal talante, estúveme largo rato suspenso entre volver á la Herradura y cobrar m. capa ó tocar retreta hacia el hospitalario techo de doña Verónica. Era yo la viva estatua de la indecisión. Finalmente, vi aparecerse por debajo de los soportales de la Rúa Nueva dos serenos armados de sendos chuzos y farolillos: vista que me determi nó á ir en busca de mi casa y cama. Llegué transido á la posada; al subir oí el rechinamiento de las botas nuevas de D. Víctor, que medía á grandes pasos su sala, y di en el corredor con D. Nemesio, que llevaba en la diestra una palmatoria, amparando la luz con la siniestra para que el aire no la extinguiese. «i J o ¿A dónde bueno tan deprisa y tan callado me preguntó, mostrando querer entrar conmigo en mi dormitorio. — \ Oiga! i Viene usted á cuerpo! ¡Pues no está la noche cruel que digamos! - V o y á recogerme , Sr. D. N e m e s i o - r e s p o n d í con flaca y desmayada voz, mientras daba diente con diente. —¿Está usted enfermo? —No me siento muy bien. ¿Quiere que me quede en su compañíavetando? Disponga usted de mi inutilidad, con franqueza. - N o , no señor, un millón de gracias. En durmiendo se me pasará. Ii152 Emilia Pardo Basan. —Traiga usted acá esa mano, hombre..., Cáspita, que fría, parece la mismísima nieve! y el pulso medio loco... Vaya, entre usted en el cuarto y acuéstese, que ya que no me quiera de enfermero, le haré una tacita de mi té. Es excelente, como que meló regaló un capitán de barco, un muchacho más obsequioso... El sacerdote me dejó para volver á pocos momentos con una estufilla y una tetera, en que en breve hervía la perfumada infusión. De suyo era servicial D. Nemesio; pero sospecho que aquella noche nació su grande caridad para conmigo, de atribuir mi abatimiento á causas muy diversas de la ridicula aventura de la capa. Algo escarabajeaba en el ánimo de D. Nemesio, algo semejante á un remordimiento involuntario, que le movió á decirme, al par que echaba en la taza unos terroncítos de azúcar: —¿No me pregunta usted nada de mi negociación matrimonial ? —¿Qué quiere usted que le pregunte? —Pastorcita no estaba hoy buena. Digo, no sé si sería pretexto para no recibir al pretendiente. Vol vi me del otro lado sin responder. Tal era el efecto producido en mi espíritu por los sucesos nocturnos del paseo de la Herradura , que la grata noticia de la lealtad de Pastora resbaló sobre mi pensamiento como gota de agua sobre una super- Pascual López. 153 ficie de acero bruñido. D. Nemesio renunció á sacarme del cuerpo palabra, y servídome que hubo el té y deseado una apacible noche, fuése. Me dormí ai fomento del calorcillo de la cama, pero me molestaron pesadillas singulares. La desordenada é inconsciente actividad de mi cerebro, transformaba lo ocurrido durante el día en fantástica sucesión de disolventes cuadros. Soñábame yo arrebatando á Pastora de las uñas de su furiosa madre, y huyendo á campo traviesa, montados ambos amantes en un corcel velocísimo, ella á ancas y yo gobernando el trotón. De pronto el pescuezo de éste se alargaba, se alargaba, convirtiéndose en el chuzo de un sereno, á cuyo extremo aparecíala cabeza, y ésta volviéndose hacia nosotros mostraba tener ojos humanos, provistos de azules resplandecientes antiparras... Otras veces me imaginaba estar con Pastora también, en la apacible estancia de su casa, á la luz del veloncillo: de pronto veíamos entrar á D. Nemesio con la sonrisa en los labios: Pastora daba un chillido, volcábase el velón: á tientas yo la buscaba para que nos fugásemos juntos: hallaba por fin un bulto en la oscuridad, y lo sacaba no sé por dónde á la calle: echábale encima mi capa, mas ésta se convirtiera en manto de plomo, como el de los hipócritas de Dante, y yo no podía manejarla... Después volábamos, volábamos, trasponiendo las torres de la Catedral, y siempre en dirección de triángulo de luces que en remo- Ii154 Emilia Pardo Basan. ta lontananza giraban vertiginosamente... ¿A qué contar tanto desatino? Cuando desperté, bañado en sudor copioso, pude pensar que continuaba el sueño. En efecto, sobre mi lecho tendida, yacía mi capa: era la misma, no cabía dudarlo: harto conocía yo las bandas de descolorida grana, el paño parduzco y los broches de plata figurando conchas de peregrino de aquella cara prenda... Frotéme los párpados, paseé atónito una mirada por la habitación, y en la silla que junto á l a mesa estaba vi sentadoá Onarro, hojeando mis pocos libros. VII No hay nadie medroso á las doce del día (tratándose de miedo á cosas sobrenaturales). Yo, en aquel momento, ante el rayo de sol que cruzaba la vidriera é iba á besar jocundo la caleada pared, me hallé poseído únicamente de vergüenza terrible, recordando mi poquedad de ánimo y mi humillante escapatoria. Onarro estaba allí con su gabán color nuez, su floja y desaliñada corbata; á su lado, en la mesilla, reposaban las antiparras; y sus grises ojos, en mí clavados, se teñían de la benévola suspicacia que caracteriza las pupilas del gato do- Pascual López. 155 méstico, tígrecillo siempre receloso y siempre maligno en su mansedumbre. Onarro fué el que entabló el coloquio, que yo no supe ni quise. —Ahí tiene usted su capa—me dijo señalando con el dedo al irrefragable testimonio de mi cobardía. — Siento mucho que se haya usted molestado... — ¡Famoso susto di á usted! Si yo sospechase que era usted tan... nervioso, jamás emprendería conversación con usted en aquel lugar y á aquella hora. — ¿Habrá venido aquí este hombre solamente para traerme la capa y soltarme de paso estas puliitas?—pensaba yo. Y repliqué en voz alta: — Señor D. Félix, la imaginación á veces... — Sí, ya sé yo que la imaginación, cuando preponderando sobre facultades superiores y envuelta en las nieblas de la ignorancia... y acaso dominada por preocupaciones adquiridas... Y es evidente que usted es un ignorante. Eso no impide á veces tener mucho talento. Hoffmann, el inimitable cuentista, soñaba despierto con trasgos, hechicerías, espectros y apariciones. Y usted puede estar adornado de brillante fantasía, sin que deje de ser un ignorante. ¿Verdad que lo es usted? — En realidad... me parece que... francamente... El respeto y el temor contenían en mis labios una respuesta ágria, pero íbame amostazando tan i6o Emilia Pardo Bazán. impertinente discurrir. Onarro se levantó, y en vez d e tomar la puerta tomó su silla y vino á sentarse á mí lado, casi tocando conmigo, á la cabecera de la cama. — No sólo es usted un ignorante—prosiguiósino que se le da un comino de serlo. — A mí... no señor, usted dispense, está usted en un error. — Lo dicho. ¿Qué le va á usted ni le viene en las cuestiones científicas? ¿Qué entiende usted de achaque de saber? Usted no posee la curiosidad, ni siquiera la vulgar curiosidad, que incita al estudio. La química, verbigracia, le es á usted, no sólo indiferente, sino odiosa. —¿A qué santo vendrá este maniático á meterse conmigo?—murmuré para mi capote. — Un ardite se le daría á usted de llegar á la altura de un Dumas ó un Berthelot, ó de quedarse hecho un zarramplín. —Señor mío—exclamé yo, creyendo que interesaban al éxito de mi carrera y al honor del pabellón unas miajas de farsas y embuste—usted se eng a ñ a , y mucho. ¡No gustarme á mí la química! jBueno vá! ¡la química! ¡justamente! ¡y explicada como usted la explica ! ¡oh ! La cara de limoncillo seco de Onarro adquirió de improviso formidable seriedad, sus ojos despidieron chispas, y alzándose y asiéndome de una muñeca que apretó con toda la fuerza de sus dedos Pascual López. 165 sutiles y vigorosos como resortes de acero, dijo con voz contenida, pero enérgica: —Oiga usted. Atiéndame bien. Yo no vengo aquí de broma, ni la admito. Exijo de usted la verdad, y usted me la dirá. Tanto peor para usted si me toma por un juglar ó un loco. —Rematado - pensé en seguida; pero enmudecí. Onarro me soltó, y con más reposo: —Ruego á usted que sea sincero—pronunció mirándome á la cara.—Salga de su boca la verdad, que por lo demás conozco yo tan bien ó mejor que usted, por que hace meses que le estudio sin descanso, como á un organismo curioso é ignoto. N o soy aquí el profesor ante el discípulo, soy un hombre que necesita de otro hombre. Sea usted leal, y no le pesará. ¿Usted no tiene la menor vocación científica, no es eso? Subyugóme el tono y la manera de hacer la pregunta, y sin fijarme en lo extraño de tal interrogatorio ni en lo peregrino de mi franqueza, repliqué. —Ya que usted quiere á toda costa que lo confiese... No, no, señor. — ¿A usted le causará tedio abrir hasta el libro de texto ? —Es mi mejor narcótico. — Más todavía. Usted conoce que en su cabeza no arraigan ni fructifican las explicaciones que doy en mi clase ? — Por un oído me entran y me salen por otro. II58 Emilia Pardo Basan. — ¿Y los experimentos? ¿ L e interesan á usted los experimentos? — Me parecen un juego de chiquillos. — No le gustaría á usted sobresalir entre sus compañeros, por su aplicación, su inteligencia? —Quisiera tener concluidos ya los años de curso, para hacer una hoguerita con los libros. —Y á veces, cuando me ve usted en mi puesto, vulgarizando las grandes verdades de la ciencia, poniéndolas al alcance de la juventud, echando el germen de la cultura en aquellas almas... ¿no me envidia usted con noble envidia? ¿No quisiera usted estar en mi lugar?... — ¡Tomarme yo tanto trabajo por desbastar alcornoques! No en mis días. Crecía la audacia de mis respuestas, á medida que el semblante de Onarro se iluminaba con alegre expresión. —¿Nunca ha soñado usted, en sus ratos perdidos, con ser una de esas lumbreras del mundo, uno de esos grandes hombres que ensanchan los límites del conocimiento humano é interpretan acertadamente la obra divina; un Arquímedes, un Newton, un Leibnitz ? ¿ No le gustaría á usted que su nombre corriese de boca en boca, y se conservase de generación en generación, y se esculpiese en mármoles, y se grabase en bronces, y lo inmortalizase el arte en gloriosos monumentos? Onarro estaba en pie, sin duda en las puntas de Pascual López. 159 los pies, porque me parecía más alto que de costumbre ; entre la ceniza de sus pardos ojos brillaba sobrehumano fuego; tendía con ademán majestuoso el diestro brazo, cubierto con la exigua manga color nuez. Vínoseme á la memoria una estrofa de Espronceda, poeta muy leído de estudiantes, que en materia de gusto literario aún suelen estar con la generación romántica del 30 al 40, y declamé enfáticamente: « Y o , c o n p e r d ó n d e la g l o r i a , m u c h o m á s estimaría vivir en el m u n d o un día q u e cien a ñ o s en la h i s t o r i a . » Al pronto temí haberme excedido, porque una sombra de desagrado y amargura cruzó por el semblante de Onarro. Mas fué un momento. Volvió á pintarse en él la satisfacción, y dejándose caer de nuevo en la silla, preguntóme con tono muy diverso del que antes empleara: —¿Qué desea usted, pues? ¿No tiene usted ideal de ninguna clase? ¿No aspira usted sino á vegetar en la oscuridad y la inercia ? — ¡Que si aspiro! ¡ Ay señor D. Félix, si yo pudiera pedir por esta boca! - P i d a usted, pida usted; ¡quién sabe si será medida! —Señor D. Félix, si yo tuviese dinero en abundancia, ¡qué cosas haría! ¡Qué planes me bullen aquí! i6o Emilia Pardo Bazán. — ¡Magnífico!—exclamo él levantando el emboce de la sábana y cogiéndome una mano que apretó esta vez con entusiasmo, y casi con ternura.— ¡ De modo que es usted codicioso! —Codicioso precisamente, no; pero desengáñese usted, que lo que hay que ser en el día es rico. Los pobres significamos tanto como la ultima palabra del Credo: sí, señor D. Félix, somos de peor condición que los negros de Guinea. ¿Ve usted esa capa que me ha devuelto? Pues tiene siete años; se transparenta casi el día por ella, y, sin embargo, al recobrarla me pareció que recuperaba un pedazo del corazón, porque no tengo esperanza alguna de poder comprar o t r a , y anoche me he vuelto carámbano con su falta. ¿Ve usted esas botas? Pues á fuerza de betún disimulan su vetustez... ¿Cree usted que si yo tuviera peluconas me quebraría los cascos en estudiar? ¡A otra puerta! Vida alegre, ver mundo, gozar de la juventud... ¿Usted piensa que si yo fuera poderoso aguantaría que me pusiesen sábanas gordas y remendadas como éstas, mientras otro en la sala de al lado lasgastade olán y con randas y encajes? ¿Que me conformaría con los desperdicios del señorito de la Formoseda, y no haría venir de Francia pechugas de ángeles rellenas de tocinos del cielo? Pero, señor D. Félix, me aguanto, porque la necesidad tiene cara de hereje. —¿Las riquezas serían, pues, para usted la dicha cabal y perfecta? ¿No aspira usted á más? Pascual López. 169 — ¿Y qué más se puede pedir? Salud gasto, mi novia me quiere, y si no nos casamos, y aun si es probable que no nos lleguemos á casar en la vida, la culpa es de los picaros doblones. — ¿Tiene usted novia? —preguntó Onarro, por cuyos ojuelos pasaron unos idilios juveniles. - S í , señor; pero le ha salido una proporción riquísima, y es fácil que al cabo... Lo que yo digo, D. Félix: poderoso caballero es don dinero. El que tiene llave de oro, abre todas las puertas. Excitado por el prurito de hablar de mi propia persona, que es cosa en general muy grata, íbame ya olvidando de la extrañeza de aquel diálogo y de lo inexplicable que era la presencia del profesor en mi cuarto tanto tiempo. Onarro, como hombre indeciso, medía el aposento con rápidas pisadas. Al cabo se detuvo ante mí y mirándome fijamente : —Ya sabía todo eso—me dijo.—Desde que usted ha puesto el pie en mi clase le estudio, le conozco, no le pierdo de vista... He probado á usted de mil maneras, he tratado de excitarle la curiosidad, el amor propio, la emulación... Nada, nada. Más fácil sería sacar jugo del mármol que de usted un arranque de entusiasmo científico... Me he convencido, estoy seguro de que para usted, lo que se refiere á conocimiento, es letra muerta. Usted no miente, no. Es usted, en realidad, tan extravagante é imperfecto como dice. ii Emilia Pardo Bazán. — T ú sí q u e eres u n e x t r a v a g a n t e — r e p l i q u é yo aparte, por supuesto. — A l m i s m o t i e m p o he t o m a d o i n f o r m e s de usted, y sé q u e es u s t e d h o m b r e de b i e n , c a p a z de cumplir un c o n t r a t o . — E s o , s í , señor. Con la leche lo m a m é y con la c r i s t i a n a e n s e ñ a n z a q u e m e dieron. M e p r e c i o de ello, a u n q u e p o b r e . —¿Quiere acariciando re u s t e d ser ¿ D e t o d o el u s t e d — m e dijo s o l e m n e m e n t e O n a r r o su b a r b a l a m p i ñ a y p u n t i a g u d a —quieel h o m b r e m á s rico de t o d a E u r o p a ? mundo? Abrí t a m a ñ o s ojos. S i e m p r e m e p a r e c i e r a q u e el b u e n o del profesor de q u í m i c a t e n í a a l g u n a s afinid a d e s con los h a b i t a n t e s de O r a t e s , L e g a n é s y otros p u n t o s a n á l o g o s ; p e r o e n a q u e l i n s t a n t e le d i p u t é por el m a y o r y m á s gracioso d e m e n t e que p u d i e s e h a b e r b a j o la c a p a del cielo. Así q u e resp o n d í con d i s i m u l a d a c h u n g a : — M e c o n f o r m o con ser el m á s rico de G a l i c i a . — P o c o p i d e usted; y a s u b i r á n d e p u n t o s u s exig e n c i a s a n d a n d o el t i e m p o . P o r lo d e m á s , n o he de ser yo q u i e n t a s e y l i m i t e el c a u d a l de u s t e d , sino usted mismo. — E a p u e s , S r . D . F é l i x — r e p l i q u é resuelto á llev a r l e el h u m o r — v e n g a a c á ese P e r ú , lleguen esas I n d i a s , a c é r q u e s e esa C a l i f o r n i a , q u e yo de buena v o l u n t a d y p o r a m o r de Dios a p e n c a r é con todo ello. ¿ E s billete de l o t e r í a ? ¿ P o s e e u s t e d algún la- Pascual López. 163 g a r t o de d o b l e r a b o , q u e con él d i b u j e e n la a r e n a m o j a d a los n ú m e r o s q u e h a n de salir? ¿ E s t e s o r o e n c a n t a d o en el P i c o - S a c r o , c u y a s p r o f u n d i d a d e s y c u e v a s visitó u s t e d m e n u d a m e n t e ? — M o c i t o — r e p u s o D . F é l i x — y a he d i c h o q u e esto no es a s u n t o de b u r l a s , y e s p e r o q u e m i s c a n a s , c u a n d o n o mi c a r á c t e r de h o m b r e d e c i e n c i a , m e den d e r e c h o á ser oído con s e r i e d a d . — P e r d o n e u s t e d , p e r o la proposición es t a n halagüeña... — E s m u y f o r m a l y g r a v e . E n p r u e b a d e lo c u a l , u s t e d , c o m o c r i s t i a n o y c a t ó l i c o , va á j u r a r a h o r a mismo sobre los S a n t o s E v a n g e l i o s n o r e v e l a r á nadie ¿entiende usted? ni á esa n o v i a , el s e c r e t o de la e m p r e s a en q u e he m e n e s t e r su auxilio. D i c i e n d o y h a c i e n d o sacó del bolsillo del g a b á n un libro g r u e s o , con c a n t o n e r a s d o r a d a s y e n c u a d e m a c i ó n d e lujo; a b r i ó l o l e n t a m e n t e , y m e s e ñ a l ó con el d e d o la h o j a . P u d e v e r á J e s ú s S a l v a d o r e n una rica v i ñ e t a c r o m o l i t o g r a f i a d a , y d e b a j o , e n c a r a c t e r e s góticos d e o r o y a z u l , leí: In principio erat verbum... — J u r e u s t e d — r e p i t i ó la v o z p r o f u n d a de O n a r r o . — P e r o — e x c l a m é m e d i o v e n c i d o — y o n o j u r o así sin m á s ni m á s , ni sin s a b e r á q u é m e obligo. — S e obliga u s t e d ú n i c a m e n t e á g u a r d a r silencio, á n o decir á n a d i e d e este m u n d o lo q u e y o le confíe. —Si no es m á s q u e e s o , bien e s t á , m e a v e n - Ii164 Emilia Pardo Basan. go á prometerlo; pero podría usted indicarme... —Necesito d e u s t e d p a r a u n a e m p r e s a , e m p r e s a e n q u e p u e d e u s t e d h a c e r s e f a b u l o s a m e n t e rico, m á s q u e t o d o s los p r o p i e t a r i o s , b a n q u e r o s y monarcas de Europa. — M e conviene — dije c o n t a g i a d o d e la fe d e Onarro. — E s de a d v e r t i r q u e a r r i e s g a usted la v i d a . L a a d v e r t e n c i a m e resfrió un poco. A d e s p e c h o de m i s c o n t r a r i e d a d e s financieras y a m o r o s a s , mald i t a la g a n a q u e t e n í a de m o r i r m e . N o o b s t a n t e , el cebo e r a t e n t a d o r , y o m o z o , e s t u d i a n t e y avent u r e r o . E l recelo fué corto. — No importa—respondí. — T a m b i é n la arriesgo y o — a ñ a d i ó O n a r r o . — E s o n o m e consuela ni p i z c a , Sr. D . F é l i x ; pero, en fin, ya q u e u s t e d dice que con a r r i e s g a r l a voy á ser un p o t e n t a d o , vale la p e n a . P o r c o s a s de b a s t a n t e m e n o r m o n t a h a y quien se la j u e g a t o d o s los días. — E n ese c a s o es u s t e d m í o — d i j o O n a r r o comiénd o m e con los ojos. Y volvió á p r e s e n t a r m e el libro. — J u r e u s t e d , p o r su fe de cristiano, n o r e v e l a r á n a d i e lo que e n t r e u s t e d y y o o c u r r a . J ú r e l o u s t e d p o r c u a n t o existe d e s a g r a d o en el t i e m p o y en la e t e r n i d a d ; j ú r e l o u s t e d por el Dios que nos escucha. H o n d a y e x t r a ñ a i m p r e s i ó n me sobrecogió. L a f ó r m u l a del j u r a m e n t o , r e p e t i d a en actos públicos, Pascual López. 165 y que con t a n t a ligereza se p r o f a n a , p a r e c í a m e e n aquella o c a s i ó n , a n t e a q u e l h o m b r e s i n g u l a r y e n t a n p e r e g r i n a s c i r c u n s t a n c i a s , lo q u e realmente debe s e r : u n a c t o s o l e m n í s i m o , i m p o n e n t e , religioso. — S a l t e u s t e d de la c a m a — m e dijo O n a r r o . — J u r e usted con respeto. B r i n q u é á t i e r r a , y sin d a r m e r a z ó n de lo q u e hacía, m e arrodillé, puse la m a n o sobre el s a g r a d o libro, p r o n u n c i é las p a l a b r a s d e o r d e n a n z a y b e s é la p á g i n a p o r el sitio e n q u e los pies del S a l v a d o r se a p o y a b a n e n el globo del m u n d o . —Bien está—murmuró Onarro lacónicamente.— H a s t a la v i s t a . Y mostró querer marcharse. — E h , Sr. D . F é l i x , ¡eh!—grité a t u r d i d o sin p e n s a r en d e j a r mi h u m i l d e p o s t u r a . — M i r e u s t e d q u e yo he j u r a d o ; p e r o si se t r a t a d e a l g u n a cosa q u e . . . de a l g u n a acción no b u e n a , v a m o s . . . e n t o n c e s . . . Volvióse el s a b i o desde el u m b r a l , y m e d e j ó atónito con d i s p a r a r la m á s l a r g a , alegre y e s p o n t á n e a c a r c a j a d a q u e e s c u c h é e n mi v i d a . — ¡ B o n i t a f a c h a h a c e u s t e d ! — t a r t a m u d e ó ahogándose de risa.- - E 1 1 calzoncillos... con esa c a r a de susto... N o t e n g a u s t e d miedo, h o m b r e . . . n o soy c a p i t á n de g a v i l l a , ni m o n e d e r o falso... ni secuestrador... E s t a ú l t i m a p a l a b r a y el p o s t r e r eco d e h i l a r i d a d se p e r d i e r o n e n l o n t a n a n z a , p o r q u e y a O n a r r o b a - Ii166 Emilia Pardo Basan. j a b a la e s c a l e r a con p r i s a y a g i l i d a d juveniles. Q u e d é m e y o h e c h o u n a e s t a t u a , b o q u i a b i e r t o , sin s a b e r q u é m e p a s a b a ; p e r o fué lo b u e n o q u e al rec o b r a r m e y e m p e z a r á t r a e r á la m e m o r i a la reciente escena, a s a l t ó m e t a n irresistible convicción de q u e el profesor de q u í m i c a se h a b í a q u e r i d o d i v e r t i r c o n m i g o y j u g a r m e u n a d e sus b u r l a s est r a f a l a r i a s , q u e , sin ser p o d e r o s o á c o n t e n e r m e , v i é n d o m e a s í , en t a n r a r o p e r g e ñ o y d e hinojos, solté á mi vez el t r a p o con la mejor g a n a del m u n do. P a r e c í a m e e x t r a o r d i n a r i a m e n t e cómica la sencillez con q u e c r e y e r a yo t o d o a q u e l l o d e las riq u e z a s i n m e n s a s , de los tesoros, del peligro d e m u e r t e , la f o r m a l i d a d con q u e h a b í a j u r a d o g u a r d a r el secreto d e t a l e s s u e ñ o s y delirios... N o m e e r a posible d e j a r d e c o n s i d e r a r los a c t o s de O n a r r o c o m o i n s p i r a d o s p o r un c e r e b r o e n f e r m o ó p o r u n a condición r e t o z o n a , m a l i c i o s a y p i c a r e s c a . Y , con t o d o , la f a n t a s í a , a b o g a d a p e r e n n e de lo maravilloso, m e i n s i n u a b a p a s i t o un «¿quién sabe?» y u n «tal vez» q u e m e h a c í a n cavilar... C o m o el p e r s o n a j e del c o n j u r o en El diablo en el poder, t e m í a y d e s e a b a á un t i e m p o la p r e s e n c i a de S a t a n á s . Vestíme a p r e s u r a d a m e n t e , recordando que era h o r a de asistir á m i s d i a r i a s c l a s e s , y c o m o cruzase el c o r r e d o r , vi a b i e r t a d e p a r e n p a r la p u e r t a del c u a r t o de D . N e m e s i o A n g u l o . A c o r d ó m e entonces de la t e t e r a y d e m á s c h i s m e s q u e en mi alc o b a q u e d a r a n , y n o quise salir sin h a b e r v u e l t o á Pascual López. 175 colocarlos e n su a c o s t u m b r a d o s i t i o , s o b r e ía cómoda del b u e n clérigo. Volví á mi n i d o , cogí los trebejos y m e e n t r é sin c e r e m o n i a e n el domicilio de D . N e m e s i o , d e p o s i t a n d o e n su l u g a r correspondiente cada trasto. Mucho me sorprendió ver el lugar vacío á a q u e l l a h o r a . L a p u e r t e c i l l a d e escape q u e c o m u n i c a b a con las h a b i t a c i o n e s del señorito d e la F o r m o s e d a se h a l l a b a e n t r e a b i e r t a , y al t r a v é s d e la c o r t i n a de d r o g u é q u e v e l a b a los cristales se oían los a c e n t o s d e u n a g á r r u l a voz, para mí m u y c o n o c i d a . T o d o el m u n d o es indiscreto en d e t e r m i n a d a s c i r c u n s t a n c i a s : yo m e p u s e á escuchar. —Sr. D. Nemesio—decía doña Fermina — n o hay m o t i v o d e d e s e s p e r a r s e por eso q u e le h a n dicho á u s t e d . E l l a s i e m p r e t u v o u n a s s o m b r i t a s d e vocación; p e r o ¡ b a h ! ya se s a b e lo q u e son las vocaciones de las m u c h a c h a s : c o n f o r m e v i e n e n se van. S e ñ o r i t o D . V í c t o r , n o se d e s a n i m e u s t e d ni se o f e n d a : la n i ñ a n o le conoce a p e n a s , q u e c u a n d o le conozca, j u r o yo... —No, señora—contestaba desapaciblemente don V í c t o r — y o n o m e d e s a n i m o , ni... P e r o n o a n d e m o s con b r o m a s . Si P a s t o r a tiene firme p r o p ó s i t o de tomar el v e l o , d í g a n m e l o de u n a v e z , y s a l g a m o s de d u d a s . M e e s t á n h a c i e n d o d e s e m p e ñ a r un p a p e l ridículo. — J e s ú s , D . V i c t o r c i t o ! ¡ Q u e sea u s t e d t a n vivo de genio! N o , señor d e mi a l m a , n o . MÍ n i ñ a com- Ii68 Emilia Pardo Basan. p r e n d e m u y bien el f a v o r q u e u s t e d le dispensa fijándose en ella. ¡Jesús! sí, q u e es ella t o n t a ó ciega p a r a n o ver sus p r e n d a s de usted. N o , p u e s d e boba no tiene n a d a ; q u e lo diga D . N e m e s i o , que lo diga. — ¡ B o b a ! N o p o r c i e r t o ; es m u y d i s c r e t a P a s t o ra; n o h p o d í a f a l t a r esa g r a c i a . P e r o S r . D . Víctor y s e ñ o r a d o ñ a F e r m i n a , si P a s t o r a q u i e r e , en vez de esposo t e r r e n a l , á J e s u c r i s t o por d u e ñ o p e r p e t u o , p a r é c e m e á mí que eso no es ser b o b a . N a d i e debe ofenderse p o r q u e p r e f i e r a n á Dios, ni r e s e n t i r s e de q u e se aspire á m e j o r e s t a d o . — Y o n o m e resentiré; sentirlo es o t r a cosa. Sólo q u i e r o s a b e r si esa resolución es fija y t e r m i n a n t e . Ya ven u s t e d e s q u e si a h o r a m e dicen q u e P a s t o r a m e d e s a i r a p o r el c o n v e n t o , y luego salimos con q u e m e d e j a p o r algún galán... eso ya m e ofendería en altísimo g r a d o , señores. N o soy n i n g ú n m u ñ e c o p a r a q u e se j u e g u e c o n m i g o . — ¡ M a d r e mía del A m o r H e r m o s o ! ¿ Q u é dijo, D. Victorcito? ¡ G a l a n e s á mi n i ñ a , c o r t e j o s á mi P a s t o r a ! ¡ S í , b u e n a es ella! N o , si n o t ó m e n l e el p u l s o y v e r á n . ¡Señor de la Corticela, galanes! Mire u s t e d , á p u n t a p i é s los t u v o , así D i o s m e dé buen siglo y b u e n a ñ o , p e r o e l l a , ni esto. D . N e m e s i o , dígale á D . Víctor cómo es P a s t o r a de recogida y de... — A l t o ahí, d o ñ a F e r m i n a — i n t e r v i n o D . N e m e s i o . — P a s t o r a p u e d e ser u n a m u c h a c h a excelente, Pascual López. 169 como de h e c h o lo e s , q u e y o la fío, y , sin e m b a r g o , tener un galán, con el m á s limpio p r o p ó s i t o . —¡Vaya, S r . D . N e m e s i o , q u e n o posee u n o m á s honra q u e la q u e le q u i e r e n d a r ! Si u s t e d , q u e es hace t a n t o s a ñ o s el c o n f e s o r d e la n i ñ a , dice esas cosas, n o sé yo q u é q u e d a r á p a r a los m a l d i c i e n tes... — S e ñ o r a , y o n o digo q u e lo t e n g a — replicó d o n Nemesio, en c u y a voz n o t é p o r vez p r i m e r a d e su vida inflexiones c o l é r i c a s . — U s t e d e s t á s o ñ a n d o ; lo que yo a f i r m o es que, a u n q u e lo t u v i e s e , no sería mancha d e j u d í o ; y m e p a r e c e q u e c u a n d o m e explico a s í , n o lo s a c a r é de mi c a b e z a , ni d e f e n d e r é cosa que n u e s t r a S a n t a Religión n o a u t o r i c e . E n esa m a t e r i a y a n o seré t a n i g n o r a n t e q u e diga u n a tontería. — H a b l e m o s c l a r o s — e x c l a m ó D. V í c t o r . — N o quiero d a r á u s t e d e s un m a l r a t o , ni c o n t r a d e c i r á usted, s e ñ o r a d o ñ a F e r m i n a ; p e r o , f r a n c a m e n t e , tampoco m e a g r a d a p a s a r p o r b o b o . A n o c h e h e recibido u n aviso a n ó n i m o , e n q u e m e a d v i e r t e n que P a s t o r a tiene n o v i o ; q u e lo t e n í a y a a n t e s d e conocerme á m í , y q u e por eso n o se a v e n d r á á la boda. Ya c o m p r e n d e n u s t e d e s que p a r a u n a persona como yo es un lance a l t a m e n t e h u m i l l a n t e e s t e en que m e v e o . — L o s a n ó n i m o s sólo m e r e c e n d e s p r e c i o , s e ñ o r D. Víctor — dijo D . N e m e s i o . — ¡ A y , D . V i c t o r c i t o d e mi a l m a ! — g r i t ó doña Ii170 Emilia Pardo Basan. F e r m i n a . — ¡ Ay, d e qué m e d i o s se v a l e n , y cómo m e lo e n g a ñ a n y e m b a u c a n las e n v i d i o s o n a s que se e s t á n r e c o n c o m i e n d o de ver la fineza que usted h a c e á mi h i j a ! ¡ Ay, si y o soltase la sin h u e s o ! ¡Ay, si no m e c o n t u v i e s e la p r u d e n c i a ! D . Victorcito, mire u s t e d , mire u s t e d á su a l r e d e d o r y a b r a los ojos. Ya se v e , c o m o c o n t a b a n con q u e usted les i b a á pedir sus hijas... y las hijas, p o r q u e a r r a s t r a n un p i n g a j o de seda y llevan mil a r r u m a c o s , piensan q u e n o h a y n a d i e en el m u n d o q u e v a l g a m á s que ellas... n o , p u e s de a l g u n a sé y o que... pero más vale callar... — M e j o r , m u c h o m e j o r es q u e u s t e d c a l l e , doña F e r m i n a — e x c l a m ó D . N e m e s i o , c u y a b e n i g n a condición n o fué p a r t e á hacerle llevar en paciencia las a l h a r a c a s de la i r r i t a d a d u e ñ a . — N i n g u n a señ o r a , n i n g u n a s e ñ o r i t a es c a p a z de lo que usted m a l i g n a m e n t e s u p o n e . L a s p e r s o n a s r e g u l a r e s proc e d e n como quien son. — S i n e m b a r g o , D . N e m e s i o — - o b j e t ó el señorito d e la F o r m o s e d a — n o va del t o d o d e s c a m i n a d a doña F e r m i n a . C o m o n o h e sido mal a c o g i d o en muc h o s sitios... y t r a t o á las f a m i l i a s q u e t i e n e n hijas c a s a d e r a s . . . Ello es q u e en t o d a s p a r t e s m e festej a b a n , y si h u b i e r a q u e r i d o e l e g i r , creo q u e no m e p o n d r í a n ceño. D e m a n e r a q u e n o f u e r a extraño... N o quise oir m á s . E n dos brincos m e p l a n t é en la calle, y con otros dos m e puse en la c a s a de Pas- Pascual L ó p e z . 171 tora; necio e s quien n o se a s e del único cabello q u e guarnece el m o n d o colodrillo de la ocasión. —Niña m í a — d i j e á P a s t o r a , que estaba algo desmejorada y a b a t i d a , y q u e se a d m i r ó al v e r m e entrar—recibe mi e n h o r a b u e n a . E r e s un d i p l o m á tico, que m a l a ñ o p a r a B i s m a r c k . E s a c a b e c i t a e s mucha c a b e c i t a . F r e g á b a m e las m a n o s al h a b l a r así, y en s e ñ a l d e admiración c a s t a ñ e t e a b a los d e d o s , s a c u d i é n d o l o s . — N o sé por q u é d i r á s e s o , P a s c u a l — a r t i c u l ó Pastora a l z a n d o h a c i a mí los o j o s , q u e r o d e a b a hondo y a m o r a t a d o cerco. — E x p l í c a m e l o , y n o hagas t a l e s e x t r e m o s y b o b e r í a s , q u e n o v i e n e n al caso. — ¿ P u e s n o h e de h a c e r l o s ? Me e n c a n t ó tu l a b i a , y el e n r e d o q u e i d e a s t e p a r a salir del a p u r o . —¡Enredo! ¿Qué enredo? — ¡ M u j e r ! ¿ C u á l h a d e s e r ? E l del m o n j í o . Arrancó P a s t o r a d e lo m á s h o n d o de l a s e n t r a ñas un s u s p i r o t i e r n í s i m o y d o l i e n t e , y n o m e dió otra r e s p u e s t a . — ¿ Q u é es e s o ? — e x c l a m é i m p a c i e n t e . — ¿ S u s p i ritos t e n e m o s ? ¿ C u á n t o va á q u e s i e n t e s h a b e r t e sacudido ese m o s c ó n ? — P a s c u a l — p r o n u n c i ó ella v o l v i e n d o el r o s t r o hacia los vidrios d e la v e n t a n a — e l m o s c ó n e r e s tú, y de tí sí q u e t e n d r é q u e s a c u d i r m e y d e s e m b a razarme. ¿ C r e e s q u e n o h a y sino a n d a r j u g a n d o al escondite con lo del m o n j í o , y a q u í t o m o y allí dejo? Ii72 Emilia Pardo Basan. Yo n o sirvo p a r a e s a s v a r i a c i o n e s . C a s a r m e contigo n o p u e d o ; con D . V í c t o r n o q u i e r o ; seré religios a ; y c o m o e s t o n o tiene r e m e d i o sino hacerse, c u a n t o m á s p r o n t o d e j e m o s de v e r n o s v a l d r á más. ¿ T o m a r á Dios por disculpa y p r e t e x t o ? ¡bueno f u e r a , P a s c u a l ! M u c h o he m e d i t a d o en mi destino, y c o m p r e n d o que la vocación de mis p r i m e r o s años e r a la m e j o r . Con p e n a te a b a n d o n o , pero ya se te a l c a n z a . . . ¡ O h y qué o p o r t u n i d a d se m e ofrecía a q u í — s i e n vez de c o n t a r los sucesos de mi v e r d a d e r a hist o r i a e s t u v i e s e h i l v a n a n d o e n t r e t e n i d a novela,— d e e n c a j a r u n a e s c e n a p a t é t i c a y de efecto, en que yo m e a r r o j a s e á las p l a n t a s de P a s t o r a , y besand o la fimbria de su v e s t i d o , con m u c h a s lágrimas le r o g a s e n o repitiera la p a l a b r a f a t a l ; y ella luchara consigo m i s m a , h a s t a q u e f a s c i n a d a y mal de su g r a d o se p r e c i p i t a s e en mis b r a z o s ; y a m b o s á dúo, e n t i e r n a a c t i t u d , j u r á s e m o s b e b e m o s un sutil ven e n o ó siquiera t r a s p a s a r n o s el corazón con acical a d a d a g a , si ya el d e s t i n o en p e r s e g u i r n o s tenaz, nos v e d a s e finalmente vivir el uno p a r a el otro! M a s como á t o d o a n t e p o n g o mi e s c r u p u l o s a verac i d a d de a u t o b i ó g r a f o , d e b o , a u n q u e prive á mis sensibles lectores d e u n s a b r o s o r e g a l o , declarar q u e n o pasó n a d a s e m e j a n t e á t a n d r a m á t i c o episodio. L o único q u e h u b o (y c u e n t a q u e no pongo ni q u i t o u n a tilde), f u é q u e yo m e llegué á Pastora, y sin decir p a l a b r a , con gentil d o n a i r e , le adminis- Pascual López. 181 tré en el b r a z o i z q u i e r d o un r e t o r c i d o pellizco; lo cual le obligó á e x h a l a r un g r i t o y á l e v a n t a r s e con presteza, e m p u ñ a n d o la correa del h á b i t o á g u i s a de disciplina; y c o m o viniese á mí con intención manifiesta de s a c u d i r m e a l g u n o s z u r r i a g a z o s , refugiéme c o r r i e n d o en un r i n c ó n , d e s d e d o n d e con l a s manos j u n t a s , pedí c u a r t e l ; m a s no logré n a d a , pues m e z u r r ó en g r a n d e , y p o r m u c h o q u e yo chillaba: — E a , P a s t o r a , ¡que d u e l e de v e r a s , c a r a m b a ! — M e j o r ; a g u á r d a t e , f a l s o — c o n t e s t a b a ella m e nudeando el m o s q u e o . — M i r a , P a s t o r c i l l a — díjele yo así q u e h u b o saciado su v e n g a n z a y q u e d á d o s e a n i m a d a , encendida y ya m e d i o r i s u e ñ a : — m i r a , n o m e h a b l e s d e convento e s t a n d o y o c o m o e s t o y , s a n o y rollizo; antes e s p ó n j a t e y a l é g r a t e , n i ñ a , q u e te a n u n c i o y m a n d o q u e voy á ser r i c o , m á s rico q u e Creso, y á c a s a r m e contigo p o r la p o s t a . — A fe q u e te v e n g a s con c h a n z a s . N o está l a dama p a r a t a f e t a n e s . — Si h a b l o f o r m a l , m u j e r . M í r a m e á la c a r a . — j M ú s i c a c e l e s t i a l ! T i e n e s tío e n M o n t e v i d e o , ¿eh? N u n c a m e lo m e n t a s t e . — N o , si n o necesito y o t e n e r tíos e n M o n t e v i d e o ni en F l a n d e s p a r a a c h i n a r m e . ¡ V a y a ! — P u e s hijo, ¿qué, van á hacerte ministro? - N o m e s a c a r á s o t r a p a l a b r a del c u e r p o , s i r e n a t e n t a d o r a , t a i m a d a Dalila. Ii174 Emilia Pardo Basan. — B i e n , b i e n . C u a n d o m e e n s e ñ e s u n a oncita j u n t a , te d a r é crédito. H a s t a e n t o n c e s . . . ; Y con la uña del d e d o p u l g a r p r o d u j o un chasq u i d o e x p r e s i v o en los dientes. — M i r a q u e va de v e r a s , P a s t o r a . P r e p á r a t e á ser p r i n c e s a y millonaria. — D é j a t e de insulceces y h a b l e m o s con seriedad. N o p a r e c e sino q u e nos s o b r a el t i e m p o , q u e así lo p e r d e m o s . P a s c u a l , de v e r a s , he c a v i l a d o mucho, y se m e figura q u e e s t a s d i f i c u l t a d e s y tropiezos q u e e n c u e n t r a n n u e s t r o s a m o r e s son u n aviso claro d e Dios q u e m e d i c e : « P a s t o r a , v a s m a l p o r ahí.;» E n t r a n d o yo m o n j a , se a r r e g l a b a t o d o . N i mi p o b r e tío ni mi m a d r e p o d í a n q u e j a r s e ; y tú menos. Dios m e d a r í a f u e r z a s p a r a ser u n a b u e n a religiosa. — J u s t i t o . C o m o n o p u e d o c a s a r m e con mi novio, m e c a s o con J e s u c r i s t o , ¿ v e r d a d ? P u e s v a y a una v i r t u d . N o , s e ñ o r a m í a , o t r o p o r v e n i r m á s esplénd i d o a g u a r d a á v u e s t r a m e r c e d . Arregle d e modo q u e p a s e este c h u b a s c o , y a m a n e c e r á D i o s y medraremos. — E s q u e tú n o s a b e s lo q u e m e a m a r g a n la vida, mi m a d r e r i ñ e n d o y el tío c a l l a n d o . E s t e , sobre todo, m e d a r a t o s terribles. E l n a d a d i c e ; pero yo sé leer m u y bien e n su c a r a . E s el p r i m e r disgusto q u e le causo. — P u e s h i j a , sigue a f i r m a n d o que quieres hacert e m o n j a . C o n eso n o se a t r e v e r á n á desaprobarte; Pascual López. 183 y yo en breve tendré dinero con que ahogar á cuantos se opongan á nuestros amores. Pastora me colocó las dos manos en los hombros, y rechazándome y sujetándome á la vez con esta cariñosa familiaridad, me miró fija un largo rato. Al fin pronunció, con los tonos más graves de su voz dulce: —Honra y provecho no caben en un saco. El dinero no llueve del cielo. — ¿Qué quieres decir? —¡Yo no sirvo para este mundo!—exclamó dejándose caer en la silleta.—Desengáñate, Pascual: es mejor encerrarse y rezar, que afligir á todos por casarse contigo. ¿Quién eres tú? —¡Linda pregunta!—contesté amostazado.—No soy un personaje como D. Víctor, pero ¿quién sabe lo que podrá suceder mañana?—Aunque te rías y te reburles, puede ser que nade en oro antes de lo que tú tardas en hacer una novena... Pastora se levantó de nuevo, y por uno de aquellos cambios frecuentes en las organizaciones delicadas, vi que sonreía y que sus ojos destellaban malicia. Cogió entre las yemas de los dedos la solapa de mi levitillo, la alzó, y mostrando que abrochaba al revés, signo indefectible de que la prenda había sido económicamente vuelta con lo de dentro para fuera, me interrogó así: — Pascualillo, ¿entonces no te pondrás la ropa con las solapas cambiadas?... Ii176 Emilia Pardo Basan. VIII En la vida los sucesos suelen ya precipitarse y atropellarse con vertiginosa rapidez, ya pararse flemáticos, sin que nada acelere su andar de tortuga. Esto último me aconteció después del día memorable en que recibí la visita de Onarro. Tras de horas tan accidentadas, vino una semana lenta en que no ocurrió cosa particular. Asistí á clase, y Onarro no dió leves indicios de acordarse de la historia de la capa y de sus consecuencias. Mis compañeros continuaron comentando mi sabiduría, que andaba tan oculta, y á la vez la entrevista de Onarro conmigo, que averiguaron no se por qué medios, y que atribuyeron, como era de esperar, á graves disquisiciones y diálogos científicos de la mayor importancia. Por lo común, ninguno de los embustes que ruedan por las bocas del vulgo deja de fundar su origen en un dato cierto; solamente que es mejor carecer de datos que tenerlos y servirse mal de ellos. Existe un fondo de verdad en toda fábula, mas el hecho real llega á desaparecer por completo ó quedar soterrado bajo el mito. Por lo que respecta á Pastora, no pude pescar otro momento en que la dejase sola su Argos. Por Pascual López. 177 D. Nemesio supe que continuaba hablando de monjío: lo que achaqué á disimulo y destreza. Mas no servían de nada las moratorias, dado el carácter del porfiado pretendiente que Pastora se ganara. Al pedir D. Víctor á la sobrina del canónigo, pensó ser llevado en palmas y entrar bajo arcos triunfales por la puerta del matrimonio; y así los velos del orgullo le encubrían la desigualdad del enlace. Mas al advertir que lejos de ser acogido con halago y de encontrar francos los caminos, le era forzoso rogar y esperar y temer, experimentó primero un asombro sin límites, después una ira sin freno. En suma, él se halló humilladísimo, y desde el mismo punto se volviera atrás de lo dicho, y deshiciera el nudo, á no parecerle que cejar así era peor y más vergonzosa derrota. Entonces su amor propio resentido le dictó una resolución irrevocable como todas las que toman hombres de su temple: que no sin razón se ha dicho que la terca firmeza es virtud de necios. Fuese, pues, una mañana con D. Nemesio á casa de D. Vicente, y llamando á cónclave á mista Fermina, manifestó sin rodeos á todos que ó Pastora se determinaba á darle un sí claro, explícito y redondo en el plazo improrrogable de ocho días, sin que entre el sí y la ida á la iglesia mediasen más de veinticuatro horas, ó tuviesen entendido que se rompía y desataba todo proyecto matrimonial. Al proponer esta última tregua, estaba D. Víctor pensando entre sí que, de desairarle 12 Ii8 Emilia Pardo Basan. aquella modesta muchachilla, no le quedaba otro arbitrio para ocultar el bochorno sino salirse de Santiago por siempre jamás amén. Doña Fermina puso el grito en el cielo, protestando que eso era forzar las cosas; que puesto que la niña iba fijándose cada día más en las singulares prendas del señorito de la Formoseda, todavía no era posible, ni aun decoroso, que en tan corto tiempo le correspondiese y pagase con la debida vehemencia. Don Nemesio se limitó á aconsejar á D. Víctor procurase insinuarse por suaves medios con Pastora, lo cual era muy hacedero para un joven de dotes tan relevantes. En cuanto al canónigo, oyó con gran reposo la arenga del mancebo, haciendo señales de asentimiento á cada uno de sus períodos; y así que todos hubieron hablado, levantóse trabajosamente del sillón, en que más y más le crucificaba la gota, y dando una palmada en el hombro de D. Víctor: —Tiene usted razón de sobra—le dijo.—Cuanto ha alegado usted está dentro de los límites de las exigencias más justas. Déjelo usted de mi cuenta, que yo le prometo que al plazo señalado sabrá usted á qué atenerse, y no me le entretendrán con disculpillas de mal pagador. Basta mi palabra. En efecto, cumpliendo la oferta hecha al señorito, llamó más adelante el canónigo á Pastora á su cuarto, sin testigos, y pasó con ella una plática cuyos resultados conoceremos á su tiempo. No supe yo entonces la circunstancia de la inti- Pascual López. 179. mación d e D. V í c t o r , q u e a c a b o de n a r r a r . F a l t á bame t o d o m e d i o d e c o m u n i c a r m e con P a s t o r a , pues h a s t a la e s t r a t a g e m a d e las c a r t a s en la c a p a se hiciera i m p o s i b l e , a t e n d i d o q u e D . V i c e n t e m e recibió u n día con serio s e m b l a n t e , f r u n c i e n d o sus temerosas c e j a s , visto lo c u a l n o m e a r r i e s g u é á repetir la visita. A n d a b a y o , p u e s , del p e o r t a l a n t e p o s i b l e , y entre t a n t a s d i f i c u l t a d e s y p e q u e ñ o s tropiezos n o se a p a r t a b a d e mi m e n t e el r e c u e r d o de la e x t r a ñ a entrevista con O n a r r o . ¿ S e r í a v e r d a d q u e a q u e l hombre poseía m e d i o s p a r a e n r i q u e c e r m e ? A veces esta idea se m e p r e s e n t a b a p o s i b l e , v e r o s í m i l , inmediata. O t r a s p e n s a b a en el i n v a r i a b l e y r a í d o gabán color n u e z del s a b i o , y á m a n d í b u l a batiente me reía d e mí m i s m o . Sin e m b a r g o , a q u e l l a quimérica e s p e r a n z a n o se s e p a r a b a de mí. R u m o r e s misteriosos, r e p e t i d o s y c o m e n t a d o s y e n g r o s a d o s en las b o c a s d e t o d o el m u n d o , e s t i m u l a b a n mi fantasía. C o n m a y o r insistencia q u e n u n c a , a f i r m á base que el p r o f e s o r d e q u í m i c a a n d a b a d a d o á buscar la p i e d r a filosofal. A u n se s u s u r r a b a q u e Onarro t e n í a sus p u n t a s y r i b e t e s d e m á g i c o , y q u e aderezaba filtros, b e b e d i z o s y elixires p e r e g r i n o s y de e x t r a ñ a s p r o p i e d a d e s ; con a q u e l l o d e m u d a r las piedras e n o r o , h a c e r r e t o ñ a r u n v e r d e y florido jardín en el m e s d e d i c i e m b r e , y o t r a s p a t r a ñ a s del mismo j a e z , d i g n a s del t i e m p o d e la a l q u i m i a , pero creídas del v u l g o en t o d o t i e m p o . N a d i e m e j o r i6o Emilia Pardo Bazán. q u e yo p u d i e r a d a r valor y f u e r z a á tales voces, cont a n d o las r a r a s o f e r t a s del profesor, que tal saborcilio t e n í a n de p a c t o d i a b ó l i c o : p e r o m e guardé bien d e descoser la b o c a , d i p u t a n d o por c h a n z a y f á b u l a t o d o ello. Al m i s m o t i e m p o la ilusión, a g i t a n d o mi espíritu, m e movía á a n h e l a r s e c r e t a m e n t e fuese real alguna d e las s o ñ a d a s p e r s p e c t i v a s . Yo n o d e j a b a de figur a r m e q u e bien podía la q u í m i c a t e n e r algo de bruj e r í a . Mis c o n o c i m i e n t o s n o llegaran h a s t a disting u i r los f e n ó m e n o s n a t u r a l e s d e los p o r t e n t o s de la m a g i a . P o r intuición se m e a n t o j a b a q u e las gentes d e c í a n en ese r e s p e c t o mil d e s a t i n o s ; p e r o carec i e n d o de la r a c i o n a l s e g u r i d a d con q u e el sabio c a l c u l a , v a g a s a p r e n s i o n e s m e i m p e l í a n á pensar c o m o las g e n t e s . A m e d i d a q u e p a s a b a n d í a s , adq u i r í a c u e r p o en mi á n i m o el t e r r o r y atractivo de lo s o b r e n a t u r a l . N o e r a posible d e f e n d e r m e . A d e s h o r a de la n o c h e p e n s a b a en O n a r r o , en sus f a n t á s t i c a s p r o m e s a s , y j u n t á n d o s e t o d o ello con los d i c h a r a c h o s y c o n s e j a s del p ú b l i c o , allá en mi interior se o r g a n i z a b a un e j é r c i t o de necedades. J u z g u e , p u e s , el lector c o m p a s i v o , de la impresión q u e e x p e r i m e n t a r í a yo c u a n d o u n a m a ñ a n a , al concluirse la c á t e d r a y desfilar los estudiantes, m e l l a m ó O n a r r o con u n a leve s e ñ a , é inclinándose h a c i a mi o í d o , p r o n u n c i ó esta f r a s e , i m p r e g n a d a de m i s t e r i o y n o v e l e s c a m e n t e c o n c i s a : — E s t a n o c h e , e n mi casa, á las diez. Pascual López. 181. No p u d e r e s p o n d e r sino b a j a n d o la c a b e z a en muestra d e a s e n t i m i e n t o , m i e n t r a s O n a r r o , p o r cuya boca i r ó n i c a m e n t e p l e g a d a vi r e s b a l a r u n a enigmática s o n r i s a , se l e v a n t a b a y salía d e la clase con a m b a s m a n o s f o r r a d a s en los bolsillos del indefinible g a b á n . ¡Si p a s a r í a yo p r e o c u p a d o é i n q u i e t o las c u a n t a s horas q u e m e d i a r o n e n t r e el a v i s o y la de la cita! Donde q u i e r a q u e m e s e n t a s e , p u n z á b a n m e alfileres, y o r t i g a s m e p i c a b a n . E l t i e m p o se m e a n t o jaba u n a s v e c e s corcel a l í g e r o , y o t r a s c a r a c o l pelmazo. N o quise c o m e r a p e n a s , p u e s u n a especie de c a l e n t u r a y tensión n e r v i o s a a c a l l a b a las voces, sonoras de o r d i n a r i o , de mi e s t ó m a g o j u v e n i l . Distraído y a t o r t o l a d o , r e s p o n d í a con t r o n c a s p a l a bras á los o b s e q u i o s e m p a l a g o s o s d e d o ñ a V e r ó n i c a y á la a c o s t u m b r a d a a f a b i l i d a d d e D . N e m e s i o , que a c e r t ó a q u e l d í a á a c o m p a ñ a r m e á la m e s a . Yo, h e c h o un a z o g u e , c o n t i n u a m e n t e m e a s o m a b a á la v e n t a n a , c u a l si p o r ella h u b i e s e d e ver algo para mí m u y i m p o r t a n t e . E n fin, e s t a b a t a n alterado, que d e r r a m é el a g u a p o r la servilleta y al echar á D. N e m e s i o g a r b a n z o s con el c u c h a r ó n , se los s e m b r é e n la s o t a n a . F u e s e y e n d o el d í a , y v i n i e n d o la n o c h e , n o e n • verdad n e g r a , caliginosa y r e l a m p a g u e a n t e , c o m o conviene á e s c e n a s d e a q u e l l a r r e y á d i a b l e r í a s , sino a p a c i b l e , c l a r a , m a g n í f i c a , q u e ni s o ñ a d a p a r a coloquios de a m o r . L a l u n a , á la s a z ó n en su z é n i t , Emilia Pardo Bazán. d e r r a m a b a s u a v e s olas d e luz sobre la a u s t e r a d a d s u m i d a en silencio. V a p o r o s a l u m b r e y f u n d a s o m b r a c o n t r a s t a b a n en las calles. Me bocé en la c a p a , y e m p r e n d í el c a m i n o de la del sabio. ciuproemcasa H a b i t a b a O n a r r o en u n o de esos c a s e r o n e s vastos y s e m i - m o n u m e n t a l e s q u e a b u n d a n en los pueblos ya d e c a d e n t e s c o m o S a n t i a g o . V i v i e n d a ayer de ilustre f a m i l i a , q u e dejó la residencia de provincia p a r a irse t r a s del bullicio y g a l a de la corte, el casi p a l a c i o va m u s t i á n d o s e y a j á n d o s e : la polilla roe l a s m a d e r a s , la h u m e d a d a m o r t i g u a y desc a s c a r a las p i n t u r a s , la lepra v e r d o s a del musgo i n v a d e los e s c u d o s heráldicos y las p i e d r a s de la f a c h a d a , los cristales se r o m p e n u n o t r a s otro, y e n t o n c e s sus d u e ñ o s se r e s i g n a n á a l q u i l a r el edificio á un precio s i e m p r e m á s m ó d i c o q u e el de los a n g o s t o s p i s o s m o d e r n o s , p o r q u e la m i s m a grand e z a y a n c h u r a del local h a c e q u e n o poseyendo n i n g ú n inquilino m u e b l e s suficientes p a r a alhajarl o , p a r e z c a un c u a r t e l ó u n h o s p i t a l r o b a d o y la d e s n u d e z p a t e n t i c e las l a c r a s y a r r u g a s de la ancianidad. E l c a s e r ó n q u e O n a r r o t o m a r a en a r r i e n d o med i a n t e u n a s u m a n a d a crecida — y en q u e se gob e r n a b a sin o t r a c o m p a ñ í a q u e la de u n a criada* e n t r a d i t a en a ñ o s — e r a de lo m á s ruinoso y triste que i m a g i n a r s e p u d i e r a . A u m e n t a b a n al exterior su a s p e c t o tétrico u n a s f u e r t e s y g r u e s a s r e j a s , co- Pascual López. 183. midas d e orín, y t a p i z a d a s de v e n e r a b l e s t e l a r a ñ a s , claro indicio del t i e m p o q u e h a c í a q u e n i n g u n a hermosa á las v e n t a n a s se a c e r c a r a , p r e s t a n d o o í d o á alegre s e r e n a t a e s t u d i a n t i l . Así d e la a l d a b a d e h i e r r o , figura de m o n s t r u o so d r a g ó n , q u e m á s p a r e c í a d e s p e d i r q u e c o n v i d a r á la e n t r a d a , y s a c u d í t r e s vigorosos a l d a b o n a z o s . R e c h i n a r o n con d e s a p a c i b l e e s t r i d o r los cerrojos, gimieron los recios goznes, y a p a r e c i ó la v e j e z u e l a c r i a d a , con un velón en la m a n o ; y á fe q u e j u z g u é que sólo le f a l t a b a la u n t u r a p a r a volar p o r los aires c o m o las C a m a c h a s y M o n t i l l a s , tal e r a d e chupada, sumida y pergaminosa, y tanto acusaba ios p l a n o s , líneas y s i n u o s i d a d e s de su e s q u e l e t a d o rostro a q u e l l a rojiza luz. L a c l a r a y fría de la l u n a me m o s t r ó allá en el f o n d o un p a t i o ó c l a u s t r o , con arcos y c o l u m n a s , en c u y a b a l a u s t r a d a s u p e r i o r , calada c o m o e n c a j e , d e s c o l l a b a de t r e c h o e n t r e c h o un escudo de a r m a s r e m a t a n d o e n c a s c o ó c i m e r a . A la i z q u i e r d a se e n r o s c a b a c a r c o m i d a e s c a l i n a t a , que ascendí p r e c e d i d o por la M a r i z á p a l o s . H í z o m e c r u z a r varios pasillos y h a b i t a c i o n e s , frías y sin m u e b l e s , en q u e n u e s t r a s p i s a d a s r e t u m b a b a n con eco s o l e m n e y l ú g u b r e , y s e ñ a l á n d o m e al e x t r e m o d e un g r a n s a l ó n , en q u e las p a r e d e s lucían a ú n p á l i d a s c e n e f a s y descoloridos frisos al temple, u n a p u e r t a , b a j o la c u a l se filtraba u n a línea l u m i n o s a , m e d i j o con v o z d e c a t a r r o , most r a n d o la t r a s p i l l a d a d e n t a d u r a : 184 Emilia Pardo Bazán. — P u e d e p a s a r si g u s t a . Y se alejó con su velón. Confieso q u e m e q u e d é indeciso un p u n t o . N o las t e n í a t o d a s c o n m i g o , c o m o suele decirse. Al fin herí b l a n d a m e n t e con los nudillos las h o j a s de la p u e r t a , y é s t a s cedieron sin o t r o e s f u e r z o á t a n leve p r e s i ó n , a b r i é n d o s e cual por a r t e de birlibirloque. E l e s p e c t á c u l o q u e se ofreció á mi vista t u r b a d a , m e dejó cosido al u m b r a l . N o conocía yo entonces por cierto n i n g u n a d e l a s o b r a s m a e s t r a s d e la l i t e r a t u r a demonológico f a n t á s t i c o - t r a n s c e n d e n t a l , t a n en boga a c t u a l m e n t e ; n o h a b í a visto Fausto, ni Roberto el Diablo, ni .siquiera leído el Mágico prodigioso, d e n u e s t r o a d m i r a b l e C a l d e r ó n ; i g n o r a b a totalm e n t e las f o r m a s , disfraces y tipos q u e g u s t a de a d o p t a r L u z b e l p a r a h a c e r á m a n s a l v a sus picard i g ü e l a s y b e l l a q u e r í a s p o r acá a b a j o : y con t o d o eso, corrió por mis v e n a s terrible escalofrío, y á tener ánimos, no p a r a r a h a s t a la c a l l e , c u a n d o vi á O n a r r o vestido con l a r g a h o p a l a n d a de color rojo de sangre, destacándose sobre un horno ó brasero d e a r d i e n t e s y movibles l l a m a s , y s o s t e n i e n d o en la m a n o d i e s t r a un p a j a r r a c o e n o r m e , sin d u d a b u h o ó mochuelo, q u e al v e r m e e x h a l ó r o n c o y amen a z a d o r g r a z n i d o . F i a q u e á r o n m e las p i e r n a s y se m e p u s i e r o n de p u n t a los cabellos... ¡ L o q u e es la i m a g i n a c i ó n ! S o b r e q u e d e s p u é s de m e d i a h o r a de e s t a r s e n t a d o cerca del profesor de q u í m i c a , y de h a b e r p a l p a d o la r a r a h o p a l a n d a , q u e no e r a sino Pascual Lopes. 185 abrigada b a t a d e t a r t á n , y d e c a l e n t a r m e á la hoguera m i s t e r i o s a , q u e e r a e x c e l e n t e c h i m e n e a inglesa en q u e a r d í a r a z o n a b l e c a n t i d a d de c o k , y de oir al s u p u e s t o b u h o — u n loro m u y sin vergüenz a — l l a m a r m e cobarrrde y borrrrriüco, a ú n m e t e m blaban l a s c a r n e s , y a ú n m e c o r r í a s u d o r d e s d e la raíz del p e l o ! O n a r r o , q u e casi á v i v a f u e r z a m e a r r a s t r a r a al interior del g a b i n e t e , s e n t á n d o m e poco m e n o s q u e como á u n n i ñ o en la b u t a c a , h a b í a s a c a d o de u n a alhacenita u n a botella, un v a s o y dos ó t r e s bizcochos, y e s c a n c i á n d o m e un J e r e z a r o m á t i c o , de color de c a r a m e l o , o b l i g ó m e á b e b e r l o p a r a q u e m e repusiese y s o s e g a r a . A v e r g o n z a d o yo de la sátira ñna y sutil q u e se c o n t e n í a en tales c u i d a d o s y mimos, p e r m a n e c í c o m o un d o c t r i n o , sin s a b e r q u é rostro p o n e r . S e n t ó s e O n a r r o f r o n t e r i z o á m í , y la claridad i n t e r m i t e n t e del f u e g o , a l u m b r a n d o á trechos su c a r a , la h a c í a a p a r e c e r m á s s a r c á s t i c a , a g u da y b u r l o n a q u e de o r d i n a r i o . — V i e n d o e s t o y — m e d i j o sin a p a r t a r d e mí s u s ojos, n o v e l a d o s e n t o n c e s por los a z u l e s e s p e j u e l o s —que n o va u s t e d á s e r v i r m e p a r a lo q u e y o le he menester. E s u s t e d m e d r o s i c o é i m p r e s i o n a b l e , tiene usted fibras de a z ú c a r c a n d e , y yo le h e a d v e r tido, y mi conciencia m e m a n d a se lo r e p i t a , q u e hay peligro d e m u e r t e . - Ya h e r e s p o n d i d o q u e eso n o m e a r r e d r a , ni me se da de ello un b l e d o — c o n t e s t é con i n t r e p i d e z Emilia Pardo Bazán. a u m e n t a d a por las cosquillas del g e n e r o s o licor y el g r a t o f o m e n t o de la l u m b r e . — Sin e m b a r g o ; c o m o lia m o s t r a d o usted así... c i e r t a vacilación y p a r a l i s i s r e p e n t i n a . . . — S e ñ o r , le seré á u s t e d f r a n c o ; lo q u e á mí me a s u s t a son c i e r t a s cosas que... v a m o s , serán niñer í a s y simplezas, p e r o n o p u e d o r e m e d i a r el temor q u e m e c a u s a n . M o n t a ñ é s n a c í , y c r i é m e e n t r e mil c u e n t o s de a s o m b r o ; a l l í , en l a s n o c h e s sin luna, v e m o s p a s a r con s u s a n t o r c h a s s e p u l c r a l e s la misteriosa procesión d e la Compaña; allí los fuegos fatuos del c e m e n t e r i o , c u y o origen nos explicó usted el o t r o d í a en c l a s e , se c o n s i d e r a n a l m a s de dif u n t o s q u e v a g a n e n t r e la niebla, y, r e a l m e n t e , com o t i e n e n a q u e l l a m a l d i t a g r a c i a d e correr detrás del q u e e s c a p a y de h u i r del q u e los sigue... En fin, n o se h a b l e m á s del a s u n t o , q u e de día m e pond r é y o con el m i s m o B e r n a r d o de C a r p i ó . N o ret r o c e d o a n t e ese p e l i g r o q u e u s t e d dice. — Yo c u m p l o con un d e b e r al d e c l a r a r á usted que lo h a y , y m u y g r a n d e . I m p o r t a que usted se p e n e t r e d e ello, á fin de q u e d i s p o n g a y o r d e n e sus negocios t e m p o r a l e s y e s p i r i t u a l e s , n o sea que el lance le c o j a d e s p r e v e n i d o . — ¿ H a de ser el peligro de tal especie que á nada dé l u g a r ? — p r e g u n t é yo un poco m e n o s decidido. — A nada. — S e g ú n eso, ¿ p u e d o m o r i r de r e p e n t e ? — C o m o h e r i d o del rayo. Pascual López. 187. — ¡ Z a m b o m b a ! — p e n s é para mis adentos—¡y qué serio lo dice el c o n d e n a d o ! E s t o t i e n e t r a z a d e ser u n a v e r d a d c o m o un t e m p l o . N o f a l t a r í a m á s sino q u e al e n f r a s c a r m e e n tai a v e n t u r a corriese yo el riesgo q u e m e e s t á n a n u n c i a n d o , y á la v e z me saliese v a n a y h u e r a la p e r s p e c t i v a de los millones y los tesoros. ¿ Q u i é n m e m e t e á mí en libros de c a b a l l e r í a ? N o , lo q u e es sin c i e r t a s a c l a r a c i o nes p r e v i a s no va el hijo de mi p a d r e á p o n e r s e á morir así, sin tener ni a u n t i e m p o de decir o s t e ni moste. — P a r e c e q u e se h a q u e d a d o u s t e d p e n s a t i v o — advirtió i n c i s i v a m e n t e el profesor. — E l caso n o es p a r a m e n o s , señor D . F é l i x — repliqué a c a r i c i á n d o m e m a q u i n a l m e n t e la b a r b i l l a . — N o se figure u s t e d q u e e x p e r i m e n t o lo q u e e n rigor se l l a m a miedo, no, en v e r d a d , p e r o digo... — Dice usted... — D i g o q u e la vida n o es g r a n o de a n í s p a r a j u garla c o n t r a p r o m e s a s y e s p e r a n z a s q u e , así y o medre, n o sé e n q u é p u e d a n f u n d a r s e . — R a z ó n tiene u s t e d —repuso O n a r r o con m u c h o sosiego—y con efecto, ya m e g u a r d a r í a yo bien d e poner en p u n t o de p e r d e r s e su v i d a d e u s t e d ni la mía p r o p i a , á no c o n t a r con un s e s e n t a p o r c i e n t o de p r o b a b i l i d a d e s d e v e n t u r o s o éxito. — ¿ U s t e d cree? —contesté no m u y p e r s u a d i d o . — N o creo. E s t o y s e g u r o de q u e de cien veces sesenta... Emilia Pardo Bazán. — Bien, señor D. F é l i x : yo a b r i g o g r a n confianza e n u s t e d y en su s a b e r ; v a y a si la a b r i g o ; pero en p u r i d a d , si u s t e d quisiera i n d i c a r m e así... algo de lo que... en fin... P o r q u e si u s t e d m e explicase un p o q u i t o d e lo q u e v a m o s á h a c e r , y yo c o m p r e n d i e r a q u e n o f a l t a n esas p r o b a b i l i d a d e s q u e usted d i c e , a r r o s t r a r í a con g u s t o todos los peligros que sobrevenir pudiesen. Rióse O n a r r o al oirme, y a b r i e n d o con u n a llavecita un secreter ó p a p e l e r a s i t u a d o en el á n g u l o de la h a b i t a c i ó n sacó un g r u e s o rollo de p a p e l e s , que m e puso sobre l a s rodillas. Miré y vi q u e las págin a s e s t a b a n g a r r a p a t e a d a s en todos sentidos de f ó r m u l a s q u í m i c a s y algebráicas. V i e n d o el profesor q u e yo p e r m a n e c í a c o n f u s o y sin s a b e r qué decir, m e t o m ó d e la m a n o , y s a c á n d o m e del g a b i n e te p o r u n a p u e r t a l a t e r a l , m e hizo a t r a v e s a r pasillos, h a s t a q u e l l e g a m o s á una pieza e s t r e c h a y a b o v e d a d a , que d a b a señales de h a b e r sido o r a t o rio, p u e s aún se conocía el l u g a r en q u e e s t u v o el a r a s a n t a , y se d i v i s a b a en la p a r e d el n e g r o hueco del n i c h o q u e c o n t u v o la i m a g e n . U n a l á m p a r a m o r t e c i n a a l u m b r a b a el sitio, y en el c e n t r o h a b í a u n a l a r g a m e s a : p o r los m u r o s c o r r í a n a n c h o s est a n t e s , y e s t a n t e s y mesa s o p o r t a b a n la c a r g a de a p a r a t o s , m á q u i n a s y pilas de mil f o r m a s y dimensiones, y b o t e s y frascos d e d i v e r s í s i m a s figuras: t o d o lo cual no s a b r é yo d e t a l l a r p o r m e n u d o así m e a s a e t e e n , p u e s t o q u e si a l g u n o de a q u e l l o s ins- Pascual López. 189. t r u n i e n t o s m á s v u l g a r e s , c o m o m i c r o s c o p i o s , esp e c t r ó s c o p o s , c a m p a n a s p n e u m á t i c a s , los conocía de h a b e r l o s v i s t o e m p l e a r p a r a e x p e r i m e n t o s , ó p a r a describir s u s efectos en clase, la m a y o r p a r t e de los que allí se veían, t u b o s , p l a c a s , c i l i n d r o s , hélices, discos, cubos, g a l v a n ó m e t r o s , giróscopos, c á p s u l a s y m a t r a c e s , e r a n p a r a mí t a n i g n o t o s c o m o las letras del a l f a b e t o c h i n o . Volvióse O n a r r o h a c i a mí, y me p r e g u n t ó f e s t i v a m e n t e : — ¿ Q u é s a c a u s t e d en l i m p i o ? — N a d a — r e s p o n d í , c o n t e n t á n d o m e con p a s e a r mis e s p a n t a d o s ojos por la r e v u e l t a p r e n d e r í a del lúgubre l a b o r a t o r i o . A la luz o p a c a d e la l á m p a r a , los cristales y b r o n c e s , l i m p i o s c o m o el o r o , arroj a b a n f u g i t i v o s y m i s t e r i o s o s d e s t e l l o s , y las siluetas de las e x t r a ñ a s m á q u i n a s se d i b u j a b a n s o b r e la pared c a l e a d a como a n i m a l e s m o n s t r u o s o s y grotescos. E n t o n c e s O n a r r o m e h a b l ó : — Y a se lo he d i c h o á u s t e d : este es u n c o n t r a t o celebrado p a r a inter nos, y q u e u s t e d selló con solemne j u r a m e n t o . E n t a l asociación y p a c t o , u s t e d r e p r e s e n t a p a r a mí lo q u e c u a l q u i e r a de esos a p a ratos q u e ve u s t e d a l i n e a d o s en los e s t a n t e s : m e r o i n s t r u m e n t o y n a d a m á s . P a r a u s t e d q u e no a s p i r a en m o d o a l g u n o á la g l o r i a , á la c e l e b r i d a d , á los g r a n d e s d e s c u b r i m i e n t o s , p a r a u s t e d la r i q u e z a , los m o n t o n e s d e oro, única r e c o m p e n s a y s a l a r i o q u e exije por el p e l i g r o q u e a r r o s t r a . ¡ P a r a mí el h o n o r e t e r n o , el r a s t r o d e luz en la h i s t o r i a , la i n m o r t a - Emilia Pardo Bazán. l i d a d ! ¡ U s t e d es la m a t e r i a , la m a t e r i a i n e r t e y pas i v a ; yo soy la f u e r z a , la i d e a , la a c t i v i d a d , el genio! L o s h o m b r e s de convicción la c o m u n i c a n por irresistible m a n e r a . L a fogosa p e r o r a t a de O n a r r o , si bien en ciertos respectos n o m u y lisonjera p a r a mí, f u é b a s t a n t e p a r a a m e n g u a r m i s recelos é infundirme aliento, haciendo que aquella empresa, de la c u a l n o s a b í a u n a p a l a b r a , se m e ofreciera con risueño aspecto. Sin e m b a r g o , s u c e d í a m e lo que á t o d o i g n o r a n t e ; y e r a q u e se m e figuraba q u e si O n a r r o m e e x p o n í a s u c i n t a m e n t e sus p l a n e s , desde luego iba y o á e n t e n d e r m u y bien h a s t a qué p u n t o e r a n realizables y positiva la g a n a n c i a que brindab a n . Así f u é que, s a c u d i e n d o la c a b e z a , c o m o a q u e l q u e n o q u i e r e d a r s e por c o n v e n c i d o , r e p l i q u é : — Sin d u d a , señor D . F é l i x , u s t e d ha de ser a q u í el h o m b r e c é l e b r e , y yo el z a s c a n d i l q u e se satisface con llegar á a r c h i - m i l l o n a r i o ; p e r o con t o d o eso diera un ojo de la c a r a p o r q u e u s t e d m e indicase algo d e en q u é consiste ese n u e v o vellocino d e oro. A u n q u e m a t e r i a inerte, confieso q u e m e p u n z a la c u r i o s i d a d ; y si p o r m a l o s de n u e s t r o s p e c a d o s saliese f r u s t r a d o el e n s a y o , y en un decir J e s ú s nos f u é s e m o s al o t r o m u n d o , n o m a r c h a r í a t r a n q u i l o i g n o r a n d o por qué c a u s a ó por qué efecto nos desp e d i m o s de éste. — ¿ D e suerte q u e á t o d a costa q u i e r e usted saber en qué se h a m e t i d o ? Pascual López. 191. —Sí señor. Al m e n o s ese c o n s u e l o t e n d r é . E c h ó O n a r r o á a n d a r d e n u e v o h a c i a el g a b i n e te y t u m b ó s e en la p o l t r o n a m i r á n d o m e de h i t o e n hito. E n la d i e s t r a e m p u ñ a b a las t e n a z a s d e la chimenea, removiendo ó atizando de tiempo en tiempo los i n f l a m a d o s c a r b o n e s . Así p e r m a n e c i mos u n o s m i n u t o s ; él caviloso y sin d e s c o s e r la boca, yo sin a t r e v e r m e á d e s p e g a r los labios ni á respirar c a s i . Al fin r o m p i ó el silencio el p r o f e s o r p r e g u n t á n dome con a p a r e n t e d e s c u i d o : — ¿ N o h a o í d o u s t e d p o r a h í c o m e n t a r algo d e lo que h e v e n i d o á h a c e r á e s t e pueblo? A u n q u e yo no estoy m u y al c o r r i e n t e de c u a n t o se m u r m u r a y c h a r l a , las h a b l a d u r í a s d e la c r i a d a m e h a n revelado q u e la g e n t e fisgonea m i s p e n s a m i e n t o s , p a l a b r a s y obras. ¿ Q u é h a e n t r e o í d o u s t e d e n los corrillos ? —A R o m a p o r t o d o , — p e n s é : — c u a n d o lo pregunta, querrá saberlo. Señor D . F é l i x — d i j e en voz a l t a , — u s t e d es u n a p e r s o n a t a n i l u s t r a d a , q u e de fijo no se o f e n d e p o r q u e le sea f r a n c o y sincero. —Al c o n t r a r i o . E x i j o , r e c l a m o de u s t e d cosas: f r a n q u e z a y s i n c e r i d a d . ambas — P u e s s e ñ o r , las p e r s o n a s i n s t r u i d a s , la g e n t e formal, p i e n s a g e n e r a l m e n t e q u e u s t e d e s t á a q u í ejerciendo su c á t e d r a y d e d i c á n d o s e . . . p u e s . . . á estudiar m u c h o , y á h a c e r s e m á s s a b i o d e lo q u e es aún, y a c a s o á a l g ú n d e s c u b r i m i e n t o ó m e j o r a , 192 Emilia Pardo Bazán. v a m o s , de eso de q u í m i c a ó de física. P e r o el vulgo... ¡ya ve u s t e d ! c o m o s i e m p r e explica las cosas de la m a n e r a m á s e x t r a o r d i n a r i a y m á s i m p o s i b l e h a d a d o en decir q u e es usted b r u j o , q u e tiene pact o con L u c i f e r , q u e a n d a u s t e d b u s c a n d o la piedra filosofal... Y n o crea u s t e d : a u n p e r s o n a s inteligent e s y g r a v e s , ó q u e por su profesión y d o c t r i n a debieran s e r l o , no a n d a n e x e n t a s de cierta sospecha y escozorcillo. P o r s u p u e s t o q u e yo no he creído n u n c a u n a p a l a b r a de tales invenciones. D i c i e n d o i b a e s t o con aire de p e r s o n a m u y exp e r t a , y g u i ñ a n d o á la vez un o j o , sin a c o r d a r m e d e q u e p o c o t i e m p o h a c í a c o n f e s a r a mi supersticioso t e m o r á d u e n d e s , á a p a r i c i o n e s , á t o d o lo ext r a - n a t u r a l . P e r o en a q u e l i n s t a n t e g u s t á b a m e darm e b a r n i z d e espíritu fuerte. — ¿ C o n q u e u s t e d n o creyó n a d a de e s o ? — i n t e rrogó O n a r r o . — N a d a , n o señor. ¡ T a l e s d i s l a t e s ! M e río y me b u r l o y h a g o c h a c o t a d e todos c u a n t o s m e tocan esa c o n v e r s a c i ó n . — B i e n ; usted no lo creyó. Y d í g a m e p o r su vida: ¿qué e n t i e n d e usted por buscar la piedra filosofal? — Y o le diré á usted... H e oído m u c h í s i m o de e s o : p e r o d e s e g u r o q u e a h o r a no m e a c o r d a r é y n o p o d r é explicarlo con sus pelos y señales... Me p a r e c e , si no m e e n g a ñ o , q u e es q u e allá h a c e muchísimos a ñ o s h a b í a unos h o m b r e s q u e se p a s a b a n la v i d a e s t u d i a n d o y d e v a n á n d o s e los sesos y que- Pascual López. 193 mándose las c e j a s , r e v o l v i e n d o librotes de c o n j u ros, e x o r c i s m o s y f ó r m u l a s m á g i c a s , d e r r i t i e n d o ingredientes y m e t a l e s en r e t o r t a s y a l a m b i q u e s , para conseguir f a b r i c a r u n a c o s a , un g u i j a r r o ó unos p o l v o s , q u e l l a m a b a n piedra filosofal... E n resumen , q u e con a q u e l l a p i e d r a c u r a b a n todos los males, y a l a r g a b a n la v i d a , y r e m o z a b a n á los viejos, y las p e l a d i l l a s d e a r r o y o las t r o c a b a n e n o r o purísimo... M i r e u s t e d , a u n el m a e s t r o de escuela de un l u g a r c e r c a d e mi c a s a , a n d u v o , por m á s señas, d i s c u r r i e n d o cinco a ñ o s en c ó m o se h a r í a la tal piedra, y qué especies y c o n d i m e n t o s se h a n menester p a r a s a z o n a r l a : u n o s librotes a n t i g u o s q u e heredó d e la b i b l i o t e c a d e un tío c u r a le s o r b i e r o n el seso h a s t a tal p u n t o , q u e al c a b o d e los cinco años n o halló la p i e d r a , p e r o sí u n a c e l d a e n u n m a n i c o m i o , d o n d e m u y á su s a b o r c o n t i n ú a con sus investigaciones. E l l o dicen que la d i c h o s a pied r a , n o o b s t a n t e a n d a r t a n b u s c a d a , n o p u d o enc o n t r a r s e ; ó q u e si a l g u n o dió con ella, se fué con el secreto al o t r o b a r r i o . Oyó O n a r r o mi d o c t a a c l a r a c i ó n , a t e n d i é n d o m e mucho y sin p e r d e r s í l a b a ; y c u a n d o h u b e termin a d o , l e n t a m e n t e , p e r o con e n e r g í a m e p r e g u n t ó : —Y d a d a s tales p r e m i s a s , ¿se p u e d e s a b e r p o r qué califica u s t e d de p a t r a ñ a el q u e yo m e consagrase á e n c o n t r a r lo q u e t a n t o s h o m b r e s e m i n e n tes de la E d a d M e d i a h a n p e d i d o á sus vigilias y afanes ? 13 194 Emilia Pardo Bazán. — ¡ C i e r t o s son los t o r o s ! — p e n s é afligido para m i s a d e n t r o s . — ¡ N o tiene c a b a l el juicio! ¡ E r a n v e r d a d l a s m e n t i r a s q u e se c o n t a b a n ! — ¿ E n q u é se f u n d a u s t e d — p r o s i g u i ó O n a r r o con la voz de acero, p e n e t r a n t e y c l a r a , que en ciertos m o m e n t o s t e n í a , — p a r a r e l e g a r á la región de los sueños y de los imposibles un descubrimient o t r a s el cual a n d u v i e r o n c o n s t a n t e m e n t e los alq u i m i s t a s , g e n t e al c a b o estudiosísima y familiariz a d a con los misterios d e la n a t u r a l e z a , p o r espacio de t a n t o s siglos; f a l a n g e d o n d e c a d a u n o valía t a n t o c o m o u s t e d y todos j u n t o s m á s q u e usted? A ver, ¿tiene u s t e d a l g u n a razón seria, v e r d a d e r a , para n e g a r a priori la posibilidad d e la p i e d r a filosofal? — ¿ Q u é razón h e de t e n e r , p e c a d o r de m í ? — r e p l i q u é h u m i l d e m e n t e . ¿ N o s a b e u s t e d , señor don F é l i x , q u e así e n t i e n d o yo de e s t a s cosas como de e s t a ñ a r calderos? — P u e s , a m i g o — r e p u s o el s i n g u l a r interlocutor m u d a n d o t o n o , — e s lo b u e n o q u e sin e n t e n d e r , ha a c e r t a d o u s t e d en algo, en m u c h a p a r t e . S u instint o , en cierto r e s p e c t o , le h a s e r v i d o de infalible guía. — ¡ Y a lo dije y o ! E s o de f a b r i c a r un elixir con el cual en un p e r i q u e t e se vuelva m u c h a c h o el mismísimo M a t u s a l e m , tendría bemoles! — E s un sueño c a l e n t u r i e n t o . — ¡ Y eso de c u r a r todos los m a l e s c o m o por ensalmo! Pascual López. 203. —Delirio. —¡Y e v i t a r la m u e r t e y q u e d a r s e c o m o el J u d í o errante! —Quimera. —¡ P u e s d i g o lo d e t r o c a r l a s c h i n a s de la calle en m o n e d a s d e c i n c o d u r o s ! ¡ni J a u j a ! —Alto, a m i g o . N o se e x p r e s e u s t e d con t a n m a gistral d e s d é n . C u i d a d i t o . — ¿ C ó m o , s e ñ o r d o n F é l i x ? ¿ q u é dice u s t e d ? — D i g o q u e se g u a r d e de d e c l a r a r i m p o s i b l e s cosas que, a c a s o , c u a n d o m e n o s se p e r c a t e , h a l l a r á realizadas. — ¿ H a b l a u s t e d f o r m a l , señor d o n F é l i x ? — g r i t é yo s a l t a n d o en la b u t a c a y m i r á n d o l e a t ó n i t o , p r e sa de e m o c i ó n v i v í s i m a y t e m e r o s o d e a l g u n a n u e va ironía q u e m e c o r t a s e el paso. — N o g a s t o c h a n z a s de n i n g u n a clase. —Perdóneme usted que me impresione, que dude... p o r q u e es t a n i n a u d i t o , t a n a d m i r a b l e , t a n increíble ese s u p u e s t o . . . — ¿ S e le d e s p i e r t a á u s t e d la c u r i o s i d a d científica? M a l o , m a l í s i m o . Y o le h e elegido á u s t e d y he p u e s t o en u s t e d m i s m i r a s , p o r q u e m e p a r e c i ó un costal d e p a j a , i n c a p a z de s o ñ a r n u n c a en a p r o piarse ni la c e n t a v a p a r t e d e la gloria q u e m e corresponde; si a h o r a s a l i m o s con q u e es u s t e d racional y p e n s a d o r , y con q u e p u e d e n c o n m o v e r l e á usted e s t a s cosas, m a l negocio. —Señor don F é l i x , n o c r e a u s t e d q u e es la p a r - Emilia 196 Pardo Bazán. te científica lo q u e á mí m e l l a m a la atención, y m e e n t u s i a s m a y a r r e b a t a : n o s e ñ o r ; lo q u e me h a c e á mí tilín son los m i l l o n e s , ¡ q u é digo millones! los billones y c u a t r i l l o n e s y sextiliones que p u e d e a d q u i r i r un h o m b r e q u e t e n g a la habilidad q u e usted dice de volver las losas en b a r r a s d e oro! Mire u s t e d q u e de esa m a n e r a se podía u n o hacer e n m e n o s q u e c a n t a un gallo u n a r e n t i t a . . . vaya, m e q u e d a r é corto... a s í , de u n o s trescientos mil pesos diarios, q u e vienen á ser p o r hora... Y m e puse á c o n t a r por los dedos. O n a r r o callaba. — ¡ Q u é b a r b a r i d a d ! — c o n t i n u é sin s a b e r moder a r mi e x a l t a c i ó n : — ¡ q u é b a r b a r i d a d ! ¡ q u é cosas se p o d í a n h a c e r con t a n t o d i n e r o ! E n p r i m e r lug a r , e n s a n c h a r t o d a s las calles de S a n t i a g o , que b u e n a f a l t a les h a c e , y s u p r i m i r l e s los b a c h e s , que n o tienen pocos... C o n v i d a r á comer á t o d o s los est u d i a n t e s de leyes, d e m e d i c i n a y del Seminario, y d a r l e s C h a m p a g n e á discreción por espacio de u n a s e m a n a . . . c u b r i r de cristales la R u a n u e v a y la A l a m e d a , p a r a p a s e a r á pie e n j u t o . . . Y a h o r a que está v a c a n t e el t r o n o de E s p a ñ a , con m e t e r l e s un m a l millón en la m a n o á c a d a alcalde, y dos ó tres á c a d a coronel, y diez ó q u i n c e á c a d a c a p i t á n general ó g o b e r n a d o r d e p r o v i n c i a , y un billoncejo ó dos á los m i e m b r o s del G o b i e r n o provisional, sería uno rey sin efusión de s a n g r e y con i n m e n s o entusiasmo... ¡Figúrese usted! P e r o u s t e d , señor d o n Félix, Pascual López. 197. DO debe t e n e r v o c a c i ó n d e m o n a r c a , s e g ú n m e escucha c a b i z b a j o . — E s t o y p e n s a n d o , - c o n t e s t ó el s a b i o sin levantar la c a b e z a — q u e e n vista d e l a s t o n t e r í a s q u e le sugiere á u s t e d la p e r s p e c t i v a sola de t e n e r o r o á discreción, quizá voy á o b r a r m a l y á c o n t r a e r resp o n s a b i l i d a d g r a v í s i m a si se lo p r o p o r c i o n o . De suerte...—murmuré conmovido y temblando y sin a t e n d e r á c o n t e s t a r a c o r d e , - q u e cree firmemente usted q u e es posible h a c e r oro d e l a s piedras... ¿ E s a es... pues... la e m p r e s a q u e v a m o s á acometer juntos? — No, señor. ¡ N o ! — e x c l a m é m á s frío q u e la nieve. — N o , n u e s t r a e m p r e s a será m e n o s difícil. - Y o creí... ¡ V a m o s , y a m e p a r e c í a á mí q u e eso no e r a p o s i b l e ! p o r q u e al fin el o r o es o r o , y l a s piedras... p i e d r a s . — N o c a b e duda... p e r o m i r e u s t e d , bien p u d i e r a suceder que... A u n q u e m e p a r e c e difícil q u e en su caletre d e u s t e d se a b r a n c a m i n o m i s explicaciones... h a r é u n a p r u e b a . Y o t e n g o el don d e claridad. ¿ S a b e u s t e d d e q u é e s t á c o m p u e s t o el universo físico ? — P u e s c l a r o está... de los c u a t r o e l e m e n t o s , aire, fuego, a g u a y... — ¡Y... y e x p l i q u e u s t e d p a r a e s t o ! — g r i t ó O n a r r o . — ¿ Q u é , h a o l v i d a d o u s t e d u n a cosa t a n sencillísima, q u e le e n s e ñ é mil veces e n clase? L e h a c í a , Emilia Pardo Bazán. en v e r d a d , t o r p e y d e s m e m o r i a d o ; p e r o no hasta ese p u n t o inverosímil. R e c o r d a r á u s t e d q u e les dije que la q u í m i c a ha reconocido a c t u a l m e n t e hasta s e s e n t a y cinco c u e r p o s ó s u s t a n c i a s simples, cuyas d i v e r s a s c o m b i n a c i o n e s f o r m a n los componentes todos del U n i v e r s o . — S í , m e p a r e c e que voy h a c i e n d o memoria...— dije yo sin r e c o r d a r m i a j a . — N o podemos asegurar—continuó Onarro—que esa c a n t i d a d d e c u e r p o s simples sea definitiva. P u e d e a c o n t e c e r q u e se d e s c u b r a n , c o m o en efecto se h a n descubierto, a l g u n o s n u e v o s , y p u e d e suceder q u e , m e j o r a n a l i z a d o u n o de los a n t i g u o s , resulte c o m p u e s t o de e l e m e n t o s conocidos ya. D e s u e r t e q u e el n ú m e r o s e t e n t a y cinco está s u j e t o á aumentar ó á disminuir. — J u s t o — a p r o b é y o m u y serio. — Confieso que en a q u e l m o m e n t o m e fijaba m u c h í s i m o en la explicación, a p r e t a n d o el intelecto c u a n t o p o d í a . — A h o r a b i e n ; los q u í m i c o s nos p r e g u n t a m o s á c a d a i n s t a n t e : ¿ h a b r á r e a l m e n t e e n el U n i v e r s o s e t e n t a y cinco especies d i f e r e n t e s de materia? ¿ E x i s t i r á un n ú m e r o d a d o de c u e r p o s i n t r í n s e c a m e n t e distintos, irreductibles, insolubles los unos y los o t r o s ? Y m u c h o s d e los q u í m i c o s m á s eminentes, e n t r e ellos C a u c h y y A m p é r e , q u e son dos lumb r e r a s , r e s p o n d e n : N o , es imposible q u e se dé esa c a n t i d a d de m a t e r i a l e s s u s t a n c i a l m e n t e diversos: eso no es m á s q u e u n a a p a r i e n c i a , un efecto de la Pascual 207. López. distinta colocación y a g r u p a m i e n t o de los á t o m o s , único e l e m e n t o v e r d a d e r a m e n t e simple, indivisible inalizable, i r r e d u c t i b l e y p r i m i t i v o q u e se p r e s e n t a en el U n i v e r s o . - ¿ E s o d i c e n ? — i n t e r r o g u é yo. — ¿ H a e c h a d o u s t e d t a m b i é n en olvido los e j e m plos q u e p u s e , á fin de e x p l a n a r la t e o r í a ? — H a g a u s t e d c o m o si nunca los h u b i e s e p u e s t o . — P a r a p r o b a r q u e dos c u e r p o s a b s o l u t a m e n t e idénticos, s e g ú n d e m u e s t r a el análisis con evidencia, p u e d e n ofrecer p r o p i e d a d e s q u e los h a g a n a p a recer d i v e r s í s i m o s , cité el fósforo. E l fósforo es u n cuerpo b l a n c o , l u m i n o s o en la o s c u r i d a d , m u y inflamable, con olor f u e r t e y p e n e t r a n t e y e n e x t r e m o venenoso. P u e s c a l i é n t e l o u s t e d e n un v a s o cerrado, y se e n c o n t r a r á con u n c u e r p o r o j o , o p a c o e n la o s c u r i d a d , poco i n f l a m a b l e , i n o d o r o y sin veneno alguno. ¡ Ya ve u s t e d si al p a r e c e r se d i f e r e n c i a n estos dos e s t a d o s ! N o o b s t a n t e , lo r e p i t o , el análisis p r u e b a q u e es e x a c t a m e n t e u n a m i s m a c o s a la de a n t e s y la d e d e s p u é s . Sólo se h a n a l t e r a d o sus p r o p i d a d e s físicas. L o p r o p i o p a s a con el a g u a , que es c u e r p o c o m p u e s t o . ¡ C o n s i d é r e l a u s t e d mudándose del e s t a d o de hielo al de l í q u i d o y al d e vapor! Sin e m b a r g o , s i e m p r e es la m i s m a c o m b i nación: dos á t o m o s d e h i d r ó g e n o p o r u n o d e oxígeno. E l silicato de p o t a s i o es l í q u i d o ; con t o d o , e s idéntico al c r i s t a l sólido. A u n les p u s e á u s t e d e s e n c á t e d r a , y p o d r í a p o n e r l e á u s t e d a h o r a infinitos 200 Emilia Pardo Bazán. e j e m p l o s m á s , y t o d o s i g u a l m e n t e sencillos é inteligibles. P e r o u s t e d n o a t e n d e r í a ó e s t a r í a pensand o en l a s m u s a r a ñ a s . Y o n o p r o t e s t é , p o r q u e el t r a b a j o m e n t a l de ir e n t e n d i e n d o a q u e l l a s cosas t a n o b v i a s y c l a r a s m e tenía medio atolondrado. — A h o r a bien—prosiguió O n a r r o . — E s t a s y o t r a s r a z o n e s que u s t e d n o necesita, nos c o n d u c e n c o m o de la m a n o á s u p o n e r q u e , en r e a l i d a d , no existe m á s q u e un g é n e r o de m a t e r i a , u n a sola s u s t a n c i a . L o s á t o m o s a g r u p a d o s e n t r e sí de d i v e r s a s maner a s en los c u e r p o s s i m p l e s , y f o r m a n d o cristales e l e m e n t a l e s p e q u e ñ í s i m o s , c o n s t i t u i r í a n esta ó a q u e l l a s u s t a n c i a s i m p l e , según el n ú m e r o de átom o s del cristalillo e l e m e n t a l , su posición, su movim i e n t o , etc. Así s u c e d e con las fichas del d o m i n ó , q u e c o l o c a d a s de un m o d o h a c e n u n a torre, de o t r o u n r e d u c t o , de a q u é l u n a m u r a l l a a l m e n a d a . . . N o h a b i e n d o , p u e s , diferencia s u s t a n c i a l en la m a t e ría, quién d u d a que, p o r e j e m p l o , el p l o m o y el o r o , son u n a m i s m a s u s t a n c i a b a j o f o r m a s diversas. L a ciencia en su e s t a d o a c t u a l n o conoce razón a l g u n a q u e p u e d a calificar de imposible y a b s u r d a esta hipótesis. L o s a n t i g u o s aristotélicos solían decir q u e la m a t e r i a es i n d i f e r e n t e á las f o r m a s . ¿ Q u é necesitaríamos, según esto, para t r a n s m u t a r los d e m á s c u e r p o s en oro? P o c a cosa e n v e r d a d . B a s t a r í a con que así c o m o a n a l i z a m o s , d i s e c a m o s y d e s c o m p o n e m o s los c u e r p o s c o m p u e s t o s , r e d u c i é n - Pascual López. 201. dolos á su m á s sencilla f ó r m u l a , á la m í n i m a e x p r e sión, p u d i é r a m o s h a c e r o t r o t a n t o con los simples. U n a vez t r a í d o s á su o r i g i n a r i a s i t u a c i ó n de m e r o s átomos e l e m e n t a l e s , e r a a s u n t o n o m á s q u e d e ponerlos en c o n d i c i o n e s d e c r i s t a l i z a r f o r m a n d o las moléculas e s p e c i a l e s del oro. — Y siendo esto t a n fácil, Sr. D . F é l i x d e mi alma, ¿ p o r q u é n o lo h a c e u s t e d ? — e x c l a m é i m p a ciente, con afán v e h e m e n t í s i m o . — ¡ F á c i l ! ¿ C u á n t o s siglos t r a n s c u r r i r á n q u i z á s antes de q u e la p a c i e n c i a y el e s t u d i o del h o m b r e alcancen á a p l i c a r e n t o d a su e x t e n s i ó n estos principios q u e h e i n d i c a d o ? ¿ Q u i é n será el genio q u e el d e s t i n o s e ñ a l a p a r a q u e los c o m p l e t e , desenvuelva y perfeccione? ¿ Q u i é n el ilustre i n v e n t o r d e los i n s t r u m e n t o s d e l i c a d í s i m o s y mil veces m á s e x a c t o s que r e l o j e s , q u e nos c o n s i e n t a n p r o f u n d i z a r la e s t r u c t u r a í n t i m a d e los c u e r p o s ? ¿ S a b e u s t e d , d e s d i c h a d o , q u e los á t o m o s son u n a cosa q u e n o tiene t a m a ñ o ni peso a p r e c i a b l e ; q u e son el ú l t i m o g r a d o de división d e la m a t e r i a ; q u e se o c u l t a n a b s o l u t a m e n t e , n o ya á los s e n t i d o s , sino á los aparatos q u e c e n t u p l i c a n la e n e r g í a de los sentidos; que la f r a g m e n t a c i ó n d e e s t a s p a r t í c u l a s es casi infinita? ¿ S a b e u s t e d q u e si los á t o m o s c o n t e n i d o s en u n a g o t a d e a g u a del grosor d e un g u i s a n t e se trocasen en g r a n o s de a r e n a , un c o n v o y c o n t i n u o de c a m i n o de h i e r r o m a r c h a n d o con u n a r a p i d e z de t r e i n t a y seis k i l ó m e t r o s p o r h o r a n e c e s i t a r í a 202 Emilia Pardo Bazán. m á s de dos millones y m e d i o de a ñ o s p a r a transport a r esa a r e n a ? ¿ Q u é si se quisiera c a l c u l a r el núm e r o de á t o m o s m e t á l i c o s c o n t e n i d o s en u n a cabeza de alfiler de á o c h a v o , s e p a r a n d o c a d a segund o con el p e n s a m i e n t o mil m i l l o n e s , t e n d r í a m o s q u e repetir tal operación por e s p a c i o de doscientos c i n c u e n t a y t r e s mil seiscientos s e t e n t a y ocho años p a r a llegar á la c u e n t a j u s t a ? — ¿ C ó m o d i a n t r e s h a b r á n a v e r i g u a d o eso ?—pens é p a r a m í , m i e n t r a s en voz alta decía—¡Canastos! — Y a d v i e r t a q u e estoy h a b l a n d o de los á t o m o s d e la m a t e r i a p o n d e r a b l e , q u e si m e refiriese á los d e l é t e r , c u y a s u s t a n c i a p e n s a m o s que sea la mism a , p e r o i n f i n i t a m e n t e m á s a f i n a d a y ténue... L a i m a g i n a c i ó n se p i e r d e . P o r lo i n d i c a d o , ya ve usted q u e h a y c a m i n o q u e a n d a r a n t e s d e resolver á f o n d o t a n t o s e n i g m a s ; y quién s a b e si j a m á s . . . — L o q u e y o voy s o s p e c h a n d o , S r . D . F é l i x m u r m u r é ya m a r e a d o — e s q u e con t o d a s esas mar a v i l l a s , l a b e r i n t o s y p o r t e n t o s , yo m e q u e d a r é c o m o e s t a b a , p o r q u e u s t e d , p o r lo v i s t o , a u n q u e c r e e posible, factible y c o r r i e n t e lo del o r o hecho con p e d r u s c o s y c a n t o s , n o s a b e cómo m a n e j a r s e l a s p a r a c o n s e g u i r l o , y viene á ser i g u a l que si lo d e c l a r a s e imposible d e s d e luego. — N u n c a alcé mi o s a d o p e n s a m i e n t o h a s t a t r a t a r d e resolver lo q u e h o y por hoy p e r m a n e c e insoluble. Ya he d i c h o á usted q u e n u e s t r a e m p r e s a e r a m á s fácil. Pascual López. 203. —Y t a m b i é n , d e s e g u r o , m e n o s f r u c t u o s a , m e n o s s u c u l e n t a , menos... — ¡ N o , n o ! — g r i t ó O n a r r o d e s c a r g a n d o con la tenaza un f u e r t e g o l p e s o b r e los c a r b o n e s d e la chim e n e a , y h a c i e n d o s a l t a r m u l t i t u d de c h i s p a s , q u e un m o m e n t o f o r m a r o n á su c a l v a c a b e z a f a n t á s tica a u r e o l a . — ¡ N o , y mil v e c e s n o ! P o r d e s d i c h a mía, y f o r t u n a de u s t e d , la e m p r e s a será t o d o lo lucrativa p o s i b l e , p e r o m á s h a c e d e r a y l l a n a , y por e n d e m e n o s gloriosa. ¿ L o oye u s t e d b i e n ? - D e m o d o que... ¡ Ay, Sr. D . Félix! R e p i t a u s t e d eso. ¿ D e m o d o q u e es así... cosa t a n r o d a d a ? —Sí, p o r q u e n o t r a t a m o s de t r a n s m u t a r un c u e r po simple en o t r o c u e r p o s i m p l e , sino p u r a y s e n cillamente de h a c e r p a s a r u n c u e r p o m i s m o d e u n estado á o t r o d i v e r s o . P o r l a s s u c i n t a s , g r o s e r a s y e l e m e n t a l í s i m a s e x p l i c a c i o n e s que di á u s t e d , notará q u e de lo p r i m e r o á lo s e g u n d o m e d i a t a n t a distancia c o m o de b e b e r s e un v a s o d e a g u a á sorber el O c é a n o . _Ya, ya — a p r o b é yo c o m o el q u e v a e n t e n - diendo. — ¡ S e r á u s t e d r i c o , h o m b r e , si sale v i v o ! n o lo d u d e ; s e r á u s t e d un p o d e r o s o d e la t i e r r a . V e n g a acá. ¿ C o n o c e u s t e d por c a s u a l i d a d lo q u e e s un diamante? E s t r e m e c í m e , y r e p e n t i n a luz i l u m i n ó mi m e n t e . Sin e m b a r g o , mis i d e a s c o n f u s a s n o m e a l c a n z a b a n p a r a e n t e n d e r bien t o d a s las revelaciones 204 Emilia Pardo Bazán. y t o d a s l a s p r o m e s a s e n c e r r a d a s e n la pregunta. A d e m á s , mis c o n o c i m i e n t o s en p e d r e r í a eran bast a n t e imperfectos. — D i a m a n t e . . . — b a l b u c í . — S í , m e a c u e r d o de q u e un día en q u e P a s t o r a e s t a b a vistiendo y ader e z a n d o á la V i r g e n del A m p a r o , de quien es cam a r i s t a , con a l h a j a s q u e le p r e s t a r o n las señoras d e R..., m e e n s e ñ ó una g r a n p i o c h a de p r e n d e r en el p e c h o y u n a s a r r a c a d a s l a r g a s , todo ello hecho de u n a s p i e d r a s b l a n c a s q u e b r i l l a b a n muchísimo, y m e d i j o : «¿Ves e s t o q u e p a r e c e vidrio? P u e s es un vidrio q u e v a l d r á p o r ahí dos ó t r e s mil pesos.» A u n se m e figura q u e estoy v i e n d o las joyas... resp l a n d e c í a n c o m o estrellas. D e s p u é s he r e p a r a d o otros brincos m o d e r n o s con p i e d r a s del mismo j a e z , en el e s c a p a r a t e del p l a t e r o L o r e n z o , y en los de los C o r d o b e s e s q u e vienen a q u í en la temp o r a d a del C o r p u s al Apóstol. — P u e s mire u s t e d , si yo t u v i e s e en mi poder esa piocha y a r r a c a d a s de q u e u s t e d h a b l a , y pudiese s o m e t e r l a s á un g r a d o de calor d e t e r m i n a d o , ¿sabe u s t e d lo q u e s u c e d e r í a ? L a s p i e d r a s se irían e n t u r b i a n d o , luego p o n i é n d o s e n e g r a s , luego hinchándose... h a s t a convertirse... O n a r r o se l e v a n t ó , a b r i ó el mueblecillo situado al l a d o de la c h i m e n e a , y c u y o d e s t i n o era g u a r d a r el c o m b u s t i b l e , m e t i ó en él la m a n o , y s a c a n d o un p e d a z o de c a r b ó n m e lo p u s o a n t e los o j o s , diciéndome: Pascual López. 205. — ¡ E n esto! — ¡ E n e s t o ! — r e p e t í p a s m a d o y u n t a n t o incrédulo. — E n esto mismo. ¿ L o entiende usted? E n esta materia d e s p r e c i a b l e y vil, q u e q u e m o yo a s í , á puñados, p a r a c a l e n t a r m e . . . Y el sabio, p e r d i d a ya la f r i a l d a d y c a l m a h a b i tuales, cogía á m a n o s l l e n a s el c a r b ó n y lo a r r o j a ba á mis pies. — ¿ D e s u e r t e — d i j e y o sin la m e n o r i n t e n c i ó n de b u r l a — q u e v a m o s á h a c e r n o s ricos q u e m a n d o de esas p i e d r a s p a r a e n c e n d e r d e s p u é s la chimenea ? — O q u i e r e u s t e d h a c e r j o c o s o lo q u e es m u y serio, ó es u s t e d el m a y o r s a n d i o del m u n d o . ¡ N o ha c o m p r e n d i d o u s t e d aún q u e lo q u e h a r e m o s será c o n v e r t i r esta í n f i m a m a t e r i a sin v a l o r q u e á t o n e l a d a s se e x t r a e de las m i n a s , q u e se e n c u e n t r a en c a p a s i n m e n s a s b a j o el s u b s u e l o de E u r o p a , e n magníficos, e n o r m e s y f ú l g i d o s d i a m a n t e s ! — ¡ D i a m a n t e s ! — r e p e t í yo como fascinado por la oriental p a l a b r a . — Sí, diamantes. L o que está usted oyendo. — ¿ P e r o eso se h a de h a c e r . . . c a l e n t a n d o ? . . . — E l c ó m o se h a de h a c e r , ni le i m p o r t a á u s t e d , ni t e n g o p a r a q u é explicárselo, ni lo e n t e n d e r í a a u n q u e p r e n s a s e el m a g í n t o d a la vida... E l c ó m o • es c u e n t a m í a , m í a e n t e r a m e n t e . H a r t o le h e aclarado, p a r a q u e al fin v i n i e s e á q u e d a r s e t a n en i6o Emilia Pardo Bazán. a y u n a s c o m o e s t a b a . A h o r a , u s t e d no tiene que o c u p a r s e sino en t r e s c o s a s : la p r i m e r a callar como ha j u r a d o , es decir, c o m o un m u e r t o ; la segunda c o n f e s a r s e y d i s p o n e r su t e s t a m e n t o , si tuviere de q u é ; la t e r c e r a p r e s e n t á r s e m e a q u í , p r e p a r a d o á t o d a c o n t i n g e n c i a , p a s a d o m a ñ a n a al r a y a r el día. ¿ E s t a u s t e d dispuesto? — S í , señor—contesté resueltamente. —Pasado m a ñ a n a , al a m a n e c e r , m e t e n d r á u s t e d a q u í . Yo n o sé si h a g o un d i s p a r a t e , si m e m e t o en un ber e n g e n a l del q u e h a y a d e salir con los pies para d e l a n t e , c a m i n o del c e m e n t e r i o ; p e r o y a . . . ya quiero d e s p e j a r esta i n c ó g n i t a , y ver si de u n a vez en la v i d a dejo de ser p o b r e , y p u e d o d a r m e el gustazo de r e g a l a r l e á P a s t o r a u n a p i o c h a y u n a s arrac a d a s c o m o aquéllas. — E s c u c h e u s t e d — a d v i r t i ó el s a b i o cogiéndom e de la m a n o , y s e ñ a l a n d o h a c i a el p e q u e ñ o esfer a m u n d i , c o l o c a d o s o b r e u n a mesilla no lejos de nosotros.— E n el globo q u e ve u s t e d a h í represent a d o , existen á e s t a s h o r a s m u c h o s miles de seres h u m a n o s , c u y a vida se p a s a en e s p e r a r e n c o r v a d o s el h a l l a z g o de u n a m i s e r a b l e p i e d r a preciosa, ocult a en las e n t r a ñ a s del p l a n e t a . . . N o c r e a usted que en- ese oficio n o a r r i e s g a n la e x i s t e n c i a ; no crea u s t e d q u e n o son t r a t a d o s c o m o p a r i a s , peor que p a r i a s , p o r q u e el p a r i a tiene el d e r e c h o de alzar al sol su faz, y ellos d o b l a n su f r e n t e al suelo árido... Ya p u e d e u s t e d , j o v e n , c o n s i d e r a r s e protegido por Pascual López. 207. benigna estrella y d e s t i n o f a u s t o . U s t e d b u s c a r á en S a n t i a g o el d i a m a n t e en mi l a b o r a t o r i o ; si h u biera u s t e d n a c i d o en el B r a s i l , con un p o c o m á s de p i g m e n t o b a j o la e p i d e r m i s , lo b u s c a r í a á p u r a s p e r s u a s i o n e s del látigo d e un c a p a t a z , q u e n o le dejaría a c a s o h u e s o s a n o . C o n d ú j o m e O n a r r o h a s t a la p u e r t a , sin a ñ a d i r otra p a l a b r a . A t u r d i d o , t r a s t o r n a d o y con la cabeza h e c h a u n a olla d e grillos, m e d e s p e d í , y y a tenía el pie en la c a l l e , c u a n d o O n a r r o m e r e i t e r ó paternalmente. — N o d e j e u s t e d de p r e p a r a r s e á bien por si a c a s o . morir, IX Y d e c í a m e yo á la m a ñ a n a s i g u i e n t e , e n t r a n d o , después d e u n a n o c h e de desasosiego y vigilia á cuentas y juicio c o n m i g o m i s m o , c u a l un t i e m p o l o hizo S a n c h o : s e p a m o s , P a s c u a l h e r m a n o , q u é compromiso es el q u e h a c o n t r a í d o v u e s a m e r c e d . ¿ H a t r a t a d o a c a s o d e a l g u n a g i r a ó diversión c a m p e s tre, p a r a la cual h a y a de r e u n i r s e con u n p a r d e amigos, ó m e d i a d o c e n a , en u n a m e n o l u g a r , llevando t o d o s s a b r o s o s víveres y g o l o s i n a s p a r a m e rendar a l e g r e m e n t e ? N o por cierto. ¿ H á n l e invitado á concierto ó s a r a o , e n q u e e s p a r z a el ánimo- Emilia Pardo Bazán. y h o n e s t a m e n t e se d i s t r a i g a ? M e n o s aún. ¿Pues a d ó n d e tiene d e asistir m a ñ a n a al d e s p u n t a r la a u r o r a ? A la c o n q u i s t a de unos millones, t a n t o s en n ú m e r o que n o es posible c o n t a r l o s . ¿Y quién os h a d e a y u d a r y e n c a m i n a r á conseguirlos? P u e s el n u n c a bien p o n d e r a d o D . F é l i x O n a r r o , n a t a y flor de la c i e n c i a , cifra y c o m p e n d i o de la sabiduría, que m a n d a e n la n a t u r a l e z a y la m e t a m o r f o s e a y m u d a cual n u e v o Ovidio. B u e n o v a . ¿Y sabéis vos, h e r m a n o P a s c u a l , las p e r i p e c i a s q u e pueden s o b r e v e n i r o s en esa a v e n t u r a ? S e g ú n confiesa el h é r o e p r i n c i p a l d e ella, es fácil q u e él y vos, en un s e g u n d o , rodéis á la e t e r n i d a d . ¿Él y vos decís? ¿Y n o f u e r a posible q u e sólo vos corriéseis el peligro, y el t a i m a d o del s a b i o se q u e d a s e riendo? N o va d e s c a m i n a d o ese recelo. Y a h o r a s u p o n g a m o s que salís con bien de la a v e n t u r a : ¿sabéis de buena t i n t a q u e se os v e n d r á n á las m a n o s los ofrecidos tesoros? P r o m e t i ó m e l o D . F é l i x . ¿Y c ó n s t a o s á vos q u e D . Félix n o tiene la región c e r e b r a l vacía y seca como u n a a v e l l a n a rancia? N o m e c o n s t a en m o d o alguno. L i g e r o a n d u v i s t e i s e n t o n c e s , Pasc u a l . E l diablo, a ñ a d í a yo c o m o el e s c u d e r o manc h e g o , el diablo m e h a m e t i d o á mí en esto, que o t r o no. C o n tales reflexiones m e eché á la calle, ansiand o gozar del aire l i b r e , p o r si e r a a q u e l mi último d í a de r e s p i r a r l o , y deseoso de ver rostros conoc i d o s , p o r si m e r e s t a b a n sólo u n a s h o r a s de po- Pascual 209 López. derlos m i r a r . N a d a d e c u a n t o m e e n c a r g a r a O n a rro hice, p o r q u e en lo t o c a n t e á t e s t a m e n t o , c o m o no legase el a l m a á D i o s y los h u e s o s á la t i e r r a , otra cosa n o poseía; y de c o n f e s a r m e , si bien se m e a l c a n z a b a q u e f u e r a s a l u d a b l e p r e v e n c i ó n , e r a tal mi i n q u i e t u d , z o z o b r a y f a l t a de recogimiento, y tal el t r o p e l d e i m á g e n e s y d o r a d o s s u e ñ o s que p o r momentos me asediaba, que no pude resolverme á hacer e x a m e n de c o n c i e n c i a . L o único q u e p u n t u a l m e n t e c u m p l í fué la cláusula d e no t r a s l u c i r cosa a l g u n a de la p r o y e c t a d a e m p r e s a ni del objeto de mis e n t r e v i s t a s con O n a r r o . Sin e m b a r g o , m e bullía á v e c e s en el c u e r p o u n afán irresistible de q u e supiese t o d o el m u n d o q u e mi s u e r t e i b a á p a s a r , m u y en b r e v e , de a d v e r s a á próspera y m a g n í f i c a . L a m i t a d d e mis f u t u r a s riq u e z a s diera yo p o r o s t e n t a r d e s d e luego la o t r a mitad. D e p a r ó m e la c a s u a l i d a d q u e aquel día, paseándome p o r la R ú a del Villar, del lado de los soportales e n que está la a n i m a c i ó n del comercio y el m a y o r c o n c u r s o de g e n t e , viese c r u z a r p o r l a s a r c a d a s f r o n t e r i z a s un c u e r p o , q u e m á s p a r e c i e r a sombra d e r r o t a d a y l a c i a , y q u e escurriéndose con cautela y r e c a t á n d o s e y p e g á n d o s e á las c a s a s , p a recía, n o a n d a r , sino deslizarse. I n m e d i a t a m e n t e di caza á la s o m b r a , q u e al p r o n t o , al v e r m e , a p r e tó el p a s o ; m a s d e s p u é s , c o n o c i é n d o m e sin d u d a , volvió pies a t r á s , y l l e g á n d o s e á mí, con voz a n h e losa m e d i j o : 13 i6o Emilia Pardo Bazán. — Si quieres h a b l a r m e s a l g a m o s de ahí. Chico, la I n g l a t e r r a t o d a está p o r esos comercios. — P e r o — r e s p o n d í yo a d m i r a d o c o n t e m p l a n d o el t r a j e a s t r o s o y h e c h o girones, el g r a s i e n t o tapab o c a s y el a b o l l a d o s o m b r e r o de Cipriano,— ¿cómo d e b e s n a d a en t i e n d a a l g u n a , si te veo con el propio t r a j e y p e r g e ñ o q u e u s a b a s allá c u a n d o vivíam o s los c u a t r o j u n t o s y j u g á b a m o s á la brisca? D e b e r á s en el café, ó en L a flor de los campos de Cariñena. — ¡ A y , P a s c u a l b u e n o ! — suspiró el estudiante, g u i á n d o m e h a c i a calles r e t i r a d a s , y á la sazón casi d e s i e r t a s . — ¡ B i e n se ve q u e tú no e s t á s enterado, ni c o m p r e n d e s los e x t r a v í o s á que nos a r r a s t r a una pasión! ¿No te a c u e r d a s ya de mi hermosísima Leonor? —¿Aquella b u e n a a l h a j a , con la c a r a embadurn a d a d e a l m a z a r r ó n y h a r i n a , que p a s e a b a contigo p o r los A g r o s de C a r r e i r o ? — ¡ S t t t t ! ¡ n ó m b r a l a con m á s respeto, que, al fin y al c a b o es u n a n o t a b i l i d a d escénica ! N o v a y a s á figurarte q u e sólo c a n t a b a en los coros, no señor; h i z o p a p e l e s casi de los m á s difíciles y comprometidos, como el de mujer primera en los Magyares; una criada, en Marta; dama convidada primera, en el seg u n d o a c t o de Los diamantes de la corona, y otros por el estilo. — E n s u m a , esa g r a n d e a r t i s t a te ha e s t r u j a d o el bolsillo. Pascual López. 219. — ¡Pero de qué manera! ¡chico! él ya no estaba muy repleto, y ahora parece una oblea. —Tu capital solían ser diez reales, siete cuartos y tres ochavos... —Esos eran los días de opulencia; pero me dejó sin blanca la divina ninfa. En aquella boca tenía escondido un fraile mendicante. ¿Querrás creer que hasta me pidió los cuellos y puños postizos que yo solía gastar, y el único levitín decente que tuve en mi vida, bajo pretexto de que la obligaban á salir vestida de hombre en un fin de fiesta? Y allá se quedó mi guardarropa olvidado. Así ando yo de roto y hecho una lástima. ¡ Oh mujeres! Bien dijeron Salomón y San Agustín y el Crisóstomo... —¿De suerte—dije yo atajando aquel torrente de erudición q u e j u m b r o s a - q u e estás como el gallo de Morón? — Lo mismito. Si me quedo en casa me acribilla lapatrona; bloquéanme los acreedores si salgo á la calle; el autor de mis días se ha declarado en quiebra, y cuando le pido monises me responde que siente plaza. ¡Qué situación la del general! ¡Ahora precisamente que pensaba yo estudiar, ganar curso, volverme hombre de pró! ¡ Pero apliqúese usted oyendo gruñir á una patrona sin entrañas! ¡Asista usted á clase sin tener casi camisa ni ropa! ¡Pase usted de esta facha sin ruborizarse ante aquella señora Minerva de la Universidad, que está siempre tan arregladita y tan limpia! 212 Emilia Pardo Bazán. — Pues no te apures. ¿Quién sabe si andando el tiempo hallarás quién te dé la mano? —pronuncié yo con mal encubierto airecillo protector. — Para saludarme, podrá ser... y aún lo dudo, según estoy de tronado. Por lo demás, ¿apurarme yo?¡Bah! Y me miró con tal expresión de picaresca alegría, que sirviera su rostro para perfecto modelo de un Demócrito risueño y despreocupado. — Cuando te digo que á lo mejor... donde menos se piensa salta la liebre. Podrá suceder que no pasen cuarenta y ocho horas sin que veas maravillas, y sin que acaso te ofrezca yo con qué tapar la boca á los mastines que te andan á los alcances... — ¿ Qué es eso ? ¿ Tonillo enigmático ? ¡ Calle! ¿Si Onarro que tanto te estima, te habrá dado parte de la piedra filosofal ? Temblé al oir la frase del estudiante, que sin sospecharlo colocaba el tiro tan cerca del blanco. —Perdido soy y perjuro además—calculé—si algo se vislumbra. —Mi emoción debió de reflejarse en mi fisonomía, porque el sagaz Cipriano añadió mirándome de hito en hito. — ¡Qué efecto te ha causado! Te has puesto del color de las bandas de la capa... Pascualillo, ¿con que andas en esos fregados? Ahora sí que digo yo que vamos á pasar magnífica vida á tu cuenta. —Aquí es fuerza salir del paso con un e n r e d o discurrí yo.—Y componiendo el rostro y con aire Pascual López. 221. misterioso y confidencial, murmuré:—'Cipriano, mira que te lo cuento á tí, y sólo á tí: cuidadito no me comprometas, porque si por ahí lo saben me asediarán á petitorios, y para tanto no alcanza. En efecto, el señor D. Félix ha tenido la bondad de... —¿De darte un cachillo de la piedra? — ¡Qué piedra ni qué niño muerto! Me extraña que tú des crédito á semejantes paparruchas. El señor D. Félix, repito, que es un hombre servicialísimo, y á mí me distingue de manera que no sé cómo pagarle, se ha dignado negociar con un editor de allá de Francia una obrilia que había yo compuesto en mis ratos de ocio... poca cosa, pero en fin... — En fin... —Que el editor la ha comprado, y la va á publicar y me da por ella diez mil realitos... - ¡ H o m b r e ! — e x c l a m ó e l estudiante, cuyas truhanescas facciones expresaban la duda, el asombro y la burla, todo junto—iHombre! Milagro y maravilla sería aquello de la piedra filosofal, pero más me espanto de esotro que me cuentas tú. Chico, dicen por ahí que eres un sabio; pero, ¿cómo te he de adorar santo, si te conocí tan ciruelo como los restantes? En fin, sea todo por Dios, y daca unas cuantas caras de reyes feos con peluquín, que á mí me parecerán más lindos que Leonor, ya los hayas granjeado escribiendo una portentosa obra científica, lo cual considero fuera de lo natural, ya 214 Emilia Pardo Bazán. por arte mágica, que para el caso es lo mismo. Llueve tú onzas, y llamaréte antorcha de las ciencias y sol de la escuela. El ladino del estudiante cazaba demasiado largo, cosa que no me supo bien. Híceme, pues, el amostazado, y repliqué: —No, ya que dudas de mi palabra y de mis méritos, nada haré por librarte de ingleses y por vestirte de un modo más regular. —¡Jesús, si yo no dudo! Con tal que me facilites unas pesetejas, te tendré por más docto que al mismo Séneca en persona. Figúrate tú que hace un mes que me quiebro yo los cascos por dar con dinero, y calcula la profunda admiración que me inspirará el que lo posee. —Por hoy nada puedo prestarte. Espera—insistí yo muy formal. —¿A cuántos estamos? ¿A 16 ó á 17 del raes? —A 17—respondió Cipriano—quedándose algo confuso y dudoso al ver mi gravedad. —17... 17..., del 10 al 17..., mañana 18... Mañana cobro la letra de Francia. —Pero chico, ¿va de veras?—exclamó Cipriano. —¡Anda á paseo!—contesté yo.—Si no me dieses lástima con esas botas entornadas que parecen almejas, y ese tapabocas asqueroso... á fe, á fe, que te dejara entregado á tu triste suerte. — Mira, Pascual... si es verdad lo que dices, y vas á tener cuartitos frescos, puedes hacer una Pascual López. 215. obra de caridad... Ya sé yo que ese corazoncito es como la misma seda. — ¡Calla! ¿no te basta pedir para tí? —¿Te acuerdas de Inocencio? El pobre siempre fué muy ganso, ya sabes, y en el j uego Se hacíamos las trampas que se nos antojaban; y él, cuantas más trampas, más ciego y aturrullado... Pues el infeliz recibió una cantidad que le mandaba el autor de sus días para redimir una pensión... era una miseria de tres mil reales, ¡pero ya ves! para él... Barrabás le tentó á jugar á dinero... chico, le despabilaron sus duretes... ¡Si vieras como está! Ni come, ni duerme; se quedó hecho un e s p á r r a g o Dice que se va á embarcar para América... ó á colgarse de una viga... Chico, parte el corazón. Y diciendo esto, sacó Cipriano del bolsillo un trapo sucio y agujereado, con el cual hizo finta de enjugar tiernas y compasivas lágrimas. Yo formé propósito, al escribir estos sucesos de mi vida, de retratarme tal cual soy, sin poner ni quitar un ápice, y así como declaro que no alardeo de filántropo, ni busco ocasiones, ni me tomo molestias por hacer el bien, así, cuando éste se me viene á las manos, no lo rehuyo. En s u m a , yo confieso que no tengo carácter, pues caso de tenerlo, trazaríame una senda y por ella caminaría: lejos de lo cual, siempre practiqué con el mal y el bien lo que con la fruta: comerla en verano porque se presenta madura y fácil, v en el invierno no acordarme de si la hay en el mun- i6o Emilia Pardo B a z á n . do. En aquel momento vi sazonada y oportuna la buena acción de salvar á Inocencio, y pensé en ello con placer: quizás aun en este sentimiento noble entraba una pizquilla de deseo de deslumhrar con el fortunón que ya contaba seguro; pero, ¿quién va á decantar tanto los sentimientos? Sucédeles, por ventura, lo que á los linajes: en el más limpio é ilustre se halla, á fuerza de revolver y escudriñar, algún entronque, alguna mancha de judío. —No se colgará—dije á Cipriano—si puedo evitarlo yo. —¡Y tanto como puedes! Mañana cobras la letra, ¿no es eso? ¿A qué hora? Siempre será antes de las dos: más tarde no suelen pagarlas. A las tres me planto yo en tu casita... me das lo que quieras para mí, y para Inocencio los tres mil consabidos. — No, chico—advertí al estudiante;—tus manos tienen un agujero en medio, y no es posible colocar dinero en ellas. Ya sé dónde vive Inocencio, y si la letra viene, yo en persona iré á llevarle... —Me ofendes, me faltas; pero, en fin, soy magnánimo, y te perdono, en vista de tu munificencia. Mira, una vez que eres tan bienhechor y que te proporcionas el inefable placer de socorrer y amparar á tus semejantes... A tus hermanos... A la humanidad... Voy á revelarte otro infortunio en que puedes ostentar tu generosa largueza. —Oye—exclamé yo, deseando alejar toda sos- Pascual López. 217. pecha— que mis diez mil reales no son de goma elástica. — N o ; si se trata de una cosa pequeña, si no te hablo más que de... Ya sabes que la compañía de zarzuela... —¡Dale! ¿Y qué tengo yo que ver con la compañía de zarzuela? ¡Está bueno! —¡Hombre!... ¡Si los vieras! Han tenido los cuitados poquísimo abono... Vacío el teatro casi todas las noches... Está empeñado el vestuario... El tenor, aquel buen mozo, ¿no sabes? padece atrozmente de la laringe, consultó á varios médicos y debe las consultas y la botica... La tiple entró en meses mayores... ¿Con qué envolverá lo que venga? —Que lo envuelva con los mantos de reina que saca á las tablas... ¿A mí qué me cuentas? —¿Y Leonor? ¡La infeliz! —¡Ya escampa! ¡También Leonor! ¿Y qué le pasa á esa principesa? —Tan entrampada se halla... —¿Entrampada y te exprimió como un limón? —Tan entrampada, que debe hasta la dentadura. —¿La dentadura? —¡Sí, hombre! Al dentista de la Rúa del Villar. Sin una buena dentadura no puede una artista cantar ni subir á las tablas. ¡Si paso con Cipriano una hora más, averiguo hasta las necesidades y miserias del traspunte y 218 Emilia Pardo Bazán. de los comparsas de la compañía! Él, en suma, me distrajo, ya con su cháchara, ya con la perspectiva que me mostró de remediar una multitud de desdichas con la fortuna que en potencia residía en el laboratorio de Onarro. Dolíame sólo no poder pasar un ratito con Pastora, antes del famoso experimento. ¡Siquiera un ratito! ¡Tiene uno tantas cosas que contar á su novia en vísperas de viaje ó en anuncios de riesgo! Estrujaba yo mi imaginación buscando medios para obtener una entrevista privada con Pastora: mas no me ocurrió ningún recurso. El día pasó así. Pensé en escribir á mis padres, mas no tuve ánimos para hacerlo; ni, á la verdad, sabía qué les dijese. Mi situación no era para declarada; si alguna desgracia ocurría, harto pronto llegaría á sus oídos. Próxima ya la noche, al recogerme en mi cuarto, encontróme á D. Nemesio Angulo esperándome. —Sus negocios de usted van muy mal, — me dijo. —Yo se lo advierto para que no crea que obro torcidamente y con doblez. Mañana espira el plazo fijado por D. Víctor. —¿D. Víctor ha Ijado un plazo?—pregunté. —Sí, un plazo de ocho días para que le den definitiva respuesta. Y me parece que ésta será favorable á sus deseos. No es que Pastora no le estime á usted mucho, no por cierto: eso á las leguas se le conoce: ella le tiene á usted gran cariño. Pero el Pascual López. 219. tío ha tomado el asunto como cosa propia, y ya sabe usted que para Pastora la opinión del tío significa... —Señor don Nemesio —objeté yo,—imposible parece que un señor tan prudente y bondadoso como usted ayude también á forzar la voluntad y á tiranizar el corazón de una niña... —¡Qué cosas pasan por esa cabecita! Nadie, amigo, fuerza hoy en día la voluntad de nadie; no se recurre ya á medios coercitivos, que no están en nuestras costumbres. Pero para una doncella tan discreta, y buena, y dócil como Pastora, es de más peso sólo la opinión de las personas mayores en edad, dignidad y gobierno, que cincuenta mil violencias. Puede que por la tremenda nada se consiguiese de ella, porque, mire usted, tiene su pedacito de energía y de entereza, y en dando en decir que no debe hacerse esto ó aquello, no hay forma de apearla: pero con el amor y la persuasión... Exhalé un suspiro, porque comprendí que don Nemesio conocía á Pastora perfectamente. —Señor don Nemesio—le dije con aire y tono lúgubre, —mire usted que si Pastora me planta, es muy fácil que me muera del disgusto. —¡Buena es esa! Gomo no tenga usted enferme dad más grave... No niego que lo sentirá usted, al pronto, algo, y que hará extremos; pero... —Mire usted—añadí con insistencia,—si me 220 Emilia Pardo Bazán. muero... porque ya ve usted que todos somos hijos de la muerte... —Eso sí. En manos de Dios está... —Pues, si eso sucede, prométame usted que llevará á Pastora de mi parte esa Virgen de la Soledad que tengo á la cabecera de la cama... — ¡Tiene usted cada idea más extravagante! Creo que voy por la tetera y la estufilla, porque usted no debe hallarse en su estado normal, y le vendrá de perlas una tacita de té. —También desearía, si ocurre eso... —¿El qué? —Mi muerte. —Aguarde usted un momentito, que en seguida vuelvo con la tetera. —Señor don Nemesio—insistí asiéndole del brazo,—en el caso de morir, tendría gusto en que usted se quedase con este reloj en memoria mía. Y saqué del bolsillo y le mostré la única alhaja de que podía disponer sin necesidad de fórmula testamentaria. Era una cebolla de plata, nada elegante y muy poco exacta, que con todo eso estimaba yo á par de las telas de mi corazón, mediante haberme costado diez duros, suma para mí fabulosa. —Jesús, Jesús, Jesús—repitió tres veces D. Nemesio.— Usted sueña, ó usted está malo, ó usted tiene un acceso de locura, ó ha tomado una copilla más de lo regular con los amigos. ¿Me querrá us- Pascual López. 221. ted p e r s u a d i r de q u e va á m o r i r s e d e a m o r ? ¡Viva usted mil a ñ o s , q u e t i e m p o h a b r á d e d e j a r e s t e m u n d o , y q u e u s t e d , q u e es un b u e n c r i s t i a n o , n o ha de p e n s a r c o s a s q u e sólo i m a g i n a r l a s h o r r o r i z a ! No, yo n o le h a g o á u s t e d t a n c o b a r d e , ni t a n pequeño, ni t a n impío, ni t a n . . . — S e ñ o r don N e m e s i o — r e p u s e r i e n d o d e t o d o corazón y sin p o d e r c o n t e n e r m e , — n o se m o r t i f i q u e usted e n p r o b a r m e con e x c e l e n t e s a r g u m e n t o s q u e no d e b o b e b e r e s t r i g n i n a , ni l e v a n t a r m e la t a p a d e los sesos. A fe d e P a s c u a l q u e n o sé d e d ó n d e s a c a usted t a n g r a c i o s o dislate. — ¡ L o a d o s e a Dios! P u e s e n t o n c e s , ¿á q u é v i e n e h a b l a r d e m u e r t e s y embelecos? — S i , u n a s u p o s i c i ó n , falleciese de m u e r t e natural... — E s t á u s t e d m á s s a n o q u e u n a m a n z a n a , y, g r a c i a s al S e ñ o r , p o c a s t r a z a s p r e s e n t a . . . N o , suceder p o d r í a , e n eso n o h a y d u d a . P e r o t a m b i é n á mí m e visite q u i z á esta noche, ó c u a n d o m e n o s lo piense, la de la g u a d a ñ a . . . O i g a u s t e d — a ñ a d i ó a b r i e n d o la s o t a n a y m o s t r á n d o m e u n reloj p o c o más l u c i d o q u e el m í o , — y a q u e u s t e d m e q u i e r e dejar u n r e c u e r d o , y o t a m b i é n le o f r e z c o éste... Como soy m á s viejo, es r e g u l a r q u e v a y a d e l a n t e . Ya lo s a b e u s t e d ; el reloj es s u y o c u a n d o yo sea borrado del número' d e los vivientes. ¿ Q u i é n se m a r a v i l l a r á si d e c l a r o q u e a q u e l l a noche subió de p u n t o mi e x c i t a c i ó n , h a s t a el extre- 222 Emilia Pardo Bazán. m o d e n o c o n s e n t i r m e a c o s t a r m e sino allá á las alt a s h o r a s ? Y fué eso c u a n d o r e n d i d o y a de medir la h a b i t a c i ó n á g r a n d e s pasos, d e e n t r e a b r i r las m a d e r a s p o r ver si a s o m a b a el día, de cavilar, de h a c e r soliloquios, de b e b e r t r a g o s d e a g u a , y de e n c e n d e r y t i r a r cigarrillos, m e e n c o n t r é t a n molid o y a n i q u i l a d o , que sin ser f u e r t e á o t r a cosa subí al lecho, d e j á n d o m e c a e r en él v e s t i d o y con botas. Al m o m e n t o m e e m b a r g ó un sopor p r o f u n d o y total. E n lo m e j o r de él m e e n c o n t r a b a , cuando sentí q u e m e z a r a n d e a b a n y s a c u d í a n , y una voz r e s q u e b r a j a d a y h e n d i d a c o m o s a r t é n vieja, chilló: — ¡ D . P a s c u a l , D . P a s c u a l i ü o ! {Despierte, que y a a m a n e c e un día p r e c i o s o ! E r a d o ñ a Verónica que c u m p l í a m i s ó r d e n e s . — B u e n o , allá voy—-contesté con voz t r a b a d a , — y v o l v i é n d o m e del o t r o lado, cogí de n u e v o el SIK ño, y h a s t a quizá roncaría. —¡ D. P a s c u a l i l l o ! ¡ E h ! ¡ Mire q u e ya es de día! —insistió la solícita p a t r o n a . — - j V á l g a m e D i o s , y cómo d u e r m e ! ¡ D . P a s c u a l — repitió á g r i t o s ; y al m i s m o t i e m p o , sin p a r a r s e en pelillos, con sus dedos g a n c h u d o s m e cogió u n pellizco e n un hombro, t a n sutil y retorcidísimo, q u e e s t a vez m e incorporé l a n z a n d o u n a e x c l a m a c i ó n f u r i b u n d a . — E s d e d í a , D . P a s c u a l i t o , — r e i t e r ó mi verdug o , p r e s e n t á n d o m e al m i s m o t i e m p o u n a jicara de c h o c o l a t e y u n a s t o s t a d a s d e p a n en u n plato. Pascual López. 223. A p a r t é el d e s a y u n o con la m a n o , y l l e v á n d o m e ei dedo al h o m b r o dolorido, g r u ñ í : — ¡ V a y a q u e t i e n e u s t e d u n o s m o d o s ! ¿Y á q u é viene esto de d e s p e r t a r m e á lo m e j o r del sueño? —¡ Ay qué s e ñ o r i t o ! ¿Y n o m e lo m a n d ó u s t e d ayer? —¿Yo? — U s t e d m i s m o . A n d e , t o m e el c h o c o l a t i t o . V a y a , c h o c o l a t i t o al loro; q u e se m u e r e de h a m b r e todo. — L l é v e s e u s t e d ese c h o c o l a t e , y d é j e m e . — ¡ V a m o s ! — dijo con m i s t e r i o la p a t r o n a ; — y a entiendo, h a y p e c a t a . Bien h e c h o , h i j i t o ; á b a r r e r la c a s a , q u e los e s t u d i a n t e s suelen n o t e n e r l a n u n ca m u y limpia. Coordiné m i s i d e a s . Al p r o n t o n o sabía yo mismo á qué fin h a b í a d i s p u e s t o q u e m e d e s p e r t a r a n ; esta r u p t u r a d e la ilación d e la vida es f r e c u e n t e al salir de un s u e ñ o p e s a d o y letárgico c o m o el mío. M e d i t é un i n s t a n t e , á fin d e e n l a z a r d e n u e v o las i n t e r r u m p i d a s r e p r e s e n t a c i o n e s . D o s m i n u t o s después, d e s a z o n a d o y t i r i t a n d o , e s t a b a c a m i n o d e casa de O n a r r o . L a m a ñ a n i t a e r a n e b u l o s a y t r i s t e , y el m a y o r silencio r e i n a b a e n las c a l l e s , q u e a p a r e c í a n enteramente d e s i e r t a s , sin los m a d r u g a d o r e s d e v o t o s que i b a n en b u s c a d e l a s p r i m e r a s m i s a s , con l o s ojos aún m e d i o e n t o r n a d o s y e n c o g i d o el c u e r p o . L a p u e r t a de O n a r r o , e n t r e a b i e r t a ya, b r i n d a b a á 224 Emilia Pardo Bazán. p a s a r a d e l a n t e . E m p u j ó l a y subí la e s c a l e r a , hal l á n d o m e p r e s t o en a q u e l l a s p i e z a s v a s t a s y lóbreg a s ya c r u z a d a s la a n t e v í s p e r a . ¿ E n q u é imaginar á n u s t e d e s q u e cavilé d u r a n t e t o d o el c a m i n o que m e d i a d e s d e mi casa h a s t a los últimos confines de la del sabio? P u e s n o fué ni en el riesgo inminente de la vida, ni e n P a s t o r a , á quien d e j a b a , ni en mis p a d r e s y en la a l d e a , q u e a c a s o no volvería á ver, ni e n D . N e m e s i o , á quien i n s t i t u y e r a h e r e d e r o de mi c a s c a d a cebolla, ni en D . Víctor, q u e se disponía á s o p l a r m e la n o v i a con la a y u d a de sus rent a s y bienes, ni... E n n a d a , e n n a d a discurría yo e n aquellos m o m e n t o s críticos, e x c e p t o en el diam a n t e , e n t i d a d m i s t e r i o s a , geniecillo b u r l ó n cual los de las á r a b e s l e y e n d a s , t r a s del q u e corríamos e n d e s a t i n a d a c a b a l g a t a el s a b i o y yo. D e mi mem o r i a n o se a p a r t a b a la c l a r a y resplandeciente p i e d r a , cuyos destellos mágicos d e s l u m h r a r a n sólo u n a vez mi m i r a d a en las j o y a s p e n d i e n t e s del cuello y o r e j a s de la V i r g e n . N a d a sabía yo a c e r c a del d i a m a n t e , y mi misma i g n o r a n c i a p r e s t a b a á la h e r m o s a cristalización c u a l i d a d e s de precioso a m u l e t o ó de eficaz talism á n . I g n o r a b a q u e a q u e l l a piedrecilla es el cuerpo m á s d u r o que se c o n o c e , la m a t e r i a d e m á s valor intrínseco que existe, el m i n e r a l q u e en m á s escasa c a n t i d a d se e n c u e n t r a ; d e s c o n o c í a las propiedades s o b r e n a t u r a l e s q u e p o r los s a r r a c e n o s y por los h e b r e o s le f u e r o n a t r i b u i d o s ; no s o s p e c h a b a que Pascual López. 225 dijesen fortifica el c o r a z ó n , n e u t r a l i z a el v e n e n o d e las serpientes, a c l a r a la v i s t a h a c i é n d o l a p e r s p i c a z cual la del lince ó del á g u i l a ; n o p e n s a b a q u e e n las s o c i e d a d e s c i v i l i z a d a s el p u r o y bello r a y o del d i a m a n t e d e s p i e r t a p e n s a m i e n t o s d e codicia, envidia y l a t r o c i n i o . N i m e n o s o y e r a y o j a m á s q u e el d i a m a n t e se h a l l a s e , n o s o l a m e n t e en el B r a s i l , I n dias O r i e n t a l e s y R u s i a a s i á t i c a , sino e n las cordilleras del U r a l , e n B o h e m i a , A u s t r a l i a y el Oregon, y e n las a b r a s a d a s t i e r r a s a f r i c a n a s . N o m e era conocido el d a t o d e que en la m a r a v i l l o s a tierra de California, d o n d e los p i e s del v i a j e r o h u e l l a n polvo á u r e o y d i a m a n t í f e r o , p r o d u z c a c a d a tonelada de t e r r e n o la friolera de u n o s o c h o millones de reales. N o l e y e r a t a m p o c o l a s c o n s e j a s é historias q u e c o r r e n a c e r c a d e los d i a m a n t e s d e f a m a , cuyo t a m a ñ o e x c e p c i o n a l los h a c e g u a r d a r , sobre cogines de terciopelo y e n t r e f u e r t e s r e j a s de hierro, en el tesoro de los r e y e s ó d e los r a j á s indios. No s a b í a , p o r e j e m p l o , q u e el S a n c y , h a l l a d o p o r un soldado suizo en el c a m p o de b a t a l l a de N a n c y sobre el e n s a n g r e n t a d e c a d á v e r de su p r i m i t i v o dueño C a r l o s el T e m e r a r i o , f u é v e n d i d o al í n f i m o precio d e u n e s c u d o á u n s a c e r d o t e , y de m a n o s d e éste p a s ó á l a s d e u n rey de P o r t u g a l y d e allí á las del e m b a j a d o r S a n c y , q u e le dió su n o m b r e ; que S a n c y hizo p r e s e n t e con él al rey d e F r a n c i a , y que el p o r t a d o r , a s a l t a d o e n el c a m i n o p o r b a n doleros, h u b o d e t r a g a r s e la p i e d r a a n t e s d e ser 13 226 Emilia Pardo Bazán. a s e s i n a d o ; q u e el c a d á v e r f u é a b i e r t o y sacado del e s t ó m a g o el d i a m a n t e . Y d e las e n t r a ñ a s del muert o f u é á p o d e r de J a c o b o I I d e I n g l a t e r r a , de L u i s X I V , L u i s X V , el p r í n c i p e ruso Demidoff... N i e s c u c h a r a la h i s t o r i a de a q u e l l o s t r e s proscritos brasileños, los h e r m a n o s S o u s a , q u e t r a s de vagar siete a ñ o s p o r b r e ñ a l e s y a s p e r e z a s , h a l l a r o n en el lecho de un r i a c h u e l o seco el d i a m a n t e mayor que h a conocido el m u n d o , de peso de u n a o n z a , estim a d o en f a b u l o s a é inverosímil c a n t i d a d de millones, d i a m a n t e c u y o e n o r m e t a m a ñ o h a c í a d u d a r de su a u t e n t i c i d a d , c u a n d o el p r e s u m i d o monarca J u a n V I , n o h a l l a n d o o t r o m e d i o de ingerirlo en su t r a j e , y h a b i é n d o l o s a c r i l e g a m e n t e h o r a d a d o , lo l l e v a b a p e n d i e n t e del cuello en los d í a s de gala y ceremonia. N o h a b í a n llegado á mi noticia los poéticos n o m b r e s y a d j e t i v o s q u e el m u n d o dió á ciert o s d i a m a n t e s c é l e b r e s : ni que el r a j á de L a h o r e , c u s t o d i a d o t r a s recia v e r j a en la s o m b r í a torre de L o n d r e s , se l l a m a M o n t a ñ a d e L u z , y E s t r e l l a del Sur o t r a magnífica gota de a g u a e n c o n t r a d a en el B r a s i l , y E s t r e l l a del N o r t e la q u e posee el Czar de R u s i a . N i q u e los d i a m a n t e s b r a s i l e ñ o s , que se h a l l a n en d e s o l a d a y a r i d í s i m a r e g i ó n , q u e cierra n a t u r a l b a l u a r t e d e e s c a r p a d a s y á s p e r a s montañ a s , f u e r o n por m u c h o t i e m p o t e n i d o s en concepto de p r i m o r o s a s , p e r o inútiles g u i j a s , y sirvieron largos a ñ o s de fichas p a r a j u g a r al tresillo, a p u n t á n dose así r e a l m e n t e con millones á un j u e g o en que, Pascual Lopes. 227 en a p a r i e n c i a , se a r r i e s g a r í a n u n o s c u a n t o s realejos. N i t e n í a la m e n o r i d e a de la p e r e g r i n a legislación q u e la c o d i c i a de los g o b i e r n o s , ansiosos d e a s e g u r a r el rico tesoro, e s t a b l e c i e r a e n los t e r r e n o s d i a m a n t í f e r o s , ni d e c ó m o n o se p o d í a en a q u e l l a s c o m a r c a s i n c o m p a r a b l e s e c h a r los c i m i e n t o s d e la más e x i g u a c a b a n a sin q u e lo p r e s e n c i a s e n multitud d e f u n c i o n a r i o s , ni poseer u n i n s t r u m e n t i l i o d e l a b r a n z a l l a m a d o a l m o c a f r e , sin peligro de p a r a r en g a l e o t e . N i p o d í a c a l c u l a r los a r d i d e s i n g e n i o s í s i m o s d e negros y c o n t r a b a n d i s t a s p a r a s u s t r a e r en h á b i l esc a m o t e o la a p e t e c i d a p i e d r a ; las h e r i d a s p r o f u n d a s p r a c t i c a d a s en muslos y b r a z o s , ó e n el a n c a de u n caballo, q u e o c u l t a n en su u l c e r a d o seno el d i a m a n te q u e h a d e b r i l l a r d e s p u é s e n el p e c h o de u n a h e r m o s a ; los e s c o n d r i j o s e n o r e j a s , n a r i c e s y p l a n t a del pie; las p a l o m a s m e n s a j e r a s a d i e s t r a d a s , q u e llevan b a j o el ala c o l g a d o el d i a m a n t e . N i la v i d a azarosa d e los G a r i m p e i r o s , n ó m a d a s a u d a c e s q u e t r e p a n á los i n a c c e s i b l e s riscos ó se h u n d e n e n abismos y q u e b r a d a s v e r t i g i n o s a s , s i g u i e n d o la pista á algún d i a m a n t e t r a s c o n e j a d o q u e e s c a p ó de la c r i b a d e los n e g r o s ; ni l a s e s c e n a s de fiebre y desorden de California, que h a n inspirado á los A i m a r d y B r e t - H a r t e . N o l l e g a b a n m i s conocimientos h a s t a s a b e r q u e h a y d i a m a n t e s c l a r o s , diáfanos y t r a n s p a r e n t e s c o m o las linfas del a r r o y o , y blancos y o p a c o s c o m o la leche f r e s c a ; r u b i o s y 228 Emilia Pardo Bazán. a c a r a m e l a d o s c o m o el a m b a r ; verdosos y glaucos, c o m o las olas del m a r ; rojos c o m o s a n g r e ; azules c o m o el firmamento, y n e g r o s c o m o el invierno. N o p o d í a figurarme los deseos, t e n t a c i o n e s y suspiros a r r a n c a d o s del c o r a z ó n de las h i j a s de E v a , q u e c o n s e r v a n s i e m p r e el a p e t i t o del s a l v a j e por lo q u e brilla y reluce, c u a n d o al p a r a r s e a n t e el escap a r a t e d e un j o y e r o ven c a m p e a r sobre gracioso e s t u c h e en q u e a r t í s t i c a m e n t e se a r r u g a el raso ó el terciopelo, un hilo de r e s p l a n d e c i e n t e s g o t a s de rocío, ó l á g r i m a s de ángeles, q u e tales p a r e c e n á la viva luz del g a s los d i a m a n t i n o s c o l l a r e s , tallados en su m á s bella f o r m a , la d e b r i l l a n t e s , y despid i e n d o p o r c a d a u n a de sus f a c e t a s i r i s a d o río de chispas. Y, por último, n o se m e a l c a n z a b a q u e el origen de la s o b e r b i a p i e d r a se h a l l a s e a ú n e n c u b i e r t o en t i n i e b l a s p r o f u n d a s , así p a r a los i g n o r a n t e s como p a r a los sabios; q u e éstos le a t r i b u y e s e n t a n p r o n t o p r o c e d e n c i a vegetal c o m o p r o c e d e n c i a í g n e a . y a nat u r a l e z a m i n e r a l , ya o r g á n i c a , y lo m i s m o la juzg a s e n e l a b o r a d a e n las e n t r a ñ a s d e la tierra por i g n o t a s c o m b i n a c i o n e s y acciones q u í m i c a s de fuerza e x t r a o r d i n a r i a , q u e c a í d a e n aerolitos p r o c e d e n tes de r e m o t o s p l a n e t a s y a p a r t a d o s m u n d o s . T o d o lo c u a l a v e r i g ü é d e s p u é s , p o r q u e h u b o ya d e e s p o l e a r m e la c u r i o s i d a d y p i n c h a r m e el deseo de s a b e r algo d e la r a r a p i e d r a q u e tal influencia ejercicio sobre mi oscuro y e s t u d i a n t i l destino. E n Pascual López. 237. aquel p u n t o , m i s a n t e c e d e n t e s se r e d u c í a n á las embozadas promesas de O n a r r o , á las enfáticas frases d e P a s t o r a c u a n d o m e e n s e ñ ó las p r e s e a s d e la i m a g e n . Q u e b r á b a m e la c a b e z a sin p o d e r d a r respuesta á esta p r e g u n t a : ¿Por qué valdrá t a n t o esa p i e d r a ? ¿ Q u é busilis t e n d r á ? Y d e s p u é s recordaba h a b e r visto e n el d e d o a n u l a r del s e ñ o r i t o de la F o r m o s e d a u n g r u e s o y limpio b r i l l a n t e m o n t a do en gótica y m o n u m e n t a l sortija d e f a m i l i a , q u e se p a r e c í a bien a u n d e b a j o d e los j u s t o s g u a n t e s que el señorito c a l z a b a ; y con esto m e di á p e n s a r en mi interior en el g u s t a z o q u e d e b í a de ser lucir otro anillo con p i e d r a m á s g r a n d e y m á s h e r m o s a . X —¿Está usted dispuesto? — m e preguntó Onarro al r e c i b i r m e . O b s e r v é q u e O n a r r o t e n í a a q u e l l a m a ñ a n a dos leves r o s e t a s , c o m o d e fiebre, e n s u s mejillas d e ordinario p á l i d a s ; q u e s u s ojos c e n t e l l e a b a n con la luz fosfórica q u e se a d v i e r t e á o s c u r a s e n los del g a t o ; q u e t o d o su c u e r p o e s t a b a a g i t a d o d e t e m blores i n s t a n t á n e o s , q u e c e s a b a n t a n p r o n t o a p a recían; q u e su voz e r a seca, e s t r i d e n t e , m á s acerada aún q u e d e c o s t u m b r e . 230 Emilia Pardo Bazán. Yo t i t u b e é un m o m e n t o a n t e s d e contestarle. — D i s p u e s t o , sí, s e ñ o r ; p e r o si u s t e d m e permitiese u n a p r e g u n t a sola... — P e r m i t o h a s t a tres. A b r e v i e u s t e d lo posible. — Q u i s i e r a s a b e r si u s t e d corre r e a l m e n t e el mism o peligro que yo. — E l m i s m o ó m á s acaso. — ¿Y quien m e lo g a r a n t i z a ? —Yo. Mi p a l a b r a de h o m b r e h o n r a d o . N o sé cómo p r o n u n c i ó O n a r r o esta f r a s e sencillísima, que, a u n q u e a p e n a s m u d ó tono, ni cambió a c t i t u d , o b t u v o q u e viniesen i n s t a n t á n e a m e n t e á tierra mis p e r t i n a c e s s o s p e c h a s y la s u s p i c a c i a que yo poseo en g r a d o s u p e r l a t i v o , á f u e r de b u e n gallego y m o n t a ñ é s . N o vacilé m á s , y dije resuelto: —Vamos. O n a r r o m e guió al l a b o r a t o r i o . E l sol h a b í a salido, y sus rayos, oblicuos a ú n , e n t r a b a n burlándose de la n e b l i n a p o r los altos y a n g o s t o s ventanillos de la a b o v e d a d a e s t a n c i a . S o b r e la m e s a , que o c u p a b a el c e n t r o , divisé un b u l t o d e r a z o n a b l e s d i m e n s i o n e s e n c u b i e r t o c u i d a d o s a m e n t e b a j o un p a ñ o b l a n c o , cuyos e x t r e m o s c o l g a b a n á guisa de m a n t e l , l l e g a n d o casi á b a r r e r el piso. Aleólo el s a b i o con d e l i c a d e z a p o r u n a p u n t a y p u d e ver una m á q u i n a de figura e x t r a ñ a , q u e a l g u n o s perfiles p r e s e n t a b a d e s e m e j a n z a con u n a pila ó b a t e r í a eléctrica; p e r o e r a i n f i n i t a m e n t e m á s g r a n d e , comp l i c a d a , y ofrecía un l a b e r i n t o y confusión de ¿ec- Pascual López. 231. tores, p l a t a f o r m a s , c o n d e n s a d o r e s , hilos y cadenillas que r e m a t a b a n h u n d i é n d o s e e n a g u j e r o s p r a c ticados e n el suelo. D e s p u é s s u p e q u e las c a d e n i l l a s i b a n á d a r al sótano, e n t e r r á n d o s e h a s t a m á s a b a j o d e los cimientos de la c a s a , á fin de q u e a u m e n t a s e por este m e d i o la i n t e n s i d a d d e la c h i s p a eléctrica. ¡Oh, si yo f u e r a p e r i t o en e s t a s a b s t r u s a s m a t e r i a s d e física y m e c á n i c a , c ó m o p o d r í a a h o r a describir e n sus m í n i m o s p o r m e n o r e s el p e r e g r i n o y m a r a v i l l o s o artificio! E l c u a l r e v e l a b a e n su f o r m a y disposición s e r , n o o b r a c o m ú n y c o r r i e n t e , y por e n d e p e r f e c c i o n a d a y a , de f á b r i c a , sino c o m b i n a c i ó n laboriosa d e m u c h a s y d i v e r s a s p i e z a s a j u s t a d a s por la hábil m a n o d e un p a c i e n t e i n v e n t o r . P e r c i b í a s e allí la especie de i r r e g u l a r i d a d q u e d i s t i n g u e al t r a b a j o i n d i v i d u a l y e s p o n t á n e o y q u e t a n t o se a p a r t a de la n i m i a i g u a l d a d y e x a c t i t u d q u e sella los p r o d u c t o s de la i n d u s t r i a o r g a n i z a d a y m e t ó dica. Yo miré á la m á q u i n a c o m o se m i r a á un c a ñ ó n c a r g a d o ó á u n fusil q u e tiene l e v a n t a d o el gatillo. E l artillero d e a q u e l l a t e r r i b l e b a t e r í a se p u s o en m o v i m i e n t o al p u n t o , e n r o s c a n d o a q u í , e s t i r a n d o acullá, d a n d o a c e i t e p o r u n l a d o , a j u s t a n d o bien una p l a n c h a p o r o t r o , y t o d o con m a r a v i l l o s o silencio y diligencia. Y o m e e s t a b a s u s p e n s o é i n m ó vil sin b r i n d a r l e u n a a y u d a q u e p r o b a b l e m e n t e le sería inútil. F i n a l m e n t e , t o m ó n o se q u é b o t e s y 232 Emilia Pardo Bazán. f r a s c o s de ácido y los d e r r a m ó e n unos á m a n e r a d e recipientes q u e en la pila se e n c o n t r a b a n : bajóse e n s e g u i d a , d e s t a p ó un cesto q u e h a b í a á sus pies, t o m ó de él seis ú o c h o m e d i a n o s trocillos de carbón iguales en t o d o á los q u e a r d í a n de noche en su c h i m e n e a . C u a n t o a n t e s d e a g i t a d o y trémulo, p a r e c í a m e a h o r a O n a r r o de sereno y t r a n q u i l o . Su p e c h o n o se a l t e r ó al d e r r a m a r el l í q u i d o en los r e c i p i e n t e s , ni al a t o r n i l l a r las d e l i c a d a s b a r r a s de a c e r o . E n c u a n t o á m í m e s u c e d í a el f e n ó m e n o inverso. P e r d í a d e t a l s u e r t e el a p l o m o e n aquella e x p e c t a t i v a a n g u s t i o s a , q u e casi S a q u e a b a n mis p i e r n a s y u n s u d o r h e l a d o c o m e n z a b a á resbalar p o r mi f r e n t e . E l reo q u e ve colocar el t a j o , afilar el h a c h a y e x t e n d e r el serrín á sus pies d e b e de exp e r i m e n t a r s e n s a c i o n e s a n á l o g a s á las m í a s . A t o d o ello a c o m p a ñ a b a n violentísimas g a n a s é i m p u l s o s irresistibles de t o m a r las de Villadiego. T a l e r a mi e s t a d o , á t i e m p o q u e u n a voz, que m e sonó como la t r o m p e t a del á n g e l del t r e m e n d o día, dijo: — S e ñ o r L ó p e z , c o j a u s t e d ese m a n u b r i o . — E s e . . . m a n u b r i o . . . — r e s p o n d í con voz a h o g a d a , c o m o la q u e f o r m a m o s e n t r e s u e ñ o s q u e r i e n d o grit a r y sin p o d e r lograrlo. — E s e . . . este. ¿ N o le ve u s t e d ? P o n g a usted la m a n o sobre él. C u a n d o y o grite Fiat lo h a r á usted g i r a r con t o d a la r a p i d e z y f u e r z a posible. Cogí el m a n u b r i o y p o r i n s t i n t o cerré los ojos. Pascual López. 233. — A h o r a , m i e n t r a s el c u e r p o e j e c u t a el movimiento prescrito, eleve u s t e d el a l m a á D i o s — a ñ a dió O n a r r o . — E l p e l i g r o h a llegado. S o b r e t o d o , n o vaya u s t e d á d e s c u i d a r s e e n el p u n t o en q u e yo d é la voz de m a n d o . ¡ A t e n c i ó n ! S e n t í á O n a r r o a g i t a r s e t o d a v í a y a u n d a r algunos p a s o s h a c i a mí. S e p a r á b a n o s , sin e m b a r g o , el a n c h o de la m e s a y la b a l u m b a y v o l u m e n d e la máquina. Sin d e s p e g a r los p á r p a d o s y a p r e t a n d o convuls i v a m e n t e el m a n u b r i o , p e r m a n e c í un e s p a c i o d e t i e m p o i n a p r e c i a b l e , q u e así p u d i e r o n ser diez min u t o s c o m o cinco s e g u n d e s . P e r c i b í a yo e n a q u e l silencio y e s p e r a , n o sólo el l a t i d o de l a s a r t e r i a s , sino la circulación c o m p l e t a del t o r r e n t e s a n g u í n e o con p r e s u r o s o r i t m o y d e s o r d e n a d o c o r r e r . V a g a s s e n s a c i o n e s d e color y luz l l e g a b a n al t r a vés d e la o s c u r i d a d á mis c e r r a d o s ojos. A u n q u e mis i d e a s g i r a b a n t a m b i é n en t r o p e l , n o p o r e s o dejé d e e n c o m e n d a r m e á D i o s de t o d o c o r a z ó n y de h a c e r p r o p ó s i t o firme d e e n m e n d a r m e d e m i s m e n o r e s p e c a d o s y a u n de e j e r c e r p e n i t e n c i a si la vida m e d u r a s e p a r a ello. E l l a b o r a t o r i o e s t a b a absolutamente mudo. —¡Atención! —repitió la voz de O n a r r o . Quise s a n t i g u a r m e , p e r o e s t a b a la m a n o d e r e c h a como a d h e r i d a al m a n u b r i o . A p r e t á b a l o c u a l si tuviese a l a s y p u d i e s e e c h a r á volar. D e p r o n t o u n a h u e c a o r d e n hirió m i s oídos, p a r e c i é n d o m e n o m e - 234 Emilia Pardo Bazán. n o s e s t r e p i t o s a q u e u n t r u e n o . O n a r r o h a b í a dicho: — ¡Fiat! I n s t a n t á n e a m e n t e , sin c o n c u r s o de la v o l u n t a d , p o r u n a acción nerviosa, mi b r a z o se p u s o en ejercicio, y u n s a c u d i m i e n t o r a r o , i n t e n t í s i m o , p r o f u n d o , estremeció t o d o mi sér d e s d e la p l a n t a de los pies h a s t a las ú l t i m a s celdillas del cerebro. N o era d o l o r , ni golpe ; e r a u n a sensación s e m e j a n t e á la q u e d e b e e x p e r i m e n t a r el á r b o l c u a n d o d e raiz lo a r r a n c a n , d e s c u a j a n y h i e n d e n . F u é c o m o si desa t a s e n las l i g a d u r a s d e mi i n d i v i d u a l i d a d , y cada u n a d e las p e q u e ñ a s células ó moléculas orgánicas q u e lo c o n s t i t u y e n se disociase d e las restantes, y é n d o s e a i s l a d a á u n p u n t o d i s t i n t o del espacio. A r r o j é un c l a m o r y a b r í los e s p a n t a d o s o j o s , que vieron ó s o ñ a r o n ver r á p i d a s centellas d e f u e g o cor r i e n d o á lo l a r g o d e hilos y c a d e n i l l a s de la máq u i n a . A mi g r i t o c o n t e s t ó o t r o de O n a r r o , que enc e r r a b a t o d a s las v i b r a c i o n e s del g o z o , del júbilo, del t r i u n f o . I n c a p a z y o d e t e n e r m e en p i e , fui vac i l a n d o á r e c o s t a r m e e n la p a r e d m á s p r ó x i m a . L a h a b i t a c i ó n d a b a v u e l t a s en t o r n o m í o , y t o d a s mis fibras r e t e m b l a b a n c o m o las c u e r d a s de un violin d e s p u é s de q u e las a c a r i c i a y o p r i m e el arco. Vi q u e O n a r r o se llegó á m í , oí q u e m e dirigía palab r a s a l e n t á n d o m e , q u e t r a j o u n f r a s q u i t o del estánt e , q u e lo d e s t a p ó , q u e vertió u n a s g o t a s e n la palm a d e s u s m a n o s , f r o t a n d o d e s p u é s con ellas mis sienes, y q u e , como u n filtro, obró i n m e d i a t a m e n t e Pascual López. 235. la fricción; d e s p e j ó s e mi c a b e z a , m e s e r e n é t o d o y con c u r i o s i d a d v e h e m e n t í s i m a miré á O n a r r o , y con delicia i n e f a b l e m e s e n t í , p a l p é y hallé v i v o , sano y b u e n o . — ¿ Q u é t a l ? ¡ N o se h a m u e r t o u s t e d , h o m b r e — e x c l a m a b a O n a r r o con b u r l o n a y e n a j e n a d a voz. — P e r t e n e c e u s t e d t o d a v í a al m u n d o : el s u s t o ha sido r e g u l a r , ¿ e h ? E s u n a d e s g r a c i a poseer h a s t a ese g r a d o la r e c e p t i v i d a d n e r v i o s a . — ¡ A y Sr. D . F é l i x ! — c o n t e s t é . — ¡ G r a c i a s á Dios, y á M a r í a S a n t í s i m a ! ¡ J e s ú s , y qué cosa t a n r a r a ! ¡ Q u é m a l o m e p u s e ! ¡ Q u é d a ñ o m e h i z o el maldito m a n u b r i o ! ¿ Y los millones? ¿ H e m o s ganado? — ¡ V i c t o r i a ! — r e s p o n d i ó con indefinible a c e n t o el sabio, c u y a s f a c c i o n e s i r r a d i a b a n u n o s r e s p l a n dores de éxtasis, a l z a n d o al cielo las m a n o s j u n t a s . — ¡Victoria! ¡ A q u í e s t á n los d i a m a n t e s a u t é n t i c o s , legítimos, s o b e r b i o s ! ¡ C o m o los m e j o r e s d e Golc o n d a ! ¡ C o m o los m á s limpios y p u r o s del C a b o . ¡ V i c t o r i a ! ¡ S e a c a b a r o n esas e x p l o t a c i o n e s sórdid a s , ese t r a b a j o cruel a ú n p a r a las b e s t i a s , inicuo para seres r a c i o n a l e s ! ¡Ya el n e g r o n o se p a s a r á los días r e c i b i e n d o el a r d o r del sol s o b r e s u s desnudos l o m o s , a g o b i a d o el e s p i n a z o á t i e r r a , con los pies m e t i d o s e n a g u a , p a r a q u e el a v a r o traficante e n g r u e s e con su s u d o r , v e n d i e n d o e n los mercados e u r o p e o s la p i e d r a p r e c i o s a h a l l a d a p o r el infeliz l a v a d o r d e a r e n a ! ¡ V i c t o r i a ! Emilia 236 Pardo Bazán. _ S Í — p e n s é y o — e l n e g r o d e s c a n s a r á , pero en c a m b i o nos descolgarán y b a t a n e a r á n á los blancos las e n t r a ñ a s . I m p o n d r é — p r o s i g u i ó O n a r r o — u n a contribución v o l u n t a r i a á la v a n i d a d universal de la mujer o p u l e n t a , p a r a socorro d e m u c h o s infortunios y c u m p l i m i e n t o de g r a n d e s propósitos... Verificaré u n a p e q u e ñ a revolución i n d u s t r i a l . ¡ H e triunfado! — A h , Sr. D. Félix—insinué y o — d a c a esos diamantes. — ¡Véalos u s t e d ! — e x c l a m ó él a c e r c á n d o s e á la m á q u i n a y p o n i é n d o m e e n la m a n o u n o s seis, á mi p a r e c e r , toscos y t u r b i o s vidrios. Q u e d é m e como S a n c h o c u a n d o su a m o se e m p e ñ a b a en hacerle a d m i r a r p o r y e l m o finísimo la b a c í a del b a r b e r o . — P e r o estos no brillan... estos son m u y f e o s dije. — ¡Claros y bellos como el é t e r ! — c o n t e s t ó el s a b i o ; y t o m a n d o u n o y llegándose al ventanillo, a p o y ó el e x t r e m o ó pico s a l i e n t e de la p i e d r a en el c e n t r o de u n vidrio, y t r a z a n d o u n a línea sin a p o y a r m u c h o , vi al cristal p a r t i r s e c o n f o r m e corría á lo l a r g o la m a n o de O n a r r o , y finalmente, c u a n d o éste la retiró y con el d e d o tocó ligeram e n t e la fisura, c a e r en d o s p e d a z o s . — ¡ Diamantes!—continuó Onarro. — ¡Diamantes r e a l e s y e f e c t i v o s , n o míseros cristalillos octaédricos, visibles sólo al microscopio, c o m o los q u e desp u é s de t a n t o s m e s e s de volatilización y lentas Pascual López. 237. acciones q u í m i c a s se j a c t a r o n D e s p r e t z y D u m a s de h a b e r obtenido! ¡ D i a m a n t e s q u e p u e d e n r e c i b i r talla, f u l g e n t e s , h e r m o s í s i m o s ! M i r a b a yo los trocitos q u e h a b í a n q u e d a d o e n mi p o d e r , y n o m e p a r e c í a n t a n l i n d o s , ni la mitad de lo q u e el s a b i o d e c í a ; m a s con t o d o , n o a c e r t a b a á c o n s i d e r a r l o s sin cierto r e s p e t o , ni cer r a b a la m a n o , no f u e r a q u e se p u l v e r i z a s e n ó d e s hiciesen c o m o m e r e n g u e . E n esto un r a y o d e sol, vivo y d o r a d o y a , c r u z ó el v e n t a n i l l o , h i r i e n d o d e soslayo en las p i e d r a s , y a r r a n c á n d o l e s el c e n t e l l e o multicolor y l u m i n o s o q u e sólo al d i a m a n t e p e r t e nece. A ser y o m u y i n t e l i g e n t e e n p e d r e r í a , e s t a p r u e b a m e c o n v e n c i e r a ; y a ú n con n o serlo, el rico destello m e alegró el c o r a z ó n . — ¿De suerte — p r e g u n t é á O n a r r o — q u e vale m u c h í s i m o d i n e r o ? esto — T i e n e u s t e d a h í un c a p i t a l i t o — r e p u s o el s a b i o . — N a d a más que un capitalito, porque de esta vez, el t a m a ñ o del p r o d u c t o o b t e n i d o n o h a p a sado de c i e r t o s l í m i t e s , por c a u s a s y d i f i c u l t a d e s que f u e r a ocioso e x p l i c a r á u s t e d y q u e d e s a p a r e cerán , así lo e s p e r o , e n un n u e v o y decisivo experimento. — ¿ D e m a n e r a , dije yo m e d i o d e s e n c a n t a d o — que esto n o r e p r e s e n t a millones? — T a n t o c o m o m i l l o n e s , n o por cierto. —¿Y si f u e r a n m a y o r e s ? — i O h ! la d i f e r e n c i a d e t a m a ñ o , por p e q u e ñ a q u e Emilia 238 Pardo Bazán. sea, a c r e c e el v a l o r d e los d i a m a n t e s de u n modo fabuloso. j o i g a ! ¿ y n o p o d í a u s t e d e n t o n c e s h a b e r l o s fabricado más gordos? O n a r r o se s o n r i ó , fijó e n mí sus ojos que expres a b a n ironía a g u d í s i m a , y p r o n u n c i ó sin enfa- darse : — Descuide usted amiguito: tenga paciencia, a g u a r d e a l g o , y e c h a r á u s t e d la p a t a e n a s u n t o de p i e d r a s r i c a s al r a j á de B o r n e o , al g r a n Mogol, y al H i j o del Cielo. — P u e s m a n o s á la o b r a y a , S r . D. F é l i x . E l s u s t o p a s a r l o de u n a vez. O t r a v u e l t e c i t a al m a n u brio, y c o n s t r u y a m o s un d i a m a n t e del v o l u m e n siq u i e r a d e u n r e g u l a r q u e s o de b o l a . O n a r r o t o r n ó á m i r a r m e , encogiéndose d e h o m bros. T o m ó las p i e d r a s t o d a s y las c o n t ó ; s e p a r ó d o s , g u a r d á n d o l a s , y e n t r e g ó m e las c u a t r o restant e s . Yo e s t a b a algo mollino. Sí, m o h í n o , ríase quien se ría. Se m e figuraba q u e d e a q u e l l o s cristalejos á la s o ñ a d a , f a n t á s t i c a y p r o d i g i o s a f o r t u n a q u e el s a b i o m e o f r e c i e r a , h a b í a u n c a m i n o infinito. Q u e d e m e , p u e s , c o m o a q u e l q u e tiene algo que decir, y n o se a t r e v e . — E a , ¿qué aguarda usted?—exclamó Onarro.— A q u í n o p u e d e u s t e d v e n d e r esas p i e d r a s : excitaría u s t e d s o s p e c h a s y c o m e n t a r i o s sin fin: p e r o váy a s e u s t e d á M a d r i d ó á P a r í s . N i n g ú n j o y e r o allí se n e g a r á á t o m a r l a s . E s t é u s t e d a q u í a n t e s de dos Pascual López. 239. meses, porque calculo que para entonces repetiremos el experimento. —Es que... Sr. D. Félix... la verdad, usted me dispensará... pero yo creo que esto no era lo tratado. — ¿Eh? ¿Qué dice usted? — ¡No señor, que esto no era lo convenido! — afirmé envalentonándome con mis propias palabras.—Yo creí, y usted me dijo, que exponiéndome á lo que me expuse quedaría riquísimo... con más millones que hay en el mundo entero... y , por lo visto, esto es una friolera, así para abrir el apetito... y además no puedo negociarla aquí, ni... Yo pensé que pasado el mal paso, me encontraría nadando en oro. —¡Voto á tal! —gritó Onarro dando muestras de enojo violentísimo—que es usted el mayor necio y codicioso que hace muchos años he tenido el disgusto de tratar! Diciendo estoy á usted que esas piedras valen lo que jamás soñó usted en tener en su vida de estudiante; añadiéndole, que en breve plazo podrá usted poseerlas de tal magnitud, que una sola baste á saciar sus más extravagantes caprichos y apagar su hidrópica sed de oro; ¡y aún se me viene usted con esas quejas! Alma de almirez, ¿no tendrá usted creederas sino para las brujerías y supersticiosas sandeces que le encajaron de chico en la cabeza? ¿Dudará usted de mi palabra ? ¡ Cuánto ruido mueven los pequeños por las 240 Emilia Pardo Bazán. pequeneces! ¿Qué importa al mundo, después de todo, que usted sea ó no millonario? — Pero lo que es á mí me importa, y mucho, serlo: ¡pues no faltaría más! ¿Por qué sufrí yo si no ese revolcón eléctrico? — Pues usted será archimillonario, y ahora déjeme, que á fe que está usted enturbiando con su presencia este hermoso y claro día de mi vida terrenal. ¡Váyase usted con Dios, hombre; hágame usted ese favor! Decía esto Onarro con tono de verdadera y afectuosa súplica. —Pero, Sr. D. Félix—contesté yo—¿qué hago con estas chinas? —¡A París, á Londres, al infierno á venderlas! —A Montevideo, al Polo Norte... justo. ¿Y quién me paga el asiento? El sabio se quedó parado, como aquel que ve surgir ante sí una repentina, inesperada y gravísima dificultad. —Como usted sabe demasiado, no tengo un cuarto—añadí. Onarro meditó breves instantes, y después salió rápidamente, volviendo á poco con un portamonedas de gamuza, que me pareció leve y vano como canuto de caña. —Tome usted—me dijo.—Es cuanto poseo hoy. No quiero denigrarme ni disculparme tampoco. Vacilé; pero al fin cojí el donativo, balbuciendo Pascual López. 241. una frase de gracias. El sabio me empujó hacia la puerta, y ai llegar al dintel, poniendo un dedo sobre sus labios me advirtió con mirada significativa: — Sobre todo, mucho silencio. Lo ha jurado usted solemnemente. A la verdad mi conducta no brillaba por el desinterés. Lo conozco; pero si no me producía una blanca, ¿de qué me servía el riesgo corrido y la cooperación en el gran descubrimiento, que sin mí y mi esfuerzo heróico no hubiera llegado jamás al debido término y felice cima? Y decía yo para mi sayo: he aquí que me llevo en cuatro pedruscos un tesoro, que no me sirve para maldita de Dios la cosa; un caudal que no puedo aprovechar hasta que dé con mi cuerpo en Flandes, ó qué se yo en donde; he aquí que guardo en la faltriquera de mi chaleco un capital, y que, sin embargo, mi haber se reduce á lo que contenga este vaporoso bolsillejo, ¡más aéreo y tamizado que el cuerpo de un cesante! ¡Válanos Dios, y qué caprichosa que es la suerte! Así pensado apreté el resorte del portamonedas de Onarro, y vi en su fondo nada menos de una peseta, por más señas columnaria, y obra de seis piezas de á dos cuartos, roñosas y veteadas de verdín, cuya vista me produjo el efecto que cualquiera podrá figurarse, y fué tal el chasco, que con irritada mano me disponía á arrojar el ridículo te16 2g6 Emilia Pardo Bazcin. soro á las losas de la calle, á tiempo que noté que el monedero tenía un segundo cuerpo interior, que yo no abriera. Hícelo y divisé en él un papel enrollado y amarillento, gastado por los cantos yesquinas, que desenvuelto pareció ser un billete de 4.000 reales del Banco de España. De cuatro mil reales á la fortuna de perulero que yo me prometía, distancia va: y con todo eso me aligeró el corazón y confortó el espíritu aquella cantidad, no poseída en mis días de mayor opulencia y racha más afortunada. Hubiera yo preferido atesorarla en centenes de oro., amarillitos y sonantes, mejor que en aquel viejo retazo de papel. No obstante, guardólo con religioso respeto en el bolsillo del izquierdo lado. ¡Cosa extraña y natural, sin embargo! Desde que me hallé propietario de tanto dinero junto, empezó á turbarme doble desasosiego: el ansia febril de gozar las primicias de la posesión y el temor de la pérdida. Ante todas las tiendas me paraba: se me iban los ojos tras de cuantos objetos veía expuestos, no porque los necesitase, sino por el gustazo de adquirirlos. Al mismo tiempo, y cual si padeciese palpitaciones cardiacas, llevaba frecuentemente la mano al lado siniestro, pareciéndome que á cada minuto le saldrían alas al billete, con que volase sin parar hasta la veleta más alta de la torre de la catedral. Al cabo fueron creciendo mis tentaciones, y no pude menos de entrar en un es- Pascual López. 243. tablecimiento de ropas hechas, ó por mejor decir, vergonzante sastrería, donde compré el gabán más majo y el más currutaco pantalón posible; unido lo cual á una corbata de rabiosos colores y á un sombrero recién salido del horno según estaba de ñamante, me hallé con el billete cambiado, cuarenta pesos menos, y el más gentil equipo del mundo, á mi parecer. Añadí á mis compras guantes y un chabacano junquillo que remataba en la cabeza de un galgo de metal, y en tal atavío comencé á pasearme ufano por aquellas calles de Dios. Nunca mico puesto en balcón, borrego de rifa ó toro con moña de raso y plata obtuvieron ovación tan ruidosa y espontánea cual la que logré yo entre mis compañeros de estudiantería. Quién me paraba en la calle, haciéndome dar más vueltas que un molino para admirarme mejor de pies á cabeza; quién palpaba el paño de mi gabán, para cerciorarse de su bondad, y mi persona, para persuadirse de que era el de siempre, y no contrahecha y fantástica figura; quién me felicitaba irónico, y quién me tragaba con ojazos de envidia. Disfrutado el lucimiento de la calle, aspiré al del hogar; volví á casa, y entré taconeando y llamando á gritos á la criada para que me sirviese la comida luego. Salió ella, y quedóse absorta ante mi nuevo avío; apareció después doña Verónica, y cruzando sus manos flacas, que se trasparentaban por la negra rejilla de unos tradicionales mitones, exclamó: 2g6 Emilia Pardo Bazcin. — ¡Ay, Jesús... madre mía..., ay, qué diferente viene! ¡Qué ropa tan elegante y tan preciosa! ¿Quién lo conocería así? Si parece el señorito don Víctor fuera el aim... digo, si la cara fuese igual... i Sombrero de copa alta... guantes y todo! Pero, ¿y cómo le dió esta manía de ponerse tan lechuguino? ¿Hay dinerito nuevo? — ¡La comida!—contesté yo con dignidad. —¡ Ay qué bastoncito! Deje, deje ver—replicó la curiosísima patrona. —¡Qué monada! —¡ La comida!—repetí perentoriamente.—Y que vaya Dominga al café de Mariano, y que traiga ponche y una botella de Jerez del mejor... y á don Nemesio que le suplico me haga el favor de venir á comer conmigo. —Bien, sí, señor, se hará todo... Solamente que D. Nemesio come hoy con el señorito D. Víctor; ya se sentaron á la mesa... y el café de Mariano, como está tan lejos, no sé si Dominga podrá ir, porque tiene que hacer el servicio... Pero usted va allá después de comer, ¿verdad? y toma allí el café á su gusto. Diga, diga, ¿le cayó la lotería? ¡Qué risa, señorito Pascual! ¡Qué guapo viene! ¡Cuántas conquistas por esas calles! En vista de que era imposible lucirme con don Nemesio, como deseaba, resignóme á comer solo con gabán, mas aun no trasegara la segunda cucharada de sopa del plato al estómago, cuando abriéndose la puerta vi aparecer en ella la lastimo- Pascual López. 245. sa y derrotada figura de Cipriano, que se vino derecho á mí, y apretándome, como el día de los Agros, hasta sofocarme, exclamó dando voces: — ¡Oh, Creso! ¡Oh, Mecenas magnífico! ¡Oh, capitalista sin segundo! A tí me acojo, de tí me amparo, por tí me salvo; perdona mis dudas, mis desconfianzas, mis suspicacias y chanzonetas. Sé tu lucimiento, conozco tus esplendores, no ignoro tus grandezas, tu gabán toco, tus pantalones veo, tu sombrero me deslumhra y me anonadan tus guantes. —Y mi sopa te hechiza—contesté yo sin poder dejar de reírme al verle asir una cuchara y mudar el sustancioso alimento de la sopera á la boca con gentil desembarazo. — ¡Oh, Anfitrión espléndido!—replicó el estudiante con la boca llena y sin cesar de embaular. Ya sé yo que no pararán aquí tus beneficios. Ya estoy viendo caer sobre mí una lluvia de oro, derramada por un Júpiter más desinteresado y menos bellaco que el de marras. Ea, vengan esos cuantos miles de reales. — Confórmate con la sopa—repuse yo.—Por hoy no puedo ofrecerte don más opulento. Atrácate de fideos, y date por servido. —Bromas que prueban tu festivo ingenio. Eres agudo y discreto, como Quevedo de feliz memoria. Pero mi bolsillo arde en impaciencia: y por ende... Diciendo esto hacía ademán de registrarme y 2g6 Emilia Pardo Bazcin. tentaba sutilmente todo lugar en que pudiera guardarse dinero. En el bolsillo del chaleco tenía yo el mermado cambio del billete: los dedos insinuantes y resbaladizos de Cipriano se enhebraban ya por entre la solapa del gabán, buscando el escondrijo, cuando me pareció oportuno enderezarme y desviarle con enérgico movimiento. —Manos quedas—grité.—¿ No basta decir que no tengo? —¡Mentira!—respondió sin perífrasis Cipriano. —Acabo de notar y percibir el dulce bulto... el áureo sonido... —Vete noramala, y con mil de á caballo. Tengo dinero; pero no me es posible desprenderme de él. L o necesito. —Me lo ofreciste. —Valiente pérdis estás tú. ¿No te acuerdas ya de Inocencio? —¿De... Inocencio? —Sí, de Inocencio. ¿ N o m e has dicho que estaba á dos dedos de ahorcarse por falta de unas pesetas? Pues hijo, antes que tú es él. —¿Yo te dije eso? Vive Dios, que ya no hacía memoria. Me parece que te engañas, y acaso yo también exageré en más de la mitad. Pero, ¡observa mi estado! Nadie como yo ha menester tus larguezas... En vez de discutir con tan fastidioso y terco tábano, resolvíme á no comer, y tomando el sombre- Pascual López. 2 47. ro, eché á andar camino de la calle. Siguióme el estudiante menudeando lamentaciones y ruegos: mas como yo fuese acercándome ya á la casa en que Inocencio vivía, noté que al revolver de una esquina desapareció Cipriano de súbito. Entonces, confieso que me asaltaron tentaciones de no seguir adelante con la proyectada obra de caridad, que al fin y al cabo iba á consumir lo más granado de mis haberes. Repito que sin tenerme por enteramente malo, estoy persuadido de que nunca fui ni seré heroico y sublime. Mis cualidades, como mis defectos, pertenecen, á una esfera vulgar v mediana. No me desagrada favorecer á los necesitados, siempre que para ello no sea preciso imponerme privaciones y sacrificios. No miento sin objeto: pero mentiría con fruición por librarme del cadalso ó del martirio. A despecho de esta condición mía, en aquel momento hubo de vencer el buen propósito, ya porque á mi indolencia moral repugnase la idea de tener que acusarme del suicidio de Inocencio, ya porque hurgase en mi conciencia cierto remordimiento íntimo de las muchas truhanerías, de las pesadas bromas y trampas ligeras hechas tantas veces al pobretón estudiante. Además, yo reconozco en mí un gran prurito de ostentación y vanidad: gústame en extremo presentarme como persona de importancia, y así fué que la idea de desempeñar el papel de Providencia, de aparecer repartiendo oro 2g6 Emilia Pardo Bazcin. y salvando la situación, me sonreía en extremo. Continué, pues, decidido á hacer la dicha del malaventurado jugador. Causóme una especie de desengaño el no encontrar á Inocencio descabezando menudamente las cerillas de una caja, ni untando de sebo un lazo corredizo , ni aguzando y acicalando bien un fiero puñal. Halléle abatido sí, pero sin arrebatos y muy resuelto á venderse por sustituto en las próximas quintas, á fin de resarcir á sus padres el perjuicio ocasionado: propósito en verdad muy conforme con el fondo de tosca y cerril honradez de su alma. Volvíle ésta al cuerpo con el anuncio del inesperado socorro que le traía. Víle, depuesta su' bronca reserva y huraño carácter, arrojarse á mis pies, abrazar mis rodillas y llorar y babear como un chiquillo. Me juró mil veces no volver á tocar á un naipe en los días de su vida, recordando siempre el fatal momento en que Cipriano le desplumó sin misericordia. Cipriano, en efecto, había sido el autor de la fechoría, y quiso sin duda aplacar á su manera los escrúpulos de la conciencia, reparando su fullera estafa á cuenta de mi bolsillo. Pascual Lopes 249 XI Recogí me á mi albergue tan molido y quebrantado á puras emociones, que apenas podía tenerme en pie. Caía la tarde, y una parda y penetrante neblina, comunísima en aquel clima húmedo, se tendía lentamente por las calles. Al penetrar en el portal fementido y negruzco de doña Verónica, tropecé con un bulto humano que soltó una imprecación; estaba el sitio como boca de lobo, pero encendí un fósforo apresuradamente, y pude divisar, á su luz parpadeante y dudosa, á un ganapán con blusa azul de cotonía y gorra de pelo, que en sus fornidos brazos sostenía una sombrerera, un estuche de viaje de cuero de Rusia, y un saco de mano: detrás bajaba la escalera, dando taconazos y tumbos, otro tagarote, cargado con un baúl mundo razonable, cuyos dorados clavos relucían sobre las tiras de charol negro que fileteaban sus costados. Dejé pasar á los dos mozos de cuerda, y subí deprisa hasta mi cuartuco. No bien encendida á tientas la palmatoria, vi sobre su platillo de latón una carta cerrada con oblea, cuya forma conocí presto, abriéndola con ansia. Era de Pastora. Con los sucesos de la mañana, ca- 2g6 Emilia Pardo Bazcin. si había yo echado en olvido que aquel día terminaba el plazo impuesto por el señorito de la Formoseda para la decisión final de la sobrina del canónigo. Recordándolo, leí afanoso la misiva, sin discurrir al pronto cómo podía haber llegado á mi habitación para que yo la encontrase. He aquí su contenido, prévias las devotas iniciales de costumbre : «Mi muy estimado Pascual: «Hoy ha sido para mí día de grandes trabajos: »vaya todo por Dios; aún no sé cómo tengo cabeza «para escribirte ahora. Sabrás que mi tío me llamó »á las doce, y con una cara y una voz que ponían •respeto, me dijo que era preciso que resolviese «una contestación definitiva para D. Víctor, porque »bien se me alcanzaba que no era ya formalidad ni «conducta estarlo entreteniendo. Me expuso las «ventajas de la boda, me habló de las costumbres »de D. Víctor, de sus buenas ideas, de su familia, »de sus intereses... Yo tenía mucho miedo al principio; después fuí serenándome, y hablé claro, sin •rodeos, como si estuviese en el confesonario. Desclaré que me era imposible gustar de D. Víctor, »que repugnaba el enlace, y que mal camino era «para cumplir los deberes de mi estado entrar en »él con violencia y fuerza notorias. No sé dónde pu»de rebuscar el valor necesario para responder así »al tío: temblaban todos mis miembros, pero creo Pascual López. 251. »que la voz era firme. Contra lo que yo imaginaba »no se airó el tío: antes me contestó, con gravedad «y compostura, que llevaba razón, y que puesto »que me conocía por prudente y cuerda y cristiana, •vista mi decisión , no había más que tratar en ello. «Respiraba yo ya con holgura, cuando el tío, habiéndome sentar y discurriendo como en amistosa •plática, me habló de tí. Empezó por informarse é «inquirir qué prendas singulares en tí se [juntaban •que así me hacían rehuir y desdeñar una tan ventajosa colocación y un tan honrado marido, por •conservarme fiel amante tuya. Díjome que, dejad a aparte tu pobreza, que no era imputable á tí, >él tenía noticias verídicas y exactas de que ningun a cualidad digna de nota te distinguía del vulgo «délos mortales. Que á despecho de ciertas voces •que corrían, á él le constaba de buena tinta que «eras en el estudio desaplicado, y no muy agudo; »en religión indiferente y perezoso; en tu conducta «ni malo ni bueno; y por último, en todo inferior á »la alta estimación que yo te concedía. Pascual» •Pascual, nunca me vi en mayor aprieto. No sabía »qué responder, ni por dónde salir. Una voz me ex•citaba impeliéndome á defenderte, y otra me impo•nía silencio, arguyéndome que el tío estaba muy »en lo cierto. Alegué, sin embargo, las palabras y «promesas que han mediado entre tú y yo, y replicóme el tío que se maravillaba de cómo una doncella de mi reflexión y juicio podía tratar asunto 2g6 Emilia Pardo Bazcin. «tan importante al alma y al cuerpo, cual es el del «matrimonio, sin guiarse más que por loca afición »y vano enamoramiento, que no mira en dónde se «emplea.» «Sobrina, añadió, en eso se distinguen la labor i o s a abeja y la mariposa casquivana: en que aqué»lia no se posa sino en el cáliz do sabe que hay bue* na miel, y ésta revolotea y se para sobre cualquier «flor inútil.—Y aún prosiguió el tío largo rato expon i é n d o m e los peligros de esas uniones, hechas con •»liviandad y ceguera, sin que haya acuerdo en los «pensamientos, ni concierto en las almas, y que, «pasado el hervor primero, y resfriado el corazón »ya, rematan en desastres y rencillas y desconfor«midad y guerra. Oíale yo con la cabeza baja, y • sin topar, así Dios me prospere, argumento que «oponer á sus argumentos. Porque mientras iba el «tío estrechándome y encerrándome en la exactit u d de sus razones, parecía como si se rasgase un svelo y quedasen patentes para mí una multitud »de cavilosas dudas con que he batallado mil veces »y que me han hecho salir, aunque tan moza, un «par de canas que puedo enseñarte. Es el caso que, «si bien soy ignorante y ruda y no sé más que lo »que oí al vuelo en algún sermón, bien se me alcan»za que el destino de los humanos es aspirar á la «suma mayor de perfección en esta vida y en la «otra, para lo cual debemos cogernos y asirnos » muy estrechamente á las cosas más perfectas, que Pascual López. 261. unos comuniquen algo de su esencia. Y así yo, »Pascual, que me encontraba ya unida y enlazada »con la perfección del estado monástico, erré qui»zás poniendo el amor que debía al Divino Esposo sen un hombre mortal, Pero como quiera que á «Dios no le vemos sino con los ojos del alma, y para «esto se ha menester tenerlos muy claros y perspic a c e s , y al hombre, que es imagen y semejanza «de Dios, le notamos muy bien con los corporales aojos, no es de extrañar que á veces dejemos la «perfección altísima é invisible de Dios por lo perafecto visible que en su imagen encontramos. Mas. «para disculpar y explicar este sendero que toma sel alma, y esta manera de infidelidad que hace á «Jesucristo, es fuerza que se reconozca en el objeto ,que la aparta de tanta hermosura, algún atractivo .ó belleza especial que dé color y haga compren«der en cierto modo mi mudanza. Y por este razonamiento, Pascual, pensaba yo cuando iba h a «blando el tío con cuán poca tentación fui rendida. »y con qué chica causa me moví á romper la fe ya «casi p r o m e t i d a á Dios. No quiero ofenderte, pero «la verdad es que desde que te conozco no te he »visto seguir más regla que tu gusto, ni aspirar más «que á la satisfacción de tus mundanos apetitos.. «En fin, no estás tú enteramente cortado por el pa«trón de aquellos hombres que parece que justific a n en lo posible la determinación de dejar por «ellos un estado que envidian los ángeles. Mientras- 2g6 Emilia Pardo Bazcin. «estas especies se me presentaban confusas y en «tropel, acabó el tío su perorata, proponiéndome »un arbitrio que conformaba tan bien con mis pro»pios deseos, que lo acepté en seguida. D. Neme»sio te informará de él, y entre tanto, deseando «que apruebes y estimes mi resolución, se despide «de tí.—Pastora,» — ¡De dónde diantre sacará esta muchacha tanta sutileza, tales raciocinios y tanto tiquis miquis! —exclamé, olvidándome en mi enojo de que mil veces admirara yo la claridad de entendimiento de Pastora, llamándole en chanza doctora y bachillera.— ¡Y qué resolución será esa! ¡de fijo que se casa con el rico, y para disculparse ha puesto cuatro cosillas de argucias y teologías! ¡D. Nemesio! —grité golpeando la puertecilla de comunicación —^D. Nemesio! ¿Está usted ahí? ¿puedo entrar? D. Nemesio asomó á la puerta, y se coló en mi cuarto, no sin haber apagado antes la palmatoria que en el suyo ardía. —Don Pascual —me dijo con despaciosa pronunciación—ya me presumo lo que va usted á preguntarme; pero antes tengo que aclarar un punto. Yo he traído á usted esa carta de Pastora; mas es inútil añadir que lo hice conociendo su contenido, acerca del cual, como buena y sumisa hija de confesión, se asesoró Pastora conmigo. —Bien, señor D. Nemesio; pero ¿ qué resolución h a tomado Pastora? ¿se casa con D. Víctor? Pascual López. 255. —Pasan en el mundo cosas que le dejan á uno con tamaña boca abierta. No hay inteligencia que alcance á vaticinar ciertos sucesos. — Pero... ¿se casa con él? — ¡Quiá, amigo mío! Un no más redondo que una naranja. — ¡Vaya! Poco pesquis hacía falta para profetizar eso, señor D. Nemesio. — No, pues usted pasó sus miedos y sus recelillos correspondientes. — ¡Bah! ya sabía yo que mi Pastora... — De cien niñas habrá una que desdeñe así un partido como D. Víctor; pero dejémoslo. D. Víctor se marcha; no sabe usted cuánto lo siento. Va á la corte á distraerse de este mal rato. ¡Un joven tan apreciable! La casa se queda vacía. — ¿De suerte que el equipaje que topé en la escalera...? — Era el suyo. En menos que canta un gallo se preparó todo. E s muy vivo D. Víctor en ciertas ocasiones. Aun le ayudé yo á doblar la levita y á guardar las camisas planchadas... Y hoy era día de despedidas. La de Pastora me enterneció casi, á fe —de ¿LaNemesio. de Pastora? Pues, ¿se ha marchado? — ¿Sí que no lo sabrá usted? ¿no lo anuncia la carta? — N o , señor, no lo explica. — Pensé que lo añadiese en postdata. Pues, ami- 2g6 Emilia Pardo Bazcin. go, Pastora ha resuelto entrarse, por algún tiempo, siquiera, en el convento de... Y aquí me citó uno de los más conocidos de Santiago, que no nombro yo por razones que el lector comprenderá más adelante fácilmente. — ¡A un convento!—repetí atontado sin darme cuenta de lo que decía—¡Va á ser monja! — No, señor; monja no, por ahora al menos. Lo que quieren D. Vicente y ella es que no siga en el mundo y en la respetable casa de su tío, mientras esos amoríos fútiles no paren en matrimonio, ó mientras no se persuada Pastora de cuál es su vocación verdadera y firme; que aun sobre ésta y otras materias anda sumida en dudas graves. No sabe usted cuánto me huelgo de que la pobrecilla esté en puerto seguro, y de que las rejas del convento se hayan cerrado sobre su doncellez, porque si usted presenciara hoy la escena que entre ella y su madre medió, le tendría usted lástima. Cuando la furia (¡Dios me perdone!) de misia Fermina se convenció de que ya era fallida toda esperanza de opulento yerno, se encerró con Pastora, y después de cubrirla de denuestos é injurias de plazuela, la asió de las trenzas, queriendo arrastrarla por el cuarto; y qué sé yo cómo lo pasaría la infeliz cordera, si D. Vicente, recordando sus buenos tiempos de la guerra civil, en que era un mozo (según dicen) como un trinquete, no echara abajo la puerta de una puñada formidable y no arrancara á Pascual López. 257. Pastora de aquellas felinas uñas. Todo el día se lo pasó el bueno del tío haciendo centinela en el umbral de la habitación en que puso á su sobrina, para que llorase y escribiese á sus anchas. — L a pobre nada me dice de esos malos tratamientos—murmuré yo casi compungido. —¡Lástima que hoy no se use el emplumar! — Pues no le dejó D. Vicente á esa monfi que se arrimase á su hija hasta el momento de la despedida, en que Pastora, como es tan buena cristiana, fué á besarle humildemente la mano. — ¡Voto á sanes! ¡Qué mordisco! —D. Vicente hizo á Pastora que se echase el velo á la cara, se embozó él en el manteo y se la llevó. Ahí tiene usted el final de la tragedia. ¡ Gracias á Dios! al menos en su celda estará sosegada. Y usted debe considerar que este arbitrio ha sido el más prudente, sabio y cauto que pudo adoptarse. El alma de ambos gana mucho con él. El diablo no duerme y hurga el corazón y teje los sucesos de modo que á veces, con los propósitos más rectos, se para en lo peor. No lo digo por Pastora, que bien conocida la tengo, y sé que su alma es un cristal y un espejo; eso sí. —Entonces, por mí lo dirá usted. — N o , no; usted es un mancebo muy de bien... Pero mozos, y enamorados, y dueños de verse... De todos modos, le viene á usted de perlas carecer de la distracción que le proporcionaba la presencia 17 Emilia Pardo Bazán. de Pastora, porque así podrá usted estudiar y procurarse un porvenir para merecerla. Oía yo á D. Nemesio, y como suspenso y absorto daba golpecitos en mi rodilla con la mano. Al rozar en el pantalón, hube de sentir un objeto duro. Eran los famosos diamantes del experimento, envueltos en el propio papel en que me los entregara Onarro. Pegué un brinco al súbito recuerdo que aquel objeto despertaba y que casi se borrara ya de mi mente con tantas impresiones varias y nuevas. —¡Señor D. Nemesio—exclamé—pero si me olvidaba de lo mejor! ¡ Majadero de mí, si mi porvenir está hecho ya, y es magnífico, soberbio, incomparable! D. Nemesio me miró de hito en hito, á ver si estaba serio. Alarmóle mi cara. — ¡Sí, soy rico!—proseguí—rico y poderoso, sin necesidad de quebrarme los cascos y mancharme los dedos en la clínica ! Y no digo más; pero, por mi santiguada, que el que viva verá buenas cosas. Sí, D. Nemesio honrado, nos casaremos, nos casará usted, y tendrá un buen regalo, y dirá la misa con cáliz de oro, y cuanto lujo pudiera desplegar D. Víctor en su boda, no llegará á la suela del zapato del que ostentaré yo!—Y en la expansión de mi júbilo, eché los brazos al cuello del buen clérigo, que se desasió blandamente, y entrando á la carrera en su dormitorio, volvió en seguida con la tetera y correspondientes chismes. Pascual López. 259. — Si no estoy enfermo ni lunático—grité.—La tetera no hace falta. — Bueno será, sin embargo, que tome usted una tacita—repuso D. Nemesio, que diciendo y haciendo encendió la estufilla. Dejéle yo con su inocente faena, y tomando papel y pluma emborroné una misiva para Pastora: «Paloma mía,»—pósele con febril pulso y mal trazada letra—«fuera de sazón me parece que «vienen ahora esos repulgos y esas cavilaciones en »que te engolfas. Has despachado al monigote de »D. Víctor: has hecho muy bien; pero no sueñes «con rejas, ni con tocas, porque, óyeme, que de esta »vez va de veras; soy rico, opulento, apaleo el oro, «nado en riquezas, no sé cómo te lo exprese, repita »é inculque para que lo entiendas; hoy mismo salgo »á un viaje de algunos días, y á mi vuelta traigo «conmigo los tesoros de las Indias, la plata de »todo Méjico; con que, chiquilla, déjate de discur r i r , van á realizarse mis proyectos, fantasías y «castillos en el aire, que te-hacían reir tanto ; Ue»garé y verásme poner á tus pies un montón de «onzas, que mal año y mala pascua me dé Dios si »no sube tan alto como el campanario de tu consvento. »Adiós, princesa; no pienses en monjío, criatura; «podemos ser más felices que reyes. El matrimonio »es un estado santo; pregúntaselo á D. Nemesio, 2g6 Emilia Pardo Bazcin. «que no me dejará mentir. Hasta la vuelta; te esc r i b i r á desde todas partes tu Pascual.» A un mismo tiempo tendía yo á D. Nemesio esta carta, y alargábame él á mí la tacilla llena de la aromática bebida, y despidiendo suave vaho. Mientras yo bebía por compromiso el té, él concienzudamente se daba á leer mi epístola. Al terminarla, dejóla caer con desaliento en el regazo femenil que le formaban los pliegues de la sotana, y apoyando el codo en la mesilla, murmuró: —Sr. D. Pascual, no tengo inconveniente en dar á Pastora esta carta; pero quisiera que usted se fijase bien en lo que en ella se contiene. Habla usted de riquezas, de millones, de apalear oro... y, vamos, yo creo que los malos ratos de estos días pueden haberle afectado... no, no lo eche á mala parte; pero en fin... ahí hay cosas, que en Dios y en mi ánima... —Todoes verdad;—afirmé muy grave, chupando los terrones de azúcar que, ensopados y á medio desleír, quedaban en el fondo de la taza. — Podrá ser, pero no lo parece. —Yo se lo aseguro á usted... —Es tan inaudito el caso... —Pero no imposible. — ¡Su alma en su palma! Si Pastora me pide consejo, yo, como padre espiritual, debo dárselo Pascual López. 261. sano; y no se enfade, Pascualito; tengo para raí que en durmiendo hoy, y tomando caldo de sustancias y té, escribirá con más cordura y razón. Estudie, trabaje; Pastora le quiere bien... Sin decir palabra, y con diligencia admirable, tras de haber mirado la hora que era, inclinéme y arrastré de debajo de la cama la maleta de cuero negro y bruñido á fuerza de uso, y sin cuidarme de sacudir la costra de polvo inveterado que la cubría, comencé á embutirla y rellenarla sin orden ni concierto con las tres ó cuatro maltratadas camisas, los pañuelos, las botas de repuesto, las navajas de afeitar y demás prendas y trastos de mi mezquino guardarropa y ajuar espartano. Allí caían y se mezclaban heterogéneos objetos, con la propia confusión cón que se barajaban en el seno del caos los elementos primarios de los mundos. __ ¿ Q u é hace ?— preguntóme D. Nemesio, que no cesaba de observar con azorados ojos mis idas y venidas y mi apresurada maniobra. —Ya lo ve usted; el hato,—contesté envolviendo en una chalina vieja unas cuantas cajetillas de papel y sepultándolas en las entrañas del maletín. — ¿Pero se marcha usted? — Sí, señor, ahora mismo. —¡Pascual!... ¡Pascual! Dios quiera... vamos, yo me entiendo. ¿ Y á dónde bueno? ¿Se puede saber? — A Madrid. —¡Jesús! 2g6 Emilia Pardo Bazcin. — Por la diligencia portuguesa, que sale ahora á las diez y inedia de la noche. — ¡ Señor!... ¡Señor! ¡Peste hay de marchar! ¡Se va todo bicho viviente! Y esta fuga, ¿es para volver con los millones? —Cabalito. — Hijo — me insinuó D. Nemesio, incorporándose y llegándose á mí, con muestras y señales de enternecimiento y pujos de paternal afecto — hijo, piénselo: barrunto que camina usted en alas de un desatinado afán y hacia una empresa huera y loca. Estos misterios, esta precipitación, esos montes y morenas que usted se promete... desde mil leguas trascienden á mirage y engañosa quimera de la fantasía. No quiere usted revelar cuál sea el fundamento de sus esperanzas, ¡malum signum! Créame, deshaga el equipaje, y ahora cenaremos juntos, en paz y en gracia de Dios. —Convido á usted, —dije con fachenda ,— á comer en mi compañía el día de mi vuelta, y le prometo que habrá pechuguitas de faisán y vino del de á cinco pesos botella. ¡Animo, Sr. D. Nemesio! Usted verá quién es Pascual López. Mostró D. Nemesio en la expresión del semblante hallarse un tanto impresionado y movido por mi terquedad y afirmaciones rotundas. Explicábame yo con tan gentil y seguro y alegre ademán, que era irresistiblemente contagioso mi optimismo. De repente, en el momento de doblar con delicado es- Pascual López. 263. mero mi flamante gabán, estirando las mangas para evitar las arrugas, cruzó por mi mente un pensamiento, un recuerdo que me dejó helado y de una pieza. Introduje los dedos pulgar é índice en el bolsillo del chaleco, y extraje un doblón de á cinco, un peso isabelino y alguna calderilla. Era cuanto restaba del billete de cuatro mil. Paréme abrumado, sin movimiento ni voz, caída la cabeza y colgantes los brazos y trasudando de congoja. D. Nemesio me contemplaba, esperando sin duda á ver en qué quedaría aquello. Mas de improviso me fui derecho á él y retrocedió. Le así violentamente de la mano. Se hizo una pelota , y se metió en un rincón. Medio á la fuerza le arranqué de allí. — Señor don Nemesio de mi vida, —grité con descompasado tono, — usted es bueno, usted es un santo, usted me salvará. Présteme usted sólo media onza: con ella espero llegar á Madrid. Me basta. Miróme D. Nemesio atónito, y soltando al cabo la risa. — ¡Buen principio de semana, — exclamó,— cuando ahorcan el lunes! ¡ Con que es usted el futuro millonario, el que apalea el oro, el que nada en riquezas! ¡Bien comenzamos, hombre! —Yo le juro á usted que se la volveré doblada y zahumada. Antes de ocho días, le enviaré si gusta ochocientos duros. Pero no me deje usted morir ahora de pena. Vengan por el cielo esos 160 reales. 2g6 Emilia Pardo Bazcin. — Pascual, media onza supone mucho para este humilde capellán, que no quiere en su vejez vivir á expensas de nadie, aunque tiene excelentes amigos que se regocijarían... — ¡Señor don Nemesio! ¡Será un favor que no olvidaré jamás! Esa media oncita, mire usted, me saca del pantano. Con lo que tengo no me alcanza para el billete. Se nubló el rostro del excelente hombre. Vi claro que le afligía de un modo igual negarme el servicio ó perder sus ocho duros. Entonces me ocurrió un expediente. Cojí en mis brazos el gabán, como se coje á un niño chiquito, y lo deposité en manos de D. Nemesio. — Me ha costado veintiséis pesos hoy—dije—y siempre producirá diez. Autorizo á usted para que lo venda. — No, Dios mío, no lo decía yo por tanto —murmuró D. Nemesio algo colorado y confuso.—Nemesio Angulo experimenta placer singular en servir á sus amigos sin interés ni cálculo. Sólo que ya ve usted, yo no soy un potentado; ni ahora ni nunca lo fui; la misita me mantiene, y procuro vivir con sobriedad. Pero al cabo le aprecio. Voy por la media onza. Le suplico, eso sí, que cuanto antes pueda... porque mis economías son tan escasas... — N o , no la admito, si usted no recibe el gabán. —Bien, bien, lo cepillaré y cuidaré en ausencia Pascual López. 265. de usted... Le pondré alcanfor para que no se apolille... Salió D. Nemesio, y volvió trayéndome, envuelta en mil papelitos, media reluciente pelucona. Breves fueron mis aprestos de viaje. En la administración de diligencias vi, lo primero de todo, á D. Víctor de la Formoseda, muy embutido en su gabán y resguardado el rostro de la fría temperatura con un pasamontaña de pieles. No pude juzgar de la expresión más ó menos mohina de su rostro, porque sólo la nariz asomaba entre aquel atavío semi-eslavo. A un tiempo mismo saltó él y se recostó en la berlina, y me encaramé yo al cupé trabajosamente. ¡Jugarretas de la suerte caprichosa! Ibase él calabaceado y á malgastar dinero, yo preferido y á granjearme un caudal; y como para irritar mis ansias, todo el camino le vi bajarse en las estaciones, y comer y almorzar opíparamente, mientras yo engañaba el apetito con el pan y el queso que envueltos y atados en una servilleta me entregara al partir doña Verónica; y en tanto que á mí me servían de incómodo asiento los duros bancos de los coches de tercera, tendíase él muellemente en los cojines de un departamento de primera, dormitando al amor de los caloríferos. Yo pude vender mis diamantes en Oporto, ciudad donde es activísimo el tráfico de joyería, y donde una larga calle está formada sólo por tien- 2g6 Emilia Pardo Bazcin. das de orífices. Ei comercio con el Brasil daría color al negocio de la venta de unas piedras en bruto. Mas no me ocurrió tan sencillo expediente, y pasando sin detenerme por Oporto, no paré hasta Madrid. Al sentar el pie en la coronada villa, donde á la sazón no existía quien se atreviese á usar corona, que aun las inofensivas heráldicas había suprimido el Gobierno revolucionario, víme en más que mediano apuro, por habérseme concluido el dinero totalmente, y no poseer ni aun unos céntimos para parodiar el alarde de Camoens cuando entró en su patria. Halléme, pues, perdido por las calles de Madrid, en una bella y despejada mañana de invierno, sin blanca en ei bolsillo. El sol, claro, picante y alegre, á despecho de la estación, rasgaba la ligera y vaporosa neblina matinal, cuyas gasas azules flotaban aún, encubriendo á medias la elegante perspectiva de los árboles de parques y paseos. Algún carruaje de lujo rodaba ya, cruzando desdeñoso al través de los pesados carros de vituallas y mudanzas. Por las puertas entreabiertas de las cocheras se veía á los criados de cuadra, en mangas de camisa, cepillando y bruzando el arrogante tronco media sangre, ó bruñendo los lucios cascos del bayo trotón inglés. Los cafés solitarios convidaban, no obstante, á entrar, y en su dintel se recostaban los mozos, con blanquísimo delantal, bien peinados, tendiendo su hocico Pascual López. 267. insolente y p u l c r o , c o m o si de mí y de mi a p e t i t o se b u r l a s e n . L o s e s c a p a r a t e s c o m e n z a b a n á recibir, e n artística a g r u p a c i ó n , su t e n t a d o r a c a r g a . A t r a í a n m e las j o y e r í a s . M e d e t u v e a n t e la de A n sorena, y c o n t e m p l é l a r g o r a t o , al t r a v é s de los altos y d i á f a n o s cristales, los e s t u c h e s d e raso c e r e z a , de terciopelo a z u l , en q u e d e s c a n s a b a n a d e r e z o s s o b e r b i o s , s a r t a s d e iguales y g r u e s a s p e r l a s , u n p á j a r o de r u b í e s y e s m e r a l d a s , con cola de a i r o n e s de b l a n c a p l u m a . E s t u v e á p u n t o de e n t r a r allí y a r r o j a r s o b r e el m o s t r a d o r los d i a m a n t e s del e x p e r i m e n t o : m a s c o n t ú v o m e u n a i d e a : al l a d o de a q u e l l a s p e d r e r í a s t a l l a d a s , e n g a r z a d a s y r e s p l a n d e c i e n t e s , lo q u e y o l l e v a b a en la f a l t r i q u e r a se m e a n t o j ó m á s o p a c o y feo q u e los a d o q u i n e s del e m p e d r a d o : n o m e p o d í a h a b i t u a r al p e n s a m i e n t o de q u e mi tesoro f u e s e igual en c a l i d a d á los q u e o s t e n t a b a la v i d r i e r a d e la j o y e r í a ; y al i m a g i n a r q u e a c a s o mi e s p e r a n z a e s t r i b a b a e n u n o s g u i j a r r o s sin v a l o r , m e t e m b l a ron las r o d i l l a s , y sentí u n d e s f a l l e c i m i e n t o creciente. Al a z a r y sin o b j e t o subí p o r u n a calle, q u e d e s p u é s s u p e ser la de la M o n t e r a ; y c e r c a ya d e la g r a c i o s a f u e n t e de la R e d d e S a n L u i s , c u y o pilón y platillos a d o r n a b a n c o l g a n t e s a g u j a s y c a r á m b a nos de h i e l o , vi u n a p l a t e r í a h u m i l d e y e s t r e c h a e n c u y a d e l a n t e r a , e n t r e a l g u n o s b r i n c o s de o r o y algunos c o r a l e s , h a b í a c u c h a r i l l a s de s o b r e d o r a d a p l a t a , pilillas de c á s c a r a a r g e n t i n a , y t a l c u a l dia- 2g6 Emilia Pardo Bazcin. m a n t e m o n t a d o en sortija ó a r e t e s . P e n e t r é , y a r e s u e l t o á salir de a n g u s t i o s a s d u d a s . I n v e n t é u n a h i s t o r i a , s u p u s e un p a r i e n t e m u e r t o e n el B r a s i l , y c u y a h e r e n c i a c o n s t i t u í a n a q u e l l a s piedrecillas. E l p l a t e r o dejó el periódico con q u e se s o l a z a b a , y c a l á n d o s e los lentes, e x a m i n ó curioso el c o n t e n i d o d e mi envoltorio. Sin p r o n u n c i a r p a l a b r a p a s ó á la t r a s t i e n d a , volviendo ai c a b o de pocos i n s t a n t e s . T r a í a l a s p i e d r a s e n u n a b a l a n z a , q u e d e j ó sobre el m o s t r a d o r . — Son diamantes en bruto—dijo. — ¿ V e r d a d e r o s ? — p r e g u n t é con a n s i a y a t u r d i d a indiscreción. — Y a lo creo. — ¿Y valen?... E l p l a t e r o t o r n ó á mirarlos, á r e m i r a r l o s ; equilib r ó la b a l a n z a , los fué t o m a n d o d e s p u é s e n t r e los d e d o s u n o p o r uno. — S o n — r e p i t i ó — v e r d a d e r o s , y t a n p u r o s y limpios, q u e es p e d r e r í a d e p r i m e r a . T e n d r á n f a c e t a s ricas y numerosas. ¡Qué claros! — Y . . . ¿ q u é v a l d r á n ? ¿ q u é v a l d r á n ? — r e i t e r é trém u l o de gozo y h e n c h i d o de fe en la ciencia. E l t r a f i c a n t e i n c r u s t ó s u s ojos en mi r o s t r o , com o p a r a p e r s u a d i r s e d e mí p e r f e c t a i g n o r a n c i a é inexperiencia en materia de diamantes. P a t e n t e d e b i ó m o s t r a r s e mi i n c o m p e t e n c i a en el a s u n t o , p o r q u e el h o m b r e p u s o s a t i s f e c h o gesto. — V a l e n . . . v a l e n b a s t a n t e : n o u n a s u m a fabulo- Pascual López. 269. sa... p e r o . . . E l t a m a ñ o n o es g r a n d e , y e n d i a m a n tes, el t a m a ñ o es lo q u e i m p o r t a . . . U n t a n t i c o m á s de v o l u m e n h a c e subir el precio... — E n s u s t a n c i a , ¿que m e d a u s t e d p o r ellos? — Yo... es decir... ¿ u s t e d los v e n d e ? — Sí señor. A h o r a m i s m o . — P a r a mí no es negocio: h a y q u e tallarlos, eng a s t a r l o s , r e v e n d e r l o s . . . P e r o si u s t e d n o es exigente... ¿Se c o n t e n t a u s t e d con m e d i a t a l e g a ? ¡ D i e z mil r e a l e s p a r a quien c a r e c e de u n o c h a v o y siente los ásperos m o r d i s c o s del h a m b r e ! N o obst a n t e , a u n q u e m e u r g í a t a n t o c e r r a r el t r a t o y recoger el dinero, con todo, d e s p e r t á n d o s e mi suspicacia del N o r t e , b a r r u n t é que a q u e l h o m b r e espec u l a b a con mi falta de c o n o c i m i e n t o s y con mi car e n c i a de m e d i o s , y decidido á n o d e j a r m e c a z a r sin d e f e n s a , r e g a t e é d e s e s p e r a d a m e n t e h a s t a obten e r l o s dieciséismil. E n t r e g ó m e la m i t a d i n c o n t i n e n ti y firmó un p a g a r é del resto, á plazo de t r e s días. N o bien fui d u e ñ o de a q u e l l a c a n t i d a d , p e n s é e n m a n t e n e r m e y a l o j a r m e . Al s a l t a r e n la estación del f e r r o c a r r i l , o y e r a yo á D . V í c t o r d e la F o r m o seda d a r al c o c h e r o d e u n t r e s p o r ciento l a s s e ñ a s de u n a fonda , s e ñ a s q u e se q u e d a r o n i m p r e s a s e n mi m e m o r i a . A c u d í á i g u a l m e d i o ; ceceé al p r i m e r alquilón q u e ví p a r a d o , g r i t ó l e l a p r o p i a o r d e n , y con g r a n s o r p r e s a m í a , n o b i e n h u b o r o d a d o c o m o cinco pasos, a b r i ó el a u r i g a la p o r t e z u e l a ,y d i j o : — Ya estamos. 2g6 Emilia Pardo Bazcin. E r a allí, en e f e c t o , e n la m i s m a calle: la maliciosa s i m p l i c i d a d del c o c h e r o le hizo g u a r d a r s e bien de a d v e r t í r m e l o . H a l l é m e , p u e s , c o m o en S a n t i a g o , v i v i e n d o b a j o el t e c h o q u e c o b i j a b a al señorito de la F o r m o s e d a , c i r c u n s t a n c i a q u e , como verá el lector, influyó h a r t o en mi destino. E s de a d v e r t i r q u e el gallego, y a u n n o sé si t o d o p r o v i n c i a n o q u e de i m p r o v i s o y p o r vez p r i m e r a llega á la corte, e x p e r i m e n t a u n a i m p r e s i ó n de nost a l g i a y m e l a n c o l í a , u n a sensación de a i s l a m i e n t o penoso, q u e le m u e v e á p r o c u r a r , por c u a n t o s medios estén á su a l c a n c e , la s o c i e d a d y t r a t o d e los p a i s a n o s y c o m p a t r i c i o s q u e e r r a n t e s a n d a n por a q u e l l a liorna de M a d r i d . D i s p e r s o s los gallegos e n e s p e c t á c u l o s y c a l l e s , se b u s c a n con no m e n o r a f á n instintivo y m e c á n i c o del q u e m u e s t r a n p o r r e u n i r s e los trozos de la c o r t a d a s e r p i e n t e . E l gallego de levita a r r o j a e n t o n c e s m i r a d a s de s i m p a t í a y t e r n u r a á los záfios a g u a d o r e s que p o r las esquin a s t r o p i e z a a b r u m a d o s b a j o el peso de los enseres de su h u m i l d e oficio. Si la M a r i t o r n e s de su f o n d a es g a l l e g a , casi casi i m p r o v i s a con ella u n idilio. L o s q u e e n G a l i c i a e r a n i n d i f e r e n t e s , enemigos quizá, se s a l u d a n en M a d r i d con c o r d i a l i d a d y júbilo. C o n fruición i n e f a b l e se dirigen u n a f r a s e e n dialecto, y la c e l e b r a n á c a r c a j a d a s c o m o si h u b i e r a sido el d o n a i r e m a y o r del m u n d o . C o m p a r a n los a l i m e n t o s , el p a i s a j e , el t r a t o , y c o n c l u y e n p o r e c h a r de m e n o s , m i e n t r a s s a b o r e a n t r u f a s , las fi- Pascual López. 271. lloas y la b o r o n a , ó p o r m a l d e c i r del e m p e d r a d o , que no tiene b a c h e s c o m o el del p u e b l o n a t a l . P u n t u a l m e n t e nos sucedió e s t o á mí y á D . V í c t o r . A l e n c o n t r a r m e él en la m e s a r e d o n d a , v i é n d o m e á l a vez con b u e n e q u i p o y a , cosa q u e p r o c u r é en seg u i d a , echó á un l a d o su a l t a n e r í a , r e s e r v a y ties u r a , y m e t e n d i ó la m a n o con c u a n t a a m a b i l i d a d c u p o e n su e n g o m a d a p e r s o n a . P o r mi p a r t e c o r r e s p o n d í á su cortés d e m o s t r a ción , c e d i e n d o al d o b l e d e s e o q u e m e bullía e n el c u e r p o , d e h a b l a r con u n a p e r s o n a de mi p a í s , y, p r i n c i p a l m e n t e , de m o s t r a r al orgulloso s e ñ o r i t o que P a s c u a l L ó p e z n o e r a y a un q u í d a m , y q u e podía c o m p e t i r con él en l u j o , b o a t o y e s p l e n d i d e z . M a l conocería el c a r á c t e r d e los g a l l e g o s q u i e n los supusiera consagrados á amontonar sórdidamente o c h a v o s o b r e o c h a v o , p o r el a v a r o goce d e la posesión. Si el gallego es c a p a z d e a h o r r a r sin d e s c a n s o t o d a su v i d a , éslo t a m b i é n de q u e m a r s u s e c o n o m í a s e n c o h e t e s por d e s l u m h r a r u n a s e m a n a á su p a r r o q u i a . E s o s í , es de rigor q u e los e s p e c t a dores y a d m i r a d o r e s de su m a g n i f i c e n c i a s e a n aquellos m i s m o s q u e le vieron p a r t i r d e s c a l z o y mísero á las A n t i l l a s ó á la A m é r i c a del S u r . C u a n d o el p o b r e m a n c e b o b a r r e en la H a b a n a la t i e n d a , y esconde e n la h u c h a u n real m á s , s u e ñ a con el d í a m e m o r a b l e e n q u e a n t e t o d a su p a r e n t e l a luzca el reloj y la c a d e n a y la sortija a d q u i r i d o s á c o s t a d e t a n t o s s u d o r e s , y p a g u e á peso de oro la p r o p i e d a d 2g6 Emilia Pardo B a z c i n . d e l p r é d i o por cuyos linderos llevó en su infancia las m a n s a s v a c a s á m e r o d e a r u n a s b r i z n a s de yerba. Y o , q u e sin m a y o r t r a b a j o m e h a l l a b a con un capital regular presente, y opulentísimas promesas p a r a el p o r v e n i r , así á dos m a n o s la c o y u n t u r a de a t u r d i r , s o b r e p u j a r y d e j a r a t r á s al a c a u d a l a d o señ o r i t o , cuyos g a s t o s y r e f i n a m i e n t o s t a n t a s veces m e q u i t a r o n el s u e ñ o e n S a n t i a g o . E n este torneo y c e r t a m e n de n e c e d a d n o m e i b a en z a g a el b u e n o d e D . Víctor. Si j u n t o s asistíainos al t e a t r o R e a l , y m e a d e l a n t a b a y o á t o m a r los a s i e n t o s , á la salida F o r m o s e d a m e o b l i g a b a á c e n a r en la I b e r i a , y p a g a b a el C h a m p a g n e y los h e l a d o s . Al día sig u i e n t e c o n v i d á b a l e yo á un a l m u e r z o en la P e r l a , y por la t a r d e t r a í a él un c a r r u a j e de alquiler de l u j o , en q u e a r r e l l a n a d o s c o m o a r c h i p á m p a n o s gir á b a m o s a l r e d e d o r del obelisco de la C a s t e l l a n a , sin conocer a l m a v i v i e n t e e n a q u e l r e m o l i n o de landos, clarens, berlinas y milores, d a n d o quizás á a l g u n a h i j a de la civilización a s u n t o de maliciosa risa con n u e s t r o aire s e m i - a b u r r i d o , s e m i - i m p o r tante. U n incidente impensado vino á animar nuestra sosa c u a n t o e s p l é n d i d a v i d a . Y fué q u e , c o m o acert á s e m o s u n a n o c h e á e n t r a r e n u n teatrillo de los d e q u i n t a c l a s e , d o n d e se r e p r e s e n t a b a u n comed i ó n de m a g i a p r i m i t i v a , con m u c h a s t r a m p a s y a l a m b r e s , mucho ángel parlanchín y mucho diablo Pascual 273. López. v e s t i d o d e c o l o r a d o , p a r e c i ó m e r e c o n o c e r en u n o de d i c h o s d i a b l o s , á p e s a r del diabólico a r r e o , la p r o p i a figura y g e t a del g a n a p á n de C i p r i a n o , a q u e l e s p e j o y flor d e los m a l o s e s t u d i a n t e s ; n o pud i e n d o c a b e r m e y a d u d a en e l l o , c u a n d o vi q u e el diablo, h a b i é n d o n o s d i v i s a d o en las p r i m e r a s filas, nos h a c í a g r a n d e s s e ñ a s , a s p a v i e n t o s y g a r a t u s a s . A p e n a s c a y ó el telón y c o m e n z ó el e n t r e a c t o , v i n o un a c o m o d a d o r á r o g a r m e le siguiese e n t r e bastidores ; o b e d e c í l e , n o sin llevar del b r a z o al insepar a b l e D . V í c t o r . C i p r i a n o , a t a v i a d o con su t r a j e i n f e r n a l , m e recibió colgándose d e mi cuello, con d e m o s t r a c i o n e s de e x t r a ñ o r e g o c i j o , y p r e s e n t ó m e á t o d a la g e n t e d e la c a r á t u l a y la f a r á n d u l a , q u e nos hizo c a m p e c h a n a y r i s u e ñ a a c o g i d a . S u p e q u e el e s t u d i a n t e , s i g u i e n d o su a v e n t u r e r a v e n a y h u m o r t r a v i e s í s i m o , se viniera de c o m p a r s a con los z a r z u e l e r o s , en pos de la estela d e su d o ñ a L e o n o r , q u e m u y e m p e r i f o l l a d a , con d i s f r a z d e a r c á n g e l , a l i t a s de c a r t ó n y b u c l e s , p o r allí a n d a b a d a n d o v u e l t a s . D e s d e a q u e l p u n t o nos h a l l a m o s D . Víctor y y o a l t a m e n t e r e l a c i o n a d o s : f r e c u e n t a m o s las b a m b a l i n a s , y n o nos faltó q u i e n nos riese las g r a c i a s y quien nos aleccionase en conocer el m a p a del M a d r i d q u e se divierte. E s o sí: las s a n e a d a s r e n t a s de la F o r m o s e d a y mi c a u d a l d i a m a n t e s c o s e i b a n en v o l a n d a s , d e r r i t i é n d o s e como la sal en el a g u a . Y o no sé por d o n d e a c e r t a b a C i p r i a n o con t a n t a 18 2g6 Emilia Pardo Bazcin. socaliña. A D . Víctor lo e m b a u c ó quizá m á s fácilm e n t e q u e á mí. P u d e con tal ocasión convencerm e de q u e b a j o el a s p e c t o rígido y el aire de j u e z r e c a t a b a el pobre señorito d e la F o r m o s e d a vivos a f e c t o s y p a s i o n e s , y p e r s u a d i r m e de q u e , fuese p o r t e r n u r a ó p o r o r g u l l o , P a s t o r a e r a un dolor q u e a ú n le l a s t i m a b a el corazón y q u e t r a t a b a de esp a n t a r y c u r a r con h e r o i c a s m e d i c i n a s q u e , á s e r y o m e j o r c r i s t i a n o y h o m b r e de propósitos m á s d i g n o s , n o le h u b i e r a p u e s t o c e r c a , c o m o por desc u i d o lo hice. Veíale y o con cierto escozorcillo d e conciencia o l v i d a r su a n t i g u o m é t o d o y c o n d u c t a , y j a m á s a c e r t é á i n t e n t a r s a c a r l o de la z a n j a . Mi van i d a d no m e consentía r e t r o c e d e r ni a t u r d i r m e cual D . V í c t o r ; g a s t a b a lo m i s m o ó m á s q u e é l , por n o q u e d a r m e á la cola. Y ocurrió lo q u e t e n í a q u e o c u r r i r : un día r e g i s t r é mi c a r t e r a y halléla p u n t o m e n o s d e s a l q u i l a d a q u e e s t a b a c u a n d o dejé á S a n tiago. Casi al t e r m i n a r yo mi r e c u e n t o m e t r a j o el c a m a r e r o en u n a b a n d e j a dos c a r t a s . Pascual López. 275. XII C u a n d o r e c a p a c i t o d e s p a c i t o en los acontecim i e n t o s d e mi v i d a , n a d a m e hiere y s o r p r e n d e como lo flaco de mi v o l u n t a d y lo m u d a b l e y torn a d i z o de mis resoluciones. S o y u n a especie de cam a l e ó n m o r a l , q u e t r u e c a color á c a d a m i n u t o . A m é á P a s t o r a , a b o r r e c í á D . V í c t o r de la F o r m o s e d a , y por la m a y o r y m á s n e c i a d e las d e b i l i d a des, t e n i e n d o e n mi p o d e r el m e d i o de a c e r c a r m e al o b j e t o a m a d o , m e q u e d é e n c o m p a ñ í a del o b j e t o a b o r r e c i d o . ¡ Q u é m e t a l t a n e n d e b l e el de mi a l m a ! ¡ Q u é estofa t a n r o m p e d i z a la d e mi q u e r e r ! D o s m e s e s h a b í a yo i n v e r t i d o e n M a d r i d , dos m e s e s y u n c a p i t a l ; y t o d o ello p o r el r e g a l a d o g u s t o d e m o s t r a r á D . V í c t o r q u e si él se c o m p r a b a un b a s tón p o r la m a ñ a n a , p o d í a y o a l q u i l a r un c a b a l l o p o r la t a r d e ! Y es lo b u e n o q u e n o m i r é f r e n t e á f r e n t e la situación hasta que, después de hallar escurrida mi b o l s a , eché u n a o j e a d a á las dos c a r t a s t r a í d a s p o r el c a m a r e r o , y reconocí e n el s o b r e d e u n a , h e c h o de p a p e l g r u e s o y r e g a d o d e arenillas, la l e t r a chiquita y ceñida de Pastora. Emilia 2g6 Pardo Bazcin. A b r í y leí, d e s p u é s del e n c a b e z a d o d e c o s t u m b r e : «Mi a p r e c i a d o P a s c u a l : P o r si n o t e a c u e r d a s y a «de q u i é n s o y y o , t e d i r é q u e soy a q u e l l a P a s t o r a »que c o n o c i s t e e n c a s a del c a n ó n i g o D . V i c e n t e « P r a d o . E s r e g u l a r q u e h a y a s p e r d i d o la m e m o r i a «completamente en dos meses que h a c e que no d a s «noticias t u y a s . « P u e d e ser q u e n o o b r e b i e n , P a s c u a l , e n escrib i r t e a h o r a , y q u e a t e n t e c o n t r a el sosiego d e mi «alma; pero no a b r a z a r í a con t r a n q u i l i d a d resolución a l g u n a p a r a el p o r v e n i r , sin e n t e r a r m e d e «todos los a n t e c e d e n t e s p a r a j u z g a r con c o m p l e j o conocimiento de causa. T ú dejaste á Santiago «el d í a q u e y o e n t r é e n el c o n v e n t o , e s c r i b i é n d o m e «una c a r t a e n q u e m e p r o m e t í a s v o l v e r c u a n t o a n ales , y r i q u í s i m o y m i l l o n a r i o . N o p u d e d i s u a d i r t e Bporque y a e s t a b a s e n c a m i n o c u a n d o y o la recibí, ¡>ni c o n t e s t a r t e á M a d r i d p o r q u e i g n o r a b a á la s a «zón t u s s e n a s ; p e r o la V i r g e n s a b e q u e lo q u e h o y «te d i g o , q u i s e d e c í r t e l o e n t o n c e s . N o sé q u é rique- »zas son e s a s q u e v a s á b u s c a r , P a s c u a l ; h a s ocult a d o t u s p l a n e s , y el p r i n c i p i o d e t u f o r t u n a f u é »pedir á D . N e m e s i o m e d i a o n z a , q u e n o le h a r í a «poca f a l t a . P e r o s e a c u a l q u i e r a el f u n d a m e n t o d e »tu e s p e r a n z a , t e a s e g u r o q u e lo q u e m a l e m p i e z a , «bien n o p u e d e a c a b a r . C u é n t a n m e q u e e s t á s e n » M a d r i d , q u e , e n e f e c t o , se t e v e d e s p l e g a r l u j o , «que a n d a s h e c h o u n p r í n c i p e , q u e c o n v i d a s , y t o d o Pascual López. 285. «ello m e d a m a l í s i m a e s p i n a ; y aún m e la da peor «el q u e ni d o s l e t r a s m e h a y a s p u e s t o ; p o r q u e , á »ser h o n r a d o tu p r o p ó s i t o y recto tu fin, ¿ c ó m o deb a t í a s de noticiárselo á P a s t o r a ? . . . «Te r u e g o por Dios, P a s c u a l , que m i r e s por d o n d e «andas. D e mí n o te dé p e n a , q u e É l c u i d a r á de cons o l a r m e . Afectos d e D . N e m e s i o . Y a s a b e s te es«tima, » PASTORA.» T r a s d e esta e p í s t o l a , q u e c l a r a m e n t e r e v e l a b a las t o r m e n t o s a s l u c h a s de un c o r a z ó n f e m e n i n o , e r a a d m i r a b l e el l a c o n i s m o d e la o t r a . N o encerrab a m á s q u e estos r e n g l o n e s : «Muy señor m í o : «Necesito que se p r e s e n t e V d . en e s t a su c a s a el »jueves de la s e m a n a e n t r a n t e , á la m a d r u g a d a . «Su a f f m o . s. s . , •FÉLIX O'NARR.» E s t a c a r t a s e g u n d a m e t r a í a como de la m a n o la c o n t e s t a c i ó n p a r a la p r i m e r a . O t r a v u e l t a de m a n u b r i o , o t r o susto y otro c a u d a l , que de esta vez sin remisión p o n d r í a á los gentiles pies d e P a s t o r a . A n i m o , y á ello. Calculé el t i e m p o , y vi q u e saliendo de M a d r i d a q u e l l a n o c h e m i s m a , p o d í a lleg a r á S a n t i a g o el miércoles. D e s p e d í m e de D . Víctor, quien m e dió u n a l e c c i ó n , c o n f e s á n d o m e t r i s t e 2g6 Emilia Pardo Bazcin. y c a r i a c o n t e c i d o q u e h a b í a u s a d o con exceso del c r é d i t o q u e le a b r i e r a su p a d r e , q u e éste se q u e j a b a y a , y q u e su i n t e n t o e r a r e t i r a r s e á la F o r m o s e d a , á r e c o b r a r la p e r d i d a s a l u d , y á conseguir la i n d u l g e n c i a , facilísima e n v e r d a d , del b u e n viejo. N o s s e p a r a m o s los m e j o r e s a m i g o s del m u n d o (cosa q u e c i e r t a m e n t e no h u b i e r a yo creído posible un a ñ o a n t e s ) . ¡ T a n s e g u r o es q u e los h o m b r e s tom a n p o r v e r d a d e r a a n t i p a t í a de o r d i n a r i o , el a m o r propio no s a t i s f e c h o , ó la v a n i d a d mal c o n t e n t a ! A l g u n a s d e u d i l l a s q u e en el ú l t i m o i n s t a n t e a p a r e c i e r o n , m e forzaron á d e j a r en p r e n d a c u a n t a s galas, elegancias, y primores me había comprado, y e m p r e n d í el viaje con mi a n t i g u o p e r g e ñ o est u d i a n t i l . N o me cuidé de d a r u n adiós á C i p r i a no, ni á sus ángeles y c o m p a r s a s . Mi p r i m e r p e n s a m i e n t o , t a n p r o n t o como llegué á S a n t i a g o , fué i n f o r m a r m e de las h o r a s de reja del c o n v e n t o de P a s t o r a , é i m p e n s a d a m e n t e la hice l l a m a r al locutorio p o r c o n d u c t o de la t o r n e r a , sin decir mi n o m b r e . L a r e j a á q u e P a s t o r a salió se conocía por r e j a a l t a , y era u n a pieza b a s t a n t e lób r e g a , d a d a d e c a l , con u n a v e n t a n a l a r g a y ang o s t a q u e e s c a t i m a b a la luz del d í a , y algún c u a d r o ó e s t a m p a p i a d o s a c o l g a d a p o r las d e s n u d a s p a r e d e s . E n el fondo tenía la r e j a , q u e e r a doble, f o r m a n d o la m á s c e r c a n a al e s p e c t a d o r b a r r o t e s de h i e r r o no m u y j u n t o s , por e n t r e los c u a l e s podía c a b e r la m a n o , y la m á s l e j a n a m e n u d a rejilla q u e Pascual López. 279. a p e n a s c o n s e n t í a ver e n t e r a u n a facción d e la religiosa i n t e r l o c u t o r a . Al l a d o de la r e j a e s t a b a u n t o r n o c h i q u i t o , d o n d e se p o n í a n los objetos q u e se q u e r í a h a c e r llegar á p o d e r de las m o n j a s , ó q u e é s t a s m a n d a b a n f u e r a . U n b a n c o de m a d e r a tosca, m u y a n t i g u o , e r a el único m u e b l e del a p o s e n t o . P e r m a n e c í d e pie, a g u a r d a n d o la aparición de P a s t o r a , c u y a presencia m e reveló al c a b o s u a v e r o c e de f a l d a s y p i s a d a s leves, q u e sólo á ella podían c o r r e s p o n d e r . Sin d u d a sus o j o s , h a b i t u a d o s á la luz c r e p u s c u l a r de a q u e l sitio, eran m á s persp i c a c e s q u e los m í o s ; p u e s sin d a r m e t i e m p o á q u e hablase, gritó: — ¡Pascual! — Y o m i s m o — r e s p o n d í h i r i e n d o con a m b a s m a n o s los b a r r o t e s fríos y negros.—¿Ya p e n s a b a s q u e n o i b a á volver n u n c a ? — C u a l q u i e r a lo i m a g i n a r í a . . . H a s vuelto de repente... — E a , p u e s a h o r a a l é g r a t e , q u e m e tienes acá y nos c a s a r e m o s . S e a c a b a r o n las p e n a s . Yo no podía ver bien el c o n j u n t o y la expresión d e l s e m b l a n t e de P a s t o r a : sus f o r m a s se m e a p a recían v a g a s al t r a v é s de la r e j i l l a , que la c u b r í a c o m o un velo espeso. Sin e m b a r g o , se m e figuró q u e s a c u d í a m e l a n c ó l i c a m e n t e la c a b e z a c o m o e n son de d u d a . — ¿A qué es t a n t o silencio?—exclamé y o , e n c a j a n d o el rostro p o r los b a r r o t e s . — ¿ H e m o s p e r d i d o Emilia 2g6 Pardo Bazcin. las a m i s t a d e s , Pastorciíla? E s t á s hecha u n a estat u a . Yo t e d i r é p o r q u é n o te h e e s c r i t o ; p e r o dígn e s e V . E . d a r m e a n t e s la b i e n v e n i d a y p o n e r m e c a r i t a d e p a s c u a s . Y a v e s q u e e m p r e n d í el c a m i n o e n c u a n t o recibí t u c a r t a . — Otras razones habrás tenido para volverte— c o n t e s t ó P a s t o r a , c u y a p e r s p i c a c i a m e d e j ó u n inst a n t e m u d o . Al fin p r o n u n c i é : — N o t e v e o , q u i e r o v e r t e . A r r í m a t e al t o r n o . L a s e n t í q u e se a p r o x i m a b a , y h a c i e n d o y o g i r a r l a s a s p a s del t o r n o , q u e d ó éste d e m a n e r a q u e e n t r e u n a d e ellas y la p a r e d d e j a s e u n c l a r o d e d o s d e d o s . V i casi á m i l a d o el s e m b l a n t e d e P a s t o r a . E s t a b a d e s c o l o r i d o y , a l a c e r c a r m e y o , t i ñ ó s e con matices de g r a n a . — V a m o s á hablar clarito, Pascual — m u r m u r ó e l l a — c o n t r a s t a n d o lo e n é r g i c o d e la e x p r e s i ó n con lo a p a g a d o d e la v o z , q u e d e p r o p ó s i t o b a j a b a . — D i lo q u e g u s t e s , p a l o m a . — ¿ E s t á s d i s p u e s t o á c o n t e s t a r á mis p r e g u n t a s ? — E m p i e z a — r e p l i q u é sin c o m p r o m e t e r m e . — V o y á hacerte tres, seguidas, para que p u e d a s reflexionar antes de contestarlas. — P r e g u n t e , p a d r e , ¿ e n el p r i m e r mandamien- t o ? . . . — d i j e c o m o en c h a n z a , l l e g á n d o m e c u a n t o p u d e al t o r n o . — H a b l o s e r i a . M i s p r e g u n t a s son c o r t a s y c a t e góricas. ¿ T i e n e s d i n e r o ? ¿ Q u i é n t e lo h a d a d o ? ¿ P o r q u é m e d i o s lo g a n a s t e ? Pascual López. 281. B a j é los ojos p e r p l e j o y sin s a b e r q u é c o n t e s t a r . — ¿ L o v e s ? — r e c a l c ó e l l a . — N o p u e d e s salir del paso. — P u e s b i e n — e x c l a m é decidido, prefiriéndolo t o d o á la fiscalización de los ojos de P a s t o r a , q u e c o m o p u n z o n e s se h i n c a b a n en mi r o s t r o á t r a v é s de la r e n d i j a . — D i n e r o t u v e ; e s p e r o t e n e r m u c h o m á s ; en c u a n t o á revelar quien m e lo p r o p o r c i o n a , y c ó m o , es h a r i n a de o t r o costal. H e j u r a d o silencio. — P u e s voy á decírtelo y o , yo—replicó P a s t o r a c u y a s m i r a d a s a r d í a n y c u y a voz e r a t r é m u l a . — E s e d i n e r o lo h a s g r a n j e a d o p o r c a m i n o s oscuros; p o r sortilegios q u i z á s ; p o r r e p r o b a d a s v í a s ; n o lo h a s o b t e n i d o á la faz del m u n d o , á la luz del sol; n o es precio d e tu t r a b a j o , es salario de tu holgaz a n e r í a y servilismo.. ¡ P a s c u a l , P a s c u a l ! —¿ Q u i é n la h a b r á informado... cómo a d i v i n a r í a ? — p e n s é y o , a t u r d i d o y confuso. — ¿ E s t á s ahí r u m i a n d o lo q u e m e o y e s ? — a ñ a d i ó P a s t o r a , q u e p a r e c í a z a h o r i , según fitaba en mi c o n c i e n c i a . — P u e s n a d i e m e h a c o n t a d o de tí cosa a l g u n a q u e yo c r e y e s e ; dicen unos que eres un sab i o , y q u e con libros q u e h a s escrito te enriquecist e ; otros, q u e tú y un c a t e d r á t i c o tenéis p a c t o con el d i a b l o , y q u e allá, en el P i c o S a g r o , os d e s c u brió un tesoro... p e r o , hijo, P a s t o r a , a u n q u e n o e s sino u n a infeliz, c o n s e r v a c a b a l e s las t r e s p o t e n c i a s del a l m a . N o , esos son e m b u s t e s y p a t r a ñ a s ; p e r o 2g6 Emilia Pardo Bazcin. n o es b u e n o lo q u e h a y , c u a n d o tú lo ocultas. Alg ú n m a n e j o t e n e b r o s o , a l g u n a s o c i e d a d secreta de l a s q u e dice el tío q u e v a n c o n t r a la fe... en ñn, yo n o a s e g u r o q u e sea e s t o , ni aquello, ni lo otro; pero, j n a d i e m e lo saca de a q u í ! ( y tocó con su d e d i t o la f r e n t e ) cosa como Dios m a n d a , no la e s , no la es. — A fe de P a s c u a l , P a s t o r a , p u e d o a s e g u r a r t e , y j u r á r t e l o si g u s t a s , que no m e h e m e t i d o en n i n g ú n c o m p l o t , ni en n i n g u n a i n f a m i a . D e v e r a s q u e no. — E i misterio h a c e s o s p e c h o s a s las cosas m á s sencillas. L a s acciones del b u e n o d e b e n a p a r e c e r c l a r a s — a f i r m ó la s o b r i n a del c a n ó n i g o , sin sospec h a r q u e r e p e t í a , e n f o r m a m e n o s c o r r e c t a , un célebre a f o r i s m o de a n t i g u o filósofo. — ¿ Y o q u é quieres q u e le h a g a ? E l silencio e r a condición p r e c i s a e n este c a s o — r e s p o n d í a p u r a do ya. — P u e s t a m b i é n es condición p r e c i s a , si m e he d e c a s a r c o n t i g o , q u e s e p a y o , y q u e s e p a t o d o el o r b e , de d ó n d e viene la ú l t i m a c o r t e z a de p a n que se p o n g a á la m e s a . Si n o , no pienses, P a s c u a l , q u e d e j e yo e s t a s r e j a s : a u n q u e bien s a b e Dios que te quiero. El Señor n o m e ha o t o r g a d o la g r a c i a de olvidarte. Ai decir e s t o , d e s a p a r e c i ó de la r e j a el p e d a z o d e c a r a q u e e s t a b a yo viendo. Oí un r u i d o c u a l d e a h o g a d o s sollozos. P a s t o r a n o e r a l l o r o n a , a n t e s m u y r i s u e ñ a de c o n d i c i ó n , y m e i m p r e s i o n ó a q u e l a r r e b a t o de p e n a . Pascual López. 283. —¡Pastora! ¡chiquilla! ¡Pastora!—grité sacudiendo el torno. — ¡Chist! ¿qué ocurre?—murmuró arrimándose de nuevo;—y vi en efecto dos ó tres lágrimas suaves y presurosas, que rodaban por sus sofocadas mejillas. — Que no llores, mujer, por Dios; que no hay motivo alguno. Hoy es miércoles, ¿no es eso? Pues mañana á mediodía, probablemente, podré descubrirte todo el secreto. ¿Te conformas? Anda, ríete y dime que sí. Ella me miraba con empeño, como si quisiese escudriñar hasta donde llegaba la sinceridad y entereza de mi resolución. Debió de parecerle de buen agüero mi rostro, pues al cabo se desanubló el suyo, y los ojos comenzaron á sonreírse antes aun que los labios; y ya íbamos á trocar, de fijo, algunas amorosas ternezas, cuando se oyeron los dobles de la campana del convento. Había transcurrido la hora de reja, y me ausenté, con promesa de volver al siguiente día. Empleé aquella tarde en platicar con D. Nemesio Angulo, que mostró bien su pundonor y delicadeza no aludiendo, ni de soslayo siquiera, á su desventurada media onza; verdad es que tampoco me hizo entrega del gabán, ni yo cuidé de reclamárselo. Acribillóme á preguntas acerca de D. Víctor, cuyas travesuras y desarreglos le maravillaron en un joven tan sensato y formal. Hablamos también 2g6 Emilia Pardo Bazcin. de Pastora, y no me ocultó los combates que ésta sostenía entre su vocación, reanimada en el convento , y el cariño que me profesaba, no disminuido, antes acendrado, por la ausencia. Advirtióme, por supuesto, que estas confidencias no las hiciera Pastora al pie del confesonario, sino en familiar y no secreta conversación, que de otro modo no le sería lícito á él indicar ni un ápice á persona de este mundo. Sin presumir yo de muy experto en conocer el corazón femenino, parecíame que aquellas gentiles lágrimas que á mi vista corrieran inclinaban más que suficientemente el platillo de la balanza hacia el lado del matrimonio. Poco dormí, y al amanecer acudí puntual á la cita de Onarro. La puerta estaba, como la otra vez, entornada, y la calle en tanta soledad y silencio, que no vi en toda ella alma viviente. El sabio me aguardaba en el descanso de la escalera; destellaban de tal suerte sus pupilas, que parecían dos discos de acero pulimentado. Me condujo desde luego al laboratorio. —Me place—dijo—la puntualidad con que se ha presentado usted á mis órdenes. ¿Qué tal? ¿Ha vendido usted los diamantes? —Señor D. Felix—contesté—es usted el mayor prodigio de ciencia que se ha visto en el universo, desde que hay estudios y libros y química. E s usted un hombre pasmoso, y le pido perdón humildemente por haber puesto en duda alguna Pascual López. 285. vez el imperio que ejerce usted en la creación. —Adelante, adelante. ¿Qué dijo el joyero de los diamantes? — Que eran soberbios, magníficos, puros, que no los había encontrado en su vida más perfectos. El rostro de Onarro se iluminó. — Lo esperaba así—pronunció mirando á un punto del espacio, y como si yo no estuviese presente.—El rayo es un artífice consumado. Oiga Vd. —añadió volviéndose hacia mí.—No debo ocultarle que hoy el peligro es mayor y más inminente que en el anterior experimento. Hoy tenemos un 50 por 100 de probabilidades en contra. E s decir, que si la otra vez era verosímil que quedaríamos vivos, hoy es tan verosímil que salvemos, como que muramos en la empresa. —j Ay Sr. D. Félix! ¿Y vamos á estar siempre así, con el alma en un hilo? —No: tengo una idea que espero realizar, y que hará inofensiva para nosotros la descarga, en un tercer ensayo. Ganas me dieron de exclamar —«pues pasemos al tercer ensayo sin demora»;—pero Onarro no era hombre que abriese paso á chanzonetas, y vi en la imponente gravedad de su exigua personilla que estaban más tendidos que nunca los resortes de su férrea voluntad. —Debo asimismo-prosiguió Onarro—advertir á usted, por más que á mansalva me sería fácil ca- 2g6 Emilia Pardo Bazcin. liármelo, que de esta vez puede ocurrir que el peligro se desequilibre, que usted perezca y que yo quede sano. Bajé la cabeza, y el sabio después de meditar un segundo, añadió: —O que yo muera y se salve usted. En el primer caso, deseo me informe de cuáles sean sus voluntades con respecto al inmenso caudal que, vivo ó difunto usted, es su propiedad legítima. ¿Tiene usted herederos forzosos? —Tengo padres—contesté con debilitada voz, porque el giro del diálogo no era lo más apropósito para infundirme esfuerzo. — Bien: sus padres de usted. ¿No se propone usted hacer algún legado especial, alguna manda? Pensé instantáneamente en Pastora, en D. Nemesio, en el mismo D. Vicente; pero la serenidad infernal de aquel hombre de tal manera me conturbaba y robaba la necesaria resolución, que respondí medio tartamudeando: —Señor D. Félix, lo que yo me propongo, y pido, y solicito, es salir cuanto antes de este susto y trance amargo. Venía muy decidido cuando entré, y usted con esas advertencias me está poniendo carne de gallina. No quiero hacer disposiciones: contaba David su gente, y Dios echábale peste; no haga el diablo que, con tenerlo todo muy ajustado, calculado y arregladito, facilite yo el tránsito de este mundo á la eternidad. Nada, nada. Si vivo, ya Pascual López. 287. sabré en qué emplear los caudales; si muero... allá usted. Miróme el profesor sonriendo, mitad con lástima y mitad con ironía, y sosegadamente repuso: — Puesto que usted no quiere dictarme sus voluntades, no llevará á mal que yo le indique las mías. —Sea todo por Dios, Sr. D. Félix—murmuré, cruzando resignadamente las manos. —Si perezco en el experimento, ordeno á usted que tome esa caja (y me señaló una de tosca madera, que se hallaba en el ángulo del laboratorio) y que la dirija á donde dice el rótulo. ¿Ve usted? Está bien claro: á la Academia de Ciencias de París. Como observo que los viajes no le arredran á usted y que los hace con bastante facilidad y fortuna, me dispensaría un señalado servicio si en persona llevase esa caja al lugar que, clarísimamente indicado, reza el letrero. Recuerde usted su juramento: me ha ofrecido no apropiarse ni un átomo de mi gloria: esa caja contiene las pruebas de mi hallazgo, el fruto y la demostración de mis investigaciones; usted será mero depositario de tal tesoro. Prométalo usted de nuevo. — Lo prometo — contesté. — Pero Sr. D. Félix, Dios lo hará mejor: ¿no le parece á usted? Viviremos. —He previsto—replicó el hombre implacable— la contingencia de que pudiésemos morir ambos, 2g6 Emilia Pardo Bazcin. que también es verosímil. He escrito á mi ilustre amigo... pero eso á usted no le importa. Lo que á usted concierne es, si sobrevive, recoger la caja y conducirla á su destino, y aprovechar y disfrutar el diamante que produzca el experimento. Oía yo las instrucciones de Onarro como se oyen entre sueños los rumores de la calle que nos traen una percepción de la vida exterior, y no son sin embargo suficientes para llamarnos plenamente á ella, Dícese que los soldados, aunque en la primer batalla se espanten por ventura del silbido de los proyectiles, en las sucesivas se van familiarizando con él de tal suerte, que ya no les causa ni leve contracción de nervios. Cuanto á mí afirmo que la segunda hazaña me infundía más pánico que la anterior, El recuerdo de la conmoción sufrida paralizaba ya mi sangre: amén de que la flema y precauciones de Onarro me impedían aturdirme y me forzaban á considerar bajo todas sus fases el peligro. Así es que casi experimenté una sensación de alivio cuando el sabio, acercándose á la mesa y alzando el paño blanco que cubría, como siempre, la máquina, comenzó sus preparativos y arreglos previos. La forma de la máquina me pareció un poco modificada desde el primer ensayo. Figuróseme, no sé por qué, puesto que no me sería posible señalar en dónde residía la diferencia, que el terrible aparato era á la vez más sencillo y más po- Pascual López. 297. deroso. Onarro puso un gruesísimo trozo de carbón en la pila. Empuñé el manubrio como si empuñase una daga cuyo filo hubiera sido impregnado de ponzoña sutil. No cerré de esta vez los ojos: antes una involuntaria tensión me obligó á tenerlos abiertos de par en par, como dos arcos de puente. Entre sudores mortales oí el decisivo Fiat. Giró el manubrio y resonó una espantosa detonación. Vi al profesor de pie, bañado en un rompimiento de luz sulfúrea; un globo azulado de fuego volteaba con suavidad acariciando su frente, y este globo, con rapidez inexplicable, salió después por la estrecha ventana. Esta visión fué del todo momentánea para mí; por que como mi mano, movida sin duda por la fiebre, siguiese haciendo andar el manubrio, sentí de pronto que cesaban los fenómenos vitales. No sé cuánto tiempo permanecí en tal situación, pero al cabo alenté, recobrando el sentimiento intelectual de lo que me estaba sucediendo; la razón y la memoria fueron lo primero que se despertó; los sentidos, y en especial el nervio óptico, se hallaban aún de tal manera embargados, que mi cuerpo se me antojaba hecho de pedacitos esparcidos por puntos diversos del espacio; mis piernas y mis brazos me parecían muy distantes del tronco. Cuando logré ya hacerme un tanto dueño de mi personalidad, acerquéme á Onarro. Seguía inmóvil, derecho, con la mano en la pila. Al to19 2g6 Emilia Pardo Bazcin. carie yo levemente cayó al suelo. E r a cadáver. El espanto me paralizó un punto ante aquel muerto que no tenía herida, ni sangre, ni señal de violencia alguna. En el platillo dé la pila brillaba un diamante enorme, enorme. ¡ Dónde quedaban el del rajá de Lahore, el Regente, la Montaña de Luz, cuyos tamaños me eran conocidos por las reproducciones que en Madrid se exponían al público! Aquel que ante mis fascinados ojos ostentaba su magnificencia, podía llamarse con justicia el rey de los diamantes del mundo. Tendí la mano temblorosa y cojí la piedra, como coje el ladrón el bien ajeno. En el instante advertí una ligera picazón en la garganta, y mis ojos se nublaron. Un tufo espeso y ácre invadió el aposento. Distinguí un resplandor rojizo en el ángulo de la estancia. No cabía duda, estaba ardiendo la habitación; alguna chispa del rayo comunicara el incendio. En mi terror ciego é instintivo, no pensé más que en la fuga, y abandoné el laboratorio, y corrí como un loco atravesando los salones desiertos y el triste patio. Por supuesto que no me acordé, ni por sueños, de la caja que contenía las pruebas del descubrimiento de Onarro. Felizmente la calle se hallaba solitaria como á la venida, y nadie pudo observar la palidez de mi rostro, el extravío de mi mirada, el temblor de mis miembros, el desorden de mi ropa y todos los acusadores indicios que podían hacer recaer sobre mí sospechas terribles de asesino y de Pascual Lopes. 291 incendiario. F u í m e á vagar por las áridas laderas d e l M o n t e P e d r o s o , y solo allí, c u a n d o el silencio, el cielo gris y a p a c i b l e , el airecillo f r e s c o y p i c a n t e m e h u b i e r o n d e v u e l t o algo la c a l m a , n o t é q u e el precioso d i a m a n t e se h a l l a b a f u e r t í s i m a m e n t e oprim i d o en el h u e c o de mi m a n o por l a s f a l a n g e s de mis d e d o s . Aquella t a r d e n o se h a b l ó en S a n t i a g o m á s q u e d e l t e r r i b l e suceso a c a e c i d o á la m a d r u g a d a en la c a s a de O n a r r o . L a p o b l a c i ó n e n t e r a se i b a c o m o d e r o m e r í a á v i s i t a r el t e a t r o del t r á g i c o acontec i m i e n t o . D e c í a s e q u e el sabio, sin d u d a en a l g u n o d e sus peligrosos e n s a y o s , h a b í a d e j a d o p r e n d e r s e f u e g o en su l a b o r a t o r i o , y q u e , i m p o t e n t e quizá p a r a d o m i n a r el v o r a z e l e m e n t o , p e r e c i e r a e n t r e las llamas. H a l l á n d o s e la vieja c r i a d a en sus devociones y c o m p r a s , y c a y e n d o el l a b o r a t o r i o no á la calle sino al p a t i o , el incendio creció sin ser a d v e r t i d o , e n c o n t r a n d o fácil p r e s a en la v i e j a t a b l a z ó n y vigas, h a s t a q u e el h u m o y las l e n g u a s de f u e g o q u e p o r las v e n t a n a s c o m e n z a r o n á salir, y el e s t r é p i t o q u e p r o d u j o el t e c h o del l a b o r a t o r i o al d e s p l o m a r s e , h u b i e r o n de d e s p e r t a r á la calle s o ñ o l i e n t a y retir a d a de su h o n d a q u i e t u d . C u n d i ó la voz d e alarm a , i n u n d ó s e d e g e n t e el s i t i o , y c o m e n z a r o n á p o n e r s e en p r á c t i c a los m e d i o s a c o s t u m b r a d o s e n siniestros tales. Algo se p u d o a t a j a r , á f u e r z a de 2g6 Emilia Pardo Bazcin. a u x i l i o s , el i n c e n d i o ; p e r o la p a r t e del edificio corr e s p o n d i e n t e al l a b o r a t o r i o h a b í a sido ya p a s t o d e las l l a m a s d e v o r a d o r a s . E n t r e los e s c o m b r o s se enc o n t r a r o n trozos d e b r o n c e f u n d i d o s , b a r r a s de acero e n n e g r e c i d a s y r e t u e r t a s , d e s p o j o s de la m a ravillosa m á q u i n a ; en c u a n t o al sabio, q u e d ó de él un t r o n c o c a r b o n i z a d o é i n f o r m e . N o necesito a ñ a d i r q u e las l e n g u a s del vulgo tuvieron p á b u l o y c a m p o en q u e e s p l a y a r s e , con t a n trágica ocurrencia. Comentáronse á saciedad y fueron por l a r g o s m e s e s comidilla de la m u l t i t u d las c a u s a s del incendio del l a b o r a t o r i o . Sin saberlo a n d u v i e r o n a l g u n o s d e los h a b l a d o r e s á dos dedos de la v e r d a d , ó t r o p e z a r o n con la v e r d a d mism a , a s e g u r a n d o q u e el f u e g o del cielo e r a el q u e había abrasado aquel lugar, tenebrosa cueva donde sin d u d a se e n t r e g a b a O n a r r o á s o m b r í a s práct i c a s y maleficios infernales. Con e s t a r yo t a n perf e c t a m e n t e i m p u e s t o en los p o r m e n o r e s y circunst a n c i a s del d r a m a misterioso que t r a í a e x c i t a d a la c u r i o s i d a d del v e c i n d a r i o , confieso q u e á veces n o dejaba de asaltarme vaga aprensión, cavilando allá en mi a l m a si el d e s e n l a c e a t e r r a d o r de la e m p r e s a d e O n a r r o n o sería castigo de su o s a d a soberb i a y de su e m p e ñ o s a t á n i c o de a r r e b a t a r á la n a t u r a l e z a los a r c a n o s q u e celosa y vigilante r e c a t a de los ojos a t r e v i d o s del h o m b r e . L a m i s m a t a r d e de la a g i t a d a m a ñ a n a , r e c o b r a dos ya un t a n t o los e s p í r i t u s , p e r o a b r u m a d o a ú n Pascual López. 293. por las emociones m a g n a s q u e sobre mí p a s a r o n e n t a n b r e v e t i e m p o , fui á la r e j a del c o n v e n t o , á la cual salió á recibirme P a s t o r a . D e s p u é s d e lo;» p r e á m b u l o s y explicaciones i n d i s p e n s a b l e s , y de ser i n t e r r u m p i d o mil veces por las e x c l a m a c i o n e s y p r e g u n t a s de la sobrina del c a n ó n i g o , logré ponerla al c o r r i e n t e de todo lo que e n t r e O n a r r o y yo m e d i a r a , sin o m i t i r c i r c u n s t a n c i a ni detalle. Ya se s a b í a e n el c o n v e n t o la t r a g e d i a o c u r r i d a , y no fué p e q u e ñ o el a s o m b r o de P a s t o r a al c o m p r e n d e r la p a r t e q u e yo h a b í a t o m a d o en el terrible lance que a r r a n c a r a h a c í a un m o m e n t o á las religiosas n o pocas Ave-Marías y Padre nuestros á Santa Bárb a r a , a b o g a d a d e la centella y del r a y o . P a r a conf i r m a r mi n a r r a c i ó n , s a q u é del bolsillo el d i a m a n t e p o r t e n t o s o , y lo coloqué e n el t o r n o , q u e , g i r a n d o se lo llevó á P a s t o r a . ¡ N u n c a aquel h u m i l d e t o r n o d e c o n v e n t o , g r o s e r a m e n t e p i n t a d o de azul y hec h o á sufrir el peso de a l g u n a c a j a de m e r m e l a d a ó de a l g u n a libra de chocolate, i m a g i n ó ser m o m e n t á n e o d e p o s i t a r i o de u n a s u m a i n c a l c u l a b l e de millones! P a s t o r a t o m ó la p i e d r a y la consideró largo rato; h e c h o lo c u a l , y dirigiéndose á m í , — P a s c u a l , — m e d i j o , — p o r lo que v e o , tu a t u r d i m i e n t o y el susto q u e te sobrecogió, a ú n d á n d o te l u g a r p a r a p o n e r e n salvo este t e s o r o , te v e d a ron c u m p l i r la ú l t i m a v o l u n t a d del d e s d i c h a d o c a tedrático. 2g6 Emilia Pardo Bazcin. — ¡ Q u é q u i e r e s ! — r e s p o n d í i m p r e s i o n a d o p o r la. e x a c t i t u d d e la o b s e r v a c i ó n ; —el c u a r t o a r d í a , sof o c á b a m e el h u m o , y a t e n d í á s a l v a r la v i d a . —Y el d i a m a n t e , — c o n t e s t ó P a s t o r a sin d e j a r d e d a r v u e l t a s e n t r e sus d e d o s á la s o b e r b i a p i e d r a . — P e r o , ya v e s , el d i a m a n t e e r a mío; O n a r r o m e lo h a b í a d a d o de a n t e m a n o ; vale u n a f o r t u n a imc o m p a r a b l e , q u e n o se p u e d e ni s o ñ a r ; ¿ q u e r í a s q u e lo a b a n d o n a s e allí? V a y a q u e e r e s r a r a de veras. N o f a l t a r í a o t r a c o s a . — Y ese p o b r e h o m b r e , ese señor t a n sabio, q u e h a r e a l i z a d o un m i l a g r o c a s i , y q u e por tu a p o c a m i e n t o y tu falta de corazón se q u e d a o s c u r e c i d o p a r a s i e m p r e , v u e l t o p u ñ a d o de d e s p r e c i a d a ceniza, d e s p u é s de sufrir m u e r t e t a n h o r r i b l e ! —Mujer... — M i r a , yo n o e n t i e n d o d e esas cosas, ni sé c ó m o p u e d e n llevarse á c a b o esos p r o d i g i o s , y t o d o ello m e c o n f u n d e y m e a t u r d e ; p e r o , P a s c u a l , si y o h u b i e r a i n v e n t a d o tal m a r a v i l l a , m e d e s e s p e r a r í a y m a l d e c i r í a del q u e m e r o b a s e la r e p u t a c i ó n , mer e c i d a con t a n t a j u s t i c i a . — P u e s c ó m o h a d e s e r : n o tiene r e m e d i o ; lo s i e n t o , p e r o conozco q u e D . F é l i x está ya en el o t r o m u n d o y ¿ q u é servicio le p o d e m o s p r e s t a r ? le r e z a r e m o s , le h a r e m o s decir m u c h a s misas, y le c o n s t r u i r e m o s un nicho d e c e n t e . D é j a t e por D i o s d e esos e s c r ú p u l o s , P a s t o r a , y c o n s i d e r a q u e som o s d u e ñ o s d e un tesoro en la a c t u a l i d a d ; q u e Pascual Lópes. 295 v a m o s á vivir felicísimos, s í , felicísimos. L o s deseos m á s c a p r i c h o s o s q u e p u e d a s f o r m a r se cumplir á n ; ese d i a m a n t e vale millones; ¡ea! al a g u a p e n a s , p r e p a r é m o n o s á v e r n o s h e c h o s u n o s reyes. ¡ V e r á s que existencia nos a g u a r d a ! D e c í a yo e s t o p r o c u r a n d o e x c i t a r m e y e x c i t a r á P a s t o r a con mis f r a s e s ; p e r o ella p e r m a n e c í a c a b i z b a j a , a b a t i d a m á s bien. — P a s c u a l — m u r m u r ó sin a l z a r la f r e n t e — t ú dices q u e m e quieres muchísimo. ¿ V e r d a d q u e m e quieres ? — ¿ Q u i é n lo d u d a , Pastorcilla? con t o d a mi a l m a . — T ú m e a s e g u r a s t e mil veces q u e y o e r a lo q u e m á s e s t i m a b a s en el m u n d o . — Y lo repito. — ¿ T ú no te m e t i s t e e n estos b e r e n g e n a l e s d e e x p e r i m e n t o s , sinó p o r la e s p e r a n z a de c a s a r t e c o n m i g o y de h a c e r m e m u y dichosa con sedas, l u j o y bienestar? —Cabalmente. — ¡ A j a j á ! — e x c l a m ó la n i ñ a b a t i e n d o p a l m a s , con u n o d e aquellos í m p e t u s de alegría q u e most r a b a á v e c e s . — P u e s a h o r a voy á s a b e r si m i e n t e s , P a s c u a l i t o . ¿ E r e s c a p a z de r e g a l a r m e este d i a m a n te, es decir, e s t e c a u d a l ? D u d é un i n s t a n t e ; p e r o d e s p u é s creí c o m p r e n d e r el i n t e n t o de P a s t o r a . Q u e r í a ella ser la d u e ñ a d e n u e s t r a f u t u r a r i q u e z a , sin d u d a p a r a que no p u diese n u n c a yo t e n e r l a en m e n o s c u a n d o f u e s e mi Emilia 2g6 Pardo Bazcin. e s p o s a , ó b i e n p a r a p o d e r á su s a b o r g a s t a r y t r i u n f a r c o n m i s p e s e t a s . Y a e n t e n d í d e s p u é s io temerario de mi juicio; pero las personas vulgares r a r a vez t o m a n e n c u e n t a ios m ó v i l e s e l e v a d o s q u e pueden dictar las a j e n a s acciones. R e s p o n d í , h a c i e n d o del g e n e r o s o y del m a g n a nimo: — T e lo r e g a l o . _ — ¿ P e r o p a r a m í ? ¿ p a r a mí s o l a ? ¿ s o y d u e ñ a d e él? P e n s é e n q u e m a r i d o y m u j e r son u n a carne misma, y pronuncié: — D u e ñ a absoluta. L a n z ó un grito de infantil placer, y a b a n d o n o c o r r i e n d o el l o c u t o r i o . T a r d a b a e n v o l v e r , y y o n o e n t e n d í a a q u e l l a r e p e n t i n a f u g a . Al c a b o r e a p a r e c i ó e n la r e j a , e n c e n d i d a c o m o si se h u b i e s e a g i t a d o m u c h o , c o n el p e l o algo d e s a l i ñ a d o , y los o j o s b r i l l a n t e s . R e í a , y s u risa e r a s e m e j a n t e á u n a c a s c a d a d e g o t a s d e a g u a , ó c o m o el c a n t o d e u n p a j a r o r e f u g i a d o e n a q u e l sitio s o m b r í o . — i P a s c u a l , P a s c u a l 1—gritó sin d e j a r d e r e í r . — ¡ Y a e s t á s libre, y a e s t a m o s l i b r e s d e ese t e s o r o del i n f i e r n o , q u e e r a p r e c i o d e la v i d a d e un h o m b r e ! - ¿ Q u é estás diciendo?—prorrumpí enloquecido, y m i s p u ñ o s s a c u d í a n la r e j a , sin c o n s i d e r a r q u e m e a r a ñ a b a y e n s a n g r e n t a b a la piel. — Y a no h a y d i a m a n t e . - E l d i a m a n t e . . . ¡ Q u é h a s h e c h o del d i a m a n t e ! Pascual López. 297. — L o he e c h a d o al pozo de la h u e r t a , P a s c u a l . ¡ E ! pozo es t a n p r o f u n d o ! Y tiene unos d e s a g u a deros que no se s a b e a d o n d e llegan ; por allí se d e b e n a r r o j a r las cosas que no q u e r e m o s e n c o n t r a r ya n u n c a en el curso de la v i d a . — ¡ Mi diamante!... ¡Mi tesoro!—rugí yo frenético. — Calla, insensato—exclamó Pastora, que se puso de color de c e r a al ver mis a r r e b a t a d o s extrem o s . — N o e s c a n d a l i c e s esta c a s a de Dios. ¡ M e j o r , m e j o r ! ¡ Q u i e r o mi d i a m a n t e , mi fortuna ! — P e r o , ¿ n o d e s e a b a s la f o r t u n a por mí? ¿ N o m e lo h a s dicho? P u e s b i e n ; esa f o r t u n a yo la reniego, la r e c h a z o , m e h o r r o r i z a ; s e r é tu m u j e r , t r a b a j a r á s , nos m a n t e n d r e m o s con p a n negro, y D i o s v e n d r á en n u e s t r a a y u d a . ¡Soy t u y a , m e e n t r e g o á c a m b i o de aquel t a l i s m á n de maldición, q u e el d i a b l o te puso en las m a n o s ! — ¡ D é j a m e en p a z , y p ú d r e t e e n tu c o n v e n t o ! — r e p l i q u é sin s a b e r lo que p r o n u n c i a b a y sin e x p e r i m e n t a r m á s q u e la a n g u s t i a m a t e r i a l de la codicia y el delirio de mis a n s i a s de r i q u e z a . L o q u e yo q u i e r o es q u e m e d e v u e l v a s mi d i a m a n t e , ó si no... a r r a n c a r é e s t a r e j a , p e g a r é fuego al c o n v e n t o p o r los c u a t r o c o s t a d o s . E s un robo lo que h a s h e c h o ; la p i e d r a e r a m í a , m í a , la r e c l a m o , la exijo, ¿oyes? ¡ M a l d i t a s sean e s t a s b a r r a s , y este sitio, y t u n e c e d a d , y tu e n g a ñ o , y mi c o n f i a n z a ! P a s t o ra, P a s t o r a , ¿ n o m e e n t i e n d e s ? ¡ E l d i a m a n t e ! 2g6 Emilia Pardo Bazcin. E r a tal mi e x a l t a c i ó n y r a b i a , q u e t r a s c u r r i e r o n a l g u n o s m i n u t o s a n t e s q u e m e diese c u e n t a de q u e m e h a l l a b a e n t e r a m e n t e solo y d e q u e e s t a b a inc r e p a n d o á las p a r e d e s , p o r q u e P a s t o r a h a b í a salido, sin ser de mí s e n t i d a , del locutorio. N o q u i e r o n a r r a r los excesos á q u e m e c o n d u j e r o n ira y cólera , y el s e n t i m i e n t o de la p é r d i d a del tesoro. ¿A q u é d e s c u b r i r en t o d a su extensión l a flaqueza de mi espíritu y la m e z q u i n d a d d e mi carácter? C o s a s son e s t a s m e j o r e s p a r a c a l l a d a s q u e p a r a r e f e r i d a s , p o r q u e el m u n d o falaz a r r o j a flores y poesía sobre la t u m b a d e los pocos q u e d e a m o r y m a l o g r a d a t e r n u r a s u c u m b e n , y sonríe y p i s a d e s d e ñ o s o la d e los m u c h o s que e n n u e s t r a s m e t a l i z a d a s s o c i e d a d e s fallecen de h i p o c o n d r í a engend r a d a por las e s c a s e c e s y c o n t r a r i e d a d e s p e c u n i a rias. D e s u e r t e q u e o m i t o el r e l a t o de mis p e s a r e s , q u e á n a d i e i n t e r e s a r í a n , ni a u n á los m á s c a p a c e s d e sentirlos por c u e n t a propia. C u a n d o a p l a c a d a un poco la d e s e s p e r a c i ó n retoñ ó en mí el a n t i g u o a m o r q u e m e i n s p i r a r a la linda s o b r i n a del c a n ó n i g o , c a u s a no inocente de mis a m a r g u r a s , m e llegué á la r e j a ; p e r o fuí d e s p e d i d o con la r e s p u e s t a de q u e P a s t o r a h a b í a t o m a d o el v e l o , y que d u r a n t e el a ñ o d e n o v i c i a d o n o q u e r í a h a b l a r ni ver á n a d i e . D e s a h o g u é mi aflicción en el b e n é v o l o y a m i g o s e n o de D . N e m e s i o , y h a b i e n d o c o n v e n i d o a m b o s e n que tal vez P a s t o r a valiese t a n t o como el dia- Pascual López. 299. mante i n c o m p a r a b l e c u y a posesión h a b í a n de disputarse los soberanos del m u n d o , el e x c e l e n t e ciér i g o s e allanó á servirme de intercesor y á i m p e t r a r d e Pastora que me concediese u n a e n t r e v i s t a , siempre que en ello n o peligrase la s a l u d de su alma. IVro n o a l c v n z ó la influencia de D . N e m e s i o cosa a l g u n a , y , al c o n t r a r i o , h a s t a creí o b s e r v a r que se a r r e p e n t í a de h a b e r cedido á su n a t u r a l c o m p l a c i e n t e , al i n t e r c e d e r con P a s t o r a por mí. N o q u i e r o e c h a r en olvido u n a c i r c u n s t a n c i a q u e a t a ñ e al suceso t r á g i c o del l a b o r a t o r i o . P o c a s sem a n a s d e s p u é s de la m u e r t e de O n a r r o , llegó á Santiago un i n d i v i d u o q u e , e n su p r o n u n c i a c i ó n dificultosa, su l a r g o r e d i n g o t e y a b o l l a d o s o m b r e r o , su pelo lacio y casi b l a n c o de p u r o r u b i o , d a b a muestras e v i d e n t e s de e x t r a n j e r í a . E n e f e c t o , se averiguó que era un d o c t o r a l e m á n , de un n o m b r e difícil y e n r e v e s a d o q u e n o sé escribir. E s t e personaje, serióte, p e r o n o d e s p r o v i s t o de a f a b i l i d a d , y que yo sospeché al p u n t o ser a q u e l ilustre a m i g o á quien Onarro c a s u a l m e n t e m e d i j o q u e h a b í a escrito, se instaló con t o d a c a c h a z a en el medio ardido caserón de O n a r r o , y se p a s ó un m e s removiendo los fríos e s c o m b r o s del a n t e s l a b o r a t o r i o . Al mismo t i e m p o e m p r e n d i ó u n a serie de investigaciones e n c a m i n a d a s á p r e c i s a r las m í n i m a s circunstancias de la c a t á s t r o f e . S e dirigió á las autoridades, que lo hicieron p o c o caso, y al pueblo, q u e le contó mil d e s a t i n o s y consejas. E l b u e n o del 300 Emilia Pardo Bazán. mm^ gj* ; d o c t o r insistía y se d e s h a c í a e n u c u a n d o m u r i ó no e s t a b a solo; q C ^ t l l i r u i» a c o m p a ñ a b a o t r a p e r s o n a , y qu , haola qUP p i s c a r l a p a r a q u e d i e r a luz en t a n c-iro awi!.Ui RBise el público u n á n i m e de la f «ariM y 3 « n * le a q u e l p e r s o n a j e , y sobre t o d o MU pftlotó, d e la c a j a de i n s t r u m e n t o s geológico-» <¡ • II' v a h a » e t c u da s i e m p r e , y del poquísimo c h i s t e , g a r b o y soltura \ u e le d i s t i n g u í a n . É l , sin e m b a r g o , se m o s t r ó s a t i s f e c h o de ver los m o n u m e n t o s característicos de S a n t i a g o , y m a n i f e s t ó p e n a c u a n d o , p e r s u a d i d o de lo i n f r u c t u o s o de sus pesquisas, t .. k "" E l único r e s u l t a d o de la visita de noticias y e r u d i t a s ^ en la diligencia, aquel ente á núes- j algún libro atest ido de curiosa* impresiones de • iajt. t a r de n u e v o su d e s a i r a d a p e r s o n a t r o país será a c a s o j j FIN j